El Deseo Del Psicoanalista Completo

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EL DESEO DEL PSICOANALISTA, Lic. Alfredo Eidelsztein 1ª reunión, El Deseo del psicoanalista es un concepto nuevo El tema es, entonces, “El deseo del Psicoanalista” y paso, antes de presentar el curso y presentar esta reunión, a indicarles una breve reseña de la ubicación del concepto en la enseñanza de Lacan, que es en realidad el conjunto de la bibliografía que yo voy a utilizar. Entonces, entre los seminarios VII, VIII y IX (de los años ’59, ’60 y ’61), ya está, en la enseñanza de Lacan, acuñada la expresión. O sea, ya está el sintagma “el deseo del Psicoanalista” que yo les voy a proponer por qué adviene ahí este problema. Pero aún no hay un uso específico de la expresión ni Lacan ha logrado dar la peculiaridad de lo que está intentando designar con esta expresión nueva en su enseñanza. En el seminario X (que es del año ’62-’63), ya hay un desarrollo conceptual del deseo del Psicoanalista; en el seminario XI, Lacan concluye el desarrollo y, en el seminario XII –vamos a ir trabajando las citas pertinentes–, se produce el precipitado de las conclusiones. De los Escritos, obviamente, en La dirección de la cura y los principios de su poder1, ya está articulado el problema de la ética, el deseo del Psicoanalista articulado al problema de la ética, y en Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano2 – del ’60 –, también ya hay algunas indicaciones que nos van a ser necesarias para discutirlo. Hay un escrito específico sobre el deseo del Psicoanalista que es Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista3 ; mi impresión es que Lacan dejó, cifrado en su título, cómo debe ser terminado de ser leído porque para mí, sin lugar a dudas, es: “Del Trieb de Freud y del deseo del Psicoanalista de Lacan”. Con lo cual –me da la impresión–, que ese sustraerse del título está fuertemente indicado porque el deseo del psicoanalista no está en Freud. Les recomiendo además, porque me parece imperioso leer, la Proposición del 9 de octubre del 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela 4, en donde hay un amplio desarrollo sobre cuestiones vinculadas, y un texto que no sé por qué tiene muy poca difusión pero que debería tener la misma que la de Proposición, que es el Discurso como respuesta a la discusión de la presentación de la proposición del 9 de octubre del ’67, que es del 6 de diciembre del ’67. Lacan –saben ustedes–, causó una conmoción generalizada con la Presentación de la Proposición y las ideas que allí estaban en juego y, en diciembre, toma de vuelta la palabra para dar respuesta a las críticas y preguntas que surgieron. Está inédito, que yo sepa. En el CD donde están los seminarios de Lacan, más los Escritos, más publicaciones y conferencias; en ése –que no es el que circula a ocho pesos–, está. Yo tengo copias pero hoy no traje; el jueves que viene, si les parece bien, podría dejar una copia aquí del print de eso y circular, por vía de email, lo que voy a bajar de ahí. Es muy interesante, francamente, es muy interesante. Y lo otro, que a mí me parece también que es un dato a tomar en cuenta, es que no figura como concepto, ni en el Diccionario de Laplanche y Pontalis5, ni en el de Roudinesco, ni en el de Kauffmman. En el único en que figura, de los diccionarios de Psicoanálisis que yo tengo, es el de Chemama. Ahí está pero es interesantísimo, casi increíble, parece un chiste porque en el único diccionario –de los que yo tengo, puede haber alguno más–, en donde figura el término, que es en el de Chemama, Chemama lo define como una X... O sea, una incógnita. No tiene la menor idea de lo que es. Él dice que es una incógnita, con lo cual, me da la impresión que indica el estado de discusión sobre el tema porque estos autores no hacen más que transmitir su perspectiva del estado de discusión de cada uno de los conceptos. Ahora sí, ya en esta primera exposición sobre el tema, lo primero que quería destacar es el estilo. El estilo que les propongo es de confrontación: voy a intentar una confrontación de ideas entre lo que yo he leído al respecto en Lacan –lo que yo leí, que es una lectura que, si la presento, es porque me parece coherente y sostenible; pero ya les advierto que es una lectura posible, la mía–, y lo que otros autores hayan trabajado del deseo del psicoanalista, por ejemplo, el libro de Rabinovich El Deseo del Psicoanalista6, que les propongo considerarlo ampliamente como bibliografía de referencia sobre el tema. Y voy a intentar darle 1

J. Lacan, Escritos 2 (Ed. Siglo Veintiuno, 14ª ed., Buenos Aires 1988, p. 565). J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 773. 3 J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 830. 4 J. Lacan, Momentos Cruciales de la experiencia analítica (Ed. Manantial, Buenos Aires 1987). 5 J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis (Ed. Labor, Barcelona 1993). 6 D. Rabinovich, El Deseo del Psicoanalista (Ed. Manantial, Buenos Aires 1999). 2

como estilo, a lo que voy a proponer, algo distinto a una enseñanza ex cathedra, o sea, no vengo a enseñarles un saber que yo poseo y que estimo ustedes no lo poseen. Pienso proponerles una confrontación de ideas y, como el estilo es el de confrontación de ideas, están invitados a confrontar en el momento que les parezca oportuno, es decir, si me quieren interrumpir en algún momento de la exposición, háganlo; si quieren tomar la palabra y reservarse algunos minutos de alguna reunión para contradecir u oponer algo de lo que yo expuse, están invitados a hacerlo, y van a ver que va a haber fuerte confrontación con bastantes autores que, yo considero, no hacen una lectura correcta de este concepto de Lacan. El tema de esta reunión es “El deseo del psicoanalista es un concepto nuevo”; éste es el tema y el título de esta reunión. Y el de la próxima es “La doctrina de la locura de Jacques Lacan”. Para la doctrina de Jacques Lacan es que les preparé esta bibliografía, consignada en las hojas que se repartieron, de los autores que es necesario leer para hacer una buena discusión sobre el tema. En Lacan, para leer la doctrina de la locura –él la llama así, “mi doctrina de la locura” –, hay que leer todos los escritos. No dije “toda la obra” ni siquiera digo los seminarios. Está estirada en todos los escritos, con lo cual la bibliografía de referencia es ésa: los Escritos. Y que sean todos los escritos –porque en todos los escritos está trabajado el tema–, indica dos cuestiones: primero, qué poco conocimiento tenemos de un tema tan extenso; y segundo, como está en todos, ya es una advertencia de que no crean que es un problema de cuando Lacan era hegeliano, en los primeros años de su enseñanza porque no es algo que está en los escritos anteriores (De nuestros antecedentes, etc., etc). Está estirado desde el ’36 al ’66. Y, bueno, ahí en la hoja, está el resto de la bibliografía. Creo que voy a hacer uso, en la próxima, especialmente de Acerca de la causalidad psíquica7, Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis 8, el grafo 2 de Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano y Posición del Inconsciente9. Como va a hacer falta discutir algo respecto de la subjetividad moderna, les recomiendo cualquier historiador que ustedes crean –Bernand está muy bien–, para leer una opinión que es la opinión generalizada en todos los historiadores, que es la de que la subjetividad moderna tiende al individualismo; es una tendencia de la modernidad considerar al sujeto humano hablante como un individuo aislado. Es una tendencia diagnosticada por Hegel muy tempranamente, mucho antes de que la Historia lo advierta pero hoy sostenida por todos los historiadores; Bernand es uno que se podría leer pero les recomiendo cualquiera porque estoy seguro de que cualquier historiador lo marca con claridad. Entrando en tema, entonces, les proponía que el deseo del psicoanalista es un concepto nuevo. Esto significa bastantes cosas. La primera, que si es un concepto nuevo implica co-variación, o sea, dado que el sistema de conceptos, para nosotros, es una base de articulación sobre la base de significantes, no pierdan de vista que si en psicoanálisis, tomado como un conjunto de conceptos que tiene la estructura de ser un conjunto de significantes, entra un concepto nuevo, y sin lugar a dudas, todos los demás quedan trastocados; con lo cual, lo que voy a proponer es que es un concepto nuevo –“nuevo” quiere decir “radicalmente nuevo”– pero que a partir de su entrada, necesariamente co-varían todos los demás. Ahora bien, hay –al menos muy fuertemente en todas las disciplinas que se dedican al estudio de la subjetividad– una paradoja con lo nuevo, hay una paradoja propia de lo nuevo. Esto está bastante desarrollado en Lacan, la paradoja que implica en las ciencias del hombre –para llamarlas de alguna manera, las ciencias de la subjetividad–, la entrada de lo nuevo. ¿Por qué? Porque si la disciplina se plantea de filiación científica, la base de su condición de cientificidad es la comunicabilidad científica, o sea, si nos postulamos de base científica entonces cada nuevo conocimiento que tengamos debe ser comunicado. Pero no comunicado en el sentido de “Lacan vio la luz”, que ya se comunica, se dice “Lacan vio la luz”, se podría decir una “revelación a la noche”, que “tuvo una revelación” y a la mañana lo cuenta; no es eso. La comunicabilidad científica está dada con el fin de que sea comprendida por el público; hay que dar los argumentos por lo cual se sostiene lo que se sostiene y, desde lo que se sostiene, tiene que estar confrontada al entendimiento del público. Sería muy poco confiable una teoría científica que nadie, absolutamente nadie, entiende; habría algo para desconfiar de esa teoría. Con lo cual, en la comunicabilidad del Psicoanálisis, como es científica, está en el horizonte que se entienda de qué se trata. Más aún, porque la práctica del Psicoanálisis, como es de filiación científica, está concebida como que cualquiera puede practicar; no hay que tener ninguna condición personal para poder practicar. ¿Quién puede practicar el Psicoanálisis? 7

J. Lacan, Escritos 1 (Ed. Siglo Veintiuno, 14ª ed., Buenos Aires 1988, p. 142). J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 227. 9 J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 808. 8

Nosotros, lo que decimos es ¿qué debería hacer alguien que quiera practicarlo? Debería analizarse. Pero ¿quién puede practicar? Cualquiera. ¿Quién puede ser médico en este momento, en Occidente? Cualquiera; se estudian los conocimientos que tienen la estructura que cualquiera los puede aprender, no hace falta ninguna experiencia peculiar. Ahora bien, el problema es que si uno intenta dar cuenta de algo nuevo sobre el sujeto y eso debe ser presentado como que el otro debe comprender, lo que sucede regularmente es que, cuando el otro entiende, se ha perdido lo nuevo. O sea, se vuelve un statu quo ante. ¿Entienden? Cuando Freud terminó de lograr que el público psicoanalítico entienda lo que es pulsión, ya no queda claro si es lo absolutamente nuevo que Freud había descubierto o lo que la gente siempre entendió y, “¡Ah, claro!”. Lo que se verifica es que, cuando se entiende, el peligro que hay es que se está en el estado anterior, en el estado anterior al descubrimiento. Se entiende que, en ese sentido, estoy proponiendo que muchos problemas con los post-freudianos es que son francamente pre-freudianos. Lo mismo nos sucede a los psicoanalistas lacanianos. O sea, si hay algo radicalmente nuevo en el deseo del psicoanalista, habría que ver si, cuando entendemos de qué se trata, no estamos llevando la cosa a un estado anterior de lo radicalmente nuevo que propone Lacan. Pregunta: Ahí, en lo que vos estás diciendo, ¿es porque cuando es comunicado se pierde lo novedoso, o se degrada el concepto? A.E.: Las dos cosas. Con lo cual, quien lo recibe debe hacer el mismo paso que quien lo descubrió para reencontrar en eso lo absolutamente nuevo. Si no, no se puede hacer. Intervención: Porque una cosa es inevitable: en el acto mismo deja de ser nuevo. A.E.: No en el acto mismo sino en ciertas consecuencias del acto. Depende de cómo se posicione cada uno frente a la comunicabilidad que hace el otro: “¿Vos entendiste lo que dijo? – No, no entendí lo que dijo”. Ahora bien, ¿qué se quiere decir con “no entendí”? Porque muchas veces el no entender quiere decir que no pude reducir todo lo novedoso a lo que yo ya sabía pero si lo logro hacer, se perdió absolutamente lo novedoso. Lo planteo porque para nosotros es crucial esa experiencia –la de lo nuevo– porque participa de la lógica del inconsciente. En ese sentido, piensen lo que significan las frases regulares, las más comunes, las más cotidianas, del advenimiento de algo nuevo a nivel del inconsciente. Vieron que es muy regular –es casi una risa, produce sonrisa, a mí me produce sonrisa, no puedo evitar que las comisuras de los labios se me levanten– cuando algún analizante, en la experiencia analítica, dice “nunca lo había pensado...”, “nunca se me había ocurrido...”. Pensaban que esas frases son “¡Listo! Chau, ya está...” . Ahora, piénsenlas, ¡son increíbles esas frases! No las decimos nunca respecto de lo absolutamente nuevo. Si yo les dijese –hace quince años–: “¿Saben que hay un ‘chabón’ que habla de agujeros negros en el cielo intergaláctico?”, y ninguno de ustedes sabía nada de eso, jamás ninguno de ustedes me habría dicho “nunca lo había pensado...”. ¿Qué quiere decir el “nunca lo había pensado...”? Ese “nunca”, aunque parezca mentira, es “ya lo había pensado”, con lo cual observen que el “nunca” es “ya lo había pensado pero no lo había pensado así”, “me sorprende esta versión de lo que yo siempre supe”. Eso es el inconsciente. Ahora, si nosotros perdemos de vista esa dimensión, la teoría sobre el inconsciente se nos escapa absolutamente toda. Lo que yo propongo, entonces, es que sobre el deseo del analista nuestra posición debería ser “Ahhh, nunca lo había pensado...”, porque es una novedad absoluta respecto de la práctica que atañe a lo inconsciente. Si les interesa este problema –el de lo nuevo, el de la comunicabilidad, el de las teorías, el de pensar–, les recomiendo ¿Qué significa pensar?10, de Heidegger. No reculen, no se asusten porque ése es bien legible; son clases dictadas por él y cada clase termina con un pequeño resumen. Ése es muy, muy legible y van a ver que hay un problema respecto a pensar. La próxima vez voy a traer –hoy me olvidé– una pequeña conferencia de Heidegger que fue llamada La Ciencia no piensa y, lo que él propone es que, como los científicos están destinados a meter en el esquema que ya saben, todos los fenómenos, nunca se encuentran con lo nuevo. Desconfíen muchísimo cuando están con un científico porque son retrógrados. Un científico, por trabajo, es retrógrado. Si no confían en esto, lean a Kuhn, quien dice que, sin lugar a dudas, el trabajo de un científico es retrógrado, por eso las revoluciones científicas provienen de alguien que no es del métier, que no es de la Ciencia. Porque los científicos son retrógrados, o sea, meten todos

10

M. Heidegger, ¿Qué significa pensar? (Ed. Nova, Buenos Aires 1972).

los fenómenos en la cajita de lo que ya saben: lo que no entra, no entra y, a veces, hacen mucha fuerza para que entre. Ahora bien, la propuesta que yo les hago es que el deseo del psicoanalista es, implica algo absolutamente nuevo, pero que en el medio psicoanalítico lacaniano en donde esto fue recibido no opera así. Es tomado como algo que entendemos, o sea, algo que entra en el statu quo ante. ¿Cuál es la novedad? ¿En qué radica la novedad del concepto “el deseo del psicoanalista”? Obviamente son fórmulas que yo preparé, especialmente condensadas, para resolver lo que hoy es una primera reunión sobre el tema; todas las siguientes reuniones van a ser para poner en tela de juicio estas mismas fórmulas que preparé. No están así en ningún lugar, tampoco en Lacan: El deseo del psicoanalista es el motor del análisis, como cura de las neurosis de transferencia, ésta es la definición que les voy a proponer. Desde ya –los que tiene el oído alerta se habrán dado cuenta–, lo propongo en oposición a todos aquellos que sostienen que, en la enseñanza de Lacan, el motor de la transferencia es el sujeto-supuesto-saber. Lo que yo les propongo es que eso es falso. El sujeto-supuesto-saber no es el motor de la transferencia analítica; en realidad, el sujeto-supuesto-saber es la posición más común, en Occidente, respecto del genio, del sabio. O sea que, a partir de la existencia de la acumulación de saber propia del sistema capitalista, se empezó a concebir la idea de que alguien podía acumular saber y, entonces, se empezó a suponer que tal podía acumular o que tal otro podía acumular saber. Una pista de esto es que, a partir de ese momento, empieza a surgir –luego de cinco mil, diez mil años de elucubración de saber– el problema del examen. Pregunta: Pensaba si el supuesto-sujeto-saber hacía referencia a esto de lo que vos hablabas, del “nunca lo había pensado...” [inaudible lo siguiente]. A.E.: Yo considero al sujeto-supuesto-saber como lo que da cuenta de la posición del neurótico al comienzo del tratamiento pero que no es motor del análisis. Es el motor que te hace ir a alguien que suponés que sabe. En ese sentido, no es distinta de la consulta del médico –cuando se supone que sabe–, o sea, es el problema con el médico de cartilla. Porque todos decimos “¿y quién me dice a mí que, por estar en un cartilla, sabe?”. Cualquiera de ustedes que atienda a pacientes que los llaman a través de una cartilla, sabe de qué hablo: es esa desconfianza que tienen que atender. Son pacientes en posición de desconfianza, ¿por qué? Porque la cartilla no es una buena forma de sujeto-supuesto-saber; no facilita la ilusión, la suposición de saber en alguien. Todos sabemos –especialmente en Argentina–, que casi todo el mundo entra en las cartillas por acomodo; como todos sabemos que entran por acomodo –o que nosotros queremos un acomodo para entrar en una cartilla–, cuando vamos a consultar a alguien decimos “¡Ah, ‘guacho’, vos sí que tuviste acomodo para entrar en la cartilla, ¿no?!”. Eso mismo ataca la suposición de saber y dificulta la demanda pero no es el motor de la cura de la neurosis de transferencia. Todo lo contrario, es neurosis de transferencia condensada. La suposición de saber es la posición transferencial neurótica, por excelencia. Lo que yo propongo es oponer lo que nosotros –como consultantes, demandantes, pacientes– creemos que nos lleva (“voy a verlo a tal, voy a verla a tal, porque creo que sabe de esto” ), de lo que verdaderamente es el motor de la cura cuando lo que uno se propone curar es la neurosis de transferencia. Lo novedoso es que a ningún psicoanalista, hasta Lacan a la altura del año ’61/’62, se le había ocurrido que la neurosis de transferencia era curable como tal. A ningún psicoanalista se le había ocurrido que eso era curable. Vamos a ir produciendo los argumentos que nos lleven a qué quiere decir y por qué se le plantea el problema. Para mí, el momento de quiebre en la enseñanza de Lacan que lo lleva a la necesidad de postular el deseo del psicoanalista como motor de la cura es Observación sobre el informe de Daniel Lagache11 . Pregunta: ¿Por qué citás Observación sobre informe de Daniel Lagache? A.E.: Porque digo que el problema que Lacan resuelve mediante un concepto nuevo, que es el del deseo del analista, el problema está presentado categóricamente en Observación sobre el informe de Daniel Lagache. ¿En qué de Observación sobre el informe de Daniel Lagache? En la nueva acepción que Lacan le da a “neurosis de transferencia”. Hasta Lacan de ese momento –y me imagino que para la mayoría de ustedes, porque supongo que ustedes no tienen una formación distinta a la mía por ser porteños, por estar 11

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 627.

abrevando de lo que se elucubra de saber–, “neurosis de transferencia” quiere decir aquellos sujetos capaces de hacer transferencia, en oposición por ejemplo a las “neurosis narcisísticas”, que no es una categoría con la que trabajamos aunque yo verifico que un montón de psicoanalistas lacanianos sigue trabajando a las psicosis como narcisísticas –que me parece que es un desaguisado completo–, pero a pesar de eso suponemos que “neurosis de transferencia” es los sujetos capaces de hacer transferencia. Lacan le da un giro espectacular porque estaba ahí, regalado. Y, para Lacan, “neurosis de transferencia” es estar enfermo de transferencia: ¿neurosis obsesiva? Es estar enfermo de obsesión, tener síntomas obsesivos, ¿neurosis histérica? “Neurosis” de transferencia es donde la posición del sujeto, como falla, está indicada por la transferencia, y eso es curable. Hasta que no se produce este corrimiento no se puede pensar en curar porque, más aún, lo consideramos como un atributo, una posibilidad, una condición para el análisis. Es una condición del análisis pero es en lo que consiste la posición neurótica, por excelencia. Ser neurótico quiere decir: hacer transferencia, en el sentido de aquello que es curable. Ahora, si bien en la teoría Lacan logra darle esta nueva acepción a “neurosis de transferencia”... Les leo un párrafo para vuestra tranquilidad –les veo cara un poco preocupada–, es de los Escritos de Lacan, en francés, página 679, está en Observación sobre el informe de Daniel Lagache12: “Es ciertamente esta maniobra del Otro la que opera el neurótico [hay una maniobra del Otro pero que el neurótico opera] para renovar incesantemente esos esbozos de identificación en la transferencia salvaje que legitima nuestro empleo del término neurosis de transferencia.”. ¿Saben que Lacan, cuando dice “nuestro”, es plural mayestático, no? Si no, es un lío porque cuando uno lee a Lacan, no hay que considerar que, cuando Lacan dice “nuestro”, está hablando de los psicoanalistas; está hablando de él. “El Inconsciente freudiano y el nuestro” es el nombre de la segunda clase del seminario XI que fue publicado en vida y totalmente controlado por Lacan; el “nuestro” es la teoría del inconsciente de Lacan, no hay ningún otro que tenga esa teoría del inconsciente pulsátil, de la apertura y cierre. Eso no está en ningún lado, es de Lacan. Con lo cual, cuando Lacan dice “nuestro” es plural mayestático, es “yo”, es “mi”. Así que: “Es ciertamente esta maniobra del Otro la que opera el neurótico para renovar incesantemente esos esbozos de identificación en la transferencia salvaje que legitima nuestro empleo del término neurosis de transferencia.”. ¿Entendieron el uso, de Lacan, de “neurosis de transferencia”? Es cuando el neurótico maniobra cierta operatoria del Otro que le permite hacer identificaciones en transferencia salvaje. La transferencia salvaje más típica en los neuróticos es con los padres. La transferencia salvaje –como verán– es al revés de Freud porque Freud considera que transferencia es desplazar del origen, que es los padres, hacia otros. Para Lacan esto no es así. Para Lacan, los neuróticos –que no son todos– son los que están quejados de neurosis; en ese sentido, no hay que considerar la operatoria de la metáfora paterna como igual a neurosis. Aquí tenemos una forma de empezar a definir “neurosis”. Neuróticos son aquellos que maniobran sobre cierta operatoria del Otro, que el Otro hace. Podríamos decir, por ejemplo, nominar: “Tú eres el más bueno”, “Tú eres el mejor”, “Tú eres la más linda”, “Tú eres la nena de papá”, “Tú eres la loca”... Una maniobra del Otro que es nominar; por ejemplo: una maniobra de un padre que nomina al hijo. Sobre esto, el neurótico monta una maniobra que es identificarse en transferencia salvaje. Eso es lo que justifica “neurosis de transferencia” –hay un neurótico de transferencia que tiene una neurosis de transferencia–, en la enseñanza de Lacan. Ahora bien, hay un problema denso en Psicoanálisis lacaniano, el nuestro, en torno a entender el Psicoanálisis como una práctica destinada a la cura de la neurosis de transferencia. ¿Cuál es este problema? Que Lacan en su práctica –a partir de los testimonios de su clínica–, no queda claro que haya trabajado en pos de disolver las neurosis de transferencia. Este es un problema terrible ¿entienden? En su teoría se postula claramente; en su práctica, no es tan claro. No lo digo yo, hay una bibliografía completa – se las puse del otro lado de esa hoja–. Son todos casos de pacientes de Lacan que escriben un libro para dar cuenta de su análisis con Lacan. Si alguien tiene alguno más para recomendar, no deje de decirlo ahora, en voz alta. Es increíble la cantidad de pacientes de Lacan que se decidieron a escribir un libro, creo 12

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit. [El pasaje citado de la edición francesa corresponde a la página 659 de la edición castellana].

que ya es un fenómeno. No es el psicoanalista que tuvo más pacientes ¿no? Vivió bastante, ochenta años, pero Freud también vivió más o menos. Hay un montón de psicoanalistas viejos que tuvieron el consultorio repleto. Está bien, no atendían tres minutos a cada uno... Con lo cual, seguramente, Lacan habrá visto a más pacientes pero no hay tantas personas dispuestas a escribir un libro, testimoniando qué sucedió en su análisis con este tipo. Acá hay seis que son pacientes directos y dos que cuentan anécdotas de pacientes. ¡Es una bibliografía ocho libros sobre el tema! Se los recomiendo; son de muy diversa índole: hay tipos tontos que escriben un libro de su análisis con Lacan y hay tipos inteligentísimos. Godin me parece un tonto, Perrier me parece un tipo con muchísimas luces; Betty Milan es una histérica espectacular –si Dora le ganó dos a uno, Betty Milan le ganó tres a cero a Lacan y entendió de qué se trataba... Ni se dio cuenta a qué estaban jugando... Léanlo, es espectacular, se llama El Papagayo y el Doctor13, en portugués. “Papagayo” no es “loro”, es esa cosa grandota llena de colores. Se lo tradujo por “loro” y ahí ya hay un problema en la traducción. ¿Por qué? Porque mi impresión es que Lacan reforzó, al menos en muchísimos casos, la condición neurótica de los analizantes; o sea que terminaron “más” neuróticos y no, “menos” neuróticos. Un caso equivalente podría ser El Hombre de los Lobos por el Hombre de los Lobos. ¿Saben que la autobiografía del Hombre de los Lobos se llama “El Hombre de los Lobos por el Hombre de los Lobos”? Es esta maniobra que estábamos diciendo. El problema de ese caso es que no queda tan claro que es un neurótico; no queda para nada claro que sea un neurótico. Pero no importa, indico esa maniobra donde un paciente de Freud, a mi entender, en caso de ser neurótico, tendríamos “más” neurótico; porque si estaba identificado a algunos significantes de los padres, al comienzo de su análisis, terminó hasta cambiándose de nombre y apellido después de su vínculo con Freud. Ustedes saben que el concepto de deseo del psicoanalista en Lacan es separar “I” mayúscula de “a” minúscula. Bueno, en el caso de “El Hombre de los Lobos por el Hombre de los Lobos”, “I” mayúscula pasó a ser, directamente, el nombre del tipo, dos veces, porque aceptó el “lobos” de Freud –que ya es una maniobra– y segundo, decidió designarse a sí mismo como “El Hombre de los Lobos” en vez de Sergei Petrov, que era su verdadero nombre. Lo que les propongo es que, en la clínica de Lacan –a partir, al menos, de todos estos testimonios– no queda claro si la dirección de la cura que él buscaba era analizar –“disolver”, como diría Freud– la condición neurótica del analizante. Mi impresión es que la dificultad que reina hoy en torno al deseo del psicoanalista está, en cierta medida, planteada por nuestra identificación –o la de muchos de nosotros– con la práctica de Lacan que era una práctica que para nada tendía a la disolución de la neurosis de transferencia. Si alguno quiere tomar la posta y tomar alguno de estos trabajos y, en alguna de estas reuniones, presentar su lectura, hasta podríamos tomarlo como caso clínico y ver si a ustedes les parece si hay o no un trabajo de Lacan regular en pos de poner a trabajar el deseo del analista, esto es, motorizar el análisis de la neurosis de transferencia. Para ir avanzando un poco más: la definición del deseo del psicoanalista como el motor del psicoanálisis – que tiene por fin, por meta la cura de la neurosis de transferencia– debe ser opuesta a algunas otras concepciones que ya circulan sobre el deseo del psicoanalista que, para mí, no sólo no responden al problema de cuál es la novedad que Lacan quiere traer al acuñar una expresión nueva –porque si era el statu quo ante lo que había que testimoniar ¿para qué un concepto nuevo? (mi impresión es que algo de lo real está intentando ser establecido mediante una expresión nueva dentro del conjunto de nociones)–, sino que mi impresión es que ni siquiera responden correctamente al conjunto de problemas. Aquí la bibliografía es todo, lean todo lo que hay sobre el deseo del psicoanalista y van a ver que lo que más repercute es que el deseo del psicoanalista responde a la pregunta “¿qué deseamos los sujetos que nos dedicamos a trabajar como analistas?”, ésa es la más común; se cree que el deseo del psicoanalista responde a la pregunta de “¿qué desea un psicoanalista?”, en el sentido de qué deseamos nosotros, de qué nos pone en comunión, como analistas, en función de nuestro deseo ¿entienden? “¿Qué peculiaridad tiene este deseo, que nos dedicamos a este métier?” En ese sentido, lo terrible de esta designación es que no hace salvedad con qué desean los médicos, qué desean los psiquiatras, qué desean los relojeros... Pregunta: ¿Generaliza? A.E.: No, que generaliza y tipifica un tipo de deseo, los deseos de los psicoanalistas. Nos generaliza a todos y, a su vez, tipifica lo que sería nuestro deseo y ahí te habilita la serie, que yo ya la escuché. Yo era 13

B. Milan, El Loro y el Doctor (Ed. Homo Sapiens, Rosario).

docente de Psicopatología, en Mazzuca, y ahí se discutía mucho cuál es el deseo del psicoanalista y cuál es el deseo del psiquiatra. Como había mucho trabajo con psiquiatras –y mucha de la bibliografía y de los temas eran de psiquiatras– se discutía cuál es el deseo del psicoanalista y cuál es el deseo del psiquiatra. Pregunta: ¿Entonces, así no sería un concepto específico? A.E.: No. Es aplicar. Lo que siempre supimos sobre el deseo más lo que siempre supimos del psicoanalista, juntar las dos cosas y decir: “¿qué quiere un psicoanalista?”. Típico; o sea, si ella es psicoanalista y yo soy psicoanalista y ella también, aquello que nosotros dos compartimos y que comparte ella también. Así sería. Otra acepción es “¿qué desea un psicoanalista en particular en una situación particular?”. Por ejemplo, qué deseó Breuer con Anna O.; ya lo sabemos: cogérsela y tener un hijo... Qué deseó Freud con Dora; ya sabemos: que lo quiera. Entonces, el deseo del psicoanalista sería aquello que nos permitiría decir qué quiere un psicoanalista, en determinada circunstancia particular, con determinado analizante en particular. Pregunta: ¿Eso no sería una forma de locura, en tanto... [inaudible lo siguiente] A.E.: Sin lugar a dudas. Sin lugar a dudas ya empieza a ser un problema de identificación, de creer que se está designando algo mediante un significante. Intervención: Hay algo de ser psicoanalista y, en función de eso, hay un deseo. A.E.: Hay un significante “psicoanalista” y hay una suposición de ser a partir de la utilización de ese significante. Por ejemplo, el problema clínico: ¿están seguros de que Breuer fue el analista de Anna O., o creen que sería mejor decir que Anna O. fue la analista de Breuer y que le interpretó lo que deseaba? Hubo un acting, ¿quién hizo el acting? Breuer. Y Anna O. no hizo ningún acting, siguió su vida tranquila, se hizo famosa; ella no hizo ningún acting, él hizo un acting terrible: se fue de vacaciones con su mujer –escapando de la interpretación–, la dejó embarazada y tuvo una hija, que dejó y que se suicidó a los 18 años. Así que, fíjense si no es un desaguisado terrible. Con lo cual, decir “analista”, efectivamente es una locura. Podríamos decir: “¿qué deseó Chris con el paciente de los ‘sesos frescos’?”... Y hay una tercera acepción que encontré en un solo libro, el de Alicia Hartmann, En busca del niño en la estructura; ahí Alicia se pregunta: “¿qué desea un psicoanalista que atiende a niños psicóticos?”, o sea, cuál es el “deseo del psicoanalista” de un psicoanalista raro, porque no neguemos que la práctica de un psicoanalista con niños psicóticos es una práctica en especial, no es algo que hacemos ‘los’ psicoanalistas –si se puede hablar así–, es una práctica bien peculiar. Pero se intenta, entonces, mediante el deseo del psicoanalista, especificar eso: cuál es el deseo. Y ella respondo cuál es el deseo: reestablecer los vínculos del niño psicótico con la estructura. Ahora, no solamente es una locura –por ejemplo, operar así con “psicoanalista” –, sino que hay un problema más grave que es interno a la enseñanza de Lacan y es que estas tres modalidades de plantear el deseo del psicoanalista se dan de patadas –pero de patadas mal– con la noción de deseo de Jacques Lacan porque nunca se puede decir qué se desea. ¿Entienden? La teoría del deseo de Jacques Lacan: no hay objeto del deseo. Intervención: Lo que dice Lacan es que “el deseo es su interpretación”. A.E.: El deseo es su interpretación pero la interpretación del deseo no es el objeto del deseo porque el deseo no tiene objeto, no lo hay. El fantasma es una maquinita que nos provee de otras cosas que nos hacen creer que es ‘eso’ lo que deseamos, para decirlo de una manera rápida. Con lo cual, al deseo del psicoanalista, que es un concepto exclusivo de la enseñanza de Lacan, se lo interpreta regularmente en oposición –de punta– con un concepto fundamental de la enseñanza de Lacan, y es que estas tres preguntas no son válidas en la enseñanza de Lacan. Son preguntas equivocadas. Pregunta: ¿No serían versiones imaginarizadas? A.E.: Totalmente. Fantasmáticas. Pero si es así, lo que yo les propongo es que se dijo: “¡Ahhh, es ‘qué desea un psicoanalista’! ”. ¿Ven que no se supone que haya novedad, que haya que responder por esa novedad en la acuñación de un concepto nuevo? Es lo que hacemos siempre. Es un problema

epistemológico que cada uno de nosotros debe despejar cada vez que se quiera vincular a cosas próximas al inconsciente porque si no, nos alejamos cada vez más del inconsciente hablando más sobre él y, aparentemente, sabiendo más sobre él. Intervención: En esta frase del “deseo del psicoanalista”, [Lacan] cada vez que habla del “de” pone esta cuestión de la ambigüedad por el genitivo objetivo y subjetivo. A.E.: No es correcto lo que decís. Cada vez que Lacan utiliza el “de” no lo usa ambiguamente. A veces lo usa ambiguamente y a veces, no. En Subversión del Sujeto, dice que el deseo del hombre es el deseo del Otro y que el Inconsciente del sujeto es el discurso del Otro. Uno es genitivo objetivo y otro es genitivo subjetivo. Y no deja utilizarlo ambiguamente; con lo cual, verás que no siempre autoriza a utilizarlo ambiguamente. Hay una diferencia fundamental que es que en un caso lo utiliza como genitivo objetivo y en el otro caso, como genitivo subjetivo. Lo vamos a trabajar porque una reunión de las nuestras va a ser, toda ella, dedicada a “el deseo del hombre es el deseo del Otro”. Y nos vamos a meter, ese día, con el genitivo. Por eso no te pude dejar pasar lo que decías porque es uno de los temas: qué quiere decir “el deseo del hombre es el deseo del Otro” en la enseñanza de Lacan. Y ahí no es ambiguo, al menos en Subversión del sujeto está indicado. Otra dimensión que voy a poner en tela de juicio –solamente eso justifica el tema de la próxima reunión que es la doctrina de la locura de Jacques Lacan– es una cita que voy a leer de la página 155 del libro de Rabinovich, El Deseo del Psicoanalista, de Manatial. Dice Rabinovich: “La meta del análisis, para Lacan, es que el sujeto obtenga cierto margen de libertad en relación con el lugar que ocupó como objeto del deseo como deseo del Otro. Para ello el deseo del analista debe buscar esa diferencia absoluta que permita la separación del sujeto en la experiencia.”. Es muy cortita así que la leo de vuelta así la tenemos bien en la cabeza (igual les recomiendo leer el libro de Rabinovich que es muy bueno para pensar problemas en torno al deseo del psicoanalista). Dice: “La meta del análisis [yo les proponía que era la cura de la neurosis de transferencia], para Lacan, es que el sujeto obtenga cierto margen de libertad en relación con el lugar que ocupó como objeto del deseo como deseo del Otro. Para ello [para obtener ese margen de libertad respecto del lugar que cada uno fue como objeto del deseo del Otro] el deseo del analista debe buscar esa diferencia absoluta que permita la separación del sujeto en la experiencia.”. Bien. Algunos comentarios necesarios respecto de esta cita: primero –esta es obsesiva, la primera referencia es obsesiva, yo siempre empiezo con la obsesión, con mi obsesión–, que yo sepa, jamás Lacan dijo “margen de libertad”. No está esa expresión en Lacan. Intervención: En el libro de Vapperau ¿Es uno o... es dos?, dice justamente lo contrario de lo que dice Rabinovich... [inaudible lo siguiente]. A.E.: Sí, sí. Yo también......... lo contrario. A mí me parece que es justo lo contrario. Intervención: ......................de la locura? A.E.: Totalmente. Por eso voy a trabajar, la próxima, la doctrina de la locura porque para Lacan llevar a la libertad es estar loco de cabo a rabo. Intervención: [inaudible] A.E.: Sí, que es poco conocida. No es la locura histérica. Intervención: No, es creérsela.

A.E.: Es creérsela mediante un agregado. Hace falta un agregado porque en la locura es la inmediatez de las identificaciones. No es creérsela. Porque de la Rúa se la puede creer, o no. A mí me parece que lo peor de él es que no se la cree... ¿Vieron? Es dramático este muchacho. Habría que decirle “¡dale, dale, hagamos como que sí! ¡Pero vos, también, dejate de joder!”... Intervención: Es ‘ser’ Napoleón, no ‘creérsela’. A.E.: Napoleón, no Bonaparte. ¡Es una diferencia, eh! La próxima vez que nos encontremos en torno a estos problemas, dos horas le vamos a dedicar a esto porque es una diferencia. Entonces, primero: –ya les dije, lo obsesivo, que no sirve para nada porque es obsesivo; todos los que somos obsesivos sabemos lo inútil de lo obsesivo–, “margen de libertad”, eso, no está en Lacan. Primera cuestión. Intervención: Habría que ver qué quiere decir ella con “margen de libertad”, porque después dice muchas cosas. Hay que contextuarlo..... [inaudible lo siguiente]. A.E.: No, no. Les propongo: el libro de Diana Rabinovich, a la que respeto muchísimo –no se angustien– es la bibliografía de referencia de todo el curso. Así que, Léanlo, piénsenlo y traigan todas las referencias que quieran en la próxima reunión y en cualquier otra, ‘pelen’ el libro si lo tiene aquí y quieren leer otra cita; no hay ningún problema. La cuestión es que esta cita está. Y si ustedes se fijan de qué página yo la extraje –la última página del capítulo–, van a ver que tiene un valor conclusivo. En eso soy bastante meticuloso, no tiendo a elegir párrafos para utilizarlos para hacer comentarios que yo no estime que, para el propio autor del párrafo, ese párrafo no tenga un valor crucial. No voy a tomar cosas caiditas por ahí. Intento elegir un párrafo que sea elocuente de una posición. Me parece que éste es elocuente de la posición de Rabinovich. Igualmente, no oculto mis referencias, el libro no está agotado y se lo presto si no lo pueden comprar. Entonces, primero: “margen de libertad”. A veces uno cree que cuando un autor comenta a otro autor y utiliza un sintagma, ese sintagma es de quien se comenta. Este sintagma no lo es. Segundo: el “margen”, si es de libertad, en Lacan ese margen está dado por la locura. Quiero decir que si uno arriba al margen –si uno está por llegar a ser libre– está loco. O sea, antes de llegar a ser libre del todo ya se está loco, con lo cual me parece una contradicción muy grande que la dirección de la cura para Lacan –la meta del análisis– sea producir locos. Aunque todos tenemos experiencia de bastantes fines de análisis que han eyectado tipos a una locura increíble. Todos tenemos experiencias de ello y si no, podemos revisar bibliografía sobre fines de análisis y ver este efecto. Porque, efectivamente, me parece que no es una idea exclusiva de Rabinovich la que está en juego aquí. Pero además otra cosa: me parece que en esta forma de tramitar el deseo del psicoanalista no se responde por el problema de lo nuevo –cuál fue la necesidad de acuñar esta nueva expresión, por qué surgió a la altura de los años ’60, a qué problema vino a responder y qué tipo de solución nos ofrece–. No sé si se entiende. Se lo teje en el tejido como si fuese una línea de la tela; entonces, en un hermoso tejido en un tela, en un tapiz, está un hilo rojo (como en la obra de Freud. Saben que en el imperio británico, todas las telas que llevasen un hilo rojo eran de la corona y, por ejemplo, los navíos tenían el hilo rojo. Está en ese sueño de la cara del tío pelirrojo de Freud; es una asociación de Freud del hilo rojo). Con lo cual, si se supone que se trata de eso, mi impresión es que el problema es que no se responde por la novedad porque si no, es poesía ¿se entiende? Que Lacan ‘cazó’ el laúd y en una noche inspirada le salió el deseo del psicoanalista... Mi impresión es que no se procede así. Mi impresión es que Lacan practicó el Psicoanálisis, lo teorizó, encontró problemas y que, a partir de los problemas que encontró, calculó soluciones. Y de entre las soluciones que encontró, propone ésta. Ahora, ¿ven que en este párrafo no está planteado el problema epistemológico de lo nuevo? Se lo intenta entretejer con todo el conjunto y, como el conjunto de las nociones psicoanalíticas es tan confuso – son tantos los elementos que tenemos nosotros en la batería que manejar–, me parece que a veces se escapa eso que es “¿cuál es lo nuevo?”. Voy a discutir en la próxima reunión que la meta del análisis sea producir un “margen de libertad”, voy a proponer que la meta del análisis es al contrario, justo lo contrario. Si terminamos un análisis a la manera que es concebido en la enseñanza de Lacan, vamos a terminar menos libres, no más libres. Al contrario, mucho menos libres. Eso lo vamos a discutir la próxima y por eso toda la bibliografía que les propongo es para discutir el “margen de libertad” y la teoría de Lacan sobre la libertad.

Lo que les quería presentar era una autor muy prestigioso y muy reconocido –por sus merecimientos– en nuestro medio y en muchos otros lugares del mundo, que no plantea lo nuevo. ¿Ven que no hay una pregunta por lo nuevo sino que se entreteje, como que “siempre estuvo”? No, no siempre estuvo, aparece en determinado momento. Y yo les propongo pensar por qué aparece y qué tipo de solución nos da. ¿Cuál es el problema? Mi impresión –como les decía– es que el problema está manifiestamente planteado en Observaciones sobre el Informe de Daniel Lagache. Ahí está el modelo óptico. El modelo óptico está en Seminario I, en Observaciones sobre el Informe de Daniel Lagache y en el Seminario X –al menos, fuerte–. Al menos, fuerte, vamos a hacer tres cortes. Hay un cambio de posición muy grande en Lacan entre el Seminario I –cuando lo presenta por primera vez– y Observaciones sobre el Informe de Daniel Lagache. En realidad, hay una inversión radical de la orientación de la dirección de la cura. Y esta inversión, hasta está representada en el modelo. Lacan propone una como dirección de la cura y después dice “me equivoqué, hacen falta dos completas porque si no se invierte la primer inversión, peor estamos”. ¿Dónde se lee esto? En el pasaje de la posición del sujeto indicada por Lacan en el Seminario I. Para Lacan hace falta, en la dirección de la cura, un pasaje del sujeto de la izquierda hacia la derecha (yo hablo de “izquierda” y “derecha” como para ustedes “izquierda” y “derecha”, como si ustedes estuvieran en frente al modelo; no lo invierto para los que están en frente mío), está indicado en la línea punteada y la posición de arribo de la cura es “S, V” (sujeto virtual)14. Para Lacan es, en el Seminario I, el pasaje del ojito del lado izquierdo, que ya tiene una inversión previa que es la humana de estar enfrentado el ojito al espejo esférico; Lacan dice que en el mundo humano hay un cambio de posición del ojito que es que ya no puede ver lo que produce la imagen real el espejo esférico. ¿Cuál es la dirección de la cura? ¿Cómo se escapa de la captura imaginaria? Pasando a una posición, entre comillas, “como por detrás del espejo”. ¿Por qué? Porque para Lacan, lo salutífero, lo curativo es verse tal como lo vería otro. La metáfora ahí es el espejo sin azogue (“azogue” es la pintura plateada que se le pone atrás al espejo) y, entonces, que el sujeto se ve tal como lo ve el Otro. Dick está enfermo porque la posición del Otro (metáfora de la posición del Otro, la mamá de Dick) está rotada y entonces Dick –por la posición del Otro– no pesca la posición de sujeto virtual. ¿Estamos hasta ahí? Pasar de lo imaginario a lo virtual –y como lo virtual es lo simbólico– es curativo. Esa es la dirección de la cura en el Seminario I. Un cambio notable se produce en Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache, porque Lacan, en vez de escribir “S, V”, escribe “S, I”15. Porque lo que descubre Lacan es que esa supuesta virtualidad curativa es el Ideal. Y sabemos muy bien el efecto del Ideal en la clínica psicoanalítica. Si quieren un lindo ejemplo del efecto del ideal, tal como lo vemos en la clínica psicoanalítica –no en la clínica psicoanalítica en un neurótico– es “Rescatando al Soldado Ryan”. Si no la vieron, en vez de leer todo lo que les di para leer, pueden ver una película... No va a ser lo mismo, eh. ¿Alguien la vio? La cuento, es muy rápido: un batallón va rescatar a un soldado porque la mamá de ese soldado ya había perdido dos hijos y no querían que pierda tres. Eran tres en el frente de batalla, mueren dos. Cuando en la oficina de los certificados de defunción lo descubren dicen: “¡No, salvemos al tercero! Así no hay ninguna madre que los pierda a todos”, un criterio de lógica distributiva utilitaria propia del sistema ‘yanqui’... [Cambio de cinta] ... pero aquí no había un fin militar, era que no muera Ryan, el tercero de los Ryan. Bueno, lo encuentran. El tipo no se quiere ir porque dice: “¿Por qué me van salvar a mí? salven a cualquier otro, para mí es un lío que me quieran salvar”. Ya la tenía clara el tipo: “ yo me quedo”, ¿y los otros qué hicieron?: “nos quedamos con vos para salvarte...”. O sea, tomaron la orden al pie de la letra. Deben haber dicho: ”no sé, no lo encontramos, se murió, no estaba justo cuando fuimos”. Un argentino, ¿sabés cómo lo hubiese resuelto...? Pero éstos son anglosajones y los anglosajones son más puntillosos. Se quedan a conservar la posición que Ryan, con sus amigos, conservaba –que es un puente– y mueren casi todos. Ryan, no. Todos los que lo fueron a rescatar, casi todos. Uno de los que se está por morir es el capitán, y antes de morir –con la bala, acá, en el corazón– le dice una palabra espectacular: “Merécetelo”, y se muere. Pero la película no había empezado así; había empezado con un viejito que iba a un cementerio, en la actualidad. Y después vuelve la escena del viejito en el cementerio que es Ryan delante de la tumba del capitán, cuarenta y cinco años después, que le dice: “Mire, yo no sé, pero me parece que quizá me lo 14 15

J. Lacan, El Seminario, Libro 1(Ed. Paidos, Buenos Aires 1995, p. 191). J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 654.

merecí”, que ya marca la posición, que estuvo cuarenta y cinco años trabajando para merecérselo. Algo que él no tenía por qué luchar para merecérselo porque él no lo pidió, él lo rechazó y las circunstancias no tienen nada que ver con algo que él haya hecho, no es responsabilidad de él. Siempre, cuando ustedes vean una escena, véanla bien porque está todo siempre en las escenas. Ahí, en la película, antes de terminar –fue un flash de genialidad del director– ¿saben lo que pasa? Ryan se da vuelta, mira a una viejita que está atrás de él –uno deduce que es la esposa– y le dice: “¿me lo merecí?”. Y ahí termina la película. Ven que no es cierto que “creo que me lo merecí”. Es un viejo que ya está por morir, si le pregunta a la mujer, no debe ser la primera vez que se lo debe haber preguntado, ¿no? Es la compañera de los muchos años de su vida. ¿Entienden lo que sucede? Que se iba a morir con la duda. Ésa es la función del Ideal. Ésa es la función del Ideal. Lacan, en los primeros años, practicaba eso: “merécetelo”. Es cuando él dice en los primeros seminarios “yo soy Jacques Lacan”. Está muy enganchado del valor salutífero de lo simbólico, rescatando respecto de lo imaginario. Le llevó unos años descubrir que es mucho más terrible el efecto neurotizante de lo simbólico que lo imaginario en sí. En realidad, terminó descubriendo que el estadio del espejo no produce ningún síntoma porque no es que el niño se queda capturado –¿se acuerdan?– a la imagen en el espejo sino que da vuelta la cara para ver los ojos de la madre, que es el Otro. ¿Entienden cómo rotó la teoría? Y a partir de allí, de descubrir el efecto patológico del Ideal (“I” mayúscula), Lacan dice: “hay que darle una vuelta más a esto, la verdadera cura es curarse del efecto identificatorio respecto del Ideal simbólico”. En el caso que decía Paola, hace un ratito, todos nosotros debemos curarnos también de ser psicoanalistas. Si no, no estaríamos acá a las once de la noche, con la lluvia, la crisis económica y qué sé yo... Pero habría que ver si no es en gran medida por un Ideal. Intervención: Bueno, yo así entiendo el “margen de libertad”. Lo entendí así respecto del texto de Diana. A.E.: ¿Qué es el margen de libertad? Intervención: Esto, estar más allá del asunto de “creerse”. A.E.: Estar más allá del Ideal puede ser locura plena: “me cago en todos los ideales”. Suponete que asoma medio cuerpo por la ventana, con una M16 –como les encanta hacer a los ‘yanquis’, ¿vieron que a los ‘yanquis’ les encanta agarrar una M16 y en un supermercado cagar a tiros a toda la gente?– y que diga: “¡me cago en los ideales!”; ¿vos qué decís? “¡Cuerpo a tierra, cagamos!”. No podrías decir: “¡Ahhhhh, un psicoanalista!”... Hay que verlo, eh. La relación al Ideal, por ejemplo los Punks ¿qué son? Gente independizada del Ideal. ¿Vieron que dicen “¡somos mierda, somos soretes, todos es mierda, todo es sorete!”. Y uno podría decir: “No, ése es el nuevo Ideal para ellos”. Se hacen mierda, de verdad. Si tienen algún Punk en la familia saben a qué me refiero. Un hijo, por ejemplo, de esos que se escriben tatuajes de svásticas, con cutters, sobre el cuerpo. Trastotin sí es una figura social pero me parece que es gente que está más allá de los Ideales. ¿Vieron cómo muere el bebé, no? Cómo muere el bebé Trastotin, cuando se despierta, está todo negro: “¡Uhh, che, se murió el bebé, la pelota, qué cagada que hicimo’!”. Estaba todo negro, el bebé, porque hacía tres días que se estaban drogando y nadie lo había alimentado ni le había dado de beber. Con lo cual, cuidado si la forma de operar sobre el Ideal es “libertad”. Igualmente, Rabinovich no dice que es sobre el Ideal sino sobre el objeto que fuimos para el deseo del Otro, que es otro problema. Yo lo planteo respecto del Ideal que es –me parece– como está elaborada la teoría de Lacan. Rabinovich lo lee en función de independizarse del objeto que fuimos del deseo del Otro. Eso lo vamos a discutir bastante cuando discutamos qué quiere decir el “deseo del Otro”. Intervención: Vos hablabas de películas. En “La Celebración”, lo que le queda al muchacho, al protagonista, no es, para nada, un margen de libertad. Tiene una cosa por hacer, o la hace o no la hace. A.E.: ¿Y cuál es esa cosa por hacer? Es terrible. Es hacer que la denuncia sea escuchada por la gente. ¿Ven que el acto es poco libre? Porque uno podría decir: “Bueno, che, si no te escuchan es que son unos hijos de puta”. Intervención: Hay que poder sustraerse de algo para poder hacer un acto. Hay algo de una sustracción para poder hacer un acto.

A.E.: ¿De qué? Depende de la sustracción de qué y, por otra parte, cómo es. Porque uno puede independizarse del Ideal abrazándose al Otro. Intervención: Pareciera que no hay nada del orden del Ideal..... [inaudible lo siguiente]. A.E.: ¿Vieron “La Celebración”? ¿Vieron que hace tres denuncias? Tres veces lo hace. En la segunda lo atan a un palo, con un cinturón, el hermano y un amigo. ¿Se acuerdan de que él estuvo internado? Esa segunda vez es como una internación. ¿De quién es responsabilidad de que él haya sido internado? De él. Por eso, el cocinero –que es el analista– le dice a todo el mundo: “acá no se va nadie hasta que él se haga escuchar”. Y el acto implicaba al Otro, y recién se liberó de la posición que tenía respecto del padre cuando logró hacerse escuchar. Con lo cual, vean que estaba menos libre que nunca. Intervención: Pero de algo hay que liberarse. A.E.: ¿Por qué “liberarse”? Intervención: Porque si no, no podría hacer un acto. A.E.: ¿Pero por qué “liberarse” es la palabra? Intervención: Vos mismo dijiste “se liberó”. En algún punto algo dejó de creer. A.E.: Sí, sí. Pero, digo, ¿estaba más determinado o menos determinado por el Otro? Intervención: Más y menos determinado. Yo creo que las dos cosas. A.E.: ¿”Menos”, en qué sentido? Intervención: Al estar un poco menos determinado pudo seguir con eso. A.E.: ¿Menos determinado respecto de qué? Intervención: Con respecto al padre. A.E.: ¡Ah! Al lugar que le dio el padre pero ¿respecto del Otro? Intervención: Bueno, ésa es una diferenciación que me parecería interesante hacer. A.E.: Ésa es una diferenciación que hay que hacer. Intervención: Claro, si no, no podríamos.... [inaudible lo siguiente]. A.E.: Igualmente, nos anticipamos. Jamás les voy a reprimir la palabra. Solamente les recuerdo que, la próxima, todo el tiempo vamos a discutir qué es para Lacan “libertad”, qué es para Hegel “libertad”. Vamos a discutir mucho a Napoleón, Luis II de Baviera –unos cuántos personajes– Carol More (de Los Bandidos de Schiller), Alcestes de El Misántropo de Moliere... O sea, nos vamos a dar una buena panzada en la locura para pensarla bien. Pero les advierto que si uno en el acto está solo, igualmente hay que ver si el horizonte del acto es que te quedes más solo o que te articules mejor al Otro. Son algunos de los problemas que yo quisiera dedicar en estas reuniones, a este tipo de problemas, dentro de una perspectiva que yo le quisiera dar a estas cuestiones pero bueno, es la que haremos entre todos. Ahora bien, para que haya un cambio en relación a la maniobra del Otro, a partir del sujeto, a Lacan por primera vez se le ocurre –a ningún otro psicoanalista se le ocurrió– que debía cambiar la posición del analista en relación al analizante, en el transcurso de la cura. Que es la caída del espejo durante el transcurso del análisis, en el esquema 3 de Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache, en que el

espejo debe caer y se produce una nueva inversión de la posición del sujeto16. Algunas articulaciones necesarias: primero, que Lacan represente en el modelo óptico del Seminario I al analista como espejo, les advierto, es lo más regular en el Psicoanálisis de la década del ’50. Todo psicoanalista suponía que el analista era como un espejo. ¿Por qué? Porque el neurótico proyectaba sobre el analista las cosas que hay en el neurótico, por ejemplo, sus fantasías inconscientes. ¿Y cuándo uno era un buen analista? Cuando era una buena superficie de tal manera de no poner nada suyo y que el sujeto se encuentre de vuelta con aquello que había proyectado. Con lo cual, les advierto, que la novedad del esquema quizás pasa por la articulación del espejo esférico pero el analista como espejo plano era la norma, la doxa, de la opinión de todos los psicoanalistas –mi impresión es que sigue siendo para muchísimos–, de “esto yo no lo dije, lo dijo usted; si lo dijo usted es porque se le ocurrió a usted; o sea esto es suyo, no es mío, yo solamente soy una superficie”. Tanto es un superficie que muchos se dedicaron a convertirse en espejos puros: Meltzer. El consultorio pintado del mismo color, él siempre con el mismo color de traje, el mismo modelo de traje, la misma camisa, la misma corbata, ¿para qué?: “Ah, me parece que usted, con su corbata, me está queriendo decir que...”. Y él le diría: “No, yo uso toda la vida la misma corbata; si usted ve algo en mi corbata, eso lo proyectó usted”. Parece un delirio pero es Meltzer. No será entre los diez primeros pero sí entre los cien nombres más importantes de la historia del Psicoanálisis, que llegó a hacer de la teoría del espejo un ideal absoluto. Lacan descubre, en el transcurso de la cura, que no hay cura de la neurosis si el analista no cambia de posición en el transcurso de la cura. Hay un esbozo de esta idea en Freud pero no es esta idea; esta idea es de Lacan. ¿Cuál es el esbozo? Para Freud, la transferencia de la neurosis de transferencia sobre el psicoanalista no es distinta, por esencia, de la transferencia al médico, al maestro, al juez; es de la misma estofa, es de la misma índole. ¿Cuál es la diferencia en la maniobra del psicoanalista respecto de la transferencia? La diferencia es ética, dice Freud. ¿Cuál es? El analista debe –ética– trabajar para disolverla. Y agrega: cosa que el cura y el médico no hacen y está bien que no hagan porque su potencia operativa radica en el sostenimiento de la transferencia. Primer problema: para Freud, la transferencia analítica, en sí misma, no es diferente de la transferencia al médico o al cura. En Lacan, se intenta elaborar una teoría de la transferencia analítica, específica, algo distinto. Y en eso no convienen muy bien “sugestión mimética”, para el plano imaginario; y “sugestión simbólica” –pero también “sugestión”– para el plano de lo simbólico. “Transferencia analítica” es otra cosa. Nos conviene esa tripartición que vamos a intentar llenar de contenido. Ahora, para Lacan, la única forma de arribar a la cura de la neurosis de transferencia es que la posición del analista varíe radicalmente en el transcurso de la cura. A ningún otro psicoanalista esto se le ocurrió. O sea, debe haber una operatoria activa en el trabajo del analista, en la cura analítica, para que el sujeto se cure de su neurosis. Es por eso que esa posición es articulada a “deseo”. Porque es activo ¿se entiende? A esto voy: con corte y silencio no alcanza. O sea, no alcanza con lo que viene del inconsciente del analizante; es una maniobra activa por parte del analista –que no es el “análisis activo” de otras corrientes post-freudianas– sino que el analista debe hacer algo que Lacan lo dice hacer: “la ilusión debe desfallecer con la búsqueda que guía”, o sea, en el sentido de la búsqueda que se origina en el sujeto-supuesto-saber; en esa búsqueda, debe desfallecer la misma ilusión que –parece ser– es aquello que orienta la búsqueda. ¿Se entiende? Hay que disolver aquello mismo y eso requiere del trabajo del analista. Este trabajo del analista que está indicado en el “desfallecer” es lo que está imaginariamente presentado como la caída del espejo. Ahora bien, si en Freud la ética era disolver el vínculo con la persona del analista, Lacan directamente propone curar de la transferencia. O sea que el sujeto, si atravesó la experiencia y se curó, no vuelva a hacer transferencia. Que se deshaga la ilusión. ¿Cuál es la ilusión? Que el Otro puede aportar el ser a través de una función de reconocimiento vía el Ideal, que el Otro pueda aportar algo de la índole del reconocimiento en la función del Ideal. Por ejemplo, “tú eres mi paciente, tú eres mi analizante; sí, lo acepto como mi analizante”. Eso ya implica una ilusión porque necesariamente trasunta una cierta dimensión del ser, cualquiera de nosotros podría decir: “yo soy paciente de tal”. Alguno se puede avergonzar del analista que tiene; por ejemplo, supongan que el analista de ustedes sale en los diarios: “me quiero morir...”. Sucedió con uno del Simposio –se puede hablar mal del simposio porque ya no existe–, un analista del Simposio le había sacado doscientos cincuenta mil dólares a un paciente para ponerlos en la mesa de dinero del hermano. Cuando se cayó la mesa de dinero del hermano, desaparecieron el hermano, el analista y los doscientos cincuenta mil dólares... Y salió en todos los diarios.

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J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 660.

Intervención: Y desapareció el analista, también. Se quiso borrar. A.E.: El analista le dijo al paciente: “ya que usted tiene plata, ¿por qué no la pone en la mesa de dinero de mi hermano?”. Salió en los diarios, un analista lacaniano. Supongan que vuestro analista es ése porque ese analista puede tener varios pacientes. Intervención: Eso no era un analista, era un negociante. A.E.: Quizás lo descubrís en el momento en que lo leés en el diario y hasta ese momento creías que era analista o que era tu analista o quizá te habías analizado con él. Digo, pero supongan que vuestro analista aparece en los diarios. ¿Saben que murió un psicoanalista hace un mes y que murió, de un infarto, un paciente de ese analista hace tres semanas? No hace falta dar nombres, ¿saben que eso sucedió? Murió un analista, de cáncer, hace un mes y hace tres semanas –una semana después de ese fallecimiento de un analista, por cáncer– murió un analizante de ese analista, de infarto. Es una anécdota, nadie sabe nada de eso. Alguno de nosotros podría pensar que ese infarto tiene que ver con que para ese analizante fue significativo –fue mortal– la muerte de su analista. Supongan. En ese sentido, podríamos suponer que para ese analizante era fuerte la consistencia en ser de ser paciente, analizante, de tal analista. No se puede evitar eso, es un efecto de la estructura. Intervención: Yo lo decía más bien pensando en tanto producto de su acto. Por eso lo decía. A.E.: Claro, retroactivamente, donde uno ya estaría curado del problema identificatorio. Hay que ver los resultados del acto para ver cómo fueron las cosas. Con lo cual, ya no es identificatorio. Pero no es lo que sucede en el mundo humano, exclusivamente. También está en que “yo soy paciente de tal”, o “tal es mi paciente”, o “tal es mi analizante”, o “yo soy analizante de tal”, o “estoy en análisis con tal” podría decir uno para borrar un poquito el problema. Pero no escapamos de esto porque vivimos en un mundo de significantes y todo significante tiene la potencia identificatoria del peor de los significantes, ¿correcto? Para Lacan, hay un efecto ilusorio al comienzo del análisis. ¿Cuál es? Que los sujetos que tienden a analizarse son sujetos que padecen de transferencia; es un bucle increíble ¿entienden? Son pasibles de acceder – estrictamente hablando– a la experiencia psicoanalítica, sujetos que padecen de otro problema que no saben cuál es. ¿Cuál es? La transferencia. Esos sujetos no deben curarse solamente de sus síntomas –sí deben curarse de sus síntomas pero no solamente– sino de algo más profundo, más grave, más complicado, que es la transferencia. ¿Cuál es? La maniobra que estos sujetos hacen sobre el Otro, identificándose a significantes que provienen del Otro. Lacan dice que, en el tratamiento analítico, fundamentalmente de lo que se trata es curar de esa ilusión, que uno puede ser identificado a través de un significante del analista. Entonces, “deseo del psicoanalista” es la función que debe entrar en juego en análisis para hacer desfallecer esta ilusión de ser, a partir de un significante, que puede venir casi como saldo de la experiencia. ¿Entienden que ser paciente de tal, prácticamente no es nada más que responder por el acto? Porque parte del acto del analista es responder a las demandas de análisis, ¿no?. Lacan dice que un analista es aquél de quien se espera un tratamiento analítico a partir de una demanda de análisis. Con lo cual, el problema es recibir demandas de análisis. ¿Qué es recibir una demanda de análisis? “Me quiero analizar con usted”, ¿qué contestarías, cómo hacés generalmente? “No”, y ya sos analista desde el comienzo, el pase a la entrada... ¿Te das cuenta de que te cagarías de hambre, no? Tenés que poner a trabajar una ilusión que sabés que tenés que deshacer ¿Cuál es?: “Sí, lo tomo en análisis”. Intervención: Uno puede decir “sí”, escuchar y luego decir “¿quién es usted?”. A.E.: ¿Y después? Intervención: Preguntarse “¿quién es usted?”. A.E.: ¿Preguntarse uno a sí mismo? Intervención: Preguntarse, en relación a lo que sufre, “¿quién es usted?”..... [inaudible lo siguiente].

A.E.: Sí pero solamente lo podés hacer bajo el paraguas de que es tu paciente, de que es tu analizante. Pero como es inevitable, hay que operar sobre eso. Lacan fue el primero que se dio con este problema, ¿saben por qué? Porque nadie enloqueció a tantos pacientes como él porque ninguno practicó lo que él decía en el Seminario I, como él. Ninguno tuvo que llegar, como Freud, a la segunda tópica porque nadie practicó tanto la primera tópica como él. No es una crítica, es la genialidad. Son sujetos que diagnostican un problema y dan la solución, y la practican. Y luego se encuentran con los problemas de esa práctica. La práctica de Lacan es enloquecedora por excelencia porque él practicó que lo simbólico, per se, es curativo. Ya Freud había advertido sobre la omnipotencia de los pensamientos, el narcisismo simbólico. Eso, a Lacan, le costó muchos años leerlo. Lo que pasa es que Freud no pudo dar una teoría de eso, de lo simbólico. Lacan dijo “lo simbólico cura per se”. ¿Qué quiere decir que lo simbólico cura per se?: “Usted es tal, no es tal; ¿usted se cree que es tal cosa? No, es tal otra”. El problema es que eso refuerza la ilusión en la neurosis de transferencia. Lacan es el primero que observa el efecto clínico de este reforzamiento de los ideales –porque él proponía reforzar los ideales– y es el primero que dice “¡No! Es justo lo contrario”. Lo que moviliza ese movimiento contrario es el deseo del psicoanalista. Para que ustedes lo observen en un momento culminante (yo les presenté un movimiento intermedio que es el desfallecimiento de la posición del analista en el esquema 3 del modelo óptico en Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache), no sé si ustedes ya lo tenían elaborado, con esto voy a concluir: para el fin de análisis Lacan elabora un dispositivo. Ese dispositivo se designa como el “pase”. ¡Se discute sobre el pase...! Yo no he escuchado a nadie, aún, decir sobre el pase esto que yo les voy a decir ahora: ¿se dieron cuenta que el analista, en el pase (o sea, en el fin de análisis concebido según la teoría de Lacan al momento del pase –la Proposición de Octubre del ’67–) no da de alta? ¿Se dieron cuenta de que el analista no da de alta? No hay más alta por parte del psicoanalista lacaniano; es una novedad absoluta, a nadie jamás se le había ocurrido ni siquiera eso pasó a “la calle”. ¿Vieron que, en general, los porteños son todos lacanianos? Román Lejtman dice cualquier pelotudez, a la mañana, jugando con las palabras y dice “¡qué lacaniano que estoy!”... ¡Pero cualquier gansada! Yo lo escucho todas las mañanas, es insoportable. Juega con cualquier palabra, corta letras y dice “¡Uy, qué lacaniano que estoy!”... Así que aquí todo el mundo es lacaniano pero no escuché a nadie decir, aún, que no hay más alta. Aún muchos analizantes de psicoanalistas lacanianos siguen yendo con la idea de “¿Y cuándo me dará el alta?”. Ya no hay más alta, ¿entienden por qué? Porque si el analista estuviese, al final de la experiencia, en posición de decirle “Usted terminó”, se hubiese deshecho todo el trabajo sobre la neurosis de transferencia porque sería “usted está sano, usted se curó...”. Es el analizante –y por eso adquiere una posición activa en la experiencia– el que tiene que dar testimonio de si eso terminó o no terminó, a un tercero. ¿Ven la destitución de la función del analista como polo identificatorio? Con lo cual, les propongo que el deseo del analista implica –por primera vez en la teoría psicoanalítica– un pensamiento que hace a la posición del analista y, para Lacan, es el analista el que debe cambiar de posición para que se verifique el cumplimiento del análisis. O sea, no es transformación del lado del analizante, es del lado del analista. Es decir, un análisis concluye, esto es, no hay más neurosis de transferencia, cuando ya no hay más analista del lado del analista. ¿Se entiende la idea? Y esto es a consecuencia de un problema clínico que es el problema identificatorio. Habrán tenido algún paciente –es muy común en mujeres– que se quejan de reconocimiento, que no tienen reconocimiento, que el padre no lo reconoce, que la madre no lo reconoce, que la hermana es la preferida o que siempre la cuñada, “¿por qué esa tarada?”... Ahora, ¿vieron el problema gravísimo del reconocimiento? El problema del reconocimiento –lo deben haber probado porque no nacemos psicoanalistas doctos desde el primer paciente que tenemos– es intentar reconocerlo. Intenten reconocer al paciente que demanda, permanentemente, reconocimiento. ¿Saben que es incendiar un polvorín, no? Díganle “¡No, pero usted es tal cosa! Finalmente, usted es la hija, o usted es Pérez o Rodríguez...”, díganselo y van a ver que se produce un empeoramiento sintomático terrible. Es este problema. Y el deseo del psicoanalista no es solamente no desear nada, quedarse en silencio, cortar la sesión. Algunos analistas dicen “deseo sin fantasma”. Eso lo elabora Juan Carlos Indart: el deseo del psicoanalista es un deseo sin fantasma. ¿Entienden lo que quiere decir? Es cuando alguien desea sin desear nada; como el fantasma te da el objeto del deseo, el deseo del psicoanalista –como vos no podés querer nada de tu paciente– ¿qué dice Juan?: es un deseo sin fantasma. ¿Saben lo que es un deseo sin fantasma? Un deseo puro ¿y saben lo que es un deseo puro? La muerte. Deseo puro, igual: la muerte. La muerte, eh. Inyectarse la cicuta. Un deseo puro es, por ejemplo, el de Sócrates al final de su vida. Ése es un deseo puro; así que mucho cuidado con las consecuencias de “un deseo sin fantasma” porque es un “no desear nada”. ¿Y qué es no desear nada, o desear nada? No tardamos ni un segundo en decirlo: es la muerte. ¿Saben que se lo critica

a Lacan por la cantidad de suicidios entre su clientela, no? Está dicho en Viaje a Traslacania de François Perrier17. Está dicho en Doscientas trece ocurrencias de Jean Allouch18. O sea, es famoso el problema de los suicidios en la clientela de Lacan. Podemos zafar, siempre ‘papá’ puede quedar bien, podemos decir: “claro, tenía pacientes tan graves...”. Intervención: [inaudible] A.E.: Claro, habría que decirle a Pierre Rey: “muchos papás tienen pacientes difíciles”. ¿Por qué se dice, de Lacan, que tenía muchos suicidios? Quizás hay algo más que se está diciendo que quizá nos convenga escuchar. En vez de descartarlo rápidamente quizás nos convenga escuchar. Y quizás es este efecto, el efecto que producía, en su clientela, un intento de salvar la posición del sujeto mediante la identificación simbólica porque eso empuja necesariamente a la muerte. ¿Qué saben ustedes del significante? El significante mata la cosa. Con lo cual, es la mejor forma de ser ese significante y nada más que un significante. Lean Sócrates: morirse. Él tenía que ser un buen ciudadano. La Ley había dicho que se mate; era injusta pero él dice: “¿cómo voy a demostrar que soy un buen ciudadano?”. Porque los amigos le decían “¡Escapate! Si el guardia, a propósito, no está en la puerta, todo el mundo quiere que te escapes; ¡dejate de joder, escapate!” y él dice “no, porque justamente se me critica de ser un mal ciudadano y si yo tengo que demostrar que soy un buen ciudadano, ¿cómo tengo que demostrarlo?”. “¡Merécetelo!”. Con lo cual, él se mereció la cicuta, ¿entienden la lógica? Es cerrada. Yo creo que había un problema así entre la clientela de Lacan. Ahora, el problema está en cómo se maniobra desde la posición del analista para producir este desfallecimiento. Les propongo la siguiente idea: no tenemos clínica de eso porque eso no se practica. Eso es un diagnóstico que hago yo, díganme ustedes si leen algo parecido. Ustedes conocen analistas y analizantes, como yo; un montón, así, a la mezcolanza. ¿Y por qué no se practica? Porque en el único ámbito en donde esto podría practicarse es en el ámbito de la enseñanza de Lacan y, mi impresión es que el modelo de analista que Lacan nos dejó es un analista que no desfallece ni muerto... No se olviden nunca que Lacan nunca se analizó –es una posición–, Lacan no se analizó. Eso quizás sea un elemento a tomar en cuenta. Les traje un bibliografía, diez libros, para que observemos la posición de Lacan. ¿Saben, por ejemplo, que había en la esquina del consultorio de Lacan una mesa permanente de analizantes de él que hablaban de lo que Lacan les decía en la sesión? ¿Saben eso? Es así: en el bar de la esquina del consultorio de Lacan, había una mesa donde iban y venían –porque los analizantes de Lacan a veces tomaban varias sesiones en el mismo día, con lo cual muchas veces iban y venían– y por ejemplo, en las Doscientas trece Ocurrencias, Allouch dice que había uno que decía: “A que me atiende y vuelvo, sin que se me enfríe el café”... De tan cortitas que eran las sesiones, ni se le enfriaba el café. Decía: “Un café, por favor”, se iba a la sesión, volvía, se lo tomaba y decía “¿vieron que no se enfrió?”. ¿Qué decían, todos, de las cosas que les decía Lacan o las que hacía Lacan? “Sólo Lacan puede hacer una cosa así”. Léanlo, hay cientos de testimonios. Ahora, el “sólo Lacan puede hacer una cosa así”, ¿cómo creen que operó? ¿Teniendo el desfallecimiento de la posición de Lacan como amo, como Otro, como maestro, como el Uno; o aunque él no lo quisiera –no sabemos lo que quería–, haciéndola consistir? A partir de que Lacan la hace consistir, mi impresión es que nos dejó dos cosas: un ejemplo y una enseñanza. Y me parece que para su enseñanza tenemos un problema epistemológico: lo nuevo en Psicoanálisis, “¿estamos escuchando la novedad que está ahí, o lo tomamos como lo de siempre, Freud ya lo decía?”. Y lo otro es que nos dejó un estilo de práctica y, mi impresión es que el estilo de práctica de Lacan se contrapone a la función ‘deseo del psicoanalista’. Con lo cual, es un doble obstáculo para pescar qué quiso decir con esa expresión inexistente en Psicoanálisis, hasta él, que es el “deseo del Psicoanalista”. Hasta aquí, lo que yo tenía para decir. Pregunta: El analista tiene el deber de hacer un cambio de posición para poder...............su función.................... O sea, ¿alcanza con que sea un cambio de posición del analista? ¿Proponés eso? A.E.: No, digo que solamente hay desfallecimiento del analista para determinado analizante. Solamente se verifica en función de los casos. Porque no tiene nada que ver con que nosotros nos analicemos mucho y no nos creamos ya Vapperau. ¿Vieron que Jean-Michel dice todo el tiempo “yo no soy analista”? En todo caso, si me pelo un poco más el culo quizás llegue a ser analizante pero no analista. Es interesante lo que 17 18

F. Perrier, Viajes extraordinarios por Traslacania (Ed. Gedisa, Buenos Aires). J. Allouch, 213 Ocurrencias con Jacques Lacan (Ed. Sitesa, México).

dice Jean-Michel, a mí me parece que es una idea muy interesante. Con lo cual, nosotros podríamos decir: “Ah, mirá, este tipo desfallece”. Podríamos decir así: “voluntariamente, desfallece éste”. Porque él dice todo el tiempo y, en su práctica –que yo la conozco un poquito– hay bastantes cosas de esto. Por ejemplo, si uno le dice: “¿cuánto cobras?”, él te contesta siempre “¿cuánto quieres pagarme?”. Es una maniobra, por ejemplo. Interesante, porque parece que es esta misma idea de que ahí, al lugar del analista, no va. Lo que no quiere decir, para nada, que porque él haya adquirido esas formas para recibir a un analizante se verifique, en los análisis de x analizante, que él haya desfallecido. Porque eso hay que hacerlo, activamente, desde la posición del analista pero en los términos de la historia del analizante; con lo cual, se verifica caso por caso. O sea, no es nada que uno pueda hacer en el sentido de prepararse para eso, estudiar mucho, analizarse, supervisar, que son las cosas que debemos hacer (guarda, que no estoy diciendo que no haya que hacerlo). Pero, para nada, eso indica que estamos posicionados de tal manera para ser proclives a hacer desfallecer la ilusión que es como comenzó el movimiento. Me parece que estamos muy lejos de poder llegar a entender de qué se trata porque el ejemplo que nos dejó Lacan es contrario. Entonces, hay un problema epistemológico y un problema de ejemplo. Ustedes me dirán: “Alfredo, no hay que guiarse por los ejemplos”... Intervención: Si es en base al propio análisis, los pacientes de Lacan no tuvieron la posición del analista. A.E.: Y muchos de ellos son analistas practicantes. Intervención: Por eso nadie tuvo esa posición del analista. A.E.: Es mi impresión. Dejó un modelo de práctica muy fuerte. Hay una decena de libros que quisieron dar testimonio. Yo creo que esos libros se publicaron por necesidad; son sujetos que necesitan darle una vuelta más a ese problema. Y esa vuelta más es el ‘chabón’, Lacan, que no desfalleció. Intervención: Dicho así, ¿no parece como imposible el que hasta ahora ningún analista.......... [inaudible]. A.E.: No, yo digo que es difícil; no digo que es imposible ni que nunca haya sucedido. Intervención: Pero si no lo da, si el analista no da ese paso, el analizante no logra hacer el análisis. A.E.: Condición sine qua non: esto no puede ser hecho sin la operatoria del analista. O sea, el inconsciente del sujeto no dirige la cura hacia la disolución de la neurosis de transferencia. El inconsciente del sujeto se dirige a un analista, no al desfallecimiento del analista. Si la dirección de la cura queda en manos del inconsciente del sujeto podrá haber una muy importante y necesaria resolución sintomática y acotamiento de goce; pero nunca el inconsciente del sujeto puede dirigir la dirección contraria de la ilusión que sostiene porque el inconsciente se dirige hacia un analista. Cosa que, por otra parte, es condición necesaria. ¿Vieron que no hay autoanálisis? Pregunta: Si un analista no ha dado ese paso en su propia vida –me refiero a que su propio análisis no ha terminado– ¿puede él, igualmente, llegar a conducir a otro a ese lugar? A.E.: Sin lugar a dudas. En la teoría de Freud, si fuésemos freudianos, yo te contestaría que no porque en Freud no hay “lo nuevo”. En Freud, siempre es repetición. Pero, en Lacan, sí hay creación ex nihilo. El caso increíble es Lacan, siendo que él hizo consistir como nadie a “el” analista. ¿Se acuerdan la anécdota del paciente de Lacan, al cual Lacan insulta, lo caga a trompadas y, como no le alcanzó con eso, le tiró un macetazo desde el balcón del consultorio? ¿Lo conocen al caso? ¿Saben por qué fue? Porque ese sujeto le dijo a Lacan que él no quería supervisar y analizarse con Lacan, que él quería sólo analizarse. Y Lacan le dijo: “no estoy de acuerdo”, y el paciente se va. Vuelve a la siguiente y le dice a Lacan: “yo sé que usted no está de acuerdo pero yo lo estuve pensando e, igualmente, he decidido sólo analizarme con usted, no voy a supervisar”. “¡Usted es un pelotudo!”, le dijo Lacan; “Usted dirá lo que usted crea”, le dice a Lacan – está contado en los diez libros, eh–. “¡Usted es un pelotudo!”, le contesta Lacan y el tipo le dice “usted piense de mí lo que usted quiera, yo no voy a supervisar con usted”, y ahí Lacan le tira un trompazo que le pega en el pecho. Y el sujeto le dice: “a pesar de que usted me pegue, yo no voy a cambiar de opinión”, y

se va. ¿Saben que el consultorio de Lacan estaba en un primer piso? El tipo baja la escalera, ahí Lacan abre la ventana, toma una maceta –¿vieron en el Seminario X, de la angustia, que están las macetas en la ventana? Bueno, toma una de esas macetas– y le tira un macetazo en la cabeza, diciéndole “¡es un pelotudo!”... Por un sujeto que no le decía que no quería analizarse con él. ¿Les cuento otro caso? –El Papagayo y el Doctor, Betty Milan–: le lleva una tarta de Brasil, de los lacanianos de Brasil; se la entrega y Lacan le dice “la espero la próxima”. Y la tipa le dice “pero yo no venía a analizarme con usted”. Lacan le responde “la espero la próxima”... Ustedes podrán decir: “no, le interpretó el deseo de analizarse con él”. Barbaro, no lo niego, puede ser. ¿Les cuento otra? Maud Mannoni: cuando lo echan a Lacan de la IPA, Maud Mannoni interviene diciendo que no hay que votar para que sea reconocida la sociedad a costa de echarlo a Lacan. Da una exposición que está en su libro –en el libro de Maud Mannoni– que son cuatro páginas. A Lacan, se lo cuenta un amigo, y la llama a Maud Mannoni a las tres de la mañana, diciéndole: “le agradezco muchísimo que usted me haya defendido”. “No es nada, doctor Lacan”, le dice Maud Mannoni, “es lo que yo creí que tenía que hacer” y Lacan le dice: “bueno, pero ahora tengo que pedirle algo” y Mannoni le dice “¿qué me quiere pedir?”. Lacan le responde: “analícese conmigo”... Y ella dice – está en el libro de Maud Mannoni–: “es claro que, como la demanda vino de él, todo mi análisis estuvo marcado por cierta rareza”... ¡Es divina la ‘chabona’! Pero el problema ahí es que la ilusión no está sostenida por el inconsciente del sujeto, está sostenida por Lacan: “¡yo soy el único analista!”. Se nota que es un problema de Lacan, de cierta voracidad. Yo creo que tenía un fantasma voraz notable. Lacan tenía una voracidad notable, y mi impresión es que esa voracidad lo hacía, a veces, invertir la demanda. No podía esperar que advenga el pedido y se precipitaba pidiéndolo él. “Por favor”, le dijo a Maud Mannoni, “analícese conmigo”, en un llamado que él le hace a las tres de la mañana, agradeciéndole la defensa de Maud Mannoni de Lacan. Eso, me parece que dejó una marca. Así como lo que Lacan dice en el Seminario XI, que lo no analizado de Freud respecto del padre dejó un problema en Psicoanálisis que es la teoría del padre. ¿Vieron que todo el mundo dice que Freud es el padre del Psicoanálisis? Freud no es el padre del Psicoanálisis, al menos no ‘cogió’ con nadie para que se produzca un hijo que es el Psicoanálisis... Y todo el mundo dice que es el padre del Psicoanálisis. ¿Qué quiere decir “el padre del Psicoanálisis”? Lacan dice que es el fantasma de Freud sobre el padre y esto no fue analizado y dejó un problema en la teoría. Yo creo que lo no analizado de Lacan tiene el problema de que nos dejó una figura de analista que para nada estaba dispuesto a desfallecer de ser el analista parisino de las décadas del ’60 y del ’70. Eso nos dejó algo que, si no lo revisamos ‘tranqui’, en discusiones –no hay que hacer ninguna blasfemia ni insultar a nadie, no atacamos la teoría–, puede obstaculizar el que pongamos a trabajar una característica fundamental de la práctica analítica orientada en sus propias enseñanzas, que es que el analista debe desfallecer en la trayectoria. Y eso no es demanda de ningún analizante porque lo que demanda un analizante es “necesito un analista, ¿no me haría el analista un rato?”. “Sí, hagamos como que sí; usted es mi paciente y yo soy su analista”, “bueno, juguemos”. En ese juego hay que poner a trabajar la caída. Yo no digo que no lo haya habido, que esto no haya sucedido; lo que digo es que está obstaculizado si a) no vemos qué implica la noción en su novedad radical y b) si no removemos cierta imagen de analista que el propio autor de la teoría –creo yo– nos ha dejado de una manera muy fuerte, que es que él ‘ es’. Una pregunta colateral: ¿alguno de ustedes no se ha sentido inhibido por la figura de Lacan? Un poquito, digo... Quizás les pasó. ¡Es un ‘chabón’ que mete miedo! Hablen de un Seminario de él, tranquilos. ¿No están todo el día pensando “pero si yo no leí el otro, ¿cómo voy a hablar del XIV si no leí el XV y, si en el XV cambió todo?”? O sea, Lacan produce un efecto inhibitorio muy grande –la persona, no la enseñanza–. Intervención: Si alguien está ‘re’ neurótico, yo no sé si como analista está en condiciones de analizar. A.E.: Al menos, debe revisar este problema en cada análisis que conduce. Intervención: Claro, pero si justamente el neurótico está enfermo....... en algún punto se la cree, de una manera distinta.............. Yo no sé si incluso tiene la condición para......... A.E.: No, el neurótico es el que no se la cree. Padece de no creerla, o sea que es el Otro el que sabe. El neurótico cree en el Otro. Intervención: El loco cree en sí mismo, digamos.

A.E.: Sin el Otro. Intervención: Claro. Porque, por eso, si cree tanto en el Otro es muy difícil que pueda llegar a preguntarse algo de lo que estabas planteando hoy............... porque Lacan hizo una teoría fantástica pero sus análisis eran una porquería. A.E.: Sí. Ahora, observen algo, observen algo que es mi apuesta personal: esta velada, estas dos horas que acabamos de transcurrir juntos, ¿no creen ustedes que tiene la virtud de podernos permitir revisar esto? Guarda, tampoco estoy diciendo que hay que subir al Everest en pelotas, eh. Lo que yo digo es que hay que pensar qué novedad radical implica el concepto y revisar si no estamos identificados, en nuestra modalidad de practicar, con alguna figura que obstaculiza justamente el concepto. Y quizá –solamente por poder revisarlo hoy, entre nosotros, un rato– nos sirva, en alguna medida, como análisis. No se crean que de lo que se trata es algo dificilísimo, que son ochenta años, que hay que ir al desierto del Sahara, o sacrificadísimo. Lo que digo es “¡guarda con qué significa ‘pensar’!”, qué significa un concepto, qué quiso decir Lacan con esto, para qué lo dijo, por qué lo dijo. Guarda con entender. Y me parece que hoy hicimos un ejercicio de ver qué entendía uno, qué entendía el otro y, por otra parte, cuidado con los modelos. No sólo porque no debe haber modelo –que eso es lo más difícil de todo– sino, guarda con cuál es el modelo reinante en nuestro grupo, porque es antagónico a mi entender –de pleno– a lo que el concepto indica. Les doy un ejemplo (quizás no le guste a alguno; perdón): mi impresión es que Jacques-Alain Miller, en el seno de un grupo numerosísimo y valiosísimo de psicoanalistas, no desfallece ni que le tires con un bazooka... Busquen la palabra “Jacques-Alain Miller”, debe ser la palabra más utilizada en Internet. Hagan “JacquesAlain Miller” y “enter”… Hoy abrí la página de Ornicar? para sacar un artículo de Chamorro: “Colección dirigida”... Imaginen qué dice: ¡“por Jacques-Alain Miller”! ¡Todo es “Jacques-Alain”! Su nombre está por todos lados, ¡es impresionante! La pregunta que yo les hago es la siguiente: ¿algún heredero de alguna corriente –los herederos de Freud respecto de Freud, los herederos de Melanie Klein respecto de Melanie Klein, los herederos de Anna Freud respecto de Anna Freud, los herederos de cualquier psicoanalista– vieron que algún heredero tenga la posición de Miller? La pregunta es: ¿creen que es por la psicología de Jacques-Alain o por su inteligencia, o que Lacan dejó un lugar en el que se incruste una modalidad como la de Jacques-Alain? Piensen en la IPA. La IPA es un desastre: escupimos, vomitamos, pero es colegiada. Es esencialmente colegiada. ¿Entienden lo que eso quiere decir? Que ataca al Uno, en un dispositivo ‘forro’ porque el dispositivo es ‘forro’ –seamos sinceros, cómo está pensado el “didáctico” es ‘tonto’–. ¿Saben que inventan las cuatro sesiones? Todavía hoy tienen analistas inventando las cuatro sesiones porque deben supervisar cuatro sesiones. ¡Es increíble! A pesar de eso, observen que los siete anillos de Freud dejaron como herencia que el lugar del Uno tiende a estar vacío y sustituido por figuras que no tienden al Uno. Por ejemplo, la hija –Anna Freud– que fue la heredera de su padre, en vida. ¿Hizo el Uno? No. No sé si lo quiso pero no había lugar para eso. Por eso digo, saquemos la psicología del personaje. Me parece que en la enseñanza de Lacan tiene principios pero, además, está él en su vida, que dejó un estilo –que a mi entender– habilita muchísimo el Uno aunque es la única enseñanza en Psicoanálisis que se dedicó a atacar el problema del Uno. Porque sabemos qué tipo de problemas trae. ¿Ustedes se dan cuenta que el Ideal, escrito con la “I” mayúscula, es igual al uno romano, no? Es un uno. “Uno del Otro” se puede leer, no hace falta leer “Ideal del Otro”. Apenas se logra el Uno, esta ilusión se refuerza. Si el capitán le hubiese dicho a Ryan dos cosas –“o merécetelo, o...” tal cosa– estaría toda la diferencia allí: S1...S2, el efecto afanisíaco de S2, intervalo, no hay ningún problema. Le dijo Uno: “merécetelo”. Por eso les digo que en el lacanismo tenemos un doble problema que es que nuestro modelo –porque tenemos imaginario y no todos estamos analizados plenamente– tiene una consistencia imaginaria inusitada. Y es por eso que es un grupo, el de los lacanianos, que se caracteriza por tener los líderes –todo el mundo lo dice– más consistentes de todos los movimientos psicoanalíticos. Mi impresión es que ése es un problema que nosotros tenemos que atacar especialmente; porque trae un problema en la dirección de la cura y, aparte, porque tenemos un concepto que se da de patadas con eso. Ahora, no digo que no haya habido desfallecimiento del analista en las curas. Lo que digo es que está fuertemente dificultado. Y, segundo, que no hace falta necesariamente que uno consiga un analista, todo el tiempo, para operar esto. Por ejemplo, les planteo un problema clínico: ¿sí o no, creen ustedes que cierto final de análisis en el cual el analizante decide la conclusión de su análisis porque el analista no deja de consistir; creen, sí o no, que pudo haber sido una maniobra que arrime bastante el bochín al deseo del psicoanalista? La maniobra del tipo que recibe el macetazo no es una maniobra buscada por Lacan pero la respuesta del sujeto es muy interesante. En el acto de concluir el

análisis así, quizás ese sujeto se aproximó muchísimo al desfallecimiento del Otro, de una manera dolorosa, seguramente muy traumática. Intervención: [inaudible] A.E.: No sé. Ni siquiera sé si es necesario porque me parece que ese sujeto produjo un acto que, quizá, lo aproximó bastante a “evidentemente no hay ‘El’ analista...”. Con lo cual, en ese caso, entendés que Lacan no se analizó, no quiso desfallecer ni con un tiro en la cabeza. A pesar de eso, en ese caso, podría haber sido que sí. Pierre Rey, que dice “no, claro: cuando me escupió debe haber querido que yo piense en ‘escú’-‘pitajo’; ‘pitajo’, como a mí me repite el ajo...”. Lean los casos, eh. Pierre Rey, si no se analiza con un recorrido pleno, no sale. Es muy difícil que se vuelva a analizar porque él cree que ya salió. El cree que ya salió, que como gana ‘guita’ ya se curó, porque es un best-seller. Intervención: [inaudible] A.E.: Hay problemas con los casos. ¿Pero entendés que hay coordenadas peculiares de cada caso que pueden producir el efecto aunque el analista no lo busque. A mí me parece pensable. Ahora, si salís de ese análisis y decís: “estoy libre”, entonces puede ser que estés loco. Pregunta: Vos hablaste de un borramiento. ¿Cuál sería la posición del analista en que el trabajo produzca un borramiento de ese trabajo de análisis en relación con la posición del analista? [inaudible lo siguiente]. A.E.: A mí me parece muy complicado. ¿Sabés por qué me parece muy complicado? Porque me parece que el desfallecimiento del analista debe pasar –entiendo yo, y estamos hablando de una manera resumida– de ser ‘el analista’, a ser ‘un chabón’. Me parece muy difícil que Lacan, para muchos de nosotros, se convierta en ‘un chabón’. Ahora, si pasa de ser el analista a ser un canalla, a mí me parece que refuerza otra ilusión y es que éste no lo fue. Por eso, me parece que, en el fin del análisis, lo que está concebido es el duelo por no haber analista. Cuando, si tenés un canalla, decís: “qué mala suerte, me tocó un canalla”; o “serán todos canallas”, que parece desengañado y es la peor: “¿para qué te vas a analizar si los psicoanalistas viste lo que son?”. Un tipo millonario, que me vino a ver, me decía: “yo no puedo confiar en el psicoanalista”, y le pregunté “¿por qué?”; me dice: “y, porque yo veo los consultorios y uno tiene la cortina rota, el otro usa un baquero viejo, entonces pienso: ‘no les va bien a estos tipos’...”. O sea, “no la ‘cazan’ ‘grosa’”. Ése parece un desengañado, ¿no? No importa el argumento, parece que dice que no hay analista. Pero ¡guarda!, porque ese desengañado se engaña de la peor manera y con el canalla puede incrustarse la misma espina: “éste” no lo fue. En el fin del análisis es “no lo hay”. Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre este concepto y lo que se escucha hablar de “la caída del Otro” y que el analista debe caer de ese lugar, etc.? A.E.: La diferencia está en que ésta es una maniobra activa, calculada y producida en el contexto del análisis. La caída del Otro puede ser un accidente en la vida. Intervención: [inaudible] A.E.: En esa diferencia se cuela una diferencia más: si hay “caída del Otro” –dicho así– estás al borde de la libertad. Intervención: [inaudible]. A.E.: No, no. Cosas muy ciertas. Lo que yo estoy tratando de establecer es la diferencia específica. Eso se escucha; analistas lacanianos que dicen “me olvidé de ir a atender, ¡mejor! Así no me muestro completo”. O sea, se confunde la maniobra de ser el analista con un pato criollo. Intervención: ................ el analista, al final del análisis, debe caer....... [inaudible lo siguiente].

A.E.: Sí, es eso. Pregunta: ¿A la transferencia vos la pensás como un continuo? A.E.: El problema es a qué designás vos como “transferencia”. [cambio de cinta] A.E.: Ahí ya empieza a haber diferencias interesantes porque lo que yo planteé que es el motor del análisis no es la transferencia. Por eso les propongo distinguir entre sujeto-supuesto-saber y deseo del analista. Nosotros estamos muy habituados –casi es norma entre nosotros– a decir que el motor del análisis es la transferencia. Y ahí, hay que hacer una diferencia más porque si no, nos engañamos. Intervención: [inaudible]. A.E.: Pero Lacan lo invierte y pone la resistencia del lado del analista. En esta misma lógica, la resistencia queda del lado del analista, que es una maniobra que tampoco la había hecho nadie; porque no era contratransferencia, la resistencia del lado del analista. La contratransferencia no era la resistencia del lado del analista. La única resistencia que hay es la del analista justamente porque el analista encarna la función “motor”. Con lo cual, verás que el motor no es la transferencia. La transferencia es la ilusión que sostiene el arranque de la experiencia. Intervención: [inaudible]. A.E.: Para Lacan es de lo que se trata en la neurosis y, efectivamente, uno puede verla aunque haya, en la experiencia, momentos resistenciales. Para Lacan, los momentos resistenciales de la experiencia, para nada indican que no haya la ilusión de la transferencia. Con lo cual, la respuesta es que sí es un continuo. Intervención: [inaudible]. A.E.: Si hay entrada en análisis, el analista encarna la transferencia; si no hay entrada en análisis, podría ser que no, o sea, que la transferencia podría ser lateral o no haberla del todo. Pero si hay entrada en análisis, es el analista el que encarna la transferencia. Intervención: Que es una dificultad en la psicosis. A.E.: Que es una dificultad en la psicosis. Intervención: [inaudible]. A.E.: Hay mucha gente que tiene confianza en el Psicoanálisis pero no en los psicoanalistas. Eso dificulta enormemente la entrada en análisis y la posibilidad de la operatoria sobre la ilusión porque no hay quién la encarne y, esto, es encarnado. Es muy fuerte pero es encarnado. Intervención: [inaudible]. A.E.: Pero si hay entrada en análisis, hay “el” analista. Intervención: [inaudible]. A.E.: No. Porque cae la transferencia, también. Se disolvió, no hay más, no hay nada que depositar. Pregunta: ¿No hay transferencia? A.E.: No, ya no hay transferencia.

Intervención: [inaudible]. A.E.: No hay otra. No hay otra modalidad clínica de la transferencia que ésa. Pero como siempre se establece retroactivamente, nada implica –retroactivamente– que sea en este momento que sí, y que mañana advenga una coronada de la vida, que te haga volver a consultar. Con lo cual, habría que resignificar ese cierre y el estatuto que tuvo. Siempre es après-coup. Intervención: Que no hay transferencia, sólo lo dirás cuando te mueras. A.E.: Pero ¿ves? Vos ya diste un paso que no sé si te das cuenta de que lo diste porque estás diciendo que “lo dirás”. Ya no lo dice el analista. Eso ya es un mundo. Les advierto que “que en el pase no haya alta” es un mundo. Los neuróticos tenemos una vocación espectacular a que el analista nos diga y terminamos. Habrán visto gente que dice “porque mi analista me dio de alta”. ¡¿Vieron qué boludos?! ¿Vieron el efecto ‘bobo’ que produce? ¿Escucharon a alguien decir, argumentar “no, porque escuchame, yo tengo el alta”? Es la posición más boluda, la más neurótica. Intervención: [inaudible]. A.E.: Es lo mismo. Podés escribirlo con un “+” o con un “-“, es transferencia neurótica pura. Intervención: [inaudible]. A.E.: ............... a la locura: “yo digo que soy ‘El’ analista” Que sería lo loco. Lo que Lacan dice es que nadie puede decir: “otorgo un certificado de analista”, que no existe reconocimiento. ¿Entienden por qué? Lacan no dice que no hay militar, o que no hay médico, o que no hay cura, o que no hay Papa; no dice que no hay nada. Lo que decimos es que no puede haber reconocimiento de “analista”. ¿Entienden por qué? Por este mismo problema. Ahora, autorizarse de sí mismo puede ser una salida absolutamente loca. En la cual, en Psicoanálisis de orientación lacaniana –al menos el argentino–, yo les pregunto si ustedes no creen que tiene los máximos ejemplos porque es, de las corrientes psicoanalíticas, la más caracterizada por analistas prestigiosísimos que nunca se analizaron. ¿Saben la lista que hay de analistas argentinos famosos que nunca se analizaron? Un caso que conozco: el de uno de los cinco psicoanalistas lacanianos argentinos más famosos –después, en el bar, les digo el nombre; acá no– que tenía un grupo de supervisión, y supervisó durante ocho años; no se había analizado jamás y no había atendido jamás a un paciente. Ahora, la diferencia es que ahora atiende pacientes pero tampoco se analiza. Los otros cuatro tampoco se analizaron nunca. Estoy diciendo de uno que era muy interesante porque éste supervisaba lo que nunca había visto... Nunca se había analizado y nunca había analizado. Eso –me parece– está muy habilitado por la enseñanza de Lacan pero no por el contenido de sus conceptos sino por el modelo de su vida. Con lo cual, si no lo vamos a decir un poquito, lo vamos a diagnosticar y lo vamos a separar de los conceptos, el peligro es que nos vuelva a nuclear; no es para criticarlo a Lacan. Es para obtener lo mejor de su enseñanza, que hace falta distinguirla de su persona porque produjo los efectos identificatorios más fuertes. ¿Cuáles son los psicoanalistas más tipificados por el significante y más rechazados por la soberbia de la identificación al significante? Los lacanianos. Vayan a cualquier hospital y pregúntenle a alguien: “¿usted tiene bronca a algún tipo de psicoanalista en especial?”, no a los psicoanalistas; a la enfermera, a cualquier, pregúntenle a cualquiera. “¿Usted tiene bronca a algún tipo de psicoanalista en especial?”, “Sí”, “¿a cuál?”, “a los lacanianos”, “¿conoce otra corriente?”, “no, pero no me los banco a los chabones”... ¿Por qué? Porque tenemos una identificación muy jorobada que va a haber que expurgar de nosotros para aumentar y mejorar nuestra posición de analistas. No se trata, tampoco, de llevar la estrella amarilla ni de caminar treinta años por el desierto. Intervención: ................. esa maniobra necesaria no garantiza el efecto sobre el analizante. A.E.: Y otra cosa más: es difícil de concebir esa maniobra necesaria, no es tan fácil de decir aun teóricamente. Lo que yo les propongo es intentar ir diciéndola porque no es fácil siquiera de decirla, en el sentido de escribirla en un pizarrón. Más allá de cada caso, eh. Lo decible de esta maniobra es muy difícil

de decir. Y mi impresión es que, fundamentalmente, es muy decible cuando no tenemos la más pálida idea. Es una diferencia que aún no terminamos de visualizar. O sea, me parece que no se practica, ni se discute, ni se intenta establecer. Intervención: [inaudible]. A.E.: Bueno, para seguir discutiendo esto, nos vemos dentro de cuatro semanas.

EL DESEO DEL PSICOANALISTA, Lic. Alfredo Eidelsztein 2ª reunión (15/VI/2000), La Doctrina de la Locura en Lacan Yo planteé, en el plan de trabajo en torno al deseo del psicoanalista, el tema de la locura (en realidad lo planteé como “locura y libertad”, que es sobre lo que vamos a tratar de intercambiar hoy). Y me encontré con que el desarrollo del tema implicaba, necesariamente, recorrer una bibliografía de Hegel –que es de donde Lacan toma todos los conceptos fundamentales que están en juego–, y con el hecho de presentar adecuadamente el porqué del tema –que es lo que quisiera volver a hacer–, respetando el estilo que tuvimos la vez pasada que –no sé si recuerdan los que participaron– fue de mucho intercambio, que por momentos tuve la impresión de que hasta llegaba a tener una dinámica casi de cierta polémica en torno a determinados problemas. Y como yo soy de la idea de sostener ese estilo, me encontré, hoy, con el problema de cuánto tiempo iba a llevar el desarrollo del tema si incluíamos –que era mi idea– a autores no psicoanalíticos –como Hegel– y, por otro lado, respetábamos un estilo de intercambio importante que reclama mucho tiempo. Con lo cual, pensé que, quizá, lo más importante era discutir fuertemente las ideas fundamentales, entrar por los aspectos más ríspidos, más conflictivos, más polémicos, que llevan más tiempo porque nos ‘enganchan’ y, entonces, se interviene y demás; y quizás dejar para la próxima –si da– la segunda parte que sería, más que nada, las referencias de Lacan (eso lo veríamos al final de ésta, si da), o si seguimos con el plan original que implicaba trabajar, para la próxima, “alienación y separación”, también en Hegel. Y en ese caso sería Hegel, Marx y Lacan porque son tres teorías que hay que articular. O bien, retomar la elaboración lacaniana en torno a la locura... Lo vemos. Preferí no favorecer una prisa para concluir el tema sino conservar un estilo que, me parece, es lo que más nos puede ‘dejar’ a todos. Entonces, para comenzar, donde yo encontré la pista de este problema –algo de la índole del testimonio personal– es en “Subversión del Sujeto...”19 (no cuando lo leí por primera vez), con lo cual, a pesar de que el resto de los materiales donde la teoría de Lacan sobre la locura estaba ya leída por mí una suficiente cantidad de veces, nunca había llegado a darme cuenta de que allí había, sobre eso, una apuesta fuerte de Lacan. Pero afortunadamente, releyendo una vez Subversión del Sujeto, encontré estos párrafos; les leo (es donde Lacan plantea, una vez más, el tema de Hegel y donde habla de Begierde, la noción de deseo en Hegel)20: “¿Pondremos a este ser como contrapartida del que Hegel forjó como sujeto, por ser el sujeto que sostiene sobre la historia el discurso del saber absoluto? 21 Recuérdese que él nos da fe de haber experimentado con eso la tentación de la locura. ¿Y no es acaso nuestra vía la que la supera, por ir hasta la verdad de la vanidad de este discurso? No adelantemos aquí nuestra doctrina de la locura.” Cuando me encontré con esto, me dije: “¿cuál ‘doctrina de la locura’?”. Saben ustedes que, muchas veces, Lacan dice “mi”, “mi teoría”, “mi concepción”, “mi concepto”, pero muchas veces utiliza, también, el plural mayestático; con lo cual, en muchos casos de “nuestro” hay que establecer a quién se refiere y, muchas veces, la respuesta –que yo encontré, al menos– es que se refiere a él mismo. Con lo cual, mi impresión es que en este caso sería la doctrina de Lacan sobre la locura. “Nuestro” también podría ser de Hegel y de él, porque como viene hablando de Hegel, y en Hegel hay una doctrina de la locura que es de donde toma Lacan –que no toma en ese caso, para nada, en Freud; Freud, de la locura, en este sentido no dijo nada–. Con lo cual, podría ser o de Hegel y él, o de él. Entonces, lo que quería plantear era cuál es la doctrina de la locura en Lacan. Pero ¿por qué tomarlo como tema de un conjunto de reuniones en las cuales se discute ‘el deseo del psicoanalista’? Algo dije la vez pasada –sobre eso, me parece que se discutió bastante– pero me da la impresión que convendría volver a establecerlo. Mi impresión es que hace falta discutir “locura” en el seno de la enseñanza de Lacan –que implica articular “locura” y “libertad”– porque, imperiosamente, entra ese problema en la dirección de la cura y, como el ‘deseo del psicoanalista’ es uno de los conceptos más desarrollados por Lacan para dar cuenta 19

J. Lacan, Escritos 2 (ed. Siglo Veintiuno, Buenos Aires 1985, p. 773). J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 782. 21 [Se lee en la edición castellana: “...por ser el sujeto que sostiene sobre la historia del discurso del saber absoluto?”; la edición francesa, en cambio, dice: “... d’être le sujet qui tient sur l’histoire le discours du savoir absolu?”]. 20

de la dirección de la cura psicoanalítica, hace falta establecer –casi– que es en oposición a una dirección de la cura en torno a la locura. Ahora bien, la dificultad en tomar al ‘deseo del psicoanalista’ como concepto de la dirección de la cura y que esto precipite una discusión de lo que es la “otra” dirección de la cura, que yo la articulo a “locura”, y ustedes me dirán “¡pero es una locura plantear que los psicoanalistas dirigimos la cura hacia la locura!”; y, efectivamente, yo no conozco a nadie. Luego de la antipsiquiatría, –donde los locos estaban en posición de decir la verdad–, luego de eso ¿quién sostendría, hoy, que la dirección de la cura es hacia la locura? Sin embargo, todos aquellos –esto en función de las tesis fuertes de Lacan– que dirijan la cura hacia la libertad, necesariamente, por la teoría de Lacan, la están conduciendo hacia la locura. Ahora, primero habría que preguntarse por qué no está, entre nosotros, establecido que hay una doctrina, de Lacan, sobre la locura y no es comúnmente conocida y compartida. Es una pregunta. Pero me parece que es una pregunta que debe ser articulada a un problema que es la tendencia cultural general de Occidente –al menos, de los últimos varios siglos–, que es hacia el individualismo. Y, como la tendencia es hacia el individualismo, la realización del sujeto, hoy en día prácticamente a todos se nos hace obvio que es hacia su libertad, y nos resulta inconcebible que se plantee que la realización del sujeto –por ejemplo, en la experiencia psicoanalítica– no sea hacia la libertad. Con lo cual, entiendan que les estoy planteando, como cuestión, la siguiente: ¿eso es por el desarrollo de la teoría psicoanalítica, el conjunto de nuestras nociones y nuestra práctica? ¿o es un prejuicio social que se nos mete de una manera muy fuerte? Lacan tiene desarrollos sobre este prejuicio social que designa “el discurso de la libertad” –voy a incluir algunas citas– pero, si les parece bien, podrían revisar el Seminario 322 porque hay un apartado completo de una clase de este seminario que fue llamado por Miller –muy correctamente– “El discurso de la libertad”23. Otro problema muy serio, que yo veo en la dirección de la cura, es la forma de entender –por eso lo propuse como tema para nuestro próximo encuentro– “alienación” y “separación” bajo estas dos características. Mi impresión es que se entendió, de Lacan, que “alienación” es estar alienado en el Otro, y que “separación” es separarse del Otro –cosa que parece de Perogrullo; más aún, ¿si no, para qué utilizar esas palabras?–. Pero no solamente ése es un problema (porque voy a intentar demostrar que para nada es así, que para Lacan no se nace alienado al Otro sino alienado al efecto del significante, y que “separación” es salir del efecto letal del significante por el vínculo con el Otro –y vamos a tratar de establecer de qué índole es, con lo cual desde esta lógica es contradictorio: es “más” relacionado al Otro–) sino que otro problema que se establece es que se lo entiende evolutivamente: primero “alienación”, luego “separación”. Es obvio ¿quién se animaría a decir “primero te separas y luego te juntás”? ¿No? “Primero te juntás (alguien, en forma alienada) y luego te separás”. Se lo entendió evolutivamente, con lo cual se duplica la apuesta a que la dirección de la cura sea hacia la “separación” –o sea, “liberarse” del Otro– porque, para colmo, es más evolutivo. Y no pierdan de vista que, a nosotros, lo evolutivo siempre se nos mete –en la teoría psicoanalítica tenemos un grave problema con la evolución– pero además no pierdan de vista que “evolución” implica ir de lo menos a lo más, en el sentido de lo mejor, de lo “menos mejor” a lo “más mejor”. Con lo cual se reduplica el problema de tender hacia la separación porque si es el segundo momento es “más” mejor que el primero porque la evolución indica eso. La noción de “evolución” no es pasaje de una cosa a la otra que vino después; “evolución” es pasar de una cosa a la otra que vino después, que es “mejor”, que es “superadora”, que es “más desarrollada”, que es “más abarcativa”, o como se quiera decirle. Otro problema que yo creo que contribuye a esto es cierta lectura favorecida del Seminario 7 24 en torno a Antígona, que me parece que también contribuye mucho a leer que, para Lacan, la realización del deseo – el acto del deseo–, dado que es sin Otro, es justamente porque Antígona muere por el acto de su deseo que muere tan sola ¿Se acuerdan de cómo muere, no? Emparedada. Ése, para mí, también es otro motivo que nos hace concebir que si ése es el acto del deseo y nosotros trabajamos en pos de la recuperación de la vía del deseo para que el sujeto enfrente la posibilidad de su acto, entonces se nos concibe muy lógico el que se termine como Antígona: si no es emparedado, al menos ‘escrachado’ –solo– contra la pared... Les propuse dos citas, la vez pasada, que son del texto El Deseo del Psicoanalista25 que es, prácticamente, uno de los pilares de lo que podríamos trabajar porque es uno de los pocos materiales en que hay todo un libro entero dedicado a este problema. Yo les propongo –para ver si los desarrollos que hay en este libro no corresponden a lo que yo voy a proponer designar como este conjunto de ideas que arman un prejuicio en 22

J. Lacan, El Seminario, libro 3 (ed. Paidos, Buenos Aires 1997). J. Lacan, El Seminario, libro 3, ob. cit., p.191. 24 J. Lacan , El Seminario, Libro 7 (ed. Paidos, Buenos Aires 1997). 25 D. Rabinovich, El Deseo del Psicoanalista (ed. Manantial, Buenos Aires 1999). 23

torno a la dirección de la cura– dos párrafos de todo el libro, solamente dos –que ya es una apuesta fuerte– pero que son, casualmente, el primero y el último. Se los leo porque deberíamos discutirlos en el sentido de la “disciplina del comentario”. Saben que Lacan propone una modalidad de discutir textos y material de pacientes –porque son textos– bajo la forma de la “disciplina del comentario”, que significa dos cosas: a) exigirle al texto que produce preguntas el procurar el material de la respuesta en el mismo texto –o sea que si esto nos plantea preguntas, aquí mismo deberían estar, al menos, los indicios de las respuestas–, y b) dejar de lado, radicalmente, las intenciones del autor: no preguntarse “¿qué quiso decir?”, “¿qué quiere decir con este párrafo?”. ¿Entienden? Si nos hace pregunta “¿qué quiere decir este párrafo?”, entonces, contestarlo con otros párrafos pero no introduciendo la personalidad del autor, su psicología, su prestigio, cualquier cosa de la persona que lo escribió. Entonces, los dos párrafos que quería introducir, el primero: “El objetivo de este libro es situar el concepto ‘deseo del psicoanalista’ en el marco que creemos es central para el ejercicio mismo del psicoanálisis: [este “creemos” es plural mayestático, me parece; debe ser “creo yo”] el marco del debate acerca de la determinación y la libertad. A nuestro entender, si el psicoanálisis no abre para cada sujeto hablante la posibilidad de ese ‘poco de libertad’ como la denomina Lacan, su ejercicio deviene una mera estafa.”26. Es fuerte. Es el arranque y es fuerte porque llama a toda otra práctica que no sea producir ese “poco de libertad”, una “estafa”. Les comenté la vez pasada –y espero que en esto sean generosos conmigo– que yo jamás encontré la expresión, por parte de Lacan, “poco de libertad”. Ahora, con el CD –tengo varios, la obsesión se me coló para ese lado ahora, así que ya tengo una colección de CDs de Lacan; antes eran banderines, después fueron cajitas de cigarrillos y ahora son los CDs de Lacan...– busqué las 797 veces que dice “libertad”, como comienzo de frase también, y jamás encontré ni “margen de libertad”, ni “poco de libertad”. Igualmente, ustedes observen que, acá, dice la autora que es lo que ella dice. En el último párrafo del libro dice: “La meta del análisis, para Lacan, [antes no decía que era para Lacan, era “para nosotros”] es que el sujeto obtenga cierto margen de libertad en relación con el lugar que ocupó como objeto del deseo como deseo del Otro. Para ello el deseo del analista debe buscar esa diferencia absoluta que permita la separación del sujeto en la experiencia.”27 Con lo cual, acá se afirma que es Lacan. Se pasó de decir que es lo que opina Rabinovich a lo que opina Lacan y se articula fuertemente –en el resto del libro también es así, no son los dos únicos párrafos–, entonces, que el deseo del psicoanalista es la función que hay que poner a trabajar en análisis para que el análisis no sea una estafa. Y no es una estafa en el caso donde produce un “poco de libertad” o un “margen de libertad”. Ése es otro argumento que yo creo que obliga a repensar, en Psicoanálisis, la doctrina de la locura de Lacan –que van a ver que es “locura y libertad”– y, por otro lado, reubicar “libertad” y “deseo del psicoanalista” porque si uno agrega el término “locura” esto puede ser una gran locura. Si uno dice “libertad y locura”, hay que ver cómo se articula porque podría llegar a ser... Y lo último que quería proponer, como tema, para justificar que nos avoquemos al estudio de la locura, “la locura y la libertad”, es uno de los términos que vamos a trabajar hoy: la “misantropía”. No sé si saben lo que ese término designa (“misántropo” es aquel que odia a la sociedad, que odia a los seres humanos). Y en ese sentido quisiera preguntarles si no han escuchado decir, al menos una vez –si no varias–, que de los psicoanalistas que existen –al menos que la gente dice que existen ¿vieron que la gente dice “vos sos freudiano o lacaniano?”; y después están los “ortodoxos”, que no sé quiénes son pero la gente dice que hay “ortodoxos”, y están los “freudianos”–, solamente el lacaniano parece un misántropo. ¿No lo escucharon nunca? ¿No? Que parece que es un soberbio que se caga en todo, que no respeta a nadie, que tiene toda la verdad, que todos los demás son todos unos ‘boludos’ que no saben nada... Nadie sabe quién es quién. “Who is who?”, yo no sé quién es “Who is who?”. Yo no lo digo pero ¿no escucharon decir eso del lacaniano? ¿Y escucharon decir lo del “freudiano” –que no sé quién es–? No. En general, no. ¿Y del “kleiniano” –que no sé si existen o si quedan–? Tampoco. Con lo cual, observen que efectivamente algo de esto puede estar en juego porque si, para nosotros, el ideal de la dirección de la cura es la libertad, que 26 27

D. Rabinovich, El deseo del Psicoanalista, ob. cit., p. 9. Ibíd., p. 155.

podría ser que se articule a “locura” y a “misantropía” (no creo que hagamos esa dirección de la cura pero quizás nos identificamos a ese ideal misantrópico) entonces estamos ‘chochos’ en cagarnos en la cabeza de todo el mundo porque coincide con una concepción de hacia dónde tender. No soy bueno para –no me dedico, no me avoco a– hacer lecturas del estado de las cosas en la sociedad, no hago nada de Psicología, no sé cómo están las cosas, pero si efectivamente ustedes –como yo– han escuchado alguna vez decir esto ¿no les parece que podríamos hacer de eso nuestro propio mensaje en forma invertida que recibimos desde el Otro? O sea, puede estar nuestra verdad jugándose ahí aunque a nosotros nos parezca lo más disparatado del mundo. Con lo cual, si es así –si es nuestra verdad– el problema es doble. Les voy a proponer que Lacan lo dice; Lacan dice que no hay nadie más loco que el psicoanalista. Dentro de los puntos del conjunto de citas y de ideas que preparé, a uno lo designé “el diagnóstico de Lacan”. Para los que estuvieron en las primeras reuniones ¿se acuerdan de que trabajamos de Valéry, de Monsieur Teste, Carta a un Amigo28, en donde se habla de las profesiones delirantes? La cita de la tesis, la cita más larga de la obra de Lacan, que es todo eso, la cita 29 de la tesis, está todo eso extractado y, también está en Situación del Psicoanálisis y Formación del Analista en 195629. Ahora, lo que me parece que se le escapó a Lacan –que no lo podía hacer, no es una crítica a Lacan; son los límites subjetivos– es diagnosticar cómo esto se iba a enroscar en el propio movimiento lacaniano. Una vez vino a verme una mujer que me contó que otra mujer le había dicho “¿Te vas a analizar?”, –“Sí”, –“¿con quién?”, –“con fulano”, –“¿Y ése qué es?”, –“no sé, pero me parece que es lacaniano” y, entonces, la otra le dijo: “si te vas a analizar, bueno, analizate ¡pero nunca con un lacaniano!”... Me parece que eso se dice solamente de los lacanianos. Ahora, si creemos que es porque llevamos la verdad al mundo y que la gente –que son todos ‘pelotudos’– se “resiste” a la verdad y por eso dice todo eso de nosotros, es peligroso porque es delirante total, en el sentido en que se trabaja la locura en Hegel y en Lacan. Es misantrópico. Mi impresión es que, si Lacan lo dijo para el psicoanalista en general, esto se reduplicó muchísimo en el campo de sus discípulos, de nosotros. Hasta aquí, la introducción. Los temas en los que propongo desarrollar los conjuntos de ideas son, ahora, “El discurso de la libertad” –quería plantearles un poquito sobre el “discurso de la libertad” en Lacan–, luego “El diagnóstico hegeliano”, después “La doctrina de la locura de Jacques Lacan” y finalmente “El diagnóstico lacaniano”. Mi impresión es que no vamos a llegar hoy más que a trabajar hasta “El diagnóstico hegeliano”, inclusive, pero calculé que estaba bien, que mejor no precipitarse en las citas de los últimos seminarios de Lacan sino ir sin prisa sobre las nociones fundamentales. Hay un hecho –yo no me había dado cuenta hasta hoy– que es que Lacan, cada diez años (exactamente, cada diez años: 1946, 1957, 1967, 1975) vuelve a plantear exactamente el mismo tema, diciendo que lo hace cada diez años. Les leo las citas y las discutimos porque son, obviamente, referidas a este tema: en 1946 (que es lo que cita siempre cada diez años, de vuelta) es Acerca de la Causalidad Psíquica, el punto 2 que se llama La causalidad esencial de la locura30. Para que no haya problemas –para que los problemas tengan un marco, porque problemas va a haber–, les hago una aclaración: en el caso Aimée de Lacan, en su tesis, Lacan trabaja que el diagnóstico de Aimée es psicosis, no locura. O sea, no crean que, como Lacan todavía no escribió el Seminario 3 o ni siquiera tiene “simbólico, imaginario y real”, designa mediante “locura” a la “psicosis”. Porque el problema está en que, al comienzo del Seminario 3 31, Lacan dice “¿Y qué es la psicosis? La Locura”. No, para nada; es lo que comúnmente la gente llama “locura” porque no llegó al público la teoría de Hegel sobre la locura. Con lo cual, les advierto que Lacan habla de la “causalidad esencial de la locura”, teniendo ya Lacan “psicosis”, conociendo bien la teoría Freud sobre la psicosis y diagnosticando para Aimée –que es una paranoia de autopunición– como caso de “psicosis”, no caso de “locura”. Aclarado esto, entonces, las citas: “No me aparto, luego, del drama social que domina a nuestro tiempo. Lo que ocurre es que el juego de mi títere dirá mejor a cada cual el riesgo que lo tienta cada vez que se trata de la libertad.

28

P. Valéry, Monsieur Teste (Ed. Montesinos, Barcelona). J. Lacan, Escritos 1 (ed. Siglo Veintiuno, Buenos Aires 1985, p. 441). 30 J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 152. 31 J. Lacan, El Seminario, Libro 3, ob. cit., pp. 12 y 13. 29

Porque el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de las identificaciones en las que el hombre compromete a la vez su verdad y su ser”32. Van a ver que, si revisan el libro de Rabinovich, “libertad” lo trabaja Rabinovich en relación esencial a “verdad” y “ser”. Lo toma de un párrafo del Seminario XIII, en donde se articula “ser”, “verdad” y ella agrega “libertad” porque en el párrafo no está “libertad”33. Les vuelvo a leer: “No me aparto, luego, del drama social que domina a nuestro tiempo [es un diagnóstico sociológico, psicológico, es un diagnóstico de la sociedad]. Lo que ocurre es que el juego de mi títere [fíjense cuál es la figura que elige Lacan para hablar de la libertad: el “títere”] dirá mejor a cada cual el riesgo que lo tienta cada vez que se trata de la libertad [¿cuál es el “riesgo” en la tentación de la libertad, que es el drama social de nuestro tiempo? El riesgo de la locura]. Porque el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de las identificaciones en las que el hombre compromete a la vez su verdad y su ser. Lejos, pues, de ser la locura el hecho contingente de las fragilidades de su organismo [Henry Ey], es la permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia. Lejos de ser ‘un insulto’ para la libertad, es su más fiel compañera; sigue como una sombra su movimiento [la locura, ¿no?]. Y al ser del hombre no sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad”34. Esto va a haber que interpretarlo porque podría ser que si “la locura es límite de su libertad” lo entendamos como la inimputabilidad del psicótico. Como está “loco” y “no es libre de sus actos” entonces es inimputable. ¿Se acuerdan ustedes de cómo interpreta Lacan el efecto curativo sobre Aimée? Por la internación policial. Y se acuerdan de los trabajos de Lacan sobre la culpa y la responsabilidad aun en la clínica de la psicosis. Entonces yo les propongo que –yo les propongo– que este límite es así: que cuando uno avanza hacia la libertad –avanza, avanza, progresa, progresa, se separa y se separa–, y llegó al límite del camino de la libertad, entonces está loco. La locura es el límite de la libertad. ¿Entienden que no lo propongo como un “margen”?: “¡Pobre, no puede hacer estas cosas! Porque tiene un límite que es que está loco y no se da cuenta”. ¿Vieron que los jueces siempre se preguntan si se da cuenta o no se da cuenta de lo que está haciendo? Como “límite” nunca se llega a dar cuenta de lo que está haciendo. Continúo: “Para romper tan severa afirmación con el humor de nuestra juventud, muy cierto es que, como hubimos de escribirlo con una fórmula lapidaria en el muro de nuestra sala de guardia, ‘No se vuelve loco el que quiere’ [¿saben que fue compañero de guardia de Henry Ey?]. Pero tampoco no al que quiere alcanzan los riesgos que rodean la locura. No bastan un organismo débil, una imaginación alterada, conflictos que superen a las fuerzas. Puede ocurrir que un cuerpo de hierro, poderosas identificaciones y las complacencias del destino, inscritas en los astros, conduzcan con mayor seguridad a esa seducción del ser 35 [con lo cual ven que los más ‘polentudos’ son los que están más tentados a esta “seducción esencial del ser” que es la locura]. Lo primero que uno podría hacer, con esto, es decir: “Bueno, pero es Lacan del ’46...”, que por ejemplo, Miller lo llama “antilacaniano”. Miller dice que no hubo psicoanalista más antilacaniano que Lacan antes del Seminario 1 (está publicado por Miller). Uno podría aplicar esto: “bueno, es en la época ‘antilacaniana’ de Lacan”... El último párrafo de De una cuestión preliminar... (de la parte cuatro, al final):

32

J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 166. D. Rabinovich, El Deseo del Psicoanalista, ob. cit., pp. 100 y 101 [el párrafo citado del Seminario XIII –inédito– corresponde a la lección del 23/3/66]. 34 J. Lacan, Escritos 1, ob, cit., p. 166. 35 J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., pp. 166-167. 33

“Punto en el que volvemos a encontrar (dejando a quienes se ocuparán de nosotros más tarde [nosotros deberíamos ser éstos, ¿no? No sé si hay mucha gente preguntándose esto –al menos, hoy a la noche, en una noche de perros como ésta...–] el cuidado de saber por qué lo hemos dejado en suspenso diez años) [ahí está la pista; después, cada diez años lo hace] el decir de nuestro diálogo con Henry Ey. «El ser del hombre no sólo no puede comprenderse sin la locura, sino que no sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como el límite de su libertad»”36. En el Discurso de Clausura en Jornadas sobre las psicosis en el niño –21 o 22 de octubre de 1967–, Lacan dice: “Para devolver todo eso a su término más justo tenía que contradecir el organo-dinamismo del que Ey se había hecho promotor. Así, sobre el hombre en su ser, me expresé en los términos siguientes: «Lejos, pues, de ser la locura el hecho contingente de las fragilidades de su organismo, es la permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia. Lejos de ser ‘un insulto’ para la libertad, como lo enuncia Henry Ey, es su más fiel compañera; sigue como una sombra su movimiento. Y al ser del hombre no sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad»”. En 1975, en el Seminario XXI (“Los no-incautos yerran”, entre uno de los nombres que puede recibir)37: “Hay en alguna parte un artículo que reza: ‘De la causalidad Psíquica’, un lugar alrededor del cual algunas personas se han batido, un lugar donde yo anudo –ya que es de esto que se trata– la libertad y la locura [en esta clase está trabajando el nudo borromeo], donde digo que una no se concibe sin la otra, lo que desde luego, perturba porque igualmente ellos piensan de inmediato que yo digo que la libertad es la locura... ya que por no hacerme comprender –por qué no, yo me entiendo–; en esta ocasión deseo que observen que el interés de juntar así en el nudo borromeo lo simbólico, lo imaginario y lo real, es que de ello resulta –no solamente resulta de ello sino que debe resultar de ello–, es decir que si el caso es bueno – me permitirán esta abreviación dada la hora– si el caso es bueno, basta con, bastan dos, cortar cualquiera de esos redondeles de hilo para que los otros dos queden libres uno del otro. En otras palabras, si el caso es bueno –déjenme implicar que éste es el resultado de la buena pedagogía, a saber, que uno no ha fallado su anudamiento primitivo–, si el caso es bueno, cuando a ustedes les falta uno de esos redondeles de hilo, ustedes deben volverse locos. Y es en esto, es en esto que el buen caso, el caso que he llamado «libertad», es en esto que el buen caso consiste en saber que si hay algo normal es que, cuando una de las dos dimensiones les revienta, por una razón cualquiera, ustedes deben volverse verdaderamente locos”38. Para concluir este recorrido de fuerte anudamiento, por parte de Lacan, entre “locura” y “libertad”, solamente dos parrafitos de la parte 2 de la clase 10 del Seminario 3 (la clase 10 es la que fue designada Del significante en lo real y del milagro del alarido; una clase bien conocida). De esta parte 2, que se llama El Discurso de la Libertad (les recomiendo leer las tres hojas porque son muy interesantes, sumamente interesantes), yo sólo les voy a leer dos parrafitos muy cortitos. El primero dice: “Resumiendo, me parece indiscutible la existencia en el individuo moderno de un discurso permanente de la libertad”39. [Les advierto que la locura, como teoría de Hegel, es en el capítulo donde Hegel estudia el individualismo moderno; así que, esto es una cita –para el que sepa oír– de Hegel, y Lacan dice “coincido, efectivamente es así”]. Una página más delante, en la misma sección de la clase 10 del Seminario 3, Lacan dice: 36

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 556. J. Lacan, Seminario XXI, Les non-dupes-errent (Inédito). 38 Ibíd., clase 3. 39 J. Lacan, El Seminario, Libro 3, ob. cit., p.192. 37

“El psicoanálisis nunca se coloca en el plano del discurso de la libertad, aunque éste esté siempre presente, sea constante en el interior de cada quien, con sus contradicciones y sus discordancias, personal a la vez que común, y siempre, imperceptiblemente o no, delirante. El psicoanálisis pone la mira sobre el efecto del discurso en el interior del sujeto, en otro lugar”40. Esto es lo que me parecía que nos brindaba un buen marco de contexto que justificase dedicarnos, ahora, un ratito, media hora, a la teoría de Hegel que Lacan toma. Para que ustedes –para los que no conocen el tema– sientan que, efectivamente, vamos por terreno seguro, les anticipo los términos mediante los cuales Hegel elabora su teoría de la locura como tendencia del individualismo moderno, que son:   

“alma bella” “ley del corazón” y “delirio de presunción o de infatuación”.

Ahora sí, todos recordarán que los han leído, un montón de veces, en Lacan. Por ejemplo, en los Escritos está en todos los escritos. En todos los escritos de los Escritos está, al menos una vez, alguno de estos términos: “alma bella”, o “ley del corazón”, o “delirio de presunción”, o varios de ellos, o varios de ellos tomados muchas veces. En los seminarios, no. Si ustedes revisan, hay un diferencia notable, del uso de estos términos, en los Escritos de Lacan y en los seminarios de Lacan. No sé si eso les significa una pista. Pero es una pista, eh. No sé si la visualizan: que no se lo decía a los psicoanalistas; lo dejaba escrito, lo mandaba a la imprenta y, el que quiera leer, que lea. Pero no les decía a los psicoanalistas: “los más locos de los más locos de las profesiones delirantes son ustedes”. Eso no lo decía: lo escribía. Revisen y van a ver que está, decenas de veces, en los escritos –en todos los escritos–. Y les advierto que no tiene mucho que ver con el comienzo pseudamente ‘hegeliano’ de Lacan porque, en el año ’66, también está. Revisen el último escrito de Lacan –La ciencia y la verdad41– y van a ver que allí mismo van a encontrar planteado (no como demodé, o “de mis otras épocas”, o como “pecados de juventud”) el uso de estos términos. Con lo cual, se justifica, en este caso, por el uso sistemático en los escritos. No así, en los seminarios. El destino distinto de las nociones de Lacan entre seminarios y escritos es radical. Hay un punto que es increíble: si ustedes revisan en De una cuestión preliminar..., el desarrollo sobre la metáfora paterna, en el mismo día – porque lo escribe el mismo día que dicta la clase en el seminario–, en el seminario dice los tres tiempos del Edipo y los articula a la metáfora paterna; y lo que escribe es que la metáfora paterna es sincrónica y es imposible de articular a los tiempos de la diacronía. A los psicoanalistas les dice otra cosa: “sí, está el primer tiempo en que el chico... la vagina de la madre... que la carta del falo del padre la lleva...” , todo ese cuentito, lo cuenta en el seminario. Pero no es lo que escribe, en la misma semana, en donde formaliza en un escrito, lo mismo que está enseñando. Es increíble la diferencia y, yo creo que algo hay que hacer con esa diferencia, o sea que hay que intentar leerla. Ahí no podemos aplicar ni errores de Lacan, ni distintas épocas porque es, exactamente, en la misma semana. Hecho –como sistema pedagógico– muy criticable. Es decir, si el logró que se lo escuchase, diciendo otra cosa que la que tenía que decir, no sé qué ganó al hacer que lo escuchasen, diciendo otra cosa que la que él quería decir. No sé si entienden el problemón. Terminó con mil alumnos, en el seminario. Pero si era para decir lo que no quería decir... Igualmente, cuando terminó teniendo mil alumnos, ahí ya decía lo que quería decir pero ustedes saben que, al final, prácticamente, no lo escuchaban los psicoanalistas. A partir del Seminario 17 42, empieza a haber muchísimos jóvenes universitarios que lo van a escuchar. Cambia el ámbito y ahí es donde produce el primer seminario del envés del psicoanálisis. Y empieza a decir: “¿ustedes se creyeron toda la historieta del padre? ¿ustedes creen en la ‘horda primitiva’? ¿creen en el ‘Edipo’? ¿de dónde sacaron todo eso?”... Pero no lo decía así en los seminarios que dictaba a la altura, por ejemplo, del Seminario 5 43. Cuando escribía, sí lo hacía. Ahí, en el Seminario 17, dice: “¿para qué creen que yo puse la metáfora paterna? Para criticar al Edipo de Freud”. Cuando lo presenta en aquel seminario no lo dice así. Eso, me parece que produjo, en nosotros, gravísimos problemas.

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Ibíd., p. 194. J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 834. 42 J. Lacan, El Seminario, Libro 17 (ed. Paidos, Buenos Aires 1996). 43 J. Lacan, El Seminario, Libro 5 (ed. Paidos, Buenos Aires 1999). 41

Entonces: “el diagnóstico hegeliano”. Es un diagnóstico –hablo ‘grueso’, yo; hablo como los brutos; no me pidan, sobre lo que no es psicoanálisis, muchas precisiones porque no las manejo– que hace un filósofo (no sé si se puede decir que Hegel es filósofo; creo que no es filósofo pero quizás alguno, hoy, me explica que es un filósofo; en todo caso, discúlpenme porque hablo como un bruto) pero este diagnóstico que hace este filósofo es sociológico. Diagnostica el estado, la posición, la forma que adquiere el sujeto humano en la época de referencia. La época de referencia es la modernidad para acotar la época en que el arte pasaba por el romanticismo. Igualmente, ustedes saben que la época de referencia, para Hegel, es la historia entera porque Hegel, en su proyecto filosófico, intenta –por problemas específicos de su teoría– dar cuenta del movimiento histórico completo. Porque al tener que dar cuenta de la historia completa de la filosofía y, al articular la filosofía como cierta –de vuelta, voy a hablar como un bruto– ‘toma de conciencia’ del momento, tiene que rescribir, casi, toda la historia, de vuelta. En este caso, nos vamos a circunscribir en el período del individualismo moderno. Vamos a acotar un poquito. La Fenomenología del Espíritu44 es de 1804, o sea, comienzos del siglo XIX. Lic. Fernando Rodríguez: la primera edición es de 1807. A.E.: Hay varias ediciones. La que yo tengo es de la alemana de 1804 45. Igualmente, podríamos tomar como el fin del siglo XVIII, la segunda mitad del siglo XVIII, lo que Hegel llama “modernidad”. ¿Qué es “moderno” para Hegel? Bien, hay una cierta concepción, que hace Hegel del sujeto humano en general, si bien es cierto que, para él, cada período histórico implica otra posición subjetiva. Pero, si bien cada período histórico (por ejemplo: él distingue, muchísimo, entre los griegos, los hebreos, los judíos antiguos y los cristianos. Para él son cortes netos de la evolución de la conciencia –y los estudia como tales–) con cada subjetividad –diríamos modernamente–, con cada tipo de posición subjetiva, se caracteriza por su diferencia respecto de las otras, en un movimiento dialéctico integral; para Hegel hay (lo que los lacanianos tenderíamos a llamar) cuestiones estructurales más allá de cada momento histórico. Con lo cual, yo voy a plantear –porque si no, no se entiende el planteo de Hegel– cómo concibe, él, la relación del sujeto con la sociedad (muy tomada en cuenta, por Lacan, desde Acerca de la causalidad psíquica, mucho en Intervención sobre la transferencia46, mucho en Instancia de la letra47, mucho en Subversión del sujeto48, esta forma de concebir el ámbito social del sujeto humano) y luego el diagnóstico del estado, respecto de esa concepción general, de la modernidad. Es un movimiento necesario. La bibliografía sobre la cual lo armé, es La Fenomenología del Espíritu –obviamente–, mi edición es la de 1985, del Fondo de Cultura Económica; la parte en donde están estas nociones, desarrolladas por Hegel, es la parte B que, si me explico bien, van a terminar entendiendo el título de esta parte B, cuando termine de explicarlo. Se llama: La realización de la autoconciencia racional por sí misma 49; para él, esto es una falla... [cambio de cinta] [esta parte consta de tres secciones: a), b) y c)]... a) El placer y la necesidad50, b) La ley del corazón y el desvarío de la infatuación51 (es difícil de traducirlo, hay muchas traducciones; este “desvarío” de la infatuación también es “delirio” de la infatuación, o también “delirio” de presunción; son, todas, traducciones que yo he encontrado) y la parte c), que va a ser la que menos vamos a trabajar porque es la menos relevante pero sobre la cual, me parece importante, al menos, decir algunas palabras, se llama, entonces, La virtud y el curso del mundo52. 44

G. W. F. Hegel, La Fenomenología del Espíritu (ed. Fondo de Cultura Económica, México 1994). [La primera edición de Phanomenologia des Geistes es, en realidad, del año 1807]. 46 J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 204. 47 J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 473. 48 J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 773. 49 G.W.F. Hegel, La Fenomenología del Espíritu, ob. cit., p. 208. 50 Ibíd., p. 214. 51 Ibíd., p. 217. 52 Ibíd., p. 224. 45

Bueno, no es mi estilo frecuente, leer –leo muchas citas y comento, sí, siempre las citas más importantes que encuentro– pero para abreviar, en tiempo, y porque no me siento cómodo al hablar de estas cosas porque no tengo una buena formación, preparé un pequeño escrito que voy a ir leyendo. Es aburrido escuchar a alguien leer; disculpen. Pero en las coordenadas en que me encontré fue la mejor solución para poder trabajar cómodo, con ustedes, un texto filosófico de la dificultad que suelen tener. Si Lacan no se entiende, no sé qué decir de Hegel... Si Freud se entiende y Lacan no se entiende, ¡no sé que decir de Hegel! Yo no entiendo a ninguno de los tres pero, bueno. Me ayudé bastante con Génesis y Estructura de La Fenomenología del Espíritu de Hegel de Jean Hyppolite53. Es muy útil. Es una lectura –polémica–, es una, hay muchas. Ésta es muy................ Se dice que es muy heideggeriana, la lectura que Hyppolite hace de Hegel... ¡Qué sé yo! No conozco, tampoco, a Heidegger, así que ¿qué podría decirles? Esto, que voy a presentar, está en la parte 3, que se llama Formas de Individualismo, en las página 252 y subsiguientes. A mí me resultó útil, al menos para contraponer a Hegel con otro texto y abrir las ideas. Entonces: «Para Hegel, el individuo que pretende realizarse en el mundo, debe ganar, o mejor dicho, reconquistar su sustancia, que es el espíritu [lo hice bien extenso, al párrafo, para abrir la idea; no lo hice lo más sintético que pude]. Debe producir un acto que le permita reconquistar el espíritu perdido [la “autoconciencia” del final de la dialéctica hegeliana –todos conocen que es la autoconciencia, el punto final, o el “saber absoluto” –, también se puede llamar “espíritu”. Hegel, también, a veces, lo designa “espíritu”]. Los individuos singulares, según Hegel, existen en el seno del espíritu del pueblo; emergen para sí, desde ese espíritu del pueblo, pero inmediatamente quedan inmersos en este espíritu que les constituye y que, al mismo tiempo, es obra suya [entonces, cada sujeto contribuye a la formación del espíritu del pueblo en que participa y, también, es parte de ese pueblo, en el sentido de que, para existir, requiere de ese pueblo, de esa sociedad, de ese lugar]. Los individuos emergen del espíritu pero este espíritu, que es el alma del pueblo de donde emergen, es constituido por los mismos individuos [aquí, ven que ya es fuertemente dialéctica, la estructura del pensamiento de Hegel]». Lo sigo desarrollando en otros párrafos para poder intentar transmitir lo que entendí de esto: «Con respecto a los individuos singulares, el espíritu universal es el medio de su subsistencia y el producto de su actividad. Esto quiere decir que para Hegel, sin lugar a dudas, cada individuo es un producto y un productor de lo social [se dan cuenta de que esto, directamente, arma un ‘plafond’ ético]. Lo propiamente humano del individuo es social [lo “propiamente humano”. No es lo único del individuo: está, también, lo “animal”, pero eso no es lo “humano” del individuo. Lo “humano” del individuo es social –no es “en parte” social–; es plenamente social]. Lo social es el medio de subsistencia del sujeto humano. Hay espíritu social, cuya substancia es ética, porque cada uno de los individuos colabora en su producción [entienden que esto evita la posibilidad lógica de que cualquiera se considere víctima de la sociedad porque todos contribuimos a la constitución de lo que la sociedad es]. Así, según Hegel, se da una acción recíproca entre el todo y las partes, entre lo universal y lo particular, que constituye la vida misma del espíritu» [éste es el final de Intervención sobre la Transferencia, en donde Lacan da su teoría de la dirección del la cura. Lo hace, exactamente, en función de este universal y este particular. Cuando llegue el momento en que yo trabaje, con ustedes, estas citas –quizás, en la próxima reunión– van a ver que así concibe, Lacan, la dirección de la cura: todo lo contrario de la “separación”]. «El diagnóstico de Hegel es que hay modalidades modernas [es diagnóstico, el “diagnóstico de Hegel”] , propias del progreso de la cultura, en las que el individuo corta el vínculo que lo une al todo, donde las singularidades seccionan el lazo que las une a la universalidad, y pretenden bastarse a sí mismas dándose su fin propio. Esta conciencia singular segura de sí misma, que pretende bastarse dándose su propio fin, lanzada al mundo en busca de su propia felicidad o satisfacción, va a aprender 53

J. Hyppolite, Génesis y Estructura de la Fenomenología del Espíritu de Hegel (ed. Península, Barcelona 1974).

a sus expensas, que la felicidad sólo existe en la organización ético-social. Tal es, según Hegel, el caso del “individualismo moderno”, que se manifiesta en los héroes del Romanticismo» [Esto, para fin del siglo XVIII, no sé cómo era; hoy, para nosotros, si no nos extraviamos, es un diagnóstico de todo el mundo, o sea, todos los historiadores –todos los que yo he conocido– testimonian que, como nunca, hay una tendencia hacia al individualismo en la sociedad moderna y que, en comparación con la posición de los sujetos en otros períodos históricos, es notable la tendencia al individualismo. Con lo cual, esto que propone Hegel, aquí, quizás era novedad en 1804 o 1807; yo no lo puedo decir porque lo desconozco pero hoy, les advierto (les propuse, la última vez, que revisen a historiadores: Vernant o a cualquier otro), que es conocido –y que yo sepa– e indiscutido, por todos los historiadores, como tendencia general. Es claro que siempre es un diagnóstico porque decir cómo están las cosas en una sociedad –si ya es difícil decir cómo están las cosas para alguien–, decir cómo están las cosas, cómo vamos, vamos bien, vamos mal, vamos para acá, vamos para allá, el mundo va así, el mundo va a allá; obviamente es lo más difícil que hay. Eso es, a mi entender, lo más difícil que hay. Lo que sí les propongo es que, aunque haya historiadores que propongan otra lectura –yo no la conozco; podríamos ampliar bibliografía para revisarlo, o podríamos aprovechar la visita de un historiador como Ignacio Lewkowicz, para preguntarle, qué conoce él a este respecto– hay una tendencia muy fuerte a interpretar, por parte de los historiadores, esto mismo que dice Hegel, desde 1804. Ahora bien, Hegel va a tomar de los héroes del Romanticismo moderno ¿por qué? Porque, para Hegel, la literatura, expresa y testimonia el estado de la subjetividad de la época; cosa que, yo entiendo que muchos hacemos, que tomamos –bueno, Hegel toma de la literatura, no podía tomar del cine– del cine, por ejemplo. Pero vieron que nosotros, muchas veces, hacemos lecturas de ver personajes que nos sorprenden, repetidos en varios lugares, y decimos: “¿esto no estará expresando cómo van las cosas?”. O sea, me da la impresión de que no es tan disparatado, pero sí que es una forma muy peculiar de hacerlo y que, seguro, no es segura. ¿Entienden? Diagnosticar por creación literaria, por los héroes del Romanticismo, implica un riesgo pero veamos cómo lo lee, qué lee en lo que lee y qué valor tiene esto, hoy, para nosotros. Lacan lo toma como un diagnóstico absolutamente preciso, válido y, hasta conserva la designación, por parte de Hegel. La vez pasada les leía el párrafo en donde Lacan decía que no hacía uso del sistema hegeliano, que si se creyó eso, era incorrecto; que él no es hegeliano y que él no hace uso del sistema hegeliano; que si se creyó así, él lo dejó; que se lo crea pero no era así su posición. Pero a estos términos, los toma, tal cual, de Hegel]. Entonces, continúo: «Hay tres formas de individualismo descritas por Hegel: 1. La posición caracterizada por el deseo del goce inmediato. A ésta, Hegel va a llamar “Placer y Necesidad”. 2. La protesta del corazón contra el orden establecido, que Hegel denomina “Ley del Corazón” y “Delirio de infatuación”. Es el tema en torno al cual girará la temática de la locura. 3. La virtud en revuelta contra el curso del mundo, llamada por Hegel “La Virtud y el Curso del mundo”» «La literatura, para Hegel, expresa o representa el espíritu del pueblo; por lo tanto, va a dar dos ejemplos tomados de ésta, que ilustran así como realizan, los tres tipos de “individualismo moderno”. Para “Placer y Necesidad”, o sea, para la posición del deseo del goce inmediato, el ejemplo de Hegel es el Fausto, de Goethe54 [cabe aclarar que –aunque, quizás, no tengamos tiempo para decir mucho de eso– es el primer Fausto de Goethe]. Para el segundo caso que son la “Ley del Corazón” y el “Delirio de Infatuación”, el ejemplo que da Hegel es el personaje de Karl Moor, tomado de los Bandidos de Schiller55(que era de gran popularidad en esa época). Lacan propone el ejemplo equivalente para la cultura francesa. Si, para los alemanes, lo diagnosticado por Hegel, es ejemplificado con Karl Moor de Los Bandidos, para los franceses, el equivalente es el personaje de Alcestes, de El Misántropo, de Molière56. Como se verá más adelante, desde el punto de vista del Psicoanálisis, es más preciso el ejemplo propuesto por Lacan; Alcestes está más francamente en una 54

J. W. Goethe, Fausto (ed. Austral, Madrid 1981). F. Schiller, Dramas 1 y 2: Los Bandidos, Amores e Intrigas; Don Carlos (ed. Iberia, Barcelona 1984). 56 J.-B. Molière, El Misántropo-El Enfermo Imaginario-El Avaro (ed. Losada, Buenos Aires 1997). 55

posición misantrópica que Karl Moor. Para “La Virtud en revuelta contra el Mundo”, el ejemplo es Don Quijote de la Mancha57, de Cervantes» [Podríamos, si les parece, alguna vez, tomarlos como casos y trabajarlos. Si hemos trabajado a Hamlet58; si a Hamlet y a la otra, a Antígona, ya les dimos tantas vueltas –que siempre hay una vuelta más para darle: ¡neuróticos, como nosotros, que tenemos la vocación..! –, podríamos pasar a estos otros textos que no tienen menos validez y, creo, tienen la virtud de producir muchas articulaciones novedosas]. Ahora, voy a pasar a la descripción, que preparé –es un texto preparado por mí–, de cada una de estas tres posiciones. Como están inscriptas dentro de un proceso dialéctico, no pierdan de vista que cada una de ellas es superadora de la anterior y, la superación de cada una de ellas respecto de la anterior, requiere una Aufhebung (hoy, a mí me resulta mucho más cómodo decir una “torsión moebiana); o sea, implica una toma del problema y una transformación de ese problema, que implica lo nuevo y la toma del problema de la posición anterior. Un movimiento, una torsión moebiana, o un espiral dialéctico. Arrancaríamos, como siempre, del mito antropogenético de la “lucha a muerte por puro prestigio” – ése sería, siempre, nuestro comienzo– y, “el saber absoluto”, “la autoconciencia” y “el espíritu” serían el punto de arribo. Quien postulase haber arribado debería dar cuenta de todo el movimiento anterior. Debería ser capaz de explicar toda la historia de todas las Aufhebung, hasta él; de todas las torsiones. Quizás, la historia de la filosofía, escrita por Hegel, sea parte de ese proyecto. ¿Entienden? Si no, no se puede decir que uno ha arribado a esa posición. Y, quizá, él supuso que estaba arribando, dado que escribe toda la historia. Les leo, entonces: EL PLACER Y LA NECESIDAD «“El Placer y la Necesidad” [la primera figura del “individualismo moderno”], dentro del movimiento dialéctico será la figura más pobre de las concebidas, en la medida en que se asemeja a la autoconciencia abstracta que es puro deseo y apunta hacia la destrucción del otro [la “lucha a muerte por puro prestigio”, el motor es el deseo, “deseo de reconocimiento”. Pero en la estructura de la lucha a muerte por puro prestigio, efectivamente, no cabe otra que la destrucción del otro]. Esta dialéctica remite a la dominación y a la servidumbre, a la “lucha a muerte por puro prestigio”, donde el mundo ya no es la Naturaleza, sino el orden humano [se acuerdan de que en el mito antropogenético, lo que había que negar, era la condición natural. Ese paso ya está dado; del mundo que se trata ya, es un mundo humano, no es la naturaleza. A pesar de eso, ésta es la figura más pobre de las tres, con lo cual, es la más cercana a la “lucha a muerte por puro prestigio”], pero “Placer y Necesidad” supera a la “lucha a muerte por puro prestigio” ya que el placer que trata de hallar esta individualidad es, ante todo, el placer de encontrarse con otra individualidad [o sea, si Fausto busca a Margarita, al buscar a Margarita, ya busca una individualidad. Con lo cual, para Hegel, esto es superador de la mera necesidad de un deseo de reconocimiento en otro. ¿Entienden por qué? Porque el deseo de reconocimiento no busca una individualidad. Mientras que Fausto estaba ‘caliente’ con Margarita]. Esta individualidad del goce es la que implica una búsqueda de goce sin reflexión [no se olviden del problema de la “autoconciencia”. No está la pregunta de Fausto: “¿Pero qué estoy haciendo? ¿Es ésta la vía de hacerlo?”. Se acuerdan del ‘plafond’ ético que plantea, al comienzo: “para la sociedad ¿es adecuada la búsqueda, de esta manera?”. Fausto pacta con el diablo], “Desprecia al entendimiento y a la ciencia...” [ésta es una cita de Fausto, que les propongo tomar en cuenta. No está citada por Hegel, yo la pongo para que vean este momento. ¿Ven que ‘puentea’ la conciencia?]. Para Hegel, lo característico de esta subjetividad es deseo y goce; el motor es el deseo y lo que se busca como meta es el goce. Este amor sensual implica que, necesariamente, el placer de esta individualidad es el placer de encontrarse con otra individualidad, aunque no se arriba a lo universal [no hay nada de lo social, no está el conjunto de la sociedad implicado en esta búsqueda. Es como el chiste del Papa: “¿por qué haces, Fausto, lo que haces? Perchè mi piace... Ven que está cortado el vínculo del acto, aunque es superador de la dialéctica del Amo y el Esclavo, no está el vínculo a lo 57 58

M. de Cervantes, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (ed. Espasa-Calpe, Madrid 1981). W. Shakespeare, Hamlet (ed. Losada, Buenos Aires 1980).

social. Es un individualismo; el más pobre, es el individualismo del goce] . Por eso es tan próximo a la dialéctica del Amo y el Esclavo. Fausto, en su posición, lo único que busca es acceder gozosamente a otra individualidad (Margarita), pero sin reflexión. El puro goce sin pensamiento sume a esta individualidad en la tragedia en la cual su destino se le presenta como incomprensible» [¿Se acuerdan de las preguntas, al final de Fausto? “¿Pero qué hice?”. Bueno, ya está el pacto, firmado]. Lo trágico de la experiencia de Fausto es que su goce singular lo lleva a la anulación de sí, sin que él pueda reflexionar en absoluto sobre ello. Por eso él, en su tipo de individualismo, accede al objeto de su goce, otra individualidad, o sea, ya es humana, pero de una forma absolutamente individual y sin reflexión en el otro» [Lo más importante –estimo yo– de “sin reflexión en el otro” es que no piensa en Margarita: ¿qué significa, para Margarita, el ...................... a Margarita, de esta manera? Con lo cual, ni siquiera está el conjunto de la sociedad representado en el partenaire aunque sí es una individualidad. ¿Ven cómo hay una superación y que él marca el límite?]. LEY DEL CORAZÓN Y DELIRIO DE INFATUACIÓN «La segunda modalidad del “individualismo moderno” es la que comprende a la “Ley del Corazón” y el “Delirio de Infatuación” [en “delirio” ya está “locura”, ¿no?]. En esta figura de la conciencia, lo universal está presente, pero inmediatamente vinculado al deseo. Por eso se llama “Ley del Corazón”, en cuya denominación el término “ley” implica lo universal (si la ley funciona para uno, funciona para todos) [en este sentido, que la ley implique lo universal es importante estudiarlo porque es la teoría de la ley para Lacan. Es la noción de ley para Lacan: lo que es válido para uno –dice Lacan– es válido para todos. Esto está, así, en Hegel y yo lo he encontrado, también así, en Kant. Kant, también, afirma que la estructura de la ley es ésa: lo que es válido para uno, debe ser válido para todos. Se dan cuenta de que esto escapa de todo valor estadístico, acá no hay “la gran mayoría”, “la opinión generalizada” sino que, lo que es ley, es que, si es válido para uno, es válido para todos] y, por lo tanto, es más rica que la anterior; al ser “del Corazón” es inmediatamente lo que desea el individuo, aunque al modularse a través de una ley, implica ya una reflexión [¿en dónde está el individualismo, aquí? Es que es la ley de “mi corazón”. Al ser de “mi corazón”, es individual, “mía” (ahora voy a dar un ejemplo de por qué tiene estatuto de ley ya que todavía no lo he dicho; estoy analizando, solamente, la designación, que es paradójica, es una paradoja –“ley del corazón” es una contradicción absoluta en Hegel–). Esta posición es una separación de la anterior porque incluye, ya, la lógica de la ley que implica al “todos” pero cae de nivel porque es la ley “del corazón”, o sea, la ley de la propia individualidad]. Esta reflexión significa un orden válido para todos e introduce lo universal. El problema está en cómo se unen “ley” y “corazón”, la ley universal y lo que se desea en el ámbito individual. Hegel sostiene que es de una forma “inmediata” [éste es un término clave. Lacan lo va a levantar como determinante de su teoría: que la forma en que se unen es “in-mediato”. Entienden que “in-mediato” quiere decir que, en el medio, no hay nada]. La expresión de esta posición podría ser: “nada separa a la ley de mi corazón”. La ley, al tener una relación inmediata con el deseo o el goce, es una ley que no existe todavía (aunque su inclusión hace de esta individualidad algo superior de la anterior) y es sólo un objetivo para la acción. Si la “ley” es del “corazón”, la individualidad y su inmediatez no han sido aún superadas». «La noción de ‘ley’ asimila la noción de ‘universalidad’, un orden válido de derecho para todos, por lo tanto, siempre que hay ley está presente lo universal. Este orden válido para todos participa de la autoconciencia. En Fausto, esto no es así. Fausto transgrede, pacta con el diablo, sin cuestionárselo mediante una reflexión sobre el orden de las leyes [no es, como hacemos nosotros, para no pagar los impuestos. Nosotros no pagamos los impuestos ¿y cómo decimos para no pagar los impuestos? “¡Si nadie los paga!”... ¿Ven la maniobra? Utilizamos un argumento de ley –“nadie los paga”–, para justificar una posición claudicante en relación con la ley. Pero cuando Fausto pacta con el diablo, no dice como un argentino típico, no dice: “¡Si todos pactan con el diablo!”, no está esa reflexión. Si estuviese, sería una posición –en la dialéctica hegeliana– superadora. Él, directamente, ‘zafa’ pactando con el diablo y le importa un ‘carajo’ si otros pactan o, no. Revisen que, llamativamente, no está esa reflexión en todo Fausto]. En esta segunda individualidad, lo universal está presente pero inmediatamente vinculado al corazón. Un ejemplo de esta posición [de nuestro acervo cultural] es la

lógica implícita en la expresión: “el primer impulso siempre es bueno” [vieron que está siempre enunciado en término de ley. Y muchos analistas lo practican, todavía: si es lo primero que dijo el sujeto, es eso –bastante ingenuamente, me parece–. Pero, para colmo, decir ‘el primer impulso siempre es bueno’, implica “ley del corazón”. ¿Entienden por qué? Porque “impulso” no significa la reflexión respecto del acto en relación con ninguna ley ni a ninguna sociedad, pero está dicho en términos de ley: ‘el primer impulso –para todo sujeto humano– siempre es bueno’], que suele expresarse, también, de la siguiente forma: “lo que vale es la primera intención"». [Es lo mismo. Es la misma lógica porque está diciendo que vale para todos y, sin embargo, lo que está planteando es lo que sale de “mi corazón”]. «A esta individualidad [la intermedia] se asocian tres términos a diferenciar: “ley del corazón”, “alma bella” y “deliro de infatuación” [así que, de esta individualidad, ahora vamos a tratar de distinguir los tres términos que son con los que trabaja Hegel y aquellos con los que trabaja Lacan (si quieren interrumpirme, me interrumpen y, si no se ‘bancan’ más la lectura, me avisan)] . El “alma bella” entra en el argumento cuando se trata de la excelencia de la propia esencia. El “alma bella” será la visión moral del mundo, correspondiente a la “ley del corazón” [¿entienden? O sea, para alguien posicionado en “ley del corazón”, “alma bella” será la visión moral del mundo correspondiente a la “ley del corazón”; es decir, “alma bella” será consecuencia de la posición de la “ley del corazón”. Si yo me rijo –para mí– por la “ley del corazón”, una consecuencia será el “alma bella”. ¿Qué es “alma bella”? Mi visión moral sobre el resto. Se deduce; van a ver], que observará que al realizarse la ley del corazón, se experimenta el mismo fracaso que sufre el deseo singular, cuando sólo busca su propio goce [o sea, fracasa como Fausto. Se fracasa igual. Revisen Karl Moor y El Misántropo, de Moliere, y van a ver que ambos fracasan. Mi impresión es que es mucho más claro el ejemplo de Lacan. Es más oscuro ver la misantropía en Karl Moor que en Alcestes]. Aquí, la expresión es más correcta y más rica aunque también fracasa. Fracasa porque su dialéctica implica una contradicción. Al realizar la “ley del corazón”, se toma conciencia de la oposición inevitable con la ley de los demás corazones [Es obvio. ¿Entienden por qué? Por la estructura que le doy a la ley: les “del corazón”. Entonces, si yo me manejo con la “ley del corazón”, necesariamente, voy a tomar conciencia cuando produzca un acto en relación con la ley de “mi” corazón, la posición de todo otro es en función de la ley de “su” corazón]. El razonamiento sería el siguiente: si se debe imponer en el espíritu social la ley de mi corazón, debo imponerla porque encuentro que las cosas no están ordenadas como deberían estarlo. Si las cosas no funcionan como deberían funcionar, la ley de mi corazón implica que me debo oponer a la ley de los otros corazones. Me hallo inmerso en una serie de operaciones que son mías y no mías a la vez [esto es crucial]. Por postular que la ley que me rige es la de mi corazón, produzco necesariamente la oposición con el conjunto social, un “a pesar de los otros”. Esto es mío, es consecuencia de mi acto, pero no es mío porque observo que me retorna como ley [del corazón] de los otros [lo que yo observo es que los otros me dicen que no; con lo cual, no observo que es una contradicción de mi acto sino que lo adjudico a la posición –a partir del corazón del otro– de cada uno de los otros]. Se produce una oposición, al fundarse la posición en la ley del corazón, y, por eso mismo, se obtiene un retorno que será extraño, aunque es consecuencia de la propia acción [esto es fundamental, eh. En esto va a radicar la locura: en que se vive como extraño lo que es producto del propio acto]. Lo que veo frente a mí soy yo mismo [la reacción es la reacción por la falla de la estructura de mi acto; con lo cual, lo que veo como reacción es mi falla; soy yo, en esta posición]. Este orden es obra mía pero no está de acuerdo con mi corazón. Esta contradicción es propiamente la locura». [Es la fórmula general de la locura, para Hegel. Fórmula que Lacan cita, diciendo: “según la fórmula general de la locura, de Hegel...”. Ésta es la fórmula general de la locura, de Hegel]. «Así se arriba a la clave del interés por este problema. Hegel va a sostener que esta contradicción de la ley del corazón y del alma bella, implica una locura en la que la conciencia se hunde en tanto que ella es contradicción a sí misma [porque habíamos dicho que la conciencia se realiza en el espíritu social que le corresponde. Sin eso, no se ve por qué]. Para este tipo de loco no es que sea hecho irreal lo que es real para la conciencia en general. No es falta de adaptación a la realidad. En la locura humana la conciencia en general subsiste, de manera que el loco tiene a su vez conciencia de la irrealidad y de la realidad de su objeto [hasta Hegel dice que no es psicosis. No está hablando del psicótico]. Intenta escapar de la contradicción que hay en ella lanzándola fuera de sí, proyectándola

afuera. Esto es el delirio de infatuación. O sea, un delirio, una locura de presunción o infatuación, que surge como consecuencia de depositar afuera la contradicción que es locura en sí, producto de la ley del corazón y del alma bella» [¿Se entiende? Si yo me posiciono en “ley del corazón”, tengo una visión moral del mundo, ¿cuál es? “Alma bella”, que va a producir, a su vez, que yo vea una contradicción. Como esa contradicción es producto de mi acción, pero la visualizo como propia de la reacción de los otros, la posición en la que quedaré será: “delirio”, “locura” –por la proyección– y, la “infatuación” porque me queda “alma bella” para mí y malignidad del lado del otro]. «Para preservarse de su propia destrucción, denuncia esta “perversión” como algo distinto de ella misma, ve en ella la obra de las otras individualidades, pero de individualidades contingentes que habrían introducido ese mal en la humanidad, sana por naturaleza [“¡El mundo está hecho una mierda!”. No que “Necesariamente, el espíritu humano por siempre es malo”. Es un diagnóstico, ahora. “Ahora, el mundo está hecho una mierda y yo, que estoy en la posición de verlo y de denunciarlo, no queda otra que estar aislado”. Fíjense cómo terminan Karl Moor y Alcestes en ambas novelas: aislados]. O sea, se encuentra que los otros son perversos, malignos. Se trata de una malignidad por suma de las otras individualidades malignas, ya que se supone que la naturaleza es buena en sí misma, que es en lo que se sostiene la idea de que la primera intención siempre es buena [¿Por qué digo que son estas individualidades, las malas? Porque si no, no puedo fundar la “ley del corazón”. Porque, para fundar la ley del corazón, debo decir “el espíritu humano es bueno”. Pero si “el espíritu humano es bueno y yo soy bueno”, ¿qué pasa? “¡Estas individualidades son una mierda!”, “¡El mundo está hecho una mierda!”, “¡Todos ustedes no me entienden!”, etc. Hay muchas formas de decirlo]. Evidentemente, esta posición deriva en misantropía». Antes de presentar, brevemente, la tercera, un comentario: para todos aquellos que crean que “¡Ahhh, es a’ minúscula prima! Es rivalidad especular. ¡¡Tanto ‘quilombo’ para hablar de eso!?”... No. No es eso, eh. Lacan, cuando lo levanta, jamás lo levanta con nada vinculado al estadio del espejo, ni a la identificación imaginaria, ni a la rivalidad –propia y específica– de la constitución del yo. Les advierto de que no es ese problema. Se parece pero van a ver que la forma en que Lacan lo levanta – si todavía no lo leyeron–, no es ésa. Entonces, la tercera modalidad:

LA VIRTUD Y EL CURSO DEL MUNDO «La tercera modalidad del individualismo moderno es la “virtud y el curso del mundo”. La conciencia quiere anular los egoísmos individuales (producto de la maniobra de la modalidad del individualismo anterior, que esta tercera forma viene a superar) [¿Ven que es un paso más?] para permitir que el orden aparezca tal como es de verdad [¿Entienden lo que hay que hacer? Hay que salir a rectificar a todos los malos]. Se intenta rectificar la “perversión” que hay en el otro, mientras que la anterior, como en el caso de Alcestes, concluía en el aislamiento [Aquí, se sale al mundo, a rectificarlo. ¿Ven la torsión moebiana, la Aufhebung?]. La “virtud” va a provocar la lucha contra el “curso del mundo”. Ésta es la metáfora implícita en el Don Quijote, luchando contra los molinos de viento que son una producción suya pero que se asignan al otro» [¿Se acuerdan de las escenas del periplo de Don Quijote, que se encuentra con la malignidad de la gente: el cálculo mezquino, la soberbia, las bajezas de las que Sancho Panza es como el traductor?] [Escuchen esto:] «La virtud se propone corregir el “pervertido” mundo [Les propongo que lo escuchen bien porque, a mi entender, muchas posiciones modernas –con “modernas”, me refiero a “actuales”–, como por ejemplo muchos atentados suicidas (de los cuales yo he seguido, un poquito, la posición del autor. Y no estoy tratando de leer los movimientos revolucionarios ni las luchas armadas, ni militares, de ningún lugar del mundo) que, si uno lee el texto de sus autores –cuando quedan vivos–, muchas veces es muy próximo a éste: que para “rescatar lo bueno que hay en el mundo”, no dudan en “sacrificarse”. Es un paso superador porque si la conciencia está dispuesta a morir, es menos individualista. Piensen en Fausto, que lo teníamos gozando a pesar de todo con respecto a éste, que está dispuesto a morir por rectificar. Ya no es, como Alcestes, que se va. ¿Ven como lee Hegel, y los pone en serie? Es interesante leer esta posición porque me da la impresión de que, a veces, uno la ve practicada en posiciones muy radicales de algunos sujetos, en su testimonio. Quizás, ellos mismos no saben dentro de qué lucha están o no es más que un mínimo testimonio; pero digo que si uno lee los testimonios, a veces se encuentran argumentos así]. Dialéctica, ésta, de una actualidad notable. Piénsese tan sólo en los modernos atentados terroristas, tan salvajes, asesinos y suicidas de hoy en día. La virtud se propone “pervertir” al pervertido mundo. Con la idea del completo sacrificio de la individualidad (no importa si se muere en el intento), se busca rectificar la perversión que hay en el mundo. El propio sacrificio ya implica, para esta individualidad, el comienzo de la rectificación. Se supera la ley del corazón, en la misma medida en que se intenta luchar contra la maldad proyectada, pero se sigue en la posición de asignarle la perversión al otro» [o sea que, lo que Hegel termina estableciendo como falla de la posición, es que todavía el sujeto no se estudia como partícipe de la falla que lee en el conjunto social; y para Hegel, cada sujeto es producto, como productor, de la falla]. Les quería proponer otra indicación bibliográfica que, a mi parecer, es muy interesante: la del protagonista de Imago59, de Spitteler. Es una novela de comienzos del siglo pasado –en 1918 o 1919 se estrenó– que causó una conmoción notable en el mundo psicoanalítico, tanto que se discutió, muchísimo, en reuniones de psicoanalistas y, la primera revista de Psicoanálisis llevó, por nombre, el nombre de esa novela. Es una designación fuerte porque, para colmo, era una novela que estaba ‘ahí no más’; con lo cual, observen que esto rompió la cabeza de la primera generación de psicoanalistas. (Yo conseguí la novela, de una edición ‘trucha’ de Hispamérica. No sé si habrá otro, o si habrá quiosquitos en donde, todavía, vendan Hispamérica). El protagonista, Víctor, tiene una posición muy elocuente de esta tercera: sacrificarse para salir a rectificar al pervertido mundo. Y en la novela se manifiesta con mucha claridad que eso que sale a rectificar del pervertido mundo, es producto de su acto. No es un diagnóstico de algo que va mal –cosa que uno puede hacer: una diagnóstico de ago que va mal–. Bien, hasta aquí, las tres coordenadas de la individualidad –la fundamental, para nosotros, es la posición intermedia–: “ley del corazón”, “alma bella” y “delirio de presunción”. Algunas salvedades: les leí como cinco o seis citas de Lacan en las que habla de la locura como “esencial” del hombre. Lacan no utiliza mucho “hombre”; muy poquitas veces utiliza “hombre”. En sus fórmulas, muy poquitas, y 59

C. Spitteler, Imago (ed.Hyspamérica, Buenos Aires 1984).

menos que menos: “esencia del hombre”. Propone a la locura –les propuse escandir, cada diez años, como él lo indica– como “esencial” al hombre. Si es esencial al hombre, entonces, deduzco yo –y me parece correcto– que no es moderna; que, quizás, lo que Hegel pescó –y que yo he leído en otros historiadores– es que como nunca se visualizó, al menos en Occidente –y me parece que el Occidente es el más individualista de todos los sistemas–, una tendencia tan individualista. Pero en la forma en que levanta Lacan este problema, lo propone como “esencial al hombre” y, allí donde haya hombre, encontrará el problema, la “grieta” –¿se acuerdan de que la metáfora de Lacan es la “grieta”? – que trae a colación este problema. Con lo cual, en Lacan –primera salvedad–, no es moderno. Por otra parte, en 1958 se descubrió un papiro egipcio con el texto de una comedia que se llama El Díscolo60, de Menandro, que Hegel no pudo tomar en cuenta porque se descubrió en el ’58. Se descubrió el texto. Menandro ganó una Olimpíada por sus comedias. Era sumamente famoso. Y el título, El Díscolo, está citado pero nunca se tuvo el texto. Lacan, que yo sepa, nunca lo cita, con lo cual, quizás, tampoco llegó a enterarse de la existencia de esta novela. Y en ella, se trata de un loco, es como Alcestes o Karl Moor. O sea, efectivamente –me parece que Lacan tiene razón–, no solamente participa de la esencia humana sino que, hasta en la literatura –que, como Hegel decía, que había que tomar como termómetro, como testimonio de la sociedad– hay una comedia completa. Bueno, desde ya, siempre yo soy muy bruto y hablo siempre muy rápido, y ustedes siempre tienen que disculparme del 50% de lo que digo porque les advierto que traducir “díscolo” por “loco” ya es un mundo. Está publicado, léanlo; yo lo leí. Me parece que es un loco. El asunto es establecer qué quería decir “díscolo”, en la Grecia antigua. No sé si se usa todavía pero se usaba. No sé si se sigue diciendo “díscolo”, que “ese chico es un ‘díscolo’”. Igualmente, no se utiliza en el sentido de “loco”, de Hegel. Está publicado por Eudeba, que es la única edición que yo conozco. Está muerto, agotado y desde el sesenta y algo no se lo reeditó más. Yo tengo una edición; si a alguien le interesa leerlo, podemos hacerlo circular o dejar una fotocopia en la biblioteca de Apertura. Es muy interesante encontrarse con el mismo personaje, en el 350 antes de Cristo –del 340 antes de Cristo, se calcula–. Bien, hasta aquí lo de Hegel. Son las once menos diez y me parece que no conviene introducir todo el matete de Lacan pero sí, quizás –además de abrir al diálogo, el debate, las preguntas–, oponer el gran sistema opositivo Hegel-Lacan... [Cambio de cinta] ...rivalidad que Lacan considera ineliminable del mundo humano. Se acuerdan, cuando Lacan la describe, que aún en los lugares más sublimes del intercambio es inevitable que aparezca la rivalidad propia de la estructura de la constitución del yo. Para Lacan, se trata de un efecto de las identificaciones simbólicas y no –para nada– de la identificación imaginaria. Ahora bien, ¿en dónde está la salvedad? ¿Para qué tanto ‘quilombo’? Porque uno podría decir –porque siempre lo decimos–: “¡Ah, pero esto ya lo sabía! Sí, las identificaciones no son buenas. No sabemos bien por qué pero si somos lacanianos, las identificaciones no son buenas...”, cosa que habría que revisar porque me parece que es una frase tan ‘boluda’ –que algo no sea “bueno”–. Pero igualmente, a nadie le sorprendería se alguien dijese: “para Lacan, no es muy ‘copado’, la identificación simbólica”. Hubo un período en donde él no lo tenía claramente dicho; a pesar de eso, ya tenía la teoría de la locura. Porque el problema no son las identificaciones simbólicas. Para Lacan, el problema de la locura no es el problema de la identificación simbólica sino el de la identificación inmediata. O sea, donde, entre el sujeto y la identificación ideal simbólica, no participa la función del Otro. Diferencia que, a mi entender, suele ser no trabajada en Psicoanálisis. Siempre decimos “la identificación... la identificación... y la identificación...”, pero la identificación ¿es mediada o inmediata? El único autor, que yo conozco, que tiene publicado algo –que es interesante, a mi entender– sobre la locura, es Jean-Michel Vappereau. No sé si ustedes se acuerdan –en la presentación de Mónica Jacob, estuvo– de que él habla de “los locos”. Más aún, es el único, que yo conozco, que da cierta indicación clínica de qué hacer con los locos. No sé si se acuerdan: dice que no se puede hacer nada. Es una salvedad que no se toma en cuenta y, a veces, empiezan análisis con locos que son ‘al pedo’ total porque los ‘chabones’ están locos. ¿Qué quiere decir “loco”? Para Lacan: que, entre el sujeto y su identificación, 60

Menandro, El Díscolo (ed. Eudeba, Buenos Aires 1965).

no opera el reconocimiento del Otro. Para Lacan, se trata del “se cree”. Es cuando el sujeto “se cree”: “se cree psicoanalista”, “se cree presidente”, “se cree rey”. Nosotros tenemos tan poco sistema de diferencia que, habitualmente, creemos que debemos empezar a trabajar cuando nos encontramos con un presidente de algo, ¿no? Lic. Ana Tavilla: ............. del Otro encarnado? A.E.: Podría ser encarnado o, no. Lic. Ana Tavilla: [inaudible]. A.E.: Claro. “Encarnado”, vos decís “en carne y hueso”, ¿no? No “realizado”. Suponte que yo vengo y te digo que yo soy –con me apellido... miren el ejemplo que se me ocurrió– príncipe de los vikingos – hay que agregar: con mi altura... –. Podría estar loco. ¿Qué significaría? Que “me creo” y, que mi estatuto de ser príncipe de un pueblo desaparecido, me lo designo yo a mí mismo. En ese caso, estaría loco. Ahora bien, yo podría serlo, por el descubrimiento de un texto antiquísimo que dijese que el hijo del hijo del hijo, que el último descendiente de tal y tal y tal estirpe, lo es. Ahí no estaría “encarnado” porque sería un texto sino que ahí sería “realizado”. Lic. Ana Tavilla: Está bien. Entonces, “realizado” y “encarnado”, o “encarnado”. Porque, en algún punto es................ [inaudible]. A.E.: Está bien. Pero no es lo mismo que haya estado encarnado, a que esté encarnado. Te lo digo así: un rey puede estar loco o puede no estar loco. ¿Y por qué alguien es rey? Es derecho sanguíneo. Solamente por haber –por ejemplo, en algunos sistemas– nacido primogénito y varón. ¿Si? La sucesión democrática en Siria: ¿cómo se llama el hijo? Bajhaar. Bueno, modificaron la Constitución; vieron que ahora es “desde los 36” y no desde los 40... Para que sea él. Ahí sería por sangre aunque hay otros tipos que imponen otros derechos: el hermano del muerto ya está queriendo hacer valer otros derechos. Pero suponte que fuera el hijo del príncipe muerto o el hijo del rey muerto. ¿Quién estaría reconociéndolo? Nadie, el sistema es así. Uno le podría decir: “¿Quién lo reconoce a Usted?” y el tipo podría contestar “hace generaciones y generaciones en que, automáticamente, el primogénito varón asume el reinado, a la muerte del rey”. Con lo cual, ahí sería orden simbólico directo. Lic. Michel Sauval: en relación con este problema, el libro…………. [inaudible]. A.E.: ¿Qué libro ? M.S.: Anatomía de la tercera Persona. A.E.: No lo conozco. M.S.: Sobre eso de quién reconoce el rey. No es una cuestión de la locura pero cómo resolver los problemas sobre la cuestión del rey. Porque es el problema del Estado de hoy. Es el problema de qué pasa cuando un rey muere y cómo se pasa el poder a los........................... Se entendió, en Francia de Luis XVIII –o XVII, no me acuerdo bien–....................... Se construía una estatua, réplica del rey, para conservar el poder del rey hasta que otro encarnara ese poder porque si no, había un vacío entre la muerte del rey y la asunción del otro rey....................... Bueno, es una disquisición sobre la cuestión del Estado de la tercera persona, en relación con esto, del Otro. A.E.: Entonces, loco es el que “se cree”. La próxima vez –si no les parece mal y no tienen prisa por pasar a alienación y separación–, yo les propondría revisar bien, en Lacan, estos términos. Anticipo, para hacer el sistema opositivo elemental. Entonces, el que “se cree” está loco y, lo que quería agregar recién: ¿se dan cuenta de que está “libre”, no? Porque se cree per se. No se somete al Otro –después le pondremos formas: “deseo del Otro”, “Demanda del Otro”, lo que sea–; es la “inmediatez”

(Lacan toma el término) de las identificaciones ideales, bajo dos o tres considerandos (Lacan propone trabajar la locura, bajo dos o tres considerandos): 1) que, en la sociedad moderna, hay un tipo de identificación especial e inexistente anteriormente – por su validez– que es la identificación a términos de la Ciencia. Supongan que un sacerdote, con el poder que él inviste (en otra cultura, o hace mucho tiempo), dictamina que alguien es impuro. Se podría llegar a impugnar la posición del sacerdote como representante. No se tiende a hacerlo; no al Sumo Sacerdote, el que entra en el “santo de los santos”. No se suele poner en tela de juicio, en esa cultura, pero queda la chance. Ahora, para nuestra sociedad -Occidente–, si algo es científico ¿a quién vas a impugnar para que te lo quiten? Ven que la identificación tiene, ahí –por primera vez en la historia–, un valor en plus, inexistente. ¿Por qué lo trae a colación, Lacan? Porque el individualismo moderno se asienta sobre el poder identificatorio de la cultura científica, al sujeto de la Ciencia. Y, ‘guarda’, el efecto iatrogénico mayor, dice Lacan, es causado por el significante. Es causado por el psicoanalista. Porque provee significantes identificatorios, de apariencia científica: “soy ‘depresivo’”, “soy ‘anoréxica’”... No hay más “flacas”; cuando yo era chiquito, “la flaca escopeta” no era una perra que ‘se las tira’ de actriz, un pésima actriz; no era eso. ¿Saben quién era la “flaca escopeta”? La ‘mina’ delgada, delgadísima, del barrio. Nadie la suponía enferma de nada aunque, quizás su mamá (yo pienso en la mía: una idishe mame...) estaría desesperada porque no “le come”. Sí, pero que la idishe mame esté desesperada porque la hija no “le come”, porque “Rebeca no come”, es muy distinto a estar “enferma”. Hoy, cuando se camina por la calle y se ve una mujer delgada, uno dice: “¡mirá a esa ‘anoréxica’!”. Ese significante –“anoréxica”–, en relación con la “flaca escopeta”, todos sabemos que todos los significantes tienen virtud de identificación ideal: alcanza con aislarlo de la batería, para que produzca efecto identificatorio de idealización –eso es clarísimo–. Pero no tiene el mismo estatuto si está avalado por la Ciencia, porque a quién impugnás, en ese caso? “Flaca escopeta”, ¿qué le diría? A ver, mi mamá, ¿qué le diría a mi hermana? “Así, ningún muchacho te va a querer”... ¿Y si tiene novio? ¡Chau, la cagó..! Es claro que a mi hermana, quizás, le cuesta conseguir novio ; las cosas no son tan fáciles. Pero vieron con qué sencillez se impugna. ¿Y si una mujer es “anoréxica”? A mí me vino a consultar un argentino –radicado en Estados Unidos, que vino a visitar a sus padres–, no por él sino por su novia –que era profesora de aerobics, en Estados Unidos– y que comía, siempre, zanahoria; porque él temía que, en el fondo, sea “anoréxica”... No era ni flaca. Pero claro, era “pura fibra” –diríamos–. Pero ya estaban buscando para ver si tenía eso, adentro. Eso es un efecto del significante. Y, el Psicoanálisis es, en torno a eso, especialmente iatrogénico. ¿Ven cómo se nos coloca? No como especialmente curativos de la identificación, en sus efectos negativos, en la sociedad; sino que se nos considera como un polo de producción de identificaciones científicas altamente incriticables, por parte del sujeto. 2) Para Lacan, no solamente el problema de la entrada del Psicoanálisis en Occidente es que proveyó los significantes más potentes para referirse a la subjetividad, sino que, también, son, a la inversa, iatrogénicamente identificatorios e inimpugnables. ¿Alguno de ustedes no recibió un llamado de alguien que le dice que le va a derivar un “obsesivo de libro”? ¿O alguna mujer, de las presentes, no dice de su marido que es un “obsesivo de libro”? Ésa es una modalidad de uso del significante muy peculiar de nuestra época, en causa de lo cual estamos nosotros; con lo cual, somos productores de locura. Y lo último, el diagnóstico de Lacan, no pasa por ahí, sino que, para él, los más locos de todos los que practican las profesiones delirantes, somos los psicoanalistas. Van a ver que nos va a designar como los más infatuados de todos los que practican las profesiones delirantes. La próxima, voy a traer las citas y vamos a discutirlo. El contexto de discusión, a nivel algebraico, en Lacan, les voy a proponer que es –para fijar las ideas, nada más– el grafo 2 (de los grafos de Subversión del Sujeto..., el grafo 2)61. Bueno, dado que la hora está un poco avanzada, no sé si hay preguntas, cuestiones. Los que tengan que ir, que vayan tranquilos. Pregunta: ..............en el libro, está trabajando el Seminario 11............... y dice que, en el pensamiento [inaudible].

61

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 788.

A.E.: No, “¡La bolsa o la vida!”, “libertad o muerte”. Pregunta: Y dice: “en el pensamiento de Hegel existe cierto margen de libertad, no obstante su idea del fin absoluto de la historia”62.......... [inaudible lo siguiente]. A.E.: No, no. No te voy a decir porque no tendría el tupé de decir que hay que estudiar lo que yo no he estudiado. No voy a mandar, a nadie, a estudiar lo que yo no estudié. Yo leí, de Hegel, la Filosofía del Derecho63, La Fenomenología del Espíritu64 y no encontré esa expresión. Lamentablemente, Diana no dice de qué párrafo, de qué parágrafo, de qué página y de qué edición. Quizás sea una interpretación común y totalmente difundida pero yo no lo encontré en Hegel. No sé si vos tenés alguna idea [pregunta al Lic. Fernando Rodríguez] de eso. Lic. Fernando Rodríguez: En realidad, la libertad se consuma dentro del sistema y del Estado, es decir, cuando el espíritu deviene absoluto. Pero es una libertad que viene contenida en el sistema... A.E.: Para mí, es todo lo contrario, eh. Y, en la presentación que hice de lo que es, para Hegel, la realización de la autoconciencia, es en el seno del espíritu. No mediante la libertad. F.R.: Se es libre, dentro de la sociedad. A.E.: Sí, se es libre, dentro de la sociedad. Y tanto más libre cuanto más dentro de la sociedad estás. En el sistema, que yo ‘pesqué’, de Hegel... Hago como Susana Giménez: digo que no sé nada... Intervención: ............. ¿qué diferencia hay con la psicosis?...........sin Otro....... [inaudible lo siguiente]. Pregunta: En el momento en que estabas hablando de................ sin mediación [inaudible lo siguiente]. A.E.: Claro. O sea, cuál es la relación entre la locura y las estructuras clínicas. Puede haber locura en todas las estructuras clínicas. O sea, puede haber un psicótico que “se cree” como, también, puede haber un psicótico que no se cree nada, o menos que nada. Así como también, en casos de neurosis y en gente “normal”, están los que “se creen”. Va a haber casos: Luis II de Babiera; vamos a trabajar Napoleón. Hay muchos casos famosos, propuestos por Lacan –además de éstos, de Alcestes y Karl Moor–, que son personajes famosos, para dar cuenta de en qué punto sí, o no, serían los dos. Un “lechuguín”, un “putito”, “un nene ‘bien’”. El “nene ‘bien’”, para Lacan, es un loco, un típico loco de Occidente moderno. Y nadie lo supondría psicótico. Pregunta: Vos decís que................... [inaudible]. A.E.: Sí. Igualmente, puede haber locura en la psicosis pero, si la hay, no coinciden igual. El estar loco no es en lo que radica su condición psicótica. Intervención: El loco es, entonces, sobre un reconocimiento yoico, sobre su propio nombre, sobre quién es, sobre el ser. Porque si no, la condición psicótica................ una certeza...... [inaudible]. A.E.: Yo no veo la articulación con la certeza. Porque la certeza autorreferencial –si a eso te referís– de la psicosis, no pierdas de vista que es del Otro sobre el sujeto. Y ésta es una maniobra del sujeto que se repliega sobre sí mismo. Los ejemplos de Lacan son “yo”, “ello” y “superyó”. Aun con eso, damos cuestiones favorables y proclives a una identificación ‘puenteada’ por el Otro. ¿Entienden que la salida es la transferencia, no? No hay anorexia si no es en transferencia, no hay neurosis si no es en transferencia, no hay psicosis si no es en transferencia. Cuando se sale del sistema transferencial, que es como lo usamos nosotros –porque si yo mando a mi mujer, la derivo a análisis, y le digo al analista 62

D. Rabinovich, ob. cit., p. 114. G.W.F. Hegel, Principios de la Filosofía del Derecho o Derecho Natural y Ciencia Política (ed. Edhasa, Barcelona 1988). 64 G.W.F. Hegel, ob. cit. 63

que se la mando, que es una “histérica de libro”–, se hace un diagnóstico por fuera de la transferencia. Se usa ‘a lo chancho’ –reconozcámoslo–, como forma de hablar. Intervención: .................. no habría nada que no sea loco si no fuese dentro de un sistema analítico; o sea... A.E.: ¿Por qué no? Si Menem se cree rey, está loco. ¿Pero si se cree presidente? Y fue elegido, dos veces, con más del 50% de los votos. Intervención: Yo lo estaba pensando en relación con............... del conocimiento de que el significante, en realidad, no tiene una significación. A.E.: Ah, no. ¿Ves? Estás perdiendo la diferencia que yo quiero plantear con “locura”. Estás yendo, directamente, al problema identificatorio. Y no toda identificación, en el sistema de Lacan –tal como yo lo leí– es locura. Pregunta: Es decir, ¿estás poniendo I(A)... A.E.: No. Es una maniobra con I(A). Si yo hago: $ [S barrado], pasando por A, para arribar a I(A), no es locura. Si el circuito es –salteo los pasos intermedios para hablar rápido–: $ – A – I(A), es identificación – con todo lo que ese sujeto tiene que revisar de esa identificación– y no es locura. Lic. Ana Tavilla.: ......................... para no saber sobre su elección. A.E.: No sé. No sé. En general, para mí, no hay ningún problema con la división del sujeto. Para mí, el motor del movimiento es, siempre, la falla en el Otro, no en el sujeto. Me parece que el motor del movimiento es la falla del Otro. A.T.: ¿Cómo sería, en la locura, en el sujeto que está loco, ............. la falla del Otro? A.E.: Vela al Otro, en la identificación. No vela la división propia. Vela la división del Otro. A.T.: Está bien, es una maniobra del sujeto. A.E.: Sí. La locura es una maniobra del sujeto. A.T.: ¿Pero cómo se puede pensarlo, en la psicosis? A.E.: ¿Y por qué no? ¿Por qué no puede ser una maniobra de un psicótico? A.T.: ¿Qué división del Otro hay ahí? A.E.: La división del Otro que implica el pasaje por el consenso, por ejemplo. ¿Entendés? Alguien le puede decir “sí”, y alguien le puede decir que no. ¿Entendés lo que digo? Que el Otro, para el psicótico, también encarna. Y, si encarna, el psicótico puede enfrentar que no encarna unívocamente. Si vos estás en la posición de “creerte”, te evitás el problema de la no univocidad del Otro. ¿Me seguís? A.T.: No, perdoname. A.E.: Bueno, estás perdonada... Lic. Michel Sauval: Tres comentarios …………………..un texto bastante interesante de leer, de Freud, de la cuestión de los tres cofrecillos. Es el único texto en donde aplica esta idea de la “vuelta en lo contrario” –no me acuerdo cómo es el término, en alemán; término que tiene bastantes problemas semánticos como “inversión en lo contrario”– a la cuestión del deseo. Y, justamente, plantea que la

mayor realización del deseo es, justamente, elige el destino ................... que elige la muerte. Es decir que no está, la realización del deseo, en la individualidad sino, justamente, en esa .................., en su determinismo. Segundo comentario................................ hay una búsqueda por la inmanencia, que es lo que el loco realiza....................... El tercer comentario es respecto de la modernidad y de la individualidad. Si hay algo que caracteriza a la modernidad, me parece que no es la individualidad: es la absoluta falta de individualidad. Ahora, Mc Donald’s está en Egipto, en Arabia. Se es un número en todos lados. A.E.: Ahí, quizás, tengamos que ampliar el sistema de diferencias, incluyendo “particularidad”. M.S.: Claro. ................. en el sentido de que gran parte de los problemas sobre la individualidad no es más que –a mi modo de ver– la desesperación, por lo menos, de ciertas clases sociales............. y demás porque son, directamente, avasallados con un sistema de producción que...................... Y que no solamente en ese sentido, de “consumo” sino, también, en el sentido de que las miserias cada vez más en masa........................... [inaudible el resto]. A.E.: Igualmente, como la hora está avanzadísima y la discusión es ‘piola’, yo les propongo –si no les parece mal–, ir planteando los ítems y levantarlos, la próxima. Porque si no, nos vamos a quedar discutiendo. Si no les parece mal, hasta podríamos aprovechar cuando están todos y comenzar, retomando estos problemas. Intervención: Simplemente, yo quería decir que, para lo que dice Michel, para pensar esos temas, la película Underground, en donde pareciera que es una..................................... pero podríamos dejar planteado que, tal vez, lo que se deshace es el individuo [inaudible el resto]. M.S.: una película que, quizás, entraría más, para esto, es El Club de la Pelea. A.E.: Entonces, con lo que nos encontramos, acá, es el problema de cómo estamos utilizando “individualidad”. Porque me parece que, en parte de la polémica de la primera reunión, también circuló. Porque me parece que muchos sostenían –leo yo– que el “margen de libertad” era necesario para dar cuenta de la condición subjetiva y, a mí me parece que ahí es donde se podrían decir algunas cosas más. Intervención: [inaudible]. A.E.: O formas de entender la condición subjetiva que no necesariamente están indicando la condición particular. Eso lo trabaja mucho, Lacan. Para él, desde Intervención sobre la transferencia65, la única forma de realizar la condición particular es inscribirla en el Otro. Que es un vuelta muy interesante para la dirección de la cura, también. Intervención: En un acto. A.E.: Pero un acto que inscriba la condición particular, que la realice, en relación al Otro; que trae el problema de la sublimación, en Freud. Porque después tenemos el problema de si uno tiene que escribir un libro espectacular........................ que él tiene que reconocer................ Hay que darle otro valor a “sublimación”, para el acto. Todo esto lleva a concepciones del análisis y el fin de la cura. ¡Es bárbaro que lo podamos discutir bien, entre nosotros! Aunque no vamos a llegar a un consenso; pero sí, al menos, vamos a poder abrir bien el problema y cada uno de nosotros podrá ir leyendo su punto de insuficiencia argumentativa, los problemas no pensados. Pregunta: [inaudible].

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J. Lacan, Escritos 1, ob. cit.

A.E.: Es revocable, sí. Por eso, el único autor que yo conozco –y que me dio pistas para intervenir– es Vappereau. Porque él dice que no hay nada que hacer con la locura, en el sentido de introducirlo en el dispositivo psicoanalítico. Lo que él propone es diagnosticarla, establecerla y enfrentarlo directamente, al sujeto, con la posición loca. Es una maniobra. No está muy desarrollada. No hay sobre esto. Lo que pasa es que, si no hay doctrina sobre la locura, menos habrá cómo pensar la intervención clínica. Y, en los casos que yo he tenido la oportunidad de dirigir, o supervisar –o qué sé yo–, cuando uno deja de intentar transformarla, para enfrentar al sujeto a la posición de loco, es interesante. El problema de Vappereau es que se confunde, en algunos de sus argumentos, “locura” con “psicosis”. Pregunta: Si se plantea a la locura a partir de la inmediatez de las identificaciones, ¿no es lo mismo que decir que no hay posibilidad de que, del Otro, retorne el mensaje en forma invertida? Es decir, me parece que habla de una posición................... en relación al Otro... A.E.: No, al contrario. Son los sujetos que más escuchan el mensaje en forma invertida, desde el Otro. Pero se lo asignan a la malignidad del Otro, a la torpeza del Otro. Intervención: Entonces, no retorna nada porque queda rechazado. A.E.: No, no. Me da la impresión de que deberíamos cuidarnos de unificar todo. No sé si es lo mismo. Yo no he visto que se comporte igual, que se posicione igual, un psicótico –que es “La mujer de Dios”–, que un loco. En general, yo entiendo que el psicótico, que es “La mujer de Dios”, no tiende a decir que la humanidad no reconocer su condición de mujer de Dios, por la malignidad. En él, está, directamente, encontrando eso, en lo real. Me parece que es una posición subjetiva muy distinta. Es una metáfora moderna del fundamentalismo. Por eso dije que, una vuelta de esto, puede ser cierta cosa fundamentalista. Pero el problema es que nos caemos de bruces en lo social, lo político, etc. ¿Les parece mal que interrumpamos aquí?

EL DESEO DEL PSICOANALISTA, Lic. Alfredo Eidelsztein 3ª reunión (13/VII/2000), La Doctrina de la Locura, en Lacan II La idea es concluir, hoy, con el desarrollo sobre la locura, en Lacan. Y ya lo saben, de las otras veces, que la apuesta es más al intercambio, la discusión entre nosotros, que a citar mucho y decir cosas sobre Lacan. Por tal motivo, la prisa no es lo que me va a guiar, así que toda tranquila, la reunión de hoy, para la locura. Para inscribirla –la noción de “locura”–, me parecería bien que la pudiésemos retomar desde la perspectiva de las discusiones anteriores. Esto significa: el “deseo del psicoanalista” como concepto nuevo (la verdad es que me ‘copó’ bastante haber propuesto así el tema de la primera reunión porque después corrimos bastante hacia el tema de lo nuevo, en general) y, de las últimas veces surgió la cuestión de la determinación. Con lo cual, el campo de nociones sobre el que voy a proponer terminar de articular “locura” –dentro del plan de trabajo sobre “el deseo del psicoanalista”– es, entonces, “libertad”, “determinación” y “lo nuevo en Psicoanálisis”, desde la perspectiva del deseo del psicoanalista; hoy, sobre la noción de “locura”. Es increíble: Lacan es un autor, francamente, denso –“denso” como en física–; y sus párrafos, cada uno de ellos, están plagados de información que, a veces, por la perspectiva de la lectura de uno, por de lo que se trata, o por la capacidad de lectura de uno, no advienen a la percepción cosas dichas con una claridad notable. Les voy a traer una cita, nada más, para que ustedes observen el problema de “lo nuevo”. Es de la primera página de Instancia de la Letra, o sea, un texto ‘recontra’ remañido por nosotros. Es de esos textos bastante trabajados entre nosotros, no es de los especialmente oscuros. Se acuerdan, seguro, todos los que lo leyeron, de que para Lacan esto –Instancia de la Letra– está a medio camino entre la palabra hablada y el escrito, el texto –¿se acuerdan de toda esa problemática?–. El tercer párrafo es un párrafo de muy transparente contenido –que yo no escuché nunca que haya sido comentado por nadie– y que trae información, a este respecto. Dice así: “La propiedad que yo otorgo de alimentar mis lecciones de seminario de un aporte cada vez inédito, me ha impedido, hasta hoy, producir un texto”66. O sea, ésta es la explicación de por qué Lacan –“hasta hoy”, dice acá, en el ‘57– nunca escribió un libro. Lacan nunca escribió un libro. Pero acá, además, dice algo del espíritu del Seminario de Lacan; y es que, cada vez, él intentó, en cada clase del Seminario, producir algo inédito. Bueno, yo les traje las referencias en francés. No perdamos el tiempo. Todos sabemos que “inédito” quiere decir “no publicado” y ¡obvio! Si él dice que no escribió un libro y produce algo inédito, lo dice claro porque el día en que produzca el libro ya no va a ser inédito. Pero no creo que se nos deba escapar que una de las dos acepciones en castellano –y también en francés– es “nuevo”, no solamente “no publicado”. Con lo cual, el Seminario de Lacan, que ustedes saben que el párrafo siguiente dice que es instancia de formación de analistas, que es una modalidad elegida por él para formar analistas, uno se podría preguntar: “¿Y por qué, entonces, Lacan nunca escribió un libro?”. Nunca escribió un libro. Que la tesis tenga forma de libro no es culpa de Lacan, es una tesis de doctorado, no es un libro que él escribió. Y que el artículo de la Encyclopédie que se llama La Familia67 tenga forma de libro, tampoco tiene nada que ver con él. Es un artículo de enciclopedia que fue quitado de la enciclopedia. Si no, estuviese hoy en la Encyclopédie, todavía. Duró sólo dos años: desde el ’36 al ’38 o ’39 y después lo sacaron a ese artículo. Freud sí escribió libros –el de los chistes, el de los sueños son libros escritos por Freud– pero Lacan no escribió nunca un libro. Y además dice que el estilo buscado por él, en el Seminario, es producir en cada clase “lo nuevo”. Yo les preguntaría: ¿por qué?. Mi impresión, hoy, es que, en acto, él quiso transmitir que en Psicoanálisis se trata de lo nuevo. No sé si ustedes tuvieron esa sensación –hoy, con mi comentario, seguro que sí– de que ustedes ya lo sentían en carne propia ¿no? Que en cada clase que ustedes leían, decían “¡¿Y esto?! ¿De dónde salió esto? Si yo vengo leyendo lo que dice antes y no me esperaba que venga con esto, ahora”... O sea, uno padece esa novedad y siempre la intenta leer como “lo que pasa es que yo soy tonto, soy medio ‘mongui’” –lo que hacemos todos los neuróticos–, o que “¡este tipo está loco!”. Y, en realidad, quizás se trate de otro 66

J. Lacan, Escritos 1 (ed. Siglo Veintiuno, Buenos Aires 1985, p. 473) [el pasaje aquí citado es una traducción personal del Lic. Alfredo Eidelsztein]. 67 J. Lacan, La Familia (ed. Argonauta, Barcelona 1982).

problema. Ustedes saben que “clase”, en francés –del Seminario– y “sesión” –con el analista– se dicen igual: “séance”. O sea, con Lacan, cada sesión, era nueva; pero no porque era un ‘bocho’, un ‘re-bocho’ que tenía tantas cosas novedosas para decir, sino porque lo buscaba, él. Quizás nos quería enseñar esa función. Con lo cual, lo que les propongo es que, efectivamente, con lo que se encontró Lacan, quizá, es que los analistas no estábamos –ya a la altura del ‘57– abiertos a lo nuevo, creyendo que, quizás, el Psicoanálisis no tenía que ver con lo nuevo. Y si uno hoy revisa la posición de muchísimos analistas, efectivamente, muchísimos analistas –a mi entender, la mayoría– no creen que el Psicoanálisis tenga que ver con lo nuevo sino con –a lo sumo– liberar de determinaciones. Pero liberar de determinaciones, romper con las cadenas, no habilita a lo nuevo, necesariamente. La propuesta mía es que lo que fue tan fuertemente discutido sobre la libertad, lo que yo propuse, de atacar –como Lacan propone– el “discurso de la libertad”; crítica que fue muy resistida por algunos de ustedes porque me parece que encontraban un callejón sin salida para la práctica: “entonces, ¿qué?”. Entonces, a diferencia de la “libertad”, de lo que se trata es “lo nuevo”. Y les advierto que “lo nuevo” y “lo libre” no es lo mismo, eh. Ni necesariamente conducen el uno al otro. La “locura” es, justamente, una noción que hace falta introducir para escribir el sistema de diferencias que despeje en qué medida “lo nuevo” no es “lo libre” y que remita a que la salida no es “lo loco”. Planteado, entonces, el esquema fundamental, o sea que para trabajar el deseo del psicoanalista como un concepto nuevo pero que, además, apunta a lo nuevo que el Psicoanálisis puede aportar –esto es, a que el sujeto recupere la vía de su deseo–, hace falta trabajar la noción de “locura” para distinguir una diferencia ya que si no, la vía del deseo puede, perfectamente, ser confundida con la locura. El tema, entonces, es para hoy “La Doctrina de la Locura, en Lacan”. Van a ver que, gracias a estudiar un poquito la doctrina de la locura, de Jacques Lacan, vamos a poder producir una diferencia con Freud y un despeje de problemas vinculados a la lectura que hace Lacan de la noción –para mí, tiene estatuto de noción– de “éstasis libidinal”, en Freud. Vamos a tratar la idea de “éstasis libidinal”. Y, finalmente, el diagnóstico lacaniano sobre la función de la locura, en la sociedad moderna, el lugar que le compete al Psicoanálisis y, el último tema – absolutamente lacaniano, también– es que, para Lacan, los más locos de los locos somos los psicoanalistas. O sea, no solamente que contribuimos a la locura, en la sociedad –y ahora vamos a ver en qué vía– sino que, para colmo, tendemos a ser los más locos. Y van a ver que, para Lacan, no porque “nos la creemos”; van a ver que Lacan es muy puntual. Entonces, “La Doctrina de la Locura, de Lacan”. La primera cita, que quiero comentar con ustedes, es de La Agresividad en Psicoanálisis68 –1948–, en donde la fórmula para la locura, de Lacan, va a tener la matriz de a—a’, que es: “No soy nada de lo que me sucede. Tú no eres nada de lo que vale”. Si se acuerdan de cómo es, en francés, la función del pronombre personal, en el verbo, que siempre va –porque si no, no se distingue de la persona–, a diferencia de la buena forma, en castellano, en que el pronombre personal no va porque es una redundancia –ya que la conjugación del verbo lo da–; no se olviden de que, en francés, esta fórmula es “Yo no soy nada de lo que me sucede. Tú no eres nada de lo que vale” –así está en francés–; con lo cual, la dialéctica yo—tú está inscripta, directamente, en los términos de Lacan. Y, evidentemente, esto puede ser leído desde la perspectiva de la dialéctica a—a’. Ahora, en Lacan hay un trabajo muy interesante producido entre los años ’53 y ’57, donde ya queda totalmente despejado, el problema, y es que si bien es de la dialéctica imaginaria del vínculo a—a’, en Lacan, eso –a pesar del comienzo–, enseguida deja de ser explicativo. O sea, no explica nada decir “¡Ah! Esto es imaginario”. No explica nada porque no podemos dar cuenta, al decir “esto es imaginario”, de por qué es así. Digo, por qué es así el imaginario humano. Si uno dijese “esto es propio de la dialéctica imaginaria, esto es de la dialéctica a—a’, esto es consecuencia del estadio del espejo” , eso no nos da principio explicativo porque no podemos decir por qué las cosas son como son. Con lo cual, el trabajo que hay que hacer es intentar dar explicación a esto. Y ahora van a ver que Lacan intenta dar una explicación que sea cabal porque si no, no estamos haciendo más que cambiar la fórmula “Yo no soy nada de lo que me sucede. Tú no eres nada de lo que vale”, por una fórmula abreviada que es a—a’, pero no la explicamos ¿se entiende? Como les había dicho la vez pasada –que ahora paso a citarlo–, en Acerca de la causalidad psíquica, cuando Lacan habla de “locura”, ya lo está haciendo, distinguiéndolo de “psicosis”. O sea, desde la entrada misma del término, en Lacan, nunca se confunde con “psicosis” porque, desde el comienzo mismo, Lacan 68

J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 94.

ya tiene “psicosis”. Les leo una cita para que lo escuchen —en Acerca de la causalidad psíquica, respecto del caso de Aimée, dice: “De este modo hemos procurado delinear la psicosis en sus relaciones con la totalidad de los antecedentes biográficos, de las intenciones –confesadas o no– de la enferma [...] en sus relaciones con la personalidad”69. O sea, vean que el título de la tesis de doctorado, lo levanta como concepto. Y, para Lacan, se trata de psicosis, no de locura; así que, es clarísimo que estamos hablando de otra cosa. Respecto de la locura, en Acerca de la causalidad psíquica, específicamente –esta es una larga cita que voy a comentar en todos sus párrafos–, Lacan dice: «La locura incumbe a una de las relaciones más normales de la personalidad humana –sus ideales–».

Con lo cual, ustedes observen: directamente ya, indicación clínica; no da acceso clínico porque es normal. Si no entienden lo que estoy tratando de decirles, es que para la persona misma es normal lo que le pasa; tiene fisonomía normal, es un fenómeno normal. O sea, no da estructura clínica y, por otra parte, no da acceso clínico, cosa que permite concebir la estrategia clínica. Muchos analistas han fracasado luego de intentar, durante años, curar la locura pero es una vía imposible de realizar porque la locura es normal; es imposible curar de algo normal, no está inscripto como falla:

«[...] si un hombre cualquiera que se cree rey está loco, no lo está menos un rey que se cree rey»70

Obviamente, se está refiriendo a lo infatuado y no sé si entienden en alcance de la cita. O sea, cualquier loco en el hospicio que se crea Napoleón, que se crea rey, está loco pero, para Lacan, no lo está menos un rey que se cree rey. Ahora, cuidado con suponer –por el ejemplo, y ahora Lacan, en el párrafo siguiente lo dice de una manera espectacular– que se trata siempre de gente que “se la cree”, en el sentido de los ‘engrupidos’ porque, para nada, estamos diciendo que eso implique valorización social. En Psicoanálisis, hay que desprender el Ideal, si bien los ideales pasan por el sistema social, y cuidado con suponer que es valorización. Un ejemplo que les quiero proponer es La vida de Bryan, que es una película que les recomiendo, en donde ahí la locura es inversa: es de un mesías que no se cree el mesías; y tiene miles de tipos, corriéndolo por detrás, diciéndole “¡Tú eres el Mesías!” y él dice que no. Está loco, está loco de la misma manera que un rey que se cree rey

69 70

J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 160. Ibíd., p. 161.

sin pasar, su condición de rey, por el conjunto de los representantes del Otro. Ahí, en Bryan, es clarísimo: una sociedad mesiánica, todo el mundo lo reconoce como el mesías y hay una escena espectacular –bien Perón en Plaza de Mayo, en los balcones de la Casa Rosada– porque la gente lo persigue hasta una plazoleta y se junta toda la gente en la plazoleta; y él se esconde en la casa de la mamá que, a la sazón, da a una esquina y tiene un balconcito que da al segundo piso; y sale al balcón –como el ‘Pocho’–. ¿Se acuerdan del chiste de Fidel Castro, con la plumita? Como el chiste de Fidel Castro, de la plumita –si tienen chicos en la primaria, pregunten–, él sale al balcón y le dice a la gente, a la multitud, todo el Pueblo: “No deben creer que soy el mesías” y la gente le contesta “No debemos creer que eres el mesías”... Y a pesar de eso, no la entiende, eh; no la entiende. Y ahí peca por humilde. Así que, cuidado con creer que el loco tiene algo que ver con el ‘engrupido’. No tiene absolutamente nada que ver con el ‘engrupido’. Fíjense cómo lo dice Lacan:

«Como lo prueban el ejemplo de Luis II de Baviera y el de algunas otras personas reales, Luis II de Baviera fue quitado de la función de rey justamente porque se la creyó. Era el rey que construía castillos increíblemente caros en laderas de montaña, por el solo hecho de construirlos porque él tenía el poder de hacerlo. Es ése que se mata con el psiquiatra, tirándose al lago. Lo quitan, se decide que no es más rey y lo internan en un psiquiátrico, y es no es más rey. ¿Por qué? Era el hijo del rey, con lo cual tenía todos los derechos sucesorios, sanguíneos, para ser rey pero dejó de serlo porque se olvidó de ese punto, y el “buen sentido” de todo el mundo, en nombre de lo cual se exige, con todo derecho, de las personas colocadas en esa situación “que desempeñen bien su papel”, no se olviden de que es un papel, que lo desempeñen bien. Es el problema de De la Rua, que no desempeña bien su papel: él cree que es honesto, democrático y que afianza la democracia porque dice “yo no soy”. Pero la gente, no es que le está pidiendo que diga que no lo es, que no es el presidente, sino que sea el presidente, sabiendo que ejerce un rol pero experimentando, con fastidio, la idea de que se lo crea de veras, así sea a través –esto es lo clave– de una consideración superior de su deber, de encarnar una función en la orden del mundo por lo cual adquieren, bastante

bien, la apariencia de víctimas elegidas. ¿Ven que no son los ‘engrupidos’? La forma más neta, en que esto se puede presentar, es como víctima elegida. Con lo cual, el sujeto se queja de sus destinos. La mayor cantidad de locos, que uno ve en la clínica, son locos desgraciados, no locos ‘engrupidos’ [...] El momento de virar le da aquí la mediación o la inmediatez de la identificación y, para decirlo de una vez, la infatuación del sujeto [la fórmula hegeliana, la mediatez o la inmediatez] A fin de hacerme comprender, evocaré la simpática figura del lechuguino, nacido en el desahogo, que, como se suele decir, “no duda de nada”, especialmente a lo que debe a su dichosa suerte [Saben lo que es un “lechuguino”, ¿no? ¿No la tienen como figura social? Isidoro Cañones, Isidorito. Ése es un lechuguino típico. ¿Se acuerdan que era el hijo del coronel Cañones, y que era un tipo que se la creía? Se creía que él vivía en el nivel donde él gozaba de la condición del nacimiento, El sentido común tiene la costumbre de calificarlo, según el caso, de “bienaventurado inocente” o de “putito”. “Se cree”, como se dice en francés, en lo cual el genio de la lengua pone el acento donde es preciso».

Entonces, primera condición: no era una dimensión de la dialéctica imaginaria, a—a’. Si no que la dialéctica imaginaria en juego, aquí, se apoya en una propiedad de la lengua. Esta propiedad de la lengua –como, efectivamente, el francés o el castellano– habilita la función del “creerse”. Con lo cual, si es que hay infatuación imaginaria, no es propiedad de lo imaginario sino una propiedad de lo simbólico que incide sobre lo imaginario. Y, por eso, la rivalidad imaginaria, en el mundo humano, es tan terriblemente feroz, mucho más que en los animales más feroces con las disputas imaginarias más violentas. O sea, jamás a un animal se le ocurriría exterminar a otro grupo de animales. Eso, solamente, se nos ocurre a nosotros. Con lo cual, la propiedad de lo imaginario es derivada de un atributo de la lengua y, de lo que estamos hablando, entonces, es algo que se registra de modo imaginario a causa de una propiedad de la lengua. ¿Cuál es? Que la lengua autoriza la función del “creerse”.

«No creáis que me extravío, que me aparto de un propósito que debe llevarnos nada menos que al corazón mismo de la dialéctica del ser: en punto tal situase, en efecto, el desconocimiento esencial de la locura [quiere decir que, para Lacan, el desconocimiento esencial de la locura tiene que ver, esencialmente, con la dialéctica del ser. Y les advierto que éste no es un problema que quede corrido en la enseñanza de Lacan ya que luego va a ser tema central de su reflexión: la dialéctica del ser. La locura es el desconocimiento esencial de la dialéctica del ser (ahora vamos a tratar de darle estatuto al “ser” y a “dialéctica” para entender por qué la locura sería el desconocimiento esencial de la dialéctica del ser –para que quede un poquito más claro: del ser humano–)]. Ese desconocimiento se revela en la sublevación merced a la cual el loco quiere imponer la ley de su corazón a lo que se le presenta como el desorden del mundo, empresa “insensata”, pero no en el sentido de que es una falta de adaptación a la vida [Hegel a la letra: lo que trabajamos la vez pasada] [...] empresa insensata, digo, más bien por el hecho de que el sujeto no reconoce en el desorden del mundo la manifestación misma de su ser actual, y porque lo que experimenta como ley de su corazón no es más que su imagen invertida, tanto como virtual, de ese mismo ser [quiere decir que lo que Lacan está proponiendo es que, de lo que el sujeto se queja de lo que adviene en la realidad no es nada más que la imagen invertida de su ser. El problema es que la locura, como posición, lo hace tener un desconocimiento esencial de su ser; con lo cual, lo que él observa en la realidad no es nada más ni nada menos que su ser desconocido –esencialmente, en la esencia del ser–. A cada uno de estos términos, los vamos a ir despejando [...] Tal es la fórmula general de la locura que encontramos en Hegel, pues no vayáis a creer que innovo, aun cuando he estimado de mi deber tomarme el cuidado de presentárosla con una forma ilustrada. Y digo fórmula general de la locura, en el sentido de que podemos verla aplicarse particularmente a cualquiera de esas fases a través de las cuales se cumple más o menos en cada destino el desarrollo dialéctico del ser humano [quiere decir que Lacan nos propone que el valor de todas estas elucubraciones hegelianas, en Psicoanálisis, tiene que ver por todas las fases en las cuales cada destino –y me parece que, en este caso, la palabra

“destino” es ambigua porque “cada destino” podría estar refiriéndose a cada historia nuestra, como a cada historia nuestra tomada como destino–] el desarrollo dialéctico del ser humano, y porque allí se realiza siempre, como una éstasis del ser en una identificación ideal que caracteriza a ese punto con un destino particular»71.

Entonces, Lacan va a proponer que la importancia de la importación de la noción hegeliana de “locura”, en Psicoanálisis, es porque en cada fase en la cual se tensa la dialéctica del ser de cada sujeto, en relación a su destino, ahí se produce la falla que permite la locura. ¿Cuál es la falla que permite la locura? “Una éstasis del ser en una identificación ideal que caracteriza a ese punto con un destino particular”. O sea, se produce una “éstasis del ser” por un vínculo a una identificación ideal, por una identificación. Esta “éxtasis del ser” es lo que produce el destino particular, es decir, Lacan propone:

SER DEL SUJETO

éstasis

IDENTIFICA CIÓN

=

“Destino”

Cuando el ser del sujeto se vincula a una identificación mediante la éstasis, produce destino. Lo que yo les voy a proponer es que es imperioso, en Psicoanálisis, revisar el estatuto que tiene “éstasis” porque, para colmo, es un concepto freudiano –y yo les voy a leer tres citas de Freud cortísimas para que lo escuchen, en Freud, y después discutir el estatuto que tiene hoy esta función de “éstasis”–. “Rey”, “Napoleón”, “Mesías” son todas funciones del destino ¿no?. “Éstasis”, en Freud (Introducción al Narcisismo, Caso Schreber y Conferencias de Introducción al Psicoanálisis son las citas que les preparé). De Introducción al Narcisismo –todos son párrafos famosos pero no sé si tenían la oreja puesta a “éstasis”–: «Si ya estamos familiarizados con la idea de que el mecanismo de la contracción de la enfermedad y de la formación del síntoma, en la neurosis de transferencia, ha de conectarse con una éstasis de la libido de objeto, podemos aproximarnos también a una éstasis de libido yoica» 72 [Introducción al Narcisismo, o sea: patologías de transferencia y patologías narcisísticas. Las de transferencia es éstasis de libido de objeto; las narcisísticas –la psicosis, la esquizofrenia, lo que sea–, es éstasis de libido yoica]. 71 72

Ibíd., p. 162-3. S. Freud, Introducción al Narcisismo (Amorrortu Editores, Buenos Aires 1996, tomo XIV, cap. II).

En Schreber: «A semejante resultado puede llevar todo cuanto provoque una corriente retrocedente de la libido, regresión, tanto por un lado un refuerzo colateral por desengaño con la mujer como una retroéxtasis directa por fracasos en los vínculos sociales con el hombre» 73 [con lo cual, está aplicando directamente eso; analiza el caso como una “retro-éxtasis”, o sea, un ir para atrás, una retroversión de la libido a causa de la éxtasis]. Y en las Conferencias de Introducción al Psicoanálisis, Freud dice: «La meta final de la actividad del alma, que en lo cualitativo puede describirse como aspiración a la ganancia de placer y evitación del displacer, se plantea para la consideración económica como la tarea de domeñar los volúmenes de excitación, masas de estímulo, que operan en el interior del aparato anímico y de inferir su éxtasis generador de displacer»74. Quiere decir que, en Freud, “éxtasis” es la acumulación de una cantidad –en este caso, es una energía– pero que Freud dice que opera como una masa. Ya es una maniobra decir que la energía opera como una masa. Y el éxtasis en juego, entonces, ¿qué da? Acumulación, el “dique” y las satisfacciones colaterales. Eso es “éxtasis”, en Freud. Hoy, es la teoría del “goce”. Cambien cada una, y es “goce”. Es la teoría del goce: hay un goce, que se empieza a decir: “mucho goce” o “un goce muy fijado” –que es la misma mierda que “mucho goce”–. No importa tanto cómo nominamos las cosas, por lo nominal, lo nominativo; no es un problema de palabras, en el sentido de nombres de cosas, sino la operación clínica que habilita. Y eso, dicho así, no habilita ninguna salvo la medicación –tan favorablemente concebida para Occidente moderno–. Todos pensamos: “¿no habrá una pastilla que yo pueda tomar, para esto?” ¿No lo piensan, ustedes? Porque la pastilla es una oferta muy fuerte, hoy, en Occidente. Y el jueves que viene va a venir Diego Golombek, con las Neurociencias, y van a ver que, para él, todo es problema de sustancia y todo se arregla con pastillas. Ésta es una forma de entender “éxtasis”, que no sé si tienen la oreja preparada e investigado el tema de “éxtasis”, que quiere decir “detención” (de “istemi”, del griego). Y tiene dos acepciones, en castellano: detención de la circulación sanguínea, en alguna parte del cuerpo; y detención del contenido intestinal, en alguna parte del intestino. Tal cual, la libido como sangre o caca... Yo siempre pensaba la metáfora hidráulica de Freud, como a cielo abierta. Siempre me lo imaginaba como un dique, como el dique de Río Tercero pero no tiene por qué ser así, ¿no? Un caño, una acumulación y bueno, después levanta. Bien, ésa es una versión del “éxtasis” libidinal. Pregúntenle a un kleiniano qué se puede hacer si se nace con muchísima libido de muerte. Nada. Como qué se puede hacer –pregúntenle a un ultra-lacaniano– con un acceso de goce. Les va a decir: “¡acotarlo!”... Que no quiere decir nada; es como “truco, quiero re-truco, quiero vale cuatro”... No quiere decir nada porque cuando en la clínica se encuentra con el caso, cuando el analista dice “es que hay ‘mucho’ goce” o “exceso de goce”, no hay nada más para hacer. Ahora, la maniobra de Lacan que está planteada aquí es que se puede considerar el término “éxtasis” como contrario a “dialéctica”. ¡Es una maniobra genial! La maniobra de Lacan es sacar “éxtasis” del valor de estancamiento de mierda –o de sangre–, que nos trae el problema de las masas y de las cantidades, para llevarlo al rubro de “éxtasis” como contrario a “dialéctica”. No sé si tienen claro qué es “dialéctica”. Léanlo en el diccionario de Ferrater Mora75, que es bueno y van a ver que, si ustedes buscan “dialéctica”, no quiere decir nada. Tiene tantas acepciones que no quiere decir nada. Y es verdad, tiene ochocientas mil acepciones, tiene como diez páginas en el Ferrater Mora; es el artículo más largo del Ferrater Mora. Ahora, al menos algunas, nosotros le podemos dar: 1. “Diálogo”. La primera acepción es “diálogo”, esto es, dos interlocutores. 2. “Logoi”. Dos logoi, o sea, dos razones, dos lógicas. Es decir, dos argumentos. Tenemos, entonces, alguien que sostiene algo y otro que sostiene otra cosa (la primera acepción) y la otra acepción es que se sostiene una cosa, se sostiene la otra. 73

S. Freud, Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (“Dementia Paranoïdes”) autobiográficamente descrito, ob. cit., tomo XII, cap. III. 74 S. Freud, Conferencia 23, Las vías de formación de síntomas, ob. cit. 75 J. Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía (ed. Alianza, Barcelona 1979).

3. “Lo otro de la realidad”. Seguramente, ya deben estar en la pista que, de acá, el interés de Hegel por este término –tesis, antítesis y síntesis–. Pero en Hegel, si ustedes revisan –en el artículo de Ferrater Mora hay una buena entrada para Hegel–, “dialéctica” es algo así como “lo otro de la realidad”. O sea, está la realidad, y “dialéctica” es el proceso mediante el cual la realidad se hace otra. Y cada proceso de inversión dialéctica, para Hegel, efectivamente, incide invirtiendo la realidad. Entonces, observen que en las tres definiciones de “dialéctica” está la función del Otro ya sea por la otra persona que te lo dice, por el otro argumento a tener en cuenta respecto de este argumento; o por lo otro de la realidad, una realidad, la otra realidad que es lo que despeja, para mí, la realidad. Con lo cual, el éxtasis de la locura nos rescata del problema del éxtasis, en Freud. Les leo a Freud: «...y de la formación del síntoma, en las neurosis de transferencia, ha de conectarse con una éxtasis de la libido de objeto». No. Si hay éxtasis de la libido de objeto en las neurosis de transferencia, ¿cuál es la solución clínica? El Príncipe de las Mareas, .....[nombre del personaje]......, que se lo habían cogido por el culo: aberración. Si vos tenés el intestino lleno, ¡después del enema, una buena cagada! La salida es la aberración, no queda otra. Si éxtasis es lo contrario de dialéctica, la solución del síntoma de las neurosis de transferencia es el pasaje por el Otro. Por eso los mandamos a analizarse. Mientras que Lowenstein, en El Príncipe de las Mareas, lo hace llorar porque tiene que descargar. ¿Se acuerdan que lo hace llorar y hasta que no lloró un montón..? El tipo estaba enamorado de las ‘gambas’ de Barbra Streisand, que estaban espectaculares; el tipo se enamoró y le lloraba. ¿Se acuerdan de ......[nombre de un personaje]...... atravesando los caminos, por el desierto?, “¡Lowenstein, Lowenstein..!”, totalmente enamorado, ella le pedía que llore y ¿el tipo llora? Está en transferencia, no hay ningún problema. Pero ella trabajó como que el trauma, que le habían roto el culo –yo me imagino que ella, hasta debe haber pensado lo que le entró por el culo: semen–, aumentó el volumen y, entonces, estaba buscando que llore, como una solución clínica. La solución clínica que, si uno no critica el párrafo de Freud, está indicada por Freud. Si es éxtasis de libido objetal, hay que descargarla. Les pregunto a ustedes: ¿o acaso Freud, a partir de estas nociones, no mandaba a sus pacientes a ‘coger’? ¿Se acuerdan o, no? Él decía: “¿cuál es la satisfacción que usted encuentra a la libido?”, entonces decía “bueno, si esta mujer no ‘coge’ ni se masturba, entonces Neurosis Actual: tiene que descargar”. Nosotros no estamos muy lejos de eso, salvo que sustituyamos “éxtasis” como estancamiento de masas y la libido como masa. Ustedes saben que, a partir de Einstein, no es loco, ¿no? Saben que hay una forma en que se puede escribir:

...m = e... Hay que seguirla para un lado y para el otro. Pero se puede escribir masa=energía. Saben que en el mundo moderno no entendemos bien qué quiere decir esto pero es así. Y ustedes saben que la libido, para Lacan, si es algo, es algo que falta, ¿no? La “laminilla”. Si la libido tiene algún estatuto en Psicoanálisis, es lo que falta. Jamás podría ser “masa” o “energía”, que son términos positivos. En ese sentido, a “goce” se lo trabaja como un término positivo: hay un goce, la clínica de las adicciones y el goce, un nuevo goce, la psicosomática y el goce específico, el goce del goce... Como algo que camina entre masa y energía. Según la propuesta de Lacan, para empezar a trabajar el ser del sujeto, que la locura lo elabora como éxtasis y produce un destino –una farsa, un falso destino–, lo que podemos oponer a esto es el pasaje por el campo del Otro:

A Dialéctica

En ese sentido, “éxtasis” es leída –cuando Lacan logra tener su noción de libido–, en el Seminario 1176 y en Posición del Inconsciente77, como “petrificación”, que indica detención del camino y no acumulación de la nada. No hay ninguna acumulación en juego, en Lacan, sino detención del camino y lo que propone es que esta detención en el camino, la “petrificación”, es la consecuencia de la identificación ideal –1948-1964–. Es la misma, eh; es la misma teoría. Más depurada porque hay más problemas resueltos. Pero observen que, de lo que se trata, en Lacan, es el no pasaje por lo Otro y nada de la índole de ningún tipo de energía. Lacan erradica la noción de “energía”, del Psicoanálisis: el goce, de Lacan, no es la energía. Todos los lacanianos dicen que sí; dicen: “la energía psíquica, en Freud, el goce de Lacan” , y para Lacan, el goce, en absoluto es energía. No hay, para Lacan, energía psíquica. Es por eso que el grafo 278 –se acuerdan que se lo había propuesto, la vez pasada– es la representación de la locura porque es un vínculo al Ideal, que escapa al campo del Otro. Es un vínculo al Ideal, en posición de “éxtasis”, o sea, contrario a “dialéctica” –no está lo Otro–. En Bryan no está la pregunta “¿no seré el Mesías?”. Yo no sé por qué no se lo preguntó, no sé qué carajo pensaba que era un mesías, o si él creía que el mesías, realmente, iba a bajar del cielo. No sé si se acuerdan de cómo era la película: él cae, de casualidad, en el mercado. Él era del movimiento judío de liberación contra los romanos –que odiaban mucho más a los........................de Judea, que a los romanos, ¡es espectacular!– y, escapándose de los romanos, se sube a un balconcito de paja y se cae; y en donde cae, están todos los que se dicen mesías. Entonces, escapándose de los soldados, dice: “¡Yo también soy el mesías! ¡Soy el mesías!” , y entonces la gente ‘no le daba ni cinco de bola’ porque está en la feria de todos los que dicen que son el mesías. Cuando se van los romanos, empieza a decir: “¡No, pero yo no soy el Mesías, eh!”, y entonces la gente lo empieza a escuchar y dice “Ahh, éste, éste nos gustó...”. Y, entonces, él se da cuenta de que la gente se acerca y se aleja y se aleja. Su destino es revolucionario, ¿entienden? Es como un trotskista, ¡¿cómo va a ser mesiánico, un trotskista?! Es el movimiento trotskista, el que está representado ahí, sin lugar a dudas. Y, a partir de ahí, pierde la chancleta y la gente agarra la chancleta como si fuera el Santo Sudario: “¡La chancleta, la chancleta del Mesías! ¡Tengo la chancleta!” ... Y él sigue diciendo que no pero nunca se preguntó qué es el Mesías. Él era un revolucionario y, si cumplía una función subversiva, ¿por qué no serlo? Pero no está la pregunta, ¿entienden? Ahí, el logoi no está. La posición del Otro está; está rechazada pero no adviene la pregunta: “¿Por qué no soy el Mesías? ¿Qué quiere decir ser el Mesías?” , cuando su destino es ser revolucionario. El problema de la “libertad”. En Acerca de la causalidad psíquica, Lacan dice: «Ahora bien, esa identificación, cuyo carácter sin mediación e “infatuado” he deseado ahora mismo hacer sentir, se demuestra como la relación del ser con lo mejor que éste tiene, ya que el ideal representa en él su libertad»79. Con lo cual para el ser, la identificación se asocia a la libertad.

SER DEL SUJETO

IDENTIFICA CIÓN IDEAL

Lacan propone que, para el ser del sujeto, tomado como ser –el ser en tanto que es, efectivamente; no Libertad puesto como falta en ser, o puesto en tela de juicio–, el ideal funciona como libertad. Cosa que me parece clínicamente transparente, ¿o no? ¿Ustedes tienen algún paciente que para él mismo, cuando él llegue hacia el ideal que él cree que tiene que ser, que no piense que cuando llegue a serlo va a ser libre? Es obvio. Clínicamente es indiscutible que para todos los sujetos, lo que funciona como ideal –o sea, lo que no 76

J. Lacan, El Seminario, libro 11 (ed. Paidos, Buenos Aires 1995). J. Lacan, Escritos 2 (Ed. Siglo Veintiuno, Buenos Aires 1987, p. 808). 78 J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 788. 79 J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 163. 77

son; y que el padecer será por la diferencia, como decía Freud, entre el yo ideal y el yo real–, les pregunto: ¿acaso no para todos, cuando lleguen a ser lo que el Ideal representa, no va a ser la libertad, no se van a “liberar” de los malestares, de las desgracias? «No me aparto, luego, del drama social que domina a nuestro tiempo. [el análisis de Hegel, que se acuerdan que yo les propuse que era el individualismo moderno, algo que caracteriza a nuestro tiempo. Y les había propuesto, la vez pasada, que para Lacan no era así; que es la relación a la identificación ideal y que eso es que, desde que hay seres humanos hablantes, hay identificación al ideal. El problema es qué estatuto tiene “nuestro tiempo”] Lo que ocurre es que el juego de mi títere dirá mejor a cada cual el riesgo que lo tienta cada vez que se trata de la libertad. «Porque el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de las identificaciones en las que el hombre compromete a la vez su verdad y su ser. [con lo cual, observen ustedes que, efectivamente para Lacan, se anuda locura y libertad, en el punto donde el sujeto pondrá su ser y su verdad en relación con la identificación: “yo seré, de verdad, auténticamente ‘ser’, cuando sea lo que el Ideal me plantea”. Será un caso de locura cuando será sin pasar por la dialéctica. Ustedes saben que si uno pasa por la dialéctica, puede suceder que eso varíe. Es claro: si uno, a todo esto lo somete a lo Otro, si lo somete a lo otro, puede ser que varíe]. Lejos, pues, de ser la locura el hecho contingente de las fragilidades de su organismo, es la permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia »80. De La dirección de la cura81, les propongo directamente cómo Lacan plantea esto como dirección de la cura. Dice:

«Así la neutralidad analítica toma su sentido auténtico de la posición de puro dialéctico........

[Cambio de cinta] ... Muchos psicoanalistas lacanianos creen que alcanza con que sea, por ejemplo: “Me olvidé de ir al consultorio. Bueno, mejor: ¡así estoy ‘barrado’!”... Eso se escucha, regularmente. Pero eso es lo Otro del pedo del analista, no es lo Otro de lo que se trata. El asunto es enfrentar de lo que se trata a su Otredad y, el analista, es puesto por Lacan como “puro dialéctico”, pero no por hegeliano –ahora van a ver una cita en donde Lacan dice claramente que no se trata de ser hegeliano– sino por sostenerse en la dialéctica, que no es el “piripipí” sino introducir la función del Otro. «Así la neutralidad analítica toma su sentido auténtico [¿entienden por qué es la neutralidad, en sentido auténtico? Porque la neutralidad analítica no es “nada” –si dice “blanco”, es “blanco” y si dice “azul”, es “azul”–. La neutralidad analítica estricta es cuando el analista adviene al lugar de lo Otro de la identificación del sujeto en su ser. Para nada es la neutralidad analítica de los postfreudianos. La neutralidad analítica de los post-freudianos es que el analista sea siempre idéntico a sí mismo; o sea, nada. Lacan dice que no es así, que la verdadera neutralidad analítica pasa por ser dialéctico, o sea, encarnar lo Otro. Lo Otro de lo que dice, lo Otro de lo que se sostiene. Eso es neutralidad pura y no lo otro de lo que uno supone: “lo que pasa es que usted no debería hacer esto”, o “está mal que haga aquello” ; ahí ya no sería neutralidad, es lo que uno supone] de la posición de puro dialéctico que, sabiendo que todo lo que es real es racional (e inversamente), [¿entienden esto? Es una frase de Hegel. ¿Pero entienden, en este caso, lo que quiere decir con que todo lo que es real es racional? La posición del analista es como puro dialéctico, y dice que todo lo que es real es racional. Se acuerdan que yo les propuse “razón” –logoi–. ¿Pero qué quiere decir que todo lo que es real es racional? Que el goce es racional, tiene una razón dialéctica; no es que hay un goce. Lo que pasa es que hay una clínica del “exceso de goce”. ¿Entienden la 80 81

Ibíd., p. 166. [La siguiente cita corresponde a Intervención sobre la transferencia (Escritos 1, ob. cit., p. 215)].

propuesta de Lacan? Es extracción de una frase de Hegel, de la Filosofía del Derecho82, que en Hegel tiene otro alcance pero para nosotros es extraordinario porque le da, a cada dimensión de real, un valor de logoi. Entonces, la función del analista es, frente a ese real –en causa de sufrimiento, en causa de conflicto, en causa de síntoma–, es ponerse como puro dialéctico. Da directamente operancia, que es sostener lo Otro, el Otro Logos, sabe que todo lo que existe, y hasta el mal contra el que lucha, es y seguirá siendo siempre equivalente en el nivel de su particularidad, y que no hay progreso para el sujeto si no es por la integración a que llega de su posición en lo universal: técnicamente [y hasta da indicación técnica. Lacan no tiene................ de indicaciones técnicas, al analista, por la proyección de su pasado en un discurso en devenir. Entonces, la dirección de la cura es que la condición particular del sujeto debe inscribirse en un universal. Esto es clave. No sé si conocen la oposición entre “general” y “universal”. “General” es, hoy, dimensión estadística: “lo más común para un muchacho de veinticinco es que esté estudiando; lo más común para una chica de cuarenta es que esté casada y lo más común para un hombre de cincuenta es que tenga hijos”. Eso es “general”. Lo “universal” es lo que le da estatuto de legalidad a lo racional; su fórmula es “lo que es válido para uno, es válido para todos”. Para Lacan, entonces, se trata de inscribir la particularidad del sujeto en lo universal, que es algo muy distinto de la libertad. O sea, respeta la dimensión de particular pero el advenimiento de la condición particular del sujeto implica su inscripción en lo universal. O sea, hay que operar con esto:

A Dialéctica Locura

UNIVERSAL

Libre

Si no se opera con esto (A), no adviene la subjetividad. Pregunta: en este punto, la cuestión, ésta, de la ....................¿podría............. como excepción, para oponerlo a lo universal, en lugar de la excepción? A.E.: ¿En qué sentido? Pregunta: Digo, en el sentido, justamente, de que no pasa por lo Otro. De que queda exceptuado del “todos”, de la ley para todos................, Napoleón, ¿no? Esta cuestión de lo único, de lo particular. A.E.: Claro, es que hay problemas ahí, porque me parece que, en general, con lo que se opera es con la generalidad. Vieron que siempre la metáfora del loco es el misántropo. ¿Y qué sostiene el misántropo? “¡Son todos una mierda!”. Ese “todos”, ¿qué valor tiene? Es general, no es universal, ¿entienden por qué? Porque si no, “soy una mierda yo también”, cosa que lo salvaría, al misántropo, de la misantropía. Lo que él observa es que la generalidad de la gente con la que le ha tocado vivir es una mierda. Con lo cual, de lo que se trata, para Lacan, es de inscribir la condición particular en lo universal. La locura sería un intento de inscribir la condición particular sin pasar por el campo de lo universal, lo que deja al sujeto loco y libre. Pregunta: [inaudible]. 82

G. W. F. Hegel, Principios de la filosofía del Derecho o Derecho Natural y ciencia política (ed. Edhasa, Barcelona 1988).

A.E.: Claro, cómo es la gente: “la gente”. Lo general es “la gente”. Pero si vos decís “la gente”, como universal, entonces te implicás. Pregunta: .............el “alma bella”. A.E.: Claro, pero me da la impresión de que puede ser el “alma bella” o puede ser la dirección de la cura. Porque yo les pregunto a ustedes si la libertad, por ejemplo, como fue discutida la vez pasada, como dirección de la cura, articulada a frases de Lacan tan complicadas como “el acto es sin Otro” –ésa viene como anillo al dedo, para la locura–. ¿Acaso Lacan no lo dijo? Así que mi acto tiene que ser, necesariamente, loco; porque es “sin Otro”. Pero una cosa es mi realización del acto, donde nadie me va a acompañar en mi acto; y otra cosa es que sea un acto verdadero de la particularidad del sujeto. Y un acto verdadero de la particularidad del sujeto debe inscribirse en lo universal. Y, técnicamente, ¿cómo se trabaja, cómo se da eso? “técnicamente": por la proyección de su pasado en un discurso en devenir”. ¡Es espectacular! Les pregunto, yo: ¿qué analista conocen ustedes que hoy esté trabajando, realmente, en la dirección de la cura, con el devenir? Por ejemplo: hay un goce, ¿por qué ha un goce? Por algo del pasado, ¿no? Alguien que dice que se hacían con él determinadas cosas en un período muy lardo de tiempo, en su infancia, y quedó fijado a un goce. No hay salida, ¿no? Porque si es un goce, no tiene acceso a la palabra y, si es de la infancia, no hay nada que hacer. Para Lacan, la salida de lo que es real –lo que es real, en la clínica psicoanalítica–, es tomarlo como racional. Al menos, como racional también tendría un estatuto de que tiene una causa, ¿no? Porque si es racional, se puede explicar por qué. Si se le puede explicar el porqué, es que tiene una causa. Si tiene una causa, ya se puede operar sobre la causa. ¿Y cómo se puede operar sobre la causa? Porque esta inscripción, en lo universal, inscribe el futuro. Y ustedes observen –no sé si lo recuerdan– que las tres posiciones del individualismo moderno, que destacamos de Hegel la vez pasada, terminaron todas en tragedia. Vieron que siempre hay un fin trágico: Fausto, Don Quijote, Karl Moor. Los tres personajes terminan en desgracia, justamente porque esta libertad no permite el devenir; no habilita a un acto, sólo te podés retirar en tu desgracia. Pregunta: [inaudible]. A.E.: Sí, pero...............como futuro, eh. O sea, trabajar en el análisis hacia dónde vamos, “¿hacia dónde va usted? ¿qué quiere? ¿qué va a hacer?”. Son preguntas no habituales del psicoanalista. Pregunta: [inaudible]. A.E.: Ah, no lo sabía. Pregunta: eso está en Una Psicosis Lacaniana, y él lo dice, así, textual. Nunca dejó............... [inaudible lo siguiente]. A.E.: En Lacan hay una frase más radical. En el Seminario 1, dice que las represiones no vienen del pasado, vienen del futuro83. Pregunta: ¿Y eso qué quiere decir? A.E.: Exactamente, eso: que las limitaciones al acto no vienen del pasado, vienen del futuro. Es desde el futuro. O sea, vos no realizás tu acto y, en lugar de eso, el síntoma, por las consecuencias de tu acto en el futuro, no por las consecuencias de tu acto en el pasado. Si fuese por las consecuencias de tu acto en el pasado, ¡seríamos todos tan valientes..! Con lo cual, la represión, para Lacan, viene del futuro. Pregunta: Esto es al revés de lo que, para mí,........................, en el síntoma, como algo en relación con el pasado y............. [inaudible el resto].

83

J. Lacan, El Seminario, Libro 1 (ed. Paidos, Buenos Aires 1995, p. 239).

A.E.: Pero es innegable que es así. El síntoma viene siempre en el lugar del acto que el sujeto no realiza, que incide directamente sobre su futuro. Es lo que lo lleva, a Lacan, a la noción de acto y al sujeto nuevo. Con lo cual, para Lacan, la forma técnica de la inscripción de la condición particular es la proyección de su pasado en un discurso en devenir. Con lo cual, toma el término de “discurso” –o sea, de vínculo dialéctico al Otro– e incluye la función del devenir. Luciano Echagüe: Esta técnica que supone que todo lo real es racional, ¿esto quiere decir que está proponiendo operar con ese real como si se tratara de algo enteramente racional? ¿Supone, expresamente, que siempre lo real es racional, en sí mismo? ¿O es que con este real, intento operar como si fuera racional? A.E.: Hay que acotar tu pregunta, para poder contestarla. Habría que decir así: lo real, en la clínica psicoanalítica –porque no estamos hablando de lo real, en general–, pongámoslo en función. ¿Qué sería un real, en la clínica psicoanalítica? Denme un ejemplo de algo que tendría, para ustedes, el estatuto de real, que incumbiese a la clínica psicoanalítica. Nosotros podemos trabajar “real” como lo que siempre retorna al mismo lugar. Y podría ser real, hoy, la ausencia de trabajo, ¿no? Me parece que es un real y que nosotros no tenemos nada que hacer con eso. Si alguien viniese a vernos por la gran tasa de desempleo que hay en Argentina, nosotros ¿qué podríamos decir? Les cuento yo, peor todavía: ¡la cantidad de pacientes que se fueron. ! Con eso no podemos trabajar. Así que, esa dimensión de real nos queda por fuera. Si alguien viene con una amputación de la pierna porque la perdió en un accidente de ferrocarril, y viene a vernos porque quiere recuperar la pierna, nosotros con ese real no podemos trabajar. ¿Entienden lo que estoy diciendo? Que no hay que hacer ‘boludeces’, de convertir cualquier real en racional. A veces, puede ser una falta de respeto terrible a algún sufrimiento de alguna persona. La pérdida de un hijo, que se murió en un accidente: si le dijésemos a la madre “bueno, trabajemos para hacer de ese real algo racional y veamos la causa”, sería una falta de respeto atroz al dolor de una madre. Ahora, entonces, ¿qué es real en la clínica psicoanalítica? Aun tomado como lo que siempre retorna al mismo lugar, que es la muerte de un bebé, la pierna que no está. Lic. Gustavo Lasala: .......................... al duelo, ¿cómo lo podemos tomar........? A.E.: ¿Cómo podemos tomar un duelo? Así, dicho por vos, ¿no le agregas más palabras? Si no le agregás: nada. La clínica psicoanalítica no tiene nada que hacer con el duelo. Si no le agregás palabras; si vos le agregás palabras, depende de cuáles agregues, lo que yo te conteste. G.S.: [inaudible]. A.E.: Si ése fuese el texto, yo le preguntaría: “¿Usted cree que este ‘no puedo soportar’ es acorde o no acorde a lo que le sucedió?”. Si me dice que es acorde, yo le diría: “yo no lo puedo ayudar; vaya a un cura, a alguien que le lama la espalda” –que son técnicas ‘macanudas’; la verdad que, a veces, no es joda que haya dónde apoyar el hombro–. Pero si no es acorde a lo que le sucedió, entonces es un real que es racional. Con lo cual, verán ustedes que siempre parto de la Demanda. Si uno aloja cualquier real, después tenés un problemón, ¿no? Si alojás a alguien porque está triste porque se le murió alguien, después tendrás un problemón porque alojaste un real que no es propio a esta operatoria. No lo podés hacer racional. –Yo vengo a verlo porque ‘chupo’, –¡Ah, no me diga!, –Sí, tres botellas de whisky, por día; –Ah, mire usted. ¿Y? ¡Porque jodido está, el ‘chabón’! Tres botellas de whisky por día: sos ‘boleta’. Eso no es un real que nos permita acceder. –Y quiero dejar, –Ah, mire usted. ¿Y qué? –No puedo . O sea, es imposible. Que es “imposible” dejar de ‘chupar’, ahí sí. Eso es racional. Ha dejado gente que perdió ambas piernas, por ‘chupar’. Ha dejado de ‘chupar’ después de perder las piernas. Es increíble pero ¿no vieron gente en la calle, en las sillas, que tiene las piernas cortadas por borracho? Fíjense: no toman más. Quiere decir que llegó a un límite en donde cortó. Quiere decir que podría haber cortado. Quiere decir que ese imposible que deje de beber es posible de ser convertido en algo racional. Ahora, si se le cayó el piano arriba de la cabeza de la nena y vos querés levantarlo con el análisis... Ese real, no. Con lo cual “Así, la neutralidad analítica toma su sentido auténtico de la posición de puro dialéctico que, sabiendo que todo lo que es real es racional” –en la clínica psicoanalítica–. Fuera de la clínica psicoanalítica, es ridículo. ¿Cuántas veces

nosotros mismos bajamos los brazos y le decimos a un paciente “¡Vaya a un médico!? Yo, con este real, ¿qué quiere que haga?”? ¿O no? Otras veces, hacemos al revés: hacemos depender la experiencia analítica de que vaya al médico. ¿Atenderían a alguien que está moribundo, por la falta de una droga, en una sesión, para hablar de bueyes perdidos sin pensar si no deberían mandarlo a tomar la droga? No sé, hay que ver. Con lo cual, hay que establecer muy bien cuál es el real del que se trata. Hay reales que no son aptos para ser convertidos en racionales: un huracán, un ciclón. ¿Por qué hay huracanes y ciclones, cuál es la causa? No siempre se puede trabajar con la causa. Así que, depende de qué real. El real de la Demanda, ése sí. En eso, la posición ética del analista es espectacular. A veces, somos los únicos que nos posicionamos frente a algunos reales, como que son racionales. Por ejemplo, los esquizofrénicos. Si ustedes van a ver cómo un psiquiatra atiende a un esquizofrénico con su madre, van a ver que, en la primera entrevista, el psiquiatra le va a decir a la madre del esquizofrénico: “Es esquizofrénico, no hay nada que hacer”. ¿Me equivoco, dicen eso o no dicen eso, los psiquiatras? Vos, que conocés más que yo, de psiquiatras. Dr. Gadea: Sí, es así. A.E.: Habitualmente, el psiquiatra dice eso: “no hay nada que hacer: es esquizofrénico y será esquizofrénico”. ¿Entienden cómo hacen? Lo convierten en un real, como el piano en la cabeza de la niña. Y nosotros, los psicoanalistas, a veces, a ese real intentamos hacerlo racional. Si tienen un paciente esquizofrénico, habrán visto que es como remar en contra de la corriente, de una manera increíble. Pero a veces, hay efectos clínicos notables. Del intento de hacer racional un real, que en otras clínicas es indudablemente un real. El psiquiatra no se lo pregunta. Al psiquiatra no se le ocurre un carajo, qué hacer con el esquizofrénico o el oligofrénico. Más bien cree que lo que conviene hacer es no entusiasmar a la pobre madre: –Señora, tengo malas noticias: no hay nada que hacer. Que tome la pastilla –¿Y cuándo viene a verlo de nuevo? –¡No, para qué me va a venir a ver!... Con lo cual, fíjense ustedes que, a veces, operamos de una manera inversa: hacemos racional algo que, en muchas clínicas, no está considerado como racional. En las psicosis, tenemos unos efectos clínicos espectaculares. No sólo nosotros, todas las prácticas de desmanicomialización producen efectos notables. Con lo cual, a veces, es un mundo establecer qué es real a ser posible de ser convertido en racional, y qué no. En Función y Campo84, Lacan va a dar un paso muy interesante, que es establecer un distingo con Hegel que, ¿cuál es? Que ésta es una posibilidad propia del ser del lenguaje:

SER DEL SUJETO

IDENTIFICA CIÓN IDEAL

No respeta culturas y no respeta épocas. Mientras haya sujetos humanos hablantes hay acceso a la Libertad solución que es la locura. Yo les contaba sobre la existencia del libro El Díscolo85, que es una descripción del siglo III ac., de un loco pleno. Con lo cual, tiene razón, Lacan. Ahora, ¿qué leyó Hegel, ya que como no tiene la noción de Ideal, no pudo rastrearlo en otras sociedades? Rastreó algo propio a la civilización: el malestar en la cultura, en la cultura científica. Y acá viene el diagnóstico de Lacan. Dice Lacan86: «La tercera paradoja de la relación del lenguaje con la palabra es la del sujeto que pierde su sentido en las objetivaciones de discurso. [de vuelta, aquí ya estamos pasando de a—a’, al genio de la lengua que autoriza el “se cree” reflexivo, a “objetivaciones de discurso”; o sea, la palabra tiene la posibilidad de generar ilusiones de objeto. Es increíble. A veces, a alguien se le dice “¡sos una mierda!”... Más oscuro, aun: a veces se lo trata como una mierda y no se le dice, y empieza a 84

J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 227. Menandro, El Díscolo (ed. EUDEBA, Buenos Aires 1965). 86 J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 270. 85

comportarse objetivamente –objetalmente– como el objeto que se le designa. Es increíble pero sucede, y es una propiedad discursiva. La potencia de la palabra es generar ilusiones de objeto y esas ilusiones son francamente convincentes, o sea, eso se comporta luego como si fuese un objeto]. Por metafísica que parezca su definición, no podemos desconocer su presencia en el primer plano de nuestra experiencia. Pues es ésta la alienación más profunda del sujeto de la civilización científica. [Ahí está el diagnóstico. O sea, en la civilización científica –que es la nuestra–, la objetivación de discurso tiene una función novedosa que no tuvo antes, ¿cuál? Las objetivaciones propias al discurso de la Ciencia. Es decir, el significante siempre tiene propiedad de objetivizar –la función creadora de la palabra indica esto–. En la civilización científica, esto adquiere una potencia novedosa que es, ¿cuál? Que los términos del discurso científico tienen una potencia convincente de lo objetivante, inédito hasta la sociedad científica. El ejemplo que da Lacan, lo da del francés. Escúchenlo: en los tiempos de Villon –fines del siglo XVII, comienzos del XVIII–, en francés se decía “ce suis-je” que traducido al castellano es “esto soy”. Y en el francés moderno, en cambio, se ha invertido en el “c’est moi”. Entonces, de “esto soy” a “soy yo”. ¿Ven cómo se ha objetivado? De “esto soy” al “yo”, y el “yo” pasa a ser objeto –eso lo descubrió Freud–. ¿Entienden lo que estamos diciendo, no? Que, quizás, el narcisismo es propio de nuestra época porque el yo tiene una función objetivante mucho mayor que la que tenía en otras culturas]. ¿Por qué el discurso científico produce este efecto objetivante nuevo? Porque no tiene Otro. No se puede discutir con el discurso científico, ¿se entiende? Piensen en el Mesías o piensen en el profeta. El profeta decía “sigan así”... ¡Si viniese un argentino! ¿Se imaginan un profeta, del libro de los Jueces, que venga de Argentina? Supongan que venga un profeta y diga: “¡esto se va todo a la mierda! Si no cambian, esto se hunde”. ¿Qué le podrían decir, ustedes? Intervención: Que nunca nada cambió e, igualmente, todo sigue igual... A.E.: ¿Y qué más, respecto al discurso profético? “¡Según vos! Yo conozco a otro profeta que dice otra cosa”. Si la Ciencia dice algo, ¡anda a discutirle a ‘Montoto’! ¿A quién le decís que no? No hay con quién discutir, con la Ciencia. Y no me vengan a decir que en la religión es igual, porque no me van a negar que ustedes conocen a un montón de tías de ustedes que pasaron una época de la vida “peleadas con Dios”, ¿o no? Que se murió alguien o que sucedió una desgracia y dicen “Ah, no. La tía está enojada con Dios” , que es una posibilidad. ¿Por qué? Porque está personificado. La divinidad, en Occidente –no solamente por ser uno, por ser monoteísta–, está personificada. Entonces, uno se puede enojar con Dios: —No, yo me enojé con Dios, —¿No vas más a la iglesia? —No, estoy peleada con Dios . ¿Cuántas mujeres están “peleadas con Dios”? Un montón. Uno no se puede pelear con la Ciencia porque la Ciencia no personifica. Es por eso que, frente a la falla del médico –como suponemos que la medicina es una ciencia, cosa que es falso: la medicina es una práctica, no es una ciencia–, lo que hacemos es ir a buscar a otro médico. Pero no se puede poner en tela de juicio el saber de la Ciencia, con tanta facilidad. Es cierto que siempre puede haber escépticos, siempre alguien puede decir “yo no creo en eso” . No estamos hablando de eso, estamos hablando de un problema cultural, y es que no hay posibilidad de una buena dialéctica con la Ciencia. Por eso es que la Ciencia no encuentra su rumbo ético. Vieron que se dice “¿cuál es la ética de la Ciencia?” . No se lo puede establecer porque no hay con quien hablar. ¿Quién representa a la Ciencia? No hay representación. Cuando hay representación de algo, uno puede ponerla a trabajar en otra........... “Esto es lo que dice usted”. Este Papa es un Papa, pero hubo otros Papas. Es cierto que el Papa es el Papa, es un papado. Pero uno puede decir: “quizás, el próximo Papa me perdona”. Sigo con la misma cita: «Y es lo que hace temible nuestra responsabilidad cuando le aportamos, con las manipulaciones míticas de nuestra doctrina, una ocasión suplementaria de alienarse, en la trinidad descompuesta del ego, del superyo y del id, por ejemplo»87. 87

Ibíd., p. 271.

¿Entienden lo que está diciendo Lacan? Que el Psicoanálisis es iatrogénico porque provee términos con valorización científica, objetivantes. Quiere decir que el diagnóstico de Lacan es que, efectivamente, hay más individualismo moderno porque ahora tenemos significantes que, desde esta posición, tienen una potencia inédita. ¿Cuál es? Que por la estructura de nuestra cultura, es más difícil dialectizarlo. Ustedes iban con vuestro hijo a lo de la bruja, la curandera, hace quinientos años y ella él decía “no

hay nada que hacer”, entonces, ¿qué hacían? El mecanismo de darle más regalos, de darle todo, todo el ganado, con tal de que esquizofrenia, no hay nada que hacer”, ¿qué queda por hacer? Está mucho más cerrado porque la madre no supone que es por la potencia enunciadora del médico, sino que la esquizofrenia es algo. Mientras que antes podía decir “¡está castigado por los dioses!”. La bruja hubiese dicho: “le hicieron un ‘trabajo’, lo ‘pillaron’ los perros”. Y, bueno, se puede cure al hijo. Si un psiquiatra le dice a la madre moderna “es

conseguir a alguien que lo ‘despille’, se puede conseguir a alguien que destrabe el ‘trabajo’. En el diario está lleno: hay un montón de putas, un montón de psicólogos sin trabajo y gente que destraba ‘trabajos’... ¿Es así o no? En los diarios que leo yo, es así. Lean los avisos clasificados y están llenos de putas, psicólogos y gente que destraba ‘trabajos’. ¿Cuál es la lógica de destrabar ‘trabajos’? Que si alguien lo trabó, alguien lo puede destrabar. La dialéctica está regalada. Pero si te dicen “es esquizofrenia”, te volvés a tu casa y te pegás un tiro en las bolas... Porque tiene una potencia convincente inédita –nunca la hubo–. Porque todo, antes, estuvo mucho más vinculado a la dialéctica. Esto es objetivante porque creemos que es imposible de ser puesto en tela de juicio; por la propia función del significante. Y los psicoanalistas contribuimos, de una manera horrible, a la locura moderna. Si quieren un caso: las anorexias. Hoy en día, es una potencia enloquecedora. ¿Vieron la locura de las anoréxicas, no? Al revés: ¿vieron la anoréxica loca? Ésa es loca, eh. Loca, loca, loca. Ahora, que sea anoréxica loca no es culpa de las histéricas, sino que es culpa nuestra, que les ofertamos de una manera tan convincente “anorexia”. Hace cincuenta años era “flaca escopeta” y no podían ‘loquear’ tanto porque “flaca escopeta” es de la lengua, no tiene valor científico. ¿Qué tiene una “flaca escopeta”? Ahí está una tarada, una actriz estúpida, que los chicos se quieren suicidar delante de ella, cuando aparece, que es la “Flaca Escopeta”. Es una mujer de mi edad porque en la edad de ella y la mía, cuando éramos chiquitos, la flaca del barrio era la “flaca escopeta”. Así le decíamos. Yo iba a un colegio primario mixto y había una chica, que la ‘cargábamos’, y le decíamos “la flaca escopeta”. Efectivamente, ¿qué tiene una “flaca escopeta”? No tiene nada. ¿Qué tiene una anoréxica? Anorexia. Cuántas madres van al hospital a preguntar —¿no tendrá anorexia?, —Sí, objetivante. Y eso es iatrogenia de la nuestra, de la psi.

tiene anorexia, —¡Cagamo’!... ¿Entienden por qué? Porque tiene un valor convincente

Pregunta: ¿No es lo mismo con ..................?

A.E.: Totalmente. Esas designaciones contribuyen a engordar la iatrogenia. No es el diagnóstico que es curativo.

Intervención: Pero no hay ningún diagnóstico, ahí.

A.E.: Sí, sí. En medicina, sí. Tiene la forma de diagnóstico médico. El problema es que el diagnóstico, en medicina, cumple otra función que el diagnóstico psi. El diagnóstico psi son términos de una potencia inigualable de consistencia, a la identificación loca.

Pregunta: ¿Se nominan así?

A.E.: Se nominan a sí mismos. ¿Qué “flaca escopeta” no va a pensar “yo

soy anoréxica”?

Intervención: Es difícil interpretar lo que es una “flaca escopeta”.

A.E.: Claro, porque eso no es nada. ¿Qué ser provee “ser” falca escopeta, “ser” anoréxica? La “flaca escopeta” no tiene nada, no consiste. Lo otro tiene una consistencia notable y tanta consistencia tiene, que nosotros mismos las atendemos como anoréxicas, fundamos consultorios de anorexia y bulimia en todos los hospitales y no trabajamos con que es histeria. Las histerias son siempre ultra-modernas. El 99% –les apuesto– de las anoréxicas y bulímicas son histéricas. Lo que pasa es que están enloqueciendo gracias a nuestro aporte enloquecedor. Con lo cual, no serían así si no hubiese progresado así el saber, ¿entienden? Siempre, las histéricas diagnostican la falla, son especialistas de eso. Y andan diagnosticando las falla discursiva.

Lic. Gustavo Lasala: Pero, entonces, en esto que vos decís, ¿la potencia queda en términos identificatorios o queda en la potencia de la imagen? ¿Adónde va a parar?

A.E.: No, la potencia del término identificatorio es sólo por su éstasis. Por eso, Lacan lo escribe así:

I(A)

1(A)

Lo escribe así: Uno del Otro. Al salir de lo Otro, produce el efecto que tiene. Con lo cual, éstasis es la propiedad para ser Ideal. Ésa es la pista que no se nos tiene que escapar. Que no tiene que ser una palabra reconocida socialmente –“lindo”, “rico”, “alto”, “rubio”–, no tiene que ser algo valorizado socialmente. Freud perdió mucha orientación en eso porque pensó que se trataba de algo reconocido socialmente; por eso perdió la potencia de sublimación como el acto novedoso, porque requería del reconocimiento social. Él patinó mucho por el reconocimiento social y no se dio cuenta de que, detrás de la gran fisonomía del reconocimiento social, es la función per se que es éstasis, en sí mismo. Esto sí es diagnóstico con intervención clínica. Esto sí: tomar “anorexia” como un término, ponerlo entre comillas y buscar en ese real que es racional, mediante su dialéctica. ¿Entienden qué quiere decir la dialéctica? ¿Cuál es el Otro término? Lo que no se busca es el Otro término, se las acepta como anoréxicas y no se acepta el Otro término. Al buscar el Otro término, ¿se dan cuenta de que se particulariza, no? Pongan a veinte anoréxicas y pídanles que escriban, en un papelito, la palabra que ellas creen que sería aquella que mejor se articula para dar cuenta de su anorexia, que no sea “anorexia”. No escribirían la misma. Eso ya nos da una pista de lo particular y desvanece la función objetivante de “anorexia”. En ese sentido, tengan en cuenta vuestra responsabilidad ética, dejen de hablar con términos clínicos en la vida cotidiana, dejen de decir que vuestros maridos son “obsesivos”, que vuestras novias son “histéricas”: [digan] “¡Loca de mierda!”... No se me ocurre, para el hombre, cuál podría ser... Tendrá que decirlo alguna de las chicas presentas, cuál sería el término. “¡Aburrido de mierda!”, eso sí. Porque no da consistencia patógena. Entienden que los términos de consistencia patógena son, aparentemente, los de disciplina curativa; es una inversión dialéctica notable, la que se produce. Una cita –la anteúltima– para que escuchen, porque en la clínica psicoanalítica está el problema del “alma bella”, ¿que es cuál? “Que se haga cargo de su responsabilidad” . ¿Cómo dicen los lacanianos? “Implicar subjetivamente”... Los lacanianos, a ‘chancho’ que agarran lo “implican subjetivamente”... Y eso, lo toman de Freud con Dora. Intervención: Una patinada... A.E.: ¿Una patinada? Fue la cagada más grande de Freud. Pero lo dice Lacan. Yo se lo quiero leer para que ustedes se den cuenta de que, frente al “alma bella”, hay que maniobrar algo que no sea responsabilizar, “implicar subjetivamente”. Escúchenlo88: «Otro ejemplo notable: cuando Freud obliga a Dora a comprobar... ¿Escucharon el “obliga”, no? Es lo que hacen los lacanianos. Si la gente se queja tanto de la clínica lacaniana, es porque “obliga”. Es increíble que se pueda decir la “genialidad” de Freud, con Dora, cuando Dora se fue a las cuatro sesiones, cagándose de la risa de “este ‘boludo’ que no entendía nada”. Y a eso se le agrega, terriblemente –a mi entender–, Antígona. Habría que ver dónde lo escribimos a Antígona.

Locura

UNIVERSAL

Libre

Si el acto de Antígona se escribe acá (LOCURA) o acá (UNIVERSAL). Yo voy a poner una tercera columna y lo veremos. Me parece que habría que verlo.

88

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 576.

... cuando obliga a Dora a comprobar que ese gran desorden del mundo de su padre, cuyos perjuicios son el objeto de su reclamación, ella misma ha hecho más que participar en él, que se había convertido en su engranaje y que no hubiera podido proseguirse sin su complacencia. He subrayado desde hace mucho tiempo el procedimiento hegeliano de esa inversión de las posiciones del “alma bella” en cuanto a la realidad a la que se acusa. No se trata de adaptarla a ella [lástima que no está Michel. Michel tira la piedra y después no viene], sino de demostrarle que está demasiado bien adaptada, puesto que concurre a su fabricación». Con lo cual, primero, observen que Lacan critica la maniobra de Freud porque la obliga. Se acuerdan de que en la última sesión, donde Freud pone en el historial “y al fin logré convencerla...”, y al comienzo de la siguiente –es la anteúltima–, y en la última se entera que Dora ya había decidido no venir más que dos veces más. O sea, cuando Freud terminó diciendo “logré convencerla”; cuando terminó la sesión, él dice “¡la convencí!”, y ella se va diciendo “no vengo más”... Y Freud no lo asocia. Entonces, una cuestión es ésa: ¿cómo se opera con el “alma bella”? Y la segunda es la de adaptación, que era el problema de Michel.

LIBERTA D Libre

UNIVERSA L

“loco y libre”

Porque para Michel, si no se conservaba esta vertiente (Libre), lo otro era la adaptación. Y, entonces, no se trata de eso porque justamente, para Lacan, la adaptación va acá:

LIBERTAD

UNIVERSAL

Libre “loco y libre”

Adaptación

¡Es espectacular! ¿Entendieron por qué? Porque el sujeto se libera de la realidad que constituye. Intervención: Está más alienado que nunca. A.E.: Claro. ¿Leyeron alguna de las novelas que les recomendé? En El Misántropo89, de Moliere, ¿recuerdan la queja sobre el conjunto de los novios de la ‘mina’ que él se quería levantar? Lo que Lacan propone es que la actitud y la posición que ese conjunto tiene para el sujeto, es consecuencia de la maniobra del sujeto; que lo que él observa, en la realidad, es la proyección de su propio ser. Con lo cual, el loco es el más adaptado a la realidad. Ya Hegel había dicho que el loco del que él hablaba no era el psicótico –eso yo se lo marqué– y, efectivamente, Lacan sigue en esa línea porque el loco, éste, es el más adaptado a la realidad; porque, efectivamente, de la realidad que se queja es el que mejor testimonio puede dar, porque es él mismo. En la parte dialéctica de su ser, que como él no acepta la dialéctica de su ser, 89

J.-B. Molière, El misántropo-El enfermo imaginario-El avaro (ed. Losada, Buenos Aires 1997).

necesariamente va a encontrarla en el otro. El sujeto dividido: si se identifica al Uno, hay una parte de sí que no va a entrar en su ser. Esa otra parte de sí, necesariamente, va a estar encarnada por el Otro –que no es el otro imaginario, es la Otra parte de sí, consecuencia de la identificación al Uno–. Quiere decir que de lo que se queja, es el que mejor testimonio puede dar porque, efectivamente, es quien más sabe de eso ya que eso es la consecuencia de su propia maniobra. Fíjense que la salida, entonces, no es la confrontación del sujeto con la realidad. Saben ustedes que en Subversión del sujeto, Lacan define al medio psicoanalítico. No sé si se acuerdan de cómo lo define: “un medio infatuado del más increíble ilogismo” 90. ¿Ven la pista del “infatuado”? Bueno, dos o tres citas más. Esta cita es de Posición del inconsciente: «Este aporte de doctrina tiene un nombre: es sencillamente el espíritu científico, que falta absolutamente en los lugares de reclutamiento de los psicoanalistas»91. Ahora, considerando al psicoanalista como un medio caracterizado por el más increíble ilogismo, por su infatuación, quiere decir que el psicoanalista es el más loco de los locos. Por eso les cité, la vez pasada, las profesiones delirantes, de Valéry. Ahora bien, ¿en qué se caracteriza el medio psicoanalítico, en su infatuación? Por la ausencia absoluta del espíritu científico. Otra cita más: «Decir que el sujeto sobre el que operamos en psicoanálisis no puede ser sino el sujeto de la ciencia puede parecer paradoja»92. Entonces, lo que está proponiendo Lacan es que, en la sociedad científica, el sujeto es científico –el sujeto de la ciencia–; y que el Psicoanálisis, hoy –el de él, y yo creo que el de hoy, también–, está caracterizado por una posición de locura porque falla, en la posición del analista, la articulación dialéctica a lo científico. ¿Entienden? El Otro del psicoanalista, hoy, es el científico. Y, entonces, de lo que se trata es que, para Lacan, el psicoanalista no está dando debate, no está haciendo dialéctica con la Ciencia. Al no hacer dialéctica con la Ciencia, cae en posición de locura que, para colmo, ‘se corta solo’, se la cree. Y no me van a negar que los psicoanalistas se la creen. Digo, no se creen seres especiales –ya nadie se la cree: con los consultorios vacíos, el copete de los analistas bajó a un estado bastante normal–, sino que se la creen la del inconsciente, se la creen que los sueños son realizaciones de deseo, se cree en la existencia del Ello, se cree en la herencia filogenética, se cree en la existencia de la pulsión. Eso es infatuación absoluta, ¿por qué? Porque se está sacando al Psicoanálisis, de la composición dialéctica que le corresponde al Psicoanálisis con su época, que es la maniobra que hizo Lacan. Para Lacan, el inconsciente para nada está constituido por representaciones reprimidas; menos que menos, por significantes reprimidos. Para Lacan, el inconsciente tiene estructura de lenguaje, o sea, lo define articulado a la lingüística. [Cambio de Cinta] ... en vez del mito del padre de la hora primitiva. Nosotros seguimos creyendo en el mito de la horda primitiva, que está demostrado hace cien años, con veinte libros publicados al respecto, que es un error de Freud, ¡es increíble! Nosotros seguimos enseñando en la Facultad de Psicología que la ontogenia copia a la filogenia. Se dice eso. Es falso. En la especia humana, la ontogenia no copia a la filogenia. Con lo cual, nuestros argumentos pasan a ser delirios porque son absolutamente no confrontados en la dialéctica con el Otro. Nosotros tenemos un debate muy grande con las Neurociencias. ¿Cuál es el debate con las Neurociencias? “Vamos a traerlo a Diego Golombek, el jueves próximo, y vamos a preguntarle ‘a ver, ¿qué

dice usted?’, porque nosotros decimos esto. ¿Cómo piensa usted lo que nosotros decimos? ¿Cómo pensamos nosotros lo que dicen ustedes?”. Para Lacan, el Psicoanálisis ha caído en posición de locura. ¿Escucharon a algún psicoanalista hablar del Psicoanálisis............................. ¡Es un delirio patéticamente vergonzante! 90

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 775. Ibíd., p. 816. 92 Ibíd., p. 837. 91

No sé si uno diría cosas tan distintas pero uno se da cuenta de que ha perdido interlocución, que ahora son pavadas. Con lo cual, lo que hizo Lacan –y me parece que lo hizo en acto–, en vez de “Tótem y Tabú”, propuso el teorema de Gödel; en vez del conjunto de representaciones reprimidas, propuso una batería de significantes. No es que lo ‘aggiornó’ –no se trata de ‘aggiornarlo’–, sino que lo pasó por el campo del Otro, que es imprescindible porque hoy, el campo del Otro, es el campo de la Ciencia. Y es imperioso que lo hagamos porque el sujeto es el sujeto de la Ciencia, ¿entienden lo que digo? Que hoy ya no podemos hablar con el sujeto que estaba hace doscientos siglos porque no es ése al que tenemos enfrente. Ni nosotros creemos lo que decimos; lo decimos porque estamos infatuados, nos la creemos –a la teoría, no nuestra magnificencia, no estoy hablando de magnificencia–. Pregunta: ¿No podría ser, entonces............................... lo que Freud teorizó como éstasis, en ese momento............ porque tenía que ver con los términos de esa época? A.E.: Habría que ver. En el caso de la éstasis libidinal, habría que ver. Porque en Hegel ya estaba, o sea, “dialéctica” ya estaba. Pregunta: yo le pensaba así: cuando Freud propone el método de la chimenea, si eso no era abreacción.............. A.E.: Pero Freud no propone el método de la chimenea. Anna O. Intervención: Sí pero Freud lo agarró. A.E.: Sí, pero lo convirtió en “éstasis libidinal”. Habría que ver si su formación como neurofisiólogo e investigador no lo hizo pasar a otro andanivel. Pregunta: En Freud, esto de que hable, tenía estatuto de abreacción. A.E.: Sin lugar a dudas. Yo quiero hacerte una pregunta: ¿vos creés que estaba satisfecho con la teoría psicoanalítica, para responder a los problemas clínicos? A mí, me parece que no. Intervención: No, todo el tiempo lo dice..................... A.E.: Era el estancamiento de todos los análisis que él conducía. En 1910, Freud ya no tuvo más éxitos terapéuticos. Y no lo entendió más. En 1910, que encontró la “reacción terapéutica negativa”, el superyó, la segunda tópica. La segunda tópica es la expresión del fracaso de la teoría de Freud. Porque me parece que la teoría de Freud tiene falencias que se la manifestaron al poco tiempo de comenzar. Porque perdió novedad, automáticamente, por la forma de concebir aquello con lo que se encontró. Él se encontró con la histeria dirigida a los médicos –que le pasa la posta, Breuer–; a partir de allí, elabora con la pista, ésta, que dio Anna O. ¿Se acuerdan de Anna O., no? “¡Usted déjeme hablar! ¡Cállese!”, ¿se acuerdan, no? La indicación técnica de Anna O.: “¡Cállese! ¡Déjeme hablar! Lo que yo necesito es limpiar la chimenea. Yo necesito limpiarla, hablando. Usted escúcheme, no más”. Esa posta recibe y, a partir de allí, empieza a teorizar; pero mi impresión es que hizo falta que venga Lacan, no porque pasaron cincuenta años y cambiaran las referencias, sino porque la forma de teorizar de Freud presentaba muchísimas fallas que no levantaba la subjetividad. Por ejemplo, su teoría de la libido: que hay una energía psíquica. Y es falso, no hay energía psíquica. No hay energía psíquica. No me pueden dar un único ejemplo –ni propio, ni ajeno– de energía psíquica. Los desafío. Si se les ocurre algún ejemplo, ahora, de energía psíquica. No existe la energía psíquica; es todo en composición dialéctica. ¿O cuando ustedes ven el mundial de football no MASIFICACIÓN explican todo, por composición dialéctica? “¡Es muy difícil ganarles, allá! Ellos son locales” , ¿no dicen esto, todo el tiempo? ¿Y qué estánLOCURA diciendo con eso? - identificación al rasgo del proponerles líder Para concluir, quería un esquema: - Inmediatez de la identificación - Masa – 1

INDIVIDUO - Misantropía

- Globalización

Ser del Uno - no mediada - mediada

SUJETO Particularidad

-Inscripción de la Verdad

-Inscripción de la Diferencia en lo universal

- Verdad – Palabra - Discursiva = Psicoanálisis - Articulación al deseo del Otro d(A)

Entonces, lo que les propongo es la distinción entre individuo y sujeto, siendo que les propongo caracterizar al individuo por el ser del Uno, y al sujeto por la condición particular. Los pongo, justamente, en el mismo renglón para obtener una diferencia de cosas que se parecen, porque no me van a negar que a primera vista se parecen mucho la condición particular al ser del Uno. Para el ser del Uno, les recomiendo muchísimo los dos primeros capítulos de El Ser y el Acontecimiento, de Badiou, de donde trabajó indirectamente Lewcowicz, la otra vez. Francamente es una obra magnífica, es de 1988 y salió en castellano, en 1999, por Manantial. Los dos primeros capítulos son, francamente, espectaculares. El resto es un trabajo filosófico, profundamente filosófico de la ontología del ser, orientado en Lacan. Aquí es donde les propongo la tercera columna: en el ser del Uno, les propongo distinguir entre “masificación” y “locura”. ¿Se acuerdan que, para Michel, estaba buena la libertad de la locura porque era lo que decía que no al M c Donald’s? Se acuerdan de que el argumento de Michel es que está lleno de M c Donald’s por todos lados y que, para él, la locura era lo que rescataba al sujeto, del M c Donald’s, que es la masificación. Pero me parece que a Michel le faltaba una diferencia más porque en el ser del Uno, hay dos chances: están la masificación y la locura. La masificación es la de la identificación al rasgo del líder – vamos a hacerlo a la freudiana, ‘tranqui’–, y se da la masa. Eso es el M c Donald’s. Pero hay otra identificación al ser del Uno, que es la inmediata. ¿Ven la diferencia, no? La mediación, aquí, la pueden tomar tanto por la vía del líder como por –algo que ya sabemos todos– la masa; que a veces alguien se identifica al rasgo, no por el líder –el líder le importa un carajo–, el flaco ve la masa y los que lo siguen, y quiere estar con la masa. No es cierto que siempre sea, tanto, Hitler. Se acuerdan de que Lacan dice que es imposible que Hitler haya escrito Mein Kampf, que no le daba la cabeza para hacerlo. Se lo escribieron en la cárcel. Él no lo pudo hacer, era un ‘mamerto’ completo. Con lo cual, a veces, lo que seduce al ser no es solamente el líder. Freud enfatizó la función del líder pero, bueno, ahí se venía fuerte, Hitler. También puede ser la masa. Sea como sea, vean ustedes que ya está el Otro. No hace falta que yo destaque la locura a que esto puede llevar, que puede llegar al exterminio total de un pueblo. Pero, entonces, observen que en la vía identificatoria hay identificaciones mediadas y no medidas; y que ambas son de la lógica del ser del Uno porque, aunque parezca mentira, la masa da ser del Uno –aunque es un grupo de gente–. Y la masa da ser del Uno, obsérvenlo, porque la masa hace Uno. Eso es muy interesante. Yo soy judío pero a los que no son judíos, también se los pregunto: ¿no les pone un poco la piel de gallina ver marchar a paso de ganso, al Pueblo alemán completo, de a cientos de miles? ¿Vieron esas manifestaciones hitlerianas de ciento cincuenta mil personas vestidas exactamente igual, marchando a paso de ganso, todos como si fuesen Uno? ¿No les impacta? Porque observen que la masa puede hacer Uno. ¿Entienden que es un peligro, no? Porque acá es la pluralidad. Ahora, para Michel, la salida de la masa consumidora del “combo” era ésta [Inmediatez de la identificación, en el esquema], pero se olvida de que hay otra condición, que es la condición particular: la inscripción de la diferencia en lo universal.

Intervención: ..................................... y el tipo dice que lo que se pierde de vista es la particularidad...............Mc Donlad’s porque dice que, por ejemplo, acá en Argentina, se agrupa una masa de jóvenes y no me acuerdo en qué país oriental es comida rápida pero en la que pasan horas lo de tercera edad. A.E.: Y en Estados Unidos es comida de pobre y acá es de clase media-alta. Sea como sea, ahí me parece que, de vuelta, se pierden del problema. Podría ser, igualmente, que los viejos estén atrapados en el ser del Uno. Pero al ser del Uno lo podés tener en una doble faz del Uno: ser miembro de una masa o estar en misantropía. Y podría haber una respuesta al nazismo que sea locura, o que sería una respuesta subjetiva. A la masa se le puede responder con misantropía o con otro tipo de solución. ¿Cuál es este otro tipo de solución? La inscripción de la diferencia en lo universal. Pregunta: [inaudible]. A.E.: Al deseo –a mi entender– articulado a la verdad. Porque la dimensión de lo particular se articula íntimamente a la verdad. O sea, lo que adviene como condición particular es que es verdad. ¿Qué es esa condición particular? Digo, con mi estructura corporal, mi historia, mi nombre y mi número de documento – espero, en Argentina todo es posible: ¡había coches mellizos! ¡A ver si me vengo a enterar de que hay otro justamente igual que yo!–, no es ahí donde radica mi particularidad. Es la particularidad de una verdad. Y una verdad se inscribe en una palabra. No hay advenimiento de una verdad si no es por una palabra, y esa palabra tiene que inscribirse. Vieron que el misántropo siempre termina aislándose socialmente. Éste [masa] termina indiscriminándose en la masa, para ser. Éste [misantropía], para ser, se aísla. Que me parecería que era la opinión de Michel: que para ser hay que aislarse del efecto de globalización. Porque ahora, a la “masa” se le dice “globalización”, que es una masa más grande, una masa sin fronteras, pero es lo mismo; yo no veo la diferencia. Me parece que la diferencia no pasa por un millón, cien mil, diez mil. A veces, la patotita de la esquina, que son diez, es una masa íntegra, completa, y están todos alienados de una manera increíble. Mi impresión es que alienan más los grupos chicos, que los grandes. Somos capaces de alienarnos más en grupos chicos, que en grupos grandes. Entonces, esta inscripción de la verdad en lo universal requiere la palabra; con lo cual, necesariamente, va a adquirir una forma discursiva. Si adquiere una forma discursiva es homogéneo al Psicoanálisis. Esta inscripción de la diferencia implica la verdad pero no existe verdad si no es por el paso a la palabra. Eso está muy bien dicho en Badiou, es hermoso. Está dicho de una manera hermosa. Siempre, para que advenga la verdad, tiene que pasar por la palabra. Eso es una indicación clínica importantísima.................... No adviene la verdad sino por un acto de palabra. Ahora, si es un acto de palabra, esto habilita al Psicoanálisis a vincularse con esta lógica. ¿Entienden cómo es lo del Psicoanálisis, aquí? De lo que se trata, la subjetividad, sólo adviene en condición discursiva, y como el Psicoanálisis es un discurso, entramos directa y homogéneamente. Intervención: [inaudible]. A.E.: Si no, la palabra no produce efecto de verdad. O sea, cuando yo digo, yéndome: “¡Son todos unos brutos, no entienden nada!”, eso no me produce efecto de verdad. El efecto de verdad siempre requiere de la palabra, y la palabra ya te lleva al hecho discursivo. Ahora, el hecho discursivo no necesariamente requiere la masa; no necesariamente requiere la masa, ¿entienden lo que estoy diciendo? Que para que mi verdad advenga, inscribiéndome como sujeto particular, no tengo que convencer a la masa. Tengo que inscribir mi diferencia. No es convencer a nadie. “Yo no estoy de acuerdo. Discúlpenme, los respeto

muchísimo pero yo no estoy de acuerdo. Y no estoy de acuerdo por esto, por esto y por esto. Así que, si ustedes votan todos a favor, yo voto en contra” . Eso es. Me parece que los análisis no están apuntando hacia eso. Me parece que eso, hoy en día, es leído como: “¡histérica hincha-pelotas!”... Intervención: [inaudible]. A.E.: No, si inscribe la verdad, no. Tiene que ser un efecto de verdad. Si es un efecto de verdad no es “histérica hincha-pelotas”. Igualmente, en general, las denuncias histéricas tienen grano de verdad. Con lo

cual, el esquema nos queda tripartito. Y la verdadera salida a la masificación no es la locura libertaria, en que quedan todos de la misma lógica del ser del Uno. La única posibilidad del ser del Uno es la identificación. No hay ser del Uno. Es interesante que lo revisen en Badiou. Luciano Echagüe: ¿De manera que la propuesta de Rabinovich supondría una salida del análisis, llevar el análisis, al ser del Uno? A.E.: Sí, el “margen de libertad” se puede inscribir solamente aquí [Locura]. Es una propuesta loca pero me parece que es la propuesta más general, la más típica. Mi impresión es que sí. Por eso me preocupé en traer las citas de Rabinovich, que es un libro sobre el tema 93, porque me parece que, primero, no trae lo nuevo, no se preocupa de qué es lo nuevo, cuando me parece que el concepto quiere inscribir algo nuevo en Psicoanálisis. Y me parece que lo nuevo que quiere inscribir es el sistema de diferencias. El “margen de libertad” respecto al deseo del Otro es justo lo contrario de lo que yo estoy diciendo. Yo no tengo ningún problema con que alguien busque un “margen de libertad” respecto del deseo del Otro; no es de lo que estoy hablando. Lo que estoy diciendo es que el deseo del psicoanalista, a lo que apunta es al advenimiento de la condición deseante del sujeto. Y esa condición requiere, al contrario de “liberarse” del deseo del Otro, inscribirse en el Otro. Lic. Haydée Montesano: Que es lo que se sustrae del Uno y, en todo caso,............................... A.E.: de la articulación al Otro. Pregunta: [inaudible]. A.E.: Tengo prevista una clase en la que discutiré con ustedes la alienación y separación. Lo que voy a terminar proponiendo, categóricamente, es que la salida posible es articularse al deseo del Otro. Todo lo contrario a lo de Diana, justo todo lo contrario. Que ésta, la verdadera instancia desiderativa como opción de inscribir en lo universal la condición deseante del sujeto, es lograr una articulación al deseo del Otro. Aquel que no lo haya logrado –alguna articulación con el deseo del Otro– podría poner en tela de juicio el haber advenido en su condición particular. O sea, es justo lo contrario. Pero lo que pasa es que hace falta dar un paso más, respecto a cómo entender alienación y separación porque las palabras “alienación” y “separación”, ¿cómo no te van a confundir? “Alienado” aquí [masificación], “separado” aquí [Locura]. ¡A lo chancho, va! Esas palabras fatídicas que puso Lacan, te inducen en la comprensión de los términos. Hay que darle algún estatuto a “alienación” y “separación”, en una lógica muy cerrada, de Lacan –que es la del Seminario 11 y Posición del inconsciente–. La única forma de inscribirse en la condición particular –según mi lectura y mi posición subjetiva– es lograr articular el deseo propio, al deseo del Otro. Si no, no hay chance. Ahora, ¿qué es el deseo del Otro, no? Lic. Gustavo Lasala: [inaudible]. A.E.: En Lacan, sí. En Freud, es estancamiento de volúmenes, que inexorablemente te lleva al cuerpo. No es tanto este problema, que te lleve al cuerpo, sino que ahí el psicoanalista ya no tiene más qué hacer. Pregunta: [inaudible]. A.E.: Sí, pero hay que ver qué se entiende por esa frase. Primero, encierra un genitivo –subjetivo u objetivo–. Y segundo, el problema es lo que está en el horizonte de una discusión. Yo no estoy planteando una discusión con Rabinovich, estoy planteando qué es, para mí, el deseo del psicoanalista y aprovecho argumentos que, creo, están reinando en la práctica cotidiana, y que me parece que no son a los que yo apuntaría en la clínica porque me parece que lo que Diana dice, en su libro, es que el sujeto, al “margen de libertad”, lo encuentra dejando de ser el objeto que fue para el deseo del Otro. Con lo cual, no solamente está el argumento de “el deseo del hombre es el deseo del Otro”, sino la captura del sujeto, en forma de

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D. Rabinovich, El Deseo del Psicoanalista (ed. Manantial, Buenos Aires 1999).

objeto, por parte del deseo del Otro; que es un argumento distinto. Argumento que hay que revisar. Yo voy a proponer revisarlo, tomando el genitivo subjetivo. Intervención: Es raro que Diana.........................., me llama la atención porque hay una contradicción muy fuerte. A.E.: Un cambio de posición. Eso no es contradictorio, todos nosotros tenemos el derecho de ir cambiando nuestras concepciones teóricas, año a año, con nuevas lecturas, sin que sea contradictorio. Intervención: Mejor dicho, qué cosa que, habiendo dicho tan claramente, teniendo esa posición, haya virado a otra que es como un “retroceso” –entre comillas–............................... A.E.: Leé la primera página y la última. Ahí está dicho, directamente, dos veces. Pregunta: .............del sujeto como objeto deseante. A.E.: Sí, sí, totalmente. O sea, no hay sujeto; no hay posibilidad alguna de sujeto –salvo la muerte– que no sea ser objeto del deseo del Otro. Ven que no tengo problema en dedicar dos horas de frío, a la noche, para discutir problemas que parecen sencillos pero es que si uno no va fundando lo que va diciendo, con precisión y un buen sistema de diferencias, después te hipotecás el decir... Porque me parece que eso no da “condición de objeto”. Ser tomado como objeto del deseo del Otro no da condición de objeto, que podría llegar a ser de lo que uno diga que no, qué tipo de objeto uno fue. Pero, para colmo, el tipo de objeto que uno fue para el Otro, no es como objeto del deseo, sino como objeto del fantasma parental. Que es otra diferencia que también vamos a tener que trabajar. O sea que, de esto, solamente zafamos si lo abrimos, si no vamos a llegar a una discusión pobre, de opiniones: —yo creo que sí, —yo creo que no, —yo creo que sí , etc... Y eso no lleva a nada. Lo que propongo es abrirlo a todo el conjunto de nociones en juego. ¿Vieron el problema con Lacan? ¿Les pasó a ustedes citar a Lacan, comentarlo, y después volver al párrafo y darse cuenta de que Lacan decía muchas más cosas? Es increíble. Lacan es muy difícil porque siempre está diciendo más cosas que las que dice. Siempre se nos escapan. Con lo cual, me parece que cuando uno dice “objeto del deseo del Otro”, habría que distinguir a nivel de la estructura si uno está queriendo decir objeto del deseo del Otro, o el objeto que el Otro cree desear de sus hijos, por ejemplo. Eso es objeto del fantasma parental. Pregunta: [inaudible]. A.E.: Totalmente. Una determinación es el tipo de objeto que sos, en el fantasma parental. Tu caso clínico, tu caso: a lo que él tiene que decir que no –si quiere; pero no va a devenir, si no– es al objeto del fantasma parental. Lo que no atañe a lo que, en la estructura conceptual de Lacan, designa con “objeto del deseo del Otro”. Es otra diferencia. ¿Por qué es otra diferencia? Porque al fantasma le podés decir que no, mientras que en lo otro queda implicado una acto de inscripción de la diferencia. Te salva de la locura. Para colmo, y ustedes, todos, lo deben haber pensado muchas veces, que mi crítica a los argumentos de Rabinovich tienen que ver con algo de mi relación con Rabinovich. ¿Por qué no lo van a pensar? Si no lo piensan, se les puede estar escapando un chancho rosa, volando; ¿no? Lean Los Nombres del Padre en Jacques Lacan, de Eric Porge94, en donde analiza cada teoría del Nombre del Padre, según el momento de la vida de Lacan. ¡Es espectacular! Tiene un límite: que tiene que estar bien contrastado porque si no, puede ser un delirio espectacular. Pero, efectivamente, ¿cómo mis concepciones fantasmáticas no van a estar jugando, aquí? ¿Cómo podría ser que no? Al psicoanalista no le sorprende eso. Con lo cual, ése es un tema y, el mismo tema es que al sostener esto, Rabinovich, ¿no estará testimoniando, más bien, su fantasma? Que, ¡guarda, no es faltarle el respeto a nadie, eh! No es faltarle el respeto a nadie. Uno lee el libro o toma al autor. Mi impresión es que podría estar siendo, más que nada, su forma de posicionarse: libre, ella es libre. Si la conocen, sabrán que ella es libre. Que no está mal. Lo que pasa es que, guarda con decir que es la teoría. Hay que ver qué es la teoría de Lacan. Ni siquiera digo que decir que es la teoría de Lacan sea lo correcto. ¡Qué se yo qué es más correcto! ¡Quizás sea más correcto Freud, que Lacan! ¡Qué 94

E. Porge, Los Nombres del Padre en Jacques Lacan (ed. Nueva Visión, Buenos Aires 1998).

sé yo! Yo practico el análisis y me la rebusco con lo que tengo, en cada tarde de consultorio... Éxitos y fracasos: ‘maso, maso’, andan, eh. No tengo tantos éxitos como para decir “seguro que tengo razón”. Pero, guarda, que acá se juegan los fantasmas de los autores. ¿O acaso no leyeron que Lacan dice que el límite de la teoría de Freud es lo no analizado de Freud, en torno a su condición de judío y su condición al padre? No estoy aplicando más que esa parte de la enseñanza de Lacan. O que Frenczi y Abraham no hacían más que limitar sus análisis al fantasma que tenían. ¿Sí o no? ¿No lo dice? Más aún, dice: “Lean los casos y van a ver que los pacientes terminan escenificando el fantasma de sus analistas” . Lo dice Lacan. Quiere decir que está habilitado en la teoría. Ése también es un problema. Intervención: [inaudible]. A.E.: ¿Y cómo no le va a pasar? Cuando él decía que la condición del sujeto pasa por el reconocimiento del Otro, y él decía “yo soy Jacques Lacan”. Él se cree Jacques Lacan, ¡estaba re-loco! Y eso estaba en su teoría, en el ’53 está dicho: “no es lo mismo llamarse Octave Mannoni que Jacques Lacan” ... Y alguien, si hubiera tenido bolas, le habría dicho: “¡Y yo me cago en la diferencia!” . Pero Lacan no se cagaba. Y no es lo mismo que estemos en esta sala, que en un barco, o en la cárcel. ¿Se acuerdan, no? ¿Qué quiso decir? “En esta sala, yo soy maître”... Se la creía y creía que era la correcta posición del sujeto, y después tuvo que rectificar porque seguramente lo practicó y se le habrán ido al carajo un montón de tratamientos, queriendo reconocer al sujeto. Es así. No podemos escapar a esto; somos sujetos humanos, hablando. No hay forma de escapar. Pregunta: [pregunta inaudible acerca de Antígona]. A.E.: Que me parece que había dos elaboraciones de Lacan que podrían tender a hacernos creer que la propuesta de él iba en este sentido. Uno de ellos era Antígona. Y la pregunta que yo les proponía, en ese momento, anticipadamente, es si creían que Antígona había quedado de este lado [ser del Uno] o de éste [Particularidad]. Si el acto de Antígona, como acto del deseo, se articula al deseo del Otro. Pregunta: [inaudible] A.E.: No, no, la pasión ...................... La pasión siempre es del ser. Lo que nos apasiona –es una pista–, es lo que nos da consistencia de ser: el amor, odio, la ignorancia. ¿Sintieron odio? Te llena, te compacta. Es una pasión del ser. Sí, la pasión es del ser. Pregunta: [inaudible] A.E.: ............................ es loca. Por amo prefiere morir antes de articularse al Otro..................... es loca, aunque ahí la llama “amo”. Pero se parecen muchísimo porque el amo, antes que tener que reconocer al Otro, ¿qué prefiere? “Dialéctica del amo y el esclavo”, “lucha a muerte por puro prestigio”. El amo prefiere morirse antes que reconocer al otro. Acá, el amo, se anota bárbaro, eh. Los que tienen posición de amo, acá, van como chanchos; van muy grueso, a ahí. En esto, la condición particular, la articula al Otro [Particularidad]. Acá, amo no va; tampoco esclavo. Pero sí sujeto. Luciano Echagüe: ¿Vos habías propuesto pensar a Antígona como estando completamente pegada a ese Uno que es su hermano, no? A.E.: Más que el Uno del hermano, los Laplácidas. El Uno de Antígona, para mí, se llama Laplácidas, que es como el apellido de su familia. Porque ella dice que lo hace por los Laplácidas. Y me parece que el hermano es una encarnadura de los Laplácidas, y que ella se quedó muerta, pegada a los Laplácidas. Y me parece que no buscó la chance de articular la audacia a esa otra cosa. Humildemente y suponiendo que la obra de ficción hable de un sujeto, ¿no? Vieron cómo hacemos, nosotros? Suponemos un sujeto en Hamlet, etc. Suponemos la subjetividad.

Lic. Haydée Montesano: .............si no se puede, también, ............... como la posibilidad de un modo de inscripción de la diferencia, en ese punto en donde ella se desentiende de cierta... A.E.: ¿Cómo se llamaba el tío? H.M.: Creonte. A.E.: Creonte va acá [masificación], ¿no? Él representa a la ciudadanía, representa a la masa. H.M.: Él cree en el Uno. A.E.: No, él representa a ese Uno. La ciudadanía, como Uno, es representada por Creonte. Y él dice: “no tengo chance”. Cosa que, cuando se suicida el hijo, dice: “no sé si no tenía chance...” . Y, a mí me parece que Antígona cae de este lado [Ser del Uno] y que no llega a preguntarse si no habrá otra chance. Mi impresión es que no se preguntó por esta chance [Particularidad], que quedó en una posición inversa a ésta. ¿Se acuerdan de que el hermano muere sin la tierra y ella muere “enterrada”, o emparedada? Me parece que es muy la inversa de esta posición [Masificación], y que no está la pregunta por ésta [Particularidad]. Pregunta: [inaudible]. A.E.: Yo no veo el deseo de Antígona porque no veo su articulación al deseo del Otro. Me parece que, en Psicoanálisis, se lo tomó más que como el análisis de un caso de Lacan –como Hamlet–, se lo tomó como una cierta dirección de la cura analítica. Analistas muy decididos, o sea, locos con el casco puesto, así, para adelante, que me parece que no inscribe bien la condición particular. Un sujeto “decidido”... ¿Vieron esas cosas idealizadas, de los lacanianos: “el deseo decidido”, etc.? Yo no sé qué es un “deseo decidido”; no tengo la menor idea de lo que es un “deseo decidido”. Yo me pregunto si es articulado o, no. Ya que si no es articulado, no es deseo. La próxima vez, voy a proponer retomar el problema del deseo –el deseo del Otro, el genitivo–, y trabajarlo en función de Subversión del sujeto. “Alienación y separación” sería en la subsiguiente; y después, “El deseo del analista”.

EL DESEO DEL PSICOANALISTA, Lic. Alfredo Eidelsztein 4ª reunión (10/VIII/2000), Alienación y Separación I El plan de trabajo, como lo había planteado en las veces anteriores, es “El Deseo del Psicoanalista” como un concepto nuevo, en Psicoanálisis –o sea, no hay nada, al respecto, producido hasta Lacan–; y la idea es tratar de justificar que ese concepto nuevo deriva de la elaboración, por parte de Lacan, de la clínica psicoanalítica y de los conceptos más atinentes a la clínica. Es decir, es cómo él va posicionándose en la clínica y, seguramente, es en el ida y vuelta de aplicar sus concepciones y el desarrollo de la coherencia interna de las mismas, el que lo lleva a –si ustedes quieren, como Freud– descubrir o inventar el “deseo del psicoanalista”. Hoy voy a plantear el argumento en torno a “alienación y separación” y, para seguir con la tradición, no voy a cumplir con lo que les había propuesto la vez pasada, que era trabajar “alienación y separación”, en Lacan, en oposición a Marx y a Hegel. Me ‘copé’ con otra cosa, mientras lo preparaba, y me parece que si lo puedo llegar a transmitir medianamente, es posible que les ‘cope’ a ustedes, también. Y, por otra parte, si a alguien le interesa la oposición de “alienación y separación”, entre Hegel, Marx y Lacan, tengo publicadas algunas cosas que podemos hacer circular y, en su momento, discutirlas; porque es un sistema de oposición interesante ya que los tres autores hacen, de eso, eje en sus teorías, con las dos nociones. Para todos nosotros es muy conocido “alienación” en Hegel y en Marx pero no sé si es tan sabido que ambos tienen, también, la noción de “separación”. Yo había pensado plantear, hoy, eso así, pero preparando lo que quería elaborar, me volví a sumergir en Posición del inconsciente95 (que es uno de los textos clave, para el “deseo del psicoanalista” y para “alienación y separación”; el otro es Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista 96, pero éste es uno de los escritos fundamentales) y, a partir de esta nueva lectura, a la que le dediqué muchas horas, se me apareció el ............... y me pareció que valía la pena presentárselos así, torcido. Las dos cosas más novedosas para mí, que voy a plantear sobre estas cuestiones –increíblemente tardías, para mí mismo, que vengo trabajando “alienación y separación” ininterrumpidamente; al menos, desde hace cinco o seis años que vengo dando conferencias, todos los años, sobre estos temas– son: a) Nunca me había preguntado por qué Lacan desarrolla “alienación y separación”, por qué llega a eso. Creo que es una pregunta estúpida porque a cualquier cosa se le puede preguntar el porqué; en general, los más tontos de todos son los que no pueden terminar de decir, en cierto momento, “¿Por qué? ¿Y por qué? ¿Por qué?”... Pero hay que encontrar el sistema de oposiciones en el que ese porqué cobra valor y es, por ejemplo, que Freud no tiene teoría sobre la causa. Freud tiene teoría sobre la causa de la neurosis, su etiología –el significado de la palabra “etiología” es “causa”–. Y Freud tiene muchos desarrollos sobre la causa de las neurosis pero no tiene teoría alguna sobre la causa del sujeto. Ustedes me dirán: “Ay, Alfredo, ¡es obvio, si Freud no tiene la noción de sujeto!” , pero no es así. El problema es pensar qué puso en ese lugar, porque cuando un no tiene lo que hace falta tener –si es que soy capaz de demostrar que hace falta–, a eso va otra cosa: habitualmente, un prejuicio. O sea, si uno no tiene un juicio sobre la cosa, va un prejuicio, alguna noción tomada de la ideología, de la cultura, etc., etc. Lo que voy a plantear es que “alienación y separación” son requeridas, por Lacan, para dar cuenta de la causa del sujeto, porque Lacan encuentra –a mi entender, luego de un periplo con varias estaciones–, da, produce una nueva definición de inconsciente. Y, dada esta nueva definición de inconsciente, esta nueva concepción del inconsciente, es que el título mismo indica una pista para acceder a él, que es el problema espacial, ya que la posición del inconsciente –como el título lo indica con claridad–, al menos, nos plantea qué posición asumiremos frente al inconsciente –o sea, una cuestión ética–, pero también qué posición tiene, cuál es la posición del inconsciente. Y uno podría decir: “bueno, es uno de los extremos del aparato psíquico”. Ésa es una posición ya que el aparato psíquico solamente vale por posiciones; es un esquema tópico, y la posición es extrema: el inconsciente es un extremo. Lacan va a terminar –que a mi entender, puede llegar a ser un punto de arribo que después no va a tener, quizás, grandes modificaciones– en una nueva definición de inconsciente que le permite, a Lacan, salir de las definiciones anteriores del inconsciente, respecto de las cuales hay que tener en cuenta, al menos, dos: la primera que Lacan introduce es que el inconsciente es el propio mensaje que uno recibe, en forma 95 96

J. Lacan, Escritos 2 (ed. Siglo Veintiuno, Buenos Aires 1987, p. 808). Ibíd., p. 830.

invertida, desde el Otro. Podríamos decir que ésta es inaugural para las elaboraciones lacanianas, como teoría del inconsciente. Pero luego, sorprendentemente –si ustedes revisan, por ejemplo, Subversión del Sujeto97–, esa teoría del inconsciente se invierte. No sé si ustedes se acuerdan de que, ahí, Lacan trabaja, en oposición, “el deseo del hombre es el deseo del Otro” y “el inconsciente es el discurso del Otro”, y la oposición es entre genitivo objetivo y genitivo subjetivo. No sé si ustedes se acuerdan de eso. El genitivo es la partícula “de”, que puede ser leída en forma ambigua, o no, dependiendo de las frases; por ejemplo: “la perra de mi suegra”. Mi suegra tiene perra, así que éste es un caso ambiguo... Lacan siempre trabajó que el significante se caracteriza por su función de, al menos, ser ambiguo. Con lo cual, los lacanianos siempre nos vimos llevados a considerar que el inconsciente es el discurso del Otro, en forma ambigua. En Subversión del sujeto, Lacan dice que no, que no hay que trabajarlo en forma ambigua; que es uno de los dos casos del genitivo, el que corresponde –uno, para el deseo, y, el otro, para el inconsciente–, y en donde va a quedar claro –si lo leen, porque es sin ambigüedades, ese párrafo– que a esa altura, en el año 60, el inconsciente será “hablar sobre el Otro”, es el discurso sobre el Otro. Con lo cual, es la versión contraria. La primera es la del propio mensaje que uno recibe, en forma invertida, desde el Otro; en donde “en forma invertida” indica la sorpresa, donde el Otro dice de uno, algo que uno no esperaba. Y en Subversión del Sujeto, da justo la versión contraria: el inconsciente es hablar del Otro. Ésta es la acepción menos comúnmente destacada, de las que Lacan da del inconsciente pero todos los que tenemos práctica analítica sabemos que, efectivamente, es así: que lo que más se produce como sorpresa, y lo que más se produce, como efecto –descriptivamente, a la post-freudiana– de levantamiento de la represión, son todas las frases que tienen que ver con hablar sobre el Otro, más que las sorpresas que uno recibe por ciertas frases que uno puede recibir de alguien, al estilo de una interpretación. En “alienación y separación”, Lacan produce un desarrollo del inconsciente, en donde el inconsciente va a tener una posición, propuesta por él, absolutamente inédita, y que resuelve esta contradicción; porque es una contradicción, ya que Lacan no dice, en Subversión del sujeto, que es las dos cosas. A la altura del Seminario 1, del Seminario 2, era el mensaje que uno recibe, desde el Otro, en forma invertida; y a la altura del año 60, será ese hablar sobre el Otro. Pero, dicho así, es una contradicción. Y yo creo que, efectivamente, es una contradicción porque, primero, Lacan sostuvo “a” y, luego, sostuvo “no-a”. La solución, la aporta, recién, con “alienación y separación”. Entonces, de estas dos definiciones de inconsciente, vamos a requerir de la tercera, que es la que va a estar en Posición del inconsciente, que me parece que es el lugar más claro en que aparece esta tercera acepción explícita –van a ver que no la voy a deducir de oscuras interpretaciones, de párrafos oscuros de Lacan; es explícita–. Yo nunca me había dado cuenta de que había una nueva definición de inconsciente. b) Y la otra gran sorpresa, para mí (que más que nada indica la pobreza de mis lecturas anteriores, sobre el tema; pero no me da mucha culpa porque son lecturas muy esforzadas, que hago; o sea, me paso un montón de horas leyendo, pero no la había pensado), es que “alienación y separación”, Lacan lo articula – tanto en Posición del inconsciente, como en el Seminario 1198–, por un lado, a una operación lógica pero leída desde una operación conjuntística:

ALIENACIÓ N

97 98

SEPARACI ÓN

“o”

“y”

ˇ

ˆ

Ibíd., p. 773. J. Lacan, El Seminario, Libro 11 (ed. Paidos, Buenos Aires 1995).

¿Se acuerdan de cuál es la operación lógica que le corresponde a cada una de éstas? “Alienación” es “o”, y “Separación” es “y”, cosa que ustedes me dirán: “¡Oh, ahora vamos a quedar deslumbrados!”, porque esto es medio como remañido. Pero lo que yo nunca me había dado cuenta –y que está en el texto– es que Lacan produce esto porque fue elaborando la teoría del inconsciente, y, para Lacan, la teoría del inconsciente está regida por metáfora y metonimia.

ALIENACIÓ N

SEPARACI ÓN

“o”

“y”

ˇ

ˆ

METÁFOR A

METONIMI A

O sea que la metáfora es un significante en lugar de otro, y la metonimia es un significante y otro. Ésta es la base. Lacan termina de poder articular metáfora y metonimia a la causa del sujeto. Lo que pasa es que le va a ser falta rectificar el “o” y el “y”, como él lo tenía; y él lo tenía de Jakobson. Se acuerdan de que era un significante “u” otro, y que metonimia es un significante “y” otro. Con lo cual, él también, quizás –como yo–, tuvo que darle varias vueltas a la cosa. Estamos a la altura del año ’64, Posición del inconsciente fue escrito a la altura de la clase tres o cuatro del Seminario 11. Se acuerdan de que es en el Congreso del ’60 que le piden que lo presente por escrito, y lo escribe en el ’64. Ese ’64 es una semana después de la expulsión de Lacan, de la IPA; y ya, entonces, él tiene una posición de enunciativa distinta. Para mí, son todos factores, seguramente, muy importantes para ver cómo eso catalizó en cuestiones de relectura muy fuertes, de Lacan, de su propia teoría. Entonces, lo que les voy a plantear es que “alienación y separación” es la nueva modalidad que Lacan da al inconsciente, releyendo metáfora y metonimia, de Jakobson. Siendo de Jakobson, no sé si ustedes recuerdan que, en Posición del inconsciente, Lacan dice que es una articulación de él. No sé si ustedes lo recuerda, él dice: “mi articulación”; no la reconoce como de Jakobson.

ALIENACIÓ N

SEPARACI ÓN

“o”

“y”

ˇ

ˆ

METÁFORA Simbolismo Sinéé cdoqué (CONDENSACIÓN)

METONIMIA

DESPLAZAMIENT O

Lacan

Jakobson

Freud

Aquí tenemos Jakobson, aquí Lacan; y si escribimos “Freud” –¿recuerdan este problema, no?–, aquí va “desplazamiento”y, para Jakobson, aquí iría “Simbolismo” –“metáfora” y “simbolismo”–. Y, para Jakobson, la “condensación” es “sinécdoque”. O sea, la articulación de las leyes del inconsciente a los dos polos que

Jakobson eleva a leyes de lenguaje, en estructura de polarización, porque son leyes polarizadas, no como solemos trabajarlas nosotros. ¿Vieron que, entre los lacanianos, nos matamos por si “su gavilla no era avara no rencorosa”99 es metáfora o metonimia? ............... tiene un trabajo enorme para decir que es metonimia, y Lacan dice que es metáfora. ¿Se acuerdan de toda esa polémica? Lo que pasa es que nos olvidamos que, para Jakobson, las dos leyes de todo lenguaje tienen estructura de polarización, o sea, es un a serie continua. Es muy importante no perderlo de vista. Pero lo que propone Jakobson es que la condensación, de Freud, es sinécdoque; y el desplazamiento, de Freud, es metonimia. Y no sé si ustedes conocen que, en la retórica antigua, éstas son primas hermanas. Pero si ustedes revisan lo que es “condensación”, en Freud, es “desplazamiento múltiple”, desplazamiento por dos, desplazamiento por tres. ¿Se acuerdan de eso, no? El sueño del tío Joseph, el tío paterno estafador –en toda familia judía siempre hay un tío estafador, y Freud tenía al suyo–, que es el sueño de la barba roja; en donde Freud dice que la cara del tío era como una foto superpuesta de los miembros de la familia, en que quedan netos los rasgos compartidos. ¿Ven que hay “desplazamiento múltiple”? Y Jakobson lo lee a la letra y, entonces, propone que las leyes del inconsciente se aplican a las leyes que propone él. Pero no en la forma en que lo leyó Lacan ya que “metáfora” es “simbolismo” y, si uno lee a Freud un poco ingenuamente, le da la razón a Jakobson. Eso no lo vamos a discutir hoy porque nos va a llevar una vida. La pista de la solución –porque tiene razón Lacan, eh–, es que ustedes busquen “Dichtung”. No sé si se acuerdan de que “condensación” es “Verdichtung” y, si ustedes buscan “Dichtung”, es “poetizaciones”. Gracias a Dios, Etcheverry dejó “Dichtung”. En Etcheverry, van a encontrar entre paréntesis las “poetizaciones” de tal, al “Dichtung”. Así que, estamos salvados porque si no, no sabríamos adónde ir a buscarlo. Si ustedes buscan “Dichtung”, van a ver que es de ahí de donde Lacan obtiene su lectura, que me parece más correcta. No sé si recuerdan que Armando Suárez, en Instancia de la Letra, dice que esto es un invento de Lacan 100, que la “poetización” es un invento de Lacan porque no es así. Hay una crítica feroz, de Armando Suárez, a la maniobra que hace Lacan, con esto. La lectura que yo voy a proponer de “el deseo del psicoanalista” (como noción necesaria a la práctica del Psicoanálisis, en este punto del desarrollo –de los desarrollos freudianos–) implica, sin lugar a dudas, tomar algunos párrafos de Lacan y leerlos de alguna manera. Para mí, es la manera correcta, la verdadera; lo que quiere decir Lacan es lo que yo digo. No son párrafos ambiguos, para mí. Pero sí reconozco que, seguramente, muchos podrán leerlos de otra manera, aunque para mí sea incorrecta. No sé si entienden. Conozco ese fenómeno de que otros lo podrán leer de otra manera. Entonces, también quiero aclarar cuál es la posición ética a través de la cual yo voy a proponer esta lectura, porque implica una ética. Y por qué mi insistencia, desde hace cinco o seis años, en trabajar estos temas. Las razones son varias: primero, que escucho frecuentemente sostener en nuestra práctica clínica, que se supone que cuando Lacan utiliza “alienación”, significa estar alienado “en el Otro”. Voy a tratar de demostrar que no es la teoría de Lacan. Ustedes dirán: “¡Bueno, estos lacanianos siempre se dedican más a matarse entre sí por las pequeñas diferencias..!”. No, ése no es el problema. El problema es que si “alienación” es estar alienado “en el Otro”, cae de maduro, cae per se, que “separación” es separarse “del Otro”. Y eso es lo grave. Primero, por la dirección de la cura que implica separarse “del Otro”; y más grave todavía, porque no conozco grupo de analistas más “separados del Otro”, que nosotros, que casi, casi vivimos infatuados en nuestro propio ‘pedo’, que el mundo entero dice que da un olor espantoso y, para nosotros, es como “Fahrenheit”... Y, en nuestro propio ‘pedo’, vivimos separados del Otro de una manera patética; tan patética, que me parece que está haciendo peligrar el futuro del Psicoanálisis, porque yo apuesto que el futuro del Psicoanálisis pasa por las enseñanzas de Lacan. Si estas enseñanzas van a quedar como separadas del Otro, me parece que mal destino tendremos. Y, en eso, yo practico el recibir nuestro propio mensaje en forma invertida desde el Otro que, me parece, desde hace rato se nos está diciendo que si seguimos separándonos así, hasta en Buenos Aires nos van a dar un shock en el orto... También, voy a proponer leer de Posición del inconsciente que la dirección de la cura no es ir hacia el serpara la muerte. Ustedes me dirán: “¡¿Pero quién dirige la cura, así?!”. Bueno, si quieren, discutimos algunos casos. Traigan casos ordenados “a la lacaniana” y van a ver si el analista lacaniano no exagera – porque, aparte, me parece que hay un problema de timing– en que el sujeto asuma su condición de serpara la muerte. ¿Se acuerdan, en Posición del inconsciente, de todos esos párrafos en que Lacan dice que 99

J. Lacan, Escritos 1 (ed. Siglo Veintiuno, Buenos Aires 1985, p. 486). Ibíd., [nota al pie nº 23, p. 491].

100

no adhería a Hegel, por sistema; que él no es hegeliano? Yo nunca entendía el porqué de eso, y me parece que se engancha con este problema: con el momento de la dialéctica hegeliana que se llama “el horror”. Me da la impresión de que lo que propone Lacan es una solución. Primero, a entender por qué el “horror”, y cómo se sale del “horror”, en la cultura, que es distinta de la de Hegel. Bueno, creo que ya los atareé bastante, lo suficiente, con que tampoco me parece que haya que seguir sosteniendo la dirección de la cura hacia la libertad. Creo que, al menos, los argumentos fueron pensados suficientemente, entre nosotros, como para que cada uno vaya asumiendo una posición. Lo otro, lo último acerca de la posición ética –que es la que rige mi lectura de Posición del inconsciente y del “deseo del psicoanalista”–, es un problema eminentemente clínico. La teoría del inconsciente que voy a presentar hoy, de Lacan, rectifica este problema clínico. ¿Cuál es el problema clínico? Que todos, necesariamente, practicamos nuestra clínica sumamente condicionados por la ideología reinante en nuestra cultura. No podemos escapar de eso, no hay forma de escapar de eso; a lo sumo, lo que se puede proponer –pero para eso, uno no tiene que estar loco ni separado– es discutir, a partir de eso, una discusión que, creo, Lacan sostuvo –ustedes vean los públicos a los cuales presentó sus nociones– muy decididamente acerca de sobre qué se aplica el Psicoanálisis. Para eso, les voy a leer una pequeña cita de Subversión del sujeto –yo, siempre con textos de años bajos; tengo pasión por los números bajos que, quizás sea un problema de “complejo fálico”...–. Se lo leo porque me parece capital, me parece que la clínica está muy mal orientada, en ese sentido. Es de Subversión del sujeto, página 775 de la edición en castellano. Dice Lacan:

«Pues tal es el sentido, sobre el cual no se hace insistencia [Yo creo que se sigue sin hacer insistencia], de ese apartamiento al que procede Freud con respecto a los estados hipnoides, cuando se trata de explicar así incluso únicamente los fenómenos de la histeria [Dice Lacan que no se insiste suficientemente en que la maniobra freudiana es abandonar el estado hipnoide. ¿Entienden de qué se trata? “Esta mujer padece un estado hipnoide”. Y dice Lacan:]. Éste es el hecho enorme: que les prefiere el discurso de la histérica.» Es clave. Mi impresión es que toda la clínica se discute en función de esto: si cuando uno interviene, interviene por algo que diagnostica que le pasa a la persona; es el estado, lo que le sucede: “es infantil”, “es inmaduro”, “se quedó en la alienación y no llegó a la separación” , “hay forclusión”, “lo que pasa es que desmiente”, “se resiste”; un estado de resistencia, un estado de forclusión. Lacan dice que la maniobra freudiana capital es haber sustituido –es la posición médica– el estado por el discurso. Y no sé si ven el alcance que eso tiene ya que el discurso es eminentemente vincular. En el discurso están, al menos, los dos intervinientes en ese discurso, con todos los problemas de poder; y nosotros podríamos decir “de Demanda”, entonces, de deseo que ese discurso implica. Y mi impresión es que, efectivamente, estamos perdiendo la especificidad de nuestra clínica porque abandonamos esta posición freudiana; y que, cada vez más, trabajamos con los estados. Si quieren un ejemplo: la pasión de los psicoanalistas por anorexia y bulimia. Es notable. No la pasión del estudio de eso, porque eso es lo mejor que tenemos –estudiar lo que está sucediendo–. Pero yo les pregunto, a la anorexia y bulimia, ¿se los estudia, se lo trabaja, se lo piensa como un estado, o como un discurso? Yo no escuché a nadie decir qué tipo de estructura discursiva es la bulimia. Intervención: [inaudible] A.E.: Se puede pensar con todo, es la posición psicoanalítica: hacer de lo que parece un estado, un discurso. Porque, para colmo, el asunto es qué estatuto le damos nosotros, a eso –a eso de lo que se trata, a eso o a “ello”, como les suene mejor–. ¿Qué estatuto le damos? Si es verdaderamente une estado, o si tiene estructura discursiva. Lo que les pregunto es si la bulimia no es algo de estructuración discursiva. ¿Entienden que la bulimia es entre sujetos humanos hablantes, que no hay nadie bulímico, que no existe el bulímico? No existe el histérico; en todo caso, existe el discurso histérico. Y, ahora, las malas noticias: les voy a proponer comentar párrafo por párrafo, treinta párrafos de Posición del inconsciente... Eso lo dije al final porque si lo decía al principio... Son “alienación y separación” –obvio– y unos veinte párrafos antes, para que se vea de dónde viene el problema y hacia qué se va.

En realidad, hay otro problema más que voy a tratar de establecer. Éste es clave. ¿Recuerdan ustedes que, para Lacan, es la conexión del significante con el significante (aceptan que esta “y” es “con”, ¿no?101 ¿Aceptan eso? “A y B”=”A con B”, no es tan complicado), lo que introduce la falta en ser, en la relación de objeto?

METONIM IA

FALTA

Esto va a ser cambiado ciento por ciento, va a ser una cosa absolutamente distinta. Y aquí también hay un problema. Qué noción de deseo nos queda, cuando pongamos a trabajar esta noción de inconsciente. Van a ver que va a cambiar, notablemente. Bueno, empiezo a leer los párrafos –ninguno dijo que no–. Yo los tengo paginados de la edición en francés. Empiezo al pie de la página 834. ¿Se enteraron que salió 1.236 errores, erratas y omisiones en los Escritos de Lacan? Es importantísimo ese libro. Es de Marcelo Pasternac, de la editorial de Baños Orellana 102. ¡Mil doscientos treinta y seis! Hoy ya no se pueden leer los Escritos, en castellano. Si los leen en castellano y son capaces de decir: “Bueno, los leo haciendo caso omiso a los mil doscientos treinta y seis errores” ... Y les digo, no es completo: yo encontré un montón de errores que este tipo no los tiene. Así que, ¡deben ser como dos mil, los errores! El autor es Marcelo Pasternac. Luciano Echagüe: Acerca de eso, hay en Acheronta, en Psiconet, un artículo103. A.E.: Claro, todos esos artículos terminaron en forma de libro, ahora. O sea, él fue publicando parte de esto y, ahora, está todo en un libro. Y no es completo, debe haber más o menos dos mil. Es malísima la edición de los Escritos. Alguna cosa sucede ahí, por eso me acordé de informarles.

«Como la lectura de los escritos analíticos y las traducciones oficiales de Freud (que nunca escribió esa palabra) nos atiborran de instinto...» 104. No es cierto que Freud nunca haya escrito “instinto”. Ahora tenemos CD, con lo cual a Lacan le ganamos porque Lacan lo tenía todo fichado a mano. Freud sí utilizó “instinto” pero jamás lo confundió con “Trieb”. En ese sentido, tiene razón Lacan, pero sí utilizó “instinto”.

«...tal vez tenga algún interés obviar a una retórica que obtura toda eficacia del concepto [O sea, obviemos todo el ‘piripipí’ que quita eficacia al concepto]. El justo estilo del informe de la experiencia no es toda la teoría [o sea, presentar bien un material no es toda la teoría, obviamente] . Pero es el garante de que los enunciados según los cuales opera preservan en sí ese retroceso de la enunciación en el que se actualizan los efectos de metáfora y de metonimia, o sea según nuestra tesis los mecanismos mismos descritos por Freud como los del inconsciente...». Entonces, los materiales clínicos no son, para nada, testimonio de la clínica psicoanalítica pero sí dan cuenta de otro problema, ¿de cuál? De lo que Lacan llama el “retroceso de la enunciación” hacia metáfora y metonimia. Y Lacan dice entonces que aun en los materiales escritos por aquellos que “nos atiborran de instinto” –que Freud nunca utilizó pero los kleinianos, en su época, trabajaban “instinto”, que es la época de estos escritos de Lacan–, a pesar de eso, en nuestros materiales que, creo que es nuestra práctica clínica con nuestros materiales, lo que hacemos aquí: agarrar los materiales, leerlos y buscamos las metáforas y las metonimias. Con lo cual, Lacan dice que aun en los materiales, por más extraviados que estén teóricamente, está este “retroceso” que se puede hacer de la superestructura a la infraestructura, de metáfora y metonimia. Ahí es donde Lacan dice “nuestra tesis”. A mí me hubiese gustado que explicite que 101

[Ver esquemas en la página 3]. M. Pasternac, 1236 errores, erratas, omisiones y discrepancias en la edición de los Escritos de Lacan en español (ed. Oficio Analítico, Buenos Aires 2000). 103 Acheronta, nº 11 [Publicación virtual dirigida por Michel Sauval (www.acheronta.org)]. 104 J. Lacan, Escritos 2, op. cit., p. 814. 102

lo tomó de Jakobson pero que no lo tomó tal cual; pero igualmente en Instancia de la letra dice que lo tomó de Jakobson.

«Pero aquí nos regresa legítimamente la pregunta: ¿son éstos efectos de lenguaje, o efectos de habla?...». Metáfora y metonimia; “habla”, saben que es “parole”y que en francés implica “habla” o “palabra”. ¿Entienden la pregunta de Lacan? Se está preguntando si metáfora y metonimia son de lenguaje o de palabra. ¿Recuerdan la oposición de Saussure? “lenguaje mixto heterogéneo” de “lengua” y “parole”; “lengua” es lo fundamental de la lingüística, que es social; “palabra” es el uso particular, el acto de palabra, que excede al campo de la lingüística. O sea, el lenguaje es un “mixto heterogéneo”, la lingüística debe estudiar la lengua que es social y, temporalmente hablando, sincrónica; La palabra es psíquica –la lengua también es psíquica–, individual y diacrónica, necesariamente. Tan fuerte es esta teoría –no sé si ustedes saben– que “sincronía” y “diacronía”, como par, aparecen ahí por primera vez; y “diacronía” es un neologismo inventado por Saussure. Fíjense qué fuerte que es esto. Parece mentira que no se hubiera pensado en la oposición de diacronía y sincronía. “Diacronía” es un neologismo introducido, científicamente, por Saussure en sus cursos. Entienden, entonces, que está planteado el problema de si se trata de algo social o si se trata de algo individual.

«Consideremos que no adopta aquí más que el contorno de la dicotomía de Saussure. Vuelta hacia lo que interesa a su autor, los efectos sobre la lengua, proporciona trama y urdimbre a lo que se teje entre sincronía y diacronía...» En castellano está mal, en francés Lacan escribe “cadena y trama”. Y tiene razón Lacan, si uno estudia un poco cómo se dice en la industria textil, es “trama y cadena”, no es “trama y urdimbre”. Lo importante es que ustedes no pierdan de vista que ya está “cadena”, acá: “Anillos de un collar que se sellan en un anillo de un collar hecho de anillos”. Y el traductor, que no sabe ni topología ni psicoanálisis –bueno, Segovia es un literato–, lo sacó. Pero, entonces, lo que está poniendo aquí “cadena” y “trama” a sincronía y diacronía.

«Si se la vuelve hacia lo que nos pone en juego...» ¿Si se la vuelve a qué?: “pero aquí nos regresa legítimamente la pregunta”, dice en el párrafo anterior. La pregunta. Si se la vuelve hacia lo que nos pone en “juego”. En francés dice “lo que nos pone en causa”, que está bien traducido como “lo que nos pone en juego” pero Lacan está poniendo ya la “causa”. Se acuerdan de

que este escrito está basado en el lema de la importancia de introducir la causa. Y yo les pregunté, al comienzo, por qué tenemos que plantear la “causa del sujeto”.

«...(tanto como aquel que nos pregunta, si no está ya extraviado en los que sostienen la pregunta) [yo creo que aquí se está refiriendo al psicoanalista que le pregunta, por ejemplo, a un supervisando], a saber, el sujeto, la alternativa se propone como disyunción...» ¡Esto es Lacan, eh! Uno tiene la sensación de estar en casa: ¡no se entiende un carajo! Si la pregunta sobre “palabra” o “lenguaje”, “individual” o “social”: “lo que le pasa a usted, ¿es por usted o por su medio?” . Si a esa pregunta se la vuelve al sujeto: un paciente, en la primera entrevista: “yo no sé si soy yo, si yo estoy loco, o si son todos unos hijos de puta”. ¿Alguna vez escucharon, en una primera entrevista, algo así? Con lo cual, ¿qué es lo que se está planteando? Si se trata de algo individual –“individual”, ni siquiera estoy diciendo algo “particular”–, o si se trata de algo “social”. Por eso, es muy importante “cadena”. Está la dicotomía de Saussure, ahí; o sea, está todo el juego de la lingüística. Si a esta pregunta se la vuelve al sujeto, que puede ser el sujeto que nos demanda en consulta –y entiendo yo que el entre paréntesis indica también, por ejemplo, a algún psicoanalista en formación–, la alternativa se propone como disyunción. ¡No es lo mismo! O “yo estoy loco”, o “son todos unos hijos de puta”. Pero uno se la devolvió.

«Ahora bien, es ciertamente esa disyunción misma la que nos da la respuesta, o más bien es al llevar al Otro a fundarse como el lugar de nuestra respuesta, dándola él mismo bajo la forma que invierte su pregunta en mensaje, como introducimos la disyunción efectiva a partir de la cual la pregunta tiene sentido...». Es un juego de ajedrez. Blancas: “¿estoy loco o son todos unos hijos de puta?”. Negras: “¿Usted está loco, o son todos unos hijos de puta?” . Lacan dice que por eso, que por esa maniobra, es ciertamente esa disyunción misma la que nos da la respuesta, “o más bien es al llevar al Otro a fundarse como el lugar de nuestra respuesta...”. ¿Nos vino con una pregunta?: “Escúcheme, licenciado, yo necesito saber si estoy loco o si son todos unos hijos de puta”; es una pregunta que uno tiene, ahora uno tiene un problema, ahora uno tiene la pregunta de este pobre ‘chabón’. Lacan dice que hay que devolverla, ¿y para qué, devolverla? Si no, parece eso que se dice que es un defecto de los judíos: siempre te contestan una pregunta, haciéndote otra pregunta. Quizás, por eso, tantos judíos somos psicoanalistas... El psicoanalista te devuelve la pregunta, ¿pero por qué devolvemos la pregunta? Porque “fundamos a un Otro”. Y, al fundar otro, a nuestra pregunta “¿se tratará de que este tipo está loco, o es que son todos unos hijos de puta los familiares o los socios de este tipo?”; una pregunta que tenemos nosotros. Nos hacen una pregunta y, a esa pregunta que tenemos nosotros, al devolvérsela, lo que logramos es fundar un Otro para la pregunta que tenemos que responder nosotros. Y, al fundarla, nosotros, encontraremos en forma invertida la respuesta que se nos requiere. ¿Se entiende la maniobra? Está sencillamente desarrollada y es la clave de nuestra práctica, que yo creo que muy pocos se han puesto a racionalizar (que no sea por motivos ingenuamente psicológicos: “mire, yo no sé lo que a usted le pasa, no hay nadie más indicado que usted para que usted diga lo que a usted le pasa”. Cosa que no hay que decir porque es una boludez tan grande ya que el otro puede decir: “bueno, pero yo justamente vengo a verlo porque yo no sé lo que le pasa; si no, no estaría aquí, para pagarle a usted” ). Con lo cual, ven que la pregunta que se plantea logra tener una respuesta si uno ya la pone en forma de discurso. No la pregunta del sujeto, ¡la pregunta que ahora tiene el analista! Nadie puede salir de una pregunta así, si no la pone en forma discursiva, ¿entienden?: “¡Dígame

usted lo que yo tengo que decirle a usted! Yo no sé lo que tengo que decirle a usted. Si usted lo dice, yo desharé la inversión que requiere esto y, entonces, yo le diré a usted que encontraré una respuesta a la pregunta que usted me hace”. ¿Ven cómo está transformando el estado por un discurso? ¿Lo ven en acto? No es un “cuénteme lo que pasó y yo le diré” . Chris con el libro de su paciente y el amigo de su paciente: “yo le diré si es plagiario o no”. Lo que Lacan propone es convertirlo en una dialéctica discursiva. Y ahora

Lacan va a empezar a dar respuestas, efectivamente, si se trata de efectos de lenguaje o de efectos de palabra. Van a ver que la solución que va a dar es una tercera. Dice:

«El efecto de lenguaje es la causa introducida en el sujeto. Gracias a ese efecto no es causa de sí mismo [“causa sui”, después vamos a retomarlo], lleva en sí el gusano de la causa que lo hiende. Pues su causa es el significante sin el cual no habría ningún sujeto en lo real. Pero ese sujeto es lo que el significante representa, y no podría representar nada sino para otro significante: a lo que se reduce por consiguiente el sujeto que escucha». Esto es clave, eh. Está es una fórmula canónica pero leída de una manera no frecuente. Nosotros entendemos siempre que el sujeto es lo que un significante representa frente a otro y, por eso mismo, tendemos a decir que si uno quisiese dar cuenta de la lógica, debería más bien, ponerlo aquí [señalamiento en la pizarra no consignado]; porque la definición de significante es covariante, o sea está siempre en relaciones con otro, con lo cual, decir “significante” ya es directamente tomarlo en relación.

S1

S2

Lo que habitualmente no se hace es establecer que esto (S2) es el Otro.

S1

A

Tenemos un significante (S1) y el Otro tomado como significante, ¿se entiende la idea? Por ejemplo, si yo me coloco en “hijo”, ése es un significante que me representa. Pero por ser, justamente, un significante, me está poniendo en relación a alguien –un sujeto– que está, también, representado por un significante: “madre”, “padre”, etc...

S1

A Madre Padre

HIJO

Mi impresión es que, habitualmente, se lo toma como que son dos puros significantes, y se le quita valor discursivo a S1—S2. Los ponemos como si fuesen términos absolutos, como una mera combinatoria: el sujeto es lo que está entre alfa y beta:

α β $

No es así como lo propone Lacan, eh. Lacan lo lleva a un estatuto totalmente discursivo en el cual, a mí, me representa un significante, por ejemplo: “paciente”. Pero si es “paciente”, del otro lado habrá alguien y ese alguien representado, a su vez, por un significante. Con lo cual, observen ustedes que cada significante que me representa lo hace en relación a alguien. Pero ese alguien tomado en forma significante, no tomado en cualquier otra consideración. Primera conclusión de esto:

[Cambio de cinta]

Lic. Marta Benenati: ...........que este sujeto advendrá y que está ahí para que algo de este orden advenga después. Y la posición del analista, muchísimas veces, es construirse como ese Otro para que, a posteriori, algo del orden del sujeto advenga. A.E.: Claro, pero para eso Lacan dice que hace falta reducirlo a tener, al menos, un significante que representa a cada uno. La clínica más clara, para dar cuenta de los detalles más precisos de la teoría psicoanalítica lacaniana, es la clínica con niños. Por eso, hay que practicar con niños. Consejo al practicante: tome algunos niños en análisis. Es clarísimo: en la clínica con niños, se ve todo muchísimo más claro. Es así. Entonces, conclusión:

«Al sujeto pues no se le habla. “Ello” habla de él, y ahí es donde se aprehende...» 105. ¿Eso se entiende? Si cada uno es representado por un significante en relación a otro, tomado como un significante, entonces no puede haber un diálogo intersubjetivo porque lo que se producirá es lo que los significantes articulan entre sí. Es que es por eso que nosotros estamos tan tomados por el “no vaya usted a creer que...”; ¿por qué estamos, siempre, tomados en eso? Porque “eso habla”. Entonces, si uno, S 1:

“No, yo, la verdad, no voy a venir más. ¡Pero no vaya a creer usted, por eso, que estoy diciendo que no me gusta lo que usted hace..!” ¿Vieron que estamos siempre atrapados en ese problema? Es inexorable porque si yo me posiciono como un significante, necesariamente –si es significante– habrá otro significante que te corresponda. Y en la relación de los significantes entre sí, “eso habla”. Y es eso lo que se dirige a la subjetividad, no yo. Es clarísimo que no yo porque pongan ustedes, para despejar el problema, la fórmula denegativa y saben que no aclaran nada. ¿No renuncian, a veces, de denegar? ¿No saben que están en un problema mayor, nunca se lo plantearon? “No es que yo no quiera venir...” . A veces, decimos: “¡Mejor no le digo nada, le aviso que no voy más, que piense lo que quiera y chau!”... ¿Vieron ese berenjenal que se produce más allá de lo que uno quiere decir? Y es que “eso habla”. Entonces, lo que propone Lacan es hacer eso, en la clínica psicoanalítica. Que los significantes vayan de un lugar al otro lugar, entonces se produce este vínculo, adviene la subjetividad y eso va a empezar a hablar de la subjetividad de la que se trata. Esa subjetividad de la que se trata no es el paciente; eso es claro. La pregunta “¿estoy loco o son todos unos hijos de puta?” tiene una estructura lógica que es: “¿es algo interno, mío; o es que todos son de x manera?”. Eso me lo pregunta a mí y yo puedo tomarlo como que es la estructura lógica correspondiente y, entonces, yo podría responder “Bueno, cuénteme lo que le pasó y yo le diré si es usted o si son ellos” . Ésa sería una forma de encarar el problema. Otra forma es convertirlo en discurso haciendo la misma pregunta hacia el otro lado. Si uno produce la misma pregunta hacia el otro lado, tendremos la pregunta de este lado y la pregunta de ese lado: ya tenemos S 1 y S2. Si tenemos S1 y S2, “eso” empezará a hablar y, en la medida en que “eso” empiece a hablar, puede advenir el sujeto; sujeto que será escindido. ¿Entienden que no es el ‘chabón’, no? Que, así, nos hemos quitado todo el problema de los estados, de lo que le pasa a alguien. No se trata de lo que le pasa a alguien. Me gustaría discutir con ustedes si la clínica psicoanalítica, todo el tiempo, –a mi entender– no está extraviada en tratar de establecer lo que le pasa a la gente: lo que le pasa a este tipo, lo que le pasa al otro, etc. 105

Ibíd.

«Al sujeto pues no se le habla. “Ello” habla de él, y ahí es donde se aprehende, [Y está dicho así: “se aprehende”. Esa fórmula sí es ambigua, ¿no? Donde se lo puede aprehender y donde, en todo caso, él mismo puede llegar a aprehenderse] y esto tanto más forzosamente cuanto que, antes de que

por el puro hecho de que “ello” se dirige a él desaparezca como sujeto bajo el significante en el que se convierte, no era absolutamente nada...». ¿Sí, estamos hasta aquí? Antes de que advenga como “hijo” –antes–, no era nada. Adviene como un significante pero al advenir como un significante también es nada:

S1

(

HIJO

)

(

A Madre Padre

)

Entonces, viene de nada, adviene por un significante y, el producto de esto es nada. Está bien traducido, así dice en francés.

«...y esto tanto más forzosamente cuanto que, antes de que por el puro hecho de que “ello” se dirige a él desaparezca como sujeto bajo el significante en el que se convierte [se convierte en un significante y desaparece por ese mismo momento], no era absolutamente nada [Quiere decir que tenemos creación ex-nihilo –de la nada, adviene un sujeto– por la maniobra del significante] . Pero ese nada se sostiene [¿Entienden qué quiere decir? Que estamos saliendo de que de la nada, nada sale; que la nada, nada es] gracias a su advenimiento, ahora producido por el llamado hecho en el Otro al segundo significante». Con lo cual, aquí hay otro advenimiento que es el que se produce en la relación entre el S 1 y –creo que se puede decir así– el “Otro significante”. Ahí se produce un advenimiento. “Alienación y separación” van a ver que es esto, es exactamente esto.

S1

HIJO

A Madre Padre

“Otro significante”

“Se sostiene...”

«Efecto de lenguaje por nacer de esa rajadura original, el sujeto traduce una sincronía significante en esa primordial pulsación temporal que es el fading constituyente de su identificación. Es el primer movimiento» 106. 106

Ibíd., p. 814-5.

Aquí está el cambio en la teoría del deseo. Esto es muy complicado de entender. Yo les voy a decir adónde llego yo:

«Efecto de lenguaje [el sujeto es efecto de lenguaje] por nacer de esa rajadura original, el sujeto traduce una sincronía significante [eso era: “lengua”] en esa primordial pulsación temporal que es el fading constituyente de su identificación. Es el primer movimiento. Pero en el segundo, toda vez que el deseo hace su lecho del corte significante en el que se efectúa la metonimia, la diacronía (llamada “historia”)...». ¡Ah! Entonces, tenemos “sincronía” en el primer movimiento. Era metáfora. ¿Se acuerdan de que la metáfora es sincrónica? Es la más difícil de concebir; siempre la más intuitivamente pesquisable es la metonimia y la más difícil es la metáfora porque es sincrónica. No es instantánea, ni tampoco simultánea: es sincrónica. En cuanto al primer movimiento, ¿no les resulta contradictorio al oído, “fading de la identificación”? ¿No parecen dos bichos antagónicos? A mi entender, Lacan propone que el primer movimiento es un movimiento sincrónico. Si a la cadena significante la tendemos a concebir horizontal, en su diacronía, de izquierda a derecha, por convención de escritura; a lo sincrónico tendemos a escribirlo así:

Diacronía

Sincronía

Lacan dice que el movimiento del sujeto es entre el fading y la identificación. Complicado, esto. Porque si es metafórico y sincrónico, hay que proponer que tenemos el fading del sujeto y la identificación del sujeto. En este caso, se trata obviamente de la identificación significante. Vieron que el problema imaginario ya quedó totalmente subsumido a esta dialéctica (no es que Lacan abandone el Estadio del Espejo y la constitución del yo, pero lo hace totalmente determinado a esta dialéctica. Ni siquiera hace falta introducirlo). Y es en la sincronía de esto, en donde se produce el primer movimiento de advenimiento subjetivo.

$

I(A)

Hay varias formas de presentar esto. Por ejemplo copiar sustitución metafórica: deseo de la madre y nombre del padre.

Intervención: [inaudible]

A.E.: Sí, claro, a eso iba. Puse estas letras a propósito, para que tengan la pista. Porque mi impresión que son los extremos del grafo:

I(A)

$

En donde tenemos al sujeto localizado aquí ($), en una localización bastante poco destacada para el sujeto, entre los extremos del vector de la intención, y que yo propondría leer –si no les parece mal–, entre 0 (cero) y 1.

1

0

I(A)

$

No hace falta mucho esfuerzo para leer esto [I(A)] como un uno de los números romanos. Uno puede leer “I del Otro” o “1 del Otro” y, efectivamente, la identificación es a un significante separado de la batería del Otro. Así que, efectivamente, se puede leer como “Uno del Otro”. Con lo cual, el sujeto queda como producto, como efecto de una sincronía fundamental entre cero y uno. ¿Entienden lo que esto quiere decir? No así, eh [ver figura al pie de la página 11]. Ésa es la dificultad para verlo. Se tienen que poner en relación simultánea el fading del sujeto con la identificación. O sea, no hay lo uno sin lo otro. ¿Se pescó cómo esto se desarrolla, no? A mí me representa un significante pero si es un significante lo que me representa, necesariamente, para representarme lo tendrá que hacer frente a otro significante.

S1

S2

Este otro significante produce la conexión en la cual yo me desvanezco entre ambos. Pero el advenimiento del sujeto requiere de la puesta en relación de ambos elementos, en una dimensión sincrónica. O sea, no se pueden estirar en la diacronía; no es primero lo uno y luego lo otro. Lo más difícil de pensar es la metáfora; no lo logramos. Lacan lo dice, siempre nos resulta más intuitiva la metonimia. El desplazamiento siempre lo vemos, la metáfora es lo que no se puede ver porque no se puede concebir cómo algo viene al lugar de algo, por fuera de la dimensión temporal. Eso, a nosotros, nos deja patitiesos. No somos muy aptos para pensar las cosas, por fuera de la flecha del tiempo. Digo “nosotros” a la subjetividad moderna; porque para nosotros, todo proceso se produce en alguna dimensión de tiempo. Pensar por fuera del tiempo nos resulta inconcebible pero, para Lacan, es una necesidad lógica. No creo que haga

obstáculo al argumento que sea, sí o no, concebible por nosotros. El asunto es qué nos quiere indicar con esto. Entonces, es el “primer movimiento”.

«Pero en el segundo, toda vez que el deseo hace su lecho del corte significante en el que se efectúa la metonimia...».

Rectificación teórica: en Instancia de la letra107, Lacan dice que el deseo es metonimia; acá, no. Se lo vuelvo a leer para que escuchen la enorme diferencia:

«Pero en el segundo, toda vez que el deseo hace su lecho [no es lo mismo lo que duerme en la cama, que la cama] del corte significante en el que se efectúa la metonimia, la diacronía (llamada “historia”) que se ha inscrito en el fading retorna en la especie de fijeza que Freud discierne en el anhelo inconsciente (última frase de la Traumdeutung). Este soborno segundo no cierra [ahí, Lacan no pone “cierra”, escribe “bucle”. Muchas veces, en que los Escritos en castellano dice “cierra”, Lacan pone “bucle”. Está bien que “se cierra” porque el bucle, efectivamente, indica un cierre; pero con “cierra” no tenemos la indicación topológica y con “bucle”, sí. La línea cerrada de Jordan está directamente indicada, si dice “bucle”; si dice “cierre”, si es cerrar una puerta, cerrar una ventana, no lo tenés. O sea que dice “bucle”: “Este soborno segundo no ‘buclea’”] solamente el efecto del primero proyectando la

topología del sujeto en el instante del fantasma; lo sella, rehusando al sujeto del deseo que se sepa efecto de palabra, o sea lo que es por no ser otra cosa que el deseo del Otro».

Vamos de nuevo:

«Pero en el segundo, toda vez que el deseo hace su lecho del corte significante en el que se efectúa la metonimia...»

Acá, Lacan nos plantea que sí, que es metonímico el S1—S2. Por eso yo les decía lo importante de no perder de vista que, para Jakobson, metáfora y metonimia son polarizaciones; no son discontinuas, sino una serie continua. Es como darles a ustedes una pila, un serrucho, y pedirles que me corten el polo negativo. ¿Entienden lo que eso significa, no? ¿Las chicas lo entendieron? Si vos le cortás el polo 107

J. Lacan, Escritos 1, ob. cit., p. 508.

negativo, lo que te queda como extremo del lado de la pila es el polo negativo, y si cortás otro pedacito sigue siendo el polo negativo. Es lo mismo en el caso en que yo les diese una barra de algo y les pidiera que corten el extremo izquierdo. No se puede extraer el extremo izquierdo porque cada vez que lo corte, quedará. Así que, piénsenlo así, no es como lo decimos en Psicoanálisis lacaniano, lo decimos como compartimentos estancos, como dos cosas discontinuas. Pero no son así, en Jakobson. Con lo cual, lo que ahora Lacan plantea es que, entre S1 y S2, se produce la conexión metonímica y que en la conexión metonímica “hace su lecho el deseo”.

S1

S2

Lacan lo va a buscar al único lugar donde lo dice Freud. Freud, prácticamente, sobre el deseo, no dijo nada. Es Lacan quien introduce fuertemente, en Psicoanálisis, la noción de “deseo”; Freud, prácticamente, no tiene nada sobre el deseo pero lo que sí tiene, lo tiene en el capítulo VII de La Interpretación de los Sueños, en donde el deseo es propuesto así:

P

M Huella Mnémica

Huella Mnémica

Esto es “huella mnémica”, esto otro es “huella mnémica”; éste es el “polo perceptivo” y éste el “polo motor”. Y esto es unidireccional. Se acuerdan de que, Freud, en el capítulo VII –en que habla de la vivencia de satisfacción–, dice que una vez que están conectadas dos huellas mnémicas, a la carga de una surgirá la moción psíquica de cargar la otra, y Freud agrega que es eso a lo que llamamos “deseo”. Por eso Lacan cita a la Traumdeutung, y va a decir que como el deseo hace lecho en la metonimia,

«...la diacronía (llamada “historia”) que se ha inscrito en el fading retorna a la especie de fijeza que Freud discierne en el anhelo inconsciente (última frase de la Traumdeutung)».

Se acuerdan de que nosotros decíamos que el sujeto partía de nada y como producto de esta forma de producirse era nada, también. Lo que Lacan va a decir es que, en realidad, lo que la metonimia introduce es una fijación. Y esa fijación, todo lo que indica es lo contrario de “nada”; indica el “algo”. Queda fijado a algo.

«Este soborno segundo...»

“Soborno”. En francés dice “subornement”, que es “soborno”; así que, la traducción es correcta y transparente, no habría problema con esta traducción. Pero, ¿entienden que en “soborno” está el “ornamento”? ¿Entienden que eso es “sobornar”?

Lic. Patricia Becker: Sí, incluso suele decirse “adornar”.

A.E.: ¡Ah, buenísimo! ¡Ésa no la tenía! ¡Mirá vos, los argentinos, finalmente, estamos haciendo progresar la lengua!

«Este soborno segundo no cierra solamente el efecto del primero proyectando la topología del sujeto en el instante del fantasma; lo sella [En francés, como en castellano, “sellar” es “cerrar” y “marcar”. El sello deja una marca] , rehusando al sujeto del deseo que se sepa efecto de palabra...».

En el párrafo anterior decíamos que era efecto de lenguaje; y esto es estructural:

$

I(A)

Pero como esta estructura se manifiesta en la dirección al Otro, por dirigirse al Otro esto se sella. Dos cosas quiere decir “se sella”: “se cierra” y “se marca”. Y esto rescata al sujeto pero:

«...rehusando al sujeto del deseo que se sepa efecto de palabra, o sea lo que es por no ser otra cosa que el deseo del Otro».

Pero, como está incluido el Otro, el deseo ya nunca más podrá ser deseo como deseo propio, y quedará como efecto de palabra en la diacronía histórica. Es lo contrario de lo que decimos los lacanianos, eh. Justo lo contrario. Lo que rescata del fading es que, es activamente en el advenimiento del sujeto, que el par de significantes no es cualquiera. Y al no ser cualquiera –y al estar implicado el Otro–, eso va a marcar el deseo pero va a marcarlo como deseo del Otro.

«En esto es en lo que todo discurso está en el derecho de considerarse, de ese efecto, irresponsable.»

De este párrafo se deben acordar porque es muy impactante. ¿Entienden cuál, no? Que se despierte el deseo, en alguien, por lo que uno dijo. Por ejemplo: supongan que se da el milagro de que, hoy a la noche, de aquí salga alguien con ganas de estudiar algo de esto. Supongan que sí, ¿por qué no? Yo no sería responsable, nadie podría decirme, mañana a la mañana, “¡por culpa tuya, me quedé leyendo hasta las tres de la mañana!”. De eso, uno no es responsable.

Ahora, para especificar un poquito más: es por lo que yo digo, en todo caso, que despertaría ese efecto de deseo que, para ustedes, sería deseo del Otro por la estructura del sujeto que estamos estudiando. Pero, ¿entienden que estarían marcados por lo que yo digo y no por lo que yo deseo, no? No hay deseo de deseo, eh. Ya no es la vieja versión hegeliana del deseo de deseo, del Seminario 1108. No es eso de lo que estamos hablando, es que la Demanda causa deseo, deseo fijo. Y no solamente fijo, sino cerrado; por eso es importante lo del “bucle”. ¿Entienden lo que quiere decir “cerrado”, no? Que el deseo ya no queda infinitamente abierto; no es así:

d...........

No es “deseo de otra cosa”; o sea, Lacan ya abandonó la teoría histérica del deseo, que es la teoría de Lacan. Freud y Lacan cometieron, los dos, el mismo problema. ¿Cuál? Elevar a propiedades del sujeto, características de la histeria. Freud dijo que el inconsciente es lacunar y la dirección de la cura es el rellenado de las lagunas mnésicas. Después tuvo que rectificarse, dijo “me equivoqué, ésa es la modalidad de represión, de la histeria. En la neurosis obsesiva no hay tal olvido y, lo que faltan son los nexos lógicos”. Tuvo que rectificarlo pero le llevó diez años. Lacan produce lo mismo: en Instancia de la letra dice que el deseo es metonimia. Pero ésa es la falla en la posición del deseo en la histeria, cuya falla es “ni esto, ni aquello, ni aquello otro...”. Si muchos lacanianos seguimos diciendo que sí, vamos a seguir engordando histéricas porque van a creer que están sostenidos en la estructura. Lean el libro Una temporada con Lacan, de Pierre Rey109 y van a ver que ese fin de análisis lo dejó a Pierre Rey en un deseo metonímico; cuando en el libro está muy claramente indicado cómo se ha sellado su deseo. ¿Saben quién es Pierre Rey, no? Un escritor de best sellers. Si leen el libro alguna vez y lo quieren discutir, lo podríamos tomar como un caso clínico; es como El hombre de los lobos por el hombre de los lobos, un caso así. Van a ver que es muy discutible si el

108 109

J. Lacan, El Seminario, Libro 1 (ed. Piados, Buenos Aires 1995). P. Rey, Una Temporada con Lacan (ed. Seix Barral, Buenos Aires 1997).

deseo de ese sujeto era escribir o pintar. ¿Se acuerdan de la escena en la que Lacan le roba las pinturas, no? Se quedó escribiendo best sellers para poder pagarle los honorarios a Lacan, que eran exorbitantes... Bueno, entonces:

«En esto es en lo que todo discurso está en el derecho de considerarse, de ese efecto, irresponsable.»

Después, Lacan dice que salvo el enseñante de psicoanalistas no se puede considerar irresponsable de los efectos sobre el deseo; sería el caso en que estaría yo, aquí. Salteo diez o quince párrafos:

«La objeción que se ha hecho valer de su incidencia en la transferencia de los analistas en formación dará risa a los analistas futuros...» 110

Lacan se está quejando de la queja que se había planteado acerca de que él incidía en la transferencia, en sus seminarios. Ustedes saben que uno de los motivos por los cuales lo echaron a Lacan era que él incidía en las transferencias en la supervisión y en el Seminario. O sea que Lacan no respetaba lo que era analítico y lo que era enseñanza, cosas que la I.P.A tiene bien discriminadas. Entonces, Lacan dice que en el futuro se reirá uno, de eso:

«... si gracias a nosotros los hay todavía para quienes Freud existe. Pero lo que prueba es la ausencia de toda doctrina del psicoanálisis didáctico en sus relaciones con la afirmación del inconsciente».

110

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 816.

El que se le critique a Lacan que él produce efectos transferenciales en el Seminario, dice Lacan que indica la falta de doctrina del análisis didáctico en relación con el inconsciente. Y ahora va a venir, entonces, por qué el propone en este texto, en relación con el inconsciente, la función del deseo del psicoanalista; porque es lo que va a proponer como motor del análisis. Luego, aparece un chiste:

«Nuestro seminario no era “donde ‘ello’ habla”, como llegó a decirse en broma...».

¿Entienden el chiste, no? Como no entendían un carajo... Era un chiste que se contaba de Lacan, y él toma el chiste y dice:

«Nuestro seminario no era “donde ‘ello’ habla”, como llegó a decirse en broma. Suscitaba el lugar desde donde “ello” podía hablar, abriendo más de un oído a escuchar lo que, por falta de reconocerlo, hubiera dejado pasar como indiferente. Y es verdad que al subrayarlo ingenuamente por el hecho de que en esa misma noche a menos que fuese justamente la víspera cuando lo había encontrado en la sesión de un paciente, tal auditor nos maravillaba de que hubiese sido, hasta el punto de hacerse textual, lo que habíamos dicho en nuestro seminario».

Había gente, en el Seminario, que decía: “¡No me va a creer lo que me pasó, doctor Lacan! Esto que acaba de decir me lo dijo, anoche, un paciente en una sesión”. Otros les decía: “¡No sabe lo que me pasó! Al día siguiente de su clase de Seminario, exactamente eso me lo dijo un paciente”. Con lo cual, lo que está diciendo Lacan es que porque él decía esas cosas en el Seminario, luego en la sesión, “ello” podía hablar porque el analista tenía la oreja abierta, ya que si no hubiese participado del Seminario, “ello” no podía

hablar; y no es porque el paciente no lo dijese. ¿Ven que la estructura discursiva del “ello” es radical para Lacan, no? Depende de la posibilidad de escucha para que eso advenga y si no hay tal posibilidad de escucha, eso no va a advenir porque no se trata de un estado o cosas que le pasen a alguien. Bien, ¿cómo es ese lugar, cuál es ese lugar? Ahí va a venir la nueva teoría espacial del inconsciente, que va a requerir de “alienación y separación”, por parte de Lacan.

«El lugar en cuestión es la entrada de la caverna respecto de la cual es sabido que Platón nos guía hacia la salida, mientras que puede uno imaginar ver entrar en ella al psicoanalista. Pero las cosas son menos fáciles, porque es una entrada a la que nunca se llega sino en el momento en que están cerrando (ese lugar no será nunca turístico), y porque el único medio para que se entreabra es llamar desde el interior» 111.

Entonces, la propiedad del ello es la entrada de la caverna. La entrada, solamente. No el interior de la caverna sino la entrada. Y Lacan dice que tiene dos propiedades: una temporal que, cuando uno llega ya están cerrando; con lo cual, no es que está abierta sino que cuando está abierta para alguien, en el momento en que quiere entrar, se está cerrando. Y que, la dificultad para el ingreso es que hay que llamar desde dentro. Igualmente, dice:

«Esto no es insoluble [Interesante, eh. Para todos aquellos casos en que ustedes llaman “inanalizables”. Porque nosotros decimos: “Bueno, pero si no hay demanda...”], si el sésamo del

inconsciente es tener efecto de palabra, ser estructura de lenguaje, pero exige del analista que vuelva la vista al modo de su cierre».

111

Ibíd., p. 817.

O sea que se puede operar sobre esa cuestión de que se llama desde dentro pero, para eso, hay que tener en cuenta que es efecto de palabra y estructura de lenguaje. Y, especialmente, en ver cómo se cierra.

«Hiancia, latido, una alternancia de succión [“Alternancia de succión”: toda represión es causada por algo que expulsa y algo que atrae desde el interior; entonces es algo que chupa] para seguir ciertas

indicaciones de Freud, de esto es de lo que tenemos que dar cuenta, y con ese fin hemos procedido a fundarlo en una topología. La estructura de lo que se cierra se inscribe en efecto en una geometría donde el espacio se reduce a una combinatoria: es propiamente lo que se llama un borde».

¿Entienden el espacio como una combinatoria? Es, por ejemplo, el espacio que se constituye de a a b, de b a c, y de c a a. El espacio concebido como esa combinatoria tendría en ese caso la estructura de un bucle. A este espacio lo podríamos escribir así, supongan esta cadena significante:

S2

S1 S4

S3

Ahí tienen el espacio del que se trata, un espacio de pura combinatoria.

«Si se le estudia formalmente, en las consecuencias de la irreductibilidad de su corte, se podrían reordenar en él algunas funciones, entre estética y lógica, de las más interesantes. Se da uno cuenta de que es el cierre del inconsciente el que da la clave de su espacio, y concretamente de la impropiedad que hay en hacer de él un dentro...».

Bien, primero: “Se da uno cuenta de que es el cierre del inconsciente el que da la clave de su espacio...”. ¿Cuándo se cierra? Para ustedes, ¿esto está cerrado, o no? Lo hago a la lacaniana, con el objeto a, ahí; y me dicen que sí. ¿Ahí sí está cerrado, no? Bueno, ¿cuándo se cierra? Cuando repite, otra vez, S1 [ver en el esquema]. Ahí se cerró. ¿Entienden cuándo se cierra, para Lacan? No cuando se cerró una puerta. Ahí cerró algo cuando se produce, otra vez, lo mismo. En la repetición. ¡Es espectacular! Parecen cosas muy

complejas, por un lado; y al pedo, en otras. Pero esto va a producir un doble vaciamiento del inconsciente porque en el inconsciente ya no habrá Vorstellungen –representaciones–, no las habrá, pero tampoco significantes. A los otros colegas psicoanalistas de no orientación lacaniana, habría que decirles que, menos que menos, significaciones en el sentido de Freud. Y menos que menos, afectos –que ya en Freud estaban puestos en tela de juicio–, cuando sucede que todo el tiempo se trabaja que son los afectos los que están reprimidos en el inconsciente: la tristeza, la bronca... “Lo que pasa es que usted tiene una ‘bronca’”, dice la psicóloga, “bajo la forma de ganas de cagar”... Que ya es el colmo del disparate. No digo que no sea cierto que uno no tenga una ‘bronca’, no digo nada sobre eso. Lo que digo es que no se le puede aplicar el concepto de inconsciente, de Freud, porque los afectos no se pueden reprimir. Pero en Freud sí el aparato constituía el florero del Seminario 1. Se acuerdan de que la conciencia tenía estructura de cuello de botella.

Cristalino

Ello

Si a esto lo convierten en un cristalino, es el yo y el ello, en donde el ello estaría por acá. Para Lacan, el cierre del inconsciente se produce aquí [S1], en la repetición. Pero algo más: “... y concretamente de la impropiedad que hay en hacer de él un dentro”. O sea que se vació de contenidos y no hay nada que sea inconsciente: no hay nada que sea inconsciente salvo que esto repite. ¿Entienden que se perdió el inconsciente sistemático, tópico y descriptivo? Solamente es descriptivo. Hay un único tipo de inconsciente que es descriptivo y es si uno se da cuenta, o no, que se repite. —¿Se había dado cuenta de que usted dijo lo mismo de esa persona, que de la otra? —¡Ay, no me di cuenta! Ésa es toda la clave. Pero no solamente se ha vaciado de elementos ya que no es cierto que S1 esté reprimido –no está reprimido–, sino que para colmo se ha producido el vaciamiento de lo que es el lugar. Ya no hay lugar, no hay ningún “dentro”. Ya no hay más “en” el inconsciente –ni siquiera el problema del inconsciente “subconsciente”– sino que ya no hay ningún lugar que sea el inconsciente. El lugar que se establece es de estructura combinatoria, y solamente lo hay cuando cierra. Es claro, ¿no? Mientras esto venía:

S2 S1

S3

S1, S2, S3 y sigue... ¿Cuál es el lugar aquí? Esto es unidimensional, ni siquiera tenemos la bidimensión. Solamente conseguimos la bidimensión a partir de la repetición. Ahí adviene, entonces, lo que es

inconsciente, para Lacan. El espacio inconsciente, espacio que está dado por la combinatoria; es una mera combinatoria. La carta robada sigue rigiendo taxativamente en esta lógica. Es increíble el hallazgo tan prematuro, de Lacan. Ya no hay posibilidad de hacer un “dentro”, no hay nada “en” el inconsciente. Pero tengo, acá, otra sorpresa para darles:

«Demuestra también el núcleo de un tiempo reversivo, muy necesario de introducir en toda eficacia del discurso; bastante sensible ya en la retroacción, sobre la que insistimos desde hace mucho tiempo, del efecto de sentido en la frase, el cual exige para cerrar su círculo su última palabra» 112.

Eso es claro, ¿no? La frase cierra su círculo –se “buclea”– con su última palabra. A eso llama Lacan “tiempo reversivo”, y es clarísimo; de eso no hay que decir nada. Es este mismo tipo de espacio. ¿Cómo se cerró la frase? Se cerró en el sentido en que el último término estaba invocado por el primero, y que el último tiene la virtud de hacer cambiar al primero. Si representamos eso en un gráfica, nos produce un espacio circular, pero es combinatorio ya que hasta la estructura discursiva podría ser representada por una mera línea. Ahora, escuchen esto:

«El nachträglich (recordemos que fuimos el primero que lo extrajo del texto de Freud), el nachträglich o aprèscoup [efecto a destiempo] según el cual el trauma se implica en el síntoma, muestra una estructura temporal

de un orden más elevado».

112

Ibíd., p. 817-8.

¡Ah! ¡No es lo mismo! ¿Vuelvo a leerlo? Yo me salteé algunos párrafos en el transcurso. Y de las cuatro formaciones del inconsciente, Lacan pone tres de un lado, y deja al síntoma aquí.

«...muestra una estructura temporal de un orden más elevado».

Podríamos haber dicho que es el mismo, ¿no? ¿Entienden? Trauma —–––––––– Síntoma S1 ———————— S2 Y así tendríamos la misma estructura que la de la frase, que cierra su significación. Lacan dice que no, que tiene un orden temporal más elevado. ¿Cuál podría ser? Lo dejo planteado. Continúo:

«Pero sobre todo la experiencia de ese cierre muestra que no sería un acto gratuito para los psicoanalistas volver a abrir el debate sobre la causa, espectro imposible de conjurar por pensamiento, crítico o no [o sea, el pensamiento no se ha podido quitar del problema de la causa]. Pues la causa no es, como se dice

también del ser, una trampa de las formas del discurso –se la habría disipado ya [si fuese una ilusión de forma del discurso ya hubiésemos podido sacarnos la causa de encima. Y acá viene la definición de causa]. Perpetúa la razón que subordina al sujeto al efecto del significante».

La polémica de la causa perpetúa la razón que subordina al sujeto al efecto del significante. Entonces, el sujeto tiene estructura de lenguaje, efecto de palabra pero la causa introduce la cuestión de la razón del significante que subordina al sujeto a él. Ésta es la definición de “causa”.

Intervención: [inaudible]

A.E.: Podríamos entenderla como lo había propuesto yo, la vez pasada, que “todo lo real es racional”. Podríamos ponerlo así. Podríamos tomarla como lógica: perpetúa “la lógica” que subordina al sujeto al efecto del significante. Entonces, para ir concluyendo esta primer parte:

«Lo que va a seguir esbozará el rasgo que gobierna la relación de funcionamiento entre esas formas: su articulación circular, pero no recíproca».

Eso es algo que también tendríamos que establecer. Un ejemplo hegeliano para pensarlo rápido: no hay esclavo sin amo, ni amo sin esclavo.

esclavo

amo

Eso es clarísimo. Pero no es recíproca porque lo que el amo requiere, le exige al esclavo no es lo mismo que lo que el amo provee al esclavo; entonces, es circular pero no recíproca. Es muy importante pensar este tipo de relaciones porque son como nos empantanamos siempre en análisis. Cuando los sujetos nos plantean relaciones de interdependencia, nosotros las vemos circulares y las suponemos de esta índole:

a —— a’

Y no son de esta índole, no son especulares, no son simétricas. Si bien son circulares, no son recíprocas.

Intervención: ......... en el Seminario 2 ......[inaudible]

A.E.: Me parece que no. ¿Estás segura de que dice que es una relación circular? Si es así, entonces ya está ahí. Continúo:

«Si hay cierre y entrada, no está dicho que separen: dan a dos dominios su modo de conjunción...»

Si hay entrada y esa entrada puede cerrarse, no por ello está dicho que se separan sino que está dando la forma en que se relacionan.

«Son respectivamente el sujeto y el Otro,...»

Se acuerdan del espacio que habíamos dicho para el ello: es la entrada de la caverna. Con lo cual, ¿ven en dónde nos va quedando el ello, no? Entre el sujeto y el Otro.

«...dominios que aquí sólo son de sustantivarse gracias a nuestras tesis sobre el inconsciente...».

¡Las pelotas, lo hicimos al revés! Solamente se pueden sustantivar, o sea que se puede decir “he aquí el sujeto, he aquí el Otro”, a partir del inconsciente. O sea, si se postula lo que es el inconsciente, entonces, a partir de allí se pueden establecer sujeto y Otro. Sin esto, no. Es al revés: la condición para el advenimiento del sujeto y del Otro es el inconsciente.

S

Icc

A

«El sujeto, el sujeto cartesiano, es el presupuesto del inconsciente, lo hemos demostrado en su debido sitio».

O sea, si es el sujeto cartesiano, es “pienso luego existo”. Es decir, tiene que ser algo respecto de lo cual se pueda aplicar un “pienso”.

Lic. Marta Benenati: Depende, porque no dice “sujeto del inconsciente”, dice “sujeto cartesiano”.

A.E.: Y el inconsciente no nos va a quedar subjetivizado; nos va a quedar como modo de relación. Es muy peculiar lo que Lacan dice en Posición del inconsciente.

Intervención: [inaudible]

A.E.: En el Seminario 11, en la clase que es de dos semanas antes que esto, va a definir al inconsciente como la combinatoria presubjetiva.

Intervención: [inaudible]

A.E.: Claro, ya está. Por eso es que yo les decía que mi impresión es que, a partir de este hallazgo, a Lacan se le resuelve un problema. Porque antes teníamos que el inconsciente era o lo que el Otro desea sobre el sujeto, o lo que el sujeto decía sobre el Otro:

S S

A A

Y así lo resuelve.

«El Otro es la dimensión exigida por el hecho de que la palabra se afirma en verdad».

Bueno, ya lo teníamos. Se acuerdan de que habíamos dicho que el primer movimiento era efecto de lenguaje pero, el segundo, era de palabra. Y al ser de palabra se sella y se fija. Bien, ahí aparece el problema de la verdad. ¿Entendieron? Si se sella y se fija, entonces hay el problema de la verdad: “si es verdad que deseo esto o, no”. Sino no hay problema de la verdad. La histérica dice que todo es falsedad; mejor pruebas que las que ella puede dar... Cuando Harry conoció a Sally .................................

[Cambio de cinta]

... y ella le está enseñando: “¿Querés ver que todo es fingimiento?”. No sé si se acuerdan del orgasmo que le finge. ¡Era un orgasmo de aquellos! ¡Más quisiera estar uno participando de una fiestita así! Porque era reverídico. Bueno, la histérica sostiene que, justamente, todo es ficción. Y la demostración que da es la indiscutible. ¿Cuál es? “Yo miento”. Lo que pasa es que ahí entra en la paradoja del mentiroso, de la cual no puede escapar. No puede escapar de decir la verdad cuando dice “yo miento” y, quizás sean las más auténticas de todas. Es el problema de Dora: ¿Dora mentía o no mentía cuando denunciaba al cuarteto? Entonces:

«El Otro es la dimensión exigida por el hecho de que la palabra se afirma en verdad».

En la estructura del lenguaje no hay problema de verdad; es la palabra la que introduce la verdad. Justamente, el deseo se sella con la palabra; pero al sellarse con la palabra, adviene el problema de la verdad. Que advenga el problema de la verdad, y esto también es una posición que tendríamos que discutir porque yo asumo que, porque no se pueda decir la verdad de la verdad, no por eso no sancionamos en nuestras propias vidas –como en las vidas de los otros– “fue falso”. Cualquiera de ustedes podría haber dicho que todo eso que yo creía que me gustaba es falso que me haya gustado y que perdí diez años irrecuperables de mi vida, creyendo que era eso lo que me gustaba. Con lo cual, observen que el deseo para nada es metonímico sino que adviene fuertemente connotado y con el problema de la verdad.

«El inconsciente es entre ellos su corte en acto».

Ahí tienen la definición de inconsciente. Entre sujeto y Otro, el inconsciente es corte en acto. ¿Entienden lo que quiere decir “en acto”, no? No supuesto. Los kleinianos practicaron el inconsciente supuesto; lo practicaron hasta el cansancio. Primero, que practicaban el Psicoanálisis con los esquizofrénicos, con lo cual la suposición de inconsciente llegó a extremos increíbles, porque interpretaban a los esquizofrénicos. Pero en la práctica kleiniana –seguramente, en muchas de nuestras sesiones debemos hacer lo mismo–, si alguien decía, por ejemplo: —Ah, ¿vio que falté la vez pasada? —Sí. —Lo que pasa es que murió mi mamá. — ¿Murió su mamá? —Sí, tuvo un infarto... —¿Tuvo un infarto, su mamá? No me diga. —Sí. —¿Y? —No, no. Yo estoy bien... ¿Cómo interviene un kleiniano? Si alguno de ustedes es kleiniano, dígalo, yo ya no tengo nada que decir. ¿Saben cómo interviene un kleiniano? “Usted está triste y el duelo está reprimido”. El problema de eso es que el inconsciente, ahí, está supuesto. Y si el inconsciente es supuesto, cualquier cosa va. Mientras que Lacan lo propone “en acto”. O sea, tiene que advenir en lo real de la escena un discurso que

produzca un efecto de inconsciente de tal manera que habilite al sujeto y al Otro. Es una definición superclínica y me parece que muchos psicólogos que hablan en la tele deberían dejar de decir ‘boludeces’. Porque el problema con el que se trabaja es que el inconsciente pasa a ser supuesto y, como el inconsciente pasa a ser supuesto, no nos distinguimos en absoluto, por ejemplo, de la teoría marxista en la que se dice que la elección que hace tal persona, en las elecciones, es por su pertenencia a la clase social; y esa pertenencia es inconsciente. Con lo cual, pasa a ser inconsciente: “Lo que pasa es que la chica, como está muy sometida a los requerimientos de delgadez, de la sociedad moderna –¿viste que todas en las marcas de ropa para chicas, los talles son muchos más chicos, ahora?–, entonces, claro, eso la presiona y ella tiene que...”. ¡Es la estupidez más grande del mundo! Creemos que, en Occidente, la moda apresa a las personas. ¡Y en África, las tipas usan un plato así grandote, cortando el labio! O las chinas, ¿se acuerdan de las chinas con los zapatitos tamaño doce? La moda siempre hace eso, es propio de la moda. Pero nosotros ponemos eso en función del inconsciente, por eso lo suponemos al inconsciente. Mientras que Lacan propone otra definición del inconsciente, muchísimo más práctica, que es lo que planteaba él –al comienzo de lo que yo leía– de lo que hacer con pregunta: si metáfora y metonimia, o sea las leyes del inconsciente, atañen al sujeto –son efectos de palabra–, o atañen a lo social. Y Lacan propone que, en realidad, son efectos de significante; y si son efectos de significante, requieren del campo del sujeto y el campo del Otro–. Y el inconsciente será la relación entre ambos campos, en acto.

Pregunta: ¿Quiere decir, entonces, que queda totalmente postergado lo reprimido?

A.E.: Sí, totalmente.

Intervención: Lo reprimido como contenido.

A.E.: No, no. La relación esencial entre inconsciente y represión. Ahora pasa a ser, más, la “nesciencia”, “lo no sabido”, “lo olvidado por estructura” –fórmula de L’Etourdit: “el que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha”–. Porque la represión tiene dos graves problemas: primero que, sí, en Freud, implicaba un lugar; implicaba un dentro. Eso es mortal para nosotros porque nosotros trabajamos con eso: con la idea de significantes reprimidos, que el nexo está hecho en el Seminario 1, cuando Lacan sustituye huellas mnémicas por S1—S2. Y, por otra parte, el problema de la represión es que es una teoría yoica del sujeto, porque caés necesariamente a tener que decir “usted reprimió”. Nosotros, que somos lacanianos, decimos “fue reprimido”, pero es un ‘engaña-pichanga’ para salir de un discurso que generalmente es yoico. Por eso toda una corriente psicoanalítica fue al Yo, porque basados en los mecanismos de defensa terminaron haciendo una teoría que permita hablar del Uno; o sea, el sujeto hace centro que es de donde se reprime. Mientras que en esta forma de plantearlo, observen ustedes que el inconsciente queda absolutamente en posición intersubjetiva, siendo que Lacan rechaza lo intersubjetivo porque ningún sujeto le puede hablar a otro sujeto –por la forma de definir la función del significante y el advenimiento subjetivo–. Con lo cual, ya no hay significantes reprimidos, no hay más significantes inconscientes y no hay la localidad psíquica.

Pregunta: [pregunta casi inaudible acerca del tiempo y la historia].

A.E.: Claro, sí. Yo creo que esa diferencia que Lacan plantea entre trauma y síntoma, como una potencia mayor respecto del último término de la frase –que cierra–, tiene que ver con el futuro. En el Seminario 1 – que tampoco fue muy tomado por nosotros–, Lacan afirma que la represión no viene desde el pasado sino que viene desde el futuro, que es la única forma de entender el síntoma.

Intervención: [inaudible]

A.E.: Pero no tanto “por decir”, sino por la estructura discursiva que le damos al hecho. ¿Vieron cuando un paciente nos trae fotos, o un objeto, o un libro? El diario, el diario íntimo. Después de unas cuantas sesiones, que se despierta el ‘coso’ dormido en la histérica, lo primero que hace es ir a buscar su diario, para ver si era verdad lo que se dijo en análisis... Y siempre se sorprenden de que sí. Entonces, a veces lo traen, traen el diario. ¿Y? ¿Qué hace uno? ¿Qué hacemos con el diario? Siempre decimos: “Oops! ¿Qué hacemos ahora?”... Nunca sabemos qué hacer con el diario. ¿Por qué? Porque queremos llevarlo al discurso. Llevado al discurso, entre ese ida y vuelta, puede ser que advenga el inconsciente porque solamente puede advenir en la misma medida en que se fundan el sujeto y el Otro, y haya un ida y vuelta del mensaje para que se produzca el mensaje invertido; en función de eso puede advenir el inconsciente. No suponemos que haya nada, allí. No suponemos que haya nada, sino que es un efecto de la posición discursiva.

Pregunta: Desde esta perspectiva, ¿vos le das importancia fundamental al tema de las intervenciones del analista? Porque no hay modo de ponerlo en discurso ..................

A.E.: Si se analizan, lo habrán comprobado: cuando las intervenciones del analista son verdaderas, ¿vieron que no son del analista? ¿Lo ‘chequearon’ a eso? Supongan una sesión en la que el analista dice algo y la emboca, o sea que ¡se pueden acordar de ésa porque son pocas..! Y sí, en un análisis son tres; con tres vueltas que se den a la cosa, ya está. Después son las consecuencias de eso, ¿pero cuántas hacen falta? Dos o tres. En un análisis didáctico pleno son tres. En un análisis exitoso total, son dos; y con una, ya la gente se va contenta. Lo que pasa es que muchas veces pasan diez, quince años y no pasa ni una... Pero cuando el analista la emboca y el paciente, el analizante, a la siguiente sesión quiere citar eso, ¿vieron que vacila muchísimo en decir “lo que usted dijo”, “lo que vos dijiste”; y que siempre se ve muy fuertemente llevado a

“lo que se dijo”? Y, en todo caso, si no le sale rápido el “lo que se dijo”, va a usar un “lo que dijimos”. Y no es cierto que lo hayamos dicho; ¿vieron eso? Eso es propio de la fenomenología del inconsciente, bien entendida. Mientras que el “usted se resiste”, “usted ha reprimido”, todo eso invoca características personales, que en realidad no es el acceso psicoanalítico. En todo caso, es el acceso médico al problema, en donde se diagnostica en función de lo que se ve que hay allí. El psicoanalista se considera como parte constitutiva del inconsciente.

Intervención: [inaudible]

A.E.: No, no, es que ahora ya está clarísimo: es la forma de relacionarse de dos campos, que fundamentalmente se establece –la relación– cuando se produce un cierre. Pero, ¡guarda con lo que se entiende por “cierre”, eh! El cierre, como cierre en topología que constituye un campo por combinatoria. Entienden que Lacan no está diciendo esto:

S

A

Lacan no está diciendo así, “se cerró”. No es así como se produce el cierre. No es ése el cierre; o sea, no es nuestro “cierre” coloquial, que decimos “se cerró”. Es al revés, el inconsciente adviene como cierre, y el cierre se produce por la repetición ya que no hay otra forma de producir un cierre, ¿no? Vieron que Lacan dice que solamente se abre en el momento en que está cerrando porque abre y cierra así. Y eso arma un espacio. Lo que pasa es que no es un espacio que tenga nada adentro. O podríamos poner a trabajar que, justamente, entorna una nada, y entonces nos habilita a pensar el objeto a y por qué hay tanta tendencia a que el más inconsciente de los mensajes inconscientes sea el pulsional. Porque aprovecha un entornado corporal y nunca el “adentro”. ¿Alguna vez ustedes supusieron que lo oral y lo anal requerían algo de la índole del “adentro”? Es decir, muchos analistas post-freudianos sí confundieron la caca con lo anal. Y los kleinianos, ¡cuando tienen un paciente que tiene algo con la caca..! Lean el caso de Hasler: es el mundo de la caca, ¡es terrible! Confunden lo anal con la caca, y no es así. Lo anal es, justamente, lo más inconsciente de todo porque la apoyatura que recibe el cierre del inconsciente es corporal; con lo cual, la “nesciencia” es mayor. Es discursiva, pero el desconocimiento del sujeto es mayor porque ni siquiera puede llegar a suponer que eso habla, que un agujero del cuerpo puede llegar a hablar. Y habla porque, efectivamente, favorece la producción del cierre del inconsciente. Pero el cierre y la apertura es lo mismo ya que es la única forma de concebir su espacio.

Bueno, ahora es donde empezaría el tema de “alienación y separación”... Pero vieron que la apuesta mía no fue a abreviar en tiempo sino a hacer bien abiertos estos argumentos de Lacan, porque habilitan otra clínica – a mi entender–; y entonces, si no les parece mal, la próxima, en vez de entrar plenamente al “deseo del psicoanalista”, nos avocamos a “alienación y separación”. Entonces, “alienación y separación” de Posición del inconsciente y las clases 16 y 17 del Seminario 11, que son las más adecuadas. Yo voy a trabajar sobre Posición del inconsciente, pero nos va a venir bien, como eco, el Seminario 11.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Hay una pregunta importantísima que hace Norma, que es si esto transforma o cambia el concepto de transferencia. Sí, totalmente. Van a ver que, a partir de allí, vamos a tener una noción de transferencia absolutamente psicoanalítica. Bueno, entonces dejamos acá.

EL DESEO DEL PSICOANALISTA, Lic. Alfredo Eidelsztein 5ª reunión (7/IX/2000), Alienación y Separación II

La idea, hoy, es trabajar específicamente “alienación y separación” como términos para concebir la necesidad por la cual Lacan arriba al “deseo del psicoanalista” como motor del análisis.

Hay, en el mismo planteo de Lacan, casi el movimiento mismo que yo quiero plantearles como problema, porque los términos elegidos por Lacan –“alienación” y “separación”–, inscriben de una manera sumamente paradójica el problema. Hoy mismo, a la tarde, una analizante me decía: “¡Hoy va a ser..! Estoy reenchufada con el ‘laburo’, me va a costar muchísimo conectarme, hoy, con la sesión: ¡estoy re-alienada..!”. Es un uso coloquial, yo no tuve que preguntarle en qué sentido me lo decía porque, igualmente, no era lacaniana... Así que podíamos dialogar tranquilos. Y Lacan elige “alienación” –que para todo el mundo tiene este sentido– para indicar uno de los conceptos que él acuña para dar cuenta de la producción de un sujeto, la causación de un sujeto. Y “separación” implica necesariamente separarse. Si yo les dijese a ustedes, por ejemplo a una amiga personal: “Me separé”, jamás ella supondría que, al significante... Imagínense un progreso de mi análisis, yo estoy muy contento y le digo “Mirá, no sabés qué bien que ando en mi análisis: me separé...”, y ella diría “¡Noo! ¿Te separaste de un significante?”... Es muy difícil concebirlo, ¿quién va a concebir que alguien se separa de un significante? En general, vamos de bruces al problema de que nos separamos de alguien; especialmente reforzado si el primer término del par es “alienación”. O sea, si estamos alienados en algo, nos separamos necesariamente de ese algo. “Alienación” indica muy fuertemente el Otro porque “Alio” inscribe directamente la función del Otro. Con lo cual, el mismo problema que debe enfrentar Lacan –estimo yo que en el sentido del mismo problema que debe enfrentar el Psicoanálisis–, lo plantea en los mismos términos contradictorios. O sea, utiliza justamente los dos términos menos indicados para hablar de eso; porque son , justamente, los términos más confusos, en el sentido especialmente contrario de lo que él quiere decir (les traigo las citas. Hoy voy a trabajar, como lo había dicho, entre Posición del Inconsciente113 y Seminario 11114, porque para “alienación y separación” son los lugares obviamente indicados –ése no es ningún descubrimiento–); Lacan trabaja con los términos justamente contrarios y debe él mismo rectificarse, en el transcurso de Posición del inconsciente y del Seminario 11, de los significados que estos términos acarrean.

113 114

J. Lacan, Escritos 2, (ed. Siglo XXI, Buenos Aires 1987, p. 808). J. Lacan, El Seminario, libro 11 (ed. Paidos, Buenos Aires 1995).

¿Cuál es el problema y cuál es la perspectiva que a mí me interesa del problema, y por qué el “deseo del psicoanalista” es la solución? Al problema ya lo planteé, tiene tres andaniveles: a la subjetividad humana hoy se la concibe como individual: cada uno de nosotros es un ente. Les debe resultar obvio a ustedes que cada uno de nosotros sea un ente y no espero que nadie me plantee ningún tipo de polémica ni discusión filosófica; que haga el esfuerzo de suponer que yo utilizo “ente”, desde el castellano. Y como, efectivamente, en el diccionario de la Real Academia “ente” está, no hay ningún problema, hacemos caso omiso del saber de la filosofía. Y si les resulta obvio que cada uno de nosotros sea concebido como un ente, les advierto que es una concepción sumamente moderna y que en otras culturas, para nada se consideraba que una persona –para decirlo de alguna manera– fuese el ente correspondiente para analizar esa persona. Por ejemplo, para muchos problemas de decisión económica, moral, social y religiosa, los griegos de la antigüedad, de la época clásica, consideraban que el “ente” era la familia. Si no tienen en cuenta eso, nunca van a entender Antígona; porque de Antígona uno se pregunta: ¿pero cómo se dejó llevar a la propia muerte por un enterramiento? ¿No está pagando demasiado caro un acto que, bueno, es de la dignidad? Está todo bien, es muy importante que los a los deudos de uno no se lo coman los perros; uno entiende eso pero ¿llegar a morir por no enterrar a uno que ya está muerto? Lo que pasa es que, para Antígona, ella –Antígona– está constituyendo un ente que le da existencia, que son los Laplácidas. Para nosotros, eso es totalmente inconcebible; para nosotros, cada uno de nosotros es un ente que corresponde ser considerado para analizarnos a cada uno de nosotros. Si esto es así, se acompaña de un movimiento muy fuerte –muy típico de nuestra época– que es que, al dolor, al sufrimiento, se lo considera sin significado. Es por eso que las neurociencias arrasan. Las neurociencias no arrasan por los grandes descubrimientos de las neurociencias. Reconozcamos entre nosotros que los descubrimientos de las neurociencias son ínfimos, despreciables y que siguen con el Proyecto... de Freud, más una página y media... Diego Golombek, el otro día, nos explicó que el dibujito de la neurona lo hacíamos mal. Mucho más, a ninguno de nosotros nos explicó nada. Porque no saben nada, porque no tienen nada que descubrir. Pero, ¿por qué tanto impacto de las neurociencias? Porque ahora el ente es el individuo; con lo cual, la estofa, el asunto como materialidad es la carne. Entienden que si el ente no es la persona sino la

familia, la estofa del asunto no puede ser la carne. La carne como metáfora de los Laplácidas no puede ser la carne de alguno de ellos. Pero si el ente está circunscripto por el tegumento, ¿cómo hacer para distinguir que la estofa del ente no sea la carne? Y si es la carne –esto es un producto del siglo XIX– entonces el dolor se caracteriza por ser un dolor sin significado. Eso es decimonónico, no es lacaniano. Los lacanianos creen que inventaron la pólvora, con el “goce”, que está más allá de las palabras. Eso no es lacaniano y ni siquiera es el “goce”, de Lacan. Eso es un concepto occidental de la forma de entender el dolor –que es sin significado. Nosotros decimos que es “pulsional” pero sin lugar a dudas es de la carne. Y ‘tras cartón’ de considerar al ente como un individuo y al sufrimiento –o al dolor– sin significado, luego vienen las drogas y las neurociencias como plafond terapéutico. Es “uno más uno igual a dos”, no hay salida para eso. Para el Psicoanálisis, en vez de “persona” o “individuo”, la única salida que tenemos es el sujeto. Pero les pregunto yo: ¿qué entendemos por “sujeto”? Porque si se trata de “un sujeto de treinta y cinco años viene a la consulta”, entonces “sujeto” es “chabón”... Con lo cual, es otro nombre del “individuo” y con eso no ganamos nada, eh. O sea, solamente nos rescata el concepto de “sujeto”. Y como concepto de “sujeto”, lo que propongo trabajar es una concepción distinta de la de “persona”, “individuo”, o cosas por el estilo. Efectivamente, para el dolor, trabajamos con la noción de “goce” pero mi impresión es que la ganancia aportada por Lacan mediante la noción de “goce” no es que esté “más allá de las palabras”. En todo caso, eso ya lo tenía Freud: en la segunda tópica ya lo tenía de cabo a rabo, no hacía falta cambiarle el nombre a eso – podríamos seguir llamándolo “Eso”, y lo tendríamos perfectamente. Para Freud, hasta era anterior a las palabras así que no se trata de eso. Mi impresión es que lo que aporta Lacan, para el “goce”, es la causa. Articula el “goce” a la “causa”. Y les advierto que articular el goce a la causa no es articular el “goce” al “objeto a” sino a la pregunta por la causa; o sea: “¿cuál es la causa de este goce?”. Nosotros hacemos equivaler, plenamente, “objeto a” a “causa” y, a veces, me parece que con eso estamos velando un problema ya que lo que planteo como radicalmente lacaniano frente al goce, es la causa. O sea, pregunta por qué: “¿por qué hay este sufrimiento?”. En ese sentido, vuelvo a traerles la cita que, a mi entender, es la clave del problema, y es que los psicoanalistas nos posicionamos como que todo lo que es real es racional. Y no

estamos queriendo decir con eso que si cuando venías al consultorio, te cayó el piano por la cabeza, algo de la resistencia habrá en vos, por lo cual te cayó un piano en la cabeza; que es un estupidez supina dicha por muchísimos psicoanalistas y que no tiene el menor sentido. Porque no nos referimos a ese real sino a lo real del goce. Si hay un goce que es real, la propuesta del psicoanalista es operar sobre ese goce mediante un porqué. La vez pasada les planteé hasta la dialéctica de ese porqué. Se acuerdan de que para Lacan era sencillamente que alguien venga preguntándose por el porqué de su goce, y es claro que todo el problema está en que alguien venga a consultarnos sin preguntarse por el porqué de su goce –cosa que es la puesta en forma de la demanda, que es crucial. Pero Lacan dice que alcanza con invertir la demanda para que ya advenga otro nivel, entonces que alguien venga y diga “yo padezco por esto y no sé por qué esto me sucede”. Lacan dice que alcanza para producir un cambio radical en la estructura de eso, con que uno le pregunte “¿Y por qué cree que eso le pasa?”. ¿Entienden? Tomar la pregunta e invertirla. ¡Es espectacular lo que eso produce! Y, a veces, ¡los años que uno pierde por no hacer esa pregunta! Lo que pasa es que uno supone que es una pregunta estúpida porque es la misma pregunta que nos hicieron a nosotros: “vengo a verlo porque a mí me pasa esto, esto y esto, y no sé por qué me pasa”. Entonces uno supone que hay que ponerse a trabajar para saber por qué le pasa, cuando lo que propone Lacan es que hay que poner a trabajar la pregunta; y que la forma de ponerla a trabajar no es otra que la de devolverle al sujeto “pero, ¿por qué cree usted que eso le pasa?”. Es notable lo que sucede cuando uno invierte la pregunta. Es notable, parece una nimiedad pero es la práctica a partir de la cual –van a ver– nos va a ser necesario el “deseo del psicoanalista”. Bueno, y para las neurociencias y las drogas, la opción que nosotros seguimos ofertando es la palabra. Aunque parezca mentira es la palabra. Frente a esta fuertísima tendencia occidental de que el goce no se corresponde a las palabras, lo que yo propongo es que la respuesta del Psicoanálisis aún hoy –con todos los seminarios de Lacan ya leídos y estudiados– sigue siendo la palabra; la respuesta sigue teniendo estructura de palabra. Con lo cual, el problema que se nos plantea es tratar de darle estatuto a lo que nos propuso Lacan con el silencio, con no brindar significado, no brindar sentido, que yo creo que hoy ya ha llegado al punto de no interpretar. Mi impresión es que cualquier lacaniano que se jacte de su condición de tal, y que se apoye en

los últimos seminarios de Lacan (que nunca sé lo que quiere decir eso, pero es la fórmula), directamente postula que no se interpreta más, que interpretar es llenar de significado y de sentido, que el sueño o las formaciones del inconsciente son su propia interpretación y que lo único que cabe hacer es el silencio. Les advierto que ésa es la posición de las neurociencias. Las neurociencias, frente al sufrimiento, se quedan en silencio porque te dan una pastilla. Eso es, exactamente, Occidente. ¿Acaso ustedes, cuando se van frustrados del médico, no dicen: “no me dijo nada”? Y cuando se van frustrados del analista, ¿no dicen lo mismo? Les pregunto la verdad: como experiencias discursivas coloquiales, ¿no se van quejándose de lo mismo? ¿No ha dejado más de uno de ustedes un análisis porque el analista “no le decía nada”? Lo mismo que cuando iban a lo del médico y les decía: “Sí, usted no tiene nada”, y ustedes se decían: “¡Cagué!”... ¿Vieron que cuando uno va al médico y te dice que no tenés nada, decimos “¡cagué!”? No porque te dice que no tenés nada sino porque no agrega el procedimiento de palabra que hay que agregar para que uno se sienta bien. Los médicos no practican el procedimiento mínimo de palabra que hace falta. ¿Saben lo que tiene que hacer un médico? Si tienen un médico familiar y quieren que tenga éxito, que gane plata, díganle: “Después de tener la placa, no le digas que no tiene nada; decile ‘no, la placa está bien’”... No, no es lo mismo. Otra es quitarle el valor de verdad al sufrimiento: —“Usted no tiene nada”, —“Sí, pero a mí me duele”. Ése es todo el problema. Que digan: “en la placa no hay nada, no se ve nada; algo debe haber pero quédese tranquilo que lo vamos a seguir estudiando, investigando. Ya lo vamos a encontrar, usted quédese tranquilo”. ¡Se le llena el consultorio, eh! Les garantizo que si tiene un semblante más o menos adecuado –¡si es un ‘nabo’ total, no!–, si hace un buen semblante y le dice “quédese tranquilo, vamos a seguir estudiando el problema y usted me llama, cualquier cosa, si esto recrudece o no. Y si mejora, también; por favor, si mejora, aunque sea ahora cuando usted sale de acá y mejora, le voy a pedir por favor que me llame”... ¡Sabés cómo mejora, ¿no?! ¡De acá a la China! Pero ya no confiamos más en eso, y no es un problema del Psicoanálisis, no es el progreso del Psicoanálisis. Es el desarrollo de la concepción del sufrimiento en nuestra sociedad. En la reunión anterior habíamos estado trabajando, entonces, “alienación y separación” y lo que yo les había propuesto es que no teníamos que olvidarnos de que “alienación” era el movimiento primero –que para Lacan

tiene la lógica de un “o”–, y separación, que es el movimiento segundo, para Lacan tiene la lógica de un “y”. Después le va a agregar una modalidad operatoria que es la teoría de conjuntos, con reunión e intersección, que vamos a ver hoy. La temporalidad que corresponde a estos dos movimientos es un bucle –o sea, es un círculo–, que Lacan lo propone solamente como un círculo que tiene una torsión en el medio. Es decir que no es un círculo así sino que es un círculo que antes de un unirse se le pega una torsión. Es un círculo que tiene una torsión. La estructura temporal circular permite seguir diciendo “primero” y “segundo”, pero no autoriza a que haya “primero” sin “segundo”, ni “segundo” sin “primero”. O sea, la operatoria existe como tal cuando el círculo se cierra y, si el círculo no se cierra no es eso. ¿Entienden lo que estoy diciendo? No se puede decir de ningún paciente que se quedó en la “alienación” y no se produjo la “separación”, como tantas veces se dice en el hospital: “es un caso en que está alienado a la madre y lo que pasa es que no se produjo una separación”... No existe eso. Sí acepto que coloquialmente, en castellano, alguien metaforice la relación de alguien con su mamá, como que está “alienado” a la mamá. Eso sí. Y que alguien no se separó de la mamá, también: yo conozco a varios... Pero no es “alienación” y “separación” de Lacan; y no son los dos procedimientos mediante los cuales Lacan concibe la causa del sujeto. Con lo cual, no son útiles, así como fueron dichos, para dar cuenta de la estructura de una falla –sólo para describirla. Es decir, no pueden ser nunca términos evolutivos; si la estructura temporal es circular, nunca pueden ser términos evolutivos. Y lo importante de no ser términos evolutivos –además de darnos una buena teoría temporal– nos advierte que “separación” no es mejor que “alienación”. Porque en el evolutivo, la evolución indica que “dos” es superior, mejor, más desarrollado, más adaptado –o lo que sea–, respecto de “uno”. La evolución no es el mero paso del tiempo, no es “posterior”; lo más evolucionado no es lo segundo, es algo “mejor”. Ahora bien, si Lacan propone empezar por un “o” y cerrar el mecanismo por un “y”, yo les había propuesto la necesidad de articularlo a metáfora y metonimia; porque Lacan tiene producido ya mucho antes, y en una apuesta muy fuerte, que los dos mecanismo fundamentales del inconsciente son la metáfora y la metonimia, cuya lógica es “o” e “y”. El problema con el que nos encontramos aquí es que Lacan invierte la forma de presentar los mecanismos que él tiende a hacer ya que si ustedes recuerdan el escrito donde Lacan los

presenta, primero Lacan presenta la metonimia y luego la metáfora. Mientras que aquí propone hacerlo de una manera inversa: primero el “o” y luego el “y”. A mi vez, les había propuesto que quizás teníamos que revisar ciertas articulaciones que Lacan había propuesto sobre metáfora y metonimia a la luz de alienación y separación. Con lo cual, quizás “alienación y separación” sea la segunda vuelta que Lacan le da a “metáfora y metonimia”. O sea que después de practicar y seguir pensándola y elaborándola cuatro o cinco años la lógica de “metáfora y metonimia”, concluye a la altura de los seminarios en cuestión –por ejemplo, el Seminario 11 en comparación con el Seminario 5115–, que hay que hacer una rectificación a lo que él había planteado con metáfora y metonimia. Si yo les hubiese preguntado al comienzo de la reunión los dos mecanismos –o los dos procedimientos, o las dos modalidades– de la causación del sujeto, por parte de Lacan, ustedes me habrían dicho “alienación y separación”. Pero si yo les hubiera preguntado mediante qué legalidad se produce el sujeto del inconsciente, ustedes habrían dicho “metáfora y metonimia”. Con lo cual, de hecho les advierto que se nota que no son temas alejados entre sí, y que quizás pueda ser entendido como una segunda vuelta. Lo último, para que la articulación sea lo más desarrollada posible: recuerdan que la primera presentación de Instancia de la letra, por ejemplo de metonimia, era que introduce la falta en ser en la relación de objeto. Y se acuerdan de que metáfora es articulada por Lacan a la chispa creadora. Quiere decir que, sin ningún problema, entre nosotros podríamos asignar a la metonimia un valor de “-“ (menos), y a la metáfora un valor de “+”, un plus. Primero, por su valor opositivo: son dos, nada más que dos y fuertemente opositivas; y por otro lado, porque la metonimia introduce un “-“ (menos) –la falta en ser– y la metáfora tiene que ver con la creación de un ser. La pregunta es qué ganaríamos al sustituir metáfora y metonimia por alienación y separación, y la pregunta radical para la reunión de hoy es qué ganamos articulando alienación y separación a “reunión” de teoría de conjuntos, e “intersección” de teoría de conjuntos –que es el nuevo paso dado por Lacan, que no estaba articulado a metáfora y metonimia.

115

J Lacan, El Seminario, Libro 5 (ed. Paidos, Buenos Aires 1999).

Yo voy a seguir el texto Posición del inconsciente y voy a trabajar dos o tres citas que me interesan del Seminario 11. Lo que vimos la vez pasada, de Posición del inconsciente, eran los dos movimientos –el de alienación y el de separación– porque Lacan, en ese texto, los presenta dos veces: primeramente como “primero y segundo movimientos”, y la segunda vez directamente definidos como “alienación y separación”. Son el mismo y están ambos presentados mediante un “o”, el primero, y un “y”, el segundo. Respecto del primero, Lacan sostiene que el sujeto surge como efecto de lenguaje, que nace de la “hendija original” –dice en castellano–, y que traduce una sincronía significante que implica una pulsación temporal primordial, que es el “fading constituyente de su identificación”. Es el primer movimiento –dice Lacan, en el que el sujeto nace como efecto de lenguaje. Primera cuestión interesante: ya desde aquí vemos que, para Lacan, no se articulan “alienación” y la causación del sujeto en relación al Otro. No lo plantea en relación al Otro, lo plantea en relación al lenguaje. Y les advierto que quizás nos convenga distinguir no hacer coincidir plenamente “Otro” y “lenguaje” –acá lo tenemos como “efecto de lenguaje”. Y entonces lo plantea como que es el “fading constituyente de su identificación”, y a esto lo llama el “primer movimiento”. Les propuse, la vez pasada, que el “fading constituyente de su identificación” podía ser entendido como el “S barrado” ($) y el “I(A)”, como los términos del vector de la intención del grafo del deseo, entendidos en la rectificación que le hace falta. Lo que pasa es que yo tardé muchos años en terminar de entenderlo y, en realidad, hasta que alguien no me explicó no lo entendí: el vector de la intención del grafo del deseo, que está planteado como un arco que sale de “S barrado” ($) y llega a “I(A)”, en realidad, es una sección de un bucle. Sólo que si esto [señala el grabador] fuese una esfera, tendría mejor forma; pero siendo un grabador [gesto circular que, en el aire, muestra un bucle] está perfecto: yo puedo hacer así el bucle. ¿Lo ven el bucle, no? Y se lo presento así y ustedes no van a ver más que la sección porque las líneas siguen acá, ¿se entiende? Con lo cual, lo que plantea Lacan es que el movimiento primero es el fading del sujeto correspondiente a su identificación. Con “alienación” vamos a terminar de entenderlo. Pero se trata, entonces del advenimiento del sujeto, y su advenimiento es directamente articulable a su desvanecimiento. Habría que decir que es su “advenimiento desvanecido” o su “desvanecimiento advenido”, como ustedes prefieran; son ambos

correspondientes. Cuando Lacan explica un poquito mejor a este primer movimiento, dice que antes del efecto del lenguaje el sujeto era nada –no era nada. En el segundo momento de este primer movimiento, adviene como significante pero desaparece como sujeto: se identifica a un significante y en el mismo acto de identificarse a ese significante –que es el fading– desaparece como sujeto, y Lacan dice que la nada se sostiene por el segundo significante. ¿Entienden el movimiento? Una nada, luego adviene como significante y desaparece como sujeto –no es lo mismo la nada que el fading–, y la nada se sostiene por el segundo significante. Con lo cual, de vuelta –no sé si lo advierte–, la estructura de bucle. La cuestión muy interesante a no perder de vista es la torsión del bucle porque no es lo mismo la primera “nada” que la segunda “nada”. No es lo mismo la nada anterior al advenimiento del sujeto como significante, que la nada en la que se convierte por el segundo significante. Ése es el “primer movimiento”.

I(A)

$

Supongan que esto se trata de una esfera y, entonces, lo que yo les explicaba antes es que esto continúa por detrás. Yo ya me había dado cuenta solo, sin que me expliquen, de este movimiento116; esto sí lo había logrado deducir de la lógica que implicaba lo que Lacan decía cuando Lacan no lo dice nunca estrictamente así –lo da a entender en L’étourdit117, o sea doce años después. Ahí dice: “obviamente, estaba inscripto sobre una esfera”. Si alguien leyó Subversión del sujeto118, no es obvio que el grafo del deseo esté inscripto en una esfera. Pero, como ustedes verán, esto [la línea que une I(A) con $] es exactamente igual que esto:

I(A)

116

$

[del que une, en un continuum, las dos cadenas aparentemente paralelas de la semiesfera frontal]. J. Lacan, Escansión 1 [ed. Manantial, Buenos Aires 1984]. 118 J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 773. 117

Y hasta está orientado. El segundo movimiento (si hay preguntas, cuestiones o problemas vinculados a esto, pueden hacerlas ahora o dejarlas para después, o como les parezca mejor), al argumento del segundo movimiento Lacan lo presenta así:

«...el deseo hace su lecho del corte significante en el que se efectúa la metonimia, la diacronía (llamada “historia”) que se ha inscrito en el fading retorna en la fijeza del deseo inconsciente» 119.

Entonces, “el deseo hace su lecho del corte significante en donde se efectúa la metonimia” es el segundo movimiento. ¿Ven la pista? Digo, ¿ven que “metonimia” quedó segunda? Con lo cual, uno puede decir, retroactivamente, que lo primero es “metáfora”. Y no hay ningún problema en decir que es “metáfora” porque efectivamente teníamos que, si la metáfora es creación ex-nihilo, y dijimos que lo primero era “nada”, y después dijimos que adviene como significante pero desaparece como sujeto: hay una creación. Ven que se empieza a confirmar –y hay pistas en el texto de Lacan– pero la pregunta es, entonces, por qué no lo dice claro. Yo no tengo respuestas para eso. Entonces, “la diacronía (llamada ‘historia’) que se ha inscrito en el fading retorna en la fijeza del deseo inconsciente”. ¿Entendieron eso? Lacan dice: primero, el deseo inconsciente –es una cita de Freud que hace Lacan– implica una fijeza, está fijado. Entonces, lo que explica Lacan es que los términos, diacrónicamente presentados –o sea, lo que llamamos “historia”– son los que brindan los elementos para concebir la fijeza del deseo. ¿Por qué mi deseo está fijo aunque yo no lo pueda decir, y nunca lo termine de decir más que de una forma muy indirecta y siempre incompleta? Está fijado a ciertas cuestiones precisas –aunque yo no pueda 119

Ibíd., p. 815.

terminar de decirlas, ni siquiera cuando muera de viejito– y no a otras que sí puedo decir. Y creo que alguno de ustedes, también ya esté en posición de decir. Alguno quizá, no. Alguno quizás esté en que no sabe si desea “más bien esto” –todo un campo, no algo preciso– pero que ya sabe, seguro, que aquel otro campo, no. Por ejemplo, quizá alguno ya decidió que la danza clásica no va a hacer. Por ejemplo, yo ya sé con seguridad que mi deseo no pasa por la danza clásica o tocar la flauta traversa: ¡soy una madera! ¡Seguro que mi vida no pasa por la música! Ya sé que eso no. Y por otras cosas, después de tantos años, me doy cuenta de que siempre termino haciendo cosas, las que me gustan, las que hago con entusiasmo, que están entre esto y esto otro. Esto y esto –que me cambian un poco pero no tanto– he verificado en mi vida, y se verifica –estimo–, que son fijos. No son eminentemente variables. Entonces, Lacan dice que el segundo movimiento es el que aporta la diacronía, la historia, y es –dado que el deseo hace su lecho del corte significante– lo que da la fijeza. O sea, para decirlo de una manera pedagógica y horrible:

S1

S2

si el deseo, originalmente, hace su lecho entre dos términos –lo podríamos inscribir como movimiento [la flecha entre S1 y S2]–, nosotros sabemos que el deseo no es ni esto [S1], ni esto [S2], sino algo impreciso que queda entre esto y esto [S1 y S2]. ¿De qué se trataba en el primer movimiento? Si dijimos que era metáfora y creación, ¿era creación de qué? Del sujeto. ¿Y de qué hablamos en el segundo movimiento?

Intervención: Del fading.

A.E.: No, no. El fading ya está acá, es el fading de la identificación; es cómo se entiende $ [“S barrado”]. Es más radical que decir que el sujeto queda entre S1 y S2. Es más claro, es más preciso, es más psicoanalítico decir el “fading de la identificación”, y eso se verifica: si tuvieron algún paciente –o ustedes mismos– que estuvo fuerte y plenamente identificado a un término, habrán visto cómo su vida se desvanecía en la nada. Por eso la identificación a ese término, ¿no? Lo habrán visto: hay vidas enteras que se desperdician plenamente porque el sujeto se mantiene precisamente asociado a la identificación. Eso se ve, eso es clínico; pero clínico de la vida cotidiana, no de la clínica “sofisticada”. Y, entonces, ¿este segundo movimiento de qué menta, de qué habla? Del deseo.

1er Mov. 2do Mov.

$

Metáfora

“o”

d

Metonimia

“y”

Sincronía Diacronía

¿Cómo resume Lacan los dos movimientos? Les leo la cita porque es fuerte, es precisa y está muy bien dicha:

«El segundo “se buclea” en el primero...»

“Se buclea” es un verbo en francés. Los traductores siempre, en castellano, pusieron “se cierra”, y tendrían que decir “se cierra en forma de circuito”. En francés, “boucle” es “aro”, “anillo”, “hebilla del cinturón”,

“cinturón”, etc. A nosotros nos mata –¡muchas cosas nos matan! El gobierno, los senadores...– que en castellano “bucle” quiere decir otra cosa: es el “rizo”, el “tirabuzón”. Son también acepciones en el francés, pero de las menos usadas, la número catorce. En el Grand Robert, como “rizo” es la última acepción. Todas las primeras acepciones marcan lo que en topología se llama una “línea cerrada de Jordan”, o sea algo que se cierra pero en forma de circuito. Lacan no utiliza hasta muy tardíamente “línea cerrada de Jordan”; utilizó primero “toro”, luego “banda de Möbius”, habló muchísimo del “boucle”, y parece que descubrió el concepto topológico de “línea cerrada de Jordan” pero bastante tardíamente. En la topología que se enseña a los niños, en el jardín de infantes –porque a los niños, en el jardín se les enseña topología–, lo primero que se les enseña es cómo distinguir una “línea cerrada de Jordan”. Es decir, poder diagnosticar si se trata de un circuito cerrado o no. Luego se complejiza, pudiendo estudiarse si la “línea cerrada de Jordan” es “simple” o “compleja”:

Compleja Simple

Yo les propongo “líneas cerradas de Jordan” simples. Entonces Lacan dice que “el segundo se ‘buclea’ en el primero”. En castellano pusieron “se cierra”. El problema con “se cierra”, es que puede entendérselo como que “se cierra” como una puerta. Es por eso que nunca se entendió “el cierre del inconsciente”. “Apertura y cierre del inconsciente” nunca se entendieron, y a la “pulsación” se la entendió como temporal –se abre y se cierra, se abre y se cierra como si fuese una puerta– y Lacan jamás lo dio a entender así. Lo que pasa es que en francés es clarísimo y en castellano no se lo puede entender, porque Lacan dice que el “cierre” del inconsciente es la clave de su apertura. Porque cuando dice que “se cerró”, no dice que “se cerró (como) la puerta y ya no lo tenés más”, como se explica en la Facultad de Psicología. “Apertura y cierre”: “está, no está; está, no está”. No es eso. Es que “se cierra” cuando “se abre”; o sea, el inconsciente se abre, dice y habla cuando ustedes logran un “boucle”, que podrían entenderlo como un circuito repetitivo. Cuando se produce la repetición y se asumen las consecuencias de esa repetición, he ahí el inconsciente. En ese sentido “se cerró”: se cerró el “boucle”; no es que perdieron al inconsciente, que ya no está más. No es efímero, ni instantáneo. Entonces, “el segundo se cierra en el primero” y Lacan saca dos consecuencias de eso: se proyecta la topología del sujeto en el instante del fantasma120. “¿Lo qué, ‘Cacho’? ¡Porque ahí sí, no se entiende nada!”. Pero no importa, escuchen el “instante”: proyecta la topología del sujeto en el instante del fantasma. ¿Se acuerdan de que el primer movimiento es sincrónico? ¿Ven la correspondencia? “Instante”—“Sujeto”: la topología del sujeto adviene en un “instante”. ¿Y cómo se entiende eso? Vía la metáfora, porque la metonimia es diacrónica y la metáfora es sincrónica. Y Lacan agrega:

«...lo sella rechazando al sujeto del deseo que se sepa efecto de palabra, sólo es deseo del Otro» 121. 120 121

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 815. Ibíd.. p. 815.

No se entiende nada, yo coincido con ustedes. Pero en el segundo caso, habló del deseo, y en el primero dijo “la topología del sujeto”. En el segundo habla del deseo y es ahí, recién en el deseo, donde Lacan articula el Otro:

1er Mov. 2do Mov.

$

Metáfora

“o”

d

Metonimia

“y”

Sincronía Diacronía

A

O sea que, efectivamente, esto se articula al Otro; pero no en la alienación. En la alienación no se trata del Otro. En la separación se trata de la entrada del Otro. Fíjense que es absolutamente lo contrario. Y no son los primeros seminarios de Lacan: o sea, no es que Lacan es hegeliano. Entonces, ahora sí, Lacan presenta en Posición del inconsciente: “las dos operaciones fundamentales en las que conviene formular la causación del sujeto”122 comandadas por el inconsciente. Respecto de la primera, en castellano dice “enajenación”, mientras que en francés dice “aliénation”. En los Escritos, todas las veces que Lacan utiliza “alienación”, Armando Suárez puso “enajenación”. A mí no me queda claro por qué, ya que están los dos términos. El “Entfremdung” de Hegel y de Marx, en alemán, efectivamente se lo traduce al 122

Ibíd., p. 818-9.

castellano por “alienación” o “enajenación”; algunos traductores de una manera, y otros de otra. Con lo cual, es polémica abierta y no es problema. Pero acá no estaban traduciendo al castellano el alemán “Entfremdung”; estaban traduciendo del francés al castellano “aliénation”. ¿Para qué poner “enajenación”? Ustedes dirán: “¡Bueno, es un prurito...!”. No, no, ¡prurito las pelotas! Porque no es lo mismo Alio que “ajeno”. El problema es “alienación”, porque “alienación”, como palabra, introduce al Otro acá [en el “1er Mov.” del cuadro arriba consignado]. Eso es lo complicado de los términos de Lacan: que en castellano está oscurecido. Pero él utiliza “aliénation” para el primer movimiento. Entonces, Lacan dice:

«La primera, la enajenación [aliénation], es cosa del sujeto. En un campo de objetos, no es concebible ninguna relación que engendre la enajenación [aliénation], si no es la del significante».

Quiere decir que son relaciones entre significantes, y no es una relación entre el sujeto y el objeto.

«Tenemos por origen el dato de que ningún sujeto tiene razón para aparecer en lo real, salvo que existan allí seres hablantes».

Entonces, lo que preexiste al sujeto son significantes y seres hablantes, y la única relación que se puede poner a trabajar en el origen del advenimiento del sujeto es la relación entre significantes. Es cierto que para que haya significantes debe haber sujetos humanos hablantes pero Lacan no está diciendo que es por la relación entre los sujetos humanos hablantes como adviene el sujeto en la alienación. ¿Se entiende? No es “ser querido”, “no ser amado”, “ser amado”, “si la mamá quería al papá” o “si el papá quería a la mamá”... No se niega la existencia obvia de sujetos humanos hablantes para poder postular la existencia de significantes: si

no hubiese ningún sujeto hablante en el planeta, no se podría seguir postulando la existencia de significantes, aunque seguirían funcionando las computadoras. Supongan que sea verdad eso de que las computadoras van, algún día, a empezar a pensar y nos van a matar a todos. Operarían con combinatorias binarias, 0 y 1, pero esos ceros y unos así no serían significantes –porque no representarían a un sujeto frente a otro significante. Entonces, Lacan propone que en el asunto del sujeto se trata de la articulación entre significantes. En ese sentido, muy articulable a lo que Freud proponía como la primera lógica operante en las asociaciones del inconsciente. ¿Alguno se acuerda de cuál era para Freud la primera lógica operante en la asociación de las primeras representaciones en el inconsciente? El azar. O sea que uno advenga luego de otro. Entonces, Freud decía “He ahí la matriz inicial”. Siempre me pareció de cuarta, eso, de Freud. Porque nunca supuse que nada trascendente de lo que yo tenía que ver con ningún sujeto vinculado a mí en la consulta, padeciese de nada vinculado al azar de dos palabras en su origen. Al menos, yo nunca trabajo así. Me parece que lo que Freud estaba indicando es algo muy parecido a lo que indica, aquí, Lacan: que de lo que se trata en el advenimiento del sujeto, lo primero –si uno pudiese hablar de “primero”–, es de meros significantes relacionados entre sí. Lo que pasa es que esta operatoria no se cierra sin la segunda. Es decir, no tenemos nunca esto accesible en la clínica. Pero es interesante ver que en Freud hay un argumento sumamente parecido; Lacan no lo articuló.

«Conceder esta prioridad al significante sobre el sujeto, es para nosotros, tener en cuenta la experiencia que Freud nos abrió de que el significante juega y gana, si puede decirse, antes de que el sujeto se percate de ello, hasta el punto de que en el juego del Witz, del rasgo del ingenio, por ejemplo, sorprende al sujeto. Con su flash, lo que ilumina es la división del sujeto consigo mismo. Pero que se la revele no debe enmascararnos que esa división no procede de otra cosa sino del mismo juego, del juego de los significantes... de los significantes y no de los signos» 123.

123

Ibíd., p.819.

Un poco más adelante dice:

«El registro del significante se instituye por el hecho de que un significante representa a un sujeto para otro significante. Es la estructura del sueño, lapsus y rasgo de ingenio, de todas las formaciones del inconsciente. Y es también la que explica la división originaria del sujeto. El significante, produciéndose en el lugar del Otro todavía no ubicado, hace surgir allí al sujeto del ser que no tiene todavía la palabra, pero al precio de coagularlo».

“El significante, produciéndose en el lugar del Otro, todavía no ubicado...”, ven que a Lacan le hace falta decir “pero, ¿dónde es que están los significantes?”. En el Otro, con lo cual tendríamos al Otro operando aquí [1er Mov.], y ahí mismo aclara que no: “el significante, produciéndose en el lugar del Otro todavía no ubicado”. Ven que Lacan no está planteando la relación sujeto—Otro porque al Otro lo plantea, en este nivel, como “no ubicado”. Luego dice: “hace surgir allí al sujeto del ser que no tiene todavía la palabra”. Podríamos decir “del ser humano hablante”; es el significante el que hace surgir al sujeto del ser humano hablante, aunque no hable –un bebé recién nacido. Pero, “al precio de coagularlo”. Aquí, en francés dice “le figer”, cuya primera acepción es “coagularlo”, la tercera o cuarta es “fijarlo” (quiere decir que cuando a nosotros se nos corría para “fijarlo” estaba bien), y si ustedes ven todos los usos metafóricos de coagularlo, indudablemente, Lacan se está refiriendo a “petrificarlo”. ¿Saben a qué metáfora me refiero? A “se me heló la sangre”, que se utiliza para cuando uno queda “fijo”; con lo cual, entiendan que lo que Lacan está proponiendo es la “petrificación”. “...pero al precio de coagularlo”, o sea, lo “petrifica”.

«No es pues que esta operación tome su punto de partida en el Otro lo que hace que se la califique de alienación...».

¿Lo escucharon, no? Habría que decirle: “Y entonces, ¡¿por qué no la llamás ‘Roberto’..?!”. La “alienación” indica todo lo contrario. Fíjense lo que dice en el Seminario 11:

«Nadie podrá negar que esta alienación está muy de moda en la actualidad. Hágase lo que se haga siempre se está un poco más alienado, ya sea en lo económico, lo político, lo psicopatológico, lo estético y todo lo que venga [hoy, creo que especialmente –como decía mi paciente–, en el trabajo]. Quizá no esté de más llegar a la raíz de esta famosa alienación. ¿Querrá decir, tal como parece que yo sostengo, que el sujeto está condenado a sólo verse surgir, in initio, en el campo del Otro? Podría ser, pero de ningún modo –de ningún modo» 124.

Eso dice en castellano; en francés dice tres veces “de ningún modo”. Parece que al traductor le dio vergüenza tanta insistencia de Lacan, porque Lacan dice: “de ningún modo, de ningún modo, de ningún modo” . Y en castellano pusieron “de ningún modo –de ningún modo”. Vieron que siempre los traductores quitan el filo de lo más radical. Con lo cual, observen que Lacan dice categóricamente que la alienación, en absoluto, tiene que ver con nacer en el campo del Otro –el sujeto no nace en el campo del Otro. Y los efectos que produce la alienación no son por su relación al Otro. ¿Entienden que estoy atacando, de una manera radical, “libertad y determinación en Psicoanálisis”? –esto sería “determinación” [“Metáfora” en el cuadro arriba consignado] y esto “libertad” [“Metonimia”]. Igualmente, habría que ver de qué determinación se habla; pero siempre que se habla de “determinación”, se habla de la “determinación” del Otro. ¿Quién podría liberarse de la determinación del lenguaje? ¡Hay que estar re-chiflado de la cabeza! Aquellos de ustedes que tengan práctica con la psicosis: habrán tenido locos de todo tipo, rojos, verdes, azules. ¿Alguno planteó algún problema de liberarse del lenguaje? ¡Ni un esquizofrénico con quince años de evolución plantea semejante locura! Los lacanianos somos capaces de superar lo inimaginable... Porque planteamos eso: si esto es determinación [“Metáfora”] y esto es libertad [“Metonimia”] es una cosa, pero si la determinación es al Otro, ¿entienden 124

J. Lacan, El Seminario, Libro 11, ob. cit., p. 218.

que la libertad que se produce es necesariamente la locura? Ahora bien, Lacan aclara veinte veces que la alienación no se trata del Otro, ni siquiera está ubicado el Otro. Es claro que cuando uno nace –Pitz estudió los efectos de la “ausencia”–, hacen falta Otros, y no Otros cualesquiera, hace falta Otro más o menos en posición de mamá o de papá, algo parecido a “carne de mi carne” porque si no, falla hasta la captura de la carne. Es rarísimo eso, nadie lo explicó nunca, pero hay muerte: si nadie dice “esto es carne de mi carne”, sorprende pero hay muerte. Eso está reconocido; lo que no estamos afirmando es que por ello la alienación tenga que ver, en sus efectos, con que el sujeto nace en el campo del Otro. No es que tu mamá te puso el nombre –como dicen los lacanianos–, no es que tu papá te dio el apellido y vos no elegiste ni nombre ni apellido, no es eso; no se trata de eso. Se trata de un efecto radical del significante.

«No es pues que esta operación tome su punto de partida en el Otro lo que hace que se la califique de alienación. Que el Otro sea para el sujeto el lugar de su causa significante [¡Ah, loco, entonces lo dice! ¡Qué ‘chabón’ jodido! No, pero aclara:] no hace aquí sino motivar la razón por la que ningún sujeto

puede ser causa de sí»125.

Y agrega que ni siquiera para los cristianos Dios es causa de sí. No sé si ustedes saben que, en la teología, San Agustín puso en tela de juicio el causa sui para Dios. O sea que ni siquiera en Dios se encuentra la causa de sí mismo. Con lo cual, ven que hay una erradicación total de la posibilidad de que algo sea causa de sí mismo. Así pues, el sostener al Otro en relación a la causa del sujeto no es porque el sujeto –como sujeto– nazca en el campo del Otro: es la advertencia, dice Lacan, de que no puede ser causa de sí. En todo caso, será causa de lo Otro, pero no del Otro. Está clarísimo en Posición del inconsciente y en el Seminario 11, que son los dos lugares en donde más intensamente Lacan plantea la advertencia.

125

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., pp. 819-20.

«La alienación reside en la división del sujeto que acabamos de designar en su causa».

La alienación reside en la división del sujeto. Quiere decir que no es ser Otro, ni depender del Otro, ni estar marcado por el Otro; no es eso. La alienación es “nacer dividido”.

«La alienación reside en la división del sujeto que acabamos de designar en su causa. Adentrémonos en la estructura lógica. Esta estructura es la de un vel, nuevo en producir aquí su originalidad [que es un “o” y por eso se escribe así “v” el simbolito correspondiente a esa operación lógica]. Para eso hay que

derivarlo de lo que llaman, en la lógica llamada matemática, una reunión (que se reconoce ya que define cierto vel)».

Nosotros tendemos a llamarla “unión”. Es la unión de conjuntos lo que Lacan llama “reunión”. No sé si se acuerdan algo de la unión de conjuntos; lo que nos interesa de la unión de conjuntos es: el conjunto A (que tiene los elementos 1, 2, 3), “unión” conjunto B (que tiene los elementos 3, 4, 5), entonces el conjunto unión AUB tiene cinco elementos, no seis. El que desaparece es el repetido. O sea, el conjunto unión tiene los elementos {1, 2, 3, 4, 5}. La pregunta es: ¿qué “3” desapareció? ¿El “3” de A, o el “3” de B? Ése es el problema que Lacan trae a colación, por el nacimiento. No sé si olfatean por qué a Lacan se le ocurrió esto, por qué fue a buscar ahí, por qué le sirve la unión de conjuntos. Porque Lacan está indicando que lo que desaparece es lo mismo, lo idéntico. O sea, desaparece la posibilidad de identidad. Por eso “identificación” y “fading”. ¿Entienden? Nace pero imposibilitado de ser idéntico a sí mismo, porque lo idéntico de sí mismo ‘vuela’.

«Esta reunión es tal que el vel que llamamos de alienación sólo impone una elección entre sus términos eliminando uno de ellos, siempre el mismo sea cual sea esa elección.»

Lacan lo dice de una manera muy escondida porque parece que está indicando que siempre es el mismo. Uno se pregunta cuál será ese que desaparece. ¡El mismo! Cualquiera que tenga mismidad con otra cosa, ése desaparecerá. La vez pasada, no sé si recuerdan que yo les propuse que el inconsciente era el vínculo en acto entre el sujeto y el Otro –que el sujeto era el sujeto cartesiano y que el Otro era el Otro que introducía la verdad. Y les pregunté qué quiere decir que sea el sujeto cartesiano y les dije que no sabía, que Lacan no lo explica; pero les propuse un “¡Bueno pero es el de la frase ‘pienso luego existo’!”. Luego les dije: “Será el que piensa”. Era nada más que para abonar un problema que yo ya conocía, y que era mentira que lo que les dije la vez pasada respecto de que no sabía de qué se trataba, porque Lacan lo desarrolla total y plenamente en el Seminario 14, en donde propone hacer del “pienso luego existo” un “pienso y existo”. Y el “pienso y existo” en francés es “yo pienso y yo existo” [Je pense et j’existe]. En francés, el pronombre personal se coloca. Ahí Lacan lo trabaja con las leyes de Augustus De Morgan, de cómo se convierte una transformación de una conjunción en una disyunción, pero eso no nos interesa. Lo que yo quería proponerles es que si en la reunión de conjuntos lo que siempre se pierde es “lo mismo”, y los dos círculos de ........ son “Yo pienso, Yo existo”, lo que cae es “Yo”. ¿Cuál “Yo”? Todo “Yo”. Cualquier “Yo” que haga identidad consigo mismo. Si ustedes le preguntasen a alguien que dijo: “Yo”, y ustedes le preguntasen “¿Quién?”, y él dijese de nuevo “Yo”, eso es lo que cae: lo que ilusoriamente alguien estaría indicando al referirse dos veces a sí mismo, con “Yo”. Lo que pasa es que es muy importante para nosotros que pesquemos que eso cae, justamente, en el Yo. ¡’Tranqui’, eh! ¡Esto no es filosofía abstracta! ¡Es verdaderamente lo que pasa con el Yo! Que no por nada es lo último que se adquiere en el aprendizaje del lenguaje, y en lingüística se lo designa como “Shifter”. Es todo un mundo entender qué quiere decir alguien, para un ‘pendejo’ de un año y medio, cuando ese alguien dice “Yo”. No lo tomen por filosofía abstracta, eh. Esto tiene que estar íntimamente anudado a los hechos; si no, no sirve para nada (bueno, puede servir para mucho porque hay gente que le encanta la filosofía abstracta y disculpen a los presentes que gusten de la filosofía abstracta pero es que no me gusta a mí). Lo que digo es que esto es eminentemente práctico, no es de un Lacan especulativo que llegó a pensar las cosas tan

extraordinariamente bárbaras, que ya habla de vaya a saber qué cosas. Está hablando, efectivamente, de cómo sucede: cuando alguien adviene como “Yo”, en ese mismo momento, el que adviene como “Yo” desaparece porque cualquiera que se designa como “Yo” sabe que otra persona va a designarse como “Yo”. En ese caso, entonces, ¡“Yo” no soy “Yo”!.

«Esta disyunción...».

Ustedes saben que el CD [de las obras completas de Lacan] está levantado con scanner y después está corregido con un diccionario, pero si el diccionario encuentra una palabra castellana, no la lee; entonces, yo tengo:

«Esta disyunción se “encama” de manera muy ilustrable»...

Entonces, ¡me quedé! ¡Ésta no la tenía! ¡Éste es otro Lacan, y un poco soez! No, es “se encarna”.

«Esta disyunción se encarna de manera muy ilustrable, si es que no dramática, en cuanto el significante se encarna en un nivel más personalizado en la demanda o en la oferta: (un rato largo estuve pensando, y no sé cuál es la oferta y cuál la demanda. Digan ustedes, a ver si la pescan) en “la bolsa o la vida” o en

“libertad o muerte”».

¿Cuál es oferta y cuál demanda? ¡Me hice un lío hoy a la tarde! A veces estaba seguro de que uno era oferta y el otro demanda. Porque Lacan dice que uno es oferta y otro es demanda. ¡Es difícil, eh! ¿Cómo encarna la

alienación? Lacan va a dar dos ejemplos; observen cuáles: “la bolsa o la vida” –que es lo que te dice el ‘chorro’– y “libertad o muerte” –esto es lo que dice el héroe, el que se envuelve con la bandera...

Intervención: Eso ya es en la década del setenta.

A.E.: Claro, ¡ahora sería con una valija de dólares..! “¡Los dólares o la muerte..!”. Todavía tenemos unos cuantos. Piensen en el mundo islámico y la cantidad de ataques suicidas que todavía el mundo islámico es capaz de proveer. Saben que tienen reclutados cientos y cientos, que no suponemos que todos sean efectivamente suicidas, pero ya se han dado pruebas de que muchos de ellos sí lo son; con lo cual, están plenamente en “libertad o muerte”. Me parece que “libertad” les importa un carajo. Me parece que no es “libertad” lo que pondrían. ¿Qué pondrían? Conozco tan poco... ¡Qué sé yo! “El Ayatolá o la muerte”...

Intervención: “Alá”.

A.E.: Sí, tal cual, “Alá o muerte”. La ........... islámica debe tener una frase de éstas, mediante la cual se sostiene. Habrán visto fotos de niños disparando armas. En Occidente, esto sorprende muchísimo pero son los de la vereda de enfrente. Pero todavía se ven muchos casos de éstos. Entonces, Lacan dice que hay dos ejemplos muy importantes, que él quiere dar, de cómo esto encarna, y yo quisiera que ustedes observen (aunque no lo dice en Posición del inconsciente, pero sí les traje las citas del Seminario 11, en donde lo dice. No sé por qué siempre Lacan dice las cosas tan distintas en un escrito y un seminario, sobre el mismo tema).

Intervención: ¡Para no aburrirse!

A.E.: Para no aburrirse o porque lo cambia él mismo.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Claro, a eso iba. Lo que quería hacerles escuchar, ahora, eran citas del Seminario 11 en donde Lacan habla del “factor letal”. O sea que la alienación produce un sujeto así, que es como un escudo de Boca...

Intervención: “La libertad o la vida”.

A.E.: “La libertad o la vida”, que es la articulación de ambas. Ustedes escriban “la bolsa o la vida”, “la libertad o la muerte”, y tienen como “el perro hace miau, el gato hace guau”. Produce eso. En realidad, es una articulación de estas dos. Entonces, lo que Lacan propone es que este efecto primordial del significante encarna con “la bolsa o la vida” –ven el “o”–, “la libertad o la muerte”, y Lacan trabaja estos dos ejemplos indicando claramente que nunca se puede elegir verdaderamente una de las dos cosas, sin una pérdida sustancial en la posición en que uno queda, teniendo la otra. Hasta “libertad o muerte” lo trabaja con la libertad de trabajo, y propone que la libertad de trabajo, como principio de la Revolución Francesa, produjo al siglo siguiente la libertad de morirse de hambre. Por la caída de los salarios en el origen del Capitalismo, que llevó a los franceses de la post-Revolución Francesa a un nivel mucho peor que en el que estaban antes con la monarquía, aunque parezca mentira. Con lo cual, fíjense ustedes cómo la libertad, para Lacan, siempre tiene un límite muy preciso y, siempre, muy dramático.

Lo que Lacan propone es que este efecto puro del significante sobre el ser hablante –sobre la carne–, para que advenga un sujeto, el sujeto adviene connotado por el “factor letal”, que solamente lo dice tres o cuatro veces en el Seminario 11. Yo les leo dos citas:

«Hay un analista que, en otra dimensión, lo percibió y trató de señalarlo con un término que era nuevo y que nunca ha sido aprovechado desde entonces en el campo del análisis –la afanisis, la desaparición. Jones, quien la inventó, la confundió con algo bastante absurdo –el temor de ver desaparecer el deseo» 126.

Ven que Lacan no aplica afanisis acá [2do Mov.]. ¿Ven lo que hizo Jones, no? Uno podría decir: “¡Qué desaguisado, el de Jones!”. No, mezcló estos dos niveles que Lacan separa. Lacan deja afanisis acá [1er Mov.] y “deseo” acá abajo [2do Mov.]. Pero Jones no estuvo tan lejos, eh. Nosotros nos cagamos en estos tipos pero, ¡guarda, eh! En general, estos tipos siempre le pegaron cerca de la cosa; el asunto es dentro de qué marco conceptual uno lo puede inscribir para poder ponerlo a trabajar en análisis. Lo que hizo Jones es confundir ambos niveles –puso afanisis del deseo. Y Lacan dice que no, que hay que separar. Y van a ver por qué.

«La afanisis empero, debe situarse de manera más radical en el nivel donde el sujeto se manifiesta en ese movimiento de desaparición que califiqué de letal. También en otra forma, denominé este movimiento el fading del sujeto»127.

Es lo que estamos citando nosotros. La otra cita que les quería hacer escuchar es:

126 127

J. Lacan, El Seminario, Libro 11, ob. cit., p. 215. Ibíd.

«En ese momento [...], esta separación muy otra está destinada a poner en evidencia lo esencial, en este campo, del vel alienante –el factor letal»128.

Es lo que estamos describiendo.

«Se trata del vel de la primera operación esencial que funda al sujeto. Me atrevo a pensar que puede tener algún interés desarrollarlo aquí, ante un público bastante nutrido, pues se trata nada menos que de esa operación que podemos llamar la alienación.»129.

Quiere decir que, sin lugar a dudas, lo que Lacan propone es que el efecto de que el sujeto sea producido, sea causado así –mediante la lógica de la alienación–, produce un sujeto asociado a un factor –el “factor letal”.

1er Mov. 2do Mov.

128 129

Ibíd., p. 221. Ibíd., p. 218.

$

Metáfora

“o”

d

Metonimia

“y”

Sincronía

Diacronía

Factor Letal

A

Ahora sí, ahora sí: la mitad de ustedes no me va a seguir más... Ahora pierdo a la mitad, pero puedo ir repitiéndome tranquilamente. Y después sigo hablando con la otra mitad, nada más. La separación que propone Lacan es la separación del “factor letal”. Hasta ahora ustedes dirán: “¡¿Y por qué nos íbamos a ir la mitad?!”. No, sigo: la separación que propone Lacan es de “S barrado” ($), del sujeto como desaparecido. Eso es lo que Lacan va a proponer como “separación”. La bandera de los lacanianos: el ideal, “lo más mejor”, “no la caca del Yo” (o “estar en posición de objeto” que decimos de algunos pacientes medio ‘monguis’)... Porque esto [$] sería “lo más mejor”... ¿Es así, o no? Si ustedes son de Boca, entonces, ¿quién sería Boca? ¡Éste es Boca: $..! ¿Quién es Riquelme o Palermo? Éste, éste es el que les rompe el culo a todos: ¡$! Lacan está diciendo que esto es todo lo contrario a la dirección de la cura. Lo que busca toda la sesión del corte, toda la sesión del silencio, todas esas maniobras, es producir esto: $. Lo escuchamos todos, todo el tiempo. Después discutimos las citas, ustedes leen los textos, nos rompemos los cuernos. Yo no quiero convencerlos pero hay una lógica que se desprende: si hay separación, es separación de este efecto ($). Este efecto es letal, es la petrificación. ¡Eso es S barrado ($), eh! Ahora vamos a ver qué vuelta hay que darle, en qué ética y en qué dirección, para que la separación sea la separación coincidente con la ética del Psicoanálisis y no otra. Decimos “el significante mata la cosa” pero nos parece que es lo salutífero del significante y, no –lo que Lacan propone es que es la mitad de la operación.

Intervención: Eso es detención del movimiento.

A.E.: Sí, detención del movimiento, aun en lo que atañe a la condición del sujeto. O sea, la condición del sujeto puro –puro– es un factor letal, es petrificante, no mueve nada, no conduce a nada, no lleva a nada.

«Del mismo modo nuestro sujeto está colocado en el vel de cierto sentido que ha de recibirse o de la petrificación. Pero si se queda con el sentido, es en ese campo (del sentido) donde vendrá a morder el sinsentido que se produce por su cambio en significante. Y es ciertamente al campo del Otro al que corresponde ese sinsentido, aunque producido como eclipse del sujeto» 130.

Éste es el párrafo que articula las dos –alienación y separación. Es clave porque es la entrada del Otro. Vuelvo a leerlo:

«Del mismo modo nuestro sujeto está colocado en el vel [“o”] de cierto sentido que ha de recibirse o de la petrificación».

Entonces, tenemos ser y sentido –“ser” produce petrificación, o “sentido”. Tenemos “ser”, o “sentido”.

«Pero si se queda con el sentido, es en ese campo (del sentido) donde vendrá a morder el sinsentido que se produce por su cambio en significante».

O sea, si está en esta lógica –la que estuvimos trabajando–, entonces lo que será más radicalmente del sentido será el sinsentido. Es decir, lo que se pierde por la articulación que veníamos describiendo en la lógica de la 130

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., pp. 820-1.

unión, de la reunión de conjuntos. Tenemos, entonces, un efecto de que si el sujeto se queda del lado del ser, entonces petrificación –no tiene salida, ¡caput! La salida está por el lado del sentido. Lo que pasa es que, en esta lógica, si se coloca del lado del sentido, lo que tendrá es sinsentido, lo que se pierde de eso.

«Y es ciertamente al campo del Otro al que corresponde ese sinsentido, aunque producido como eclipse del sujeto».

Una vez que está planteado el sinsentido, ahí adviene el campo del Otro. Ni más ni menos, ni más ni menos que la salida del asunto es siempre del lado del sentido (lo dice Lacan, no lo dice Alfredo que es “nolacaniano”). ‘Ligo’ por todos los lacanianos que dicen que la dirección de la cura no es aportar sentido, sino sinsentido. ¿Entienden que la dirección de la cura lacaniana típica –la pura–es letal, no? Que es lo que dicen muchos pacientes: “Si te vas a analizar, ¡no te analices con los lacanianos!”. ¡Es letal! Esta práctica es letal, porque lo que propone Lacan es que del lado del ser no hay salida. Es mucho de lo que propone Vappereau con los locos. Si un tipo está identificado a una condición de ser –lo que trabajamos con la locura y la inmediatez de las identificaciones–, o sea si no está dispuesto a pasar por el campo del Otro, está loco; y con un loco no hay nada que hacer. ¿Entienden que no hay nada que hacer porque no pasa por el campo del Otro? Entonces, ¿qué podría hacer cualquiera en el lugar del Otro? La salida es si adviene algo de la índole del sentido. El problema es que la alienación del sentido le provee al sujeto el sinsentido. Y Lacan dice:

«Y es ciertamente al campo del Otro al que corresponde ese sinsentido».

Lo que hacen ustedes, lo que hago yo, cuando pensamos en ir a consultar a un analista. ¿Deshacemos la lógica de la consulta al analista? Ustedes padecen, yo padezco, alguien padece: movimiento 1. Y supongan que padece porque se mudó una banda de Rock & Roll a la casa de al lado... ¡Me sentía Rambo! Pero no por

lo heroico que iba a ser sino, ¡por las ganas de agarrar una ametralladora y matarlos! Ahora bien, nunca se me ocurrió ir a un analista porque, ¿qué iba a decirle? Y padecía, eh; les advierto que padecía: ¡los quería matar! ¡Un odio asesino! Si a uno le va mal en el negocio porque abrió Coto en la esquina –y uno tiene una pequeña fiambrería–, uno padece y, ¡cómo se padece! Se padece grosísimo, no hay nada que hacer. Pero no vas a lo del analista. ¿Cuándo uno va a lo del analista? Cuando uno padece y...

Intervención: [inaudible].

A.E.: Y algo más. Porque suponte que se te mueran tres familiares por motivos distintos, en dos meses. ¡Te adviene un sinsentido! ¿Entienden? Uno se muere en un accidente, al otro lo mató la novia y al otro lo pisó un policía, manejando, para salvar a alguien... ¿Vieron que, el otro día, un policía mató al hijo de otro policía porque iba muy apurado para salvar a alguien? Lo dejaron tirado y dijeron: “¡Vamos, vamos que hay un rehén!” y dejaron a una chica inconsciente y semimuerta.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Que tiene que ver con uno, porque si tiene que ver con otro... Entonces, es un dolor que tenga que ver con la condición subjetiva, y un sinsentido, porque si tiene sentido, ¿para qué vas a ir? ¿Cuál es la salida cuando hay un dolor, uno localiza que algo de ese dolor tiene que ver con uno y el vínculo a ese sufrimiento es el sinsentido? ¿Cuál es la chance que todavía queda –a pesar de la publicidad de la Secretaría de Salud, en los subtes? Dirigirse al campo del Otro. Fíjense cómo sigue el párrafo:

«La cosa vale la pena de decirse, pues califica al campo del inconsciente a tomar asiento, diremos, en el lugar del analista, entendámoslo literalmente: en su sillón».

O sea que la salida es este parecer –bastante indicado, ¿no? Entienden que aquí está planteado más allá de coyunturas particulares. Si alguien “es”, del lado de la petrificación, si alguien “es”, no hay nada que hacer con él. Él puede hacer algo consigo mismo pero el Otro, no. Del lado del sentido, por la alienación adviene el sinsentido. ¿Cuál es la salida? Dirigir eso al sillón del analista. ¡Lacan no es bobo, eh! ¿Entienden lo que está queriendo decir? Al lugar de Otro, no a un ‘chabón’. ¡Guarda, el analista, con creerse que se le dirige, en términos personales, a él! Se le dirige al lugar que él representa. Pero, ¿por qué se le dirige al lugar que él representa? Porque es nuestra ética. No es necesario que sea así. Lacan metió al analista aquí, pero porque es nuestra ética. ¿Qué harían ustedes con un familiar de un ser querido que padece bajo esas tres coordenadas? “Mirá, che, ¿no pensaste en ir a hablar con un psicólogo? ¿Por qué no vas? Hablá con un psicólogo y escuchá lo que te puede decir. Quizás, algo entendés de lo que te pasa”. ¿Se entiende? Con lo cual, la ................... a la separación del factor letal –“factor letal” que, con Freud, podríamos llamarlo “malestar en la cultura”; lo que pasa es que ahora está especificado como ineliminable. ¿Se acuerdan de que Melanie Klein proponía el análisis de todo el mundo, que proponía el Psicoanálisis en la escuela? ¿Para qué? Para evitar el malestar en la cultura. Aquí ya queda claro que es ineliminable porque es la causa del sujeto. Es ineliminable en cualquier cultura porque el sujeto adviene así: mortificado. Y eso no es lo que buscamos en análisis – mortificarlo más. Hay muchos analistas que dicen “esta sesión fue ‘macanuda’ porque advino angustia”... Habría que recordarles a los analistas que los pacientes ya vienen bastante angustiados; o sea que no es un logro terapéutico producir angustia, que la angustia no es un efecto del análisis –la gente, para angustiarse, se las arregla bastante bien sola. Uno le puede dar una mano, ¡está clarísimo que uno puede darle una mano! Pero hay muchos analistas lacanianos ‘chochos’ de la vida porque “advino angustia”, y como es una cosa que “no engaña”... ¡Pero Lacan no dijo que era ‘macanuda’! Lacan dijo que no engaña, no que era ‘macanuda’. Nunca dijo “búsquenla, eh”, ¿o sí? No alentó su producción, no dijo “¡Angustien!”. Yo no leí nunca que lo

haya dicho y, si lo hubiese dicho yo lo hubiese rechazado; yo no hubiera sostenido esa parte de su enseñanza, cosa que no me habría traído más que problemas intelectuales pero no otros.

Entonces, adviene el Otro porque es la única chance de poner a trabajar el sinsentido, de cerrar el bucle iniciado así. Puede ser al analista, puede ser a otro Otro –no todo el mundo tiene que analizarse. Pero vamos a decirlo en términos filosóficos –Siete Días, Gente, Caras–: la única salida para el sinsentido de la vida es dirigir el problema del sinsentido a otro (para decirlo de una manera estilo Caras). ¡Yo tendría que meterme en un revista! ¿Es convocante eso, o no? Bueno, no importa... Yo lo sostengo. Y en el párrafo siguiente, Lacan dice: Wo Es war soll Ich werden131. Entonces, “donde eso era...”. ¿Está bien llamarlo a esto “Eso”? ¿Entienden por qué? Porque el sujeto está totalmente nadificado, de otra manera “nadificada” que lo que era antes de advenir, pero está nadificado –es un “Eso”. Lacan propone que advenga el sujeto, pero no esto [$], sino que advenga a partir de la separación de este efecto, pasando por la separación.

«Pasemos a la segunda operación, en la que se cierra la causación del sujeto...».

Lacan dice que “se boucle”132. En castellano diríamos que “se buclea”, porque no “se cierra” como una puerta, ni se concluye (¿vieron el chiste, ése, que dice por qué tenemos ombligo? Porque Dios dice: “Terminado... terminado... terminado...”). Uno puede decir “se cierra” porque se terminó. No, no: “se cierra” porque se produce el bucle.

131 132

Ibíd., p. 821. Ibíd. [En la edición francesa, se lee: «Venons à la seconde opération, où se ferme la causation du sujet…»].

«Pasemos a la segunda operación, en la que se cierra la causación del sujeto, para poner a prueba en ella la estructura de borde en su función de límite, pero también en la torsión que motiva el traslape del inconsciente». Es lo que yo les proponía la vez pasada: que esto se cierra en forma de bucle, pero que implica una torsión.

Si ustedes tuviesen una cinta transparente, le hacen dos flechitas así y las unen con una torsión, lo que tendrán luego es un bucle así, con una torsión.

«Pasemos a la segunda operación, en la que se cierra [se “buclea”] la causación del sujeto, para poner a prueba en ella la estructura de borde en su función de límite...».

Es esto: el bucle. El bucle es la estructura de borde en su función de límite. Se produce un cierre pero es un borde. Se produce una superficie –este límite pasa a ser el borde de la superficie.

«Esa operación la llamaremos: separación».

Y, ahora, esto tenemos que lograr decirlo, por favor:

«Reconoceremos en ella lo que Freud llama Ichspaltung...».

No me van a negar que todos los lacanianos te meten la Ichspaltung acá: [en “$” del cuadro arriba consignado]. ¡La “división del sujeto”: la Ichspaltung! ¡Mi hija ya lo dice! ¡Ya tengo una en mi casa que ya lo dice! Me dice: “la división del sujeto es la Ichspaltung”. ¡En su puta vida leyó La Escisión del Yo en el proceso defensivo, de Freud! No lo leyó, yo les garantizo que no lo leyó. No entiende ‘un carajo la vela’ y ya es lacaniana... ¡Ella cree que es por fidelidad a mí! ¡Entiendan el malentendido que hay en mi casa! Ella dice que el sujeto dividido, S barrado, es la Ichspaltung. ¡Cómo si supiese alemán, para colmo! Porque, ¡te lo dice en alemán! ¡Patético..! Lacan pone la Ichspaltung aquí: [en la “ d “ del cuadro arriba consignado]. Les recomiendo leer –leamos una vez– La Escisión del Yo para que quede claro que no es el sujeto dividido, de Lacan. No lo es, no tiene nada que ver. No lo es. Aparte, dense cuenta que es difícil que lo sea porque el propio Lacan –que inventó el “$”–, te mete la Ichspaltung aquí: [2do Mov.].

«Reconoceremos en ella lo que Freud llama Ichspaltung o rajadura del sujeto, y captaremos por qué, en el texto donde Freud la introduce, la funda en una rajadura no del sujeto, sino del objeto (fálico concretamente)».

Y Lacan tiene razón, ¡hay que leer el texto! No hay que ser “lacaniano”... Lo que propone Freud como “escisión del Yo” es la rajadura respecto del objeto fálico. ¿Y entienden por qué eso es escisión del Yo, para Freud? Porque, para Freud, el falo es el adminículo valioso por excelencia, constituyente del narcisismo yoico. ¿Entienden lo que significa? Los “cortadores de trenza”. Lo que Freud dice que hay que perder, a lo que hay que renunciar es ese agregado narcisístico, que para Freud es el objeto fálico. Freud no habla de la división del sujeto; Freud habla del inconsciente, que no llegó a desarrollarlo con la lógica que Lacan propone para la división del sujeto, y menos que menos con la causación vía la alienación. Es verdad, Lacan tiene razón: alcanza para leer ese texto cortito de la última parte de la enseñanza de Freud.

«La fórmula lógica que viene modificar dialécticamente esta segunda operación se llama en lógica simbólica: la intersección...».

¿Se acuerdan de lo que es la intersección de dos conjuntos? Es el conjunto constituido por la parte coincidente de uno y el otro. En el caso del que hablábamos es “3”. Pero el “3” pega distinto, ahí. Podríamos hacerlo como la lúnula de la intersección, sombreado de los círculos de ........, pero considerados de otra forma.

«La fórmula lógica que viene modificar dialécticamente esta segunda operación se llama en lógica simbólica: la intersección, o también el producto que se formula por una pertenencia a——a’.Esta función aquí se modifica por una parte tomada de la carencia a la carencia...».

O sea, carencia y carencia, falta y falta. Es al revés, ¿entienden? Antes, lo que había repetido se perdía; y ahora lo que se toma por intersección es lo que falta de uno y lo que falta del otro. El conjunto A está constituido por 1, 2 y lo que le falta. Y el conjunto B constituido por 3, 4 y todo lo que le falta. En la intersección iría todo lo que le falta a ambos.

«Esta función aquí se modifica por una parte tomada de la carencia a la carencia, por la cual el sujeto viene a encontrar en el deseo del Otro su equivalencia a lo que él es como sujeto del inconsciente».

Entonces, una carencia y otra carencia. Y Lacan dice que como el sujeto adviene como carencia, se puede hacer una maniobra donde el sujeto ponga en relación lo que él es como falta, con lo que falta en el Otro. Con lo cual, se puede poner a trabajar “lo que falta en mí”, que es ¿qué? Mi mismo. Cualquier cosa que sea porque cualquier ser se caracteriza por ser eso; o sea, el ser es idéntico a lo que es. Entonces, Lacan propone que la salida es poner en relación “lo que falta en mí” –que no es un detalle, ni es un anexo: es mi misma condición de yo mismo– a lo que falta en el Otro. Ésa es la salida.

«... por la cual el sujeto viene a encontrar en el deseo del Otro su equivalencia a lo que él es como sujeto del inconsciente».

¿Qué es el “sujeto del inconsciente”? Nada. Sueño: dos hombres van a una casa y se ‘cogen’ a una mujer, y luego viene una mujer que mata a la mujer (¡Ah, ustedes creyeron que iba a decir que mata a los hombres..!), y después me despierto. Un sueño medio chanchón, pero sueño al fin. Si ustedes son el analista, ¿quién soy yo? (Parece “Juan y Pinchame”...). Yo les conté mi sueño, que es una formación del inconsciente; ustedes son el analista, ¿quién soy yo? ¿Qué soy yo, como sujeto del inconsciente? Nadie. Como sujeto del inconsciente, no soy. Eso es la clave del inconsciente. El problema es el saber universitario. Y nosotros pasamos por la Universidad, hoy; si no, es práctica ilegal. Pero para el saber universitario, ¿acaso el caballo del pequeño Hans no es el papá? Y si uno lee el caso –y lee a Lacan una vez–, se da cuenta que necesariamente el caballo, para el pequeño Hans, es el papá, la mamá, Hanna y Hans. Porque es una formación del inconsciente y, ahí, no hay nadie –en el inconsciente no hay

nadie que sea “sí mismo”. Ése es el sujeto del inconsciente. Como sujeto del inconsciente es pura falta. Nadie es en el inconsciente porque en el inconsciente nadie puede ser y, en realidad, nada es –nada es ser.

Pregunta: ¿Pero el inconsciente no implica al Otro? ¿Cómo puede decirse, entonces, “sujeto del inconsciente”?

A.E.: Lo que pasa es que Lacan propuso al inconsciente –lo aclaré la vez pasada– como primero, como condición. Descartá eso, que es muy difícil. Esto no existe si no es en la circularidad, y vos ya estabas trabajando con lo evolutivo porque ponías al Otro como segundo. ¿Entendieron la pregunta de él, que es indiscutible? Me dijo: “Alfredo, ¿cómo vos pusiste a éste como sujeto del inconsciente, si en el inconsciente ya está el Otro?”. Yo le dije que lo que él hizo fue hacer una maniobra evolutiva, porque esto es lo que es como parte de eso.

Yo ya lo había aclarado. Es una lógica necesaria –es floja, es débil y nadie en Occidente la acepta. Trabajamos con un tiempo circular. Si trabajás con un tiempo circular, entonces podés tener al consecuente “antes” del antecedente. Si no adviene el Otro, en el segundo momento, el primero no es tal. ¿Qué es

entonces? Nosotros, ahí, no sabemos. Qué sé yo. Nada, no sé, no tengo la menor idea. Muchas frases de las que digo, no las desarrollo pero las dejo como marcas justamente para poder, después, resolver estos problemas. Por eso es que había advertido sobre la estructura temporal que esto tiene, porque si no, llegás a contradicciones lógicas.

Pregunta: ¿Sólo podés dar cuenta del primero, a partir del segundo?

A.E.: No “dar cuenta”, existe. Es más radical que “dar cuenta”, porque uno dice “hizo falta Champollion para dar cuenta de los jeroglíficos”, pero nadie va a decir que los jeroglíficos existen a partir de Champollion. No, en este caso estamos hablando de eso. Es circular el tiempo en juego. Con lo cual, “2” está antes que “1”. También “1” está antes que “2”, obvio –eso no hace falta decirlo.

«Por esta vía el sujeto se realiza en la pérdida en la que ha surgido como inconsciente...» 133.

¿Entienden el “se realiza”? Pasa a lo real, deja de ser una nada..............

[Cambio de cinta]

..... una maniobra mediante la cual esa nada empieza a funcionar de otra manera –ahora vamos a decir cuál es esa otra manera– y adviene en esa otra manera en la medida en que se relaciona con la falta en el Otro. Quiere decir que aquí el Otro, aportando su falta, es salvador, que es lo que proponemos los psicoanalistas. 133

Ibíd., p. 822.

Me parece que en el fondo de todo el asunto es lo que hacemos los psicoanalistas cuando decimos “Che, hablá con alguien, ¿no se te ocurrió hablar con alguien?”. No sé, o estoy totalmente ‘meando fuera del tarro’, o me parece que lo que el analista dice, entre otras de las cosas que dice, la fundamental es “Che, hablá con alguien. ¿No te parece que deberías hablar con alguien, con lo que te pasa?”. O decirle a alguien, directamente: “¿Qué te pasa?”. ¿Vieron que la gente dice “No, estoy muy mal, no quiero hablar de eso”? Los duelos modernos, vieron cómo son los duelos modernos: “No, me parece que ando bien, porque no pasa nada”; cuando nosotros alentamos a que la gente se encuentre con eso, pero que se encuentre en un encuentro con alguien, con eso. Es lo que está aquí en juego, en el Seminario 11 y en Posición del inconsciente. No es Lacan del Seminario 1134, eh.

«Por esta vía el sujeto se realiza en la pérdida en la que ha surgido como inconsciente, por la carencia que produce en el Otro, según el trazado que Freud descubre como la pulsión más radical y la que denomina: pulsión de muerte. Un ni a— es llamado aquí a llenar otro ni a— [...] El vel vuelve a aparecer como velle...».

“Velle” es “desear”. “Vouloir” viene de ahí, del latín. ¿Entienden cómo el “o” pasa a “deseo”? Pero pasa a “deseo” porque la única salida posible para poner a operar el haber advenido como no siendo, es articularse a algo que falta en el Otro.

«Tal es el fin de la operación. El proceso ahora. [La segunda gran salvedad que Lacan tiene que hacer] Separare, separar, aquí termina en se parere,

engendrarse a sí mismo».

134

J. Lacan, El Seminario, Libro 1 [ed. Paidos, Buenos Aires 1995].

¡Maldita y puta frase de la cual nunca más nos vamos a curar! Hay putas frases –de Freud hay tres o cuatro– y ésta es una de las putas frases de Lacan, que la corrige él mismo en los dos renglones que siguen. Y la corrige él mismo, en el Seminario 11, ¡pero date por ‘cogido’!

«Eximámonos de los favores seguros que encontramos en los etimologistas del latín en este deslizamiento de sentido de un verbo a otro. Sépase únicamente que este deslizamiento...».

¿Cuál deslizamiento? De “separarse” a “parirse”. Se pasó de un verbo al otro. ¡Los lacanianos van, ahí, a lo chancho! Especialmente, los obsesivos. El aislamiento del obsesivo está estudiado, desde Freud, por todos los post-freudianos. Los analistas lacanianos obsesivos adoran la separación como el “engendrarse a sí mismo” – es la proeza máxima. Sería como masturbarse y masturbarse, y... ¡splash! Bueno, la vida sexual del obsesivo es típicamente masturbatoria.

«Sépase únicamente que este deslizamiento está fundado en su común aparejamiento en la función de la pars».

La “pars”, la “parte”. O sea que, revisando la etimología del latín, Lacan dice que pasar de un verbo al otro solamente se autoriza porque en ambos opera la “parte”. Pero veamos qué de la parte, porque Lacan con mete mediante la designación de “separación”.

«La parte no es el todo, como dicen, pero por lo general inconsideradamente. Pues debería acentuarse que nada tiene que ver con el todo. Hay que tomar partido sobre ello, juega su partida por su propia cuenta [¿Se

dan cuenta de que está jugando con “parte”, no?] Aquí, es de su partición de donde el sujeto procede a

su parto. Y esto no implica la metáfora grotesca de que se traiga de nuevo al mundo».

Lo dice, eh.

Intervención: Igualmente, dice “parirse a sí mismo”, con lo cual la dignidad................

A.E.: Sí, pero lo que sostenemos los lacanianos es lo contrario de lo que Lacan afirma. Porque lo que nosotros solemos decir con “separación del Otro” es que adviene el sujeto mismo. Bueno, Lacan dice que no se trata de parirse, y acá trabaja otra articulación etimológica muy interesante. Se la leo:

«Cosa que además el lenguaje tendría grandes dificultades para expresar con un término original [Lacan dice que el lenguaje tiene mucha dificultad para decir ‘parirse’. ¿Por qué?], por lo menos en el área del indoeuropeo donde todas las palabras empleadas para ese fin tienen un origen jurídico o social».

¡Ah, mirá vos! “Parir” no es escupir el producto de la carne. Escuchen qué es “parir”:

«Parere es en primer lugar procurar (un hijo al marido). Por eso el sujeto puede procurarse lo que aquí le incumbe, un estado que calificaremos de civil».

¿Entendieron ésa? Lacan dice que no se trata, para nada, de “parirse” –se trata sólo de la puesta en funcionamiento de la parte. Tenemos claro qué parte, ¿no? La lúnula con la que estábamos trabajando: la del sujeto y el Otro.

Acá hay algo de la índole de la parte de uno, y de la parte del Otro. Entonces, poner el funcionamiento de la parte. ¿Cuál parte? La parte perdida de sí. ¿Cuál es la parte perdida de sí? La identidad. Entonces, lo que Lacan está diciendo es que no se trata de parirse, ni de parirse de nuevo. Hay algo de eso en la idea de fin de análisis, de parirse de nuevo: “Ahora sí, voy a ser yo quien yo... Quiero ser... Ahora sí soy lo que...”. Lacan dice que en el campo del indoeuropeo (el alemán, el francés y el castellano son indoeuropeos) habría muchísima dificultad en decirlo porque el verbo parere es “procurar un hijo al marido”. Con lo cual, lo que se afianza es el estado (Lacan pone “estado” por el chiste del estado de gravidez), el estado civil. O sea,

indica relaciones con otro sujeto, dentro de un marco legal y cultural. No sé si lo sabían, yo no lo sabía. Para nosotros es “parir” es “escupir el producto”, pero el origen de “parir” es el estado civil que estatuye el acto de tener un hijo –porque es “procurarle un hijo al marido”.

«Separare, se parere: para guarecerse del significante bajo el cual sucumbe, el sujeto ataca la cadena, que hemos reducido a lo más justo de un binarismo, en su punto de intervalo. El intervalo que se repite, la más radical estructura de la cadena significante, es el lugar frecuentado por la metonimia, vehículo, por lo menos eso enseñamos, del deseo».

Con lo cual, para guarecerse del significante bajo el cual cae (es lo que le daría S1—S2, el ser o el sentido), lo que el sujeto puede poner a trabajar es la parte de sí faltante articulada a aquello que en el discurso del Otro – la demanda del Otro– le presentifica la parte faltante en el discurso del Otro. Y si reducimos la cadena significante a un binarismo –que se puede hacer, teniendo en cuenta que es una reducción teórica y conceptual–, eso caería en el intervalo. Con lo cual, del lado del sujeto: la parte perdida de sí. Del lado del Otro: el discurso del Otro, y lo que en el discurso del Otro presentifica la falta –el intervalo. Entonces, vean que es “para guarecerse del significante bajo el cual sucumbe”. Lacan no manda a sucumbir bajo el significante. Dice que el proceso debe concluirse en guarecerse de ese efecto letal del significante. Y no pierdan de vista que Lacan, efectivamente, articula “separación” y “metonimia”.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Porque como estamos trabajando con que la falta que se presentifica en el Otro solamente es localizable en el intervalo de los significantes, y la metonimia se aloja en el intervalo de los significantes, eso articula la

falta en el Otro con “donde se aloja la metonimia”, que es vehículo del deseo. Quiere decir que lo que el sujeto articula de la falta en sí, al intervalo de lo que el Otro dice, eso lo va a remitir indirectamente al deseo del Otro. No porque el deseo del Otro lo tome o no lo tome como objeto, no tiene nada que ver con eso; sino que la única chance es poner a trabajar la falta en sí, y articular la falta en sí a lo que podría estar faltando del lado del Otro. ¿Y qué sabe uno de lo que le falta al Otro? Uno no sabe nada de lo que le falta al Otro, y menos que menos sabe uno de lo que le falta a uno. Lo que va a atacar es el punto flojo de la cadena significante –el intervalo. Entonces, Lacan dice que el sujeto sale del efecto letal del significante, poniéndose él como parte –esto es, objeto– en relación al deseo del Otro. Esto se hace, dice Lacan, bajo la lógica de una pregunta al estilo del “¿pudiera perderme?”. O sea, yo como pérdida, ¿podría articularme a lo que hay de pérdida en lo que el Otro dice, suponiendo que lo que hay en pérdida en lo que el Otro dice es lo que el Otro desea? Es una maniobra. ¿Cómo me pongo yo, como objeto, como parte? Objeto fálico, como parte, en relación a lo que al Otro le faltaría y desearía –y esto es “faltaría” y “desearía”, porque de lo que falta al Otro y de lo que el Otro desea nunca se sabe nada. Es bajo la lógica de “¿podría ser yo la falta en él?”; o sea, yo soy una falta pero “¿podría ser yo lo que a él le falta?” . Entonces, la lógica de la pregunta que propone Lacan para pensarlo, es “¿pudiera perderme?”.

«Sin duda el “pudiera perderme” es su recurso contra la opacidad de lo que encuentra en el lugar del Otro como deseo [no hay nada más opaco que lo que el Otro desea], pero es para remitir al sujeto a la opacidad del ser que le ha vuelto de su advenimiento de sujeto, tal como primeramente se ha producido por la alienación»135.

135

Ibíd., p. 823 [En la edición francesa, este párrafo concluye así: «... tel que d’abord il s’est produit de l’intimation de l’autre»].

Entonces, puedo poner a trabajar la opacidad de lo que soy –si no dedico la vida a evitarla, ni encontrarme con ella, mediante la petrificación en la identificación–, poniéndola en relación a la opacidad del deseo del Otro. La opacidad de un lado, se articula a la opacidad del otro. Y lo que es opacidad “y” opacidad, produce deseo, o sea que es la verdadera salida a la petrificación porque introduce, efectivamente, el movimiento. Les leo el último párrafo, el del deseo del psicoanalista –porque hasta ahora no entendemos por qué todo esto, si no está en relación con el deseo del psicoanalista:

«Es esta una operación cuyo diseño fundamental volverá a encontrarse en la técnica [Y se dice que Lacan no habla de la técnica. Sí, habla de la técnica]. Pues es a la escansión del discurso del paciente en

cuanto que el analista interviene en él, que se verá acomodarse la pulsación de borde por donde debe surgir el ser que reside más acá».

Entonces,

«Es esta una operación cuyo diseño fundamental volverá a encontrarse en la técnica».

Más aún, podríamos decir que Lacan al diseñó para dar cuenta de la técnica, de cómo interviene un analista.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente en cuanto que el analista interviene en él, que se verá acomodarse la pulsación de borde por donde debe surgir el ser que reside más acá».

Entonces, Lacan propone una vuelta de la demanda del sujeto. Ustedes saben que no hay forma de intervenir sobre nada de lo que sujeto diga, si eso no repite.

2

1

Y esto repite: 1, 2, y otra vez 1. Podríamos representarlo así, como una vuelta a la demanda. Entonces, Lacan dice que esto se pone a trabajar si el analista interviene sobre lo que el sujeto dice.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente...».

¿Dónde se haría la escansión, en el discurso del paciente?

S1 · S 2

En el intervalo, porque es el punto más flojo de la cadena.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente en cuanto que el analista interviene en él...».

Nosotros estamos acostumbrados a hacer intervenciones en donde intervengamos lo menos posible, que casi no intervengamos. Pero Lacan propone que el analista tiene que intervenir.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente en cuanto que el analista interviene en él, que se verá acomodarse la pulsación de borde por donde debe surgir el ser que reside más acá».

Entonces, el analista interviene aquí [en el intervalo entre S1 y S2]. Pero, ¿cómo representarían ustedes esta intervención? Salgamos de la lógica de que necesariamente es un corte. Salgamos de la lógica de que solamente sería cortar. Yo les propongo que sea así:

S 1 S1

S2

S2

¿No? El paciente te dice “A y B”; y supongan que “A y B” establecen un círculo, en la línea cerrada de Jordan ya repetida –repetida como “C y B”, como “A y J”, como “X y B”, etc. Uno, después de mucho escuchar, se da cuenta de que eso, efectivamente, repite. Entonces, supongan que el sujeto dijo “A y B”, pero uno trabajó ya toda una serie de secuencias; y entonces uno interviene diciéndole algo, por ejemplo: “Su mamá no lo quiso”. “Su mamá” sería el S1 y “no lo quiso” el S2. Ahora bien, si uno propone esa frase, ya está cumpliendo al función del Otro, por eso hay que escuchar muy bien. “Muy bien” no en el sentido de no sé qué genialidad, o de estar imbuido para ser un gran clínico como Freud o Lacan. Escuchar muy bien quiere decir que hay que estar muy atento y muy seriamente sabiendo lo que hay que ir a buscar en eso que se dice – que son las repeticiones, las estructuras que se repiten. Supónganse que en este caso, se queja de que la esposa no lo quiere, y antes dijo que tal no lo quiere y que tal otro no lo quiere; y alguna otra vez dijo que la mamá no lo quería y que nunca se curó de eso, que nunca lo resolvió y que, de tanto que no lo quieren, entonces uno podría decir: “Parece que de lo que verdaderamente se trata (“parece que de lo que verdaderamente se trata” es todo concesiones discursivas; lo decimos para ponerle un poquito de vaselina) es que su mamá no lo quiso”. Supongan eso, y uno lo pone a trabajar aquí [gráfico]. ¿Se dan cuenta del efecto que produce esa frase? ¿Cuál es la potencia que eso tiene? Una es el insight, “lo reprimido que retorna”, y qué sé yo. No estamos trabajando así. Acá no hay represión, no hay retorno de lo reprimido.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Oferta otro punto de intersección que, tal como lo dibujé, se nota claramente. Si uno dice una frase, uno aporta S1 y S2. ¿Entienden lo que uno está aportando? Por eso hay que calcular muy bien lo que se diga. ¿Qué lo que uno está aportando? Un intervalo. Y ese intervalo, ¿para qué puede servir? Para realizar interpretativamente lo que uno, como Otro, desea. Lo digo en castellano: para el analizante puede ser un:

“Ah, pero este ‘chabón’ me dice que es importante que a uno lo quiera la mamá”. Y hasta el analizante podría pensar: “A éste lo debe haber querido la mamá...”. ¿Entienden?

Pregunta: ¿Pero eso no es un aporte de sentido?

A.E.: Aclaremos algo: primero, eso no es un insulto, ¿verdad? Digo, si vos estás queriendo decir que aportar sentido es caca, no sé... Si es un aporte de sentido, yo no veo cuál es el problema. Vos sabés que para los lacanianos eso es lo peor, ¿no? Somos todos miembros de una sociedad que piensa y organiza la clínica de una determinada manera. “No aportar sentido” ya es un slogan entre nosotros. No. En realidad, es aportar un intervalo. La clave es aportar un intervalo porque si uno aporta un intervalo, el otro (siempre es un juego de quién es el sujeto y quién es el Otro), en este caso el sujeto, puede hacer sobre eso la obtención de una opacidad de deseo, ya que como el deseo es vehiculizado por la metonimia y la metonimia se localiza entre los significantes, apenas uno aporte una cadena significante va a figurar ahí algo –ilusoriamente, interpretadamente– del deseo de uno. Es muy importante, por eso, lo que uno va a decir, porque hay que tener mucho cuidado en que uno aporte efectivamente lo que uno piensa, desea o concibe. Ya que si no, no va a producir el efecto de anudamiento con éste, va a producir un Ideal: “hay que hacer tal cosa”.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Podría ser de la índole de una metáfora, claro. Lo que yo digo es que lo que hay que introducir es lo contrario de lo que se suele decir: hay que aportar una frase. Porque aportando una frase es como se logra que haya una cadena en donde se articulen ambas cadenas. Aportando una frase (bajo la forma de construcción, o

de interpretación, o de la vacilación calculada de bla-bla-blá del analista –que podría ser una intervención del analista, aunque no muy fácil–), al hacer así, eso ya está participando en la clínica el deseo del psicoanalista. Si el analista no dice nada, si el analista sólo corta, no puede advenir el deseo del analista. Saben que, para Lacan, el deseo del analista es separador. En su libro, Diana Rabinovich136 dice que es separador de la determinación del Otro. Yo digo que es absoluta y directamente todo lo contrario. El factor terapéutico es que otra persona aporte una frase. Toda la diferencia en el mundo es qué frase aporta el analista y qué frase aporta el psicólogo. El psicólogo aporta una frase que trasunta los ideales morales y culturales de la sociedad, que producen más petrificación. El analista tiene que producir una frase lo más articulada posible al discurso del sujeto, porque el deseo está fijado, pero que sirva para producir la oferta de intervalo para que se produzca la separación; ya que será lo más flojo de lo que yo diga, lo que brindará al sujeto articularse como la parte perdida de sí. Ahora, lo más flojo que yo diga calculadamente –no como esa que dicen los lacanianos: “me olvidé de ir a atender a paciente, pero ¡mejor! Así no me ve como a otro completo”... ¡Patético! ¡Terrible! Porque toda cagada que uno hace es “barradura del Otro” y el sujeto progresa igual... Estas cosas nos pasan a todos. La barradura del Otro no es hacer cagadas. La barradura del Otro puesta a trabajar en análisis, es ofertar un intervalo. Lo que pasa es que ese intervalo tiene que ser el adecuado para la dirección de la cura de ese análisis en particular. ¿Entienden lo que digo? Que estos términos, este S1 y este S2, tienen que ser precisamente calculados en función del material del paciente y una dirección de la cura que tiene que ser la de la ética del Psicoanálisis. No cualquier frase, porque toda frase tendrá un intervalo.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Tiene que ser una frase particular para ese paciente. No llegamos a desarrollarlo, porque lo que voy a terminar de exponer la próxima vez, es que para Lacan el deseo está fijado, y que no hay deseo de cualquier cosa y, especialmente, no es deseo de nada. No es deseo de nada. Para cada uno de nosotros, nuestro deseo es 136

D. Rabinovich, El Deseo del Psicoanalista [ed. Manantial, Buenos Aires 1999].

imposible de ser plenamente dicho pero medianamente, interpretadamente, elípticamente tiene que ser cada vez mejor “medio dicho”. Para que pueda ser cada vez más y mejor “medio dicho”, estos términos ofertados tienen que ser los favorecedores para que el intervalo permita, a su vez, otro bucle que aproxime al sujeto a la vía de recuperación de su deseo, que es uno aunque sea indecible plenamente. Con lo cual, lo que uno hace al aportar el material es dar la chance de salida del factor letal del significante. Para concluir, ¿se dan cuenta de que así, esa parte a la que el sujeto –él– se articula al intervalo del decir, lo convierte al sujeto en objeto? O sea, lo que rescata al sujeto de este factor (por eso la pregunta del “pudieras perderme” –“a mí como tu objeto”; como “tu” objeto y no como “el” objeto. Con lo cual, es por eso que hace falta del lado del analista: deseo del analista. Si no, no opera. “Deseo del analista” es la función operante de sus frases, no qué quiere un analista. (Que, también, podríamos pensar qué nos unifica psicológicamente a todos los ‘chabones’ que nos dedicamos al Psicoanálisis. En su época, cuando no había psicoanalistas en la Facultad de Psicología, se lo sabía claramente: “un médico judío al que le da asco la sangre”... Ahora está lleno de psicólogos, a quienes también da asco la sangre, pero también las matemáticas y otras tantas cosas...). No es nada del querer del analista, ni siquiera posición subjetiva. ¡Es técnica! Es la modalidad técnica mediante la cual intervenimos, que es ofertar un intervalo al cual el sujeto pueda articularse, haciendo de ese intervalo deseo del Otro, y poniéndose él como posible objeto del deseo del Otro. Como posible objeto del deseo del Otro, sale de este “factor letal”, y su posición como deseante –ya no es más “sujeto deseante”, que es una contradicción en los términos de Lacan–, es objeto deseante, que es la salida. Lo que pasa es que “objeto deseante”, a Lacan le lleva dos seminarios más, decirlo. Es una investigación viva, son como fichas de dominó –no todas juntas en un instante.

Bueno, hasta aquí llegamos. En la próxima, voy a traer una selección de citas de toda la enseñanza de Lacan, que me parezcan las más oportunas para terminar de dar un comentario más acabado de las frases más famosas de Lacan, en las que define el “deseo del psicoanalista”. La bibliografía es: CD de Lacan, “deseo del psicoanalista”, “enter”... De ésas, voy a elegir las que me gusten más, por ser las más famosas, las más

comentadas y, a su vez, las que mejor me sirvan para seguir esta polémica. No sé si tenemos un ratito para algunas preguntas.

Intervención: A mí me parece que ésta es una manera mucho más racional y precisa de plantear el amor de transferencia.

A.E.: Sí, sí, pasado a los términos de Lacan. Como movimiento del sujeto: sujeto-supuesto-saber. Como motor del análisis: deseo del psicoanalista. A cada bucle, ofertar el otro bucle que sea capaz de generar otro bucle que haga, a su vez, otro bucle. No “seguir hablando”, eh. Las buenas intervenciones son aquellas que posibilitan al sujeto seguir hablando. Bueno, muchos pacientes hablan y hablan hasta por los codos, sin analizarse; así que, no hay nada más ‘al pedo’ que seguir hablando. El asunto es hacer bucle con lo que uno hace, arribar a algo, y que ese arribar a algo te permita abrazarte a arribar a algo del decir del Otro. Si no, no hay nada más ‘pajero’ que el hablar. Entonces, “sujeto-supuesto-saber” del lado de la ilusión que hace a la entrada del paciente, futuro analizante. Motor del análisis, esto: “deseo del psicoanalista”. “Amor de Transferencia”, como clínica: posición fallida de Freud –que estaba en posición de ser amado por sus pacientes. Eso, en Freud, está. Si no lo vieron en el caso Dora: es patético; es patética la posición de un hombre mayor diciéndole a una histérica joven: “Usted me ama”. Y con una sonrisita –como dice Lacan– de Gioconda, le dijo: “¡Ma’ qué te amo!”, y lo dejó pagando con todo... Con lo cual, el amor de transferencia, en realidad, de lo que se trata es por qué el amor, qué posición asume el analista para ser amado. La frecuencia del amor de transferencia en la clínica de Freud, tiene mucho que ver con la posición de Freud. Lacan lo pasa a otro nivel: sujeto-supuesto-saber. Lo lleva, totalmente, a la articulación de significantes: saber y suposición de saber sobre alguien, más que amor como pasión.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Que no es mi verdadera falta, es la frase que debo decir para que vos, como “muerto”, advengas como objeto en movimiento de búsqueda. ¡Es bárbaro! Es clínico, es –como vos decías– racional, se deduce. Esto no es porque Lacan lo dijo. Ahora, lo podemos discutir como un relojito. Esto es un relojito con las piezas que funcionan –o no funcionan, yo no les garantizo que esto sea así, ni que esto funcione; no me da la cabeza para decir “esto es así”. Yo estoy comentando cosas que dijo un ‘chabón’ como Lacan, que la pensaba ‘lunga’. A mí, esto me sirve mucho en la clínica. No hay más resistencia al analista: todo análisis que se detiene es porque “Macho, no le diste el anillo que hacía falta para que el otro anillo se convierta en el principio de un collar de más anillos”...

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Técnicamente es la escucha. Pero en al escucha, lo que hace bucle. Yo entiendo, es muy topológico; todos nos damos cuenta de que, en el horizonte, esto es muy topológico. Pero ustedes saben que en el horizonte de toda esta enseñanza, Lacan más y más y más topología: “límite”, “frontera”, “borde”, “articulación”, “abrazo”, “nudo borromeo”, “nudos”. Bueno, ‘tranqui’, todos tenemos que ir despacito, despacito, para allá. Porque todos nos damos cuenta de que la forma de pensarlo –más que mediante una estructura lógico-temporal, como lo hizo Freud–, es más bien con una estructura lógico-espacial, como parece que la topología nos permite pensarlo. Pero es muy clínico y no es nada de la índole del individualismo, ni del engendrarse a sí mismo –es todo lo contrario. Es muy evidente por qué Lacan dice que, cuando un neurótico termina su análisis, si el análisis fue plenamente completo puede terminar en la posición del “deseo del psicoanalista”, y no individualista de parirse a sí mismo. Porque empieza a tener la posibilidad de ir enunciando las cosas, para que hagan bucle al bucle ofertado por el otro –que es, verdaderamente, la

técnica de la escucha. ¿Qué significa “escuchar”? Para mí, “escuchar” significa práctica, o sea algo que incida sobre lo real. Es decir, he escuchado bien cuando esto cambió. Porque si “¡escuché bárbaro!” y “usted se resiste”... Ya nadie nos cree eso.

Intervención: [pregunta inaudible acerca de la alienación].

A.E.: Claro, hay que ver cómo está alienado, en qué términos. Y por otra parte, a mí me parece que en la dirección de la cura se acentuó que había que buscar esto [$].

Intervención: Ésa es la posición neurótica.

A.E.: Más bien lo que dice la gente: es un poco sádica. La posición del analista lacaniano, en Buenos Aires, es más bien como la diagnostica la gente –un poco sádica.

Intervención: Precisamente, eso me recordaba la inversión de la fórmula del fantasma.

A.E.: Claro, entre que Lacan dice que el analista es el objeto a, y que hay que buscar la división del sujeto, eso es sadismo puro. Ésa es la fórmula de la perversión: como objeto a, causando al división del otro. ¿Y qué dice la gente? A mí me parece que es nuestro propio mensaje en forma invertida. No me parece que esos sea que la gente sea ‘chota’ o ‘floja’. La gente de ahora no es ‘floja’, la gente de ahora no es peor que la gente de hace treinta años, ni la de hace cien, ni la de hace doscientos. Yo no creo en eso. Por ejemplo, Vappereau dice que ahora la lógica es muy ‘floja’. Yo no creo en eso. Puede ser que sea un optimista. Si alguno de ustedes me dijera “¡optimista!”, para mí no sería un insulto. No veo por qué el pesimismo sea “más mejor” que el

optimismo. Me parece que, en lo que no estamos pegando bien en la tecla, es cómo producir la articulación. No es que la gente está “cerrada”. Es muy fácil decir “¡Éste está cerrado!”... Muchos hombres decimos “lo que pasa es que ella está cerrada”, pero “¿Es que ella está cerrada o usted no tiene ninguna erección?”... Es muy fácil decir “¡Usted se resiste!”. Una vez escuché en una conferencia de Eric Laurent –es espectacular, fue magnífico lo que le escuché decir; no sé de dónde lo consiguió–, que la primera vez que un profesor universitario dijo que la nueva generación no era tan estudiosa como la de antes, fue en la segunda camada de la existencia de las universidades, en el 1400... ¡Y lo decíamos en la Facultad de Psicología, este año: “Ya no es como antes”! No es eso, la gente ni empeora, ni mejora. ¿De dónde sacamos esa idea? Es que van cambiando las modalidades mediante las cuales se hace más apto el encuentro. Los psicoanalistas somos los únicos que sostenemos esto, los últimos en Occidente que sostenemos esto. Y me parece que estamos posicionándonos, siguiendo al autor que a mí me parece que mejor iluminó esto –al menos en sus escritos y seminarios–, en una orientación justamente contraria: “no hablar”, “no decir”, “¡Basta de tanta palabra!”, “cortar: es un goce, se trata de un goce”... Es paradójico, pero es una paradoja nuestra. Porque cuando nosotros decimos los “post-freudianos”, son ellos; pero cuando decimos los “lacanianos”, somos nosotros. Ahora bien, si ustedes me preguntases qué practicaba Lacan –yo que leí todo lo que sé de lo que se publicó testimoniando su clínica–, les diría que no sé si practicó esto. La verdad, me parece que al menos la última década, no. Me parece que no, y que nos quedamos muy pegados a su modalidad de práctica de la época en que sus discípulos eran, fundamentalmente, sus analizantes. ¿Se entiende lo que digo? O sea, Vappereau fue analizado en esa época de Lacan, en la que Lacan enseñaba una cosa y no sé la que practicaba. Cosa que no tiene que desesperarnos porque Freud atendía cuarenta y cinco minutos, con divá, por él. Él lo dijo. No pasa por ahí. Si quizás Lacan cortaba en tres minutos y no decía nada, también podía ser como dijo Freud: “Yo hago diván con mis pacientes, en cincuenta minutos, ¡porque no me soporto que me miren durante tanto tiempo!”. ¿Qué, nos tendríamos que suicidar porque Lacan hubiese dicho: “¡Yo atiendo tres minutos porque me hinchan las pelotas y no me los ‘banco’ más!”? No sé si ustedes leyeron algo sobre la impaciencia de

Lacan. ¿Leyeron el libro de la Roudinesco sobre la impaciencia de Lacan? ¡Era enfermizamente impaciente! ¡Seguro que ese tipo no te aguanta cincuenta minutos ortodoxos, ni drogado, ni atado al sillón! Pero esos serían sus vicios personales. Bueno, dejemos aquí, que ya es tardísimo.

EL DESEO DEL PSICOANALISTA, Lic. Alfredo Eidelsztein 5ª reunión (7/IX/2000), Alienación y Separación II

La idea, hoy, es trabajar específicamente “alienación y separación” como términos para concebir la necesidad por la cual Lacan arriba al “deseo del psicoanalista” como motor del análisis. Hay, en el mismo planteo de Lacan, casi el movimiento mismo que yo quiero plantearles como problema, porque los términos elegidos por Lacan –“alienación” y “separación”–, inscriben de una manera sumamente paradójica el problema. Hoy mismo, a la tarde, una analizante me decía: “¡Hoy va a ser..! Estoy reenchufada con el ‘laburo’, me va a costar muchísimo conectarme, hoy, con la sesión: ¡estoy re-alienada..!”. Es un uso coloquial, yo no tuve que preguntarle en qué sentido me lo decía porque, igualmente, no era lacaniana... Así que podíamos dialogar tranquilos. Y Lacan elige “alienación” –que para todo el mundo tiene este sentido– para indicar uno de los conceptos que él acuña para dar cuenta de la producción de un sujeto, la causación de un sujeto. Y “separación” implica necesariamente separarse. Si yo les dijese a ustedes, por ejemplo a una amiga personal: “Me separé”, jamás ella supondría que, al significante... Imagínense un progreso de mi análisis, yo estoy muy contento y le digo “Mirá, no sabés qué bien que ando en mi análisis: me separé...”, y ella diría “¡Noo! ¿Te separaste de un significante?”... Es muy difícil concebirlo, ¿quién va a concebir que alguien se separa de un significante? En general, vamos de bruces al problema de que nos separamos de alguien; especialmente reforzado si el primer término del par es “alienación”. O sea, si estamos alienados en algo, nos separamos necesariamente de ese algo. “Alienación” indica muy fuertemente el Otro porque “Alio” inscribe directamente la función del Otro. Con lo cual, el mismo problema que debe enfrentar Lacan –estimo yo que en el sentido del mismo problema que debe enfrentar el Psicoanálisis–, lo plantea en los mismos términos contradictorios. O sea, utiliza justamente los dos términos menos indicados para hablar de eso; porque son , justamente, los términos más confusos, en el sentido especialmente contrario de lo que él

quiere decir (les traigo las citas. Hoy voy a trabajar, como lo había dicho, entre Posición del Inconsciente137 y Seminario 11138, porque para “alienación y separación” son los lugares obviamente indicados –ése no es ningún descubrimiento–); Lacan trabaja con los términos justamente contrarios y debe él mismo rectificarse, en el transcurso de Posición del inconsciente y del Seminario 11, de los significados que estos términos acarrean. ¿Cuál es el problema y cuál es la perspectiva que a mí me interesa del problema, y por qué el “deseo del psicoanalista” es la solución? Al problema ya lo planteé, tiene tres andaniveles: a la subjetividad humana hoy se la concibe como individual: cada uno de nosotros es un ente. Les debe resultar obvio a ustedes que cada uno de nosotros sea un ente y no espero que nadie me plantee ningún tipo de polémica ni discusión filosófica; que haga el esfuerzo de suponer que yo utilizo “ente”, desde el castellano. Y como, efectivamente, en el diccionario de la Real Academia “ente” está, no hay ningún problema, hacemos caso omiso del saber de la filosofía. Y si les resulta obvio que cada uno de nosotros sea concebido como un ente, les advierto que es una concepción sumamente moderna y que en otras culturas, para nada se consideraba que una persona –para decirlo de alguna manera– fuese el ente correspondiente para analizar esa persona. Por ejemplo, para muchos problemas de decisión económica, moral, social y religiosa, los griegos de la antigüedad, de la época clásica, consideraban que el “ente” era la familia. Si no tienen en cuenta eso, nunca van a entender Antígona; porque de Antígona uno se pregunta: ¿pero cómo se dejó llevar a la propia muerte por un enterramiento? ¿No está pagando demasiado caro un acto que, bueno, es de la dignidad? Está todo bien, es muy importante que los a los deudos de uno no se lo coman los perros; uno entiende eso pero ¿llegar a morir por no enterrar a uno que ya está muerto? Lo que pasa es que, para Antígona, ella –Antígona– está constituyendo un ente que le da existencia, que son los Laplácidas. Para nosotros, eso es totalmente inconcebible; para nosotros, cada uno de nosotros es un ente que corresponde ser considerado para analizarnos a cada uno de nosotros. Si esto es así, se acompaña de un movimiento muy fuerte –muy típico de nuestra época– que es que, al dolor, al sufrimiento, se lo considera sin significado. Es por eso que las neurociencias arrasan. Las neurociencias no 137 138

J. Lacan, Escritos 2, (ed. Siglo XXI, Buenos Aires 1987, p. 808). J. Lacan, El Seminario, libro 11 (ed. Paidos, Buenos Aires 1995).

arrasan por los grandes descubrimientos de las neurociencias. Reconozcamos entre nosotros que los descubrimientos de las neurociencias son ínfimos, despreciables y que siguen con el Proyecto... de Freud, más una página y media... Diego Golombek, el otro día, nos explicó que el dibujito de la neurona lo hacíamos mal. Mucho más, a ninguno de nosotros nos explicó nada. Porque no saben nada, porque no tienen nada que descubrir. Pero, ¿por qué tanto impacto de las neurociencias? Porque ahora el ente es el individuo; con lo cual, la estofa, el asunto como materialidad es la carne. Entienden que si el ente no es la persona sino la familia, la estofa del asunto no puede ser la carne. La carne como metáfora de los Laplácidas no puede ser la carne de alguno de ellos. Pero si el ente está circunscripto por el tegumento, ¿cómo hacer para distinguir que la estofa del ente no sea la carne? Y si es la carne –esto es un producto del siglo XIX– entonces el dolor se caracteriza por ser un dolor sin significado. Eso es decimonónico, no es lacaniano. Los lacanianos creen que inventaron la pólvora, con el “goce”, que está más allá de las palabras. Eso no es lacaniano y ni siquiera es el “goce”, de Lacan. Eso es un concepto occidental de la forma de entender el dolor –que es sin significado. Nosotros decimos que es “pulsional” pero sin lugar a dudas es de la carne. Y ‘tras cartón’ de considerar al ente como un individuo y al sufrimiento –o al dolor– sin significado, luego vienen las drogas y las neurociencias como plafond terapéutico. Es “uno más uno igual a dos”, no hay salida para eso. Para el Psicoanálisis, en vez de “persona” o “individuo”, la única salida que tenemos es el sujeto. Pero les pregunto yo: ¿qué entendemos por “sujeto”? Porque si se trata de “un sujeto de treinta y cinco años viene a la consulta”, entonces “sujeto” es “chabón”... Con lo cual, es otro nombre del “individuo” y con eso no ganamos nada, eh. O sea, solamente nos rescata el concepto de “sujeto”. Y como concepto de “sujeto”, lo que propongo trabajar es una concepción distinta de la de “persona”, “individuo”, o cosas por el estilo. Efectivamente, para el dolor, trabajamos con la noción de “goce” pero mi impresión es que la ganancia aportada por Lacan mediante la noción de “goce” no es que esté “más allá de las palabras”. En todo caso, eso ya lo tenía Freud: en la segunda tópica ya lo tenía de cabo a rabo, no hacía falta cambiarle el nombre a eso – podríamos seguir llamándolo “Eso”, y lo tendríamos perfectamente. Para Freud, hasta era anterior a las palabras así que no se trata de eso. Mi impresión es que lo que aporta Lacan, para el “goce”, es la causa.

Articula el “goce” a la “causa”. Y les advierto que articular el goce a la causa no es articular el “goce” al “objeto a” sino a la pregunta por la causa; o sea: “¿cuál es la causa de este goce?”. Nosotros hacemos equivaler, plenamente, “objeto a” a “causa” y, a veces, me parece que con eso estamos velando un problema ya que lo que planteo como radicalmente lacaniano frente al goce, es la causa. O sea, pregunta por qué: “¿por qué hay este sufrimiento?”. En ese sentido, vuelvo a traerles la cita que, a mi entender, es la clave del problema, y es que los psicoanalistas nos posicionamos como que todo lo que es real es racional. Y no estamos queriendo decir con eso que si cuando venías al consultorio, te cayó el piano por la cabeza, algo de la resistencia habrá en vos, por lo cual te cayó un piano en la cabeza; que es un estupidez supina dicha por muchísimos psicoanalistas y que no tiene el menor sentido. Porque no nos referimos a ese real sino a lo real del goce. Si hay un goce que es real, la propuesta del psicoanalista es operar sobre ese goce mediante un porqué. La vez pasada les planteé hasta la dialéctica de ese porqué. Se acuerdan de que para Lacan era sencillamente que alguien venga preguntándose por el porqué de su goce, y es claro que todo el problema está en que alguien venga a consultarnos sin preguntarse por el porqué de su goce –cosa que es la puesta en forma de la demanda, que es crucial. Pero Lacan dice que alcanza con invertir la demanda para que ya advenga otro nivel, entonces que alguien venga y diga “yo padezco por esto y no sé por qué esto me sucede”. Lacan dice que alcanza para producir un cambio radical en la estructura de eso, con que uno le pregunte “¿Y por qué cree que eso le pasa?”. ¿Entienden? Tomar la pregunta e invertirla. ¡Es espectacular lo que eso produce! Y, a veces, ¡los años que uno pierde por no hacer esa pregunta! Lo que pasa es que uno supone que es una pregunta estúpida porque es la misma pregunta que nos hicieron a nosotros: “vengo a verlo porque a mí me pasa esto, esto y esto, y no sé por qué me pasa”. Entonces uno supone que hay que ponerse a trabajar para saber por qué le pasa, cuando lo que propone Lacan es que hay que poner a trabajar la pregunta; y que la forma de ponerla a trabajar no es otra que la de devolverle al sujeto “pero, ¿por qué cree usted que eso le pasa?”. Es notable lo que sucede cuando uno invierte la pregunta. Es notable, parece una nimiedad pero es la práctica a partir de la cual –van a ver– nos va a ser necesario el “deseo del psicoanalista”.

Bueno, y para las neurociencias y las drogas, la opción que nosotros seguimos ofertando es la palabra. Aunque parezca mentira es la palabra. Frente a esta fuertísima tendencia occidental de que el goce no se corresponde a las palabras, lo que yo propongo es que la respuesta del Psicoanálisis aún hoy –con todos los seminarios de Lacan ya leídos y estudiados– sigue siendo la palabra; la respuesta sigue teniendo estructura de palabra. Con lo cual, el problema que se nos plantea es tratar de darle estatuto a lo que nos propuso Lacan con el silencio, con no brindar significado, no brindar sentido, que yo creo que hoy ya ha llegado al punto de no interpretar. Mi impresión es que cualquier lacaniano que se jacte de su condición de tal, y que se apoye en los últimos seminarios de Lacan (que nunca sé lo que quiere decir eso, pero es la fórmula), directamente postula que no se interpreta más, que interpretar es llenar de significado y de sentido, que el sueño o las formaciones del inconsciente son su propia interpretación y que lo único que cabe hacer es el silencio. Les advierto que ésa es la posición de las neurociencias. Las neurociencias, frente al sufrimiento, se quedan en silencio porque te dan una pastilla. Eso es, exactamente, Occidente. ¿Acaso ustedes, cuando se van frustrados del médico, no dicen: “no me dijo nada”? Y cuando se van frustrados del analista, ¿no dicen lo mismo? Les pregunto la verdad: como experiencias discursivas coloquiales, ¿no se van quejándose de lo mismo? ¿No ha dejado más de uno de ustedes un análisis porque el analista “no le decía nada”? Lo mismo que cuando iban a lo del médico y les decía: “Sí, usted no tiene nada”, y ustedes se decían: “¡Cagué!”... ¿Vieron que cuando uno va al médico y te dice que no tenés nada, decimos “¡cagué!”? No porque te dice que no tenés nada sino porque no agrega el procedimiento de palabra que hay que agregar para que uno se sienta bien. Los médicos no practican el procedimiento mínimo de palabra que hace falta. ¿Saben lo que tiene que hacer un médico? Si tienen un médico familiar y quieren que tenga éxito, que gane plata, díganle: “Después de tener la placa, no le digas que no tiene nada; decile ‘no, la placa está bien’”... No, no es lo mismo. Otra es quitarle el valor de verdad al sufrimiento: —“Usted no tiene nada”, —“Sí, pero a mí me duele”. Ése es todo el problema. Que digan: “en la placa no hay nada, no se ve nada; algo debe haber pero quédese tranquilo que lo vamos a seguir estudiando, investigando. Ya lo vamos a encontrar, usted quédese tranquilo”. ¡Se le llena el consultorio, eh! Les garantizo que si tiene un semblante más o menos adecuado –¡si es un ‘nabo’ total, no!–,

si hace un buen semblante y le dice “quédese tranquilo, vamos a seguir estudiando el problema y usted me llama, cualquier cosa, si esto recrudece o no. Y si mejora, también; por favor, si mejora, aunque sea ahora cuando usted sale de acá y mejora, le voy a pedir por favor que me llame”... ¡Sabés cómo mejora, ¿no?! ¡De acá a la China! Pero ya no confiamos más en eso, y no es un problema del Psicoanálisis, no es el progreso del Psicoanálisis. Es el desarrollo de la concepción del sufrimiento en nuestra sociedad. En la reunión anterior habíamos estado trabajando, entonces, “alienación y separación” y lo que yo les había propuesto es que no teníamos que olvidarnos de que “alienación” era el movimiento primero –que para Lacan tiene la lógica de un “o”–, y separación, que es el movimiento segundo, para Lacan tiene la lógica de un “y”. Después le va a agregar una modalidad operatoria que es la teoría de conjuntos, con reunión e intersección, que vamos a ver hoy. La temporalidad que corresponde a estos dos movimientos es un bucle –o sea, es un círculo–, que Lacan lo propone solamente como un círculo que tiene una torsión en el medio. Es decir que no es un círculo así sino que es un círculo que antes de un unirse se le pega una torsión. Es un círculo que tiene una torsión. La estructura temporal circular permite seguir diciendo “primero” y “segundo”, pero no autoriza a que haya “primero” sin “segundo”, ni “segundo” sin “primero”. O sea, la operatoria existe como tal cuando el círculo se cierra y, si el círculo no se cierra no es eso. ¿Entienden lo que estoy diciendo? No se puede decir de ningún paciente que se quedó en la “alienación” y no se produjo la “separación”, como tantas veces se dice en el hospital: “es un caso en que está alienado a la madre y lo que pasa es que no se produjo una separación”... No existe eso. Sí acepto que coloquialmente, en castellano, alguien metaforice la relación de alguien con su mamá, como que está “alienado” a la mamá. Eso sí. Y que alguien no se separó de la mamá, también: yo conozco a varios... Pero no es “alienación” y “separación” de Lacan; y no son los dos procedimientos mediante los cuales Lacan concibe la causa del sujeto. Con lo cual, no son útiles, así como fueron dichos, para dar cuenta de la estructura de una falla –sólo para describirla. Es decir, no pueden ser nunca términos evolutivos; si la estructura temporal es circular, nunca pueden ser términos evolutivos. Y lo importante de no ser términos evolutivos –además de darnos una buena teoría temporal– nos advierte que “separación” no es mejor que “alienación”. Porque en el evolutivo, la evolución indica que “dos” es superior,

mejor, más desarrollado, más adaptado –o lo que sea–, respecto de “uno”. La evolución no es el mero paso del tiempo, no es “posterior”; lo más evolucionado no es lo segundo, es algo “mejor”. Ahora bien, si Lacan propone empezar por un “o” y cerrar el mecanismo por un “y”, yo les había propuesto la necesidad de articularlo a metáfora y metonimia; porque Lacan tiene producido ya mucho antes, y en una apuesta muy fuerte, que los dos mecanismo fundamentales del inconsciente son la metáfora y la metonimia, cuya lógica es “o” e “y”. El problema con el que nos encontramos aquí es que Lacan invierte la forma de presentar los mecanismos que él tiende a hacer ya que si ustedes recuerdan el escrito donde Lacan los presenta, primero Lacan presenta la metonimia y luego la metáfora. Mientras que aquí propone hacerlo de una manera inversa: primero el “o” y luego el “y”. A mi vez, les había propuesto que quizás teníamos que revisar ciertas articulaciones que Lacan había propuesto sobre metáfora y metonimia a la luz de alienación y separación. Con lo cual, quizás “alienación y separación” sea la segunda vuelta que Lacan le da a “metáfora y metonimia”. O sea que después de practicar y seguir pensándola y elaborándola cuatro o cinco años la lógica de “metáfora y metonimia”, concluye a la altura de los seminarios en cuestión –por ejemplo, el Seminario 11 en comparación con el Seminario 5139–, que hay que hacer una rectificación a lo que él había planteado con metáfora y metonimia. Si yo les hubiese preguntado al comienzo de la reunión los dos mecanismos –o los dos procedimientos, o las dos modalidades– de la causación del sujeto, por parte de Lacan, ustedes me habrían dicho “alienación y separación”. Pero si yo les hubiera preguntado mediante qué legalidad se produce el sujeto del inconsciente, ustedes habrían dicho “metáfora y metonimia”. Con lo cual, de hecho les advierto que se nota que no son temas alejados entre sí, y que quizás pueda ser entendido como una segunda vuelta. Lo último, para que la articulación sea lo más desarrollada posible: recuerdan que la primera presentación de Instancia de la letra, por ejemplo de metonimia, era que introduce la falta en ser en la relación de objeto. Y se acuerdan de que metáfora es articulada por Lacan a la chispa creadora. Quiere decir que, sin ningún problema, entre nosotros podríamos asignar a la metonimia un valor de “-“ (menos), y a la metáfora un valor de “+”, un plus. Primero, por su valor opositivo: son dos, nada más que dos y fuertemente opositivas; y por 139

J Lacan, El Seminario, Libro 5 (ed. Paidos, Buenos Aires 1999).

otro lado, porque la metonimia introduce un “-“ (menos) –la falta en ser– y la metáfora tiene que ver con la creación de un ser. La pregunta es qué ganaríamos al sustituir metáfora y metonimia por alienación y separación, y la pregunta radical para la reunión de hoy es qué ganamos articulando alienación y separación a “reunión” de teoría de conjuntos, e “intersección” de teoría de conjuntos –que es el nuevo paso dado por Lacan, que no estaba articulado a metáfora y metonimia. Yo voy a seguir el texto Posición del inconsciente y voy a trabajar dos o tres citas que me interesan del Seminario 11. Lo que vimos la vez pasada, de Posición del inconsciente, eran los dos movimientos –el de alienación y el de separación– porque Lacan, en ese texto, los presenta dos veces: primeramente como “primero y segundo movimientos”, y la segunda vez directamente definidos como “alienación y separación”. Son el mismo y están ambos presentados mediante un “o”, el primero, y un “y”, el segundo. Respecto del primero, Lacan sostiene que el sujeto surge como efecto de lenguaje, que nace de la “hendija original” –dice en castellano–, y que traduce una sincronía significante que implica una pulsación temporal primordial, que es el “fading constituyente de su identificación”. Es el primer movimiento –dice Lacan, en el que el sujeto nace como efecto de lenguaje. Primera cuestión interesante: ya desde aquí vemos que, para Lacan, no se articulan “alienación” y la causación del sujeto en relación al Otro. No lo plantea en relación al Otro, lo plantea en relación al lenguaje. Y les advierto que quizás nos convenga distinguir no hacer coincidir plenamente “Otro” y “lenguaje” –acá lo tenemos como “efecto de lenguaje”. Y entonces lo plantea como que es el “fading constituyente de su identificación”, y a esto lo llama el “primer movimiento”. Les propuse, la vez pasada, que el “fading constituyente de su identificación” podía ser entendido como el “S barrado” ($) y el “I(A)”, como los términos del vector de la intención del grafo del deseo, entendidos en la rectificación que le hace falta. Lo que pasa es que yo tardé muchos años en terminar de entenderlo y, en realidad, hasta que alguien no me explicó no lo entendí: el vector de la intención del grafo del deseo, que está planteado como un arco que sale de “S barrado” ($) y llega a “I(A)”, en realidad, es una sección de un

bucle. Sólo que si esto [señala el grabador] fuese una esfera, tendría mejor forma; pero siendo un grabador [gesto circular que, en el aire, muestra un bucle] está perfecto: yo puedo hacer así el bucle. ¿Lo ven el bucle, no? Y se lo presento así y ustedes no van a ver más que la sección porque las líneas siguen acá, ¿se entiende? Con lo cual, lo que plantea Lacan es que el movimiento primero es el fading del sujeto correspondiente a su identificación. Con “alienación” vamos a terminar de entenderlo. Pero se trata, entonces del advenimiento del sujeto, y su advenimiento es directamente articulable a su desvanecimiento. Habría que decir que es su “advenimiento desvanecido” o su “desvanecimiento advenido”, como ustedes prefieran; son ambos correspondientes. Cuando Lacan explica un poquito mejor a este primer movimiento, dice que antes del efecto del lenguaje el sujeto era nada –no era nada. En el segundo momento de este primer movimiento, adviene como significante pero desaparece como sujeto: se identifica a un significante y en el mismo acto de identificarse a ese significante –que es el fading– desaparece como sujeto, y Lacan dice que la nada se sostiene por el segundo significante. ¿Entienden el movimiento? Una nada, luego adviene como significante y desaparece como sujeto –no es lo mismo la nada que el fading–, y la nada se sostiene por el segundo significante. Con lo cual, de vuelta –no sé si lo advierte–, la estructura de bucle. La cuestión muy interesante a no perder de vista es la torsión del bucle porque no es lo mismo la primera “nada” que la segunda “nada”. No es lo mismo la nada anterior al advenimiento del sujeto como significante, que la nada en la que se convierte por el segundo significante. Ése es el “primer movimiento”.

I(A)

$

Supongan que esto se trata de una esfera y, entonces, lo que yo les explicaba antes es que esto continúa por detrás. Yo ya me había dado cuenta solo, sin que me expliquen, de este movimiento140; esto sí lo había logrado deducir de la lógica que implicaba lo que Lacan decía cuando Lacan no lo dice nunca estrictamente así –lo da a entender en L’étourdit141, o sea doce años después. Ahí dice: “obviamente, estaba inscripto sobre una esfera”. Si alguien leyó Subversión del sujeto142, no es obvio que el grafo del deseo esté inscripto en una esfera. Pero, como ustedes verán, esto [la línea que une I(A) con $] es exactamente igual que esto:

140

[del que une, en un continuum, las dos cadenas aparentemente paralelas de la semiesfera frontal]. J. Lacan, Escansión 1 [ed. Manantial, Buenos Aires 1984]. I(A) $ 142 J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 773. 141

Y hasta está orientado. El segundo movimiento (si hay preguntas, cuestiones o problemas vinculados a esto, pueden hacerlas ahora o dejarlas para después, o como les parezca mejor), al argumento del segundo movimiento Lacan lo presenta así:

«...el deseo hace su lecho del corte significante en el que se efectúa la metonimia, la diacronía (llamada “historia”) que se ha inscrito en el fading retorna en la fijeza del deseo inconsciente» 143.

Entonces, “el deseo hace su lecho del corte significante en donde se efectúa la metonimia” es el segundo movimiento. ¿Ven la pista? Digo, ¿ven que “metonimia” quedó segunda? Con lo cual, uno puede decir, retroactivamente, que lo primero es “metáfora”. Y no hay ningún problema en decir que es “metáfora” porque efectivamente teníamos que, si la metáfora es creación ex-nihilo, y dijimos que lo primero era “nada”, y después dijimos que adviene como significante pero desaparece como sujeto: hay una creación. Ven que se

143

Ibíd., p. 815.

empieza a confirmar –y hay pistas en el texto de Lacan– pero la pregunta es, entonces, por qué no lo dice claro. Yo no tengo respuestas para eso. Entonces, “la diacronía (llamada ‘historia’) que se ha inscrito en el fading retorna en la fijeza del deseo inconsciente”. ¿Entendieron eso? Lacan dice: primero, el deseo inconsciente –es una cita de Freud que hace Lacan– implica una fijeza, está fijado. Entonces, lo que explica Lacan es que los términos, diacrónicamente presentados –o sea, lo que llamamos “historia”– son los que brindan los elementos para concebir la fijeza del deseo. ¿Por qué mi deseo está fijo aunque yo no lo pueda decir, y nunca lo termine de decir más que de una forma muy indirecta y siempre incompleta? Está fijado a ciertas cuestiones precisas –aunque yo no pueda terminar de decirlas, ni siquiera cuando muera de viejito– y no a otras que sí puedo decir. Y creo que alguno de ustedes, también ya esté en posición de decir. Alguno quizá, no. Alguno quizás esté en que no sabe si desea “más bien esto” –todo un campo, no algo preciso– pero que ya sabe, seguro, que aquel otro campo, no. Por ejemplo, quizá alguno ya decidió que la danza clásica no va a hacer. Por ejemplo, yo ya sé con seguridad que mi deseo no pasa por la danza clásica o tocar la flauta traversa: ¡soy una madera! ¡Seguro que mi vida no pasa por la música! Ya sé que eso no. Y por otras cosas, después de tantos años, me doy cuenta de que siempre termino haciendo cosas, las que me gustan, las que hago con entusiasmo, que están entre esto y esto otro. Esto y esto –que me cambian un poco pero no tanto– he verificado en mi vida, y se verifica –estimo–, que son fijos. No son eminentemente variables. Entonces, Lacan dice que el segundo movimiento es el que aporta la diacronía, la historia, y es –dado que el deseo hace su lecho del corte significante– lo que da la fijeza. O sea, para decirlo de una manera pedagógica y horrible:

S1

S2

si el deseo, originalmente, hace su lecho entre dos términos –lo podríamos inscribir como movimiento [la flecha entre S1 y S2]–, nosotros sabemos que el deseo no es ni esto [S1], ni esto [S2], sino algo impreciso que queda entre esto y esto [S1 y S2]. ¿De qué se trataba en el primer movimiento? Si dijimos que era metáfora y creación, ¿era creación de qué? Del sujeto. ¿Y de qué hablamos en el segundo movimiento?

Intervención: Del fading.

A.E.: No, no. El fading ya está acá, es el fading de la identificación; es cómo se entiende $ [“S barrado”]. Es más radical que decir que el sujeto queda entre S1 y S2. Es más claro, es más preciso, es más psicoanalítico decir el “fading de la identificación”, y eso se verifica: si tuvieron algún paciente –o ustedes mismos– que estuvo fuerte y plenamente identificado a un término, habrán visto cómo su vida se desvanecía en la nada. Por eso la identificación a ese término, ¿no? Lo habrán visto: hay vidas enteras que se desperdician plenamente porque el sujeto se mantiene precisamente asociado a la identificación. Eso se ve, eso es clínico; pero clínico de la vida cotidiana, no de la clínica “sofisticada”. Y, entonces, ¿este segundo movimiento de qué menta, de qué habla? Del deseo.

1er Mov. 2do Mov.

$

Metáfora

“o”

d

Metonimia

“y”

Sincronía Diacronía

¿Cómo resume Lacan los dos movimientos? Les leo la cita porque es fuerte, es precisa y está muy bien dicha:

«El segundo “se buclea” en el primero...»

“Se buclea” es un verbo en francés. Los traductores siempre, en castellano, pusieron “se cierra”, y tendrían que decir “se cierra en forma de circuito”. En francés, “boucle” es “aro”, “anillo”, “hebilla del cinturón”, “cinturón”, etc. A nosotros nos mata –¡muchas cosas nos matan! El gobierno, los senadores...– que en castellano “bucle” quiere decir otra cosa: es el “rizo”, el “tirabuzón”. Son también acepciones en el francés, pero de las menos usadas, la número catorce. En el Grand Robert, como “rizo” es la última acepción. Todas las primeras acepciones marcan lo que en topología se llama una “línea cerrada de Jordan”, o sea algo que se cierra pero en forma de circuito. Lacan no utiliza hasta muy tardíamente “línea cerrada de Jordan”; utilizó primero “toro”, luego “banda de Möbius”, habló muchísimo del “boucle”, y parece que descubrió el concepto topológico de “línea cerrada de Jordan” pero bastante tardíamente. En la topología que se enseña a los niños, en el jardín de infantes –porque a los niños, en el jardín se les enseña topología–, lo primero que se les enseña es cómo distinguir una “línea cerrada de Jordan”. Es decir, poder diagnosticar si se trata de un circuito cerrado o no. Luego se complejiza, pudiendo estudiarse si la “línea cerrada de Jordan” es “simple” o “compleja”:

Compleja Simple

Yo les propongo “líneas cerradas de Jordan” simples. Entonces Lacan dice que “el segundo se ‘buclea’ en el primero”. En castellano pusieron “se cierra”. El problema con “se cierra”, es que puede entendérselo como que “se cierra” como una puerta. Es por eso que nunca se entendió “el cierre del inconsciente”. “Apertura y cierre del inconsciente” nunca se entendieron, y a la “pulsación” se la entendió como temporal –se abre y se cierra, se abre y se cierra como si fuese una puerta– y Lacan jamás lo dio a entender así. Lo que pasa es que en francés es clarísimo y en castellano no se lo puede entender, porque Lacan dice que el “cierre” del inconsciente es la clave de su apertura. Porque cuando dice que “se cerró”, no dice que “se cerró (como) la puerta y ya no lo tenés más”, como se explica en la Facultad de Psicología. “Apertura y cierre”: “está, no está; está, no está”. No es eso. Es que “se cierra” cuando “se abre”; o sea, el inconsciente se abre, dice y habla cuando ustedes logran un “boucle”, que podrían entenderlo como un circuito repetitivo. Cuando se produce la repetición y se asumen las consecuencias de esa repetición, he ahí el inconsciente. En ese sentido “se cerró”: se cerró el “boucle”; no es que perdieron al inconsciente, que ya no está más. No es efímero, ni instantáneo. Entonces, “el segundo se cierra en el primero” y Lacan saca dos consecuencias de eso: se proyecta la topología del sujeto en el instante del

fantasma144. “¿Lo qué, ‘Cacho’? ¡Porque ahí sí, no se entiende nada!”. Pero no importa, escuchen el “instante”: proyecta la topología del sujeto en el instante del fantasma. ¿Se acuerdan de que el primer movimiento es sincrónico? ¿Ven la correspondencia? “Instante”—“Sujeto”: la topología del sujeto adviene en un “instante”. ¿Y cómo se entiende eso? Vía la metáfora, porque la metonimia es diacrónica y la metáfora es sincrónica. Y Lacan agrega:

«...lo sella rechazando al sujeto del deseo que se sepa efecto de palabra, sólo es deseo del Otro» 145.

No se entiende nada, yo coincido con ustedes. Pero en el segundo caso, habló del deseo, y en el primero dijo “la topología del sujeto”. En el segundo habla del deseo y es ahí, recién en el deseo, donde Lacan articula el Otro:

1er Mov. 2do Mov.

144 145

$

Metáfora

“o”

d

Metonimia

“y”

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 815. Ibíd.. p. 815.

Sincronía Diacronía

A

O sea que, efectivamente, esto se articula al Otro; pero no en la alienación. En la alienación no se trata del Otro. En la separación se trata de la entrada del Otro. Fíjense que es absolutamente lo contrario. Y no son los primeros seminarios de Lacan: o sea, no es que Lacan es hegeliano. Entonces, ahora sí, Lacan presenta en Posición del inconsciente: “las dos operaciones fundamentales en las que conviene formular la causación del sujeto”146 comandadas por el inconsciente. Respecto de la primera, en castellano dice “enajenación”, mientras que en francés dice “aliénation”. En los Escritos, todas las veces que Lacan utiliza “alienación”, Armando Suárez puso “enajenación”. A mí no me queda claro por qué, ya que están los dos términos. El “Entfremdung” de Hegel y de Marx, en alemán, efectivamente se lo traduce al castellano por “alienación” o “enajenación”; algunos traductores de una manera, y otros de otra. Con lo cual, es polémica abierta y no es problema. Pero acá no estaban traduciendo al castellano el alemán “Entfremdung”; estaban traduciendo del francés al castellano “aliénation”. ¿Para qué poner “enajenación”? Ustedes dirán: “¡Bueno, es un prurito...!”. No, no, ¡prurito las pelotas! Porque no es lo mismo Alio que “ajeno”. El problema es “alienación”, porque “alienación”, como palabra, introduce al Otro acá [en el “1er Mov.” del cuadro arriba consignado]. Eso es lo complicado de los términos de Lacan: que en castellano está oscurecido. Pero él utiliza “aliénation” para el primer movimiento. Entonces, Lacan dice:

«La primera, la enajenación [aliénation], es cosa del sujeto. En un campo de objetos, no es concebible ninguna relación que engendre la enajenación [aliénation], si no es la del significante».

Quiere decir que son relaciones entre significantes, y no es una relación entre el sujeto y el objeto.

146

Ibíd., p. 818-9.

«Tenemos por origen el dato de que ningún sujeto tiene razón para aparecer en lo real, salvo que existan allí seres hablantes».

Entonces, lo que preexiste al sujeto son significantes y seres hablantes, y la única relación que se puede poner a trabajar en el origen del advenimiento del sujeto es la relación entre significantes. Es cierto que para que haya significantes debe haber sujetos humanos hablantes pero Lacan no está diciendo que es por la relación entre los sujetos humanos hablantes como adviene el sujeto en la alienación. ¿Se entiende? No es “ser querido”, “no ser amado”, “ser amado”, “si la mamá quería al papá” o “si el papá quería a la mamá”... No se niega la existencia obvia de sujetos humanos hablantes para poder postular la existencia de significantes: si no hubiese ningún sujeto hablante en el planeta, no se podría seguir postulando la existencia de significantes, aunque seguirían funcionando las computadoras. Supongan que sea verdad eso de que las computadoras van, algún día, a empezar a pensar y nos van a matar a todos. Operarían con combinatorias binarias, 0 y 1, pero esos ceros y unos así no serían significantes –porque no representarían a un sujeto frente a otro significante. Entonces, Lacan propone que en el asunto del sujeto se trata de la articulación entre significantes. En ese sentido, muy articulable a lo que Freud proponía como la primera lógica operante en las asociaciones del inconsciente. ¿Alguno se acuerda de cuál era para Freud la primera lógica operante en la asociación de las primeras representaciones en el inconsciente? El azar. O sea que uno advenga luego de otro. Entonces, Freud decía “He ahí la matriz inicial”. Siempre me pareció de cuarta, eso, de Freud. Porque nunca supuse que nada trascendente de lo que yo tenía que ver con ningún sujeto vinculado a mí en la consulta, padeciese de nada vinculado al azar de dos palabras en su origen. Al menos, yo nunca trabajo así. Me parece que lo que Freud estaba indicando es algo muy parecido a lo que indica, aquí, Lacan: que de lo que se trata en el advenimiento del sujeto, lo primero –si uno pudiese hablar de “primero”–, es de meros significantes relacionados entre sí. Lo que pasa es que esta operatoria no se cierra sin la segunda. Es decir, no tenemos nunca esto accesible en la clínica. Pero es interesante ver que en Freud hay un argumento sumamente parecido; Lacan no lo articuló.

«Conceder esta prioridad al significante sobre el sujeto, es para nosotros, tener en cuenta la experiencia que Freud nos abrió de que el significante juega y gana, si puede decirse, antes de que el sujeto se percate de ello, hasta el punto de que en el juego del Witz, del rasgo del ingenio, por ejemplo, sorprende al sujeto. Con su flash, lo que ilumina es la división del sujeto consigo mismo. Pero que se la revele no debe enmascararnos que esa división no procede de otra cosa sino del mismo juego, del juego de los significantes... de los significantes y no de los signos» 147.

Un poco más adelante dice:

«El registro del significante se instituye por el hecho de que un significante representa a un sujeto para otro significante. Es la estructura del sueño, lapsus y rasgo de ingenio, de todas las formaciones del inconsciente. Y es también la que explica la división originaria del sujeto. El significante, produciéndose en el lugar del Otro todavía no ubicado, hace surgir allí al sujeto del ser que no tiene todavía la palabra, pero al precio de coagularlo».

“El significante, produciéndose en el lugar del Otro, todavía no ubicado...”, ven que a Lacan le hace falta decir “pero, ¿dónde es que están los significantes?”. En el Otro, con lo cual tendríamos al Otro operando aquí [1er Mov.], y ahí mismo aclara que no: “el significante, produciéndose en el lugar del Otro todavía no ubicado”. Ven que Lacan no está planteando la relación sujeto—Otro porque al Otro lo plantea, en este nivel, como “no ubicado”. Luego dice: “hace surgir allí al sujeto del ser que no tiene todavía la palabra”. Podríamos decir “del ser humano hablante”; es el significante el que hace surgir al sujeto del ser humano hablante, aunque no hable –un bebé recién nacido. Pero, “al precio de coagularlo”. Aquí, en francés dice “le figer”, cuya primera acepción es “coagularlo”, la tercera o cuarta es “fijarlo” (quiere decir que cuando a nosotros se 147

Ibíd., p.819.

nos corría para “fijarlo” estaba bien), y si ustedes ven todos los usos metafóricos de coagularlo, indudablemente, Lacan se está refiriendo a “petrificarlo”. ¿Saben a qué metáfora me refiero? A “se me heló la sangre”, que se utiliza para cuando uno queda “fijo”; con lo cual, entiendan que lo que Lacan está proponiendo es la “petrificación”. “...pero al precio de coagularlo”, o sea, lo “petrifica”.

«No es pues que esta operación tome su punto de partida en el Otro lo que hace que se la califique de alienación...».

¿Lo escucharon, no? Habría que decirle: “Y entonces, ¡¿por qué no la llamás ‘Roberto’..?!”. La “alienación” indica todo lo contrario. Fíjense lo que dice en el Seminario 11:

«Nadie podrá negar que esta alienación está muy de moda en la actualidad. Hágase lo que se haga siempre se está un poco más alienado, ya sea en lo económico, lo político, lo psicopatológico, lo estético y todo lo que venga [hoy, creo que especialmente –como decía mi paciente–, en el trabajo]. Quizá no esté de más llegar a la raíz de esta famosa alienación. ¿Querrá decir, tal como parece que yo sostengo, que el sujeto está condenado a sólo verse surgir, in initio, en el campo del Otro? Podría ser, pero de ningún modo –de ningún modo» 148.

Eso dice en castellano; en francés dice tres veces “de ningún modo”. Parece que al traductor le dio vergüenza tanta insistencia de Lacan, porque Lacan dice: “de ningún modo, de ningún modo, de ningún modo” . Y en castellano pusieron “de ningún modo –de ningún modo”. Vieron que siempre los traductores quitan el filo de lo más radical. Con lo cual, observen que Lacan dice categóricamente que la alienación, en absoluto, tiene que ver con nacer en el campo del Otro –el sujeto no nace en el campo del Otro. Y los efectos que produce la 148

J. Lacan, El Seminario, Libro 11, ob. cit., p. 218.

alienación no son por su relación al Otro. ¿Entienden que estoy atacando, de una manera radical, “libertad y determinación en Psicoanálisis”? –esto sería “determinación” [“Metáfora” en el cuadro arriba consignado] y esto “libertad” [“Metonimia”]. Igualmente, habría que ver de qué determinación se habla; pero siempre que se habla de “determinación”, se habla de la “determinación” del Otro. ¿Quién podría liberarse de la determinación del lenguaje? ¡Hay que estar re-chiflado de la cabeza! Aquellos de ustedes que tengan práctica con la psicosis: habrán tenido locos de todo tipo, rojos, verdes, azules. ¿Alguno planteó algún problema de liberarse del lenguaje? ¡Ni un esquizofrénico con quince años de evolución plantea semejante locura! Los lacanianos somos capaces de superar lo inimaginable... Porque planteamos eso: si esto es determinación [“Metáfora”] y esto es libertad [“Metonimia”] es una cosa, pero si la determinación es al Otro, ¿entienden que la libertad que se produce es necesariamente la locura? Ahora bien, Lacan aclara veinte veces que la alienación no se trata del Otro, ni siquiera está ubicado el Otro. Es claro que cuando uno nace –Pitz estudió los efectos de la “ausencia”–, hacen falta Otros, y no Otros cualesquiera, hace falta Otro más o menos en posición de mamá o de papá, algo parecido a “carne de mi carne” porque si no, falla hasta la captura de la carne. Es rarísimo eso, nadie lo explicó nunca, pero hay muerte: si nadie dice “esto es carne de mi carne”, sorprende pero hay muerte. Eso está reconocido; lo que no estamos afirmando es que por ello la alienación tenga que ver, en sus efectos, con que el sujeto nace en el campo del Otro. No es que tu mamá te puso el nombre –como dicen los lacanianos–, no es que tu papá te dio el apellido y vos no elegiste ni nombre ni apellido, no es eso; no se trata de eso. Se trata de un efecto radical del significante.

«No es pues que esta operación tome su punto de partida en el Otro lo que hace que se la califique de alienación. Que el Otro sea para el sujeto el lugar de su causa significante [¡Ah, loco, entonces lo dice! ¡Qué ‘chabón’ jodido! No, pero aclara:] no hace aquí sino motivar la razón por la que ningún sujeto

puede ser causa de sí»149.

149

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., pp. 819-20.

Y agrega que ni siquiera para los cristianos Dios es causa de sí. No sé si ustedes saben que, en la teología, San Agustín puso en tela de juicio el causa sui para Dios. O sea que ni siquiera en Dios se encuentra la causa de sí mismo. Con lo cual, ven que hay una erradicación total de la posibilidad de que algo sea causa de sí mismo. Así pues, el sostener al Otro en relación a la causa del sujeto no es porque el sujeto –como sujeto– nazca en el campo del Otro: es la advertencia, dice Lacan, de que no puede ser causa de sí. En todo caso, será causa de lo Otro, pero no del Otro. Está clarísimo en Posición del inconsciente y en el Seminario 11, que son los dos lugares en donde más intensamente Lacan plantea la advertencia.

«La alienación reside en la división del sujeto que acabamos de designar en su causa».

La alienación reside en la división del sujeto. Quiere decir que no es ser Otro, ni depender del Otro, ni estar marcado por el Otro; no es eso. La alienación es “nacer dividido”.

«La alienación reside en la división del sujeto que acabamos de designar en su causa. Adentrémonos en la estructura lógica. Esta estructura es la de un vel, nuevo en producir aquí su originalidad [que es un “o” y por eso se escribe así “v” el simbolito correspondiente a esa operación lógica]. Para eso hay que

derivarlo de lo que llaman, en la lógica llamada matemática, una reunión (que se reconoce ya que define cierto vel)».

Nosotros tendemos a llamarla “unión”. Es la unión de conjuntos lo que Lacan llama “reunión”. No sé si se acuerdan algo de la unión de conjuntos; lo que nos interesa de la unión de conjuntos es: el conjunto A (que tiene los elementos 1, 2, 3), “unión” conjunto B (que tiene los elementos 3, 4, 5), entonces el conjunto unión AUB tiene cinco elementos, no seis. El que desaparece es el repetido. O sea, el conjunto unión tiene los elementos {1, 2, 3, 4, 5}. La pregunta es: ¿qué “3” desapareció? ¿El “3” de A, o el “3” de B? Ése es el

problema que Lacan trae a colación, por el nacimiento. No sé si olfatean por qué a Lacan se le ocurrió esto, por qué fue a buscar ahí, por qué le sirve la unión de conjuntos. Porque Lacan está indicando que lo que desaparece es lo mismo, lo idéntico. O sea, desaparece la posibilidad de identidad. Por eso “identificación” y “fading”. ¿Entienden? Nace pero imposibilitado de ser idéntico a sí mismo, porque lo idéntico de sí mismo ‘vuela’.

«Esta reunión es tal que el vel que llamamos de alienación sólo impone una elección entre sus términos eliminando uno de ellos, siempre el mismo sea cual sea esa elección.»

Lacan lo dice de una manera muy escondida porque parece que está indicando que siempre es el mismo. Uno se pregunta cuál será ese que desaparece. ¡El mismo! Cualquiera que tenga mismidad con otra cosa, ése desaparecerá. La vez pasada, no sé si recuerdan que yo les propuse que el inconsciente era el vínculo en acto entre el sujeto y el Otro –que el sujeto era el sujeto cartesiano y que el Otro era el Otro que introducía la verdad. Y les pregunté qué quiere decir que sea el sujeto cartesiano y les dije que no sabía, que Lacan no lo explica; pero les propuse un “¡Bueno pero es el de la frase ‘pienso luego existo’!”. Luego les dije: “Será el que piensa”. Era nada más que para abonar un problema que yo ya conocía, y que era mentira que lo que les dije la vez pasada respecto de que no sabía de qué se trataba, porque Lacan lo desarrolla total y plenamente en el Seminario 14, en donde propone hacer del “pienso luego existo” un “pienso y existo”. Y el “pienso y existo” en francés es “yo pienso y yo existo” [Je pense et j’existe]. En francés, el pronombre personal se coloca. Ahí Lacan lo trabaja con las leyes de Augustus De Morgan, de cómo se convierte una transformación de una conjunción en una disyunción, pero eso no nos interesa. Lo que yo quería proponerles es que si en la reunión de conjuntos lo que siempre se pierde es “lo mismo”, y los dos círculos de ........ son “Yo pienso, Yo existo”, lo que cae es “Yo”. ¿Cuál “Yo”? Todo “Yo”. Cualquier “Yo” que haga identidad consigo mismo. Si ustedes le preguntasen a alguien que dijo: “Yo”, y ustedes le preguntasen “¿Quién?”, y él dijese de nuevo “Yo”, eso es lo que cae: lo que ilusoriamente alguien estaría indicando al referirse dos veces a sí mismo, con

“Yo”. Lo que pasa es que es muy importante para nosotros que pesquemos que eso cae, justamente, en el Yo. ¡’Tranqui’, eh! ¡Esto no es filosofía abstracta! ¡Es verdaderamente lo que pasa con el Yo! Que no por nada es lo último que se adquiere en el aprendizaje del lenguaje, y en lingüística se lo designa como “Shifter”. Es todo un mundo entender qué quiere decir alguien, para un ‘pendejo’ de un año y medio, cuando ese alguien dice “Yo”. No lo tomen por filosofía abstracta, eh. Esto tiene que estar íntimamente anudado a los hechos; si no, no sirve para nada (bueno, puede servir para mucho porque hay gente que le encanta la filosofía abstracta y disculpen a los presentes que gusten de la filosofía abstracta pero es que no me gusta a mí). Lo que digo es que esto es eminentemente práctico, no es de un Lacan especulativo que llegó a pensar las cosas tan extraordinariamente bárbaras, que ya habla de vaya a saber qué cosas. Está hablando, efectivamente, de cómo sucede: cuando alguien adviene como “Yo”, en ese mismo momento, el que adviene como “Yo” desaparece porque cualquiera que se designa como “Yo” sabe que otra persona va a designarse como “Yo”. En ese caso, entonces, ¡“Yo” no soy “Yo”!.

«Esta disyunción...».

Ustedes saben que el CD [de las obras completas de Lacan] está levantado con scanner y después está corregido con un diccionario, pero si el diccionario encuentra una palabra castellana, no la lee; entonces, yo tengo:

«Esta disyunción se “encama” de manera muy ilustrable»...

Entonces, ¡me quedé! ¡Ésta no la tenía! ¡Éste es otro Lacan, y un poco soez! No, es “se encarna”.

«Esta disyunción se encarna de manera muy ilustrable, si es que no dramática, en cuanto el significante se encarna en un nivel más personalizado en la demanda o en la oferta: (un rato largo estuve pensando, y no sé cuál es la oferta y cuál la demanda. Digan ustedes, a ver si la pescan) en “la bolsa o la vida” o en

“libertad o muerte”».

¿Cuál es oferta y cuál demanda? ¡Me hice un lío hoy a la tarde! A veces estaba seguro de que uno era oferta y el otro demanda. Porque Lacan dice que uno es oferta y otro es demanda. ¡Es difícil, eh! ¿Cómo encarna la alienación? Lacan va a dar dos ejemplos; observen cuáles: “la bolsa o la vida” –que es lo que te dice el ‘chorro’– y “libertad o muerte” –esto es lo que dice el héroe, el que se envuelve con la bandera...

Intervención: Eso ya es en la década del setenta.

A.E.: Claro, ¡ahora sería con una valija de dólares..! “¡Los dólares o la muerte..!”. Todavía tenemos unos cuantos. Piensen en el mundo islámico y la cantidad de ataques suicidas que todavía el mundo islámico es capaz de proveer. Saben que tienen reclutados cientos y cientos, que no suponemos que todos sean efectivamente suicidas, pero ya se han dado pruebas de que muchos de ellos sí lo son; con lo cual, están plenamente en “libertad o muerte”. Me parece que “libertad” les importa un carajo. Me parece que no es “libertad” lo que pondrían. ¿Qué pondrían? Conozco tan poco... ¡Qué sé yo! “El Ayatolá o la muerte”...

Intervención: “Alá”.

A.E.: Sí, tal cual, “Alá o muerte”. La ........... islámica debe tener una frase de éstas, mediante la cual se sostiene. Habrán visto fotos de niños disparando armas. En Occidente, esto sorprende muchísimo pero son los de la vereda de enfrente. Pero todavía se ven muchos casos de éstos. Entonces, Lacan dice que hay dos ejemplos muy importantes, que él quiere dar, de cómo esto encarna, y yo quisiera que ustedes observen (aunque no lo dice en Posición del inconsciente, pero sí les traje las citas del Seminario 11, en donde lo dice. No sé por qué siempre Lacan dice las cosas tan distintas en un escrito y un seminario, sobre el mismo tema).

Intervención: ¡Para no aburrirse!

A.E.: Para no aburrirse o porque lo cambia él mismo.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Claro, a eso iba. Lo que quería hacerles escuchar, ahora, eran citas del Seminario 11 en donde Lacan habla del “factor letal”. O sea que la alienación produce un sujeto así, que es como un escudo de Boca...

Intervención: “La libertad o la vida”.

A.E.: “La libertad o la vida”, que es la articulación de ambas. Ustedes escriban “la bolsa o la vida”, “la libertad o la muerte”, y tienen como “el perro hace miau, el gato hace guau”. Produce eso. En realidad, es una articulación de estas dos.

Entonces, lo que Lacan propone es que este efecto primordial del significante encarna con “la bolsa o la vida” –ven el “o”–, “la libertad o la muerte”, y Lacan trabaja estos dos ejemplos indicando claramente que nunca se puede elegir verdaderamente una de las dos cosas, sin una pérdida sustancial en la posición en que uno queda, teniendo la otra. Hasta “libertad o muerte” lo trabaja con la libertad de trabajo, y propone que la libertad de trabajo, como principio de la Revolución Francesa, produjo al siglo siguiente la libertad de morirse de hambre. Por la caída de los salarios en el origen del Capitalismo, que llevó a los franceses de la post-Revolución Francesa a un nivel mucho peor que en el que estaban antes con la monarquía, aunque parezca mentira. Con lo cual, fíjense ustedes cómo la libertad, para Lacan, siempre tiene un límite muy preciso y, siempre, muy dramático. Lo que Lacan propone es que este efecto puro del significante sobre el ser hablante –sobre la carne–, para que advenga un sujeto, el sujeto adviene connotado por el “factor letal”, que solamente lo dice tres o cuatro veces en el Seminario 11. Yo les leo dos citas:

«Hay un analista que, en otra dimensión, lo percibió y trató de señalarlo con un término que era nuevo y que nunca ha sido aprovechado desde entonces en el campo del análisis –la afanisis, la desaparición. Jones, quien la inventó, la confundió con algo bastante absurdo –el temor de ver desaparecer el deseo» 150.

Ven que Lacan no aplica afanisis acá [2do Mov.]. ¿Ven lo que hizo Jones, no? Uno podría decir: “¡Qué desaguisado, el de Jones!”. No, mezcló estos dos niveles que Lacan separa. Lacan deja afanisis acá [1er Mov.] y “deseo” acá abajo [2do Mov.]. Pero Jones no estuvo tan lejos, eh. Nosotros nos cagamos en estos tipos pero, ¡guarda, eh! En general, estos tipos siempre le pegaron cerca de la cosa; el asunto es dentro de qué marco conceptual uno lo puede inscribir para poder ponerlo a trabajar en análisis. Lo que hizo Jones es confundir ambos niveles –puso afanisis del deseo. Y Lacan dice que no, que hay que separar. Y van a ver por qué. 150

J. Lacan, El Seminario, Libro 11, ob. cit., p. 215.

«La afanisis empero, debe situarse de manera más radical en el nivel donde el sujeto se manifiesta en ese movimiento de desaparición que califiqué de letal. También en otra forma, denominé este movimiento el fading del sujeto»151.

Es lo que estamos citando nosotros. La otra cita que les quería hacer escuchar es:

«En ese momento [...], esta separación muy otra está destinada a poner en evidencia lo esencial, en este campo, del vel alienante –el factor letal»152.

Es lo que estamos describiendo.

«Se trata del vel de la primera operación esencial que funda al sujeto. Me atrevo a pensar que puede tener algún interés desarrollarlo aquí, ante un público bastante nutrido, pues se trata nada menos que de esa operación que podemos llamar la alienación.»153.

Quiere decir que, sin lugar a dudas, lo que Lacan propone es que el efecto de que el sujeto sea producido, sea causado así –mediante la lógica de la alienación–, produce un sujeto asociado a un factor –el “factor letal”.

151

Ibíd. 152 Ibíd., p. 221. 153 Ibíd., p. 218.

1er Mov. 2do Mov.

$

Metáfora

“o”

d

Metonimia

“y”

Sincronía

Diacronía

A

Factor Letal

Ahora sí, ahora sí: la mitad de ustedes no me va a seguir más... Ahora pierdo a la mitad, pero puedo ir repitiéndome tranquilamente. Y después sigo hablando con la otra mitad, nada más. La separación que propone Lacan es la separación del “factor letal”. Hasta ahora ustedes dirán: “¡¿Y por qué nos íbamos a ir la mitad?!”. No, sigo: la separación que propone Lacan es de “S barrado” ($), del sujeto como desaparecido. Eso es lo que Lacan va a proponer como “separación”. La bandera de los lacanianos: el ideal, “lo más mejor”, “no la caca del Yo” (o “estar en posición de objeto” que decimos de algunos pacientes medio ‘monguis’)... Porque esto [$] sería “lo más mejor”... ¿Es así, o no? Si ustedes son de Boca, entonces, ¿quién sería Boca? ¡Éste es Boca: $..! ¿Quién es Riquelme o Palermo? Éste, éste es el que les rompe el culo a todos: ¡$! Lacan está diciendo que esto es todo lo contrario a la dirección de la cura. Lo que busca toda la sesión del corte, toda la sesión del silencio, todas esas maniobras, es producir esto: $. Lo escuchamos todos, todo el tiempo. Después discutimos las citas, ustedes leen los textos, nos rompemos los cuernos. Yo no quiero convencerlos pero hay una lógica que se desprende: si hay separación, es separación de este efecto ($). Este

efecto es letal, es la petrificación. ¡Eso es S barrado ($), eh! Ahora vamos a ver qué vuelta hay que darle, en qué ética y en qué dirección, para que la separación sea la separación coincidente con la ética del Psicoanálisis y no otra. Decimos “el significante mata la cosa” pero nos parece que es lo salutífero del significante y, no –lo que Lacan propone es que es la mitad de la operación.

Intervención: Eso es detención del movimiento.

A.E.: Sí, detención del movimiento, aun en lo que atañe a la condición del sujeto. O sea, la condición del sujeto puro –puro– es un factor letal, es petrificante, no mueve nada, no conduce a nada, no lleva a nada.

«Del mismo modo nuestro sujeto está colocado en el vel de cierto sentido que ha de recibirse o de la petrificación. Pero si se queda con el sentido, es en ese campo (del sentido) donde vendrá a morder el sinsentido que se produce por su cambio en significante. Y es ciertamente al campo del Otro al que corresponde ese sinsentido, aunque producido como eclipse del sujeto» 154.

Éste es el párrafo que articula las dos –alienación y separación. Es clave porque es la entrada del Otro. Vuelvo a leerlo:

«Del mismo modo nuestro sujeto está colocado en el vel [“o”] de cierto sentido que ha de recibirse o de la petrificación».

154

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., pp. 820-1.

Entonces, tenemos ser y sentido –“ser” produce petrificación, o “sentido”. Tenemos “ser”, o “sentido”.

«Pero si se queda con el sentido, es en ese campo (del sentido) donde vendrá a morder el sinsentido que se produce por su cambio en significante».

O sea, si está en esta lógica –la que estuvimos trabajando–, entonces lo que será más radicalmente del sentido será el sinsentido. Es decir, lo que se pierde por la articulación que veníamos describiendo en la lógica de la unión, de la reunión de conjuntos. Tenemos, entonces, un efecto de que si el sujeto se queda del lado del ser, entonces petrificación –no tiene salida, ¡caput! La salida está por el lado del sentido. Lo que pasa es que, en esta lógica, si se coloca del lado del sentido, lo que tendrá es sinsentido, lo que se pierde de eso.

«Y es ciertamente al campo del Otro al que corresponde ese sinsentido, aunque producido como eclipse del sujeto».

Una vez que está planteado el sinsentido, ahí adviene el campo del Otro. Ni más ni menos, ni más ni menos que la salida del asunto es siempre del lado del sentido (lo dice Lacan, no lo dice Alfredo que es “nolacaniano”). ‘Ligo’ por todos los lacanianos que dicen que la dirección de la cura no es aportar sentido, sino sinsentido. ¿Entienden que la dirección de la cura lacaniana típica –la pura–es letal, no? Que es lo que dicen muchos pacientes: “Si te vas a analizar, ¡no te analices con los lacanianos!”. ¡Es letal! Esta práctica es letal, porque lo que propone Lacan es que del lado del ser no hay salida. Es mucho de lo que propone Vappereau con los locos. Si un tipo está identificado a una condición de ser –lo que trabajamos con la locura y la inmediatez de las identificaciones–, o sea si no está dispuesto a pasar por el campo del Otro, está loco; y con un loco no hay nada que hacer. ¿Entienden que no hay nada que hacer porque no pasa por el campo del Otro?

Entonces, ¿qué podría hacer cualquiera en el lugar del Otro? La salida es si adviene algo de la índole del sentido. El problema es que la alienación del sentido le provee al sujeto el sinsentido. Y Lacan dice:

«Y es ciertamente al campo del Otro al que corresponde ese sinsentido».

Lo que hacen ustedes, lo que hago yo, cuando pensamos en ir a consultar a un analista. ¿Deshacemos la lógica de la consulta al analista? Ustedes padecen, yo padezco, alguien padece: movimiento 1. Y supongan que padece porque se mudó una banda de Rock & Roll a la casa de al lado... ¡Me sentía Rambo! Pero no por lo heroico que iba a ser sino, ¡por las ganas de agarrar una ametralladora y matarlos! Ahora bien, nunca se me ocurrió ir a un analista porque, ¿qué iba a decirle? Y padecía, eh; les advierto que padecía: ¡los quería matar! ¡Un odio asesino! Si a uno le va mal en el negocio porque abrió Coto en la esquina –y uno tiene una pequeña fiambrería–, uno padece y, ¡cómo se padece! Se padece grosísimo, no hay nada que hacer. Pero no vas a lo del analista. ¿Cuándo uno va a lo del analista? Cuando uno padece y...

Intervención: [inaudible].

A.E.: Y algo más. Porque suponte que se te mueran tres familiares por motivos distintos, en dos meses. ¡Te adviene un sinsentido! ¿Entienden? Uno se muere en un accidente, al otro lo mató la novia y al otro lo pisó un policía, manejando, para salvar a alguien... ¿Vieron que, el otro día, un policía mató al hijo de otro policía porque iba muy apurado para salvar a alguien? Lo dejaron tirado y dijeron: “¡Vamos, vamos que hay un rehén!” y dejaron a una chica inconsciente y semimuerta.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Que tiene que ver con uno, porque si tiene que ver con otro... Entonces, es un dolor que tenga que ver con la condición subjetiva, y un sinsentido, porque si tiene sentido, ¿para qué vas a ir? ¿Cuál es la salida cuando hay un dolor, uno localiza que algo de ese dolor tiene que ver con uno y el vínculo a ese sufrimiento es el sinsentido? ¿Cuál es la chance que todavía queda –a pesar de la publicidad de la Secretaría de Salud, en los subtes? Dirigirse al campo del Otro. Fíjense cómo sigue el párrafo:

«La cosa vale la pena de decirse, pues califica al campo del inconsciente a tomar asiento, diremos, en el lugar del analista, entendámoslo literalmente: en su sillón».

O sea que la salida es este parecer –bastante indicado, ¿no? Entienden que aquí está planteado más allá de coyunturas particulares. Si alguien “es”, del lado de la petrificación, si alguien “es”, no hay nada que hacer con él. Él puede hacer algo consigo mismo pero el Otro, no. Del lado del sentido, por la alienación adviene el sinsentido. ¿Cuál es la salida? Dirigir eso al sillón del analista. ¡Lacan no es bobo, eh! ¿Entienden lo que está queriendo decir? Al lugar de Otro, no a un ‘chabón’. ¡Guarda, el analista, con creerse que se le dirige, en términos personales, a él! Se le dirige al lugar que él representa. Pero, ¿por qué se le dirige al lugar que él representa? Porque es nuestra ética. No es necesario que sea así. Lacan metió al analista aquí, pero porque es nuestra ética. ¿Qué harían ustedes con un familiar de un ser querido que padece bajo esas tres coordenadas? “Mirá, che, ¿no pensaste en ir a hablar con un psicólogo? ¿Por qué no vas? Hablá con un psicólogo y escuchá lo que te puede decir. Quizás, algo entendés de lo que te pasa”. ¿Se entiende? Con lo cual, la ................... a la separación del factor letal –“factor letal” que, con Freud, podríamos llamarlo “malestar en la cultura”; lo que pasa es que ahora está especificado como ineliminable. ¿Se acuerdan de que Melanie Klein proponía el análisis de todo el mundo, que proponía el Psicoanálisis en la escuela? ¿Para qué? Para evitar el

malestar en la cultura. Aquí ya queda claro que es ineliminable porque es la causa del sujeto. Es ineliminable en cualquier cultura porque el sujeto adviene así: mortificado. Y eso no es lo que buscamos en análisis – mortificarlo más. Hay muchos analistas que dicen “esta sesión fue ‘macanuda’ porque advino angustia”... Habría que recordarles a los analistas que los pacientes ya vienen bastante angustiados; o sea que no es un logro terapéutico producir angustia, que la angustia no es un efecto del análisis –la gente, para angustiarse, se las arregla bastante bien sola. Uno le puede dar una mano, ¡está clarísimo que uno puede darle una mano! Pero hay muchos analistas lacanianos ‘chochos’ de la vida porque “advino angustia”, y como es una cosa que “no engaña”... ¡Pero Lacan no dijo que era ‘macanuda’! Lacan dijo que no engaña, no que era ‘macanuda’. Nunca dijo “búsquenla, eh”, ¿o sí? No alentó su producción, no dijo “¡Angustien!”. Yo no leí nunca que lo haya dicho y, si lo hubiese dicho yo lo hubiese rechazado; yo no hubiera sostenido esa parte de su enseñanza, cosa que no me habría traído más que problemas intelectuales pero no otros.

Entonces, adviene el Otro porque es la única chance de poner a trabajar el sinsentido, de cerrar el bucle iniciado así. Puede ser al analista, puede ser a otro Otro –no todo el mundo tiene que analizarse. Pero vamos a decirlo en términos filosóficos –Siete Días, Gente, Caras–: la única salida para el sinsentido de la vida es dirigir el problema del sinsentido a otro (para decirlo de una manera estilo Caras). ¡Yo tendría que meterme en un revista! ¿Es convocante eso, o no? Bueno, no importa... Yo lo sostengo. Y en el párrafo siguiente, Lacan dice: Wo Es war soll Ich werden155. Entonces, “donde eso era...”. ¿Está bien llamarlo a esto “Eso”? ¿Entienden por qué? Porque el sujeto está totalmente nadificado, de otra manera “nadificada” que lo que era antes de advenir, pero está nadificado –es un “Eso”. Lacan propone que advenga el sujeto, pero no esto [$], sino que advenga a partir de la separación de este efecto, pasando por la separación.

«Pasemos a la segunda operación, en la que se cierra la causación del sujeto...». 155

Ibíd., p. 821.

Lacan dice que “se boucle”156. En castellano diríamos que “se buclea”, porque no “se cierra” como una puerta, ni se concluye (¿vieron el chiste, ése, que dice por qué tenemos ombligo? Porque Dios dice: “Terminado... terminado... terminado...”). Uno puede decir “se cierra” porque se terminó. No, no: “se cierra” porque se produce el bucle.

«Pasemos a la segunda operación, en la que se cierra la causación del sujeto, para poner a prueba en ella la estructura de borde en su función de límite, pero también en la torsión que motiva el traslape del inconsciente». Es lo que yo les proponía la vez pasada: que esto se cierra en forma de bucle, pero que implica una torsión.

156

Ibíd. [En la edición francesa, se lee: «Venons à la seconde opération, où se ferme la causation du sujet…»].

Si ustedes tuviesen una cinta transparente, le hacen dos flechitas así y las unen con una torsión, lo que tendrán luego es un bucle así, con una torsión.

«Pasemos a la segunda operación, en la que se cierra [se “buclea”] la causación del sujeto, para poner a prueba en ella la estructura de borde en su función de límite...».

Es esto: el bucle. El bucle es la estructura de borde en su función de límite. Se produce un cierre pero es un borde. Se produce una superficie –este límite pasa a ser el borde de la superficie.

«Esa operación la llamaremos: separación».

Y, ahora, esto tenemos que lograr decirlo, por favor:

«Reconoceremos en ella lo que Freud llama Ichspaltung...».

No me van a negar que todos los lacanianos te meten la Ichspaltung acá: [en “$” del cuadro arriba consignado]. ¡La “división del sujeto”: la Ichspaltung! ¡Mi hija ya lo dice! ¡Ya tengo una en mi casa que ya lo dice! Me dice: “la división del sujeto es la Ichspaltung”. ¡En su puta vida leyó La Escisión del Yo en el proceso defensivo, de Freud! No lo leyó, yo les garantizo que no lo leyó. No entiende ‘un carajo la vela’ y ya es lacaniana... ¡Ella cree que es por fidelidad a mí! ¡Entiendan el malentendido que hay en mi casa! Ella dice que el sujeto dividido, S barrado, es la Ichspaltung. ¡Cómo si supiese alemán, para colmo! Porque, ¡te lo dice en alemán! ¡Patético..! Lacan pone la Ichspaltung aquí: [en la “ d “ del cuadro arriba consignado]. Les recomiendo leer –leamos una vez– La Escisión del Yo para que quede claro que no es el sujeto dividido, de Lacan. No lo es, no tiene nada que ver. No lo es. Aparte, dense cuenta que es difícil que lo sea porque el propio Lacan –que inventó el “$”–, te mete la Ichspaltung aquí: [2do Mov.].

«Reconoceremos en ella lo que Freud llama Ichspaltung o rajadura del sujeto, y captaremos por qué, en el texto donde Freud la introduce, la funda en una rajadura no del sujeto, sino del objeto (fálico concretamente)».

Y Lacan tiene razón, ¡hay que leer el texto! No hay que ser “lacaniano”... Lo que propone Freud como “escisión del Yo” es la rajadura respecto del objeto fálico. ¿Y entienden por qué eso es escisión del Yo, para Freud? Porque, para Freud, el falo es el adminículo valioso por excelencia, constituyente del narcisismo yoico. ¿Entienden lo que significa? Los “cortadores de trenza”. Lo que Freud dice que hay que perder, a lo que hay que renunciar es ese agregado narcisístico, que para Freud es el objeto fálico. Freud no habla de la división del sujeto; Freud habla del inconsciente, que no llegó a desarrollarlo con la lógica que Lacan propone para la división del sujeto, y menos que menos con la causación vía la alienación. Es verdad, Lacan tiene razón: alcanza para leer ese texto cortito de la última parte de la enseñanza de Freud.

«La fórmula lógica que viene modificar dialécticamente esta segunda operación se llama en lógica simbólica: la intersección...».

¿Se acuerdan de lo que es la intersección de dos conjuntos? Es el conjunto constituido por la parte coincidente de uno y el otro. En el caso del que hablábamos es “3”. Pero el “3” pega distinto, ahí. Podríamos hacerlo como la lúnula de la intersección, sombreado de los círculos de ........, pero considerados de otra forma.

«La fórmula lógica que viene modificar dialécticamente esta segunda operación se llama en lógica simbólica: la intersección, o también el producto que se formula por una pertenencia a——a’.Esta función aquí se modifica por una parte tomada de la carencia a la carencia...».

O sea, carencia y carencia, falta y falta. Es al revés, ¿entienden? Antes, lo que había repetido se perdía; y ahora lo que se toma por intersección es lo que falta de uno y lo que falta del otro. El conjunto A está constituido por 1, 2 y lo que le falta. Y el conjunto B constituido por 3, 4 y todo lo que le falta. En la intersección iría todo lo que le falta a ambos.

«Esta función aquí se modifica por una parte tomada de la carencia a la carencia, por la cual el sujeto viene a encontrar en el deseo del Otro su equivalencia a lo que él es como sujeto del inconsciente».

Entonces, una carencia y otra carencia. Y Lacan dice que como el sujeto adviene como carencia, se puede hacer una maniobra donde el sujeto ponga en relación lo que él es como falta, con lo que falta en el Otro. Con lo cual, se puede poner a trabajar “lo que falta en mí”, que es ¿qué? Mi mismo. Cualquier cosa que sea porque cualquier ser se caracteriza por ser eso; o sea, el ser es idéntico a lo que es. Entonces, Lacan propone que la salida es poner en relación “lo que falta en mí” –que no es un detalle, ni es un anexo: es mi misma condición de yo mismo– a lo que falta en el Otro. Ésa es la salida.

«... por la cual el sujeto viene a encontrar en el deseo del Otro su equivalencia a lo que él es como sujeto del inconsciente».

¿Qué es el “sujeto del inconsciente”? Nada.

Sueño: dos hombres van a una casa y se ‘cogen’ a una mujer, y luego viene una mujer que mata a la mujer (¡Ah, ustedes creyeron que iba a decir que mata a los hombres..!), y después me despierto. Un sueño medio chanchón, pero sueño al fin. Si ustedes son el analista, ¿quién soy yo? (Parece “Juan y Pinchame”...). Yo les conté mi sueño, que es una formación del inconsciente; ustedes son el analista, ¿quién soy yo? ¿Qué soy yo, como sujeto del inconsciente? Nadie. Como sujeto del inconsciente, no soy. Eso es la clave del inconsciente. El problema es el saber universitario. Y nosotros pasamos por la Universidad, hoy; si no, es práctica ilegal. Pero para el saber universitario, ¿acaso el caballo del pequeño Hans no es el papá? Y si uno lee el caso –y lee a Lacan una vez–, se da cuenta que necesariamente el caballo, para el pequeño Hans, es el papá, la mamá, Hanna y Hans. Porque es una formación del inconsciente y, ahí, no hay nadie –en el inconsciente no hay nadie que sea “sí mismo”. Ése es el sujeto del inconsciente. Como sujeto del inconsciente es pura falta. Nadie es en el inconsciente porque en el inconsciente nadie puede ser y, en realidad, nada es –nada es ser.

Pregunta: ¿Pero el inconsciente no implica al Otro? ¿Cómo puede decirse, entonces, “sujeto del inconsciente”?

A.E.: Lo que pasa es que Lacan propuso al inconsciente –lo aclaré la vez pasada– como primero, como condición. Descartá eso, que es muy difícil. Esto no existe si no es en la circularidad, y vos ya estabas trabajando con lo evolutivo porque ponías al Otro como segundo. ¿Entendieron la pregunta de él, que es indiscutible? Me dijo: “Alfredo, ¿cómo vos pusiste a éste como sujeto del inconsciente, si en el inconsciente ya está el Otro?”. Yo le dije que lo que él hizo fue hacer una maniobra evolutiva, porque esto es lo que es como parte de eso.

Yo ya lo había aclarado. Es una lógica necesaria –es floja, es débil y nadie en Occidente la acepta. Trabajamos con un tiempo circular. Si trabajás con un tiempo circular, entonces podés tener al consecuente “antes” del antecedente. Si no adviene el Otro, en el segundo momento, el primero no es tal. ¿Qué es entonces? Nosotros, ahí, no sabemos. Qué sé yo. Nada, no sé, no tengo la menor idea. Muchas frases de las que digo, no las desarrollo pero las dejo como marcas justamente para poder, después, resolver estos problemas. Por eso es que había advertido sobre la estructura temporal que esto tiene, porque si no, llegás a contradicciones lógicas.

Pregunta: ¿Sólo podés dar cuenta del primero, a partir del segundo?

A.E.: No “dar cuenta”, existe. Es más radical que “dar cuenta”, porque uno dice “hizo falta Champollion para dar cuenta de los jeroglíficos”, pero nadie va a decir que los jeroglíficos existen a partir de Champollion. No, en este caso estamos hablando de eso. Es circular el tiempo en juego. Con lo cual, “2” está antes que “1”. También “1” está antes que “2”, obvio –eso no hace falta decirlo.

«Por esta vía el sujeto se realiza en la pérdida en la que ha surgido como inconsciente...» 157.

157

Ibíd., p. 822.

¿Entienden el “se realiza”? Pasa a lo real, deja de ser una nada..............

[Cambio de cinta]

..... una maniobra mediante la cual esa nada empieza a funcionar de otra manera –ahora vamos a decir cuál es esa otra manera– y adviene en esa otra manera en la medida en que se relaciona con la falta en el Otro. Quiere decir que aquí el Otro, aportando su falta, es salvador, que es lo que proponemos los psicoanalistas. Me parece que en el fondo de todo el asunto es lo que hacemos los psicoanalistas cuando decimos “Che, hablá con alguien, ¿no se te ocurrió hablar con alguien?”. No sé, o estoy totalmente ‘meando fuera del tarro’, o me parece que lo que el analista dice, entre otras de las cosas que dice, la fundamental es “Che, hablá con alguien. ¿No te parece que deberías hablar con alguien, con lo que te pasa?”. O decirle a alguien, directamente: “¿Qué te pasa?”. ¿Vieron que la gente dice “No, estoy muy mal, no quiero hablar de eso”? Los duelos modernos, vieron cómo son los duelos modernos: “No, me parece que ando bien, porque no pasa nada”; cuando nosotros alentamos a que la gente se encuentre con eso, pero que se encuentre en un encuentro con alguien, con eso. Es lo que está aquí en juego, en el Seminario 11 y en Posición del inconsciente. No es Lacan del Seminario 1158, eh.

«Por esta vía el sujeto se realiza en la pérdida en la que ha surgido como inconsciente, por la carencia que produce en el Otro, según el trazado que Freud descubre como la pulsión más radical y la que denomina: pulsión de muerte. Un ni a— es llamado aquí a llenar otro ni a— [...] El vel vuelve a aparecer como velle...».

158

J. Lacan, El Seminario, Libro 1 [ed. Paidos, Buenos Aires 1995].

“Velle” es “desear”. “Vouloir” viene de ahí, del latín. ¿Entienden cómo el “o” pasa a “deseo”? Pero pasa a “deseo” porque la única salida posible para poner a operar el haber advenido como no siendo, es articularse a algo que falta en el Otro.

«Tal es el fin de la operación. El proceso ahora. [La segunda gran salvedad que Lacan tiene que hacer] Separare, separar, aquí termina en se parere,

engendrarse a sí mismo».

¡Maldita y puta frase de la cual nunca más nos vamos a curar! Hay putas frases –de Freud hay tres o cuatro– y ésta es una de las putas frases de Lacan, que la corrige él mismo en los dos renglones que siguen. Y la corrige él mismo, en el Seminario 11, ¡pero date por ‘cogido’!

«Eximámonos de los favores seguros que encontramos en los etimologistas del latín en este deslizamiento de sentido de un verbo a otro. Sépase únicamente que este deslizamiento...».

¿Cuál deslizamiento? De “separarse” a “parirse”. Se pasó de un verbo al otro. ¡Los lacanianos van, ahí, a lo chancho! Especialmente, los obsesivos. El aislamiento del obsesivo está estudiado, desde Freud, por todos los post-freudianos. Los analistas lacanianos obsesivos adoran la separación como el “engendrarse a sí mismo” – es la proeza máxima. Sería como masturbarse y masturbarse, y... ¡splash! Bueno, la vida sexual del obsesivo es típicamente masturbatoria.

«Sépase únicamente que este deslizamiento está fundado en su común aparejamiento en la función de la pars».

La “pars”, la “parte”. O sea que, revisando la etimología del latín, Lacan dice que pasar de un verbo al otro solamente se autoriza porque en ambos opera la “parte”. Pero veamos qué de la parte, porque Lacan con mete mediante la designación de “separación”.

«La parte no es el todo, como dicen, pero por lo general inconsideradamente. Pues debería acentuarse que nada tiene que ver con el todo. Hay que tomar partido sobre ello, juega su partida por su propia cuenta [¿Se dan cuenta de que está jugando con “parte”, no?] Aquí, es de su partición de donde el sujeto procede a

su parto. Y esto no implica la metáfora grotesca de que se traiga de nuevo al mundo».

Lo dice, eh.

Intervención: Igualmente, dice “parirse a sí mismo”, con lo cual la dignidad................

A.E.: Sí, pero lo que sostenemos los lacanianos es lo contrario de lo que Lacan afirma. Porque lo que nosotros solemos decir con “separación del Otro” es que adviene el sujeto mismo. Bueno, Lacan dice que no se trata de parirse, y acá trabaja otra articulación etimológica muy interesante. Se la leo:

«Cosa que además el lenguaje tendría grandes dificultades para expresar con un término original [Lacan dice que el lenguaje tiene mucha dificultad para decir ‘parirse’. ¿Por qué?], por lo menos en el área del indoeuropeo donde todas las palabras empleadas para ese fin tienen un origen jurídico o social».

¡Ah, mirá vos! “Parir” no es escupir el producto de la carne. Escuchen qué es “parir”:

«Parere es en primer lugar procurar (un hijo al marido). Por eso el sujeto puede procurarse lo que aquí le incumbe, un estado que calificaremos de civil».

¿Entendieron ésa? Lacan dice que no se trata, para nada, de “parirse” –se trata sólo de la puesta en funcionamiento de la parte. Tenemos claro qué parte, ¿no? La lúnula con la que estábamos trabajando: la del sujeto y el Otro.

Acá hay algo de la índole de la parte de uno, y de la parte del Otro. Entonces, poner el funcionamiento de la parte. ¿Cuál parte? La parte perdida de sí. ¿Cuál es la parte perdida de sí? La identidad.

Entonces, lo que Lacan está diciendo es que no se trata de parirse, ni de parirse de nuevo. Hay algo de eso en la idea de fin de análisis, de parirse de nuevo: “Ahora sí, voy a ser yo quien yo... Quiero ser... Ahora sí soy lo que...”. Lacan dice que en el campo del indoeuropeo (el alemán, el francés y el castellano son indoeuropeos) habría muchísima dificultad en decirlo porque el verbo parere es “procurar un hijo al marido”. Con lo cual, lo que se afianza es el estado (Lacan pone “estado” por el chiste del estado de gravidez), el estado civil. O sea, indica relaciones con otro sujeto, dentro de un marco legal y cultural. No sé si lo sabían, yo no lo sabía. Para nosotros es “parir” es “escupir el producto”, pero el origen de “parir” es el estado civil que estatuye el acto de tener un hijo –porque es “procurarle un hijo al marido”.

«Separare, se parere: para guarecerse del significante bajo el cual sucumbe, el sujeto ataca la cadena, que hemos reducido a lo más justo de un binarismo, en su punto de intervalo. El intervalo que se repite, la más radical estructura de la cadena significante, es el lugar frecuentado por la metonimia, vehículo, por lo menos eso enseñamos, del deseo».

Con lo cual, para guarecerse del significante bajo el cual cae (es lo que le daría S1—S2, el ser o el sentido), lo que el sujeto puede poner a trabajar es la parte de sí faltante articulada a aquello que en el discurso del Otro – la demanda del Otro– le presentifica la parte faltante en el discurso del Otro. Y si reducimos la cadena significante a un binarismo –que se puede hacer, teniendo en cuenta que es una reducción teórica y conceptual–, eso caería en el intervalo. Con lo cual, del lado del sujeto: la parte perdida de sí. Del lado del Otro: el discurso del Otro, y lo que en el discurso del Otro presentifica la falta –el intervalo. Entonces, vean que es “para guarecerse del significante bajo el cual sucumbe”. Lacan no manda a sucumbir bajo el significante. Dice que el proceso debe concluirse en guarecerse de ese efecto letal del significante. Y no pierdan de vista que Lacan, efectivamente, articula “separación” y “metonimia”.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Porque como estamos trabajando con que la falta que se presentifica en el Otro solamente es localizable en el intervalo de los significantes, y la metonimia se aloja en el intervalo de los significantes, eso articula la falta en el Otro con “donde se aloja la metonimia”, que es vehículo del deseo. Quiere decir que lo que el sujeto articula de la falta en sí, al intervalo de lo que el Otro dice, eso lo va a remitir indirectamente al deseo del Otro. No porque el deseo del Otro lo tome o no lo tome como objeto, no tiene nada que ver con eso; sino que la única chance es poner a trabajar la falta en sí, y articular la falta en sí a lo que podría estar faltando del lado del Otro. ¿Y qué sabe uno de lo que le falta al Otro? Uno no sabe nada de lo que le falta al Otro, y menos que menos sabe uno de lo que le falta a uno. Lo que va a atacar es el punto flojo de la cadena significante –el intervalo. Entonces, Lacan dice que el sujeto sale del efecto letal del significante, poniéndose él como parte –esto es, objeto– en relación al deseo del Otro. Esto se hace, dice Lacan, bajo la lógica de una pregunta al estilo del “¿pudiera perderme?”. O sea, yo como pérdida, ¿podría articularme a lo que hay de pérdida en lo que el Otro dice, suponiendo que lo que hay en pérdida en lo que el Otro dice es lo que el Otro desea? Es una maniobra. ¿Cómo me pongo yo, como objeto, como parte? Objeto fálico, como parte, en relación a lo que al Otro le faltaría y desearía –y esto es “faltaría” y “desearía”, porque de lo que falta al Otro y de lo que el Otro desea nunca se sabe nada. Es bajo la lógica de “¿podría ser yo la falta en él?”; o sea, yo soy una falta pero “¿podría ser yo lo que a él le falta?” . Entonces, la lógica de la pregunta que propone Lacan para pensarlo, es “¿pudiera perderme?”.

«Sin duda el “pudiera perderme” es su recurso contra la opacidad de lo que encuentra en el lugar del Otro como deseo [no hay nada más opaco que lo que el Otro desea], pero es para remitir al sujeto a la

opacidad del ser que le ha vuelto de su advenimiento de sujeto, tal como primeramente se ha producido por la alienación»159.

Entonces, puedo poner a trabajar la opacidad de lo que soy –si no dedico la vida a evitarla, ni encontrarme con ella, mediante la petrificación en la identificación–, poniéndola en relación a la opacidad del deseo del Otro. La opacidad de un lado, se articula a la opacidad del otro. Y lo que es opacidad “y” opacidad, produce deseo, o sea que es la verdadera salida a la petrificación porque introduce, efectivamente, el movimiento. Les leo el último párrafo, el del deseo del psicoanalista –porque hasta ahora no entendemos por qué todo esto, si no está en relación con el deseo del psicoanalista:

«Es esta una operación cuyo diseño fundamental volverá a encontrarse en la técnica [Y se dice que Lacan no habla de la técnica. Sí, habla de la técnica]. Pues es a la escansión del discurso del paciente en

cuanto que el analista interviene en él, que se verá acomodarse la pulsación de borde por donde debe surgir el ser que reside más acá».

Entonces,

«Es esta una operación cuyo diseño fundamental volverá a encontrarse en la técnica».

Más aún, podríamos decir que Lacan al diseñó para dar cuenta de la técnica, de cómo interviene un analista.

159

Ibíd., p. 823 [En la edición francesa, este párrafo concluye así: «... tel que d’abord il s’est produit de l’intimation de l’autre»].

«Pues es a la escansión del discurso del paciente en cuanto que el analista interviene en él, que se verá acomodarse la pulsación de borde por donde debe surgir el ser que reside más acá».

Entonces, Lacan propone una vuelta de la demanda del sujeto. Ustedes saben que no hay forma de intervenir sobre nada de lo que sujeto diga, si eso no repite.

2

1

Y esto repite: 1, 2, y otra vez 1. Podríamos representarlo así, como una vuelta a la demanda. Entonces, Lacan dice que esto se pone a trabajar si el analista interviene sobre lo que el sujeto dice.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente...».

¿Dónde se haría la escansión, en el discurso del paciente?

S1 · S 2

En el intervalo, porque es el punto más flojo de la cadena.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente en cuanto que el analista interviene en él...».

Nosotros estamos acostumbrados a hacer intervenciones en donde intervengamos lo menos posible, que casi no intervengamos. Pero Lacan propone que el analista tiene que intervenir.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente en cuanto que el analista interviene en él, que se verá acomodarse la pulsación de borde por donde debe surgir el ser que reside más acá».

Entonces, el analista interviene aquí [en el intervalo entre S1 y S2]. Pero, ¿cómo representarían ustedes esta intervención? Salgamos de la lógica de que necesariamente es un corte. Salgamos de la lógica de que solamente sería cortar. Yo les propongo que sea así:

S 1 S1

S2

S2

¿No? El paciente te dice “A y B”; y supongan que “A y B” establecen un círculo, en la línea cerrada de Jordan ya repetida –repetida como “C y B”, como “A y J”, como “X y B”, etc. Uno, después de mucho escuchar, se da cuenta de que eso, efectivamente, repite. Entonces, supongan que el sujeto dijo “A y B”, pero uno trabajó ya toda una serie de secuencias; y entonces uno interviene diciéndole algo, por ejemplo: “Su mamá no lo quiso”. “Su mamá” sería el S1 y “no lo quiso” el S2. Ahora bien, si uno propone esa frase, ya está cumpliendo al función del Otro, por eso hay que escuchar muy bien. “Muy bien” no en el sentido de no sé qué genialidad, o de estar imbuido para ser un gran clínico como Freud o Lacan. Escuchar muy bien quiere decir que hay que estar muy atento y muy seriamente sabiendo lo que hay que ir a buscar en eso que se dice – que son las repeticiones, las estructuras que se repiten. Supónganse que en este caso, se queja de que la esposa no lo quiere, y antes dijo que tal no lo quiere y que tal otro no lo quiere; y alguna otra vez dijo que la mamá no lo quería y que nunca se curó de eso, que nunca lo resolvió y que, de tanto que no lo quieren, entonces uno podría decir: “Parece que de lo que verdaderamente se trata (“parece que de lo que verdaderamente se trata” es todo concesiones discursivas; lo decimos para ponerle un poquito de vaselina) es que su mamá no lo quiso”. Supongan eso, y uno lo pone a trabajar aquí [gráfico]. ¿Se dan cuenta del efecto que produce esa frase? ¿Cuál es la potencia que eso tiene? Una es el insight, “lo reprimido que retorna”, y qué sé yo. No estamos trabajando así. Acá no hay represión, no hay retorno de lo reprimido.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Oferta otro punto de intersección que, tal como lo dibujé, se nota claramente. Si uno dice una frase, uno aporta S1 y S2. ¿Entienden lo que uno está aportando? Por eso hay que calcular muy bien lo que se diga. ¿Qué lo que uno está aportando? Un intervalo. Y ese intervalo, ¿para qué puede servir? Para realizar interpretativamente lo que uno, como Otro, desea. Lo digo en castellano: para el analizante puede ser un: “Ah, pero este ‘chabón’ me dice que es importante que a uno lo quiera la mamá”. Y hasta el analizante podría pensar: “A éste lo debe haber querido la mamá...”. ¿Entienden?

Pregunta: ¿Pero eso no es un aporte de sentido?

A.E.: Aclaremos algo: primero, eso no es un insulto, ¿verdad? Digo, si vos estás queriendo decir que aportar sentido es caca, no sé... Si es un aporte de sentido, yo no veo cuál es el problema. Vos sabés que para los lacanianos eso es lo peor, ¿no? Somos todos miembros de una sociedad que piensa y organiza la clínica de una determinada manera. “No aportar sentido” ya es un slogan entre nosotros. No. En realidad, es aportar un intervalo. La clave es aportar un intervalo porque si uno aporta un intervalo, el otro (siempre es un juego de quién es el sujeto y quién es el Otro), en este caso el sujeto, puede hacer sobre eso la obtención de una opacidad de deseo, ya que como el deseo es vehiculizado por la metonimia y la metonimia se localiza entre los significantes, apenas uno aporte una cadena significante va a figurar ahí algo –ilusoriamente, interpretadamente– del deseo de uno. Es muy importante, por eso, lo que uno va a decir, porque hay que tener mucho cuidado en que uno aporte efectivamente lo que uno piensa, desea o concibe. Ya que si no, no va a producir el efecto de anudamiento con éste, va a producir un Ideal: “hay que hacer tal cosa”.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Podría ser de la índole de una metáfora, claro. Lo que yo digo es que lo que hay que introducir es lo contrario de lo que se suele decir: hay que aportar una frase. Porque aportando una frase es como se logra que haya una cadena en donde se articulen ambas cadenas. Aportando una frase (bajo la forma de construcción, o de interpretación, o de la vacilación calculada de bla-bla-blá del analista –que podría ser una intervención del analista, aunque no muy fácil–), al hacer así, eso ya está participando en la clínica el deseo del psicoanalista. Si el analista no dice nada, si el analista sólo corta, no puede advenir el deseo del analista. Saben que, para Lacan, el deseo del analista es separador. En su libro, Diana Rabinovich160 dice que es separador de la determinación del Otro. Yo digo que es absoluta y directamente todo lo contrario. El factor terapéutico es que otra persona aporte una frase. Toda la diferencia en el mundo es qué frase aporta el analista y qué frase aporta el psicólogo. El psicólogo aporta una frase que trasunta los ideales morales y culturales de la sociedad, que producen más petrificación. El analista tiene que producir una frase lo más articulada posible al discurso del sujeto, porque el deseo está fijado, pero que sirva para producir la oferta de intervalo para que se produzca la separación; ya que será lo más flojo de lo que yo diga, lo que brindará al sujeto articularse como la parte perdida de sí. Ahora, lo más flojo que yo diga calculadamente –no como esa que dicen los lacanianos: “me olvidé de ir a atender a paciente, pero ¡mejor! Así no me ve como a otro completo”... ¡Patético! ¡Terrible! Porque toda cagada que uno hace es “barradura del Otro” y el sujeto progresa igual... Estas cosas nos pasan a todos. La barradura del Otro no es hacer cagadas. La barradura del Otro puesta a trabajar en análisis, es ofertar un intervalo. Lo que pasa es que ese intervalo tiene que ser el adecuado para la dirección de la cura de ese análisis en particular. ¿Entienden lo que digo? Que estos términos, este S1 y este S2, tienen que ser precisamente calculados en función del material del paciente y una dirección de la cura que tiene que ser la de la ética del Psicoanálisis. No cualquier frase, porque toda frase tendrá un intervalo.

Pregunta: [inaudible].

160

D. Rabinovich, El Deseo del Psicoanalista [ed. Manantial, Buenos Aires 1999].

A.E.: Tiene que ser una frase particular para ese paciente. No llegamos a desarrollarlo, porque lo que voy a terminar de exponer la próxima vez, es que para Lacan el deseo está fijado, y que no hay deseo de cualquier cosa y, especialmente, no es deseo de nada. No es deseo de nada. Para cada uno de nosotros, nuestro deseo es imposible de ser plenamente dicho pero medianamente, interpretadamente, elípticamente tiene que ser cada vez mejor “medio dicho”. Para que pueda ser cada vez más y mejor “medio dicho”, estos términos ofertados tienen que ser los favorecedores para que el intervalo permita, a su vez, otro bucle que aproxime al sujeto a la vía de recuperación de su deseo, que es uno aunque sea indecible plenamente. Con lo cual, lo que uno hace al aportar el material es dar la chance de salida del factor letal del significante. Para concluir, ¿se dan cuenta de que así, esa parte a la que el sujeto –él– se articula al intervalo del decir, lo convierte al sujeto en objeto? O sea, lo que rescata al sujeto de este factor (por eso la pregunta del “pudieras perderme” –“a mí como tu objeto”; como “tu” objeto y no como “el” objeto. Con lo cual, es por eso que hace falta del lado del analista: deseo del analista. Si no, no opera. “Deseo del analista” es la función operante de sus frases, no qué quiere un analista. (Que, también, podríamos pensar qué nos unifica psicológicamente a todos los ‘chabones’ que nos dedicamos al Psicoanálisis. En su época, cuando no había psicoanalistas en la Facultad de Psicología, se lo sabía claramente: “un médico judío al que le da asco la sangre”... Ahora está lleno de psicólogos, a quienes también da asco la sangre, pero también las matemáticas y otras tantas cosas...). No es nada del querer del analista, ni siquiera posición subjetiva. ¡Es técnica! Es la modalidad técnica mediante la cual intervenimos, que es ofertar un intervalo al cual el sujeto pueda articularse, haciendo de ese intervalo deseo del Otro, y poniéndose él como posible objeto del deseo del Otro. Como posible objeto del deseo del Otro, sale de este “factor letal”, y su posición como deseante –ya no es más “sujeto deseante”, que es una contradicción en los términos de Lacan–, es objeto deseante, que es la salida. Lo que pasa es que “objeto deseante”, a Lacan le lleva dos seminarios más, decirlo. Es una investigación viva, son como fichas de dominó –no todas juntas en un instante.

Bueno, hasta aquí llegamos. En la próxima, voy a traer una selección de citas de toda la enseñanza de Lacan, que me parezcan las más oportunas para terminar de dar un comentario más acabado de las frases más famosas de Lacan, en las que define el “deseo del psicoanalista”. La bibliografía es: CD de Lacan, “deseo del psicoanalista”, “enter”... De ésas, voy a elegir las que me gusten más, por ser las más famosas, las más comentadas y, a su vez, las que mejor me sirvan para seguir esta polémica. No sé si tenemos un ratito para algunas preguntas.

Intervención: A mí me parece que ésta es una manera mucho más racional y precisa de plantear el amor de transferencia.

A.E.: Sí, sí, pasado a los términos de Lacan. Como movimiento del sujeto: sujeto-supuesto-saber. Como motor del análisis: deseo del psicoanalista. A cada bucle, ofertar el otro bucle que sea capaz de generar otro bucle que haga, a su vez, otro bucle. No “seguir hablando”, eh. Las buenas intervenciones son aquellas que posibilitan al sujeto seguir hablando. Bueno, muchos pacientes hablan y hablan hasta por los codos, sin analizarse; así que, no hay nada más ‘al pedo’ que seguir hablando. El asunto es hacer bucle con lo que uno hace, arribar a algo, y que ese arribar a algo te permita abrazarte a arribar a algo del decir del Otro. Si no, no hay nada más ‘pajero’ que el hablar. Entonces, “sujeto-supuesto-saber” del lado de la ilusión que hace a la entrada del paciente, futuro analizante. Motor del análisis, esto: “deseo del psicoanalista”. “Amor de Transferencia”, como clínica: posición fallida de Freud –que estaba en posición de ser amado por sus pacientes. Eso, en Freud, está. Si no lo vieron en el caso Dora: es patético; es patética la posición de un hombre mayor diciéndole a una histérica joven: “Usted me ama”. Y con una sonrisita –como dice Lacan– de Gioconda, le dijo: “¡Ma’ qué te amo!”, y lo dejó pagando con todo... Con lo cual, el amor de transferencia, en realidad, de lo que se trata es por qué el amor, qué posición asume el analista para ser amado. La frecuencia del amor de transferencia en la clínica de Freud,

tiene mucho que ver con la posición de Freud. Lacan lo pasa a otro nivel: sujeto-supuesto-saber. Lo lleva, totalmente, a la articulación de significantes: saber y suposición de saber sobre alguien, más que amor como pasión.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Que no es mi verdadera falta, es la frase que debo decir para que vos, como “muerto”, advengas como objeto en movimiento de búsqueda. ¡Es bárbaro! Es clínico, es –como vos decías– racional, se deduce. Esto no es porque Lacan lo dijo. Ahora, lo podemos discutir como un relojito. Esto es un relojito con las piezas que funcionan –o no funcionan, yo no les garantizo que esto sea así, ni que esto funcione; no me da la cabeza para decir “esto es así”. Yo estoy comentando cosas que dijo un ‘chabón’ como Lacan, que la pensaba ‘lunga’. A mí, esto me sirve mucho en la clínica. No hay más resistencia al analista: todo análisis que se detiene es porque “Macho, no le diste el anillo que hacía falta para que el otro anillo se convierta en el principio de un collar de más anillos”...

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Técnicamente es la escucha. Pero en al escucha, lo que hace bucle. Yo entiendo, es muy topológico; todos nos damos cuenta de que, en el horizonte, esto es muy topológico. Pero ustedes saben que en el horizonte de toda esta enseñanza, Lacan más y más y más topología: “límite”, “frontera”, “borde”, “articulación”, “abrazo”, “nudo borromeo”, “nudos”. Bueno, ‘tranqui’, todos tenemos que ir despacito, despacito, para allá. Porque todos nos damos cuenta de que la forma de pensarlo –más que mediante una estructura lógico-temporal, como lo hizo Freud–, es más bien con una estructura lógico-espacial, como parece que la topología nos permite pensarlo. Pero es muy clínico y no es nada de la índole del

individualismo, ni del engendrarse a sí mismo –es todo lo contrario. Es muy evidente por qué Lacan dice que, cuando un neurótico termina su análisis, si el análisis fue plenamente completo puede terminar en la posición del “deseo del psicoanalista”, y no individualista de parirse a sí mismo. Porque empieza a tener la posibilidad de ir enunciando las cosas, para que hagan bucle al bucle ofertado por el otro –que es, verdaderamente, la técnica de la escucha. ¿Qué significa “escuchar”? Para mí, “escuchar” significa práctica, o sea algo que incida sobre lo real. Es decir, he escuchado bien cuando esto cambió. Porque si “¡escuché bárbaro!” y “usted se resiste”... Ya nadie nos cree eso.

Intervención: [pregunta inaudible acerca de la alienación].

A.E.: Claro, hay que ver cómo está alienado, en qué términos. Y por otra parte, a mí me parece que en la dirección de la cura se acentuó que había que buscar esto [$].

Intervención: Ésa es la posición neurótica.

A.E.: Más bien lo que dice la gente: es un poco sádica. La posición del analista lacaniano, en Buenos Aires, es más bien como la diagnostica la gente –un poco sádica.

Intervención: Precisamente, eso me recordaba la inversión de la fórmula del fantasma.

A.E.: Claro, entre que Lacan dice que el analista es el objeto a, y que hay que buscar la división del sujeto, eso es sadismo puro. Ésa es la fórmula de la perversión: como objeto a, causando al división del otro. ¿Y qué dice la gente? A mí me parece que es nuestro propio mensaje en forma invertida. No me parece que esos sea

que la gente sea ‘chota’ o ‘floja’. La gente de ahora no es ‘floja’, la gente de ahora no es peor que la gente de hace treinta años, ni la de hace cien, ni la de hace doscientos. Yo no creo en eso. Por ejemplo, Vappereau dice que ahora la lógica es muy ‘floja’. Yo no creo en eso. Puede ser que sea un optimista. Si alguno de ustedes me dijera “¡optimista!”, para mí no sería un insulto. No veo por qué el pesimismo sea “más mejor” que el optimismo. Me parece que, en lo que no estamos pegando bien en la tecla, es cómo producir la articulación. No es que la gente está “cerrada”. Es muy fácil decir “¡Éste está cerrado!”... Muchos hombres decimos “lo que pasa es que ella está cerrada”, pero “¿Es que ella está cerrada o usted no tiene ninguna erección?”... Es muy fácil decir “¡Usted se resiste!”. Una vez escuché en una conferencia de Eric Laurent –es espectacular, fue magnífico lo que le escuché decir; no sé de dónde lo consiguió–, que la primera vez que un profesor universitario dijo que la nueva generación no era tan estudiosa como la de antes, fue en la segunda camada de la existencia de las universidades, en el 1400... ¡Y lo decíamos en la Facultad de Psicología, este año: “Ya no es como antes”! No es eso, la gente ni empeora, ni mejora. ¿De dónde sacamos esa idea? Es que van cambiando las modalidades mediante las cuales se hace más apto el encuentro. Los psicoanalistas somos los únicos que sostenemos esto, los últimos en Occidente que sostenemos esto. Y me parece que estamos posicionándonos, siguiendo al autor que a mí me parece que mejor iluminó esto –al menos en sus escritos y seminarios–, en una orientación justamente contraria: “no hablar”, “no decir”, “¡Basta de tanta palabra!”, “cortar: es un goce, se trata de un goce”... Es paradójico, pero es una paradoja nuestra. Porque cuando nosotros decimos los “post-freudianos”, son ellos; pero cuando decimos los “lacanianos”, somos nosotros. Ahora bien, si ustedes me preguntases qué practicaba Lacan –yo que leí todo lo que sé de lo que se publicó testimoniando su clínica–, les diría que no sé si practicó esto. La verdad, me parece que al menos la última década, no. Me parece que no, y que nos quedamos muy pegados a su modalidad de práctica de la época en que sus discípulos eran, fundamentalmente, sus analizantes. ¿Se entiende lo que digo? O sea, Vappereau fue analizado en esa época de Lacan, en la que Lacan enseñaba una cosa y no sé la que practicaba. Cosa que no tiene que desesperarnos porque Freud atendía cuarenta y cinco minutos, con divá, por él. Él lo dijo. No pasa

por ahí. Si quizás Lacan cortaba en tres minutos y no decía nada, también podía ser como dijo Freud: “Yo hago diván con mis pacientes, en cincuenta minutos, ¡porque no me soporto que me miren durante tanto tiempo!”. ¿Qué, nos tendríamos que suicidar porque Lacan hubiese dicho: “¡Yo atiendo tres minutos porque me hinchan las pelotas y no me los ‘banco’ más!”? No sé si ustedes leyeron algo sobre la impaciencia de Lacan. ¿Leyeron el libro de la Roudinesco sobre la impaciencia de Lacan? ¡Era enfermizamente impaciente! ¡Seguro que ese tipo no te aguanta cincuenta minutos ortodoxos, ni drogado, ni atado al sillón! Pero esos serían sus vicios personales.

Bueno, dejemos aquí, que ya es tardísimo.

Hoy pienso proponerles el núcleo instrumental en relación a la definición del “deseo del psicoanalista”, y verán que –espero sea exitosa la forma en que plantee las cosas– va a resumir todas las etapas de discusión de temas que les propuse, para arribar a lo que es esta definición, definición muy clara de Lacan, pero que en el sistema de los comentarios y de las versiones que circulan entre nosotros ha quedado totalmente de lado. Y como es un tema sobre el que se ha publicado y acerca del cual hay polémica –yo mismo no evité la polémica en todas mis exposiciones, cuyos temas implicaban diversas lecturas posibles, y propuse la mía, propuse las otras y propuse la polémica–, si les parece bien, les propongo hacer una reunión más de discusión en general, en la que yo no expondría –más aun, propondría que otra persona, alguno de ustedes, coordine–, y en la que participe yo como uno más, sosteniendo lo que yo sostengo al respecto y que cada uno de ustedes intervenga de la manera que quiera, sosteniendo su propia forma de entender lo que vale la noción del “deseo del psicoanalista” o alguna otra lectura que hayan hecho de otro autor que sostenga cosas muy distintas pero que son muy válidas; también para preguntas o cuestiones, o podemos revisar las reuniones de esta actividad que ya están desgrabadas y retomar algunos de los puntos allí planteados. Así que si les parece que puede ser interesante, en eso tendríamos que asumir todos un compromiso porque yo no voy a exponer. Si ya hubiese una persona que se ofreciese a coordinar la actividad –que no significa exponer aunque si quisiera tendría, obviamente, su espacio para hacerlo–, así yo, seguramente, no estoy en ningún punto neurálgico de esa velada, pudiendo así intervenir como uno más, ‘tirándome de las mechas’ con alguien. Si hubiese alguien, bárbaro. Lic. Ana Tavilla: Bueno, yo podría hacerlo. A.E.: ¿Vos te encargarías? Bárbaro. Entonces, para el 2 de noviembre sería la última reunión programada pero si ésa resultase muy buena, muy ‘copada’, y nos enganchamos bien para discutir, y da para otra vuelta más, sería espectacular y yo propondría hacer otra vuelta más; no cerrar ningún espacio de intercambio que se habilite con mucho interés. Pero, bueno, humildemente, propongamos una más y después vemos cómo resulta. Si les parece bien, yo voy a avisar por email al resto de los miembros. Bien. De vuelta: hay versiones muy afincadas en nuestro sistema de presupuestos que –me parece– no son capaces de levantar lo novedoso de lo que Lacan propone sobre el deseo del psicoanalista y, por otra parte, justamente por ello –porque no son versiones aptas para recibir lo novedoso–, desde alguna perspectiva, las considero –yo– desorientadas. O sea, mi impresión es que en su enseñanza, cada paso que da Lacan lo habilita para el siguiente. Si uno está en alguna versión sobre Lacan que se da de patadas

con lo que sigue, uno podría suponer que esa versión se ha desorientado, como suele pasar, también, por ejemplo, con Freud –si uno no sigue el paso que sigue, debería revisar por qué. Porque esa posición discursiva ha llevado a la otra, y luego a la otra, y luego a la otra, etc. Por ejemplo, habría que llegar a poder decir qué implica como consecuencias, para Freud, la primera tópica, de tal manera de que se concluya que es necesaria la segunda, porque no es por iluminación de un numen, que a un autor de éstos –que no es un filósofo sino un practicante– se le van produciendo rotaciones fuertes en la orientación de su teoría. Para ello, lo primero que voy a proponer de la manera más acotada que pueda, es despejar un problema que me parece que es uno de los obstáculos fundamentales para establecer qué es el deseo del psicoanalista (siguiendo las indicaciones de Lacan sobre qué es para él el deseo del psicoanalista), que es la noción, y no sólo la noción sino la fórmula de Lacan: “el deseo del hombre es el deseo del Otro”. Mi impresión es que habría que lograr poder establecer, hoy, al menos una versión sobre lo que eso quiere decir para Lacan, porque me parece que allí radica un problema grosísimo. A mí me parece que es una fórmula muy repetida por todos nosotros, prácticamente por nadie puesta en tela de juicio. Yo no conozco, por ejemplo, a ningún psicoanalista lacaniano que diga que eso no va o que no va más; igualmente, nadie se anima a decir cosas así en el lacanismo, pero que “es del primer Lacan y del segundo Lacan ya no, y menos que menos del tercero” –que es una forma de sacarnos las cosas de encima. A pesar de lo cual, mi impresión es que utilizamos esta fórmula de una manera sumamente caprichosa y que, habitualmente, si revisamos lo que en el fondo significa para los autores que más utilizan que “el deseo del hombre es el deseo del Otro”, tiende a significar dos cosas: a) La dialéctica imaginaria, donde no es que un chico quiere el chiche que el otro chico tiene, sino que quiere el chiche que el otro chico quiere. Y aunque parezca mentira, mi impresión es que casi todas las utilizaciones de las fórmulas de Lacan participan de esta lógica. Y, b) Se suele olvidar, primero, que en la fórmula “el deseo del hombre es el deseo del Otro”, Lacan dice “hombre” y se lo toma por el deseo del sujeto. Entonces, en “el deseo del sujeto es el deseo del Otro” se tiende a pensar que el sujeto es una persona y que el Otro son los papás. Entonces “el deseo del hombre es el deseo del Otro” diría que tiene mucho que ver lo que uno desea, con lo que desean los papás de uno, y más que nada la mamá –cosa que me parece un ridículo y un extravío tan grande que es casi una ‘boludez’. Se verifica –además es de sentido común– que donde ustedes localicen una producción desiderativa fuerte, en el ámbito donde lo hagan, jamás van a suponer que la mamá de esa persona deseaba eso. ¿Supusieron alguna vez que la mamá de Freud –si lo de Freud tiene que ver con el deseo– deseaba que Freud haga eso? ¿La mamá de Spinoza? ¿La mamá de Hegel? ¿La mamás de Einstein y de Heisenberg? Lic. Marta Benenati: Bueno, pero se personifica al Otro, se imaginariza al Otro. A.E.: Sí, pero se lo imaginariza, para colmo, en una versión que es la peor –la mamá. Porque ésa nos mata la cabeza, porque como somos todos psicólogos –no se ofendan las chicas pero a mí me parece, más bien, que somos todos “psicólogas”– evolucionistas, entonces que sea la mamá lo hace histórico-evolucionista. Entonces: “cuando uno es chiquitito, queda uno muy marcado por lo que la mamá quiere” ... Francamente, creo que ésa es una noción que ni siquiera tiene aplicabilidad clínica. Lic. Marta Benenati: [inaudible]. A.E.: Bueno, por ejemplo, que “la persona no desea porque la mamá no deseó” . Ésas son dos versiones que tendríamos que tener en cuenta, ¿en contra de qué y en relación con qué? Yo traje cuatro citas de Lacan pero debe haber cuatro mil. Yo sólo traje cuatro pero podría haber traído cualquiera de las otras tres mil novecientas noventa y seis. Elegí éstas y, cuando las escuchen no me van a objetar por qué no traje otras porque el problema que van a tener son estas cuatro. Van a ver que no tiene nada que ver, pero tanto nada que ver con cómo Lacan define “el deseo del hombre es el deseo del Otro”, con estas dos versiones – la dialéctica del vínculo imaginario y la de la relación del niño con su mamá–, que me parece que quedará bien acotado el problema. La primera de ellas, yo ya la trabajé en espacios de trabajo conjuntamente con varios de ustedes, es de Subversión del sujeto, y dice:

«Pues aquí se ve que la nesciencia en que queda el hombre respecto de su deseo es menos nesciencia de lo que pide, que puede después de todo cernirse, que nesciencia de dónde desea» 161. Entonces, Lacan propone que hay, en todo caso, niveles de nesciencia –“no-ciencia”, no saber–, que hay que decir así para distinguirla del “desconocimiento” –que, en todo caso, para hablar rápido y mal, sería un mecanismo de defensa, “no querer saber nada de eso”–, en relación a lo que se demanda (que, para colmo, Lacan dice que lo que se demanda puede llegar a terminar cerniéndose y estableciéndose), con respecto a desde dónde se desea, desde dónde –el lugar desde donde se desea.

«Y a esto es a lo que responde nuestra fórmula de que el inconsciente es el discurso del Otro [respecto de la nesciencia del al demanda], en la que hay que entender el “de” en el sentido del de latino (determinación objetiva): de Alio in oratione (complétese: tua res agitur). «Pero también añadiendo que el deseo del hombre es el deseo del Otro, donde el “de” de la determinación llamada por los gramáticos subjetiva, a saber la de que es en cuanto Otro como desea...» 162. Entonces, “el deseo del hombre es el deseo del Otro” quiere decir que cada uno de nosotros deseamos en una posición de nesciencia absoluta. Tanta es la nesciencia –absoluta y radical– respecto a lo que deseamos, que se puede decir que deseamos en tanto que Otro. Y ustedes verán que esto no tiene nada que ver con lo que el Otro desea. Lamentablemente, no tiene nada que ver. Bueno, les traje citas de Subversión del sujeto (año ‘60), del capítulo XVIII del Seminario 11 (año ’64) y Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista; quizás con eso ya tengamos suficiente. Pregunta: ¿Qué capítulo dijiste? A.E.: Capítulo XVIII, y Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista, ese escrito tan raro de Lacan, del ’64, que en la reseña bibliográfica de este escrito, en Los Escritos de Jacques Lacan, de Ángel de Frutos Salvador163 (libro que les recomiendo porque están las versiones originales y las versiones corregidas página por página, de todos los escritos de Lacan. Y Lacan corrigió todos sus escritos y así se entiende muy bien por qué aparece un concepto en tal año, que uno sabe que no estaba en ese año; lo que pasa es que Lacan corrigió. Además tiene una reseña bibliográfica de cada escrito) dice que parece que Lacan no hizo la exposición; no habló en ese congreso de Roma, convocado por Enrico Castelli, porque parece que Lacan tenía pánico de que Ricoeur le copie y le ‘afane’ la idea. Está documentado, eh; no es un chismoso este De Frutos Salvador, es un historiador e investigador muy, muy serio. Dice que solamente intervino en las intervenciones de otros y que, lo que está en los Escritos, es un escrito de Lacan, en el que escribió luego un escrito que condensa parte de sus intervenciones y parte de lo que no quiso decir porque estaba presente Ricoeur. Tenía una polémica muy fuerte con Ricoeur, que era alumno de su seminario y que publicó un libro sobre la interpretación en el que no cita para nada a Lacan, y que fue un best seller total en París, y a Lacan se le puso la vena así de que tenga tanto éxito Ricoeur, que era alumno de él y que había tomado un montón de cosas de su seminario, sin citarlo. En el Seminario 11, capítulo XVIII:

«Es en este punto de encuentro donde es esperado el analista. En tanto que al analista se le supone saber, también se le supone salir al encuentro del deseo inconsciente. Por ello digo que el deseo es el eje, el pivote, el mango, el martillo, gracias al cual se aplica el elemento-fuerza, la inercia, que hay detrás de lo que primero se formula en el discurso del paciente, en demanda, a saber la transferencia «El eje, el punto común de esta doble hacha, es el deseo del analista, que aquí designo como un función esencial. Y no se me diga que a este deseo no lo nombro. Pues es precisamente este punto que sólo es articulable en la relación del deseo con el deseo. Esta relación es interna. El deseo del hombre es el deseo

161

J. Lacan, Escritos 2 (ed. Siglo XXI, Buenos Aires 1987, p. 794). Ibíd. 163 A. De Frutos Salvador, Los Escritos de Jacques Lacan, Variantes textuales (ed. Siglo XXI, Madrid 1994). 162

del Otro. ¿No está aquí reproducido el elemento de alienación que les he designado en el fundamento del sujeto como tal?»164 Seminario 11, clase XVII, ya sabemos lo que es “alienación”. No es alienación en el Otro, es alienación en el significante.

«¿No está aquí reproducido el elemento de alienación que les he designado en el fundamento del sujeto como tal? Si sólo al nivel del deseo del Otro puede el hombre reconocer su deseo...». ¿Entienden esto, no? Lo más fácil, para nosotros, es que uno ve que el Otro desea y entonces uno ve que en el deseo del Otro... Además, ¿escucharon el “hombre”, en la cita, no?

«...y en tanto que es deseo del Otro, ¿no se da ahí que debería parecerle obstaculizar su desvanecimiento, que es un punto en el que su deseo nunca puede reconocerse? Esto no es promovido, ni por promover, pues la experiencia analítica nos muestra que es al ver jugar toda una cadena a nivel del deseo del Otro que el deseo del sujeto se constituye. En la relación del deseo con el deseo se conserva algo de la alienación, pero no con los mismos elementos –no con ese S 1 y este S2 de la primera pareja de significantes de la que deduje la fórmula de la alienación del sujeto en mi penúltimo curso, sino con, una parte, lo que se constituye a partir de la represión originaria de la caída, de la Unterdrückung, del significante binario, y por otra parte, lo que aparece en primer lugar como carencia en lo significado, por la pareja de los significantes, en el intervalo que los liga, a saber, el deseo del Otro». ¿Ven en dónde está el deseo del Otro? ¿Se acuerdan de que es exactamente en donde yo les proponía que se encontraba, no? En el intervalo de la cadena, pero no porque en el intervalo de la cadena estuviese en el deseo del Otro; sino que a la oscuridad de lo que es el advenimiento del sujeto para sí mismo en la alienación, es en el punto flaco de lo que el Otro dice donde se puede poner a trabajar que allí se localizaría su deseo. Pero no es lo que el Otro desea. Tengan presente, por otra parte, que ese S 1—S2 que el sujeto toma del decir del Otro ni siquiera tiene por qué, necesariamente, ser la pareja de S 1 y S2, donde fundamentalmente si al Otro lo convertimos en sujeto, sea la pareja en donde se localizaría en una interpretación el deseo de ese Otro en tanto que sujeto. ¿Entienden el porqué de la advertencia de convertir al Otro en sujeto? Porque este S1—S2 puede ser el decir parental –que se tome como cadena significante algo entretejido por varias voces. El intervalo entre ese S1 y ese S2 es el punto flaco de lo que se dice. Es el punto flaco de lo que se dice a nivel del Otro donde se pone a trabajar lo que es el deseo del Otro, pero no es lo que el Otro desea. No tiene nada que ver con lo que el Otro desea. Pregunta: [inaudible]. A.E.: A lo más allá de lo dicho, porque en el intervalo se localiza lo más allá de lo dicho. Lo dicho abre a –no me convence la fórmula– a la represión, mientras que esto es un efecto estructural –necesariamente, para decir, hace falta articular significantes. ¿En dónde está el punto flojo de la articulación de los significantes? En la articulación misma, en el intervalo. Entonces, en el intervalo es donde se localiza el deseo del Otro. Lic. Marta Benenati: ...................... en relación a aquello que podría ser o “por decir”, aquello entre el querer decir y lo dicho. A.E.: Que es una maniobra del sujeto. Es una maniobra del sujeto localizar en lo dicho, en sus intervalos, el querer decir del Otro. Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista. No sé si aman al “tercer Lacan”... Pero elegí todo de fechas más tardías, ya es del ’64, ¿no? Nadie podría decir que es el “primer Lacan”. Aquí dice una frase que es la siguiente:

164

J. Lacan, El Seminario, Libro 11 (ed. Paidos, Buenos Aires 1995, p. 243). [El pasaje citado difiere levemente respecto a la versión establecida en la edición de Paidos].

«Es pues más bien el asumir la castración lo que crea la carencia [en francés, dice manque] con que se instituye el deseo»165. Primera cuestión: entonces, si alguien no desea en todo caso será que no asumió la castración, no que la mamá no deseó. Continúo:

«El deseo es deseo de deseo, deseo del Otro, hemos dicho, o sea sometido a la Ley». Ustedes me dirán: “¡Pero esto no tiene un carajo que ver con lo anterior!” . No sé, si nos ponemos a trabajar, quizá sí, quizás no. Pero con “lo que quiere la mamá”, esto no tiene nada que ver. Lacan, con esto, no estaba pensando en cosas ni siquiera próximas a la familia donde se tiene un bebé, y la mamá quiere cosas, y que el bebé quiere lo que la mamá quiere... Por otra parte, la vez pasada yo les había propuesto que hasta el “pudiera perderme” –que articula de una manera operativa la función deseo del Otro en la separación, respecto del efecto letal de la alienación– es una maniobra del sujeto, y para nada del Otro. Es operar con la propia falta sobre una cadena significante, en su punto más flaco. Esta cadena significante, obviamente, es del Otro. Pero eso no pone, para nada, a trabajar a “la mamá”, y menos que menos a “lo que la mamá quiere”. Y es cierto que en nuestros análisis revisamos bastante lo que mamá quiso, que me parece que es un punto por el cual las otras fórmulas se nos hacen muy comprables, porque nos parece que efectivamente en el análisis se revisa lo que mamá quiso. Esto es de práctica cotidiana. Pregunta: ...................... por ejemplo, el Seminario 5, me parece que se presta para esta lectura................... A.E.: Sí, especialmente, el Seminario 5. Siempre es el Seminario 5. Es un problemón o requiere un posicionamiento nuestro. Lo mismo, quizás, que sobre el escrito de Freud El Doble Sentido Antitético de las Palabras Primitivas, que es para agarrar una Gillette y suicidarse arriba del libro abierto, como teoría lingüística... Es patética. Y si se toman las fuentes de ese artículo, es más patético todavía porque era un ‘chanta’ que el único que lo retomó para hacer algo con eso, fue Freud. Y se equivocó de cabo a rabo porque ese lingüista es un ‘chanta’. No sé si me entendés, ¿qué se puede hacer con el Seminario 5? Siempre, el problema es el Seminario 5. Cuando uno dice que la metáfora del Padre implica una temporalidad sincrónica, “¡pero en el Seminario 5 dice ‘los tres tiempos del Edipo’!” ... Sí, en el Seminario 5 dice “los tres tiempos del Edipo”. Sí. Traje todas citas entornando la etapa fuerte del desarrollo del concepto de “deseo del psicoanalista”, que es años ’63, ’64 y ’65 –fin del Seminario X, el Seminario 11 y el desarrollo culminante, en el XII. En esa época, me parece que Lacan ya no sostiene que el niño quiere ser el falo que la mamá desea. Por otra parte, si vamos ‘tranqui’, muy ‘tranqui’, eso es Freud, no es Lacan. Eso es Freud. Intervención: [inaudible]. A.E.: A mí me parece que el Seminario 5 es una estafa de Lacan. Salvo Freud –los que vimos la película el sábado pasado, nos dimos cuenta de ello–, que reculaba, no cejaba, no doblaba a izquierda y a derecha, hay en la historia del Psicoanálisis productos hechos para “los psicoanalistas”. No sé si ustedes saben que a Melanie Klein estaban por expulsarla –así como expulsaron a Lacan–, en un Congreso Internacional, porque decían que estaba loca y alucinada, y que todo lo que decía de las heces, las orinas y los penes era todo un delirio de ella, y que si seguía sosteniéndolo la iban a ‘rajar’. Entonces, Melanie Klein produjo un texto para que no se la expulse, que es Observando la conducta de los niños, que es un texto para los psicoanalistas. Era para decirles: “¡Tomen, a ver si me dejan tranquila!” . Bueno, uno podría decir que científicamente eso no es lo que debe hacerse, y mi impresión es que el Seminario 5 es un seminario hecho así –para “los psicoanalistas”. El problema es que luego te deja una piedra muy difícil de remover, en el corpus teórico. Pero sí, “el niño desea el falo que desea la madre” y eso, ¿con alienación y separación? Porque en el “pudiera perderme”, de lo que se trata –por eso la Ichspaltung, tomando otra cosa de Freud, no el Edipo– es la condición de objeto. Condición de objeto que para nada se trata del falo –es el objeto a. Esta clínica, la clínica del deseo del psicoanalista, es una clínica orientada por la lógica del objeto a, no por 165

J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 831.

el falo. Pero sí entiendo que en nuestro popurrí mental estamos con que “el niño desea ser el falo que desea la madre”. Intervención: [inaudible]. A.E.: Es que cualquiera de nosotros se tranquiliza enormemente con “los tiempos del Edipo”, porque nos ponemos en concordancia con el mundo. Y no me van a negar que es muy pacificador, salvo que uno sea demasiado obsesivo. Los tiempos del Edipo es espectacular. No sé si ustedes verificaron que la teoría del Edipo, de Freud, la tomó todo el mundo; a la gente le encanta la teoría del Edipo. Con el Edipo no hay problemas. Si Freud hubiese dicho el Edipo y nada más, estaría en todos los libros de Psicología de las universidades yanquis. El problema con Freud es el Complejo de Castración, la sexualidad, la pulsión del muerte. Ésos son los problemas con Freud, pero el Edipo, ¿quién tiene problemas con el Edipo? Al menos dos, seguramente: Melanie Klein, que dio el primer gran zarpazo al Edipo cuando lo llevó al momento del nacimiento, o sea cuando lo puso como una cuestión que nosotros hoy llamaríamos “estructural” y ya no temporal. Con lo cual, los tiempos del Edipo se te caen. El primer gran zarpazo lo dio Melanie Klein. El segundo lo dio Winnicott, con el objeto transicional y, Lacan, desde mucho antes venía trabajando en la perspectiva que resuelve el problema, que es la concepción del Padre –el Nombre-del-Padre y la Metáfora Paterna. Lo primero que les propongo es que el deseo del analista no es lo que obviamente toda nuestra humanidad nos lleva a decir: “Y claro, si el deseo del hombre es el deseo del Otro, y el hombre se analiza, tiene que ponerse a trabajar el deseo del Otro, o sea el deseo del analista: ¡dos más dos es cuatro!” . Es como que va de suyo. ¿Entienden en el problema? Para colmo, es que va de suyo; el oído, con esto, no hace obstáculo. Es claro que para que no haga obstáculo hay que reprimir todas esas frases, que es fácil reprimir porque uno dice “no entiendo”; pero de lo que no entendés, no trabajás. La cuestión es que las que entendés son aquellas a las que uno adhiere con gusto. Bueno, entonces lo que les propongo es que no –que el deseo del analista no es a consecuencia de que la teoría de Lacan es que para que uno desee, tiene que desear el Otro; y como la práctica del Psicoanálisis, para Lacan, está orientada al deseo del sujeto, lo que tiene que ponerse a trabajar es el deseo del psicoanalista. Les advierto eso porque, para colmo, tenemos dos problemas enormes: uno es la locura de la práctica de Lacan, porque al menos de las fuertes referencias que tenemos de los últimos diez años de la práctica de Lacan, es que era un delirio trifásico... Les voy a dar un ejemplo: Maud Mannoni, cuando Lacan la llama a las tres de la mañana y le dice: “Querida Maud, le voy a pedir, por favor, que usted se analice conmigo”, y ella dice: “Y bueno, ¡era Lacan! ¡¿Qué le podía decir, pobre hombre, a las tres de la mañana?! ¡Le dije que sí!”. Ahora bien, si el deseo del hombre es el deseo del Otro, decimos que es espectacular lo que hizo Lacan en este caso: para poner a trabajar el deseo de Maud Mannoni, él puso a trabajar su deseo... Y, ahí, ya nos fuimos no al re-carajo, sino al recontra-carajo porque de ahí en más decimos cualquier ‘pelotudez’ que se nos ocurra a los pacientes que vienen a vernos, sobre cualquier verdura frita de lo que podría llegar a ser o no ser de lo que nos gustaría. Y para colmo, hay otro problema en la teoría: “la vacilación calculada de la neutralidad del analista” como próxima al deseo del psicoanalista. Y les advierto que no tienen nada que ver. ¿Qué es la “neutralidad”? No decir lo que uno quiere. “Vacilación calculada” es decir lo que uno quiere pero, ¡claro! ¡No los fantasmas del analista porque es “calculada”..! Entonces, habría que decirle al ‘chabón’, lo que uno “quisiera” de él como para que él lo quiera... Bueno, ésa es una teoría, pero me da la impresión de que si revisamos, no encaja para nada con al menos un número muy grande de concepciones muy netas de Lacan, sobre el deseo del psicoanalista. Yo les voy a proponer trabajar sobre tres. Me costó mucho decidir, para esta última reunión, qué citas iba a trabajar porque me parece que hay que trabajar citas, no el punto en donde me disculparían a mí de decir lo que pienso –yo soy casi un terrorista de decir lo que pienso–, sino que creo que en este punto hay que comentar los párrafos porque me parece que la doxa sobre el deseo del psicoanalista no tiene nada que ver con lo que dice Lacan. Con lo cual, les propongo volver a los párrafos y, si a ustedes les parece: volver a Lacan. Es la última clase del Seminario 11, lo que elegí. Una clase que no estamos leyendo: En ti más que tú, es lo que eligió Miller para llamarla –una buena elección–, que está en un apartado de la clase XX. Vieron que las clases de los seminarios están separadas por apartados. El apartado de esta clase es Queda por concluir. Es una pena que a esta clase no se la trabaje. Yo creo que porque son tan difíciles y

nunca se terminan, las últimas clases nunca se comentan; suele pasar así. Me parece que todo lo que dice tan fuerte, de Spinoza, en la primera clase, sólo se termina de entender por lo que dice sobre Spinoza, en la última –porque la última clase del Seminario 11 es sobre Spinoza. Y les advierto que esta última clase es sobre el amor. O sea que donde aparece el deseo del psicoanalista es una clase, toda entera, en donde aparece el amor; una clase muy interesante sobre el amor porque aquí Lacan levanta un problema con sus enseñanza, y es que aquí discute lo que se supone que es su posición sobre el amor –que es el rechazo del amor, que efectivamente es lo que se supone que Lacan rechaza. Y suponerlo significa que los psicoanalistas lacanianos dicen “el amor es imaginario”; como el amor es caca para nosotros, por carácter transitivo, el amor es caca. Ésta clase es sobre el amor. Lic. Patricia Becker: En la película que vimos, me parece que queda claro que, en el desarrollo histórico del Psicoanálisis, las relaciones de amor tuvieron mucha importancia. A.E.: Tienen mucha importancia y, por otra parte, no es cierto que para Lacan el amor sea imaginario. Para Lacan, el amor es simbólico, imaginario y real. Y en la última parte de su enseñanza –que tanto afecto le tenemos–, justamente trabaja no qué otra cosa viene en lugar de lo que suponemos que opera el amor – porque el amor sería imaginario– sino que trabaja lo real del amor. Con lo cual a eso de que el amor es imaginario, habría que contestar, al menos, “tanto como real”. ¿Entienden lo que para nosotros quiere decir “real”, no? ¡”Macanudo”! Porque en Psicoanálisis “imaginario” es caca, “simbólico” no sabemos (antes nos parecía que era espectacular y después descubrimos que no, que es una gran desilusión); y ¿qué es lo “real”? Lo real es macanudo, ¡lo real está ‘re-copado’! Ése es un problema. En toda esta última clase, Lacan trabaja el problema de una posición así, que es el imperativo. Porque lo que trabaja aquí Lacan es cómo el amor es la única opción frente al imperativo. Y el del amor es un tema que nos resulta muy importante porque, para colmo, tampoco nos terminamos de curar del problema del amor de transferencia ya que en nuestro popurrí pululan, también, las frases de Freud. O sea, en el brain storming, también están las frases de Freud, ahí, copulando con las de Lacan. ¡Es como un gran quilombo! ¿Saben lo que es un “quilombo”, no? Una fiesta de negros libertos. El anteúltimo Congreso de la Convergencia se hizo en Brasil, en Bahía, y la fiesta de cierre, en el programa, decía: “O quilombo dos analistas”... ¡Era espectacular! Pero para ellos, “quilombo” es lo que es “quilombo”. Sobre eso, en la clase ocho del Seminario XII, hay una precisión que haría falta que nosotros tengamos en cuenta:

«Allí se puntúa lo que se llama más o menos legítimamente contra-transferencia y cómo es siempre de eso de lo cual se dice, en la neurosis de transferencia, que es el resorte de los análisis interminables» 166. Es así, en el post-freudismo se dice que el resorte de los análisis interminables es la contra-transferencia del analista. Lacan aclara:

«La neurosis de transferencia es una neurosis del analista. Se evade en la transferencia en la medida en que él no está en el punto en cuanto al deseo del analista». Y yo creo que efectivamente es así y es así históricamente. O sea, yo creo que es la neurosis de Freud. Nosotros sabemos que Freud tenía la neurosis de que las pacientes lo amaban. Lean Dora y la patética puesta en funcionamiento de esa idea, que llegaba casi a un límite delirante, porque quiso convencerla a Dora de que lo quería a él; y ahí se le rompió el análisis, con el acting-out de Dora, justamente por esta neurosis de Freud –que es la neurosis de transferencia. Con lo cual, si es que hay neurosis de transferencia, solamente es porque el analista no está en su posición. ¿Cuál es su posición? Deseo del analista. ¿Cuál es la posición del analista, en la neurosis de transferencia? Objeto de amor. Entonces, o es objeto de amor, y cuando el analista se coloca como objeto de amor está atrapado en su propia neurosis – neurosis muy avalada porque era la neurosis de Freud–, cuando lo que opone Lacan, a eso, es el deseo del analista como la posición del analista. Con lo cual, ven que estamos en el punto donde hasta habría que vacilar de lo que queremos decir cuando decimos que el analista “está en posición de objeto”, porque ¡ahí 166

J. Lacan, Seminario XII, Problemas cruciales para el Psicoanálisis (Inédito, último párrafo de la clase del 3/2/1965).

se nos meten unos chanchos voladores espectaculares! Porque al decir eso, que suena lacaniano, podríamos estar sosteniendo la idea de Freud que es que los pacientes nos quieren. Intervención: [inaudible]. A.E.: ¡Ah! Pero el problema es que si uno no piensa bien qué es lo que dice, dice la fórmula de Lacan rellenándola con la neurosis de Freud. Del analista en posición de objeto, todo el mundo dice: “Sí, claro: el analista, en posición de objeto”. Pero habría que ver si, con eso, no estamos sosteniendo la neurosis de transferencia. Neurosis de transferencia que Lacan, desde el comienzo de su revisión sistemática de la transferencia, descarta totalmente; porque, para Lacan, la transferencia está entre sujeto-supuesto-saber y deseo del analista. Y no tiene nada que ver con el amor. Que la transferencia tenga que ver con el amor – que es lo que dicen todos los docentes lacanianos de Psicoanálisis, en la Facultad de Psicología– es la neurosis de Freud. Y, para nada es la teoría de Lacan. Para Lacan, la transferencia se sostiene entre la lógica implícita en sujeto-supuesto-saber y deseo del analista. Las citas del Seminario 11 son tres: páginas 281, 282 y 284. En la 280, está el esquema que da Freud en Psicología de las Masas y Análisis del Yo:

Ideal del Yo

Objeto del Yo Yo

· · ·

· · ·

Objeto externo

¿Se acuerdan de este esquema de Freud? Para Lacan es sumamente importante incorporarlo en esta última clase porque, para Lacan, el psicoanálisis como oferta al malestar en Occidente se articula a las condiciones del malestar en Occidente y, es en esta clase que Lacan revisa la cuestión del nazismo, de los campos de exterminio. ¿Se acuerdan cuando Lacan interpreta el campo de exterminio nazi? Primero, coordenadas históricas: el nazismo se desarrolla en el cenit de la cultura de Occidente. Saben que Occidente era en alemán, toda disciplina se desarrollaba en alemán y todos los más grandes genios producían en alemán. En inglés no había más que mercachifles, no había nada. Todo era en alemán. Con lo cual, Alemania era el cenit de Occidente. Si ustedes preguntan a los judíos alemanes que permanecieron vivos, que vivían en Alemania antes del comienzo del exterminio nazi –del que son sobrevivientes–, van a seguir escuchando en ellos el orgullo de ser alemanes. Y uno podría decir: “¡Pero a estos tipos les gusta que les metan el palo encendido, por el ‘orto’!”. No, no, no, es que nosotros, hoy, creemos que el mundo es Mc Donald’s... Los occidentales siempre tenemos el mismo prejuicio: suponemos que cuando abrimos los ojos, lo que vemos siempre fue así. Está diagnosticado por los historiadores, no es un diagnóstico mío ni de Lacan. Es así, los occidentales suponemos que lo que hoy hay, siempre lo hubo. Entonces, como hoy el imperio es norteamericano, creemos que siempre fue así. Y les advierto que no, que fue alemán. Y si los yanquis le ganaron a Alemania en la Guerra, fue porque pudieron robar inteligencia alemana y aplicarla para la destrucción de Alemania. Si no hubieran aprovechado la inteligencia alemana para la destrucción de Alemania, las cosas podrían haber sido muy distintas. [Cambio de cinta] Con lo cual, estamos en un época muy peculiar, que es la del exterminio. Para Lacan, el exterminio nazi se entiende como “el sacrificio al Dios oscuro”. Es clave que lo pensemos. Es clave para entender el deseo del

psicoanalista, no estoy haciendo sociología psicoanalítica, ni metiéndome en la nube de Úbeda. Es clave. Para Lacan, el movimiento prácticamente irresistible para todo sujeto occidental es el sacrificio –saben que siempre el sacrificio es sacrificio de lo mejor– al dios oscuro. El problema que yo tengo, ahí, es que Lacan dice en un párrafo “los dioses oscuros”, y en el párrafo siguiente dice “el dios oscuro”. Con lo cual, me quedo pedaleando en el vacío sobre si hay que apuntar más al monoteísmo que al politeísmo. Porque la práctica del sacrificio a los dioses, ya en la época del sacrificio de Isaac está escrita la sustitución –el carnero por el hijo. Y, de vuelta, ¿vieron que siempre es lo mejor? Porque Isaac era ese hijo, el único, el de la vejez, el de la prosperidad, el del pacto. Ese hijo, justo ése, tenía que ser sacrificado. Y siempre es así – es lo mejor lo que se sacrifica. No es como el Ejército Argentino que fue a agarrar muchachos del interior del Chaco para mandarlos a Malvinas... Bueno, por eso somos argentinos –¡hasta para el sacrificio! En la escala, es lo que está arriba de todo lo que se sacrifica; siempre es lo mejor. El sacrificio es sacrificio de lo mejor. No por nada, dice Lacan, los judíos se dejaron sacrificar así; porque nadie se cree en la posición que asume como sujeto que era como escoria, sino como “pueblo elegido”. Por eso se entiende por qué, según la propuesta de Lacan, hubo tan poca resistencia armada por parte de los judíos. Los judíos dicen que la hubo pero, efectivamente, llama la atención lo poco que hubo, lo muy poco, y lo tardío. El levantamiento del ghetto de Varsovia fue en el ’42, ’43, si no en el ’44; fue muy tardía, la resistencia. Después hubo muy pocos judíos que participaban de la resistencia pero fueron muy, muy pocos. Porque Lacan dice que es difícil de encontrar –salvo alguien que haya hecho un análisis completo– alguien que no esté dispuesto o a producir el sacrificio al dios oscuro –veremos ahora qué es “el sacrificio al dios oscuro”–, o al menos cerrar los ojos a ello, porque en este seminario Lacan empieza diciendo cómo es de notable que no se habla de eso. Es increíble cómo Occidente enseguida, a los pocos años, dejó de hablar de eso. Bueno, uno de los casos más llamativos de dejar de hablar de eso fue con Heidegger y lo que hizo Lacan con Heidegger... Saben que Lacan fue una de las entradas de Heidegger al sistema universitario, a la dignidad del sistema académico, siendo que Heidegger era una persona sumamente polémica en torno a sus gestión en la universidad nazi. Anna Arent era su amante, ¿conocen esa historia, no? Pero su esposa, que se llamaba Sigfrida –o un nombre alemán, así–, era militante nazi, de uniforme nazi y de matar judíos todo el día... Mujer de la cual él no se separó. Eso también es un dato. Fue un personaje muy polémico y, Lacan, lo primero que hizo fue no hablar del nazismo con él. O sea que lo que él critica, también él lo hizo de una manera sumamente polémica. La maniobra de Lacan es ésta, muy sencilla:

I (A)

a

Escribe I(A) acá y objeto a, acá. Es lo que propone sustituir.

«¿Y quién no sabe que el análisis se instituyó distinguiéndose de la hipnosis?» 167. Bueno, ustedes saben que el análisis que hace Freud es basado en la hipnosis y el valor que tiene en la hipnosis la captura por parte del hipnotizador de la posición del que será hipnotizado, por la conjunción de dos cosas. ¿Cuáles son los dos factores que se conjugan en la hipnosis? La persona del hipnotizador, con su prevalencia, etc., más el relojito, la piedrita, la cosa brillante que Lacan trabaja muy bien porque dice que no siempre es necesaria porque a veces trabaja muy bien, en esa posición, la mirada del hipnotizador. Con lo cual, lo que Lacan propone –en un análisis muy a pie juntillas de Freud– es que la hipnosis radica en la unión de estos dos términos, en la conjunción del objeto y del ideal [I(A) y a]. Tuve que aclararlo porque el párrafo por el que quiero empezar retoma esa polémica; si no, tendría que leerles toda la clase.

«¿Y quién no sabe que el análisis se instituyó distinguiéndose de la hipnosis? Porque el mecanismo fundamental de la operación analítica es el mantenimiento de la distancia entre I y a». 167

Ibíd., p. 281.

Con lo cual, si es que hay separación, no es de “alienación” y “separación”, ya que “separarse” es separarse del efecto letal del significante causado por el advenimiento del sujeto, como función del significante; separación que significa, en realidad –el “I”–, la puesta en relación de una falta de sí que el sujeto pudiese poner a trabajar, en relación del punto flaco de la cadena significante. Aquí, si a ustedes les gusta decir “separación” –porque efectivamente al deseo del analista Lacan lo llama “separador”–, ¡guarda con caer en que se está hablando de la “separación”! Que nos encantaría porque como “alienación” es lo primero y “separación” lo segundo, es más evolutivo. En muchos hospitales se dice: “Este sujeto llegó a la ‘alienación’ pero no llegó a la ‘separación’” ... Pero si es “separación”, es de estos dos términos [I(A) y a], no la separación de la “alienación y separación”.

«Para darles fórmulas que sirvan de puntos de referencia, diré –si la transferencia es aquello que de la pulsión aparta la demanda, el deseo del analista es aquello que la vuelve a llevar a la pulsión». Vamos a hacerlo tranquilitos, paso a paso. Esto no se entiende nada, pero esta es la definición del deseo del analista –no es la que se entiende. No tiene nada que ver con el deseo del Otro, a eso estoy apuntando. Esto es Seminario 11, última clase. Les di una buena y sintética definición de las primeras clases del seminario siguiente; podríamos decir que está bien en tema. Con lo cual, no pierdan de vista que la neurosis de transferencia es una neurosis del analista y, la transferencia entendida así, entonces, es lo que aparta de la pulsión, la demanda. El deseo del analista vuelve a traer la demanda. ¿Se entiende esto? La neurosis de transferencia, la transferencia así entendida, parte del presupuesto de que “tú me amas a mí” –no olviden que el título de la clase es En ti más que tú, que es lo que debería no olvidar el analista por cuanto es la posición del analizante–, de que “usted me ama”. Eso –dice Lacan– es lo que implica “apartar la demanda”. Parece chino básico pero es elemental. ¿Acaso Freud, con Dora, no apartó la demanda? Freud, al decirle “usted me quiere”, ¿no apartó la demanda? De la pulsión, ¿no quitó la demanda? ‘Tranqui’, eh. ¡No va a explotar nada, hoy! El deseo del analista es salirse radicalmente de la posición del “usted me quiere”. Lacan va a proponer salir de la posición de “usted me ama” para reintegrar la demanda. ¿Se entiende? Lo que el sujeto dice, aquello que se dice.

«...el deseo del analista es aquello que la vuelve a llevar a la pulsión. Y, por esta vía, aísla el objeto a...» Lic. Marta Benenati: Estoy pensando en voz alta, eh. Si logra poner en relación la demanda con la pulsión......................................... el fantasma. A.E.: Claro, totalmente. El problema que va a poner acá es el atravesamiento del fantasma y la pulsión. Exactamente. Estamos bien. Cuando uno llega al párrafo siguiente de Lacan es que estamos bien, porque si no, uno dice: “¿Y a este párrafo de dónde lo sacó? ¡Está loco este ‘chabón’!”. No, no, es una lógica que uno puede llegar a pescar aunque es cierto que es siempre muy oscuro, y no queda claro por qué.

«Y, por esta vía, aísla el objeto a...» Entonces, “yo no soy el objeto” –primera maniobra. Por eso es muy importante el haberse analizado –en un análisis completo–, para salir de este engaño. “Yo no soy el objeto”, se trata de la demanda. Si efectivamente se introduce la demanda, entonces se reintroduce el objeto a, porque el a es un efecto de la demanda. Pónganlo como quieran, ¿qué fórmula les gusta? ¿“Lo imposible de decir”, “el más allá de todo lo dicho”? Pónganlo como quieran, pero para eso hay que reintroducir la demanda.

«...lo sitúa a la mayor distancia posible del I, que el analista es llamado por el sujeto a encarnar». ¿Entienden la oposición?

I (A)

Transferencia Deseo del analista

a

Llevar la dialéctica hacia allá [I(A) → a] es transferencia. Y llevar la dialéctica para allí, es deseo del analista [a → I(A)]. ¿Cómo se produce esta maniobra? En la fórmula de la pulsión:

$ ◊ (D)

Deseo del analista

a

d

“S barrado” rombo “D”, la de arriba quita la “D”. Lo que se dice: aun respecto del goce. Porque la política respecto del goce, ¿cuál es? Hay que establecerla. Lo que yo propongo es reintroducir la demanda que dice ese goce, entre qué demanda se establece, a qué demanda hace referencia. Y, el deseo del psicoanalista es justamente, a esto, reintroducirle “D”. ¿Por qué es esto función del analista, en análisis? Porque la posición de quien demanda un análisis, por estructura, hace que el analista vaya al lugar de “I”. Con lo cual, necesariamente, por estructura, el analista arranca en la posición de “I”. Es trabajo del analista –en la experiencia– separar. ¿Separar qué, de qué? No lo que desea el sujeto, de lo que deseó la mamá que él desee, ¡que eso ya sería, para colmo, otra fórmula que habría que llegar a decirla! ¡Porque hay que ver si la mamá desea que uno desee x cosa! Sería, entonces, que uno no sea lo que la mamá desea que uno sea, pero eso ya no tiene tanto que ver con lo que yo deseo, ¿no?

«El analista debe abandonar esa idealización para servir de soporte al objeto a separador [ésta es la separación de que se trata], en la medida en que su deseo le permite [escuchen ésta, eh], mediante una hipnosis a la inversa, encarnar al hipnotizado». El analista encarnado al hipnotizado, ¿la tienen a ésa? Es muy interesante la maniobra sobre el sujetosupuesto-saber que Lacan propone en esta clase. Es muy interesante, es sabia y dice lo siguiente que van a ver que es indiscutible: cuando el sujeto-supuesto-saber más consistente es, es cuando el sujeto sabe con seguridad que el analista no puede saber nada. ¡Ni siquiera lo conoce! Y cuando se desvanece –si el análisis está bien conducido– el sujeto-supuesto-saber, es cuando necesariamente el analista ya sabe. ¿Sí o no? Cuando termina el análisis, uno podría decir de este sujeto: “Bueno, el fantasma estaba constituido por tales y tales elementos; esto deriva de tal y tal historia, tal y tal encuentro y tal y tal desencuentro” ... Con lo cual, el sujeto-supuesto-saber es una posición ilusoria necesaria por la posición neurótica de quien demanda un análisis. La dirección de la cura, necesariamente, tiene que ser separadora. En ese sentido, “separadora” quiere decir que la dialéctica vaya hacia aquí [a]. En este sentido, dice Lacan que el analista es “soporte del a”.¿Entienden qué es el soporte del a? Que soporta la posición de a. No que es lo deseado o lo querido, en la experiencia. No es que es el objeto amado. Estados Unidos alertó a todas las embajadas estadounidenses, de atentados fundamentalistas árabes, ¡con el ‘quilombo’ que hay en Israel! Uno podría decir: “Estados unidos soporta a Israel”. ¿Si, se puede decir? Si no, ¿para qué los árabes querrían atacarlos? Pero esto no nos haría decir que “Estados Unidos es Israel”, ¿quién podría decir semejante ‘boludez’? Lo que Lacan dice es que el analista es soporte del a. ¿Y qué quiere decir “soporte del a”? Que lo que hace está en función de sostener “a”. El problema es que aquí no es solamente enunciativo, sino que él mismo debe rechazar esta posición: [I(A)]. Entonces, Lacan concluye –porque Lacan es un lógico– que en todo caso el analista será el hipnotizado, porque ¿quién pasará a tener esa palabra y esa posición que ilusoriamente se le asigna al analista? El analizante. Entonces, el analista será el hipnotizado. Cosa que si practicamos un poquito, todos sabemos que nos pasa, que efectivamente nos pasa.

«El esquema que les dejo, como guía para la experiencia y para la lectura, indica que la transferencia se ejerce en el sentido de llevar la demanda a la identificación» 168. El problema es que ahí no se entiende muy bien qué valor le está dando Lacan a transferencia, y Lacan está diciendo que la transferencia es en sí misma neurosis; y que si una experiencia con un paciente se connota de transferencia –en el sentido canónicamente descrito por Freud–, es neurosis del analista, es que el analista llevó las cosas a ese término. ¿Entienden? Su proclividad a ir a este lugar: [I(A)].

«Es posible atravesar el plano de la identificación [esto es una afirmación, es posible –dice Lacan], por medio de la separación del sujeto en la experiencia, porque el deseo del analista, que sigue siendo una X [¿ven la posición oscura, no?], no tiende a la identificación sino en el sentido exactamente contrario. Así se lleva la experiencia del sujeto al plano en el cual puede presentificarse, de la realidad del inconsciente, la pulsión». Ésta es la propuesta de Lacan para la dirección de la cura. El analista toma necesariamente un movimiento que va hasta aquí [I(A)] que es ilusorio. El problema está, justamente, en todos aquellos analistas que nos creamos que somos esto [I(A)], porque ahí el análisis se estancará siempre y quedará neurosis, pura neurosis y para siempre neurosis. Lacan dice que no, que esto no tiene que ser necesariamente así –que la neurosis se cura. ¿Cómo? Tomando el analista la posición contraria, esto es, sosteniendo la posición de objeto a; y, ¿cómo se la sostiene? Separándola de I. La causa no es el ideal encarnado por alguien; la causa está en el más allá de la demanda. El otro día, en un lugar al que me invitaron a hablar sobre ética y moral, propuse que el problema clínico –no teórico, ni filosófico– de la diferencia entre la ética y la moral en análisis es, en cada experiencia analítica, la moral de la defensa de quienes encarnaron el Otro: “¡Pero es tu madre!”. Y todos los análisis quedan en ese punto de dejar Noli tangere matrem, dice Lacan respecto de Los Ciento Veinte Días de Sodoma169. ¿Se acuerdan de los Ciento Veinte Días de Sodoma? Una fiestaza, una ‘partuza’, dirían ahora; una ‘partuza’ de aquéllas en donde se trae a la madre de la joven, que le impedía tener relaciones sexuales, y traen a un negro sifilítico que se la coge varias veces. La tienen en una posición tal que el semen infectado no se le salga y, bueno, le cosen la ‘concha’ para que no se le salga el semen sifilítico, y luego la mandan en carroza a la casa... ¡Esas cosas que se le ocurrían a Sade! Vale aclarar que él nunca hizo nada por el estilo –¡menos sádico que Sade, nadie! ¡Pero tenía un fantasma bien chancho! Y en ese punto, fíjense ustedes –dice Lacan– cómo persiste aún en Los Ciento Veinte Días de Sodoma, en Sade, el Noli tangere matrem, porque en el coger la ‘concha’ Lacan invierte los términos y dice que se preserva la ‘concha’ de la madre. Entonces, no pierdan de vista que el problema de la ética es cómo en la neurosis se preserva a los representantes del Otro y entonces, para Lacan, la neurosis necesariamente parte por el analista en esa posición y es el deseo del analista el que debería hacer funcionar la dirección de la cura.

$ ◊ (D)

Deseo del analista

a

Si esta dirección nunca se pone en funcionamiento, entonces nunca se saldrá de la neurosis y el análisis será interminable. Ahora, ¡guarda con suponerse que sostener el objeto a, causa del deseo, es que el analista se ponga en posición de objeto! Porque eso, así dicho, casi podría ser la fórmula exacta de estar acá [I(A)], de ser lo valioso en la experiencia; cuando Lacan dice que, en todo caso, lo encantador y lo valioso en la experiencia es el analizante y, el analista, en todo caso, el hipnotizado. Antes de la próxima cita, que es la última y que es sobre el deseo del psicoanalista –el último parrafito del Seminario 11–, justamente, viene lo de los “dioses oscuros” y el sacrificio. No se olviden ustedes de que, para Lacan, el imperativo de Kant, la noción de imperativo moral de Kant, es lo más sádico que caracteriza a Occidente moderno. No nos olvidemos de eso. Lo digo, en un ambiente como el nuestro, en donde los 168 169

Ibíd., p. 282. Sade, Los 120 Días de Sodoma (ed. La Matanza Erótica, Buenos Aires 1984).

imperativos tienden a ser la forma más típica de expresar nuestros conceptos, nuestras vacilaciones e hipótesis...

«Sostengo que ningún sentido de la historia, fundado en las premisas hegeliano-marxistas, es capaz de dar cuenta de este resurgimiento mediante el cual se evidencia que son muy pocos los sujetos que pueden no sucumbir, en una captura monstruosa, ante la ofrenda de un objeto de sacrificio a los dioses oscuros» 170. Son muy pocos los sujetos que pueden escapar a la captura de ofrendar un sacrificio a los dioses oscuros. Y ven que Lacan está pensando así un límite de la práctica histórica que más incide como un análisis real de lo que sucede, que es la hegeliano-marxista. ¿Entienden lo que esto significa? Que habría que ver si todas las matanzas que nosotros justificamos por “los medios de producción”, por “capitalistas”, por “proletarios”, “imperialismo”, “rechazo a la globalización”, la “globalización”... ¿Están leyendo lo que está ocurriendo en Israel? Ya van cien muertos, y ¿saben cómo empezó todo? Porque el líder de la ultraderecha israelí fue a pasear por Jerusalén... Obviamente, eso es como escupir a la mamá, es como decirle:

—¡Hijo de puta! –¡No, con mi mamá no te metas! –Pero si vos mismo dijiste que era una puta –Sí, pero yo lo digo porque... Bueno, pero que de ahí mueran cien tipos y que haya tantos en fila, con tantas ganas de morir... ¿No pensaron ustedes, francamente, que hay como una cierta pasión por ir a esa posición? ¿No les llama la atención la poca preservación de la vida que hay en ese fenómeno? Uno podría decir: “¡Pero qué hijos de puta los israelíes!”, porque de cien muertos, debe haber noventa y nueve que son palestinos (no sé cómo andarán las cuentas, pero siempre entre árabes e israelíes las cosas pasan así: las víctimas son enormes del lado de los árabes y poquitísimas del otro lado; y a la inversa). Pero yo digo, ¿no les llama la atención la posición palestina? No digo de la sublevación frente a Israel, yo no entiendo el problema político. Intervención: [inaudible]. A.E.: Pero esas explicaciones... Los nazis dijeron que daban “la solución final”; en África es porque son unos “negros de mierda”... Intervención: La madre del nenito de doce años que mataron, salió diciendo que no le importaba porque era “por la causa”. A.E.: Sí, sí, está bien; eso es lo que dice la mamá. Lo que pasa es que no necesariamente lo que dice la mamá sea el motor de la cosa. Lo que llama la atención es lo proclive que se está. La ETA, yo me imagino que España debe ser terrible con los vascos pero hay algo que habría pensarlo; y hay que pensarlo, ¿saben por qué? Porque los únicos que dicen sobre eso son los otros post-freudianos no-lacanianos, diciendo: “Pulsión de muerte”. ¡Es una ‘chotada’ esa explicación! Dicen: “¡Uy, la pulsión de muerte!”. Entonces, es un instinto ‘jodido’ de la gente que está en suba y en baja... ¡Es una ‘cagada’ como explicación! ¡No te deja hacer nada! Lacan propone otra: “ofrenda de un objeto de sacrificio a los dioses oscuros”.

«La ignorancia, la indiferencia, la mirada que se desvía, explican tras qué velo sigue todavía oculto este misterio. Pero para quienquiera que sea capaz de mirar de frente y con coraje este fenómeno –y, repito, hay pocos que no sucumban a la fascinación del sacrificio en sí– el sacrificio significa que, en el objeto de nuestros deseos, intentamos encontrar el testimonio de la presencia del deseo de ese Otro que llamo aquí el Dios Oscuro». Es clave este párrafo y marca –a mi humilde entender– que el deseo del psicoanalista va al contrario de “el deseo del hombre es deseo del Otro”, en el sentido de entender que “lo que yo deseo es lo que desea el Otro”. Lacan dice que eso es lo más terrible de lo más terrible que nos pasa, hoy, en Occidente. ¿Y quién no tiene la sensación de lo que está pasando en Occidente, hoy, es terrible? Lo leo de vuelta, es el cierre del Seminario 11, y después viene el párrafo Spinoza, con el Amor intellectualis Dei: 170

J. Lacan, El Seminario, Libro 11, ob. cit., p.282..

«...el sacrificio significa que, en el objeto de nuestros deseos, intentamos encontrar el testimonio de la presencia del deseo de ese Otro que llamo aquí el Dios Oscuro». Éste es mi problema: que aquí dice “Dios oscuro” –y “Dios” con mayúscula–, y “dioses oscuros” inmediatamente antes. Ustedes dirán: “¡Bueno, está bien, me cago en la diferencia!” . No, porque estoy pensando muchísimo si Lacan no está pensando que el Dios del monoteísmo, de los hebreos, es éste. No me queda claro cuál es éste. Lo de “oscuro”, bueno, ustedes saben que los dioses son especialmente “luminosos” –“Dios” quiere decir “luz”. “Numen”, para designar a la divinidad, se asocia directamente a “luz”, la “zarza ardiente” o lo que quieran. Lo que digo es que a mí me parece que es oscuro por la posición de la Otredad; “oscuro” no impide que sea Yahvé. En el párrafo anterior dice “sacrificio a los dioses oscuros”. Hay una página espectacular, en Internet –de la que no tengo, aquí, los datos–, que analiza la Biblia, y en la que tienen todos los errores lógicos de la Biblia, analizados uno por uno. Todos, todos los errores lógicos de la Biblia, de a cientos y cientos. A ésos, cuando los agarren, ¡les fríen el culo! Y hay otra página dentro de ese sitio, que trata de “los sacrificios pedidos por Yahvé”. Y, en la Biblia, hay al menos diez sacrificios que Yahvé pide que se sacrifique a tal y a tal, ‘chabones’ con nombre y apellido, eh. O sea que tiene razón Lacan, cuando dice que el carnero por Isaac demuestra que todavía no estaba resuelto ese problema, en ese momento histórico; que se estaba produciendo lo que podríamos llamar en sentido post-freudiano, un “sublimación” –que ya no se mate a personas sino a animales de carne roja y caliente, como representantes, como por ejemplo un carnero por un bebé. Pero no es una “sublimación”; para Lacan, es una represión que después trae el retorno de lo reprimido. Con lo cual, observen ustedes que es el horror máximo poner en relación directa al objeto de deseo de uno, como testimonio de la presencia del deseo del Otro. ¿Por qué? ¿Cómo se verifica? Primero, imaginarización de lo deseado –Isaac, para Abraham, no es el hijo que se tira en el inodoro, o que la mucama entierra en el baño de la esquina. ¿Cómo se verifica la presencia del deseo del Otro, en el objeto de mi deseo? Se lo entrego, lo sacrifico. En el acto de sacrificarlo, escenifico que el Otro toma como que deseaba lo que yo más deseaba. Eso no es la dirección de la cura, eso no es la estructura normal; eso es el horror máximo que Lacan está articulando. La única solución, la única solución es Spinoza. Lacan dice que es el único sujeto y que no es casual que sea un judío expulsado. Por eso este “Dios oscuro” me hace pensar mucho en Yahvé. Por otra parte, ustedes saben que Lacan, en la Proposición del 9 de octubre...171 dice que la religión de los judíos no puede estar en la sociedad de analistas. Y no dice que la religión no puede estar. Dice que la religión de los judíos no puede estar en la sociedad de analistas y deja el asunto ahí. ¡Se imaginan ustedes cómo me preocupó eso a mí! Entre que Lacan era anti-semita, o que había algo nefasto en mí, como tantos dicen... Porque siendo judío yo no sabía si yo no era algo así como un infectado que traía la ... Con lo cual, este “Dios oscuro”, mi impresión es que Lacan piensa que es Yahvé, ¡que sería una paradoja de aquéllas! ¿Entienden? Ustedes saben que “holocausto” designa tanto el exterminio nazi, como la ofrenda de sangre en el altar que luego es quemada. Es la misma palabra. ¡Lacan tiene un oído espectacular, para esas cosas! La cuestión es, entonces, por qué Lacan no dice de la religión en general, en la sociedad analítica. Él dice “la religión judía”, y yo creo que es por el tipo de dios que es Yahvé y la posición de los judíos, como Pueblo, frente a Yahvé, que es distinta que la de los cristianos. Intervención: El “Pueblo elegido”. A.E.: Es que es más problemático que lo de “elegido”, eh. Intervención: [inaudible]. A.E.: Es peor que inmolarse. ¿Vamos a trabajarlo? Es mucho peor. ¿Cómo leen ustedes esta fórmula?

($ ◊ a)

171

J. Lacan, Momentos cruciales de la experiencia analítica (ed. Manantial, Buenos Aires 1987).

En Subversión del sujeto172, que es un buen lugar para leer el grafo del deseo y demás, el momento del fading del sujeto frente a, consecuentemente, “deseo de”, cierta condición de objeto. Pero Lacan sigue trabajando mucho esta fórmula porque le varía notablemente. El “◊” se convierte en el vel de la alienación, en el Seminario 11 y en Posición del inconsciente173, en “alienación y separación”, por ejemplo:

Pero una fórmula sumamente interesante es la de La Lógica del Fantasma174, en donde define “sujeto barrado, ‘corte’ del objeto”:

($ ◊ a)

“corte” Esto [“◊”], como “corte”, hace que el objeto a sea la “laminilla”. Esto es, ¿qué? Eso que es condición de mi vida, que tengo que perder para seguir viviendo, pero que es el órgano de la vida para mí –por eso, la pulsión de muerte. Con lo cual, eso [a] es lo mejor de mí. ¿Se entiende? O sea, Lacan empieza a articular a partir de los Seminarios XII y XIII, que el objeto del deseo es la parte separada y perdida de mí. Quiere decir que, para Lacan, lo que busca el deseo –y por esos será una búsqueda infructuosa– es la parte perdida de mí, lo mejor de mí. Lacan lo va a trabajar en esta misma clase, polarizado entre la mirada y la mierda. Con lo cual, el sacrificio es sacrificio de lo mejor; siempre, lo que se sacrifica es lo mejor de uno. El ejemplo de Lacan, de San Martín de Tours compartiendo la túnica, cagado de frío. La diferencia entre la viuda con los diez huérfanos, que deja el mendrugo de pan como donación al pobre, a diferencia del rico que deja la moneda de oro. ¿Cuál es, para nosotros, el acto valioso? El que deja el mendrugo de pan con el que, justamente, podría haber alimentado a sus hijos que se van a morir por no tenerlo. Con lo cual, para Lacan, poner en íntima y directa relación el objeto de deseo de uno –lo mejor, lo que se busca porque es lo mejor– con el deseo del Otro, suponiendo la presencia del deseo del Otro en el objeto de deseo de uno, es la lógica del sacrificio. Yo les pregunto: Más bien, ¿fin de análisis, o lo peor de lo que nos suele suceder antes de empezar ese análisis tan necesario? ¿No han verificado que algunas de las personas que vienen a consulta, vienen después de haber ‘quemado’ de las mejoras cosas que tuvo ese noviazgo, esa casita que tanto quiso, esa oportunidad de trabajo, etc., etc., etc.? Ése es justamente aquel que está en posición de ponerse en relación al deseo del Otro. Observen que es todo lo contrario de lo que ciertas corrientes de opinión sostienen sobre esto. Porque si el deseo del analista es la presencia del deseo del Otro, en la experiencia, eso lleva directamente al sacrificio. Si uno revisa ciertos análisis realizados por Lacan, y esa forma de pedirles plata, uno se pregunta si él mismo no buscaba justamente todo lo contrario: producir un enorme efecto de fascinación sobre sí, y llevar a un punto de sacrificio como el caso de Pierre Rey. ¡Lo de Pierre Rey es patético! No tanto la plata por la que le hizo transpirar el culo, diez años, sin cejar un minuto, sino porque le roba las pinturas. Y habría que ver si Pierre Rey no tenía el deseo de ser pintor, en lugar de ser un escritor de best-sellers para ganar plata, para pagarle a Lacan... Hay que leer Una Temporada con Lacan175; es sólo eso lo que tenemos. Pero me parece que da bastante testimonio del sujeto. Es de esos libros que recomiendo leer porque me parece que da bastante testimonio, indirecto, de la práctica de Lacan, al menos con ese sujeto. 172

J. Lacan, Escritos 2 (ed. Siglo XXI, Buenos Aires 1987). Ibíd., p. 808. 174 J. Lacan, Seminario XIV, La Lógica del Fantasma (Inédito). 175 P. Rey, Una Temporada con Lacan (ed. Seix Barral, Buenos Aires 1997). 173

Para concluir, entonces, la última cita. Acá lo dice de manera un poco complicada; no es un escrito, es palabra hablada y, bueno, hay algunas salvedades. Acá dice “el deseo del análisis”, no dice “el deseo del analista”. ¿Vale o no vale como argumento para pensar el deseo del analista? Bien, yo estimo que sí, mi impresión es que sigue totalmente en línea, pero efectivamente lo dice así (y en francés también está así, ya lo ‘chequeé’):

«El deseo del análisis no es un deseo puro» 176. Lacan ya trabajó bastante qué es un “deseo puro”. Si éste [a] es el objeto del deseo, un deseo puro es el que hace esto:

($ ◊ a)

Lacan dice que, necesariamente, es la muerte. Esto, la barra, solamente se puede describir como “muerte”, y en eso, su lectura de Sócrates –Sócrates tenía un deseo puro e, irremediablemente, tenía que tomar por su posición, la cicuta.

«El deseo del análisis no es un deseo puro. Es el deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto, confrontado al significante primordial, accede por primera vez a la posición de sujeción a él». Vamos despacio. Teníamos “alienación” cuando el sujeto adviene como efecto del significante; antes no era nada pero así adviene en fading, definido por Lacan –varias veces vimos las citas– como “efecto letal” del significante. La estructuración normal del sujeto es, justamente, poder articular sobre esto un efecto “separador” de este efecto letal del significante. Con lo cual, en todo caso, si seguimos con “caca y oro”, para Lacan, el efecto letal del significante es “caca”. Digo porque muchos lacanianos se ufanan en eso como si fuese de lo que se trata.

«Es el deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto, confrontado al significante primordial [aquel mediante el cual advino, pero advino como muerto], accede por primera vez a la posición de sujeción a él». ¿Entienden? “Accede por primera vez” es que, efectivamente, el propio sujeto advierte la sujeción que tenía al significante primordial [“ I ”]. En ese caso, no hay ningún problema en leer esta “I” como un “1” (uno). Lacan lo hace; es una “I” pero Lacan, también, entre las articulaciones que propone, lo toma como un “1”. Y ahora prepárense para los últimos dos renglones:

«Sólo allí puede surgir la significación de un amor sin límites, por estar fuera de los límites de la ley, único lugar donde puede vivir». ¡Punto y cierra el seminario! Éste, que es el once –Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis–, con Lacan expulsado; cambia de público, cambia de lugar, nunca más dictará el seminario sobre Los Nombres del Padre, propone los “cuatro conceptos” con sus articulaciones nuevas, “alienación y separación” como conceptos nuevos y “deseo del analista” como concepto nuevo.

«Sólo allí puede surgir la significación de un amor sin límites...». ¿Qué límites serían éstos, de los cuales el sujeto se libera? El límite del efecto de sujeción al significante primordial. 176

J. Lacan, El Seminario, Libro 11, ob. cit., p. 284.

«... por estar fuera de los límites de la ley, único lugar donde puede vivir». Habíamos hablado del imperativo, del imperativo moral. Fuera de los límites de la ley.............. [Cambio de cinta] .......... el objeto, al cual a uno se le presenta como objeto de su deseo. Es cortando la sujeción que el sujeto tiene respecto del significante mediante el cual advino –el significante primordial–, lo que le permite al sujeto la posición de “amor sin límites”, que es el fin del análisis propuesto por Lacan. No me van a negar que alguna línea lógica pude sostener, y no me van a negar que llegamos a las antípodas de lo que habitualmente se suele decir. Digo, para poner una en relación a la otra. Bueno, hasta aquí llegamos. Son justo las once, quizás nos damos el lujo de cinco o diez minutos de preguntas. Pregunta: [acerca del “amor sin límites”]. A.E.: No, no, el “amor sin límites” tal como lo leo yo –Lacan no dice qué es. Ahí, cierra el seminario, todo el mundo a su casa, no hay preguntas, no hay nada. En esta dirección de la cura propuesta por Lacan, lo máximo que se puede lograr –Lacan lo dice– es que se puede ir más allá de la identificación. Con lo cual, el sujeto corta el lazo a la identificación fundamental y, para hacerlo, el analista debe salir de ser el sostén de esta posición. Y la dirección, hacia el objeto del deseo. Ahí, la relación del sujeto al objeto de su deseo no tiene límites. ¿Quieren leerlo de otra manera? Si han atravesado los límites del fantasma; el atravesamiento del fantasma –que es lo que separaba al sujeto, del objeto de su deseo. Una pequeña articulación más: dijimos “sujeto ‘corte’ del objeto” [($ ◊ a)]. El objeto es la falta, y es la falta que le falta al sujeto. Es claro que una es opositiva de la otra, ¿no? Entonces, Lacan dice que la dirección de la cura es hacia un amor sin límites en cuanto a la dirección del sujeto hacia aquello de lo que se trata su ser. Pregunta: [acerca de la dignidad del sujeto, en tanto que objeto, referida al Seminario X]. A.E.: Por ejemplo, si ese objeto es del deseo del Otro, o si ese objeto es lo que está cortado de mí. Pregunta: En ese sentido, ¿la dignidad tiene otro sentido? A.E.: Sí, te marca este movimiento ético:

$ ◊ a

Lo que nos tenemos que sacar de encima es la psicología evolucionista y maternal, de que lo que desea el niño es lo que desea la mamá, o que el niño desea ser el objeto de la mamá, porque eso nos lleva a lo más atroz de la dialéctica humana –dárselo. Es lo más atroz que podemos ver, dar lo mejor de sí al Otro. Es lo más atroz. Pregunta: [inaudible]. A.E.: Bueno, claro. La otra vertiente es “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Pero eso ya es el tratamiento que le damos a la otra persona. Aquí, en cambio, es nuestro vínculo en posición de objeto, al Otro. Para Lacan, “alienación y separación” es cómo me rescata de la dialéctica del significante, separándome de mi advenimiento como significante –porque como significante no somos nada–, sino

poniéndome en relación a lo que yo leo como faltante, en el Otro, en posición de perderme. Otra cosa es ‘chequear’ que en lo que yo deseo está inscripto lo que el Otro quiere. Son fórmulas muy próximas y uno mismo, al decirlas, tiene que andar pensando muy bien lo que dice porque no son diferencias claras con las que estemos trabajando ya. Pero mi impresión es que, al menos las citas traen la polémica. Mi impresión es que se tomó “el deseo del psicoanalista”, no se apostó que ahí había nada nuevo –en la dirección de la cura–, y que se lo entiende de una manera que a mí me parece muy complicada porque no responde al gran problema que plantea Lacan. Leí el otro día un libro de Stewart Schneiderman, que me rompió la cabeza. ¡Es malísimo! Porque es para yanquis... ¡Se nota que los tipos deben ser más ‘boludos’ que las palomas, porque el libro es un libro para ‘boludos’! Es mortal, ¡es un libro tonto! Pero tiene una frase increíble, de esas que uno nunca se da cuenta. ¿Se acuerdan de que Edipo recibe la pregunta de la Esfinge, que le dice cuál es el animal que primero camina con cuatro patas, luego con dos y, finalmente, con tres? Bueno, ¿saben lo que quiere decir “Edipo”? “El de los pies hinchados”. ¿Entienden lo que le está preguntando la Esfinge? “¡Che, ‘Pies’! ¿Cuál es el animal que a la mañana camina con cuatro pies...?”. ¡Es como “Juan y Pinchame”! ¡Ustedes se ríen pero es increíble! ¡Estuvo miles de años, ahí, y yo nunca lo leí más que en este tipo, que no sé de dónde lo sacó o si lo descubrió él mismo! ¡El tipo se llama “Pies”, en griego! ¡Es increíble! Bueno, ¿se sacrifica lo mejor? ¿Qué pasó en el transcurso de esta época, en la historia del Psicoanálisis? Lo echaron a Lacan del medio psicoanalítico. ¿No se sacrificó lo mejor? ¿No pudieron haber pensado, los psicoanalistas post-freudianos, que era lo que Freud hubiese querido? Complicado, lo del deseo del Otro. Hay que darle una vuelta más. Lacan está todo el tiempo comparándose con Spinoza, que es el judío expulsado de la Sinagoga. A Lacan, también lo expulsan. ¿No creen ustedes que Lacan era de lo mejorcito que había en aquella época? ¿No creen que se lo expulsó por el tema del Nombre-del-Padre? Lacan dice que sí, que se lo expulsó por el tema de ese seminario. Toda la historia del Psicoanálisis dice que no, pero Lacan dice que sí; por eso, no lo dictó nunca más. ¿Y qué dice Lacan, que fue el déficit mayor que Freud dejó en el movimiento psicoanalítico? La noción de “Padre”. ¿No podría decirse que a Lacan lo expulsaron por haber revisado la teoría del padre, de Freud, porque Freud es el “Dios oscuro” del Psicoanálisis? ¿No se habrá sacrificado a Lacan porque se suponía que Freud quería eso? No me parece que sea ‘joda’, ni tocada de violín. Pregunta: [inaudible]. A.E.: Es muy difícil porque esto no se articula párrafo a párrafo si no es con un gran trabajo de cada uno de nosotros. Pero yo te pregunto así, grosso modo: ¿el “soborno” no es lo contrario del “sacrificio”? Tenés que entregar a tu hija, ¿qué hacés? ¿No le das unos ‘mangos’ al ‘chabón’? Lacan rescató a su mujer de las garras del cuartel nazi; ya estaba su mujer en el cuartel nazi y él la fue a rescatar. ¿No pudo haber sido con un soborno? No se olviden de que estamos criticando mucho la función del imperativo moral. Yo discutía esto, con un psicoanalista, en una mesa redonda, y entonces el psicoanalista me decía: “Pero, entonces, ¡¿ cómo se recluta analistas?!”... Está grabado, eh; está grabado. Yo no le dije nada, por cortesía. ¡Los psicoanalistas no se “reclutan”, hermano! ¡Cómo van a “reclutarse” analistas! Les voy a dar la desgrabación de la mesa redonda. Bueno, nos vemos dentro de cuatro semanas.

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