El Color

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DIBUJO El color como fenómeno físico y visual.

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Color luz. Color pigmento.

Temario 1993

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1. Naturaleza física del color 1.1. Organización del espectro visual

2. El color como fenómeno visual. Aspectos perceptivos 2.1. El sistema óptico 2.2. La retina 2.3. De la retina al tálamo

3. Color luz. Color pigmento 3.1. Mezclas aditivas y sustractivas. Colores primarios y secundarios. Colores complementarios 3.1.1. Luminosidad de los colores. Relaciones de cantidad 3.1.2. Colores acromáticos. Colores fríos y calientes

4. Clasificación de los colores sobre base perceptiva

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INTRODUCCIÓN

La información óptica que tiene una persona de su entorno se basa en un 40% en el color. Ello indica la significación que éste toma en nuestra vida y más concretamente en nuestra experiencia visual. Realmente el color no es tanto una realidad física como fisiológica, ya que no podemos hablar estrictamente de color, sino de sensación de color. Por ello, toda la teoría del color se levanta sobre los aspectos perceptivos que de él conocemos, siendo a partir de ellos como podemos analizar los diferentes aspectos físicos del color. Igualmente, resulta incorrecto pretender establecer estos principios de modo aislado para los diferentes colores, puesto que ningún color existe por sí y el sentido de cada matiz y de cada color cambia al reaccionar con los colores contiguos. Es, por tanto, un fenómeno esencialmente empírico que precisa una comprensión globalizada y compleja, puesto que en torno a él se ponen de manifiesto muchos de los planteamientos expresivos, psicológicos y constructivos del arte. Estos son los presupuestos iniciales sobre los cuales se desarrolla este tema, en el que se aborda el color desde sus distintos ángulos, pretendiendo siempre mantener ese sentido globalizador al que nos hemos referido.

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1 Naturaleza física del color Lo que llamamos color es sólo una percepción psíquica diferenciada. En otras palabras: la luz se percibe subjetivamente en una diferenciación de colores. La experiencia fenomenológica del color se describe diferencialmente en el llamado «espacio del color» constituido por las tres dimensiones: matiz, saturación y brillo. El matiz está producido por diferencia entre las medidas de las diferentes longitudes de onda que constituyen una determinada luz policromática. El brillo es la cantidad de fotones que alcanzan el fotorreceptor, y la saturación es la amplitud de la variación de las longitudes de onda de una luz. La luz blanca natural se compone de la suma de radiaciones de diversa longitud de onda, a cada una de las cuales corresponde un determinado color. Newton fue el primero que hacia 1666 probó experimentalmente que el color se encontraba indisolublemente unido a la luz al colocar un prisma de vidrio en la trayectoria de un rayo solar. Orientando hacia una superficie plana los rayos refractados por el prisma, se observa una serie de colores que se alinean unos tras otros, tal y como ocurre en el fenómeno natural del arco iris. Esta experiencia permitió definir no sólo como la luz blanca es una síntesis de las distintas longitudes de onda, sino también como las ondas cortas experimentan una desviación mayor que las ondas largas. Así, partiendo de las desviaciones mayores, el orden en el que se aprecian es: violeta, añil, cyan, verde, amarillo, naranja y rojo. Newton denominó espectro cromático a esta progresión de colores y dispersión a la separación (descomposición) de cada uno de los colores de la luz blanca. Cada uno de estos colores es completamente monocromático, lo que significa que no puede ser descompuesto en otros, pues está formado por una única modalidad de onda. Esto se prueba mediante un segundo prisma por el que hacemos pasar uno de estos rayos monocromáticos, observando como éste experimenta una nueva desviación, pero no una dispersión, ya que el color permanece inalterable. La subdivisión espectral de los siete colores no es pura, pues el espectro presenta una serie continua de gradaciones entre un color y otro. Cada una de ellas constituye una tonalidad en sí misma determinada por mínimas modificaciones de la extensión de la onda y, en ningún caso, por combinaciones de colores Si en lugar de la superficie blanca, que muestra los siete colores, se coloca un segundo prisma igual al primero pero en posición invertida, los siete colores se recomponen en un haz de luz blanca. Se obtiene el mismo fenómeno si en lugar de un prisma colocamos una lente convergente o un espejo cóncavo. A partir de estas experiencias se hace evidente que el color es una consecuencia de la reflexión selectiva por parte de los objetos que absorben determinadas longitudes de onda reflejando el resto. El color que nosotros percibimos en el objeto es aquel que corresponde a aquellas longitudes de onda que son reflejadas. Este fenómeno puede darse en cuatro formas diferentes que determinarán el tipo de coloración que toma el objeto. No se trata de cual sea el color determinado del objeto, sino del modo en el que se produce el reflejo de la luz. Atendiendo a esto podemos distinguir entre color por pigmentación, color por dispersión, color por difracción o por interferencia.

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La coloración por pigmentación es la más común. Cada pigmento muestra afinidad hacia unas determinadas longitudes de onda que son las que absorbe. Así, el pigmento de un determinado color se caracteriza por absorber todas las longitudes de onda del espectro, excepto aquellas que corresponden al color que percibimos. Éstas son reflejadas y percibidas por el ojo. La dispersión consiste en un fenómeno en al que se encuentran sometidas determinadas longitudes de onda que atraviesan un medio que las atrae y separa del resto del espectro. Este es el caso de la coloración azul del cielo que aparece como consecuencia de la dispersión de las ondas cortas de la luz solar al atravesar el medio gaseoso que constituye la atmósfera. La coloración por difracción es la que se produce cuando la luz llega a una superficie estriada, siempre y cuando estas estrías sean suficientemente pequeñas y próximas las unas a las otras como para que sean percibidas como una superficie homogénea. Ocurre en estos casos que se suprimen algunas longitudes de onda y se refuerzan otras, dando por resultado una sucesión de tonos apagados que cambiará con el ángulo de observación. Se aprecia este fenómeno en la superficie de los tejidos muy finos (como la seda o los de tipo sintético) o en los discos. En cuanto a la reflexión por interferencia es aquélla en la que se produce un doble fenómeno de reflexión lumínica al producirse ésta sobre una superficie que presenta en su estructura al menos dos caras que reflejan la luz de modo diferente. Se produce así una interferencia entre las longitudes de onda que reflejan cada una de estas caras, como resultado de la cual surge la coloración global. Se da este tipo de coloración, por ejemplo, en las pompas de jabón o en las manchas de aceite que hay en ocasiones sobre el agua. El sentido de la luz blanca como síntesis de las distintas longitudes de onda de los colores del espectro cromático, se da, en parte, debido a que no existe en ella ninguna dominante cromática. Sin embargo, no siempre será así, sino que la luz puede tomar coloraciones diferentes dependiendo de cuales sean las longitudes de onda dominantes en su composición. Estas diferencias acerca de la coloración que puede tomar la luz se determinan en función de una variable física que llamamos temperatura de color y que corresponde a los valores de temperatura a los que hay que calentar un cuerpo negro genérico para obtener la coloración dada. Se mide en grados Kelvin (K). En virtud a esta cualidad, podemos organizar el espectro cromático comenzando por los colores de temperatura más baja, que serán también aquellos con mayor longitud de onda. Así, el primero sería el carmesí, que toma progresivamente una coloración roja, pasando al naranja, al amarillo, al verde, al cyan, al añil y finalmente al violeta. Todas las cualidades del color como luz se mantienen en aquellas zonas del espectro que son invisibles, y así, por la izquierda y antes de los tonos rojos aparecen las radiaciones infrarrojas, de temperatura de color muy baja, mientras que en el otro extremo, a continuación del violeta, aparecen las radiaciones ultravioletas, también invisibles.

1.1. Organización del espectro visual El ojo humano es capaz de percibir las radiaciones electromagnéticas de longitudes de onda comprendidas entre los 770 y los 380 nanómetros (un nanómetro corresponde a una millonésima de milímetro). El área espectral comprendida entre estos límites la llamamos «espectro visible». La luz blanca, como forma de la energía radiante, posee las características generales de ésta y, en particular, las comunes a las ondas electromagnéticas de longitud corta. Su espectro de dispersión representa una banda de radiaciones diminuta respecto a la extensión del espectro electromagnético general. La proyección de este espectro sobre un plano perpendicular supone un estímulo físico complejo para la visión humana normal, cuya correspondiente percepción recibe

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el nombre de «iris». En la irisación, un observador normal es capaz de distinguir diferencias de matiz, describiendo su percepción como una serie de franjas o bandas, que se yuxtaponen sin contorno definido entre una y otra. Por el efecto de interacción entre los diferentes matices que percibe, el observador es capaz de distinguir únicamente seis bandas de irisación. Cuando el mismo observador recibe las radiaciones de luz blanca aisladas una de otra, puede llegar a distinguir entre doscientos matices perceptivos. A través de la recepción de las ondas que miden entre 770 y 620 nanómetros, el observador percibe una impresión sensorial denominada rojo; ante una radiación cuyas ondas miden entre 530 y 498 nanómetros se percibe el verde; mientras que las radiaciones de longitudes comprendidas entre los 390 y 380 nanómetros se percibe el color púrpura. Ante la observación de las radiaciones cuya longitud de onda mide entre 620 y 580 nanómetros percibimos matices de naranja, rojizos o amarillentos; entre los 580 y 570 nanómetros, matices de amarillo verdoso. Las percepciones sugeridas por radiaciones de entre 570 y 494 nanómetros son denominadas «verdes», mientras que las comprendidas entre los 494 y 390 nanómetros son percibidas como azules, verdosos y purpurinos. El espectro de la luz blanca es variable. Físicamente, la fuente de la radiación puede emitir una luz blanca de mayor o menor intensidad que la luz emitida por otra fuente luminosa. Por otra parte, los cuerpos autoluminosos emiten luz blanca con una cierta dominante tonal, en su composición física, hacía el extremo ultravioleta o infrarrojo del espectro visible. Este hecho determina que la luz blanca emitida por una fuente precisa resulta perceptivamente azulada o rojiza.

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2 El color como fenómeno visual. Aspectos perceptivos

2.1. El sistema óptico La sensación de color es un conjunto de formas perceptuales en las que intervienen aspectos ópticos relacionados con la estructura física del ojo y otros de tipo electo-químico determinados por la actividad neural de las vías visuales. De este modo, para llevar a cabo un estudio general de la fisiología de la visión humana deberemos segmentar sus distintos componentes de acuerdo con la trayectoria que sigue la preseñal visual hasta alcanzar la percepción. El ámbito ocular es todavía electromagnético. Sus características visuales se reducen a refractar la configuración luminosa que penetra por la pupila a través de la córnea y el humor acuoso. Las sucesivas refracciones que el haz de luz soporta hasta que alcanza la retina, lo enfocan con gran precisión sobre el fondo del ojo, provocando aquí la iluminación de un área proporcional a la superficie del campo visual. Es común la definición del primer segmento del ojo como un conjunto de lentes que componen un sistema óptico. Este conjunto de elementos refringentes actúa de manera que cada medio corrige el desvío causado en la radiación electromagnética por el anterior. En líneas generales podemos decir que el cuerpo vítreo actúa sobre la refracción causada en el cristalino, éste sobre la producida por el humor acuoso y éste corrigiendo la refracción que la luz sufre al atravesar la córnea, que es el primer cuerpo transparente penetrado por la radiación. Los puntos en los que más energía se refleja, en dirección al exterior son la córnea y las caras anterior y posterior del cristalino. La proyección del campo visual sobre la córnea y sobre la cara anterior del cristalino son verticalmente derechas, mientras que la proyección sobre la cara posterior del cristalino-cóncava es invertida. La precisión del enfoque sobre la retina es controlada mediante la contracción y distensión del músculo ciliar, y su acomodación abarca desde una distancia de infinito hasta unos 150 mm. El contorno, así como las características de detalle, de un objeto más cercano al ojo no pueden ser proyectados con precisión. Anteriormente a la membrana se sitúa un segmento llamado «iris» y que es el regulador de la cantidad de energía radiante que llega hasta la retina. El iris tiene incorporada una proteína que difunde las ondas electromagnéticas cortas. Por lo general, esta difusión de la luz queda solapada por la absorción de otro pigmento. Esta materia aparece mucho tiempo después del nacimiento, y es esta la razón por la que observamos que el iris de los niños recién nacidos posee una coloración azulada. El pigmento propio del iris es la melanina. A mayor cantidad de melanina el color del ojo es más y más oscuro. Este segmento de la membrana vascular está perforado en el centro, articulando un orificio que llamamos pupila. Por esta entrada circular penetran las radiaciones hacia el cristalino. El iris puede cerrarse cuando la luz es muy potente y reducir la pupila a un diámetro de hasta 2 mm. En cambio, en situaciones de penumbra, el iris se agranda hasta permitir una apertura de la pupila de 8 mm. El cristalino es una lente biconvexa, de función refractora y situado tras el iris. Con el curso del tiempo, esta lente se va volviendo ambarina, lo que afecta a la percepción cromática sugerida por los diversos estímulos electromagnéticos del entorno físico. Todas las transformaciones que la luz va experimentando desde la córnea hasta la retina son de índole física. En todo ese primer ámbito, la preseñal visual conserva su característica electromagnética

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y, en un sentido estricto, podríamos decir que no es visual aún, puesto que lo único que la otorga cierto sentido sensorial es su penetración en el complejo medio transparente del globo ocular.

2.2. La retina La retina es la parte del ojo que más directamente influye en la percepción del color. Se trata de una membrana que tapiza el interior de la cavidad ocular. Se encuentra compuesta por diez estratos diferentes de los cuales los más importantes son los conos y los bastones de las células bipolares y de las células ganglionares. Los conos y los bastones, que contienen pigmento fotosensible, son las células receptoras y se apoyan sobre el estrato pigmentario de la coroides cerca también de la esclerótica. Este estrato absorbe los rayos luminosos e impide que éstos, al reflejarse sobre la retina, hagan las imágenes menos claras. Las prolongaciones centrípedas de los conos y bastones terminan en sinapsis sobre los ápices de las células bipolares, que a su vez se conectan, siempre mediante sinapsis, con las células ganglionares. Los áxones de estas células ganglionares del nivel más exterior, al reunirse forman el nervio óptico que conduce todos los impulsos nerviosos producidos por las células sensoriales a los centros visuales del cerebro, situados en sus lóbulos occipitales. Puesto que el nervio óptico está formado por unas 400.000 fibras nerviosas y en el ojo humano encontramos alrededor de 6 millones de conos y unos 120 millones de bastones, no es de extrañar que otros receptores converjan, a través de las células bipolares, sobre cada una de las células ganglionares. La fóvea, que contiene sólo conos, constituye la excepción, puesto que cada cono se conecta con una concreta célula bipolar y ésta con una particular célula ganglionarr. Por tanto, cada cono está unido a una sola fibra nerviosa. A medida que nos alejamos de la fóvea, los conos disminuyen en número y los bastones se hacen cada vez más abundantes, hasta ser los únicos elementos sensibles que aparecen en las zonas periféricas de la retina. La parte terminal de estos fotorreceptores se subdivide en una serie de pequeños discos paralelos que contienen sustancias fotoquímicas llamadas pigmentos fotosensibles, por cuanto son sensibles a las diferentes longitudes de onda de la luz. El pigmento de los bastones se llama rodopsina y el de los conos iodopsina. La rodopsina está compuesta a su vez, por dos sustancias: la ecotopsina y la retinena. Bajo la acción de la luz, la rodopsina experimenta una transformación química, como consecuencia de la cual se excitan los bastones; ello se transmite en forma de impulsos nerviosos al sistema nervioso central. La iodopsina, sustancia visual de los conos, que se escinde por efecto de la luz, está constituida, análogamente a la rodopsina, por una proteína llamada fotopsina y por retinena. Efectivamente, en algunos aspectos la iodopsina se comporta de manera diversa a la rodopsina, tanto por lo que respecta a la intensidad de la luz que incide sobre ella, como por la mayor velocidad de regeneración de la sustancia fotodinámica, lo que se manifestará en la diferente velocidad de adaptación de los conos y bastones a los estímulos lumínicos. La iodopsina, al contrario que la rodopsina, tiene escasa sensibilidad para luces de poca intensidad. A diferencia también de ésta, el conocimiento que se tiene de la iodopsina es muy limitado. Se habla de distintos tipos de iodopsina, de modo que sería la facultad de cada uno de ellos para reaccionar a las distintas longitudes de onda de las radiaciones lumínicas, la que nos permitiría distinguir luces diversamente coloreadas. Por ello, parece lógico pensar que deben existir en los conos tantas sustancias fotosensibles como colores fundamentales. Sin embargo, en este sentido existen complejas disensiones, por lo que no podemos hablar con mayor seguridad.

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2.3. De la retina al tálamo Una vez que las células bipolares, estimuladas por la descarga eléctrica de los fotorreceptores, provocan la reacción de las células ganglionares, se inicia la transmisión de la preseñal visual al núcleo del tálamo especializado en el sentido de la vista. Este núcleo es el llamado geniculado lateral. Hay dos núcleos visuales de este tipo, los cuales reciben las preseñales de cada retina por separado. Cualquier impulso nervioso procedente de la región izquierda de la retina derecha cruzará al quiasma óptico hasta alcanzar el núcleo geniculado izquierdo, mientras que las preseñales procedentes de la región derecha de la misma retina no cruzarán el quiasma, dirigiéndose directamente hacia el núcleo derecho. La interacción fisiológica entre el ojo izquierdo y el tálamo se dará en forma simétrica. Mediante transducción, la energía electromagnética del entorno físico se transforma en energía eléctrica, que es la forma de energía característica de las funciones cerebrales. La actividad de nuestros sistemas sensoriales no se manifiesta por medio de luz, sino de corrientes de electrones. Esa transducción de la energía electromagnética en energía eléctrica hace posible la visión. Se considera protoseñal visual al conjunto de impulsos electroquímicos que tienen lugar en la retina. La preseñal visual es el conjunto de impulsos nerviosos que se desplazan desde las células ganglionares hasta el córtex. La preseñal visual va siendo progresivamente procesada, neurona a neurona, a niveles cada vez más complejos. La descarga eléctrica de una neurona sobre sus propias vesículas sinápticas provoca la liberación de transmisor químico por parte de éstas. El transmisor cruza la sinapsis interneural y causa una nueva respuesta eléctrica en la neurona siguiente; de este modo, el impulso nervioso se transmite hasta el tálamo y, desde allí, a la corteza visual, en forma de «radiaciones ópticas». Un millón de fibras nerviosas conectan el fondo del ojo con el cerebro; su conjunto configura el nervio óptico. Los extremos de las células ganglionares son, prácticamente, el comienzo de las fibras visuales. Todo el segmento fisiológico descrito por las vías ópticas, entre las fibras terminales nerviosas de las células ganglionares y el córtex, es considerado como el centro del sistema visual. Las fibras del nervio óptico están rodeadas de líquido: agua con una alta concentración de moléculas de sodio, cargados eléctricamente. Esos iones sodio representan una carga positiva en el líquido que, en las vías ópticas, envuelven a las fibras nerviosas. Pero, a su vez, cada fibra visual contiene líquido (agua con una alta concentración de iones potasio). Estas moléculas representan también, en el líquido interior de cada fibra, una carga positiva. En menor grado de concentración, existen iones sodio en el líquido interno, así como iones potasio en el líquido exterior de las fibras. Cuando las neuronas de las fibras son estimuladas por un impulso procedente de la retina, los iones sodio se sumergen en el interior de la fibra y los iones potasio emergen al líquido exterior. Este fenómeno supone cierta carga negativa en el interior de la fibra y, en consecuencia, la creación de una corriente electroquímica que transmite la preseñal. A medida que este impulso eléctrico va avanzando hacia el lóbulo occipital del cortex cerebral, las neuronas van respondiendo a estímulos nerviosos más específicos. Se trata de células de orden muy superior a las transmisoras. Podemos distinguir de este modo, entre células corticales simples, complejas o hiper-complejas, siendo estas últimas capaces de detectar características tan específicas como ángulos o franjas dinámicas que se desplazan a través del campo receptivo.

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3 Color luz. Color pigmento

3.1. Mezclas aditivas y sustractivas. Colores primarios y secundarios. Colores complementarios Dos rayos de luz blanca que atraviesan sendos filtros, rojo y cyan, al cruzarse en el espacio producen, en su intersección, una zona de luz blanca. Lo mismo ocurre si los que se cruzan son tres rayos de colores rojo, azul y verde. Sin embargo, si hacemos incidir un único rayo por los distintos filtros, el resultado será una luz de color pardo y menos intensa que la del rayo original. Decimos que en los dos primeros casos se ha producido una mezcla aditiva, mientras que en el último la mezcla es sustractiva. Así, podemos definir las mezclas aditivas como aquellas que se producen cuando se fusionan varias radia­ciones de distinta longitud de onda, dando por resultado un nuevo color que siempre será más luminoso que el de cada una de las distintas radiaciones que intervienen por separado, ya que surge de la suma de los distintos caudales lumínicos. En este tipo de mezcla llamamos colores primarios al rojo, el azul y el verde, puesto que se trata de colores «absolutos», ya que no pueden obtenerse por mezcla alguna. Al eliminar cualquiera de ellos de un haz de luz blanca, surge un color diferente. Y así, el rojo y el azul crean por mezcla aditiva el magenta, el rojo y el verde crean el amarillo, y el verde y el azul crean el cyan. Estos colores resultantes son los llamados colores secundarios o primarios sustractivos. Las mezclas de tipo sustractivo son las que se producen al trabajar a partir de pigmentos, por lo que resultarán muy importantes de cara a la pintura. Los tres colores primarios sustractivos son individuales, en tanto que establecen cualidades diferentes en la mezcla. El magenta es intenso, el amarillo luminoso y el cyan oscuro. Cuando mezclamos a partes iguales los primarios sustractivos de dos en dos, obtendremos los colores secundarios sustractivos; naranja (magenta-amarillo), violeta (cyan-magenta) y el verde (cyan-amarillo). A los colores primarios y secundarios, dada su importancia en la composición sustractiva de los colores, se les considera fundamentales. Para alcanzar una visualización estructurada de los colores, se eligieron algunas formas regulares (triángulo equilátero, pentágono, hexágono, círculo) sobre las cuales es más simple representar el orden de sucesión y las relativas combinaciones. De entre ellas la forma más extendida es la del círculo. Para dar a cada color su puesto, se subdivide el círculo en seis secciones iguales en las que alternarán los primarios y los secundarios; se trata del denominado círculo cromático. El círculo cromático pone de relieve tanto el color primario común a dos secundarios vecinos, como su complementarios, esto es el secundario que se encuentra en la posición opuesta (se trata de magenta-verde, cyan-naranja y amarillo-violeta). Entre las diferentes combinaciones posibles de mezclas puestas de manifiesto por el círculo cromático, distinguiremos las siguientes: „„

La combinación de dos de los colores primarios, en proporciones iguales o diversas En el caso de dos colores primarios en mezcla sustractiva, si son mezclados en proporciones diferentes, obtendremos combinaciones en las que prevalece el color cuantitativamente preponderante. Por ejemplo, mezclando el magenta y el amarillo, el naranja resultante tiende al magenta o al amarillo según prevalezca cuantitativamente el primero o el segundo. Mediante un continuo y regular cambio de proporciones de uno o de otro, se pueden obtener gradaciones o matices de los dos colores. Para obviar la falta de una nomenclatura de las diferentes tonalidades y favorecer la investigación de un método eficaz para la impresión policroma que permitiese indicar con preci-

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sión las relaciones cuantitativas que ligan cada matiz con los respectivos colores primarios, de los cuales deriva, Hickethier propuso un sistema muy simple para describirlos. Apoyándose en el principio según el cual, mezclando oportunamente los pigmentos primarios, se pueden reproducir todos los colores, se puede dividir un color en sus constituyentes (cada uno en una proporción bien definida), ha establecido un paralelismo entre cada matiz y un número de tres cifras, refiriendo cada cifra a uno de los tres colores usados y determinando también el orden de lectura: la primera cifra va siempre referida al amarillo, la segunda al magenta y la tercera al cyan. Consiguientemente, se atribuye el valor 9 al color pleno, el cero a la ausencia de color y los valores numéricos intermedios, del 8 al 1, a las correspondientes cantidades. Tendremos, pues: 900 (tono pleno de amarillo, ausencia de magenta y cyan), 090 (ausencia de amarillo, tono pleno de magenta, ausencia de cyan), 009 (tono pleno de cyan). Si mezclamos amarillo y magenta y mantenemos fija la cantidad del magenta, tendremos una serie de naranjas rojizos indicados con 190, esto es, una parte de amarillo, 9 de magenta, ausencia de cyan; 290, esto es, dos partes de amarillo, nueve de magenta, ausencia de cyan, etc. Los diferentes matices, por su tendencia a desplazarse hacia el primario dominante, dan a los colores apariencia de movimiento y riqueza de expresión. „„

La combinación entre dos colores adyacentes, uno primario y otro secundario En lo referente a estos casos, este tipo de mezclas tienen como resultado colores intermedios denominados ternarios: magenta y naranja; naranja y amarillo; amarillo y verde; verde y cyan; cyan y violeta; violeta y magenta dan respectivamente rojo, amarillo, anaranjado, amarillo verdoso, etc. Con los tres primarios, los tres secundarios y los seis ternarios, se obtiene un círculo subdividido en 12 colores. Mezclando en partes iguales un primario y un ternario, se obtiene un cuaternario; mezclando en partes iguales un secundario y un ternario, se obtiene un quinario. Si introducimos estas nuevas tintas entre un sector y otro del círculo cromático, obtendremos un nuevo círculo formado por 24 colores, cada uno de los cuales es considerado puro, pues deriva de la combinación, en partes definidas, de dos únicos primarios equidistantes. La importancia de los primarios, secundarios, terciarios, cuaternarios y quinarios representados en el círculo, queda subrayada por la mayor o menor extensión de los sectores. Dos colores adyacentes, mezclados en proporciones desiguales, análogamente a lo que sucede entre dos primarios, dan gradaciones o matices en los que prevalece el color que aparece en cantidad mayor.

„„

La combinación entre complementarios Este tipo de mezclas dan un color caliginoso tendente al negro, como sucede cuando se mezclan los tres primarios, y ello porque también en todas las parejas de complementarios se contienen todos o la mayor parte de los primarios. Puesto que no sólo los primarios y secundarios, sino también cualquier otro color y gradación de color tiene su complementario, se consideran complementarios entre sí todas las parejas de colores, que en la mezcla de partes iguales, tienden a neutralizarse dando un negro-grisáceo. El círculo cromático pone de relieve esta complementariedad, pues en él los colores complementarios se encuentran en una posición diametralmente opuesta.

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3.1.1. Luminosidad de los colores. Relaciones de cantidad

La luminosidad del color pigmento depende de la estructura espectral de la luz reflejada por él. De ellos, el amarillo es el más luminoso y también el más cercano al negro. La escala descendente de luminosidad de los colores, es la siguiente: amarillo, naranja, magenta, verde, cyan y violeta. Goethe atribuyó simbólicamente al blanco el valor luminoso de 10 y al negro el 0, estableciendo la siguiente secuencia numérica: amarillo 9, naranja 8, magenta 6, verde 5, cyan 4, violeta 3. De esta escala deducimos que la pareja de complementarios con la máxima oposición de luminosidad, viene representada por el amarillo y el violeta (9:3), esta diferencia disminuye entre el naranja y el cyan (8:4) hasta anularse entre el magenta y el verde, que son de la misma luminosidad (6:6). Cuando se aproximan los colores fundamentales para obtener el equilibrio armónico de las tintas, de modo que ninguna de sus luminosidades predomine sobre las otras, debe variarse la extensión relativa en proporción inversa a la luminosidad, según las siguientes relaciones cuantitativas de superficie: amarillo 3, naranja 4, magenta 6, verde 6, cyan 8, violeta 9. Así, dos colores complementarios resultan visualmente equilibrados si recubren superficies inversamente proporcionales a las respectivas luminosidades. De esta manera, pintando una superficie de amarillo y violeta, la zona del violeta debe ser tres veces mayor que la amarilla, si situamos el cyan con el naranja, la zona de aquél debe ser la doble que la de éste, si, en cambio, se contraponen el magenta y el verde, las dos zonas deberán tener la misma superficie. Del mismo modo se establecen las relaciones armónicas de superficie entre parejas de colores primarios y secundarios o entre parejas de primarios. Las proporciones armónicas de los primarios son 3.6.8., las de los secundarios 4.6.9. Si disponemos según la gama cromática normal los seis colores fundamentales sobre la superficie del círculo dividido en secciones, daremos a cada uno de ellos las siguientes amplitudes: amarillo 30o, naranja 40o, magenta y verde 60o cada uno, cyan 80o y violeta 90o. 3.1.2. Colores acromáticos. Colores fríos y calientes

El blanco, el negro y el gris vienen considerándose colores acromáticos o neutros, esto es, privados de color. Se discute, sin embargo, si el blanco y el negro pueden ser considerados colores. La respuesta depende del punto de vista desde el que enfoquemos el problema. Psicológicamente, el blanco y el negro son colores plenos, puesto que son capaces de provocar una respuesta sensorial igual que cualquier otro. En un sentido referido a las mezclas de tipo sustractivo, el negro y el blanco tienen las mismas cualidades que los demás colores, de modo que el blanco sería un color primario al no poder obtenerse a partir de la mezcla de ningún otro, mientras que el negro es secundario, por cuanto que se obtiene a partir de la mezcla de los tres primarios (aunque esto no se da en la práctica con tanta facilidad). En cuanto a la clasificación de los colores en fríos y calientes, se trata de un tipo de asignación simbólica, de modo que asociamos determinados colores fríos a los tonos que toma el agua, el hielo o la luz lunar, mientras que llamamos calientes a los que asociamos al fuego o al sol. Siguiendo este criterio son colores fríos el cyan, el violeta y, en general, aquellos colores en los que predominan los tonos azules (como el azul Prusia, el cobalto, el azul ultramar o el azul turquesa); son calientes los amarillos tostados, los rojos (magenta, bermellón, carmín, laca de geranio, etc.) los naranjas y las tierras rojizas. Todas las tintas pueden hacerse más cálidas si las añadimos un poco de amarillo o rojo, mientras que la adición de azul o violeta producirá un enfriamiento tonal. El gris será frío en los casos que tienda al azul,

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como en aquellas ocasiones en que esté mezclado a partir de proporciones similares de amarillo, rojo, azul y blanco, o por cualquier pareja de complementarios y blanco. El verde, que se sitúa en los límites de un color cálido (amarillo) y otro frío (azul), puede mostrar una mayor propensión hacia el cálido o el frío, según que en la composición predomine uno u otro. Los colores aparecerán como más cálidos o fríos según los valores más próximos. Así, al rodear un color cálido de otros fríos, el sentido de cada uno de ellos se intensifica. Sin embargo, hasta ahora nos hemos referido a los colores en su estado de máxima saturación, entendida ésta como el estado de pureza absoluta de un color. En los pigmentos este estado es sólo una hipótesis abstracta, de hecho un color pigmentario siempre se muestra ligeramente gris, ya que refleja una longitud de onda y, además, una mezcla de radiaciones entre las que predomina la longitud de onda de la tonalidad reflejada. Colores puros mezclados con blanco o negro, sufren siempre un empobrecimiento en su tinta, que se convierte en pálida, opaca o desvaída y en cualquier caso debilitada y ya nunca más luminosa. Mezclados con otras tintas se desvían de su color, convirtiéndose en amarillentos, rojizos, azulados, etc. Los colores derivados de las mencionadas mezclas, se llaman instrumentales.

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4 Clasificación de los colores sobre base perceptiva Los sistemas de clasificación de los colores sobre base perceptiva se desarrollan en un sentido diferente del de otros sistemas de tipo constructivo, como el Hickethier. En este caso se trata de encontrar adecuadas disposiciones espaciales que permitan representar simultáneamente y con idéntica claridad, las tres variantes que caracterizan a un color; la tonalidad, que expresa la variación cualitativa del color; la claridad o relación lumínica del color respecto del blanco y el negro, y la saturación o pureza. Se idearon con este fin varios modelos tridimensionales, entre los que destacan: la pirámide de Lambert, la esfera de Runge, el doble cono de Ostwald, el de Munsell, el triángulo CIE o el romboedro de Küppers. En el doble cono, denominado también «huso de los colores», se indican los ejes verticales sobre los cuales se encuentra la escala de los grises, del blanco al negro y la sección central o ecuador, que constituye la base de los dos colores y sobre la cual se sitúa el círculo cromático. Los colores puros, dispuestos alrededor de la circunferencia del círculo, pueden ser 6, 12, 24 o más, con los respectivos complementarios diametralmente opuestos. En el huso de los colores de Ostwald, el ecuador está ocupado por 24 tonalidades diferentes. Los colores de cada tonalidad experimentan una gradual intensificación a medida que se alejan radialmente del centro gris hasta alcanzar la saturación completa en la periferia (que por ello se aclara, pues la saturación se define en términos de ausencia de gris) y se enriquecen en contenido de blanco y negro cuanto más se alejan verticalmente en dirección de los polos blanco y negro. Seccionando verticalmente el huso de los colores mediante planos que pasen por los polos del eje B/N, se obtienen rombos. La escala de grises, por su posición en el centro, los divide en dos triángulos equiláteros, cuyos tres vértices corresponden respectivamente a un color pleno, al blanco y al negro. Si, por ejemplo, colocamos el cyan como color puro en el vértice del triángulo equilátero de la izquierda, tendremos como color puro al vértice del triángulo opuesto a su complementario, esto es, el naranja. Procediendo de los colores puros en dirección al vértice superior, si añadimos gradualmente blanco, según los principios de adición obtenemos una progresión ordenada de las graduaciones entre las tintas plenas y el blanco. Esta serie de claros crecientes constituye el primero de los tres modos, mediante los cuales una tinta plena puede ser modificada y constituye la primera relación entre lo acromático y lo cromático. Del mismo modo, para obtener una progresión ordenada de graduaciones entre las tintas plenas y la máxima oscuridad, se procede en dirección al vértice inferior del eje, añadiendo gradualmente más negro. Esta serie de colores oscuros representa el segundo modo para modificar una tinta pura. En el área interna del triángulo se colocan los colores de baja saturación, que son opacos y que obtenemos mezclando la tinta plena con el blanco y el negro simultáneamente. Esta serie de colores grisáceos y opacos representa la tercera y última modificación del color pleno. Hemos obtenido así triángulos monocromos, por cuanto contienen todas las modificaciones posibles de una tinta con blanco, negro y gris. Cada sección vertical tiene 56 colores, 28 por cada triángulo. Consecuentemente, el cuerpo completo de 24 triángulos, contiene 672 colores cromáticos, además de 8 graduaciones de la escala de grises. En el sistema de Ostwald, las tres variantes de colores (tono, saturación y claridad) se definen mediante una cifra y dos letras. La cifra correspondiente al número del color del círculo cromático y va de 1 del amarillo al 24 del amarillo verde, y simultáneamente corresponde a la numeración de los triángulos de variación de tono. La primera letra indica el contenido del blanco y la segunda el del negro. Munsell utiliza un esferoide en el que, para seguir lo más fielmente posible el doble cono de Ostwald, ordena las tintas del círculo cromático a lo largo de los márgenes del ecuador de la esfera, la progresión de claridad de cada una a lo largo del eje, del blanco hasta el negro, y la saturación

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a lo largo de los rayos perpendiculares al eje neutro mismo. Cuando Munsell expone su sistema, define cada propiedad del color con los términos «Hue», «value» y «chroma» y con el término «color» a todos los colores de la figura coloreada. Cada «Hue» viene marcada por un número que indica la carga de tono, por una o dos letras que indican el color y por dos números separados por una barra que designan, respectivamente, la claridad (value) y la saturación (chroma). De las secciones de la figura de Munsell, como de las Ostwald, existen tablas de colores recogidas en muchos tratados sobre el color.

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BIBLIOGRAFÍA BIBLIOGRAFÍA REFERIDA ALBERS, J.: La interacción del color. Alianza Editorial, 2005. ARNHEIM, Rudolf: Arte y percepción visual. Alianza Editorial. Colección Alianza Forma. Madrid, 2005. BALL, P.: La invención del color. Ed. Turner, 2003. GARAU, Augusto: Las armonías del color. Ed. Paidós. Paidós estética. Barcelona, 1993. SANZ, Juan Carlos: El libro del color. Alianza Editorial. Madrid, 1992. ZELANSKI, P., FISHER, M.P.: Color. Tursen S.A., Hermann Blume Ediciones, 2001.

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RESUMEN El color como fenómeno físico y visual. Color luz. Color pigmento.

1. Naturaleza física del color Lo que llamamos color es sólo una percepción psíquica diferenciada: la luz se percibe subjetivamente en una diferenciación de colores. El color es una consecuencia de la reflexión selectiva por parte de los objetos que absorben determinadas longitudes de onda reflejando el resto. El color que nosotros percibimos en el objeto es aquel que corresponde a aquellas longitudes de onda que son reflejadas. Este fenómeno puede darse en cuatro formas diferentes que determinarán el tipo de coloración que toma el objeto. Podemos distinguir entre color por pigmentación, color por dispersión, color por difracción o por interferencia. Definición del espectro cromático. Longitud de onda y temperatura de color.

1.1. Organización del espectro visual El área espectral comprendida entre los 770 y los 380 nanómetros la llamamos «espectro visible». Análisis espectral de la luz blanca.

2. El color como fenómeno visual. Aspectos perceptivos 2.1. El sistema óptico El ámbito ocular es electromagnético, refractar la configuración luminosa que penetra por la pupila a través de la córnea y el humor acuoso. Las sucesivas refracciones que el haz de luz soporta hasta que alcanza la retina, lo enfocan con gran precisión sobre el fondo del ojo, provocando aquí la iluminación de un área proporcional a la superficie del campo visual. Factores de correción. Proyección de la imagen sobre la retina. Todas las transformaciones que la luz va experimentando desde la córnea hasta la retina son de índole física.

2.2. La retina La retina es la parte del ojo que más directamente influye en la percepción del color. Se trata de una membrana que tapiza el interior de la cavidad ocular. Se encuentra compuesta por diez estratos diferentes de los cuales los más importantes son los conos y los bastones de las células bipolares y de las células ganglionares.

Los conos y los bastones, son las células receptoras y se apoyan sobre el estrato pigmentario de la coroides cerca también de la esclerótica. El pigmento de los bastones se llama rodopsina y el de los conos iodopsina.

2.3. De la retina al tálamo Una vez que las células bipolares, estimuladas por la descarga eléctrica de los fotorreceptores, provocan la reacción de las células ganglionares, se inicia la transmisión de la preseñal visual al núcleo del tálamo especializado en el sentido de la vista. Llamado geniculado lateral. Mediante transducción, la energía electromagnética del entorno físico se transforma en energía eléctrica, que es la forma de energía característica de las funciones cerebrales. Se considera protoseñal visual al conjunto de impulsos electroquímicos que tienen lugar en la retina. La preseñal visual es el conjunto de impulsos nerviosos que se desplazan desde las células ganglionares hasta el córtex. La preseñal visual se transmite hasta el tálamo y, desde allí, a la corteza visual, en forma de «radiaciones ópticas». Podemos distinguir, entre células corticales simples, complejas o hiper-complejas, siendo estas últimas capaces de detectar características tan específicas como ángulos o franjas dinámicas que se desplazan a través del campo receptivo.

3. Color luz. Color pigmento 3.1. Mezclas aditivas y sustractivas. Colores primarios y secundarios. Colores complementarios Las mezclas aditivas se producen cuando se fusionan varias radia­ciones de distinta longitud de onda, dando por resultado un nuevo color. En este tipo de mezcla llamamos colores primarios al rojo, el azul y el verde. Las mezclas de tipo sustractivo son las que se producen al trabajar a partir de pigmentos. Los tres colores primarios sustractivos son: el magenta es intenso, el amarillo luminoso y el cyan oscuro. Cuando mezclamos a partes iguales los pri-

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marios sustractivos de dos en dos, obtendremos los colores secundarios sustractivos: naranja, violeta y el verde. Círculo cromático: se subdivide el círculo en seis secciones iguales en las que alternarán los primarios y los secundarios. Diferentes combinaciones posibles. „„ • La combinación de dos de los colores primarios, en proporciones iguales o diversas. Dos colores primarios en mezcla sustractiva, si son mezclados en proporciones diferentes, prevalece el color cuantitativamente preponderante. Mediante un continuo y regular cambio de proporciones de uno o de otro, se pueden obtener gradaciones o matices de los dos colores. „„ • La combinación entre dos colores adyacentes, uno primario y otro secundario Este tipo de mezclas tienen como resultado colores intermedios denominados ternarios, se obtiene un círculo subdividido en 12 colores. Mezclando en partes iguales un primario y un ternario, se obtiene un cuaternario; mezclando en partes iguales un secundario y un ternario, se obtiene un quinario. Obtendremos un nuevo círculo formado por 24 colores „„ • La combinación entre complementarios. Se consideran complementarios entre sí todas las parejas de colores, que en la mezcla de partes iguales, tienden a neutralizarse dando un negro-grisáceo. El círculo cromático pone de relieve esta complementariedad, pues en él los colores complementarios se encuentran en una posición diametralmente opuesta.

3.1.1. Luminosidad de los colores. Relaciones de cantidad La escala descendente de luminosidad de los colores, es la siguiente: amarillo, naranja, magenta, verde, cyan y violeta. Goethe atribuyó simbólicamente al blanco el valor luminoso de 10 y al negro el 0, estableciendo la siguiente secuencia numérica: amarillo 9, naranja 8, magenta 6, verde 5, cyan 4, violeta 3. Se establecen las relaciones armónicas de superficie entre parejas de colores primarios y secundarios o entre parejas de primarios.

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3.1.2. Colores acromáticos. Colores fríos y calientes El blanco, el negro y el gris vienen considerándose colores acromáticos o neutros. Son colores fríos el cyan, el violeta y, en general, aquellos colores en los que predominan los tonos azules, son calientes los amarillos tostados, los rojos, los naranjas y las tierras rojizas. Colores puros mezclados con blanco o negro, sufren siempre un empobrecimiento en su tinta, que se convierte en pálida, opaca o desvaída. Estos colores se llaman instrumentales.

4. Clasificación de los colores sobre base perceptiva Los sistemas de clasificación de los colores sobre base perceptiva se desarrollan tratando de encontrar adecuadas disposiciones espaciales que permitan representar simultáneamente y con idéntica claridad, las tres variantes que caracterizan a un color; la tonalidad, la claridad y la saturación o pureza. Varios modelos tridimensionales: la pirámide de Lambert, la esfera de Runge, el doble cono de Ostwald, el de Munsell, el triángulo CIE o el romboedro de Küppers.

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