Diario De Viaje

  • Uploaded by: Jhon Alexis Valle Juárez
  • 0
  • 0
  • February 2021
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View Diario De Viaje as PDF for free.

More details

  • Words: 10,241
  • Pages: 26
Loading documents preview...
Diario de viaje: Arequipa Enrique Verástegui

Todos los caminos son flechas, todas las flechas ómnibus que no se detienen sino para depositar al pasajero en el lugar del destino elegido. Todavía, a cerca de las 9 y un poco más, en Lima: a una cuadra de la empresa Roggero, donde debo tomar el ómnibus que debe depo­ sitarme (¿escritor a cuyo paso todo florece en el fuego de la reflexión de su mente como cuando se permanece enamorado?) en Arequipa. Este viaje no tan aparentemente sereno -com o cualquier otro que uno se atreva a hacer- es la imagen de una aventura: Arequipa, primera gran ciudad del país -después de Lim a-, una espera. ¿Qué más? Tal vez una muchacha: el amor es la ciudad en su verdadera dimensión de existencia agitada. Sin embargo: no hay sin embargo (ahora, por lo menos para esta línea). ¿Cuál es la historia de este amor aún no vivido e incluso todavía desconocido y sin embargo ya imaginado? Un domingo hace no muchas semanas -unas cuatro, digamos para centrar el tiempo de este espacio- deseé viajar hacia la sierra. Una noche -dom ingo todavía en el desolado invierno lim eño- un amigo, extraordinario novelista por lo demás, me llamó al teléfono (mi mujer, otra gran escritora, trabaja con él en la Universidad Nacional de

233

Educación La Cantuta en un proyecto de investigación sobre los aportes -espero que también los defectos, que es, quizá, igualmente interesantede la llamada “generación del 50’*). Miguel Gutiérrez, que no hacía mucho había vuelto al país, me invitaba, por intermedio del rector de la Universidad San Agustín de Arequipa, a trabajar en el proyecto de la redacción de textos para la revista de esa universidad. Su hermano -e s lo que tengo entendido, por lo que me ha dicho Carm en- es rector de esa universidad. -N o es un trabajo muy difícil -dice Miguel. -Correcto -digo, y agrego: -adem ás, como no conozco Arequipa, me va a caer muy bien llegar a ella. ¿Sabes? Tuve siempre muchas enamoraditas que me hablaron de Arequipa como una ciudad bellísima. Aquello de las enamoraditas con dulces pecas marrones sobre el cutis rosado es cierto. Arequipa para mí es un amor: y su carácter, aprendido a estas chicas cuando era yo estudiante sanmarquino, es el mío. Miguel, como siempre, aunque he hablado muy poco con él, se pone nerviosísimo al teléfono. -M i hermano -d ic e - está alojado en el hotel Wilson: puedes llamarlo esta noche, después de las diez, o mañana temprano entre 7:30 y 8 a.m. -Prefiero llamarlo mañana -digo, sabor de trago en los labios, y pensando que una noche es, de todos modos, una noche para decidir, aunque, ciertamente, ya tengo decidido aceptar esto. Cuelgo el teléfono, y le digo a Caimen: -M iguel Gutiérrez me ha llamado para invitarme a un trabajo en la universidad de Arequipa. -A cepta -m e dice Carmen. -S í -digo, mirándola seriamente-, pero le he dicho que le voy a confirmar mañana. Leo, como siempre, algunos libros. Una, dos de la mañana: des­ pués, la música se va disolviendo lentamente, cierro mis libros, me duermo tranquilamente. En mi interior, este viaje está ya decidido aun cuando ni siquiera piense en ello. Al otro día, temprano, despierto. Enciendo un cigarrillo, bebo un vaso de leche. Hago tiempo: he decidido que a 5 para las 8 llamaré al señor José Gutiérrez, al teléfono que se me ha dado, a la dirección indicada.

234

-¿S e encuentra el señor Gutiérrez? El tipo encargado del teléfono me dice que lo va a llamar, y que espere unos segundos. -¿E l señor Gutiérrez? -pregunto, nervioso. -S í. -M iguel Gutiérrez me llamó anoche para decirme (en realidad, para ofrecerme) un trabajo. El señor rector me dice cuales son las condiciones del trabajo: yo, por mi parte, pongo las mías. Digo que necesito un corrector de pruebas y que, en cuanto a diagramación, no sé nada. El rector me afirma que consultará esto con el consejo ejecutivo y que, por intermedio de Gutiérrez (de Miguel), me mandará avisar si acepta o no lo que he propuesto. Correcto -digo. Pasan algunas semanas. Miguel me llama: el consejo ejecutivo de la universidad, me dice, acepta mis propuestas y el rector -que es su herm ano- acaba de enviarme los pasajes. Llamo a Dalmacia: -m e voy a Arequipa -le digo. Dalmacia se alegra y me dice que Alonso, su primo -u n gran poeta, por lo dem ás- me va a recibir muy bien, y que además está Chanove -otro poeta- y muchos poetas más. Que puedo dar muchísimos recitales, incluso con entrevistas para la TV , y hacer un taller de poesía. Yo me alegro: estoy dispuesto a viajar hoy mismo. Entratanto Carmen ha ido donde los Gutiérrez -M iguel y V ilm a- a recoger los pasajes. Estoy nervioso: a su vez quiero estar ya en Arequipa, ciudad cuyos poetas me gustan muchísimo. En mi primer día - o noche- conozco a Guillermo Mercado, un poeta perteneciente a la generación de la vanguardia de los años 20/30. Lugar: librería Aquelarre. Aquella noche salimos a caminar por el centro de Arequipa con Tomy Ramírez, dueño de Aquelarre, y con su hermano, con quienes nos dirigimos a comer -hace 24 horas que estoy viajando y literalmente mi cuerpo tiembla como una casuarina sacudida por el viento- en un buen restaurante.

235

El lugar del alojamiento no deja de ser extraño pero me parece demasiado alejado de la ciudad aun cuando tenga la posibilidad de enamorar allí a muchachas que estudian enfermería (queda a la vuelta del pabellón de Enfermería): para mi trabajo, sin embargo, es demasiado alejado. Esa misma noche trato de ubicar a Alonso: desde su casa -estoy llamando desde una farmacia situada aproximadamente a una cuadra de la escuela de enfermería donde me alojo- me contestan que esa noche viaja hacia Lima. Entonces: imposible ubicarlo. Me siendo más deso­ lado que nunca: flor, espada, y fuego abandonado en la tarde de una ciudad desconocida pero hermosa. Una sensación de soledad y de impotencia increíbles. Decido dirigirme hacia la plaza de armas de Arequipa: de cualquier forma me desespera dormir aquí y prefiero caminar toda la noche o dormir sobre una banca de la plaza de armas. Después de todo siempre existe un amigo ocasional que puede brindarte su alojamiento. Tomo un taxi. Una cuadra antes le digo le digo al chofer que prefiero me dejase en la compañía de teléfonos: precisamente queda allí. Llamo hacia Lima: contesta Carmen. -A lonso se va esta noche hacia Lima, ni un amigo -digo. -U bica la librería Aquelarre -dice Carmen. Más calmado salgo de la compañía de teléfonos y me dirijo hacia la primera esquina que encuentro: pregunto allí por la librería Aquelarre. Me dicen que a una cuadra queda la oficina del INC en Arequipa. Hacia allí me dirijo: luego sé que queda a pocas cuadras de la plaza de armas, en una de sus paralelas. Felizmente encuentro en Aquelarre al hermano de Tomy y todo se resuelve momentáneamente. Entonces saco del bolsillo de mi casaca una botella de ron y me pongo a beber desesperadamente. Tengo ya 24 horas de viaje y ningún aloja­ miento. ¿Cómo resolver todo esto? Esa noche, después de comer, nos encontramos en una calle con Dino Jurado -bellísim a persona, muy buen poeta- quien nos contacta con los amigos que busco: están en una fiesta de despedida de una amiga que esa misma noche parte hacia los EE.UU. Hacia allí nos dirigimos: están Alonso, Chanove, otros amigos, algunas chicas. No puedo ni

236

probar un trago: nada me apetece, los ojos enrojecidos por el cansancio se me cierran. Estoy agotado. ¿Con quién dormir? ¿Dónde dirigirme? A la escuela de enfermería no pienso volver: se lo digo a Alonso, quien me dice que esa noche parte hacia Cusco pero que a su vuelta podrá alojarme. Estoy desesperado, cansado: siento, por momentos, ganas de volver hacia Lima. Al fin Chanove se ofrece a darme alojamiento por pocos días: en el auto de un amigo nos dirigimos a recoger mi morral de viaje de mi cuarto en la escuela de enfermería pero es ya de madrugada y todo está cerrado. Volveremos el próximo día. El auto enciende el motor, da una vuelta y por la misma berma de doble tránsito se dirige hacia el centro de Arequipa. Chanove, sin embargo, vive en una zona elegante. Llegamos. Esa noche duermo, después de mucho tiempo, con pérdida total de la conciencia. Es un sueflo reparador. Estuve tres días en casa de Chanove. Un especialista -si es que se puede llamar a la pasión hacia algo “especialidad”- en Joyce. Todos los libros de Joyce, una biblioteca atiborrada de libros que se acumulan en toda la habitación. Conversa­ mos una serie de cosas pero sobre todo llegamos a comprender que cada cosa por el hecho de alejamos de ella al intentar explicarla no podía dejar de ser un tema: soledad, tristeza, belleza, teología, suicidio, vida, podían ser entendidos como concepciones de culturas diversas -para Chanove como para m í el suicidio era un hecho cristianamente amoral como podía ser aceptado por los japoneses- y el problema consistía en vitalizar categorías existentes sólo como categorías no aplicables a la realidad: para m í al menos expresar una verdad consistía no necesaria­ mente en una pura expresión gramatical porque, de lo contrario, llega­ ríamos a concebir el mundo como pura retórica en vez de como gramaticalidad de la vida. El problema entonces por de pronto.no podía elucidarse como una conversación de poetas bohemios -su s obras quizá llegaban a plantear tanto como quizá por ello mismo a intentar resolver la cuestión del ser- en un cuarto lleno de libros pero tampoco podía dejar de reconocerse que en la discusión de poetas bohemios se planteen las cuestiones que enriquecen a la filosofía: la Academia, en este sentido, que es el sentido de su propia negación como filosofía, no hace otra cosa que especializar lo que se produce como vida. Sin embargo, no se le

237

puede negar trabajo a los académicos: la vida no niega trabajo pero se produce a pesar de las oposiciones del pasado. ¿Qué es la vida? Un hacer, un producir, un elaborar, un construir. Si alguien se opusiese intolerablemente a la construcción -obras de arte, fábricas, ciudades- entonces estaría proponiendo intolerable­ mente el genocidio de la creatividad humana porque el hombre existe porque produce. ¿Qué es el hombre? Una producción de sí mismo pero de un sí mismo interrclacionado al propio proceso de la humanidad. Este proceso es la obra. Sin embargo, la obra es el propio sentido del mundo al mismo tiempo que su signo. El hombre es, entonces, la obra de la que no puede prescindir la humanidad en su marcha hacia la concretización del sentido producido como conciencia humana. Prefiero no abrir todavía el fólder con el material -fotografías y documentos- que debo organizar. El fólder contiene: 1. Archivo fotográfico. 2. Documentos pesados e ilegibles sobre las propiedades de la universidad. 3. Relación de facultades académicas. 4. Funciones de cada facultad. 5. Relación de servicios universitarios. 6. Proyecciones sociales de la universidad hacia la comunidad. 7. Etc. Dedico estos primeros días a caminar, pasearme por las calles de Arequipa sintiéndome alguien necesariamente imprescindible para el trabajo -u n trabajo que debo concebir como técnica de la escritura- por el que la universidad me ha traído desde Lima. Todo esto me parece bellísimo, hermoso, increíble. Su cielo es una bóveda azul en el que mis ojos contemplándolo se extasían. Sus calles poseen una belleza que no he conocido en otro lu g ar gruesas paredes talladas como grandes bloques de sillar -e l mármol arequipefio color blanco perla- se elevan para presentar una sensación imponente. Un diseño barroco en la

238

arquitectura de sus volúmenes -parques, flores, iglesias- que se entre­ cruzan como una mixtura parece un sueño. Todo es hermoso, escribir un poema aquí es una delicia: pensar, la concretización de ese poema que expresa la sensibilidad de la reflexión. Un día: Anoche: insomnio. Empiezo a computar cosas paranoicas: ¿qué hago aquí? No comprendo nada: por otra parte, comprenderlo todo significa no otra cosa que el absurdo. Entre esto y lo otro: el equilibrio. Estás loco: me he dicho y al decirme esto ¿recupero la lucidez? Esto es el producto -m e refiero a la paranoia- de pensar sin escribir de este modo sólo sé que el pensar es el escribir (¿qué significa escribir?) y el pensar -concebido de este m odo- no existe (esto es: que su no existencia es precisamente la paranoia). Otro día: Desde que no escribo poemas me siento tan bien: ¿qué es la felicidad? No es absurda la pregunta: puede serlo, en cambio, responderse. La infelicidad es una felicidad para algunos, para otros, tal vez para muchos -entre éstos puedo situarm e-, es una búsqueda. En fin, no es todavía este mi problema. Según Mallarmé, y varios más, afirmarse feliz es estúpido. Sin embargo, el arte es una forma de búsqueda de la felicidad (que es, ahora lo comprendo, el sentido de la vida: la felicidad es la búsqueda de este sentido). Una vida más angustiada buscará afirmarse en la felicidad: afirma­ ción, de todos modos, frágil. No porque la felicidad sea imposible, sino porque alcanzar la felicidad es llegar al sentido absoluto y disiparse en él (la inacción como sabiduría) -alg o con lo que no estoy de todos modos de acuerdo. Mi felicidad es escribir sobre la búsqueda de la felicidad: el yo pleno, armónico y total que se realiza a través del amor en otro yo -cuerpo y m ente- que pueda interaccionarse a esta búsqueda, pero ya como obra. Estoy lejos de Lima, y con Lima en mí: Carmen, ¿se ha pregun­ tado por m í en estos días? -esto es: ¿me ha deseado? Yo, sin ella, me

239

angustio. Ella, sin mí, ¿se angustia? Sin embargo, no hay inseguridad en tom o a este problema: es, sencillamente, amor - a su dimensión reflexiva. Un diario de amor como éste (y la soledad dispone al amor) en una ciudad en la que la belleza, aunque obviada -¿p o r quién, y a causa de qué?-, existe predispone a estas notas. ¿En qué consiste la soledad? He venido a conocer la soledad en Arequipa y esto no implica que antes yo no conociera la soledad: sencillamente, aunque existía, no me la había cuestionado (escribir poemas, por ejemplo, es una metáfora de soledad pero no necesariamente un preguntarse sobre la soledad: el poema es, sobre todo, alegría, el reconocimiento pleno de un ser en el mundo) y ahora a los poemas -e n realidad, el poema es el producto de una concepción- prefiero esta situación nueva en mi vida: la de alguien que se indaga por su propia soledad. Todo se va arreglando lentamente: demasiado alejado de la ciudad he preferido no utilizar el departamento que ha dispuesto la universidad para m í y me alojo ahora en casa de Dino Jurado -una bellísima persona color moreno azabache, sociólogo de profesión, con una formación literaria bastante excelente y que me sorprende-. Su cuarto, bastante estrecho, no queda tan alejado del centro pero es mucho más tranquilo -a l menos porque se encuentra ubicado en un barrio bastante popularque cualquier otra posible habitación: ligeramente pobre, no deja de ser bastante románticamente atractivo sin embargo. El cuarto está situado en un callejón al que se ingresa locando previamente la puerta: en su interior viven algunas personas que mantienen una relación bastante estrecha con Dino -incluso me da la impresión de que lo cuidan como a un hermano-. Dino posee una cama, una mesa situada frente a una ventana, y un estante de libros. Un cuarto demasiado estrecho para una persona que vive en la provincia. Esto me produce la sensación de la soledad que debe sentir Dino: sin embargo, me agrada este ambiente. Menos suntuoso, me recuerda a las habitaciones de los estudiantes pobres. Duermo en un sliping que estiro sobre el suelo en la noche. Su

240

biblioteca ha sido seleccionada con buen gusto y encuentro allí autores interesantes a quienes leo con placer. Conversamos de poesía, sobre todo: nuestros gustos no se contraponen -Y eats, Eliot, Seferis, Cavafis, Jim énez- y, todo lo contrario, se engarzan (somos la misma generación, después de lodo). Nunca había estado antes en una ciudad tan hermosa como ésta: Arequipa es bellísima, y las mujeres que caminan por sus calles, aterradoramente hermosas. Ojos grandes, labios perfectamente trazados, cuerpos espléndidos: una belleza agresiva. Son conversadoras y no dejan de sonreír cuando las miro: a su vez, sonrío, una forma dulce del enamorar. En el centro, tomo una cerveza, observo la plenitud de la plaza de armas de Arequipa. Al fin, me decido a empezar el trabajo: posesionado del escritorio de Dino escribo rápidamente. Página tras página voy organizando - a su vez que sintetizando- el material de la universidad: sintetizar eso, en tan breve tiempo, tengo un mes de plazo, debe ser una proeza. Dino llega de su trabajo: me observa escribir ininterrumpidamente. El trabajo marcha velozmente: me siento perfectamente. Dino me invita a salir: bares, restaurantes. A veces prepara café: entonces nos ponemos a conversar sobre la época pero ya tengo el trabajo concluido. He trabajado a toda prisa. Estoy satisfecho. Temprano, por la mañana, con el material de mi trabajo en la mano, me dirijo a la universidad. Una vieja casona colonial, estilo barroco arequipeño. Pregunto allí por la jefa del Departamento de Asistencia Social, quien no me hace esperar demasiado, y le propongo el material que ya he escrito. Acepta pero debe revisarlo también el rector: no me parece inu­ sual, tienen derecho a cuestionar lo que no les pareciese correcto. Sin embargo, el trabajo es perfecto. Me felicitan por ello. Todos los días me encuentro, al atardecer, con Ramírez, quien, con su hermano, y por supuesto, con Walter Márquez, uno de los poetas de

241

mi generación que más estimo, me invita a beber algunos buenos tragos en los elegantes bares de Arequipa. Tengo ya una o dos semanas, quizá un poco más, en Arequipa: quisiera volver ya a Lima. No son estos años donde yo hubiera podido ser recibido de otro modo: no me decepciona Arequipa, me decepciono yo de mí msmo. Soy aquí, como en todo sitio, un desconocido: cierta­ mente prefiero esto a cualquier otra cosa, y ciertamente se me ha invitado -n o de un modo que pueda considerar conecto- a un recital. La soledad: nuevamente. Sólo existe un sentido ante este proble­ ma: desaparecer el problema y transformarlo en una solución adecuada. ¿Cuál es la solución (y solución adecuada además) a la soledad? -evidentemente la soledad entre varios es una soledad aún más terrible que la soledad en mí mismo. Sin embargo, voy conociendo a los escritores arequipeños (espero que a los mejores). Se dice que soy un gran poeta: preferiría no saberlo y mi función es nada más que escribir. Todavía no he escrito un solo poema en Arequipa: y, además, mi trabajo no me lo permite aún. No son notas para un Diario de viaje a la bella tierra del Misti lo que ahora escribo: expresiones de una angustia en un momento determinado. ¿Y la felicidad? Es mejor que mi felicidad sea, por ahora, mi angustia: la angustia de no poder resolver el problema de mi soledad: ¿Puede ser esto correcto? ¿No sería aún más correcto decir que todo problema es una metáfora de la soledad aún no totalmente resuelta? -e l amor, entonces, precisamente por esto, no es soledad: es una transformación de la soledad en crítica de lo que la vuelve posible. Recuerdo ahora una frase que me pronuncio a mí mismo para reconfortar mi espíritu solitario: -ten para todos el mismo amor y el mismo olvido. No es solamente una frase: por un tiempo se ha convertido en mi lema y comprendo que la soledad que se fortalece a sí misma es amor. Al criticarme a mí mismo encuentro el amor: el amor, no en su sentido sexual, sino en el sentido preciso de que soy capaz de producción.

242

Quiero decir: la soledad es un problema sin contenido, y el contenido soy yo. No soy por esto la soledad aun cuando reconozco que sin soledad no existiría el amor y ahora mismo no me encontraría deseoso de que mi amor sea amado. El atractivamente impresionante monasterio arequipeño: una oración hecha arquitectura de flores como mi corazón en las flores que contemplo. Tal como hemos quedado con mis amigos cambio continuamente de alojamiento: estoy ahora alojado en el cuarto de un joven poeta nacido en Cusco pero residente en Arequipa: Odi, quien trabaja en la fábrica de un hermano, pero que vive con una hermana ya casada. Odi es demasiado joven como para comprender el trasfondo de la vida pero no deja de ser amable: está lleno de amor, conmigo se muestra cariñoso como he notado que no lo es con algunos otros de sus amigos. Econó­ micamente me ayuda en todo, y salimos a beber también en los bares. Odi prefiere a Beckett: su biblioteca, no muy extensa, sin embargo, posee libros de este autor, que leo apasionadamente, pero donde nos ponemos de acuerdo es en el gusto por la música: a ambos nos gusta el rock and roll, y nos pasamos horas escuchando New doy dawning y Bomb site boy de Siouxie and thc Banshces así como otros cassettes de otros grupos de rock. El rock and roll es, a mi modo de ver, una música universal: de algún modo expresa la rebeldía de la juventud en todo el mundo. ¿Cuál es su característica? ¿Cuál es el buen centro de su atracción? Creo que es su angustia -una angustia que musicalmente le viene de los negro-spirituals y del jazz- en cierto modo bastante desga­ rradora: el rock expresa la convulsión psíquica del individuo en la sociedad industrial, y no necesariamente de un modo exclusivo en la sociedad capitalista, más como una protesta inconsciente que como una respuesta consciente a la agresión del capitalismo. El rock es bello porque no se produce como algo que pasa sino porque sintetiza las pulsiones del cuerpo que se enfrenta a la industria: música de jóvenes sin trabajo, el rock expresa al bello trabajo de una juventud cuyo destino es rebelarse permanentemente contra el pasado. Odi tiene una alocada pasión por el rock que lo hace destellar de felicidad cuando me habla de The Rolling Stones, The Who, o Richard Hcll and the Void-Oids:

243

como yo, sólo que yo busco a su vez pensarlo para expresar su sentido a la sociedad contemporánea. Ayer en la noche tuvimos una aventura alucinante: salí, con Odi, a buscar una prostituta a la que encontramos en un burdel clandestino situado no muy lejos de la casa de Odi. El día anterior conversamos con la señora que regenta un bar en cuya trastienda, como vimos después, queda el burdel: no habían “chicas” pero entonces compramos una botella de licor y nos fuimos a tomarla a un parque solitario. Pasaron unos muchachos, a quienes preguntamos por un buen lugar donde conseguir prostitutas, y ellos nos invitaron a un dancing. Reflectores de colores que se encendían intermitentemente sobre las parejas que bai­ laban: licor en abundancia, olor a burdel, cuerpos sudorosos que se estremecían con una música frenética: una orgía. Borracho, agotado por el deseo satisfecho volvimos a casa: volvimos a salir ayer nuevamente. Encontramos a una prostituta totalmente maquillada -m edias negras, vestido corto, corpiño rosa ajustado- que nos esperaba en una mesa mal iluminada y que me llegó a interesar más por el hecho mismo del conocimiento del placer en su mundo de comercio, que por la propia prostituta. Pedimos trago, empezamos a emborrachamos. Conozco muy poco (casi nada) a estas mujeres y ahora sé que la prostitución no tiene nada que ver con el sexo y mucho menos con el erotismo (que se supone es sexo en su nivel cultural). Es imposible todo tipo de relación sexual con una prostituta: el sexo allí no existe. Esto es: no me concibo sin una relación en la que todo -la pareja- sea no tan hermoso como su compren­ sión, y esto solamente puede lograrse con el amor: hablo de compren­ sión, y hablo de amor sabiendo que éste no existe sin la primera, aunque lo que importa (al menos para mí) es reconceptuar el amor. Su historia, la de esta “chica”, no tan consabida como siempre me produjo pena: estudiaba psicología pero había abandonado sus estudios para dedicarse a la prostitución. Según ella, de esc modo podía llegar a conocer mejor la psicología de la gente: para mí era una pena que no hubiese terminado sus estudios pero le aconsejé que escribiese un libro sobre su vida. Bailamos pero todas las ganas de realizar una orgía se me habían pasado: nuevamente volvía a saber que una prostituta no significa amor, pero tampoco placer, sino sólo tristeza, y abandono: el placer que podía

244

brindarme no me interesaba porque no estaba basado en el amor. Me acosté con ella: esa noche se fue, en ese burdel clandestino y maloliente, el adelanto que la universidad me había dado por mi trabajo. Quedamos en encontramos pero yo no deseaba volver a verla: estaba enamorado de otra mujer, un amor que fuese puro como una flor de bondad me esperaba todavía. Por las noches me veo con los jóvenes poetas arequipeftos: fiestas en casa de viejos bohemios que han recuperado la razón, muchachas que conversan animadamente con la falda levantada sobre los muslos robus­ tos y apetecibles. Todo intelectual es una función y las funciones varían según las épocas y las sociedades. Mi función es: 1. acentuar el trabajo intelectual, 2. precisarme su diferencia (y por esto su relación) entre el trabajo intelectual -básica­ mente análisis de las cosas o mejor: un trabajo en cuanto que actividad visionaria- y lo que, de algún modo, constituye como base el propio trabajo intelectual. Son mis últimos días en Arequipa: me alojo ahora en casa de Alonso que ha vuelto de Cusco. Se encuentra, también, una muchacha extranjera: muy extraña, muy apartada, no logro sin embargo conversar con ella. Alonso posee una de las más bellas casas de Arequipa: situada en calle Villalba, desde su puerta se posee una hermosa vista del horizonte arcquipefio. Está a pocas cuadras de la universidad, y me resulta conveniente. Su familia es amable y soy atendido cariñosamente. Incluso he conversado con el padre de Alonso, que es poeta, y que se muestra amablemente interesado en las cosas que escribo. Su hermana menor - a la mayor la frecuenté un buen tiempo en París- me observa sin poder ocultar una cierta admiración: tiene una sonrisa fresca como una mandarina, y sus ojos son bellísimos. Todo esto me parece hermoso: largas conversaciones con Alonso sobre arte, política, sobre cualquier cosa. Extraño, sin embargo, a mi mujer y a mi hija, y en pocos días más termino mi trabajo en la universidad hacia donde me dirijo, todas las mañanas, a teclear a máquina mi concepción de su función universitaria

245

así como de su proyección social a la comunidad: por las noches, grandes borracheras con todos los poetas de Arequipa. Escribo algunos poemas, llevo este diario: deseo ya alejarme ha­ cia Lima. He realizado una grabación de mis poemas en la casa de Willard Díaz que posee un programa cultural en una de las mejores radios de Arequipa. Pregunto a Marcia Loo, su compañera, una mujer bastante exquisita y amable -q u e toca perfectamente fugas de Bach sobre el piano apenas se lo solicito-, si en este siglo se han creado formas musicales que pueden ser tan relevantes como las formas clásicas: me dice que en eso consiste precisamente el problema de la música contem­ poránea. Quizá con excepciones: Orff, Shostakovich, Stokhausen, son algunos músicos con los que nos ponemos de acuerdo para llegar a comprender que ellos han creado nuevas formas musicales, a pesar de las polémicas que algo nuevo siempre produce. Tomamos algunos tragos, conversamos abundantemente hasta muy tarde en la noche: al salir, Arequipa me parece extrañísima, y hermosa: solitaria, poca gente camina a esa hora por las calles donde vive esta amabilísima pareja. El Misti parece un hermoso vigía que se levanta en la lejanía para coronar la punta de su fonma de embudo con el hielo de setiembre. Una tempestad violentísima remece ahora la noche de Arequipa. Mañana salgo hacia Lima: Walter Márquez me ofrecerá un al­ muerzo de despedida, y cuando éste concluya -luego de que yo vuelva de la universidad- compraré mi boleto de ómnibus, y me embarcaré hacia Lima. Todo perfecto: mi trabajo no sólo es aceptado por la universidad, también es considerado relevante. Estoy feliz, Lima me espera ahora luego de que yo me aleje de aquí.

246

II

1 ¿Sabe la belleza q u e n o s d e sg a rra m o s p o r ella c u an d o a m am o s? N o p u e d o anochecer a h o ra ta n irre stric ta m e n te y d ebo tal vez p re p a ra rm e a florecer en tu s p e c h o s q u e acarician estas m anos a ú n frescas y bellas. N o d e seo p e n sa r a h o ra tam p o co cosas ab stractas, so ñ a r d u lce m en te u n c u erp o resu lta irreal c u a n d o no se acopla a su am or y m i am o r -¿ c u a l sería el a m o r q u e te a tra p a ? no es tan cierto com o tu s ojos q u e a tra p a n estos g e ra n io s com o g a to s d u lce m en te a fe rra d o s a tu cuerpo. El m u n d o p erm an ece c o n v u lso com o u n su e ñ o y no es q u e estem os en el m u n d o p ero lo h em o s in te rp re ta d o co m o a u n Rossini: yo q u isiera to car el pasto e m p a p a d o con flores bajo el llo v izn ar d e tu s cabellos y e sta r com o tú e sp e rá n d o m e con los h o m b ro s a p o y a d o s en u n eucalipto. Sabes q u e esto y u n poco d e k iló m etro s m ás lejos d e ti q u e tú d e ti m ism a, y la h o ra d e ree n c u e n tro se alarga, esta h o ra d e volver a tu c u e rp o enloquece m i arte. N o ten g o tiem p o p a ra a b stra e rm e d e l tiem po: el tiem po p o r el q u e em piezo a v o lv er a tu lecho -co m o a u n cielo en el q u e v uelo com o u n a lib é lu la - son estas b rev es p alab ras d e se sp e ra d a m e n te d u lce s q u e voy a clavar m añ a n a , o a h o ra m ism o, en el p rim e r correo q u e p u e d a d e s p e rta r tu d e seo antes q u e yo term ine d e ponerle

247

así como de su proyección social a la comunidad: por las noches, grandes borracheras con todos los poetas de Arequipa. Escribo algunos poemas, llevo este diario: deseo ya alejarme ha­ cia Lima. He realizado una grabación de mis poemas en la casa de Willard Díaz que posee un programa cultural en una de las mejores radios de Arequipa. Pregunto a Marcia Loo, su compañera, una mujer bastante exquisita y amable -q u e toca perfectamente fugas de Bach sobre el piano apenas se lo solicito-, si en este siglo se han creado formas musicales que pueden ser tan relevantes como las formas clásicas: me dice que en eso consiste precisamente el problema de la música contem­ poránea. Quizá con excepciones: Orff, Shostakovich, Stokhausen, son algunos músicos con los que nos ponemos de acuerdo para llegar a comprender que ellos han creado nuevas formas musicales, a pesar de las polémicas que algo nuevo siempre produce. Tomamos algunos tragos, conversamos abundantemente hasta muy tarde en la noche: al salir, Arequipa me parece extrañísima, y hermosa: solitaria, poca gente camina a esa hora por las calles donde vive esta amabilísima pareja. El Misti parece un hermoso vigía que se levanta en la lejanía para coronar la punta de su fonna de embudo con el hielo de setiembre. Una tempestad violentísima remece ahora la noche de Arequipa. Mañana salgo hacia Lima: Walter Márquez me ofrecerá un al­ muerzo de despedida, y cuando éste concluya -luego de que yo vuelva de la universidad- compraré mi boleto de ómnibus, y me embarcaré hacia Lima. Todo perfecto: mi trabajo no sólo es aceptado por la universidad, también es considerado relevante. Estoy feliz, Lima me espera ahora luego de que yo me aleje de aquí.

246

II

1 ¿Sabe la belleza q u e n o s d e sg a rra m o s p o r ella c u an d o a m am o s? N o p u e d o anochecer a h o ra ta n irre stric ta m e n te y d ebo tal vez p re p a ra rm e a florecer en tu s p e c h o s q u e acarician estas m anos a ú n frescas y bellas. N o d e seo p e n sa r a h o ra tam p o co cosas ab stractas, so ñ a r d u lce m en te u n c u erp o resu lta irreal c u a n d o no se acopla a su am or y m i am o r -¿ c ú a l sería el a m o r q u e te a tra p a ? no es tan cierto com o tu s ojos q u e a tra p a n estos g e ra n io s com o g a to s d u lce m en te a fe rra d o s a tu cuerpo. El m u n d o p erm an ece c o n v u lso com o u n su e ñ o y no es q u e estem os en el m u n d o p ero lo h em o s in te rp re ta d o co m o a u n Rossini: yo q u isiera to car el pasto e m p a p a d o con flores bajo el llo v izn ar d e tu s cabellos y e sta r com o tú e sp e rá n d o m e con los h o m b ro s a p o y a d o s en u n eucalipto. Sabes q u e esto y u n poco d e k iló m etro s m ás lejos d e ti q u e tú d e ti m ism a, y la h o ra d e ree n c u e n tro se alarga, esta h o ra d e volver a tu c u e rp o enloquece m i arte. N o ten g o tiem p o p a ra a b stra e rm e d e l tiem po: el tiem po p o r el q u e em piezo a v o lv er a tu lecho -co m o a u n cielo en el q u e v uelo com o u n a lib é lu la - son estas b rev es p alab ras d e se sp e ra d a m e n te d u lce s q u e voy a clavar m añ a n a , o a h o ra m ism o, en el p rim e r correo q u e p u e d a d e s p e rta r tu d e seo antes q u e yo term ine d e ponerle

247

la d e b id a inflexión a estos versos, c u a n d o te p o n g a s a leerlos com o a u n a p á g in a d e S ch u m an n . C u m p lí m i trabajo, y esto p u e d e q u e llegue a satisfacer a la A cadem ia p e ro no al terrible D ios d e m i in sp iració n . T engo o tras preo cu p acio n es a lo c a d a m e n te p ro y ectad as com o tu c u erp o c u a n d o lo acaricio. N o d eseé p o seer v a n id a d y s u p e en to n ces q u e se r p ru d e n te es enloquecer com o tu s m u slo s bajo m i c u erp o c u a n d o se ap arece el v erano en n u e stra habitación. El p o eta m ed ita a h o ra alejado d e su hogar: p o r él o ra n m u jer e hijos, p a rie n te s q u e fu ero n a d e s p e d ir la so le d a d d e su rastro u n a no ch e en ag o sto c u a n d o el ó m n ib u s -e m p re s a R o g g ero e n ru m b ó hacia el s u r y ya no h u b iero n p a la b ras p ara d ecir a d ió s a u n p a s a d o d e l q u e no hem os p o d id o se n tim o s tan d ich o so s com o el p o rv e n ir q u e te trazo a h o ra en m is versos. Te he in v itad o a v e n ir hasta a q u í d o n d e cielo, flores, noches claras com o la luna, paisajes bellísim os, to rre s d e p ied ra elev án d o se hasta tocar el cielo d e agosto, v e n florecer a u n h o m b re d e se sp e ra d a m e n te p e rd id o com o tu c u erp o c u a n d o cam ina e s q u iv a n d o a los letreros lum inosos. C alles solitarias, escribí versos com o flores q u e arro jé e n el rocío d e la y erba d o n d e u n o s e n a m o rad o s se acarician tal vez n o ta n d e se sp e ra d a m e n te com o tú y yo c u a n d o nos encontram os. ¿N o te p arece u n h e rm o so p oem a, to d o esto, lu n a llena flo tan d o al lad o d e u n a to rre d e la cated ral d e A req u ip a? El M isti, u n a c u m b re llena d e niev e im pecable com o esta d istan cia se p a rá n d o n o s d e él, cu id a d e nosotros.

248

Tu c u e rp o florece com o esta p rim av era q u e llega hasta ti y en tu vien tre soy p asto , o flores, fuego q u e enloquece a tu m e n te c u a n d o m e tocas. C on los añ o s se es m en o s insincero q u e con la v e rd a d d e lo no so ñ a d o com o c u e rp o todavía y así com o el co razón sufre c u a n d o la sep aració n a d v ie rte q u e el reg reso p ro lo n g a lo a u sen te, la m ente - c u y a función es g o b e rn a r el c o ra z ó n logra d e se sp e ra d a m e n te d o m in a rse en lo q u e su m ano d ib u ja so b re el papel: flores so b re tu n o m b re q u e m e dice a m o r, al concluir el poem a, o u n b e b e r len ta m e n te u n trago d e licor q u e p u d iese a d o rm e c e r esta rea lid a d q u e m e sep ara d e ti. ¿H ice algo todo este tie m p o p a ra no o lv id a r a tu am or? E nam oré m uchachas p a ra p o d e r a m a rte en el cuerpo situ a d o ah o ra tan lejos d e m í com o yo d e l pasado: setiem b re h a llegado pero no a ú n el m o m en to en q u e las flores se ab ren p ara c u a n d o yo haya p o r fin vencido al p a sad o , florecer n u e v a m e n te en tu s labios. Tu belleza son estas p a la b ras, m i so led ad esta d istan cia d e v o lv ié n d o m e a tu s labios frescos com o azucenas. Estoy solo, y a b a n d o n a d o , y m e e n cu en tro contigo al e lev ar m is ojos p a ra c o n te m p la r esta lu n a q u e rec u e rd a tu m undo. Escucho el su a v e teclear d e esta m áq u in a q u e p arece m úsica sobre este p ap el d o n d e yo te envío u n p oco d e flores: es herm osa la lu n a , y p ro fu n d a , com o tu s ojos c u an d o so n a tra p a d o s bajo m is p árp ad o s. ¿P uedo d e c irte q u e m e e n a m o ré d e u n a m uchacha, y la m u ch a c h a eras tú a n te s d e h ab erte conocido? T odo lo q u e tenga aq u í q u e su frir con tu ausencia será q u iz á tristeza en la noche, y en m i c o razó n yo m e d e sg a rro p o r ti, y m i hija, p o r este tie m p o o b stinado

249

en no c o m p re n d e rm e com o a u n teo re m a d e F erm at, o p erseg u irm e, p ero to d o esto - ¿ u n a tan severa p re p a ra c ió n ? - es el hom bre: u n a cierta altivez a p re n d id a con los a ñ o s, la d u re z a d e esta vida q u e term in o a p re n d ie n d o q u e la vida es u n a creación in in te rru m p id a com o florecer en p rim a v era , y p o r esto yo h e v en id o a tra e r u n a v e rd a d - q u e está e n tre u ste d e s y u s te d e s no la c o n o c e n - y can taré el p o d e r d e esta tierra, yo com o u n d e sc e n d ie n te d ire c to d e la m aestría d e las flores vuelvo a h o ra con flores e n las m anos, p a ra a m a r a tu c u e rp o ahora.

250

2

N o m e hab les d e m uerte: n o plantees n in g u n a sep aració n a estas p a la b ra s q u e h a b rá n hecho b ro ta r flores en tus cabellos, tu pro p io esbeltísim o c u e rp o p la n ta d o en m ed io d e u na E xposición d e p in tu ra com o u n a retam a en cu y o tem b lo r yo m e veo florecer no tan tristem en te com o la noche: tienes allí algo d e m i so le d a d in ev itab lem en te e sp e ra n d o a tu s labios, algo inasible com o tú m ism a en este c u e rp o q ue te desea. N ad ie p u e d e no se r a ú n m i nom bre pero u n a d u lc e flor solitaria será sie m p re herm osa com o el relám p ag o en el cielo d e u n viajar p ero este p aís d o n d e p a sad o y fu tu ro so n estas flores d e m i p ro p ia m ente en tu su eñ o c o n fig u rán d o m e a p e n as com o u n a m an ecer lejanam ente en treso ñ ad o a m i p ágina y tu p o eta p e rd id o en la m asa florece com o los bellísim os ojos q u e lo enam oran. N o m e d e stru y a s, am or: no d e stru y a s lo q u e te configura en m i página. M uy lejos d e tu cuerpo, y en m i pro p ia p a tria, sé q ue la m a d u re z p u e d e s e r este elaborar m i tristeza u n a tard e en la q u e he co n tin u a d o com o u n a flor en el cielo d e tu s ojos q u e m e acarician. ¿P odrás tú llegar a c o m p re n d e r alg u n a vez este am o r d e sg a rrá n d o se com o u n a flor en tu s m an o s c u a n d o acarician m is cabellos? Yo h e p u rificad o tu c u e rp o ahora y a u n p o sey en d o experiencias d istin ta s no es el cuerpo, p a sto con flores d e este deseo , sino c o m p re n d e m o s com o flores lo q u e p o d rá lib eram o s d e esta increíble tristeza en q u e h em o s caído: u n a tristeza no com o m ira r al p asad o ,

251

flor fresca q u e h a p o d id o d e s n u d a rs e en estío u n a no ch e en u n cuarto d e hotel p a ra p ro b a r u n a belleza c o n tin u a m e n te ren o v ad a com o la flor d e este a m a m o s so b re la y erba, a tre v e m o s a b e b e r a p e n as u n tra g o incluso c u a n d o cada q u ie n p erm an ece alejado d e l otro.

252

3

T engo a m o r en m is ojos y tú a ú n no ap areces com o esta luna fresca ro d a n d o sobre la y erb a con flores v io letas u n a n o ch e d o n d e yo esp ero acariciar tu s pezones, m u ch ach o s c o n tem p lán d o se so n estas flores p en sativ as y solitarias. T engo este a m o r y u n poco d e p alab ras q u e b u scarán a fe rra rse al sueño d o n d e yo p ara ti soy u n h o m b re en loquecido y g alan te, alguien sin em b arg o aún em o cio n án d o se a n te las m ínim as cosas d e la naturaleza: u n a lluvia d e flores violetas en el rocío d e la fresca yerba d e u n p a rq u e com o este poem a d o n d e yo ah o ra te acaricio, y m ucha so le d a d , estas p ro p ia s palabras q u e su e ñ o y arrojo, com o flores, en la y erb a q u e eres bajo la luna d e estas p a la b ras q u e v u elan en tus ojos.

253

4

N o te hablaré d e estos cam pos com o d e u n lienzo sin flor c u a n d o bebo a h o ra este licor d e cerezos frente a las flores: m iles d e ro stro s son u n a sola d ulcísim a flor feroz tras algo q ue yo dibujo: el a m o r viaja en agosto y yo u n a noche e sp eran d o a u n a joven p ro stitu ta a ú n no llegada -co m o en v iad a p o r su d eseo d e tragarse las flores d e este c u e rp o se vuelven co m p ren sib les com o el v erano m i ato rm en ta d a estad ía en u n a c iu d a d cu y a energía so n ríe p e ro cuya sonrisa no ha d e m arch itarse tan rá p id a m e n te com o flores d e im precisión so b re el teléfono (¿tu n ú m ero , tu dirección, tu p ro p io c u e rp o d e s n u d á n d o s e en este cuartito d e estu d ia n te no so n este trazo ligero com o u na pincelada en la noche?) d e O dalia. Sólo el am o r p o d rá a b a n d o n arm e n o tan d u lcem en te com o la so led ad d e esta m áquina q u e n o corre tan ráp id a m e n te com o el ó m n ib u s q u e m e trajo hasta aquí y com o siem pre sólo este poem a q u e m e transform a e n el astro observado com o u n a flor, el cielo d e tu s labios a ú n acercándose d u lce m en te a m i c u e rp o co m p ru eb as n u e v a m e n te la existencia d e l verano q u e perm ites. ¿P u ed o d ecir otra cosa en u n a c iu d a d so b re la q u e siem bro estas pocas p alab ras, u n a m esa y u n vaso d e chicha m o ra d a bajo la bóveda d e este cielo herm oso d o n d e com o u n p o zo yo abrevo en tu s senos? No te h ab laré d e g ran d e s cam pos en y erba crecida, b ro te s

254

d e cebolla com o tu p u b is, o pechos, y g e n te com o á la m o s ro sad o s q u e b ro ta n en el p a s to d e esta v en tan a -p e rs p e c tiv a d e u n a p elícula p o r film a rd o n d e yo m e perm ito b rin d a r por esta belleza q u e eres, to d a v e stid a d e v erd e, y el pincel d e tu s m an o s atrev ién d o se a tocar el p o em a q u e lees en u n a ta rd e con sol d o n d e yo p a ra ti so y a p e n as u n forastero rom ántico com o u n alocado m u ch ach o d e s n u d o e n tu s m uslos, pelo c recid o y roja casaca d e c o rd u ro y g ranate. N o te h a b la ré d e cam p o s no ctu rn o s y sin em b arg o escribo el p o em a q u e se traga a tu cuerpo com o a u n a flor: esta reb e ld ía se re n a m e n te p resentida en tu s pechos fieros com o u n a flor es a m o r a tu nom bre, A re q u ip a , u n a tard e d e s á b a d o en q u e A req u ip a es O d alia y yo estoy a q u í solo en to d o s estos bares b u sc á n d o te p ara a fia n z a r esta alianza, costa y sie rra , tu c u e rp o y el mío: ah o ra q u e he v en id o a tra e rte e b rie d ad y locura y en tu c u erp o com o en u n a c iu d a d con su s geranios q u e acaricio en tu s labios yo en lo q u ezco dulcem ente. Paseé en tu s calles d e sillar q u e la au ro ra , o m is m anos, la b ra ro n a ú n c u a n d o tú ni yo existíam os y to d o esto so n tu s pechos, o m i c u e rp o acoplándose a ti a h o ra q u e v uelvo a coger el teléfono y te e n c u en tra s conm igo en a lg ú n lu g a r d e A re q u ip a , jacarandás, y flores d e p a p e l m o ra d o en tu s cabellos, este p o em a d o n d e fin alm en te el p o e ta y su a m a d a se en cu en tran , p a ra se r ap en as u n a flor am orosa d o n d e el am anecer se reconoce.

255

5

D ebo alejarm e ya d e esta tierra com o d e u n tiem po en el q u e tal vez no m i m úsica: u n sim ple trabajo a p e n a s com o el h ab er precisad o el sentido d e l m u n d o floreciendo com o estos v erso s ha d e tom arse en cuenta. ¿V olverá a b ro ta r tristem en te yerba fresca bajo el silencioso c u e rp o d e g a to a h o ra q u e p a rte hacia Lima? H an envejecido los a n tig u o s señores, los bellos v o lú m en es si no están arm o n io sam en te d isp u e sto s no se leen: se m arch itan com o flores q u e no son estos versos. ¿Q uién irá a recibirm e al P aradero d o n d e h ab er em bellecido a la re a lid a d será este estrechísim o ab razo bajo el cielo despejado? Estoy a h o ra e sp e ra n d o ya m i p a rtid a, el p o d e r re to m a r a los pechos d e m i m u jer q u e m e esp era com o a u n C oncerto en Re m ay o r d e Bach c u a n d o enciendo la radio. L levaré len tam en te d u lc e d e higos a tu s labios, y fru tas acaram elad as p a ra la hija cuya aparición en el poem a es com o esta m añ a n a llena d e sol so b re m is cabellos. T o d o volverá entonces a se r in sep arab le com o u n a p asió n , n a d a p o d rá o p o n e rse a entrelazar n u e stra s m anos p a ra c o n te m p la r el am a n e c er d e l verano.

256

Related Documents

Diario De Viaje
February 2021 1
Diario De: Tarot
January 2021 1
Rezo Diario De Shajarit
February 2021 1
Mi Diario De Yoga
March 2021 0
Diario De Krishnamurti I
January 2021 1

More Documents from ""

Cancer
February 2021 2
February 2021 3
January 2021 2
Sgs
February 2021 3