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los mayas voces de piedra
LOS MAYAS: VOCES DE PIEDRA Edición: Ámbar Diseño, S.C. Coordinación editorial: Alejandra Martínez de Velasco y María Elena Vega Dictaminadores: María del Carmen Valverde Ana Luisa Izquierdo Martha Ília Nájera Erik Velásquez Lynneth Lowe Maricela Ayala Gustavo Gutiérrez Roberto Romero Cuidado de la edición: -RVHÀQD/XVDUGL Traducción de prólogo y capítulos XII, XXVIII y XXXII: Dona Donatti Fotografía: Jorge Pérez de Lara y Justin Kerr &RODERUDFLyQIRWRJUiÀFD Arturo Godoy y Michel Zabé Ilustraciones: Moisés Aguirre y Linda Schele Diseño: Adriana Sánchez-Mejorada y Daniela Gutiérrez Cortina Impresión: Foli, S.A. de C.V.
los mayas voces de piedra COORDINACIÓN E DITORIAL Alejandra Martínez de Velasco María Elena Vega
© Ámbar Diseño, S.C. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación sin permiso por escrito del titular de los derechos. ISBN: Impreso en México en octubre de 2011.
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contenido DE LAS EDITORAS
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PRÓLOGO David Stuart
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MAPA DEL ÁREA MAYA
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INTRODUCCIÓN La identidad maya Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva
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EL ARTE DE UNA CULTURA ANCESTRAL Ď. Expresando lo ideal a través de lo material: el arte Sanja Savkic
37 39
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Alejandra Martínez de Velasco Cortina
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Lynneth S. Lowe
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UNA ESCRITURA JEROGLÍFICA Ďě. Los idiomas: historia y diversidad Tomás Pérez Suárez
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Erik Velásquez García
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Nikolai Grube
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109 111
ĝĝĎ. Reinas, madres y esposas Rocío García Valgañón
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ěĎĎĎǤÀ Erik Velásquez García, Jesús Galindo Trejo y Stanislaw Iwaniszewski
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Takeshi Inomata
335 337
ĎĝǤ Nikolai Grube
151
EL ENTORNO CONSTRUIDO ĝĝĎĎĎǤǡ
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María Elena Vega Villalobos
167
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×À los grupos de poder? Verónica Amellali Vázquez López
353
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ÀǣǬÓ͜͞͝͞ǫ María Elena Vega Villalobos, Erik Velásquez García y Jesús Galindo Trejo
179 181
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ǣ Elizabeth Marroquín Álvarez y José Crasborn Chavarría
365
EL MUNDO DE LO SAGRADO ĝĎǤ
ǡ Ana García Barrios
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ǯ Jorge Pérez de Lara Elías
377
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Ramzy Barrois
195 ĝĝěĎĎǤ
À Octavio Q. Esparza Olguín y Kenichiro Tsukamoto
393
ĝĎĎĎǤ Roberto Romero Sandoval
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LOS SERES HUMANOS ANTE LOS DIOSES ĝĎěǤ
ǣ Rogelio Valencia Rivera
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LA GUERRA ĝĝěĎĎĎǤǣ±
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Harri Kettunen ĝĝĎĝǤǣ
Hugo García Capistrán
417
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×
Erik Velásquez García
͟͞͡ EL PAISAJE POLÍTICO ĝĝĝ. De la selva al mar: los mayas de Quintana Roo Adriana Velázquez Morlet
431 433
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Markus Eberl
͞͡͡ 449
ĝěĎĎǤǣ Oswaldo Chinchilla Mazariegos
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Carlos Pallán Gayol
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Arthur A. Demarest
471
REYES, REINAS Y CORTESANOS ĝěĎĎĎǤ
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Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva
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EPÍLOGO Mercedes de la Garza
487
ĝĎĝǤÓǣ Asier Rodríguez Manjavacas
FUENTES S UGERIDAS
491
CRÉDITOS F OTOGRÁFICOS Y D E I LUSTRACIONES
497
TIEMPO SAGRADO Y TIEMPO PROFANO ěĎĎǤ
Maricela Ayala Falcón
ĝĝǤ
Asier Rodríguez Manjavacas
305
DE L AS E DITORAS La civilización maya prehispánica presenta un abanico de aspectos culturales que han cautivado al mundo. Los diversos vestigios que encontramos en el sur-‐ este de México, Guatemala, Belice y Honduras no sólo son objeto de inves-‐
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Ǧ ral del público general a quien está dedicada esta obra.
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ǡ pre sentamos un volumen dedicado a los mayas del periodo Clásico con una recons trucción guiada por su propia voz, la cual quedó inmortalizada en mi les de soportes que hoy nos permiten escuchar los ecos de un pasado glorioso.
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×ǢÀ dedican su vida a desentrañar sus enigmas. Agradecemos la colaboración de los autores y los dictaminadores, quie-‐ nes estudian y trabajan en diversos centros de investigación de México y el mundo. El apoyo que hemos obtenido de la Universidad Nacional Autónoma de México, del Instituto de Investigaciones Filológicas y de los investigado-‐ res del Centro de Estudios Mayas es invaluable; y en especial el de Ana Luisa ǡ
ÀǤ Nuestro agradecimiento al Instituto Nacional de Antropología e Histo-‐ ria de México; a la Dirección General del Patrimonio Cultural y Natural del Ministe rio de Cultura y Deportes, y al Museo Nacional de Arqueología y Etno-‐ logía, ambos de Guatemala, así como a Erick Ponciano, Juan Carlos Meléndez, José Crasborn, Jorge Pérez de Lara, Elaine Schele, Harri Kettunen y Ana Luisa Kalb. Reconocemos de igual manera a quienes patrocinaron este proyecto. Sin todos ellos esta obra no sería una realidad, tan necesaria en estos momentos en que todo el mundo habla de los mayas, sus conocimientos y su civilización, que trasciende el pasado y llega a este presente lleno de inquie-‐
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-‐ tidiana de esos antiguos mayas y su legado inmortal.
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PRÓLOGO Ƥ±
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ǡ que se originó la que sería la pasión de mi vida por todas aquellas cosas que
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×ǤǦ cuer do claramente las conversaciones de mis padres, ambos arqueólogos, sobre descubrimientos que permitían entender mejor tanto a las ruinas como a sus antiguos constructores, y parecía que el mundo oculto de los antiguos
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olvidados y, tras un larguísimo silencio, los antiguos mitos volvían a revelar-‐ ǤÀ
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ǡ hace ya cuatro décadas, cuando todo cuanto ocurría tenía el aire de un gran descubrimiento.
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-‐ cepción y comprensión de los antiguos mayas. Tengo un claro recuerdo del
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ǡ con un entusiasmo desbordado, quería compartir con los demás. Para aquel jo-‐
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×ƤǦ ta, ese mundo pletórico de descubrimientos parecía estar pasando demasia do ǡǤǬ±À
ǫǡǦ guntaba. Sentados en el porche de la casa de Merle Greene Robertson en Palenque, recuerdo haberle hecho esta pregunta: “Linda, ¿queda algo más
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otros. Logramos grandes avances en la lectura de las inscripciones talladas en monumentos de piedra
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-‐ riormente. Pero ésta es la manera en que se avanza. ǡ
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del mundo de los antiguos mayas. Por citar sólo algunos ejemplos, en la actualidad podemos leer deta-‐ lladas narraciones míticas de Palenque, registros de las actividades rituales en Copán, la historia de las guerras y alianzas de Dos Pilas, y el registro de inauguraciones de templos en Chichén Itzá. Encontra-‐
× que los presentaron por escrito en sus monumentos. Así, la variedad y la riqueza de la antigua cultura ±ǡ
que componen este volumen de Los mayas: voces de piedra. A veces me pregunto si la época que se vive actualmente en los estudios mayas es similar en algu-‐ nos aspectos a los primeros días de la egiptología de principios del siglo ĝĎĝǡ
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para los de hoy en día, muchos de los cuales son autores de los ensayos que ustedes están por leer, recién comienza gran parte de una ardua y emocionante tarea.
David Stuart Austin, Texas 2011
Detalle del Tablero del Palacio, Palenque, Chiapas, México.
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13
13
Komchén Dzibilchaltún
Jaina
Ek’ Balam Chichén Itzá Cobá
Oxkintok Mayapán Uxmal Kabah Sayil
Xelhá Tancah Tulum
Yaxuná
Muyil
Santa Rosa Xtampak
MAPA D EL Á REA M AYA
GOLFO DE MÉXICO
Edzná
Chacchoben Dzibanché MÉXICO
Xpuhil Becán Río Bec
Comalcalco Tortuguero
Calakmul El Palmar
Kohunlich
Altun - Ha Lamanai Xultún
MAR CARIBE
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El Mirador Uaxactún Palenque Pomoná San Bartolo Holmul Jimbal La Corona Tikal El Perú Naranjo Yaxhá Piedras Negras Xunantunich La Mar Ucanal Caracol Toniná Yaxchilán La Amelia Sacul Bonampak BELICE Ceibal Lacanhá Dos Pilas Nim Li Punit Aguateca Pusilhá Machaquila Río de la Pasión La Esperanza Chinkultic Cancuén ta
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Copán
HONDURAS
Kaminaljuyú
E El Baúl
S OCÉANO PACÍFICO
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EL SALVADOR
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INTRODUCCIÓN LA I DENTIDAD M AYA Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA CULTURA MAYA En 1950, el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier señaló que los antiguos mayas habían creado un arte universal, singular y plural, colocando las creaciones culturales mayas en el contexto mundial y entre los más altos logros alcanza-‐ dos por las comunidades humanas en Oriente y Occidente; pero al mismo
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de todas. (Figura 1) Y con esta misma conceptualización hizo relevante el hecho de que en su desarrollo temporal, desde que adquiere su ser propio en el Ď milenio a.C. y hasta nuestros días, es posible visualizar una amplia mul-‐ tiplicidad de expresiones con matices distintos, de tal manera que se abre la posibilidad de varias culturas mayas, como la prehispánica, la colonial y la con temporánea, así como también la cultura maya de las Tierras Bajas o de las Tierras Altas.
EL MEDIO AMBIENTE
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ǡ Palenque, Chiapas.
El área maya es el territorio continuo donde habitaron y habitan pueblos que hablan idiomas mayas. Se acentúa la unidad espacial porque, aunque no es co no cido por muchos, el huasteco es una lengua mayance, pero se distribu-‐ ye en el norte de Veracruz y el sur de Tamaulipas. Sin embargo, los huastecos se separaron del tronco lingüístico mayance algunos siglos antes de Cristo y
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Ǥ El territorio maya comprende la parte oriental de los estados de Tabas-‐ co y Chiapas, los estados de Campeche, Yucatán y Quintana Roo, en México,
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Figura 2. Valle de Ocosingo, Chiapas, México.
así como Guatemala, Belice, la parte occidental de Honduras y de El Salvador. Es un área de aproximadamente 325 000 km². En general, los conocimientos populares asocian a los mayas pre hispánicos con selvas cerradas y oscuras. Pero el hecho real es que desarrollaron una unidad cultural en medios múltiples y con di versas características, las cuales no sólo son distintas sino hasta opues tas: pues existen regiones con grandes precipitaciones pluviales (como Chiapas) y zonas con poca precipitación (como la Penín sula de Yucatán). Asimismo, el relieve es otro ejemplo de esta variación: en los altiplanos de Chiapas y Guatemala hay cadenas montañosas de origen volcánico que alcanzan hasta 4 000 m de altura, mientras que gran parte de la Península de Yucatán es plana y está al nivel del mar, incluso algunas porciones están por debajo de dicho nivel. ×
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por una porción costera de Chiapas y Guatemala y la parcelación del territorio de acuerdo con la altura, teniendo como límite los 800 m sobre el nivel del mar, en Tierras Altas contando hacia arriba de esta elevación y, en Tierras Bajas, tomando hacia abajo de esta cota. Las llanuras costeras de Chiapas y Guatemala se caracterizan por ser un territorio cubierto de mangle, lagunas y esteros, con de-‐ sembocaduras de ríos procedentes de las montañas, razón por la
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-‐ taciones, llamadas comúnmente de secas y de lluvias.
en recursos alimenticios, y de producción de bienes comerciales como el cacao y el algodón, brindó las posibilidades de rutas de pa so para el comercio desde tiempos de los olmecas (en el periodo Preclásico), que perduraron y se agilizaron hasta la época de los mexicas (en el Posclásico). En el aspecto cultural, es un territorio que tuvo gran relevan-‐ cia en las raíces de la identidad maya, en sitios como Tak’alik Ab’aj, Chocolá y El Baúl, Guatemala, en el periodo Preclásico. Las Tierras Altas se integran a una altiplanicie con cadenas mon-‐ tañosas de origen volcánico que generan valles elevados. Des ta can la Sierra Madre de Chiapas, la Sierra de los Cuchumatanes, la Sierra de Chamá, la Sierra de Chuacús y la Sierra de las Minas o Montañas del Mico, en Chiapas y Guatemala. (Figura 2) Es tierra templada, donde las temperaturas oscilan entre los 15o y los 25o
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ǣǡ y los tributarios que integran los ríos Usumacin ta y Grijalva. Las Tierras Altas brindaron a los mayas recursos pétreos vita les para su subsistencia, como obsidiana —una roca volcánica vítrea que
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Montagua, y en Ixtepeque, a 85 km hacia el sureste—, rocas volcáni-‐
cas como la andesita para herramientas, y la jadeíta y la serpentina para atavíos de lujo. Asimismo, en esta área se encuentra el nicho
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Ǧ mente apreciadas por los mayas. Todos ellos constituyeron materias primas que pusieron en sus manos elementos valiosos para su desa-‐ rrollo tecnológico y para el comercio. ×± de la civilización maya, como el destacado Kaminaljuyú, en el valle de Guatemala; El Portón, en el valle de Salamá; y Chalchuapa, en El Sal-‐ Ǥ±
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ǡ de Chiapas; y Asunción Mita, en Jutiapa, Guatemala. En el mo men -‐ to de la conquista española había gran vitalidad en las Tierras Altas, en los estados de Utatlán, Iximché y Mixco Viejo, Guatemala. Al pie de las grandes serranías comienza a descender el terre-‐ no, con suelos sobre todo cársticos o de calizas, donde la agricultura À
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± brindaron a los mayas la materia prima para la construcción de las
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dz-‐ men). Asimismo, proporcionó el material pétreo para la decoración de las ciudades mayas. Esta área, donde predomina el bosque sub-‐ tropical lluvioso, las sabanas y el bosque bajo de matorral y arbustos, es, aunque parezca paradójico, la zona que en tiempos prehispáni-‐ cos estuvo más densamente poblada. Ello se debió a la biodiversidad del bosque subtropical lluvioso, la cual es una de las más altas del ǡ
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ƪ—comestibles y medicinales—
para practicar la crianza de animales domésticos, ejercitar la caza, la pesca y la apicultura. Àǡ
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que se deja atrás la idea de que los mayas sólo se alimentaban de maíz, ǡ
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ÀÀ-‐ nas, pues de las selvas tropicales aprovecharon el árbol del ramón —ÀÀ±
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ǡ ve nado, la zorra, el conejo, el pavo, el pecarí, la danta o tapir, el manatí À
ǡǤ También se valieron de todos los animales acuáticos, aéreos y rastreros asociados a ambientes de ríos, lagunas, bajos, pantanos y cenotes.
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ǡ utilizaron la rueda ni los animales de tiro), sino también las comu-‐ nicaciones humanas, que permitieron la continua transmisión de elementos culturales de los litorales a zonas interiores, y entre Tie-‐ rras Bajas y Altas. Dos ríos son los más largos del área y hoy sirven de límites entre países: el Usumacinta y el Motagua. El primer río nace en los Altos de Guatemala, alimentado por el Salinas, cuyo
curso superior recibe el nombre de Chixoy o Negro, y el de la Pa-‐ ×ǡÀ
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ïǤǡ límite con el país vecino, une la altiplanicie con la planicie y desagua ±
ǤÀ± guatemaltecos y desemboca en el límite costero con Honduras, en el
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práctico hacia el mar Caribe. Por todo ello, tanto las co municaciones humanas como las comerciales contaron con los medios para hacer ƪ
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-‐ palmente en los Altos de Chiapas, en los ríos Mexcalapa y Sierra, y se une al Usumacinta antes de su desembocadura. Otros cuerpos de agua básicos para la subsistencia de los mayas
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ǡ ǡǡ-‐ ƪǡÀǤï uno de los primeros estados integrados en el área maya: Kaminaljuyú. La condición caliza de los suelos de la Península de Yucatán
Ƥǡ pero va desgastando sus capas y en algunas partes las cúpulas de las
ȋdz’onot), ×
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-‐ menticios acuáticos. Debido a que se ha partido de la conceptualización de que las ma-‐ yores civilizaciones de la Antigüedad se desarrollaron a orillas de gran-‐ Àǡ±ǡ
Figura 3. Baño de la Reina, Palenque, Chiapas, México.
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ï medios hostiles y extraordinarios retos para el pueblo maya. Sin em-‐ bargo, ahora que se conocen sus recursos alimenticios, médicos y de materias primas, es posible destacar su enorme riqueza y cam-‐ ×À
proporcionó todos los medios para su manutención.
LA HISTORIA MAYA Ƥǡ que se han dividido para su estudio en varios periodos: el Preclásico, de 2000 a.C. a 300 d.C.; el Clásico, de 300 a 900; el Clásico Termi-‐ Dzdzǡͥ͜͜͜͜͜͝Ǣ
ǡ͜͜͜͝͝͡͠͞Ǥ embargo, en toda el área las comunidades no tuvieron las mismas ǡǡ-‐
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propuso el arqueólogo Sylvanus G. Morley en su teoría de 1946, aún muy popular, del Antiguo Imperio para las Tierras Bajas del sur y del Nuevo Imperio para la Península de Yucatán.
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Ǧ to de sitios; unos con ocupaciones muy prolongadas, como Dzibil-‐
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Ó͜͜͠ a.C. hasta la llegada de los españoles. De Kaminaljuyú, en la alti-‐ planicie guatemalteca, puede decirse que tuvo un asentamiento
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San Bartolo, en Guatemala, entre 500 a.C. y 200 d.C., o Dos Pilas, ± ǡÓ͢͟͠-‐ ƤěĎĎĎ. Àǡ
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ǡ-‐ gada de los españoles, como Acalán, en la cuenca del río Candelaria, que Hernán Cortés visitó en su viaje a Las Hibueras, en el siglo ĝěĎ. ǣ
ȋ͜͜͜͞ǤǤǦ͟͜͜ǤǤȌ Al parecer, alrededor del año 10000 a.C., el área maya comenzó a
ǡ si no recolectores de plantas silvestres, peces, moluscos y animales ÓǡÀǤ
À homogeneidad cultural con el resto de los pueblos mesoamerica-‐ Ǥ
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a la cultura olmeca como madre de las culturas mesoamericanas, como señalan los libros escolares. Hoy en día, los arqueólogos han encontrado las raíces ancestrales de la cultura maya. Alrededor del año 1000 a.C. pueden ubicarse los orígenes de la construcción de la identidad maya: desde esos tiempos hay un cam-‐
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ǡǡǡ-‐ mante a una semi sedentaria, de la cual se han encontrado restos À
ǡƤǤ Un ±
Ǥǡ en este avance hubo pueblos vecinos de extracción mixe-‐zoqueana que preceden a los mayas. Hacia el año 1500 a.C. los pueblos de esa región
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de Chiapas y Guatemala, y en las tierras altas de Chiapas, quizá con in-‐ ƪ
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ȋ͜͝͡͡Ǧ͜͜͝͠ǤǤȌ ar queólogos llaman Barra, primero con la realización sobre todo de
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Ǥ Pero hay tradiciones locales que comprueban la variedad de si tios donde se comenzó a hacer cerámica en el área maya. Los ob je tos más tempranos de barro, llamados pre-‐Mamón, se nombran de acuerdo
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×-‐ ra comparte muchos rasgos que permiten vislumbrar un sistema común de creencias gestado a través de una continua interacción de la población nativa. No se trata de villas de agricultores de tiempo completo que ha-‐ bían comenzado a practicar desde el año 3000 a.C., sino de comuni-‐ dades que se alimentaban de productos hortícolas y de animales,
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-‐ nes en Cahal Pech, Cuello y Colha, en Belice. Asimismo, para prin-‐ cipios del I milenio a.C. se explotaban depósitos minerales locales, como el granito y el sílex, pues se encuentran artículos importados, tales como obsidiana para cortar, rocas volcánicas para moler y jadeíta ǡƤ
comerciales regionales y del comercio exterior.
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À -‐ sión; Nakbé, en el Petén central, ambos en Guatemala; y Cuello, en
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son reconocibles en el contexto arqueológico. De ese tiempo, se registran, en los restos materiales, algunos rasgos culturales olmecas. Hay sitios donde el impacto del sistema
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×ǡǦ nas se encuentra alguna pieza escultórica o cerámica. Entre los si-‐ tios donde la presencia olmeca es más ostensible, están, en Gua-‐ temala, centros como Tak’ alik Ab’aj, Monte Alto, La Blanca, Ujuxté,
Buena Vista y Balberta, en la costa, y Kaminaljuyú, en las Tierras Altas; así como Chalchuapa en El Sal-‐ vador; y, Pijijiapan, San Isidro y Chiapa de Corzo, en los Altos de Chiapas, México.
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×-‐ quización de asentamientos, al mismo tiempo que se ejercieron relaciones de dominio y obediencia entre las distintas clases de poblados; es decir, se integraron entidades políticas. Aparecieron los líderes os-‐ ǡ
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À clase de tributo de la población, pero parece que todavía no había una herencia sistemática del poder.
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Ǧ cas agrícolas más productivas, lo que generó la realización de grandes obras hidráulicas, con la cons-‐
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×Ǧ nal, debido a la especialización en el trabajo y la multiplicación de objetos para la vida diaria y para el consumo suntuario de las élites. Estos mismos grupos de poder institucionalizaron una religión de Estado con presencia de las
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ǡǡÀǡ eran comunidades que dependían directamente de los recursos del medio ambiente. Estos elementos À
×ǡ±À directo para el incremento de las construcciones monumentales de carácter religioso. Esto originó el ur-‐ Ǣ
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junto a las plazas en los grandes asentamientos. La idea en auge en los años cincuenta del siglo ĝĝǡÀ
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͝ Portón, en el valle de Salamá, en la Baja Verapaz (400 a.C.), los murales recientemente encontrados en San Bartolo, en el Petén central (300 a.C.) y la Estela 10 de Kaminaljuyú, todos ellos en Guatemala, por mencio-‐ nar algunos. Dos estados con estas características, conocidas a través de los numerosos estudios arqueológi-‐ cos, son Kaminaljuyú, en los Altos de Guatemala, y Nakbé, en el Petén central. Kaminaljuyú, quizá Óǡ
×-‐ blación, como se observa en los restos de sus residencias, cocinas, pirámides, entierros y monumen-‐ tos. Ello obligó a sus pobladores a buscar alternativas para una agricultura más productiva, por lo que
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aledaños con una serie de obras de ingeniería hidráulica. También desarrollaron la producción de obje-‐
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ǡï de partida y de llegada de la ruta a Teotihuacan, México. ǡ
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Ǥ Al mismo tiempo, otras capitales comenzaron a descollar, como El Mirador, Uaxactún y San Bar-‐ tolo, en Guatemala; Cerros, Lamanai, Cuello, Nohmul, en Belice; Calakmul, en Campeche, México; y
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En esa época, se hizo común, en el área maya, la erección de
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una reli gión de Estado usada con claros objetivos de control social. Al término del periodo Preclásico, los mayas estaban totalmente
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económica, política y cultural. Los mayas ya eran una civilización
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ȋ͜͜͜͜͝Ǧ tan tes), desarrollo de capitales, una organización político-‐esta tal con inclusión de asentamientos de varios niveles, interdependientes entre sí, una religión estatal con creencias y rituales permanentes, y un Ƥ
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omnipresente. ǡǡ
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-‐ ceso propio de adaptación al medio ambiente y al entorno social en Ǥǡƪ
ï las culturas que le precedieron, todas de estirpe mixe-‐zoqueana; después, de sus contemporáneas pre-‐zapotecas y teotihuacanas, pues los mayas no estuvieron al margen del contexto cultural me-‐ soamericano en el que se desarrollaron y asimilaron. Figura 5. Mono saraguato, también llamado aullador.
Figura 6. Pericos macao.
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ȋ͟͜͜Ǧͥ͜͜Ȍ Comúnmente, la época Clásica de la historia maya se ha visto como ƪ
Ǥǡ
-‐ do anteriormente, los mayas ya habían creado una civilización, por lo que los siglos del Clásico pueden considerarse de prosperidad,
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-‐ lación de la cultura maya.
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ǡ× ocupación continua del territorio con una amplia jerarquización de ǣǡǡ
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Àǡ como pirámides con templos, palacios, acrópolis, juegos de pelota, baños de vapor y residencias de distintos tamaños y características (véase “La arquitectura residencial: ¿dónde y cómo vivían los grupos ǫdzȌǤ
ÀƤ
×
ǡ algu nos para la mayoría de la población y otros para una élite restrin-‐ gida de sacerdotes, cortesanos y gobernantes (véase “La escritura je-‐ ÀƤ
dzȌǤ Lógicamente, estas grandes concentraciones de población no podían ser mantenidas con una agricultura elemental de roza, tum-‐ ba y quema, como se pensó durante mucho tiempo, sino que, de acuerdo con el medio ambiente, desarrollaron diversos sistemas de riego (como en Kaminaljuyú y Edzná), represas (en Calakmul y Tikal), terrazas (en Caracol y Río Bec), campos levantados (en Pull-‐
trouser Swamp y Acalán), rejolladas (en Uxmal), arriates o bancales (en Punta de Chimino), huertos domésticos (en Punta de Chimino y Calica), y agricultura de humedad residual (en Copán), entre otros. Hay que recalcar que su auge cultural tampoco se basó en una agricultura acentuadamente intensiva, aunque el maíz tuvo su par-‐ Ǥ
± y ritos, por lo que se opacaron todas las actividades de explotación del vasto potencial en recursos alimenticios de los bosques tropica-‐ ǡ±-‐ mentación, medicina y rituales. A este respecto, basta ver la gran cantidad y variedad de representaciones de animales y plantas en
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papaya, la chirimoya, las guayas y los mameyes; tubérculos, como la yuca y la mandioca; así como la savia del chicozapote o árbol del chicle; maderas como la caoba, el cedro y la ceiba; esta última con-‐ siderada un árbol sagrado desde tiempos inmemorables. Asimismo, como en los tiempos arcaicos y preclásicos, los ma-‐ yas practicaron la arboricultura, plantando y cuidando árboles de cacao, ramón, aguacate y balché, entre otros; y protegiendo los árbo-‐ les que servían de soporte a la orquídea de la vainilla. Detrás de las
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ǡ entre otras plantas, que se han encontrado en sitios como Sayil, en Yucatán, México, y Tamarindito, en el Río de la Pasión, Guatemala.
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produjo miel y cera muy apreciadas entre la población. Asimismo, do-‐ mesticaron animales, como el perro, el guajolote, el venado, los mo nos ȋƤ͡ȌÀǤ
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de acuerdo con el entorno en el que estaban asentados. La ingesta de
de proteínas: jaguares, ocelotes, venados, zorros, conejos, agutíes, ta-‐ pires, pecaríes, tortugas, peces y moluscos bivalvos. Los mayas no sólo aprovecharon de estos animales su carne, sino también sus huesos, pieles y conchas. La imagen de éstos, y otros muchos, como serpien-‐ ǡ
ȋƤͣ͢Ȍǡ
ÀǤ Lejos de considerar a los mayas con una estructura social simple de dos grupos, los dirigentes y los sometidos, debe verse una organi-‐ zación compleja: por un lado, multiestamentaria y, por otro, basada
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-‐ históricas contienen amplios testimonios de que la población maya vivía organizada en niveles sociales de muy diversa índole, con recur-‐ sos, obligaciones y derechos, más en las capitales y poblados de alta
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ǡ-‐ tinciones se atenuaron. La ubicación social de los individuos dependía de la herencia, del matrimonio y del prestigio. El estatus de los padres generalmente era heredado por los hijos, pero en el Preclásico y en el Clásico Temprano parece haber tenido más peso la situación ganada
25
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ǡ-‐ plos de personajes relevantes, no provenientes de las capas más altas de la sociedad, que tuvieron papeles Ƥ
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dzȌǤ En la cumbre de la pirámide social estaba la ǡ ï
k’uhul ajaw, ‘señor sagrado’ —máxima autoridad de los señoríos mayas—, padres e hijos, y quizá abue-‐ Àȋ±DzÓǣdzȌǤ-‐ ǡ
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ǡ comúnmente la , a la que más bien debe llamarse
. Ésta, de acuerdo con las
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×ǣ los ajk’uhu’n, ‘veneradores o adoradores’, líderes de los grupos sacerdotales; los yajawk’ahk’, quienes Ó
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Ǣsajalǡ un k’uhul ajaw; y los lakam, recaudadores de tributos, entre otros cargos más. Ellos debieron de haber constituido las cortes mayas que tanto se representaron en la cerámica (véase “Los miembros de la cor-‐ dzȌǤ En seguida estaban los comerciantes, como los de la ciudad de Cancuén, Guatemala, que maneja-‐ ban los productos de lujo y las rutas a larga distancia. Algunos investigadores han propuesto que esta ac-‐
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cortes mayas, aunque también pudieron haber sido un grupo en ascenso, que vivía con privilegios al servicio de la aristocracia. Pero los comerciantes como grupo social privilegiado ya debieron existir en tiempos del Preclásico, pues se conoce del manejo de estos bienes, como la jadeíta y las plumas de ǡƪ
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Ǥ Hubo especialistas de tiempo completo, pero entre ellos también existieron jerarquías: desde los ǡ
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ÀǦ rramientas de trabajo más sencillas, pasando por los modistos, bordadores y peinadores-‐maquillistas ȋ±Dz
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dzȌǤ Los investigadores han encontrado grandes talleres de personas acomodadas y progresistas, así
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baja estarían los agricultores, apicultores, arboricultores y criadores de animales, que también pudie-‐ ron haber alternado su trabajo básico —generar comida— con la participación en las grandes obras públicas de urbanismo, arquitectura y escultura. Pero los mayas no sólo vivieron en una sociedad estamentaria, también estuvieron organizados en ǡ
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ajaw o ‘señor’. Puede
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Ǥ cercanos descendientes de estos antepasados divinizados eran los integrantes de la realeza, seguidos de la aristocracia, una relación genealógica que se contaba y promocionaba. El resto de la población, reuni da en linajes, además de reconocer y venerar a sus antepasados conocidos por toda la entidad política como tales, también se consideraban lejanos descendientes de los padres co munitarios originales. À
ajawlel o ajawilǡïǡ ͣ͜ǡ
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ǡ villas y aldeas que reconocían un centro hegemónico, pero que guardaban cierta autonomía, la que era ǡǡǤÀ
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26
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ǡ diplomáticas, de negociación y de guerra (véase “Rasgos de la orga-‐
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dzȌǤ Pero también en el aspecto de las hegemonías los mayas pre-‐ sentaron diversos niveles, tanto en su extensión como en su do-‐ minio. De acuerdo con las inscripciones y la arqueología, en sitios ±
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-‐ tencias mayas: Calakmul, en Campeche, México, y Tikal, en el Petén guatemalteco. Con trayectorias históricas más cortas, pero en la lu cha constante por ampliar sus ámbitos de dominio, estaban los centros de Caracol, en Belice, y Naranjo, en Guatemala; Yaxchilán, en Chia pas, México, y Piedras Negras, en Guatemala, junto al río Usumacinta; Dos Pilas y Cancuén, en Guatemala.
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ǡ asimilación cultural de elementos teotihuacanos; el segundo, más ǡ
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Ǥ Hacia principios de la época Clásica, algunos asentamientos ƪ
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Ǧ mo Nakbé y El Mirador. Varios centros redujeron su población y se empobrecieron, como Ceibal, en Guatemala; Komchén, en el norte de Yucatán; y Cerros, en Belice. Pero mientras esto sucedía, otros sitios tenían su ascenso, como Tikal, Uaxactún y Copán —este úl-‐ timo en Honduras—ǡ
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ostentando sus lazos sanguíneos con la gran metrópoli del Alti-‐ plano de México: Teotihuacan. Aún suscita debate el tema de si los habitantes del Centro de México llegaron realmente al área maya
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o como guerreros. Lo que sí está probado es que hubo tratos co-‐ merciales entre estas ciudades, vehículo de intercambio de rasgos culturales que comenzaron a denotar prestigio a través del uso de
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ǡ la escultura surgieron algunas imágenes del dios Tláloc; en la arqui-‐
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-‐ ros en talud-‐tablero; y en cerámica se elaboró una gran cantidad de vasos cilíndricos trípodes con decoración pintada e incensarios Ǥ
ǡǦ pas, México; así como en Caracol, Belice; y en Tikal, Río Azul, Tres Islas y Kaminaljuyú, Guatemala; por citar algunos de los sitios más
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dzȌǤ El auge del poder dinástico maya más importante, así como la mayor producción material y cultural, se dio en los siglos ě a ěĎĎĎ. Los k’uhul ajaw o gobernantes más destacados, como Siyaj Chan ǯȋ͠͝͝Ǧ͢͠͡Ȍ ǯȋͤ͢͞Ǧͣ͟͠ȌǡǢ B’ajlaj Chan K’awiil (645-‐ca. 692) de Dos Pilas; la Señora Seis Cie-‐ ȋͤ͢͞Ǧͣ͠͝ȌǢǯǯ
ȋ͟͡͡Ǧͥ͟͡Ȍ
Ǣ Yuhkno’m Ch’e’n (636-‐686) de Calakmul; Kokaaj B’ahlam ĎĎ (681-‐ ͣ͠͞Ȍ
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ǯ ȋ͢͝͡Ǧͤ͢͟Ȍ Ǣ
ǯǯ ȋͣ͞͠Ǧͣͤ͡Ȍ ǡ Ǣ ǯǯǯȋͥ͢͡Ǧͣͤ͟ȌǡǦ diosos programas constructivos, adornaron sus ciudades con un gran número de estelas y altares, donde registraron sus imágenes e historia; construyeron suntuosas tumbas e impulsaron todas las ǤƤǡ ope ró dispositivos adecuados para mover grandes contingentes de ma no de obra. ×
las ciudades y de sus asentamientos aledaños, sino que empren die-‐
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-‐ tables estuvieron la derrota de Tikal por Caracol en el año 562, la de Palenque por Toniná, ambas en Chiapas, México, en el año 692; Óͣͤ͟ǡ
consecuencia la inmolación del gobernante copaneco. Otro hecho trascendente de la época Clásica se encuentra en las crisis políticas que suspendieron las obras públicas suntuarias y ×
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ǣǡ implicaron, principalmente, el resquebrajamiento de la dinastía en el poder, pero que no detuvieron la vida de las entidades políti-‐ cas, sino que sólo suspendieron lo relativo al culto a la persona del ǢƤǡ
-‐ dades políticas completas. Entre las crisis pasajeras pueden verse como casos ejemplares los de Tikal y Yaxchilán. En Tikal, la crisis se inició con un impor-‐ tante revés político: la pérdida de su tutoría sobre Caracol, seguido ǡïǡ
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Wak Chan K’awiil, el gobernante tikaleño en turno, lo cual dio pie a un periodo de 130 años de silencio y ambigüedad en las inscripcio-‐ Ǥ
Ƥ-‐ man interregno, el cual ocurrió a la muerte del gobernante Kokaaj B’ahlam ĎĎ —también conocido como Escudo Jaguar el Grande—, Óͣ͠͞ǡ
×ǯĎě, diez años ±Ǥǡ
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interna por la sucesión que mantuvo a la ciudad sin una cabeza de Estado visible registrada en los monumentos.
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colapso maya, entre los siglos Ďĝ y ĝȋ±DzǦ
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ǡ como en algunos centros del Usumacinta; en otros sitios, aunque se vivió una crisis, la ciudad o toda la entidad política completa perma-‐
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necieron con pocos cambios, como en ciertos asentamientos de Yucatán; mientras que algunos presen-‐
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Ǥ La crisis consistió básicamente en una pérdida sustantiva de po blación, el abandono de las capitales regionales más importan tes, así como el traslado de sus habitantes al campo, para cambiar su vida, de citadina a rural. Con ello, toda la subcultura de élite quedó suspendida pero latente, pues, siglos más ǡ
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ǡǢ estuvieron vinculados a la estructura sociopolítica que encabezaba el k’uhul ajawǡ
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se encuentra en su sistema de gobierno, donde las autoridades —el aparato central de mando— depen-‐ À
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mantenimiento suntuario del Estado, al mismo tiempo que se les exigía una producción alimentaria
—sobre la que ellos tenían un control mayor que el k’uhul ajaw—, lo que dio como resul-‐
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×Ǥ En algunos lugares, la población pronto abandonó las capitales, como en la región del Petexbatún y en el oeste del Petén, Guatemala. Una vez exentos de trabajar para el Estado, los pobladores se dedica-‐ ron de tiempo completo a la producción alimentaria y de bienes domésticos, viviendo dispersos en el
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Ǥ-‐ tentos, no del todo exitosos, de sustituir el gobierno del k’uhul ajaw con otras instituciones de gobierno incluyentes, como pudieron haber sido los recursos políticos de Yax Pasaj Chan Yopaat, gobernante de ȋƤͤȌǡ
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ǡmultepal en el Posclásico. Pero también en otras áreas de la zona ma-‐ ×±
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Ǥ-‐ brecimiento de los suelos por la sobreexplotación y cambios climáticos, como sequías; y otros estudiosos
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ǡ putunes, mayas chontales nahuatizados. La región del Petexbatún quedó sin ningún centro de poder desde muy temprano, ya en el año 850, de-‐ bido a su abandono, con excepción del pequeño sitio de Punta de Chimino. Las capitales regiona les del Usu-‐ macinta le siguieron, primero Palenque, después Piedras Negras y, por último, Yaxchilán, así como Toniná, Ǥǡ
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Ó͜͜͜͝ǡǤ En Calakmul el proceso debió de haber sido lento y la actividad se concentró más en los palacios,
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-‐ ticular. Por ejemplo, mientras ocurría la declinación de Tikal, en el sureste del Petén y Belice, en el valle del río Mopán y en las Montañas Mayas, varios sitios menores vivían un auge inusitado, como Ixtonton,
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Ǥ parte, el gran sitio de Caracol, en Belice, prolongó su actividad hasta el siglo ĝĎ, en plena época Posclásica.
ȋ͜͜͜͝Ǧ͝͡͠͞Ȍ Al término de la época Clásica y en el arranque de la etapa llamada por los arqueólogos Posclásico, de ͜͜͜͝͝͡͠͞ǡƪ
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notablemente su población y su actividad cultural. Los eventos más importantes de la primera etapa del
28
Figura 8. Detalle del Altar Ė ǡǡǤǤǤǣ de la dinastía y Yax Pasaj Chan Yopaat, último gobernante de Copán.
29
Figura 9. El Castillo de Chichén Itzá, Yucatán, México.
30
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Yucatán, el auge de Cobá en la tra dición del Clásico maya del Petén y el empoderamiento de Chichén Itzá. De los sitios Puuc —llamados así por una pequeña sierra que corre en el oeste de la Península de Yucatán—ƪ
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la arquitectura maya: la bóveda de piedras saledizas y la crestería; además, añadiéndoles rasgos del Altiplano de México, de Oaxaca y de
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k’uhul ajaw
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declinación de Uxmal, a comienzos del año 950. Por otro lado, la ciudad de Cobá, en Quintana Roo, México, que seguía las corrientes culturales del Petén y que se distinguía por la red de caminos construidos para el dominio de su entidad política, entró en competencia, a partir del ascenso del poder de Chichén Itzá y la hegemonía de Uxmal, de las rivalidades propias de la Penínsu-‐ la de Yucatán, en las que también participaron otros de sus sitios: Ek’ Balam, Cuca, Dzonot, Aké y Chac Chob, entre otros. El investigador Eric Thompson, en los años sesenta del siglo ĝĝ, consideró la última etapa de la cultura maya como decadente, una concepción que se arraigó en los conocimientos populares so-‐ Ǥ±
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y con intensa actividad comercial.
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de los toltecas en la Península de Yucatán, pero su trayectoria es muy
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À a Uxmal, inserto culturalmente en la más añeja tradición maya, al que llegaron pueblos portadores de elementos culturales ajenos, principal-‐ mente del Centro de México, como los itzá —también llamados putu-‐ nes—, mayas chontales nahuatizados que pudieron haber llegado ha-‐ cia el año 850 cuando se inició su expansión. Ellos posiblemen te
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×
la primera etapa del Castillo sobre una cueva natural. Emprendieron
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Ƥ de las técnicas Puuc, pero con rasgos semejantes a los del Centro de ±
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× del Castillo, uno de los 13 juegos de pelota con sus templos anexos y ǡ
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ǡ jamba y bajorrelieve; así como guerreros y jaguares en procesión, atlan tes, esculturas de Chacmool, Tláloc, etcétera.
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ǣ× bastante extensa, tanto por la declinación de otras capitales regio-‐ nales y su dedicación al comercio, como por haberse erigido en un
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Ǥ Los chontales o putunes irradiaron, por la Península de Yuca-‐ tán, los elementos culturales extranjeros, como la cerámica Anaran-‐
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ǡ de la costa de Guatemala, pequeñas cantidades de oro de Panamá, turquesa del norte de Estados Unidos y jadeíta de las tierras altas de Guatemala. La hegemonía de Chichén Itzá no perduró. En el año 1221, de acuerdo con las crónicas coloniales, la ciudad declinó y el poder ǡ±
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-‐ dado, con piedra mal cortada y grandes plastas de estuco. ƪ
ǡ gran auge los sitios de la costa oriental de Yucatán; y las islas de la costa aledaña se convirtieron en estaciones de suministro para el constan-‐ te comercio en el Caribe, así como en lugares de peregrinación. El sitio
ǡ-‐ Ƥ
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-‐ tura rudimentaria y gruesas masas de estuco. Varios de estos sitios, como Tulum, Tancah y Santa Rita, desarrollaron una decoración de pintura mural al estilo Mixteca-‐Puebla, por lo que muestran acen-‐ tuados vínculos con el resto de Mesoamérica. Al llegar los españoles a Yucatán, esta región, junto con Tabas-‐ co y lo que hoy es Belice, estaba dividida en alrededor de 25 enti-‐ dades políticas llamadas cuchcabalob, con distintos niveles de inte-‐
×
ǡ algunos con un halach uinic a la cabeza, como el señorío de Acalán, junto al río Candelaria, y otros con autoridades menos centraliza-‐ doras, como el señorío de Maní.
la de Yucatán, pues ahí también se dio una mesoamericaniza ción de
Ǥ
ïǦ ron conquistados por los toltecas y que tuvieron al Alti plano de Méxi-‐ co co mo paradigma de prestigio, desde el punto de vista arqueológi co no hay señales de esa conquista. Pero sí las hay de una presencia de rasgos del Altiplano de México, muy posiblemente también traídos
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31
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32
33
llega do vía Usumacinta o vía el Caribe por la Península de Yucatán. La evidencia más temprana de la mesoamericanización cultural es el desarrollo del estilo de Cotzumalhuapa, con rasgos del Altiplano de ±
ǡ
Ǥ En las Tierras Altas hubo una reubicación de los sitios. Aqué-‐ À-‐ Ƥ
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ǡǦ nera, los mismos rasgos arquitectónicos de Chichén Itzá, como los ǡǡ tzompantli de Chalchitán, Guatemala. De la misma manera que en Yucatán, a la llegada de los espa-‐ ñoles, en los Altos de Guatemala había varios reinos que, al pare cer,
Ǧ riales, como Mixco Viejo y Chinautla Viejo, habitado por los mayas pokomam; Atitlán, ocupado por los mayas tzutuhiles; Utatlán, po-‐ blado por los mayas quichés; e Iximché, morada de los mayas cak-‐ chiqueles. Parece que entre ellos seguía vigente la tradición del go-‐ bierno por un señor sagrado, como la dinastía a la cual alude el libro llamado Popol Vuh. También, al igual que en Yucatán, se generaron Àǣ
±ǡ
Ó ͟͜͝͡ǡͣ͜͝͠
Ǥ ***
Figura 11. Muro de cráneos o Tzompantli, Chichén Itzá, Yucatán, México.
Como podrán apreciar los lectores de este libro, la identidad maya no se queda sólo en las características de su territorio, sus idiomas y sus múltiples historias paralelas, sino que va más allá y engloba a
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prestigio y que dio unidad cultural a todos los señoríos; sus cono-‐
ÀƤ
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ÀǢǡ manera sobresaliente, su pensamiento religioso, que los unía y sus-‐ tentaba su cosmovisión. Pero este último rasgo, si bien tuvo sus peculiaridades en el área maya, también lo compartió con el resto de las culturas mesoamericanas de los tiempos prehispánicos.
Figura 12. Mayapán, Yucatán, México.
34
35
EL A RTE D E U NA C ULTURA ANCESTRAL
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Lynneth S. Lowe
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EXPRESANDO L O I DEAL A T RAVÉS D E L O M ATERIAL: EL A RTE Sanja Savkic
Detalle de la
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ǡ segunda mitad del siglo ĝěĎǤ±ǡ×
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39
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ǡĝĎĝ.
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À-‐ cas que tuvo oportunidad de conocer; percibió la existencia de una
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como templos y palacios, una terminología que se si gue usando. ǡÓ×
Ǧ tían en la producción plástica, al comparar las esculturas de Copán con las de Palenque. Empezó otra etapa cuando a estas producciones se las comen-‐ zó a estudiar con distintos grados de objetividad, y a considerarse
ǡ±ǡ
-‐ tenido y la intención de sus creadores, es decir, como obras de arte
ǤÀǡƤĝĎĝe inicios del ĝĝ, el ex-‐ ± Ǥ
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ÀǤ ͥͤ͜͝ǡ -‐ vestigador Herbert Spinden publicó un análisis del arte maya que se
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40
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Ǥ ǡ -‐ rentes estilos de la representación y su evolución, concluyó que es posible ubicarlos en una secuencia. A partir de los años cuarenta del siglo ĝĝ aparecieron varios ǡ
ơȋȌǡ
Ǧ logías novedosas y propositivas. En palabras de Kubler, la historia del arte entiende este tipo de producciones como su unidad de estudio y no meramente como ilustraciones de las civilizaciones. Este au-‐ tor poseía un conocimiento vasto del arte europeo, así como de la América antigua y colonial, acerca de los cuales publicó relevantes trabajos. En la introducción a su libro The art and architecture of an-‐ cient America: the Mexican, Maya, and Andean peoples expresó ideas muy sugerentes en cuanto al modo de estudiar objetos producidos en tiempos distantes y en las culturas sin escritura (o escritura to-‐ À
ȌǢ
ǡǡǤÀǡÀ planteamientos metodológicos están vigentes. ͥ͜͝͡ǡơ
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Ƥ À objetiva para el estudio del arte maya, en respuesta al libro que Sylvanus G. Morley había dado a conocer unos años antes, en el cual incluyó 50 obras maestras del mundo maya escogidas según
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× adecuado. Esta investigadora se basó en alrededor de 400 estelas Ƥ
ǡǡǡǡǦ ǡ
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ǡƤ una mejor validación del arte y de la cultura maya (la pintura en
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ǡÀǡǦ posición y la composición. Dos características principales que con-‐ ×Ƥ
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Ǥ En el mismo periodo, en México trabajaron varios autores y se
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de Mé xico y Centroamérica, como las de Salvador Toscano y Miguel Ǥ
y la cultura, mientras que el segundo estructuró su estudio según los periodos y las culturas.
Recientemente han destacado muchos investigadores con aportaciones notables para el cono-‐
ǡ±
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ǡ
ǡ-‐ len Miller, Karl A. Taube, Dorie J. Reents-‐Budet y Erik Velásquez García, para mencionar sólo algunos.
ELEMENTOS DEL LENGUAJE PLÁSTICO
plásticas son línea, color y volumen. En muchas ocasiones éstos se combinan de manera inesperada, permeando la sensibilidad y el conocimiento de sus creadores. A través de su manejo se accede al sig-‐ Ƥ
ǡ
Ǥ El artista maya situó la arquitectura, la pintura mural y ciertos tipos de escultura en una íntima
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×—otro rasgo importante de una producción— es relevante para aclarar Ƥ
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ǡ cornisas o cresterías. Siguiendo con el tema del espacio, ahora en relación con el urbanismo y la arquitectura, se observa que la planeación de las ciudades se sometió a las particularidades del terreno y del medio ambiente en general. Es decir, el espacio natural se aprovechó para la construcción del paisaje urbano, donde las
×ǡ las cuales se acoplaron a espacios abiertos como plazas. Los conjuntos arquitectónicos estuvieron co-‐ nectados por medio de calzadas llamadas sakb’ih o ‘caminos blancos’, que, en ocasiones, también unían
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dzȌǤǡ excavaciones arqueológicas se han descubierto huertos al lado de distintas estructuras.
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espacios no ocupados. De esta manera, las ciudades crecían tanto en sentido vertical como horizontal.
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dzȌǤ Parece que, para crear el espacio de la representación, el soporte con sus características naturales ×ǡǡ
ǡƤ textura y coloración naturales. Primero se encalaba para que quedara lustroso y se alisaba para que sir-‐ Ǣ
Ƥǡ
×±Ƥ
Ǥ En el periodo Clásico, las bandas pintadas usualmente son de color rojo en el caso de la pintura mu-‐ ral o la cerámica del llamado estilo códice (aunque los vasos de la entidad política de Ik’ suelen tener el borde negro). Por su parte, las estelas tienen por lo general los bordes planos, pero existen asimismo los
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Ǥǡ estela es vertical, mientras que las pinturas murales tienden a registros horizontales. La ubicación de
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41
Ƥ
ïǡǡ tema y la intención misma del creador de la obra. El investigador David Stuart indica acertadamente que las ce re-‐ monias reales también estuvieron centradas en la colocación y de di-‐ cación de los mismos monumentos, contrastando con la idea de que éstos servían sólo de vehículos para la conmemoración de los hechos
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dz volumen). Así, las estelas jugaron un papel importante en la vida ri tual de los antiguos mayas. Stuart corrobora esta idea con la presen-‐
ǡ
ǡ±
×Ƥ presentes en múltiples sitios desde el Preclásico.
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Ƥ-‐ cado en relación con otros elementos de la representación, depen-‐ diendo así de un contexto concreto. Hoy en día se cuenta con la presencia del cromatismo en las pinturas murales, cerámica y po-‐ cos relieves de estuco, pero se sabe que tanto otros tipos de escul-‐
Ƥ
À
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producto de las inclemencias y del paso del tiempo. Algunos ma-‐ te riales, como la jadeíta, la obsidiana, la turquesa y las plumas ǡǡ±
inherentes, además de relacionarlos con el prestigio y el poder. ǡ
ȋȌǡ de pinturas murales o el uso del cinabrio en polvo con el que se cu-‐ ÀǤ
ÀƤ
pintados de este color. Tal es el caso, por ejemplo, del templo llamado Rosalila, en Copán, que se encuentra en excelente estado de conserva-‐ ción, puesto que quedó enterrado por completo debajo del Templo 16.
ǡƤǡ incorporaron sus colores originales —verde, rojo, amarillo y blanco—, todavía lucen casi como antaño, en la época de su auge. Manejar los colores suponía dos actividades complementa-‐ rias: la técnica y la plástica. La primera es anterior a la ejecución de la obra e implica conocer las materias primas de las que se extraen ȋ
ǡȀȌ tintes (de procedencia orgánica, adquiridos de los vegetales o ciertas
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Ȍǡ
Ǧ ran tes, como el llamado azul maya. Otros materiales importantes son los aglutinantes, los cuales se elaboraban a partir de la savia de determinados árboles, así como de ciertas plantas gomosas que ÀƤ
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ǡ-‐ dolos en medios expresivos. Ƥ
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—trátese de la pintura (mural o
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42
que ——Ƥ
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ÓƤǤ Igualmente, la escultura arquitectónica del Templo 35 de la Acrópolis 1 de Ek’ Balam, Yucatán, parece salirse de la estructura,
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—con los
-‐ ceso al recinto—Ƥ
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Ǧ racterísticas de muchos sitios de la Península de Yucatán. ǡ
ȋƤ ͣ͝Ȍ
ȋǡȌǤ-‐ ticularidad de estas últimas —que estuvieron ubicadas en lo alto de
À— es que tienen las piernas más cortas en proporción con el cuerpo entero, pero al contemplarlas desde abajo dan la impresión de guardar proporciones naturales. ±ÓƤ ǣ ǡ
ǡ±
ȋƤͤ͝Ȍǡ recién halladas en los sitios de El Perú-‐Waka’ y Cancuén, en Guate-‐ mala, además de muchas otras procedentes de sitios arqueo lógicos del sur de Belice, como Lamanai y Cahal Pech, entre otros. Otra característica importante de las creaciones plásticas ma-‐
ÀƤ
Ǥ ǡ
×
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×Ǥ
ǡǡ nombres de los actores, entre otras peculiaridades que pueden ser de ±Ǥǡǡ
× compleja, expresándose a través del lenguaje visual.
Figura 15. Soporte de trono, Palenque, Chiapas, México.
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-‐ siones)—Ǥǡ
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Ǥǡ
ȋ altos) realizados en piedra, en estuco o en madera, dominaba el diseño ǤǡƤ ȋƤ͝͡ȌǤ Empero, hay ciertos tipos de esculturas que combinan trata-‐ miento en dos y tres dimensiones: mascarones presentes entre los mayas desde el periodo Preclásico Medio y cuyo uso disminuye con la llegada del Clásico; estelas de Copán, Honduras, escul-‐ ǡ Ƥ -‐
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LOS TEMAS Y CONTENIDOS
Figura 16. Estela 6, Piedras Negras, Guatemala.
Ǥ En las estelas se muestra usualmente al gobernante, solo o acom-‐ pañado con algún miembro de la élite o cautivo(s). En la pintura
×ǡ la relación de éste con las deidades y los ancestros, asuntos bélicos y Ǧ
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ǤǡǦ ble encontrar muchas combinaciones. Ƥ ǡ gobernantes, miembros de la clase dirigente o deidades. El sobera-‐
Ǧ raba el mediador entre los hombres y los dioses. A través de las imágenes plasmadas en distintos medios legitimaba su poder y su pertenencia dinástica, muchas veces relacionada con un antepasa-‐ Ƥ
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Uno de los rasgos distintivos del estatus social de los individuos Ǥ
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-‐ ción; muchos se conseguían vía comercio a larga distancia. Así, sólo À
de un jaguar, estar sentados en taburetes hechos de este mismo ma-‐
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Ǥ común encontrar éstos en los contextos arqueológicos, pero existen evidencias en la pintura y la escultura, en las cuales los altos digna-‐ tarios lucen sus atavíos de una exquisita hechura, como se observa en las pinturas murales, en la Estela 2 de Bonampak y en los dinteles ͞͠͞͡
ȋƤ͢͝͡ȌȋƤ͜͞Ȍǡ mencionar sólo algunos ejemplos. También se atestigua una manera peculiar de pintar el cuerpo humano en muchas imágenes plasmadas en las pinturas murales y
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lucimiento o exaltación de la belleza. Los colores más usados eran el rojo y el negro, pero también utilizaban el amarillo, el blanco y el azul; igualmente, éstos se combinaban en muy diversos diseños. A
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EL CASO DE UNA ESCULTURA EXCEPCIONAL
Figura 18. Figurilla de la isla de Jaina, Campeche, México.
44
Una de las producciones más logradas en la historia de la civiliza-‐
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ȋƤ͞͞ȌǤ tumba está en una subestructura del Templo de las Inscripciones, que el mismo soberano mandó construir como su mausoleo. Sus À
Ƥ líneas onduladas y libres, como si hubieran sido elaboradas con un pincel delgado. En dicho soporte rectangular, hecho de piedra caliza, se pre-‐ senta una compleja escena delimitada con la banda celeste, recono-‐
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Ƥ de los antepasados del gobernante en dos de sus lados. Se considera
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ǡ ubica la escena que encierra el ámbito, en este caso preciso, el lugar que habitan las almas después de la muerte.
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los niveles cósmicos del universo maya: abajo está el monstruo te-‐
Figura 19. Detalle del Cuarto 1, Bonampak, Chiapas, México.
45
Figura 20. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đͣ͢͠Ǥ
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el representante del mundo medio, es decir, el mundo de los huma-‐
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entendida como el árbol del centro del mundo, en cuya copa se posa un ave interpretada como el dios Itzamnaaj, deidad del cielo, de la sabiduría e inventor de la escritura, entre otras atribuciones.
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-‐ tical del universo tal y como la concebían los antiguos mayas. La
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ǡ-‐ dica los rumbos del Sol. ïƤǦ Ǥ
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ǡǦ dican la abundancia.
DE LAS PINTURAS MURALES Algunas de las pinturas plasmadas en muros y relacionadas con
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Temprano. La Tumba 1 cuenta con dibujos hechos en dos tonos de
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Figura 21. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đ559.
con línea negra sobre marcos rojos, mientras que en el resto de los
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ǡ en su propio marco hecho con línea roja gruesa. Es decir, para cada Ƥ
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-‐ braba su sentido preciso y no se mezclaba con otros. Los dibujos
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podrían ser los más antiguos del sitio. El tema principal es el espa-‐ cio habitado por los dioses, así como el ordenamiento del mundo en cuatro rumbos. Ƥ
ǡ está la de la Estructura Sub-‐39 del Grupo 6Ĉ-‐ĝěĎde Tikal, Guatemala,
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Ƥǣ personajes, mientras que a la derecha son pro bablemente cinco, pues-‐ to que esta parte de la pintura se encuentra bastante dañada. La pa-‐ leta usada consta de dos tonos de rojo, ocre, blanco y negro. La línea negra de contorno es gruesa, segura y sinuo sa. Se considera que esta pintura anteriormente debía de tener el marco que encerraba la esce-‐
À
ƤǤ Los personajes concurren hacia la escalinata, uno detrás de otro, como si se tratara de una procesión. Parece que los del lado izquierdo tienen mayor importancia, si se considera el espacio más
amplio que hay entre ellos. Tomando en cuenta las posturas, como
ƤǡƤ movimiento: aparecen caminando y gesticulando con las manos
Ǥǡ-‐ pretado como jugadores de pelota. Este basamento pintado, junto
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Ƥ-‐ ría que se trata de este tipo de personajes. Ƥ
×ǡͥͣ͟͝ǡ la Estructura ć-‐ĝĎĎĎ de Uaxactún, Guatemala, se encontró una pintura mural polícroma, ahora desaparecida, debido a que los saqueadores
Ǥǡ el arqueólogo Ledyard Smith la publicó en blanco y negro con una minuciosa descripción, mientras que Antonio Tejeda hizo una co-‐ pia en color.
×
Àǡ las cuales se desarrollan varias escenas que se pueden segmentar ï
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×Ǥ izquierdo hay dos personajes que ocupan toda la altura del regis-‐ ǡ
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construcción; después de ésta el registro se divide horizontalmente mediante una línea roja delgada, por medio de la cual se señalan dos escenas.
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lo cual se indican distintas acciones. Es probable que su tamaño,
así como el espacio que hay entre ellas, sugiera su rango e impor-‐ tancia. La línea de contorno se hizo en color rojo, mientras que las Ƥ
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histórico; según la investigadora Maricela Ayala, se trata del some-‐ timiento de un personaje maya a otro con atributos teotihuacanos.
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-‐ sentación. En el Mural Oeste, primero se dibujó el marco con líneas gruesas en dos tonos de rojo; en su interior se hallan numerosos
Ƥ varios de ellos. Esta manera de dividir el espacio pictórico evoca los códices del periodo Posclásico, sobre todo a aquéllos que provie-‐ nen del Centro de México. Se sospecha que el tema de esta pintura alude a la relación que los mayas de esta entidad tuvieron con la lejana ciudad de Teotihuacan. Las primeras escenas de las pinturas murales de Calakmul, en Campeche, México, se descubrieron en el año 2004. Están ubicadas en la tercera etapa de construcción de la Estructura 1 de la Acrópolis ȋƤ͟͞ȌǤ Sub Ď-‐4, totalmente cubierto con pinturas. Por varias razones, no se
Ƥ
o del inicio del Clásico Tardío. El registro de las pinturas horizonta-‐ les coincide con el espacio arquitectónico, es decir, cada basamento
delimitada con una línea roja que sirve de marco. La paleta cromáti-‐
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ca consta de 15 colores, incluyendo varias tonalidades de azul, que probablemente coincidan con el azul maya. Como es el caso de casi todas las pinturas murales mayas, primero se hizo un boceto de las Ƥ
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Ǧ lizando distintas actividades. No se ha podido dilucidar si el tema
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—como un día en el mercado— o si se trata de la preparación de alguna cere-‐ monia, pues se representaron productos como atole, maíz y taba co.
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ǡ Palenque, Chiapas, México.
48
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o de otro tipo.
primer cuerpo del basamento, por la presencia de una mujer con un ǡ
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pintura maya. En total, son cuatro individuos (todos descalzos): dos mujeres unidas por el acto de dar y recibir una olla, y dos hombres Ǥ
azul, pues es la única que está de pie, además de portar ricas joyas y tatuajes, dirigiéndose hacia otra mujer de la que parece tomar una Ǥ ÀƤ
otros detalles importantes relacionados con los personajes. En el muro occidental de la Casa Ċ del Palacio de Palenque, en Chiapas, México, han pervivido, desde el Clásico Tardío, los dibujos ƪ
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Ǥ Este registro está delimitado en el lado superior por una banda he-‐ cha con elementos angulosos y ondulados, unidos entre sí median-‐ te círculos. Los colores que predominan en esta banda son dos tonos Ǣ
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tonos, así como blanco y negro. En el año 1946 se descubrió inesperadamente la Estructura 1 ǡ±
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-‐ tado también en su exterior, pero hoy día se conservan solamente ÀƤ
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-‐ jor preservadas. La excelencia e importancia de las pinturas llevó a que el arqueólogo Sylvanus G. Morley pusiera a este sitio el nombre de Bonampak, es decir, ‘muros pintados’ en maya yucateco. Las tres cámaras comprenden una secuencia de imágenes concernientes a distintos momentos y actividades de la vida del gobernante Yajaw Chan Muwaan, lo que constituye un testimonio coherente narrado en un lenguaje visual. Este gobernante llegó al po-‐ Óͣͣ͢ǡ
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-‐ tura se erigió posiblemente para atestiguar su autoridad. En el Cuarto 1 se representa la investidura del soberano, para posteriormente realizar una ceremonia; están presentes la nobleza y los músicos. En el Cuarto 2 se presenta una sola escena de la batalla
ǡ
ȋƤͤ͞͞ȌǤ el mural del lado norte se pintó una escalera, y el gobernante, acom-‐ pañado con sus súbditos, está en la cima de los peldaños, al salir victorioso de la batalla, teniendo múltiples cautivos a sus pies. En el re gistro superior se plasman las imágenes de varias constelaciones. En el Cuarto 3 aparecen los soberanos de Bonampak participando en Ǧ
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Ď-‐4, Calakmul, Campeche, México.
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y las paredes interiores se pintaron en su totalidad. Los muros se dividieron horizontalmente, mediante líneas rojas lisas, en cuatro ÓǤ
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rojo ocurren en los espacios cerrados, mientras que las hechas so-‐ bre el azul se desarrollan al aire libre. Se detectaron varias manos de pintores, algo común para las sociedades prehispánicas meso-‐ americanas. El rango de los personajes se distingue por su postura, sus gestos y su indumentaria. Las escenas de distintos rituales se presentan con los personajes situados linealmente, mientras que la batalla tiende a la diagonal, indicando así el movimiento, la rapidez
Ǥ observador, al entrar en estas recámaras, por el vigor del lenguaje plástico, tiene la sensación de participar en todos los hechos allí representados. En varios sitios de la Península de Yucatán, como Xkichmook, Dzibilnocac, Santa Rosa Xtampak y Ek’ Balam, se han encontrado pinturas en tapas de bóveda. De más de un centenar que se conocen ǡÀ
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ÀǤ único personaje representado, con algunas excepciones, es el dios K’awiil. Cuando aparece pintado de rojo, se le presenta esparciendo
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ȋƤ͟͞ȌǢ ocasiones, cuando está hecho con línea negra, no tiene granos, y por ello se le asocia con los gobernantes y su poder.
PARA CERRAR: LOS GRAFFITI Finalmente, es importante considerar los llamados ƥ, ubica-‐ dos en lugares muy variados, en muchos sitios, y realizados desde el Preclásico. Durante mucho tiempo han sido valorados como arte ǤÀ
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ÀÀ-‐ dos. La técnica principal de su elaboración es la incisión. Usualmente se los encuentra en los muros (lugar donde predominan), pero los ǡ
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Tikal, en Guatemala. Merece la pena seguir estudiándolos a partir de las meto do-‐ logías propias de la historia del arte y darles su lugar adecuado
ǡ-‐ monios que nos dejaron los antiguos mayas.
49
II
SUPERFICIES INMORTALIZADAS P OR EL C INCEL Y E L P INCEL Alejandra Martínez de Velasco Cortina
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SUPERFICIES ESCRITAS EN OBJETOS PORTÁTILES
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Figura 25. Cuenta de jadeíta, Templo ĝĎĎĎ-‐sub, Palenque, Chiapas, México.
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ǡǡ ǡ -‐ dad, piedra del último aliento y piedra del aliento precioso son algu-‐ À ǤǡÀǦ
Ǥǡ
ǡ ajorcas, pulseras, collares, diademas, pectorales y anillos embelle cie-‐ ron el atuen do de los gobernantes y altos dignatarios de la corte;
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ȋƤ͢͢͞͡͝ȌǤ El nombre proviene de la época colonial, pues los conquista-‐ DzdzDzÓdzǡ-‐ Ǥ
lo tradujeron como pierre ejade o simplemente jade. La mineralo-‐ Àǡǡ
Ƥ
cuenta su composición, esto es, jade para aquel mineral principal-‐ mente de origen asiático compuesto por silicato de calcio y magne-‐ sio, y jadeíta para el silicato de sodio y aluminio que se encuentra en América. Cabe destacar que los minerales que componen tanto al jade como a la jadeíta son de color blanco, y es más bien la inclu-‐ sión de ciertos metales la que le da su característico tono verde. El contenido de cromo, por ejemplo, da un verde claro; y el cobre y hierro, el muy apreciado color verde intenso. La jadeíta en bruto es parecida a cualquier otra piedra de río; es el núcleo el que muestra su color, tema que sorprende, pues desde tiempos muy antiguos los olmecas del periodo Preclásico la seleccionaron entre otras piedras
52
Ƥǡ
-‐ zas de calidad única. Hasta hace poco tiempo se pensaba que los mayas antiguos obtenían esta piedra exclusivamente de ríos de la región del Mota-‐ gua, Guatemala. Sin embargo, recientes investigaciones han locali-‐
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×
±ǡ ± Ǥǡ-‐ cia de otros componentes utilizados dentro de la plástica maya, los de uso suntuario —entre ellos la jadeíta—, procedían por lo gene-‐ ral de lugares lejanos, tema que habla del comercio a larga distan-‐ cia y del aprecio por estos materiales. Una de las características de la jadeíta, además de su bello color verde, es su excesiva dureza. Es un material tan duro que no es posible trabajarlo más que con herramientas de metal —no usadas práctica-‐ mente en ningún área de Mesoamérica—, o con una piedra de consis-‐
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ǡ
comunes, es la única roca que se encuentra en América con estas ca-‐ racterísticas, razón por la cual se ha sugerido que las herramientas para À
ÀǤ-‐ dios en tecnología lítica describen la percusión, la presión y el desgaste como los métodos de trabajo de los artistas mayas. Para eliminar ma-‐ terial del bloque total, se golpeaba con un percutor hasta llegar al nú-‐
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×À lascas de piedra más pequeñas; y, por medio del desgaste con polvo de cuarzo se lograba el aserrado y pulido; los ahuecados se hacían con piedras cilíndricas girándolas con el abrasivo.
×
ǡ permanencia en el tiempo, por su portabilidad y por la extensa gama de temas descritos en ella, así
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tipo códice, que han sobrevivido mitos, rituales, ceremonias, escenas de la corte y representaciones de ǡȋƤͤ͢͞͞ȌǤ×
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medio invaluable para el conocimiento de la cultura maya. Los contextos arqueológicos en los que se ha encontrado —entierros, palacios y viviendas, cuevas y cenotes—±
Ǥ Aunque existen diversos estilos de cerámica pintada en el área maya, sin lugar a dudas, puede hablarse de una tradición cerámica única. El barro utilizado se extraía de cada región y de su calidad
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× alta con la humedad. Sin embargo, de manera general, puede decirse que la cerámica maya es compacta y ǡ
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degradación. Incluso ha sobrevivido a la humedad y a la abrasión por parte de las rai ci llas de los árboles cuando se la halló enterrada, quedando exclusivamente las marcas decoloradas de las mismas. En términos generales, el proceso de producción consistía en la selección del barro, al cual, en al-‐ gunas ocasiones, se agregaron minerales, como la mica, que proporcionaron mayor plasticidad y mejo-‐
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la pieza. En la mayoría de los casos se utilizaron engobes, principalmente de color naranja, rojizo o
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±ǡ—en tono
±—, para después rellenar los espacios con una reducida paleta cromática, con la excepción de tonos más vivos, como el llamado azul maya, que se encuentran en la cerámica decorada poscocción, la
×
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ȋƤͣ͞ȌǤ Los artistas mostraron gran destreza y habilidad en la realización de sus vasijas, pues las variadas técnicas de decoración que utilizaron son prueba del avanzado conocimiento metodológico que poseían. Llama la atención el complejo método empleado para lograr los motivos de la cerámica conocida como óxido-‐reducción o decoración en negativo, el cual consistía en colocar una resina sobre las zonas del engobe que querían oscurecer. Durante la quema, y antes de que se evaporara la resina, estas áreas se re-‐
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Àǡ como resultado dos tonos, uno claro —el tono del engobe— y uno oscuro pero con cierta transparencia. ×
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Figura 26. Vasija estilo códice, Calakmul, Campeche, México.
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ǡ Copán, Honduras.
Papel ±
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ǡ sólo sobreviven el Códice de Dresde, el Códice de París y el Códice de Madrid, los cuales se encuentran
ȋ±DzdzȌǤ-‐ ticidad del llamado Códice Grolier, único manuscrito resguardado en México, aún sigue en debate. Las razones de que se conserven tan pocos ejemplares se deben principalmente al rápido proceso de
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Ǧ lonial, debido a que los consideraron compendios de idolatrías. ÀƤ
ÀƤ
×
Ǥ ǡ
través de datos conocidos para la producción de papel, tales como las crónicas coloniales; los resulta-‐ dos de los análisis microscópicos hechos a códices por Rudolph Schwede, a principios del siglo ĝĝ; y la recopilación de las técnicas actualmente utilizadas en comunidades mexicanas.
53
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Ƥ el suceso o la ceremonia.
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Ǧ tradas en un basurero, junto con muchos ornamentos de concha ma-‐ ǡ͢͝ǡ±
este material.
Superior: Figura 28. Vasija estilo códice de procedencia desconocida, Đ1185. ǣ Figura 29. Concha tallada procedente de Piedras Negras, Guatemala.
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Ficus cotinifolia,
Ǥ Códice de Dresde
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ǡƤǤ ǡ
ǡƤÀ ser sometida a varias etapas de un proceso antes de poder utilizarse para hacer papel. Al parecer, se cor-‐ taban las ramas del Ficus
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ǢƤ remover las resinas solubles —látex—; se calentaba en agua con cal y, por último, se enjuagaba en agua Ǥ±
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eran golpeadas con unas piedras estriadas llamadas machacadores, para unirlas entre sí. Finalmente, se dejaba secar el papel para luego alisarlo con piedras pulidas —herramientas encontradas en contextos ×
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Àǡ con el nombre náhuatl de amatl o papel amate.
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ÀƤȋƤͤ͞ȌǤ
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×
-‐ gaba a manera de biombo, lo que daba como resultado un libro de dimensiones accesibles para su manejo cuando estaba doblado, y que, al desplegarse, permitía observar toda la secuencia temática plasmada entre hoja y hoja. Se sabe, por representaciones principalmente en objetos de cerámica, que las cubiertas —se-‐ guramente de madera—
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para los escribas y artistas, y elaborar instrumentos musicales de viento utilizados en diversas ceremo-‐ Ǥ
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Ƥ
ȀǤ La música jugó un papel sumamente importante dentro de la cultura maya, pues siempre acom-‐ pañó a los rituales y las ceremonias. Los textos y las imágenes en vasos mayas muestran que las trompe-‐
54
Hueso -‐
Ǥ existen dudas sobre la procedencia inicial de algunos de los hue-‐ ǡ
×
Ƥ
À
ǡ
×-‐ bre de la víctima y el lugar donde había sido capturado en textos ±ȋƤ͟͜ȌǤ± la posibilidad de que, en ocasiones, los huesos hayan sido retirados de un personaje importante, para darle así un carácter de reliquia. Esta propuesta surge de la ausencia en entierros de determinadas partes de la osamenta de gobernantes. Sin embargo, esta carencia po-‐ À
ǡƤ
× tomarse con cierta cautela. El entierro de Jasaw Chan K’awiil, gobernante de Tikal, Guate-‐ ǡ
Ƥ
Ǥͣ͟Ǧ dos encontrados en su tumba, destacan aquéllos que representan al À
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SUPERFICIES ESCRITAS EN TEMPLOS Y PALACIOS Ƥ
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Ǧ ron utilizados como soporte de bellos ejemplos de la plástica ma ya y Ǥ
×
ǣ pintura en un plano y el estuco en alto relieve. El alto relieve requiere Ƥ
color, así como la del escultor para modelar en volumen. Sin embargo,
×ǡÀ
Ƥ
que lo soporta, son los mismos que se utilizaron en la tradición pictó-‐ rica maya, razón por la cual se incluyen en este apartado.
Figura 30. Hueso tallado, Entierro 116, Tikal, Guatemala.
55
Figura 31. Espina de raya tallada.
56
Muros En los muros de piedra estucada de los templos mayas se plasmaron escenas de diversa índole, algunas
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una práctica común entre los antiguos mayas. Por el estilo naturalista y belleza en el lenguaje plástico, y
×
×
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ǡǡ en Guatemala, de Bonampak, en Chiapas, y de Calakmul, en Campeche, son los ejemplos más comple-‐
×
ȋƤͥ͟͝͞ȌǤ
××Àǡ lograr una creación exitosa se necesitaba una preparación cuidadosa de cada uno de los sustratos. Un
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-‐ ción de la capa pictórica, y la paleta mal preparada o aplicada no permitiría la permanencia de los colo-‐ res. Aparentemente, en la elaboración de la pintura mural intervino más de una disciplina: en primera
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diseñaba y trazaba las imágenes y los textos para luego aplicar el color. ±ǡ
caliza y arena de cal (sascab’), o arena de sílice (jiȌǤ±Ƥ
adición de una sustancia orgánica aglutinante, que se piensa provendría de la corteza de ciertos árbo-‐ les. La capa pictórica que cubriría el enlucido, de acuerdo con los análisis realizados por María Luisa Vázquez de Ágredos en pinturas murales de algunos sitios de las Tierras Bajas, se aplicaría sobre un
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necesaria utilización de un elemento aglutinante para los pigmentos, que aparentemente se obtuvo del exudado de algunas especies de árboles (gomas vegetales) y de ciertas orquídeas (mucílagos). Para la extensa paleta cromática que se ha observado en los murales, se utilizaron pigmentos, algu-‐ nos colorantes de origen vegetal o la combinación de ambos. El complejo orgánico-‐inorgánico más cono-‐
ǡ
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× colorante índigo o añil en minerales arcillosos (atapulgita para azul, sepiolita para verdes). Al reproducir el azul maya en laboratorio, a través de diversos experimentos, se pudo observar que para lograr una pasta homogénea no basta con incorporar los componentes, pues la integración de los materiales sólo se logra al elevar la temperatura y el tiempo, y es hasta entonces cuando las arcillas permiten la penetración del colorante en sus poros, lo que da como resultado un nuevo compuesto sumamente estable. Al exceder la temperatura de 250°Cǡǡ
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cocción.
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Àǡ muestran que la tradición de la pintura mural existió desde tiempos muy tempranos entre los mayas,
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Ƥǡ los resultados de investigaciones recientes muestran una constante en las Tierras Bajas con variantes subregionales. Por ejemplo, en los murales de Bonampak se utilizó lo que la investigadora Diana Maga-‐ ±
Dz
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dzǡ artistas complementaban, tanto en la preparación de los enlucidos como de la paleta cromática, las pro-‐ piedades aglutinantes de la cal con las características adhesiva y plástica de gomas y mucílagos vege-‐ tales. Es decir, agregaban mucílagos vegetales al enlucido de cal y arena, y mezclaban los pigmentos con cal y estos aglutinantes vegetales. Esta técnica mixta dio como resultado una mayor permanencia del
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sobre el enlucido pictórico antes de comenzar a trabajar; preparaban los pigmentos con arena de sílice,
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muy saturados. ±
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ǡ lo que hace más complejo el trabajo. Si bien su ejecución involucra los mismos materiales que los de la pintura mural, la técnica tuvo ciertas variaciones. Para lograr el panel del Templo ĝĎĝde Palenque, Chia pas, México, los artistas prepararon el muro con un enlucido, donde la porción perdida de la nariz ǯ
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modelo en un área delimitada del muro preparado. La disciplina artística requirió habilidades tanto
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ǡƤ iba co brando vida poco a poco. La pérdida parcial de elementos decorativos en la ajorca del brazo y la pechera, así como en otras áreas del cuerpo de Upakal K’ihnich, indica que varios de los elementos
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del Sol y de nuestros ojos durante siglos. × Como parte de esta tradición pictórica, por involucrar los mismos procesos técnicos y artísticos, están
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Figura 32. Tapa de bóveda 3, Dzibilnocac, Campeche, México.
SUPERFICIES ESCRITAS EN ESPACIOS NATURALES
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antiguos concibieron al universo. Dentro de este paisaje, la cueva juega un papel muy importante, pues
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ǡ-‐ brenaturales, cuyas actividades —se pensaba—
Ǥ ello que la cueva se convirtió en un sitio de gran actividad ritual, donde los antiguos mayas dejaron imá-‐ ÀƤ
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De manera general, tanto las imágenes como los textos que se han encontrado en cuevas son monocromos, trazados sobre todo con línea negra —posiblemente carbón— directamente sobre la roca.
SUPERFICIES ESCRITAS EN PIEDRA MONUMENTAL Dentro de los espacios arquitectónicos, colocados en lugares estra-‐ tégicos —principalmente en las grandes plazas o adosados a los mo-‐ numentos— destaca el representativo legado de escultura en piedra creado por los mayas. Sus artistas esculpieron la piedra para relatar, representar y calendarizar su historia —tanto en tiempo real como mítico—ǡ
ǡ
hombres y dioses o destacar las acciones del hombre-‐dios encarnado ǡ
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Ǥ Si bien puede hablarse de una tradición escultórica única, que
ǡ
±-‐ rencias que existieron en las calidades de la obra, así como en la pre-‐
ǤÀ
×ǡ lograron que sus realizaciones plásticas trascendieran en el tiempo.
Figura 33. Pintura 2 del Grupo 2 de la cueva de Joljá, Chiapas, México.
58
±
—como es el caso de los olmecas, que transportaron enormes rocas a lo largo de grandes distancias para retratar a sus gobernantes—, los mayas tuvieron la predilección, con pocas excepciones, de utilizar materiales locales para su producción artística. Las características que los artistas mayas buscaron para la talla
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Ǧ rramientas a las que tenían acceso, cualidades que encontraron en tres tipos de piedra principales: caliza, arenisca y toba volcánica. La piedra
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ǡ que endurecía con el tiempo y al contacto con el aire. Las característi-‐
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determinó también la permanencia y la calidad de la obra. Las cante-‐ ras utilizadas para la producción artística de la ciudad de Calakmul, por ejemplo, dieron acceso a una piedra porosa sujeta a un alto grado ×ǤÀ
en los bloques de caliza de Cobá, Quintana Roo, provocaron la rápida pérdida de los textos y las imágenes tallados. Tikal, en cambio, tuvo acceso a una gran variedad de piedras de origen calcáreo, desde una de Ƥǡ×
×ÀƤ
Ǥ-‐ tistas palencanos, por su parte, utilizaron una piedra caliza densa y de ƤǡÀ
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En las canteras de las ciudades de Toniná, Chiapas, México y Quiriguá, Guatemala, se encontraron
Ǥǡï una roca ígnea llamada riolita. Por su parte, los artistas de la ciudad de Copán, Honduras, tuvieron ac-‐ ceso a un excelente material para el trabajo escultórico, esto es, una toba, o basalto de origen volcá ni co; no obstante, el basalto presenta nódulos de pedernal que los escribas bordearon hábilmente o integraron a sus composiciones.
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Ǥǡ dinteles y las jambas que adosaron a los muros de templos y palacios, así como las bancas que decoraron aposentos reales, son muestra de una producción privada destinada exclusivamente a gobernantes y
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ǡǦ tacaron por la predilección en el uso y la destreza en la realización de alguna de ellas. La ciudad de Toniná, ǡ
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ajaw, erigidos al Ƥ
k’atuun o periodo de 20 años, razón por la cual son llamados altares ajaw. Otra de las obras
ȋƤͣ͝ȌǤ Los escultores de la ciudad de Quiriguá desarrollaron un estilo único de altares. El ejemplo más
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Ǥǡǡ× un ingrediente personal: colocar en sus plazas el grupo de estelas más altas del Clásico, entre las que destaca la Estela Ċǡ͜͝ȋƤ͢͞͝ȌǤ Calakmul, la ciudad con mayor número de estelas conocidas, utilizó este tipo de monumentos para
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ǡ-‐ bres y mujeres representados de manera individual, pero colocados uno al lado del otro en sus plazas. En ǡ
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Ǥ En algunas ciudades mayas, el escriba-‐artista dejó un compendio documental único sobre los Ƥ
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ǡ largo dentro del área maya. La creación plástica de Piedras Negras, Guatemala, se destaca por la decoración de los muros de Ƥ
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estelas-‐nicho, donde retratan al gobernante en postura sedente, en el momento de su entronización. Tanto las estelas como los tableros son singulares por combinar la talla tridimensional, en la escena
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ȋƤ͢͝ȌǤ En la ciudad de Yaxchilán, en Chiapas, México, los escribas-‐artistas concordaron textos con imágenes en los dinteles de vanos de templos y aposentos residenciales. La constante representación del conocido Kokaaj B’ahlam ĎĎ
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Àǡǡ co mo los del Grupo de las Cruces, localizado en la parte alta de este centro. Los ejemplos más complejos y Ƥ
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59
de cortar y transportar la piedra no tuvieron nada que ver con la talla de los personajes y textos. Por evidencias arqueológicas, donde
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ǡ puede suponerse que el artista-‐escriba era el último en participar ȋƤ͟͠ȌǤ
SUPERFICIES ESCRITAS EN MADERA TALLADA
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ǡ el alto grado de deterioro de la madera, provocado por las elevadas temperaturas y la humedad selvática del área maya, no ha permitido la sobrevivencia de muchos ejemplos. Los vestigios arqueológicos muestran la utilización de made-‐ ras tropicales, tales como el chicozapote y la caoba, maderas duras y resistentes al clima, pero no al paso del tiempo. El investigador Mi-‐ chael D. Coe propone que la talla de estas duras maderas se hacía ǢƤ
ÀǦ cesaria utilización de gubias, o cinceles metálicos, que hasta ahora no se han encontrado en el área maya, por lo que esta sugerencia pare-‐ ce ser la más acertada. El ejemplo que destaca dentro de esta categoría es, sin lugar a duda, el Dintel 3 del Templo Ďě de Tikal, que muestra al gobernante ǯǯ
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es la de su traslado a Basilea, Suiza, en el siglo ĝĎĝ.
Figura 34. Estela inconclusa de origen desconocido.
60
Figura 35. Dintel 3 de la Estructura 5Ĉ del Templo Ďě, Tikal, Guatemala.
61
III
CONTEXTOS ARQUEOLÓGICOS DE L AS I NSCRIPCIONES CLÁSICAS Lynneth S. Lowe
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-‐ la región en los siglos ĝěĎĎĎ y ĝĎĝǡ
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×ȋƤͤ͟ȌǤͤ͝͠͝ǡ Stephens, en su obra Incidentes de viaje a Centroamérica, Chiapas y Yucatán, lo expresó así:
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otras; pero existe la posibilidad de creer que toda esta región estuvo alguna vez ocupada por la misma ra-‐ za, que hablaba la misma lengua, o, al menos, que tenían los mismos caracteres escritos.
ͣ͟Ǥċ, Copán, Honduras,
Figura 38. Casa Ć del Palacio, Palenque, Chiapas,
según Frederick Catherwood (1841).
según Frederick Catherwood (1841).
MONUMENTOS Y CIUDADES ANTIGUAS
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teniente José Antonio Calderón llevadas a cabo en Palenque por instrucciones de la Corona española, la
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ƤǤ Más adelante, el siglo ĝĎĝ representó de manera destacada la época del descubrimiento de los an-‐ ti guos mayas para la cultura occidental. Viajeros, exploradores y arqueólogos pioneros dieron inicio a investigaciones ulteriores que revelaron los alcances de esta compleja civilización a lo largo del sur de México, Guatemala, Belice y Honduras. Así, personajes como Juan Galindo, Frédéric de Waldeck, John ǡ
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del escenario cívico y ritual de las grandes urbes abandonadas durante siglos en el corazón de la densa
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ǡ en arduas condiciones por estos pioneros, el mundo pudo apreciar la importancia y complejidad de una
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lo demostraba su elaborada arquitectura, escultura y cerámica.
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×ǡǦ chas ocasiones optaron por interpretarlos como evidencia del contacto con civilizaciones del Viejo ǣ
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—prácticamente idénticas en sitios tan lejanos como Palenque, en Chiapas, México, y Copán, en Honduras—×
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64
Palenque y Yaxchilán, en Chiapas, México, Tikal y Quiriguá, en Guatemala, y Copán, en Honduras, re-‐ presentaron en aquel momento ejemplos extraordinarios de la preservación de la traza arquitectónica y la
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aún estaban delimitadas por las imponentes imágenes de los gobernantes inmortalizados en estelas y al-‐ ȋƤ͟͢͠͝ȌǢ
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Ǧ ciones, danzas y rituales religiosos, alianzas matrimoniales, conquistas bélicas y toma de cautivos, ǡ
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× de carácter mitológico, relacionada con la creación del mundo y el nacimiento de los dioses.
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-‐ dido su ubicación original. Gracias a los resultados de numerosos proyectos de investiga ción arqueológica que se han desarro-‐ llado en la región, hoy se sabe que las estelas y otros monumentos esculpidos constituyeron un rasgo distin ti vo del periodo Clásico, aunque su uso se inició desde épocas anteriores. Por lo general, las estelas más Ƥǡ
×× durante el periodo Clásico Tardío. Algunas de ellas conservan todavía restos de pigmento de color rojo y, en el caso de las estelas lisas, resulta posible que originalmente estuviesen decoradas con dise ños pintados. De acuerdo con los investigadores Stephen Houston y Takeshi Inomata, las estelas que estaban ubica-‐ das en las grandes plazas no sólo eran apreciadas por la élite, sino por gran parte de la población local; pero en el caso de los dinteles y las lápidas, que decoraban templos y palacios, resulta evidente que estaban
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ǣdz-‐ men). En cambio, muchos de los dinteles y lápidas incluyen a los gobernantes y a otros miembros de la élite participando en rituales íntimos y reuniones de la corte, la mayoría de las veces con atavíos menos ostento-‐ ȋƤ͠͞ȌǤ
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del gobernante llamado K’ihnich Janaab’ Pakal (615-‐683), en el Templo de las Inscripciones de Palenque,
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Figura 39. Estela 35, Yaxchilán, Chiapas, México.
65
necieron in situ, conservando su ubicación y disposición originales ȋƤ͟͠ȌǤǡ
À también ha recuperado evidencias de destrucción o mutilación inten-‐ cional de esculturas en sitios como Toniná, en Chiapas, y Calak mul, en Campeche, México, Nakum, Piedras Negras, Quiriguá o Tikal, en Guatemala, que podrían representar un testimonio de los procesos violentos dirigidos contra las dinastías gobernantes en aquella época ȋƤ͠͠ȌǤ
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Ƥ-‐ dos intencionalmente.
CONTEXTOS FUNERARIOS DE LA ÉLITE
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đ5-‐1, Dos Pilas, Guatemala.
66
Otro tipo de contexto arqueológico de gran importancia, que ha per-‐
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ǡ los entierros de los gobernantes y miembros de la realeza. En tales
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ǡ-‐ catorios, que incluyen lo que originalmente se denominó Secuencia Primaria Estándar, y que actualmente se conoce como Fórmula Dedi-‐
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al poseedor o al personaje que había realizado la dedicación o consa-‐
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(vaso, plato, etcétera) y su contenido, además del nombre de su pro-‐ pietario. Gracias a estas inscripciones, ahora se sabe que el contenido de estas vasijas podía ser cacao, atole o tamales, entre otros alimentos y bebidas destinados a acompañar a los grandes señores en su viaje Ǥ
Ǧ laciona por lo general con exploraciones arqueológicas intensivas llevadas a cabo penetrando en el núcleo de los grandes basamentos piramidales, muchas veces a través de una cuidadosa excavación, por medio de túneles o pozos de sondeo. En la actualidad, se cono-‐
Ǧ pitales de mayor importancia o a sus parientes cercanos, los cuales han contribuido en gran medida a nuestro conocimiento de las di-‐ nastías gobernantes y sus prácticas mortuorias, por lo que vale la pena mencionar algunos ejemplos representativos (véase “Su alien-‐ ×Ǥ
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× inscripciones estuvo asociado al ha llaz go de la Tumba Ć͝Ȁ͝ Ha, Belice, la cual contenía los restos de un importante dignatario de-‐ positado dentro de un gran templo en el centro de la ciudad. El ajuar
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À de 400 objetos: ornamentos de jadeíta y concha, perlas, una espina
Figura 41. Conjunto de estelas, Calakmul, Campeche, México.
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Figura 42. Dintel 14 in situ, Yaxchilán, Chiapas, México.
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×Ǧ dice casi desintegrado. En este contexto apareció también un par de ǡ
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u tup, ‘su orejera’, así como su pertenencia a un personaje, y representó el
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orejeras de Altun Ha co rresponde la siguiente lectura, propuesta por Harri Kettunen y Christophe Helmke: ‘Ésta es la orejera de la Señora ȋǫȌȋǫȌǡǯǯǯǤ
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× las orejeras y el personaje enterrado en la tumba, cuyos restos óseos Ƥ
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otras inscripciones complementarias que corroborasen tal identi-‐ dad. Los ornamentos podrían representar, entonces, una reliquia o
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Ǥ embargo, en otras ocasiones sí ha re sultado posible establecer con certeza la relación entre los objetos y sus propietarios. ÀƤ
-‐ tes basamentos piramidales del centro de Tikal, Guatemala, destaca el Entierro 116, hallado en 1962 por los investigadores de la Univer-‐ sidad de Pennsylvania a partir de una serie de túneles excavados en el núcleo del Templo ĎȋƤͤ͞͞ȌǤ Ƥ
ǯǡ-‐ nantes más destacados y poderosos de toda el área central durante
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× ubicación y cronología, así como por las inscripciones registradas Ǥ-‐ taba colocado sobre una banqueta cubierta con una piel de jaguar y una estera, con un suntuoso atavío que incluía abundantes mate-‐ riales importados, como jadeíta, perlas y conchas. Estos elementos
×
de varias vueltas, así como de los brazaletes, ajorcas y orejeras. La
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de alabastro, varios espejos de pirita y una espina de raya. De es-‐
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-‐ mentos de mosaico de jadeíta, cuya tapa representaba un retrato
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Ǧ tro k’atuunes. Como caso único, puede destacarse también la presencia de un conjunto de 89 huesos trabajados, agrupados en una de las esqui-‐ ǡͣ͟
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-‐ meros, del dios del Maíz y del dios K’awiil como cetro maniquí, la
Figura 43. Dintel de madera, Dzibanché, Quintana Roo, México.
imagen de un cautivo atado, así como una mano sosteniendo un pincel, entre otros. En uno de ellos se muestra la escena en la cual el propio Jasaw es transportado en una canoa por los dioses Remeros ȋƤ͠͡ȌǤ
Ǧ ǡ como un evento celeste que conmemoraba el día de la creación en-‐ tre los antiguos mayas. Dado que no hay evidencia de que el dignatario
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probable la segunda interpretación. ǡ
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ǡ es el de la tumba del gobernante Yuhkno’m Yihch’aak K’ahk’, tam-‐ bién conocido como Gran Garra de Jaguar (686-‐695), de Cala k mul. ĎĎ. El gobernan te
ï momento de su entierro, ataviado con un tocado completo y nume-‐ À
Ǥ
-‐ nectaba con otra cámara secundaria, donde se hallaron los restos óseos de una mujer, probablemente una de sus esposas. Como par-‐ vasijas con decoración polícroma, algunas de las cuales registra-‐ ban el nombre de su propietario. Entre ellas se puede mencionar un
69
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ǣulak Yuhkno’m Yihch’aak K’ahk’, es decir, ‘el plato de Yuhkno’m Yihch’aak K’ahk’’. En situaciones como ésta, donde el contexto arqueológico presenta eviden-‐ cias coincidentes con respecto a la cronología y a los materiales asociados, resulta claro que las inscripcio-‐ Ƥ
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Ǧ do con Erik Velásquez García, es importante considerar el hecho de que los nombres pintados o grabados en objetos portátiles hallados en las tumbas mayas no siempre corresponden a los ocupantes de los entierros,
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avance de los nuevos descubrimientos.
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UNA ESCRITURA JEROGLÍFICA ±
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IV
LOS I DIOMAS: HISTORIA Y D IVERSIDAD Tomás Pérez Suárez
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Ǥ ǡ ïǦ me ro ayuda a desterrar la idea popular de que los mayas, después del
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Las primeras evidencias de ocupación humana en el territorio maya se remontan a más de 10000 años a.C. Bandas nómadas de cazadores-‐recolectores deambularon, a lo largo y ancho de este espacio, por más de 8 000 años antes de que se hicieran agricultores y sedentarios. À
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× lingüística de quienes los hicieron. Puede suponerse, por la continuidad de algunos patrones tecnológi-‐
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lingüístico mesoamericano. Los lingüistas, basados en métodos glotocronológicos (medición del cambio que una lengua ex-‐ perimenta a través del tiempo), proponen que todas las lenguas mayas actuales derivaron, a través de un largo proceso histórico y cultural, de una lengua común hoy extinta, denominada protomaya. Ésta,
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×
-‐ renciación interna que dio como resultado las 31 lenguas que actualmente se reconocen como mayas. De ellas, solamente dos, el chicomucelteco y el choltí, son lenguas muertas; las otras 29 continúan siendo la principal vía de comunicación entre los pueblos mayas contemporáneos. Cabe señalar que estas lenguas no se encuentran en igual situación respecto al número de hablantes. Algunas están a punto de desaparecer o sólo cuentan con pocos cientos de hablantes, como el itzá y el lacandón; otras, como el yucateco, el cakchiquel, el mam y el kekchí, tienen varios cientos de miles, o el quiché, que rebasa el millón de hablantes. Durante el ĎĎ milenio a.C., en gran parte del territorio mesoamericano surgieron los primeros asen-‐ tamientos humanos permanentes, producto de una economía basada en la agricultura, sobre todo en el cultivo del maíz. Fue entonces cuando las comunidades aldeanas iniciaron la producción de vasi-‐ ǡƤ
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Ǥ Entre 1200 y 500 a.C., la producción de vasijas y otros objetos de cerámica se volvió una tradición cultural común a todos los grupos que habitaban el área maya. Es a partir de ese momento que se tiene
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Chiapas y Tabasco, México. ǡ
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×À objetos—
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de hablantes mayas. La escritura maya, enriquecida en sus orígenes por la tradición mixe-‐zoque —como puede observarse en los ejemplos tempranos de San Bartolo, Guatemala, y en varios sitios de Belice— se
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Ǥ Después del colapso del Clásico, aunque no con la misma exuberancia e intensidad, la tradición se mantuvo hasta el momento del contacto con los conquistadores y colonizadores españoles. Muestra de ello son los
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Ǧ cumentos, en tiempos coloniales, por los portadores de la nueva religión.
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de la segunda mitad del siglo ĝěĎǡ×ǡǡDz dz
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Figura 48. Tzotziles, Chamula, Chiapas, México.
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DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE LAS LENGUAS MAYAS
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ǡǦ sión, cubría un territorio aproximado de 325 000 km². Abarcaba los estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Quintana Roo y la par-‐ te este de Chiapas y Tabasco, así como todo Belice, Guatemala y la porción occidental de Honduras y de El Salvador (véase “Introduc-‐
×ǣdzȌǤ Cuando se observa un mapa de lenguas de esta área cultural, la
a sur. Lo primero que salta a la vista es la gran extensión que ocupan los hablantes del maya peninsular o yucateco. Éstos habitan práctica-‐ mente toda la Península de Yucatán, terrenos llanos, sin ríos y carentes
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Ǧ ción. Esta homogeneidad lingüística acaso también tiene que ver con
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Ǥ Las Tierras Bajas centrales, donde ocurrió la gran eclosión cul-‐
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ǡǡ -‐ ras. Limitan, al norte, con la base de la Península de Yucatán y, al sur, con las primeras estribaciones de las tierras altas de Chiapas y Gua-‐ Ǥ
ǡ que se da al ancestro del chol, chontal, chortí y choltí, grupo de len-‐ guas que se originaron en esa porción central del área maya después Dz
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—un idioma ahora extinto—ǡ la lengua utilizada en las inscripciones del periodo Clásico y, por lo tanto, una reconstrucción de ésta es la que se utiliza para las actua-‐
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inclusive que, desde el Clásico Tardío, en los textos puede observarse
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ÀȌ occidental (chol y chontal). Por su parte, las tierras altas de Chiapas —y en especial las de Gua-‐ temala— muestran una gran diversidad lingüística, producto en parte del accidentado paisaje, surcado de cañadas y altas estribaciones, así
ǡǦ y otomangues (chiapaneca) en el occidente y en el sur, como de hablan-‐ tes lenca, xinca, jicaque y pipil que habitaban en Honduras, El Salva dor y el sur de Guatemala. Aquí existe la mayor diversidad lingüística de toda el área maya; muchas de las lenguas, que ahora se conocen, se localizan en este accidentado territorio de Chiapas y Guatemala.
Hoy en día se reconoce la existencia de 26 a 31 lenguas mayas, pero el ïƤ±ïǤƤǦ ción se debe a que algunos autores consideran lenguas lo que sólo son
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Figura 50. Tzeltal, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México.
variantes dialectales (un dialecto es la variante regional de una len-‐ ǡ
-‐ nicación) y, en otros casos, algunas variantes dialectales sumamente
ǤǦ cien tes se ha optado por reconocer la existencia de 31 lenguas agru-‐ padas en cuatro grandes ramas, un criterio adoptado en este trabajo.
La primera rama que se separó del tronco ancestral denominado pro-‐
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× hace más de 4 000 años. Una hipótesis postula que la separación ocu-‐ rrió cuando grupos hablantes de mixe-‐zoque se asentaron en la costa ±
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las lenguas mayas. Sin embargo, no se sabe cómo se originó el chico-‐ mucelteco, lengua muerta de esta misma rama, que se hablaba en el mu nicipio chiapaneco de Chicomucelo, pero muy distante del terri-‐ torio huasteco. Algunos trabajos señalan que éstos migraron, en el perio do Posclásico, de la región Huasteca hacia el territorio que ocu-‐
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×
×-‐ rante el periodo Posclásico Temprano, cuando grupos de yucatecos migraron al sur, hacia la región del Petén guatemalteco. Éstos, esta-‐ blecidos en territorios que antes ocuparon hablantes de la rama cholana, dieron origen a las lenguas itzá y mopán. Los primeros se asentaron en torno a los grandes lagos de Petén, donde estaban ƪ
Óǡ quienes no los pudieron someter hasta el siglo ĝěĎĎ. Los hablan-‐ ǡǡ
× que comparten Guatemala y Belice, donde se localizan actualmente. Finalmente, los lacandones, que ahora habitan en las selvas chiapa-‐ necas del mismo nombre, son grupos hablantes de yucateco que lle-‐ garon a este territorio durante los siglos ĝěĎĎ y ĝěĎĎĎ, huyendo de la región peninsular debido a la expansión colonial española.
Fugura 51. Tsutujil, Santiago Atitlán, Guatemala.
paban en Chiapas. Otros consideran que se trata de un grupo que quedó en el área maya antes de la separación del huasteco.
ǡ cua tro lenguas: yucateco o peninsular, itzá, mopán y lacandón. La extensión del yucateco por toda la península es prueba de su arrai-‐ go y antigüedad en este espacio. Puede suponerse, entonces, que los constructores de los innumerables centros arquitectónicos de es-‐ ta región del área maya hablaban yucateco. Algunos investigado-‐
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ǡÀƤ
va rios sitios localizados en la Península de Yucatán estaban escritos
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Ƥ periodo (en Ek’ Balam), y al inicio del Posclásico (en Chichén Itzá), se empezó a escribir en lengua yucateca. Sin embargo, cabe se ñalar que de tiempos coloniales existen numerosos documentos, escritos con caracteres latinos pero en lengua yucateca, que registran la con-‐ ÀǤ El ritual de los Bacabes, los Cantares de Dzitbalché, la Crónica Yaxkukul, el Códice Calkiní, los libros llamados Chilam Balam y muchos otros testimonios son prueba de ello.
80
Otra importante división del tronco lingüístico ocurrió entre los años ͜͜͜͜͜͝͡͝ǤǤǡ
ǣ
-‐ tal y la oriental. La occidental comprende a las lenguas cholanas de las Tierras Bajas centrales, así como a las tzeltalanas de las tierras altas ǡ
× Chiapas y Guatemala. Por su parte, la rama oriental agrupa a las len-‐ guas mameanas y quicheanas, habladas principalmente en las tierras altas de Guatemala. Se tienen evidencias lingüísticas y arqueológicas para suponer que los constructores de los muchos e importantes centros arquitec-‐ tónicos localizados en las Tierras Bajas centrales, desde Comal calco,
ǡǡ Honduras, durante el periodo Clásico hablaban una lengua cholana. ÀƤ
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ͣ͡τǦ tos mayas conocidos. En este espacio, se habla actualmente chontal
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À de Guatemala y Honduras. El choltí o lacandón histórico, que se extinguió en tiempos coloniales, se hablaba en la zona selvática de Chiapas y en el sur del Petén guatemalteco. El origen de estas cuatro
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dzǡ que se rompió la unidad cultural y la comunicación entre los hablan-‐ tes de cholano que ocupaban las Tierras Bajas centrales. Esta ruptura
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len guas distintas. ǡǡ en las tierras altas de Chiapas y sus miembros comparten, en gene-‐ ral, la misma cultura. Sin embargo, a pesar de las semejanzas, no pueden considerarse dialectos, sino lenguas distintas. Este grupo se
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Bajas, que evidencian la lengua vernácula de la región.
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kanjobalano, el cual se inserta como una cuña entre las lenguas de las tierras altas de Chiapas y las de Ǥ
×
×
-‐ jeano se separó y dio origen al chuj, que se habla en la región montañosa de los Altos Cuchumatanes, y al tojolabal, cuyo mayor número de hablantes se localiza en el municipio chiapaneco de Las Margaritas y en otras regiones vecinas. Las otras cinco lenguas del grupo kanjobalano se ubican al sur de los chu-‐ jeanos. El kanjobal, jacalteco y acateco se hablan principalmente del lado guatemalteco; mientras que el tuzanteco y el motozintleco (también llamado mocho’) se localizan en el lado de Chiapas. Rama oriental ï
ǡ
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ǡ oriental y aglutina a 13 lenguas habladas por numerosos pueblos del altiplano guatemalteco. Están divi-‐ didas en dos grandes grupos: cuatro en el mameano y nueve en el quicheano. Muchos de estos pueblos estaban en pleno apogeo en el momento del contacto con los españoles; algunos de ellos, inclusive, tenían populosas ciudades donde residía el poder político, religioso y económico de estos estados en expansión. Gracias a la arqueología y a que se poseen varios documentos coloniales, escritos con carac-‐ teres latinos pero en lengua maya, se conocen algunos datos sobre la historia prehispánica de estos Ǥ±
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±ǡ con su historia, quedó registrada en el Popol Vuh. ǡǡ
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-‐ ción occidental del altiplano de Guatemala y una pequeña parte de Chiapas. Éste se separó del quicheano hace más de 3 000 años, pero su división interna inició hacia el año 500 a.C. y dio origen, desde tiempos del periodo Clásico, a las cuatros lenguas que lo integran. Los hablantes de mam, con más de 500 000 miem-‐ bros en la actualidad, tuvieron su capital prehispánica en Zaculeu, importante sitio en el departamento de Huehuetenango. Cabe señalar que en maya y náhuatl, mam y huehuetlǡ
ǡƤ
abuelo, viejo o anciano. El grupo quicheano, uno de los más numerosos, ocupa gran parte de las tierras altas de Guatema-‐ Ǥ
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pokomchi. Los tres últimos han visto disminuir su territorio y el número de hablantes, pero el kekchí ha crecido y se ha expandido considerablemente hacia las Tierras Bajas localizadas en el sur de Petén, incluso hasta Belice. El otro bloque está integrado por las lenguas quiché, cakchiquel, tzutuhil, sacapulteco y sipacapa. La
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por los soldados del conquistador Pedro de Alvarado, en el siglo ĝěĎ; los tzutuhiles establecieron su centro de poder en la ribera sur del lago Atitlán, mientras que los cakchiqueles gobernaron desde Iximché, lugar donde habría de establecerse la primera sede del poder español en Guatemala.
Figura 52. Quiché, Santo Tomás Chichicastenango, Guatemala.
*** Este breve panorama de la diversidad lingüística maya apenas deja ver la riqueza y la complejidad de estas lenguas. Sin duda, esta pluralidad es un importante patrimonio cultural de la humanidad, digna de respetar, preservar, conocer y valorar. Su tenacidad les ha permitido transitar y mantener parte de su identidad en este mundo actualmente globalizado, por no decir homogeneizado.
81
V
LA E SCRITURA JEROGLÍFICA Erik Velásquez García
͟͡Ǥ
× Panel 1, La Corona, Guatemala.
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ǡ ±ǡƤ
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83
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ÀƤ
ǡ ÀƤ
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Àǡ la maya y la náhuatl. En Mesopotamia, Asiria y regiones contiguas ×Ƥ
ǡ
ǡ en globó varias escrituras, llamadas así por el aspecto de las marcas producidas con punzones sobre tablillas de barro crudo. Por lo gene-‐ ǡÀƤ
ǡƪƤ
ǡ
Ǧ nea les, como el abecedario latino, cuyo ancestro más remoto es un ±
ÀƤ
ǡ
À
Ǣ
ǡǡǡǡǡǡ
ǡ el coreano, el japonés, el sánscrito o el tibetano.
NATURALEZA, TEMPORALIDAD, SOPORTES Y TEMAS DE LA ESCRITURA MAYA En virtud de lo anterior, la escritura maya puede caracterizarse como
ǡ
À ÀƤ
Ƥ
ȋƤ͟͡ȌǤ
Ƥ-‐ cio que data del siglo ĎĎĎ a.C., conocido como Estructura Sub-‐ě de San Bartolo, en el Petén guatemalteco, mientras que los más tardíos proceden de las páginas del Códice Pérez y el Chilam Balam de Chu-‐ mayelǡ
ƤĝěĎĎĎ
ǡ
ǡ que se está hablando de un sistema de escritura que pervivió durante
84
ǡǡǡǦ
À
Ƥ
Ǥ Un lugar común entre los estudiosos es considerar que el origen de la escritura maya se encuentra en la pintura o el dibujo, opi nión que surge al considerar el tipo de trazos estilizados y de contornos re-‐ ÀƤ
ȋƤ͡͠ȌǡÀ
de que los verbos para ‘dibujar’ y ‘escribir’ eran el mismo: tz’ihb’a. No ǡ
de la Estructura Sub-‐ěǡ ǡÀ con torno rectangular y esquinas angulosas, característica que podría esperarse de una tradición de escribas acostumbrados a grabar en madera. Puesto que hay razones para pensar que los vecinos occiden-‐ ǡǦǡ-‐ cribieron la mayoría de sus textos en madera —y exis ten pruebas de la interacción entre la escritura maya más temprana y la de estos pue-‐ blos que habitaban en el Istmo de Tehuantepec—, no es de extrañar
À
Ǧ
À
Ƥ
×
Ǥ
ǡ idioma protomixe-‐zoqueano —según la recons trucción realizada por la lingüística histórica— los términos para ‘escribir’ (*haay) y ‘pintar’ (*koy) no eran los mismos. ǡ±
Ǧ diante pinceles o cañutos de plumas, que solía ejecutarse en muchas ocasiones sobre materiales orgánicos y poco resistentes al clima húmedo y tropical de las Tierras Bajas de Centroamérica (véase DzƤ
dz -‐ men). Durante el periodo Clásico, los señoríos mayas auspiciaron la elaboración de miles de esculturas de piedra y estuco, en las cuales
ÀƤ
Ǥ
Ó×± del Clásico los escribas mayas produjeron escasos textos, situación que no puede estar más lejos de la rea-‐ lidad y que obedece mayormente a la descomposición de los manuscritos hechos de papel o de madera, así como posiblemente piel o tela. Prueba de ello son los numerosos testimonios escritos en la época colonial por los exploradores, conquistadores, evangelizadores y cronistas españoles, así como documen-‐
ǡƤ
×
ǡ
ÀÀǡ±
À
ͥͣ͢͝Ǥ Ó͜͜͜͞ǡǤ×
ÀƤ
͜͜͜͝͡ǡ͜͜͞͝
͜͜͜͡Ǥ
ǡï
ǡ×
Ǧ namente más ejemplos. Muchas personas tienen la idea equivocada de que los mayas antiguos únicamente escribieron en estelas (lápidas exentas colocadas en posición vertical), pero en realidad lo hicieron en una gran varie-‐ dad de elementos arquitectónicos y escultóricos (altares, dinteles, escaleras, jambas, lápidas, paneles,
×ǡǡǡ
±ǤȌǡȋ
ǡ
ǡ
ǡ ǡǡȌǡƤ
ǡ
ǡǡ
×
papel amate y demás soportes que, como ya se dijo, no han sobrevivido por ser de material orgánico.
ÀƤ
××
ǡ-‐ tán en los estados mexicanos de Campeche, Quintana Roo y Yucatán, el oriente de Tabasco y la porción noreste de Chiapas, la república de Belice, los departamentos guatemaltecos de Petén e Izabal, quizá porciones muy limitadas y septentrionales de los de Alta Verapaz y El Quiché, como también el ex-‐ tremo poniente de Honduras, en especial en el departamento de Copán. Del periodo Protoclásico tam-‐ ±
ÀƤ
ÀƤ
ǡ sobre todo en Kaminaljuyú. Asimismo, hubo en esa época una importante tradición de inscripciones
ÀƤ
ǡ
ǦǤ
la cantidad de signos que tenía la escritura maya. L os especialistas tienden a considerar alrededor de 800, pero se han dado cuenta que no todos se utilizaban en el mismo momento histórico. Los escri-‐
×
×͜͜͜͞͡͠Àǡ
±
Ǥ Cuando los conquistadores españoles llegaron a Mesoamérica, en el siglo ĝěĎ, existían alrededor de ͟͟͝͞
ǡ
À
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ÀƤ
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ÀƤ
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Ƥ
ǡ
À
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Ƥ
×
ǡ
ǡ
˱
Àȋ±DzǣdzȌǤ Aunque mucha gente cree que el tema principal que abordan las inscripciones es la historia di nástica ǡǤ
Ƥ
los gobernantes mayas son un tópico secundario en esos textos, pues su clímax narrativo se concentra
×Ȁ
×
Ƥ
ǡ
Ƥ
Ǥ
ǡ
Ƥ
×
Ƥ
-‐ cos. Las menciones sobre el nacimiento, los ritos de pubertad, la entronización, las guerras, las muertes y demás pasajes en la vida de los mandatarios mayas, casi nunca eran los acontecimientos principales de la ÀÀƤ
ǡ
À
×
antecedentes o preámbulo a la consagración de los objetos. ï
Ƥ
×
Ǥ
À
ǡǦ bablemente los mayas las concebían de algún modo como históricas, debido a que la separación entre las
85
acciones de las deidades y las de sus gobernantes, entre el mito y la historia, no parece estar nítida mente marcada. Antes bien, las pri-‐ meras servían como mo de lo ejemplar de conducta para los señores, por lo que, cuando eran mencionadas en los textos, ayudaban a le-‐ gitimar el proceder de los dignatarios. En las inscripciones mayas no
ǡï× ǡ
Ƥ
Ǥ ǡ
×
ÀÓƤ la existencia premundana y el inicio del mundo tal y como lo con-‐ cebían los mayas del Clásico, pero éste es un tema que todavía apenas se comprende. Ƥ
×Ǧ ǡ
À ×
ǡ entre otras cosas, menciona el nombre del poseedor o de quien en-‐ cargaba la obra, ya sea humano o sobrenatural. Se han detectado ×
ǡǡƤ
ǡ incluso en objetos de ornato portátiles, como orejeras y hachuelas ÀȋƤ͞͡ȌǤ Las pinturas murales, vasijas y algunos otros objetos portátiles contienen temáticas de carácter mítico o cosmogónico, así como ri tual, en especial danzas en las cuales los humanos se automorti-‐ Ƥ
ǡ±À-‐ ȋ±Dz
ǣdz volumen). Uno de los tópicos más conocidos que se abordan en las vasijas es el de la hechicería o nagualismo, practicado mediante unos espíritus que estaban al servicio de los soberanos y recibían el nombre de wahyisȋ±DzÀ
×
dzȌǤ
ȋƤ͜͞ȌǡÀ
-‐ Ƥ
ǡǡ±
ǡ prueban que ese tipo de soportes también proporcionan datos sobre la vida política de los gobernantes, que podrían consi derarse co mo
××
ȋƤͥ͝ȌǤ
ÀÀƤǦ cos están redactados en tercera persona del singular, lo que los con-‐
ǡ±ǡ en las vasijas y conchas grabadas, escritos excepcionales de carácter cuentístico, donde los personajes se involucran en sabrosos y ame-‐ nos relatos que seguramente eran transmitidos de manera oral, por lo cual pueden encontrarse en ellos discursos más directos, en pri mera o segunda personas del singular. También debe mencionarse un gé-‐ Ƥ ×
k’atuunes ȋͣ͜͜͞ÀȌ͢͜͞ días, el cual se encuentra abundantemente en los códices mayas, si bien hay algunos ejemplos en las inscripciones. En las tablas que se Ƥ
×
ǡCó-‐ dice de Dresde (pp. 24, 46-‐58), así como posiblemente a las estrellas de la banda zodiacal del Códice de París (pp. 23-‐24), existe un género
86
altamente especializado en astronomía, al grado de que algunos autores creen que en esos pasajes los mayas comenzaron a instru-‐
±
ȋ±DzÀdz este volumen).
ǬV ǫ
se comprende tienen un repertorio de signos o signario, una serie de
y determinadas
×. La conclusión que puede extraerse de la experiencia acumulada por la teoría de la escritura, desde los tiempos en que el abate Jean
±
×
±
-‐ ǡͣ͝͡͠ǡǡ
À
de signos son únicamente logogramas, , determina-‐
,
À
y signos auxiliares. Puede haber sistemas de escritura que contengan estas cinco tipologías de signos, así como otros que sólo usen dos, tres o cuatro. Los logogramas
±
À palabras completas, como en el caso de nuestros números arábigos o romanos, así como el signo de ‘grado’ (°), ‘tanto por ciento’ (%) o ‘arro ba’ (@ȌǢ
±
Ǥ Los ÀƤ
ǡ como pueden ser vocales (ě), consonantes (Ĉ) y sílabas (Ĉě, ěĈ o ĈěĈ), que por lo mismo se llaman Ǣ ±
ȋě) y consonantes (Ĉ) del Ǥǡ
Ƥ
Ƥ
ǡ Ƥ
escritas mediante las otras categorías de signos; en nuestro propio sistema de escritura no existen determinativos semánticos propia-‐
ǡ
×ȋǩǨȌ
× ȋǬǫȌ
×Ó ese tipo de signos en tradiciones escriturarias que sí los contienen. Las
À
ÓÀ
±
ǡ
ǡ
Ǧ tivos semánticos, pues al igual que éstos carecen por sí solos de lectura Ƥ
Ƥ
ǡ
Ƥ
sentido de los otros signos, sino su pronunciación; en nuestro sistema de escritura las marcas diacríticas principales son los acentos ortográ-‐ Ƥ
±Ǣ
À
ÓȋÓ), o la virgulilla de la cedilla (çȌǡ sonidos respectivamente de la ene (n) y de la ce (
), convirtiendo tanto a la Ó como a la ç en À o
. Finalmente, los signos auxiliares
À
±
-‐
ǡ
ǡ
Ƥ
ǡ de puntuación, los guiones, los paréntesis, los corchetes, etcétera. De
ƪ×
±
ǡ
À ǡǤ
en realidad combinando dos o más de estas categorías de caracteres, por lo que son de naturaleza mixta. Aquellos sistemas que utilizan una cantidad considerable de lo-‐ go gramas suelen emplear un par de recursos escriturarios, conocidos como rebus y
×±
. El recurso de rebus se basa en el principio de que existen algunos logogramas que represen-‐ ×ȋ-‐ Ƥ
Ȍ
×Ǣ
circunstancia, al usar uno de esos logogramas dentro de un contexto ×
××Ǥ-‐ ma de escritura hay algunos rebus empleados en el lenguaje coloquial
×
± móviles, tal es el caso de los logogramas <2> y <5>, no debido a su acepción como números, sino para escribir las palabras <salu2> y ώ͡ϏǤǡ
×±
-‐
Ƥ valor correcto de un logograma, en especial cuando dicho logograma puede tener más de un valor de lectura posible; dicha pista es siempre ǡ
±
termina el logograma; en nuestro sistema de escritura son ejemplos típicos de esto los casos de 3er, ‘tercer’, 3º, ‘tercero’, o 3ª, ‘tercera’, valores Ƥ
À3. Finalmente, entre las reglas de composición se encuentra el
ȋ
Ǧ to latino se realiza de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo y ƤȌǡ variantes de signos o empleo de ×ȋ
ÀA, que es una variante de a),
Ƥ
× ȋ
×
Ƥ
×Ƥ
Ǧ) y las reglas
×ǡ
Ƥ
-‐ ȋǡ ώǤϏ ώϏǡ ώǤϏ ώ-‐ ϏȌǤ
×ǡ
×
ÀƤ
Ǥ
REPERTORIO DE SIGNOS O SIGNARIO Los logogramas
À que representaban palabras, esto es, sustantivos, adjetivos o verbos en ǡÀ
×ǡ
×ǡǦ
×ƪ×
Ǥ
ęĔĐ, tok, ‘chispa’, ďĆęğǯ, jatz’, ‘pegar’, o ĞĆĝ, ya’xǡǮǯǮǯȋƤ͡͡ȌǤ Nótese que primero se escribe el logograma con letras mayúscu-‐ las y negritas, y después con minúsculas y en cursivas. Se trata de un sistema internacional de convenciones para analizar los sistemas de
logograma ęĔĐ, ‘chispa’
logograma ĐĆćǯ, ‘tierra’ logograma ďĆęğǯ, ‘pegar’
silabogramas Ǧǯ, kab’, ‘tierra’
logograma ĞĆĝ, ‘azul, verde’
logograma ĕĆĐĆđ, ‘escudo’
logograma ĔĈč, ‘entrar, comenzar’
silabogramas ǦǦ, pakal, ‘escudo’
logograma ęğĚęğ, ‘terminar, acabar’
logograma ĜĎęğ, ‘montaña’
logograma ęğĚęğ, ‘terminar, acabar’
silabogramas Ǧ, witz, ‘montaña’
logograma Ěǯ, Ěč o ĚĜ, ‘Luna’ ͡͡Ǥ ÀƤ
Ǥ
ͤͣ
’a
’e
’i
escritura. El paso de las negritas se llama
×y tiene como propósito representar con los ca-‐ racteres de otro sistema de escritura —en este caso, letras latinas o romanas— cada signo que realmente
—
ǡÀƤ
—, distinguiendo los logogramas con mayúsculas de los silabogramas con minúsculas. Por su parte, el segundo paso, el de las cursivas o itáli-‐ cas, recibe el nombre de
×
Ƥ
escriba maya antiguo realmente leía, pues como sucede con las palabras ‘etcétera’ (escrita como <etc.>) o ‘kilogramo’ (escrita ), lo que se escribía no era siempre exactamente lo que se leía. Mientras que la
×ǡ
ǡ
×ǡ
×
×
À
Ǥǡ
ÀƤ
×ǡ a partir de la transcripción. Según los investigadores Andrea J. Stone y Marc U. Zender, el origen de los logogramas mayas se en-‐
ǤƤ
× es aplicable en el caso del logograma ęĔĐ, ‘chispa’, que contiene tres emanaciones en la parte supe rior en
ÓǢďĆęğǯ, ‘pegar’, que representa una mano agarrando una piedra, instrumento ideal para golpear; o el de ĞĆĝ, ‘azul’ o ‘verde’, que aparen-‐ ta ser una concha cortada, símbolo del mar. No obstante, muchos logogramas son arbitrarios, convencio-‐ ǡ
×Ƥ
×ǡ
ĔĈč, ‘entrar’ o ‘comenzar’, que representa un cascabel de serpiente que no se dice och en ninguna lengua ma-‐
ǡǡ a una cavidad. Del mismo modo, los elementos icónicos del logograma ęğĚęğ, ‘acabar’ o ‘terminar’, ȋ×Ȍ
ǡ
-‐
±ȋƤ͡͡ȌǤ Lo mismo pasa con los caracteres Ěǯ, Ěč o ĚĜǡ
ǡ uuwǡǮǯȋȀȀDzdzȌǡ
ǡu’h, ‘collar’, por mencionar algunos. Por ello es preciso tener presente lo que Stuart dice: Hoy en día sabemos que no hay razón para asumir que la representación de un signo tiene algo que ver
Ƥ
±
Ǥǡ
±Ƥ
‘murciélago’ en algunos contextos, pero también puede actuar como una sílaba, cambiando así su papel
ȑǥȒǤ±
ȑǥȒ
× la imaginería de un signo desconocido, concentrándose en lugar de eso en pistas posibles proporcionadas por los signos con los cuales interactúa.
’o
ǡï
×
ǡ
Ǥ
˱
-‐ porciona algún otro ejemplo donde la misma palabra esté escrita con silabogramas en contextos iguales o semejantes, de tal modo que se pueda estar seguro de que esos signos silábicos están sustituyendo a un determinado logograma, como ĐĆćǯ, ‘tierra’, pero escrita en otro ejemplo como Ǧǯ; ĕĆĐĆđ, ‘escudo’, pero atestiguado como ǦǦ; y ĜĎęğ, ‘montaña’, hallada en otro lugar como ǦȋƤ͡͡ȌǤ
’u
͢͡Ǥ ÀƤ
vocales a, e, i, o y u.
88
Los silabogramas, como ya se vio, se transliteran con negritas y con minúsculas. Los escribas mayas usa-‐
DzdzǡÀ
Ǥ ±
Ƥ
ǡ
ȋĈ) más una vo cal (ě): ĈěǤ
ƤƤ
À
À vocálico (ě), pero en sentido estricto cada una de estas vocales estaba precedida por una consonante débil ȀǯȀǡ±
ȋĈě). El idioma de las inscripciones tiene 105 combinaciones posibles de una consonante más una vocal, pues contaba
silabograma ǯ
silabograma xi
silabograma ǯ
silabograma
ǯ
silabograma hu
silabograma ha
silabograma pi
silabograma hi
silabograma ǯ
silabograma mu
silabograma ǯ
silabograma ma
silabograma
silabograma ho
silabograma ǯ
silabograma ǯ
ͣ͡ǤǤ
͞͝
͡
ȋƤ͢͡Ȍǡ
-‐ bogramas era superior, en virtud de que cada una de estas combi-‐ naciones debió de haber estado representada por lo menos por dos ×ȋȌǤ Lacadena sugirió que los mayas instrumentaron su sistema de
ƪ
×
Dzdzǡ
À simplemente adoptaron el repertorio de signos de un sistema ya Ǥïǡ
ÀǣȌÀƤ-‐
±
, b) Ƥ
, c) À o
y d)
×
. Estos últimos tienen
×
ǡ de las palabras mayances que les sirvieron como modelo; por ejem-‐ ǡǯ(que representa un ponedero) procede origi-‐ nalmente del sustantivo k’u’, ‘nido’; el silabograma ǯ (que sim-‐ boliza una cabeza de roedor) proviene del vocablo b’aah, ‘tuza’; el signo
ǯȋƤȌ±ch’oh, Ǯ×ǯǢÀ
hu (que personaliza la cabeza de un sau-‐ rio), desciende de la voz hujǡǮǯȋƤͣ͡ȌǤ No obstante, hay otros signos que no obedecen a motivacio-‐
×
ǡ
Ǧ
±
ǡ±
Ƥ
Ǥ
× Àǡ
la Ó y de la ç, a los que podrían añadirse la
, la ll o la rr -‐
Ǣ
Àǡ ha, construido a partir de un nudo más un cráneo; el signo silábico ǯǡ
ÀƤ
Àimix más el silábico ǢÀ
pi, que consiste en la dupli-‐ cación del silabograma Ǣ
±
hi, donde el signo Ƥ
×
Ǥ À
Ƥ
-‐ tir de otras, entre las cuales puede citarse el signo ǯ, que pro viene de muǢÀƤ
xi, que derivó de un cráneo más una serie de pun-‐ tos alrededor de la cavidad ocular; cierta variante de ǯǡ Ƥ
ma; o el hecho mismo de que los signos
y ho
Ƥ
À
×
ǯȋƤͣ͡ȌǤ
×
×
Ǧ bieron de ser creados en un contexto lingüístico mayance, pero los Ƥ
ȋÀȌ Ƥ
ȋě) se encuentran precedidas
ȀǯǦǡ
Ǧǡ
ǯǦǡǦǡǯǦǦǡǯǦȀȀǦȀǤǡ sistema de escritura más antiguo en el cual se inspiraron los mayas ×
ͤ
ǡï
òÀǦ ca de Mesoamérica que cumple con esta característica es la mixe-‐zo-‐ Ǥ
Ƥ
ÀƤ
±
ǡÀǡƤ
ǡ
×
ǡ
-‐
Ƥ
ȋě) va precedida
ȀǦȀǡȀǦȀȀǦȀǤ
Ƥ
Ƥ
×Ǧ
89
día áakb’al
logograma ĐǯĆĐǯ, ‘lumbre’
logograma ęĎđ, ‘danta’
logograma ęĎđ, ‘quemar’
logograma ĕǯĚđ, ‘sahumar’
logograma ęĎǯ, ‘boca’
logograma ĕĚđ, ‘arder’
logograma ĕĆǯ, ‘alimento’
Figura 58. Ejemplos de logogramas, algunos de los cuales están acompañados de posibles determinativos semánticos.
Ǧ mayances. Lo único que indica es que la sociedad de donde los ma-‐ yas tempranos copiaron su sistema de escritura usaba en su lengua
ȀǡȀȀȀǢ
ǡ
Ǧ do de orientación o dirección, mientras que unos más pudieron
±
o léxicos. Una prueba adicional de esto es que, según John Juste-‐
ǡ
Ǧ haber inventado un silabario abierto, en el cual los signos represen-‐ taban combinaciones de una consonante más una vocal (Ĉě), debi-‐ do a que en sus idiomas tienen consonantes iniciales. Los mayas, como ya se vio, adoptaron un silabario de esa naturaleza. Es preciso aclarar que el origen o tipología de cada silabograma no tiene ninguna implicación especial durante el proceso de lecto-‐ escritura, pues en la práctica todos eran usados de la misma manera, de acuerdo con las reglas de composición de palabras que imperaban en la escritura maya (véase más adelante).
90
Hasta hace poco tiempo la existencia de esta categoría de signos
Ǥ
Ƥ
DzdzǦ mántico el cartucho o cuadrete que encierra a ciertos logogramas o silabogramas, usado supuestamente para indicar que en esos
À
ȋƤͤ͡ȌǤǦ tan te, otros especialistas han puesto en duda semejante inter-‐ pretación y en la actualidad todavía no se conoce a ciencia cierta la naturaleza exac ta de ese signo. En el año 2010, Lacadena propuso que el signo que represen-‐ ƪǡƤ
ĐǯĆĐǯǡǮǯǡÀ
que indicaba contextos de quemar. Por eso lo añadían a la cabeza de un tapir (ęĎđ, tilȌǡ
ÀƤ
ǡǮ-‐ mar’ (ęĎđ, tihlȌǢǡÀ
Ó
ÀƤ
ĕǯĚđ, ‘verter’, sino ĕǯĚđǡǮǯǮǯȋƤͤ͡ȌǢǡ-‐ gaban al logograma ęĆĐ, tak, ‘secar’ o ‘agostar’, cuan do no deseaban
Ƥȋ-‐taak); o a una cabeza que se leía ĕĚđ cuando pretendían que se entendiera como ‘arder’ y no como ‘tirar’ o ‘arrojar’; por ello quizá también se encuentra acompañando al logograma Ċđ, ‘quemar’. Otro ejemplo de posible determinativo semántico propuesto
ǡ representa al logograma ęĎǯ, ‘boca’. En los códices puede acompa-‐ ñar al logograma ĕĆǯ, ‘alimento’ (representado por una hendidura
Ȍǡ
Ƥ
Ǥ Además, Lacadena ha sugerido que el color con el que están pintados los números en los almanaques de los códices también podría ser un determinativo semántico, pues aquéllos que indican
ǡƤÀ-‐
ȋï
ȌǤ
Ƥ Ƥ más ejemplos de determinativos semánticos, que durante la trans-‐ literación deben escribirse en castellano con mayúsculas blancas y a manera de superíndices adjuntos a la izquierda de los logogramas a los que se aplican, por ejemplo en los casos de FUEGOęĎđ, de CONSU-‐ MO ĕĆǯ, de FECHA10 o de NÚMERO·∙DE·∙DISTANCIA13. Aunque los determinativos parecen haber sido de uso limitado en la escritura maya, son bas-‐
ΚǦ, kakaw
ǯǦΚ, tz’unun
‘cacao’
‘colibrí’
Figura 59. Silabogramas acompañados por marcas diacríticas.
tante comunes e importantes en otras grandes tradiciones escriturarias del mundo, como la egipcia y la china. En esta última reciben el nombre de
.
À
Hasta el momento, el único caso de este tipo de signos en la escritura maya son un par de puntitos que ǡ
˱
estuvieran escritas dos veces. En la palabra ‘cacao’, por ejemplo, un signo diacrítico puede estar junto , indicando que no debe leerse kaw, sino kakaw (2Ǧ); del mismo modo, puede estar adjunto al silabograma le, señalando que la secuencia ĆďĆĜ-‐2le debe leerse ajawlel; otro ejemplo célebre es el de tz’ununǡǮ
Àǯǡ
À
Ƥ
nu (ǯǦ2nuȌȋƤͥ͡ȌǤ Como puede apreciarse, los diacríticos se expresan en la transliteración mediante un número arábi-‐ ώ͞Ϗ
À
ǡ
Ƥ
Ǥ Ƥ
×
À
Ǥ-‐ nan que las marcas diacríticas deben considerarse como una clase de signos auxiliares. Es preciso agregar Ƥ
À
últimas tipologías.
logograma ęğĆĐ ‘agarrar’
logograma ćǯĆč ‘tuza’
logograma ćǯĆĐ ‘hueso, esqueleto’
logograma ĈčĆē ‘serpiente’
Figura 60. Logogramas que pueden usarse como rebus.
RECURSOS ESCRITURARIOS
rebus Los escribas mayas utilizaban una gran cantidad de logogramas, muchos de los cuales representan palabras
Ǣ
ǡ
×
×-‐ Ǥ
×ęĆĐ, takǡǮ
ǡǯǮ
ǯǡ
Ƥ plural –taakǢ
ÀƤ
ęğĆĐ, ‘agarrar’, que era posible usar para escribir el verbo tzak, Ǯ
ǯǮ
ǯǢ
ćǯĆčǡǮǯǡ
empleaba para escribir las palabras b’aahǡǮǡǡǯǮǯǢ±À
Ǧ se el carácter ćǯĆĐ, ‘hueso’ o ‘esqueleto’, que en algunos contextos debe entenderse como b’aak, ‘cautivo’; o el de ĈčĆē, chanǡǮǯǡ
Ƥ
chan, ‘cielo’ o ‘cuatro’, como también cha’n, ǮǯǮ×ǯȋƤ͢͜ȌǤ
rebus suele imperar la tendencia de que los signos Ƥ
×
ǡ
×Ǥ
logograma Ĕđ o ĜĆď
logograma ęĚē o silabograma
logograma ĜĎēĎĐ o ĜĎēĆđ
logograma ĘĎďĔĒ o silabograma hi
ĔđǦla, o’hl[is] ‘corazón’
wa-‐ĜĆďǦ, waaj ‘tamal’
ĘĎďĔĒǦma, sijo’m ‘tornamilpa’
wiǦĜĎēĎĐǦ, winik ‘veintena’
ĜĎēĆđǦla, winal ‘veintena’
wi-‐ĜĎēĎĐčĆćǯ winikhaab’, periodo ͣ͜͜͞À
ǯǦĐǯĆĐǯ, k’ahk’ ‘lumbre’
wa-‐ĜĆĞǦya, wahy[is] ‘nagual’
ęĚēǦni, tuun ‘piedra’
͢͝Ǥ
Ƥ
×±
Ǥ
91
×±
Ƥ
×
, es decir,
ǤǡÀƤ
Ĕđ, ‘corazón’, puede leerse también como ĜĆď, ‘tamal’; lo mismo pasa con ęĚē, ‘piedra’, que puede ser un simple silabograma ; otro ejem-‐ À±
ĜĎēĎĐ, ‘veintena’, que en alguna regiones se leía ĜĎēĆđ; también está ĘĎďĔĒ, ‘tornamilpa’, que puede ser un hi. Para aclarar cualquier ambigüedad en la lectura, los
× ±-‐
ǡ
ÀÓǡƤ indicar con qué consonante terminaba la lectura correcta del sig-‐ no en cuestión. De esta manera ‘corazón’ se podía escribir Ĕđ-‐la, o’hl[is]; ‘tamal’, ĜĆďǦ, waaj; ‘piedra’, ęĚē-‐ni, tuun; ‘tornamilpa’, ĘĎďĔĒ-‐ma, sijo’m; mientras que ‘veintena’ podría ser ĜĎēĎĐǦ, winik, o ĜĎēĆđ-‐la, winalȋƤ͢͝ȌǤ
±
-‐ nante con la que terminaba un logograma, sino que algunas veces señalaban con qué sílaba comenzaba su lectura correcta, como en los casos de wi-‐ĜĎēĎĐčĆćǯ, winikhaab’ǡ ͣ ͜͜͞ À k’atuun; ǯǦĐǯĆĐǯ, k’ahk’ǡ ǮǯǢ ǦĐĆē, kan, ‘serpiente’. En ï
×
±
Ǧ es seña-‐
Ƥ leerse kan y no chanǡ×
Ǥ ±
×±
-‐ ta o redundante, como sucede en los casos de wa-‐ĜĆĞ-‐ya, wahy[is], ǮǯȋƤ͢͝ȌǡĕĆĐĆđǦǦǦ, pakalǡǮ
ǯǤ×-‐ ±
ÀƤ
ǡ pero los investigadores que se dedican a ese sistema de escritura opinan que se trata de un determinativo semántico seguido por una À
±
Ǥ
evidencia que autorice a interpretarlo de esa misma manera. Pero
×±
ǡ
únicos signos que pueden recibir complementación, mientras que los silabogramas sólo pueden operar a manera de complementos, la atenta observación de esto aclara cuáles caracteres son logogramas y cuáles son silabogramas. Esta aclaración es importante porque, ǡ
ï
ƤǦ co para señalar esa distinción, tal como sucede, por ejemplo, en la
ÀƤ
ǡ
Ǧ pecial, conocido como
<|>, servía para un propósito semejante, si bien su uso no parece haber sido cons tante ni muy sistemático.
REGLAS DE COMPOSICIÓN
Los signos de la escritura maya se encuentran ordenados dentro de composiciones semicuadradas de esquinas curvilíneas, que se
92
Figura 62. Monumento 141, Toniná, Chiapas, México.
B’aaku’l’, o en ĈčĆēǦēĆđ, chanalǡǮǡ
ǯǮ
ǯǤ
À de la escritura maya también se pueden agrupar en planos superpuestos, situación que requiere leerlos del primer plano al último. Por ello, lo que se ve es que el logograma ćǯĆĐ se sobrepone al de ĆďĆĜ y el de ĈčĆē al de ēĆđ, lo cual permite ver sólo la parte superior de los signos ĆďĆĜ y ēĆđȋƤ͢͟ȌǤ En otro nivel de análisis debe decirse que los enunciados o cláusulas se componen normalmente de dos
ÀƤ
Ǥ2±
ǡ
Ǥͣͤͣ͝ǡ± ´
×
ÀƤ
À
líneas, es decir, que si miran hacia la izquierda, el texto se lee de izquierda a derecha y viceversa. También
×
ÀƤ
ƤÀǡ
×
× continúa la sucesión de los bloques. Con el paso de los años, los especialistas en el tema de las escrituras
´
×ǡ
ÀƤ
ǡ
×Ǥ
ÀȋƤ 156), es decir, para que sus textos se leyeran de derecha a izquierda. En esos casos también se aplican
´ǡ
-‐
Ǥ
×
ÀƤ
Ƥ simples, pues además de acomodar sus enunciados en pares de columnas, los mayas podían hacerlo Ƥ ǡ
ǡ
× ±ǡ
À
Ǥï
×
×
ïǡ
ǦǦ
ǦǦǦǡ
± número-‐objeto-‐contado.
ĐǯĚčǦćǯĆĐǦĆďĆĜ, k’uh[ul] B’aak[u’l] ajaw ǮÓȑÀȒǯǯǯ
ĈčĆēǦēĆđ, chanal ‘alto’, ‘celeste’ o ‘del cielo’
Figura 63. Ejemplos que ilustran el orden de lectura
co no cen como o
ÀƤ
, así como
Ǧ ÀƤ
ȋƤ͢͞ȌǤÀ
Ƥ
ǡ
Ó
Ǥ±
carácter más grande es
, mientras que los pequeños se llaman Ƥ. Si los Ƥ van a la izquierda del signo principal reciben el nombre de Ƥ; si están arriba son Ƥ; si se encuentran a la derecha son Ƥ; si lo hacen abajo son Ƥ; e incluso pueden aparecer dentro del signo principal, circunstancia que recibe el nombre de Ƥ. En los años sesenta del siglo ĝĝƤ
À
Ǧ ǡ ƤÀ
À
×ǡ
×ǡ
×ƪ×
Ǥ ÀÀǡÀ
ȋ×ȌƤǡ
±
Ǥ ǡƤ
Ó orden habitual de lectura dentro de cada cartucho es de izquierda a
Ǥ
ǡƤ
ǢƤǡƤƤ-‐
ǢƤǡƤǡ
ïƤǢ
±Ǥ
Ƥǡ
ĐǯĚčǦ ćǯĆĐǦĆďĆĜ, k’uh[ul] B’aak[u’l] ajawǡ ǮÓ ȑÀȒ
El uso de variantes de signos ǡǡ×
ǡ
ǡ ǡ ǡ
mismo valor de lectura. Lo mismo pasa con los logogramas, que suelen tener variantes abstractas o ±
ǡ
ȋƤ͢͠ȌǤ
Ǧ rística recibe el nombre técnico de À, es decir, una misma lectura para dos o más signos que Ǥ
ǡ
Ǥ
Variantes geométrica, de cabeza y de cuerpo completo del signo k’in, ‘día’
Variantes de la expresión uhti ‘ello aconteció, ocurrió, pasó, sucedió’ Figura 64. Ejemplos que ilustran el uso de variantes de signos en la escritura maya.
93
ǦǦ, usiij, ‘zopilote’
ćǯĆčǦhi, b’aah, ‘tuza’
čĚē-‐na, hu’n, hu’un, ‘papel’
ĈčĆēǦna, chan, ‘cielo’
ĈčĆĒǦmi, chami, ‘él murió’
čĚđ-‐li, huli, ‘él llegó’
yo-‐to-‐ti, yotoot, ‘su casa’
ǯǦ, b’u’lǡǮǯ
ĈčĆēǦna, chan, ‘serpiente’
ĐǯĎēǦni, k’in, ‘día, Sol’
ĔĈčǦǯ, ochb’ih ‘entrada al camino’
ĔĈčǦǯǦ, ochb’iij ‘él entró al camino’
͢͡Ǥ×
×Ǥ
Un caso ejemplar para ilustrar esto son las diversas maneras que existieron para escribir la palabra uhti, ‘ello aconteció, ocurrió, pasó, sucedió’ o ‘él lo hizo’. Los mayas podían escribirlo a) usando dos variantes geométricas de los silabogramas u-‐ti; b) intercambiando la ×
×ǣu-‐ti;
Ȍ
ÓÀƤ
u
variante de ti con aspecto de cabeza de zopilote: u-‐ti; d) usando un ×u, pero con el ti en variante geométrica: u-‐tiǢȌ×uǡƤǡ mientras que el ti se encuentra en su variante de testa de zopilote: u-‐tiǢȌ×u cabeza de mono araña, más la variante geométrica de ti: u-‐ti; g) o ×
ǣ u-‐tiȋƤ͢͠ȌǤ
ïÀ realidad, lo que demuestra la versatilidad y el virtuosismo que lle-‐ garon a alcanzar algunos escribas mayas. Tan sólo en estos ejemplos ͢× u y 3 de ti, pero el resultado era exac tamente el mismo: se leía uhti. También puede comprobarse que los signos no siempre se leen según lo que parecen, pues ya se vio que las cabezas de tiburón (u), zopilote (ti), hombre (u) y mono ara-‐ ña (uȌ×ïƤ
Ǥ
94
Ǭ±
ǫǦ puesta más plausible es que así como en la actualidad se tratan de
À
propiedad, los escribas mayas tenían a su disposición dos o más aló-‐
Ƥ
Ƥ
Ǥ también debe considerarse que algunas de estas variantes son enga-‐ ñosas, pues no todas se utilizaron en el mismo momento histórico.
× En los años cincuenta del siglo ĝĝ×Ƥ×±-‐ tico Yuri V. Knórozov descubrió los principios básicos que usaban los escribas mayas para representar palabras. Su método consistió en
ǡ
ÀƤ
ǡ
±
o el chipriota, por mencionar algunos de los que guardan mayor pare-‐
Ǥ Knórozov descubrió que como en los idiomas mayances la in-‐ mensa mayoría de las palabras terminan en consonante (ǦĈ), pero sus silabogramas acababan en vocal (Ĉě), los escribas determinaron,
×ǡ
±
ï-‐ mo enlace silábico debía ignorarse durante la lectura; por ejemplo,
en los casos de ĜĎēĆđ-‐la, winal, ‘veintena’, de Ǧ, witz, ‘montaña’ o de ĐǯĆē-‐na, k’an, ‘amarillo’. Según Knórozov, lo esperado en esos casos es que la vocal muda coincida a manera de eco con la que la precede inmediatamente y que sí se leía, como en ĜĎēĆđ-‐laǡȀȀǡǦ, donde se ȀȀǡǯǦǡȀȀǤ
×
ÀoÀ
. No obstante, existían muchos casos, como ǦǦ, usiij, ‘zopilote’, ćǯĆč-‐hi, b’aah, ‘tuza’ o yo-‐to-‐ti, yotootǡǮ
ǯǡ
×
ȋƤ͢͡ȌǤ En 1998, Houston, Stuart y John Robertson propusieron que estos ejemplos disarmónicos, cuando se comparaban con los datos léxicos atestiguados en los diccionarios o reconstruidos por métodos lingüís-‐ ticos, coincidían estadísticamente con palabras cuya última vocal era larga (ěě) o implicaba cierto tipo de complejidad, mientras que en los casos sinarmónicos planteados por Knórozov (la última vocal de los voca-‐ blos era corta, simple o sencilla (ě).
Þ
×ǡÓ±Ƥ la propuesta, pues hallaron evidencia de que otras palabras escritas de manera disarmónica coincidían en el aspecto estadístico con vocablos cuya última vocal era rearticulada (ěǯě) o glotalizada (ě’). Las vocales glotalizadas parecen ser contracciones de las rearticuladas, como ocurre en los casos de ǯǦǯ, b’a’tz’ o b’a’atz’, ‘mono aullador’, ǯǦ, b’u’l o b’u’ulǡǮǯǡčĚē-‐na, hu’n o hu’unǡǮǯǮǯȋƤ͢͡ȌǤ En términos generales, Lacadena y Wichmann proponían que la sinarmonía servía como un re-‐
Ƥ
ï
Ǣ
ȀȀ
×
ǡ
ï
ȋǡǡǡȌǡ
ȀȀǡ
ÀȀȀ
±
ï-‐ bograma. En el caso de las palabras con vocal glotalizada o rearticulada, la disarmonía se daba cuando ï
ȀǯȋȌǡǯȋȌȀǡȀǯȋȌȀǡȀȀǡÀ
ï
ÀÀȀǯȋȌȀȀǯȋȌȀȀȀǤ Como los mismos Lacadena y Wichmann reconocieron, su modelo —lo mismo que el inicialmente propuesto por Houston, Stuart y Robertson— tenía algunos problemas, pues los lingüistas consideran que las palabras protomayas *kaan, ‘serpiente’, *ka’ng, ‘cielo’, y *q’iing, ‘Sol’, contienen algún tipo de com-‐
ǡ
ÀÀƤ
×
ǣĈčĆē-‐na o Ǧ ĐĆē-‐na, ĈčĆē-‐na y ĐǯĎē-‐niȋƤ͢͡ȌǤ
ǮÓǯǡ*ha’b’, cuya vocal
ÀÀčĆćǯǦǯ, haab’. Por otra parte, los ò
×ǡ
ͣ͜͜͞ motivaron a Robertson, Houston, Zender y Stuart a proponer otro modelo explicativo, donde la armonía À
×
ÀƤ
ǡ pues mientras la sinarmonía indicaba tanto vocal corta como compleja, la disarmonía señalaba cualquier tipo de vocal, menos corta. Actualmente no existe un acuerdo general sobre este problema que atañe a las
×Ǥ
×
-‐ Ƥǡǡǡ
los especialistas estadounidenses.
±
ï
no siempre debe omitirse en la lectura de los signos mayas, como en el caso ya aludido de la palabra u-‐ti, uhti, ‘ello ocurrió’, en el de ĈčĆĒ-‐mi, chami, ‘él murió’, o en el de čĚđ-‐li, huli, ‘él llegó’. En estas
ƤȀȀÀ
ǡÀ
Ǣ
×
Ƥ
×ȋƤ͢͡ȌǤ ï
Ƥ
mayas, las cuales se conocen con el nombre de
±
. Por ejemplo, se sabe que
ÀÀ
ȀȀȋǦěj) después de palabras que termi-‐ ȀȀǡï
ÀǢǡochb’ihǡƤ
Ǯ
ǯǡǡ
ǡÓÀƤȂěj, por lo cual lo que se encuentra
ÀĔĈčǦǯǦ, ochb’iijǡǮ±×
ǯȋƤ͢͡ȌǤ-‐
95
xo-‐ęĊǯ, xo[l]te’, ‘cetro’
±
À
×
Ƥ
ȋǦěĈ); por ejemplo, la voz pasiva del verbo tzutz, ‘acabar’ o ‘terminar’, era tzuhtzajǡǮ
ǯǡ
ÓƤ
Ȃo’m, como en ęğĚęğǦǦ, cuya transcripción correcta no debería ser tzuhtzajo’m, sino tzuhtzjo’m, ǮǯǤǡ
Ƥ
que no podían escribir tres consonantes juntas —
ȀȀǡȀȀȀȀ—, la primera con-‐ sonante se convertía en un alto glotal, lo que da como resultado tzu’tzjo’m.
×
ēĆčǦǦ, nahwaj Ǯ±ǯ
ĚčǦti, uhti, ‘ocurrió’
ǯ, b’i[h], ‘camino’
Como casi todas las palabras mayas terminaban en consonante (-‐Ĉ), pero usaban un silabario abierto
Ƥ
ȋǦěȌǡ tenían dos consonantes juntas; por ejemplo, jawa[n]te’Ƥ
Ǯǯǡ
como ǦǦęĊǯǤ±
ÀƤ
ǡ
reconstrucciones de palabras antiguas que realizan los lingüistas, se sabe que se necesita reconstruir
ȀǦȀȀǦȀǤ
xo[l]te’ o xo[h]te’, ‘bastón’ o ‘vara’, que normalmente se escribía como xo-‐ęĊǯȋƤ͢͢ȌǤ
-‐ ȀǦǡǦǡǦǡǦǡǦȀȀǯǦȀ
ǡ
À
×Ƥ
ǡ
ǡǡÀ-‐ nunciaban cuando las leían. Se trata de una regla de abreviación conocida como síncopa.
×
escribían procede de datos lingüísticos externos a las inscripciones. Zender descubrió un caso donde la palabra nahwajǡǮ±ȑ±Ȓǯǡ
rebus del logograma ēĆč, ‘primero’: ēĆčǦǦ, nahwaj. Otro caso probable es el del mencionado verbo uhti, ‘ello ocurrió’, que puede estar redactado en rebus mediante el logograma Ěč, ‘Luna’: Ěč-‐ti, uhtiȋƤ͢͢ȌǤ
À
ƤǦ labras, como señaló Lacadena, situación que recibe el nombre de apócope o suspensión. Ejemplos de ello sonǯ, b’i[h], ‘camino’,
ǯǦ, ch’aho[’m], ‘incensador’ o ‘varón’ y
, chi[j]ǡǮǯȋƤ͢͢ȌǤ No está del todo claro qué los motivaba a abreviar por suspensión, pero probablemente se debía a ra zo-‐ ±
ǡ
ÀǤ
TÉCNICAS DE ANÁLISIS
ǯǦ, ch’aho[’m] ‘incensador’
, chi[j], ‘venado’
Figura 66. Ejemplos que ilustran las reglas de abreviación o subre-‐ presentación en la escritura maya.
96
Ƥ
±
×
× ÀƤ
ǡ
±Ǥ
Ƥ
±±trans cription y al segundo transliteration. No obstante, es necesario decir que dicha costumbre es opuesta a la práctica mundial establecida por la teoría de la escritura, pues los especialistas en los otros sistemas, incluyendo el
ǡ
ǡ
ǡǡÀƤ
ǡ paso transliteration y al segundo transcription. Como esta última nomenclatura es la que se considera
×
ǡ
×±
À reciente (1988), he adoptado en este texto el uso de los términos que la teoría de la escritura acepta uni-‐ versalmente y no el de mis colegas mayistas angloparlantes. ǡ
Ƥ
×
, que ya desde ese paso predetermina si el logograma se debe leer con vocal larga, corta o glotalizada. Por ejem-‐ plo, transliterarían ęĆĐƤ
Ǯ
ǯǡęĆĆĐǡƤǡ ÀÀƤ
Ǥ±ÀĈčĆē
Ƥ
‘serpiente’, pero ĈčĆǯē si quiere decir ‘mirada’ o ‘supervisión’, a pesar de que en ambos casos se trate del mismo signo; y lo mismo pasaría con ćǯĆĆĐ, ‘hueso’, que en épocas tardías probablemente debió
de haber perdido la longitud vocálica y por ello lo transliterarían ćǯĆĐ; así como con ēĆč, ‘primero’, o ēĆĆč, ‘casa’. Coincido con La cadena en que ejemplos como estos constituyen un argumento Àǡ es decir, que por sí mismos no contienen vocal larga, glotalizada o rearticulada, característica prosódica que proporcionaba el lector
ǡ
amplias o no condicionadas, como por ejemplo ęĆĐ, cuyas trans-‐ cripciones serían takǡǮ
ǯǡȂtaakǡ
ƤǢĈčĆē, que lo mismo se utilizó para chan, ‘serpiente’, que para cha’n, ‘mirada’; ćǯĆĐǡ b’aak como b’ak, ‘hueso’; o ēĆč, que se usó pa-‐ ra nah, ‘primero’, como para naah, ‘casa’. Hacerlo de otro modo À
×Ƥ
ǡ
ÀęĆĐ es ęĆĆĐ, que ĈčĆēÀ ĈčĆǯē, que ćǯĆĐ y ćǯĆĆĐÀƤ
ēĆč y ēĆĆč son desemejantes, cuan do en todos estos casos se trata res-‐ pectivamente del mismo signo. Del mismo modo, concuerdo con Lacadena en que los logo-‐
ȀǦȀ
Ǥ Prueba de ello es que el mismo signo, ĐǯĆē, es usado para escribir tanto k’an, ‘amarillo’, como k’ahn, ‘escalera, silla’ o ‘banco’; ĐǯĎē es empleado tanto para k’in o k’iin, ‘Sol’, como para k’ihn, ‘calor’ o ‘ira’; mientras que ĞĆĝ vale tanto para ya’x, ‘azul’ o ‘verde’, como para yahx, ‘prime ro’, lo mismo que ĜĆĞǡÀ
wayib’, ‘dormitorio’, como en wahy[is], ‘nagual’. Por tal motivo, sos-‐ tengo que en la escritura maya todos los logogramas tenían vocales ǡ
ȀǦȀ
Ǥ pocos casos problemáticos, como por ejemplo ĈčĆĐ, chak, ‘grande’ Ǯǯǡ
ĈčĆĐ, Chaahk, dios de la lluvia ȋƤ ͣ͢Ȍǡ
Àǡ dicha situación se puede solucionar si se distinguen ambos signos con un número en subíndice o superíndice, tal como lo hacen por ÀƤ
ǡ
ǣĈčĆĐ1 y ĈčĆĐ2. También conviene mencionar que la transliteración, la trans-‐ cripción y la traducción no son los únicos pasos de análisis que rea-‐ ƤǤ
×
×Ǧ ten dos pasos más, de naturaleza técnica, que reciben el nombre de
××
y de×
. Para poder aplicar correctamente estos dos pasos es preciso tener un
Ƥ
Ǧ
Ǥ×
××
-‐
À
±
ǡ
ƤÀ
×ƪ× gramatical; cada elemento de éstos debe separarse del anterior ×
Ǥ ǡ ×
À
±
ƤǢǦ ras deben escribirse en castellano y con minúsculas, mientras que las partículas van abreviadas y con mayúsculas. Por ejemplo, si la
× ćǯĆĐǦǦ, la transcripción sería b’aakwaj,
××
b’aak-‐w-‐aj-‐øǡ×
cautivar-‐ĕĆĘ-‐ęĊĒ-‐3sĆćĘ
×À
Ǯ±
-‐ tivado’; en este caso ĕĆĘƤ
Ƥ
ǡęĊĒ Ƥ
intransitivo, y 3sĆćĘ quiere decir pronombre absolutivo de la ter-‐
ȋƤͤ͢ȌǤ
××
-‐
×ÀƤ
ǡ
Ǥ El pasaje en maya que se desea trasladar al castellano recibe el nom-‐ bre de texto de llegadaǡ
Ƥ
× es el texto de salidaǤ
Ƥ que no suelen cambiar la sintaxis maya a la castellana, razón por la cual sus traducciones están incompletas. Recuérdese que la sin-‐
Ǥ ejemplo, se sabe que en la sintaxis de las lenguas mayances el adje-‐ tivo debe ir antes del sustantivo, situación opuesta a lo que ocurre en castellano, de tal manera que la traducción adecuada de la ex-‐ presión k’uhul ajaw no es ‘sagrado señor’, sino ‘señor sagrado’.
Los estudiosos de la escritura a nivel mundial están relativamen te de
-‐
ǣ
Ƥ
ǡ aproximada sobre el idioma que está representado y un bi-‐escrito, es decir, un documento que sirva como clave, que contenga un mismo
ǡ
Ǥ Ǧ
ǡ×
-‐
Ǧ -‐ pollion, pues contenía un decreto del año 196 a.C. promulgado por el rey Ptolomeo ěÀƤ
×
ǡÀ
-‐ Ǥ Ǧ
DzdzȋƤͥ͢Ȍǡ
Ǧ
ĈčĆĐǡchak ‘grande, rojo’
ĈčĆĐǡChaahk ‘dios de la lluvia’
ͣ͢Ǥ
una transliteración amplia.
ͥͣ
ćǯĆĐǦǦ b’aakwaj b’aak-‐w-‐aj-‐ø cautivar-‐ĕĆĘǦęĊĒ-‐3ĘĆćĘ ‘±
ǯ
ͤ͢Ǥ
×ÀƤ
b’aakwaajǡǮ±
ǯǤ
to en 1862 en la biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid, pero entendido 90 años después, cuando Knórozov se dio cuenta de que no se trataba de un abecedario, sino de un silaba rio in-‐
ǡ
ȀȀÀ
ǡǦ no como silabograma ǯǢȀȀ
À
ǡ
ώǯϏ, etcétera. En 1982, los investigadores Nicholas Hopkins y Kathryn Josserand lograron Ó
×
Ǥ×-‐ À×Ǥ×À
la palabra ‘agua’ (ha’ en maya yucateco), por lo que el amanuense le puso un silabogramaǡǤ ×ǡ
× palabra ha’
ȀȀǡ
Ǧ ció poniendo la secuencia de signos silábicos Ǧ
antes de la que À
ǡ
±ȋƤͥ͢ȌǤ ƤĝĎĝ, Cyrus Thomas utilizó este manuscrito para
×
Ǥ ±
×ǡǦ tar correctamente algunas palabras aisladas, usando un método de trabajo que hoy se conoce como Ƥ. ×Ȁ
ȀDzdz Landa, que hoy se translitera como. Observó que en ocasiones
À
Ó
-‐ do, en pasajes donde aparece un ave de plumaje pardo asida por el
pescuezo. Thomas encontró que en los diccionarios mayas había un
ȀȀǣkutz, ‘pavo silvestre’, de lo que de-‐
À
À
ȀǦȀǤ
×À
ȀǦȀ
ÀȀȀǤ
combinación aparecía cuando en la escena se encontraba la repre-‐
×À
ǡ al buscar en los diccionarios alguna palabra que le diera sentido a
ǡ
ȀǦȀ
ȀǦȀǡ
Ǧ, tzul, ‘perro’. En los años cincuenta del siglo ĝĝ, Knórozov sistematizó estos hallazgos de Thomas, quien había trabajado de manera intuitiva. ±Ƥ
Ƥǡ
Ǥ
como
, y es en esencia un método compara-‐ ǡ
Ƥ
À
ÀǢ
ǡ
Ǧ nes más o menos repetitivas de signos, donde pueden detectar ±×
ya pueden leer. El primer análisis estructural en la historia de la À × ͥͣ͟͝ǡ
ÀƤ
las inscripciones de Chichén Itzá que, lamentablemente, nunca pudo leer. Tres décadas después el arqueólogo albanés David H. Kelley retomó el análisis de esta cláusula, pero aprovechando las ×DzdzǤ ǡ Ƥ
À ǯǦǯǦǦ Ǧ, K’a[h]k’ Upakal, nombre de un personaje histórico muy im-‐ portante que mencionan las
Ƥ
en ͣͣ͝͡Ǥ×
×ǡ Ƥ
×ȋȀ
Ȁǡ más su variante de cabeza) y dos del silabograma la. No obstante,
×
Àǡ Ƥ
×
×
Ǥ
-‐ miento de signos contiguos, de manera que la determinación del
ÀƤ
× algún otro. Finalmente, este método también ayuda a reconstruir
ƤÓǡǡǦ nados o desgastados, pues con sólo observar los rasgos básicos de
ÀǡƤ
Ǧ nocer la secuencia que ha visto en otras inscripciones. A este re s-‐ pecto, es preciso rendir tributo al ya mencionado David S. Stuart, cuya mirada experta lo ha convertido en el exponente de este método ÀƤ
Ǥ
Ć
Ć
Ć
ć
ć
Ĉ
ę
Ċ
č
Ď
ĈĆ
Đ
đ
đ
Ē
ē
Ĕ
Ĕ
ĕĕ
ĈĚ
ĐĚ
ĝ
ĝ
Ě
ĕ
Ě
ğ
La
Ǧ de Landa a-‐che-‐ja
ͥ͢ǤǤ
98
99
VI
BAJO L OS A USPICIOS D E ITZAMNAAJ: L OS E SCRIBAS EN L OS PALACIOS R EALES Nikolai Grube
ͣ͜Ǥ
×
ǡĐ͟͝͡͞Ǥ
ǡ
×
Ǥ
ǡ ïǡǡ
ï
ǡ
-‐ Ǥ
ÓǢ
Ǥ
Ǧ ǡ ǡ
Ó
ǡ
ï
Ǥ
×
×
ǡ
×ȋ±Ǧ Dz
ÀƤ
dzȌǤ×
ÀƤ
×ǡ
À-‐ ǡ
×ǡǡ
ȋƤǦ ͣ͜ȌǤ
Ǧ ×
ȋ±Dz
dzȌǤ ±
-‐ À
ǡÀ
À
À
Ǥ
-‐ ÀƤ
À À
Ǥ
101
101
EL ORIGEN DE LA ESCRITURA
Ƥ
ǣ
texto en voz alta y también sabrían interpretar los mensajes, mientras que otros podrían reconocer los signos, pero no serían capaces de extraer el sentido semántico de un texto, y mucho menos estarían en condición de leer en voz alta. Hasta ahora existe un debate entre los investigadores de la escritura maya sobre el grado de cono-‐
ÀƤ
±Ǥ
ǡ ×
ÀƤ
ǡ
Ǥ
ǡǡǡ
ǡ
ǡ que no implicaba que sus dueños supieran leer. Considerando que muchos de los signos en la escritura maya eran logogramas que conservaban su
×
ǡ
ǡǡ
-‐ ͣ͞Ǥ ÀƤ
no de los signos más importantes; por ejemplo, los relativos a los nombres de los gobernantes, pues en Pájaro Jaguar Ďě, Yaxchilán, Chiapas, México. À
À
ǡ
Ǥ
Ƥ
ǡ miembros de la élite estuvieran en condiciones de reconocer estos nombres, y tal vez hasta unos térmi-‐
ÀƤ
Ǥ
ǡǡ±
ǡǡǦ Ǯ ǯǡÀƤ
× ȋƤͣ͞ȌǤ
Ƥ
À
×
ÀƤ
Ǥ lectura no requería un mayor entrenamiento. Recuérdese que
ÀƤ
ǡ
ÀǦ les públicos, a los que asistían personas de los más diversos niveles sociales. Otros aspectos de la escritura que serían accesibles al co-‐ aj tz’iib’, ‘el de la escritura’, ‘escriba’ miyatz, ‘letrado’ itz’aat, ‘sabio’ ïÀǡǦ
À
ȋƤǦ gura 80), y los verbos, que en muchos casos consisten en manos estilizadas. Por todo ello, exis tía un ͣ͟ǤÀ
Ǥ abanico de grados de conocimiento de los textos, desde la capacidad de redactar un mensaje hasta el
Ǥ
À
ǡ -‐
×
À ȋƤ ͣ͝ȌǢ decir, al soberano de los dioses y al creador de la cultura humana ȋ±Dz
ǡdzȌǤï el cro nista Diego López Cogolludo, Itzamnaaj era el hijo del dios om-‐ ǯǡǡǡ×
ÀƤ
Ǥ
ǡǡ también relata que los sacerdotes tenían que invocar a Itzamnaaj cuan do querían abrir los libros para la adivinación. Además, en una
× ÀƤ
Àǡ
ǡ±
ǡ
ÀƤ
Àaj k’in, aj tz’iib’, ‘el sacerdote, el escriba’, con lo cual es obvio que Itzamnaaj era
À
Àǡ À
Ƥ
Ǥ
un medio sagrado de comunicación. Ello explica por qué la escritu-‐ ÀƤ
× Ƥ
×Ƥ
×Ƥ
Ǥ
an tiguas se desarrollaron hacia escrituras silábicas, dejando atrás mu chos de sus logogramas; en el caso de la maya, el número de lo-‐ go gramas nunca se redujo. Esto se debe, tal vez, al carácter icónico
Ƥ
×-‐
ÀǤ
×ǡ
À
-‐ Ƥ
ǡǡ
escribieran con signos que representan las cabezas de las divinidades. Así, pue de decirse que los dioses estaban presentes en los textos. Aun-‐ que hubiera sido posible escribir sus nombres con signos silábi-‐
ǡ
×
Ǥ Otro impacto de la sacralidad de la escritura es su enorme con-‐ òÀ
ǣ-‐ tiguas y auténticas de las palabras, aunque el idioma hablado ya hubiera cambiado.
UN MEDIO DE EXPRESIÓN PARA LA ÉLITE MAYA Por su carácter sagrado, el acceso a este sistema de comunicación estaba, en gran medida, reservado a los altos segmentos de la po-‐ blación. Cuando los españoles llegaron a Yucatán en el siglo ĝěĎ, entre la población maya sólo había unos pocos especialistas que conocían la escritura. Antonio de Ciudad Real dice: “solamente los sacerdotes de los ídolos, llamados ah k’ins en esa lengua, y en
ïǡÀƤdzǡ ×
-‐ presión esotérica, empleada exclusivamente por los sacerdotes. Sin ǡ×
Ƥ
±
Ǥ
parecen haber sido conocimientos exclusivos de la nobleza maya,
102
ͣ͝Ǥ
× Ǥ
como en muchas civilizaciones preindustriales; pero cuando se re-‐ ƪ
ǡ-‐ ciar entre la capacidad de leer y recitar un texto y la capacidad de escribir un texto. Un individuo no necesariamente conocía a la per-‐
×
ǢÀ
ÀÀƤ
ǡÀ
los que habrían aprendido a escribir. Tampoco debe pensarse que
Los escribas mayas se llamaban aj tz’iib’ǡ
ÀƤ
Clásico Temprano, y que todavía se usa entre los mayas contemporáneos. La palabra aj tz’iib’ está com-‐ Ƥaj, ‘el que’, y la raíz tz’iib’, ‘escritura’. Además de este nombre, los escribas ïÀƤ
Ǯǯǡ itz’aat, ‘letrados’, mi-‐ yatz, y ‘sacerdotes’, aj k’in. Para escribir el titulo itz’aat, ‘sabio’, los escribas usaban muchas veces un signo
ȋƤͣ͟ȌǤ
Ǧ
ǡƤ
Ó
Ǥǡ
dei dades patronas de los letrados con Junb’atz y Junchuwen, los medio hermanos del Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas quiché. Según este relato, los héroes gemelos tenían dos medio hermanos mayores que competían con ellos cazando animales en la selva. Un día mandaron a sus hermanos a buscar pájaros en la corona de un árbol. Cuando estaban en la copa, ya no podían bajar, y en ese momento Junb’atz’ y Jun-‐
±ǤïPopol Vuh, Junb’atz’ y Junchuwen
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103
Con tal motivo, muchas representaciones de escribas en la ico-‐ À
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banda de papel de amate con escritura o con números.
EL TRABAJO DE LOS ESCRIBAS Se sabe muy poco sobre la identidad de los escribas, porque en ge-‐ ×ǡ×
de las Tierras Bajas de la época Clásica dejaron sus nombres, aunque
-‐ dos mayas. Como en muchas civilizaciones antiguas, entre los mayas existen también textos largos y elaborados poéticamente, aunque la gran mayoría de los preservados son nada más que comunicados Ƥ
×Àï-‐ lo europeo. Sin embargo, los redactores de estos textos permanecen
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ē9-‐82, Copán, Honduras.
104
anó nimos, porque el objetivo principal de las inscripciones era ex-‐
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los elaborados rituales que celebraban. Asimismo, los redactores no se consideraban los autores de los textos que trazaban, porque su origen eran revelaciones divinas o comunicados del gobernante que Ǣï
consideradas palabras de autoría personal e individual, sino inspi-‐ ración divina. No obstante, en varios monumentos de Copán, Honduras, y de otros sitios mayas se encuentran textos escritos en primera perso-‐ na. Quien comunica estos mensajes obviamente es el gobernante, y su voz está preservada en piedra para la eternidad. En otras oca-‐ siones, toda la narrativa histórica de un texto largo está redactada
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de que el que hablaba era el gobernante, quien tenía el poder de ȋƤͣ͢ȌǤǡÀ-‐ ƪajaw, de la persona que más legitimidad ostentaba para hablar de los dioses. En este contexto es importante recordar que la palabra ajaw deriva de la raíz aw ‘lla-‐ ǯƤaj, ‘el que’; entonces, así como el tlatoani entre los mexicas, el gobernante maya es ‘el que llama’ o ‘el que
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-‐ tos de los grandes monumentos, las palabras que usaban corres-‐ À×
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×u-‐tz’iib’, ‘es la escritura de’, y lo que sigue es el nom-‐ bre del escriba a quien se atribuye el texto. Más comunes son las Ƥ
Ǧ numentos de este material en muchos sitios mayas; empiezan, ǡ
y-‐uxulul ‘es el grabado de’. Ƥ
ÀƤǡ-‐ tinguirlas del cuerpo principal. De esto resulta que la elaboración À
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era más importante que la identidad de los redactores de las pala-‐ bras de los pasajes.
Ǧ tas, sólo trabajadores manuales que tenían la tarea de realizar en
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ǡ redactado por otro, el que manejaba el idioma propio de los tex-‐ ǡ
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À ×Ǥ -‐ bargo, quizá tanto los escribas como los artistas que delineaban el
Ǥ cinceladores que labraron su nombre en monumentos llevan el tí-‐ tulo de ajaw, ‘noble’. Los escribas ocupaban una posición social muy elevada, y los mejores acumularon riquezas y vivían en casas de piedra de enormes dimensiones, que apenas se distinguen de los
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pa’ chan ajaw, ‘señor de Yaxchilán’. En otros casos parece que los letrados podían ser el botín de guerra de los señoríos, como en Piedras Negras, Guatemala, donde en la Estela 12, entre los varios prisioneros hay uno que lleva el título de b’aah cheeb’, ‘el primero de los pinceles’. Parece que cada señorío trataba de mantener un taller de cinceladores, pintores y escribas. El gran ïDzƤdzïǡ ǡ À
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grupo de artesanos, y que ellos estaban organizados en talleres. Por eso, en varios monumentos se en-‐ cuentran también indicaciones de un orden jerárquico entre los artistas, en el cual el maestro lleva el tí-‐ tulo de b’aahǡǮǯǤƤÀ
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Ǥ alto grado de especialización entre los miembros de un taller, hay también evidencia de que los mismos artistas se dedicaban a escribir tanto en cerámica como en piedra. Existe un vaso de cerámica de estilo
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LAS RESIDENCIAS DE LOS ESCRIBAS
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ͣċ-‐30, Tikal, Guatemala.
Los escribas vivían en la cercanía de los gobernantes, en casas grandes, como es el caso de la Estructu-‐ ra 9ēǦͤ͞ ǡǤƤ
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Ē8-‐10),
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-‐ mente tuvieron que huir del sitio, los arqueólogos hallaron los restos del taller de un escriba. Además de cuatro conchas de Spondylus, que tenían tinta, se encontraron también pequeñas manos y meta tes para la preparación de los pigmentos para las pinturas, y otras herramientas usadas por un escriba
105
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-‐ cha servía como tintero, que se llamaba sab’ak, una palabra que deriva de las palabras mayas para ‘tizne’ y ‘hollín’. En la Tumba 116 del gran gobernante Jasaw Chan K’awiil ǡ ǡ×
concha de SpondylusǢ
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sab’akǡǮǯȋƤͣͣȌǤ-‐ bién se conoce la palabra para pincel, cheeb’, la cual está escrita en un plato pequeño que servía para limpiarlo, pero también aparece como uno de los títulos que llevaban los escribas más importantes.
EL PODER SAGRADO DE LA ESCRITURA ±ÀƤ
wooj. La palabra wooj es muy común en los escritos del noreste de Yucatán, en especial en la región
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× comunicación, sino también un instrumento sagrado que pudo iniciar una trayectoria ritual. A veces el proceso de escribir era más importante que el mensaje textual. Tal vez esto puede explicar la gran distribución de cerámica pintada con decoración que imita ÀƤ
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principalmente en cerámica pintada, también los hubo en monumentos de piedra, y
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ǡǦ va un aumento de ellos en el Clásico Terminal, cuando la cultura de las élites estaba declinando y con ello también la práctica de la escritura. Durante los últimos cien años de la época Clásica escasearon los letra-‐ Ǥǡ
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Ǥ *** Los mensajes con escritura maya tenían un enorme valor político, social, sagrado y ritual. Por eso, el tra-‐
ǤƤǡ ellos que los mayas del pasado siguen comunicándose con nosotros.
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106
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TIEMPO S AGRADO Y T IEMPO P ROFANO
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VII
EL C ALENDARIO Maricela Ayala Falcón
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111
111
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-‐ drían indicar sistemas de registros temporales, como Stonehenge, pero su presencia no necesariamente implica la creación de un sistema calendárico, pues estos registros conllevan un largo perio-‐
× ××-‐ cos (en su mayoría), como de las actividades humanas del propio grupo y las de aquellos otros con los cuales se tiene algún tipo de intercambio. El calendario más antiguo conocido, del cual se tiene noticia, se dio, aproximadamente, en el año 3000 a.C. en Mesopotamia, re-‐ ×
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tenía especialistas dedicados a grabar, primero en piedra y después en tabletas de arcilla, largas listas donde se consignaban los bienes de los gobernantes, sacerdotes y comerciantes. Es decir, la escritura,
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contable de objetos, pero también sirvió para llevar la cuenta del tiempo; ya que, además del conocimiento acerca de cuándo debían llevarse a cabo las actividades agrícolas, los sacerdotes poseedores
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Ǧ na voluntad de los dioses hacia ellos, y dichas ceremonias debían llevarse a cabo al mismo tiempo en todas las ciudades. Su calendario original se basó en la Luna, y dividieron su año en 12 meses de 30 días cada uno —posiblemente de aquí derivó su siste-‐ ma numérico, que era duodecimal y sexagesimal, siendo los prime ros que inventaron el cero. El problema con este calendario radicó en que ǡ
duración un poco mayor de 29 días y medio, y después de un tiempo empezaron a tener desajustes. Sin embargo, sus sucesores, los babi-‐ lonios, conservaron este sistema alternando meses de 29 y 30 días y añadiendo cada cierto tiempo un mes de 30 días, todo esto para tratar de ajustar su calendario lunar con el solar.
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Ǧ nocimiento quedara en manos de una élite reducida y poderosa; pero ×ǣ
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ȋĝĎ a.C.), el cual, ǡ±
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ǡ y, de ella (vía Etruria), la romana. ǡ
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Ǧ lendario de Egipto, es decir, utilizaron un año solar de 365 días. Los egipcios sustentaron su calendario en dos acontecimientos: el desbordamiento anual del río Nilo, que ocurría a mediados de ju-‐ lio, y la aparición de Sirio, en el oriente, antes de la salida del Sol en
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ͤ͟͞ǤǤ añadir un sexto día cada cuatro años, lo que se llevó a cabo en la épo ca de Julio César, quien, por consejo de Sosígenes, decretó que
112
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en 1582 por el papa Gregorio ĝĎĎĎ, quien ordenó que al año de 1582 se le restaran 10 días y que cada cuatro siglos se omitieran tres bisiestos. Fue así como quedó establecido el Año Gregoriano, que es, con va rias salvedades, el que rige actualmente en la Tierra, es decir, básicamente entre los herederos de la tradición europeo-‐católica. Pero, así como China, India y los países árabes produjeron sus propios sistemas calendáricos, en Mesoamérica también se inven ta-‐ ron varios, algunos asociados a movimientos astronómicos, y otro, el más duradero y generalizado, es tan particular a Mesoamé rica que, a pesar de todas las hipótesis generadas sobre su posible origen, éste, el de 260 días, sigue siendo de origen desconocido.
ǬV V Dz dzǫ Las primeras anotaciones, de acuerdo con conocimiento de origen arqueológico, que conllevan un sistema de escritura asociado a un ±
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Ȍǡ verbos (acciones), nombres (sujetos) y el lugar (topónimos) donde ocurrie ron, son las Estelas 12 y 13 de Monte Albán, Oaxaca. Éstas es-‐ Ƥ
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ǫ2-‐ do por dos ciclos, o años, uno que corresponde al año solar, es decir, tiene 365 días, pero está subdividido en 18 periodos de 20 días cada uno, más 5 días adicionales (18 x 20 + 5 = 365), y en él cada mes, o ǡ
Ó͜͞ïǣ͜͝͞ȋƤͤͤ͜͝ȌǤ le ha llamado el año religioso, porque cada veintena estaba regida por una deidad, y era el que servía para llevar a cabo las ceremonias ƪÀ las distintas actividades grupales de la sociedad.
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-‐ pañaban por 13 números, es decir, el primer día hacía su recorrido con el número 1, el segundo día iba con el número 2, el tercero con el 3, y así sucesivamente hasta el 13, pero con el día siguiente, el dé cimo cuarto, se reiniciaba la cuenta del 1 al 13, sólo que como los días eran únicamente 20, al comenzar de nuevo el peregrinar de los dio-‐ ses-‐día, al primero le correspondía el dios-‐número 8, y así se conti-‐ nuaba la se cuencia de los 20 dioses-‐días y los 13 dioses-‐número. Para que volvie ran a coincidir el primer día con el numeral 1 debían transcurrir 260 días (20 x 13 = 260). Este ciclo discurría, sin inte-‐ rrupción, al mismo tiempo que el de 365, y al terminar reiniciaba su camino con la veinte na correspondiente.
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113
À nueva imix
siglo ĝěĎ imix
Maya
× de los signos
À nueva
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pop
siglo ĝěĎ pop
Maya
× de los signos
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ik’
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ik’at, wooh(iil)
ak’bal
k’an
akbal
kan
ak’ab?
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siglo ĝěĎ chuen
Maya
× de los signos
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chicchan
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siglo ĝěĎ
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ceh
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mac
mak
k’ank’in
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muan
muwaan
muluc
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yaxk’in
tz’ikin?
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ch’en
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Figura 80. Días del calendario tzolk’in de 260 días.
114
ahau
yax
yax
ajaw?
pax
pax
pax
k’ayab
kayab
k’anasiiy
kumk’u
cumku
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uayeb
wayhaab?,
ik’sihom
kab? etz’nab
muwan
molol, molow
ok
× de los signos
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mol, muluk
Maya
hix? yaxk’in
lamat
zotz’
kusew xul
manik
chakat
? sotz’
manik’
zip
yaxsihom
kolajaw
Figura 81. Meses del calendario haab’.
115
Ó͟͢͡ÀǡǡƤÀ͜͝͡À±-‐ pezaría de nuevo con el primer dios patrono o regente de dicha vein-‐ tena, acompañado por cada uno de los dioses número. Así, ambos ciclos continuaban su camino, terminaban y volvían a comenzar sin que hubiera ninguna interrupción y sin que se repitiera la misma combinación de numeral-‐día numeral-‐veintena, hasta que, pasados ͡͞Ó͟͢͡Àͣ͟͢͜͞ǡ͝À͝ǡ͜-‐ ͝À
ȋͣ͢͜͟͞ϋͤͥͤ͜͝ǡ͟͢͡͞͡ϋͤͥͤ͜͝ȌǤ A esta combinación de los dos ciclos se le conoce como el sis-‐
ǡ culturas pobladoras de Mesoamérica. Pero, dado que el ciclo so-‐ lar no tiene una duración de 365 días exactos, a los mesoamerica-‐ nos les pasó lo mismo que a las otras sociedades que lo utilizaron como base para su registro calendárico: el tiempo comenzó a des-‐ ǡ
ǡ
posición del Sol. Ǭ±
ǫǡ-‐ tir de Monte Albán ĎĎĎ dejaron de escribir las veintenas. No es que abandonaran el sistema, no; simplemente, ya no volvieron a repre-‐ sentar las veintenas en las inscripciones, pero el calendario continuó igual. Es decir, permaneció con sus 20 dioses días acompañados con los numerales correspondientes, y lo mismo ocurrió con las 18 vein-‐ ͡ÀDzǡÀdzǤ͡ días los que permiten saber que el calendario se mantuvo sin ma-‐ yores cambios. Ǭ×ǫ͡À—nemontemi en-‐ tre los mexicas, wayeb’ entre los mayas— provocan que sólo cuatro de los 20 días puedan iniciar el año solar; a éstos se les conoce como ÀÀǡ
ÓÀƤ
representa al año. Lo único que cambió, en algunas partes y en di-‐ ǡ
ǡÓ se desplazaron al día siguiente. De ello se hablará más adelante, al explicar el sistema maya.
V
Figura 82. Detalle del lado este de la Estela Ĉ, Quiriguá, Guatemala.
116
Ambos ciclos, el de 260 y el de 365, permanecieron en todo el terri-‐ torio mesoamericano y se mantuvieron a pesar de la llegada del ca len dario juliano traído por los españoles. De hecho, en muchas comu nidades indígenas aún pervive el de 260 días. Sin embargo, algunos grupos, posiblemente de origen mixe-‐ zoqueano, habitantes de lo que ahora se conoce como Chiapa de ǡ
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ǡ escribe en líneas horizontales, este otro sistema lo hace vertical-‐ ǡ
ǡ͜͞Ǥ No se sabe si en su creación estuvo implicado el comercio al cual se dedicaban estos grupos, como ocurrió en Sumer, porque práctica-‐
Figura 83. Estela Ĉ, Tres Zapotes, Veracruz, México.
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-‐ dad son relativas al calendario.
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Ǧ rios, al que se le llama la Fecha Era y se lee 13.0.0.0.0 4 ajaw 8 kumk’u, que corresponde al 13 de agosto de 3114 a.C. en el calendario cristiano, usando la correlación Goodman-‐Martínez-‐Thompson (ČĒę) 584 285 ȋƤͤ͞ȌǬ±Ƥ
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À-‐ ban migrando, y, por supuesto, no existía la escritura. Pero es a partir de ella que se comienza a contar el
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ral veintena— se le llama Fecha de Rueda de Calendario y su im-‐ portancia radica en el registro del día al cual se llegaba, pues el
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calendario de 260 días, pues gobernaba los días, y cualquier evento a realizarse, o realizado, debía llevar esta notación. La primera inscripción maya conocida que presenta el regis-‐
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-‐ pranas: en éstas sólo se escribían los ciclos transcurridos con los ï
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ǡ ca beza de la deidad co rrespondiente, para designar los periodos o
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Serie Inicial (ČĎĘĎȌǡ
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tres elementos constantes ǦǦčĆćǯ, tziikhaab’, y uno variable; este último es el dios patrono de la veintena correspondiente a la
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ÀǣČĎĘĎğĎĕǡͤǤ͝͞Ǥ͝͠ǤͤǤ͝͡ǡ 13 ĒĊē [3 ğĎĕ], que se transcribe así:
Figura 84. Estela 29, Tikal, Guatemala.
ǡ
2 de Chiapa de Corzo y la Ĉ de Tres Zapotes, corresponden al Ciclo (b’aktunȌͣȋƤͤ͟ȌǤÓǦ
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ǡ
×
escritas por los cronistas españoles o por los propios indígenas du-‐ rante la Colonia. A partir del quinto, los nombres se tradujeron del
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numérica que le correspondía a cada ciclo. Hoy en día, ya se pueden leer la mayoría de sus nombres, pero, por costumbre, al hacer la
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-‐ les con que se conocen y que son, de mayor a menor, tal como se escribieron en un principio, los siguientes: ±
͝ ͜͜͜͠͠ȋͣ͜͜͜͞͞ȌÀ b’aktun pik ͣ͜͜͞ (360 x 20) días k’atun winikhaab’ 360 (18 x 20) días tun haab’ 20 (1 x 20) días winal winik / winal 1 1 día k’in k’in Dicho sistema sigue sustentándose en el calendario mesoamerica-‐ no previo, pues incluye el ciclo de 260 días para registrar los días y ͟͢͡Ǥ×—numeral día y nume-‐
118
Tziikhaab’ Zip, waxak pik, laju’nchan winikhaab’, chanlaju’n haab’, waxak winik, uhxlaju’n k’in, uhx Men, uhx Zip. La traducción es Ǯǡǡ
ǤȑÀ
Ǧ Ȓͤb’aktunes, 12 k’atunes, 14 tunes, 8 winales y 15 k’inesȑ
Ȓǡ͟͝ȑÀȒ͟ȑȒǯǤ
Equivale al 8 de julio de 292 en el sistema calendárico occidental. ǡ
mensaje, aunque puede pensarse que se trataba de la entronización del gobernante de Tikal. Ǭ
ǫǡ Ǭ
ǫ ǡ ya que ellos, a partir de su escritura, llevaron dicho conocimiento a otras implicaciones y resoluciones, como el escribir los números y los periodos en variantes de cabeza y en variantes de cuerpo completo, como puede observarse en el Dintel 48 de Yaxchilán, Chia pas, México ȋƤͤ͢Ȍǡ
ͥb’aktunes, 4 k’atunes, 11 tu nes, 8 winales, 16 k’ines, el día era 2 kib’. Otra aporta ción maya al sistema calendárico es el ciclo llamado Señores de la Noche, que consistió en incluir un conjunto de signos en el Grupo Novenario o ČȋƤͤͣȌǡ
ͥǡ
a la Serie Inicial. Esta serie suele estar presente des de los inicios del sistema de registro maya, tal como se aprecia en la Placa de Leiden ȋƤͥ͞͝Ȍǡ
ǡǡ
Àǡ registra la entronización de un gobernante, pero en ella ya se incluye el
Č, el cual se ha comparado con los 9 Señores de la Noche de los mexicas, comparación que no está comprobada. Ǭ±
ǫ-‐ troducción que llevaron a cabo los mayas y que resultó de gran
Núm. maya
0 mih?/ minan?
1 jun
Núm. maya
10 lajun
11 buluch/ buluk
2 cha’ 12 lajunchan?
3 ux/ ox
4 chan/ kan
13 uxlajun/ oxlajun
14 chanlajun
15 ho’lajun 5 ho’
6 wak
16 waklajun
17 huklajun 7 huk
8 waxak
18 waxaklajun
9 balun?
19 balunlajun?
Figura 85. Números registrados en variante geométrica y de cabeza.
119
impor tancia para cuando decidieron acortar el sistema de escri-‐
Ǥ Č correspondiente a una Fecha
ÀƤ
×
b’aktunǡ
ǡ ͝͠͠ ͜͜͜ÓǤ Ǭ±ǫ À
Ǥ À
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ƤǤ
G1
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G3
G4
G5
G6
G7
G8
G9
DE ASTRONOMÍA, HISTORIA Y ALGO MÁS
Figura 86. Dintel 48, Yaxchilán, Chiapas, México.
120
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someter a dichas culturas; su argumento, después de muchas pregun-‐ ǡ ǣ Ǭ
ǫǡ
textos escritos en escritura latina, y escribían en quién sabe qué, deci-‐ Dz
dzǤÀ×Àǡ
À de redimir dicho error. Fue en el siglo ĝĎĝ, a raíz de las publicaciones de los códices ma-‐ ȋ±DzdzȌǣ páginas del Dresde por Alexander von Humboldt y posteriormente el códice completo, primero por E. Kingsborough y después por E. Förstemann, el Troano por B. de Bourbourg, el Cortesiano por Rada y Delgado, y el de París por L. de Rosny, después de la publicación de la llamada Relación de la cosas de Yucatán, de Diego de Landa con
DzdzȋƤͥ͢Ȍ
× ǡ
ÀƤ
Ǧ vaban los viajeros que habían estado en el área maya, los estudiosos de las escrituras antiguas comenzaron a abocarse al estudio de esta escritura maya. Algunos se interesaron en los textos e intentaron leerlos. En el caso de Förstemann, le interesó primero el calendario, con lo que logró precisar el valor de los números que, como ya se dijo, están es-‐
ǡ
Dz
dzǡ
Ǥǡ trabajando con el Códice de DresdeǡƤ
×ǡ lo que seguía, en el mismo documento, que son las de los eclipses.
ÀƤ
ǡƤǦ
×
ǡ
×-‐ ces y los monumentos, para buscar en ellas una explicación astro-‐ ×
ȋ±DzdzDzÀdz es te volumen).
ȋ Cuen ta Larga), y su asociación con el tzolk’in y el haab’, al arqueólo-‐ go Sylnavus ČǤ
×
-‐
ǣČ y ċ (‘se ata la diadema el Señor Č’) y la Cuenta ǡĊȀĉȋ
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Ȍǡ Ĉȋ
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Ȍǡĝ y ćȋ
×Ȍ Ć (que registra si esa lunación sería de 29 o de 30 días).
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Y, al seguirse documentando los ciclos astronómicos, se pensó que los cómputos mayas sólo esta-‐
×
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Ǥǡͥ͢͝͞ǡơǡ
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×
×
-‐ plicaciones astronómicas. Ella demostró que los llamados números de distancia registraban el tiempo
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k’atúnicas, o registros de dicho ciclo. Óơ
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ȋȌ en los códices. L a base para su descubrimiento se sustentó, precisamente, cuando se dio cuenta de
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×Dzdzȋ
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ȋȌǤ×
Ƥ
ǡÀ-‐ tintos grupos. Si se toma como ejemplo la cara posterior de la Estela 3 de Piedras Negras, comienza con el ČĎĘĎ que presenta al dios solar como patrono de la veintena, o sea, el mes yaxk’in; continúa con la ĘĎ que se lee 9.12.2.0.16, es decir, habían transcurrido 9 b’aktunes, 12 k’atunes, 2 tunes, 0 winales y 16 k’ines desde la
ȋƤͤͤȌǤÀ͡kib’, ČͣǮ×ǯǡÀͣ͞ÀȋĉȀĊ), habían transcurrido 2 lu naciones (2Ĉ), ĝ era su nombre (ĝȀć), y ese mes iba a tener 29 días (9ĆȌǡ͝͠yaxk’in. En
×ÓǯǡÓǤ
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121
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Ȓ͜k’ines, 10 winales, 12 tunes
͝kib’ 14 kank’in cuan-‐ Ó
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en que nació su hija, Hunah Ahk, le sigue otro Número de Distancia que registra cuando el soberano
×͞͡Óǡǡ
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ȋ×Ȍ
͙͝͠k’atun, en un día 6 ajaw 13 kank’in. ± ï
Ǣ
ǡ donde acostumbraron escribir en los dinteles de los vanos, se valieron de la llamada Cuenta Corta o Fechas de Rueda de Calendario que, como ya se dijo, sólo registran el numeral-‐día numeral-‐mes y se re-‐
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×Ǥ
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ǡ±
Ǧ dario cuando el gobernante tenía muchas cosas que contar, pero ellos hicieron algo muy interesante, Č (Señor de la Noche) y esas combinaciones únicamente se daban una vez cada b’aktun. Si se considera que casi todo el periodo Clásico se dio en el b’aktunͥǡ
-‐
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ȋƤͤͥȌǤ
×
ȋĆǡćǡĈ) con el día 8 chikchan, Č3, 18 sakǡ
ͥǤ͝͠Ǥ͝͝Ǥͣ͝Ǥ͡ȋͣ͟͝͠͞ȌǤ
ȋĉǡĊǡċ) la muerte del señor 6 Cielo. Después (čǡĎȌ
Ƥho’tun (5 tunesȌȑ
ͥǤ͝͠Ǥ͝͞Ǥ͡Ǥ͜Ȓ 6 ajaw 13 kayab’, seguida por un Número de Distancia que lleva al 8 chik-‐ chan 13 kank’inȑͥǤ͝͠Ǥ͝͞Ǥ͝͞Ǥ͡Ȓ͟͝sakȑͥǤ͝͠Ǥ͟͝ǤͣǤ͡Ȓǡ
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sistema propio de Toniná: el día es el mismo pero entre las veintenas hay 260 días. Así como el registro anterior parece ser propio de Toniná, en Palenque, Chiapas, México, también
×
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Ciclo de 819 días. Éste registra el movimiento que el dios K’awiil (ČĎĎ) llevaba a cabo en el cielo; pero se trata de un movimiento en contra de la manecillas del reloj, y pasa por los 4 rumbos: Este, Norte, Oeste, ǤÓǡǤ Pero todos estos sistemas de registro de las actividades de los señores y los dioses, algunas expuestas ǡƤ
ǡ
ǡǡǡ objetos de adorno, todo esto cesó cuando las ciudades comenzaron a ser abandonadas. El último regis-‐
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͜͝Ǥ͠Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡ͝͞ajaw 3 woǡͥͥ͜͝͡ȋƤͥ͜ȌǤ Hay que destacar lo que implica, dentro de la historia de la humanidad, el que los mayas llevaran un registro tan preciso de sus actividades. Ello ha permitido empezar a recuperar su historia con una exacti-‐ tud única. Debe considerarse que, así como se sabe que aunque el nacimiento de Cristo marca el principio
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×Ǥǡ los libros escritos durante el Clásico ha sobrevivido debido al clima; algunos, localizados en tumbas ǡȋ±DzƤ
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Ǥ Así, los códices prehispánicos que se conocen —mexicas, grupo Borgia, mixtecos, mayas—, todos son del Posclásico, y en ellos el principal sistema de registro calendárico es el tzolk’in, aunque los de contenido ×
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× hecho registrado, no hay veintenas. Los únicos que se salen de este patrón son los códices Dresde y París. ǡ
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llamadas Ruedas K’atúnicas. Es cierto que el registro de los k’atunesǡƤ
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en la Estela 31 de Tikal, Gua-‐
122
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9
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Figura 88. Parte posterior de la Estela 3, Piedras Negras, Guatemala.
123
temala, de 9.0.0.0.0), pero durante las últimas épocas se apoyaron más en este sistema, como se observa en los libros del Chilam Ba-‐ lam, cuando hablan de los k’atunes 13 ajaw, 11 ajaw, 9 ajawǡͣajaw, 5 ajaw, 3 ajaw, 1 ajaw, 12 ajaw, 10 ajaw, 8 ajaw, 6 ajaw, 4 ajaw, 2 ajaw, 13 ajaw, para cerrarse la Rueda de k’atunes. Esta Rueda es la regis-‐ trada en el Códice de París, en el cual también están lo que se ha Ƥ
Ǥ En el Códice de Dresdeǡǡ
en el sistema de Cuenta Larga, algunas escritas en estilo temprano, es decir, con puntos y barras, y otras más con variantes de cabeza para los numerales y los ciclos. Pero lo más constante es el ciclo de 260 días,
Ǥ ÀƤ
del lado izquierdo y llevan un numeral rojo, al que sigue uno negro
À
Ǥ entre 5 (5 x 52= 260), o entre 4 (65 x 4 = 260), aunque hay algunos dobles. En este mismo códice se encuentran las Tablas de Venus (ciclo sinódico de 584 días), las Tablas de Eclipses y, posiblemente, pero ǡïͣͤǡÀ
×
ȋͣͤ͜ÀȌǤ En los tres códices hay textos paralelos, y otros que, aunque lo que dicen es distinto en cada uno, todos tienen las llamadas pági-‐ nas de Portadores; pero mientras en el Códice de Dresde éstos son Akb’al, Lamat, B’en y Etznab’, en el de Madrid son Kan, Muluk, Ix y Kawak, que eran los días regentes cuando llegaron los españoles, tal como lo relata Landa y se puede comprobar en el Códice de Madrid. Y de todo el sistema calendárico maya lo que sobrevivió, y ha permanecido a lo largo del tiempo, es, precisamente, el ciclo de 260 días, el cual continúa siendo utilizado por los h-‐men, o sacerdotes actuales, quienes lo emplean cuando tienen que hacer las curacio-‐ nes o llevar a cabo algún ritual.
Figura 89. Monumento 69, Toniná, Chiapas, México.
124
Figura 90. Monumento 101, Toniná, Chiapas, México.
125
VIII
LA A STRONOMÍA Erik Velásquez García, Jesús Galindo Trejo y Stanislaw Iwaniszewski À
-‐
ȋȌǤÀǡ Àǡ±ǡÀ
ÀÀ Ǥ Fray Diego de Landa, siglo ĝěĎ.
Detalle de la diosa lunar, Códice de Dresde, p. 53.
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127
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Ǧ ras arquitectónicas, como de la disposición de trazas urbanas (véa-‐ Dzǡ
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EL CIELO
Figura 91. Estela 10, Piedras Negras, Guatemala.
128
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como una sucesión de estratos superpuestos. Por lo general, el número de cielos es 13. En cada uno de ellos solían habitar ciertos
ïƤȋƤͥ͝ȌǤ Unos estudiosos daneses han opinado que tal idea pudo haber sido adoptada por los mayas a la llegada de los misioneros españoles ±Àƪ
como Dante Alighieri (1265-‐1321). No obstante, esto hubiera sido demasiado peligroso, debido a que los libros de ese tipo de escrito-‐ res ya habían sido prohibidos por la Inquisición desde 1318. Por otra ǡ
ÀƤ
-‐ tidades y lugares sobrenaturales cuyos nombres contienen la raíz ±
chan, ‘cielo’, acompañada por un número que nunca era mayor de ‘trece’. Por ejemplo, Nah Ho’ Chan, ‘Primer Cinco Cielo’, era el nombre de una montaña sagrada ubicada en el norte; Wak Chan Ajaw, ‘Señor del Seis Cielo’, era probablemente un epíteto o
×ÀǢǥǡǮǥǯǡ-‐ bre antiguo del Templo de la Cruz de Palenque, Chiapas, México, que aparentemente reproducía un templo mítico y arquetípico ubicado en el norte; B’alun Chan, ‘Nueve Cielo’, era parte del nom-‐ ±
Ƥ
ǢǯǡǮ Búhos de lo Alto’, y Uhxlaju’n Chanal Kuy, ‘Trece Búhos de lo Alto’, eran nombres asociados con distintos aspectos del dios L; Laju’n Chan, ‘Diez Cielo’, era uno de los númenes patronos del planeta Ve-‐ nus, etcétera. Se podría objetar —
Ǧ gadores daneses antes aludidos— que no hay evidencia para pen-‐ sar que se trata de cielos yuxtapuestos, puesto que pudieran estar ǢƤ
×
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diversas de Mesoamérica, en el siglo ĝěĎ, apoyan la idea de que se trataba de estratos ordenados verticalmente, y es imposible que ƪ de origen europeo. Los mayas representaban la palabra ‘cielo’ mediante un logo-‐ grama geométrico dividido por una línea horizontal. Dicho logogra-‐ ma por lo regular tenía la lectura de ĈčĆē, ‘cielo’. En la parte superior
Ó
-‐ zadas, el cual se ha asumido tradicionalmente que simboliza al cielo, aunque en realidad no existe evidencia sólida para pensar que dichas
Ƥ ȋƤͥ͞ȌǤĈčĆē, ‘cielo’, contaba con una variante À
ƪǡ
tenían manchas oscuras.
ĈčĆē-‐na, chan, ‘cielo’ variante geométrica
ĈčĆē-‐na, chan, ‘cielo’
ĐǯĎē-‐ni, k’in, ‘tiempo, día’ ǮƤǯ
logogramas que pueden leerse Ěǯ, Ěč o ĚĜ, ‘Luna’
Ĉ, variante de cráneo
Ĉ, cabeza
Ĉ, cabeza del dios Jaguar
logograma ēĆĒ, ‘ocultarse, perderse de vista’
logograma ĊĐǯ, ‘estrella’
logogramas ĐĚĐĆĞǫǦǫǦĊĐǯ Ǯ
±ȑǫȒǯ
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129
En el arte maya, el cielo se podía representar mediante una
Ǥ segmento, a su vez, contenía la representación de un símbolo aso-‐
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-‐ lo durante el periodo Clásico era el llamado Monstruo Celeste o
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Ǯǯǡ-‐ tras que en el extremo de su cuerpo —su ano o vagina— tenía un complejo tazón en cuyo interior se encuentra el signo del ‘Sol’. De acuerdo con David S. Stuart, el Cocodrilo-‐Venado-‐Estelar era una
× À
ǡ que cada atardecer se tragaba al Sol. Éste transitaba a lo largo de
del monstruo todas las mañanas. En algunas representaciones, el Cocodrilo-‐Venado-‐Estelar sirve como apoyo para el ave Yahx Ko-‐ ǡ
×
ǯǡ
ǡ al parecer, servían para comunicar a los sacerdotes y gobernantes mayas con los dioses. Hay algunas representaciones del Cocodri-‐ lo-‐Venado-‐Estelar en Copán, Honduras, en las cuales, en lugar de
ǡ cuerda o de una hilera de nubes. Esta última recuerda el hecho de que
×
ȋ͢͟͟͝Ȍ ǯ
ÀÀ mismo: iitzen ka’an, iitzen múuyal, ‘yo soy el rocío o sustancia del cielo ǯǡ
Ǧ dieran evocar la creencia de una cuerda viviente (kuxa’an suum) que
ƪÀǡ
× À×
del siglo ĝĝ.
EL SOL Como en toda Mesoamérica, entre los mayas el culto solar alcanzó uno de los más altos rangos de veneración. El nombre del ‘Sol’ entre
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ĐǯĎē. Algunos estudiosos creen que la disposición de sus cuatro pétalos À
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nahui ollin en el Alti-‐ plano Central de México. Al dios solar se le llamó en idioma yucateco K’íinich Ajaw, ‘Señor Caliente’ o quizá ‘Señor de Rostro Ca liente’, y en cholano del periodo Clásico, K’ihnich Ajaw, ‘Señor que es Calien te’. Ƥ
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ǡǦ × DzdzǤÀ
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130
piezas de cerámica y monumentos pétreos. El grupo social domi-‐
Ó-‐ no, debido a que k’ihnǡǮ
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dzȌǤ Clásico muchas veces añadían a sus nombres el apelativo de K’ihnich, ‘el que es caliente’. Uno de los nombres comunes del sacerdote maya yucateco era precisamente ajk’iin, ‘el del Sol’, lo que muestra que el astro rey era considerado entre los mayas también como sinónimo Ǥ
Ƥ
mayas yucatecos con K’íinich K’áak’ Mo’, ‘Guacamaya de Fuego que es Caliente’, y se le relacionaba con sequías y con el calor excesivo; en el Códice de Dresde aparece esta deidad con cabeza de guacamaya y antorchas en las manos. En el arte del periodo Clásico existen representaciones don de los gobernantes encarnaban en danzas a una entidad híbrida de con -‐ notaciones solares, que en parte era ciempiés, en parte serpien-‐ te, en parte jaguar y en parte ave de presa: Huk Chapaht Tz’ikiin ǯ
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ǤǦ paht Tz’ikiin K’ihnich parece haber sido una deidad, nagual o À
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ǡ-‐ das den tro de cartuchos solares que se ubican en la parte superior de algunos monumentos. La característica distintiva de este tipo de car-‐ tuchos o medallones es que de cada una de sus esquinas brotan las tenazas ponzoñosas de un ciempiés, animal que simboliza la puerta Ǥ Un problema que está estrechamente relacionado con el Sol es justamente el momento en que los mayas iniciaban el día, aspecto que ï
Ǥ
-‐ to, e igual que otros investigadores, Linton Satterthwaite estudió los Ƥ
ǡ
×ǡͥͣ͝͠ǡÀ ciclo de 260 (tzolk’iin) se iniciaban con el momento de la puesta del Sol, mientras que los días pertenecientes al ciclo de 365 (ha’ab’)
Ǥ
-‐ cia en las anotaciones de ambas cuentas de días se nota en ciertas inscripciones provenientes sobre todo de la región septentrional de
ǡ±
ǡ
monumentos exhiben combinaciones de los días de ambos ciclos
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veintena es uno menos de lo esperado, por ejemplo 4 muluk 16 maak, cuando lo normal sería 4 muluk ͣ͝maak. Ǥơ Ǥ
ǤǦ ǡͥͣ͝͠ǡ
Dzdz± apa recían de vez en cuando en los monumentos de las Tierras Bajas
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tzolk’iin ya había cambiado, pero antes de que lo hiciera la del ha’ab’. En 2004, Stuart estudió la inscripción grabada en un dintel que se exhibe en el museo de Hecelchakan, encontrando que dice literal-‐ mente: chan… k’in ochiiy tuwaklaju’n mak, ‘el día 4 muluk ya entró en
ȑȒmaak’, con lo que se sugiere que ese tipo de registros subrayan que los rituales se celebraban en la oscuridad o medianoche, porque, según este investigador, el tzolk’iin pudo haber
ha’ab’, al amanecer. En 2010, Alexandre Tokovinine se percató de que en las Tie rras Bajas centrales también había registros donde el numeral del ha’ab’
Ǣǡͤajaw 14 kéej en lugar de 8 ajaw 13 kéej, de lo que dedujo que en esos casos el ha’ab’
×
À tzolk’iin, ya sea a ÀǤ
del siglo ĝěĎ se sugiere que entre los mexicas el día comenzaba al mediodía, este autor especula que cuando el numeral del ha’ab’ se
ǡ cómputo del tiempo de origen teotihuacano. Más recientemente, ͜͞͝͝ǡ
Ǥ
×
del Centro de México, pues estos últimos acostumbraban a contar el tiempo corriente, mientras que el sistema tradicional maya com-‐
Ǥǡ
el calendario maya sería 11 éeb’ 15 maak (11 ehb’ 15 mak en la lengua
Ȍǡ ÀƤ
ƪ
À ͝͝ éeb’ 16 maak, lo que debe interpretarse en el sentido de que 11 éeb’ (el día en el ca-‐ lendario tzolk’iin) constituye tiempo completado o transcurrido, mientras que 16 maak (el mismo día, pero en el calendario ha’ab’) es tiempo corriente o en curso.
LA LUNA
-‐ menino del Universo. La diosa lunar Ixik Kaab’, ‘Señora de la Tierra’, ±Ǥ
×
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Ď ȋǯ ǡǮǯȌǡ
una anciana, patrona de la apicultura y del tejido. La segunda diosa lunar, conocida como Chak Chel, ‘Horizonte Grande’ u ‘Horizonte Rojo’, o la diosa O, era también la patrona del tejido, la adivinación
ȋƤ͝͞͡ȌǤ
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À-‐ dad al suelo; por otro, siendo la esposa del dios creador Itzamna’, provocó el diluvio durante la destrucción del mundo de la Tercera Era. Es posible que, durante el Posclásico, Chak Chel se convirtie ra en
la diosa Ixchel, ‘La del Horizonte’, protectora de los embarazos y nacimientos y, por lo tanto, patrona de las parteras, que tenía un san tuario importante en la isla de Cozumel, en el Mar Caribe (véase Dz
ǡdzȌǤ
ǡ± y la diosa de la muerte, la diosa húmeda que trae las lluvias para regar los campos y la diosa seca que destruye los cultivos. La diosa joven es la imagen de la Luna creciente y la diosa senil correspon-‐ Ǥ
ade cuados para sembrar y cosechar. En varias ocasiones se la re-‐
Ƥ
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À cielo en relación con el día anterior. Algunos grupos mayances pa-‐ recen haber considerado que la Luna llena era una especie de Sol
Dzdzǡ
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ȋƤ͜͝͝ȌǤǦ gún el investigador Ruud van Akkeren, eso era precisamente lo que creían los kekchís de Verapaz, Guatemala, quienes llamaban a la ǯǯǡǮ
ǯǡ× por los quichés en la narrativa del Popol Vuh.
× ceremonial y cotidiana maya. Aunque los mayas carecieron de un ca-‐ ǡȋwinal) y la Luna (u’) no son las mismas, en las páginas 46c y 48c a 50c del Códice de Dresde ±
ǡ
ǡ ×
Ƥ
Ǧ
Ƥ
ǡ veían algún tipo de relación semántica entre ellos. Otra prueba de que en la mentalidad maya los periodos de 20 días se relacionaban de algún modo, aunque no se comprende bien, con la Luna, está en
ÀƤ
se leen Ěǯ, ‘Luna’, sino ĜĎēĎĐ, ĜĎēĆĐ o ĐǯĆđ, ‘veinte’. Por extraño que parezca, para escribir la palabra ‘Luna’ no sólo contaban con una À ȋĚǯ, Ěč o ĚĜȌǡ
Ƥ
ǡǡ que se leen Ěǯ, Ěč o ĚĜǡǮǯȋƤͥ͞ȌǤ± el mes lunar —que no tenía 20 días—ƪ
× plasmada en las inscripciones y en los libros de pliegues de amate denominados códices. Las observaciones astronómicas permitieron a los mayas de-‐
× lunares o lunaciones. Por lo general, las inscripciones mayas ini-‐ cian con la cuenta de días que indica el lapso de tiempo ocurrido
ǡ-‐
Ƥtzolk’iin y el ha’ab’. Entre el tzolk’iin y el ha’ab’
ÀƤ
ǡ ĊǡĉǡĈǡĝǡć y Ć, los cuales componen la llamada Serie Lunar (véan se
131
ÀƤ
Dz
dzć5-‐Ćͣǡ ƤͤͤȌǤ
×Ċ y ĉ describe la edad de la Luna. El ĉ se lee huli, traducido como ‘ella llegó’, por lo tanto ambos jero-‐ ÀƤ
ïÀ
-‐ ×
Ǥ×Ƥ aparición de la Luna creciente en el cielo vespertino, aunque a ve-‐ ces puede usarse para el momento de la Luna nueva astronómica. Ĉ
Ƥ
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À ͢͝ǡ
À
Ǧ ǡ
ǣǡ hombre joven y un cráneo. El orden de los meses lunares sigue la secuencia de estas variantes de cabeza, cada una asociada con los ï͢͝ǡ
ͤ͝
-‐
Ǥǡ ĝ representa el nombre propio de cada lunación. Aunque no se encontraron las 18 variantes ĝǡÀƤ
Ƥ
-‐ cia de las 18 lunaciones y cada una de ellas era conocida con su propio ǤÀ ǡ
al ĝ, y que se lee como uch’ok k’ab’a’, ‘es su nombre joven’. ǡ Ć, el cual siempre se encuentra acompa-‐ Ó
Ƥ
ͥ͜͝ǡ
×
× ͥ͟͜͞Àǡ
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-‐ cionarios y no pudieron escribir 29.53 días, la duración de un mes ×
Ǥ ï-‐ ma lunación que se había completado, en virtud de que los mayas contaban tiempo transcurrido y no tiempo en curso. No obstante, hoy existen muchas pruebas de que se trata de una estimación de la duración que tendría la lunación corriente, es decir, de un pronósti-‐ co, en virtud de que se conoce mucho mejor el mecanismo de cálculo previo, que consistía en intercalar lunaciones de 29 y 30 días, pero de
͟͜Àͥ͞ǡƤ de mantener la aproximación a 29.53 días. Resumiendo, el sistema de la notación lunar maya decía: “tantos À
ȑȒ×ȑ
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Ȓǡ Ǯ ĝǯǡ
×
ͥ͟͜͞ÀdzǤ
LOS ECLIPSES Por motivos augurales, los ajkiino’ob’ mayas yucatecos elaboraron una tabla que permitía predecir los días de eclipses. Las páginas 51 a 58 del Códice de Dresde registran el periodo de 11 959 días, abar-‐
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ǡ
͟͞σÓǤǡ
sus cómputos, los mayas eligieron el periodo de 11 960. Obsérvese que el ciclo de 11 960 días equivale a 46 vueltas del tzolk’iin (46 x 260 = 11 960) y a 405 lunaciones (405 x 29.5306 = 11 969.89 días). ï͡ȋͣͤ͝͠͝͠ÀȌ ͢ȋͣͣͣͤ͝͝ÀȌǤ
132
ͥ͟Ǥ
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133
Figura 94. Pirámide de los Cinco Pisos, Edzná, Campeche, México.
los grupos de las lunaciones sugieren que los mayas usaron las su-‐ mas de 5 o 6 lunaciones para predecir los eclipses. Dichas imágenes representan a una serpiente que devora al Sol o a la Luna o especies de alas de mariposa que cuelgan de la banda celeste. En las inscrip-‐
×
À Ƥ
ēĆĒ, ‘ocultarse’ o ‘perderse de vista’, de tal manera que el eclipse de Sol y de Luna se decían probable-‐ mente namk’in, ‘ocultamiento del Sol’, y namu’, namuh o namuuw, Ǯ
ǯȋƤͥ͞ȌǤ±
ǡǦ ron que el Sol o la Luna iban a ser devorados, creencia motivada ǡ
una mordida. Por ejemplo, en el libro del Chilam Balam de Chumayel el eclipse se describe como uchi’b’al k’iin, uchi’ib’al uh, ‘se traga’ o ‘muerde al Sol’, ‘se traga’ o ‘muerde a la Luna’. Los eclipses sólo ocu-‐ rren cuando la posición del Sol, la Luna y la Tierra se encuentran en la misma línea y las órbitas del Sol y de la Luna están casi alinea-‐ das (tal como se ven desde la Tierra), es decir, se en cuentran cerca de ȋ
±ǡ×Ƥ puntos opuestos donde se cruzan las órbitas de ambos astros). Es-‐
ͣ͟͝Ǥ͟͝Àȋ
año de eclipses). En las tablas aparecen 69 grupos de 5 o 6 lunacio-‐ nes cada uno. Si se divide 11 959 días entre 69 grupos se obtiene el ïͣ͟͝Ǥ͟͞Àǡ
Ó
Ǥ
Ǧ
134
ses pueden suceder cuando ambos astros se encuentran cerca de los nodos, lo que implica que pueden ocu rrir en intervalos de 14-‐16, ͣ͝͠Ǧͥ͝͠ǡ ͢͝͞Ǧ͢͟͝ ͣ͢͝Ǧͣͤ͝Àǡǡ ςǡ ͡ǡ ͡ς ͢ Ǥ ajk’iino’ob’ utilizaron sólo los ciclos de 5 y 6 meses lunares para pre-‐ decir los eclipses. El conocimiento de la tabla de eclipses del Códice de Dresde ǡ͟ Elena Poco Uinic, en Chiapas, México. El texto describe que en la
ͥǤͣ͝Ǥͥ͝Ǥ͟͝Ǥ͢͝ǡ͡kib’ 14 ch’e’enȋͣͥ͜͝͡ȌǮ
-‐ miento del Sol’ (namk’in), aunque en realidad el eclipse sucedió un día después. El tiempo que la Luna tarda en completar una revolución al-‐ ×
ͣ͞Ǥ͟͞ÀǤ durante su tránsito por la bóveda celeste la joven diosa lunar en-‐ contraba las mismas estrellas o los mismos asterismos, es decir, po-‐ siblemente las constelaciones mayas antiguas. Varios almanaques del Códice de Dresde representan a la diosa lunar con las imágenes de estrellas o constelaciones separadas por los múltiplos del ciclo si-‐ deral. Los estudios sobre el periodo sideral lunar ayudan a recons-‐ truir las constelaciones zodiacales mayas. También se aprecian las imágenes de varias constelaciones en el Códice de París (pp. 23 y 24), así como en Bonampak, Chiapas, en Chichén Itzá y Uxmal, Yucatán, México; y en Copán, Honduras.
En el cielo nocturno el planeta Venus es el objeto celeste más bri llan-‐ te después de la Luna; su aspecto estelar, con variaciones periódicas ǡǡ-‐ ron poderosamente la atención de los astrónomos mayas. La mayoría de las culturas prehispánicas reconocieron en Venus a una deidad Ǣ×
×
Ǥ Venus, al igual que Mercurio, posee una órbita alrededor del Sol, in-‐ terior respecto a la de la Tierra; esto hace que el movimiento aparente ǡǡ±
Ƥ
× estrecha de cielo por encima de los horizontes oriente y poniente. Venus nunca se observará en el cenit y presentará periodos alter-‐ nados de aparición y desaparición en el cielo. Se podrá obser var sólo antes del amanecer y poco después de la puesta del Sol; por esta razón se le conoce en general como estrella o lucero de la mañana y de la tarde. Por supuesto que en ocasiones, al alcanzar su máximo ȋ
Ȍǡ estando el Sol sobre el horizonte. ǡ-‐
ǢÀǡƤ-‐ do sinódico como el intervalo de tiempo, medido por un observador en la Tierra, en el cual las posiciones aparentes del planeta relativas al Sol se repiten periódicamente. Venus posee un periodo sinódico medio de 583.92 días; sin embargo, en el transcurso de 5 periodos ×
Àͤͤͣ͜͡͡ÀǤ
periodo con el año venusino, que dura sólo 224 días. Considerando un periodo sinódico promedio de 584 días, es posible describir la situación por medio de los intervalos en los que el planeta, como lucero de la mañana y de la tarde, aparece y desaparece. De esta ma-‐ nera, expresado en valores promedio, a partir de su primera apari-‐ ción en el oriente, Venus como lucero de la mañana es visible du-‐ ͢͟͞ÀǤ
Dz
dz 50 días, el planeta estará en la llamada conjunción superior, en dirección del Sol, atrás de él con respecto a la Tierra. Después de ȋͣ͜ÀȌǡ Dz
dz
ǡ-‐ rante otros 263 días continuará siendo visible. Al término de este ïǡ
×ǡ
ǡǢ±-‐ nus durante 8 días en promedio. Después de estos días, el planeta Dz
dz
Ó
el periodo considerado para iniciarse otro. Nótese que el punto de inicio en este conteo de intervalos temporales es arbitrario. Los mayas antiguos de Yucatán nombraron de varias maneras a Venus. La designación Xuux Eek’, ‘Estrella Avispa’, podría indicar la creencia de que las irradiaciones del planeta en determinados momentos eran perjudiciales, como los ataques de avispas. Debido a que se pensaba que cuando salía por primera vez en la madrugada
ÀÀ
-‐
medades, muerte y malos agüeros, también recibió el nombre de ǯǡ Ǯ
× ǯǤ nombre era Nohoch Ich, ‘Ojo Grande’; aquí podría estarse ante la si-‐ militud de representación de una estrella como un ojo, siendo ésta
×
Ƥ
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×Ȍ±
×ǮǯǤ ǡ
ǡ ƤǯǡǮ Cielo’. Otros apelativos como Chak Eek’, ‘Estrella Grande’ o ‘Roja’, Ahsaj Kaab’ Eek’, ‘Estrella que Despierta a la Tierra’, Ajooksaj K’iin, ‘El Sembrador del Sol’, y Ajp’iis Áak’ab’, ‘El Medidor de la Noche’, corresponden a diversos aspectos observacionales de Venus. Con seguridad, la coloración rojiza de éste en ciertas circunstancias À±
Ǥtzolk’iin, el calendario adi vinatorio, el día laamat estaba asociado con Venus, lo mismo que la veintena ya’ax en el ha’ab’. Varias deidades mayas se vinculan con este planeta; ejemplo de ellas es el llamado dios L, deidad del
±
ǡ
nom bre en los códices al parecer incluye la palabra ha’, ‘agua’. Otra deidad venusiana es Kukulcan, equivalente maya de Quetzalcóatl. Por supuesto, también se tiene una designación calendárica para Venus, la cual corresponde al día de su nacimiento, Ju’n Ajaw o 1 Ajaw; por esta razón, el ciclo venusino tendría que comenzar a ser registrado en este día del tzolk’iin. ÀƤ
Ē redon-‐ deada con la incrustación de un par de círculos concéntricos en los dos espacios cóncavos de la Ē; quizá podría uno entender esos círculos como indicación de los dos aspectos de aparición de Venus ȋƤͥ͞ȌǤ
À
ǡƪ respecto a la parte alta de la Ē; su apariencia es la de una cruz con cuatro círculos en los vértices de los ángulos rectos. En este caso
Ƥ
À laamat, pero que en realidad se leía ĊĐ’, ‘estrella’. Hay que hacer no-‐ ÀƤ
Ǯǯ ǡ
Dzdz por excelencia. Resulta notable que el periodo sinódico de Venus, redondea-‐ do a 584 días, esté relacionado con el año vago de 365 días. Así se tiene que 5 periodos sinódicos venusinos son iguales a 8 años de 365 días, es decir, 5 x 584 = 8 x 365 = 2 920. Además se tiene que un huehuetiliztli, es decir, 104 años, son iguales a 13 x 5 = 65 periodos sinódicos venusinos. Nótese igualmente que 146 ciclos rituales de 260 días abarcan este mismo intervalo de tiempo. Estas relaciones parecen haber sido reconocidas por los astrónomos mayas. Así lo sugiere, por ejemplo, una representación labrada en piedra prove-‐
± ǡ
Ǥ À aparece junto al signo de Venus una barra indicando el numeral 5; al Ó
À
À
Ó-‐ ma de una A entrelazada, la rodean precisamente 8 círculos indi-‐ cando el número de años de 365 días que igualan a los 5 periodos
135
venusinos. Esta coincidencia en periodos hace que prácticamente
una periodicidad de 8 años. También pueden encontrarse testimonios de la observación de Venus en varios códices. En las páginas 46 a 50 del códice maya que se encuentra en Dresde, se registran 65 periodos sinódicos, cada uno
×ͤ͡͠Àȋͤ͢͡͡͠ϋͣͥ͟͢͜ȌǤ la duración de 584 días excedía al promedio real astronómico, que es ͤ͟͡Ǥͥ͞Àǡ×
× largo plazo, usando sólo números enteros y respetando la coincidencia
͢͜͞ días. En la página 24 del Códice de Dresde se autoriza la resta de 8 días al cabo de 122 ruedas de Venus de 584 días cada una, y ello
ͥǤͣ͢À×͝Ǥͣ͢Ǥ
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ͣͤ͡͡͠À cada una, lo que reduce el error de 4.56 a sólo 3.44 días sin alterar
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ǡ una sustracción de 4 días al cabo de 61 ruedas de Ve nus de 584 días cada una, que minimiza el error de 4.88 a tan sólo 0.88 días. A la vez, cada periodo de 584 días está dividido en cuatro subperiodos que abarcan 236 días (estrella de la mañana), 90 días (conjunción Ȍǡ͜͞͡ÀȋȌͤÀȋ
×-‐ rior). Además, los días del tzolk’iin con los que empieza cada uno de los subperiodos aparecen enlistados para el intervalo de los 104 años. También están representadas varias deidades celestes y otras en actitud de ataque con lanzas, además de animales y diversos personajes como víctimas de la acometida venusina en el momento de su salida helíaca. El investigador Floyd G. Lounsbury sugirió que los subperiodos reportados en el Códice de Dresde±-‐ nos de meses lunares. Así 8 meses lunares corresponderían a 236 Àǡͤ͝Ȁ͜͞͞͡ÀƤͥ͟͜ÀǤ
× de un eclipse de Luna con las estaciones de observación y de invisibi-‐ Ǥ
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aparece en la página 58 del Códice de Dresde, muestran, junto a los ÀƤ
ǡǤ-‐ vas de los periodos colonial y moderno, en las cuales los campesinos mayas conciben a Venus como una hormiga, iguana, jaguar o ser-‐ piente que trata de comerse al Sol o a la Luna durante los eclipses,
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×ǡǡ semejante a la marca producida por una mordida. Una muestra de la importancia de Venus en la sociedad maya es el hecho de que algunos acontecimientos bélicos del periodo Clásico parecen coincidir con posiciones estratégicas de la estrella de la tar-‐ de, en especial las máximas elongaciones o distancias angulares al
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signo de estrella o Venus. No obstante, esta asociación de la actividad
136
castrense con posiciones del planeta no parece ser tan importante y constante, como el hecho de que las batallas debían practicarse en época de secas, cuando los campesinos no estaban al pendiente del proceso agrícola.
ÀǦ que en el siglo Ďĝ el interés de los mayas dejó de estar en la estrella de la tarde y se concentró en la de la mañana. Durante esa época parece haber surgido en Mesoamérica la idea de que Venus era el
ǡ
sociales según los días del tzolk’iin en los que tenía lugar su orto he-‐ liaco, es decir, primera aparición de Venus luego de su periodo de in-‐ visibilidad. A partir de esa época, los cinco días canónicos en los que se creía que Venus podía aparecer por el oriente eran b’en, kaab’an, imix, chikchan y muluk, que en el Códice de Dresde se adelan tan un día, siendo respectivamente éeb’, kib’, ajaw, k’an y laamat. La “ Tabla dz
×
±
ǡ cual indica el interés de los mayas por conocer los augurios relacio-‐ nados con la visibilidad del planeta como estrella de la mañana.
trayectorias en el cielo, nombraron cinco divinidades patronas de esos cinco ciclos (el dios L, Laju’n Chan, Tawiskal, Chak Xiwtee’ y Kaktunal) y otros cinco dioses de las salidas heliacas del planeta (Itzam Ahiin, el dios de la Muerte, Chan Itzam Haab’, la diosa de la ǯȌǤ
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los cómputos astronómicos. Entre los dioses armados con dardos,
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-‐ junto de ideas que pudo haber procedido del Centro de México o de
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Ȍǡǯ (Xiutecuhtli) y Kaktunal (advocación de Itztlacoliuqui). Es preciso decir que los mayas relacionaban a Venus con otras cosas, como el ciclo de la lluvia y del maíz, la cacería, los mitos de creación, los rituales para conseguir esposo y el alcoholismo, entre otras vinculaciones que no es posible explicar en este texto.
LOS OTROS PLANETAS
ǡ Ƥ
sinódicos de Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno en otras tablas de los códices mayas. Sin embargo, Thompson opinaba que esas cuen-‐ tas, que incluyen múltiplos y casi-‐múltiplos de los periodos, al con-‐ siderar intervalos grandes de tiempo, como los registrados por los mayas, acumulan enormes errores aun cuando la aproximación al ×
Ǥǡ
no existen tablas de correcciones, como sí hubo en el caso de Venus, la probabilidad de que tales cuentas representen el registro de ciclos planetarios es baja.
Figura 95. El Caracol, Chichén Itzá, Yucatán, México.
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Figura 96. Gran Mascarón del Sol Nocturno, Copán, Honduras.
138
Analizando las páginas 43 a 45 del Códice de Dresdeǡ
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Ó-‐ cico retorcido hacia arriba. Este monstruo desciende de una banda celeste. Como Thompson hizo notar, las 40 estaciones, que resultarían al aceptar que la tabla describe el movimiento aparente de Marte, no corresponderían a la realidad astronómica, pues el planeta exhibe obviamente sólo 4 estaciones. Ernst Förstemann consideró que un signo, que contiene a la vez dos bandas cruzadas y la indicación, a través de tres pequeñas rayas, de que el periodo sinódico es igualado a tres periodos del tzolk’iin, po-‐ ÀǤÀ
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ahk’ab’, ‘noche’, la de la Luna, la de Venus y la del Sol. En
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Ǣ el que propuso Förstemann es considerado como el logograma ĈčĆē, ‘cielo’, aunque algunos mayistas sospechan que el de Marte puede ser otro signo que está presente en las bandas celestes y que tiene la
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͝͝͡ǤͤͣͣÀǡ encontrar una tabla en las páginas 30 a 33 del Códice de Dresdeǡ
ͣ͝͝ días. Nótese que el periodo sinódico puede aproximarse a 4 meses lunares de 29 días cada uno; además, ͡
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tzolk’iin y del calenda rio solar de 365 días. Aunque ningún mayista de la actualidad parece avalar las interpreta-‐
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Ǥ El mayor planeta del Sistema Solar, Júpiter, no parece haber alcanzado la importancia de Venus. La tabla de las páginas 61 y 62 del Códice de Dresdeǡ
periodo sinódico de Júpiter, no posee los múltiplos introductorios con las correcciones necesarias, como sucede con la tabla venusina. Förstemann interpretó incorrectamente el logograma de ĆĐǯĆćǯ, ‘noche’, como el característico de Júpiter; además, concluye que los mayas debieron de haber aproximado el periodo sinódico de Júpiter, ͥͤ͟Ǥͤͣ͢Àǡͥͤ͟Ǥ
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-‐ clo sinódico de este planeta para marcar acontecimientos políticos.
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× de Kan B’ahlam ĎĎȋͤ͢͠Ǧͣ͜͞Ȍ
retrógrado del planeta, lo que demostró magistralmente Lounsbury,
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de Júpiter. Pese a la brillantez de Saturno, parecería que los astrónomos ma-‐ yas no dedicaron demasiado interés a este planeta. Förstemann iden-‐ Ƥ
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Códice de DresdeǡÀƤ
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también aparece en las bandas celestes. Normalmente este signo está constituido por dos volutas alargadas y opuestas que unen dos vértices
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Ó DzïdzCódice de Dresde es pre-‐
ͣͣ͟ÀǡÀ
Ǥïǡ
aparecen, al mismo tiempo, cuentas calendáricas que involucran a Júpiter y a Saturno; así plantean que el primero puede estar asociado con el dios de la lluvia Chaahk y el segundo con el llamado dios Ĉ,
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ǮǯǮǯǣ k’uhǤ Ƥ
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ésta, son relativamente comunes en la literatura académica de déca-‐ ǡ
Ƥǡ los nombres de dioses o contextos narrativos donde aparecen estas deidades casi nunca dicen nada sobre temas astronómicos. Vincular
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ǡƤ
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-‐ jeturas, es un abuso interpretativo que debe evitarse.
CONJUNCIONES DE PLANETAS Algunos autores consideran que los astrónomos mayas no sólo ano-‐ ǡ±
Ǧ ron conjunciones planetarias. Bricker y su esposo, Harvey M. Brick-‐ er, analizando la página 68 del Códice de Dresdeǡ Ƥ
una supuesta conjunción de Marte y Venus, poco antes de la salida del Sol, el 16 de diciembre del año 949 (10.6.1.9.2.), cuando ambos planetas surgieron cercanos entre sí. Dichos autores piensan que en la escena aludida de la página 68, del signo de Venus dentro de una banda celeste aparece suspendido el monstruo de Marte, À
esa banda, solamente un quincunce (una disposición semejante a Ƥ
ǡ
-‐ tángulo o cuadrado y otro punto en el centro), cuya relación con Venus no está comprobada. Este ejemplo ilustra bien lo que ocurre al aplicar una interpretación astronómica excesiva a un texto o es-‐ cena artística, sin preguntarse si existen otros datos que, además de los puramente numéricos, apoyen esas conjeturas. Como se sabe, los planetas giran alrededor del Sol sobre un plano imaginario llamado eclíptica. Vistos desde la Tierra, todos los planetas se notarán también sobre una línea, pues la eclíptica se ve de canto. Lo llamativo de una alineación es cuando dos, tres o todos los plane-‐ tas visibles a simple vista pueden observarse cercanos entre sí, sobre todo cuando la Luna no está en la cercanía y es de noche. Jean Meeus calcu ló los agrupamientos de los cinco planetas visibles de noche con una separación máxima de 10°, entre los años 1 a 5000, y encontró que
×
×ͣ͜͞͡͝ǡ
pla netas se encontraban dentro de un ángulo de apenas 5° 41’. Debió
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la Estela 23 de Naranjo, en el noreste de Guatemala, pero habrá que ǣǬ
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ǫ Donald W. Olson y Brian D. White señalaron que en la estela mencio-‐
ͥͣ͜͝͝Ǥ En el mismo texto de la estela se indica un Número de Distancia de ͥͣÀ
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por Meeus. Los mayas observaron la alineación poco después de la puesta solar, sobre el horizonte poniente. Por desgracia, la estela sólo
ͥ͝ e incendió la ciudad de Yaxha’, mientras que el 25 de junio los huesos
Óǯ
Ǧ senterrados y aparentemente tirados en una isla. Lounsbury, Dieter Dütting y Anthony F. Aveni han notado
Ƥ
ͥǤ͝͞Ǥͤ͝Ǥ͡Ǥ͢͝ǡ͞kib’ 14 mool, 20 de julio de 690, seguida por los días siguientes: 3 kaab’an 15 mool y 4 etz’nab’ 16 moolǤ
× espectacular conjunción en el cielo vespertino de los planetas su-‐ periores (Marte, Júpiter y Saturno) con la Luna en la constelación
×Ǥǡ
× espectacular un día antes, el 19 de julio de ese año, cuando los tres
cua drángulo de casi 4° de lado. Los estudiosos especularon que pa-‐
Ƥ
×
Ƥ
×
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À de los dioses de Palenque reunidos con su madre, cuyo nombre
DzÓ dzǤͥͤͥ͝ -‐ so que los planetas eran los naguales de esos dioses. Pero, contrario ÀǡÀƤ
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͞kib’ 14 mool las Ƥǡ
ǡ ǡ À B’ahlam ĎĎ ascendió a una casa llamada K’ihnich K’uk’ Naah, donde aparentemente participó de un rito en el que uno de sus sacerdotes
×ǡƤ-‐ gies de cerámica. En ninguna parte se insinúa que los dioses sean Dzdz±
ǤÀǡ
las inscripciones coincidan con algunas alineaciones planeta rias, el
Ǧ ran dignos de registro para los mayas.
ESTRELLAS Y CONSTELACIONES El libro del Chilam Balam de Chumayel sugiere claramente la impor-‐ tancia que tuvo el cielo en la mitología maya:
139
ȑǥȒÀ
ǡÓ-‐ trellas celestiales, en Zuyua, asiento del reinado de este 3 Ahau. Yax Coc Ah Mut, El del anuncio tortuga verde, es el rostro que tiene el reinado del 3 Ahau Katun... Esplenderá Ah Chicum Ek, el Estrella Guiadora en el cielo, Yax Aclam, Verde Tortuga, Yax Ah Coc Mut, el del anuncio tortuga verde, Ah Ahsah, el des-‐ pertador estrella de la mañana. Pero nadie se dará cuenta de las señales porque sordos estarán a todas las cosas.
Según el traductor de esta obra, se está ante la enumeración de va rios objetos celestes, Ya’ax Áaklam —
À — correspondería a: “tres estrellas que están en el signo de Géminis,
dzǤ±
constelación como Áak Eek’, ‘Estrellas Tortuga’. Resulta sumamente interesante notar que en un medallón, pintado en la parte alta del
Ƥ
ǡ aparece representada esta constelación: una tortuga con el signo maya de estrella dibujado tres veces sobre su caparazón. Éste y otros medallones están en una larga banda celeste. Debido a las tres ǡ
Ƥ
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Àǯǡ ‘La Estrella Guiadora’, podría ser la Estrella Polar, ya que al perma-‐ necer casi inmóvil durante la noche señalaría el norte del cie lo; des-‐
Ǥ Kaab’, ‘El Despertador del Mundo’, lo registra el Calepino de Motul (un diccionario de yucateco del siglo ĝěĎ) como “lucero de la ma-‐ Ódzǡ
ǡǤ El Popol Vuh describe un pasaje en el que el héroe mítico Sipak-‐ ǯ͜͜͠×ǣDzÀ
-‐ tos muchachos y se cuenta que entraron en el grupo de las estrellas ǡdzǤÀ el número 400 podría indicar, como en la región de habla náhuatl, Dz
dzǢǡ motzǡƤ
-‐ Ó×ǡ
Ƥ
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Ǥ Sin embargo, el Calepino de Motul llama a este cúmulo estelar Tzáab’, ‘Cascabel de Serpiente’. Un conjuro médico del Ritual de los Bacabes, manuscrito yucateco del siglo ĝěĎĎ, menciona que una diosa llamada Ix Ho’ Tzáab’, ‘La de los Cinco Cascabeles’, también llamada Ix Ho’ Chan Eek’, ‘La de las Estrellas del Cinco Cielo’, se asocia con las estre-‐ llas Tzáab’, que habitan en la quinta capa del cielo, donde se cree que Ǥ
Chimal Eek’, ‘Estrella Escudo’, y Xaman Eek’, ‘Estrella del Norte’. En
ǡ Ƥ
× Calepino de Motul dice: “las guardas del
ǡǤ À
dzǤ-‐ to, pue de considerarse que aquí se toma en cuenta a la Osa Menor. Así, el Diccionario de Viena enlista algunas expresiones para la Osa Menor: Yaah Baak’ul (paach) Xaman, ‘Los que Cercan Rodeando en el Lado Lejano del Norte’; Yaah Suutil (paach) Xaman, ‘Los que dan Vueltas en el Lado Lejano del Norte’. El Calepino de Motul llama directamente a la constelación sureña del Escorpión Síina’an Eek’, ‘Estrella Alacrán’.
140
Weldon Lamb hace notar que el juego de pelota estelar del Altiplano Central de México, Citlallachtli u Osa Mayor, podría haber tenido su versión maya, pues asombrosamente una variante maya para nom-‐ brar al juego de pelota es Éek’el Eek’, ‘Obscuridad Estrella’. Otra al-‐ ternativa podría considerar el hecho de que éek’el±Ƥ
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ǡǢÀDzdz±À corresponder preponderadamente a la constelación de la Osa Mayor. ǯǡDzǡ
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el Calepino de Motul, sugeriría que también se habría observado la constelación de La Cruz en el cielo sureño. ͞Ƥ
-‐ pak se tiene la representación de cuatro cuadrados conteniendo obje-‐ tos celestes. Una tortuga con tres signos de estrella en su caparazón À×Ǣ
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ȋɄǡȌ Mar te; ambos astros se pueden asociar con dos personajes pintados
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LA BANDA ZODIACAL En las páginas 23 y 24 del Códice de París aparecen dos bandas ce-‐
͟͝Ƥǡǡ en actitud de devorar el signo solar (ĐǯĎē, ‘Sol’) con la especie de alas de mariposa (ēĆĒ, ‘ocultar’) que se usan para representar a los
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Ƥ
×ǡǡ una serpiente de cascabel, un par de aves (una de ellas tal vez un zopilote o aura) y otra segunda serpiente. No muy claramente pue-‐ den verse un pecarí, un esqueleto, un venado (o un murciélago) y ǢƤ Ƥ
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͟͝ ƤǡÀ por cuentas de 28 días, lo que sumaría un total de 364 días, ha suge-‐ rido que posiblemente se trate de un zodíaco. Después de todo,
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Ǥ otra parte, los 28 días podrían señalar una relación precisamente
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Ǧ do con Aveni, los astrónomos tal vez trazaban el curso de la Luna entre las estrellas, dividiendo el cómputo lunar en 13 meses de 28 días cada uno; de esta manera se completaría un año lunar de 364 días.
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-‐ to real de la Luna; sin embargo, Aveni opina que la correspondiente
×À±
ͤǤͤȋͤ-‐ ͤÀȌϋͤ͢͝ϋͤ͢͞ǡ
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Ƥ-‐ culpidas, las cuales aparecen acompañadas por el signo maya de estre-‐
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ǡÀimix (čĆǯǡǮǯȌ
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-‐ pañante; además, hay dos imágenes que, por estar casi borradas por
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que puede representar simultáneamente a Venus o a una estrella ha hecho pensar que se podría tratar de una serie de conjunciones de este planeta con diversas constelaciones. Sin embargo, Kelley señala
ÀDzdz como objeto celeste y que probablemente, debido al intervalo de 28 días registrado en el Códice de París, el dintel puede representar la sucesión de constelaciones del zodíaco. En todo caso, la Luna tam-‐ bién tiende a moverse en la cercanía de la eclíptica.
A El mayor conglomerado de estrellas visible a simple vista, la Vía Lác-‐ ǡ
ǡǮ-‐
ǯǮÀǯǡïCalepino de Motul. Otro nombre, también usado en el siglo ĝěĎ, era Ajpo’o’ Uuh, ‘El Collar de Cuente-‐
ǯǤòÀ
± términos para la Vía Láctea: Saq B’ey, ‘Camino Blanco’, durante el verano, y Xib’al Bey, ‘Camino Espantoso’, durante el invierno, cuan do
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-‐ mas por donde transitarían en su viaje al reino de los muertos. Cierto ÀƤ
-‐ ochb’ih, ‘es la entrada al camino’, u ochbiij, ‘él entró al camino’. Usando la analogía cultural con los qui-‐ chés, algunos mayistas piensan que ese camino era la Vía Láctea. Curiosamente, el término Ix Ko’ Taankas Eek’, ‘Señora Horqueta de las Estrellas de la Vía Láctea’, que aparece en el Ritual de los Ba-‐ cabes, podría designar a la estrella más brillante de la cons telación del Cisne, Deneb, pues ella se encuentra precisamente donde la Vía
Ǥ Itzamna’, la deidad principal del panteón maya, era el señor de los cielos, de la noche y del día. Algunos autores han querido ver en Itzamna’ la deidad que representa al Universo en su conjunto, a la À
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× con el ya mencionado Cocodrilo-‐Venado-‐Estelar. Mas no existen argumentos sólidos para asociar directamente a ese ser de la icono-‐ À
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141
COMETAS
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142
Debido a que un cometa parece romper con la regularidad registrada ×
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Ǥ-‐ yas quichés los cometas reciben el nombre de uje’ ch’umil, ‘cola de es tre lla’, y son considerados augurios de pestilencia. Además de la expresión maya yucateca de ‘estrella humeante’, b’uutz’ eek’, varios diccionarios de los siglos ĝěĎ y ĝěĎĎ citan otras maneras para nom-‐ brar a un cometa: k’áak’ tamay eek’ǡǮǦ lla’, jalal eek’, ‘dardo de estrella’ (“cometa que corre; tal vez estrella dzȌǡ k’áak’ noh eek’ǡ Ǯǯ ȋDz
dzȌǢ ujalal tz’utan, ‘dardo del brujo’, y chamal tz’utan, ‘cigarro del brujo’ ȋDz
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dzǤ esta manera, los meteoritos serían los restos de los cigarros que los dioses arrojaban al espacio. En los pronósticos del Chilam Balam de Tizimín, escritos quizá poco después de la Conquista, se establece: “pero gene raciones escasas vendrán de mujer, generaciones esca-‐ sas vendrán de hombre cuando aparezca la cabeza del cometa que ÓdzǤ×
͜͞À del calendario adivinato rio o tzolk’iin, proveniente de Maní, Yuca-‐ tán, se alude al cometa como un acompañante de los peores atribu-‐ tos de algunos signos. Respecto al día imix se dice: “el cometa es su anuncio. Pecador libidinoso. Deshonesto. El más bellaco hombre.
ǡdzǤÀiik’ se señala: “los vientos son su anun-‐
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× un cometa no sea un evento puntual en el tiempo, pues la observa-‐ ción posible varía desde algunos días hasta varios meses, reduce la Ƥ
×
×Ǥ esta problemática puede encontrarse en el Dintel 29 de Yaxchilán, ǡ
ǣ ͥǤ͟͝Ǥͣ͝Ǥ͝͞Ǥ͜͝ǡͤook 13 ya’axǡͣͥ͟͜͞Ǥ
precisamente por el logograma de estrella. Se sabe en general que el signo en esta posición corresponde a una deidad asociada con cada veintena; en este caso, la estrella representa al señor del mes ya’ax.
ǡ
× lunar, y después el registro de una ceremonia ígnea: joch’jiiy uk’ahk’ ItzamǥǡǮȑȒ ǯǤ de rituales de lumbre se encuentran mencionados en las inscrip-‐
ǡ
que tienen algo que ver con el cielo y con los cometas, aunque él mismo reconoce que su coincidencia calendárica con ese tipo de Ǥ×
ͥ͞
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143
METEORITOS El recuerdo de la caída de un meteorito originó seguramente el que los mayas en Yucatán llamaran a un lugar Yocajeque (Yokaj Eek’, ‘Estre lla que Horada’). La Relación de la Villa de Valladolid, manus-‐ crito del siglo ĝěĎ, da cuenta de esto: “llámose Yocajeque porque ha-‐ biendo en él un gran lago de agua muy hondable, dicen los naturales que cayó en él una estrella con grandes pluvias y así se deja entender,
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Figura 99. Palacio del Gobernador, Uxmal, Yucatán, México.
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tierra maya y el momento del avistamiento de un cometa no se restringe a un solo día, sino que puede extenderse por semanas o incluso meses. Otro caso enigmático es el que aparece en la inscripción de la Estela 5 de Tikal, texto que contie-‐
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±ȋǫȌǥǯǣta-‐yo-‐ĔęĔę? ĐĚĐĆĞ?-‐?-‐ĊĐǯǡ ta yotootȋǫȌ kuhkayȋǫȌǥeekǯȋƤͥ͞ȌǤ
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consagración de este monumento, que probablemente corresponde a su escena principal donde está la orla celeste mencionada, es 9.15.10.0.0, 3 ajaw 3 moolǡͣ͢͞͠͝ǤǦ
×
×
ǡ junio de ese mismo año. Si bien se ignora cuál era la palabra usada para ‘cometa’ en la lengua cholana
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y no escrituraria, los elementos que lo componen sugieren que pudieron haberle llamado buutz’ eek’, ‘estrella humeante’. Otro ejemplo aún más claro se encuentra en la banda celeste grabada en la Estela ͝͝ǡ
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144
Jon Agar ha sugerido que las Táuridas, lluvia de estrellas asociada
ǡǤ-‐ tos objetos meteoríticos parecen provenir de un punto situado en
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con símbolos estelares; el panel contiguo contiene una serpiente de cascabel, lo que podría indicar precisamente a Tzáab’, las Pléyades en la constelación del Toro. No obstante, se trata sólo de una pro-‐ puesta especulativa. Considerando el periodo de la máxima vistosidad de las Leóni-‐ das, cada 33 años, Carlos Trenary propuso que la tabla de eclipses del Códice de Dresde, que abarca también una duración igual, pudo
esta lluvia de estrellas. Trenary apoya su propuesta a partir de que el per sonaje des cendente con el signo de estrella en la cabeza, que aparece en la página 58b, muestra en su parte posterior no un abdo-‐ men de insecto, sino más bien un objeto similar a un cuchillo que usualmente era hecho de obsidiana. De esta manera, se tendría la
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con el predicado no verbal ehmeek’, ‘es el descenso de estrella’ o ‘de ǯǤ
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que son todavía los conocimientos que se tienen sobre la lluvia de estrellas entre los mayas antiguos.
ALINEACIONES SOLARES-‐CALENDÁRICAS Un aspecto que muestra de manera evidente la importancia de las cosas del cielo para la cultura maya es, sin duda, la existencia de es-‐ tructuras arquitectónicas orientadas hacia ciertas direcciones rela-‐ cionadas con sucesos celestes. Un notable ejemplo de una orien -‐ ta ción común en la región maya se encuentra en el Templo Superior de los Jaguares de la cancha del juego de pelota en Chichén Itzá. Este Ƥ
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Ƥ serpientes emplumadas entrelazadas alrededor de discos, que a su
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del templo posee un dintel de madera de zapote bellamente labrado con personajes con un disco solar y una serpiente de cascabel emplu-‐ mada; también aparece un signo de Venus. El interior de este templo estuvo decorado con pintura mural espléndida. Los murales se dividen en ocho partes; el tema princi-‐ pal parece ser bélico, pues se advierten sobre todo escenas de bata-‐ ±
ǡǡ
y Ruth J. Krochock, serían los guerreros de Chichén Itzá atacando a la amurallada Ek Balam. En el panel central del muro oriente, ǡ
ǤƤ
Capitán Disco Solar y otro de aspecto toltecoide asociado con la serpiente emplumada, a quien se le nombró Capitán Serpiente. En total, aparecen cuatro discos solares en los murales, además de va-‐ Ǣǡ aparecen juntos. La orientación de este recinto pintado señala hacia la puesta
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el año solar de 365 días en cuentas de días expresables por medio de ïƤ
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×ǡ desde el vano del templo, contando los días a partir de la primera ali-‐ neación, el 29 de abril, cada día posterior a éste el disco solar se irá poniendo cada vez más hacia el norte (derecha del observador), hasta que después de 52 días llegará el día del solsticio de verano. A partir de este suceso astronómico, después de transcurrir otras 52 jornadas, llegará el día de la segunda alineación en el año, el 13 de agosto. Prosiguiendo la cuenta de los días, los ocasos poste-‐
Ó
cada vez más meridionales (izquierda del observador). De esta manera, el Sol, día tras día, se trasladará lentamente hacia su ex-‐ tremo sur, alcanzándolo el día del solsticio de invierno. Entonces, gradualmente, los ocasos subsecuentes señalarán posiciones hacia el norte, hasta que la puesta número 260 ocurrirá el 29 de abril ÓǤ
× ×Ó
×͢͜͞Ȁ͜͝͠ǡ-‐ zando el día solsticial como pivote en el conteo de los días.
×Ƥ
Mesoamérica y representa una elección cultural de gran trascen-‐ dencia. Se trataba de señalar que un templo importante estaba eri-‐ gido acorde con los cánones sagrados, pues el calendario era con-‐ siderado obra de los dioses. Esta práctica redundaría en un gran
145
Ƥ
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×ǢÀƤ
×À
Ǥ×-‐ chas antes mencionadas, el 13 de agosto, coincide con la asignada por muchos autores para el arranque de la Cuenta Larga maya. Por otra parte, la orientación señalada anteriormente, hacia la puesta solar prolongada en dirección opuesta, corresponde a una salida del disco
-‐ Ǥ±ǡ
× ǣͥ͝͞͞
Ǥ
×Óǡ como pivote de las cuentas el solsticio de invierno. Algunas estructuras arquitectónicas mayas que muestran una
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Ǧ×
ǣ Ċ y la cámara superior cerrada de la torre del Palacio, en Palenque ȋƤͥ͟Ȍǡ
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ȋƤǦ gura 94), la ventana central del llamado observatorio de El Caracol,
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Ė152 de Mayapán, Yucatán, todas ellas en México, así como la Es-‐ tructura 3ĉ3-‐3 o El Tigre del sitio preclásico El Mirador, en Guate-‐ mala, entre otras.
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necesita el tzolk’iin para alcanzar los 52 ciclos de 365 del ha’ab’, ±Ƥ
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Óïͣ͟ÀǤ notables de esta alineación son: el Gran Mascarón Solar de la Plaza ǡȋƤͥ͢ȌǢ Frescos de Mayapán en iluminación rasante, la Estructura 38 de Dzi-‐ bilchaltún, y el Gran Arco conocido como la Estructura ĈĆ-‐9a de Oxkintok, todos ellos en Yucatán, entre otros. Resulta sugerente no tar que esta orientación aparece ya en la Pirámide Principal del sitio olmeca de La Venta, Tabasco. ǡ
permite incrustar equilibradamente el tzolk’iin, a través de 4 perio-‐ dos de 65 días, en el ha’ab’Ǥ
× puesta solar están precisamente a 65 días antes y después de cada
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en la región zapoteca, el Templo Ď de Tikal, Guatemala, muestra esa
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ȋƤͤ͞͞ȌǤ Otro admirable ejemplo de orientación astronómica es un tipo particular de conjunto arquitectónico, abundante en la región maya, aunque también existente en el Centro de México. Se trata de un con-‐ Ƥ
ǡǡ largo que el otro. Desde éste un observador podrá registrar durante todo el año la salida del Sol en algún elemento arquitectónico del
146
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Ǥ el día del solsticio de invierno el disco solar aparece en el extremo ǡ
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ǤÀ solsticio de verano, el observador registrará el disco solar saliendo Ƥ
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Ċ de la ciudad maya de Uaxactún, Guatemala. Un conjunto arquitectónico como el des crito Ƥ
pue de utilizarse para calibrar la duración del año solar. Otra técnica utilizada por los sacerdotes-‐astrónomos mayas
Àǡ-‐ portantes desde el punto de vista astronómico, se dieran juegos ǡÀǡƤ
religioso de la estructura en cuestión. Un ejemplo grandioso es la pirámide de El Castillo en Chichén Itzá; estructura monumental con nueve cuerpos y cuatro escalinatas con 91 escalones cada una, ǡ
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antes de que el disco solar se ponga en el horizonte, los cuerpos de
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el cuerpo de una serpiente cuya cabeza pétrea está al pie de la es-‐ calinata. Es el descenso de Kukulcan. A medida que va entrando el Sol al horizonte, el triángulo de luz solar más bajo va desaparecien-‐ do y así sucesivamente uno a uno hasta que el más alto se desvanece por último. Este espectáculo también sucede en la mañana de los días de equinoccio en la escalinata sur; sin embargo, por desgracia, esa parte de la pirámide ha sido restaurada sólo parcialmente y la cabeza de serpiente ya no se encuentra al pie de dicha escalinata. La pirámide de El Castillo de Mayapán también muestra un juego de luz y sombra en la tarde del día del solsticio de invierno en su ǡ
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Ǧ te hecha de estuco. ǡ×
Ǧ
mesoamericanos; es cuando el Sol no hace sombra a mediodía, ya que sus rayos verticales coinciden con la base de los objetos. En varias ciudades se erigieron pirámides orientadas hacia las salidas y puestas del astro rey en los días del paso cenital. Un ejemplo no-‐ table de la época Posclásica es el de la Estructura 5 de Tulum, en Quintana Roo, México, en el Caribe maya; posee en su interior un hermoso mural de color azul, blanco y negro con escenas en las que intervienen el dios solar K’íinich Ajaw y la diosa lunar Ixchel. ǡ
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Ǧ presentando a un personaje descendiendo. Esa pequeña pirámi-‐
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Ƥ× por un día del paso cenital en Tulum, 21 de mayo y 22 de julio. Lo an-‐ À
Ǧ mar car la llegada de tan importante acontecimiento solar. Stanislaw
͡ÀÀ del solsticio de invierno. En ese día, pocos minutos después de sur-‐ gir el Sol del horizonte marino, rayos solares penetran por la peque-‐ Óǡ
Ǣ ǡ
Ǥ ǡ±ǡ manos del personaje descendente. Aunque Arthur G. Miller lo ha interpretado como una representación de Xuux Eek’, ‘Estrella Avis-‐ pa’, es decir, de Venus, Iwaniszewski reitera la posibilidad de que
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podría apoyar esta interpretación solar. Por otra parte, la dirección hacia el poniente del eje de simetría del santuario de la Estructura 5 no indica ningún acontecimiento singular de Venus. Algo similar sucede, en el oriente, con la ventana para la observación de Venus. Aunque se está lejos de haber analizado toda Mesoamérica, Ƥ
-‐ tectónicas en épocas tempranas tendieron a orientarse hacia las po-‐
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×-‐ nada por los números del sistema calendárico. Es preciso decir que en las inscripciones mayas no existen regis-‐ tros concluyentes de solsticios o equinoccios, pues si bien algunas
Ǧ mientos solares, al no estar explícitamente mencionados en el resto ÀƤ
ǡ
× -‐ tronómicos, si se trata de meras coincidencias o si llegaron a esas
×
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Figura 100. Uno de los mascarones narigudos del Palacio del Gobernador, Uxmal, Yucatán, México.
1998 por los arqueólogos Ricardo Armijo y Miriam Judith Gallegos en la urna 26 del Templo ĎĎ de Comalcalco, Tabasco, México, que resguardaba los restos de un sacerdote llamado Ajpakal Tahn. De acuerdo con Grube, Simon Martin y Marc U. Zender esas inscripcio-‐ Ƥ
Ajpakal Tahn en honor de sus dioses titulares, a lo largo de 12 años in-‐ ȋͣͣͣͣ͢͡Ȍ
equinoccios de primavera. Puesto que todos esos ritos tuvieron lugar
͜͝si’ip (10 chakat, en la lengua cholana de las inscripciones) del calendario de 365 días (ha’ab’), que cae 50 días después de año nuevo, justo al término del periodo que los mayas des-‐ tinan para los trabajos preparatorios de la milpa (tala y roza), Ana Gar-‐ cía Barrios y Juan Ignacio Cases Martín sospechan que la elección de
͜͝ si’ip obedece más al cómputo de los ritos de año nuevo que a su asociación con equinoccios.
EL CARACOL DE CHICHÉN ITZÁ Uno de los observatorios más completos en Mesoamérica es el lla-‐ mado observatorio de El Caracol, en Chichén Itzá. Se trata de un Ƥ
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ÀǦ co; posee cuatro vanos de acceso, tres ventanas superiores y está ǡ
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ǡ para subir a la cámara superior, donde, por desgracia, debido a un de-‐ rrumbe, sólo se conservan tres ventanas de observación. Tomando en cuenta la época de su construcción, en el año 1000, Aveni y sus colaboradores encontraron una serie de notables corres pondencias de direcciones, señaladas por los vanos, las ventanas, las escalina-‐ ±
ǡ
Ǧ lares del Sol, Venus y de algunas estrellas brillantes, en el momento de sus salidas y puestas en el horizonte local. Así, por ejemplo, la escalinata principal está orientada hacia la puesta solar en el día del
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superior apunta hacia la salida solar en ese mismo día tan impor-‐ Ǥ
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la puesta solar en los días del paso cenital. El vértice suroeste de esta Ó
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de invierno. Las paredes de un nicho pin tado que hay en la escali-‐ nata superior están apuntando hacia la posición extrema norteña de
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el inicio de la estación lluviosa y con la ideología sobre el maíz.
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ǡ jambas de vanos contiguos en El Caracol, señalan la posición donde surgían las estrellas más brillantes de la constelación de Géminis: Cas-‐ Ǥ±
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superior indicaba la dirección de la puesta de Canopus, estre lla muy
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brillante de la constelación de Carina. Dos líneas oblicuas, una que une ambas jambas de la ventana cen tral, y otra que une las de la contigua, señalan las dos posiciones extremas de Venus en su puesta en el poniente. La otra línea oblicua de la ventana central está indicando la posición del ocaso solar en los días de equinoccio. Una línea oblicua en la tercera ventana señala hacia el punto sur del cielo. Como se di jo anteriormente, la línea directa a lo largo de la ventana central de El Caracol está orientada hacia el ocaso solar, justamente a la posición donde el disco toca el horizonte el 29 de abril y el 13 de agosto,
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a los principios calendáricos vigentes a lo largo de varios milenios, no sólo en la región maya, sino en to da Mesoamérica.
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ǡ más allá de la posición solsticial. Aveni ha estudiado la orientación venusina del Palacio del Gobernador. De acuerdo con sus medi-‐ ciones, hay una intersección de la línea perpendicular al vano de la entrada principal con el horizonte plano precisamente en un montículo piramidal a unos 4.5 km de distancia. En un principio, Aveni
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×-‐ ñalado es más bien Cehtzuc; su pirámide principal de unos 8 m de altura está orientada al poniente, en
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× se realizaba desde la pirámide de Cehtzuc hacia el poniente. Al alcanzar Venus su posición extrema en el norte, cuando este planeta se ponía, podía observarse descender sobre el costado norte del Palacio del
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Ǣ éste es el número de periodos sinódicos en un ciclo de 8 años. Ocho serpientes estilizadas con dos cabezas adornan la parte alta de la entrada al palacio. Los supuestos mascarones de Chaahk colocados en las dos esquinas del norte del palacio tienen esculpidos sobre los ojos el numeral 8 con el sistema de puntos y Ǥï
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ǡ se relaciona, en la cosmovisión indígena, con el ciclo de las lluvias, así como con el dios del Maíz, que en los códices se llama Waxak Nal, ‘Ocho Mazorca Tierna’, y en los textos coloniales, Waxak Yóol K’awiil, ‘Ocho Corazón de Alimento’.
ALINEACIONES LUNARES Un caso de alineación lunar se encuentra en la isla de Cozumel, perteneciente a Quintana Roo, México. ǡ
Ǥ Ahí se encuentra su santuario, una pequeña pirámide cuyo recinto superior constaba de dos cuartos
Ǥ
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-‐ guntas de los creyentes. El estado de conservación del santuario superior es tal que las jambas, hoy muy
148
deterioradas, no muestran una única orientación; sin embargo, la mayoría de las mediciones indica que esta pirámide está orientada básicamente a la puesta de la Luna en su parada mayor norte (cuan-‐ do la Luna está muy alta en el horizonte norte), que es análoga a la posición del Sol en el ocaso del solsticio de verano, pero en el caso lunar tal posición extrema está desplazada aproximadamente diez diámetros solares más hacia el norte. Por la complejidad del movi-‐ miento aparente de la Luna, la parada mayor se alcanza sólo cada 18.6 años. En el año 2006 hubo un momento en que la Luna, durante varios meses, pasó por tal lugar extremo. En esas ocasiones se ten-‐ dría la iluminación directa de la representación de Ixchel en la Tierra ǡ
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Nah, Los Murales y la Acrópolis de El Ramonal) y los de Buena Vista (Estructura Ĉͤ͝Ǧ͝ǦȌ
orientaciones solsticiales. Como la posición extrema de la Luna llena
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-‐ bién el Sol alcanza su posición extrema, la presencia de los comple-‐ jos ceremoniales en los cuales cada 18 o 19 años la puesta del Sol en el solsticio de verano pudo verse asociada con la salida extrema de la ǡ
×
en el ámbito religioso. *** A través de un recorrido por la región maya, se han presentado di-‐ versos testimonios culturales que sugieren claramente la gran im-‐ portancia que tuvo la observación del cielo en la civilización meso-‐ americana. El desarrollo de un sistema calendárico a partir de un ejercicio meticuloso de observación de la bóveda celeste permitió
Ǥǡ calendario sirvió como vehículo de cohesión social. Así, el sacerdote-‐ ×Ƥ×
contribuyó a que se mantuviera el statu quo político. Ante todo, el observador maya de la naturaleza tomó al tiempo como una dádiva de los dioses; el entender su comportamiento se expresó en una clase
×
-‐ quitectura. Admirar hoy en día esas obras permite evocar a aquellos hombres que utilizaron el ingenio para extraer conocimiento de la À
Ǥ-‐ te, es preciso que en estudios de este tipo se proceda con cautela y no con demasiado entusiasmo, ya que los números del calendario y del cielo, por sí solos, pueden conducir a excesos interpretativos. Para evitar este error, es necesario preguntarse si existen otro tipo de datos culturales que apoyen estas primeras conjeturas.
Figura 101. Pirámide de El Adivino, Uxmal, Yucatán, México.
149
IX
LOS L IBROS DE PAPEL P LEGADO Nikolai Grube Ó
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×͢͢͝͡ǡRelación de las cosas de YucatánǤÓǦ ×
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151
Figura 103. Códice de Madrid, p. 110.
Figura 102. Códice de Dresde, pp. 4 y 5.
152
Se supone que esos tres códices llegaron a Europa durante la Con quista. López de Gómara, el secretario privado de Hernán Cortés, escribe, por ejemplo, que había libros entre los objetos que los espa-‐ ñoles mandaron en 1519 del puerto de Veracruz al emperador Carlos ěǣDzȑǥȒ
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de los Habsburgo. Es probable que compartieran la misma suerte que
ǣ meses llamarían la atención de la nobleza y los miembros de la corte ǡƤǤ
× llegaron los códices a sus actuales destinos. Hoy existen tres códices mayas cuyos nombres indican las ciudades donde se encuentran, y de los cuales se hizo pública su existencia en Europa durante el siglo ĝĎĝ. El Códice de Dresde
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del que se tiene noticia. Se sabe que el director de la Biblioteca Real de
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Dzdzǡͣͥ͟͝ǡ ͣ͜͝͠
Ǥ 1810, el gran explorador de las Américas, Alejandro von Humboldt publicó unas páginas en su obra Vues des cordillères et monuments des peuples indigènes de l’Amérique. Para Humboldt, el códice era
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Ǥ El Códice de Dresde consiste en una tira de papel de 3.4 m de ǡ
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ǡǤ El papel de los códices está hecho de la corteza de amate, revestido
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mayas conservados y tiene 39 hojas con escritura y pintura por am-‐ ȋƤ͜͝͞ȌǤ El más largo es el Códice de MadridȋƤ͜͟͝Ȍǡ-‐ te del acervo del Museo de América en la capital de España. Este manuscrito consiste en una tira de papel de 6.82 m de largo y 22.6 cm ǡǡ
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ǡǤ El códice está plegado así en 56 hojas pintadas por ambos lados, cada una de las cuales es de aproximadamente 12 cm de ancho. Cuando el Códice de Madrid
Óǡͤ͢͢͝ǡ-‐
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trataba de dos manuscritos independientes. Sólo en 1881, el inves ti-‐
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ǡTroa-‐ no y el Cortesianus, pertenecían a un mismo códice. Finalmente, el Códice de París es el más corto con 1.45 m de longi-‐ ͞͞ȋƤ͜͝͠ȌǤ
À el códice está incompleto. Además, este manuscrito es el más deterio-‐ rado, porque la capa blanca que cubría el papel se ha desprendido en ×
Ǥ Por mucho tiempo, el Códice Grolier, denominado así por la Àǡ
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Óĝĝen una cueva seca
153
en Tabasco, México. Sin embargo, durante los últimos años ha re-‐
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Ó-‐ mentos apilados de escamas de cal con pintura. Aunque el material orgánico desapareció, se conservó parte del mineral, lo que indica que hubo una larga tira de papel de amate cubierta con una capa
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×±Óǡ en 1696 visitó a los mayas itzaes en su capital de Tayasal, Guatemala. ÀÀ
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cinco dedos de ancho, de cortezas de árboles hechos, doblados a una banda y a otra, a manera de biombos con el grosor cada hoja del canto de un real de ocho mexicanos. Estos están pinta-‐
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Ǧ critos y la región de donde proceden; sin embargo, todavía estaban en uso en el momento del contacto entre mayas y españoles, lo que Ƥ
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de los códices entonces es considerablemente más tardía que las muchas inscripciones monumentales de piedra que caracterizan al Clásico. Durante este periodo, ya existían manuscritos jeroglí-‐ Ƥ
ǡ
-‐ trados en contextos arqueológicos, pero la mayor evidencia sobre
×
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Ǧ sico. Numerosas pinturas en cerámica muestran escribas palacie-‐
ȋƤͤ͞ȌǤ el Preclá sico Me dio existen indicaciones de la producción de papel por el hallaz go de batidores típicos que se usaban para aplastar las Ƥ
Ǥ Los mayas llamaban huun al árbol de amate (Ficus glabrata), y usaban ese mismo nombre para el papel producido con su corte za
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ǡ museos europeos, antiguamente tenían también cubier tas hechas de piel, que se han extraviado.
EL CONTENIDO DE LOS CÓDICES Los tres códices prehispánicos preservados se ocupan exclusivamen-‐ te de temas religiosos y astronómicos. Contienen capítulos acerca ƪ
ǡ-‐
154
Figura 104. Códice de París, p. 24.
cultura y los seres divinos asociados con las abejas, acerca de la caza, así como tablas astronómicas para el cálculo del ciclo del planeta Venus, y para el cálculo de eclipses solares y lunares (véase “La astro-‐ ÀdzȌǤǡ
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los k’atuno’ob (ciclos de 20 años), capítulos sobre la adivinación, así
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ǡǦ bre los dioses que uno podía llamar para pedir protección.
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de las ciencias que los sacerdotes enseñaban a sus discípulos: “Que las ciencias que enseñaban eran la
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×-‐ cos; por ejemplo, listas de tributos. Muchas pinturas en vasos de cerámica muestran escenas de la entrega de tributos en la corte real, donde un escriba revisa cuidadosamente la cantidad de los tributos amontonados, comparándolos con sus notas escritas. Además, deben de haber existido, por lo menos si uno cree en lo que
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Ǥǡǡ se han perdido, y la esperanza de encontrar otro códice en una cueva seca o en una excavación arqueo-‐ lógica es muy remota, tomando en cuenta el clima cálido y húmedo existente en la región. Los tres códices mayas preservados, por la naturaleza de su contenido, han de haber sido manua les de consulta para los sacerdotes mayas. No puede decirse si estaban en las bibliotecas de los templos o si
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dzȌǤ Los interesados llegarían ante los sacerdotes con asuntos muy concretos. Entonces éstos podían ave -‐ riguar los días buenos o malos para ciertas actividades cotidianas o rituales, o investigar las intencio nes ±
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los días en el calendario ritual. Hasta hoy en día, en el Altiplano guatemalteco se consultan los “contado-‐ Àdzǡ
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antepasados, el uso del calendario sagrado y la práctica adivinatoria corresponde en muchos aspectos al uso del calendario en los almanaques de los tres códices. En muchos casos, los sacerdotes que se ocupan del calendario averiguan dónde hay tensiones ×
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huun, ‘libro’.
155
chas secciones en los manuscritos dedicadas a éstas, las cuales en su mayoría consistían en alimentos que debían entregar a los dioses À
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Ǥ Los tres manuscritos mayas preservados no sólo se parecen en su contenido, sino también en su estructura. Los códices están organi-‐ zados en grandes capítulos temáticos. Cada capítulo ocupa normal-‐ mente varias páginas y está dividido en múltiples secciones (alma-‐ naques). Estos almanaques a veces son de una sola página u ocupan una parte de la misma, pero también pueden empezar en una pá-‐ gina y continuar en la próxima. Por eso las páginas muchas veces están divididas por líneas horizontales rojas; así, hay tres o cuatro divisiones en una página que delimitan las imágenes y los textos je-‐ ÀƤ
Ǥ página y continuar en la parte superior de la siguiente, y también
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À que abrir de una vez varias páginas para poder leer un almanaque
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imágenes y los textos explicativos que les acompañan. Cada alma-‐ naque tiene una introducción, la cual consta de una columna ade-‐ lantada con los signos de los días del calendario ritual de 260 días. hasta 20. La unidad constituida por la imagen y el texto que le acom-‐ paña se llama t’ol en maya. Los textos cortos explicativos consisten
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× tema de todo el almanaque.
Figura 106. Códice de Dresde, almanaque, pp. 13 y 14.
156
El calendario ritual de 260 días (tzolk’in) es de suma importancia para la estructura de todos los almanaques en los tres códices. El tzol k’in
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͟͝ïȋƤ 80). Después de que cada día se asociaba una vez con cada número, el ciclo empezaba de nuevo. Este calendario era la base para la adivi-‐ nación realizada por los sacerdotes, porque cada día estaba bajo el ×ÀƤ
Ǥï también podían cambiar la interpretación de los días: cada combi-‐
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columna de los signos de los días con un número en color rojo es-‐
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número cinco, mientras que un punto corresponde al uno. El pri mer día en una columna es el punto de partida de una cuenta calendári-‐ ca. En el primer t’ol después de la columna inicial hay un número escrito en negro; éste es el Número de Distancia, que conecta la
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Ǥ otra vez un Número de Distancia en negro, que lleva la cuenta a la
× t’ol con su imagen y texto explicativo. Muchas veces la suma de todos los números de dis tancia en una línea de un almanaque es 52. Entonces la columna inicial con los días tiene cinco días, indicando al lector que este almanaque consiste en cinco líneas de 52 días, o sea, un total de 260 días. Otros
À ͢͡ À ȋƤ 106). De esta manera, un sacerdote podía averiguar cuándo y cómo À
Àƪ
su mundo. Junto al calendario ritual, el año solar haab’ de 365 días tam-‐ bién jugaba un papel importante. Consistía en 18 meses de 20 días ͡À
×Ó el comienzo del año nuevo. Cada mes tenía un nombre escrito en ÀƤ
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×ȋƤͤ͝ȌǤƤ-‐ cha con la mayor precisión posible, los mayas combinaron el calen-‐ dario ritual y el año haabǯǤ
tzolk’in y haab’
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de la Rueda Calendárica volvía a ocurrir cada 52 años. Para el cálculo con unidades de tiempo mayores, y también Ƥ
×
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usaban, además de los ciclos mencionados, la Cuenta Larga. De los tres códices preservados, la Cuenta Larga aparece solamente en el de Dresde, en el contexto de las tablas astronómicas. Es una cuenta de todos los días transcurridos desde la última creación del universo, que según la tradición maya clásica tuvo lugar en el año 3114 a.C.
ǡ
de tiempo: días (k’in), periodos de 20 días (winal), un ciclo de 18 winales (tun), un ciclo de 360 winales o 20 tunes (winikhaab’) y un
ͣ͜͜͞winales o 20 k’atunes (pik).
ESCRITURA E IDIOMA DE LOS CÓDICES
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grandes cortes había desaparecido desde hacía mucho tiempo (véa-‐ Dz
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el centro sagrado de la comunidad, dominaron las estructuras À
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×ǣ dz en este volumen). En ese ambiente, la escritura ya no era sobre todo Ƥ
×
× carismáticos y de su origen divino (véase “Representaciones del po-‐ ǣdzȌǡ
×
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ǤǡƤǦ tías, en los siglos Ďĝ y ĝǡƤ
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ción de textos sagrados, que circulaban principalmente entre los sacerdotes. Mientras que la mayoría de la población de la Península de Yucatán, la región más probable de origen de los tres códices con-‐ servados, hablaría un idioma que sería una variante temprana del maya yucateco actual, los sacerdotes empleaban todavía un idioma muy anticuado, apropiado para el lenguaje de textos sagrados antiguos,
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ǯȋ±DzǣdzȌǤ
À mundo bilingüe, hablando el idioma del pueblo y de los campesinos, pero al mismo tiempo manejaban el lenguaje culto de muchos siglos antes, que en ese tiempo sólo entendía un pequeño círculo de espe-‐ cialistas. No obstante, en el lenguaje culto de los textos de los códices entran muchas veces vocablos
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Ǥ En contra de la opinión común, de que todos los sistemas de escritura se vuelven más sencillos con el ǡ
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corresponde básicamente al número de signos del Clásico. Tampoco se observa una reducción en el ïǤ
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corresponde así con el conservadurismo en la escritura. No debe olvidarse que los códices eran en rea-‐ ǡ
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-‐ has, reconoció que los textos cortos explicativos, que hay encima de las imágenes, mantienen una es-‐
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en un almanaque del Códice de DresdeǡǡǮ±
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LOS DIOSES EN LOS CÓDICES
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×ƤǡǦ brenaturales, deben de corresponder a dioses. Además, él pudo mostrar que los mismos seres están
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À periodo Clásico. Hay que destacar que muchos de los dioses continúan vivos en el día de hoy, a pesar de la misión católica y de la opresión de la época colonial. En los códices, los dioses pueden ser distribuidos en dos grupos —uno positivo y otro negativo— según los atributos que tengan. El más importante en el grupo positivo es el de la lluvia, Chaak, quien
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± para proporcionar el agua. Como la gran mayoría de los dioses, el de la lluvia también pudo aparecer en di-‐
ǡ
—rojo, amarillo, negro y blanco—ǡ
ǣǡǡǤ±À
-‐ cializadas del dios de la lluvia; por ejemplo, un Chaak de nubes de lluvia, el Chaak ‘con el pie de agua’, el Chaak ‘de la tinta negra’ (los mayas pensaban que Chaak iba a pintar los nubes con tinta o tizne para ȌǢǡ
Ǥ Otro dios de importancia comparable con Chaak es el del Maíz, cuyo nombre tal vez incluía la pa-‐ la bra ixiim, ‘maíz’. Su aspecto más evidente es un brote de una planta joven de maíz que está saliendo de
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ǡ±ƪ tiene colgada del adorno de su cabeza. Itzamnaaj era un dios creador, a quien atribuían la invención de la escritura y del calendario. Para los mayas, Itzamnaaj también era el primer sacerdote y el patrón de todos los dioses, que en las imágenes del tiempo Clásico se representa como un gobernante terrestre, sentado
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se desconoce, que siempre aparece con todo su cuerpo pintado de negro y que lleva un sombrero en el
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habría sido el señor de la creación presente, mientras que el dios L sería considerado el patrono de
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atributivo lo caracteriza como ‘el señor del trono del jaguar’. La asociación con este último tiene que ver con las muchas imágenes pintadas en vasijas del tiempo Clásico que muestran a este dios sentado en un
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ǡ aunque no son tan comunes ni presentes.
159
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160
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Los dioses positivos están equilibrados por dioses con atributos claramente negativos. Entre ellos el más prominente, sin duda, es el ǡ
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‘noticias malas’, o simplemente ‘maldad’. El dios K’in Ajaw, ‘señor del ǯǡ
×
Ƥǡ porque podía quemar la tierra con sus rayos calientes. El dios del Sol per tenece también a los dioses ancianos, como puede observarse por la barba enmarcando la boca carente de dientes. Muchas veces de su nariz sale una voluta abierta; ésta representa un rayo solar. El dios Akan, que aparece algunas veces en los códices de Dresde Àǡ
Ǧ mo excesivo de alcohol y la administración de enemas. Sus elemen-‐ tos característicos son huesos cruzados, pero también un símbolo
ǡ
×Ǥ± los únicos dioses con aspectos negativos, pues existen muchos más. La mayoría de los dioses son de género masculino; sin embar-‐ ǡ
×
Ǥ Exis tía una joven diosa de la Luna, cuyo nombre era tal vez Ixik Uh, ‘Señora Luna’. Ella representa el ideal de una mujer joven y bella, con cabello largo. Su contraparte generacional es la anciana Chak Chel, la diosa de la medicina y del arte de curar, que en la época colonial
Ǥ anciana siempre carga una serpiente amarrada en su cabello. Ésta es
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diosa se ve con una olla invertida en sus manos, regando torrentes de agua. Por esto parece que a Chak Chel se le asocia con los diluvios Ƥ Ǥǡ tejido y en varias ocasiones lleva el huso con estambre en su cabello. Muchos dioses combinan cuerpos humanos con atributos zoo-‐ Ǥ
con los cuernos de un venado. Existen cuatro dioses, los cuatro Bakab, que cargan caparazones de tortugas, telas de araña o con-‐
Ǥ Ƥ
ǡ ± -‐ sentaciones de animales sin aspectos humanos. Estos animales se consideraban iguales a los demás dioses, porque aparecen con los ÀƤ
Ǥǡ
×Ǧ dices están el perro (tzul), el zopilote (k’uch), el tecolote (kuy), la guacamaya (mo’), el jaguar (chak b’alam), el pavo silvestre (kutz), la Cotinga amabilis (yaxun) y el quetzal (k’uk’). En los códices, para muutȋǮǡǡǯȌǡ ǡ
ǡ considerados embajadores de los dioses. Por otro lado, el perro se ve en muchas ocasiones bajando del cielo con una antorcha en su pata. Los mayas pensaban que el perro era el acompañante del dios ǡǡ
Ǥ× el Códice de Madrid, manuscrito en el cual se dedica un capítulo en tero a la apicultura, se encuentra la representación de abejas. Los
almanaques de este capítulo seguramente servían a los sacerdotes À
Ǧ À
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×Ǧ ǡƤ
Ǥ Es realmente sorprendente la gran coincidencia entre los dioses en los tres códices; no sólo su representación, su vestimenta y sus ele-‐
À
ǡ±ÀƤ
atributos son casi idénticos en los tres códices, lo que indica que la ×
Ƥ
±
Ǥ correspondencias entre los manuscritos no se limitan a los dioses, sino que se observan también en almanaques y capítulos idénticos. A pesar de que los tres códices comparten muchos temas, cada Ǥ
Ǧ tronómicas; el de Madrid, por su atención a los rituales asociados
ǢÀǡ
Àk’atuno’ob.
CÓDICE DE DRESDE Las páginas 46 a 50 del Códice de Dresde ǡ
ÀȋƤ ͥ͜͝ȌǤ
Ó×
ǡ que los mayas calculaban con una duración de 584 días, y que esta-‐ ba bastante cercano al año venusiano correcto de 583.92 días. Las
× Ǥ
-‐ chas del tzolk’in para el comienzo de la conjunción superior, cuando el planeta era invisible para un observador terrestre. En es ta posición Venus estuvo —según los cálculos de los astrónomos mayas— du-‐ ͥ͜ÀǤ±Dz×dz
-‐ Ǥ
×-‐ ban este momento de la primera visibilidad de Venus en el oeste está escrita en la segunda columna. Según los conceptos mayas, Venus
×
×͜͞͡À
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Ǥ
×ǡ-‐ visible por su cercanía al Sol. Para los mayas, esta invisibilidad duró
Àǡ±ǡ
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mañana está anotada en la cuarta columna de cada página. Según los cálculos mayas, Venus perma neció 236 días en el este, antes de
×ǡ
×Ǥ la Tabla de Venus cubre entonces un ciclo venusiano completo de 584 días. Un astrónomo maya leyó las cinco páginas de izquierda a derecha y tuvo en total cinco ciclos de Venus, o sea, 2 920 días. Este
±
ǡͥ͜͞͞ días también corresponden a ocho años solares de 365 días. Esto im-‐ plica que un observador en la Tierra después de ocho años pudo ver
161
Figura 109. Códice de Dresde, Tabla de Venus, pp. 46-‐50.
162
163
ǡ
×
ǡÀ calendario haab’. La Tabla de Venus no sólo cubre un ciclo de 2 920 días, sino que incluye 13 de estos ciclos, tal vez porque los astrónomos mayas trataban de establecer una correlación también entre el ciclo venusiano y el calendario ͢͜͞ÀǤ±͟͝
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ǡ͜͝͠Óǡ× en el mismo lugar en el cielo, sino también estaba conectado con los mismos días en los dos calendarios, el tzolk’in y el haab’Ǥ2À
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ǡǡǡ suerte en las guerras. Para los mayas, igual que para muchas otras culturas de Mesoamérica, Venus, en su
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LAS PROFECÍAS DE LOS K’ATUNO’OB EN EL CÓDICE DE PARÍS El Códice de París
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Àk’atuno’ob. Cada página está dedicada a un k’atunȋƤ͜͝͝ȌǤk’atun era un periodo de 20 años de 360 días y recibía su nom-‐ bre según el día en que terminaba. Por la estructura del calendario, ese día siempre era un día ajaw, pero los números cambiaban, así que un k’atun terminaba en el día 11 ajaw y el siguiente en el día 9 ajaw, etcétera. Después de 13 ciclos de k’atuno’ob se repetía un ciclo con el mismo nombre. Una rueda de k’atuno’ob completa constaba, entonces, de 260 años haab’ de 360 días. Con la repetición del ciclo, los mayas también esperaban que la historia se repitiera. Una consulta de los sucesos de un k’atun 8 ajaw en el pasado, por ejemplo, permitía al sacerdote hacer pronósticos sobre el carácter de un k’atun
Ǥ
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±×k’atun±ƪ
tenía sobre los destinos de los 20 años con este nombre. La página 2 empieza con el k’atun 2 ajaw, la siguiente, con 13 ajaw, después sigue la página 4 con 11 ajawǡ
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Ƥ
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Códice de París corresponden al patrón conocido de los libros del Chilam Balamǣ͞Ȃ͟͝Ȃ͝͝ȂͥȂͣȂ͡Ȃ͟Ȃ͝Ȃ͝͞Ȃ͜͝ȂͤȂ͢Ȃ͠Ǥ×
-‐ van las diez primeras páginas de la secuencia. La página 12 está totalmente destruida, y por lo menos
Ǥ
ǣ el centro muestra un dios sentado en un trono, y un segundo dios carga la cabeza del dios K’awiil en la ǤƤ
ÀƤ
ajaw
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-‐ tivo k’atunǤÀƤ
la misma estructura y empiezan con la enumeración de las deidades que rigen el periodo. El texto si-‐
×
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ǡ-‐ Àǡ
hechos históricos, mencionando sólo una característica principal. En vez de narrar todos los detalles de una guerra en el k’atunͣajawǡǡ͢
×
×took’ pakal, Ǯ
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la literatura maya. Figura 110. Códice de París, pp. 3 y 4.
164
165
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María Elena Vega Villalobos, Erik Velásquez García y Jesús Galindo Trejo
Detalle del Monumento 6, ǡ
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ǡǡ×ǡ Ǥ ±
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167
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͝ȋce ácatl en el calendario nahua o Jun B’en en el de los mayas yucatecos), el 21 de abril de 1519, su civiliza-‐
×Àǡ
͝͝Ó ±ǤǡDz
dzǡ
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͜͞͝͞ȋ͞͝Ȁ͝͞Ȁ͝͞ȌÀDz±dzǤ Esto probablemente deriva del hecho de que los mayas, desde principios del siglo ĝĝǡ
-‐ ceptualizados como una civilización dedicada exclusivamente a la medición del tiempo, en la cual sus À×
Ǥ ha sido desechada a partir de las investigaciones modernas, pues diversos estudios arqueológicos, Ƥ
ǡ×
×
ÀǤǡ
× este pueblo absorto en la contemplación de las estrellas continúa viviendo en la mente del público no especializado. En las siguientes páginas se hará un breve recorrido por estas especulaciones apocalípticas, esca-‐ ×
ǡ
Dz
Àdzǡ textos antiguos legados por esa cultura. Para entender la concepción maya del tiempo y su previsión del ǡ
××
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ǡ×Ǥ
b’aak’tuunes se terminaron. ×ȋƤ͝͝͝ȌǤ
Este texto describe la acción de las deidades creadoras en la ordenación de la Tierra y del cosmos,
ǡǤ
ǡï-‐ Ƥ
Àǡ
en 2010, surgió a partir del derrocamiento del anciano dios đǡ existió antes del año 3114 a.C., como puede observarse en la vasija denominada Vaso de los Siete Dioses ȋƤͤ͝͞ȌǤ
Àǡ
đ le entregaron tributos de guerra que sirvieron para derrocarlo, terminando así con su reinado de oscu-‐ ridad y propiciando un nuevo orden del cosmos realizado por los dioses mencionados en la Estela Ĉ de Quiriguá.
ǡÀƤ
ǡ
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͟͝Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡÀ
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varios monumentos de las ciudades de Palenque, en Chiapas, México, y Quiriguá, en Guatemala, cuyos textos, además de mencionar la Fecha Era, relatan el nacimiento, los ritos y las entronizaciones de sus deidades patronas.
LAS CONCEPCIONES DEL TIEMPO
ȋ±Dz
dz DzÀdzȌǤ±k’in o k’iinǡǮÀǡƤǯǡ
× calendarios más complejos: el tzolk’in, un sistema que combinaba 13 numerales con 20 días, que creaba
͢͜͞
Ǥ
haab’ǡǮǯǡ a partir de 18 ciclos de 20 días y un lapso adicional de cinco días, wayeb’, que servía para completar el ciclo solar. La combinación del tzolk’in y el haab’ǡ
͡͞ Ó͟͢͡Àͣ͟
͢͜͞Ǥ De manera paralela, el tiempo se registraba también a través de la Cuenta Larga, un sistema de
×
×
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× À
͟͝Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡ͟͟͝͝͝͠ǤǤ Los cinco ciclos que componen la Cuenta Larga están basados en un sistema vigesimal, que agrupa unidades de 20, salvo en la tercera posición (que concentra 360 días). Durante el periodo Clásico, a
ǡÀƤ
ǡ×k’in (1 x 1), winal, winik o winkil (1 x 20), haab’ (20 x 18), winaakhaab’ (360 x 20) y pikȋͣ͜͜͜͞͞ȌǤ
ǡǡ hay registros con este sistema anteriores a los que se encuentran en el área maya de las Tierras Bajas ȋ±Dz
dzȌǤ
͟͝pik
ǡ por los mayistas como b’aaktuunǡÀƤ
ǤÀǦ rencias son sumamente escuetas, aunque hay algunas más detalladas. Uno de estos ejemplos corres-‐ ponde al texto del lado este de la Estela Ĉ de Quiriguá, Guatemala, también denominado Monumento 3, y llamado wak ajaw tuunǡǮ͢ǯǡ
ǤǦ
ǯǯǡǮȑȒ ǯǡï
×ͣͣͤ͞͠͡ǤÓͣͣ͡ǡǯǯ
× los textos más detallados que se posee sobre la Fecha Era, el cual se traduce así: ȑ
Ȓ͟͝Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡȑÀȒ͠ajaw 8 kumk’uȑ͟͟͝͝͝͠ǤǤȒ×Ǥ Ǥ
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×ǯǢ Ǥ ǯǥ
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×ǯǢ
168
AUGURIOS Y PROFECÍAS MAYAS Ó×ǡ
ÀÓ͜͞͝͞Ǥǡ ×
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ǡÀǤÀǡ±
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×
×-‐ tarse a las divinidades y cambiar la carga (en caso de ser hostil) a través de una serie de ritos. Los pronósticos y augurios basados en el ciclo calendárico tzolk’in están registrados en los tres có-‐
ǣǡÀǡ
Ǧ
ȋ±DzdzȌǡ quienes se basarían en estos libros para saber qué días eran propicios para realizar varias actividades, tanto cotidianas como rituales. Realizando cálculos a partir de los almanaques registrados en los códi-‐
ǡ
À
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Códice de Dresde se dice lo siguiente: Uhxlajau’n Muwaan es el presagio de Uuw Ixik, es su anuncio; el quetzal es el anuncio de Uuw Ixik, mucha comida; la guacamaya es el presagio de Sak Ixik, es su anuncio.
Debido a que la palabra muutƤ
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ǯǮǯǡǦ Ƥ
×
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Ǧ ción por medio de la observación de los pájaros. Pero no todos los augurios registrados en los códices
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ǣ ȑȒǯǡ
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×ÓǤ ȑȒǯǡȑȒǡȑȒǡȋǫȌǤ ȑÀȒȋǫȌǡ
ǦǢ él se hizo redondo en la palabra del aura, es su anuncio; él se hizo redondo en la palabra del mono araña, mucha comida.
Figura 111. Texto del lado este de la Estela Ĉ, Quiriguá, Guatemala.
169
Estos dos textos, escritos en épocas tardías, muestran que el regis-‐ Ǥ
Ǧ sados sólo se encuentran en los códices, pero comparando textos prehispánicos con otros producidos en la época colonial se hallan similitudes que muestran que la sociedad maya tuvo una religión basada en la escritura y los registros calendáricos. Los libros del Chilam Balam —también conocidos como chi-‐ lames— son una serie de textos que proceden de distintos pobla-‐ dos, escritos en lengua maya yucateca pero con caracteres latinos. Como ha señalado la investigadora Mercedes de la Garza Camino, los chila mes no son una obra unitaria, pues cada uno de ellos es una recopilación de escritos diversos creados en épocas distintas. En ellos
Ƥk’atuun, en un ciclo calendárico que se denomina Cuenta Corta o Rueda de ǯǡ
Diego de Landa, segundo obispo de Yucatán, en la segunda mitad del siglo ĝěĎǤ
ǡïǡDzȑǥȒÀǡ ǡ
ȑǥȒdzǤ ǯȋƤ͝͝͞Ȍ
Ƥ
de la Cuenta Larga, basado en la repetición del periodo winikhaab’ o k’atuunǡ
ͣ͜͜͞Àǡ
͜͞ÓǤ de 13 k’atuunes, cada uno con un numeral, el cual se repetía cada 256 años. Cada uno de estos k’atuunes, por ejemplo el k’atuun 11 Ajaw, tenía una carga particular que, según los antiguos mayas, se À
Ǥ un registro preciso de ellos. En el área maya existía este registro del paso de los k’atuunes desde la época Clásica en los denominados “altares ajawdzDzajaw dzǡ
À ×
À completado dicho periodo. En la antigua ciudad de Palenque, Chia pas, México, durante el reinado del gobernante K’ihnich Ja-‐ naab’ Pakal (615-‐683), se registraron en los textos del Templo de las Inscripciones varios acontecimientos augurales relacionados con
Ƥǡ
ÀƤ
Ƥ k’atuun. Por ejemplo, el texto para el k’atuun 12 ajaw (que se consumó en la
ͥǤ͝͝Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡ͝͠
͢͡͞Ȍǣ ǥ
ÓǢǥǡ ǯǥǢȑȒ
ǡȑȒǢ ǯǥǯǡǯǥǯǡǯǯǯ se adorna con collares, se adorna con orejeras; entonces ocu-‐ rrió el k’atuun 12 Ajaw; el varón del k’atuun, K’inich Janaab’ ǡÓǡȋƤ͟͝͝ȌǤ
͝͝͞ǤǯǡǤ
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ƤÓ
ÀǦ que un augurio semejante se preservó mil años después en el Chi-‐ lam Balam de Chumayel, donde hay un pronóstico para el k’atuun 12 Ajaw. Respetando la escritura de las palabras mayas usada en ǡ
Ƥ
±
ǡ el pronóstico dice lo siguiente:
Figura 113. Detalle del Panel Central del Templo de las Inscripciones, Ć2-‐ć4, Palenque, Chiapas, México.
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el katun 12 Ahau es el octavo katun. Se cuenta en Saclahtun, que es el asiento del katun. Azul y quemado es el semblante del
ǤǤȂ À
ǤȂ y gran sabio. Habrá muy buenos halach uinices, muy buenos batabes y habrá muy buena voluntad en las opiniones de todo el mundo. Se enriquecerán los hombres pobres. Cosechas y co-‐ sechas son el hablar del katun, y años ricos y mucha hacienda. En este buen katunǡ
ǤǦ drán como piedras de la tierra. Los cristianos andarán junto a Dios. Entonces se pedirá la doctrina a los regidores de los pue-‐ Dzdzǡ
Ǥ casa de los cuatro pisos pediremos nuestros zapatos y a la vez será donde nos darán cristianismo. Y ahora diréis que este es el que despertó la tierra. He aquí que va a acabar este katun de la ƪǤ
ǤǤ a llegar siete buenas estrellas de color encarnado. Y tendrá ajor-‐ cas el cielo. Y habrá recios aguaceros en el año decimoséptimo.
En el panel central del Templo de las Inscripciones de Palenque exis te otro registro augural, pero esta vez para el k’atuun 10 ajaw ȋ
×
ͥǤ͝͞Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡͣ͢͝͞Ȍǣ 10 Ajaw 8 Yahxk’in es el duodécimo k’atuun; K’ihnich Janaab’ Pakal, señor divino de Palenque, lo ha visto; el Señor de la Muert e se convierte en gobernante; es tiempo de sequía; se seca ǥǢǡ-‐ Ǣ ǯ ǥ ǯ ǯ ǥǯǡ ǯ ǯǯ ǥȑȒȋƤ͝͝͠ȌǤ
El propio Lacadena ha notado que este texto guarda notables semejan-‐ zas con un pronóstico para el k’atuun͜͝ǡ
la época virreinal en el mismo libro del Chilam Balam de Chumayel: el katun 10 Ahau, Chablé es el asiento del katun. Allí llegarán sus pobladores. Y los árboles del bosque se doblarán sobre ellos, que serán los reyes de la tierra. Se quemarán las pezuñas de los ani-‐ males; arderán las arenas del mar; se incendiarán los nidos de los pájaros. Reventarán las cisternas. Grandes sequías son la carga del katun. Es la palabra de Nuestro Padre Dios y de la Se ñora del Cie-‐ Ǥ
Ƥ Ǥ Nuestro Padre Dios, Dios Hijo, Señor del Cielo y de la Tierra. No ha pasado. Va a suceder con todo rigor sobre nosotros. Llega rá el Dzdz
-‐ berbios de su mal camino. Y nadie podrá evitar que en los días de los grandes soles, se deje ir sobre ellos la palabra de los sacerdotes mayas. Es la palabra de Dios. Figura 114. Detalle del Panel Central del Templo de las Inscripciones, Č͝Ǧď͝ǡPalenque, Chiapas, México.
ͣ͝͞
Lo que estos pasajes demuestran es que los augurios de los libros co lo niales del Chilam Balam derivan de un núcleo de conceptos muy
antiguos, que se pueden documentar por lo menos desde el siglo ěĎĎǤ
ï
Àǡ hecho una útil distinción entre
× y
À propiamen-‐ te dicha. Mientras que la adivinación consiste en la “aplicación de
ÀƤ
ǡdzǡ
Àǡ
ǡ Dz
×dzǤǡk’a-‐ tuunes
×
Àǡ que su capacidad predictiva se basaba en el registro de los aconteci-‐ mientos del pasado, de acuerdo con la creencia de que lo que sucedió en un k’atuun determinado se repetiría en términos generales cuan-‐ do acaeciera otro k’atuun ǡ
-‐ midad con una suerte de principio cíclico de origen divino.
±
×Ǧ ±
ǡƪ
× cristiana, aunque se trataba de interpretaciones retrospectivas de su propio pasado histórico. Se trata de las llamadas jaculatorias de los ajk’iines, nombre genérico que recibían los sacerdotes mayas.
Ƥ
-‐ les sobre la conquista española, que tuvieron lugar en el pueblo de Maní, Yucatán, México, pocos años antes de la llegada de los prime-‐ Ǥ
À Conquista se encuentran principalmente en el Chilam Balam de Tizimín y en el Códice Pérez, textos escritos en idioma maya, pero
ǡÀ
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ȋ͢͟͟͝Ȍ×ȋͤͤ͢͝ȌǤ
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×
-‐ dos chi’ila’nesǡƤ
ǮǯǮ
ǯǡÀ
×ǡ
De la Garza Camino, en un estado de trance extático, echados en el suelo y probablemente ayudados por alguna droga y por sus pro-‐ pias prácticas ascéticas.
ÀDzƤ dzÓ͜͞͝͞ǡ
ÀǦ de ser cuestionado en el caso de los mayas prehispánicos, no signi-‐ Ƥ
À ÀǤ
ǡ
ͥ͝͡͡-‐ tolomé de las Casas dice que entre los mayas kekchíes de Verapaz,
ǡDzÀȑǥȒ
Ƥǡ y llámanle Buticǡ Ƥ
ǡǡǡ
ƤdzǤ
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ǡ tal como lo muestran las
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-‐ catánǡ
ͣ͝͡͠ǣDz-‐ ±
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Es preciso decir que los mayas de Verapaz y Yucatán del siglo ĝěĎ
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ǡ ǡ
Ó ͣͣ͠͞ǡ
Ó ͜͞͝͞ À Ƥ tiempos.
Ǭ2 Aǫ ǡ
×
-‐
Ƥ
ǡ
de ser hostil, mediante diversos ritos y dádivas. Ahora se revi sará
À-‐ ǡ
Ƥ
Ǥ no se trata de creencias de la Antigüedad, sino tan sólo de elucu-‐ braciones generadas en el mundo actual, algunas de ellas abier ta-‐ ƪ
À
±
la Nueva Era (New Age), cada día se les adjudican a los antiguos
À
×
ǡ×
las siete más populares.
À DzƤdzǡ actualmente se vive terminará el sábado 22 de diciembre de 2012. En
ǡ
o evolucionar hacia una integración armónica con todo el universo ǤïƤ
Àǡ
ǡ
la galaxia, que cambiará su polaridad y producirá una gigantesca llamarada radiante. Los líderes de los ámbitos esotéricos —quienes sostienen que el Sol es un ser vivo y que cada 5 125 años le ocu-‐ rren grandes cambios—ǡ
Dzǡ a la civilización de miedo en una vibración de armonía, que impe di-‐
ǡ
dzǤ
À
Ǧ Dzdzǡ ǯ
ǡ
ǡ destruidos por enormes desastres naturales. También se menciona ǡ ͜͞ años y que es llamado por los mayas k’atuun, el cual inició en 1992 y terminará en el año 2012. Además, basados en pasajes mal tradu-‐ cidos, y realizando una interpretación descontextualizada y errónea de los libros del Chilam Balam, se argumenta que los sacerdotes DzÀdzǤ
ͣ͟͝
Comentario Nuestra galaxia, o Vía Láctea, es de un tipo que no corresponde a las que se conocen como galaxias activas,
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ǡ
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× ca da 225 millones de años. Por otra parte, la polaridad del campo magnético del Sol cambia en un periodo ͞͞ÓǤ͝͝Ó
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ƤïǦ ××ǡ
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×
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ĝ y ondas de radio.
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×ǡǦ ×ǤǡǡÀ
cuya evolución cumple con las leyes que describen la materia y la energía. Se ha observado la actividad
ǡ
ÀƤ
de actividad solar suceden precisamente cada 5 125 años. La supuesta rara alineación Sol-‐centro de la galaxia en el día del solsticio de invierno de 2012 no se trata de una alineación real. En sus proyecciones en
ǡ
×Ƥ
͢ϓ͟͟ǯǡ
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Ǥ
À Señala que un eclipse de Sol, ocurrido el 11 de agosto de 1999, cambió el comportamiento humano, pues
×
×
×
cósmica de casi todos los planetas, los cuales se ubicaron en los cuatro signos del zodíaco, “los cuatro ǡ
ï dzǤǡ ×ÀǡÀ
ƪ
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Àǡ
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ÀǡDzͥͥͥ͝
À la era del tiempo del no tiempo, una etapa de cambios rápidos necesarios para renovar los procesos ×
ǡ
dzǤ Comentario
ͥͥͥ͝͝͝×±
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±Ǥ-‐ ǡ
Ƥ
ǡ apenas una entre millones de otras galaxias en el Universo.
À Una ola de calor aumentará la temperatura del planeta y producirá cambios climáticos y sociales sin precedentes. Todo esto se combinará con la constante destrucción de la Tierra por parte de los seres ǡ
ǡǡÀǡ
ǡ
±Ǥ Comentario Se dice que el Sol mostrará un aumento en cantidad e intensidad de sus explosiones, que contribuirá a pro-‐ ducir un incremento en la temperatura de la Tierra. Sin embargo, la actividad del Sol es el resultado de la
×
×
ǡ
ǡ
ǡ
±
ǤÀ
× Àǡ
×
±
ǡ-‐ ǡǡǡǡĝ, etcétera. Además, emite grandes cantidades de plasma al espacio interplanetario. En general, al alcanzarse el máximo de actividad —aproximadamente
ͣ͝͠
cada 11 años—ǡ×
Ǧ tensidad. Para el año 2012 no se tendrá aún el máximo de actividad del presente ciclo solar. Por lo anterior, es poco probable que sucedan ×ÓÓǤ El incremento de la temperatura terrestre puede deberse a
±
Ǥ
À
ǡǦ ción de la intensidad de la actividad solar, produce un cambio
ÀƤ
Ǥ
À
×ǡ
Ǧ À Ǥ Ǧ ra das solares están produciendo altas dosis de rayos ultravioleta que disminuyen la presión existente sobre los satélites, lo que cau-‐ sará problemas en los sistemas de comunicación que son básicos en nuestra civilización. Por consecuencia, el dinero dejará de ser usado como medio de intercambio. Esto llevará a un periodo de
ǡ×
ƪ×
Ǥ
À El aumento de la temperatura coincidirá con una mayor actividad del Sol, que provocará el derretimiento de los polos; habrá más produc-‐ ción de viento solar, erupciones masivas desde la corona del Sol y un aumento de la radiación. Aquí se señala que los mayas observaron el ciclo de 584 días del planeta Venus para medir sus cálculos solares y que, a partir de estas notaciones, registraron en el Códice de Dresde
ͣ͝͝ Dzdz À
ǡ cuales se evidenciaban a través de enormes manchas o erupciones de Ǥï
Àǡ
ͤͣ͜͜͜͝͞Àǡ͡͝͞͡Óǡ
ǡ los cuales son presagios de destrucción. Igualmente, en el Códice de Dresde
͟͢͢͜͜͝͡Àǡ
de un k’atuun o periodo de 20 años con respecto a lo registrado en el Tablero del Templo de la Cruz de Palenque, Chiapas, un periodo que
ǡïƤ
Àǡ DzdzǤ
Comentario La radiación ultravioleta del Sol a nivel del espacio interplanetario no ha variado en los años recientes como para alterar gravemente la pre-‐ ×
±Ǥ-‐ sas y esporádicas llegan a perturbar brevemente los sistemas de comu-‐
×ǢǡƤ
comunicaciones mundiales. La idea de una humanidad en armonía, ǡ×ƪ×
-‐ tradice, por desgracia, la historia del mundo vivida hasta ahora.
Comentario
×
Ǥ
-‐ ción, a mediano y largo plazo, muestra un alto grado de incertidum-‐ bre. A lo largo de la historia geológica se han registrado cambios pro-‐
ǡÀ
extremas. Sin embargo, un enunciado tan general de que “el clima
dzÀƪ
×ǡ
Ǧ do muchas veces desde que el hombre registra el clima. Por lo tanto, Ƥ
ÀƤ
Ó͜͞͝͞ǤDzdz ×
ͤ͡͠ÀǤ
ͣ͝͝ ±ǡͤͤ͢͟͞Àǡͤͣ͝Ǥͣͥ͜͢ÓǤ À
periodicidad. Menos aún para largos periodos, como 5 125 años. En el Códice de Dresde
ǡ menos predicha para esos largos periodos. En los últimos años no se ï
× sugiere que seguirá así en los próximos años.
À
×
Ǧ ta y el ser humano para dar paso a una realidad de armonía, a través
À Se dice que en los próximos años aparecerá un cometa cuya trayec-‐ toria pondrá en peligro la existencia humana, razón por la cual los mayas estudiaron y registraron los eventos del cielo, para prevenir al hombre de los peligros de no conocer las órbitas y los periodos de grandes residuos que se cruzan con la trayectoria conocida de la Tierra. Ellos sabían que, para el hombre moderno, descubrir con anticipación un asteroide tan grande que pudiera causar su extin-‐ ción, y luego desviarlo, sería uno de los mayores logros de la histo ria humana y un hecho crucial que nos uniría como especie. Se su pone À
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Ǥ inminente nos obligaría a construir un nivel de coopera ción inter-‐ nacional, a establecer un sistema de comando y control por encima de los países; una estructura de comunicación mundial sería la úni-‐ ca manera en que los países declinarían su soberanía a una entidad
ǡƤ para el bien común, un cambio para aprender a trascender el indi-‐ vidualismo, que es la base de nuestra sociedad. Comentario Cada año se detectan en el Sistema Solar numerosos objetos, como co metas, asteroides y meteoritos, que se consideran potenciales peli-‐ gros para la Tierra. Sin embargo, en todos los casos, una vez deter-‐ minada con mayor exactitud la órbita de cada objeto, se descartan como peligrosos o se les asigna una mínima probabilidad de que cho-‐ quen con la Tierra. Ciertamente, en caso de una colisión segura, los À
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la actualidad, en ausencia de una amenaza espacial, ya existen de facto gobiernos mundiales. Se trata de países poderosos en tecnología bé-‐ lica avanzada que imponen sus designios a naciones débiles.
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À Nos habla del momento en que el Sistema Solar, en su giro cíclico, sale de la noche para entrar al amanecer de la galaxia. Dice que du-‐ rante los 13 años que van desde 1999 hasta 2012, la luz emitida desde el centro de la galaxia supuestamente sincroniza a todos los seres
Ǧ ción interna que produce nuevas realidades. Señala que todos los seres humanos tienen la oportunidad de cambiar y romper sus limi-‐ taciones recibiendo un nuevo sentido, una comunicación a través del pensamiento. Así, los humanos que voluntariamente encuen-‐ tren su estado de paz interior, al elevar su energía vital y llevar su
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nuevo sentido. La energía adicional del rayo transmitido presun-‐ tamente por el dios Junab’ K’uh activa el código genético de origen ±
× alta. Este sentido ampliará la conciencia de todos los humanos, lo que generará una realidad individual, colectiva y universal nuevas.
ǡǡ a nivel planetario, pues todos los hombres conectados entre sí co-‐ mo un solo todo darán nacimiento a un ser en el orden galáctico.
Figura 115. Monumento 6, Tortuguero, Tabasco, México.
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Comentario
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Ǧ pacto psicológico en el ser humano por su belleza y el ambiente que
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hombre ni señala el principio de alguna etapa de desarrollo o evolu-‐ ción en una sociedad. El que sucedió en 1999, no observado desde la región maya, no representó ningún hito en la historia mesoameri-‐ cana que pudiera haber sido señalado desde muchos siglos atrás. El 22 de diciembre del año 2012, además de poseer una incertidumbre técnica como indicador del momento en el que los mayas marcaron Ƥ
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aspecto astronómico ningún momento trascendente. La luz emi tida desde el centro de la galaxia no podría ser visible porque precisa-‐ mente esa región se encuentra oscurecida por polvo cósmico. Por otra parte, una alteración del código genético sucede cuando una partícula de los llamados rayos cósmicos, partícula cargada de alta À
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± vivas, con la consiguiente alteración de su estructura, lo que pro-‐
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ÀÀǦ das, son más bien buenos deseos para un mundo sumergido en grandes problemas sociales y económicos.
EL B’AAKTUUN 13 DEL AÑO ͜͞͝͞
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ǡ capaz de trascender al supuesto nuevo ciclo. Por más interesantes y seductoras que parezcan estas elucubra-‐
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esta completitud de los 13 pik o 13 b’aaktuunes está en una escultura del periodo Clásico Tardío, conocida como Monumento 6 de Tortu-‐ ǡ
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-‐ ción se registró un número de distancia que conecta el año 669 con el ͜͞͝͞ǡǡ
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ǡ se comprende mejor. Así, el gobernante del sitio, llamado B’ahlam ǡ
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×Ƥk’atuun 4 ajaw. Aunque había varias posi-‐
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Ó͜͞͝͞ debido a la importancia de la completitud de los 13 b’aaktuunes. En 1996, Stephen D. Houston y David S. Stuart mencionaron que en este monumento la repetición de ese ciclo marcará la ‘ba ja da’ (ehma[l]Ȍ
ǯǯǤǦ te el cartucho siguiente es ilegible, y se desconocen las razo nes que tendría esta deidad para visitar el ámbito terrestre. No obs tante, su personalidad belicosa ha sido mal interpretada, al asumirse que esa deidad ejercería cambios violentos en el orden del cosmos. Una vez
Ƥk’atuun en 2012 en el Monumento 6 de Tor-‐ tuguero, el texto regresa a los acontecimientos contemporáneos del siglo ěĎĎ. Aunque en años recientes ciertos investigadores han sugerido interpretaciones distintas de este mensaje del Monumento 6 de Tor-‐ tuguero, algunas de las cuales incluyen dibujos interpretativos nue-‐ ÀƤ
ǡǦ vletshin debe decirse que la exégesis más probable continúa siendo la de la ‘bajada’ (ehma[l]), pues la raíz cholana ehm o yucateca éem, ‘descender, bajar, declinar’ o ‘disminuir’, también se encuentra en el núcleo de los pronósticos para varios k’atuunes registrados en los libros del Chilam Balam.
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Ǥ pueblo maya, ni en la antigüedad ni actualmente, se ha dejado lle-‐ ǡƪ× entorno, la cual no lo determina.
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EL MUNDO DE LO SAGRADO
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XI
DIOSES D EL C IELO, DIOSES D E L A T IERRA Ana García Barrios
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181
k’uh, ‘dios’
ajaw, ‘señor’
ajaw, ‘señor’
k’uhul ajaw, ‘señor sagrado’ o ‘divino’
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ǡÓÓ sagrado.
182
En la primera carta de Relación que escribió Hernán Cortés al rey Carlos ě de España, el 10 de julio de 1519, señala brevemente que en el envío de objetos curiosos a la Corona de Castilla se encontraban “dos
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de lo que supondría este hecho, Cortés envió a España dos partes de un mismo libro conocido en la actua lidad como Códice de Madrid. Tres son los libros mayas prehispánicos que se han conservado hasta nuestros días; además del ya mencionado, están el Códice de Dresde y el Códice de París, manuscritos
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ƤĝĎĝ. Schellhas con sideró que todos los seres representados en los manuscritos eran dioses y asignó correlativamente una letra de la A a la P a cada uno de ellos. El concepto de deidad comenzó a ser cuestionado en los años cincuenta del siglo ĝĝ, mas esta idea se retomó en la primera década del siglo ĝĝĎǤ Ƥ mayas surgieron durante el periodo Posclásico y niegan su existencia en el Clásico, entendiendo que ï
-‐ raleza. Sin embargo, y gracias a los textos, se sabe que en las grandes ciudades del Clásico, tales como Palenque, Yaxchilán, ambas en Chiapas, México; Copán, en Hondu-‐ ras; Quiri guá, Tikal, La Corona, Piedras Negras, en Guatemala; y Cala-‐ kmul, en Campeche, México, entre otras; se mencionaron la construc-‐
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de los pane les de La Corona, cuya glosa alude a la construcción de tres Ǥ ǡ-‐
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dzǡ un aconteci mien to que quedó registrado en un ƥ de la ciudad de ajaw, ‘señor’ Comalcalco, Tabasco, México. También en este sitio se hallaron escritos
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los textos tallados en placas y espinas de raya, un objeto punzante con
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±k’uh, que,
ǡ Ǥ × ǡ Historia de Yucatán, cuya primera edición es de 1688, señala la manera en que los k’uhul ajaw, ‘señor À
±ku y comenta: sagrado’ o ‘divino’ “en su lengua ku
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±k’uh nunca acompaña a nombres persona-‐ Ǥ2
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k’uhul ajaw, ‘sagrado’ o ‘divino se-‐ ñor’, nunca con la expresión k’uh ajaw; por eso, no hay duda de que el término k’uhǡǮǯǡÀƤ
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Ǥ Posclásico, etapa en que la mayoría de los registros proceden de Yucatán, las deidades vuelven a presen-‐ tar ciertos cambios, en muchos casos retomando características arcaicas, y el número de divinidades es ma-‐
Ǥ ǡ
soportes, pero desde el principio debieron de ser los libros los que
Ó como se plasmó en la narrativa de las pinturas murales preclásicas de San Bartolo, sitio ubicado al norte de Tikal, en el Petén guatemal-‐ teco. El investigador Karl Taube reconoce en estos murales por lo menos la presencia de dos de las deidades más representadas en las vasijas clásicas: Chaahk y el dios del Maíz. A esa misma época también se atribuye una imagen de bulto de Chaahk localizada en la cueva de La Pailita, Petén, Guatemala, de tamaño humano, y rea-‐
ǡÓĝĝ por George Stuart. Es esta deidad de la lluvia la que ocupa el cen tro ×
Ƥ
con mampostería y estuco durante el periodo Preclásico en la ciudad de Calakmul, Campeche. Durante el periodo Clásico Temprano, los artesanos mayas elaboraron unas vasijas negras bruñidas que estaban modeladas o tenían incisiones con representaciones de al-‐
À
panteón maya elegido por los gobernantes durante el Clásico Tar-‐ dío; entre ellos, Chaahk, Itzamnaah y el dios Viejo. En el Clásico, se multiplicaron las menciones a las dei dades en textos de contenido mitológico, reproducidas en piedra, estuco, hue-‐ ǡ
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modelados en barro, como los de Palenque, en Chia pas; en estelas, como las de Oxpemul, en Quintana Roo; en tapas de bóvedas, como las de Dzibilnocac, en Campeche, o las de Ek’ Balam, en Yucatán, to-‐ dos ellos en México; pero sobre todo en las vasijas pintadas.
À
Ǥ gobernante se esmeró por crear ricos programas escultóricos, arqui-‐ tectónicos y pictóricos, pues los dioses jugaron un papel relevante ȋ±DzÓǣdz-‐ men). Desde ese momento los dignatarios se representaron con el
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Ǧ lámpago, y probablemente eligieron a esta deidad como emblema de poder político, pues K’awiil, a quien se conjuraba y se invocaba, era quien a través de su pierna serpentina permitía que se produjera la visión del ser conjurado. De esta manera, los soberanos mayas se mostraban ante su pueblo como seres todopoderosos, contro-‐ ladores de los mundos mágicos. Igualmente, durante esa etapa los gobernantes se representaron ataviados y vestidos con los atribu-‐ tos de las deidades más distinguidas. En las representaciones de las na rrativas bélicas, los señores solían portar el tocado de Chaahk
Ƥǡ Ƥ—expresada a través del rayo o del relámpago— era el em-‐ blema usado en la guerra (véanse “La guerra: técnicas, tácticas y es-‐ dzDzǣ
dz ȌǤǡ
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×ǡ los de Chaahk, K’awiil o Itzamnaah. Muchos de estos epítetos —ora-‐
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— por los gobernantes mayas como nombres personales, pues esta-‐
Figura 118. Chaahk, dios del rayo, la lluvia y las tormentas.
ǡÀǡ-‐ no hacía suyos al portarlos. Entre las estrategias políticas utilizadas en ese periodo, los dig-‐
-‐ dadores y, en otras ocasiones, emplearon a estas deidades en bailes
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± ǤÀǡ como tema principal escenas de corte, y, a la vez, complejos episodios de mitos religiosos y sobrenaturales. Gran parte de estas narrativas se conocen hoy en día gracias al estilo pictórico reproducido en vasijas
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-‐ ron enmarcadas con bandas rojas y eran diseños esencialmente bi-‐ cromos, en los cuales se utilizó una técnica cursiva, lo que le recordó en gran medida el diseño de los códices posclásicos.
V DE LOS DIOSES El pueblo maya, igual que cualquier sociedad del mundo, cons-‐ tru yó una serie de creencias, en las cuales se apoyaron para expli-‐ car el origen y el ordenamiento del cosmos. Para ello, elaboraron
183
ǡǡ ××Ƥ
Ǧ tencia de la humanidad. Así, cada deidad se caracterizaba por ras-‐ À
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× la bóveda craneana uno de los atributos que les distinguía del resto de los dioses, siguiendo los modelos reproducidos por los antiguos
ǤǡƤǡ pues de esta manera resaltaban sus características indivi duales. ǡï
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se caracterizaba y distinguía por tener a su cargo una acti vidad con-‐
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× naturales que derivan del espacio celeste y otros de los acaecidos en el entorno terrestre y su interior. Como se verá, y aunque parezca contradictorio o ambiguo, la mayoría de estas deidades extralimi-‐
ǤǦ plo, el dios de la lluvia, el rayo y las tormentas aparece estrecha-‐ mente asociado con el ámbito terrestre y los árboles de los rumbos. Estas divinidades eran tan polivalentes que llegaban a ocupar los cuatro sectores del mundo y todos los niveles del cosmos: 13 ca-‐
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×
×-‐ dades. También, las vasijas estilo códice son un buen ejemplo para
Figura 119. Colgante tallado en jadeíta, que representa el rostro de K’awiil.
184
comprender tanto las actividades de los dioses como sus lugares de actuación. Además, en estas narrativas las deidades principales se dis tinguen por sus atributos, de manera semejante a la imaginería
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DIOSES DEL CIELO
× ×
-‐ pre portan emblemas que les vinculan con el cielo, elementos que concuerdan con lo que expresan sus nombres, entre ellos, Chaahk, K’ihnich, K’awiil, Itzamnaah y la diosa de la Luna. ǡć El dios ć
×
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rayo, tal y como describen sus nombres; por ejemplo, Yax Ha’al Chaahk, ‘Chaahk es la primera lluvia’; K’ahk Tiliw Chan Chaahk, ‘Chaahk es el
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×
para el entorno humano, como son las inundaciones o la sequía, tal y como se reconoce en el nombre Yax B’ul Chaahk, ‘Chaahk es la pri me-‐
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ǯǤ2×Àͣ͜ conocidos del dios Chaahk. Algunos de ellos, como Yax Ha’al Chaahk, se conservan todavía en las oraciones de los mayas yucatecos actuales.
Ǧ ron sus atributos distintivos. Chaahk se distingue por portar el ha-‐ cha-‐rayo con que abre los cielos para generar la lluvia, el rayo o el relámpago. El pecho lo lleva adornado con un collar de nudos, dise-‐ ño que también se emplea en el cinturón o braguero. Su cabe llo
ǡ±ǡ rizado y muy voluminoso. Cubre su cabeza con un tocado que sujeta
Ó de cruz en la parte central, tal vez como signo indicativo de cielo. Su oreja está cubierta por una valva de ostra, pues las conchas y caraco-‐ las están relacionadas con los espacios acuáticos y con el agua en general. Su cuerpo siempre es humano, pero circunstancialmente
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K’awiil, otro de los dioses más prestigiosos del periodo Clásico. Su rostro, en determinadas circunstancias, podía ser humano, cuali-‐
Ǥ más representadas durante el periodo Clásico, siendo el primer per-‐ sonaje que se muestra blandiendo su hacha con el cuerpo de K’awiil. Es muy probable que el poder que ostenta Chaahk con su hacha-‐ ǯ
ese mismo cetro. También es uno de los protagonistas de las narra-‐
Figura 120. Cetros reales, también llamados cetros maniquí, que representan al dios K’awiil.
185
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Siyaj Chan K’awiil, ‘K’awiil nacido del cielo’
Waxaklaju’n Ub’aah K’awiil, ‘Dieciocho son las imágenes de K’awiil’
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tivas pictóricas de las vasijas estilo códice. En ellas se menciona su
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×Ǣ es el encargado de abrir con su hacha-‐rayo la tierra, la cual es repre-‐
×ƪÀǤ Además, en determinadas escenas rituales del periodo Clásico, se le muestra bajo la advocación de Yax Ha’al Chaahk, ‘Chaahk es la ǯǡ
es lanzado un bebé con rasgos humanos y cola de jaguar, conocido
ÀƤ
ǯǡǮ±ǯǤ-‐ tos posclásicos y coloniales aparece asociado a los cuatro colores y direcciones de los sectores cardinales, lo que denota su naturaleza
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±Ƥ su nombre clásico Chan Xob’te’ Chaahk, ‘Chaahk de cuatro árboles’, que lo vincula a los cuatro árboles sobre los que aparece represen-‐ tado en los códices posclásicos. Chaahk, a pesar de ser un dios ce-‐ leste, actúa e interviene en mitos que ocurren en espacios interiores, como cuevas, y en otras actividades de carácter más mundano, como la pesca. La acción de la captura de peces realizada por Chaahk se reconoce desde el Preclásico en la Estela 1 de Izapa, Chiapas, México, y se mantiene hasta el Posclásico, tal y como la muestran los códices. ǯǡĐ El dios Đ
×
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y su nombre por el momento no tiene traducción. Es otra de las dei-‐ dades relacionada con el ámbito celeste, pues está estrechamente
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×ǡ olmeca. El cuerpo de K’awiil es humano pero una de sus piernas ad-‐ ǡ
-‐ mite las visiones de antepasados invocados y de seres sobrenaturales ȋƤ͜͝͞ȌǤ
ǯ el apelativo Waxaklaju’n Ub’aah K’awiil, ‘Dieciocho son las imágenes ǯǯȋƤ͝͞͝Ȍǡ
ǮǯÀ advocación o aspecto, pudiendo hacer alusión a los aspectos que ad-‐
186
quiere K’awiil a través de los seres que surgen de su pierna serpentina. K’awiil es uno de los actores principales de las narrativas pintadas en las vasijas estilo códice. Uno de los temas más reprodu cidos en éstas es el que muestra a K’awiil atrapando y reteniendo con los ani llos de su pierna de serpiente a una mujer conocida en la li teratura como Señora Dragón. Durante el Clásico, K’awiil también aparece representado en las tapas de bóveda que cerraban cuartos especiales dentro de los pala-‐
ȋƤ͟͞ȌǤǯƪǡ pero también puede aparecer de pie con su cuerpo serpentino y con plumas en los antebrazos, y generalmente está acompañado de sacos de maíz o cacao, asociación que se ha interpretado como abundan-‐ cia de alimento. Durante el Clásico Terminal, en Yucatán, México, se ha ce más evidente la pre sencia de alas en K’awiil, tal vez aludiendo a su aspecto celeste. Durante el Posclá sico, K’awiil sigue asociado a ali-‐ mentos y, por tanto, en relación con la abundancia de bienes. Su ros-‐
nariz, la cual se vuelve rizada hacia arriba y humeante. ǯ
ǡČ El dios Č de los códices se corresponde con el dios del Sol, K’in en los textos clásicos y coloniales, de donde deriva k’ihnich, ‘solar, airado, ǯǡ±-‐ nantes del periodo Clásico. Está asociado con la luz y el tránsito dia-‐ rio del Sol; por eso k’in ±Ƥ
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el Posclásico se le representaba con una ligera barba, que se ha iden-‐ Ƥ
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ǡ los rayos solares se emplea la expresión u mex kin, ‘barba del sol’. Éste es un dios de semblante maduro, de nariz roma, diente triangular
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suele llevar el signo k’inǡ
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-‐ tre los gobernantes mayas, pero siempre están asociados al adjetivo k’inich derivado de k’in. Como es habitual en los nombres de las divinidades celestes, la expresión chan, ‘cielo’, ubica la acción en este ámbito y sus imá-‐ genes suelen reproducirse en la banda celeste. Hay que advertir que ǯ
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sobrenaturales, como el conejo o el dios đ, el dios anciano del comercio. La contraparte nocturna del sol diurno sería el dios ČĎĎĎǡÀ
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de Palenque, donde se han recuperado de los cuerpos piramidales de los templos del Grupo de la Cruz un À
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ȋƤ͝͞͞ȌǤ Esta deidad está también relacionada con los venados, animal asociado a la temporada de máximo calor en Yucatán. Cuenta la leyenda que el Sol, para poder acceder a la mujer, se convirtió en venado, ǡ
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×ÓǤ ǡĉ Según los estudios realizados por Simon Martin y por Erik Boot, Itzamnaah Yax Kokaaj Muut sería el epí teto completo del dios ĉ
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los españoles. Algunas comunidades mayas actuales dicen que es “el señor grande del cielo, que está puesto
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y posclásicas.
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espejo estaba ligado al poder de adivinación. El término itzǡï
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‘adivino’ o ‘brujo’, relacionado con la capacidad de realizar hechicería. Como propusieron Linda Schele y Mary Miller en 1986, tal vez se conjugan estos dos elementos, día y noche, porque representan los contrarios: la oscuridad y la luz, ambos símbolos del cielo, al igual que el ave que representa.
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de ave, aunque también suele aparecer como anciano, un símbolo de sabiduría entre las culturas antiguas. También Itzamnaah es un ser cuatripartito, vinculado a los árboles de los rumbos. Es el ave que suele aparecer asociado al árbol sagrado que brota del cuerpo del caimán terrestre. Esta relación se mantuvo hasta el Posclásico, tal y como se aprecia en la página 4 del Códice de Dresde, donde el dios aparece sur-‐
ȋƤ͜͝͞ȌǤ Durante el Posclásico el dios D no tiene aspecto de ave, sino de anciano, pero siempre porta ese to-‐ cado que lo distingue y lo relaciona con las capas del cielo, con el aspecto diurno y el nocturno. En estos manuscritos suele mostrarse con una capa y un tocado que recuerda a los arzobispos. Es muy proba ble ±
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Figura 122. Incensario del periodo Clásico que reproduce el rostro de K’inich, Palenque, Chiapas, México.
La diosa lunar ǡƤ
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-‐ ciente, y la diosa O en su aspecto maduro de Luna menguante. Éste es el único caso en que una deidad
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ǡ de red característica del dios del Maíz, y suele representarse en el interior del signo lunar u’ o uh o con ±ȋ±DzÀdzȌǤǡ
con el conejo, el símbolo por excelencia de la Luna en muchas sociedades del mundo. Como se verá más adelante, el conejo está vinculado también a acontecimientos mitológicos relacionados con el dios solar y con otras deidades del ámbito terrestre, como es el dios đ.
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ancianos suelen ser cuatripartitos y por lo general siempre se repre-‐
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-‐ lares, pues los mayas tenían ciertos cánones estéticos establecidos. Àǡ
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Ƥ arrugas, nariz aguileña y barbilla prognata indicativa de la pérdida de dientes, aunque cada uno de ellos es reconocible por sus atributos par-‐ ticulares. Como dato curioso, debe señalarse que los ancianos lucen
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es tuviese modelado, dato relevante puesto que la estética maya del Clásico representaba a todos los personajes con el cráneo modelado.
͟͝͞Ǥ ÀƤ
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Pero los datos del Clásico sobre la diosa lunar no son muy abun-‐ dantes, por lo que no se conocen apelativos concernientes a esta di-‐ Ǥ
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de los nombres de otros dioses celestes, el de la Luna no aparece nom-‐ ǡ
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chan, ‘cielo’, para ubicar sus acciones.
DIOSES DE LA TIERRA
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en el cielo, las divinidades que habitan los espacios terres tres son iden-‐ Ƥ
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-‐ riores de la tierra o con la misma tierra. Esto se debe a que sus nombres ÀƤ
de ellas, teniendo que ser llamadas por las letras que Schellhas otorgó ƤĝĎĝ a los dioses ē y đde los manuscritos posclásicos. Los dioses relacionados con la tierra y su interior tienen aspecto humano y apariencia de ancianos, salvo el del Maíz, que, como ya se ha comentado, es un dios muy joven. Curiosamente, estos dio ses
188
ÀǡĊ ÀȋƤ͢͝͞Ȍ
×
principales, no sólo del área maya sino de toda Mesoamérica. Sus imágenes se reconocen desde el Preclásico en las pinturas mura-‐ les de San Bartolo, Guatemala, en las vasijas del Clásico y en los códices posclásicos. Siempre se le muestra como un varón joven, de
ǡ
Ǥ pintaron las vasijas estilo códice en el periodo Clásico resaltan su mirada con una larga y ondulante pestaña, al igual que muestran sus uñas largas y cuidadas en extremo. En ocasiones, el dios del Maíz aparece realizando labores de es-‐ criba, pero por lo general se le muestra brotando de la tierra, re pre-‐ sentada por el caparazón de una tortuga o bien siendo vestido por Ǥ
×
la divinidad que vive varios episodios de muerte y renacimiento. En uno de ellos se dice que lucha contra un tiburón, al que vence y da Ǥ×
del Maíz como señal de victoria y con esta intención se empleó como cinturón por las más poderosas reinas del periodo Clásico, co mo las señoras de Calakmul o la madre del gobernante K’ihnich Janaab’ Pa-‐ kal de Palenque. Por todo lo anterior, el dios del Maíz presenta una po derosa dualidad que debió de tenerse siempre presente en la so-‐
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ǡ ±ǡǡ
lucha y derrota del tiburón. Esto lo convierte en una deidad de carac-‐ terísticas plenas. Pero si hay un rasgo por el que se distingue el dios À
ǤǦ vinidades, aparece modelada, pero en este caso concreto su cráneo parece reproducir el más preciado alimento de Mesoamérica: el maíz. Según la antropóloga Vera Tiesler, la cara de la deidad se corona con
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donde se le muestra sin cabello o peinado hacia atrás. Durante mucho tiempo se ha pensado que Ju’n Ixiim, ‘Primer ÀǯǡÀǡ± mellizos del Popol Vuh, pero según estudios recientes, realizados por los investigadores Erik Velásquez y Michela Craveri, no existe ÀƤ
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estos hermanos.
Figura 124. Representación de Itzamnaah del periodo Clásico, Toniná, Chiapas, México.
189
Aunque los gobernantes clásicos no se nombraban con apelativos del dios del Maíz, encontraron estrategias para vincularse con él. Los dignatarios, y más concretamente las mujeres de linaje real, se repre-‐ sentaron vistiendo un traje de red rea lizado con cuentas tubulares de jade. Con esta vestimenta emulaban À
×ǡ
Ǧ neración cíclica de la tierra que poseía esta divinidad. Es probable que esta vestimenta aludiera también a uno de los episodios míticos de la deidad; en concreto, al pasaje de lucha y victo ria contra el tiburón mítico, emblema con el que las mujeres solían adornar la cintura al portar el traje de red.
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Sak U’Ixik, ‘Señora Luna blanca’
Figura 125. Nombres de la diosa lunar.
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cubierta con una redecilla, y suele representarse emergiendo de espacios relacionados con el mundo interior de la tierra, como las caracolas o las tortugas, que la simbolizan. Uno de sus elementos dis-‐
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ĝ. Este collar, que varía según las regiones y el tiempo, se reconoce desde el Clásico Temprano y hasta el Posclásico. Esta divinidad
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ǡƤ-‐ mente Itzam. El dios ē también aparece relacionado o interactuan do con otras deida des y seres sobrena-‐ turales, como K’awiil y Chaahk. En narrativas concretas del periodo Clásico sue-‐ le representarse emergiendo de la pierna serpentina ǯǡ
±
Ǥ En estas circunstancias aparece habitualmente aco-‐ sando a una mujer joven y voluptuosa atrapada por la pierna serpentina de K’awiil. Es como si este dios pusiese a la mu jer a disposición del dios ē. El texto asociado a esta narrativa describe el nacimiento de Chaahk y de Pax, quienes suelen ser representados a
ǡ sobre un trono. En otras ocasiones, el dios ē aparece Chak Chel, ‘Arco iris’ en una misma escena cuatro veces, lo que describe su naturaleza cuatripartita. Algunos investigadores lo de-‐ Ƥ
pahuatun, una variedad de los bacabes, cuatro personajes que, para nivelar la Tierra tras el ǡ
Ǥē aparece representado sosteniendo la Tierra, su apariencia es más joven y su cuerpo está marcado con signos tuun, ‘piedra’, lo que semánticamente lo relaciona con la tierra y su acción de soportarla y, por tanto, con el po-‐ sible nombre de pahuatun. Durante el Posclásico, se aprecian las relaciones entre estos dioses cuatripartitos —K’awiil, Chaahk y el dios ēȄ, en las imágenes de los códices donde aparecen actuando juntos. Como explica Karl Taube, la asociación que debió de existir entre Chaahk y el dios N se mantiene entre algunos grupos mayas ac-‐ tuales de Belice y de los Altos de Guatemala, donde se considera que el dios anciano está relacionado con Óǡǡ
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dios ē y el rayo.
Figura 126. Dios del Maíz, plato trípode estilo códice de procedencia desconocida, Đ1892.
ͣ͝͞Ǥ Ǥǡē representado como un anciano;
El dios đ El dios đȋƤͤ͝͞ǡ
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sombrero de ala ancha rea lizado con plumas de moanǡƤ
otros, con un búho. En ocasiones, el gavilán aparece posado encima de su sombrero. Se ha considera-‐
190
der., cabeza del anciano dios ē.
do que el moan
tierra, pues en el Posclásico aparece asociado al icono del maíz y estrechamente vinculado a Chaahk. El dios L suele representarse
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ǡ ha llevado a los investigadores a considerar que está relacionado con el comercio.
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Ǥ Princeton, el anciano está sentado en un trono rodeado de mujeres ±
ȋƤ͜͞͠ȌǤ aparece un conejo escribiendo un códice, tal vez des cribiendo la escena que ocurre de manera concomitante. En ella se muestra a un
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máscaras, quienes han sido interpretados como Hu’n Ajaw y Yax B’ahlam, los héroes gemelos del Popol Vuh. Tanto en el vaso Princeton como en otras secuencias de las va-‐ sijas del Clásico, el conejo, personaje estrechamente relacionado
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del dios đ. En el vaso Đͥͤ͟͝ȋƤͥ͝͞Ȍ
-‐ jando al dios đ de sus ropas y atributos. En este caso el conejo se alía con K’inich, dios del Sol. El dios đ implora al Sol para que le ayude a recuperar su dignidad, pero éste, que encubre al animal y lo escon-‐ de detrás de sí, responde que desconoce el paradero del conejo. Son varias las escenas en que se reconoce el robo de la vestimenta del dios đ; incluso en la página 43c del Códice de Dresde se muestra a Chaahk en una canoa llevando, tal vez robando, el bulto del dios đ y el pájaro moan. Pero además de ser representado como un dios relacionado con el comercio y un personaje vejado y humillado, las imágenes del Clásico también lo muestran como un dios creador, que pre-‐ side el encuentro con otras deidades en el Vaso de los Siete dioses,
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͠ ajaw 8 kumku, que en el calendario occidental corresponde al 13 de agosto de 3114 a.C. El dios đ es uno de los más representados en las Tierras Bajas del norte, en especial en las vasijas estilo Chocholá y en estelas de algunas ciudades de la región Puuc, en Yucatán, México. En tex-‐ tos clásicos se le menciona como Uhxlaju’n Chanal Kuy, ‘Búho de los Tre ce Cielos’ o como Itzamnaah. A este respecto, se observa que, en el norte de Yucatán, el pájaro moan aparece en ocasiones asociado al numeral 13, tal vez en relación con los 13 niveles del cielo; por esto mismo se lo vincula con la niebla y las nubes, pues en Yucatán
͟͝Ǥ En los códices del Posclásico, más concretamente en el Códice de Dresde, es donde aparece más veces el dios đ asociado a Chaahk
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đ, que se caracteriza por su ǡ
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191
Figura 129. Vasija estilo códice, Naranjo, Guatemala, Đ1398.
su giere Vera Tiesler, esta similitud permite especular sobre la posible vinculación de esta divinidad con
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que se modelaban la cabeza a imagen y semejanza de su deidad tutelar. ***
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-‐ mente patrilineal. Pese a ser entidades celestes o terrestres, suelen actuar en todos los ámbitos y niveles Ǥ
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đ, ē e It-‐ Ǥǡ
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ǡđ y dios ē, tal y como ha propuesto recientemente el investigador Simon Martin.
Figura 128. Vaso de los Siete dioses, Naranjo, Guatemala, Đͣͥ͢͞Ǥ
192
193
XII
EL J UEGO D E P ELOTA: EL D EPORTE D E LAS L UCHAS D IVINAS Ramzy Barrois
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×ǡ en el trabajo de Smith. Taladoire tomó en consideración todas las canchas conocidas en Mesoamérica
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Ǧ vaciones nuevas. La presencia de una cancha para el juego de pelota indica que un sitio tuvo un cierto nivel de impor-‐ tancia. Así, las ciudades precolombinas más importantes, como Kaminaljuyú, en Guatemala; El Tajín, en Veracruz; o Chichén Itzá, en Yucatán; las dos últimas en México; tenían más de diez canchas cada una. ÀǡǬ±
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Los vestigios más antiguos que se conocen de una cancha para el juego de pelota se localizaron en el sitio de Paso de la Amada, en Chiapas, México, y datan aproximadamente de 1500 a.C. Sin embargo, es posible que el verdadero origen de esta actividad provenga de la región olmeca, aunque no se ha halla-‐
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Ǧ llo. Los muros laterales se hallaron bastante dañados y son muy poco elevados. Parece ser que durante el periodo Preclásico el juego se exportó más allá de Chiapas. Por una parte, es posible hallar en el cen-‐ tro de la región maya e incluso en la costa del Caribe (en el sitio de Cerros, en el norte de Belice) canchas
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ǡ una mayor longitud y taludes con menor inclinación, como puede verse en el sitio de Guachi montones, en Jalisco, México.
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de México, coincide con una desaparición casi total de las canchas para el juego de pelota en el occidente de ±
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Ǥ Con la caída de Teotihuacan es posible constatar una especie de edad de oro de las canchas para el juego de pelota. Aparecieron de manera simultánea en todas las regiones de Mesoamérica, con marca-‐ das variantes locales: abiertas y con muros casi verticales en el noroeste (Amapa, en Nayarit, México), abiertas o medio cerradas y con paredes inclinadas en la región maya (Calakmul, en Campeche, Méxi-‐ co, o Copán, en Honduras), abiertas con muros de poca elevación en el norte de la Península de Yucatán (Edzná, en Campeche, o Uxmal, en Yucatán, ambas en México), e incluso parcialmente abiertas y con un altar asociado en las tierras altas de Guatemala, como en la región Quiché. Hacia el periodo Clásico Terminal, el juego de pelota parece que se extendió en el territorio del
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À-‐ cas de la cancha de pelota evolucionaron sensiblemente en Chiapas (Chinkultic), desarrollándose a lo largo de toda la costa, hasta Guerrero. De manera paralela, el tipo de cancha para el juego de pelota que se encuentra en Amapa, Nayarit, parece haberse extendido hacia el norte de México, hasta el suroeste de Estados Unidos.
196
Figura 131. Cancha del juego de pelota, Palenque, Chiapas, México.
En el periodo Posclásico, el juego se encuentra principalmen te en tres regiones: el norte de Yucatán, las tierras altas de Guatemala y el Altiplano de México, donde se desarrolló la civilización me xica. Después de la conquista española, no se construyó ninguna otra can-‐ cha para el juego de pelota. Sin embargo, en el occi dente de México À
Ǥ
ǡ-‐ ca desapareció por completo en esta región. Hay jugadores que se reúnen cada semana para la práctica de este deporte. Los límites de la cancha, incluso improvisada, se marcan con cal.
ICONOGRAFÍA DEL JUEGO DE PELOTA
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permiten comprender mejor este juego con todos sus componen-‐ tes. Existen tres tipos de datos: el contexto general del juego de ǡÀǡƤǡ
elementos ligados de manera muy estrecha con la comprensión de los ritos asociados con este deporte precolombino.
×
En diversos tableros, estelas, piezas de cerámica, e incluso en una página del Códice de Dresdeǡ
Ƥ-‐ mado por las dos estructuras paralelas, con sus muros en talud.
En ciertas esculturas y en diversos vasos pueden verse inclusive los escalones de lo que parece ser una escalinata. Es muy probable ±××
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ǡ por un espectador sentado en una de las dos estructuras parale-‐ las. Así, la escalinata con unos pocos escalones que se representa
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-‐ nes, se aprecian líneas horizontales detrás de los protagonistas.
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estilizada de una de las estructuras paralelas, vista desde la es-‐
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de un gran cinturón y de protecciones para los codos y las rodillas. En
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× éste era muy grueso y ancho. Ciertos investigadores han propuesto la hipótesis de que este elemento del traje de los jugadores de pelota co-‐ ÀDzdz
-‐ bas. Sin embargo, parece poco verosímil que los ju gadores hubieran podido practicar actividad deportiva alguna llevando en la cadera una
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Figura 133. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đ2803.
Figura 132. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đ1209.
Las rodilleras parecen haberse usado casi exclusivamente en una sola de las piernas. En general, si se observa una escena en la que ǡ±
× pierna. Ciertamente, no debe llegarse a la conclusión de que equi-‐ Ǥǡǡ
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×Ǥ En ese caso, este detalle es especialmente importante, pues, desde el
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de un mismo equipo. Así, dos jugadores que lleven la rodillera en el ǡ
ÓȋƤ 132 y 133). Muchos investigadores han buscado establecer un paralelo en-‐ tre las esculturas llamadas hachas, los yugos y las palmas como acce-‐ sorios para el juego de pelota. Se trata de esculturas por lo general muy trabajadas, que parecen incompatibles con la práctica de un de porte en el que el jugador debe a menudo lanzarse por tierra pa ra recuperar una pelota baja o incluso golpearla después de un rebote
Ǥ
que pudieran asociarse con golpes repetidos en estas esculturas. Además, como ya se dijo, parece poco verosímil que los jugadores hubieran podido jugar partidos enteros llevando esculturas que pesan alrededor de 15 kilogramos. Es mucho más probable que hu-‐ bieran utilizado protecciones hechas con materiales vegetales o de cuero de ciervo, de las que no quedan huellas hoy en día. Las ha-‐
198
chas, los yugos y las palmas de piedra se han hallado en contexto arqueológico, en tumbas, lo que permite suponer el valor de estos Ǥ
jugadores prestigiosos o con gran número de victorias. En el caso de las manoplas, es posible que los jugadores las ha yan utilizado para el servicio, como en las primeras versiones del juego de ulama, antes de que los practicantes de este deporte aban-‐ donaran el uso de pequeños bastones como raquetas para hacer el servicio. El tocado es el elemento que más evolucionó si se comparan las representaciones de jugadores de pelota precolombinos con la vestimenta de los jugadores contemporáneos. Así pues, cuando se ob serva hoy en día un partido del juego moderno, es posible dar se
Ǧ sico, con personajes que ostentan tocados exageradamente ri cos,
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ÀƤ
per sonajes representados sin que las personas tuvieran ne cesidad de leer las inscripciones que generalmente no habrían podido desci-‐ ǤÀ
tocados muy elaborados, complejos e imponentes. Al igual que en
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×
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Ǥ de un tocado muestra con claridad el estatus social de quien lo lle va ȋƤ͟͜͝ǡ͟͟͟͝͞͝ȌǤ
Los jugadores, además de los elementos esenciales para la práctica del deporte, llevaban también elementos decorativos asociados con ȋƤ͟͜͝ǡ͟͟͟͝͞͝ȌǤ
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Ǥ autores, como Nicholas Hellmuth, relacionan este animal con la re-‐ presentación simbólica del cautiverio. Otro elemento decorativo ani-‐ mal es el jaguar, el cual está presente en las estelas de La Amelia, Guatemala, donde acompaña a un jugador, quizás en calidad de way o nahualȋ±DzÀ
-‐ ×
dz ȌǤ ± -‐ taciones de serpientes y de perros en los trajes de los jugadores, en al gunas piezas de cerámica y en esculturas. Hay, asimismo, numero-‐ sas representaciones de aves, como loros, colibríes y quetzales, entre otras, las cuales se asocian claramente con el cielo y el supra mundo. En las representaciones de partidos de juego de pelota, los ju-‐ gadores que juegan unos contra otros ostentan motivos con ani-‐ ǣ contra animales del supra mundo. A veces puede verse una especie de junco que parece emerger Ǥ-‐
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la importancia de quien lo lleva, como un emblema que simbolizara la
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EL JUEGO DE PELOTA EN LAS FUENTES PRECOLOMBINAS
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-‐ vivido hasta nuestros días. En el momento de la Conquista, en las Tierras Altas, los ma-‐ yas quichés tenían un libro que recopilaba sus mitos ancestrales: el Popol Vuh. Esta obra, escrita a mediados del siglo ĝěĎ por un sa-‐ cerdote maya, tiene dos capítulos completos que mencionan en detalle el juego de pelota. Los europeos descubrieron el manuscri-‐ to a principios del siglo ĝěĎĎĎ
± al español. Los antiguos textos mayas No existe ningún texto precolombino totalmente consagrado al jue-‐ go de pelota. Evidentemente, es imposible saber algo del conte ni-‐ do de los miles de códices quemados por los españoles durante el siglo ĝěĎ, pero puede suponerse que ciertos escritos bien podrían haberse ocupado del tema.
199
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200
201
pelota contra el dirigente K’inich Ich’aak Chapaat. Ahora bien, el À
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un encuentro en una dimensión sobrenatural, por medio del cual
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×Ƥk’atuun (40 años) ȋƤ͟͝͠ȌǤ
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ĎĎǡ Yaxchilán, Chiapas, México.
Los textos del periodo Clásico que han llegado hasta ahora describen el juego de pelota como una
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±-‐ taran el título de pitziil, ‘jugador de pelota’. En los monumentos y en las vasijas de cerámica, los cuales muestran a jugadores equipados y en
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Àpitziil, ‘jugador de pelota’, así como el verbo Ǯǯǡ
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Ȃni, lo que
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-‐ nes una expresión inscrita en la pelota que separa a los jugadores y que está compuesta por un número ȋ͝͠ȌÀƤ
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× que describía la pelota utilizada en el juego. Se sigue discutiendo sobre la naturaleza de esta medida. Hay
ǡ consideran que se trata de la cantidad de caucho natural utilizado para su elaboración.
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ǤÀǡ extranjero podía dar lugar a un partido de juego de pelota, como puede verse en el tablero de Calakmul que muestra uno entre el gobernante de Motul de San José, de visita en la ciudad, y un dignatario im-‐ portante de la misma. Las canchas de juego de pelota, como la mayor parte de las construcciones de una ciudad, tenían su propio nombre. Algunas veces se hallan rastros de este nombre arquitectónico, como se lee en el Monumento 141 de Toniná (cancha de juego de pelota), Chiapas, México: i elnaahaj huk ik’ k’annal hux aha[al] uǡǮ
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ǯȋƤ͢͞ȌǤ Pero el juego de pelota era también el momento en el que el mundo real entraba en contacto con
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202
El Popol Vuh El Popol Vuh es el texto sagrado de los mayas quichés de Guate-‐ mala, transcrito al castellano durante el dominio español. Se divide principalmente en dos grandes partes: la primera es el relato de los
××
Ǥ
por crear a los hombres; acto seguido, está la narración de las accio-‐ nes de los héroes divinos Hunahpu y Xbalanqué contra el ave ce-‐ leste Vuqub Caquix y contra el monstruo terrestre Zipacná; y con-‐ cluye con la aventura de los gemelos, de su padre y de su tío en el ȋ±DzdzȌǤ Esta última parte es la única historia que describe numerosos episodios del juego de pelota en un contexto mítico. Resumiendo: dos hermanos gemelos, Hun Hunahpu y Vucub Hunahpu juegan a la pelota cerca de la casa de su madre. Los rebotes de la pelota mo-‐ ÓǡǤ Ǧ tan entonces a los gemelos a jugar un partido contra ellos. Antes de que el partido pueda llevarse a cabo, valiéndose de una trampa,
Ƥ
Ǥ decapitado y su cabeza colocada en un árbol. Una princesa del in-‐ ǡǯǡ
± con la cabeza. Hun Hunahpu escupe en la mano de la princesa, quien queda por ello encinta. Debido a su estado, Xkik’ es expul-‐
Hunahpu y Vucub Hunahpu. Es así como nace la segunda pareja de gemelos: Hunahpu y Xbalanqué. Una vez que llegan a ser adultos, estos nuevos gemelos descu-‐ bren la indumentaria para jugar a la pelota de su padre y de su tío y
Ǥǡ ×Ǥ
-‐ siguen evitar las trampas que les tienden los señores de Xibalbá y pasan las pruebas de las casas de la oscuridad, de los cuchillos, del Àǡ
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Ǥ El juego de pelota se describe brevemente en el curso de las casas. En esta descripción puede constatarse que los adversa rios deben mantener la pelota en movimiento todo el tiempo, gol-‐ peándo la con la cadera. El hecho de que cada equipo tenga un ï
-‐ guno. En el Popol Vuh se subraya, sobre todo, el hecho de que el
Ǧ rráneo y el supra mundo. Al mismo tiempo, aunque la presencia de los gemelos del Po-‐ pol Vuh
Ƥ
más antiguos, conviene ser prudentes en la interpretación y en los in-‐ tentos de extrapolación. De hecho, esta historia es muy tardía y ƪǡǡ×
±À esta parte de los mitos precolombinos.
EL JUEGO DE PELOTA EN LAS FUENTES POSTERIORES A LA CONQUISTA El juego de pelota es un deporte sumamente espectacular, que des-‐ pertó rápidamente el vivo interés de los europeos. Algunos testi-‐ gos describieron este juego, intentando vincularlo con los deportes conocidos en el Viejo Mundo. Sin embargo, aun cuando el juego precolombino parece haber desaparecido poco después de la Conquista, hay una serie de de-‐
ÀƤ
À
±-‐ co y cuyos orígenes parecen ser precolombinos.
×
Durante la época colonial algunos cronistas del Altiplano mexica-‐ ǡ
ïȋ͜͜͝͡Ǧͥ͜͝͡ȌǡǦ ȋͣ͟͝͡Ǧͤͤ͝͡Ȍǡ ȋ͢͝͡͞Ǧ͢͝͞͠Ȍ de Benavente, conocido como Motolinía (1482-‐1568), describieron de Ǥǡ ȋ͝͡͞͠Ǧͣͥ͝͡Ȍ
×Relación de las cosas de Yuca-‐ tán ǣ DzȑǥȒ cada pueblo una casa grande y encalada, abierta por todas partes,
ȑsicȒǣ-‐ ban a la pelota, y a un juego con unas habas como a los dados, y a
dzǤ Así pues, para comprender cómo se practicaba el juego de pe -‐ lo ta maya, se hizo un análisis comparativo con el juego mexica, el úni co que describieron los cronistas. Evidentemente, estos testimo-‐
×
ǡǦ tizaron los aspectos más espectaculares de este deporte, que era com-‐ pletamente desconocido para los europeos. La pelota de caucho creó
×ǡ
À-‐ rial en esa época. Del mismo modo, la destreza y las acrobacias de los jugadores impresionaron a los espectadores europeos. ǡ×
Ǥ Cada equipo tenía entre uno y ocho jugadores, y la práctica del juego parece que estuvo reservada a la élite social y política de la ciudad.
-‐ traño para los cronistas. Estaba construida de piedra y su único uso era la práctica de este deporte. Solía ocupar una posición pri vi legia da en las ciudades precolombinas. Sin embargo, a pesar de que Sahagún
203
no hace muchos comentarios sobre la cancha, Durán menciona las zonas terminales y agrega que la pelota no podía caer en ellas sin
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equipo no tenía que marcar puntos en una zona de contabili za ción
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ǤïǦ ciona una línea transversal que pasaba por el centro de la cancha, llamada técatl. La presencia de dos anillos empotrados en las estructuras pa-‐ ralelas del terreno ha dado lugar a algunas interpretaciones contro-‐ vertidas sobre el desarrollo de un partido de juego de pelota. Todos los cronistas hablan del hecho excepcional de que una pelota pu-‐ die ra pasar a través del anillo. No obstante, insisten en las líneas trazadas en la cancha entre ambos anillos; es decir, que marcaban el eje transversal del pasillo central. Durán describe de la manera siguiente el momento en el que un jugador lograba que la pelota pa-‐ sara a través del anillo: “al que metía la pelota por aquel agugero ȑsicȒ
À
cantares de alabanza y bailaban con él un rato y le daban cierto
dzǤ Esta descripción se encuentra en completa contradicción con
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Ǧ chas para el juego de pelota. Según estas interpretaciones, se trata-‐ ba de una especie de goles para marcar puntos, un poco a la manera del moderno juego de basquetbol. ǡ
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JUEGOS ACTUALES Hoy en día, en México quedan algunos juegos que son descendien-‐ tes directos del juego de pelota prehispánico. El estudio de éstos ayu-‐ da de manera importante a la comprensión del juego practicado antes de la conquista española en el Altiplano central, así como tam-‐ bién del deporte practicado por los antiguos mayas. Ulama Este juego se subdivide en tres variantes: el ulama de brazo, el de ca dera y el de bate. El ulama de brazo se juega, como su nombre lo indica, con los brazos. La cancha o taste (palabra que probablemente proviene del vocablo náhuatl tlachtli) mide 100 m de largo y 1.45 m de ancho. Los equipos tienen entre uno y tres jugadores. La pelota pesa 500 gramos. Puede constatarse que los jugadores usan protec-‐
Ȁ Ǥ ǡ ȋDzdzȌ-‐ glo ĝĝ: es necesario servir para marcar puntos. Además, cuando un equipo obtiene un punto, el otro pierde uno, a menos de que no haya marcado, lo que no entraña cambio alguno en su contabilidad.
204
El servicio se lleva a cabo con la mano; la devolución del equipo contrario debe hacerse mediante un golpe con el brazo. Cada par-‐ tido se juega a nueve puntos. Cuando un equipo marca cinco puntos consecutivos, reduce a cero los tantos de su adversario, sin impor-‐ tar cuántos puntos pudiera tener éste en ese momento y los equipos cambian de lado de la cancha. El ulama de cadera es muy parecido al de brazo. Lo juegan dos equipos de cinco jugadores cada uno; la cancha es más corta (65 m de largo), pero más ancha (4 m). Cada partido se juega a ocho puntos. Un equipo puede hacer perder la totalidad de tantos de su adversario cuando marca de manera consecutiva cuatro pun-‐ tos. El sistema de conteo de tantos es muy similar. El ulama de bate constituye la tercera modalidad que existe de es te juego. Se juega con un pequeño pedazo de madera tallada que
±Ƥ El Opeño, en Michoacán, México, (y que datan aproximadamente del año 1500 a.C.). La pelota pesa 600 gramos y la cancha tiene las mis-‐ mas características que la que se utiliza para el ulama de brazo. El sistema de marcado de puntos es idéntico.
Este otro juego, que se practica esencialmente en los estados de Mi-‐ choacán y Jalisco, se juega en una cancha de 120 m de largo y 10 m de ancho. Los 60 m que corresponden a cada equipo se reparten de manera simétrica como sigue: 20 m para la zona de servicio, 5 de zo -‐ Dzdzǡïǡ͟͡ǡ a cabo el juego en sí. La pelota pesa de dos a tres kilogramos y debe golpearse durante el juego con un pequeño bastón (llamado ÓȌǡ
Ƥ gol pe. El conteo de puntos es muy similar al del ulama. Existe asi-‐ mismo una piedra plana que se coloca en las zonas de servicio para Dz
dzǤ ±
Este juego de pelota tiene tres variantes; las tres se juegan en la mis-‐ ma cancha de 160 a 200 m de largo y de 6 a 8 m de ancho. La pelota está hecha por lo general de materiales de origen vegetal (maguey, algodón, tejido, etcétera). Este deporte se juega con un bate muy pa-‐ recido al utilizado en el hockey. Las tres variantes son: un juego sen-‐
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Ǣ y, por último, una modalidad en la que se utiliza un bate, evidente-‐ mente, y una pelota hecha de piedra volcánica, por lo ge neral basalto.
Al analizar los tres juegos actuales, pueden hacerse ciertas observa-‐ ciones: el juego no se propone marcar puntos por medio de accio-‐
ǡ basquetbol u otros. Es necesario obligar al adversario a per der, como en el tenis o en el voleibol; es decir, uno no puede marcar puntos
sino a través de los errores del oponente. Esto tiene como consecuencia principal que no existiría una Dz
×dz
Ǥ A nivel arquitectónico, la cancha moderna de ulama mide unos 100 m de largo, similar a las can-‐ chas halladas en Tula, Hidalgo, y en Chichén Itzá, Yucatán; ambos sitios en México. No obstante, en las Tierras Bajas centrales mayas, las canchas presentan dimensiones mucho más Ǥ
Dz
dzȋǡ Ȍǡ
Dz
dzǤ El juego de pelota pasó por todo un proceso de evolución en la época preco-‐ lombina, en el cual hubo cambios, adaptaciones y desapariciones. Tomando esto en cuenta, es posible que el juego practicado en las Tierras Bajas centrales haya desapa-‐ recido mucho antes de la llegada de los españoles. No obstante, su origen de be ser el mismo que el del juego de ulama, si bien estos dos juegos no eran sino primos lejanos.
REFLEXIONES SOBRE EL JUEGO DE PELOTA
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-‐ giosa, dos aspectos estrechamente ligados en el caso de los mayas. Ƥ
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×
Ǥ probable que hayan existido variantes del juego en las distintas regiones y en los ǡ
Ǥ Antes que nada, el juego de pelota era un deporte de equipo. Este concepto
ĝěĎǤ
ǡ la Europa del momento de la Conquista, todos los juegos eran esencialmente in-‐ dividuales. El soule, ancestro del rugby moderno, reunía a varios individuos con un objetivo común; es decir, cada participante obraba de manera individual, en el
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elemento distintivo. El juego de pelota era un deporte, como en el voleibol o en el tenis, en el que los puntos se descon-‐ ǣ
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transversal, a veces marcada por discos tallados (en el centro de la zona maya), por esculturas con vásta-‐ gos (en el sur de la región maya) o por anillos (en el norte de la Península de Yucatán). Estos últimos no se utilizaron como zona de marcación; sin embargo, como ya se vio, algunos cronistas indicaron que,
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Ǥ La pelota debía enviarse de un lado al otro, sin detenerse jamás. Podía volar alto por los aires, si un
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Ǥ Un partido se ganaba al marcar una decena de puntos. Cuando un equipo obtenía un tanto, su ad-‐ versario perdía otro, a menos de que no tuviera ninguno. Tras marcar cinco puntos, los equipos debían
Figura 136. Figurilla de la isla de Jaina, Campeche, México.
205
cambiar de lado de la cancha. Si un equipo conseguía cinco tan-‐ tos consecutivos, su adversario perdía todos sus puntos. Dado este sistema dinámico de marcar puntos, los mexicas recordaban algu-‐
Dz×
dz
× común: hasta tres días.
El juego de pelota era, antes que nada, el lugar de oposición entre Ǥ
À
Ǧ ta dualidad omnipresente en el juego.
×
-‐ nes animales, se ven también a jugadores encarnando a algunas divinidades. En Copán pueden apreciarse, en los discos de la can-‐ cha del juego de pelota, a los héroes principales del mito del Popol Vuhǣ ± gemelos del supra mundo. Asimismo, en los tableros de La Corona, Guatemala, se observa a Chaahk, dios de la lluvia, opuesto al dios
Ǥ Esta oposición no debe entenderse como una lucha entre el bien y el mal, como podría concebirse en las civilizaciones judeo-‐
Ǥ±
ǡǡ mundo, eran a la vez opuestos y complementarios; ambos tenían aspectos positivos y negativos. En consecuencia, un dirigente podía encarnar a un personaje de cualquiera de los dos campos sin que esto alterara el resultado del juego. Así, en Copán, en el marcador central, el dirigente Waxaklaju’n ǯƤ
ǤǦ ne claramente a Hunahpu, uno de los dos gemelos celestiales del Popol Vuh. No obstante, como a los gobernantes nunca se les re pre-‐ sentó perdiendo, puede suponerse que esta representación in dica
×Ǧ Ƥ
± el Popol Vuh. Es posible que este mito haya tenido diversas lecturas y alternativas, según las regiones y las épocas.
Ƥ
Ǥ-‐ merosos investigadores consideran que el capitán del equipo perde-‐ dor era decapitado. Sin embargo, la abundancia de representaciones de cautivos, pone de relieve la importancia del papel que cumplían los prisioneros en relación con el juego, como lo muestra la imagen
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ĎĎ de Yaxchilán, Chiapas, donde se repre-‐ ȋƤ 135). ¿Cómo explicar la presencia de éstos en el contexto del juego ǫǡ
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mente ataviados, lo que resulta imposible en el caso de los cautivos que estaban desnudos, deshumanizados (véase “De armas y atadu-‐ ǣ
dzȌǤ
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ǡ cautivos reemplazaban a sus propietarios. Encarnaban de manera simbólica los cuerpos de sus propietarios, al llevar sus vestimentas. Los jugadores de pelota eran miembros de la élite social de las
ȋƤ͟͢͝ȌǤǡ±À llevar a cabo guerras en las que uno de los objetivos principales era hacerse de prisioneros. El título maya aj winak baakƤ
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×
dirigentes, sino también con otros miembros de la élite. Los prisione-‐ ros mayas no se utilizaban como esclavos, no se les ponía a trabajar,
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Ǥ Así, los jugadores que perdían, aportarían los prisioneros que À
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Ƥ del periodo Clásico, en el norte de Yucatán, los cráneos de las víctimas se exponían en una estructura próxima a la cancha del juego de pelota: el tzompantliȋƤ͝͝Ȍ *** El juego de pelota estuvo intrínsecamente ligado a la sociedad ma-‐ ya. Se practicaba en el cuadro de las actividades políticas, tales como
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ǤƤ tenía consecuencias trágicas para los perdedores: estaban obligados ×
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Ǥ La Conquista, al igual que en todos los aspectos de la activi-‐ dad humana en el continente americano, jugó un papel importante en la extinción de las características culturales indígenas. Los con-‐ quistadores rápidamente prohibieron el juego, dada su importancia a la vez ritual y religiosa. Los conquistados debieron abandonar el juego o, en el caso de las regiones más alejadas y menos accesibles a ǡǤ
ǡ
× completo la cancha del juego de pelota construida y reconocible, en
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206
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XIII
MIRADAS AL I NFRAMUNDO Roberto Romero Sandoval
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ĝěĎ y ĝěĎĎȄ hasta las propias,
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Ǥ MIRADAS AJENAS
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ǡRelación de las cosas de Yuca-‐ tánǡ
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Figura 138. Detalle del Mural ǡǡ ǡ±
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xibal-‐ baokot ǡï±ǡƤ
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209
209
se denomina Xibalbá. Por ejemplo, el Diccionario de Motul, escrito ͣͣ͝͡ǡ
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ǡ×
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-‐ tasma. En esto, el diccionario coincide con el oidor Pedro Sánchez de Aguilar (1639), quien señala que Xibilba quiere decir: “el que de-‐
dzǤ
ǡ de ma nera similar; por ejemplo, el vocabulario del padre Thomas de ǡ
ȋͣ͢͝͠Ǧ͢͢͝͡Ȍǡ± ǡ
Ƥ
Dzdzǡ Dzdz que se les aparecían a los indígenas, y se localizaba “en el centro o
×dzǤ ±ǡǡƤ -‐ temala, a donde llegó en 1536, a ese sitio se le llamaba Chixibalba, “el dzǤ±
encontraba en Carcha, pueblo cercano a Cobán, en el departamento de ǡ Ǥǡǣ DzǥÀ
Ƥ-‐ ǡdzǤǡǡ
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×Ǧ tualmente por Jerónimo Román y Zamora, lo que, a decir de la inves-‐ tigadora Laura Elena Sotelo, demuestra que “los quichés tenían ideas
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Ǧ to lomé de las Casas, registró en su vocabulario de lengua tzeltal del ȋͣ͝͡͡Ȍǡǡ±
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la actualidad entre las comunidades tzotziles y tzeltales de Chiapas, no así la primera. Los tzeltales de Cancuc, por ejemplo, llaman al ǯǡǮ
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la tierra, un lugar donde no llega la luz del Sol. Además, es un sitio Àǡȋch’ulel) se ilumi-‐ nan queman do huesos sustraídos de los entierros.
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×Ƥ
Ǥ los mayas actuales retomaron y reinterpretaron, y, como bien se ñala el investigador Mario Humberto Ruz, la visión que tienen ac tual-‐
ǡ
ǡ ubicaron en el centro de la tierra, lo amueblaron con toda de clase de instrumen tos de tortura y lo alquilaron a otros locatarios.
MIRADAS PROPIAS Uno de los textos que recoge las ideas sobre la cosmogonía de los ma-‐ yas antiguos es el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas quichés.
ǡ
×
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210
tor en la segunda parte de la obra, donde se relata el descenso de dos parejas míticas al Xibalbá: Hun-‐Hunahpú y Vucub-‐Hunahpú, y Hunahpú e Ixbalanqué.
estando vivos. Este trayecto, en varias religiones del mundo, se conoce como
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ǢǡǦ nacen en una nueva condición, en este caso, el Sol y la Luna. Cuando los in tegrantes de la primera pareja (Hun-‐Hunahpú y Vucub-‐Hunah-‐ pú) iban a iniciar su viaje, se despiden de su madre diciéndole: “—No ƪǡǡÀdzǢ-‐
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vida, pues los muertos eran los únicos que realizaban este tipo de via-‐ jes. De hecho, en otros pueblos del mundo esta región es considerada
DzdzǡDzÀdzǡDz
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ǡ±-‐ chés no conocía el camino a ese lugar, por lo que requirieron de cuatro ï
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ǡǮï de una pierna’; Coquix-‐Tucur, ‘Búho guacamaya’; y Holom-‐Tucur, ‘Ca-‐ beza de búho’. Es evidente —dice Sotelo— que por el hecho de ser es-‐ tas aves de hábitos nocturnos y que en distintas religiones se les asocie
Àǡ
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esa región, además de actuar como psicopompos, es decir, conducto-‐ res de las almas al Xibalbá. Ahora bien, de acuerdo con la cuadruplicidad del cosmos pre -‐ ǡǦ ba dividido en cuatro regiones, las cuales son mencionadas en el Popol Vuh; en particular, en el pasaje donde Hun-‐Hunahpú y Vu-‐
Ǧï
del Xibalbá: “De estos cuatro caminos, uno era rojo, otro negro, otro blanco y otro amarillo. Y el camino negro les habló de es ta manera: —Yo soy el que debéis tomar porque yo soy el camino del Señor. À×
dzǤǡ
× o centro del mundo: “llegaron a donde se juntaban cuatro caminos À
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Ǧ ta, Carcha, pueblo cercano a Cobán, en el departamento de la Alta ǡ ȋƤͥ͟͝ȌǤ ǡ
×
Popol Vuh sobre el descenso a ese sitio muestra un camino que presenta diversas prue bas que se deben sortear. Para llegar a él, se necesita bajar por unas escaleras muy inclinadas, atravesar un río que corre muy rápi-‐ do entre dos barrancos, pasar por unos jícaros espinosos, por otro río de podre (cuyo contenido no se debe tocar), otro más de sangre ȋȌǡƤǡǤ
×
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±Ƥ ǡPopol Vuh dice que los señores del Xibal-‐
Figura 139. Cueva de Loltún, Yucatán, México.
211
Figura 140. Vasija procedente de la región de Chamá, Guatemala, Đ5224.
bá tenían su propio consejo: “Y habiéndose reunido en consejo, tra taron de la manera de atormentar y castigar a Hun-‐Hunahpú y
ǦïdzǤ equiparar con las existentes en Utatlán, Guatemala, mencionadas
Ǥ
ǡ ‘casas de los linajes’, nim ja, había un recinto especial para llevar a ca bo reuniones, el popabal cúchbalbib, ‘salón de asambleas’, donde los DzÓ
dzǤ
×
maya poseía elementos similares a la realidad quiché prehispánica;
ǡƪǤ Aparte de esta área, en el Popol Vuh existe un jardín propie-‐ dad de los jueces supremos Hun-‐Camé y Vucub-‐Camé, con gran ƪ
Ǥ Además, hay una cancha del juego de pelota, donde tienen lugar Ó±À-‐ cos: el Pucbal-‐Chah, ‘el lugar del polvo y las cenizas’; según el texto, Ǧï
Ǧ-‐
212
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dz ȌǤ ±
Ǧïǡ
Ƥ
×Ǥ-‐ telo lo asocia con el Árbol de la Vida, pues a través de él renacen Hun-‐Hunahpú y Vucub-‐Hunahpú en los héroes gemelos. Además, recuérdese que en el Popol Vuh se dice que la calavera de Hun-‐Hu-‐ nahpú dejó preñada a Ixquic al lanzarle un chisguete de saliva. En
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ǡ brota un río y seis casas de tormento: Ȉ
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Ǥ Por su parte, el Memorial de Sololá dice que los cakchiqueles llamaban a ese otro mundo Xibal-‐ bay, un sitio dotado de riquezas, cuna de la piedra sagrada Chay Abah (la obsidiana). Y dado que este mineral volcánico vítreo nace en el interior de la tierra, Adrián Recinos considera que los cakchiqueles
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Ǧ ïĝěĎ y el Códice Vaticano Ć, en el cual se menciona que los ǡ
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213
Figura 141. Detalle del mascarón de la montaña sagrada, Tablero del Templo de la Cruz Foliada, Palenque, Chiapas, México.
barrancos, ríos, serpientes, perros, navajas, vientos gélidos y tinie-‐ blas aparecen como constantes dentro de los dominios de Mictlan-‐ tecuhtli y Mictecacihuatl, dioses nahuas de la muerte, quienes se ali mentan de pies y manos humanos, además de pus y escarabajos hediondos. Luego del arduo camino por los senderos del Xibal-‐
ǡ
adquirían una nueva condición. La investigadora Mercedes de la
À ǡ
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mal en general. Pero, a la vez, considero que esta energía de muerte Àǡ te soros vegetales y minerales, se generan los manantiales y en su interior se guardan las semillas que darán nueva vida. En esta lucha de opuestos y complementarios se combina el
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ǡ porque se encuentra ligado a la descomposición y a la reproduc-‐ ción. Algo similar a lo que encontró Alain Ichon entre los totonacos de la sierra, pues dice el investigador: “cada una de las mitades del
dzǤ
UNA MIRADA RESCATADA
±
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214
códice y las imágenes esculpidas en estuco. De hecho, las esce nas pintadas en las vasijas constituyen pequeñas ventanas que permi ten un acercamiento a la vida cotidiana de los antiguos mayas, e incluso observar escenas tan íntimas como la agonía y el duelo (véase “Su ×Ǥ
dzȌǤ ǡ
Ƥ
presentes en los mascarones del monstruo de la tie rra, se observan
×
±ǡ acuático, lleno de riquezas ve getales y minerales, habitado por diver-‐ sas deidades, como el dios de la Muerte, Chaahk y el del Maíz (véase Dz
ǡdzȌǤ
Ǧ mo una reproducción de las montañas, y sus templos interiores, como
ȋƤ ͝͠͞ȌǤ
Ǧ rra reproducen esta idea, en especial el llamado witz, la montaña Ǥ
Ď de Balamkú, en Campeche, México, que pertenece al Clásico Temprano, por ejem-‐ plo, se observa que las pestañas del monstruo están trazadas como corrientes de agua, lo que alude simbólicamente a los ríos y co-‐ rrientes subterráneos existentes en las cuevas. Además, en la parte ÀƤ
kawak, ‘oscuridad’, lo que sugiere la
Ǥ± aparece el dios de la Lluvia, pues en el análisis lingüístico de la pala-‐ bra kawakǡ
alude a la lluvia o a la deidad de la lluvia. De acuerdo con el inves-‐ tigador Claude Baudez, la serpiente que surge de la comisura de la
Ǥ
×±Ƥǣ y cocodrilos, habitantes naturales de esta región oscura y húmeda
Ǥ
varios personajes sentados entre cojines; es probable que se trate de la representación de los gobernantes de Balamkú. Otro ejemplo de la montaña sagrada está en un detalle del ǡȋƤ 141). En él se observan varios elementos que permiten caracteri-‐
ǣ
× ve getal sobre el que está parado el gobernante Kan B’ahlam; el jero-‐ ÀƤ
akb’al, ‘oscuridad’, dibujado en la parte superior, indica que es un lugar oscuro, o bien, como señalan los choles actuales, sugie re un
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-‐ Ǥǡ±ïǡ ÀƤ
kawak, el cual, como se dijo antes, alude a las corrientes internas de las cue-‐ Ǥ
À
×Ǥ
×ÀƤ
de Palenque esculpieron en sus ojos; de acuerdo con David Stuart, se leen como Yaxhaal Witznal, ‘la montaña del sustento’, una propuesta
×-‐ taña sagrada. Desde mi punto de vista, este lugar puede equipararse con el Tlalocan de los antiguos nahuas; pues, de acuerdo con el investi gador × ǡ ± Dz Ó
×
dzǡÓ guarda en su interior todo género de riquezas; concebida como una ǡǡÀȋDz
dzȌ las plantas esperaban su periódica liberación; se vislumbraba como DzÀ
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dzǤ
Histoire du Mexique sobre la diosa de la Tierra: ȑȒ
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ǡƪǡ ƪ
ǡÓ
ǡ bo ca ríos y cavernas grandes, de su nariz valles de montañas, de sus hombros montañas.
Por otro lado, hay que destacar que el mascarón Tablero del Templo Ƥǡ
ǡ no se ve, en clara asociación con los rumbos del cosmos, presentes ǡ
Popol Vuh. Una quin-‐ ta dirección es la hendidura donde está parado el gobernante, que se erige como árbol-‐eje del mundo. El soberano desempeñaba tanto el papel del hombre que mantenía el orden terreno, como el del dios que mantenía el orden cósmico; a través de los rituales controlaba × ×
ǡ×
-‐
Figura 142. Templo Ď, Tikal, Guatemala.
215
Figura 144. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đͣͤͣ͞Ǥ
Figura 143. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đ8962.
216
À
À
ȋ±Dz
dz en este volumen). Otra muestra de la montaña sagrada es la Estela 1 de Bonampak, Chiapas, en cuyo interior moraba el dios del Maíz. Por analogía, el in-‐ ±
ǡ lugar donde la vegetación se renovaba periódicamente y se resguarda-‐ ban los granos del maíz que, al entrar en contacto con el exterior —el ǡÀȄǡÀǤ Tomando en cuenta estas ideas, puede asociarse la imagen del gobernante parado sobre el mascarón del witz, con el tiempo ama-‐ rillo caracterizado por López Austin, es decir, el dominio de la tem-‐ porada seca, y el gobernante, encarnación del Sol, enviaba sus rayos sobre la tierra para hacer germinar las plantas. Por otro lado, vale la pena mencionar que Palenque no es el único lugar donde se encuentra la asociación oscuridad-‐cueva. En las pintu-‐ ras murales de la Estructura Sub-‐1 de San Bartolo, en el Petén guate-‐
Àǡ ± ÀƤ
akb’al ÓǡǤ ǡ-‐ ±ǡ
Ǥ
ǡ
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×Ǥ ǡÓƪǤ acuática es simbolizada por una enorme estalactita que pende de lo
Ǣ
ǡ
-‐ cáreas “eran consideradas los colmillos de las bocas de cuevas en el dzǤ En esta imagen también se distingue un jaguar, habitante na-‐ ǡǤǦ te, el ave aquí representada es aquella conocida como zacua (Psaro-‐ colius montezuma), que suele tejer su nido en lo alto del Palo Mulato,
ǡǡ
Ƥ
Ǥ Ahora bien, la cerámica pintada del Clásico Tardío alcanzó un Ǥ
À
× representar escenas complejas. Las imágenes suelen estar acompa-‐ ÓÓǡ
ƤǦ
ǡ
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posible conocer el nombre de sus dueños o de los artistas. Si bien en los vasos predominan escenas palaciegas, también existe un número importante de ellos con temas mitológicos y cos-‐ mológicos. Sobre este punto, quiero destacar que uno de los prime-‐
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×
×
Ǥ Las escenas revelan una región donde hay corrientes de agua, habitada por los más alucinantes seres de la noche: personajes an-‐
ǡ
descarnadas. Pero, sin duda alguna, el personaje más reprodu cido en
ȋƤ 143, 144 y 145), a quien se le representó como un esqueleto o un cuer po
×Ǥ
ǡ
de los muertos, tiene ojos, por lo cual puede ver, y aparece danzando junto a otros seres de la noche. ͣͤͣ͞ȋƤ͝͠͠Ȍ
cadáver humano, parcialmente esquelético, entre lirios (los cuales simbolizan las aguas del mundo subterráneo), cargando un gran Ǥ
Ƥ
bebé jaguar, en que esta deidad aparece con los brazos extendidos recibiendo como dádiva al bebé. Las escenas de los vasos muestran al dios de la Muerte como morador perpetuo y gobernante del in-‐ Ǣǡǡ
À vida, complemento necesario de la muerte. La imagen de esta divinidad, que aparece en las vasijas, se ra-‐ Ƥ
ǡ ǡ
ȋƤͤ͟͝ȌǤ±
calavera. Con su mano izquierda sujeta por los cabellos la cabeza de
ǡ
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de agonía. En la otra mano lleva un recipiente invertido con el je-‐ ÀƤ
akb’al grabado; de éste surge una serpiente que simboliza la energía vital: la sangre. La representación de la vasija invertida
Ƥ
el interior de la tierra, permitiendo con ello la renovación del cosmos. ǡ
ǣǡǡ
Ǧ llo y un vientre hinchado, rasgo característico de los cadáveres.
Ƥ
ǡ
Ǧ rresponde a un señor de la subregión de Pomoná, entre Palenque y el río Usumacinta, en México. Además de esta deidad, en las imágenes también sobresalen cier tos animales de hábitos nocturnos, como perros, jaguares, mur cié -‐ lagos, monos, venados y sapos, todos ellos asociados con cabezas de decapitados, miembros cercenados y ojos arrancados, coloca dos Ǥ
Figura 145. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đ2802.
218
219
LOS S ERES H UMANOS ANTE L OS D IOSES
À
XIV
DANZANDO CON L OS D IOSES: EL R ITUAL D EL B AILE Rogelio Valencia Rivera LA DANZA
ĝĎě, ǡǡ±
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223
223
tradiciones mitológicas sean los dioses quienes, mediante la danza, ponen en marcha el universo, como es el caso de Shiva en la cul-‐ tura hindú. Es por ello que la utilización de la música en el baile es ǡÀ
×± lugares sagrados o que poseen una alta carga mitológica o ritual ȋƤ͢͝͠ȌǤ La danza, como ritual, no sólo permitía la interrelación del hom-‐
ǡ± de los principales mecanismos de cohesión social de los pueblos mesoamericanos. Como en 1615 Juan de Torquemada decía:
Esta importancia social se aprecia en la cantidad de danzas reali-‐ zadas por los gobernantes mayas, las cuales incluían ritos de inicia-‐ ción, celebración del comienzo de la guerra, conmemoración de la
ǡǡ
×
-‐ dáricas, ritos cosmogónicos y rituales relacionados con la muerte. La danza era una actividad ritual destacada para los pueblos mesoa-‐ mericanos en general y para el maya en particular.
ȑǥȒ
ÀǡÀ
-‐ rables y casos sucedidos en las edades pasadas y presentes; y se cantaban en los areitos y bailes públicos y en ellos también decían las alabanzas con las que engrandecían a sus reyes y personas dignas de memoria.
Muchas de las representaciones artísticas mayas procedentes del periodo Clásico muestran a personajes en actitud de estar bailando; se encuentran ejemplos de esta actividad en cerámica, pintura mural y en monumentos de piedra. En éstos se ven personajes históricos o mitológicos con uno de sus pies levantados, el tronco girado y con los brazos alzados en actitud de estar danzando. En el caso de tratarse de seres mitológicos, pueden ser deidades o seres sobrenaturales de-‐ nominados wahy por los mismos mayas, los cua les actuaban como protectores del linaje, especialmente ligados a sacerdotes y brujos, y que, dado el carácter ritual de las actividades de los gobernantes, estaban relacionados con los propios señores y sus dinastías (véa-‐ Dz À
×
dzȌǤ
ͣͥ͝ȋƤͣ͝͠Ȍ ven ejemplos de wahy en posición de baile. En una gran parte de las tradiciones mitológicas del mundo, tales como la griega, la egipcia, la hindú, la china y la japonesa, los dioses danzan, por lo que la mi-‐ À
× deidades bailando.
De acuerdo con el investigador Gerardus van der Leeuw, en las so-‐ ciedades antiguas la danza no era un placer individual, sino una actividad que atañía a toda la sociedad; indica también que, entre todos los actos sociales mágicos, el baile era el más importante.
Figura 146. Tablero del Templo ĝĎěǡPalenque, Chiapas, México.
224
LA ICONOGRAFÍA DEL BAILE
Un conjunto de cerámicas relacionadas con estas representaciones mitológicas del baile realizado por divinidades es la denominada de DzdzǡÀ ȋƤͤ͝͠ȌǤ
ǡ dado que existen varios ejemplos de estas piezas de cerámica, es po-‐
Àǡ
ǤÀ
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ǡ
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en la cabeza, un armazón en su espalda rodeado de plumas, en el cual porta la imagen de un pequeño animal. Este animal es a veces ǡǡǡïÀǤ×Ǧ va por lo regular en su parte superior la representación de un ave. Delante del danzante suele aparecer un enano que lo acompaña bai-‐ lando también. Se desconoce la naturaleza de dichas representacio-‐ ǡǡ Ǥ
Ƥ
Ǧ zando una danza, se ve en el conjunto cerámico denominado “del bebé dzǡ
ǡǡ
ͣ͝͠ǤÀ
ǯǡĐͣͥ͝Ǥ
±
de jaguar. Ambos están bailando para lanzar al bebé a una mon taña À
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Ƥ
ǡÀ de un mito de renacimiento, o un ritual relacionado con las lluvias, pues Chaahk es denominado Yax Ha’al Chaahk, el ‘Chaahk de la pri mera lluvia’, y es muy conocida la tradición mesoamericana de sa-‐
Ƥ
±
Ƥ
ȋ±Dz
ǡdzȌǤǡ± aparece sustituido por el dios del Maíz en la cerámica K688, con lo que se relaciona más aún este mito con el del renacimiento del maíz. Ƥ Existe la posibilidad de que en las escenas de dioses no se estén mos-‐ ±ǡƤǦ presentan, como en algunas estelas de Quiriguá, en Guatemala, y de Copán, en Honduras. Un ejemplo de este tipo de representación se encuentra en un conjunto de piezas de cerámica en las que apare-‐
ǡ
cuello y un tocado de plumas en la cabeza. Podría pensarse que en este caso se ve un grupo de seres sobrenaturales en peregrinación, pero en una de dichas piezas se aprecia que el danzante que va a la cabeza se ha retirado la máscara que porta. En la última escena de
Ƥ con la decapitación de una persona. Este último extremo, el del
Ƥ
ǡ
× con el baile. Fray Diego de Landa, en su Relación de las cosas de Yucatán͢͜͝͡ǡ
ƪ
Ǧ
Ƥ
Ǥïǡ Ƥ
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del templo y, entonces, echaban el cuerpo ya muerto a rodar ǡƤ
cuerpo entero, salvo los pies y las manos. Y desnudo el sacer-‐
ǡ
él los demás.
También existen representaciones de parejas bailando, en las que se muestra a un hombre y una mujer acompañados de músicos que tocan tambores, sonajas, conchas o trompetas, como en la cerámica Đ͟͢͟͠ȋƤͥ͝͠ȌǤ
ǡ
ǣDz ȑsicȒ
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dzǤ
eran parte integrante de la mayoría de las danzas; existe evidencia de algu nos de ellos de viento y percusión, como los que aparecen en la cerámica antes mencionada. Ejemplos de éstos los hay en el Cuarto ͝Ƥ
ǡǡ±
ǡ
Ƥï
diversos tipos de instrumentos. En algunos otros casos, estas parejas se muestran durante los preparativos del baile, en imágenes que permiten ver cómo era pin-‐ tado el cuerpo del señor que danzaría, y cómo su máscara y demás implementos eran sostenidos por sus ayudantes, mientras algún otro
Ǥ
225
Figura 149. Vasija polícroma, Dos Pilas, Guatemala, Đ3463.
Figura 148. Vasija polícroma, Naranjo, Guatemala, Đͤͣ͟͝Ǥ
en el que se exponen dichos preparativos se ve en el mural de la pared norte del Cuarto 1 de Bonampak, donde se observa a un conjunto de danzantes portando plumas de quetzal, asistidos por un grupo de ayu dantes, uno de los cuales, arrodillado al pie de los bailarines, sos-‐ tiene también un espejo donde los intérpretes contemplan su imagen. Como ya se ha mencionado, en muchos bailes se utilizaban trajes, dis-‐
ǡ
Ó llamado sitio Ik’, señorío ubicado posiblemente cerca de Motul de San José, en el Petén central, Guatemala. Aquí se puede apreciar lo que se ha denominado “máscara de rayos ĝdzǡ
Ƥ
ȋƤ͜͝͡ȌǤ
ǡ
×
±
ǡ-‐
ȋƤ͜͝͡Ȍǡ
ǡ que en el Popol Vuh
Ǥ
Ǧ presentado por dos o tres personas enmascaradas, con plumas de guacamaya en el tocado, quienes, al son de la música, se golpea ban el pecho con palos. El Ix tzul parece estar relacionado con una danza que todavía se realiza en Momostenango, Guatemala, y que se deno-‐ mina Aj Tz’ul. En cuanto a esta danza, es interesante notar la gran continuidad que muestran estas prácticas del periodo Clásico con lo Ƥ
Ǥ
226
Fray Domingo de Ara, en su Diccionario de Tzeltal de Copana-‐ guastlaǡƤÀ
-‐ nadas caynob akot y nopob acot. Landa, a su vez, registra que había personas dedicadas al canto, los kayom, título también utilizado durante el Clásico, así como los holpop, de quienes Pedro Sánchez de Aguilar, en 1639, cuenta: ȑǥȒ
me xicanos, y tenían y tienen su cantor principal, que entona y enseña lo que se ha de cantar y le veneran y reverencian y le dan asiento en la iglesia y en sus juntas y bodas y le llaman holpop; a cuyo cargo están los atabales e instrumentos de música, como ƪǡǡ
teponaguaz-‐ tli, que es de madera hueco, cuyo sonido se oye de dos y tres leguas, según el viento que corre.
El problema con la danza y con otras tradiciones religiosas mayas À
ǡ ver que estaban impregnadas de sus antiguas creencias. Muy pocos bailes han sobrevivido en su estado ancestral hasta nuestros días, pero existen aún ejemplos, como el del Tun, también llamado Ra-‐ binal Achi, que se sigue realizando en Rabinal, Guatemala. Debido
××ǡ 2ǡͤ͝͡͡ǡ
apreciar el baile en su estado original. En éste, un guerrero de Rabi-‐
Ó
±ǡǡ después de dar al prisionero la oportunidad de visitar sus dominios ǡ
Ƥ
Ǥ
Ƥ
ǡ
Ǧ tación de ceremonias públicas en las que probablemente la danza y la música estuvieron implicadas, son los ƥ que representan peregri-‐ naciones o procesiones de un gran número de personas que acudían ǡï
ÀƤ
Ǥ
EL BAILE Y LA EPIGRAFÍA Aunque varios especialistas intuían la ilustración de danzas en el cor-‐
Ƥ
ǡ
×ǡ ͥͥ͝͞ǡ
baile, en las inscripciones mayas, que se tuvo la certeza de que lo À
Ǥ-‐ tos asociados a las imágenes ha permitido determinar que la danza ×
la élite maya. La palabra para designar el baile en cholano clásico era ahk’ot
ahk’otajȋƤ 151). Por lo regular, en los textos se indica, junto a dicho verbo, el
nombre de la persona que danza y todo lo que necesita para ejecutar-‐ la; lo que solían ser cetros, o elementos de su vestuario. Asimismo, es común indicar el lugar en el que se lleva a cabo. Como ejemplo de los elementos utilizados para la realización de los bailes, puede apreciarse en el Dintel 4 del Sitio ėȋƤ͝͡͞Ȍǡ un lugar del Usumacinta cercano a Yaxchilán, Chiapas, México, a un sacerdote local con el cargo de ajk’uhu’n danzando junto a Yaxun B’ah-‐ lam Ďěǡ
Ǥ Ƥ manos, el cual en la inscripción se denomina chan chan, ‘serpien te
ǯǤ
×
gran variedad de elementos, como las plumas que adornan a los dan-‐ zantes, sus cetros, máscaras, bastones y demás elementos visuales que le ataviaban durante la ejecución de la ceremonia. Como ya se dijo, además de los complementos utilizados en la dan-‐ za, en ocasiones se menciona el lugar en donde ésta se realizaba. Por ejemplo, en el Panel 1 de Dumbarton Oaks, un personaje de rango sajal, llamado Ahk Chamiiy, procedente de un poblado tribu-‐ ǡ ǡ
Ƥ-‐ cio denominado Sak Yek Naj, ‘la casa blanca’, lugar que también es mencionado en la inscripción de la Estela 8 de Piedras Negras. Existe otro ejemplo en que la inscripción asociada a la representa-‐
×
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×
los dioses habían sido entronizados, y otros más (véase “El ÓǣdzȌǤ
ahk’ot, ‘baile’
ahk’otaj, ‘bailar, danzar’
Figura 150. Vasija polícroma estilo Ik’, Đ533.
ȋƤ͟͝͡Ȍ
gobernante Yax Pasaj Chan Yopaat bailando ataviado con máscara y plumas. La inscripción en el vaso dice: ahk’otaj ti pitz Yax Pasaj Chan Yopaat, ‘Yax Pasaj Chan Yopaat baila en el juego de pelota’. La danza se realizaba en un lugar con una gran carga simbólica implí cita: la cancha del juego de pelota, sitio en donde los gobernantes se mostra-‐ ban en muchas ocasiones, y que simbolizaba el canal de co municación ȋ±Dzǣ
dzȌǤ Otra expresión toponímica relacionada con el baile es una que
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Ȃnalǡ
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Ǯ ǯȋƤ͝͡͠ȌǤ2
-‐ tro de la ciudad donde se realizaban las danzas, o a un espacio míti-‐ co dedicado al baile. Un ejemplo de ello se encuentra en la Escalera
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ejecutó una danza, la cual aparece registrada de la manera siguiente: i ahk’otaj ti uhx ajenȑÀƤ
ȒǦnal ch’e’n, ‘y danzó en el lugar del baile de los 3 despertares’. Existen más ejemplos de la relación de esta expresión toponímica con el baile, no sólo en Dos Pilas, sino en Aguateca y Naran jo, en terri-‐ torio guatemalteco; así como en Yaxchilán y Palenque, en México, en-‐
228
ȋƤ͝͡͡ȌǤ͟͟͞͡
ǡ hablará un poco más adelante, se muestra ese sitio como el lugar en el que se llevaba a cabo la danza. Como puede verse, las expresiones que indican la realización de un baile son muy importantes para deter-‐ minar en qué momento se hacía este ritual y cuándo se consideraba trascendente dejar constancia de ello en las inscripciones del periodo Clásico. Este tipo de expre siones, en las cuales se menciona que un per-‐ sonaje realizó una danza, aparecen en muchos sitios del área maya, lo que da claves para la determinación de las costumbres rituales com-‐ ÓǡǤ
Una de las posibilidades más interesantes surgidas a partir del de s-‐
Ǧ nocer sus implicaciones políticas y sociales en el Clásico. El baile
-‐
ǡǡ
×ǡ ceremonia para establecer nexos directos entre los dioses y los gobernantes mayas, dotándolos de un carácter divino. Éstos, como
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ahk’otaj, ‘bailar, danzar’
ahk’otaj, ‘bailar, danzar’
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del verbo danzar.
Ƥ
× Durante muchos de los rituales de danza llevados a cabo por los gobernantes mayas se puede apreciar que no sólo se ve re-‐ presentado al gobernante, sino que éste actúa como un medio a través del cual se logra la materialización de alguna deidad, a Ƥ±
Ǥ×-‐ Ƥ
Ƥ
×ub’aahil a’n, ‘es la pre sencia corporal de’. Un paradigma de este tipo de inter-‐
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×
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ǡ lee ub’aah ti ahk’ot ub’aahil a’n Huk Chapaht Tz’ikin K’ihnich Yajawte K’ihnich, lo cual se traduce: ‘es la imagen durante el baile de Yajawte’ K’ihnich, quien es la presencia corporal de la deidad Huk Chapaht Tz’ikin K’ihnich’. Esta interacción entre Ƥ
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-‐ rante su realización el cuerpo del gobernante, o del bai larín, ac-‐ Figura 152. Dintel 4, Sitio ė, cercano a Yaxchilán, ï
À
ǡÀ Chiapas, México. ±ȋ±DzÀ
×
dzȌǤ Este mismo tipo de interacción con la divinidad se aprecia en otra acción ritual, la conjura o invo-‐ cación de una deidad, la cual se designa en cholano clásico mediante el verbo tzak, ‘conjurar o agarrar’. ±
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ǡǯĎĎ, conjuró el pedernal y el escudo de Ajk’ahk’ O’ Chaahk y que, durante el ritual, su esposa, la Señora K’ab’al Xook, es la per-‐ Ƥ
× ǯȋ±Dzǡ dzȌǤ
ǯĎĎ como señor de
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× baile solamente un día después de esa ceremonia. Este baile se registró en el Dintel 32, en el cual está Kokaaj B’ahlam ĎĎ junto a otra de sus esposas, la cual porta un bulto sagrado en sus manos, símbolo del ±
Ǥï
ǡ B’ahlam ĎĎĎ, en el Dintel 53, un monumento que muestra la misma escena, pero 80 años después. Un documento importante que ayuda a comprender la interacción entre estos dos tipos de ritua-‐ les lo constituye el Dintel 42 de Yaxchilán, en el cual Yaxun B’ahlam Ďě, hijo de Kokaaj B’ahlam ĎĎ y de quien se hablará más adelante en detalle, aparece danzando junto a uno de sus sajales. Lo interesante de este dintel está en su texto: el baile es denominado ch’am ahk’ot. La expresión ch’am en cholano
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la toma de poder de los ajawǤ±×Ǥ ǡ
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ǣǥaj k’ahk’ o’ chaahk u k’uhul tzak Yaxun B’ahlam ..., lo
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ǡǮǯǯǯ
ǯǯǤ
ǡ toma de posesión se conjura una de las deidades patronas de la dinastía reinante en Yaxchilán, la misma
×
×ȋƤͣ͝͡ȌǤ ǡ
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carácter penitencial y rogatorio, porque en el diccionario de Motul se menciona que el verbo okot ba
229
Figura 153. Vaso de alabastro, Copán, Honduras, Đ3296.
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baile o la invocación de deidades, incluían la ingesta de sustancias alucinógenas, que provocaban en el ejecutor un estado alterado de
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Ǥ tipo de procedimientos se tiene constancia en el Centro de México.
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monteses que dicen que hacen perder el sentido, y así salieron to-‐ dzǤ ǡǡǦ
Ƥ
-‐ nicación con las deidades sirvió como mecanismo de legitimación Ó
Ǥ sancionar acciones de carácter marcadamente político. El baile era empleado por los gobernantes mayas en momentos importantes de su vida pública, tales como las ceremonias de su ascenso como ajaw, la celebración de cierto número de tuunes o k’atuunes en el po der y la
×Ƥ
Ǥ que la danza se realizara en muchas más ocasiones, como parte de las
×
llevaban a cabo, junto al resto de sus responsabilidades, como ca-‐ bezas sacerdotales de sus respectivos pueblos, pero que éstas no ï
Ǥ
ǡǡ
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230
pertenecen a un periodo de alrededor de 150 años (650-‐800), el cual se corresponde con una atomización del poder en el área maya y con el ascenso de las noblezas locales (véase “Los miembros de la
dzȌǤ
± de esa época no se ejecutaran danzas, sino que durante dichos lap-‐ sos los gobernantes no consideraban necesario dejar constancia de ello, pero que, para un periodo de cambios, se requería estable cer
Ƥ
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EL BAILE COMO ESTRATEGIA POLÍTICA Es así como, en distintos señoríos, las danzas ya no sólo eran super-‐ visadas por los dioses, sino que otros señores pasaron a sancionar los rituales de gobernantes subordinados. Tal es el caso del baile repre-‐ sentado en la Estela 9 de Dos Pilas, llevado a cabo por su gobernante B’ajlaj Chan K’awiil en presencia de Yuknom Ch’e’n, señor de Calak-‐ ǡƤǡ
×
ǡ alianza política entre ambas entidades, dejando bien claro que Ca-‐ lakmul, una superpotencia del Clásico, tenía control sobre Dos Pilas. Otro caso similar es el del Panel 3 de Piedras Negras, en el que el Gobernante 4, dos días después de completar su primer k’atuun (periodo de veinte años) como ajaw, realiza una danza en presencia ǯǯǡÓ
ǡ
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×
-‐ tado. Yaxchilán actuaba en este caso como entidad supervisora de las actividades rituales y políticas de Piedras Negras.
La representación pública de la subordinación de gobernantes parecía seguir una jerarquía, ya que el soberano de Piedras Negras, a su vez, supervisaba los bailes llevados a cabo por los señores de las en-‐ tidades políticas asociadas a él. Tal es el caso del Panel 1 de Dumbarton Oaks, en el cual Ahk Chamiiy indica cómo durante su mandato como sajal de Yo’onal Ahk, señor de Piedras Negras, ejecuta una danza supervisado por su ajaw. Yo’onal Ahk jamás la menciona en las inscripciones de su reino, pero para el sajal ±
ǡ
À
ƤǤ También los señores del Sitio ė y de La Pasadita, entidades localizadas en la vecindad de Yaxchilán, demostraban su cercanía al gobernante mediante la representación de bailes ejecutados por personajes que ostentaban altos cargos. Un caso interesante es el del joven sajal llamado Ajkamo, del Sitio ė, quien aparece junto al gobernante Kokaaj B’ahlam ĎĎ en el Dintel 1 de este sitio, y que posteriormente volvería a representarse ya como Aj K’uhu’n de Yaxun B’ahlam Ďě en el Dintel 4, realizando juntos una danza. Este tipo de bailes, en el que el danzante llevaba a cabo el ritual en presencia de un señor de mayor categoría, posiblemente sirvió para representar, mediante una acción de gran carga ritual, esta subordi-‐ nación ante una gran parte de la población del sitio subyugado. En las
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dzǤ En los ƥ, como ya se mencionó, se aprecian procesiones acompañadas de músicos. Este tipo
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ǣ-‐ sonajes desconocidos y representan muy probablemente situaciones de las que habían sido testigos; lo que implica, por una parte, la participación de grupos amplios en estas ceremonias y, por otra, la clara
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pa ra indicar quién dominaba la situación política en una región y en un momento determinados, sobre todo tomando en cuenta la carga mitológica y ritual que el baile contenía. Esta situación de control político se puede apreciar en las pinturas de Bonampak, en las cuales se nota ƪ
ǯĎĎĎ sobre Yajaw Chan Muwan, señor de Bonampak. Por sus caracte-‐ rísticas, puede decirse que las escenas representadas en el Cuarto 1 muestran una ceremonia en la que se ï
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Ƥ
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Ǥ Los sajales Las danzas no siempre estuvieron reservadas para indicar relaciones de respeto a una entidad política ǡƤ
ǡÀ
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-‐ ciones de inestabilidad política que la nobleza posiblemente ayudó a mitigar. Tal es el caso de Yaxchi-‐ ǡ
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Ǥ Kokaaj B’ahlam ĎĎ para sancionar la autoridad de su hijo, Yaxuun B’ahlam Ďě, como heredero al trono. Después de la desaparición de Sak Jukuub’ Kokan B’ahlam, y debido sobre todo a la larga vida de Kokaaj B’ahlam ĎĎȋͣ͜ÓȌǡ
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B’ahlam Ďěǡ
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×
su esposa, su cuñado, sus generales y los sajales de los pequeños señoríos subordinados a él, como se observa en los monumentos de La Pasadita y el Sitio ė. Un detalle muy interesante, acerca de las representaciones públicas de las actividades rituales ±
À
Ƥ
ǡ
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-‐
Figura 154. Expresión toponímica relacionada con el baile.
Figura 155. Texto procedente de Yaxchilán, Chiapas, México.
231
ciones que, con anterioridad, sólo podían ejecutar los gobernantes. De ahí que se empiecen a observar a diversos sajales que inmorta-‐ lizan rituales de baile, realizados sin la supervisión directa de sus señores. Tal es el caso representado en el Dintel 4 de La Pasadita, en el cual el sajal Tilo’t está danzando solo, cuando con anteriori-‐ dad se había representado llevando a cabo diversos rituales junto con Yaxun B’ahlam Ďě y también junto con el sucesor de éste, su hijo Cheleht Chan K’inich o Kokaaj B’ahlam ĎĎĎ.
EL BAILE Y LA GUERRA Otra ocasión para utilizar la danza lo constituía la guerra. Landa À
ǡǦ mi nados Holkan Ok’ot y Batel Ok’ot, y de otro menciona: ȑǥȒ
indios, con banderas pequeñas, con son y paso largo de guerra, entre los cuales no hay uno que salga de compás; y en sus bailes son pesados porque todo el día entero no cesan de bailar y allí les llevan de comer y beber.
periodo Clásico, como en el Dintel 3 de la Estructura 5Ĉ del Templo Ďěde Tikal, donde, como parte de las celebraciones de la victoria de ïǡͣ͟͠×
ǯǯȋƤ͟͡ȌǤ *** ǡ
Ƥ
la realización de bailes dentro de todo su corpus artístico e históri-‐ co, en los cuales las danzas no sólo estuvieron relacionadas con la vida pública, sino que enriquecieron a su vez parte del contexto mitológico de los pueblos mayas. Dada la abundancia y relevancia de las representaciones y las citas a este tipo de actividad ritual, ƤǦ bilidades religiosas de los gobernantes mayas. Aprovechando este nexo mitológico y ritual de la danza, los go bernantes mayas la utilizaron como un mecanismo de legitima-‐ ción divina de sus acciones, pues durante su ejecución se llevaban
Ƥ
-‐ nias de invocación. En algunas ocasiones, dichas ceremonias eran su pervisadas por gobernantes de otros reinos mayas, en especial ±À
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el baile, lo cual indica la importancia de su realización como mar-‐ cador de subordinación directa (véase “Interacción geopolítica e ƪ
dzȌǤ Ƥ
Ƥǡ participar incluso cortesanos, lo cual constituye una clara muestra
À
durante dicho periodo. Cabe destacar que cada vez son menos los bailes que se realizan en la actualidad, así como los lugares en donde pueden adquirirse los trajes para las danzas, pues los antiguos pueblos mayas se encuentran en un proceso en el cual pierden a gran velocidad sus tradiciones bajo la ƪ
Ǥ
Figura 156. Dintel 25, Yaxchilán, Chiapas, México.
232
233
XV
LAS E NTIDADES Y L AS FUERZAS A NÍMICAS E N L A COSMOVISIÓN M AYA C LÁSICA Erik Velásquez García DzÀ
ǣǩǡǥǨdz Salmo đĝĝĝĎĎ: 6. Dz
ǣdzǤ San Juan ĝ: 34.
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ǡ±DzdzDzÀdzȌǤǡï-‐ ǡ
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CUERPO-‐CARNE Y CUERPO-‐PRESENCIA À
ǡĐ7447.
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maahk o winikǡƤ
ǮǯǮǦ
235
235
una línea imaginaria que pasa inmediatamente al oeste de la región del río de la Pasión, centro y norte del Petén, quedando Calakmul, Palenque, los sitios de la cuenca del Usumacin ta y Tabasco al po-‐ ǡ
ƤȂis
Ȃal: b’aahis o b’aahal, k’ab’is o k’ab’al, o’hlis u o’hlal, etcéte ra. No obstante, cuando estas mismas partes del cuer po están precedi-‐ ǡ
Ƥ –is o –al, por lo que quedan simplemente como ub’aahǡǮǯǡ uk’ab’, ‘su brazo’, ‘su mano’, yo’hl, ‘su alma-‐co razón’, uti’, ‘su boca’, yut, ‘sus ojos’, ‘su rostro’, uwahy, ‘su nagual’; así como uk’ahk’, Ǯǯǡ y probablemente uch’ahb’-‐yahk’ab’(aal), literalmente ‘su generación-‐
Ȁ
ǯǤ El concepto de
Ǧ
, descubierto por Pitarch Ra-‐ món entre los tzeltales contemporáneos, podría ayudar a tener una aproximación limitada a la comprensión de esta segunda categoría de
ÀƤ
Ǥ
±
-‐ nos, es de naturaleza personal, en él residen los sentidos, otorga a su poseedor individualidad y reconocimiento social, y por esa razón está hecho para ser visto y percibido por los demás, inter viniendo en
ǡ
Dzǡǡ
ǡdzǡ
±Ǥǡ
À de partes del cuerpo también incluye el cabello, las uñas, la ropa y algunos objetos de uso personal.
Figura 158. Vasija estilo códice de procedencia desconocida, Đͤͣ͠͡Ǥ
ǯǤ
Ƥ
×Ƥ
ǣ
, como los huesos (b’aak), la sangre (ch’ich’), el cráneo (jo’l) y, por alguna razón, los pies (ookȌǡ
Ƥ–el o –il cuando están acom-‐ pañadas por pronombres posesivos; por ejemplo, ub’aakel, ‘su hueso’, uch’ich’el, ‘su sangre’, ujo’lil, ‘su cráneo’, o yookelǡǮǯǤ×
ÀǦ ǡ
-‐ cepto de cuerpo-‐carne, descubierto por el etnólogo Pedro Pitarch Ramón entre los tzeltales contem-‐ poráneos, podría ser de utilidad modesta para acercarse a la comprensión de este tipo de partes del cuer po entre los mayas del Clásico. Se trata de un cuerpo biológico, de materia pesada y visible (los tejidos), que todo hombre o animal comparte con los miembros de su misma especie, si bien entre
×
Ƥ
×
Ǥ
, a las cuales, en estado no poseído, se les añade un ƤȂis; por ejemplo, b’aahisǡǮǯǡk’ab’is, ‘brazo’ o ‘mano’, o’hlis, ‘alma-‐corazón’, ti’is, ‘boca’, utis, ‘ojos’ o ‘rostro’ y wahyis, ‘nagual’; así como ciertas cualidades especiales de los mandatarios mayas, como es el caso de k’ahk’isǡǮǯǡch’ahb’is-‐ahk’ab’is, literalmente ‘generación-‐noche’, pe ro que, ïǤǡƤ
À en ciertos ritos destinados a reproducir la renovación y el renacimiento del cosmos. Es preciso aclarar que ï
Ƥ–is
ch’ahb’ y ahk’ab’ se encuentra en el Có dice de Dresde (p. 46c), por lo que debe tomarse este último caso con reservas. Según el investigador Marc U. Zend-‐ ǡ
Ƥ–is, esta partícula señala que los sustantivos a los que va añadida son par tes
ÀǤ
ÀƤȂis puede encontrarse en las ins crip-‐
ǡȂalÀƤ
236
CENTROS Y ENTIDADES ANÍMICAS
ƤȂisȂal en su es-‐ tado absoluto, es decir, cuando no están acompañadas por pronom-‐ bres posesivos, se encuentran tres muy especiales: o’hlis, b’aahis y wahyis. En términos muy laxos, estos conceptos pueden conside-‐
DzdzDzÀdzǦ Ƥ
ǡ siempre y cuando no se les entienda como entidades inmateriales semejantes a las del cristianismo, sino en sus acepciones latinas de Å, ‘sustancia inmortal que da vida, instinto, capacidad intelec-‐ tual, energía y aliento a los humanos’, y de Å, ‘aire’ o ‘soplo’. Es preciso reconocer que al menos en castellano no se cuenta con voca-‐ blos exactos para traducir estos complejos y caleidoscópicos con-‐ ceptos indígenas, por lo que varios autores han propuesto términos especializados. De gran utilidad para mí han sido las nociones de
y en-‐ À
Ǧ ×ͥͤ͜͝ǡÓ
su importante libro Cuerpo humano e ideología. De acuer do con ese estudioso, la À
Ƥ
Dz-‐ dad es tructurada con capacidad de independencia, en cier tas con-‐
ǡ
dzǤ
À
muy variadas:
ǡǡ
Ǧ
ÀƤ
ǡǡǡ o inseparables del organismo humano, perecederas o inmor ta-‐ ǡ
ƤǦ da de éste, y aun poseedoras de una conciencia distinta e inde-‐ pendiente del ser humano al que pertenecen.
Según Jill Leslie McKeever Furst, se trata de un continuum Ǧ nó menos internos y externos cuya asociación se disuelve tras la muerte. No obstante, este concepto carece de sentido si no se le conci-‐ be ligado al de los
À
, que —de acuerdo con López Austin— son la parte del organismo humano en la que supone existe una con-‐
×À
ǡ
ǡ se generan los impulsos básicos de dirección de los procesos que dan vida y movimiento al organismo y permiten la reali-‐
×
À
ȑǥȒ
ȑǥȒ corres ponder o no a un órgano particular, pueden ser singula-‐ res o plurales dentro de cada organismo; en este último caso,
ǡǤ
Otra noción que es de gran utilidad para acercarse a estos proble-‐ mas es la de À
, acuñada por Roberto Martínez Gon-‐ zález durante la primera década del siglo ĝĝĎ. Según este autor, se trata de ǡ
Ƥ
Ǧ lizables, dotan de vida a la persona sin estar, por ello, directa-‐
ȑǥȒ
ȑ
-‐
×
ȒǤ
DIOSES DENTRO DEL CUERPO En el año 2009 López Austin publicó otra interesante idea que pa-‐
Ƥ
×À mayas del periodo Clásico. Para poder comprenderla es necesario decir que, a lo largo de su vida, este autor ha construido una inter-‐ pretación original y global de los mitos cosmogónicos mesoame-‐
-‐ ÀǤǡ
ǡï× Austin, el acontecimiento liminar y más importante que está im-‐ À
×À
primer amanecer, cuando el Sol comenzó a transitar por la bóveda
ǡ
Ƥ
húmedo, lodoso o en estado dúctil.
ͣ͟͞
Lo que había antes de la primera salida del Sol era un mundo oscuro semejante al sueño, donde los dioses se encontraban vivien-‐ ǡ
×
×
ǡ estar hechos de sustancias espiritosas o blandas, y toda la existencia ǡǡ
ǤÀ-‐
×
Ƥǡ
Ƥ
×ǡ
× Dz
dzÀ
sus creaciones. A partir de esta primera salida del Sol dio comienzo Dz
dzǡÀ
-‐ ×ǡǤƤ
los creadores de cada hombre, animal, vegetal u objeto que habita hoy sobre la tierra, pero al mismo tiempo se cree que viven en el in-‐
À
a la especie que crearon, sometiéndose al proceso de desgaste, en-‐ vejecimiento y muerte. De este modo, todas las criaturas guardan a
Dz
dz
ǡǡ tejido vegetal que es su cuerpo perceptible en condiciones normales de vigilia, o, dicho de otro modo, todo habitante del mundo es una conjunción simultánea de creador y criatura. Los elementos vento-‐ sos, o cuerpos alternativos de materia ligera o espiritosa que hemos denominado À
son, desde esta perspectiva, dioses con voluntades y conciencias in dependientes, que en ocasiones pue-‐ den ser muy ajenas a la de su dueño mundano. Pero estos dioses, además de estar sometidos al desgaste y a la muerte, tienen capaci-‐ dades sensoriales y expresivas limitadas, pues no son libres, sino que Dz
dz×
-‐ Ƥ
ǣ el sueño, el trance extático, el orgasmo, el susto, la embriaguez, la in-‐ consciencia, la muerte, etcétera, para retornar momentáneamen te al estado que tenían antes del primer orto solar. Al estar dotadas de po-‐ der, voluntad y personalidad propios, las entidades anímicas pueden ser consi deradas como dioses, y, por ende, eran inmortales, ya que se creía que retornaban temporalmente a depósitos subte rráneos, cuan-‐
À
-‐ ria dura era destruido. ÀƤ
À
ǡƤ
Ǧ te desde aquella época, debido a que sólo se ha comprendido un número limitado de narraciones cosmogónicas en las inscripcio-‐ nes, murales y vasijas mayas. Por otro lado, el concepto de dioses ǡDz
dz
Ǧ
± o’hlis, b’aahis y wahyis. Un indicio de que las ideas más recientes de López Austin son aplicables al estudio de las entidades anímicas mayas se encuen-‐ tra en el término ch’uhlel, que en los idiomas mayas proto-‐tzel ta-‐ lano, chol, tzeltal colonial y moderno, así como tzotzil colonial y
238
ǡƤ
Ǯǡ
Óǡ
ǡÀǡǡ suerte’ o ‘ventura’, pero procede del sustantivo ch’uh, ‘dios’ o ‘cosa san-‐ ǯǤ
ƤȂlel, que sirve para derivar un
ǤƤ-‐ man los investigadores Stephen D. Houston y Takeshi Inomata, si
ƤÓ±ch’uh o k’uh, ‘dios’, su senti-‐ Ƥ
ǡǡ ƪ±Ǥ±ch’uhlel, ‘alma’ o ‘espíritu’, es grama ticalmente análogo al de ajawlel, ‘reino’ o ‘señorío’, que deriva del sustantivo ajaw, ‘rey’ o ‘señor’. Podría pensarse, quizá, que los dio -‐ ses (ch’uh) eran para el ‘alma’ (ch’uhlel) lo que los señores (ajaw) eran para el ‘señorío’ (ajawlel), es decir, que los mayas concebían al alma humana como un conglomerado de dioses interiores. Aunque en
ÀƤ
± ch’uhlel o k’uhlelǡ
la manera en que los mayas concebían al alma o al espíritu.
LA ENTIDAD ANÍMICA O’HLIS U O’HLAL Entre las partes del organismo humano sobre las que se tiene con-‐ trol y que se asemejan a los atributos del cuerpo-‐presencia, destaca con mucho el o’hlis, ‘corazón, centro’ o ‘ánimo’. No parece tratarse del múscu lo cardiaco, que en las inscripciones se denomina tum, sino de un complejo elemento de materia ligera semejante al alma-‐corazón o semilla-‐corazón de diversos pueblos mesoamericanos modernos. De acuerdo con López Austin, esta entidad anímica es el alma del dios creador de cada especie y le otorga su naturaleza a cada cria-‐ tura, por lo se trata del alma esencial. Todas las piedras, plantas, ár-‐ boles, montañas y animales llevan a su supremo hacedor dentro del cuerpo. La muerte no es más que la disolución de todos los compo-‐ nentes del organismo, tanto los de materia pesada como los de sus-‐
±Ǥ
ǡ Ǧ
×
camino arquetípico del maíz, un proceso de lustración en el que pierde su memoria individual y queda sólo como semilla prístina que se deposita en el vientre del Monte Sagrado, antes de ser injer-‐ tada en un individuo de la misma especie que está a punto de nacer.
×ǡ ya que la parte que renace es el espíritu en estado puro de un dios creador, no de la criatura. ÀƤ
evidencia de que esta alma-‐corazón, o’hlis, era la esencia del dios del Maíz. La más obvia reside en el hecho de que, según los inves-‐ tigadores Andrea J. Stone y Zender, el logograma Ĕđ representa una bola de maíz envuelta en una hoja grande y verde, mientras que la palabra ohl
ÀƤ
Ƥ
ǮÀǯǤ lado, Bruce Love y Karl A. Taube mostraron, en 1989, que este logo-‐ ×
ǡ±ÀĜĆď, ‘tamal’ o ‘tor-‐ tilla’. Los escribas distinguían ambos valores de lectura median te el
×±
ǣĔđ-‐la, o’hl, versus ĜĆďǦ,
Figura 159. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đͣͣ͠͠Ǥ
waajȋƤ͢͝ȌǤÀÀ
Àǡ
ǤÓ͜͜͜͞ǡ
×ĜĊǯ, ‘comer’, el cual consta de una cabeza humana con un tamal en la boca, representado me diante el mismo signo que se usaba para escribir Ĕđ. Si a estos datos se aúna la circunstancia de que en las mitologías mayas el hombre está hecho de ÀƤ
ǡǡ
×ǡ
ǡ
ÀǤ
×
Ƥ ǡ
ͤͣͣͣ͠͡͠͠ȋƤͤͥ͝͡͝͡Ȍǡǡ
ÓÀ
ǡwak yahx winik o ‘seis ǯǡ
-‐ cas. En 1983 Taube mostró que en el arte maya del Clásico existía cierto tipo de relación entre el dios tonsurado del Maíz, la sangre y la descendencia dinástica, de lo que dedujo que ese dios habría sido
À
±Ǥ
×Àǡ alimento y el corazón, conviene recordar que uno de los nombres del dios de esta planta en los textos
×ǯǡǮ
×ǯǤ En diversas lenguas mayances existe una abrumadora cantidad de términos que derivan de la raíz ±
o’hl, ohl, óol, ool u ol, según el idioma de que se trate. En términos generales, tienen que ver con los campos semánticos de aceptación, alma, amabilidad, ánimo, apetito, carácter, conciencia,
×ǡ
Ƥǡ
ǡ
ǡ
×ǡǡǡǡÀǡ-‐
239
ÓǡǡÀǡǡ
ǡ
×ǡǡǦ cidad, gana, genio, gusto, hipocresía, iniciativa, intención, inten to, interés, interior, juicio, memoria, mente, moral, pasión, pensamien-‐ to impulsivo que impele a la acción, pereza, preocupación, propó sito,
ǡ
×ǡ Àǡ
×ǡ ǡ Ǧ ción, sentir, tristeza, vida, vigor, voluntad, voz interior, etcétera. Era la base del movimiento y de las motivaciones humanas, ence rra ba
ǡ
ǡ
ǡ-‐ ǡÀ
para mantener la vida. También parece haber concentrado la indivi-‐ dualidad, esencia o personalidad de cada hombre. Es preciso advertir que, de acuerdo con el historiador John F. Chuchiak, los documentos de la época colonial indican que los mayas atribuían sus transgresio-‐ ƪ
Àǡ el óol (cognada yucateca del término clásico o’hlis) no se alojaba ni el li bre albedrío ni el sentido de culpa, al estilo cristiano. ÀƤ
ǡo’hlis se encuentra aso ciada con los verbos timǡǮ
ǯǡaj, ‘despertarse’. Por ejemplo, en el Tablero Central del Templo de las Inscripciones de Palenque, el gobernante K’ihnich Janaab’ Pakal I expresa su deseo de haber satis-‐
ȋtim) el corazón (yo’hl, ‘su ánimo’) de los dioses mediante una
-‐ rios asociados con el k’atuun͜͝ȋ͢͡͞Ǧͣ͢͞ȌǤ
× un pasaje en el Monumento 6 de Tortuguero, Tabasco, México, en el cual la entidad o’hlis también es un atributo de las deidades. Según
×
ǡǮ×ȑajȒ
×ȑyo’hlǡǮǯȒ
ȑȒȋǫȌǯǯȋǫȌ
ȑȒ
ǯǤ
literalmente, podría pensarse que el o’hlis estaba sujeto a los mismos estados de sueño y de vigilia que su poseedor humano. Es preciso decir que hay algunos indicios para pensar que, puesto que el o’hlis era un
ǡ
-‐ rior, sólo podía acrecentar su saber durante el sueño. ÀƤ
el sentido de que la entidad espiritosa o’hlis también era un atribu-‐ to de los seres humanos, pues en el propio Tablero Central del Tem-‐ plo de las Inscripciones de Palenque, cuando el escriba habla de los ritos propiciatorios para el k’atuun ͤ ȋͣ͢͞Ǧͥ͢͞ȌǡƤ Ǯ
×ȑuyo’hlǡǮǯȒ×ȑǯ
ǯĎȒ Ó×
×ȑtimȒǯǤ
Ƥo’hlis era una entidad exclusiva de los dioses y de los humanos, tal como ya ha bía sido advertido en los textos coloniales por los investigadores Martha Ilia Nájera Coronado y Mario Humberto Ruz Sosa. Ello no Ƥ
±
-‐ pias almas-‐corazones, sino quizá tan sólo que el o’hlis era la única entidad de este tipo que encarnaba la esencia del maíz. Existen ciertos indicios de que, a pesar de que el o’hlis se encon-‐ tra ba disperso por todo el cuerpo, ya que era un atributo vital, su centro anímico principal era el músculo cardiaco tum. Cuatro gober-‐ nantes de la ciudad maya de Caracol se llamaron justamente Tum
240
Yo’hl K’ihnich, ‘Miocardio del Ánimo del Dios Solar’, mientras que en los códices del periodo Posclásico, tum se convirtió en un ver bo Ƥ
Ǯ
ǯǮ
ǯǡǦ pie dad del o’hlis durante el Clásico, por lo que tum y o’hlis están es trechamente asociados. À
o’hlis
-‐ zas anímicas entre los mayas del periodo Clásico se encuentra en las ÀƤ
ǡ-‐
±ͥ͢͟͝Ƥ
×ƤǤ ơ
DzÀdzǤ-‐
k’a’aay usak b’ook(?), usak iik’aal, ‘el vaho blanco, la respiración blanca se perdió’ ȋƤͣ͢͝ȌǤb’ook(?) e iik’aal À
que se disipan del cuerpo humano tras la muerte. Ninguna de las dos Ƥ–is o –al cuando no están precedidas por pronombres posesivos, de manera que, al parecer, los mayas las consideraban como partes del cuerpo sobre las que no se tenía control. À
sak b’ook(?) ÀƤ
ćǯĔĐǫǡb’ookȋǫȌǡǦ
×
-‐ À
ƤǤ Prager propuso dicha lectura en el año 2006, que en mi opinión es la que tiene mayores probabilidades de ser correcta. Como él mismo Ƥǡb’ookƤ
ǮǡǡǡǯǮǯǤ En tér minos generales el b’ookȋǫȌÀ
±ǡ ǡ
Ǣ parece haberse concentrado en el pecho, transitado por la sangre, externado momentáneamente a través de la coronilla de la cabeza en
ÓǡƤ boca o rostro en el momento de la muerte. Es preciso decir que el jero-‐ ÀƤ
ćǯĔĐǫ
Ƥ
ǡ escribir el día ajawǤ
ÀƤ
Ǥ
Ǥ
À
ę533. En el arte maya del Clásico existen representaciones de seres sobrenaturales que exhalan el signo ę533 de la coronilla, de la cola o Ǥǡ
×Ǧ
ǡ
ǡ ćǯĔĐǫƪ a diversas partes del universo. En muchas ocasiones el ę533 cuenta con una serie de emanaciones semejantes a volutas divergentes, que según Taube representaban sustancias etéreas, como aliento, aire o Ǥ
Ƥ
-‐
b’ook(?), representada a través del signo ę533 con volutas de aliento, son las coronillas o parte superior del tocado de
diversos gobernantes mayas vestidos como dioses. Dichas escenas representan ritos en los cuales los mandatarios eran poseídos por deidades o ancestros, externos a sus cuerpos, y posiblemente entra-‐ ban en éxtasis, trance o estados alterados de conciencia. Cuando pa saban por semejante situación, los señores mayas se ubicaban en el umbral que separaba lo natural de lo sobrenatural, por lo que es probable que uno o más de sus componentes anímicos se externara de manera voluntaria o involuntaria. Entre algunos grupos mayan-‐
Ƥ
À
À
Ǥ no es de extrañar que la parte superior de la cabeza sea uno de los lugares donde pueda encontrarse el signo ę533 con volutas de aliento en el arte maya del Clásico. Los dioses también podían externar esa ±
ǡ
los gobernantes y emergían del umbral representado a través de las
±Ǥ Una clara imagen del signo ę533 con volutas de aliento salien-‐
Ǣ en ella puede apreciarse el cráneo de un cánido exhalando tal vez el ïǡÀ
b’ookȋǫȌ
-‐ laba también en el cuerpo de los animales. En el vaso de ónix K4692 ÀƤ
Ǯsak b’ookȋǫȌȑȒsak iik’aal del rostro de Chan Ahk, señor de Hix Witz, se perdieron’, lo que su-‐ ±
Ǥ
Ƥ
ę533 con volutas de aliento
hacia arriba. En ocasiones puede llevar sobrepuesta la cabeza del logograma ĐǯĚčǡƤ
ǮǯǡÀ
-‐ pirales divergentes que simbolizan sangre o resuello. En varios con-‐
Ƥ
À͟͟͡
hálito se intercambia libremente por el logograma ĐǯĚč, ‘dios’, lo que sugiere que se trata de una sustancia divina. En otras ocasio-‐ nes, una cabeza de ave pequeña ocupaba el lugar del signo T533 con espirales de aire, lo cual recuerda que los tzeltales, tzotziles y huastecos contemporáneos, así como probablemente los chortíes,
ǡ que habita en el miocardio y puede salir del cuerpo de manera tem-‐ poral o permanente a través de la boca o de la coronilla.
À
b’ookȋǫȌǡ través del signo ę533, se asociaba con el corazón y con el espíritu del maíz, se encuentran en el hecho de que las espirales o volutas de alien-‐ to que acompañan al propio ę533 pueden estar provistas por una ƤÓ
Ƥǡ
con el investigador Herbert J. Spinden, en el arte maya del Clásico son ele mentos distintivos de las hojas tiernas de maíz. En la página 16a del Códice de Dresde la diosa lunar joven carga sobre su espalda un bulto que contiene agua (ha’) y tamales (waajȌǢǡ sobre el bulto se encuentra el signo T533, pero en este caso sus volu-‐ ÀǤ
Finalmente, en la página 42c del mismo códice, el dios de la Lluvia está asesinando al del Maíz, quien de la parte superior del estómago ex hala el signo ę533, ćǯĔĐǫǡ
ȋĜĆď) o alma-‐corazón (Ĕđ), sobre el cual se aprecian hojas tiernas de maíz. Ello recuerda que los chortíes y tojolabales contemporáneos, como también posiblemente los mayas yucatecos, creen que el corazón se encuentra en un lugar impreciso de la parte media del cuerpo, sitio donde realmente se ubica el epigastrio. À
sak iik’aal El segundo tipo de hálito que, de acuerdo con las inscripciones, se perdía durante la muerte, recibe el nombre de sak iik’aal, ‘espíritu blanco’. Dicho concepto deriva del sustantivo iik’, ‘aire’ o ‘viento’, que Ƥ–aal se convierte en otro sustantivo con sentido de instanciación, es decir, un término concreto dentro del amplio es-‐ pectro que tiene la palabra ‘aire’ o ‘viento’. ÀƤ
×Đ4692 Ƥsak b’ookȋǫȌ
sak iik’aal pertenecen al rostro (utis) de un gobernante. El rasgo diagnóstico que sirve para reconocer el logograma ĎĐǯ, iik’ǡȀęȀï
Ǥ
ĎĐǯ puede aparecer en la boca o en la punta de la nariz de algunos perso-‐ ǡ
ÓǦ rantes y divergentes, cuentas pequeñas de piedra verde o pequeñas ÀƤǡȄïȄ
Ǧ bolismo del viento y del maíz. En al gunos casos puede apreciarse una cabeza de serpiente provista de espirales, volutas o remolinos
ǡǤ
Ƥ ÀƤ
Ǥ En diversas lenguas mayances de las Tierras Bajas, la palabra ik’, iik’, ik’al o yik’al Ƥ
Ǯǡǡ±ǡǡÀǡǦ za, hálito, huelgo de la nariz, respiración, resuello, soplo que uno echa por la boca, vaho, vida’ o ‘viento’. Como sugieren María Cris tina Ál-‐ varez Lomelí y Ruz Sosa, dicho concepto no constituye una entidad anímica como tal, sino solamente alude al proceso respiratorio en sí mismo, de tal modo que se trata de un elemento que proporciona vida, se mueve sin que su poseedor humano tenga control sobre él, se ǡ llamada iik’, ‘aire’ o ‘viento’. Ƥ
±-‐ ǡsak iik’aal podría haber tenido su asiento principal en el miocardio, debido a que dicho órgano es el centro del sistema circu-‐ latorio. Aunque no existen indicios claros que apoyen esta conjetura, es preciso señalar que algunos gobernantes mayas usaban sobre el pecho ciertos pendientes de jadeíta que contienen en su parte cen-‐ ȀęȀï
ǡĎĐǯ, lo que pudiera indicar en cuál
ȋƤ͢͜͝ȌǤ Taube ha propuesto que las piedras verdes de jadeíta eran símbo-‐ lo del maíz, del viento y de la vida. Quizá por ello en algunas ciudades
241
LA ENTIDAD ANÍMICA B’AAHIS O B’AAHAL
Figura 160. Pendiente de jadeíta, Cenote Sagrado, Chichén Itzá, Yucatán, México.
de México, como Calakmul, en Campeche, Dzibanché, en Quintana Roo, y Palenque, en Chiapas, los mayas trataban de capturar los alien-‐ tos vitales de sus gobernantes por medio de máscaras de jadeíta, aspiración que entre los kekchíes de Verapaz, en la Guatemala del siglo ĝěĎ, se expresaba por medio de una cuenta de piedra verde que
Ó
ÀȋƤ͢͢͝ȌǤ Fray Diego de Landa dice que entre los mayas yucatecos esas pie-‐ dras iban acompañadas de maíz molido, lo que nuevamente podría asociar los alientos vitales con el espíritu del cereal y, por lo tanto, con la entidad anímica o’hlis. Finalmente, en las inscripciones de Ƥsak b’ookȋǫȌsak iik’aal de sus padres, lo que pudiera indicar que los descendientes eran la perpetuación de los alientos vitales de los as-‐ cendientes, tal vez el espíritu mismo del maíz.
242
La raíz léxica de b’aahis o b’aahal es b’aahǡ
Ƥ
Ǯǯǡ×±
Ǧ Ǯ
ǡǡǡ
ǡ
ǡȑȒǡ-‐ ǡƪǡǯǢǡǮǯ
ǮÀǯǮǯǡ acepciones estas últimas que se encuentran atestiguadas en los idio -‐ mas mayas cakchiquel colonial y chortí moderno. En idioma chor-‐ tí, el sustantivo b’ahnƤ
Ǯ
ǯǡb’ahna y b’ahnan quieren decir respectivamente ‘calentar’ y ‘calentarlo’. Es preci so señalar que las lenguas cholanas modernas han perdido las
ǡÀ±
Ǧ la bras debió de haber sido b’aah. Ƥ primeros investigadores que propusieron que b’aahis podría ser una entidad anímica semejante al tonalli (‘calor del Sol’) de los nahuas, ub’aah, ‘es la imagen, es el cuerpo de’, suelen intro-‐ ducir en las inscripciones los nombres de pila de los gobernantes mayas; por otra parte, sobre la cabeza (jo’l o jol) de los retratados À
ÀƤ
ǡǡ al parecer, ahí se concentraba algún centro de conciencia que con-‐ llevaba el nombre y la reputación de los individuos. Semejantes atri-‐ butos tiene el tonalli en el mundo nahua, ya que entre otras muchas cosas tiene que ver con la personalidad y el nombre del individuo, mientras que su asiento principal es la cabeza. Aunque en los trata-‐ À
À una entidad anímica asociada con el corazón, Ruz Sosa ha demos-‐ trado que entre los tzeltales coloniales la cabeza era considerada el centro anímico donde se concentraba la autoridad, el coraje, el valor y la nobleza. Del mismo modo, los tzotziles modernos pien-‐
DzdzǡÀ y a la vida. Los mismos tzotziles y tzeltales contemporáneos creen
-‐ ciencia asociado con la identidad cultural y social, que matiza los impulsos originados en el corazón, por lo cual también tiene que ver con el dominio propio.
ǡȋb’aahis) era el lugar elegido para portar el símbolo máximo de poder político:
ƤDz×dzǡǦ ción estilizada de una mazorca con hojas de maíz. Del mismo modo, À±
b’aah±Ƥ
Ǯǯǡ tér mino asociado con la jerarquía y exaltación de ciertos personajes, llamados b’aah ajaw, ‘primer señor’, b’aah ch’ok, ‘primer joven’, b’aah kab’, ‘primero de la tierra’, b’aah uxul, ‘primer escultor’, etcétera. Ello b’aah se asocia con la idea de autoridad. En consonancia con el concepto de cuerpo-‐presencia acuñado por Pitarch Ramón, el b’aahis
Ǧ tación —el rostro— estaba destinada a ser vista, ya que conlle vaba el reconocimiento de la identidad personal por parte de los otros se-‐ res humanos. Por ello b’aahis×Ƥ
ǮǯǡǮ
ǡ
ǯǮǯǡ
ǡ×ǡǮǡȑ-‐ ȒǯǮ
ǯǡ
Ǧ dualidad. No es una contradicción el hecho de que b’aahis aluda a una entidad anímica y a la vez a partes visibles del cuerpo, debido a que
Dzdz
À
-‐ pal, b’aahisǡǮǯǡ××Ƥ
‘ca ra, cabeza’ y aun ‘cuerpo’, en el sentido de cuerpo-‐presencia. Pero a
o’hlis, que comprende la personalidad interna derivada
ǡƤb’aahis es una especie de individualidad social, que sirve para ser reconocido por los semejantes. En estrecha vinculación con lo anterior está el hecho de que el antropónimo o nombre personal era un importante vehículo del b’aahisǤ
±ub’aah suele introducir las cláusulas nominales de los personajes en el arte maya, así como el hecho de que
ÀƤ
×-‐ dos en el tocado de los gobernantes. Quizá por ello la palabra jo’l o jol, ‘cabeza’, se encuentra asociada en yucateco (jo’ol k’aab’a’) y tzotzil (jol b’i) con los conceptos de ‘sobrenombre’ o ‘apellido’, mientras que en kekchí el sustantivo ba: (b’aaȌ±Ƥ
ǮǯǤ
ub’aah uch’ahb’, literalmente ‘su imagen, su generación’, quiere decir que una persona es hijo de un hombre, mientras que ub’aah ujuntanǡǮǡȑ
ȒǯǡƤ
que alguien es hijo de una mujer. Ello sugiere para los mayas que los descendientes conllevaban de algún modo el b’aahis de sus ascendien-‐ tes. Quizá por ello en diversas dinastías del perio do Clásico existió la costumbre de repetir el antropónimo de los gobernantes; por citar un ejemplo, en Tikal, Guatemala, hubo por lo menos dos mandatarios que se llamaron Sihyaj Chan K’awiil ȋƤ͝͞͝Ȍǡ nombre de Chak Tok Ihch’aak, otros dos que usaron el antropónimo Jasaw Chan K’awiil, etcétera. Quizá se pensaba que el b’aahis contenía ǡ
À
-‐ dientes a través del nombre propio. De igual modo operaba el tonalli entre los nahuas, que se heredaba de los abuelos a los nietos a través del antropónimo. De hecho el logograma ĒĆĒ en las inscripciones Ƥ
Ǯǯ
ǮǯǮǯȋƤ͜͢͞ȌǤ Se trata de la cabeza de un anciano que, entre sus rasgos diagnósti-‐
ǡ
×
Ǥ A este respecto conviene decir que entre los tzotziles moder nos
DzdzǤ
Ǧ zada de sujetar por el cabello a los cautivos de guerra ha sido inter-‐ pretada entre los nahuas como un indicio de que ahí se concentra la
ÀƤ
ȋtonalli) de bravía. A la luz de lo an terior, me parece
×
ȋƤͥ͟͞Ȍǡ por ello los varones mayas del periodo Clásico usaban el pelo largo, aunque casi siempre recogido.
À ±
b’aahǮǡ
ǡƤǡ
ǡƤǡ ǡƪǯǮǯǡƤ
À
ub’aah cuando introduce las cláusulas nominales de los gober-‐
nantes y otras personas. Dichos contextos suelen acompañar a los re-‐ tratos de hombres o mujeres, por lo que se trata de una especie de
ƤǤǡ el retrato del llamado Gobernante ĎĎ de Naranjo esculpido en la Estela 22 de ese sitio arqueológico, está acompañado por una glosa que dice: ub’aah K’ahk’ Til[i]w Chan Chaahk, k’uh[ul] Sa’[aal] ajaw, ‘es la ima-‐ gen de K’ahk’ Tiliw Chan Chaahk, señor sagrado de Sa’aal’. Houston y Stuart han sugerido que, además de ‘es la imagen de’ o ‘es el retrato de’, ese tipo de contextos también admiten la tra ducción de ‘es el cuer-‐ ǯ Ǯ ȑȒǯǡ × re presentaciones pictóricas, escultóricas o talladas de los personajes
Ƥǡ
×ǡƪ
×
ǡ o, como se diría usando los conceptos de Pitarch Ramón, una prolon-‐ gación plástica de su cuer po-‐presencia. Como estos retratos tienen la intención expresa de
como tal o cual personaje concreto, yo añadiría que en ellos se encuentra de algún modo la en-‐ tidad anímica b’aahis ƤǤ
ͣ
ǡ ǡ
ǡ
ǡ colocado, tardó 35 días en ser grabado con la imagen del mandatario; por ello al término de esos días la inscripción dice que el gobernante ‘se vio a sí mismo’ (ĎđǦćǯĆčȌȋƤ͝͠ȌǤ La investigadora Mercedes de la Garza Camino ha notado una situación relativamente semejante que ocurría con las esculturas o Ƥǡ
À
-‐ DzÀdzƤǡï
Dz
dzǤ
-‐ genes pintadas o talladas de los personajes humanos en el arte maya
ǡ Ó mutiladas intencionalmente durante la misma época prehispánica, sobre todo en el rostro, los ojos o la nariz, aparentemente porque se creía que estaban vivas, ya que el cuerpo presencia (b’aahis) de ƤDz
dzǡ muchos años desde la muerte biológica de los hombres o las mu-‐ ȋƤ͠͠ȌǤ sospechan que, mediante esa mutilación, los interesados en acabar
ƤÀ
tenían con respecto a sus modelos, mientras que Ha rri Kettunen sos-‐ pecha que lo que lograban, al destruir el área de la nariz, era acabar o liberar su aliento o hálito vital. ǡ
ǡǡ los símbolos de jerarquía, del cabello, de los hijos o nietos, y de los retratos pintados o grabados, otros elementos del mundo natural o cultural que se asociaban con la identidad social del individuo también parecen ser portadores de b’aahis. Un indicio de ello se en-‐
Đ1398, también conocido como Vaso Re-‐ gio del Conejo, donde este animal sostiene la indumentaria y los objetos personales que había robado al anciano dios đ, al tiempo ïȂȄnib’u[h]k… nib’aah,
243
ǮǥǯȋƤͥ͝͞ȌǤ
ǡ
× ǡƤ
tonalli es el de ‘cosa que está destinada o es propiedad de determinada persona’, quizá ǡ ǡ elementos vinculados con el reconocimiento social. La investiga-‐ dora Christina T. Halperin ha observado que los artistas mayas re-‐ presentaban sobre el tocado de los personajes diversos instrumen-‐
Ƥ
ǡ
Ƥ en el caso de las tejedoras, o los pinceles, códices o tinteros en el de
ǡ identidades personales. Otra idea que subyace en el concepto de tonalli, y que parece haber sido compartida por los tzotziles y otros grupos mayas modernos, es que las uñas —aun separadas del cuer-‐ ȄÀ
×
ÀƤ
Ǥ ello el gobernante maya pintado en el vaso Đ1453 luce con orgullo ÓȋƤ͜͟͞ȌǤÀ dejarse crecer el cabello y las uñas responde a la necesidad de robus-‐
b’aahis, pues al tratarse de hombres encum-‐
ÀǤ Es preciso agregar que, al estar ubicados en el rostro la ma-‐ yor parte de los sentidos, la entidad anímica b’aahis representa la con ciencia diurna, la cual adquiere conocimientos a través de la per c epción sensorial. Ya se vio que el o’hlis era otro centro de dis-‐ cernimiento, aun que parece tratarse de una conciencia nocturna,
ǡÀ
ǡ Maíz se asociaba con la vegetación, la milpa y el monte. La salud del individuo dependía de que todos sus centros de entendimien-‐
Àǡ
À
-‐ rentes. Esta desarticulación o dispersión de la conciencia en dis-‐ tintas entidades y centros anímicos era una característica común en la cosmovisión mesoamericana. El k’ihnǣÀ
À
b’aahis El tonalli de los nahuas era considerado una entidad anímica calo-‐ ÀƤ
ǡǡǦ ǤƤ
-‐ dad que procede del Sol, y aunque todos los humanos nacen con ella,
Ƥ
× de cargos públicos. Cada individuo absorbe durante su vida la can ti-‐
ǡ
ǡǡ-‐ ridad, vi gor e incluso salud. Algunos datos indican que se mejante
ÀƤ
À ± ǡ Àƪ
daño a los demás. Conceptos parecidos se encuentran en maya yu-‐ cateco colonial y moderno, tzeltal colonial y jacalteco mo derno, en palabras como k’íinam, k’in o k’inalǡƤ
Ǯǡǡ
ǡǡǡ
Ǧ ble, reciedumbre, vigor, suerte’ y ‘vida’.
244
Quizá por ello diversos gobernantes mayas del periodo Clási-‐ co anteponían a sus nombres el adjetivo k’ihnich, ‘airado, bravo, ca-‐ ǡ
±
ǯǮǯǡ
k’ihnǡǮ
ǯǮǯǡƤȂich, que lo convierte en adjetivo. Se trata de una cualidad que en las inscripciones es exclusiva y dis-‐ tintiva de los soberanos mayas, y que, como ha demostrado Taube,
À
ǤƤ
ǡ
ȋƤ͢͝͝ȌǤ
×
y de los cargos que se iban ocupando, los gobernantes mayas tam-‐ bién añadieron a sus nombres la cuenta de los k’atuunes que habían ǡǡͣ͜͜͞À
de sus vidas. Como Houston ha señalado, este tipo de anotaciones de la edad, integradas en el nombre propio, son elemen tos de presti-‐ gio y distinción exclusivos de la más alta jerarquía. Teniendo en cuenta que el promedio de vida que alcanzaban los mayas del periodo Clásico —aun entre los miembros de la nobleza— rara vez excedía los 49 años de edad, y que los mandatarios mayas llegaron a llamarse a sí mismos k’uhul ajawtaak, ‘señores sagrados’, resulta obvio que el aliento del dios solar representado en el rostro o sobre la coronilla de los soberanos, la cuenta de los k’atuunes y el adjetivo k’ihnich integrados en el antropónimo, eran parte inheren-‐ te de sus atributos de distinción y reconocimiento social. Por otra parte, no debe olvidarse que en chortí el sustantivo b’ahnȂ±
b’aahȄƤ
Ǯ
ǯǡ-‐ dad anímica b’aahis guarda muchas semejanzas con el tonalli de los Ǥ
Dz
dz implícita en el término b’aahis de los gobernantes varones era proba-‐ blemente el dios solar, cuya potencia se incrementaba gracias a À
k’ihn. En última instancia, el propio Sol (K’in) era la k’ihn. Dz
dzÀ
el b’aahis de las mujeres era la diosa lunar, como lo sugiere el hecho de que ellas no exhalaban el aliento del dios solar, sino el de la se-‐ ñora de la Luna.
LA ENTIDAD ANÍMICA WAHYIS O WAHYAL La tercera y última parte del cuerpo recibe el nombre de wahyis y wa-‐ hyalǤƤ–isȂal lo indica, pertenece a una cate-‐ goría de partes del cuerpo sobre las que se tiene control a voluntad. ÀƤ
ï
Ƥ
ĜĆĞ, way o wahyǡǮǯǮÓǯǤ
ͥͤͥ͝ǡ-‐ lai Grube. Dichos autores decidieron traducir este término como ‘coesencia’, admitiendo que se trata de un concepto “relativamente cercano al sentido de tonaldzǡ
×tonalli.
El problema con el término tona, tonal, tonalli, coesencia y otros semejantes, como animal compañero, animal del destino, alma animal, alter ego, etcétera, es que alude a un animal que gene-‐ Ƥ
ǡ pero que comparte su destino con el de un ser humano, al haber nacido en el mismo día del almanaque adivinatorio, a tal grado que lo que le suceda a uno le pasará al otro y viceversa. Las coesencias
À
Óǡ-‐ Ó
À
ƪ
donde viven sus contrapartes humanas, ya que entre ellas existen
ȋǡtonas de los gober-‐ nantes, generalmente jaguares, águilas o pumas, distan mucho de las de los campesinos comunes). Por otra parte, los animales que
el momento en el que muere su poseedor humano. Quizá podría decirse que la entidad anímica que tiene su asiento en la cabeza (tonalli) se encuentra proyectada en la coesencia o tona, o, dicho de otro modo, esa entidad anímica habita simultáneamente dentro
±ǡǤ Otra característica de las tonas es que se trata de un atributo inherente a la naturaleza de todo ser humano, ya que se encontra-‐ ban ligadas con el destino de cada persona, desde su nacimiento hasta su muerte, con independencia de su jerarquía social. Otro rasgo de las coesencias es que los hombres y las mujeres comunes no tenían control alguno sobre ellas, pues ni siquiera sabían a cuál especie zoológica pertenecía su tona. Es más, salvo contadas men-‐
ǡ
À
ǡ
Ǧ sua lidad lo hacían, era sólo durante el sueño; no obstante, era posi-‐ ble entablar relación con la coesencia a través de ciertas prácticas rituales. Todas estas características de las tonas
Ƥ ×
ǡ
ǡ mucho de lo que se encuentra atestiguado en las inscripciones y en
À
Ǥǡ quienes dudan si semejante creencia es de origen prehispánico, o se trata de la degeneración de un concepto original, debido a que varios de los días del calendario adivinatorio, que determinaban el destino de cada niño que nacía, tenían nombres de animales. Para tratar de aclarar un poco lo que era el wahyis, debe decirse que el logograma ĜĆĞ Ƥ
(semejante al signo ę533 que se vio antes), cuya mitad está cubierta Ǣ
ǡÀƤ
ĜĆĞ
ÀÀę533 a manera ȋƤ͢͝ȌǤ
×ÀƤ
ǡÀ y nocturnos del mundo salvaje, que evocan la experien cia misteriosa ÓǤ Àę533 en la composición de este logograma alude a que el wahyis era concebido también como un tipo de vaho, hálito o aliento. Es pre ciso decir que el signo ę533 parece haber sido polivalente, ya que en el contexto de los días del calendario aparentemente se leía ĆďĆĜ, ‘señor’ o ‘gobernante’. En
Figura 161. Detalle del Tablero de piedra del Templo ĝĎĝǡ Palenque, Chiapas, México.
con sonancia con esta posibilidad, Fede rico Navarrete Linares ha su-‐ gerido que el logograma ĜĆĞ
Ƥ
À ǡDzdzǡ-‐ ǡDzdzǡÓ los señores y nobles. En el mismo texto de 1989, en el cual dieron a conocer el desci-‐ ĜĆĞ, Houston y Stuart aceptaron que las supuestas coesencias algunas veces podían adoptar comportamien-‐
ǡ
×
× con el nagualismo. En términos generales, el nagualismo alude a la
À
-‐
ïǡ× natural, o bien, al poder que tenían algunas personas de proyectar
245
ȄȄÀ
ǤǦ
×
simple tonalismo. Con el paso de los años se han ido acumulando nuevos datos en el sentido de que el término coesen-‐
Ƥ
wahyis. Por ejemplo, en 1993 los investigadores David Freidel, Linda Schele y Joy Parker observaron que en las vasijas mayas los nombres Dz
dz
ǡ ×
Ǥ mediante el logograma ĜĆĞ no eran atributos de individuos, sino de linajes dinásticos o inclusive de loca-‐ lidades políticas, opinión que ha sido repetida por otros autores. No obstante, para mí es una prueba de ×
way o wahy no tiene que ver con el tonalismo, sino con ǡ
ǡ À
ÀƤ
ǡ
ǮÓǯÀ
Ǣ mientras que uno de los atributos característicos del nagualismo era precisamente que los poseedores de ese poder trataban a toda costa de mantener el anonimato, ocultando su nombre personal o poniéndose ǡƤÓÀǤǦ tución de sus antropónimos por sus títulos, o aun mejor, por el topónimo don de tenían la sede de su ǡ
À
Ǥ ǡ
Ƥ posesión íntima –isǡ
×͜͜͞͠Ǥ
-‐
Àway o wahy entre los mayas del Clásico, puesto que es exclusivo de partes del cuer po sobre las que se tiene control, y entre ellas justamente se encuen-‐ tra el sustantivo wahyisǤ
±
Ƥ
ǡ sabe que sólo los dioses, los seres humanos, los muertos y, de vez en cuando, algunos animales podían ejercer el nagualismo; de ningún modo los linajes en sentido impersonal, ni mucho menos los topóni-‐ ǡ
À
Ǥǡ ×
ǡ×-‐
Ǥǡ
Ƥǡ como el nagualismo hayan derivado de una misma concepción cultural, y que en algunas ocasiones el
de sus entidades anímicas haya sido su misma tona
ǤÀǡ×
tal, ya que normalmente no se tiene control sobre las coesencias, situación opuesta a lo que ocurre con
À
Ƥ–is o –al. Aun aceptando que el nagual de los gobernantes pudo ser su misma tona o coesencia, al ser usado a voluntad, su relación con el hu-‐ mano pasaba de ser analógica a instrumental, dejaba de ser un simple wahy para convertirse en wahyis. ǡ
Ƥ–is dice que wahyis es una parte del cuerpo, situación que À
tonas
ǡÀ
organis mo humano, si bien en ellas habita una entidad anímica que sí se encuentra tanto en la cabe za
Ǥ ͥͥͣ͝
×wahyis hayan sido meras tonas
ǣ
Ƥ
ǡ
-‐
×À
ǡ
ǡ
Ǧǡ
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Ƥ
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246
nipuladas por los gobernantes mayas del Clásico en sus intentos por dañar a otras personas, enviándoles
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ǤÀ el nagual permanece ‘en el corazón’ de su señor, pero en la noche pue de moverse solo, bastante indepen-‐
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ǡï× cu ltural asociado con la élite que ejercía el poder, pertenecer al cuerpo de los magos y poseer una conciencia independiente, que no siempre coin cide con la de su poseedor humano. Por otra parte, agrega que el centro À
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ǡ͜͜͢͞ Houston, Stuart y Taube llegaron a la conclusión de que el wahyis
DzdzÀ abandonar el cuerpo humano durante la noche. Reconozco que es posible que, como señala De la Garza Camino, esta visión del nagualismo pre-‐
Dz
dzDzdz±Ó
-‐ dena de parte de los evangelizadores y sacerdotes católicos, pues en los documentos mayas de la época virreinal el nagualismo ejercido por los gobernantes no es visto siempre como un poder para causar Óǡ
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ǡ×Ǧ ǡ
Ǥ En un trabajo presentado en 2009, Christophe Helmke y Jesper Nielsen argumentan que los wa-‐ hyis
Ƥ
Ǥ ǡ mencio nadas en textos coloniales, como el Chilam Balam de Kaua y el Ritual de los Bacabes, sostienen que los wahyis eran entidades airosas o espiritosas dotadas de entendimiento propio, que eran suscep-‐ ×ï
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wahyis del periodo Clásico, es que estos últimos eran partes del cuerpo sobre las que se tenía control. Dzdzǡ
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×Ǥ Se trataba de seres semejantes a los lab’ de los huastecos, choltí y tzeltales, a los swayojel de los tzel-‐ tales, a los wayjel de los tojolabales y a los wáay de los mayas yucatecos. El Calepino de Motul, un diccio-‐
×ͣͣ͢͝͡͝͝͝ǡƤwáay
Dz los nigrománticos, brujos o hechiceros, que es algún animal, que por pacto que hacen con el demonio
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×±Ǯǯ
vo cablo wáay, por considerar que no corresponde a un concepto mesoamericano, sino a la magia negra
×
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ÀǤǡ el año 2011 Daniel Moreno Zaragoza propuso traducir wáay o wahyis como ‘espíritu auxiliar’, aunque probablemente sea mejor utilizar otro término de origen mesoamericano que se conoce desde hace mu-‐ cho tiempo: naawalli o nagual. De hecho, el sustantivo wayjelƤ
Ǯǯǡ
DzdzǤ
lab’, puede decirse que se trata de un vocablo muy antiguo, que pertenece al mismo campo semántico del anterior, y que ha sido reconstruido en protomaya (*laab’), protocholano (*lab’) y prototzeltalano (*lab’). Mientras que en tzel tal colonial lab’ Ƥ
Ǯ×ǯǮin natura’; en cholti’, ajlab’ quería decir ‘hechicero’.
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Figura 162. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đ3395.
òò
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Ƥ en el vaso ĒĘͣͥ͜͟ǡwahyis de un señor de Uhxte’ se llama justamente Lab’te’ Hix, ‘Jaguar del Hechizo de Árbol’. Este ejemplo es el único que conozco del periodo Clásico, en el cual ambos términos están asociados: lab’ y wahyis.
ambigüedad intencional sobre la manera precisa en la que los hombres se relacionaban con sus nagua les,
×ǡ
Ǥ
habitaba durante el día en el corazón, mientras que por la noche abandonaba de manera momentánea
ǤƤ
×
× del término wahyis
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Ǧ Ƥ
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externaban de su cuerpo por la noche, luego de realizar nueve saltos, acrobacias o piruetas que tenían
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Ó
ǡ
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ǡ way jel salían del organismo a través de la cavidad bucal y realizaban su trabajo por la noche, mientras su poseedor humano dormía y vivía las mismas experiencias soñando. Al amanecer, estas en tidades aní-‐ micas reingresaban al cuerpo humano a través de la boca, no sin antes realizar las mismas acrobacias, saltos o piruetas ejecutadas antes por sus dueños. Desde mi punto de vista, dicha creencia se encuentra atestiguada en diversas vasijas en las que pueden verse los seres wahyis bailando, saltando o girando en el vacío, que aparentemente representa el ambiente del sueño. Una variante conceptual de estas acro-‐ bacias puede tal vez encontrarse en diversas representaciones de jaguares contorsionistas, como la del vaso Đ3395, en el cual se ve al wahyis
À
b’ookȋǫȌ ȋƤ͢͝͞ȌǤ En algunas vasijas del llamado estilo códice los wahyis pueden sostener platos hondos o escudillas llenas de restos humanos: manos, huesos, cráneos y globos oculares, que yo interpreto como símbolo DzdzǡƤ
DzÀdzǡ
ȋƤ͢͟͢͝͝͠ȌǤ
× de Oxchuc y de Pinola, en Chiapas, México, se tenía la creencia de que cuando un nagual por la noche ǡ
DzdzÓǦ
248
ria, compartiendo su banquete con los naguales de otros magos aliados. Por ello propongo interpretar
À
compañía de sus aliados. Mientras que sus wahyisDzdz del sueño, los mandatarios las degustaban dormidos dentro de sus casas. Si bien es posible que algunas veces el wahyis de los gobernantes mayas del periodo Clásico haya sido su propia coesencia, autores como Navarrete Linares reconocen que los poseedores de ese poder no necesariamente utilizaban a sus tonas o animales compañeros. A este respecto, es preciso aclarar que no se sabe realmente si el tonalismo existió entre los mayas del Clásico; como era probablemente Àǡ
ÀƤ
Ǥ
×À
la distinción jerárquica de la élite, de lo cual deduzco que los wahyis
exclusivas de los gobernantes y los nobles más encumbrados. También es posible que ya durante el
À
Ƥ
-‐ cia de los wahyis, pues la mayor parte de estos seres que aparecen en el estilo códice (caǤͣ͢͞Ǧͣ͟͝Ȍ animales provistos con pocos accesorios que no les eran propios en estado silvestre, mientras que en los vasos de los llamados estilos ik’ (caǤͣ͜͠Ǧͤ͜͜Ȍwahyis adquieren una gran complejidad de elementos ico-‐ Ƥ
ǡ
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ǤÀ especularse si los wahyis del primer estilo eran también coesencias de los mandatarios, mientras que los de la región Ik’ representan a la tercera entidad anímica que, además del o’hlis y del b’aahis, era ex-‐ clusiva de los dignatarios mayas. En lo particular, me inclino a pensar que el tonalismo y las coesencias no existieron durante el Clásico, sino que en alguna época posterior derivaron del nagualismo y de la creencia en los wahyis. Los datos que se disponen actualmente hacen pensar que durante el Clásico los wahyis eran enti da-‐ des anímicas especiales que sólo poseían los seres humanos más encumbrados. Es posible que los gober-‐
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͟͝Dzdz
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entidades anímicas que estaban asociadas con el ejercicio del poder. Moreno Zaragoza ha encontrado en Ƥ
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249
Figura 163. Vasija estilo códice de procedencia desconocida, Đ1080.
tercera entidad anímica era mediante ritos y pactos complejos y peli-‐ grosos. En raras ocasiones los magos podían trasplantar una de esas Dzdzǡ
wahyjeles muy ï͟͝ǡ corazón de los receptores no existían otros naguales que pudieran
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ǡ vida del aspirante. Finalmente, una que otra persona podía adquirir, ǡǡ
anímica. De acuerdo con Villa Rojas y la etnóloga M. Esther Hermitte, cuan do el mago perecía, su nagual pasaba a vivir en alguna cueva, en espera de poder habitar en el corazón de un dueño nuevo, otro rasgo que distingue a esta creencia del tonalismo, ya que las coesencias À
À
Ǥ Resta por aclarar si los wahyis eran dioses o no. Ya se vio que, se-‐ gún López Austin, todas las en ti dades anímicas, incluido el nagual, eran deidades encapsuladas dentro del organismo humano, aunque
Ǥ -‐ dría coin cidir parcialmente con Grube, quien observa que, dado que los wahyis
ǡ ƪ
ÀƤ
À mismos. Por su parte, Navarrete Linares argumenta que el na gua lismo
planos cósmicos, tales como los dioses, los hombres y los ances-‐ tros muertos, siempre y cuando tengan entre ellos alguna re lación Ƥǡ
ǡ-‐
Ƥ
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ǡ vestido igual. En contraparte, autores como Houston, Stuart e Ino-‐ mata son partidarios de una distinción nítida entre los conceptos de dios (k’uh) y de nagual (wahyis), debido a que en ninguna ins-‐
250
Figura 164. Vasija estilo códice de procedencia desconocida, Đ531.
×ÀƤ
wa-‐ hyis eran k’uh. No obstante, dicha interpretación está solamente Ƥ
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y de cualquier otro tipo, además de ser excesivamente nominalista, pues es ampliamente conocido que dioses como Ahkan (en los va-‐ sos Đͣͥ͝ǡĐͣͥ͞ǡĐͣͥ͟͝ǡ
ǤȌǡȋĐͤͤ͢͜ȌȋƤ͢͝͡Ȍ es probable que varios aspectos de la deidad de la Muerte pudiesen actuar como wahyis de algunos gobernantes, sin contar casos como ǡ±
Ƥ-‐
ÓÓȋƤ ͤ͟͝ȌǡƤ
ïǦ menes o naguales, en especial la del dios S o Ju’n Ajaw. Tal como ha planteado Charles Wisdom entre los chortí modernos, en algu-‐
À
ǡ en lo que tal vez coincidiría con De la Garza Camino, quien opina que si bien coesencia, dios y nagual no son sinónimos, tampoco se trata de categorías excluyentes entre sí. Los datos con los que se
tajante entre k’uh y wahyis. Pero más allá de que durante el periodo Clásico los dioses podían ser wahyis de otros dioses y hasta de algu-‐ nos gobernantes también, es preciso reconocer que hasta ahora no existe en la terminología antropológica una explicación precisa del sustantivo ‘dios’.
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una sustancia que es imperceptible para los humanos en es ta do de ǡ
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de una manera u otra por los seres humanos. Pero estas caracterís-‐ ticas hasta aquí mencionadas no son propias sólo de los dioses, sino Dzdz× DzdzǤ
ÀƤ
Ǧ guen a estas últimas de las deidades, es que los dioses cuentan con una Dzdz
-‐ nos como para comprender las expresio nes de los hombres, po seen Dzdz
× DzdzƤ
×Ǧ bre el mundo perceptible. No importa si se trata de dioses supremos,
ǡǡ
×ǡ
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ǡ××ǡƤǦ cientes para dividirlos conceptualmente.
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Ǧ ti dades anímicas wahyis eran dioses, en virtud de que su ámbito de ac ción era el mundo onírico o numinoso, el cual no se capta en condi-‐ ciones habituales de vigilia; poseían personalidades propias, poder de acción sobre el mundo perceptible y una voluntad independiente, que no siempre coincidía con la de su poseedor humano, a pesar de ser par-‐ tes del cuerpo sobre las que normalmente se tenía control. En síntesis, Dzdzǡ habitaban en el interior del organismo de los gobernantes mayas.
251
Figura 165. Vasija estilo códice de procedencia desconocida, Đ8608.
252
253
XVI
SU A LIENTO S E S EPARÓ LA M UERTE E N E L P ERIODO CLÁSICO Markus Eberl ÀƤ
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LA MUERTE COMO TRANSICIÓN
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Siguiendo las propuestas del investigador Arnold van Gennep, la muer -‐
±Ǥ primera de ellas es llamada preliminar o de
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Ǧ do el ser humano muere y se separa del mundo de los vivos. En la visión
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255
255
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ǡ pues éstos enaltecen el nacimiento, la ascensión al trono, el matri-‐ monio e, inclusive, la muerte y el entierro de un gobernante como
ȋƤ͞͞ǡͣ͢͢͜͝͝ȌǤ
MUERTE
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-‐ tes del deceso, la transmisión de poderes y las reglas que debían seguir los sucesores. En ocasiones, estos preparativos se hacían con tiempo, a veces de manera apresurada debido a la muerte repentina de un gobernante, o para evitar un vacío de poder en los señoríos mayas. Algunas veces, los gobernantes transmitían el poder desig-‐ DzÀ
dzǡ
eran elevados a ese rango desde su juventud y muchos años antes de la muerte del dignatario en turno. La base social del individuo se en-‐ carnaba totalmente en la vasta autoridad del gobernante maya, de cu-‐ ÀȋȌ
-‐ ȋ±DzÓǣdzȌǤ ǡ
Ǧ te del gobernante cuando ésta se acercaba, pues en ella se cristali za-‐ ba la imponderabilidad propia de la continuidad en el poder.
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ǯǡǡǡ±
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liminal o de
×, en la que el muerto no es conside rado
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ƤǤ tanto que su cuerpo es enterrado, su alma vaga y se torna peligro-‐ ȋ±DzÀ
×
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llama posliminar o de
×, la cual representa la ascensión ƤƤǢ DzdzǤ Este modelo puede aplicarse a los mayas del periodo Clásico, con base en los vestigios arqueológicos y en los datos proporciona-‐ ÀƤ
Ǥ
Ƥ
-‐ munidades mayas contemporáneas para conocer las concepciones de la muerte en tiempos prehispánicos, hoy en día deben utilizarse
ǡƤ
-‐ Ƥ
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256
Frases mortuorias Àǡ
ÀƤ
mencionan las causas por las que morían los individuos. En vez ǡ
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Ǧ × òÀ
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ǡƪ características propias de cada muerte. La expresión más común de muerte es cham, ‘morir’, la cual
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ȋƤͣ͢͝ȌǤ
Ǧ plementa con otras inscripciones relacionadas con la muerte que ïƤ
Ǥ
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presentadas aquí. ×
ïk’a’ay ’u-‐ s ak?... ik’il, ‘su ǥ
×ǯǡƤ
una persona con la extinción o expiración de su sak ik’il, es decir, Ǥ
Dzdz que más se acerca a sak ik’ilǡ
Ǧ saria. El individuo maya tuvo varias esencias que combinaban aspec-‐
tos materiales (que para nosotros pertenecen al cuerpo) y no corporales (el alma para nosotros). El sak ik’il
ȋƤͣ͢͝ȌǤ ’och b’ihǡƤ
Ǯ
ȑȒǯǡ×Ƥ ȋƤͣ͢͝ȌǤ±
× de la lengua escrita durante el Clásico Temprano. Debido a que en los diccionarios coloniales no se en-‐ cuentra ningún equivalente a la expresión ’och b’ih
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cham, ‘morir’
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Ǧ tituyen un elemento esencial para la comunicación entre los vivos y los muertos, una práctica que la arqueología ha demostrado para el Clásico, al encontrar, en numerosas tumbas y entierros, vasijas de cerámica donde se depositaron diversos alimentos. ïÀƤ
ǡÀǣǡ ±ȋ±Dz
ǣdzȌ± en el agua. Por ejemplo, el gobernante K’inich Kan B’ahlam de Palenque, Chiapas, México, entró, en un ǡ±ǡDz
dzǡ
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ǡdzȌǤÀǡǯ× ×Dz
dzȋƤ͢͝͠ȌǤ Otro ejemplo interesante lo constituyen los huesos tallados de la tumba del gobernante de Tikal ǯȋ±Dz×
dz-‐ ȌǤ
ǡ±ǡ ǡ
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Ǯȑ±Ȓ Chan K’awiil, quien en su cuarto k’atuunȑ×Ȓ
ǯȋƤ͠͡ȌǤ
k’a’ay ’usak… ik’il, Ǯǥ blanco aliento se extinguió’
’och b’ihǡǮ
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ENTIERRO
mortuorias.
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Ƥ±Ǥǡ
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ǡǤ En la zona maya se conocen sepulturas individuales, donde predominan entierros en templos-‐pi-‐ ȋƤ͢͢͞Ȍ
ǡ±
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maya tuvo en la época prehispánica más de 2 millones de habitantes. Los entierros mejor documentados pertenecen a tumbas de gobernantes. En la ciudad de Altar
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ǡ ǡƤ
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partir de algunas estelas. En la escalinata principal de la Estructura A-‐1 se descubrieron cinco inscrip-‐
Ó͢͜͠ǡ
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×
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realizados en los rellenos constructivos. Ǥ Ǧ cripciones de Palenque, Chiapas, se dice que ‘la casa de las Nueve Figuras es el nombre sagrado del se-‐
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ǯǡǡÓǯȋƤͥ͢͝ȌǤ×
ǡ
×ǡ-‐ bién distinguían nombres propios que caracterizaban a las tumbas.
ǡ
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Ǥ
×ÀǡǦ rrados en un sitio llamado ‘5 Flor Montaña’, una localidad que se repite en muchas inscripciones mayas ȋƤͥ͢͝ȌǤǡǮ͡ ÓǯÓ
directa a una tumba. De manera similar, el nombre de la tumba de Pakal se asocia a tumbas reales, a su-‐
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ǡǤ À
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Ƥ±-‐
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ǯǡ Ǥ ×ǡͣ͝Óͤ͢͠ǡǯï ǣ
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Figura 168. Vaso de la Muerte, vasija incisa de procedencia desconocida, Đͣ͢͡͠Ǥ
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͢͟͢ǡǡ͜͟͝À±
ǡǮ×ǯǤƤ-‐ mente empotrado en la Estructura A-‐1; de 36 tumbas se señaló así que ésa era la entrada a su tumba. Durante 400 años, no menos de 36 tumbas se hicieron en la estructura, lo que indica que esta
Ǥ ǤÀǡ-‐ ǡ ǯ como el joven dios del Maíz. De igual manera, K’inich Janaab’ Pakal, ͤ͝Óǡ
× Templo de las Inscripciones también como el joven dios del Maíz ȋ±DzǣdzȌǤ Las escenas de muerte y enterramiento combinan imágenes
ǤȋƤǦ ͤ͢͝Ȍ
para su entierro. Lleva perlas de jadeíta, orejeras y una diadema co-‐ mo insignias de su alta dignidad. Su cuerpo amortajado exhibe nueve ǡ
ǡƤ
ǡ
×
ǤÓǡ
ǡ muestra que la tumba se encuentra en una pirámide. A la de recha y a la izquierda están los dolientes casi desnudos, quienes muestran
×Ǥ la cara y las lágrimas que corren por las mejillas no necesitan expli-‐ cación, pues son gestos de duelo que en sí mismos expresan respeto
258
y dolor. Uno de los gestos más recurrentes es la mano derecha con ǤÀǡ cada gesto y postura representada parece ser una expresión per-‐ sonal de duelo. Sin embargo, las imágenes de la cultura maya del Clásico para la muerte y el duelo no sólo deben considerarse como expresiones personalizadas, sino también como motivos plásticos estandariza-‐ dos que se deben estudiar desde la perspectiva de la sociedad y su trato ritual con la muerte. La palabra muhkaj es una expresión que se encuentra unida a la muer-‐ te de un gobernante; la estructura del discurso sugiere la uni dad de muer te y entierro, y permite suponer que los mayas del Clásico per-‐ cibían al ritual y a las concepciones que rodeaban a la muerte y al en tierro como dos momentos de un mismo suceso. Muk, ‘ente rrar’, es una palabra que aparece desde el Clásico Tempra no y que perma-‐
ÀǣÓ͜͠͡ǡ en el Códice de Madrid del periodo Posclásico y es registrado en ±
ȋ±Dzdz volumen). El origen de ciertas derivaciones de muk de principios de la Co-‐ lonia como muk[nal]ǡ Ǯ
ǯǡ Ǧ
Ǥ ÀƤǦ co muestra un corte transversal estilizado a través de un templo
ÓȋƤͥ͢͝ȌǤ du da, esta reproducción plástica caracterizaba exclusivamente a las tumbas de los gobernantes y miembros de la élite; el pueblo común
Ritos mortuorios Las inscripciones del Clásico documentan una variedad de rituales mortuorios, pero sólo se mencionarán algunos de ellos. En el Altar 5 de Tikal, Guatemala, hay una escena de enterramiento labrada en piedra, la
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ȋƤͣ͝͝ȌǤ portan instrumentos rituales: uno tiene un enorme cuchillo de pedernal en su mano derecha y el otro, un excéntrico de pedernal de tres puntas en la mano izquierda. Entre ellos hay una pila de huesos largos y
ǤÀƤ
ǡ
× de una mujer del sitio de Topoxté, Guatemala, un lugar cercano a Tikal, y es muy probable que los restos óseos entre los hombres correspondan a los de esta señora. La mujer, llamada Tuun Kay Wak, murió en el Óͣ͜͟Ǯ
ǯǮ
Óǯǡ señor de la región de Calakmul, Campeche, México. Ocho años después de ser enterrada, la tumba de esta Ó
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Ǥ ±ǡ
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ǡ que percibía la muerte de un gobernante y la toma de poder de su sucesor como una relación de intercam-‐ bio. Los excéntricos de pedernal, en especial, tenían un papel importante en los ritos relacionados con la ǡ
de la Muerte. La relación con el cadáver propiamente dicho sigue siendo hasta ahora un tema reservado casi
Ƥ
ǡ
Ǧ cuetas. No obstante, la descripción de la muerte y el entierro del Gobernante 3 de Dos Pilas, Guate-‐ mala, presenta un hermoso ejemplo registrado en la Estela 1 de Aguateca, también en territorio gua-‐
ȋƤͣ͝͞ȌǤ
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ͤ͞Óͣ͠͝ǤÀ ±×
ǤÀǡͣ͝͠͝ǡ
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ǡ K’awiil Chan K’inich. La envoltura y el amortajamiento de los cadáveres se ha documentado arqueo-‐ ×
͠ǡ
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ǯǯǯǡǤ
‘la casa de las Nueve Figuras es el nombre sagrado
ǯ
ǯǡȑǥȒ señor sagrado de Palenque’
‘5 Flor Montaña’
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259
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un periodo de diez días. En vista de todos los preparativos que eran necesarios para el entierro, la simul-‐ taneidad parece ser más bien un recurso estilístico. Con ello se ponía de relieve la correspondencia en tre la muerte y el entierro, dos hechos que se sucedían temporalmente.
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×À
Ǧ to de las necesidades del momento, sino que asumían el carácter de conmemoraciones. El intervalo de 260 días, una vuelta completa del calendario tzolk’inȋ±Dz
dzȌǡÀ Ƥ
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ÀÓ± y se concentraban en la quema de copal. Asimismo, aún está en discusión la reapertura de la tumba, la
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LA PRESENCIA MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
ÀƤ
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aparecen como uno de los ritos centrales; pero estos ritos no se limitaban de ninguna manera a los seres hu-‐ manos. Hay deidades pintadas en objetos de cerámica, así como esculturas de dioses que aparecen envueltos ǤǡƤȋ
Ƥk’atuun) aparece ÀƤ
k’alǡǮǯǮǯǡƤï-‐ dados y atados. Los monumentos de piedra muestran bultos anudados como una parte importante de las danzas,
Ƥk’atuun y otras ceremonias. Mientras que el contenido de muchos bultos representados en las imágenes sigue siendo desconocido, los bultos de barro procedentes de Jaina, Campeche, México, denotan el hecho de que los muertos en la sociedad maya podían extender su pre-‐ sencia mucho más allá de su entierro. Un ejemplo claro de lo anterior está en el Tablero del Templo ĝĝĎ ǡǯ
ǯǡǡ
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ȋƤͣ͟͝ȌǤ
LOS REGISTROS DE MUERTE EN LAS INSCRIPCIONES JEROGLÍFICAS ͣ͝͞Ǥ͝ǡ
ǡ Ǥ
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260
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ǤÀƤ
×
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ǡ× manera posible para la posteridad. En ella, el eje es siempre la historia de la élite, en especial de los gobernantes mayas. Dentro de sus pro pios límites, apenas es posible una valoración social crítica. La visión abstracta de estos textos emplea
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261
ͣ͟͝ǤĝĝĎ, Palenque, Chiapas, México.
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Ďě con Ƥ
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ȋ±Dz dzȌǤǡÀ
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× precisa del camino lleno de obstáculos que lleva al mismo. La muer-‐ ± ǡ ǡ×
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ȋƤͥ͟͝ȌǤǡ
ǡDzdzǤ
262
Por otro lado, la abstracción no se basaba entre los mayas del
Ƥ
×
×
DzdzǤ
×ǡ-‐ yas destacaban las cualidades y las aptitudes del ser humano y las colocaban en relación directa con el entorno. La equivalencia del sak ik’il
ǡ
-‐ neraria, rebasa la asociación meramente simbólica, y vincula vida Ó ȋ± Dz À
×
dzȌǤ *** Lo que se ha visto en estas páginas se concentra en el gobernante
×±ÀƤ
ȋ±DzÓǣdzȌǤ-‐ ÀDz
dzǡ
o cultura puede desempeñar una multitud de papeles. La variedad de puestos y roles sociales que ocupaba un gobernante en la cultura del pe riodo Clásico se reduce, en las inscripciones y en el arte, a unos
ǣÓǡǦ
Ƥ
Ǥ
ǡǦ do de vida y las características individuales se omiten en gran parte.
×-‐ sonalidad de un gobernante maya. Inclusive en la muerte, las circuns-‐ tancias personales permanecen en segundo plano. Las ins crip cio nes le roban a los gobernantes su individualidad y destacan su inalienable ÀDzdzǤ
263
XVII
LOS S OBERANOS: LA A POTEOSIS S OLAR Oswaldo Chinchilla Mazariegos ǡ
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Ǥ Cristóbal Esquina Yataz
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ǡ ǡ ǡĐ1398.
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265
265
ȋ±Dz
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ǡï Esquina Yataz, se convierten en el Sol y la Luna, su destino glorioso tras la muerte era la apoteosis solar.
LOS DESTINOS DE LOS MUERTOS Varios autores han expresado dudas acerca del testimonio del obispo Diego de Landa, quien contem-‐ pló, en el siglo ĝěĎ, dos posibles destinos para las almas de los muertos: para los viciosos había un lugar ǡ
DzƤdzǡ À ȋ±DzdzȌǤÀÀ lugar deleitoso “donde hubiese abundancia de comidas y bebidas de mucha dulzura, y un árbol que allá llaman yaxchéȑ
Ȓ
dzǡ
ÀǤ de ser temprano, este testimonio debió de incorporar elementos de origen cristiano. Como observó el in-‐ vestigador Michael D. Coe, es probable que los mayas yucatecos del siglo ĝěĎ hayan compartido las creen-‐ cias de otros pueblos mesoamericanos: el destino de los muertos no dependía de su compor tamiento en vida, sino de las circunstancias de su muerte. Para apoyar esta hipótesis, Coe citó la creencia, tam-‐ bién reportada por Landa, de que los suicidas estaban destinados a la gloria.
×Ƥ
Ǥ
ǡ
× de abundancia, a la sombra de una ceiba, evoca creencias arraigadas en Mesoamérica. Entre los mexicas, el Tlalocan era un lugar de abundancia y regocijo, al que se destinaban las almas de los ahogados, los ǡ
Ǥ Tamoanchan, donde había un árbol poblado por aves de plumas brillantes que, según las descripciones ±
×ǡÀ-‐ tos. Los mexicas también creían que las almas de los niños muertos a tierna edad se destinaban a un lugar especial, donde se nutrían de los senos abundantes de un gran árbol.
Ƥ
ǡ
ǤïǡĝěĎ, describieron vívidamente cómo esperaban la salida del astro armados para la guerra, y lo saludaban gritando, alegrándolo y hacien-‐
Ǥ×Ƥ
Ǧ llas, y los relacionó con los guerreros estelares protagonistas de los mitos sobre el origen de la guerra: los cuatrocientos mimixcoa o los cuatrocientos chichimecas, cuya muerte sirvió para alimentar al Sol. Por su parte, las mujeres muertas durante el parto compartían el papel de acompañantes del Sol, tras su paso por el cenit. En cuanto a las almas de los gobernantes, los mexicas también les asignaban un destino solar. A este respecto, Sahagún dice: “Y creían los antiguos, engañándose, que los señores cuando morían se ÀȑǥȒÀǡdzǤ Las creencias mexicas del siglo ĝěĎ
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área maya, recopilados en el siglo ĝĝ. La creencia de que las almas de los muertos siguen el camino del Sol se ha documentado entre los mayas yucatecos contemporáneos y en algunas comunidades ma-‐ yas de Chiapas, México, donde el destino solar corresponde especialmente a las almas de los muertos por causas violentas. Entre los mayas tzotziles de San Pedro Chenalhó, Chiapas, la investigadora Calixta Gui-‐ ×
Ǥ±ǡ sus senos pletóricos. Las almas de las mujeres muertas durante el parto, los que mueren por un rayo, los ahogados y los asesinados van a Winajel, un lugar situado en el Sol, que viaja con éste a través del cielo y debajo de la tierra. Los demás muertos van a Katibak, un lugar paradisíaco donde pueden reunirse con
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Ǥ En San Juan Chamula, Chiapas, Ricardo Pozas Arciniegas documentó creencias semejantes. Las almas de los niños que mueren tiernos son arropadas y colocadas en un gran árbol que está en el cielo, el cual tiene muchos pechos como de mujer, que los amamantan constantemente. Los muertos van a Olon-‐
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266
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ǣ se les provee de ropa, huaraches y otros objetos que pueden servirles durante el viaje. En Olontic hay una cárcel, llamada Katimbak, para los brujos y los asesinos. Finalmente, “los que mueren asesinados
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ȑȒdzǤ Entre los tzeltales de Cancuc, Chiapas, el investigador Pedro
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ÀǡǤ se quedan en un lugar nutricio, situado entre la tierra y el cielo. Otro destino posible es la residencia subterránea del señor de la monta ña, ǡǦ tes reportaron que las almas de los asesinados, los suicidas y los muertos en guerra suben al cielo, donde caminan con el Sol y con
× Mexicana. Es posible que sean las estrellas. El destino estelar se ha documentado reiteradamente en el en-‐ ǡ ǡ
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ǡ ǡ “hay una clara noción de que, cuando una persona muere, se con-‐ vierte en estrella. Mientras mejor sea la persona, más gran de se rá dzǤ
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Ǧ cribió el destino de los nawal winaq, hombres y mujeres principa-‐ les, que han alcanzado el ápice de la jerarquía cívico religiosa tras sus servicios a lo largo de la vida. “Estos seres, a su muerte, ascienden la montaña más gran de de todas, y entran en el camino blanco del cielo, como estrellas en la Vía Láctea, compañeros del sol nocturno ±Ǥdz ǡ
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Ǧ les, “el espíritu de los muertos se va a las estrellas, agregándose al
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-‐ sideran la muerte como un viaje en el que se deben pasar múltiples pruebas, para el cual proveen al cadáver con los implementos nece-‐ sarios. Se le entierra con la cabeza hacia el oriente y los pies hacia el poniente, pues es por allí donde ha de iniciar su camino. El viaje ÀǡƤ
Ǥ Ǧ pués “sube ‘a la Gloria’, por medio de una escalera que le condu ce a
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À× que el cadáver se coloca al revés de lo indicado por Girard, con la cabeza hacia el poniente y los pies hacia el oriente. La explicación, ǡǣ
nacimiento del Sol, para lo cual debe emprender un camino penoso que dura ocho días. Pero los asesinados no son enterrados, pues se les considera malos espíritus; su destino no está claro, pero al parecer no pueden entrar en la Gloria, donde nace el Sol. Esto parece contradecir la creencia generalizada en Mesoamérica sobre el destino de tales víc-‐ timas, pero, aun así, se reitera la idea de que las circunstancias de la muerte determinan el destino de los muertos.
Ƥ
× proporcionan evidencia sobre la antigüedad de estas creencias en el área maya. Cabe suponer que, durante el periodo Clásico, hubo un rango de variabilidad relativamente amplio en los detalles rela-‐ cionados con la identidad de las personas que llegaban a convertir-‐ se en compañeros del Sol. Los testimonios que se han conservado se re lacionan principalmente con los gobernantes y sus allegados más cercanos; destacan la apoteosis solar como el destino de los sobe-‐ ±ǡ
-‐ mación de las almas de otros individuos prominentes en estrellas,
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LA MUERTE COMO SACRIFICIO En varios trabajos, que son básicos para el estudio de la religión ma-‐ ya clásica, Coe propuso que la saga de los Héroes Gemelos en el libro llamado Popol Vuh podría representar un paradigma para la muerte y la apoteosis de los soberanos mayas. Según este texto maya quiché del siglo ĝěĎ, los héroes viajaron al reino de la muerte Ǥ ǡ
Ǥ
ǡ héroes debieron morir quemados en un horno ardiente que los se-‐ ñores de la muerte prepararon para ellos, en el cual se arrojaron voluntariamente. En los mitos mesoamericanos, la muerte de un héroe por medio
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-‐ cas del siglo ĝěĎ, registradas en el Códice Florentino y la Leyenda de los Soles, pero también se conocen versiones contemporáneas re-‐ copiladas en comunidades nahuas de Puebla y Veracruz, entre los
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Ƥ-‐
± mitos recopilados en el siglo ĝĝentre los mayas tzotziles, kekchíes y
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derivan de mitos muy antiguos, conocidos desde tiempos remotos en toda Mesoamérica.
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-‐ lizado entre los años 520 y 655, Rosalila se alza sobre la tumba de la es tructura Hunal, que resguarda los restos del gobernante lla-‐ ǯ
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pro gresivamente mayores, que se construyeron sobre la tumba a lo largo del periodo Clásico. Estos templos parecen haberse dedica-‐
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El brasero de Rosalila se inscribe en un amplio conjunto de ob-‐ ǡ
Ǥ -‐ gador Karl Taube los ha relacionado con el culto solar, indicado en muchos ejemplos por el signo k’in que marca la pared del plato. En un trabajo del año 2009, este autor compara los braseros mayas con los cuauhxicalli
ǡ
Ƥ-‐ cios des tinados a alimentar al Sol. Tanto Taube como David Stuart han destacado la presencia de este tipo de brasero en el vientre de los monstruos cósmicos —el Cocodrilo-‐Venado-‐Estelar y el Cocodrilo Terrestre—, posición que corresponde al ano o útero. Ambos lo inter-‐ pretan como alusión al nacimiento diario del Sol, que nace de la tierra por medio del brasero, para emprender su curso diario. Desde esta perspectiva, el brasero representa el lugar del nacimiento del Sol, el conducto mediante el cual emerge al amanecer.
Àǡ×-‐ cardo Agurcia Fasquelle y Barbara Fash interpretan el templo como
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× del ancestro en el Sol, tras la muerte. No se trata, sin embargo, de una ǡ
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±×ǡ con lo que el mismo templo adquiere las dimensiones del lugar mítico
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Ǥ-‐ la como “un enorme incensario simbólico, en el que la tumba Hunal
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permitió el nacimiento de un sol y el inicio de una era.
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ē5-‐21, Dos Pilas, Guatemala.
—construi-‐ da directamente sobre Hunal—ǡ× base para la construcción de Rosalila.
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Ǧ ǡǡǦ sis solar. En los muros, las representaciones del dios solar se tras-‐ lapan con versiones gigantescas del nombre de K’inich Yax K’uk’ Mo’,
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Ǧ Ȁ Nuevo’. El techo del templo presenta al dios solar como un ave, cuyas alas —desplegadas a lo largo de la cornisa— contienen medallones con sendos rostros del propio dios. La crestería es una montaña sobre la cual está colocado un brasero, que consiste en una cabeza monstruosa con hueso maxilar, sobre la cual descansa un plato re-‐ ƤǤ
268
El nuevo Sol El tema se reitera en el Templo 16, el último en la secuencia de edi-‐ Ƥ
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ǯǯǯǤǦ li zó los tres bloques esculpidos que se proyectaban en la escalinata
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ǡ di nastía dentro de un cartucho solar, como el propio sol naciente. Los cartuchos solares son versiones elaboradas del signo del mes ǯǡ Ƥ
Ǯ ǯǤ yax —Ƥ
ǮǯǮǯ—-‐ tosa que enmarca al signo k’in, ‘sol’ o ‘día’, muchas veces sustituido Ƥ
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-‐ nas del cartucho se proyectan cabezas de ciempiés, un animal que se aso cia con el mundo de los muertos. En este contexto, el ciempiés quizás alude al nacimiento del Sol, que emerge glorioso del mundo de los muertos. En algunos casos, en vez de ciempiés hay serpientes
ǡïǡǦ presentan el cálido aliento del Sol. Sirva como ejemplo el dios solar, representado en lo que debió de ser originalmente un respaldo del trono de la Estructura ē5-‐21 de Dos
Pilas, Guatemala. En el soporte sur del trono hay un personaje con pico de pato —probablemente un dios del Viento— que eleva las manos, como sosteniendo el trono, a la vez que impulsa hacia arri ba el cartucho
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Ƥ nor te, del que sólo se conserva un bloque. En contraste con su compañero, éste inclina la cabeza hacia abajo, y su actitud parece denotar cansancio y extenuación, quizá relacionados con el atardecer y el Sol ȋƤͣ͝͡ȌǤ Ƥǯ
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-‐ lelos en el Clásico maya de otros lugares. El plano superior de la Estela 31 de Tikal, Guatemala, presenta al ǡǡ
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por su hijo. Por otra parte, en territorio mexicano, en Yaxchilán, Chiapas, y Ek’ Balam, Yucatán, los textos ÀƤ
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Óǡ representada como la diosa lunar. En los muros de la Casa Ć del Palacio de Palenque, Chiapas, hay una galería de trece cartuchos solares, muy destruidos, que probablemente contenían retratos de los ancestros ÀȋƤͣͤ͝ȌǤ
ǡǡǦ sis solar de los soberanos mayas del Clásico. La representación de los antepasados dentro de los cartuchos ÓƤ
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representa el tránsito a la muerte de un señor, cuyo cadáver amortajado yace sobre una banca. Encima, se alza glorioso un cartucho solar, en cuyo interior, el rostro del dios solar se combina con un signo lunar. ǡ
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×Óƪǡ prodigioso de abundancia y belleza, poblado por animales silvestres. Según los trabajos de Taube, este lugar mítico se relaciona estrechamente con el destino de los muertos. En su tránsito hacia la muerte, el señor conmemorado en este vaso presenta los atributos del dios del Àǡȋ±Dz
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en la escena un grupo de mujeres jóvenes y hermosas que, en el Vaso de la Muerte, están representadas
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ǡ y una nueva Luna. El mito que sirvió de base para esta escena encuentra un paralelo importante en el Popol Vuh. Al tiem-‐ ǡ±ǡǡƤ
Àǡ mis ma naturaleza que las cañas de maíz que dejaron sembradas en la casa de su abuela, que se secarían si ellos morían, pero renacerían si vivían. Antes de arrojarse voluntariamente en el horno ardiente, dejaron indi-‐ caciones para que se molieran sus huesos en una piedra de moler, como harina de maíz, que luego debería arrojarse al agua. El tránsito acuático de los héroes muertos es análogo al del dios del Maíz maya del Clási co, ǡ
ǤPopol Vuh como en otros mitos mesoamericanos, el héroe del maíz alcanza su destino solar y lunar después de haber de rro-‐ tado a los enemigos que antes habían asesinado a su padre. Este tránsito mortuorio es análogo al viaje que Àǡï
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El destino de los huesos La apoteosis solar y lunar es sólo una parte del destino del señor conmemorado en el Vaso de la Muer-‐ te. La banda acuática que recorre la base de la escena se extiende hasta tocar la pirámide escalonada
269
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ǡĆ del Palacio de Palenque, Chiapas, México.
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ÓƪǤ En la base de la pirámide escalonada yace tendido un esqueleto, Ó
montaña. Sobre los restos óseos crecen tres árboles con grandes ho-‐ ǡ
posición acrobática, con el torso sobre la tierra, la cabeza alzada y los
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ǡ Ó hacen las veces de raíces. El árbol del centro, con el rostro del dios del Maíz, que se corresponde con el cadáver amortajado en el lado opues-‐ to de la montaña, ha renacido como un árbol de cacao, a partir de los huesos que yacen enterrados directamente debajo. Por analogía con
ǡ
sientan a los lados de un personaje central, parece probable que los otros dos árboles representen a su padre y a su madre, renacidos en Ǥ El Vaso de la Muerte condensa dos conceptos inseparables y a la vez contrastantes en la escatología maya: el destino del espíritu y el Ǥ Ǣǡ
Ǧ na como un árbol. Este contraste es consistente con las creencias, ±
ǡ-‐ sos la capacidad de originar una progenie. Es en los huesos donde se concentra el poder de la reproducción del ser humano; en el Altipla-‐ no de Guatemala se les compara con semillas. Con gran perspicacia, Girard relacionó tempranamente este concepto con los personajes
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× ȋƤ͞͞ǡͣͤ͜͝͝͝ȌǤ
À está en relación con el tránsito mortuorio y la apoteosis de los so-‐
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Pakal, miembros de la dinastía gobernante de Palenque. En los lados
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sus nombres; como árboles, emergen de hendiduras en la tierra, en la misma posición en la que nacen como árboles los tres personajes del ǡ
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una semilla, de la que germina un árbol prodigioso. Como destaca ǡ
× se relacionan directamente con los restos mortales del señor —espe-‐
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ǡ— contenidos en su interior. ï
×Ǧ tizado el renacimiento vegetal de los gobernantes muertos, como ár-‐ boles y plantas útiles para el hombre. La comparación con el Vaso de la Muerte permite distinguir la germinación como árboles —el destino de los huesos enterrados— y la apoteosis solar, el destino del espíritu. ǡ
×
ambos destinos en una sola imagen, y, a la vez, aporta claves que per miten entender el destino del soberano como un nuevo Sol en el Ƥ
Ǥ El nuevo Sol y las estrellas Según el Popol Vuhǡ± subieron solos al cielo: los acompañaron los cuatrocientos mucha-‐ chos —muertos en una contienda desigual contra un monstruo pri-‐ migenio—ǤǦ riodo Clásico, las estrellas se asocian cercanamente con el Sol y con los ancestros en su apoteosis solar y lunar. Las constelaciones que ocupan el plano celestial en la Cámara 2 de Bonampak, Chia pas, México, se corresponden, en el lado opuesto de la bóveda, con tres cartuchos
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su perior de la Estela 10 de Yaxchilán, los padres del rey aparecen Ƥ
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ǡ penden dos cabezas del dios Jaguar marcadas con grandes signos ekǯǡ Ǯǯ ȋƤ ͣͣ͝ȌǤ ǡ
ǡ ǡ del panteón maya del Clásico. La apoteosis solar y lunar de los an-‐
͝ǡ͢͝͝ sitio. Un ejemplo más se encuentra en los cartuchos, en su mayoría ǡ
ȋƤͤ͜͝ȌǤ juzgar por los ejemplos mejor conservados, contenían retratos del ǡƪƤƤǡ-‐ pasados de la dinastía gobernante. A los lados de estos cartuchos había seres estelares, como haciendo guardia a los ancestros y dio-‐ Ƥ
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×ǤǦ numento, la apoteosis solar de K’inich Janahb Pakal no es evidente a primera vista. Su descubridor, el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier, ×
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del Maíz, en lo cual se asemeja al personaje del Vaso de la Muerte; ǡ±Ƥǡ
alcanzar su apoteosis. El soberano comparte el destino de los héroes del maíz en los mitos mesoamericanos —entre ellos el Popol Vuh—,
Ǧ sis como el Sol y la Luna. En los mitos, el héroe del maíz suele ser un bebé o un niño pequeño que, según múltiples versiones, muere a ǡǡ
Ǥ Taube y Martin han señalado que la posición corporal de K’inich
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dzǡ cuyo plato, marcado con el signo k’in, contiene una concha, una es-‐ pina de raya y un elemento marcado con bandas cruzadas que, en Ƥ
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ǡ nuevo Sol. El tránsito de K’inich Janahb Pakal a la muerte se presenta À
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destino solar. El brasero se sitúa en medio de las enormes mandíbu-‐
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Ǥ suponer que K’inich Janahb Pakal ha de bajar por esta vía a luchar
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un nuevo Sol. Éste era el destino de los gobernantes de Palenque, como lo su-‐ gieren los cartuchos solares de la Casa A y del Patio Oeste del Pala-‐
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×ǡ-‐ tino de K’inich Janahb Pakal también está indicado por la lluvia de
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de los lugares portentosos que se consideraban el destino de los espí-‐ ritus de los soberanos muertos, según los estudios de Taube. Más clara aún es la banda celeste que enmarca la escena, la cual sitúa el tránsito mortuorio del gobernante en un plano celestial. En el arte maya, las bandas celestes suelen sustituir al cuerpo del
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ȋ± DzÀdzȌǤ
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se encuentran los signos k’in, ‘sol, día’, ak’ab, ‘noche’, ek’, ‘estrella’, chan, ‘cielo’, así como el signo lunar y otros de lectura incierta. En ǡ×
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Ǥ ǡƤ-‐ nar o de un conejo, animal estrechamente asociado con las deidades lunares. Un segmento de la banda celeste que enmarca el Pilar ć del propio Templo de las Inscripciones contiene un venado que saca la cabeza del centro de un signo ek’. De estos casos puede colegirse que los cuerpos celestes representados en los segmentos de las bandas
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sólo en los ejemplos más elaborados.
×Ǧ que es reveladora en cuanto al destino de K’inich Janahb Pakal. Esta banda circunda por completo la lápida, pero en sus lados superior e
×
-‐ tos de tres personajes, cuyas cabezas se asoman de entre sendas aber-‐
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turas cuatrilobulares, cortadas a la mitad para ajustarse al espacio. En el arte maya, estas aberturas se suelen asociar con cuevas, pero tam-‐ bién hay ejemplos claros de personajes celestes que emergen de ellas, como el dios lunar representado en el Altar ė de Quiriguá, Guatemala. Al igual que otros tantos cuerpos celestes, los tres personajes del sar-‐
×Ǥǡ-‐ ±
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ǡƪ-‐ queados por otros que contienen los símbolos del Sol y de la noche. En su ensayo pionero, titulado Glifos nominales en el sarcófago de Palenque, Heinrich Berlin demostró que estos personajes —iden-‐ Ƥ
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×ȋƤͤ͝͝ȌǤÀǡ ek’ǡǮǯǤ asimétrica de estos signos se explica porque están labrados de tama-‐ ño desigual en los dos lados de cada soporte. Estas representaciones aclaran la naturaleza de los personajes de la banda celeste: son es-‐ trellas que, como otros tantos cuerpos celestes, se asoman desde lo alto para presenciar el tránsito mortuorio del soberano. Ǭ±±
×ǫÀ-‐ tulos de ajk’uhu’n y sajal ȋ± Dz
dz volumen), que corresponden a nobles de rango elevado en la jerar-‐ quía política de Palenque. Otras inscripciones del sitio, analizadas
en detalle por el investigador Marc Zender, revelan su participación desta cada en la vida política de la ciudad durante el largo gobier-‐ no de K’inich Janahb Pakal (véase “Los espacios cortesanos: voces de ǯdzȌǤya-‐ jawk’ahk’ Ó͢͜͝ǡǡï
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ǯǦ nich Janahb Pakal. A juzgar por la notoria longevidad de su señor, lo más probable es que hubieran muerto antes que éste.
×—los ancestros reales, el pro pio gobernante y sus cortesanos—Ƥ
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-‐ cedieron un lugar especial a estos cortesanos. En la lápida, participan de la apoteosis solar de K’inich Janaab’ Pakal, elevados ellos mismos
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ǡǡ-‐ perar la salida del Sol y acompañarlo en su tránsito celeste. Como los espíritus de los muertos en las creencias mayas contemporáneas, son seres escogidos que acompañarán al Sol. Estos nobles, que sir-‐ ǯ
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Ó cuando se alce glorioso como un nuevo Sol.
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REYES, R EINAS Y CORTESANOS À
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XVIII
RASGOS D E LA O RGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva
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279
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cultura distintas historias, con variados ritmos en su devenir, así co-‐ mo con estructuras de poder con distintos cambios en cada sitio, dentro de un patrón básico.
CARACTERIZACIÓN DE LOS ESTADOS MAYAS Puede probarse que los mayas tuvieron estados porque en su orga-‐ nización están presentes todas las características que la Antropo-‐ À
Ǧ ción política. Estos estados recibieron el nombre de ajawlel o ajawil, en el periodo Clásico, y de cuchcabal en el Posclásico. El primero Ƥ
ÀÓÀajaw; el segundo sería la jurisdicción gobernada por un gran señor, quien ejercía su poder desde donde residía, sobre un cierto número de comunidades y de Ǥ Estos estados incluían altas densidades de población, y se ca rac-‐ terizaban por tener sociedades en las que existía la desigualdad, más allá de gobernantes y gobernados, mostrada en un acceso gra dual a
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Ǥ ejemplo representativo es Tikal, Guatemala, que en su centro tenía ͟͜͜͝͝ǡͣ͜͜͜͡Ǣ contar los asentamientos rurales que incluía. Copán, Honduras, por su parte, debió de tener en su núcleo religioso-‐administrativo ×ͥ͢͜͜͜͜͜͜ǡ entre 9 000 y 12 000 personas, y en el área rural unos 3 000 a 4 000, o sea, en el valle de Copán había entre 18 000 y 25 000 habitantes. La composición de los estados mayas incluía una amplia varia-‐ bilidad de patrones de asentamiento. Un Estado podía comprender algunas ciudades importantes, o una ciudad capital y varios pobla-‐ dos grandes. Alrededor de unos y otros se aglutinaban villas, aldeas y rancherías, es decir, hubo ejes mayores y menores de integración so-‐ ciopolítica que, a su vez, pudieron estar enlazados con vínculos de dis-‐ ǡ
ÀǤ En la época de mayor esplendor de Tikal o Calakmul, este últi-‐ mo en Campeche, México, ciertos asentamientos hacían explícita la sujeción jerárquica a través de la expresión ukab’jiiy, ‘por mandato ǯǡǤǦ
±ǡ ǡǡÓͣͣ͢ǡ
× amparado por otro señor, quizá Yuhkno’m Ch’e’n de Calakmul. Puede observarse asimismo el caso de dos ejes de poder impor-‐ tantes integrando un solo Estado, como Copán, que durante va rios ×
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ǡǡ aunque cada uno con su gobierno autónomo, pero compartien do un mismo ámbito de dominio. Incluso hoy en día hay mapas de los es pacios involucrados en una misma unidad con capitales, pobla-‐ dos, villas y aldeas, es decir, con la distribución jerárquica de los antiguos asentamientos, como Kaminaljuyú, Tikal y Piedras Ne-‐
280
gras, en Guatemala; Palenque, Bonampak y Yaxchilán, en México; y Caracol, en Belice; que constituían unidades estatales, entre varias más. Cada entidad política puede considerarse como un sistema ǡ
-‐ bano o rural que gozaban de una razonable autonomía, enlazados entre sí por intereses y metas comunes, entre los que destacaban cuestiones económicas y políticas. ǡ
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asentamientos que resguardaban las minas de El Chayal; y Bonampak con Lacanhá para la coordinación del comercio por el río Lacanjá. La
asentamientos poderosos: uno de sus primeros gobernantes, Yajaw Te’ K’ihnich, tomó el mando bajo el auspicio del soberano Wak Chan K’awiil de Tikal, lo que implicaba un respaldo mutuo, que se rompió con el ataque de Tikal, pero años más tarde Caracol derrotó a Tikal y le ocasionó una crisis política. Posteriormente, el que hizo presencia ×
×
ǯǡ en Calakmul. Con el apoyo de este señorío, emprendió guerras contra Ǥ±
ǡ
×Ƥ ěĎĎ y se prolongó durante el ěĎĎĎ, no hay más noticias de relaciones políticas con otros ejes de poder. Esta inestabilidad de los vínculos entre entidades demuestra que nunca hubo imperios ni grandes estados, aunque no hay que desdeñar el hecho de que en momentos determinados las ciudades Ǥ-‐ ǯȋͤ͢͞Ǧͣ͟͠Ȍ ǯ ǯǯ ȋ͢͟͢Ǧͤ͢͢Ȍǡ
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gradual era visible para todos, por el tipo de vivienda que habitaban, desde palacios de múltiples cuartos hasta chozas que se levantaban, ya Àǡǡ
-‐ mente sobre el suelo, pasando por residencias amplias o reducidas, con techo de bóveda o sin ella (véase “Templos, palacios y tronos:
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han hecho estudios sistemáticos del patrón de asentamiento y se han puesto al descubierto los niveles sociales en que sus habitantes esta-‐ ban organizados; uno de los casos bastante documentado desde el punto de vista arqueológico es Tikal, otro es Piedras Negras. Palenque puede ser una de las mejores representantes de cons-‐ trucciones habitacionales de distintos niveles sociales. Primero, co mo
ȋƤ 238); después se ubicaría el Grupo Ďě, espacio habitacional de un ajaw ǡ
ǯǡ
posiblemente en ascenso y acomodada. Es de destacar que las prin-‐
Ó ±
Figura 183. Tablero de los Esclavos, Palenque, Chiapas, México.
281
mo numento encontrado en el Grupo ĎěȋƤͤ͟͝ȌǤ una escala de clase media, más bien baja, estaría el Gru po Xaman,
× Ƥ
Ǥ ǡ
ǡ asentamientos más pequeños la población pudo ser más homogénea, como en Tamarindito en el Río de la Pasión, Guatemala; La Blanca, en el Petén guatemalteco; y K’axob, en Río Hondo, Belice. Hoy en día se considera Estado a la entidad política que gobier-‐ na a una población en un territorio determinado. Sin embargo, en los estados llamados tradicionales, como entre los mayas, donde los À ƪǡ
ǡ À -‐ mo en el ámbito de dominio, que se construía y destruía cotidia-‐ namente por medio de vínculos entre señores, la territorialidad
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las dinastías. Así, los mayas tenían como sentido de pertenencia su vínculo con un eje de poder en el cual se concentraba lo más sagrado de su pensamiento religioso. Pero el elemento esencial de
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× de ser descendientes de los antepasados a los que ahí se les rendía culto, y que estaban presentes en la dinastía reinante, es decir, era el centro de los orígenes de cada individuo, y lugar de convivencia con ellos. Un ejemplo destacado puede ser Tikal, donde las grandes pirámides con sus templos representaban a las más importantes po-‐ tencias sagradas de la religión maya a la que los individuos de esa À
ȋƤͤ͝͠ȌǤǡ-‐ terializaciones del culto a los antepasados inmediatos y míticos. À
ƤÀ
ÀǢÀ-‐ tales de los gobernantes en los mausoleos de grandes pirámides, y los de sus antepasados muertos debajo de las residencias o de las ca-‐ sas humildes (véase “Su aliento se separó. La muerte en el periodo
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ͥ͞͡ǡ
ͤ͜τ de los grupos residenciales mapeados, y en todos ellos, además de los restos óseos humanos, hay una construcción en el este, la cual es un adoratorio en honor de los ascendientes muertos.
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Ǧ grados, como con los antepasados y los principios de la huma nidad vigentes, se producía y renovaba principalmente en rituales públi-‐ cos, aunque también en privados; así tenía momentos cons tantes de revitalización de los dos niveles de identidad. Es decir, lo que daba co hesión a las comunidades que vivían en un mismo asentamien-‐ to con las instituciones estatales era el parentesco con el k’uhul ajaw,
ƤǦ lítica: era la unidad o el eje del Estado en sentido estricto (véase “El ÓǣdzȌǤ De esta manera, en términos modernos, la ciudadanía, o sea, el sentido de identidad y pertenencia, entre los mayas no estaba ͤ͝͠Ǥ
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282
determinado por el territorio, ni siquiera por compartir una misma religión, aunque debió de tener su parte, sino por el vínculo con la estirpe que detentaba el poder y por los lazos que su lugar de asenta-‐ miento les daban por yacer ahí los despojos de sus antecesores.
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-‐ kaleños era el Templo Ďě, construido en el siglo ěĎĎĎ por Yihk’in Chan K’awiil. Con una altura de 64 m, su volumen lo hace ser una de las construcciones mayores del mundo antiguo; ahí se recordaba la ±
Ǥǡ-‐ teles se representó al soberano encuadrado en una gran serpiente, que es el wahyis o nahual del dios K’awiil, es decir, se mostraba la unción divina del gobernante y, por tanto, sus capacidades sobre-‐ ȋƤ͟͡ȌǤÀǡ-‐ teractuaban con las demás entidades políticas, así como con pobla-‐ ǡ×ǡ
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× sus territorios. Uno de los soberanos que usó todas estas estrategias políti-‐
Ƥǡ B’ajlaj Chan K’awiil de Dos Pilas, Guatemala. Una vez que organizó el nuevo Estado, ya que él procedía de Tikal, mandó a su hija, la Seño-‐ ǡ
ǡÀǡ× otra hija o a su hermana a Arroyo de Piedra, para lograr la aceptación de poblados cercanos; asimismo, atrajo a su ámbito de poder al si-‐ tio de Itzán, cerca de Tikal, casándose con una hija de su gobernante. ±×
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ǡ× declaraciones de sumisión. Después de que el soberano de Calakmul atacó Dos Pilas y derrotó a Tikal, B’ajlaj Chan K’awiil se declaró ya-‐ jaw, ‘vasallo’, de Yuhkno’m Ch’e’n, gobernante de Calakmul, al que asistió en dos ocasiones para dar testimonio de su alianza.
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a manos de Calakmul, o la de Palenque a manos de Toniná. Por otro ǡ±ǡ
menores sometiendo a otros más importantes, como el éxito de Ca-‐
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Copán, así como el de Dos Pilas sobre Tikal.
LA ESTRUCTURA DE GOBIERNO Como en todos los estados, en los mayas se reconoce un aparato de gobierno con la capacidad de generar leyes y decisiones, así como
Ǥǡ Tabasco, México, a los miembros del grupo gobernante se les lla-‐ ×
pahuatunob; parece que, con esta palabra,
283
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por decisiones políticas de líderes supremos y con autonomía del resto de la comunidad. En la cumbre más alta del poder político estaba el k’uhul ajaw, ‘señor sagrado’, o la ix k’uhul ajaw, ǮÓǯǡÀ
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× halach uinic, ‘hombre verdadero’; era el líder religioso, político y guerrero; asimismo, participaba de la sacralidad y había llegado a ese puesto principalmente por pertenecer a una dinastía de raíces ances-‐ trales divinas, aunque se percibe cierta selección entre los descendientes de una misma rama. À
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ǡ de un gobernante y el ascenso de otro había distancias de años y décadas. Por ejemplo, entre la muerte de Ko kaaj B’ahlam ĎĎ
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pe riodos breves sin mando visible, como entre Yajaw Te’ K’ihnich Ď (514) y K’an Ď, quien subió al trono 15 años después; o el larguísimo periodo en el mismo sitio donde parece que entre el séptimo señor sagra-‐ do (ca.ͣ͜͞Ȍ
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ǡ cuan do Tikal estaba en su etapa de escalada de poder y Naranjo, en su plenitud. El investigador Peter Mathews ha hecho una lista del parentesco entre los gobernantes de Palenque, por medio de la cual demuestra que, además del principio de descendencia patrilineal, hubo casos con-‐ cretos y situaciones políticas que, en términos reales, deter minaban quién sería el sucesor, en las cuales la mujer también tuvo su lugar (véase “Reinas, madres y dzȌǤÀǡ
conocen hasta ahora, hubo seis procesos de transmisión del po der de padre a hijo, cinco de hermano mayor a hermano menor, uno de abuelo a nieto, uno de tío a so-‐ brino, uno de padre a hija, dos de madre a hijo, uno de hermano a hermana, uno de madre a hija, uno de tío a sobrina, y uno de la hermana mayor a la hermana Ǥƪ
ajaw k’uhul ajaw kalo’mte’, título de más alto
Ǥ ‘señor’ ‘señor sagrado’ rango aún sin traducir Al parecer, en determinados momentos se sobre-‐ puso al k’uhul ajaw una autoridad con mayor poder y ͤ͝͡ǤÀƤ
À más notable, aunque aparece pocas veces mencionada: el llamado kalo’mte’. Reclaman haber ostentado por los gobernantes y cabezas de linaje mayas. este cargo ciertos señores de Tikal, Copán, Quiriguá, Machaquila, Yaxchilán, Cobá y Toniná, entre otros ȋƤͤ͝͡ȌǤ Ƥ
±k’uhul ajaw y encon-‐
ǡsajal, interpretada por algunos como un ȋƤͤ͢͝ȌǤ
ǡ o de barrios o sectores de un centro de poder importante, y se han equiparado al batab coloniales. Uno de los sajales
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el reinado de Yaxuun B’ahlam Ďě, y que es representado como señor poderoso y el primero entre los sajales. Algunos titulares de este puesto eran gobernantes locales, incluso con su propia genealogía escrita; ejemplo de ello es Tiloot, de La Pasadita, en Guatemala, sitio dominado por Yaxchilán. Uno de
284
los sajales más representados de Yaxchilán es Chak Joloom, cuñado de Yaxuun B’ahlam y tío materno ǣǯǯ
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-‐ bierno como el de ajk’uhu’nǡǮǯǮǯǡÓ
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Ǧ jes con el cargo de ajk’uhu’nǡǡ
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sa cerdotales, después del k’uhul ajaw, pero también pudieron ser su apoyo en sus decisiones de gobier-‐ ȋƤͤ͝͝ǡȌǤ
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ƤÓ de la casa o a quien mandó construir la estructura como ajk’uhu’n. Las más elevadas posiciones de gobierno, administrativas y religiosas estaban unidas, pero hubo car gos menores más especializados y con un ámbito de autoridad relegada sólo a un aspecto de la vi da pública, como quien encabezaba el grupo de los sacerdotes especializados, el ajaw nahb’at: un ǡ ǡ Ƥ
ȋƤ ͤͣ͝ȌǤ Pero además tuvo sus subalternos como el nahb’at ch’ok, quien quizá sustituía al primero en caso de muerte; incluso, había sacerdotes de tercera categoría llamados simplemente nahb’atȋƤͤ͢͝ȌǤ À
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ajk’in, ‘sacerdote adivinador’, quien es mencionado tanto ÀƤ
ǤÀ Palenque en el Grupo ĝěĎ, unidad habitacional junto al sector donde se rendía culto a algunas de las dei-‐ dades patronas del sitio. Otro puesto de gobierno era el de k’uhul, comandante supremo del ejército; aunque en el aspecto
yajawk’ahk’ǡǮǯǡ
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aparece mencionado en Palenque, Comalcalco y Chichén Itzá, en el actual territorio mexicano. Asimis-‐ mo, había otros puestos militares, como el yajawte’, ‘señor de lanzas’; el b’aahte’ǡǮǯȋƤ 186), el b’aah pakal, ‘primer escudo’, y el b’aah tok’, ‘primer pedernal’. También había burócratas en la ad-‐ mi nistración pública, como el eb’et, ‘mensajero, embajador’; el ajtz’ihb’, ‘escriba’; y el k’ayo’m, ‘anunciador’ ȋ±Dz
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dzȌǤ Otro título era el de ajaw, ‘señor’, pero éste más bien pertenecía a la rama del mando ligado con el parentesco; pudo haber sido el de los cabezas de linaje. Entonces debió de haber varias categorías de ‘señores’: si era el ajaw de la realeza, sería el k’uhul; si era un ajaw de prestigio, podía ser b’aah ajaw o
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coloniales llamado ah k’ulob o mediador. El liderazgo del primero no sólo abarcaba la realeza, sino tam-‐ ±
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ǡ en los más altos estratos de la sociedad; y por otro, la autogestión. Esta última era resultado de la propia dinámica política del linaje, en la cual se incluían negociaciones de alianza, anexiones, disensiones con otros individuos y con otros linajes, así como carisma y trabajo, al igual que los logros de ascenso social por méritos propios y de grupo, como es el caso de Chak Suutz’ de Palenque, personaje procedente del común, pero que gozó de gran prestigio. La jerarquía de mando encabezada por el k’uhul ajaw es típica del periodo Clásico Tardío, pero en la
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o tan antiguos cuya existencia es imaginaria, es decir, mítica, porque de acuerdo con la arqueología el sitio no existía aún, como en Piedras Negras, donde al predecesor de la dinastía se le ubica en el año 4691 a.C. En monumentos del Preclásico, como el 65 de Kaminaljuyú, la Estela 2 y 5 de Tak’alik Ab’aj, y la ͝±ȋƤͤͥ͝Ȍǡ ǡ
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sajal, un lugarteniente
ajk’uhu’n, ‘adorador, venerador’
nahb’at, sacerdote de tercera categoría
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b’aahte’, ‘primera lanza’
Figura 186. Diversos cargos sacerdo-‐ tales y militares registrados en las inscripciones del periodo Clásico.
285
ͤͣ͝Ǥǡǡ Chiapas, México.
286
nos encabezados por varios miembros. En la primera se observa a tres personajes entronizados haciendo señales de mando a prisioneros hincados con las muñecas amarradas, sugiriendo que representan a varias autoridades de distinto nivel; cada ÀƤ
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chan, ‘cielo’; sin embargo, no se le ve ningún rasgo asociado, más bien pudiera ser b’aah, Ǯ
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k’in, ‘Sol’, cuyo nombre posiblemente marca su primacía con respecto a los demás señores, en tanto sacerdote o gobernante, pues a ellos se les consideraba seres solares. Ello
×Óǡ antes de que se erigiera y consolidara la institución del k’uhul ajaw. ǡ
±ǡÀ dos personajes que, al parecer, ostentaban el mismo rango y portaban las mismas
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×ǣ llevaban bandas con rostros de dioses y complejos tocados de plumas, tenían unos
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que legitimaban al gobernante (véase “El juego de pelota: el deporte de las luchas dzȌǤ De acuerdo con estudios arqueológicos, etnohistóricos y etnológicos, se ha con-‐
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existencia de grupos de descendencia que habitaban en conjuntos residencia les alre-‐
ǡǡ-‐ tos completos de parientes asociados, como en Tikal o Palenque, o en otros viviendo ×ǡ
Ǥ con el término maya ch’ibalǡƤ
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-‐ siste en varias ramas, cuyos miembros comparten la misma identidad por provenir
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ǡ×ǡ un patrimonio material comunitario, el cual comprendía la tierra donde estaban ǢÀ
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À ritos, sino la inhumación de sus antecesores; y su existencia tenía una historia tejida con la de los parientes muertos con los que convivían, pero también —y quizá esto es lo más importante—ÀÀ
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descendientes no estaba aislado del resto de la comunidad con la que convivían, o con el asentamiento
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ǡ de la estirpe en el poder, como se apuntó anteriormente. Comúnmente, cuando se piensa que las sociedades han llegado al nivel de Estado y cuentan con una
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×À k’uhul ajaw como las de las autoridades delegadas estaban acopladas, es decir, la línea de mando vertical
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de identidad propia, de vida semiautónoma, de auto organización, de toma de decisiones y de generación de sus propios líderes, los ajawtaak
Ǥ niveles sociales, por el principio de la distancia genealógica, o sea, la cercanía o lejanía de un antepasado di-‐ ǡǢǡ
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ȋƤͥ͜͝ȌǤ Así, en la cumbre de la pi rá mide social estaba el descendiente más directo de los dioses o de al-‐ ïÀ
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dinásticos otorgaba los principios de legitimidad al máximo gobernante en turno. Junto a él estaba la ǡǡ
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Figura 188. Dintel 58, Yaxchilán, Chiapas, México. Izq., Chak Joloom; der., Yaxuun B’ahlam Ďě.
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realeza aristocracia
k’uhul ajaw
linaje gobernante
ajaw menor
linajes subordinados
arenas políticas
Figura 190. Esquema del modelo de Estado segmentario de clan cónico.
Figura 189. Estela 1, Nakbé, Guatemala.
288
primer cono. Había un segundo nivel con varios conos, que era las ramas de la des cen dencia extendida ǡ
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Ǣ eran ellos los que detentaban algunos puestos públicos y cada rama debió de tener su propio líder. Le À
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×-‐ bién tenían sus líderes particulares, ajawtaak menores o ah k’ulobǡ
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-‐ ridad de los diversos componentes de la sociedad, dos instancias del orden, las autoridades políticas y las ǡ
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ramas, todo el conglomerado humano que incluía su poder, es decir, aludía al grupo de individuos que À
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con una misma raíz ancestral. ǡÀ
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descendencia y se acoplaban mediante arduas negociaciones para dirigir la vida pública. Estos dos
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ǡ una de las cuales el Estado no marcharía. El Chilam Balam de ChumayelǡDzdzǡ
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× Señores y se comenzó a construir la escalera de piedra. Y entonces él se sentó en la Casa de Arriba entre
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Machaquila
Naranjo
Piedras Negras
Quiriguá
Yaxchilán
Tikal y Dos Pilas
ͥ͝͝ǤƤ a ciertos linajes de algunas ciudades mayas.
289
XIX
EL S EÑOR S AGRADO: LOS G OBERNANTES Asier Rodríguez Manjavacas EL SISTEMA POLÍTICO Y EL PRINCIPIO DINÁSTICO
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del Clásico. Sin embargo, como se verá, éstas ya son rastreables en el periodo precedente: el Preclásico.
ORÍGENES: EL PRECLÁSICO Y LAS PINTURAS DE SAN BARTOLO
Figura 193. Mural de la SubestructuraĎ, San Bartolo, Guatemala.
Posclásico, pasada la crisis del sistema político del periodo Clásico, hubo en algunas regiones una reestructuración de la socie dad, para tener una menos compleja y jerarquizada. Pero aun allí donde la civilización urbana se mantuvo, e incluso progresó, el modo que tenían los grupos dirigentes de expresar su poder cambió. Ya no hubo una exhibición pública de textos históricos y propagandísti-‐
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el arte, el cual volvió a concentrarse en temas mitológicos, alegóri-‐ cos o simbólicos. Con mucho, se ven representaciones de grupos anónimos de guerreros, de jugadores de pelota, o de aldeas que es-‐ tán siendo atacadas. Hay indicios de una militarización de la socie-‐ dad y del poder, ya perceptible en el Clásico Tardío, y quizá también de una creciente especialización de la élite en las tareas rituales, por un lado, y militares, por otro (véase “La guerra: técnicas, tácticas y dzȌǤ
sistema de valores grupales la exaltación monumental y pública del ǡ
ǡ a detentar el poder (véase “De armas y ataduras: guerreros y cauti-‐ dzȌǤ Así pues, el gobernante del periodo Clásico concentró como
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292
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poder y prestigio con respecto a otras, hasta controlar directa o in-‐ directamente amplios territorios, sometiendo a su autoridad a más población para llegar a constituir los reinos históricos. Pero un ha-‐ llazgo en la selva del Petén, en Guatemala, durante 2001, ha cam-‐ biado la idea que se tenía sobre la ideología política del Preclásico: las pinturas de San Bartolo, encontradas en la Subestructura Ď. És-‐ tas datan de alrededor del año 100 a.C., y muestran una de las más espectaculares representaciones del mito de la creación; pero en el muro oeste hay una escena típica de coronación de un gobernante maya, como se la conoce a través del arte del Clásico, 350 años antes ȋƤͥ͟͝ȌǤ ͜͜͞͡ǡïƤ
ǡ× Sub estructura ě, datada en torno a los años 300 a 200 a.C. y asociada ǤǡÀ
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ǡ Ƥ del ajaw a comienzos del Preclásico Tardío, y un siglo más tarde la
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× exclusivo del Clásico y sus orígenes hay que buscarlos en épocas Ǥ
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ǡ-‐ tronización, rituales, actividades bélicas y muerte, entre otros.
INFANCIA, ADOLESCENCIA Y NOMBRAMIENTO DEL GOBERNANTE
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resto de los hijos de un gobernante. El sexo de éstos marcaba ya la
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×Ǥ Cuando nacía el primero de ellos, debía ser atendido con todo tipo de cuidados dada la importancia que se daba a la primogenitura y
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era tan alta, hasta que un niño no superaba los 4 a 5 años de edad, À
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cuando al posible heredero, con unos 6 años de edad, se le practi-‐
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ƪ 19 de la ciudad de Dos Pilas, en Guatemala. Este ritual seguramente
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ǡǦ nino, en donde hasta entonces se había criado, al mundo masculi-‐ ǡǮ
ǯǤÀǡ junto con sus hermanos, primos y otros jóvenes del linaje (todos con el apelativo de ch’ok, ‘joven’), sería instruido en los rituales, en el juego de pelota, la guerra, el arte de la escritura y toda la prepara-‐
×
Ǥ ǡ
encomendaban, marcaban su crecimiento y su ascenso de un rango ǡ
ƪÀ-‐ ǡǡǡÀ de pelota. En algún momento, de entre estos ch’ok (‘jóvenes’) se elegía al b’aah ch’okȋDzÀ
dzȌǤÀ del primogénito del gobernante, es posible que hubiera muerto pre-‐ maturamente y que cualquiera de los hermanos del gobernan te o ±
Ǧ ci bir ese título. Cuando ninguno de éstos sobrevivía, era cuan do se -‐ brada heredera, lo que, como se verá, ocurrió en contadas ocasiones ȋ±DzǡdzȌǤb’aah ch’ok era consentido y educado especialmente. Realizaba rituales impor-‐
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destinados a su cargo de heredero, relacionados con sangrías y la toma de cuerdas o atados. Asimismo, podía desempeñar labores di plomáticas en cortes extranjeras e incluso realizar prolongadas estancias entre los ch’ok de estas cortes, como aprendiz, portavoz Dz±dzÀ
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× ±-‐ ǡƤ como en el exterior del reino. Incluso, en algunas cortes, parece que era indispensable la captura de algún enemigo como condición pa ra acceder al trono. Esta captura la llevaría como uno de sus títulos reales una vez entronizado (por ejemplo, ucha’n Aj Ukul, ‘el guardián de Aj Ukul’, siendo Aj Ukul el prisionero capturado unos meses antes de la coronación).
ENTRONIZACIÓN Poco tiempo después de la muerte del gobernante, y transcurridas ï ȋ
Ȍǡ b’aah ch’ok era entronizado y se convertía en un ajawȋȌǡǦ cuente que ya portara este título con anterioridad (ch’ok ajaw), según edad, posición social y relación con el soberano preceden-‐ te. Dependiendo del rango del reino, podía pasar a convertirse en k’uhul ajaw (‘gobernante divino’). Éste era un momento al cual los textos le daban especial importancia, con multitud de expresiones
Figura 194. Estela 11, Piedras Negras, Guatemala.
293
dando al cetro el aspecto de un hacha, lo que es en realidad. Este ce tro-‐ hacha, del que se tienen restos arqueológicos, es el rayo que porta ǡǡ
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Ƥ al k’uhul ajaw un carácter guerrero, a la vez que sagrado. Una vez que el monarca había sido investido con todos los atri-‐ butos reales, y sin abandonar su nombre de nacimiento, adquiría un nombre real, por lo general tomado de alguno de los antepasados Àǡ
ǤǦ criben cómo este nuevo nombre le era ‘atado’, como si se tratara de la misma corona que le otorgaba el carácter divino. Los nombres reales À
ȋǡǡǡ
±Ȍ nombres de divinidades (sobre todo el dios solar o alguno de los dio-‐ ses de las tormentas), entre otros. Muchos de ellos aluden al po der destructor o creador de estos seres sobrenaturales.
ATRIBUCIONES RELIGIOSAS, MILITARES
Figura 195. Detalle del Tablero del Palacio, Palenque, Chiapas, México.
±
ƪ Ǥ menos una parte de la ceremonia solía llevarse a cabo en una especie de baldaquino con cortinas replegadas, construido mediante anda-‐ miajes de materiales perecederos, adornado de modo exuberante, al que se accedía por una escalera, como se aprecia en las pinturas de ȋƤͥ͟͝Ȍ
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de abultado cojín, recubierto con piel de jaguar. Esto queda expre-‐ sado en el texto del modo siguiente: el gobernante chumlaj ta ajawil, ‘se sienta en el señorío’. En la pintura de San Bartolo se aprecia al monarca sosteniendo un bulto atado, que seguramente contiene ob-‐
ȋƤͥ͟͝ȌǤ Otro momento importante era: k’ahlaj sak hu’nal tub’aah, ‘es atada la diadema blanca a la cabeza del’ gobernante. El sak hu’n o sak hu’nal era la diadema o banda hecha de papel (hu’n) y ador-‐
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294
símbolo de la realeza. Mas no es el único tocado que se le colocaría; tanto en las pinturas de San Bartolo, como en el lado sur del banco del Templo ĝĎĝǡǡ±
ȋƤ͞͝͝Ȍǡ personaje de alto rango que se dispone a colocarle una corona más elaborada, adornada, emplumada y recubierta de placas, a modo de casco guerrero (ko’haw). De hecho, en Palenque era costumbre representar el momento de la entronización mediante una escena tripartita, en la que el gobernante recibía del padre (a su derecha) este casco, y, de la madre (a su izquierda), el escudo y la punta de pedernal (para engastarla en el mango de la lanza), símbolos de la
ȋƤͥ͝͡ȌǤ En seguida, los textos cuentan que el gobernante uch’amaw K’awiilǮ
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-‐ nada con el rayo, el crecimiento del maíz y la abundancia, aparece en el periodo Clásico íntimamente vinculada al poder, al principio
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-‐ ciones o invocaciones de seres sobrenaturales que realizaban los ȋ±Dz
ǡdzǦ lumen). El dios aparece representado llevando una especie de laja ƪÀȋǬǫȌ
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El k’uhul ajaw
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ǡǦ tivas. Como máximo líder espiritual, era un mediador entre el mun-‐ ȋ
ǡ-‐ plo) y el mundo de los vivos. Según los textos, mandaba construir las ‘casas de sus dioses’, es decir, los templos, para albergarlos allí, adorarlos y alimentarlos (véase “Templos, palacios y tronos: las ciu-‐ dzȌǤǡǡ Ƥȋtuunes, k’atuunes, b’aktuunes, etcétera), sin los cuales la comunidad se vería desprotegida, pues dichos lapsos temporales habían de ser cerrados y abiertos por él. Los textos de ǡ ǡ
À
ǡ histórico adverso, cuando ningún gobernante pudo realizar dicha
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Ƥk’atuun (periodo de unos 20 años), por lo general mediante un ritual de sangrado de pene por medio del cual se inauguraba y se daba vida a una estela o algún otro monumento. Éste recoge en sus imágenes y su texto las actividades memorables del gobernante desde su nacimiento y entronización hasta el momento de la inau-‐
×
ǤƤk’atuun que haya podido celebrar un gobernante no sólo evidencian su longevi-‐
ƤǤ En este tipo de celebraciones, aunque no sólo en ellas, el go ber-‐
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ǡǤ los braseros utilizados en este tipo de ceremonias también se que maba un masa hecha a base de maíz e incienso. Asimismo, se quema-‐ ban en él las tiras de papel que habían recogido la sangre de rramada Ǧ
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ȋƤ ͢͝͡ȌǤǡÀ
divinidades. El hecho de quemar estos ele mentos vitales demues tra el papel del gobernante no sólo como má ximo interlocutor, sino tam-‐ ±
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objetivo último del ser huma no según los mitos de la crea ción maya. Además, el ciclo agrario parecía estar dominado por el monarca. Con motivo de solsticios o equinoccios, inicio de épo cas de lluvias o de se-‐ cas, siembra o recolección, se realizaban diversos rituales, a menudo ǡ
objetos, a veces encarnando a diversos seres sobrenaturales. Estos ob-‐ À Ƥ ǡ
À
-‐ miento del maíz, la llegada o la retirada de las lluvias, garantizando así la supervivencia de la comunidad (véase “Danzando con los dio-‐ ǣdzȌǤ Ya se vio las implicaciones militares del rito de acceso al trono. Como máximo líder militar, el gobernante dirigía a los guerreros, cap -‐ turaba prisioneros y se presentaba ante el público, que veía los monu-‐ ǡ
ƤǤ
À el momento de vestirse y armarse como guerrero (véase “La guerra: ±
ǡ
dzȌǤǦ sa era la encargada de entregarle el escudo y otros elementos pro-‐ ȋƤͥ͢͝Ȍǡ
±Ǧ mo con el dios del Maíz renacido, que era recibido y enga lanado por mu jeres. Algunas de estas escenas de atavío del gobernante co mo guerrero por su esposa precedieron no sólo a batallas verdaderas, sino a danzas guerreras rituales, en las cuales, a modo de simulacro,
ÀǡƤ-‐ dadera batalla o para revivir una contienda victoriosa en su posterior celebración. En estas danzas, como seguramente también en la pro-‐
Figura 196. Dintel 26, Yaxchilán, Chiapas, México.
295
pia guerra, el gobernante podía encarnar a divinidades patronas de
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atributos del dios, y los cautivos, a su regreso, eran des critos a veces como víctimas de esa misma divinidad. Un texto de Yaxchilán, Chia-‐ ǡ±
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Ƥ-‐ cio. Pero no siempre el gobernante dirigía la campaña militar, la cual
×ȋch’ok) o en sus vasallos o señores subalternos, radicados en ciertas regiones estratégicas. És-‐ tos, a su vuelta a la corte, presentaban los cautivos al k’uhul ajaw en su trono, y éste podía aceptarlos como su nueva propiedad, aunque seguramente los verdaderos captores podían ser reconocidos como propietarios de parte de este botín. El gobernante también presidía la presentación de tributos. Igualmente desde su trono, recibía embajadas de nobles autócto-‐ À
ÀǤ tributos enviados por señores sometidos o vasallos, aunque en al-‐ gunos casos podría tratarse de regalos o botín de señoríos indepen-‐ ǡ
Ǥ
LOS TÍTULOS Y SUS IMPLICACIONES Al acceder al trono, o durante su mandato, el gobernante iba acu-‐ Àǡ su autoridad. Éstos denotaban su rango político dentro del comple-‐ jo sistema clásico de alianzas y vasallajes, sus habilidades bélicas, ǡǡÀǡ o su juventud. Ante todo, el monarca era un ajaw, ‘señor’, gobernante. Aun que ±
ǡ À ± Ƥ
À Ǯ que ha bla’, es decir, el que tiene derecho a hablar en la asamblea de notables, el elegido para tomar decisiones. Esta etimología lo acerca a otros térmimos para gobernante en Mesoamérica, como el tlatoani de
×ǤǡÀ-‐
el Clásico Tardío por gobernantes locales menores. ǡƤ
ǡǦ zándose durante todo el Clásico Tardío, surgió la novedad entre los grandes gobernantes de anteponer al título ajaw el adjetivo k’uhul, ‘di-‐ vino, sagrado’ (k’uh, ‘dios’). Así, se estableció una jerarquía entre un k’uhul ajaw y un simple ajaw. Esta expresión siempre está acompaña-‐ da del nombre del reino o dinastía de la que era gobernante y queda re-‐
ǣk’uhul Mutu’l ajaw, ‘divino señor de Mutu’l’ (señorío de Tikal); k’u hul Ik’a’ ajaw, ‘di-‐ vino señor de Ik’a’’ (señorío de Motul de San José); k’uhul Yokib’ ajaw, ‘divino señor de Yokib’’ (señorío de Piedras Negras). Este elemento central (Mutu’l, Ik’a’, Yokib’), más que un topó nimo concreto, puede entenderse como la expresión territorial de una dinastía, que gober-‐
ȋƤ͟͝͡ȌǤ
296
Dos ejemplos ilustran este carácter consanguíneo del térmi-‐ no. Por un lado, las hijas de los gobernantes, al ser enviadas a otros rei nos como esposas, llevaban siempre consigo ese título (por ejemplo, Ix Hix Witz ajaw, ‘Señora de Hix Witz’, aunque, como se verá, la vincu-‐
×
Ǧ ridades). Por otro, si una dinastía se dividía en dos reinos, es decir, si
Àȋ ejemplo, la de Tortuguero, en Tabasco, procedente seguramente de Palenque, y la de Dos Pilas, originaria de Tikal, en el actual territorio de Guatemala), los gobernantes de ambos lugares portarían el mismo ǡ
À
ȋǯǯǯǡ
ȌǤ ÀȀ À te ner origen, a su vez, en algún topónimo (mítico o real) del que pro-‐
ǡ
ǡ o los Borbones europeos. Y, salvo en contadas ocasiones, el nombre ÀȀÀ
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ǡǤ Los k’uhul ajaw podían supervisar el acceso al trono de otros ajaw, e incluso de k’uhul ajaw menos poderosos, estableciéndose una relación de supervisión moral, control o semidependencia de uno ha -‐
ȋ±Dz
×À
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dzȌǤ
-‐ nantes, que son descritos como k’uhul ajaw en sus reinos, son men-‐ cionados como simples ajaw en otros señoríos extranjeros (donde aparecen como visitantes, cautivos, etcétera). Quizá se deba al inte-‐ rés de reservar el caracter de ‘sagrado’ para el gobernante local y también al interés por rebajar el estatus del extranjero. Por ejemplo, K’an Joy Chitam ĎĎ, gobernante de Palenque, aparece como cautivo en Toniná; en el texto es descrito simplemente como ajawȀ Àǡ
À-‐ ȋ±×Ȍǡ
Ƥ
ȋƤ͟͜͝ȌǤ Muchos gobernantes añadían a sus títulos el término ch’aho’m, de discutida traducción. La raíz, quizá ch’aajǡƤ
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×ǡ gotas’ e ‘incienso’ (ya que éste procede de la resina que se grega el tron-‐
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Ǯ×ǯǡÓ
-‐ lán aparece acompañada del título ix ch’aho’m. La mayoría de los gobernantes se presentan como jugadores de pelota, ajpitziilǡƤ
× ajpitzil ohl como ‘el de corazón hermoso’. Los grandes monarcas del área maya también se dieron el título de b’aahkab’, ‘el primero de la tierra’, que compartieron a veces con sus esposas, y parece que po-‐ cos de ellos pudieron acceder a denominarse además kalo’mte’. El Ƥ
ïÀÀ
×
À maya kalǡDzǡdzǡ por lo que se trataría de un título con connotaciones guerreras o des-‐ tructoras. Este título puede ir acompañado de un punto cardinal, en
especial oeste y este, es decir, ‘el kalo’mte’ del oeste’, ‘el kalo’mte’ del es -‐ te’, dependiendo de la posición relativa que ocupaba la ciudad del k’u hul ajaw con respecto al resto. Incluso hay una inscripción tardía de la ciudad de Copán, Honduras, que sugiere que el área maya del perio do Clásico se organizaba de modo simbólico-‐político entre cua-‐ tro grandes señoríos, correspondiendo a los cuatro puntos cardinales: Palenque, Calakmul, Tikal y Copán. Aunque muchos gobernantes usa ron este título (compartido a veces con sus esposas), ese uso no dejó de estar restringido a los más poderosos. Por último, ya se mencionaron los títulos relativos a la captura de enemigos; por ejemplo, ucha’n Tajal Mo’, ‘el guardián de Tajal Mo’ (un cautivo)’; aj 20 b’aak,Ǯ͜͞
ǯǡ
±ȋƤͥ͞͞ȌǤ Algunos de estos títulos pueden ir acompañados del número de k’atuunes que había vivido el gobernante, habiendo así ajaw, ajpit-‐ ziil o kalo’mte’ de tres, cuatro o incluso cinco k’atuunes.
AXIS MUNDI: CEIBA, SOL, Aǡ ȋČĎȌ El k’uhul ajaw se mostraba como un axis mundi, ‘eje del mundo’, an-‐ te la comunidad, en especial en los monumentos públicos más acce-‐ ǡ
Ƥ
Ǥ
ǡ el centro del cosmos, como un elemento clave del mismo, pues conec-‐
ǡ
vida y muerte. À
×
ǡ-‐ mundo es la ceiba, el árbol más alto de la selva maya, que hunde sus raíces en el mundo subterráneo, crece en el mundo de los vivos y despliega sus ramas por los niveles celestes hasta alcanzar las nu -‐ ǡƤǤ Sol utiliza el tronco de una ceiba situada en el este para salir de la tie rra y ascender al cielo. Se ha visto al gobernante representado en las estelas del periodo Clásico emulando a una ceiba y simboli-‐
ǡ
ÀƪǦ les, aviares y solares. También el ajaw se presenta como el Sol, que ǡǡ
el este y re corre los niveles celestes. En su aspecto de Sol nocturno, Ƥǡ
-‐
ǡ
Ǥ ǡǡ
al gobernante como el Sol en el cielo, a veces acompañado de su es-‐ ǡǤ
-‐ Ó ȋȌǡǡ
ǡ la conexión entre los niveles del cosmos y la resurrección.
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renacer es su representación como dios del Maíz. Es un ser joven
Ó ǡ
tierra, superando todo tipo de obstáculos (sequías, inundaciones,
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Ǥ
animales nocivos de la milpa) y muere decapitado durante la cose-‐ cha (el elote es su cabeza) para garantizar el sustento de la comunidad ȋ± Dz
ǡ dzȌǤ ǡ
ǡǡ± avatares y peligros, renace tras la siembra volviendo al mundo de los vivos. Como se verá más adelante, este aspecto tierno, andrógino o ǡ
ǡ utilizado por los gobernantes para mostrarse ante la comunidad como dadores de vida y sustento. Por último, la garza con el pez en su pico, imagen del llamado dios ČĎ, es otro símbolo del movimiento vertical cíclico que supera el destino humano: la garza cruza el cielo, se posa sobre la tierra y baja
ȋȌ sustento, retomando el vuelo hacia el nivel celeste. Muchos gober-‐ Ƥ
garza pescadora.
MODELOS SOBRENATURALES PARA EL GOBERNANTE Varias divinidades parecen constituir un modelo de gobernante pa-‐ ra el k’uhul ajaw. En primer lugar, hay que hablar del dios del cielo, Itza m naaj, que es representado como un anciano gobernante del mun-‐ do celeste, sentado en el trono, a veces compartido con su esposa, la jo-‐ ven diosa de la Luna, y recibiendo cortesanos sobrenaturales. Aunque
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ǡ±Ǧ sele adornado con el tocado de este dios anciano, e incluso reci-‐
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biendo a cortesanos-‐pájaro sobrenaturales, como lo hace Itzamnaaj ȋƤͥͣ͢͝͝͝ȌǤ
los atributos de experiencia, autoridad, sabiduría, poder creador y ǡǡ
ancianidad que va ligada a estos conceptos y es inherente al dios.
Ƥ
×
Ǧ ven dios del Maíz. Esta divinidad es símbolo del sustento vital, el eter-‐ no renacimiento y la belleza y delicadeza propias de una juventud casi asexuada, que lo acerca a la androginia. Se ha supuesto que el dios del Maíz, en cuanto joven, constituía el canon de belleza para los antiguos mayas. El gobernante se presentaba a la comunidad con
ǡ
À vegetales que lo asimilaban al dios del Maíz que renacía tras cada siembra. Quizá emulando el aspecto danzante del dios, llevaba a ca-‐
ÀǤ Por último, ya se ha mencionado la vinculación del gobernante con la deidad solar (K’inich Ajaw), y se verá después cómo era re-‐ presentado así tras su muerte. Muchos ajaw adquirieron en su nom-‐ Ƥǯ
ȋǮǯǡǮǯǮ
ǯȌǡ
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ƤǤǡǡ Chia pas, existe también algún curioso ejemplo de un monarca repre-‐
ǡ
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ǡȋƤͥͤ͝ȌǤ ǡǡÀ
Ǧ sanos de alto rango, durante ceremonias y acontecimientos ritua-‐ ǡÀ
ǡÀ
ƤǦ dad de divinidades y otros seres sobrenaturales relacionados con la ǡ
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ǡƤǦ ȋƤ ͥͥ͝Ȍǡ
con otros gobernantes y vasallos de visita en la corte (en danzas y banquetes), así como para invocar a los antepasados e incluso
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ȋƤ͜͜͞ȌǤ
artísticas, pueden aparecer vestidos con sus atributos y su máscara, aunque ésta siempre deja entrever la cara humana del gobernante ȋƤ͜͝͡ȌǤ
MUERTE Y APOTEOSIS DEL GOBERNANTE
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ǡǤÀÀ los 50 y 60 años de edad, aunque los hubo más longevos, superan-‐ do los 80 años de vida. En general, en el área maya, las costumbres ×±
otra. Sin embargo, en el periodo Clásico parece que se extendió bas-‐ tante la tradición de inhumar el cuerpo debajo del espacio domésti-‐
ȋ±Dz×Ǥ
dz
298
Figura 198. Piedra Labrada 2, Bonampak, Chiapas, México.
este volumen). Esta costumbre permitía que los vivos estuvieran en continuo contacto con los antepasados y realizar las ceremonias del linaje con ellos como testigos. En el caso del linaje gobernante, no es
±-‐ co, el palacio, sino más bien a templos, estelas, plazas y otros lugares ceremoniales ligados con ellos. Esto podría explicarse por el hecho de que, al ser los templos las moradas de los divinidades, y conver-‐ tirse el gobernante semidivino en una de ellas, el templo y sus aleda-‐ ños resultaban un lugar idóndeo para localizar la tumba y rendirle
ȋ±Dz×
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-‐ Ƥ
ǡ se han conservado los nombres propios dados a algunas tumbas, y éstos pueden aludir a lugares míticos, como montañas relacionadas
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ƪȋƤͥ͢͝ȌǤ Según los textos, el lapso de tiempo transcurrido entre la muer-‐ te y el enterramiento variaba, pero a veces podía ser de varios meses. Se supone que esto quedaría explicado por los complejos ritua les que habría que llevar a cabo antes del entierro. La preparación del cuerpo del gobernante también variaba mucho, pero solía ser amortajado en un sudario, en el cual se introducían joyas de jadeíta y otros elemen-‐ ǡ
À
ȋƤ͢͢͝ȌǤ Era habitual acompañarlo de platos y vasos con comida y bebida, así
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Figura 199. Estela 8, Naranjo, Guatemala.
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Ǥ De muchas regiones se tienen datos, tanto arqueológicos como Ƥ
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Ƥ-‐ das por los sucesores al trono. Los textos explican la cere monia de reapertura como un och k’ahk’,Ǯǯǡ que es la misma expresión utilizada en general para la inauguración Ƥ
ǤÀǦ Ǧ je, aunque esta costumbre parece corresponder a capas más bajas de la sociedad. Quizá esta reapertura coincidía con el momento de lim-‐ pieza de los huesos, años más tarde, una costumbre extendida que ȋƤͣ͝͝ȌǤ veces, estas visitas se realizaban luego de mucho tiempo y coincidían con aniversarios de enterramiento reivindicados por gobernantes tardíos (quizá ni siquiera del mismo li naje) para reclamar su dere-‐ cho al trono, en momentos políticos convulsos. Lo cierto es que los
Dzdz
-‐
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aliento vital que bajaba desde el cielo hasta el mundo de los vivos y ǡǤ La imagen semidivina del gobernante en vida apela al renacer
×ǤÀǡÀ
×ÀƤ
× cósmico, como el Sol, o algún elemento vegetal, como la planta del maíz, la ceiba u otros árboles (véase “Los soberanos: la apoteosis dzȌǤ
a los antepasados del linaje circunscritos en un disco solar. En el Palacio de Palenque, Chiapas, por ejemplo, la galería oriental se de-‐ coró con representaciones de cabezas de los gobernantes de la di-‐ Àǡ
ƪ con símbolos astrales, animales y vegetales, del que salen cuatro cabezas de ciempiés, simbolizando los rayos solares. En estelas de la ciudad de Yaxchilán, también en Chiapas, pueden verse a los an-‐ tepasados en la banda celeste, a izquierda y derecha del dios solar, convertidos en el Sol (el padre, sentado en el interior del escudo so-‐ lar) y la Luna (la madre, sentada en el interior del creciente lunar), presidiendo la ceremonia realizada por su hijo vivo, el gobernante Yaxuun B’ahlam ĎěȋƤͣͣ͝ȌǤ
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×ǡÀǦ pica postura de neonato, sentado en la cabeza trasera del monstruo
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ȋƤ 22). El monstruo tira diariamente del Sol, arrastrándolo desde el in-‐ ǡ
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ǤÀǡ
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299
el centro del cosmos. Esta última, como ya se dijo, es el canal que el mismo Sol utiliza para subir al cielo. Sobre esta ceiba se posa la Dei-‐ dad Ave Principal, relacionada con el dios Itzamnaaj y símbolo del cielo, y, alrededor de ambas, se aprecian las joyas de jadeíta que sim-‐ bolizan las estrellas, las cuales recibirían al monarca en su apoteosis.
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ǯ Este gobernante de Palenque nació en 603 y estuvo en el poder du-‐ Óͤ͢͢͟͝͡Ǥǡ-‐
×
ǡ ͥ͝͡͞ȋƤͣ͜͝ȌǤ
×
Palenque: poco antes de su nacimiento, en 599, la ciudad había sido atacada por el reino de Kanu’l y, poco después, en 611, volvería a ser atacada. Era hijo de K’an Mo’ Hix, un ajaw de un lugar llamado Choh, pero recibió el poder real de su madre, Ix Sak K’uk’, segu-‐
ȋƤ͟͜͞ȌǤ Cuando accedió al poder, en 615, con 12 años de edad, encontró una
Figura 200. Monumento 155, Toniná, Chiapas, México.
300
×À
ǡÀï͞͡Ó× de ser un apoyo importante en su gobierno. Tomó por esposa, segu-‐ ramente en 626, a Ix Tz’akb’u’ Ajaw, procedente de Toktan (antigua sede del poder de la dinastía palencana), aunque también aparece vinculada a Oxte’ K’uh, lugar del que procederían varios personajes de la corte de Palenque en lo sucesivo. Éstos habrán sido de gran À
×
-‐ miento del señorío. Con ella, el monarca tendría tres hijos, de los cuales, los dos primeros nacieron en 635 y 644, respectivamente, y le sucederían en el trono. En las guerras llevadas a cabo para restau-‐ ƪ
ǡ
×
potencia del medio-‐bajo Usumacinta: Piedras Negras, Guatemala. Allí un ajk’uhu’n
ͤ͢͞Ǥͥ͢͡ ͢͢͟ǡ
±
ÓÀ de Wak’aab’ (Santa Elena, México) y Pipa’ (cerca de Pomoná, Méxi-‐ co), entre otros lugares menores, cuyos prisioneros aparecen todos representados en el palacio de la ciudad, en patios idóneos para re-‐
Ƥ
Ǥ Una de las grandes obras arquitectónicas de Pakal sería la com -‐ pleta remodelación y ampliación del Palacio, donde dejaría magní-‐ Ƥ
ȋƤͤ͟͞ȌǤÀ
Ǧ menzado la construcción del Templo de las Inscripciones antes de su muerte, en 683, cumpliendo 68 años en el trono. Allí sería en-‐ ǡ
×
Ǧ ȋƤͣ͜͝ȌǤ
ǡÀ±Ǧ nito, Kan B’ahlam ĎĎ, quien concluiría la obra y heredaría el trono para proseguir la ampliación y el embellecimiento del centro cere-‐ monial, así como la expansión militar del señorío hacia horizontes aún más lejanos.
ǯ ǡ ǡ Ó ͤ͢͞ ͣ͟͠Ǥ
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ǡ± ×À
Ǥǡǯ ȋͣ͢͡Ǧͣͥ͢Ȍǡ×Ǥ× erigir algún monumento, no ha sobrevivido, y se sabe de él más por
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ǡÓÀǤ que Nu’n Ujol Chaahk pudiera volver a Tikal, pasaron largos años
ǡ
ǡÀǡ ÀǡÀ
Ǧ Ǥ
À ǯǤ
ǡ Jasaw Chan K’awiil conseguiría lo que su padre nunca pudo: vencer Ƥ ǡ ͥ͢͡ǡ Yihch’aak K’ahk’, y trayendo a Tikal su estandarte. La celebración ×ǡ se recupera cierto estilo teotihuacano para apelar a la antigua gran-‐ deza del reino. De hecho, esta celebración se hizo coincidir con el
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×
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͙͟͝b’aktuun desde la llegada a la ciudad de Búho Lanzadardos, el supuesto líder teotihuacano que ha-‐ bría reordenado políticamente toda la región del Petén. Jasaw Chan K’awiil consiguió someter al reino de Motul de San José (en el lago Petén Itzá, Guate-‐ ȌÀ
ǡͣ͝͝ǡï×ǡ chocando con el reino de El Perú, y, al este, con el de Naranjo, los dos últimos en territorio guatemal-‐ teco, ambos leales a Calakmul. Hacia el norte, hay evidencias de alianza o sometimiento de Maasal (¿ac-‐
ïǫǡ ȌǡÓÀ Ǥ ͣ͝͝ǡ
Ó× Jasaw Chan K’awiil en la ceremonia de reapertura de la tumba de una mujer y limpieza de sus huesos,
ȋƤͣ͝͝ȌǤ
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×
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Ƥk’atuun que llegó a presidir. El hijo que tuvo con Ix Lahchan Une’ Mo’, llamado Yik’in Chan K’awiil, culminaría el
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MUJERES GOBERNANTES: GÉNERO Y PODER Hasta aquí se ha hablado de gobernantes en masculino, aunque ya se ha apuntado la existencia de algu-‐
ȋ±Dzǡdz en este volumen). Sólo ante el peligro de extinción del linaje dirigente, por ausencia o desaparición de herederos masculinos, el poder podía pasar a una hija o nieta del gobernante, y hubo casos registrados de ello al menos en Tikal, Palenque y Naranjo. ǡÓͣ͟͝ǡƤk’atuun
ǯǤ En 511, subió al poder una gobernante de tan sólo seis años, conocida como Señora de Tikal, parte de cuyo apelativo la describe como Ix kalo’mte’. Seguramente hubo de ser hija del gobernante anterior, Chak To’k’ Ihch’aak ĎĎ (486-‐508). Entre la muerte de éste y el acceso de la niña se sabe que uno de sus
ǡ
À-‐ ǤÓ
DzÀ
dzǤ embargo, esta gobernante no tiene un lugar propio en la secuencia dinástica y, al parecer, no gobernó por sí misma, sino junto a uno o más hombres, uno de los cuales, quizá consorte, aparece descrito como ͙ͥ͝
Ǥ En Palenque, otras dos mujeres llegaron a dirigir los destinos del reino. En 583, Ix Yohl Ik’nal (583-‐ 604) subió al trono, manteniéndose 20 años en el poder. Pudo ser hermana o, más probablemente, hija
301
de su predecesor, Kan B’ahlam Ďȋͣ͡͞Ǧͤ͟͡Ȍǡ×
títulos reales completos. A partir de su reinado, los datos históricos que se conservan son más ricos,
ǣͥͥ͡ǡ
vasallo del reino de Kanu’l (con capital en Dzibanché y, después, en Calakmul, ambas en México). Es
ǡȋ͢͜͡Ǧ͢͝͞Ȍǡǡ
À ǯ͢͝͝Ǥǡ
Ƥǡ ǯ ǡ
ǯȋǡǡȌǤ ǡ×
DzdzÓÀ-‐ rante tres años. Su nombre, Muwaan Mat (612-‐615), coincide en lo esencial con el de la deidad aviar, na-‐
͟͝͞͝ǤǤǡ×À
Ǥǡƪ
Ǥǡ
ǡǡǡÀǡ con independencia de ello, es cierto que tras ella pudo esconderse una segunda gobernante palencana, quizá hija del Janaab’ Pakal antes mencionado. Se trata de Ix Sak K’uk’, madre del siguiente gobernante, K’inich Janaab’ Pakal Ď (615-‐683), quien podría haber tomado el nombre de ese supuesto abuelo ma-‐ terno, que nunca llegó a reinar. Accedió al trono a la edad de 12 años y, en el Tablero Oval del Palacio de Palenque, se ve su coronación. En ella, no recibe, como de costumbre, el casco de su padre y las armas de su madre, sino que el casco se lo entrega directamente su madre, demostrando que es ella la ǡ
ÀȋƤ͟͜͞ȌǤ Por último, en Naranjo, Guatemala, hubo un caso algo similar. Tras un hiato en el poder local, en ͤ͢͞×
ǡÓȋͤ͢͞Ǧͣ͠͝Ȍǡ
Dos Pilas, con el título de k’uhul Mutu’l ajawȋǮȀÓȀǯǡ
ǡȀ dinastía de Dos Pilas). Seis años después de su llegada, nació el siguiente gobernante de Naranjo, K’ahk’ ȋͥ͢͟Ǧͣͤ͞ȌǡÀȋ-‐ Ȍǡ
ȋƤ͜͞͞ȌǤ El nuevo monarca gobernó como un k’uhul Sa’aal ajaw, ‘divino señor de Sa’aal, es decir, gober-‐ ȀÀǡǡ
±ǡÀ local de menor rango casado con la princesa extranjera. Accedió al trono a los cinco años de vida, en ͥ͢͟ǡÀǤ͞͠ ȋÓͣ͜͞Ȍǡ
Ƥ
desnudo, lo que la asemeja a la diosa de la Luna, a quien encarna, según el texto, como muchas esposas ȋƤ͜͞͞ȌǤ
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ǡ Ó
×
Ǥ ǡ
-‐ tos. O bien se les titula simples ajaw (por ejemplo: Ix Mutu’l ajaw, ‘Señora de Mutu’l’), o bien se les reconoce el rango de k’uhul ajawǡ
ȋ
ǯǡ por ejemplo, k’uhul B’aaku’l ajawǡǮÓǯǯǯȌǤǡ-‐ renciaría de otras mujeres del linaje gobernante, como las esposas reales; con el segundo, no se las di-‐
ÀǤÀ
× que tomaba el poder supremo, han de tenerse en cuenta dos cuestiones importantes. Por un lado, la
Ƥǡ ǡ
±ȋ
ǡ
À
ȀȌ lenguas mayas, para las que, en principio, la palabra ajaw
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Ƥixǡ
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ǡ como podría ser la postura guerrera de Ix Wak Chan Ajaw de Naranjo al pisotear al cautivo, tienen
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ǡ ǡ
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Àǡ
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ǡ la diosa de la Luna y, en parte, del dios del Maíz. El monarca se apropiaba así del principio creador y ali-‐ ǡÀ
ǡ
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302
LOS ÚLTIMOS GOBERNANTES DEL PERIODO CLÁSICO Ƥ
Àǡ
×
-‐ minal. En este periodo, muchas ciudades dejarían de realizar ins-‐
ï
ƤǤ que se tienen sobre los gobernantes de esa época transmiten un clima bélico creciente: las capturas de enemigos se sucedieron sin tregua, y muchos vasallos y cargos menores adquirieron prestigio y
ÀǤ
Ǧ ra tenido que delegar cada vez más en ellos y el poder se compar-‐ tiera, se resquebrajara. Los gobernantes, a la vez que ensalzaban su carácter militar, iban abandonando las grandes obras públicas y sus objetivos políticos eran cada vez más modestos. La tónica era entonces la supervivencia dentro de los límites del propio señorío y surgían nuevas estrategias de expresión del poder. Los últimos ajaw conocidos de la ciudad de Ceibal, Guatema-‐ ǡǡ
Ƥ
×ǡ
À
À
Ǥ×
se centra en su carácter guerrero, en su papel como jugadores de
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Ǧ
×ƤǤ
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ǡ o conceptos intelectuales y religiosos, en principio no mayas, que À Ǧ cruz, creció en aquellos reinos que subsistían activos. Esta nueva À
À
À-‐ tuosos programas constructivos de los exitosos reinos del Clásico Terminal situados en la Península de Yucatán (en Chichén Itzá, zona Puuc, Chenes y Río Bec, por ejemplo), donde, sin embargo, ƤÀ
piedra se reducían a su mínima expresión.
Figura 202. Estela 24, Naranjo, Guatemala.
303
XX
LOS M IEMBROS DE L A CORTE Asier Rodríguez Manjavacas
del Templo ĝĎĝ, Palenque, ǡ±
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× punta de iceberg
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305
305
LA CORTE EN LOS TEXTOS JEROGLÍFICOS
Figura 203.Vasija polícroma estilo Ik’, Đ1453.
LA CORTE EN EL ARTE ï
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-‐ Ǥǡǡ ×ǣ Ƥ ǡǡ hueso o madera y, sobre todo, cerámicas decoradas con escenas cortesanas (véanse “Expresando lo ideal a través de lo material: el dzǡDzƤ
dzDz-‐
ǣdzȌǤ Hay escenas en que dos elementos aseguran que se está ante un palacio: las cortinas replegadas y anudadas en el borde superior, in-‐ dicando espacio doméstico, y el asiento o trono, donde el gobernante
ȋƤ͜͟͞ȌǤ
× vaso cilíndrico, el mismo muro sobre el que se apo ya el trono cierra a su vez la escena por el lado opuesto, sugiriendo el vano por el que los personajes han accedido a esta cámara del trono. Algunas veces, esta perspectiva en corte transversal de la ga-‐ ÀƤ
ǡ
ȋƤ͜͞͠ȌǤ
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Ƥ
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la esca linata y los vanos que dan acceso a esa cámara del trono. En su interior, los cortesanos adoptan las típicas posturas y gestos de res-‐ peto y reverencia ante el monarca, sentado solo o con su esposa. Sus Ƥ
×
Ǧ
306
ǡÓǡ tronco y por la complejidad de sus atuendos, que incluyen tocado y
ǡÀ
Ƥ
ȋƤ͜͞͡ȌǤ Éstos denotan su cargo, o incluso su origen; señalan si pertenecen a la corte local o proceden de otra. Al pie del trono suelen hallarse
ǡǡ
ǡǡÀ
espejo, un aba nico y otros elementos típicos del ritual cortesano.
ǡ muchas de ellas de carácter histórico, son audiencias, visitas o emba-‐ Ǣ
ƪǡ
ǡ bebida, tabaco e ingesta de sustancias alucinógenas; recepción de guerreros y entrega de cautivos, en algún caso también de posibles esposas; entrega de regalos y registro de tributos, sobre todo mantas ×
Ǣ
Ƥ
ǡǡ
×Ǧ ǡ
×
×ǡǤ menudo, estas escenas van acompañadas de pequeños textos que in-‐
Ǧ
×ȋƤͥ͝͞ȌǤ
sus divinidades a imagen y semejanza de las de sus gobernantes. Así, hay una corte celestial presidida por Itzamnaaj, dios del cielo, a veces acompañado en su trono por la diosa de la Luna, y recibiendo a otros dioses o a cortesanos sobrenaturales, sobre todo a hombres-‐pájaro, que parecen actuar como sus mensajeros. De igual modo, en el in-‐ ǡđ preside una corte visitada por un séquito de seres ǡ
ǡ ×
ȋ±Dz
ǡdz este volumen).
×ǡǡÀ
ǡÀ
Ǧ Ƥ
×ǣǡǡǡǡ
Ǥǡ de miembros de la corte y la nobleza recibió una atención modesta o nula en los textos que aún se con-‐ servan. La escritura en soportes monumentales aparece casi monopolizada por la realeza. Así, al dedicarles a los nobles menos espacio en los textos, se reducía el número de apelativos que se Àǡ
ÀǡǡÀ
ǡ
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×Ƥ
el periodo Clásico, otros tuvieron sólo valor local o regional, siendo hoy mal comprendidos, cuando no simplemente desapercibidos. Además, por ese mismo monopolio real, es raro que se conserve la propia Ƥ
×ǡƤ
ǡÀ
-‐ raleza de sus privilegios. Muchos cortesanos pueden aparecer citados sólo por su nombre propio: Sak Suutz’, Ix Kinuuw ǢȀïǣDz
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ǣDzÀdzǡDz ÓdzǤ
ǡǤ ǡÀ
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dzǡ DzdzǡDzÓdzǡDz Ó dzǡ Dz dzǡ Dzdzǡ DzǦ dzȋȌ DzÀ
dzǡǤ Incluso, no es raro que estos car-‐ Àï
-‐ mación de que se disponga, ante casos de ausencia total de nom-‐ bres propios, pues los lectores de la corte local reconocerían al À Ǥ
es raro que se lo mencione exclu-‐ sivamente por su gentilicio (o por algún sobrenombre o título) y es interesante que esto suela ocurrir cuando el personaje es extranje-‐ ro, posiblemente apodado y reconocido así sólo en la corte que lo acoge. Esto sucedía con los elementos más móviles del palacio, como eran los cautivos de guerra, los embajadores, los visitantes, los escribas y los artistas. También pasaba con las esposas extranjeras y su séquito, aunque su eventual rango de À
À
Ǥ
Figura 204. Vasija estilo códice de procedencia desconocida, Đ511.
À
Ƥ
ǡÀȀ
ǡ
Ǥ À, utilizado aquí como término general, es cualquier sobrenombre que denota estatus; pero, en prin-‐ cipio, no tenía por qué estar vinculado a ningún cargo en el seno de la corte. Mientras algunos eran
Ȁǡ×ǡ
niños. Los adquirían por nacimiento o por méritos, podían ser o no vitalicios, y ser o no hereditarios. Sin embargo, con el tiempo, al título se podía asociar una serie de privilegios, como participación en consejos y ceremonias, que lo terminaban equiparando a un cargo en la práctica.
ͣ͟͜
ajaw, era el máximo líder político, religioso y militar. Igualmente, como se verá, varios miembros de la corte obtuvieron títulos y car-‐ gos con implicaciones a la vez políticas, religiosas y militares.
EL PALACIO Y LA CORTE Entiéndase por
el grupo de personas de cierto estatus relacio-‐
ÀǢ
de tipo político, religioso y militar; por asistirle en su consejo, en sus ceremonias y en sus quehaceres cotidianos; por depender de él en algún grado; y por vivir en, o visitar periódicamente, su lugar de residencia: el
Ǥ
ǣ ¿quién habitaba realmente esos palacios y qué nobles tenían su propia residencia palaciega en la ciudad y visitaban asiduamente al
ǫǦ
ǡ Ǣ Palenque, en México; Tikal y Cancuén, en Guatemala; o en los más pequeños y modestos de Yaxchilán o Bonampak, ambos en México.
Ó
×-‐
sus espacios, con el número de sus habitantes y con las relaciones establecidas entre éstos.
Figura 205. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đ3412.
Y, a su vez, podía ocurrir lo contrario. Un
ǡ
ǡ
×
administración del Estado, aunque solía ser adjudicado a personas de cierto rango, era ganado normal-‐ ±ǡ
ǡǡ±ǡÀ-‐
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×
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ïǤ×
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×ǡ
cargos y títulos de condes, duques o marqueses del mundo europeo desde la Antigüedad Tardía y la Edad Media hasta hoy. En consecuencia, se utilizará la palabra genérica À y, en la medida de lo posible, se distinguirán
al analizar la composición de la corte. ï
ǡ Si se quiere entender la corte maya es necesario desechar la separación existente hoy entre lo público y lo Ǥ
ǡï
ǣ del gobernante ocupó muchos de los puestos importantes. Por lo tanto, el ámbito privado que supondrían
ï
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×Ǥ Todo ello se relaciona con un tema aún no resuelto entre los investigadores: ¿qué nivel de burocratización y
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×
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dzȌǤ Por último, también es necesario desechar la separación que hoy se establece entre religión y po-‐ lítica, en absoluto aplicable a las sociedades antiguas como la maya, en la que el gobernante, k’uhul
308
En algunos palacios, el gobernante podía vivir con gran parte de su ǡǡ×
Ǥ
Ƥ
construyeron otros. En los más complejos, el matrimonio de miem-‐ bros masculinos del linaje gobernante no implicaría necesariamente el abandono del palacio, sino sólo su reestructuración o ampliación. ×
Ǥ lado, como se verá, hay indicios de que los muchachos serían reuni-‐ dos y apartados durante su periodo de aprendizaje e iniciación, quizá hasta su boda. Por otro, al menos dos esposas de un gobernante de
ǡ
acre ditan como propietarias de las mismas. Pero, puede suponerse que en un gran palacio, o repartidos entre varios más modestos, ha bi-‐ Àǡajaw o k’uhul ajaw, a la que éste, ï
ǡǡÀÀajaw (ix ajawǡȌȋƤ͜͢͞ȌǤ La esposa (atan) o esposas en los pocos casos conocidos, quizá excepcionales, de poligamia. Muy raras veces mencionadas en vida por sus maridos, a las esposas reales se las conoce sólo cuando llega-‐ ron a ser madres de gobernantes, por inscripciones retrospectivas
±ǡÀÀ
ÀƤ
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k’uhul ixik, ‘mujer sagrada’. Locales o extranjeras, desempeñaban una
×ǡǡ
×ȋƤͣ͜͞Ȍǡ todo en algunas regiones, y entre los siglos ěĎĎ y ěĎĎĎ. Su importancia
ĆďĆĜ, ajaw
yaǦĆęǦna, y-‐atan
ya-‐?, y-‐axu’n?
yaǦĆđǦla, y-‐al
ĒĎčĎēǫ, u-‐mihiin?
‘señor’
‘esposa de’
‘madre de’
‘hijo de madre’
‘hijo de padre’
ǦǦĜĎēĎĐǦ
ǦǯǦǦĜĎēĎĐǦ
ȋȌ, ch’ok
ĒĆĒ, u-‐mam
Ǧ
Ǧ, y-‐ichaan
‘joven’
‘su abuelo’
‘tío materno’
suku’n winik
ihtz’iin winik
‘hermano mayor’
‘hermano menor’
a-‐ęğǯĎć, ajtz’ihb’
a-‐u-‐xu?-‐lu, ajuxul
‘escriba, pintor’
‘escultor, grabador’ ti’ sak hu’n, ‘boca de
?-‐ta, ?
ĜĆĞȋǯȌ, wayaab’
ǫǦ
Ǧ
‘invocador’
‘su nieto’
ęĎǯǦĘĆĐǦčĚēǦna
ĆǦĐǯĚēǦna
yaǦĆďĆĜǦĐǯĆĐǯ
ajk’uhu’n
yajaw k’ahk’
la diadema blanca’
‘adorador’
ǮÓǯ
ǯǦǦǦ
ǯǦǦǯ, b’aah to’k’
ǯǦęĊǯ, b’aah te’
b’aah pakal,
‘primer pedernal’
‘primera lanza’
‘primer escudo’
ǯǦęğǯĆĒ-‐ma
ǦǦǯ, anaab’?
đĆĐĆĒ, lakam
ȋȌǦǦĆďĆĜ-‐wa
ǦǦ, sajal
b’aah tz’am
ǫ
‘gran estandarte’
u-‐yajaw
Ǯǡ
‘vasallo de’
principal’
ǮǬ
ǫǯ
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309
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ǡǡ ǡĐ2695.
×ǡ de mayor, igual o menor rango, o incluso entre la capital y al gún cen-‐ tro secundario. Sin embargo, y como era común en Mesoamérica,
ÀƤ
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Ǥ La madre (na’). Aunque no todas las esposas procedieran de un linaje importante, quienquiera que diera un heredero varón apa-‐
À
ǡ
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ǡ-‐ À
×ǡÀǤ
de Bonampak, por ejemplo, se ve a la madre del gobernante acompa-‐ ñando a su nuera, la esposa real, procedente de Yaxchilán. Siem pre de trás de la esposa, en ese orden de rango, ambas presidían las cere-‐ monias y los actos públicos allí representados. El padre (yum). En realidad sólo se conoce un ejemplo de un
ǡ vivir en la corte sin reinar por algún tiempo. Pero no siempre el go-‐ bernante recibía el trono por línea paterna directa, sino también por la materna (del abuelo). Por ello, hay testimonios de padres sin tí-‐ tulo real, que bien pudieron estar presentes, siendo ancianos, en la corte junto a sus hijos, e incluso, si aún vivía, no es descartable algún abuelo paterno.
310
La , si llegaba a ser tan longeva como Ix Pakal de Yaxchilán (quien vivió más de 100 años), podía estar más que presente en la corte. Ella, en concreto, habrá conocido a varios ǡ Ƥ ǡ B’ah lam Ďě. Sin embargo, éste dedicaría a su abuela paterna una
×
ǡ
͜͡ años antes. Los y las . Los niños de la corte habitarían en el pa-‐ lacio, por lo menos, hasta la llegada de la pubertad, cuando era pro-‐ Ǯ
×ǯ ȋ del palacio), donde pasarían la adolescencia, siendo educados e iniciados hasta el momento quizá del matrimonio o su nombra mien to como herederos. Se desconoce si las muchachas eran tra tadas de igual modo, aunque hay datos etnohistóricos que así lo apuntan. En cuanto a los varones, recibían el tratamiento de ch’ok (‘joven’) y
À
-‐ dad. Pero, en este contexto cortesano, más allá de indicar un es-‐ tado premarital, ch’ok
DzÀ
ȀǦ
dzDzȀdzǤ
ǡǡ podían adquirir títulos y cargos importantes al que añadían ese tratamiento, ‘joven’, con independencia de la edad que tuvie ran. Así, existe la expresión ch’ok ajawȋǮÓȀǯȌǡ
avanzado puesto en la línea sucesoria. Éstos aparecen a menudo como propietarios de los lujosos vasos para beber cacao que se uti-‐ lizaban en ciertas ceremonias. Elegido el heredero de entre ellos, era nombrado b’aah ch’ok, ‘joven principal’. En cuan to a las mujeres, en cambio, sólo se conocen dos ch’ok (ambas madres de gober-‐ nantes), pues apenas hubo interés en marcar la edad de las mucha-‐ chas, al estar más alejadas de la línea sucesoria. El momento de su boda, en torno a los 12 años, sí sería importante, aunque los textos no suelan registrarlo. Además, cuando la sucesión mas culi na es-‐ taba ya asegurada, eran completamente silenciadas por los tex tos, a menos que se desposaran con gobernantes de seño ríos ex tran-‐ ǡ
esa dinastía. Los hermanos y las hermanas. Igualmente tratados como ch’ok, ‘jóvenes’, están registrados en lugares como Palenque, don de, por cuestiones sucesorias, parecía importante marcar el ran go de edad entre hermanos varones: suku’n, los mayores, e ihtz’iin, los menores. Puede suponerse que los menores y todas las her-‐ manas, aún casaderos, habrán habitado el palacio, e incluso los ya casados, si no habían sido alojados en otra unidad palaciega de la capital o no habían sido destinados a desempeñar puestos “pro-‐
dzï
ÓÀǤ-‐ lacio, en la capital o en algún centro menor, seguían estando en la línea sucesoria. De igual modo, habría que contar también con sus posibles hijos e hijas, es decir, los sobrinos y las sobrinas del gober-‐ Ǥ
ǡDzdz
À ǡ
ǡ pues aseguraba la continuidad de la dinastía. Estos ‘jóvenes’, her-‐ ǡ
ǡ
y guerreros de la corte. Por último, desde el linaje materno, podían participar en la vi-‐
Ƥ
sucesión y parentesco: el mam y el ichaan. El (mam). Lejos o no de la corte, según el ori-‐ DzdzǡÀïǤ caso, podría visitar la corte de su nieto (también llamado mam), donde sería honrado por éste y sus descendientes como un impor-‐ tante antepasado, al entroncar con él en línea sucesoria materna. El À (ichaanȌǤ
Ƥ-‐ portante en la vida del monarca como representante masculino ȋȌȋƤͤ͜͞ȌǤ
yichaan ajawȋǮÀÓǯȌǡƤ±Àajaw normalmente ǡ
ƤǤ Y es que, a su vez, estas relaciones maternas se repetían al contraer matrimonio el propio gobernante: la unión con su esposa, sobre to do si ésta le proporcionaba un hijo varón, le llevaba a entroncar con su suegro y su cuñado (hermano de su esposa). Ellos serían res-‐
mam e ichaanDzÀ
dzǤ hecho, habría varios ichaan instalados en la corte, como tuto res del heredero y ocupando cargos importantes.
Los Ǯ ×ǯ (ucha’n ch’ok). Durante los años de preparación, los ‘jóvenes’ irían adquiriendo sucesivos rangos. Quizá, de entre los mayores o de entre otros nobles o sacerdotes ya adultos, se elegían a varios ‘guardianes’ o preceptores encargados de supervisarlos. Los
. En las escenas cortesanas, en un ban-‐
ǡǡ
Ƥ
Ǧǡ ajtz’ihb’, que parece anotar con su pincel lo que está ocurriendo en la escena: las negociaciones o las cantidades de tributos o de re ga los
ǤǦ
ǦǡƤ
Ǧ jeres de la corte no tuvieran conocimientos básicos de lectura. Pero, Àǡ
ǡ
Ƥ
×
Óǡ sabe que estos escribas-‐pintores, aun más que los escultores-‐graba-‐
Figura 208. Dintel 9, Yaxchilán, Chiapas, México.
311
dores y artistas en general, gozaban de un alto rango dentro de la
ȋƤ ͤ͞ȌǤ À ± rangos, destacando el b’aah ch’e’b’, ‘pincel principal’, una especie de escriba mayor de la corte, del mismo modo que existía un b’aah uxul, un escultor mayor, por encima del resto de los escultores, los ajuxul (véase “Bajos los auspicios de Itzamnaaj: los escribas en
dzȌǤ
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Ƥ
de autoría es prácticamente único en el mundo y evidencia que los propios cortesanos eran productores, consumidores y exportadores de arte y objetos suntuarios. La arqueología ha demostrado esta
×
ȋ±Dz
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dzȌǤ El enano (chaat). En las escenas cortesanas aparece a menu-‐ do un enano sentado cerca del gobernante, cuando no en su mismo trono, lo que denota su gran estatus. Y, aunque pudiera tratarse de
×ǡǦ caciones mágico-‐religiosas en el seno del ritual cortesano. Los
(b’aak). Los textos del periodo Clásico Tardío ha-‐ blan de una creciente actividad bélica, una de cuyas muchas conse-‐
×ÀǤ ǣ
ȋ±Dzǣ
dz en este volumen). Como casos excepcionales, hay un par de imá ge-‐ nes de cautivas. Ya se mencionó la posibilidad de que algunas espo sas reales pudieran tener su origen en este tipo de derrotas y “captu-‐ dzǡƤ
Ǥ
-‐ Ƥ
ǡ
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× real, sobrevivieran largos años al momento de su captura, vi vien do en las cortes como rehenes y regresando en algunos casos a sus señoríos de origen mediante algún pacto. Otros, en cambio, pudieron con-‐ tinuar conviviendo con el gobernante, su captor o ‘guardián’ (cha’n),
×ǡ
À-‐
ÀǤ-‐ dientes del gobernante: esposa o esposas, hijos e hijas, hermanos y ǡǥ
ǡÀ se decidiera inmolarlos en algún tipo de celebración. El
. Las escenas palaciegas muestran toda una serie de personajes que asistían a la corte: servían bebida y comida (en
ȌǡÀǡƪǡ
Ǧ
À
Ó-‐ Ǥ
×± condiciones vivía este heterogéneo personal de servicio. Es posible que llegaran al palacio como siervos o esclavos, pero un análisis mi-‐ nucioso de los atuendos de algunos de ellos permite suponer una extracción social elevada.
El palacio era visitado periódicamente por los grandes personajes de la administración, que habitarían residencias palaciegas meno-‐
312
res situadas en la misma ciudad, cercanas al centro cívico cere-‐ monial donde se hallaba la residencia real. Funcionarían como consejeros, militares o sacerdotes y algunos podrían estar empa-‐ rentados con el gobernante. Los tres puestos más importantes que se conocen, todos con connotaciones religiosas, son ti’ sak hu’n, ajk’uhu’n y yajaw k’ahk’, que pueden aparecer combinados ȋƤ͜͢͞ȌǤ
±
×-‐ pecial, no por un estatus social adquirido; esto se sabe porque los textos registran de manera periódica el acceso a dichos puestos, ×±
ǡ manera simultánea o consecutiva. El ti’ sak hu’n, traducido literalmente como ‘boca de la diade-‐ ma blanca’. Ha sido entendido como ‘portavoz de la corona’ o como ǮǯǤÀ
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Figura 209. Tablero de piedra del Templo ĝĎĝ, Palenque, Chiapas, México.
Figura 210. Porta-‐incensario de piedra del Grupo Ďěǡ Palenque, Chiapas, México.
tante de los relacionados con el sacerdocio. A menudo asociado a hombres (nunca a mujeres) que ya son ajk’uhu’n, pero nunca al ya-‐ jaw k’ahk’. Su vestimenta parece sacerdotal, pero no hay consenso en cuanto a sus atribuciones. El personaje que ostentó el título de ‘boca
ǯǡ±ǡǡ
×
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À-‐ ǢÀÀ
los augurios para el siguiente ciclo. Pero también podría ser ‘boca de
ǯ
×
el pueblo llano, como portavoz del gobernante. Parece que eran los
Ƥ y de agasajar a los vasallos que visitaban la corte. El ajk’uhu’n se traduce literalmente como ‘el que venera o cui da algo’. Es traducido como ‘adorador, sacerdote’ e ix ajk’uhu’n, ‘adoratriz, sacerdotisa’, puesto desempeñado por alguna esposa real. Apare cen mencionados también como yajaw k’ahk’, lo que indica que ambos À
Ǥ
-‐
(y algunas de las) nobles más importantes del Clásico. En Copán, poseían su propio palacio lejos del centro, cuyo dueño aparece re gis-‐ trado como ajk’uhu’n del gobernante y, en Toniná, incluso, un ajk’u-‐ hu’n encomendó una estela en la cual aparece él mismo como único personaje, llevando la diadema real (sak hu’nȌ
Ƥ de periodo. Seguramente lo pudo hacer en calidad de regente, ante la minoría de edad del heredero. El yajaw k’ahk’ǡ
ǮÓȀǦ ǯ ǮÓ
ǯǤ
rango que los ajk’uhu’n, los yajaw k’ahk’ no encargaban monumen-‐ tos, o sólo cuando alcanzaban el cargo de ajk’uhu’n, por lo que se esta-‐ blecía una jerarquía en la que era necesario desempeñar un puesto
ȋƤͥ͜͜͞͞͝ȌǤǮÓ ǯ
À
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o incensarios, pero su actividad bélica lo asemeja a las descripciones coloniales de sacerdotes mayas del Posclásico, que acudían a la bata-‐ DzÀǦdz
Ƥ
in situ. ǡ
Ǥǯ ǮÓǯ
ǡÀ una estructura palaciega adornada con un gran relieve (el Tablero
Ȍ ȋƤ ͤ͟͝Ȍǡ
mi litares y sus otros cargos o títulos: sajal (subalterno provincial) y b’aah ajaw (‘señor principal’). En cualquier caso, su posible sucesor
×
×
ĝĎĝ de la ciudad, en cuyas inscripciones aparece mencionado además como ajk’uhu’n del rey. En el arte, se reconoce a los yajaw k’ahk’ por su ca-‐ racterístico tocado de pequeñas plumas con dos grandes anteojeras, relacionadas con el atuendo de guerreros. El “Ǧ
Ǧdz ǡ
×Ƥ
Ǥ llegó a ocuparlo. Excepcionalmente, en algunos lugares este título
313
͞͝͝ǤĝĎĝǡPalenque, Chiapas, México.
es precedido de la palabra k’uhul (‘divino, sagrado’), al igual que k’uhul ajaw ȋǮÓ ǯȌ Ǥ -‐ cuentes en Palenque, pero sólo uno de ellos tuvo el rango de ajaw ȋǮÓǯȌǤDzǦ
Ǧdzajaw, como algo excepcional, regis-‐ traron una lista de todos sus sucesivos accesos al cargo, de manera semejante a las dinastías. En la escena del banco del Templo ĝĎĝde
DzǦ
dzǤ
el de rango ajaw, y parece el responsable de entregar la corona a su ǡȋƤ͞͝͝ȌǤ El wayaab’, ‘el invocador, hechicero’, o la, ix wayaab’, ‘invocado-‐ ǡ
ǯǡ
ǡ Ȁ
À
ǤÀ la posibilidad de acceder a un rango superior: el b’aah wayaab’, ‘invo-‐ cador principal’. Muchos otros títulos son eminentemente militares (y exclusi-‐ vamente masculinos), como b’aah pakal, ‘primer escudo’, y b’aah to’k’, ‘primer pedernal’, material con el que se hacían las puntas de las armas. Y también, quizá, el b’aah te’ǡǮȀǯǡ-‐ tentado tanto por gobernantes como por otros guerreros, como los Ǯ×ǯ
ȋƤ͜͢͞ȌǤÀï
Ǥ el caso de b’aah tz’amȋǬ
ǫȌǡ con un característico tocado de red, o el ǦǦ, abundantísimo entre los personajes que visten a los danzantes de Bonampak, y que puede ser aplicado desde niños y sajal hasta los ajk’uhu’n. Los lakamǡ
Ƥ
314
los tributos y organizar las levas militares por distritos, es probable ǡ
Ǥ
ÀƤ
ǡïÀÀǦ
Ǥ Ó ǡ
À
Ó
otros centros urbanos secundarios, situados dentro de los límites del reino, como los yajaw y sajal. El yajaw. No era más que un ajaw, ‘señor’, que pertenecía a otro ajaw: un vasallo. Si bien se desconocen muchos aspectos de la rela-‐ ción establecida entre ambos, su origen pudo ser un reino sometido por otro, que perdió parcialmente su independencia. Los gobernan-‐ tes locales, a partir de entonces gobernantes vasallos, combatían a Óǡ
cautivos de los enemigos de éste. El sajal Àǡ
de los señoríos mayas occidentales. Acompañaban a sus señores en campañas militares o las dirigían ellos mismos y, en el área del Usu-‐
ǡÓ
Ƥ
±-‐
ǡÀ±
reino. Llegó a constituir un título hereditario, y sus esposas e hijas aparecen como ix sajal. Muchos acumularon títulos y cargos de ma-‐ yor prestigio: ǦǦǯ, yajaw k’ahk’, ajk’uhu’n, ajaw. Es de destacar que los ajk’uhu’n, al igual que los sajalǡ
-‐
nantes, sólo registraban su acceso al puesto (no su nacimiento), re-‐ presentándose incluso con esposa y cautivos. En la región del río Lacanjá (área de Bonampak, México) tuvieron tal preeminencia, que actuaron de facto como señores: en un dintel de la región (siglo ěĎĎĎ), un sajal
Ƥ
×ǣǦ dre y padre son sajal también. Padre e hijo eran ǦǦǯ y vasa llos del reino de Bonampak. Tanto vasallos como sajal habitaban residencias de cierto esta-‐ tus. Acudían a la capital, a veces con su propio séquito, para entregar regalos, tributos o cautivos de guerra a su señor y para celebrar ri tua-‐ ȋƤͤͥ͜͟͞͞ȌǤǡǡƤǦ timiento y lealtad al gobernante superior; pero, por otro, y ca da vez ï
ÀǡƤ
Ƥ
ǡ
Ǧ ±
ǤƤ
las decisiones y los acontecimientos políticos que tenían lugar en la sede del poder central. No es tampoco extraño, pues, que los propios ȋǡ
Ȍ
-‐ milias reales empezaran a emparentarse con sajal e ix sajal, quizá
À
±
presagiaba la inestabilidad del Clásico Terminal (véase “Apogeo-‐
ǣƤ
×
dz volumen).
Las visitas reales La corte recibía asimismo visitas esporádicas de gobernantes de otros reinos de menor, igual o mayor rango. Éstos acudían personalmente, o bien enviaban a algún subalterno; por ejemplo, a su propio prín-‐
ǡï
ǤDzÀ
dzDzdz (ch’ok) se integraban con sus colegas locales, iniciando o continuando À
×Ǥ
À
ǡ
DzdzÀ
ǡ
hasta no ser entronizados, si llegaba la ocasión. La intención, al igual que la del intercambio de regalos y los matrimonios políticos, era es-‐ trechar lazos entre potencias aliadas o ligeramente subordinadas. Tanto estos gobernantes de rango semejante como los menores (vasallos y sajal) llegaban a la corte para testimoniar ceremonias de Ƥǡ
ǡÀ como para participar en banquetes rituales de bebida y consumo de sustancias enteógenas, danzas, practicar el juego de pelota, etcétera. Especialmente en estas dos últimas, el gobernante local y su huésped Àǡ
rituales o a las co-‐esencias de sus linajes correspondientes (véase Dzǣ
dzȌǤ Los gobernantes de mayor rango (k’uhul ajaw) se vanagloriaban en sus ins cripciones del número de gobernantes (ajaw), vasallos (yajaw) o sa jal que habían acudido para testimoniar esas ceremonias.
315
XXI
REINAS, M ADRES Y E SPOSAS Rocío García Valgañón
À-‐
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ǡǡ ƪǤǡ Àǡ×
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ǤƤǦ nales del siglo ĝĎĝ
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Ǥ-‐ dos del siglo ĝĝ× ǡ
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ǢǡÓ±ǡǦ ơ
×
317
ͣ͟͝
Figura 213. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đ530.
en el arte, con lo que quedaba demostrada su presencia en la his-‐ ȋ±Dz±ǣdz este volumen). En los años setenta tuvieron su auge los estudios sobre paren-‐ tesco, organización sociopolítica y el papel de las mujeres ma-‐ yas en estos ámbitos. Así, los investigadores Linda Schele y Peter
±
Ǣ Joyce Marcus mostró la relevancia del intercambio de mujeres para estable cer alianzas entre linajes, así como el protagonismo que algu-‐ nas al canzaron en sus destinos. En los ochenta, Schele y Mary Ellen Miller mostraron la diver-‐ sidad de roles que jugaron las señoras en las cortes. En cuanto a su atuendo, Dicey Taylor y Karen O. Bruhns supieron ver cómo éste in-‐
Ǣ más allá, al percatarse de que los gobernantes varones se apropia ban ǡ
ǡ-‐ sentarse como dadores de vida. Los años noventa dieron lugar a multitud de publicaciones y congresos en los que se habló de ellas. Por lo general, coincidían en señalar que, pese a que su situación empeoró con la creciente estra-‐ Ƥ
×ǡ
×
ǡ
× sus comunidades, por ser complementaria a la masculina. En este sentido, los estudios de los hallazgos arqueológicos sacaron a la luz
ÀǤ En el ámbito del arte, Rosemary Joyce habló largo y tendido
×±
Ǥ
318
a la escritura, Oswaldo Chinchilla, Erika A. Hewitt, David Freidel y
À ǡ
ǡ Ó
×-‐
À
Ƥ
Ǥ Finalmente, en el siglo ĝĝĎse editaron varias obras colectivas so-‐ ǡ
ǡ
ǡ Ǥ Ǥ
ǡ
Ƥ
×±
sino que varió a lo largo del tiempo y de las circunstancias, así como de ǡ
Ǥ ǡ
obra de Simon Martin y Nikolai Grube sobre reyes y reinas mayas puso Ƥ
×Ǧ ron las mujeres en la política maya (véase “Rasgos de la organización
À
dzȌǤ
LAS MUJERES EN LA CULTURA MAYA PREHISPÁNICA
ǡ
ǤƤ
Ǧ À Ǣ derechos sucesorios descendían por su línea de parentesco; y que
×Ǥ Así pues, al gobernante solía sucederle su hijo mayor o el más apto; aunque también podía ser su hermano u otros parientes varones.
gobernaron se debieron a que peligraba la continuidad dinástica,
×ǡ±ï ȋ±DzÓǣdzȌǤ
ǡ
secundario en los centros de poder, pero desempeñando un papel complementario al masculino. La mentalidad maya se basaba en la complementariedad de los opuestos, que tenían idéntica importancia para lograr el equili-‐ brio. Así, mientras al varón se le relacionaba con el Sol, la luz, la energía, lo superior, el calor y la vida; a la mujer se la vinculaba con ǡ
ǡǡǡÀǤ Esta oposición regía la asignación de roles de género de mujeres y hombres, comunes a todas las clases sociales; sin embargo, parecía existir una mayor desigualdad entre los miembros de la élite que en-‐ tre las clases más bajas; en periodos de mayor jerarquización social
×ǡ
ǡǢ grandes urbes, como Tikal, en Guatemala, o Calakmul, en Campeche, ±
ǡ
×ǡ
× social era menor.
±
estudios actuales, en diversas comunidades mayas y periodos, como
ǡ
-‐ tre un sexo y otro también variaron a lo largo del ciclo vital, siendo À
ǡ
Ǥ ǡ
Àǡ
À
Ǥ ejemplo, el cordón umbilical de las niñas era enterrado debajo del ×ǡÀǡ-‐ tras que el de los niños se enterraba en la milpa o campo de cultivo. Más tarde, cuando las niñas tenían tres meses (por las tres piedras del hogar) y los niños cuatro (por las cuatro esquinas de la milpa) se realizaba el ritual de hetzmek, cuando se les cargaba por primera
Ǥ asignación de roles del bebé, pues consistía en presentarle los uten-‐ À
×ǣ de tejido y cocina a las niñas, e instrumentos de labranza, armas y objetos rituales a los niños. Las madres se ocupaban de la educación de ambos durante los primeros tres o cuatro años, hasta que se celebraba lo que Die go de Landa, obispo de Yucatán durante el siglo ĝěĎ, denominó “bau-‐ dzǤÀ
×
-‐ ñas, del que colgaba una concha roja, mientras que a los niños les colocaban una pequeña cuenta blanca en el cabello de la coronilla. recatada, y los padres se ocupaban de educar a los varones, mien-‐ tras que las niñas seguían bajo la dirección de sus madres. Siguiendo con las noticias de Landa sobre Yucatán, cuando tenían entre 12 y 14 años eran reunidos para la ceremonia de la pu-‐ bertad o caputzihil, en la cual se les retiraba la cuerda con la concha y la cuenta blanca, considerando así que había llegado la edad de ca-‐ sarse. A partir de entonces, los varones iban a vivir juntos a una ca sa en el centro del poblado, mientras que las jóvenes comenzaban su
entrenamiento para el matrimonio en la casa paterna y se les ense-‐ ñaba a ser recatadas, trabajadoras y serviciales. De las que no acata-‐ ban estas normas se decía que parecían criadas sin madre. Llegado el momento, entre los 12 y los 20 años, los padres del varón le buscaban una esposa adecuada, para lo que se contrataba a especialistas. Éstos gestionaban la petición a los padres de la novia,
ǡƤ
Ǧ dían y acordaban la dote. Lo habitual era la monogamia, pero hubo casos de poligamia entre la élite. Al principio del matrimonio, la Àǡ debía trabajar. Durante este tiempo, la madre cuidaba de que su hi-‐ ja alimentara bien a su esposo como prueba de reconocimiento del ma trimonio. Finalmente, iban a residir a una casa nueva junto a la ×Ǥ
Ƥ maridos; pero, en caso de adulterio, su castigo era más ligero que el
×ǣ
×ǡï
ǡ-‐ dono o su venta como esclava, en lugar de la muerte del adúltero. ïǡ
ï
ǡÀǦ ver a casarse transcurrido un año de la muerte de su cónyuge, bas-‐ tando con que la mujer diese algo de comer al varón. En la vejez adquirían nuevos roles por la sabiduría y poderes ÀǤ
las jóvenes, pues habían cumplido con todas sus obligaciones y de-‐ jado atrás su periodo reproductivo, por lo que podían ejercer otros roles, como el de partera, curandera y casamentera, y participar en ciertos rituales que les estaban vedados al resto de las mujeres. Un ejemplo de esto son los bailes rituales yucatecos mencionados por Landa, en los que sólo podían participar ciertas ancianas. Así pues, las mujeres desempeñaron un amplio abanico de ro les y trabajos. Eran amas de casa, cocineras, educadoras y cuidado ras del ǡǡǤ-‐ mésticos, cuidaban el huerto, elaboraban textiles, iban al mercado para vender sus productos y al monte por agua, leña y otros recur-‐ sos silvestres. Como ejemplo de complementariedad, las mujeres,
ǡ los códices, y los varones los convertían en las obras de arte que
ȋ±DzƤ
dzȌǤǡ
oraciones en los rituales públicos y privados de la comunidad y del linaje. Además de todo esto, cuando era necesario, ayudaban a los varones en el trabajo de la milpa. La arqueología ha demostrado que los palacios de la élite, co mo los de Copán, en Honduras, eran centros de producción de elabo-‐ rados textiles, preciados objetos de comercio y tributo; el resultado del trabajo especializado e intensivo de las mujeres de la corte (véa-‐ Dz
Ƥ
ǣ
dz-‐ ȌǤÀÀ
Ƥ
×ǡ± ha demostrado que estas mujeres no llevaron a cabo los pesados tra-‐ bajos domésticos del resto de la población, para lo que seguramente
319
contaban con servicio que lo hiciese por ellas; desgraciadamente, es-‐ tas mujeres del servicio no suelen aparecer en el arte. Las que están representadas en las imágenes y en los textos son señoras de alto esta tus, relacionadas con el poder como madres, esposas, hijas o regentes de gobernantes e, incluso, como dirigentes. Hay que tener en cuenta que el arte es una herramienta propagandística, por lo general en manos de los varones dirigentes, mecenas y artistas, por ƪ
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ǡǡ de legitimación y de acaparamiento de poder, como ocurrió espe-‐ cialmente durante el Clásico Tardío en el área del Usumacinta y ±ǡǤ Sin embargo, cuando las necesidades y las circunstancias cambia-‐ ron, como ocurrió en el periodo Posclásico en Yucatán, con el cre-‐
ǡ por las de ejércitos anónimos.
Figura 214. Detalle de incensario de Palenque, Chiapas, México.
320
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×À coloniales y de las representaciones plásticas de diverso tipo y época. En el siglo ĝěĎ, Diego de Landa describió a las mujeres mayas de la provincia como “de mejor disposición que las españolas y más
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Sol. Mujeres y hombres se cubrían con un ungüento rojizo pe cho, bra-‐ ǡǡ
ǡ ȋƤ͞͝͞ȌǤ
iztah-‐he, un bálsa mo oloroso y pegajoso con el que podían dibujar diseños en su piel. En las vasijas de cerámica aparecen a menudo con los labios pintados de rojo (también los hombres), un signo similar al de interrogación hecho en la mejilla y arriba del ojo, que las relaciona con la diosa lunar, y otros motivos, como en el vaso Đ͟͜͡ȋƤ͟͞͝ȌǤ
À-‐ tivo que semeja las letras ĎđǡǡƤ
mujeres; pero se ha encontrado también en varones, por lo que podría
Ǥ El rostro también podía decorarse con adornos de diversos ma-‐ teriales, como ámbar que se colocaban atravesado en el septum o cartí-‐ Ƥ
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ǡƤ de darle al cráneo un aspecto alargado, como el del idealizado dios del ÀǤƤ
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×Ƥ y podía ser de dos tipos: por incrustación o limado. La primera consis-‐ tía en incrustar pequeños discos de piedras preciosas o hueso en la Ƥ
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diseños de tinta que se pintaban en la piel; algo únicamente permitido
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ǡ sólo se adornaban el cuerpo de la cintura para arriba, exceptuando los pechos, con motivos más delica dos que los masculinos. Esta imagen se completaba con el peinado y el atuendo. El cabe-‐ llo alborotado era sinónimo de sexualidad y humillación, como en el caso de los cautivos, por lo que convenía lucirlo bien cuidado. Su lon-‐ ǡ
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tinguir entre el peinado y el tocado, pues podían estar entretejidos.
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× portaba, como en el caso de las tejedoras, que llevaban ahí la madeja y el huso de hilar. En cuanto al resto del atuendo, como se vio, era tarea de las mu-‐ jeres realizarlo; y lo hacían en telares de cintura, donde tejían pa ños de un ancho limitado, que combinaban de diversa manera. El atuendo
ǡ
À enredo y el huipil; que podían llevar juntos o por separado El enredo o pik es un lienzo de tela rectangular unido por los bordes más cortos, que se enrolla en torno a la cintura y tiene un largo variable, habiendo incluso de cuerpo entero. En cuanto al huipil, es una túnica amplia, consistente en dos o más lienzos unidos, con los lados abiertos para los Ƥ
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cuerpo masculino, que se mostraba más descubierto, llamando la aten ción sobre su virilidad. Sin embargo, en otros soportes más priva-‐ ǡ
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ǡ más descubierto el cuerpo de la mujer, en especial el de las diosas o el de las mujeres no ligadas directamente con el gobierno. Aunque las personas de todas las clases sociales usaban el mismo tipo de prendas, la mayoría de la población vistió atuendos sencillos,
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-‐ ǡ±×Ƥǡ
×ǡ materiales, como la piel de jaguar (exclusivo de los varones), el pelo de conejo, las plumas y las placas de concha, etcétera. En las prendas de la élite se combinaron diversos tintes (cochinilla, púrpura y añil, entre otros) y técnicas de tejido, como el brocado, el bordado, la ga sa,
ǡ
Àǡbatik (o pintura en negativo sobre el tejido), lo que daba lugar a modelos tan variados como los ob servados en las pinturas de Bonampak. En otras pinturas, por ejem-‐ ǡȋƤ͟͞Ȍǡ
atuendo de una mujer de servicio, a la derecha, quien viste una sencilla
ǡÓ±ǡǡƤ vestido de gasa hecho con la técnica del batik. Un atuendo ritual común entre los gobernantes de ambos se xos Àǡ poder simbólico al relacionarles con el sustento de la comunidad. À
À
caso de los varones y larga, en el de las mujeres; y sobre la pelvis, la ca beza de un pez xook×ǡ
ǡǤ Como complementos al atuendo usaban narigueras, orejeras, co-‐ llares, pulseras, anillos, rodilleras y broches para sujetar las prendas; hechos de plumas, cuentas de jadeíta y otras piedras, madera, concha,
ǡ
ǡ
×-‐ tus social de cada uno, como puede verse en los murales de Bonampak o en los de Calakmul.
Figura 215. Figurilla de mujer con abanico procedente de la isla de Jaina, Campeche, México.
321
ix, ‘mujer, señora’
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delante de sus nombres y títulos. Esto es relevante, pues se sobreentendía que los protagonistas de los textos Ǣǡ
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jun, el número 1 y na’, ‘ma-‐ ǯǡ
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ǣatan, ‘esposa’; na’, ‘madre’; mim, ‘abuela’; al, ‘niño de madre’; e ichaan, ‘tío materno’ o ‘hermano de la madre’. En estos casos solía men-‐
×
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Ƥ política: destacar la posición o el parentesco elevado de la señora para mejorar el estatus del varón. La
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-‐ binas, pues en algunos casos se dio la poligamia para aumentar los apoyos políticos al linaje. À
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ǡ pasaban a pertenecer al linaje paterno. Pero cuando el parentesco materno era destacable, sus sucesores lo mencionaban en términos de igualdad e incluso de su-‐
ǡƤǦ mo prestigio posible. Aparte del rol de madre y esposa, ostentaron otros títulos junto a su nombre, que podían indicar su participa-‐ ción en la vida política y ritual de la corte, o bien su paren-‐ tesco con el participante. Se trata de los títulos de ix ajaw (‘gobernante’), ix sajal (‘noble subordinada’), ix ch’ok (‘jo-‐ ǡǯȌǡk’uhul ixik (‘mujer sagrada’), ix cha’n ch’ok (‘guardiana del joven’), ix ajk’uhu’n (‘adoratriz, sacerdoti-‐ sa’), ix wayaab’ (‘invocadora, hechicera’) e, incluso, María Elena Vega señala la existencia de una ix tz’ihb’ (‘escriba’) ixik, ‘mujer, señora’ na’, ‘madre’ ȋ±Dz
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×ǡ transmi sión de estatus, riqueza y legitimidad, y por el respaldo militar que su linaje podía prestar al de su Ǥ2
ǯĎě de Yaxchilán y la Señora Chak Joloom, que le supuso al primero el apoyo del linaje de su mujer, en especial, del hermano de ésta, quien recibió a cambio diversas mercedes. Éstas eran las principales ventajas de las alianzas matrimoniales interdinásticas, las cuales podían
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ǡƤÀ
× sobre linajes más débiles. Algunas esposas podían servir de rehenes en la corte dominante para evitar ataques enemigos. O bien, los usurpadores del poder se casaban con ellas para sancionar su derecho a gobernar, como ocurrió con los itzaes llegados a Chichén Itzá, en Yucatán, México, que emparentaron con ÓǤ±
ǡǯǯǯ y Yax Nuun Ayiin Ď, respectivamente, que proclamaban su relación con Teotihuacan pero se casaron con
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ǡƤ
322
sucesores. Igualmente, era común que los nobles menores se casaran con las hijas o hermanas de varones de alto estatus para medrar o bien para restablecer una línea dinástica que corría el peligro de de saparecer. Las mujeres, como transmisoras de la sangre real, tenían la capacidad de renovar o crear linajes gober-‐ nantes. Un ejemplo, en territorio guatemalteco, es el de la Señora Wak Chan Ajaw, hija del gobernante ǡ
ƤǤ×À
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ǡǡǯǯǡ entronizado a los cinco años de edad. Posiblemente siguió dirigiendo el destino de Naranjo hasta que el ǡǡ±
×
ǡ obvió a su padre, un noble local menor. El caso contrario se dio en Tikal, donde una niña, seguramente única descendiente del gobernan-‐ ǡ
×
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×͙͝͞ en la línea sucesoria, pero de la que poco más se sabe.
ǯĎĎĎ de Yaxchilán. Des ta ca entre todas la Señora K’ab’al Xook, a la que se reconoce excepcionalmente la propiedad de un Ƥ
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× Dz dz ȋƤ ͢͝͡ȌǤ madre de un heredero varón. Sin embargo, este descendiente desaparece de escena por causas descono-‐ cidas y, tras diez años de silencio, apareció un nuevo heredero, Yaxuun B’ahlam Ďě, hijo de una esposa secundaria de Itzamnaaj B’ahlam ĎĎĎ a la que nunca mencionó en vida, la Señora Ik’ Cráneo de Calakmul. Ƥ
×
ǡǯ-‐ sentar junto a su padre en escenas similares a las protagonizadas por la Señora K’ab’al Xook, la esposa
ȋƤͥ͟ȌǤ En Caracol, Belice, algo similar hizo K’an ĎĎ con su madre, la Señora Batz’ Ek’, una joven esposa se-‐ cundaria de su padre. El poder había pasado de éste a su medio hermano, Ajaw Nudo; por lo que el gobierno de K’an ĎĎ supuso una desviación en la línea sucesoria que complicaba la reivindicación de su legitimidad. Por ello, K’an ĎĎ construyó monumentos en los que su madre aparece como testigo de su ascensión al trono, y hasta una gran tumba para enaltecerla. En Palenque también se desvió la línea sucesoria masculina, cuando, en dos ocasiones, la única des-‐
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ǡ más importante ser descendiente directo del dirigente anterior que ser varón; así como ser madre de un heredero varón aún demasiado joven para gobernar. Como en el caso de K’an ĎĎ
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ȋƤ͢͢͞ǡͣͣ͞͝͞͞ȌǤ Otro caso de descendencia problemática ocurrió en Piedras Negras, Guatemala. La única descen-‐ ͟ÓǯÓǡÓ ǯǡ se representó junto a su madre a la edad de tres años en una tierna escena. Este monumento es excep-‐ cional por su belleza y rareza, y pretendía garantizar la continuidad del linaje. Esto se logró mediante el Ó ǯ
À ͠ǡ detentó el poder. ͠
×ȋƤͣ͞͝Ȍǡǡ a quien presenta como un ancestro importante, y a quien alimenta en su sepulcro mediante granos de incienso o gotas de sangre. Al igual que ésta, otras madres de herederos varones se convirtieron en im-‐ ǡ
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323
se muestra a los ancestros de Yaxuun B’ahlam Ďě, observando la escena desde la parte superior. Otro ejemplo claro es el de la Rei-‐ ǡ ǡ×
la cu brió de joyas y cinabrio, lo que le valió el sobrenombre de Ǥ
y su importancia en la línea sucesoria. Así pues, las señoras de la cor te desempeñaron también un importante papel ritual, como ǡ
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× de sus hijos y haciéndoles entrega de los símbolos de la realeza, como puede verse en el Tablero Oval de Palenque. ï
vincula con la guerra, un ámbito generalmente masculino. Sin em-‐ bargo, en ocasiones las mujeres aparecen ayudando a sus esposos a prepararse para el combate, como la Señora K’ab’al Xook en el Din-‐ ͢͞
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atuen do, mientras pisotean a cautivos, como la Señora Wak Chan ͞͠ȋƤͤ͞͝ȌǤ
los de las mujeres de Toniná, en Chiapas, México, que a parecen una
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Ƥ las columnas del Templo de los Guerreros de Chichén Itzá. Esto ven-‐ Àǡ
×
ǡ
ǡ participación se adaptó a las necesidades de cada momento, incluso al carácter bélico de ciudades como Toniná y Chichén Itzá. *** A lo largo de estas líneas se ha visto a grandes rasgos los estudios
ǡ
situación en su sociedad a lo largo de su ciclo vital y de su esta-‐ tus social, y los roles que desempeñaron, en especial las señoras de la corte. Si bien las imágenes y los textos muestran que ocuparon una posición secundaria en relación con los varones, los papeles Ó
-‐ rios. Esta complementariedad respondía a la mentalidad maya y deja traslucir una desigualdad cuyo grado no sólo dependía de la clase social y del periodo histórico, sino también del nivel de jerar-‐ quización y militarización de la sociedad. Finalmente, si bien los
Ó-‐ posa, desarrollaron otros muchos relacionados con la producción, el ritual y el gobierno, lo cual demuestra la relevancia de su partici-‐ pación, por lo general silenciosa, en la historia maya. Sin embargo, ǡ-‐ ñoras han permanecido para la posteridad. Figura 218. Detalle de la Estela 24, Naranjo, Guatemala.
324
Figura 219. Monumento 148, Toniná, Chiapas, México.
325
XXII
ESCENIFICANDO LA V IDA M AYA: U NA I MAGEN CONGELADA Takeshi Inomata
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327
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te maya esta separación era vaga, pues las casas de los cortesanos ±
actos políticos y rituales. Àǡǡ
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sacerdote principal. Los otros miembros de la corte asistían al gober-‐
Ǥ ǡ Àǣ
× principalmente simbólicos, pues en muchas ocasiones quienes pudie-‐
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LAS RESIDENCIAS DE LA FAMILIA REAL Y LOS CORTESANOS
Figura 221. Reconstrucción de la Casa de los Espejos, Aguateca, Guatemala.
LA CORTE REAL MAYA DEL CLÁSICO La ciudad de Aguateca está en la selva de Guatemala, en la región del Petexbatún. Después de tener ocupaciones dispersas durante el pe-‐ riodo Preclásico y la primera parte del Clásico Tardío, Aguateca creció y llegó a ser un centro de tamaño mediano a princi pios del siglo ěĎĎĎ. En la segunda parte del Clásico Tardío se convir tió en la capital se-‐ cundaria de la dinastía de Dos Pilas, la cual tuvo sus orígenes en Tikal, ambas en territorio guatemalteco. Las investigaciones arqueológicas en Aguateca, que se iniciaron en 1990 y duraron hasta el año 2005,
× corte real a través de excavaciones extensivas en las diversas estructu-‐ ras quemadas.
ȋƤ͜͞͞Ȍǡ
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pa yasos. Estos individuos se encargaban de la administración de À
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los cortesanos, la diplomacia con otras cortes, las ceremonias, así como la producción de objetos valiosos. En la sociedad moderna, estas categorías están claramente separadas en el aspecto concep-‐ tual y en las actividades realizadas: los trabajos desempeñados en la Ƥ
±
y las actividades rituales llevadas a cabo en los templos. En la cor-‐
328
Los resultados de las excavaciones en Aguateca indican que una par-‐ Ƥ
maya ocurrieron en las casas de sus miembros. Las residencias de los
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habitaciones laterales, por lo general divididas por muros de piedra ȋƤ͞͞͝ȌǤ
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Ǧ tructiva, pues el palacio estaba construido de mampostería y los domicilios pequeños de los cortesanos de bajo rango se hicieron de bajareque (véase “La arquitectura residencial: ¿dónde y cómo ÀǫdzȌǤ
Ǧ vi dades domésticas, incluyendo el descanso, el almacén, la prepa-‐ ración y el consumo de alimentos. En Aguateca, cada una de las resi-‐ dencias de los cortesanos de alto rango —llamadas Casa del Nicho, Casa de los Espejos, Casa de las Hachas y Casa del Escribano— tuvo una habitación con numerosas vasijas de cerámica utilizadas para almacenar comida y bebida. Es interesante notar que la mayoría de estas piezas utilitarias eran casi idénticas a las que se usaban en las casas de los campesinos. Tinajas de tamaños medianos, en general ǡ
-‐ pos de bebida. Cántaros grandes sin pintura sirvieron comúnmen-‐ ǡ
ÀǡÀ ×ȋƤ͞͞͞ȌǤ
Ǧ À para los alimentos. Estas habitaciones y sus áreas adyacentes tam-‐ bién sirvieron para la elaboración de comida. Las mujeres, inclu yen-‐ do a las esposas de los cortesanos nobles, se encargaron principal-‐
Figura 222. Cántaro hallado en el cuarto norte de la Casa de las Hachas, Aguateca, Guatemala.
329
Figura 223. Figurilla de niño y madre hallada en el anexo sur de la Casa del Escribano, Aguateca, Guatemala.
ȋ±Dzǡdz ȌǤǡ
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área de ocupación de ésta, y los sirvientes probablemente se dedi-‐ ca ron a cocinar para el grupo gobernante. Es común encontrar basureros cerca de las cocinas de las resi-‐
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À huesos de animales y otros restos, junto a objetos de cerámica y de piedra quebrados. Seguramente la basura se descomponía con el calor de las tierras bajas tropicales, lo que señala que, a pesar de la elegancia de la corte, representada en muchas pinturas en cerámi-‐ ca, la vida en las casas de los cortesanos no parece haber sido del todo higiénica. En los cuartos centrales se desarrollaron las escenas princi-‐ pales de reuniones políticas y diplomáticas con otros cortesanos o visitantes de diversos lugares, y algunas de esas reuniones com-‐ prendieron banquetes. Los cuartos centrales de las residencias cor-‐ tesanas de Aguateca tenían platos y cuencos para servir comida y bebida, así como tinajas que probablemente contuvieron bebidas
×
Ǥ
-‐ rencias entre los hogares de la nobleza y los del pueblo común; en particular, esto se observa en algunos de los vasos cilíndricos, que por lo general se usaban para servir bebidas hechas con cacao, los
-‐ ÀƤ
ȋƤ͢͞ȌǤ
330
Algunos de los cuartos laterales también pudieron haber sido las
ÓǤǦ so del cuarto lateral sur de la Casa del Escribano se encontró el entierro Ǥ±
× ×
ǤƤÓ ma dre que se halló cerca del cuarto representa una relación cariñosa ȋƤ͟͞͞ȌǤÓ
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ǡǤ Además de estas casas grandes de cortesanos de alto rango, la parte central de Aguateca presenta estructuras pequeñas, algunas de las cuales podrían haber sido ocupadas por sirvientes y otros cortesanos de menor rango. Estos individuos también eran miem-‐ bros de la corte; ellos se encargaban de las tareas necesarias para el mantenimiento de su organización, como la preparación de comi-‐ da y la limpieza del palacio. Diversas pinturas y esculturas indican que las cortes mayas también incluyeron enanos y jorobados, pero
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±Ǧ ×
Ǥ
Ǧ Ǥ
À× ǡ± contextos simbólicos, que caracterizaban la corte como una entidad
Ǥ
×ǡ± organización política y simbólica que comprendió a diversos perso-‐
À
Ǥ
EL TRABAJO DE LOS ESCRIBAS Y LAS PRODUCCIONES ARTÍSTICAS
-‐ ducción de objetos valiosos. En Aguateca, las residencias de los cor-‐ tesanos de alto rango contenían clara evidencia de esta labor. La Casa del Escribano tenía varios platos de piedra que parecen haber sido usados para la preparación de pigmentos. También se encontraron conchas grandes cortadas que sirvieron como tinteros (véase “Su-‐ Ƥ
dzȌǤ Un ornamento de concha que proviene de esta estructura presenta ÀƤ
su nombre con el título de escriba. El otro objeto importante que se
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asistió el gobernante de Aguateca. Está claro que uno de los resi-‐
× gobernante, posiblemente pintando códices y otros materiales. El basurero que se encontró al lado de esta estructura contenía varios huesos de animales cortados y ornamentos de hueso y concha no terminados. El mismo escriba parece haber trabajado, también, en la producción de diversos objetos.
encontrados en la Casa de los Espejos, lo cual sugiere que su residen te Ó
ȋƤ͞͞͠ȌǤ-‐ mentos de hueso que estaban en el cuarto central presentan textos con
ǡ
ȋƤ͞͞͡ȌǤ cuarto sur se hallaron numerosos pedazos de espejos de mosaico de pirita. Algunas piezas eran vestigios del proceso de reciclaje. Junto con estas piezas de pirita, se encontró un adorno de alabastro, que
ïDz×dzǦ ta el símbolo de la posición del gobernante. Aparentemente, el es-‐
-‐ dos del soberano. La excavación de esta estructura, realizada por × ǡ × Ƥ per sonaje de alto rango que probablemente representa al mismo
ȋƤ͢͞͞ȌǤ En la Casa de las Hachas se encontraron, en dos concentracio-‐ ×
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por el arqueólogo Kazuo Aoyama, detectó huellas de uso creadas por la talla de piedra. Es probable que un habitante de esta estructura
×Ǥ Mientras que muchos de estos cortesanos que se desempeña-‐
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Ǥ Ƥ
Superior Figura 224. Platos de piedra encontrados en la Casa de los Espejos, Aguateca, Guatemala. ǣ Figura 225. Utensilios de hueso hallados en la Casa de los Espejos, Aguateca, Guatemala.
331
Figura 226. Figurilla de un noble encontrada en el cuarto norte de la Casa de los Espejos, Aguateca, Guatemala.
ǡ trabajo de las mujeres en la producción de estos valiosos materiales
Ǥ La labor de los escribas y su producción, como piezas de cerá-‐ mica pintadas y ornamentos de concha, estuvo ligada estrecha men -‐ te al poder y prestigio de los hombres y mujeres de la corte. Algunos
ǤǦ ro también hubo soberanos que realizaron ellos mismos estos ob-‐ je tos artesanales. Estos trabajos requerían capacidades y conoci-‐ mien tos que se podían adquirir solamente a través del aprendi za-‐ je y el entrenamiento prolongados, pues los conocimientos y la pro ducción de artículos preciosos simbolizaban la sabiduría de los dio ses. En un sentido, estas capacidades privilegiadas distinguie-‐ ron a los cortesanos del resto de la sociedad. En otro, la produc-‐
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ca racterizó a la corte real.
EL MUNDO TEATRAL Muchas actividades realizadas en la corte real tuvieron como carac-‐ terística la teatralidad; es decir, se realizaban para ser mostradas y Ǥ
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332
de los cortesanos con sus cuartos abiertos hacia el patio; sus entradas ǡ×
cuando era necesario. Los cuartos centrales de los palacios reales y casas de los corte-‐
ǣ como habitaciones del trono, donde los gobernantes daban audien-‐ cia a diversos personajes y los cortesanos recibían a sus visitantes.
Ǥ ǡ
-‐ mente ocupa el trono y otras personas se sientan en el piso o se ubi-‐
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Ǥ ǡ Ƥ
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ÀǦ senciados por el público. Los actores expresaban las ideas y los simbolismos de la corte y la sociedad, y los espectadores los per ci-‐ bían a través de estas experiencias. Los actos político-‐administra-‐
ǡ
Ǧ
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ȋ±Dz
Àdz en este volumen). En este sentido, es interesante notar que el palacio real de Agua-‐
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-‐ mente visibles hasta para las personas que se quedaban en la calzada. Mientras que algunos centros grandes, como Tikal, tuvieron palacios
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Ó-‐ diano y pequeño. Naturalmente, el aspecto teatral se expresó más directamente en ceremonias y ritos realizados en los palacios reales y grupos resi-‐ denciales de los cortesanos. Así, en las residencias de los nobles de Aguateca se hallaron numerosos implementos rituales, por lo gene-‐ ral en sus cuartos centrales, como incensarios de cerámica e instru-‐ mentos de hueso con puntas o navajas largas de obsidiana, que qui-‐ Ǧ
Ƥ
Ǥ El palacio real de Aguateca incluyó en su esquina noroeste una
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×
-‐ nario para bailar. Es probable que el gobernante y otros miembros de la realeza se sentaran en las bancas al aire libre para ver la danza, y en algunas ocasiones ellos mismos pudieron haber realizado los bailes; asimismo, más cortesanos estarían en el patio del palacio ȋ±Dz
ǣdzȌǤ
Ǧ zas públicas. En Aguateca y otros centros, se colocaron estelas y demás monumentos esculpidos en dichas plazas. La mayoría de las esculturas representan a los gobernantes en algún baile o en
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documentan las ceremonias que ocurrieron en las mismas plazas, en las cuales los gobernantes y cortesanos tuvieron un papel cen-‐ ȋ± Dzǡ
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dzǦ lu men). El cuarto correspondiente al almacén del palacio real de Aguateca tenía máscaras hechas de textiles y arcilla, por las cuales se le denominó Cuarto de las Máscaras, que seguramente
Ǥ casas de los cortesanos de Aguateca se hallaron varios instrumen-‐
ǡ
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ȋƤͣ͞͞ȌǤ
±-‐ ticiparon en estas ceremonias como músicos y danzantes. Si bien los hombres constituían por lo general las escenas centrales de
ǡƤ vistiendo atuendos elaborados, lo cual sugiere que algunas seño-‐ ras poderosas jugaron un papel destacado en ciertas ceremonias ï
ȋƤͥ͝͠ȌǤ Las calzadas también debieron de ser escenarios importantes dentro de las ceremonias públicas. En Aguateca hay una que conec-‐ ta el palacio real con la Plaza Principal; probablemente por esta cal-‐
ǡ cortesanos en los días de ceremonia. En las ciudades grandes, como ǡ
importantes, pues en ellas era casi imposible que cupiese toda la po-‐ blación en una plaza, pero cuando los espectadores se ubicaban a los lados de sus largos caminos, las procesiones del gobernante y su corte eran visibles para la mayoría del pueblo. Para esas procesiones,
Ƥ
×Ǧ tral, en la cual el gobernante que la ocupaba era muy visible para todo el público. Estas ceremonias eran las ocasiones en las que se expresaban los símbolos y las ideas compartidas por la comunidad política. Tanto los actores como los espectadores podían percibir y entender estas ideas a través de la experiencia compartida de las ceremonias. En este sentido, los sucesos comunales constituyeron un mecanis-‐ mo principal para crear y mantener la integración de la entidad
política, así como la autoridad del gobernante y sus cortesanos. A la vez, la alta visibilidad de los gobernantes y la nobleza señala que
el pueblo común. Las ocasiones teatrales involucraron la tensión À
ǡ
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ǡ dando el ritmo a la vida de la corte y de la comunidad, tanto en el ciclo anual como en periodos más largos de cinco o 20 años. Su preparación y ejecución debieron de haber sido el interés principal de la corte. Numerosos ornamentos, esculturas y pinturas produ-‐ cidos por cortesanos estuvieron ligados a dichos acontecimientos, Ƥ
×
×
× de objetos y materiales necesarios para esas ceremonias, así como a practicar y ensayar actos, danzas y música. También es importante
×
trabajo administrativo y político de los cortesanos.
Ƥ
-‐ ticiparon en esas ocasiones teatrales. Cada residencia de cortesa-‐
ïƤ este tipo. Algunos de estos objetos quizá se usaron en los juegos de niños. Es decir, el recuerdo de ceremonias pasadas y la planea-‐
×À
Ǧ nes en la vida cotidiana, tanto entre los niños como entre los cor-‐ tesanos adultos. En contraste con la sociedad moderna, en la cual hay divisiones relativamente claras entre administración, ritual, producciones eco-‐ nómicas y actividades domésticas; en la sociedad maya del periodo
de los cortesanos a través de su vida cotidiana.
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333
EL E NTORNO CONSTRUIDO À ×
× À ±À
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334
XXIII
TEMPLOS, PALACIOS Y T RONOS: L AS C IUDADES María Elena Vega Villalobos
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Figura 229. Templo ĎĎ, Tikal, Guatemala.
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cen tros ceremoniales, pues se desconocía que los asentamientos tu-‐ ò
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× ciudades mayas se habían concebido sólo como espacios ceremonia-‐ les. Para que un núcleo arquitectónico sea considerado ciudad debe presentar (o haber presentado) una residencia permanente de un nú-‐ mero considerable de habitantes bien organizados y con activida des múltiples, que vivan cerca unos de otros, una monumentalidad en Ƥ
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-‐ bana interna, con drenaje y acueductos. Debido a que los estudios mayas actuales han demostrado la existencia de todas estas caracte-‐ rísticas esenciales en las trazas urbanas prehispánicas, hoy pueden denominarse ciudades a sus cientos de núcleos urbanos.
Basándose en la gran variedad constructiva que hay en la zona ma-‐ ya, los investigadores han dividido el estudio de su arquitectura en estilos regionales. Así, existe el estilo Motagua de Quiriguá, en Guatemala, y Copán, en Honduras, ciudades en las que hay ex-‐
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338
El
es el que se ve en Yaxchilán, Bonampak y Palenque, México; así como en Piedras Negras, Guatemala; donde los habitantes utilizaron hábilmente los accidentes del terreno para construir conjuntos elevados, terrazas destacadas, tramos de esca-‐
ȋƤ͞͠͞ȌǤ El estilo Petén está presente en Tikal, Uaxactún, Yaxhá, Na-‐ kum, Holmul, Xultún y Naranjo, en Guatemala; así como Balakbal y Calakmul, en Campeche, México. Se caracteriza por templos altos de gran verticalidad, coronados por cresterías de alturas sorprenden-‐ tes y conjuntos arquitectónicos comunicados por grandes calzadas,
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excepción es Calakmul, la cual no estuvo conectada por calzadas ȋƤͤͥ͞͞͞͞ȌǤ Por otra parte, las ciudades mayas importantes de Belice mues-‐ tran un patrón disperso, como Lamanai, Caracol, Labaantún y Xu-‐ nantunich. À
Ǥ ellos es el Chenesǡ
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ȋƤ͟͜͞ȌǡÓ y Santa Rosa Xtampak, donde hay disposiciones arquitectónicas ar-‐
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Ǥ El estilo À
, de Río Bec, Becán, Chicanná y Xpuhil, presen-‐ Ƥ
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basamentos redondeados y cuerpos escalonados; las escalina tas adosadas a estas torres son impracticables, y los santuarios ubicados
Ǥ Y el estilo
, con Chichén Itzá, Oxkintok, Uxmal, Kabah, ȋƤ͟͞͝ȌȋƤ͟͞͠ȌǡÓ-‐ tectónicos y ornamentales más geométricos, columnas, molduras de corte biselado, mascarones de nariz larga y ondulada, así como cres-‐ ÀDzdzǡ
Ƥ-‐ cios. La escultura en los sitios Puuc se presenta principalmente en la
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los muros. En Chichén Itzá hay varios templos con columnas de ser-‐ pientes emplumadas, como el Castillo de Kukulcán y el Templo de los Guerreros. Muchos investigadores han señalado que este tipo
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ȋƤ͟͞͞ȌǤ ±×
-‐ portantes, razón por la cual se habla de sitios primarios y sitios
. La colosal Calakmul, en Campeche, tiene en su área central 20 km² y un centro de 2 km² con una gran concentración ar-‐ quitectónica: diversos estudios arqueológicos señalan que tiene más de 1 000 construcciones. La gran urbe de Tikal, Guatemala, abarcó ͢͝Κ una población de más de 100 000 habitantes. La ciudad de Caracol, en
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y tuvo una población que oscilaría entre 20 000 y 50 000 habitantes,
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tuvieron trazas urbanas de esas magnitudes; por ejemplo, Palenque, Yaxchilán, ambas en México, Piedras Negras y Yaxhá, en Guatemala, presentan una extensión urbana mucho menor que las de Tikal y Ca lakmul; y ciudades como Dos Pilas, Aguateca y Tamarindito, en Guatemala, no excedieron los 2 km².
DISEÑO COSMOLÓGICO DE LAS CIUDADES De manera general, las distintas ciudades mayas se construyeron a partir de unidades sociopolíticas con un centro ceremonial y admi-‐ nistrativo donde había plazas con templos, núcleos habitacionales de la élite y calzadas. Diversos estudios de urbanismo revelan una base ideológica que se cristalizó en cosmogramas arquitectónicos
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paisaje urbano de todas las ciudades mayas. Como han señalado María Teresa Uriarte y Antonio Toca, debido a que las ciudades y los Ƥ
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puntos cardinales, pero, debido a los accidentes del terreno, como serranías y barrancas, muchos asentamientos mayas supeditaron las ideas cosmológicas a estas irregularidades. Ƥ
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observaciones astronómicas, y los movimientos del Sol se utilizaron para delimitar el perímetro de los centros: las ciudades están orien-‐ tadas de manera ortogonal siguiendo un eje este-‐oeste y la observa-‐
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Ǥ-‐ quitectónica de la montaña (witzȌȋƤ͝͠͞Ȍǡ
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ƪÓ en la ciudad de Dos Pilas, Guatemala; es el denominado Complejo Murciélagos, el cual se ubica entre la Plaza Central y el conjunto de El Duende. Este Complejo se construyó sobre una colina natural, con un manantial que emana del extenso sistema de cuevas que hay de-‐ Ǥ
Óǡ palacios, cuartos del trono y monumentos. La colina se encuentra sobre el eje este-‐oeste del universo subterráneo de la ciudad y en-‐ tre la ruta de procesión de oriente a occidente de los dos áreas mayo-‐ res del sitio. El Complejo Murciélagos sólo estuvo destinado a ocupa-‐ ción residencial, y sus estructuras principales se construyeron sobre Ƥ
Ǥ gru po habitacional estuvo cerrado y tiene únicamente dos entradas ǢÀ
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abajo y hacia el oeste, debajo del santuario llamado ē͠Ǧ͢ǡ
Figura 230. Estructura 2, Hochob, Campeche, México.
Figura 231. Palacio de Tres Pisos, Sayil, Yucatán, México.
339
ȋ±Dzdz volumen). Además de estas características sagradas de las ciudades mayas,
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×ȌȋƤͤͥ͞͞͞͞Ȍǡ-‐ terrados debajo de las casas y conjuntos habitados (véase “Su aliento ×Ǥ
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chan ch’e’n, ‘ciudad’
Tahnha’ Pa’chan, ‘Cielo
K’inich Pa’witz, ‘Montaña
hendido en medio del agua’
hendida de rostro solar’
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Figura 232. El Castillo, también llamado Templo de Kukulcán, Chichén Itzá, Yucatán, México.
340
El nombre con que hoy en día se conocen a los diversos centros, en
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Ǥ2
per sonajes que visitaron las ciudades mayas en el siglo ĝĎĝ, como por diversos arqueólogos e investigadores del ĝĝ (véase “Contex-‐ ×
dzȌǤ Algunos nombres proceden de tradiciones coloniales y otros, en menor número, son topónimos, es decir, nombres propios de luga-‐ res, otorgados por los habitantes antiguos de esos sitios, como Ek’ ǡ
ȋ
ÀƤ
como Ek’ B’ahlam, ‘Jaguar Estrella’), y Cobá (Kob’a’), en Quintana Roo, México.
ǡǡ llamada así desde el siglo ĝěĎ, cuando el oidor de la Real Audiencia de Guatemala, Diego García de Palacio, visitó la zona arqueológi-‐
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ͤ͟͝͡Ǥ ±ǡ ±Ƥ
Ǥ otro lado, en la margen izquierda del río Usumacinta, en Chiapas, está Yaxchilán, ‘Piedras verdes’, el cual debe su nombre moderno al extraordinario explorador alemán Teobert Maler, quien también dio a conocer el nombre colonial del sitio que se conoce como Ceibal, lugar de ceibas. El arqueólogo Sylvanus G. Morley, un investigador ǡ×-‐ nas ciudades: en Chiapas, a un sitio que aún conserva extraordinarias pinturas murales lo llamó Bonampak, ‘Muros bruñidos’ o ‘pintados’; y en Guatemala, a un centro que tiene algunas inscripciones muy tempranas lo denominó Uaxactún, ‘Piedra ocho’. Otras ciudades, por ǡ
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À se ubican en la moderna entrada del sitio. Si bien los núcleos urbanos de los asentamientos mayas han sido Ƥǡï
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Ǥǡ se ha aceptado que las expresiones kab’ ch’e’n, ‘pozo, tierra’, y chan ch’e’nǡǮǡ
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ǯǡǮȑȒ
Chi’ik’ Nahb’, ‘Lago de
K’anwitznal, ‘Lugar de la
grandes aguas’
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montaña amarilla o preciosa’
Yax Mutu’l, nombre
Nombre antiguo de Dos
K’ihnha’nal, ‘Lugar del
antiguo de Tikal
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agua caliente’
Yemal K’uk’ Lakamwitz, ‘Gran montaña del quetzal descendente’
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341
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ǯǤ ha permitido conocer cómo los mayas llamaron a sus propios centros urbanos. Así, por ejemplo, Yaxchilán se llamaba Tahnha’ Pa’chan, ‘Cielo hendido en medio del agua’; Aguateca, en la región del Pe-‐ texbatún, Guatemala, se llamó K’inich Pa’witz, ‘Montaña hendida de ǯǢ ǡ± ǡ ±
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ǯǡǮȑȒ aguas’; Calakmul se llamaba Chi’ik’ Nahb’, quizá ‘Lago de pizotes o
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Yax Mutu’l. Muchos de estos nombres estaban relacionados con las
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nombres antiguos.
bóvedas y travesaños, así como en andamios, escaleras y rodillos usa-‐ dos por los trabajadores durante la construcción para transportar la Ǥ-‐ dos de tierra, barro, arena blanca, cascajo y lajas de piedra. La argamasa o adhesivo para pegar las piedras se obtenía de la piedra caliza por medio de la calcinación: sobre madera amontona-‐
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ÓÀ y arena. El estuco, una especie de yeso, utilizado en elementos deco-‐
À
Ƥ
Ǥ el estuco se endurecía después de su preparación, el medio tropical lo deterioró a tal extremo, que hoy en día muchos ornamentos de estuco han desaparecido. Àïǡ
ǡ
Ǥ-‐ ca, una roca sedimentaria, se usó en la construcción en sitios como Toniná, en Chiapas, México; Quiriguá (que también utilizó la riolita)
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ǡ Ǥǡǡ-‐ Ƥ
ǡ × imposibles de eliminar.
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ǡǦ cillas capas de tierra apisonada. Con el paso del tiempo, y a medida que los centros urbanos se desarrollaron, los cimientos incorporaron
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ǤƤ-‐ cios se hicie ron con materiales muy diversos: en las ciudades de Tikal y Yaxchilán se utilizaron sillares irregulares; en Palenque y Toniná, los muros se cons truyeron con lajas o piedras planas. En el centro de
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Ǥ Muchos de los techos, tanto de viviendas sencillas como residenciales,
ȋSabal spp.), la manaca y la de corozo. Ƥ
× un control estatal de los recursos; las enormes cantidades de material cons tructivo y mano de obra necesarios para realizar tales diseños arquitectónicos muestra que la sociedad maya se encontraba muy Ǥ
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LA CONSTRUCCIÓN: TÉCNICAS Y MATERIALES
LAS CIUDADES EN EL CLÁSICO
La selva tro pical lluviosa, el medio donde los mayas construyeron sus ciudades, es bastante agreste. Sin embargo, esto no limitó la genia li-‐ dad de sus arquitectos y albañiles, quienes trabajaron con dos materia-‐ les básicos: piedra y madera.
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Los núcleos urbanos del periodo Clásico se caracterizaron por tener diversos complejos arquitectónicos con templos, plazas, juegos de pelota y palacios. Aunque en la antigüedad estas ciudades estuvie-‐ ron circundadas por numerosas viviendas de material perecedero, donde residía la población común —en habitaciones muy pareci-‐ das a las de los mayas actuales—, de éstas han quedado pocos ves-‐
Figura 234. Arco de Labná, Yucatán, México.
342
tigios que puedan ser investigados sistemáticamente, razón por la
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Ǥ Los centros tenían extensos caminos de piedra, llamados sakb’ih, ‘caminos blancos’, que conectaron diversos conjuntos arquitectó-‐ nicos entre sí. Las grandes plazas se construyeron sobre extensas ex-‐ ǡƤ
ǡÀ de color rojo oscuro, se alzaban decorados con diversos relieves de estuco. Como ya se comentó, algunos diseños urbanos siguieron las
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conjuntos denominados por los investigadores acrópolis y grupos habitacionales. Entre las características más destacadas de la arquitectura maya ×
ÀǤ
-‐ sosȋƤ͟͞͠Ȍǡ±
Dz×dzǡ basaron en presiones exclusivamente verticales; se realizaron a partir de hileras de piedra que se acercaban de manera progresiva hacia el centro del claro, hasta quedar selladas en su parte superior por una hilera de losas de piedra. La similitud entre las casas con techo de palma (que aún se advierten en las comunidades mayas contem-‐ Ȍ Ƥ
Ó origen a las bóvedas saledizas. Debe notarse que el arco maya no ï
ǡ±Ǧ tió uno plano. Las
À son muros de piedra levantados sobre los techos de los templos, a los cuales se adosaron relieves y estatuas. Por lo ge-‐ neral, las cresterías se construyeron sobre la pared trasera de los san-‐ tuarios, un sitio más resistente por no presentar vanos de acceso (como en Tikal); pero también hubo cresterías ubicadas en medio (como en Ƥ
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Conjunto de la Cruz de Palenque y Río Bec). La crestería podía ser sim-‐ ±
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logró oponer menor resistencia al viento. Fueron elementos decorati-‐ Ƥ
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ȋƤ͟͞͡ȌǤ peso de las cresterías, los arquitectos mayas se vieron obligados a ha-‐ cer más anchos los muros de los templos, lo cual redujo considerable-‐ mente su espacio interior. Así como los núcleos urbanos en conjunto tuvieron nombres pro pios, también numerosas unidades dentro de las ciudades los te-‐ ÀǤ×Ƥ
ǡÀƤ
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arqueólogos, el cual en el periodo Clásico se designaba K’ihnha’nal, ‘Lugar del agua caliente’, un nombre que al parecer se derivó de un arroyo cercano a este conjunto político-‐religioso. En Palenque tam-‐ bién existen espacios, tanto naturales como construidos, que tuvie-‐ ǤÀƤ
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menciona, según el investigador David Stuart, al cerro de El Mirador como Yemal K’uk’ Lakam Witz, ‘Gran montaña del quetzal descen-‐ dente’, un cerro importante en la narrativa palencana, que estuvo co-‐
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ȋƤ͟͟͞ȌǤ Las evidencias actuales señalan que los grupos dominantes,
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ǡÀ-‐ cia cerca de los núcleos urbanos y dentro de complejos palaciegos,
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×À alejadas del centro de las ciudades, en habitaciones construidas de material perecedero, lo cual evidencia una marcada jerarquización y
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-‐ ciales estaban cerca de los espacios rituales y ceremoniales, es decir, cercanos a templos y juegos de pelota. Como señala el investigador Simon Martin, esta disposición urbana varía según los sitios: en los centros medianos y pequeños, como Dos Pilas o Aguateca, los con-‐
ǡ
de las ciudades de mayor tamaño, como Tikal o Calakmul, donde exis-‐ tían complejos palaciegos con unidades múltiples que cobijaron a una élite más numerosa (véase “La arquitectura residencial: ¿dónde
×ÀǫdzǡȌǤ Dentro de las trazas urbanas, los espacios que más llaman la aten-‐
×ǡ
Ǧ ra zón de las ciudades del Clásico, pues en ellas se realizaron diver-‐
343
sos actos políticos y religiosos del gobernante y su corte. De manera general, las plazas son espacios ǡƪƤ
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ǡǡƤ
Ǧ ban, a las de los cortesanos y a la de los estratos sociales menos privilegiados. Estos monumentos ÓÀ
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ǡ Ǥ
ȋƤ 236), donde, según William Coe, aún los trabajadores de la zona “se sienten deslumbrados por su in-‐ mensidad arquitectónica y por la envergadura de sus masas escalonadas concentradas en la increíble ex-‐ ×
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Ď, que mira hacia el occidente, y por el Templo ĎĎǡ
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60 m de longitud, y detrás de ella está la Acrópolis Norte, un conjunto que comprende varios templos. Las
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ǡ Ó͜͝͡ǤǤͣ͜͜ǤǤͣ͜
-‐ tral, entre estelas y altares, son un verdadero recuento dinástico de Tikal, a partir de sus gobernantes más tempranos hasta los del Clásico Tardío.
× Las acrópolis son complejos arquitectónicos con pirámides, terrazas, templos y unidades residenciales, construidos sobre un enorme basamento. Para algunos investigadores, las acrópolis son los mejores ejem-‐ plos arquitectónicos que muestran la unidad de la traza urbana maya. En las acrópolis hay patios internos —al igual que en los conjuntos palaciegos—, donde se desarrollaron diversas actividades, tanto económi-‐
À
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por los arquitectos mayas para construir la llamada Pequeña Acrópolis, la cual se eleva sobre los conjuntos ubicados en la Plaza Central creando un espacio cívico-‐administrativo muy bien delimitado En la ciudad de Piedras Negras existe también una acrópolis destacada que se construyó en lo alto de
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ǣ y occidental. En éstos se colocaron diversos monumentos, como altares y estelas. Por su parte, la acrópolis
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ͤ͟ m de altura y presenta tres de los templos más destacados de la ciudad: el Templo 10đ-‐26, en cuya escali-‐ ͜͜͞ÀƤ
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de toda el área maya; así como el Templo ĎĎ y el Templo 22. Templos Los templos son una de las construcciones arquitectónicas más conocidas de los mayas y de las cultu ras
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ku’n o ku’nuul, y los santuarios se denominaban yotoot k’uhu’nǡǮ
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ǡ ‘Isla o laguna del cocodrilo del dios solar’ y sus ornamentos estuvieron vinculados con el cocodrilo.
344
Figura 236. Plaza Central de Tikal, Guatemala.
345
encontradas en la ciudad. Entre una gran cantidad de objetos cerámi-‐
ƤǡÀǡ
ǡ Àǡ
ǯǡ×Óͣ͟͠ȋ±Dz-‐ ×
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al Templo Ď de Tikal. Otro ejemplo muy conocido es el llamado Templo de las Inscripciones de Palenque, donde una escalinata in-‐
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Óͤ͢͟ȋ±Dz ×Ǥ
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ǯdzȌǤ Debe señalarse que no todos los templos o estructuras indivi-‐
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el Templo Ďǡ
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ǡǡ ǡĐ1599.
Óͥ͢͞ K’ihnich Kan B’ahlam. Los palencanos denominaron a los recin tos de estos templos pib’ naahǡǮÓǯȋƤͥ͟͞Ȍǡ
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ǯǡ
-‐ tudios mayas como ČĎ, ČĎĎ y ČĎĎĎ (véase “Los espacios cortesanos: vo-‐
ǯdzȌǤ
×
de las Cruces se reprodujo décadas después en la Acrópolis Sur por el gobernante K’ihnich Ahkul Mo’ Nahb’, quien también ordenó la cons-‐ trucción de tres templos dedicados a los dioses patronos de Palenque. ǡ como el denominado Templo I o Templo del Gran Jaguar, el cual es
346
ȋƤͤ͞͞ȌǤ
durante las primeras décadas del siglo ěĎĎĎ por orden del gobernante Jasaw Chan K’awiil, este templo, que mide 52 m de altura, presenta los restos de una crestería que aún muestra una escultura de una Ƥ
Ǥ-‐ rior, que tiene tres cuartos estrechos, descansa sobre un basamento piramidal de nueve cuerpos o terrazas, al cual se le adosó, en su parte ǡ
Ǥ ±
Ǥͥ͢͝͞ se encontró, en uno de los cuartos del santuario, un pozo que condu cía a la tumba de un importante dignatario tikaleño. La tumba en cuestión
Ƥ
͢͝͝ǡ
Los palacios, denominados en los estudios mayas como “conjun-‐
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×
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Ǥ±
Ǧ les, administrativos y religiosos dentro de las distintas ciudades
ǡDzdzǤ
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ǡ-‐ no, por el cual se tenía acceso, por lo tanto, éste era restringido. Se
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(muy comunes), dos (como El Palacio de Palenque) o hasta de tres pisos (como el Palacio de Sayil); tuvieron varios cuartos aboveda-‐ ǡ
ǤǦ posición de los cuartos es muy diversa: independientes y abiertos al
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-‐ Ó
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Ƥǡ
canteadas, aplanados de estuco y pintura mural. Las grandes pla-‐ Ƥ
À las inundaciones, como puede observarse en Quiriguá y Cancuén,
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como almacenes de diversos productos y como talleres artesanales. ×
ȋ± Dz
Ƥ
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-‐ bre las actividades y la decoración interna de las residencias de la élite se obtiene de pinturas murales y escenas representadas en pie-‐
ȋƤͣ͟͞ȌǤ tributo, la recepción de personajes importantes de otras ciudades y demás actividades cortesanas se realizaban en habitaciones residen-‐
ͣ͟͠
ciales, donde el k’uhul ajaw, ‘señor divino’ o gobernante, en actitud regia, recibía a sus súbditos y emisarios sentado en un trono, llamado te’m entre los mayas del Clásico. Detrás del gobernante se ubican individuos pertenecientes a su corte, como sacerdotes, escribas o cria-‐ ǡ±ǡ-‐ cia por diversos motivos, ya sea la entrega de regalos o el tributo de ǡ
ȋ±Dz
dz este volumen). Un ejemplo del lujo arquitectónico de los conjuntos residencia-‐
ȋƤͤ͟͞Ȍǡ
varias generaciones de gobernantes palencanos que aún conserva muchos de sus ornamentos originales. Sus largos pasillos, cuartos,
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recintos de la élite. En ocasiones, las escaleras de los palacios donde residían el
ÀƤ
Ǧ rran las hazañas bélicas del k’uhul ajaw. En Dos Pilas, la unidad residencial del gobernante B’ajlaj Chan K’awiil, quien reinó entre los años 648 y 692, aproximadamente, es un conjunto elevado cons-‐ ǡƤ
dispues tos alrededor de un patio interno. Una de las estructuras de este gru po, denominada đ͡Ǧ͟͡ǡò
ǡ
-‐ tran los hechos más destacados de la vida política, ritual y bélica ǯǯǤ
ͣͤ͢͞Ǯ
ǯȋpahtlaj k’antuun ehb’), es decir, Ó×
ÀƤ
ǯǯ ×Ó
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-‐ resados lectores.
Figura 238. Palacio de Palenque, Chiapas, México.
348
×
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construcciones, las cuales señalan su nombre propio, el día en que Ȁ
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Ǧ pietario, tanto humano como divino. Aunque por lo general estas re-‐
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Ǧ cer los ritos realizados dentro de estas estructuras.
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Ƥ
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variados. Entre éstos está el logograma naahǡ
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ǯǡ
ȋƤͥ͟͞ȌǤ±otoot, ‘casa, morada, vi-‐ vienda’, el cual aparece por lo general como poseído, yotootǡǮ
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ǯǡ±
Ǧ ca, otooch.
ku’n, ‘templo’
ku’nuul, ‘templo’
yotoot k’uhu’n, ‘casa de
pib’naah, ‘baños de vapor’
adoración’
te’m, ‘trono, banca’
naahǡǮ
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yotootǡǮ
Ȁ
ǯ
k’aal, ‘habitación, recinto, cuarto’
pasil, ‘puerta’
wahyib’, ‘dormitorio’
ͥ͟͞ǤÀƤ
arquitectónicos.
349
och k’ahk’ ‘ǯ
joch k’ahk’ ‘ǯ
och naah ‘entrada a la casa’
el naah ‘quemadura de la casa’
maab’ escondites rituales
La palabra k’aal Ƥ
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ti’, ‘boca, borde’, y pasilǡǮǯǤwahyab’ y wahyib’Ǥǡ
ǡku’n y ku’nuul; las columnas se lla-‐ maron b’ub’. Los paneles, según el investigador Erik Boot, pudieron ser designados heklib’. Las escalinatas Ƥ
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ǡehb’, y las canchas del juego de pelota, b’ituun. Los verbos asociados a estas estructuras varían. Entre los que se encuentran en las casas está ta’b’, que Ƥ
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ǯǮǯǤǡƤ
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Óǯǯǡ principal del gobernante Kokaaj B’ahlam ĎĎȋͤ͢͞Ǧͣ͠͞Ȍǡ
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ǡǦ cias. Uno de los rituales más comunes registrados en las inscripciones es el de och k’ahk’ǡǮǯǡ
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Ǥoch naahǡǮ
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ǡǤ el naah, ‘que-‐ madura de la casa’, es muy similar al och naah. La actividad ritual que involucraba actos de renovación de Ƥ
Ƥ×
× joch k’ahk’ǡǮǯȋƤ͜͞͠ȌǤ Además de estos ritos, dentro de las estructuras, en los pisos, se han encontrado escondrijos ǡ
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maab’ por los mayas, y se han encontra do en todas las ciudades mayas. ÀƤ
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las construcciones, quienes, sin duda, debieron existir.
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ǡ pues el investigador Erik Velásquez García proporciona un dato valiosísimo a este respecto. Al trabajar algunas inscripciones de los subterráneos del Palacio de Palenque, Velásquez García señala que la casa ǯǡǯ
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ajk’uhu’n
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t’ab’aay yuxulil yotoot ...lx k’uhul lx... Xook lx K’ab’al Xook ‘ȑͣ͟͝͞ȒȑȒ
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350
351
XXIV
LA A RQUITECTURA ǣǭV Y CÓMO V IVÍAN L OS G RUPOS ǫ Verónica Amellali Vázquez López
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Ǥ Hernán Cortés, siglo ĝěĎ.
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353
353
×
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Ƥ-‐ cativa la visión que se tenía de la sociedad maya. Sin embargo, cabe
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Ǥ Uno de los rasgos que distingue a los conjuntos palaciegos es su monumentalidad, la calidad de sus construcciones y la decora-‐
×
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mayor calidad, con techos de bóvedas de piedra, y decorados con
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-‐ ȋƤ͝͠͞͞͠͞ȌǤ
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ǡǦ ción básica será la proporcionada por la evidencia arqueológica: los elementos materiales que se encuentran en las excavaciones y los estudios del arreglo del espacio y del asentamiento. Asimismo, se to-‐ marán en cuenta las representaciones plásticas analizadas por la
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× ÀƤ
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×Ƥ
×
ǡ por medio de analogías, ha ampliado nuestro conocimiento de las sociedades mayas del periodo Clásico.
Figura 242. Estructura 33, Yaxchilán, Chiapas, México.
ǡ±ǡ
ǡ personajes importantes en el desarrollo de la vida sociopolítica de estas entidades. En estos centros de po der se llevaron a cabo intercambios de objetos procedentes de distintas áreas y se desarrollaron actividades relacionadas con la organización política y administrativa de las entidades políticas.
×
-‐ po social dio lugar a la creación de los espacios construidos que habitaron estos grupos. Este capítulo
×
×
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±
y, en consecuencia, con mayor acceso a recursos y bienes de prestigio. Estos grupos debieron de tener
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×-‐ cas propias de los conjuntos domésticos de la élite y de sus miembros, como centros de poder social y À
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-‐ terios descriptivos de un espacio construido con características monumentales y valores estéticos acen-‐ ǡ
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354
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× los matrimonios entre miembros de distintas casas reales, a tra vés de los cuales se generó una expansión de su poder. Por estos textos se sabe que existieron matrimonios en los cuales las mujeres pertene-‐ cientes a una casa de mayor rango se casaron con hombres de casas de menor rango (hipogamia) o del mismo rango (isogamia). Las alianzas matrimoniales constituyeron una estrategia polí-‐
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se entrelazaron linajes reales. Estos matrimonios ligaron dinastías de centros regionales con otros secundarios, lo que se expresó en una
sinónimo de poder sociopolítico (véase “Rasgos de la organización
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dz ȌǤ -‐
Àǯǡǡ Campeche, México, que establecieron alianzas matrimoniales con ǡ ǡ
× ȋƤ͟͞͠ȌǤ±-‐ temalteco, se dio el matrimonio de Ix Wuk Chan, llamada Señora Seis Cielo, procedente de Dos Pilas, con un hombre de Naranjo, con ƤÀ
ȋ±Dz ÓǣdzȌǤ
UBICACIÓN DE LOS CONJUNTOS PALACIEGOS Pueden reconocerse ciertos patrones de ubicación de los conjun-‐ tos palaciegos reales y aquéllos habitados por la nobleza dentro de
LOS HABITANTES DE LOS CONJUNTOS RESIDENCIALES Algunos autores han propuesto la existencia de cortes reales seme-‐ ǤƤǡǦ tes serían aquéllos asociados con los linajes gobernantes.
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ǡ los que habitaron estos conjuntos de la élite, es posible conside rar la existencia de grupos organizados en
, de acuer-‐
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con recursos materiales (tierra de cultivo y gente que la trabaja) e inmateriales (acceso a cargos y títulos, rituales); ambos recursos
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Ǧ ción es la de mantener y aumentar sus recursos y perpetuarlos a través del tiempo, por medio de los lazos de descendencia y alian-‐ zas matrimoniales. Esta primacía de las casas nobles por mante nerse y perpetuarse generaría una cohesión social con repercusiones en el ámbito político.
Figura 243. Altar de Dallas (Altar 1), La Corona, Guatemala.
355
Figura 244. Mapa del Grupo Principal, Copán, Honduras.
las ciudades mayas. Por lo general, los conjuntos palaciegos reales se situaron en el epicentro de los asentamientos, para albergar el centro político, administrativo y ceremonial. La ubicación del palacio real en el centro se interpreta como una proyección del lugar que ocupó el gobernante en la sociedad. En los alrededores del área nuclear de la ciudad también se localizaron otros conjuntos residenciales que bien pudieron ser habitados por dirigentes de otros centros menores incorporados en la dinámica
À
ǡǤ La cercanía de estos espacios arquitectónicos al epicentro del asentamiento se interpreta como in-‐
×
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dzȌǤ ǡ
gobernante y de la élite y, cuanto más se alejaban las áreas residenciales del epicentro, se acentuaba la distancia entre los grupos de poder. Ejemplos de esta distribución espacial se observan en Calakmul, con la ubicación de la Gran Acró-‐ polis —el conjunto palaciego real de la ciudad para el Clásico Tardío— inmediatamente al oeste de la ǡ±
ȋƤ͞͡͝ȌǤ Alrededor de la plaza principal se erigieron otros grupos palaciegos que debieron de ser habitados por ǡ
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Ǧ ǡǡ×Ǧǡǡ
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ȋƤ͞͠͠ȌǢǡsakb’ih, ‘camino blanco’, se conectaba a otros conjuntos residenciales, como las Sepulturas, localizado al noreste; y más allá estaban las viviendas de los habitantes que no pertenecían a la élite. En particular, en las Tierras Bajas del Sur, durante el Clásico, estos conjuntos se construyeron apro-‐
Àǡ
×Ǣ los constructores adecuaron dichas elevaciones, o bien en el caso de los asentamientos en terre nos planos,
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ǡǦ de la plaza o de los patios. El nombre de acrópolis, otorgado por los in -‐ vestigadores, se debe al aprovechamiento de una elevación natural del terreno, por lo general acen-‐ Ƥ
ǡ
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Gran Acrópolis de Calakmul, la Acrópolis Cen-‐ ǡ ȋƤ͟͢͞Ȍǡǡ en Hon duras, y Caracol, en Belice. Cabe aclarar que la ausencia de este término en el nombre de al-‐
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-‐ mentos individuales dieron mayor intimidad al interior de los conjuntos, al mismo tiempo que propor-‐
ǡǡǡ
×Ƥ
más elevado en el centro del conjunto, lo que permitió una mejor visibilidad hacia la plaza.
EL PALACIO: ESPACIOS Y FUNCIONES
×
ǡÀ
ǡ económico y recreacional de los conjuntos domésticos de la élite y sus individuos, pueden dividirse los tipos espaciales en tres grupos:
356
Figura 245. Conjunto de Patio, Becán, Campeche, México.
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Figura 246. Trono 1, Piedras Negras, Guatemala.
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Ǧ ción, de visita, de juicios, de almacenamiento, de asambleas pú-‐ blicas, etcétera). Ȉ
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Ǧ sumo de alimentos, de almacenamiento, de esparcimiento, de ente-‐ rramientos, para rituales y ceremonias domésticas, etcétera). Ȉ
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El gobierno comprende el sistema y el aparato administrativo de la or-‐
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ǡÀ
-‐ nes. Así, si se considera que lo político comprende las actividades vinculadas a la toma de decisiones de gobierno, y que lo adminis-‐ trativo ejecuta y organiza dichas decisiones, el palacio real requiere
À
actividades. En la sociedad maya, estos espacios, por lo general,
ǡ
ǡ realizado una asamblea o bien la recepción de tributos o de visitan-‐ tes importantes. El espacio más emblemático y de mayor importancia dentro de un palacio real como sede de gobierno correspondería a la sala del trono, donde, como su nombre lo implica, estaba el trono del gober-‐ ȋƤͣ͢͞͠͞͠ȌǤ
À
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×ȋƤ͜͞͡Ȍ otras a lo que parece corresponder a reuniones con otros dignata-‐ rios o, bien, visitas de miembros de la nobleza. La presentación de
×Ǧ ǡ
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358
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Àǡ en las salas del trono, en patios interiores o en plazas. Otro tipo de actividad sumamente importante asociada al pa-‐
×±-‐
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espacios interiores como en plazas, e incluso comprender una serie de sucesos que tuvieron lugar en distintos lugares. También se contem-‐
ǡ de los cuales podrían haberse realizado en plazas o en salas amplias, dependiendo del tamaño y del tipo de celebración.
×-‐ bre la vida palaciega mostrando la distribución de los personajes en el espacio, donde el k’uhul ajaw o ajaw se encuentra en el centro de la es-‐ cena y en un nivel más alto con respecto a los otros personajes, al estar ȋƤ͜͟͞͞͝͝ȌǤ
ǡ corresponde a lo que se conoce como bancas o banquetas; pero en el ×
conjuntos palaciegos de la élite y otros grupos sociales, por lo que no se pueden considerar como elementos propios de los espacios reales. Para
× cuenta más elementos, como su ubicación con respecto a otros cuartos. La sala del trono solía ubicarse en un área privilegiada y de mejor acceso con respecto a los espacios domésticos que eran más privados, pues por
×
×Ǥ bancas asociadas a los gobernantes u otras autoridades en general es-‐ taban decoradas y, en algunos casos, se les tallaron o pintaron textos je-‐ ÀƤ
×
×Óǡ otras cosas. Lamentablemente, estos elementos no siempre se encuen-‐ tran en un estado de conservación óptimo. Un excelente ejemplo de este tipo de bancas corresponde a la encontrada en el Grupo de la Gran Acrópolis de Calakmul, debajo de la Estructura ĝĝ. Se trata de una subestructura (Sub ĝĝb-‐1) del perio-‐ do Clásico Temprano, en cuyo interior hay una banca decorada con
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un k’uhul chatan(?) winik como posible dueño, además de otro títu-‐ lo de gran importancia en la jerarquía política del Clásico: kalo’mte’ ȋƤͤ͝͡ȌǤ
-‐ À
×
ǡ
± corres pondiera a una sala del trono de un conjunto palaciego del
Ǥ
ǡ aun que con construcciones posteriores cubriéndolo, continuaron siendo de tipo palaciego. Además, es la Estructura ĝĝ la que daba acceso, durante el Clásico Tardío, al área residencial. Aparte de la sala del trono, también existieron espacios am-‐ plios para la realización de asambleas o reuniones, para lo que el re gistro arqueológico cuenta con cuartos que en algunos casos son alargados y con accesos directos a las plazas, como ocurre en la mis-‐ ma Estructura ĝĝǡƤ
Gran Acrópolis de Calakmul, como la Estructura ĝĎĎĎ con su anexo, entre otros. Es muy probable que muchas de las actividades, inclu-‐ so reuniones o algunas ceremonias, se realizaran en espacios al aire ǡ
ȋ±Dz
À dzȌǤ Ƥ
-‐ bleas o reuniones de consejo son el Popol Nah, o ‘Casa de Concilio’, y la Estructura 10đ-‐22a, ambas en Copán; la Casa ć en el Patio Nor-‐ este de El Palacio, en Palenque, Chiapas, México; o la Estructura ć-‐ĝěĎĎen el este de Caana, Caracol, Belice. Otros espacios comunes que se esperaría encontrar en los con -‐ juntos palaciegos son aquéllos destinados al almacenamiento de ǡ
Ǧ cia, los relacionados con actividades de redistribución, los dedica dos a la manutención de los habitantes del palacio, al manteni miento del palacio en sí mismo, etcétera. Para esto, se considera la exis-‐ tencia de áreas relativamente amplias. Lamentablemente, no suele encontrarse evidencia de almacenamiento debido a que los aban-‐
ǡÀǡǤ
ͣ͞͠Ǥ͝ǡǡ Ǥ
±
Los espacios domésticos corresponden a aquéllos en los que un gru-‐ po de individuos habita en un espacio compartido, realizando acti-‐ vidades como dormir, descansar, procrearse y alimentarse, las cua-‐ les implican actividades de higiene y convivencia, entre otras. Los ±
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À-‐ ȋ
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ƤȌǡ aunque también es posible que los sirvientes habitasen en el mis-‐ mo conjunto, y, en el caso de los palacios reales, otros miembros de la corte. Hay investigadores que consideran la posibilidad de que todos los individuos que habitaron un mismo conjunto doméstico, incluyendo a los sirvientes y a otros miembros que no compartían ǡ
ǡ lo que recibe el nombre de casa dentro de una sociedad de casas, como ya se mencionó.
À
incluyeron cocinas, y áreas de almacenamiento y consumo de alimen-‐ tos, áreas de descanso y dormitorios, retretes, temazcales (pib’naah en maya clásico), áreas de convivencia, basureros, al igual que áreas para el culto doméstico, como adoratorios, altares y enterramientos. La distribución de estos cuartos en el espacio arquitectónico solía ser alrededor de un patio de planta rectangular. Los patios ubi-‐
que se utilizaron para diversas actividades, las cuales incluían desde la preparación de alimentos, producción de objetos determinados, posibles actividades para elaborar textiles por parte de las mujeres,
×
-‐ bros de la unidad doméstica. En el Clásico, los patios solían estar en
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ǡ
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Siendo el patio de planta rectangular, a cada uno de sus lados se
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ȋƤ 245). Las escalinatas conectaron esta estructura con el patio, lo cual, en la arqueología, se denomina conjuntos de patio. Dependiendo de la complejidad de los conjuntos residenciales y del número de sus ǡ
ǡÓǡ
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serie de pasillos y entradas angostas que comunicaban los espacios,
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-‐ sidad de tener que atravesar el patio. Esta solución en el manejo del espacio puede indicar lazos más cercanos entre las personas que habi-‐
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Ǧ temente una bóveda de piedra como techo, con un revestimiento de estuco en sus muros, los cuales podían estar pintados o decorados. A las áreas de preparación y consumo de alimentos se asociaron
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ǡ comales, cajetes, platos y vasos. Este tipo de actividades pudieron ǡ
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-‐ tro del espacio residencial destinadas a dichas actividades. Las áreas utilizadas como dormitorio o para el descanso solían ser cuartos que a veces tuvieron bancas que se usaron como camas, ȋƤͤ͞͠ȌǤ-‐ rios de los conjuntos palaciegos parecen haber sido más comunes ǡ
± utilizaran hamacas o petates para dormir, de los cuales no queda
359
huella en el registro arqueológico por haber sido elaborados de ma-‐ teriales perecederos. El uso de las bancas para sentarse o acostarse ±ǡƤ-‐ ras de barro o esculturas de piedra, donde se observan a personas, deidades, seres sobrenaturales y animales sentados o acostados en ȋƤͥ͞͠ȌǤ
ï repisa que pudieron servir para guardar o colocar objetos. Además, estos espacios, en algunas ocasiones, tuvieron travesaños en las entra-‐ das para la colocación de telas que sirvieron como cortinas o puertas, Ƥǡ-‐ porcionaban ventilación.
Ǧ
ǡ
de elementos como adoratorios o altares dentro de los grupos do mésticos debieron de ser comunes. En grupos domésticos de la gente del pueblo también se ha detectado la realización de activi-‐ dades rituales, evidenciada a través de la presencia de incensarios y otros objetos. Es posible que este tipo de ceremonias se realizaran ǡ
ǡ
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ǡƤ
-‐ dos alrede dor del Grupo Principal de Copán o de Cerro Palenque, en
Figura 248. Banca en el interior de una estructura, Becán, Campeche, México.
360
Honduras. Un importante componente del espacio doméstico, tanto ±
×ǡ
Ǧ rario de los individuos elegidos como ancestros (véase “Su aliento ×Ǥ
dzȌǤ Gran parte de la vida cotidiana se llevó a cabo en las áreas re si -‐ den ciales, en los patios, las terrazas y sus extensiones. Algunos inves-‐
ǡ particular de los patios, para la realización de diversas acti vi dades ±
ǡ
pe riodos Posclásico y Colonial, por lo que no debe perderse de vista el
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ǡǦ Ƥ
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Ǧ ron des de las relacionadas con la preparación de alimentos, producción de al gunos bienes de uso doméstico, como cuchillos de pedernal o de obsi diana, hasta actividades de recreación, convivencia e incluso cere-‐ monias rituales de culto doméstico.
A grandes rasgos, las áreas dedicadas a rituales comprendieron al-‐ ǡǡ
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ǡ-‐ das dedicatorias y tumbas. En los conjuntos palaciegos existieron espacios semi-‐públicos en los que pudieron llevarse a cabo sucesos
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×Ǧ quitec tónica evidencia mayor restricción y control de acceso, en com-‐ paración con otras áreas de la ciudad, como las plazas centrales. En
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mayores dimensiones, con una decoración más ostentosa con res-‐ pec to a los conjuntos residenciales. Un importante componente ritual de los conjuntos residen-‐
ǡ -‐ Ǥ
×ǡ
y el culto a los ancestros no se restringió a los grupos de la élite ȋƤͣ͜͝ȌǤ
antepasados, por lo que la presencia de sus tumbas poseía una gran
×
ǡ
×
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ǡǤǦ vés del culto a los antepasados se aseguró la permanencia de un gru po y se legitimó su poder (véase “Rasgos de la organización socio-‐ À
dzȌǤ En el caso de los gobernantes, sus tumbas podían localizarse tan -‐
ȋƤ͜͞͡ȌǤǦ mul se han encontrado algunas tumbas de gobernantes y posibles
ĎĎ, la más importante del sitio, además Ƥ
ǡǡ
-‐ ciegos, como la Gran Acrópolis y el Grupo Noreste (véase “Contextos ×
dzȌǤ Por otro lado, algunas de las ceremonias rituales más impor-‐
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Figura 249. Vasija estilo códice de procedencia desconocida, Đͣͥ͞͠Ǥ
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ǡ±-‐ milia real. En particular, hay elementos escultóricos representando a la madre del gobernante realizando un rito de este tipo, como es el caso de la Estela 116 y del Dintel 2 de la Estructura ěĎĎ de Calakmul, o los ͞͠ǡ͢͟͞͡͞͞
ǡǡ±
ǡ
× a la Señora K’ab’al Xook, esposa de Kokaaj B’ahlam ĎĎǡ
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LA ARQUITECTURA Y LA DIFERENCIACIÓN SOCIAL
×
nucleares de sitios mayores con respecto a aquéllas localizadas en los sitios menores o en las zonas rura-‐ ǡ
±
×
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en el tamaño de las construcciones, el área construida y, en algunos casos, en los elementos decorativos. ǡ
×
××
ǡ ±ǡÀƪ en la variabilidad de las construcciones en un mismo conjunto residencial, así como en sus costumbres
Ǥ ǡ
×
Ƥ
social intermedio con ciertos privilegios, como se observa en Caracol, y en la aparición de cargos que ÀƤ
×
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lakam, en el Clásico Tardío (véase “Los miembros de la
dzȌǤ
361
La variabilidad de estos elementos, presente en los conjuntos pa-‐
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±
ǡǤǡ
entre los distintos grupos sugieren una competencia entre la élite e,
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Ǥ
Dzdz En las inscripciones mayas del periodo Clásico se han encontrado ±
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naah o naa’ y otootȋƤͥ͟͞ȌǤ
ǡ partes de la casa tienen nombres asociados a las partes del cuer po hu-‐ mano, como en tzotzil, ti’naah, ‘boca de la casa’, es entrada, puerta; o holol es techumbre de paja entretejida o ‘cabello de cabeza’; en maya yucateco, chi’ naj es ‘puerta’ y pol naj, ‘techumbre’. Esta proyección del cuerpo humano en la casa maya, así como los rituales asociados a ella, de los que se han encontrado testimonios en las inscripciones ǡƪ
ǡ± ceremonias de dedicación y rituales asociados a su construcción por ǡǡ
ȋ±Dzǡ
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comunidades tzeltales en los Altos de Chiapas y en otras regiones ǡ
Ǧ les, como la Relación de las cosas de Yucatán del siglo ĝěĎ. En este contexto, es interesante recordar las portadas Ƥ
×
À
ǡ México, cuya entrada corresponde literalmente a la boca del mons-‐ ȋƤ͞͠͝ȌǤ
CASO ESPECÍFICO
Figura 250. Templo de las Inscripciones, Palenque, Chiapas, México.
362
× Este grupo arquitectónico se considera el conjunto palaciego real del Clásico Tardío que presenta ocupaciones más tempranas. Se con-‐ ×
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Ǧï
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Ƥǡ
ǡ ×
ȋƤ͞͡͝ȌǤ La Gran Acrópolis tenía un solo acceso a través de la Estructu-‐ ra ĝĎěǡ
ǣ
Plaza del Jaguar, la cual conecta con la Plaza Central, y otra da al inte-‐ rior de la Gran Acrópolis. Por su ubicación y características arquitec-‐ ×
ǡ
×
Gran Acrópolis, pues se trata de un basamento piramidal coronado
Ƥ
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ÀǤ El área semi-‐pública de la Gran Acrópolis consta de alrededor Ƥ
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ǣ Plaza Sur. En la parte este de la Plaza Norte se ubicó el único juego de ǡƤ
×± con el gobernante. Hacia el lado suroeste de esta plaza se labró la La-‐ ǡ
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de 6.50 x 5.20 m, en la cual se tallaron de seis a siete indivi duos con los brazos atados a la espalda, lo que sugiere la realización de ce remonias rituales con cautivos de guerra en esta área. En otras ciu dades mayas, el juego de pelota no se construyó necesariamente dentro del conjun-‐ to palaciego pero sí en estrecha relación con él, como en el caso de ȋ±Dzǣ
dz es te volumen). El área residencial de la Gran Acrópolis tiene unos 350 x 400 m, Ƥ
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ǡ ͣ͝Ǥ
través de pasillos angostos, lo cual generaba una circulación contro-‐ lada y restringida. Un diseño arquitectónico similar se presenta en el conjunto de la Acrópolis Central de Tikal, en donde se registraron seis peque-‐ ños patios rodeados por 46 estructuras; en el Grupo Principal y Las Sepulturas, ambas de Copán; y en el Palacio Real de Cancuén. El sector residencial de la Gran Acrópolis de Calakmul está al oeste de la Plaza Norte, al cual se accedía por una angosta entrada que atravesaba la Estructura ĝĝ, siguiendo el patrón establecido de entrada al área semi-‐pública a través de la Estructura ĝĎě. Una vez más, se reitera el carácter privado y restrictivo que tuvieron estos
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ǡ Ǧ la, y Yaxchilán. También se construyeron murallas rodeando estos recin tos, como en Calakmul, que delimitó el lado norte del área re-‐ sidencial de la Gran Acrópolis. Algunos autores estiman que estos
delimitarlos del resto de la población, mientras otros consideran que
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Figura 251. Plano de Calakmul y detalle de su Gran Acrópolis, Campeche, México.
363
XXV
REPRESENTACIONES DEL P ODER: LOS M ONUMENTOS Elizabeth Marroquín Álvarez y José Crasborn Chavarría
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365
365
Ǭ2ǫ El poder es la soberanía para mandar, tener potestad sobre algo o
×Ǥ sentido, el poder
demostrar su autoridad y su derecho a gobernar, a través del uso de distintos medios, los cuales estaban entrelazados y le daban el so-‐ porte necesario para sustentar su permanencia en el trono.
ï
ǡ± puede dividirse en cuotas o escalas dentro de una sociedad de clases,
× Ǥ campesina maya tenía cierta cantidad de poder dentro de su círculo ǡ±À
À ȋƤ͟͞͡ȌǤ Las representaciones del poder máximo de las ciudades mayas, del k’uhul ajaw o ‘señor sagrado’, se observan claramente en sus restos
ǣƤ
ǡ ǡ ȋǡ
-‐ chas, jadeíta, pieles), vasijas polícromas y monumentos, entre otros. En este sentido, son los monumentos los que proporcionan los mejores datos de estos despliegues de poder en la civilización maya. 2ǡǡ
o diversos visitantes podían apreciar el poder que cada ciudad os-‐ tentaba y que se encontraba centralizado en una persona: el mismo gobernante.
À
×-‐ rentes dependiendo de la región (véase “ Templos, palacios y tronos:
dzȌǡ
ǡ
-‐ taba a sí mismo el gobernante, es muy similar en toda el área maya, y las variantes en los monumentos obedecen casi exclusivamente a concepciones locales o regionales.
LOS MONUMENTOS MAYAS
Figura 253. Estelas Ć y ć, Copán, Honduras.
366
sus esculturas, como el barro cocido, el estuco, la madera y la piedra, siendo esta última el material más durable. Sin embargo, el uso de la piedra estuvo sujeto a la región donde estaban asentados los distin-‐ tos señoríos; de ahí la diversidad de rocas: caliza, arenisca, andesita, ȋ±DzƤ
dzȌǤ Como ya se mencionó, los monumentos mayas comparten mu-‐
À
ǡ
±
±-‐ dos. El alto relieveǡ
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Ǧ Ƥ
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ǡ ǡ ±
ȋƤ ͞͡͠ȌǤ relieve presenta
ǡ
ȋƤ͞͡͞͞͡͡ȌǤ±±
Ƥ, que es distinta del bajo relieve y permite observar di-‐
Figura 254. Monumento 168, Toniná, Chiapas, México.
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versos detalles, tanto de la indumentaria como de los objetos que ȋƤ͞͝͝ǡ ÀƤ
ǡƤȌǤïǡ se ca-‐ racteriza por sus motivos esculpidos en todo el contorno del monu-‐ ǡ
Ƥǡ
ǡȋƤ͟͞͡ȌǤ ±
escena pudieron ser utilizadas de manera independiente o combina-‐
Ǥ este sentido, uno de los aspectos más importantes de las represen-‐ taciones del arte maya es su carácter bidimensional, en el cual podía
À
ǡ en otras representaciones no se tomaba en cuenta el volumen de los ǤǡƤ ƤǡÀ
-‐ samente los dos ángulos. En uno de los tableros adosado a la pilastra del Templo ĝĎĝde Palenque, Chiapas, México, hay un claro ejemplo de este tipo de re-‐ presentaciones, donde los artistas mostraron al gobernante K’ihnich Ahkul Mo’ Nahb’ de pie, ricamente ataviado y, a sus lados, dos perso-‐ najes hincados. Los detalles y rasgos de cada uno de los personajes
Ǧ ƤȋƤͥ͜͞ȌǤ En las piezas más tempranas del periodo Preclásico Tardío, la ǡ
ǡ
Figura 255. Panel 4, Pomoná, Tabasco, México.
368
ǡ
Ƥ-‐ ras rígidas y solemnes. La Estela 11 de Kaminaljuyú, Guatemala, es un
ÀȋƤ͢͞͡Ȍǣ Ƥǡ
vestido, portando en su mano derecha lo que parece ser una vara y, en la izquierda, un hacha. Su rostro está cubierto con una máscara de deidad y, a sus pies, hay dos elementos que parecen ser incensarios. Ƥ±
ǡ
ÀƤ
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dinamismo armonioso en la composición de las imágenes. Ejemplos muy bellos en la ejecución de relieves se hallan en la zona del Usumacinta, en sitios como Palenque y Yaxchilán, en Méxi-‐
ǡǡ ȋƤͣ͞͡ȌǤ sitios del Río de la Pasión, Guatemala, como las existentes en Dos Pi-‐ las y Machaquila, son bellos ejemplos de la diversidad escultórica del
ÀȋƤͤ͝͠͞͡ȌǤƤǦ ǡ
±Ƥǡ y se realzaron los diseños de textiles, la elaboración de ornamentos en las joyas, el vestuario y la riqueza de los tocados. En las estelas se ±
ÀƤ
contenido histórico, y en todas las ciudades mayas importantes la escultura suele encontrarse directamente asociada a la arquitectura monumental. Por otro lado, la escultura maya, dependiendo del lugar en
ǡ
Àǣ-‐ tos de carácter público y monumentos de carácter privado. Aunque ambos tipos compartieron las mismas técnicas, estilos o motivos, las esculturas públicas estuvieron a la vista del pueblo, ya sea en pla-‐ Ƥ
ǡ
ǡ
sólo pudieron ser contempladas por los cortesanos que ingresaban a ciertas estructuras, como los palacios y las residencias de la élite.
× ǡÀ tronos o paneles de templos y santuarios. ï
Ƥ
ǡ Ǧ ǡ͝͝
-‐ za, denominada así por ser el espacio público más amplio de toda el área maya (tiene 150 m de ancho por 300 m de largo), el cual exhibe los monumentos más altos y ricamente decorados del área maya, como la Estela Ċǡ͜͝Ǥ͢͜
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de 200 años de historia y tradición escultórica. La dureza de la pie-‐ dra utilizada en las esculturas de Quiriguá ha preservado de manera extraordinaria el tallado, en el cual puede observarse el juego de di-‐ mensiones que los escultores aplicaron a los monumentos.
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×Ǣ que es común escuchar dentro de la literatura arqueológica nombres
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res de juego de pelota, escalinatas y mosaicos. Sin embargo, los mayas tenían nombres propios para cada tipo de monumento. Así, los pa-‐ neles se denominaron, según el investigador Erik Boot, heklib’; los dinteles de piedra eran llamados pakab’ tuun, y las estelas, lakamtuun, ‘piedra grande’. Además de estas designaciones, los ma yas otorgaron nombres propios a los monumentos, así como el del propietario, ya ǤǡĆ de Copán,
Óͣ͟͝ǯǯ K’awiil (también conocido como 18 Conejo), se dice: huk chahpaat tz’ihkin k’in ajaw uk’uh lakamtuun, ‘la estela del dios Huk Chahpaat ǯǯǯǤǡƤ-‐ tistas, como las que hay en la Estela 51 de Calakmul, Campeche, Méxi-‐
ȋƤ͢͜͞ȌǤƤǡ±×yuxul, ǮȀǯǡƤ
ȋ±Dz
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dzȌǤ ÀƤ
de dedicación o consagración de las estelas, los ritos denominados k’altuun, ‘atadura de piedra’, una ceremonia que podría suponer el uso de sogas para poner en pie el monumento o, como sugiere el investi-‐ ǡDzdzǤƤ David Stuart, el periodo k’atuun de los documentos yuca tecos colo-‐ niales pudo ser una adaptación del ritual k’altuun del periodo Clásico realizado cada 20 años. Por último, es importante mencionar que las estelas no sólo con memoraron la historia y los logros de cada gobernante, sino que también registraron eventos míticos, astronómicos y la dedicación de
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REPRESENTACIONES DEL PODER EN LOS MONUMENTOS
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Ǥ embargo, en una misma clase social también existieron diversas Ǥ ǡ
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Ǧ ǤÀƤ
Ǧ Ƥ
o aspectos a través de los cuales el k’uhul ajaw evidenciaba su poder. ±
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Figura 256. Estela 11, Kaminaljuyú, Guatemala.
369
tesco, pues de esta manera podían reclamar el derecho al trono por medio de la remembranza histórica de sus antepasados. Un ejemplo se encuentra en el Altar ĖǡȋƤǦ ͥ͞͡Ȍǡ
16 personajes sentados, 15 de ellos, gobernantes anteriores del sitio, que, en conjunto, ocuparon el trono en un periodo de unos 350 años.
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el úl timo gobernante en turno, Yax Pasaj Chan Yopaat, quien mira de
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la mención de cada uno de sus antecesores.
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ǡƤ-‐ cipal, pues cuando está rodeado de otros personajes tiene un tamaño mayor que el resto u ocupa el lugar dominante de la escena, demos-‐ trando el sitio que ocupaba dentro de la sociedad y el cargo que re-‐ presentaba. Los monumentos lo presentan ostentando su estatus social y poder económico, a través de vestimentas lujosas, bellos y elaborados tocados, así como otros adornos personales hechos origi-‐
ǡÀȋƤͥ͝ȌǤ En el Panel 3 de Piedras Negras se observa al gobernante de es te sitio, quien preside desde su bello y elaborado trono una escena pa-‐
ȋƤͣ͟͞ȌǤ tocado; a su derecha hay tres personas, dos de ellos son jóvenes (hijos del gobernante); a su izquierda están otros tres personajes de pie, quienes parecen ser el gobernante de Yaxchilán y sus acompa ñantes; ±ǡǡ
ǡ llevan diversos presentes.
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Para los antiguos mayas, el gobernante no sólo era un líder político, ±ƤÀ
con los dioses. Era un intermediario entre los seres sobrenaturales y ȋ±DzÓǣdz volumen).
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del cosmos. Las élites mayas en general tuvieron como dios patro-‐ ǯǢǡ
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que cada ciudad contaba con su dios patrono y que la mayoría de los gobernantes, al llegar al trono, tomaban el nombre de su dios (teóni-‐ mo). En Quiriguá, dos gobernantes llevaron teónimos del dios Yopaat: K’ahk’ Tiliw Chan Yopaat, que se traduce como ‘el dios Yopaat es el
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ǯǤ Ambos teónimos proporcionan datos valiosos que permiten
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Figura 258. Estela 3, Machaquila, Guatemala.
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Figura 259. Altar Ė, Copán, Honduras.
za do como teónimo de los gobernantes de Quiriguá, sino también en la cercana ciudad de Copán, uno ǡ
ǡ×ǡǮȑȒ el primer amanecer del cielo’. Esta relación entre los dioses y sus representantes terrenales, los gobernantes, está muy presente en los monumentos mayas, donde se observa una serie de elementos que unen a los gobernantes con sus ǡ
ǦǤ Un ejemplo que muestra el poder que los gobernantes ostentaron para equiparar sus acciones con las de los dioses está en la Estela ĈǡÓͣͣ͡ ǯǯǤ
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ǯǯǡ-‐ nante del siglo ě llamado Tutuum Yo’hl K’ihnich, quien, alrededor del año 450, mandó erigir una estela. Ƥ
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humanas, las cuales estaban a cargo del gobernante. Pero para llevar a cabo esta comunicación, el gobernante debía realizar una serie de ritos, los cua-‐
acuerdo con la deidad con la que éste quería comunicarse. Algunas ceremonias eran de carácter privado y otras públicas, y en ellas entraba en contacto con los dioses. Los ritos podían incluir ingesta de sus-‐
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ǡǤ Poder militar
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À-‐ monía con la naturaleza, donde la clase dominante se dedicó exclusivamente a la realización de ritos, así como a la observación del cielo y las estrellas para hacer registros calendáricos y astronómicos. Sin em-‐ bargo, con el avance de las investigaciones y los hallazgos realizados, se ha establecido que los mayas no
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comunes entre los señoríos mayas del Clásico y muchos monumentos, así como hallazgos arqueológicos,
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algún momento. Por ejemplo, a la muerte de un gobernante, su sucesor podía reclamar el trono indicando que era hijo de alguien importante. Un ejemplo de este tipo de relaciones matrimoniales puede verse en la ciudad de Naranjo, Guate-‐ mala: el gobernante de Dos Pilas envió a su hija, la Señora Uh Chan Wut (también conocida como Se ñora Seis Cielo), a Naranjo para contraer matrimonio con un noble de este lugar. Aunque se conoce poco de este noble, se sabe que la Señora Seis Cielo estuvo en el poder por mucho tiempo y que después su hijo, al alcanzar la edad adecuada, se convirtió en el gobernante de Naranjo. La Señora Seis Cielo aparece en la ͞͠
ȋƤ 218). Este ejemplo muestra la importancia de la mujer maya, quien podía llegar a ocupar puestos altos o de poder dentro de su sociedad, aunque es necesario aclarar que hasta el momento se conocen pocas
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Está claro que los títulos del gobernante sirvieron para exaltar su poder terrenal, mientras que los de los
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Ǥ En Copán hubo un cortesano, conocido como el escriba, que mandó tallar sus propios mosaicos pa ra de-‐ corar su casa. En otros casos, los escultores, quienes debieron pertenecer a la élite, también tenían de re cho
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ÀǤ Como ya se vio, el poder está presente dentro de cualquier sociedad, y entre los mayas surgió como resultado de la división social de clases, pues en un momento el líder de la comunidad era una per-‐
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sona común dentro del grupo social, con ciertas responsabilidades. Ƥ
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-‐ sos la categoría de dioses o semi-‐dioses. Esto motivó a los gobernantes a conservar su estatus dentro de su grupo, por lo que se hicieron necesarios ciertos mecanismos para mantener su derecho al trono. Por eso se elaboraron y desa-‐
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ǡ las artes, los rituales, la astronomía y, en numerosos casos, el uso del poder militar. ±×
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de los monumentos mayas, hoy se sabe que en épocas tan tempranas como el periodo Preclásico Medio se inició la tradición de registrar hechos históricos con dataciones absolutas, así como los con ceptos re-‐ ligiosos de esta antigua civilización. Los monumen tos transmiten en À
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×-‐ nantes, quienes se valieron de sus antepasados, del contacto con los ǡ
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lo gros militares y políticos, para legitimar su estancia en el trono. Como se observó, los antiguos gobernantes mayas tenían múl-‐ ±ǡÀ como los distintos niveles y tipos de poder que existían dentro de su
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-‐ ma de representar el poder, pues también utilizaron sus conocimien-‐
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ǡ pintura mural, las vasijas polícromas y los bienes de lujo, entre otros, para desplegar estatus social, el cual sigue impresionando a estudio-‐ sos y público en general hasta el día de hoy.
Figura 260. Estela 51, Calakmul, Campeche, México.
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XXVI
LOS E SPACIOS CORTESANOS: VOCES DE L AKAMHA’ Jorge Pérez de Lara Elías
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ǡ ǡǤ John Lloyd Stephens, Palenque, 1840.
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377
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-‐ cos: no importa que sea la primera vez que se visita o que sea uno Dzdzǡ ǡ ǡ
Ǥ Entre los objetos que no pierden su poder de asombrar a los visi-‐ tantes están los monumentos que se han encontrado en gran pro-‐ ×
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desde el inicio que estos monumentos contienen textos. De hecho, hay monumentos que no constan sino de palabras (véase “La escri-‐ ÀƤ
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ï siendo inaccesible, los avances de las últimas décadas en el estudio de Àȋ
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objetos hayan acabado por revelar buena parte de su contenido.
LOS MONUMENTOS DE PALENQUE Los abundantes monumentos de esta antigua ciudad aluden a indivi-‐
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este capítulo, a los mismos espacios en donde se hallaron esos textos. Ciertamente, el sitio de Palenque que vieron los ojos asombra-‐ dos de sus descubridores y primeros visitantes, en los siglos ĝěĎĎĎ
Figura 263. Vista general de Palenque desde el Grupo Norte.
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y ĝĎĝǡ
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Ƥǡ lu char contra el denso crecimiento tropical tan sólo para pasar de un montículo a otro, subir por traicioneras pendientes cubier-‐ tas de piedras sueltas y resbaladizas, andar a tientas en interiores oscuros, llenos de humedad, de restos de derrumbe y, sin duda, de toda suerte de animales salvajes. A los visitantes contemporá-‐ neos les espera un paseo aseado, con espacios abiertos y luminosos, céspedes podados, veredas señaladas y textos descriptivos conve-‐ nientemente ubicados; subir y bajar escalinatas consolidadas, y caminar por pasillos libres de todo escombro y barridos a diario.
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los visitantes de hace dos siglos: contemplar los restos de algo que apenas existe, los pálidos vestigios de lo que alguna vez hubo; ser testigos de —como se dice popularmente— ruinas. Un salto en el tiempo Si uno se remonta unos 1 400 años, en aquella época, la ciudad de Palenque comenzaba su auge en el periodo conocido como Clásico ÀǡǡǤ Para comenzar, el nombre de Palenque, ciertamente, nada hubiera dicho a sus habitantes originales. Hoy se sabe que el nom-‐ bre antiguo de la ciudad era Lakamha’, que podría traducirse como ‘Gran Agua’. Lakamha’ era, a su vez, la capital de un importante ǡǡƤ
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-‐ bre de un lugar mítico en donde reinaban las deidades patronas del lugar, un sitio denominado Matwiil, ya que a menudo los gober-‐ nantes humanos de Baakal se hacían llamar también ‘sagrados se-‐ ñores de Matwiil’. En sus tiempos de auge, Lakamha’ (como se le llamará de aquí en adelante) solía tener una apariencia muy distinta a la actual. La ciudad era mucho más extensa; las laderas de las montañas, hoy cubiertas del
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Ǣ y éstas no eran grises y lisas como se aprecian actualmente, sino que estaban recubiertas con escultura modelada en estuco, pintadas con brillantes colores, y enlazadas no por estrechos senderos que corrían a través de la selva, sino por amplias plazas y escalinatas pavimentadas.
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×ȋƤ͢͟͞ȌǤ La selva, que hoy se asoma por todas partes, contenida apenas por la labor incesante de un ejército de trabajadores que todos los días presenta batalla al crecimiento inexorable de árboles, lianas, hierbas y plantas trepadoras, sin duda debió estar entonces mucho menos presente, pues no sólo el área habitada habrá mantenido mu-‐ cho más alejada a la naturaleza de lo que hoy está, sino que en tor-‐ no al área construida y pavimentada debió haber asimismo grandes extensiones de terreno totalmente libres de vegetación selvática, que permitían los cultivos necesarios para sustentar a varios miles
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de habitantes. Había diversos caminos para moverse tanto dentro de la ciudad como para llegar a ella. La ciudad dominaba la planicie de Tabasco, que hoy en día se antoja casi desierta, pero que en la cúspide del periodo Clásico debió ser un área poblada y cultivada hasta donde alcanzaba la vista. Desde Lakamha’, sin duda, podían atisbarse las construcciones de un número considerable de poblados asentados en la gran llanura. La ciudad dominaba, visual y políticamente, vastos y ricos terrenos. Y los pocos que no eran
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Ǥ La amplia distribución del estilo artístico tan característico de Lakamha’ y la abundancia de alu-‐ siones a la ciudad o a sus gobernantes a lo largo y ancho de una región muy vasta —que abarca buena parte del norte del actual estado de Chiapas y una parte considerable del sur del estado de Tabasco—
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que se trató de una ciudad muy activa en el terreno bélico. Ǭ±ǯǫ Es necesario precisar que lo que se ve ahora en Lakamha’ no son, ciertamente, los espacios en donde el
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ǡ en otras capitales mayas, era presidida por el gobernante, pero estaba integrada por una gran canti-‐ dad de personas, un poco a la manera de las cortes occidentales con las que quizás uno está algo más Ǥ
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índole de este elevado círculo, con el que sin duda interactuaban también asesores y consejeros en todo tipo de materias: religiosas, ceremoniales, comerciales, administrativas, políticas y militares; asimismo, proba-‐
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ǡ quién los utilizó, a qué deidades se dedicaron y a veces incluso el nombre que llevaron. Partiendo de esto, se hará un breve recorrido por algunas de las construcciones que alguna vez constituyeron la corte de esta antigua ciudad, intentando quitarles por un instante su naturaleza un tanto DzƤ
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y la vida a sus espacios vacíos, buscando escuchar por un instante el tenue eco de las voces que alguna vez se oyeron en Lakamha’.
Figura 265. Patio Oeste del Palacio, Palenque, Chiapas, México.
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-‐ mente orquestado de personas que aseguraban el mantenimiento y la prosperidad de un complejo statu quo.
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± a los espacios en donde se movían todos estos altos dignatarios y sus auxiliares, que comprendían desde la sala del trono hasta los lugares
ǡ± donde se recibía a dignatarios y representantes de otros reinos y se-‐ ñoríos, pasando por las residencias de la alta nobleza, los lugares en los que se celebraban los banquetes, donde se educaba a los jóvenes nobles, se recibía y contabilizaba el tributo, e incluso en los que se exhi-‐ bía y humillaba a los prisioneros de guerra (véanse “El señor sagrado: dzDz
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se sabe, una inusual abundancia de textos que aluden y nombran mu chos de estos lugares y las actividades que se llevaban a cabo en ellos. Los textos de Lakamha’ se ocupan de una gran cantidad de te-‐ mas (historia, religión, ritos, mitología, genealogía), lo que rara vez
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ǣdzȌǤ Como en Lakamha’ muchos de estos textos se hallaron en los
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-‐ cios. Puede saberse para qué servían muchas de las cámaras, pasi-‐ llos y salas de palacios, templos y otras construcciones. En muchos
380
Templo ĝěĎĎ
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cons trucción ni sobre su nombre original, y se tiene apenas un texto ǡǤ obstante, resulta importante porque alude a un hecho histórico del siglo ěǡ
×ǯǤ-‐ ciona un acontecimiento ocurrido en el año 490, y, aunque el jeroglí-‐ Ƥ
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× claramente el nombre de Lakamha’. Las crónicas de hechos históri-‐ cos anteriores al año 490, las cuales mencionan la ca pital del señorío, ±
ǤÓǡ este nombre es cada vez menos mencionado en las inscripciones, hasta ser prácticamente sustituido por el de Lakam ha’. No hay certe-‐ za sobre si se trata de un cambio de sede de la antigua capital o bien
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más antiguas que se encuentren en el sitio actual de la ciudad, per-‐ mitirán determinar la edad de la misma. Casa ĆǦĉ
El corredor que se halla más al norte en el Palacio lleva la denomina-‐ ción moderna de Casa ĆǦĉ. Poco queda de ella, más allá de los arran-‐ ques de algunas pilastras y algo de construcción en sus extremos. Cuesta trabajo imaginar que en algún momento haya sido éste uno de los espacios importantes de la ciudad y aquí donde se hallara en ͥͥ͝͠Ƥ
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ȋƤͥ͝͡ȌǤ Por el texto de este tablero se sabe que aquí se cumplió un im-‐ portante rito de toma de poder del decimotercer gobernante de Ba a-‐ k al, K’inich K’an Joy Chitam ĎĎǡÓͣ͜͞ǣk’alhuun (‘atado del tocado de papel’), equivalente entre los antiguos mayas a Dz
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ǯ ĎĎ (segundo hijo del gobernante Pakal) tuvo su ceremonia de ‘atado del tocado de papel’ y el texto del Tablero del Palacio consigna el nom bre que por ello recibió esta galería del Palacio: K’alhuun Naah o ‘Casa del Atado del Tocado de Papel’. En términos que resulten más comprensibles, este título podría entenderse como “Casa de la Inves-‐ dzǤ ĆǦĉ remataba una anchísima escalinata que daba
acceso al Palacio desde las planicies del norte, y puede pensarse que debió de ser una importante vía de acceso al lugar más relevante de la ciudad (el Palacio) y, por extensión y consideración de sus textos, que la Casa ĆǦĉ no sólo era un destacado espacio de recepción de visitantes, sino quizás incluso el lugar en donde se llevaban a cabo
y aliados del reino. Casa Ċ
En el mismo corazón del laberíntico complejo conocido como el Pa -‐ lacio se halla una estructura que hoy en día se llama secamente Casa Ċ. Los restos que aún pueden apreciarse, de una gran cantidad de relieves de estuco que adornan la parte superior de las cámaras que componen la Casa Ċ
Dz
×
dzǤ
× hecho de que esta construcción debió de ser especialmente rele van -‐ te. Además de su posición central en el Palacio, el visitante pue-‐ de distinguir la Casa Ċ por el hecho de que su muro central está adornado con una especie de medallón de piedra, conocido como
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Ǧ do de una especie de mesa de piedra tallada, adosada a la pared,
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×
Ǥ Por desgracia, el capitán Antonio del Río, quien visitó Lakamha’ en ͣͤͣ͝
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hacerse de uno de los dos soportes sobre los que descansaba la parte ǡ
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Ǧ llazgos en la antigua ciudad que se le había ordenado explorar. Del Río dejó el Tablero Oval empotrado en la pared, desprovisto para siempre de contexto. En la década de 1930, trabajadores que retiraban escombro de la base de la torre del Palacio (a unos cuantos metros de la Casa Ċ) encontraron (y dañaron accidentalmente con sus picos) una gran piedra cuyo anverso guarda lo que es sin duda uno de los textos más hermosos de toda el área maya: el llamado Tablero de los 96 Gli-‐ ȋƤ͢͞͠ȌǤ
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ǡ± sin paralelo, representativo del más alto punto de desarrollo de la talla de monumentos en Lakamha’. No deja de ser una cruel para-‐ ǡ
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dzȌǤ Además de su gran belleza, el texto del tablero resulta crucial para conocer la historia de la Casa Ċ, pues revela el importante papel que jugó en la historia de la ciudad y del reino de Baakal. Comienza consignando que en el mes de octubre del año 654, el gobernante K’inich Janahb Pakal hizo sahumar la Casa Ċ (siendo ésta una ac-‐
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ochi k’ahk’ Ǯǯȑ±Dzǡ
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Sak Nuhk Naah, expresión que puede interpretarse como ‘Casa de la
Figura 266. Templo de las Inscripciones, Palenque, Chiapas, México.
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× el hecho de que se trata de la única de todas las construcciones del Palacio que no estaba pintada de rojo: su exterior era todo blanco,
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no pudo ser el lugar en el cual Pakal subió al trono. Pero sí se sabe
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para que ‘se sentaran como señores’ (una expresión muy común pa-‐ ra aludir a una parte de los ritos de asunción del poder) los gober-‐ nantes de Baakal, y así lo hicieron por lo menos tres de ellos: K’an Joy Chitam ĎĎ, K’inich Ahkal Mo’ Nahb ĎĎĎ y el hijo de éste, K’inich K’uk’ Balam ĎĎ.
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muro. Aunque el deterioro hace prácticamente imposible su lectura Àǡ
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de la creación del mundo actual. Dado que existen ejemplos de este tipo de textos en otras partes de la ciudad, cuyo propósito suele ser el de establecer paralelos entre las acciones humanas y las divinas, no es descabellado especular que el gran texto pintado de la Casa Ċ re-‐ Ƥ
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ÓdzȌ gobernantes humanos tomaron como modelo de sus acciones en el espacio consagrado de la Casa Ċ.
381
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382
383
Casa Ĉ La importancia de la Casa Ĉ
estructura que separa dos de las áreas abiertas más importantes
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está ador nada a nivel de piso con las esculturas de seis personajes ǡƤ
ȋƤ͢͞͞ȌǤ de los alia dos más importantes del gobernante de un sitio cono-‐ cido en la actualidad como Santa Elena Balancán, en la planicie tabasqueña al oriente de Baakal, quien había sido derrotado en lo que el gobernante K’inich Janaab Pakal parece haber juzgado como una victoria simbólica y es tratégica de importancia crucial. Puede decirse que la Casa Ĉ es una especie de monumento de gue-‐ Ǥ
ǡ la poniente, no hay retratos, pero sí los nombres de varios jóvenes ȋƤ
Àch’ok o ‘brotes’) que,
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Ǧ ȋƤ͢͞͡ȌǤ
Ĉ debió de ser la principal, pues presenta una corta pero majestuosa escalinata de seis peldaños, en cuyos peraltes y huellas se grabó una notable inscripción que re-‐ cuenta poco más de seis décadas de la historia del reino, partiendo
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ǡ el año 599, y concluyendo en la victoria última de Baakal sobre el citado gobernante de Santa Elena. Todo hace suponer que este de-‐
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À el destino de su reino. Bajo los aleros de la Casa Ĉ, seis tableros pequeños, de cuatro ÀƤ
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‘la casa de’ una serie de deidades y de K’inich Janaab Pakal, el señor ǡ
±
-‐ ción en el año 661.
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Ǧ te el emblema de la zona arqueológica de Lakamha’ y la espec tacu lar tumba que alberga es la representación por excelencia de la cultura de los antiguos mayas. Hay una razón para que esta construcción se
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-‐ ǤȋÀ×Ƥ del siglo ěĎĎ
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para todo lo construido después de él en Lakamha’ y el que da sen-‐ tido a todo lo que se hizo antes. Más allá del gran pasaje que lleva a su interior, desde el piso del templo que lo corona hasta las entrañas de la tierra por debajo de la gran plaza, más allá del minucioso detalle
ÀƤ
-‐ nantes reales llevaban a cabo para honra y cuidado de sus deidades tutelares, y más allá de la historia de los avatares de un Estado del pe-‐
384
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× su reino el gran K’inich Janaab Pakal, de las circunstancias que lo llevaron al poder y de cómo logró sobreponerse a grandes adversi-‐ dades internas y externas, para salir de este mundo tras una larga
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que podría decirse que su vida es un modelo, un prototipo de lo que debía ser un gobernante maya. La vida de este personaje histórico adquiere tintes de mitología.
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×
×
ÀƤ-‐ camente para albergar el sepulcro mencionado, anticipándose varios años al deceso de quien habría de ocuparlo. Se cuidó hasta el más ni-‐
À
ǡ la relación espacial de cada elemento, la correcta, los textos precisos para relatar todos los pormenores de las acciones cruciales de un dig-‐ natario que se sabía grande y a quien, por así decirlo, la historia juzgó y premió en vida. Cuestiones de espacio obligan a echarle una mirada a vuelo de pá jaro a esta importantísima construcción, a sabiendas de que inten-‐ Ƥ
Ǥ original, registrado en los últimos bloques del enorme texto inte rior, ǯǡ
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×
-‐ cluida (‘cuidada’, según el propio texto) por su hijo mayor y sucesor, K’inich Kan Balam, en el año 690. El gran texto que da su nombre al Templo de las Inscripciones
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ǡƤ
-‐ nias que los gobernantes de Baakal debían llevar a cabo para sus ƤǤ
×ǡ una idea muy clara de cuáles eran las obligaciones rituales de los gobernantes de otros sitios y de la importancia de éstas. Después, el
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×Ƥ
ȋ caso, un ataque y saqueo por parte del reino de Kaan contra la capital de Baakal) puede alterar esta compleja vida ritual, llegando incluso a interrumpirla y dejando al reino y a su población literalmente sin la protección divina. Finalmente, en algo que es casi una alegoría de la importancia vital de restablecer el orden del cosmos (parte esen-‐ cial de todo buen gobierno), los textos concluyen ilustrando cómo un hombre, K’inich Janaab Pakal, gobernante virtuoso por antono-‐ ǡ
todo su pueblo. El Templo de las Inscripciones es el home naje de su pueblo a ese héroe de características casi sobrehumanas.
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imagen del gobernante que lo muestra de nuevo joven (Pakal te-‐ nía 80 años cuando murió) y ostentando todos los atributos del dios del Maíz, que debe morir pero en última instancia renace de la tie-‐
Figura 268. Detalle del Tablero de piedra del Templo ĝĎĝ, Palenque, Chiapas, México.
385
Baakal, que también llevaba el nombre de K’uk’ Balam. La segunda es que se trata de un texto cuyo tema
ǡÀǡǡ
ÀÀǡ el hallazgo del tablero, no se conocía ni en Baakal ni en ningún otro centro: ajaw-‐¿?-‐wal k’an tok wawe’el.
-‐ nación de los soberanos de toda el área maya: k’alhuun tubahȋǮ×
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ǯȌǤ El uso de este término en un contexto de investiduras no reales apoya la conclusión de que la Casa ĆǦĉ (llamada en el Tablero del Palacio K’alhuun Naah o ‘Casa del Atado del Tocado de Papel’) se entiende mejor como ‘Casa de la Investidura’ y no necesariamente como ‘Casa de la Coronación’, en virtud de que ‘el atado del tocado de papel’ debió de ser un término general que se aplicaba a varios tipos de investidura ×ǤÀ
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Figura 269. Detalle de la Lápida del Templo ĝĝĎ, Palenque, Chiapas, México.
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± un tubo de piedra que sube por la escalinata interior y desemboca junto a una de las pilastras del templo
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± orientado hacia el norte. Todos estos elementos son una declaración explícita de que K’inich Janaab Pakal, renacido al igual que el dios del Maíz, regresaba a la tierra a través del tubo-‐serpiente para seguir reinando sobre sus dominios de la rica planicie tabasqueña. Grupo ĝěĎ Pocos son los que, al visitar Lakamha’ hoy en día, reparan siquiera en la existencia de los restos del conjun-‐ to de construcciones que se alzaba en la parte trasera de la gran mole del Templo de la Cruz. Sin embargo, si se pone un poco de atención pueden realizarse algunas deducciones interesantes. A pesar de no estar
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× notoriedad estética, resulta uno de los más interesantes textos hallados hasta ahora en Lakamha’. Hay dos cosas en especial que llaman mucho la atención: la primera es su extensión cronológica, ya que cubre prácticamente la totalidad de la historia de los gobernantes de Baakal: desde el año 435, du-‐ ǯǯǯǡÀǡͣͤ͢ȋ
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386
Templo ĝĎĝ A pesar de que hasta hace poco estaba sepultada por la selva, los hallazgos que se han hecho en los últimos Ó
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-‐ nado de uno y quizás dos de los gobernantes tardíos de Baakal. En la estructura conocida como Templo ĝĎĝ,
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k’alhuun ya relatada en relación con los textos de la Casa ĆǦĉȌǣDz
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ǡ la segunda es la del gobernante K’inich Ahkal Mo’ Nahb ĎĎĎȋƤͣ͢͞ȌǤ
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ǡ carece del santuario y de una gran lápida tallada y adosada en el muro posterior, típica de otros templos de ǯȌǡ
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Ǣ merecen veneración y respeto, y requieren de un trato cuidadoso, pues manipular con descuido el poder que reside en ellos es muy peligroso.) ǡƤ
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uno de estuco. El primero es de una calidad extraordinaria, aun para Lakamha’. Muestra a K’inich Ahkal Mo’ NahbĎĎĎ preparándose para participar en un rito que comportaba el uso de un enorme traje, que parece À
ȋƤͤ͢͞ȌǤ tablero es un relieve esculpido en estuco que muestra al sucesor del gobernante (y posible hermano), Upakal K’inich Janab Pakal, en acto de caminar con un traje muy similar al labrado en el tablero de ȋƤ͞͠ȌǤǬĝĎĝ
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×ǫƤ
× y poco comprendido rito, cumplido aproximadamente cada cinco años por los herederos designados para ocupar el trono. El verbo que alude a este rito no puede leerse aún, pero es interesante subrayar
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ȋ× ochi k’ahk’, usada para Óͣ͟͠ǢÀǯ
ǬǫǯǯǬǫ Ǯ
Ǭǫǥǡ ǬǫǯǬǫǮ ȋȌǬÀǫǯǡ
ǡČĎ. Templo ĝĝĎ Excavado pocos años después del Templo ĝĎĝ, el ĝĝϱȋƤ ͥ͢͞ȌǡĝĎĝy que, por su estilo, muy probablemente
ͤͣ͟
Ǧ ron los monumentos del ĝĎĝ. Una vez más, los protagonistas de esta escena son el gobernante K’inich Ahkal Mo’ Nahb ĎĎĎ y su sucesor Upakal K’inich Janaab Pakal; aunque sorprende que aparezcan en presencia del gran ancestro K’inich Janaab Pakal, quien cierta-‐
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primeros habían alcanzado la edad adulta, que es como aparecen en este monumento. À
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estrecha relación con el Templo ĝĎĝ, y sus textos parecen sugerir que ȋ ǡ × ochi k’ahk’ o ‘sahu-‐ ǯȌÓͣ͟͢Ǥ Ǭǫǡ
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deidades patronas de Baakal, conocidas como ČĎĎ y ČĎĎĎ.
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torno a un espacio abierto o plaza. Estas tres construcciones es-‐
Àǡ escasos tres meses del término del tan importante decimotercer winikhaab (grupo de 20 años, también conocido por el nombre de k’atuun). Los tres templos que coronan los respectivos cuerpos pi-‐
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ǡ-‐
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×Ǣ accesos (si bien hoy en día esto sólo puede verse claramente en el Templo del Sol); y el interior de estos tres templos se dividía en dos galerías: una anterior y otra posterior. En esta última, los tres tem-‐ plos alojan una construcción techada más pequeña, que albergaba un gran tablero labrado y adosado a su muro posterior. Cada uno de
À que tienen que ver con la religión y la historia del señorío. A pesar Ƥ
×ǡ mucho de lo que se sabe de la religión maya del periodo Clásico y de la historia de Baakal en lo particular. Ƥ
el contenido de esos textos, puede decirse a grandes rasgos que la
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-‐ menta con los de los otros dos y que en su totalidad representan el re gistro más detallado que se tenga de la historia de las deidades más importantes de Lakamha’, así como de la sucesión dinástica de los gobernantes más tempranos del reino. Hay muchos aspectos de la
ÀǡÀ
-‐ tos cuyo sentido sigue siendo opaco o comprendido de manera muy parcial. A pesar de esto, no resulta una exageración decir que no hay nada en toda el área maya que se acerque a ser una versión tan completa de la manera en que los gobernantes del Clásico conce-‐ bían la relación entre sus propias historias y las de sus dioses.
388
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389
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esculpido que alguna vez estuvo en su santuario interior y que es, en rea lidad, la representación estilizada de un árbol cósmico. Tras
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ČĎ en los inicios de la actual creación, el texto de este tablero liga esta acción —
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— con el inicio del gobier-‐ no dinástico en el reino de Baakal, y procede a proporcionar una
× sus primeros ocho gobernantes, la mayoría de las cuales no apa-‐ recen en ninguna otra parte. En este tenor, no es coincidencia que este templo delimite al norte la plaza del Grupo de las Cruces, pues se concibió como una materialización en la Tierra de la ‘Casa del Norte’, a donde la deidad denominada ČĎ bajó desde el cielo,
××
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Ǧ gua religión maya. El lugar mítico al que descendió desde el cielo ČĎ, según dice el texto, tenía por nombre Wak Chan Ajaw Naah ǬǫȋǮÓǡ
ǬǫǯȌ
± -‐ ba el pequeño santuario que alberga el Templo de la Cruz. Por razones aún no del todo comprendidas, los textos aluden a este santuario interior como u pibnaahil ČĎǮ
Ǧȑ ×ÓȒČĎ’.
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390
Quizá una de las estructuras que en la actualidad resultan más lla-‐ mativas y pintorescas en Lakamha’, debido a su dramática ubicación contra un telón de selva impenetrable, sea el llamado Templo de la ȋƤͣ͞͝ȌǤDz
dzǦ sentación estilizada de una planta de maíz sobrenatural, que los mayas conocían como ‘Árbol del collar brillante’ y que simboliza la riqueza que proviene del cultivo de la tierra. El hecho de que este Ƥ
-‐ sual, pues toda la temática del templo se enmarca en una alusión a la Montaña del Sustento, lugar primordial de abundancia. Y así co mo el Templo de la Cruz está dedicado a ČĎ, el de la Cruz Foliada
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de la deidad conocida como ČĎĎ, cuyo antiguo nombre era Unen ǯǡ
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de la creación, que tuvo lugar en Yax Haal Witznal, una montaña mítica de la cual la colina de Lakamha’, sin duda, era una reproduc-‐
×ǢÓƤ ȋƤͣ͜͞ȌǤ×
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×ǫȌchitinil (posi-‐ blemente un incensario) de ČĎĎ y que muy probablemente sea la
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ǬǫȋǮ ǬǫǯȌÓ ͥ͢͞ǤǡƤ-‐ cio señalan que su santuario interior era un pibnaahil (‘casa-‐hor-‐ no’ o ‘baño de vapor’) para el dios del gobernante K’inich Kan Balam (hijo primogénito y sucesor de K’inich Janaab Pakal). Templo del Sol El templo menos elevado de este trío de construcciones es el llama-‐ ȋƤͣ͞͞Ȍ
ǡ
Àǡ miembro restante de la Tríada: ČĎĎĎ, aspecto nocturno de K’inich ǡǡ
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de los dos tableros de los otros templos del conjunto, el elemento central del Tablero del Sol es un escudo de guerra con el rostro del aspecto guerrero del dios solar, con dos lanzas cruzadas por encima de éste.
Tem plo de la Cruz Foliada, los de este templo mencionan la misma
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×ǫȌwaybil (‘dormitorio’) de ČĎĎĎ. El Templo del Sol era conocido con el nombre de K’inich Pas-‐ Ǯ
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Ȍǡ al igual que en el caso de los otros dos templos, su santuario interior también se describe como pibnaahil (‘casa-‐horno’ o ‘baño de va por’) de una deidad: en este caso, ČĎĎĎ. *** Si hay algo que se nota al recorrer la zona maya es que, más allá de ciertas similitudes de estilo, que parecen estar más relacionadas con
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ǡ-‐ ǤǬ±ï
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-‐ prender demasiado, pues algo similar ocurre con las ciudades con-‐ temporáneas de una misma zona cultural (Europa occidental, por Ȍǡ
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incluso idénticas. Del mismo modo, no resulta del todo imposible pensar en una homogeneidad cultural general dentro de la zona ma-‐ ǡ
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antiguas ciudades mayas. Quizás nunca se sepa los nombres de mu-‐ chas de las construcciones de Yaxchilán, en México, Piedras Ne gras o Tikal, en Guatemala, pero la prolijidad de datos de usos, costumbres
×
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contribuye mucho a una mejor comprensión de las construcciones que en ellas quedan como testigos del alto desarrollo alcanzado por la cultura maya durante el periodo Clásico.
391
XXVII
ESPACIOS D E LA E SCENOGRAFÍA R ITUAL Octavio Q. Esparza Olguín y Kenichiro Tsukamoto
ͣ͟͞Ǥ͟ǡ Piedras Negras, Guatemala.
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la Relación de las cosas de Yucatán y otros textos, los estudios etnohis-‐ ×
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Ǧ rrollaron en los estados mayas. ǡ
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393
393
Xcalumkín, El Tigre, Becán, Xpujil, Chicanná, Río Bec, Hormiguero, Balamkú y Calakmul, los cuales mantuvieron intrincadas redes de contacto con otros sitios de la región. De todos estos asentamientos, Calakmul resulta uno de los más emblemáticos no sólo por su colosal tamaño, sino también por haber albergado a una de las dinastías más ƪ Ǧ
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ǡ que esta dinastía incorporó a una gran cantidad de sitios adyacentes
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dzȌǤ Uno de estos asentamientos, de los más sobresalientes en el sur de Campeche por sus dimensiones, resulta de vital importancia para
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ͥ͟͢͝-‐ queólogo Eric Thompson, quien además recalcó su importancia de-‐ Ƥ
de monumentos que albergaba, durante varias décadas no se desa rro-‐ ×ï
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vestigios de este centro. Óͣ͜͜͞ǡ
Ǧ lógico El Palmar: Urbanización del espacio social en las Tierras Bajas Mayas, dirigido por Kenichiro Tsukamoto y Javier López Camacho, ×
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ǡ obtenido un considerable cúmulo de datos que ha ayudado a entender ciertos aspectos de su organización política, así como su relación con otros centros de la región. ͣ͞͡Ǥǡ
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RECURSOS PARA EL MANTENIMIENTO DEL ORDEN POLÍTICO
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394
Como David Stuart ya lo ha dicho, los estudios de Tatiana Proskou-‐ ơ±
ĝĝrepresentaron un avance revolucionario que, sin duda, acrecentó el conocimiento de la organización política de los mayas prehispánicos. Proskouria-‐ ơƤ
×
× ± ǣ joy, ‘estreno, debut’ y sihǡǮ
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dzǡ este volumen). Desde entonces, se sabe que las estelas y los otros
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dzȌǤ En las últimas dos décadas, los estudios arqueológicos y epigrá-‐ Ƥ
ǡ
Ó militares, las alianzas y los matrimonios, así como la construcción de Ƥ
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395
ͣ͢͞Ǥ͠͡ǡǡ
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± población (véanse “La guerra: técnicas, tácticas y estrategias milita-‐ dzDz
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À
dzȌǤ En este aspecto, el arqueólogo Takeshi Inomata ha sugerido que los grandes espectáculos que se realizaban en las plazas comunicaban realidades políticas a la comunidad maya y contrarrestaban la tenden-‐
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À±ȋ± Dz
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dzȌǤ De hecho, la mayoría de las antiguas ciudades mayas tienen, dentro de Ƥ
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ǤǦ ron planeadas para dar cabida a un gran número de personas, mientras que las anchas escaleras pudieron ser útiles para presenciar el escena-‐ ȋƤͣͣ͞͠͞͡ȌǤǡ planas adosadas a las estructuras monumentales probablemente eran utilizadas para las ceremonias de baile o danza (véase “Danzando con ǣdzȌǤ Acontecimientos de este tipo se realizaban en coyunturas calen-‐
ǡ
Ƥk’atuun (periodo de 20 años) o laju’ntuun ȋ
͜͝ÓȌǤƤ
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-‐ mentales, tallaban los monumentos esculpidos y ensayaban las dan-‐ zas dramáticas. Al igual que en otros lugares del mundo, en las socie-‐
396
dades mayas del Clásico los rituales públicos y las danzas estuvieron estrechamente vinculados. Las danzas eran representaciones tanto culturales como políti-‐ cas, por medio de las cuales se expresaban aspectos religiosos, sociales, À
×
ǡ
guerra y hechos históricos. Las élites gobernantes hacían uso de una
ȋƤͣ͢͞ȌǤ so ciedades mayas del periodo Clásico las escenas de danzas se re-‐ presentaron en estelas, dinteles y pinturas murales, así como en À
Ǥ Ƥ Ƥ
× en los textos la presencia de la danza ritual en dicho periodo, desci-‐
ahk’otǮǡǯȋƤ͝͡͝ȌǤ ǡ×
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cuales aparece el verbo ahk’ot
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Ǥ Por otra parte, Ana García Barrios y Rogelio Valencia Rivera
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ǡƤ±-‐ tancia en sitios como Copán, en Honduras; Yaxchilán, Bonampak y Pa len que, en México; y Quiriguá y Piedras Negras, en Guatemala, entre otros. Con este tipo de rituales, en los cuales los dignatarios se
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la comunidad.
×
-‐ tica de este tipo de ceremonias. Numerosos monumentos grabados y las grandes plazas construidas en el sitio evidencian que los rituales ï
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en buen balance la organización política interna y externa. A pesar de que en la actualidad varias estelas y altares están sumamente erosionados, todavía existen monumentos que guardan espléndidas
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EL PALMAR
×ǡ en el sureste de Campeche, México. Hasta hace poco tiempo, sólo se conocía el mapa elaborado por el equipo de Thompson en 1936, donde únicamente se muestra la zona núcleo del asentamiento, con una dimensión de 900 m por 600 m, que nosotros denominamos Grupo Principal. Thompson creía que el Grupo Principal contem-‐ plaba el área total de El Palmar; sin embargo, hemos detectado que existen, por lo menos, otros ocho grupos arquitectónicos ubicados dentro de un radio máximo de 2.5 km a partir del Grupo Principal.
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-‐ man el paisaje urbano de El Palmar, las estructuras monumentales del asentamiento se concentran en el Grupo Principal, siendo las más
representativas los Templos Ď y ĎĎ, con alturas de 30 y 29 m, respec-‐ tivamente. Entre dichos templos piramidales, se ubica una aguada (Aguada Central) con un pequeño promontorio en la parte central,
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o sacbe conecta la Aguada Central con la Plaza K’awiil ubicada en la parte sur del Grupo Principal. Este último grupo también alberga cerca de diez plazas, donde se congregaba un gran número de perso-‐
Ǥ
Ƥ
-‐ tiguas son la Central y la Plaza č, que se remontan al Preclásico Tardío. La Plaza Central, al noreste de la Aguada Central, se caracteri za por ser un complejo arquitectónico del tipo Grupo Ċǡ
Ƥ
×
ǡ las Tierras Bajas mayas y los centros tempranos de Chiapas. Aunque Ƥ
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a lo largo de la historia maya prehispánica. En el caso de El Palmar, el carácter del espacio ceremonial resulta obvio, dada la presencia de cinco estelas y tres altares. La plaza que contiene el mayor número de monumentos talla-‐ dos en el Grupo Principal es la Gran Plaza, que se ubica al norte del Templo Ď y está rodeada de varias estructuras abovedadas. Las exca-‐
-‐ co Medio o principios del Clásico Tardío, cuando los estados adya-‐
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À de Mutu’l (Tikal, Guatemala) y Kanu’l (Calakmul, México). ±
Tar dío, la Gran Plaza obtuvo una mayor dimensión, abarcando un área de 14 135 m2, que pudo haber albergado a más de 30 000 personas —calculando un área de ocupación de 0.46m2 por individuo— duran-‐ te espectáculos o rituales públicos. Aunque en el presente todavía no ha podido estimarse la población total de El Palmar, cabe conside rar que las 30 000 personas pudieron ser gran parte de los habitantes, si se compara con las poblaciones de otras ciudades mayores, como Tikal y Ceibal, en Guatemala; Caracol, en Belice; y Copán, en Honduras, entre otras. Este tipo de datos sugiere que los grandes espectáculos, junto con la erección de monumentos conmemorativos, jugaron un papel preponderante en el mantenimiento del orden político de El Palmar. Por otra parte, durante el mismo periodo se construyó, 10 m por
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ǣ Čȋͤͣͣ͝2), donde se daban cita grupos más pequeños. Debido a que ±Ƥ
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los rituales llevados a cabo ahí eran probablemente de alto rango. En contraste con la Plaza Č, la Plaza Ċ es el segundo espacio abier to más grande del Grupo Principal, conteniendo un área total de 9 096 m2ǡ
pudie ron ser utilizadas como escenario en las ceremonias de danza.
Ƥ-‐ do en es te espacio tres estelas y cinco altares. Los monumentos que
Superior: ͣͣ͞Ǥ×ǡǡ Campeche, México. ǣ ͣͤ͞Ǥ͝͠ǡǡ
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tienen imágenes de los gobernantes miran hacia la posible escalera de la Plaza Čǡ
Ǥ el contexto espacial con la Plaza Č, la Plaza Ċ pudo haberse construido
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×Ǧ tro arqueológico.
398
Los monumentos Al igual que en otros sitios del área maya, la mayoría de los monu-‐ mentos de El Palmar están asociados a las grandes plazas abiertas, recreando ceremonias o acontecimientos públicos que debieron de ser presenciados por un gran número de espectadores. Dichos acon-‐
ǡ
Ǧ les de baile, esparcimiento de incienso y conmemoración de estruc-‐ turas, teniendo a los gobernantes locales como protagonistas. Como ejemplo de esto están las estelas 14 y 16, ubicadas en los espacios públicos de mayor tamaño de El Palmar: la Plaza Ċ y la Gran
ȋƤͣͤͣͥ͞͞ȌǤ-‐
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motivo del laju’ntuun
ͥǤͥ͝Ǥ͜͝Ǥ͜Ǥ͜ǡͤajaw 8 xul ȋͤ͜͞͞Ȍǡ͢͜͝͞Ó antes, en 9.18.10.0.0, 10 ajaw 8 sak (15 de agosto de 800). Las dos es-‐ ±
×
Ǧ do: chokch’aaj, ‘esparcimiento de gotas, esparcimiento de incienso’. Por otra parte, el grado de erosión en los textos de ambos mo nu -‐
un mismo dignatario. Mientras que en la Estela 14 todavía es posible reconocer parte de la cláusula nominal, que incluye el teónimo Chan ǡ͢͝
-‐ mente dañada. Esta interrogante sólo puede develarse mediante un estudio integral de la totalidad de los monumentos ubicados en ambas plazas, para determinar si los conjuntos de estelas y altares ï
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Ƥ
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sumamente erosionada, sólo se ve el rostro de un personaje y algu-‐ nos adornos de plumas; en cuanto a la Estela 16, se encuentra mucho me jor conservada, mostrando a un dignatario sosteniendo el cetro À
ƤǯÓ al gobernante. Cabe señalar que este tipo de personajes eran muy apreciados dentro de las cortes mayas, donde desarrollaban diversas actividades vinculadas con los soberanos (véase “El señor sagrado: dzȌǤ Ambos monumentos, asociados a coyunturas calendáricas im-‐
Ƥ
ǡ importancia de preservar los hechos históricos simultáneamente
ǡ
pueblo y así generar una identidad compartida. Si bien es cierto que la mayoría de los monumentos estudiados
ǡ
×
-‐ tos políticos que mantuvo El Palmar con una de las grandes urbes del ǣǤ
-‐ tela 12, ubicada en la Plaza Ċǡ
ĕĒ͠͡ȋƤͤ͜͞ȌǤ Aunque muy erosionado en la actualidad, el texto de esta estela hace
ȋahk’tajȌ
Ó local cuya cláusula nominal se encuentra muy dañada. La siguiente
parte legible del texto resulta reveladora, al contener un nombre aso-‐ ciado al linaje Cabeza de Serpiente de Calakmul: Yuhkno’m Ch’e’n. Por medio de la secuencia dinástica del linaje, se sabe que existieron
-‐ tes épocas; uno es Yuhkno’m Ch’e’n Ď, quien reinó alrededor del siglo ěĎ, y otro es Yuhkno’m Ch’e’nĎĎ, cuyo periodo de gobierno abarcó los años 636 a 686. ͝͞
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×ǡ-‐ dicios que permiten proponer un marco cronológico para este monu-‐ mento. En este sentido, resulta importante el estudio de la escultura ơͥ͜͝͡ǡ
͝͞Ǥǡơ ubicó esta estela dentro de la Fase Formativa (593 a 692), periodo que coincide con el reinado de Yuhkno’m Ch’e’n ĎĎ. Cabe señalar que durante el gobierno de este último personaje, × ƪ
actual estado de Campeche sino en todo el mundo maya, donde con-‐ servó el poder hegemónico desde la caída de Tikal, ocurrida en el año 562. Tomando en cuenta estos antecedentes, puede situarse a El Pal-‐ À
±
ǡ todavía se desconoce si hubo contactos previos entre estos dos grandes sitios, así como la naturaleza de los mismos. La visita o presencia de soberanos de este tipo, asociados al po-‐ ǡƤ
-‐ to de gran envergadura, que debía preservarse para la posteridad, sirviendo para legitimar el poder y derecho de las élites gobernantes ante la población que podía acceder a los grandes sucesos desarro-‐ llados en las plazas. En cuanto a Yuhkno’m Ch’e’n ĎĎ, resulta importante mencionar
en Uxul. En las estelas 12 y 13 de este sitio se reporta la presencia del soberano de Calakmul atestiguando una ceremonia de esparcimien-‐
Ƥlaju’ntuun
ͥǤ͝͝Ǥ͜͝Ǥ͜Ǥ͜ȋ͜͢͢͞͞ȌǤ× ǡǦ rencia a este importante jerarca denota que la presencia del nombre Yuknoom el Grande como participan te
-‐
Ƥ-‐ ǫǦǡ××
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À sede en Calakmul.
Por último, debe resaltarse el hecho de que, al igual que en El Pal-‐ ǡ͟͝
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ͥǤ͝͝Ǥ͜͝Ǥ͜Ǥ͜ȋ͜͢͢͞͞ȌǤ
Figura 280. Estela 12, El Palmar, Campeche, México.
*** ×
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-‐ mienza a arrojar sus primeros resultados, se han podido obtener da-‐ tos que ayudan a tener una visión más amplia de los aconteci mientos históricos desarrollados en el sitio. En este aspecto, los monumen-‐ tos erigidos en los grandes espacios públicos tenían el cometido de mostrar y preservar dichos acontecimientos, exhibiendo a los gober-‐ nantes como los vínculos entre lo humano y el mundo sobrenatu-‐
×Ǥ ǡ
élites gobernantes interactuaran con el resto de la población, dejan-‐ do como constancia los altares y las estelas erigidos en los grandes espacios públicos. Finalmente, si bien es cierto que la mayoría de los monumen-‐
×
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-‐ tan articular un discurso global, que privilegie los procesos históricos
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arqueológico.
399
LA G UERRA
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XXVIII
LA G UERRA: TÉCNICAS, TÁCTICAS Y ESTRATEGIAS M ILITARES Harri Kettunen
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Ǥ Eric Thompson, The rise and fall of Maya civilization.
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403
403
EL CAMBIANTE PASADO DE LOS ANTIGUOS MAYAS
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ǡ tomaba parte en guerras y no escribía sobre asuntos terrenales. En la actualidad, esas ideas parecen ab-‐ surdas y sin base alguna. El extraordinario desarrollo que los estudios mayas han experimentado en los últimos cincuenta años ha cambiado de manera drástica la concepción que se tenía de esta antigua cul-‐ Ǥ×
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unieron al resto de las sociedades de la historia humana, con todo y sus gobernantes, historias dinásti-‐
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Thompson y Sylvanus G. Morley. Tras el descubrimiento de los murales de Bonampak, en Chiapas, México, en 1946, los investigadores ya no pudieron seguir ignorando las representaciones evidentes de la existencia ȋƤͤ͞͞ȌǤǡ
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ǡ su relevancia para la interpretación de la historia maya en general se diluyó en explicaciones tales como que Dz
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×Dz-‐ ȑǥȒ
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maya aún su bsiste en la idea popular que se tiene de ella, así como en varios libros escolares de Historia. Cuando se consideran los registros escritos, los mayas parecen haber tenido guerras a lo largo de to da su historia. Sin embargo, la naturaleza de ésta sigue sin comprenderse cabalmente, debido a la ca-‐
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ƪ
Ǥǡǡ-‐ dos por una discusión de las posibles motivaciones subyacentes en la guerra entre los mayas.
LA ARQUEOLOGÍA Y LA GUERRA En lo tocante a los registros arqueológicos del área maya, existen varios problemas. Entre éstos se cuentan:
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× de ritos de terminación de periodos; las causas de la destrucción no son siempre sencillas de detectar).
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de los estudios de los antiguos mayas si no se contara con investigaciones multidisciplinarias e interdis-‐ ciplinarias desde la década de 1960. Basándose únicamente en la evidencia de tipo arqueológico, aún se tendría una visión distorsionada de la guerra entre los antiguos mayas. En la actualidad, no obstante, cada
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LA EPIGRAFÍA Y LA GUERRA
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ǡchuk-‐
404
Figura 282: Detalle del muro sur, Cuarto 2 de la Estructura 1, Bonampak, Chiapas, México.
(chuhkaj); evento de ‘guerra-‐estrella’ (?...y); atacar con un hacha, ch’ak-‐ (ch’ahkaj); quemar: pul-‐ (puluy); arrojar: jub-‐ (jubuy); y pre-‐ sentar prisioneros, na’-‐ / naw-‐ (na’waj / nahwajȌȋƤͤ͟͞ȌǤ Además de los verbos anteriores, se tiene evidencia explícita
ƪ
empleadas en textos de Dos Pilas, en Guatemala, y de Comalcalco, en Tabasco, México, donde los huesos y los cráneos se apilaron o ‘hicieron una montaña’, witzaj; y se derramó la sangre o ‘se hizo es-‐ tanque’, nahbaj. Los antiguos textos mayas también aluden al ejér-‐
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ǯǡ uto’k upakalȋƤͤ͟͞ȌǤǡ
-‐ cionan varios posibles puestos militares, como baah te’, baah to’k’, baah pakal, ch’ahom ajaw, lakam, yajaw k’ahk’ y yajaw te’, según Ƥ
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ucha’nǥǡǮǯǡaj [ĝ] baak,ǮȑĝïȒ
ǯȋƤͥ͞͞ȌǤ
LA GUERRA EN LA ICONOGRAFÍA MAYA
-‐ nas, implementos y vestimenta de guerra. En el arte maya es posible detectar armas personales, tales como lanzas, cuchillos, hachas, nava-‐ jas, garrotes, piedras y atlatls; corazas y otros elementos de protección; objetos de combate; posturas de lucha; pintura y tatuajes corporales;
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destino de los prisioneros. Lo que no puede detectarse en el arte maya son las tácticas y las estrategias subyacentes en las batallas, como tam-‐ poco los movimientos ejecutados durante el combate.
405
ǦǦ, chuhkaj,Ǯ
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?-‐yi, …y, evento de “guerra-‐ dzï
ĈčǯĆĐǦ, ch’ahkaj, ‘atacar
ĕĚđ, puluy
ǦǦ, na’waj o nahwaj
con un hacha’
‘quemar’
ǮȑȒǯ
ǦǦǯǦǦǦ, uto’k upakal ‘su pedernal y su escudo’, ‘ejército’ ͤ͟͞ǣ ÀƤ
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Figura 284: Fragmento de una estela de Chinkultic, Chiapas, México.
406
Los guerreros En lo que hace a la representación de guerreros en el arte maya, exis ten
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ȋƤ ͤ͞͡ ͤ͢͞ȌǤ
estas escenas van desde personajes sencillos, modestamente vestidos, hasta soldados de la élite, que llevan complejos trajes de batalla con llamativos tocados. En lo tocante a la correla ción entre estas escenas y las vestimentas, los aditamentos y las armas usados en la guerra real, ǡ
À
×
los españoles de la época del Contacto. La primera puede utilizarse para establecer correlaciones entre armas y aditamentos hechos con materiales no perecederos. Los segundos resultan útiles, usándolos
ǡ
militar. No obstante, estas crónicas no necesariamente arro jan mu-‐ cha luz sobre las vestimentas guerreras del periodo Clásico.
Figura 285: Vasija cerámica de estilo Nebaj, Đ2206.
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En lo que respecta a las armas utilizadas por el ejército de los antiguos ǡƤ
han sobrevivido; también es posible especular que ciertos tipos de armas (y tácticas) debieron o pudieron ser empleadas por los anti-‐ ǡ
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ƪ
Ǧ tos armados a lo largo de la historia de la humanidad. La presencia de armas y protecciones, así como técnicas de ba-‐ ta lla que pueden detectarse a través de la arqueología, que se re co -‐
Ƥ
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Àǡ
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×ǡ ȋȌ
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-‐ ción de las armas usadas por los mayas, es posible hallar por lo me-‐ nos seis categorías potenciales, a saber:
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ǡǡ dardos, piedras y otros objetos que se arrojaban contra el enemigo de manera directa o mediante implementos para ello, como atlatls, hondas, cerbatanas o arcos);
ȋ
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ǡ-‐ zas, garrotes y piedras); armas improvisadas (armas disponibles espontáneamente, como piedras, palos u otros objetos que pudieran servir para atacar al enemigo);
(armas o técni-‐
ǡ—como en el caso de las lanzas de punta encendida— o que lo provocan, como incendios en llanuras, bosques o estructuras y vehículos hechos por el hombre, como casas de madera o canoas); ×
(in sectos que pican o muerden, arañas, serpientes u otros anima-‐ les, así como el uso de sus venenos); y
×
(tambores, trompetas de concha de caracol, carapachos de tortuga, voces hu-‐ manas y otros instrumentos capaces de emitir sonidos o ruidos de gran volumen, que resulten intimidatorios). En cuanto a los usuarios de las armas mayas, es posible hacer una ×
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armas personales
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de acción, a saber: de (lanzas); Ó (cuchillos y los llamados bastones ‘de boxeo’);
(hachas, cuchillos y navajas); de golpeo (garrotes y otras armas contundentes); (lan-‐ zas, dardos, piedras y atlatls); de disparo (arcos y cerbatanas);
(combate cuerpo a cuerpo); de
ǡ (guerra biológica);
(guerra psicológica); y de
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×ȋ psicológica). Las
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×Ǥ En lo tocante al objetivo de las armas, es posible hacer una distinción entre armas antipersona-‐ les (de objetivo individual o de múltiples objetivos); ǦƤ
(usadas en contra de
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(para hundir, dañar o destruir embarcaciones). Una subcategoría adicional que podría agregarse aquí serían las
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ȋȌ del arma en cuestión (con independencia de su uso en la guerra). Asimismo, tratándose de armas y Ƥ
ǡ
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×
×Ǥ Además de armas, los mayas se valieron de varios tipos de corazas corporales y objetos de protec-‐ ción. Entre éstos estaban las corazas de algodón, los escudos, los cascos, las hombreras, las pulseras y ȋƤͤͣ͞ȌǤ Lo que no existía en el armamento —y entre los instrumentos bélicos— de los antiguos mayas (en comparación con el armamento contemporáneo y de principios de la época colonial en el Viejo Mundo) ǡ
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ȌǢ (para lanzas y escudos); cuero (para escudos y elementos de protección); y algodón (para vestimentas de protección). Muy probablemente, también emplearon huesos, garras y colmillos de animales para la elaboración de armas.
ͣ͜͠
Existen algunos retratos de individuos con altos puestos milita-‐ ȋƤͥ͢͞Ȍǡ
ǡ
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×
ǡÀ
simbólico, similar al de los bastones de mando de los jerarcas militares de otras partes del mundo, incluyendo los de la ĎĎ Guerra Mundial.
EL COMBATE EN EL PERIODO DE CONTACTO: LA GUERRA EN LOS DOCUMENTOS COLONIALES Tanto los documentos españoles como los indígenas del periodo de Contacto (1511-‐1582) y de la era colonial (siglos ĝěĎy ĝěĎĎ) brindan
×
À Ǥ
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ǡ±
de las prácticas de guerra entre los mayas del periodo Posclásico Tar-‐ dío, y, usándolos con precaución, aun de periodos anteriores. En relación con las armas utilizadas por los mayas, es necesa rio tomar en consideración que Mesoamérica se hallaba en un cons tante cambio en cuanto a innovaciones, entre las cuales deben contarse los implementos bélicos. Por ejemplo, en los documentos coloniales exis ten alusiones a ciertas armas que están ausentes en el arte maya del Clásico. Es posible que algunas de éstas pudieran existir en tiem-‐ ǡǤǡ
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pa rece ser tardío en el área maya. Cuando se trata del armamento utilizado durante el periodo de Contacto, la Relación de las cosas de Yucatán, del obispo Diego de ǡ
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dzǤ embargo, en la Relación de Mérida se sostiene lo contrario:
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408
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ǡ tz’a, usaban una lanza, llamada achcayupil y especialmente la cerbatana, pub, que es un arma poderosa en manos de un exper to, de los cuales había muchos en toda la América tropical. ƪ
ǡ
Ǧ mente obsidiana, así como hueso y metal. Entre otras armas se contaban el garrote de guerra, hecho de madera, tz’aibalche; ǡ
Ǣ
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Ǥǡ tenían un tipo de broquel, el pocob y un escudo redondo lla-‐
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-‐ Dzdzǡ Ǥǡ
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De la protección que empleaban los mayas durante el periodo de Contacto, Landa señala lo siguiente: ȑǥȒ
×
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×-‐ ran, se trataba de mantas torcidas en rollos, usadas alrededor del
Ǣ±ÀǦ ƪ
Ǥ mantas, utiliza ban otros implementos de manta, hecha también de algodón en el interior con costuras invertidas, a las que lla-‐ ǡ±À
-‐ ȑǥȒ ȑǥȒ
À también chaquetas cortas de algodón acolchado y sal gruesa, que se elaboraba en dos capas y que éstas eran muy resistentes.
Es probable que estas corazas corporales se asemejaran a los ichca-‐ huipilli de los mexicas. Las corazas de algodón demostraron ser muy prácticas en el húmedo clima tropical; de ahí que los españoles oca-‐ sionalmente reemplazaran sus armaduras metálicas por las corazas de algodón locales. En lo que hace al uso de escudos y cascos, Landa dice:
Las armas con las que los indios peleaban en la guerra eran arcos
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ǡ
-‐ tas de pedernal. Otros peleaban con escudos y lanzas del tamaño ǡ
ǡ
o quemadas o hechas de pedernal. Otros disparaban con hondas.
ǡ À
ǡ que cortaban y tejían con cuidado. Eran redondos y estaban
ǤȑȒǡ
usaban los señores y los capitanes, tenían cascos de madera, si bien eran éstos muy pocos.
El uso de hondas (entre otras armas) también lo menciona Daniel G. Brinton, en alusión a las prácticas bélicas de los kaqchikeles del perio-‐ do de Contacto en las tierras altas de Guatemala:
±
À Clásico, aunque en muchos casos, los escudos, más que rígidos, eran ƪǡ
×
ȋƤͥͣ͞͡͞͞ȌǤ Es probable que los escudos estuvieran también pintados o decora-‐ dos con plumas, como en las órdenes militares de los mexicas.
±
-‐ nos elementos bélicos que o están ausentes o son más bien escasos
Estas naciones eran aguerridas y contaban con gran variedad ǤÓǦ criben como hábiles arqueros y duros antagonistas pero no re-‐
409
ƪ
-‐ dos entre los mayas precolombinos. Entre éstos se cuentan la pre-‐ paración para ir a la guerra (como la música y las danzas de guerra), los objetos llevados a los campos de batalla (como las banderas de Ƥ Ȍǡ
×
ȋ
emisión de gritos y el tocar de tambores) y las responsabilidades que tenían las personas que detentaban puestos militares de man-‐ do. Landa brinda el recuento siguiente: Siempre había dos capitanes; uno tenía el cargo a perpetuidad, además de que el mismo era hereditario, en tanto que el otro era elegido, con mucha ceremonia, por espacio de tres años; además ǡ
ǡ
À À
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Ǧ sión en caso de guerra. A este último lo llamaban Nacom. Du-‐ rante estos tres años no podía tener relaciones con ninguna mu-‐ jer, ni siquiera su propia esposa, ni comer carne. Lo tenían en gran veneración y le daban pescado e iguanas, que son un tipo de lagartija, para que comiera. Durante este tiempo, no podía emborracharse y mantenía separados en su casa los utensilios y otros objetos que usaba y ninguna mujer le servía y tenía poca comunicación con la gente.
En lo tocante a la dimensión psicológica de la guerra, Landa da la siguiente versión del uso de las banderas de guerra, la costumbre de ±
Dz
dzǣ Guiados por una alta bandera, salían del poblado en gran silen-‐ cio y marchaban así a atacar a sus enemigos, con grandes gritos y grandes crueldades, cuando caían sobre ellos sin que se lo es-‐ Ǥ
ǡ-‐ sas con arqueros y otras cosas hechas de palos y madera y gene-‐ ralmente de piedra. Tras la victoria, arrancaban las quijadas de los cuerpos y, habiéndoles quitado la carne, se las ponían en los Ǥǡ
À
À ǡ
Ƥ
ǡ no queriendo dejar a nadie vivo que pudiera dañarlos después. El resto de la gente quedaba prisionera, bajo el poder de quie-‐ nes los hubieren capturado.
Es posible que en la guerra se robaran tanto las banderas como las ƤǤÀÀ
estas incursiones, como puede observarse en los teatros de guerra de otras partes del mundo. Finalmente, el Popol Vuh brinda un atisbo único a la guerra bio-‐ lógica entre los mayas: Entonces, los guerreros subieron un poco por la ladera de la montaña. Pero sólo un poco, pues no llegaron a la entrada de la ciudadela. Y entonces abrieron los cuatro guajes que
410
À
avispones. Eran como nubes de humo cuando salieron de cada guaje. Los guerreros perecieron así por causa de los insectos. Se lanzaron contra sus ojos y narices, contra sus bocas, sus piernas y sus brazos. Sin importar en donde estuvieran, los avispones y Ǥǡ persi guieron. En todas partes había avispones y avispas. Hacían nubes a su alrededor, picándoles los ojos. Había grandes canti-‐ dades de insectos alrededor de cada persona.
ESTRATEGIAS Y TÁCTICAS
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Ǧ dos entre los antiguos mayas, es poco lo que en verdad se sabe. Sin embargo, ciertos aspectos de la guerra entre los mayas pueden de-‐
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ǦǤ ǡ
×
Àȋ crucial en cualquier práctica bélica) puede leerse directamente en los testimonios escritos de los antiguos mayas; había una distin-‐ ción transparente entre la temporada seca y la de lluvia. Desde el À
ǡ-‐
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encuentros que se dieron en la temporada de lluvia. No obstante, lo
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Ǥ Esto incluye contrastar exactamente en qué momento de la histo-‐
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las Tierras Bajas, alrededor de terrenos bajos o elevados o en áreas adyacentes a un río. Citando a John M. Collins: “la existencia de una
×
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dzǤǡ
À habrían sido demasiado bajos para navegar durante la temporada de secas, en tanto que los extendidos campos de cultivo casi segu-‐ ramente resultaron rápidos de atravesar.
mayas, debe tenerse cuidado con las interpretaciones. El hecho de
Temprano y que éstas aumenten durante el Clásico Tardío y el Clási-‐
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ǡ Ǥ
Ƥ ×
À-‐ nal o que hubo más guerras durante el Clásico Temprano que du-‐ ǡƤ
×
evidencia no puede utilizarse como evidencia de la ausencia de algo. Ƥ
ǡǦ cían guerras predominantemente durante la estación seca; y por lo general no durante las temporadas de siembra y cosecha. Sin em-‐ bargo, lo que no se sabe es si los antiguos mayas la hacían en la
ÀǤ
ǡ
ǡ duración y el tamaño de las campañas militares emprendidas por los antiguos mayas. Además, se conoce poco de las mismas batallas y de los combatientes que en ellas participaban: dónde tuvieron lugar (en asentamientos, a campo abierto o en los bosques o en todos los anteriores); ±
ȋ
-‐ ȌǢÀ-‐ tégicos a las guerras en gran escala. ¿La guerra entre los mayas era sobre todo de índole no territorial o también tenían guerras terri-‐ ǫǡ
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Ǥ Otro problema que debe resolverse es la longitud (en distancia) de las campañas militares. El tan citado ejemplo de Calakmul, Campeche, atacando a Palenque, Chiapas, ambos en México, en los años ͥͥ͢͡͝͝ǡ
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ǤǬ± tropas de la ciudad de Calakmul llegaron hasta la ciudad de Palenque o es posible que el ejército del linaje
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ȌǤ͞-‐ plo Ďě (Estructura 5ĈǦ͠Ȍ
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ǡ×ǡ± Tubal, hasta Naranjo (unos 40 km en línea recta) en un solo día. Asimismo, no pudo ser coincidencia que el ataque tuviera lugar en mitad de las celebraciones de Año Nuevo en Naranjo, lo que resulta ser una clara indicación de planeación estratégica militar entre los antiguos mayas. Con respecto al clima en el área maya, resulta interesante especular si los antiguos códices ma yas ȋ
Ȍ±Ƥȋ±Dz dzȌǡ
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que vayan más allá de unos cuantos días.
En relación con la naturaleza universal de la guerra, existen requisitos cruciales para un ejército real, más allá de las consideraciones de tiempo y espacio. Entre éstos se cuentan, por lo menos, las unidades de combate ȋ
ȌǡȋȀ
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±
Ȍǡ
ǡ logística (por ejemplo, las provisiones) y la comunicación. Asimismo, por lo general se necesita algún tipo de educación militar y de cooperación cívico-‐militar, tanto antes, como durante y después de una campaña militar exitosa. Es muy probable que los mayas hubieran incorporado todos estos componentes en su doc-‐ ǡ
Ƥ
Ǥ Al estudiar la guerra, también es importante hacer una distinción entre los diversos niveles de análisis
Ǥ2±
ǡ
ǡǦ vos y de niveles estratégicos. ±
tiene que ver con la producción y el uso de armas y otros instrumentos de guerra (por ejemplo, lanzas).
Ƥ±
ǡ así como a la planeación y la puesta en práctica de usos a corto plazo y pequeña escala de unidades militares (como el movimiento de tropas, el reconocimiento y las emboscadas); en tanto que el nivel operativo (también conocido como estrategia militar o estrategia operativa) está relacionado con la planeación y el control de las unidades militares (por ejemplo, el movimiento de contingentes numerosos a través de exten-‐
411
sas áreas en la zona maya). ±
(también conocido como de gran estrategia), por otra parte, es a largo plazo, en gran escala y de trascendencia social; incluye la planeación y el control de grandes unidades militares y sus objetivos son a nivel estatal, por lo que no se restringen únicamente al nivel militar. En el caso de los antiguos mayas, el nivel estratégico podía incluir, por ejemplo, el control de las rutas comerciales mediante alianzas; así como también contemplar el uso de la diplomacia y el de la paz posterior a la guerra como parte de una estrategia de largo alcance.
GEOGRAFÍA MILITAR
À
cabo una campaña militar, existen ciertos principios univer sales. Es un
Ǧ litar individual. Asimismo, dependiendo de si la mayoría del área maya
se hallaba cubierta de selva, el panorama y la lógica de la actividad ±
À
ǤÀ área en donde los mayas lucharon estaba cubierta de cultivos de maíz,
-‐ portado tener que hacerlo a tra vés de un denso bosque tropical. Según Collins, en un entorno selvático predominarían las acciones empren-‐ didas por unidades pequeñas; los movimientos terrestres invariable-‐ À
ǡ
ǡ las áreas de mando, control, comunicación y logística; asimismo, las
Ǥ
-‐ sulta de analizar qué atributos deben tomarse en cuenta al evaluar y
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-‐ Ǥ
ȋȌ—
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— tam-‐ ±
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À en ausencia de dicho juego de atributos). Entre los multiplicadores
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guerra y en el pensamiento militar mayas se cuentan: la tecnología,
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-‐ miento, el entrenamiento y la experiencia, la moral, la reputación
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de desgaste). Debe hacerse notar que muchos de estos atributos podrían coin-‐
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ƪǤǡ un entrenamiento y una tecnología superiores, al igual que una mayor experiencia, podrían contribuir a lograr mejores maniobras tácticas y hacer subir la moral. Además, las características climáticas y geográ-‐ Ƥ
À
×Óǡ-‐ bras tácticas tales como las emboscadas.
412
Asimismo, en lo tocante a la inteligencia, hay que agregar que
×
×Ǥ Según Collins los comandantes y los consejos de planeación que estén en bus-‐
Dz
dzÀ
especialistas en áreas extranjeras con habilidades interculturales que resulten estratégica y tácticamente valiosos tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra abierta.
ǡǡ
-‐ gencia las llevaban a cabo por lo menos los habitantes del Altiplano.
A En cuanto a las motivaciones y la política de la guerra, hay que apo-‐ ǡǡ—como los textos jero-‐ ÀƤ
—, y en los patrones universales del comportamiento huma-‐ Ǥ
ǡ
×
las razones reales subyacentes en las actividades bélicas mayas. En
ǡÀ
económicos por encima de los ideológicos, así como las motiva-‐ ciones rituales por encima de las políticas y económicas. Como se-‐ ñalan los investigadores Prudence Rice y Don Rice: ȑǥȒ
Dzdz DzǦdz son episodios de combate ritualizado, cuyo propósito era el de obtener los cautivos que los gobernantes pisotean de manera ƤȑǥȒǤ
También sostienen que ȑǥȒ
Dzdz en realidad juegos de pelota y que los prisioneros —los perde-‐ dores del juego—À
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ǡ ǡ
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ȑǥȒǤ
Estoy de acuerdo con la importancia que tenía tomar prisioneros en la sociedad de los antiguos mayas, ya que existe una buena docu-‐ mentación de esto en los registros escritos y en el arte mayas, pero
meramente ritual, con motivaciones ideológicas (véase “De armas ǣ
dzȌǤ
ȀDz
dzȀ ÀȋƤͤ͞͝ǡͤͤͤͥ͞͞ȌǤ
Ǧ ǡǦ
tegia, dirigidas en contra de los órganos vitales de la sociedad y de Ǥ±
antiguos mayas. Finalmente, postulo que las motivaciones básicas de la guerra À
ȋ-‐ sión del poder político) y económicas (por ejemplo, garantizar el ƪÀ
ȌǤ
ǡ
×
-‐ merciales, la competencia por obtener ciertos artículos, incluyendo
ǡ y convertirse en la razón misma de las guerras. Debe notarse también que las motivaciones para ir a la guerra
élite que entre los ciudadanos comunes. En tanto que los primeros pudieron haber peleado por razones económicas, ideológicas, o de ambición política, yendo tras la obtención de prestigio, poder u otros Ǣ sus hogares.
REPERCUSIONES DE LA GUERRA Las consecuencias de la guerra son siempre destructivas, más allá de Ƥ
de las partes involucradas en ella (ya sea de manera directa o indirec-‐ ȌǤƪ político de los antiguos mayas; lo que no se sabe es hasta qué grado. Asimismo, el papel que pudo haber tenido la guerra en el colapso de la cultura maya del periodo Clásico sigue siendo una pregunta sin res-‐ ǡ
ƪ
e inestabilidad durante el proceso de colapso de las sociedades ma-‐ yas de ese periodo. No obstante lo anterior, se continúa sin saber si la
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ǡ
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ǡ necesario abandonar las explicaciones que postulan una sola causa
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dzǡȌǤ *** Lo que se sabe de la guerra entre los antiguos mayas es que hubo
ƪ
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y económico. Lo que no se sabe es quiénes participaron en las guerras (¿ejérci-‐
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(desde ataques a pequeña escala y batallas aisladas hasta grandes campañas militares y guerras a largo plazo y en gran escala); qué tipo
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413
ͤͤ͞ǣͣ͝͞ǡǡǡ±
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de organización militar y educación marcial tenían los mayas; cuánta actividad bélica no documentada hubo en la época precolombina; en ±
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Ǥ Todas estas interrogantes conducen a temas y preguntas de in-‐ vestigación potencial: ver si es posible detectar más puestos mili tares
ÀƤ
Ǣ
-‐ signias y vestimentas militares en escenas de batalla en el arte maya; y comprender la manera en que las tropas militares se movían de un área a otra, a través y alrededor de diversos tipos de vegetación y
Ƥ
Ǥ Entre otras preguntas de investigación, están las siguientes: ¿qué relación existe entre la guerra maya y la que llevaban a cabo otras cul-‐
ǫǢ Ǭ
× ƤǫǢǬ±ƤǦ
×ǫǢǬ
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ǡǫǢǬ±À ȋȌ
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× agresiva deliberada, vestigios de rituales de terminación de periodos y ǫǢǬ
ÀǫǢǬ
ǫǢǬ± tan grande e importante era el papel que jugaba la inteligencia en las estrategias militares de los mayas (por ejemplo, ¿tenían espías que À
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ȀǫǢǬ
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ǫǢ Ǭ distintas las motivaciones para la guerra entre políticos, gene ra les,
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×Ǧ ras naturales, tales como ríos, pantanos y barrancas, en las campa-‐ ÓǫǢǬ
×
ǫǢ Ǭ
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ȌǫǢǡÀǡǬ
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ǫǢǬǫǢ y, de ser así, ¿de qué modo se representó ésta en el arte y en los re gis-‐ tros escritos (a quién se ilustró, en dónde y por qué); ¿cuándo comen-‐
ƪ
ǫǢǬ
×-‐ gimiento y resurgimiento del atlatl en el arte maya y si corresponde al ǫǢǬÀ ǫǢǬ
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(o grandes ejércitos) todas las ciudades mayas o contaron con la ayuda
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ǫǢǡ ƤǡǬ
ǫ Como puede verse, existen muchas más preguntas que respues-‐ tas con respecto a la guerra entre los antiguos mayas. Sin embargo, lo que continúa siendo un hecho es que la guerra era una parte inte-‐ grante de la antigua sociedad maya y un elemento decisivo en las ac-‐ tividades políticas entre reinos rivales. Para comprender en verdad la
ƪ
ǡ
Ǧ sario reunir todas las disciplinas potencialmente relevantes para el estudio de la guerra entre los mayas. Esto sólo puede lograrse me-‐
×
ǡ
ÀǡÀǡ
Àǡ historia colonial y las ciencias militares. Figura 289: Tablero de procedencia desconocida, región de Yaxchilán, Chiapas, México.
414
415
XXIX
DE A RMAS Y ATADURAS: GUERREROS Y C AUTIVOS Hugo García Capistrán
ͥ͜͞Ǥ ǡ Templo ĝěĎĎ, Palenque, Chiapas, ±
Ǥ
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417
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LOS GUERREROS EN EL MUNDO MAYA DEL CLÁSICO ǡ El k’uhul ajawïǡ±
ƪÀ
Ǧ dote, el dirigente y, también, el guerrero (véase “El señor sagrado: los dzȌǤ
maya, el soberano acaparó la mayor cantidad de las representaciones artísticas. Desde épocas muy tempranas, el k’uhul ajaw-‐
ÓǤ
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Ó͟͜͞ȋƤͥ͞͝ȌǡÓ
atributos del poder de pie sobre un cautivo. Lo anterior puede indi-‐ car que, desde un inicio, los gobernantes tuvieron la intención de mostrarse a sí mismos como grandes guerreros. Las imágenes bélicas se hicieron cada vez más constantes y al-‐ canzaron su auge hacia el siglo ěĎĎĎ. En todo el territorio maya se encuentran retratos de los ajawo’ob’, ‘señores’, vestidos de guerreros
Ǣǡ
ƪǡ
Ǥ
juga ron en el campo de batalla, es muy posible que asistie ran como ge nerales de los ejércitos y que dirigieran a los distintos cuerpos armados desde algún punto. Ellos recibirían a los cautivos y se re-‐ presentarían en los distintos monumentos como los captores. En este ǡ
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×ÀÀ
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dzǡaj [ĝ] b’aak, que puede traducirse como: ‘el de ȑĝïȒ
ǯȋƤͥ͞͞ȌǤÀǡ-‐ nante incrementaría su importancia por el número de prisioneros que obtuviera en una o varias batallas. Es posible también que el so-‐ berano tuviera que capturar guerreros antes de llegar al poder, como
×ȋƤͥ͟͞ȌǤ ǡǦƤ
deidades asociadas con la guerra (véase “Dioses del cielo, dioses de la dzȌȋƤ͜͜͞ȌǤ ČĎĎĎ, uno de los miembros de la tríada de dioses patronos de Palenque, Chiapas, México. Dicha deidad aparece, sobre todo, en los escudos que portan los guerreros a manera de protec-‐
×ǡ±
Ƥ
Ǥ
-‐ nada con la guerra, como puede verse en el panel del Templo del Sol en Palenque. Su carácter solar y bélico recuerda a Huitzilopochtli,
ǡ±
los atributos de un guerrero, en especial la Xiuhcóatl, la Serpien-‐ te de Fuego que utiliza para dar muerte a sus medios hermanos. Ƥ
±
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Ƥ
de cautivos.
×-‐ mental en la imaginería bélica en el Clásico maya. Con la supuesta
×ǡÓͣͤ͟ǡ
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ȋ±Dz
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418
dzȌǤ posible deidad que el investigador Karl Taube ha llamado la Ser-‐ piente de la Guerra, que estuvo ligada estrechamente al dios de las tormentas, Tláloc. En Yaxchilán y Bonampak, ambos sitios en Chia-‐ pas, México; y en Piedras Negras, Tikal y Dos Pilas, en Guatemala; así como en otros más, se observan monumentos con gobernantes portando estos atributos extranjeros, quizá con la intención de aso-‐
ǡ
ǡ
ȋƤͣͤ͟͟͝͝ȌǤ
ǡÀ
ǡ
ǡ yelmo o un casco llamado en maya ko’haw. Además de estos ele-‐ mentos, los gobernantes-‐guerreros llevan un tocado globular, el signo del año y máscaras del dios Tláloc. ×ÀƤ
los gobernantes, pues existen evidencias de que imágenes de dio-‐ ses, quizá de madera, eran llevadas por medio de palanquines al campo de batalla. Dichas imágenes simbolizaban la participación en la guerra de las deidades patronas de cada reino.
EL PAPEL DE LOS GUERREROS EN LA SOCIEDAD
× Centro de México durante el Posclásico, hay muy pocos datos para
Ǥ
À y del gran número de investigaciones en torno a la sociedad maya, siguen sin respuesta diversas preguntas: ¿existieron sólo guerreros ±ǡ
ǫǢǬÀ-‐
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×
ǫǢǬ
×Ǧ ǫǡ Ǭ
× ±
ǫǡ Ǭ± ǫ ǡï
Ǥ
Ǧ titución de los ejércitos en el periodo Clásico. Empero, puede asumirse que el número de participantes debió de variar según la intensidad y el tamaño de la empresa bélica. Guerras como las que llevó a cabo la dinastía Kaanu’l —con sede primero en Dzibanché, Quintana Roo, y después en Calakmul, Campeche— en contra de Palenque, Chiapas —ambas en México—, debieron requerir a un gran número de milita-‐ ǡ
ǡ
×
Ǥ ÓÀ
Ǧ
-‐
ǤÀǡ su texto, dice: ÀȑsicȒ todo lleno de indios guerreros, de lo cual nos maravillamos los que habíamos venido con Grijalba, y demás desto, estaban jun-‐ tos en el pueblo más de doce mil guerreros aparejados para dar-‐ ȑǥȒǤ
Figura 291. Placa de Leiden.
À
ǡ
no lo es, pero hay que resaltar la presteza que tenían los grupos mayas ÓǤ podría indicar que, por lo menos durante el Pos clásico, existían perso-‐
Ǥ Sin embargo, no hay duda de que los líderes guerreros debie ron
Ǥ
-‐
×
±ǡ la cual se realizaban distintos tipos de actividades: administra tivas y de la casa real, diplomáticas, ceremoniales, artísticas, escri turarias y militares, entre otras. El arqueólogo Takeshi Inomata men ciona que, si bien la mayoría de los miembros de las cortes eran nobles, habría
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dzȌǤ ÀƤ
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la actividad castrense. Ya se mencionó que el ajaw pudo participar
Ǣǡ el título ajaw no indica un cargo militar. Lo mismo sucede con los títulos de sajal, lakam o yajawk’ahk’Ǥ±Ƥ mi licia, simplemente quienes los ostentaban tenían que cumplir
ǡÀ
aparecen sajales con cautivos. El lakam, por su parte, como ha pro-‐
ǡ
en la leva. El yajawk’ahk’ǡÀ
sacerdocio, parece haber tenido importantes implicaciones en ac-‐ ±
Ǥ Ƥ
Ƥ
yajawk’ahk’:ǡǦ ron guerreros y líderes militares; por otro, la evidencia lingüística apunta hacia individuos que tenían el encargo, durante el ritual,
ǡÀ
Ǥ ya la importancia que tuvieron los dioses durante la guerra y cómo eran llevados, como participantes, al campo de batalla. Lo anterior podría indicar, con base en lo dicho por Zender, la necesidad de un sacerdote guerrero encargado de llevar dichas imágenes divinas. El Ƥ
×yajawk’ahk’ y el tí-‐ tulo tlenamácacǡǮ
ǯǡ
en el Posclásico, y propone que dicho cargo maya podía obtenerse a partir de la captura de tres o cuatro enemigos. ±À
Ǥ Dos de ellos, b’aah pakal, ‘primer escudo’, y b’aah tok’, ‘primer pe-‐ dernal’, son títulos de rango menor y casi no aparecen en el corpus ÀƤ
ȋƤͥ͞͞ȌǤ
ǡ el segundo asociado con un guerrero apresando a un cautivo. En ǡǡ±
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b’aah tok’: el Monumento 154 muestra al cautivo Xooy, quien lleva el título de ǮǯȋƤͥ͞͠ȌǤ Àǡ
y Stephen Houston, es el de b’aahte’. Aunque algunos autores han
419
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‘el de los 14 cautivos’
‘el de los 16 cautivos’
b’aah pakal
b’aah tok’
b’aahte’
‘primer escudo’
‘primer pedernal’
‘el de los 20 cautivos’
yajawk’ahk’
yajawte’
ch’aho’m ajaw, ‘señor de
‘señor de lanzas’
hombres, señor de varones’
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militar. En la vasija Đͣ͢͢͠ȋƤͥ͞͡Ȍ
ǣ-‐ cansa un señor que observa a los dos prisioneros que se le están entregando; a la izquierda puede verse a un personaje de pie, quien lleva en su mano izquierda un bastón o báculo que se dobla en la punta
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× personaje como t’ub’ ajaw winik b’a[ah]te’. Es importante notar que el título de b’aahte’×ǡ también por los ajawǤ ͝͠͡
ǯ
ǯ ǡ poderoso de los gobernantes de aquella ciudad, con el título de b’aahte’ ajaw, lo que indicaría una escala mayor dentro del cargo de b’aahte’. La Estela 18 de Yaxchilán menciona que el gobernante Kokaaj B’ahlam ĎĎ era el b’aahte’ de cinco k’atuunes ȋƤͤͣ͞ȌǤǡǯǯ también utilizó el título de b’aahte’, pero en este caso asociado con el título de pitziil, ‘jugador de pelota’. Lacadena ha propuesto que en varias imágenes aparecen personajes que debieron ostentar el cargo de b’aahte’Ǥͣ
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teotihuacano, con una vara que se curva en su extremo superior. La Estela 1 de Ixkun, Guatemala, repre-‐ senta a dos personajes con atributos guerreros que portan bastones decorados con una especie de atado de papel. El mismo caso se tiene en la Estela 2 de Sacul, también en territorio guatemalteco, donde la
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portan el bastón. El Panel 15 de Piedras Negras muestra una escena de entrega de cautivos: en el centro
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-‐ sioneros; el de la derecha lleva un bastón. En la Estela 13 de Yaxchilán, Chiapas, México, se ve a Kokaaj B’ahlam ĎĎ sosteniendo una vara, en este caso sin la curvatura ni decoración en la punta. Variantes de tal
Ǥ͝͞ȋƤͥ͢͞Ȍǡ-‐ bién representa la entrega de prisioneros de guerra, puede observarse a uno de los guerreros que lle va ×
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de cautivos a los pies del gobernante. Ninguno de estos bastones o varas tiene punta de pedernal u ǡƤ
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420
de choque o, simplemente, como insignia que marcaba un cargo; en este caso, el de capitán de guerra. El hecho de que lo utilicen los ajaw hace pensar que podrían exis-‐ ǡ
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Àb’aahte’ ajaw que aparece en Toniná. Es un cargo, no heredado, obtenido quizá por méritos per-‐ ǡ
Ƥ
×ǡ ‘bastón principal’, y que podría interpretarse como capitán de guerra. Un elemento importante relacionado con este título es la posi-‐ bilidad de que aparezca poseído. Houston presenta el ejemplo de la Estela 1 de Chinaja, en Guatemala, donde se registra la cláusula ub’aahte’ entre los nombres de un cautivo y un gobernante local. Esto podría implicar que el cautivo era el b’aahte’ de algún señor o
b’aahte’ del ajaw representado en la estela. Un ejemplo más de posesión del título se encuentra en el llamado Europe Lintel del área de Yaxchilán. El texto menciona la ‘presenta-‐ ción’, na[h]waj, del b’aahte’ de Yaxuun B’ahlam Ďě. Otro título, asociado con el anterior, es el de yajawte’, el cual
ÀƤ
ȋƤͥ͞͞ȌǤ muy parecido al de b’aahte’ y podía intercambiarse con él. Los pro-‐
×Ƥte’. Por un tiem po, los especialistas propusieron la traducción ‘señor del linaje’, pues te’ puede ser árbol o madera y, de ahí, derivarlo como línea a mane ra de árbol genealógico; empero, los contextos en que aparece no concuer-‐ dan con esta interpretación. Así, la partícula te’
vara, bastón u objeto enmangado en madera, por lo que Lacadena pro-‐ pone la traducción ‘señor de lanzas’. Al igual que el título de b’aahte’, el cargo de yajawte’ pudo ser ostentado tanto por personajes subordi-‐ nados como por gobernantes. Ƥ
yajawte’ en los dinteles 1 y 3 del Sitio ė, del área de Yaxchilán. El Dintel 1 muestra a Ko-‐ kaaj B’ahlam ĎĎ acompañado de su sajal, llamado Ajkamo’. Ambos personajes están ataviados como guerreros, el gobernante, quien aparece a la derecha, lleva un tocado elaborado, cota, lanza y es-‐
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ǢÀǣ ajchanb’aak, ‘El de los cuatro cautivos’; ch’ok sajal, ‘sajal noble’; y yajawte’, ‘señor de lanzas’. La escena del Dintel 3 es, quizá, aún más reveladora: de pie, y vestido como guerrero, se ve a Kokaaj B’ahlam ĎĎǢ±ǯǢǡǡ el título yajawte’. El personaje arrodillado lleva en sus manos una vara, oculta en parte por el estandarte del gobernante. El Dintel 45 de Yaxchilán celebra la importante captura del per-‐
ǯǡ de Kokaaj B’ahlam ĎĎ y cuyo nombre siempre aparece dentro de los ÀǤ
yajawte’ de un señor de Namaan, sitio secundario del área del Usumacinta, cono-‐
ǡ ȋƤͥͣ͞ȌǤ Como ya se mencionó, los títulos de b’aahte’ y yajawte’ eran intercambiables. En la Estela 18 de Yaxchilán, el gobernante Kokaaj B’ahlam ĎĎ lleva el título de b’aahte’ de cinco k’atuunesȋƤͤͣ͞ȌǢ
Figura 293. Dintel 3, Bonampak, Chiapas, México, Đͣͥ͡͡Ǥ
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͟yajawte’ de cinco k’atuunes. Estos títulos nunca aparecen juntos; es más, ya-‐ jawte’ es anterior temporalmente. La mención más temprana del título está en la Estela 31 de Tikal. En el lado derecho la cláusula ÀƤ
Ƥ ǯ yajawte’ del kalo’mte’ ǯǡȋƤͣ͟͝ȌǤ
ǡ Lacadena considera que el título podría provenir del Centro de México y evolucionar en lo que más tarde, durante el Posclásico,
tlacochcálcatl o tlacochtecuhtli, ‘señor de las lanzas’.
×
ǡ ȋͣ͜͝͝Ȍǡ Histo-‐ ria de la conquista de la Provincia de el Iztá, menciona lo siguiente: Dioles en qué pensar el Caso tan nuevo, y en que sospechar de los Indios de aquel Pueblo, assi por esto, como porque tambien hallaron en medio de la Poblacion vna Casa grande, llena de Lan ças, Arcos, Flechas, Macanas, y otras Armas, de que vsavan en sus Guerras aquellos Indios.
421
Figura 295. Vasija polícroma estilo Ik’, Đͣ͢͢͠Ǥ
Así, el yajawte’ pudo ser el encargado de esta casa de armas. El último título conocido por las inscripciones es el de ch’aho’m ajaw ȋƤ ͥ͞͞ȌǤ
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palabra ch’aho’m ƤǮ×ǯǤÀǡÀÀ
ǮÓǯǮÓ-‐ rones’, similar al título de tlacatécatl en el Posclásico del Centro de México. En ciertos contextos el título está asociado con cuenta de k’atuunes; por ejemplo, en la estela ĉ de Pusilhá, Belice. En el Altar 10 de Caracol, también en territorio beliceño, uno de los personajes lleva el título de ch’aho’m ajaw. Tal cargo
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Ǥ El investigador Erik Boot ha descubierto hace poco, en la Estela 15 de Nim Li Punit, Belice, el título de b’aahtoxǡ
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ǡÀǡ que se obtenían por méritos personales, quizá en el mismo campo de batalla.
Figura 294. Monumento 154, Toniná, Chiapas, México.
422
Los cautivos de guerra tuvieron gran importancia en la sociedad maya, no sólo a nivel ritual, es decir,
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ǤÓ sesenta del siglo ĝĝǡơƤ
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423
Figura 296. Frente de la Estela 12, Piedras Negras, Guatemala.
424
cio; sin embargo, ya se ha dicho que la guerra tuvo un papel mucho más sobresaliente en la sociedad maya.
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Ǧ dan, tanto en monumentos pétreos como en objetos cerámicos ȋƤ͜͞͡͞͡͞Ȍǡǡ
-‐ gras se encuentran entre los que más imágenes de cautivos presen-‐ Ǥ
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Ǥ sólo portan el braguero o paño de cadera, y se les han quitado sus collares y orejeras; estas últimas sustituidas por tiras de papel que atraviesan los lóbulos. Los cautivos están representados en posi-‐ ciones poco o nada naturales, solos o en compañía de su captor, y
ȋƤ ͥ͟͞ǡ ͥ͞͠ ͥͤ͞ȌǢ
-‐ ǡȋƤͥ͜͞͞͞͝ȌǤ excepciones, pues los gobernantes representados como cautivos conservan ciertos atributos de poder, como la diadema real con la
×ǯȋƤ͟͜͝ȌǤ También es importante mencionar que en los monumentos de piedra hay nombres y títulos de los cautivos. Lo anterior gene ra cierta contradicción, pues, por un lado, se les muestra humilla dos, pero por otro se les permite conservar ciertos elementos de dignidad. En va rias imágenes se ve cómo el guerrero toma por el cabello al prisionero, lo
×Ǥ representaciones muestran los genita les de los pri sioneros, acto por
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totalmente deshumanizado y convertido en simple alimento para la élite y los dioses. El Dintel 35 de Yaxchilán narra la suerte que corrieron algunos cautivos importantes, entre ellos un señor de Ak’e, linaje de Bonampak, y uno de la dinastía Kaanu’l. El texto dice: uwe’jiiyǡǮ
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Đͣͣ͟͝ȋƤ͟͜͜ȌǤ En escenas pintadas en vasijas hay representaciones de cautivos des-‐ cuartizados por guerreros y de personajes que están siendo sometidos a tortura. En los murales de Bonampak, los cautivos colocados ante el gobernante miran sus manos con expresión de dolor, pues sus uñas habían sido arrancadas o sus dedos cortados en las puntas, y puede ȋƤͤ͞͞ȌǤ ǡ
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artistas de la ciudad derrotada. Ejemplo de lo anterior es el Monumen-‐ to 122 de Toniná, en el cual se muestra la captura del gobernante de ǯ ȋƤ͟͜͝ȌǤï Merle Green Robertson, el estilo del monumento es propio de los es-‐ cultores de Palenque, pues no sigue los patrones tridimensiona les locales. Un caso similar ocurre en Piedras Negras: la Estela 12 muestra la captura de algunos señores de Pomoná; el estilo tampoco sigue los
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realizado por artistas capturados en el sitio tabasqueño.
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425
Figura 298. Monumento 12, Dzibanché, Quintana Roo, México.
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Ǧ numentos de piedra, hay escenas de prisioneros colocados al pie del trono del gobernante. En las ins-‐
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na[h]waj, el cual ha sido traducido por algunos Ƥ
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ȋƤͤ͟͞ȌǤ La captura de ciertos personajes podía dar por terminada la batalla; lo cual puede deducirse a partir de ciertas menciones en los documentos coloniales. En la Historia verdadera de la conquista de la Nueva EspañaǡÀȋͣ͝͡͝Ǧ͝͡͞͝ȌǣDz
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las maneras de terminar la batalla pudo ser la muerte o captura de alguno de los líderes militares. No es gratuito, entonces, que Kokaaj B’ahlam ĎĎ utilizara, entre uno de sus títulos, el del ucha’n Aj ‘Nik’, ‘el ǯǡǡ
ǡ yajawte’ o capitán de guerra del señor de la ciudad de Ǥ×
ǡ±Ǥ
Entre los botines más importantes durante la guerra debieron de estar los gobernantes y los dioses patronos de cada ciudad. En diversos monumentos se relata la captura y, en algunos casos, muerte de los gobernantes mayas. Ya se ha mencionado la captura de K’an Joy Chitam de Palenque por parte de los ±
ȋƤ͟͜͝ȌǤ
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426
Por otro lado, el Altar 9 de Tikal muestra la imagen de un k’uhul Kaanu’l ajaw recostado boca abajo y con las manos atadas a la espal-‐ da. Por desgracia, el nombre del personaje está erosionado, pero po-‐ dría tratarse de Yihch’aak K’ahk’ de Calakmul. Aquí se tiene un nuevo
ǡǡ
la capital del reino ganador para ser humillado. El hallazgo de la tum-‐
ǯǯǯǡ
± el que aparece en el altar de Tikal, que tras la derrota y presen tación,
ǯǤ muestran que la captura de gobernantes no implicaba siempre su ani quilación, pues podían volver a sus respectivas ciudades a seguir gobernando, pero bajo el control de la entidad política vencedora en la guerra. Un caso distinto a los antes mencionados es el del gobernante ǯǯǯǡǡǡ capturado y decapitado por su vasallo, K’ahk’ Tiliiw Chan Yopaat de Quiriguá, Guatemala (véase “Representaciones del poder: los monu-‐ dzȌǤ Junto con el gobernante, también los dioses patronos po dían
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maya existe la evidencia de que las imágenes de los dioses eran cap-‐ turadas y llevadas a la ciudad vencedora, donde se mostraban en sus diversas plazas. La captura de dioses patronos pudo tener el mismo resultado que la de un gobernante o un capitán de guerra; pues la
Àǡ quienes quedarían subyugados a las divinidades locales, que ha-‐ brían demostrado ser más poderosas.
Ƥ
maya. Los cada vez más abundantes títulos militares, que se cono-‐
Ƥ
ǡ la institucionalización de los cuerpos castrenses. Los líderes mili-‐ ±ǡ
ǡ los artistas, los escribas y los sacerdotes, constituían el grupo de es pecialistas sostenidos por una amplia sociedad de agricultores. Ellos estaban a cargo de dirigir los cuerpos armados. Los cautivos, por su parte, tuvieron gran relevancia ritual y práctica para los mayas del Clásico. El número de cautivos y el grado À
parte de sus títulos. Abundan los monumentos con su representa-‐ ción, siempre en posiciones humillantes y de sujeción. Los cautivos ×
Ƥ
ǡǡ-‐ recer, también eran capturados artistas y escribas, quienes pasa ban
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Figura 299. Adolescente de Kumpich, Yucatán, México.
*** En este capítulo y en el anterior se ha visto la importancia que tuvo
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ǡǦ res de los astros y creadores de obras artísticas, se han diluido a la luz
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Figura 300. Vasija polícroma de procedencia desconocida, Đͣͣ͟͝Ǥ
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Ǥ El gobernante maya tenía la preocupación por mostrar, de manera persistente, su poder sobre otras personas y otros estados.
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Ǥ hizo cada vez más continua y ello debió promover la multiplicación ȋ±DzǦ
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guerra para convertirlos en esclavos comenzó a ser práctica común, sobre todo en la Península de Yucatán, México. Los españoles tu-‐ vieron contacto con una sociedad en la cual la guerra debió de ser una constante. Varias interrogantes quedan por resolver. Sin embargo, el avan-‐
ǡ×ǡ
mucho más sobre la sociedad maya del periodo Clásico.
428
Figura 301. Monumento 122, Toniná, Chiapas, México.
429
EL PAISAJE P OLÍTICO Arthur A. Demarest
XXX
DE L A S ELVA A L M AR: LOS M AYAS D E QUINTANA ROO Adriana Velázquez Morlet PRIMEROS POBLADORES
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433
433
No hay evidencia de que estos primeros pobladores de Quintana
×
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× resultado de la mezcla de migrantes de diversas regiones. Los habitan-‐
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À
À
-‐ jaban más a los pobladores del centro y sur de Asia, lo cual sugiere que la vieja teoría que señalaba que los pobladores de América llegaron únicamente por el Estrecho de Bering no es del todo correcta, sino que habría resultado de diversas migraciones hacia el continente. Hasta
×-‐ toceno, que parecen corresponder a individuos de distintas edades,
ǡ
ǡ
͜͜͜͜͜͜͜͝͝͠Ó de antigüedad. ×
Ƥ-‐ ciente para asegurar que había gente viviendo en todas las regiones del área maya unos 10 000 años antes de la emergencia de esta civilización. Es probable que el proceso de calentamiento de la Tierra, que habría sucedido hace 10 000 u 11 000 años, y la consecuente extinción de la ±
ǡ
regiones, o bien ocasionó su extinción. No existen datos consistentes para el periodo que va del año 10000 al 2000 a.C., tiempo durante el cual ocurrieron seguramente diversas migraciones, apareciendo y de-‐ sapareciendo innumerables asentamientos temporales.
V EN QUINTANA ROO En algunos lugares del vecino Belice se han encontrado elementos que permiten suponer que entre el año 2500 y 1400 a.C. ya exis-‐ tía, según Hammond, una colonización y un incipiente aprovecha-‐ miento agrícola del terreno asociable a los mayas. El año 1000 a.C.
Ƥ
×
-‐ mente establecida en Quintana Roo; es la misma época en la que, en diversos puntos de Mesoamérica, los olmecas ya tenían una cultu ra compleja, con importantes ciudades en diversos territorios. A pesar
Ó
madre de Mesoamérica, las investigaciones de los últimos años, según los arqueólogos Kent Flannery y Joyce Marcus, muestran que el desarrollo de las sociedades tempranas no dependió exclusi-‐ ×
ǡ co rrespondió a la interacción de diversos cacicazgos emergentes, entre los que se encontraban los de las culturas del Altiplano mexi-‐ cano, mixe-‐zoque, maya y, por supuesto, olmeca. Desde este punto de vista, no puede verse a los mayas de las ±
ȋ͟͜͜͜Ǧ͟͜͜ǤǤȌ
Dzdz de los olmecas. Como ha señalado Hammond, los mayas crearon y produjeron su propia historia y visión del mundo; los elementos ol-‐
×
del cosmos maya.
434
La evidencia cerámica indica que a partir de 800 a.C. hubo im-‐ portantes movimientos poblacionales en todo el territorio, en espe-‐ cial de sur a norte, lo que sugiere una interacción entre los pueblos de la península desde épocas muy tempranas. Por otro lado, aunque la mayor parte de las construcciones realizadas entre 1000 y 300 a.C.
Ƥ
ǡ
-‐ portantes proyectos constructivos. Un ejemplo de ello es Chaccho-‐ ben, donde, de acuerdo con la arqueóloga María Eugenia Romero, Ó͟͜͜ǤǤ
×-‐ siblemente se usó para la realización de actos públicos, lo que habla ya de una sociedad compleja, constituida por un agregado de uni-‐ ±
ÓǤ En esa época, los mayas de Quintana Roo desarrollaron los conceptos esenciales de su visión del Universo y del carácter divino de sus gobernantes, que se convirtieron en la razón de ser de sus mayores proyectos constructivos. A partir de 600 a.C., Dzibanché,
ïƤ
-‐ tantes, que para 200 o 100 a.C. ya estaban construyendo estructuras de cierta importancia, quizás similares a las de Chacchoben. Los
agua, como las lagunas de Cobá, las aguadas de Dzibanché e Ichka-‐ bal o los humedales de Vista Alegre. Se trataba de garantizar la sub-‐ sistencia de una población en crecimiento y crear las condiciones para construir la cosmovisión maya, basada en el reclamo de una genealogía mitológica que otorgaba a sus gobernantes el derecho sagrado de ejercer el poder.
Ƥ
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temprano se encuentra en el norte de Quintana Roo, donde los ar-‐ ×Ƥ
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Ó͜͜͞ǤǤƤ
y ceremonial, así como una gran concentración de unidades domésti-‐ cas, distribuidas a partir de un diseño urbano bien estableci do, que incluía muros para la delimitación de unidades residenciales, así como andadores para la circulación de personas y el transporte de produc-‐ Ǥǡ
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CIUDADES Y DINASTÍAS TODOPODEROSAS Después de 300 a.C., las nacientes dinastías divinas se convirtieron en todopoderosas, estableciendo cada una sus propios territorios políti-‐ cos. En adelante, la guerra y las alianzas al más alto nivel serían la cons-‐ tante en la política maya. En este escenario, los mayas de Quintana
Ƥ×ǡ
-‐ glos triádicos. Las comunidades del periodo 300 a 100 a.C. tuvieron
Figura 303. Plato Blom, procedente de Chetumal, Quintana Roo, México.
poblaciones importantes y una complejidad interna considerable, lo cual permitió a sus gobernantes consolidar un gran poder mediante la creación de espacios rituales que incluían verdaderas montañas sagra-‐ das (witzȌȋƤ͝͠͞ȌǤ2
ǡ según la cual el gobernante era el centro del Universo, basándo se en el concepto de que la primera montaña emergió de las aguas primor-‐ diales en el momento de la creación del cosmos. Por ejemplo, la es-‐ tructura principal de Ichkabal es un enorme basamento de 200 m de ba se y 46 m de altura, una montaña divina que emerge del mar pri-‐ mordial, representado por la plaza. Muchas de las pirámides-‐montaña tempranas tuvieron gran-‐
Ǣ Quintana Roo se conocen hermosos ejemplos de estas decoracio-‐ nes en Chakanbakán, explorado por el arqueólogo Fernando Cor-‐ tés, e Ich kabal, explorado por el arqueólogo Enrique Nalda, donde se aprecian los rostros de las entidades divinas rodeadas de atribu-‐ tos simbólicos. En Chakanbakán, los mascarones tienen como ele-‐ mento central a una divinidad Jaguar con atributos solares; según los investigadores Linda Schele y David Freidel, el Sol-‐Jaguar es
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×
Sol como Yax-‐Balam, el más joven de los Gemelos Divinos. Teniendo
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Chakanbakán, cuando celebraba en el templo el ritual como señor
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Ǧ re Freidel para los masca rones del cercano sitio de Cerros, en Belice. En cambio, el único mascarón registrado hasta ahora en Ichka-‐ ǡ
č de Uaxactún, en Guatemala, muestra un rostro divino con bigotes que asemejan plantas acuáticas y una enorme nariguera. Sus atributos, en particu-‐ lar sus enormes ojos, corresponden a otra manera de representar al Sol divinizado: una presentación más humana. Este gran mascarón
ǡǡhu’un con el elemento cruzado popǡ
ǡ tanto, su parentesco con el gobernante que reclamaba sus derechos
Ƥ
ǦÓǤ Para los inicios del siglo Ď
ƤǦ tamientos de las que serían las grandes ciudades del Clásico maya Ǥ
Ǧ ra dor, donde las excavaciones del arqueólogo Richard Hansen han
435
importancia. Cobá tenía una ubicación privilegiada en una zona lacustre con buenas tierras de cultivo, apenas 50 km al oeste de la costa, donde Muyil, Xelhá y Tancah comenzaban a emerger como centros de cierta relevancia regional. La cerámica y la arquitectura de estos sitios muestran que la zo-‐
-‐ tana Roo y Belice, lo que en el pasado llevó a pensar en la existencia de Dz
dz
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derivado del escaso conocimiento que se tenía de esta región en los años setenta, que de una situación real. La amplia distribución de si-‐ tios con arquitectura estilo Petén a lo largo de toda la península, indica que el estilo era bien conocido en toda el área maya norte, des-‐ de antes del inicio de la Era Cristiana.
DEL SIGLO III A LA CAÍDA DE LAS GRANDES CIUDADES
Figura 304. Estructura conocida como La Iglesia, Cobá, Quintana Roo, México.
mostrado evidencias del abandono de algunos de sus enormes edi-‐ Ƥ
ǡǡǡ no se tiene ninguna evidencia de ello. En esa época, Dzibanché, Ichkabal y Chakanbakán, en el sur, y Cobá, en el norte, eran algunas de las ciudades cuyos gobernantes habían consolidado un enorme poder político y controlaban im-‐ portantes territorios. Es evidente que Dzibanché e Ichkabal, ape-‐ nas separados por 11 km, mantuvieron una cercana relación desde
×Ǥ
À
±
-‐ tada a lo largo de muchos años de investigación arqueológica, que muestran que estuvo habitada de manera ininterrumpida desde 300 a.C. hasta 1200. En cambio, la exploración de Ichkabal es aún inci-‐ ǡ
×Ǣ-‐ ras exploraciones dirán si hubo una ruptura sociopolítica al mismo
À×
ǡ pe ro puede adelantarse que no. Mientras en el sur las ciudades crecían, peleaban y su pobla ción se incrementaba; en el norte, Cobá emergía como una enorme urbe,
ȋƤ͟͜͟͜͠͡ȌǤ sido exploradas las posibles subestructuras tempranas que pudiera Ƥ
±
Mul y La Iglesia, la secuencia cerámica que se ha recons truido a par-‐ tir de los muchos años de trabajo de la arqueóloga María José Con ƤÓ͜͝͡ǤǤ
436
Es evidente que hacia 250 la mayor parte de las ciudades mayas de Àǡ
inicio del periodo al cual los arqueólogos han denominado por casi cien años como Clásico. En todo caso, si se quiere seguir em plean-‐ ±
×
ǡ À por lo me nos hacia el año 100 o 150, como ya se ha sugerido para la cercana región de Naachtún. Sin embargo, parece que ha llegado el momento de que la arqueología maya se deshaga del esquema Pre-‐ clásico-‐Clásico-‐Posclásico, como sinónimos de un desarrollo que implica una secuencia de Evolución-‐Apogeo-‐Caída.
ǡ
±
siglo ĎĎĎ las construcciones de estilo Petén se produjeron en práctica-‐ mente todas las ciudades quintanarroenses que tenían importancia Ǥ
×
Ǧ namiento de las técnicas arquitectónicas, que incluyó el abandono de variantes estilísticas de distribución limitada, como el denomi-‐ nado Megalítico por Raymond Sidrys, del cual se cono cen diversos ejemplos en el noreste de Quintana Roo, en sitios como El Naranjal, Yo’okop, la región de Yalahau y Tres Lagunas. ±
Ǧ ción de la población. Atraídos por la riqueza y el poder de las urbes, Ƥ hacia zonas urbanas, y quizás abandonar la actividad agrícola para convertirse en artesanos, albañiles o asistentes de las cortes reales. Es probable también que estos desplazamientos no hayan sido vo-‐ lun tarios, sino resultado de las campañas de conquista y expansión territorial de los grandes señoríos. Cobá estableció un enorme dominio territorial, que incluyó el control de numerosos poblados y grandes espacios agrícolas; tam-‐ bién dominó algunos puertos costeros como Xelhá, Polé (Xcaret) y posiblemente Muyil. A lo largo de la costa oriental había pequeños
asentamientos de pescadores y recolectores que quizás tributaban o comerciaban sus productos a través de un sistema de intercam-‐ bios controlado por Cobá. También parece probable que el reino de Ek’hab’ho, cuya capital era Cobá, haya sostenido algún tipo de rela-‐ ción con otros grandes reinos, como Dzibanché, en Quintana Roo, Calakmul, en Campeche, y Tikal, en Guatemala, con cuyos gober-‐ nantes habría establecido alianzas de alto nivel. Sus vínculos podrían haber llegado hasta la lejana Teotihuacan, si se tienen en cuenta cier-‐ tos elementos arquitectónicos encontrados en Cobá, que se relacio-‐ nan con el estilo constructivo del Altiplano mexicano. El panorama sociopolítico del sur de Quintana Roo para el pe-‐ ͜͢͜͜͝͡±
Ǥ-‐
±ȋƤ͟͜͢Ȍǡ
ǡ× ï
ǡ
× sistema de asentamientos que ocupó todas las regiones del actual territorio quintanarroense. Algunos de los sitios importantes de ese ǡǡǡ
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ǡ Nicolás Bravo, Chacchoben y El Resbalón. Hacia el centro, destacan el enorme sitio de Lagartera y los no menos importantes de Marga-‐ rita, Chichmuul y Uomuul. En la ribera del río Hondo, el arqueólogo Alan Maciel está comenzando a investigar un conjunto de grandes sitios en el área de Rovirosa. Ƥ
Àǡ××ÀƤ
tempranos contenidos en un conjunto de bloques pétreos apareci-‐ Ƥ
ĝĎĎĎ de Dzibanché, hallados por los arqueólogos Ó ×
ͥͥ͝͡ȋƤͣ͟͜ȌǤ
-‐ pañas de conquista dirigidas por el gobernante Yuhkno’m Ch’e’n Ď, a quien se menciona como ‘el señor divino de Kaanu’l’ (la entidad política a la que hasta hace unos años se denominaba como de la Ca-‐ beza de Serpiente, o Kaanu’l), lo cual parece apoyar la idea, ya ex-‐ presada por Martin y Nikolai Grube, de que por lo menos entre los siglos Ďě y ěĎ el linaje de la Cabeza de Serpiente estuvo asentado en Dzibanché. Es decir, al comparar la cronología de las menciones a Yuhkno’m Ch’e’n Ď y a su linaje, resulta que todas las de Calakmul son posteriores a 650 y las de Dzibanché anteriores a 550, lo que À×
À originado en Dzibanché y trasladado posteriormente a Calakmul
ǯDzdzǤ
Ƥ
ĎĎ de Dzibanché, se recuperó un punzón sangrador con un ƤǦ guo, cuyo nombre no se ha leído con certeza, debido al carácter
ÀƤ
ǡƤ
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este personaje, pero, según Velásquez García, todas corresponden a sitios ubicados en las cercanías del dominio de Dzibanché: El Res-‐ balón, Pol Box, Yo’okop e, incluso, algunos sitios ubicados en la zona À
ǤƤ-‐
Figura 305. Estela 20, Cobá, Quintana Roo, México.
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438
439
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±ǡ Quintana Roo, México.
440
probable que haya sido el señor de Dzibanché. Velásquez García también revisó el texto del Altar 21 de
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À giro a la historia política maya de esa época y tendría que reescribirse uno de los capítulos importantes de la historia prehispánica maya: el de la conquista de Tikal. Los aparentes cambios de sede de la ciudad en donde se asentó el linaje de la Cabeza de Serpiente, empezando en El Mirador y terminando en Calakmul, parecerían indicar que el periodo de 400 a 600 en
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ǡ-‐ sas luchas por el poder político, de guerras y de alianzas. Esta dinámica también inspiró la crea ción de ex-‐
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tornaron más estilizadas y, aunque siguieron ornamentándose con mascarones arquitectónicos, éstos
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ǡ una entidad divina la que se presentaba en el mascarón, era el gobernante, el propio k’uhul ajaw, quien aparecía como elemento principal de la pieza arquitectónica, presentado como el centro del Univer-‐ so. En Quintana Roo, los mascarones de Kohunlich son una de las más acabadas expresiones de esta Ǥ Es imposible estudiar este periodo sin abordar el impacto de la presencia teotihuacana en el área. En
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-‐ tihuacanos. También, en mu chos de los sitios explorados en Quintana Roo se han hallado numerosos ejemplos de cerámica trípode a la usanza teotihuacana. Sin embargo,
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Ǣ ma teriales resultantes de un contacto más paritario, de la consecuencia obvia del trato con una enorme potencia, que seguramente tuvo un gran interés en establecer a lian-‐ zas políticas e inter cambios comerciales con las pode ro sas ur bes mayas de su tiempo. Como ha señalado el ar que ó lo-‐ go George L. Cowgill, los elementos teotihuacanos en la mayor parte de las ciudades mayas (y es el ca so en Quintana Roo) apare cen en contextos que son básicamente mayas en estilo y contenido simbólico. A pesar de ello, la caída de Teotihuacan hacia el año 600, tuvo necesariamente un impacto económico y político en el área maya y en la totalidad del territorio mesoamericano: las metrópolis mayas y sus gober-‐
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× alianzas políticas y las redes de intercambio a larga distancia. ±
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-‐ yas de Quintana Roo evolucionaron hacia nuevos conceptos. Se abandonó el uso de los mascarones, que
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los muros, que por ese tiempo construían en la vecina región del Río Bec.
Figura 308. Concha grabada, Dzibanché, Quintana Roo, México.
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Figura 309. Mascarón arquitectónico de Kohunlich, Quintana Roo, México.
442
A partir del siglo ěĎĎǡ××
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-‐ mente todos los rincones del actual Quintana Roo quedaron ocupados por ciudades, aldeas, poblados, caseríos y zonas de cultivo que aprovecharon al máximo los ricos recursos de esta tierra tan diversa. ±
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× de enormes complejos palaciegos, que dan cuenta de la actividad política y económica de las cortes re a les de esos tiempos. Los cambios en los diseños arquitectónicos mayas del año 600 en adelante tienen, al mismo tiempo,
ǤǡDzdzǡ entre 100 a.C. y 500, evolucionaron hacia el uso de paramentos más geométricos y lineales, pero con ser-‐
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-‐ les, como puede apreciarse en la etapa más tardía del Tem plo de los Mascarones de Kohunlich. Sin embargo, otros elementos sí marcan una clara intención de olvidar el pasado; por ejemplo, en Dzibanché se desmanteló la es-‐
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Yuh kno’m Ch’e’n Ď
simplemente utilizados como material de construcción del ba samento de un palacio, degradando la importancia simbólica que pudo haber tenido un ancestro tan notable. Es proba ble que el cambio del linaje Kaanu’l a Calakmul ha ya marcado el ascenso de otro linaje gobernante en Dzibanché, el cual no habría tenido interés en perpetuar Ǥ El panorama de esa época en Quintana Roo evidencia diversas entidades políticas en competencia. Es probable que Dzibanché haya sido una de las más grandes y pode-‐ rosas, controlando un área que comprendía Ichkabal, Pol Box y quizás El Resbalón. Con una organización interna di-‐
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ÀǦ te necido a otro complejo político, quizás relacionado con el área de Nicolás Bravo y la ribera del río Hondo. Hacia el centro del Estado, Lagartera, un sitio ceremonial, y La Mar-‐ garita, un asentamiento residencial, habrían sido posi ble-‐ mente otras capitales regionales, junto con Chichmul y Uomul; la Bahía de Chetumal también pudo haber alber gado a otra entidad política, incluyendo a Ox-‐ tankah y otros sitios menos conocidos, como Nohichmul. ±Óͣ͜͜ǡ
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Ǧ moniales y palaciegas en las ciudades del sur de Quintana Roo; sin embargo, según Nalda, la población ha bría continuado creciendo. No se sabe si ello habría res pondido a un proceso de ruralización de los asentamientos derivado de una crisis política en lugares como Dzibanché, o si se trataría sólo de un pe-‐ riodo de reajuste de los límites de las entidades políticas. La reacción de las ciudades del sur de Quinta na
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Ǧ lizado, lo que a la larga habría ocasionado su caída. En cambio, la situación de Kohunlich es interpre-‐
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ǡÀ importante ocupación poblacional, quizás hasta bien entrado el siglo ĝĎ, cuando los grandes templos de Dzibanché ya estaban en ruinas.
Figura 310. Tulum, Quintana Roo, México.
En el norte, Cobá continuó siendo la entidad hegemónica de ese periodo, durante el cual se construyó una enorme red de sacbeob, ‘caminos blancos’, que comunicaban tanto a los conjuntos arqui-‐ tectónicos de la ciudad como a los poblados que le tributaban y pertenecían a su sistema político; entre ellos, Kucicán, Kitamná, Ixil, San Pedro, Telcox, Mulucbaoob y, muy especialmente, Yaxuná, hacia donde se construyó un sacbé de 100 km para comunicar a la metró-‐ poli con esta ciudad, cercana a su acérrimo enemigo: Chichén Itzá.
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Ǧ ción de Chichén Itzá en el panorama sociopolítico, generaron cam-‐ bios en la relación del reino de Ek’hab’ho (Cobá) con otras ciudades, recomponiendo sus dominios. Fue un momento de esplendor para
ǡ ͢͟͝ ͣͤ͜ ͟͠ ahora registradas en el sitio, que narran momentos importantes en las vidas de los miembros de la dinastía gobernante. Por otra parte, en la costa oriental comenzó a consolidarse un sistema de intercambios portuarios que alcanzaría su máximo creci-‐ ±Ǥ
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-‐ tilo emparentado con la arquitectura del actual estado de Yucatán, aunque con elementos más simples. Posiblemente Chichén Itzá,
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de Cozumel, como San Gervasio, Castillo Real y El Cedral. También
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ǡ como Muyil y Tulum, así como en El Meco, en el norte. De acuer-‐ do con Andrews y Robles, la intención de Chichén Itzá habría sido la de estrangular a Cobá y bloquear sus rutas de intercambio marítimo.
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± ǡ que resultaría en la pérdida de sus enclaves más importantes y, a la ǡƤ
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en Quintana Roo. Las investigaciones en numerosos sitios indican que no hubo un colapso, sino muchos colapsos, que no coinciden ni en cronología, ni en circunstancias. Ya se mencionó que para Dzibanché, Nalda argumenta el rompimiento de un sistema alta-‐ mente centralizado y resistente al cambio, que habría originado
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palacios suntuosos, aunque en el área continuaba viviendo una importante población, que se apropió de los antiguos espacios cor-‐ tesanos para convertirlos en viviendas más simples y reutilizar sus materiales de construcción.
443
En Kohunlich, la construcción de residencias de élite posible-‐ mente se extendió hasta el año 1100, cuando inició un cuidadoso y
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dz no se percibe violencia, que pareciera indicar que los habitantes de
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Ƥ-‐ cios construidos entre los años 800 y 1000. ×±
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y diverso, en un escenario donde es incuestionable que el crecimien-‐ to de Chichén Itzá tuvo un impacto decisivo. El dominio itzá, que se ha interpretado más como un poderío religioso e ideológico, que como ±
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Ǧ quitectura y en la reorientación de la economía de la costa oriental a partir de ese tiempo. Investigaciones recientes parecen mostrar que el periodo de má-‐ xi mo crecimiento y expansión de Chichén Itzá habría sido algo más tem prano de lo que se creía, pudiendo ubicarse entre los años 800 y 1000, según el arqueólogo Anthony Andrews, con lo que se acercarían temporalmente los periodos de crisis y eventual caída de las diversas entidades políticas de la Península de Yucatán. En esas circunstancias, la historia de competencia entre Cobá y Chichén Itzá parece corres-‐ ponder a un panorama de crisis contemporáneas. Después de 1000, no sólo Cobá, sino también Chichén Itzá, habrían perdido gran parte de su poder político, conservando sólo una importancia simbólica y una población menor.
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una redistribución de la población, parte de la cual se trasladó gra-‐ dual mente hacia la costa de Quintana Roo, por lo cual se convirtió en el área más poblada de la península. Fue también la época de la con-‐ solidación de nuevos puertos de intercambio, como el de Chac Mool, así como El Meco, Xcaret, Xelhá, Tancah, Oxtankah y diversos sitios
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asentamientos que, para los siglos ĝĎ o ĝĎĎ, ocuparía casi la totalidad de los terrenos no inundables de la costa oriental. Es muy probable que este emergente sistema costero haya man-‐ tenido vínculos cercanos con Mayapán, el gran centro político ±
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residen ciales es muy similar en ambas regiones, que parecen com-‐ partir igualmente muchos elementos y conceptos simbólicos con
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444
tensa interacción que se dio en Mesoamérica en ese tiempo (véase Dz
×ǣdzȌǤ ÀÀǡǦ tema político de la costa oriental, organizado a partir de una suerte de provincias denominadas kuchakabaloobǡǤ-‐ tán aún claras las características de estas entidades políticas; Ralph Roys calculó 16, de las cuales, tres de ellas habrían ocupado la mayor parte del territorio del actual Quintana Roo: Ekab, en el área cen-‐ tral y norte; Uaymil, posiblemente desde la Bahía del Espíritu Santo hasta Mahahual y el norte de la Bahía de Chetumal; y Chakte’mal, en la Bahía de Chetumal y el norte del actual Belice. Cuzamil habría sido una entidad independiente. Diversos autores han cuestionado si estas provincias realmen-‐ te existieron como tales y si tuvieron las extensiones propuestas ori-‐ ginal mente por Roys. Andrews cree que el actual Quintana Roo era más bien un mosaico de pequeñas ciudades-‐Estado costeras que, simul tá neamente, competían y colaboraban entre sí; en tanto que Tsu-‐ basa Ok oshi considera que había un sistema de lugares centra les, o batabilǡ
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× Ǥ Es incuestionable que la costa de Quintana Roo albergaba una población enorme entre los siglos ĝĎěy ĝěĎ: se conocen más de cien sitios arqueológicos a lo largo del litoral, unidos por un sistema de construcciones habitacionales ininterrumpido, desde el actual Can-‐ cún hasta Punta Allen, así como a lo largo de la Bahía de Chetumal. Si se considera que entre 800 y 1000 existía una gran población en el sur de Quintana Roo y en el área de Cobá, es razonable que, estando
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Ƥ-‐ ciarse de sus recursos y del creciente comercio costero.
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-‐ parten un estilo al que Samuel Lothrop denominó Costa Oriental, el cual incluye, como rasgo sobresaliente, palacios con innovadores
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un pórtico abierto y con una banqueta interior, interrumpida por el vano que conduce a un cuarto posterior. Con el mismo estilo tam-‐ ±
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navegación, santuarios en miniatura, e incluso templos en el inte-‐ rior de cuevas.
×Ǧ do el interior del territorio; durante esa época, se construyeron di ver-‐ Ƥ
-‐ jas estelas en espacios acondicionados para un ritual a los an cestros, a pesar de que Cobá sólo subsistió como un lugar de segundo orden. ǡ
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ǡ el norte, y Yo’okop, en la zona centro, lo que evidencia que las viejas
ciudades continuaron estando habitadas por poblaciones rurales, y sus templos en ruinas siguieron siendo vistos como lugares de culto.
Ǣ± del abandono parcial de las grandes ciudades, hacia el siglo ĝĎěo ĝě hubo una reocupación de algunos sectores de Dzibanché, Chakan-‐ bakán, Chacchoben y Oxtankah, que dio paso a la construcción de casas sencillas en anteriores espacios sagrados o residenciales de la élite. En ocasiones, estas habitaciones se adosaron a las viejas cons-‐ trucciones; en otras, se desmantelaron para reutilizar sus materia-‐ les, en un movimiento al que Robert Fry llamó de Revitalización
××Ǥ Para Harrison, estos asentamientos responden a un sistema tribal ǡ
-‐ dos Cehaches en el siglo ĝěĎ. Estas aldeas habrían complementado una economía de subsistencia intercambiando productos con las prósperas comunidades de la Bahía de Chetumal. El panorama sociopolítico del hoy territorio quintanarroense era ciertamente complejo al inicio del siglo ĝěĎ; la considerable po-‐ blación y la intensa actividad económica, que evidencian los nu-‐
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dinámica, en permanente recomposición y con intensos contactos con el Altiplano mexicano y otras regiones de Mesoamérica. Fue-‐ ron éstos los poblados que avistaron los viajeros españoles al arri-‐ ͣ͝͡͝ǡ
-‐ dez de Córdoba escribió haber visto una ciudad “tan grande como dzǡȋȌǡ
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Xaman Zama (Tancah), en aquellos tiempos estaba densamente habitada y sería la cabecera de una batabil independiente. El inicio de la cam paña de conquista y colonización españolas de la región
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ȋƤ͟͜͞ǡ͟͜͟͝͝͞ȌǤ En los años posteriores, casi toda la población de la costa cen-‐ Ǣï
militares españoles. En el sur, las ciudades se volvieron ruinas y el olvido envolvió a los viejos templos, palacios y casas de los mayas de las
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-‐ nos Bartolomé de Fuensalida y Juan de Orbita pasaron por la región en su camino hacia el Petén, ya no había noticia de esas ciudades y el panorama era de total despoblamiento; sólo quedaban reductos ×Óǡ
-‐ quistables que todavía hoy viven en Quintana Roo perpetuando la memoria de sus ancestros.
Figura 311. Reconstrucción de un mercado en la costa oriental de Quintana Roo, México, entre los siglos ĝĎě y ĝěĎ.
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INTERACCIÓN GEOPOLÍTICA E I NFLUENCIA A L ARGA D ISTANCIA E N LAS T IERRAS B AJAS Carlos Pallán Gayol
͟͟͝Ǥ͢͞ǡ Piedras Negras, Guatemala.
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ǣ un nuevo orden político —emanado de Teotihuacan, en el México central— al Petén central durante el
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Calakmul, Campeche, México, lograron entretejer su vasta red hegemónica durante el Clásico Tardío
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dzȌǤ Entre los medios y las estratagemas políticas, de que se valieron las dinastías gobernantes para in-‐ ƪ
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ǡǡǦ dinación; el establecimiento premeditado de matrimonios y vínculos dinásticos de parentesco (véase DzǡdzȌǢ
—que incluyeron la celebración
—; y el otorgamiento de bienes de prestigio y símbolos de poder ȋ±Dz
ÀdzȌǤ Uno de los primeros pasos en este tipo de estudios es establecer dónde terminan los ámbitos local ǡ×
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Ǥǡ
-‐ dida que se emplee variará de manera considerable a través de las distintas regiones y momentos históri-‐ cos. No obstante, cálculos preliminares sugieren que utilizar un promedio de 60 km resulta útil —en principio— para separar los procesos históricos locales de aquéllos que implicaron el contacto en tre dis-‐ Ƥ
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±×Ó —igualmente necesarios— sobre problemáticas particulares de orden regional, como los víncu los de parentesco establecidos entre Piedras Negras y La Florida (51 km al Ċ), o Dos Pilas y Cancuén (54 km al Ę), en el actual territorio guatemalteco; la interacción entre Copán, en Honduras, y Quiriguá, en Guate-‐
El Mirador
Dos Pilas
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transregional, organizados en orden creciente, según su distancia respecto al Petén central.
ĐĒ El M irador
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± Piedras Negras Ǧ Ǧ Palenque Tortuguero
450
Sa’al, Naranjo
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K’antumaak, Caracol
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San José
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mala (42 km al ēȌǢ
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ȋͤ͠ĘĊ); o los de Piedras Negras y Yaxchilán, esta última en Chiapas, México (45 km al ĘĊ); así como el vasallaje de Uxul respecto a Calakmul (33 km al ĘĔ), ambos en Campeche. La selección de hechos his tóricos que a continuación se analizan no pretende ser exhaustiva, sino representativa.
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EL UMBRAL DE LA HISTORIA Muchas de las características distintivas que se asocian con la civilización maya tuvieron su génesis
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ǡ en el valle de Salama, el valle del río Chixoy y el mismo Petén —tales como El Portón, El Baúl y Nak-‐ bé—, todas en el actual territorio guatemalteco, desde el año 400 a.C. hasta el siglo Ď d.C., aunque sería
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Ǥ gobierno de muchas ciudades comenzó entonces a ser ejercido por las élites pertenecientes a una rama particular del tronco maya: la ch’olano oriental, cuyo origen revela vínculos con las tierras altas de Gua-‐ temala y El Salvador. En esa época Tikal tenía contactos importantes con Kaminaljuyú (302 km al ĘĔ), ambas en Guatemala, mientras que sitios como Nohmul y Barton Ramie, en Belice, y Tikal muestran la llegada de grupos portadores de una distintiva tradición cerámica, llamada Usulután. A grandes rasgos, durante el Protoclásico y el Clásico Temprano, muchas de las principales ciudades ǡ
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Figura 316. Retrato del gobernante Yuhkno’m el Grande de Calakmul, Campeche, México.
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Ƥ k’uhul ajaw, ‘señor’ o ‘señor divino’, como gobernante su-‐ premo —suma de la concentración del poder a nivel personal— y su À
ajawlel, ‘señorío’ (véase “Rasgos
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±Ǧ mino ajaw y parece razonable suponer que originalmente tuvo la
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hubo de ser contrarrestada en ciertos casos por ciudades que insta-‐ laron ‘consejos de gobierno’, nikte’il naah, o experimentaron con di-‐ ×
ǡ
-‐ dos de inestabilidad política o ante crisis de legitimidad (véase “El ÓǣdzȌǤ Quizá la primera escena en mostrar la entronización de un go-‐ bernante supremo es la que aparece en los extraordinarios murales de San Bartolo, Guatemala, que datan aproximadamente del año 100 ǤǤȋƤͥ͟͝ȌǤƤ
k’uhul ajaw
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-‐ rias para representar la pertenencia de un gobernante supremo a un determinado linaje o dinastía. Heinrich Berlin los descubrió en ͥͤ͝͡ǡ×
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À per sonales de los señores mayas, usados para denotar su soberanía
452
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-‐ raleza de la interacción que sostuvieron las principales ciudades ǡ
À po lítica del periodo Clásico. Ƥǡ
ÓÀǦ taron vincularse con los grandes mitos de origen de su tradición com-‐ ǤǮǦ ǯǡ
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× parcialmente, aunque podría contener la raíz chih, ‘agave’. Varias de las dinastías que gobernaron las mayores ciudades mayas clamaron te ner sus orígenes en ‘Maguey-‐Trono’, aunque ninguna con tanta in sis ten cia como Kaanu’ul. Nikolai Grube ha mostrado de manera con vincen -‐
×
esti lo códice aluden al mismo tiempo a los orígenes de la di nastía Kaanu’ul, al lugar de origen ‘Maguey-‐Trono’ y al legendario héroe cul-‐ tural Ajaw-‐Foliado. Inclusive Yuhkno’m el Grande —el más poderoso de los soberanos de Kaanu’ul— buscó vincularse con tales narrativas, ïÀƤ
ÀƤ
ȋƤ͟͢͝ȌǤ ǡ —entre ellos e
— han discutido sugerentes indicios que abren la posibi-‐ lidad de que los gobernantes de Kaanu’ul hayan vinculado de alguna À
ǡ Guatemala (40 km al Ę). En Copán, Honduras (288 km al ĘĊ de El Mirador), una ins crip -‐
×Ƥk’atuun (periodo de 20 x 360 días) celebrado
ǮǦǯǡ
ͤǤ͢Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡ ͜͝ ͟͝ Ch’en, 18 de diciembre de 159; la dinastía de Uun en Pusilhá, Belice (133 km al ēĔȌǡ×
±
Ǣ en ambos interviene Ajaw-‐Foliado, aunque resulta problemático en-‐
×
Ǥ es mejor hablar del : un dominio donde los mitos originados en la tradición oral y los hechos objetivos y veri-‐ Ƥ
ÀǤ para legitimarse, cada una de estas dinastías se vinculó con ta les ǤÀǡ
ǡ ǡƤ-‐ dación de su dinastía (Sa’al) hacia el año 200 a.C., mientras que las de Tikal se remontan al siglo Ď de la Era Cristiana y narran que el ǯ ǡ ±
mencionado en la Estela 18 de Copán (254 km al ĘĊ) y ciertos in-‐ dicios sugieren que una rama del linaje de Yax Ehb’ Xook pudo
××
ǡǦ ǦÀ
×ƤǦ en el año 160.
ͥ͞ǡ ͤǤ͝͞Ǥ͝͠Ǥ͟͝Ǥ͝͡ ȋͥ͞͞Ȍ ȋƤ ͤ͠ȌǤÀ aparece por primera vez el emblema de Mutu’ul, y parece contener el retrato de Ajaw-‐Foliado Jaguar, una versión alterna del héroe o bien ƤǤǡ͟͝-‐ sonaje, atribuyéndole el título de kal o’mte’ —que implica la máxima
hegemonía política—ȋƤͣ͟͝Ȍ
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-‐ dacionales emanados de las mismas tradiciones, dado que, casi con certeza, las dinastías de sitios como Palenque y Yaxchilán, ambos en Chiapas, México, así como la de Piedras Negras, tuvieron sus orígenes en ±ǤÀǡÓͥͣ͢ǤǤǡ
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San Lorenzo y La Venta, en Tabasco, México, un gobernante mítico de Palenque llamado Ukokan Kaan Dz×dzǤ
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simultánea en el Altar 1 de Piedras Negras y en Pomoná, este último en territorio tabasqueño (45 km al ēĔȌǡ
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vínculos del sitio de El Zotz’ —en el Petén, Guatemala— con el linaje de ‘Cielo Partido’, Pa’ Chan, que después gobernaría Yaxchilán (125 km al ĘĔȌǤÀǡ͞͝Ƥ
ǯ 359 como un gobernante del linaje de ‘Maguey Trono’ llamado Yopaat B’ahlam. Finalmente, un extraor-‐ dinario cráneo de pecarí descubierto en la Tumba 1 de Copán muestra a Ajaw Foliado supervisando un Ǯǯ
ͤǤͣ͝Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ȋͣ͟͢Ȍǡ
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nuevo con la cuenca de El Mirador (330 km al ēĔ de Copán).
EL CLÁSICO TEMPRANO
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× Teotihuacan en el mundo maya. Poco se sabe en realidad sobre la historia de esta megalópolis, aunque su momento de máximo esplendor pudo darse entre el 350 y 450. De acuerdo con Stanley Guenter, ha-‐
ƤĎĎĎ, Teotihuacan buscó establecer un imperio de carácter ×
y basó su vertiginoso crecimiento económico en el control indirecto de territorios, áreas de producción y rutas
×ǡ
ǡ que obligó a pagar tributo. En el área maya, la implantación de gobiernos de este tipo comenzó con la llegada de Teotihuacan. ÀƤ
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×
× kalo’mte’el —que engloba múltiples ajawlelo’ob’ o señoríos—, la cual surgió primero en Tikal (1 010 km al ĊȌǤ
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entablaron contactos comerciales desde el siglo ĎĎĎǡƪ
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ǣ Tok Ich’aak Ď, ‘Garra de Jaguar’ Ď, a quien el arqueólogo Juan Pedro Laporte ha relacionado con la construc-‐
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Ǥ A juzgar por la ostensible prosperidad que alcanzó Tikal entonces, las relaciones comerciales entabladas por Chak Tok Ich’aak Ď con Teotihuacan —y por añadidura con Kaminaljuyú (302 km al ĘĔ)— parecen ±Ƥ
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× ǯ ǯǯǡ Ǯï ǯǡ
hegemónico del ‘occidente’, ochk’in kalo’mte’, en un enigmático lugar, Ho’no’m Witz, ‘Cinco Montañas’, que investigadores como Stuart han relacionado con Teotihuacan. Además de ‘Búho Lanzadardos’, inter-‐ vinieron en este episodio histórico su lugarteniente y operador político-‐militar —Sihajiiy K’ahk’, ‘Nacido del Fuego’—ǡǯǡ×
llamada Unen K’awiil, según narra la Estela 1 de Tikal.
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453
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(Mural 6), en Guatemala. Todo indica que Chak Tok Ich’aak Ďmurió a manos de los invasores ese mismo día. Siguiendo a Guenter, diez días antes, Sihajiiy K’ahk’ habría hecho una escala en el sitio de El Perú-‐Waka’, también en territorio guatemalteco (82 km al Ĕ de Ti kal), donde parece haberse procurado la lealtad del gobernante local K’inich B’ahlam Ď, tras celebrar un ritual conjunto en una estructu-‐ ǯǡǮ
ǯǤͣͥ͟ǡ K’ahk’ instaló en el trono de Tikal al joven Yax Nu’un Ahiin, quien hubo de prepararse previamente en alguna otra —o en la misma— Wite’naah. Retratos póstumos de Yax Nu’un Ahiin en los lados de la ͟͝ȋƤͣ͟͝Ȍ
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de las órdenes militares de Teotihuacan, insólitos en el área maya hasta entonces. En el texto asociado con una de sus imágenes, Stu-‐
×±—escrito mediante una se-‐
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— y los vínculos del linaje de su
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͞ de Tepantitla, Teotihuacan, México (1 010 km al Ĕ). ±ǡ
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-‐ pandir la hegemonía de Teotihuacan a través del Petén. Monumentos de Uaxactún (20 km al ē de Tikal) muestran imágenes de Sihajiiy K’ahk’ y otros guerreros con atavíos y armas del México central —inclu yendo la macana con navajas de obsidiana o makwawitl— mientras el mural de la Estructura ćǦĝĎĎĎ —hoy perdido— registró la visita de un posible embajador o guerrero de Teotihuacan, recibido por un dignatario local con un gesto de sumisión. En 381, Sihajiiy K’ahk’ instaló en el poder a un señor de Bejucal, Guatemala (20 km al ēĔȌǤ
ȋ͞͞ al ĊȌǡ
ǯǯͣͣͤͣ͟͟Ǥ ͣ͝ teotihuacana, y en otra escena se ve una procesión de individuos ma-‐ ÀǤ avance hacia el oriente del actual territorio guatemalteco quedaron documentadas también en el guerrero teotihuacano esculpido en la Estela 11 de Yaxhá, así como en una estela y un par de orejeras de jade de Río Azul, hacia 396. Bajo la red hegemónica de Teotihuacan, Tikal ×ǡƤ
-‐ tos urbanísticos, arquitectónicos y escultóricos que emprendieron Yax ǯȋͣͥ͟Ǧ͜͠͠Ȍǯ ȋ͠͝͝Ǧ͢͠͡ȌǤ
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más a la Wite’naah aparecen en Tres Islas y aluden a hechos ocurri-‐ dos entre los años 400 y 416, lo cual implica que tras 20 años de ser implementado en Tikal, el nuevo orden político ya alcanzaba regio-‐ nes 120 km al sur y pronto llegaría a centros más distantes, como Copán, en Honduras, Quiriguá, en Guatemala, y Pusilhá, en Belice.
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× Ǥǡ±×
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ǯǯǯȋ͢͠͞ǦcaǤͣ͟͠ȌȋƤͤȌǤ
454
des cubierta en el Templo 16 (Hunal) y análisis de estroncio practicados a sus restos óseos demuestran ±Ǥǯȋ
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ǡ͜͞͠ē), aun que algunos investigadores sugieren que la escultura conocida como el Hombre de Tikal podría regis-‐ trar su presencia en Tikal (265 km al ēĔ) antes de su entronización. Pese a su origen maya, el conjunto de
Ǥ de sus atavíos —
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— el texto del Altar ĖƤǦ tes de asumir el trono de Copán debió emprender un largo viaje a alguna región distante —de donde tardó 156 días en regresar—ǡƤ
ǯǤ Ƥ
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—probablemente ori-‐ ginarios de Teotihuacan— descubiertos en Tikal (265 km al ēĔ) y Kaminaljuyú (184 km al Ĕ).
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talud-‐tablero en Cobá, sitios del actual Quintana Roo (véase “De la selva al mar: la historia prehispá nica dzȌǤ±—
— la ƪ
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ǡï-‐ tios como Chunchucmil, Yaxcopoil, Uayalceh, Ti Ho’, Chac ĎĎ, Sayil, Oxkintok, Dzibilchaltún, Ikil y Edzná.
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ǡÀ-‐ camente la noción de Tulan. Ǧ gión clave para que Teotihuacan se asegurase el con-‐ trol de la producción y la distribución de las materias primas y de los productos que revestían mayor valor
×
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Ǧ juyú (1 043 km al ĘĊ) se tornó particularmente in-‐
ȋ͜͜͠Ǧ͜͡͡Ȍǡ asociada con arquitectura de tipo talud-‐tablero que —al igual que en Teotihuacan— empleó relle nos de tepetate (piedra volcánica porosa). La hegemo-‐ nía de Teotihuacan alcanzó también al sitio de Es-‐ cuin tla (1 041 km al ĘĊȌ
ÀƤ
ǡ según indica la producción local de un asombroso ï
-‐ Ǧ
Ǧ diana verdosa, procedentes de las distantes minas de
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de la cultura maya. Después de todo, esta gran capital cosmopolita tuvo barrios donde vivieron élites y ar-‐ ǤǮïǯÀƪ
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Figura 318. Izq., Espejo de la Tumba ćǦě, Kaminaljuyú, Guatemala; der., Espejo 2 de la tumba Margarita, Copán, Honduras.
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con la dinastía Kaanu’ul, sin embargo, Kaanu’ul no parece haber controlado la región durante el Clásico Temprano, sino otro linaje poco entendido, representado por un emblema de murciélago. Uno de sus soberanos —Chan Yopaat— se entronizó en alguna otra ciudad en el año 411, desde donde pudo haber su-‐
455
pervisado al gobernante que ascendió al poder de Calakmul en 431. Hallazgos recientes de Grube muestran a Uxul (33 km al ĘĔ) como
del linaje de Murciélago durante el Clásico Temprano. En la región occidental, Palenque tuvo su primer gobernante ×
͟͠͝ǡ
ǯǯǯ
ǮÓ divino de Toktahn’ (véase “Los espacios cortesanos: voces de Lakam-‐ ǯdzȌǤ
ǯ Ahiin en Tikal: Sihajiiy Chan K’awiil ĎĎ. Para entonces, Palenque di-‐ À
×Ǧ nico que se implementaba en el Petén central (ca. 258 km al ĘĊ), ya que la región donde se ubica debió de ser una vía de paso natural para acceder del Centro de México a las Tierras Bajas centrales. De ser así, se esperaría encontrar evidencia de su paso allí y en otros si-‐ tios occidentales. Al respecto, George y David Stuart han llamado la
×
ǡ
Ǧ
ě, en el Grupo Norte —la representación de un guerrero ataviado en el más acusado estilo teotihuacano—, y Martin ha analizado la mención retrospectiva al ÀƤ
±ǡÓͣͤ͟ǡǯǯǡǮ
del Fuego’, registrada en un tablero de El Palacio. ǯǯǯǡÀ
el Gobernante 2, Ch’a... ĎĎ, quien conmemora un hecho calendári-‐
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b’aktún
9.0.0.0.0, 11 de diciembre de 435. Hizo patente su control sobre las instituciones religiosas, al instalar a dos sacerdotes en sus car-‐ ǡ͢͜͠͠͡͠ǤǡȋͤͣĘĊ de Palenque) muestra que la hegemonía política de Teotihuacan
×±×
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À Yat Ahk Ď —alrededor de 450— seguramente procedente de algún lugar de las Tierras Bajas centrales, al igual que la dinastía de Pa’ Chan, ‘Cielo Partido’, que en ese tiempo controlaba Yaxchilán, donde algunos años antes se había entronizado Jatz’om Jo’l. Desde entonces, comen-‐ À
del control del Usumacinta. Hacia el año 458 surgiría un nuevo gobernante en Tikal: K’an Chitam (hijo de Sihajiiy Chan K’awiil ĎĎ). Durante su largo gobier-‐ ǡ×ƪ
Ǥͤ͢͠ǡ
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×
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×ǯȋ-‐ mente Naachtún, 68 km al ē). Tras su muerte, K’an Chitam sería suce-‐ dido en el año 488 por su hijo Chak Tok Ich’aak ĎĎ, ‘Garra de Jaguar’ ĎĎ,
À (48 km al Ċ) llamado Tzik’in B’ahlam. Este gobernante mandó erigir varios monumentos que rompen con la tradición previa, bus cando
Ƥ
capital independiente, ajena a la órbita de Teotihuacan. En torno a este mismo periodo, Yuhkno’m Ch’e’n Ď, primer gobernante históri-‐
456
co conocido de la dinastía Kaanu’ul, ocupó el trono de Dzibanché y parece haber intentado llevar a la práctica un sistema hegemónico Ǥ
ÀƤ
ǡ el investigador Erik Velásquez García, probablemente brindan testi-‐ monio de sus múltiples conquistas sobre otros señoríos regionales.
En el Altiplano Central mexicano, la hegemonía de Teotihuacan pa-‐
×
ͥ͜͜͠͡͡Ǥ la evidencia de destrucción en el Templo de Quetzalcóatl podría ƪ
× ‘Búho Lanzadardos’ y el ascenso de un grupo nuevo al poder. Un su-‐
À
-‐ soamérica. Diversos señoríos del área maya mostraban entonces un
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Ǥ×
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la cerámica en Tikal, cuyo complejo Manik 3 deja de exhibir las in-‐ ƪ
ǤÀ
ǡǡ los mayores centros mayas buscarían reproducir a menor escala el modelo hegemónico de Teotihuacan, y, a partir del año 500, los principales gobernantes mayas adoptarían para sí mismos el título de kalo’mte’ǡǡ como hicieron durante el Clásico Temprano. Con la llegada al poder del gobernante Cabeza de Reptil (quizá Kohkaaj Witz’), Toniná, en Chiapas, comenzaría a ser un contendien te importante en el nuevo esquema político de la región occiden tal. Sorprendentemente, en julio de 508, un altar que él dedicó parece regis trar la muerte del gobernante Chak Tok Ich’aak ĎĎ de Tikal (256 km al Ċ). Pocos días después, uno de los primeros gobernantes de Yaxchilán —Jaguar Ojo de Nudo— lograría capturar a vasallos de Chak Tok Ich’aak ĎĎ y del gobernante de Piedras Negras, Yat Ahk ĎĎǤ
ǡĎĎ decidió trasladar la lucha al À
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͝͡͡À —tal y como había hecho antes K’inich Yax K’uk’ Mo’—ǡƤǦ cibir las insignias de mando del Wite’naah (incluyendo yelmos tipo ko’haw), de manos de Tajo’m Uk’ab’ Tuun, quien, al igual que ‘Búho Lanzadardos’, ostentó también el título de máxima hegemonía: ochk’in kalo’mte’, y ha sido vinculado con Teotihuacan (845 km al ēĔȌǤ
×ĎĎ clamar su superioridad sobre otros señoríos a nivel regional, como Yaxchi-‐ lán, Bonampak, Lacanhá y Wak’aab’ (probablemente Santa Elena), en México, aunque tal proceso se concretaría durante el reinado de su sucesor —el Gobernante Ĉ—, quien ascendió al poder en ju-‐ ͡͝͠ǡ
Ó±ÀƤ de Yaxchilán, Jaguar Ojo de Nudo, junto con otros dos señores de Lakamtuun y Wak’aab’, bajo la supervisión del kalo’mte’ Tajo’m Uk’ab’ Tuun. Al mismo tiempo, el linaje de Kaanu’ul incrementaba su po-‐ der hegemónico, posiblemente desde Dzibanché, bajo la égida del gobernante K’altuun Hix, y, de acuerdo con Martin, en 520 intervino
Figura 319. Detalle del Tablero del Templo de las Inscripciones, Palenque, Chiapas, México.
por primera vez en el Petén central, al enviar a una princesa de su casa dinástica —llamada Naah Ek’— hacia el sitio Sak Nikte’, actual La Corona, en Guatemala, para desposarse con el gobernante local en un DzÀ
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ǯǯ ǯĎĎ emprendió una nue-‐ va campaña, en la cual no sólo derrotó a señores de Bonampak y Lakamtuun en su propia región, sino logró capturar a un vasallo del gobernante K’altuun Hix, quien pudo gobernar en Dzibanché (292 km al ēĊȌǤ±ǡǯ
Àƪ
±ǡ en el año 546 la entronización de Aj Wosal en Naranjo (164 km al Ę), un sitio tradicionalmente aliado a Tikal. Ello escalaría la contienda por el control del Petén oriental. A continuación, en 553, el señor de Tikal instaló a un nuevo gobernante —Yajawte’ K’inich ĎĎ—
ȋͣ͟ĘĊ). Sin embargo, la dinastía Kaanu’ul parece haber maniobrado desde Dzibanché para atraer a Caracol bajo su órbita, lo que explicaría el posterior ataque de Tikal sobre su propio aliado, Yajawte’ K’inich ĎĎ, en 556,
Ǥǯǯ
ĎĎ logró sobrevivir a la batalla, tras lo
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Àǯ
Ǥ Para 561, un nuevo gobernante hegemónico llamado Yuhkno’m Uhut Chan, Testigo del Cielo, ad-‐ quirió el control de la dinastía Kaanu’ul. Hallazgos del arqueólogo Enrique Nalda y su equipo demues-‐ tran que tuvo su capital en Dzibanché. Como primer paso supervisó la entronización del líder local Sak ǯ
ȋͣ͟ĘĔ). Este nuevo enclave pudo servirle de avanzada ͢͡͞Ǥǡ Chan K’awiil parece haber muerto y Tikal se hundió en un periodo de inactividad (hiato) del que tar-‐ À͟͜͝ÓǤ
±
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ͣͣ͜͡͡͞Ǥ ͣͥ͡
× ǯǡ
ǡ mantuvo vigente la alianza entablada por Testigo del Cielo con Yajawte’ K’inich ĎĎ de Caracol (200 km al Ę). Por su parte, en 584 una joven princesa de 18 años —Batz’ Ek’—×
ǡƤ convertirse en la segunda esposa de Yajawte’ K’inich ĎĎ. Es posible que haya sido enviada por Serpiente
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×Ǥͤͤ͡ǡǯǯ
ĎĎ tuvo un segundo hijo, llamado K’an ĎĎ, —×
ǯǯ—, quien pudo tener vínculos sanguíneos
ÀǯǤƤͥǤͤǤ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡͥ͟͞͠͡ǡ-‐ táneamente por Serpiente Enrollada y su aliado Yajawte’ K’inich ĎĎ, quien para entonces otorgó gran preeminencia a su hijo y heredero K’an ĎĎ. En abril de 599, un ejército bajo el mando de Serpiente Enrollada invadió Palenque, posiblemente desde Dzibanché (362 km al ĘĔ) o alguno de sus enclaves. Valiéndose de antiguos vasallos de Testigo del Cielo —incluyendo a K’ox Luka’ del linaje de ‘Maguey-‐Trono’—ǡ×
ǡƤ-‐ gies de las deidades patronas. La derrota de Palenque alteraría radicalmente el equilibrio de poderes en la región. En Caracol, Yajawte’ K’inich ĎĎ murió, y en junio de 599 heredó el trono su hijo mayor, Ajaw Nudo, bajo la supervisión de Serpiente Enrollada. ͢͜͟
×ǯ
ǯ—hijo de la Señora Sak K’uk’ y de K’an Mo’ Hix—, cuando Palenque aún intentaba recuperarse de la invasión de Serpiente Enrollada. En mayo de ese año, Yajaw Chan Muwaan, gobernante de Bonampak, aprovechó la vulnerabilidad de Palenque para derrotar a uno de sus capitanes militares. Según Dmitri Beliaev, en octubre del mismo año, otro personaje de alto rango de Palenque (portador del título de b’aakel wahywalȌ
el príncipe heredero de Piedras Negras —K’inich Yo’nal Ahk Ď— un mes antes de su entronización. Ambas derrotas pudieron provocar que la corte de Palenque se exiliara temporalmente en Ta’ Us, un si tio probablemente ubicado en la región chontal de Tabasco. ͢͜͠
×Ó ǯȋƤ͜͞͝ȌǤ͢͜͡ǡǦ que quedaría en manos de Ajen Yohl Mat. De acuerdo con Grube, Ajen Yohl Mat supervisó en 609 la
×ǯ
ǥȋͥͤĊ), aunque este intento de Palenque por ex-‐ À
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de 611. Las consecuencias de esta guerra son descritas en el Tablero del Templo de las Inscripciones mediante
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la expresión satay k’uhul ixik satay ajaw, ‘se perdieron las señoras divinas y se perdieron los gobernantes’ ȋƤͥ͟͝ȌǤ͢͝͝×
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À en 618: K’an ĎĎǡǯǯ
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ͥ͢͝ǡǯǯ ocupó el trono de la dinastía Kaanu’ul por un breve lapso, durante el cual K’an ĎĎ se declaró vasallo suyo, Ƥ
ǤǯǯÀ
ǯǯǯǯǯ͢͞͞ǡ según registran textos de Caracol, aunque no se sabe con certeza dónde tuvo su sede Kaanu’ul para en-‐ tonces. Como recurso diplomático para mantener su alianza con Caracol, Tajo’m Uk’ab’ K’ahk’ otorgó un obsequio a K’an ĎĎ. En el año 625, el soberano de Piedras Negras, Yo’nal Ahk ĎȋƤ͟͟͝Ȍǡ×
-‐ dote súbdito de K’inich Janaahb’ Pakal y al gobernante de Sak Tz’i’: K’ab’ Chante’ ĎĎ. Hacia 626 se ce le-‐ bró el matrimonio de K’inich Janaahb’ Pakal con la Señora Tz’akb’u’ Ajaw, al parecer vinculada con el sitio de Uxte’k’uh —de donde procedían otros miembros de la nobleza palencana—, que tal vez pudo ubicarse en alguna región cercana a Tortuguero, Tabasco (65 km al ēĔ de Palenque). Para entonces, ǯ
ǯ
×
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ǯǯ —ubicado en algún lugar desconocido de la Selva Lacandona. La extremada inestabilidad política imperante en el Petén oriental provocó que en el año 626 es-‐
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ǡ
À
͢͟͝ǡ cuando, gracias al apoyo otorgado por la dinastía Kaanu’ul, Caracol pudo obtener una victoria deter-‐ minante sobre el disidente líder de Naranjo —llamado K’uhxaj Sak Chuwen, según Alexandre Toko-‐ vinine—, quien había desconocido los acuerdos políticos previos establecidos por su predecesor Aj
ÀǯǤÀƤ
Kaanu’ul, llamado Yuhkno’m, Cabeza, primero de los gobernantes de Kaanu’ul que puede ubicarse con
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×ƤͥǤ͜͝Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡ Ó͢͟͟ǡǤ
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ͣ͝͝ǡ ×
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±-‐ lago, que todavía en 632 mantenía su presencia en el cercano sitio de Uxul. En 636, la entronización de Yuhkno’m el Grande —Yuhno’m Ch’e’n ĎĎ— en Uxte’tuun-‐Chihknaahb’ no sólo trastocaría de manera irreversible el equilibrio geopolítico de su región, sino de todas las Tierras ǤǡƤk’uhul ajaw —
Ƥ
××
militar— alcanzó un desarrollo superlativo, al tiempo que el área urbana de Calakmul se expandió has-‐
ͣ͜2, con una población estimada en alrededor de 60 000 personas. ͣ͢͠ǡ
—Yaxuun B’ahlam ĎĎĎ— logró capturar a un ajaw procedente de ȋǡ ǡͣ͠Ċ). En la región occidental, Tortuguero lanzaría un ataque, en 649, que destruiría el sitio de Yomoop o Mo’poy —relacionado por Guillermo Bernal y Gabriel Laló con El Palma, en el sureste de Chiapas, junto al río Lacantún. Poco antes del año 650, Jut Chanek’, una mujer procedente de un sitio que podría corresponder a Itzán, en Guatemala (334 km al Ę), llegó a Edzná, actual Campeche, México, para desposarse con el
ǡǯǤÀ
ǯ À
—y, con ello, asegurar su sujeción y vasallaje—, ya que poco después aparecen emblemas de Kaanu’ul en escali-‐
ÀƤ
Ǥ Entretanto, se sabe muy poco respecto a lo que ocurría en Tikal, que aún permanecía sumido en la
×
Ǥǡ
͙͙͟͞͞͠× por nombre K’inich Muwaan Jo’l, y tuvo al parecer dos hijos: Nu’un Ujo’l Chaahk y B’ajlaj Chan K’awiil. ǡ
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ǯǯ͞͞ÓÀ
458
Figura 320. Tablero Oval de la Casa Ċ, El Palacio, Palenque, Chiapas, México.
459
Figura 321. Altar 3 del Altar de los Reyes, Campeche, México.
llamado Lam Nah K’awiil. Ello suscitó una encarnizada lucha en pos ǡ
À
Àǯǣ ǯǯ
×͙͞͡ǡ B’ajlaj Chan K’awiil tuvo que salir exiliado hacia el Petexbatún, Gua-‐ temala, donde eventualmente lograría establecer una nueva capital en Dos Pilas (110 km al Ę). Su llegada alteraría el equilibrio político re-‐ gional, al imponerse sobre las ciudades de Tamarindito y Arroyo de Piedra que controlaban previamente la región. La contienda entre Dos Pilas y Tikal era observada atentamen te por Yuhkno’m el Grande, dentro de su vasta red política. El go ber-‐ nante más importante de Edzná —Kal Chan Chaahk—ǡ ͣ͜͝ al norte, parece haberse convertido en su aliado o subordinado ha-‐
ͥ͢͠ǡïÀ
ÀƤ
Edzná, que registran el emblema de Kanu’ul en dos ocasiones. Po-‐ siblemente bajo la sombra de Calakmul, Edzná se convertiría en el centro político más importante del occidente de Campeche durante la segunda mitad del siglo ěĎĎ, lo cual explica su inclusión en un listado Dz
dzȋƤͥ͟͠͞͝Ȍ los Reyes (208 km al ĘĊ), junto a otras, como Calakmul y Palenque, en México, Tikal y Motul de San José, en Guatemala, k’uhul Chatahn winikǡǯȀǡï
Ǥ
460
También hacia 649, el gobernante K’inich B’ahlam de El Perú-‐ Waka’ (108 km al ĘĔȌǦ ǯ Ǥ
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ǯ —Ix K’ab’el—, quien pudo haber sido hija del gobernante de Cala kmul. ÀƤ
ǯÀÀ
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y asegurar con ello su lealtad y vasallaje, que en al gunos ca sos pudo prolongarse a las generaciones siguientes median te la descen den-‐ cia matrilineal.
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×
× maya durante el Clásico Tardío es entendido en cierta medida como resultado de procesos de mayor envergadura, suscitados dentro de la vasta área cultural de Mesoamérica. Entre éstos, quizá ninguno
Ƥ
como la caída de Teotihuacan, que daría paso a una nueva situación À
Ǥ
Hacia 650 parecen haber comenzado a incrementarse de manera paulatina la presencia y la actividad de grupos étnicos chontales en la región noroccidental del área maya, en torno a sitios como Comalcalco y Tortuguero, ambos en Tabasco, y Uxte’k’uh, desde donde pudieron haber entablado contacto con élites de ǡ
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À×ǡ
×
—como el Ȁ —
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×Ǥ En diciembre de 650, aprovechando la guerra civil que mantenía dividido a su rival de Mutu’ul, ǯ ȋƤ͟͢͝Ȍ×
ȋͥ͜͝ĘȌ×ǯ ǯ
Ƥ
ȋ±Dz
Ƥ
ǣ-‐
dzȌǤǡÀ
ï hasta el límite de las Tierras Altas, al supervisar en 656 la entronización de K’iib’ Ajaw en Cancuén (232 km al ĘȌǤͣ͢͡ǡǯ ×ȋ͜͜͝ĘĊ). La
ÀǡǯǯǤ
ǡ se consolidó como la potencia dominante del mundo maya, e hizo de los gobernantes de Dos Pilas y Ti-‐ Ǥǯ ×
ceremonia en Yaxhá (126 km al ĘĊȌǡƤǯǣ Yuhkno’m Yihch’aak K’ahk’, ‘Garra de Jaguar’.
±ïǡǯ
×
××
ǡ±Àǡ
Ǥ
ͤ͢͡ entabló una alianza para hacerse del control de esta región con el gobernante Itzam K’an Ahk ĎĎĎ de Piedras Negras (186 km al ĘĔ), a quien pudo otorgar yelmos de guerra, ko’haw, símbolos que Piedras Ne-‐ gras utilizaría después para imponer su autoridad sobre sitios como Lacanhá, Yaxchilán y Bonampak. Ante la amenaza que suponía este bloque enemigo para sus intereses, la reacción de Palenque
×
ÓÀǤͥ͢͡×
Ǧ ȋͥͤĊ). Pocos días después, consiguió derrotar a una
×
ȋǯȌǡǡ
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Ó
-‐ ñores de sitios subsidiarios. Tal campaña tal vez permitió que Palenque instalara en mayo de 661 a ǯǦǡ
ǡ±
ȋͤ͠ēĊ).
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—según expertos como Martin— el pro-‐ pio Yuhkno’m el Grande pudo haber visitado Piedras Negras (186 km al ĘĔȌǡƤ
ǯĎĎĎ. Durante los seis días siguientes, Piedras Negras atacó a Santa Elena y otro sitio cercano, arrebatando a Palenque el control de la región. Como resultado, en abril de ͢͢͞ǡǯ × ǯǦȋ͢͝͞Ĕ de Calakmul), esta vez como vasallo suyo. ǯǡƤ×
Ǥ 665, incluso un señorío distante como Hix Witz (108 km al Ċ) le enviaba tributo —acompañado de una princesa de su corte—ǡï
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×ƤͥǤ͝͞Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡͤ͞ ͣ͢͞ǡǯ ǡ Janaahb’ Yook K’inich —hijo del matrimonio entre Sihajiiy Chan K’awiil y la Señora Jut Chanek’— erigía ȋͣ͜͝ē) y su vasallo Muyal Chaahk hacía lo propio en Uxul (33 km al ĘĔ).
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ͣ͢͞ǡǡǯ Ujo’l Chaahk, dejó de honrar la alianza con Calakmul y atacó Dos Pilas (108 km al ĘĔ), con lo que B’ajlaj ǯ
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×ȋͣ͟Ĕ de Tikal). B’ajlaj Chan K’awiil tuvo dos esposas. De su unión con la pri mera (la Señora B’ulu) nacería Wak Chak Le’m, la Señora Seis Cielo, quien después cambiaría la historia de Naranjo (136 km al ēĊȌȋƤ͜͞͞ȌǤ ǡ
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461
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-‐ cuén, donde supervisó la ascensión al trono de un nuevo gobernante, ͣ͢͢ǡǫǫǤÓ±ǡ
× la insurrección de Nu’un Ujol Chaahk, atacándole en una localidad desconocida: Pulil. El gobernante de Tikal logró escapar, aunque la derrota colo có a su ciudad en una situación vulnerable, que B’ajlaj Chan K’awiil apro vechó para lanzar un ataque demoledor sobre ella —con el respaldo de Calakmul—Ƥ
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Ǥ La siguiente maniobra política de Yuhkno’m el Grande con-‐ sistió en cimentar su alianza con el linaje de Saknikte’ (La Corona, 94 km al ĘĔ), mediante el envío de su propia hija al gobernante lo-‐
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ǡ ƤÀ después su condición de nieto de Yuhkno’m el Grande. Inscripciones procedentes de Hix Witz —la región de Zapote Bo-‐
×ȋͣ͟͝ĘĔ de Calakmul)— que da tan de 680 mencionan a Yuhkno’m el Grande cuando contaba 80 años de edad —lo cual le valió el apelativo de ‘señor de cinco k’atunes’—Ǧ ron encargadas por el gobernante local Janaahb’ Ti’ O’ (Ď), vasallo del primero desde tiempo atrás.
ͥǤ͝͞Ǥ͜͝Ǥ͡Ǥ͝͞ǡͤ͟͜͢͞ǡ× hi ja de B’ajlaj Chan K’awiil, la princesa Wak Chak Le’m, Señora Seis Cielo, procedente de Dos Pilas (136 km al ĘĔ). De inmediato asumió el poder como gobernante local y comenzó a servir a los intereses de Ǥ
ǡ Quintana Roo (402 km al ē), implicando con ello una interconexión política en el mundo maya mayor de lo que normalmente se cree. ×Ƥ
× Chan K’awiil en 682. La rapidez con que restableció el orden se explica debido a que la línea de sucesión logró mantenerse, a pesar de la de-‐ Ǥ×-‐
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ͤ͜ÓȋƤǦ ͣ͢͢͜͝͝ȌǤÀǦ yor K’inich Kaan B’ahlam ĎĎǡ
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ȌǤ Después emprendió la construcción del Grupo de las Cruces, con sus tres templos dedicados a las deidades tutelares de la ciudad (véase Dz
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ǯdzȌǤ En julio de 685, en uno de sus últimos actos, Yuhkno’m el Gran-‐ de buscó renovar su alianza con Piedras Negras, mediante el otor-‐ gamiento de nuevos símbolos de poder —un yelmo, ko’haw, y una ca-‐ pa— a su vasallo Itzam K’an Ahk ĎĎĎ, por conducto de uno de sus capitanes. Tras la muerte de Yuhkno’m el Grande, hacia 686, el trono de Calakmul quedó en manos de Yuhkno’m Yihch’aak K’ahk’, ‘Garra de Jaguar’ —probablemente su hijo—, quien intentó preservar la amplia red política de su predecesor. Fue reconocido por sitios como Dos Pi-‐ las, El Perú-‐Waka’, Uxul y La Corona, cuyo líder Chak Ak’aach Yuhk
462
×ͤͣ͢ǡ—según Marc Zender— para parti-‐ ci par en un torneo amistoso de juego de pelota contra un sacerdote
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ǯǯǯȋƤ͟͟͞ȌǤ
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-‐ biera prosperado tras la muerte de Yuhkno’m el Grande. ͤͣ͢ǡ —K’inich Kaan B’ahlam ĎĎ— obtuvo su victoria más importante, tras la invasión de Toniná (64 km al ĘȌȋƤͥ͜͞ȌǤ
enemigo —Yuhkno’m Wahywal— habría muerto como consecuen-‐
ǡ
provisional con miembros de la casta sacerdotal durante los siguien-‐ tes nueve meses, hasta junio de 688, cuando subió al poder K’inich B’aaknal Chaahk; sin duda, el más importante gobernante del sitio. ǡͥ͢͜ǡǯ
ǯĎĎ recibió la visita ǯǦȋͤ͠ēĊ), quien —según Martin—
×ǡ con lo cual canceló en la práctica su sujeción previa a la órbita de Yuhkno’m el Grande. Palenque arrebató entonces a Piedras Negras el
ǡ
ǯǡ en Chiapas, México (La Mar, 85 km al ĘĊ), y Anaayte’ (posiblemente el actual Anaité, ubicado entre Piedras Negras y Yaxchilán). En octubre de 692, tras preparar a su ejército durante cuatro Óǡǯ
ǯ×ǯ
Kaan B’ahlam ĎĎ y logró capturar a sus vasallos K’awiil Mo’ y K’uy DzdzȋƤͤͤͤ͞͝͞ȌǤͥ͢͟ǡ×
ǯȋͣ͞ēĊ de Toniná), al lanzar un ataque con-‐ tra el gobernante local Nikte’ Mo’, durante el cual tomó como prisio-‐ nero a Chan Ma’s —vasallo de este último— y logró derrotar a Yax Ahk, señor de Anaayte’. Por otro lado, en Naranjo, K’ahk’ Tiliw Chan Chaahk ascendía al trono con cinco años de edad, seguramente hijo de la gobernante Wak Chan Le’m, quien pronto se declararía vasallo incondicional del gobernante de Calakmul, Yuhkno’m Yihch’aak K’ahk’, con lo que se consumó la estrategia urdida por Yuhkno’m el Grande y B’ajlaj Chan K’awiil años atrás. Sin embargo, los intentos de Yuhkno’m Yihch’aak K’ahk’ por man tener la vasta red política de su predecesor llegarían a un abrupto Ƥͥ͢͡ǡ
±-‐ cito de Jasaw Chan K’awiil, su rival de Tikal (100 km al ĘĊȌǤ ×ǡÓǯǡ Ƥ
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ǯǯǯǯȋƤ͟͞͠ȌǤ ǯ ×À
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Calakmul. El palanquín-‐litera con el que acudió Yuhkno’m Yihch’aak ǯǯ
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entierro (la Tumba 4) en la Estructura 2 de Calakmul. Ƥ ǡ
ͥǤ͟͝Ǥ͜͝Ǥ͜Ǥ͜ǡ ͢͞ ͣ͜͞ǡ
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Figura 322. Vista del Templo Ď, Tikal, Guatemala.
463
Figura 323. Panel del Juego de Pelota 1, La Corona, Guatemala.
464
Yuhkno’m Took’ K’awiil, tercero en la línea de sucesión de Yuhkno’m el Grande. Pese a la derrota pre-‐ via ante Tikal, parece que logró conservar las alianzas estratégicas con Dos Pilas y Naranjo, e instaló al sucesor de K’inich B’ahlam en El Perú-‐Waka’ (104 km al ĘĔ).
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× de Bonampak (102 km al Ċ), donde un gobernante del linaje de Ak’e’ —Etz’nab’ Mandíbula— se declaró ͣ͜͞Ǥǯ
ǯȋ±ͣ͜͠Ȍ
-‐ perada, y el gobierno interino sacerdotal de Toniná —quizá en busca de legitimidad— hizo gobernante a ǣǯ
ǯǯǡÓǤÓͣͥ͜ǡǦ te el reinado de Yuhkno’m Took’ K’awiil, una princesa de Kaanu’ul —llamada quizá Uh Chan Le’m— en viada a Yaxchilán (180 km al Ę), para ser esposa de Kohkaaj B’ahlam ĎĎĎ, Escudo Jaguar ĎĎĎ, y así tal vez ƪ
À
×ǤÀǯĎě, Pájaro Jaguar ĎěȋƤͤ͜͞ȌǤ Con el apoyo de Yuhkno’m Took’ K’awiil, el gobernante de Naranjo —K’ahk’ Tiliw Chan Chaahk—
×
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ÓÀÓǯ—un centro que según Nikolai Grube podría corresponder a Naachtún (68 km al ēǡ regional de Calakmul)—, el cual consistió en exhumar los huesos de la Señora Tuun Kaywak, posible-‐ ǯǡ
ȋƤͣ͝͝ȌǤ
En la región noroccidental, la rivalidad entre Palenque y Toniná
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bajo el mando de K’inich Chuwaaj K’ahk’ —el joven rey del linaje de Po’— invadieron Palenque y lograron capturar al rey K’inich K’an Joy Chitam ĎĎȋƤ͟͜͝ȌǤǡ -‐ tonces controlaba Toniná decidió dejar con vida a su enemigo, segu-‐ ramente a cambio de amplias concesiones territoriales y tributarias. Ello explicaría la bonanza que se aprecia en Toniná durante los años ǡ
Ƥ ǡͣ͝͠-‐
ȋͤͣĘĊ) pudieron entablar relaciones políticas y diplomáticas de naturaleza aún por precisar.
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× ǡ ͣ͝͡ǡÀ
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ǯǯ —de ubicación desconocida— arrebató el control de esta región a Toniná, al entro nizar a un nuevo gobernante en el sitio de Xukalnaah (Lacan-‐ ȌǤ ï
ͣͤ͜ ͣ͟͞ǡ ǯ
K’ahk’ capturó a un guerrero de Calakmul (268 km al ēĊ). Una nueva princesa de Kaanu’ul —la Señora Ti’— hizo su arri-‐ ȋǯȌͣ͞͝ǡǦ no’m Took’ K’awiil para entablar una alianza con el gobernante local Yajawte’ K’inich. El rango que se le adjudica (‘señora kalo’mte’’) indi-‐ ca que pudo ejercer cierta hegemonía más allá del entorno inmediato ȋƤ͟͞͠ȌǤ Tras la muerte de K’inich K’an Joy Chitam ĎĎǡ ͣ͞͞ asume el trono de Palenque K’inich Ahkul Mo’ Naahb’ ĎĎĎȋƤ͞͝͝ȌǤ ǯǯǤͣ͟͞ǡ-‐ nante designó como su líder militar a Chak Suutz’, quien emprendió una amplia campaña de conquistas, que le llevó dos años después a ǯǯȋǡͤͣĘĊ) y cap turar a un vasallo del soberano Yo’nal Ahk ĎĎ, llamado Ni Sak Kamay, y a otro noble de K’ihna’. En Comalcalco, la rama occidental del linaje de B’aakal (esta-‐ blecida previamente por el gobernante B’ahlam Ajaw de Tortugue-‐ ro, 88 km al ĘĊȌǡͣ͢͞ǡ×
×Ǧ cripción de ladrillo en el Templo 1 encomendada por el jerarca local K’inich Ohl. En Toniná, según una interpretación de Stuart, un tor-‐ neo de juego de pelota organizado por el gobernante local K’inich
ǯ ͣͣ͞
ǯ Took’ K’awiil, gobernante de Calakmul (268 km al ēĊ) (véase “El jue go ǣ
dzȌǤǡ Tras la agresión de Chak Suutz’ contra Piedras Negras, uno de los últimos actos del gobernante Yo’nal Ahk ĎĎ parece mostrar la in-‐
×
À
ȋͤͣ al ēĔ), al tomar como su segunda esposa —aparentemente— a una
ǯǡÓͣͥ͞Ǥǡͥ͝ȋcaǤͣ͟͜Ȍ muestra al joven heredero al trono, K’awiil Chan K’inich, durante
Dzdzǡ
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ǯ K’in B’ahlam; su madre —una princesa de la corte de Cancuén (54 km al ĘĊ)— y su tutor o guardián, de la dinastía Kaanu’ul, posible representante de los intereses de Yuhkno’m Took’ K’awiil de Calak-‐ mul (190 km al ē). Según Zender, la Estela Ć de Copán, Honduras, registra que en
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Ƥ×Ǥ así, habría incluido a Yuhkno’m Took’ K’awiil de Calakmul (364 km al ēĔ), Jasaw Chan K’awiil de Tikal (264 km al ēĔ) y K’inich Ahkul Mo’ Naahb’ ĎĎĎ de Palenque (441 km al ēĔ), quienes por un momento ha-‐ À
Ǥ En Yaxchilán, el gobernante Kohkaj B’ahlam ĎĎĎ, Escudo Jaguar ĎĎĎ, se atribuyó la captura de un señor de Hix Witz (Zapote Bobal o ǡͣ͠ĊȌ±Óͣ͟͞—seguramente obra de sus capitanes más que suya—, cuando ya rebasaba los 51 años en el poder. Como resultado de sus campañas militares y avances políticos, esta-‐ bleció una red de gobernantes subsidiarios (sajalo’ob’) en torno suyo. ǡ ǯǡ
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Ó ͣ͟͠ȋ±Dz×
dz este volumen). Las riquezas halladas en su tumba —el Entierro 116— ȋƤͤ͞͞ǡ͟͢͟͞͞͞Ȍ
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ǮÓ divinos’ de capitales distantes: Copán (265 km al ĘĊ), Palenque (258 km al ĔȌǡǯȋͣ͝͠ēĊȌȋͣ͜͞ al ēĔ) o bien Río Azul (42 km al ēĊȌǤ
ͣ͟͠ǡ trono quedó en manos de su hijo Yihk’in Chan K’awiil —͙ͣ͞— ȋƤ ͟͡ȌǤ
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ǡ de Yuhkno’m Took’ K’awiil. La victoria sería para Mutu’ul, y el rey ene migo no parece haber sobrevivido, a juzgar por el Altar 9 de Tikal, que le retrata atado y humillado. La derrota parece haber trunca-‐ Ƥ
Ǧ tes de Kaanu’ul por erigirse como la mayor potencia hegemónica del Ǥ±
ǡǦ lak mul menciones directas al emblema de Kaanu’ul en ninguno de los monumentos posteriores.
À×
Ó del linaje de Murciélago para retomar el control de la región, quizá a partir de otra ciudad cercana, como Oxpemul o Uxul, en Campeche, México, o Naachtún, en Guatemala. Aunque de manera indirecta, por lo menos un señor de Kaanu’ul pudo seguir gobernando en Ca-‐ lakmul —disimulando su condición bajo el título de ‘señor de Chihk ǯǯǤǯͣ͟͢
la lejana Quiriguá (324 km al ĘĊ), quizá vinculándole de algún modo
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×
de Copán en pos de obtener su independencia (véase “Representacio-‐ ǣdzȌǤï ǡ
ǯ
×
465
en un torneo de juego de pelota con el gobernante Janaahb’ Ti’ O’ ĎĎȋͣ͟͝ĘĔ). Cinco grandes monumentos erigi-‐
Ƥk’atuunÓͣ͠͝ podrían ser obra de Wamaaw K’awiil, aunque pudo haberlo hecho como vasallo de un ‘señor divino’ del linaje de Murciélago, según indica el emblema plasmado en la Estela 59. En Palenque, el nuevo gobernante Upakal K’inich Janaahb’ Pakal ĎĎ supervisó la ascensión de un dignatario local en enero de ͣ͠͞ǡÀ
ȋƤ͞͠ȌǤ ±
ǡ À ± ƪǯ
ȋ͢͠Ę), quien logró capturar a un personaje vinculado con el emblema de Palenque (B’aakal). ǡǯǯȋƤ͟͞͡Ȍ
×-‐ ǯǣͣ͟͠×ïǡ Ǣ ͣ͠͠ ×
ǡ como prisionero al jerarca local Yax Mayuy Chan Chaahk. Ambas victorias quedaron registradas en los dinteles de madera del Templo Ďěȋ͢͡ȌǤͣ͠͡ǡǯ Chan K’inich de Dos Pilas registró victorias militares contra Motul de San José (69 km al ēĊ) y Yaxchilán (89 km al ēĔ). Posteriormente, el gobernante Ahkul Te’ Chaahk de Comalcalco exaltó sus vínculos con la rama dinástica de B’aakal establecida en Tortuguero (88 km al ĘĊȌǡ
×͝
ǡͣ͡͞Ǥ Óǡ
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por hacerse del trono en Yaxchilán culminaron con la entronización de Yaxuun B’ahlam Ďě, Pájaro Jaguar Ďě, hijo de Kohkaaj B’ahlam ĎĎĎ y de Uh Chan Le’m, su tercera esposa, de la dinastía Kaanu’ul. Poco más tarde, Yaxuun B’ahlam Ďě emprendió una campaña militar por medio de la cual se impuso sobre un sajal (señor subordinado) del ȋͣ͡ēȌȋƤ͞͡͞ȌǤǡ Yaxuun B’ahlam Ďě tomó como esposas a princesas de sitios distan-‐ ǡ
ǯȋͣ͠Ċ) o bien Wak Tuun y Wak Jalam, ambas de Motul de San José (112 km al Ċ). Antes del Óͣ͡͠ǡ
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À ǯȋȌǡȋ͜͠͠ĘĊ). Allí dio a luz ǡͣ͢͟
À ͙͢͝Ǥ×ǡÀÀǦ
×ȋƤͤȌǤ
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͟ǡĎ, Tikal, Guatemala.
466
EL CLÁSICO TERMINAL Durante el Clásico Terminal, el modelo de los gobernantes divinos —inspirado, como ya se vio, en la hegemonía traída desde Teoti-‐ huacan—
prevalecían en Mesoamérica. A ello siguió un periodo de crecien te À
ǡ
×Ǧ des entidades hegemónicas de antaño en pequeños señoríos rivales,
hy. Detalle del Dintel 3, TemploĎě, Tikal, Guatemala.
Ǥǡ comenzaron a desaparecer las condiciones previas que permitie-‐
×À
ǡ
ÀƤ
regional. Los epicentros políticos parecen haberse desplazado pro-‐ ±
±-‐ cas, como Comalcalco, Ceibal en Guatemala, y Chichén Itzá en el
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×
dzȌǤ ͣ͢͝ǡïǡǯǯ
ǡ tuvo que huir de su ciudad tras un ataque devastador perpetrado por Ƥ
ǤÀ±ǡ
± ser mencionado. Tras ello, parece que las últimas élites de Dos Pilas
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dz Ȍǡͣͣ͜
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ǡ un exiliado del linaje de Mutu’ul de Dos Pilas, al igual que Ajaw B’ot, ͣͣ͝Ǥ
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Demarest muestran que, a principios del siglo Ďĝ, poblaciones trashumantes del Petexbatún se estab-‐ lecieron brevemente en Dos Pilas, abandonada desde tiempo atrás. ͣͣ͜ǡƤ
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-‐ ǯǡÀǯǡ
ǡ-‐ ǯǯǤͣͥ͜ǡÀǯ×
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—incluyendo su nombre— sugie ren víncu-‐ los con la región de Nonohualco, en México (más de 345 km al ĔȌǤͣͥͥ
× ǯ ǡ
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de la región chontal pudieron ampliarse después del reinado de Upakal K’inich Janaahb’ Pakal ĎĎ. A principios del siglo Ďĝ Palenque habría caído en el abandono, y quizá miembros de la élite de B’aakal
Ƥǡ
ȋ͜͝͡Ĕ). Poco antes del año 800, parece que se incrementó el militarismo en el Usumacinta. En Yaxchilán, Kohkaaj B’ahlam Chelte’ Chan K’inich, Escudo Jaguar Ďě, emprendió una campaña militar que le valió capturar a 16 enemigos, incluyendo a señores de La Florida (40 km al ēĊȌǡȋͣ͠Ċ) y Motul de San José (112 km al Ċ). ǡ
× Ƥ Ó ͤ͜͝ǡ
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ǯÓ ±
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Ǥ±ͤ͜͝ǡï gobernante del linaje de Murciélago dedicó un monumento en Oxpemul. Poco más tarde, las élites de Calakmul parecen dejar el sitio en manos de pequeños grupos bajo el mando de Aj Took’. En la región
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ͤͤ͡À
-‐ bir batallas generalizadas en contra de señoríos ubicados hacia los cuatro rumbos cardinales. Ƥ͜͝Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ǡÓͤ͟͜ǡ
ȋƤ͟͢͞ȌÀ Aj B’alun Haab’tal Wat’ul K’atel —quizá procedente de Nonohualco (más de 386 km al ēĔ). Boot identi-‐ Ƥ
×
± ȋͤ͢͠ē). En el ritual, le acompañaron como testigos tres gobernantes —muy posiblemente exiliados—
ȋͣͣ͝ē), Tikal (90 km al ēĊ) y el señorío de Motul de San José (53 km al ēĊ), posiblemente controlado entonces por grupos itzaes. Para culminar, entre 890 y 910 Uxmal se convertiría en la capital de la región Puuc, bajo el reinado ǯǯǡǡï ơǡ
×ǡ originario de Nonohualco (más de 425 km al ĘĔ) o bien del México central (999 km al Ĕ). Pudo estable-‐ cer una alianza con grupos itzaes, como los que gobernaban entonces Chichén Itzá (130 km al ēĊ), cuyo principal gobernante —K’ahk’upakal K’awiil— ejerció el poder entre 869 y 889. El relativo aislamiento de Toniná —rodeada de las montañas de Ocosingo— quizá retrasó por algún tiempo el declive del sistema basado en los gobernantes divinos, aunque tras el reinado de K’inich Uh Chapaht, parece que la dinastía de Po’ abandonó el sitio, cuyo control quedaría en manos del desconocido linaje que dedicó el último
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×͜͝Ǥ͠Ǥ͜Ǥ͜Ǥ͜ȋͥͥ͜ȌȋƤͥ͜ȌǤ
da, a considerable distancia, por la de Mutu’ul en Tikal (caǤͣ͝τȌǡ des pués por las de otros sitios importantes —aunque menores en en vergadura— como Palenque (caǤͥτȌǡ
ȋcaǤͣτȌǡ (caǤ͡τȌȋcaǤ͠τȌǤ Los datos examinados indican que las modalidades dominan-‐
×
×
ǡǡ la guerra (caǤ ͟͞τȌǡ
-‐ nación (caǤͤ͞τȌǡǡǡÀ
(caǤ ͟͝ τȌǡ
ritua les con juntos (caǤ͝͞τȌǤƤ
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Ǧ milit ares establecidas por otros medios (caǤ͢τȌǢÀ
Ǧ rentesco y lazos dinásticos que no involucraban matrimonio (ca. ͠τȌǡȋcaǤ͟τȌǤ ƪ
Ǧ ǯǡ
ÀƪǦ na adopción del régimen hegemónico instaurado por Teotihuacan.
ƪÀƤ
-‐ zados es que la inmensa mayoría de las intervenciones a distancia de ƪ±
ǡ cual supera incluso a Kaanu’ul (caǤ͞͡τcaǤͥ͝τȌǤ
×
ȋcaǤ͝͠τ
uno), seguidos de Palenque (caǤ͝͝τȌǡȋcaǤͤτȌ Negras (caǤͤτȌǤ
ǡ
À política que alcanzó Kaanu’ul involucró la utilización de un abanico de recursos más amplio y variado, como muestra su dominio casi ab-‐ soluto en los ámbitos de la subordinación y el vasallaje (caǤ͢͞τ los casos) y otros medios diplomáticos más sutiles, como los matri-‐ monios políticos (caǤ͢͜τȌǡȋcaǤͣͣτȌǡ
× visitas y rituales conjuntos (caǤ͢͠τȌǤ
*** Aunque los hechos presentados no constituyan un compendio exhaustivo, se buscó seleccionar un
Ƥ
—y protagonistas— en los cuales operó ƪ
Ǥǡ aunque los porcentajes que se mencionan a continuación sólo son aproximaciones. La inmensa mayoría de los hechos que involucraron interacción transregional ocurrieron durante el Clásico Tardío (caǤͣ͟τȌǢ
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ȋca. ͜͝τȌǤ
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468
Figura 326. Estela 10, Ceibal, Guatemala.
469
XXXII
ǧǣ EL F IN D E L A CIVILIZACIÓN C LÁSICA DE L AS T IERRAS B AJAS Arthur A. Demarest
ͣ͟͞Ǥǡǡ ±
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471
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¿a qué se debe que todas las civilizaciones siguen una trayectoria
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ÀǡǡÀ
Àǡ todas estas disciplinas se ha considerado lo que su posible respues-‐ ta revela acerca de la naturaleza de las sociedades humanas. La ma-‐
que se integró originalmente. Así pues, el estudio arqueológico e his tórico del colapso de las civilizaciones podría marcar el inicio de la comprensión de las instituciones y adaptaciones hechas por
ǡ
× cuerpo humano y la medicina moderna comenzaron en los siglos ĝěĎĎĎy ĝĎĝcon las primeras autopsias.
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Figura 328. Templo ĎěDzdz±ǡ Ǥ
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A pesar de la abundancia de estudios arqueológicos recientes, aún
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las causas de la desaparición de los reinos mayas de las Tierras Bajas del periodo Clásico, del mismo modo en que existen desacuerdos sobre el colapso o el declive de otras civilizaciones, estados o cacicaz-‐ gos, como en el caso de los mochicas, en Perú, los habitantes del valle del Indo, los de la Isla de Pascua, los del Cañón del Chaco, en Nue-‐ vo México, Estados Unidos, y los jemeres de Camboya, entre mu-‐
Ǥ
ǡǡ
vacíos en el registro arqueológico. Sin embargo, también se debe a la existencia de preconcepciones sobre lo que constituye el colapso de una civilización; en otras palabras, sobre lo que es un colapso.
Ƥ
ƤǦ des tradiciones, como su cultura, cosmovisión, ética, literatura y
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ǢƤ
×
o desintegración del complejo sistema político y económico especí-‐ Ƥ
Ǥ×
Ƥ-‐
×
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radicalmente, o incluso desaparece. Este tipo de cambios rápidos al Ƥ
×
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×
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Ǥ ǡ
casos no comporta acontecimientos tan traumáticos. En cuanto a los mayas del periodo Clásico, el término “colap-‐ dzƤ
×ǡÓͣ͜͜͜͡͝͡ (de manera rápida en algunas regiones y más gradual en otras) del sistema de los estados-‐teatro de las Tierras Bajas mayas del oriente de Mesoamérica, llevándose con ella el espectacular arte, la arqui-‐
ǡ
de la vida política durante el periodo Clásico (véase “Expresando ±ǣdzȌǤ tradición cultural maya en sí no desapareció jamás; ha pasado por
ǡ
ǡ
ƪ-‐ cimiento. En la actualidad, tras la guerra civil, en Guatemala ha comenzado una época más de resurgimiento de la cultura maya.
Habiendo señalado la continuidad de la tradición cultural ma ya, ciertamente hubo una gran crisis
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ǡ ×××ǡ×±ǡ ǡ en la Península de Yucatán, en México. En el curso de un poco más de tres siglos, una por una todas las
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Ǧ naron dramáticamente. Fue en la región de las Tierras Bajas del sur, en las selvas del sur de Campeche y Quintana Roo, en el oriente de Chiapas y en la región del Petén del norte de Guatemala que el proceso de cambio repre-‐ ×
ǤÀǡ
×Óͣ͜͜ ͣ͟͜ǡ
ǡ
desplazamientos de población. Para el año 800, la población en muchas ciudades-‐Estado de las Tie-‐ rras Bajas se había reducido drásticamente; algunas de ellas tenían apenas unas cuantas chozas y otras ÀȋƤ͟͟͜ȌǤǡ
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k’uhul ajawtaak, los ‘señores sagrados’ ȋƤͥ͟͞Ȍȋ±DzÓǣdzȌǤ-‐ pendía en gran medida de la celebración de espectaculares ceremonias religiosas y rituales que tenían lugar en grandes plazas rodeadas de una extraordinaria arquitectura y escultura, entre las que se conta-‐ ǡ
ǡ
ÀƤ
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ȋ±Dzǡ
ǣ
dzȌǤ los patios y salones del trono de los palacios se desarro llaban ritos aún más complejos para un público más reducido y exclusivo, compuesto de personajes de la nobleza y la rea leza (véase “Los miembros
dzȌǤ
eran como los estados-‐teatro desarrollados por las civilizaciones del su reste de Asia. En dichos esta-‐ dos, como los de los jemeres, solían com binarse el poder religioso y el político, y la celebración de prolon-‐ gadas y espectaculares ceremonias era decisiva para mantener el apoyo de la población, y dar co hesión a
ȋ±Dz
ǣdz volumen). Las grandes ciudades mayas, y aun los pequeños estados de las Tierras Bajas, tenían centros cere-‐
Ó
ǡ
Angkor Wat en Camboya. Al igual que en esos centros, además de otras correlaciones simbólicas, cada
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ǡ-‐ nantes se alineaban con los de sus ancestros. Todo este esplendor, que requería de mucha mano de ǡÓ×
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Figura 329. Recreación de un k’uhul ajaw, ‘señor sagrado’, del periodo Clásico.
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Figura 330. Reconstrucción de la ciudad de Dos Pilas, Guatemala en sus últimos años.
Las ceremonias y los ritos resultaron en la creación de una her-‐ mosa arquitectura, monumentos, arte, escritura y ciencia, pero tam-‐ bién exigían mucho trabajo, y la importación de artículos exóticos, como la jadeíta, las plumas de quetzal y la pirita de las Tierras Altas,
ȋƤ 31 y 331). Las exigencias ceremoniales hicieron también surgir riva-‐ lidades de estatus entre los señores sagrados de la ciudades-‐Estado mayas, las cuales se expresaron en la competencia por llevar a cabo ri -‐ tos cada vez más complejos y por construir una arquitectura ca da vez más grandiosa, además de realizar guerras para obtener más poder,
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-‐ merciales de los materiales sagrados provenientes de regio nes dis-‐ ȋ±DzƤ
dz este volumen). Esos bienes preciosos no sólo eran necesarios para las vestimentas rituales y las tumbas de los k’uhul ajawtaak, los ‘se-‐ ñores sagrados’, sino también para alimentar sus redes de distribu-‐ ción de dichos materiales a nobles y gobernantes subordinados,
×Ǥ dinástica de estatus entre los mayas del periodo Clásico era, en el aspecto estructural, similar a la competencia en arte, arquitectura y guerra que se dio entre las ciudades italianas de los siglos ĝěy ĝěĎ. ×
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-‐ do Clásico entre los mayas de las Tierras Bajas. El sistema del k’uhul ajaw entre los mayas del Clásico estaba
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Ǧ no selvático subtropical. Esto pudo deberse al hecho de que, en
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la mayoría de las subregiones de las Tierras Bajas, el papel de los
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ÀǤ Si bien hubo notables excepciones, en especial en los centros de mayor tamaño, en términos generales las decisiones sobre agricul-‐ tura y uso de tierras las tomaban los agricultores locales, quienes À
À de suelos y pendientes, así como las condiciones de retención de agua del paisaje cárstico dominante en el Petén y el sur de la Penín-‐
ȋ± Dz
×
À
dz en este volumen). Más que el control del Estado, la acumulación de conocimientos locales durante generaciones hizo posible una adaptación exitosa al entorno del bosque tropical lluvioso. Estu-‐ dios paleo-‐ecológicos, así como excavaciones llevadas a cabo en campos de cultivo, han revelado que, entre los siglos Ďě y ěĎĎĎ, los agricultores mayas ajustaron sus campos a las condiciones locales valiéndose de una amplia gama de técnicas, entre las que se incluía la construcción de terrazas, campos hundidos, represas, estanques, uso estacional de tierras bajas inundables, y una mezcla de bar-‐ becho y aprovechamiento de suelos selváticos. En algunas áreas y en grandes sitios ciertamente se practicó la agricultura intensiva de subsistencia, lo que probablemente involucró al Estado en la creación de grandes aguadas, canales o zonas de chinampas en te-‐ Ǥǡ
políticas de los gobernantes sagrados y sus cortes lo que brindaba
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ǡ±ǡ ritos, la guerra y las relaciones de vasallaje.
ǣ LAS CAUSAS DE RAÍZ SUBYACENTES AL COLAPSO MAYA Las características estructurales que llevaron al éxito y a la grande-‐
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ȋƤ͟͟͞ȌǤ
-‐ dencia de las civilizaciones suele presentarse esta paradoja: con el correr del tiempo, el mismo éxito producido por las características de una sociedad puede llevar al surgimiento de tensiones y aun a la desintegración. Otra tendencia es que, al tiempo que las socie-‐ dades adquieren una mayor complejidad e integración, también
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Ǧ-‐ gración. La creciente red de estados mayas y sus alianzas, sistemas religiosos compartidos, relaciones comerciales y de intercambio, se
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ǡǡǡÀ-‐ terna de gobernantes y nobles dentro de estos estados seguía la misma tendencia. del periodo Clásico era responsable en gran medida de la belleza de su cultura material: la dependencia de los ‘señores sagrados’ de la
religión, los ritos y las enormes ceremonias en las que sustenta-‐ Ǥ
×× duran te el Clásico Tardío, dado el crecimiento de la clase noble y la realeza, debido a la poligamia y al aumento de la burocracia y las re laciones de patronazgo características de las sociedades comple-‐ Ǥ
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× ïěĎĎ y ěĎĎĎǡ
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-‐ cimiento de las grandes y más antiguas ciudades, trajo como con-‐ secuencia una élite cada vez más numerosa, que requería más pala-‐ cios y de mayor tamaño, templos, canchas para el juego de pelota, monumentos, murales, esculturas de estuco y tumbas lujosamente decoradas; todo lo cual hacía necesario un mayor número de obras de arte, hechas con materiales raros que tenían que importarse y pro-‐ ducirse por una casta creciente de artesanos que, a su vez, debían ser mantenidos. Toda esta belleza, incluyendo el espléndido arte y la arquitec-‐ tura que puede apreciarse en este volumen, tenía un creciente costo en mano de obra ocupada en todos los aspectos de la construcción, la elaboración de obras de arte y la conducción de ritos, así como Ƥ
×
miembros de la élite, sin olvidar a cortesanos y especialistas, cuya intervención en actividades de subsistencia se había reducido o eli-‐ minado. Dentro de esta clase debe incluirse tanto a los parientes del gobernante como a los miembros nobles de su corte, a los artesanos de tiempo completo, a los sacerdotes, a los líderes militares, a los arqui-‐ tectos y a todo el personal de la corte, desde cocineros y operado res
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sigloěĎĎĎ indican que muchos de los que participaban en la produc-‐ ción, el comercio y el transporte de objetos de arte también habían pasado a ser especialistas de tiempo completo que no se dedicaban a las actividades de subsistencia agrícola.
número mayor de centros rivales, así como la desestabilización de las alianzas y la aparición de pugnas intradinásticas y usurpación ȋ±DzǣǦ
dzȌǤï
-‐ ± estados creó un número mayor de candidatos a ocupar los muchos tronos. Como en toda actividad guerrera, había un alto costo en términos de los apoyos de subsistencia y transporte que eran nece-‐ sarios para la movilización de tropas y armas, la construcción de Ƥ
×ÓǤǡ mismo tiempo, el número de agricultores disminuyó y se presentó una perturbación de la actividad agrícola que sostenía a todas las actividades anteriores. La evidencia derivada de textos, objetos de ǡ
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Figura 331. Excéntrico de obsidiana, Copán, Honduras.
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ěĎ y ěĎĎĎȋƤͤ͞͞ȌǤ
competencia y rivalidad bélica entre estados, los líderes À
de todos los niveles, desde el gobernante hasta los pa-‐
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población, dada la necesidad de mano de obra y sustento Inversión en arte y Sistemas de inter-‐ Guerra entre élites Poligamia de la élite para los involucrados en esas actividades. arquitectura como cambio y agricultura dinásticas propaganda política regional controlados En varias regiones, la evidencia arqueológica co rres -‐ y personal localmente, pero no por la élite pondiente al periodo Clásico Tardío indica un cre ci mien -‐ Presiones creadas Crecimiento demográ-‐ Ƥ
×
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Ǧ por el incremento Ƥ
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ción de la agricultura y, en algunas zonas, claras evi dencias Presiones sobre la población común para de una sobreutilización de suelos, de erosión y de dete-‐ ×Ƥ
ǡ dicha inversión deterioro ecológico rioro ambiental antropogénico. Aunque hay quien ha o pérdida del Competencia y intercambio Ƥ
× reclamos para obtener visto en estas prácticas agronómicas no sustentables una guerra por el creci-‐ mejor estatus miento de las élites causa del colapso, los componentes reales de causa lidad Coacción para incre-‐
Ǧ mentar la población Incapacidad de común líticos que llevaron a los líderes y a sus seguidores en al-‐ los líderes para Incremento de los en-‐ gunas regiones a tomar una ruta de autodestrucción responder e n t érminos ±
Sobrepoblación económicos entre las élites
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-‐ mente su dependencia del bosque húmedo tropical y su Sobrepoblación geología de piedra caliza, y habían conseguido ajustarse a Urgencia por crear Población común em-‐ Respuesta elitista no Ƥ
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Ǥ pleada en la guerra productiva (más blaciones agrupadas guerras o rituales) Sin embargo, una visión de corto plazo, impulsada por la Deterioro ecológico competencia política y económica, la guerra y la rivalidad entre estados, había llevado a menudo a los líderes de las Presión por el incre-‐ mento de la produc-‐ Deterioro ecológico comunidades a ignorar los crecientes daños al entorno. Agravamiento de ción no elitista la crisis
ǡ± en muchas civilizaciones, la cual comienza con el éxito Incremento de la ex-‐ de sus elementos estructurales básicos y el de sus prin-‐ Sobrepoblación plotación de sistemas general cipales características, y termina por lle var a la intensi-‐ agrícolas cercanos a
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ÀǡïǦ tan cia, dañan al mismo sistema que originalmente ha bía
±ǤƤǡ Deterioro ecológico
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-‐ tados complejos, líderes o poblaciones han respondido Figura 332. Características básicas de la civilización a este tipo de crisis con ajustes en sus sistemas, pero otras civilizaciones sencillamente se colapsaron maya de la época Clásica.
ǣ Babilonia, la civilización jemer, Roma, la civilización del Cañón del Chaco y otras civilizaciones siguieron un curso similar hacia su desaparición. Sintetizando esta reconstrucción de las causas subyacentes al colapso maya en las Tierras Bajas durante el periodo Clásico: las características estructurales básicas de la civilización maya llevaron, con
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ȋƤ͟͟͞ȌǡěĎĎ y ěĎĎĎ, condujeron a las ciudades-‐Estado mayas de las Tierras Bajas a tener centros de mayor tamaño; mayor complejidad bu-‐ rocrática; más abundancia de centros y de sedes dinásticas; élites crecientes; mayor rivalidad de estatus
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para alimentar redes de distribución de patronazgo; creación de una competencia violenta más directa a través de guerras, con la consiguiente mayor presión para las clases de élite, así como una mayor presión
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depende de la ideo-‐ À
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Rivalidad por el poder
vez más destructiva, a daños en los sistemas de subsistencia y a una
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×
de la sociedad maya del periodo Clásico (véase “La guerra: técnicas,
dzȌǤ La síntesis anterior constituye una caracterización muy gene ral de los cambios históricos que tuvieron lugar en el curso de un poco más de tres siglos y en un área de varios miles de kilómetros cuadra-‐ dos. Por esta razón, no aborda los detalles de variaciones regionales ni de diversas cuestiones y asuntos relativos a la evidencia. Como se
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×
× Tierras Bajas mayas, y la cronología y la calidad de la evidencia es aún más variable. Sin embargo, habiendo hecho estas advertencias, y reconociendo que la anterior no es sino una aproximación prelimi-‐ nar, ésos pudieron haber sido los procesos que llevaron a las crisis de
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Ǭ2 Vǫ Existe, desde luego, otro componente importante al considerar las crisis históricas por las que pasa cualquier sociedad: el impacto de otras sociedades sobre la capacidad de recuperación de una civiliza-‐ ción. Muchos estados se recuperan cuando los líderes y las poblacio-‐ Ƥ
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su sociedad, sin perder sus características estructurales básicas. Por ejemplo, las evidencias arqueológicas y paleoecológicas para un gran número de regiones de las Tierras Bajas mayas pare cen
Ƥ
Ǥ un periodo entre el año 100 y el 250, la expansión y el crecimiento de las poblaciones mayas y sus campos agrícolas en to das las Tierras
× erosión del suelo, lo que comportó un deterio ro ecológico general y un notable declive en la población. Los estudios de los cambios am-‐ bientales ocurridos en la antigüedad, así como los análisis de sue los y de sistemas agrícolas en algunas regiones, sugie ren que en los dos si glos subsiguientes, ya dentro del Clásico Temprano, los habitan-‐ tes de las Tierras Bajas habían apren dido de estos problemas y se habían ajustado de mejor manera al entorno del bosque tropical lluvioso. En el periodo Clásico comenzaron a apli car la amplia gama de adaptaciones ecológicas y sistemas agro nómicos descritos ante-‐ ǡ
Ƥ
ǡ retener la humedad y evitar la erosión. Ade más de técnicas especí-‐ Ƥ
×
ǡ
×Ǧ zas y de obras para el control del agua, tras la crisis que se presentó
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ǡÀ mayor conciencia de la necesidad de con siderar terre nos de barbecho,
ǡ mayor medida los huertos domésticos, usando los desechos huma-‐
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Figura 333. Santa Rosa Xtampak, Campeche, México.
inundables de los bajos en temporadas de cultivo cortas y para apro-‐ vechar los componentes de la tierra de éstas. Cuando la población comenzó de nuevo a crecer en el periodo Clásico Temprano, se tuvo
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-‐ cuencia de estos ajustes, la mayoría de las regiones que habían ex-‐ perimentado un declive se recuperaron y para mediados del siglo ě À
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Ǥ En contraste con esta situación, en los siglos ěĎĎĎ y ĎĝǡƤ del Clásico, no hubo recuperación de las crisis que se presentaron en mu chas áreas de las Tierras Bajas del sur. En lugar de ello, hubo
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-‐ ticamente abandonadas. En aquellas áreas de las Tierras Bajas donde hubo una continuidad importante o incluso una recuperación (como es el caso notorio de las Tierras Bajas del norte, la costa de Belice y ±
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Figura 334. Plan de Ayutla, Chiapas, México.
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-‐ rentes del modelo de ciudades-‐Estado gobernadas por los ‘señores sagrados’ del periodo Clásico. Muchas características culturales con-‐ tinuaron, pero la estructura política y la económica habían cambiado. En el Posclásico, se redujo la cantidad de energía dedicada a la ideo-‐ logía de aumentar el estatus, así como la compleja cultura material que la acompañaba; el poder se distribuyó más entre los líderes de los
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distancia. Así pues, a través de colapsos, declives o, en algunos casos,
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× en las Tierras Bajas durante el periodo Clásico no se recuperó.
EL SEGUNDO CONJUNTO DE CAUSAS DE RAÍZ: CAMBIOS EN LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA DE TODA MESOAMÉRICA Sin embargo, ¿por qué en la mayoría de las áreas no se recuperó nunca la civilización maya que imperó en las Tierras Bajas de la ma -‐ nera en que ocurrió seis siglos antes, y su población se mantuvo muy
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ǫ a esta pregunta debe considerarse lo que estaba ocurriendo en el res-‐ to de Mesoamérica durante el periodo Clásico, en especial entre los si glos ěĎ y ĝ. Al igual que en todos los colapsos, la crisis del siglo ěĎĎĎ entre
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×À las culturas de Mesoamérica, y que llevó a un sistema económico y À
ǤDzdzÀǦ rrollado en el México central y en Veracruz. Durante el periodo
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en la economía ya se había desarrollado entre los estados mayas de la región costera de la Chontalpa, en el actual estado de Tabasco. ƪ
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ǡ sitios mayas del poniente de la Península de Yucatán, sobre todo en la zona Puuc de Yucatán y Campeche, entre los siglos ěĎĎĎ y ĝ ȋ±Dz
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ƪ-‐ cias similares en el sur, en el puerto ribereño comercial de las tie-‐
±ǡ mayas, en Guatemala.
Siglos antes, los estados del centro y del poniente de Mesoa-‐ mérica ya habían desarrollado economías basadas en gran medi-‐ da en el intercambio comercial de larga distancia de artículos ta-‐ les como algodón, textiles, cacao, sal y productos de cerámica y piedra. Desde hacía ya algún tiempo, los grandes mercados, las castas de comerciantes y la probable coordinación estatal de acti-‐ vidades económicas habían cobrado una importancia muchísimo más relevante en los es tados del Centro de México y Veracruz. El
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ǡ
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ǡ comerciantes, castas gue rreras, etcétera. Grandes mercados, algo de intercambio comercial de larga distancia y quizás élites inci-‐ pientes de comerciantes existían también en los estados mayas del Clásico Tardío, en especial hacia el siglo ěĎĎĎ, pero su tamaño,
Àï limitados. Lo que es más, en el periodo Clásico el poder parece haberse concentrado más en el gobernante y su dinastía —y, como ya se di -‐ jo anteriormente, ese poder se basaba en gran medida en la ideo-‐ logía, en la política y en la actividad ritual— que en la dirección de
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Ǧ tructura. La dependencia política e ideológica de los estados mayas
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ǡ
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×-‐ zas, seguidos de otros de declive. Estos últimos a menudo eran una consecuencia de la derrota militar, de pugnas políticas internas o eran meramente el resultado del ascenso al trono de un gobernante menos capaz. Estos retrocesos a menudo resultaban de poca im-‐ portancia en términos de la economía y la población general, pero
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Ƥ
×Àǡ religión, la jerarquía y el pueblo con los señores sagrados. No obstante, el orden político de las tierras altas del Centro de ±
ǡƪǡǦ
-‐ temala, cubriendo toda Mesoamérica. Los resplandecientes pero arcaicos estados mayas del periodo Clásico no resultaron compe-‐
× Ǥ À pues, para reto mar la pregunta inicial de este apartado, los crecien-‐
Ƥ las Tierras Bajas también recibieron el impacto de la competencia
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×
-‐ lización maya del periodo Clásico, al menos no con la estructura ni
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ideológico de los k’uhul ajawtaak. Este cambio también redujo en gran medida el alto grado de inversión de energía social en la pro-‐ ducción de arte, arquitectura e inscripciones espectaculares. Otro elemento de las causas de raíz de la desaparición de la ci -‐ vilización maya del periodo Clásico tiene que ver con las condicio-‐
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ma yas del sur, en donde la selva es rica y diversa, pero muy com-‐ Ǣ
ǡ±Ǥ Como se ha descrito para el periodo Clásico, debe manejarse con
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hubo ciudades mucho más grandes que lo que alguna vez se creyó. No obstante, estas ciudades estaban más dispersas que las que de-‐ Ƥ
×
ǡ
× urbanas y rurales. La adaptación maya del Clásico era capaz de sostener grandes ciudades y grandes poblaciones, pero sus regímenes agronómicos no estaban adaptados a algunos de los aspectos más importantes de la organización estatal que se estaba desarrollando en otras par tes de Mesoamérica. En el periodo Posclásico, en las Tierras Altas ma-‐ ǡ
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Ǥ Estos patrones de asentamiento podían mantenerse gracias a los sue los volcánicos más gruesos y ricos de las Tierras Altas. También podían depender en mayor medida de la sobreproducción regional de ciertos tipos de cultivos o productos en áreas mayores, lo que creaba excedentes para el intercambio comercial. Entre tanto, en las Tierras Bajas del norte de la Península de Yucatán y en la costa de Belice los centros tenían un mayor acceso a la costa o un acceso
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gran importancia en el intercambio comercial de larga distancia. Estas características cambiantes en ambas regiones les permitieron un mayor éxito en las economías de mercado de exportación y en el transporte de larga distancia de tributos o de productos para el in-‐
Ǥ
ǡǡ Petén no eran adecuados para la producción de grandes excedentes. Tampoco había muchos ríos navegables, y la mayoría de los exis-‐ tentes tenían numerosas áreas de rápidos o de bajos, lo que hacía necesario transportar la mercancía por tierra. Las Tierras Bajas de ±ǡ
-‐ vorables para los sistemas mayas del periodo Clásico de grandes Ǧǡ
×
dominantes en el periodo Posclásico, ni para sus exigencias de sis-‐ temas de transporte. Àǡ
ǡ-‐ tas comerciales y de transporte de larga distancia se desplazaban hacia las vías menos interrumpidas y menos exigentes de la costa ǡ
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más concentradas, apoyándose en sus suelos más gruesos y ricos, y en un entorno ecológico menos delicado.
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OTRAS CAUSAS DE RAÍZ QUE SE PROPONEN MAYAS DE LAS TIERRAS BAJAS: SEQUÍA Y/O DESTRUCCIÓN DEL ENTORNO
Komchén Dzibilchaltún Cobá
Uxmal
GOLFO DE MÉXICO MÉXICO
Becán
El Mirador
Palenque
t in ac um Us
MAR CARIBE
BELICE
Tikal
con los cambios poblacionales y de poder. Sin embargo, y aún conside-‐ ǡ
regiones experimentaron un descenso global dramático en los niveles de población y en la producción de arquitectura, en algunos casos en menos de 100 años después del apogeo aparente de la región. Una tendencia amplia y muy general de los cambios radicales ȋ
ǡ
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×ǡǡ
×ǡǦ cé tera) apunta a que se dieron primeramente en el Petén occidental, especialmente a lo largo de la gran ruta comercial occidental de los ríos de la Pasión y Usumacinta. No resulta sorprendente que las crisis se dieran por primera vez en esa región, pues el corredor occidental era una zona de intensa competencia por controlar la ruta comercial, además de ser una región con una interacción estrecha con los estados ï
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a
480
Estas consideraciones devuelven a la importancia de comparar la evi-‐
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las causas del cambio que detectan en su propia área de investigación como la causa general del colapso en todas las Tierras Bajas. Durante más de un siglo, los proyectos arqueológicos se han ocu-‐ pado de los últimos días de los estados mayas del periodo Clási co en
±
±
ȋƤͤ͟͞ǡ͟͟͟ y 334). Sin embargo, todos estos proyectos han arrojado conclusio-‐ nes contradictorias entre sí sobre las causas del colapso, a menudo en la misma región. Estos desacuerdos regionales involucran una di versidad de interpretaciones de los datos o incluso datos con-‐ tradic torios entre sí. Sin embargo, una vez más, estos desacuerdos se
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las Tierras Bajas y con los crecientes problemas estructurales que ya he descrito como causas de raíz o subyacentes. Esos procesos gene-‐ ra les condujeron a los cambios, crisis o colapsos regionales, variables Ƥ
ěĎĎĎ a ĝ. Una razón por la que estas
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-‐ taron a todas las Tierras Bajas se explica por la gran variación en las crono logías, además de que la mayoría de las regiones cuentan con cronologías ine xactas, y a menudo cuando se presentan ciertos
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Ǥ Ha habido tan sólo un puñado de intentos colectivos para com-‐
-‐ ǡ
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qué ocurrió
región y exactamente
ocurrió. Una importante y temprana tentativa de establecer esto la representa un volumen sobre el colapso maya que se publicó hace casi cuarenta años por Patrick Culbert, en el cual se reunió la labor de diversos investigadores que trabajaban ǡ
Ƥ
de cada uno. Sin embargo, en esos momentos se tenían datos es casos
ÀÀƤ muy incompleta como para permitir llegar a conclusiones claras. En
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Ǧ
×
ǡ
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Ƥ -‐ cuencia de los cambios detectados en cada área de las Tierras Bajas, en el curso de los últimos siglos de la civilización maya del periodo Clásico. Y aunque sigue habiendo desacuerdo en cuanto a las causas,
o Rí
ǡ que se han propuesto en estudios anteriores, se cuentan las epidemias, los terremotos y las invasiones extranjeras. La evidencia arrojada por ±
×
-‐
×
×
Ǣ invasión extranjera directa parece cada vez más improbable. No obstante, las teorías de cambio climático y sequía siguen estando entre las interpretaciones con mayor aceptación. La evi-‐ dencia paleo-‐ecológica del periodo comprendido entre los años 800 y 1200 ciertamente arroja periodos severos de sequía. Por este ǡÀ
×Dzdz colapso de la civilización maya del periodo Clásico. El problema, sin embargo, radica en que las sequías no corres-‐ pon den bien con la evidencia arqueológica, cronológica o incluso con la evidencia ambiental general para el colapso observado en muchas áreas, en especial en las regiones en donde los estados mayas del pe-‐ riodo Clásico comenzaron a experimentar cambios radicales y aun desintegración. Una cuidadosa consideración de la evidencia de la Àǡ
ěĎĎĎ,
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À regiones, aunque no una causa general que explique el colapso en las Tierras Bajas del sur. Otra de las teorías más importantes para explicar el colapso propone la destrucción del entorno a consecuencia de las activi-‐ ǡ
Ǥ
×
muchos problemas de sobrepoblación en los siglos ěĎĎĎ y Ďĝ en va-‐ rias regiones y esto a menudo pudo correlacionarse con la erosión y el empobrecimiento de los suelos. ǡǬ±
Àǫ
ǡ es necesario explicar las razones del crecimiento irrestricto de la población y la ausencia de respuesta ante el problema. Uno de los
una creciente rivalidad y actividad bélica entre ciudades-‐Estado, y entre una casta de gobernantes y nobles cada vez más numerosos, con sus exigencias de mano de obra en construcción y actividades guerreras. Por estas y otras razones, la sobrepoblación, la sobreuti-‐ lización de suelos, la sedimentación en áreas pantanosas produc-‐ ǡ×Ó
Ǥ ǡ
ǡ
± que acusan cambios importantes desde épocas tempranas. En todo
ǡ
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× no consiguieron restringirla.
DIFERENTES CAUSAS FINALES O INMEDIATAS DEL COLAPSO EN LAS DISTINTAS REGIONES
Yaxchilán Petexbatún Río
Gr ija lva
Río de la Pasión
Cancuén
GUATEMALA ua otag
Quiriguá
M Río San Martín Jilotepeque
N
E
O
Copán
El Chayal
HONDURAS
Kaminaljuyú Ixtepeque
S
EL SALVADOR
OCÉANO PACÍFICO
Figura 335. Rutas de intercambio y transporte del mundo maya en el periodo Clásico Tardío.
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-‐ te del orden cronológico general en que se presentaron los cambios y
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Ǥ Ƥ
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Ǧ bían creído. Más bien, en algunas regiones se registraron crisis y des-‐ Óͣͣ͜͜͜͡ǡ-‐ ceso se dio entre los años 800 y 900. En la parte norte de la Península
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violento hasta un declive o transición muy graduales. Incluso den-‐ ×ǡ×
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LOS COLAPSOS REGIONALES MÁS TEMPRANOS: DEL SUROESTE
ǡï± suroccidental, a lo largo del valle del Río de la Pasión, que solía ser la Dz
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Ǥ
-‐ nes para que se diera este colapso bien pudieron quedar establecidas desde la época de las grandes guerras entre las alianzas de las ciudades-‐ Estado de Tikal y Calakmul, en los siglos ěĎ y ěĎĎ (véase “Interacción À
ƪ
dzǦ te vo lumen). Entre los blancos más importantes que se atacaron en esas guerras se encontraban las rutas comerciales por las que se distribuían bienes sagrados como jadeíta, plumas de quetzal, pirita y otros artículos no exóticos, como la obsidiana y la sal. Óͣͤ͟͜͜͜ǡ
À ×ǡ ǡ
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±ǡ destruidas por súbitos ataques militares. En la ciudad capital del Río de la Pasión, Dos Pilas, la población sitiada desmanteló buena parte de sus propios templos y palacios, en un desesperado intento
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se había establecido en un alto risco, prácticamente imposible de in-‐ vadir, rodeado por acantilados y un abismo, además de kilómetros de
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muros. Fue capaz de proteger a su población y a su pequeño centro ceremonial por un siglo más.
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Figura 336. Templo inconcluso, Aguateca, Guatemala.
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Ǥ× ±ǡƤ
× entre 50 y 100 años antes de que hubiera evidencia inicial alguna de sequía o de cambio climático, lo que eliminaría esa popular teoría como causa general de los colapsos de las Tierras Bajas, aunque la À
Ǥ Más al sur, en el Río de la Pasión, el rico puerto comercial de Can-‐
±×ƪ
ÀǡÓͣͤ͜͜͜͡ǡ con la construcción de palacios, espléndidas canchas para el juego ǡ
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-‐ males y palacios para los nobles emplazados para la supervisión de talleres y puertos. Este extraordinario periodo de grandeza y contac-‐ tos internacionales pudo basarse en parte en la migración hacia el norte de los reinos del Petexbatún que estaban colapsándose. Lo que ïǡ
±
grande del periodo Clásico, ubicado en el principio mismo de la ruta ƪ×Ǧ
× los valles de las Tierras Altas hacia el sur y de la ruta terrestre orien-‐ Ǧǡǡ
ȋƤ͟͟͡ȌǤ
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la arquitectura y los monumentos del sitio, así como de la presencia
482
de cerámica, jadeíta y características arquitectónicas provenientes de muchas zonas de Mesoamérica. ƪ
pueden ayudar a explicar los cambios ocurridos en Cancuén en el postrero medio siglo de su historia. En ese periodo, su economía se volvió hacia el intercambio de larga distancia de materiales como la jadeíta, la obsidiana y otros más, incluyendo la importación de ce rámica procedente de Veracruz y Tabasco. Además, hubo un rea-‐ co modo que llevó a una división del poder entre el k’uhul ajaw y la hegemonía de una gran élite, representada por su enorme palacio real, pensado más como un sitio político-‐ritual administrativo que como uno residencial, y una docena de palacios menores para uso de los in tegrantes de la élite no pertenecientes al linaje real. Los palacios de esos nobles se construyeron de manera que podían usarse para ǡÀǡÀ
uno de producción altamente segmentada y coordinada de herra-‐ mientas de piedra. Los monumentos y sus textos también presentan esta división parcial de poderes, en los que el k’uhul ajaw continuó siendo el centro de la autoridad ritual y política, pero en los que las actividades internas y los contactos con el extranjero eran maneja-‐ ǡÀȋƤͣ͟͟ȌǤ
Sin embargo, por las mismas razones y limitaciones subyacen-‐ tes presentes en otros estados de las Tierras Bajas del sur, el experi-‐ mento de Cancuén con el nuevo orden político y económico de las
×ǤǦ do alrededor del año 800 y su gobernante, consorte y más de 40 no-‐
ǡÀ sus cuerpos con todo y su rica vestimenta en una cisterna sagrada. No resulta sorprendente que el colapso de centros, y que el pro-‐ ceso aún más temprano de despoblamiento de aldeas y entornos rurales haya ocurrido primero en la región del Río de la Pasión y en sus importantes centros comerciales. La creciente rivalidad de esta tus entre la casta de la élite en aumento resultó en una presión aún mayor sobre las rutas occidentales en las que se transportaba jadeíta, concha, pirita, plumas de quetzal y otros artículos sagrados necesarios para los ritos y las relaciones de patronazgo de gober-‐ nantes y nobles. Sin embargo, en el ambiente generalizado de una
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Ó estilos locales de la cuenca del Río de la Pasión y estilos extranjeros,
ȋƤ͟͢͠͞ȌǤ Algunos sitios de menor tamaño, construidos en lugares relativa-‐
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Ǥǡ obstante, la mayoría de los demás centros de la cuenca del Río de la Pasión ape nas pudieron atraer poblaciones muy pequeñas e incluso ǡÀ
±Ǥ Como en el caso del apogeo tardío de Cancuén y luego de Cei-‐ bal, algunos sitios hacia el oriente y hacia el norte, como Machaqui-‐ la, experimentaron un auge, quizás basado en la absorción de la mano de obra que brindaba la población desplazada y en la eliminación de
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tiempo. Machaquila se colapsó 30 años después, en tanto que otros sitios, como Ceibal y Punta de Chimino, lograron resistir un poco más, pero entraron en un lento declive.
SIGLO IX EN LAS TIERRAS BAJAS DEL SUR Resulta obvio que en el valle del Río de la Pasión la causa regional Ƥ
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Ǧ merciales y la emigración de la población. Sin embargo, está claro que
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±× un poco después más hacia el norte, a lo largo del trayecto comer-‐ cial del Usumacinta, en centros como Yaxchilán y Piedras Negras. En esa región, a lo largo de todo el siglo ěĎĎĎ, estos grandes centros y otros sostuvieron constantemente guerras unos contra otros, lo que
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siglo ěĎĎĎ por controlar pequeñas desviaciones y sitios de transporte terrestre, dado que las rutas y los sitios de transporte terrestre prin-‐ cipales estaban bloqueados por la prevalencia de la guerra. Siguiendo una amplia e irregular tendencia que iba del ponien te al oriente, los estados del Petén central, como Tikal y Uaxactún, ya Àǡ
tanto a sus reinos como a sus bases agrícolas, derivados probable-‐ mente de la sobrepoblación y del consiguiente deterioro ambiental. Una vez más, sin embargo, debe señalarse que las espirales demo-‐ Ƥ
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×ǡ desperdicio energético del siglo ěĎĎĎǡ
subyacente de las características estructurales del periodo Clásico,
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Ǥ El esplendor de Tikal del siglo ěĎĎĎ y el de sus vecinos del Petén cen-‐ tral quizás sea el mejor ejemplo de las contraproducentes respuestas que, ante las condiciones negativas, adoptaron los gobernantes del periodo Clásico. Al igual que muchos centros de las Tierras Bajas ǡ
-‐ ciar a dioses y ancestros mediante la construcción de templos, palacios y monumentos más grandiosos, todo ello en el curso del último siglo ǡ
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ïǤ El desplazamiento de la población del Petén occidental que se ÀǡÀ
Ƥ occidentales de intercambio comercial, es probable que sólo con-‐ tribuyeran a agravar sus problemas. Estas poblaciones migrantes, ǡÀ
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-‐ tral y en el Medio Oriente, el impacto mayor de la guerra puede no ser el número de muertes y la destrucción de ciudades, sino la
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Ǥ × exacerbadas de manera importante por la sequía que se presentó en algunas zonas, como en el caso del extremo sur de Quintana Roo y Campeche, así como en el noroeste de Belice. La evidencia paleo-‐ ecológica apunta a la presencia de sequía en esas áreas, si bien ésta se dio demasiado tarde como para explicar la espiral mucho más
ƤěĎĎ hasta el siglo ěĎĎĎ, como tampoco explica los colapsos más tempranos en la región occidental y en otras áreas, ni la ausencia de cambios en la
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ǡ-‐ sentó un golpe mucho más crítico en algunos estados de las áreas más secas del sur de Quintana Roo, el noreste del Petén y el nor-‐
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gran parte del oriente de Mesoamérica, a lo largo de casi tres siglos. ǡ ǡ ǡ aspectos de la rivalidad por estatus llevaron a una secuencia similar Dz
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-‐ ción ambiental antropogénica (es decir, causada por el ser humano) y declive de los grandes centros de la zona sureste del Petén, donde es-‐ tán sitios como Copán y Quiriguá. Especialmente en el valle de Copán, Honduras, el impacto de la erosión de suelos bien pudo te ner impor-‐
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V TIERRAS BAJAS DEL NORTE Aunque las cronologías del norte de la Península de Yucatán son ob jeto de acaloradas discusiones, en las Tierras Bajas del norte, la
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À muy compleja y el proceso se dio por lo menos de 100 a 200 años ±Ǥ
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-‐ cesos de cambio del periodo Clásico Terminal ya operaban desde el Óͣ͜͜
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×ǡ la alianza y a menudo la pugna entre diversas modalidades de la civi-‐ lización maya en el norte de la Península de Yucatán. En la zona Puuc del norte de Campeche y de Yucatán, el perio do
Óͣ͜͜͜͡͝͡× en lo tocante a riqueza, construcción y esplendor, quizás debido en parte a una mayor interacción y al intercambio de larga distancia con estados no mayas del centro y el poniente de Mesoamérica. Las ±
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± ȋƤ 9, 94, 99 y 304) que se traslapan con dicho periodo podrían haberse re lacionado en parte con el cambio al comercio marítimo y con la eli-‐ minación de la competencia que presentaban las rutas comerciales de los ríos Usumacinta y de la Pasión, controladas por las ciudades del sur, que ya estaban en declive o se habían abandonado.
similar, provocada por problemas de rivalidad e intensa inversión de energía en el esplendor ritual, en guerras y por el crecimiento de la po blación. En el norte, estos procesos bien pudieron haber creado ×Àĝ. Otro
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bélica, con el concurso de nuevas entidades políticas, tales como el Estado militarista de Chichén Itzá. Muchas de las características de este reino eran más similares a las de las civilizaciones del Centro
484
de México. Asimismo, las Tierras Bajas del norte, como anteriormen te lo hizo Cancuén, exhibían nuevas características en su tejido político
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Ǥ de mayor distribución del poder político e institucional bien pudie-‐
Ǥǡ arquitectura y todos los aspectos de la cultura indican una variante muy distinta de la civilización maya en el norte de Yucatán, en las ciudades-‐Estado de la zona Puuc y aún más en Chichén Itzá. Antes, a esos centros se les había considerado como sociedades del periodo Posclásico, pero ahora se sabe que se trató de entidades políticas y económicas de transición, complejas, que se traslapaban y cuya evo-‐ lución se dio entre los siglos ěĎĎĎ y ĝĎ. Pero, al igual que Cancuén dos siglos antes, su transición hacia Dzdz
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todo claras, pero los grandes centros habían sido abandonados o es-‐ taban casi despoblados para el año 1050. Los centros principa les de población pasaron de la zona Puuc y Chichén Itzá a los sitios mucho
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× sistema político del periodo Clásico, en mitad de una secuencia sor-‐ prendente de crescendos postreros. *** Ƥ
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Ǧ carse en términos de un evento o proceso sencillo. En lugar de ello,
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-‐ jas, debe hacerse en términos de una acumulación gradual de pro-‐
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-‐ tales responsables de su éxito original. Ese éxito, con el correr del tiempo, acabó por provocar tensiones en todos los aspectos de esas
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ƤǤ mayoría de los centros de las Tierras Bajas, la rivalidad por al canzar el poder y el prestigio llevó a una competencia entre las ciudades-‐
Ƥ ǡ sólo a través de la guerra, sino de manera más importante con la construcción de templos, palacios, monumentos, plazas y otros es-‐ cenarios para llevar a cabo las gigantescas y costosas ceremonias de masas. Esta situación dejó un legado de arquitectura, monumentos y arte sublimes. Como en los estados-‐teatro del sureste asiático, este Dz
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Ǥ Luego, cuando las cosas comenzaron a desintegrarse, los gobernan-‐
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claramente les habían vuelto la espalda.
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cada vez mayor para los antiguos estados mayas y sus poblaciones. Sin embargo, la gran tradición maya no desapareció con la caída de las ciudades-‐Estado del perio-‐ do Clásico en las Tierras Bajas; sólo dio paso a un ciclo nuevo —el Posclásico—, una de las múltiples y
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EPÍLOGO En la primera mitad del siglo ĝĝse escribieron amplias obras generales sobre la civilización maya prehispánica, como The ancient Maya de Sylvanus Morley, The rise and fall of Maya civilization de Eric Thompson, y La civilisation des an-‐ ciens Mayas de Alberto Ruz Lhuillier. En 1980, Jacques Soustelle, otro destacado estudioso de las culturas mesoamericanas, escribió otro volumen de este tipo, Les Mayas, que recoge algunos conocimientos existentes hasta ese momento (1980), pero basado en aquellas extensas obras. Después, la investigación ma-‐
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realizado no han sido escritas por una sola persona, sino por especialistas en cada uno de los temas, como Los mayas. Su tiempo antiguo. En Los mayas: voces de piedra se presenta de nuevo una visión general de la extraordinaria civilización maya prehispánica, con un amplio conjunto de ǡ
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×Ǥï-‐ tas de esa estrella de la historia humana, aristas que han contribui do a la recu-‐ peración de su luminosidad. De este modo, tenemos aquí un libro que extrae de
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-‐ prender para todo público, y a la vez actualizada, que muestra la vida social, las creencias y las obras de los antiguos mayas. Con la imagen idealizada de los mayas, que los estudiosos de la prime-‐ ra mitad del siglo ĝĝhabían consagrado, contrasta esta nueva imagen de un pueblo vivo y vibrante, con las grandezas y las miserias de toda gran civili-‐ zación: un arte escultórico y arquitectónico incomparables, unas creaciones
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×ǡ±ǡ poco más allá: a la gran caída, la conquista española y la colonización, y a la situación actual de los grupos mayas.
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A la llegada de los españoles a tierras mayas, en los Altos de Guatemala los quichés habían dominado a los otros pueblos y creado un poderoso Estado. Por eso, la conquista de Gumarcah o Utatlán, su capital, ǡ͝͡͞͠ǡ
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ǡ× años antes. La caída del norte de la Península de Yucatán no tuvo el tinte de gran epopeya que tuvieron la de Tenochtitlan en México, y la de Gumarcah en Guatemala. Las grandes ciudades de la península habían sido abandonadas, sustituidas por provincias, llamadas cuchcabalǡ
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poco a poco en manos de Francisco de Montejo, su hijo y su sobrino, del mismo nombre los tres. Mucho ±ǡͥͣ͢͝ǡ
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ǡÓǡ los Itzaes, quienes habían huido a esas regiones desde Chichén Itzá. Ta Itzá se ubicaba en las márgenes ± ǡ ǡ
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Ǥ La conquista española no alteró el rumbo del proceso cultural mesoamericano, sino que lo aniquiló, al imponer un nuevo cauce histórico, en el cual los indígenas quedarían marginados y sometidos en sus propios territorios. ÓǡDzÀdzǡ
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los mayas objetos sagrados que contenían su tradición religiosa e histórica, la cual era, además, la clave
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ǡǤ ǡ cultura maya yucateca, la Relación de las cosas de Yucatán, también hay que atribuirle algunas de las más
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ǡDzòdzǤ Por su parte, los mayas vieron esta destrucción como una gran tragedia, pues con la pérdida de los
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-‐ turo. Dice un autor del Libro de Chilam Balam de Chumayel: “No teníamos ya buenos sacerdotes que nos ÓȑǥȒÀÀǡƤ×òǤȑǥȒdzǤ À×ǡǡ
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× de un nuevo orden político-‐social y una nueva religión, por la implantación de una nueva cultura. Algunos hombres mayas, lejos de abandonar su herencia cultural, con una notable conciencia histórica, realizaron
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Ǧ trui dos se conservó, en parte, en múltiples textos que los propios mayas escribieron en sus propias lenguas, ±ǡǦ guas ma yas. Estos libros revelan un intento de mantener vivas las creencias religiosas, así como la memoria de los grandes linajes mayas, nutriéndose de los antiguos relatos sobre el pasado, y son herederos de la
ǡïƤǤÀ coloniales tienen el mérito de ser la visión que los mismos mayas tuvieron de su historia y sus creencias en À
Ǥ Un largo camino de investigación rigurosa, de recuperación, se ha recorrido para lograr, en nuestros Àǡ
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Ǧ najes gobernantes, los libros coloniales revelan que por lo menos en los antiguos códices, de los que
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otra historio-‐ À, la cual recoge las tradiciones orales que en la época prehispánica eran el complemento de
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denominamos historia, porque siempre están entrelazados en los textos mayas, se puede hablar más bien de ǦÀ
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Ǥ En el estilo de la mayoría de los libros coloniales, en su ritmo poético, puede advertirse el carácter ǡ
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ǡ-‐ moria colectiva. Àǡ
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ǡ expresar asimismo su propia situación de pueblos sometidos. Hoy en día, se conserva un gran número de estos libros y documentos indígenas que constituyen un corpus, al cual podemos llamar propiamente literatura maya, pues son los únicos que en realidad ǡ
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símbolos esenciales de la religión maya, así como múltiples rituales; además, se registran los principales acontecimientos de los linajes y las etnias protagonistas de la historia del periodo Posclásico, como los de los Itzaes, los Xiúes, los quichés y los cakchiqueles; hablan de los orígenes de la comunidad, peregrina-‐
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Ƥò legítima posesión de las tierras. ±
Àǡ± no escribieron. La reorganización territorial y el sistema de encomiendas que implantaron los españoles, la carga de los tributos y la esclavitud, causaron un gran aislamiento de las comunidades indígenas, el cual À±
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× los grupos mayas, que siguieron hablando sus lenguas, pero adquirieron nuevas identidades; continua ron
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Ǥǡ área ma ya una gran variedad de modelos sociales, económicos y culturales en general. ǡ
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elementos prehispánicos aunados al culto a los santos católicos, predomina en muchas comunidades, y generalmente sin sacerdotes católicos. Pero en la actualidad, sobre todo en los grupos de Chiapas, hay serios
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-‐ listas y protestantes. Desde los años sesenta, alrededor de 30 000 indígenas mayas, la mayoría de ellos de San Juan Chamula, han sido expulsados violentamente de su comunidad porque se han convertido a diversas re-‐ ligiones evangélicas (como las protestantes), los testigos de Jehová, los pentecostales, los mormones y otras,
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que, al amenazar la costumbre, amenazan la solidaridad comunitaria y la identidad. Ello muestra que, a pesar de la reprobable intolerancia religiosa, los grupos mayas han continuado luchando por conservar sus tierras y mantener su identidad; la rebeldía constante ante la opresión, que ïÀǡ
ͣͤͣ͢͝͝͞͝ǡ de Castas en la Península de Yucatán, no se ha perdido nunca. Su identidad sigue siendo grupal, y saben que tienen derecho a regirse por sus propias costumbres y tradiciones, y por una legislación especial; que tienen derecho a ejercer la autodeterminación y a conservar todas sus instituciones sociales, económicas,
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ÓǡÀ las etnias habita aún en sus territorios, habla sus lenguas y conserva, de algún modo, la herencia espiritual que les legaron sus antepasados. Mercedes de la Garza
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créditos fotográficos y de ilustraciones CRÉDITOS DE FOTOGRAFÍAS
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±ǣ͟ǡ͟͝ǡ͢͝ǡͣ͝ǡ͟͝ǡ͡͞ǡ͢͞ǡ͝͞͠ǡͤ͟͝ǡ͜͜͞ǡ͞͝͠ǡ͞͡͠ǡ 255, 294 y 303. Jesús Galindo: ͥ͟ǡͥ͠ǡͥ͡ǡͥ͢ǡͥͣǡͥͤǡͥͥǡ͜͜͜͝͝͝Ǥ ǣ͞͞͞ǡ͟͞͞ǡ͞͞͠ǡ͞͞͡ǡͣ͢͞͞͞͞Ǥ
ǣ302, 304, 310 y 312. ǣ 242, 286, 288 y 289. À
ǣ 48, 49, 50 y 338. ±ǣͣ͠͡͝Ǥǣ 306. Andrew Demarest: 328. ǣ 336. ǣ 241. Àǣ2. ǣͣ͝Ǥ
CRÉDITOS DE ILUSTRACIONES Moisés Aguirre:ͤǡ͞͞ǡ͡͡ǡ͢͡ǡͣ͡ǡͤ͡ǡͥ͡ǡ͢͜ǡ͢͝ǡ͢͟ǡ͢͠ǡ͢͡ǡ͢͢ǡͣ͢ǡͤ͢ǡͥ͢ǡͣͥǡͤ͞ǡͤ͠ǡͤͤǡͤͥǡͥ͜ǡͥ͝ǡͥ͞ǡ͜͝͡ǡ͝͝͝ǡ ͟͝͝ǡ͝͝͠ǡ͝͝͡ǡͣ͝͝ǡͤ͝͝ǡ͜͝͞ǡ͝͞͝ǡ͟͝͞ǡ͝͞͡ǡͣ͝͞ǡ͝͡͝ǡ͝͡͠ǡ͝͡͡ǡ͢͝͡ǡͣ͝͡ǡͣ͢͝ǡͥ͢͝ǡͣ͝͝ǡͣ͝͞ǡͣ͢͝ǡͤ͝͡ǡͤ͢͝ǡͤͥ͝ǡͥ͝͝ǡͥ͟͝ǡͥ͝͠ǡͥͤ͝ǡ ͥͥ͝ǡ͜͞͝ǡ͜͞͞ǡ͜͢͞ǡ͢͞͝ǡͣ͞͝ǡͤ͞͝ǡͥ͞͝ǡ͟͟͞ǡͥ͟͞ǡ͜͞͠ǡͥ͞͡ǡͤ͟͞ǡͥ͞͞ǡͥ͢͞ǡͥͣ͞ǡ͟͜͡ǡ͟͟͝ǡ͟͝͡ǡ͟͢͝ǡͤ͟͝ǡͥ͟͝ǡ͟͞͝ǡ͟͞͠ǡ͟͞͡ y 326.
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Ǥ ǣͣͤ͞ǡͣͥͤ͜͞͞ǤLuis Fernando Luin: 329, 330 y 335. Merle Greene:ͣͤͤ͜͝͝ǤJohn Montgomery: 85 ͤͣǤǣ80 y 81. Ó ×ǣͣ͟͜Ǥ
ǣͣ͝͡ǤAndrew Demarest: 332. ǣ221. Christian Prager: 284. Ǥǣ251. ǣ 181.
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ǣͣ͢͞Ǥǣ 311.
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los mayas voces de piedra Se terminó de imprimir en octubre de 2011, en los talleres de Foli, S.A. de C.V., en la Ciudad de México. La edición consta de 4 000 ejemplares impresos en papel Magno Mat de 150 g. Para su composición Ǥ
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