Caballeria Y Masoneria

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A:.L:.D:.G:.D:.U:. S:.F:. U:. M:. R:. M:. QQ:.HH:. RELACIONES DE LA CABALLERÍA CON LA MASONERÍA En la edad media Europa parecía haberse hundido en la ignorancia y la barbarie. Como consecuencia de este desorden general, y ante la necesidad de rechazar a los agresores enemigos y de estar en guardia contra los ávidos y barbaros vecinos, muchísimos particulares se hicieron guerreros. Los hombres se acostumbraron a estar siempre sobre las armas, para poder lanzarse contra el enemigo lo más pronto posible. Y en vez de entregarse a las delicias del descanso en los pocos momentos de tregua y de paz que disfrutaban, acudían a los torneos para conquistar nuevos laureles. Se endurecían en las fatigas de la guerra sometiéndose a violentos ejercicios y se acostumbraban a realizar rápidas evoluciones, a pesar de las pesadas armaduras con que se cubrían. La utilidad y el deseo de notoriedad transformaron los torneos en juegos célebres; se acudía a ellos desde todas partes, y, así como los juegos olímpicos sirvieron de lugar de reunión para toda la Grecia, aquellos fueron lugares de cita para toda Europa. Pero, al propio tiempo que se despertaba el ardiente deseo de distinguirse en los combates, se hizo nacer también el de hacerse ilustre por la virtud; antes de entrar en liza había que dar pruebas de lealtad y cortesía. El examen era tanto más riguroso cuanto que quien lo verificaba era un sexo que, por su sensibilidad, aprecia la virtud mejor que el nuestro. De suerte que el heroísmo no tuvo límites desde que se tenía la esperanza de ser coronado por las blancas manos de las damas. El caballero aspiraba a ser apoyo del débil, defensor de la virtud, padre de los huérfanos y terror de los tiranos. Las gentes se asociaban para realizar gloriosas empresas, cuando no eran fuertes; y, para apretar más intensamente los lazos que les unían, se vestían con los mismos uniformes, juntaban sus fortunas, mezclaban sus sangres y pronunciaban juramento al pie de los altares. Así es como se formaron esas numerosas Sociedades conocidas con el nombre de Órdenes, es decir, de hombres consagrados al restablecimiento y mantenimiento del orden, las cuales sustentaban diferentes puntos de vista. La caballería tenía por objeto socorrer a los desgraciados, vengar a la virtud ultrajada y castigar al vicio; ello aproximaba a los hombres de todos los estratos sociales y de todas las clases de fortunas; ella unía a los opulentos con los pobres, a los grandes con los inferiores, al soberano con los súbditos, y no admitía otro calificativo que el de caballero. Los caballeros se llamaban mutuamente con el dulce nombre de hermanos, de donde se derivan los nombres de hermanos de armas y de proezas. Formaban parte de una orden cosmopolita; tenían obligación de proteger y defender a todos los desventurados independientemente de su nacionalidad, religión y condición; fraternizaban y se asociaban con los caballeros nacidos en dominios extranjeros que profesaban cultos diferentes de los suyos, y sólo rompían sus vínculos cuando se encendía la guerra, para volar en socorro de su patria.

Tenían grados que sólo conferían después de cierto número de años y como consecuencia de luengas y peligrosas pruebas. Los cuatro principales eran: paje, escudero , caballero o maestro, caballero perfecto, etc.. El aspirante a caballero era despojado de todos sus metales y de todas sus joyas, para probar si estaba dispuesto a hacer el sacrificio de sus riquezas a favor de la indigencia. Este venerable objeto todavía subsiste en los actos de beneficencia con que terminan siempre nuestras tenidas. Los pajes, quienes tenían a su cargo las funciones menos difíciles de la caballería; limpiaban y arreglaban la armadura de los caballeros, llevaban sus órdenes, les servían como los aprendices a sus maestros, y les acompañaban en los viajes de menor peligro y duración. Debían permanecer ante los caballeros en actitud de respetuoso silencio, como los aprendices masones ante los maestros. A ciertas horas del día, los caballeros les explicaban lecciones relativas al sacrificio por la humanidad, al respeto debido a las damas virtuosas, al valor con que se debían afrontar los peligros y las adversidades. Estas lecciones, que iban siempre acompañadas del ejemplo, preparaban a los discípulos para proporcionar con el tiempo días de gloria a la caballería. Cuando habían pasado cierto número de años en esta clase y hecho los viajes acostumbrados, ascendían al grado de escudero, convirtiéndose en fieles compañeros de los caballeros, junto a quienes llevaban a cabo las más difíciles e importantes misiones, acompañándoles en los viajes largos. No les estaba permitido el justar o combatir contra los caballeros o señores, tal era el respeto que sentían por este grado. Un escudero no pudo ayudar a su caballero, porque el adversario que atacó y venció a éste era también caballero. Los caballeros podían batirse entre sí por motivos fútiles. En lo cual se diferenciaban de los masones, a quienes el duelo nos está prohibido en absoluto. Recordemos que en el interrogatorio que se nos hace el dia de la exaltación se nos pregunta: Que opinas acerca del desafío? Pregunta que casi nadie entiende por referirse a los duelos que solían hacer los caballeros , una vez que se responde el MVM. Puntualiza que: LOS MASONES JAMAS APROBAMOS EL DESAFIO y rara vez lo creemos digno de disculpa. Cuando retornaban de sus expediciones recibían el grado de caballeros, si su señor manifestaba estar contento con ellos y daba testimonio de que habían servido el tiempo prescrito y realizado los viajes determinados. Para ser recibido caballero había que tener por lo menos veintiún años, como ahora ocurre para ser masón. Y, al igual que en la Masonería, la edad se empezaba a contar desde el día de la admisión en la caballería. El día de la recepción del escudero en el tercer grado era el más dichoso e importante de la vida. Se preparaba para la misma por medio del ayuno y las limosnas. Pasaba la víspera en los templos, prosternado, al pie de los altares. La obscuridad reinante en los santos lugares en que oraban los caballeros, en donde el pan y el agua simbolizaban el ayuno a que eran sometidos, recuerdan nuestras cámaras de reflexión. Prestaban sus juramentos sobre los libros sagrados. Juraban correr siempre en

auxilio de los desgraciados y de su patria, y sacrificarse en defensa del honor de los misterios de la caballería, pues los caballeros denominaban misterios a sus ceremonias, y a su Sociedad, el Templo del honor y de la proeza; y consentían que se les degradase, que se les arrancase el corazón, que se les echara como pasto a los cuervos, etc., si violaban sus juramentos. Los caballeros iban, como los masones, cargados de cadenas en sus viajes, hasta dar remate a sus empresas, como si quisieran dar a entender que eran esclavos de su palabra. Tácito refiere una cosa semejante cuando habla de los cattes en sus Costumbres de los Germanos, pues dice que hacían testamento antes de lanzarse al combate. Al hacer entrega de la espada al escudero con el título de caballero, se le daba el espaldarazo, cosa que ocurre también en Masonería. Esta ceremonia empezó a regir en la caballería a principios del siglo IX. Los guantes que entregan los masones al recién iniciado para la dama a quien más ame, podría ser muy bien un vestigio de la galantería de los antiguos caballeros, galantería que, junto con la piedad, caracterizaba a todos sus actos. Daban su sangre como prenda de sus proezas, cosa que ahora se pide a los profanos que quieren ser recibidos en la Masonería. En los banquetes brindaban la primera copa a la salud del soberano, como ahora hacen los masones. Tenían signos, toques, palabras de orden y de contraseña, y adoptaban colores análogos al objeto de sus empresas y viajes. No llevaremos más lejos este paralelo, pero vamos a decir unas palabras sobre el origen de la caballería, con cuya existencia acabó el descubrimiento de la pólvora de cañón y las ametralladoras aunado al concepto de guerra de trincheras.

La Orden Masónica es la única que se instituyó para hacer sociales y virtuosos a los hombres por el sólo placer de serlo. La Masonería, la cual se compone de diferentes ritos, según los diferentes países en que se halle difundida, pero no tiene más que un solo objeto: la busca dela verdad, el amor a los hombres. El hermano de mayor mérito en ella es quien, aportando más celos y más disposiciones felices a sus estudios, se acerca más a la perfección moral a que debemos aspirar todos los masones Es cuanto M:.M:.GUILLERMO REYES HERNANDEZ.

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