Colette Soler- El Fin Y Las Finalidades Del Analisis.pdf

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Elfin y lasfinalidades del análisis -------------------~ Segunda edición

GLetf4c cy1va textos fundamentales del psicoanálisis

Colette Soler

El fin y las finalidades del análisis

Soler, Colette El fin y las finalidades del análisis - 2• ed.- Buenos Aires, Letra Viva, 2014. 92 pp. ; 20 x 13 cm. ISBN 978-950-649-439-1 l. Psicoanálisis. I. Pablo Peusner CDD 150. 195

(tr<~rl .)

© 2014, Letra Viva, Librería y Editorial Av. Coronel Díaz 1837, Buenos Aires, Argentina [email protected] www.imagoagcnda.com

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Primera edición: agosto de 2013 Segunda edición: septiembre de 2014 Traducción: Pablo Peusner Coordinación editorial: Leandro Salgado Queda prohibida, bajo las sanciones que marcan las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método de impresión incluidos la reprogra fia. la fotocopia y el tratamiento digital, sin previa autorización escrita del titular del copyri¡;ht . Esta segunda edición se terminó de imprimir durante septiembre de 2014 en los Talleres Gráficos "Planeta Offset", Saavcd ra 56G. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

,;

In dice

Breve nota de presentación . .

. 7

I. La fase final del análisis .

.11

La cuestión del análisis terminado. De la espera al horror . El deseo de no saber Satisfacerse· con el embrollo Una satisfacción que no engaña. ¿Urgencia de satisfacción? .

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II. Los afectos de separación .

.39

Una separación alienante Otra separación Lo real separador .

III. ¿Qué es un sujeto analizado? Más allá del temor y la piedad Ni cristiano ni sadiano No hay más allá de la angustia Un amor extendido . Los afectos sociales .

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.65 68 70 72 77

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Breve nota de presentación

El seminario "El fin y las finalidades del análisis" fue dictado por la Dra. Colette Soler en la sala Pablo Piéasso del Paseo la Plaza, en Buenos Aires, los días 30 de septiembre y 1 de octubre de 2011, en el marco de las actividades de enseñanza del Foro Analítico del Río de la Plata (institución que forma parte de la Internacional de los Foros del Campo Lacaniano). Como acostumbra Colette Soler en sus visitas a nuestro país, el seminario fue dictado por completo en español. Sin embargo, al momento de realizar la publicación, fue la propia autora quien prefirió enviar sus notas originales en francés para proceder a su traducción. Se trataba del texto fuente que eHa misma tradujo d urante el seminario ... 7

COLE'ITE SOLER

He intentado reponer la oralidad en dicho texto para que el lector se encuentre con un clima lo más cercano posible al que reinó durante aquellas dos jornadas de intenso trabajo. En nombre de la Editorial Letra Viva, agradecemos a la Dra. Colette Soler por la renovada confianza en nuestra tarea, tanto como al Foro Analítico del Río de la Plata, gestor inicial del proyecto del Seminario. PABLO PEUSNER

Enero de 2013

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I.

La fase final del análisis Viernes 30 de septiembre de 2011, por la mañana

LA CUESTIÓN DEL Al~ÁLISTS TERMINADO Voy a dedicar este Seminario a la cuestión del fin del análisis, a su fase final, su terminación y su resultado. Comenzaré situando el asunto en su marco, es decir en la historia del psicoanálisis y en la enseñanza de Lacan. Entonces, en primer lugar, les propongo algunas consideraciones históricas. En lo referente al problema del fin de la cura, Freud se ubicó en un plano factual: constató un tope de carácter doble, terapéutico y epistémico. El tope terapéutico recae en el complejo de castración; o sea en la protesta y la reivindicación del sujeto que rechaza lo que descubrió en el análi11

COLETTE S OLER

sis: la castración. En el plano epistémico -plano concerniente a la revelación del inconsciente- el tope recae sobre la represión originaria. Dicho de otro modo: sobre la imposibilidad de levantar la represión en forma total y revelar así todo el inconsciente. Lacan reafirmó siempre ambas dificultades, y además mostró el carácter real de las mismas: la castración es real, efecto del lenguaje, y por lo tanto incurable. En cuanto a la represión originaria, la reescribió de diversas maneras: significante del Otro barrado, agujero en lo simbólico ... Sin embargo, siempre objetó la idea de que eso constituyera un tope en el fin del análisis. Es algo que me impactó porque lo dijo desde el inicio de su enseñanza, incluso antes de haber producido la menor demostración de la posibilidad de un verdadero fin. Y es que a diferencia de Freud, Lacan no se ubicó solamente en un plano factual. Él exigió un fin y tuvo diversos motivos para eso. En principio lo exigió por una razón (creo que logré captarl a), y es que las finalidades del análisis - o sea su ética, eso a lo que apunta- dependen del fin , ya sea que se lo considere posible o no. Esta articulación entre fin y finalidad es visible en Freud a posteriori: si no hay fin de In cas-

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EL f'IN y LAS f'lNALIDADf:S DEl . ANÁLISIS

tración ni de la represión originaria ... ¿cómo es que puede terminarse un análisis? Por eso supone que concluye factualmente cuando alguien deja de encontrarse con su analista. Y en efecto, desde el momento en que el desciframiento y la interpretación no tienen más término intrínseco que la serie de los números enteros, el momento de interrumpir es una cuestión a evaluar en cada caso. Así es que no hay doctrina del fin de análisis en Freud. Y por eso es lógico que el análisis del analista no le parezca más finalizado que otro, o incluso más breve. De allí su propuesta de que convendría r~tomarlo periódicamente. Desde el inicio de su enseñanza, Lacan se mostró insatisfecho con esta idea. Creo que si Lacan planteó el final como algo exigible es porque él mismo fue analizante, lo que no fue el caso de Freud a pesar de lo que se denomina su "autoanálisis". Que haya un fin identificable es una exigencia analizante. En Lacan encontramos completa solidaridad entre el modo de concebir el fin del análisis en cada momento de sus elaboraciones de la estructura y las finalidades que le supone. Por ejemplo en La dirección de la cura ... , luego de haber planteado que el falo - significante de la falta- es la clave de lo que hay que saber para finalizar los aná-

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CoLETTE SoLER

lisis, sitúa la ética del analista (es decir, sus finalidades), como una ética del deseo. Al final de su enseñanza, habiendo puesto en evidencia la función del inconsciente-lalengua, real, y la no-relación/proporción 1 sexual, se podría decir que introdujo una ética del síntoma: un análisis orientado hacia lo real, denunciando el riesgo de que el psicoanálisis se convirtiera en una religión del deseo. Encontramos aquí una constante: Lacan siempre afirmó que había un fin, que el análisis era un proceso finito, que había un punto de finitud. Y eso lo llevó a distinguir el fin del análisis, de la detención de los análisis (con sus diversas figuras). E sa distinción está presente en los analizantes que afirman: 'CVo sé que esto no está terminado". Al menos, lo afirman quienes han sido marcados por La can. ¿Es un efecto de sugestión? No lo creo. La detención no conclusiva es un efecto de la frustración. Podemos hacer un relevamiento de las sucesivas fórmulas que Lacan propuso para el fin. Que l. [El término francés rapport condensa los valores de 'relación' y 'proporción' en español. Solo para los casos en que aparezca la expresión rapport sexual traduciré indicando

ambos valores, dejándole al lector la elección de cuál resulte el más apropiado en cada ocurrencia. (NdT)].

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E L Fll': Y LAS FINALIOAOt;S m:1. ANÁLISIS

haya muchas nos obliga a preguntarnos qué motivó dicha sucesión y, por ejemplo, por qué luego de la Proposición de 1967 y de El atolondradicho - dos textos que rozan ese punto- consideró que la respuesta que había dado era insuficiente. ¿Qué decía esa respuesta? La resumo: el análisis está terminado (1°) cuando el sujeto hizo el duelo del objeto a, y (2°) cuando el sujeto se aseguró de saber los imposibles que el lenguaje impone a nivel del sexo, del sentido y de la significación. Este modo del fin está pensado en función a lo real de lo simbólico, con lo que hay de real en lo simbólico, sus imposibles y su efecto de negativización. Está formulado en términos de estructura, aunque Lacan indique también los efectos afectivos que produce. Tenemos así la posición depresiva del duelo o, más precisamente, maníaco-depresiva. E s posible entonces cuestionar el fin a partir de los afectos que produce, a condición de remitirlos a lo real de lo que son un efecto. Lo que intenté mostrar en mis dos últimos libros2 es que el cambio introducido en la noción de lo real a parti r del seminario Aún, lo condujo a repensar el fin de análisis y sus afectos. Hasta El atolondradicho, 2. Lacan, L'inconscient réinuenté (inédito en español al momento de la edición de esta obra) y Los afectos lacanianos, Letra Viva, Buenos Aires, 2011.

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C o LETIE S OLF.R

cuando Lacan decía "real" se trataba de lo real de lo simbólico - modo en que reformuló la represión originaria de Freud: lo imposible de formular o de escribir-. Pero lo real que inscribió en el nudo borromeo es otra cosa: es un real completamente fuera de lo simbólico, que implica un fuera de sentido radical, y que Lacan a veces identificó incluso con el campo de la vida, del goce del cuerpo viviente -a punto tal que éste no es sin lalengua: se trata del goce del cuerpo viviente del hablante. Voy a hablarles esta mañana de los afectos del fin de análisis. En la idea del fin , incluyo la fase final y lo que introduce allí un término a la misma. Que la relación transferencia! atraviesa diversas fases no es un descubrimiento tardío. En La dirección de la cura ... , página 575 de la nueva edición revisada y corregida (Siglo Veintiuno, Bs.As., 2008), Lacan distingue el "enamoramiento primario del inicio del tratamiento" de una segunda fase y luego, a continuación, en el fin, lo que llama "la trama de satisfacción", que hace tan difícil de romper la relación con el analista. De hecho, hay allí una secuencia de afectos analíticos. Tres factores determinan los afectos en general: los acontecimientos, lo que ocu-

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EL FL'< Y I.AS FINALIDAO.,;s DBI. ANÁLISIS

rre, que es un primer factor percibido y vivido en función del orden del discurso -que es el segundo factor-. Y luego tenemos la variable individual, el inconsciente propio de cada uno. Cada discurso en tanto orden de los goces produce afectos-tipo. Por eso Lacan puede hablar de "nuestro aburrimiento", el aburrimiento de nuestro tiempo, aunque en cada discurso también la verdad del goce propio de cada quien se distingue de esos afectos-tipo, los modifica. Estudié los afectos-tipo del discurso analítico. Pero cuidado, esto no impide que esos afectos-tipo se diversifiquen según lo sujeto? en función de sus inconscientes ... No, digamos mejor de su posición respecto del inconsciente, es decir de su posición ética. Esta dimensión está presente en todos los afectos. Y aunque se los padezca, esos afectos son efectos y signo de una posición ética. DE LA ESPERA AL HORROR

El primer afecto de la transferencia es la espera. En "el espacio de la transferencia" la elaboración produce dos tipos de afectos positivos: los goces del gay saber -que es el del desciframiento- y también los gocentidos (joui-sens) del sentido que

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C OI.ETTE SoLI::R

acompañan el decir de la verdad. Ningún análisis puede evitarlos, y se presentan en grados diversos. Ambos son afectos de satisfacción. No obstante, se muestran impotentes par a colmar la espera de la transferencia. H ay un obstáculo en lo incurable de la repetición, en el hay del Uno, en la ausencia del término que daría la palabra del fin3 . En el fondo, es lo que designa el término "castración". ¿Todos los análisis desembocan inevitablemente en la decepción de la transferencia? Es allí donde dejaba Freud a sus pacientes en el mejor de los casos, y todo el debate del año '58 acerca de cómo responder a la frustración anaEzante, debate que Lacan evoca en La dirección de la cura ... , giraba en torno de esa decepción de t rans ferencia y de la obsesión por saber cómo concluir. A partir del seminario Aún y de su noción del inconscientesaber en lo real, Lacan resituó el tema ubicando en la última fase el horror a l saber. Si lo que Freud denominó "castración" se declina de manera triple como falta de ser, falta de goce y falta de saber, entonces no sorprende constatar que los afectos de castración se manifiesten en la fase final, cuando se experimentó (1°) que el significante 3. V. Soler, Colette. El seminario repetido. Letra Viva, Buenos Aires, 2012.

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EL ~·IN

Y I.AS FINALIOAOES m:L ANÁLISIS

no responde a la pregunta Che voui?, (2°) que el goce no es inexistente sino que falta y (3°) que solo t•s posible atrapar trozos de saber, S 1 sin el S 2 del saber absoluto con el que soñaba Hegel. Estos tres factores no están en el mismo plano. La castración de saber, a diferencia de las otras dos, solo puede ser hallada por sujetos que buscan saber a través de las disciplinas que lo pers iguen, en concreto: la ciencia y el psicoanálisis. Mientras que la falta de ser y la falta de goce, por lo contrario, son percibidas por todos y producen incluso el clamor de la humanidad. Pero de hecho hay sol id~ridad entre la castración de saber y la castración de goce. Esto conduce a distinguir - en primer lugar- el "deseo del saber", que es deseo de significante, de simbolización, y condición de entrada en análisis en tanto anima el desciframiento. El ejemplo de Freud lo ha probado brillan temente, extrayendo saber de los dichos de verdad de los analizantes. El deseo del saber, que es la aspiración al h allazgo de los significantes, es la condición del análisis, condición histórica y condición de cada cura . Es el analista mismo quien lo presupone, está ya allí en el amor de !alengua de los trovadores que inventaron la noción del gay saber. Es una condición del análisis.

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COLEW~; SOLER

Pero debe diferenciarse del "deseo de saber", que es otra cosa: un producto eventual del análisis. El deseo que vuelve posible el análisis y el que éste produce, se definen por su relación al saber. N o es un afecto del inicio del análisis. En el inicio está la transferencia, que es "amor del saber". N a da que ver con el deseo de saber, es lo contrario. El amor del saber va acompañado del "yo no quiero saber nada", en la medida en que nos hace esperar un saber que resultaría armónico, que arreglaría las cosas, mientras que el inconsciente no es armónico (Hay del Uno y No hay relación 1proporción sexual, son las fórmulas de esa ausencia de armonía). El horror al saber solo es descubierto por quien ha comenzado a saberlo, por quien lo percibe o sabe el destino de castración y síntoma que le depara el lenguaje. El objeto del deseo de saber es entonces lo real, lo real que da horror, o sea: las consecuencias reales del saber inconsciente sobre el goce. Es allí que surge el horror al saber: efecto real del inconsciente real. Al respecto, el análisis nos confronta con una mala sorpresa: uno llega para arreglar todo, pero todo no puede arreglarse. Volveré con más detalle sobre está distinción. Pero ahora hablemos un poco del deseo de no saber.

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Et FN Y IA'l fiNALIOADE:S DEL ANÁLISIS

EL DESEO DE NO SABER Lacan planteó que la humanidad no quiere saber. Curiosamente, Freud creyó que el deseo de saber estaba primero ... Consideró las preguntas de los niños, a menudo tan lancinantes, como los s ignos de un deseo de saber que lo maravilló. Se trataba de un deseo condenado a ser decepcionado, con consecuencias en cuanto a la inhibición de la curiosidad y del pensamiento futuro. Incluso hizo de él uno de los resortes del "no puedo lograrlo" o del "no puedo logar nada", típicas frases de quien desconfía de sus capacidades. Al parecer había incluso depositado sus esperanzas en una educación no puritana que revelara la función del pene ante la pregunta por el origen de la vida. ¿Por qué Lacan no siguió esos desarrollos y jamás se mostró entus iasta ante esa curiosidad infantil? Creo que en este tema Freud se dejó embaucar, aunque su mérito sea el de haber captado que esas preguntas eran insepar ables del saber y del goce. ¿Qué supone que quieren saber los niños? Freud cree en esas preguntas y supone que querrían saber lo que ocurre en la cama de sus padres, saber algo acerca del goce del que están excluidos pero que igual aparece representado en

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Co1.F:TI~:

So1.f.1<

sus leo rías sexuales infantiles a partir de los gon·s pubionales a los que sí tienen acceso: mirar, ('onwr, ensuciar ... En síntesis, de todos los goces pulsionales que los humanos tienen en común y a partir de los cuales han fabricado todo un beslinrio. ¿Y por qué, entonces, los niños no se contentan con las respuestas que imaginan? Porque no quieren creer en sus propias respuestas y prefieren continuar preguntando, es decir constituyendo un sujeto supuesto saber del sexo. Se trata de lo contrario de un deseo de saber. Si ustedes tienen dudas al respecto, entonces volvamos al trauma y a lo que indica al respecto. Si hubiera un deseo de saber referido a lo real del goce, cuando la experiencia de goce se presenta -esas cosas entrevistas o entreoídas, experimentadas en el cuerpo propio, que definen al trauma según Freud- el sujeto ... ¿no debería responder con un "¡Eureka!" entusiasta? ¡Finalmente sabe, sabe lo que no se dice n i se imagina! Pero no, hay horror. El horror al saber es interno al trauma, es por otra parte lo que explica por qué la variable individual, ética, juega allí su rol-y Freud lo captó-. A la vez es posible percibir que las preguntas de los niños no traducen un deseo de saber en la medida en que éste sólo puede apuntar a lo real. Al contrario, esas preguntan portan un deseo de

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Et. FIN

Y LAS f'I NAJ.IJ)ADES DEL ANÁ LISIS

si rnbólico, un deseo de palabras, de escenarios ...

<).dicho de otro modo: un deseo de semblantes. Es •dgo probado por las fobias de los niños, las que aseguran la promoción de los significantes al servicio del goce, significantes apropiados para reprimir lo real. Estos convocan a un sujeto supuesto saber que, cuando ese real resulta entre-percibido, permitiría simbolizarlo, es decir reprimirlo. El "yo no quiero saber" está en el origen. Resulta difícil entonces pensar que el deseo del analista pueda tener su precursor en la curiosidad infantil. La curiosidad infantil, por lo contrario, puede ser precursora de la demanda analizante, porque quien llega al análisis hace un llamado al significante y al sujeto supuesto saber, similar al del niño curioso y, como aquel, desconoce su horror al saber. Lo imposible de saber y las consecuencias del saber solo se descubren verdaderamente en el análisis, a partir de la transferencia que postula un "yo sabré puesto que el Otro sabe". Es una esperanza ... Pero habiendo comenzado a saber mediante la producción de los 8 1, finalmente se descubre que no se alcanza un S 2 (un saber que sería la última palabra), y que los significantes disponibles solo programan el goce castrado -el término es de Lacan-. El horror responde a lo real, a los

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C otETIE SoLJ::R

efectos de la estructura. El trayecto va entonces de la espera decepcionada al horror, ese horror sobre el que Lacan pone el acento desde los años '70. Quisiera realizar dos señalamientos. Se trata de una curiosa promesa para hacerle al mundo: ¡vamos a decepcionar su espera de transferencia hasta el horror! Sería mucho peor que el tope freudiano si esta fuera la última palabra. Y luego, el otro punto: situado este horror ... ¿por qué el sujeto no emprende inmediatamente la fuga y, más aún, por qué increíblemente a menudo quiere convertirse en analista? Noté que el Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11 de 1976 respondía estas dos preguntas fundamentales introduciendo algo inédito al respecto, lo que puede perfectamente conectarse con las formulaciones precedentes de la Proposición y de El atolondradicho, aunque situando el fin y los afectos del fin de una manera novedosa. Lacan distingue para la fase final dos tipos de afectos: unos ligados a lo real, al inconsciente real y a sus elementos fuera de sentido; y otros ligados a la verdad. Pero ambos son comentados por Lacan como afectos de fracaso, afectos negativos. Captamos que el inconsciente es real cuando sus formaciones -del lapsus al síntoma- ya no tienen

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EL FIN y lAS ~'INALIOADES Dt~L ANÁLISIS

alcance de sentido. Lacan dice "No hay allí amisLad que a ese inconsciente lo soporte"4 • Dicho de otro modo: no es porque caigan las satisfacciones capt uradas en el sentido en el espacio de la transferencia que una nueva satisfacción, que seria satisfacción de lo real, aparece. No puedo amar al inconsciente que se me impone, que me destituye como sujeto del sentido, que me coacciona al goce como sujeto; pero sobre todo no puedo convivir con él como si fuéramos dos amigos. N o puedo sino reencontrarlo como caída del sentido, y no puedo apropiármelo porque no se ofrece a ser sabido desde el n:omento en que si le presto atención soy reconducido al espacio transferencia! del sentido. Entonces, de ese lado, no se trata de un afecto positivo. Pero al menos puedo decir una verdad, es lo que se intenta bajo transferencia. Cito: "No es el caso: fallo. N o hay verdad que, al pasar por la atención, no mienta"5 . En otras palabras: al observar cuidadosamente - y en el análisis supuestamente se observa con cuidadcr- la verdad no sostiene sus promesas. Si leen verdaderamente este texto, es decir sin inyec4. Lacan, J acques. "Pr efacio a la edición inglesa del Seminario 11", en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 599. 5. Ibidem.

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tarle lo que ya saben, podrán medir cuánto se aleja de lo que los lacanianos han retenido en mayor medida de la enseñanza de Lacan; a saber: sus tesis anteriores que valorizan la verdad hasta el extremo. Recuerden: la verdad como causa del síntoma, la verdad amordazada pero a liberar y cuyo lugar es ineliminable en el discurso. Sin olvidar las satisfacciones capturadas en la palabra verdadera y la alegría del gay saber. Y de hecho, en la relación con el Otro, con sus efectos de lenguaje y de palabra, es la verdad lo que está en cuestión lo real sólo figura allí como lo imposible de decir o de escribir-. Pero en 1976, cuando aparece lo real fuera de sentido, ya no se trata de la verdad sino más bien de su fracaso, porque la verdad -que sin embargo apunta a decir ]o real- solo puede mentir sobre ese real que es impredicable y ser antinómica a la verosimilitud. No se puede decir la verdad de lo real, es su definición. Es la introducción de esta categoría de lo real fuera de sentido lo que condujo a Lacan a reducir a la verdad. De los variados afectos de la verdad, Lacan solo retuvo lo que estaba en el horizonte del trayecto de su medio-decir, su fracaso, su espejismo. El espejismo de alcanzar lo real es un espejismo que, como todos, se esfuma al acercársele ... Se trata entonces de afectos de fracaso. A su vez, luego de su

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pertura novedosa respecto de sus elaboraciones hasta El atolondradicho, el texto renueva la cuestión de los afectos de la fase :final y del fin de análisis. Lacan lo hace en dos frases, ni más ni menos, que no dicen del todo lo mismo ... Es un punto que no ha sido comentado.

:t

SATISFACERSE CON EL 8MBROLLO

Leo la primera de esas fi·ases: "Existe cierto modo de equilibrar estembrollo [stembrouille] 6 que es satisfactorio por razones diferentes a las formales (la simetría por ejemplo). Como satisfacción, sólo se alcanza en el uso, en el uso de un particular"7 • "E quilibrar estembrollo" designa el vaivén entre verdad y real. En efecto, mi corazón se balancea entre ambas puesto que mi búsqueda de la verdad querría alcanzar lo real, pero cuando lo real se manifiesta fuera de sentido la verdad no está allí, y por prestarle atención vuelvo al inconsciente real-y así sucesivamente-. Es un em6. [Neologismo en forma de locución que reproduce fonéticamente el sintagma cette embrouille:'este embrollo' (NdT)I. 7. Lacan,Jacques. "Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11", en Otros escritos, Op. Cit. p. 599.

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COLJ':T'I'E SOLER

brollo porque allí donde uno esperaba la solución mediante el sujeto supuesto saber, se reencuentra con un doble obstáculo. Pero, y aquí viene la tesis sobre la fase final, de esas dos insatisfacciones entrelazadas y alternativas, surge una posible satisfacción. No a causa de su simetría -dice Lacan- . Eso puede ocurrir solamente porque "en el uso" -y "uso" significa aquí 'uso de goce'-, los goces heterogéneos que están en juego en ambas insatisfacciones pueden arreglárselas de forma satisfactoria. A partir de dos insatisfacciones, en el uso, esta fase fabrica una satisfacción. Lo que equivale a afirmar que se termina gozando del embrollo, puesto que la satisfacción traduce en el sujeto su modo de goce. Y he aquí por qué a pesar del horror al saber, castración y síntoma, el analizante no sale corriendo. Ese "en el uso" indica que es necesario un tiempo, es necesario haber experimentado el embrollo, es decir tropezar con lo real, para que en la fase final la sospecha caiga sobre la verdad mentirosa. ¿De qué real se trata? No solamente del fuera de sentido del lapsus, sino del síntoma, es decir que hace falta haber vuelto a constatar, y muchas veces, un goce que resiste a los efectos de sentido y que se impone como una constante fuera de sentido.

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EL FIN Y LAS FTNALIJ)ADES DEL A.11lÁLIS!S

U NA SATISFACCIÓN QUE

NO ENGAÑA

Vayamos ahora a la segunda frase. Dice así: "El espejismo de la verdad, del que solo cabe esperar la mentira ( ... ) no tiene otro término que la satisfacción que marca el final del análisis"8 • Esta frase responde a una pregunta latente: la de saber qué puede darle término al balanceo en cuestión y a su goce. Dicho de otro modo: qué es lo que puede detener el relanzamiento del recorrido hacia el sentido. ¿Quién opera ese relanzamiento? Es el mismo analizante cuando no llega a creer en lo que experimenta, cuando su modo de balancearse entre verdad y real lo deja entre la decepción y la desesperanza. Pero también, hay que decirlo, a veces el relanzamiento es producido por el analista. ¿Por qué? Creo que muy simplemente cuando no tiene una clara idea del fin que Lacan intenta esclarecer aquí. Cuando el analista no se ha liberado de los "amores con la verdad" de los que Freud ofreció el modelo, cuando todavíía espera algo de las elaboraciones de la ver dad. Es un espejismo. Según Lacan, y es como su testamento, el espejismo no puede detenerse por la producción de ninguna 8. !bid. p. 600.

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CoLETI~:

Sou;R

conclusión articulada, por ningún materna. Solo se detiene porque aparece una satisfacción nueva que pone fin a la satisfacción requerida por las dos insatisfaccíones. Esta satisfacción no es un factor de fin entre otros, sino el único -si seguimos a Lacan-. "No hay otro término", afirmó. Entonces no se trata de una satisfacción que resulte de una fórmula de conclusión, como todas esas de las que Lacan habló hasta ese momento, sino una satisfacción que vale como conclusión y que pone término al proceso en acto; y que además es urgente producir para que el analizantc salga de los tormentos de la doble insatisfacción-gozante. Esto es lo que indica que el fin del análisis no se decide en términos de estructura. El embrollo es un embrollo de la estructura: ciertamente, está sostenido por la heterogeneidad del lenguaje y lo real, lo que produce que entre la verdad y lo real haya una exclusión, y que cuando uno está allí el otro no esté (como la luna y el sol en la canción de Charles Trcnet9 ) ... Sin embar9. Le soleil a rendez·uous auec la lune Mais la lune n 'est pas la et le soleill'attend Ici·bas souuent chacun pour sa chacune Chac:un doit en (aire autant La lune est la, la lune est la La lune est la, mais le soleil ne la uoit pas Pour la trouuer il faut la nuil

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EL FIN Y LAS PINAI.IDADES

m~L ANALtsts

ellos tienen una cita, uno busca al otro pero no se encuentran. Entonces, experimentar el embrollo es adquirir un saber acerca de la estructura, incluso un saber-hacer ahí, pero dejar de gozarlo no depende de la estructura. ¡Eso es lo novedoso! Lo novedoso de Lacan respecto de su propia enseñanza, y realmente mucho más cercano a la experiencia que todo lo que se ha elucubrado -especialmente en la AMP- acerca del fin mediante una fórmula o materna del fin. Digamos que es una satisfacción que no engaña. Retomo aquí la expresión que Lacan aplicó a la angustia. Es una satisfacción propia de la experiencia anal"ítica, testimonio de que se le ha puesto término al espejismo. Lacan, siempre coherente, utiliza aquí en lo concerniente al fin del análisis, lo que llamé ((la prueba por el afecto" 10 . Entonces, si el fin no depende ineluctablemente de las coerciones de la estructura .. . ¿quién dirá entonces que es posible? Y ibien, los únicos que ¡~o

Il faut la nuit mais le soleil ne le sait pas et toujours luit Le soleil a rendez-vous avec la lune Mais la lune n'est pas la et le soleiL l'attend Papa dit qu 'il a vu qa luí ... [CHARLES TRE:"'ET. «LE SOLEU. ET LA LUNF: >>]

10. V. Soler, Colette. Los afectos lacanianos. Letra Viva, Buenos Aires, 2011, p. 98.

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COLEi'TE SoLER

pueden dar testimonio de ello son quienes lo han experimentado, porque para quienes no lo experimentaron está aún en cuestión. Y es una de las razones del dispositivo del pase: permitirnos escuchar aquello que podemos llamar los testimonios del fin posible. Utilizo el término "testimonio" en función de la ambición que tuvo Lacan de igualar al psicoanálisis con la ciencia, incluso de instruir con él a la ciencia, como dice en Quizás en Vincennes, aunque el término resulte molesto a causa de sus resonancias religiosas. Por eso es necesario sostener los dos extremos de la cadena: la estructura que obedece a una lógica pero que también aloja a lo inefable que no pasa al saber. De allí la revalorización del término "opacidad" en el final de la enseñanza de Lacan, puesto que lo real es opaco. Queda aún una pregunta: ¿cuál es esa satisfacción que marca el fin? Porque en el análisis hay satisfacciones de diverso tipo. Las he desplegado: hay satisfacciones ligadas al recorrido de la verdad y también a la incredulidad ante lo real; y también a ese balanceo que Lacan evoca en su último texto. ¿Es posible cualificarla? Ella tiene una función: ponerle término a las satisfacciones del embrollo -son los términos de Lacan-, pero eso no dice cuál es. Lacan habló de la satisfacción

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'

EL Fl:-> y

IJ\S F ll\AI.I DAO€S DF:I. A.' IALISIS

obtenida del modo de balancear el embrollo: pero es propia de un particular. ¿Qué implica esa insistencia sobre lo particular del modo de satisfacción?Y bien, creo que significa que esta satisfacción no es predicable, no es cualificable. Porque cualificar la, atribuirle un significante en una proposición atributiva, cualquiera sea, es elevarla a lo universal, hacer entrar lo particular en la extensión de un concepto con todos los otros objetos que allí se ordenan. Por eso Lacan decía que todo significante injuria al sujeto -entiéndase: en su singularidad existencial- . Sabemos el efecto de esta satisfacción: detiene el espejismo de la verdad y las satisfacciones correlativas, y tenemos de eso un testimonio posible en el pase; pero decir de qué se trata es otro asunto: ella solo se experimenta. Estamos aquí en la lógica del no-todo. Entonces, para quienes quieren cualificada, volverla universal - y he podido

leer diversas tentativas en ese sentido: satisfac-

ción delgay saber o del bien decir-, el texto de Lacan les responde anticipadamente: es un esfuerzo vano. N o se trata de la satisfacción del gay saber, porque este está ligado al desciframiento - lo he desarrollado suficientemente-, ni tampoco de la satisfacción del bien decir. Las dos frases del texto que he comentado, ¿marcan los límites del

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( ·, > 1 .1':'1'1'~:

S• lL I::H

h11 ·n dc ·n r? Se u·ata entonces de una satisfacción

11/c ·uulijimbLe - ustedes percibirán el equívoco de l'Sle término, como si lo que no pudiera ser cualificado se convirtiera en algo defectuoso- . La diferencia con los textos anteriores es patente. En El atolondradicho hablaba de "duelo" para esta fase final, mientras que en el Prefacio introdujo el término "satisfacción". Son muy diferentes. En el duelo se trata de un afecto de pérdida, uno se separa de las adherencias que mantenía con lo que se pierde. Contrariamente, la satisfacción nos captura, nos sostiene a pesar de las insatisfacciones ligadas a los dos escollos que subrayé. Este cambio de acento no es un detalle menor, evidentemente es la consecuencia de lo que Lacan introdujo como novedoso luego de El atolondradicho y a partir del seminario Aún, concerniente al inconsciente que no tiene solo efectos de castración sino que es saber gozado, puesto que el significante y la palabra misma se gozan. El inconsciente fuera de sentido no está fuera del goce, sus Unos son gozados, y la palabra de verdad está saturada degocentido Uoui-sens], goce del sentido. Entonces, en la fase final donde el analizante se balancea entre verdad y real, son esas dos satisfacciones las que se conjugan en una satisfacción específica, propia de cada uno. Hay cohe34

E L t'U'i

v LAS riNALIDAOES o~:t ANALJSIS

rencia entre las dos nuevas formulaciones: el inconsciente como goce del significante y los afectos de fin. El fin es un cambio de goce.

¿URGENCIA DE SATISFACCióN?

Cambiar de goce no es renunciar al goce. Asumir la pérdida del duelo y cambiar de goce son dos cosas diferentes. Sería necesario dejar de decir que el fin es una elisión, una negativización del goce. El analizado no es el héroe de la renuncia al goce, a pesar del nuevo deseo del analista. No es del todó la idea de Lacan del '76: un goce cesa ciertamente, pero en provecho de otro. Lacan nos acostumbró a pensar el deseo en oposición al goce, y a funcionar con un esquema mental un poco elemental que puede formularse así: a menos goce, más deseo. Pero lo que texto dice con todas las letras es lo siguiente: un goce, el que marca el fin, pone fin a otro, el que sostenía el proceso. Y esto nos obliga, o debería obligarnos, a pensar el deseo del analista no solo en térmjnos de negativización de goce. Por otra parte, La can pudo decir a propósito del analista -y mucho antes del año 1976- que habría que preguntarle, cito de memoria, qué del goce lo determina. 35

II.

Los afectos de separación Viernes 30 de septiembre de 2011, por la tarde

En nuestra reunión precedente no hablé de la transferencia." Sin embargo, si bien el fin del análisis no supone el fin de la transferencia, sí en cambio se trata del fin de la función del analista en la transferencia, puesto que el analizante se separa de él. En su pragmatismo, Freud tenía razón en poner el acento allí. Si hablamos de "afectos de separación", rápidamente el discurso común invita a pensar en los dolores de las separaciones en el sentido más corriente del término. A saber: el fin de los amores o de las amistades (ya sea por desacuerdo o por pérdida del otro). Se piensa en el final de un lazo social cualquiera y así nos encontramos del lado de los afectos de sufrimiento, de afectos -digamos- ne39

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,.,,.".,ah: mico es amplio. Sin embargo hay

afectivos que acompañan el fin de ··ll'rt n :-> l;~zos sociales. A modo de ejemplo tenemos ,.¡ l:1zo L'ntre el niño y sus padres, donde los afectos de liberación pueden prevalecer por sobre los afectos ligados a la pérdida: en tal caso la función positiva de la separación es relativamente independiente de los a fectos eventualmente dolorosos que la señalan. Ningún lazo entre los seres humanos es indisoluble, ya se trate del lazo de pareja, de los lazos generacionales o de los lazos de trabajo, aunque no obstante se aspira a que lo sean. Tal vez no sea siempre así para los lazos profesionales, pero para el amor seguro que sí. Por el tiempo que dura el amor, este querría no finalizar. El amor aspira a lo necesario , es algo conocido ... Pero además, tenemos un tipo de lazo que queda por fuera de la serie de los lazos, y es el que nos interesa: me refiero al lazo analítico, el que tiene algo que ver con el amor. Ser analista es ofrecerse a ser amado, decía Lacan. Se percibe que este lazo queda por fuera de la serie, al menos porque pensamos que debería cesar. No debería durar demasiado. Incluso aparece la queja cuando no se puede salir de él. Yo había destacado en la Cita de los Foros de 2004, aquí en Buenos Aires, una afirmación man"'' n ·

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EJ. n:>: Y U\S FIXAL IOAOt:S OF.I . M\ÁLlSIS

tenida a lo largo de toda la enseñanza de Lacan, independientemente de los cambios: la de un análisis que producía lo que llamé una "identidad de separación". La expresión no es de Lacan sino mía, pero subsume todo lo que él pudo decir acerca de los efectos del punto de cierre del análisis. No obstante, el término "separación" abre una pregunta: ¿separación de qué? ¿De qué se separa uno cuando se separa de un ser querido o de una pareja en un discurso cualquiera? O más específicamente: ¿de qué se separa uno cuando se separa de su analista? Lacan intr:odujo en el ps icoanálisis el término "separación" dándole un s entido positivo, muy poco clásico. Ni el tema en cuestión, ni el término, estaban ausentes antes de él. El propio Freud valorizó la función de la r enuncia al objeto primordial (la madre), de una separación de ciertas adherencias de goce en la infancia ... En síntesis: de una pérdida original, estructurante, que es necesaria para permitirle a la libido, al deseo, dirigirse hacia objetos distintos de los primitivos de la infancia. La idea es que uno se vuelve adulto a través de la renuncia a los objetos primordiales. En el lenguaje corriente se habla de "cortar el cordón umbilical". Todo eso va en el sentido de pensar a la separación respecto de un objeto in41

vestido por la libido, por el deseo, conforme a la idea común. Entonces, al leer por primera vez el seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, referencia obligada sobre este tema, nos llevamos una sorpresa. Lo que es nombrado por Lacan "separación" es otra cosa. Quisiera mostrarles cuánto difiere del sentido común del término -lo que resulta evidente- y a la vez, también difiere de lo que es una separación de fin de análisis. UNA SEPARACIÓN ALIENANTE

En esta primera construcción no se trata en modo alguno de una separación de pareja, sino de una separación de la cadena significante; o mejor dicho: de eso a lo que la cadena me condena y se denomina "alienación". Esta alienación se juega a nivel de la estructura mínima del lenguaje, bajo la forma de una vacilación cuasi diabólica podríamos decir- entre los dos términos de la estructura: 8 1 y 8 2 • Concierne a lo que soy como sujeto, es decir como ser situado en una cadena sigM nificante. Confrontado al discurso del Otro tengo la posibilidad de elegir: puedo asumir un significante, identificarme con un 8 1 que resulta de un 42

E L FIN Y lAS FlNALIOADES OEL A.'liÁLISIS

"tú eres" venido del Otro. En tal caso ese significante usurpa mi lugar - Lacan incluso dice que me injuria, fijándome en un significante-. Pero en vez de ese ser petrificado, puedo elegir el sentido, o sea lo que ese significante quiere decir, el sentido que le otorga un S2 cualquiera. En esta opción, lo que soy se desliza en la cadena de los significantes. En ambos casos, en la petrificación y en la fluidez, cualquiera sea la elección habrá pérdida: o pérdida de sentido o pérdida del ser. El análisis del menor sueño ilustra a la perfección esta vacilación, tanto como el estatuto del analizan te en el análisis. El sueño funciona como una unidad significante enigmática que los representa y los fija. Su análisis lo conecta con otros significantes que dan sentido, sin que encuentre su punto final. Con esta cadena asociativa, lo que el analizante "es como sujeto del inconsciente" -la expresión es de Lacan- es inatrapable; el sujeto es un "ente cuyo ser está siempre allende" 1 • Paso de largo las referencias lógicas a las operaciones de reunión y de intersección, y la modificación que Lacan les introduce. Esta alienación - pueden observarlo- no es ninguna alienación a un amo cualquiera, sino que más bien le arroja un irónico "¡hasta la visl. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 20,Aún. Paidós, Bue-

nos Aires, 1989, p. 172.

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¡¡, ., .• .¡ , ·' :·11 dial éctica del amo y del escla-

de un amo sino del lenguaje y de· In'!"'" :.;tt ,·:-;Lructura implica, la que está en el p rllll" '1''" d<· todo poder para el hablanteser. Evidr·lll (·ttwnte el lenguaje me viene de aquellos que ('llc:trnaron al Otro para mí, los que en cierto sentido me introdujeron en la cadena del lenguaje, aunque ellos no estén menos sometidos que yo. La separación es entonces definida como separación de esa vacilación, y apunta a lo que soy fuera de la cadena significante. Una precisión: ese "fuera de la cadena" que empleo es equívoco. Luego de haber introducido la estructura del nudo borromeo, Lacan habló de lo real fuera de lo simbólico. Yo lo empleo aquí, pero no para designar el fuera de lo si mbólico, sino para designar lo que se ubica en el intervalo entre los significantes pero que no es del significante, o sea: el objeto a causa de deseo. Es un poco forzado el uso que hago del "fuera de la cadena" porque el intervalo no está propiamente hablando fuera de la cadena, pero diciéndolo así busco subrayar que si bien está delimitado por la cadena significante, no es de la naturaleza del significante. Lacan no es prolijo cuando habla de la separación en el '64. Utiliza términos como ''hacerse advenir", "parirse" y "engendrarse". ¿Por qué utiliza , . 11

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EL Fl~ Y LAS FINAL II) ADf;S DEl. ANA!.ISIS

estos términos? Porque en la vacilación entre el ser petrificado bajo el significante y el sentido, el sujeto no existe, está incluido en el Otro. Solo adviene extrayéndose de la cadena del Otro, de sus oráculos, de sus veredictos. ¿Cómo lo hace? Pasando por la falta del Otro. Es un cambio que consiste en situarse no por referencia a un texto (a los significantes del Otro), sino por referencia al Otro barrado del que no se sabe lo que quiere ni cuál es , el objeto que lo anima. Se trat a de identificarse a ese objeto desconocido. Esto permite al sujeto hacerse representar por "un significante bajo el cual sucumbe"2 • Di_cho de otro modo, paradójicamente, esta separación es productora de un S 1 del sujeto. Es instituyente de una identificación estable, desconectada del 8 2 , que detiene la vacilación precedente. ¿De qué tipo de 8 1 se trata entonces? Es un significante que no proviene del discurso articulado del Otro sino de su falta, de su deseo, eminentemente del significante fálico que condiciona lo que Lacan llama la identificación última. Esta identificación no lo ubica por fuera del lazo con el Otro. Lacan insiste en que se trata de lo contrario: condiciona la pertenencia y le permite ser, formar 2. Lacan, J acques. "Posición del inconsciente" (1964), en Es critos 2, Siglo Veintiuno editores, Bs.As. , 2008 (edición revisada), p. 802.

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COI.i':Trt: SoLJ::R

"parte". Lacan lo formula de este modo: "darse un estado civil". El estado civil designa la forma con la que uno está identificado en el Otro. Aquí se trata de un estado civil para el cual no hay documento, porque si lo hubiera habría que decir que en el análisis se establece el documento del sujeto que hasta ese momento faltaba. Identificarse en la falta, en el deseo del Otro, nos extrae de la cadena del Otro. Es una elección, dice Lacan, no un efecto automático de la estructura. Es darse un estado civil, es un querer, una opción y no un destino debido a la estructura que vale para todos como la alienación. Ese "querer", en cierto sentido realiza, torna efectiva nuestra relación de identificación con el deseo del Otro. (Hago aquí un paréntesis: si ustedes leen la Nota a los italianos de 1973, verán que Lacan indica sucintamente que consagrarse a lo que llamo "las obras", o sea al trabajo y al amor, es trabajar para el árbol genealógico, el que es impensable sin los padres y su descendencia. No es esa la elección que hace un analista. De hecho, la función del padre condiciona a esta separación). Que sea una elección es muy importante: significa que las coacciones de la estructura del

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E L FL'<

v I.AS FJNAI.I DAm:s nt:J. ANÁLISIS

lenguaje que se imponen a todos dejan lugar a la dimensión ética. Siempre es necesario distinguir en nuestro dominio el efecto de la estructura -que no se transgrede- , de lo que es una ' opción subjetiva. Por ejemplo: que solo se pueda medio-decir la verdad es un efecto de la estructura. No querer saber nada es una elección. Identificarse en la falta del Otro, supone pasar del Otro no barrado - sitio previo del significante, del que se basta a sí mismo el psicótico (la expresión "se basta" designa la elección psicótica)- al Otro barrado del deseo. Es el paso que no franquean las _personalidades "como si", casos en los que la psicosis, contrariamente a la paranoia, se confunde con una hípcr-normalidad, en sujetos que captan al Otro a través de su texto y no por sus silencios, quienes están entonces identificados al texto del Otro y no a su deseo. Los que se han extraído de la cadena del Otro mediante la separación tal como Lacan la describe, han pasado a otra alienación, es una paradoja: a una alienación que ya no es al texto y a la vacilación que implica, sino al deseo que vehiculiza. Lo que Lacan confirma en La lógica del fan ta~ma al escribir "alienación" para el ser del sujeto y no "separación" como en el seminario de Los cuatro conceptos ... 47

C OI.F:'f'rE Sot.ER

En la relación con el deseo del Otro, el análisis opera a nivel de esa separación puesto que interroga en primer lugar al deseo. ¿Qué se espera de él? Que revele, Lacan llegó a decir que "denuncie", los sl de la separación, que están escritos en el discurso analítico en el lugar de la producción. Esos 8 1 tienen su lugar en el fantasma, porque ... ¿cómo identificarse a un objeto que no tiene ni significante ni imagen? Entonces esto no es sin la ficción-que puede escribirse o no con la equis de "fijación" en francés [fixationP - , la ficción del fantasma que le da nombre e imagen a ese objeto que no tiene ni nombre ni imagen. Entonces, hablar del atravesamiento del fantasma o del atravesamiento de las identificaciones objetales fantasmáticas, designa otra separación.

ÜTRA SEPARACIÓN

No se trata de aquella que me instituye en el deseo del Otro, sino de la que me libera de él. El analista soporta la función del deseo, la función 3. [Cole tte Sole r hacer refe re ncia al neologismo lacania no fixión, cons truido e n forma de s us tantivo por conde nsación de fiction (ficción ) y (ixe (fijo ), utilizado por Laca n e n El atolondradicho (NdT)J.

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EL n:-; Y l ...s

FI Ni\I.IDADES OFI. ANAU SIS

del objeto causa. Pero la soporta hasta que el analizante se separa de ella. Lacan lo afirma explícitamente desde Posición del inconsciente hasta El atolondradicho, pasando por la Proposición sobre' el psicoanalista de la Escuela. Esta otra separación es destituyente del estado civil tal como lo definí hace un momento a través de la identificación: por la inscripción bajo un S 1 correlacionado con el deseo del Otro. Produce efectos de desanudamiento porque desviste al sujeto de los significantes que lo inscribían en el deseo del Otro. ¿Qué queda entonces de él? Los afecto~ de esta separación son conocidos. Han sido captados antes de Lacan por Melanie Klein y Michel Bal int. Lacan los evoca en la Proposición ... y en El atolondradicho. Son afectos de duelo, o sea de pérdida, oscilando maníaco-depresivamente en la fase final. ¿Qué ha perdido el sujeto sino lo que Lacan llamó "la seguridad que obtenía de su fantasma"? El atravesamiento del fantasma consiste en hacer el duelo del objeto que uno creía ser para el Otro. Allí reside la seguridad del fantasma, la certidumbre para el sujeto de que será golpeado, comido, eyectado, etc. Seguridad dolorosa, pero seguridad al fin. Y en el final del análisis es destituido de esa seguridad. Los afectos de destitución responden en el 49

sujeto al viraje que del lado del a nalista produce el de-ser del s ujeto supuesto saber. Esta destitución ha sido mal comprendida, sin duda a causa del patetismo del término "destitución". Pero Lacan se explicó al respecto: el sujeto destituido es un sujeto liberado, se sabe objeto pero objeto impredicable, un objeto que falta al saber, que hace agujero en el saber del Otro. A la vez, es un sujeto liberado de las preguntas acerca del deseo del Otro, de esas preguntas que generan todas las postergaciones interminables del neurótico. Tal vez aquellos de ustedes que hayan estudiado los textos de Lacan se estén preguntando por qué en 1967 hablaba de la "posición depresiva del fin", y en 1972 de ''posición maníaco-depresiv a". Creo que el "maníaco" está allí para retomar algo que había subrayado entre ambos momentos: el efecto separador de la destitución que evocaba cuando hablaba de liberación ... Lacan dice que después el duelo se termina, sin explicar cómo eso es posible. Se abre así la pregunta acerca de qué viene después para cada quien, pero acerca de eso no dice nada ... El analizado sabrá darse una conducta, hay un montón posibles, afirma. Por el contrario, en la Nota a los italianos, declara que todas ellas convienen para quien desea ser analista. 50

Er. FrN v LAS FINAI.If>A OES m:r. ,\ :".\LISIS

Lo REAL SBPARADOR Pero Lacan no se detuvo aquí. Luego de esa idea del pase al objeto -tal como lo presentécontinuó hasta plantear en Aún que ese lA y sus otros maternas y a, extraídos de lo simbólico, habían sido introducidos bajo un ángulo despreciativo. Designaba así el fr acaso en su intento por situar la función de lo real fuera de lo simbólico. Esto abre la conceptualización de una separación por lo real más radical - una tercera forma, podríamos decir, luego de la separación instituyente descripta en el seminario de Los cuatro conceptos ... , y la destituyen te del fin del análisis descripta en la Proposición del '67-, de una separación que no va por el lado del objeto indecible que le falta al Otro, sino por lo real propio al hablante. ¿Cuál es este real? Esta es la problemática a la que he dedicado mi libro Lacan, el inconsciente reinuentado - lamento el retraso en la traducción española del mismo-. Allí intenté desplegar lo que plantea La can a partir del seminario Aún: que el inconsciente (ICS ) es lo real, que es inconsciente real (1 CSR) y las consecuencias clínicas y prácticas de esa idea.

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En el nudo borromeo lo real se define como lo que está fuera de lo simbólico. Lo real no le debe nada a los significantes y tampoco está hecho para ser sabido. Como afirmaba Lacan, lo más real que hay en el hablante es el síntoma. Tal como es redefinido a partir de 197 4, se trata de una formación del inconsciente real. En principio porque es goce, pero sobre todo goce de un elemento del inconsciente. Ese elemento -cualquiera sea- en tanto tal, puede ser llamado real en la medida en que por definición, está fuera de la caden a. Por otra parte, esa es la primera definición del significante en lo real, el fuera de la cadena a propósito de la psicosis en De una cuestión preliminar ... El inconsciente real no es una cadena significante y, además, también está fuera de sentido. Se trata entonces de una ruptura con la tesis del inconsciente-lenguaje, simbólico, estructurado como una cadena significante, productor de sentido que retraducía a ese inconsciente lenguaje -que era el inconsciente freudiano a la luz de la lingüística- . Nos encontramos aquí con una pregunta acerca de cómo se constituye un inconsciente: ¿de dónde vienen esos elementos que se descifran en un análisis? Freud respondió que vienen de las huellas mnémicas del traumatismo y del tratamiento que la represión les aplica. Lacan lo siguió un 52

EL rtN

v J.As FfNALJOAm:s m ;1. A."iÁLJSIS

tiempo, un tiempo extenso, traduciendo "huella mnémica" como "rasgo unario". Rasgo unario de las primeras experiencias concernientes al goce y que surgen del trauma o del placer exquisito. Se trata de dos referencias freudianas, pero lo que subraya con insistencia es su efecto de pérdida de goce, lo que inicia la repetición. El rasgo unario no es un significante, es un Uno, un elemento discreto no importa cuál, pero no representa al sujeto sino que marca su goce con un efecto de pérdida. Y luego destacó otra cosa: que proviene de lalengua - incluso afirma que viene de latengua "y no de otra parte"- . Creo que ese "y no de otra parte" es una alusión a las huellas mnémicas del trauma freudiano del que había admitido la hipótesis inicialmente. Pero hay aquí una diferencia crucial : los rasgos unarios del trauma están limitados en número, lo que permite un agotamiento de los mismos, lo que no es el caso de lalengua que resulta inconmensurable. Ese real en tanto que fuera de lo simbólico, no tiene ninguna relación con la verdad del sujeto que se despliega por la cadena de los sib.rnificantes que inscriben su vinculación al Otro. Que no tenga relación con la verdad quiere decir que no proviene de ella y, por lo tanto, que no se resolverá a través de ella. 53

CoLI::'I1'E Soum

Concretamente esto quiere decir que, aunque se fije en el decurso de la vida en momentos de encuentros contingentes, el núcleo del goce sintomático no depende de la verdad biográfica y de los avatares de los lazos familiares. Según Lacan, este real es "antinómico a toda verosimilitud". El término es fuerte. Sin embargo, lo subrayo, este real está necesariamente anudado a la verdad que le es antinómica, ambos se sostienen, puesto que ese real marca al cuerpo viviente que soporta al sujeto, a ese cuerpo que es el lugar del goce, justamente, opaco. El inconsciente es un Uno de lalengua "encarnado"; dicho de otro modo, que marca al cuerpo y que es él mismo elevado al goce. ¿Dónde se hace presente sino eminentemente en el síntoma? No en el síntoma-metáfora armado como un mensaje por la técnica freudiana, sino en el síntoma en estado salvaje - si puedo decirlo así- , que es goce de una letra del inconsciente, idéntica a sí misma. Ese Uno de la letra difiere del Uno de la identificación separadora de la que hablaba antes, porque no tiene relación con el Otro: inscribe, o también podría decir que ancla, la singularidad absoluta, desprendida del Otro. De ese real podemos decir que es "falta de la falta", tapón. Lacan retoma una expresión utilizada en 54

el seminario de La angustia,justo luego d1' lt:t!H' r· definido al objeto como lo que falta. El objt't.o que falta anima el movimiento libidinal de la búsqueda de la verdad, pero la verdad mediodicha está siempre agujereada, medio-no-dicha, y solo la fixión (aquí necesar iamente escrita con una equis), del síntoma le hace de tapón. Debemos considerar que ese Uno encarnado, letra del síntoma, permanece incierto -según plantea Lacan- y que entonces todo lo que se descifra de él no lo designa sino de modo hipotético. Esto es presentado en el final de Aún y será retomado en lo que seguirá. Según entiendo, la consecuencia concreta es que resulta posible ciertamente para el sujeto identificarse a su síntoma real-o sea: reconocerse en todo lo que hace sufrir y que se percibe día a día, y no solamente soportarlo, sino también asumirlo-. No obstante, eso no implica que ese síntoma haya sido identificado de un modo distinto al hipotético. Lo que se identifica fácilmente es lo que obstruye, incluso lo que traba en el final del análisis, pero la letra que responde a eso permanece incierta. La diferencia con la separación del '64 es evidente. Esta separación por el síntoma y por lo real, hace de cada uno un caído del estado civil. No nos hace parte del universo de discurso, no nos otorga 55

Cou:TIE SoLER

un estado civil, no nos asienta en lo social. Tampoco constituye un conjunto o una contra-sociedad posible con los caídos del estado civil que el análisis ha conducido hacia su soledad. Al contrario, esa separación los vuelve desecho, lo excluido de la tropa. "Dispersos dispares" o "dispersos mezclados" lepars désassortis], según los traductores al español, dice en el Prefacio. Sin embargo, esa separación del Otro por lo real no nos deja flotando, nos brinda un ancl aje que no fluctúa , asegura lo que Lacan llama la unidad de nuestra cohabitación con lalengua, nuestra unaridad, una verdadera identidad de separación. Entonces, no h ay que sorprender se de que los afectos de la fase final y del fin mencionados después de El atolondradicho, específicamente en la Nota a los italianos y en el Prefacio, n o sean los afectos de duelo anunciados en la Proposición y en El atolondradicho. No son afectos de pérdida sino de satisfacción , y la satisfacción del sujeto remite a su goce. ¿A qué se debe ese cambio y cuáles son s us implicac iones? No se trata de un misterio. Ese cambio es el resultado de otro, ya lo he dicho: el de la novedad introducida en la definición del inconsciente. A saber: la idea de que el saber del inconsciente, sus elementos lingüísticos -digamos-, se gozan. 56

EL Fl:'\ Y LAS fiNALIOADF.S Dr:l. 1\I':AI.ISIS

El ser goza hablando, lo que es distinto a afirmar que el ser ahonda la falta hablando, aunque ambas afirmaciones no resulten contradictorias. La palabra no solamente está encantada por el objeto a que falta, sino que vehiculiza el goce de los significantes del saber inconsciente. La palabra de verdad gozada no persigue nada, no busca la palabra del fin, es autosuficiente. No es teleológica. La transferencia la modifica y le da aires de búsqueda. A partir de aquí es coherente subrayar que a pesar de las dos insatisfacciones de la fase final (la resistencia de lo real a la verdad, y la impotencia de la verdad para decir lo real) hay un goce que repercute en el sujeto bajo el modo de una satisfacción: esa otra satisfacción de la que Lacan habla en Aún, según algo sea dicho y no dicho. ¿Cuál es la relación de esta satisfacción con el efecto didáctico del análisis? Lacan habló siempre, y en contraposición con Freud, de una satisfacción de fin. ¿Pero cuál es la relación entre la satisfacción de fin y la ganancia de saber que se adquiere en un análisis -su efecto didáctico-, del que se espera que se deposite en una fórmula de conclusión final? ¿Se trata del progreso epistémico, o sea del Eureha de la fórmula de conclusión que satisface? Esa fue la tesis de Lacan hasta El

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Cou :T'l'E SoLER

atoLondradicho. Pero respecto de este punto, en el Prefacio asistimos a una completa inversión de la perspectiva. Allí plantea que la fórmula de conclusión que almohadillaría la búsqueda de la verdad es ... un espejismo. El saber se aloja en la palabra de verdad, pero el Uno encarnado permanece incierto. El inconsciente-verdad no concluye, no puede concluir a causa de su estructura lenguajera. Y no hay otro término -es su expresión- a ese espejismo que la satisfacción del fin. Que no haya otro término quiere decir que la satisfacción no es el efecto de una conclusión, sino que ella misma vale como conclusión, puesto que testimonia de ese cambio didáctico que supone darse cuenta del espejismo. Esta separación por lo real difiere de la que está ligada al deseo del Otro, la que se presenta como apuesta en las fortunas y desgracias del amor, y que - en efecto- no tiene otro horizonte más que el duelo. Aquella nos separa para bien, es liberadora, y su afecto no es la pérdida sino la satisfacción. Además, saberse desecho es un efecto didáctico distinto al de saber lo imposible, porque saber lo imposible que sostiene a la estructura del lenguaje y del discurso nos inserta en una comunidad de saber, en un "para todos", que no compromete la opción subjetiva. Al

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y U\5 fl!'\AI.II>AUJ,;..<; Ot:l . ;\J'\AtiSIS

contrario, los desechos no conforman un mundo ni una sociedad civil -como se dice actualmente- , y ellos son desechos por su deseo de saber que no es un producto automático del análisis sino que compromete la opción de un particular: aquel que manifiesta la satisfacción de fin. Esa satisfacción de fin no es más que posible, el analista no puede estar seguro de satisfacerla. Reconozco en estas elaboraciones de Lacan una tercera aparición de lo que llamé la prueba por el afecto, a saber: las ocasiones en que el afecto revela, manifiesta, lo que el lenguaje -simbólicono puede revelar. La angustia es única para revelar la presencia en la experiencia del objeto a que falta, a fenomenológico que el significante falla o, dicho de otro modo, la barra sobre el Otro. Los afectos enigmáticos evocados en el final de Aún revelan y manifiestan la presencia de los efectos de lalen.gua que sobrepasan al sujeto, que van más lejos de lo que se puede formular sobre ellos, y que permanecen no-sabidos. En cuanto a la satisfacción de fi..'l, esta revela que la impotencia de la verdad para decir lo real ha sido rubricada por el analizante. Ante el saber, es una prueba de que ningún enunciado puede testimoniar el saber de la mentira de la verdad. La

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COLF:'T'TB S OLF:R

fórmula de esto sería: no puedo decir la verdad de lo real. Dicha mentira no debe ser confundida con el medio-decir, que sostiene la estructura del lenguaje, ni con la recurrencia de un menos-uno en la serie de los significantes tan completa como se la imagine. Esa mentira no designa tampoco el hecho de que haya un mentir verdadero - o sea: de que la verdad pueda adelantarse por la vía de la mentira-, sino que designa la heterogeneidad de lo simbólico y lo real. De golpe se plantea una pregunta: ¿qué prueba que sea posible ese fin producido mediante un cambio de satisfacción? En efecto, una satisfacción se experimenta, no se prueba ni tampoco se deduce; se produce y eso implica como en todos los afectos una dimensión ética que se sostiene en la r espuesta contingente del sujeto respecto de lo real. La pregunta se plantea tanto más aún porque esta satisfacción vale para un particular - Lacan insiste con eso-, lo que quiere decir que no es forzosamente para todos, incluso para el caso del entusiasmo del que hablaba en la Nota a los italianos. Freud mismo captó esta dimensión cuando propuso la reacción terapéutica negativa, la que depende por entero de lo que denominamos "posición del sujeto", o de los afectos singulares generados por la experiencia. Es por

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EL FH\ Y LAS F'lNALIDAm:s DEL ,\.\IÁLISIS

eso que hablé de "reacción terapéutica positiva" a propósito del entusiasmo y de la satisfacción de fin. Pues bien, es ahí donde según creo el dispositivo del pase se muestra muy necesario, y más que eso aún, se muestra solidario de la doctrina del fin, puesto que es el lugar donde se puede escuchar lo que llamaré "testimonios del fin posible", a través de los pasantes que lo experimentaron y que quieren dar su testimonio. En este caso, sería necesario hablar de la "prueba por los testimonios", incluso cuando son fallidos.

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III.

¿Qué es un sujeto analizado? Sábado 1 de octubre de 2011, por la mañana

Hablar del analizado es plantear la cuestión del sujeto transformado por el análisis. No se trata del momento del fin, sino del saldo del análisis. La pregunta fue abierta por Freud en su ú ltimo texto: ¿hay un estado del sujeto que solo podría ser producido por el análisis? Lacan respondió afirmativamente. Sin embargo queda lo que no cesar á, o sea las consecuencias del lenguaje: castración y síntoma. ¿Cómo se hace para que esos imposibles hallados y comprobados en el análisis no vuelvan más desesperado aún el clamor? Desde el momento en que el análisis agrega a ese final lo irremediable (lo irremediable de la represión primaria, lo irremediable de la no-relación), ¿por qué el clamor se detendría? 65

Cou·:rn: Sou;lt

Esta transformación fue nombrada de diversas maneras en la enseñanza de Lacan, quien llegó a hablar de metamorfosis: asunción de la castración, destitución subjetiva, aparición de un deseo inédito de saber, identificación al síntoma ... Esta variedad contrasta con el silencio de Freud. Todas estas formas designan que es posible un cambio radical. Lo posible, "lo que cesa de escribirse" del gran clamor del sufrimiento hum ano mediante lo que Lacan llamaba la "salida de la tropa" e incluso la salida del discurso capitalista, está all í para designar un cambio en el deseo y en la relación con el goce. Puede incluso esperarse que los grandes afectos de la tropa sean para él menos dominantes. Sin embargo, lo seguro es que no hay sujeto sin afectos. Toda la experiencia lo prueba y Lacan lo subrayó en diversas oportunidades. En el fin, el analizado queda sujeto a afectos imprevisibles, debidos a su división, la que se construyó a lo largo del análisis -como afirmaba Lacan en el Discurso a la EFP- . A partir del seminario Aún podemos agregar que también queda sujeto a afectos enigmáticos, que testimon ian los efectos do La lengua y do los que no deberíamos sorprendernos demasiado. Ambos términos -"imprevisibles" y "enigmáticos"- indican que su causa es ignorada por el sujeto, ya se trate de l objeto que divide al sujeto o del

66

E1 ' , ,

t , ... 1 ' ' " fJ\t~l'•'l·i , ... '· i ......

inconsciente real-/(1/enguo. No es cuesti6n ele a<.:
COI.ETIE SOLER

tables: el Hombre de las Ratas hablaba de su cobardía y, por otra parte, Freud introdujo desde el inicio del caso lo que llamó "el horror de un goce ignorado". En la Rese1"ia de La lógica del fantasma Lacan la generaliza al neurótico en general, cuya cobardía consiste en no querer saber demasiado sobre el goce, ya sea el implicado en el fantasma o en el síntoma. Pero el coraje ante lo real hace del analizado un desecho de la humanidad -dice Lacan- , un excluido, uno que ya no comparte el no querer saber común. Entonces, ¿qué queda para ese analizado de los afectos estándares del sujeto natural, es decir aquel determinado por el discurso común? El temor, la piedad, la tristeza, el aburrimiento, el amor, el odio, la angustia ... ¿en qué se convierten? Voy a detenerme en cuatro de ellos: el temor, la piedad, la angustia y los afectos sociales.

MÁS ALLÁ DEL TEMOR Y LA PIEDAD

El temor y la piedad manifiestan el retroceso ante lo real. El temor, respecto de sí mismo; y la piedad respecto del otro, el semejante. Esa piedad que todo un pensamiento filosófico supuso como un afecto natural, está profundamente ligada al 68

registro especular. Se trata de afectos que se articulan como recíprocos y transitivos: en la piedad, la participación en los dolores del otro siempre está correlacionada con los temores que el sujeto se sabe capaz de experimentar por sí mismo. En la medida en que el análisis conduce un deseo de saber, empuja hacia un más allá del temor (cuando se trata de sí mismo como analizante) y de la piedad (cuando se trata del otro). Ese más allá del temor y la piedad implica la distinción entre el deseo del analista y el deseo del terapeuta. Introduce también la cuestión de los objetivos del psicoanálisis, de sus fines. Es notable que muchos de los terapeutas de la palabra se autoricen en su buen corazón y en el cuidado exclusivo que dicen aportar para reducir los sufrimientos de sus pacientes, mientras que el análisis cmpuja hacia el deseo de saber; lo que no le impide jactarse de producir el único verdadero efecto terapéutico, durable y que cambia al sujeto mismo. Ningún diálogo triunfa entre el análisis y los psi ... Lo que confunde un poco acerca del temor y la piedad es que el primero ha cambiado de lugar en el discurso corriente ... Una particularidad de nuestro tiempo es el aumento de los temores respecto del futuro: el temor es un afecto ligado al tiempo, más precisamente a la anticipación. 69

Col.r r·n

S n1 1 1<

Designa una espera negativa que se declina entre la angustia y el púnieo. No se hab la de otra cosa que de esto en nuestra época. euando se habla de las diversas catástrofes y de la precariedad generalizada. Cuando el futuro no está asegurado, cuando el escribano no está seguro de poder eonservar su trabajo, cuando el pequeüo comC'rciante, los empleados estatales o Jos profesionales no saben qué oeurrirá, cuando el rico no sabe qué pasará con su dinero o el enamorado co n sus amores ... Lo impre\·isto amenaza por todas parles y la precariedad se generali za tanto colectiva eomo individualmente. Con esos temores colectivos la aspiración de tranquilidad está presente por todas partes, mientras que la piedad es para aque llos que sucumben. En este contexto, el mensaje del más a llá del temor puede parecer escabroso. Tanto como aquel de la rcsiliencia ... Resulta claro sin embargo que lo real en juego en lo que aquí evoco n o es el del psicoanálisis, es decir aque l del inconsciente. Se trata de otro real.

NI

CHJSTIJ\l\'"0 NI SADJA!'-:0

En lo que respecta a lo real de l psicoanálisis, está excluido que la operación analítica se orien-

70

El . ¡.'(:-; y !.AS FIN.-\I.IJJAIJES JlEL \ !'>ALISIS

te en función del temor y la piedad. Puesto que ambos declinan el "yo no quiero saber nada de eso", entonces no pueden ser los afectos que presiden el acto del psicoanalista. El analista no es ni cristiano, ni sadiano. De aquí la pregunta por la causa del deseo del analista. ¿Qué puede empujar a un acto que está más allá de la piedad, o si lo prefieren, que es sin piedad? Tan sin piedad que - cito de memoria un sel''lalamiento de Lacan posterior al año '75- "ver actuar al analista es angustiante''. Concluyo: e l acto que condiciona el análisis está más allá del temor y de la piedad, puesto que debe causar el movimiento arializante hacia lo real. ¿Qué relación con el otro está implicada en aquel que se consagra - el término es de Lacan- a producir un fin que pase por el horror al saber? Les propongo dos casos de consagración: el del cristiano, el buen samaritano animado por el amo r al prójimo, y el del sadiano que también es un consagrado, según Lacan, pero al goce del Otro y no al fi-anqueamiento del horror al saber. Entonces, con referencia al amor a l prójimo prescrito por la religión, Lacan señala también una diferencia. ¿Cómo la formula? Dice dos cosas: quien se presenta ante un analista no es un prójimo sino lo que le llega de una demanda que no

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depende del encuentro. No depende del encuentro, no depende del azar, puesto que la oferta es anterior a la demanda. Y "todo lo que le llega" indica que por poco que la demanda esté allí se la acepta de entrada y sin discriminación. El analista no es ni samaritano, ni sadiano. Entonces, el analista solo puede hacer función de causa de una causa que no sea ni religiosa, ni sadianacon una condición: que haya experimentado por sí mismo los beneficios del fin, concretamente la satisfacción que lo señala, lo suficiente como para saber que es posible. Esta tesis está en el Prefa cio, cuando Lacan dice que la urgencia del deseo del analista es la de dar esta satisfacción del fin pero, cito, es "una urgencia que no se está seguro de satisfacer, salvo al haberla sopesado". Haberla sopesado es - creo- haberla experimentado lo bastante como para saber que es posible; a falta de lo cual el acto que empuja hacia el horror al saber sería, por lo menos, sospechoso.

NO

HAY MÁS ALLÁ DE LA A.I\GUSTlA

Pasemos ahora al efecto del análisis sobre los otros afectos, aquellos que preceden la experiencia analítica, y que no son afectos de la relación con 72

E t. Fl~

\' 1.\S Fl:>:AI.IPAm:s DEL.\:-.' \1 1s1s

el saber. No voy a examinarlos todos. Los cambios sobre el amor son sin duda los que más interesan y también los más comentados - yo misma abordé la cuestión en mi libro Los afectos lacanianos-. Me detengo en el más importante: la angustia. El análisis no anuncia su final. No hay más allá de la angustia, el analizado posiblemente quede sujeto a la angustia. Es que la angustia viene de lo real aunque se despliegue en lo imaginario del cuerpo. Es su diferencia con el síntoma, que viene del verbo y se despliega en lo real del cuerpo gozante. Vean el nudo de la lección del 17 de diciembre de ~974 del seminario RSI, donde Lacan ubica las tres nociones freudianas de inhibición, síntoma y angustia sobre el nudo borro meo.

R

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Cou·TrE Sott:R

Para que la angustia cesara sería necesario que cesaran lo que Lacan llama, justamente, los "advenimientos de lo real", de los que la angustia es el afecto-tipo. Traté de most rar que luego del seminario La angustia, Lacan produjo una concepción extendida de ese afecto. El seminario situaba a la angustia por completo en relación al Otro y al objeto que se aloja en aquel. Ciertamente, el objeto es un efecto real del lenguaje: agujerea a la vez a lo simbólico, a lo imaginario y a lo real, algo que el nudo borromeo permite visualizar. Pero no hablamos aquí de lo real que Lacan desarrol1ó después del seminarioAún: hablar del afecto de los "advenimientos de lo real" -como lo hace en La tercera- ya no es lo mismo. Se trata de un real que conserva la definición general del fuera de sentido aunque más indeterminado, no unificado, un real que según indica el texto incluye los efectos técnicos y discursivos de la ciencia. El discurso capitalista que justamente es uno de esos efectos, es un generador de angustia. En el mismo párrafo donde produce esta fórmula, Lacan también evoca los efectos sociales del discurso capitalista - eugenesia, eutanasia, cte.- y también a los biólogos y su angustia por lograr dominar a las bacterias. Ese real es generador de angustia no

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:--olo porque multiplica las catástrofes, sino porque priva a los sujetos de los recursos simbólico-imaginarios (lo que Pierre Bourdieu denominaba "el capital simbólico'') que les pennitü·ían :=;oportar a lo real. En el fondo, hay que extender la cuestión de las barreras ante lo real insoportable, angustiante. En el discurso común que no apu nta al saber sino al buen orden de las cosas humanas, se instalan también barreras que aseguran la defensa ante lo real. Los recursos simbólicos de los que hablé forman parte de ellas. Están constituidos por el conjunto de los semblantes, los significanles mayores de los valores y los ideales, pero también por la sublin1ación, y dan acceso a satisfacciones pu lsionales específicas. En el psicoanálisis, que es una práctica que sí apunta al saber, a la revelación, lo que opera como barrera o como defensa es el "yo no quiero saber nada de eso"; y el psicoanálisis se dirige justamente allí. Como ya he dicho: no hay más allá, pero el análisis tiene efectos sobre la angustia, y a menudo vemos que pone fin a las pesadillas nocturnas de algún sujeto. Digamos que la angustia ligada al objeto y a lo imposible de soportar del síntoma, que con frecuencia motiva el análisis, es movilizada en el curso de la elaboración analizante,

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CoLI::TTE SoLER

y es capital que el analista la soporte, porque si no lo hace obstaculiza el proceso y queda en falta respecto del acto; esa angustia se reduce al final del análisis. ¿Cuáles son las expresiones que en el texto de La can indican esta reducción? En principio "destitución subjetiva del fin". Una vez validada por el analizan te la equivalencia entre lo que él es como sujeto del inconsciente y el objeto a que falta, la angustia ele reducirse al objeto cae. Se lo puede constatar. El guerrero aplicado que permanece impávido en la guerra porque ya no interroga al deseo del Otro es un ejemplo de ello, según afirma Lacan 1• La otra fórmula que implica que la angustia ha sido tratada es la "identificación al síntoma", es decir a lo real de su goce. En este sentido podemos afirmar que el analizado, si bien permanece sujeto a la angustia de los accidentes de la vida, ya no es un angustiado. Resumo entonces: el analizado producido por la separación analítica posiblemente permanezca s ujeto a la angustia, pero ya no será un angustiado del Otro. No estará más allá de la angustia, pero no ya no será un angustiado. l.

IV. Paulhan , J ean . El guerrero aplicado. Ed. Tres Haches,

Buenos Aires, l. Lacan hace referencia a esta obra en su "Discurso en la Escuela Freudiana de París" (1967), en Otros escritos, Op. Cit. pp. 279 y ss. (NdT)].

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Creo que sobre este punto convicnt· lwn·r 11 11:1 diferencia entre la neurosis y la psicosis. Si hay una estructura que indica claramente qut• lo q1u· angustia no es solamente el deseo del Otro con su causa oscura, es la psicosis - más precisamente la esquizofrenia, puesto qu e para el esquizofrénico el significante, o lo simbólico mismo, es real y está fuera de cadena, y por eso fuera de sentido- . Así como cuando la melancolía alcanza el deliri o de indignidad nos muestra con evidencia que la culpabilidad no proviene del Pa dre sino que, por lo contrario, se desencadena en la medida de su carenci a, la esquizofrenia nos muestra que la angustia a la que el esquizofrénico está sujeto tampoco proviene del Padre. Esa angustia proviene de lo real, bajo la forma en que lo real se le impone al sujeto esquizofrénico. Tenemos aquí un campo para explorar.

Ul'\ 1\~IOH EXTE:\DJDO Vuelvo al tema del amor. ¿Cuáles son las respectivas incidencias de lo imaginario y de lo simbólico en los dramas del amor? En primer lugar, el ideal con las imágenes qu e preside. En el amor, el ideal induce entre los partenaires una exigen-

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( ·, 11 ~TI F St ll 11.

cia de ser parecidos, de homogeneidad de los yo ideales regida por el ideal del yo, y que vale también para ambos partenaires de los dos sexos. El ideal desea la similitud, aspira a lo uniano, a la reducción de lo otro al uno. Recuerdo una anécdota de los tiempos de la Escuela Freudiana de París: alguien habló del caso de un hombre de letras que había descubierto que su mujer lo engai1aba. Él estaba ciertamente afectado, pero lo que lo hnbía conmocionado y le resu ltaba insoportable, era saber que el amante de su muj er esc ribía con fa ltas de ortografía. El grupo se había reído mucho. Pero Lacan, muy seriamente dijo que no había de qué reírse porque se trataba de un hecho de estructura. En efecto, se podía captar allí la exigencia de similitud que funcionaba en la relación con su mujer. En cuanto al fantasma, este hacía recaer sobre el partenaire una exigencia de s umisión, de "conces iones" - para tomar un término de Lacan-, puesto que en el fondo le demandaba que fuera conforme a la verdad del fantasma del amante. En la pareja sexual esta exigencia recae específicamente sobre las mujeres, puesto que son ellas las invitadas a prestarse a la perversión del hombre, eso justamente las empuja -como dijo Lacan en Televisión- a darse "aires

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de sexo" y "es el fracaso: reglado como un pentagrama"
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a pesar del horror de medir sus consecuencias de no-relación/proporción sexual. .. ¿cómo no tendría repercusiones sobre el amor? La primera de ellas es sin duda que las expectativas amorosas se modifican. Un sujeto que ha ceñido el horror de saber el destino de exilio, que sabe que hay del Uno y nada del otro, puede medir con precisión cuánto del amor es una suplencia insuficiente, ilusoria. Las esperanzas puestas en el amor quedan así bien temperadas. Por otra parte, el lugar otorgado al amor en la vida varía mucho de un individuo a otro ... La verdadera cuestión es la de saber si el amor mismo resulta modificado por el análisis. Lacan situó esa posibilidad con una fórmula muy bella: habló de una modificación que permitiría extender -subrayo el término "extender"- los recursos gracias a los cuales uno puede prescindir de la relación/proporción sexual (de hecho, hay que prescindir de ella obligadamente ... ). Y el amor es justamente lo que suple a esa relación/proporción, como afirma en el seminario Aún. El recurso más a mano para prescindir de la relación/proporción es la "proliferación del bla, bla" en la que consiste el amor en general. Lacan lo dice con claridad: no debemos olvidarnos de que cualquiera sea la función determinante de las tres dimensiones -

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f:L ~·¡:-,; Y I.AS FI:>IAI.IIlAI>Fc.; DEl. A:-..AI.ISIS

imaginario, simbólico y real- el amor es un decir y empuja al bla, bla. "Háblame de amor" ... justamente porque no hay relación/proporción. El bla, bla del amor sustituye con el goce de la palabra a la relación/proporción que falta. ¿Qué es lo que alimenta ese bla, bla? Específicamente, son los determinantes simbólicos e imaginarios ... Esa proliferación del bla, bla, miente diciendo lo que tú eres para mí; miente porque te llama con un nombre que no es eJ tuyo, engaña sobre el ágalma. E l reconocimiento en el otro del destino que produce el inconsciente, que instaura una relación de real a real, es enigmático pero no miente. No exalta ni a la Dama ni al Hombre, más bien corta el aliento del bla, bla auto-gozado de lapalabra de amor. El amor, en tanto que determinado por los afectos del saber inconsciente, es lobastante enigmático como para desplegar un bla, bla sobre lo que lo causa e ignora, aunque reaccione a eso. Pero es un recurso s uplementario no menos falaz - noten como se introduce allí el falo-, un recurso gracias al cual se prescinde más fácilmente de la engorrosa relación/proporción. En el análisis se da vía libre a la proliferación del bla, bla, pero nadie duda de que la salida de la transferencia no representa su caída. He aquí entonces lo que debería permitir un análisis orientado

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Co1.~:nr·:

S( 11.FI<

por o hacia el inconsciente real: aumentar los recursos con los que se puede prescindir de la relación/proporción sexual con un amor que no miente. Es lo que Lacan llama un amor más digno, y supone que es un amor que se calla, que renun cia a l romance, incluso si eso no promete el para siempre que se espera ...

L OS AFECTOS SOCIA LES

Lacan uti liza el térm ino "dispares" lde~assvr­ tis], para dar cuenta de lo que no hace juego, de lo que no es homogéneo, de lo qu e no es compati ble. Lo que produce la homogeneidad y regula los dccires, las satisfacciones y los goces estándares, es el discurso - es lo que permite a •:dda quien ser Ltn poco como todo el mundo-. Existen sin embargo dos quejas: "no logro ser como los otros" y "no quiero ser como los otros" (que puede traducirsP como un "quiero distinguirme"). De cualquier modo ningún sujeto es totalmente compatible. Incluso quienes presentan personalidades "como si" y que parecen encarnar el prototipo del discurso, esos sujetos súper-conformes que dan todos los signos de la compatibilidad realizada con los semejantes -y que llevaron a Lacan a afirmar que

lo normal es la psicosis- . cuancl() :-;¡• dt•:-;t·rw;Hit· nan revela n que su conformid l'a n iguales. Se trata de una di fe rencia a bsoluta. Al rcspctto, todos so mos dispares que no conformamos un tocio - au nque podernos tener afinidades oscu ras entre las verdades y los s íntemas: es lo que se llama "amor"- . De dond e surge una pregunta para e l analista: ¿cómo puede, o incluso debe, mantenerse en la ciudad del di scu rso? l\Ii pregunta - que según entiendo, es doble- nos conduce al tema de los desechos en la ciudad. Está la cuestión política que va más a llá de l uno por uno porque compromete a la política colectiva del psicoanálisis -no me ocupa ré de este matiz-, y también está la cuestión de los e fectos del análisis terminado sobr e los afectos socia les del analizado. ¿Acaso lo que le ha enseñado su análisis modifica su relación con sus sem~jantes? Er. otros términos: la ética que se inaugun-l con el acto analítico ... ¿repercute para el analizado fuera del discurso a nalíti co? ¿De qué modo? Es cierto qu e el aná lisis llevado a s u fin tiene en sí

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Cor.t:TTE Sor. ~:R

un alcance político si produjo sujetos animados por un deseo transformado. Por eso Lacan ha bla de modo creíble de una salida del discurso capitalista mediante el discurso del analista. Pero la cuestión reside en saber cómo pueden los desechos ubicarse en el lazo social del que, valga la redundancia, fueron desechados. Se trata del asunto de la posición de los ana lizados ante los lazos sociales cotidianos del amor, de la amistad, de la familia, de la política, etc. Al respecto, no hay medios para formular reglas de conducta ni regularidades, porque ... ¿de dónde vendría la norma o la estadística? En diciembre, en el Tercer Encuentro Internacional de la Escuela de los Foros del Campo Lacaniano, vamos a h ab lar de lo que viene después [des suitesl del análisis, pero hay un escollo en ese tema porque ... ¿cómo evitar el discurso normativo al respecto, lo analíticamente correcto? (si podemos decirlo así). Lacan evocó el estilo de vida del analista pero seguramente no para ir en el sentido de las normas. Observen que incluso cuando insiste para inducir al analista a elaborar el saber -en la Nota a los italianos, por eje mplo-, no es para nada normativo puesto que lo formula como un imperativo condicional: si el psicoanálisis quie-

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re seguir siendo apreciado en el mercado, entonces debe continuar asegurando su presencia en la ciudad y, para eso, es necesario otro deseo que haya virado hacia la invención del saber. Lacan más bien evitó el "pensamiento correcto" en la conducta del analizado cuando dijo que en el fin "sabrá h acerse una conducta. Más de una, las hay a montones ... " :$ . La norma no tiene lugar allí, porque despejar las condiciones del discurso del analista no es lo mismo que indicar su norma. Sin embargo, atención con el grupo secreto de las normas de conducta y de la palabra ... Estas varían con las épocas pero, cualquiera sean, tienen como res·ultado que sin que nada esté prescrito ni prohibido, tal o cual estilo está en uso, tanto como tal o cual doxa ... Y ciertamente no se pueden decir ciertas cosas s in provocar una protesta del grupo y sin atraerse automáticamente la objeción e incluso la reprobación no s iempre silenciosa de la mayoría. No hay que olvidarlo ... Rcformulo la cuestión: cuando el psicoanál isis llega a su término produce la raza paradoja] de los diferentes. ¿Cómo podrían entrar esos diferentes en el lazo social bajo el signo de la armo3. Lacan, Jacqucs. "El atolondrad icho .. .'', en Otros escritos, Óp. Cit. p. 512.

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Co u·. rn-: S"' ¡:¡;

nía .v de la in tegr ación, cuando ni siq ui e ra pueden hacerlo entre ellos? ¿Se trata de un nuevo tipo de asociales? A partir de esta cuestión podríamos enton ces preguntarnos: ¿acaso ap unta r a la diferencia abso luta es a n·jcsgar la posibili dad de las asociaciones? El aná lisis rerlob laría e ntonces el "todos proletarios'' del mundo capiudista, en el cual - según Lacan- nadie cuenta con nada para hacer lazo social. Sospechemos de esto entonces ... En realidad los hechos zanjan la cuestió n: no hay una pendiente asocial de los ana listas, todo lo indica, a l menos a nivel de los ana listas que funcionan -ellos no sueñan sino con in tegración , notoriedad, etc. - . Mantengo no obstante la cuestión porque debería permitirnos ca ptar mejo r esta noción de analista-desecho. Lacan afirmó que el psicoanálisis era el reverso del discurso del amo - lo que la escritura de los discursos permite visualizar bien-, pero no que era el reverso del discurso de l capitalismo. Entre ambos hay ciertas afinidades. Como el discurso capitalista, a unqu e evidentemente de modo diferente, el psicoanálisis hace caer los semblantes en beneficio de lo real de los goces; también destituye al suj eto aunque menos de lo que lo h ace el discurso del capitalismo, fu ndamentalmente porq ue este último lo destituye radicalmente, en

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lo reaL La diferencia entre ambos discursos es de importancia y radica en que mientras el discurso del psicoanalista valoriza al uno de singularidad única, el discurso cnpitalista no conoce ni cultiva más que el anonimato de uno entre otros. Por eso incita a perseguir la desviación más que a cualqui er otro discurso. !\hora bien, produciendo a esos diferentes asumidos, ¿no será que el psicoanálisis, lejos de generar asociales los haría recaer en lo que llamé el na.rcínismo 1? Esa sospecha está claramente presente en el público que se sorprende al constatar que el psicoa.nalista no encarna en modo alguno una figura de la sabiduría. Y se le teme al analista gozador, ávido de sexo, dine ro y poder, el que osaría todo, no tendría reparos y del que habría qu<' proteger a los analizantes potenciales. ¡Incluso el Estado sueña en protegerlos de eso! Es el colmo. El tema está por todas partes: en el público, en los debates entre asociaciones analíticas (hay 4. [:\Pologi!imo creado por conde nsación de los sustantivos ··narcisismo'' y ..cin ismo". que la autora presentó en su S('rninario "Declinación de la angustia Se{,'Ún las estructuras clínicas y los discurso::;" (2000), incluido e n ¿Qué se espera del psicomuílisis y del psicoanalisto? Conferencias y S
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Cor

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Smt H

que escuchar lo que dicen en la IPA de los lacanianos) ... Además, está largamente focalizado en las dos figuras de excepción que son Freud y Lacan, quienes polarizan todas las sospechas en la medida de su eminencia. Lacan h abló del "saldo cínico del análisis", pero la expresión no designa un cinismo del sujeto en el final-lo que consistiría en una postura ética-, sino que señala el hecho de que en el final el sujeto ha ceñido su plus-de-gozar, y sabe que el objeto a coordina sus goces posibles. Se trata de una ganancia de saber. Pero Lacan agrega: "haga o no aso de eso". En otras palabras: la vía está abierta a la postura cínica del sujeto, pero que la tome o no depende de las contingencias y de su ética. Al respecto, las necesidades de la estructura no insta lan un destino y el margen de libertad abierto por la alternativa posible no queda reducido. Subrayo el término "uso", porque en Lacan supone siem pre el uso de un goce. H ay objetos, textos y obras que con el tiempo dejan de estar en uso, no aportan más la satisfacción que aportaban, salvo tal vez para los eruditos que justamente toman como objeto los saberes que han dejado de usarse. El psicoanálisis, en tanto abre para el analizado nuevas posibilidades de uso, le otorga un a nueva libertad. Y cuando nos cuestionamos acer-

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E1.

f 1:-.' Y 1.\ S r1:-:,\ I .II J\Iw· . 111 • \.\1: 1

ca de lo que puede se1·vir ts 111<' nos trabados. Tenemos testimonios dl' qui('ll<'S han encontrado allí una nueva vitalidad y IHH'vos recursos. No es solamente una espera nza, e::; un hecho. Entonces, hay que invertir lo que planteaba al principio: se constata que lqjos de producir asociales, por lo contrario, el análisis abre para el a nalizado un nuevo campo de eficacia posible. En primer lugar, digamos que para la realización de sus ambiciones: el que no podía, finalmente puedé - obviamente que dentro de] límite de sus posibilidades-. Ese es el mayor efecto terapéutico. Además, no es excesivo decir que puede incluso disponer de nuevos recursos para pacificar los lazos de amor y de amistad, fundamentalmente a partir del reconocimiento de la diferencia radical entre los seres. En efecto, ¿qué es lo que más estropea los amores y las amistades sino la obsesión del Uno, la aspiración a la similitud, a la fu sión? No olvidemos el rol que el ideal juega en la elección amorosa -es algo que se le impuso a Freud- . No es ciertamente su único resorte, hace falta también contar con el objeto y con las marcas del saber inconsciente del partenaire

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Cotr.-rr~: Sou:K

(esto, claro está, si creemos en las palabras finales del seminario Aún). Pero el ideal no es amigo de las diferencias, más bien preside las relaciones de fuerza que frecuentan los lRzos de amor. Pero entonces ... ¿cómo es que qui en ha ceñido su difCl·encia y pudo separarse de los ideales del Otro no soportaría mejor la diferencia de Jos otros, llegando a la del parle naire elegido? También estará menos trabado por los límites qu e implica todo ideal, tanto en la competencia del trabnjo romo en los lazos amorosos. Y cuando la opinión pública se sorprende de ver a los analistas Lan brutalmente cínicos como cualquier otro -o incluso más- en sus lazos con los semejantes, no debería sacar la conclusión de que están mal analizados, s ino lo contrario. He aquí el quid de la cuest ión. Resumiendo: del analizado se puede es perar, por un lado, más flexibilidad, más tolc rnnc ia para con los semejantes, porque está más despegado de los ideales del Otro y de las norm as del ambiente; pero también más brutalidad, porque está más liberado de las inhibiciones producidas por esos mismos id
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nPraL un sujeto :.1dapln c!o l'Sl<.\ lt' ca~o. por u11a especie de astucia de la razón ~mnlític:n - si pue<.lo plagiar a Hegel-, S<' re,·ela que quien asumió su diferencia está mejor armado que <:1 aclapt<\do para enfrentar las competencias de la vida (trabajo, amor y lazo social en general l. Mejor armado cada uno en su medida, sin eluda, por poco qu(' cada qui en se trace un objetivo. Todo dcpend<:ni emonces d<'l u::;o que c•l ~~naliz<:1do haga de lo que adquiricí. Por eso en la Nota u los itnlianos Lacnn reconocía que el analizado pudría poner sus nUC'V~)S recursos al servicio del ürbol geneHlógico, o sea: del Padre. del noml.>re propio o dl:l escabel, más que del deseo del analista. Esto se put>de decir el<' diversas {órmas. pero sic~mpre designa un uso narc:inista. Creo que Lacan había dl'~cubierlo eso f'rt>cuc'ntando a los miembros de su propia Escuela y a su::; alumnos. Por eso se preocupó, con el liempo, de' las elecciones postanalíticas del analizado que podrían ciesvinrlo dC' la ('ausa analítica. Al nwno:-;, es lo que dice la 1\'ota ... pero también es a lo que apuntaba su iniciat iva con Scilicet, publicación que <.:un la i.n dusión de articulos no firm ados y a pesar de las referencias justificadoras a Bourbaki, simplemente quería oponerse a las pasiones del nombre pro-

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pio que ardían en su Escuela. Era un verdadero remedio para la desesperanza, pero fracasó ... Hay que decir en todo caso que si bien Lacan produjo la expresión de los "dispersos dispares", no se inquietaba para nada por una eventual asocialidad, al contrario. Él se preocupaba por el análisis porque había captado que el efecto terapéutico del fin de análisis no era una garantía para la subversión analítica, que no producía automáticamente lo que haría falta para una verdadera ética de los desechos. Si juzgamos el asunto viendo al que hoy empuja hasta el paroxismo a ese narcinismo del árbol genealógico y la defensa del patronímico, tenía razón. Resulta claro, entonces, que el porvenir no está escrito desde el inicio y que depende de nosotros.

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ISBN 978·950·649·439·1 Con el apoyo eh

pARF 9 789506 494391

POllO .lULm:OO DIL

110 DI U PLATJ.

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