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CUANDO LA MUERTE LLEGA A UNA FAMILIA Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

DAVID MOISES FIRMAN

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CUANDO LA MUERTE LLEGA A UNA FAMILIA David Moisés Firman ISBN N° 987-05-1991-1 Las citas bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera Revisada, 1960, Nueva Traducción Viviente y la Nueva Versión Internacional. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este material puede ser reproducida excepto en pasajes breves para reseña mencionando la fuente, ni puede ser guardado en un sistema de recuperación o reproducido por medios mecánicos, fotocopiado o grabado o de alguna otra manera sin el permiso escrito de los autores. 2006 Primera Edición. Edición del autor. 2020 Edición Revisada y Ampliada. Edición del autor.

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Dedicatoria En memoria de Jorge Gabriel Firman. Gracias viejo por enseñarme que Dios es bueno, y que la vida es simple. Gracias por enseñarme el gran valor de las relaciones humanas. Te veré cuando sea mi tiempo.

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Agradecimientos A mi esposa, mi amor, mi co-equiper, mi aliento, mi estímulo constante. Te amo. A mi familia por nunca bajar los brazos. A Lucho Tkachuk. Tu vida me alienta. Al Dr. Pablo Deiros por su corazón sensible y su disposición. A los que incondicionalmente siempre creen y apoyan lo que hago, me honran con su actitud. Gracias.

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Índice de contenido Preámbulo del autor

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Prefacio del autor

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Introducción

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Capítulo 1: “Jorge Gabriel Firman” (Testimonios)

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Capítulo 2: “Julio Cesar (Lucho) Tkachuk” (Testimonios)

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Capítulo 3: “La perspectiva bíblica”

45

Capítulo 4: “Dios: ¿Es amor?”

59

Capítulo 5: “La muerte”

71

Capítulo 6: “El duelo”

83

Capítulo 7: “Los propósitos de la adversidad”

95

Capítulo 8: “Consolados que consuelan”

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Influencias y Bibliografía

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Acerca del autor

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

PREÁMBULO DEL AUTOR MARZO 2020 Hace un par de años vengo muy inquieto con el deseo de relanzar este libro. Es un tema muy común a todas las familias y lamentablemente muy poco hablado en todos los ámbitos. Sobre todo en la Iglesia. Pero lo que más me mueve es ver que tristemente cientos de familias cristianas no saben interpretar las diferentes circunstancias de la vida y no tener un entendimiento claro respecto a Dios y respecto a la vida y la muerte. Las circunstancias difíciles, las adversidades ponen en evidencia nuestro nivel de madurez y entendimiento. Desde muy niño me llamaba la atención la Biblia y sobre todo los escritos del apóstol Pablo. Él a pesar de haber atravesado muchas diversas y terribles circunstancias parecía no perder el eje aún terminando sus días preso en Roma por causa del evangelio. Cuando leemos algunos de sus textos lo vemos con entendimiento y una interpretación de las circunstancias muy elevado. Veamos algunos ejemplos: 18

Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse, 19 porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20 La creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza. 21 Por tanto, también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22 Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora. Romanos 8. 8 – 22 RVR (énfasis del autor) 7

Pablo usa aquí una palabra muy interesante y esta es “comparables”. Él ve las aflicciones pero las interpreta como parte de una creación sujeta a corrupción por causa de la desobediencia del primer matrimonio en el origen. Las aflicciones del tiempo presente son parte de esta vida. Pero compara las aflicciones con el producto final, con lo que van a producir en nosotros. Y en este mismo contexto sigue escribiendo: 35

¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? 36 (Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en el matadero»). 37 Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó. 38 Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. 39 Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor. Romanos 8. 35 – 39 NTV (énfasis del autor) Aquí Pablo es categórico respecto a su posición en Cristo y como nada lo puede sacar de ahí. “…a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó”. Y esa posición es el amor de Dios en Cristo. De hecho deja claro que ni la vida con sus circunstancias, ni la muerte nos puede separar del amor de Dios. Si estamos en Cristo dice Pablo, vida y muerte están resueltas. El eje está puesto en el amor de Dios a nosotros y no en las circunstancias. La voluntad de Dios es que disfrutemos de Su amor en cualquier circunstancia y que demos a conocer Su amor que es una realidad eterna en nosotros. El amor de Dios que es Cristo nos habita. Y obviamente que no habla de conceptos o desde la teoría. Veamos lo que les escribe a los hermanos en Filipo. 12

Además, mis amados hermanos, quiero que sepan que todo lo que me ha sucedido en este lugar ha servido para difundir la Buena Noticia. 13 Pues cada persona de aquí —incluida toda la guardia del palacio— sabe que estoy encadenado por causa de Cristo; 14 y dado que estoy preso, la mayoría de los creyentes de este lugar ha aumentado su confianza y anuncia con valentía el mensaje de Dios sin temor. 8

20

Tengo la plena seguridad y la esperanza que jamás seré avergonzado, sino que seguiré actuando con valor por Cristo, como lo he hecho en el pasado. Y confío en que mi vida dará honor a Cristo, sea que yo viva o muera. 21 Pues, para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor. 22 Pero si vivo, puedo realizar más labor fructífera para Cristo. Así que realmente no sé qué es mejor. 23 Estoy dividido entre dos deseos: quisiera partir y estar con Cristo, lo cual sería mucho mejor para mí; 24 pero por el bien de ustedes, es mejor que siga viviendo. Filipenses 1. 20 – 24 NTV (énfasis del autor)

En esta carta Pablo está escribiendo desde la cárcel. Y eso no es un detalle menor sobre todo por cómo él interpreta lo que le está sucediendo. Todo ha servido para el avance del evangelio les dice a los Filipenses. Pero lo que más me impactó siempre en este texto es que aún en una situación adversa como esta, Pablo parece estar haciendo una broma respecto a morir o vivir. Lo tiene tan resuelto que le da lo mismo. Nosotros no sólo no hablamos del tema sino que jamás se nos ocurriría ponernos irónicos o hacer bromas al respecto. Pero Pablo lo tiene resuelto. No se maneja por criterios humanos, ni por las circunstancias. “Para mi el vivir es Cristo” les dice. Y ahí está la clave de todo. ¿Vivimos nuestra propia vida o vivimos Su vida? A los Romanos les escribió esto mismo. 7

Pues no vivimos para nosotros mismos ni morimos para nosotros mismos. 8 Si vivimos, es para honrar al Señor, y si morimos, es para honrar al Señor. Entonces, tanto si vivimos como si morimos, pertenecemos al Señor. Romanos 14. 7 – 8 NTV (énfasis del autor) A los Colosenses también les escribió lo mismo. Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios. 2 Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. 3 Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios. Colosenses 3. 1 – 3 NTV (énfasis del autor) Aquí Pablo profundiza un poquito más la cuestión. “Ustedes han muerto a esta vida…” es una gran clave para interpretar toda circunstancia. Al profundizar en la obra de la cruz, vemos que hemos muerto con Cristo y ahora hemos resucitado con Él. Cristo es nuestra resurrección y nuestra 9

vida. Por eso Pablo tiene el tema resuelto. El ya murió y ahora vive en Cristo, vive a Cristo. Ahora Pablo sabe que su vida está escondida con Cristo en Dios. Toda circunstancia se interpreta desde allí, con la mira puesta en las cosas de arriba. Con criterios eternos y no temporales. De esto les habla a los Corintios y de hecho interpreta las circunstancias como leves o pequeñas al compararlas con lo eterno que es el crecimiento de Cristo en nosotros. 16

Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día. 17 Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades! 18 Así que no miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre. 2 Corintios 4. 16 – 18 NTV (énfasis del autor) Escribiendo a los Romanos les deja claro que interpreta las circunstancias a partir de la obra de justificación en nosotros por medio de la cruz. Por lo tanto, ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. 2 Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios. 3 También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. 4 Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación. 5 Y esa esperanza no acabará en desilusión. Pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor. Romanos 5. 1 – 5 NTV (énfasis del autor) Ya sobre el final de sus días, le escribe a su amado hijo espiritual Timoteo y le habla acerca de cómo interpreta su vida y su muerte. 6

En cuanto a mí, mi vida ya fue derramada como una ofrenda a Dios. Se acerca el tiempo de mi muerte. 7 He peleado la buena batalla, he terminado la carrera y he permanecido fiel. 2 Timoteo 4. 6 – 7 NTV (énfasis del autor) 10

Pablo entiende que está llegando a la meta y va a pasar al perfecto y completo descanso con el Señor, Aquel a quien tanto amó y sirvió. Vuelve a Cristo de dónde salió en la eternidad. Sin dudas si nuestra vida es Cristo, todas las circunstancias y sobre todo la muerte serán siempre medidas con criterios eternos. Santiago en su carta también lo expresa en los mismos términos. 2

Amados hermanos, cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho 3 porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Santiago 1. 2 – 3 NTV (énfasis del autor) En la versión Reina – Valera leemos “tened por sumo gozo…”. Necesitamos entender que el gozo es una condición interna, es la naturaleza de Cristo en nosotros y nada tiene que ver con las circunstancias externas. Hace algunos meses atrás tuve la muy grata oportunidad de estar en un encuentro de pastores en Bs. As. Argentina escuchando una enseñanza de Fabián Liendo sobre el gozo en las tribulaciones. Luego de algunas semanas nos volvimos a encontrar en una cena y en una charla pudimos profundizar lo transmitido en su enseñanza y me quedé muy impactado por su vida y sus palabras. Ese día, lo que ya me inquietaba se hizo más fuerte así que aquí me encuentro, preparando este prefacio. Con el permiso de Fabián les comparto algunas líneas aquí para ampliar la plataforma desde la cuál debemos volver a hablar sobre este tema tan complejo para las familias y del cuál pareciera que nadie quiere hablar. “Gócense con el Señor” les decía Pablo a Filipenses. En la primera carta a los Tesalonicenses Pablo les dice: 16

Estén siempre gozosos. 1 Tesalonicenses 5. 16 RVR (énfasis del autor) “Siempre gozosos” dice Pablo. La Palabra es verdad. El Evangelio es verdad. Así que estar siempre gozosos es actuar de una manera cabal como Dios dice que somos. Necesitamos evaluar permanentemente: ¿Qué hay de Cristo y que hay de nosotros en nosotros? Algo que estamos entendiendo en esta generación, es que los procesos, las adversidades no ponen más de Cristo en nosotros porque ya lo tenemos 11

todo. Estamos completos en Él. Lo que sí el proceso, la adversidad va a hacer, es formar a Cristo mas exactamente en nosotros. En 2 Timoteo 2. 7 Pablo le dice a su hijo espiritual, su colaborador apostólico “Considera lo que te digo (esa es nuestra parte) y el Señor te de entendimiento en todo”. Dios debe derribar todo lo que se construyo sobre orgullo humano, con un claro eje antropocéntrico para poner Su verdad eterna en nosotros. Pablo dice “Por nada estés afanoso” por un lado, pero está preocupado por la Iglesia por el otro. ¿Hay contradicción en esto? Si los persiguen, huyan a otra ciudad dice. ¿Hay contradicción? Estar siempre gozosos parece una contradicción y un imposible. Pero debemos verlo desde la mente de Cristo y entender que podemos estar tristes pero siempre gozosos. En la tristeza hay gozo y en el gozo también hay tristeza. El gozo no es humano, es un fruto del Espíritu y no depende de circunstancias naturales. En Hebreos 10. 34 leemos: “…el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo…”. Esto sólo es posible si entendemos lo eterno, si entendemos que tenemos una herencia perdurable en los cielos. El bien es Cristo en nosotros. Ese es el bien de Dios. Todo ayuda a bien dice Pablo en Romanos 8. C. S. Lewis decía, los actos más poderosos de obediencia radical, empezando con el dolor del pecado debe estar motivado por el profundo valor del gozo de Dios. Tenemos que gozarnos en el conocimiento de Dios antes de experimentar el verdadero dolor por no tenerlo. Entristecidos más siempre gozosos les dice Pablo a los Corintios. 10

Hay dolor en nuestro corazón, pero siempre tenemos alegría. Somos pobres, pero damos riquezas espirituales a otros. No poseemos nada, y sin embargo, lo tenemos todo. 2 Corintios 6. 10 NTV (énfasis del autor)

Necesitamos entender que Dios no resuelve problemas personales. El ha resuelto un problema global y eterno: la muerte espiritual del hombre. Ese es el gozo y eso no nos deja estar ociosos. El gozo nos hace amar lo que Dios ama. Somos parte de una eterna solución, de una eterna redención. La muerte natural ya fue resuelta en la cruz y por obra de la regeneración tenemos acceso a ella. La gloria de Dios es todo lo que Dios es. En esa gloria hay una absoluta plenitud. Fuimos creados en esa realidad como lo vemos en el origen. Salimos de Cristo. La plenitud era nuestra realidad. 12

El pecado (salirnos del diseño e independizarnos de Dios) nos deja fuera de la gloria como lo expresa Pablo en Romanos 3. 23. Ahora los seres humanos están fuera en la nada y muertos. Y surge así el vínculo almático que es la necesidad. El ser humano interpreta todo desde el alma (mente, voluntad y emociones). Pero Dios reúne todo en Cristo y nos devuelve a esa realidad. Nos vuelve al estado original. El verbo vino y habitó entre nosotros y vimos Su gloria. Ver esa gloria nos llena de gozo. El Hijo es el gozo, la complacencia de Dios. El Hijo Cristo está en nosotros. Vemos en Mateo 16. 24 que Jesús decía “el que quiera ser mi discípulo… …niéguese a si mismo y tome su cruz y sígame…” “…el que pierde la vida la hallará”. La cruz se lleva adelante por el camino del gozo. Jesús lo hizo como lo vemos en Hebreos 12. 2 “Por el gozo puesto delante de El sufrió la cruz…”. Debemos ser el linaje de la cruz que todo lo hace por amor a Él con gozo, que menosprecia los padecimientos con gozo. Si vamos a Él con gozo elegimos perderlo todo. 10

Formaba parte del buen plan del SEÑOR aplastarlo y causarle dolor. Sin embargo, cuando su vida sea entregada en ofrenda por el pecado, tendrá muchos descendientes. Disfrutará de una larga vida, y en sus manos el buen plan del SEÑOR prosperará. 11 Cuando vea todo lo que se logró mediante su angustia, quedará satisfecho. Y a causa de lo que sufrió, mi siervo justo hará posible que muchos sean contados entre los justos, porque él cargará con todos los pecados de ellos. Isaías 53. 10 – 11 NTV (énfasis del autor) Dios quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Formaba parte del plan eterno. …ha puesto Su vida en expiación por el pecado… El que no me ama a mi más que a todas las cosas no puede ser mi discípulo. Eso pasó con el primer Adán, quedó fuera de la gloria porque quiso otra cosa mas que a Dios. El profeta Jeremías 2. 13 dice “me dejaron a mi y cavaron sus propias cisternas”. El mal es me dejaron a mi, es la naturaleza humana. Debemos graduar nuestra interpretación de las cosas desde la perspectiva humana y temporal a la perspectiva eterna. Lo malo para Dios es todo lo 13

que no es suyo. Todo lo que no está produciendo el Espíritu no es de Dios. Todo lo que no sale de la naturaleza de Cristo en nosotros Dios no lo recibe. Fuimos creados para Su gloria. Esa es nuestra identidad. No tenemos permiso para hacer lo que queremos. Venimos a Cristo y morimos a nuestra propia vida. Así tenemos la mente de Cristo que es un estado de gobierno y reposo en cualquier circunstancia. En la segunda carta a los Corintios en el capítulo 4 verso 6 Pablo dice: “Dios resplandeció en nuestros corazones para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. Así como todos estábamos en Adán, hoy todos los que abrazamos la cruz estamos en Cristo y experimentamos esa posición. Dios no mira la experiencia personal. Dios mira la experiencia de Adán y la de Cristo. En Cristo Él hace nuevas todas las cosas. La Iglesia no es un hospital. Es un cementerio. Estamos todos muertos. Y todas las cartas apostólicas hablan de esto. El Padre se gozó en quebrantar a Su Hijo para que todo vuelva al plan original, al propósito eterno. El precio dictamina la importancia. El precio es morir. La gloria del Padre es de infinito valor. Eso es por el gozo puesto delante de Él sufrió… Jesús vio el gozo del Padre de que todo el desastre cósmico de la desobediencia de Adán volviera a su lugar por la obediencia del segundo Adán. Por eso en la oración que vemos en Juan 17 Jesús dice “Le glorificaré completando la obra para la cuál fui enviado”. Nuestra experiencia es la de Cristo, tomar la cruz. Yo muero y obra Él quién es mi resurrección y vida. En Juan 6. 35 encontramos que Jesús decía “…yo soy el pan de vida…” “…no tendrán más hambre…”. Hay una plenitud que sale de la misma fuente. Él es la fuente que satisface eternamente porque vemos Su gloria. En su carta a los Efesios en el capítulo 4 verso 10 Pablo dice que “Cristo subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”. Él es la plenitud. La fuente de nuestro gozo no es temporal ni circunstancial. La fuente es Cristo. Es perdiendo la vida que se gana la vida. Y eso es cruz. La vida y la muerte ya están resueltas en la cruz. 3

Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios. Colosenses 3. 3 NTV (énfasis del autor)

En el Salmo 16. 11 el salmista decía “en tu presencia hay plenitud de gozo”. Debemos entender y recordar que desde la cruz, ahora estamos en Él, en Su presencia siempre, en el gozo siempre. 14

En los Hechos 5. 41 leemos “…salieron gozoso por ser dignos de padecer afrenta por causa de Su Nombre”. En Juan 12. 23 Jesús decía “…ha llegado la hora de ser glorificado…” “…si el grano de trigo no muere no puede dar fruto… pero si muere lleva mucho fruto”. Ser glorificado era morir. Cuando pensamos que necesitamos algo y si lo tuviéramos estaríamos mejor es que nos falta comer el pan de vida. El es el gozo, El es la plenitud. En Él estamos completo. No necesitamos nada. El es la perfecta alegría, el perfecto gozo en toda circunstancia. En la oración de Juan 17, en el verso 26 Jesús dice: “Yo les he dado a conocer tu nombre para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo en ellos”. Salimos de Cristo en el origen y en la cruz volvemos a El. Ahí está nuestro gozo, estamos en Cristo. Esa es nuestra posición. Esa es nuestra realidad. En Hechos 20. 24 leemos a Pablo diciendo “no estimo preciosa mi vida con tal que acabe la carrera con gozo…”. Sin dudas cuanto más entendimiento tenemos acerca de la obra de la cruz y su operación en nosotros, mayor fortaleza interior tenemos para enfrentar, interpretar y atravesar cualquier: dolor, tragedia, sufrimiento y aún la muerte y el duelo. Le animo a que lea las siguientes páginas desde el entendimiento de este preámbulo. Si es necesario vuelva una y otra vez a este comienzo para poder interpretar bien lo que lee pero sobre todo que pueda tener las herramientas para interpretar y atravesar las circunstancias que como familias tengan que enfrentar. Un placer servirles, David Firman

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Prefacio del autor

Este es un trabajo que hace tiempo estaba en mi mente. Hacen ya 13 años que cientos de preguntas rondan mi mente y corazón. Fue a mis 21 años cuando de repente me encontré con la realidad de que la muerte había llegado a mi familia. Me encontré con la dura realidad de la muerte de mi hermano, de tan sólo 19 años. Un año y medio menor que yo. De un segundo al otro, en el momento menos esperado, estudiando en la universidad a mil kilómetros de mi hogar y familia, me llega la noticia de que acababa de “perder” a mi hermano en un accidente automovilístico. Mis padres acababan de “perder” un hijo. El mundo parecía detenerse o peor aún, derrumbarse. Todo parecía perder sentido. El profundo e intenso dolor indescriptible, difícil de poner en palabras, de pronto invadió hasta lo más profundo de mi ser. Cuatro años antes ya había experimentado algo similar cuando sufrimos la muerte de uno de mis mejores amigos y mentor de mi vida, mi abuelo paterno Esteban. Como me dolió esa muerte! Pero parecía más fácil de sanar porque ya era anciano y había estado agonizando un tiempo. Hace poco más de un año, experimentamos con mi esposa la realidad terriblemente dolorosa de la pérdida de un embarazo (en 17

especial para ella que es la madre). Nuevamente enfrentamos interrogantes y dolor. Dios ha sido fiel y bueno al consolarnos. Después de todos estos años en los que se fue sanando mi corazón y en los que fui encontrando respuestas que trajeron sentido y consuelo a mi vida, me siento suficientemente preparado, sobre todo emocional y espiritualmente para llevar adelante esta tarea. Este es un trabajo que, por supuesto, me toca muy de cerca, y por lo tanto representa una mezcla de emociones. Por un lado, me remonta a momentos de mi vida en que tuve que experimentar el más profundo dolor. Pero por el otro, me llena de emoción poder transmitir experiencias, principios y fundamentos para el consuelo y la sanidad de las historias de dolor, tragedia, sufrimiento y muerte en la vida de muchas familias. Estoy consciente que existen varios mitos o ideas que se creen que son verdad y no lo son respecto a estos temas. Uno de ellos es la idea simplista de que si atravesamos circunstancias difíciles es por nuestro pecado, o por nuestra poca fe. Otro mito es creer que podemos tener todas las respuestas certeramente y saber todos los porqués de las diferentes situaciones difíciles que nos toca vivir. Quisiera aquí anular estos mitos. Está claro que estas circunstancias como el dolor y la muerte, son inevitables en la vida. Pero sin embargo, siempre surgen las preguntas: ¿Por qué a mi? ¿Son estas circunstancias la voluntad de Dios? ¿Puede un Dios de amor y misericordia ser el autor de tanto sufrimiento y dolor? ¿Cuál es el sentido de padecer todas estas circunstancias dolorosas y traumáticas en esta vida? Es mi humilde intención poder brindar algunas posibles respuestas o herramientas de interpretación de las circunstancias difíciles a partir de mi experiencia en enfrentar estas situaciones, desde la búsqueda de las respuestas a estas preguntas y muchas otras que probablemente usted se haya hecho. Estoy consciente que el dolor no es igual en cada individuo, ya que todos somos seres únicos. Todos vivimos las mismas situaciones de diferentes maneras, pero creo que existen principios generales aplicables a cada situación similar y ese es el desafío que he aceptado: encontrar y transmitir estos principios. 18

Trataré de abarcar en este trabajo varias perspectivas sobre el tema como la psicológica y el aspecto espiritual, por ejemplo. Teniendo en cuenta que vivimos en Latinoamérica, cuya cultura es cristiana, trabajaremos desde principios cristianos comunes a todos nosotros. Además, he decido hacer una acercamiento a la realidad de las vivencias de dos familias en crisis, dolor, sufrimiento, muerte y duelo. Una de estas familias es la mía, al enfrentar la adversidad estaba apoyada en la vida espiritual y los valores cristianos. La otra, ahora una hermosa familia amiga, se encontraba a la hora de la adversidad, viviendo lejos de una vivencia espiritual fresca y cotidiana que diera sentido a su vida. Analizaremos así las vivencias y las opciones que enfrentaron cada una de estas familias ante la crisis, el dolor, el sufrimiento, la muerte y el duelo. Sobre todo veremos la vivencia actual de estas familias y el sentido y consuelo que han hallado para sus vidas. Es mi anhelo de todo corazón que este material le sirva de consuelo y le traiga luz acerca de una interpretación más sana, quizá más acertada de las circunstancias adversas de la vida.

Con amor y respeto, David Moisés Firman

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Introducción En este libro usted podrá encontrar algunas respuestas posibles y testimonios de experiencias respecto a las preguntas más habituales que rodean al tema del dolor, la tragedia, el sufrimiento, la muerte y el duelo. Habiendo acompañado como Psicólogo a cientos de personas en dolor y duelo, y habiendo vivido en carne propia estas situaciones, me embarco en este inmenso desafío personal de traer consuelo y brindar algunas respuestas para estas situaciones comunes a todo ser humano. Dios me ha dado la gracia de ayudar a cientos de personas como terapeuta en mi consultorio y en las conferencias que brindo cada semana. Pude ver así como aplicar los principios volcados en este libro les ha ayudado grandemente a transitar el camino del dolor. Por favor no cierre este libro antes de llegar al final. Tómese el tiempo y haga el esfuerzo de continuar aunque algunas cosas no le suenen del todo correctas. Si llega al final, tendrá una idea completa de todo lo expuesto y podrá llegar a sus propias conclusiones. Este material de ninguna manera pretende dar todas las respuestas y mucho menos afirmar que son las acertadas. Esa sería una ambición desmedida e irreal. Además, no existen todas las respuestas a todas las situaciones que tenemos que enfrentar en esta tierra. Incluso vamos ver que hay situaciones acerca de las cuales la Biblia guarda silencio, por lo que no podemos tener respuestas definitivas. 21

Sin embargo, me he propuesto investigar y ofrecer principios generales que le ayuden a interpretar más sanamente las circunstancias de la vida y le ayuden a reaccionar mejor ante estas vivencias para no quedarse anclado en el fracaso. El único fracaso que existe en la vida es reaccionar equivocadamente ante una situación y no poder superarla. El fracaso es caerse y quedarse postrado. Sin embargo, como veremos más adelante, el fracaso es una oportunidad para ser fortalecidos y pasar a otro nivel. Si nos caemos nueve veces, nos levantamos diez. Transite estas páginas y reciba el consuelo y la fortaleza para no quedarse postrado.

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Capítulo Uno “Jorge Gabriel Firman”

Jorge Gabriel Firman – Un año antes del accidente. Testimonio de David Firman (hermano mayor) Era una noche lluviosa en Rosario, provincia de Santa Fe en Argentina. Era el quinto sábado de octubre de 1993. Yo estaba a mil kilómetros de mi familia terminando de cursar el segundo año de la carrera de Psicología. Era en una noche hermosa cerca de Dios, en una reunión de los jóvenes evangélicos bautistas de la ciudad y las 23

zonas aledañas, unas 1.200 personas en total que nos reuníamos todos los quintos sábados que tiene cada año. Estaba viviendo felizmente el momento rodeado de amigos. Nunca hubiera esperado que esa noche escondiera tanto dolor. En la ciudad de Posadas, Capital de la provincia de Misiones se estaba llevando a cabo una reunión similar con los jóvenes evangélicos bautistas de la provincia. Jorge Gabriel estaba en medio de un montón de jóvenes disfrutando la noche, los amigos, disfrutando de estar juntos con Dios allí, a 100 kilómetros de su casa. Creo que tampoco imaginaba lo que estaba por venir. Con 19 años de edad, lleno de vida y amigos, cerca de la una de la mañana al finalizar la reunión se dispone a regresar a su casa con su mejor amigo en la camioneta de nuestro padre. Siempre con un corazón servicial y dispuesto, ofreció llevar a su casa a unos amigos de la ciudad de Oberá, a unos 130 kilómetros en el interior de la provincia, a 30 kilómetros de donde se dirigía, a su casa. El viaje transcurre tranquilo y sin complicaciones, sólo un pesado sueño estaba molestando, “hablame que me duermo” le decía a su amigo. Dejaron a sus amigos en Oberá y se dispusieron a regresar a Além restando nada más que 30 kilómetros, unos 20 o 25 minutos de viaje. Faltando solamente 5 minutos para llegar, pudiendo ver ya desde allí las luces de su ciudad, Jorge se durmió al volante y perdiendo el control. La camioneta salió fuera de la ruta y comenzó a dar vueltas para todos lados. Eran aproximadamente las 3:30 de la mañana cuando en los vuelcos, mi hermano salió despedido del vehiculo y perdió la vida. Su amigo salió de adentro de los hierros retorcidos ileso, sin siquiera un raspón. Hay cosas que jamás entenderemos. Dios le prolongo la vida. Yo estaba durmiendo esa noche en casa de un amigo y compañero de estudios para comenzar temprano a preparar juntos algunos exámenes porque estábamos a fin de año y era la época de cerrar el ciclo lectivo 1993. Era domingo tipo 9 de la mañana cuando recién me ubican en casa de Gustavo. Suena el timbre de la puerta y llega la noticia que a uno jamás le gustaría recibir, que uno jamás espera. No estamos preparados para esto, no hay forma de prepararse para algo así. “Hubo un accidente…” me dicen, y un silencio destructor, 24

eterno, aterrador. Luego lo inesperado “tu hermano se murió”. De golpe, de repente, no había vuelta atrás. La sensación era fulminante, indescriptible. Tenía sólo 19 años. En la plenitud de la vida. Lo había visto tan sólo 15 días antes y estaba todo bien, estaba lleno de vida y energía como siempre. Así era él, siempre lleno de positividad y ganas de vivir con Dios a full. Como reaccionar, que decir, que pensar. Me quede anestesiado, bloqueado unos minutos. No podía reaccionar. No podía ser verdad, algo estaba mal. Como a todos, la negación es la primera reacción que tenemos. Es como estar dormido, estar soñando, pero estás despierto. Mil preguntas en mi mente pero ninguna respuesta. Lo peor de todo, ningún sentido lógico para algo así. Me llevaron a mi casa para preparar mis cosas papa viajar. Me esperaban mil kilómetros que recorrer. Solo en un ómnibus por 16 horas. Una larga noche de soledad, dolor indescriptible y mil preguntas sin respuestas. Mientras preparo mi bolso llorando sin consuelo, me vinieron a la mente todas las lecciones aprendidas desde chico en la iglesia, el sentido de la muerte para los cristianos. Pero algo no cerraba. ¿Era voluntad de Dios esto? ¿Como podía ser esta su voluntad si le quedaba toda la vida por delante? Si Dios es amor, ¿para que este sufrimiento sin sentido? Pensaba en mis padres, cuanto dolor estarían sufriendo. No, definitivamente no tenía sentido, no había respuestas. Sólo pude encontrar algo que me tranquilizo y estaba en mi Biblia “Dios Habla Hoy” color azul que estaba en la mesa de luz. Leí el salmo 62. Si Dios “habla hoy” era justo cuando necesitaba que lo hiciera. En el instante las palabras que leí se hicieron vida y vino consuelo y fortaleza a mi vida: “Sólo en Dios encuentro paz…” escribía el rey David, “mi salvación viene de Él”. Me agarré fuerte de esta palabra y emprendí el viaje más difícil y doloroso de toda mi vida. El viaje se hizo eterno y la noche oscura, muy oscura y fría. Cuando llegue a Posadas, Capital de la provincia de Misiones, después de 14 horas de viaje, todavía me quedaban 100 kilómetros por recorrer. Me encontré con algunos familiares que vinieron a buscarme, y me tranquilizó pensar que podría al fin tener 25

algunas respuestas y sobre todo más información sobre lo que había sucedido realmente. Vinieron algunas respuestas a mis interrogantes, y pocos detalles de lo sucedido, mezclados con juicios e interpretaciones personales de quienes me lo estaban transmitiendo. Hoy me doy cuenta que esos 100 kilómetros hasta el sepelio de mi hermano serian el comienzo del largo camino del dolor, el comienzo de lo que hoy sé que se llama anulación del duelo y su posterior duelo patológico (que explicaremos en las páginas de este libro). Algo que marcó mucho mi vida negativamente y dio paso a la anulación del duelo fue recibir recomendaciones (muy bien intencionadas e inocentes en ese momento) como por ejemplo: “ahora no te pongas a mariconear, mira que tenés que sostener a tus viejos que están hechos bolsa”, o “No vayas a andar lloriqueando tanto que no es de buen testimonio cristiano”, entre otras. Ahí comenzó parte de mi mayor dolor sin darme cuenta en ese momento. Por supuesto que me hice cargo. Me hice hombre, me tragué el dolor y le hice frente a todo lo que había que hacer, principalmente contener a mis padres. Luego del entierro, tuve que ocuparme de dar de baja su servicio militar, ir a la policía y al registro de las personas a dar de baja el documento de identidad, me ocupe además de resolver el arreglo mecánico de la camioneta y negociar su venta (ya que mis padres no querían tenerla más). Ante todos era el hijo ideal, haciéndole frente con altura a la situación. Revisé también mi vida espiritual y decidí comprometerme más en vez de alejarme de Dios. Parecía un tiempo en el que todo estaba bajo control. Reflexioné acerca del gran esfuerzo de mis padres por permitirme estudiar sin trabajar y, por supuesto, no podía permitirme perder un año de estudio. Así que una vez más, me tragué el dolor, me esforcé y viaje a rendir 4 de los 5 exámenes de materias anuales largas y pesadas, ya que era fecha de rendir. Al mes y una semana de la muerte mi hermano me quedaba sólo una materia por aprobar del segundo año de mi carrera. Me sentía muy bien, estaba logrando el objetivo de ser buen hijo, hacer las cosas bien, y sobre todo, dar “buen testimonio cristiano”. Lo que ignoraba era que el dolor es para que duela. El dolor tiene que salir. Pasaron dos años y vino lo inesperado e inexplicable para mí, la depresión. 26

Me preguntaba: ¿por qué me siento tan mal? ¿Por qué tantas ganas de llorar? ¿Por qué tanto dolor? Aparentemente estaba todo bien, sin embargo el dolor estaba y era muy fuerte, tanto que comenzó a bloquearme. Todo estaba en juego, mis estudios, mis relaciones interpersonales, mi vida. Todo estaba negro, sin sentido, sin rumbo. Lo único que había era dolor y angustia, mucha angustia. En ese momento tuve la gracia de ser comprendido y acompañado por Cristina, (psicóloga) y Damián su esposo (un hermoso hombre de Dios y experimentado consejero). Con ellos pude recorrer por varias semanas el camino del dolor, pude revisar los errores y cambiar mi manera de pensar. Pude entender algunas cosas y sobre todo, comenzar un duro pero hermoso proceso sanador de perdón a quienes me habían lastimado en mis cortos 23 años de vida. Y sobre todas las cosas, me ayudaron a sacar el dolor, a transitar el proceso sano y normal del duelo: la elaboración emocional y espiritual de una pérdida. Me dieron permiso de llorar. Yo me di permiso de llorar, y que bueno fue. Lo oscuro se transformo en luz. La angustia y el dolor se transformaron en paz y luego fortaleza. Sobre todo, los porqués se transformaron en para que!!! Conocí a Dios de otra manera. Él es bueno, su esencia es amor, y todo su deseo y voluntad es nuestro bienestar. En ese mismo año, tuve el honor de estar presente en una conferencia del reconocido Historiador y Teólogo, el Pastor Pablo Deiros. Estando en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, este hermoso hombre de Dios nos hablo una mañana de domingo a unas 1.000 personas acerca de la muerte. Mi vida experimentaría un antes y un después a partir de esa tremenda enseñanza. Pude experimentar un consuelo extraordinario y entendí una de los principales “para qué” que cambió y orientó mi vida: puedo ser una persona “consolada que consuela”. La anulación del duelo no solamente me trajo complicaciones a mí, sino también a mis padres. Mis padres, inocente e inconcientemente, relegaron todo en mí y en otros familiares. Consecuentemente, esto anuló y su duelo y les garantizó años de sufrimiento. Sin embargo, de no haber estado apoyados en la fe cristiana, esta situación podría haber sido mucho peor. 27

Mis padres no fueron a reconocer el cuerpo de mi hermano. No fueron a reconocer el lugar del accidente. No fueron al regimiento militar a dar de baja su servicio militar obligatorio. No fueron al registro de las personas ni a la policía a dar de baja el documento de identidad. No fueron al taller mecánico a hacerse cargo del arreglo de la camioneta. Todo esto (entre otras cosas que seguramente se me escapan) los llevó a la anulación del duelo. No se confrontaron con todo el dolor y no dejaron que todo el dolor saliera. Me acuerdo que a poco tiempo de haber transcurrido el accidente, no se habló más del tema. La vida continuó y parecía que todos éramos muy fuertes. Hoy puedo ver que salir adelante les llevaría aproximadamente unos diez años. Dios movería las cosas muy suave y gentilmente para que en esos diez años enfrentaran un dolor que no los matara y los llevara a cerrar la gran herida de la pérdida de un hijo de 19 años. En esos diez años mi padre tuvo dos trabajos importantes en su pequeña empresa de construcción: uno justo en frente del lugar del accidente, y el otro justo en frente del regimiento militar donde habían ido a visitar a mi hermano periódicamente el último año. Esto fue duro pero a la vez sanador. Ellos tuvieron que ir durante meses día tras día a los lugares que evitaron ir al momento del accidente. Me acuerdo otro suceso interesante. Aproximadamente unos dos años después del accidente, surgió la necesidad de renovar el vehiculo y la única oportunidad que había era una camioneta azul idéntica a la del accidente, la que habían evitado ver y usar en ese momento. ¿Y qué pasó? En fin, Dios es bueno y tiene sus maneras de sanar nuestras heridas, consolarnos y darnos la bendición de ayudar y consolar a otros en nuestra misma situación. Testimonio de Mary Firman (mamá) Cuando nos enteramos, nos enteramos mal. Eran tipo las tres de la mañana del sábado 1 de noviembre de 1993. Ni mi esposo ni yo podíamos dormir bien, como si tuviéramos la sensación de que algo no estaba bien. Fue ahí cuando escuchamos golpes de manos y golpes en el techo de nuestra casa para 28

despertarnos. Cuando sale mi esposo ve a una persona desconocida. Dice que al pasar por la ruta vio un accidente y se detuvo. Nos comenta que nuestro hijo estaba mal en el hospital y debíamos ir a verlo. Cuando llegamos nos esperaban los médicos y una enfermera cristiana que nos atendió y acompañó muy bien, porque ahí nos enteramos que en realidad nuestro hijo estaba muerto. Fue un golpe muy feo, muy duro, porque nosotros habíamos ido con la esperanza de verlo. Lo habíamos visto por última vez el día anterior al medio día, cuando llegó de San Javier, donde estaba realizando su servicio militar. Comió y se fue a Posadas a un encuentro de jóvenes cristianos. Después ya no lo vimos más. Tengo en mi mente el recuerdo de que estuvo un ratito y se fue con una remera y un jean azul. Al salir de casa para ir al hospital, ya estaba afuera la policía para acompañarnos. Ahora me doy cuenta de que inconscientemente en ese momento imaginé lo peor. Lo poco que recuerdo de la experiencia en el hospital es que le dijeron a mi esposo que nuestro hijo había fallecido en el lugar del accidente. En ese momento me quedé como anestesiada, bloqueada. El dolor fue tan grande que me descompuse de tal manera que se me adelanto el periodo menstrual después de solo unos días de haberlo tenido, empecé a tener vómito y diarrea. Estaba totalmente descompensada. Me llevaron a una habitación del hospital y me dieron calmantes. Ahí no pude verlo, lo vi recién en el velatorio. No me acuerdo de nada más: ni cómo nos volvimos del hospital, quién me trajo, nada. Sólo recuerdo estar frente al ataúd de mi hijo de sólo 19 años, muerto. Después, al pasar las horas, los días y me puse a pensar en lo que había pasado. Pude hallar consuelo en la realidad que, como familia cristiana creemos, que mi hijo estaba con Dios. Pasaron los días y mi hijo me hacía mucha falta. Su cama estaba siempre vacía. Un poco me había quedado la sensación de que en cualquier momento regresaba del servicio militar, pero la cama seguía. En el fondo sabía que nunca más iba a volver. La gente conocida y querida fue acercándose todos los días para acompañarnos y traernos consuelo. Lo que me decían era que tenía que seguir adelante, en especial por mis hijos más chicos, de 3 29

y 5 años que me necesitaban. De todas maneras, nada lograba menguar el dolor. Me acuerdo que en uno de esos días en que estaban algunas personas en casa, quise encender la cocina para preparar un mate y, sin darme cuenta, se encendió en llamas un repasador. Yo estaba desenfocada, perdida, no sabía lo que hacía. Con el tiempo tuve que “resignarme” que no lo iba a ver más en esta tierra y aferrarme de la esperanza de verlo en un futuro junto a Dios. Esto fue mucho tiempo después. Mucho tiempo me llevo poder resignarme y seguir. Por dentro yo sabía que tenía que resignarme, pero los recuerdos venían todo el tiempo. Por un lado no podía y por el otro no quería soltarlo. Siempre el consuelo lo encontré en Dios. Hoy, después de 13 años me doy cuenta de que siempre me hace falta, recuerdo todas las fechas importantes sin faltar una y me doy cuenta que no esta y lo extraño. Me consuela mucho recordar cosas buenas de él. Por ejemplo, mientras estaba en el regimiento militar había llevado su Biblia. Un día lo descubrieron y le preguntaron qué era y qué estaba haciendo, a lo que contestó que estaba estudiando una Biblia. Desde ese momento, pasó muchas horas con compañeros y jefes leyendo historias de la Biblia. Él no escondía su fe. Después en el sepelio esa misma Biblia se la regalamos al jefe mayor del ejército donde había prestado su servicio militar obligatorio. Hoy vivo resignada a que no está Tengo que seguir adelante, la vida sigue. Me llevó muchos años superar el dolor. Hoy gracias al consuelo de Dios puedo hablar sobre esto con mi esposo, con otra gente, incluso pude ver que fui de ayuda a otra gente que vivió situaciones similares y pude consolarlas. Quizá no vivieron la misma situación de perder un hijo, pero hace un tiempo hablé con una señora que perdió a su esposo. Ella no se podía resignar y pude ayudarla en esto, le conté mi historia y comenzó a resignarse y dejar salir el dolor para seguir con su vida. La gente la juzgaba porque ella no quería ni podía ir al cementerio, pudimos hablar sobre esto y pudimos ver que llorar sobre la tumba no va a revivirlo. No queda otra que pensar que ya no va a volver más y que la vida sigue. Lo que más consuelo da es estar con Dios y recordar las cosas positivas. 30

Hoy puedo decir con toda seguridad que si me dicen que puedo tenerlo otra vez, pero de la misma manera, por tan sólo 19 años, elijo tenerlo otra vez para disfrutarlo aunque sea esos 19 hermosos años. Testimonio de Alejandro Firman (papá) Estábamos durmiendo. Eran pasadas las tres de la mañana cuando alguien comenzó a golpear las manos frente a nuestra casa. Cuando salgo veo que era una persona desconocida. Me preguntó mi apellido y me dijo: “su hijo tuvo un pequeño accidente y volcó la camioneta”. Hasta ahí no sonaba tan grave, incluso le pregunté si estaban lastimados y él dijo que “bastante”. Al decir bastante me dio cierta tranquilidad que estaba vivo. Ofreció llevarnos al hospital, pero le dije que no porque tenía otro auto. Nos fuimos solos y cuando llegamos salieron a nuestro encuentro los médicos. Por cómo movían las manos yo ya me di cuenta de que algo malo estaba pasando. Ahí nos dijeron: “no pudimos hacer nada”, entonces me agarró una desesperación y bronca a la vez, porque entendí que esa persona que vino a avisarnos nos mintió. Eso fue como un doble dolor, porque si hubiera dicho de entrada que quizás estaba muerto, entonces ahí ya uno está sabiendo lo que pasa. Pero fui totalmente tranquilo esperando que mi hijo estuviera vivo y al final me encontré que estaba muerto. En el hospital nos dieron calmantes. Había una enfermera con fuertes convicciones cristianas que nos ayudó y consoló. Ella nos alentó a apoyarnos en la realidad de que como hijos de Dios era sólo una breve despedida. Nos dijo que esa era la ley de Dios, que la vida se cortaba con la muerte, y que nuestra vida estaba en manos de Dios. Lo único que me acuerdo es que no pude encontrar consuelo, y tuve que salir solo a recorrer con el auto y avisar a algunos familiares. Anduve solo y medio perdido por toda la ciudad, llorando todo el tiempo. Cuando fui a la casa de uno de mis cuñados para avisarle, me tiré en el césped del jardín del frente de su casa y no me quería levantar de la desesperación. Quería morirme, no sabía qué hacer. Fue realmente una desesperación horrible, es algo feo que no hay palabras para explicarlo, lo sabés solamente viviéndolo. La gente trata de alentarte y animarte, pero a vos no te llega nada. 31

Siempre busque el “por qué” y el “para qué” pero creo que recién lo sabré cuando esté en la Presencia de Dios. Lo único que siempre me consoló, me animó, me ayudó a seguir adelante, es saber que mi hijo estaba en su mejor momento espiritual. Me consuela saber que un día lo voy a ver. Dice la Biblia que si morimos con Cristo también resucitaremos con Él. Consuela saber que mi hijo volvía de un encuentro de jóvenes cristianos. Estuvo sirviendo a Dios hasta el último momento de su vida, ya que volvió tarde por hacer una hora más de viaje para llevar a su casa a otra ciudad a chicos que no tenían como viajar de regreso. Me consuela saber que los policías estaban sorprendidos por no encontrar alcohol ni en su cuerpo ni en la camioneta. Fue muy duro. Sin ánimos de hacer diferencias entre los hijos ni despreciarlos, este hijo que murió era algo especial por la relación cercana que nos unía. Habíamos compartido muchas horas juntos, éramos muy amigos y confidentes, me pedía consejos, era algo especial. Vino una hermana mía de Estados Unidos y me dijo que iba a luchar con el dolor por más de tres años, y yo no le creía porque pensé que se me iba a pasar más rápido. Pero realmente por más de tres años lloré a mi hijo. No podía ver sus fotos. En una ocasión vinieron a casa unos jóvenes de la iglesia y trajeron un video de un viaje a un congreso a Rosario, y mi hijo estaba en ese video. Cuando lo vi me largué a llorar desesperadamente porque lo vi vivo y sentí el dolor de no tenerlo más. Fue algo tremendo. Los chicos apagaron el video y nunca más lo vi. Hoy, después de trece años, siento el profundo deseo de ver ese video pero no sé quien lo tiene, quisiera conseguirlo. Realmente por muchas cosas me guardé el dolor. Por mi esposa, por mis tres hijos. Recuerdo una oportunidad en la que hablando con uno de ellos, yo empecé a elogiar las cualidades de mi hijo muerto y el hijo con el que estaba hablando se sintió muy mal, rechazado. Ese día hice una cruz y decidí nunca más hablar nada de mi hijo. Lo hice en especial por los hijos y mi esposa para no causarles dolor. Sé que mi esposa sufrió mucho pero lo supo disimular muy bien, cosa que yo no pude hacer. Por eso decidí olvidarme de todo, incluso ni recordar las fechas importantes, los cumpleaños o la fecha de su muerte. Mi esposa me recordaba las fechas y yo nunca dije nada para no entristecerla. Pero dentro de uno 32

esta ese dolor que uno no quiere dar rienda suelta para no hacer daño a las personas. También me pasó algo tremendo cuando falleció mi suegro nueve años después de la muerte de mi hijo. Cuando fuimos al cementerio para sepultarlo yo me acerqué a la tumba de mi hijo. Me acosté encima de su tumba y empecé a llorar desesperadamente. No pude controlarme, me quedé por más de media hora llorando ahí sobre la tumba de mi hijo. Vino mucha gente a alentarme y consolarme. Es algo muy tremendo, muy feo, muy doloroso, que uno no se lo desea ni a su peor enemigo. Es una cosa muy fea. Uno vive siempre como tenso, porque los otros hijos salen con el auto y entonces siempre estás pendiente de que vuelvan bien y no les pase nada. Siempre estás alerta y orando a Dios que los guarde. Es algo tremendo. Ese día decidí no ir más al cementerio. Él no esta ahí. El dolor nunca se va del todo. Lo guardás, disimulás y te resignás. Me dije a mi mismo que tengo tres hijos más por los que tengo que seguir adelante. Dios vive en mí y me da las fuerzas. Él me da esperanza. En la terrible tristeza hay un gozo interior que me alienta a seguir, sabiendo que lo voy a ver. La carne desfallece pero en lo espiritual estás fuerte. Ahora veo que guardarme el dolor me hizo sufrir más tiempo, pero lo hice para no herir a mi familia. Después Dios me fue llevando a hacer trabajos frente a lugares específicos, como el regimiento o el lugar del accidente. Ahí me choque con la realidad y fui sacando mi dolor. Ahora veo que todo el año anterior a su muerte, en el que mi hijo había estado cumpliendo su servicio militar obligatorio, fue como una preparación para su ausencia. Al no tenerlo al lado permanentemente, hay un acostumbramiento obligado a la realidad de que no está. Creo que de otra forma, hubiera sido todo peor. Tiendo a creer que Dios nos estaba preparando porque llegaba su hora de partir. Es algo que suela pensar. De otra manera el dolor seria mucho más grande. Hoy ya lo tengo todo más superado, puedo hablar de él, puedo ver sus fotos, pero el dolor está adentro y no se va. La gente me decía siempre: “hay que resignarse”. Pero ¿cómo? Es fácil decirlo desde afuera, pero el que lo vive no sabe qué hacer para no vivir lo que está viviendo. 33

Me consuela saber que él no escondía su fe ni en la escuela ni en el regimiento. La gente, sus compañeros lo admiraban por eso. Solamente con el amor y el consuelo de Dios se puede superar esto. Todas las dificultades y golpes como ese me acercaron más a Dios. El Diablo tiene otro propósito, que es alejarnos de Dios y desanimarnos, hacernos maldecir y renegar de Dios. Pero en mí todo fue al revés: siempre me acerco más a Dios, me hizo más fuerte. El consuelo más grande que tengo es saber que lo voy a volver a ver.

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Capítulo Dos “Julio Cesar (Lucho) Tkachuk” Lucho es un gran amigo a quien admiro y quien me inspira mucho. Sobrevivió a un terrible accidente automovilístico pero perdió a su novia allí. En el accidente sufrió aplastamiento de médula, lo que hoy en día le imposibilita caminar. Sin embargo, hoy vive su vida a pleno y pudo encontrar un sentido nuevo y que completó su vida y la de toda su familia. Tras la tragedia, se fortaleció, se transformó en una mejor persona y conoció a Dios de una manera diferente junto con toda su familia. A continuación trascribo textualmente parte de su impactante testimonio y vivencia. Gracias Lucho por honrarme con tu vida en estas páginas. Antes del accidente Tenía 35 años. Ya hacían 7 años que estaba trabajando como médico ginecólogo. Hacían 5 años que estaba de novio con Karina, una chica de Eldorado, provincia de Misiones, a quien le faltaban muy pocas materias para recibirse de escribana publica. Teníamos programada nuestra boda para febrero o marzo del año próximo. Estábamos tramitando un viaje porque ella se recibía a fin de año, y ese era el premio a su esmero. Yo vivía principalmente para el trabajo todo el día y aun por las noches. En esta ciudad no hay clínicas, entonces todas las cirugías, los partos, las urgencias los atendía en L. N. Além a 45 35

kilómetros de aquí, y habían días en que hacia hasta 4 viajes a esta ciudad llevando o trayendo pacientes o a revisar pacientes operadas. A pesar de eso, atendía un promedio de 40 pacientes por día. Trabajaba únicamente a nivel privado con una muy buena cartera de pacientes. Por lo tanto, yo estaba convencido de que todo lo que tenía, lo tenía porque era bueno o trataba bien a la gente, es decir, por mi propio esfuerzo. Creía que yo tenía el control de todo. A veces atendía sin cobrarle los honorarios a gente que no me podía pagar. Lo mismo con los viajes. Muchas veces llevaba a mis pacientes en mi auto para que no tengan que pagar una ambulancia. Trataba de ser buena persona en todo lo que podía, creyendo que con eso estaba comprando el futuro o asegurando la eternidad. Siempre creía firmemente que nunca me iba a pasar nada malo porque hacia cosas buenas de corazón y creía que a las personas que hacen cosas buenas nunca les pasa nada. Hoy entiendo que era un ritualista e idolatra. En mi lista de prioridades estaba en primer lugar mi novia. En segundo lugar estaba el trabajo y junto con el trabajo el dinero que creía yo que era mío. Luego estaba el auto, que era último modelo y por el cual me desvivía. Luego las amistades, los asados y las salidas. Y recién por último estaba mi familia y creo que Dios. Cada vez que me apretaba el zapato, que me encontraba en aprietos, recurría a Dios. Por supuesto que recurría a Él como un ritual, porque realmente no lo conocía. Cada vez tenía una cirugía o un parto, rezaba un montón de oraciones, que lo hacia de memoria, ya como un versito que se disparaba mientras me lavaba las manos. Luego salía del quirófano diciendo un “gracias” también de memoria. Mi novia estudiaba a unos 450 de mi ciudad, en la ciudad de Corrientes. En todos mis viajes de fines de semana paraba en cada altar a la virgen que encontraba para realizar mi ritual de oraciones. Creía que eso era lo que protegía y bendecía mi vida para vivirla como la estaba viviendo. Incluso había llegado a viajar en dos oportunidades en los últimos 4 años a la provincia de San Juan, atravesando gran parte del país para venerar a la Difunta Correa. Y todo esto lo hacía sinceramente porque había algo dentro de mí que me llevaba a moverme todo el tiempo. Recuerdo que era muy poco el tiempo que me quedaba en mi casa. Siempre estaba en movimiento 36

por la provincia, en Corrientes o Chaco, o yendo a Buenos Aires. Todo el tiempo de salidas con amigos o en algún congreso. Hoy puedo darme cuenta que en ese momento sabía que me faltaba algo, pero no lo sabía descifrar. Tenía un vacío profundo que no se llenaba con nada. Tenía dos grandes debilidades que opacaban mi vida. Una era el casino, a donde iba tres veces por semana, y la otra el vicio del cigarrillo. Había hecho muchos intentos en dejarlo, sin buenos resultados. Hoy veo que mi pronóstico no era muy favorable. El accidente El 09 de julio del año 2002, aproximadamente a las 05:30 de la mañana viajaba de Oberá a San Javier, cuando a unos 6 kilómetros antes de llegar a mi pueblo, me accidento. Esa noche previa comimos un asado con una pareja amiga. Luego nos fuimos a Oberá, al casino. Cuando el lugar cerró, salimos de regreso a nuestra ciudad con esta pareja amiga muy joven en la parte trasera del auto. Mi novia venía como acompañante adelante. En una estación de servicio a mitad de camino paramos a comprar unas golosinas y seguimos viaje. Me acuerdo que eran casi las 05 de la mañana, de una mañana muy fría. Ya no volvimos a ponernos los cinturones, con esa idea tonta que a veces tenemos que ya estamos cerca y no hace falta. Veníamos tranquilos, miré los controles y el auto me indicaba 03 grados bajo cero (cosa que nunca me olvido por el dolor y el frío que pase creyendo que me moría). Unos 2 kilómetros antes del accidente enciendo la luz interior para ver como venían todos; mi novia venía durmiendo y también el marido de mi amiga que estaba despierta. Estuve a punto de despertar a mi novia para que se pusiera el cinturón de seguridad, pero no quise despertarla faltando tan poco para llegar. Llegamos a un punto en la ruta en la que había un banco de niebla que me cegaba realmente. La ruta estaba en pésimo estado y sin ninguna señalización ni luces en un cruce de rutas. Cuando me doy cuenta, aminoro la marcha y de repente se termina la ruta, porque se divide en dos. Seguimos derecho a un espacio triangular que hay. Me quedo tranquilo pensando en que el auto iba a caer a un descampado de pasto. Pero había un pozo profundo al terminar el terraplén donde el auto se clava. Escuché mucho ruido de vidrios y 37

hierros retorcidos y lo próximo fue darme cuenta que estaba en medio del pasto. Creí que estaba con el auto dado vuelta y que el pasto entraba, pero cuando trato de escarbar con las manos para ver que tenía debajo mío me doy cuenta que era barro. En ese momento me doy cuenta que estaba fuera del auto, que había salido despedido. Hasta ese momento no sentía ningún dolor. Intento moverme y me doy cuenta que no puedo. Hago un poco más de fuerza y me doy cuenta de que no muevo mis piernas. Me toco los genitales para ver si me había orinado y vi que no sentía ni mis genitales ni mi abdomen, entonces me doy cuenta que me fracture la columna y la médula. Trato de sentarme a pesar de eso, pero cuando lo intento haciendo fuerzas con los brazos, siento un dolor muy intenso en el costado izquierdo porque tenía siete costillas rotas y una de ellas me perforó el pulmón y se me produjo un neumotórax. Entonces me quedo respirando con mucha dificultad por falta de aire sólo con el pulmón derecho y escucho que mi amigo comienza a llamarme. Escuchaba también el grito de dolor y desesperación de la mujer de él. Mi amigo me ubica en medio del frío, de la oscuridad y de la niebla. Me pregunta que pasó y le explico que volcamos, y le doy referencias del lugar donde estamos. Quise darle mi celular y me encuentro solamente con el porta celular. Por esta razón no pudimos llamar a nadie. Le explico cómo salir a la ruta, pero antes le pido que busque a mi novia. Él sale y la busca pero no la encuentra. Sin embargo me dice que estaba todo bien y que me quedara tranquilo. Durante el tiempo en que mi amigo sale a buscar ayuda a 2 kilómetros de allí a la casa de unos amigos que viven en el campo, yo sentía mucho frío y dolor, y el grito de nuestra amiga me desesperaba. Veo que me estaba muriendo, que no podía respirar, me estaba mareando. Como médico, sabía que no me tenía que dormir. Me cerré bien la campera y en ese momento me invadió un estado muy difícil de descifrar: era una mezcla de miedo, dolor, desesperación. Miedo a lo desconocido, a la muerte. Lo llamativo para mi hoy es darme cuenta que en ese momento no recé. Yo que tanto rezaba, ahora no lo estaba haciendo. No me acordé ni de Dios ni de Jesús, ni de ninguna virgen. Hoy me doy cuenta que a Dios no lo conocía, ¿cómo lo iba a llamar entonces? 38

Luego de dos horas, llega la ambulancia con un colega y un enfermero amigo. Les explico que tenía la columna para que tomen los recaudos necesarios y les pregunto por mi novia. Tardan unos momentos y me dicen: vos sos la prioridad. En ese momento, el dolor y el frío me estaban matando, ya no aguantaba más. Lo único que comencé a pedir era que me calmen el dolor. Era un dolor insoportable. Me llevan en la ambulancia muy rápido a L. N. Além donde me atiende la doctora Koch, y me da un buen analgésico, un buen sedante y de allí me llevan a Posadas, capital de nuestra provincia, en otra ambulancia de alta complejidad. Otro amigo, el Doctor Gutiérrez me acompañó y se jugó por mí, haciendo lo imposible por llegar rápido y atenderme bien. Estuve conciente todo el viaje y cuando llegamos al sanatorio, me bajan de la ambulancia y veo un techo gris o blanco y no recuerdo más nada. Eso era el 09 de julio de 2002. Cuando vuelvo a tomar conciencia de la realidad era el día 03 de agosto del mismo año. Estaba internado en el centro de rehabilitación del Hospital Perrando de Resistencia, capital de la provincia de Chaco a unos 450 kilómetros de mi ciudad. Según todas las historias clínicas, en ningún momento figuro en coma, pero no me acuerdo de nada. Estaba en terapia, entubado y sedado pero no en coma. Igualmente no recuerdo nada de lo que pasó en un lapso de más de un mes. En la tarde del día del accidente, debatían los médicos si hacerme una cirugía o no, porque por mi estado precario de salud esperaban que me muriera en cualquier momento. Mis familiares no sabían qué hacer y entonces un grupo de colegas deciden que si iba a morir que fuera en el quirófano. Me ingresan con una presión arterial muy baja, de 80 – 40, y en esa presión me mantuve las 5 horas que estuve en el quirófano. Ahí trabajan con mi fémur que estaba roto poniéndome tres clavos, y me arreglan la columna que la tenía quebrada a nivel D 12 lumbar 1. La dura realidad después del accidente

Cuando despierto a la nueva realidad, me acuerdo del accidente, y de todo lo que estoy relatando. Lo primero que pregunto es por mi novia y me dicen que estaba muy grave internada en otra 39

clínica, que me quedara tranquilo. Continúo por mis prioridades y pregunto por mi auto, y me dicen que me quede tranquilo que estaba todo bien. Pregunto dónde estaba y me explican que estaba internado en Resistencia, Chaco. A unas 2 horas de despertar, no sé cómo pero yo sabía con seguridad que mi novia estaba muerta. Les pregunto otra vez y les pido que no me mientan y me confirman que sí, había muerto en el lugar del accidente. Para mí el dolor no fue tanto al saber que estaba para siempre paralítico como cuando supe que ella murió. Fue en ese momento en que mi vida perdió todo sentido. Lloré bastante y comencé a preguntar por su sepelio y todos los demás detalles. Pido por favor que llamen a mi suegro, el padre de mi novia para hablar con él. Quise superar todo ese mundo derrumbado por mí mismo. Estaba con incontinencia de esfínteres anales y urinarios. Usaba pañales, tenía escaras (heridas profundas) por todos lados. Incluso después, durante mucho tiempo me quedó como una repulsión a las moscas, porque apenas abrían una ventana entraban moscas a la habitación de la clínica. En ese momento creí que mi vida no tenía más salida, que no tenía más solución. Ahí me confronte con la realidad de que en un segundo había perdido todo: mi hermosa novia de 24 años, el nivel y reconocimiento socio-cultural de mi ciudad, la aceptación que tenía como médico, el mejor auto que tenía, el dinero, las amistades, el título y la profesión, todo, todo se había esfumado. Todo se había terminado en un segundo. Me había quedado sin nada. Sólo me había quedado lo que tenía por último que era mi familia. Fueron lo únicos que se quedaron firmes conmigo. Mis padres y mi hermana con su esposo estuvieron conmigo en todo momento. Eso es algo muy valioso para mí, el hecho de que la familia esté presente le ayuda a cualquier persona a superar cualquier cosa. Como médico, con la sensación clásica de omnipotencia, muy testarudo, muy cabeza dura, creí que solo iba a poder salir de esto. Otra vez con el ritual me llené de estampitas y santos. Fui muy abierto a que todas las personas que me fueran a visitar lo hicieran, sin importar credo o religión. No hice diferencias, acepté a todos. 40

Un día, me visitó uno de los hombres más sabios que conozco. Un hombre de 72 años, sin estudios secundarios siquiera. Este hombre comenzó a hablarme con sencillez pero con mucha profundidad y verdad. Recuerdo que una de las preguntas que me hizo y produjo un antes y un después en mi vida emocional y espiritual fue: ¿conocés a Dios? A lo que respondí con un contundente sí. Allí comenzó a explicarme quién es Dios. Me di cuenta que a Dios lo conocía como a San Martín, o a Belgrano o a Sarmiento (grandes líderes de nuestro país) o al presidente de turno. Sabía quién era de oídas, de teoría, pero no lo conocía. Este hermoso hombre es el pastor Darío, quien me presentó a Dios como mi Papá, como mi Padre. Yo conocía al Dios creador, pero a partir de ahí comencé a conocer a Dios el Padre. Me pude dar cuenta que sin Dios es difícil vivir y que Él tenía el poder de restaurar todo en mi vida. En ese momento me quebré, lloré mucho, y pude empezar a vivir mi vida espiritual aceptando el amor de Jesús y viviendo una vida con sentido de la mano de mi Dios, mi Papá. Hasta ese momento, todo el esfuerzo que había hecho y todo lo que había alcanzado y construido no tenía sentido. Todo se me había ido en un segundo y me di cuenta de que no tenía nada duradero. Recién en ese momento me empezaba a encontrar con el verdadero sentido de la vida, con verdaderas prioridades, con verdaderos valores, con Dios. Con los días fui conociendo a un Dios amigo y padre siempre presente. Aprendí a hablar con Él, a conocerlo en su Revelación de Sí mismo que es la Biblia. En esa época comencé con Psicoterapia. Eran personas muy bien intencionadas, pero que no me podían ayudar. Eran muy pasivos, no hablaban, no contemplaban mi aspecto espiritual, que era lo que estaba muy en juego en ese momento. Sentí que me llevaban de nuevo al abismo, y decidí suspender ese tratamiento. Los médicos insistieron en un tratamiento psiquiátrico, que daba sus resultados mientras duraba el efecto de la medicación. También renuncié a ese tratamiento. Me aferré fuerte a Dios, a mi nuevo sentido de la vida y a mi familia para salir adelante. Volví a retomar mi terapia de rehabilitación psicomotriz, que había abandonado hacía un tiempo. 41

Con la ayuda de una chica muy querida de tan sólo 15 años estudiaba la Biblia todos los días al medio día y fui así avanzando en un proceso de recuperación gradual y progresiva en todas las áreas de mi vida. Yo, a pesar de estar siempre con la actitud de ir para adelante, había tenido episodios de bajones y depresiones antes del accidente, pero después de vivir con Dios día a día nunca más los experimenté. Siempre con ganas, con fuerzas y para adelante. En tan solo 4 años Dios hizo lo que pensé que nunca iba a superar. Comencé a hablarle a todo el mundo de todo lo que estaba experimentando y aprendiendo. Por las noches se turnaban dos chicos para darme vueltas cada dos horas por el dolor y las escaras. Les decía que no fueran como yo que había vivido por 35 años en una religión en vez de en una relación con Dios. Los médicos me llevaban a animar a otros pacientes en mi misma condición pero deprimidos y sin sentido. Fue un tiempo de cambio día tras día. Terminé mi rehabilitación con muy buenas expectativas y pronóstico. Dios hace milagros. Volví a San Javier para seguir con mi vida. Tuve otras complicaciones intestinales y tuve que ser intervenido quirúrgicamente. Al año del accidente comencé nuevamente a trabajar. Mi familia siempre me apoyó muchísimo. Igualmente hubo un desgaste tremendo de mis padres por su edad. Papá tiene hoy 69 años y 67 mi mamá. Estoy muy agradecido a las personas que también se acercaron a mis padres para abrirles los ojos y hacerles ver a este Dios que me sostiene y consuela hoy. Ellos también eran muy idolatras y ritualistas. Tal es así que frente a nuestra casa teníamos una gran estatua de una virgen de 1,80 metros de altura. Ellos entendieron y conocieron a Dios de la misma manera y hoy vivimos nuestra vida con propósito y sentido. Dios los lleno con nuevas fuerzas para seguir con la vida. Por afinidad comencé a desarrollar nuevas amistades, que desde allí nunca me abandonaron. Mis amigos Luis y Tati vinieron a visitarme durante un año todos los días para apoyarme. La vida hoy Mi vida hoy tiene sentido. 42

Es fácil decir “Dios es primero” cuando cumplo con el ritual de ir de vez en cuando a la iglesia. Pero la vida tiene sentido cuando entendemos y ponemos a Dios primero en cada área de nuestra vida. Yo incentivo a todos a poner a Dios en primer lugar cada día de la semana. Dios primero en el trabajo, en las relaciones, en la familia, en las finanzas, en todo. Hoy, sin poder hacer cirugías, sin poder hacer muchas otras actividades, Dios me permite ver un crecimiento profesional y económico superior al anterior. Incluso en esta condición terminé una nueva especialidad: ecografía. Dios no sólo restauro mis emociones, sino que también me ayudó a elaborar los duelos, a avanzar en mi rehabilitación, a volver a trabajar y a prosperar integralmente. Unos 5 meses después del accidente, me visitaron los padres de mi novia. Ahí lloré tremendamente y pude descargar el dolor. Dios me ayudó a recordarla positivamente y soltarla. Había algo que realmente me molestaba y estorbaba, en lo que Dios me ayudó. Por las noches me despertaba por los ruidos de vidrios y hierros retorcidos que escuchaba. Un día, charlando con un pastor, me pregunto si me sentía culpable por el accidente. Le dije que sí, ya que yo manejaba. Este pastor me ayudó a ver que todo había sido un accidente, que había niebla, no había señalizaciones, y demás. Me preguntó si me sentía culpable por la muerte de mi novia, a lo que respondí que sí. Entonces me ayudó a recibir el perdón de Dios y a comenzar el proceso de perdonarme a mi mismo. Esto algo muy tremendo. Tuve que estudiar, investigar y entender que sin el perdón, no hay restauración. Después que me perdoné a mí mismo, dejé de sufrir esa tortura de las noches. También estoy tranquilo porque con Nito y Zulma, los padres de mi novia, tenemos una relación muy fluida. Ellos fueron siempre como unos padres para mí. Me hace mucho bien saber que entendieron que fue un accidente, como así también sus hermanos Rolo y Norbert. Los quiero como a mi familia. Después de toda esta experiencia durísima en mi vida, me doy cuenta que hoy con Dios tengo la paz que antes del accidente no tenía. Me impactó mucho en ese tiempo el texto de Romanos 8 que dice que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien. 43

Dios usó el accidente, esta circunstancia difícil de la vida que puede vivir cualquier ser humano, para que mi familia y yo lo conociéramos. Él permitió que entendamos que la muerte es un paso a la eternidad. La paz que tengo hoy es indescriptible. Entendí también que no tengo que esperar que Dios haga magia. Él trabaja en equipo con nosotros. Me impactó el texto de Josué capítulo 1, donde se nos recomienda esforzarnos y ser valientes y aferrarnos a Dios todo el tiempo. Yo pensaba que Él hacia todo y yo nada, pero pude comprender que no es así. Un texto lema en mi vida es “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” de Filipenses 4. 13. Esa es una gran verdad. Con las fuerzas de Dios todo se puede. Yo sólo no puedo. Yo siempre pensé que había logrado todo solo, sin embargo pude comprender que Dios me había dado todo lo que tenía y yo no lo reconocía. Hoy entiendo que todo lo material es bueno, pero no es lo más importante. Todo lo que tuve, en un segundo lo perdí. Lo material va y viene. Hoy, con la paz de Dios, lo material volvió. Pero ya no ocupa en mi vida el lugar de antes. Lo más importante es mi vida espiritual de la mano de Dios. La relación con Dios segundo a segundo, minuto a minuto, día a día. Esta es definitivamente una mejor vida. Mi familia pasó por momentos muy difíciles, pero Dios siempre los acompañó y sostuvo en todo. Físicamente, la evolución fue impactante. Yo no tenía sensibilidad de las costillas para abajo. Ese era el pronóstico médico, no muy favorable. Además, me decían que iba a tener que usar pañales permanentemente y usar una silla de ruedas de respaldo alto por la falta de control del torso. Hoy tengo sensibilidad hasta los genitales, manejo voluntariamente el esfínter, en forma normal. Tuve la gracia de pasar por cirugía para revertir la colostomía definitiva que tenía. Muevo la cintura, trabajo en el consultorio ginecológico (sin hacer partos), me traslado de la silla al auto sin dificultad, entre otras cosas. Sigo confiando en el Dios de lo imposible. Espero que Dios termine el proceso de milagro que comenzó en mí. 44

Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Capítulo Tres “La perspectiva bíblica” La realidad El dolor, la tragedia, el sufrimiento, la muerte y el duelo son circunstancias inevitables de la vida. La perspectiva bíblica En el Libro de Job, en los capítulos 1 y 2 encontramos una historia de dolor terrible que nos sirve como ejemplo para entender algunas cosas. El sufrimiento y dolor experimentados por Job fueron tremendos, acrecentados por “amigos” que intentaron dar una explicación al sufrimiento de Job. Y como muchas veces también lo hacemos nosotros, no tuvieron muy buenas respuestas para dar y casi logran destruir las convicciones de Job ante esta situación. Vamos a ver como Job después de mucho tiempo pudo salir fortalecido de esta situación y logró desarrollar una relación más íntima con Dios. 1

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Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. 2Y le nacieron siete hijos y tres hijas. 3Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los 45

orientales. 4E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos. 5Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días. 6 Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. 7Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. 8Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? 9 Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? 10¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. 11Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. 12Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová. 13 Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito, 14y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, 15y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia. 16 Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia. 17Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia. 18Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito; 19y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia. 46

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Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, 21y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. 22En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno. 2 1 Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová. 2Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella. 3Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? 4Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. 5 Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. 6Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida. 7 Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. 8Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza. 9 Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. 10Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios. 11 Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para consolarle. 12Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo. 13Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.

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Introducción Ejemplo: Un niño jugando en la vereda sale corriendo a la calle y lo atropella un colectivo. Una amiga de la madre se acerca a ella con angustia y dolor y le dice: “Fue la voluntad de Dios”. Las situaciones de tragedia, dolor y muerte ¿son realmente voluntad de Dios? El hecho de que Dios sea omnisciente significa que Dios tiene conocimiento previo de las cosas que nos suceden, pero eso no significa que Él quiera que eso suceda ni que Dios mismo cause que eso ocurra. Nosotros también podemos tener pensamiento previo del suceso al mirar la dirección del colectivo y la dirección de la carrera del niño. En un segundo podemos darnos cuenta de qué es lo que va a suceder, lo que no significa que sea nuestro anhelo que suceda. Siempre recurrimos a la vía fácil para resolver o dar respuesta a las tragedias, el dolor y la muerte. Pero esas respuestas no concuerdan con ese Dios que en Jesucristo conocemos como un Dios de gracia, misericordia y amor. Al no poder dar respuesta decidimos refugiarnos en un fatalismo cristiano o decidimos no refugiarnos más en el Dios de amor. Hay un poder de maldad en el universo. El Diablo desea nuestra muerte. Jesús dijo que él vino a robar, matar y destruir y la Biblia le da el nombre de Satanás. Algunos pensarán y se cuestionarán porqué Dios no destruye a este ser de maldad, contradicción, dolor, sufrimiento, pérdida. La realidad es que según la Biblia, Dios está destruyendo a este ser a través de la batalla cósmica cuerpo a cuerpo. Es un proceso permanente. Como lo expresó el apóstol Juan en su primera carta capítulo 3 versículo 8, el Hijo de Dios vino a deshacer las obras del Diablo. Mientras tanto el Diablo continúa llevando adelante su obra nefasta de destrucción de la corona de la creación: nosotros los seres humanos. Y lo hace de múltiples maneras: por medio de las tentaciones, del dolor, del sufrimiento, de la muerte, de la pruebas. Si entendemos esto debemos estar preparados para resistir al Diablo hasta que huya de nosotros. Todo este pensamiento lo vemos claro en el libro de Job. 48

El libro de Job presenta la historia de esta persona de una manera dramática. Esta historia puede ser dividida en tres partes: un prólogo que abarca los primeros 2 capítulos. Un diálogo que ocupa la mayor parte del libro. Y, finalmente, un epílogo que abarca los últimos capítulos donde se resuelve la historia. En el prólogo se presenta a Satanás presentándose delante de Dios en los cielos. En el diálogo se describe una serie de obras perversa por parte de este ser de destrucción y todos los esfuerzos humanos por darle explicación con una serie de argumentos humanos. Finalmente en el epílogo encontramos a Dios imponiéndose a la obra de este ser maligno y cumpliendo su propósito eterno de amor en la vida de esta persona que tanto había sufrido: Job. Cómo interpretar las circunstancias adversas (Trascripción autorizada de parte de una conferencia del Dr. Pablo Deiros sobre el dolor y la muerte en los cristianos). En la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, este hermoso hombre de Dios nos habló una mañana de domingo a unas 1.000 personas acerca de la muerte. Mi vida experimentaría un antes y un después desde esa tremenda enseñanza esa mañana. Tengo el honor hoy de tener su permiso para usar esa enseñanza en esta obra, para la sanidad y libertad de muchas personas que estén sufriendo, puedan encontrar consuelo a través de estas líneas. Dios bendiga su vida, Dr. Deiros, y lo siga usando para traer libertad a todo el Reino de Dios en la tierra como lo hizo hasta hoy. El Dr. Pablo Deiros, reconocido Historiador y Teólogo argentino, escritor de varios libros, Pastor y Apóstol, sugiere interpretar las circunstancias adversas de la vida analizando tres palabras que se relacionan a estas circunstancias: ejemplo, examen y explicación. Debemos interpretar las circunstancias de sufrimiento, dolor y muerte a la luz de la Biblia y con la seguridad de que el Dios de amor y misericordia está de nuestro lado en esta lucha y resistencia contra las obras del maligno en la humanidad. 49

La primera palabra a analizar es Ejemplo: la historia de Job para el análisis y la aplicación a nuestra propia historia personal. Hay dos preguntas que debemos responder para entender este ejemplo. La primera es: ¿quién era Job? El texto nos cuenta que era un patriarca muy rico del cercano oriente, sus riquezas eran ovejas, burros, camellos, tierras, un montón de siervos. Tenía el tesoro más grande que se podía concebir: una esposa y muchos hijos. Una familia grande y hermosa, todos los bienes y era un hombre íntegro, un hombre que andaba de acuerdo a la voluntad de Dios. Era un tipo 10, plenamente realizado. La segunda pregunta es: ¿qué le pasó? Cayó en desgracia. Perdió sus bienes en manos de ladrones y en un fuego devastador. A causa de estas circunstancias, podemos quedarnos de la noche a la mañana sin sustento, sin trabajo, sin bienes, como le sucedió a Job. Pero una de las peores cosas fue perder su tesoro más extraordinario: sus hijos. Los pierde en una reunión de hermanos, que evidentemente se llevaban muy bien, y mueren todos en un ciclón que destruyó la casa donde estaban de fiesta. Finalmente, como si fuera poco, él mismo cae en una enfermedad que lo llena de heridas desde la planta del pié hasta la cabeza. La Biblia presenta claramente como gestor de todas estas desgracias a Satanás. Sin embargo, la misma Biblia dice que Job, lejos de rebelarse contra Dios, se humilló y adoró a Dios. No maldijo, adoró. No siguió el consejo de su esposa en el capítulo 2 en donde le sugiere maldecir a Dios y luego lo abandona. Job es el ejemplo por excelencia de un ser humano que sufre. Pero la pregunta es ¿por qué ocurren desgracias a gente tan justa?, ¿por qué gente cristiana, gente fiel, que buscan vivir de acuerdo a la voluntad de Dios sufren, padecen pérdidas, dolor y aún la misma muerte? La segunda palabra a analizar es Examen: tenemos aquí tres cosas que analizar. Primero, debemos analizar la causa: ¿por qué Job sufrió esta tragedia? Tenemos 3 posibilidades: 1) La tragedia tiene su causa en el pecado humano. De hecho esta es la tesis de los amigos de Job que lo responsabilizan del castigo de Dios. La teología de los amigos se 50

basaba en los pecados de Job. La idea es que la prosperidad es recompensa por el bien y la pobreza es el castigo por el pecado. Un poco la ley moral nos dice que esto es así, sufrimos las consecuencias de nuestra decisión. 2) Se piensa que la tragedia tiene su causa en la soberanía de Dios. Job mismo consideraba que tanto su prosperidad como su desgracia eran la obra de Dios. Esta es una idea muy popular, creer que Dios es poderoso y soberano y controla todo lo que ocurre. La Biblia enseña que de Dios provienen toda dádiva y todo lo perfecto, pero no enseña que de Él provenga todo lo trágico que me pueda ocurrir. Que Job lo haya pensado y dicho de esta manera no quiere decir que Dios lo piense y lo diga. La Biblia dice de tapa a tapa y en especial en el nuevo Testamento, que Satanás es el gestor, promotor y causante de todo mal. La única verdad es que quizá existen momentos en los que Dios no hace ningún milagro para librarnos de esas situaciones de desgracia. Decir “es la voluntad de Dios” no es correcto. 3) A la luz de la Palabra de Dios, la tragedia, el dolor, la muerte tienen su causa en la obra de Satanás. Y para entender la historia de Job y alguna circunstancia nuestra, es necesario que la analicemos desde esta perspectiva. Satanás aparenta estar sujeto a Dios según los primeros versículos, cuando realmente no lo está. Pero vemos que el Diablo le hace a Dios una pregunta digna de un cara dura, una pregunta hábil, de manipulación y engaño: “¿acaso teme Job Dios de balde? ¿No le has cercado?”. Y Satanás quiere tentar al mismo Dios y le sugiere quitar ese cerco y ver como Job lo blasfema. Satanás calumnia a Job delante de Dios y hoy sigue ocupado en lo mismo. Por eso la Biblia presenta a Jesús como nuestro abogado, para defendernos de la calumnia del Diablo permanentemente. El Espíritu Santo también es nuestro parakletos, es decir, nuestro compañero que nos defiende permanentemente del Diablo que nos acusa delante de Dios. Ésta es sólo una vía de las obras de Satanás. También se presenta delante de nosotros y nos habla mal de Dios, nos llena la cabeza preguntándonos, por ejemplo: “¿perdonará Dios ese pecado que estás cometiendo?” Le hacía pensar a Job que lo ocurrido en su vida fue la voluntad de Dios, que si Él lo había permitido fue para su bien. Pero la pregunta es ¿cómo puede Dios usar algo tan malo, como el hecho de perder un hijo, para enseñarme algo bueno? Fue Satanás el que lo hizo y le dijo a Dios que Job es bueno por todo lo que tiene, mientras 51

que a Job le dice que lo malo que le pasó fue voluntad de Dios. Esto nos pasa todos los días cuando tenemos algún problema o desgracia. Esto podemos verlo claro en el ejemplo en Génesis 3, donde empezó todo esto. Ahí es exactamente igual: Satanás habla mal de Dios y engaña y manipula, sembrando dudas en Adán y Eva, en cuanto al amor de Dios. Su meta es siempre la misma: destruir la maravillosa obra de Dios, el ser humano. Segundo, debemos analizar la ocasión. La ocasión fue la tentación a Job. Una tentación significa un examen para probar algo. Pero dice la Biblia que Dios nunca nos tienta a hacer lo malo, ésta es la tarea de Satanás. Dios nos prueba o permite la prueba en un sentido para poner a prueba nuestra fidelidad. Pero Satanás nos tienta para probar nuestra falta de fe. Los objetivos de Dios y Satanás son diferentes. En el libro de Job dice que Satanás le propone a Dios literalmente extender su mano y afligir, tocar a Job. Pero Dios no lo hace, porque Dios no es así y no se sujeta la voluntad de Satanás. Dios no lo toca a Job pero sí le permite a Satanás que lo haga con el objetivo de que quedara demostrada la fidelidad de Job ante la mentira acusadora de Satanás. La pregunta es ¿por qué Dios lo permitió? Pero tenemos que pensar ¿cuándo fue la última vez que pecamos? Lo hacemos sin que nadie nos obligue, ya que tenemos libertad de decisión. Dios respeta esa libertad y no impide por decreto que ocurran cosas que son nuestra decisión, incluso la decisión de Satanás. Aquí se ve la voluntad permisiva de Dios que permite que Satanás haga lo que no es su voluntad original. Mientras Dios permite que Satanás lleve a cabo alguno de sus designios, queda claro que le pone límites para que no nos destruya. Dios le recuerda a Satanás que Dios sigue siendo fiel, y Satanás no está contento porque su idea es la destrucción total. Así que viene a la carga de vuelta y vemos en el capítulo 2 verso 4 que le dice a Dios: “piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida” y da así un paso adelante y arguye que Job es sólo un egoísta que quiere salvarse a cualquier costo: su familia y sus bienes. La acusación es muy seria. Y le dice a Dios: “tócalo y verás qué pasa”. Vuelve a querer enredarlo a Dios en el mal, pero no lo hace sino que le deja a Satanás que lo haga y le vuelve a poner un límite: “no toques su vida”. La obra destructora de Satanás es siempre la ocasión de nuestra aflicción. Qué pecado grave que cometemos cuando le facturamos a Dios nuestras desgracias, y 52

lo que es peor, las desgracias que Satanás gesta contra nosotros. Cada vez que nos preguntamos por qué Dios nos castiga, le estamos culpando a Dios cuando la culpa de todo la tiene Satanás. Él nos anda mintiendo, engañando, destruyendo y además nos lleva a pecar echándole la culpa a Dios. La tercera cuestión que debemos analizar es el proceso de este examen. Hay una gran verdad. Esa verdad dice que ningún hijo de Dios está eximido automáticamente de sufrir una tragedia. Si esto fuese posible, la calumnia de Satanás sería cierta y estaríamos sirviendo a Dios por lo que podemos obtener de Él. La relación con Dios no es de transacción, de trueque: te sigo para que me vaya bien, obedezco para que me prosperes, etc. Pero lo cierto es que cuando la tragedia viene, no es la voluntad de Dios sino la de Satanás. En su sabiduría y amor infinito Dios respeta la libertad que nos dio y aún la de Satanás, y permite que pasemos por el fuego. Pero esto se da para probar nuestra integridad, desarrollarnos en el proceso, pero no es que Dios lo cause para obtener ese fin. Es Satanás quien causa todos los males para probar nuestra falta de fe, para destruirnos y aniquilarnos porque ése es su propósito. Y aún así, Dios siempre pone límites a Satanás. Dios está siempre de nuestro lado cuando pasamos tiempos de aflicción. Podemos pensar que lo que estamos pasando no tiene solución, que no hay esperanza, que no hay salida, pero Satanás no puede hacer lo que quiere con tu vida y con tus cosas. Lo que Dios desea y espera es que El Espíritu Santo te dé luz para que dejes de echarle culpas a Dios de las cosas que te suceden y que te asocies con Dios en resistir al Diablo hasta que huya de tu vida frente a cualquier enfermedad, sufrimiento o dolor en tu vida. ¿Por qué oramos por los enfermos? ¿Para que estén sanos? Sí, pero es importante que junto con la proclamación del evangelio del Reino, sanemos a los enfermos y echemos fuera demonios para que asociados con Dios luchemos contra Satanás. La vida cristiana, te guste o no te guste, es una constante guerra espiritual. Tenemos un problema con Satanás que se ha rebelado y vive empeñado en calumniar a Dios y destruir Su creación. Hasta que no nos plantemos ante todo lo que descalifica al ser humano y le hagamos guerra a Satanás vamos a seguir sufriendo y echándole la culpa a Dios. Cuando la tragedia, el sufrimiento o el dolor estén en nuestra vida, debemos recordar que Dios está a nuestro lado. Tenemos que 53

aferrarnos a la promesa de Dios que encontramos en 1ra Corintios 10. 13: “No os ha sobrevenido ninguna tentación, prueba o ataque del Diablo que no sea humana. Pero fiel es Dios que no os dejará ser tentados, probados, afligidos más de lo que podáis resistir, sino que dará juntamente con la tentación, la aflicción, el dolor la salida para que podáis soportar”. Sin embargo, la salida la tenemos que encontrar nosotros. Dios no nos puede forzar como en un embudo a salir del problema. Somos nosotros que en oración, en batalla y con la verdad de Dios debemos desbaratar los engaños del Diablo. Somos nosotros que con el escudo de la fe apagamos los dardos que el Diablo nos tira física, emocional y espiritualmente, en todas las áreas de nuestra vida. Detengámonos un momento a analizar la palabra explicación. Por supuesto que no es fácil explicar la voluntad de Dios, pero no es imposible lograr algún grado de explicación de lo que es la voluntad de Dios. La voluntad de Dios Lo primero que nos dice la Biblia es que la voluntad de Dios es siempre perfecta. Significa por un lado que su voluntad es benevolente, siempre lo mejor para nosotros. La voluntad de Dios es una expresión de su corazón, de lo que Él es, y Él es amor. La voluntad de Dios es siempre una expresión de amor para nosotros. Su amor no es sentimental, pasajero, circunstancial, condicional. El amor de Dios es la expresión de su corazón, de su ser más íntimo. Su amor es permanente y leal al objeto de amor que somos nosotros. En consecuencia la reacción natural del amor de Dios es su odio o resistencia al pecado porque nos afecta a nosotros, destruye nuestra vida como objeto de su amor. Dios odia el pecado porque nos destruye a nosotros, a quienes Él ama. Además, su voluntad es inteligente: Él actúa siempre inteligentemente, no por impulso o irreflexivamente. Él actúa siempre en relación al propósito eterno para nuestras vidas, y ése propósito no cambia. Él como padre impone disciplina en amor y para corrección de una conducta que nos destruye. Existe la ley de la siembra y la cosecha, que es una ley moral y espiritual en el universo. Muchas de las aflicciones que 54

padecemos son consecuencias de nuestras propias siembras. Cosechamos lo que sembramos. Una persona que miente no puede cosechar verdad. El que siembra infidelidad no puede esperar fidelidad. Alguien que da lugar al Diablo no puede ser lleno del Espíritu Santo. Siempre cosecharemos lo mismo que sembramos. La paga del pecado es muerte. Para los que no son hijos de Dios el pecado los separa de Dios pero no los separa de su amor. Los que voluntariamente escogen vivir en pecado, la única vía es la separación de Dios. Pero eso no es la voluntad de Dios sino la nuestra, a menos que volvamos arrepentidos a Dios. Y de hecho muchas veces la tragedia logra que nos volvamos a Dios en la fe en Jesucristo; en la aflicción podemos darnos cuenta del amor y el deseo de salvación de Dios y lo aceptamos. Pero así como la voluntad de Dios es perfecta, también es siempre variada. Tres dimensiones de la voluntad de Dios Podemos entender la voluntad de Dios respecto a las tragedias si tomamos en cuenta la voluntad de Dios en tres dimensiones: su voluntad intencional, su voluntad circunstancial y su voluntad final. En primer lugar, la voluntad intencional de Dios es la que se propone el bien para todas sus criaturas. En el comienzo de la creación vemos que el ser humano gozó de todas las bendiciones materiales y de la comunión con Dios. También vemos lo mismo en Job. Pero en cada caso, surgieron circunstancias provocadas por Satanás que impidieron que se completara la voluntad intencional de Dios. Lo que Dios quiere es nuestro bien. Por lo tanto, si no lo experimentamos es porque Satanás está en el medio o porque nosotros le dimos lugar. Pero nunca cambia la voluntad intencional de Dios. Esta es: que nos vaya bien. En segundo lugar nos encontramos con la voluntad circunstancial de Dios. Él desea que vuelvas a Él y lo glorifiques y en el proceso te desarrolles nuevamente a su semejanza y vuelvas a encarrilarte en Su voluntad intencional. Lo que Dios quiere es que dejes de caminar en pecado, en dirección errónea y vuelvas arrepentido y camines a la luz del amor de Dios para encontrarte con 55

el propósito eterno de Él para tu vida. Dios no quiere el sufrimiento, el dolor o la tragedia. Él no la planea para vos, pero cuando la tragedia ocurre o la aflicción te golpea, Él te ofrece su ayuda y consuelo para sacarte de esa situación: ésta es su voluntad circunstancial. En medio de la enfermedad Él quiere sanarte. En medio de la aflicción y las ataduras Él quiere darte libertad. En medio del dolor Él quiere traer consuelo. En tercer lugar tenemos la voluntad final de Dios. Es el cumplimiento definitivo en nuestra vida de su voluntad intencional, de lo que Él quiere para nosotros. Esta verdad está bien ilustrada en el final de la historia de Job, en la cual vemos que a pesar de toda la obra destructiva de Satanás Dios le da a Job finalmente todas las bendiciones y aún más grandes de las que había conocido. La voluntad final de Dios para nuestra vida es vida eterna en Cristo y todo lo que eso incluye aquí en este mundo. Mientras que la voluntad de Dios final se va a cumplir, todos vivimos en la voluntad circunstancial de Dios. Estamos en medio del campo de batalla en guerra con el enemigo, éste ángel rebelde de tinieblas que quiere destruir este planeta, especialmente al ser humano y sus relaciones. Por eso existen tantos conflictos en las relaciones familiares, e interpersonales. Estamos controlados por mentiras y cegueras. Por eso estamos cacheteados por el dolor y las circunstancias adversas, y por eso aún muchas veces la misma muerte nos azota. Pero esa “no” es la voluntad de Dios. Pero mientras la voluntad final de Dios no se cumple estamos prisioneros de esperanza, estamos batallando en el Nombre de Jesús contra las adversidades, proclamando la verdad de Dios contra las mentiras del Diablo. En medio de esta lucha vivimos el amor como Dios quiere. Si podemos entender esto, vamos a ver que no hay problema matrimonial que no se pueda resolver, no hay conflictos personales que no se puedan superar, no hay soledad que no se pueda sobrellevar. El sólo pensamiento de que cuando se cumpla la voluntad final de Dios no vas a estar más solo, te dará la suficiente esperanza para vivir la vida humana con todas las limitaciones que haya. La frustración no es por siempre, ya que la voluntad de Dios se va a cumplir de manera perfecta. La voluntad final de Dios es que todos 56

los seres humanos sean de veras sus hijos. En la voluntad circunstancial de Dios tuvo que enviar a su propio hijo, para que todos por la fe en Él lleguemos a ser hijos. Pero nuestra condición humana está caída, tu propia voluntad está en juego, como lo está la de Satanás, y la rebeldía contra el creador. Para que seamos salvos es necesario que tu voluntad se involucre. Dios ha expresado su voluntad final para tu vida mediante la entrega de su propio Hijo. Él anhelo de Dios es que seas salvo y llegues a ser completo, ocupando la condición de hijo. Pero Él está esperando tu respuesta a Su voluntad. Él no puede torcer tu brazo. La clave de todo es no vivir de espaldas a Dios, sino el reconocerlo como creador y dueño de nuestra vida. Él ya te ha demostrado Su amor en la cruz. No importan las circunstancias, la voluntad de Dios es que se cumpla de manera perfecta en tu vida Su voluntad intencional, pero Él espera que ejerzas tu voluntad y recibas Su voluntad. Debemos renunciar a la voluntad de Satanás y disponernos a rendir nuestra voluntad a la de Dios. Cuando lo hagas, la enfermedad no será tan amenazante, el dolor no será tan fuerte, la soledad no pesará tanto, la discordia y los conflictos matrimoniales tendrán solución, si de verdad nos colocamos bajo la voluntad de Dios. El Diablo confunde, nos lleva a pecar, nos hace desencontrarnos, nos llena de culpa, nos llena de rencor y odio, de falta de perdón. Todo esto no es la voluntad de Dios. Debemos renunciar a esto y ajustarnos a la voluntad de Dios. Hacer la voluntad de Dios es lo mejor para nuestra vida.

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Capítulo Cuatro “Dios: ¿Es amor?” Dios En Latinoamérica cualquier persona común se considera a sí misma cristiana: cree en Dios, en Jesucristo, en la Biblia y en la iglesia. Sin embargo, son estas mismas personas las que tienen los más diversos conceptos a la hora de describir o defender sus creencias. La pregunta que da nombre a este capítulo es frecuentemente planteada por estas mismas personas que, sorprendentemente, cuestionan las mismas creencias que dicen sostener. Como podemos verlo en todo el eje bíblico, el amor es la esencia de Dios. Por tal motivo podemos afirmar con toda seguridad que Dios jamás utiliza medios malos para fines buenos. De Él sólo sale amor. Su corazón, la esencia de lo que Él es, es el amor. La voluntad de Dios es siempre una expresión de amor para nosotros. Su amor no es sentimental, pasajero, circunstancial, condicional. El amor de Dios es la expresión de Su corazón, de su ser más íntimo. Su amor es permanente y leal al objeto de amor que somos nosotros. En consecuencia, la reacción natural del amor de Dios es su odio o resistencia al pecado porque nos afecta a nosotros, destruye nuestras vidas, que es el foco de su amor. Dios odia el pecado porque nos destruye a nosotros a quienes Él ama. 59

La declaración más clara y que resume esto la encontramos en el Evangelio Según San Juan en el capítulo 3 verso 16: “…de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. Dios ama a todos los seres humanos. Somos nosotros los que decidimos si aceptamos o rechazamos su amor. Toda la humanidad vive de espaldas a Dios, rechazando un amor como el que jamás van a conseguir por otros medios. El apóstol Pablo, en su carta a la iglesia en Roma en el capítulo 8 versos 38 y 39 nos deja claro que Dios es amor y no existen circunstancias que nos puedan alejar o separar de ese amor. Somos objetos de Su amor. “...estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” En el Salmo 100 verso 3 leemos algo muy especial: “Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado” La declaración “pueblo suyo” la encontramos una y otra vez en todo el eje bíblico. Ésa es nuestra realidad, somos objeto del amor de Dios. Él nos ama, desea lo mejor para nosotros todo el tiempo. Somos nosotros los humanos los que voluntariamente rechazamos su amor, le damos la espalda y vivimos nuestras propias vidas, tomando nuestras propias decisiones. Muchas veces no sabemos como verlo o que pensar de Dios porque no lo conocemos. Debiéramos dedicar nuestra vida a conocerlo y poder así vivir tranquilos de su mano. Debiéramos tener las respuestas seguras en nuestra vida acerca de lo que Dios piensa de nosotros, lo que quiere para nosotros. Aquí tiene algunas respuestas. 60

“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación”. Santiago 1. 17 “Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace prosperará”. Salmo 1. 2- 3 “…yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Jeremías 29. 11 Dios quiere nuestro bienestar, quiere darnos todo lo bueno, quiere nuestra felicidad y nuestra prosperidad integral. Dios quiere darnos lo que espero, pero el problema es que a veces no sabemos lo que esperamos: ¿como vamos a recibirlo entonces? Las preguntas más comunes ante la adversidad ¿Por qué a mí? Dios puede salvarme... o Dios podría haberlo impedido... pero ¿por qué no lo hizo? Si Dios es amor ¿por qué suceden las cosas que suceden? ¿Qué clase de Dios se queda con los brazos cruzados cuando suceden cosas malas? ¿Por qué Dios no usa todo su gran poder para evitar que nos sucedan ciertas cosas? Éstas, y otras decenas de preguntas son las que rondan nuestra mente cuando enfrentamos situaciones difíciles. Pero como lo estamos descubriendo, Dios nos tiene las respuestas a muchos “para qué” pero no nos tiene las respuestas a los “por qué”. Las explicaciones no nos sirven ante el dolor. El planeta en que vivimos esta marcado por las tragedias, las enfermedades, los accidentes, los desastres naturales y la muerte. Nadie está exento de todo esto. Todas estas realidades son parte de la 61

vida en un mundo en el que las personas viven de espaldas a Dios y sus principios. Veremos a continuación cómo podemos ser traicionados por nuestras propias emociones y enredarnos en las trampas de preguntas sin respuestas. Debemos interpretar las circunstancias de sufrimiento, dolor, muerte a la luz de la Biblia y con la seguridad de que el Dios de amor y misericordia está de nuestro lado en esta lucha y resistencia contra las obras del maligno. La muerte de los niños Abordaremos el tema de la muerte en el capítulo siguiente, pero quisiera aclarar algunas cuestiones respecto a la muerte de los niños en el contexto de este capítulo. Respecto a este tema, surgen una cantidad interminable de interrogantes. Voy a dejarle una postura personal (fundamentada en mis investigaciones y convicciones al respecto) para que usted lo investigue por su parte y logre definir su propia opinión sobre este tema. Nos surgen interrogantes acerca de la muerte de los niños, como por ejemplo: ¿Si Dios es amor, por qué permite que mueran los niños? ¿Qué pasa con los miles de millones de niños, hijos de padres no cristianos, que no han conocido la fe cristiana y que mueren sin haber podido recibir ésta formación cristiana? ¿Qué pasa con los cientos de niños que murieron por las persecuciones en la época del nacimiento de Moisés y de Jesús? ¿Qué pasa con los fetos, hijos de cristianos, que mueren antes de que se sepa de su existencia sin culpa de nadie? ¿Y con los hijos de los no cristianos en esta misma condición? Si todos esos niños no llegan a la vida en la eternidad junto a Dios ¿cómo comprender que haya un llamado a todo hombre a participar del amor universal de Dios por todos los seres humanos, a participar de Su gracia, y que ese llamado y vocación se frustre en la inmensa mayoría de los seres humanos? ¿Y que se frustre sin culpa ni pecado personal? Y la lista de preguntas puede seguir. 62

Por supuesto que no hay respuesta definitiva al tema, y en realidad tampoco hay respuesta clara respecto al tema en la Biblia que guarda silencio en este sentido. Sí podemos hacer una lectura de todo el eje bíblico y llegar a algunas conclusiones, que como ya lo he expresado, son muy personales. Siempre debemos tener claro que Dios es soberano y queda todo en sus manos. La primera realidad que tenemos que aceptar es que mueren los niños como cualquier persona muere en esta vida. La muerte es parte de la vida en esta tierra aunque nos cueste entenderla y, como ya lo hemos visto, nadie esta exento a la misma. En cuanto a lo que sucede al niño después de su muerte lo veremos a continuación. En la Primera Carta del Apóstol Pablo a su discípulo Timoteo en el capítulo 2 verso 4 encontramos lo siguiente: “…el cual (Dios) quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. La misma actitud de Dios de amar a todo ser humano y desear que todos vivan eternamente junto a Él ya la hemos visto en el Evangelio Según San Juan en el capítulo 3 verso 16: “…de tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en el cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. En el Evangelio Según San Marcos, en el capítulo 10 verso 14, vemos la actitud de Jesús en persona respecto a los niños y el Reino de Dios: “Dejad a los niños venir a mi, y no se lo impidáis: porque de los tales es el Reino de Dios”. Él los recibía, los tomaba en sus brazos y los bendecía. El mismo Jesús, en el Evangelio Según San Mateo en el capítulo 21 verso 16 repite lo expresado por el Salmista en el Salmo 8 verso 2: 63

“De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza”. El salmista David expresó claramente la actitud de Dios para con los niños en su Salmo: "Porque tu formaste mis entrañas tu me hiciste en el vientre de mi madre. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en lo oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro están escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas." Salmo 139. 13, 15 - 16 En la Biblia vemos que Dios tiene una preocupación especial por los niños. Todo el tiempo vemos una actitud de reconocimiento y respeto de los niños. Es más, literalmente dice que “de los tales es el reino de Dios” y los pone como ejemplo para los adultos de cómo debemos relacionarnos con Él. Además, de los textos que veremos a continuación podemos deducir con claridad que existe una etapa de “inocencia” de los niños. La Biblia no menciona una edad de responsabilidad. Pero encontramos evidencias para deducir bíblicamente que hay cierto tiempo que si un niño muere irá al cielo. Por ejemplo: 2 Samuel 12. 23, David estaba seguro que volvería a ver a su bebé un día. Indica su confianza que su bebé estaba seguro. El profeta Isaías en el capítulo 7 en el verso 16 indica un período durante la infancia: “antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno”. En el libro de Jonás en el capítulo 4 en el verso 11 encontramos otra referencia interesante en que se menciona esta etapa. Se sabe que Nínive era una ciudad de aproximadamente un millón de habitantes. Pero el texto menciona que había “más de ciento veinte mil personas (niños) que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda...”. Podemos continuar con otros cientos de textos bíblicos donde encontramos que cada ser humano responde por sí mismo y otras cosas similares, pero no es la intención en este momento. 64

Sí podemos concluir que Dios es amor, que desea la salvación de todos, que considera a los niños importantes y herederos de Su Reino. Pareciera no caber entonces la posibilidad de separación eterna de Su Presencia de tantos millones de niños. Estos niños que no son sino criaturas de Dios. Por otro lado, debemos aquí hacer una aclaración o diferencia entre los términos salvación y conversión. Son términos que los cristianos solemos confundir con facilidad. En el contexto bíblico, cuando se habla de salvación la condición es creer y confesar o invocar (puede leerlo en Romanos 10. 9, por ejemplo). La salvación es personal. Sin embargo, cuando hablamos de conversión, en el eje bíblico se hace referencia al proceso de cambio a la imagen de Jesucristo; y este proceso puede durar toda la vida. La conversión tiene que ver con cambiar nuestra manera de pensar según el pensar de Dios. Vemos entonces que el ladrón colgado junto a Jesús en la cruz, en el último minuto de vida creyó e invocó y fue salvo según la afirmación misma de Jesús: “hoy estarás conmigo en el paraíso” (ver Lucas 23. 43). Fue salvo, recibió la posibilidad de estar en la eternidad junto a Dios. Pero no fue convertido, su vida no experimentó cambio alguno, no hubo tiempo de proceso de cambio. ¿Podrá aplicarse la misma realidad para la vida de un niño? Me inclino a creer que si, aunque como ya lo expresamos, no hay respuestas claras y definitivas al respecto. La reacción natural de cualquier ser humano ante una situación extrema es invocar a Dios, todos aún clamamos: Diooos!! Como ya lo hemos planteado en trabajos anteriores, y como puede verse en el eje bíblico, el ser humano es bio-psico-socioespiritual. Dios nos creó con un cuerpo, con un alma (mente, voluntad y emociones) y con un aspecto espiritual, por medio del cual todo ser humano tiene conciencia de Dios y la capacidad de relacionarse con Él desde el mismo momento de la gestación. De esta manera, podemos estar seguros de que un niño aun desde antes de nacer ya tiene este aspecto espiritual en su vida y la capacidad y sensibilidad a las cuestiones espirituales. De hecho, puede ver en lo cotidiano que los niños no cuestionan la existencia de Dios como si lo hacemos los adultos. 65

Los niños son inocentes. De ellos es el Reino de los cielos dijo Jesús. Creo firmemente, es una convicción personal fuerte, que la obra expiatoria de Cristo en la cruz cubre a los niños. Como lo podemos ver, la Biblia guarda silencio al respecto de una respuesta definitiva sobre este tema. No se pueden dar entonces respuestas definitivas. Nos queda inclinarnos por lo que mejor nos permite superar estas situaciones y confiar en la soberanía y el perfecto amor de Dios. “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley”. Deuteronomio 29. 29 La traición de las emociones Una de las mayores muestras del amor de Dios por el ser humano es la libertad. Dios nos dio a los seres humanos la libertad de decidir, de elegir. No somos robots programados sino que somos seres libres para decidir lo que nos parece correcto. Las circunstancias difíciles nos hacen sentir abandonados por Dios. Esto nos produce una tremenda frustración con Dios porque no le encontramos el sentido o el significado a lo que nos toca vivir. En cada circunstancia difícil de la vida experimentamos sentimientos negativos, en especial respecto a nuestra filosofía de vida o nuestras creencias. Podemos sentir que pareciera que Dios está ausente, callado, desinteresado, lejano cuando más lo necesitamos. Pero, la realidad indica que nosotros somos responsables de muchas de las cosas que nos suceden. Por medio de nuestra vida desordenada. Por medio de nuestras decisiones equivocadas tomadas irresponsablemente sin una evaluación de las consecuencias que vendrán. Por medio del quebrantamiento de algunas leyes. Por medio del pecado o alejamiento de las normas de Dios, podemos generar que lleguen circunstancias difíciles a nuestra vida. La raza humana tiene libre 66

decisión, y es claramente evidente que nuestras decisiones no han sido del todo correctas. A pesar de esto Dios sigue amándonos porque somos el objeto de Su amor. Lo que debemos tener claro es que Él no ama nuestra conducta destructiva, pero nunca dudemos de su amor por nosotros, aún cuando atravesamos circunstancias difíciles. (En el capítulo 7 ampliaremos la idea sobre las emociones versus las convicciones). Lo que aprendimos en la familia Nacemos y somos formados en el seno de una familia. Es en este ámbito donde aprendemos un alto porcentaje de lo que sabemos y pensamos. Es en este ámbito principalmente donde formamos lo que somos individualmente. Del ámbito familiar recibimos los principios y valores, lo que corresponde y lo que no, pero en especial recibimos la manera de interpretar el mundo y lo que en el sucede. Es la familia la que genera en cada uno la imagen que tenemos de la vida, las circunstancias difíciles, y en especial la imagen que tenemos de Dios. Cuantas veces hemos escuchado en el circulo familiar por ejemplo: “si Dios es amor, ¿por qué el mundo esta como esta?”, o “Dios es injusto: mira aquellos que son mala gente como les va bien y a nosotros que somos honestos nos va mal”. Tenemos toda una estructura de pensamientos que hemos heredado y se ha formado en nuestra mente a partir de la influencia de nuestra familia y de la sociedad. Debemos cambiar la manera de pensar Según pensamos actuamos y vivimos. Si pensamos que no valemos o no podemos, de esa manera nos desempeñamos en lo cotidiano. La sociedad con su cultura y a través de los medios de comunicación influye mucho en esto. De allí que a veces pensamos cosas como las siguientes: • “Trabaje como un negro”, decimos aun los que nos consideramos cristianos después de una larga y pesada jornada laboral. ¿No le parece un poco racista? 67

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“Si todos lo hacen”, decimos a la hora de pasar el semáforo en rojo o a la hora de dar un soborno. “Me salio el indio”, decimos para justificar la falta de control de nuestras emociones. Pero si investigamos un poquito veremos que los indios son más pacíficos que nosotros en general. Además de haberles hecho mucho daño nos damos el lujo de decir esto. “Hecha la ley, hecha la trampa”. Y la lista puede seguir.

Por esto, debemos revisar nuestra estructura de pensamientos y cambiar. Como seres humanos vamos heredando una naturaleza de ser negativos y estar siempre con la actitud de mirar hacia atrás, a lo que nos hicieron o lo que perdimos, etc. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos mediante la renovación de vuestro entendimiento (su mente… NVI), para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12. 2 “Pues aunque andamos según la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios…” 2 Corintios 10. 3 – 5 “…todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Filipenses 4. 8 Vemos que en los textos se menciona las palabras entendimiento, mente, argumentos, haciendo referencia la estructura de pensamientos que mueve nuestras acciones. Vemos que deben ser revisados, renovados. En la carta del Apóstol Pablo a los Filipenses lo vemos recomendarles (y recomendarnos) las cosas que sí deben y 68

pueden ocupar nuestros pensamientos. Como usted puede verlo, no se refiere a lo negativo ni a mirar hacia atrás. Veamos un texto más del Apóstol en la misma carta en el capítulo 3 desde el verso 12: “…olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que esta delante, prosigo a la meta…” En especial cuando se trata de interpretar las circunstancias difíciles de la vida, debemos tener cuidado con nuestra manera de pensar. Dios es amor. Como ya lo hemos visto, Dios nunca es autor del mal. Pero sí podemos asegurar que Él tiene todo el poder de transformar el mal en algo bueno para nosotros. “Vosotros pensasteis mal contra mi, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (énfasis del autor) Génesis 50. 20

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Capítulo Cinco “La muerte” La muerte Según el Diccionario Nuevo Espasa Ilustrado significa: “cesación de la vida”. Por esto, siempre el sentido de la muerte está directamente relacionada al sentido que tenemos para nuestra vida. Como ya lo hemos visto, es fundamental revisar nuestra manera de pensar. Los cristianos sabemos que esta vida es sólo el preámbulo de la vida venidera, es un punto, un pequeño paréntesis en la eternidad. Los humanos tenemos consciencia de la eternidad. Por esto, cuando el diccionario habla de cesación de la vida, sabemos que se refiere sólo a la vida física. Dice el escritor del libro Eclesiastés en el capítulo 3 verso 11: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y puso eternidad en el corazón de ellos”. Esto significa que Dios ha puesto o plantado eternidad en los corazones humanos, significa que tenemos aquí en la tierra, en esta existencia una cierta capacidad de vida mientras en la eternidad viviremos para siempre. Es como un instinto natural grabado a fuego 71

en nosotros que nos hace buscar la inmortalidad. Esto, como sabemos, no es nada nuevo en la raza humana. Por esto siempre nos ha parecido y nos parecerá que la muere es injusta e inentendible. Todo nuestro ser reacciona ante la muerte como algo ilógico porque Dios mismo nos creó así: con la capacidad de vivir para siempre. Somos seres espirituales residiendo temporalmente en un cuerpo material, terrenal y con limitaciones. Pero cuando este cuerpo se desgasta o por alguna razón accidental de esta vida deja de funcionar, nuestra vida espiritual continua a través de la eternidad. Vemos esto claramente en la segunda carta del apóstol Pablo a los Corintios en el capítulo 5 versos 1 al 4: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos. Y por esto gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo, los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia, porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida” Esto debe hacernos reflexionar sobre la realidad de que el sentido de la muerte depende del sentido de la vida. Si tenemos consciencia de la eternidad toda nuestra vida, nuestras relaciones, nuestras actitudes, valores y principios cambian. Seguramente que si vemos nuestras vidas a la luz de la eternidad, revisaremos nuestras prioridades, la inversión de hacemos de nuestro tiempo y dinero, el tipo de relaciones interpersonales que tenemos. Entonces, la muerte no significa el fin sino la transición. Pasar a otra dimensión. Significa una partida, un éxodo. En Filipenses 1. 23 el Apóstol Pablo hablaba de la muerte como una partida: “...teniendo deseo de partir para estar con Cristo, lo cuál es muchísimo mejor” 72

Así que la vida es mucho más que “vivir el momento” como se pregona en la sociedad actualmente. Todo lo que vivimos ahora, las decisiones y actitudes que tomemos tienen consecuencias en la eternidad. Dios nos diseñó para vivir eternamente. La Biblia nos habla de sólo dos opciones para la eternidad: el cielo o el infierno. Cerca de Dios, bajo su perfecto amor, o lejos de Dios en el dolor y el sufrimiento eterno. La elección es nuestra. El deseo de Dios es que todos estemos cerca de él y bajo la cobertura de su amor, pero no puede forzarnos a eso. Nuestra relación con Dios en esta tierra determina la relación que tendremos con Él en la eternidad. Se nos enseña en la Biblia que si vivimos una vida de entrega, amor y confianza en Jesucristo el Hijo de Dios, nuestra vida en la eternidad será al lado suyo. Pero también se nos enseña que si decidimos rechazar su salvación, su amor, su perdón y gracia aquí en la tierra, pasaremos la eternidad lejos de Dios. Para siempre apartados de Dios. La elección es nuestra aquí y ahora. Nuestra mente finita no alcanza a comprender la magnitud de la vida en la eternidad. Veamos a Jesús haciendo referencia al tema: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacia cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aún los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al ceno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en hades alzo sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora este es consolado aquí, y tu atormentado. Además de todo esto, una gran cima esta puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá 73

pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantara de los muertos”. Lucas 16. 19 - 31 Vemos así en la Biblia que tendremos un hogar eterno. Sabemos que nos encontraremos con los seres queridos que hayamos vivido una vida de entrega y aceptación del amor y la salvación de Jesucristo. Podemos saber que no enfrentaremos el dolor, los sufrimientos y la muerte que experimentamos aquí. Allí habrá libertad y bienestar para siempre al lado de Dios. Y algo interesante es que el proceso de la muerte es acompañado por los ángeles, no estamos solos. Entonces, si todos sabemos y vemos que la muerte es inevitable y una realidad de la vida de cada uno, seríamos necios si no nos preparáramos para enfrentarla si sabemos que es inevitable. La muerte es la puerta a la eternidad. Si tenemos una relación fresca y cotidiana, una relación personal con Jesucristo aquí y ahora, no hay nada a que tenerle miedo. El apóstol San Juan lo ha resumido muy bien en su primera carta en el capítulo 2 verso 17: “...el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” En la Nueva Versión Internacional leemos el mismo texto de la siguiente manera: “...el mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” 74

En Evangelio Según San Juan capítulo 14 verso 2 leemos: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. Salomón, el hombre más sabio sobre la tierra lo ha expresado claramente en su libro Eclesiastés en el capítulo 2 verso 7: “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”. El sentido de la muerte Podemos concluir diciendo que el sentido de la muerte está directamente relacionado al sentido de la vida. El problema es que muchas personas no sólo no encuentran sentido a su vida, sino que después de la muerte de un ser querido el sentido es menor aún. Pero como lo ha expresado el Dr. Victor Frankl en su libro el hombre en busca de sentido después de haber atravesado por el dolor y el calvario de la tortura en cuatro campos de concentración: “si encontramos una razón para vivir, siempre encontraremos un cómo”. Según vivamos nuestra vida en lo cotidiano, según sea nuestra filosofía de vida, según vivamos este paréntesis de la eternidad que es la vida en la tierra, será nuestra interpretación y recepción de la muerte. Elegir como morir Por lo que veíamos antes, como cristianos ésta puede ser una realidad para nosotros. Podemos hablar con Dios y pedirle la forma queremos que sea nuestra muerte. Podemos ponernos de acuerdo con nuestro Padre que nos ama, para que cuando llegue ese momento nuestra muerte sea de tal o cual manera y Dios, que nos ama y desea lo mejor para nosotros, no tendrá problemas en dárnoslo porque siempre nos dará el fin que esperamos. Hay personas que se ponen de acuerdo con el Diablo, y confiesan a lo largo de su vida "yo voy a morirme hecho bolsa, así se dan cuenta de lo que soy", o "prefiero morirme solo, en una isla, 75

desterrado, lejos de todos" y así se mueren. Eso es ponerse de acuerdo con el Diablo y podemos llegar a morir así. El sentido común nos muestra que convivimos todo el tiempo con la muerte. Es más, probablemente todo el tiempo en algún sentido morimos. Cada vez que nos peinamos se nos cae el pelo viejo y aparece el pelo nuevo. El mismo proceso lo vive la piel, sucede con las uñas, con los dientes. Cada once meses vamos muriendo. Morir es un proceso de transformación, parte natural de la vida es la muerte. Convivimos a diario con la muerte de cosas, de personas, de ideas, de pensamientos, de ideologías. Cuando llegamos a vivir todos los días con Cristo morimos a la vieja vida para pasar a una nueva vida. Para vivir en victoria tenemos que morir al fracaso. Para vivir en paz debemos morir a la queja, a la pelea, a la discusión. Para vivir en salud debemos morir a la enfermedad. Todos convivimos con la muerte todos los días y deberíamos no tenerle miedo porque es algo natural de la vida y es cotidiano. Sin embargo, el sentido de perder nuestra vida nos paraliza y ese temor a la muerte nos esclaviza, y “el que tiene miedo a la muerte se transforma en siervo de eso a que le teme: la muerte”. Por esto, cada vez que tengamos miedo de algo debemos recordar que nos esclaviza, nos transformamos en sirviente de eso que tememos. Cuando nos pasamos el día entero pensando en el tema de la muerte es porque somos esclavos de la muerte, y Jesús vino para darnos libertad para que nunca más seamos esclavos de nada y menos de la muerte. Todo muere a su tiempo El problema es que los seres humanos generalmente aceleramos los tiempos y permitimos que las cosas o las personas se mueran antes de tiempo. Pero Dios nos diseñó para vivir larga vida, y por las malas decisiones y los errores que cometemos acortamos los tiempos. Dios nos creó y nos dio libre decisión. Nosotros somos responsables directos de nuestras acciones y decisiones. Cuando no cuidamos nuestro cuerpo, podemos morirnos antes de tiempo. 76

Cuando decimos que todo muere a su tiempo, significa que todo tiene un propósito, que cuando se cumple, termina el tiempo. Cuando no nos cuidamos y nos dejamos morir, el peligro está en que se muere también el propósito por el cual estamos en este mundo. Todos tenemos sueños, metas, objetivos que Dios puso en nuestro corazón y los debemos alcanzar. Por esto, no es la voluntad de Dios que nos muramos antes de tiempo, antes de cumplir con el sueño que esta en nuestro corazón. Por esto podemos entender el porqué de tantas muertes fuera de tiempo, y es porque nuestro enemigo el Diablo quiere abortar el propósito y los sueños de nuestra vida. Y como Dios me dio autoridad y libre decisión, yo tengo que decidir no dejarme morir. Cuando nos encontramos frente a frente con la muerte, como por ejemplo en un accidente o en una enfermedad, debemos saber discernir si es el tiempo. Porque si no es el tiempo no debemos dejarnos morir. Debemos pelear por alcanzar los sueños y propósitos de nuestra vida para recién ahí ceder nuestra vida en esta tierra. En Cristo tenemos autoridad para rechazar la muerte cuando no es el tiempo todavía. Si no lo hacemos, la muerte va a tomar nuestra vida y ejercerá su autoridad sobre nosotros. Como lo expreso el Apóstol Pablo en la Carta a los Filipenses en el capítulo 1 desde el verso 21 al 25, hay que escoger, hay una elección: “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no se entonces que escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cuál es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros…”. Es evidente que es él quien escoge y evalúa la cuestión en base a la productividad o propósito de su vida aquí. Si todavía es útil, no puede escoger estar con Cristo. Veamos algunos otros ejemplos en nuestro “Manual de Instrucciones” que es la Biblia. 77

En el Nuevo Testamento en el libro de Los Hechos de los Apóstoles en el capítulo 27, tenemos el ejemplo del apóstol Pablo cuando padece un naufragio. Vemos claramente que él sabe que no es su tiempo y no accede a morir ante una situación real de estar frente a frente con la muerte. Él no lo controlaba, no podía controlar la tormenta, pero sí controlaba su vida para decidir no ceder su espíritu. Otros ejemplos podemos verlos en el Antiguo Testamento. El profeta Eliseo junto con sus discípulos había preparado un guisado, lo probaron y uno de los discípulos grita que hay veneno en la comida. Literalmente dice “hay muerte en esa olla”. Automáticamente el profeta Eliseo enfrenta a la muerte y pide harina para esparcirla sobre la olla. Leemos en el texto que la muerte se fue de allí. Eliseo y sus discípulos enfrentaron a la muerte antes de tiempo pero lo hicieron con tranquilidad y firmeza. Se opusieron porque no era su tiempo. Puede investigar más profundamente la historia en el capítulo 4 del Segundo Libro de Reyes desde el verso 38 en adelante. También tenemos el ejemplo del joven Daniel. Este muchacho enfrenta la muerte con la seguridad de que iba a salir victorioso con la ayuda de Dios, porque estaba seguro de que aún no era su tiempo. Vemos en el capítulo seis del Libro de Daniel cómo Daniel estaba en el pozo con los leones habiendo sido arrojado allí injustamente, y también se vio cara a cara con la muerte pero salió victorioso. Hay otros ejemplos como el de David cuando en varias oportunidades enfrenta la posibilidad de muerte por mano del Rey Saúl. David lucha y se opone a la muerte en todas las oportunidades. Es el mismo David quien a su tiempo experimenta la muerte, prepara todas las cosas para sus hijos y les deja instrucciones antes de su muerte (en especial a Salomón). En el Libro de Los Hechos de Los Apóstoles en el capítulo 13 verso 36 leemos lo siguiente respecto a David: “…David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres…”

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Cuando cumplió con su propósito según la voluntad de Dios para su vida en esa generación, entonces llegó su tiempo. Pero, como lo venimos viendo, recién cuando cumplió su propósito, sus metas, sus sueños, sus objetivos de la vida. A muchas personas el enemigo de Dios y nuestro enemigo (Satanás) las atacó con enfermedades graves, con depresiones profundas, con deseo de suicidarse, con accidentes terribles. Pero debemos morir en el tiempo que Dios dice. No debemos ceder nuestra vida a lo que el enemigo quiere hacernos. El enemigo va a venir siempre a susurrarnos al oído "esta es tu hora", y nos lo hace para que no cumplamos con el propósito y los sueños que Dios nos dio. Cuando nos lo dice y creemos que no es nuestro tiempo, debemos pararnos con autoridad y declarar “¿dónde está oh muerte tu aguijón?” (1 Corintios 15. 55). Debemos enfrentarla y decirle: “No tenés autoridad sobre mi vida para tomarla". O podemos decirle a la muerte: "Este no es mi tiempo porque todavía no cumplí mi propósito en Dios. Hasta que yo no cumpla el sueño que Dios me dio no me voy a ir de esta tierra, así que Satanás no tenés autoridad sobre mi cuerpo, no tenés autoridad sobre mi espíritu, te vas en el Nombre de Jesús". En Jesús tenemos libertad de la servidumbre de la muerte. Él logró esta libertad quitándole el aguijón a la muerte. El aguijón que tenía la muerte es la condenación eterna. Cuando vino Jesucristo y murió en la cruz para perdonar nuestros pecados y acercarnos a Dios, para sacarnos la condenación, al tercer día resucitó y le sacó a la muerte el aguijón. Ahora los que creemos en Cristo Jesús no tenemos condenación eterna sino vida eterna y estaremos siempre y por siempre con Él. No hay aguijón sobre nuestra vida. ¿Podemos entonces elegir cómo y cuándo morir? Tendiendo en cuenta todo lo expuesto hasta ahora y viendo el eje Bíblico, estoy convencido que la respuesta es “si”. Esto es personal, pero lo animo a investigar al respecto. Podemos elegir cómo y cuándo morir. Dios nos dio libre decisión. Nos dio libertad total y fiel a Su esencia, que es amor, no va a ir nunca en contra de esa libertad. 79

Vemos en el Evangelio según San Mateo en el capítulo 27 en el verso 50 que Jesús “entregó Su espíritu”. Hubo una decisión de Jesús de entregar su vida cuando llegó el momento. Vemos claramente en el Evangelio Según San Juan en el capítulo 10 desde el verso 17 que Jesús mismo dice: “…yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mi mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar…”. Él controló Su espíritu hasta que decidió voluntariamente entregarlo al Padre. Tenemos otro ejemplo mucho más interesante en la vida de Ezequías. Él era rey de Israel, que enfrentó la realidad de que para Dios su tiempo ya se había cumplido. Tal es así que Dios le envía al profeta para decirle literalmente: “ordena tu casa, porque morirás…”. Vemos en el texto, en el capítulo 20 del Segundo Libro de los Reyes que este rey se angustia mucho y le pide a Dios que le extienda la vida. No se resigna, lucha, negocia con Dios. Lo interesante es que Dios accede a esta negociación y acepta su decisión de no ceder su espíritu. Para nuestra sorpresa, Dios le concede 15 años más de vida. A partir de esto podemos concluir que de nosotros depende ceder voluntariamente en un momento determinado nuestra vida. Si el enemigo viene en un momento equivocado y nos pone frente a frente con la muerte, debemos pararnos y enfrentarla y oponernos. Pero cuando llega el momento correcto donde ya sabemos que cumplimos nuestro propósito, sabemos que terminamos o alcanzamos nuestro sueño, sabemos que dejamos una herencia a nuestros hijos, sabemos que muchos han aprendido acerca de lo que enseñamos, sabemos que todo lo que Dios nos dijo que hagamos lo hicimos, en ese momento nos ponemos de acuerdo con Dios y cedemos el espíritu. Creo que hay un momento en el que Dios nos da la posibilidad de elegir si queremos seguir o irnos a casa con Él para siempre. En ese momento no debemos luchar, ese es el momento de decisión, y cedemos el espíritu si creemos que hicimos todo lo que teníamos que hacer. No debemos decidir con las emociones sino desde las convicciones. Debemos luchar cara a cara con la muerte porque hoy, gracias a Jesucristo, ya no tiene aguijón sobre nosotros, no tiene 80

autoridad sobre nuestra vida. Por eso, cuando reconocemos que hicimos todo lo que teníamos que hacer, como decía el Apóstol Pablo “…el tiempo de mi partida está cercano… …he acabado la carrera… …me está guardada la corona de justicia” (2 Timoteo 4. 6 – 8), entonces cedemos el espíritu. Dios nos avisa. Debemos ponernos de acuerdo con Dios y no morirnos antes de tiempo porque todavía hay mucho por hacer. No podemos ni debemos morirnos angustiados, humillados, con tristeza y con resentimientos en el corazón. Debemos elegir morir bien, en el momento justo. La muerte es una transformación, es un camino, es de pronto abrir los ojos y ver cara a cara Dios y vivir en Su perfecta voluntad para siempre gracias a la entrega por amor de Su Hijo Jesús.

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Capítulo Seis “El duelo” El duelo El duelo significa combate entre dos. Es decir, que la persona tiene un combate entre dos partes: una que acepta la pérdida, que sabe que partió, pero hay otra parte que no acepta la pérdida, que tiene bronca por esa pérdida, entonces viene una lucha. La lucha es dura porque no podemos ni queremos aceptar la realidad de la pérdida definitiva (físicamente hablado) de la persona amada. El duelo es un proceso Pueden darse hasta cinco etapas en el duelo, pero preferimos aquí considerar o resumir las etapas en tres partes. Etapas: ü Etapa I: negación: etapa de choque y aturdimiento. ü Etapa II: confrontación con el dolor de la pérdida: etapa de depresión, desorganización y desesperación. ü Etapa III: restablecimiento o aceptación. Comienza a disminuir el dolor progresivamente a partir del duelo normal. Comenzaría la etapa de reorganización de la vida. Mermar El duelo implica un proceso doloroso, con las siguientes características: 83

ü Un proceso de elaboración de la pérdida. No es bueno el escapismo. ü Reacción natural frente a la pérdida. ü Estado de ánimo doloroso. ü Disminución de autoestima. ü Pérdida de interés. ü Sensación de mundo y vida sin sentido. ü Necesidad de acompañamiento. Los síntomas psicológicos anteriores se asocian frecuentemente con otros físicos: migraña, úlcera, colitis, problemas respiratorios, palpitaciones, sudoraciones. Se puede presentar una disminución en las defensas del organismo, lo cual facilita la infección y el contagio de diferentes agentes. El DSM IV, es el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su versión IV. Este manual clasifica las enfermedades mentales según sus manifestaciones o síntomas, y es utilizado por los profesionales de la salud mental. Aquí se establece, de manera más limitada, que el duelo es una categoría que debe usarse cuando un individuo reacciona frente a la muerte de una persona querida. En todo caso, el duelo corresponde a un proceso psicológico que se presenta en una persona frente a una situación traumática, la cual implica una pérdida y a la vez genera pesar. Mediante el trabajo del duelo se busca que la persona acepte la pérdida, readaptándose a la nueva realidad de ausencia del objeto o persona, condición esencial para la elaboración normal del duelo. Todos en la vida pasamos permanentemente por pérdidas: en el ámbito de la salud, en lo familiar, en lo laboral, en las amistades, en los sueños, entre otros. Cuando hay una pérdida, aunque ésta sea parte de la vida, siempre aparece después el proceso de duelo. Todos necesitamos hacer el proceso del duelo. Esto es normal. Hay un proceso de recuperación o elaboración de esa pérdida. 84

Tipos de duelos negativos Existen fundamentalmente tres tipos de duelos patológicos (enfermos o negativos): 1. Anulación del duelo. Se da cuando la persona que tiene una pérdida no expresa la emoción, en este caso el dolor. En líneas generales son los varones los que reprimen, se tragan, o se aguantan el dolor. "Los hombres tienen que ser fuertes, no lloran, no expresan nada", hemos aprendido en nuestra sociedad. Entonces racionalizamos la situación para no expresar las emociones. En toda familia cuando hubo una pérdida siempre hubo el que dijo "tengo que ser fuerte, porque sino esto se cae todo". Entonces esta persona aguanta, reprime, vive la expresión de la emoción como una señal de debilidad. 2. Duelo intensificado. Se da en la persona que no reprime la emoción sino que la suelta toda, empieza a llorar, a gritar, tiene bronca, angustia, dolor, culpa. El dolor lleva a la persona a la pérdida total de control. El tiempo no cura el dolor, parecería que el tiempo lo aumenta. Para esta persona, pasan los meses, los años y entra en una depresión. Todo lo que hace le recuerda a la persona que murió, tiene los objetos del familiar, la habitación sin tocar. Asocia a la persona fallecida con cualquier película que mira, con los lugares que frecuenta, y demás. Es entonces que empieza a tener mucha culpa: "yo tengo la culpa porque le deseé la muerte", o "mi mamá me decidía que como me portaba la iba a matar de un infarto, y así murió". Hay personas que tienen mucha bronca, porque interpretan que "las abandonaron", o "las dejaron” en el momento que alguien muere. Esa bronca o culpa hace que el duelo parezca no terminar nunca. Pasan los años y la persona tiene depresión y cuando se le pregunta dicen que hace veinte años que tuvieron esa pérdida, pero lo recuerdan como si lo vivieran en ese momento. 3. Duelo ambiguo o duelo congelado. Se da cuando la persona que experimenta una pérdida no sabe si la persona se murió o no: el caso de un desaparecido, de un secuestro, de un marido que abandona, desaparece y nunca más vuelve. Puede ser el caso de un papá que sigue viviendo pero el hijo no sabe dónde, o el chico que fue adoptado que lo sabe pero no sabe dónde están sus 85

papás biológicos. También se llama "Duelo Congelado": la persona siente de avanzar en la vida pero hay algo que la bloquea; la persona siente alegría, pero a la vez dolor. Siente simultáneamente dolor y esperanza; porque dice: "el tiempo avanza, la gente avanza, todo avanza, pero yo me quedé detenido". El dolor duele, las emociones duelen. El dolor empuja por salir, no busca respuestas sino salir. Nadie nunca jamás va a experimentar el mismo dolor que experimentamos nosotros. Nunca debemos esperar que los demás entiendan nuestro dolor, porque cada uno experimenta el dolor de manera diferente y cada uno personalmente es el único que sabe lo que ese dolor significa. Nunca debemos decirle a una persona "yo te entiendo" porque nunca vamos a entender al otro en su dolor aunque hayamos tenido pérdidas similares. El dolor es personal. Realidades diferentes Según quién sea el que muere, cada integrante de la familia tendrá experiencias y sentimientos diferentes. Para los padres que experimentan la muerte de un hijo, el dolor es muy fuerte debido a la realidad de lo injusto y desubicado de la muerte. Está instalada en nuestras mentes la realidad de que la vida debe durar hasta la ancianidad. Y como ya lo hemos visto, esto es lo que Dios ha diseñado. Por esta razón, cuando experimentamos la muerte de un niño, puede experimentarse una buena cantidad de culpa y enojo que debe ser bien canalizado para evitar conflictos conyugales y familiares en el futuro. La persona a la que se le muere un padre, puede experimentar pérdida de seguridad, abandono, sensación de pérdida de rol de hijo, y muchas veces la realidad de tener que hacerse cargo de responsabilidades adultas siendo todavía un niño o adolescente. La experiencia es sentir la sensación de perder el pasado. Si la persona pierde a su madre, puede experimentar sentimientos como pérdida del amor incondicional, pérdida de sentido de familia, pérdida de apoyo, y fundamentalmente abandono. Cuando experimentamos la muerte de un hermano, puede experimentarse un duelo muy difícil y doloroso. Generalmente el 86

apego entre hermanos es fuerte. Frecuentemente hay vivencias de crianzas compartidas o puede haber cercanía en las edades. Por eso la experiencia suele ser muy dolorosa. En el caso de muerte de los hijos durante el embarazo o recién nacidos, el dolor no es menor por la poca convivencia con el hijo como suele pensarse. Debe elaborarse el duelo como en cualquier pérdida. La ceremonia de despedida del hijo muerto (sepelio) puede ser una buena manera de exteriorizar el dolor y de no quedarse con la sensación de que esta muerte fue un suceso sin importancia. Debemos tener en cuenta que la muerte de un bebé o un niño es un suceso muy fuerte y desestabilizador para cualquier familia. Generalmente, la madre que experimenta la pérdida de un hijo durante el embarazo o en los primeros tiempos, puede experimentar una gran sensación de culpa y quizá hasta enojo consigo misma o con personas como el cónyuge o los médicos que la atendían. Pueden también tener la sensación de fracaso como mujeres o madres. Aunque suene cruel, en estos casos es recomendable que los padres (en especial la madre) vean y toquen a su hijo muerto para atravesar correctamente el duelo. La madre convive con una gran frustración debido a que su cuerpo sigue por algún tiempo respondiendo como si el hijo estuviera vivo (como por ejemplo tener leche para amamantar). Cuando muere un niño la experiencia es sentir la sensación de perder el futuro. El dolor tiene que salir, tiene que agotarse El dolor suele durar más tiempo de lo que generalmente en la sociedad se reconoce. No es bueno que se enseñe que hay que reprimir el dolor y no llorar. Muchas veces se dice: "No es de buen testimonio cristiano andas llorando", o "Dios se lo llevó para evitar que sufra algo peor después". O peor aún "Aguantate, tenés que hacerte cargo de tu familia". Ninguna de estas recomendaciones es sana. El dolor está hecho para salir, tiene que agotarse. Por eso debemos evitar el escapismo. Debemos llorar o expresar el dolor hasta quedar “satisfechos” (entiéndase la expresión), hasta sentir que el dolor esta agotado. 87

Usted debe llorar, gritar, hablar todo lo que quiera por lo que perdió. El dolor tiene que agotarse y va a llegar un momento en que el dolor se agotara. Tiene que dejarlo salir. Muchas veces puede ser bueno escribir una carta expresando lo que siente, hablar con la gente que contiene sin juicio. No debemos reprimir el dolor. Generalmente este dolor viene acompañado de culpa y enojo. Y es por esto también que es sumamente fundamental que salga y se agote el dolor. Nunca debemos juzgar a una persona porque llora. Porque el dolor y la experiencia de pérdida es única. Fundamentalmente cuando muere un hijo, los esposos (padres) no experimentaran lo mismo jamás. Superar el dolor es simplemente aceptar la nueva realidad y acostumbrarse a vivir con ella. Este es un proceso personal, largo y doloroso. El dolor tiene que salir. Controlar el dolor y administrar los recuerdos Como lo venimos viendo, lo mejor es soltar el dolor. Pero el peligro esta en quedarnos todo el día atado al dolor. Debemos aprender el duro y difícil ejercicio de controlar el dolor. Deben haber momentos en los que lloramos y dejamos que el dolor salga, y luego momentos en los que cerramos el grifo del dolor para que no salga más y continuamos con nuestras ocupaciones. La vida sigue, aunque sea muy difícil aceptarlo. Debemos aprender a sacar las fotos negativas o tristes del álbum de nuestra mente. Debemos aprender a ponerle un alto a nuestra mente. Debemos expresar el dolor, llorar todo lo que necesitemos, decir lo que sentimos, pero hasta un punto. Cuando aprendemos a administrar los recuerdos estamos listos para seguir adelante sanamente con nuestras vidas. Sin embargo, es necesario aclarar que aproximadamente durante el primer año después de la pérdida del ser querido, es importante posponer cualquier decisión trascendente. Debemos evitar decisiones importantes y precipitadas. En esta etapa de dolor, muchas personas acuden al recurso de medicamentos. Creo que deben ser usadas sólo en casos sumamente necesarios y bajo supervisión de un médico psiquiatra. Muchas veces 88

el uso de medicamentos puede ser una vía de escape del dolor en vez de una vía de agotamiento del dolor. En los momentos de pérdida siempre habrá un apego Apego afectivo, es cuando tenemos pérdidas y el temor o los miedos que nos sobrevienen hacen que nos apeguemos a algo o a alguien. Esto es matemático, como que dos más dos es igual a cuatro. Siempre que se pierde algo o a alguien, habrá un apego a algo o a alguien. Por ejemplo, he atendido en mi consultorio a una persona que al perder a su padre, se apegó y aferró tanto a su esposa que casi terminan ahogados y separados. El temor nos hace aferrarnos emocionalmente. Este tipo de personas se apegan a otra y se vuelven dependientes. Sienten que necesitan a esta otra persona para ser feliz. Necesitan la aprobación de los demás, buscan relaciones exclusivas, rompen sus límites para mezclarse con el otro. Cuando se rompe este vínculo afectivo comienzan con un trauma, una depresión muy grande. Sienten que no pueden seguir viviendo porque “necesitan” al otro para vivir. El apego afectivo es lo que vive la gente excesivamente celosa. "¿A dónde y con quién te fuiste?", "¿Con quién estuviste hablando?", "¿Y qué hablaste?, ¿Con quién estuviste?" Cada dato nuevo que el otro le aporta, hace que nuevamente dude de la persona, como si le mintiera, volviendo a indagar una y otra vez. Sienten que el otro es de su propiedad. Los celos empiezan a buscar diferentes cosas en las profundidades del pasado para ver qué puede encontrar. Hay personas que están apegadas a lo material, todo es dinero: se levantan y piensan en el dinero, conocen a alguien y están pensando qué le pueden pedir. Todo lo ven en términos del dinero, se apegan mucho a lo material. No se enfurecen tanto cuando le pasa algo a un miembro de su familia como cuando le chocan o rayan el coche. Este tipo de personas se vuelven obsesivas con lo material. También hay personas apegadas al pasado, apegada a los ritos religiosos. Los apegos pueden ser diversos. Pero debemos ser libres. Nadie nos debe nada ni nosotros le debemos nada a nadie. Por 89

lo tanto no debemos esperar nada de los demás. La única dependencia sana o apego sano es cuando dependemos de Dios. El peor peligro quizás consiste en apegarse tanto al ser querido que se vuelve el “más” en todo: “era el más simpático, el más trabajador, el más cariñoso…” y recibe así una prioridad mayor que cuando estaba vivo. Esto daña a la familia. Duelo patológico o anormal El duelo patológico es la imposibilidad para culminar de manera exitosa el trabajo del duelo. Entre los indicadores del duelo "patológico" o "anormal" tenemos: • La sensación de culpa por las cosas más que por las acciones, recibidas o no por el sobreviviente, en el momento en que muere una persona. • Cierto pensamiento de muerte más que la voluntad por vivir, con el sentimiento de que el vivo debería haber muerto con la persona fallecida. • Una preocupación mórbida con sentimientos de inutilidad; enlentecimiento psicomotor; deterioro funcional acusado y prolongado; y experiencias alucinatorias distintas de las de escuchar la voz o ver la imagen fugaz de la persona fallecida. • La persona puede también considerarse culpable de la muerte ocurrida, la niega, se cree poseído o influido por el difunto, y cree padecer la misma enfermedad que produjo la muerte de su ser querido. Pero lo que debemos tener en cuenta, es que la persistente búsqueda de unión con el objeto perdido es el principal motivo presente en el duelo patológico. Los síntomas antes expuestos se manifestarían a partir de que la persona no ha cortado la relación mental con lo que perdió. Entonces son puestos en marcha los mecanismos psicológicos de identificación y de despersonalización. El primero implica que la persona incorpora atributos, gestos o actitudes del objeto perdido, por ejemplo, padecer la misma enfermedad que aquejaba a la persona. Mediante el segundo, la despersonalización, la persona se 90

siente perpleja y extraña, experimentando que algo en lo profundo de sí mismo y en el mundo exterior está cambiando. Consejos prácticos Frente a una situación traumática resulta conveniente tener en cuenta los aspectos descriptos a continuación. Estos aspectos permitirán sobrellevar mejor la experiencia del duelo: ü Es importante desahogarse, que la persona afectada hable de su dolor a otro que lo escuche con interés. De esta manera comparte su experiencia y la repite simbólicamente, en un intento por elaborarla. ü Conviene conocer los aspectos implicados con la pérdida y el proceso del duelo, de tal forma que la persona sepa que se trata de algo normal y momentáneo. ü El dolor y la desazón que se experimentan no se resuelven saliendo de viaje o dejando la casa en la cual se vivía con la persona que se ha ido, mucho menos desapareciendo todo lo que tuvo que ver con la persona perdida. Más importante que los cambios en el mundo exterior resultan los procesos mentales (internos) que llevan a culminar el proceso del duelo. Luego de este momento resultaría conveniente emprender remodelaciones en la casa, viajes y demás actividades que no lleven ya la intención de borrar fallidamente recuerdos que sin duda alguna traerán dolor. ü Para conservar el recuerdo del que se ha ido es recomendable guardar algunas pertenencias que se consideren valiosas. El resto podrá ser desechado cuando el dolido así lo considere. Guardar todo tal y como quedó, o tirar compulsivamente hasta el último detalle relacionado con la persona perdida son igualmente inconvenientes. Cada una de estas decisiones debe tomarse según los criterios y deseos particulares del afectado por la pérdida. ü Siempre que sienta que algo se le ha salido de las manos, a usted o a una persona cercana, acuda sin temor a un consejero capacitado, a un pastor o líder religioso, o a un profesional en salud mental. De ser posible una combinación de todo, esto mejor aún. 91

En caso de suicidio Es en casos de suicidio donde más nos cuesta manejar el dolor. Sobre todo si la persona que toma esta decisión es un adolescente o joven. La mayor dificultad para los que siguen con vida es manejar la “culpa”. Por esto es bueno recordar lo siguiente: • La decisión de una persona de quitarse la vida nunca es predecible para quienes están a su alrededor sino hasta que sucede. • Las causas de estas decisiones son múltiples e internas, del individuo. Recuerde que somos bio-psico-socio-espirituales. Por lo tanto el suicidio es una reacción ante la desesperación por múltiples causas o sufrimientos. • El suicidio es una realidad alarmantemente creciente en las últimas décadas. • Aunque hayamos tenido limitaciones humanas como padres (que de hecho las tenemos), nunca es “culpa” de los padres una decisión de esta magnitud. • El ser humano tiene libertad de elegir cómo y cuándo morir. La despedida de la familia Como lo vimos en el capítulo anterior, cuando llega el momento correcto donde ya sabemos que cumplimos nuestro propósito, sabemos que terminamos o alcanzamos nuestro sueño, sabemos que dejamos una herencia a nuestros hijos, sabemos que muchos han aprendido acerca de lo que enseñamos, sabemos que todo lo que Dios nos dijo que hagamos lo hicimos, en ese momento nos ponemos de acuerdo con Dios y cedemos el espíritu. El que fallece debería despedirse y poder dejar algo a su familia. Esta es una decisión que debemos tomar y prepararnos para ese momento. En el Primer Libro de los Reyes en el capítulo 2, tenemos el ejemplo que nos deja el Rey David. Él se despide en especial de su hijo Salomón, dejándole claras instrucciones y los preparativos para la construcción del Templo para Dios. En el Primer Libro de Crónicas, en el capítulo 28, tenemos más detalles de cómo el Rey David no sólo deja todos los preparativos e instrucciones, sino que presenta a su hijo al pueblo 92

como su sucesor. David se ocupa de dejar todo preparado cuando llega su tiempo de dejar esta tierra. Debemos aprender de esto y tomar las riendas de nuestras vidas y prepararnos correctamente para ese momento de ceder nuestro espíritu que todos debemos atravesar. Nosotros tenemos libre decisión. Nosotros elegimos. De nosotros depende como será nuestro final.

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Capítulo Siete “Los propósitos de la adversidad” Sólo dos opciones Según la óptica del Diablo, las situaciones adversas van a probar nuestra falta de fe, pero Dios las utiliza para hacer crecer nuestra fe y fidelidad a Él. Las adversidades forman el carácter de Cristo en nosotros. Además, como ya lo hemos visto, muchas veces las adversidades son traídas por las tinieblas, para enfrentarnos a la muerte y abortar los sueños y propósito que Dios tiene con nuestra vida. Ante las mismas crisis, una persona sin fe, sin Dios, sin creencias sólidas, se angustia, se desalienta. Sin embargo, una persona con fe, con Dios, con creencias sólidas, tiene la capacidad de enfrentarlas y formar así su carácter. Tenemos dos opciones ante la adversidad: 1. Enojarnos con Dios. Renegar de Dios y aún alejarme de Él. Esto traerá aparejado un camino de dolor, traerá la desesperación, el enojo, la depresión, la falta de sentido de la vida. 2. Aferrarnos a Dios. Acercarnos más a Él reconociendo su soberanía, amor y poder para consolarnos y dar sentido a nuestra 95

vida en esta situación. Esta segunda opción nos permitirá ser sostenidos y consolados por Él. Nosotros elegimos la opción. Dios no puede torcer nuestra voluntad. La adversidad fortalece o desalienta. Nosotros elegimos. Satanás va a querer hacerle creer a usted que Dios perdió el interés en lo que le pasa y que perdió el control así de sus circunstancias difíciles. De esta manera intentará que usted se aleje de Dios. Como nos enseña la Biblia en el evangelio según San Juan, el Diablo es mentiroso. Lo dijo Jesús mismo en el capítulo 8 verso 44. Por esto podemos asegurar que en el medio del dolor o cualquier circunstancia difícil el Diablo nos va a hacer creer que Dios nos olvidó, nos abandonó, que no le importó nuestra realidad. Probablemente irá más lejos y tratará de que creamos que lo merecíamos o hacernos dudar pensando ¿así me cuida Dios? Sin embargo podríamos asegurar, en base a la historia de Job, que el Diablo no parará hasta hacernos creer que Dios lo hizo. Lo único firme son nuestras convicciones Las emociones siempre dependen de las circunstancias que vivimos y por esto son inestables, son terreno movedizo. A partir de la caída, el hombre se ha transformado en almático, alguien que se mueve por emociones, alguien que decide fuera de la influencia de Dios en su espíritu. Además, estamos viviendo en una sociedad que prioriza el sentir de cada uno, lo emocional, lo almático. Lo importante es lo que uno siente, si quiere hacerlo, si tiene ganas debe hacerlo y punto. Lo cierto es que las emociones son un terreno movedizo. Las emociones no son seguras, no son firmes; siempre están ancladas en las heridas, en las circunstancias de la vida y en las situaciones cotidianas. Por eso, si nos manejamos por emociones, en un momento estamos bien, pero al surgir una situación difícil cambiamos. 96

Las emociones nos vuelven ciclotímicos: hoy estamos arriba y mañana abajo. Cuando basamos nuestra seguridad en las emociones estamos en peligro, ya que ellas no son seguras ni firmes. Sin embargo las convicciones son principios que están grabados en nuestro espíritu y deben gobernar nuestra alma. Generalmente, las convicciones son seguras porque no cambian. Si mis convicciones son principios divinos, no dependerán de si lo siento o no, simplemente son así porque Dios lo dice. Si tomo los principios y me muevo en base a ellos, puedo estar seguro de que voy a estar firme. Lo importante es decidir desde las convicciones grabadas en mi espíritu, evaluando las consecuencias en base a los principios divinos. Los sentimientos deben ir atrás, en base a las decisiones. Por esto, en este material le dejamos una buena cantidad de convicciones que le ayudarán a interpretar y atravesar mejor las situaciones difíciles y dolorosas de la vida. Me encanta una de las llaves de sabiduría planteadas por el reconocido autor y conferencista Mike Murdock: “La recompensa del dolor es el deseo de cambiar”. Siempre podemos estar mejor después de atravesar por las circunstancias adversas de esta vida. Las decisiones según la Biblia En la Palabra de Dios encontramos muchos ejemplos de decisiones importantes. En el libro de Génesis 1. 26 y 2. 18 Dios está decidiendo al decir: “hagamos…”, “le haré ayuda…”. Josué nos da otro ejemplo en el capítulo 24. 15 decidiendo al decir: “…yo y mi casa serviremos a Jehová”. David también en su Salmo 34. 1 decide bendecir a Jehová “en todo tiempo”. También en el Salmo 103. 1, decide ordenarle a sus emociones al decir: “Bendice alma mía a Jehová...”. La decisión así gobierna a las emociones. 97

En el libro de Daniel 1. 8 lo encontramos tomando una decisión importante, jugándose por Dios más allá de sus sentimientos y de lo bueno que le estaban ofreciendo: “Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey…”. Pero el mejor ejemplo lo encontramos en Jesús. En Lucas 9. 51 vemos que Jesús “…afirmó su corazón para ir a Jerusalén”. Decidió ir aún sabiendo lo que le esperaba. Además lo vemos decidiendo en una de sus horas más difíciles, cuando oraba en el Getsemaní. En Marcos 14 (y en los pasajes paralelos) lo vemos a Jesús comenzando a “entristecerse y angustiarse”. Aún Él mismo expresa la profundidad de sus sentimientos “…hasta la muerte…”. Sin embargo, en medio de su dolor y de lo fuerte de sus sentimientos, Él le dice a su Padre “…no lo que yo quiero, sino lo que tú”. Jesús nos mostró que el camino es la decisión, pero desde la convicción y no desde la emoción. El fruto fue la salvación de la humanidad. Las emociones pueden llevarnos a perder el control “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda”. Proverbios 25. 28 “El de grande ira llevará la pena; y si usa de violencias, añadirá nuevos males”. Proverbios 19. 19 “No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios”. Eclesiastes 7. 9 “Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e iracunda”. Proverbios 21. 19 “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”. Proverbios 16. 32 98

“La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa”. Proverbios 19. 11 “El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu, enaltece la necedad”. Proverbios 14. 29 “El necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega”. Proverbios 29. 11 Nosotros somos responsables de las elecciones que hacemos, de las decisiones que tomamos. No podemos culpar a otros por nuestras acciones. Puede ser que nos hayan lastimado o herido. Pero debemos decidir sanar las heridas en Cristo y en especial decidir movernos por convicciones y no por emociones. Nuestra salud y la de nuestra familia dependen de las decisiones que tomemos. El perdón: una de las principales convicciones Ahora, el perdón: ¿es un acto de la voluntad?, ¿es una decisión? En la mayoría de los casos, la falta de perdón es la raíz de los problemas. Alguien que ha sido herido, rechazado, ofendido, abusado, alguien que recibe una marca tremenda en su vida, guarda ese rencor como una deuda pendiente a ser cobrada en el momento oportuno. Pero lo cierto es que la deuda esclaviza y destruye a la persona herida y también destruye todas sus relaciones. La falta de perdón frena la vida cristiana de quien no perdona. La persona que no perdona es quien realmente pierde, ya que la falta de perdón se cobra un alto precio: sostiene el sufrimiento de quien ya está herido mediante el impedimento para la cicatrización de dicha herida. Una herida abierta causa dolor, y aún es propensa a la infección, la que agravará el problema. 99

En relación al perdón siempre encontraremos tres elementos: 1. Una herida, una ofensa, algo que marca profundamente y queda sin sanar. 2. Una deuda a cobrar que resulta de la herida, una factura pendiente que se guarda. 3. La cancelación o anulación de esa deuda pendiente. El perdón es el otorgamiento de libertad a quien tiene una obligación que es una deuda conmigo como resultado de un daño que me causó. Yo decido voluntariamente renunciar al derecho de venganza, al deseo de cobrarle al otro lo que me hizo. “Antes, sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” Efesios 4. 32 “…perdonad, y seréis perdonados”. Lucas 6. 37 Dios nos ha mostrado que el perdón es un acto de la voluntad, es una decisión. Dios nos mostró desde el Edén cómo el perdón es la base del restablecimiento de las relaciones. A Dios lo habían desobedecido, esa fue la herida del hombre a Dios. El perdón de Dios culminó en la entrega de Su hijo Jesús en la cruz. Como puede verse, el perdón no es barato, a Dios le costó Su propio Hijo perdonarnos. Pero al decidir perdonar, todo se restablece. La deuda es cancelada. “Y a vosotros estando muertos en pecados… …os dio vida juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz”. Colosenses 2. 13 – 14 100

El acta se anula. La deuda se cancela. El perdón produce la cancelación de la deuda. Así como hemos sido perdonados, debemos perdonar. No tenemos derecho a no perdonar. Confusiones que nos impiden perdonar ü Creer que perdonar es justificar la actitud de quien hiere. Esto no es así. Recordemos que perdonar es liberar de la deuda a quien nos hirió. De esta manera somos libres y sanos sin importar la actitud de la otra persona. ü Creer que con el tiempo la herida sanará por sí misma. Esto no es verdad. Si no se perdona, la herida solamente se agravará y el resentimiento perjudicará todas nuestras relaciones. ü Creer que para perdonar tengo que ir a la persona que me hirió y confesarle mi perdón, aún si ella no lo ha pedido. Esto puede generar mayores problemas. Dios nos ha mostrado que aunque nosotros no le pidamos perdón, Él nos ha perdonado, nos ha liberado de la deuda. Muchas veces podemos perdonar a quienes nos han herido por cosas que ellos ni saben que han causado. No siempre es necesario ir a la persona, puedo perdonarla aún en su ausencia y aún después de su muerte. Recordemos que el perdón es producto de la obra de Cristo en la cruz. Podemos y debemos perdonar porque hemos sido perdonados. No hay nada que podamos hacer por nuestro medio. Cristo nos ha mostrado el camino. El perdón es una decisión. El perdón es caro. El perdón es un acto que va más allá de la persona que nos ha herido; no importa la persona, nuestra obligación es perdonar, soltar, cancelar la deuda pendiente. Dios lo hizo así, Él nos perdonó más allá de si nos reconocemos o no necesitados de perdón. Si estamos sanos emocionalmente, estaremos más preparados para enfrentar la adversidad, las situaciones difíciles de la vida y no dejarnos morir fuera de tiempo. Además, muchas veces es a nosotros mismos a quien debemos perdonarnos en muchas de las situaciones que atravesamos en la vida. El perdón, es el mejor camino a la sanidad y libertad. 101

Al transitar este libro y llegando cerca ya del final, usted puede ver que de nosotros depende que propósitos tendrán las adversidades que experimentemos en esta vida. Nosotros elegimos que interpretación le damos a cada circunstancia o situación adversa, de dolor, de enfermedad, de muerte que atravesamos. Debemos atravesarlas con valentía y elegir salir fortalecidos de cada una de ellas. Evitarlas es imposible, por lo tanto enfréntelas y salga airoso.

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Capítulo Ocho “Consolados que consuelan” Para qué Hoy, después de tantos años puedo ser un testimonio viviente (junto a miles de personas más) de la realidad de que el dolor se agota y las adversidades se superan. El poder ser de consuelo es quizá uno de los principales “para qué” de atravesar las circunstancias difíciles de la vida. Una de las principales tareas que podemos realizar en nuestra vida es ayudar a otros a sobrellevar sus cargas. Sobrellevar las cargas significa dejar al otro que desahogue su dolor, su ira, su resentimiento. Todo esto debe salir. Sobrellevar las cargas implica evitar dar respuestas o explicaciones simplistas. Sobrellevar las cargas implica evitar el juicio y la condenación. Sobrellevar significa consolar. Consolar es oír sin juicio, es acompañar al que sufre. Dios transforma en don mis dolores y vivencias difíciles y usa de esa manera lo que me pasó para ayudar a otros en igual situación. Veamos lo que nos enseña el Apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios en el capítulo 1 versos 3 y 4: 103

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (énfasis del autor) En el texto vemos claramente que Dios nos consuela con una finalidad. Hay un “para qué”. En el evangelio según San Juan en el capítulo 20 verso 27 vemos a Jesucristo mismo utilizando sus heridas, las marcas de la cruz para hablar en la vida de Tomás, uno de sus discípulos. “...dijo a Tomás: pon aquí tu dedo, y mira mis manos...” Las heridas hablan. Dios quiere usarlas para ayudar a otros. Además, la realidad indica que todos somos “ex” de algo o tuvimos alguna experiencia de la cual salimos adelante. Veamos lo expuesto por el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios en el capítulo 6 verso 11, donde él hace una declaración sorprendente respecto a las personas de la iglesia en Corinto: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” No al escapismo. Si al círculo de afecto Uno de los errores comunes que cometemos las personas es embarcarnos en una serie de actividades y ocupaciones que no nos dejen pensar en el dolor. El otro error es hacer lo opuesto, encerrarnos, bloquearnos y enterrarnos en el dolor. Como ya lo hemos expresado, debemos dejar que el dolor salga. Debemos ponerle un control al dolor, un límite. Luego debemos seguir con la vida cotidiana mientras atravesamos el proceso del dolor agotándose, que es el duelo. En este proceso, una de las cosas que más necesitamos además de ser consolados y sostenidos por nuestra fe, es un buen círculo de afecto. Necesitamos personas, seres que apreciamos y que 104

pueden estar acompañando sin decir nada. Necesitamos personas que acompañen y escuchen sin juicios, críticas ni condenación. Como cualquier herida, cuanto antes es tratada mejor. En especial en las heridas del alma, de las emociones. Recuerde que no es verdad que el tiempo lo cura todo. Consuelo no es igual a respuestas a los porque Necesitamos consuelo porque estamos viviendo un gran sufrimiento, por un accidente, una enfermedad o una muerte. Hay dolor de por medio, pero no hay explicaciones. Por eso, como ya lo hemos expresado: el dolor debe salir. Eso es lo que busca, y no las explicaciones. Muchas veces sufrimos nosotros inútilmente. Nos enganchamos, nos damos manija, nos rascamos la herida. Decidimos (conciente o inconcientemente) quedarnos con el dolor y sufrir. Hoy en día escuchamos mucho hablar de la palabra resiliencia. Esto es la capacidad de una persona de hacerle frente a las situaciones adversas, a los problemas de la vida. Resiliencia es la capacidad de resistir a la presión, los obstáculos o los momentos difíciles. Es la capacidad de atravesar y salir fortalecido en las situaciones adversas. Como ya lo hemos visto, tenemos la opción de que la situación nos destruya o que nos fortalezca. Hay personas que pueden atravesar cualquier situación adversa y la superan. La resiliencia (un poquito de historia) La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves. La resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, aún habiendo vivido una situación traumática, han conseguido encajarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados. Aunque durante mucho tiempo las respuestas de resiliencia han sido consideradas como inusuales e incluso patológicas por los expertos, la literatura 105

científica actual demuestra de forma contundente que la resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad. Por lo tanto, según los que investigan este tema, la resiliencia es una manera de pensar, es una actitud, es una mentalidad resistente. Por esto antes planteamos la necesidad de cambiar nuestra manera de pensar. El concepto de personalidad resistente aparece por primera vez en la literatura científica en 1972, en relación a la idea de protección frente a los eventos “estresores”. Son Kobasa y Maddi los autores que desarrollan el concepto, a través del estudio de aquellas personas que ante adversas o negativas parecían tener unas características de personalidad que les protegían. Así, se ha establecido que las personas resistentes tienen un gran sentido del compromiso, una fuerte sensación de control sobre los acontecimientos y están más abiertos a los cambios en la vida, a la vez que tienden a interpretar las experiencias estresantes y dolorosas como una parte más de la existencia. En general, se considera que es un constructor multifactorial con tres componentes principales: compromiso, control y reto. El concepto de personalidad resistente está íntimamente ligado al existencialismo. Principios prácticos para una buena resiliencia Si nos esforzamos por mantener algunas de las siguientes características, tendremos una mentalidad resistente a las circunstancias difíciles de la vida: a. En primer lugar, necesitamos una autoestima sana, una autovaloración apropiada. Debemos tener seguridad, estar firmes, afirmados. Debemos saber quiénes somos en Dios: somos hijos del Rey, somos un pueblo especial, Dios nos tiene en la palma de su mano, estamos marcados con el Espíritu Santo, somos amados y aceptados, todo lo que hagamos nos saldrá bien; todo lo podemos en Cristo que nos fortalece y todo lo que le pidamos al Padre en el nombre de Jesús creyendo lo recibiremos. Debemos sacarnos los mensajes negativos y los rótulos que nos han metido en la cabeza, como creer que no somos nadie, o nadie nos va a 106

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querer, o no vamos a llegar a nada, entre otros peores como “te vas a morir solo…”. Nuestro único rótulo o sobrenombre debe ser: hijo de Dios. Nada nos va a faltar, estamos del lado de la victoria y del éxito, somos amados con un amor perfecto por un Padre perfecto. Debemos vernos como Dios nos ve. En segundo lugar, debemos saber comunicarnos o relacionarnos con los demás. La gente que tiene buena resiliencia, que es resistente a las adversidades es gente que por haber pasado por estas situaciones sabe ser empático con los demás y en especial con quien está atravesando una situación adversa. Debemos aprender a escuchar sin juicio ni crítica, aprender a tratar bien a los demás. Como lo expresa el título de este capítulo, podemos ser “consolados que consuelan”. En tercer lugar, debemos aprender constantemente tanto del éxito como del fracaso. Las situaciones de “aparente” fracaso, no son más que oportunidades de aprender y pasar a otro nivel. Las situaciones adversas, el dolor, la enfermedad, la muerte son parte natural de la vida. Debemos aprender a interpretarlas y a manejar nuestras reacciones. El éxito, el bienestar, estar bien es nuestro destino. Para esto fuimos diseñados y, como ya lo vimos, esa es la voluntad final de Dios. En cuarto lugar, debemos ser personas positivas. Las personas con buena resiliencia son personas que tienen pensamientos y actitudes positivas o de acción, mantienen un buen sentido del humor y una actitud constante de proyectarse hacia delante. El autor del libro de Proverbios en el capítulo 17 en el verso 22 nos recomienda: "El corazón alegre constituye un buen remedio, mas el espíritu triste seca los huesos". La risa energiza el sistema inmunológico (nuestras defensas) y reduce el stress. En quinto lugar, debemos ser personas flexibles, abiertos a los cambios que son parte natural de la vida humana. De otra forma, todo lo rígido se quebrará.

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En el Nuevo Testamento de la Biblia tenemos la historia del Apóstol Pablo, quien atravesó una gran cantidad de situaciones adversas (naufragios, cárceles, azotes) y de todas ellas salió airoso. Incluso sus mejores cartas las escribió desde situaciones adversas como estar encarcelado injustamente. Siempre me impactó la historia de José, un hombre que llegó a ser numero dos en la línea de poder del gobierno de Egipto sin ser egipcio. La encontramos a partir del capítulo 37 del Génesis. Vemos allí a un adolescente de 17 años que comienza a vivir un buen número de circunstancias difíciles: la envidia de sus hermanos, el maltrato, el abandono dentro de un pozo, después ser vendido como esclavo, terminar en la cárcel injustamente y en cada situación tener la capacidad de interpretar correctamente los sucesos y salir victorioso. En uno de los pasajes quizás más alentadores respecto al tema de este libro que usted tiene hoy en su mano, lo encontramos a José haciendo una tremenda declaración a sus hermanos después de largos años sin verse. Lo leemos en el capítulo 50 del Génesis en el verso 20: “Vosotros pensasteis mal contra mi, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (énfasis del autor) Fíjese qué tremenda capacidad de interpretación de una circunstancia difícil, o más bien de una vida difícil. Además, él mismo está detallando algunos de los “para qué” de estas situaciones. A mí me anima en gran manera. Dios tiene la capacidad de encaminar a bien cualquier situación. ¿Estaremos dispuestos a que Él lo haga? Como ya lo hemos planteado, en cada circunstancia difícil que atravesamos, tenemos dos opciones: aferrarnos a Dios o alejarnos de Dios. La elección es nuestra. Me encanta una de las llaves de sabiduría planteadas por el reconocido autor y conferencista Mike Murdock: “La recompensa del dolor es el deseo de cambiar”. 108

Siempre podemos estar mejor después de atravesar por las circunstancias adversas de esta vida. No se conforme a vivir en sufrimiento, elija estar mejor. Sea libre del dolor. En medio del dolor siempre hay esperanza Quisiera dejarle sólo algunos de los cientos de textos preciosos que encontramos en nuestro Manual de Instrucciones, para que al cerrar este libro, usted haya encontrado consuelo y esperanza, y se transforme en un “consolado que consuela”. “…perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová. Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel; lo tendré aun en memoria, porque mi alma esta abatida dentro de mi; esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en Él esperaré. Bueno es Jehová a los que en Él esperan, al alma que le busca”. Lamentaciones 3. 18 - 25 “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”. Habacuc 3. 17 - 19 “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos y los salvará”. Salmo 145. 18 - 19 “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy 109

manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas…” Mateo 11. 28 – 29 “…Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque este muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” Juan 11. 25 – 26 “Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Juan 16. 33 “…porque él dijo: no te desampararé; ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.” Hebreos 13. 5 - 6 La vida continúa. Como también lo expresó digamos: “Sí a la vida a pesar de todo”.

Victor Frankl

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Influencias y Bibliografía B.E.C.A Cyrulnik, B. Deiros, Pablo Dobson, James Diccionario Firman, David Firman, David Frankl, Victor Harris, Jorge Lara, Gustavo Lara, Gustavo Matthew, Henry

“Biblioteca Electrónica Caribe”. “Los patitos feos. La resiliencia: Una infancia infeliz no determina la vida”. Madrid. Gedisa, 2002 “El dolor y la muerte en los cristianos”, trascripción autorizada de esta conferencia de 1995 en Rosario, Santa Fe, Argentina. “Cuando lo que Dios hace no tiene sentido”, Unilit, 1993. Nuevo Espasa Ilustrado. “Apuntes personales sobre la muerte y el duelo”. “La Familia Sanada por Dios” Tomos I, II y III, 2005. “El hombre en busca de sentido”. Consideraciones sobre niñez como Director Nacional de LAPEN “Reconciliados en Cristo”, 2016. “Dios consuela hablando verdad”, 2019. “Comentario Bíblico”. Obras completas, CLIE. 111

Melendez, Tony Murdock, Mike Murdock, Mike

“Testimonio”. www.tonymelendez.com. “Wisdom keys”, www.mikemurdock.com “Secretos del hombre más rico del mundo”. Peniel, 2002. Palau, Luis “Donde esta Dios cuando sucede algo malo”. Vida, 2005. Sanchez, Juan José “Manual de Psicoterapia Cognitiva”. Stamateas, Bernardo “Las 7 leyes irrefutables de la sanidad interior”, P. De Dios. Stamateas, Bernardo “Emociones lastimadas”, P. De Dios. Stamateas, Bernardo “Mensajes de Éxito”, www.presenciadedios.com. Seligman, Martín E. P. “La auténtica felicidad”. Vergara, 2003. Trobisch, Ingrid “Aprendiendo a caminar en soledad”, Certeza 1988. Vasena, Pepe “Tengo un dolor en el alma”, Argenta, 1999. Warren, Rick “Una vida con propósito”, Vida, 2003.

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Cómo interpretar y atravesar: El dolor, La tragedia, El sufrimiento, La muerte y el duelo.

Acerca del autor David moisés Firman ü Psicólogo. Egresado el año 1998 en la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, Facultad de Psicología. ü Profesor de Enseñanza Media y Superior en Psicología. Egresado el año 1998 en la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, Facultad de Humanidades y Artes. ü Terapeuta Familiar. Especialización realizada en los años 1996 y 1997 en el EDYAF (Equipo de Docencia, Investigación y Asistencia Familiar). Rosario, Argentina. ü Bachiller en Teología. Egresado en el año 2001 del IETL de Rosario (Instituto de Educación Teológica del Litoral) reconocido por la Asociación de Seminarios e Instituciones Teológicas (ASIT). David Moisés Firman y Denise Lilian Martinez Unidos en matrimonio en enero de 1999 en la ciudad de Rosario, Argentina, conforman una familia con dos hijos, Elías nacido en septiembre de 2001 y Ana Paula nacida en mayo de 2005. Residiendo actualmente en Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina son pastores de CTHTN (Cristo Tu Haces Todo Nuevo) Rosario y zona, y se dedican a proteger, restaurar y fortalecer individuos, matrimonios y familias a la luz de los diseños eternos. 113

Como parte de la visión de proteger, restaurar y fortalecer el matrimonio y la familia, surge este material, en el que David Firman, brinda testimonios y una guía práctica para la interpretación sana de las adversidades y principios para la resolución de estas situaciones para poder así recordarlas sin dolor. Desde la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina el Dr. Firman y su esposa se mueven dentro y fuera del país llevando luz a cientos de personas, matrimonios y familias ayudándolos a vivir de acuerdo a las intenciones del diseño original de Dios.

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OBRAS ANTERIORES DEL MISMO AUTOR LA FAMILIA SANADA POR DIOS – Tomo I “Principios que Garantizan la Armonía Conyugal y Familiar” LA FAMILIA SANADA POR DIOS – Tomo II

“Hacia la Comprensión y Sanidad de las Disfunciones Familiares” LA FAMILIA SANADA POR DIOS – Tomo III “Aprendiendo a ser Hombres, Mujeres y Padres de verdad” CONSTRUYENDO UN MATRIMONIO QUE FUNCIONA “Manual de Protección, Restauración y Fortalecimiento matrimonial” NOVIAZGO DE LA MANO DE DIOS “Manual de Protección, Restauración y Fortalecimiento del noviazgo” FAMILIAS CON PROPÓSITO FAMILIAS ALINEADAS A LO ETERNO FAMILIAS QUE EXPRESAN LO ETERNO FAMILIAS QUE MULTIPLICAN LO ETERNO

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