Dos Cosas - Samuel Waldron

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Recomendaciones Sam Waldron ha escrito una explicación concisa pero sustanciosa de lo que es necesario para estar bien con Dios. El arrepentimiento y la fe son deberes que la Biblia pone delante de todos los que se salvan. El Dr. Waldron muestra cuáles son estos deberes y cómo deben ser cumplidos. Que Dios use este pequeño libro para abrir los ojos de muchos, para que vean las cosas como realmente son, y para que se aparten del pecado y confíen en Jesucristo como Señor. Tom Ascol En días como estos en los que se entiende o se enseña tan poco sobre la naturaleza del verdadero arrepentimiento y la fe salvadora, esta breve obra sobre el tema es absolutamente indispensable. Recomiendo que cada ministro del Evangelio sea diligente en el estudio de su contenido y predique sus verdades a sus congregaciones. Paul David Washer Recomiendo encarecidamente esta extraordinariamente clara exposición de los dos requisitos básicos para la salvación eterna, a saber, el arrepentimiento y la fe. Erroll Hulse Editor de Reformation Today

Título original: Two Things you Must Do to be Saved Copyright © 2013 por Samuel E. Waldron Traducción al español por Jorge A. Rodríguez Vega. Revisión (inglés–español) por Alaín J. Torres Hernández. Lectura de prueba por Javier Martínez Pinto. Diseño de portada por Jorge A. Rodríguez Vega. Traducido y publicado con permisos por © Editorial Legado Bautista Confesional (Santo Domingo – Ecuador, 2021). Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o copiada, ya sea de manera electrónica o mecánica, incluyendo fotocopias, grabaciones, digitalización o archivo de imágenes electrónicas, excepto cuando sean autorizados por la editorial. Traducción de Las Santas Escrituras: LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS. Copyright © 1986, 1995, 1997. La Habra, CA: Editorial Fundación, Casa Editorial para La Fundación Bíblica Lockman; a menos que se indique otra versión. ISBN: 978-9942-8860-5-7 Clasificación Decimal Dewey: 230 Cristianismo, Teología Cristiana. Versión Digital.

Índice de Contenido Prefacio: ¿Para qué es este libro? .................................... i Introducción General ....................................... 1 Capítulo 1: Qué quiero decir con «hacer» .................... 3 Capítulo 2: Qué quiero decir con «ser salvo» .............. 13 Capítulo 3: Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe ............................................ 21 Capítulo 4: Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe (Continuación) ................... 31 Parte 1: Arrepentimiento para con Dios ........... 43 Capítulo 5: Sobre el árbol del arrepentimiento ........... 44 Capítulo 6: Sobre el suelo del arrepentimiento ........... 52 Capítulo 7: Sobre las raíces del arrepentimiento ......... 60 Capítulo 8: Sobre el tronco y las ramas del arrepentimiento ....................................................... 70 Capítulo 9: Sobre el follaje del arrepentimiento .......... 78 Capítulo 10: Sobre los frutos del arrepentimiento ....... 84 Parte 2: Fe en nuestro Señor Jesucristo............. 90 Capítulo 11: Sobre la flecha de la fe ............................ 92 Capítulo 12: Sobre el origen de la fe ¾La aljaba .............................................................. 96 Capítulo 13: Sobre el objeto de la fe ¾La punta de la flecha ......................................... 102

Capítulo 14: Sobre la naturaleza de la fe ¾El astil de la flecha ............................................. 108 Capítulo 15: Sobre la instrumentalidad de la fe ¾Las plumas de la flecha ..................................... 120 Capítulo 16: Sobre la seguridad de la fe ¾El blanco............................................................ 134 Capítulo 17: Sobre la seguridad de la fe ¾El blanco (Continuación)................................... 146 Capítulo 18: Sobre la autenticidad de la fe ................ 154 Conclusión ................................................. 166 Capítulo 19: ¿Has hecho estas dos cosas? .................. 167

Prefacio: ¿Para qué es este libro? Estoy firmemente convencido de que se deberían escribir libros como este para servir a Dios y al prójimo. Por lo tanto, estoy convencido de que hay que dar a los lectores potenciales una idea clara de qué tipo de libro están adquiriendo. Hay pocas cosas tan frustrantes como dedicar un tiempo valioso a leer un libro, solo para descubrir que no es el tipo de libro que creías, y que no está haciendo por ti lo que pensabas que haría. Así que, de una buena vez, déjame decirte cuál es el propósito de Dos cosas que debes hacer para ser salvo; o, más bien, permíteme comenzar diciéndote cuál no es el propósito de este libro. Este no es el tipo de libro que simplemente regalas a la mayoría de tus amigos no cristianos sin ninguna explicación {previa}.1 En ese sentido, no es un tratado o folleto evangelístico. Espero que este libro pueda ayudar a algunos de ellos si se lo das; sin embargo, si lo haces, probablemente tendrás que sentarte con ellos y ayudarles a entender lo que este libro enseña en algunos puntos cruciales. Y esto me lleva al propósito de esta obra. Este libro está destinado a ayudarte a comunicar el evangelio a los demás de forma clara, precisa y, por lo tanto, eficaz. Creo que puede ser útil como una herramienta o ayuda, o como base 1 Nota de los traductores: Los textos y/o caracteres {entre llaves} son traducciones o aclaraciones para preservar la fidelidad al significado del texto original. i

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Prefacio: ¿para qué sirve este libro?

para un estudio bíblico evangelístico en el que enseñas el evangelio a tus amigos usando los dones que Dios te ha dado. También puedes utilizar este libro ¾y creo que es el uso principal que tendrá¾ para capacitar a los cristianos que quieran aprender cómo comunicar lo que el evangelio requiere de los demás con mayor precisión y, por lo tanto, de manera poderosa. En otras palabras, aunque este libro puede ser usado como base para un estudio bíblico evangelístico, es principalmente un estudio bíblico para evangelistas (y aquellos que quieren serlo). Esta es, pues, la razón por la que escribí este libro. Quiero participar en el gran llamado misionero y evangelizador de la Iglesia de Jesucristo. Quiero ayudarte a desempeñar un papel más efectivo en esa Gran Comisión. Creo que una iglesia que no tiene un corazón misionero y evangelista, no es una iglesia cristiana. Anhelo que tu iglesia se desarrolle y sea productiva en su llamado misionero y evangelizador. Hay personas que son mejores que yo al momento de dirigir estudios bíblicos evangelísticos y contarles a los amigos sobre Cristo. Quiero ser mejor en eso, pero veo los dones que otros tienen, los admiro, y sé que nunca tendré su facilidad para compartir el evangelio. Necesito ¾la iglesia necesita¾ gente con una facilidad y dones así para compartir el evangelio con amigos inconversos. Lo que quiero hacer con este libro es ayudar a aquellos cristianos dotados que acabo de mencionar, y también a que todos nosotros entendamos con mayor exactitud, hablemos más cuidadosamente y, de esta manera, compartamos más poderosamente el evangelio de Jesucristo.

Dos cosas que debes hacer para ser salvo

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Por supuesto, hay algunos que deprecian {o restan importancia a} la necesidad de una comprensión cuidadosa y clara del evangelio: ¾Salgamos ahí fuera; compartamos lo que sabemos y amemos a la gente¾. Bueno, ciertamente necesitamos ser celosos, amar a la gente y mostrarles que los amamos. No obstante, nuestro amor no es el evangelio; ni nuestro celo es un sustituto del evangelio que es el poder de Dios para la salvación. Si nuestro celo y amor no son el evangelio que es el poder de Dios para la salvación (Rom. 1:16-17), entonces, a medida que conozcamos y comuniquemos el evangelio con mayor claridad, podremos dejar de una mejor manera que su poder trate con las almas de los hombres. Así que un estudio como este es esencial cuando vastas áreas de la verdad del evangelio están siendo erosionadas por la marea de ignorancia bíblica que nos rodea con rapidez.

INTRODUCCIÓN GENERAL

Capítulo 1: Qué quiero decir con «hacer» Mi propósito al escribir este pequeño libro es ayudarte a entender con más claridad el evangelio de Cristo, para que así puedas comunicarlo de una manera más poderosa, con particular énfasis en sus requerimientos. Dos cosas que debes hacer para ser salvo ¾el título de este libro¾, es mi manera de describir lo que deja claro un texto de la Palabra de Dios que es crucial para este tema. Por supuesto, no supongo que todos los que leen estas páginas aún necesiten ser salvados, pero sí supongo que nadie se salvará a menos que haga las dos cosas que requiere el texto al que me estoy refiriendo. Entonces, ¿cuál es el texto del que estoy hablando? Es Hechos 20:21. LBLA traduce lo siguiente: ...testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.

No es difícil ver en este texto las dos cosas de las que estoy hablando. Lo que quiero decir (y demostrar) es que el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo son las dos cosas que todos deben hacer para ser salvos. Pero, antes de entrar en materia, hay un par de asuntos preliminares que creo deben ser aclarados para evitar cualquier tipo de confusión (confusión es lo último que 3

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Qué quiero decir con «hacer»

necesitamos cuando se trata de las dos cosas que tú y yo debemos hacer para ser salvos). Mi objetivo es ser lo más claro posible al tratar un tema tan importante. Este es el primer asunto que debo aclarar: qué quiero decir con hacer. Hay varios malentendidos sobre la palabra «hacer» en el título de este libro. Permíteme asegurarme de que no confundas lo que digo con ninguno de estos.

Confundir «hacer» con «obras para la salvación» Quizás la mejor manera de aclarar el primer malentendido de «hacer» en el título de este libro es imaginando un objetor amistoso. Me imagino a este objetor diciéndome algo así: ¾¿«Hacer»?; ¿qué quieres decir con hacer? No hay nada que podamos o debamos hacer para ser salvos. La salvación es por la gracia de Dios, no por nuestro obrar. Tengo varias respuestas para este objetor imaginario. La primera es que, en un sentido importante, estoy totalmente de acuerdo con él. La Biblia ciertamente enseña que no somos salvos por nuestros propios actos u obras. Típico de la enseñanza bíblica sobre este tema son los siguientes textos: Ahora bien, al que trabaja, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda; mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia. (Rom. 4:4-5) Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efe. 2:8-9)

Dos cosas que debes hacer para ser salvo

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Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo. (Tit. 3:5)

Cuando Cristo dijo en la cruz: «¡Consumado es!» (Jua. 19:30), realmente fue consumado. La salvación es por la obra perfecta de Cristo, no por nuestras obras, las cuales son tan imperfectas. Como la Reforma dejó claro, la salvación es solo por gracia, solo por medio de Cristo y solo a través de la fe. En un sentido importante, el evangelio no se trata en primer lugar de que hagamos algo para salvarnos; ¡se trata de lo que Cristo hizo para salvarnos! ¿Cómo me atrevo entonces a hablar de «hacer» algo para ser salvo? ¡Buena pregunta! La respuesta más sencilla es que tanto Hechos 20:21 como muchos {otros} pasajes paralelos demandan que hable de esta manera. Allí en Hechos 20:21 la Palabra de Dios habla de arrepentimiento y fe como las cosas que el evangelio requiere de nosotros si hemos de ser salvos. Estas no son cosas que Dios en Cristo hace por nosotros; son cosas que nosotros debemos hacer. Ahora, claramente tenemos una dificultad, ¿no es así? La obra de Cristo fue consumada. No nos salvamos por «obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho»; pero hay algo que Dios nos llama a hacer. Hay actividades que se requieren ¾cosas que se deben hacer¾ para ser salvados por el evangelio. Ocultar este hecho evidente es oscurecer el camino de la salvación a los ojos de los hombres.

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Qué quiero decir con «hacer»

Evidentemente, debemos distinguir entre dos tipos de hacer. Tal vez lo pueda ilustrar. Uno de mis copastores1 prefiere conducir en vez de volar. Supongamos que tiene problemas con su camioneta yendo de Kentucky a California; ¡ese es un problema serio! Su vehículo debe ser remolcado desde algún lugar de Arizona hasta el mecánico más cercano. En la buena providencia de Dios, el hombre resulta ser un gran mecánico y, después de varias horas, la camioneta está arreglada. Ahora escucha lo que dice el mecánico cuando le da a mi copastor la llave de su furgoneta: ¾Trabajo terminado; no queda nada más por hacer. Todo lo que tienes que hacer es ponerla en marcha¾. ¿Ves lo tonto que sería que mi copastor dijera: ¾Si no hay nada más que hacer, ¿por qué necesito esta llave? ¿Por qué tengo que ponerla en marcha? ¿Por qué tengo que hacer algo?¾. Todo el mundo sabe que el mecánico habla de dos tipos de hacer completamente diferentes. Arreglar la furgoneta y girar la llave no es el mismo tipo de hacer en absoluto. Esta es quizás una ilustración simplona y ciertamente inadecuada, pero espero que ayude a entender mi punto. Hay actividades que el evangelio demanda que hagamos. Están en un nivel completamente diferente al de la obra de Cristo. No merecen nada de Dios. Son en sí mismas dones de los traductores: copastor ¾Aquí el autor no se refiere a un pastor auxiliar o de menor rango, sino a otro pastor u obispo con quien comparte el pastorado de la misma iglesia local, en una pluralidad de ancianos, en condiciones de paridad. 1 Nota

Dos cosas que debes hacer para ser salvo

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de gracia. Son lo opuesto a los logros humanos que contribuyen a la obra consumada de Cristo; no obstante, son actividades o condiciones requeridas de los hombres en el evangelio y en respuesta a las cuales Dios salva a los hombres. Tal vez una ilustración bíblica le sea útil. Jesús cuenta en Lucas 15 la historia de un hijo de espíritu libre y muy egoísta que pide a su padre rico que le dé la herencia que le corresponde. Los cristianos conocen a este joven como «el hijo pródigo». El padre cumple sus deseos. El hijo empaca rápidamente sus pertenencias y se va a las atracciones de lo que la Biblia llama un «país lejano», pero que podríamos llamar «la gran ciudad». Allí el joven malgasta todo en una vida desenfrenada y mujeres salvajes. Por supuesto, con el paso del tiempo experimenta los resultados de semejante forma de vida y termina en una pobreza desesperante y humillante. Ahí está, un «buen» chico judío, alimentando los cerdos de alguien más. ¿Qué puede hacer con respecto a esta miserable condición? Desde luego, hay un sentido en el que no puede hacer nada. No tiene recursos. Ha malgastado su herencia. Está en una condición desesperada. Nada de lo que haga puede recompensar al padre por despilfarrar su riqueza y traer una terrible vergüenza a la familia. Por otro lado, hay algo que el joven debe hacer para ser salvo. Debe regresar a la casa del padre. Esto no compensará de ninguna manera al padre por los males que el joven ha hecho. Si el padre elige recibirlo de vuelta, será

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Qué quiero decir con «hacer»

por gracia solamente. Sin embargo, a menos que se levante y regrese al padre y a la casa del padre, esa gracia nunca será experimentada o disfrutada. Por tanto, hay dos tipos de hacer que se nos presentan en la Biblia; un tipo de hacer que debemos rechazar completamente, y otro que debemos abrazar, pero cuidadosamente. Es de crucial importancia entender la diferencia entre estos dos tipos de hacer si queremos ser salvos y saber que lo somos. Cuando hablo de las dos cosas que debes hacer para ser salvo, no hablo de «obras para la salvación». Tampoco hablo de una acción que merezca, gane o consiga la salvación. No es un hacer que crea la salvación, sino un hacer que la recibe. Puede ayudarte saber que la distinción entre los dos tipos de hacer de la que he estado hablando está relacionada con la conocida e importante distinción entre la ley y el evangelio. Cuando hablo de hacer para ser salvo, no me refiero a hacer lo que la ley demanda, sino a hacer lo que el evangelio requiere. La ley demanda una obediencia perfecta y perpetua para su aprobación y para que no te condene a la ira eterna de Dios. El evangelio no requiere tal cosa para la salvación. Para que seas aceptado por Dios, solo se requiere arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo.2 2 La

distinción entre la ley y el evangelio a veces se conoce como la distinción entre el Pacto de Obras y el Pacto de Gracia. Algunos prefieren distinguir la Administración Adánica de la Administración Mesiánica. Cualquiera que sea la forma en que uno prefiera nombrar este contraste o dicotomía, es claro que la Escritura contrasta a Adán

Dos cosas que debes hacer para ser salvo

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Quizá esto te ayude a comprender la distinción que tengo en mente. Los maestros cristianos fieles han insistido en que la fe salvadora es (en un sentido) pasiva. No gana ni construye la salvación; simplemente recibe y descansa en una salvación divinamente construida. Desde esta perspectiva, la fe es pasiva y no hace nada en absoluto. Sin embargo, dado que la mente y la voluntad humanas desempeñan un papel activo en la recepción y descanso en la salvación de Dios, hay otro sentido en el que es algo que el ser humano debe hacer.

Confundir «hacer» con «externalismo sin corazón» Hay otro malentendido con respecto al «hacer» en el título de este libro que también estoy interesado en que cada uno de mis lectores evite. Por favor, no pienses que el «hacer» del que hablo es el tipo de hacer que está separado del corazón o que se hace sin este. Déjame explicarte. En años recientes, una popular compañía de calzado deportivo ha estado usando el eslogan «Solo hazlo».3 No estoy seguro de lo que este eslogan pretende transmitir, pero esto es lo que me transmite. Solo hazlo, no importa cómo te sientas al respecto. Solo hazlo, incluso si no tienes ganas. Solo hazlo, aunque tu corazón no esté en ello.

y Cristo (Rom. 5:12-21), la ley y la gracia (Rom. 6:14), y las obras de la ley y la fe (Rom. 3:21-4:5). Hacer, en el ámbito de la ley, debe ser contrastado con hacer en el ámbito del evangelio. 3 Nota de los traductores: El eslogan original es «Just do it».

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Qué quiero decir con «hacer»

Eso puede funcionar en el ámbito del ejercicio físico, pero no funciona en el ámbito de la salvación. Permíteme dejar muy claro que este no es el tipo de hacer del que estoy hablando. Como veremos más adelante en este libro, el hacer de Hechos 20:21 es exacta y precisamente un hacer de corazón. En otras palabras, es un hacer que se hace en el corazón y con el corazón. Tanto el arrepentimiento como la fe son actividades del corazón. No son una especie de salto mecánico por entre aros externos. No son rutinas mecánicas. Son actividades que involucran toda el alma y todo el corazón. En el llamado que el evangelio hace a la fe y al arrepentimiento, Dios habla como el padre en el Libro de Proverbios: «Dame, hijo mío, tu corazón». El externalismo sin corazón no salvará a nadie. El hacer del externalismo sin corazón no salvará a nadie. Por lo tanto, como también procuraré demostrar en las páginas siguientes, aunque sean actividades humanas, estas actividades no surgen de corazones no renovados. Veremos que la flecha de la fe se extrae solo de la aljaba4 de la gracia soberana de Dios. Demostraremos que el árbol del arrepentimiento solo crece en el suelo de un corazón renovado. Así que estas actividades de arrepentimiento y fe solo surgen en corazones transformados por la gracia soberana de Dios. No son actividades que puedan ser hechas

4 Nota de los traductores: La aljaba o carcaj es una caja o cilindro de piel, madera y/o tela usada por los arqueros para transportar las flechas.

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o requisitos que puedan ser cumplidos por el corazón humano depravado.

«Hacer» es algo absolutamente necesario Hasta ahora, he defendido en este capítulo mi uso de la palabra «hacer» para describir lo que Hechos 20:21 requiere. Alguien podría preguntarse de manera lógica: ¾Si hacer es una palabra tan controversial, ¿por qué usarla?¾. Debido a esta pregunta razonable, permíteme concluir este capítulo insistiendo en que es necesario hablar de hacer en algún sentido. Cuando el carcelero filipense gritó: «¿qué debo hacer para ser salvo?», Pablo no respondió: ¾No hables de «hacer», la salvación es completamente de gracia. No hay nada que puedas hacer¾; antes bien, le dijo que tenía que hacer algo para ser salvo. Le dijo que creyera en el Señor Jesucristo. De manera similar, en Hechos 2:37-38 leemos lo siguiente: Al oír esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿qué haremos? Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Una vez más, Pedro no reprende su petición de querer saber qué debían hacer. Les dice que debían hacer algo. Les dice que se arrepientan.

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Qué quiero decir con «hacer»

La Biblia habla de «expiación sustitutoria», pero nunca habla de «arrepentimiento sustitutorio» ni «fe sustitutoria». Cristo murió por nosotros y en nuestro lugar, pero Él no cree ni se arrepiente por nosotros. Esas son cosas que debemos hacer si queremos experimentar la salvación de Dios. Por eso debo hablar de las dos cosas que debes hacer para ser salvo. Esa es la razón por la que, al compartir el evangelio, debes hablar de las dos cosas que debes hacer para ser salvo.

Capítulo 2: Qué quiero decir con «ser salvo» El título dice Las dos cosas que debes hacer para ser salvo. Dejé claro en el capítulo anterior que no supongo que todos los que lean estas páginas no hayan sido salvos. Pero tampoco supongo que todos los que lean estas páginas entenderán exactamente lo que quiero decir con «ser salvo». Como es muy importante que todos mis lectores entiendan esta terminología, déjame explicar en unos párrafos lo que quiero decir con «ser salvo». Hechos 20:21 presenta el arrepentimiento y la fe como asuntos de importancia solemne: ...testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.

La razón de la solemne importancia del arrepentimiento y la fe reside en el hecho de que las personas a las que Pablo «[testificaba] solemnemente» fe y arrepentimiento, necesitaban ser salvadas. Pero, de nuevo, ¿qué significa eso? En términos generales, cuando hablo de «ser salvo», me refiero a centrar la atención en el uso de esta palabra en el Nuevo Testamento. La principal palabra griega para «ser salvo» (en su forma verbal) aparece 106 veces en el Nuevo

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Qué quiero decir con «ser salvo»

Testamento.1 Para entender cómo la estoy usando aquí, debo hacer un par de distinciones. Cuando se observa cómo se utiliza esta palabra en el Nuevo Testamento, queda claro que se usa para referirse a dos tipos de salvación muy diferentes. En un sentido, se utiliza para referirse a la salvación de la enfermedad y la muerte. Por lo tanto, se refiere a lo que podríamos llamar la salvación física o temporal. Se usa de esta manera en Mateo 8:25; 9:21, 22; 14:30; y en Mateo 9:21-22 de hecho se traduce como «quedó sana». Sin embargo, también se utiliza para referirse a la salvación de nuestros pecados y la ira de Dios contra nuestros pecados. Podemos llamar a esto salvación espiritual o eterna. Por supuesto, este es el significado que se encuentra detrás de mi uso de «ser salvo» en el título de este libro. Precisamente, su primer uso en el Nuevo Testamento ilustra el sentido espiritual o eterno de la palabra: Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. (Mat. 1:21)

«Jesús» se deriva de una palabra hebrea que significa salvador. Cristo es llamado salvador porque «Él salvará a su pueblo». Sin embargo, noten que Él no los salva de sus

1 El

verbo griego del que estoy hablando es /sodzo/. Hay otras palabras que pueden referirse a ser salvado. Además, esta raíz también aparece como sustantivo y de otras maneras, pero es suficiente para nuestros propósitos centrar nuestra atención en la forma verbal de la principal palabra griega.

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enfermedades o incluso de la muerte física, sino «de sus pecados». Pero, ¿a qué se refiere la Biblia cuando dice que Jesús salva a Su pueblo de sus pecados? Es cierto que Jesús salva a Su pueblo de ser prácticamente dominado por el poder esclavizante de los hábitos pecaminosos. Es gloriosamente cierto que gradualmente, pero de manera poderosa e irresistible, los salva del poder espiritual del pecado. Este proceso comienza con el arrepentimiento para con Dios que estudiaremos un poco más adelante en este libro. Todo esto es maravillosamente cierto. Sin embargo, lo más básico que la Biblia quiere comunicar cuando dice que Jesús nos salva del pecado es que somos salvados del castigo por el pecado. En otras palabras, somos salvados de la ira de Dios contra nuestros pecados. El peor y más básico mal que nuestro pecado crea es la ira de Dios contra nosotros. El mundo de los pecadores ha sido amenazado con la ira de Dios. Solo a través de la salvación que es por medio de Cristo somos librados de esta ira: Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él. Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida. (Rom. 5:9-10) Porque no nos ha destinado Dios para ira, sino para obtener salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. (1 Tes. 5:9)

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Qué quiero decir con «ser salvo»

¿Cómo salva Jesús a Su pueblo de la ira de Dios contra su pecado? Como dice Romanos 5:9-10, lo hace con Su sangre y Su muerte. Su sangre y Su muerte los reconcilian con Dios y los justifican ante los ojos de Dios. Es decir, Jesús sufre en su lugar la ira que sus pecados merecían. Él es el portador sustitutivo de la maldición. De esta manera, la ira de Dios hacia ellos es apaciguada, aplacada o calmada. Así son salvos de Su ira y se presentan sin culpa y positivamente justos ante Su santo tribunal. Ahora bien, con respecto a este tipo de salvación (ser salvos de nuestros pecados y de la ira de Dios), es necesario hacer otra distinción para entender exactamente lo que quiero decir con «ser salvo». El Nuevo Testamento enseña que la salvación del que cree en Cristo tiene tres tiempos: pasado, presente y futuro. Es decir, fue salvado, está siendo salvado, y será salvado. Permíteme explicarlo. El creyente en Cristo fue salvo en tiempo pasado. En otras palabras, una persona es salvada cuando cree inicialmente en Jesucristo. Este suceso inicial en el que uno se convierte en cristiano se llama «ser salvo» en la Biblia. He aquí algunos ejemplos claros: ...alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos. (Hch. 2:47) Porque en esperanza hemos sido salvos, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? (Rom. 8:24)

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Porque ya que en la sabiduría de Dios el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios, mediante la necedad de la predicación, salvar a los que creen. (1 Cor. 1:21) Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios. (Efe. 2:8) Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo. (Tit. 3:5)

El Nuevo Testamento también enseña que el cristiano está en proceso de ser salvo en tiempo presente. Este aspecto o tiempo de la salvación probablemente se refiere a la obra presente y continua de Cristo, en la cual el creyente es preservado en la gracia de Dios, y en la que el poder del pecado sobre él en su vida práctica se quiebra cada vez más. Este es un énfasis que se pasa por alto frecuentemente en nuestros días. He aquí algunos ejemplos de este énfasis: Porque la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios. (1 Cor. 1:18) Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden. (2 Cor. 2:15) El Señor me librará de toda obra mala y me traerá a salvo a su reino celestial. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (2 Tim. 4:18)

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Qué quiero decir con «ser salvo»

Finalmente, el Nuevo Testamento enseña que el creyente será salvo en tiempo futuro. Esto se refiere a la salvación o vida eterna que recibirá cuando Cristo regrese. En ese día será salvado de la condenación que el mundo de los pecadores experimentará en el día del Juicio. Este es otro énfasis que se pasa por alto frecuentemente en nuestros días. Fíjate en los siguientes pasajes: Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo. (Mat. 10:22) Pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo. (Mat. 24:13) Si la obra de alguno es consumida por el fuego, sufrirá pérdida; sin embargo, él será salvo, aunque así como por fuego. (1 Cor. 3:15)

...entregad a ese tal a Satanás para la destrucción de su carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. (1 Cor. 5:5)

Por lo tanto, cada uno de los tres tiempos de la salvación es una forma legítima de hablar de la salvación del cristiano. Sin embargo, en este libro y en su título, estoy limitando la referencia de «ser salvo» a aquella salvación que ocurre con todo verdadero creyente en el pasado. Todo verdadero creyente en Cristo ha sido salvo. Eso es lo que quiero decir aquí con «ser salvo». Me refiero a lo que se necesita para convertirse en cristiano. Me refiero a lo que tienes que hacer para pasar de una condición en la que estás bajo la ira de Dios a una condición en la que estás bajo Su gracia y favor salvadores. No hablo de todas las cosas que puede ser

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necesario hacer para perdurar hasta el final (aunque estoy persuadido de que todas esas cosas son simplemente el fruto y la extensión de la fe y el arrepentimiento). Estoy hablando simplemente de aquellas cosas que están involucradas en el suceso inicial de «ser salvo». Aunque estoy escribiendo este libro principalmente como un estudio bíblico para evangelistas más que un estudio bíblico evangelístico, te preguntaré al final de este libro si has sido salvo. Como lo primero que necesitas para ser un evangelista es ser salvo tú mismo, insistiré en la pregunta: ¾¿Has hecho las dos cosas que debes hacer para ser salvo?¾. Cuando las hagas, me referiré a la salvación inicial, pero completa, que viene cuando uno ejercita el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. Por favor, recuerda que cuando hablo de «ser salvo» en este libro, me refiero a esta salvación inicial. De lo contrario, puedes aplicar erróneamente lo que digo a otra dimensión de la salvación, y malinterpretar lo que estoy enseñando.

Capítulo 3: Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe Este capítulo y el siguiente abordan otro asunto preliminar en relación con la fe y el arrepentimiento. Este asunto está en el fondo de todo tipo de preguntas que pueden ser planteadas con respecto al hecho de que Dios requiere dos cosas para ser salvos. ¿Son ambos, el arrepentimiento y la fe, realmente cruciales para ser salvos? ¿Necesitamos ambos para ser salvos? ¿Requiere Dios ambas cosas de manera universal? ¿Necesitan todos los hombres arrepentirse y también creer? ¿Son inseparables el arrepentimiento y la fe? ¿Podemos tener uno de ellos sin el otro? Suponiendo que no podemos, ¿es posible que el arrepentimiento y la fe sean solo dos nombres para la misma cosa, y no dos cosas distintas? Todas estas importantes interrogantes son claramente respondidas por un cuidadoso estudio de Hechos 20:21 en su contexto neotestamentario. El método con el que abordaremos este versículo será estudiar cuidadosamente su contenido por sí solo, pero también hacer valer su significado en cada pasaje del Nuevo Testamento en el que los términos claves para arrepentimiento y fe se encuentran significativamente cerca uno del otro. En la exposición de este pasaje, veremos todos los pasajes en los que el arrepentimiento y la fe aparecen en el mismo versículo o en dos versículos contiguos. Nuestro objetivo es entender 21

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Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe

claramente la relación entre el arrepentimiento y la fe, y responder a las preguntas que esto plantea de manera natural. Permíteme adelantarte mi respuesta a la pregunta con respecto a la relación entre el arrepentimiento y la fe. Esta relación se puede resumir en cuatro palabras claves: • • • •

Ambos son cruciales. Ambos son universales. Ambos son inseparables. Pero son distinguibles.

Ambos son cruciales Hay evidencias del carácter crucial de la fe y el arrepentimiento que aquí se mencionan.

El significado de las palabras «testificando solemnemente» indica cuán cruciales son el arrepentimiento y la fe La importancia y necesidad de estas dos gracias son declaradas en las palabras iniciales del versículo. Pablo nos dice que él solemnemente testificó de estas cosas. Esta es una palabra inusualmente fuerte. Los diccionarios griegos dan las siguientes definiciones: atestiguar solemnemente, dar testimonio (de), testificar (sobre), dar una advertencia solemne, amonestar, pedir seriamente, decir con fuerza, instar con vehemencia, insistir, declarar con solemnidad y enfáticamente, acusar bajo juramento solemne, advertir.

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Las dos primeras veces que aparece en el Nuevo Testamento ilustran claramente el significado, la solemnidad y el énfasis de la palabra griega: «...pues tengo cinco hermanos, de modo que él los prevenga, para que ellos no vengan también a este lugar de tormento». (Luc. 16:28, cursivas añadidas)

Aquí la palabra que es traducida como testificar solemnemente, se traduce como prevenir. El rico que está en el infierno quiere que Abraham envíe a alguien a testificar solemnemente {a sus familiares} sobre el peligro que corren de ir al infierno. ¡Esto es realmente solemne! Y con muchas otras palabras testificaba solemnemente y les exhortaba diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. (Hch. 2:40, cursivas añadidas)

En este versículo, Pedro responde a la multitud judía que le preguntó sobre cómo podían escapar a la condenación por haber asesinado al Mesías. Esto es ciertamente un asunto solemne. Por tanto, Lucas describe a Pedro como alguien que testificó solemnemente de ello ante los judíos.

En segundo lugar, el uso de «testificando solemnemente» en este mismo pasaje muestra cuán cruciales son la fe y el arrepentimiento La misma palabra es utilizada dos veces en este mismo pasaje. Se usa primero para describir el solemne testimonio de ciertos profetas del Nuevo Testamento de que Pablo sufriría al llegar a Jerusalén:

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Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe

...salvo que el Espíritu Santo solemnemente me da testimonio en cada ciudad, diciendo que me esperan cadenas y aflicciones. (Hch. 20:23, cursivas añadidas)

El segundo uso de esta palabra es el más importante para mostrar cuán cruciales son la fe y el arrepentimiento: Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios. (Hch. 20:24, cursivas añadidas)

Pablo dice allí que su ministerio entre ellos había sido para «dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios». Esto es claramente paralelo al versículo 21, donde Pablo solemnemente testifica sobre el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. El punto es que lo que aquí se llama «el evangelio de la gracia de Dios» es descrito en el versículo 21 como «el arrepentimiento para con Dios y [...] la fe en nuestro Señor Jesucristo». ¡Testificar estas dos gracias era testificar el evangelio de la gracia de Dios! ¡Cuando predicamos el arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo, estamos predicando el evangelio y la gracia!

En tercer lugar, los pasajes paralelos en los que la fe y el arrepentimiento se usan juntos en el mismo versículo muestran lo crucial que son el arrepentimiento y la fe Hay cuatro pasajes en el Nuevo Testamento donde las raíces griegas para arrepentimiento y fe se usan juntas en el mismo

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pasaje. Uno de estos es Hechos 20:21. Cada uno de los otros tres enfatiza la importancia crucial o crítica de estas dos gracias de diferentes maneras. El primero es Marcos 1:15: ...y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.

Aquí aprendemos que cuando Jesús comenzó Su ministerio, después de Su bautismo y tentación, demandó dos respuestas al evangelio que predicaba. Ordenó a los hombres que se arrepintieran y creyeran en el evangelio. Ambas {exigencias} son parte de la predicación inicial del evangelio de Jesús. Ambas son gracias evangélicas, es decir, respuestas al evangelio que se requieren {de los hombres}. El segundo de estos pasajes es Hechos 19:4: Y Pablo dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, es decir, en Jesús.

Aquí aprendemos que tanto el arrepentimiento como la fe eran parte de la predicación del precursor de Jesús. Parte del mensaje del arrepentimiento era decirle a la gente que creyera en Jesús. Parte del requisito para el bautismo era, por implicación, creer en el Mesías que habría de venir, Jesús. Es probable que esta fuera la razón por la que Pablo bautizó a estos discípulos de nuevo allí. Si no conocían las enseñanzas sobre Jesús el Mesías, su bautismo de arrepentimiento era defectuoso. Tanto el arrepentimiento como la fe son partes originales del evangelio de Juan.

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Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe

El tercero y último de estos pasajes es Hebreos 6:1: Por tanto, dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe hacia Dios.

El arrepentimiento y la fe son descritas aquí como dos de los seis fundamentos de la enseñanza cristiana. Hebreos 5:12, en su contexto cercano, describe estas dos cosas como «principios elementales» del cristianismo. Ambos son temas fundamentales de la vida cristiana. Estos pasajes paralelos nos han obligado a describir estas dos gracias con varios modificadores importantes. Son requisitos iniciales, evangélicos, originales y fundacionales del evangelio. Por lo tanto, deben ser descritas como las dos cosas que debes hacer para ser salvo. Pero, por más importante que sea lo que hemos visto, aún tengo que poner ante ti los pasajes que dejan más claro el hecho de que el arrepentimiento y la fe son cruciales para convertirse en cristiano.

En cuarto lugar, hay un número de pasajes en el Libro de los Hechos donde vemos que, para la salvación, se requiere cada uno de estos específicamente No hay una pregunta más importante que: «¿Qué debo hacer para ser salvo?»; sin embargo, la Biblia parece dar en cierto sentido dos respuestas diferentes a esta pregunta. En Hechos 2:37, 38, cuando los judíos preguntan qué deben hacer para ser salvos, Pedro les dice que se arrepientan:

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Al oír esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿qué haremos? Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Cuando el carcelero de Filipos hace la misma pregunta, Pablo le dice en Hechos 16:30, 31: ...y después de sacarlos, dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos respondieron: Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa.

Entonces, ¿cuál es la respuesta a la pregunta: «Qué debo hacer para ser salvo»? ¿Es «arrepentirse» o «creer», o ambas cosas? El Libro de los Hechos es un buen ejemplo de las dos respuestas que la Biblia da a esa pregunta. Para la respuesta «arrepiéntete», toma en cuenta Hechos 3:19; 5:31; 11:18; 17:30. Para la respuesta «cree», observa Hechos 8:12, 13; 10:43; 11:17; 13:39. La comparación de estos pasajes entre sí plantea muchos problemas. Si la respuesta a la pregunta «¿Qué debo hacer para ser salvo?» es «arrepiéntete», ¿por qué la Biblia en ciertos lugares solo dice «cree»? Si la respuesta es «cree», ¿por qué la Biblia en algunos lugares solo menciona el arrepentimiento? Si ambos son necesarios, ¿por qué no se mencionan siempre los dos? Estas preguntas tan desconcertantes son importantes y merecen buenas respuestas. Intentaré responderlas a continuación. Sin embargo, al menos una cosa está clara. Tanto el

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Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe

arrepentimiento como la fe son cruciales para ser salvos. Estas son las dos cosas que debes hacer para ser salvo. Antes de seguir adelante, debo detenerme para insistir en lo que acabo de decir. El evangelio de la gracia de Dios no se trata solo de lo que Dios hará. También se trata de lo que tú debes hacer. La respuesta a la pregunta «¿Qué debo hacer para ser salvo?» no es: ¾No puedes hacer nada. La salvación es totalmente de gracia¾. La salvación es totalmente de gracia, pero hay algo ¾en realidad algunas cosas¾, que debes hacer para ser salvo. Si haces estas cosas, la salvación sigue siendo totalmente de gracia. No obstante, aunque la salvación sigue siendo totalmente de gracia, aun así, debes hacer estas dos cosas. ¡La Biblia dice que tú mismo, personalmente, debes arrepentirte y creer en el evangelio! No alegues ni permitas que otros aleguen que no tienen la capacidad de arrepentirse y creer. Esta incapacidad tiene sus raíces en una profunda falta de voluntad y en una terca negativa a arrepentirse y creer. Está motivada por una terrible aversión al arrepentimiento y la fe, por los cuales los pecadores son completamente responsables. Por otro lado, puede que estés leyendo esto y quieras ser salvo. Si estás dispuesto a arrepentirte y creer, nada se interpone entre tú y la salvación. ¡Puedes ¾debes¾, ahora mismo, arrepentirte de tus pecados y encomendarte a la salvación de Cristo! A menudo se han extraído deducciones poco útiles de la doctrina bíblica de la incapacidad total de los pecadores para responder al evangelio. Tal incapacidad total no cambia lo

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que el evangelio requiere ni lo que deberíamos decir a los pecadores que hagan para ser salvos. Algunos han llegado a la conclusión de que, como los hombres no pueden creer y arrepentirse, deberíamos dar otros consejos a los hombres cuando predicamos el evangelio. Sin embargo, no hay ningún otro consejo útil que dar a los pecadores que no sea el consejo del evangelio. Ese consejo es arrepentirse y creer en el evangelio. Por lo tanto, si alguien te pregunta qué debe hacer para ser salvo, no le digas que solo puede orar por un nuevo corazón. No les digas que deben esperar en Dios. No les digas que no pueden hacer nada. Orar por un nuevo corazón o esperar en Dios como un impenitente e incrédulo no le hará bien a nadie (se supone que, si alguien está dispuesto a orar por un nuevo corazón, debería estar dispuesto a arrepentirse y creer. Si no está dispuesto a arrepentirse y creer en el evangelio, decirle que ore por un nuevo corazón no hará más que complicar {lit. hacer confuso} el llamado del evangelio). Debemos más bien decir a la gente lo que la Biblia dice que deben hacer para ser salvos: ¡arrepiéntete y cree en el evangelio!

Capítulo 4: Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe (Continuación) Estamos en medio de un estudio preliminar de Hechos 20:21 en su contexto neotestamentario. Nuestro objetivo es entender claramente la relación entre el arrepentimiento y la fe, y responder a las preguntas sobre cómo se relacionan entre sí, preguntas que naturalmente vienen a la mente de las personas interesadas en ser salvas, así como de quienes están interesados en decirles a otros cómo ser salvos. En el capítulo anterior mencioné que esta relación entre la fe y el arrepentimiento se puede resumir en cuatro palabras claves: • • • •

Ambos son cruciales. Ambos son universales. Ambos son inseparables. Pero son distinguibles.

Habiendo visto el claro testimonio bíblico del carácter crucial tanto de la fe como del arrepentimiento, permíteme en este capítulo retomar los últimos tres puntos mencionados anteriormente.

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Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe (Continuación)

Ambos son universales ¿Qué quiero decir cuando afirmo que la fe y el arrepentimiento son ambos universales? ¡Me refiero a que tanto el arrepentimiento como la fe son requeridos universalmente de toda persona para ser salva! Esto queda claro en primer lugar en Hechos 20:21 mismo: ...testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.

Observa el versículo. Pablo testificó solemnemente «tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo» (cursivas añadidas). Esta afirmación de que tanto judíos como griegos deben arrepentirse y creer contradice ampliamente la exposición superficial de la Biblia en nuestros días. A más de un «maestro de la Biblia» le ha parecido que el arrepentimiento era más apropiado para los judíos y el Antiguo Testamento, y la fe más apropiada para los gentiles y el Nuevo Testamento. Semejante distinción no es enseñada en la Biblia. Algunos de los otros pasajes donde el arrepentimiento y la fe son mencionados en estrecha proximidad, enfatizan la demanda universal de ambas gracias por parte de Dios en todos aquellos que han de ser salvos. Uno de esos pasajes es Hechos 17:30-34: Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan [...] Pero algunos se unieron a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio el

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areopagita, una mujer llamada Dámaris y otros con ellos. (Cursivas y negritas añadidas)

¿Ves cómo el arrepentimiento y la fe son mencionados juntos allí? Pablo dice a los atenienses que estaban reunidos en el Areópago que debían arrepentirse, y por eso creyeron. Esto es interesante y esclarecedor en cuanto a la relación entre la fe y el arrepentimiento. No obstante, mi punto principal es que deberías notar a quién se le ordena arrepentirse: Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan. Observa que no son solo los judíos los que deben arrepentirse, ¡son todos los hombres, en todas partes! Otro de esos pasajes es Hechos 26:18-20. Presta atención a la mención de la fe en el versículo 18 y la referencia al arrepentimiento en el versículo 20: «...(18)para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados». (19)Por consiguiente, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, (20)sino que anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. (Cursivas añadidas)

La amplia descripción de aquellos a quienes Pablo predicó la necesidad tanto de arrepentimiento como de fe es enfática. El versículo 20 afirma que Pablo: «anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en

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Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe (Continuación)

Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse». El arrepentimiento no es solo para los judíos; la fe no es solo para los gentiles. Ambos son para todos y son requeridos de todos los que han de ser salvos. Todos los hombres deben arrepentirse y también creer en el evangelio para ser salvos. Vivimos en días confusos por las distinciones que hace el dispensacionalismo, pero aquí no hay ninguna distinción dispensacionalista que hacer. El camino de la salvación para todo hijo de Adán y para toda hija de Eva ha estado marcado desde el principio del mundo por la demanda tanto de arrepentimiento como de fe.

Ambos son inseparables En nuestro versículo, el arrepentimiento y la fe se mencionan juntos: «arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo». Este hecho refleja la realidad de que el arrepentimiento y la fe son gracias inseparables. En el punto titulado «Ambos son cruciales», vimos que estas dos gracias (la fe y el arrepentimiento) se mencionan juntas en cuatro lugares como cruciales para ser salvos. En «Ambos son universales», vimos dos pasajes (Hch. 17 y 26) que suponían que creer incluye el arrepentimiento, y el arrepentimiento incluye creer. En ese punto solo tengo un pasaje más que mencionar. Es el único pasaje del Nuevo Testamento donde la fe y el arrepentimiento son mencionados en dos versículos, el cual aún no te he mostrado. Este pasaje es Hechos 11:17 y 18:

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Por tanto, si Dios les dio a ellos el mismo don que también nos dio a nosotros después de creer en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder estorbar a Dios? Y al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida. (Cursivas añadidas)

¿Ves la conclusión a la que estos cristianos llegaron partiendo del testimonio de Pedro? Pedro afirmó que los gentiles habían creído en el Señor Jesús. Concluyeron que se habían arrepentido. ¿Por qué? ¿Dijo Pablo algo con respecto a su arrepentimiento? No que sepamos; no que el texto lo diga. No obstante, estos cristianos sabían lo que todo cristiano necesita saber. Creer de verdad siempre implica, y no puede separarse, del verdadero arrepentimiento. El arrepentimiento para vida y la fe salvadora no pueden ser separados. Pero ahora debemos llegar a un cuarto punto que trae equilibrio. Habiendo visto que tanto la fe como el arrepentimiento son cruciales, universales e inseparables, debemos ver que son distinguibles.

Pero son distinguibles Mi punto es este simplemente: El hecho de que la fe y el arrepentimiento no puedan separarse no significa que sean lo mismo. En otras palabras, son inseparables, pero distintos. Pero, ¿por qué debemos asegurarnos de entender esto? Es porque alguien podría concluir que el arrepentimiento y la fe son solo dos nombres diferentes para lo mismo; que son sinónimos. Esto

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Sobre la relación entre el arrepentimiento y la fe (Continuación)

podría parecer una conclusión natural de lo que hemos estado diciendo; sin embargo, estoy convencido de que los datos bíblicos no nos permiten llegar a esa conclusión. En primer lugar, el texto de Hechos 20:21 enseña que la fe y el arrepentimiento son cosas diferentes, y los menciona como tal. Subraya la distinción al enfatizar el hecho de que el arrepentimiento y la fe se centran en cosas diferentes: «arrepentimiento para con Dios y fe para con nuestro Señor Jesucristo» (cursivas añadidas). ¿Estoy cambiando el texto? No, aunque LBLA lo traduce como «arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo» (cursivas añadidas), la forma en que lo escribí traduce mejor el original. ¿Por qué? Porque la locución preposicional «para con» que aparece en la frase «arrepentimiento para con Dios» (cursivas añadidas) es la misma preposición griega que es traducida como «en» en la frase «fe en nuestro Señor Jesucristo» (cursivas añadidas). Por esta razón, algunas traducciones inglesas (KJV, NKJV) traducen la frase exactamente como la escribí. Esta preposición comunica la idea básica de hacia dentro o para con. Allí nos dice que el arrepentimiento y la fe se centran en o están orientados hacia cosas diferentes. Suponiendo que te estuviera predicando, es como si dijera que desde donde estoy parado estoy frente a la congregación y que, desde donde te sientas, estás frente a mí. Del mismo modo, el arrepentimiento y la fe se dirigen hacia diferentes objetos. El arrepentimiento se centra en Dios y Su ley. La fe se centra en Cristo y Su gracia. El arrepentimiento y la fe tienen diferentes roles en la salvación. La fe enfatiza la

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gracia que obra el cambio salvífico. El arrepentimiento resalta el cambio salvífico que es producido por la gracia. Además, el arrepentimiento y la fe se refieren a cosas diferentes. Es decir, tienen y requieren dos definiciones diferentes. Si no logramos distinguir entre el arrepentimiento y la fe, se corre el peligro de aplanar las diferencias entre ambos. A su vez, esto podría llevarnos a no entenderlos con la claridad que debemos, si nuestra salvación dependiera de ello, como de hecho depende. En el resto de este libro, proporcionaré estudios exhaustivos, primero, de la naturaleza del arrepentimiento y, segundo, de la naturaleza de la fe salvadora, los cuales dejarán claro que son cosas diferentes. Pero recuerda que no estoy diciendo que estos pueden ser separados, sino que deben ser distinguidos. Esto me lleva a una ilustración que espero te ayude a entender la inseparable, pero distintiva relación, entre el arrepentimiento y la fe.

Una ilustración a modo de resumen En este estudio se han puesto de manifiesto algunas verdades sencillas, pero importantes. Tanto el arrepentimiento como la fe son necesarios para que alguien sea salvo. Todos deben arrepentirse y creer en el evangelio. Una cosa o la otra no es suficiente. El arrepentimiento y la fe son inseparables. Nunca puedes tener una sin tener la otra. Sin embargo, aunque son inseparables, son distintas o distinguibles. Ahora presentaré una ilustración de esto. Puede parecerte un poco extraña, pero creo que su utilidad

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compensará su rareza. Sabes lo que son los gemelos siameses. Son bebés gemelos que nacen unidos entre sí por alguna parte de sus cuerpos. Déjame presentarte a los gemelos siameses llamados Sam y Pam. Están unidos por el corazón. Tienen un solo corazón que comparten entre ellos. Nunca podrán ser separados sin matarlos a ambos en el intento. Sin embargo, son diferentes. Sam es un niño y Pam es una niña. Tienen nombres diferentes. Otra cosa extraña de Sam y Pam es que están unidos por la espalda, así que siempre miran en direcciones diferentes. Son dos personas distintas, pero siempre se encuentran juntas. El uno no puede ir a ninguna parte sin la otra. Es así con el arrepentimiento y la fe. Siempre se encuentran juntos. Están unidos por el corazón; sin embargo, son dos gracias diferentes y se centran en cosas diferentes.

Lección conclusiva y aplicaciones De una correcta comprensión de la relación entre la fe y el arrepentimiento se derivan algunas aplicaciones prácticas vitales. En primer lugar, no puede haber una prioridad en el tiempo o en la lógica que pueda ser atribuida a la fe o al arrepentimiento. La gente a veces discute si el arrepentimiento o la fe es lo primero en el orden de la salvación. ¿Cuál es la respuesta a la luz de lo que hemos dicho? Como son inseparables, siempre van juntos. Al principio puede experimentarse más de una cosa que de la otra, pero todo verdadero cristiano tiene ambos y

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experimenta ambos. Puede que Sam aparezca a la puerta primero, o puede hacerlo Pam, pero el otro/la otra siempre está ahí justo detrás. En segundo lugar, la fe es una marca del verdadero arrepentimiento. Hay un tipo de tristeza por el pecado que no es un verdadero arrepentimiento. Judas experimentó dolor por su pecado, pero salió, se ahorcó y fue al infierno. El problema de su arrepentimiento era que no podía creer que podía ser perdonado. En las palabras del antiguo catecismo, todo arrepentimiento verdadero debe tener o involucrar una «aprehensión de la misericordia de Dios en Cristo». La palabra aprehensión significa una comprensión real o un entendimiento profundo de la misericordia de Dios. El verdadero arrepentimiento implica una profunda apreciación de la misericordia de Dios en el perdón de los pecados. Implica una capacidad para aplicar esta misericordia a nuestros propios pecados. No tienes (y nadie puede tener) un verdadero arrepentimiento si no eres capaz de creer en el perdón de tus propios pecados por medio de la misericordia de Dios en Cristo. ¿Conoces ese tipo de arrepentimiento? En tercer lugar, el arrepentimiento es una marca de la fe salvadora. En nuestros días hay muchos que profesan fe en Cristo, pero no muestran un verdadero arrepentimiento en su vida. La fe se ha diluido y aguado tanto que se ha convertido solo en una decisión momentánea por Cristo, expresada quizás en una mano alzada, pasar al frente de la congregación, o unas pocas lágrimas. Sin embargo, la verdadera fe nace de una profunda percepción del pecado y resulta en un nuevo

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compromiso con Cristo como Señor. Esto requiere apartarse del pecado en la vida de uno. Si realmente has venido a Cristo, te has arrepentido de haber vivido desafiando Sus leyes de manera habitual. En cuarto lugar, debe mantenerse un énfasis equilibrado en estos dos deberes del evangelio para no pervertir ninguna de estas gracias. Nunca debemos dejar de predicar la una por el bien de la otra. Aunque sintamos fuertemente que una o la otra es la nota que falta en la iglesia de hoy, debemos continuar predicando ambas. ¡Sam sin Pam no es realmente Sam, y Pam sin Sam no es realmente Pam! En quinto lugar, la verdad más apropiada debe ser enfatizada en la situación en la que nos encontremos. En Gálatas, hablando en contra de los judaizantes legalistas, Pablo dijo muy poco sobre el arrepentimiento. Más bien, enfatizó la justificación por la fe solamente. Para los gentiles idólatras en Atenas, se hace un énfasis diferente. Pablo les dirigió el mandato de que todos los hombres en todas partes debían arrepentirse. En mi opinión, en nuestros días, la mayoría de nuestros connacionales y compañeros de iglesia necesitan un mensaje de arrepentimiento. No obstante, no debemos reaccionar de una manera tan exagerada que nuestros hijos e iglesias nunca escuchen el mensaje de la gracia libre y la justificación por la fe solamente.

Conclusión ¿Cuáles son las dos cosas que debes hacer para ser salvo? Espero que ahora puedas responder a esta pregunta tan

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importante con confianza. Ahora estás en posición de considerar otra pregunta con una honestidad que sea consciente del día del Juicio. ¿Has hecho las dos cosas que debes hacer para ser salvo? Como sea que respondas a esta pregunta, también estás listo para ir un poco más profundo en tu entendimiento del arrepentimiento para con Dios y la fe para con nuestro Señor Jesucristo.

PARTE 1: ARREPENTIMIENTO PARA CON DIOS

Capítulo 5: Sobre el árbol del arrepentimiento Según Hechos 20:21, la primera de las dos cosas que cada uno de nosotros necesita para ser salvo es el arrepentimiento para con Dios. En los próximos capítulos quiero explorar el árbol del arrepentimiento con cierto cuidado. El peligro de explorar con tanto detalle y minuciosidad es que (como dice el viejo refrán) podemos perder de vista todo el árbol al enfocarnos en sus detalles. Por lo tanto, mi objetivo en este capítulo es mirar el árbol en su totalidad. La ilustración del árbol del arrepentimiento que mencioné anteriormente compara el arrepentimiento con un árbol frutal. Creo que esta ilustración (la cual usaré a lo largo de esta parte del libro dedicada al arrepentimiento) es realmente útil para unir este tema. Así que quiero que pienses conmigo en el árbol del arrepentimiento. La ilustración que compara el arrepentimiento con un árbol no es idea mía; poco de lo que hay en este libro lo es. La primera vez que la oí fue en una predicación sobre el arrepentimiento hace algunas décadas. Estoy bastante seguro de que la idea original tampoco era del buen predicador que escuché. Aunque he añadido algunos detalles para embellecerla, quiero asegurarme de que todos sepan que no estoy reclamando esta útil ilustración como mía; se la debo a la influencia de otros. 44

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El fruto del arrepentimiento Lo que sugiere la analogía de un árbol es probablemente el hecho de que se diga con frecuencia y de manera específica que el arrepentimiento lleva fruto. He aquí los pasajes claves: Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento. (Mat. 3:8, cursivas añadidas) Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a deciros a vosotros mismos: «Tenemos a Abraham por padre», porque os digo que Dios puede levantar hijos de Abraham de estas piedras. (Luc. 3:8, cursivas añadidas) ...sino que anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. (Hch. 26:20, cursivas añadidas)

Lo que es clave sobre el fruto del arrepentimiento son tres cosas. En primer lugar, el fruto consiste en buenas obras de servicio a Dios. En segundo lugar, este fruto es la evidencia de que el arrepentimiento es genuino, no falso o superficial. En tercer lugar, el fruto del arrepentimiento no debe ser confundido con el arrepentimiento mismo. ¡El fruto no debe confundirse con la raíz (o con el tronco o las ramas)! El arrepentimiento es un asunto del corazón. El fruto es, al menos en parte, algo que hacen las manos.

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El follaje (o las hojas) del arrepentimiento En una asombrosa cantidad de lugares, el Nuevo Testamento asocia el bautismo con el arrepentimiento. El bautismo es incluso descrito como el bautismo de arrepentimiento: Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. (Luc. 3:3, cursivas añadidas)

Comparo el bautismo con el follaje o las hojas del árbol del arrepentimiento porque, al igual que las hojas o el follaje de un árbol, el bautismo es una señal de que hay vida. Es decir, en la edad del evangelio, el bautismo es el rito religioso que dice que una persona se ha arrepentido y tiene una nueva vida. Es la voluntad de Jesús, incluso hoy en día, que quien se arrepiente de verdad, lo demuestre a través del bautismo, de la misma manera que las hojas muestran que un árbol está vivo.

El tronco y las ramas del arrepentimiento Así como el tronco y las ramas son el corazón de un árbol, en esta ilustración, el tronco y las ramas representan el corazón o la esencia del verdadero arrepentimiento. La primera vez que se usa la palabra arrepentimiento en el Nuevo Testamento es en Mateo 3:8: «Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento». La palabra que es traducida como «arrepentimiento» en este versículo es la palabra griega principal para arrepentimiento en el Nuevo Testamento. Está construida alrededor de una raíz que se refiere a la mente o

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al corazón. Literalmente significa cambio de opinión {lit. mente}. Más adelante, enfatizaré al menos dos cosas importantes sobre esta palabra. En primer lugar, es importante resaltar que el arrepentimiento no es esencialmente una acción externa. El arrepentimiento no es una penitencia. Es ante todo un asunto del corazón. En segundo lugar, es importante destacar que este cambio de opinión {lit. mente} no es ligero ni superficial. ¡En la Biblia, la mente controla al hombre, y un cambio de opinión {lit. mente} es un cambio radical; y aunque es progresivo, cambia al hombre desde dentro {lit. de adentro hacia afuera}!

Las raíces del arrepentimiento Tal cambio de opinión {lit. mente} no surge en el vacío. Como dice la canción del musical: «Nada viene de la nada, ¡nada podría!»1 Aun así, el árbol del arrepentimiento tiene raíces. Es decir, crece de dos cambios fundamentales en el fondo del alma del hombre. Crece de un cambio fundamental en cuanto a la cuestión del pecado. Este cambio consiste en una nueva tristeza por el pecado. Tal vez el pasaje clave sobre el arrepentimiento que surge de la tristeza y el lamento por el pecado es el siguiente:

1 Nota de los traductores: El autor se refiere a la canción «Something Good» {título oficial: «Amor para cosechar»}, del musical The Sound of Music {título oficial: La novicia rebelde}.

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Porque si bien os causé tristeza con mi carta, no me pesa; aun cuando me pesó, pues veo que esa carta os causó tristeza, aunque sólo por poco tiempo; pero ahora me regocijo, no de que fuisteis entristecidos, sino de que fuisteis entristecidos para arrepentimiento; porque fuisteis entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrierais pérdida alguna de parte nuestra. Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque mirad, ¡qué solicitud ha producido en vosotros esto, esta tristeza piadosa, qué vindicación de vosotros mismos, qué indignación, qué temor, qué gran afecto, qué celo, qué castigo del mal! En todo habéis demostrado ser inocentes en el asunto. (2 Cor. 7:8-11)

No obstante, la tristeza por el pecado por sí misma no es suficiente para producir un verdadero arrepentimiento. El arrepentimiento también requiere una comprensión personal de que uno puede ser perdonado por el pecado. Esta convicción de que «en Ti hay perdón para que seas temido» (Sal. 130:4) debe surgir del fondo del alma del hombre. Debe haber una chispa de convicción de que, si me arrepiento, mis pecados serán perdonados. Sin esto, la convicción de pecado e incluso la tristeza por el pecado nunca culminará en el árbol del verdadero arrepentimiento o crecerá como tal. Por eso Lucas 24:47 habla del hecho de que el arrepentimiento es para el perdón de los pecados. En otras palabras, la gente se arrepiente realmente solo si cree que esto conducirá a que sean perdonados:

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...y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. (Cursivas añadidas)

El suelo del arrepentimiento Al hablar del suelo del arrepentimiento estoy haciendo esta simple pregunta: ¿En qué tipo de suelo crecerá un árbol así? Mostraré que la respuesta bíblica a esta pregunta comienza con la comprensión de que este árbol no crecerá en el suelo natural del corazón humano. La respuesta bíblica solo es apreciada plenamente cuando nos damos cuenta de que el arrepentimiento solamente puede crecer en un corazón arado y fertilizado por la gracia soberana de Dios. Por eso Pablo atribuye el arrepentimiento a la obra soberana de Dios: ...corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad. (2 Tim. 2:25)

Conclusión En las cinco analogías mencionadas se puede entender la ilustración del árbol del arrepentimiento. Espero que, con estas analogías, cada uno de mis lectores sea capaz de responder a la pregunta: ¿está el árbol del arrepentimiento plantado en mi vida? También espero que puedas explicar a otros con más claridad cómo pueden saber si tienen arrepentimiento para con Dios en sus corazones y vidas. Observa la arrepentimiento.

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Capítulo 6: Sobre el suelo del arrepentimiento El suelo del árbol frutal del arrepentimiento es la gracia soberana de Dios. Es decir, el verdadero arrepentimiento para con Dios solo crece en un corazón y una vida transformadas por el llamamiento y la gracia de Dios que son especiales, eficaces e irresistibles. En otras palabras, el arrepentimiento es un don de Dios. La Biblia enseña que hay un llamamiento externo del evangelio que llega a todos los que lo oyen. Es a esto a lo que se refiere Jesús cuando dice en Mateo 22:14: «...muchos son llamados, pero pocos son escogidos». No todos los que han sido llamados externamente por el evangelio son salvos. Sin embargo, el mismo versículo enseña que algunos de los que son llamados son «escogidos». En otros lugares, la Biblia limita el llamamiento interno o eficaz de Dios a aquellos que han sido elegidos: A los que predestinó, a esos también llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó. (Rom. 8:30) ...pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles. Sin embargo, para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios. (1 Cor. 1:23-24) Él nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según Su propósito y 52

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según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad. (2 Tim. 1:9)

Por esta razón debemos distinguir entre el llamamiento externo y el llamamiento eficaz del evangelio, que es en realidad el que salva a la gente. Es este llamamiento eficaz el que transforma el suelo del corazón humano. Es este llamamiento el que concede el don del arrepentimiento a los pecadores. La Biblia dice que todo hecho debe ser confirmado por boca de dos o tres testigos. En realidad, hay mucho más de tres pasajes que enseñan que el arrepentimiento es un don de Dios; pero hay tres pasajes en el Nuevo Testamento que usan explícitamente la palabra «arrepentimiento» y afirman que es un don de Dios. Por favor, considéralos conmigo uno a la vez: El primero de estos es Hechos 5:31: A Él Dios lo exaltó a Su diestra como Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón de pecados.

No es necesario hacer muchos comentarios para ver la enseñanza de este texto. Enseña que Jesús ha sido exaltado a la diestra de Dios. Desde esa posición exaltada y poderosa, puede conceder el arrepentimiento a Israel y, por implicación, a los hombres que Él ha escogido de cualquier otra nación. El hecho de que Jesús también puede dar el don del arrepentimiento a los gentiles es en realidad la idea central del siguiente pasaje. La segunda cita es Hechos 11:18:

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Al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: «Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida».

Cuando los creyentes judíos recibieron el informe de cómo la familia de Cornelio había creído y recibido el don del Espíritu Santo, se sometieron a la providencia de Dios. Concluyeron que la fe de los gentiles y su recepción del don del Espíritu debía haber sido obra de Dios por medio del Jesús exaltado, concediéndoles soberanamente el arrepentimiento. El tercer pasaje es 2 Timoteo 2:25: Debe reprender tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad.

A menudo la enseñanza de la Biblia sobre la gracia soberana de Dios es diluida y distorsionada. La forma en que esto sucede a veces es que, aunque los hombres admiten que Dios da a seres humanos el don del arrepentimiento, añaden que Dios da este don a todos. De ahí deducen que depende de los hombres aceptar o rechazar este don del arrepentimiento con su libre albedrío. Hay algo muy errado en esta interpretación. Por ejemplo, contradice la idea que se enseña claramente en los pasajes que vimos anteriormente de que hay un llamamiento especial y eficaz que solo llega a los escogidos. No obstante, 2 Timoteo 2:25 contiene una refutación explícita de tal interpretación. Observa que Pablo no está seguro de que Dios dé arrepentimiento a aquellos que se

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oponen. Así que dice: «por si acaso Dios les da el arrepentimiento». Si Dios da este arrepentimiento a todos, ¿por qué Pablo expresa esta duda? Ciertamente, Pablo no debería haber limitado su declaración de esta manera si el hecho fuera que Dios da arrepentimiento a todos los que oyen el evangelio, si tan solo toman el don. Pero, Pablo dice «por si acaso», porque sabe que de hecho Dios no da arrepentimiento a todos, sino solo a aquellos que Él ha escogido. ¿Cuál es el valor práctico de entender que el verdadero arrepentimiento es un don de la gracia soberana y electiva de Dios? En primer lugar, demuestra que el arrepentimiento es consistente con la sola gracia para la salvación. Muchos en nuestros días tienen una comprensión muy desequilibrada de la gracia y el evangelio debido a la enseñanza que han recibido. Este desequilibrio les hace temer que puedan estar enseñando una especie de salvación por obras cuando dicen que el arrepentimiento es una de las dos cosas que {los hombres} deben hacer para ser salvos. En otras palabras, piensan que el arrepentimiento sería entonces un tipo de obra que hacemos para salvarnos. De esta manera, rechazan la idea de que el arrepentimiento sea necesario para la salvación. Esta conclusión nunca debe ser considerada; y una razón (aunque no la única) por la que no debería serlo es que el arrepentimiento en sí mismo es el don de la gracia de Dios. ¿Cómo puede ser el arrepentimiento una especie de obra que gane la salvación, cuando es en sí mismo el don de la gracia gratuita?

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En segundo lugar, impide reducir las exigencias del arrepentimiento bíblico al nivel del hombre natural. Hay una tendencia en nuestros días a hacer de los resultados lo único que importa en la evangelización. Por supuesto, debemos querer que nuestra predicación tenga resultados genuinos y conversiones genuinas; pero algunos se ven tan atrapados en esto que están tentados a reducir las demandas del evangelio con el propósito de «obtener resultados». Por así decirlo, diluyen el evangelio hasta el punto en que ¾piensan ellos¾ el hombre natural querrá digerirlo. Su razonamiento es más o menos así: ¾Si le digo al hombre natural que debe arrepentirse y volverse a Dios verdaderamente para dar fruto, servirle y vivir una vida piadosa, no querrá hacerlo. ¿Qué hombre no salvo haría eso? Si tengo que lograr que tome una decisión, no debo pedírselo. Si lo hago, nunca responderá¾. Con este tipo de razonamiento diluyen sutilmente las exigencias del arrepentimiento hasta el punto de que ya no son desagradables para el hombre natural. La verdad de que el suelo del árbol del arrepentimiento es la gracia soberana de Dios nos ayuda a resistir esta tentación. Si entendemos que ningún hombre se arrepentirá genuinamente a menos que la gracia de Dios cambie su corazón, entonces no sentiremos que tenemos que diluir las demandas del evangelio. Pondremos nuestra confianza en Dios. Recordaremos que, si no agradamos a Dios, no nos bendecirá. Simplemente daremos el agua de vida al pecador

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en su pureza {lit. fuerza} no diluida, creyendo que, si es uno de los escogidos de Dios, Él lo ayudará a beberla. En tercer lugar, esta enseñanza sobre el suelo del arrepentimiento debería dar esperanza al pecador que es verdaderamente consciente de cuán desesperada es su condición. Tal vez alguien que está leyendo estas páginas ha vislumbrado cuán terriblemente malvado es. Sientes profundamente la aversión de tu corazón a todo lo que es bueno y santo. Sientes profundamente tu falta de amor por el Señor Jesucristo. Hay esperanza para ti. Hay un Dios que cambia el suelo de los corazones para que el árbol del verdadero arrepentimiento pueda crecer en ellos. Él puede hacer esto por ti. De hecho, la realidad de que hayas vislumbrado tu maldad puede ser en sí misma un indicio de que Él está haciendo esto por ti. Un pesar por el pecado es una raíz del verdadero arrepentimiento. En cuarto lugar, este estudio del suelo del verdadero arrepentimiento nos muestra a quién deberíamos agradecer y glorificar por el arrepentimiento. ¿Puedes imaginarte cómo sería si el arrepentimiento no fuera un don de Dios? Supongamos que un hombre pudiera arrepentirse por el hecho de ser mejor que otros, ¿puedes imaginarte lo arrogantes que serían los cristianos? Podrían decir: ¾¿Acaso no soy distinto por haberme arrepentido, cuando el otro no fue lo suficientemente inteligente, espiritual o humilde como para arrepentirse? El arrepentimiento es un don de Dios que destruye toda esa jactancia. El efecto natural de enseñar que el

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arrepentimiento es un don de Dios es dar toda la gloria a Dios y llevarnos a glorificarlo, adorarlo y rendirle culto por el arrepentimiento que por Su soberana elección nos concedió a nosotros y a otros. Nos hará agradecerle por habernos hecho distintos {es decir, por habernos transformado}. Cantaremos «La Doxología»1 a Dios, no solo por las bendiciones de la creación, sino también por la gracia soberana de la salvación: A Dios el Padre celestial, al Hijo nuestro Redentor, Y al eternal Consolador, unidos todos, alabad.

O podríamos aplicarnos a nosotros mismos las palabras de este gran himno antiguo:2 «¿Por qué me hiciste oír tu voz, y entrar y ver tu bondad? Pues miles de hambre mueren ya rehusando tu verdad». Pues el mismo amor que el manjar sirvió, Dulcemente a entrar me llevó; Si no, en mi pecado aún habría estado yo.

1 Nota

de los traductores: Véase el himno #2, titulado «La Doxología» en El himnario bautista de la gracia (Almance, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2000). 2 Nota de los traductores: Véase el himno #83, titulado «¡Cuán solemne y dulce aquel lugar!» en El himnario bautista de la gracia (Almance, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2000).

Capítulo 7: Sobre las raíces del arrepentimiento El árbol del arrepentimiento tiene dos raíces principales de las que extrae su vida y su alimento. El Catecismo Menor de Westminster las describe como una verdadera percepción del pecado, y la aprehensión de la misericordia de Dios en Cristo.1

La primera raíz: Una verdadera percepción del pecado La verdadera percepción del pecado de la cual habla dicho catecismo implica una percepción de la tristeza y el remordimiento por el pecado. Hay tres palabras principales para arrepentimiento que son usadas en el Nuevo Testamento. 1 Esta es la pregunta 87 del Catecismo Menor de Westminster. Dicha pregunta y su respuesta proporcionan una buena definición de arrepentimiento. Aquí las citamos íntegramente: «¿Qué es el arrepentimiento para vida? El arrepentimiento para vida es una gracia salvadora, mediante la cual un pecador, por una verdadera percepción de su pecado, y la aprehensión de la misericordia de Dios en Cristo, con dolor y odio por su pecado, se vuelve de este a Dios, con pleno propósito y empeño, en pos de una nueva obediencia». Para esta traducción nos guiamos por Alonzo Ramírez Alvarado, trad., Los estándares de Westminster y la forma de gobierno de Westminster (Guadalupe, Costa Rica: Editorial CLIR, 2010), p. 148; y Una breve instrucción en los principios de la religión cristiana, también conocido como El catecismo bautista (Santo Domingo, Ecuador: Legado Bautista Confesional, 2020), p. 27.

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La primera y más importante se refiere a un cambio de opinión {lit. mente} y {de} corazón con respecto a nuestros pecados. La segunda se refiere al arrepentimiento como un volvernos de nuestro pecado a Dios. La tercera se refiere al arrepentimiento como remordimiento o tristeza.2 Es esta palabra en la que quiero que pienses por un momento: Y respondiendo él, dijo: «No quiero»; pero después, arrepentido, fue. (Mat. 21:29, cursivas añadidas)

En un pasaje importante se pone de manifiesto claramente esta percepción de la tristeza por el pecado: ...pero ahora me regocijo, no de que fuisteis entristecidos, sino de que fuisteis entristecidos para arrepentimiento; porque fuisteis entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrierais pérdida alguna de parte nuestra. Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte. (2 Cor. 7:9, cursivas añadidas)

El énfasis del Nuevo Testamento en que son los pecadores quienes deben arrepentirse es otra forma de ver claramente esta raíz del arrepentimiento como una verdadera percepción del pecado: No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. (Luc. 5:32)

2 En sus formas verbales, la primera palabra es /metanoeoo/; la segunda es /epistrephoo/; y la tercera es /metamelomai/.

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Os digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. (Luc. 15:7) De la misma manera, os digo, hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente. (Luc. 15:10)

Claramente, los pecadores mencionados en estos pasajes son pecadores que sienten o tienen una percepción de su pecado. Ciertamente, Jesús no quiere decir que existen hombres justos que no son pecadores y que no necesitan arrepentirse. Lo que sí está diciendo es que hay algunos hombres que erróneamente se consideran justos. Esto se desprende claramente de la analogía que Jesús da con respecto al arrepentimiento en el versículo inmediatamente anterior a Lucas 5:32. Solo aquellos que saben que están enfermos van al médico. Solo aquellos que saben que son pecadores sienten la necesidad de arrepentirse: Respondiendo Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. (Luc. 5:31)

Solo cuando un hombre deja de considerarse merecedor, justo y limpio ante los ojos de Dios y comienza a considerarse indigno, injusto e inmundo, es que se encuentra en él la semilla del verdadero arrepentimiento. Debes ser un pecador para arrepentirte. Esta es la razón por la que quizás algunos de mis lectores nunca se han arrepentido: se ven a sí mismos como si nunca hubieran hecho nada malo. Nunca se han visto como pecadores. Solo los pecadores se arrepienten, y solo los impíos (Rom. 4:5) son

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justificados. No te arrepentirás hasta que no tomes tu lugar como un pecador impío. Entonces, y solo entonces, tendrás esa verdadera percepción del pecado en la que se arraiga el arrepentimiento genuino. Oh, por favor, mírate a ti mismo por lo que eres y admite que eres un vil pecador... para que puedas arrepentirte. La obra de Dios solo comienza en el corazón de aquel que tiene una verdadera conciencia de su pecaminosidad. Es temible y aterrador que un niño, adolescente o adulto no quiera y no pueda ver, admitir y percibir su pecado. ¿Por qué? ¡Porque en tal estado no pueden arrepentirse y ser perdonados! No obstante, es necesario hacer una advertencia aquí. A veces se ha enfatizado la percepción del pecado propio de una manera tal que hace que las almas sensibles se pregunten si sienten sus pecados lo suficiente. Se preguntan: ¾¿Tengo suficiente convicción de pecado? ¿Es mi percepción del pecado lo suficientemente profunda? Jesús sugiere la respuesta a preguntas tan escrupulosas en la analogía de la enfermedad que usa en Lucas 5:31. Preguntar si tienes suficiente convicción de pecado es como preguntar cuán enfermo me tengo que sentir para ir al médico. ¿Cuál es la respuesta? ¡Simplemente tienes que sentirte lo suficientemente enfermo como para ir al médico! Del mismo modo, cuando alguien pregunta si tiene suficiente percepción o convicción de pecado, la respuesta a su pregunta es simplemente que debe tener la suficiente como para ir al gran Médico. ¡Si su percepción del pecado les hace querer ir a Jesús, el médico espiritual, entonces

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tienen suficiente percepción! Si tu percepción del pecado es suficiente para hacer que quieras ir a Cristo, tienes suficiente percepción. Desde el punto de vista de Dios, el objetivo de la convicción y percepción del pecado no es torturarnos, sino salvarnos llevándonos a Cristo. Necesitas una percepción del mal del pecado que sea suficiente para hacer que quieras ir a Cristo. El antiguo himno pide al Espíritu Santo: «Convéncenos de nuestros pecados; / y llévanos a la sangre de Jesús».3 El propósito de la convicción de pecado es llevarnos a la sangre de Jesús. Cuando dicha convicción ha hecho esto por ti, tienes suficiente percepción del pecado.

La segunda raíz: Una aprehensión de la misericordia de Dios en Cristo Según el catecismo, la segunda raíz principal del verdadero arrepentimiento es una aprehensión de la misericordia de Dios en Cristo. La palabra clave (y más difícil) en esta frase es aprehensión. Percibir, captar y comprender son sinónimos de la forma en que el catecismo usa esta palabra. La idea principal de este término es que necesitamos entender y agarrar de manera personal y práctica la misericordia de Dios en Cristo. Un ejemplo de aprehensión es cuando alguien ve y agarra un martillo con la intención de clavar un clavo con este. Así que debemos ver y agarrar las promesas 3 Nota

de los traductores: El autor está haciendo referencia al himno «Come, Holy Spirit, come» {trad. no oficial: «Ven, Espíritu Santo, ven»} escrito por Joseph Hart (1712-1768). Trinity Hymnal, #254.

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del evangelio con la intención de aplicarlas a nosotros mismos. En un capítulo anterior dije que una de las cosas que podemos aprender del hecho de que la fe y el arrepentimiento son inseparables es que todo arrepentimiento verdadero es un arrepentimiento creyente. La fe es una marca distintiva del verdadero arrepentimiento. Judas experimentó el remordimiento ¾un tipo de arrepentimiento¾, pero no tuvo la fe para creer que podía ser perdonado. Uno de los mayores énfasis del Nuevo Testamento está en que las personas se arrepientan con el propósito de que sean salvas y escapen del castigo divino. Espero que esto no te parezca carnal o poco espiritual. No debería. Hacer lo correcto nunca se opone a nuestro interés personal más verdadero y elevado. Dios ha puesto un amor propio natural en los seres humanos. Nunca nos pide que actuemos de una manera que sea realmente contraria a un amor propio iluminado. Hay un amor egoísta que me lleva a amarme a mí mismo en lugar de a Dios y a los demás. El verdadero amor propio es siempre consistente con amar a Dios sobre todo, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Así que el arrepentimiento en todo el Nuevo Testamento está motivado por el deseo de experimentar la salvación de Dios y escapar de Su ira. En otras palabras, en el verdadero arrepentimiento hay una confianza de que, si me arrepiento y me vuelvo a Dios, recibiré la salvación. Dicho de otra manera, hay una confianza o fe en que me hará bien

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arrepentirme. Judas sintió remordimiento, pero no se arrepintió porque se desesperó. El verdadero arrepentimiento cree en la promesa de Dios y se vuelve a Él con una aprehensión de Su misericordia en Cristo. El verdadero arrepentimiento se aferra a las promesas de Dios y es motivado a arrepentirse {sic.}. Las pruebas de esto centran nuestra atención en uno de los mayores énfasis del Nuevo Testamento con respecto al arrepentimiento. En los siguientes versículos, he escrito en cursivas las frases que enfatizan la razón por la que la gente se arrepiente: Pero cuando vio que muchos de los fariseos y saduceos venían para el bautismo, les dijo: ¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? (Mat. 3:7) Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. (Mar. 1:4) Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. (Luc. 3:3) ...y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. (Luc. 24:47) A éste Dios exaltó a su diestra como Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón de pecados. (Hch. 5:31)

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Y al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida. (Hch. 11:18) El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. (2 Ped. 3:9) Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. (Luc. 13:3) Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. (Luc. 13:5) Entonces él dijo: «Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, de modo que él los prevenga, para que ellos no vengan también a este lugar de tormento». Pero Abraham dijo: «Ellos tienen a Moisés y a los profetas; que los oigan». Y él dijo: «No, padre Abraham, sino que si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán». Mas Abraham le contestó: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos». (Luc. 16:27-31)

Una de las cosas esenciales que se necesitan para convencer a la gente de que se arrepienta es persuadirlos de que el arrepentimiento traerá como consecuencia algún bien. Imagínalo de esta manera. Ahí estás. La ira de Dios está llegando. Un lugar de terrible tormento te espera. Vas a perecer. ¿Te sentarás ahí y no harás nada al respecto? ¡No, debes arrepentirte! Ahí delante de ti está el perdón de los pecados y la vida eterna. Si te arrepientes, si huyes de tu malvado estilo de vida, si te vuelves a Dios, serás perdonado

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y recibirás la vida eterna. Esta es la promesa de Dios. ¿Cuánto te costará? Te costará solo renunciar a esa vida de pecado que no te ha satisfecho y que nunca podrá hacerlo. Si nunca te has arrepentido, ¡qué Dios te dé fe para creer de lo que puedes escapar, lo que puedes tener y lo que puedes ser, si te arrepientes! Cristiano, siempre debes dar esperanza cuando hables con los perdidos, ya sean tus hijos, o tus amigos y conocidos. Por supuesto, no quiero decir que se les debas dar esperanza si se quedan donde están espiritualmente; pero sí dales esperanza si se arrepienten. Exhórtalos a que se arrepientan. Hazles saber que esto les hará bien. Nunca te des por vencido con la gente en medio del disgusto o la irritación. Asume siempre un papel sacerdotal. Diles que aún pueden arrepentirse. Diles que Dios todavía puede perdonarlos.

Capítulo 8: Sobre el tronco y las ramas del arrepentimiento Cuando hablo del tronco y las ramas del árbol del arrepentimiento, intento identificar la naturaleza fundamental o la esencia del verdadero arrepentimiento. Aquí debo eliminar inmediatamente un obstáculo significativo para entender la verdadera naturaleza del arrepentimiento. En la historia de la Iglesia, el arrepentimiento ha sido equiparado muy a menudo con lo que la gente llama «hacer penitencia». Por ejemplo, una traducción inglesa de la Biblia usa esta frase cuando traduce la palabra griega para arrepentirse en Lucas 13:3-5: Les digo que no; a menos que hagan penitencia, todos perecerán igualmente. ¿O piensan que aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató también eran más deudores que todos los hombres que moraban en Jerusalén? Les digo que no; a menos que hagan penitencia, todos perecerán igualmente.1

1 Esta es la traducción hecha por Douay Rheims en 1899 que es usada comúnmente por los católicos romanos. Nota de los traductores: Traducimos este fragmento al español directamente de la cita provista aquí en inglés.

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Identificar las maneras en que traducir arrepentirse como hacer penitencia se queda corto sería un largo estudio. Aquí solo quiero señalar una de las mayores deficiencias de identificar el arrepentimiento como hacer penitencia. ¿Qué quiere decir la gente con hacer penitencia? Hacer penitencia siempre implica alguna acción externa que se supone muestra o expresa una tristeza por nuestros pecados. El problema con esta comprensión de la penitencia como arrepentimiento es que hace que el arrepentimiento sea algo principalmente externo o exterior. Aunque el arrepentimiento bíblico ciertamente tiene manifestaciones externas, fundamentalmente es un asunto interno del corazón. El arrepentimiento no consiste esencialmente en la acción externa, sino en la actitud interna. Si esto se olvida, puede distorsionarse toda la doctrina bíblica del arrepentimiento y, con ello, la doctrina de la salvación solo por gracia y solo por la fe. ¿Por qué estoy tan seguro de que el arrepentimiento bíblico es fundamentalmente un asunto interno del corazón? Sencillamente porque la principal palabra bíblica para arrepentimiento es /metanoia/. Esta palabra se deriva de dos raíces griegas que significan después y mente. Significa literalmente un pensamiento posterior, o mejor aún, un cambio de opinión {lit. mente}. Por lo tanto, la palabra en sí misma habla en primer lugar de la mente y el corazón de uno, y de un cambio en la mente y el corazón de uno.

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Aquí debemos evitar otro malentendido contemporáneo y la tergiversación de la naturaleza del verdadero arrepentimiento. En inglés, cuando hablamos de un cambio de opinión {lit. mente} o de un pensamiento posterior, podemos referirnos a algo tan trivial como cambiar de opinión en cuanto a elegir comer pollo para cenar en un restaurante en lugar de un filete de carne de res. Tristemente, algunos maestros cristianos han pensado y enseñado que el arrepentimiento no es muy diferente o no es mucho más profundo que un cambio de opinión sobre cosas tan triviales. Han dicho que el arrepentimiento es simplemente un cambio de opinión sobre Jesús. Sin embargo, ese cambio de opinión es meramente una especie de acrobacia mental o ejercicio intelectual. Esa enseñanza es tan errónea que es difícil incluso saber por dónde empezar a refutarla. No obstante, es importante dejar claro su error, porque ese falso punto de vista está muy extendido en nuestros días. Permíteme enumerarte solo algunas de las razones por las que esa enseñanza es tan errónea. En primer lugar, según el pasaje en el que se basa este pequeño libro (Hch. 20:21), el arrepentimiento se enfoca únicamente en Dios. Es para con Dios, mientras que la fe es para con el Señor Jesucristo. Hacer del arrepentimiento un mero cambio de opinión sobre Jesús es confundir fe y arrepentimiento, y limitar el cambio total de la idea que se tiene acerca de lo que implica el arrepentimiento.

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En segundo lugar, ya hemos visto que el arrepentimiento encuentra sus raíces en una percepción del pecado y una tristeza por este que son verdaderas y experimentales, y también en una aprehensión de la misericordia de Dios en Cristo que nos hace huir de la ira venidera. Esto es algo más que un mero cambio de opinión sobre la identidad de Jesús. Es claramente un cambio que también implica cambios radicales en la voluntad y los sentimientos, las voliciones y las emociones. En tercer lugar, aunque el arrepentimiento es fundamentalmente interior, en los próximos capítulos demostraremos que todo arrepentimiento verdadero da fruto, y debe dar fruto de un volverse a Dios y de obras dignas de arrepentimiento. Tal cambio debe estar fundamentado {lit. enraizado} en algo más que un cambio de opinión trivial sobre Jesús. En cuarto lugar, cambiar de opinión {lit. mente} en la Biblia es más que un ejercicio {lit. una acrobacia} mental o un cambio en las opiniones intelectuales superficiales. La mente en las Escrituras es otra forma de referirse al alma del hombre. Según la perspectiva bíblica, un hombre se rige por su mente. He aquí tres pasajes que dicen esto de una manera típica de la perspectiva bíblica: Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios… (Rom. 7:25, cursivas añadidas)

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Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. (Rom. 12:2, cursivas añadidas) ...y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, (Efe. 4:23, cursivas añadidas)

Cambiar tu opinión {lit. mente}, en el sentido bíblico de la palabra, es cambiar toda tu actitud interior con respecto a todo lo que es espiritualmente importante. Implica un cambio de opinión {lit. mente} sobre Dios (Hch. 17:29, 30; 20:21; Apo. 9:20; 16:9), el pecado (Luc. 17:3-4; Hch. 8:22; 2 Cor. 12:21; Apo. 2:21-22), la justicia (Apo. 2:5; 3:3), y sí, también con respecto al Hijo de Dios (Hch. 2:38). El arrepentimiento para vida no debe ser equiparado con ninguna acción externa. Es más bien un cambio de corazón que produce una acción externa. Sin embargo, el asunto clave es el estado de la mente, el corazón y el alma del hombre. El arrepentimiento no es ni un ejercicio {lit. una acrobacia} mental ni un ritual religioso externo. Es un cambio en el alma pensante que guía y gobierna al hombre en su totalidad y toda su vida. Ninguna cantidad de penitencia es arrepentimiento. Ninguna cantidad de obras verdaderamente buenas es arrepentimiento si no proceden de un cambio de actitud profundo, de corazón, sobre Dios, el pecado, la justicia y el Salvador. No te engañes pensando que el ejercicio {lit. la acrobacia} mental o la calistenia intelectual sobre la identidad de Jesús es el verdadero arrepentimiento. No te

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engañes pensando que las actividades religiosas realizadas sin corazón son arrepentimiento. No te engañes pensando que las buenas obras son arrepentimiento si estas no proceden de una tristeza por el pecado que haya producido un profundo cambio de opinión {lit. mente} sobre el pecado. Finalmente, no te engañes a ti mismo pensando que las buenas obras son la condición para el perdón y la salvación. El arrepentimiento es consistente con la idea de la salvación por medio de la fe solamente porque es fundamentalmente un cambio de corazón. Algunos en nuestros días están usando la doctrina del arrepentimiento para contradecir la idea de que somos justificados por la fe solamente. Según ellos, la demanda que el evangelio hace de arrepentimiento significa que nuestras buenas obras son una condición para el perdón. Su razonamiento es que el arrepentimiento es un cambio en nuestro estilo de vida que se expresa en las buenas obras. Entonces recuerdan a sus oyentes que el arrepentimiento es la condición para el perdón (Luc. 13:3, 5; 24:47). Llegan a la conclusión de que las buenas obras son la condición para ser perdonados. La falla en esta desviada línea de razonamiento es no reconocer que el arrepentimiento no es fundamentalmente un cambio en nuestro estilo de vida que consiste en buenas obras, sino en un cambio de mente y de corazón. No consiste esencialmente en buenas obras. El perdón es otorgado en este cambio de corazón y mente antes de hacer cualquier buena obra. Así que la doctrina fundamental de la salvación por gracia, por medio de la fe sin obras, es sostenida

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Sobre el tronco y las ramas del arrepentimiento

firmemente, y la falacia de una línea de razonamiento potencialmente fatal es expuesta. Si vas a arrepentirte, debes tener un profundo cambio de corazón con respecto a Dios, tu pecado, la justicia y Jesucristo. Debes rechazar con dolor tus actitudes anteriores hacia estos, y adoptar un nuevo respeto por la ley de Dios, una nueva tristeza por tu pecado, una nueva percepción de tu propia necesidad personal de Jesucristo. Solo esto es el verdadero arrepentimiento.

Capítulo 9: Sobre el follaje del arrepentimiento El árbol del arrepentimiento tiene follaje. Por follaje me refiero a las hojas que muestran que el árbol está vivo. Estas hojas no deben confundirse con el fruto de un estilo de vida transformado que es la verdadera evidencia del arrepentimiento, sino que son el adorno establecido por Dios para el árbol del arrepentimiento. ¿De qué estoy hablando? Estoy hablando del bautismo. Las hojas o follaje ponen de manifiesto la vivificación de los árboles en los climas templados fríos. Cuando el árbol del arrepentimiento cobra vida, el follaje brota de sus ramas. Según el Nuevo Testamento, ese follaje es el bautismo en agua. El arrepentimiento y el bautismo se mencionan juntos en un mismo versículo o en el versículo que le sigue en 9 ocasiones en el Nuevo Testamento. El bautismo de Juan es llamado un bautismo de arrepentimiento en 5 ocasiones: Yo a la verdad os bautizo con agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. (Mat. 3:11, cursivas añadidas) Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. (Mar. 1:4, cursivas añadidas)

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Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. (Luc. 3:3, cursivas añadidas) ...después de que Juan predicó, antes de su venida, un bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. (Hch. 13:24, cursivas añadidas) Y Pablo dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, es decir, en Jesús. (Hch. 19:4, cursivas añadidas)

Pero el bautismo de Juan no fue el único bautismo de arrepentimiento. Lo que a veces se distingue como el bautismo cristiano es también un bautismo de arrepentimiento: Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. (Hch. 2:38)

Alguien me preguntó una vez sobre el hecho de que el bautismo es mencionado tan frecuentemente en los pasajes claves del arrepentimiento. Esta persona se preguntó en voz alta si no deberíamos hablar de las tres cosas que debes hacer para ser salvo. Le expliqué la razón de mi desacuerdo, y rápidamente estuvo de acuerdo en que no debíamos igualar en importancia al bautismo con la fe y el arrepentimiento en lo que respecta a la salvación. Permíteme aclarar por qué no estoy de acuerdo con decir que el bautismo es la tercera cosa que uno debe hacer para ser salvo. Por supuesto, es cierto que en Hechos 20:21 no se

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Sobre el follaje del arrepentimiento

menciona el bautismo. Esto es significativo. Sin embargo, aún más importante es el hecho claro de que sabemos que los hombres pueden ser salvos y han sido salvos sin el bautismo. Todos los santos del Antiguo Testamento fueron salvados sin ser bautizados. Incluso la circuncisión (que algunos podrían pensar que es una especie de bautismo veterotestamentario) no era necesaria para ser salvo. Abraham fue salvo sin esta. La circuncisión que Abraham recibió era simplemente la señal externa de que había sido justificado: ¿Es, pues, esta bendición sólo para los circuncisos, o también para los incircuncisos? Porque decimos: A ABRAHAM, LA FE LE FUE CONTADA POR JUSTICIA. Entonces, ¿cómo le fue contada? ¿Siendo circunciso o incircunciso? No siendo circunciso, sino siendo incircunciso; y recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que tenía mientras aún era incircunciso, para que fuera padre de todos los que creen sin ser circuncidados, a fin de que la justicia también a ellos les fuera imputada. (Rom. 4:9-11)

Incluso después de que Cristo vino a la tierra, los hombres fueron salvos sin el bautismo. El ladrón en la cruz fue salvo sin el bautismo (Luc. 23:40-43). Pablo no clasificó el bautismo como algo requerido por el evangelio al nivel de la fe y el arrepentimiento. Por eso podía alegrarse de haber bautizado a pocos o a ninguno de los creyentes corintios: Doy gracias a Dios que no bauticé a ninguno de vosotros, excepto a Crispo y a Gayo, para que nadie diga que fuisteis bautizados en mi nombre. También

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bauticé a los de la casa de Estéfanas; por lo demás, no sé si bauticé a algún otro. Pues Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio, no con palabras elocuentes, para que no se haga vana la cruz de Cristo. (1 Cor. 1:14-17) Así que el bautismo no es estrictamente necesario para la salvación. No obstante, la persona que se acercó a mí preguntándose sobre la estrecha relación entre el bautismo y el arrepentimiento no le falta razón en algo. En el Nuevo Testamento, el bautismo está estrechamente relacionado con el arrepentimiento. Es el follaje del arrepentimiento. ¿Por qué hay una relación tan estrecha entre el arrepentimiento y el bautismo en el Nuevo Testamento? La respuesta más sencilla es que esta estrecha relación es ordenada por Jesucristo. En la Gran Comisión que se encuentra en Mateo 28:18-20, Él ordenó que sus discípulos debían ser bautizados: Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Por eso Sus apóstoles ordenaron que las personas se bautizaran cuando se arrepintieran y creyeran en el evangelio. Por ejemplo, en Hechos 10:48, Pedro ordenó que

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los gentiles de la casa de Cornelio fueran bautizados después que creyeron y recibieron el don del Espíritu: Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedara con ellos unos días.

Para el consuelo y estímulo de los creyentes, y para declarar su fe al mundo, a Dios le ha placido conectar las bendiciones de Sus pactos con señales externas tangibles. En el Nuevo Pacto está claro que Él ha conectado las bendiciones de la salvación a través del Nuevo Pacto en Cristo con la señal externa del bautismo. Rechazar conscientemente esta señal es desobedecer a Jesucristo, y es también rechazar el consuelo y la confesión de Cristo ante el mundo que esta señal expresa. Por lo tanto, aunque el bautismo no es estrictamente hablando una de las dos cosas que debes hacer para ser salvo, es una muy mala señal cuando alguien que sabe lo que Cristo ordena se niega a ser bautizado. ¡De hecho, esto plantea serias preguntas! ¿Ama esa persona realmente a Cristo? ¿Ha sido realmente salva?: Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. (Jua. 14:15) El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que oís no es mía, sino del Padre que me envió. (Jua. 14:24) Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. (Jua. 15:13-14)

Los hombres y mujeres que se han arrepentido de sus pecados deberían apresurarse a poner sobre ellos la señal del arrepentimiento siendo bautizados en agua. El que se ha arrepentido de sus pecados, pero no es bautizado, es como

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un árbol vivo sin su follaje verde. Tal vez esa persona esté viva espiritualmente, pero parece muerta. Recuerdo que cuando vivía en Michigan unos amigos filipinos visitaron una vez nuestra iglesia. Nunca antes habían visto nuestro invierno o la nieve. Todo era muy diferente para ellos. Además, nunca antes habían visto árboles vivos sin hojas. Todos los árboles les parecían muertos ahí sin hojas en pleno invierno. Los árboles podían estar vivos, pero ante nuestros amigos filipinos parecían muertos, porque les faltaba el follaje que asociaban con los árboles vivos. Si realmente te has arrepentido de tus pecados, pero no has sido bautizado, deberías ocuparte con toda la debida prontitud de tu inconsistente situación, de tu aspecto deshojado y muerto. ¡Honra a Cristo y muestra a los demás que estás vivo espiritualmente siendo bautizado!

Capítulo 10: Sobre los frutos del arrepentimiento Una de las principales razones por las que la doctrina del arrepentimiento en la Biblia sugiere la analogía de un árbol es el énfasis que el Nuevo Testamento hace en el hecho de que el verdadero arrepentimiento da frutos. ¡El árbol del arrepentimiento es un árbol que da fruto {lit. un árbol frutal}! Esta realidad es enfatizada en el Catecismo Menor mencionado en un capítulo anterior: «El arrepentimiento para vida es una gracia salvadora, mediante la cual un pecador, por una verdadera percepción de su pecado, y la aprehensión de la misericordia de Dios en Cristo, con dolor y odio por su pecado, se vuelve de este a Dios, con pleno propósito y empeño, en pos de una nueva obediencia» (Cursivas añadidas).1 Las palabras que he escrito en cursiva enfatizan la idea de que el verdadero arrepentimiento es un árbol que da el fruto de una nueva obediencia a Dios. 1 Pregunta 87 del Catecismo Menor de Westminster. Para esta traducción nos guiamos por Alonzo Ramírez Alvarado, trad., Los Estándares de Westminster y la forma de gobierno de Westminster (Guadalupe, Costa Rica: Editorial CLIR, 2010), p. 148; y Una breve instrucción en los principios de la religión cristiana, también conocido como El catecismo bautista (Santo Domingo, Ecuador: Legado Bautista Confesional, 2020), p. 27.

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Hay al menos dos formas en las que el Nuevo Testamento deja claro que el árbol del arrepentimiento es un árbol que da fruto. La primera es mediante los varios pasajes que hablan de obras dignas de arrepentimiento. Observa especialmente las palabras de los versículos citados a continuación que he enfatizado con letra cursiva: Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento. (Mat. 3:8) Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento; y no comencéis a deciros a vosotros mismos: «Tenemos a Abraham por padre», porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. (Luc. 3:8) ...sino que anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. (Hch. 26:20)

A los que se están arrepintiendo se les ordena que den fruto digno de arrepentimiento. Como este fruto está en consonancia con el arrepentimiento, la falta de fruto plantea las más serias preguntas sobre la autenticidad del arrepentimiento que uno ha experimentado. La segunda forma en que el Nuevo Testamento deja claro que el arrepentimiento es un árbol que da fruto es por otra palabra que utiliza para hablar del arrepentimiento. Ya hemos visto la palabra que significa remordimiento o tristeza. También hemos visto la palabra principal del Nuevo Testamento para arrepentimiento que significa un cambio de

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Sobre los frutos del arrepentimiento

mente y corazón. Hay una tercera palabra que se usa para referirse a la conversión o al arrepentimiento.2 Es la palabra que significa volver o regresar. En los siguientes pasajes, observa la forma en que la palabra principal para arrepentimiento está asociada con la palabra que significa volver o regresar: ...sino que anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. (Hch. 26:20, cursivas añadidas) Por tanto, arrepentíos y convertíos,3 para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor. (Hch. 3:19, cursivas añadidas) Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: «Me arrepiento», perdónalo. (Luc. 17:4, cursivas añadidas)

Por tanto, el arrepentimiento es atribuido a los tesalonicenses en 1 Tesalonicenses 1:9: «Pues ellos mismos cuentan acerca de nosotros, de la acogida que tuvimos por parte de vosotros, y de cómo os convertisteis4 de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero».

2 En sus formas verbales, la primera palabra es /metanoeoo/; la segunda es /epistrephoo/; y la tercera es /metamelomai/. 3 Nota de los traductores: «arrepentíos y convertíos» ¾La versión inglesa (NASB) usada por el autor traduce esta frase como «repent and return» (arrepiéntanse y regresen [o vuelvan, retornen]). 4 Nota de los traductores: «y de cómo os convertisteis de los ídolos» ¾ La versión inglesa (NASB) usada por el autor traduce esta

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Esta palabra que significa volver o regresar deja claro que todo verdadero cambio de mente es seguido por un cambio de voluntad y dirección espiritual. Volverse es cambiar de dirección. Volverse requiere un acto de la voluntad. El arrepentimiento implica volverse del pecado a Dios. El arrepentimiento significa que la dirección espiritual de tu vida es cambiada. Ibas hacia el pecado y ahora vas hacia Dios. Claramente, esto significa que el árbol del arrepentimiento es un árbol que da fruto. Esta nueva dirección y las obras que lo manifiestan son «los frutos del arrepentimiento». Por supuesto, esta nueva dirección espiritual no es perfecta, pero es real. Es como el río Mississippi. ¿En qué dirección fluye el río Mississippi? Todos saben que básicamente fluye hacia el sur, hacia el Golfo de México, partiendo de donde se origina en Minnesota. Pero, si miras un mapa, verás lugares donde fluye hacia el este y hacia el oeste, e incluso hacia atrás, hacia el norte. Sin embargo, su dirección básica y general es hacia el sur. Las desviaciones no cambian este hecho. Lo mismo ocurre con el que se arrepiente. A pesar de todas las inconsistencias, hay una dirección nueva, básica y general en su vida. Esto me sugiere una última pregunta. ¿Realmente te has convertido? ¿Ha sido cambiada tu dirección básica y espiritual? ¿Hay una nueva dirección en tu vida desde que dices que te has convertido en cristiano? Esta es la gran frase como «and how you turned to God from idols» (y de cómo se volvieron de los ídolos a Dios). La BTX IV traduce esta frase de un modo similar: «y cómo retornasteis de los ídolos a DIOS».

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pregunta decisiva sobre la autenticidad de tu cristianismo. ¿Te has convertido {lit. te has vuelto} de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero (1 Tes. 1:9)? Hay un cambio de dirección del corazón que es necesario en el arrepentimiento que conduce a un inevitable cambio de dirección de la vida: Pues ellos mismos cuentan acerca de nosotros, de la acogida que tuvimos por parte de vosotros, y de cómo os convertisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de entre los muertos, es decir, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera. (1 Tes. 1:9-10, cursivas añadidas)

¡Si no lo has hecho, entonces no te demores más y no te engañes más! Cambia tu opinión {lit. mente} con respecto a Dios, el pecado y Cristo. ¡Vuélvete ¾vuélvete de verdad¾ del pecado a Cristo y a Dios, primero en tu corazón y luego en tu vida! Si anhelamos ser fieles evangelistas para otros, no podemos omitir la perspectiva bíblica de que el arrepentimiento es un árbol que da fruto. No podemos dejar de decir a los hombres que el verdadero arrepentimiento y un verdadero cambio de dirección del corazón hacia Dios siempre resulta en una nueva dirección espiritual en la vida de una persona. La nueva dirección espiritual de la vida no es la condición para ser salvo; no es la esencia del arrepentimiento; no es la raíz; sino el fruto inevitable del verdadero arrepentimiento.

PARTE 2: FE EN NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Capítulo 11: Sobre la flecha de la fe Hechos 20:21 habla tanto del arrepentimiento para con Dios como de la fe para con nuestro Señor Jesucristo. En este capítulo, llegamos con este estudio a la segunda de estas dos cosas que todos deben hacer para ser salvos. Llegamos a lo que Pablo llama fe para con nuestro Señor Jesucristo. Para hacer más memorables los diferentes rasgos de esta segunda cosa que debemos hacer para ser salvos, permíteme pedirte que pienses en la fe como si fuera una flecha. Pensar en la flecha de la fe te ayudará ¾espero¾ a recordar las cinco cosas que quiero decir sobre la fe. En esta parte de nuestros estudios, en primer lugar, pensaremos en el origen de la fe. En otras palabras, preguntaremos: ¿de dónde viene la fe? Aquí quiero que pienses en la aljaba de la que se extrae la flecha de la fe. Como el arrepentimiento, su gracia gemela siamesa, veremos que la fe es el don de la gracia soberana de Dios. La aljaba de la fe es la gracia soberana. Ningún hombre cree si no es por medio de la poderosa gracia atrayente de Dios. Tal como Jesús mismo dijo: «Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final» (Jua. 6:44). En segundo lugar, consideraremos el objeto de la fe. Lo compararé con la punta de la flecha. La punta es el aspecto 92

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crucial de la flecha, sin la cual no puede cumplir su propósito. Lo mismo ocurre con el objeto de la fe. Hechos 20:21 enseña que el objeto de la fe es el Señor Jesucristo. Lo salvífico de la fe salvadora no es la fe, sino el objeto de la fe, el Señor Jesucristo. En tercer lugar, veremos la naturaleza de la fe. Comparo esto en mi mente con el astil de la flecha. Aunque la fe no es lo principal, aun así, es necesaria y tiene una naturaleza clara y crucial en la Biblia. Sin embargo, la fe salvadora aparece en la Escritura de dos maneras complementarias. Argumentaré que la fe verdadera implica tanto la convicción de la verdad del evangelio como el compromiso con (confianza en) el Cristo del evangelio. En cuarto lugar, hablaré de la instrumentalidad de la fe. La Biblia enfatiza de todas las maneras posibles que hay algo único e, incluso, exclusivamente importante en la fe. Los protestantes creen que la Biblia enseña la justificación por la fe solamente. En este capítulo pretendo plantear la cuestión de por qué la fe es el instrumento único y exclusivo de la justificación. Compararé su instrumentalidad con las plumas que ayudan a que la flecha vuele recta y certeramente hacia su objetivo previsto. En quinto lugar, este objetivo previsto se comparará con el blanco al que se dirige la flecha de la fe. Argumentaré que Dios tiene una razón para crear un camino de salvación que es solo por la fe. Es para que los hombres puedan llegar a la seguridad de su salvación. Dios no solo quiere salvar a los hombres, también quiere que los hombres sepan que han

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Sobre la flecha de la fe

sido salvados. Como dije, este es el blanco previsto de la flecha de la fe. El sexto capítulo de esta parte del libro será un análisis sobre la seguridad de la salvación que Dios tiene la intención de dar a través de la fe, lo cual requiere de un estudio de la diferencia entre la fe salvadora y la fe falsa. En ese capítulo, trataré de aclarar los aspectos que distinguen la fe verdadera de la fe falsificada. El siguiente diagrama te ayudará a visualizar la flecha de la fe.

Capítulo 12: Sobre el origen de la fe ¾La aljaba En nuestro análisis del árbol del arrepentimiento vimos que el suelo del árbol del arrepentimiento es la gracia soberana de Dios. Como el arrepentimiento y la fe son gemelos siameses, no debería sorprendernos saber que vienen del mismo vientre o que tienen el mismo origen. La fe salvadora es también el don de la gracia soberana de Dios. Cuando el corazón de un hombre se humilla al ver su necesidad de Cristo y abraza a Cristo para salvación con una fe salvadora, no se debe al hecho de que sea mejor, más sabio o más afortunado que el resto de sus compañeros pecadores. Es a Dios a quien se le debe dar crédito por esa fe. La flecha de la fe sale de la aljaba de la gracia soberana de Dios. Esto es lo que las Escrituras enseñan en todas partes; no obstante, que todo hecho sea confirmado por boca de dos o tres testigos. Por favor, considera algunos pasajes conmigo. El primero es Filipenses 1:29: Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no sólo creer en Él, sino también sufrir por Él.

Esta es una declaración explícita del apóstol Pablo de que la fe es una concesión o don de Dios. Sufrir por Cristo es un don de la gracia. Ser escogido para sufrir por Él es un privilegio que cosecha la gran recompensa de reinar con Él 96

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(Rom. 8:17; 2 Tim. 2:12). Pero, así como sufrir con Cristo es una concesión de la gracia de Dios, también lo es creer en Él. Tal fe es dada a los hombres en virtud de lo que Cristo hizo por ellos en la Cruz. Dios da fe a los hombres para que Cristo vea el fruto de Sus sufrimientos redentores. ¡La fe es un don de Dios! Juan 3:3-5 es el segundo pasaje: Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.

¿Cómo entra un hombre en el reino de Dios? Entra en el reino a través de la fe. Jesús enseña aquí que, para entrar en el reino a través de la fe, un hombre debe primero nacer de nuevo. ¿Cómo ve un hombre el reino de Dios? De nuevo, está claro en las Escrituras que uno ve el reino con los ojos de la fe. En este pasaje, Jesús también enseña explícitamente que los ojos de la fe son otorgados por el nuevo nacimiento. Hay algo más que debe notarse aquí. La analogía del nacimiento sugiere claramente que, en el inicio u origen de la fe, el pecador no es el actor, sino alguien sobre quien se actúa. La fe es como el aliento del alma. Por supuesto, el bebé debe respirar para vivir, pero los bebés no nacen por sí mismos. Así también, Dios es el que da el nuevo nacimiento al pecador y sopla en su nariz el aliento de la fe, así lo hace vivir y respirar.

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Sobre el origen de la fe ¾La aljaba

Puede que te hayan enseñado que los hombres nacen de nuevo por la fe. Esto sugiere claramente que la fe precede de manera lógica al nuevo nacimiento. La enseñanza de Jesús sugiere precisamente lo contrario. La fe en sí misma es un don del nuevo nacimiento. No nacemos de nuevo por la fe. Nacemos de nuevo para tener fe. Aunque la fe y el nuevo nacimiento no pueden separarse en el tiempo, la fe sigue de manera lógica y causal al nuevo nacimiento. En otras palabras, el nuevo nacimiento es la causa de la fe. Al mismo tiempo, como acabo de decir, no hay vida espiritual sin la fe. La fe y la vida espiritual son inseparables: ...pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre. (Jua. 20:31, cursivas añadidas)

Por lo tanto, aunque no nacemos de nuevo por la fe, nacemos de nuevo en la fe. O sea, es dándonos fe en el Señor Jesucristo como Dios Padre nos da el nuevo nacimiento. El nuevo nacimiento nos limpia. Por eso Jesús se refiere a ello como nacer de «agua y del Espíritu». Aquí (como en el pasaje del Antiguo Testamento en el que Jesús está pensando), el agua habla de limpieza {o purificación}: «“...‘Entonces os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios; de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente mis ordenanzas’...”». (Eze. 36:25-27)

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Por lo tanto, podemos decir que es dándonos la fe en Cristo como Dios limpia nuestros corazones en el nuevo nacimiento: ...y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. (Hch. 15:9)

Tal vez nos pueda ayudar aquí una ilustración. Cuando eras joven, puede que, como yo, hayas lanzado o golpeado con una pelota la ventana de alguien accidentalmente. La pelota causó que la ventana se rompiera, pero no puedes separar en el tiempo la ruptura de la ventana y la pelota que la golpeó. La pelota golpeó la ventana, y la ventana se rompió, al mismo tiempo. Así también, la fe y el nuevo nacimiento son inseparables en el tiempo, pero el nuevo nacimiento precede lógica y causalmente a la fe. La misma fe con la que vemos el reino y entramos en él es un don dado por el nuevo nacimiento. La fe salvadora se extrae de la aljaba de la gracia soberana de Dios. Por favor, no malinterpretes lo que estoy diciendo. Nada de lo que he dicho niega el hecho de que es nuestra acción y deber creer en Cristo. Claramente, como he estado diciendo, creer es una de las dos cosas que debemos hacer para ser salvos. Si anhelamos ser salvos, tampoco debemos preguntarnos si Dios nos dará la fe. Si queremos ser salvos (e incluso si no queremos serlo), se nos invita a poner nuestra fe en Cristo. Un verdadero deseo de creer es un indicio de que Dios nos está dando la fe. Lo único que impide a los hombres creer es su falta de voluntad para hacerlo. ¡Todo el que quiera venir, que venga! El hecho de que Dios dé fe a los

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hombres significa que Dios les da disposición para recibir a Cristo. Si estás dispuesto, no hay razón para preocuparse. El hecho de que la fe sea un don de Dios significa positivamente que, si crees, Dios debería recibir toda la gloria por el hecho de que seas un creyente. Significa que el creyente es el objeto del amor y la gracia especial de Dios. Si crees, significa que eres el objeto del amor y la gracia especial de Dios. ¡Deberías regocijarte en el Dios de tal amor y adorar delante de Él! El himno1 de John Piper está en lo cierto cuando dice: La gracia todo–soberana en Cristo nos salvó, Antes de nacer la pura gracia ya bastó, No por nuestras obras que al hombre puedan cautivar Ni por nuestra fe, sino por Aquel que nos quiso llamar.

El antiguo cántico cristiano también lo dice muy bien: No sé cómo se mueve el Espíritu, Convenciendo a los hombres de pecado, Revelando a Jesús a través de Su Palabra, Creando fe en Él. Pero sé en quién he creído, estoy convencido de que es poderoso Para guardar mi depósito Hasta aquel día.2 1 Este

himno titulado God’s Purpose Stands {trad. no oficial: El propósito de Dios permanece}, puede ser consultado íntegramente en Internet, en el sitio web de Desiring God, en la siguiente dirección: ˂https://www.desiringgod.org/articles/gods-purpose-stands˃. 2 Estas palabras han sido tomadas de la tercera estrofa y el estribillo de «I Know Whom I Have Believed» de Daniel W. Whittle,

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tal como aparecen en el himno #712, The Trinity Hymnal: Baptist Edition {trad. no oficial: Himnario de la Trinidad: Edición Bautista} (Suwanee, GA: Great Commission Publications, Inc., 1995). Nota de los traductores: Aunque hay una versión oficial en español (véase el himno #411, titulado «Yo sé a [quién] he creído», en El himnario bautista de la gracia [Almance, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2000]), preferimos hacer una traducción más fiel a la letra del himno original por su relevancia para el contenido de este capítulo.

Capítulo 13: Sobre el objeto de la fe ¾La punta de la flecha Una de las cosas más sorprendentes de Hechos 20:21 es el contraste entre el objeto del arrepentimiento y el objeto de la fe. Este contraste es especialmente claro en el griego, porque la misma preposición se utiliza para describir primero el objeto o centro de atención del arrepentimiento y luego el objeto o centro de atención de la fe. El texto griego puede traducirse literalmente como «arrepentimiento para con Dios y fe para con nuestro Señor Jesucristo», (cursivas añadidas). El arrepentimiento se dirige hacia Dios. La fe se dirige hacia nuestro Señor Jesucristo. Por favor, no me malinterpretes. No hay un contraste absoluto. También podría decirse que el arrepentimiento se dirige hacia el Señor Jesucristo. También podría decirse que la fe se dirige hacia Dios. Pero hay una razón apegada a la corrección por la que Pablo lo dijo de esta manera. El arrepentimiento tiene como su centro de atención a Dios. El pecado es contra Dios, el Dador de la Ley. Es Él quien está disgustado y ofendido por el pecado, y está decidido a castigarlo. Por lo tanto, es hacia Dios que se dirige el arrepentimiento. Si Jesús no se hubiera encarnado para ser nuestro Salvador, el pecado continuaría y seguiría vigente de todas formas el deber de arrepentirse del pecado. 102

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La fe tiene por objeto al Señor Jesús. El centro de atención de la fe salvadora está en el Salvador de los hombres. Por lo tanto, «fe para con el Señor Jesús» no es «fe en Dios» en abstracto. No es fe en Dios como el Dador de la Ley. Ni siquiera es fe en Dios como Creador. Puede decirse que todo esto se da por sentado en la fe, pero la fe salvadora de la que Pablo está hablando es la fe en el Dios que estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo: Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación. Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios! Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él. (2 Cor. 5:18-21)

Así que el centro de atención de la fe es el Señor Jesús. En este nombre se resume todo lo que Él es como Redentor. Jesús es el Señor. Es el único que es Dios con poder y autoridad para salvar. Él es Jesús. Este es el nombre humano que le fue dado al nacer. Como dice Mateo 1:21: «Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados». Él es el hombre que puede ser nuestro portador sustituto del {o llevar por nosotros el} pecado. Es el único hombre apartado por Dios para ser nuestro Profeta, Sacerdote y Rey. Es nuestro Profeta para

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Sobre el objeto de la fe ¾La punta de la flecha

instruir nuestra ignorancia. Es nuestro Sacerdote para ser tanto el sacrificio sustitutivo en la Tierra como para ser el Sumo Sacerdote que intercede por nosotros en el Cielo. Es nuestro Rey para librarnos de nuestros enemigos, empezando por el enemigo llamado pecado. Cualquier análisis sobre la fe debe comenzar con un estudio del objeto de la fe. La fe es una taza vacía, un círculo vacío y una mano vacía. No significa ni hace nada aparte de Cristo. Déjame repetirlo. La virtud o actitud de la fe no es nada. La fe en sí misma y por sí misma no salva. Lo que salva es la fe en Cristo. Incluso podemos decir que Cristo nos salva a través de la fe. La fe es un ojo en un universo donde no se puede ver nada sin el Señor Jesucristo. Es cierto que en algunos lugares la Biblia parece hablar de la fe como algo que nos salva. ¿Contradicen estos pasajes lo que estoy diciendo? Por ejemplo, Pablo parece decir algo así en Romanos 4:5: ...mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia. (Rom. 4:5)

Sin embargo, la explicación de Lutero es correcta y muy fiel a la enseñanza de las Escrituras sobre la fe: La fe se abraza de Cristo, lo tiene presente, y lo mantiene encerrado, como hace el anillo con una piedra preciosa. Y todo aquel que sea hallado teniendo esta confianza en

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Cristo aprehendida en el corazón, Dios lo contará como {o lo considerará} justo.1

Cuando la Biblia habla de la fe, habla de una manera que permite asemejar la fe a un anillo que tiene engastada en él la piedra preciosa de Jesucristo. Por lo tanto, puede que la Biblia solo hable del anillo (la fe), pero este (la fe) siempre incluye la piedra preciosa (Jesucristo), ya sea que se mencione o no. Así que la fe es acreditada como justicia porque encierra a Jesucristo y Su justicia, no porque la fe sea una justicia suficiente en sí misma. Piénsalo de esta manera. Alguien puede decir: ¾Este anillo vale 10 000 dólares¾. El anillo del que habla la persona podría tener un aro de oro que puede ser comprado en cualquier lugar por 100 dólares. Pero en el anillo ha sido engastado un diamante que vale alrededor de 10 000 dólares. No acusamos a la persona de mentir porque el aro solo cuesta 100 dólares. Todos se dan cuenta de que el anillo incluye el diamante. Así también la Biblia puede decir verdaderamente que la fe es acreditada como justicia, porque todos los que saben algo de la Biblia saben que la fe incluye a Jesucristo. Lo peor que podría hacer al instruirte en la fe es dejarte enfocado únicamente en la fe en sí misma. El único objetivo de la fe es enfocarse en Cristo. Cuando tu visión y tu mente 1 Martin

Luther {Martín Lutero}, A Commentary on St. Paul’s Epistle to the Galatians, A revised and completed translation based on the «Middleton» edition of the English version of 1575 {trad. no oficial: Comentario sobre la Epístola de San Pablo a los Gálatas: Una traducción revisada y completa basada en la edición de «Middleton» de la versión inglesa de 1575} (London: James Clarke & Co. Ltd., 1953), 137-138.

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Sobre el objeto de la fe ¾La punta de la flecha

están llenas de Él, cuando lo tomas, vienes a Él, y corres hacia Él como tu Salvador, entonces tienes fe.

Capítulo 14: Sobre la naturaleza de la fe ¾El astil de la flecha ¿Alguna vez has pensado que a menudo hay más de una manera correcta de ver algo? Por ejemplo, consideremos tu automóvil. Tómale una foto cuando está en el estacionamiento y esa foto será muy diferente de la que el mecánico que cambia el aceite podría tomar desde su foso en el taller que visitas. (¡No me preguntes lo raro que tendría que ser un mecánico que se especializa en cambiar el aceite para dedicarse a tomar fotos de los automóviles desde el foso del taller!) ¿Cuál de las dos fotos de tu automóvil sería la correcta? Aunque las fotos serían drásticamente diferentes en casi todos los sentidos, ambas fotos serían correctas. Hay más de una manera de ver un automóvil. Mi anhelo es que este capítulo te muestre que hay más de una manera correcta de ver la fe salvadora. En otras palabras, mi objetivo es argumentar que la Biblia nos da dos imágenes o descripciones de la fe. No se contradicen entre sí, sino que se complementan mutuamente. Así como esas dos imágenes de tu automóvil darían una visión más completa del mismo, estas dos descripciones bíblicas de la fe también dan una visión más completa de la fe salvadora. Para seguir construyendo sobre mi ilustración de la flecha,

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Dos cosas que debes hacer para ser salvo

podrías pensar en ello de esta manera: La madera del astil de la flecha de la fe tiene dos colores distintos. Dado que la Escritura ve la fe desde dos perspectivas complementarias, mi análisis sobre la fe salvadora se estructurará alrededor de esta perspectiva dual de la Escritura: • Por un lado, la fe es la convicción de la verdad del evangelio. • Por otro lado, la fe es el compromiso con el Cristo del evangelio.

Por un lado, la fe es la convicción de la verdad del evangelio La fe salvadora es la convicción de que el evangelio es verdad. Es decir, la fe salvadora acredita plenamente la facticidad del mensaje proclamado por los predicadores del evangelio.

Esto puede observarse claramente veterotestamentaria para «fe»

en

la

palabra

La raíz /AMAN/ es traducida como «fe» o «creer» muchas veces. Fundamentalmente significa considerar algo como verdadero o confiable. Esta es la raíz usada en los dos casos donde aparece la palabra «fe» o «creer» {en el Antiguo Testamento} que son más citados {luego} por el Nuevo Testamento: Y Abram creyó en el SEÑOR, y Él se lo reconoció por justicia. (Gén. 15:6) He aquí el orgulloso: en él, su alma no es recta, mas el justo por su fe vivirá. (Hab. 2:4)

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Sobre la naturaleza de la fe ¾El astil de la flecha

Se saca a relucir en los cientos de lugares donde la fe salvadora se describe como «creer que...» La fe salvadora implica «creer que...» (Heb. 11:6). Es saber que algo es verdad (Jua. 6:69; 10:38; 12:46; 1 Jua. 4:16). Es tener los ojos abiertos a la realidad (Jua. 12:38, 39).

Este es {precisamente} el peso de la clásica definición bíblica de la fe salvadora Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Heb. 11:1)

Las dos descripciones claves de la fe en este texto (certeza y convicción) definen claramente la fe como convicción. La primera palabra que describe la fe en este texto es traducida correctamente por LBLA como certeza. Es muy similar en su significado a la palabra veterotestamentaria para fe mencionada anteriormente, /AMAN/. Los diccionarios griegos le atribuyen los siguientes significados: confianza, convicción, certeza o firmeza. La segunda palabra utilizada en este texto se traduce correctamente como convicción. Los diccionarios griegos proporcionan las siguientes traducciones: prueba o convicción (Jud. 15; Tit. 1:9). Algunos han pensado que la Biblia utiliza «creer» para designar una fe falsa, mientras que «creer en» se utiliza para designar una fe verdadera. ¡No es así! La fe salvadora puede ser descrita como creer que Jesús es el Hijo de Dios (1 Jua. 5:5).

Dos cosas que debes hacer para ser salvo

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Una manera apropiada de ver la fe es como una convicción de la verdad del evangelio.1

Por otro lado, la fe es compromiso con el Cristo del evangelio La fe no es solo ¾o no es simplemente¾ creer que el evangelio es verdad. No es solo la convicción de la verdad del evangelio. También es compromiso con el Cristo del evangelio. Compromiso aquí significa el acto de encomendarse a Cristo. Las excelentes observaciones de John Murray cristalizan el asunto: La fe debe convertirse en confianza, y en una confianza que consiste en encomendarse a Él. En la fe está el compromiso de una persona con otra en el mover interior de todo el ser para recibir y descansar solo en Cristo para la salvación. Significa el abandono de la confianza en nuestros propios recursos o en cualquier recurso humano en un acto de total compromiso personal con Cristo.2

¡La fe es el «abandono creyente» de nosotros mismos a Cristo, de una manera que puede parecer un riesgo terrible porque nunca hemos confiado en nadie más que en nosotros mismos! Entonces, la fe es abandonarnos a Cristo a pesar de todo riesgo, y como la salvación de todo peligro. La fe es el «abandono creyente» de cualquier otra esperanza excepto 1 La

importante cuestión de la diferencia entre la fe falsa y la fe verdadera será considerada en el capítulo 18, titulado «La autenticidad de la fe». 2 John Murray, Collected Writings {trad. no oficial: Colección de escritos de John Murray} (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1977), 2:258.

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Sobre la naturaleza de la fe ¾El astil de la flecha

Cristo, y es la entrega {lit. consignación} de todo nuestro destino en las manos de Jesucristo. Es tomar el paracaídas de Cristo y saltar del avión en llamas de nuestras vidas pecaminosas. Son cuatro las consideraciones que indican que la fe significa compromiso. (1) El uso de la palabra griega que suele traducirse como «creer» para hablar de encomendarse {o confiarse} o comprometerse indica que creer implica un acto de compromiso. Por ejemplo, observa el juego de palabras que se encuentra en Juan 2:23-25: Cuando estaba en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. Pero Jesús, por su parte, no se confiaba a ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diera testimonio del hombre, pues Él sabía lo que había en el hombre.

¿Cuál es el juego de palabras de los versículos 23 y 24? Algo crucial para entenderlo es darse cuenta de que la palabra traducida por LBLA como «creyeron» en el versículo 23 es la misma palabra que es traducida como «confiaba» en el versículo 24. El significado de este juego de palabras puede ser sacado a relucir en la siguiente paráfrasis: Muchos creyeron en Cristo, pero Él no creyó en ellos. Dado que la palabra para «creer» se traduce {allí} correctamente como «confiar», está claro que la idea de confiar en alguien está contenida en la idea de creer en alguien.

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2 Timoteo 1:12 también asocia el confiar con el creer. Aunque la palabra traducida {allí} como «he creído» no es la misma que es traducida como «confiaba» {allá} en Juan 2:24, la estrecha asociación de creer con la idea de confiar también se muestra claramente en 2 Timoteo 1:12. En este pasaje, «he creído» y «he confiado» se usan como sinónimos. Nótese las cursivas que he añadido en la siguiente cita: Por lo cual también sufro estas cosas, pero no me avergüenzo; porque yo sé en quién he creído, y estoy convencido de que es poderoso para guardar lo que le he confiado3 hasta aquel día.

(2) La frecuente aparición de la frase «creer en» transmite la idea de compromiso (Jua. 2:11; 3:16, 18, 36; 4:39; 6:29). Esta frase se traduce a menudo al español como «creer en»; pero en griego puede ser traducida más literalmente como «creer a». La preposición griega eis a menudo transmite la idea de movimiento hacia algo. Por lo tanto, esta frase griega (creer a) transmite claramente la idea de un movimiento espiritual hacia el objeto de la fe. Murray observa que esta frase «conlleva la noción de “movimiento hacia”».4 Warfield dice: «En cualquier caso, lo que estos pasajes expresan es una

de los traductores: «lo que le he confiado» ¾Así traduce esta frase la versión en inglés (NASB) usada por el autor. La amplia mayoría de nuestras versiones en español traducen esta frase como «mi depósito». 4 Ibíd. 3 Nota

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Sobre la naturaleza de la fe ¾El astil de la flecha

transferencia absoluta de confianza de nosotros mismos a otro, una completa entrega del ser a Cristo».5 (3) La frecuente aparición de la frase «creer en» {lit. creer sobre o poner la confianza sobre} (Luc. 24:25 {BTX IV}; Rom. 4:5) transmite la idea de confianza y, por lo tanto, del compromiso confiante que implica el hecho de descansar en Cristo. Aquí la preposición griega es epi, que se traduce habitualmente como «en» {lit. sobre}. Usada junto con el verbo «creer», transmite la idea de descanso y confianza. Jesús contrasta la perturbación del alma experimentada por los discípulos que dudaban de camino a una aldea llamada Emaús en Lucas 24:13 con «creer en» {lit. poner su confianza sobre} los profetas en Lucas 24:25 {BTX IV}. Su perturbación e inquietud del alma es lo opuesto a la tranquila confianza que tal fe les habría dado. (4) Las analogías o ilustraciones utilizadas en paralelo con «creer» demuestran que {la fe} es más que una mera persuasión de la verdad. Es claro que también incluye e implica un acto de la voluntad y un movimiento del alma. En Juan 1:12, creer es paralelo a recibir a Cristo y contrasta con el rechazo de Sus afirmaciones, (compárese con el v. 11). En Juan 6:35, 64 y 65, creer es venir a Cristo, aprovechando la provisión hecha para nosotros y nuestra salvación por medio 5 B.

B. Warfield, Biblical and Theological Studies {título oficial: Estudios bíblicos y teológicos} (Philadelphia: Presbyterian and Reformed, 1968), 439. Nota de los traductores: La traducción de este fragmento no fue tomada de la versión oficial en español, sino que nos guiamos exclusivamente por la edición original citada aquí.

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de Él. En Juan 6:47-51, 53, creer es comer el Pan de Vida y beber Su sangre. Por lo tanto, es una apropiación personal de la provisión hecha por Cristo para nuestras necesidades espirituales. El elemento común en cada una de estas analogías es que creer implica un movimiento de la voluntad. Es recibir, venir, apropiarse. Entonces, la fe es una convicción que nos mueve a una respuesta adecuada. No es la persuasión meramente pasiva de nuestro intelecto; no es un mero asentimiento a ciertas doctrinas; es una convicción de toda el alma con respecto a la verdad que conduce a un compromiso de corazón con el Cristo del evangelio.

¿Cuál es la relación entre estas dos descripciones de la fe? Si la fe es un compromiso con Cristo (y nada menos que eso), ¿cómo puede la Biblia describir a veces la fe salvadora como una convicción de la verdad? Por otro lado, si la fe es convicción, ¿por qué la Biblia a veces la describe como un compromiso de la voluntad con Cristo? La Biblia puede describir la fe salvadora como una convicción o también como un compromiso porque una siempre conlleva la otra. La fe salvadora se ve a veces como una simple convicción de la verdad porque la Biblia supone que, si estamos realmente convencidos de la verdad de algo, responderemos adecuadamente. Supone que toda verdadera convicción implica un compromiso. Si es genuina, la convicción de que

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Sobre la naturaleza de la fe ¾El astil de la flecha

el edificio en el que estamos está en llamas nos llevará al compromiso de escapar de él. La fe salvadora se ve a veces como un compromiso porque hay personas que dicen estar convencidas de ciertas cosas, pero no actúan de forma adecuada {o de una forma consistente con ello}. Necesitan saber que la fe implica compromiso. El tipo de convicción que no te lleva a usar la escalera de emergencias de un edificio en llamas no es una verdadera convicción. La clase de fe que no te hace venir a Cristo no es una fe salvadora.

¿Qué aprendemos de esto? (1) El énfasis bíblico en la fe salvadora como «creer que» es un antídoto saludable contra la tendencia de algunos a hacer de la fe un asunto muy subjetivo y místico. La fe salvadora es la convicción de que el evangelio es verdad. ¿Es el evangelio una realidad para ti? ¿Vives como si fuera verdad? Entonces tienes fe. Es tan sencillo como eso. (2) Por otro lado, el énfasis bíblico en la fe salvadora como «creer en, a, o sobre» protege contra la tendencia que otros tienen de reducir la fe a un mero asentimiento mental a las proposiciones bíblicas. La fe no es una cosa estéril, sin emociones, pasiva y estacionaria; es un conocimiento que te mueve; te lleva a Cristo. (3) La convicción es la prueba del compromiso. Hay muchos en nuestros días que supuestamente son «cristianos comprometidos», que no creen en las grandes verdades del cristianismo: la creación, el pecado, el infierno, o en la deidad

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de Cristo, Su expiación o Su resurrección. El compromiso de tales personas es falso y no puede conducir a un caminar válido, ni duradero ni verdadero en el camino de Cristo. (4) El compromiso es la prueba de la convicción. Si dices que crees en la Biblia, tu vida será radicalmente cambiada por las verdades de esta. Tu fe como convicción de la verdad del evangelio te llevará a un compromiso de toda el alma con Cristo como Salvador y Señor. Si no lo hace, tu fe es falsa. (5) La verdad es central en la fe salvadora. La fe es considerar algo como verdadero. No puedes creer aquello de lo que no eres consciente. No puedes seguir comprometido con aquello de lo que no estás convencido. Debemos conocer las verdades de la Palabra de Dios si queremos tener fe. Debemos enseñar las verdades de la Palabra de Dios si queremos ayudar a otros a creer. (6) La fe implica un acto de la voluntad. Escritores bien conocidos (y supuestamente reformados) han enseñado que la fe es una persuasión pasiva de la mente y que es legalismo ver la fe como un acto de la voluntad. Sin embargo, la Biblia enseña claramente que la fe es un movimiento de la voluntad hacia Cristo, así como una percepción que la mente tiene de Cristo. La fe implica una apropiación personal de Cristo. No basta con oler, admirar o hablar de la comida del evangelio. Debemos comerla, de lo contrario no nos salvará. La fe también implica una relación personal con Cristo. Es encomendarse a otra persona. Es confiar en la protección y el liderazgo de Cristo.

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Sobre la naturaleza de la fe ¾El astil de la flecha

Conclusión ¿Tienes fe salvadora? ¿Te has convencido personalmente, de corazón, de la verdad del evangelio? ¿Te has encomendado de manera personal a Jesucristo como Salvador y Señor? ¿Te has apropiado de Cristo de manera personal para tus necesidades? Déjame decirlo de esta manera. ¿Has comido la comida del evangelio? No es suficiente con olerla, hablar de ella, admirarla o felicitar al chef. A menos que tomes la cuchara de la fe y comas la comida del evangelio, este no te salvará. ¿Has comido realmente la comida del evangelio? Estas son las grandes preguntas con las que nos enfrentamos en este capítulo. También son las grandes preguntas con las que todo evangelista debe enfrentar a aquellos que quiere ganar para Cristo y para la salvación.

Capítulo 15: Sobre la instrumentalidad de la fe ¾Las plumas de la flecha El gran tema que por sí solo partió en dos la Iglesia en el momento de la Reforma fue la justificación por la fe solamente. En las confesiones de fe que surgieron de la Reforma (la Confesión de Westminster y sus confesiones hijas: la Declaración de Saboya y la Confesión Bautista de 1689), que fueron su {de la Reforma} punto culminante, el tema de la justificación por la fe solamente fue establecido de esta manera en el capítulo 11, párrafo 2: «La fe [...] es el único instrumento de la justificación; sin embargo, no está sola en la persona justificada, sino que siempre va acompañada de todas las demás virtudes {lit. gracias} salvadoras...». En este capítulo llegamos a la instrumentalidad de la fe. Cuando usamos esta gran palabra (instrumentalidad), estamos hablando del hecho de que hemos sido justificados solo a través de la fe. Antes de analizar un pasaje clave sobre este tema, permíteme mencionar cuatro cosas a modo de introducción.

El significado de «instrumentalidad» Aunque la palabra instrumentalidad suena grande y técnica, en realidad la idea que transmite es muy simple. La instrumentalidad habla de la fe como el vehículo, medio o canal 120

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por el cual llegamos a poseer a Cristo y la salvación de Dios. Toda la salvación de Dios está en Cristo. Debemos tener a Cristo para tener la salvación de Dios. La salvación no está en nuestra fe. Esta es solo el instrumento. La salvación está en Cristo. La fe es solo el camino o el medio por el cual llegamos a poseer a Cristo. Déjame ilustrar esto con algo de mi propia experiencia. Hace algunos años tuve la oportunidad de ministrar en la nación caribeña de Trinidad y Tobago. Después de haber predicado y haber dado unas 20 conferencias en seis días, los hermanos de allí quisieron darme un día de descanso y me llevaron a la maravillosa isla de Tobago. Fue allí donde hice esnórquel {o buceo de superficie} por primera vez. Aunque me pareció haberme tragado la mitad del mar Caribe antes de aprender a usar el esnórquel correctamente, al final fue una experiencia encantadora. Hacer esnórquel me confirmó la gran verdad de que para ver los peces en el mar debes tener la cabeza bajo el agua y ser capaz de respirar al mismo tiempo. El esnórquel te permite respirar mientras estás bajo el agua. Es el instrumento por el cual el oxígeno es transmitido a tus pulmones. No se respira el esnórquel, sino que se respira a través de este. La clave es el aire. El esnórquel es simplemente el medio instrumental para poder respirar bajo el agua. Con la fe sucede algo similar. Lo que necesitas para ser justificado es a Cristo. La fe es simplemente el medio o la causa instrumental por la cual puedes tener a Cristo y Su justicia. La clave es Cristo y Su justicia. Es Cristo y Su justicia lo que nos salva. Es la fe y solo la fe el medio instrumental por

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Sobre la instrumentalidad de la fe ¾Las plumas de la flecha

el cual Cristo se hace nuestro. La instrumentalidad de la fe es una forma de decir que la fe es la causa secundaria y el medio subordinado de la salvación en Cristo.

La preeminencia de la fe para los cristianos protestantes En este libro he hablado clara y deliberadamente sobre las dos cosas que debes hacer para ser salvo. Para ser salvo, uno debe arrepentirse y creer en el evangelio. No obstante, los cristianos protestantes han reconocido que la Biblia pone un énfasis especial en el lugar que ocupa la fe en la salvación. Normalmente, los cristianos no hablan del arrepentimiento salvador, sino de la fe salvadora. No hablan de ser justificados por el arrepentimiento solamente, sino de ser justificados por la fe solamente. Tanto el arrepentimiento como la fe son necesarios, pero de alguna manera la fe es la que tiene el lugar de prominencia en la forma en que los cristianos piensan acerca de estas cosas. En un sentido único, podemos afirmar que la fe es el medio instrumental de la salvación. Esta es la razón por la que Lutero y la Reforma sostenían que «la fe [...] es el único instrumento de la justificación».

La prominencia de la fe en la Biblia De manera abundante, la Biblia confirma la aseveración de que la fe en Cristo es el medio instrumental de la salvación. Un indicio de ello es el hecho de que la raíz de la palabra para fe aparece más de 600 veces en el Nuevo Testamento. Está claro en el Nuevo Testamento que la fe ocupa un lugar estratégico y central en la economía de la salvación. Somos salvos por medio de la fe (Rom. 1:16, 17; 10:9; Efe. 2:8).

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Seremos salvos por medio de la fe (1 Ped. 1:8, 9; Heb. 10:38, 39). Recibimos la vida eterna por medio de la fe (Jua. 20:31). Vivimos por la fe (Gál. 2:20; 3:11). Todos los componentes de esta salvación o vida eterna son nuestros por medio de la fe: la justificación (Rom. 3:28; 4:5; 5:1), el perdón (Hch. 10:43; 26:18), la adopción (Gál. 3:26; Rom. 8:14-16), recibir el Espíritu (Gál. 3:2, 5, 14, 22; Efe. 1:13; Jua. 7:39) y la perseverancia (Heb. 4:3; 6:12; 10:39; 1 Ped. 1:5). Queda claro que la fe salvadora ocupa un lugar central y estratégico en la economía de la salvación.

La singularidad de la fe Pero, ¿por qué es la fe el medio instrumental de la salvación? ¿Por qué hablamos y cantamos sobre ser justificados solo por la fe?: Inagotable fuente de gracia, el interminable tema de Tus santos. Gran objeto de alabanza inmortal, esencialmente supremo. Te bendecimos por los gloriosos frutos que da Tu encarnación. La justicia que la gracia imputa y solo la fe recibe.1

O: A Jesús, en busca de refugio huimos Quien de la maldición nos ha librado 1 Esta

es la primera estrofa del himno #440 de Augustus M. Toplady, titulado «Fountain of never–ceasing grace» {trad. no oficial: «Inagotable fuente de gracia»}, en Trinity Hymnal: Baptist Edition (Suwanee, GA: Great Commission Publications, Inc., 1995).

Sobre la instrumentalidad de la fe ¾Las plumas de la flecha

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Y en Su trono adoramos humildemente Salvos por Su gracia, a través de la fe solamente.2

¿Por qué la fe solamente? Esa es la pregunta; y Romanos 4:16 es la respuesta bíblica y directa a esta pregunta. He escrito las palabras claves de este versículo en cursiva: «Por eso es por fe, para que esté de acuerdo con la gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda la posteridad, no sólo a los que son de la ley, sino también a los que son de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros». En este capítulo, quiero que observes cinco cosas sobre este importante versículo.

La pregunta respondida por el versículo Es claro que el texto pretende responder a la misma pregunta que acabamos de plantear. El texto griego puede ser traducido como por cuenta de esto, es por fe. La RVR-60 traduce: «Por tanto, es por fe». La LBLA traduce: «por eso es por fe». Todas estas traducciones suponen la pregunta: ¿Por qué la justificación es por la fe? Si queremos poner esta pregunta más en su contexto, sería: ¿Por qué Abraham, por qué todos sus descendientes espirituales, son justificados por la fe y no por otra cosa?

2 Esta

es la última estrofa del himno #449, titulado «The law of God is good and wise» {trad. no oficial: «La ley de Dios es buena y sabia»}, escrito originalmente en alemán y traducido al inglés por Matthias Loy, en Trinity Hymnal: Baptist Edition (Suwanee, GA: Great Commission Publications, Inc., 1995).

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La respuesta no dada por el versículo Cuando hablo de la respuesta no dada por el versículo, quiero decir que hay una respuesta a la pregunta (¿por qué por la fe?) que algunos podrían esperar que se diera, pero que no es dada en el versículo. En otras palabras, estoy preguntando aquí: ¿Qué es lo que el versículo no dice o no enseña? El versículo no enseña que la razón por la que somos justificados por fe es porque la fe sea un don de Dios. Ahora, por supuesto, la fe es un don de Dios. Hemos demostrado que tanto el arrepentimiento como la fe son dones de la gracia soberana de Dios. Sin embargo, no somos justificados por la fe simplemente porque esta sea un don de Dios. ¿Por qué? Porque el amor, el arrepentimiento, la esperanza, la obediencia y cualquier otra gracia cristiana son también dones de Dios. Por ejemplo, el Nuevo Testamento afirma al menos tres veces que el arrepentimiento es un don de Dios (Hch. 5:31; 11:18; 2 Tim. 2:25). Sin embargo, no somos justificados por el arrepentimiento. El amor también es un don de la gracia de Dios. Es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Rom. 5:5). Sin embargo, no somos justificados por el amor. Aunque todas las demás gracias como el arrepentimiento, el amor y el temor de Dios son cada uno dones de Dios, no son el único instrumento de la justificación. Así pues, el hecho de que la fe sea un don de Dios no puede ser la razón distintiva por la que es señalada como la causa instrumental de la salvación y la justificación. Aunque la fe en sí misma es un don de Dios (Fil. 1:29), esta no es la única o

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Sobre la instrumentalidad de la fe ¾Las plumas de la flecha

principal razón por la que es el único instrumento de la justificación.

La instrucción proporcionada por el versículo Entonces, ¿qué es lo que sí dice {lit. dice positivamente} el versículo? La fe ocupa este lugar estratégico de instrumentalidad en la economía de la salvación porque subraya y señala el hecho de que la salvación es por gracia libre y soberana. Romanos 4:16 es realmente claro: «para que esté de acuerdo con la gracia». En este versículo hay un contraste enfático entre la ley y la gracia. Según los versículos 13-15, {que constituyen} el contexto precedente a este versículo, la salvación no es, ni puede ser, a través de la ley. La ley no tiene los recursos para salvar. La ley puede condenar y destruir; no puede justificar ni salvar. Por otra parte, el camino de la salvación es por gracia a distinción de la ley. La salvación no es por las obras y la ley, sino a través de la fe y por gracia. A la fe se le da este papel central, estratégico y exclusivo en la justificación y la salvación porque Dios quiere que la salvación sea (y que se conozca que es) por gracia. La fe es la condición o causa instrumental por esta razón. La naturaleza de la fe minimiza el peligro de que la condición que Dios se complace en exigir a los hombres para ser salvos y justificados pueda desviar u oscurecer la gloria de la gracia de Dios. La salvación tiene como su gran meta la gloria de Dios en Su gracia. Todo está calculado para lograr el único y gran fin que es la gloria de Dios y la humillación del hombre en la

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economía de la salvación. Este es un énfasis importante de Pablo en 1 Corintios 1:29-31. Dios ha construido así el camino de la salvación: ...para que nadie se jacte delante de Dios. Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y santificación, y redención, para que, tal como está escrito: EL QUE SE GLORIA, QUE SE GLORIE EN EL SEÑOR.

De manera similar, en 2 Corintios 5:17-21, en una extensa descripción del camino de la salvación, Pablo señala en el versículo 18: «Y todo esto procede de Dios». Debido a que la salvación está calculada o diseñada para lograr este objetivo, es por la fe (Rom. 4:16 con 4:2, 5, 20, 21). La fe deja claro el carácter misericordioso de la salvación. Su esencia es encomendarnos humildemente a otro. Un puritano ha llamado a la fe una «gracia que se autovacía» y la ha descrito como «una gracia que saca al hombre de su egocentrismo {lit. saca al hombre de (enfocarse en) sí mismo}, y da todo el honor a Cristo y a la libre gracia». Otro ha usado la palabra «extraspectiva» para describir la fe. Según entiendo, la intención de esta descripción es indicar que la fe mira fuera de sí misma hacia alguien más. Una persona introspectiva está preocupada por sí misma. ¡Alguien ha dicho gráficamente que la persona introspectiva siempre está mirando su propio ombligo! Pero la fe extraspectiva no se preocupa por sí misma, sino por Cristo.

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Entonces, la fe es el medio instrumental de la justificación porque no es nada en sí misma. Es solo la mano vacía que toma a Cristo. Para decirlo de otra manera, es solo el plato vacío que sostiene la comida del evangelio. Si el arrepentimiento, el amor, las buenas obras y la obediencia se convirtieran en el medio para recibir la salvación de Dios, podría parecer que estas virtudes otorgan méritos para salvación. Tales virtudes tienden inevitablemente a centrar la atención en sí mismas. El arrepentimiento es tan lastimoso. El amor es tan admirable. El temor de Dios es tan piadoso y religioso. Sin embargo, la fe centra toda la atención en Cristo y la gracia. En su pequeño libro titulado {título oficial} Solamente por gracia,3 Charles Haddon Spurgeon dice sabiamente: Por otra parte, se escogió sin duda la fe, porque da toda la gloria a Dios. La salvación es mediante la fe para que sea por gracia, y es por gracia para que nadie se gloríe {lit. para que no haya jactancia}, pues Dios no tolera el orgullo: «Al altivo conoce de lejos» {Sal. 138:6}, y no desea acercarse a ellos. No dará la salvación de una manera que sugiera o fomente el orgullo. Pablo dice: «No por obras, para que nadie se gloríe» {Efe. 2:9}. Ahora bien, la fe excluye toda jactancia. La mano que recibe la limosna {lit. la [obra de] caridad} no dice: ¾Debes agradecerme porque he aceptado la limosna {lit. el regalo}¾; eso sería absurdo. Cuando la mano lleva el pan a la boca, no dice al cuerpo: ¾Agradéceme, porque te alimento¾. Cosa muy sencilla es la que hace la mano, si bien muy necesaria; y nunca se 3 Nota

de los traductores: El título original es All of Grace.

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arroga la gloria por lo que hace. Así que Dios ha escogido la fe para recibir el don inefable de Su gracia, porque {la fe} no puede atribuirse ningún mérito {lit. crédito}, sino que debe adorar al Dios de toda gracia, quien es el Dador de todo bien. La fe pone la corona sobre la cabeza correcta, y ¾por lo tanto¾ el Señor Jesús solía poner la corona sobre la cabeza de la fe, diciendo: «Tu fe te ha salvado, vete en paz» {Luc. 7:50}.4

La ilustración sugerida por el versículo Según los escritores antiguos, las mejores ilustraciones son las bíblicas. ¿Cuál es la mejor forma de ilustrar bíblicamente la verdad de Romanos 4:16? Déjame recordarte la historia de Gedeón y su ejército. La fe ha sido establecida como el medio instrumental de la salvación por la misma razón que el ejército de Gedeón fue reducido a 300 hombres. En otras palabras, la fe es como los 300 de Gedeón. ¿Por qué Dios dijo a Gedeón que despidiera a los 22 000, y más tarde también a los 10 000? Es probable que sepas que el texto dice que los 22 000 fueron despedidos porque tuvieron miedo. Puedes decir que los 10 000 fueron despedidos porque tomaron agua de la manera equivocada. Tendrías razón, pero creo que también estás pasando por alto el punto principal del pasaje. De

4 Charles

Spurgeon, All of Grace, capítulo 10. Nota de los traductores: La traducción de este fragmento no fue tomada textualmente de la versión oficial en español, sino que nos guiamos principalmente por la edición original citada aquí.

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hecho, estas razones fueron secundarias y, por sí solas, incluso podrían parecer un poco tontas. La razón principal del procedimiento divino para minimizar el tamaño del ejército de Gedeón está claramente establecida en Jueces 7:2, que dice: «Y el SEÑOR dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es demasiado numeroso para que yo entregue a Madián en sus manos; no sea que Israel se vuelva orgulloso, diciendo: “Mi propia fortaleza me ha librado”». Del mismo modo, es precisamente la insignificancia de la fe en sí misma la razón por la que fue escogida. Nadie que entienda lo que es la fe puede pensar que esta merece algo o que los creyentes merecen alguna parte del crédito por la salvación.

Las aplicaciones importantes del versículo Aquí está, entonces, el fundamento del papel central, estratégico y ¾en cierto modo¾ exclusivo de la fe en la salvación. El significado de «solo por la fe» es que la salvación es toda de gracia. La fe no es algo con lo que contribuimos a una salvación que es mayormente de gracia; no, la salvación es toda de gracia. La fe es el don de la gracia de Dios dado para ser el medio instrumental a fin de recibir la gracia de Dios, de modo que la salvación por la sola gracia de Dios resplandezca en toda su gloria abiertamente. La fe viene de la gracia, mira la gracia, y pone su enfoque en la gracia. La fe simplemente recibe y descansa en la gracia y, por lo tanto, glorifica la gracia. La fe que justifica no solo es

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receptiva y pasiva,5 también es reflexiva {es decir, que refleja} y extraspectiva. Nada podría enfatizar más claramente la verdadera razón por la que la sola fe puede justificar. Es la causa exclusiva e instrumental de la justificación porque es la gracia que menos se espera que oscurezca el hecho de que la salvación es toda de gracia. Es la gracia que simplemente refleja la gracia. La fe es simplemente el verdadero reflejo de la gracia en el corazón humano. En este sentido, es pasiva y no aporta nada a la salvación, solo recibe y descansa en esta. Tanto en el pasado como en el presente ha habido quienes han dicho que creen en la sola gracia, e incluso, en la gracia soberana, pero convierten la fe en una especie de obra o virtud dada por Dios que es la condición de la salvación, y que Dios {en consecuencia} recompensa con la salvación. Tal enseñanza está seriamente y ¾quizás¾ fatalmente en un error. Convierte la fe en la condición meritoria de la salvación y tiende a oscurecer el carácter misericordioso {lit. de gracia} de la salvación. Al final, convierte el evangelio de la gracia en un evangelio de las obras de la fe meritoria. ¿Sabes algo de la fe que no obra, sino que cree en Aquel que justifica al impío? Si no la conoces, te llamo ahora mismo a venir y poner tu carga sobre el Señor Jesucristo, el único

5 Nota de los traductores: la palabra original es recumbent, la cual expresa la acción de estar recostado. La palabra describe la actitud pasiva de aquel que espera.

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que puede salvarte y justificarte, y que puede hacerlo por Sí mismo.

Capítulo 16: Sobre la seguridad de la fe ¾El blanco Lo que ofrece una verdadera seguridad de salvación a los pecadores es la gloria del evangelio de Cristo. Calvino dijo que, con respecto a la salvación, hay dos principios rectores que deben controlar nuestro entendimiento. Hemos visto uno de ellos en el capítulo anterior. La gloria de la gracia de Dios o, en otras palabras, el honor de Cristo, debe ser sostenido firmemente en nuestro entendimiento de la salvación. El otro principio rector será tratado en este capítulo: la seguridad de la salvación para el pecador. He aquí las propias palabras de Calvino: Y aquí hay dos cosas que demandan nuestra consideración, que el honor que pertenece a Cristo debería ser reservado para Él íntegramente y sin disminución, y que las consciencias que han recibido seguridad del perdón de sus pecados deberían tener paz con Dios.1

Únicamente la doctrina de la justificación por la sola fe satisface los dos criterios de una doctrina verdadera de la salvación. Únicamente la justificación por la sola fe da todo 1 John Calvin {Juan Calvino}, The Institutes of the Christian Religion {título oficial: La institución de la religión cristiana}, 3:4:27. Nota de los traductores: La traducción de este fragmento no fue tomada textualmente de la versión oficial en español, sino que nos guiamos principalmente por la versión inglesa citada aquí.

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el honor de la salvación a Cristo; y solo esta doctrina permite a los pecadores tener seguridad de la salvación y paz de conciencia. Esta es la razón por la que he comparado la fe salvadora con una flecha disparada a un blanco. El blanco que Dios pretende alcanzar con la flecha de la justificación por la sola fe es la seguridad de la salvación para el pecador. Puede serte útil pensar que este blanco tiene cinco círculos concéntricos. En este capítulo y en el próximo intentaré ayudarte a entender el tema de la seguridad de la salvación haciendo y sustentando cinco afirmaciones sobre la seguridad de la fe y la seguridad de la salvación.

Hay un tipo de seguridad que forma parte de la esencia de la fe, pero no es la seguridad de la salvación Aquí quiero aclarar algunas confusiones sobre la terminología. Algunas personas piensan que, si alguien tiene fe, también debe tener una seguridad de salvación prevaleciente. Suponen que la fe implica esencialmente la seguridad de la salvación. Ahora bien, si esto fuera cierto, ¿qué significaría? Significaría que, si alguien realmente careciera de la seguridad de la salvación, le faltaría fe. Si le faltara la fe, no sería cristiano. ¿Qué diremos a esto? Lo primero que tengo que decir es que hay un tipo de seguridad que es esencial para la fe salvadora. Hebreos 11:1 afirma claramente: «Ahora bien, la fe es la

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Sobre la seguridad de la fe ¾El blanco

certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Así que mi primera respuesta a aquellos que afirman lo anterior es que se debe reconocer que hay una especie de seguridad que es ciertamente parte de la esencia de la fe o, en otras palabras, esencial para la fe (aunque más adelante en este capítulo mostraré que esta seguridad no es lo mismo que la seguridad de la salvación). Recordarás que en un capítulo anterior dedicamos mucho tiempo a establecer que hay dos definiciones bíblicas complementarias de la fe. ¿Qué es la fe según la Biblia? Dijimos que la fe se define de dos maneras complementarias en la Biblia: • Por un lado, la fe es la convicción de la verdad del evangelio. • Por otro lado, la fe es el compromiso con el Cristo del evangelio. Considere la seguridad de la fe a la luz de estas dos definiciones de lo que es la fe.

Por un lado, la fe es la convicción de la verdad del evangelio En otras palabras, la fe verdadera no consiste en dudas, sino en certezas: ...que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. (Rom. 10:9-10) Pero que pida con fe, sin dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. (Stg. 1:6)

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La certeza en la que consiste la fe es la certidumbre, seguridad o convicción de que el evangelio es verdad. No puedes vacilar al respecto y tener fe. El hombre que no está seguro ¾que no tiene alguna seguridad¾ de que las grandes doctrinas del evangelio son verdaderas, no es cristiano. Debe haber una convicción de corazón que sea la convicción dominante de la vida del hombre. ¿Cuál es la autoridad final para ti? ¿Cuál es tu convicción de lo que es la verdad? ¿La autoridad del evangelio resuelve {o deja establecido} esto para ti? Responde a estas preguntas honestamente, y sabrás si tienes una fe verdadera.

Por otro lado, la fe es el compromiso con el Cristo del evangelio Recuerda que la otra definición bíblica de la fe es el compromiso con el Cristo del evangelio. Hay un tipo de seguridad en este compromiso con Cristo. Sin embargo, esta seguridad no es la certeza de que ya soy cristiano. En otras palabras, no es la seguridad de la salvación. En realidad, cuando un hombre va a Cristo por primera vez, puede no tener esa seguridad en lo absoluto. De hecho, puede estar convencido de que no es cristiano. Pero en el compromiso con Cristo hay una especie de seguridad. ¿Qué clase de seguridad es esta? El verdadero compromiso con Cristo es la certeza (tiene la seguridad) de que, si voy a Cristo, seré salvo. Es necesario confiar en la veracidad de la promesa de Cristo de que ¾si creo¾ me salvará. Así que, cuando una persona va a Cristo, debe ir con la confianza de que será recibido. En otras palabras, debe creer en Juan 6:37:

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Sobre la seguridad de la fe ¾El blanco

Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera.

Querido amigo, debes ir a Cristo, te es permitido hacerlo; pero debes ir creyendo y estando seguro de que, si vas a Él, serás recibido. Ahora, antes de dejar atrás esta primera afirmación, quiero darte unas palabras de advertencia y ánimo. Esta seguridad de que el evangelio es verdad, y esta seguridad de que Cristo me recibe cuando voy a Él, es una seguridad que puede ser asaltada por muchas dudas. Es una seguridad que debe luchar contra muchas dudas y temores. Puede que te preguntes, ¿cómo puede alguien tener seguridad y al mismo tiempo tener dudas? Esta pregunta se parece a otra. ¿Cómo puede alguien ser creyente y, aun así, luchar con la incredulidad? Sin embargo, todo creyente lucha con la incredulidad. Hay un creyente y un incrédulo en el alma de cada cristiano. El verdadero creyente lucha contra su incredulidad y la condena. Marcos 9:24 dice: «Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: Creo; ayúdame en mi incredulidad». En la práctica esto significa varias cosas. ¡No te condenes a ti mismo si luchas con la duda, la incredulidad y el miedo! Renuncia a estos; arrepiéntete de estos; ¡ora contra estos!; pero no te consideres a ti mismo un incrédulo solo por esto. El verdadero creyente dice: «Creo; ayúdame en mi incredulidad». No te condenes a ti mismo al infierno por tener que orar «ayúdame en mi incredulidad», si también puedes decir: «Creo».

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Entonces, hay un tipo de seguridad que forma parte de la esencia de la fe salvadora. Esto nos lleva a mi segunda afirmación.

Sin embargo, la seguridad de la salvación no forma parte de la esencia de la fe salvadora ¿Qué queremos decir con «seguridad de la salvación»? La seguridad de la salvación es saber o creer que uno tiene vida eterna y que entrará en la vida eterna en el último día. Este conocimiento de que soy salvo y seré salvo es a lo que Juan se refiere en los siguientes pasajes: Y en esto sabemos que hemos llegado a conocerle: si guardamos sus mandamientos. (1 Jua. 2:3) Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como Él es. (1 Jua. 3:2) Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. (1 Jua. 3:14)

Si tener seguridad de la salvación es saber que uno tiene vida eterna, y esto es lo que queremos decir con seguridad, entonces debemos afirmar que la seguridad, en el sentido de la seguridad de la salvación, no forma parte de la esencia de la fe salvadora. Déjame darte algunos argumentos que demuestran esto claramente.

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La terminología bíblica que se usa para hablar de la fe distingue claramente la fe de la seguridad de la salvación Hay palabras bíblicas que incluyen la idea de la seguridad personal de la salvación. Esas palabras son confianza y esperanza. Nota cómo los siguientes pasajes incluyen una seguridad personal de la salvación en la confianza y la esperanza: Pero yo, oh Señor, en ti confío; digo: Tú eres mi Dios. (Sal. 31:14) Nuestra alma espera al Señor; Él es nuestra ayuda y nuestro escudo; pues en Él se regocija nuestro corazón, porque en su santo nombre hemos confiado. Sea sobre nosotros tu misericordia, oh Señor, según hemos esperado en ti. (Sal. 33:20-22) Pero yo soy como olivo verde en la casa de Dios; en la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre. (Sal. 52:8) El día en que temo, yo en ti confío. En Dios, cuya palabra alabo, en Dios he confiado, no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre? (Sal. 56:3-4) ...en Dios he confiado, no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre? (Sal. 56:11) Diré yo al SEÑOR: Refugio mío y fortaleza mía, mi Dios, en quien confío. (Sal. 91:2) Los que confían en el Señor son como el monte Sion, que es inconmovible, que permanece para siempre. Como los montes rodean a Jerusalén, así el SEÑOR rodea a su pueblo desde ahora y para siempre. Pues el cetro de la

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impiedad no descansará sobre la tierra de los justos, para que los justos no extiendan sus manos para hacer el mal. (Sal. 125:1-3)

La Biblia no usa las palabras esperanza y confianza como los vocablos principales o centrales para referirse a la fe salvadora. La fe, por un lado, y la esperanza y la confianza, por el otro, son familias de palabras distintas. Estas palabras no son intercambiables. Estas familias de palabras son distintas tanto en el idioma hebreo como en el griego.2

La base bíblica de la fe es siempre y solamente la Palabra de Dios La fe verdadera es fe en la Palabra de Dios solamente. Esto muestra claramente que la fe no es una seguridad de la salvación. ¿Por qué? Porque las Escrituras nunca, en ningún lugar, afirman ¾por ejemplo¾ que Sam Waldron tiene vida eterna. Si lo hicieran, entonces sería un acto de fe que yo lo creyera; y al creerlo, tendría seguridad {de mi salvación}. Pero como las Escrituras nunca afirman que alguno de nosotros es cristiano, la fe no es seguridad de la salvación. Sobre este punto, Donald Macleod comenta: Lo mismo ocurre con la seguridad de nuestra propia filiación {el hecho de ser hijos de Dios}. La Biblia no 2 Cuando

la Septuaginta traduce estas dos familias de palabras del hebreo al griego, se mantiene cuidadosamente esta línea de demarcación. En la Septuaginta (la versión griega del Antiguo Testamento) /PISTEUO/, la palabra griega traducida en sus diversas formas como fe o creer nunca se usa para traducir /BATACH/, la palabra hebrea para confianza. /PISTEUO/ es casi universalmente la traducción de /AMAN/.

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contiene una declaración explícita donde dé a conocer que alguno de nosotros es hijo de Dios. Solo dice: «a todos los que recibieron a Cristo, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios» {Jua. 1:12}. La pregunta sobre la cual requerimos que el Espíritu Santo nos dé seguridad es: ¿pertenecemos a este grupo? «Las promesas y juramentos de Dios» ¾escribió Jonathan Edwards¾ «siendo tan seguros como son, no pueden dar una fuerte esperanza y consuelo a nadie en particular más allá de lo que una persona puede saber que esas promesas le fueron hechas a él o ella».3

La fe salvadora y la seguridad de la salvación tienen definiciones distintivamente diferentes y, por lo tanto, no pueden ser lo mismo La fe es la convicción de la verdad del evangelio y el compromiso con el Cristo del evangelio. Claramente, esta no es la definición de la seguridad de la salvación. La seguridad de la salvación es saber que uno {lit. uno mismo} es salvo. Dado que sus definiciones son claramente diferentes, la seguridad de la salvación no puede ser esencial para la fe salvadora.

La seguridad de la salvación es saber que uno ha sido salvado, pero la fe es el medio instrumental de la salvación Decir que la fe implica la seguridad de la salvación es decir que uno tiene que creer que es salvo para ser salvo. Esta es una contradicción lógica. Un pecador va primero a Cristo no 3 Donald Macleod, The Spirit of Promise {trad. no oficial: El Espíritu de la promesa} (Ross–Shire, Scotland: Christian Focus, 1994), 71-72.

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porque crea que es salvo, sino porque cree que no lo es. Si es por la fe que recibimos la salvación, la fe no puede ser la seguridad de que ya somos salvos.

Conclusión Todas estas consideraciones nos obligan a distinguir muy claramente entre la fe salvadora y la seguridad de la salvación. Pero si esta distinción es válida, de ello se desprende claramente una importante lección. Si la fe salvadora no es la seguridad de la salvación, entonces es posible desafiar la seguridad de la salvación de alguien sin socavar su fe. Si la seguridad de la salvación no es la fe salvadora, entonces ¾según las Escrituras¾ puede existir tal cosa como una falsificación de la seguridad de la salvación y una falsificación de la fe. Si la fe fuera lo mismo que estar seguro de la salvación, entonces sería un error decirle a alguien que examine si su seguridad de salvación es genuina, porque ese desafío equivaldría a socavar su fe. Sin embargo, la Biblia en muchos lugares advierte a los hombres acerca de una falsa seguridad de la salvación: Porque con certeza sabéis esto: que ningún inmoral, impuro, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Que nadie os engañe con palabras vanas, pues por causa de estas cosas la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia. (Efe. 5:5-6)

La realidad de la falsificación de la fe también ha sido revelada claramente en las Escrituras. Existe tal cosa como una fe falsa (Jua. 2:23-25; 8:30-33; Hch. 8:13):

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Sobre la seguridad de la fe ¾El blanco

Cuando estaba en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. Pero Jesús, por su parte, no se confiaba a ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diera testimonio del hombre, pues Él sabía lo que había en el hombre. (Jua. 2:23-25)

Al revelarnos en Su Palabra que existe tal cosa como una fe falsa o falsificada, Dios nos enfrenta inevitablemente a la pregunta: ¿Es mi fe genuina o falsificada? Si somos honestos sobre {el estado de} nuestras almas, esta pregunta no puede ser evitada ni evadida. En un capítulo más adelante analizaré cómo podemos saber la diferencia entre la fe genuina y la falsa. De estos hechos bíblicos se desprenden algunas aplicaciones prácticas: (1) Estas perspectivas nos libran de consejos inútiles y equivocados sobre las luchas por tener seguridad de la salvación. Los maestros evangélicos de nuestros días a menudo dicen a las almas que están preocupadas por no estar seguras de su salvación: ¾¡Deja de dudar de Dios! ¡Solo confía en Él!¾. Si la fe fuera la seguridad de la salvación, tales exhortaciones serían lógicas y apropiadas. Sin embargo, a veces la persona no duda tanto de Dios como de sí misma. (2) Estas perspectivas nos libran de la mentalidad que se opone a todo autoexamen y al uso de evidencias en el tema de la seguridad de la salvación. Esta mentalidad es común entre aquellos que creen que la fe salvadora es la seguridad de la salvación. Si la fe es la seguridad de la salvación,

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entonces cualquier cosa que socave esta seguridad, socava la fe y debe ser algo malo y legalista. Buscar evidencias de la gracia es malo; examinarse a uno mismo es malo; buscar la exhortación es malo. Pero la fe salvadora no es la seguridad de la salvación. Lo que es malo para la seguridad de salvación de algunas personas puede no ser malo para ellas en absoluto. De hecho, los desafíos a la autenticidad de su seguridad de salvación pueden ayudarlos a llegar a una fe genuina y a una genuina seguridad de su salvación. Antes de terminar este capítulo, repasemos lo que hemos estudiado. Hemos visto que hay un tipo de seguridad de la salvación que es esencial para la fe salvadora. Es la seguridad de que el evangelio es verdad y que Cristo me salvará si voy a Él. Sin embargo, esta seguridad no es lo mismo que la seguridad de la salvación. En otras palabras, la seguridad de la fe no es lo mismo que la seguridad de la salvación. Son dos cosas diferentes. En el siguiente capítulo continuaremos con tres afirmaciones de mayor importancia sobre la fe salvadora.

Capítulo 17: Sobre la seguridad de la fe ¾El blanco (Continuación) En este capítulo continuamos con el tema de la seguridad de la fe y la seguridad de la salvación. Habiendo observado los dos círculos concéntricos exteriores en el blanco de la seguridad de la salvación, es decir, las dos primeras afirmaciones sobre la seguridad de la fe y la seguridad de la salvación, en este capítulo vamos a considerar los tres círculos interiores. La siguiente y tercera afirmación es esta:

La semilla de la verdadera seguridad de la salvación está presente dondequiera que haya una fe verdadera La fe es inseparable de ¾al menos¾ alguna medida de seguridad de la salvación. La fe da a luz ¾da como resultado¾ algún grado de seguridad de la salvación. Esto significa que todo creyente tiene una prevaleciente seguridad {de su salvación} que supera toda duda y temor. Significa que en el campo de cada corazón creyente se ha plantado la semilla de la seguridad de la salvación. ¿Cómo sabemos esto? (1) Esto es así porque la fe ejercida en la conversión recibe el Espíritu de adopción (comp. Gál. 3:2 con 4:6). Pero el Espíritu de adopción da la semilla de la seguridad de la 146

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salvación. Por Él, los que han sido adoptados claman: «¡Abba, Padre!» (Rom. 8:15; Gál. 4:6). Tal clamor supone que, en cierto grado, el creyente sabe que Dios es Su Padre. Este conocimiento supone alguna seguridad de la salvación. (2) Esto también puede ser visto en el hecho de que cada creyente está marcado por la gracia de la esperanza. La esperanza es una de las marcas de la elección (1 Tes. 1:3, 4) y uno de los resultados del nuevo nacimiento (1 Ped. 1:3). La seguridad de la salvación forma parte de la esencia de la esperanza y (del concepto estrechamente relacionado de) la confianza. La esperanza y la confianza siempre son personales en la Biblia. Es esperanza para mí en particular. La esperanza bíblica es una expectativa personal, purificadora, positiva y confiada que se dirige hacia un futuro no visto, basada en Dios y Su Palabra: ...la cual tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme, y que penetra hasta detrás del velo. (Heb. 6:19) Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como Él es. Y todo el que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica, así como Él es puro. (1 Jua. 3:1-3)

Antes de pasar a la cuarta afirmación, hay una importante lección para nosotros aquí. El evangelio de Cristo es tan libre y lleno de gracia que imparte de forma

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Sobre la seguridad de la fe ¾El blanco (Continuación)

inmediata esperanza y el Espíritu de adopción a todo creyente. Siendo así, un posible obstáculo para la verdadera seguridad de la salvación es una comprensión débil u oscura de la gratuidad de la gracia y la inmediatez de la justificación provista en Cristo. ¿Es posible que la incapacidad de comprender y abrazar el significado de la gracia y la justificación gratuitas solo por medio de Cristo sea la raíz de tus luchas con la seguridad de la salvación? Esta es una pregunta que uno se debe hacer si está luchando con la seguridad de la salvación.

Hay grados de seguridad de la salvación El hecho de que hay varios grados de importancia en las afirmaciones sobre la fe salvadora está implícito en este conocido himno: Como un río glorioso es la perfecta paz de parte de Dios; Victorioso sobre todo, en su brillante incremento; Perfecto, aunque cada día fluye con más fuerza; Perfecto, aunque se hace cada vez más profundo.1

La afirmación del presente encabezado se desprende del encabezado anterior. (1) Si la seguridad de la salvación es una cuestión de poseer el Espíritu de adopción, entonces, como podemos 1 Nota

de los traductores: Esta es la primera estrofa del himno «Like a River Glorious». Aunque hay una versión oficial en español (véase el himno #383, titulado «Cual la mar hermosa», en El himnario bautista de la gracia [Almance, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2000]), preferimos hacer una traducción más fiel a la letra del himno original por su relevancia para el contenido de este capítulo.

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tener varios grados de la llenura del Espíritu, podemos tener varios grados de seguridad de la salvación. Nosotros, como cristianos, podemos ser llenos del Espíritu (Efe. 5:18). También podemos contristar al Espíritu (Efe. 4:30). Si contristamos al Espíritu, es posible que disminuya nuestra seguridad de la salvación. Si somos llenos del Espíritu, podemos experimentar más de esa seguridad. (2) Del mismo modo, hemos visto que la seguridad de la salvación forma parte de la esencia de la esperanza, pero la esperanza es una gracia que puede aumentar. Así como podemos crecer en fe y amor, también podemos crecer en la gracia de la esperanza. Recuerda Romanos 15:13: «Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo». Pero tener más esperanza significa más seguridad de la salvación. Por eso la Biblia nos exhorta a hacer firme nuestro llamado y elección (2 Ped. 1:10). El contexto de 2 Pedro 1:10 es una exhortación para crecer en la gracia (compárese con vv. 5-9). Al crecer en la gracia (y, por lo tanto, crecer en la gracia de la esperanza), podemos crecer en la seguridad de la salvación. De esta afirmación se desprenden varias lecciones prácticas: (1) La seguridad de la salvación no es un asunto de todo o nada. Todo cristiano tiene alguna seguridad de su salvación. Todo cristiano puede tener más {de esa seguridad}.

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(2) No estás condenado a tu actual medida de seguridad de salvación. Así como puedes crecer en la gracia, también puedes crecer en la seguridad de tu salvación. (3) La seguridad de la salvación no es un asunto arbitrario. Por supuesto, Dios es soberano sobre todas las cosas, incluyendo la seguridad de la salvación. Y así como muchos factores pueden afectar nuestros sentimientos, también muchos factores ¾además de nuestra salud espiritual¾ pueden afectar nuestra seguridad de la salvación. No obstante, Dios concede una mayor seguridad de nuestra salvación cuando hacemos uso de los medios ordinarios, y cuando retira de alguien esta seguridad, a menudo se debe al descuido y el pecado. Hablando de la seguridad de la salvación, la Confesión Bautista de 1689 dice en el capítulo 18, párrafo 3, que el cristiano «puede alcanzarla sin revelación extraordinaria, con el uso correcto de los medios; y, por lo tanto, es el deber de cada uno ser tanto más diligente para hacer firme su Llamado y Elección…». Esto nos lleva al círculo más interno en el blanco de la seguridad de la salvación; círculo que sigue al resto de manera lógica.

Las marcas de la gracia pueden ser una ayuda importante para lograr una prevaleciente seguridad de la salvación. Debido a que el crecimiento en la gracia puede ayudarnos a crecer en la seguridad de la salvación, se deduce que hay

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marcas de la gracia que pueden ayudarnos a discernir que somos cristianos. Esta doctrina es bíblica y también puede ayudar a alcanzar una prevaleciente seguridad de la salvación. Por supuesto, uno puede alcanzar una gran y prevaleciente seguridad de la salvación en el mismo momento que cree en el evangelio. Sin embargo, a veces los verdaderos cristianos se preguntan si su fe es genuina o falsa. Este puede ser el caso especialmente de aquellos cristianos criados en un hogar cristiano que no tienen una experiencia de conversión dramática. En tal caso, la doctrina de las evidencias o marcas de la gracia puede ser una ayuda maravillosa para lograr una prevaleciente seguridad de la salvación. Permíteme ilustrar lo que quiero decir con «las marcas de la gracia» por medio de un pasaje que me resultó muy útil en este asunto. Este pasaje es 1 Juan 3:14: «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte». Fui criado en un hogar cristiano, y era muy joven cuando por primera vez me preocupé por mi salvación. Sin embargo, nunca pude alcanzar una prevaleciente seguridad de la salvación hasta que llegué al colegio universitario. Estas fueron algunas de las razones. El ambiente doctrinal de la iglesia en la que fui criado estaba contaminado por la idea de que uno podía ser salvo y, aun así, no mostrar marcas de la gracia. También estaba distorsionado por la idea de que nuestro propio libre albedrío y actividad espiritual era la causa final de nuestra salvación.

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En parte por esto, y en parte por el hecho de que crecí en un hogar cristiano y no tuve una experiencia de conversión dramática, luché por alcanzar una prevaleciente seguridad de la salvación durante muchos años. Más tarde, mientras estaba en el colegio universitario, aprendí que la salvación era toda de gracia y no una cuestión de decisión humana o libre albedrío en última instancia. También aprendí que dondequiera que Dios tocara con gracia un corazón, quedaban marcas o evidencias en el corazón y la vida de la persona. Puedes pensar en estas marcas como las huellas dactilares que Dios deja para siempre en ese corazón. Me apliqué a mí mismo esta nueva comprensión y en poco tiempo llegué a una maravillosa seguridad de mi salvación. Así que Dios usó lo que los teólogos han llamado el «silogismo práctico» para impartirme la seguridad de la salvación. Un silogismo es una argumentación lógica. Mi uso particular del silogismo práctico se basó en 1 Juan 3:14. Un silogismo puede ser afirmado de la siguiente manera: Si P, entonces Q. P, por lo tanto, Q. Si P ¾Si amamos a los hermanos; entonces, Q ¾entonces hemos pasado de muerte a vida. P ¾Sí amo a los hermanos; por lo tanto, Q ¾He pasado de muerte a vida

Desde luego, este silogismo práctico nunca debe ser sacado de la órbita de la gracia. Si es sacado de esta órbita, puede convertirse rápidamente en una trampa legalista. Siempre debe estar conectado con el entendimiento de que solo la

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gracia, solo Cristo, y solo la fe salvan. Pero si esto se tiene en cuenta constantemente, este silogismo puede ser de enorme ayuda para llegar a la seguridad de la salvación. Espero que te sirva de ayuda. Antes de concluir este capítulo, déjame repasar brevemente las cinco afirmaciones que he hecho sobre la seguridad de la fe y la seguridad de la salvación. • Hay un tipo de seguridad que forma parte de la esencia de la fe. • Sin embargo, la seguridad de la salvación no forma parte de la esencia de la fe salvadora. • La semilla de la verdadera seguridad de la salvación está presente dondequiera que haya una fe verdadera. • Hay grados de seguridad de la salvación. • Las marcas de la gracia pueden ser una ayuda importante para lograr una prevaleciente seguridad de la salvación.

Capítulo 18: Sobre la autenticidad de la fe En capítulos anteriores he comentado un par de veces el tema de la fe falsa y la fe verdadera. Por ejemplo, mencioné que existía una fe falsa y una falsa seguridad de la salvación. Anteriormente he dicho que no pienso que la diferencia entre la fe falsa y la verdadera se trate de una diferencia entre la convicción de la verdad del evangelio y el compromiso con el Cristo del evangelio. Como hemos visto, la Biblia describe la fe verdadera en ambos sentidos. Antes de terminar este pequeño libro, creo que es mi responsabilidad ayudarte a entender la diferencia entre una fe verdadera o auténtica y una fe falsa o falsificada. ¿De qué otra manera podrías estar seguro de que has hecho las dos cosas que debes hacer para ser salvo? ¿De qué otra forma puedes ayudar a otras personas a estar seguros de que lo han hecho? La Biblia misma nos da descripciones muy claras de la fe falsificada y cómo se diferencia de la verdadera. En este capítulo quiero mostrarte la distinción fundamental entre la fe auténtica y la falsificada. Luego, explicaré la triple diferenciación entre la fe verdadera y la falsa.

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La distinción fundamental La distinción fundamental entre la fe auténtica y la fe falsificada es que la fe verdadera es fe de corazón y desde el corazón, mientras que la fe falsa es superficial y externa. Observa este énfasis en la importante descripción que hace Pablo de la fe salvadora en Romanos 10:9-10: ...que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.

Aquí Pablo enfatiza dos veces que la fe que salva es una fe de corazón. Es creer «en tu corazón» y «con el corazón». Un énfasis similar aparece en la parábola de Jesús de los cuatro {tipos de} suelos {o «La parábola del sembrador»}. En Su descripción del segundo suelo, vemos la importancia del corazón. Esto se desprende del énfasis de Jesús en que la semilla debe tener una tierra y unas raíces profundas, y no permanecer en la superficie del alma de una persona. Observa los siguientes versículos seleccionados de esta parábola que se encuentra en Mateo 13: (5)Otra

parte cayó en pedregales donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó porque no tenía profundidad de tierra; (6)pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó […] (20)Y aquel en quien se sembró la semilla en pedregales, éste es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo; (21)pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que sólo es temporal, y cuando por causa

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Sobre la autenticidad de la fe

de la palabra viene la aflicción o la persecución, enseguida tropieza y cae.

Por otro lado, el cuarto {tipo de} suelo representa a los que han sido verdaderamente salvados por el evangelio. Destaca que la abundancia de fruto que da este cuarto tipo de tierra proviene de un «corazón recto y bueno». El relato en Lucas 8 de la misma parábola lo enfatiza: (15)Pero

la semilla en la tierra buena, éstos son los que han oído la palabra con corazón recto y bueno, y la retienen, y dan fruto con su perseverancia.

Cuando pienso en este asunto de la importancia del corazón, me acuerdo de Big Spring {Manantial Grande} en la península superior de Michigan. El pequeño lago creado por Big Spring era tan claro que podías ver hasta el fondo, a pesar de que tiene 40 pies {aprox. 12 metros} de profundidad. Cuando uno iba en balsa hasta el otro lado del lago, en verdad podías ver el agua burbujeando mientras brotaba del manantial en el fondo. El manantial en el fondo de este lago es como el corazón. Es el verdadero manantial de los pensamientos, los deseos y la vida de los hombres. De él brota todo lo que hace que un hombre sea realmente quien es: Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida. (Pro. 4:23) ¡Camada de víboras! ¿Cómo podéis hablar cosas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. (Mat. 12:34)

Dos cosas que debes hacer para ser salvo

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Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias. (Mat. 15:18-19)

Uno podría verter agua con un colorante rojo en Big Spring, pero esta volvería rápidamente a su transparencia original, ya que el agua roja se disiparía y el manantial desde el fondo continuaría llenándolo con agua cristalina. De la misma manera, uno puede verter el tinte rojo del evangelio en el corazón de un hombre y crear una fe superficial y externa; pero, a menos que el evangelio tome posesión y cambie la fuente del corazón de la persona, este no cambiará en un sentido fundamental el carácter del lago de su vida. Entonces, la fe de corazón es como el agua que brota burbujeando desde el fondo de un lago. La fe superficial o falsa es como el agua vertida en la superficie del lago que se disipa rápidamente y no afecta la verdadera naturaleza de este. Es importante recordar que la fe verdadera es la de corazón. Hay algo en esa fe que se autentica a sí misma. El tipo de convicciones y compromisos que no llegan a ser de todo corazón y toda el alma no traen verdadera paz a la persona, pero cuando alguien se rinde final e incondicionalmente a Jesús, hay una paz, liberación y confianza que a menudo brota burbujeando en una inmediata seguridad de que «¡Jesús es mío!».

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Sobre la autenticidad de la fe

Aún hay más indicadores o manifestaciones de la fe verdadera a distinción de la falsa. ¿Cuáles son estos indicios que revelan una fe de corazón a distinción de una fe meramente superficial? Esta pregunta es la razón por la que debemos pasar a examinar el siguiente punto.

La triple diferenciación La fe verdadera es duradera, mientras que la falsa es a menudo temporal Una clara diferencia entre una fe verdadera y una falsa es que la falsa a menudo se desvanece, mientras que la verdadera continúa y persevera. La Biblia describe la fe verdadera como duradera, mientras que la fe falsa es a menudo temporal y pasajera {lit. impermanente}. La descripción en Mateo 13 del segundo {tipo de} suelo enfatiza lo anterior: (21)pero

no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que sólo es temporal, y cuando por causa de la palabra viene la aflicción o la persecución, enseguida tropieza y cae.

Juan 6 también resalta que una fe falsa a menudo se caracteriza por apartarse definitivamente de Cristo. En contraste, aquellos que tienen una fe verdadera sienten que no tienen otra opción que continuar con Jesús: Por eso muchos de sus discípulos, cuando oyeron esto, dijeron: Dura es esta declaración; ¿quién puede escucharla? Pero Jesús, sabiendo en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? ¿Pues qué si vierais al Hijo del Hombre ascender adonde antes

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estaba? El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creéis. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién era el que le iba a traicionar. Y decía: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre. Como resultado de esto muchos de sus discípulos se apartaron y ya no andaban con Él. Entonces Jesús dijo a los doce: ¿Acaso queréis vosotros iros también? Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios. (Jua. 60-69)

De manera similar, Juan 8 enfatiza la necesidad de continuar creyendo en la Palabra de Cristo como una de las marcas de una fe y un discipulado verdaderos: Entonces Jesús decía a los judíos que habían creído en El: Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Jua. 8:31-32)

Antes de dejar atrás esta primera marca de una fe verdadera, es necesario hacer un par de comentarios prácticos. En primer lugar, mientras que la fe verdadera siempre continúa, la falsa no siempre se desvanece por completo. La parábola de los suelos {o «La parábola del sembrador»} deja claro que algunos falsos creyentes mantienen una profesión externa, mientras se marchitan degenerándose en una profesión infructuosa. El mero hecho de mantener una

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especie de fe «de labios para fuera» en Jesús no es una señal segura de una fe verdadera. Recuerda el tercer {tipo de} suelo en Mateo 13: (22)Y

aquel en quien se sembró la semilla entre espinos, éste es el que oye la palabra, mas las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto.

En segundo lugar, y en línea con el primer comentario, la perseverancia no es la única señal de una fe verdadera.1 Si fuera la única señal de una fe verdadera, entonces la seguridad de la salvación sería imposible en esta vida. Tendrías que perseverar antes de estar seguro de que tienes una fe verdadera. Esto haría que la seguridad de la salvación fuera imposible de alcanzar.2 En tercer lugar, si la fe de una persona es solo temporal y se desvanece, esto es un claro indicio de que nunca tuvo una fe verdadera. La fe de corazón siempre es duradera y toma con perseverancia posesión del alma de una persona. Si una fe no dura, eso es una señal segura de que es falsa.

1 En el sentido superficial de la expresión, una mera y continua adoración de labios para fuera de Jesús no es por sí misma ni siquiera una señal segura de la salvación. 2 Por esto la Confesión Bautista de 1689, en el capítulo 14, párrafo 3, dice con insistencia que toda fe verdadera, aun en su menor grado, es cualitativamente diferente de la fe falsa: «Esta fe, aunque tenga diferentes grados y pueda ser débil o fuerte, aun así, es ¾ {incluso} en su menor grado¾ diferente en su clase o naturaleza (como lo es toda otra gracia salvadora) de la fe y la gracia común de los creyentes temporales {o aquellos que son creyentes solo por un tiempo}».

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La fe verdadera es fructífera, mientras que la falsa está muerta. La Biblia describe la fe verdadera como viva, activa y acompañada de otras gracias, mientras que la fe falsa es descrita como sin vida, inactiva y aislada de otras gracias. Gálatas 5 nos presenta la descripción que hizo Pablo del tipo de fe que significa algo en Cristo Jesús. El tipo de fe que salva es fructífera en buenas obras: Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión significan nada, sino la fe que obra por amor. (Gál. 5:6)

El pasaje clásico que expone la realidad de la fe falsa enfatiza esto de manera similar. Santiago 2 pregunta si una fe infructífera puede salvar a alguien. La respuesta es claramente: ¡no! (14)¿De

qué sirve, hermanos míos, si alguno dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarle? […] (17)Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta […] (19)Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan. (20)Pero, ¿estás dispuesto a admitir, oh hombre vano, que la fe sin obras es estéril? […] (26)Porque así como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta.

La fe verdadera es universal, mientras que la falsa es parcial. Este encabezado necesita una breve explicación. No quiero decir que la fe verdadera produzca la perfección en el verdadero creyente. Lo que quiero decir es que la fe verdadera tiene un respeto universal por todo lo que Cristo dice. Un indicador de una fe falsa es que solo tiene un

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Sobre la autenticidad de la fe

respeto parcial por las palabras de Cristo y no considera todos los mandamientos de Cristo como verdaderos y de obligatorio cumplimiento. Los supuestos discípulos de Juan 6 mostraron esa fe parcial: Por eso muchos de sus discípulos, cuando oyeron esto, dijeron: Dura es esta declaración; ¿quién puede escucharla? Pero Jesús, sabiendo en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? ¿Pues qué si vierais al Hijo del Hombre ascender adonde antes estaba? El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creéis. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién era el que le iba a traicionar. Y decía: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre. Como resultado de esto muchos de sus discípulos se apartaron y ya no andaban con Él. Entonces Jesús dijo a los doce: ¿Acaso queréis vosotros iros también? Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios. (Jua. 6:60-69)

En cambio, los verdaderos discípulos de Cristo lo escuchan y lo siguen en todo lo que dice. Hechos 3 habla de Jesús como el gran Profeta, cuya venida había sido profetizada por Moisés; y exige que se preste atención a todas las palabras de este Profeta. De lo contrario, la persona que no escuche todo lo que Él dice no debe tener parte en Su pueblo:

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Moisés dijo: el Señor Dios os levantará un profeta como yo de vuestros hermanos; a Él prestareis atención en todo cuanto os diga. Y sucederá que todo el que no preste atención a aquel profeta, será totalmente destruido de entre el pueblo. (Hch. 3:22-23)

El Salmo 119 ilustra con belleza este rasgo de la fe. Compárense los vv. 6, 13, 66, 80, 86, 101, 104, 128, 160, 172. Por ejemplo, observa el sentir del verdadero creyente en el versículo 128 de este Salmo: «Por tanto, estimo rectos todos tus preceptos acerca de todas las cosas, y aborrezco todo camino de mentira». Así que, de nuevo, la naturaleza «universal» de la fe verdadera no significa que quien la tiene viva una vida perfecta; ¡muy lejos está de ello!; sino que el verdadero creyente está convencido de que todo lo que Jesús dijo es verdad, y que todo lo que ordenó debe ser obedecido. El verdadero creyente no anda viendo qué palabras de Cristo o qué doctrinas de Cristo escoger. Esta fe significa que se esfuerza sinceramente por guardar todas las palabras de Cristo y, en última instancia, se arrepiente cuando se da cuenta de que no lo ha hecho.

Conclusión Esta, pues, es la diferencia entre una fe verdadera y una falsa. La fe verdadera es de corazón, y como tal, es duradera, fructífera y universal. La fe falsa no es así, y hay un mundo de diferencia entre una fe auténtica y una falsificada. El que tiene una convicción de corazón con respecto a la verdad del evangelio y un compromiso de corazón con el Cristo del

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Sobre la autenticidad de la fe

evangelio, tiene el testimonio del Espíritu de adopción y se caracteriza por el carácter duradero, fructífero y universal de su fe. En resumen, puedes saber si tienes una fe salvadora. También puedes saber si no la tienes, si quieres ser honesto contigo mismo. Hay un mundo de diferencia entre las dos. ¡No, es más, la diferencia entre las dos es la misma que hay entre el Cielo y el infierno!

CONCLUSIÓN

Capítulo 19: ¿Has hecho estas dos cosas? Mi objetivo en este libro ha sido eliminar la confusión en torno a lo que Dios demanda de ti y de la gente con la que hablas sobre lo que se debe hacer para ser salvo. ¡Creo que hay grandes y maravillosos misterios en el evangelio, pero uno de esos misterios no es {en cuanto a} cómo podemos ser salvos! No creo que Dios quiera que estés confundido o desconcertado en cuanto a cómo puedes ser salvo. Quiere que la gente entienda que Él demanda dos cosas inseparables pero distintas: arrepentimiento para con Dios y fe para con el Señor Jesucristo. Me he esforzado con las ilustraciones del árbol del arrepentimiento y la flecha de la fe para aclararte estas dos cosas tanto como pueda. Pero mi objetivo no es solo aclararte estas cosas, sino plantarlas en tu corazón. Las quiero en tu corazón para que tú, que conoces al Señor, puedas explicarlas con precisión y poder a los demás. También quiero que te tomes el tiempo para reflexionar sobre ti mismo. Entonces, déjame simplemente hacerte la pregunta del millón: ¿Has hecho las dos cosas? Recuerda que cuando te pregunto esto estoy hablando de cosas que deben hacerse con el corazón. No puedes simularlas ni simplemente hacerlas externamente. Las dos cosas que debes hacer, deben hacerse con el corazón. 167

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¡Pero deben hacerse! Así que ahora te pregunto de nuevo, ¿has hecho las dos cosas? Si no puedes responder a esta pregunta con un «sí» alto y claro, ¿puedo rogarte y suplicarte ahora mismo, ahí donde estás, que hagas las dos cosas? ¡Arrepiéntete para con Dios! Siente tristeza por tu pecado, entiende que Dios será misericordioso contigo; cambia de opinión con respecto a Dios, el pecado y Cristo, y, con la gracia que Dios te dará, determínate a servir a Cristo. ¡Ten fe para con el Señor Jesucristo! Convéncete de corazón de la verdad del evangelio y encomiéndate al Señor Jesucristo. Si haces estas cosas, Dios promete ciertamente que serás salvo. Hechos 16:31 dice claramente: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo». Las promesas del evangelio no son tentativas, sino ciertísimas, ¡pero requieren sin excepción que hagas las dos cosas que debes hacer para ser salvo!

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