14.-cuando Las Palabras Hieren

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CUANDO LAS PALABRAS HIEREN por Jeff Olson

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arcia empezó a sentir un nudo en el estómago. Le había preguntado inocentemente a su esposo Daniel qué planeaba él hacer esa tarde. Quería asegurarse de que no estuviera contando con que ella iba a estar en casa. Todavía temblaba por la ira que Daniel había expresado el día anterior cuando se dio cuenta de que ella había salido de compras sin decírselo. Durante varios largos minutos en medio de la cena de la noche anterior, él la miró y le gritó, y la amenazó con quitarle la chequera y el auto si ella no empezaba a consultarle antes de hacer nada. Por eso en ese momento, a la mañana siguiente, Marcia le preguntó cautelosamente qué planes tenía para ese día. Por lo general, Daniel entendía mal las motivaciones de ella: «¿Por qué te tengo que decir siempre lo que voy a hacer?» —le dijo bruscamente. Marcia sentía que su cuerpo empezaba a ponerse más tenso. «No tienes que hacerlo —le dijo tímidamente—. Sólo me preguntaba si querrías hacer algo esta tarde».

Título del original: When Words Hurt ISBN: 978-1-58424-084-6 Foto de cubierta: © RBC Ministries, Terry Bidgood Spanish Las citas de las Escrituras provienen de laVersión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © 2001,2007 RBC Ministries, Grand Rapids, Michigan, USA Printed in USA

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¡Siempre quieres decir la última palabra!» Exasperada, Marcia exclamó: «Pero yo creía que querías que dejara el tema». Marcia siguió tratando de explicarse, pero no se podía razonar con Daniel. Él insistía en torcer lo que ella decía y decirle más cosas denigrantes. Una llamada telefónica terminó misericordiosamente el episodio. Pero Marcia dejó esa conversación, como había dejado muchas otras, sintiéndose empequeñecida, confundida y culpable. Se preguntaba qué había dicho para enojar tanto a Daniel y por qué no podía lograr que él la entendiera. Las conversaciones como las de Marcia y Daniel ilustran cómo los esposos pueden herir a sus cónyuges con lo que dicen. No hubo puñetazos. Nadie abofeteó ni empujó a nadie (aunque pudo haber sucedido). Más bien, Daniel golpeó a su esposa con palabras.

«No sé por qué esperas que te diga todo lo que voy a hacer» —dijo Daniel más enojado aún. «¿Por qué te enojas? Yo nunca dije que me lo tuvieras que decir todo» —contestó Marcia. «Yo no estoy enojado. ¡Tú siempre exageras las cosas!» —dijo Daniel refunfuñando. «Yo no estoy exagerando nada —razonó Marcia— Lo único que hice fue preguntar…». Antes de que pudiera terminar de explicarse, Daniel le cortó y gritó: «¡No trates de negarlo! Siempre haces lo mismo». Después de unos segundos de torpe silencio, Daniel golpeó la mesa con el puño y continuó: «¿Por qué no te callas la boca y dejas el tema?» No tienes ni idea de lo que significa ser una esposa sumisa y probablemente seas demasiado bruta como para que alguna vez lo entiendas». «Está bien, Daniel, ahí lo dejo» —dijo Marcia. «No te vas a zafar tan fácilmente —gritó Daniel—. 2

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verbal. Juntos tenemos que pensar cuidadosamente en las palabras que violan el espíritu y la promesa del pacto matrimonial.

El uso de las palabras como armas es una práctica tan antigua como el lenguaje humano, pero todavía no le damos la atención que merece. Aunque hemos avanzado mucho en la comprensión del daño que pueden hacer el abuso físico y sexual, muchos de nosotros no nos hemos dado cuenta todavía de que podemos herir a otros con nuestras palabras, tal vez más que con el puño. El propósito de este librito es llevar nuestra atención al poder que tienen las palabras para ayudar o herir. Aunque vamos a lidiar primordialmente con el mal uso de las palabras en la relación conyugal, los principios estudiados aquí se pueden aplicar a otras relaciones. Nuestra principal preocupación son los incontables esposos y esposas que necesitan ayuda para entender y reaccionar debidamente a diferentes grados de control y daño

EL PODER DE LAS PALABRAS

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o podemos darnos el lujo de subestimar la importancia y el poder de nuestras palabras. Santiago, el escritor del Nuevo Testamento, dijo que aunque la lengua humana es una parte pequeña del cuerpo, tiene el poder de causar un tremendo impacto (Santiago 3:112). El libro de Proverbios nos recuerda que «la muerte y la vida están en poder de la lengua» (18:21). El lenguaje que usamos para comunicarnos unos con otros es como un cuchillo. En manos de un cirujano experto, un cuchillo puede hacer bien. Pero en manos de una persona descuidada o ignorante, puede causar un 3

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y las piedras me pueden romper los huesos, pero las palabras no me pueden hacer daño». Es mentira. Las palabras groseras sí hacen daño… a veces más profundamente. Que a uno le griten o lo insulten y le digan «estúpido» o «idiota», sobre todo un cónyuge, pueden producir una herida que sangre por años. A menudo no tomamos en serio el poder que tiene la lengua para agredir y su capacidad de desolar. Unas cuantas palabras dichas sin consideración pueden matar el espíritu de un cónyuge o de un amigo. Proverbios 12:18 afirma que «hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada». Santiago dijo que la lengua está «llena de veneno mortal» (3:8). El Salmo 52:2 habla de la lengua como de una «navaja afilada» que trabaja para destruir a otra persona. ¿Significa eso que no debemos causar dolor nunca

gran daño. Lo mismo sucede con las palabras.

El poder para hacer bien. La Biblia enseña

que una palabra amable puede animar, alimentar y enmendar un corazón quebrantado. Proverbios 16:24 dice: «Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos». Una palabra bien pensada puede contribuir a restaurar la confianza, la esperanza y el propósito a un cónyuge que se siente abatido, perdido y confundido. Por ejemplo, un esposo podría levantarle el ánimo a su esposa diciéndole: «Cariño, te agradezco la paciencia que has tenido conmigo últimamente. Sé que he estado absorto en mi trabajo. Te he dado por sentado. Te has sentido dolida, y yo he estado demasiado ocupado como para darme cuenta». El poder para hacer daño. Hay un dicho en inglés que afirma: «Los palos 4

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lo lamentable que es, casi todos los matrimonios experimentan conflictos y discordias que ocurren cuando ambos cónyuges usan sus palabras para controlar y herir a la otra persona.

con nuestras palabras? No. Hay momentos en que hay que hacer «cirugía verbal». Algunas situaciones exigen que se usen palabras cortantes con habilidad y compasión, palabras que pueden causar dolor (Proverbios 27:6). Todos nosotros necesitamos advertencia, corrección y crítica constructiva a veces. Aunque son necesarias, esas palabras pueden herir. Pero ese no es el dolor que hace daño (2 Corintios 7:8-10). Es un dolor que tiene el propósito de ayudarnos a crecer. Sin embargo, muchas veces no es por amor que causamos daño a alguien con nuestras palabras. Es más probable que usemos palabras hirientes cuando atacamos a otra persona. Desafortunadamente, esas veces en que nos involucramos en una batalla verbal son demasiado comunes en nuestros matrimonios. A pesar de

CONFLICTO CONYUGAL

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os conflictos son inevitables en el matrimonio. Puesto que cada cónyuge lleva su propia perspectiva a la relación, la cual está influenciada por el sexo de la persona, los antecedentes familiares y las experiencias de la vida, la mayoría de los matrimonios tienen frecuentes desacuerdos y profundas diferencias de opiniones. En las relaciones saludables, la mayoría de esos desacuerdos se resuelven de una manera que no es destructiva.

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hacemos de varias maneras que varían en intensidad de una relación a otra, la siguiente es una breve descripción de las tácticas más comunes que las parejas utilizan para controlarse y atacarse mutuamente. 1. Los sentimientos de culpa son medios eficaces para controlar o castigar a la gente. Cuando los cónyuges consiguen hacer que sus compañeros se sientan culpables por no estar de acuerdo con ellos o por desafiarlos, ganan poder sobre ellos. El vocabulario que se usa para producir culpa puede ser tan directo como «Espero que estés contenta ahora» o «¿Por qué tardaste tanto?» O puede ser más sutil: «Claro, siempre es por mi culpa». Por ejemplo, una esposa recibía esa respuesta de su esposo siempre que ella le señalaba uno de sus errores. Él era un experto en hacerla sentir culpable por mencionar algo negativo sobre él.

Aunque las parejas de casados pueden disentir fuertemente, muchas aprenden a resolver sus conflictos de tal manera que logran mostrar su desacuerdo controlada y respetuosamente. No obstante, es igualmente cierto que la mayoría de las parejas pasan por momentos o ciclos periódicos en que utilizan mal sus palabras en medio del conflicto. De vez en cuando, la comunicación se rompe y se pone fea hasta en la mejor de las relaciones. Todos hemos sido culpables hasta cierto punto de pelear injustamente y de no tratar de resolver las diferencias, sino de tratar de manipular, ganar o incluso «empatar». ¿Cómo se usan las

palabras para controlar y atacar? Consciente o

inconscientemente, todos los que estamos casados hemos usado palabras para controlar y herir a nuestros cónyuges. Aunque esto lo 6

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4. Los gritos se dan también a veces en muchos matrimonios. Vocear o explotar y gritar cosas como «¿Y a ti qué te pasa?» o «¡Cállate y déjame tranquila!» intimidan a la otra persona. Permite al cónyuge que grita sentirse fuerte y hace que el otro se sienta débil, derrotado y aterrorizado de hacer o decir algo que pueda provocar otro ataque. 5. El sarcasmo es otro método de control, y a menudo es un ataque un poquito indirecto. Las respuestas sarcásticas como «como quieras» o «sí, cómo no» (sobre todo si al mismo tiempo se ponen los ojos en blanco) da poca importancia al punto de vista del cónyuge y lo condena. El sarcasmo obviamente no proporciona la atmósfera necesaria para una conversación honesta. Más bien frustra a los cónyuges y sabotea la conversación de tal manera que deja al cónyuge ofensor

2. Buscar falta en la otra persona coloca al cónyuge bajo una andanada de crítica. Desde cómo cuidan sus cosas, hasta cómo manejan el dinero, cómo lucen y cómo conducen el auto, los cónyuges pueden criticar y sermonear a sus compañeros. Ya sea de vez en cuando o regularmente, el buscar faltas en la otra persona permite a los cónyuges que están asestando los golpes sentirse superiores y hacer que sus compañeros se sientan inferiores. 3. Insultar es aplicar una palabra o frase negativa a la deficiencia de un cónyuge. Las palabras despectivas como estúpido, haragán, idiota, latoso, torpe o llorón se usan para que el compañero se sienta pequeño y despreciable. Los esposos pueden también recurrir a atacar el carácter y decir cosas como: «Nunca has sido una buena esposa» o «Nunca vas a llegar a nada». 7

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para ella. Otros cónyuges podrían burlarse de sus compañeros en público por algo que hicieron o dijeron. En una exhibición pública de poder podrían decir: «¿Por qué te pusiste esa ropa?» o «¡Eso no es muy inteligente que digamos!», con el propósito de que sus cónyuges se sientan tontos o pequeños. ¿Por qué se usan las

encargado de la situación y en posición de ventaja. 6. Culpar a la otra persona permite a un cónyuge quedar exonerado e impone culpa al otro. Cuando algo sale mal, es por culpa de la otra persona. Por ejemplo, una esposa pide a su esposo que le haga una llamada telefónica, y luego lo regaña por hacerlo en un momento en que la llamada crea un problema con otro miembro de la familia. Un esposo explota y le grita a su esposa, y luego le echa la culpa de su arranque de ira. El echar la culpa al otro deja a la parte inocente confundida y castigada. 7. La subestima, ya sea sutil o abierta, también la usan algunos cónyuges para ganar poder sobre sus compañeros. En un tono muy calmado pero condescendiente, un esposo subestimaría a su esposa diciéndole que no se preocupe por las finanzas porque son muy complicadas

palabras para controlar y atacar? De una u otra forma, la mayoría de los esposos han recurrido al menos a algunas de las tácticas verbales mencionadas arriba. Y el problema no son sólo las palabras. Es el egoísmo personal, la ira o la inseguridad lo que nos lleva a usar palabras para cualquiera de los siguientes propósitos: 1. Salirnos con la nuestra. Todos tenemos una vena egoísta. Hasta cierto punto, todos luchamos con querer salirnos con la nuestra. Una de las cosas que hizo que la vida de

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recurren a tácticas como los insultos o el sarcasmo. Equivocados o no, algunos esposos se sienten atacados personalmente o defraudados, y por eso procuran castigar a sus cónyuges. Olvidan o ignoran que la venganza es cosa de Dios (Romanos 12:19). Reaccionan por ira con la intención de «desquitarse». Otros esposos simplemente descargan sus frustraciones personales sobre sus compañeros. Están enojados por ciertas circunstancias o con otras personas, y quieren que alguien —cualquiera— sufra porque las cosas no van como ellos quieren. 3. Escondernos. La apertura y la responsabilidad personal son fundamentales en un matrimonio. Sin ellas, la relación no puede madurar. Puede que para nosotros sea difícil admitirlo, pero a veces usamos palabras para escondernos y protegernos a nosotros mismos. Igual que la

Cristo aquí en la tierra fuera tan extraordinaria es que Él no era egoísta. Siempre ponía los intereses de los demás y los propósitos de Dios el Padre por encima de los suyos propios, aunque eso lo llevara a sufrir más que nadie en la historia. Como pueblo de Cristo, somos llamados a imitar su ejemplo de abnegación independientemente de a dónde nos lleve (Filipenses 2:3-5). Pero todos nos quedamos cortos. En un momento de desacuerdo conyugal, hasta los esposos maduros pueden actuar infantilmente y exigir que las cosas se hagan a su manera. Una manera efectiva de obtener lo que egoístamente deseamos y de evitar la pérdida personal es controlando a nuestros cónyuges por medio de la intimidación y la culpa. 2. Vengarnos. La venganza es una de las razones principales por las que muchos esposos 9

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respondió: «¿Cómo puedes decir eso de mí después de todo lo que he hecho por ti?» Hasta cierto punto, todos nosotros hemos usado palabras manipuladoras y atemorizantes para salirnos con la nuestra. Todos hemos usado palabras rudas para «castigar» a nuestros cónyuges. Y todos hemos culpado a nuestros cónyuges para protegernos. Cuando vemos esto en nosotros necesitamos estar más dispuestos a confesar de plano y a sentir tristeza por el daño específico que hacemos a nuestros cónyuges y los problemas que hemos creado. Es nuestra confesión y quebrantamiento lo que empieza a reparar el daño que hemos causado. Una confesión abierta y honesta acompañada de remordimiento puede empezar a restaurar la confianza, y con el tiempo puede llevar a la reconciliación y de vuelta a la intimidad.

primera pareja de casados, Adán y Eva, nos asustamos y tratamos de ocultar nuestras faltas de nuestros compañeros y de Dios (Génesis 3:7-13). Cuando nos confrontan con la verdad de nuestra conducta dañina hacia los demás no queremos confesar de plano. A menudo estamos demasiado enojados por haber sido heridos. Nos da miedo pensar que si confesamos, vamos a ser atacados o abandonados. Igual que un criminal acusado declaramos vigorosamente nuestra inocencia (Proverbios 16:2). Imitando a Adán, a menudo nos ponemos a la defensiva y culpamos a nuestros cónyuges, e incluso a Dios, de nuestra conducta egocéntrica (Génesis 3:12). Por ejemplo, en lugar de asumir la responsabilidad por la manera en que su ira hizo que para su esposa fuera difícil expresar su opinión en la relación, un esposo 10

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LA OPRESIÓN VERBAL EN EL MATRIMONIO

y un abuso verbal severo, la relación se vuelve opresiva. Los cónyuges quedan en posiciones menos y menos equitativas. Uno de ellos no tiene la libertad de decir que no ni de expresar sus puntos de vista y opiniones. El otro tiene la mayor parte del poder, por no decir completamente, y casi todo debe ocurrir bajo las condiciones del cónyuge que controla… o hay que atenerse a las consecuencias. La Biblia no se toma a la ligera ninguna clase de egoísmo. Viendo las lágrimas del oprimido y observando que el poder estaba del lado de sus opresores, el autor de Eclesiastés concluyó que puede parecer mejor estar muerto que vivo y oprimido (Eclesiastés 4:1-2). La opresión es una experiencia terrible en cualquier contexto, pero sobre todo en el matrimonio. Ciertamente que no es el amor y el respeto mutuo que Dios desea que haya

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unque sabemos que las batallas verbales suceden en todos los matrimonios, la gente razonable y justa se da cuenta de que hay una diferencia entre los conflictos maritales normales y un abuso verbal y emocional severo. No se necesita mucha sabiduría para ver que cuando un cónyuge dominante empieza a utilizar regularmente palabras para controlar y atacar, se ha pasado de la raya de una manera importante. El matrimonio se ha convertido en una relación unilateral y verbalmente abusiva donde el amor y el respeto han sido reemplazados por poder y control egocéntricos. Cuando cada vez más se pasa de la raya que hay entre un conflicto conyugal normal 11

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intimidan abiertamente y son exigentes, iguales a la clase de persona que se describe en el Salmo 10:7: «Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude; Debajo de su lengua hay vejación y maldad». Otros no son tan evidentemente ofensivos ni exigentes, pero son extremadamente manipuladores. Son como las dos esposas de Sansón, que lo manipularon y lo fastidiaron con palabras constantemente durante días hasta que lo agotaron y lo llevaron al punto en que finalmente les dio lo que querían (Jueces 14:1617; 16:15-17). ¿Cómo usan los

entre un esposo y una esposa (Efesios 5:21-28). Más bien se parece más a una dictadura, un esposo que se enseñorea del otro. Para reforzar el control, los cónyuges que tienen más poder pueden intentar aislar a sus compañeros de sus familiares y amigos. Puede que a escondidas también sigan un patrón de control físico, emocional, económico y hasta sexual. ¿Quiénes son los

opresores abusivos?

La experiencia y las investigaciones nos dicen que los esposos son por lo general los que controlan verbalmente, pero muchas esposas son igualmente culpables. Aunque son los esposos los que cometen la mayoría de los abusos físicos que ocurren en los matrimonios, tanto los esposos como las esposas tienen el potencial de dominar a sus cónyuges con palabras. No todos los cónyuges abusivos se parecen. Algunos

cónyuges las palabras para oprimir? Los

cónyuges que oprimen y controlan regularmente a sus compañeros emplean las mismas tácticas verbales utilizadas por todos ellos, pero las usan más frecuentemente y con mayor intensidad y malicia. 12

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La invalidación. La invalidación de pensamientos o sentimientos puede hacer estragos en la mente de una persona. Los cónyuges controladores a menudo hacen esto negando claramente lo que el otro acaba de decir o hacer. Distorsionan la realidad en un esfuerzo por confundir a sus cónyuges y parecer superiores. Esos juegos mentales hacen que sus compañeros duden de sí mismos. Al negar lo que el otro piensa pueden hacer que duden de sí mismos. Por ejemplo, cuando un esposo trata de decir a su esposa que se siente menospreciado por la manera como ella lo sermonea, ella puede intentar invalidar su punto de vista acusándolo de ser demasiado sensible o negando totalmente que ella lo «sermonea». Un esposo sumamente controlador podría decir a su esposa: «Yo no sé lo que te pasa a ti. ¿Realmente

Los insultos por lo general son más denigrantes. Los sentimientos de culpa son más sutiles y confusos. El sarcasmo es más mordaz y la culpa, más intensa. Además añaden unas cuantas tácticas como las amenazas, las exigencias y la invalidación. Las amenazas. Se usan para asustar e intimidar a sus compañeros. Puede que los amenacen con divorciarse, dejar el trabajo, divulgar rumores malsanos, llevarse a los niños o incluso cometer homicidio o suicidio si no consiguen lo que quieren. Las exigencias. Dar órdenes a los cónyuges y hablarles como si fueran sirvientes es una manera más obvia de controlar y oprimir. No dicen «Por favor», ni «¿Podrías hacerme esto?» Hacen exigencias. Restringen a sus cónyuges y se comportan como si los gobernaran con afirmaciones como: «No vas a hacer eso», o «¡Ya nos vamos!» 13

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Pero los cónyuges oprimidos a menudo no admiten su propia ira ni siquiera ante sí mismos. Si se permiten sentir ira tienen miedo de decir o hacer algo que enoje aun más a sus cónyuges. Muchos viven en constante terror de ser abandonados por la persona que necesitan y aman. Además de vivir con temor, las mujeres que son víctimas de abuso verbal muchas veces creen que su responsabilidad espiritual es ser sumisas incluso a esposos abusivos. No comprenden que la Biblia no da a los esposos el derecho de enseñorearse de ellas. Tampoco dice la Biblia a las esposas que no han de cuestionar nunca el abuso de autoridad de sus esposos. La sumisión temerosa no honra el pacto matrimonial. Tampoco honra la sumisión insensata el propósito por el cual las Escrituras dicen a los cónyuges que se amen y se respeten mutuamente.

crees que alguien te va a tomar en serio?»

¿Cómo responden los cónyuges oprimidos y víctimas de abuso verbal? La respuesta externa de un cónyuge que es víctima de abuso verbal se basa en lo que le sucede por dentro. Internamente, la mayoría se siente sumamente culpable por los problemas que hay en la relación. No sólo implican sus controladores cónyuges que ellos [las víctimas] tienen la culpa, sino que ellos mismos tienden a culparse por cualquier cosa que sale mal o por tener opiniones o deseos contrarios a los de sus cónyuges o que los incomoden. Una emoción que por lo general no sienten ni se permiten sentir es la ira. Ser manipulado implacablemente, menospreciado y dominado está mal. Un mal trato como ese debe hacerlos sentir una ira justa. No toda ira es mala (Efesios 4:26-27). 14

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interpretado mal. Puede que hasta le pidan que les expliquen por qué están tan molestos. Pero los intentos de aclarar las cosas son mayormente inútiles. Los cónyuges abusivos no quieren ser razonables. No desean tener un diálogo honesto. Quieren jugar juegos mentales invalidando las opiniones de sus cónyuges o exagerando la verdad. Siguen una estrategia de abuso verbal porque les da resultado para controlar a sus compañeros. Lamentablemente, los cónyuges oprimidos verbalmente pueden a veces llegar a ser como sus compañeros y responder con violencia física. Después de años de manipulación, irracionalidad y menosprecios, un cónyuge que está verbalmente acorralado puede replicar bruscamente y atacar físicamente. Pero la violencia nunca resuelve los conflictos maritales. Dios aborrece la violencia

Externamente, muchos cónyuges se amilanan ante los ataques verbales. Algunos acatan las exigencias de sus cónyuges y otros se disculpan por incomodarlos. Por ejemplo, una esposa víctima de abuso siempre se retiraba atemorizada cuando su esposo explotaba. A la larga le pedía disculpas por hacerle una pregunta o hacer una afirmación con la que él no estaba de acuerdo. Él entonces le decía que ella debía sentirse agradecida de tener a un esposo como él, que la perdonaba por hacerle pasar tantas cosas. En la mayoría de los casos, los cónyuges que son víctimas de abuso verbal no se dan cuenta completamente de la opresión y el control con que viven. Es como si percibieran que algo anda mal, pero no pudieran definir qué es exactamente. Frustrados, a menudo tratan de razonar con el cónyuge abusivo y de explicar lo que éste ha 15

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mayoría de los cónyuges que son víctimas de un abuso extremo dicen que preferirían el abuso físico a otro torrente de sentimientos de culpa, menosprecios y palabras airadas. La tristeza que experimentan se ve en los detalles del daño mental, emocional y físico que sufren. Daño mental. El efecto a largo plazo de vivir con un cónyuge irracional y que menosprecia es que las víctimas de abuso creen que se están volviendo locas. Sienten que van a explotar por dentro porque saben que algo anda muy mal, pero sus cónyuges siguen negándolo. Sus cónyuges insisten en que no hay nada malo, y que si acaso existe algún problema, no son ellos. Una esposa víctima de abuso dijo que se sentía tan frustrada y confundida que quería halarse el pelo. Nunca sabía qué esperar. Lo que un día no era gran cosa para su esposo lo incomodaba

(Malaquías 2:16). Sin embargo, en este caso, la violencia física no es característica de la reacción del cónyuge, ni tampoco forma parte de un sistema más amplio de control y opresión. La intención no es cambiar los papeles de dominio. Por lo general es una manera desesperada e inmadura de detener años de opresión y mal trato.

EL DAÑO DE UN ABUSO VERBAL EXTREMO

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as palabras verbalmente abusivas pueden herir a cualquier nivel. Pero nos quedamos con un daño que es más extenso cuando el abuso se vuelve extremo. No se pueden ver los magullones, como en el caso del abuso físico, pero el daño está ahí y es igual de grande. De hecho, la 16

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Tal vez el peor daño que causa un abuso verbal severo en el matrimonio sea la pérdida de la personalidad. Esto sucede cuando un cónyuge comienza a creer que no vale nada ni tiene voz. En realidad nadie puede acabar con el sentido individual que tiene cada quien de ser una persona de un valor único, pero un cónyuge verbalmente opresivo puede acercarse mucho. El que alguien se burle regularmente y desprecie las opiniones, sentimientos, logros y sueños de uno puede llevar a una persona a pensar que no es nada como individuo. Tan cruel maltrato suprime la gloria y el honor que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros como criaturas hechas a su imagen (Salmo 8:4-5). Daño emocional. El abuso verbal extremo hace que sus víctimas se sientan pequeñas e impotentes. Se sienten débiles e inútiles

al día siguiente. Y por mucho que ella se esforzara para tratar de explicarse, su esposo ni siquiera consideraba su punto de vista. Ella sabía cuál era la verdad, pero su esposo era tan astuto y persuasivo para hacerle creer que ella era la culpable de todo o que él no dijo lo que dijo, que se sentía obligada a creerle. Pero ella siempre sospechó que estaba traicionando su propio buen juicio. Los cónyuges que están casados con personas que regularmente abusan de ellos con palabras también luchan mucho consigo mismos porque dudan de sí. Dudan de sus propios sentimientos, juicios, habilidades y percepciones. Al ver que su opinión es constantemente desestimada, empiezan a dudar de sí mismos. Después de ser tan menospreciados y degradados, pierden la confianza en sí mismos y en su capacidad de defender lo que creen. 17

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empieza a revelarse. Cuando los cónyuges demuestran ser completamente diferentes de lo que fingieron ser, los sentimientos de traición pueden llegar a ser abrumadores. La sensación de traición se profundiza en muchos porque además se sienten defraudados por su iglesia. Muchas mujeres que han sido víctimas de un abuso verbal extremo no han hallado ayuda en su iglesia. Muchos líderes de la iglesia no creen que las Escrituras les dan una base para considerar el abuso verbal y emocional tan grave como el abuso físico y sexual. Otros creen que el problema desaparecerá en algún momento si el cónyuge «ofendido» se va a casa y trata de ser más sumiso y amoroso. Sin embargo, las Escrituras enseñan que aunque las palabras pueden parecer insignificantes, pueden hacer mucho daño.

como individuos para cambiar sus circunstancias. Después de vivir en una situación donde nada cambia, independientemente de lo que hagan, poco a poco se dan por vencidas. Empiezan a dejar de interesarse y se desaniman. Muchos de nosotros que conocemos a alguien que ha sido víctima de abuso verbal notamos ese cambio en el rostro de la persona. El que solía estar contento, era extrovertido y lleno de energía y esperanza se vuelve infeliz, reservado, letárgico y deprimido. Los cónyuges que experimentan un abuso verbal extremo sienten además el penetrante cuchillo de la traición. Antes del matrimonio, sus compañeros les hicieron creer que eran amables, delicados, razonables y flexibles. Algunos hacen una exhibición bien elaborada de amabilidad y respeto. Sin embargo, poco después del matrimonio, el lado oscuro 18

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el estrés como migrañas, tics nerviosos o graves dolores estomacales. Las víctimas sufren también de agotamiento, desórdenes de la articulación mandibular y síndrome de irritación intestinal. Esas aflicciones físicas pueden causar un sufrimiento innecesario e interrumpir la capacidad de una persona de servir en la vida y disfrutar de ella.

Las palabras denigran. Son como el fuego (Santiago 3:5-6). El efecto destructivo de las palabras puede ser infernal (v. 6). Las palabras pueden ser un veneno mortal (v. 8). Pueden incapacitar. El uso pecaminoso de las palabras nos puede poner en peligro del castigo eterno (Mateo 5:22). Tristemente, la veracidad de esos pasajes bíblicos se ve en las vidas de muchas personas que han descubierto que el dolor de las palabras degradantes puede ser peor y más duradero que un asalto físico. Que el compañero de uno le llame feo, estúpido o bueno para nada es una traición peor al compañerismo que una bofetada. Daño físico. A la larga, lo que afecta al alma tiene un efecto en el cuerpo. No es raro que los cónyuges que han experimentado un abuso verbal extremo presenten síntomas relacionados con

CÓMO RESPONDER A LAS PALABRAS ABUSIVAS

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lgunos podrían pensar que el abuso verbal en el matrimonio en realidad no es tan grave. Pero los que han sido objeto de él saben lo frustrante y devastador que puede ser. El tipo de control y la falta de amabilidad que se manifiesta en todos los matrimonios puede no 19

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Dicho sencillamente, amar es procurar los mejores intereses de nuestros cónyuges. Eso significa al menos dos cosas: primero, amar significa que estamos profundamente interesados en nuestros cónyuges a pesar de que ya no tienen nuestra confianza. Segundo, el amor confronta y aborda los patrones pecaminosos en la vida de nuestros compañeros, incluso si eso les molesta o los hace sentir incómodos. Jesús, el cual amó perfectamente, a veces confrontaba. Confrontó y persiguió agresivamente a los cambistas del templo que estaban engañando a la gente con sus precios inflados (Mateo 21:12-13). Hubo momentos en que Él hizo comentarios cortantes a algunas personas (Mateo 23:13-36; Lucas 11:39-54). Sin embargo, Jesús confrontaba, no para vengarse de sus enemigos, sino para despertar a aquellos que no se daban

requerir la intervención necesaria en los casos más graves de abuso verbal, pero sí merecen más de nuestra atención como personas y dentro de la iglesia. Ya sean las ofensas verbales pocas o muchas en nuestros matrimonios, necesitamos basar nuestra respuesta a ellas en algunos principios centrales que aplican a las relaciones. Antes de enfocar nuestra atención más específicamente a algunos particulares de cómo responder al abuso verbal en el matrimonio, echemos un breve vistazo a lo que significa amar a un cónyuge que nos hiere con palabras. ¿Qué significa amar? Para la mayoría de nosotros es difícil amar a quienes nos hieren. Sin duda, el amor no es simplemente hacer que nuestros cónyuges se sientan mejor. No es sólo apaciguar a nuestros esposos o esposas. No es evitar el conflicto para llevarse bien. 20

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Reconocer el problema. Los cónyuges que son atacados verbalmente se ayudan a sí mismos y a sus compañeros aprendiendo a reconocer cómo y cuándo usan éstos palabras para controlarlos y atacarlos. No pueden confrontar un problema en amor si no lo ven ni lo entienden. Una manera de que los cónyuges heridos reconozcan mejor el problema es escuchar más sus propias percepciones, pensamientos y sentimientos. Tienen que dar a sus propias opiniones tanto peso como a las de sus cónyuges. Si usted se encuentra en una relación sumamente abusiva verbalmente, no es tonto ni egoísta ni hipersensible, ni tampoco está en falta como su cónyuge le ha hecho creer. Sus opiniones y percepciones son legítimas. De manera que suba el volumen de sus propios pensamientos y sentimientos. Permítase

cuenta del daño que estaban haciendo. Confrontaba para dar a los ofensores la oportunidad de reconocer su pecado, arrepentirse y encontrar el perdón de Dios. De la misma forma, los esposos y las esposas deben confrontarse mutuamente en amor motivados por el deseo de ver a sus compañeros recobrar la sensatez y reconciliarse con Dios y con ellos mismos.

¿Qué puede hacer un cónyuge herido?

Cualquiera que sea el grado de abuso verbal con el que estén luchando los cónyuges, su respuesta tiene que incluir un mejor reconocimiento del problema, un autoexamen cabal, una confrontación cuidadosamente planificada y la disposición a dar a sus compañeros tiempo suficiente para cambiar. Al buscar un cambio sincero de corazón y conducta y esperar que ocurra, deben estar abiertos a cultivar el deseo de perdonar. 21

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trata de controlarle y castigarle. Una vez se dé cuenta de ello, es menos probable que le tome desprevenido cuando suceda. Estará mejor preparado para enfrentar el problema cuando ocurra de nuevo. Otra parte de reconocer el problema es saber cuándo necesita ayuda. Abordar casos graves de abuso verbal a menudo exige fuertes medidas correctivas. Puede que usted no tenga la confianza suficiente para hacerlo solo. Tal vez esté lidiando con asuntos económicos o del cuidado de los niños para los cuales no tenga los recursos necesarios. Por eso puede ser importante que busque ayuda de quienes tienen la experiencia y los recursos. Al menos, tal vez necesite conversar con un amigo en quien pueda confiar, o aceptar la ayuda de un pastor o consejero cristiano que comprenda la dinámica del abuso verbal grave. En algunos casos

escuchar lo que le están diciendo. Despierte sus adormecidas emociones y sienta la ira que ha estado suprimiendo durante tanto tiempo. Los sentimientos solos no son confiables como guía a nuestra manera de pensar, pero igual que un medidor en el tablero de un auto, indican que algo anda mal. Llevar un diario de cómo y cuándo lo domina o lo ataca su cónyuge verbalmente también le puede ayudar a entender los patrones de control y de manipulación que está confrontando. Pero entienda, por favor, que el propósito de ese diario es comprender, no vengarse. El registro no debe convertirse nunca en una lista de malas acciones que después le vaya a echar en cara a su cónyuge (1 Corintios 13:5). Cuando lleve esta cuenta empezará a notar patrones. Estos le permitirán predecir cómo y cuándo su cónyuge 22

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extremadamente abusiva verbalmente, le parecerá especialmente difícil asumir la responsabilidad de su respuesta porque ha sufrido mucho. Por supuesto que usted no es responsable del maltrato verbal de su cónyuge. A pesar de los intentos de su compañero de echarle la culpa, usted no ha sido el causante de que su cónyuge sea irrespetuoso, manipulador ni opresivo hacia usted. No obstante, puede que necesite asumir la responsabilidad por permitir que su cónyuge le degrade o le domine. Confesar su respuesta contribuye a impedir que la impotencia y la amargura se arraiguen en su corazón. Otro aspecto crucial de examinarse a sí mismo es considerar detenidamente por qué puede haber permitido usted que su cónyuge le maltrate verbalmente y le controle. Incontables historias de abuso verbal extremo

severos, una esposa víctima de abuso podría necesitar buscar ayuda en un refugio para mujeres. Llevar a cabo un autoexamen minucioso. Sin subestimar el dolor por el que está pasando como resultado de la conducta injustificada de su cónyuge, usted necesita apartar tiempo para examinarse a sí mismo. Está bien que se enoje y se preocupe por el pecado que su cónyuge está cometiendo contra usted, pero sólo después de haber mirado primero si hay una «viga» en su propio ojo. Jesús enseñó que debemos centrarnos en nuestras propias faltas primero antes de intentar corregir a otra persona. Así estaremos en una mejor posición para abordar las faltas de los demás (Mateo 7:3-5). Parte importante de examinarse a sí mismo es confesar de plano su respuesta al abuso. Si ha estado en una relación 23

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medio de la opresión, nos mostró con su ejemplo que luchar con nuestras dudas en la oración puede formar parte de lo que nos convenza de que Dios está por nosotros. Puede que no encontremos respuestas satisfactorias a todas nuestras preguntas, pero nuestra lucha honesta nos prepara para ver a Dios de una manera que restaura una fe innegable en Él, incluso si todavía tenemos dudas (Jueces 6:1-17). Si usted se encuentra en una relación extremadamente abusiva, su temor de que lo dejen solo y su lucha para confiar en Dios hacen que le resulte difícil responder correctamente. Si sigue actuando por temor a lo que su cónyuge pueda hacer, se va a quedar atrapado en respuestas más autoprotectoras que solamente añadirán problemas (Proverbios 29:25). Mientras luche con sus dudas puede lidiar con el temor y la desconfianza encarando

muestran que una respuesta obediente y permisiva se debe en parte a un gran temor de ser abandonado, ya sea emocional o físicamente. Esa respuesta temerosa a menudo está arraigada en un historial de relaciones ansiosas e inestables en las que no había seguridad de aceptación ni de apoyo. El temor a menudo revela vacilación de nuestra parte para confiar nuestro bienestar a Dios. Los acontecimientos dolorosos de nuestras vidas pueden habernos hecho dudar del corazón de Dios. ¿Le importa realmente? ¿Nos va a proteger? Esas preguntas acaban con nuestra fe cuando hay razones para preguntarnos si Él va a estar a nuestro lado cuando lo necesitemos. Por eso es una lucha confiarle lo que más nos importa. Aunque lo dudemos, Dios escucha nuestros clamores de ayuda (Salmo 10:17-18). Gedeón, quien luchó con las dudas en 24

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heridos (Salmo 147:3). Al mismo tiempo, encarar honestamente la manera como hemos manejado mal el tratamiento pecaminoso que otras personas nos han dado nos permite afligirnos por nuestras propias respuestas equivocadas y sentir la emoción de ver que nuestro Padre celestial espera anhelante que regresemos y confiemos en Él (Lucas 15:20-24). Es aquí donde de verdad podemos aprender el significado de Proverbios 29:25 que dice: «El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado». Aunque puede que tengamos que soportar el daño que nos hacen los demás, podemos saber que a diferencia de otras relaciones, nuestra relación con Dios es absolutamente segura, independientemente de cuánto le fallemos. En la seguridad de su perdón podemos encontrar el valor y el deseo de responder debidamente a un cónyuge

honestamente la verdad que puede estarlo llevando a vivir con tanto miedo. Tal vez descubra una conexión entre su doloroso pasado y la manera actual en que está interactuando en su matrimonio. Puede que se entere de que ha estado obedeciendo y tratando de complacer a su abusivo compañero por temor. Si ese es el caso, tendrá que considerar detenidamente el efecto que tiene en usted y en otros el ser controlados por el temor. Y tal vez tenga que reconocer que ha tolerado el abuso porque ha estado tratando de salvar una relación que murió hace mucho tiempo. Aunque es doloroso para todos nosotros encarar nuestras pérdidas de una manera realista y reconocer el daño que otros nos han hecho, nuestra honestidad nos permite aceptar lo que hemos perdido y nos motiva a volvernos a Dios para sanar nuestros corazones 25

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cónyuge abusivo. Tal vez sienta un temor legítimo de una reacción físicamente violenta. Si ese es el caso, es mejor que confronte a su cónyuge en presencia de un pastor o consejero. Independientemente de cuándo decida confrontar, la confrontación implica mencionar el abuso, establecer límites y llevar a cabo las consecuencias. Primero, describa la ofensa verbal. Esto implica sencillamente decir con palabras la manera en que ve a su cónyuge tratando de controlarle, castigarle o invalidarle. Por ejemplo, una esposa dijo a su esposo: «Tal vez no te des cuenta, pero noto que tratas de intimidarme cuando me gritas. Y lo estás haciendo ahora mismo». Otro esposo dijo a su esposa: «Cariño, me gustaría tener una conversación contigo, pero me parece que estás tratando de manipularme para salirte con la tuya».

verbalmente controlador, menos por temor y más por amor (Lucas 7:47; 1 Juan 4:18). Confrontar la ofensa verbal. Las Escrituras nos enseñan que tratemos de vivir en paz con todo el mundo «si es posible, en cuanto dependa de vosotros» (Romanos 12:18). Sin embargo, tal vez usted se encuentre en un matrimonio en el que su cónyuge ha hecho imposible vivir en paz y armonía. O bien su cónyuge está ciego a sus ofensas, o no le importan. En tal caso es necesario confrontar el patrón de ofensas verbales. Hay dos opciones a considerar: puede confrontar en el momento en que su cónyuge abuse de usted verbalmente, o puede escoger un momento menos cargado emocionalmente para conversar sobre su preocupación. En casos severos, podría no ser seguro confrontar a solas a un 26

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un límite. Poner restricciones puede incluir decir a su cónyuge que está mal criticar de una manera degradante lo que usted hace, insultarle, dominarle o gritarle, y que usted no va a ignorarlo ni a aceptarlo más. Tercero, lleve a cabo las consecuencias. Establecer límites significa poco si no hay consecuencias. Una consecuencia es algo que usted (no su cónyuge) va a hacer si no se reconocen ni se respetan sus límites. Por ejemplo, una esposa dijo a su esposo: «Ahora mismo estás siendo sarcástico y me estás menospreciando. Te he dicho que no voy a aceptar que me hables así. Tenemos que resolver este asunto, pero si no me respetas como esperas que te respete yo, voy a terminar esta conversación. Cuando me puedas tratar con más respeto hablaremos de nuevo». Un hombre cuya esposa le gritaba regularmente por

En casos severos, los cónyuges abusivos niegan lo que hacen y a menudo intentan poner a sus compañeros contra la pared con más intimidación verbal. Es importante esperar que hagan esas cosas para controlar la situación y no permitirle que lo distraigan. Siga describiendo cómo le habla, y no necesariamente el contenido de lo que se ha dicho. No trate de razonar ni de explicar en ese momento, porque su cónyuge en realidad no quiere ser razonable. Lo más amable y firmemente posible, señale que incluso al negarlo, su cónyuge trata de controlar. Segundo, establezca límites. Inmediatamente después de mencionar el abuso, establezca límites. Aunque el amor cubre multitud de pecados, también sabe cuándo establecer límites y restricciones adecuados. Decirle a su cónyuge lo que ya no va a aceptar es una manera de establecer 27

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en un matrimonio abusivo, pero sin derecho a casarse de nuevo (1 Corintios 7:10-11; véanse los libritos de RBC Ministries Divorcio y nuevo matrimonio [SS806], y Cuando la violencia llega al hogar [SS951]). Claro que si una situación verbalmente abusiva llega a tal callejón sin salida, la parte ofendida debe obtener orientación espiritual y personal sabia de parte de un pastor amoroso y comprensivo o de un consejero cristiano. Dele tiempo para cambiar. Los que han sido heridos por un patrón de ofensas verbales necesitan dar a sus cónyuges un amplio margen de tiempo para cambiar su conducta. De la misma forma en que ha tomado mucho tiempo reconocer la gravedad del abuso, los cónyuges abusivos por lo general necesitan tiempo para entender cuánto daño han causado. En muchos casos, los ofensores son tan

teléfono dijo a su mujer: «Me estás gritando y te he pedido que dejes de hacerlo. Si continúas, voy a cerrar el teléfono. Cuando te comportes de una manera más civilizada hablaremos de nuevo». Las consecuencias deben ser apropiadas a la situación. Mientras más graves sean las ofensas verbales, más graves las consecuencias. Las opciones pueden oscilar desde irse de la habitación donde están conversando, hasta una separación legal temporal y la suspensión de las relaciones sexuales. En casos severos, no hay que descartar una separación más permanente si no hay un arrepentimiento significativo y un cambio en un período de tiempo razonable. El divorcio es una consecuencia extrema que tiene implicaciones de mayor alcance para todas las partes involucradas. Las Escrituras indican que el divorcio estaría permitido 28

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impidiéndole sentir el dolor de su pecado. Proverbios 19:19 dice: «El hombre de gran ira llevará el castigo, porque si tú lo rescatas, tendrás que hacerlo de nuevo» (BLA). Dé a su cónyuge tiempo para que vea el daño que le ha causado, porque eso es lo que se necesita para que él o ella empiece a sentir la necesidad de un cambio genuino (Salmo 51:17). Busque un verdadero cambio de corazón. Es importante que los que han sido heridos severamente por causa del abuso verbal sepan qué clase de arrepentimiento deben buscar. El amor firme no va a ceder ante un cónyuge que trate de ofrecer una disculpa rápida y luego exija que se le perdone. Una persona que haya experimentado un cambio honesto de corazón no dice: «Ya te dije que lo siento, así que ahora tienes que perdonarme y olvidarlo».

egocéntricos que no tienen ni idea de la destrucción que están causando con sus palabras. Muchos creen que puesto que no le han puesto una mano encima a su cónyuge no se han pasado de la raya. Muchas veces hay que obligarlos a escuchar a sus compañeros describir el dolor que han sentido. Sólo entonces pueden empezar a comprender y a expresar palabras significativas de tristeza y arrepentimiento. Es importante que al cónyuge abusivo no se le descargue de su responsabilidad prematuramente. Por causa del hábito, el autoengaño y el egocentrismo, los cónyuges abusivos a menudo necesitan tiempo para sufrir y llevar el peso del daño que han causado por un período de tiempo antes de que sus corazones comiencen a ablandarse y a cambiar. No dé demasiada importancia a las disculpas rápidas. No rescate a su cónyuge 29

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para trabajar en el perdón y la confianza. Incluso si una persona herida puede perdonar rápidamente, es importante entender que ese perdón puede no significar una restauración rápida de la relación. La restauración es un proceso, no un acontecimiento. Aprenda a perdonar como Dios le ha perdonado a usted. Pocos temas son tan mal entendidos como el del perdón. Y al mismo tiempo, pocas acciones se necesitan más que el que una persona ofendida diga: «Te perdono». Las cosas necesarias muchas veces son las más difíciles de hacer. Jesús dijo: «Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale» (Lucas 17:3). Implicada en esa sencilla declaración está la necesidad de palabras de reprensión, palabras de arrepentimiento y palabras de perdón que verdaderamente expresen el amor de Dios.

La gente verdaderamente arrepentida no se centra en su deseo de perdón. Esa es una continuación de su egocentrismo. Más bien expresa una disposición auténtica a cargar con el dolor que han causado y concentrarse en ello. Busca ayuda en un esfuerzo por comprender cómo trata de controlar y castigar. Está dispuesta a escuchar lo que sus palabras han hecho a su cónyuge. No trata de dar una excusa diciendo: «Lamento haberte herido tanto, pero…». El arrepentimiento genuino no tiene «peros». Las personas realmente arrepentidas reconocen que su conducta es inaceptable y asumen la responsabilidad de la misma. Están dispuestas a confesar el temor y la desconfianza que han creado en sus cónyuges. Se dan cuenta de que está mal esperar que aquel a quien han herido actúe somo si nada hubiera pasado. Dan a su esposo o esposa tiempo 30

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el perdón a alguien que ha experimentado un cambio de corazón es devolver mal por mal. No tenemos derecho a hacer eso. El Nuevo Testamento nos dice que sólo Dios tiene derecho a la venganza (Romanos 12:19-21). Dejar a Dios el derecho a la venganza es lo que saca de nuestros corazones la amargura. Perdonar la deuda que un ofensor arrepentido nunca podría pagar es demostrar amor de una manera piadosa. Cancelarle una deuda que no puede pagar a un cónyuge arrepentido es lo que nos distingue como personas que han sido perdonadas por Dios (Mateo 6:14-15). Si no tenemos deseo de perdonar a nuestro cónyuge arrepentido, necesitamos examinar bien nuestra conciencia. La venganza indica que no estamos experimentando la misericordia ni el perdón de

Dios perdona a aquellos que honestamente confiesan su pecado y confían en su misericordia. No promete eliminar todas las consecuencias naturales de lo mal hecho. Más bien libera al ofensor de la culpa y al ofendido de la ira que de otra manera haría imposible el amor mutuo. Jesús nos enseña a amar a nuestros enemigos (Lucas 6:27-36), pero no exige que olvidemos ni ignoremos las consecuencias de las malas acciones opresivas. Nos enseña a amar a los demás a pesar de que puedan habernos hecho daño, y a estar dispuestos a perdonar a los que sinceramente se hayan arrepentido (17:3). Amar a los que nos hieren no es fácil. Todos necesitamos tiempo para llegar al punto en que queramos mostrar amor a los que nos han herido tanto. Pero seguir reteniendo el amor es llegar a ser como el que nos hizo daño. Endurecer nuestros corazones y negar 31

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en un terreno común al pie de la cruz de Cristo. Nos hace conscientes de que si no estamos dispuestos a amar a los demás como Dios nos ama necesitamos desesperadamente Su misericordia y amor en nuestras vidas. Demos gracias porque la misericordia que nos ofrece todavía está disponible (Juan 3:16-18).

Dios por nuestros pecados. Una actitud vengativa y de odio hacia los demás nos demuestra que nuestros corazones hipócritas deben quebrantarse por las incontables malas acciones que nosotros también hemos cometido contra Dios y otras personas.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. —Juan 3:16 Claro que el reconocimiento de nuestras malas acciones no excusa el mal que los demás nos han hecho. Pero sí nos recuerda que todos estamos 32

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