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Ambiente emocional del síntoma

Tema 10:

Ambiente emocional del síntoma Postgrado en Bioneuroemoción®

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Antes de empezar debes saber… Este material de estudio de Enric Corbera Institute, está diseñado para que se tengan recursos que faciliten el aprendizaje y la adquisición de los conceptos del temario de una forma más amena, visual y atractiva. ¿Qué nos encontramos en el texto?



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Ejemplos…

Espacio con información complementaria a las ideas y conceptos del tema.

Espacio de recordatorio de acciones concretas que el alumno debe realizar.

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Índice 1. Objetivos específicos del tema

6

2. Introducción

7

3. Los síntomas y su relación con la sombra

13

4. Sentido biológico y sentido simbólico

16

5. La biología durante una sesión de Bioneuroemoción

19

6. Sistemas orgánicos

22

6.1. Sistema digestivo 6.1.1. Introducción

23

6.1.2. Cavidad buco-faríngea

24

6.1.3. Esófago

24

6.1.4. Estómago

25

6.1.5. Intestino delgado

26

6.1.6. Intestino grueso

27

6.1.7. Páncreas

28

6.1.8. Vesícula biliar

30

6.1.9. Hígado

30

6.2. Sistema cardiovascular

31

6.2.1. Introducción

31

6.2.2. Corazón

33

6.2.3. Vasos sanguíneos

34

6.2.4. Sangre

35

6.3. Sistema respiratorio

37

6.3.1. Introducción

37

6.3.2. Nariz

38

6.3.3. Senos paranasales

38

6.3.4. Laringe

39

6.3.5. Bronquios

39

6.3.6. Alveolos pulmonares

40

6.4. Sistema urinario

4

22

41

6.4.1. Introducción

41

6.4.2. Riñones

42

6.4.3. Vías urinarias

44

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6.5. Sistema locomotor

45

6.5.1. Introducción

45

6.5.2. Sistema musculoesquelético

46

6.5.3. Sistema osteoarticular

47

6.5.4. Sistema locomotor y su desarrollo

48

6.5.5. Sistema locomotor y estrés

50

6.5.6. Simbolismo del sistema locomotor

52

6.6. Sistema linfático e inmunitario

55

6.6.1. Introducción

55

6.6.2. Sistema inmune

56

6.6.3. Sistema linfático

57

6.7. Sistema reproductor

58

6.7.1. Introducción

58

6.7.2. Ovarios y testículos

59

6.7.3. Útero y trompas de Falopio

60

6.7.4. Próstata, pene y vagina

60

6.7.5. Estrés y reproducción

61

6.7.6. Las mamas _________

62

6.8. Sistema endocrino

64

6.8.1. Introducción

64

6.8.2. Hipotálamo e hipófisis

65

6.8.3. Tiroides

67

6.9. Piel, pelo y uñas

68

6.9.1. Piel

68

6.9.2. Pelo

69

6.9.3. Uñas

70

6.10. La visión __

70

6.11. Audición y equilibrio

71

7. Referencias bibliográficas

_____

73

8. Bibliografía

____

74

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1. Objetivos específicos del tema 1.

Conocer las referencias principales relativas a la interpretación de los síntomas y su concepción como expresiones del inconsciente personal.

2. Aprender la relación entre los síntomas físicos y los aspectos reprimidos de nuestra psique. 3. Conocer los conceptos «sentido biológico» y «sentido simbólico» así como su importancia a la hora de abordar un síntoma físico desde la Bioneuroemoción. 4. Integrar los principios más importantes a tener en cuenta durante una sesión de Bioneuroemoción cuando el cliente se presenta con un síntoma físico. 5. Aprender el sentido biológico y simbólico de los distintos órganos que conforman el sistema digestivo, el sistema cardiovascular, el sistema respiratorio, el sistema urinario, el sistema locomotor, el sistema linfático e inmunitario, el sistema reproductor, el sistema endocrino y, finalmente, la piel, el pelo y las uñas.

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2. Introducción Ya desde sus orígenes, la medicina se ha movido entre dos polaridades conceptuales: una, centrada en el estudio de un síntoma corporal en específico, ubicado en un órgano y tejido concreto, dividiendo así el cuerpo en zonas aparentemente independientes las unas de las otras; la otra, centrada en un concepto holístico en el que el origen de la enfermedad se concibe desde una unidad cuerpo-mente. El concepto holístico en esta disciplina científica no es nuevo; está asociado al concepto «psicosomático». El concepto psicosomático proviene del griego “psyché” (alma) y “soma” (cuerpo). Como especialidad médica, existe desde hace no más de unas décadas. Sin embargo, sus orígenes son mucho más antiguos. De hecho, se inicia en la época griega. Hipócrates (460 a. C.- 370 a. C.), considerado el padre de la medicina, concibe al cuerpo como unidad funcional regulada por la psyché, el alma:

“El cuerpo humano es un todo, cuyas partes se interpenetran. El cuerpo tiene un elemento interior de cohesión, el alma; ella crece y disminuye, renace en cada instante hasta la muerte; es la gran parte orgánica del ser.” (Hipócrates)

Una de las grandes aportaciones de Hipócrates fue la de separar la medicina de la religión, argumentando que la enfermedad no era un castigo de los dioses sino una confluencia multifactorial en la que, por ejemplo, la alimentación, el estilo de vida o los factores ambientales tienen su importancia a la hora de enfermar. Grandes figuras filosóficas como Platón (428-347 a.C.) y Aristóteles (384-322 a.C.) también concebían en su momento la existencia de una unión entre el cuerpo y el alma y que la curación del cuerpo estaba relacionada con la curación del espíritu. Sin embargo, no es hasta la llegada de Freud (1856-1939) y la aparición del psicoanálisis que los factores psicológicos del paciente toman un papel destacado como elemento a tener en cuenta a la hora de enfermar. Freud dio relevancia a la influencia de los factores psíquicos en la aparición de síntomas somáticos. 7

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“Todos los estados anímicos son, en cierta medida, afectivos, y de ninguno están ausentes las exteriorizaciones corporales y la capacidad de alterar procesos físicos […] Cuando se formula un juicio sobre dolores corporales, es preciso tomar en cuenta su evidentísima dependencia de condiciones anímicas.” (Freud, 1890.

AE, 1, págs. 119-120).

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Imagen 1. Ilustración sobre la interrelación entre la mente y el cuerpo.

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El término psicosomático es introducido por primera vez en el contexto médico de la mano del psiquiatra alemán J. C. Heinroth, en 1818. Posteriormente, Georg Groddeck (1866-1934), a partir de la publicación de su libro «El libro del Ello» (1923), es considerado como un gran innovador de la psicosomática por el propio Freud. Para Groddeck la enfermedad tiene un sentido y una finalidad. Esta comprensión la sustenta sobre una concepción de conciencia de unidad, desde el “Ello” —entendido como el principio de toda expresión de vida—, a diferencia de la concepción dual cuerpo-psique de Freud. Concluye que todas las enfermedades, sean del origen que sean, son la expresión de un conflicto psíquico, son psicosomáticas. Tal y como vimos en el tema anterior, en el sistema holístico cuerpo-mente el factor mental o psíquico estaría relacionado con el concepto de estrés. Las publicaciones de Cannon y Selye en la década de 1930 terminaron por demostrar científicamente el hecho de que factores psicológicos influyen en el cuerpo. Actualmente, la labor de unión entre el mundo mental y el mundo físico está siendo consolidado por la Psiconeuroinmunología. Esta disciplina científica estudia en qué forma los impactos emocionales se traducen en síntomas físicos a través de nuestro sistema inmunológico, en estrecha colaboración con el sistema nervioso y el endocrino. «Somatizar» es manifestar un conflicto psíquico en un síntoma físico. La Psiconeuroinmunología es capaz de explicar la movilización energética que se lleva a cabo en el cuerpo cuando se produce un conflicto psíquico. La Bioneuroemoción pone el foco de atención en el contenido psíquico al que señalan los síntomas. En este sentido, la manifestación física de un síntoma tiene un propósito y aguarda una información sobre el estado de conciencia de la persona que lo adolece. Por lo tanto, el lenguaje de los síntomas son pistas que nos permiten comprender los conflictos internos de una persona. Este planteamiento, que por su naturaleza es principalmente filosófico y metafísico, no pretende sustituir el paradigma convencional de las ciencias médicas que entiende los síntomas como derivación de unas causa materiales determinadas. Estas causas, por supuesto, deben ser atendidas mediante los instrumentos oportunos. Por lo contrario, este paradigma —que tiene sus orígenes antaño y que la Bioneuroemoción pretende promulgar— puede llegar a ser un buen complemento 9

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que permita «humanizar» y arropar con más profundidad los métodos científicos propios del ámbito de la salud. Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, en su libro «La enfermedad como camino» (1990), utilizan una analogía perfecta para comprender el aspecto metafísico del síntoma:

“Se puede ver la causa de la rotura de vajilla producida durante una bronca matrimonial tanto en la circunstancia de haberla arrojado al suelo como en el deseo de descalabrar al cónyuge. […] uno y otro concepto contemplan un plano diferente y ambos tienen su justificación. […] Cuando de una máquina expendedora de cigarrillos sale un paquete de cigarrillos, la causa puede verse en la moneda que se ha echado en la máquina o en el propósito de fumar. […] La variante energética permite establecer una relación de efecto mecánico, por lo que se refiere siempre al plano material, mientras que la causalidad final maneja motivaciones o propósitos que no pueden asociarse a la materia sino sólo a la mente” (p. 65).

Esta referencia nos permite entender que ambos planteamientos —el filosófico o metafísico y el científico o materialista— se complementan. Es más, ambos son interdependientes, puesto que una intención, idea o propósito siempre necesitará de elementos materiales para manifestarse. A su vez, los elementos materiales y energéticos no se movilizarán mientras no exista una finalidad.

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“Para los científicos, este segundo supuesto es «excesivo, demasiado

hipotético»;

para

los

filósofos

el

primero

es

«insuficiente y muy pobre». Desde luego, cuando observamos procesos y «evoluciones» más pequeños y, por lo tanto, más asequibles a la mente, siempre encontramos ambas tendencias

causales. La tecnología por sí sola no produce aeropuertos mientras la mente no concibe la idea del vuelo. La evolución tampoco es resultado de decisiones y evoluciones caprichosas sino ejecución material y biológica de un esquema eterno. Los procesos materiales deben empujar por un lado y la figura final atraer desde el otro lado, para que en el centro pueda producirse una manifestación.” (Thorwald, D., & Rüdiger, D., 1990, p.66). Si la necesidad de una intención es un planteamiento válido para manifestar cualquier aspecto en el plano físico, los síntomas corporales no tendrían por qué ser menos. Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke son sólo unos de tantos autores que han difundido este paradigma filosófico. Carl Gustav Jung también relacionaba los síntomas físicos con aspectos reprimidos de nuestra mente:

“Un paciente, por ejemplo, que se enfrenta a una situación intolerable, puede provocar un espasmo siempre que trate de tragar: “no puede tragarlo”. En situaciones análogas de tensión psíquica, otra paciente tiene un ataque de asma “no puedo respirar el aire de casa”. El tercero sufre una peculiar parálisis de las piernas, es decir, “ya no puede andar más”. Un cuarto vomita lo que come, “no puede digerir” cierto hecho desagradable. […] Tales

reacciones físicas son solo una forma en que los problemas que nos inquietan pueden expresarse inconscientemente.” (Jung, C.G., 1984 p. 26).

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Buena parte de las teorías psicoanalíticas afirman que la función de los síntomas físicos es atender a aspectos que nuestra psique que permanecen inconscientes. Más concretamente, se conciben como un intento de equilibrar los opuestos (las polaridades), tras haber rechazado una de ellas como parte integral del propio ser. Así, los síntomas encuentran su refrendo en aspectos psicológicos reprimidos y rechazados. En analista junguiano James A. Hall, explica que tanto lo síntomas somáticos como psicológicos “pueden verse, desde un punto de vista analítico, como sustitutos de un paso necesario para la individuación que el paciente ha tratado de evitar” (Hall, J., 1986, p. 53). Por su parte, Arnold Mindell, profesor estadounidense en los campos de la psicología transpersonal y la psicoterapia corporal, es conocido principalmente por su objetivo de querer profundizar y extender la perspectiva de Jung al ámbito de los síntomas del cuerpo. En su artículo «Somatic Consciousness» (1972), afirma lo siguiente:

“Si dejo mis opiniones de lado, cuanto más trabajo con el cuerpo más valoro y simpatizo con una determinada «enfermedad». Cuando una filosofía finalista combinada con una observación exacta reemplace a las terapias causalistas y a los miedos basados

en la ignorancia, el cuerpo dejará de parecernos un demonio enfermo e irracional y se nos mostrará como un proceso que posee su propia lógica y sabiduría interna.” (pp. 71-73).

El objetivo de la Bioneuroemoción es, por lo tanto, difundir esta perspectiva distinta sobre los síntomas y la enfermedad que atiende a su carácter metafísico, de tal modo que se genere un conocimiento que permita a las personas reconocer y comprender el significado de los síntomas físicos. Bajo esta óptica, los síntomas y las enfermedades adquieren un propósito y una intención.

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3. Los síntomas y su relación con la sombra El síntoma es un indicador de que, desde un punto de vista psicológico, la persona ha perdido el equilibrio en su conciencia. El síntoma es considerado desde la Bioneuroemoción como una puerta de acceso a una información que permanece inconsciente para la persona que lo sufre. El desequilibrio en la conciencia del individuo se produce cuando, de forma persistente, se rechaza una parte de nuestro ser y se esconde en la sombra. A base de hacer querer desaparecer una parte de nuestra psique, ésta buscará una salida por otros medios y, forzosamente, se hará visible en nuestro cuerpo en forma de síntoma. La enfermedad se relaciona a nivel psíquico con un posicionamiento excesivamente rígido en una de las polaridades. Cuanto más extremado sea nuestro posicionamiento a lo largo del tiempo, más probabilidades hay que el cuerpo «saque a la luz» la polaridad que estamos intentando eliminar. El psicólogo y analista junguiano Gary Toub reflexiona sobre la tendencia del ser humano de considerar inútiles y sinsentido sus problemas físicos. Concebimos la enfermedad como un estorbo y, sencillamente, tratamos de eliminarla, entendiendo que una vez eliminemos su causa biológica nos recuperaremos y volveremos a nuestra vida normal. Gary Toub afirma que, en realidad, “lo que parece incorrecto es absolutamente adecuado porque nos proporciona un nuevo sentido que puede servir a algún propósito desconocido” (Jung, C. G. et al., 1991, p. 167). Recordemos que la naturaleza de la vida consiste en la basculación de una polaridad a otra. El universo siempre tiende al equilibrio y es precisamente esta continua tendencia la que genera el movimiento, la energía que provocan entre sí la resistencia de los complementarios. Cuando irrumpimos este ritmo, interrumpimos el ritmo natural de la vida y de sus opuestos. Del mismo modo que si quitamos el polo negativo de la electricidad ésta desaparece, cuando rechazamos una característica de nuestra personalidad la otra también desaparece. Los opuestos se necesitan unos a otros, puesto que son dos facetas de un mismo constructo. La salud, en términos psicoanalíticos, sólo puede lograrse mediante la reconciliación de los opuestos en nuestra mente. Anatómicamente, en nuestro cerebro se representa 13

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dicha complementariedad a través de los hemisferios cerebrales. El hemisferio derecho está asociado con el pensamiento analógico, holístico y metafórico. Este hemisferio percibe la información desde una perspectiva global e integradora, estableciendo relaciones entre los elementos más allá de la lógica y la racionalidad, además de ser el encargado de procesar las emociones. Arquetípicamente, este hemisferio se ha asociado con las cualidades «femeninas», relacionándose con características tales como la empatía, la intuición, la calidez, la receptividad o la tolerancia. En contrapartida, el hemisferio izquierdo está asociado con el pensamiento analítico, secuencial y lineal. Este último se ha asociado con las cualidades «masculinas», relacionándose con características tales como la firmeza, el establecimiento de límites, la autoridad, la frialdad, la acción o el egoísmo. El buen funcionamiento de nuestro cerebro y, por lo tanto, de nuestro organismo en general, pasa por desarrollar las facetas asociadas tanto a un hemisferio como el otro, transformando el funcionamiento de los dos hemisferios separados en una sola entidad. El equilibrio consistirá en utilizar los dos hemisferios de una forma flexible y según sea conveniente en cada situación. Si, en cambio, categorizamos las características anteriores como positivas y negativas, buenas o malas, apropiadas o inapropiadas, tendemos a identificarnos solamente con algunas de ellas, desterrando las demás al ámbito de la sombra. El rechazo de una de las polaridades sólo hace que desplazarla desde la conciencia hacia el inconsciente. Estaremos apartando la vista de una polaridad, pero no la haremos desaparecer.

Por ejemplo, alguien que opina que la generosidad es adecuada y correcta y que el egoísmo es negativo y perjudicial, si no es capaz de equilibrar estas polaridades es posible que, por ejemplo, acabe viviendo una vida en la cual prioriza cumplir con las necesidades de todos los demás antes que las suyas propias. A su vez, su empeño en

desterrar el egoísmo de su psique conlleva que proyecte dicha sombra en elementos externos (por ejemplo, en sus relaciones). Su resistencia a mostrar su propio egoísmo y priorizar sus intereses puede dar lugar a múltiples situaciones de estrés que, finalmente, repercuten en su cuerpo en forma de síntoma. De este modo, el síntoma termina relacionándose con la sombra y con todo lo que albergamos en ella. 14

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En el momento en que la persona entienda la función de cada uno de esos posicionamientos —los beneficios que conllevan uno y otro— podrá usarlos cuando el contexto lo requiera, no de una forma ciega y dogmática sino desde la flexibilidad y la adaptación. Así, comprenderá que la generosidad es adecuada cuando se trata de establecer relaciones duraderas y de confianza y, a su vez, el egoísmo es adecuado cuando se trata de priorizar las propias necesidades. Lo mismo podríamos decir de la pereza y el esfuerzo, la agresividad y el pacifismo y todas las características de la personalidad. Solo así dispondremos de las facultades de ambos cerebros, estableciéndose un equilibrio psicológico y, por ende, biológico.

“La sombra produce la enfermedad y el encararse con la sombra cura. Ésta es la clave para la comprensión de la enfermedad y la curación. Un síntoma siempre es una parte de sombra que se ha

introducido en la materia. Por el síntoma se manifiesta aquello que falta al ser humano. Por el síntoma, el ser humano experimenta aquello que no ha querido experimentar conscientemente. El síntoma, valiéndose del cuerpo, reintegra la plenitud al ser humano. […] El síntoma, al hacer aflorar elementos reprimidos, hace sinceros a los seres humanos” (Thorwald, D., & Rüdiger, D., 1990, p. 45). Por esta razón, lejos de considerar el síntoma como un enemigo personal, debe ser considerado un «aliado» que nos está avisando de que algo nos falta. Debemos dejar de querer eliminarlo irreflexivamente y empezar a considerarlo como un elemento que nos ayude a desarrollar el conocimiento sobre nosotros mismos. El síntoma nos ayuda a recuperar nuestra unidad psíquica. Como la enfermedad tiene que ver con aspectos psíquicos repudiados, la consecución de la salud —en su máxima expresión— no solamente pasa por remediar los aspectos corpóreos y materiales mediante los métodos científicos pertinentes, sino en recuperar y aceptar esos aspectos psicológicos de forma consciente y, de nuevo, estar completos. Este «completarse» implica necesariamente una expansión de la conciencia. Un síntoma será un indicador, entonces, de que necesitamos ampliar la 15

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conciencia para volver a estar en equilibrio. Por consiguiente, existe una interrelación entre la salud física y la ampliación de la conciencia. Lo que resulta útil para favorecer nuestro bienestar es reconocer cómo se está expresando esa falta de integridad de nuestra mente en nuestra situación actual, en nuestro día a día, prestando atención en qué situaciones concretas se manifiesta. Esto nos permitirá llevar a cabo actos conscientes que favorezcan un reequilibrio interno. Puesto que el síntoma se vincula con una parte de nuestra psique que hemos rechazado como propia, la persona que sufre un síntoma es víctima y victimario de sí mismo a la vez. En la medida que acepte de nuevo su sombra como parte de su persona, en esa misma medida favorecerá su bienestar físico y mental.

"Lo que se mantiene en la mente tiende a manifestarse, incluyendo

las creencias inconscientes. [...] Toda la programación negativa y el condicionamiento temeroso estaba en la mente y el cuerpo obedecía a la mente. Esta ley de la conciencia revocó la paranoia en espiral. A medida que cada creencia interna era observada y entregada,

todas

las

reacciones

corporales

negativas,

las

enfermedades y los síntomas desaparecieron. En otras palabras, no era la hiedra venenosa lo que causaba la reacción alérgica, sino la creencia de la mente de que la hiedra venenosa era un alérgeno. A medida que la mente dejaba su programación, las reacciones del cuerpo se liberaron.” (Hawkins, D.R., 2014, p. 209)

4. Sentido biológico y sentido simbólico Cuando hablamos de sentido biológico, partimos de la función que los órganos y tejidos del cuerpo han adquirido a lo largo de la evolución para adaptarse a los cambios del entorno. Estas funciones van desde las más arcaicas, como alimentarse, protegerse o reproducirse, a las de adquisición más reciente, como formar parte de un grupo social, relacionarse o delimitar un territorio. La adquisición del lenguaje, la

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capacidad de razonar, planificar, abstraerse y recordar comportamientos nos ha permitido desarrollar, además, la capacidad simbólica. La creación del neocórtex y la aparición del lenguaje, aunque suponen una ventaja evolutiva sobre el resto de las especies, resultan en un arma de doble filo. Mientras que el resto de animales y seres vivos del planeta actúan y reaccionan de forma inconsciente frente a las modificaciones y estímulos del entorno, los seres humanos pueden tomar conciencia de aquellos patrones de comportamiento y adaptación activados inconscientemente. Esto nos dota, como especie, de la capacidad para modificar nuestra respuesta frente al medio de una forma voluntaria y razonada, desarrollando comportamientos más adaptativos ante a las condiciones del medio. Mientras que los animales, y seres vivos en general, solamente tienen la capacidad de sobrevivir en un ecosistema determinado, el ser humano tiene la capacidad de crear nuevos ecosistemas, reales y simbólicos. Esto quiere decir que nosotros, como raza, nos adaptamos al entorno que creamos de forma física, y al que imaginamos de forma mental. Esto sucede porque, a diferencia del resto de los seres vivos, el ser humano puede, mediante el lenguaje, disociarse de la experiencia para vivir su propia interpretación. Como resultado, a menudo, nuestra interacción con el medio puede no ser completamente adaptativa, ya que las expectativas y juicios que emitimos de nuestras situaciones cotidianas muchas veces se alejan de la realidad. Cuando nuestra interpretación derivada de la racionalización de nuestras experiencias genera como consecuencia una respuesta que no soluciona los conflictos que nuestro inconsciente pretende cubrir para garantizar nuestra supervivencia, entonces surgen cambios comportamentales y orgánicos que cubren nuestras necesidades más elementales. En muchos casos, las personas a menudo viven experiencias que la mayor parte de las ocasiones suceden únicamente en su mente y, por lo tanto, es en el nivel de su percepción dónde deberán suceder los cambios que resulten en una mejora en su bienestar personal. El cuerpo humano es un sistema de representación. Gracias a él, somos capaces de conectar con nuestros orígenes, con los mecanismos de adaptación que dirigieron 17

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nuestra evolución desde el simple ser unicelular que surcaba el mar arcaico, hasta el complejo organismo pluricelular que hoy es el ser humano. Nos conectan también con las raíces ancestrales, con todas aquellas creencias que aseguraron la supervivencia del clan. En definitiva, nos conecta con la información con la que interpretamos el entorno ambiental en el que nos movemos. Groddeck, en «El libro del Ello», llega a responder mediante qué proceso puede un órgano concreto —y no otro— dejar de funcionar correctamente. De igual manera, expone cómo la guerra interna contra pensamientos que no aceptamos se manifiesta en dolencias orgánicas específicas:

“Un labio que no quiere besar, aun cuando el yo del hombre lo anhela, consigue hacerse una ampolla, ponerse malo, dar a conocer su opuesta voluntad de manera inequívoca y con probado éxito. Un pene puede

protestar contra un coito ávidamente deseado por el yo de la totalidad dando lugar a un herpes en la superfície, o logra vengarse de ser violado por la prepotencia del instinto sexual dejándose contagiar de sífilis o gonorrea” (Groddeck, G., 1973, p. 301). “¿Puedo pedirle a usted que me permita hacer un pequeño experimento antes de seguir adelante? Piense usted en alguna cosa que le interese muchísimo (…) Y ahora trate usted repetidamente de reprimir el pensamiento (…) no le va a ser a usted posible reprimir este pensamiento sin llegar a contraer los músculos abdominales. Quizá colaboran también otros músculos en el esfuerzo; la parte superior del vientre lo hará con seguridad. Esta región colabora siempre, en la tensión más pequeña. La consecuencia de todo esto es, con necesidad, una alteración de la circulación, por pequeña que esta sea. Y esta alteración se comunica por medio de los nervios simpáticos a otras regiones del organismo; (…) Ahora imagínese usted un fenómeno de por sí

sin importancia como el descrito, repetido 10 veces al día. (…) Y luego dele usted más tiempo y más intensidad al esfuerzo. Suponga usted que un tal esfuerzo dura horas enteras, días enteros y que son muy cortos los momentos de relax de las regiones abdominales ¿Le resultará todavía difícil a su fantasía imaginarse una posible relación entre las represiones y las dolencias orgánicas?.” (Groddeck, G., 1973, p. 167). 18

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5. La biología durante una sesión de Bioneuroemoción Como hemos comentado anteriormente, el cuerpo es un sistema perfecto de comunicación con el entorno. Nos permite relacionarnos a través de él con el medio que nos rodea. En Bioneuroemoción, utilizamos toda la información que nos pueda ser útil para comprender el funcionamiento del inconsciente de cada persona. En este sentido, el cuerpo y sus síntomas son una herramienta muy valiosa para llevar a cabo esta indagación. Nuestra biología manifiesta ciertos aspectos inconscientes de forma directa y sin filtros mentales. La mayoría de personas que viven una situación de incoherencia no quieren asumir este hecho y lo esconden bajo explicaciones y justificaciones de todo tipo. Esto les ayuda a aguantar las situaciones de forma más llevadera, así como desconectar de su estado emocional por momentos. Los síntomas, en cambio, expresan a través del cuerpo que, en alguna faceta de nuestras vidas, no estamos actuando de forma coherente o que, simplemente, estamos juzgando aquello que nos ocurre sin aprender lo que esa situación nos viene a enseñar. En muchas ocasiones, ni siquiera somos conscientes de cuál es el verdadero estrés, cuál es «la historia» detrás de la historia que nos explicamos, aquello que nos negamos pero que nos altera. Tal y como se ha comentado en el apartado anterior, escuchar nuestro cuerpo significa abrirse a los contenidos de la sombra y eso es algo para lo que la persona ha de estar preparada. Es por eso que decimos siempre a nuestros clientes que durante una parte de la sesión en Bioneuroemoción se sentirán incómodos. Es la fase en la que accedemos a los contenidos «escondidos» o tapados por nuestro inconsciente. Los síntomas nos suelen obligar a un cambio personal. Para muchas personas, suponen un punto de inflexión hacia un cambio profundo en sus vidas y, en muchas ocasiones, lo es también para las personas que les rodean. Lo que pretendemos es llevar a las personas a observar el propósito de la situación que están viviendo. Como afirma el médico estadounidense Larry Dossey: “la enfermedad puede ser considerada como si fuera una cosa en sí misma, con necesidades propias, la necesidad de ser tenida en cuenta, de ser escuchada, de ser cuidada, de entrar en

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contacto con ella” (Dossey, L. 1991, p.164). Esta actitud permite que las personas tengan un papel activo en el proceso de recuperar su salud. El objetivo de un acompañamiento en Bioneuroemoción nunca será la sanación de los síntomas. Este es un campo en el que han de trabajar los profesionales que se dedican a ello. Nuestra función es acompañar a la persona a comprender qué le viene a enseñar su bloqueo, situación de estrés o síntoma, cómo puede percibirlo de un modo diferente y gestionarlo de un modo más equilibrado. Para la Bioneuroemoción, el sentido biológico y la interpretación del lenguaje del cuerpo son una orientación muy importante, pero al final se trata de un dato más. No es la única fuente de información que debemos tener presente si queremos interpretar adecuadamente las dificultades emocionales de una persona. El inconsciente tiene su propio sistema de asociaciones, su propia lógica, y no siempre coincide con una determinada interpretación de los síntomas. La tarea principal de un acompañante en Bioneuroemoción es analizar la historia de la persona desde una mente limpia, inocente, libre de suposiciones y de asociaciones deterministas. Buscará la relación entre los hechos y la forma particular del cliente de percibirlos. Solo así podrá detectar la lógica que se ha establecido a nivel inconsciente. A continuación, se enumeran 4 principios importantes a tener en cuenta durante una sesión de Bioneuroemoción: 1. No hay una correspondencia lineal entre la aparición de un determinado síntoma físico y una situación de estrés. El pensamiento lineal y causal deben ser evitados a toda costa cuando se está indagando en el inconsciente de una persona. Una misma situación estresante no implica el mismo conflicto para dos personas, puesto que cada una de ellas tiene su propio mapa mental, sus propios filtros psicológicos y, por lo tanto, su particularidad a la hora de interpretar los sucesos que le ocurren. A su vez, un estrés jamás dependerá de un sólo hecho o situación, ya que el inconsciente es multifactorial y tiene millones de asociaciones propias. Es por esto que reducir el objetivo de la consulta a encontrar una sola fuente de estrés como factor influyente en la manifestación de un síntoma es ilógico. Como explica Connie 20

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Zweig en su libro «Vivir con la sombra» (1999): “Esta visión, a fin de cuentas, no hace sino soslayar la naturaleza compleja y no lineal del inconsciente, obviando el poder que tiene cualquier complejo psicológico para provocar multitud de consecuencias” (p.19). 2. El simbolismo no señala un suceso, sino una forma de vivirlo. En este sentido, podemos hacer una abstracción del síntoma y llevar a cabo una interpretación simbólica, pero esto no nos ayudará a saber qué situaciones son las que está sufriendo la persona que se vinculan con la somatización. No solamente hay que interpretar el síntoma, sino también hay que asociar el simbolismo con unas experiencias concretas de la persona. Estas asociaciones tienen un carácter cualitativo y subjetivo y, por lo tanto, hay que evitar estipularlas indiscriminadamente en todos los casos. El simbolismo no es un camino

a

seguir

estrictamente,

sino

una

pista

más

durante

el

acompañamiento. Esto es así porque las personas pueden experimentar las mismas emociones de forma distinta y esto se va a reflejar en el cuerpo. Paul Ekman, en su libro «El rostro de las emociones» (2012), nos dice: “De la misma forma que existen expresiones distintas para la ira, el miedo, la repugnancia y la tristeza, parece ser que también existen distintos perfiles de cambios fisiológicos en los órganos corporales para cada emoción. Hasta la actualidad la ciencia no ha comenzado a determinar los patrones de actividad cerebral subyacente a cada emoción” (p. 33). 3. En muchas ocasiones, será interesante preguntar qué es lo que impide hacer el síntoma o, dicho de otro modo, qué es lo que nos impone. Por ejemplo, un esguince puede impedirnos andar —seguir tomando una dirección en mi vida— o puede impedir que nos arrodillemos o nos agachemos —someternos a algo o alguien—. Por lo tanto, no solamente la afección sino las limitaciones que la misma supone representan pistas que nos pueden guiar durante una sesión de Bioneuroemoción. De nuevo, no debemos caer en el pensamiento lineal; hay que mantener en todo momento una perspectiva amplia y una atención flotante.

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4. Es

Ambiente emocional del síntoma

importante

tomar

como

punto

de

partida

de

nuestra

investigación el ambiente emocional previo a la aparición un síntoma. Por ejemplo, supongamos que una persona se nos presenta con dermatitis atópica y nos informa que los síntomas le aparecieron por primera vez hace 2 años y que se han mantenido hasta la fecha. Este dato será muy valioso para nosotros, ya que el cuerpo indica la presencia de un cambio en el ambiente emocional que percibe dicha persona. En otra ocasión, se nos presenta una persona con el mismo motivo de consulta pero, esta vez, el síntoma ha ido apareciendo y desapareciendo durante los últimos años; cada momento de aparición resultará un escenario interesante en el que indagar y preguntar.

6. Sistemas orgánicos 6.1. Sistema digestivo

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Imagen 2. Representación del sistema digestivo.

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6.1.1. Introducción El sistema digestivo está constituido por los órganos que nos permiten la ingesta del alimento, su descomposición físico-química, la extracción de nutrientes y la excreción del resto no asimilable. Todas las funciones del sistema digestivo están controladas por el sistema nervioso entérico, una parte del sistema nervioso autónomo que gestiona cada aspecto de la digestión. Este sistema contiene cien millones de neuronas que conviven en simbiosis con

los microorganismos que

forman la flora intestinal. En conjunto, este sistema es considerado como el «segundo cerebro» del cuerpo humano. La importancia de este cerebro no es nueva ya que muchas culturas han resaltado su importancia y han considerado este punto como el «hogar sagrado del alma». En las artes marciales de China y Japón se considera el vientre como el núcleo del cuerpo, tanto físico como energético. Danzas de Oriente Medio, India, Polinesia o Africa, entre otras, integran ejercicios para mover la energía del vientre. En este «segundo cerebro» se encuentran los mismos neurotransmisores que en el cerebro craneal y, junto con la flora intestinal, tienen una función esencial en el desarrollo y funcionamiento de organismo. La gran diversidad de microorganismos que forman la flora bacteriana proporciona enzimas que permiten metabolizar residuos de la dieta que no son digeribles. También ejerce una función protectora porque pueden controlar la proliferación de bacterias patógenas. La flora intestinal, además, es esencial en el desarrollo del sistema inmunitario, puesto que el sistema digestivo es la superficie de contacto y comunicación más sensible con el medio externo. La digestión tiene una función biológica que manifiesta la necesidad de conseguir nutrientes para las funciones orgánicas, y una función simbólica, que es la necesidad de conseguir afecto y cuidado maternal. Ello es debido a que la primera conexión que todos tenemos es con la madre, quien nos proporciona los nutrientes necesarios. Así, la relación con la alimentación no refleja únicamente una necesidad nutricional sino también una necesidad emocional.

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Los órganos y tejidos que conforman el sistema digestivo se inician en la boca, el orificio de entrada, en cuya cavidad encontramos los dientes y la lengua. Prosigue a través del tracto digestivo, que es un largo tubo formado por faringe, esófago, estómago, intestino delgado e intestino grueso. Finaliza en el ano, que es el orificio de salida. Además, el sistema digestivo consta de una serie de glándulas auxiliares, como las glándulas salivales, hígado, vesícula biliar y páncreas.

6.1.2. Cavidad buco-faríngea Es la abertura corporal por la que se ingieren los alimentos. El alimento aquí es masticado, mezclado y transformado en una masa blanda y húmeda, por acción de dientes, saliva y lengua, que pasa luego a la faringe y se traga. La saliva es segregada por tres pares de glándulas salivales (parótidas, sublinguales y submaxilares) y por el propio revestimiento de la boca. Contiene amilasa, la enzima que inicia la digestión de los glúcidos, y lisozima, una enzima antibacteriana. Su sentido biológico es el de agarrar la porción de comida, vital para poder alimentarse. El simbolismo con el que funciona el inconsciente puede interpretar como «alimento» cualquier otra cosa o situación considerada desde el punto de vista subjetivo como vital para mi supervivencia (ej. casa, pareja, hijos, coche, trabajo,…). Se refleja en expresiones populares como “no poder hincar el diente” a una determinada situación de la vida. Una parte de la boca importante para atrapar la comida es la mandíbula. La función de esta articulación permite masticar y hablar. Por tanto, el sentido simbólico de la boca también se refiere a la comunicación, a la capacidad de expresarse a través del lenguaje.

6.1.3. Esófago Es el conducto muscular que comunica la faringe con el estómago. El tubo esofágico está constituido por dos capas: una muscular (interna) y una mucosa (externa).

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La capa muscular (musculatura lisa) está formada por una capa interna de células musculares circulares y otra capa externa de células musculares longitudinales. Su contracción forma ondas peristálticas que permiten el paso del bolo alimenticio de la boca al estómago. La capa mucosa recubre la luz del esófago y segrega mucus que facilita el paso del alimento hacia el estómago. Su sentido biológico es tragar el alimento. Simbólicamente, podemos sentir que durante la vida «tragamos» situaciones o emociones que no queremos, como bien expresa la sabiduría popular en expresiones como: “se tuvo que tragar sus propias palabras”, “pasar un mal trago” o “no trago a esta persona”.

6.1.4. Estómago Es un órgano en forma de saco que une el esófago con el intestino delgado. Cuando recibe el alimento, realiza dos tipos de digestión simultáneos: una digestión mecánica, a través de tres capas de músculos de la pared estomacal, y una química, realizada por la pepsina que es la enzima que inicia la descomposición de las proteínas. Está tapizado en su interior por la mucosa gástrica. La mucosa está constituida por distintos tipos de células secretoras. Unas segregan moco, que protegen la pared estomacal del ambiente ácido interior; otras segregan ácido clorhídrico, que aporta la acidez que activa la pepsina y elimina las bacterias ingeridas con el alimento; otras segregan pepsinógeno, la forma inactiva de la pepsina. El estrés disminuye el riego sanguíneo en la mucosa del estómago para reducir la formación de ácido. Cuando se mantiene durante varios meses, el cuerpo se organiza para economizar energía, de manera que la secreción de ácidos gástricos disminuye y la mucosa se engrosa menos. Cuando el estrés termina y se vuelve a comer con normalidad, las paredes se han vuelto más finas y tienen menos protección frente a los ácidos digestivos. Experimentos con animales han demostrado que varios periodos de estrés transitorio tienen más probabilidad de favorecer la formación de úlceras que uno largo y prolongado. 25

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Otro aspecto en relación a la formación de úlceras en el estómago o en el duodeno es la presencia de una bacteria, el Helicobacter pílori, que está presente en la mayoría de los humanos de los países desarrollados. El exceso de proliferación de esta bacteria se relaciona, en un elevado porcentaje, con la presencia de úlceras gástricas o con gastritis. El estrés crónico afecta al sistema inmune y favorece la proliferación del Helicobacter. Su sentido biológico es el de digerir alimentos, aunque simbólicamente también podemos «digerir» pensamientos, emociones o situaciones concretas de nuestra vida, puesto que nuestro inconsciente no distingue entre el alimento real o el simbólico. Una síntoma estomacal puede tener su origen en una «mala digestión simbólica». Un vómito puede estar asociado a un rechazo simbólico cuando siento en mi vida que tengo que «digerir» de forma impuesta algo que realmente no quiero aceptar. Algunas expresiones populares nos hablan en este sentido: “he tragado sapos y culebras”, “esto no hay quien lo digiera”, “me he comido un marrón”, etc.

6.1.5. Intestino delgado Es el órgano que se extiende desde el estómago al intestino grueso. Consta de tres partes: duodeno (la porción más cercana al estómago), yeyuno e íleon. Es un conducto enrollado en el que, con la colaboración del hígado, el páncreas y la vesícula biliar, finaliza la digestión y se realiza la absorción de nutrientes hacia la sangre, las moléculas que son ˝beneficiosas” para nuestro organismo. La pared intestinal está formada por dos capas de músculo liso, que empujan el alimento a lo largo del conducto, y por una mucosa, que tapiza el interior del intestino. Dicha mucosa está cubierta por vellosidades, que son las responsables de la absorción de nutrientes. El sentido biológico es asimilar y absorber los nutrientes del proceso digestivo. Un síntoma asociado a esta parte del trato digestivo (por ejemplo, la diarrea), puede asociarse simbólicamente a una dificultad para asimilar determinados sucesos o situaciones de la vida, que siento que «suelto sin terminar de obtener beneficios».

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6.1.6. Intestino grueso Forma la parte final del tracto digestivo. Se compone de tres partes: ciego, colon y recto. El colon es la parte más larga. La función principal de colon es convertir en heces los residuos digestivos provenientes del intestino delgado. Al mismo tiempo reabsorbe el agua y las sales, que devuelve a la sangre, ayudando a conservar el equilibrio electrolítico y evitando la deshidratación. Otra función importante la realiza la flora intestinal, los microorganismos que pueblan el intestino. Estas bacterias se encargan de digerir los nutrientes que las enzimas humanas no pueden y las transforman en moléculas que se absorben a través de las paredes del colon para poder ser aprovechadas y libera gases. Para llevar a cabo estas funciones, el colon realiza tres tipos de movimientos: 

Segmentación, las bandas del músculo intestinal se contraen formando unas bolsas que presionan y mezclan los restos fecales, sin apenas movimiento. Esta función está regulada por el sistema nervioso parasimpático.



Contracciones peristálticas, pequeñas ondas de contracción de las paredes del tracto digestivo que permiten que avance el bolo alimenticio. Esta función es regulada por el sistema simpático.



Movimiento de masa; el peristaltismo empuja las heces hasta el recto para que sean expulsadas.

El sentido biológico del intestino grueso es recuperar el agua y las sales para mantener el equilibrio electrolítico y expulsar las heces, lo que no podemos aprovechar de los alimentos ingeridos. El sentido simbólico implica un equilibrio entre lo que es necesario retener y lo que es necesario expulsar, aquello que, o bien no es necesario o no bien se requiere expulsar una gran cantidad de residuos “fecales” por una situación que se ha tenido que «ingerir». Cuando el movimiento de masa impulsa la defecación, las señales llegan al cerebro para que la persona sea consciente de esta necesidad. En el ano tenemos dos esfínteres, uno interno con control involuntario y otro externo, controlado de forma voluntaria. Defecar implica tener un lugar donde hacerlo, donde poder relajar el 27

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esfínter anal para evacuar los residuos, por lo que puede tener un simbolismo relativo a tener un lugar en el territorio donde soltar (evacuar), que también puede significar saber cual es el lugar en el clan. La digestión requiere una alternancia muy equilibrada entre las funciones del sistema nervioso simpático y parasimpático para poder atrapar, deglutir, digerir y absorber los nutrientes y eliminar los residuos. Estas funciones requieren una gran cantidad de energía. Un estrés agudo interrumpe la digestión con rapidez, puesto que necesita utilizar toda la energía para atender la emergencia. La respuesta al estrés estimula la acción del sistema nervioso simpático que, a nivel digestivo provoca una disminución del riego sanguíneo y un aumento las contracciones peristálticas. Por este motivo, según el punto de la digestión en la que se encuentre el bolo alimenticio, puede causar vómitos o diarreas, ya que aumenta las contracciones peristáticas. El estrés crónico tiene una gran incidencia en varias de las funciones digestivas. En primer lugar, influye en el apetito. La respuesta inmediata del sistema simpático estimula la secreción de adrenalina y noradrenalina. Estas hormonas detienen la digestión e inhiben el apetito. Por otra parte, los glucocorticoides que se segregan después y tardan más en disminuir su presencia en sangre, estimulan la sensación de hambre. El estrés también acelera las contracciones peristálticas y altera la función alternante del sistema nervioso autónomo, favoreciendo el riesgo de padecer un «síndrome de intestino irritable», caracterizado por dolor abdominal, periodos de diarrea o estreñimiento, inflamación y distensión, etc.

6.1.7. Páncreas El páncreas es un órgano con dos funciones muy diferenciadas. La función exocrina fabrica enzimas digestivas que se liberan en el intestino delgado por el conducto pancreático. La función endocrina fabrica hormonas que pasan a la sangre, como la insulina o el glucagón.

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Las enzimas pancreáticas descomponen los alimentos en elementos más simples, en moléculas que se transportan a través de la circulación a las diferentes células que las necesiten. Una vez en las células, las moléculas sirven para formar proteínas, azúcares o grasas, que son las piezas que el organismo utiliza para su constante reparación. El transporte y el almacenamiento de estas moléculas se activa a partir de la insulina, la hormona que organiza el metabolismo. Cuando hay una reacción al estrés, la actividad del sistema nervioso simpático interrumpe el almacenamiento de energía, disminuyendo la secreción de insulina. Al mismo tiempo tiene que liberar hormonas que den acceso a la energía acumulada, como la adrenalina, los glucocorticoides o el glucagón. El sentido biológico del páncreas exocrino responde la necesidad de descomponer el alimento en moléculas más simples. Simbólicamente, puede indicar la necesidad de «descomponer» una situación de difícil digestión. El sentido biológico del páncreas endocrino responde a la necesidad de metabolizar las moléculas nutritivas, distribuirlas para su utilización o acceder a ellas cuando es necesario. Simbólicamente, pueden reflejar una dificultad de relación en un entorno de nutrición, en el que no es posible almacenar o acceder a los nutrientes necesarios. Un síntoma común es la diabetes, de la cual hay principalmente dos tipos. La diabetes tipo I o insulinodependiente, se caracteriza porque el sistema inmunitario destruye las células del páncreas que segregan insulina. Además suele aparecer en personas jóvenes, por eso también se conoce como diabetes juvenil. La falta de insulina provoca que las moléculas de glucosa no puedan entrar en la célula, de forma que en la sangre hay una mayor concentración de azúcar. La diabetes tipo I es una enfermedad autoinmune, es decir, el sistema inmunitario destruye células del propio organismo. Simbólicamente, indica un componente de autodestrucción hacia uno mismo. Otro tipo de diabetes es la tipo II, también conocida como la del adulto, que se caracteriza porque, aunque se fabrique suficiente insulina, las células se han vuelto insensibles a ella. Además está asociado a la tendencia a aumentar de peso con la edad. El número de células que almacenan las grasas (las células adiposas) aumenta 29

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hasta llegar a la adolescencia y a partir de este momento, cuando se engorda, las células se distienden. Las células adiposas se vuelven menos sensibles a la acción de la insulina y dejan de almacenar ácidos grasos y de absorber glucosa (necesario para almacenar grasas), que circulan por la sangre en mayor concentración. Cuando hay un estrés crónico sumado a tener obesidad o sobrepeso, los glucocorticoides bloquean la secreción de insulina, con lo cual se produce un aumento de azúcar en sangre. El sentido simbólico refleja que las células se cierran a aceptar azúcar y nutrientes del entorno.

6.1.8. Vesícula biliar Es un órgano en forma de saco cuya función es almacenar la bilis que se produce en el hígado y liberarla al duodeno cuando es necesaria. Las sales biliares contribuyen a la digestión de las grasas en el duodeno, convirtiéndolas en moléculas de ácidos grasos. El sentido biológico se refiere a la transformación del alimento en moléculas asimilables. El sentido simbólico se deriva de acumular bilis, que puede endurecerse hasta tener consistencia de «piedras» y que puede evidenciar la tendencia a acumular múltiples situaciones difíciles de digerir.

6.1.9. Hígado Es el órgano interno más grande del organismo. Es el “gran laboratorio” del cuerpo, responsable de diversas funciones metabólicas y reguladoras, entre las que destacan: 

Producción de bilis: constituye la única participación del hígado en el proceso

digestivo.

La

bilis

es

un

líquido

verdoso

constituido

fundamentalmente por sales biliares, las cuales intervienen en la digestión de las grasas en el duodeno, y bilirrubina, procedente de la descomposición de la hemoglobina. 

Procesamiento de nutrientes: el hígado es el órgano encargado de gestionar y de hacer llegar a la sangre la glucosa, los aminoácidos y los ácidos grasos que proceden de la digestión. Las células hepáticas almacenan la glucosa en forma de glucógeno cuando los niveles sanguíneos de ésta son elevados y la liberan cuando descienden. El hígado descompone el exceso de

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aminoácidos como fuente de energía, transformando el nitrógeno de su estructura en un producto residual (urea) que es eliminado a través de la orina. El hígado descompone también los ácidos grasos como fuente energética o los almacena en forma de grasas. 

Desintoxicación: el hígado realiza una función depuradora de la sangre, descomponiendo fármacos, alcohol o toxinas bacterianas, entre otras sustancias.

El sentido biológico de este órgano lo encontramos en la gestión de los nutrientes (glucosa, ácidos grasos y aminoácidos) procedentes de la digestión de los alimentos (glúcidos, grasas y proteínas). Esta gestión se convierte en un proceso vital cuando la ingesta de alimento es escasa; es por ello que ciertas patologías hepáticas puedan estar relacionadas con memorias de hambrunas, tanto reales (guerras, catástrofes naturales,…) como simbólicas (sentir que me va a faltar el alimento si pierdo mi trabajo,…). Otro sentido biológico del hígado es filtrar aquellas sustancias que pueden ser tóxicas para el organismo. Simbólicamente, también podemos sentirnos «intoxicados» en nuestra vida por situaciones, pensamientos o emociones indeseadas. Se basa en el juicio entre lo que es «alimento» o «veneno simbólico».

6.2. Sistema cardiovascular 6.2.1. Introducción El sistema cardiovascular es el encargado de repartir por todos los tejidos del cuerpo las moléculas necesarias para desarrollar sus funciones. Está formado por la sangre, el fluido que lleva el oxígeno de los pulmones y los nutrientes del sistema digestivo a las células y retira de otros órganos, como el hígado y los riñones, los productos de deshecho para eliminarlos; los vasos sanguíneos, el conjunto de conductos por donde circula la sangre formado por las arterias, las venas y los capilares; y el corazón, la bomba muscular que impulsa la sangre a través de los vasos. El sistema cardiovascular multiplica su función durante una situación de emergencia, por lo que expresa un sentido biológico esencial para la vida. La evolución ha desarrollado el sistema para que actuar de forma óptima ante los retos de la vida.

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Para el depredador, el éxito es cazar la presa para sobrevivir. Para la presa, el éxito es huir del depredador para sobrevivir. Por tanto, el sentido simbólico que refleja el sistema cardiovascular supone tener confianza en uno mismo y en la propia capacidad, que se refleja en la autoestima y la autoeficacia. La autoestima se refiere a la evaluación que la persona hace de sí misma. La autoeficacia se refiere a la creencia en la propia capacidad para realizar un comportamiento determinado y resistir los efectos perjudiciales del estrés. Ambas características repercuten en la forma de responder emocionalmente ante las circunstancias de la vida y modulan los efectos nocivos del estrés.

Imagen 3. Representación del sistema cardiovascular.

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6.2.2. Corazón El corazón tiene la función de empujar la sangre a través de los vasos sanguíneos. Al igual que el sistema digestivo, el corazón posee un sistema nervioso propio que puede funcionar independiente del cerebro y que lo habilita para aprender, recordar y realizar decisiones funcionales, sin la intervención de la corteza cerebral. Investigaciones en el campo de la neurocardiología demuestran que el corazón es un órgano sensorial y un sofisticado centro para recibir y procesar información. Situado en el tórax, detrás del esternón y entre los dos pulmones, el corazón es un órgano hueco formado por cuatro cavidades, dos superiores, las aurículas, y dos inferiores, los ventrículos. Las aurículas recogen la sangre del organismo a través de las venas, mientras que los ventrículos envían la sangre proveniente de las aurículas al resto del organismo a través de las arterias. El corazón funciona como dos bombas separadas a través de dos circuitos muy bien diferenciados. La sangre poco oxigenada, proveniente de los tejidos del cuerpo, llega a la aurícula derecha y pasa al ventrículo derecho, desde donde se envía a los pulmones para eliminar el dióxido de carbono y llenarse de oxígeno. La sangre oxigenada llega a la aurícula izquierda y pasa al ventrículo izquierdo, desde donde es distribuida por todo el cuerpo. En un momento de estrés máximo, el corazón multiplica por cinco su actividad, por lo que aumenta la frecuencia del latido y la tensión arterial y la sangre es expulsada con más fuerza. El sentido biológico de aumentar su actividad es la de atender una situación de emergencia, algo que nos pone en peligro. El sentido simbólico se refiere a una situación que exige la máxima la capacidad de la persona y que una situación puede sobrepasar. Se refleja en expresiones populares como “me ha roto el corazón”, “tengo el corazón encogido”, “lo siento en el corazón” o “me ha dado un vuelco el corazón”. El corazón refleja un gran simbolismo porque es el órgano vital, el que impulsa la vida y representa una parte muy vinculada a lo más esencial de la persona, relacionado con las emociones y los sentimientos. Generalmente, cuando nos 33

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señalamos a nosotros mismos como «yo», ponemos la mano en el corazón. La capacidad de expresar las emociones, los sentimientos y mostrarnos a los demás sin reservas, revela el grado de confianza en uno mismo y en la capacidad de autogestionarse. El simbolismo que expresan los síntomas cardíacos reflejan la falta de autoestima, de la propia valía y la confianza en uno mismo.

6.2.3. Vasos sanguíneos Los vasos sanguíneos están formados por las arterias, las venas y los capilares. Las arterias se ramifican en vasos cada vez menores hasta convertirse en capilares, los vasos diminutos que intercambian las sustancias en los tejidos. Los capilares se van reuniendo para formar vasos cada vez mayores, las venas. Las arterias son los vasos sanguíneos que llevan de la sangre desde los ventrículos del corazón a todos los órganos y tejidos del cuerpo. Están formadas por tres capas de músculo liso, tejido conjuntivo y epitelio, que forman conductos membranosos y elásticos que se ramifican en vasos cada vez más pequeños hasta formar capilares. Las arterias tienen la función biológica de llevar la sangre oxigenada y las moléculas de nutrición a los tejidos del organismo. El sentido simbólico indica alimentar y llevar oxígeno y nutrientes a todas las células, simbólicamente a todos los miembros de la familia (real o simbólica). Durante el estrés se eleva la tensión arterial. Cuando el estrés se mantiene en el tiempo, la capa muscular se vuelve menos elástica y la tensión arterial puede mantenerse elevada. Además, los puntos en que se ramifican las arterias es donde son más vulnerables al aumento de la presión y, si esta se mantiene elevada, el revestimiento interno de las arterias se deteriora. El desgarro de los pequeños vasos produce una respuesta inflamatoria, que favorece la formación de placas de aterosclerosis por los residuos fibrosos que pueden adherirse a las zonas dañadas. Investigaciones realizadas en primates por el fisiólogo Jay Kaplan, del Grey Médical School, demuestran que el estrés social puede causar hipertensión y arteriosclerosis. Cuando el grupo es estable porque hay una jerarquía dominante establecida, los 34

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primates subordinados son los únicos que muestran índices de respuesta crónica al estrés. Pero si el grupo se vuelve inestable, trasladando algunos monos e insertando otros, de manera que constantemente tienen que determinar su lugar en el grupo, todos muestran índices altos de hormonas de estrés y gran cantidad placas arterioscleróticas. Las venas son los vasos sanguíneos que recogen la sangre de los capilares y la devuelven al corazón. Están formadas por tres capas, pero su estructura es muy diferente a las arterias, con una capa de músculo liso menos desarrollada, con las paredes más delgadas, pero con más capacidad de acumular sangre. En el interior de las venas se encuentran unas válvulas cuya función es la de impedir el retroceso de la sangre y favorecer su movimiento hacia el corazón. Aunque las venas tienen una cierta actividad motora, principalmente el retorno de la sangre al corazón depende de la contracción de los músculos esqueléticos para el retorno de la sangre al corazón. La función de las venas es la de transportar el dióxido de carbono y los residuos del metabolismo de las células y las distribuirlos a los órganos encargados de eliminarlos, como los pulmones, los riñones o el hígado. Por tanto, expresan un simbolismo de «limpieza», de arrastrar la suciedad. Como las válvulas pueden alterarse y la sangre se puede acumular cuando las venas se distienden —como ocurre con las varices—, también simboliza el quedarse atrapado en algo que tenemos que arrastrar.

6.2.4. Sangre La sangre es un tejido líquido formado por una matriz líquida, el plasma, diversas sustancias químicas disueltas y millones de células flotantes. Su función es la de logística de distribución e integración sistémica. Los tres tipos de células principales son los glóbulos rojos o hematíes, los glóbulos blancos o leucocitos y las plaquetas o trombocitos. El sentido biológico de la sangre se refleja en las múltiples funciones imprescindibles para la vida, como el intercambio de gases, la distribución de nutrientes, la defensa entre infecciones, la coagulación, entre muchas otras. Los hematíes transportan el 35

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oxígeno a las células y recogen el dióxido de carbono para eliminarlo. Los leucocitos defienden el organismo de lo que es extraño (microorganismos, parásitos, sustancias tóxicas y restos celulares). Las plaquetas tienen un papel esencial en la coagulación de la sangre y son una fuente natural de factores de crecimiento. El sentido simbólico de la sangre se refiere a la familia, con quien compartimos «lazos de sangre». La familia es esencial para sobrevivir, es la que nos da vida, nos protege y debe mantenerse cohesionada para que todos los miembros sobrevivan. Una expresión común referida a una situación que altera anímicamente, que enoja o irrita se expresa como “hacerse mala sangre”. El sentido simbólico de proporcionar vida puede reflejarse en la función de los hematíes, que proporcionan el intercambio de gases imprescindible para la vida. Simbólicamente la familia es la encargada de proporcionar lo necesario para que se mantenga este equilibrio. El sentido simbólico de la protección puede reflejarse en los leucocitos, las células encargadas de la inmunidad, de proteger lo propio de lo extraño. La inmunidad tiene una fase natural e inespecífica y otra adquirida. La familia es quien nos protege de forma inmediata para sobrevivir, la que nos da identidad y sentido de pertenencia. El simbolismo de la cohesión familiar se refleja en las plaquetas o trombocitos, una unión que debe ser equilibrada, pues la carencia de plaquetas puede ocasionar una hemorragia cuando hay una herida y el exceso puede causar una trombosis y obstruir la circulación normal de la sangre. Una falta de cohesión en el clan rompe la relación entre sus miembros y pone en peligro la supervivencia, igual que una hemorragia. Un exceso de cohesión impide el movimiento y la libre circulación, igual que un coágulo puede bloquear la circulación.

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6.3. Sistema respiratorio

Imagen 4. Representación del sistema respiratorio.

6.3.1. Introducción El sistema respiratorio está constituido por los órganos que nos permiten el intercambio gaseoso que se realiza con el aire atmosférico necesario. La función principal es la de captar el oxígeno atmosférico y eliminar el dióxido de carbono, producto de desecho del metabolismo. Está formado por la nariz, en cuya cavidad el aire entra a través de las fosas nasales. El aire prosigue a través de la faringe, desciende por la laringe y entra en la tráquea, que es el conducto cartilaginoso que canaliza el aire hacia los pulmones. La tráquea se divide en dos tubos menores o bronquios primarios, que entran en cada uno de los pulmones. Ya dentro de los pulmones, cada uno de estos tubos se ramifican en bronquios y en bronquiolos, para terminar en los alvéolos.

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6.3.2. Nariz Es el órgano de entrada al sistema respiratorio y también el órgano del olfato. La cavidad nasal comunica con la faringe a través del techo de la boca, lo que permite cumplir con la función olfativa y a la vez como vía respiratoria. Los cuerpos volátiles liberan a la atmósfera partículas que son percibidas por las células olfativas sensoriales al inspirar el aire. Estas células, presentes en el epitelio olfativo de la nariz, permiten evaluar el estado, el tipo y la calidad de los alimentos, identificar peligros del entorno (como el olor del depredador, el humo del fuego, etc), o reconocer un territorio marcado por el olor ( de un rival, de la hembra en celo, etc.). Las feromonas son moléculas segregadas por el individuo que desencadenan reacciones específicas y tienen relación con la atracción sexual. Hay estudios que demuestran que las personas escogen inconscientemente perfumes que están relacionados con su información genética y que en la selección de pareja se activan mecanismos de compatibilidad genética con el objetivo de obtener la mejor opción reproductora. El sentido biológico está relacionado con la percepción de olores en general y con la sexualidad en particular por las feromonas. Simbólicamente, puede estar asociado a temas de estrés sexual del tipo “no poder/querer oler al macho o a la hembra”.

6.3.3. Senos paranasales Son un conjunto de cavidades aéreas que se encuentran en los huesos faciales. Los senos paranasales están tapizados por la misma mucosa que la nariz y comunican con las fosas nasales. La función de los senos paranasales es la de humidificar y calentar el aire que entra a la temperatura corporal. El sentido biológico es acondicionar el aire inhalado para optimizar el proceso del olfato, uno de los sentidos que nos permite, entre otras cosas, percibir un peligro (como podría ser un depredador acercándose). Simbólicamente, decimos “algo me huele mal” cuando sentimos que un peligro nos acecha o se aproxima; este sería el sentido simbólico asociado a los senos paranasales.

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6.3.4. Laringe Es un órgano tubular músculo-cartilaginoso que comunica la faringe con la tráquea, Está situada en la parte anterior del cuello, a la altura de las vértebras cervicales C3C6. Es el órgano de la fonación puesto que las cuerdas vocales se encuentran ubicadas en la laringe. En los mamíferos la laringe se encuentra casi a la altura de la nariz, lo que le permite beber al mismo tiempo que respira. Y lo mismo ocurre en el bebé, que durante la lactancia puede respirar al mismo tiempo que se amamanta. La situación más baja de la laringe en el ser humano le permite generar diversas variedades de sonidos. Aunque una de las funciones de la laringe es controlar el flujo de aire para la respiración, el sentido biológico está muy relacionado con la producción de voz. El sentido simbólico puede ir en este sentido, situaciones de estrés en las que el miedo “nos haya dejado sin habla”, experiencias en las que tuvimos que guardar un secreto, o “tenía que decir algo y callé”, “dije algo que debería haber callado”, es lo que puede expresar una dificultad en la voz.

6.3.5. Bronquios Son conductos tubulares cartilaginosos que conducen el aire a los pulmones. Tras la tráquea, se dividen en los bronquios principales, uno para cada pulmón y se van ramificando en conductos con un diámetro cada vez menor hasta los bronquiolos y de estos a los alvéolos pulmonares. La pared bronquial está constituida por cartílago, una capa muscular y, en su parte interna, por una mucosa ciliada que evita que las partículas en suspensión del aire lleguen a los pulmones. El sentido biológico es asegurar la llegada del aire a los alvéolos pulmonares para el intercambio gaseoso. Cuando se requiere una respuesta de «huida o lucha» ante un agente estresante, la activación del sistema simpático dilata los bronquios para favorecer la entrada y salida de aire para el intercambio de gases. El sentido simbólico podría asociarse a un obstáculo, real o simbólico, que invade nuestro

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espacio vital, la amenaza de algún «depredador» (real o simbólico) en el espacio vital.

6.3.6. Alveolos pulmonares Cada pulmón dispone de un árbol bronquial (bronquios y bronquiolos) que termina en casi 500 millones de alvéolos. Los alvéolos son pequeños sacos situados al final de los bronquiolos, encargados del intercambio de oxígeno y dióxido de carbono. El aire que inhalamos está constituido fundamentalmente por un 79% de nitrógeno y un 21% de oxígeno. Mientras que el nitrógeno entra y sale del organismo sin ser incorporado, el oxígeno constituye un componente vital para el metabolismo humano. Nuestras células convierten sus nutrientes combinándolos con oxígeno para generar energía vital en el crecimiento y las actividades biológicas. El dióxido de carbono, un gas también presente en el aire pero en muy baja concentración, se genera como producto residual metabólico. La incorporación del oxígeno del aire a la sangre se produce a través de la pared alveolar o membrana respiratoria, que está rodeada de capilares sanguíneos. Lo mismo ocurre con el paso del dióxido de carbono de la sangre al aire. El intercambio gaseoso se produce por difusión pasiva, en la que cada gas pasa de un lugar de mayor concentración a otro de menor concentración. El sentido biológico es permitir este intercambio vital que es sinónimo de vida. Sin oxígeno y con exceso de dióxido de carbono, el organismo muere en pocos minutos. Simbólicamente, se puede considerar que ciertas cosas, personas o circunstancias tienen un efecto de intercambio vital para nosotros, como «oxígeno para la vida», algo que da pleno sentido a la vida y que, en su ausencia, (una persona, una relación,etc.) muero. Además, en nuestro inconsciente colectivo la muerte está relacionada con la respiración, puesto que dejar de respirar es dejar de vivir. Así se expresa en lenguaje popular cuando se dice “exhalar el último aliento o suspiro” en referencia al acto de morir. La aparición de una patología alveolar puede estar asociada simbólicamente a una pérdida sentida como vital o a una circunstancia

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vivida con riesgo de muerte inminente (un accidente, el diagnóstico de una enfermedad grave, etc.).

Imagen 5. Representación de los alveolos pulmonares.

6.4. Sistema urinario 6.4.1. Introducción El sistema urinario se ocupa la eliminación a través de la orina de los productos de desecho celular procedentes de la filtración de la sangre. Está constituido por los dos riñones, que filtran la sangre produciendo la orina, y las vías urinarias, que conducen la orina hasta el exterior. Estas vías son: la pelvis renal, los uréteres, dos conductos tubulares a través de los cuales la orina circula hasta la vejiga urinaria, que almacena la orina hasta su posterior eliminación al exterior del cuerpo a través de la uretra.

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Imagen 6. Representación del sistema urinario.

6.4.2. Riñones Son los órganos que filtran las sustancias residuales de la sangre generando la orina. Cada riñón consta de una parte externa o corteza, otra interna o médula y la pelvis renal. La corteza renal contiene las nefronas, que son las unidades responsables del filtrado de la sangre, constituidas por un glomérulo y un túbulo renal. El glomérulo está formado por un ovillo de capilares rodeado por una cápsula, la cápsula de Bowman. La sangre entra en el glomérulo y es filtrada por presión, generando un líquido acuoso que contiene fundamentalmente urea, sustancias de desecho y sales en solución. Este líquido pasa por el túbulo renal en el que se reabsorbe la mayor parte del agua y de otras sustancias útiles, produciendo la orina como producto de desecho final.

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Al final de estos túbulos, la orina es recibida por un túbulo colector que la vierte en la pelvis renal, una especie de embudo por el que la orina pasa al uréter. Los túbulos colectores se introducen en la médula renal, la parte más interna del riñón. El sentido biológico de la nefrona es el de filtrar, separar lo tóxico de lo útil; lo “bueno” de lo “malo”. El sentido simbólico que puede estar asociado a esta parte de la función renal, se refiere a la necesidad de distinguir entre lo que es útil y necesario de lo que es nocivo para mí en determinadas experiencias. El agua es un referente esencial para la vida. Aunque durante la evolución nos adaptamos a la vida en la tierra, su inicio fue en el agua y sigue constituyendo el «mar interior» en el que se desarrollan todos los procesos fisicoquímicos que permiten las reacciones vitales. Es por ello que simbólicamente «agua» es sinónimo de «referente», como a nivel psíquico lo pueden ser nuestros padres o nuestros tutores durante la infancia. El sentido biológico de los túbulos colectores está asociado con la gestión del agua. Las sustancias tóxicas procedentes de la sangre son filtradas y eliminadas a través de agua, que las disuelve en una concentración adecuada. Una concentración suficiente para poder vehicular su eliminación, pero manteniendo el equilibrio de líquidos interno. Por este motivo, el agua inicial procedente de la filtración glomerular sufre diversas reabsorciones a lo largo de su viaje por los túbulos, hasta la obtención de la orina final. El agua es componente principal de un organismo y no se puede desperdiciar. Los túbulos colectores tienen esta función de reabsorver el agua para gestionarla adecuadamente. El sentido simbólico trata de «líquidos» que se consideran vitales en el momento determinado de la experiencia. Por ejemplo, nos referimos al tener dinero como tener «liquidez». La RAE define liquidez como “la cualidad de los activos para ser convertidos en dinero efectivo de forma inmediata sin pérdida significativa de su valor”. Simbólicamente, se refiere a situaciones en las que hay una deficiente gestión de líquidos, tanto reales como simbólicos.

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En una situación de estrés, el organismo pone en marcha una respuesta que afecta directamente al sistema urinario. Conservar el agua es muy importante para mantener el equilibrio interno del cuerpo y el volumen normal de sangre. Cuando el organismo se enfrenta a un agente estresante, como por ejemplo, la persecución de un depredador, se puede perder agua por la sudación o perder sangre a través de una herida Si se pierde agua y el volumen de sangre disminuye, la llegada de nutrientes y oxígeno a las células también disminuye. Por ello, el cerebro segrega una hormona, la vasopresina (hormona antidiurética), que le da a los riñones la orden de retener la mayor cantidad de agua a través de los túbulos colectores, disminuyendo así la producción de orina. El sentido biológico se refiere a la necesidad de evitar la deshidratación, de evitar la sequía. El sentido simbólico que puede expresar un proceso de retención de líquidos es la de evidenciar un estrés crónico por “estar cerca del depredador”.

6.4.3. Vías urinarias La pelvis renal, los uréteres, la vejiga y

la uretra están relacionados con la

circulación o el almacenaje de la orina, que constituye su sentido biológico. La orina se elimina por la micción, cuando la vejiga está llena y sus fibras musculares se distienden para informar al sistema nervioso autónomo de la necesidad de vaciarla. Sin embargo existe un esfínter muscular bajo control voluntario para no eliminarla de forma constante y automática. En la frecuencia de la micción intervienen muchos factores personales, tanto hábitos propios como estados de alegría o tensión. Muchos animales utilizan la orina para marcar el territorio. El simbolismo de tener necesidad frecuente de miccionar (cistitis) puede derivarse de esta función. Por otra parte, en la respuesta al estrés se produce menos orina, pero la que se encuentra de camino a la vejiga ya no tiene vuelta atrás. En este caso la necesidad es deshacerse de ella, para evitar cargar con peso extra en la lucha o huída. Por eso el sistema nervioso simpático relaja el esfínter urinario y elimina la orina acumulada en la acción refleja de «mojar los pantalones» cuando estamos aterrorizados.

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6.5. Sistema locomotor

Imagen 7. Representación del sistema locomotor.

6.5.1. Introducción El sistema locomotor está formado por el sistema osteoarticular y el musculoesquelético. Ambos sistemas son los encargados de dar estructura y movimiento al cuerpo. El sistema osteoarticular está formado por los huesos, las articulaciones,

los

cartílagos

articulares

y

los

ligamentos.

El

sistema

musculoesquelético está formado por los músculos estriados que se encuentran bajo control voluntario, gracias a los cuales podemos realizar la mayoría de movimientos.

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El músculo esquelético se denomina así por su relación con el esqueleto, al que se unen mediante los tendones para dar movimiento a las articulaciones.

6.5.2. Sistema musculoesquelético Tenemos dos tipos de músculo. El músculo liso forma la pared de diversos órganos, como el sistema digestivo o los vasos sanguíneos, que requiere una contracción lenta y sostenida. Están controlados por el sistema nervioso autónomo y su función es pasiva e involuntaria. El sistema muscular esquelético está formado por los músculos estriados, que proporcionan la potencia para la locomoción y el desplazamiento. Están inervados por el sistema nervioso central y, en parte, se hallan bajo control consciente, por eso se llaman músculos voluntarios. Los tendones se insertan en el hueso y transmiten la fuerza del músculo para producir movimiento. El sentido biológico del músculo es producir movimiento. La reacción de huida o lucha ante un agente estresante implica que los músculos involucrados incrementen su función y reciban una gran cantidad de energía. Pero a veces el peligro impide luchar o huir y solo es posible «hacer el muerto» para intentar sobrevivir. Esta reacción también llena el organismo de hormonas del estrés, con el objetivo de escapar a gran velocidad cuando hay una pequeña oportunidad. El sentido simbólico que expresa un problema muscular se refiere al movimiento simbólico, que puede expresarse como un aumento de tensión (contractura) o una imposibilidad de moverse (parálisis). Según la función de los músculos afectados la experiencia se refiere a impotencia por no poder agarrar, retener, empujar, o a correr, escapar, desplazarse, etc. Los músculos y los huesos de la misma zona apuntan al mismo simbolismo.

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6.5.3. Sistema osteoarticular

Imagen 8. Representación del sistema osteoarticular.

El esqueleto humano difiere en ambos sexos en tamaño y robustez, que suele ser mayor en el hombre y, de forma muy evidente, en la pelvis de la mujer, que es más ancha para constituir el canal del parto. Después de los dientes, el material más duro del cuerpo son los huesos. Están compuestos por un 60% de calcio y fosfatos, que le confieren dureza y rigidez, un 30% de materia orgánica, que le proporcionan una cierta elasticidad, evitando que sean frágiles y solo un 2% de varios tipos de células,

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cuya función es, por un lado mineralizar el hueso y, por otro, degradarlo y reabsorberlo para mantener constante su estructura. El esqueleto da forma al cuerpo, proporciona fijación a los músculos y desempeña funciones importantes de protección de órganos delicados, como el cráneo para el cerebro, la columna vertebral para la médula espinal y la caja torácica para el corazón y los pulmones. Además de la función de protección, el tejido óseo es un banco dinámico de reservas minerales en el que el organismo almacena calcio y fosfatos en formas metabólicamente estables y estructuralmente útiles. El calcio es esencial para las contracciones musculares (tanto el liso de los órganos, como músculo esquelético) y para la transmisión de los impulsos nerviosos. Otra función importante proviene de la médula ósea, que es el tejido que forma las células sanguíneas. A partir de células madre no especializadas se convierten en hematíes, leucocitos o plaquetas a partir de un proceso de especialización. El sistema osteoarticular no es una estructura rígida. Los huesos se unen entre ellos mediante ligamentos y forman articulaciones que permiten el movimiento. La amplitud de movimiento de cada articulación depende de varios factores, como la forma de los huesos que la componen y la tensión que mantienen los ligamentos y los músculos. Los cartílagos articulares cubren las superficies óseas de las articulaciones, amortiguan la sobrecarga de presión y permiten el movimiento de la articulación sin que se produzca fricción. Los ligamentos unen y estabilizan los dos huesos que forman la articulación.

6.5.4. Sistema locomotor y su desarrollo Ningún

sistema

del

organismo

funciona

de

forma

aislada.

Todos

son

interdependientes y complementarios. Así puede observarse en la estructura del ser humano, que se ha adaptado a la marcha bípeda. Andar significa una capacidad en la que intervienen múltiples factores y que es fruto de la maduración. La marcha bípeda requiere un dominio del equilibrio, que se produce produce gracias a la integración de la información que proviene de los dos laberintos (parte del oído interno que 48

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provee sentido del equilibrio). Permite desplazarse con soltura para explorar el entorno en virtud de un sistema visual y auditivo que proporciona una imagen tridimensional del espacio que nos rodea. Moverse, hablar y pensar no son solo capacidades del ser humano, son también necesidades. El bebé nace muy inmaduro y, para desarrollar al máximo sus capacidades, depende en gran medida del aprendizaje. La educación influye en su movimiento y le permite adaptarse a las leyes de la gravedad con mayor esfuerzo. La educación y el aprendizaje va a crear redes neuronales que pueden funcionar toda la vida. Para recorrer este camino la naturaleza nos ha dotado de un sistema nervioso con una serie de estructuras que se ponen en marcha sucesivamente, en la misma secuencia en la que fueron apareciendo a lo largo de la evolución. Al nacer se activan siguiendo este orden: 

El tronco cerebral, que controla los reflejos básicos de supervivencia para respirar y comer.



El hipotálamo, el control de los órganos y vísceras del cuerpo.



El cerebelo y los núcleos subcorticales, que regulan la función del sistema musculoesquelético. El ser humano necesita moverse para sobrevivir y desarrollarse.



Las informaciones sensoriales, que se desarrollan siguiendo el mismo orden en que fueron apareciendo en la evolución: las informaciones del laberinto , el tacto, la audición y la visión.



El sistema límbico, el centro de las emociones. Las emociones y el afecto fueron fundamentales en el proceso de hominización. Del mismo modo, la identidad y la autoimagen se van organizando en base a todas las experiencias de relación con el entorno, a partir del cual el niño elabora una imagen positiva o negativa de sí mismo.



La corteza cerebral es la encargada de las funciones más elaboradas que necesitan más tiempo para conectarse y madurar.

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Desde el nacimiento, el ser humano debe recorrer este camino sin saltarse ninguna etapa, porque todas son interdependientes. Además, cada bebé tiene su propio ritmo de desarrollo y maduración. Desde que nace el bebé depende exclusivamente de los cuidados del entorno, hasta los tres años, cuando ha desarrollado las bases de su autonomía gracias al control de los esfínteres y al dominio de su cuerpo. La confianza y la seguridad se construyen a partir del equilibrio entre las necesidades internas del niño y la capacidad del entorno para satisfacerlas. Por ese motivo, la experiencia motriz de los tres primeros años de vida representan los cimientos de la autoestima y la seguridad en uno mismo. Si un niño desconfía de las posibilidades de su cuerpo en movimiento y se desarrolla con miedo, sienta las bases de una gran inseguridad. La maduración del sistema locomotor sigue unas leyes. Primero se controlan las partes más cercanas a la cabeza, después a los brazos y más tarde las piernas. También se controlan en primer lugar las zonas más cercanas al eje central. La capacidad de elaborar reacciones motoras se aprecia inicialmente en la cabeza y el cuerpo y prosigue en dirección descendente: columna dorsal, cintura escapular, brazos, manos, columna lumbar, pelvis y, finalmente piernas y pies.

6.5.5. Sistema locomotor y estrés Todo el sistema locomotor tiene la función de dar estructura y movimiento al cuerpo. El sentido biológico se refleja en estas funciones, importantes para desplazarse por el entorno, para encontrar alimento, relacionarse y sobrevivir. Durante una reacción al estrés el sistema locomotor provee la fuerza y el movimiento para ponernos a salvo en la «huída o lucha», junto al sistema cardiovascular que se encarga de distribuir la energía necesaria a los músculos que tienen que actuar. Las hormonas del estrés tienen una gran influencia en el crecimiento y el desarrollo del ser humano. Los glucocorticoides reducen el aporte de calcio e inhiben el crecimiento de hueso nuevo, interrumpiendo la división de las células formadoras de hueso. Por tanto el estrés va a influir en todas las etapas del crecimiento, desde la época prenatal hasta la etapa adulta, expresando la calidad de la estructura a partir de su relación con el entorno.

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La morfogénia (desarrollo de la forma del cuerpo) se inicia hacia la tercera semana de gestación. Los factores de crecimiento que dirigen este proceso son las proteínas morfogenéticas óseas, que estimulan el crecimiento de hueso y cartílago, además de otros tejidos y órganos de cuerpo. El crecimiento requiere emplear mucha energía en un proceso a largo plazo y es natural que se inhiba durante el estrés. Cuando un acontecimiento es singularmente estresante, el niño puede dejar de crecer. A veces no se identifica una causa orgánica, pero suele haber algún factor ambiental, como el maltrato psicológico o el abandono emocional. Este aspecto se pudo observar en dos orfanatos estatales de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. En ambos los controles eran los mismos, los niños seguían la misma dieta y el medico los visitaba con la misma frecuencia, pero el ritmo de crecimiento era muy distinto en uno y en otro. En el estudio que se realizó para encontrar una explicación, los científicos observaron una gran diferencia en la mujer que los cuidaba. Los niños del orfanato que crecían con normalidad recibían cuidados de una mujer maternal, cariñosa y protectora que los consolaba, cantaba, reía y jugaba con ellos. En el orfanato de los niños con retraso en el crecimiento, la mujer que los tenía a su cargo llevaba correctamente a cabo sus obligaciones, pero reducía al máximo el contacto con ellos y solía regañarlos y criticarlos. Posteriormente, esta mujer fue trasladada a otro orfanato y el indice de crecimiento de los niños aumentó con rapidez, al mismo tiempo que los indices de crecimiento de los niños en la nueva institución decrecieron. Un caso extremo y conocido sobre los efectos del estrés en la estructura que puede llegar al enanismo, se refiere al escritor J. M. Barrie, creador de «Peter Pan». Su hermano mayor de trece años, el preferido de mama, muere en un accidente. La madre entra en una profunda depresión y se encierra en su habitación durante años, olvidándose de su hijo pequeño. El padre era un hombre severo y distante que no se relacionaba con ninguno de sus hijos. Ya adulto Berrie no medía más de metro y medio y no logró consumar su matrimonio. 51

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Cuando finaliza el periodo de crecimiento en la juventud, el organismo adulto requiere mantenerse. La mayoría de los procesos de construcción y remodelación se realizan en el hueso, que se renuevan constantemente. Las hormonas del estrés alteran el metabolismo del calcio de forma que los huesos pierden densidad y se vuelven frágiles. El estrés crónico bloquea la reabsorción de calcio de la dieta y aumenta la eliminación por la orina, aumentando el riesgo de osteoporosis. El sentido simbólico del sistema osteoarticular se refiere a tener una estructura adecuada para el movimiento. Simbólicamente, la autoestima y la seguridad en uno mismo se construyen sobre la sensación de tener un cuerpo en el que se puede confiar y desplegar las máximas habilidades. Este simbolismo puede aplicarse a la función de las distintas articulaciones y reflejar aspectos diferentes según la parte del cuerpo que muestre el síntoma.

6.5.6. Simbolismo del sistema locomotor Partiendo del orden en que madura el sistema locomotor, el recién nacido estructura sus movimientos empezando por la columna cervical. Para poder organizar respuestas motoras es necesario desarrollar en primer lugar las estructuras que reciben la información del entorno. Principalmente los sentidos se concentran en la cabeza y el movimiento cervical va a permitir que se oriente para percibir los estímulos del entorno y posteriormente responder a través del lenguaje. El sentido simbólico de la columna cervical puede reflejarse en la comunicación, en la dificultad de expresar pensamientos y sentimientos. La columna dorsal sostiene las costillas y protege el corazón y los pulmones. Junto con la columna lumbar y cervical forman el eje que sostiene el cuerpo, el eje central que nos mantiene erguidos. Simbólicamente la columna vertebral es la «pared maestra» de nuestra estructura, la que asume las cargas (reales y simbólicas) que llevamos en la vida. La capacidad de gestionar estas cargas estará influenciada por el entorno en el que se ha desarrollado porque el bebé se construye con el sistema de representación de la 52

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madre. Lo que la madre siente, lo que le preocupa o lo que rechaza, el bebe lo vive como propio, en un estado de fusión completa que se mantiene hasta los nueve meses, momento en que el niño puede mantener erguida su columna y permanecer sentado. A partir del primer año, cuando el niño ya domina la posición y el equilibrio estático, empieza a dar los primeros pasos y hasta los tres años desarrolla las habilidades motoras que le van a dar autonomía y confianza en su cuerpo. El pie, que inicialmente es plano, va adquiriendo los arcos característicos de la marcha bípeda. Simbólicamente el pie puede expresar el avance en la vida, caminar o salir. El pie nos conecta con la «madre tierra», lo que puede darle un simbolismo de madre o función materna. La función simbólica de la madre es alimentar y cuidar, una función puede ejercer cualquier persona o institución que represente estas cualidades. El esqueleto de la pierna está formado por dos huesos, la tibia y el peroné, dos huesos que sostienen la estructura para la marcha bípeda cuando el niño pasa de desplazarse mediante el gateo a mantenerse de pie. La tibia y el peroné, aunque sean dos huesos separados, trabajan juntos. El simbolismo refleja la función conjunta que el padre y la madre tienen en la educación del niño, la estructura inicial que le va a permitir desplazarse por la vida. El fémur es el hueso más largo del cuerpo y forma la estructura del muslo. La pelvis se sostiene sobre el fémur gracias a la articulación de la cadera y con el extremo inferior de la columna a través del hueso sacro. El conjunto forma la cintura pelviana y es la zona donde se concentran los órganos vinculados al sexo y a la reproducción. El sentido simbólico puede referirse a situaciones derivadas de la función sexual y reproductiva, experimentadas desde la falta de confianza o autoestima, en un sentido de carencia o necesidad de estructura. La función biológica global de las extremidades inferiores es el desplazamiento: andar, correr, saltar, cualquier movimiento que implique desplazarse. El sentido simbólico puede expresar experiencias vividas figuradamente como dificultad en el desplazamiento.

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La cintura escapular está formada por las escápulas, las clavículas y el húmero, el hueso del brazo. Mantiene los brazos unidos al cuerpo y permite que el hombro, la articulación con más movimiento de cuerpo, pueda orientar la mano en todos los planos del espacio. Las extremidades superiores nos dan la capacidad de agarrar, sostener y trasladar objetos y, gracias a la mano, fabricar instrumentos. El sentido simbólico refleja estas capacidades experimentadas en un sentido figurado. Los brazos nos dan tanto la posibilidad de abrazar como la de rechazar o empujar, de acercar algo hacia uno mismo y acogerlo con afecto o empujarlo, apartarlo lejos de nosotros. Sobre el hombro cargamos con las responsabilidades de la vida y también ofrecemos nuestro apoyo trabajando «hombro con hombro» con los que nos rodean. La mano expresa la idea de actividad, la capacidad de “manifestar” algo, por su habilidad en fabricar objetos. Simbólicamente, también refleja una idea de potencia y dominio, como muestran expresiones populares como “mano de la justicia”, “mano dura” o “llevar un asunto con mano de hierro”. El simbolismo de la mano está unido al brazo, del que es difícil separarlo totalmente. La capacidad de abrazar, de rechazar o de manipular involucra todas las articulaciones, desde el hombro que permite un movimiento en los tres planos del espacio, al codo o la muñeca, que dan más precisión al movimiento de la mano.

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6.6. Sistema linfático e inmunitario

Imagen 9. Representación del sistema linfático.

6.6.1. Introducción El sistema inmunitario está constituido por una red de conductos, vasos y ganglios, paralelos al de la circulación sanguínea. Es el responsable del drenaje de fluidos de los tejidos y del correcto funcionamiento del sistema inmunitario. Como vimos en el tema anterior, el sistema inmunitario es el responsable de la defensa del organismo frente a los secundarios:

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agentes invasores. Está formado por tejidos linfáticos primarios y

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Entre los tejidos linfáticos primarios encontramos el timo y la médula ósea. Son los responsables de la producción y maduración de células inmunitarias.



Entre los tejidos linfáticos secundarios encontramos los ganglios linfáticos, el bazo, el adenoides, las amígdalas y el tejido linfático asociado al intestino. Son los responsables de las respuestas inmunitarias de adaptación al medio.

6.6.2. Sistema inmune Como vimos en el Tema 9, el estrés tiene una influencia directa sobre el comportamiento del sistema inmunitario. Ya Seyle (1970) en sus primeros experimentos observó cómo en las ratas sometidas a condiciones de estrés manifiestan una atrofia en los tejidos inmunes, como el timo. Sin embargo, las condiciones en las que se expresa el estrés tienen un efecto particular sobre el sistema inmunológico. Los primeros minutos después de la aparición de un estrés, sea físico o psicológico, el sistema inmunológico se ve reforzado, principalmente la inmunidad innata que es la que proporciona defensas inmediatas ante el microorganismo invasor. No obstante, cuando el estrés se prolonga más tiempo, sobre una hora aproximadamente, la función inmune se desactiva. Si en este momento, el agente estresante

desaparece,

esta

desactivación

lleva

al

sistema

inmune

a

su

funcionamiento inicial, con lo cual, se habrá conseguido un incremento de la inmunidad del individuo durante el proceso de estrés y una vuelta posterior al punto de origen. Sin embargo, si el agente estresante sigue activo o el individuo está expuesto a una alta concentración de glucocorticoides, el sistema inmune cae hasta valores en las que se suprime la función inmune. Es decir, si el estrés se cronifica, el sistema inmunológico se desploma. De esta particular forma de proceder, se derivan varias conclusiones: 

La exposición a agentes estresantes transitorios aumentan el riesgo a la autoinmunidad, puesto que reiterativas subidas del sistema inmunológico

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mantienen altos los valores de inmunidad. En esta situación, puede aumentar la probabilidad de que se confundan células propias con células invasoras, que es lo que ocurre en una enfermedad auto inmune: el sistema se ataca a sí mismo. 

Cuando el estrés se prolonga durante mucho tiempo, el sistema nervioso simpático y la secreción de glucocorticoides se desactivan y la autoinmunidad queda suprimida.



El estrés crónico sitúa al organismo en un estado que lo hace más vulnerable a contraer enfermedades.

El sentido biológico del sistema inmune distingue lo propio de lo extraño. Simbólicamente, mantiene nuestra identidad. Cuando el sistema se ataca a sí mismo es porque no puede distinguir entre lo que es yo y lo que no es yo, como alguien que no sabe poner sus límites y acaba actuando de una forma “extraña” a su propia esencia, a su propia definición de “yo”.

6.6.3. Sistema linfático Es una parte del sistema circulatorio que transporta la linfa al corazón. El sistema linfático cumple cuatro funciones básicas: mantener el equilibrio del líquido extracelular, formar y activar el sistema inmunitario, absorber y transportar grasas y controlar la concentración de proteínas en el espacio intercelular. Los ganglios linfáticos son estructuras nodulares que forman parte del sistema inmune. Poseen una estructura interna de tejido conjuntivo, en forma de red, rellena de linfocitos que filtran y recogen los agentes infecciosos o las sustancias extrañas. El sentido biológico del sistema linfático es la de defender al organismo frente a agentes invasores. El sentido simbólico puede referirse a situaciones de “ataque” del que me tengo que «defender». Como parte del sistema inmune, también hay un aspecto simbólico referido a la imagen de sí mismo, de confiar en la propia capacidad de defensa y poseer recursos para gestionar el peligro. Una situación puede percibirse como un ataque cuando no se confía en la propia capacidad de gestión. 57

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6.7. Sistema reproductor

Imagen 10. Representación del sistema reproductor.

6.7.1. Introducción El sistema reproductor está formado por los órganos sexuales que permiten la reproducción humana y

la preservación de la especie. El sistema reproductor

femenino está constituido por ovarios, útero, trompas de Falopio y vagina. El sistema reproductor masculino está constituido por testículos, próstata y pene. Las tres funciones arcaicas (respirar, beber y comer) tienen como finalidad la reproducción. La vida tiene como objetivo la vida y su sentido es la continuidad. La biología se esfuerza en prolongar la vida y ha desarrollado la función reproductiva. En algunas especies, después de la fecundación el macho muere. En otras, el ciclo de vida termina al desovar, como en el caso del salmón. Las funciones arcaicas que expresa la biología se resumen de forma simple: nacer, respirar, beber y comer para poder reproducirse y morir. La reproducción contiene una fuerte pulsión natural y su simbolismo está relacionado con la supresión de esta pulsión o, de alguna manera, con su represión. Los tabúes, los prejuicios, la educación, la religión, entre otros aspectos, alimentan las principales creencias acerca de lo que está bien o mal en el acto sexual. Estas 58

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creencias al final se resumen en frases como “no puedo”, “no debo”, “esto no está bien”, “eres un viejo verde”, “ya no tienes edad para esto”, “esto es pecado”. La energía vital se expresa en este acto fundamental y la influencia cultural hace que nuestro inconsciente biológico se vea bombardeado por una enorme cantidad de emociones que manifiestan simbólicamente la contradicción entre la necesidad biológica y la creencia subyacente.

6.7.2. Ovarios y testículos Son órganos glandulares con una doble función: producir y madurar las células germinales y fabricar hormonas sexuales. Los ovarios son los órganos sexuales femeninos en los que maduran los óvulos y se segregan las hormonas sexuales femeninas. Los testículos son órganos sexuales masculinos, encargados de producir y madurar los espermatozoides y segregar hormonas masculinas. Las hormonas sexuales femeninas son los estrógenos y la progesterona. Los estrógenos son responsables de que las hembras animales se pongan en celo y en las humanas influyen en el apetito sexual. Regulan la ovulación y estimulan el desarrollo de los rasgos sexuales femeninos secundarios en la pubertad. La progesterona es la hormona que permite conservar y controlar el embarazo y frena la producción de estrógenos. En la mujer la concentración de estrógenos y progesterona varía a largo del ciclo menstrual. En situación de normalidad, durante la primera mitad del ciclo se incrementa el nivel de estrógenos hasta la ovulación. Durante la segunda mitad se estimula la secreción de progesterona, por si hay fecundación y frena la producción de estrógenos. Esta fluctuación hormonal está regulada por el hipotálamo. La testosterona es la hormona sexual masculina. Tiene la función de estimular sexualmente al macho y posibilitar su capacidad reproductiva. Favorece el desarrollo de los caracteres sexuales masculinos secundarios en la pubertad. El sentido biológico es el de proporcionar las células generadoras de un nuevo ser y el comportamiento de cada sexo para conseguirlo, porque la supervivencia del grupo

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depende de mantener constante el número de individuos que lo forman. El sentido simbólico hace referencia a esta necesidad, bien en el sentido de tener que reponer una pérdida, real (hijo o familiar muy querido) o simbólica (un negocio puede ser sentido como un hijo simbólico), o bien evitar la reproducción de un nuevo ser, si un estrés ambiental así lo requiere.

6.7.3. Útero y trompas de Falopio El útero es un órgano muscular femenino hueco situado en la pelvis, entre la vagina y el recto. El sentido biológico es permitir el desarrollo del embrión, una vez ocurrida la implantación del huevo fertilizado. El sentido simbólico va estar relacionado con la temática de «gestación del hijo», que lleva implícita la confianza en la propia capacidad para ejercer el rol de madre, tanto en un sentido real como simbólico. El útero es también el primer receptáculo en el que se desarrolla el nuevo ser, su “primera vivienda”, por lo que puede asociarse a la simbología de «casa». El cuello uterino es la parte del útero que permite el contacto íntimo con el pene. Simbólicamente, refleja la relación íntima de la mujer con el hombre y su experiencia de sentirse arropada y cubierta o, por el contrario, abusada o despreciada. Las trompas de Falopio son unas estructuras tubulares que conectan al ovario con el útero, donde se encuentran el óvulo y el espermatozoide en el proceso de la fecundación. El sentido biológico es el de permitir la fecundación, la creación de un nuevo ser. El sentido simbólico se relaciona con esta funcionalidad, con la problemática relativa a tener hijos, porque un problema en ellas imposibilitan el proceso de la concepción.

6.7.4. Próstata, pene y vagina La próstata es una glándula que fluidifica el líquido seminal y favorece la secreción de semen. El sentido biológico es la producción de semen. Por lo tanto, al igual que su homónimo femenino, el sentido simbólico va estar relacionado con la temática de “fabricación de niños”.

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La vagina y el pene son los órganos genitales que permiten la cópula durante el acto sexual. El sentido simbólico de la relación sexual implica una conexión íntima, un vínculo de contacto. Los problemas en estos órganos reflejan simbólicamente las dificultades en la relación íntima, tanto en un sentido de exceso como de falta de contacto.

6.7.5. Estrés y reproducción Los ovarios y los testículos producen hormonas sexuales a partir de las señales de otras hormonas liberadas por el hipotálamo y la hipófisis. Cuando hay un estímulo estresante se interrumpe la señal y su concentración de hormonas en sangre disminuye. Como toda función que requiere un gasto de energía a largo plazo, se interrumpe durante el estrés, alterando la función sexual. Se ha verificado que un estrés físico, como una herida, el hambre o una enfermedad reduce los niveles de testosterona. Lo mismo ocurre con el estrés psicológico, como menciona el biólogo Robert Saposky cuando, por ejemplo, un primate macho pierde rango de dominancia en su manada, sus niveles de testosterona disminuyen. También se ha comprobado en los hombres que realizan una gran cantidad de ejercicio y que se dedican a deportes profesionales, el nivel de testosterona es menor, pueden tener los testículos de menor tamaño y el esperma menos móvil. Otro punto que afecta al correcto funcionamiento del comportamiento sexual en el hombre se debe al sistema nervioso autónomo. La erección es posible gracias a la acción del sistema parasimpático y el estrés activa el sistema simpático, provocando impotencia. Por otra parte, la eyaculación requiere de la acción del sistema simpático. Cuando este sistema se activa demasiado pronto en una relación se produce la eyaculación precoz. Ambos síntomas expresan que hay una situación de emergencia, porque la impotencia impide la rección y la eyaculación precoz la finaliza. En la mujer, las hormonas del estrés bloquean la sensibilidad a las hormonas que estimulan la secreción de estrógenos, de manera que se puede alterar el ciclo menstrual e inhibir la ovulación. También se altera el nivel progesterona, la hormona 61

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responsable de la maduración de las paredes de la matriz, por lo

que la

menstruación puede retrasarse o, incluso, desaparecer. En relación al estrés físico, las mujeres, si son atletas profesionales desde niñas, puede que se retrase el inicio de la pubertad y, si son adultas, que se interrumpa el ciclo menstrual. Un mecanismo que altera la reproducción en la mujer se debe un aspecto especial del sistema. Las glándulas suprarrenales segregan una pequeña cantidad de testosterona que circula por la sangre. Las células grasas femeninas contienen una enzima que convierte esta hormona masculina en estrógenos. Cuando hay una pérdida de peso por el estrés, como ocurriría en una hambruna o en una sequía, la grasa disminuye y no hay suficiente enzima para transformar las hormonas. Lo mismo ocurre cuando se pasa hambre de forma voluntaria o un estrés significativo se traduzca en una pérdida importante de peso. Entonces se producen dos situaciones: por un lado disminuye la formación de estrógenos en los ovarios, a causa de los glucocorticoides, y por otro aumenta la concentración de hormonas masculinas. El resultado es que se inhibe la reproducción.

6.7.6. Las mamas Las mamas forman parte del sistema reproductor femenino y se sitúan en la región anterior del tórax, sobre el músculo pectoral mayor. Se desarrollan en la pubertad y crecen gracias al aumento de la producción de tejido glandular y adiposo. En su interior se encuentran las glándulas mamarias, constituidas por múltiples lóbulos y lobulillos donde se produce la leche. Los lóbulos y lobullillos están unidos por una serie de tubos, denominados conductos galactóforos, que conducen la leche hacia el pezón. Durante la pubertad los conductos galactóforos se ramifican para formar lóbulos (racimos de lobulillos) que producen leche. Para la producción de leche se necesita la síntesis de hormonas como la prolactina.

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La glándula mamaria es una estructura que aparece en el curso de la evolución a partir de glándulas sudoríparas modificadas. En algunas especies estas glándulas segregan sustancias que sirven para hidratar y proteger a los huevos. En los mamíferos evolucionan hasta segregar leche para alimentar a las crías.

Imagen 11. Representación de la glándula mamaria.

La glándula mamaria produce la leche para alimentar a la cría después del nacimiento. Además, durante el final del embarazo y los primeros días del parto, segrega un líquido amarillento (calostro) que representa la primera inmunización del recién nacido. Por tanto, la función principal de las mamas es la de proteger y alimentar al bebé después del nacimiento. Otro aspecto importante a tener en cuenta es que, para que esto ocurra con normalidad, la madre debe sentirse a su vez protegida y apoyada. El sentido biológico le las mamas en general se refiere a la alimentación y protección en la relación madre/hijo, del que puede extraerse el sentido simbólico hacia todo aquello que se siente o experimenta dentro de este tipo de relación. Así,

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por ejemplo, puede reflejarse en la relación con la propia madre, el padre, el marido, etc., si están a su cargo, o también en un proyecto, una empresa, un libro, etc. En un sentido más amplio, el simbolismo de alimentar y proteger de las mamas también puede extenderse a la familia, en la que se incluye la relación de pareja, los hermanos, los amigos, o lo que pueda considerarse “familia simbólica” (compañeros de trabajo, de equipo, etc.). El sentido biológico de los lóbulos y lobulillos es la producción de la leche que va a alimentar y proteger

al bebe. El sentido simbólico se refiere a esta

alimentación que refleja una relación vital, de supervivencia en la relación madre/hijo. Los conductos galactóforos llevan la leche de los lóbulos al pezón y su sentido simbólico se puede asociar al contacto en la relación madre/hijo, tanto real como simbólica. Por ejemplo, experimentar una pérdida de contacto porque “me lo han arrancado del pecho”. El sentido del simbolismo puede referirse tanto a la sensación de no poder alimentar o proteger como a la de no ser alimentada o protegida.

6.8. Sistema endocrino 6.8.1. Introducción Las funciones internas del organismo están reguladas por dos sistemas: 

El sistema nervioso regula el organismo gracias a su capacidad de captar y procesar rápidamente las señales del entorno para dar una respuesta adecuada. Sus células forman una red interconectada especializada en transmitir la información mediante impulsos nerviosos.



El sistema endocrino, regula el medio corporal mediante una red de comunicación

química.

Las

glándulas

endocrinas,

que

trabajan

conjuntamente con el sistema nervioso, producen hormonas que controlan y coordinan muchas funciones corporales.

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El sistema endocrino está formado por una serie de órganos y tejidos especializados en fabricar distintos tipos de hormonas, las sustancias químicas que regulan nuestras funciones internas. Estos órganos son: la hipófisis (o glándula pituitaria), la glándula tiroides, las glándulas suprarrenales, el páncreas, los testículos y los ovarios (que hemos visto en los sistemas digestivo y reproductor).

6.8.2. Hipotálamo e hipófisis

Imagen 12. Sección del cerebro que permite visualizar el hipotálamo y la hipófisis.

El hipotálamo es la estructura que actúa como vínculo de comunicación entre el sistema nervioso y el endocrino. Es el centro cerebral más importante para la coordinación de conductas esenciales para el mantenimiento de la especie, mantiene la temperatura corporal y organiza conductas como la alimentación, el apareamiento y la agresión. Regula la liberación de hormonas de la hipófisis.

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La hipófisis o glándula pituitaria se encuentra en la base del cerebro y consta de dos partes con funciones distintas. La zona posterior almacena las hormonas que ha fabricado el hipotálamo La zona anterior es una glándula que segrega hormonas que activan directamente a algunos órganos o estimula la formación de hormonas en otras glándulas del sistema endocrino. Por este motivo se la conoce como la «glándula maestra». El sentido biológico se deriva de la función concreta de cada una de las hormonas. Por ejemplo, la hormona del crecimiento estimula el crecimiento de los huesos; la prolactina estimula la producción de leche en las glándulas mamarias; la ACTH (hormona adenocorticotropa) estimula las glándulas suprarrenales en la respuesta al estrés. El simbolismo se deriva de la función que se ha alterado, tal como hemos visto en los distintos sistemas. Así, un retraso en el crecimiento, que inhibe la secreción de hormona del crecimiento, puede expresar una abandono emocional; un exceso de prolactina puede simbolizar la necesidad de alimentar, etc.

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6.8.3. Tiroides

Imagen 13. Representación de la tiroides.

La tiroides es una glándula con forma de mariposa situada en la parte anterior del cuello. Segrega las hormonas tiroideas cuya función es la de regular el metabolismo del cuerpo. El metabolismo regula la rapidez o lentitud de las reacciones químicas que constantemente llevan a cabo las células. El sentido biológico de las hormonas tiroideas es regular velocidad de estas reacciones, dependiendo de las necesidades orgánicas en cada momento. El simbolismo se puede derivar de la necesidad de adaptar una actividad en un tiempo, más largo o más corto, en función de la situación.

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6.9. Piel, pelo y uñas 6.9.1. Piel

Imagen 14. Representación de las distintas capas de la piel y sus componentes.

La piel es el mayor sistema del cuerpo humano y desempeña diversas funciones de protección. Es el mayor órgano del cuerpo humano y está formada por dos capas: una más interna, la dermis, y otra más externa, la epidermis. La dermis es la capa de tejido conjuntivo situada bajo la epidermis y tiene un grosor mucho mayor que la epidermis. Está constituida a su vez por una capa superior, que contiene fibras de colágeno y elastina que aportan flexibilidad y elasticidad a la piel, y una capa profunda, que contiene la mayoría de anexos a la piel como glándulas sebáceas y sudoríparas, así como terminaciones nerviosas y vasos sanguíneos.

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La dermis contiene una red de terminaciones nerviosas y receptores sensoriales especializados para procesar la información sensitiva que, en conjunto, forma el sentido del tacto. Estos receptores captan las vibraciones, el dolor, el tacto, la presión, la textura y la temperatura. La sensibilidad es variable según la zona de la piel debido a la mayor o menor concentración de receptores sensoriales. El sentido biológico de la dermis es el de proteger el organismo del medio que nos rodea, ya sea de traumatismos, rayos solares o agentes invasores. El sentido simbólico puede estar asociado a esta función principal de barrera de defensa ante una posible situación vivida como un ataque o agresión simbólica, como una acusación o una ofensa que ataca mi integridad como persona. La epidermis es la capa más superficial de la piel. Está compuesta por queratinocitos que se originan en su parte basal y se van diferenciando a medida que se desplazan hacia la capa exterior de la epidermis, en la que se desprenden por descamación. Contiene melanocitos, que son las células epidérmicas basales secretoras de melanina. La melanina es un pigmento oscuro que nos protege de los rayos solares y es la responsable de la coloración de la piel. La epidermis permite el contacto directo con todo aquello que tocamos, por lo que simbólicamente puede asociarse al contacto, a sentirnos cercanos a algo o alguien, y a la falta de contacto, sentirnos separados, alejados de algo o alguien.

6.9.2. Pelo Fibra de tejido muerto constituida por queratina. Crece en los folículos pilosos, que son invaginaciones de la epidermis en la dermis. El sentido biológico es el de proteger la epidermis, que es la capa, como hemos dicho, asociada al contacto o separación. Simbólicamente, la pérdida de pelo deja la epidermis al descubierto, favoreciendo así el sentido simbólico de mayor contacto ante una sensación de pérdida, de falta de proximidad.

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6.9.3. Uñas La uñas son las estructuras de queratina localizadas en los extremos de los dedos. El sentido biológico es el de defensa, como las garras en los animales, que constituye también su sentido simbólico. Así, morderse las uñas, por ejemplo, podría ser la solución simbólica para no agredir, para no atacar o defenderse de un «depredador» simbólico.

6.10. La visión El ojo es el órgano visual que detecta la luz y la convierte en impulsos electroquímicos que viajan a través del nervio óptico hasta el cerebro. Los ojos reciben la información en forma de rayos de luz y el cerebro elabora con ella las imágenes del mundo que nos rodea. Para ello necesita controlar la cantidad de luz que debe entrar por la pupila, enfocar con precisión y proyectar una imagen definida a la retina que llegue la corteza visual en forma de impulsos electroquímicos.

Imagen 15. Representación de las distintas estructuras del ojo.

El sentido de la vista nos permite ver, identificar e interpretar las imágenes de nuestro entorno. El sentido simbólico puede asociarse a lo que se experimenta como estrés visual, lo que no podemos ver, lo que queremos perder de vista, o lo que ha desaparecido de la vista y no aceptamos. También puede referirse a lo que no podemos ver venir, lo que queremos alejar o acercar a nuestra vista, o bien a peligros que nos acechan por la espalda y nos toman por sorpresa. 70

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6.11. Audición y equilibrio Los oídos complementan a los ojos proporcionando información sobre el entorno y puede dividir en tres partes. El oído externo, que recoge las ondas sonoras y las concentra en el tímpano, haciéndolo vibrar; el oído medio, que transmite las vibraciones y equilibra la presión ambiental a través de la conexión con la faringe; el oído interno contiene las células especializadas que trasforman la vibración en impulsos eléctricos. A partir de una serie de conversiones, estas estructuras transforman las ondas sonoras en impulsos eléctricos que la mente percibe como sonidos. El sentido simbólico se puede asociar a lo que se experimenta como estrés auditivo: sonidos o palabras que queremos o no queremos escuchar, tener que adaptarnos a un tipo de atmósfera familiar o no poder soportar disputas, por ejemplo.

Imagen 16. Representación de las distintas partes del oído y sus componentes.

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Dentro del oído interno también se encuentran los órganos del equilibrio, que sigue principios fisiológicos similares a los de la audición, aunque las funciones son distintas. La información que coordina el sentido del equilibrio nos da conciencia del espacio, de los cambios de posición de la cabeza en relación al resto del cuerpo y nos permite mantener y modificar la postura. El sentido biológico del equilibrio permite caminar sin caernos. El sentido simbólico puede aludir a un estrés por escuchar que algo o alguien, incluido uno mismo, es inestable y se puede caer, asociado a sensación de vértigo.

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