El Embarazo Transformador

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VIVIANA TOBI

EL EMBARAZO TRANSFORMADOR Un programa de preparación para la pareja gestante

A mis hijos, Martín, Dalila y Tomás.

Índice Agradecimientos …………………………………………………………… 9 El movimiento de renacer y transformarse. Prefacio ……………………. 10 Presentación ……………………………………………………………….. 13 Recursos para la transformación. Introducción …………………………. 14 Lo corporal en movimiento …………………………………………………. 14 El movimiento como primera percepción ……………………………………… Los chakras o centros energéticos. Una distribución de nuestra energía vital …… Sugerencias para tener en cuenta en una práctica guiada de movimiento expresivo El yoga como camino para equilibrar nuestras energías ………………………….. Esferodinamia. Cómo moverse sobre un espacio móvil …………………………

La visualización

Algunas propuestas para diferentes etapas del embarazo Sugerencias prácticas

La reflexión, una fuente de cambios

“Bailar es cosa mía”. Autobiografía en movimiento

Capítulo 1. La energía vital de nuestro cuerpo. La dimensión orgánica El saber del cuerpo En posición de elegir Alentar el movimiento

Visualización para soltar ¿Soltar o retener? La salud de nuestro periné Episiotomía no sistemática La alimentación en el embarazo. Construyendo el cuerpo de nuestro bebé La alimentación en el embarazo La alimentación en la lactancia

Estudios de diagnóstico prenatal

Capítulo 2. Los misterios del erotismo femenino. La dimensión sexual La sexualidad como enigma Rol del periné en la sexualidad Mitos en torno a la sexualidad de la mujer embarazada El orgasmo durante el embarazo

El género en el sistema sexual de creencias La vagina hablada

Visualización de la vagina que habla Cuando la vagina tiene la palabra Monólogos de la vagina

Preparación psicocorporal para un parto sexual activo El parto como experiencia psicosexual

Ideas alrededor de las posiciones para parir y la sexualidad

La danza de las hormonas La sexualidad en el posparto Sexualidad y lactancia Visualización de la lactancia La primera vez

Capítulo 3. Cuando las emociones se desbaratan. La dimensión emocional Lo emocional como lo movilizador Lo embarazoso del mundo emocional

Intensidades en un mundo light Visualización del dolor

Emocionarse de dolor El dolor en el parto, de un extremo al otro

La vida emocional

Estados de ansiedad Las fobias Los antojos, esas conductas regresivas El universo psíquico de la mujer en el embarazo Cuándo puede ser necesaria una ayuda psicoterapéutica

Entre el parto ideal y el real

El posparto en el cuerpo

Visualización del posparto

Posparto acompañado “No todo lo que reluce es oro”, o los “blues” no son una depresión

Período de crianza

¿Criar o malcriar?

Capítulo 4. Al encuentro del otro. La dimensión afectiva Las conductas respiratorias El encuentro con el otro El bebé como persona Comunicación prenatal

Preparando el ajuar

La experiencia de mi bebé en el momento de nacer ¿Recuerdan los bebés su nacimiento?

Visualización del nacimiento El masaje durante el embarazo Una comunicación desde el contacto

La pareja y la intimidad Visualización pareja-hijo Ser papá ¿Se puede hablar de parejas embarazadas o gestantes? Ejercicios para compartir cuerpo a cuerpo en pareja El papá, ¿fuera o dentro de la sala de partos?

La construcción del padre

¿Cómo sería la humanidad si fueran los hombres los que criaran a los bebés?

La mujer embarazada sin pareja

Amamantar: acompañar sin imponer Visualización del amamantamiento

¿Es el amamantamiento una elección o un deber? La lactancia no es difícil, lo que ocurre es que los bebés son muy diferentes entre sí

Beneficios de la lactancia materna Masaje al bebé Vitamina T, con t de tocar La mujer y el trabajo durante el embarazo y en el posparto ¡Cuidado: embarazadas trabajando!

Capítulo 5. Estar despiertas. La dimensión cognitiva El camino de los sentidos El miedo al descontrol Soltando la voz

Los modelos y las exigencias Cesárea versus parto vaginal Consejos para evitar cesáreas innecesarias

Visualización del parto de mi hijo y de mi nacimiento como madre Conociendo al obstetra

¿Hombre o mujer? La primera consulta Conversando con el médico. Sugerencias de preguntas para hacerle al profesional La elección de la maternidad

Parirás con derechos

Uso y abuso de los recursos tecnológicos en el parto Predominio del modelo genérico masculino en la práctica médica Algunas cuestiones de peso$ Cuando la relación es asimétrica Propuestas para un posible cambio La asistencia domiciliaria durante el trabajo de parto Psicoprofilaxis transdisciplinaria para un parto humanizado Más allá de un curso preparto Tendencias actuales en el plano internacional La entrevista pediátrica prenatal

Capítulo 6. Dejarse ir a otro mundo. La dimensión mental “Estar en la luna” llena Propuestas para desplegar nuestra capacidad creativa

Recursos para modificar nuestro estado de conciencia

Técnicas de relajación Otros caminos para atravesar las fronteras de la conciencia

Otra mirada sobre el jadeo Visualización del jadeo Dificultades habituales

La danza como camino al éxtasis Visualización sobre el cambio de conciencia inducido por la danza Capítulo 7. El milagro de la vida. La dimensión espiritual La meditación como experiencia mística El milagro de nacer a otra vida Los ritos de pasaje Los ritos en las diferentes sociedades La psicoprofilaxis obstétrica como rito de pasaje

Desear, concebir, embarazarse Visualización de la concepción

Generando una nueva vida en diferentes edades “Después de la primera vez Esperar una nena o un varón. Que sea sanito Por fertilización asistida

Nombrar al hijo Visualización: Nombrando al bebé Los abuelos, el linaje Visualización sobre el abuelazgo Visualización para que hagan los abuelos Cartas a los nietos

Viviana Tobi es Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires, sexóloga y especialista en disciplinas corporales para la salud. Hace treinta años fundó y dirige, en la ciudad de Buenos Aires, un centro transdisciplinario para la salud corporal y psicológica durante el embarazo, el parto y el postparto, Tobi Natal, que ha acompañado a miles de familias a convertir la gestación en una experiencia transformadora para la vida. Participa regularmente en diferentes programas y medios de difusión. Es miembro de diversas sociedades de psicología, sexología y ginecología, y participa de la Red Latinoamericana y del Caribe para la Humanización del Parto y el Nacimiento (RELACAHUPAN). Viaja regularmente a Francia, donde mantiene una relación de intercambio científico con profesionales de ese país, a fin de coordinar esfuerzos para la campaña mundial por un parto respetado. Página institucional de la autora: www.tobinatal.com.ar / Contacto: [email protected]

EL EMBARAZO TRANSFORMADOR

UN PROGRAMA DE PREPARACIÓN PARA LA PAREJA GESTANTE No siempre el embarazo puede atravesarse en “estado de gracia” o de “dulce espera”, pero sin duda hay pocos momentos en la vida de una persona tan transformadores como éste, en el que está en juego nada menos que la vivencia de devenir otro. Porque en esta etapa comienza el proceso de devenir madre, padre, hijo, y es precisamente por este carácter iniciático que la pareja gestante necesita contención y acompañamiento. Ahora bien, ¿cómo encauzar los cambios que se concentran en esta etapa, y luego durante el parto y el puerperio, de modo que constituyan una oportunidad para la superación y el crecimiento personal? En este libro, Viviana Tobi aborda una amplia gama de aspectos: desde aquellos usualmente más tratados – como la relación con el obstetra, la alimentación y la lactancia– hasta los que aún se ven afectados por cierto pudor, como la sexualidad durante el embarazo y después del parto, el rol del padre y la situación de la mujer sin pareja, los avatares de la vida emocional femenina, el significado de elegir un nombre y de inscribir al niño en un linaje. Estos aspectos son considerados desde una perspectiva que concibe a la persona como una totalidad corporal y psíquica: así, la secuencia de los capítulos puede transitarse como un taller vivencial, organizado a partir de los siete centros de energía que representan las dimensiones humanas básicas (desde el plano orgánico hasta el espiritual). El programa propuesto incluye ejercicios corporales y respiratorios (ilustrados con fotografías), visualizaciones, información, testimonios, reflexiones, recomendaciones de profesionales de diferentes disciplinas y un espacio para la producción personal. Fruto de una experiencia de treinta años de trabajo con embarazadas, en colaboración con un equipo transdisciplinario de profesionales de la perinatalidad, este libro busca ofrecer una guía, un repertorio de rituales de acompañamiento, a los futuros padres, mujeres y varones gestantes. Pero también resultará de utilidad para médicos, psicólogos, obstétricas, kinesiólogos, trabajadores corporales, doulas y todos aquellos que deseen ampliar sus perspectivas en la asistencia del embarazo, el parto y el puerperio

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Agradecimientos Quisiera agradecer a todos aquellos que me ayudaron a estar bien despierta para concretar este sueño. A los que me apoyaron con su aliento, me inspiraron con sus ideas y me acompañaron en su realización. A mi compañero, a mi familia y a mis amigos más cercanos. A todas las madres, los padres y los abuelos que me enseñaron con sus vidas el arte de la espera. A los profesionales que conforman el equipo interdisciplinario de nuestro Centro Tobi Natal, y que aportaron sus saberes en muchos de los temas aquí abordados. A quienes guiaron mis primeros pasos en la experiencia del terreno de lo corporal, del conocimiento de los centros de energía, de la sexología, del campo de la psicología y de la prevención en perinatalidad. A todos los que figuran con sus nombres en estas páginas y a quienes, anónimamente, también hicieron posible llevar adelante esta aventura.

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El movimiento de renacer y transformarse Prefacio

Existen pocos momentos en la vida de una persona tan transformadores como lo son el período de embarazo, el nacimiento y el posparto. Son tiempos que se viven con intensidad y en los que todo se pone en movimiento. Se produce un estado de apertura, de riesgo, donde el espíritu se inquieta, donde todo se disloca, cambia de lugar, de forma. Es el momento de dejar morir en uno lo viejo para renacer en lo otro y transformarse. Podemos considerarlos como estados alterados de la vida, término que remite a lo “alter”, es decir a “lo otro”, y que se refiere a los otros nuevos aspectos de nosotros que emergen, a los nuevos estados de nuestra existencia, al otro que llevamos dentro, que, aunque tan próximo, resulta a la vez extraño. Pero la alteración a la que nos referimos también alude a la vivencia de devenir otro. En esta etapa se inicia el proceso de devenir madre, padre, hijo, y además se produce una movilización de la vida de todos los otros que están en relación con aquel que nace y con aquellos que gestan. Por otra parte, la palabra “embarazo” alude a lo embarazoso, a lo confuso, a lo que no permite diferenciación con el otro. A lo que necesitará del parto como experiencia para separarse. Separación del hijo que se tuvo con otro, quien a su vez actuará como soporte de su alteridad. Es una vivencia que puede considerarse iniciática, en la que es posible inaugurar nuevos repertorios de conductas que lleven a una transformación tanto corporal como emocional y espiritual en las vidas de quienes lo transiten. Un buen período para generar un espacio de trabajo con uno mismo durante el cual incorporar recursos que no sólo serán útiles durante el embarazo y el nacimiento, sino también para la vida. Sabemos que una mujer, en el embarazo, cuenta con una apertura de conciencia y una gran sensibilidad emocional, la cual es favorecida, además, por modificaciones hormonales. Sabemos también que esa disponibilidad-vulnerabilidad podría, según sea o no aprovechada, producir cambios saludables o patologías, que de no ser atendidas en forma adecuada pondrían en riesgo su equilibrio psicofísico. Somos conscientes de que no todo el embarazo puede atravesarse en “estado de gracia” o en “dulce espera”, y que las situaciones difíciles con las que muchas veces nos enfrenta actúan como la grieta necesaria para acceder a nuestro ser y disponernos a trabajar con nosotros mismos. Tomemos por ejemplo lo que sucede en el plano corporal. Desde una perspectiva articular ocurre a veces que, en esta etapa, debido al cambio de peso, se acentúan problemas posturales que existían previamente, como la hiperlordosis, que puede generar fuertes dolores de cintura. De ahí que, trabajando sobre la dificultad con ejercicios específicos y tomando conciencia de la repercusión que esta posición tiene sobre el resto de su cuerpo, la mujer se sentirá mucho más motivada a producir los cambios necesarios para resolverla. Es justamente la intensidad del problema la que torna impostergable la búsqueda de soluciones. Este mismo proceso también ocurre en el plano emocional y relacional con todos sus vínculos: ya sea con la pareja, con la familia, con el trabajo y con el entorno social. Es

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común que reaparezcan conflictos pendientes en la pareja, o con algún miembro de la familia de origen, y que tiendan a agudizarse. Si se aprovecha la acentuación del problema para atenderlo, enfrentarlo, pedir ayuda, profesional o no, por medio de conversaciones terapéuticas o con cualquier otro recurso adecuado, es muy probable que el conflicto ceda paso a formas relacionales más saludables que servirán como aprendizaje frente a futuros desencuentros y brindarán al bebé por nacer la seguridad psicológica necesaria para un crecimiento saludable. Además, para su experiencia relacional, la posibilidad de gestar y parir es una gran oportunidad que tiene una mujer de descubrir su capacidad de gestarse a sí misma como un ser generoso hacia la vida. Se abre un nuevo camino en su experiencia: el descubrirse una, junto a los otros seres humanos, que hoy están representados en su hijo. Desde este punto de vista, también el nacimiento de un hijo abre la conciencia de la existencia del otro, y ofrece la oportunidad para construir una experiencia que consolide el espacio ético. Por eso, cuando hablamos del cambio y la transformación en lo corporal, en lo emocional, en lo vincular —en la relación con los otros—, también incluimos la transformación de nuestra relación ético-espiritual con el mundo y la inauguración de una nueva cosmovisión. Por todo lo expuesto consideramos este tiempo de concebir, gestar y dar vida como uno de los momentos más propicios para el movimiento, en todas las dimensiones en que éste pueda manifestarse. No es simplemente un período de transición hacia el parto, sino una etapa fundamental para la construcción de los roles de cada uno de sus protagonistas. El bebé necesita de esos nueve meses de gestación; la mujer, de ese tiempo para construirse como madre, y lo mismo ocurre en el hombre con su rol de padre. Este juego de múltiples transformaciones se despliega, además, con otros, en un escenario social, histórico, transgeneracional, y asume la forma de un “rito de pasaje”, que requiere, para su elaboración saludable, de un marco relacional de contención afectivo que dé confianza a todos sus protagonistas. El contexto grupal en el que se opera esta metamorfosis es de fundamental importancia durante todo el proceso perinatal. Tradicionalmente, las mujeres han ido creando espacios donde elaborar entre pares sus experiencias vitales. Cada cultura organizó un modo de canalizar estas necesidades. Muchas veces, el grupo familiar primario funcionó como marco de contención; mientras que otras veces, algunos rituales colectivos, que han ido perdiéndose, les otorgaron una vía para expresarse. Hoy, nuestra tarea como agentes de salud consiste justamente en llenar el vacío que la pérdida de esos rituales ocasionó. Con este libro queremos transmitir una experiencia compartida a lo largo de más de treinta años con miles de embarazadas, en colaboración con un grupo transdisciplinario de profesionales de la perinatalidad, en una institución privada de la ciudad de Buenos Aires (Argentina). Esta experiencia consistió para mí en la aventura de parirme con otros, como mujer, como madre de mis tres hijos, como facilitadora de múltiples nacimientos, y hoy, como autora de estas páginas.

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Esto significa el privilegio de haber acompañado todos estos movimientos iniciáticos “conmoviéndome” o “moviéndome con” cada una de sus manifestaciones. También la responsabilidad de haber creado una danza con cuya improvisada coreografía fue organizándose esta propuesta que representa nuestro “ritual de acompañamiento”. Ojalá que estos u otros rituales, respetuosos de nuestra condición humana, sirvan para transitar el embarazo, el parto y el posparto, que constituyen pasajes trascendentes hacia la vida. Viviana Tobi

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Presentación Este libro está organizado como un taller vivencial que es posible seguir a distancia a lo largo del embarazo, el parto y el puerperio. Las lectoras y lectores podrán encontrar en él una posibilidad de acompañar las diferentes etapas de este proceso con recursos corporales, psicológicos y cognitivos, ilustrados con el testimonio de las asistentes a nuestros programas regulares ofrecidos en nuestro Centro Tobi-Natal desde el año 1975. Cada uno de los temas será abordado a partir de tres recursos básicos que se desarrollan en la Introducción: el movimiento, la visualización y la reflexión. Con el primero movemos el plano físicoemocional, con el segundo activamos los estados no ordinarios de conciencia y con el tercero facilitamos la elaboración cognitiva de todo lo movilizado. Por otro lado, y para organizar el contenido de los temas de reflexión abordados, y de sus correspondientes capítulos, hemos elegido seguir el ordenamiento de los siete centros de energía que describen los yoguis y que representan las siete dimensiones humanas básicas. Si bien la experiencia que aquí relatamos proviene de contextos grupales interactivos, proponemos como alternativa, la posibilidad de una práctica semanal individual organizada según los siguientes pasos: 1. Movilización corporal energética: Realizar los ejercicios sugeridos en los capítulos 1 a 7 para cada centro. Acompañarlos con diferentes temas musicales, o bien programar una secuencia de una hora con diferentes ritmos, que faciliten la expresión emocional de cada uno de los centros. 2. Visualización: Elegir al azar, o de acuerdo con el momento del embarazo, alguno de los temas propuestos en este libro y seguir la guía de la visualización correspondiente. 3. Reflexión y elaboración: Escribir, dibujar, pintar o poetizar libremente a partir de lo que surja durante la visualización. O discutir, reflexionar con otros afectivamente significativos así como incluir —si se cuenta con un espacio psicoterapéutico— en el marco de la sesión psicológica los contenidos que emergieron durante la visualización. En algunos capítulos se incluye la colaboración de profesionales de distintas disciplinas, quienes abordan las temáticas específicas.

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Recursos para la transformación Introducción

Lo corporal en movimiento Nuestra corporalidad es un sistema complejo en permanente movimiento. Estar vivo es estar en movimiento, es cambiar de lugar acompañando el incesante fluir del universo en el que vivimos. Cuando hablamos de movimiento no nos referimos sólo a la respuesta motora de nuestros músculos, vísceras y nervios, sino también al movimiento de nuestras emociones, sentimientos y creencias, que al igual que las anteriores son manifestaciones de nuestra propia vitalidad. Pero además de dinámica, nuestra corporeidad es esencialmente relacional, ya que se construye con un otro a partir de un espacio-tiempo determinado que incluye también las historias y mitos familiares. Éstos configuran nuestra “historia somática”, con la que damos vida a los personajes de nuestras dramáticas cotidianas. Cuando hablamos de “soma” nos referimos al registro emocional, histórico, social geográfico y cultural que tenemos de nuestro cuerpo en una dinámica de permanente cambio. Movernos somáticamente es poner en marcha todos los aspectos de nuestra corporalidad. Por ese motivo, desarrollar una disciplina que ponga “lo corporal” en movimiento es mucho más que practicar una actividad física y resulta tan potente. Para muchos consiste simplemente en dejar que sus cuerpos se expresen libremente a su antojo. Otros prefieren compartir la experiencia siguiendo las propuestas de alguna escuela determinada. En ese sentido, la Argentina, más precisamente Buenos Aires, ha sido en los últimos treinta años el escenario de un importante movimiento de técnicas corporales o somáticas. Bajo la forma de método, sistema o hasta de terapia, aquellos que protagonizamos este fenómeno hemos tenido la oportunidad de recorrer aquí un camino muy vasto y enriquecedor. Mi experiencia, que el lector podrá encontrar al final de este capítulo —“Bailar es cosa mía. Autobiografía en movimiento”—, resume una búsqueda que, como a tantos otros que me acompañaron, me permitió descubrir la forma de sacar al bailarín que todos llevamos dentro. Si bien el trabajo corporal que realizamos hoy con las embarazadas gira alrededor de los “chakras” o centros de energía, a través de la práctica del movimiento expresivo, el yoga o la esferodinamia es posible percibir las huellas de ese camino transitado con otras disciplinas a lo largo de los años en cada una de nuestras propuestas.

El movimiento como primera percepción

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Para Bonnie Bainbridge Cohen, norteamericana creadora del método de anatomía vivencial denominado Body-Mind Centering, autora del libro Sensing, Feeling and Action (1993), el movimiento es una percepción. En un artículo del libro, traducido al español por Silvia Mamana y titulado: “La acción de percibir”, se dice que de todas las sensaciones el movimiento es: La primera que se desarrolla y, por ello, la más importante para la supervivencia. Así como cada experiencia sienta una base para otras futuras, el movimiento ayuda a establecer el proceso de percibir, y cómo percibimos el movimiento se convierte en parte integral de la manera en que percibimos a través de los otros sentidos.

Considera injusto que la sensación de movimiento haya sido excluida de la tradicional lista de los cinco sentidos por considerársela científicamente no medible. No se encuentran estudios científicos del movimiento que incluyan el concepto de la percepción de la sensación corporal. Los que existen se refieren exclusivamente a la fisiología de determinado ejercicio o al acto motor mismo, desvinculado de la experiencia subjetiva del individuo que percibe. Bainbridge Cohen diferencia el sentir del percibir. El primero se refiere al aspecto más mecánico de la recepción de un estímulo, mientras que el segundo incluye la relación personal que establecemos con él. También nos señala que, de todos los nervios craneales, los nervios vestibulares, responsables de la percepción del movimiento, son los primeros en mielinizarse en el útero, lo que demuestra que cumplen una función más importante para la sobrevivencia que los demás sentidos. Según ella: “Esto indica que aprendemos primero a través de la percepción del movimiento. No sólo el movimiento es una percepción, sino que, al ser la primera percepción de aprendizaje, juega un rol importante en establecer los lineamientos de nuestro concepto o proceso de percibir”. Estudiando la vida intrauterina nos cuenta: En el útero, el bebé percibe el movimiento de su madre como inseparable del propio. Tanto dentro como fuera del útero, estamos registrando el movimiento de la Tierra y el universo, pero hasta que nacemos, o somos separados de ellos, no podemos percibir su movimiento como separado del nuestro.

Para el bebé intrauterino nuestros movimientos resultan vitales ya que le ofrecen información sobre su propio cuerpo, lo cual facilita el desarrollo de sus capacidades perceptivas. Sus propios movimientos generan que establezca contacto con las paredes del útero y el líquido amniótico, y al empujar los órganos de la madre siente que éstos también se lo hacen a él. Este contacto juega un papel importantísimo en la apertura del niño hacia sí mismo. B. Cohen finaliza diciendo: Las experiencias de movimiento y contacto son básicas para descubrir quiénes somos y quién es el otro, y cómo danzamos esta vida juntos... Aprender es abrirnos a la experiencia Las experiencias de movimiento y contacto son básicas para descubrir quiénes somos y quién es el otro, y cómo danzamos esta vida juntos... Aprender es abrirnos a la

16 experiencia de la vida. El abrirse es un acto motor; la experiencia es interacción entre hechos sensoriales y motores. Cuando la experiencia del movimiento es integrada en nuestra educación, nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo cambia.

Los chakras o centros energéticos Una distribución de nuestra energía vital La manera como nos movemos responde a la forma en que nuestra energía vital se distribuye en nuestro cuerpo. Si bien esta energía se halla en permanente cambio, su forma de organizarse determina también de qué modo cada individuo se siente y actúa en este mundo. Si trazáramos una línea media imaginaria que dividiera nuestro cuerpo en una parte superior y otra inferior y observáramos cuál de ambas es la que se encuentra más desarrollada, tal vez podríamos descubrir alguna correspondencia entre nuestra conformación física y nuestras características vitales. Así por ejemplo, comprobar si un mayor desarrollo corporal superior se corresponde o no con el grado de importancia que les conferimos a los aspectos espirituales, intelectuales o afectivos de nuestra personalidad en relación con los de nuestra vida material y de acción. En sentido inverso, también podríamos usar el movimiento corporal como recurso para encarar un proceso de cambio en algún plano de nuestra vida. Los yoguis nos ofrecen una valiosa guía para acceder al conocimiento de esta distribución, por lo general despareja, de la energía en nuestro cuerpo. Con su teoría de los centros de energía y su manifestación psicológica, nos ayudan a organizar una visión más integradora de nuestra somato-corporeidad. Según sus enseñanzas, la distribución de la energía en nuestro cuerpo se halla en permanente cambio. Pero fundamentalmente se centra en ciertas regiones formando torbellinos circulares a los que llaman centros de energía o “chakras”, que en sánscrito significa “rueda”. Describen siete centros de energía principales, alojados a lo largo de la columna vertebral, de cuyo equilibrio depende nuestra salud. A cada centro le corresponde un plexo neurológico vegetativo, el cual tiene a cargo un grupo de órganos, una glándula endocrina y un sector muscular con una porción de piel que lo recubre. Cada uno se relaciona con un nivel de nuestra personalidad y todos se interpenetran. Los chakras no constituyen compartimentos estancos, sino que representan niveles de complejización ascendente que van desde la materia al plano espiritual y que están integrados unos en otros. Imaginemos, como lo describen los yoguis, que en su base se aloja una serpiente — kundalini— que va subiendo en forma de espiral alrededor de nuestra columna y que arrastra consigo las energías del nivel inmediatamente inferior. De este modo, cada centro incluye al anterior y lo trasciende. Y es por eso que desde esta perspectiva podemos encontrar que la dimensión espiritual se nutre de la materialidad del centro bajo y a su vez éste la provee de la energía que hace posible su funcionamiento. Iniciaremos este viaje por las siete dimensiones del ser, desde el chakra bajo hasta el coronario, y describiremos cómo el fluir de esta energía despierta progresivamente a su paso las potencialidades que tenemos para desarrollar en nuestro camino de transformación personal a lo largo del embarazo.

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Los ejercicios para movilizar la energía de cada centro que propondremos están orientados a cargar o descargar la zona de su influencia según ésta se encuentre desvitalizada o con un exceso de tensión. En ambos casos estamos ante un desequilibrio que impide su saludable flujo. Wilhelm Reich (1897-1957), médico alemán discípulo de Freud y reconocido como el padre de las terapias corporales, describió este fenómeno con el nombre de “coraza muscular” al considerarla como el conjunto de rigideces y bloqueos musculares que se producen en algunas zonas del cuerpo y que generan movimientos restringidos, tanto sea por estar muscularmente muy contraídas como por falta de tono. Ambas situaciones provocarían movimientos estereotipados que impedirían al individuo moverse con libertad y disfrutar de la vida. Reich descubrió que estas zonas corporales en la que la energía estaba detenida encerraban emociones que habían sido reprimidas o que, por algún motivo, no habían podido ser expresadas por el sujeto. Comprobó que ciertos ejercicios que relajaban la zona afectada, al descomprimirla, hacían que se liberaran emociones de características similares a las que habían sido reprimidas en su momento. Según Reich, los bloqueos emocionales y los bloqueos musculares, así como la coraza caracterial y la coraza muscular que estos dos producen respectivamente, son funcionalmente idénticos. En La función del orgasmo señala: La coraza caracterológica mostraba ahora ser funcionalmente idéntica a la hipertensión muscular, la coraza muscular. El concepto de “identidad funcional”, que tuve que introducir, no significa otra cosa que el hecho de que las actitudes musculares y del carácter desempeñan la misma función en el aparato psíquico; pueden influirse y reemplazarse mutuamente. Fundamentalmente no pueden ser separadas; en sus funciones son idénticas. (p. 212)

Según esta idea, a un determinado rasgo de carácter le corresponde una determinada tensión corporal, un lugar físico concreto, correlato de aquel rasgo. A partir de esta teoría, el psicoanalista norteamericano Alexander Lowen, alumno de Reich, discípulo de Freud, desarrolla en los Estados Unidos la terapia bioenergética, para la cual diseña una serie de ejercicios expresivos destinados a destrabar las tensiones o corazas musculares que obstruyen el fluir de nuestra energía emocional. Se apoya también en la clasificación que hace Reich de los siete “segmentos o anillos” en los que se descompone dicha coraza: el ocular, el oral, el cervical, el torácico, el diafragmático, el abdominal y el pélvico, pero le otorga además una especial atención al trabajo de las piernas y los pies en su contacto con la tierra. Si bien no se conoce que Reich haya estado en relación con las tradiciones orientales, es curioso que se encuentren tantas similitudes entre una teoría médica psicológica occidental, relativamente tan reciente, y la descripción milenaria que hacen los yoguis sobre la distribución de la energía en siete centros. En nuestra experiencia, el ordenamiento propuesto por la teoría de los centros de energía o chakras nos resulta una herramienta muy apropiada para el abordaje

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somato-psíquico de lo humano, y especialmente para comprender las múltiples dimensiones en que se manifiesta la transformación vital de una persona durante su período de embarazo.

Ubicación de los chakras.

Desde esta perspectiva, los centros, organizados como metámeras o segmentos en el cuerpo, se relacionan con diferentes aspectos o dimensiones de nuestras vidas. Así: ♦ ♦ ♦ ♦ ♦ ♦ ♦

El centro bajo se relaciona con la dimensión orgánica. El centro lumbosacro con la dimensión sexual. El centro medio con la dimensión emocional. El centro cardíaco con la dimensión afectivo-relacional. El centro laríngeo con la dimensión cognitiva. El centro frontal con la dimensión mental. El centro coronario con la dimensión espiritual.

En los próximos capítulos, conoceremos la ubicación de cada centro y su manifestación en el nivel correspondiente de la personalidad, en la vida en general y en la perinatalidad en particular. Propondremos para cada dimensión temas de reflexión, muchos de los cuales serán movilizados a partir de ejercicios corporales localizados por zonas. Su objetivo es actuar como disparadores para abordar cuestiones que quizá puedan colaborar para vivir el embarazo de una manera menos mecánica y permitan así recuperar su significado vital trascendente. La agrupación de estos temas dentro de una u otra dimensión, que podría parecer arbitraria, deja abierto el juego para otras múltiples combinaciones que cada lectora prefiera realizar.

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Sugerencias para tener en cuenta en una práctica guiada de movimiento expresivo Norma Grispi, instructora argentina del Sistema de Movimiento Expresivo por Centros de Energía y colaboradora en nuestro Centro, recomienda siempre en toda actividad corporal expresiva los siguientes aspectos: ♦ Tener en cuenta el placer de moverse. ♦ Elegir una música conmovedora con la que se sienta que el cuerpo puede expresarse. ♦ Incluir los aspectos lúdicos del movimiento. ♦ Utilizar la risa como recurso liberador. ♦ Incluir la voz como una vía más de manifestación corporal. ♦ Pronunciar frases que ayuden a contactarse con las emociones propias y las posibles emociones del bebé. ♦ Fomentar el diálogo con el bebé. ♦ Terminar siempre con una experiencia de relajación, donde se abra la mirada interna. El yoga como camino para equilibrar nuestras energías La palabra “yoga” deriva de la raíz sánscrita “yuj”, que significa “sujetar”, “atar”, “juntar”, “concentrar la atención”, y también “unión” o “comunión”. En ese sentido, es una disciplina que integra todas las fuerzas corporales, emocionales, mentales y del alma, a nuestra energía espiritual. Constituye uno de los pilares de la filosofía india, y su existencia se remonta todavía antes de su sistematización en el siglo III y II a. C. Si bien son muchas las ramas en las que se desarrolla, una de sus prácticas más difundidas en Occidente ha sido la de Hatha Yoga, conocida a través de sus ejercicios corporales en la forma de “asanas”. Las asanas son posturas físicas, que se caracterizan por ir acompañadas de una actitud mental consciente y de una respiración adecuada. Pueden practicarse siguiendo el orden de los centros energéticos a fin de movilizar progresivamente cada zona. Durante el embarazo, seguir una rutina de asanas diariamente representa una ayuda inestimable para el equilibrio de la salud. Cuando no se cuenta con la posibilidad de participar de una práctica grupal asistida, recomendamos construirse la propia secuencia con la guía de un instructor especializado. María Zlotogwiazda y Dalila Wagner, instructoras de yoga de nuestro Centro, nos ilustran a continuación con ejemplos algunas posturas para practicar en el embarazo y otras para el posparto. Su correcta ejecución acompañada de una respiración profunda mejoran las funciones corporales vitales, como la circulación de los fluidos, la respiración y los procesos de eliminación, y permiten aumentar el nivel de vitalidad y de energía. Por otra parte, entre sus muchos beneficios, contribuyen a bajar el nivel de ansiedad, evitar estrés y establecer una comunicación profunda con el bebé.

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Vriksasana o postura del árbol.

Natarajasana o postura del danzarín.

Sarvangasana o postura de la vela (para el posparto).

Halazana o postura del arado (para el posparto).

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Algunas de estas posturas pueden realizarse con la ayuda de algunos objetos auxiliares. Esa ha sido precisamente una de las innovaciones que el profesor indio B. K. S. Iyengar ha incorporado pocos años atrás al yoga tradicional, a través del método que lleva su nombre y al que se distingue en especial por el carácter de fuerza, resistencia y precisión con que se practican las posturas.

Objetos auxiliares: correa, cubo y bolster.

Postura asistida por cubo.

Esferodinamia Cómo moverse sobre un espacio móvil

Postura asistida por bolster.

Postura asistida por correa.

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Bajo esta denominación se conoce el trabajo con los fisiobalones, que ha sido utilizado, entre otras aplicaciones, en actividades lúdicas, para el desarrollo de la movilidad articular, como complemento de posturas de yoga, para tratamientos de rehabilitación kinésica y en psicoterapia. En nuestro Centro, hemos desarrollado con los fisiobalones una práctica específica para el embarazo y el posparto: ♦ Los fisiobalones son enormes pelotas inflables que favorecen el movimiento del cuerpo de la embarazada con una dinámica adecuada a sus posibilidades. ♦ La embarazada encuentra en la superficie esférica una fascinante posibilidad de proyectar sus curvas en un espacio circular. ♦ La redondez y flexibilidad del fisiobalón utilizado como intermediario entre el cuerpo y la tierra amortigua los movimientos y brinda a la mujer la oportunidad de colocarse en posiciones no habituales (boca abajo) sin ninguna incomodidad. ♦ Las articulaciones adquieren mayor elasticidad y preparan el suelo pélvico con una óptima apertura de la zona del periné para el momento del nacimiento.

♦ Desde el punto de vista emocional, moverse sobre los fisiobalones predispone a un estado “oceánico” que se asocia a la vida intrauterina. Esto facilita, por identificación, una íntima comunicación de la mamá con su bebé.

He aquí algunos ejercicios que ilustran el trabajo con los fisiobalones

Abriendo el espacio intercostal.

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En extensión.

Balanceando la pelvis.

Apoyándose en la pareja.

En cuclillas.

Extensión lateral.

Masaje sobre pelota.

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Silvia Mamana, corporalista, colaboradora en nuestro Centro, desarrolló una modalidad de trabajo con los fisiobalones a la que denomina “esferokinesis” para diferenciarla de la esferodinamia, ya que pone énfasis no sólo en trabajar los aspectos posturales, sino también en incorporar elementos expresivos y creativos que permiten enriquecer la experiencia corporal. Según la especialista, los balones brindan una forma diferente y divertida de realizar un entrenamiento integral de acompañamiento de la gestación. Sobre las esferas se puede trabajar gran cantidad de variantes de ejercicios, adaptados a los requerimientos de cada trimestre del embarazo. Agrega que, por un lado, se trabaja la alineación (tan importante durante esta etapa debido a los cambios que se producen en el cuerpo), a través de ejercicios y secuencias que permitan adoptar una mejor postura, tanto en quietud como en movimiento. Se trabajan también secuencias generales para la movilidad articular, la flexibilidad, el fortalecimiento muscular, la resistencia y la coordinación general, y específicas para el registro, el fortalecimiento y la flexibilidad del periné y de las zonas involucradas en el parto. Por el otro, la contención y blandura que proveen las esferas las hace adecuadas para el descanso, la relajación y el aumento de la conciencia de la respiración, y para poner a las futuras mamás en contacto con las sensaciones de su propio cuerpo y con el bebé dentro del útero. Esto les brinda seguridad y tranquilidad, y les permite fortalecer el vínculo afectivo con su niño desde el comienzo del embarazo.

La visualización La visualización es una de las prácticas más poderosas que pueden realizarse durante el embarazo ya que nos permite, con nuestra actividad mental, influir en nuestras funciones fisiológicas. Diferentes investigaciones realizadas con técnicas de biofeedback, en las que se conectan electrodos a la piel de la persona estudiada, demuestran que muchas de nuestras funciones fisiológicas “involuntarias” son afectadas por nuestros pensamientos y emociones de la misma manera que, a la inversa, éstas son capaces de modificar a las primeras. Shakti Gawain, escritora norteamericana autora del libro La visualización creativa, considera que tanto los sentimientos como los pensamientos cuentan con una energía magnética capaz de atraer a otras fuerzas de su misma naturaleza.. Esto hace posible que nos suceda aquello en lo que más creemos o pensamos. Cuando soñamos despiertos y nos trasladamos imaginariamente a la montaña, a la playa o a algún país que nos gustaría conocer, o cuando nos adelantamos a algún

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acontecimiento —como por ejemplo, mudarnos de casa, obtener un ascenso en el trabajo, aprobar el próximo examen o el nacimiento de nuestro hijo—, estamos usando la visualización y aunque no lo hagamos conscientemente estamos contribuyendo a que esa escena sea más posible. Con nuestra imaginación usamos nuestra capacidad de crear una idea, una imagen mental o una sensación y ayudamos a concretar lo deseado. Según esta autora, la visualización creativa consiste en aprovechar nuestra capacidad imaginativa para construir una representación de aquello que deseamos que suceda.

Podemos decir entonces que consiste en pensar valiéndonos de imágenes en lugar de conceptos. Estas imágenes pueden tener dos fuentes: por un lado la realidad objetiva, el ámbito externo, tal como los estímulos que nos llegan a través de nuestros sentidos. Por otro lado, la realidad subjetiva, que es la que construimos a partir de recuerdos, emociones, fantasías o sueños. La clave es que las sensaciones producidas por ambas son, prácticamente, de igual intensidad y actúan con igual efectividad sobre nuestro organismo. Para que la visualización cumpla con su cometido y resulte eficaz, lo fundamental es dejarse invadir y envolver por todas aquellas sensaciones, recuerdos, sentimientos y emociones que surjan a partir de la evocación de una imagen o escena original. Para ello es necesario relajar el cuerpo y entrar en otro estado de conciencia a través de la respiración. Sugerimos entonces primero entrenar previamente alguna de las técnicas de relajación que presentamos en el capítulo 6. El punto de partida siempre será una imagen bien definida, pero no se requiere que ésta haya sido tomada de lo real ni de lo vivido. Se dice que la visualización es una “ventana” al inconsciente personal, ya que no se trata de una experiencia intelectual, aunque sí del orden de lo mental. A la hora de crear una imagen se recomienda que cada uno observe cuál es el sentido que más privilegia en su experiencia perceptiva habitual. Hay personas que son más visuales, otras más auditivas o táctiles, olfativas o kinéticas. Las escenas elegidas deberán contar con descripciones que contengan elementos familiares a nuestro modo de acceder al mundo. Por ejemplo para alguien visual podemos visualizar colores o paisajes, mientras que alguien más táctil entrará en estado más fácilmente al mencionar, por ejemplo, sensaciones como las de la temperatura o las texturas. La visualización ha sido también utilizada con fines terapéuticos. Los doctores norteamericanos Stephanie Matthews–Simonton y O. Carl Simonton, creadores de un programa de entrenamiento para curar enfermedades graves, en la ciudad de Dallas, Texas, escribieron junto al psicoterapeuta norteamericano James L. Creighton el libro Recuperar la salud en el que señalan el valor de la relajación y la visualización en el tratamiento de la enfermedad. Según estos autores, la visualización contribuye a disminuir el miedo, a asumir el control sobre lo que sucede con el cuerpo, a mejorar el sistema inmunológico y el proceso hormonal, a modificar creencias que sean incompatibles con la salud, a disminuir el estrés y a aumentar el sentimiento de confianza y optimismo. Muchas veces, nuestro temor de que algo malo ocurra hace que le dediquemos tanta atención a esa escena, que termina finalmente condicionando que suceda. Por el contrario, las imágenes mentales positivas actuarían como profecías autocumplidas.

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Durante la gestación, esta técnica permite a la pareja empezar a conectarse con su hijo en el plano emocional y vivencial al imaginar, por ejemplo, cómo cambiará su vida con la llegada del bebé o cuál será el lugar en el mundo de ese hijo. Cuando la visualización termina, es fundamental que la mujer vuelva al estado de vigilia a través de una respiración más activa y de estiramientos corporales. Luego relatará o dibujará aquello que ha podido ver y sentir durante la experiencia con el objetivo de descifrarla y procesar los sentimientos que pudieran resultarle inquietantes o atemorizantes. Utilizar una visualización en la sala de parto puede ser de gran ayuda en ese momento tan movilizador. Algunas propuestas para diferentes etapas del embarazo ♦ Primer trimestre: Las imágenes con las que se trabajará estarán relacionadas con la formación y el crecimiento del bebé y con la preparación corporal de la madre para hospedarlo. Imaginar al útero como una casa en la que están por llegar invitados muy queridos y donde todo debe estar preparado para recibirlos. ♦ Segundo trimestre: Entre el cuarto y el quinto mes de embarazo la madre empieza a sentir, por primera vez dentro de la panza, los movimientos del bebé. Imaginar en detalle estos movimientos (un piecito que cambia de posición, una patadita que quizá signifique algo, etc.) podrá ayudarla a conectarse con el crecimiento de su hijo. ♦ Tercer trimestre: Si el bebé todavía no se dio vuelta con la cabeza hacia abajo, imaginarlo girando. Visualizar cómo será el momento del parto, quiénes estarán allí, y cómo será la primera mirada con su hijo. Sugerencias prácticas Teniendo en cuenta que las visualizaciones se realizan en un estado de conciencia distinto del habitual, sugerimos que el lenguaje que se utilice esté organizado según las pautas de nuestro hemisferio derecho, el cual, para expresarse, se vale de imágenes, conceptos abstractos, poéticos y hasta musicales. Recomendamos que sea otra la persona que guíe la visualización o bien que se graben las consignas y luego se las reproduzca en el momento de hacer la experiencia. Pueden también incluirse sonidos o música de fondo, pero con un volumen lo suficientemente bajo para permitir una mayor concentración. La reflexión, una fuente de cambios A lo largo del embarazo, la mujer tiene la posibilidad de producir cambios sobre distintos aspectos de su vida. Muchas veces, sin embargo, se reconoce repitiendo conductas no elegidas, siguiendo mandatos, respondiendo a pautas según los mitos de su entorno. Otras tantas se ve a sí misma oponiéndose a lo conocido, pero haciendo exactamente lo contrario a lo vivido hasta entonces, actuando así más por reacción

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que por elección. Para evitar caer en una u otra alternativa —que no representan más que dos aspectos del mismo fenómeno— y poder elegir libremente su camino, es imprescindible que algunas cuestiones sean sometidas a un trabajo de reflexión. Por reflexión entendemos volver sobre una situación para revisarla y resignificarla. Atravesar por momentos de duda, de incertidumbre, y por cierta cuota de angustia. Puede resultar un camino difícil, pero la presencia de otro ayudará a transitarlo. A veces conversar con la pareja, con una amiga, con un familiar o con un terapeuta facilita el camino de la reflexión. Cuando hablamos de conversar —que significa versar o girar alrededor de algo—, nos referimos a la experiencia de intercambio a través del lenguaje, el cual organiza el universo social en el que vivimos. Entendemos por lenguaje no sólo aquella herramienta que permite hablar sobre las cosas, sino también que éstas sucedan, ya que participantes a volver sobre sí mismos. Es interactivo, porque hace posibles un cambio y una apertura en el proceso de construir conceptos y de crear prácticas nuevas. Silvana Simonassi, coordinadora argentina de grupos de reflexión filosófica, con quien hemos transitado la tarea de pensar muchos de los temas de este libro tomando como referencia diversos conceptos del pensamiento contemporáneo, nos cuenta qué significa para ella el hecho de reflexionar con el aporte de la filosofía. Dice: “Hay momentos en los que dialogar  —en el sentido de  escuchar al otro  y a nosotros mismos— se vuelve un verdadero ‘acontecimiento’. Algo nuevo aparece. En lo ya sabido se abren fisuras, preguntas, se suspende la certeza de lo que creíamos tan seguro; entonces, acontece la reflexión. A veces los otros son aquellos pensadores que, habiendo pensado lo que nos convoca, vuelven a pensar con nosotros. Por eso los espacios de reflexión, y aun más los filosóficos, nos permiten volver la realidad más porosa, menos absoluta. Los pensadores nos interpelan y nosotros a ellos; así es como se vuelven nuestros indispensables aliados para la vida”. Cada uno de nosotros participa de diferentes comunidades que poseen diferentes discursos y que describen y crean, a su vez, distintas perspectivas del mundo. Cuando invitamos a alguien a conversar, estamos construyendo un diálogo para explorar las cosas que tenemos en común, los acuerdos y también los posibles desacuerdos. Es una invitación a compartir experiencias personales, preocupaciones comunes, pero también a evitar polarizaciones en tanto exploremos y aceptemos las incertidumbres y reconozcamos la complejidad del asunto del que se trate. Así es como podemos, finalmente, promover el surgimiento de cosas nuevas. En nuestra experiencia con mujeres y parejas gestantes, los grupos de reflexión han sido una fuente de cambios significativos para sus participantes. Pero es importante diferenciar la reflexión grupal, que se produce dentro de los encuentros conocidos bajo el nombre de psicoprofialxis obstétrica, de la correspondiente a la actividad clínica, que también desarrollamos los psicólogos en la práctica psicoterapéutica de grupo. Si bien ambas comparten características comunes —como la confidencialidad, la cohesión y ciertos principios básicos de la dinámica de su funcionamiento—, sus objetivos y alcances son diferentes. Por lo tanto, algunos de los recursos operativos que se utilizan en una de ellas no son aplicables a la otra.

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Por ejemplo, en los grupos de prevención es común brindar información. Ésta forma parte de la función psicoeducativa que esta tarea cumple, pero no es habitual hacerlo en un grupo tearapéutico. Así también estaría fuera de contexto intervenir en los primeros con interpretaciones psicodinámicas, como si se tratara de una consulta clínica. En los grupos de reflexión con padres preferimos usar señalamientos, y para referirnos a alguna situación conflictiva puntual por la que algún miembro del grupo esté atravesando, elegimos socializar la experiencia utilizando un plural generalizador. El respeto por la intimidad de cada miembro es prioritario. Algunas mujeres, por ejemplo, no quieren compartir con sus compañeras experiencias vividas en partos anteriores o algún detalle de su vida personal. Cada una debe encontrar su propia manera de participar y de construir su pertenencia al grupo. Si bien es responsabilidad del coordinador estar alerta para reconocer cualquier situación de riesgo que pudiera perturbar el buen desarrollo del proceso de mater o paternalización, su función se limitará a sugerir la consulta de un experto que pueda atender la situación de la que se trate. La función de estos encuentros de reflexión es anticipar situaciones cotidianas saludables, propias de las etapas por las que se está transitando, prevenir situaciones de riesgo para la salud psicoemocional de los integrantes de toda la familia y aportar nuevos recursos y diferentes posibilidades para resolver los problemas que pudieran presentarse en los diferentes momentos de esta crisis vital. Incluiremos en cada capítulo algunos testimonios tomados de esos grupos a fin de exponer las diferentes perspectivas sobre cada tema. Esperamos que de la confrontación con las propias ideas surja una reflexión fecunda.

“Bailar es cosa mía”

Autobiografía en movimiento

Recuerdo mi fastidio cuando de niña mis padres hablaban en secreto y, al preguntarles por lo que me ocultaban, para conformarme ellos susurraban al oído: “Qué lindo es bailar”. Yo sonreía y quedaba momentáneamente contenta. Mi abuela, que en aquellas noches nos cuidaba a mí y a mi hermana para que ellos salieran solos, nos tocaba el pandero evocando así con canciones ladinas sus orígenes en Jerusalén, en donde, aun con un padre maestro de las enseñanzas bíblicas, no había sido destinada a poseer el don de la lectura y la escritura. Más tarde, como todas las nenitas de los años cincuenta, en el salón de piano de una profesora de danzas clásicas del barrio de Núñez conocí el tutú soñado. Pero aquel prometido vuelo no llegaría de las manos de mis zapatillas de punta: fueron los bombos al evocar los cantos de la tierra, la que debería pisar como en toda Rayuela para alcanzar el Cielo. La Compañía de Folclore Argentino de Margarita Palacios me introdujo, en la escuela primaria, en “chacareras”, “cuecas”, “gatos”, “escondidos”, salpicados con aristocráticas “gabotas”, con las que me crucé las primeras miradas cómplices de la mano de un caballerito de siete años. Colores, alegrías en la danza de las cintas, en las que nos entrelazábamos alrededor de un palo, iban conformando aquel secreto que me parecía dirigido sólo a mí en aquel “Qué lindo es bailar”.

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A los doce dejaba esos ritmos como respuesta a las notas que despilfarraban entusiasmo en oiras, dapkes, teimaníes de las danzas israelíes —rikudím—, coreografía que hacíamos mezclándonos con acampantes sudorosos. Cuerpos que crecían, y desconcierto ante ese nuevo esquema corporal de redondeces y exuberancias adolescentes. Las mujeres éramos más hábiles a la hora de la coordinación. Ellos, como decíamos con mi hermana, sólo dominaban el “paso del bote”, de un pie al otro moviéndose robóticamente en aquellos primeros aprietes de los bailes de “asalto”. Se hizo necesaria una búsqueda interior que armonizara tanta ebullición sin amordazarla. Patricia Stokoe, argentina de origen británico, creadora de la Expresión Corporal en la Argentina, a fin de los años sesenta me llevaría a descubrir un mundo posible del ser y el bailar mi cuerpo “descoreografiante” y ávido de nuevas sensaciones. Escuchar, ritmar, percibir, acompasar, jugar, expresar, de la mano del músico argentino Carlos Gianni en el piano. Transité también otras disciplinas, la de la Gimnasia Consciente con Irupé Pau, la Eutonía, la Sensopercepción, etc. Los aires universitarios por entonces, sin embargo, quisieron poner nombres a tanta algarabía, y con la carrera de Psicología, en los años setenta, empecé a buscar esa correspondencia entre el mundo de las emociones y el del movimiento corporal. Hugo Ardiles, médico fisiatra, continuador del Sistema de Gimnasia Rítmica Expresiva creado por Susana Milderman, me esperaba en este camino a través del Instructorado de Gimnasia de Centros de Energía. Los chakras fueron la clave para comprender esa íntima relación entre los diferentes niveles de la persona y los segmentos corporales definidos por distribución energética. El cuerpo no era ya sólo movimiento físico, también era energía, conciencia, espiritualidad. Aparecieron las “asanas”, posturas del yoga —que intentaron disciplinar mi poco contemplativo espíritu, hecho para la acción—, y la respiración fue la clave para que todo mi ser empezara a juntarse. ¿Todo? Estaba necesitando que mi cuerpo creara lo suyo más allá de los tres hijos que habían nacido de él entre 1970 y 1980, y la institución Natal, que habíamos creado junto a Diana Wechsler, donde aplicábamos los centros de energía a la atención de la mujer y la pareja que espera un hijo. La creatividad de mi cuerpo emocionado resonaba en la propuesta de Eliseo Rey, docente corporal y artista argentino creador de la Biodinámica Emotiva, cuando me permitió, en su decir de “Bailar es cosa mía”, improvisar hasta sobre un escenario, cosa que siempre supe que no era para mí ya que sólo en mis oídos guardaba el secreto y, por eso, era sólo cosa mía. La mirada del otro era sin embargo un espejo ineludible, y la aparición de un observador impuso en mí la exigencia de la forma, del espacio y de la composición. Fantaseé con emprender algún lenguaje dancístico que domesticara mis desprolijidades. Pero fue inútil más de una clase de danza contemporánea, Barre a Terre, Graham. Recurrí a otras escuelas, como la de danza árabe, flamenco, lambada, salsa y nuestro tango argentino. Hasta transité por algunas artes marciales, como Taekwondo, Aikido o Tai Chi. Las disciplinas “psicocorporales” sin embargo me atraían más, con sus propuestas de psicodanza —luego llamada biodanza—, que experimenté de la mano del chileno Rolando Toro, su creador; la bioenergética; la

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vegetoterapia; el psicocine; el psicodrama; la danza de los cinco ritmos o danza extática; el movimiento auténtico; la hiperventilación. Ninguna de ellas respondía a lo que mi cuerpo buscaba, integrar el arte con el movimiento y la salud, y una puesta a punto de mi estado físico, energético, emocional y espiritual, pero de profunda conexión con los otros. Dando y recibiendo masajes alcanzaba muchas veces ese clímax o tal vez en la intimidad de un encuentro amoroso, pero ¿qué disciplina podría acompañar mi búsqueda? En la segunda mitad de los años ochenta participé de un seminario que el bailarín norteamericano Daniel Trenner daba en la Argentina sobre Contact-Improvisación, disciplina creada en los Estados Unidos por Steve Paxton. La palabra “contact” me producía rechazo por sentirme ya de vuelta de todas aquellas experiencias de contacto y grupos de encuentro que habíamos heredado del movimiento corporalista de la década de 1960 en los Estados Unidos y que disfrutábamos aquí a pleno sol, todavía sin agujero de ozono ni Sida, los argentinos de los años 1979 y 1980, mientras soportábamos el horror de la época de dictadura. Me preguntaba si no sería más de lo mismo, y encima improvisado. Me encontré en cambio con una invitación a la danza que me conectaba a la vez con la tierra y con el cielo, al que podría volar sola o en contacto con otras pieles. Sentí que me integraba al flujo energético del otro, de la Tierra y hasta de todo el Universo, y que eso me permitía participar del caos que me llevaría a ese instante único e irrepetible en que consiste el acto creativo de improvisar. El vértigo del vuelo tuvo que acompañarse con un disciplinado entrenamiento para aprender a “aterrizar”, que en Contact significaba entregar generosa y progresivamente nuestro peso a la tierra. Para que surgiera lo más auténtico de cada uno, fue necesario cultivar la desorientación espacial y desaprender ciertos vicios. Descubrir que nuestros apoyos eran también móviles significaba desafiar una vez más la ilusión de la quietud de la Tierra. La confianza en la entrega de mi peso al otro no debería ser nunca mayor a la confianza en mis propios sostenes. Y cuanto más flexible estuviese, más podría recibir el impacto de la caída de otros cuerpos, o bien del mío, sobre la Tierra. Invitar a alguien a mi danza era entrar en un mundo desconocido por ambos. Escuchar y sentir su respiración exigía haberme detenido antes en reconocer la propia. La comunicación se daría si ambos entrábamos en un estado de escucha profundo y sutil. Temas como la confianza, la entrega, la iniciativa, la capacidad de negarse ante una propuesta fuera del propio tiempo resultaron fundamentales para evitar el riesgo de un accidente. En esto consistieron los encuentros de improvisación o “jams” —nombre prestado del jazz— que se organizaron desde sus inicios hasta nuestros días en diferentes ciudades de nuestro país y de todo el mundo. Hoy, que el movimiento de mis ideas y mis sentimientos continúa desafiándome para seguir creciendo, y hasta ocupa un lugar central en los recursos con los que trabajo asistiendo a otros en el campo de la salud corporal y emocional, sigo sintiendo que la vida es danza y que, más allá de escuelas, técnicas o disciplinas, “bailar es cosa mía”.

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Capítulo 1. La energía vital de nuestro cuerpo La dimensión orgánica La dimensión orgánica se relaciona con el centro bajo o Muladhara. Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico, donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la próstata en el hombre, la vejiga y el recto. Corresponde a aquellos aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su naturaleza animal. Proporciona energía a los demás centros y les da la vitalidad, el vigor y la resistencia que necesitan para poder funcionar saludablemente. En este nivel se producen todos los fenómenos físico-químicos estudiados por la fisiología, que se encargan de mantenernos con vida. Se relaciona, fundamentalmente, con el sistema vegetativo, y es el responsable del buen funcionamiento de todos nuestros órganos vitales. El saber del cuerpo ¿Qué decimos cuando decimos “cuerpo”? Desde una concepción dualista, podríamos responder que aludimos a esa zona de nosotros que puede ser mirada, tocada, medida, estudiada. Nuestro costado material. Y en esa pura materialidad a la que es arrojado, lo que aparece es una extensión que no piensa ni siente ya que tales atributos les son reservados al espíritu, al alma, o a la razón. Es esta última la que se encarga de establecer un saber, una decodificación de ese organismo funcional que es el cuerpo. Lo obliga a adecuarse a nuestras necesidades y requerimientos en tanto sujetos (reproducirse, ser joven, no atravesar el dolor), y el cuerpo, desde su lugar de objeto, casi siempre responde a ellos. Desde esta perspectiva binaria, también podríamos decir que el cuerpo es el lugar donde se manifiestan las emociones, donde se hace visible ese otro aspecto de cada uno que es inmaterial e intangible, un modo de expresión del espíritu o del inconsciente, la representación material de nuestros sentimientos y nuestros pensamientos.

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En cualquiera de los casos, según esta visión el cuerpo queda separado del espíritu y ocupa un lugar secundario respecto de lo que solemos considerar sustancial de nosotros mismos (la razón, el espíritu). Como “no sabe”, lo ponemos en manos de quien “sí sabe”, y es a ese saber racional sobre lo biológico al que le otorgamos las decisiones más importantes de nuestra corporalidad. Pero es interesante destacar que hay otras concepciones acerca del cuerpo. Las tradiciones orientales, como el yoga por ejemplo, integran en una unidad indisoluble cuerpo, mente y espíritu. En Occidente, F. Nietzsche, por ejemplo, tampoco considera al cuerpo como algo subalterno del alma o de la razón, sino como la manifestación misma de la vida. Una vida que no requiere ser mediatizada ni justificada bajo un orden y una comprensión racionales. No necesita ser explicado, ya que es él el que sabe. Y no porque el saber lo tenga el cuerpo en lugar de la razón, sino porque ese cuerpo, que es vida, está más allá de la división con el pensamiento y el espíritu. Se trata de un cuerpo que es pensamiento, y un pensamiento que es cuerpo. Lo corporal, para Nietzsche, es la irrupción de una potencia inapelable. En ese sentido es que el cuerpo tiene mucho que enseñarnos. Desde la perspectiva que estamos presentando dentro de la dimensión orgánica, el cuerpo es una de las formas en que se expresa la materia. Es la materialidad de lo orgánico lo que subyace a todo lo que existe; es el fundamento de todo. El embarazo es un momento en el que el cuerpo se impone y nos convoca a habitarlo. Ejercicios para desarrollar el impulso vital Dado que este centro se relaciona con la fuerza y la vitalidad, los ejercicios que realizaremos a continuación estarán orientados a trabajar e impulsar la marcha, el caminar, el apoyo de los pies sobre la tierra, lo cual habla de nuestro estado en el mundo y de cómo andamos y nos sentimos en la vida. El trabajo con esta región corporal fomenta la toma de conciencia de los diferentes puntos de apoyo, a fin de registrar y mejorar la distribución del peso del cuerpo, con especial énfasis en el talón y los bordes externos de los pies. Ejercicio nº 1. Marcando territorio. Ocupando nuestro propio lugar: Algunas personas caminan casi en puntas de pie, quizá para ocupar menor espacio, por inseguridad, por exceso de idealismo o por tener un escaso contacto con el mundo concreto, como si la materialidad les pesara o les molestara. Este ejercicio apunta a tomar esos lugares que nos corresponden en el mundo, a buscar apoyos firmes, a aprender a pedir y a defender nuestros derechos y a preservarnos de aquello que nos impide ser como somos o como quisiéramos ser.

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Caminando con paso firme.

Caminar con paso firme mientras se observa cómo los pies apoyan alternadamente en el suelo como dejando huellas. Sentir que con la marcha se está marcando el territorio dentro del cual se elegirá el propio lugar donde pararse. Ejercicio nº 2. Plantándose para echar raíces: A este ejercicio se lo conoce como “grounding” dentro de la bioenergética. Su objetivo es lograr una sensación de seguridad, ya que se trata de perder el miedo a abandonarse a la fuerza gravitacional que hace que quedemos como suspendidos en el aire, sin contacto con lo material.

Echando raíces (grounding).

Consiste en pararse con los pies paralelos a unos 20 cm de distancia entre sí, y flexionar levemente las rodillas dejando que el peso del cuerpo caiga sobre las plantas en forma pareja. En esa posición sentir cómo los pies toman contacto con el suelo como si se enraizaran en la tierra. Tomar conciencia de la respiración y sentir cómo se descargan a tierra las tensiones al soltar el aire, y se toma de ella la energía necesaria para el resto del cuerpo al inhalar. Ejercicio nº 3. Para recuperar nuestra naturaleza animal: Si dividimos nuestro cuerpo en una parte inferior y otra superior, encontraremos que la primera es la que se halla en contacto con las funciones más primitivas, menos elaboradas, más vinculadas con nuestra naturaleza animal, como pueden ser el ritmo y los

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movimientos instintivos de supervivencia, que nos producen una sensación de poder y seguridad. Es la zona que ponemos en marcha en el acto concreto de parir, en el que utilizamos toda la fuerza de la vida y de la animalidad que existe dentro de nosotras. Recuerden que no sólo parimos valiéndonos de aquello que sabemos, sino de lo que sentimos visceralmente.

Golpeando el suelo con las plantas de los pies.

Para tener esta experiencia, hacemos el ejercicio de golpear el suelo con fuerza con toda la planta del pie —en especial con los talones— en forma rítmica, cuidando de apoyar tanto las almohadillas como el dedo gordo y los bordes externos. Seguimos un ritmo parejo, como si participáramos de una danza ritual primitiva, y buscamos en cada pisada descargar la energía de nuestro cuerpo acumulada en las piernas. Podemos acompañarnos con música de percusión, como la de las danzas africanas, o con ritmos de otras regiones del mundo. Ejercicio nº 4. Amortiguando con las rodillas: Para que la energía del cuerpo no se bloquee y pueda circular hasta su descarga a tierra por las piernas, es necesario que las articulaciones de las rodillas se encuentren flexibles; esto quiere decir que estén libres y fuertes a la vez.

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Flexionando levemente las rodillas.

Para ello es necesario que, al estar de pie, ambas se encuentren relajadas, y evitar un estiramiento excesivo de las piernas. De este modo le amortiguan a la columna, especialmente a la zona lumbar, y al resto del cuerpo, los golpes que se producen habitualmente en la marcha, al saltar o cuando caemos. Ejercicio nº 5. Fortaleciendo las articulaciones de las rodillas: Para fortalecer esta zona, conviene hacer diariamente algunos ejercicios de flexión de rodillas.

Para fortalecer las articulaciones.

En posición de pie, y tomadas de una barra o una silla, flexionar y extender alternativamente las piernas, acuclillándose y volviendo a incorporarse, entre 15 y 30 veces. Además de favorecer el fortalecimiento y tonificación de rodillas y piernas, estos movimientos contribuyen a flexibilizar los músculos que bordean el periné y que se encuentran en la base de la pelvis.

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Ejercicio nº 6. Ejercicio de elongación: Para compensar el efecto del ejercicio anterior, conviene estirar la zona posterior de las piernas, desde los talones hasta los isquiones, tomándose los tobillos con las manos.

Elongación posterior.

Este ejercicio puede realizarse sentadas en el suelo, extendiendo una pierna primero y la otra después si la panza está muy grande, y buscando elongar la parte posterior de cada una de ellas mientras se hace una exhalación profunda. Ejercicio nº 7. Ejercicio de reflexología. Para estar bien paradas: Nuestros pies representan nuestra manera de situarnos ante la vida. Hacen que nos sintamos o nos vean “siempre en las nubes”, o más “terrestres” y concretos, “patinando” o “dando traspiés” en la vida. Están aquellos “agarrados” que se aferran a las cosas materiales, los que van “con pie de plomo”, y los que van “en puntillas de pie” o no se atreven ni siquiera a pisar. Cada persona expresa una diferente manera de estar en el mundo. La reflexología nos cuenta cómo la salud de nuestro cuerpo-mente se refleja en la planta de nuestros pies. Según ella, en ese lugar se encuentran los centros nerviosos correspondientes a los diferentes órganos del cuerpo, y su estimulación mejora la actividad orgánica así como la circulación sanguínea.

Mapa plantal según la reflexología.

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Puesto que en el embarazo se producen alteraciones profundas en la fisiología de la mujer, masajear por zonas la planta del pie podría colaborar en la prevención de várices al activar el retorno venoso, sobre todo en días muy húmedos, que es cuando las piernas más se hinchan.

Masaje plantal sobre pelotita.

Con una pelotita de tenis ubicada debajo del pie, masajear los diferentes puntos de apoyo. Luego, asentar todo el peso del cuerpo para estimular los centros nerviosos que se encuentran en la planta. Ejercicio nº 8. Ejercicio del guerrero: Se nos ha enseñado a mantener las piernas cerradas, a inhibir nuestra fuerza, a caminar en tacos altos, a no descargar los talones sobre la tierra. Pero todo ello en realidad desactiva el impulso expulsivo, que es primario y que nos pone en contacto con lo más primitivo de nosotras. El siguiente es un ejercicio bioenergético de descarga de las piernas.

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Pateando al aire.

Tirar pequeñas patadas al aire mientras se suelta la voz con un sonido liberador, como los que se usan muchas veces en las artes marciales, a fin de estimular la actitud del guerrero: una actitud activa, alerta y lista para la lucha. Este ejercicio representa el movimiento orgánico de expulsar, soltar y descargar, y sirve para poner en marcha la potencia. Ejercicio nº 9. Para descargarse: Los siguientes ejercicios brindan la posibilidad de descargar la congestión venosa, que se expresa en edematizaciones en las piernas y en problemas circulatorios.

Descargando las piernas.

Acostadas boca arriba con los pies apoyados en la pared y la cola cerca de ella, hacer vibrar las piernas con intensidad dando golpecitos sobre la pared acompañándolos con exhalaciones sonoras. Ejercicio nº 10. Ejercicios expresivos: La mayoría de los ejercicios que hemos propuesto pueden ser empleados, también, para ayudarnos a expresar aquellas emociones que se encuentran contenidas en forma hermética en nuestro cuerpo, ya que hay que tener en cuenta que las tensiones musculares son, la mayor parte de las veces, resultado de sentimientos no expresados o emociones reprimidas. Todo dependerá del objetivo propuesto y del contexto en el que los realicemos. Por ejemplo, si logramos crear un ambiente de intimidad, ya sea estando solas o acompañadas por alguien de nuestra confianza, y pronunciamos una palabra o una frase significativa mientras ejecutamos el ejercicio, pueden aflorar algunas emociones que teníamos guardadas a la espera de ser liberadas. Es el caso de la ira o el rechazo,

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que por no ser socialmente aceptados se nos hace difícil manifestarlos y terminan siendo reprimidos. Tomemos el ejemplo del ejercicio del guerrero arriba descripto, e imaginemos que lo hacemos pateando sobre la cama.

Para liberar emociones contenidas.

Acostadas, con las piernas recogidas y los pies apoyados sobre la cama, golpeamos el colchón alternativamente con uno y otro pie, levantando y bajando las piernas en cada patada. Decimos o gritamos la palabra “no” o “basta” en cada golpe, como rechazando o tratando de deshacernos de algo inaceptable. Lo repetimos varias veces hasta sentir que nuestro cuerpo entra en sintonía con nuestras palabras. Al detenernos, estabilizamos nuestra respiración llevándola a la zona abdominal y percibiendo la movilización energética de los pies y las piernas. Podemos lograr este mismo resultado con los demás ejercicios al repetirlos varias veces y permitir que emerjan aquellas emociones o sentimientos que nuestros cuerpos tan confidencialmente guardan.

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En posición de elegir Como ocurre en todos los planos de la vida, la desinformación y el desconocimiento llevan a una tranquilidad engañosa, y en el caso específico del nacimiento y el parto, a la aceptación pasiva de las condiciones impuestas por el sistema de salud. Sin embargo, la mujer, a diferencia de las demás hembras mamíferas, tiene el derecho de elegir una forma de parir fisiológica, que respete sus preferencias y posibilidades emocionales, familiares y culturales. La pasividad tiene un alto costo en salud psicofísica, que no sólo las mujeres, sino también los bebés, terminan pagando. La pareja, en su embarazo, suele atravesar un período de inseguridad emocional, lo cual influye en su posibilidad de elegir libremente. Pero desarrollar las cualidades de esta dimensión segurizante pueden ayudarla a ocupar el espacio que le corresponde, plantarse en sus derechos, pararse en la realidad del contexto en el que vive y flexibilizarse frente a la aparición de variables que le impidan llevar adelante su proyecto. Es desde una posición firme, pero no rígida, que podemos defender lo que queremos y sentirnos seguras de confiar en nuestras fuerzas vitales. Aprender a elegir la posición para parir es aprender a elegir cómo situarse frente a la vida. La manera como parimos refleja nuestra propia manera de vivir. Tomar conciencia de esto puede conducirnos a aprovechar el tiempo de gestación para reconocer cómo estamos viviendo y concretar los cambios que sintamos que debemos producir. Alentar el movimiento Como veremos en el capítulo 5, existe una diferencia entre el pujo como reflejo expulsivo realizado en diferentes posturas y el pujo con la respiración bloqueada y en posición acostada. Para favorecer la necesidad instintiva de pujar, en lugar de entrenar a la mujer para que se ubique de manera confortable sólo para el médico (acostada o litotomía), debería ayudársela a conocer su propio cuerpo para poder moverse y adoptar aquellas posiciones más adecuadas a su reflejo expulsivo. Alentar el movimiento es confiar en él. Es “no empujar el río” tratando de conducir el parto, el pujo, las relaciones sexuales. Promover el flujo de nuestras ideas, de nuestros cuerpos, de nuestras relaciones afectivas, de nuestros roles, para que nuestra creatividad pueda emerger también como un “reflejo expulsivo”. Visualización para soltar Comenzamos inhalando y exhalando el aire, tratando de registrar especialmente el momento de la exhalación... Lo hacemos una y otra vez hasta sentir que, cuando

41 largamos el aire, con él soltamos un pequeño sonido... un sonido suave, ese sonido que hace el aire simplemente al salir por la boca... una exhalación sonora... La próxima vez le agregamos, a ese soltar el aire con sonido, un soltar las piernas... si estamos boca arriba las piernas se sueltan hacia afuera... y si la posición de boca arriba ya empezara a incomodarnos nos acomodaremos hacia el lado izquierdo... con esa misma idea de soltar el peso... Junto con el cuerpo nos soltamos... Con la próxima respiración ponemos la atención en soltar los pies sobre el suelo... tomando en cuenta qué parte de ellos estamos apoyando o está en contacto con el suelo... La siguiente respiración permite soltar el peso de esos puntos de apoyo de los pies en el suelo... y con la próxima respiración y al exhalar, soltamos el peso de los apoyos de las rodillas en el suelo... y así vamos subiendo con los otros puntos de apoyo de nuestro cuerpo en el suelo... Cada vez que exhalamos, soltamos el peso en ese punto donde ese hueso o esa porción de piel apoya en el suelo... y de ese modo vamos soltando punto por punto... la cadera... la columna o el lateral... los hombros... los brazos... las manos... Soltamos la cabeza sobre la tierra permitiéndole a nuestro cuello descansar de sostenerla permanentemente... Soltamos la cabeza y la entregamos... Ahora vamos a detenernos en la idea de soltar, pero esta vez no sólo el peso de nuestro cuerpo, sino cualquier tensión en cualquier zona que se encuentre... la soltamos, la abrimos, la dejamos ir... reconocemos que ya no nos pertenece... Soltamos así una sensación... y también soltamos la emoción que nos produce... tal vez soltemos una lágrima... tal vez un suspiro... La respiración es nuestra aliada en este soltar... Soltamos la imaginación.... soltamos los pensamientos.... soltamos las ideas... soltamos nuestra capacidad de crear... y nos imaginamos entonces soltando a nuestro bebé en el pujo que lo hará nacer... para lo cual tomamos aire y al largarlo nos imaginamos con tantas fuerzas como para animarnos a soltar a nuestro bebé... lo soltamos porque sentimos la necesidad de separarnos... no nos pertenece... no está ya dentro de nosotras... Y así soltando hacemos nacer a nuestro bebé...soltando emociones, sensaciones... tal vez llanto, grito, fluidos...

Ahora, paulatinamente, con un desperezo con el que soltamos el aire... empezamos a movernos, a estirarnos, a volver a nuestro estado en el que sostenemos a nuestro hijo hasta el momento de nuestro parto y de su nacimiento... ¿Soltar o retener? Durante el embarazo, la mujer suele adoptar posturas retentivas (comprime los muslos como evitando que el bebé se le deslice, camina con cuidado por miedo de caerse, sufre de constipación, sus movimientos son más controlados). Su miedo a la pérdida convierte su capacidad de sostener en un movimiento tendiente a contraer, lo cual muchas veces da lugar a conductas retentivas que le impiden un saludable fluir de su energía y la de su bebé. También intervienen procesos hormonales, como ocurre en la menstruación, que pueden provocar cambios intestinales. La mezcla entre cuestiones hormonales y cuestiones emocionales suele tornarnos o bien más retentivas o bien más expulsivas.

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“Yo siempre fui constipada y en el primer embarazo esa constipación se agudizó. En cambio en este embarazo mi intestino se regularizó, y creo que es porque estoy más tranquila.” Si bien la maternidad es un proceso en el que se aprende a contener física y emocionalmente a un hijo, es imprescindible incorporar conductas que ayuden también a soltar y a separarse de él. Los estados emocionales, aunque de manera no lineal, se encuentran en íntima relación con las respuestas de nuestro organismo. Y como en el embarazo este proceso se acentúa, podemos aprovecharlo para conocernos un poco más. El parto se trata de soltar, pero si nosotras no estuviéramos decididas a hacerlo el bebé nacería de todos modos. Es una negociación entre nuestro hijo y nosotras, son dos procesos simultáneos: él hace su trabajo y nosotras lo parimos. Y parirlo significa soltarlo, separarse. En el parto también intervienen nuestra historia y nuestra estructura de personalidad. Hay mujeres que sienten que nueve meses de gestación es un tiempo demasiado largo y que no ven la hora de “sacarse de encima al bebé”. Si él nace a los siete meses es probable que digan que era él el que estaba “apurado”. Otras, en cambio, prolongarían sus embarazos indefinidamente. En las últimas semanas, suele darse una suerte de juego que podría resumirse en la siguiente frase: “lo suelto o me lo quedo”; es un sentimiento ambivalente en el que querríamos poder hacer ambas cosas a la vez. Pero no hay que asustarse, las emociones nunca son puras, y en algún momento la tensión entre esas dos fuerzas se resuelve. Por supuesto que aquí también interviene la historia del bebé, si quiere salir o quedarse un poco más. En definitiva, un parto no sólo es una experiencia de separación para nosotras, sino también para nuestro hijo: él nace a la vida y de alguna manera nosotras lo expulsamos, porque el pujo es un modo de expulsar, de soltar, de despedir. Comenzar a pensar el parto como una posibilidad de soltar y el embarazo como un aprendizaje para llegar a hacerlo nos permitirá también, el día de mañana, aprender a alentar el crecimiento y la autonomía de nuestro hijo. Ejercicio nº 11. Ejercicios para soltar: Existen ejercicios que sirven para trabajar corporalmente la experiencia de soltar. Uno de ellos es sacudir brazos y manos como queriéndose sacar algo de encima. Otro consiste en golpear con fuerza a un almohadón, pero de un modo relajado a la vez que soltamos un sonido.

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Sacándose algo de encima.

Sacudiendo un almohadón.

También podrían ensayarse movimientos fluidos con todo el cuerpo, usando en especial los brazos, las piernas, la cabeza, el cuello y hasta los cabellos. Todos apuntan a aflojar ciertas corazas musculares —retenciones de energía—, para que no sólo se libere la carga emocional que contienen, sino también el mensaje que encierran. El trabajo con ciertas imágenes (como un manojo de globos que salen volando o la fuerza del agua que circula al abrir las compuertas de un dique) también contribuye al acto de soltar, ya que da una sensación de apertura corporal, en especial en la región del cuello del útero. La salud de nuestro periné El periné, que corresponde al suelo de nuestra pelvis, constituye una parte fundamental de este centro. Efectivamente, los yoguis siempre lo han considerado una región energéticamente muy poderosa. Sin embargo, resulta habitual que las personas no conozcan dónde tienen su periné. Este desconocimiento de una parte anatómica tan fundamental puede obedecer a que su localización no resulta tan accesible a la propia mirada, aunque es más probable que sea porque en él están alojadas las funciones sexuales, histórica y socialmente tan reprimidas. Esta zona del cuerpo, que va desde el pubis hasta el coxis y que conforma el piso de la pelvis, es la sede de nuestro aparato sexual uro-recto-genital. En las mujeres, se encuentra a travesado por tres orificios: la uretra, la vagina y el ano, lo que la torna en un verdadero lugar de pasaje. Pero al mismo tiempo es una zona se sostén, ya que sostiene los órganos contenidos en la cavidad pélvica, así como también a todo el tronco en general. Por otro lado, si bien los órganos sexuales se disponen de manera diferente en hombres y mujeres, el periné es, muscularmente hablando, similar en unos y en otros. La diferencia más importante radica en que el femenino, durante el

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embarazo —en el que el útero aumenta considerablemente de tamaño—, el parto — por el esfuerzo expulsivo que realiza— y el posparto, sufre una gran presión y tensión, que si bien sucede durante un breve período, puede dejar huellas y secuelas importantes. En el siguiente esquema pueden observarse las principales estructuras anatómicas de esta zona y comprenderse el valor que estos músculos tienen para garantizar un buen funcionamiento urogenital.

Periné o suelo pelviano. Fuente: Dibujo de Blandine Calais Germain, de Lámina de “Documentos pedagógicos”, Perineale nº 6.

Más allá del tipo de parto o de si el nacimiento ha sido por cesárea, durante el embarazo el bebé se mueve, crece y se reposiciona, lo que provoca que los músculos pélvicos se estiren y los órganos cambien de forma. Esta presión suplementaria hace que por lo menos el 60% de las mujeres embarazadas padezca de incontinencia de esfuerzo (al toser, estornudar, reírse etc.). Este riesgo aumenta de acuerdo con el tamaño del bebé, la cantidad de partos anteriores, la actitud postural, o la calidad de los músculos del piso pélvico.

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Además, algunas maniobras en el parto –como las de un pujo forzado, la posición acostada, el apuro y un uso indiscriminado de la episiotomía– pueden ocasionar traumatismos en el piso de la pelvis, como los desgarros, las lesiones de ligamentos, de aponeurosis o en músculos superficiales y/o profundos, las cuales pueden originar la incontinencia urinaria habitual o ante esfuerzo arriba mencionada, la retención de orina, así como laxitud en la vulva, vaginismo, dispareunia (dolor en la penetración), incontinencia fecal, estreñimiento y las tan típicas hemorroides posgravídicas. No menos frecuentes resultan los prolapsos o caída total o parcial de los órganos de la pelvis menor, como consecuencia del debilitamiento o deterioro de los medios de sostén. Es de lamentar que estos trastornos sean tan poco comentados y reconocidos hasta por las mismas mujeres que los padecen. Y que aquellas que se animan a consultar a sus médicos no encuentren en los profesionales respuestas favorables a su demanda, por lo que terminan silenciando los síntomas que les impiden disfrutar de su sexualidad y de un saludable manejo de sus funciones fisiológicas. También intervienen en la salud del periné las actitudes posturales y el buen manejo de la función respiratoria, por lo que resulta imprescindible su revisión y reeducación. En el planto preventivo, es necesario corregir hábitos inadecuados que en la vida cotidiana pueden provocar traumatismos del periné, como por ejemplo evitar sobrecargarlo en situaciones de esfuerzo, o con una higiene de vida que estimule hábitos miccionales y de defecación más saludables. Si tenemos en cuenta que, dentro del primer año del posparto, muchas mujeres manifiestan tener dolor en la penetración, falta de deseo y un deterioro en su actividad sexual en general en comparación con la época de prematernidad, y si a ello se suman problemas con la cicatrización de la episiotomía, cambios en su sensibilidad vaginal y dificultades para alcanzar el orgasmo, podemos concluir que la reeducación perineal debería figurar en todo programa de perinatalidad, como de hecho sucede ya en varios países de Europa. Ejercicios del periné Teniendo en cuenta que en el trabajo de parto y en el parto mismo nuestro periné –el suelo de nuestra pelvis– debe contar con la flexibilidad suficiente para estirarse, pero también debe poder relajarse, es importante tener en cuenta algunos ejercicios que pueden realizarse a lo largo de todo el embarazo, en el trabajo de parto y en el parto. ♦ En el embarazo: Es el período en el que la función de sostén del periné está más exigida por el natural peso que ejerce el bebé en forma continua, lo que aumenta considerablemente el trabajo de resistencia que estos músculos deben realizar. A su vez, por el cambio hormonal, este tejido se vuelve menos resistente. Para contrarrestar esta situación y lograr además que en el momento del parto estos tejidos estén flexibles tanto para estirarse como para relajarse, es conveniente practicar regularmente, a lo largo de todo el embarazo, algunos ejercicios específicos. A través de ellos no sólo se obtendrá la conciencia y un

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buen manejo de su funcionamiento, sino que, además, se optimizará el placer en la experiencia sexual. He aquí una primera serie: Ejercicio nº 12. Flexibilización pubocoxígea: Acostada boca arriba con las rodillas flexionadas y los pies apoyados en el suelo, contraer los músculos pubocoxígeos (entre el pubis y el coxis) mientras se exhala, tratando de acercar el coxis al pubis. Hacerlo durante siete segundos y, luego, relajar mientras se inspira en los siete segundos siguientes.

Contrayendo y relajando el periné.

Para evitar contraer los glúteos, es conveniente probar hacerlo también con las piernas recogidas llevando las rodillas al pecho.

Para evitar contraer glúteos.

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Practicarlos en diferentes posiciones para facilitar el registro, especialmente en posición de cuclillas. Repetirlo siete veces.

En cuclillas durante un máximo estiramiento perineal.

Ejercicio nº 13. Ejercicio ante el esfuerzo: Toser fuerte teniendo contraído el periné. Adoptarlo como hábito cada vez que se efectúe algún esfuerzo abdominal. Ejercicio nº 14. Ejercicio de control de la micción: Uno de los ejercicios más difundidos para controlar el funcionamiento de la zona perineal consiste en emitir la orina de a chorritos. Si bien sirve para localizar y manejar voluntariamente los músculos perivaginales, hacerlo varias veces en la misma micción puede alterar el reflejo de orinar, en la medida en que la uretra se ve obligada a reiniciar la micción cuando la vejiga ya no está tan llena, y esto puede perturbar su mecanismo haciendo que queden restos sin descargar que, a la larga, podrían producir infecciones urinarias. Por lo tanto, aconsejamos practicarlo deteniéndose sólo una vez, al principio de la micción, cuando se tienen ganas de orinar, cuidando luego de descargar totalmente la vejiga, y no hacerlo más de una vez al día. En realidad, se trata de vitalizar dicha musculatura a fin de adecuar su tono, tanto para la relajación como para la fuerza, para que en el momento del pujo se utilice de manera consciente y activa. ♦ Durante el preparto: Como preparación para el período expulsivo, en el que el periné corre más riesgos de deteriorarse, recomendamos: Un masaje que lo torne más flexible, y ayude a familiarizarse con la sensación de estiramiento. Para ello, recorrer con dos dedos juntos los labios externos y el

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contorno de la vagina. Realizar un movimiento de vaivén estirando el tejido, los músculos y la piel del periné. Evitar presionar el orificio de la uretra para prevenir cualquier posible infección urinaria. Puede utilizarse una crema o bien un aceite de almendras cuidando que las manos estén bien limpias. Conviene iniciarlo seis semanas antes de la fecha probable de parto. Se sugiere compartirlo con la pareja. Baños de inmersión o de asiento: Ya sea en la bañera o haciendo un baño de asiento con agua tibia, en el período previo al expulsivo. Paños calientes: Un paño caliente, húmedo o seco, apoyado en el periné también puede servir para relajar estos músculos. ♦ En el parto: Ejercicio nº 15. Se recomienda la posición vertical, y en especial la de cuclillas, con la que se amplía el diámetro pélvico. Además, en esta posición el peso del apoyo de la cabecita del bebé se reparte en forma pareja, lo cual previene desgarros perineales.

Maqueta de pelvis con la cabecita del bebé coronando.

Recordar que los pujos en expiración son los menos traumáticos para el periné y dejan que el útero actúe en forma refleja.

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Posición para el parto en cuclillas asistida.

Tener en cuenta que si se está bajo efecto de la anestesia peridural, este reflejo se verá disminuido y será necesario apelar al pujo con respiración bloqueada, que si bien puede resultar más efectivo, genera una excesiva presión sobre el periné. Orientación del pujo: Si no se ha perdido la sensibilidad, tratar de orientar el pujo hacia adelante, es decir hacia el periné anterior, ya que el recorrido del bebé no es recto sino curvo. Dejar de pujar: Detener el pujo si la partera considera que en cierto momento eso puede proteger un poco más el periné. RECUADRO LATERAL Episiotomía no sistemática Es recomendable conversar con el médico sobre el uso rutinario de la episiotomía, dado que, a partir de las últimas investigaciones, se ha comprobado que ésta no previene desgarros, sino que, por el contrario, ella misma puede ser la responsable de lesionar el periné. ♦ Durante el posparto: Pueden realizarse algunos primeros ejercicios de contracción y relajación perineal ya en los primeros días después del parto. Pero deben ser hechos con suavidad y no más de siete veces por vez distribuidas a lo largo del día. Durante las dos primeras semanas del puerperio, en las que el periné está recuperándose de las consecuencias del estiramiento al que fue sometido en el

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parto, hay que evitar las posiciones verticales de sobrecarga o cualquier esfuerzo que pueda presionarlo. Sobre todo el que se produce al alzar objetos pesados o el generado por la presión que le ocasionan los abdominales al contraerse fuertemente. Es recomendable por lo tanto, si se realizan ejercicios abdominales, mantener contraído todo el suelo de la pelvis mientras se los practica. También conviene que el esfuerzo abdominal vaya efectuándose en forma progresiva hasta completar las seis semanas posteriores al parto.

Tonificación del periné en el posparto en posición invertida.

Ejercicio nº 16. Luego, los ejercicios consistirán en contraer y relajar la musculatura perineal como si se estuviera reteniendo y soltando alternativamente la orina, buscando posiciones invertidas que lo liberen del peso que ejercen los órganos sobre toda su superficie a causa de la fuerza de gravedad. En caso de episiotomía, una compresa fría puede calmar el dolor. Una vez cicatrizada se puede masajear la zona afectada con aceite de almendras o alguna crema que ayude a ir recuperando progresivamente su sensibilidad. La alimentación en el embarazo Construyendo el cuerpo de nuestro bebé Si tomamos en cuenta que construimos materialmente nuestro cuerpo con lo que comemos, el embarazo es una excelente oportunidad de revisar nuestros hábitos alimentarios, ya que de ellos dependerá nuestra salud y la de nuestro bebé.

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Según la médica nutricionista argentina Graciela Bianco,* autora del libro Nutrición a conciencia, “para esta tarea de construir el bebé, la mamá necesita formar nuevas estructuras como lo son la placenta y el líquido amniótico. Además, debe ampliar órganos como el útero y las mamas y aumentar la cantidad de sangre y hormonas circulantes. Todo esto hace que la ganancia de peso al fin del embarazo se distribuya de la siguiente manera: Nuevas estructuras

Feto.......................................3,500 kg Placenta.................................0,600 kg Líquido amniótico...............0,800 kg

Estructuras incrementadas

Útero......................................0,900 kg Mamas....................................0,400 kg Líquidos de retención Por hormona.........................1,500 kg Sangre.....................................1,200 kg Total........................................10 kg**

La distribución de la ganancia de peso en el tiempo es aproximadamente de 2 kg en el primer trimestre, en el cual se forma la placenta. En el segundo trimestre el bebé es el que más crece, produciendo una ganancia de 5 kg de peso. Y en el último trimestre se suman 3 kg para completar el desarrollo del bebé y del líquido amniótico que lo protege y le permite moverse”. Susana Zurschmitten, nutricionista argentina, autora del libro Sanarnos mediante la alimentación, dice: “La nutrición es la medicina preventiva por excelencia.... Es el pilar fundamental donde se apoya la salud y la posibilidad de crecer sanamente para desarrollar a pleno las funciones físicas, mentales y espirituales”. Pero lamentablemente, en el embarazo la preocupación por lo general ha estado orientada a medir la cantidad más que la calidad de aquello que ingerimos. De hecho, hasta no mucho tiempo atrás se alentaba a la embarazada a “alimentarse por dos”, y hoy la mayoría de mujeres, ya sea motivadas por la tendencia de una moda de la delgadez o por presión de su médico, siguen muy de cerca su aumento de peso con dietas que las ayuden controlar la cantidad de las calorías que consumen, pero descuidando muchas veces su valor nutricional. Pero más allá de lograr manejar el tema del sobrepeso, de fundamental importancia —sobre todo para quienes cuentan con antecedentes de obesidad u otros desórdenes metabólicos—, sería importante que este período sirviera para incorporar hábitos de alimentación más saludables. Tengamos en cuenta que no sólo se están creando las bases de la alimentación del hijo por nacer, sino las de todo el grupo familiar.

* +Quiero rendirle aquí mi homenaje ya que a ella le debo aprendizajes muy valiosos que me ayudaron a

incorporar a mi vida hábitos de alimentación más saludables. ** La diferencia para llegar a los 10 kg obedecería a causas variadas, entre las más comunes la retención de

líquidos. [N. de la A.]

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Por eso, revisar nuestro sistema de comidas dentro del de nuestras vidas es una responsabilidad para ambos miembros de la pareja gestante. En ese sentido, es conveniente dedicarles algún tiempo al planeamiento, la elaboración y la degustación de nuestras comidas. Seleccionar los alimentos que pondremos en nuestro carrito del supermercado puede ser el primer paso para contar con los nutrientes que necesitamos. Aprender a combinarlos por sus propiedades para su mejor aprovechamiento, así como por sus colores y sus texturas resulta tan importante como crear un ambiente confortable, apacible y atractivo para comerlos. Hay que considerar que todos los sentidos están involucrados en la experiencia; por lo tanto, comer despacio es la mejor manera de disfrutar no sólo el sabor de cada bocado, sino su aroma, su textura y su color. Seamos conscientes además de que de este modo estaremos satisfaciendo y nutriendo también a nuestro hijo. Incluimos a continuación la información que brinda la licenciada Zurscmitten sobre “alimentación saludable” en los talleres para embarazadas, como parte de nuestro programa para parejas gestantes.

La alimentación en el embarazo Susana Zurschmitten

La alimentación en el embarazo cumple una función fundamental en la salud de la mujer y de su niño antes de nacer. Así como una dieta equilibrada contribuye al sano crecimiento del bebé, también ayuda a la futura mamá a mantener un buen nivel de energía tanto en el embarazo y en el parto, como en el período posnatal. Es muy importante que en esta etapa la madre cubra los requerimientos nutricionales propios y de su hijo, ya que los cuidados adecuados pueden evitar o disminuir el riesgo de parto prematuro o de bajo beso. En el caso de las adolescentes, estas medidas deberán ser aún más respetadas para lograr los dos objetivos: un niño bien nutrido y una mamá que pueda seguir su desarrollo fisiológico normal hasta la madurez. ♦ El peso Es necesario mantener un peso equilibrado. Si se ha partido de un peso superior al ideal no será ahora el momento de hacer dietas muy estrictas, que resten nutrientes necesarios, tanto a la madre como al niño. Si éste es el caso, se deberá continuar el embarazo con una dieta equilibrada, y principalmente completa, para lo cual habrá que evitar los alimentos calóricos y con pocos nutrientes. El aumento de peso nunca deberá ser inferior a 6 kg durante el embarazo. Si se partió de un peso normal, la regla práctica de 1 kg por mes es un buen parámetro. ♦ Los nutrientes necesarios El organismo de la madre necesitará una cantidad mayor de proteínas, presentes en las carnes, los huevos, los lácteos, las legumbres, entre ellas la soja. La soja aporta proteínas completas con la ventaja de su naturaleza vegetal, por lo cual no contiene grasas saturadas ni colesterol. Sin embargo, no es muy aconsejable exagerar su consumo. Una o dos veces por semana sería lo adecuado, especialmente en el caso de las mamás vegetarianas.

53 El bebé se alimenta de glucosa, la que pasa a través de la placenta, por lo tanto es fundamental que la mamá incorpore alrededor de 170 grs de hidratos de carbono diariamente a fin de evitar la aparición de un estado llamado cetosis, proceso por el cual las grasas se transforman en glucosa cuando hay carencia de ella, lo que puede dañar el sistema neurológico del bebé. Esta cantidad de hidratos se cubre con el pan del desayuno y de la merienda, las frutas, sus jugos, las verduras y los cereales. Es beneficioso tener en cuenta la selección de hidratos de carbono: aquellos integrales (como el arroz integral, los cereales de desayuno, el pan integral) aportan, además del almidón, minerales y vitaminas; entre las vitaminas, las B1, 2, 3, 5, y entre los minerales fósforo, hierro, potasio, en especial, además de selenio, manganeso, cobre y zinc, entre otros. Se pueden evitar los azúcares blancos y consumir en su lugar azúcar integral, que aporta minerales y fibra. En este período de crecimiento, el bebé utiliza las grasas en sangre de la madre, que pasan a través de la placenta. Por esta razón es importante la calidad de esas grasas, que deben ser vegetales (aceites de primera presión en frío, algunas frutas secas como ser almendras, nueces, avellanas, y también semillas, por ejemplo de girasol o de sésamo). Respecto de las grasas animales, la mejor de ellas la constituye el pescado de mar, que aportará ácidos grasos Omega 3, esenciales para el desarrollo neurológico del bebé. Algunas investigaciones recientes confirman el beneficio de estos ácidos grasos durante el embarazo. Por un lado, constituyen un elemento fundamental en el desarrollo del sistema nervioso, y por otro disminuyen el riesgo de padecer algunos tipos de cáncer en el transcurso de la vida del niño. Por lo tanto, es sumamente beneficioso el consumo de pescado de mar durante el período de gestación. ♦ Los minerales El hierro es otro nutriente que debe cuidarse. La anemia es frecuente en el embarazo; si bien hay una tendencia a la disminución en la concentración de glóbulos rojos por aumento del plasma. Es necesario diferenciar esta situación normal de la verdadera anemia, dada por la baja cantidad de hemoglobina. La absorción del hierro aumenta durante el embarazo al igual que la utilización del depósito materno de hierro. En la segunda mitad del embarazo la necesidad se incrementa porque se deben completar las reservas fetales para los primeros meses de vida, ya que la leche materna no aporta mucho hierro. Por lo tanto, se deberá aumentar el consumo de hierro, de ahí que lo más usual sea que el médico o la nutricionista aconsejen un suplemento de este nutriente. De todas maneras, es sumamente útil enriquecer la dieta con carnes, lentejas, porotos, frutas secas y verduras como berro, radicheta, espinaca, escarola, nabo, repollo, akusai y frutas desecadas. El incremento de vitamina C a través de cítricos y verduras crudas mejorará la absorción del hierro de fuente vegetal. El consumo de calcio también debe aumentarse. Si la madre ingiere lácteos deberá incrementar la cantidad de acuerdo con el consejo del profesional tratante; pero si no los tolera, deberá consultar para poder asegurar un buen aporte diario, necesario tanto para preservar su salud como para el normal desarrollo del sistema esquelético del bebé. El yodo es muy importante para el desarrollo mental del niño. En nuestro país, la sal común de mesa contiene yodo por una disposición explícita del Ministerio de Salud Pública, por lo

54 que resulta conveniente consumir este tipo de sal. En caso de usar sal marina, se recomienda observar que en el rótulo se especifique que se trata de sal rica en yodo. El zinc también debe tenerse en cuenta y garantizar un buen aporte de este mineral a través de alimentos fuente, como son la avena, los alimentos de mar, las carnes, los hongos y las semillas de calabaza o zapallo. El magnesio, que se encuentra en las legumbres y la soja, las almendras, las avellanas, los copos de avena y las verduras verdes, es otro de los minerales que no deben faltar en la dieta de la embarazada. ♦ ¿Y las vitaminas? El requerimiento de vitamina A también se ve incrementado en esta etapa. Recordemos que esta vitamina se encuentra en dos formas: como vitamina A en alimentos de origen animal (lácteos) y como provitamina en los de origen vegetal, y que es posible identificarla en aquellas verduras y frutas de color amarillo, naranja y verde oscuro (zanahoria, calabaza, acelga, espinaca, remolachas, duraznos, damascos y melón, entre otras). Las fuentes vegetales son mejor toleradas y no reportan riesgos en caso de excesos. El incremento de frutas y verduras ricas en Beta Carotenos disminuirá el riesgo de estrías y asegurará una piel elástica, flexible y humectada. Es habitual la carencia de vitamina B1; por eso, para mejorar su ingesta deben consumirse cereales integrales, que además, aseguran el aporte de vitamina B2 (levadura de cerveza, arroz integral, pan y galletitas integrales, harina integral, avena). Es útil aumentar el aporte de la vitamina B6, cuyo requerimiento se encuentra incrementado. Los cereales integrales, el germen de trigo y la levadura de cerveza son ricos en vitaminas B. Cuando hay náuseas y vómitos, la vitamina B6 puede colaborar en la reducción de estos síntomas. Se puede enriquecer la dieta diaria con germen de trigo, que aporta vitaminas B y E, un excelente antioxidante. Además, esta última mejora la elasticidad y lubricación de la piel. Una especial recomendación es asegurar el aporte de ácido fólico, por un lado, para evitar la anemia de la madre, y por el otro para garantizar el normal desarrollo del niño. Esta indicación es especialmente válida para las mujeres que están planificando su maternidad, ya que el feto necesita del ácido fólico en sus primeras tres a cuatro semanas de vida primordialmente. De todas maneras, en la actualidad se enriquece la dieta con 400 mcg de ácido fólico durante todo el embarazo para evitar la deficiencia materna, ya que lo necesita para la síntesis de glóbulos rojos, el crecimiento del feto y la síntesis de ADN. En el caso de que la mujer haya tomado anticonceptivos recientemente debe asegurarse un aporte extra de ácido fólico, ya que estos medicamentos dificultan su absorción y aumentan su degradación a nivel hepático. La vitamina B12 es fundamental para el desarrollo neurológico y el crecimiento del bebé, y su requerimiento se cubre en el niño exclusivamente por la dieta de la madre. Por lo tanto, es muy importante asegurar su aporte en la alimentación materna durante el embarazo y la lactancia.

55 En general, si la mamá come carnes, ya sean rojas o blancas, huevos y lácteos, no corre riesgos de carencia. En cambio, las mamás vegetarianas pueden estar, sin saberlo, bajo el riesgo de no poder cumplir con los requerimientos de su hijo. Aquellas mujeres que incluyan lácteos y huevos deberán asegurar una dosis diaria de estos alimentos. Y aquellas mamás que no consuman ni lácteos ni huevos, por ser vegetarianas vegan, deben asegurar el aporte de esta importante vitamina a través de cereales enriquecidos, leches de soja enriquecidas y un suplemento que aporte la vitamina en su forma activa. La vitamina D es otro nutriente que debe incrementarse para asegurar la absorción y el metabolismo del calcio; encontramos esta vitamina en los pescados, la palta, y fundamentalmente a través del sol, que permite su síntesis endógena. Las fibras son esenciales para mejorar la flora intestinal y, con ello, las defensas naturales del organismo. Su consumo diario favorece la diaria evacuación intestinal, y reduce el riesgo de hemorroides y divertículos. Las fibras aumentan la viscosidad y el volumen de las heces, así como el peristaltismo, y ayudan a una correcta eliminación de toxinas y residuos. El estreñimiento crónico, facilitado en los últimos meses por la presión ejercida por el bebé sobre la matriz, dificulta mucho la circulación y favorece la aparición de várices. La fibra debe consumirse con cuidado cuando hay gastritis, úlcera, divertículos que causan dolor, hernia hiatal y cálculos vesiculares. En el caso de las personas que no acostumbran incluirlas en la dieta, es importante hacerlo de a poco para evitar inflamaciones innecesarias. ♦ Los antinutrientes La acción perjudicial que ejerce el alcohol sobre el niño es un dato comprobado. Por lo tanto, su consumo deberá evitarse. Un vaso de vino ocasional no producirá daños al bebé; sin embargo, como no se ha determinado un nivel de ingesta sin riesgo, es más seguro no beber alcohol durante el embarazo. El café, el té, el chocolate, las bebidas cola, el guaraná, contienen cafeína, la que actúa como estimulante nervioso. En el embarazo su acción en la sangre se hace más extensa; sabemos que fuera del embarazo el efecto dura ocho horas. Cuando se abusa de la cafeína, se incrementa el riesgo de un parto prematuro o un bajo peso al nacer. Sin embargo, un consumo de una o dos tazas de café o té por día no dañarán al bebé. Un buen sistema es reducirlo siempre: si se toman varias tazas por día, elegir una o dos pequeñas; si se toma menos, es más fácil reemplazarlo por otras bebidas más adecuadas. El té también contiene cafeína, aunque su absorción es menor que la del café. El té verde contiene más antioxidantes y menor cantidad de cafeína. Las bebidas cola, además de contener este estimulante, no aportan ningún valor nutricional; por el contrario, irritan las mucosas, disminuyen las defensas y aumentan el requerimiento mineral. Por lo que es mejor no optar por ellas, o elegir aquellas bebidas a base de limón. La malta de cebada tiene una propiedad lactogénica. Esto significa que aumenta la producción de leche materna. Por lo tanto, es muy adecuada durante el embarazo y la lactancia. El hábito de fumar incrementa el riesgo de tener un bebé con bajo peso, así como también el de un parto prematuro, un aborto espontáneo y otros problemas.

56 El cigarrillo disminuye la capacidad de transporte de oxígeno; además, produce vasoconstricción, lo cual dificulta el flujo de sangre y nutrientes por la placenta; todo esto significa que el bebé verá restringida su nutrición. La vitamina B12 y el zinc tienden a estar en menores concentraciones en fumadores. Y sabemos que la vitamina C necesita ser aumentada cuando se fuma. Lo que es más importante, se ha hallado asociación entre bajos niveles de vitamina C en sangre y baja ingesta de esta vitamina, con una mayor frecuencia de bajo peso al nacer. Por lo tanto, se aconseja abandonar este hábito, tanto durante el embarazo como en la lactancia, y aumentar el consumo de vitamina C. Es un pequeño esfuerzo que dará grandes frutos: mejor salud para la mamá y para el niño. Los edulcorantes deberán restringirse también; es mejor utilizar azúcar integral, o miel o fructosa, y evitar el consumo de productos que los contengan. Cuantos menos químicos ingresemos en el organismo, mejor calidad de nutrientes aportaremos a nuestro bebé. Y, fundamentalmente, es bueno tener en cuenta la importancia de la nutrición, que si bien es esencial en todos los períodos de la vida, en el embarazo cobra mayor importancia porque debe cubrir las necesidades tanto de la madre como del niño. Por eso, no dude en consultar con su médico o buscar el consejo de un especialista en nutrición, que pueda aclarar sus inquietudes y guiarla en esta etapa. La recompensa será doble: la enorme satisfacción de ver a su bebé saludable y un estado de bienestar personal, para disfrutar de la maternidad plenamente.

La alimentación en la lactancia Susana Zurschmitten

Durante este período, la alimentación de la madre se asemeja a la mantenida durante el embarazo, con la diferencia de que deben aumentarse los nutrientes para cubrir los requerimientos de esta etapa, necesarios para la síntesis de la leche. En el caso de no cubrirse tales requerimientos, la leche continuará siendo de buena calidad y en la cantidad suficiente, pero la madre sufrirá las carencias resultantes. El estímulo para la secreción lo da la frecuencia de mamadas. En general, la cantidad de secreción láctea diaria es de aproximadamente 750 cm3. De allí surge que es muy importante el consumo de agua o jugos naturales de frutas. Hasta la reinstalación de la menstruación normal no habrá pérdida adicional de hierro, por lo cual, sumado a la baja concentración láctea de este mineral, su demanda no es tan elevada. En caso de sobrepeso, deberá considerarse que no es éste el momento ideal para hacer una dieta de bajas calorías; en cambio, es posible cuidarse, ya que debido al requerimiento aumentado es más sencillo bajar de peso, pero siempre teniendo en cuenta las necesidades nutricionales del momento. Es recomendable, como en el embarazo, eliminar las bebidas alcohólicas y la nicotina, porque entran vía placenta durante el embarazo e influyen luego sobre el volumen de la secreción láctea. El café y las bebidas cafeinadas deben restringirse, así como también los edulcorantes artificiales.

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♦ Efectos de la alimentación materna sobre el bebé Durante la lactancia la dieta de la madre debe ser completa y variada. Con esto se logra: - Estimular el sentido del gusto: A través de la leche, el niño se acostumbra más rápidamente al sabor y al aroma de los alimentos, ya que ésta toma distintos gustos según la alimentación materna. En consecuencia, comienza a desarrollar también su capacidad cognoscitiva. - Estimular la síntesis de las enzimas necesarias para la digestión, lo cual redundará en una mayor maduración digestiva y menor riesgo de intolerancias - Facilitar la aceptación de las papillas, porque estará más familiarizado con el sabor de los alimentos. ♦ Los alimentos que pueden ocasionar molestias al lactante No está comprobado científicamente que existan alimentos causantes de cólicos o diarreas en el niño; de todas maneras aconsejamos que algunos de ellos —como ser el coliflor, la cebolla, la pera y la ciruela— se prueben antes en pequeñas cantidades y se observe si el bebé, al tomar la leche, hace muecas, toma menos o se niega a tomar. ♦ Alimentos que saborizan la leche Algunos principios activos en los vegetales son tan pequeños, que pasan a través de la mucosa digestiva sin descomponerse y luego penetran en la composición láctea. Estos principios activos dan sabor a la leche y pueden producir el rechazo del niño. Algunos de los alimentos a tener en cuenta son: ajo y cebolla, coliflor, alcaucil, pimientos, espárragos, apio, especias picantes y condimentos fuertes. El consejo es alimentarse sanamente, con variedad de frutas y verduras, cereales integrales, buena cantidad y calidad de proteínas (huevos, lácteos, carnes), algunas frutas secas como almendras y nueces, y aceites de buena calidad. Y recordar que, además de la leche, el bebé toma de la madre ese contacto y amor que necesita para desarrollarse sana y plenamente. Por esta razón es importante que esos momentos que comparten sean realmente disfrutados por ambos.

Estudios de diagnóstico prenatal Teniendo en cuenta que esta dimensión orgánica está también relacionada con la constitución material de nuestro cuerpo-mente, consideramos necesario incluir aquí las variables genéticas y hereditarias que intervienen en la gestación de una nueva vida. Querer tener “todo bajo control” es el signo de nuestra época. De acuerdo con las estadísticas, el 60% de las embarazadas mayores de treinta años se realiza análisis genéticos, pero también muchas mujeres jóvenes lo hacen. Algunas parejas toman esta precaución no necesariamente para interrumpir el embarazo en caso de estar gestando un bebé que no sea sano, sino para prepararse a recibirlo. En general, las motivaciones son muy diversas. Pero no siempre los integrantes de la pareja comparten el mismo criterio, por lo que conviene conversar a cerca de esto mucho tiempo antes del embarazo. Las decisiones deben tomarse de a dos. Cada mujer puede convivir con la incertidumbre de mejor o peor manera, con mayor o menor ansiedad.

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Hoy se cuenta con tantas herramientas para prevenir o tratar posibles anomalías, que las personas sienten la responsabilidad de anticipar un diagnóstico precoz. Es así que si bien un estudio genético sólo está indicado en personas con antecedentes familiares o en madres mayores de treinta y cinco años, actualmente muchas mujeres jóvenes eligen también realizarlos. Dentro de los grupos de riesgo también se encuentran aquellas mujeres que han estado expuestas a una infección (rubéola, toxoplasmosis, HIV) o a altas dosis de radiación, o hayan ingerido drogas o sustancias tóxicas. A veces, la necesidad aparece a partir de una presunción surgida de algún resultado ecográfico dudoso. También sería indicado un estudio en aquellas mujeres que hayan tenido un hijo con alguna patología. Sin embargo, debemos ser conscientes de que la situación de embarazo representa un riesgo del que ninguna mujer escapa. Vivir es asumir riesgos. No es casual que culturas más primitivas hayan construido tantos ritos para exorcizar los “demonios” que acechan el inicio de la vida, siempre cargado de incógnitas. El beneficio de realizar estudios de diagnóstico prenatal consiste en poder interrumpir el embarazo en casos extremos, para efectuar una intervención intrauterina, o bien para asegurar las condiciones ideales para la atención precoz del recién nacido con problemas. De todos modos, se hace imprescindible la consulta de la pareja con un genetista, que tenga la suficiente capacidad de contener humanamente todas las ansiedades que este tipo de situación naturalmente despierta, y en la que puedan medir y evaluar en conjunto no sólo los riesgos físicos, sino también los riesgos emocionales que cualquier decisión conlleva.

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Capítulo 2. Los misterios del erotismo femenino La dimensión sexual “Quizás en esto consista en encanto más poderoso de la vida: el estar cubierta de un velo tejido en oro; un velo de bellas posibilidades que le da un aspecto prometedor, insinuante, púdico, irónico, enternecedor, seductor... Sí, la vida es mujer”. F. Nietzsche

La dimensión sexual se relaciona con el centro lumbosacro o Swadishtahana. Su tallo se ubica en la columna lumbar y sus pétalos se abren en el pubis, a la altura de los genitales. Abarca la zona de la pelvis, y se extiende por las ingles y la parte delantera de las piernas, los empeines y los arcos de los pies. Swadishtahana se relaciona con la vida instintiva en general, y con la sexualidad, la seducción y el movimiento del cortejo en particular. Su función es coordinar y distribuir la energía que llega del centro bajo hacia los centros superiores. Cuando la energía de este centro está bloqueada, la circulación se interrumpe y el buen desarrollo de la sexualidad y la salud se ve perturbado. Las rigideces de este centro se manifiestan en dolores lumbares, ciática y problemas en los meniscos y en los arcos de los pies. La sexualidad como enigma Tanto el embarazo como el parto son acontecimientos de la sexualidad de la mujer. La pregunta por la sexualidad femenina podría conducirnos entonces, para pensarla, a un ámbito que le sea propio, es decir desligado de una mirada masculina de lo sexual. No la pensamos como privativa de las mujeres, del mismo modo que lo masculino no lo es de los hombres. Lo masculino y lo femenino son “modos de ser”, de manera que existen mujeres masculinas y hombres femeninos. Pensar en la sexualidad femenina es pensar en algo del orden del enigma. Ésta no comienza ni termina en el goce de la pura genitalidad; lo femenino tiene un espesor,

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una trascendencia tal, que hace que su puesta en juego nos contacte con zonas que exceden ampliamente la búsqueda de su satisfacción. En rigor, habría que decir que no es una sexualidad en sentido estricto. No tiene una lógica genital; es mucho más esquiva, compleja, no se deja reducir, no es transparente a una sexología que pudiera comprenderla y planificarla. Más que una sexualidad, es un erotismo, y lo erótico es un modo de estar en el mundo. Es lo que deja entrever ese otro costado de la vida, ajeno al desarrollo práctico o útil de las cosas y ligado al asombro de su existencia. El filósofo francés Jean Baudrilliard sostiene que el mundo, tal como se ha ido edificando, es masculino. Para la lógica masculina, lo que es es y lo que no es no es. Para pensar lo femenino es necesario salirse de dicho lugar, porque en lo femenino aquello que mueve, aquello que conmueve, es el enigma. Lo que no se hace presente, lo que de algún modo permanece oculto y que, sin embargo, se manifiesta. Por eso, cuando decimos que el embarazo y el parto representan experiencias sexuales privilegiadas nos referimos a esta dimensión erótica de la sexualidad, cargada de misterios que nos conectan con aquello que, en la cotidianeidad, pasa muchas veces inadvertido. Ejercicios para movilizar la energía sexual La embarazada se halla en un estado en el que su cuerpo percibe una cantidad de sensaciones que habitualmente no siente. Esto ocurre porque en su pelvis existe un volumen sanguíneo mayor que antes o después del embarazo, lo que le provoca un cúmulo de sensaciones que, al ponerla en contacto con su deseo sexual, con sus impulsos vitales y con sus aspectos instintivos, la desconcierta. No olvidemos que todos estos factores generalmente han sido reprimidos o inhibidos por una educación que, al considerar a la sexualidad sólo en sus fines reproductivos, no justifica su destino en momentos como el embarazo, donde está exclusivamente al servicio del placer. Cuando la mujer recupera su potencia sexual, descubre un aspecto de sí misma que puede llevarla a niveles de goce desconocidos y que coinciden con un crecimiento de la sexualidad que escapa a su estado. Este crecimiento puede quedar como un patrimonio adquirido para el resto de su vida en tanto consiga desarrollarlo y aceptarlo. Los siguientes ejercicios contribuyen a movilizar la energía de esta zona. Ejercicio nº 1. Balanceando la pelvis: Llevar la pelvis hacia adelante en retroversión mientras se exhala, y hacia atrás en anteroversión al inspirar, siempre tomando contacto con esa estructura ósea.

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Balanceo en anteroversión.

Balanceo en retroversión.

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Repetir varias veces el movimiento buscando soltar las articulaciones de la cadera, sin movilizar por eso las del tronco, hasta convertirlo en un vaivén suave y continuo. Ejercicio nº 2. Moviéndose sensualmente: En posición de pie, ondular la pelvis destrabando las articulaciones y transitando por los puntos de apoyo de la cadera.

Ondulando las caderas.

La idea es jugar con toda la gracia y sensualidad que la mujer posee durante su embarazo ensayando movimientos ondulantes desprejuiciados, a fin de construir un nuevo sentido de lo erótico alejado de lo exclusivamente genital. Ejercicio nº 3. Ejercicios para evitar los dolores lumbares: Cuando se descompensa el eje del equilibrio corporal, se produce una reacomodación postural que consiste en quebrar la cintura hacia atrás sacando cola y produciendo una compresión en los nervios que atraviesan esa zona. Esto suele provocar dolor en la zona lumbar, típico de las lumbalgias agudas o lumbociáticas. Para resolverlo, es importante alinear la columna direccionando el coxis hacia la tierra mientras disminuimos la curva lumbar y flexionamos levemente las rodillas.

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Postura en alineación.

Arqueo de cintura.

Pueden usarse como referencia tanto el apoyo de la pared como el del suelo. Ejercicio nº 4. Las torsiones: Acostadas boca arriba con las piernas flexionadas hacia el pecho y los brazos extendidos a los costados, llevar las rodillas alternativamente hacia uno y otro lado del cuerpo evitando despegar los hombros del suelo.

Torsión lumbar derecha.

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Torsión lumbar izquierda.

Torsión lumbar asistida.

El mayor espacio que se generará entre las vértebras lumbares permitirá una mejor movilidad de esa zona y, por ende, una reacomodación postural. Ejercicio nº 5. Los estiramientos lumbares: En la posición inicial anterior, acercar con las manos las rodillas hacia el pecho un poco más mientras se exhala, aplastando y masajeando la cintura contra el suelo a fin de ampliar el espacio de la articulación lumbosacra. Repetir el movimiento de acercar y alejar las rodillas unas siete veces, y volver a practicarlo toda vez que se sienta algún malestar en la cintura.

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Estiramiento lumbar con rodillas alejadas del pecho.

Estiramiento lumbar con rodillas al pecho.

Estiramiento lumbar asistido.

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Ejercicio nº 6. Abriendo espacios en la columna: Partiendo de la posición de “cuatro patas”, apoyar la cola en los talones estirando la zona lumbar. Dejar los brazos extendidos hacia adelante, con la frente en el suelo y el resto del cuerpo relajado.

Para relajar la columna.

Posición asistida.

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Esta postura es muy aconsejable para el momento del parto, cuando el dolor de las contracciones se percibe más en la parte baja de la columna que en el abdomen. Puede ser asistida manualmente por la pareja. Rol del periné en la sexualidad En el capítulo 1 mencionamos el periné en sus funciones de sostén y de pasaje, pero los músculos pubocoxígeos también desempeñan un papel central en la experiencia sexual orgásmica, para la cual necesitan contar con una buena tonicidad. Conocer su funcionamiento y fortalecerlos, sabiendo también relajarlos, es una manera de intensificar las sensaciones de placer. Este descubrimiento fue realizado por el médico urólogo Arnold Kegel (1948) al desarrollar sus ejercicios de fortalecimiento muscular del periné para resolver el problema de incontinencia urinaria en la mujer. Comprobó que sus pacientes comenzaban a tener mayor frecuencia e intensidad en los orgasmos, y algunas reportaban incluso haberlo experimentado por primera vez. Tener en cuenta que por debajo de estos músculos se encuentran situados los cuerpos eréctiles del clítoris, que además del capuchón que lo recubre posee, como se puede observar en el diagrama, dos ramas, dos bulbos y una esponja perineal. De allí que a las mujeres que en una terapia sexual consultan por dificultades en alcanzar el orgasmo se le sugieren ejercicios que aumenten la tonicidad de su piso pélvico.

Diagrama de la

cuerpos eréctiles.

vulva con

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Ejercicio nº 7. Ejercicios de Kegel o sexoejercicios: Se denominan así a los ejercicios diseñados por el mencionado Kegel, los cuales consisten en contraer y relajar los músculos pubocoxígeos. Se los recomienda para prevenir, resolver o mejorar el funcionamiento sexogenital. Sugerimos practicarlos en siete sucesivas contracciones y relajaciones hasta llegar progresivamente a completar siete series de siete (49 movimientos seguidos). Repetir la misma serie tres veces al día. Pueden incluirse dentro del juego sexual de la pareja comprimiendo las paredes vaginales durante la penetración o introduciéndose el propio dedo o el del compañero durante una experiencia compartida. Si bien pueden practicarse durante el embarazo, son especialmente indicados en el posparto. Se ha comprobado que el embarazo y el parto perturban la sensibilidad de los circuitos propiceptivos y sensoriales habituales de las reacciones eróticas femeninas. Por tal motivo, después del parto, para tomar conciencia del nuevo esquema corporal es conveniente, junto con la práctica de los sexejercicios, adecuar un discurso que invite a reerotizar las percepciones. También sería recomendable investir a los genitales de un sentido estético que los resignificara positivamente, a fin de que recuperen la jerarquía que les corresponde tener en el universo somático que habitamos como mujeres. Esto no implica hacer pública una experiencia íntima, sino tomar conciencia de su importancia a la vez que resguardamos los misterios de nuestras profundidades femeninas. Ejercicio nº 8. Ejercicio de autoexploración de la vulva: La mayor parte de las veces delegamos nuestro placer sexual en nuestra pareja, pero en el momento del parto es muy necesario que la mujer conozca perfectamente sus genitales. Por lo general, aceptamos que nuestro obstetra nos corrija o mejore nuestro periné a través de una episiotomía. Pero hay que saber que la vagina no es un órgano pasivoreceptivo, ya que posee, entre otras, una capacidad expulsiva gracias a la cual es posible el nacimiento de un nuevo ser. Por eso, además de hacer los ejercicios de movilización muscular sugerimos recorrer con el dedo los propios genitales mientras se los observa en un espejo, a fin de aceptarlos y reconocerlos como los protagonistas a la hora del parto. Este ejercicio también puede realizarse en pareja. La observación con el espejo puede ir seguida de un dibujo de toda la vulva que podrá confrontarse con el diagrama arriba presentado, lo que ayudará a identificar los diferentes órganos y a familiarizarse con esa zona del propio cuerpo, desconocida para muchas mujeres. Ejercicio nº 9. Autoestimulación clitorídea y vaginal: Están enmarcados dentro de los clásicos ejercicios de “placereado genital y focalización sensorial” descriptos por los sexólogos norteamericanos William H. Masters y Virginia E. Johnson. Consisten en acariciarse las zonas erógenas sin esperar otro resultado que el de conocerse y disfrutar de las sensaciones que producen. Aprender a tocarse los genitales o mirárselos en un espejo, superando ciertas barreras de la inhibición cultural, ayudará a disminuir las distancias que se imponen las mujeres a la hora de parir, las cuales les impiden acompañar la progresiva transformación que van a protagonizar su vagina y el cuello de su útero.

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Para realizarlos sugerimos buscar un momento y un espacio con privacidad, y encarar la experiencia con espíritu exploratorio y una actitud desprejuiciada. Mirándose en un espejo, comenzar recorriendo con los dedos los labios mayores, separarlos y descubrir en su interior la presencia de los labios menores, y de arriba abajo, el clítoris, el orificio de la uretra y el de la vagina. Una vez identificado el clítoris, reconocer sus diferentes partes: el cuerpo, el glande y el capuchón. Con los dedos humedecidos con una crema o aceite, frotarlo variando el ritmo y la presión hasta descubrir aquella que produzca más placer. La velocidad puede también ir variando hasta acercarse, si es que aparece, a la sensación orgásmica. Puede también probarse introducir un dedo en la vagina recorriendo sus pliegues interiores y registrar cuáles son las zonas más sensibles, para luego contraer sus paredes presionando el dedo que se introdujo en su interior. Mitos en torno a la sexualidad de la mujer embarazada Para las mujeres que habitualmente disfrutan de su cuerpo y que están más en contacto con sus sensaciones, el embarazo brinda una oportunidad de gozar su sexualidad ya que despierta aún más sus capacidades sensibles. Pero tomando la sexualidad en un sentido relacional, hay parejas muy inhibidas durante esta etapa: hombres que no se sienten atraídos por sus mujeres en este estado o que están muy poco motivados sexualmente, y también mujeres que frente a un hombre algo intimidado se tornan más deseosas y con mayor iniciativa, lo cual da lugar a un juego de roles complementarios. Hasta ocurre que algunos varones presentan episodios de impotencia y de disfunciones erectivas durante el embarazo de su compañera porque sienten la potencia y el poder de ella en disparidad con los propios, y recién consiguen recuperar su capacidad eréctil en el posparto, cuando ellas se encuentran agobiadas por el trabajo de atender al bebé y con ojeras debido a la falta de sueño. Hay preguntas que muchas veces ni el médico obstetra se ha atrevido a enfrentar abiertamente. Por ejemplo, si se lo consulta por la restricción o no de las relaciones sexuales, en caso de que sean contraindicadas nunca se puntualiza cuál de las prácticas sexuales es específicamente alcanzada por dicha restricción. De ahí que muchas veces las parejas terminan renunciando incluso hasta al contacto. El afán puesto en un buen desarrollo del trabajo de parto y en la atención del recién nacido hace desviar la mirada de la relación de la futura madre con el futuro padre, y del fortalecimiento del vínculo de la pareja como el mejor sostenedor en la construcción de la nueva familia. Como si una vez cumplido su cometido como reproductora y mantenedora de la especie, la sexualidad debiera replegarse hasta encontrar nuevamente una vía de expresión aceptada y privilegiada a través de otra concepción. El hecho de que no se la prestigie como debiera tal vez obedezca a que su ejercicio durante el embarazo pone en evidencia su independencia de lo reproductivo y deja al descubierto su importancia para el intercambio del placer entre un hombre y una

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mujer. Cuesta entonces comprender al embarazo como la mayor manifestación de la sexualidad de una pareja, y a ésta compartiendo el ámbito de lo materno. Aparecen los mitos de la mujer embarazada semivirgen, asexuada, convalidados hasta hace muy poco por una moda de ropa casi infantil, inocente, que en lugar de resaltar las nuevas ondulaciones se empeñaba en ocultarlas tras un mono. Ni siquiera se veían fotos en revistas o películas que ayudaran a construir una imagen de mujer sexual como las que podían verse en cualquier escena erótica. Y si alguien se atrevía a encontrarla atractiva, desnudando fantasías debajo de júmperes grandes como carpas y de retratos de románticas imágenes sobre una mecedora, se lo consideraba un perverso sexual. Para las embarazadas sólo quedaba la ternura, el afecto, los antojos, los dulces, los mimos, las concesiones, los privilegios. Como me dijo una vez una embarazada: “¿Y con la calentura qué?”. Si revisamos algo de la fisiología durante la gestación, nos encontramos con una excitación aumentada por la vasodilatación de la pelvis, un incremento de la lubricación vaginal a partir del tercer mes, un mayor desarrollo de la llamada plataforma orgásmica debida a una mayor vascularización de la zona, la aparición de orgasmos múltiples aun cuando antes no se hubieran manifestado, y hasta una carga sexual constante, que mantiene vivo el deseo todavía después de la etapa de resolución del orgasmo, ya que la descarga es más lenta y no alivia tan eficazmente la tensión. Si todo esto está sucediendo en el cuerpo de la mujer, ¿por qué será que muchas no sienten deseo, o lo ven disminuido, especialmente en el primer y tercer trimestres? Estamos nuevamente frente a un fenómeno en el que todos los factores intervienen simultáneamente, ya que además de las condiciones arriba mencionadas existen circunstancias que inhiben el deseo, como los típicos síntomas de los primeros meses: aumento del sueño, fatiga, sensación de náuseas, adaptación al nuevo esquema corporal con las emociones que esto despierta, el no encontrar la posición adecuada para hacer el amor, la necesidad de replegarse sobre sí misma, y los cambios humorales causados por la impregnación hormonal. Por otro lado, a la mujer le cuesta conciliar su nueva imagen de madre con la de una mujer deseante. En su fantasía infantil, las madres no tienen, actividad sexual. También el hombre vive momentos de cambio. Se enfrenta con su paternidad, con sus miedos; se siente a veces excluido de esa relación corporal tan estrecha entre su hijo y su mujer y no sabe cómo incluirse. Teme que la penetración del pene en la vagina pueda dañar al bebé o desencadenar en su mujer el trabajo de parto; se asusta de sus propias sensaciones si descubre el erotismo en la maternidad de ella. Se pregunta si no afectará su sexualidad presenciar el parto de su mujer durante el nacimiento de su hijo. Se encuentra frente a un cuerpo distinto, al que desea, pero a la vez al que teme recorrer, probablemente porque, con su carácter maternal, le despierte fantasías edípicas que lo angustian. Hombre y mujer atraviesan una crisis que, entendida como riesgo y oportunidad al mismo tiempo, los enfrenta con la posibilidad de enriquecer la sexualidad que tenían hasta entonces. Es el momento de ampliar las posibilidades de contacto, de recuperar

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zonas de pacer olvidadas, o tal vez desconocidas, de probar nuevas vías de gratificación (con la boca, con las manos o en otras posiciones). El ya innecesario cuidado anticonceptivo también es un factor que predispone a un encuentro sexual más espontáneo. Las dificultades y hasta las posibles contraindicaciones médicas para un coito con penetración pene-vagina pueden transformarse en un verdadero desafío para la creatividad de los dos. También lo es encontrar posiciones coitales en las que se pueda regular la profundidad de la penetración. Descontraer la pelvis y ondular las caderas está facilitado ahora por la relaxina (hormona que flexibiliza las articulaciones atendiendo las necesidades del parto) y es una buena oportunidad para desplegar en el juego sexual. El aumento en el tamaño de los pechos es para muchas parejas fuente de excitación, aun cuando en el momento del orgasmo puede observarse una pérdida involuntaria del control de leche, una evidencia más de lo enlazados que están los procesos de ser mujer-madre y mujer-sexual. En muy poco tiempo el hijo de ambos adquirirá otra presencia y traerá sus demandas, exigirá un tiempo que antes sólo les pertenecía a los dos; el espacio se inundará de nuevos olores, nuevos sonidos, tal vez de algunas renuncias, o simplemente postergaciones. Pero más allá de cuarentenas y sueños mal dormidos, papá y mamá, hombre y mujer, defenderán ese espacio que aprendieron a conquistar durante los nueve meses de embarazo, y lo preservarán, seguros de transmitir a la prole, con la unión de sus cuerpos, el deseo y el amor por la intimidad. El orgasmo durante el embarazo Estadísticamente, no todas las mujeres han experimentado un orgasmo, pero no es que no puedan sentirlo. Quizás no lo hayan alcanzado, pero estén cerca, y podrían alcanzarlo en la medida en que empezaran a sentirse, a percibir y a conocer más el funcionamiento de sus cuerpos. El orgasmo femenino es una respuesta refleja a un estímulo que puede tener distintos orígenes, tanto psicológicos, fisiológicos, como específicamente mecánicos. Para que una mujer experimente un orgasmo, más allá de contar con condiciones emocionales favorables, en general hace falta una estimulación directa o indirecta en su clítoris, órgano que por lo general le es poco conocido y del que no se habla demasiado. No hay obstetra o ginecólogo que revise el clítoris, nadie se ocupa de él pues no tiene una función reproductiva, sino sólo una función para el placer. Ni siquiera entra en la educación sexual cuando les contamos a nuestros hijos acerca de cómo son los aparatos genitales femenino y masculino. Es justamente por ese desconocimiento que muchas mujeres plantean dificultades para alcanzar un orgasmo y relatan haberlo tenido por primera vez durante el embarazo. Es que, al tener más sensaciones, muchas incrementan su curiosidad y descubren así sus genitales, los tocan, se autoestimulan y de este modo llegan a un orgasmo. Otro motivo es que al haber reducido la cantidad de relaciones sexuales con penetración por temor de lastimar al bebé, de alguna manera ha habido más juego y estimulación directa clitoridiana. Además esta exploración les ha permitido descubrir y ajustar los tiempos con la pareja, así como los ritmos, la regularidad del estímulo y los tipos de toque que predisponen a un orgasmo. A esto se le suma que en este

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período existe una mayor predisposición para la plataforma orgásmica (es decir, las condiciones fisiológicas necesarias para que éste ocurra). Sería interesante que la mujer pudiera aprovechar este momento para explorar otros modos de vincularse sexualmente, con más caricias, más estimulación, o quizás no más, pero sí diferente de aquella que tenían regularmente. El género en el sistema sexual de creencias La relación que una mujer tiene con su cuerpo y su sexualidad se apoya en un sistema sexual de creencias construido a partir de mitos familiares y culturales que giran alrededor de su historia sexual infantil y adolescente. Cuando hablamos de creencias, aludimos al concepto tomado de las Terapias Cognitivas desarrolladas por el psiquiatra norteamericano Aarón Beck, quien sostiene: “Estamos marcados por un sistema de creencias. El trabajo de conocimiento y de modificación de uno mismo consiste en aprender a identificar y modificar las falsas creencias que nos predisponen a distorsionar la experiencia”. De ahí la importancia de reconocer cuáles son aquellas que pueden resultar disfuncionales a la hora de crear recursos para parir. Explorar, por ejemplo, los supuestos subyacentes a la experiencia de ser hombre o mujer en nuestra cultura, que pueden facilitar u obstaculizar la vivencia del nacimiento. Nuestras creencias están atravesadas en nuestra cultura por el sistema de sexo género, desde el cual un hombre y una mujer acceden a su sexualidad en forma diferente. Es así como se aprende a vivir el cuerpo de una manera distinta si se nació varón o mujer. La forma en que nos vamos socializando determina también dos maneras de percibir el mundo, dos cosmovisiones: la femenina y la masculina. Este concepto de masculinidad y femineidad es, en definitiva, una construcción sociocultural. En la sociedad occidental, bajo ese constructo se aglutinan valores y roles, formas de percibirse, en suma, toda una cosmovisión que da lugar a un mundo de mujeres y uno de varones. Los valores que les enseñan a cada cual son distintos y exclusivos. La vagina hablada La valoración que tienen las mujeres de sus genitales difiere notablemente de la que tienen los hombres de los suyos. Por ejemplo, en nuestra sociedad, las niñas no son alentadas a conocer sus genitales del mismo modo como se lo hace a los niños (con sus penes, con los que compiten lúdicamente confrontando tamaños y habilidades). Ni su conformación anatómica interna ni las restricciones culturales para una sexualidad femenina activa facilitan una exploración curiosa de ésta en las niñas, las púberes ni en las adolescentes. No existe esa oportunidad de mirarse mutuamente las vaginas como la que tienen los varones con sus penes en los vestuarios o baños públicos. Se llega a la adultez con un desconocimiento y un vacío de información que otros aprovechan para llenar con ideas falsas y desprestigiantes, las cuales ocultan en el

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fondo cierta envidia y temor por el misterio que encierra este órgano tan poderoso, capaz de que por él vengan al mundo hombres y mujeres y de ser, a su vez, una inestimable fuente de placer para la mujer. Vagina con “bouquet” Natalie Angier, bióloga y periodista del New York Times, ganadora del premio Pullitzer, describe cómo ha sido la concepción de los genitales femeninos a través de la historia. Sostiene que la vagina ha sido considerada como algo, sucia y que el mismo vocablo suena más sucio que su equivalente “pene”. Dice en su libro Mujer (1990): “Se nos enseña que es sucia cuando en realidad es la parte más limpia del cuerpo, más limpia que la boca y mucho más que el recto. Los temas relacionados con el olor forman parte del lavado del cerebro que se nos hizo a las mujeres con relación a la vagina”. También señala que es frecuente que se la asocie despectivamente al olor a pescado, algo que no ocurre en una vagina sana: “Este olor solamente se produce cuando hay un problema médico llamado vaginitis bacteriana, en la que los lactobacilos propios de la vagina empiezan a disminuir y proliferan otras bacterias” (p. .....) . Continúa diciendo: En una vagina sana las bacterias tienen una función positiva, son los lactobacilos, que son las mismas bacterias que se encuentran en el yogur. Una vagina sana debe tener un olor dulce y acre, el olor del ácido láctico del yogur. Una vagina saludable es ácida, superior a la acidez del café negro, pero inferior al del limón. De hecho, la idea de comparar el vino con la mujer no es mala, pues la acidez de una vagina sana es la de aproximadamente la de un vaso de vino. La vagina con bouquet, con cuerpo. (ibíd, p........)

Visualización de la vagina que habla Recostadas con los ojos cerrados, vamos haciendo respiraciones pausadas mientras imaginamos que el aire frío que entra por la nariz hace un recorrido por el interior del cuerpo hasta salir, a una temperatura más tibia, por el orificio de nuestra vagina. Repetimos esta respiración un par de veces concentrando nuestra atención en las sensaciones que la imagen del aire tibio en el interior de ella nos produce. Ya en su interior, nos conectamos con sus formas, sus profundidades, sus misterios, y nos animamos a ingresar en su vida, a conocer su intimidad y su historia más secreta. Nos trasladamos a su infancia cuando, con sorpresa, la descubrimos, diferenciándonos de lo que tenían los varones; seguimos con los primeros contactos exploratorios de la pubertad hasta llegar al momento en que, con todo el protagonismo que se merece, se vistió de rojo para anunciarnos su madurez sangrante en cada mes. Luego vinieron las primeras caricias, los juegos, y ese abrazo más o menos esperado con el que en su interior recibió al ser amado y para el que se preparó humedeciéndose y retorciéndose de placer. Hoy la observamos embarazada, turgente, orgullosamente engrosada, esperando el fin del noveno mes para acompañar en su partida con un beso a nuestro bebé por nacer. De sus labios se escucha balbucear algo... tratamos de imaginar lo que nos dice; le ponemos palabras... y nos quedamos escuchándola.

74 Haciendo algunas inspiraciones profundas, y sin interrumpirnos, vamos volviendo nuevamente a sentir todo nuestro cuerpo con estiramientos y algunas torsiones.

Cuando la vagina tiene la palabra Después de realizar con un grupo de embarazadas una experiencia con la visualización arriba propuesta, se les pidió que contestaran la siguiente pregunta: “Si mi vagina hablara, ¿qué diría?”. A continuación, algunas de sus respuestas: “Espero y me preparo para recibir el pasaje del niño, para que sea lo más placentero y fácil.” “Extraño el contacto frecuente con el ser amado. Tengo temores del momento en el que voy a dejar pasar a un bebé, y cómo voy a quedar luego de esa experiencia. ¿Cómo será después?” “Estoy asustada por lo que me espera. Sé que es un momento único y maravilloso, pero no sé qué va a pasarme.” “Tengo miedo de sentir dolor en el parto. ¡Me siento superimportante!” “¡Por fin me das bolilla! Aunque sea, hablamos...” “El sur también existe.” “Diálogo” con la vulva y “monólogos” de la vagina En el mismo sentido, Eve Ensler, poeta, activista, autora teatral y guionista cinematográfica norteamericana, escribió la obra “Monólogos de la vagina”, estrenada en el teatro del Off Broadway, con la que ganó el premio Obie a la mejor pieza teatral de la temporada y que provocó un verdadero fenómeno mundial. Esta obra llegó a Buenos Aires en la voz de las más prestigiosas actrices argentinas auspiciada por el Consejo Nacional de la Mujer y la Secretaría de la Mujer del Gobierno Porteño. La obra está basada en un trabajo de investigación a partir de doscientas entrevistas realizadas con mujeres de todas las edades y de todo el mundo, que cuentan sus experiencias personificadas en una vagina y denuncian los atropellos que se cometen en su contra, la ignorancia que de ella se tiene, las mutilaciones a las que algunas culturas se la somete, o la parafernalia de productos higiénicos que pretenden combatir su olor natural, así como los prejuicios que pesan sobre la menstruación. Hace una defensa de sus gemidos y reconoce que, en nuestra cultura, ha habido una gran resistencia a pronunciarla por su nombre. La obra comienza con una inspección lingüística que apunta a buscar a qué remite la palabra. Bucea en los algunos de los nombres con los que se la designa en algunos

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países —“bollo” (en Cuba), “cucha” (en Chile), “la mimi” (en Miami)—, todas formas de carácter un tanto despreciativo. A diferencia de los genitales masculinos, que representaban generalmente conceptos más valorizados y poderosos, es significativo que las palabras referidas a la vagina tuvieran un carácter peyorativo, casi despectivo. Entre ellas estaban: “cajeta”, “cachufleta”, “chichi”, “cotorra”, “pochola”, “cachufla”, “almejita”, “coño”, “chuchi”, “gansa”. La reformulación lingüística de una experiencia modifica nuestra relación con ella, de ahí que las terapias narrativas propongan revisar los guiones a través de los cuales vivimos nuestras vidas -cuando éstos no son funcionales- para sustituirlos por otros más adecuados a nuestra experiencia presente. “La grieta dorada” Según Williams Lax y otros representantes de las Terapias Conversacionales y Narrativas —como Kenneth Gergen—, los discursos nunca deben ser fijos, sino que deben ser deconstruidos por los clientes y terapeutas al unísono y, posteriormente, reconstruirlos dentro del marco de un trabajo conjunto. Al cambiar el discurso, se cambia la perspectiva. Por ejemplo: las escrituras eróticas orientales tienen la costumbre de utilizar nombres poéticos para referirse a los órganos sexuales. En Secretos sexuales, Nik Douglas y Penny Slinger describen cómo los orientales designan poéticamente a los genitales femeninos: “el pote de miel”, “la puerta de jade”, “la gruta del placer”, “el valle sombreado”, “la puerta preciosa”, “la cámara de jade”, “el cuarto misterioso”, “la cámara púrpura”, “el hongo púrpura”, “la anémona”, “la gruta del tigre blanco”, “la grieta dorada”, “el gabinete secreto”, “el surco dorado”, “el crisol”, “la ostra”, “la perla”, “el loto”, “el melón abierto”, “la lira”, “la vagina”, “el ave fénix”. El lenguaje organiza efectivamente nuestra experiencia. Es así como fomentar el uso de palabras elogiosas para nombrar la vagina podría convertirse en un poderoso recurso para transformar la relación vergonzante que las mujeres mantienen con ella. La experiencia que la mujer tiene con su vagina que hemos descripto hasta ahora es sólo un ejemplo del desconocimiento que la mayoría de las mujeres poseen del funcionamiento de sus genitales, que hace que deleguen en su compañero sexual, o en el médico, el secreto de su poderosa sabiduría, tanto para el goce sexual como para el desempeño en el parto. Es fundamental devolverle a la mujer sus derechos para vivir sexualmente su parto, en intimidad con su pareja, para reapropiarse de su cuerpo —del cual ha sido culturalmente alejada—, para recuperar el protagonismo en la toma de todas las decisiones que lo involucren y la empoderen con la sabiduría para decidir cómo, cuándo, dónde y con quién parir. En los talleres sobre sexualidad femenina que realizo habitualmente con mujeres embarazadas, una de las experiencias consiste en pedirles que escriban una carta o un mensaje a sus vaginas. Los siguientes son algunos de los comentarios recibidos:

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“Me conecté con sensaciones olvidadas, y a pesar de lo hermoso vivido, encuentro que será mucho más intenso cuando juntos traigamos nuestro primer hijo al mundo”. “Te necesito, amiga; no me dejes sola”. “Querida vagina: juntas hemos pasado momentos maravillosos y otros no tanto. Siento que hoy tenemos que estar más unidas que nunca para atravesar el parto”. “Siento mi vagina un poco más hacia afuera como una flor, y deseo que en el momento de parir se abra tanto pero tanto, que permita que mi bebé salga naturalmente”. “La idea de conectarme con mi vagina a través del aire que viaja desde mi garganta y sale por ella me dio disponibilidad de acceso y control voluntario de ella. Pude entender que el cuerpo cede y se expande y deja salir, pero sobre todo tener el control de cómo y cuándo hacerlo con un rol más activo y no sólo esperando que suceda milagrosamente, aunque la idea asusta por desconocimiento”. “Tengo plena confianza en tu capacidad y en tu fuerza. Sé que sos poderosa. Conozco algo de tu funcionamiento y creo que no conozco nada. Siento que vas a poder resolver situaciones que yo desconozco. Confío en mi cuerpo, que vino de la misma manera, y tiene todos los conocimientos necesarios”. “Mi vagina, gran protagonista, capaz de contraerse y expandirse hasta lo inimaginable, tan flexible y perceptiva que se permite todo”. “Querida vagina, querida amiga: cuántas cosas compartidas —maravillosas, dolorosas, únicas— dándonos mutuamente momentos de placer, dejando a otros compartir, siempre juntas, ayudándonos a crecer, a sentir. Simplemente, gracias por ser parte de mí”. “Acabo de darme cuenta de que mi vagina, de una u otra manera, ha estado asociada a los momentos más importantes de mi vida”. “Como es la primera vez que te escribo, te pido por favor que te esfuerces en transformarte en un globo expansible cuando quiera salir mi hijo, y que seas la misma amiga seductora cuando veas a mi amado marido”. “Vagina: Te noto engordada y engrosada, plena de felicidad, preparándote orgullosa como protagonista final de este trayecto hacia una nueva vida. ¡Gracias!” “Gracias por haberme regalado la posibilidad de sentir placer, amor, y el cielo y la tierra en mi interior. Por tener memoria y futuro para descubrir. Porque pude saber que eres tan fuerte, tan frágil, tan sensible y tan audaz como yo.”

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“Querida vagina: Tantos momentos recorridos, húmedos y secos, fríos y cálidos, placenteros y displacenteros. Hoy te encuentro expectante, como todo mi ser. Hoy puedo saber y sentir que estás aquí.” “Fuiste muy importante cuando recibí el amor de mi marido. Fuiste el hermoso camino que transitó mi hija antes de llegar a este mundo. Nunca fuiste un problema para mí y siempre estuviste conmigo en los momentos de felicidad. ¡Gracias por todo!” “Hola, querida vagina: Ya sabes que este diálogo lo completamos hace mucho. Hoy qué necesitás (y estoy lista para dártelo): respeto, amor, capacidad de sentir. Nunca más vas a someterte a una relación que no quieras. Nunca más sin deseo, sin amor. Simplemente estás libre para ser y poder expresarte. Hoy lo sabes, y sí, mi querida vagina, ¡ríe, ríe, sólo ríe! ¡La época de las lágrimas pasó!” RECUADRO LATERAL Preparación psicocorporal para un parto sexual activo Toda propuesta corporal que acompañe la preparación para el nacimiento deberá contar con momentos que, por su intensidad, remitan a la mujer al trabajo de parto y al parto mismo. Su práctica deberá incluir desde una movilización energética activa hasta una sensibilización y conexión con lo más íntimo. Favorecerá una mirada interna despierta, con una imagen de sí misma sexuada que la prepare para vivir el parto como un encuentro cuerpo a cuerpo con su pareja a través de una danza con movimientos, jadeos, gemidos y dolores, que como presencias inevitables le abrirán a su hijo el camino hacia la vida. Estará pariendo desde sus entrañas a través de esa vagina con la que algún día aprendió a jugar, y a la que aprendió a conocer, a disfrutar, a compartir y hasta a amar. Y durante el puerperio, la recuperación del esquema corpogenital y la elaboración de la experiencia del parto pasarán a ser un nuevo hito en la historia de su crecimiento sexual. El parto como experiencia psicosexual El parto es la culminación de la unión sexual de dos personas. Así como un orgasmo aparece sólo en condiciones favorables, la experiencia del nacimiento se da naturalmente si no se la bloquea. Muchas mujeres tienen una relación saludable con su propio cuerpo, ya que conocen su anatomía y su funcionamiento sexual. Ellas son, en general, las que más protagonizan su parto al sentir por dónde pasa, dirigen su propio trabajo y defienden sus posibilidades de acceder a ese momento de acuerdo con sus características personales. Otras, en cambio, han delegado en su pareja el nacimiento de su propio cuerpo. Fue el varón quien les enseñó a ser sexualmente, y luego se produjo una repetición de esta conducta en relación con el médico.

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Son pocas las mujeres que han aprendido a tactarse a sí mismas, a saber si tienen dilatación, o a darse cuenta cómo se encuentran cuándo el bebé está naciendo (no hay que olvidar que es posible tocarse los labios vaginales, el periné o incluso tomar la cabecita con las manos cuando asoma para nacer). A través de una relación con el cuerpo más íntima, familiar y cotidiana, es posible un crecimiento sexual a partir del embarazo y el parto. Recorrer mentalmente y movilizar el interior de la garganta y de la boca sirven muchas veces como recursos para imaginar a la vagina. Decir “la sonrisa vertical” para referirse a esa zona corporal es usar la boca como metáfora de ella. Sirve para acceder a la vagina desde una experiencia más cotidiana y conocida, como comer, tragar, chupar, absorber, escupir, morder, o justamente sonreír, lo cual le otorga una imagen más potente, y la dota de la posibilidad de actuar en forma voluntaria. RECUADRO LATERAL Las disposiciones espaciales muchas veces organizan lugares vinculares de poder, y la mujer necesita disponer poderosamente de su cuerpo para poder dar a luz. Lo mismo ocurre en las relaciones sexuales, donde la movilidad corporal con la que los amantes intercambian posiciones le permitan a la vez participar de juegos de roles, en los que, si son flexibles, posibilitan el crecimiento personal y de la pareja. Ideas alrededor de las posiciones para parir y la sexualidad El conocimiento de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad va construyéndose relacionalmente por género, dentro de códigos cultural y socialmente compartidos. Las primeras experiencias sexuales infantiles que se manifiestan en el bebe a través del placer oral en la lactancia ya van configurando un modo de relacionarse sexualmente con el mundo. Las diferentes posiciones en que es colocado a mamar lo comunican más directa o indirectamente con la mirada de su mamá. En la evolución de los patrones de movimiento, el niño atraviesa distintas posiciones hasta conquistar definitivamente la posición vertical, que lo coloca en un plano de igualdad espacial frente al adulto, con el que comienza a interactuar de un modo cada vez más simétrico. Con las primeras experiencias sexuales —que van desde conductas autoexploratorias o de autoestimulación hasta las llamadas relaciones sexuales—, se va construyendo un sistema vincular organizado culturalmente alrededor de un esquema de relaciones de poder. Éste se expresa en todos los contextos a través de diversas manifestaciones. En lo que hace a la sexualidad, la movilidad corporal con la que los amantes intercambian posiciones les permite, a la vez, participar de juegos de roles que, cuando son flexibles, posibilitan el crecimiento personal y de la pareja. En el Kama Sutra, el más antiguo de los manuales hindúes conocido —escrito alrededor del siglo II de nuestra era y traducido al inglés en 1883—, es posible ver a los amantes en distintas posiciones, desplegando múltiples formas de comunicación sexual, que dan cuenta del tipo de vínculo entre ellos.

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Cuando por cuestiones culturales, específicamente de género, la mujer no alcanza su autonomía emocional, sexual, social y hasta económica, sus potencialidades se invisibilizan ante sí misma y ante los demás. La práctica sexual es un espejo en donde se refleja claramente este fenómeno, observable en la rigidez en los cambios de roles en cuanto al registro del deseo, la excitación, la iniciativa y hasta en las posiciones que la pareja va adoptando en su repertorio de conductas sexuales. No es casual que muchas sólo puedan “hacerlo” con la luz apagada, o si ella está acostada en la tradicional posición del misionero. Desde esta posición, la mujer no se siente obligada a hacerse cargo de lo que está sintiendo, ya que en la fantasía de ambos queda como mera receptora y depositaria del deseo del otro. Como no ha sido habilitada para disfrutar sexualmente, acepta en forma pasiva que “la acuesten”, dejando al varón disponer de su cuerpo. Acostada, no alcanza con su mirada a sus genitales, y su capacidad de movimiento se ve limitada. Pero la cuestión no pasa meramente por tal o cual posición, sino por la posibilidad de movimiento que supone el estar conectada con sus impulsos y sensaciones físicas y emocionales. Pararse o sentarse, o cualquier otra opción vertical, la coloca en otro espacio de acción para el cual ella y su compañero necesitan estar preparados. Disponer de todo el cuerpo, sin ocultamientos, es aceptar mostrarse al varón con los rasgos espontáneos de ese momento más allá de las actuaciones cinematográficas sobre los desempeños sexuales. RECUADRO LATERAL Una mujer que conoce sexualmente su cuerpo está en mejores condiciones de elegir aquella posición que facilite su momento expulsivo. La intimidad se construye de a dos, en un vínculo de pares donde se confía del uso que el otro puede hacer con lo que se vive como vulnerable. Si reconocemos que el nacimiento es un acto sexual e íntimo, la participación que tenga el médico en él deberá respetar ese momento tomando en cuenta el lugar jerárquico que debe ocupar la mujer en el escenario del parto. El espacio que ella haya elegido ocupar en su vínculo sexual de pareja condiciona aquel que pueda establecer con el médico en el momento de parir. Quien pueda transitar la escena sexual por todos los lugares, y situarse desde diferentes perspectivas, estará más preparada para reconocer desde qué posición abordar la experiencia de parir y hacer nacer. La horizontalidad en el vínculo con el equipo obstétrico será definitivamente la única garantía de que si elige en algún momento por la posición acostada, será su elección y no del que “la acuesta”. Nuestra propuesta no es la de una posición ideal para parir, como tampoco lo sería para las relaciones sexuales, sino la “no posición”. La defensa de la movilidad que podría encontrarse hasta en la quietud. En las tradiciones orientales, existen muchas

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alusiones a la importancia de la variación en las posiciones coitales para el logro del equilibrio energético.

En los templos eróticos hindúes de Khajuraho, construidos entre los siglos IX y XIV, pueden observarse esculturas donde los amantes asumen diferentes posiciones coitales.

En Metáforas de la vida cotidiana, George Lakoff y Mark Johnson sostienen que las metáforas orientacionales en el lenguaje dan significado a nuestra experiencia. Así feliz es “arriba”, triste “abajo”. Tener control o fuerza es “arriba”, mientras que estar sujeto a control o fuerza es “abajo”. Estas metáforas tienen una base física y social, y reflejan las diferentes relaciones de poder que se establecen en los vínculos, y que están presentes tanto en el ejercicio de la sexualidad como en tantas otras dimensiones de la comunicación humana. La danza de las hormonas Durante el embarazo, la mujer atraviesa por una suerte de “experiencia cósmica” en la que se amplía su conciencia, por lo que todo trabajo corporal debe favorecer la emergencia de estados similares, que luego puedan ser implementados durante el parto. El nivel de endorfinas presentes en nuestro cuerpo en ese momento compensa las sensaciones desagradables que pueden llegar a surgir, y por lo tanto, nos ayuda a cambiar nuestro registro del dolor haciéndolo más tolerable. Es muy importante aprender a llegar en forma voluntaria a ese estado de conciencia en el cual el cerebro funciona de un modo más lento, con una predisposición a distinto tipo de percepciones. Esta conexión profunda con la unidad del universo pocas veces se da en nuestras vidas (puede ocurrir al meditar, al bailar, al hacer el amor, al pintar, al escribir) y suele brindarnos una cantidad de recursos novedosos con los cuales normalmente no contamos. Adherimos a las ideas del médico francés Michel Odent, defensor del parto humanizado, cuando en El nacimiento renacido dice: “Creo que la naturaleza del trabajo de parto y del parto será más y más comprendida como un proceso cerebral

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involuntario, que puede ser estudiado con mucho más acierto por todos aquellos que se preocupan por los cambios fisiológicos de la conciencia como el sueño y el orgasmo”. RECUADRO Los estados de conciencia no ordinarios a los que se accede habitualmente en la experiencia orgásmica son isomorfos a los que se producen durante el momento del nacimiento. Explorarlos para su desarrollo es también una forma de familiarizarse y acercarse a la experiencia de parir. Odent también destaca en La cientificación del amor el papel que desempeñan las hormonas en el desarrollo del parto, ya que del equilibrio hormonal depende especialmente que éste transcurra en forma espontánea. “La glándula pituitaria posterior tiene que secretar la oxitocina a fin de que las contracciones comiencen y continúen”. Por otra parte, hormonas como la adrenalina, secretada al sentir frío o también miedo, pueden inhibir las contracciones o intensificar los dolores, del mismo modo que pueden bloquear el amamantamiento. De allí lo beneficioso de un entorno de calma, donde la mujer se sienta relajada. También las endorfinas desempeñan un rol importante dado que tienen funciones parecidas a la morfina: son una suerte de opiáceos endógenos que actúan como calmantes naturales no sólo protegiendo del dolor, sino también suprimiendo la ansiedad y produciendo un estado general de bienestar. Altos grados de endorfinas pueden inducir a ondas cerebrales alfa, que están asociadas a estados de serenidad o beatitud. El movimiento incrementa nuestros niveles endorfínicos. De aquí la importancia de participar con cambios de posiciones, deambulación, y todo tipo de acciones que pueda disfrutar la mujer en intimidad con su pareja. En Nuestros cuerpos, nuestras vidas, del Colectivo de Mujeres de Boston, se alienta a las parejas a participar sexual y activamente en el proceso de parto. Las autoras se dirigen a la embarazada con esta sugerencia: “En las horas anteriores al inicio del parto, dé largas caminatas, tome largos baños de agua caliente, haga el amor si no ha roto las aguas, o hágalo sin penetración si ya las ha roto; dúchese, abrácese a su compañero, bésense, deje que le acaricie los pezones; todo esto estimula las contracciones y la relaja”. Ciertos ejercicios y respiraciones actúan como si las embarazadas a punto de dar a luz estuvieran naturalmente drogadas. Odent afirma haber visto a mujeres en trabajo de parto en estados virtualmente estáticos o de éxtasis: “Los científicos han descubierto conexiones entre las endorfina y la oxitocina, hormona que, entre otras funciones, impulsa las contracciones uterinas durante el orgasmo, el trabajo de parto y el alumbramiento”. Se debe estimular con un entorno favorable que la mujer secrete su propia oxitocina para que no sea necesario su uso artificial, ya que suministrarles a las mujeres drogas calmantes y hormonas sintéticas (oxitocina artificial) obstruiría el equilibrio hormonal. También recomienda el empleo restringido de anestesia peridural, ya que si bien quita el dolor, elimina la participación activa de la mujer durante el parto.

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La oxitocina mostró la propiedad de reducir el nivel de agresividad y producir una afectación amorosa. El estudio de mecanismos de neurotransmisión implicados en la conducta sexual muestra que esta hormona forma parte de un eje neuroquímico que participa en el deseo de unirse con una pareja sexual: se supone que estimula el deseo y excitación en los seres humanos. En las mujeres, la excitación seguida de orgasmo aumenta los niveles de oxitocina plasmática. Ya no queda duda de que el parto comparte no sólo un mismo escenario con la actividad sexual, sino también una manera neuroquímica de funcionar. El parto es una experiencia psicosexual íntima, y la actitud que una mujer tiene frente a él es la resultante de la relación que haya establecido a lo largo de su vida con su propio cuerpo y su sexualidad. La mujer ha sido expropiada de este significado psicosexual del parto, por lo que es fundamental que le sea restituido su derecho a parir con intimidad mediante la reapropiación de su cuerpo y del protagonismo en la toma de decisiones que lo involucren. La sexualidad en el posparto “En realidad, no soy yo sola la que está cansada y no tiene ganas. Nos cuesta dormirnos a los dos, mi marido quiere volver de trabajar antes y duerme menos, y está más cansado también.” “Es como si tuviera ganas de comerme una torta de chocolate, pero que para comerla me la tuviera que hacer yo. El pensar en hacer la comida me quita un poco las ganas de comer.” “A mí me pasó antes, en el primer y segundo mes disminuyó la lubricación y apareció el dolor durante la penetración. La ginecóloga me dijo que me pusiera xilocaína, y después un gel. Al mes y medio, o a los dos meses, se me pasó.” “Después del primer parto yo no tenía lubricación; hasta que no dejé de amamantar no volví a lubricar del mismo modo, era un problema hormonal. Aunque no tenía dolores locales por la episiotomía, no era la misma sensación que antes. Hasta que dejé de amamantar.” Durante el posparto, la sexualidad forma parte de los innumerables cambios por los que atraviesa una pareja. Evidentemente los tiempos para la intimidad escasean y el desafío es aprender a ser tres sin dejar de ser dos. Si bien la intimidad trasciende la genitalidad, en este período el reinicio de la actividad sexual se convierte para muchos en una muestra de que el otro sigue conservando un lugar afectivo privilegiado, más allá de los fuertes sentimientos que el nuevo hijo despierta en cada uno. Suele llamarse “cuarentena” a ese tiempo de abstinencia que transcurre hasta que se reinician las relaciones sexuales en el posparto, pero su duración depende más de

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cuestiones emocionales que físicas. Es que, si bien es necesaria el alta del obstetra para una relación coital, sobre todo si hubo episiotomía, se pueden tener relaciones sexuales sin penetración, con estimulación mutua, en cualquier momento que se lo desee después del parto. Lo que ocurre es que cuesta hacerse el espacio, ya que las demandas del bebé están siempre primero. La sexóloga sueca Dagmar O’Connor plantea en Cómo hacer el amor con la misma persona para el resto de sus vidas que, para reerotizar el vínculo de la pareja parental, es necesario “despapizar y desmamizar” la relación. Pero las demandas continuas del recién nacido y las horas mal dormidas no facilitan que esto suceda. La diferencia con el varón es que al salir del ámbito de lo doméstico y de la crianza, se conecta con otras situaciones del mundo externo que pueden ser o no sexualmente más estimulantes, pero que por su diversidad, al confrontarse con las de su pareja, pueden producir desencuentros que no son fáciles de resolver. De todos modos, si tomamos la palabra “erotismo” como la ampliación de los sentidos, estar con un bebé puede resultar en sí misma una experiencia —aunque no genital— muy erotizante: le tomamos las manitos y tocamos su piel, le damos la teta o jugamos con él. Pero para entrar en sintonía erótica con la pareja luego de un largo día a solas con el bebé, tal vez sea necesario alejarse un poco del clima en el que todo gira alrededor de él, salir a airearse, dar una vuelta que permita despejarse. Entrar en contacto con el mundo de afuera, recibir una mirada como mujer, pueden contribuir a reforzar la autoestima femenina necesaria para sentirse deseada y sentir que el desear renace otra vez. El deseo necesita alimento, es caprichoso y no soporta que no se lo alimente. Más que producir deseo es imprescindible bloquear todos aquellos condicionantes que lo inhiben, pues emerge cuando no existen obstáculos. La empatía que logre el varón con la situación dependerá también de cuánto se involucre en la crianza. Un hombre que está más implicado en lo que le pasa al bebé y que por la noche se despierta para calmarlo si llora probablemente comparta el estado de cansancio con su mujer y le sea más fácil comprender que ella sienta menor deseo sexual. Además, como la prolactina reduce la percepción del deseo y se encuentra aumentada durante la lactancia, éste puede ser otro factor involucrado en la disminución del interés sexual de la mujer. Se necesita entonces de estímulos más fuertes que contrarresten su influencia. El posparto es el momento más crítico en este sentido, ya que sentimos que el deseo se perdió y eso nos angustia. Hay que ser muy creativa, usar la imaginación, poner la misma energía que invertíamos en tiempos de conquista y usar todas nuestras artes en la medida en que se sientan ganas de hacerlo, porque no es sano presionar lo que no aparece. Podemos, sí, facilitar las condiciones para que surja, pero compartiendo con el otro y respetando las necesidades y posibilidades de cada uno. En esta etapa, probablemente sea necesario preparar los momentos de placer. El placer requiere, para su consecución, una cuota de trabajo: por ejemplo, al irnos de vacaciones tenemos que poner el automóvil en condiciones, preparar las valijas, reservar el alojamiento. Luego, de vuelta en casa, solemos decir: “Qué bien la pasé”,

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sin tener en cuenta todo aquello que tuvimos que construir para que las cosas resultaran bien. Pasa lo mismo en otras escenas de placer, como puede ser la comida o la escena sexual. Pero especialmente en este momento de la vida, si no favorecemos la situación, es más difícil que suceda. Además, suele suceder que al principio, sobre todo si no se alcanzó un buen nivel de excitación previa, la penetración produzca dolor y que esto haga que la mujer contraiga las paredes vaginales, con lo cual aumentará todavía más la sensación dolorosa. Ocurre que la lubricación, que representa en la mujer lo que la erección en el hombre, disminuye naturalmente por causas hormonales, y cuando la mujer no se humedece cree que no está excitada, lo cual retrae más su ya lábil deseo. Por ese motivo, al reanudar las relaciones sexuales es conveniente utilizar un gel, preferentemente soluble en agua, que pueda utilizarse con el preservativo sin correr el riesgo de que éste se rompa. Cuando no tenemos incorporado el hábito de usar un lubricante, podemos colocarlo incluyéndolo en el juego amoroso, por ejemplo solicitándoselo a nuestro compañero a modo de masaje. A veces resulta mejor hacerlo primero a solas usando un espejito para observar cómo sienten las paredes vaginales y cómo es la nueva sensibilidad, independientemente de lo que sucede en el momento del encuentro, en el que se juegan muchas otras cosas que tal vez no nos permitan relajarnos y descubrir el nuevo estado de nuestros genitales. “Yo tengo miedo de que cuando estamos teniendo relaciones sexuales se despierte el bebé.” “Hoy no se lo voy a pedir porque ya la busqué ayer y no me gustó que no tuviera ganas.” Existe además la intención de aprovechar a hacerlo antes de que el bebé se despierte, pero el sueño y el cansancio de los padres también reclaman ser atendidos y, muchas veces, ir a la cama termina resultando un camino directo para dormir las horas pendientes. Por otro lado, muchas veces se hace difícil superar el sentimiento de exclusión que surge ante la negativa de cualquiera de los dos a la iniciativa sexual del otro. Aparecen incontrolables sentimientos de competencia con el bebé, cuyo silencio produce un clima de tensión e irritabilidad. La negativa es vivida como rechazo personal, y como cuesta aceptar ser postergado en el deseo, para no frustrarse cada uno va alejándose y disminuyendo aún más las posibilidades de un encuentro amoroso. Esta crisis, tan frecuente en la intimidad de una pareja durante el posparto, si es elaborada puede ser sin embargo la oportunidad para constituir y defender el espacio íntimo. Por otra parte, es la unión de los padres lo que facilitará el despegue que algún día el niño tendrá que hacer de su mamá para poder crecer sano y constituir en un futuro su propia relación de pareja.

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Sexualidad y lactancia Visualización de la lactancia Respiramos profundamente tratando de tomar contacto con nuestros pechos. Recorremos los diferentes momentos de nuestra vida desde que empezaron a crecernos, cuando comenzamos a sentir que no eran los de antes. ¿Cómo recordamos haber vivido esos cambios en la adolescencia? ¿Los disfrutamos? ¿Nos generaron malestar? ¿Tratamos de ocultarlos, o más bien buscamos orgullosas que se notaran? ¿Qué recordamos de nuestro primer corpiño? ¿De qué modo iban cambiando en cada ciclo, avisándonos que estaba por llegar la menstruación? ¿Qué papel desempeñaron y desempeñan hoy en nuestra vida sexual? ¿Cuál es su participación en nuestros juegos eróticos en pareja? ¿Cómo nos anunciaron nuestro embarazo? ¿Cómo vivimos los cambios que experimentamos hasta ahora con ellos? Ahora, nos trasladamos imaginariamente al momento en el que nuestro bebé acababa de nacer. Lo tenemos sobre nuestro regazo, con su cuerpecito pequeño y húmedo. Sentimos que con su boquita hociqueante busca nuestro pezón desnudo. Se lo ofrecemos y sentimos cómo sus labios y su lengua tibios nos succionan. Imaginamos lo que sentimos al percibir que de nuestro cuerpo brotan unas gotas que él bebe con voracidad. Nos miramos reconociéndonos, con cierto extrañamiento, mientras nuestro pezón se hunde en su pequeña boquita de recién nacido. Permanecemos unos instantes jugando con esta experiencia. Luego nos desperezamos lentamente con estiramientos y torsiones.

“Cuando estábamos haciendo la visualización sentí como una apertura. Me daba la sensación de un momento de intimidad y de comunión, una sensación de placer. Fue claro en el cuerpo, fue un instante de magia permitir que saliera algo de mí hacia el otro, que entrara en el otro.” “Yo quiero amamantar, porque leí que lo mejor es la leche materna.” “Querés hacer lo mejor para tu bebé. Pero hay que tener en cuenta que otras personas pueden sentir que no es tan imprescindible.” Aunque no se lo reconozca, la lactancia está íntimamente relacionada con la sexualidad de una mujer. La relación que ésta haya tenido o tenga con sus pechos influirá considerablemente en su experiencia de amamantamiento y en el vínculo que construya con su bebé. El hecho de que los pechos de una mujer compartan una función erótica y nutricia los coloca en una zona de privilegio en el desarrollo sexual femenino. De allí que sea útil preguntarse cuál ha sido el rol que han ido jugando en la historia personal de cada mujer, así como la relación que en el presente cada una estableció con ellos: aceptación, rechazo, orgullo, pudor, incomodidad, placer, desagrado, etc. Es probable que estas sensaciones se crucen habitualmente, y en especial en el período del posparto, donde se conjugan experiencias nunca antes vividas. “Mucho más que envases de leche para el bebé”, como los presentaba un aviso publicitario, los pechos femeninos son de la mujer, le pertenecen a su vida sexual más

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allá de que los incluya o no en sus juegos eróticos de pareja. Por ese motivo, durante la lactancia los sentimientos que le despiertan pueden confundirla o inquietarla. De hecho, el vínculo con ellos se modifica partir de la lactancia. Al amamantar, la mujer percibe una nueva dimensión de su cuerpo, la de ser penetrante. Las mujeres tenemos siempre la experiencia de un cuerpo penetrable — por nuestras cavidades— y de golpe es nuestro cuerpo el que penetra en la boca de alguien y emite leche, como en algún momento también emanó leche o líquido espermático, a través del pene, en nuestra vagina. Hasta los varones manifiestan sentirse un tanto turbados ante la nueva situación; más aún cuando a veces, en medio de una experiencia de excitación u orgasmo, puede provocarse una emisión involuntaria de leche. Es así que algunos hombres sintieron que su mujer no volvió a ser la misma hasta que dejó de amamantar. Ya en el embarazo los pechos cobran una dimensión inusual, no solamente por el tamaño que adquieren, sino también por su turgencia. De ahí que muchas mujeres vivan esta transformación con orgullo y disfrute, mientras que otras se sientan incómodas e inhibidas. La lactancia es un acto voluntario e involuntario a la vez, una experiencia conjunta de placer y dolor, acompañada de fantasías de ser devoradas, masticadas, exprimidas, despojadas. La primera vez La primera vez que el bebé se prende es algo que la mujer nunca ha vivido. Podrá haber vivido una experiencia erótica con su pareja al darse un beso o al recibir una caricia en los pezones y los pechos... pero esto de que el bebé tome, beba de sus pechos a través de la succión es algo nuevísimo y que se inaugura cuando el hijo nace, a veces en la misma sala de partos. Ya vimos que el bebé nace con el reflejo de succión y —si todo fue bien y el parto no ha tenido ninguna complicación, es decir, un parto fisiológico— puede ser puesto inmediatamente a la teta y empezar allí el primer contacto. Claro que en la sala de partos suele haber un gran movimiento de enfermeras y médicos, por lo que conviene que este primer contacto sea más íntimo y resguardado en la habitación. De alguna manera, podríamos comparar el dar de mamar con lo que se produce en el encuentro entre dos amantes. En ambas situaciones, se requiere un grado de intimidad y un tiempo para ir encontrando la forma de disfrutarlo; no será en las primeras veces cuando más se goce, sino a partir de los sucesivos ajustes de las posiciones de los cuerpos y de los tiempos, que progresivamente ambos irán logrando a medida que los encuentros se sucedan. Algunas mujeres se culpabilizan si perciben una sensación placentera en el acto de dar de mamar, y al no poder reconocerla muchas veces terminan interrumpiendo la lactancia. Sería importante poder establecer la diferencia entre una experiencia sexual genital y aquella que experimentamos con el bebé. Si bien ambas forman parte de nuestra sexualidad, esta última pertenece al mundo de los sentidos, al placer que

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produce contactarse con la sensualidad de su piel, de los olores, de los sonidos, con los que hemos ido construyendo nuestras primeras experiencias eróticas. Otro aspecto a tener en cuenta es la relación con el pudor. La falta de familiaridad que en nuestra cultura tenemos con la desnudez de los pechos muchas veces torna difícil descubrirlos para amamantar en presencia de terceros. Es cierto que a medida que pasan los días la mamá va adquiriendo una libertad tal respecto de sus pechos que muchas veces olvida cubrírselos, y hasta empieza a omitir que éstos tienen también un sentido erótico. A veces es la pareja la que se siente incómoda al ver a su mujer corriéndose la ropa con toda naturalidad para darle de mamar al bebé frente a otros. Pero teniendo en cuenta que en el curso de un día una mujer “pela teta”, como dicen entre mujeres, unas ocho veces al día, sería conveniente ir conversando estos temas durante el embarazo de manera tal que se puedan ir instrumentando recursos indispensables para que ninguno de los tres se vea afectado.

Capítulo 3. Cuando las emociones se desbaratan La dimensión emocional La dimensión emocional se relaciona con el centro medio o Manipura. Este centro está localizado en la zona de la cavidad abdominal, la que en el embarazo es abarcada por el útero en crecimiento. Su tallo se sitúa en la columna dorsal baja, a la altura de la sexta vértebra, y sus pétalos se abren en el epigastrio o boca del estómago, por sobre el ombligo. Este centro está relacionado con la vida emocional, llamada “maya” por los yoguis, y que en sánscrito significa “ilusión”, lo cual alude a la fatuidad y la inconsistencia de las emociones, que a diferencia de los sentimientos —verdaderas construcciones de la dimensión afectiva—, constituyen una experiencia pasajera. En permanente estado de cambio bajo el influjo de los estímulos externos, las emociones se manifiestan a través

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de respuestas motoras. Es así como los estímulos son transformados en movimiento y expresión. A este centro le corresponde el plexo solar, y los órganos que comprende son aquellos del aparato digestivo: el estómago, el duodeno, el intestino y el páncreas, todos vulnerables a las emociones y con gran tendencia a responder a las presiones ambientales con perturbaciones sintomáticas, lo cual constituye muchas de las llamadas enfermedades psicosomáticas. Expresiones coloquiales como: “me pateó el hígado” o “tengo un nudo en el estómago” sin dudas remiten a este tipo de malestares. Lo emocional como lo movilizador Siempre se dice que las emociones forman parte de nuestro mundo interior y que se manifiestan desde nuestra intimidad. Pero si cuestionamos la posibilidad de que la antigua distinción entre alma y cuerpo o el adentro y el afuera sea real, entonces las emociones no pueden ser sencillamente una manifestación fija de nuestra interioridad, como si tuvieran un sentido en sí mismas sin relación alguna con el afuera. Preferimos más bien entenderlas como “lo emocional”, que actúa como un cuerpo móvil y se caracteriza por su variabilidad e inconsistencia. Representa la condición de posibilidad del encuentro con lo otro y los otros. La emoción es un diálogo con algo que excede nuestra interioridad, y que opera modificando y modificándonos. Nuestra interioridad se halla impregnada de exterioridad. Las emociones son nuestra interioridad, pero aparecen como un “pliegue” del afuera (G. Deleuze).

Desde este nuevo enfoque, el sentido tradicional de las emociones se desbarata. Ya no se nos presentan como un suelo firme donde hacer pie en medio de la incertidumbre, sino como algo que también nos viene dado (por la cultura, por el lenguaje), algo que nos llega desde una exterioridad epidérmica. Pensemos, por ejemplo, en el dolor, el miedo, la alegría. Estamos tentados a creer que estas emociones existen más allá de su contexto, de su sentido; sin embargo, no hay dolor en sí. Su umbral se modifica según el motivo que lo cause, según consideremos que su razón sea justa o injusta, según lo sintamos como víctimas o como héroes. Lo que está apareciendo aquí es una distinción entre las emociones y lo emocional; porque la dimensión a la que nos referimos no apunta a emoción alguna, sino a un ámbito, a aquello que posibilita las emociones. Lo que las pone en movimiento sin importar cuáles sean éstas. Lo emocional mueve nuestro centro, lo disloca en sensaciones diversas. Es el movimiento que hace posible y acompaña a las emociones, y aunque nos refiramos en las próximas líneas a algunas de ellas que movilizan a la mujer en este período, no es exactamente que nos mueva la emoción, sino que lo emocional es en sí mismo movimiento. Es una con-moción.

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Lo embarazoso del mundo emocional Durante el embarazo, la mujer se encuentra particularmente sensible, y aprovecha este shock hormonal para zambullirse de lleno en sus más variadas emociones. Es capaz de reír a carcajadas y de llorar en el instante siguiente. Su universo gira alrededor de este centro, desde el que todo se observa de un modo muy subjetivo y con una perspectiva muy parcializada. Por eso, el trabajo sobre él apunta también a distribuir la energía en otras partes de su cuerpo para evitar que la mujer quede “pegada” a sus manifestaciones. La idea es que pueda explorarlas, transitar por ellas, pero también trascenderlas y confrontarlas con el mundo exterior. Ejercicio nº 1. Ejercicio de respiración abdominal: Yendo hacia adentro: Estos ejercicios conectan a la mujer con el movimiento de su mundo interno, con sus emociones y sus fantasías. También la acercan a todas las sensaciones que le produce el bebé al moverse o al quedarse quieto. Además, como en cualquier momento de la vida, otorgan una vivencia de serenidad e inducen a la relajación. Acostadas boca arriba, con los pies apoyados en el suelo y las rodillas flexionadas, colocar las manos sobre la panza y tomar aire abombando el abdomen. Tener en cuenta que este fenómeno se produce porque en la inspiración, contrariamente a lo que suponemos, nuestro diafragma se dirige hacia la pelvis gracias a que relajamos los abdominales. (Muchas veces, hundimos el vientre porque, al pretender hacerlo bien, contraemos los abdominales en lugar de relajarlos.) Luego exhalar mientras llevamos el ombligo en dirección a la columna y desplazamos esta vez el diafragma hacia los pulmones. Repetir varias veces la misma secuencia evitando hacer cualquier tipo de esfuerzo y manteniéndose como simples observadoras. Este ejercicio también puede practicarse con la pareja, quien, con las manos sobe la panza de su mujer, acompañará sus respiraciones con las propias.

La respiración abdominal.

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Tener en cuenta que esta respiración, al separar las paredes abdominales de las del útero, facilita que éste se relaje, amplíe su espacio interior, oxigena al bebé y, por lo tanto, favorece sus movimientos. Si éstos aparecen, contemplarlos y acompañarlos sin interrumpir la respiración. Ejercicio nº 2. Ejercicios de apertura lateral: Dándole más lugar: Trabajar el espacio intercostal con estiramientos levantando los brazos desde uno y otro lado en forma alternativa, tratando de ampliar ese espacio entre las costillas. Al respirar, llevar el aire a la zona que se está abriendo.

Ampliando el espacio

intercostal.

Ejercicio nº 3. Ejercicios en diagonal: Del despliegue al repliegue: De pie con los brazos extendidos hacia los costados, llevar el codo izquierdo hacia la rodilla derecha levantando la pierna y, luego, hacer el movimiento inverso con el otro brazo y la otra rodilla. Exhalar cada vez que se acerca un brazo a una pierna e inspirar al volver a la posición inicial.

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En repliegue.

Con este ejercicio, principalmente ponemos en marcha los abdominales oblicuos, en sinergia con los rectos mayores y el abdominal transverso. Intensidades en un mundo light El dolor es, para muchas futuras mamás, el “cuco” del embarazo. En especial porque nuestra cultura tiene la característica de tratar de evitarlo. “No quiero sentir nada”, “¿Para qué exponerme al dolor si existe la anestesia?”, “¿Qué gano con sufrir?” Estas preguntas y otras similares me desafían en cada encuentro que tengo con mujeres. Siento que me provocan, como cuando como psicoterapeuta, algún paciente — atravesando por un período de depresión— me mira desesperado a los ojos en busca de una respuesta a su suicida pregunta de por qué vivir. Me aparecen repentinos deseos de sacudirlas, despertarlas, quitarles el pesado manto que las inmoviliza y las sume en ese aletargado existir en la mesura. Me llamo a la “tolerancia”, a mi elaborada capacidad de comprensión y aceptación del otro. A la profesional actividad entrenada para el comprender, relativizar, contextuar. Pero no puedo dejar de reflexionar sobre cómo participan estos deseos de no sentir en un mundo en el que la intensidad no es un valor. Sentir es, más bien, el riesgoso modo de existir en la incertidumbre. Como ejercicio, y para no caer en la trampa de un facilismo tentador, desafío al grupo de reflexión de mujeres embarazadas a que piensen en alguna experiencia en la que se hayan sentido conmovidas, fuertemente movidas en sus emociones, sus sentidos, sus ideas, o espiritualmente. Así van apareciendo imágenes de diferentes momentos. Una habla de su casamiento, otra recuerda la muerte de su abuela, y soltando ya ciertas inhibiciones... surgen el registro de un clímax en un encuentro amoroso y el duelo ante la separación de la pareja amada. Recupero junto a ellas la capacidad que tuvieron de percibirse plenas, vivas, tanto en el dolor como en el placer, cada vez que experimentaron algo con intensidad. Así también el momento de nacimiento podría convocar, en cada una, su capacidad de conectarse con otro nivel de experiencia. Con un estado al que sólo accedemos cuando no bloqueamos nuestra capacidad de sentir y dejamos volar nuestras emociones liberándolas del miedo al encuentro con lo desconocido. Está en cada una elegir cómo quiere transitar ese momento o acaso su vida. Yo, por mi parte, interpelada por la pregunta del para qué vivir, sólo puedo decir que no sé, pero que en todo caso, que sea con intensidad. RECUADRO LATERAL La experiencia del parto es una vivencia muy personal donde las emociones y sensaciones placenteras pueden mezclarse con las de dolor.

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Visualización del dolor Respiramos profundamente usando la respiración como nuestra aliada... como herramienta básica para percibir las sensaciones que surgirán durante el trabajo de parto... ya sea de dolor o de placer... en cada contracción... Ahora fantaseemos con cuál de todas estas respiraciones que hemos estado practicando vamos a usar... la respiración jadeante o la abdominal, el sonido, los gritos... Imaginemos al pasar por ese momento... la forma en que nuestros cuerpos expresarán el dolor... como una ayuda para tolerarlo: con sonidos, con gestos, con movimientos... tomando una conducta activa frente a él en lugar de padecerlo, saliéndole al paso... sin necesidad de hacer esfuerzos por suprimirlo para evitar un gasto inútil de energía para que desaparezca, y aprovecharla para poder superarlo... Acompañamos esta visualización con una respiración profunda, en la que la panza se mueve al inspirar y al exhalar... Sentimos que somos nosotras mismas las que guiamos a nuestro cuerpo, que somos dueñas de él... que estamos a la escucha de lo que nos pide hacer; vamos respirando, moviéndonos, cambiando de posición tal vez... y desde ahí buscamos aquella que imaginamos puede resultarnos mejor para ese momento... Cada una a su tiempo... Ensayemos ahora una respiración más cortita, más jadeante, más pausada... Imaginemos que aparece la contracción y busquemos, solas, el tipo de respiración que nos parezca que podría resultar... o que fantaseemos que podría ayudar... Imaginemos una posición, una respiración para ese instante de la contracción... Imaginemos una idea, un pensamiento, un color, un olor, un contacto... Todos ellos son recursos que disponemos para conectarnos y relacionarnos con el dolor... Y juguemos esa imagen a fondo con toda la intensidad que la contracción pueda tener en ese momento... Somos nosotras frente al dolor, con el dolor, al lado del dolor, gracias al dolor, a pesar del dolor... pero concretamente con la respiración, la mirada, el contacto, el olor, la imagen, la palabra, los sonidos... Progresivamente comenzamos a desperezarnos estirando cada parte del cuerpo... Hagamos lo que el cuerpo nos pida en este momento, ese movimiento que necesitamos...

RECUADRO LATERAL No padezco el dolor ni lo suprimo, sino que lo atravieso, le salgo al paso, lo enfrento activamente, me relaciono con él. Lo supero. Moviéndome tomo conciencia de que soy yo misma la que guía mi cuerpo. Soy dueña de él. Emocionarse de dolor Como las demás emociones, la del dolor no existe como sustancia fuera de quien la experimenta. Cuando decimos “me” duele, nos referimos a esa experiencia que vivimos en nuestra subjetividad, que nos sucede de manera única e incomparable a aquella que vivencia el otro. Experiencia que, sin embargo, aprendemos culturalmente a significar a lo largo de nuestras vidas.

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El antropólogo británico Desmond Morris plantea en La cultura del dolor: “La experiencia del dolor está conformada por fuerzas culturales, por la potencia del género, la religión y la clase social. Ciertos estados psicológicos y emocionales como la culpa, el miedo la ira, la pena y la depresión lo refuerzan y, a veces, lo crean” (p. ...). No acepta que exista una diferencia entre el dolor físico y el mental, ya que los considera a ambos como pertenecientes a las experiencias básicas humanas que simplemente vivimos como personas. ¿Por qué, entonces, tenemos con el dolor una relación de tanto rechazo, aun sabiendo que muchos de los procesos de crecimiento conllevan cierto grado de él, y que de los momentos dolorosos en general hemos aprendido mucho de lo que somos? ¿Por qué le huimos? Es la paradoja con la que nos enfrentamos cuando abordamos este tema. Probablemente, agrega Morris, sea su carácter misterioso el que lo torne temible al perturbar un mundo al que dábamos por cierto. Quizá por ello, como humanos, necesitemos interpretarlo, darle un significado personal, y eso nos diferenciaría, según este autor, de los demás animales. No es casual que el miedo al dolor sea uno de los primeros que las mujeres confiesan experimentar frente al parto, y también el eje sobre el que se construyeron las clásicas propuestas de preparación al parto, como las del “parto sin temor” de G. D. Read o el “parto sin dolor” de F. Lamaze. Pero el dolor no es una experiencia que alguien tenga derecho a quitarnos, es nuestra, única y subjetiva, y tendremos que aprender a descifrarla, ya que es parte de nuestra existencia. Para el pedagogo austríaco Ivan Illich, cada cultura tiene su modo de afrontar el dolor, pero “la civilización médica intenta privar el dolor de su significado personal”. Coincidimos cuando dice que es una experiencia solitaria, intransferible. El dolor abre una pregunta, “es el signo de algo no contestado”. Su valor consiste en poner en marcha nuestras habilidades para enfrentarlo. Al intentar aplacarlo, “la medicalización priva a cualquier cultura de la integración de su programa para enfrentar el dolor”. Para Illich, entonces, es la cultura quien hace tolerable el dolor al integrarlo en un sistema significativo. Diferencia el rol que juega en cambio la civilización cosmopolita, que “aparta el dolor de todo contexto subjetivo o intersubjetivo con el fin de aniquilarlo”. A partir de las ideas que han pensado estos autores, me pregunto por aquellas que podrían ayudarnos a comprender el papel que el dolor desempeña en el tema que nos ocupa especialmente, el del parto. Lo imagino como un provocador que viene a despertarnos de nuestro letargo vital. Que nos inquieta, nos desestabiliza y nos conmina a construir recursos para enfrentarlo. Como en toda experiencia de pasaje a un nivel de mayor crecimiento, desafía nuestra capacidad de crear herramientas con las que aún no contábamos Nos observa, sigiloso, cómo nos esforzamos primero por evitarlo, luego por elevar nuestro umbral para no percibirlo tan intensamente y, finalmente, por reconocer con humildad nuestra limitada capacidad para someterlo. Una cultura como la nuestra, tal como plantea Illich, no sólo niega su existencia, sino que también nos provee de modelos que nos guíen mientras lo transitamos. Así, sin

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prepararnos para ir a su encuentro, nos sorprende súbitamente en algún acontecimiento de nuestra vida en el momento mismo en que estábamos por dar un nuevo paso. Pero no, no aceptamos caernos y, en lugar de aprender a hacerlo para que la caída no nos quiebre y poder así levantarnos y seguir con nuestro vuelo, nos resistimos a atravesarlo y ensayamos toda suerte de estrategias para esquivarlo y, si es posible, aniquilarlo. Nos vemos de golpe en medio del dolor, extrañados por su presencia, y además nos sentimos estafados en nuestra buena de fe, por haber creído en un mundo de puros placeres. No quiere decir esto que nuestro destino sea vivir revolcándonos gozosos en el dolor, procurando atravesar masoquísticamente la mayor cantidad de situaciones sufrientes. El dolor del que hablamos es aquel que acompaña a todo proceso de cambio, ese que se hace inevitable, al que no podemos renunciar si queremos seguir creciendo. Y cuando pretendemos silenciarlo, usamos las energías que necesitamos para poder disfrutar de los placeres e intensidades. El dolor de la vida es el que nos puede enseñar. El que nos transforma al hacernos desarrollar las habilidades necesarias para acompañarlo. El dolor del parto puede convertirse en una oportunidad para que se abra en nuestro cuerpo la pregunta que nos interpela. Para estimularnos a desarrollar conductas, ideas, emociones y actitudes con las que probablemente no contábamos hasta el momento. Respetémoslo, no lo descartemos de entrada. Démosle la oportunidad de mostrarnos el camino. Aunque no es imprescindible para que nazca nuestro hijo, puede serlo para que nazcamos nosotras a una nueva vida. RECUADRO Si comprendemos que el dolor es parte de nuestro mundo emocional, reconoceremos que, al suprimirlo, estaremos también inhibiendo el flujo de otras emociones y terminaremos privándonos de aquellas que consideramos placenteras. El dolor en el parto, de un extremo al otro

“Yo podría soportar el dolor hasta un determinado punto, pero creo que no voy a ser hábil para

pujar; necesitaría una anestesia para poder colaborar más en el trabajo de parto, para poder disfrutarlo más.”

“Querría que me dieran anestesia, sin tener experiencia y sin saber si lo voy a soportar o no; me da la tranquilidad de que voy a disfrutar más del momento.” “Nunca tuve situaciones de dolor muy grande, pero no sé por qué mi intuición me dice que voy a terminar con una peridural.” Hay mujeres que no consideran importante vivir la experiencia del momento del nacimiento de una manera consciente y activa. En sus fantasías no aparece en ningún momento la expectativa de que el parto les devele algo nuevo de sí mismas, o que el

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misterioso dolor les deje a su paso algún aprendizaje. Menos aún algo que puedan llegar a disfrutar. Para muchas, el parto es un trance que hay que superar y no algo para gozar, lo ven como intrascendente en la vida y en la historia sexual de una pareja. La experiencia de parir ha quedado polarizada: en un extremo, la desesperación por el dolor y la soledad, el martirio, vivido tal vez como el castigo por el placer obtenido sexualmente en el momento de concebir; y en el otro extremo, el silenciamiento y la anestesia de todas las emociones y sensaciones de plenitud que puedan surgir en ese momento. No hay una experiencia intermedia que permita a la mujer integrar el dolor y, al mismo tiempo, expresar la satisfacción que genera el ser protagonista de las sensaciones por las que el cuerpo atraviesa, hora a hora, minuto a minuto, en el proceso de parto, al separarse de su hijo. Cuando se pusieron de moda el “parto sin dolor” y el “parto sin temor”, se publicaban imágenes en las que se veía a mujeres sonriendo en su trabajo de parto y que daban cuenta de la contradicción entre el discurso bíblico “parirás con dolor como un castigo” y el nuevo mandato de no expresar el dolor. Pero el dolor durante el parto, en lugar de anunciar una enfermedad, significa que nuestro hijo está naciendo. Esta connotación cambia su percepción en forma radical: es un dolor saludable, que indica que el bebé está atravesando exitosamente el canal de parto. Es un dolor que, aunque podamos vivirlo de diferentes maneras, se siente pero no se sufre. Lo que ocurre es que nuestras creencias determinan nuestras conductas, y hoy el discurso tecnológico del parto se ha convertido casi en un mandato a seguir. Por otra parte, la falta de conocimiento y/o de referencias sobre las posibilidades de partos fisiológicos vuelven muy difícil, para determinada población, imaginar esta experiencia sin la administración de químicos que le supriman cualquier tipo de sensación. En la vida hay dolores que, por lo que representan, se tornan disfrutables y producen cierto nexo con el placer. Cuando hacemos un trabajo corporal, por ejemplo un estiramiento, percibimos que el músculo se está elongando y por eso duele, pero al mismo tiempo sentimos placer: sabemos que está produciéndose una transformación en el cuerpo y lo disfrutamos, porque sentimos que es un dolor positivo. Si pudiéramos internarnos en este tipo de experiencias, identificaríamos diferentes tipos de dolor ante los que reaccionaríamos de distinta manera. Algunos pueden actuar como señales de alarma para que efectuemos un cambio, como ocurre cuando cambiamos de posición por otra más cómoda al dormir; otros pueden actuar como desafíos a nuestra capacidad de tolerarlo, como ciertos esfuerzos físicos, progresivamente más difíciles de alcanzar; otros nos proponen explorarlos en su expresión más sutil para aprender a manejarlos, y están esos dolores que, por familiares o revisitados, van elevando nuestro umbral para percibirlos y nos permiten intensificar cada vez más nuestra exposición a su acción. Cuando el dolor es constante durante mucho tiempo, nuestras defensas van bajando y no podemos resistirlo. Por eso, lo ideal sería que pudiéramos estar atentas y observar qué tipo de dolor sentimos, cuál es nuestro estado emocional al vivirlo, en qué contexto éste se produce, de qué momento de nuestra vida se trata y, sobre todo, qué

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interpretación le damos. Cuán esperable es dentro del ámbito en el que nos movemos. Es que el dolor es algo que tiene mucho que ver con lo cultural. En cuanto a aquel de parto, también se halla sujeto a estas condiciones. Resulta siempre subjetivo, no medible en volumen ni en peso, y su percepción varía según la mujer y su experiencia. Habrá algunas mujeres que dicen no haber sentido dolor, pero no es lo que aparece como relato, dentro de nuestra cultura, con mayor frecuencia. “Cada parto fue distinto. En el primero, no tenía contracciones muy marcadas. Sí picos de dolor, pero no tenía los descansos. Fueron muchas las horas de dolor permanente, constante, y yo necesitaba que se terminara. En cambio en el último, el dolor fue muy rítmico, venía y yo sabía que un ratito después iba a tener un respiro. Era cuestión de atravesar ese momento.” “Las contracciones que más dolieron fueron las últimas. Sentía que había una presión hacia abajo, después pasaron unos quince minutos y fue aflojando... Traté de relajarme y respirar; pensaba en la beba, en que ella pudiera ir haciendo su camino.” “Una puede atravesar naturalmente la contracción aunque sienta mucho dolor. Yo voy a hacer todo lo que pueda.” “Me encantaría hacer todo el parto sin ninguna anestesia, y voy a ir con la mejor intención. Pero si veo que el dolor interfiere con la posibilidad de pujar o con tener un parto mejor, o que retarda el nacimiento del bebé, entonces quiero usarla.” Es fundamental el entorno con el que se cuenta mientras se siente el dolor. No es lo mismo estar con alguien que nos esté acompañando hacia un parto natural, que nos dé aliento y nos proporcione recursos corporales, respiratorios, imaginativos, cognitivos y de todo tipo, que estar frente a alguien que diga: “Cuando necesites anestesia, avisáme, que igual ya está el anestesista”. Esto nos dejará más pendientes de la forma de suprimir el dolor, y menos de cómo generar recursos propios. Y es que pondremos tanta expectativa en la llegada del médico o el anestesista, que nos perderemos de vista a nosotras mismas y olvidaremos que contamos con esos recursos. O peor aún, cuando al conversar con el médico sobre nuestra preferencia de que no nos administren la peridural, éste nos responde: “Ya vas a ver cómo me la vas a pedir”. Lamentablemente, hoy no hay muchos equipos que acompañen fisiológicamente el parto. Algunos años atrás, la mayoría de las mujeres pasábamos por la experiencia del parto sin usar anestesia. Es probable que lo hayamos hecho porque no había a nuestro alrededor tanta presión para hacer uso de ella como ocurre actualmente. Muchas veces, tengo la oportunidad de hablar con los médicos obstetras sobre los motivos para un índice tan alto en el uso de la periduaral y la respuesta es que se encuentran con pocas mujeres que se inclinen por el parto fisiológico. Algunas personas ponen el cuerpo de un modo y otras de otro modo. Pero lo cierto es que si no queremos recurrir a una anestesia, tenemos que estar dispuestas a atravesar una cuota de dolor quizá más alta. Algunas aceptan transitarlo y lo hacen con una actitud activa: respirando, emitiendo sonidos, cambiando de posiciones, porque es muy difícil sostenerlo sin hacer nada.

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Lo importante es hacer una buena preparación que incluya el conocimiento del propio cuerpo, así como reflexionar, participar de conversaciones sobre el tema y ver imágenes de distintos tipos partos, ya que de ese modo lograremos transformar el miedo a lo desconocido en un temor más manejable. Tal vez no podamos suprimir el dolor, pero construiremos con él una relación diferente. Proponemos no pelearnos con el dolor, sino aceptarlo como parte de la situación, como una experiencia que tenemos derecho a vivir, y enfrentarlo de acuerdo con nuestras posibilidades. Algunas mujeres necesitarán analgésicos, otros anestésicos y otras nada de eso. Y si alguien dice: “Yo quiero sí o sí tenerlo con peridural”, tiene que poder hacerlo sin sentirse culpable por eso. La idea es no ser pasivas frente al dolor, sentir que está, pero que podremos manejarnos, comunicarnos y relacionarnos con él. Es decir, modificar sustancialmente nuestro vínculo con el dolor. Hay que saber que la contracción no es eterna, sino que como máximo dura un minuto y luego viene un período de recuperación para poder enfrentar la siguiente. Podemos y tenemos todo el derecho de decir “no estoy dispuesta a hacer ese trabajo, no quiero, es un trabajo que me demanda una energía que hoy no tengo posibilidades de poner en este dolor”, pero en este caso perderemos de vista que ese dolor podría enriquecernos como personas y trasformarnos. Y de eso se trata, de ver qué ventaja podemos sacar de él como experiencia de vida, en la medida en que no nos inhabilite para pujar o para ser eficientes en nuestro trabajo. Es importante saber si la necesidad de la anestesia que a veces las mujeres expresan es verdaderamente una necesidad propia, o es, quizá, producto del manejo que se hace sobre el tema dentro del sistema actual de atención médica del parto. La hipertecnologización de la obstetricia desconoce que pretender suprimir el dolor acarrea el riesgo de suprimir también el placer, y todas las emociones que acompañan ese proceso. Los siguientes son algunos de los riesgos y recomendaciones a tener en cuenta a la hora de decidir por una anestesia peridural. Si bien su administración, hoy en día, ocasiona muy pocos peligros para la mamá y para el bebé, éstos no deben minimizarse: Riesgos ♦ El más frecuente es la hipotensión. Para evitarlo, sería conveniente no acostarse sobre la espalda. ♦ También puede producir incontinencia urinaria. Se recomienda practicar los ejercicios Kegel, descriptos en el capítulo 2, antes y después del parto. ♦ También suele provocar temblores y picazón en la cara o el cuello, y más frecuentemente náuseas y hasta vómitos. ♦ A algunas mujeres les provoca dolor de espalda en el posparto como consecuencia de haberse mantenido acostadas durante muchas horas. ♦ Aunque el porcentaje de riesgos para el bebé es bajo, su administración puede afectar levemente los latidos así como debilitar su reflejo de succión en los primeros momentos inmediatamente después del parto.

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Recomendaciones ♦ En caso de necesitar utilizarla, sería conveniente esperar hasta los 5 cm de dilatación, ya que por debajo de esa cifra se incrementa la probabilidad de terminar en cesárea. ♦ Evitar la posición acostada. ♦ Comenzar a pujar sólo cuando la cabeza del bebé ya esté asomando. ♦ Tratar de mantenerse concentrada en la experiencia del nacimiento a pesar de no sentir dolor. ♦ Solicitar en lo posible una dosis mínima. La vida emocional Desde el inicio del embarazo, en la mujer se produce bruscamente un cambio hormonal muy intenso: de un día para otro se siente invadida por emociones que, muchas veces, siente que no puede manejar, que la sobrepasan. No es que las desconozca o le resulten extrañas, ya que le pertenecen y ha ido viviéndolas en diferentes momentos de su vida. Lo que ocurre es que se desbaratan, se magnifican, se confunden entre sí y, muchas veces, se tornan incontrolables. Por su carácter transitorio, producen un sentimiento de ajenidad que no contribuye a que la mujer pueda hacerse cargo de ellas. Las vive como si fueran intrusas, pero en su tránsito consiguen, sin embargo, modificar su estado anímico. Si bien en el momento surgen con mucha intensidad, al poco rato ceden paso a otra que incluso puede ser de signo contrario. Es así como resulta habitual pasar de la risa al llanto con facilidad, a veces sin una motivación aparente. Como si lo que contara fuera más el monto de carga emocional que está todo el tiempo en juego, que la cualidad de la que se trate, y poco importa bajo qué forma se presenten. Algunas mujeres asocian esta experiencia a la vivida en los períodos premenstruales. También en “esos días” la mujer experimenta importantes cambios hormonales que le generan, en algunos casos, una hipersensibilidad extrema, y en otros las sumergen en fuertes estados de angustia o desasosiego. En el embarazo, estas emociones actúan como fuerzas en movimiento que buscan su expresión, y producen que la mujer se sienta impotente para gobernarlas. No encuentra, muchas veces, una explicación a lo que siente, y más que decir “me siento” dice “me pongo”...triste, contenta o de mal humor, sin ninguna causa aparente. Más aún, estas emociones se le presentan, a veces, de manera conjunta, lo que la desconcierta todavía más. Probablemente sean las emociones ambivalentes las más difíciles de metabolizar o interpretar. Es la típica experiencia del primer trimestre, en el que la mujer siente una gran alegría por haberse embarazado y, al mismo tiempo, una sensación general de angustia. O cuando se mezclan los sentimientos de confianza en su capacidad como mamá con aquellos de inseguridad respecto de cómo desempeñarse con su hijo.

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Todas estas situaciones colocan a la embarazada, muchas veces, en un estado de intolerancia y de irritabilidad muy acentuado. Aparecen el enojo fácil, la ira, la ofensa o la rivalidad. Cuando estas emociones se niegan o reprimen y no encuentran una vía de expresión —ya sea compartiéndolas con la pareja, con los amigos o con un profesional idóneo —, pueden buscar su descarga estallando con enfrentamientos violentos. Son las típicas discusiones que potencian aún más la irritabilidad y que generan, a su vez, otras emociones más difíciles de procesar, como el resentimiento o el rencor. En esos momentos pueden aparecer viejos conflictos no resueltos, escenas de celos, reproches, envidias o sentimientos de venganza. La fuerza con la que se nos aparecen nos conmina a atenderlos, por lo cual es una oportunidad para enfrentarnos con nuestra sombra, en la que nos vemos con todas esas emociones que habitualmente rechazamos de nosotros mismos. Aunque lo deseemos, no podemos reprimir nuestras emociones, lo que no significa que debemos actuarlas. Ellas necesitan que las reconozcamos como propias y les demos un espacio en nuestras vidas. Nuestra responsabilidad con ellas es abrirles un canal de expresión que no hiera nuestra subjetividad ni la de los otros. A veces nuestro cuerpo puede encontrar una forma de descarga a través del movimiento, como la actividad física, el deporte, la danza o las artes marciales. Las manifestaciones artísticas son otra excelente vía para tramitar todo aquello que, de otro modo, no podría decirse o manifestarse. Pero el primer paso es reconocer que siempre han sido parte de nosotras más allá del embarazo, sólo que en este período nos sentimos más vulnerables a su presencia. Desde nuestra perspectiva, más que emociones, representan estados emocionales efímeros que nos conectan con el mundo en forma más sensible. Poder expresarlas, encontrar modos de procesarlas y trascenderlas sin quedarnos pegadas a ellas es un arte a cultivar. Estados de ansiedad A muchas mujeres, el embarazo las sume en un permanente estado de ansiedad. Este término, que significa “congoja o fatiga que causa en el cuerpo inquietud o agitación”, remite a un estado en el que el deseo es difuso, sin objeto: la mujer embarazada no consigue equilibrar el torrente de emociones que la movilizan, su respiración se altera acelerándose, no concilia fácilmente el sueño o se despierta a medianoche sin poder volver a retomarlo. Los acontecimientos por venir le generan incertidumbre y pretende controlarlos anticipándose a que sucedan naturalmente. Esta permanente sensación de inquietud le hace latir el corazón más deprisa y respirar superficialmente, lo cual le crea una tensión que le provoca estrés. Necesita ocupar todo su tiempo, porque intenta aplacar su desasosiego con la actividad. Comer se convierte en una posibilidad de llenar ese vacío y evitar la inquietud que le genera la espera. Con el placer de la comida busca producir un resultado inmediato, la satisfacción de un deseo, su consumación. La posibilidad de hacer el objeto suyo, de

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devorarlo y dominarlo. La sensación de inseguridad se alivia provisoriamente, ya que una vez que ha sido consumido el objeto del deseo se necesita de otro que recree la experiencia. Un sobrepeso exagerado durante el embarazo puede, muchas veces, responder a este circuito, en el que ciertos alimentos como el azúcar, que al principio producen un aquietamiento, en una segunda fase hacen recuperar la excitación original, la cual lleva a la mujer a buscar nuevamente lo que la había aplacado. Recordemos, por otra parte, que la actividad oral es la forma más primitiva de calmar nuestra ansiedad. Fue en nuestras primeras relaciones infantiles con el pecho materno, como lactantes, cuando aprendimos la espera y desarrollamos nuestra capacidad para la postergación y para soportar la frustración. Por eso, es probable que, frente a situaciones que vivimos como peligrosas, recurramos a la satisfacción oral, ya no con el pecho materno, sino en manifestaciones más elaboradas como pueden ser comer, fumar, mascar, chupar. Una manera de resolver esta situación es aceptar nuestros límites respecto de la satisfacción inmediata de nuestras necesidades, y esto se logra desarrollando recursos que, como la palabra o el pensamiento, actúen como intermediarios entre nuestro deseo y la impostergable necesidad de su satisfacción. Las fobias A veces un estado de miedo puede rigidizarse y derivar en un cuadro de fobia focalizada. Son situaciones que llegan a paralizarnos impidiéndonos cumplir con nuestros propósitos. En general, las fobias se organizan alrededor de una situación que se vive como peligrosa y no resiste una explicación racional. Una escena es investida de ideas persecutorias que la transforman en una situación terrible, de la que conviene alejarse o, más aún, huir. La mayor parte de las veces está asociada, directa o indirectamente, a una experiencia traumática anterior, que se teme revivir, pero esa escena no siempre está disponible a nuestra conciencia. El miedo al parto, por ejemplo —muy frecuente por lo recién señalado—, puede verse agravado por la presencia de una fobia específica, como a la sangre, a las secreciones corporales, a las agujas, a estar en lugares cerrados y hasta a escenas sexuales. Estas experiencias, si bien no son habituales, exigen para su resolución de una ayuda psicoterapéutica. De acuerdo con nuestra experiencia, pueden superarse a partir de un tratamiento de psicoterapia corporal, gracias a la cual —a través de visualizaciones donde la escena temida es abordada— es posible construir nuevos circuitos asociativos que suprimen su carácter aterrador. Además, poder compartirlas, corporalizándolas o verbalizándolas, es un modo de exorcizar su poder destructor.

Los antojos, esas conductas regresivas

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Durante el embarazo, la mujer se despide simbólicamente de su carácter de hija exclusivamente, para acceder al de madre. Esto significa dejar la niñez o adolescencia para ingresar en el mundo adulto. Este pasaje no se produce en forma continua, sino que es un recorrido con avances y retrocesos. Quiere decir que en ciertos momentos, algunas mujeres pueden comportarse como si fueran niñas y establecer con su entorno vínculos de dependencia infantil. Se les despiertan antiguos temores de ser abandonadas o no queridas, y crean situaciones para poner a prueba a los demás. Aparecen entonces reclamos, exigencias, caprichos que demandan una satisfacción inmediata, a través de un pedido que suena, la mayor parte de las veces, antojadizo. En realidad, por detrás de estos “antojos”, hay una necesidad emotivo-afectiva muy intensa que no encuentra un modo adulto de expresarse con palabras. El caso del antojo común de comer algo especial no quiere decir que por momentos su organismo, en permanente cambio, no le esté requiriendo un ajuste en su dosis alimentaria. Esto podría resolverse poniéndose en contacto con esa necesidad y compensándola de un modo adulto y no con las folclóricas “frutillas a las tres de la madrugada”. Pero de lo que probablemente se trate en ese momento sea de satisfacer un deseo de ser escuchada, mimada, reasegurada en su necesidad de ser querida y cuidada frente a la inminencia de tener que jugar en breve el rol de responder a las demandas inmediatas del bebé por venir, sin además sentirse excluida de la nueva escena triangular. Así también podrían quizás interpretarse otras de las tantas conductas poco comprensibles que suelen aparecer en esta etapa, como la necesidad de estar permanentemente acompañada, o de pretender que el médico le garantice con una palmadita en el hombro que todo saldrá bien, o de transgredir alguna recomendación necesaria para el cuidado de su propia salud. Poder expresar las nuevas necesidades adultamente, reconociendo sentirse frágiles o vulnerables, transformaría muchos de los antojos en una ocasión ideal para compartir con la pareja estas emociones, y de este modo generar nuevos recursos que les permitan a ambos sentirse afectivamente más seguros. El universo psíquico de la mujer en el embarazo Podría decirse que cuando nace un hijo, nace una madre. Sin embargo, el proceso de gestación de esta última conlleva mucho más que nueve meses: puede abarcar años y hasta toda una vida. Es lo que el psiquiatra psicoanalista francés Paul Claude Racamier ha dado en llamar la “maternalidad”. Este término designa, en forma poética y de un modo condensando, las ideas de maternal, maternidad y natalidad, y donde el sufijo “alidad” transmite la cualidad dinámica del hecho del devenir madre. Racamier define la maternalidad como el conjunto de procesos psicoafectivos que se desarrollan y se integran en la mujer a partir de la maternidad. Esta maternalidad comienza con el deseo de un hijo —realizado o no—, continúa en el embarazo y el nacimiento, y finaliza con la separación psíquica entre el hijo y la madre, que puede tener lugar en el fin del primer año, pero cuyo término es variable.

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Este proceso incluye también la experiencia de aquellas mujeres que han renunciado a cumplir este deseo, o que no habiéndolo hecho lo expresan sintomáticamente con la imposibilidad de fecundar, con infertilidad o con el padecimiento de dificultades para su cumplimiento. Esta experiencia de pasaje representa una verdadera crisis de identidad y, como tal, debe ser reconocida como un momento de riesgo psicológico, lo que no significa que sea en sí misma algo anormal o patológico. Una mujer atraviesa en este período por momentos de fuerte transparencia psíquica, entendiendo por esto una constante e intensa emergencia de contenidos emocionales inconscientes o simplemente alejados de su conciencia. Son estados de extrema fragilidad, comparables a los vividos en la primera infancia en la relación de dependencia con su mamá. Son tiempos en los que se confrontan los modelos maternales vividos y aprendidos, y que se proyectan y empiezan a construirse como propios. De alguna manera, el médico pediatra y psicólogo inglés D. Winnicott (1969) alude a ello al definir lo que él denomina la “preocupación maternal primaria”, que consistiría en ese estado psiquiátrico muy particular de la madre, que se desarrolla gradualmente para alcanzar otro de sensibilidad creciente durante el embarazo, especialmente en el fin de éste, y que dura algunas semanas después del nacimiento del nuevo ser. Llama a este estado “de locura normal” y dice que luego surge una tendencia a reprimir su recuerdo. Como si en este “nacer madre” existiera un proceso semejante al que experimenta el niño al nacer, en cuanto a que en ambos la experiencia queda fuera del registro consciente y escapa entonces a la posibilidad de recordarla con facilidad, lo que torna difícil su futuro recuerdo. Si bien nuestra cultura suele ocultar, o más aún, negar las dificultades del devenir madre, es fundamental proveer a la futura mamá de las condiciones favorables en cuanto al sostén afectivo, a ser acompañadas y escuchadas tanto por su entorno familiar y vincular habitual cercano como por algún marco psicoterapéutico si fuera necesario. Cuándo puede ser necesaria una ayuda psicoterapéutica Para quienes trabajamos en el campo de la prevención y promoción de la salud mental y emocional, durante todo el período prenatal —es decir, desde la concepción y el embarazo, hasta el parto y el posparto— nuestro objetivo es, justamente, acompañar el desarrollo sano de este proceso normal, en un estado de alerta que nos permita detectar situaciones de riesgo que puedan entorpecer su evolución. Para ello, se hace imprescindible contar con un contexto segurizante, en el que esta fragilidad emocional sea protegida y encuentre una vía de expresión, en este momento clave para el crecimiento y maduración de la personalidad. El marco en el que habitualmente nos desempeñamos desde hace ya más de treinta años es el que nos proporcionan los grupos de reflexión de embarazadas y puérperas que asisten a nuestro centro. Bajo una demanda de trabajo corporal y movimiento se

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esconde, pero se explicita también muchas veces, una necesidad de ser contenidas emocionalmente por un grupo de pares, que oficia, de algún modo, como el útero que las gestará en sus nueve meses como madres. Es allí donde se confrontarán, mes a mes, con las más arcaicas emociones en relación con sus modelos de ser madre, con las ideas sobre el nacer y el morir, con las fantasías sexuales infantiles sobre el ser nena o varón, con las teorías respecto de la sexualidad en general, con las primeras relaciones sexuales, con la construcción de la pareja, con los duelos de crecimiento en los vínculos parentales, y cuando atravesarán ese lento proceso de adecuación al nuevo estado que, aunque pudo —en el mejor de los casos— haber sido buscado, es vivido en general, en los primeros tiempos, con el desconcierto propio de estar viviendo con un extraño. Nuestra tarea nos enfrenta con un gran desafío: el de decodificar una demanda de ayuda, la mayoría de las veces, no explícita. Es cierto que, por un lado, las embarazadas, por lo arriba descripto, se encuentran en un estado de gran inestabilidad psíquica, que puede manifestarse en momentos de euforia seguidos de grandes angustias, más allá de las características o fobias específicas a escenas del parto o ansiedades, rasgos de la personalidad de quien se trate. Esto genera, en una escucha psicológica no muy entrenada, la tentación de hacer diagnósticos psicopatológicos justificables en otros períodos de la vida, pero que en el embarazo o puerperio pueden ser simplemente funcionales. Por otro lado, sucede algunas veces que una embarazada plantea una situación conflictiva que, en su historia personal, puede significar un verdadero riesgo para su salud mental, pero que en su relato no aparece, en ningún momento, como un pedido de ayuda, o como un deseo concreto de abordar la situación. Estamos frente a una demanda compleja, y nuestra habilidad consistiría en analizar, en cada caso, cuáles son los factores de riesgo psicológicos por debajo de ella, y cuando la demanda no aparece, de qué modo estimularla o generar la inquietud para que se exprese, y pueda iniciarse así tanto el proceso preventivo como el terapéutico. Contar con un recurso tan poderoso como el del movimiento expresivo es clave en nuestra tarea para lograr este objetivo. El estímulo musical, la movilización energético-emocional de cada zona del cuerpo y su correspondiente manifestación expresiva van creando un terreno sumamente fértil para la emergencia de recuerdos a la espera de su reelaboración. La alternancia entre climas de trabajo que favorecen los estados de trance y de regresión, y los que alientan el fortalecimiento del yo, va facilitando el tránsito desde zonas más infantiles y primitivas a las más adultas y elaboradas. Es así como dar vida al que nace se transforma también en la posibilidad de parirse a sí misma como madre. RECUADRO LATERAL No hay que asustarse por los sentimientos ambivalentes que puedan surgir durante el embarazo. Las emociones nunca son puras, sino que constituyen un juego de fuerzas opuestas. Entre el parto ideal y el real

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El posparto es un momento del proceso de maternalidad bastante descuidado por los diferentes profesionales que lo asisten. Una mujer, al convertirse en madre, vive una de las experiencias más conmovedoras, tanto en su cuerpo como en sus emociones, y experimenta cambios bruscos y profundos. Después de nueve meses de sostener a su hijo, muchas veces, la falta de un espacio que la contenga a ella puede ser vivida como un abandono. La confrontación entre el parto ideal y el real, posible, ese por el que finalmente transitó, abre preguntas que necesitan ser respondidas para su elaboración en un marco de respeto y con una escucha profesional, afectiva y experta. La idea no es culpabilizarse por lo que no ocurrió, sino comprender y dar significado a lo vivido a partir de entender que fue lo mejor que se pudo en ese momento con todos los recursos disponibles. Y confiar en la capacidad de reparar lo sucedido a través de nuevas experiencias. Esto puede llevar un tiempo, a veces son necesarios meses para digerir lo experimentado, lo cual puede aparecer en sueños o revivirse frente al relato de otras mamás. Es necesario poder esperar hasta procesarlo, aceptarlo y resignificarlo en el marco de la propia historia. Así la mujer podrá construir futuros proyectos que fortalezcan su desarrollo como persona, como mujer y como madre. El posparto en el cuerpo “Cuando estaba embarazada, todo el tiempo estaba con las manos en la panza. Tocarme ahora es rarísimo.” “Yo recuerdo que la segunda noche que salí del sanatorio tenía muchos gases. Me despertaba pensando que era Lucía que me pateaba, y al verla a mi lado me parecía tan raro...” “Yo todavía no entiendo bien por qué, después de tener al bebé, hay un cambio día a día de la forma de mi cuerpo. Veo las fotos que me sacaron al día siguiente del parto, cuando todavía tenía una panza como de cinco meses, y ahora me maravilla comprobar cómo los músculos vuelven a ubicarse. No están como antes de quedar embarazada, pero se recuperan bastante rápido. Me cuesta comprender cómo vuelve todo a su lugar y cómo se hace el reacomodamiento interno desde el punto de vista anatómico.” “Yo al principio la extrañaba mucho, porque me encantaba estar con la panza. Me costaba no tenerla, por más que la tenía a Martina. Miraba fotos de cuando estaba embarazada y me gustaban. Ahora ya no, no extraño la panza, estoy disfrutando cada vez más a la bebé y ya estamos más adaptadas las dos...” Durante el embarazo, la zona abdominal ocupa un lugar privilegiado en nuestro cuerpo, al albergar en su interior nada más y nada menos que a nuestro hijo. Muy bruscamente, con el parto, se produce una transformación tan grande en nuestro esquema corporal, que muchas veces nos cuesta encontrarnos nuevamente en nuestro cuerpo.

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En realidad, cuando estamos embarazadas, tocar la panza es tocar también al bebé, ponernos en contacto con lo que está pasando dentro del útero. Y luego de los nueve meses, tocar la panza nos conecta con la certeza de que el bebé ya no está allí, lo cual puede producir un sentimiento nuevo, ligado a una cuota de nostalgia. Impacta mucho percibir que lo que sentimos en los intestinos, en el estómago o en toda la cavidad abdominal ya no es la presencia de nuestro hijo. Y el hecho de que los músculos abdominales se recuperen del gran estiramiento que experimentaron suele verse como algo milagroso. Lo que sucede es que, inmediatamente después del parto, se produce una serie de contracciones —que se repiten después de éste así como también cuando se amamanta— que hacen que progresivamente todos los órganos vuelvan a su lugar, si bien nuestro cuerpo no será exactamente igual al de antes. “Yo siempre digo que viviría embarazada de siete meses permanentemente. En el posparto hay algunas cosas que son incómodas, porque el cuerpo no es el de antes.” “El otro día fui a comprar un pantalón y todo me quedaba horrible... todavía mi cuerpo no es mi cuerpo. Me apretaba donde antes no me apretaba y me sobraba donde antes no me sobraba. Entonces decidí no comprar nada, no gastar en nada, y esperar un mes. Tengo que volver a ser yo.” “Una amiga me dijo que me cambió el cuerpo, pero no pudo explicar cómo. Es amiga mía desde hace muchísimos años y con ella hemos pasado veranos juntas en la playa, o sea que me conoce bien.” Suele ocurrir que no se reconozca el cuerpo ni se tenga la movilidad de antes de estar embarazadas, y en general hay una indefinición sobre en el esquema corporal. También puede surgir cierto enojo porque se pretende un cuerpo que no se tiene. Lo que ocurre es que no se toma conciencia de ese momento intermedio, el del cuerpo del posparto, un cuerpo que, aunque no se tenga sobrepeso, tendrá una forma diferente. Por ese motivo, ante la dificultad para aceptar el nuevo esquema corporal y el hecho de que para muchas mujeres el embarazo es un estado tan ideal, algunas vuelvan a quedar embarazadas rápidamente.

Visualización del posparto Respiramos profundamente... y vamos tomando contacto con ese lugar de nuestro cuerpo donde hasta hace muy poquito estuvo nuestro bebé. Vamos sintiéndolo... habitándolo... dándonos cuenta de que se llena con cada respiración. Ese espacio que fue tan generoso durante nueve meses al sostener y contener a nuestro hijo.

106 Nos tocamos la panza como lo hacíamos antes para dar lugar a que aparezcan todas las emociones allí contenidas. Puede que sintamos nostalgia, orgullo, alegría y hasta una vaga sensación de vacío. Tratamos de recuperar la magia, el milagro de tener a nuestro bebé ahí... y en cada respiración simplemente damos las gracias. Le agradecemos a nuestro vientre haber sido la morada de nuestro hijo... Permanecemos unos instantes jugando con esta experiencia. Luego nos desperezamos lentamente con estiramientos y torsiones.

Posparto acompañado Durante las últimas semanas del embarazo, las futuras mamás van más seguido a ver a la partera, al obstetra, les hacen más ecografías y estudios; sin embargo, después del nacimiento se queden solas, en especial aquellas que viven en las grandes ciudades. Y digo esto porque en otros contextos, las crianzas son más acompañadas y compartidas socialmente, lo cual hace que las mujeres no se sientan tan aisladas. Una vez que los maridos regresan al trabajo, ellas están dedicadas plenamente al cuidado del bebé y con pocas posibilidades de comunicarse o establecer contacto con otras personas. Con la urgencia del nacimiento, hasta que logran reconectarse con lo cotidiano y pueden hacer una llamada telefónica pendiente, suele pasar mucho tiempo y nunca encuentran el momento. Es muy importante que puedan compartir vivencias e inquietudes con otras mujeres que estén viviendo una situación similar, conversar sobre el parto para verlo desde una nueva perspectiva, poder revisarlo y resignificarlo, elaborarlo y desnudar las emociones que surgieron. Pero también hablar sobre su vuelta al trabajo, de cómo manejarse con el pediatra, cuándo pasar al bebé de cuarto, cómo reanudar las relaciones sexuales, sobre los anticonceptivos, las relaciones con la familia, la suegra, la mamá, las horas de sueño que faltan... También necesitan nutrirse de las experiencias de las demás y de momentos de placer, porque están nutriendo todo el tiempo. Pero una cuestión importante es la recuperación física. En esta etapa, resulta necesario moverse con ejercicios, trabajar primero en la reeducación del periné, luego los abdominales y por supuesto las zonas que están sobreexigidas, como los pectorales y los sostenes espinales. Cualquier propuesta corporal debe buscar un justo equilibrio entre momentos de esfuerzo y de relajación, y tener en cuenta el estado de cansancio físico en el que se encuentra la mamá. Y si fuera posible, recibir masajes es algo muy recomendable, ya que la ayudarán mucho a distenderse y a recuperarse. Si bien el alta la da el médico, en general a los treinta días del parto es posible comenzar con una actividad física especializada, teniendo en cuenta, si es que la hubo, la cicatrización de la episiotomía. (Véanse en el capítulo 1 los ejercicios del periné durante el posparto.) Pero si aún no terminó de cicatrizar, de todos modos pueden hacerse ejercicios respiratorios, de elongación y relajación. Aquellas mujeres que han tenido cesárea necesitarán, en vez de veinte días o un mes, aproximadamente cuarenta para retomar los movimientos más dinámicos, y esperar el alta del médico. En general, las que estuvieron haciendo actividad física durante el

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embarazo tienen mayor predisposición para reiniciarla y sienten más ganas de moverse. De cualquier modo, es muy importante que la mujer construya un espacio propio donde poder ocuparse de sus necesidades como mujer más allá de su nuevo rol de mamá. Es una experiencia que si bien cuesta instrumentar, le permitirá reencontrarse con la potencia de su ser femenino y ensanchar el horizonte de sus capacidades como mujer. Ejercicios de recuperación física del posparto Para las horas y los días inmediatamente posteriores al parto Ejercicio nº 4. Automasaje para poner los órganos en su lugar: Acostada boca arriba, masajear alternativamente con cada una de las palmas de las manos la zona abdominal, en un recorrido ascendente desde el pubis al ombligo. Este masaje sirve para compensar la presión hacia abajo que sufren los órganos por el peso del bebé así como la producida por el esfuerzo del pujo en el parto.

Automasaje ascendente.

Ejercicio nº 5. Falsa inspiración torácica: Con este nombre, la Dra. Bernadette de Gasquet, médica y profesora de yoga francesa, investigadora en perineología y autora de varios libros sobre maternidad, designa al ejercicio que consiste en elevar el tórax sin que intervenga intercambio gaseoso alguno. El objetivo es reubicar los órganos en su lugar, “aspirando hacia arriba” la vejiga y el útero.

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Acostada boca arriba exhalar todo el aire, y sin volver a inspirar y con la boca cerrada hacer el movimiento de meter el vientre para adentro llevando el ombligo hacia la columna.

Exhalar todo el aire y hundir el vientre.

Con la misma idea, la fisioterapeuta francesa Blandine Calais Germain, creadora del sistema de anatomía para el movimiento, describe estos ejercicios respiratorios como de hipopresión abdominal durante la expiración, y explica que al empujar el abdomen hacia el tórax la masa abdominal es también arrastrada hacia arriba, con lo cual se descomprimen las vísceras que se encuentran en la pelvis menor y se evita recargar al periné. Puede también practicárselo en otras posiciones, como por ejemplo de pie con el torso hacia adelante, o “en cuatro patas”, o acostada en declive de forma que la pelvis quede más alta que el pecho.

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Apnea en posición de pie.

Aspiración diafragmática en cuatro patas.

Falsa inspiración subiendo la pelvis.

La falsa respiración también constituye la base del método de gimnasia abdominal hipopresiva (GAH), creada por el kinesioterapeuta belga Marcel Caufriez, especialista en urodinamia, en la que utiliza las técnicas de aspiración diafragmática como una alternativa para trabajar los abdominales de una manera más saludable para la integridad perineal que las clásicas flexiones de la gimnasia tradicional.

Ejercicios para descongestionar las vías intestinales Ejercicio nº 6. Activando su funcionamiento: En los primeros días después del parto, es muy frecuente tener dificultades para evacuar los intestinos. Un ejercicio que puede ayudar a liberarlos es hacer una falsa inspiración, como la descripta más arriba, eligiendo cualquiera de las posiciones, y efectuar movimientos rítmicos en apnea con

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los abdominales entrando y sacando el vientre. De esta manera los órganos recibirán un masaje interior que activará el movimiento intestinal.

Comprimiendo el vientre rítmicamente

Ejercicio nº 7. Para liberar la producción de gases: También es común que en el puerperio inmediato se acumulen gases en el vientre. Para ayudar a liberarlos, es aconsejable acostarse boca arriba y llevar las rodillas juntas hacia el pecho mientras se exhala y se presiona el abdomen con los muslos.

Presionando el abdomen con los muslos.

Ejercicio nº 8. Primeros ejercicios para el periné: Como fue detallado en capítulos anteriores, consisten en contraer y aflojar los músculos pubocoxígeos trazando imaginariamente una línea longitudinal de atrás hacia adelante, y también los tranversos superficiales, que recorren un camino de lado a lado de cada isquión como si estuviéramos cerrando los labios de la vagina. Pueden realizarse acostada o en posición invertida. Ejercicio nº 9. Comenzando a retonificar los abdominales: Si respiramos a conciencia, ya estaremos trabajando los primeros ejercicios abdominales. Por eso la siguiente propuesta pone el acento en la forma de respirar mientras los contraemos.

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Acostada boca arriba, realizar una inspiración diafragmática abombando levemente el abdomen hacia arriba, y exhalar llevando el ombligo en dirección a la columna, acercando el pubis al ombligo con una suave contracción de los abdominales bajos.

Exhalar llevando el ombligo a la columna.

Para después del primer mes del parto Repetir los ejercicios descriptos para las primeras semanas y agregar los siguientes. Ejercicio nº 10. Recuperando la fuerza abdominal: Acostada boca arriba con las dos piernas flexionadas, un pie apoyado en el piso y el otro sobre la rodilla de la otra, colocar las manos sobre la rodilla más cercana al pecho y empujarla mientras la pierna trata de resistir la fuerza. Exhalar en el momento de contraer los abdominales y volver a inspirar al relajarlos. Repetir el ejercicio siete veces y luego hacerlo con la otra pierna

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La fuerza de los abdominales bajos.

IMPORTANTE: Contraer siempre el periné antes de realizar cualquier esfuerzo abdominal. Ejercicio nº 11. Movilizando la columna dorsal: Durante toda la primera etapa de crianza, la entrega corporal de la mamá es muy intensa. Si bien el cuerpo está comprometido, la zona particularmente involucrada es la comprendida entre la columna dorsal por detrás y el pecho y los brazos por delante. Los ejercicios llamados “del gato” representan un aliado invalorable para estos tiempos. En “cuatro patas”, exhalar llevando el mentón al suelo y volver a inspirar arqueando la columna hacia el cielo.

Abriendo el pecho.

Ejercicio nº 12. Posiciones invertidas: A fin de buscar una vez más compensar la presión continua que la fuerza de gravedad ejerce sobre nuestros órganos, aumentada considerablemente durante el embarazo, sugerimos colocarse, en todo momento del posparto que sea posible, en cualquiera de las posiciones invertidas. Ilustramos aquí algunas de ellas. Se recomienda realizarlas de acuerdo con una dificultad creciente y respetando las limitaciones de la experiencia corporal de cada una.

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Acostada con los pies en la pared.

Llevando un pie hacia el techo.

Haciendo la postura yoga de la vela.

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En la postura yoga del arado.

Ejercicios en suspensión Una forma ideal de optimizar los efectos de las posiciones invertidas, que desafían la fuerza de gravedad, es incorporar elementos como cintas o columpios de inversión, los cuales contribuyen a sostenernos en esas posturas. También sirven para descargar al periné del peso ejercido por todo el tronco en la posición vertical habitual. Ejercicio nº 13. Alivianando el peso con los pies en el suelo: Colgar la cinta de una barra, que puede instalarse en el marco de una puerta, y pasarla por la espalda colocándola más abajo de las axilas. Soltar el peso del cuerpo sobre ella para llegar hasta las cuclillas desde la posición de sentada. Balancearse de un lado al otro, relajando todo el cuerpo.

Suspendida desde la columna alta.

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Entre muchas otras aplicaciones, esta postura es muy apropiada para facilitar la posición de suspensión en cuclillas, para el trabajo de parto y el parto. Ejercicio nº 14. Mirando el mundo al revés: Esta posición produce la descarga total de las presiones habituales a las que nuestro cuerpo está sometido cotidianamente por la fuerza de la gravedad. Si bien sus beneficios son altamente considerables, exige una preparación física progresiva, así como la asistencia de un instructor, quien deberá supervisar la práctica hasta tanto se logre dominar la postura. Puede efectuarse adaptando una cinta de las usadas para los cinturones de seguridad, o valiéndose de los columpios de inversión, diseñados especialmente para ello por el terapeuta corporal argentino Rubén Seijas, creador de la terapia gravitacional.

Suspensión en inversión total.

Ejercicio nº 15. Ejercicio para los pectorales: Para muchas mujeres, amamantar implica perder el encanto de los pechos firmes. Sin embargo, una caída brusca de éstos suele relacionarse más bien con la dificultad de organizar una buena postura y construir un sostén muscular efectivo. Para lograrlo recomendamos practicar el siguiente ejercicio. De pie o sentada, estirar los brazos hacia adelante juntando las palmas, y doblarlos hacia adentro llevando los dedos hacia el pecho y los codos hacia afuera. En esta posición presionar y relajar alternativamente las palmas entre sí. Hacer cuatro series de siete sucesivos movimientos.

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Para fortalecer pectorales.

“No todo lo que reluce es oro”, o los “blues” no son una depresión Si bien en la mayoría de las mujeres que atraviesan este período del posparto predomina, sobre otros tantos, un sentimiento de alegría, para muchas los días y a veces semanas posteriores están acompañadas de ciertos estados de tristeza reconocidos como “blues”. Estos estados se caracterizan por ser transitorios y de mediana intensidad, pero pueden ser vividos con mucha angustia en tanto no coinciden con las emociones esperables ni por ella ni por su entorno frente a la llegada de un hijo. Se presentan con cambios de humor bruscos, irritabilidad, ganas repentinas de llorar, a los que a veces se les suma una dificultad para dormir o una necesidad excesiva de estar en actividad. Se asemejan a las llamadas “disforias”, que en general suelen pasar inadvertidas en otros momentos de la vida. Muchas veces, estos estados suelen ser confundidos, por sus características similares, con procesos depresivos, y hasta han llegado a adquirir en el lenguaje popular la denominación de “depresión posparto”. Si bien comparten con este cuadro psiquiátrico algunos rasgos —como la tristeza o el llanto sin motivo aparente, los trastornos en la alimentación y en el sueño, y un sentimiento de duelo por el objeto perdido—, no debería confundírselos ni considerárselos como un proceso patológico, sobre todo teniendo en cuenta que más de la mitad de las mujeres en nuestra cultura, por lo menos, lo experimenta. Algunas lo llaman “el bajón o la mufa posparto”.

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Su mayor o menor expresión depende, entre otras causas, de cómo haya vivido la mujer su proceso de embarazo y de parto, y del contexto afectivo emocional que la sostienen familiar y socialmente, en especial el de su relación de pareja. Sin embargo, hay mujeres, aproximadamente una sobre diez, que con o sin antecedentes psiquiátricos de depresión experimentan este síndrome posnatal, el cual les dificulta la relación temprana con el bebé. Si bien muchas veces se presentan en mujeres con antecedentes personales y/o familiares, los diferentes estudios realizados encuentran su origen en variables psicológicas y socioculturales. De todos modos, estos episodios tienen un buen pronóstico y, en función de su intensidad, pueden o no requerir un tratamiento psiquiátrico. Consideramos que una ayuda psicoterapéutica puede facilitar la comprensión de los procesos desencadenantes, y ser por lo mismo aprovechada en la reorganización de su mundo psíquico. Período de crianza A partir del nacimiento, las mamás suelen plantearse muchos interrogantes, que las angustian y preocupan, acerca de cómo cuidar a sus hijos. Según nuestra experiencia, los grupos de crianza son los mejores espacios para pensar con otras el mejor modelo de madre. En ellos las mamás se acompañan entre sí durante todo el primer año de vida de sus bebés, y esto les permite intercambiar información y experiencias. En nuestra institución, la licenciada Claudia Imventarza, psicopedagoga especializada en primera infancia, coordina estos grupos a partir de los cuales nos propone algunas cuestiones para tener en cuenta. ¿Criar o malcriar?

Claudia Imventarza

Para la mujer, el nacimiento del primer hijo implica el despertar de su maternidad. Esto trae consigo sentimientos desconocidos, que le generan una revolución interna, una transformación que promueve cambios profundos en su vida, que son reestructurantes de su ser femenino y que la hacen crecer. En esta movilización, suele sentirse sola y confundida. La posibilidad de integrarse a un grupo de crianza permite a las mujeres reflexionar y crear el propio modelo de ser mamás. La temática recurrente en estos grupos es cómo transcurrir el día con el bebé (recursos para el juego, alimentación, higiene y sueño), la estimulación de la motricidad gruesa, la dinámica familiar, el desarrollo de la capacidad de comprensión y comunicación, la construcción del nuevo rol materno, la formación de la pareja parental, la nueva familia y la reorganización de la vida laboral. A partir de estos encuentros, se genera una red de sostén y acompañamiento muy valiosa para esta etapa. Uno de los temas recurrentes es la cuestión de si criar o malcriar a los hijos. Para brindar respuestas creativas, que ayuden a encaminar la construcción del nuevo rol, propongo las siguientes reflexiones:  

118 1. Existe una idea de que ser una buena madre es estar disponible siempre e incondicionalmente para nuestros hijos. A través de los años y la experiencia, he podido comprobar que este concepto cierra y genera culpa. Cuando una mamá puede plantearse un límite lógico entre ella y su hijo logra construir con él un vínculo armónico, lo cual le permite crear su propia manera de educarlo y criarlo al atravesar por encuentros y desencuentros. 2. El modelo para criar y educar también es nuevo y desconocido para la pareja. A ésta le lleva un tiempo propio construirse como padres respetando sus roles —femenino y masculino— y confrontando criterios juntos. 3. El marco para la crianza de nuestros hijos tiene que ver con el modo como hemos sido maternados y cuidados nosotros mismos en nuestra propia infancia, experiencia que probablemente necesitemos revisar. En la medida en que nos atrevamos a mirar el propio modelo, podremos decidir a conciencia cuál es el mejor de los caminos para nosotros y nuestros hijos. 4. No hay un  manera única y acabada de criar a un hijo. Es un intercambio constante de elecciones sobre cuál es el mejor recurso a utilizar en cada momento y cuál la posición en la que nos sentimos más cómodos. También es bueno permitirse la posibilidad de equivocarse, ya que es de ese modo como se produce el aprendizaje. Es importante poder diferenciar la familia real de un modelo ideal inexistente. Las siguientes son algunas consideraciones prácticas a tener en cuenta en la cotidianeidad con nuestros hijos: ♦ En cuanto a la comunicación, reconocer si lo que está pidiendo el bebé corresponde a una necesidad básica —como la higiene, el sueño o la alimentación— o a una demanda de juego y de encuentro. Por lo general, esta última opción no es considerada, por lo que se produce el malentendido que lleva finalmente al desencuentro. Por ejemplo, en muchas ocasiones se intenta dormir al bebé acunándolo y el bebé se duerme, pero luego cuando es apoyado en la cuna se despierta. En realidad se ha quedado dormido por el mareo que le ocasionó el mecerlo, pero el problema es que no tenía sueño. ♦ Como psicopedagoga, considero que un bebé bien atendido y entendido es un niño que luego, en la escuela, es capaz de atender y comprender con mayor facilidad. ♦ Otro tema a pensar es enseñarles a nuestros hijos a tolerar que no todo puede ser resuelto en el preciso momento en que se desea. ♦ También es un aprendizaje para nosotras saber que no podremos resolverles “todo” y que se frustrarán en algunas ocasiones. Por ejemplo, si tiene una necesidad que no es urgente y que no puedo resolver como mamá en el momento porque me encuentro ocupada, puedo pedirle que me espere dentro de su umbral de tolerancia. Esto representa una enseñanza valiosa para su crecimiento, ya que a partir de esa frustración generalmente surge una nueva opción que le permite seguir creciendo. ♦ Si evitamos ponerle un límite a su demanda diciendo esa típica frase de “pobrecito”, terminaremos empobreciéndolo e impidiendo que crezca.  ♦ Otro aspecto a tener en cuenta es la desautorización en la pareja. Sería conveniente que aunque no compartamos un mismo criterio con nuestra pareja, podamos al menos momentáneamente aceptar la modalidad del otro y luego, en la intimidad, reflexionar juntos. ♦ También sería recomendable que la mamá evitara indicarle siempre a su pareja cómo deben hacerse las cosas con el bebé. Si esto ocurre muy frecuentemente, se corre el

119 riesgo de que el otro, por miedo a ser criticado, termine evitando involucrarse y se autoexcluya de la crianza.  ♦ Por último, aprender a comunicarles a nuestros hijos lo que sentimos por ellos contribuye a construir el vínculo. Y aunque muchas veces pensemos que son muy chiquitos para interpretarnos, siempre, en su nivel, nos comprenderán. Y esto los ayudará a ser más tolerantes y abiertos. Espero que todas estas reflexiones puedan acompañar a los padres en la práctica cotidiana de este hermoso y maravilloso camino de la mater-paternidad.

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Capítulo 4. Al encuentro del otro La dimensión afectiva “¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón.” Fito Páez

La dimensión afectiva se relaciona con el centro cardíaco o Ananhata. Su tallo se ubica en la columna dorsal alta y se abre en el pecho a la altura del corazón. Abarca también los brazos y las palmas de las manos. El corazón simboliza la entrega, el amar y ser amado. Las enfermedades cardiovasculares han sido vinculadas con problemas de índole afectiva mucho antes de que se conociera la medicina psicosomática. Al dar la mano —proyección de nuestro pecho—, estamos expresando amistad y confianza. Esa zona corporal también representa voluntad de acción y afirmación de la personalidad, como cuando se nos pide “sacar pecho” para enfrentar una dificultad. Así el amor, la voluntad y la afirmación son los símbolos del centro cardíaco, pero también podemos ver su manifestación en conductas como el rechazo, la competencia o la exclusión del otro. En definitiva, este centro comprende todos los sentimientos que surgen en nuestra vida de relación. Durante el embarazo, la mujer suele encerrarse en su mundo interno. Por lo tanto, el trabajo correspondiente a la dimensión afectiva consistirá en confrontarse con el mundo externo, revisar cada uno de sus vínculos (la pareja, la familia, los amigos, su entorno laboral) y tratar de ampliar la perspectiva con la que construyó su trama relacional, a fin de enriquecer la comunicación tanto con sus interlocutores habituales como en el nuevo diálogo con el bebé. Esta etapa de la vida es una gran oportunidad para desarrollar nuestra capacidad de dar, de brindarnos a los demás y, fundamentalmente, de abrirnos al nuevo ser que estamos gestando. Abrir significa soltar, aprender a dar y a recibir, todo lo cual, a la vez, fortalece nuestra autoestima, nuestra confianza y la afirmación de nuestro yo. También nos ayuda a desarrollar la voluntad, la solidaridad y la compasión. Desarrollaremos en este capítulo algunos temas que están involucrados en la dimensión relacional de nuestra vida, como son el vínculo que establecemos con nuestra pareja, con nuestros hijos, con el trabajo, y cuando, por ejemplo, nos damos al otro a través de un masaje o al dar de mamar. Ejercicios de apertura del pecho En el embarazo, en general el esternón se hunde y es presionado debido al gran volumen que adquiere la panza, lo cual puede producir malestar, ahogo y hasta sensación de asfixia. De ahí la importancia de ampliar la capacidad respiratoria abriendo la caja torácica y poder dar así mayores posibilidades al crecimiento del v útero. La tonificación de los pectorales también hace que éstos se encuentren mejor preparados para contener el crecimiento brusco de los pechos durante el embarazo.

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Ejercicio nº 1. Ejercicio para abrir el corazón: En posición de pie, entrar y sacar el pecho con movimientos pausados y ondulantes en forma alternativa, juntando las manos adelante al hundirlo y separando los brazos hacia atrás al abrirlo. Inspirar en el momento de apertura y exhalar en el de cierre.

Abriendo el pecho.

Terminar el movimiento haciendo un suave masaje con las palmas de las manos sobre el esternón.

Automasaje para relajar el pecho.

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Ejercicio nº 2. Ejercicio del gato: En posición de “cuatro patas”, llevar el mentón en dirección al suelo mientras se exhala, y levantarlo formando un arco al inspirar. Este ejercicio, verdadero aliado de la mujer durante todo el embarazo y también en el posparto, posibilita el trabajo de apertura del pecho y moviliza especialmente las vértebras dorsales.

Exhalar con el pecho en dirección al suelo.

Inspirar formando un arco.

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Gato con variante de torsión.

Ejercicio nº 3. Fortaleciendo los pectorales: Sentadas en el suelo, flexionar los brazos y unir las palmas de las manos con las puntas de los dedos hacia arriba. En esa posición, presionar una contra la otra con movimientos rítmicos mientras se contraen y relajan los pectorales. Terminar el ejercicio sacudiendo los brazos y aflojando los hombros para evitar cualquier posible tensión residual.

Fortaleciendo los pectorales.

Las conductas respiratorias Muchas veces, al enfrentar una situación difícil solemos inspirar más profundamente en forma espontánea para darnos impulso. Tomamos aire para reunir coraje al encarar un problema, también porque necesitamos calmarnos si estamos muy ansiosos o angustiados, o para enfrentar el dolor. Quiere decir que los motivos por los cuales

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alteramos la respiración son muchos y muy diferentes, y que podemos regularla o modificarla automáticamente en función de las circunstancias. Es desde esta perspectiva que planteamos el gesto respiratorio como conducta. Cuando estamos “vueltas hacia adentro”, como ocurre durante el embarazo, abrir el chakra del corazón puede poner las cosas en perspectiva ya que ayuda a expandir la mirada. Llevar la respiración desde la zona baja a la región del centro cardíaco es beneficioso cuando se trata de poner una distancia saludable con el mundo de las emociones. Los siguientes ejercicios contribuyen a lograr esos objetivos.

Ejercicio nº 4. Hiperventilación controlada: Sentadas en el suelo, colocar una mano sobre el esternón y la otra sobre la panza. Inspirar con el pecho en forma profunda y exhalar del mismo modo todo el aire que sea posible. Luego, inspirar y exhalar superficialmente una cantidad menor, y seguir haciéndolo así tratando de llevar un ritmo parejo. Mantener la respiración en el pecho evitando mover la panza. Lo ideal en este caso es dosificar el intercambio gaseoso haciendo respiraciones no muy profundas. A veces, cuando no regulamos la cantidad de aire, se produce lo que se llama “hiperventilación”. Es una suerte de mareo, que si es moderado puede proporcionar una percepción distinta de la realidad y disminuir la sensación de dolor. Se puede practicar en pareja, con la mano del papá sobre el pecho de la mujer y acompañando la ondulación respiratoria.

Respiración superficial alta asistida.

Ejercicio nº 5. Ejercicio anti-angustia: Muchas veces, el embarazo conduce a la mujer a un estado hipersensible y angustioso, que la impulsa a llorar sin motivo aparente por estar todo el tiempo conectada con experiencias afectivas de gran intensidad. Justamente la palabra “angustia” significa “angostura, dificultad”, y alude a

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un estrechamiento o encogimiento del pecho que produce la típica respiración acortada y agitada. Para revertir este estado, existe un ejercicio muy sencillo que puede realizarse con una pelotita de tenis u otra más blanda.

Automasaje dorsal con pelotita.

Acostada en el suelo boca arriba, colocar la pelotita en la zona de la columna dorsal o alta. Sacar el aire relajando y entregando el peso del cuerpo en el punto de apoyo y quedarse en esa posición algunos minutos. Luego, masajear suavemente la columna dorsal ayudándose con el desplazamiento del cuerpo. Poco a poco el pecho comenzará a abrirse y la sensación de angustia irá cediendo hasta desaparecer gracias a la liberación de emociones contenidas. RECUADRO LATERAL El cuerpo es una suerte de arcón repleto de secretos. El embarazo puede ser la llave. El encuentro con el otro Gracias a que estamos separados y no en fusión, nos es posible encontrarnos con otro. Un hijo es el producto de una relación con otro. Esto es lo que nos ayuda a vivirlo como diferente. Es precisamente en el encuentro erótico y en el deseo de un hijo —tal vez los más íntimos que existan— que esta experiencia se materializa. Allí, en la máxima proximidad, se me revela la distancia que me separa de mi prójimo y es en ese encuentro que reconozco lo diferente. Para el biólogo chileno Humbero Maturana, autor de numerosos libros en los que además de sus investigaciones biológicas estudia las organizaciones sociales, amar es reconocer al otro como legítimo otro, en convivencia con uno. Hablarle al otro es reconocer haber sido llamado previamente y responder a su convocatoria. Es el movimiento de salir de mí y trascender, en mi hijo, no como una continuidad de mí mismo, sino dándome en otro que es un extraño.

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El deseo del hijo no se satisface en obtenerlo, sino en la posibilidad de trascender en el otro, en aquel que no es mi clon, mi copia, sino alguien diferente de mí, que me permite confrontarme con mi alteridad. Su presencia misma es la perturbadora prueba de lo diferente, de lo ajeno, de lo que no es posible poseer. El bebé como persona “Mi marido se impresionaba un poco, ahora se anima mucho más a tocarme la panza cuando el bebé se mueve, y dice ‘¡qué lindo!’ Lo toca y se pone contento, pero no se queda sintiéndolo. Le habla, allí dependiendo de dónde esté la cabeza le habla allí.” “Yo tengo una cajita musical que a veces pongo al lado de la panza, y cuando termina de sonar no sé si se molesta o qué, pero a veces se mueve. Y con la música clásica se mueve mucho.” “No sé si es porque estoy con mucho trabajo y con muchos problemas. Antes sentía que se movía más y ahora no lo siento tanto.” Los bebés nacen con una historia que van construyendo dentro del vientre materno, a partir de los acontecimientos de su entorno, desde el momento mismo de la concepción, pasando por los nueve meses de embarazo y la experiencia del parto. De algún modo, todas esas vivencias intrauterinas quedan registradas en su psiquismo. Existen varios estudios que demuestran que los bebés tienen una experiencia fetal muy rica, con percepciones de gran agudeza no sólo de su contexto, sino también de la vida de sus progenitores, con quienes van tejiendo una relación desde el inicio de sus vidas. Por eso, aquella que nace luego a través de palabras, caricias y miradas en realidad es la continuación de otro vínculo iniciado mucho tiempo antes. Podríamos pensar que, como toda relación, la que se establece con el hijo debe ir construyéndose día a día, con mayor o menor dificultad, según la compatibilidad que exista entre ambos. Sin embargo, de acuerdo con ciertas concepciones, los bebés eligen a sus padres como su medio para venir al mundo, porque son éstos, y no otros, los que les posibilitarán llevar adelante el camino que les espera recorrer en la vida. Pero hay que destacar que esta “decisión” de nuestros hijos de elegirnos a nosotros como padres no nos exime de la responsabilidad que implica acompañar su crecimiento y respetar sus particularidades. Son seres que vienen al mundo con una cantidad de características propias y con las cuales nosotros tendremos que aprender a vincularnos. Esta es una de las razones por las que no nos relacionamos del mismo modo con todos nuestros hijos. Cada vínculo se construye de diversas y múltiples maneras: a través de emociones, de palabras, de ideas, de pensamientos, de contactos. Todo les llega desde el interior del útero y adquiere su significado a partir de la historia de vida que, luego del nacimiento, ellos continúen experimentando. En La vida secreta del niño antes de nacer, el psiquiatra y psicólogo inglés Thomas Verni señala: Los estudios demuestran que, en la quinta semana, el feto ya desarrolla un repertorio sorprendentemente complejo de actos reflejos. En la octava semana no sólo mueve fácilmente la cabeza, los brazos y el tronco, sino que, además, con estos movimientos ya

127 ha labrado un primitivo lenguaje corporal: expresa sus gustos y aversiones con sacudidas y patadas bien colocadas. Lo que le desagrada especialmente es que lo manipulen. Basta presionar, hurgar o pellizcar el vientre de la embarazada para que el feto de dos meses y medio se aleje de prisa (hecho observado mediante diversas técnicas). (p. 33) El hecho de que el niño intrauterino tenga habilidades demostradas para reaccionar ante su entorno a través de los sentidos muestra que está en posesión de los requisitos básicos del aprendizaje. Sin embargo, la formación de la personalidad exige algo más. Como mínimo absoluto requiere la conciencia. Para que sean significativos, los pensamientos y los sentimientos de la madre no pueden registrarse en el vacío. Su hijo ha de ser agudamente consciente de lo que ella piensa y experimenta. Igualmente indispensable es el hecho de que el feto puede interpretar sus pensamientos y sentimientos con toda sutileza y complejidad. (p. 37)

En general, cuando estamos muy estresadas se mueve menos, y cuando nos tranquilizamos ellos aprovechan... para moverse. Nos recuerdan que hay otro con el cual tenemos que convivir. Pero si bien es cierto que toda nuestra conducta y nuestras emociones afectan al bebé dentro del útero, no debemos preocuparnos excesivamente con cada una de nuestras actividades y manifestaciones, ya que no es permeable a todo lo que suceda en nuestra vida ni será afectado enteramente por ello. Un buen equilibrio entre nuestras experiencias placenteras y las displacenteras garantizará su crecimiento saludable. Sólo debemos protegerlo si la cantidad de estímulos negativos es excesiva y continúa: La mujer que aveces se preocupa por las deudas o por los kilos que ha aumentado no pone en peligro a su hijo. La cantidad de hormonas que estas preocupaciones secundarias producen —si es que las producen— no afectan al niño no nacido. Lo que éste no puede asimilar es una agresión continua de las hormonas de la ansiedad. En este caso, el peligro no se limita sólo al vínculo intrauterino. (Verny, p. 91)

Cuando nace nuestro hijo, ya es una persona con un rostro, un cuerpo con características propias y hasta una memoria. Ha experimentado muchas cosas dentro del útero y posee un registro de ellas. Por eso, en el momento del parto, tratar de corrernos de nuestra experiencia de parir y ver al bebé como alguien que también está pasando por una vivencia semejante en intensidad puede ser muy enriquecedor para ambos. Comunicación prenatal La vida es, desde sus orígenes, movimiento. Es con el movimiento que el niño no nacido expresa desde el comienzo sus emociones en sus formas más rudimentarias. El bebé intrauterino es un ser que siente y su grado de conciencia le permite percibir matices emocionales muy sutiles. Él va construyendo su historia a partir de todos los acontecimientos que se producen antes de la concepción, la concepción en sí misma y el embarazo, hasta el momento del

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nacimiento. De este modo, en su vida prenatal va forjándose su personalidad y configurándose sus sentidos. Es a partir del tacto primitivo que el bebé ingresa en el mundo sensible. Todos los demás sentidos no son más que especializaciones de este tacto original. Así, el ver y el escuchar son desarrollos evolutivos de este tacto primitivo. Los primeros contactos que la mamá establece desde su vientre con el bebé fundan los lazos de una relación afectiva, confirmante de un estado de seguridad emocional en su vida psíquica. Pero, según el médico alemán Frans Veldman, creador de la Haptonomía o Ciencia de la Afectividad y el Contacto, para que estos contactos trasciendan los límites del mero tacto deben ser realizados de un modo intuitivo, en intimidad y con una actitud afectiva. La intención es poder brindarle al niño un sentimiento de seguridad y de confirmación de su existencia. Desde esta perspectiva el tacto constituye la base de todos los sentidos. En verdad, la audición no es otra cosa que la especialización del tacto mecánico original. En los primeros meses de su vida prenatal los sonidos le llegan al bebé en forma de vibraciones que resuenan en su cuerpo todo a lo largo de la piel. Así va percibiendo y sintiendo acústicamente el espacio mientras aprende a orientarse en él. En la quinta semana ya desarrolla un repertorio de complejos actos reflejos. En la octava semana, moviendo sus extremidades desarrolla un primitivo lenguaje corporal con el que expresa sus preferencias. Al sexto mes es tan sensible al tacto como un niño de un año. Es a partir de ese momento que su oído alcanza el grado de desarrollo necesario para oír claramente: El abdomen y el útero de la embarazada son lugares muy ruidosos. Los retumbos estomacales de su madre son los sonidos más potentes que oye. La voy de ella, la de su padre y otros sonidos ocasionales son más amortiguados, pero igualmente le resultan audibles. Sin embargo, el sonido que domina su mundo es el rítmico tac del latido cardíaco de la madre. Mientras mantiene su ritmo regular, el niño intrauterino sabe que todo está bien, se siente seguro y esa sensación de seguridad persiste en él. (Verny, p. 35)

Los bebés también son selectivos con la música. Adaptan su ritmo corporal al habla de su madre. El niño antes de nacer ya puede recordar e incluso aprender. Es capaz de captar el tono emocional de la voz de su mamá. Hasta podríamos decir que está capacitado para iniciar una primera educación musical. Según las investigaciones sobre la vida intrauterina del Tomás Verny, una embarazada que escucha una música relajante unos minutos por día pueda lograr que su hijo se sienta más tranquilo y hasta podría crearle un interés musical para toda la vida. El ritmo del corazón de su madre le es al niño muy tranquilizador. Existen experiencias en las que haciéndoles escuchar a los bebés los latidos cardíacos humanos, más allá de que éstos sean de su propia mamá, los niños responderán durmiendo y descansando mejor. Según el Alfred Tomatis, especialista en psicolingüística, los rudimentos de un idioma también pueden establecerse en el útero. Pero no es precisamente este entrenamiento,

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ni siquiera este condicionamiento reflejo el que nos motiva a propiciar el contacto temprano entre los padres y sus bebés por nacer. Ni la pretensión de aliviar a los padres del llanto de sus hijos al nacer forma parte del objetivo de estas observaciones. El acento no está puesto en el logro de determinado resultado en la respuesta de un bebé por nacer, sino en construir las bases de la relación afectiva entre el bebé y sus padres . Sabemos que cuanto antes se inicie la comunicación entre la mamá, el papá y el bebé, las posibilidades de construir un vínculo segurizante para el bebé serán mayores. Si bien la mamá por el contacto cotidiano con su bebé tiene mayores oportunidades de entrar en relación íntima con su hijo, no siempre le destina un tiempo y un espacio protegidos para establecer una comunicación directa con él. Por otra parte, cuando un padre comienza tempranamente la relación con su hijo y descubre que éste lo reconoce, se compromete más afectivamente con él. Sabemos que el niño oye en el útero la voz de su padre, y si éste le habla con palabras breves y tiernas, el bebé puede identificarla desde las primeras horas de vida y responder emocionalmente a ella. Por ejemplo, si está llorando, se calla. Ese sonido conocido le dice que está protegido. Esto a su vez influye en la actitud del futuro padre, que al constatar que su hijo lo reconoce adquiere mayor confianza en su capacidad como tal, tantas veces injustamente consideradas como de torpeza. Cuanto antes se interese más se beneficiará el vínculo. El bebé percibe tanto las vibraciones por todo su cuerpo como los sonidos que le llegan a través de su oído. Decíamos que tiene preferencias musicales, como ser la música clásica o barroca, pero sería conveniente tener en cuenta que en última instancia disfrutará aquella música que le sea placentera a su madre. El efecto endorfínico que le produce a la mamá el contacto placentero con la música y tal vez el mover su cuerpo, siguiendo el ritmo, acaso sea lo más nutritivo de toda la experiencia. Tal vez por eso sea conveniente que la mamá escuche la música que le guste más y que además lo haga en forma directa del ambiente prescindiendo de auriculares. Según el musicoterapeuta argentino Gabriel Federico, la estimulación prenatal con música provoca que el sistema nervioso central del bebé se excite permitiendo que a éste le aumenten los latidos cardíacos y favoreciendo un mayor intercambio de fluidos entre la placenta y el bebé. Sin embargo, creemos que, como cualquier otra actividad lúdica o artística, la música para el bebé no debería usarse para lograr efectos o resultados particulares como lo podrían ser la memorización de una secuencia o el aprendizaje de un idioma o cualquier otro interés productivista. De todos modos, no podemos desconocer el gran valor que tiene el estímulo sonoro como recurso para lograr niveles de relajación profunda tanto durante el embarazo como especialmente durante todo el trabajo de parto y el parto. A su vez el uso del sonido y la liberación de la voz contribuyen a soltar las tensiones alojadas en la zona perivaginal. Los sonidos graves en particular actúan por vibración aflojando los músculos del suelo de la pelvis, y es con ese mismo objetivo que se utilizan con preferencias las vocales “O” y “U” en forma sostenida durante el transcurso de las contracciones uterinas. También el “didjeridoo”, un instrumento que data de 5000 años atrás, construido a partir de una caña que crece cerca de los eucaliptos en una

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región de Australia, emite sonidos de una frecuencia muy baja que predisponen a estados de conciencia no ordinaria conocidos comúnmente como estados de trance. Más que estimular al otro, la experiencia de comunicación prenatal a través de la música, los sonidos, el canto y el movimiento son una oportunidad que tienen los padres de abrir un espacio de encuentro en el que se desarrollen las capacidades que todos tienen para crear y jugar en libertad. Al cantarle a su bebé ellos abren una nueva dimensión en la comunicación con su hijo e inauguran una vía de diálogo que compromete el mundo afectivo-emocional haciendo que, al dar vida, puedan transformar la propia. RECUADRO LATERAL

Preparando el ajuar Cuando le compramos la ropita a nuestro bebé durante el embarazo vamos reconociéndolo como persona, dándole un lugar propio, imaginándolo, soñándolo. Mucha gente, por prevención o por cábala, prefiere no comprar nada hasta el momento del nacimiento. Esto es suponer que, en el triste caso de que hubiera algún problema, se actuaría como si el bebé no hubiera existido, sin considerar que aun dentro del útero el bebé ya existe como persona deseada, por lo que igualmente será necesario pasar por algún tipo de duelo. Por otra parte, si pensamos que percibe la energía con la que se lo espera, preparar su ajuar y su espacio es darle un voto de confianza a su llegada a este mundo: ♦ Entre las cosas necesarias para el bebé: Pañales, camisetitas de algodón, enteritos abotonados, medias, mantita, el cochecito plegable, baby sit, óleo calcáreo, una muda para llevárselo de la clínica. ♦ Entre las cosas necesarias para la mamá: Crema de caléndula, apósitos, corpiños abiertos, camisones abiertos, toallitas, jabón líquido, protectores mamarios, salvavidas (para permanecer sentada y en caso de episiotomía los puntos no molesten), deshabillé, y un diario personal para ir volcando lo que sienta en este momento, donde todo cambia en forma vertiginosa. ♦ Entre las cosas necesarias para el papá: Pantuflas, pijama, artículo de tocador, alguna lectura, walkman, CDs, todo aquello que lo haga sentir que está un poquito como en casa. La experiencia de mi bebé en el momento de nacer “Me es difícil tratar de imaginar todo el trayecto, sentir que va a ir pasando por los huesos de la pelvis, tratando de asomar… Pobre, ¡qué trabajo!” “ A veces, para poder conectarme con mi bebé en el momento del nacimiento, trato de imaginarme cómo habrá sido mi propio nacimiento.”

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Durante el trabajo de parto, habitualmente estamos muy centradas en nuestra experiencia, en las contracciones que tenemos, en lo que nos va pasando, en las preocupaciones y los sentimientos que nos embargan. Por eso es bueno, por un ratito, poder imaginar cuál es la experiencia que el bebé vive en ese momento. Porque al mismo tiempo que nosotras estamos pariendo ellos están naciendo; son dos procesos que suceden al mismo tiempo, pero que no son lo mismo. Una cosa es el nacimiento de un bebé y otra cosa es nuestro parto, y no tienen por qué vivirse de igual manera. Es interesante poder hacer el movimiento de corrernos y ver al bebé como una persona que también está pasando por una experiencia muy intensa, muy diferente de la nuestra. Hay algunas técnicas, como por ejemplo el “rebirthing" y la respiraron holotrópica, con las cuales se busca llegar a revivir el nacimiento propio; y hay casos de personas que han tenido vivencias que, luego, al ser confrontadas con las de sus mamás, resultaron coincidentes. Esto es así porque en nosotros existe una suerte de memoria del nacimiento, que aparenta estar olvidada, pero que sin embargo se conserva internamente, aunque fuera del ámbito de la memoria consciente. ¿Recuerdan los bebés su nacimiento? El psicólogo norteamericano David Chamberlain, de la Asociación de Psicología Pre y Perinatal, nos cuenta en su libro Los bebés recuerdan su nacimiento que los bebés son seres muy complejos, y que muchos de los avances logrados en la exploración de la vida del niño antes de nacer han ayudado a reconocer cuán extraordinarias son su mente y su personalidad: “La verdad es que mucho de lo que tradicionalmente creíamos acerca de los bebés resultó ser falso. Hemos malinterpretado y subestimado sus capacidades. No son seres simples, sino complejos, eternos: criaturas pequeñitas con ideas sorpresivamente grandes” (p. 13). Algunos de los mitos acerca de los recién nacidos sostenían que los bebés no sentían, que su cerebro estaba mínimamente desarrollado y que no funcionaba sino hasta haberse completado su formación, que como no hablaban no pensaban, que no soñaban, que carecían del sentido del yo, que no necesitaban de su madre y que no recordaban su nacimiento. Sin embargo, Chamberlain señala: Gracias a las abrumadoras pruebas de las habilidades que poseen los bebés y a impresionantes adelantos en el conocimiento del cerebro, la mente y la conciencia, podemos ya valorar con más simpatía los recuerdos del nacimiento, dignos de cuidadosa atención. Lo que de ellos aprendamos puede cambiar el curso que demos a nuestra vida, nuestra manera de enfocar la paternidad, la concepción, el embarazo y el parto, y la manera en que nos eduquemos mutuamente. (p. 24) Esta nueva fuente de información acerca de los recién nacidos no se refiere sólo a ellos. De manera indirecta, es información vital acerca de nosotros: una ventana por la que podemos ver algo de lo que nos hace personas. (p. 25)

Esta idea moviliza además en los adultos su posición frente al mundo, ya que los invita a interrogarse sobre su propio ingreso en esta vida.

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Todavía nos resulta extraño pensar que los bebés puedan recordar el momento de su nacimiento. Tal vez nos cueste porque pocos de nosotros hemos accedido a esa posibilidad. Chamberlain, al igual que Grof —quien como veremos en el capítulo 6, utilizó técnicas regresivas para llevar a sus pacientes al momento de su nacimiento—, investigó esta capacidad de la memoria natal: Estos recuerdos con frecuencia adoptaban un disfraz como sueños recurrentes, pensamientos, hábitos, temores y otros fenómenos que clamaban por ser comprendidos y resueltos. Los recuerdos natales han salido a luz en respuesta de la hipnosis, el psicoanálisis, el LSD, el psicodrama, la inmersión en agua y las técnicas de respiración yoga. De manera inesperada, continúan emergiendo a la memoria consciente. (p. 113)

RECUADRO LATERAL No estamos solas a la hora de parir: hay una personita atravesando un momento parecido en intensidad al que nos toca vivir a nosotras. Las contracciones permiten la apertura del cuello del útero hasta llegar a los diez centímetros de dilatación, que es el tamaño de la cabecita del bebé. Mientras el cuello del útero se dilata el bebé también está haciendo su trabajo, buscando a través de rotaciones la posición más adecuada para seguir bajando y, finalmente, poder salir al mundo. A través de la siguiente experiencia, podemos representarnos nuestro propio nacimiento. Aunque no lo recordemos conscientemente, es muy probable que existan en nuestro cuerpo algunos registros grabados de esos momentos. Visualización del nacimiento Arrodilladas en cuatro patas, apoyamos la coronilla sobre un almohadón en el suelo y depositamos todo el peso corporal sobre la cabeza, con la que vamos presionando el almohadón. Nos imaginamos que somos el bebé que está transitando el canal de parto, haciendo un trabajo duro, fuerte, intenso, mientras percibe el transcurrir rítmico de las contracciones del útero... Somos ese bebé, que no sabe qué viene después... un mundo de incertidumbre, una aventura que está viviendo por primera vez... Busca la luz... Sale del medio acuático, muy plácido, muy algodonoso... y atraviesa espacios muy duros, sinuosos... Mantenemos una presión pareja sobre el almohadón un ratito más... sintiendo una fuerza que forma un eje desde el coxis hasta el cráneo... que nos da la dirección, la salida hacia el mundo... Es una línea que no se quiebra en la columna, una línea directa... Tratamos de alinear la columna e intensificar por un momento esa fuerza sostenida... imaginándola acompañada por el pujo que alguien está haciendo por nosotras, con nosotras al parir... Atravesamos los últimos centímetros, otro poquito más, y empezamos a ver la luz... Hay un mundo que nos espera con afecto... Vamos saliendo y, mientras tanto, despegamos la cabeza del suelo lentamente... Llevamos la cola a los talones, nos

133 acomodamos despacio de costado en el suelo... Y así, respirando de este modo tranquilo, sereno, como si lo hiciéramos por primera vez... imaginamos el despertar de los sentidos... Abrimos los ojos y miramos al mundo que nos recibe, miramos lo que está alrededor... miramos los ojos de mamá y de papá por primera vez... una mirada sin historia, una mirada curiosa, desprejuiciada... Todo lo que nos rodea es nuevo... Recibimos el contacto a través de la piel... Los olores... Nuestra lengua reconoce los sabores... y una enorme y nueva cantidad de sonidos empiezan a poblar nuestra vida... Escuchamos palabras, voces... y hasta puede que percibamos el olor de la leche y que entremos en contacto con el pezón de nuestra mamá... Lo succionamos fuertemente mientras intercambiamos con ella una mirada, sus ojos y los nuestros... Lentamente empezamos a desperezarnos con estiramientos para volver... Regresamos al mundo en el que estamos actualmente, después de jugar con la experiencia de nacer... Hacemos distintos movimientos y torsiones...

El masaje durante el embarazo Una comunicación desde el contacto Dalila Wagner, profesora de yoga y masoterapeuta argentina especializada en diversas técnicas de masaje, a cargo en nuestro Centro de los masajes a las embarazadas, describe a continuación los beneficios que esta práctica puede otorgar a la futura mamá y al bebé tanto para la salud física como para la emocional. El masaje constituye un recurso ideal para acompañar los cambios que va experimentando la mujer en su embarazo. Tanto si lo recibe de su pareja de una manera intuitiva, o de un especialista, el contacto en sí mismo la ayuda a conocer el propio cuerpo y a entrar en comunicación con el otro a través de la vía más directa con la que contamos para hacerlo. Es interesante destacar que el tacto es el primer sentido que desarrolla una persona desde su vida intrauterina, al participar de los movimientos que su madre realiza y que va percibiendo en su piel a través de todo su cuerpo. El masaje durante el embarazo reaviva estas sensaciones placenteras experimentadas en el interior del útero, por lo que libera endorfinas que generan en la futura mamá un sentimiento afectivo de seguridad. En el plano fisiológico, dado que el cuerpo se relaja se hace más profunda la respiración y de este modo el bebé recibe una mejor oxigenación. Al activar la circulación sanguínea, las toxinas son fácilmente eliminadas y la piel adquiere la elasticidad necesaria para acompañar el progresivo aumento de peso. Desde el punto de vista articular, el masaje colabora a orientar la columna con posturas saludables y previene en especial los dolores lumbares y cervicales. Pero más allá de sus beneficios en el logro de un equilibrio corporal, el masaje es una excelente herramienta de la mujer para conectarse consigo misma y con el bebé, liberar emociones contenidas y desbloquear corazas musculares que le impidan manifestarse con vitalidad. Existen diversas técnicas de masaje. Nosotros utilizamos una integración de la proveniente de los centros de energía, con sus líneas de energía o “nadis”, a la que se

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le suman elementos del masaje ayuevédico, de la digitopuntura, el shiatzu y la reflexología. Se emplean diferentes toques según se pretenda movilizar el sistema circulatorio — para el que se emplean movimientos más enérgicos, aunque más superficiales— o el linfático, destrabar una contractura o activar puntos energéticos precisos, en cuyo caso el toque se realiza con los pulgares y efectuando una presión más profunda. La respiración consciente constituye una parte fundamental de la práctica, tanto para aquel que la ofrece como para el que la recibe, ya que poner la conciencia en la zona masajeada refuerza el efecto que el toque produce, e involucra al que lo recibe con una posición más activa. Proponemos a continuación algunas recomendaciones prácticas. ♦ Tomar previamente una ducha caliente y colocarse en un estado receptivo. ♦ Disponer de un tiempo libre de interferencias, como llamadas telefónicas u otros ruidos distractivos. ♦ Preparar un ambiente cálido. ♦ Disponer una temperatura agradable y luz tenue. ♦ Incluir, si se desea, aromas y música tranquila. ♦ Limitar la comunicación verbal a lo imprescindible. ♦ Tener a mano una manta para cubrirse. ♦ Buscar una posición cómoda: acostada sobre un lado con un almohadón entre las piernas. ♦ Tomar contacto con la respiración profunda. ♦ Utilizar aceites naturales vegetales. Evitar aceites minerales, ya que obstaculizan la libre respiración de la piel. Para el relax utilizar él de lavanda para estimular y activar la circulación, usar el aceite con árnica. En caso de realizarlo en pareja, sugerimos intercambiar eventualmente los roles a fin de transmitir al compañero las preferencias en el toque. Los siguientes son algunos de los toques más reconfortantes:

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Masaje circulatorio en la zona lumbosacra.

Masaje lumbar con pelota.

Dando calor a la zona lumbar.

Estiramiento de la columna.

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Masaje de cuello posterior.

Masaje de cuello lateral.

Automasaje de rostro.

Automasaje de rostro.

Automasaje del cuero cabelludo.

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La pareja y la intimidad “Yo tengo miedo a la pérdida de algo, a perder un estado de la pareja.” “Hemos estado mucho tiempo los dos solos y ahora viene una persona nueva, diferente, a quien no conocemos, que va a absorber mucho de nuestro tiempo. Me da la sensación de que algo se deja, no se qué, por más que estemos bárbaro con el bebé, creo que hay un pequeño duelo. Y me parece que es por eso que estoy todo el tiempo pidiéndole cosas a mi marido. Él es muy bueno conmigo, pero es como si nada me alcanzara.” A medida que el embarazo avanza, la presencia del hijo cada vez es más intensa, por lo que la experiencia de exclusividad que se vivía en la pareja va desdibujándose. Los movimientos del bebé, que se imponen entre ellos durante el embarazo, son un modo de despedirse de la relación de dos, para iniciar una nueva etapa con el tercero. Por eso, conversar de los sentimientos que esta situación despierta en cada uno puede ayudar a despejar angustias y miedos (como el temor a la exclusión que a veces siente el hombre, a compartir el bebé o a perder el espacio de intimidad conquistado). La historia previa de la pareja seguramente tornará más fácil o, por el contrario, dificultará estos movimientos de crecimiento, pero en todo caso siempre es posible aprovechar el tiempo de embarazo para lograr los ajustes que toda pareja necesita frente a momentos de cambio. Sobre todo si pensamos que el embarazo —que tantas emociones nuevas nos hace aflorar— es una oportunidad para conocerse un poco más en la pareja y descubrir aspectos de uno mismo y del otro.

Visualización pareja-hijo Imaginemos una escena en la que estamos en pareja, en un lugar donde queramos situarla.... y en ella incluyamos a este tercero que está por venir... Imaginemos entonces una experiencia de tres... en la que no dejamos de ser dos con nuestra pareja... Imaginemos ese nuevo modo de interactuar entre ambos y también con esa nueva presencia... Con una manera muy diferente de vincularnos con uno y con otro... Como madres de nuestro hijo y como mujeres de nuestros hombres... Conservemos esta imagen donde somos padres sin dejar de ser pareja... y reteniéndola comencemos a desperezarnos y a estirarnos para recuperar el movimiento...

“Yo me veo con mi marido, los dos solos, en la playa de vacaciones... Y después pienso cómo serán esas vacaciones con un hijo.” “Yo imaginé a mi marido con el bebé en brazos... Creo que me voy a morir de placer cuando los vea juntos.”

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“Yo tengo miedo de concentrarme mucho en el bebé. No insistí en tenerlo aunque ahora me encanta, pero no quiero que se termine el embarazo.” Durante el embarazo, tenemos al bebé para nosotras solas y sentimos que no tenemos que compartirlo. El desafío es aprender a incluirlo en el universo afectivo de la pareja, es decir, poder disfrutar de nuestro tiempo como madres y, a la vez, saber preservar un espacio para la intimidad de la pareja.

Ser papá RECUADRO LATERAL El embarazo brinda la oportunidad de conocerse y conocer al otro, ya que deja aflorar emociones nuevas. Algunos le dan el asiento, otros la felicitan o le preguntan para cuándo, pero todos la reconocen. Es una mujer embarazada. Puede charlar con otras futuras mamás en el consultorio, en la oficina. Muy distinta es la posición de ellos, los “papás embarazados”. No se les nota. Sin panza, pero con sueños y miedos, no se los ayuda a mostrar lo que sienten. ¿Es que los papás que van a tener un hijo no tienen ansiedades, expectativas e inseguridades? Por supuesto que sí. Sin embargo, una exigencia, casi un antiguo mandato, lleva a las mujeres a suponer que ellos deben ser el sostén. Esto no responde solamente a los roles que se les adjudican a los sexos y que son los responsables, por ejemplo, de que la licencia por maternidad sólo sea justificada en las mujeres. En la intimidad de una relación, por más intenciones de igualdad que tengamos, se filtran y se repiten modelos aprendidos y el papá queda fuera de la maternidad. Porque, ¿no es acaso más fácil para un hombre pensar en jugar con una pelota en el parque que cambiar los pañales o acariciar a un bebé? Aún hoy, aceptar la posibilidad de tener roles complementarios, distintos pero que permitan disfrutar de los hijos y la casa, es una tarea que exige cierto esfuerzo. El esfuerzo de revisar los mandatos recibidos culturalmente y luego expresar nuestros deseos. Tradicionalmente, una vez anunciado el feliz embarazo cada integrante de la pareja despliega sus fantasías sobre cómo funcionar idealmente como mamá y papá: repetir lo aprendido o reaccionar con una actitud contraria en lugar de crear algo nuevo. Mientras ella se prepara como mama él trata de mejorar su cartera de clientes, obtener un ascenso o buscarse unas horas extra, cualquier cosa que lo haga sentirse más seguro frente a las nuevas responsabilidades que le impone su nuevo rol de padre proveedor. Esperar un hijo lo enfrenta con su vulnerabilidad, pero al mismo tiempo lo desafía a desarrollar muchas capacidades hasta entonces desconocidas. Hoy en día, los papás, aunque presencien el parto, den la mamadera o aprendan a cambiar pañales, todavía siguen enfrentando las tensiones de su paternidad con la idea

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de que los hombres deben ser la parte fuerte, los que atienden los antojos, los que contienen. Pero gozar y disfrutar del bebé, de las caricias, del baño, de todo lo que implica esa nueva presencia, no es patrimonio de la mujer. Ser papá no sólo es comprender, apoyar o pensar en el nuevo presupuesto familiar. Es también ponerse en contacto con las necesidades y los placeres que hasta ahora fueron mantenidos dentro de ámbito femenino. Para que esto pueda realizarse, las mujeres tenemos que dejar nuestro lado infantil. Abandonarlo implica dejar de conducirnos como niñas demandantes y comportarnos como mujeres que comprenden que el hombre que nos acompaña puede sentir, aunque no lo exprese, tantos temores como aquellos que nosotras nos permitimos confesar. Los futuros papás sienten temor de lo que pueda pasar en el parto. Suelen pensar “¿qué tengo que hacer?”, cuando en realidad lo que hace falta es simplemente que estén, que acompañen, siempre y cuando lo deseen. Pero esto, que parece tan simple, no es fácil. Acompañar es una función activa. Significa reconocer lo que se siente, no obligarse a nada más que a aquello que surja espontáneamente. Los padres tienen miedo de que el bebé no los reconozca; de cómo pueden llegar a tratarlo, a tocarlo; de ser torpes; de no saber cómo comunicarse con él. El fantasma más común —y a veces justificado por la actitud de muchas mujeres— es el temor a ser desplazados. Esto puede ser mucho más marcado en personas que han vivido situaciones triangulares difíciles en su propia niñez. Tener un hijo actualiza los conflictos con los propios padres. Como reacción, los futuros o recientes papás pueden llegar a meterse de lleno en su trabajo, y no porque “se borren”, como interpretan muchas mujeres, sino como una manera de buscar la creatividad en su propio terreno: el trabajo o la profesión. La distancia ideal para un papá es aquella que permite no interferir en el vínculo madre-hijo, para ser incluido como parte y no como observador, para confesar las inseguridades y contar los temores sin exigencias ni censuras externas a la hora de participar. Ser padres es un momento placentero, pero a la vez implica una crisis. De nuestra actitud depende que sea un riesgo o una oportunidad: la de crecer juntos. El verdadero parto de una mujer se realiza justamente y sólo en el momento en que comparte el hijo. Compartir es algo que puede o no empezar en la sala de partos, y que se va produciendo despacito y cotidianamente al igual que los sentimientos paternales. Esos que —magias aparte— van construyéndose con la experiencia del vínculo.

RECUADRO LATERAL Lo ideal es asistir a una preparación en pareja, ya que ello les hará compartir a ambos las vicisitudes del embarazo, inaugurará tiempos compartidos de a tres y les proporcionará herramientas valiosas para el momento del parto.

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Durante el embarazo, el futuro papá también está en período de gestación. Cuando utilizo la palabra “embarazado” titubeo, porque en realidad es un término inexistente en nuestra lengua, aunque debería existir. Digamos, entonces, es un hombre, como se dice en inglés, “father to be”, un padre por ser o un padre gestante. Es sabido que cuando no existen en el lenguaje de una determinada cultura palabras para nombrar algo, o también cuando abundan, es porque probablemente no haya en ella una experiencia suficiente para que su representación nominal se vea justificada. Inversamente, nombrar habilita nuevas experiencias o repertorios de conducta. De allí nuestro propósito de llamar a los futuros padres por un nombre que los identifique como tales. Hay varones que aceptan muy bien la palabra “embarazado” y otros que sienten que es como transferirles un nombre que no les corresponde. Si bien el cuerpo de muchos varones también suele presentar síntomas —como aumento de peso, sueño o conductas de identificación con la mujer—, en realidad el verdadero cambio en ellos opera en el plano emocional, social, espiritual, y no estrictamente en el corporal. A veces, por una razón cultural, se les hace creer a los varones que sólo deben actuar como soporte, como sostén afectivo, económico, etc. Entonces a algunos les cuesta expresar sus temores, sus ansiedades, sus debilidades, porque “no se espera de ellos que lo hagan”. Muchos dicen: “¿Cómo voy a contar eso? Voy a causarle más preocupación a mi mujer si le planteo mis dificultades”. Pero en realidad no es así; una mujer que se sienta comprendida o en consonancia con las emociones de su pareja, en realidad se sentirá más acompañada. No pensará que su marido es débil, sino que es más humano, más sensible y que percibe tanto como ella los cambios que ambos están por atravesar. Es muy común el temor de sentirse desplazados, excluidos de este vínculo tan íntimo que se produce entre la mamá y el bebé. Estas preocupaciones suelen acentuarse a veces ante la disminución del deseo sexual de su mujer o también al sentirse poco atraídos sexualmente por ellas. A algunos les ocurre esto y a otros, por el contrario, el cuerpo embarazado de su mujer les despierta nuevos sentimientos eróticos. Hay algunos varones que manifiestan no poder integrar su sexualidad a la maternidad, tienden a identificar la figura del embarazo con lo estrictamente maternal, con el estereotipo de lo materno, de lo virgen y lo asexuado. Esto tiene mucho que ver con la historia de cada uno en relación con la imagen de su propia madre, lo que torna a la situación muy difícil de manejar en el plano consciente.

¿Se puede hablar de parejas embarazadas o gestantes? La expresión “estar embarazada” suele tener una connotación más física que emocional. Pero el varón lo vive emocionalmente y, a veces, también físicamente.

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Si bien son vivencias distintas, ya que se viven desde lugares y roles diferentes, una pareja gestante comparte una experiencia que, por sus características, es incomparable con cualquier otro momento de la vida. Ejercicios para compartir cuerpo a cuerpo en pareja Los siguientes son algunos ejercicios ideales para compartir en pareja y disfrutar cuerpo a cuerpo de esta nueva intimidad de a tres:

Un apoyo para estar en cuclillas.

Entregándole peso sobre los pies de la compañera.

Estiramiento de la zona lumbar.

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Para sentir juntos los movimientos del bebé.

El papá, ¿fuera o dentro de la sala de partos? Si bien la presencia del hombre en el nacimiento de su hijo depende de cuestiones históricas y culturales, la tecnologización del parto ha medicalizado e institucionalizado los nacimientos y ha sacado al padre del escenario. En los últimos veinte años, sin embargo, se ha observado una marcada tendencia a que esos papás presenciaran el parto, aunque su participación estuviera reducida a ser simples espectadores. Como en muchos otros temas, se produjo en determinados circuitos hasta cierta presión para que ellos entraran, y como toda moda, había que estar para “no quedarse afuera”. A diferencia de las instituciones públicas de la Argentina, en las que las condiciones edilicias no colaboran para que los papás ingresen en la sala de partos, hoy en día, en las clínicas privadas, ellos pueden hacerlo sin restricciones. Pero no siempre la posibilidad de compartir ese momento va acompañada de una preparación que los ayude a encontrar un rol protagónico. En lugar de permanecer como un mero espectador —lo cual puede angustiarlo aun más—, lo ideal es que el futuro papá esté también involucrado físicamente en el parto. Masajes, respiraciones conjuntas, sostener a la mujer en determinada posición, contenerla afectivamente son algunas de las recomendaciones. Tampoco debería desestimarse el valor que tiene su mera presencia sin que medie acción alguna, como padre que recibe gozoso a su hijo, como “guardián” que vela por su seguridad, como pareja que puede con su mirada amorosa sostener a su mujer, con sus gestos y palabras de aliento. Quedarse afuera de la sala de partos puede ser, de todos modos, una opción para aquellos que la elijan como forma de acompañar; pero muchas veces, permanecer lejos del escenario del parto, en la soledad de una sala de espera, puede generar mayor

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angustia que la que puede aparecer mientras se participa de la emoción del nacimiento del hijo. De ahí que esta situación merezca ser conversada con la pareja con anterioridad, incluyendo en el diálogo tanto las necesidades como las fantasías y temores de ambos. Porque si bien el parto es una experiencia fisiológica que protagoniza la mujer, el nacimiento de un hijo les pertenece a los dos. En el siguiente texto, del psicólogo clínico y psicoanalista argentino Norberto Inda — especializado en masculinidades, quien coordina grupos de futuros padres como parte de nuestro programa de preparación de parejas para el nacimiento—, se desarrollan otras perspectivas sobre la temática de la paternidad.

La construcción del padre

Grupos de reflexión de futuros padres Norberto Inda Algunas consideraciones teóricas En los últimos tiempos, se afianza la incorporación del padre como sostén de gestación y crianza del hijo. Varios factores concursan en este fenómeno, entre otros, la redistribución de los roles tradicionales de género (mujer-varón), la revisión de la asociación naturalizada entre mujer-madre y mujer-ama de casa, la progresiva caída desde la realidad del varón como proveedor omnímodo, los factores económicos y el relevamiento de los paradigmas de la modernidad. Desde el campo teórico, el imprescindible aporte del feminismo y los estudios de la mujer; más, recientemente, los Men’s Studies (estudios de la condición masculina), íntimamente conectados con los desarrollos del postestructuralismo, y el énfasis en el análisis deconstructivo, están contribuyendo al estudio de la paternidad como un capítulo importante en el abordaje de las “masculinidades”. Hablar de un lugar “otro” de la paternidad significa un serio recuestionamiento de las asignaciones de tareas “generizadas”, que colocaron en los varones los roles de producción y en las mujeres, la esfera de la reproducción. Lo cierto es que el patriarcado y el industrialismo alejaron a los hombres del hogar. Si hay algo que caracterizó las historias de mujeres y varones que hoy tienen de 30 a 60 años es la poca presencia, el mucho anhelo del padre, en sus historias de vida. Sus criadoras fundamentales, a veces excluyentes, han sido mujeres: madres, tías, abuelas, mucamas, jardineras, maestras, etc., que gestaron, consciente o asistemáticamente, el aprendizaje de roles de género dicotómicos: muñecas o tacitas —para que las nenas aprendieran a criar y a vincularse— y pelotas o revólveres —para que los nenes supieran competir y defenderse. Y así fueron abrochándose prácticas, sistemas de nominación y de dominio. Contingencias históricas que al volverse esencias produjeron “instintos maternales” o “el padre en su función de ley”, simplificaciones repetidas en los imaginarios de las gentes y los relatos de los científicos. Las narrativas —sabemos— no sólo describen hechos, dan sentido, significado, a fenómenos multiarticulados. La de los padres semeja una estrategia de ausencias. Esta falta paterna no es privativa de una clase o sector: basta recorrer las biografías que se cuentan en las

144 psicoterapias o el registro familiar de instituciones de niños carenciados, o estos grupos de los que quiero hablar. El énfasis exclusivo en la mujer como protagonista única del embarazo y el parto, además de ser tradicional, fortalece una situación de injusticia histórica: la asimilación de mujer = madre, que refuerza la dicotomía de roles que la modernidad estableció como natural, es decir, la mujer en el hogar y con los hijos y los hombres afuera y ocupados en sus trabajos. Reproducción y producción, naturaleza y cultura como esferas separadas y con roles de género asignados. Estos estereotipos se ven progresivamente desmentidos por la salida laboral y profesional de las mujeres. Y, aunque aún no generalizado, la involucración y el deseo creciente de los hombres de asumir una paternidad plena más allá de la genitura. La paradoja fundamental es que el mismo sistema que establece al padre como jefe de familia lo vuelve prescindible en el ejercicio real de la crianza. O que en algunos desarrollos psicoanalíticos, el padre quede asimilado a una función de límite del exceso del vínculo madre-hijo, o como “ayudante” de la madre, nada menos que en la gestación de un ser humano. Nuestra jurisprudencia, en términos de divorcio y tenencia de hijos, interpreta La Ley (¿del Padre?) sexísticamente al modo más tradicional: en principio, los hijos estarán mejor con la madre, no importa cuál sea su eficacia criadora. Los padres “visitarán” a sus hijos y les proveerán “alimentos”. Hecha la ley, hecha la trampa: mujeres-madres sobrecargadas que se reapropiarán de sus hijos, padres distantes que restringirán los alimentos. Nada más esclerosado que los roles en un divorcio. Que sin embargo es un revelador dramático de lo que cursa silenciosamente en la habitualidad de muchas familias que cuentan con un padre presente, pero funcionalmente ausente. P. Bourdieu dice que “la masculinidad conocida sólo es un conjunto emblemático de poderes”. Y esta paternidad de la que hablo es un subcapítulo. Todos podríamos suscribir la idea de que el padre no es el genitor comprometido en la reproducción, sino aquel que da vida de múltiples maneras: con ley, con palabras, con caricias, con abrigo, con presencia. Pero no fue ésta la más habitual. El padre anhelado, por no tenido, puebla muchos relatos de hijos que llevan su apellido, pero no su calor. ¿Para qué sirve un padre? ¿Cuál es la positividad de esos señores con olores distintos de los de la mamá, con modales diferentes, con cuerpos y experiencias propias, con lo que pueden ofrecer de original, además de provisiones y apellido? Hay teóricos —y no poco importantes — que señalan a las nuevas paternidades y su promoción como una asignatura pendiente que podría trastornarlo casi todo. Creo firmemente que esa tarea va pareja con una deconstrucción fuerte de la forma habitual en que nos definimos “varones” y “mujeres”, es decir, apostar a formas posibles de la masculinidad y femineidad por fuera de los discursos teóricos (y políticos) hegemónicos. Hay algunos índices alentadores. No me refiero a las publicidades —que hoy abundan— con señores bien vestidos e hijitos siempre rubios, sino a la aún escasa, pero creciente, porción de varones que se involucran en la crianza y el acompañamiento de sus hijos. A aquellos padres que no se resignan a que la paternidad sea una casa tomada. A los que, luego de la separación, luchan por sostener una relación cotidiana con sus hijos, a pesar y en contra de la costumbre, la jurisprudencia y algunas madres. También a la existencia de instituciones que defienden los derechos de los padres y los hijos toda vez que éstos se ven privados de una figura de identificación y sexualización indispensable. Pocas cuestiones tan cotidianas y tan desconocidas como la paternidad. Las madres cuentan con el anclaje identitario de su biología. Los padres deben construirse y sostenerse como tales. No hay esencias paternales, ni masculinas. La paternidad se construye en la experiencia, no es delegable en ideas o conceptos previos. Cuando nace un hijo, nace un padre o se repite

145 una ausencia. Son roles mutuamente interdependientes; sería parcial afirmar que el hijo necesita al padre sin destacar también que el padre necesita al hijo como fuente de subjetivación. En “Un mundo perfecto”, la película de C. Eastwood, se muestra el proceso de un criminal que al estar de golpe en compañía del niño que raptó produce en él una metamorfosis impensable sin esa experiencia. Al establecerse el vínculo, debe ocuparse de las necesidades del chico: desde alimentarlo a taparlo para que duerma, desde comprarle un juguete hasta responder sus preguntas. Sin ninguna mediación materna, como les ocurre a los hombres separados, ésta se vuelve una ocasión de subjetivación sobre otras bases que las prescritas para un hombre “duro”. No es el sexo lo que determina la capacidad de crianza, sino, en el caso de los varones-papás, el despliegue de potencialidades menos arquetípicas. Ser papá supondrá el ejercicio de la capacidad empática, del valorizar los vínculos y otras formas del intercambio, también la aceptación de la bisexualidad psíquica (y biológica) que nos constituye. Estos potenciales quedan con frecuencia amputados y no desarrollados bajo la prótesis de la masculinidad. Las clínicas donde el padre participa plenamente del parto y el puerperio reducen significativamente el riesgo posnatal. Además, esta presencia se constituye en antídoto importante al hecho repetido de que las madres se reapropien de su producto, con la sobreexigencia que también conlleva. Grupo de reflexión de futuros papás Estos grupos conformados por padres primerizos se desarrollan dentro de un programa de prevención del embarazo, parto y crianza. Se crea un espacio para los padres varones en un ámbito habitualmente circunscripto a la madre y adueñado por la medicina. El grupo de reflexión es un dispositivo propicio para analizar la fantasmática de los futuros padres, sus ansiedades y expectativas compartidas facilitan la revisión de los estereotipos del padre ideal para abrir los interrogantes de los padres reales. Esto necesariamente reenvía a cuestionamientos poco transitados por los varones, menos dispuestos a revisar su posición subjetiva, sus propias emociones. Como dice B. This: “El padre no es el genitor implicado en la reproducción, el padre da a luz de múltiples maneras”. Este dispositivo apunta a iluminar las múltiples maneras. Y también propende a lo que Amartya Sen denomina “producción de capacidades humanas”, un capítulo necesario de cualquier tarea de “empowerment” masculino. Ocho hombres entre 26 y 40 años conversan acaloradamente; se superponen las voces, los temas. La crisis, el trabajo, las restricciones. Al entrar, casi siento que los interrumpo: van silenciándose, las miradas convergen hacia mí. ¿Y ahora qué? ¿Para qué estamos? ¿Qué tendríamos que decir? Cierta incomodidad. Me presento, les pido que lo hagan y que agreguen cuándo nacerán sus hijos. Mientras lo hacen, entra un noveno participante. Se excusa diciendo que debió acompañar a su mujer. Otro pregunta hasta qué hora estaremos porque su mujer lo espera. Hay otra esposa en la sala de espera. “Hombre solos hablando entre ellos, no del fútbol, sino de la paternidad. Apelación a las mujeres... que saben de eso. Esposas inquietas, que no participan de este espacio. Ahora satélites de un eje que son los varones, papás. Cómo... ¿el padre protagonista ? Lo había sido de la Ley, del Apellido pero... ¿ocuparse de lo que siente?”

146 Continúa la presentación. Alguien pregunta si al final nos vamos de joda y adónde. Risas. Les propongo la consigna. Trabajaremos dos horas sobre su situación de padres, libremente y de lo que quieran. Todo lo que ocurra acá es patrimonio nuestro, secreto. Les pido sí, a modo de warming, que evoquen en silencio alguna escena en que estén con su propio padre, de ser posible de la infancia, sin comentarla. “Hombres casados solos, ¿hay alguna otra posibilidad que alguna joda? ¿Visualizar otro estar no transgresivo? Cómplices de alguna conquista o algún deporte, vaya y pase, pero compartir afectos, temores... ¿cómo puede ser? Y eso que en este sentido, estos hombres no son la media: ya han participado de tres reuniones conjuntas en este proceso. Y han elegido o acompañado a sus esposas a esta institución. Suelen ser profesionales, comerciantes. Casi siempre hay también algunos que no vienen. Los que dramatizan el aspectohombre que se resiste a estas cosas de mujeres.” Me miran, como esperando algo de mí. Uno me pregunta directamente un tema médico. Señalo que tal vez esperan una clase, o de mí un profesor. Estímulo a discurrir sobre cómo va este tiempo de embarazo. Roberto: Bárbaro... a la noche me choco con los chicos, son mellizos. Trato de protegerlos, Mi mujer insiste en que tenemos que aprender... tenemos una biblioteca, pero es una alegría. Joaquín: Cuando supimos fue impresionante, lloré. Me conecté comprando cosas, una videofilmadora. Claro, habrá que renunciar a salidas... ¿Qué será bueno para ella? José: Yo también, busqué fotos de mi viejo. Tomé conciencia cuando vi la ecografía. Mi señora me decía leé. Pero claro ahora a uno le preocupa lo económico, con la pálida que hay. Ella no, está en otra... Javier: No supe cómo reaccionar, aparentaba que estaba contento. Laura me dice: “no te metés en el tema”...ahora (me mira) ¿hay que decir “estamos embarazados” o ella está así? ¡Qué mambo! “Primera ronda posible. Los varones desconcertados reaccionan: el imaginario ‘hombre’ los necesita protectores, fuertes, cuidando a la ‘embarazada oficial’. (¿O ambos estamos embarazados?) Y así responden a las expectativas de las esposas que, como ellos, suelen esperar del género masculino lo económico, mostrarse seguros, contentos, protectores. Mientras el interior de ellas se transforma, ellos ven desde afuera (filmadora, ecografías). Pero hay otra mirada desde afuera, la que los posiciona como sujetos genéricos: ‘uno’, significante que generaliza y disuelve el propio movimiento deseante. Tan de hombre no mostrar la hilacha. Otro camino legitimado es la acción, comprar, ganar”. Luis: Antes del embarazo, hubo una falsa alarma... yo excitado, era un pánico. La segunda vez que era cierto, fue más fácil. Después me fui del tema, ella está supersensible. Gerardo: En la confirmación yo también, fue un impacto la ecografía. Después, también me desconecté. Me pide que le toque la panza, a veces no quiero... esto me da culpa... Luis: Si “estamos embarazados”, ¿por qué uno debe sentir culpa? Pablo: No son lugares iguales, de madre y padre. Si tengo un raye, me lo tengo que comer... Luis: Lo de aguantar a una mujer, no estoy tan convencido. “El entramado grupal ablanda el narcisismo de lo individual-único-malo. A él le pasa lo mismo que a mí. El susto no desprestigia tanto. No hay que ser el satélite de mi mujer. Lo que ella quiere no es lo mismo que lo que yo quiero. Y esto no semantiza descuido. El hombre -creador de normas- queda sometido a ellas. ¿De cuántas formas es posible seguir siendo hombre sin transgredir? El grupo se vuelve espacio constituyente y amplía el repertorio representacional. El conocimiento no se descubre, se construye.

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Joaquín: Al final, lo del hombre es también doloroso, porque la mujer puede sentir la vida adentro. Nosotros no podemos controlar todo. Si ella se siente mal, yo no soy el causante. “Acá se esboza el negativo de la hiperactividad y la eficacia de los varones que esperan un hijo. La cadena asociativa grupal va mostrando al desprotegido que coexiste con el protector. Y la ambivalencia frente a la mujer -creadora de vida- que el varón compensa en esta cultura ‘falogocéntrica’ (Derrida) con acciones, logros, trabajos.” Los tramos transcriptos representan modalidades habituales en estos grupos. El dispositivo se muestra eficaz. Es ocasión para que un grupo de varones solos puedan interactuar en la continencia de un encuadre. Y no apuntalados en sus destrezas. La identidad de género masculina se construyó por oposición, reactivamente. Se es hombre si no se es mujer, ni homosexual, ni niño. Esta definición descansa en la negación o represión de lo antitético, que es masivamente proyectado en la idea de mujer, también construida por diferencia. Así, los significados de género quedan atados a representaciones culturales y éstas establecen términos según los cuales se organizan y comprenden las relaciones entre mujeres y hombres. Los estudios de género, en particular los que trabajan con “masculinidades”, han enfatizado la circunstancia de que nuestro primer otro primordial fue siempre una mujer: figura de identificación original. Transmisora de significantes esenciales. R. Stoller afirma la existencia de una “protofemineidad”, consecuencia de esa relación fundadora con la madre. Por eso, la constitución de la masculinidad presenta dificultades especiales. El varoncito deberá hacer una fuerte formación reactiva para desligarse de esa identificación y del miedo a la pasividad. En nuestro grupo de padres, el dispositivo apunta a movilizar: las imaginarizaciones singulares frente a la llegada de un tercero, los sentimientos de exclusión, la reactualización del propio lugar de hijos, etc. El trabajo grupal favorece la puesta en escena de la fantasmática, y los diferentes roles que asumen, roles que cada uno aporta y soporta, que no debieran confundirse con los sujetos. La tarea preventiva incluirá las variantes subjetivas posibles, instituyentes de otras modalidades para la paternidad. En el mejor de los casos, se producen quiebres en la monolítica homogeneidad del discurso, tan frecuente entre varones que suelen confundir identidad personal con identidad de género. El padre en el parto El momento del parto, discurrido en el grupo como muy importante, hace recrudecer todas las prerrogativas y expectativas con respecto a lo-que-se-espera-de-un-hombre. Cuando varios hablan de la certeza de su deseo de estar en la sala de partos y uno se atreve a incluir sus dudas y temores con respecto al tema, se legitima el susto que produce la sangre, o la posibilidad de pensarlo más o de incluir alguna inseguridad. Cuando puede resignarse un supuesto poder, el de ser siempre capaz, se gana o reconquista un espacio, el de pedir, el de decir que no, el de admitir que se puede no poder. Los imaginarios instituidos, a veces avalados por ideologías teóricas, reclaman padres conscientes, trabajadores, productivos. Los bebés no traen un pan bajo el brazo, son los papás los que deben producir más porque se agranda la familia. Este empeño, a veces, dificulta su conexión física, emocional con sus hijos, que es lo que las esposas tanto les reclaman. Exigencias contradictorias. Paradójicamente, la presencia del hombre en el parto, una experiencia potencialmente enriquecedora, puede volverse pura exigencia. Una nueva oportunidad para certificar que los hombres son capaces de casi todo. Como cuando creen que deberían entrar en la sala de partos en exclusiva función de ayuda a la parturienta. Casi

148 como un miembro más del equipo médico. Como si en ese momento, en que también junto con un hijo, nace un padre, pudiera o debiera guardar la distancia afectiva propia de un técnico. Y esto no es subestimar su capacidad de ayuda o compañía, sino incluir sus sentimientos, sus temores, su angustia. ¿O debiera guardarlos bajo el guardapolvo? Hay sitios donde todavía el discurso médico sostiene que el padre es un estorbo, que es mejor, por asepsia, que el padre no ingrese al parto. El dispositivo médico, en nombre de la ciencia, se adueña de una función propia de la familia. A pesar de que en los servicios donde se generaliza el “recibimiento sin violencia”, la mortalidad perinatal disminuye considerablemente. Pero vemos, sin embargo, un movimiento creciente de padres que tienden a involucrarse en esta función insoslayable. Un participante del grupo satirizaba así la cuestión: “Entonces, un padre cariñoso ¡más que padre es una madre!”. Y yo, en paralelo, pensaba: Los hijos llevan nuestro apellido, ¿deben carecer de nuestras caricias? Como dice B. This: “¿Acaso hacemos surgir al padre simbólico reprimiendo al padre real?” Y esto, no sólo en el parto, sino en todas las instancias de la crianza de un hijo. Es interesante recordar la ceremonia de la couvade. Del latín “cubare” (estar acostado), el nombre se especializó “couver” (empollar, cueva, caverna, lugar donde uno se esconde). Ritual descripto de numerosas maneras. Se repite la actitud del hombre -padre inminente- que al momento del parto se acuesta y dramatiza, exagera los movimientos y los gritos de una parturienta. Se reproduce en paralelo la situación de la madre. Práctica ahora inexistente, pero que fue contada por numerosos antropólogos y que ha recibido múltiples interpretaciones: desde el alejamiento de los espíritus malos, que, así, no interferirían en el alumbramiento, hasta la identificación del hombre, que, envidioso, pretende ser la mujer en el parto, o que ésta pueda reprimir su hostilidad hacia el recién nacido, o que se ratifique un vínculo de sangre, etc. etc. Pero, ¿por qué es interesante este ritual superado? Porque vemos en él una forma institucionalizada, hecha rito, de la participación del varón en el nacimiento de su cría. Dramatización del parto masculino, también se llamó feminización del hombre en trance de ser padre. La mitología es pródiga en estos fantasmas: desde el parto de Atenea de la cabeza de Zeus , y Dionisos, de su muslo, hasta el mito mataco de Tawkwax, que hunde su pene en el brazo y se embaraza de un varón, y hoy la promesa de la corona británica de premiar al primer hombre que dé a luz, algo que la ingeniería biológica no desestima.

La capacidad masculina para criar Uno de los papás del grupo preguntó: “Che, ¿a ustedes también les cambió el cuerpo? Yo aumenté cinco kilos”. Formas larvadas, laterales, a veces sintomáticas, de una parentalidad que se resistiría a ser sólo una máquina eficaz o la distante versión de una Ley paterna, en forma excluyente, sino que busca manifestarse en otros registros. En este tiempo de hombres desocupados, de globalización de la pobreza, de caída de los relatos universalizantes, donde aquellos roles “funcionales” en relación con una estructura productiva (Parssons), solamente pueden quedar como residuo nostálgico, es necesario construir otras subjetividades. La capacidad de crianza, como tantas funciones, ha quedado sexísticamente ligada a prescriptivas genéricas. Hoy sabemos que no se trata de ningún instinto maternal, sino más bien de cierta capacidad de movilizar los componentes bisexuales que nos habitan. Justamente pelear contra la encerrona limitante de la masculinidad tradicional. Se es padre acariciando, hablando, regalando, besando, limitando, bañando, nombrando. Algunas evocaciones de su experiencia como hijos relatadas por varones a punto de volverse padres:

149 “Me había comprado una bicicleta y me llevaba de atrás… para el equilibrio. Por momentos sacaba la mano y yo no sabía... creía que estaba ahí y confiaba… podía andar sin él. Pero si no estaba, empezaba a perder el equilibrio.” “A los cinco años, en preescolar, fue a buscarme mi viejo. Quedé sorprendido cuando lo vi y me abrazó.” “Cuando falleció mi abuela... lo vi a mi viejo llorar, y cuando se dio cuenta se dio vuelta. Entonces me di cuenta de que era un tipo de carne y hueso...” “Jugábamos a pelearnos... y el hacía que yo le ganaba.” “Los sábados me llevaba a un taller de electricidad, me daba pedazos de cable y tornillos mientras trabajaba... Sólo ahí estábamos solos.” Estos ejemplos, elegidos al azar, son representativos de una constante: al momento de pedir a estos hombres, cuyas edades oscilaban entre los 28 y los 45 años, los recuerdos más impactantes, tal vez los más felices o deseados, lo fueron de padres juguetones, aventureros, sensibles. La memorable “Carta al padre” es un interminable reproche dirigido a aquel padre “gigantesco en todo sentido”, que casi no había reparado en el pequeño hijo: Franz Kafka. Ese padre es el más perfecto arquetipo de la idea de lo que debe ser un padre para la modernidad. Bien, en esa carta también dice “Por fortuna, hubo también momentos de excepción”, es decir momentos de felicidad con el padre. Como los que los hombres de los grupos evocan. Bollas habla de “sujetos normóticos” para referirse a esas personas demasiado adheridas al deber-ser, que miden su autoestima en relación con el cumplimiento de ideales -sean cuales fueren- a expensas de otras posibilidades deseantes. Este déficit de subjetivación suele ser repetido en el trabajo con varones. “El Padre”, como modelo hegemónico producido por el patriarcado, y, como vimos a veces refrendado por ciertas líneas teóricas, se traga las singularidades, las maneras múltiples de ser padre. La contrapartida de ese Ideal, es el padre “ausente” de la cotidianeidad, puro referente que en situaciones de divorcio, con suma frecuencia, desaparece. Si la paternidad es una instancia construible, cada vez que nace un niño, nace un padre que también irá haciéndose. Gestar un padre implicará, entre otras tareas, diferenciarlo del genitor. Y rescatar “las múltiples formas en que un padre puede dar a luz”. (B. This)

¿Cómo sería la humanidad si fueran los hombres los que criaran a los bebés? “A mi marido le quedan algunos días de licencia y se los va a tomar. Y para mí es fantástico.” Existe una hipótesis según la cual, si los hombres fueran los que criaran a sus bebés, viviríamos en un mundo con menos guerras. Aunque esta teoría sea discutible, podría pensarse que quienes invierten tanto de sí mismos en el crecimiento de los niños cultivarían cualidades que, como la ternura o la compasión, no serían luego compatibles con acciones bélicas. Tampoco aceptarían tan fácilmente convertir a su prole en un ejército de soldados para matar. Más allá de quién se haga cargo de la crianza, lo cierto es que los bebés demandan mucho, y al mismo tiempo la maternidad es una actividad digna y muy necesaria para

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que la humanidad siga adelante. Si las mujeres no la ejerciéramos, ¿quién haría el trabajo? ¿Cómo sería la humanidad si alguien no se ocupara de los niños? Actualmente —por cuestiones legales laborales—, los hombres tienen más días de licencia por mudanza que por el nacimiento de un hijo. En Suecia se realizó la experiencia de darles a elegir, a hombres y mujeres por igual, la posibilidad de tomar la licencia en forma equitativa y los varones cedieron su licencia a las mujeres. Volviendo al tema de la crianza, cabe preguntarse si es verdad que los hombres no tienen paciencia para estar con el bebé todo el día, como nosotras. Tal vez deberíamos revisar su forma de ocuparse de él. Las mujeres sentimos que es nuestra tarea y que se la delegamos a ellos en algunos momentos. Quizá si los hombres sintieran que es suya las cosas serían distintas. Ellos tienen un tipo de contacto corporal con el bebé diferente del que tenemos nosotras y a los bebés los enriquece experimentarlo. Por ejemplo, a través del clásico juego en el que muchos papás toman a los niños con los brazos y los lanzan por el aire éstos se preparan para un contacto más rudo. Posiblemente nosotras querríamos que tuvieran un toque tierno, delicado, femenino, pero no consideramos que las energías masculinas —como la fuerza, cierta agresividad o la firmeza— son también muy importantes para un desarrollo equilibrado de nuestra sensibilidad como personas. Hasta nos sorprende ver a nuestros hijos e hijas disfrutar con sus padres de juegos que nosotras consideramos bruscos, y corremos el riesgo de inhibir con nuestra intervención aquello que, en sus intimidades, los padres son capaces de crear a su manera con sus hijos. La gran revolución que nos queda por hacer es la revolución de los padres, la de la paternidad. Tal vez algún día ocurra que los varones se incluyan de una manera más equitativa en la crianza. Hoy no es así y el cambio no va a darse de un día para otro. Sin embargo, está empezando a producirse. Sería conveniente conversar con la pareja acerca de cómo organizarse de a dos con un bebé y ver qué acuerdos hacer para que la crianza sea más compartida. A veces, imaginamos cómo nos gustaría que fuera la nueva organización de la familia con el bebé a partir de cómo se repartieron hasta entonces los roles con las tareas de la casa. Es como recontratar la sociedad conyugal al verse juntos como pareja de padres, repartiendo qué parte de esa sociedad tiene cada uno y cómo se la negocia desde el amor, es decir, cómo participan en la decisión los talentos de cada uno, que a veces son desparejos. Para esto es necesario salirse de la omnipotencia de creer que, como mamás, hay que hacerse cargo de todo. La desventaja de creerse omnipotentes es que vamos generando inexperiencia en el otro, porque si pensamos que somos las únicas eficientes, hacemos que el otro se sienta impotente para actuar y, tarde o temprano, aparecerá nuestro reclamo de no recibir ayuda. Es bueno empezar a hablar de estas cosas durante el embarazo, porque sucede que después del parto se produce un impacto por la gran cantidad de cambios que ocurren. Hay otra persona a la que hay que atender, y la mujer, en la tradición cultural de cuidar y de nutrir, impide a veces que el varón desarrolle en sí mismo esos aspectos; luego nos encontramos que tenemos la doble tarea de atender a dos.

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La mujer embarazada sin pareja Si bien aquí nos hemos ocupado en general del embarazo vivido dentro de una experiencia de pareja, existen situaciones en las que la mujer atraviesa esta etapa en ausencia de un padre para el niño. Nos referimos a aquellas mujeres que, por diferentes motivos, llevan adelante un embarazo sin la presencia o el reconocimiento del hombre que ha intervenido en la gestación, tanto sea porque ésta ha sido producto de una relación sexual casual, sin protección anticonceptiva, elegida o violentada, o porque el supuesto padre no ha sido participado de la existencia del embarazo, o porque habiéndolo sido no ha reconocido al hijo como propio o bien porque habiéndose enterado ha tomado distancia definitiva de la mujer y no ha vuelto a comunicarse en todo el embarazo ni a contactarse con el niño una vez que éste ha nacido. No es el caso de la mujer que si bien se ha separado de su pareja ésta reconoce o asume su rol paterno, ni el del aquella cuya pareja fallece durante el embarazo o una vez que el bebé ha nacido. La mujer que está sola gesta a su hijo sin compartir su maternidad con su genitor, quien ha renunciado implícita o explícitamente a sus funciones como padre. También a partir de la fertilización asistida pueden ser incluidas en este grupo aquellas mujeres que buscan un embarazo solas por medio de una inseminación artificial. Muchas veces son mujeres que al llegar a determinada edad en que las posibilidades biológicas de embarazarse comienzan a disminuir, ante el riesgo de no poder concretarlo en un futuro cercano asumen la maternidad como un proyecto individual. Otras veces el deseo de tener un hijo no está acompañado del de tener una pareja, ya sea porque se elige una vida sin ella o una pareja del mismo sexo. En cualquiera de estos casos, estamos frente a experiencias contraculturales que, como tales, resultan por lo general difíciles de sobrellevar en nuestra sociedad. Más allá de las diferentes perspectivas que puedan tener los profesionales de la psicología sobre las consecuencias de la maternidad asumida sin un padre sobre la salud mental del niño, esta experiencia nos plantea muchos interrogantes, cuya respuesta dependerá de nuestra posibilidad de revisar la construcción de nuestras propias categorías de sexo-género. Lo que sí nos atrevemos a afirmar es que un niño emocionalmente sano es aquel que es criado con amor. De ahí que cada organización familiar deberá encontrar la estructura dentro de la cual poder responder a los requerimientos afectivos, cuya satisfacción es un derecho de toda persona. El único riesgo sobre el cual quisiéramos alertar a la mujer que asume su maternidad en soledad es la posibilidad de construir con el niño una relación simbiótica fusional, que le impida a éste en algún momento separarse y le permita un sano crecimiento. En cuanto a la ausencia de una energía masculina para la crianza —situación que, aunque de modo diferente, muchas veces se produce también en nuestra cultura dentro de los modelos parentales tradicionales—, dicha energía puede ser incorporada con la presencia de otros varones significativos para el niño, como pueden ser los tíos, los abuelos, los amigos cercanos o los padrinos.

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Lo importante es renunciar a la fantasía omnipotente de querer asumir simultáneamente los roles materno y paterno, negando de este modo la situación existente ya sea para aliviar la culpa hacia el hijo que tal situación genera o para evitar enfrentarse con la realidad de la ausencia. Reconocer las limitaciones permite solicitar ayuda y compensar afectivamente la falta de la pareja parental mediante la construcción de redes de sostén físico y emocional. Cada mujer debe encontrar su camino, el cual se apoyará en los recursos relacionales de los que disponga en esa etapa crítica de su vida. Un grupo de pares donde compartir con otras embarazadas las vicisitudes del devenir mamá puede ofrecerle una ayuda invalorable. Amamantar: acompañar sin imponer Visualización del amamantamiento Recorremos nuestro cuerpo mentalmente buscando aquellos orificios que conecten nuestro interior con el exterior... esas cavidades que pueden ampliarse, agudizar sus sensaciones o replegarse, según el momento y las circunstancias: los ojos, la boca, las fosas nasales, los oídos... Continuamos recorriendo nuestro cuerpo, explorando cada zona en busca de una nueva cavidad, de una nueva posibilidad de intercambio, de una nueva forma de recibir o de dar: la cavidad de la uretra, el esfínter del año. Todo nuestro cuerpo está disponible para desplegarse por cada uno de sus orificios. De repente nuestra piel se llena de pequeños poros, por donde respiramos o emitimos sudor... Vamos llegando a la zona de los pechos, a los pezones. Los imaginamos con otro colorido, otra turgencia, otro tamaño. De un instante a otro, son protagonistas de la más maravillosa de las emisiones de nuestro cuerpo: la leche que alimentará a nuestro hijo recién nacido: de ellos brotan gotas, chorros, manantiales, primero de calostro, después de diferentes tipos de leche, para diferentes momentos... Nuestros pechos están llenos, listos para soltar su líquido más precioso... Nos percibimos plenas, dándonos en cada mamada, dejando fluir sensaciones y emociones junto con la leche que entregamos a nuestro bebé... Ahora imaginamos su boquita tibia, húmeda, con sus labios puestos en la areola de nuestro pezón, bebiendo de nosotras, recibiendo ese torrente que liberamos y que él nos ayuda a producir con cada succión. Permanecemos unos instantes jugando con esta experiencia. Luego, nos desperezamos lentamente con estiramientos y torsiones.

¿Es el amamantamiento una elección o un deber?

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Desde el punto de vista fisiológico, nuestro cuerpo de mujer está preparado para amamantar. Pero dar de mamar es una experiencia que va mucho más allá de una función biológica, en la medida en que se juega en un escenario corporal —el de nuestros pechos— comprometido con nuestro erotismo y nuestra sexualidad, que involucra la relación con un otro —nuestro hijo—, que afecta nuestro vínculo de pareja, que condiciona nuestras relaciones familiares y sociales y nuestros compromisos laborales. Además es un proceso altamente determinado por condiciones geográficas, socioeconómicas y culturales. Actualmente, en los medios urbanos, las mujeres no tienen un contacto previo directo con la experiencia de dar de mamar. A diferencia de otras comunidades, en las que las niñas, por crecer en el seno de familias numerosas, iban aprendiendo naturalmente el arte de amamantar, la mujer de hoy no cuenta con ese saber transmitido por sus pares y sus mayores y, la mayoría de las veces, necesita de una orientación y de una información que la ayuden a ir superando las dificultades naturales que suelen presentarse. Es común considerar que, por tratarse de un proceso natural, no vamos a tener ningún problema. Sin embargo, muchas de nuestras conquistas culturales, las nuevas exigencias que se nos imponen como mujeres y la falta de una adecuada educación y acompañamiento hacen del amamantamiento un proceso complejo. A veces la mujer no puede amamantar y eso le hace sentir culpa. Cree que sólo a ella le pasa y que no tiene “pasta para ser madre”. O si su mamá tampoco pudo, piensa que lo suyo es un “mal hereditario” (lo cual es un error). También puede ocurrir que su pareja se sienta desplazada o invadida por la presencia continua de las mamadas, o que ella trabaje todo el día y no consiga organizarse con recursos como los de colectar su leche y almacenarla en el freezer. O que la cantidad de leche sea insuficiente. Los casos pueden ser muy variados y la culpa no ayuda a mejorar las cosas. La ayuda de alguien con experiencia se hace muy necesaria. No se trata de que nos den la receta, porque la lactancia es un proceso de dos, muy personalizado, muy vincular, donde lo que funciona bien para una mamá no funciona para otra. Se trata de pistas que nos orienten en algunas situaciones difíciles. Por otra parte, la aparición en el mercado de leches sustitutas de la materna colocan a la mujer frente a la responsabilidad de decidir por el tipo de alimentación a ofrecer a su cría. Es innegable la superioridad de la leche humana sobre la artificialmente maternizada para el cachorro recién nacido, pero ante la imposibilidad de amamantar, ya sea por motivos emocionales como por cualquier otro tipo de limitaciones, hay que pensar que dar una mamadera con un abrazo afectuoso puede brindarle a nuestro hijo los nutrientes más importantes que necesita para crecer. Si la mujer cuenta con información adecuada, podrá sentirse libre para elegir dar o no de mamar. Algunas campañas de organizaciones que defienden la lactancia natural promueven el amamantar, y aunque esta promoción sea bienintencionada, genera en las mujeres mucha presión. Sin embargo, creo en el poder de alentar y acompañar sin obligar, sin imposiciones que cataloguen la decisión de amamantar como “buena” o “mala” . No se puede desconocer la historia familiar, psicosexual, de pareja, laboral o profesional ni el contexto socioeconómico en el cada mujer vive.

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En el amamantamiento no sólo se pone en juego la alimentación del hijo, sino también el vínculo amoroso que se crea con la mamá, y ninguna relación amorosa puede ser planteada en términos de obligación. Sin embargo, somos conscientes del riesgo nutricional al que está expuesta gran parte de nuestra población, por lo que nuestro desafío como profesionales es acompañar a todas las mujeres a llevar una lactancia exitosa, que garantice también su salud psicológica al escuchar sus posibilidades emocionales y favorecer las condiciones para que ésta sea posible. RECUADRO LATERAL Algunas décadas atrás eran muy comunes las familias numerosas, y el hecho de compartir la vivienda implicaba que siempre hubiera una mujer amamantando. En cambio hoy, fundamentalmente en las grandes ciudades, la experiencia del amamantamiento es más acotada, menos espontánea y no se vive de modo tan natural, lo que muchas veces obliga a la mujer a buscar asesoramiento.

La lactancia no es difícil, lo que ocurre es que los bebés son muy diferentes entre sí “A mí me dijeron que fuera haciéndome masajes con crema de caléndula.” “A mí me la dieron desde el principio y para que no se agrietaran, pero no me dijeron nada de masajes.” “Yo noté que la transpiración del pecho tenía un olor diferente.” Los siguientes son algunos de los consejos que la licenciada Alicia Mollo, psicóloga capacitadora en lactancia, recomienda en sus grupos de preparación para futuros padres.

Beneficios de la lactancia materna Desde el punto de vista nutricional, la leche materna es considerada la mejor opción para alimentar al bebé, ya que contiene el equilibrio exacto entre azúcares, grasas y proteínas que la hacen más digerible. Es rica en minerales y vitaminas, y permite asimilar mejor el hierro. Es un fluido vivo y cambiante que se adapta a los requerimientos nutricionales e inmunológicos del bebé. Los bebés amamantados tienen una mejor reacción a las vacunas. La producción de anticuerpos es mayor en estos niños. Previene enfermedades gastrointestinales, respiratorias e infecciones como la otitis media. Reduce la incidencias de alergias. En la madre, al aumentar el nivel de la hormona oxitocina, acelera la readaptación uterina con lo que disminuye el riesgo de hemorragias. Mejora además la remineralización ósea posterior al parto.

155 El amamantamiento representa para la madre y el hijo la experiencia básica de recibir: amor, satisfacción y aprendizaje. El bebé descubre el mundo de los otros, de las miradas, del tacto, de los olores, el mundo de la leche. Aprende a ser paciente ante al irregularidad de su fluir (mayor cantidad por la mañana, más escasa por la tarde), a cambio de sabores dado por la alimentación materna. También la madre aprende a entender a su hijo. Todo su cuerpo, no sólo su oído, conoce cuál es el llanto que indica que el bebé tiene hambre: la leche fluye involuntariamente ante ese tipo de llanto. Esta sincronicidad mamá-bebé va creando una relación muy íntima e intensa al despertar en ambos emociones y sentimientos diversos. ♦ Hasta cuándo amamantar La Organización Mundial de la Salud (OMS), así como Unicef, recomiendan la lactancia materna exclusiva (sólo leche sin el agregado de otros líquidos o sólidos) durante los primeros seis meses de vida. Luego, continuar con la lactancia a la vez que se incorporan otros alimentos variados, ricos en energía y preparados en forma segura hasta los dos años de edad. La incorporación de estos alimentos es gradual y el fin de la lactancia al pecho estará condicionada por el interés que demuestre el bebé para continuar con las mamadas y la disponibilidad de la mamá. Nuevos olores, texturas, sabores, el ejercicio de la masticación, el cambio de posición para ser alimentado son experiencias excitantes para el bebé y dan lugar a nuevos desafíos para la mamá y también muchas oportunidades para conocerse mutuamente. ♦ Trabajar y amamantar Es una tarea que requiere organización y apoyo. Establecer una buena provisión de leche antes de volver a trabajar puede ser muy útil. Las ansiedades y preocupaciones generadas por la vuelta al trabajo pueden disminuir la producción. Contar con esta reserva da tranquilidad. La leche extraída se conserva en el freezer (tres meses) en envases estériles de plástico duro o bolsas especiales para recolectar y guardar. La extracción se realiza después de cada mamada, preferentemente en horas de la mañana, donde la producción es mayor. En el trabajo, la extracción evitará la congestión de los pechos, mantendrá la producción y se reservará leche para dársela al bebé en su ausencia. La leche a temperatura ambiente (no más de 26°) puede guardarse durante 8 horas. Algunas madres improvisan una heladera portátil con envases térmicos y enfriadores. La leche se descongela dentro de la heladera y se calienta debajo del chorro de agua tibia. No es recomendable el uso de microondas. Pocos días antes de volver al trabajo y para que el bebé se vaya adaptando a la nueva situación, el padre o la persona que lo cuidará le ofrecerá leche materna en un biberón. No es conveniente que la madre esté presente. La incorporación de biberones en la vida del bebé con buena experiencia de pecho no pondrá en riesgo la lactancia.

156 Amamantar antes de salir al trabajo, al volver a casa, antes de ir a dormir y durante los fines de semana lo más frecuentemente como sea posible mantendrán la producción y aliviarán las angustias provocadas por la separación. ♦ Compartir y acompañar El bebé no puede desarrollarse solo. Necesita de un otro, ese otro es su madre. De la misma manera la madre necesita de un entorno que la sostenga en las primeras etapas de crianza. Una escucha atenta y comprensiva del padre, su familia, los profesionales que la acompañaron durante el embarazo serán un gran apoyo. Toda madre nueva necesita contar con espacios donde pueda expresar lo que siente: por momentos alegría, angustia, cansancio. Compartir sus vivencias. También ayuda extra para organizar su casa. En todas las culturas el binomio mamá-bebé es objeto de apoyo y protección. ♦ Una relación muy especial Diversos estudios han demostrado que cuando el bebé está junto a su padre, éste lo reconoce como alguien que lo cuida y lo protege, pero de un modo diferente a como lo hace su madre. El juego con el padre tiene un carácter más físico y estimulador. Los juegos con la madre son más suaves y menos exaltados. El bebé necesita sentirse seguro y confiado en momentos de tensión: mamá lo reconforta con el pecho, papá sosteniéndolo en brazos. Muchas veces el bebé pide más brazos que leche. Estas experiencias irán creando en él la idea de esperanza y confianza en el mundo, que al principio se le presenta como excitante e incierto. ♦ El cuerpo se prepara para amamantar Por influencia de las hormonas placentarias las mamas modifican su forma y tamaño. La piel del pezón y la aréola se oscurecen y hay una mayor sensibilidad. ♦ Cuidados de mamas y pezones durante el embarazo Para la higiene diaria utiliza agua corriente. El uso de jabones y cepillos barre la grasitud natural que otorgan las glándulas de Montgómery, ubicadas en la aréola. Después del baño aplica tu propio calostro o una crema neutra como la caléndula sobre el pezón y aréola para mantenerlos lubricados. La exposición de los pezones al aire y al sol te ayudarán a fortificar la piel y a tornarlos menos sensibles. En la consulta con el obstetra solicita que examinen tus mamas y pezones. Generalmente los pezones se proyectan hacia afuera (pezones salientes). Otros no sobresalen de la mama, son chatos o se retiran hacia adentro al pinzar la aréola (invertidos). Hacia el final del embarazo algunos mejoran su forma o se corrigen espontáneamente. Este ejercicio sencillo puede ayudar: - Apoya ambos dedos índices a los lados del pezón y estira suavemente la piel de la aréola hacia afuera. Vuelve a la posición inicial y repite. - Después cambia de posición: índice arriba y abajo del pezón y estira la aréola nuevamente. Vuelve a la posición inicial y repite.

157 Otro ejercicio consiste en tomar el pezón por su base con los dedos pulgar e índice y girarlos hacia un lado y hacia otro como dando cuerda a un reloj. La piel de la aréola está provista de fibras elásticas y colágenas dispuestas en forma radial y circular, el masaje puede contribuir a elastizarla. Lubrica tus manos crema de caléndula antes de realizar los ejercicios para que tus dedos se deslicen suavemente sobre la piel. Si la ejercitación te produce contracciones debe suspenderse. Consulta con tu obstetra, él te indicará la conveniencia real de realizarlos o no según el caso. Otro recurso para dar forma a tus pezones es el uso de escudos formadores. Son dispositivos que constan de una cúpula plástica con perforaciones que permiten la aireación y evitan la maceración de la piel, y un aro interior pequeño que se apoya sobre la aréola. El conjunto se coloca dentro del corpiño. La constante presión sobre la aréola facilita la salida del pezón. Recuerda: La forma y el tamaño de tus mamas o pezones no influyen en tu capacidad para amamantar ni producir leche. Esto depende de una buena prendida, de la succión del bebé y de la intensidad y frecuencia de las mamadas ♦ Cuidados durante la lactancia Después de cada mamada lubrica tus pezones con tu propia leche y deja secar. Mantener la aireación durante este período es muy importante para evitar la formación de grietas y hongos. Utiliza un corpiño de lactancia de algodón con la tapa baja o los escudos aireadores. El corpiño debe sostener, pero no apretar tus pechos. Sin aro y con breteles anchos. Toda compresión sobre la mama puede obstruir la salida de la leche y favorecer el taponamiento de los conductos. ♦ Iniciación de la lactancia Al comienzo tus pechos producen calostro, un líquido amarillento con alto contenido de proteínas nutrientes y gran cantidad de anticuerpos. Es la primera vacuna. Tiene un efecto laxante y ayuda a eliminar el meconio, esas disposiciones pegajosas y oscuras acumuladas en el intestino del bebé antes de nacer. Con la succión, la cantidad de calostro aumenta y va haciéndose gradualmente más blanco y espeso hasta convertirse en leche. Entre el segundo y sexto día después del parto baja la leche, y podrás sentir que tus pechos están calientes, pesados y endurecidos. Esta situación puede causar incomodidad, pero es transitoria y desaparece en uno o dos días. Se debe al aumento de la cantidad de sangre y líquidos acumulados en el tejido de soporte y al comienzo de la producción de leche. Mamadas frecuentes evitarán que se congestionen. Aplica paños calientes antes de las mamadas, esto favorecerá la salida de leche. Entre mamada, los paños fríos aliviarán la congestión. ♦ Dar de mamar Amamanta tan pronto como sea posible después del parto. El bebé estará despierto, tranquilo y receptivo para mamar. Algunos bebés se prenden rápido y succionan vigorosamente durante varios minutos. Otros lamen el pezón, saborean unas gotas de calostro y se toman su tiempo antes de empezar a mamar. Cada bebé tiene su propio estilo.

158 Tómate el tiempo que necesites para darle la bienvenida. Las caricias, el olor de tu piel, tu voz, el latido de tu corazón serán un excelente estímulo para iniciar las mamadas. Elige una posición que te resulte cómoda. Acostada con el bebé tu lado o sentada con él en brazos. Lo importante es que ambos estén cómodos y relajados. Cualquiera sea la posición elegida, debes tener en cuenta lo siguiente: - La cabeza y el cuerpo del bebé deben estar en línea recta. - Su cara mirando al pecho, para que no tenga que girar la cabeza para alcanzarlo. - La nariz frente al pezón y el mentón apoyado sobre la mama. - El cuerpo del bebé en contacto con el tuyo. - Sujeta el pecho con la mano colocando tu pulgar por encima de la aréola y los otros dedos por debajo, esto facilitará la prendida. - Extrae una gota de calostro para animar al bebé a mamar. - Estimula suavemente con el pezón el labio inferior hasta que abra bien su boca y acércalo rápidamente hacia el pecho. - Observa que el pezón y gran parte de la aréola queden dentro de su boca. Los labios, hacia afuera. ♦ Cuando baje la leche - Masajea unos minutos el pecho con el que vas a darle de mamar para estimularlo. - Ablanda la aréola y extrae unas gotas antes de iniciar las mamadas. - Ofrece el primer pecho y déjalo succionar hasta que quede satisfecho. - No limites la duración de la toma para que mame del otro pecho. Esto le hará perder la leche rica en grasas que aparece al final de la mamada. - Si después de mamar del primer pecho se muestra interesado, ofrécele el segundo. Es probable que succione menos. En la próxima comida empezarás por el último. - Si el bebé hace pausas largas mientras está mamando, empuja su mentón hacia arriba para estimularlo. Si duerme mucho quítale los pañales y usa estímulos suaves para despertarlo. - Entre pecho y pecho y al final de cada mamada es conveniente hacerlo eructar. - Para retirarlo del pecho coloca un dedo en la comisura de la boca, o baja su mentón. Esto evitará el vacío y el dolor. - Al final de cada toma coloca una gota de tu propia leche sobre el pezón y aréola. Deja secar. - Si la succión vigorosa del bebé produce alguna irritación, aplica crema de caléndula. Verifica que sea atóxica y sin perfume así no tendrás que retirarla para que mame el bebé. - Alterna las posiciones en cada toma. Esto favorece el vaciamiento de los conductos en los diferentes sectores de la mama. - Las mamadas nocturnas ayudan a mantener una buena producción de leche y evitan la congestión. - Durante los períodos de crecimiento las mamadas son más frecuentes. Así se incrementa la producción para cubrir las necesidades de esta etapa. Son períodos cortos de dos o tres días. - Descansa mientras el bebé duerme. - Elige una alimentación variada e ingiere líquidos de acuerdo a tu sed. ♦ ¿Cómo saber si el bebé está alimentándose bien? - Mama entre ocho y doce veces por día. - Se lo escucha tragar.

159 - Moja alrededor de seis pañales diarios y tiene dos o más deposiciones líquidas de color amarillo oro. Si el bebé nace antes de término, lo más probable es que tengas que esperar un tiempo antes de ponerlo al pecho. Mientras tanto, puedes extraerte leche que luego le darán. Así mantendrás la producción hasta que esté en condiciones de mamar. Recuerda: El amamantamiento es una experiencia relajante y placentera. La relación con el bebé se fortalece en cada mamada. El contacto piel a piel, las miradas, el calor envolvente, tu voz, tu presencia continua ayudan al bebé a reorganizar sus ritmos y a adaptarse gradualmente al mundo externo. También confirma que a momentos de excitación y caos le siguen la calma y el bienestar. Aprende a confiar y a sentirse seguro. El bebé es sensible a tus estados emocionales. Música suave, aromas, un líquido y un alimento nutritivo y sabroso ingerido mientras amamantas te ayudarán a crear un ambiente confortable para dar de mamar. La liberación de hormonas producidas por la succión te harán sentir más relajada y en mejores condiciones para enfrentar las dificultades que se presenten. Si estás en compañía, pide que masajeen tu espalda, que te abracen, que te mimen. Si tienes dudas, busca información y apoyo. Olvida el reloj. Observa la carita de tu bebé mientras mama. Él te dirá cuándo quiere más o está satisfecho. Tus pechos blandos te indicarán que la sesión ha terminado. CADA MAMADA ES ÚNICA E IRREPETIBLE. Agradece la posibilidad de haber sostenido y alimentado a tu hijo en el útero y ahora a través de tu pecho.

RECUADRO LATERAL No hay como la leche materna Hace algunos años, una marca muy importante de leche realizó una fuerte campaña publicitaria en favor de las leches maternizadas, con lo cual llevó a que muchas mamás desdeñaran la lactancia. A consecuencia de ello, la empresa fue instada al pago de abultadas indemnizaciones. Luego de este hecho, todas las marcas de leche artificial están obligadas a imprimir una leyenda en su empaque que diga “no hay como la leche materna”. Masaje al bebé

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Irene Wainsztein, fonoaudióloga-psicomotricista argentina, terapeuta en estimulación temprana y educadora de masaje infantil, perteneciente a la Asociación Internacional de Masaje Infantil, enseña a los padres dentro de nuestra institución una técnica en la que el contacto con el bebé se desarrolla combinando elementos del masaje hindú, sueco, reflexología y yoga. He aquí su experiencia:

Vitamina T, con t de tocar Muchas personas se preguntan por qué dar masajes al bebé. Al nacer el bebé pierde el entorno del útero que lo abrazó durante nueve meses, en el que flotaba y podía moverse, jugar con sus manitos y sentir esos estímulos constantes (temperatura, sonidos, voces, movimientos del cuerpo materno) que lo acompañaban y le daban seguridad. Al nacer también pasa de un medio líquido a uno aéreo y está sujeto a la ley de gravedad. Ya no puede moverse como lo hacía en la panza, y transcurren algunos meses hasta que sus movimientos reflejos y desordenados se transformen en gestos y respuestas voluntarias y logre ciertas coordinaciones psicomotrices. Los recién nacidos están en un estado de desvalimiento total, y necesitan del sostén amoroso de los padres para poder crecer y desarrollarse física y emocionalmente. Los estudios demuestran que las caricias no sólo brindan una sensación placentera, sino que también tienen efectos beneficiosos para la salud. El contacto físico potencia la producción de endorfinas en el cerebro, que son sustancias analgésicas naturales, por lo cual a veces un masaje puede aliviar el dolor. Se ha comprobado que el tratamiento mediante masajes puede aliviar dolencias como la artritis, la anorexia o el estrés, e incluso mejorar la evolución de los bebés prematuros. Las experiencias realizadas han probado que los niños prematuros mejoran ostensiblemente con el tratamiento de masajes. Luego de recibir masajes diarios durante diez días, aumentan sus umbrales de tolerancia al ruido y sus posibilidades de calmarse. Duermen mejor y sufren menos ataques de apneas. Aumentan de peso el 47 por ciento más rápido y salen antes de la internación. Con el llanto el bebé reclama el alimento que necesita, tanto la leche que lo nutre como el calor, la cercanía, las voces, las caricias y el movimiento que recupera en el cuerpo a cuerpo con el adulto. A través del masaje, se propicia el encuentro entre los padres y el bebé y ellos aprenden a decodificar sus señales, sus movimientos, sus llantos, así como a descubrir los modos de calmarlo. El hecho de que haya una rutina armada no significa que se siga mecánicamente. Por el contrario, en cada acercamiento hay un descubrimiento mutuo y por lo tanto una transformación. Esto es notorio cuando los padres van soltándose y conectándose con la mirada y los gorjeos de sus hijos. Cuando pueden olvidarse del “cómo hacerlo” y ya anuncian los movimientos preferidos, los más festejados por el bebé. El masaje infantil es estimulante y relajante a la vez. Estimulante porque el bebé es tocado, mirado y se le habla en una situación íntima que propicia el diálogo. Relajante porque el contacto piel a piel promueve sensaciones de placer y elimina tensiones. La educación del masaje puede realizarse con bebés de entre uno y doce meses aproximadamente. Su práctica ayuda a los padres a desarrollar mayor seguridad en el manejo del bebé y genera confianza al poder aliviarlo en momentos de estrés o dolor. Además, contribuye a mitigar los sentimientos angustiosos que muchas veces sobrevienen a las recientes mamás en el posparto. Entre los principales beneficios del masaje infantil podemos mencionar los siguientes:

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Favorece la maduración psicofísica del bebé y fortalece su sistema inmunológico. Calma las molestias por gases y cólicos Favorece la organización del sueño. Facilita la construcción del esquema corporal. Ayuda a la mamá a superar la depresión postparto. Afianza el vínculo del bebé con los padres.

Éstos son algunos de los toques básicos:

Para eliminar gases.

Por las piernas con ambas manos.

Para relajar el abdomen.

Presionando suavemente las plantas de los pies.

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Despejando la frente.

Un recorrido por la columna.

La mujer y el trabajo durante el embarazo y en el posparto “Recuerdo que, cuando yo era chica, mi mamá no trabajaba, y de adolescente pensaba que me hubiese gustado que ella tuviera un trabajo fuera de casa. Sentía la presión que significaba que mi hermana y yo fuéramos todo en su vida. Después, hablando con madres que trabajan y que tienen sus hijas adolescentes, me han dicho que les recriminan que hayan salido a trabajar.” En épocas de nuestras abuelas, las mamás no trabajaban y solían estar todo el día dedicadas a los hijos en la casa aunque tuvieran ayuda de otras personas. Ser madres era “todo” en sus vidas, ya que no existían otros objetivos de realización personal que no fueran los vinculados con este rol. Pero hoy las cosas han cambiado mucho, y la mujer, por necesidad económica y/o por decisión personal, busca desarrollarse en alguna actividad laboral por fuera de aquella que ya desempeña en su hogar en las tareas domésticas y en el cuidado de los hijos. Esto, que comenzó como una conquista y reconocimiento de sus capacidades para participar de los espacios públicos, se convirtió al poco tiempo en una exigencia muy fuerte por cumplir eficientemente todos los roles, pagando precios muy altos para su salud física y emocional. Es así que hoy nos encontramos en una nueva etapa que intenta recuperar y jerarquizar las funciones de crianza, y muchos otros espacios femeninos desprestigiados en los últimos veinte o treinta años. Con el nacimiento de un hijo, muchas mujeres sienten la necesidad de revisar el trabajo en el que se desempeñan, y si descubren que no están satisfechas en un ciento por ciento (lo cual frecuentemente ocurre cuando la actividad laboral no motoriza una realización personal), entonces es probable que no quieran volver: la crianza del

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bebé se torna una prioridad. Aparece la necesidad de confrontar lo que se estaba haciendo con lo que significa ocuparse del propio hijo. Ya no se trata de mantener una actividad para pasar el tiempo o sólo ganar dinero, sino de revisar nuestro lugar en el campo de lo productivo, laboral y ocupacional, pero, sobre todo, de hacer un balance sobre nuestro desarrollo personal. El embarazo y la maternidad nos permiten encarar nuestra vida desde una nueva perspectiva. “A mí me pasó que redimensioné el rol del trabajo en mi vida. El trabajo está bien, pero la beba está antes. Realmente siento que lo puse en su justo lugar.” “Yo creo que voy a volver a trabajar más adelante, pero buscaré algo que me dé más flexibilidad, y que no sea mi prioridad, como fue hasta ahora.” “A mí me gusta mi trabajo, pero es muy esclavo y agotador. Antes, sin la nena, yo volvía a casa a las diez de la noche, cenábamos a las diez y media... Y bueno, éramos sólo nosotros dos. Siento que si vuelvo, voy a quedar sin fuerzas para cuando llegue a mi casa, y no estoy dispuesta. Además, suele ocurrir que a las tres de la tarde nos digan: ‘Hoy nos quedamos todos hasta las diez’. Yo ya no puedo, y si no me quedo, les desagrada. Ya no quiero ni pasar otra vez por eso, ni angustiarme más por el trabajo.” Pero no siempre es posible renunciar o postergar el trabajo, sobre todo si es una o la única fuente de recursos con los que cuenta una familia, situación bastante frecuente en los últimos años en nuestro país, en los que la precariedad del mercado laboral hizo, por resultar más barata la mano de obra femenina, que fuera mayor la oferta para las mujeres Muy diferente resulta para quienes el aporte de la mujer no resulta imprescindible en el presupuesto familiar. “Yo por el momento no pienso en eso, hasta mayo no tengo que volver a trabajar porque ya arreglé una licencia de seis meses sin goce de sueldo. Estoy considerando mucho el retiro voluntario, con la doble indemnización y el doble pago por el nacimiento del bebé; son casi cinco años enteros de sueldo. Hace seis años que estoy trabajando en un banco, en atención al público. Pedí el cambio de sector con menos horas, y no me quieren cambiar porque hago bien el trabajo. Sé a qué hora entro, pero no a qué hora salgo, y no estoy dispuesta a dar mi vida por tan poco dinero. Ahora tengo otras prioridades. Por ahora me dedico a la bebé, ya lo hablamos en casa y mi marido está totalmente de acuerdo.”

Para quienes disfrutan mucho de su vocación y han invertido mucho esfuerzo para alcanzar determinados objetivos, el desafío está en organizarse para poder continuar con su actividad profesional con la ayuda de la pareja, o de alguna persona o jardín maternal que cuide de su hijo durante ese tiempo.

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“Yo quiero volver a trabajar. Soy bióloga y dirijo un grupo de trabajo de investigación. Por un lado, me cuesta mucho irme de casa, pero por otro gané un subsidio grande del exterior y es el momento de ir poniendo las cosas en movimiento. Más aún en este momento, tan difícil económicamente, tengo que aprovechar que está el dinero para trabajar y que hay gente muy buena en mi equipo a quien no quiero abandonar.” “A mí me gusta el trabajo. Cuando ella era bebé yo iba a trabajar con la bomba para sacar leche y cada tres horas me iba a un cuartito a hacerlo y la ponía en la heladera. Yo sé que es muy cansador, pero lo volvería a hacer. Me gusta mantener estos dos universos míos.” “El mes próximo lo voy a tomar como una adaptación para las dos; pienso ir sólo unas horas por día a mi trabajo. Además, la persona que va a cuidarla va a estar todo el día en casa, por ahora sólo viene a la mañana. La beba va a tener cuatro meses y medio, y ya la veo más grandecita.” Cuando el trabajo es en relación de dependencia, a veces es más difícil partir el tiempo, porque en algunos lugares, más allá de la ley reducción de horario por lactancia, se pide que se cumpla con el turno entero en forma obligatoria.

“Depende también mucho del jefe. Yo trabajo en relación de dependencia, y cuando le pedí reducir mi horario me dijo: ‘Podés irte antes de la finalización del horario, pero te llevás trabajo a casa’.” La persona en quien se delega el cuidado de los hijos mientras la mamá trabaja cumple un rol fundamental. A veces es un conocido o alguien de la familia, otras llega por recomendación, pero en todos los casos es conveniente invertir un tiempo considerable en conocerse, transmitir nuestras creencias y hacer una adaptación mutua y progresiva antes de delegar la responsabilidad de quedarse con el bebé. Aunque necesitamos que nuestro bebé se encuentre a gusto con la persona que lo cuida en nuestra ausencia, algunas manifestaciones de alegría con ella pueden, sin embargo, despertarnos sentimientos de celos, o a veces generarnos una desconfianza infundada, como si acaso quisiera robarnos su amor. Sería bueno pensar que a nuestros hijos los enriquece construir otros buenos vínculos fuera del de nosotros, y no entrar en competencia, ya que él siempre podrá reconocernos entre los muchos afectos que vayan poblando su mundo relacional. “Son las dos cosas: por un lado me da un poco de celos, pero por el otro pienso: qué suerte que acepta quedarse con la señora que la cuida, porque me voy a trabajar tranquila.” Una abogada muy prestigiosa me comentaba lo siguiente con respecto a la crianza de sus hijos: “La verdad es que mis hijos están bien porque yo siempre tuve mucha habilidad para encontrar las personas que podían ayudarnos a educarlos, porque no soy una mujer que hubiera servido para educar sola a mis hijos, y siempre tuve muy buenas señoras que les enseñaron un montón de cosas que yo nunca podría haberles enseñado”.

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Muchas parejas resuelven inscribir a sus hijos en jardines maternales especializados con los que también deberán construir primero una relación de confianza. No creemos que haya soluciones ideales para todas las familias, habrá que evaluar cuáles son las condiciones en cada caso para poder elegir luego la más conveniente. ¡Cuidado: embarazadas trabajando! Es común escucharlas en los grupos de reflexión preocupadas por poder seguir cumpliendo con sus responsabilidades laborales con el mismo ritmo que llevaban antes del embarazo, en un momento en el que las progresivas transformaciones corporales y emocionales le imponen limitaciones a la habitual dinámica de sus tareas. Por un lado quieren demostrarles a los demás o a sí mismas que pueden seguir siendo tan competentes como siempre, como si el embarazo no les generara ningún cambio. Pretenden desafiar así el argumento con el cual, por su condición femenina, les cuestionaron su competitividad a la hora de contratarlas. En nombre de una malentendida igualdad entre los sexos, y con el miedo de perder las conquistas laborales obtenidas, quieren disimular cualquier diferencia que, como el ejercicio de la maternidad, las ponga en evidencia. Aparece, además, un sentimiento de culpa frente a los compañeros de trabajo, que ante la ausencia de personal que las reemplacen en lo que ya no pueden realizar, ven recargadas sus tareas. Si le agregamos a este cuadro que la mayoría de las mujeres trata de trabajar hasta la última semana de embarazo para reservar su magra licencia de maternidad de tres meses para el posparto, nos encontramos con una población de mujeres agotadas, estresadas, sin poder disfrutar de su embarazo ni contactar con el bebé que están gestando y procesar la cantidad de cambios corporales, emocionales y familiares que la nueva experiencia les plantea. Una reciente investigación demostró que hombres y mujeres responden en forma bastante diferente ante la responsabilidad de un trabajo excesivo, en el marco de una división de tareas en la que, además, las mujeres deben seguir ocupándose de la organización de la casa. Allí también se alerta sobre el estrés que sufren las mujeres de hoy, hecho que en nuestra experiencia con embarazadas observamos a menudo, con el agravante de que, en esta etapa, esta situación representa un factor de riesgo para la salud de la mamá y el bebé. Son los típicos casos de las contracciones uterinas continuas, alta presión, edemas, estados de angustia etc. Finalmente y como un fenómeno cada vez más frecuente para evitar un parto prematuro, las mujeres terminan en general con indicación médica de reposo. Sería interesante plantearse si no hay en este fenómeno una responsabilidad social, y como para ir un poco más allá con esa idea podríamos preguntarnos qué sucedería si las mujeres resolvieran no gestar más hijos en sus vientres: ¿quiénes tomarían la posta, cómo sería la continuidad de nuestra especie humana si pararan de donar a la humanidad los nueve meses de sus vidas que invierten regularmente para que todos nos perpetuemos?

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Ser conscientes de la enorme responsabilidad que están desempeñando tal vez podría ayudar a muchas mujeres a adueñarse de los pocos derechos con los que hoy cuentan y seguir peleando para que se faciliten las condiciones para traer niños al mundo, como ya lo están haciendo los países que intentar aumentar el índice de su actual baja natalidad.

Capítulo 5. Estar despiertas La dimensión cognitiva La dimensión cognitiva se relaciona con el centro laríngeo o Vishuda, cuyo nacimiento se encuentra en la columna cervical y su corola se abre frente a la laringe. Comprende la zona del cuello, los hombros y el rostro, y se extiende por la parte externa de los brazos hasta la yema de los dedos, que es por donde investigamos táctilmente el mundo. Dado que en él se alojan también la boca, la nariz, los oídos y los ojos, abarca los cinco sentidos, los cuales constituyen la primera puerta de entrada al conocimiento intelectual, las vías de comunicación con el pensamiento racional, y su manifestación a través de la palabra, la mímica, la escritura, y la realización de cualquier tarea manual y de cualquier técnica que hayamos incorporado. Es decir que este centro se relaciona con la expresión de lo aprendido, y su función, al filtrar la información que nos llega tanto de los niveles superiores supraconscientes como de aquellos inferiores correspondientes al mundo instintivo emocional, es controlar la vida psíquica y someterla a las leyes de la lógica. Es con el que construimos nuestras creencias, que son aquellos supuestos desde los cuales observamos el mundo en el que vivimos y condicionamos, en forma automática, nuestros afectos y nuestras conductas. Es también el responsable de mantener nuestro equilibrio. Actúa como un punto de pasaje ya sea al inhibir o al permitir el libre flujo de las energías que circulan por nuestra unidad cuerpo-mente.

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En su expresión más cargada, este centro promueve, por un lado, actitudes muy rígidas, de máximo control y autoexigencia, y en el otro extremo, es decir si está desvitalizado, dificulta la posibilidad de poner límites y de asumir responsabilidades. Incluiremos en este capítulo algunas cuestiones que, dentro de esta dimensión, pueden facilitar o entorpecer la experiencia de parto, como son el control o el descontrol, la relación con la incertidumbre y con la espera, con las exigencias, los modelos de parto, los mitos y los prejuicios, la elección de las condiciones para parir y la responsabilidad de informarse sobre los derechos y la comunicación con el equipo médico. Todas ellas contribuyen a desarrollar nuestra capacidad cognitiva, necesaria para decidir responsablemente cómo, cuándo, dónde y con quién parir, y por otro lado para reconocer las variables que humanamente no nos es posible controlar. El camino de los sentidos El mundo sensorial se encuentra particularmente afectado durante el embarazo; en especial el olfato, el gusto y el tacto, que se tornan mucho más finos y agudos. Si bien esta intensificación de su percepción puede ocasionarle algunos malestares a la embarazada —como sucede con el rechazo de ciertos olores y comidas, o la necesidad imperiosa de ingerir determinado alimento—, es indudable que también le permite establecer nuevas conexiones con el mundo y contactarse de una manera mucho más sensible con su entorno. Es habitual que sienta mayores deseos de recorrer y disfrutar su piel, la cual se encuentra más sensible que nunca al contacto. Es la ocasión de pasarse cremas que mantengan activa su elasticidad, o de disfrutar de baños de inmersión o masajes, o las caricias de un encuentro íntimo. En todo caso, todas serán oportunidades de la mujer para conocerse mejor y desarrollar un nivel más sutil de conexión con su sensualidad. Ejercicio nº 1. Ejercicio para exaltar los sentidos: Tomar una ducha o baño de inmersión con agua tibia dejando que el cuerpo se entregue a la experiencia. Acomodar la luz del ambiente de manera que resulte tenue. Colocar en el agua, o en un hornito aromatizador, un aceite esencial, lavanda o romero que contenga propiedades relajantes o que nos evoque experiencias placenteras. Entregarse a las sensaciones que aparezcan y acompañarlas con respiraciones abdominales suaves. Al salir del agua secarse y recorrer todo el cuerpo con una crema natural de origen vegetal deteniéndose a sentir la textura de la piel, su nueva tersura en el embarazo y aquellas zonas ahora más sensibles al contacto. Acompañar el ejercicio con una música apropiada. Esperar sin desesperar Cada uno de nosotros guarda una relación distinta con la espera. Hay personas que son muy pacientes, otras que son más ansiosas o que tienen menor capacidad de manejar la incertidumbre, y otras a las que les gusta tener todo programado y controlado. Cuando se trata del parto, son las que dicen: “Tal día, a tal hora, me hago

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una cesárea”, pretendiendo suprimir la variable del tiempo en un proceso que es, de por sí, una aventura atemporal. Tal vez angustiados por no poder controlar su propio ciclo vital, establecen con el mundo una relación de poder al tratar de manejarlo todo, sin dejar espacio para la sorpresa. “A mí me gusta tener todo planificado. Tengo todo controlado: la habitación, el moisés, la cuna, la ropa. Pero ahora me relajé y espero que me sorprenda.” Marcar el momento del nacimiento de un hijo es privarlo, innecesariamente, de su derecho a decidir su llegada al mundo. Es no aceptar que el universo es más vasto que nuestra razón voluntaria, aunque la sociedad en la que vivimos haya develado muchos de los secretos que la humanidad desconocía en el inicio de los tiempos. Se crea así un circuito en el que terminamos desconfiando de nuestra capacidad emocional y fisiológica, para depositar, a cambio, toda la responsabilidad en el médico, quien a su vez, sobrecargado, termina acelerando procesos que aún no están maduros. Es fundamental hablar con el obstetra a fin de conocer su criterio sobre el momento más indicado para su participación activa en el proceso de parto. Muchos ponen la semana 40 como límite, que es en realidad la que se indica como “fecha probable de parto”. Algunos, asegurándose de las condiciones de salud del bebé, esperan hasta la semana número 41, mientras que otros prefieren esperar hasta la última, la semana 42, lo que exige un mayor acompañamiento médico y una mayor contención emocional sobre la embarazada. Sería bueno, de todos modos, hacernos cargo de nuestra participación, aunque indirecta, en esta determinación médica. Muchas veces culpamos al profesional de haberse apresurado, cuando en realidad fuimos nosotras quienes, con nuestra ansiedad, los hemos llevado a actuar en forma anticipada. El embarazo es una situación en que las mujeres sentimos diferente que los varones. Aunque ellos también estén “esperando”, es nuestro cuerpo el que se encuentra en esa coyuntura. “Me imagino muy acompañada por mi pareja. Él tiene una armonía con los tiempos que por ahí yo no tengo. Y esto, creo que en el momento de la espera, va a ser muy bueno.” “Trato de pensar en otra cosa para no ponerme nerviosa; me pasa que siempre estuve todo el tiempo haciendo algo y creo que la espera tiene que ver con no hacer nada. Y no estoy acostumbrada.” En las últimas semanas, muchas mujeres interrumpen su actividad laboral, por lo que suele suceder que no saben cómo manejarse con sus nuevos tiempos. Esperar “sin hacer nada” puede resultar agobiante para quienes vivimos en una sociedad que valora la productividad. Pero si pensamos que durante ese tiempo

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estamos “produciendo vida”, el embarazo puede enseñarnos a transitar los ciclos vitales desde una perspectiva femenina, en la que cuenta más la cualidad que la cantidad de horas transcurridas, y así la espera deja de ser desesperante para convertirse en una forma de la esperanza. El miedo al descontrol “Con mi primer hijo hice todo lo que me decía la partera, con quien compartí mucho tiempo. Me sentía tan contenida, que seguía todo lo que ella me iba indicando. Lo único que me salió de adentro —y que era una costumbre mía, porque jugué muchos años al voley— era el grito de los saques. Y en ese momento me acuerdo que ella me dijo: ‘No, no, no; sin gritar’, y me inhibió totalmente, porque no era un grito exagerado.” A veces, las embarazadas temen descontrolarse durante el parto, como si un parto fuera algo que tuviera que controlarse. Pero, ¿qué entendemos por controlar? Hay que revisar este concepto, pues si bien es cierto que puede haber algunas conductas involuntarias que no ayudan, hay otras que sí. Insisto y repito que cada mujer pare como vive y que cada acto de nuestra vida lo realizamos con nuestro propio estilo. Pero estamos inmersos en un sistema que también organiza nuestro modo de expresión y que tratará de imponérsenos a la hora de parir. Ejercicio nº 2. Ejercicio para “perder la cabeza”: Con frecuencia observamos, durante el trabajo corporal con las embarazadas, que muchas de ellas tienen gran dificultad a la hora de movilizar la zona cervical, como si temieran descontrolarse o perder la cordura. Soltar el cuello y aflojar las rigideces de la garganta, la boca y la cara aportan alivio y descanso y permiten que las emociones se desplieguen. A su vez rotar la cabeza en forma lenta hacia uno y otro lado movilizando también los trapecios y los hombros disminuye las jaquecas, los dolores cervicales y ayuda a regular la hipertensión.

Con la cabeza hacia un lado.

El ejercicio consiste en girar lentamente la cabeza de un costado al otro, pasando por detrás y por delante, y estirando el cuello en cada uno de los puntos que se atraviesen.

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Ir sucesivamente rotándola en una y otra dirección, siguiendo desordenadamente el movimiento con el resto del cuerpo.

Con la cabeza hacia atrás.

Girar luego ininterrumpidamente la cabeza y entregarnos a la desorientación espacial que esto produce. Ejercicio nº 3. Buscando el equilibrio: De pie alineando la columna con la cabeza hacia el cielo, levantar una pierna del suelo y mantener el equilibrio.

En equilibrio.

Otra posibilidad en la búsqueda de equilibrio es llevar un brazo hacia delante y arriba y tomarse con la mano la pierna contraria elevándola hacia atrás.

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Variante de postura en equilibrio.

Transitar este camino que va del caos dionisíaco al orden apolíneo puede otorgarnos la confianza necesaria para animarnos a “perder la cabeza” seguras de “reencontrarla” cuando así lo necesitemos. Soltando la voz Si bien no todas las mujeres son iguales, en el parto resulta útil estimular el libre fluir de las emociones mediante la liberación de sonidos a través de la voz. En el embarazo, desbloquear el centro laríngeo construye una vía directa entre la boca, la garganta y el canal vaginal. Es como si los labios de la boca participaran, junto con los de la vagina, de la descarga que impone el momento expulsivo. Algunas personas ni siquiera estando solas se animan a gritar; se trata de una cuestión de autocensura, como si se asustaran de sí mismas. Para vencer esas inhibiciones, se puede probar, cuando están solas en la casa, al ducharse, en la playa o en un campo abierto, gritar diferentes vocales. El grito puede actuar como una liberación sonora analgésica al permitir que el sonido vibre en el cuerpo relajándolo; esas vibraciones sonoras también ejercen un contacto con el bebé. Podemos sentir táctilmente —aunque no usemos nuestros oídos— que nuestro cuerpo está vibrando. Hay algunas experiencias en las que los papás también producen sonidos cerca de la mamá como para que el bebé perciba y vibre con su voz en el momento de las contracciones. Conviene experimentarlo antes, a fin de comprobar su utilidad y de tener el recurso disponible en ese momento. Y si hay alguien del equipo que se moleste porque se estén haciendo sonidos “extraños” tendrá que tolerarlos, porque el parto es de la pareja. Lamentablemente, esto puede pasar tanto en el ámbito público como en el privado, y es probable que se relacione con la dificultad que tienen algunos profesionales para manejar la angustia que les genera la irrupción de las

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emociones en el escenario del parto, para lo cual no han recibido una formación humanística. Ejercicio nº 4. Ejercicio para liberar la voz: En nuestro cuerpo existen resonadores que nos permiten vibrar a partir de los diferentes sonidos, en un registro de agudos para las zonas superiores y más graves cuando nos vamos acercando a las inferiores. Acostada boca arriba con las piernas flexionadas, pronunciar distintas vocales buscando que los sonidos resuenen en las diversas partes del cuerpo al soltar el aire. Comenzar con los más agudos y enviarlos a la parte superior del cuerpo, e ir bajando de tono a medida que descendemos. Reservamos el más grave para el cuello del útero. Lo repetimos de manera sostenida mandando allí las ondas sonoras con la intención de relajar la zona del cuello de éste, de la vagina y de todo el suelo de la pelvis. Para conectarnos con la vagina, pensemos que es como una boca con sus labios, cuyas paredes internas se corresponden con el paladar, y que estamos haciendo pasar el aire tibio por su interior hasta llegar afuera con el sonido. Tratar de descubrir con qué vocal resulta más conveniente hacer el sonido, aquella que favorece o se asocia con los registros más graves. Podemos también probar con los sonidos mántricos que describen los yoguis para cada centro, y que desarrollaremos en el capítulo 6. Los modelos y las exigencias

Muchas veces, el parto es tomado como un examen, y hasta hay mujeres que le preguntan al médico una vez que parieron: “Doctor, ¿cómo me porté?”, como diciendo “¿qué nota me saqué?” a la espera de su aprobación. A veces lo hacen con sus médicos, a veces con sus maridos, a veces con el grupo en el que participan de la preparación. Pero un parto no debería concebirse como si se tratara de un examen, sino más bien como una experiencia vivida con las posibilidades que la mujer tenga en ese momento. Esta sensación se acentúa en algunos casos más que en otros, pero la experiencia interna de ser juzgada —más que juzgada, calificada— por otro es muy curiosa. Algunas mujeres sueñan que están rindiendo un examen y que en ese momento, en lugar de mostrar sus conocimientos o presentar lo que saben, nace el bebé. A veces aparece una situación de competencia, que se expresa en frases como “yo quiero parir de equis manera porque mi vecina o mi amiga parió de este modo, o la primera esposa de mi marido lo hizo y yo no puedo ser menos que ella”, como si el parto se transformara en un bien de consumo, algo que hubiera que atravesar de tal o cual manera para competir con otros. Hay mujeres que viven el parto como una competencia en la que se comparan o ponen a prueba con otra mujer (su propia mamá, la cuñada, una amiga, la primera esposa del marido). Pero un parto es una experiencia muy personal, ya que representa el modo particular en que nos separamos de nuestro hijo.

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Cada una tiene su propia manera de separarse de su hijo, pues es eso, en todo caso, lo que significa un parto. Sentimos infantilmente que las transgresiones como gritar “merecen un aplazo y perturban a la mesa examinadora”. Creo que está en cada una encontrar su manera de superar esta dependencia. Merecemos el parto que hayamos tenido: por vía baja o por cesárea, fue lo mejor que hemos podido hacer con los recursos con los que contábamos en ese momento y con la presencia singular que tuvo ese niño que llegó al mundo. Porque no debemos olvidar que en este proceso no sólo participan una mujer y el futuro papá, sino también un bebé, que le imprime a ese instante su característica particular. A veces, la omnipotencia con la que se prepara la mujer que participa de algún curso de psicoprofilaxis le hace sentir que es como si hubiera sacado un seguro. Dice por ejemplo: “Yo hice todo bien, hice el curso, no falté nunca, ¿por qué fui a cesárea?”. No incluye las variables que tienen que ver con el bebé, con la vida emocional, con el contexto social, económico, geográfico, y muchos otros factores que influyen en el momento del nacimiento. Se pueden incluir variables espirituales, cósmicas, y de cualquier otra índole. Reducir el fenómeno del nacimiento a uno estrictamente individual, emocional o fisiológico es achicar la perspectiva de algo mucho más abarcativo, que incluye todos los niveles, y genera una presión muy alta en la mujer que la hace sentir que todo depende exclusivamente de ella. Entonces, deberíamos poder reconocer, con menos omnipotencia y más humildad, que formamos parte de una de las tantas experiencias que están involucradas en el acto del nacimiento y del parto, que protagonizamos como mujeres. Contribuimos en el hecho activo de parir, pero es nuestro hijo el que nace. Necesitamos aceptar y reconocer ese primer acto de libertad del ser humano que es nacer. Ejercicio nº 5. Ejercicio para sacarse un peso de encima: En posición vertical, de pie o sentada, subir y bajar sucesivamente los hombros en dirección a las orejas mientras se repiten internamente frases como “y a mí qué” , “qué me importa”.

RECUADRO LATERAL La mujer puede sentir que el haber hecho el curso de psicoprofilaxis le da una garantía sobre el tipo de parto sin tener en cuenta la presencia singular que tiene ese niño al llegar al mundo. Reducir el parto a sus factores estrictamente emocionales o fisiológicos es reducir sus perspectivas y su rica complejidad.

Cesárea versus parto vaginal Hoy en día se habla muy poco de la experiencia que significa para una mujer tener un hijo por parto vaginal. En general, el parto se toma como un evento estrictamente

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fisiológico y no como un acontecimiento que dispara múltiples emociones, conductas nuevas e ideas. Una vivencia de crecimiento personal que nos modifica por completo como seres humanos. Es la culminación de un proceso que se inició con la concepción y siguió con el embarazo. Pero así como se ha naturalizado la tecnologización de estos dos momentos —a través de la fertilización asistida en el primero y de la monitorización regular en el segundo, por ecografías y otros estudios—, también la cesárea está siendo considerada en nuestro medio como una práctica normal. Sobre todo si tomamos la palabra “normal” en su sentido estadístico y tenemos en cuenta que se la practica en más del 60% de los casos en las clínicas privadas de la Ciudad de Buenos Aires. Podemos también ver a la cesárea como una forma más en la que la globalización alcanzó a modificar nuestras vidas, al desconocer las diversidades que se expresan en el particular modo de parir de cada mujer. La pérdida de confianza en las propias capacidades y la exaltación de los avances médico-científicos han contribuido además a que la mujer cediera sus derechos a parir con sus propios recursos. En nombre de una pretendida eterna juventud, en la que el cuerpo no debe reflejar el paso del tiempo ni de las experiencias vividas, se publicitan también las cualidades benéficas de esta intervención quirúrgica creyendo así poder ocultar o suprimir las huellas que el babé pudo haber dejado en su pasaje por el canal vaginal. La cesárea también se promociona con la excusa de una supuesta prevención de los traumatismos del periné a causa del parto, sin tener en cuenta que no es éste en sí el factor de riesgo de trastornos del suelo pélvico, sino el desconocimiento del manejo postural ya en el embarazo —que representa una sobrecarga por el peso del bebé—, así como las inadecuadas maniobras que se practican en el período expulsivo a través de posiciones antigravitacionales, episiotomías innecesarias y pujos forzados debidos a la supresión anestésica de las sensaciones expulsivas reflejas. Si a estas argumentaciones sobre el daño iatrogénico del parto natural, a la obsesión estética de nuestra cultura y a la pretensión globalizante, le sumamos el miedo ancestral que la humanidad ha cargado con relación al parto, podemos comprender por qué hoy la cesárea está resultando, para una gran cantidad de mujeres, la opción más conveniente. De cualquier forma, hay que tener presente que la cesárea es una posibilidad. Y aunque las chances a favor del parto natural en general aumentan con una actitud consciente y positiva de parte de la madre, una buena preparación de la pareja para el nacimiento y una actitud de respeto por los tiempos fisiológicos por parte del equipo, existen algunas situaciones maternas y/o fetales que la convierten en una indicación médica necesaria. Idealizar el parto natural puede causar frustración si luego las cosas salen de una forma no esperada y se requiere una cesárea. Consejos para evitar cesáreas innecesarias ♦ Tener información sobre el proceso fisiológico del parto.

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♦ Confiar en las capacidades corporales femeninas para parir. ♦ Evitar acelerar los tiempos del trabajo de parto. ♦ Transcurrir en la casa todo el período de trabajo de parto que sea posible antes de internarse. ♦ Tener en cuenta que la internación favorece las intervenciones de rutina (goteos, monitoreos, inmovilización). ♦ Una vez en la clínica, caminar y adoptar diferentes posiciones que faciliten el descenso del bebé. ♦ Evitar la aplicación de la anestesia peridural antes de los 5 cm de dilatación, ya que administrarla por debajo de este número hace que el índice de cesáreas aumente considerablemente. Visualización del parto de mi hijo y de mi nacimiento como madre Vamos a imaginar el momento del parto... la emoción, la expresión y hasta al bebé... Y vamos a visualizar entonces ese momento, pero haciendo un pequeño recorte de todo el proceso del trabajo de parto y del parto, para detenernos especialmente en el nacimiento.... Imaginemos que, luego de una respiración profunda, ingresamos en una imagen en la que nosotras mismas estamos pariendo a nuestro hijo... o pariéndonos como mamás... Es ese parirnos como madres lo que nos permitirá pujar con todas nuestras fuerzas al bebé... En ese estar convirtiéndonos en madres, mientras hacemos nacer al bebé... conectémonos con ese preciso instante en el que desplegamos todas nuestras fuerzas, aquellas que ni siquiera imaginamos tener... y que vamos a poder usar en ese momento, si es que queremos soltar a nuestro bebé... separarnos de él para comenzar una nueva etapa... Imaginemos la escena... intentando ver cómo es el ámbito en el que nos encontramos... la sala de parto... La vemos de un color definido... observamos a las personas que están cerca... que nos acompañan... los ruidos del lugar.... los olores... todo lo que hay alrededor... el aliento del equipo médico, y de nuestra pareja... acompañándonos... Pero en primera instancia estamos nosotras, que somos las que no podemos faltar, las únicas imprescindibles para el parto... Nos animamos a conjugar el verbo parir en primera persona: yo estoy pariendo... estoy pariendo a mi hijo.... me estoy pariendo como madre..., estoy inaugurando nuevas emociones y sensaciones..., siento toda mi fuerza y la vivo con intensidad.... Y así nos despedimos de la escena en la que nos vimos como protagonistas principales.... acompañando el nacimiento de nuestro hijo, pero en primer lugar pariendo.... Y nos preguntamos: ¿qué es lo que estoy pariendo de mí en este preciso momento de mi vida?... Ahora, recuperamos nuestro momento actual de embarazo, a la espera de que el proceso de parto se inicie en el momento que corresponda. Tenemos el cuello de útero todavía cerrado, y lo mantenemos así hasta que las contracciones nos lleven entonces a la sala de parto... Y así lentamente vamos incorporándonos...

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Conociendo al obstetra “Ayer me despedí de mi obstetra y me dijo que volviera a verlo recién en tres meses. Me dijo que fui una buena paciente, que no lo molesté nunca.’ “Yo iba a ver a la obstetra con mi marido los viernes. Después nos íbamos a comer y mirábamos la ecografía. Era como un programa, que voy a extrañar.” “Yo tuve una relación bastante íntima y personal con el obstetra porque tuve un embarazo complicado, así que todas las semanas lo veía.” “Mi parto fue divino. Cuando terminó, mi médico vino y me dijo: ‘La verdad es que te felicito’. Por eso ahora voy a verlo y quiero que dure más la consulta… pero ya tengo que despedirme...” El obstetra tiene una presencia muy fuerte durante todo el embarazo. Y al ser generalmente un hombre, moviliza en la mujer su historia vincular previa con las demás figuras masculinas de su vida, desde la relación con su papá, sus hermanos, sus amigos, sus novios, sus jefes, hasta la vivida con la pareja actual. No es extraño entonces el surgimiento de algunas situaciones regresivas, confusionales, que le imprimen a la relación un carácter particular que a veces puede generar inquietud. Puede estar representando, para la embarazada, la figura paterna, la de la pareja u otra que la autorice, como mujer adulta, a parir y convertirse en madre. Es cierto que, en determinado momento y por estas características, se produce una entrega afectiva o emocional intensa, la cual suele generar un vínculo de confianza que, sin duda, ayudará a la mujer cuando esté pariendo. A la entrega emocional se suma un nivel de intimidad genital, experimentado hasta entonces sólo con la pareja, que puede ocasionar fantasías inconscientes, presentes algunas veces en sueños eróticos ligados a la relación con el médico. El mundo onírico es caprichoso, pasible de hacer surgir imágenes inconfesables, que pueden cargarnos de culpa si no se las interpreta como un proceso natural en la vida emocional inconsciente. Lamentablemente, no todos los obstetras tienen tanta conciencia de lo que significa para una mujer la experiencia del embarazo y el parto. Sería conveniente que, luego del nacimiento, pudiéramos conversar con él de aquellas cosas que nos hayan quedado pendientes, porque (aunque pocos lo asuman como tal) el tocoginecólogo es en nuestro medio el responsable de prevenir y promover la salud femenina en las diferentes etapas de su ciclo sexual vital. ¿Hombre o mujer?

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Es significativo que, a la hora de elegir por un hombre o una mujer como médico obstetra, muchas mujeres prefieran a un varón. También es cierto que la mayoría de los profesionales en esta especialidad son hombres Tal vez porque, por sus características, la actividad sea difícil de compatibilizar con la vida familiar, o porque, en nuestro medio al menos, la práctica obstétrica está hoy muy ligada a la quirúrgica, ejercida mucho más frecuentemente en la comunidad médica por los varones. “A mí me hubiera gustado que me atendiera una mujer, pero en la cartilla de mi obra social el noventa y nueve por ciento eran hombres.” “Yo siento que el parto es una cosa muy personal. Por eso prefiero una mujer, con la que me puedo sentir más en confianza, más contenida, con más posibilidad de compartir.” “A mí me gustó el equipo porque tanto la obstetra, como la partera, como la anestesista y la pediatra eran mujeres.” “Mi parto parecía una cancha de fútbol: eran todos hombres gritando. Mi obstetra es de Boca, el anestesista también era de Boca, y en el momento en que me estaban atendiendo se estaba jugando un partido. Cuando el bebé iba a nacer, el obstetra dijo: ‘¡Vamos, vamos!’. Se tiró encima mío y el bebé salió. Yo estaba acostada con las piernas para arriba, y los veía a todos gritando como si estuvieran en la tribuna.” Estas anécdotas, que para algunos pueden resultar graciosas y para otros patéticas, revelan la tendencia actual, contraria a lo ocurrido históricamente, a hacer del parto una cosa de hombres. Desde la antigüedad han sido las mujeres quienes acompañaban a las parturientas en el momento del nacimiento. Eran las brujas, las hechiceras, luego las comadronas, las parteras o las mujeres sabias, en francés, la sage femme. Sin embargo, esta tendencia a hacer del parto algo de hombres está siendo revisada, y la figura de la obstetra va recuperando el espacio perdido en los partos fisiológicos, siempre que no existan complicaciones. Surge un nuevo rol, el de la “doula”, que es aquella mujer que, sin necesidad de tener una formación académica y habiendo experimentado ya su propio parto, cumple la función de acompañar afectivamente a la mujer desde los primeros momentos del trabajo de parto hasta la crianza del niño. De todos modos, sería bueno ser conscientes de nuestras preferencias sobre quienes nos asistirán a fin de reconocer en ello cuál es nuestra propia valoración femenina de género a la hora de parir. Por otro lado, cabe reflexionar si el parto es una cuestión de hombres o de mujeres, o más bien la posibilidad de integrar, en el acto de nacimiento, las energías femeninas y las masculinas, con las que nos constituimos como seres humanos.

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RECUADRO LATERAL Es importante elegir a la pediatra o al pediatra durante el embarazo en lugar de esperar a haber parido, y para ello lo más recomendable es realizar una entrevista prenatal. En ella los futuros padres podrán conocer a quien los acompañará en la crianza del bebé, así como confrontar criterios generales sobre el manejo de la salud y otras cuestiones de la vida, pero sobre todo reconocer si se han sentido cómodos en el diálogo que compartieron con el profesional. La primera consulta La entrevista médico-familia gestante es el marco ideal para la práctica conversacional, porque el lenguaje es una de las herramientas más terapéuticas con las que cuenta el médico en el consultorio. Supone una responsabilidad compartida con la pareja que consulta, para lo cual sería conveniente abandonar una forma de comunicación que llamaremos quirúgica —que abunda en frases cortantes y trabaja con un paciente anestesiado— en pos de una relación persona a persona, en donde el consultante es estimulado a participar y a comprometerse con su salud, una relación que enfatiza la compresión y el respeto, y provoca la aparición de la cooperación activa. RECUADRO A CONTINUACIÓN Estas condiciones hacen que la relación médico-familia gestante sea de sostén para ambas partes. El médico no se siente tan solo ni exigido a actuar “quirúrgicamente” y a hacer uso exclusivo de la tecnología, en la medida en que comparte un diálogo desde una situación, aunque técnicamente asimétrica, humanamente “horizontal”. Hay que tener en cuenta que, en la formación del médico, la acción tiene privilegio por sobre la observación. Ante una demanda de la embarazada, el profesional se siente presionado a actuar como un modo de resolver con eficacia. Su creencia sobre lo que supone que el paciente espera de él no le permite tender un puente entre la práctica médica y la palabra, o simplemente ofrecer una presencia silenciosa y una escucha liberadora. El vínculo entre el médico y la pareja es fundamental para estimular la confianza en la propia posibilidad de parir de la embarazada, y para evitar que todo quede depositado en la tecnología médica o en la medicación destinada a acelerar el parto.

Conversando con el médico Sugerencias de preguntas para hacerle al profesional Dado que existen en nuestro medio, diferentes modos de atender el nacimiento, lo ideal es conversar e informarse sobre la posición del médico frente a estas prácticas.

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De las respuestas que obtengamos y del vínculo que hayamos podido establecer en nuestra comunicación dependerá nuestra decisión de seguir adelante en la relación: ♦ ¿Hasta qué semana espera que se inicie el trabajo de parto naturalmente? ♦ ¿Qué alternativas hay? ♦ En caso de no iniciarse naturalmente el trabajo de parto, ¿cuál es su opinión: probar una inducción o ir directamente a una cesárea? ♦ ¿Cuál es su posición frente a la presencia del marido en sala de partos y cuál en el quirófano? ♦ ¿Cuál es su idea en relación con el movimiento, el desplazamiento y el cambio de posiciones en el trabajo de parto? ♦ ¿Cuál es su posición respecto de los calmantes, el monitoreo electrónico? ♦ ¿Podré comer y beber si lo deseo? ♦ ¿Cuál es su posición respecto de las enemas y el rasurado del vello pubiano? ♦ ¿Cuál es su posición respecto de las episiotomías y las cesáreas, y con qué frecuencia las realiza habitualmente? ♦ ¿Efectúa la ruptura artificial de membranas cuando ésta no se produce naturalmente? ♦ ¿Monitorea en forma permanente o intermitente el trabajo de parto? ♦ ¿Usa el goteo en forma sistemática? ♦ ¿En qué momento resuelve ir a sala de partos? ♦ ¿Existe un límite de tiempo del trabajo de parto sin intervención? ♦ ¿Usa la analgesia o anestesia en forma sistemática? ♦ ¿Puede la mujer elegir la posición para parir? Como es de suponer que el médico responda que todo dependerá de las condiciones que se den en que cada parto, sería conveniente preguntar siempre por la frecuencia con la que en su práctica ha optado por cada decisión. Y tener en cuenta que, en algunos países, algunos médicos dejan estos datos a disposición de los usuarios.

La elección de la maternidad Las siguientes son algunas cuestiones que convendría consultar en la institución donde se prevea internarse para parir. ♦ ¿Cómo funciona el equipo de neonatología? ♦ ¿Podrá mi bebé permanecer conmigo durante todo el día y toda la noche? (Rooming-in) ♦ ¿Cuáles son los horarios de visita? ♦ ¿Podrá mi pareja entrar en el quirófano en caso de ser necesaria una cesárea?

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♦ ¿Podré hacer el trabajo de parto en la habitación o lo tendré que hacerlo acostada en un cuarto de dilatación preparto? ♦ ¿Ofrece la maternidad bañeras o duchas para las parturientas? ♦ ¿Cuál es la política de la maternidad respecto de la separación de los padres y el niño durante la primera hora? ¿Y durante el resto de la estadía? ♦ ¿Existe alguna normativa con respecto al monitoreo? Parirás con derechos Uso y abuso de los recursos tecnológicos en el parto RECUADRO LATERAL Nuestra cultura no brinda una adecuada educación para el nacimiento, de ahí que el parto se haya convertido en un asunto impregnado de mitos y temores, casi un asunto tecnológico, y haya perdido por completo su carácter de hecho natural de la vida. Los altos índices de cesáreas, episiotomías e inducciones demuestran que las mujeres son víctimas de un sistema que las aparta cada vez más de la posibilidad natural de protagonizar la llegada al mundo de sus bebés. Los médicos obstetras, a su vez, se ven presionados por las condiciones económicas que les imponen las empresas de salud para las que prestan servicio. Es así como se va configurando una situación de creciente deshumanización de la relación entre el médico y la mujer, y del momento del parto. Carlos Burgo, médico tocoginecólogo argentino, con quien hemos compartido tantas ideas y proyectos para construir modelos más respetuosos para el momento del nacimiento, comparte en su libro Parir con pasión sus experiencias con las mujeres en el escenario del parto. Consciente de las limitaciones que habitualmente se les imponen a éstas para desplegar todas las vivencias corporales y emocionales que se desatan en su ser en ese momento, propone un tipo de atención diferente. Coincidimos plenamente cuando dice: Dos expresiones casi universales surgen en el decir de una mayoría de mujeres en algún momento de su parto: “No voy a poder, hagan algo”. El tipo de respuesta a esa demanda y lo que allí se ponga en marcha marcarán una diferencia entre un nacimiento apasionado y un nacimiento esterilizado. Según nuestra experiencia, en un mismo escenario pueden gestarse diferentes escenas si los asistentes respetan las necesidades propias y la singularidad de cada mujer. Anestesiar y silenciar el cuerpo es quitarle su pasión. Y un cuerpo sin pasión es un cuerpo sin deseo. (p. 31)

La mujer va perdiendo la confianza en su propio cuerpo, al que desconoce, y consecuentemente en su capacidad para parir. Delega entonces en el médico toda la responsabilidad sobre su funcionamiento al sobrevalorar las virtudes de la tecnología, que adquiere características casi mágicas. Así, el médico se hace cargo omnipotentemente del curso del embarazo y el parto, y realiza para ello un uso abusivo de estos recursos técnicos desaprovechando el alto poder terapéutico que tiene la relación humana en la consulta obstétrica.

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Se podría pensar que así como culturalmente la mujer le otorgó al hombre su derecho y la responsabilidad de hacerla gozar, en el embarazo, a través de la tecnologización del nacimiento, delega en su médico la conducción de su parto. A su vez, el médico transforma la capacitación profesional con la que cuenta para acompañar y resolver cualquier posible complicación en una herramienta para decidir cómo hacerla parir. La mujer, entonces, le pide que organice su manera de dar a luz, y que disponga cuál es el momento y la posición más favorables. Muchas veces se escucha decir a las mujeres que tuvieron su hijo “con tal o cual médico”, desplazando a su pareja en su rol sexual protagónico como genitor. Algunas relatan con incomodidad las fantasías sexuales con sus obstetras a partir del parto. La mujer que aprende a escuchar y a resolver en su cuerpo cómo, cuándo y dónde parir se convierte de reproductora en productora de saberes sobre su cuerpo y su sexualidad. ♦ Segura de sí misma, podrá dejar de vivir el parto como un examen que hay que rendir como mujer y de responder a pautas estandarizadas según el modelo de turno. ♦ Conociéndose se adueñará de su cuerpo y sus dolores (el dolor no es algo que alguien pueda dar o quitar artificialmente). ♦ Reconociendo sus límites y sin pretender controlar todo, sentirá que el parto, como toda experiencia sexual, la conecta también con lo imprevisible, con la desorientación, con el desorden, con el caos y lo creativo de la incertidumbre. ♦ Como mujer adulta, que no acepta ser tratada infantilmente, desconfiará de intervenciones que le garanticen a todo precio un “parto sin dolor”, así como de tentadoras y eficientes soluciones para pasar el trance lo más rápido posible “sin sentir nada” a costa de inmovilizar el cuerpo con monitoreos sistemáticos —muchas veces innecesarios—, seguidos de poderosas anestesias que terminan literalmente “acostándola” . ♦ Una mujer que conoce sexualmente su cuerpo está en mejores condiciones para elegir qué posición puede facilitar su momento expulsivo. ♦ Desde su nueva perspectiva frente al mundo, empoderada en su espacio relacional, no aceptará pasivamente que “la acuesten” si siente que esa posición la desconecta de sus impulsos y sensaciones físicas y emocionales. Predominio del modelo genérico masculino en la práctica médica Un interesante estudio sobre las diferencias en los hábitos de conversación entre hombres y mujeres, realizado por la psicoanalista argentina Irene Loyacono puede servir para hacer un paralelismo de los estilos de respuestas masculinas con aquellos del profesional médico. Según el estudio referido, la cantidad de palabras, el ritmo, las pausas y las maneras de escuchar varían notablemente de género en género, lo que construiría un estilo de conversación masculino y otro femenino. Entre otras diferencias, “cuando un hombre escucha de una mujer (y también de otros hombres) la exposición de un problema, tiende a oír una demanda explícita de soluciones. Por ello tiende a tomar el problema y a sugerir acciones para resolverlo” (Loyacono,

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“Diferencias en los hábitos conversacionales entre hombres y mujeres”, Centro de Docencia e Investigación en Psicoterapia, 1994). Sin embargo, las mujeres muchas veces cuentan a sus maridos sus problemas no para que ellos les den solución (que ellas pueden encontrar por sí mismas, o que ya tienen pensadas), sino buscando un oyente solidario. Esperan que ellos se interesen por sus sentimientos respecto del problema, que comprendan y compartan la preocupación, o el disgusto, o lo que sea que ellas estén sintiendo. A partir de los relatos que he podido recoger de las mujeres en los grupos de reflexión, he podido observar que el médico, sea éste varón o mujer, se identifica con el modelo de comunicación hegemónico masculino, de frases cortantes y evitación de los contenidos emocionales. Probablemente se encuentren aquí algunos de los motivos por los cuales el médico no se detiene a explorar, en el curso de la entrevista, cuestiones que hacen al estado general de la mujer, a su vida personal y a su experiencia sexual. En una oportunidad, un médico obstetra me confesó la angustia que le produjo una entrevista que duró un poco más de lo habitual, cuando la pareja consultante lo participó de una situación familiar crítica por la que estaba atravesando y para la cual él no pudo indicar ninguna solución concreta. Se había limitado a escucharlos, pero se había sentido en falta en su rol. En su intento por resolver el problema el tiempo de la entrevista se había prolongado, pero aun así, a su juicio, no había sido eficaz.

RECUADRO LATERAL RESPECTO DEL TEXTO ANTERIOR Resulta curioso que haya más médicos obstetras varones que mujeres, cuando parir es una función eminentemente femenina. En especial, porque siempre han sido las comadronas las encargadas de traer niños al mundo. Hoy es muy común escuchar decir a las mujeres que prefieren que el obstetra sea hombre, y lo mismo con el ginecólogo, con el pediatra y hasta con el psicoterapeuta. Es que carecemos de confianza en otras mujeres, seguramente influidas por una educación que privilegia el mundo masculino por sobre el femenino. Algunas cuestiones de peso$ Además de este afán por hacer, los médicos están presionados por las condiciones económicas que les imponen las empresas de salud para las que prestan servicios. Necesitan reducir el tiempo de la consulta para responder a determinada demanda, lo cual refuerza aún más la idea de construir un tipo de entrevista de control cerrada, que se monta sobre una pretendida exigencia de resolver con acciones, en lugar de generar situaciones de diálogo. En los hospitales, las mujeres ni siquiera tienen un espacio y un tiempo a solas. Mientras que por un lado el médico las revisa, por el otro una auxiliar les toma la

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presión y las pesa, sin que ellas puedan contar con un momento de intimidad para plantear una inquietud. Es verdad que hay médicos que dedican cuarenta y cinco minutos o una hora a una entrevista, pero no es lo más frecuente. Sobre todo porque el vínculo entre éste y la pareja es básico para estimular la confianza de la mujer en la propia posibilidad de parir, y para que él pueda reemplazar el apoyo tecnológico con el apoyo humano. La única manera de reemplazar la tecnología es con el contacto humano. En inglés hay un juego de palabras entre “tech” = “tecnología” y “touch” = “contacto” diciendo que con una dosis mayor de este último se hace menos necesaria la participación de la primera, que por supuesto es económicamente siempre más costosa. La situación es compleja, y a los médicos tampoco les es sencillo modificarla ya que para ello tendrían que salirse del sistema, con lo cual se arriesgan a perder su fuente de trabajo. Estos y otros factores participan en la construcción del sistema médico en el que hoy vivimos. Cuando la relación es asimétrica La mayoría de las mujeres contribuye a mantener esa asimetría vincular que las coloca en un nivel humanamente inferior al de la figura del médico. Las diferencias jerárquicas son, de por sí, campos propicios para relaciones de maltrato y abuso. La discriminación por género es, en nuestra sociedad, la más frecuente y la más invisible. Este concepto de maltrato y abuso en las relaciones resulta de gran relevancia para entender algunas conductas observadas en la relación entre las mujeres y los médicos en la consulta tocoginecológica. Según esta teoría, el sistema de género refuerzan las supuestas desigualdades que justifican abusos jerárquicos. El autoritarismo como fenómeno social de un sistema patriarcal reproduce las relaciones de poder en el seno de la familia. Frases como “el padre es el que tiene la última palabra” o “cuando venga tu papá vas a ver” dan cuenta de esta relación. En muchas familias, las interacciones entre sus miembros suelen estar signadas por el maltrato. Este maltrato repetitivo se transforma en un patrón sostenido, tolerado, “naturalizado”, invisibilizado y legitimado. Las estadísticas señalan a las mujeres y a los niños como las víctimas más frecuentes de la violencia familiar. Si consideramos que las primeras relaciones construyen los patrones de relacionamiento con los que nos vinculamos como adultos, podremos comprender en qué medida, para la mujer de nuestra cultura, el médico representa la autoridad paterna, el poder de lo genéricamente masculino, al que se debe una sumisión sin cuestionamientos. RECUADRO Otra vez el lenguaje que refuerza la acción en frases típicas de la mujer en el posparto inmediato: “Doctor, ¿me porté bien en el parto?” O aquella futura mamá que vino orgullosa al grupo de reflexión porque su médico la había felicitado por lo bien que estaba creciendo su bebé. O la que sale del consultorio angustiada porque su médico

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la retó por haber subido algunos kilos de más. O cuando al testear entre las mujeres si algo les producía malestar en la relación, una de ellas respondió: “Cuando se pone en una posición muy dura, y yo sé que tiene razón”. En una encuesta que realizamos con un grupo de embarazadas donde les consultamos su grado de satisfacción en el vínculo con sus obstetras, a pesar de que muchas expresaron la necesidad de ser tomadas más en cuenta como personas con sentimientos y emociones, la mayoría manifestó suficiente conformidad con el tipo de atención recibida por su médico. Algunas reconocieron dificultades en formular preguntas sobre aspectos técnicos en relación con la atención del parto por temor a que el médico lo considerase un cuestionamiento a su saber y conocimiento. Esto confirma que, pese a toda discrepancia, siempre se busca la aceptación de la autoridad paterna. Por otra parte, hacerse cargo omnipotentemente de las exigencias que el imaginario social ha construido en torno a su figura ha colocado al médico obstetra en el lugar del especialista con mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares dentro de la comunidad médica. El desconocimiento que las mujeres tienen de su propia anatomía favorece la expropiación de derechos de las que son víctimas, a través de prácticas médicas que no siempre son necesarias y para las cuales no cuentan generalmente con su consentimiento. Son pocas aquellas que conocen sus genitales. La mayoría se resiste a mirárselos. Muy pocas apenas pueden tocarlos. Muchas los consideran algo sucio, denigrante, temible. Así como, en nuestra cultura, la mujer espera que el hombre la descubra sexualmente, le enseñe, organice su goce, así también la embarazada delega el seguimiento de la transformación de su cuerpo en manos de su médico. Propuestas para un posible cambio Creemos en el valor del malestar, así como en el del dolor, para cualquier proceso de transformación. Y como no pretendemos anestesiarlo, nos gustaría proponer algunas sugerencias que abran nuevos caminos de acción: con relación al tiempo, resulta casi imposible generar una conversación reflexiva dialógica en un período inferior a los treinta minutos. En una encuesta con las embarazadas que acuden a nuestro centro, el promedio de tiempo por consulta de atención privada no alcanzaba los quince minutos. Ningún sujeto puede entregarse a una escucha abierta si tiene la sala de espera repleta. El médico es una persona y, como tal, se debe respeto a sí mismo y a su cliente-consultante. Con relación al espacio, será necesario rediseñar los lugares en los que se disponen el médico y la pareja. El escritorio en medio no favorece una relación humanamente simétrica, y coloca al consultante en actitud pasiva, a la espera de soluciones mágicas en las que él no participa.

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Cuando el vínculo no es humanamente horizontal, hay una predisposición a investir al médico de poderes mágicos. Esta idealización, diferente de la admiración o el respeto, produce en el médico una sobreexigencia, y en la embarazada, primero ilusión, luego desilusión y, por último resentimiento, que muchas veces se expresan a través de juicios de mala praxis. En la actualidad, la Obstetricia es la especialidad con mayores demandas de mala praxis en los tribunales. En los Estados Unidos, donde las indemnizaciones alcanzan cifras millonarias, casi el 10% de los obstetras ha resuelto abandonar la profesión para evitar el riesgo de enfrentar un juicio que los deje en la ruina. Se estima que un tercio de los médicos argentinos ha contratado algún seguro para hacer frente a eventuales demandas. Por otra parte, no es casual que tanto médicos pediatras como médicos familiares cuya práctica se asienta sobre un modelo relacional, más horizontal, cuenten estadísticamente con los índices más bajos de juicios por mala praxis. Frente a la pregunta de la embarazada al médico sobre la modalidad de atención en el parto, éste, de acuerdo con nuestra encuesta, respondió o bien en forma evasiva, o bien derivándola a la partera o bien negándole la información por considerarla no pertinente. Teniendo en cuenta que no existe, en nuestro sistema de educación, un ámbito en el que se informe a la población en general sobre los distintos enfoques que circulan alrededor de la atención del parto, el médico obstetra debería asumir esta responsabilidad pedagógica como parte de su rol de médico de atención primaria, en el transcurso de la primera entrevista. Cuando a la mujer se la estimula y se le facilita el ejercicio de su derecho a saber sobre las posiciones posibles para parir y sobre la incidencia de intervenciones médicas (como episiotomías, goteos, rasurados, anestesias, analgesias, inducciones, roturas artificiales de membranas, índices de cesáreas, etc.),* se la está invitando a participar y decidir sobre cuestiones que comprometen su corporalidad y su psicosexualidad. Sabemos también que muchas mujeres prefieren la ignorancia y el sometimiento, a un sistema en el que se sienten infantilmente protegidas. Está en nosotros hacernos o no cómplices. Sugerimos, por lo tanto, que en la primera entrevista con la embarazada se expliciten, junto con la presentación personal y profesional, la filosofía de asistencia en cuanto a los tópicos mencionados. Al entender el parto como parte de la experiencia psicosexual de una mujer, y tener en cuenta que los protocolos de entrevista obstétrica no incluyen tradicionalmente información sobre la vida emocional y su subjetividad, el tocoginecólogo debería tanto estimular como aceptar disponiblemente toda conversación activa acerca de los temas sobre los que se construye la vida sexual y reproductiva de una mujer. Éstos son: iniciación sexual, relaciones sexuales actuales, dispareunia, frecuencia coital, libido, orgasmo, relación entre coito y ciclo menstrual, anticoncepción, historia de partos anteriores propios y de partos de las familias de ambos progenitores. Así también será conveniente incluir en la entrevista temas económicos, laborales, de vivienda y familiares. * Recomendaciones extraídas de un informe sobre “Tecnologías de parto apropiadas” publicado por la OMS en

abril de 1983.

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RECUADRO LATERAL En nuestro país, en el ámbito privado, casi todos los médicos trabajan en equipo con una partera, con quien la mujer se reúne en los últimos meses de su embarazo para recibir información obstétrica. Pero salvo en contadas excepciones, son encuentros muy poco “interactivos”, donde la embarazada carece de espacio para la pregunta y donde rara vez se siente protagonista de un hecho tan importante como el que está a punto de vivir. En las instituciones públicas, en cambio, algunos hospitales ofrecen cursos de psicoprofilaxis a cargo de parteras que no necesariamente serán las que acompañarán a la mujer el día del parto. La asistencia domiciliaria durante el trabajo de parto La incertidumbre frente al momento del parto despierta en la pareja ansiedades y temores que la llevan muchas veces a internarse muy precozmente, con lo cual favorecen la sobreintervención médica y la aceleración de los tiempos que requiere un trabajo de parto fisiológico para no terminar en cesárea. Muchas veces no le damos tiempo al bebé a hacer su recorrido descendente por la cavidad pélvica hasta el canal de parto, aunque es cierto también que esperar mucho tiempo tampoco es garantía de un parto vaginal. Lo importante, cuando están aseguradas las condiciones de salud del bebé, es darse activamente la oportunidad para que esto suceda más allá de lo que resulte luego. Para lograr un parto activo y protagónico, lo ideal es hacer el trabajo de preparto en la propia casa. De ese modo, estaremos contribuyendo a que el nacimiento de nuestro hijo se produzca en el momento que tenga que ser al aceptar el derecho del bebé a venir al mundo en su propio tiempo. “Durante el último mes de embarazo solía hacer baños de inmersión escuchando música, porque me relajaban por completo. Poco a poco fui dándome cuenta de que cada cinco minutos tenía una contracción. El día del parto, a las tres de la mañana desperté a mi marido y le pedí que me preparara un baño para relajarme. Las contracciones eran cada diez minutos; al rato cada cinco, y por último no tuve tiempo de revisar el bolso.” “Desde las tres de la mañana hasta las dos de la tarde estuve haciendo el trabajo de preparto en casa; a partir de esa hora perdí la noción del tiempo. La bebé nació recién a las diez menos diez de la noche, por cesárea y después de dieciocho horas de trabajo de parto.” “A la una de la mañana perdí el tapón mucoso. Tenía contracciones, pero igual me fui a dormir tranquila, ya que había estado toda la semana con contracciones. A las tres de la mañana rompí bolsa. Tenía todas las cosas preparadas y la casa ordenada, así que llamamos un taxi con mi marido, y yo viajé acostada en el asiento trasero. Desde las tres hasta las siete de la mañana estuve con la partera de guardia mientras mi marido me hacía masajes en la espalda porque sentía mucho dolor. Me dormía entre contracción y contracción, y estaba mareada. A las siete de la mañana tenía

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tres de dilatación, y pedí que me aplicaran analgesia. Cuando volvieron a revisarme tenía diez centímetros de dilatación; hice un par de pujos y la beba nació.” A fin de evitar la inseguridad que suele generarles a los futuros padres atravesar el trabajo de parto solos en sus casas, sugerimos la posibilidad de solicitar una asistencia profesional domiciliaria. Puede estar a cargo de la obstétrica (partera) del equipo del médico con quien se atienda o bien con una doula o con una partera, formada en la filosofía del parto fisiológico. “Teníamos miedo de quedarnos mucho tiempo en casa solos por si pasaba algo, pero yo no quería que me empezaran a apurar cuando me internaran. Por eso le pedimos a nuestra partera que viniera a casa cuando comenzara con el trabajo de parto. Cuando llegamos a la clínica, yo estaba lista para ir a sala de partos.” La experiencia que hemos desarrollado en nuestro centro con la obstétrica Edith Diez consiste en un acompañamiento y contención física y emocional hasta el momento de la internación a través de: Monitoreo electrónico de los latidos cardíacos fetales. Control de la frecuencia y la duración de las contracciones. Control de la dilatación. Acompañamiento y tratamiento del dolor con respiraciones, masajes, cambios de posiciones, sonidos, música y otros recursos corporales. ♦ Trabajo postural sobre fisiobalones y en cinta de suspensión. ♦ Información y asesoramiento constante acerca de cada momento del trabajo de parto que va transcurriendo. ♦ Apoyo afectivo. ♦ ♦ ♦ ♦

Gracias a esta opción de ser asistidas domiciliariamente por un profesional durante toda la dilatación, muchas parejas que no quieren un parto institucional, pero tampoco se sienten seguras teniendo a sus bebés en sus casas, están pudiendo pasar casi todo el período de dilatación en la intimidad de sus hogares e internarse directamente para el momento del nacimiento. Sugerimos, por lo tanto, solicitar a la obstétrica del equipo del médico elegido o a otra profesional preparada la posibilidad de ser asistida por este tipo de acompañamiento y contratarlo anticipadamente a fin de coordinar con ella las acciones necesarias para su realización. Embarazos alter-nativos Cada vez son más las parejas que durante el embarazo se plantean cómo participar de un modo más activo en el nacimiento de sus hijos. Claro que, en el camino, deben enfrentarse, la mayoría de las veces, con la resistencia de un sistema médico obstétrico que ha sido más formado para actuar sobre la patología que para acompañar el curso normal de un parto fisiológico.

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Es así que las embarazadas (a quienes preferimos, por lo tanto, no llamar “pacientes”, ya que no están padeciendo una enfermedad) que son conscientes de esta hipermedicalización de la perinatalidad se planteen cómo elegir a un médico obstetra que respete sus derechos a decidir cómo, cuándo y con quién parir, sin renunciar por ello a las intervenciones que fueran necesarias en aquellos estadísticamente pocos casos en los que estuviera en riesgo su salud o la del bebé, ya que es un derecho de toda mujer el gozar al mismo tiempo de un parto “humanizado” y “seguro”. A partir de aquí parecieran abrirse dos categorías en la atención al parto: la tradicional y la llamada “alternativa”, que pretendería hacer otra cosa distinta de la primera y con la que no tendrían puntos de contacto. En realidad, pensarlo así es construir una falsa antinomia. El plantearlas como opuestas no nos permite recuperar la riqueza que cada una posee y que puede nutrirlas respectivamente. Además no creemos que contribuya a desarrollar un modelo de parto personalizado que responda a la necesidad de cada pareja, sobre todo cuando observamos que muchos de los obstetras llamados “tradicionales” están hoy revisando prácticas que dejaban antes por fuera de toda discusión. Preferimos, en cambio, pensar lo alternativo como lo “alter-nativo”. Esa capacidad de hacer nacer lo otro que hay en nosotros. Una posibilidad particularmente facilitada en el proceso de embarazo, parto y posparto, donde se produce un verdadero pasaje hacia la vida, donde lo viejo cede espacio a lo nuevo, donde los otros que también somos irrumpen naciendo y dejando morir lo viejo, donde asumimos el riesgo de ser nosotros mismos. Es en el embarazo, con sus nueve meses de duración, más que el breve período de un parto, donde se gesta esta transformación. Transformación que es movimiento, que construye y que no pretende otra forma sino el puro devenir. Devenir en la filiación como padre, como madre, como hijo, como abuelo, como tío. Devenir otro cuerpo que escucha, que comprende, que siente. De este modo, estaremos aprovechando todo el período perinatal como momento “alter-nativo”, que, en sentido iniciático, consistiría en parir a esos otros de nosotros que están a la espera de nacer. Psicoprofilaxis transdisciplinaria para un parto humanizado En la historia de la humanidad, han sido muchos los intentos por desentrañar y controlar el misterio del inicio de la vida. Los tradicionales cursos de “Parto sin dolor”, y más tarde los de “Parto sin temor” han sido claros ejemplos de normatización de las conductas femeninas para alcanzar determinado modelo de parto. Parir, hacer nacer, es mucho más que sentir dolor, es una experiencia compleja en la que cada uno participa con su historia y con los recursos que a lo largo de la vida ha ido construyendo. Mirta Videla, psicóloga argentina, a quien le debo mucho de lo aprendido profesionalmente en este campo y con quien además atravesé durante mi primer

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embarazo la experiencia de prepararme en familia como mamá, describe en su libro Maternidad. Mito y realidad, la evolución de la llamada Psicoprofilaxis obstétrica desde sus comienzos hasta nuestros días en el mundo y especialmente en la Argentina. Teniendo en cuenta que la palabra “profilaxis” deriva del griego “profhylátto”, que significa “tomar precauciones”, y que la forma “psico”, en griego, “psikhe”, significa “alma”, la autora define “psicoprofilaxis” como “el conjunto de técnicas psicológicas que incluyen la toma de precauciones en forma anticipatoria de todas las variables personales, familiares e institucionales centradas al rededor del nacimiento humano”. (p. 257) Videla emprendió en nuestro país una importante labor al desarrollar modelos de atención interdisciplinaria en tocoginecología, y dedicó muchos esfuerzos en delinear y esclarecer el rol del psicólogo en este campo de la prevención y diferenciarlo del de la clínica, considerado injustamente como su único espacio de inserción profesional. Incorporó al modelo de trabajo las herramientas conceptuales específicas de la psicología y del psicoanálisis, y recuperó sus saberes tanto para la aplicación asistencial con las parejas como para intervenir psicodinámicamente dentro del equipo de profesionales. Llamó a este método con el nombre de “Preparación integral para la maternidad”, denominación que todavía se emplea para identificar este abordaje de trabajo. En cuanto a la interdisciplina, a la que dedicó tantos esfuerzos y que hoy nosotros preferimos encarar como transdisciplina —donde no sólo se suman, sino que también se integran los saberes—, Mirta recomienda esclarecer perfectamente los roles de cada profesional ya que considera que “los desacuerdos entre los integrantes de los equipos poseen un efecto semejante a los desacuerdos familiares y la crianza de los hijos”. (p. 265) Para nosotros el trabajo en equipo posibilita el proceso que va de la información sobre los cambios psicofísicos básicos que se operan en cada etapa a la formación de los propios criterios con los que enfrentar la propia experiencia para alcanzar finalmente una transformación personal, de la pareja y de la nueva familia. Es en esa línea en la que hemos venido trabajando desde hace más de treinta años en la constitución de un equipo transdisciplinario, tarea que, sin bien resulta muy gratificante profesionalmente, en la práctica representa un enorme esfuerzo económico y en tiempo para todos aquellos que lo integramos. Entre otras dificultades, como las del escaso reconocimiento en todos los sentidos que tiene la prevención en nuestra cultura, es probable que sea ésta la razón por la cual cueste tanto llevar adelante proyectos de este tipo en nuestro país.

Más allá de un curso preparto

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Es hora de que los llamados cursos de preparto dejen de ser un entrenamiento de técnicas respiratorias, que se deja para el último mes, o peor aún un adiestramiento organizado para que la mujer no perturbe y “colabore” con el sistema en la llamada “conducción de parto”. Proponemos un espacio donde los futuros padres compartan, junto a los profesionales, la responsabilidad de una preparación para la maternidad y la paternidad. El objetivo es acompañarlos en el camino de recibir a un hijo desde el momento en que, como pareja o individualmente, aparece el deseo de concebirlo, hasta que, luego del parto, una mujer, un hombre y un niño devienen madre, padre e hijo, y construyen una familia. Es un proceso que promueve la gestación de ideas y la reflexión sobre lo que les está sucediendo. En el que cada participante va apropiándose de su nuevo rol, con conciencia de su crecimiento, como alguien que ha decidido protagonizar este momento de su vida. Que alienta la reflexión sobre los cambios económicos, sociales y culturales que atraviesan en estos tiempos a varones y mujeres, y que los invita a revisar las formas tradicionales en que cada uno se involucra en la crianza, y que crea roles maternos y paternos más flexibles. Un proceso en el que van creándose y recreándose recursos corporales que lleven a la mujer a conectarse con lo imprevisible, la desorientación, el desorden, el caos, lo disruptivo y hasta, a veces, lo estremecedor y convulsionante que puede resultar para muchos la experiencia de parir y hacer nacer. Este proceso incluye necesariamente una propuesta de trabajo corporal en el que la mujer embarazada pueda atravesar por momentos que la remitan, por su intensidad, al trabajo de parto y al parto mismo. Que pueda reforzar su derecho a adueñarse de su cuerpo y a recuperar su poder no sólo como reproductora, sino como productora de vida. Un proceso que favorezca y aliente una mirada interna despierta, que permita correrse de aquella que busca con desesperación el rostro del médico al poner su capacidad femenina de hacer y materializar su obra en manos de otro. Ese otro poderoso en el que se convierten repentinamente las tecnologías de alta complejidad y ciertas rutinas médicas estandarizadas. Es necesario adueñarse del propio cuerpo, y esto significa adueñarse también de los dolores. El dolor no es aquello que alguien pueda dar o quitar. Reconociéndolo, se aprende a acompañarlo a través del contacto reparador, las palabras contenedoras o las miradas comprometidas. Es importante que los varones cuenten con un espacio propio y exclusivo donde poder expresar y construir, junto a otros, un nuevo modelo de paternidad que tome en cuenta su particular manera de relacionarse con su hijo. Posibilitar a los futuros abuelos el modelaje de su nuevo rol, mediante el acercamiento de sus voces a las de sus nietos. Acompañar a los niños que esperan a su hermanito a elaborar la experiencia de compartir a sus padres con el que llega. Reforzar el espacio íntimo de la pareja resulta tan importante como recordar que, si bien el parto puede ser una experiencia trascendental, no debería considerarse un fin, sino sólo el principio de un viaje hacia una nueva etapa de la vida.

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Tendencias actuales en el plano internacional En el ámbito mundial, se está trabajando para recuperar la humanización en el momento del nacimiento y del parto. Esto significa conocer los derechos que tienen la futura mamá, el papá y el bebé de nacer de la forma más natural o, por lo menos, sabiendo cuáles son las posibilidades de parir, dónde y dejar que el cuándo sea una decisión del bebé por nacer. En ese sentido, la OMS ha formulado una serie de recomendaciones, en un acto realizado en Brasil, en la ciudad de Fortaleza, en 1986, y ratificado en 1995, donde se establecen las condiciones para un parto natural, y se recomienda la menor incidencia de cesáreas en los nacimientos (no justifican más del un 10% en ningún caso). Es decir que no debería haber más del 10% de cesáreas, cuando hoy en día en la Argentina, en las instituciones privadas, se ha superado el 60%. Que tampoco se hagan episiotomías, ese corte que se hace en el perineo de la mujer de manera rutinaria y no cuando resulta imprescindible. Que las anestesias sean suministradas en las cesáreas o cuando lo solicita la madre y no a comodidad del equipo médico. Que se le permita elegir a la mujer la posición para parir en forma libre, siempre que no haya ninguna contraindicación que ponga en riesgo a la mamá o al bebé. Que también pueda trasladarse o desplazarse en toda la etapa del preparto, sin estar inmovilizada, acostada y monitoreada todo el tiempo; para eso se recomienda no poner monitoreo fetal a la mamá durante todo el trabajo de parto, sino un monitoreo intermitente, que permita chequear la actividad fetal por momentos y no todo el tiempo, a menos que la situación sea riesgosa y así lo exija. Es decir, informarle a toda la población de los derechos que la asisten, a partir de considerar al parto un acto fisiológico y no un acto médico, en el cual la medicina interviene para prevenir situaciones de riesgo. La entrevista pediátrica prenatal El médico pediatra y neonatólogo argentino Mario Brotsky, quien nos acompañó desde el inicio de nuestra tarea institucional como coordinador de los encuentros de orientación pediátrica para los futuros padres, explica en las siguientes líneas la función que cumple la entrevista pediátrica prenatal para la salud del niño por nacer.

La entrevista prenatal Mario Brotsky

La atención de la salud de la mujer y el cuidado del embarazo y el parto influyen indefectiblemente en la condición del niño al nacer, así como también en su evolución y sus potencialidades durante toda su vida.

192 Tanto la obstetricia como la perinatología han diseñado estrategias de control pre y perinatal a través de normas (no rutinas) supervisadas, comparadas internacionalmente. Éstas deben ser periódicamente revisadas para su adecuación al uso de nuevas tecnologías, y la reinclusión de antiguas y probadas prácticas culturales. Así como la relación médico-paciente con el obstetra se construye por lo general desde el comienzo del embarazo, lo usual es que con el pediatra comience mucho tiempo después (tal vez demasiado). En la enorme mayoría de los casos ésta se produce luego del nacimiento, con una información escueta y parcial por escrito de los sucesos y con gran cantidad de detalles aportados oralmente por los padres. Una instancia superadora de ese indebido corte entre la conducción obstétrica en el embarazo y el parto y aquella que sigue después del nacimiento es la “entrevista prenatal”. Suele realizarse poco antes del parto (lo ideal sería no después de iniciado el último bimestre). Es muy útil y necesaria en todos los embarazos “normales” (aquellos en los que no existen condiciones clínicas o de estudios técnicos que sugieran alguna alteración o riesgo). Ante situaciones en que sí exista algún signo de alarma sobre la evolución del embarazo, o la posibilidad de la anticipación del parto o eventuales riesgos en éste, la participación de la neonatología se torna urgente e imprescindible. Esta primera entrevista tiene un obligado contenido “clínico”. Se interroga sobre detalles de la salud previa de ambos padres y sus familias, sobre la salud de la madre durante el embarazo y sobre la compatibilidad de los grupos sanguíneos, entre otros. Es variado el énfasis que cada profesional pone, en esta entrevista, en los primeros pasos de la puericultura, es decir, en las normas para el manejo de situaciones del posparto tanto banales como sutiles. Personalmente, el énfasis en mis entrevistas prenatales está puesto en lo psicosocial. Resulta importante también saber de posibles cuestiones de salud clínico-física. Es relativamente útil transmitir, según se desarrolle la entrevista, algunos conceptos sobre normalidad del recién nacido y manejos ulteriores. Digo relativamente porque he podido comprobar en tantos años lo poco que se recuerda específicamente de esos tópicos, por un doble mecanismo inhibidor. Por un lado, la atención está puesta masivamente en las fantasías, los temores y las ilusiones del parto, y por otro lado es difícil aprender lo que no se practica. Al decir “lo psicosocial” me refiero a poder explorar quiénes son los integrantes de la pareja, a qué se dedican, dónde viven, cómo ésta se formó, cómo son sus familias, qué hacen y hacían, de dónde provienen o si existe alguna experiencia de migración. Además me resulta importante conocer cuáles son las creencias, las leyendas familiares y las ideas respecto de los bebés, su normalidad, su alimentación o la lactancia. Este aspecto psicosocial de la entrevista (me disculpo por lo pomposo de la denominación, no se me ocurre otra mejor) permite crear el momento más rico y a veces fascinante de ella. Conmueve e involucra a la pareja. Se está incluyendo a su hijo por nacer en la trama familiar, en la de las identificaciones. Indefectiblemente involucra al pediatra, quien debe “mostrar lo suyo”, con prudencia, pero sin ambigüedades. Es justo que los padres quieran saber de nosotros, aunque pocas veces se atrevan a manifestarlo.

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Capítulo 6. Dejarse ir a otro mundo La dimensión mental La dimensión mental se relaciona con el centro frontal o Ajna. Si lo imaginamos como una flor, el tallo de este centro se encuentra en el punto medio de la cabeza — donde se halla la hipófisis— y su corola se abre en el entrecejo. Es conocido como el “tercer ojo”. Está asociado a la intuición, las percepciones extrasensoriales y la capacidad creativa. Es sede del pensamiento abstracto, filosófico. Este centro, así como el coronario, no se activan mediante movimientos corporales, sino a través de ejercicios de respiración, relajación, visualizaciones y,

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fundamentalmente, la meditación. Estas actividades modifican el ritmo habitual de nuestro funcionamiento cerebral. Existen cuatro tipos de ondas cerebrales: las ondas Beta (de 13 a 26 ciclos por segundo), que corresponden al estado de vigilia y los ojos abiertos; las Alfa (de 8 a 13 ciclos por segundo), que se producen con los ojos cerrados y el cuerpo relajado, y con cuyo entrenamiento se logra una sensación de calma y de relajación alerta; las Theta (entre 4 y 8 ciclos por segundo), en que se ingresa en una relajación más profunda o en el sueño y se pierde la noción espaciotemporal, y las ondas Delta (entre 1 y 4 ciclos por segundo), que corresponden al estado del sueño profundo o inconsciencia. Si superamos la frecuencia de las ondas Beta, entramos en un estado de estrés y confusión. Es a través de la actividad de este cendro que podemos transitar desde los estados de vigilia, propios de las ondas Beta, a los más lentos, en los que la conciencia accede a otro tipo de experiencias, como aquellas que ocurren en los estados de ensoñación y de trance, y también en las comunicaciones telepáticas. Los estados contemplativos ayudan a poner en juego las ondas de más baja frecuencia. “Estar en la luna” llena Cuando vemos a una embarazada —como la llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa la pulsación más elemental de la vida humana. La mujer embarazada se halla con una natural apertura de conciencia. Y en este momento de su vida, desarrolla con facilidad sus capacidades intuitivas. Es como si hubiera despertado en ella el llamado “sexto sentido”, el cual le hace vivir experiencias no siempre explicables racionalmente. Sus percepciones trascienden muchas veces el orden de los sentidos y es capaz de experimentar cosas que los demás no alcanzan a interpretar. Cuando puede aprovechar estas capacidades logra ingresar en un nivel de conciencia que desconocía de sí misma, al que algunas personas acceden sólo en estados de trance inducidos, o bien por sugestión hipnótica o por el efecto de sustancias químicas o alucinógenas. La comunicación estrecha que mantiene con su hijo agudiza la percepción de sus sensaciones, que son cada vez más finas hasta llegar a niveles extrasensoriales. Es conocido el caso de algunas futuras mamás que han sido capaces de detectar la existencia de algún problema en su bebé antes de que el propio médico lo diagnosticara. Y aunque no se animen a confesarlo, muchas se vinculan regularmente con sus hijos y reciben de ellos respuestas directas a sus pensamientos y emociones. Saben que otro tipo de “diálogo” es posible, y numerosos estudios científicos recientemente aparecidos sobre el impacto que tienen en el bebé las ideas y

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emociones de su mamá no hacen más que confirmar lo que desde tiempos inmemoriales ellas ya conocían: que existe una comunicación mamá-bebé intrauterina que circula por canales diferentes de aquellos correspondientes a los “sentidos comunes”. Es que en esta etapa se despliega en la embarazada una variedad de procesos inconscientes que la colocan en lo que la psicoanalista francesa Catherine BergeretAmselek ha denominado un “estado de transparencia psíquica”, un estado que hace que muchas de las experiencias que permanecen habitualmente ocultas emerjan con facilidad y queden disponibles a la conciencia. Muchas embarazadas comentan con sorpresa haber incrementado su actividad onírica, como si se hubiera abierto en ellas el acceso al mundo de los sueños al levantarse el velo que impedía verlo y tornarlo por primera vez traslúcido. El embarazo mismo es vivido en ocasiones como un estado de ensoñación, en el que la conciencia recorre nuevos caminos. Se ingresa en un universo de límites borrosos. Algunas mujeres, al tratar de describir esa sensación de no poder concentrarse o responder del mismo modo a los requerimientos cotidianos, dicen sentirse como si estuvieran “en otro mundo”. Surge una nueva manera de vivir la realidad, “esa realidad aparte” de la que hablaba el antropólogo latinoamericano Carlos Castaneda, donde se inaugura una conexión de calidad diferente con las cosas, las emociones y las personas, y en la que no sólo las palabras resultan innecesarias, sino también la presencia física del otro. Ser protagonista de la creación de una nueva vida puede iniciar a una mujer en el camino de la creatividad. Es un momento ideal para sacar afuera a la artista que está adentro de cada una. Los antiguos tratados hindúes sobre el amor describen 64 artes, y sugieren que todos los individuos deberían desarrollar la mayor cantidad posible de éstas a fin de cultivar una actitud creativa y aprovechar las posibilidades de la mente. Si bien estas artes han ido cambiando con cada época, la humanidad siempre ha encontrado en ellas una forma de expresarse. La embarazada necesita potenciar estas energías emprendiendo actividades que la ayuden a expresarse; como el canto, la música, la pintura o la poesía. Las manualidades y las artesanías son tareas muy frecuentes en esta época, y las mujeres tejen sus sueños al crochet o decorando el cuarto de su bebé. Lamentablemente, la sociedad de consumo a veces invade este espacio tan único con ofertas coloridas, y el tiempo de embarazo se escurre en recorrer vidrieras o shoppings que inhiben la aptitud creativa femenina haciendo que todo termine en la compra de productos enlatados. Más allá de inquietarnos, sería importante destinar un tiempo para convocar y cultivar estos estados de excepción, a fin de preservarlos de los ritmos vertiginosos en los que habitualmente vivimos. El llamado del bebé a transitar otros niveles de percepción puede servirnos de guía. Privilegiar la actividad de nuestro hemisferio derecho —sede de percepciones más

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globales, de la intuición, de la vida emocional, de lo femenino— por sobre el izquierdo —lógico, racional— puede contribuir a emprender este camino iniciático de expansión de nuestra conciencia. No lo desaprovechemos. Propuestas para desplegar nuestra capacidad creativa Como acabamos de mencionar, nuestro hemisferio derecho es el que controla nuestra capacidad artística, nuestra imaginación, y el sentido estético y musical. Si bien en nuestra vida es el izquierdo el que domina, durante el embarazo la mujer se pone en contacto con las habilidades de su cerebro intuitivo, siempre y cuando cree las condiciones para que éste se exprese. Ofrecemos aquí algunas propuestas para despertar talentos artísticos o desplegar algunas de las capacidades creativas ya exploradas, tanto en el campo de la plástica como el de la música o las letras. Pero antes de desarrollarlas nos gustaría destacar que para cualquiera de ellas la consigna será despertar los sentidos, hacer volar la imaginación y transitar la experiencia dejándose sorprender sin esperar ningún resultado en particular. El arte, como la actividad lúdica, es una experiencia que se completa en sí misma. No pretende ser útil, aunque en su función de atender las necesidades estéticas de todo sujeto su presencia se torna indispensable para el desarrollo del ser humano. Habituados a consumirlo, olvidamos sin embargo que también podemos producirlo. El embarazo es un excelente momento para “abrir la puerta y salir a jugar”. Allá vamos.

♦ Mandalas en multicolor Dibujar un círculo de 20 cm de diámetro y en su interior diseñar formas y colores que identifiquen la experiencia subjetiva sobre el embarazo semana a semana. Pueden emplearse lápices de colores, acuarelas, pasteles, óleos o acrílicos, y variar en cada caso la base sobre la cual se trabaja, sea ésta de papel, cartón, tela, etc. ♦ Soltando la pluma Sin levantar la pluma escribir una historia, en prosa o en verso, contada en primera persona, en la voz del bebé dentro del útero. ♦ Gestando sobre pentagramas Crear una melodía que, con o sin letra, pueda serle cantada al bebé desde el embarazo hasta el nacimiento. Agregarle un instrumento, si se dispone de alguno, y grabarla en un casete. ♦ Fotocomposición en femenino Hacer un collage con fotos de las escenas más significativas de nuestra vida en relación con temas como “ser mujer”, “ser hija”, “devenir mamá”.

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Para inspirarnos

Mandala para colorear. Considerados como representaciones cosmológicas del macro y microcosmos.

Mandala para colorear. Diagramas utilizados en el budismo e hinduismo para la meditación.

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“Por nacer”. Dalila Wagner. “Matilda”. Dalila Wagner. Óleo sobre tela. 2002

Técnica mixta. 2006 Menos tu vientre todo es confuso, menos tu vientre todo es futuro, fugaz, pasado, baldío, turbio. Menos tu vientre todo es oculto, menos tu vientre todo inseguro, todo postrero, polvo sin mundo. Menos tu vientre todo es oscuro, menos tu vientre claro y profundo.

“Menos tu vientre”, Miguel Hernández Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura, durante nueve lunas crecerá tu cintura, y en el mes de la siega tendrás color de espiga, vestirás simplemente y andarás con fatiga. Un día, un dulce día, con manso sufrimiento, te romperás cargada como una rama al viento, y será el regocijo de besarte las manos y de hallar en el hijo

199 tu misma frente simple, tu boca, tu mirada y un poco de mis ojos, un poco, casi nada...

“Maternidad”, José Pedroni

Se le hinchan los pies el cuarto mes le pesa en el vientre a esa muchacha en flor por la que anduvo el amor regalando simiente. Si la viese usted cantándose canciones de cuna, como un cascabel que acunase un clavel en un rayo de luna. Corre lagarto... pon otra cama en el cuarto a empapelarlo de azul y en agosto de parto.

“De parto”, Joan Manuel Serrat

Recursos para modificar nuestro estado de conciencia Si bien nuestra conciencia puede cambiar de estado en forma espontánea en situaciones particulares —contemplar la magnificencia de la naturaleza, escuchar música, bailar hasta el éxtasis—, existen técnicas a través de las cuales estos estados pueden ser inducidos voluntariamente. ♦ La respiración es una de las herramientas más poderosas para alterar nuestra percepción. Cambiar conscientemente su ritmo puede relajarnos al aquietar nuestra mente, así como también puede hacernos experimentar cambios en nuestras sensaciones corporales. ♦ Por otro lado, visualizar imágenes produce alteraciones en nuestro funcionamiento fisiológico, ya que nos hace sentir en el cuerpo aquello que estamos viendo con la mente. ♦ El movimiento es otro recurso que puede hacernos cambiar de estado de conciencia. Es común sentirse como flotando, después de cierto tiempo, cuando salimos a correr. Lo mismo que sucede con los efectos del baile, con sus ritmos reiterativos, que experimentan los jóvenes en las discos, lo que los lleva a sentir nuevas sensaciones más allá de cualquier otro estímulo de alcohol o drogas con los que a veces busquen acompañar la experiencia. Utilizar estos tres recursos —la respiración, las imágenes y el movimiento— para el trabajo de parto nos permitirá vivirlo en un estado diferente, un estado que, en lugar de “dis-traernos”, como se nos sugiere muchas veces que hagamos, nos ayudará a “traer-nos” y “con-centrarnos” en los poderes de nuestra “corpo-mentalidad”.

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Técnicas de relajación Existen muchas técnicas de relajación y la mayoría de ellas se centran en la respiración. Dos de ellas han sido muy difundidas en Occidente: la de la relajación progresiva de Edmund Jacobson (Chicago, 1938), utilizada en medicina desde principios del último siglo, y el denominado entrenamiento autógeno, creado por el neurólogo berlinés Johannes Schultz, 1927. Veamos sintéticamente cada una de ellas. ♦ Relajación progresiva: Edmund Jacobson propone el control del funcionamiento de la actividad muscular a través de diferenciar la contracción de la relajación. Para ello, se le solicita al practicante que tensione al máximo un grupo muscular y, luego, lo relaje. La idea que subyace a este método es que para bajar el estado de ansiedad es imprescindible contar con músculos relajados. Por ese motivo, esta técnica ha sido utilizada en muchos tratamientos psicológicos para aliviar la ansiedad y el estrés. Sus etapas son las siguientes: - Identificar la situación estresora. - Ubicar dónde se produce la tensión durante esa escena. - Relajar los músculos que se contraen mientras se recrea y enfrenta la imagen que la produjo. ♦ Entrenamiento autógeno:  Schultz basa su método en las investigaciones de hipnosis de comienzos del siglo XX, las que dominaba muy bien. Según sus estudios, es posible llegar a los mismos resultados prescindiendo de la presencia de otra persona (de allí su nombre), ya que la tarea se realiza por autogestión. Con su método, busca la transformación general del sujeto a partir de ejercicios fisiológico-racionales, semejantes a las antiguas prácticas hipnóticas mágicas. Las imágenes que se utilizan se basan en el funcionamiento del sistema vegetativo y se aplican en especial a zonas accesibles al conocimiento de todo individuo. Los pasos a seguir se resumen en seis ejercicios que caracterizan el entrenamiento autógeno: pesadez, calor, pulsación, respiración, funcionamiento abdominal y sensaciones en la cabeza. Con ellos se formulan consignas muy precisas, que incluyen siempre la idea de calma y tranquilidad con la que estos órganos deben funcionar. Toda práctica comienza induciendo a un estado de relajación que pone a la persona progresivamente en contacto con su propio cuerpo, con la ayuda de la respiración, y desde allí va proponiendo las diferentes frases. A partir de las siguientes consignas, el psicoanalista argentino Fidel Moccio propone, en Terapia del estrés, una adaptación del método de Schultz: - “Estoy en calma”. - “Mis brazos y mis piernas están pesados”. - “Mis brazos y mis piernas están calientes”. - “Mi corazón late tranquilo y fuerte”. - “Mi respiración está tranquila. Algo respira en mí”. - “Mi plexo solar irradia calor”.

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“Mi frente está agradablemente fresca”.

Estos ejercicios de autohipnosis tienen un gran valor clínico, ya que con sólo concentrarse en unas fórmulas verbales el sujeto logra controlar los músculos y el sistema neurovegetativo. Una vez que se dominan los ejercicios descriptos, el método se continúa con ejercicios de meditación, en los cuales se utilizan las visualizaciones con colores, objetos y conceptos abstractos. Otros caminos para atravesar las fronteras de la conciencia ♦ Yoga Nidra: Este concepto puede traducirse como “sueño psíquico” o “sueño consciente”. Es un método sistemático para llegar a la relajación tanto física como emocional y mental. Fue creado por Swami Satyananda Saraswati, quien adaptó antiguas prácticas de meditación, de las que conservó su esencia pero las hizo accesibles a personas no iniciadas. Consiste en alcanzar un estado de sueño con plena lucidez, en el que la mente permanezca en la frontera entre la vigilia y el sueño, y opere en ambos niveles pero sin estar asociada con ninguno de ellos. El objetivo consiste, como “psiconautas” de nuestros propios espacios psíquicos, en reconocer a través de la autoobservación nuestro mundo interior para encontrar soluciones a nuestros problemas y conflictos y abrirnos a la posibilidad de realizar nuestro verdadero propósito en la vida La práctica puede aprenderse con la guía de un profesor o siguiendo una grabación. Luego puede entrenársela en forma individual. Comprende diez pasos: 1. Se comienza con una relajación que disponga a la mente en un estado receptivo. 2. Luego se efectúa el Sankalpa, que consiste en pronunciar internamente una resolución afirmativa, la cual se repite mentalmente tres veces a fin de que sea recibida por la mente subconsciente para que se manifieste luego en el plano consciente y produzca cambios en la propia vida. El Sankalpa debe repetirse en cada práctica en forma afirmativa hasta que se concrete. 3. A continuación se pasa a la rotación de la conciencia, en la que se repasan mentalmente de forma sistemática todas las partes del cuerpo. Este recorrido se realiza de forma fluida sin detenerse y siguiendo un orden específico. Como cada zona corporal tiene su representación precisa en la corteza cerebral, el movimiento progresivo de la conciencia por cada una de ellas sensibilizará todos los circuitos nerviosos que van del cuerpo hacia el cerebro. Estimulará todas las áreas concretas de éste en las que tenemos representado el cuerpo e inducirá a una gran relajación física y mental. 4. Desde allí se efectúa un conteo de la respiración en orden decreciente. Esto significa que tendremos que mantener una mayor atención para que la mente no se disperse o sencillamente caiga en el sueño. Superar esta etapa sin dormir supone entrar prácticamente de lleno en el estado de “Nidra” (sueño consciente).

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5. Luego se emprende un recorrido mental en el que se evocan sensaciones y sentimientos opuestos con un fuerte contenido psicosomático, para luego eliminarlos con la voluntad. Al experimentar sensaciones opuestas estamos equilibrando la actividad de los dos hemisferios cerebrales. Con la práctica, podremos trascender el sufrimiento que se origina en el apego y la aversión por la dualidad de las experiencias de la vida. 6. El siguiente paso consiste en proyectar una pantalla mental o Chidakasa, en la que puedan observarse las imágenes que vayan apareciendo. 7. Por medio de visualizaciones, se destapan los contenidos almacenados en el inconciente semejantes a aquellos que se manifiestan en los sueños. 8. El reconocimiento de este material, que es inducido en forma voluntaria a medida que creamos un sueño consciente, libera a la conciencia, que lo observa desde afuera como testigo. 9. En ese momento se repite el mismo Sanskalpa o propósito del comienzo de la práctica. 10. Se termina dejando que la mente vaya tornándose receptiva a los estímulos que llegan del exterior, a la percepción de la respiración y del cuerpo físico, para poco a poco empezar a recuperar el tono muscular con pequeños movimientos, que se irán intensificando hasta la vuelta al estado de vigilia. ♦ La meditación trascendental constituye otra valiosa técnica para lograr la expansión de nuestra mente. Fue creada en los Estados Unidos en 1959 por el maestro indio yogui maharishi Mahesh y consiste en una práctica que, como su nombre lo dice, va “más allá de” la conciencia de vigilia habitual hacia un estado que produce un descanso profundo, pero permite a la mente quedar en actitud alerta. La técnica consiste en concentrarse en un solo pensamiento para que la mente siga estando activa y el sujeto no se quede dormido. Otorga una importancia especial a los sonidos por su capacidad, ya reconocida por las tradiciones antiguas, de influir sobre la conciencia. Estos pensamientossonidos que se usan en la Meditación Trascendental se denominan “mantras”, término que en sánscrito significa “pensamiento cuyos efectos son conocidos” por lo que su calidad vibratoria produce sobre el sujeto. Al ser instruida en esta técnica, la persona recibe un mantra propio, el cual pasa a ser confidencial y usado solamente durante la meditación para aquietar la mente. El mantra “Om” se ha popularizado como un sonido universal, ya que sus efectos son positivos para la mayoría de la gente. Es interesante destacar que también cada uno de los centros de energía cuenta con un determinado mantra, y que el “Om” pertenece al del centro frontal, correspondiente a esta dimensión de lo mental. Ilustramos a continuación los mantras, que activan a través de sus sonidos las energías de cada uno de los demás chacras: “Lang” para el centro bajo, “Vang” para el lumbosacro, “Rang” para el medio, “Yang” para el cardíaco, “Hang” para el laríngeo, “Om” para el frontal y “N” nasal para el coronario. Esta técnica se diferencia de otras como la hipnosis en que no utiliza la sugestión.

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♦ También la hipnosis es reconocida desde tiempos inmemoriales como un acceso a las experiencias extrasensoriales. Usada ya por los antiguos egipcios, fue empleada en Occidente por Freud y sus antecesores más directos. En los últimos tiempos, el psiquiatra Milton Erickson desarrolló una nueva escuela de hipnosis no directiva y creativa, la cual no induce a un estado total de inconsciencia ya que se basa en fenómenos que habitualmente manejamos en la vida cotidiana. A diferencia de la hipnosis clásica, el modelo ericksoniano se inscribe en un enfoque de autogestión y autodesarrollo. Por sus planteamientos creativos, Erickson no sistematizó ni sus teorías ni sus técnicas, si bien otros autores se han inspirado en sus conceptos para desarrollar muchas de las disciplinas orientadas al conocimiento profundo de la mente y su integración con el cuerpo con las que hoy contamos. Una de ellas es la sofrología, creada por el médico neuropsiquiatra español Alfonso Caycedo, quien la define como “la ciencia de la conciencia y de los valores de la existencia”. La presenta como una disciplina científica que estudia las estructuras de la conciencia (consciente e inconsciente), sus estados y sus niveles. Ésta es abordada a partir de los enfoques psicológico, bioquímico y cibernético, y su filosofía se apoya en los conceptos del pensamiento positivo, la integración del esquema corporal y la realidad objetiva. Todas las técnicas arriba descriptas han sido aplicadas en el campo de la obstetricia, y especialmente usadas como recursos en los diferentes métodos de psicoprofilaxis. Ejercicio nº 1. Relajación: Elegir un momento del día o de la noche en el que podamos crear un ambiente tranquilo, alejado de ruidos o interrupciones, en un lugar templado, con luz tenue y ropa cómoda. Buscar una posición que resulte confortable. Puede ser sentada o inclinada sobre un respaldo, o bien recostada sobre un lado —preferentemente el izquierdo—, redondeando la columna de modo de evitar que la curva lumbar se acentúe. Colocar una almohada por debajo de la rodilla superior que impida que el peso del cuerpo recaiga sobre el abdomen.

Relajación en posición lateral.

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Comenzar sintiendo qué partes son las que efectivamente apoyan sobre la superficie en la que nos encontramos y descargar sobre ellas el peso del cuerpo, evitando que alguna zona quede en suspenso. Permanecer unos minutos en esa posición. Realizar todos los movimientos que el cuerpo nos pida hasta sentirnos completamente a gusto. Ensayar ahora uno o dos suspiros, haciendo una exhalación sonora. Concentrarse en la respiración. Percibir cómo, al inhalar, ingresa el aire por las fosas nasales, y vuelve a salir por la misma vía al exhalar. Al inspirar, nuestro ombligo se desplaza hacia afuera para replegarse luego hacia la columna al soltarlo. Tratar de mantener un ritmo cada vez más regular, sin forzar en ningún momento la entrada y salida de aire. En ese estado de calma en el que nos encontramos ahora, iniciar un recorrido por todo el cuerpo, registrando a cada paso, desde la punta de los pies hasta la cabeza, cómo está nuestro tono muscular. Tratar de detenerse en aquellas zonas en las que sintamos alguna tensión, imaginando que es atravesada por una cálida sensación de bienestar. Respirar normalmente para disfrutar la experiencia que estamos viviendo. Permitir que aparezcan nuevas sensaciones. Si espontáneamente el bebé comienza a moverse, observar sus movimientos sin tratar de modificarlos. Aprovechar ese instante para entrar en su sintonía y para dejarse llevar por lo que surja, imaginando que podemos comunicarnos con él sin necesidad de la palabra, como si entre nosotros existiera un lazo de otra dimensión. Enviarle un mensaje, segura de que lo recibirá. Para terminar, movilizar lentamente el cuerpo con pequeños estiramientos y desperezos, mientras se realiza un par de respiraciones profundas que nos devuelvan al estado habitual de vigilia. Practicar este ejercicio cada vez que quiera relajarse y entrar en contacto más íntimo con el bebé. Ejercicio nº 2. Para ampliar nuestra mente: Su objetivo es ampliar la mirada interna, despejar nuestra mente, y alentar la percepción de lo que está más allá de nuestros sentidos. Sentadas en posición de loto, efectuar con los dedos de la mano un masaje en el entrecejo como si quisiéramos ampliar el espacio entre las cejas. Subir hacia la frente separando ambas manos hasta alcanzar las sienes. Presionar allí con los dedos índices haciendo movimientos circulares y descargar por el cuero cabelludo utilizando también las palmas de las manos.

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Automasaje frontal.

Ejercicio nº 3. Para una conciencia iluminada: En la misma posición, pero con las manos apoyadas en los muslos o juntándolas por adelante, inspirar llevando el aire al techo de la nariz, relajando la frente y desfrunciendo el ceño. Con los ojos cerrados imaginamos que llenamos de luz y esa zona y que ésta se irradia por fuera de nosotros, alcanzando a nuestro bebé y a nuestros seres queridos.

Abriendo un espacio de luz.

Otra mirada sobre el jadeo “Yo no dejé de jadear ni un minuto -no podía darme ese lujo-, estaba concentradísima en el jadeo, y sabía que ese iba a ser mi sostén. Si estamos muy convencidas, quizás el médico también pueda confiar en nuestros recursos, porque el dolor es algo cultural.”

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El jadeo ha ocupado un lugar central en la historia de la psicoprofilaxis, desde que F. Lamaze, médico tocoginecólogo francés creador del conocido método de “Parto sin dolor”, lo empleó, a mediados de la década de 1950, como recurso básico para suprimir el dolor de la mujer en el parto. Inspirado en las técnicas pavlovianas del reflejo condicionado, que venían de la mano de las ideas políticas de la Rusia Soviética de entonces, diseñó su método, que fue originalmente aplicado en la Maternidad del gremio metalúrgico en París y que rápidamente se expandió por el resto de Francia y otros países de Occidente. Por entonces, en los Estados Unidos, D. G. Read hablaba del “Parto sin temor”, y consideraba que el miedo creaba un circuito cerrado con el dolor y lo realimentaba. En ambos casos, se producía un adiestramiento con información que convencía a las mujeres de que el dolor no existía, lo cual las emancipaba, como nuevas ciudadanas, de siglos de padecimiento al desafiar el mandato bíblico religioso del “parirás con dolor”. En nuestro país, esas ideas fueron introducidas por algunos médicos que comenzaron a practicarlas con las parturientas. Fueron, sin embargo, las parteras quienes se hicieron cargo de instrumentarlas al adoptarlas como método para los llamados “Cursos de parto sin dolor”. En los últimos años, la tecnologización del parto transformó el “parto sin dolor” en un parto anestesiado, químicamente conducido. Ya no se necesitaba una mujer activa, trabajando conscientemente con su dolor, sino más bien en una actitud pasiva y en una posición física y emocionalmente adecuada para ser intervenida. Fue en ese marco que el jadeo dejó de ser una herramienta útil para convertirse en una técnica fuera de moda, la cual, en el mejor de los casos, sólo servía para tener infantilmente entretenida a la mujer. Con esa reacción al jadeo nos encontramos quienes lo proponemos como un recurso respiratorio activo para enfrentar el dolor del parto. Pensamos que, lejos de servir para distraer a la mujer, es una conducta respiratoria muy poderosa, que la ayuda a ingresar en otro estado de conciencia. El jadeo, como respiración rítmica repetitiva, actúa como un mantra que altera la frecuencia de las ondas cerebrales enlentenciéndolas, y transformando así la percepción de ciertos estímulos como pueden ser los del dolor físico. Al activar una zona más primitiva de nuestro cerebro, hace que percibamos el mundo de un modo más global y que vivamos la experiencia en su totalidad, más allá de la sensación focalizada del estímulo doloroso. Es como si estuviéramos bajo el efecto de un alucinógeno o en estado de trance. Por otra parte, la actividad corporal que su propia dinámica impone a nuestro organismo lo ayuda a liberar endorfinas, las cuales actúan, como su nombre lo indica, como morfinas provenientes de nuestro interior aliviándonos el dolor. Realizado luego de una exhalación permite, además, que el diafragma se mantenga suspendido, dejando al útero hacer su trabajo involuntario sin interferencias y evitando que el diafragma ejerza su presión sobre el piso de la pelvis.

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Al estar localizado en la parte superior del cuerpo, estimula la apertura del centro cardíaco, con lo cual promueve sentimientos de seguridad, eleva la autoestima, empodera a la mujer para hacerle frente a la situación, la ayuda a “no achicarse” ante el dolor ni a dejarse vencer por él. Habría que evitar, de todos modos, que el intercambio gaseoso en cada respiración sea excesivo, lo cual podría llevarla a un estado de hiperventilación, con el consiguiente cuadro de contractibilidad muscular o de mareos. Esta respiración ondulante es la que aplica con fines terapéuticos el médico psiquiatra checoslovaco Stanislav Grof —doctorado en estados alterados de la conciencia y un importante referente de la Psicología Transpersonal desde una base médica— en su método de respiración “holotrópica”. Grof utiliza este tipo de respiración para promover en sus pacientes otros estados de conciencia y llevarlos a situaciones emocionales regresivas, como revivir el propio nacimiento, recuperar las vivencias prenatales o del momento del propio parto, o incluso aquellas correspondientes a vidas pasadas. La psicología de Grof plantea que la mente humana es multidimensional y que muchos estados no ordinarios de conciencia, lejos de ser una enfermedad mental, pueden ser aprovechados para el crecimiento personal. Propone trascender los límites del cuerpo, del ego, del tiempo y el espacio tal como los conocemos racionalmente. En La mente holotrópica, señala: Todas las culturas antiguas y preindustriales han valorizado mucho los estados no ordinarios de conciencia. Los consideraron medios muy poderosos para vincularse con las realidades sagradas, la naturaleza y para comunicarse entre sí, y emplearon esos estados para diagnosticar enfermedades y para curar. Los estados alterados también fueron considerados importantes fuentes de inspiración artística y una puerta de acceso a la intuición y la percepción extrasensorial... Todas las otras culturas han empleado mucho tiempo y energías para desarrollar diversas técnicas de alteración mental y las han usado regularmente en distintos contextos rituales. (p. 26)

Efectivamente hoy podemos acceder a estos estados con la práctica de meditación, en situaciones en las que se ha estado al borde de la muerte o bajo el efecto de sustancias pcicodélicas. Pero cualquiera sea la forma en que se presenten, lo que tienen en común es que desafían nuestras maneras tradicionales de idear y nos dan la posibilidad de contemplar la realidad y nuestra existencia de una forma totalmente nueva. Continúa diciendo: La investigación moderna de la conciencia revela que nuestro psiquismo posee límites reales y absolutos; por el contrario, somos parte de un infinito campo consciente que abarca todo cuanto existe, más allá del tiempo y del espacio y que se interna en realidades aún no exploradas” (p. 220). Y agrega: Si tomamos en cuenta la nueva cartografía descripta en este libro, fenómenos humanos importantes como el chamanismo, los sistemas espirituales de Oriente y las tradiciones místicas del mundo se transforman de pronto en formas normales y comprensibles de la empresa humana y dejan de ser aberraciones psicopatológicas o chifladuras poco confiables. (p. 221.)

Otro de los estados no ordinarios de conciencia es la posibilidad de ver el aura de una persona, que como los “nadis” y los “chacras”, son campos de energía de nuestro cuerpo descriptos por las tradiciones místicas orientales, pero que no han sido

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comprobados por la ciencia occidental. Grof dice que esta capacidad de percibir el aura de una persona y de diagnosticar a partir de ella su estado de salud es una práctica milenaria. Para Grof la conciencia llega más allá de lo que habitualmente creemos: La exploración de los estados no ordinarios de conciencia ha brindado pruebas fehacientes de que acumulamos recuerdos de las experiencias perinatales en nuestra psiquis, a menudo a un nivel celular profundo. Personas que no poseían un conocimiento intelectual de su nacimiento pudieron revivir, con gran lujo de detalles, hechos relacionados con él... confirmados en forma objetiva al consultar los registros de los hospitales o al interrogar a los abuelos que estuvieron presentes durante el parto. (p. 42-3)

Según Grof, estas primeras experiencias perinatales no se limitan al momento del propio parto, sino que pueden conectarnos con lo sucedido a otras personas o seres de cualquier parte del mundo. Son una vía de acceso a lo que el psicólogo y psiquiatra suizo Karl Gustav Jung denominó “el inconsciente colectivo”, desde el cual podemos pensar que existiría una experiencia universal del feto en su esfuerzo por nacer, que se repite en la forma de cuatro “matrices perinatales” básicas correspondientes a las cuatro etapas del feto: 1) la de la vida en el vientre materno, 2) la del comienzo de las contracciones, 3) la del pasaje por el canal vaginal y 4) la de separación del cuerpo de la madre. Según Grof, muchas personas que entran en estados no ordinarios de conciencia recuerdan sus experiencias intrauterinas como un estado “oceánico” ilimitado, indiferenciado con el mundo exterior. También pueden aparecer sentimientos de fusión con otras personas o seres orgánicos e inorgánicos. En el momento del parto, la respiración jadeante puede a veces modificar la frecuencia de las ondas cerebrales produciendo efectos desconocidos para la conciencia. Grof relata la experiencia que atravesó su mujer Christina en su primer matrimonio al nacer su hijo, cuando al prepararse para el parto natural aprendió a emplear el sistema de respiración Lamaze. Al llegar a la etapa final del trabajo de parto sintió que se “liberaron poderosas y desconocidas energías” que comenzaron a extenderse por su cuerpo. Cuenta: “en mi mente estallaron brillantes mosaicos de luz blanca”. (p. 165) Sin pretender alcanzar esos resultados, y aprovechando sus propiedades como modificador de la percepción del dolor, proponemos el jadeo como un recurso respiratorio posible para acompañar las contracciones cuando éstas comienzan a hacerse dolorosas. Si bien la anestesia puede ser una gran ayuda para manejar el dolor, en un primer momento no es posible usarla, por lo que es necesario contar con un recurso mucho más autónomo y personal. El jadeo puede ser una herramienta para lograrlo. Haberlo trabajado previamente hasta incorporar esta respiración hará que surja de manera automática como respuesta del cuerpo frente al dolor.

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RECUADRO LATERAL A veces el dolor es tan intenso, que perdemos la conexión interna con él y ponemos todo el acento en la anestesia, en el médico, en el equipo. La idea no es tratar de controlarlo todo, sino entrar en un estado de conciencia que permita tener un registro diferente de ese dolor. “A veces, cuando yo cuento mi propia experiencia de parto, me preguntan: ‘Pero cómo, ¿sin anestesia?’ Sí, caminábamos, nos abrazábamos. ¡Era una fiesta!” “En la época en la que yo fui mamá, las mujeres paríamos sin anestesia, y como era esperable sentir dolor, también sabíamos qué hacer. Las cosas estaban dadas para que pudiéramos aguantarlo. Estábamos mucho más confiadas en el recurso corporal.” Para evitar quedar pegadas al dolor: Este ejercicio promueve el control y el manejo adecuado del dolor producido por la contracción. Es un recurso para el momento del parto, porque brinda a la mujer un sentimiento de gran seguridad. Por otra parte, al movilizar esta zona del cuerpo se produce la liberación de endorfinas, las cuales alivian las posibles sensaciones de dolor. No significa que pueda suprimirlo, pero en el momento de las contracciones, jadear puede resultar un alivio y generar una distancia óptima con la zona más comprometida con la contracción, que es el útero. La posibilidad de no quedar “pegadas al dolor” y de concentrarnos en otra región del cuerpo que nos conecte con nuestros aspectos más maduros, adultos y de mayores recursos que los que en general promueve la conexión con el centro medio —más introspectivo y regresivo—, es fundamental para obtener toda la fuerza necesaria a la hora de parir. Visualización del jadeo Imagino mi cuerpo sintiendo una contracción dolorosa. Lentamente, mi panza se pone dura y mi reacción es de sorpresa. Inmediatamente me visualizo construyendo un recurso para responder al dolor. Me imagino respirando en forma profunda si el dolor no es todavía muy fuerte, y jadeando si es muy intenso y exige de mí una actitud más activa. Poco a poco, siento que mi mente cambia su relación con la realidad exterior. Mi percepción de las cosas se altera. Sigo jadeando, como en estado de trance, sin permitir que ningún estímulo me distraiga y aprovechando las endorfinas que libero por el esfuerzo y la actividad que estoy desplegando. Pronto el dolor comienza a atenuarse. Mientras jadeo, no olvido en ningún momento que el sentido de esta contracción que estoy atravesando es abrir un camino, un espacio en mi cuerpo para que mi hijo nazca. La respuesta natural de las modificaciones en el cuello de mi útero, que harán posible la salida de mi bebé. Es que mi cuerpo se dispone a parir.

210 La contracción es dolorosa, pero la enfrento con la parte más adulta de mi ser. Siento confianza en mí misma. Pronto se alivia hasta casi desaparecer. Con un suspiro expreso mi orgullo. He podido atravesar una experiencia muy intensa, la de dar vida, con mis propios medios. He acompañado a mi bebé, lo he apoyado en su tránsito. Permanezco unos instantes jugando con esta experiencia. Luego me desperezo lentamente con estiramientos y torsiones.

El jadeo no es obligatorio para toda embarazada en situación de parto; de todos modos, conviene conocerlo y tenerlo disponible como recurso corporal práctico y eficaz para tolerar los dolores más fuertes y compensar esta experiencia tan intensa de un modo activo y protagónico. En el capítulo 4, al presentar las conductas respiratorias ya habíamos introducido la idea del jadeo como una hiperventilación controlada. Si bien dimos allí algunas instrucciones para realizarlo, ofrecemos a continuación otras pautas que pueden ayudar a practicarlo. Ejercicio nº 4. Ejercicio de jadeo: Realizar una inspiración profunda y, luego, exhalar todo el aire para que el diafragma suba. Desde allí comenzar un juego rítmico de entrada y salida del aire en forma superficial, poniendo en juego una pequeña cantidad, la misma para ambos momentos. Puede hacerse tanto por la boca como por la nariz, o también alternando ambas vías, aunque hacerlo todo por la boca suele resultar más liberador.

Práctica de jadeo asistida

Regular libremente tanto el ritmo como la velocidad. Puede hacerse con un ritmo parejo o creando frases rítmicas que se repitan a modo de mantras para facilitar la concentración en ese único foco. La duración del jadeo dependerá de la duración de

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la contracción. Es conveniente, en el inicio de ésta, aplicar un ritmo pausado, que vaya in crescendo a medida que la contracción crezca en intensidad, hasta alcanzar su clímax en medio de ella. Luego, ir disminuyendo el ritmo hasta terminar acompañándola con uno o dos suspiros. Si en algún momento, ante la intensidad del dolor, el ritmo se pierde, recomenzar el ejercicio hasta recuperarlo progresivamente. Puede practicarse con la pareja quien colocará su mano sobre el esternón de su mujer e irá siguiendo sus movimientos.

RECUADRO Para tener en cuenta Normalmente, una contracción nunca sobrepasa el minuto de duración. Y si bien su presencia puede ir acompañada de dolor, cuando finaliza, el cuerpo recupera su estado de bienestar anterior. Por otra parte, por su carácter rítmico y temporario, por su función específica de dilatar el cuello del útero y, principalmente, por su particular significado en anunciar la llegada de nuestro hijo, este tipo de dolor se diferencia de cualquier otro que podamos alguna vez haber padecido. Sugerimos practicar el jadeo siguiendo una secuencia de siete contracciones imaginarias, de un minuto de duración cada una, y con un intervalo de un minuto entre ellas. Acompañamos cada contracción con la respiración jadeante, y durante los intervalos hacemos respiraciones abdominales profundas teniendo en cuenta que con ellas nos reoxigenaremos y ayudaremos al bebé a recuperarse de los efectos de la contracción. Conviene comenzar imaginando contracciones de treinta segundos para ir progresivamente alcanzando las de mayor duración, hasta llegar a las de un minuto.

Dificultades habituales ♦ Es común que, al principio, resulte difícil llegar al minuto cómodamente. Pero una vez que se encuentra el propio ritmo, el jadeo se automatiza y se logra mucha resistencia. ♦ Si aparece un poco de mareo o los dedos de la mano se adormecen, hay que lentificar el ritmo y disminuir la cantidad de aire que se pone en juego. ♦ También cuando recién se lo empieza a practicar, este ejercicio puede generar un sentimiento de ansiedad, ya que se trata de la misma respiración que espontáneamente hacemos frente a situaciones de estrés y es probable que la asociemos a esos momentos. Esta experiencia se supera generalmente cuando se comprueba que es posible regularla a voluntad y que permite ingresar en un estado diferente. ♦ De todos modos, algunas mujeres no lo encuentran orgánicamente adecuado para ellas, por lo que prefieren utilizar otro recurso.

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La danza como camino al éxtasis Existen muchos ejemplos de danzas que conducen a estados de trance o de éxtasis, y los pueblos primitivos ya las tenían entre sus ritos favoritos. Las conocemos como danzas dionisíacas, sufis, de los deviches, circulares, jasídicas, a Krishna, los candombles, las danzas tribales africanas, las de la Pachamama, etc. La mayoría de ellas cuenta con ritmos repetitivos y melodías pegadizas. Acaso los jóvenes de hoy también encuentren, en las discos, ritmos que —como el “tecno”, el “rap” o la “marcha”— los conecten con sensaciones y estados “alterados”, que recrean viejos hábitos tribales. Posiblemente, por debajo de todas estas experiencias exista en los seres humanos la necesidad de reproducir la vivencia de los ritmos orgánicos viscerales escuchados en la vida prenatal. Esa experiencia uterina, que nos contuvo y en la cual nos hemos sentido seguros, seguramente ha quedado muy ligada al placer. Durante el embarazo los movimientos que el bebé despliega dentro de la panza despiertan en la mujer la conciencia de que, desde el inicio de la vida, estamos en un universo de carácter móvil. Aparece entonces una necesidad de pulsar en sintonía con ese fluir y de movernos en armonía con el bebé. Es una buenísima oportunidad para iniciarse y conocer la propia danza. Ejercicio para danzar remontando vuelo: Organizar un espacio de la casa que permita desplazamientos amplios. Elegir una música que predisponga a moverse, preferentemente con alguna melodía rítmica y repetitiva. Con los ojos semicerrados, comenzar a moverse lentamente sin tratar de hacer ningún paso en particular. Buscar que un movimiento vaya llevando al siguiente por simple asociación gestual. En determinado momento, elegir cualquiera de los movimientos y repetirlo varias veces creando, si fuera posible, una secuencia muy simple. Tratar de repetirla imprimiéndole un ritmo parejo y siguiendo la música sin interrumpirse. Repetir el mismo tema musical durante tres veces seguidas. Al finalizar quedarse de pie, con los ojos cerrados y dejando que la danza fluya internamente como si ascendiera desde los pies a la cabeza. Acompañar ese fluir del movimiento con respiraciones abdominales que vayan haciéndonos restablecer el aliento. Dejar que la mente siga el vuelo interno de la danza hasta que lentamente nuestro cuerpo se recupere y abramos nuevamente los ojos en un estado de serenidad interior. Visualización sobre el cambio de conciencia inducido por la danza Nos extendemos en el suelo en posición lateral izquierda y cerramos los ojos. Percibimos si hay alguna diferencia entre el estado en el que nos encontramos en este momento y aquel estado habitual de conciencia... Esta experiencia, tal vez a medio camino entre el estar despiertas y el estar dormidas..., este estado de ensoñación acompañémoslo con una respiración pareja, serena... Ingresemos en ese mundo... evitando interrumpir la sensación. Aun si necesitáramos trasladarnos a otro espacio físico, hagámoslo pero tratando de no interrumpir la nueva sensación. Llevémosla con nosotras... como si hubiera un canto, un mantra interno... susurrándonos... más

213 allá de los sonidos del afuera... algo que continuase, que permaneciese por los tiempos de los tiempos... así como lo hace nuestra respiración, acompañándonos desde el primer minuto de vida... sin cesar... en forma pareja, continua, incesante... como lo hacen todos los ritmos de nuestro cuerpo... Nos permitimos penetrar en ese universo en el que no estamos dormidas, pero tampoco despiertas... Es otra manera de estar despiertas... un estado en que nuestra respiración se aquieta... nuestra mente se calma... y nos entregamos a un fluir de sensaciones, percepciones diferentes de las habituales en la vigilia.... un estado en el que el dolor llega de otro modo aunque esté presente... donde todos los sentidos, los olores, las imágenes y los contactos se perciben de otra manera... y es la respiración la que nos va a dar la continuidad en este estado... o algún sonido repetitivo... Por momentos nos parece que nos quedamos dormidas o que entramos en un mundo de ensueños... acaso como cuando nos mecían siendo bebés... en un vaivén reiterativo... o mucho antes, dentro de la panza de mamá... escuchando repetidos sonidos de sus órganos internos, ritmando con los latidos del corazón... y otros sonidos y otros ritmos internos del cuerpo de nuestra mamá, que compartimos con ella cuando estábamos en su panza... Con un despertar progresivo de esa sensación, de ese estado... comenzamos lentamente a movernos, a desperezarnos estirando el cuerpo... haciendo todos aquellos movimientos que éste necesita para recuperarse... sin por eso perder la calma, la lucidez... Empezamos a incorporarnos hasta sentarnos... buscando que el regreso sea paulatino.... tomando aire y soltándolo... enviándolo por detrás de la nariz, hasta llegar al entrecejo... Nuestro centro coronario, la coronilla de la cabeza se dirige hacia el cielo y el coxis hacia la tierra.... y entre el cielo y la tierra, las sensaciones, las emociones, los afectos, las ideas...las intuiciones Vamos abriendo los ojos.... despejando la mirada... así con los ojos abiertos, en un estado (¿despierto?) que nos permita retomar nuestro baile cotidiano...

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Capítulo 7. El milagro de la vida La dimensión espiritual La dimensión espiritual está relacionada con el centro coronario o Sahasrara. Este centro nace detrás del punto medio de la cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es allí donde la humanidad ha representado simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de fronteras. Si bien hemos seguido el orden ascendente en el que son descriptos habitualmente los centros de energía, hubiéramos querido comenzar el recorrido a partir de esta dimensión, ya que al nacer es nuestra coronilla, aún semiabierta, la primera parte de nuestro cuerpo que ve la luz. El hecho de que no esté aún sellada podría interpretarse como una señal de que nuestra conexión con el orden cósmico antecede al enraizamiento que venimos a hacer en este mundo. La meditación como experiencia mística La técnica por excelencia utilizada para trabajar este centro es la meditación. Ella induce el llamado ritmo Theta de ondas cerebrales, estado de relajación profunda durante el cual se desarrollan los procesos de intuición y la percepción interna. Practicada durante el embarazo, nos permite contactarnos con el milagro de la vida y sus ciclos, y nos brinda conciencia de nuestra unidad con el universo. Existen diferentes técnicas de meditación, la mayoría de las cuales proviene de Oriente. Todas ellas, sin embargo, se apoyan en un entrenamiento de la respiración y de la relajación corporal. En realidad, cada persona debe encontrar su propio camino para acceder a ella. No hay que creer que meditar es solamente sentarse en posición de loto hasta lograr la levitación. Podemos entrar en la experiencia de muchas maneras: en quietud, en movimiento, haciendo ritmos, emitiendo sonidos, danzando, cantando, rezando, etc. Hay, de todos modos, algunos recursos que pueden facilitarla. Por ejemplo, repetir un mantra o sonido envolvente, moverse reiteradamente con un ritmo parejo, escuchar

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una melodía armoniosa, dejarse penetrar por los sonidos de la naturaleza —como la caída del agua o el canto de los pájaros—, concentrarse en una serie de números ascendente o descendente que acompañen cada respiración, visualizar un color o hasta inhalar ciertos aromas puede abrir las puertas a esta experiencia de sentirse uno con el todo. Elegir por uno o por otro dependerá probablemente de cuál de los sentidos sea aquel que privilegiemos para percibir el mundo; también influirán las circunstancias del momento en que se elija vivir la experiencia. Sea lo que fuere lo que suceda, la idea es disponerse a un estado de apertura sin esperar un resultado en particular. Abrirse al misterio de un mundo que no manejamos. La palabra “misterio” comparte su raíz con la palabra “mística”. Tal vez sea ése el universo en el que ingresemos al abrir los canales de esta conciencia superior. Ejercicio nº 1. Ejercicio de meditación: Buscar un lugar y una posición a gusto. Cerrar por un momento los ojos, centrándonos en la respiración, y relajar progresivamente el cuerpo, soltando una parte diferente en cada exhalación, desde los pies hasta la cabeza. Imaginar que por la región superior de la cabeza, por la coronilla, ingresa una poderosa luz blanca, que va recorriendo nuestro cuerpo haciéndonos sentir plenas de un modo totalmente nuevo. Sentirla cálida, resplandeciente, imprimiendo en nuestra vida una luminosidad infinita. Percibir cómo la luz trasciende la materialidad de nuestro cuerpo para unirse a la totalidad del universo y, por un instante, imaginarnos formando parte indisoluble del cosmos en el que nuestra conciencia ya no tiene fronteras. No existen barreras de tiempo ni de espacio. Pueden estar allí aquellos que fueron, los que son y los que serán. En ese momento, tratar sólo de ser. Simplemente, ser. Permanecer en este plano inmaterial algunos minutos más y, luego, regresar al plano terrenal para enraizarnos nuevamente en el nivel físico. Sentir los dedos de los pies, moverlos, también los de las manos. Ser conscientes de nuestra presencia física, y una vez plenamente aquí abrir los ojos.

Práctica de meditación.

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Ejercicio nº 2. Para despertar el centro coronario: Sentada en posición de loto, masajear enérgicamente con la yema de los dedos el cuero cabelludo hasta alcanzar la coronilla de la cabeza. Efectuar allí unos movimientos circulares a fin de irrigar la zona, como para despertarla hacia una nueva experiencia.

Activando el centro coronario.

Pasar ahora a la posición de rodillas y apoyar la coronilla de la cabeza sobre el suelo, o sobre una colchoneta si éste resultara muy duro para hacer contacto directo con la superficie del cráneo. Colocar las manos entrecruzadas sobre la parte posterior de la cabeza y dejar caer progresivamente el peso de ella sobre el piso. En esa posición, ir trasladando el punto de apoyo hasta ubicarlo en la coronilla. Mantenerse en esa posición durante siete respiraciones y luego volver llevando la cola a los talones.

Despertando el centro coronario.

Imaginar que estamos reabriendo un canal que nos conecta con el orden cósmico del cual provenimos y con el que aún estamos ligados.

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El milagro de nacer a otra vida “Hemos delegado en la medicina la conducción de los procesos del nacer y del morir y, con ello, hemos olvidado la armoniosa relación que existe entre ambos”. Ivan Illich

Parir es poner al mundo en movimiento al traer a él nuevos seres. En cada nacimiento se renueva la historia de la humanidad. Pero nacer es también comenzar a morir, así como morir es, de algún modo, nacer a otra vida. El pasaje de uno a otro estado ha sido objeto de diversas interpretaciones en diferentes religiones y culturas a lo largo de la Historia de la humanidad. Y no han sido pocos los pensadores para quienes la pregunta por los orígenes y por la muerte ocupó un lugar central en sus teorías filosóficas. En nuestra cultura, sin embargo, el contacto con el tema de la muerte suele evitarse. Asociamos la idea a la enfermedad, y no disponemos de recursos para acercarnos a ella como una experiencia inherente a la vida. No existe en nuestro medio una educación para la muerte, como tampoco la hay para el nacimiento. El historiador y filósofo vienés Ivan Illich (1923-2002) escribe en Némesis médica, la Expropiación de la salud:: El hombre occidental ha perdido su derecho a presidir su acto de morir. En el afán de controlar la incertidumbre que representa, para nosotros como mortales, el desconocimiento de nuestra hora precisa para venir a la vida o para ir a la muerte, hemos construido grandes murallas que no han hecho más que alejarnos del asombro ante el milagro de estar, a cada momento, participando de un orden universal trascendente.

Quienes hayan asistido alguna vez al nacimiento de una nueva vida o a la partida de un ser querido tal vez puedan reconocer, en ambas experiencias, la presencia de un tiempo atemporal, como si todo se hubiera detenido por un instante. Quienes hemos tenido el privilegio de compartir ese tránsito, hemos tenido también la oportunidad de ser atravesados por una claridad que, aunque efímera, ha dejado sus huellas para siempre en nuestras vidas. Visualización sobre el “siendo” Acomodamos nuestro cuerpo sobre el suelo realizando una serie respiraciones y, mientras tanto, vamos repitiendo internamente el verbo “soy...” dejando un espacio disponible para que surjan diferentes roles y atributos que nos caractericen. Por ejemplo: “soy mujer”, “soy joven”, “soy hija”... Elegimos finalmente aquellos tres que mejor nos representen. Repetimos internamente las tres condiciones elegidas. Ahora las ordenamos de menor a mayor según la importancia que les otorguemos en nuestra representación personal. Volvemos a hacer las afirmaciones mientras respiramos de modo profundo en cada una de las frases... tratando de recordar el

218 orden elegido... Continuamos con las afirmaciones, pero ahora restando aquella que hayamos colocado en el tercer lugar e imaginamos nuestra vida desprovistas de ese rol o atributo. Hacemos lo mismo con las siguientes dos cualidades, hasta que el “soy” no contenga ningún predicado. Hacemos una respiración profunda y exhalamos, tratando de sentirnos en ese estado del ser en el que sólo somos. Poco a poco, vamos agregando las tres cualidades... mientras hacemos una inspiración profunda entre una y otra incorporación. Regresamos a nuestro estado original, en el que recuperamos todos nuestros niveles de presencia en este mundo.

Pensar el embarazo como parte de un ciclo vital que incluye el nacimiento, el crecimiento y la muerte es pensarlo en su sentido trascendente. Es ser conscientes de nuestra pertenencia a un orden universal del que participamos junto a todos los demás seres vivientes, que nos vincula en forma horizontal con los otros seres humanos y liga entre sí a las generaciones. Los ritos de pasaje Según la antropóloga Davis Flloyd, en todas las civilizaciones, en todos los tiempos, los cambios de ciclo vital —tales como el nacimiento, la pubertad y la muerte— han sido acompañados de rituales que sirvieron para transmitir creencias y valores, y afirmar la importancia cósmica del grupo y del individuo dentro de él. Siempre presentes en estas etapas, los llamados “ritos de pasaje” consisten en una serie de rituales destinados a conducir a un individuo o grupo, de un estatus o estado social a otro, en un pasaje que transforma tanto la percepción que la sociedad tiene de él como aquella que él tiene de sí mismo. Un ritual se presenta como una manifestación codificada, repetitiva y simbólica, de una creencia o valor cultural. Su reiteración rítmica, redundante, cognitivamente simple, lo hace fácil de incorporar por todos. El ritual media entre la razón y el caos. Otorga permanencia y estabilidad a las que en realidad son efímeras construcciones culturales. Es como entrar en un orden cósmico en el que uno se encuentra a salvo. Barbara Myherof dice: “En su repetición y orden, el ritual imita los imperativos rítmicos del universo biológico y físico y, así, establece una relación con el proceso perpetuo del cosmos”. Por otra parte, su actuación exagerada le confiere un carácter dramático, que genera un impacto afectivo emocional en sus participantes. Los símbolos son su vehículo apropiado, porque son recibidos por el hemisferio derecho del cerebro, donde son interpretados como gestalts en lugar de ser analizados intelectualmente. El ritual es percibido por el cuerpo y por el mundo emocional como mensaje inconsciente. Sirve para alinear el sistema de creencias del individuo con aquel del grupo social que conduce el ritual. Por eso, analizar un ritual nos da acceso a las principales premisas y valores de una sociedad.

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Los ritos en las diferentes sociedades En Marruecos, en el momento del parto, se coloca un brasero donde entre otras cosas se quema sal gruesa, que sirve para purificar y proteger a la parturienta de peligros invisibles. En el Magreb se tira sal y heno en los rincones del cuarto para alejar a los malos espíritus. En Vietnam, se les ofrece a las mujeres granos de sésamo ya que, por su naturaleza oleosa, se consideran facilitadores para el pasaje del bebé por el canal de parto. Entre los indios del Caribe, quince días después del nacimiento se le corta al niño un mechón de pelo como forma de protegerlo de los espíritus maléficos, se le perforan las orejas y el espacio internasal, y se le da un nombre. En muchas sociedades se prohíbe sin embargo nombrar a la persona por su nombre para desviar a quienes quisieran perjudicarlo. Entre los aztecas existían ceremonias destinadas a proteger a la mujer tanto en el embarazo como en el parto. En nuestras sociedades occidentales, los ritos existen y se nos presentan bajo diferentes formas acompañando las crisis vitales. Según la perspectiva de una antropología fisiológica con orientación femenina que defiende Davis Flloyd, su secuencia debería ser: el nacimiento, la pubertad, el casamiento, el embarazo-parto, la menopausia y la muerte. Desde esta mirada, embarazo y parto forman parte de una totalidad: la maternidad, que incluye también el posparto. La psicoprofilaxis obstétrica como rito de pasaje Según Arnold van Genep, todo rito de pasaje consta de tres estadios: 1) el de separación del individuo de su estado anterior, 2) un período de transición, donde no se es ni una cosa ni otra, y 3) la fase de integración, en la que a través de varios ritos el individuo es reincorporado socialmente con su nuevo estatus. La etapa de transición resulta una de las más transformadoras. En ella se produce en el individuo una gran apertura psicológica, en la que cualquier nuevo mensaje simbólico puede ser impreso en su psiquismo. Embarazo y parto representan, en este esquema, la etapa de transición del rito, donde el estado de embarazo es un estado “liminal” (Victor W. Turner) en el que la mujer experimenta fuertes cambios físicos y emocionales, mientras que el parto es su fase más intensa y, a su vez, la más vulnerable. Creemos, como lo plantea también Flloyd, que la psicoprofilaxis durante el embarazo actúa en nuestro medio como un rito de pasaje que culmina en el parto, para ser retomado en el posparto con los grupos de crianza. Así, los encuentros grupales donde se incorporan rutinas corporales, nuevos hábitos de alimentación e higiene de vida, recursos respiratorios y dramatizaciones del momento del nacimiento y la crianza adquieren el significado de rituales, que organizan y alivian las ansiedades generadas por la nueva experiencia. Del mismo modo, los cambios de roles, a los que se invita a los futuros papás a jugar en algunos encuentros, son comparables con los

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ritos de la couvade, practicados por varios grupos étnicos entre los que se encuentran los indios del Caribe, en los que, tal como se menciona en el capítulo 4 con referencia al tema del padre, el hombre dramatiza los dolores del parto mientras que en otro espacio alejado su mujer está dando a luz. La madre retoma rápidamente sus ocupaciones luego del nacimiento, mientras que el hombre se somete por seis meses a una rígida dieta alimentaria vegetariana que suprime la ingesta de carne para proteger al niño recién nacido de adquirir características físicas o psíquicas del animal del cual provendría el alimento. Turner denomina “comunitas” a los asociados que tienden a agruparse durante estas fases de transición. El parto es la culminación de esta experiencia de apertura de conciencia y, por eso, las vivencias que en él se tienen quedan selladas en la mujer para el resto de su vida. En definitiva, sentirse parte de un rito de pasaje a la maternidad empodera a las mujeres, y al hacerlas sentirse en comunión con la potencia femenina de gestar y de parir, tanto de su propia madre como de las mujeres de todos los tiempos y de toda la humanidad, las liga entre sí. Deberíamos preservar aquellos espacios en los que estas formas de ritos de pasaje tienen lugar espontáneamente, así como estimular la recuperación de costumbres y tradiciones transmitidas por cada cultura. También sería saludable crear nuevos rituales que resultasen significativos para cada grupo y que acompañasen a sus protagonistas en la difícil experiencia de pasar a un nuevo estado. Evitaríamos así, como nos alerta Davis Flloyd, que este vacío fuera llenado por una estandarización de procedimientos médicos propios de la sociedad tecnocrática en la que vivimos Desear, concebir, embarazarse Podríamos pensar que antes de nuestra vida intrauterina existiríamos inmaterialmente en un nivel de conciencia cósmica. Si vamos un poco más allá, podríamos imaginarnos, como lo consideran algunas creencias, que somos pura energía y que elegimos a nuestros padres como vehículos corporales para expresarnos y desarrollarnos como personas en esta vida. Sin embargo, para los padres gestantes, el nivel de conciencia sobre este proceso de desear, concebir y embarazarse puede variar notoriamente en cada situación y abrir en cada uno más o menos interrogantes. La primera pregunta que suelen hacerse al darse cuenta de que están esperando un hijo es “¿En qué nos metimos?”, sobre todo si se trata del primero. Y la segunda pregunta suele ser por qué. Entre las distintas motivaciones que pueden llevar a un hombre y una mujer a embarazarse se encuentran su crecimiento como pareja, la necesidad de cumplir con el deseo de uno de ellos en particular, de darle un hermanito al hijo que ya tienen, de afianzar un vínculo inestable, de reemplazar el espacio dejado por la muerte de un hijo anterior, por amor a los niños e incluso como saboteo a su desarrollo laboral y profesional. Esclarecer estas u otras motivaciones es la tarea esencial del primer trimestre, para poder reelegir el embarazo y la paternidad en forma consciente y responsable, aceptar las limitaciones que pudieron determinarlo y construir las condiciones que posibiliten su crecimiento.

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En este período también se hace evidente la diferencia entre lo planeado y lo accidental y, en el último caso, suele aparecer la culpa por no haber deseado el embarazo o por haber fantaseado con interrumpirlo si así hubiese ocurrido. La aceptación profunda de lo que siente íntimamente cada miembro de la pareja respecto de esa nueva vida que se anuncia es el punto de partida más maduro para enfrentar el camino que se inicia. Visualización de la concepción Vamos a ubicarnos en el momento de la concepción. Iremos haciendo un recorrido hacia atrás en el tiempo, para conectarnos con ese instante en el que surgió en nosotras el deseo, la fantasía, el proyecto del hijo. Cuando compartimos esas primeras ideas, cuando soñamos con la posibilidad de ser mamá. Con cuántas expectativas fuimos construyendo esa idea, cómo lo imaginábamos y por qué, por qué sí tenerlo o por qué no. En qué momento del encuentro con el otro nos hallábamos y qué fantasías con tener un hijo existían en la experiencia de ese encuentro (el hijo como un deseo personal, como un desafío, como la respuesta a la necesidad de alguien). Qué espacio fue jugando la idea en la pareja, en qué momento apareció como proyecto común y dejó de ser “mis ganas” para ser “las nuestras”. O cuándo fueron solamente las ganas de él que me contagiaban, o las mías que lo contagiaban a él. Cuánto participó el azar, cuánto la planificación, cuánto un trabajoso tratamiento. Cuánto incidió el haber sido nosotros parte de una familia con muchos o con pocos hijos, o el haber sido hijos únicos, el tener padres mayores o padres más jóvenes. Cuánto participó la edad para tomar la decisión, la situación económica, la necesidad de un hermano para nuestro primer hijo, o de una hermana para nuestra primera hija o hijo. Cuánto, finalmente, respondió el embarazo a los sueños y expectativas tejidas a lo largo de la vida en relación con el hecho de procrear, de parir, de criar un hijo. ¿Habíamos imaginado estar embarazadas, en esta época de nuestra vida, alguna vez? Siguiendo un poco más, ¿cuánto participamos o no de ese momento de la concepción de nuestro hijo? ¿En qué medida nos imaginamos acompañando el encuentro de esas dos células para formar su cuerpito, para darle existencia? ¿Cuánto percibimos, en ese día, en ese encuentro amoroso o en esa relación sexual, que se estaba generando una nueva etapa de nuestra vida y también una nueva vida para un ser humano, la vida de una nueva persona? Y así, muy lentamente, con todas estas sensaciones en nuestro cuerpo, respirando profundamente, recuperando el momento de esta etapa del embarazo que es única, con todo ese movimiento interior que está pulsando en nuestros cuerpos, empezamos a desperezarnos, a estirarnos y a recuperar nuestro estado de vigilia.

Mientras transitamos el embarazo, solemos perder de vista lo que esta idea representó antes, en nuestra historia personal y en la de la pareja. Poder recuperar su significado original y reconocer en qué medida lo elegimos nos permite reafirmar su verdadero sentido. Generando una nueva vida en diferentes edades

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Para los futuros padres, es muy diferente —aunque no mejor ni peor— vivir un embarazo en la veintena que en la treintena. En una edad algo mayor, ya se tiene otro tipo de registro de lo que va pasando en la vida. Es otra etapa, con otras ideas, tal vez con mayor conciencia de lo que significa el paso del tiempo; en que se sabe que hay ciertas cosas que ya no vuelven, que se cierran y, quizá también —es muy subjetivo—, cuando se tiene una mayor posibilidad de hacer ese gesto de moverse hacia otro. En cambio, cuando se está viviendo en ese tiempo muy cercano a la salida de la adolescencia, cuesta mucho postergar la necesidad inmediata de ocuparse de sí misma. Un hijo, en todo caso, reclama un tiempo y un espacio que no todo el mundo está dispuesto a dar. Se supone que hay una edad en la que la mujer siente que hay aspectos personales que ya ha podido atender, y cuenta con la disponibilidad necesaria para estar en otro lugar acompañando a otro ser humano que la requiere, algo que, tal vez, parecía imposible cuando era muy joven. Claro que tampoco este compromiso se presenta obligatoriamente cuando se tiene más edad. Puede ocurrir que, por entonces, ya resulte difícil renunciar o diferir conquistas ganadas en el espacio laboral o profesional. “Antes no queríamos saber nada de tener hijos. Estábamos disfrutando nuestras vidas, nuestra profesión, nuestro espacio, el querer vivir juntos otras cosas.” “Ahora nos damos cuenta de que hay muchísimas cosas que con los hijos chicos no las podemos hacer, pero bueno, ya las hicimos antes.” “En realidad, yo no tenía ganas de tener hijos cuando era más joven, no era una opción... Y ahora estoy chocha con mi hijo y dejo todo por estar con él.” “Para mí fue muy claro el momento en el que deseé tener un bebé. Lo decidí yo, me parecía que era importante decir ‘tengo ganas de ser mamá y quiero que sea ahora’.” Es cierto que es la mujer quien hace la mayor inversión física durante el embarazo y los primeros tiempos de crianza, y tal vez sea por eso que muchas veces es ella quien tome o postergue la decisión. En todo caso, el mejor momento será aquel que, en la historia de cada mujer y de su pareja, resulte el más fértil física y emocionalmente para ser padres.

Después de la primera vez A veces nos preguntamos cómo es posible que los mismos padres hayan traído al mundo hijos tan distintos, sin tomar en cuenta cuán diferente puede ser cada

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embarazo, así como la relación de la pareja en cada momento, las circunstancias familiares y del entorno, las condiciones socioeconómicas que se están viviendo, las geográficas y, por sobre todo, las singularidades con las que cada uno llega a este mundo. No menos importante es el espacio que este hijo viene a ocupar en la organización familiar y en la historia genealógica, o sus mandatos según sea el más o el menos esperado, varón o mujer, el mayor o el menor. Esto nos lleva a pensar en los tiempos ideales entre un hijo y otro. Recuerdo a un reconocido psicoanalista que aconsejaba no tener otro hijo hasta que el anterior tuviera tres años. Aquellos que teníamos chicos con una diferencia menor sentíamos que habíamos hecho las cosas mal y nos culpabilizábamos de haberle dado a nuestro hijo un hermanito antes de tiempo. Sin embargo, cada relación, cada pareja, cada familia es distinta, y vive y atraviesa situaciones muy diferentes. Por ejemplo, a un niño de tres años podría resultarle más difícil tener un hermanito que al de un año y medio, para quien la exclusividad con su mamá ha durado un tiempo menor mientras que él la tuvo para él solo durante tres años. Lo ideal sería tratar en lo posible de no quedar fijados a una teoría, porque esto podría terminar condicionándonos. Como aquella idea de que el hijo del medio es el que sufre: quizá tenga que responder a la expectativa de todo el mundo, y entonces, si se espera de él que sufra, tal vez no nos defraude. A veces también sentimos culpa con el segundo hijo al creer que estamos haciéndole al primero un daño o abandonándolo, sin darnos cuenta de que es el mejor regalo que podemos darle en la vida. Que aunque él no lo haya elegido, estamos ayudándolo a aprender a compartir, a confrontarse con un par, a diferenciarse, a respetarse, a ser “cómplice”, solidario; le enseñamos a amar, así como otras experiencias afectivorelacionales. Nos sorprendemos pensando si podremos querer tanto al que viene como queremos al primero, y nos preguntamos si es posible ampliar aun más nuestra capacidad de amar. Convendría pensar en esa ocurrente idea de que el “corazón es un músculo muy elástico”, para confiar en que nuestras capacidades amorosas se potencian ante la posibilidad de abrir nuevos canales afectivos. Además, el que llega sabe cómo desplegar todas sus habilidades para atraer nuestros cuidados y afectos. Y sin pretender competir ni comparar nuestros sentimientos, las características singulares de cada uno de nuestros hijos nos imponen variadas maneras de vincularnos con ellos, lo que hará que nos enriquezcamos también como padres. De todos modos, la manera de vivir la experiencia de tener un segundo o tercer hijo dependerá de nuestra propia historia de fratría y hasta de la experiencia que de ella hayamos recogido en la historia familiar a través de las generaciones. Esperar una nena o un varón Que sea sanito “Mi mujer y todas sus amigas decían que era nena, y cuando en la ecografía salió el miembro de mi hijo, yo dije: ‘Por suerte, igual que el padre, ¡y vean el tamaño!’ Estaba muy contento de que se notara que era varón, cambió mi cara.”

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“A mí también me gustaba más que fuera varón. Al principio me daba igual, y un día salió el deseo de que fuera varón.” En los más de treinta años que llevo de asistencia a futuros padres, he sido testigo de una progresiva y profunda transformación en la actitud que ellos han asumido frente a la posible llegada de un hijo o una hija. El avance tecnológico que representó la existencia de las ecografías como método diagnóstico y de detención precoz del embarazo, y su popularización, no sólo lo pusieron al alcance de una población preocupada por la salud del bebé —que podía ser diagnosticada mediante exámenes genéticos (la amniocentesis y, más recientemente, el de vellosidades coriónicas)—, sino que también desafió la curiosidad de miles de personas de develar un misterio que acaso fuese sólo “privilegio de brujas, dioses o ángeles”. Algunos, por cábala, prefirieron mantenerse en la ignorancia, como si “comer del fruto de la sabiduría” los expusiera a terribles designios de retaliación divina. Otros tuvieron que resolver el conflicto que suscitaba que un miembro de la pareja “quisiera saber” y el otro prefiriese desconocer el sexo del hijo por venir. Nacieron alianzas cómplices entre los que sabían e ignoraban, claves para nombrar a eso indefinible que se esperaba. Y si la información quedaba en exclusivas manos del médico se reforzaba el poder que, de por sí, él detentaba, una vez más, como toda autoridad, en todo lo que a la vida y a la muerte se tratase. No fue poca mi sorpresa cuando, años atrás, participé de una feria en la ciudad de Buenos Aires, dedicada a futuros padres y bebés, y una interminable cola esperaba impaciente el resultado de un diagnóstico femenino o masculino que, gratuitamente y por ecografía, ofrecía uno de los stands. Alegrías, frustraciones, desconcierto se escapaban de esos ojos que, papel en mano, limitaban el inmenso universo de un ser en sus posibilidades femenina o masculina. Acaso fue sincera aquella confesión de una embarazada de que ignorar el sexo de su bebé era poseerlo todo en su interior, concretar la fantasía de llevar en sus entrañas la totalidad femenina y masculina: que el saber le restaría más de lo que le daría. Sólo ese estado de sabia ignorancia podría conectarla, durante nueve meses, con la ilusión omnipotente de ser todo, y hacerla capaz de desafiar hasta el mismísimo miedo a la muerte. Hoy sabemos que la determinación del sexo no es una fantasía de la ciencia ficción, sino una temible realidad de la ingeniería genética. El equilibrio de la naturaleza ha regulado sabiamente la proporción de hombres y mujeres que pueblan nuestro planeta. De todos modos, intereses económicos, designios culturales y actitudes discriminatorias hacia uno de los sexos amenazan permanentemente está libre distribución de los genes “x y”. Pasa por nuestra mirada una mujer embarazada. La pregunta llega inexorablemente: “¿Qué preferís, nena o varón?”. Y también la respuesta: “Me da igual, mientras sea sanito”. Debajo de esta respuesta descubrimos, muchas veces, deseos, prejuicios, miedos, supersticiones no expresadas.

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Una visión menos ingenua nos dispone a escuchar que hay un deseo inconsciente del sexo del hijo que esperamos. Que la mayoría de las veces ni queremos confesarnos a nosotros mismos por miedo a que el niño-niña que llevamos dentro pueda sentirse rechazado si no coincide con nuestra expectativa. Hay un psiquismo fetal, que hoy vamos descubriendo, dotado de una memoria que todos llevamos impresa y que registra energéticamente nuestro ser más profundo. Algunos intuimos que, desde mucho antes de la concepción y en ese mismo instante, el espíritu de ese ser ya nos elige como sus padres para materializarse como persona a través de nosotros. No le ocultamos nada. Hacer conscientes nuestras preferencias tal vez sea la única vía para poder luego aceptar la presencia del ser que hemos atraído a nuestra experiencia concibiéndolo, gestándolo y pariéndolo. Tal vez venga a enseñarnos lo que nuestra conciencia aún no descubrió. Cuando estimulamos a la pareja a reconocer su expectativa preferencial de sexo, le estamos posibilitando conectarse con el significado que en cada miembro tiene cada uno de los roles de género por su historia familiar, individual, de pareja, por la sociedad y la cultura a la que pertenece. Si se prefiere determinado sexo por alguna característica que se cree éste posee en exclusividad, el desafío como padres consistirá en saber desarrollar en el hijo esa misma cualidad con la que por su género no se suponía que podía contar. Por ejemplo, a veces escuchamos que una embarazada desea una nena porque dicen que suelen ser “más compañeras”, sin saber que un varón concebido y educado con sensibilidad también puede serlo. El modo en que desde la panza nos comunicamos con nuestros hijos va construyendo su subjetividad. Los estereotipos de género llevan a usar determinados códigos en los mensajes que emitimos según nuestro destinatario sea imaginadamente mujer o varón. Así, alguien se refiere a los movimientos del bebé dentro de la panza como el patear en la cancha de un exitoso jugador de fútbol si lo concibe varón, o bien lo interpreta como las inquietas ondulaciones de una bailarina del Bolshoi. Vozarrones de padres orgullosos que le hablan al futuro macho a través de la panza para que crezca fuerte y valiente tal vez condicionen nuestra escucha del bebé, que dará su vida por responder fielmente a ese mandato. Basta hacer la experiencia de pasear por la calle un cochecito cubierto por una mantita rosa o celeste para comprobar que las reacciones que produce no sólo son diferentes, sino diametralmente opuestas. Resulta revelador escuchar las respuestas de los futuros padres a la pregunta por el sexo que sus propios padres y su familia esperaban que ellos tuvieran al nacer: “Como primogénito se esperaba de mí un varón” o “como ya tenían el nene, esperaban la nena”, “querían la parejita”, “otra chancleta”, “familia de ingenieros”, “m’hijo el dotor”, “quisiera una nena, pero mejor si es varón porque mi marido lo va a querer más, ya que en su familia esperan continuar con el apellido”, “quisiera un nene

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porque en nuestra sociedad las mujeres aún sufren la discriminación”. ¿No serán intercambiables todas estas cualidades asignadas cultural y estereotipadamente a uno y otro sexo de manera excluyente? Estamos frente al nacimiento de un nuevo ser, una persona que integre sus energías masculinas y femeninas, que construya desde la concepción una identidad de género enriquecida por la experiencia que en la historia de nuestra humanidad han asumido, alternativamente, hombres y mujeres. ¿Dioses? ¿Diosas? ¿A imagen de quién hemos sido creados? Por fertilización asistida “Cuando el tratamiento para la infertilidad no daba resultado, yo me enojaba y decía ‘bueno, ahora por tres o cuatro meses dediquémonos a otra cosa’.” “Ocurre que los encuentros están totalmente armados, pautados. Necesito descansar de esta situación, de ir al médico, de hacer los controles, de tener toda la vida organizada en torno a esto.” Cuando la experiencia de la concepción está directamente relacionada con los tratamientos para la fertilidad, y los resultados no son los esperados, puede generarse un malestar en la pareja que, entre otras cuestiones, puede provocar dificultades en el encuentro sexual. Por eso, es imprescindible que estos temas sean conversados entre los dos o que la pareja pida ayuda psicoterapéutica. Si bien la mujer interviene poniendo su cuerpo en el proceso del tratamiento, el acompañamiento del hombre es fundamental para que su participación resulte fecundante. En nuestra cultura, para el hombre, el embarazar tiene mucho significado y es una metáfora de su potencia masculina, de ahí que el no poder lograrlo le produzca una herida en su autoestima. Más allá de lo que conocemos científicamente sobre las variables que participan en la concepción, en algún lugar aparece el imaginario colectivo sobre la fecundidad asociada a la potencia sexual. Por eso, tampoco es sencillo para los varones atravesar ese período de tratamiento, en el que siempre hay un sentimiento de inquietud acerca de su fertilidad y de su capacidad sexual masculina para procrear. Por lo contrario, el embarazo múltiple, que muchas veces resulta de estos tratamientos, compensa ese sentimiento y es vivido con el orgullo de quien evidencia que “ha sabido hacer bien las cosas”. Habría que señalar que por el momento el resultado de un tratamiento de fertilización asistida no es siempre el hijo tan esperado. Es conveniente incluir siempre la alta probabilidad, cercana hoy al 70%, de que el embarazo no logre materializarse. Hay que reconocer que se trata de un proceso muy complejo en el que intervienen múltiples y diferentes variables, y que no basta con la buena disposición de los pretendientes progenitores. Creemos que el individuo que ingresa en esta vida ya está ejerciendo su derecho a elegir cuándo y dónde pasar a otro estado de existencia. Suelo proponer a la mujer que está preparándose para concebir que imagine a su útero como a un buen anfitrión que se apresta para recibir a un invitado muy especial, para el que está disponiendo de las mejores condiciones a fin de alojarlo.

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Llegada la hora de la cita, dependerá del huésped asistir o no a ella y, en caso de hacerlo, quedarse o no será luego su decisión. Nuestra responsabilidad termina en su derecho a elegir su camino. Nombrar al hijo “Cuando yo nací, en mi familia esperaban un varón... y entonces quisieron ponerme el nombre de mi abuelo paterno. Pero como nací niña, lo cambiaron por el de mi abuela paterna.” “Cuando quedé embarazada, deseaba tener un varón. Pensé en un nombre y mi esposo pensó el mismo. Así se llamaba mi abuelo materno, que ya falleció, y a nadie en la familia le gustaba ese nombre.” Uno recibió el nombre de su abuelo, otro el de un personaje significativo para la familia. Pero cuando cada uno de nosotros fue nombrado, seguramente ese nombre atesoraba los sueños, las expectativas, los deseos y la historia de sus padres. Proponemos entender el nombre como un guión o narración histórica, que puede tener múltiples versiones y que constituye el yo de una persona. Y pensar los apellidos como redes que ligan las diferentes narrativas familiares. Así como las leyendas, los nombres, la mayoría de las veces, no son cuestionados, sino que permanecen inmóviles en el tiempo. Quedan sujetos al dominio de quien históricamente los ha determinado. Podría pensarse que su significado proviene, por un lado, del contexto familiar en el que se origina, por múltiples razones que hacen a su historia, tradiciones, modas etc.; pero por otro lado, el ser nombrado así va generando en el sujeto una disposición particular que condiciona la manera en la que construirá las relaciones con el mundo que lo rodea. En una entrevista a publicada el 30 de junio de 1996 en el diario Página/12, el escritor Ernesto Sábato dice: Me llamo Ernesto, porque cuando nací, el 24 de junio de 1911, día del nacimiento de San Juan, acababa de morir el otro, el verdadero Ernesto, el que, aún en su vejez, mi madre siguió llamando Ernestito, porque murió siendo una criatura... Aquel nombre, aquella tumba, siempre tuvieron para mí algo de nocturno, y tal vez haya sido la causa de esta existencia tan dificultosa, de mis alucinaciones, de mi sonambulismo en mi infancia. Una existencia de búsquedas desesperadas, tomando varias veces caminos equivocados —en medio de la selva oscura—, enceguecido por las dudas, las pasiones y la necesidad de algo seguro, uno de esos faros remotos en medio de una tempestad en las tinieblas.

Un ejemplo más de cuánto un nombre, surgido de determinado contexto, puede delinear una historia y ser, a la vez, creador de nuevas historias cuyo argumento se convierte, a veces, en una “búsqueda incesante de la luz”. Dice Emilio Salas en su obra Los nombres: “En el origen de todas las civilizaciones hallamos la creencia de que otorgar un nombre concede poder sobre quien lo recibe, es como determinar su destino y posibilidades”. Agrega luego: “El nombre va moldeando la personalidad a lo largo de la vida”.

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En Llámame por mi nombre más profundo, Maarlen Udo Haes describe las distintas partes que constituyen la ceremonia del bautismo, de las cuales la nominación se ubica en cuarto lugar. Es la parte central, pero también la más corta. En ella se invoca al niño por su nombre a fin de permitirle experimentar, por un breve instante, algo de lo que es motivo y misión para toda su existencia terrenal, a saber: el encuentro consigo mismo. La nominación es un hecho comparable al nacimiento, en tanto se hace aparente aquello que anteriormente se encontraba oculto. Dice la autora que un nombre expresa una misión futura específica, y que el hombre debe “crecer hacia su nombre”. Poner un nombre constituye una ligadura entre quien lo da y quien lo recibe, en la cual este último queda sujeto a la nominación del primero. Se establece también una suerte de vínculo de poder, la mayoría de las veces inobjetable, a través de la aceptación del nombre como identidad del yo. En La cuestión del nombre, Marta Nardi señala que el padre es el “nombrante”, necesario a los efectos de la “constitución de un sujeto”. El hombre padece los efectos del significante que él no ha inventado, sino que sólo ha recibido. En la religión judía el nombre de Dios es impronunciable. Sólo podrá ser dicho por sus sustitutos, pero no sólo en el sentido de estar prohibido decirlo, sino en tanto indecible. Esta idea de que quien pudiera nombrar a Dios podría también tener poder sobre él coincide con aquella del poder que ejercen los padres al otorgar el nombre a sus hijos. En Oriente y en las sociedades tradicionales o secretas, se recomienda cambiar de nombre a partir de cierto grado de evolución personal, acto que se configura como iniciático. Entre los hebreos todo cambio importante de destino deberá ir acompañado de un cambio de nombre. En la Biblia, Dios cambia los nombres cuando cambia su destino; así Abram (Padre del Pueblo) se transforma en Abraham (Padre de las Multitudes); y lo mismo sucede con Saray, que para ser fecunda debe transformarse en Sarah, y con Jacob al vencer al ángel de Dios, lo que lo convierte en Israel. E incluso en el catolicismo, cuando se ordena un Papa éste debe abandonar su propio nombre para adoptar otro acorde a sus nuevas funciones y prerrogativas. En la India, es muy habitual celebrar ritos de cambio de nombre cuando un nuevo integrante de una secta religiosa se inicia en el camino espiritual. El viejo nombre de origen familiar es reemplazado por uno nuevo, que le es otorgado por el líder de la comuna. El nombre participa también activamente en la asignación de género, que es la rotulación que hacen médicos y familiares del recién nacido en relación con su anatomía, al diferenciarlo como varón o mujer de acuerdo con sus características sexuales. Son conocidos los casos de transexuales que desean cambiar su nombre, en el Registro Nacional de la Personas, por uno de mujer, para ser reconocidos socialmente como tales. Otra evidencia más del peso que tiene el nombre en la narración que una persona construye sobre sí, en este caso, como varón o mujer. El nombre propio caracteriza a quien lo porta. La frase de Goethe tomada de Freud dice: “Aquello que has heredado debes hacerlo propio”. Se refiere al hecho de hacer propio el nombre otorgado por la familia.

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Pero más allá de lo que sostengan la religión, la gramática o la filosofía, encontrar aquella voz que a la pareja le resulte afín y familiar, descubrir ese sonido quizá probándolo con el resto del grupo familiar, con los hermanos y los abuelos, es una de las cosas más maravillosas que los futuros padres tendrán que hacer. Encontrarlo de a dos y coincidir es uno de los primeros acuerdos que van a tener que lograr. No es un acto intelectual, que se resuelve recorriendo un listado de nombres aparecidos en una revista. Es una experiencia que, como vimos, no sólo involucra la historia personal de cada miembro de la pareja, sino que además nos conecta con algo tan elemental como la respiración y nuestra corporeidad. Rudolf Steiner, creador de la Antroposofía, en el ciclo de conferencias “Los secretos del Génesis” expresa: “Lo que tiene el hombre y lo que no tienen los demás seres terrestres es el habla, que se manifiesta en sonidos” (p......). Para él los sonidos se convierten en elementos del pensamiento. Cada sonido tiene su forma primitiva característica, que sólo corresponde a él y que sólo se puede hacer sonar por unos movimientos específicos de los órganos de la voz. Los movimientos corporales más finos y más concentrados que el hombre es capaz de realizar son aquellos que, articulando sus pensamientos, efectúa desde la laringe con los órganos de la voz vecinos. Asombrados experimentamos la maravilla de la articulación del habla cuando el fluido respiratorio es modificado de diversa manera y articula sonidos cada vez diferentes, en contraposición a los sonidos más bien monótonos de los animales. El propio Rudolf Steiner indicó que, antiguamente, se conocía la posibilidad de influir en la salud del hombre entonando ciertos sonidos. Sobre todo en los antiguos lugares místicos fue cultivada de esta manera la conscientización del espíritu dentro del cuerpo físico. La practicaron los iniciados de todos los pueblos y épocas culturales y pertenecía a los ejercicios de meditación, como preparación y complemento que éstos tenían que realizar para unirse al mundo divino. El acto de respirar, que forma parte del acto de crear significado, pone en movimiento el aire y forma así un viento que toca a los otros con sus palabras. Este envoltorio sonoro de las palabras coincide con las vibraciones emanadas del sonido de un nombre que es hablado por otro, a veces desde antes del momento del nacimiento. En el capítulo 4 ya habíamos mencionado que el bebé intrauterino, a partir del quinto mes, escucha los sonidos, mediatizados por el líquido amniótico. Pero ya desde mucho antes recibe táctilmente las vibraciones sonoras a través de la piel de todo su cuerpo. La forma en la que su madre pronuncia su nombre si ya conoce su sexo va conformando, progresivamente, una determinada configuración vincular con el mundo. Si bien las voces externas no alcanzan tan directamente el sistema auditivo del niño antes de nacer, algunos estudios han podido demostrar que el bebé reconoce también la voz de su padre o de otra persona si ésta ha acompañado regular y afectivamente con su palabra el curso del embarazo de la madre. En mi práctica profesional de preparación de mujeres embarazadas y madres recientes, propongo a veces un ejercicio de vocalización con los nombres que respectivamente cada pareja elige para su hijo, en la búsqueda de armonizar sonidos que construyan la sintonía vincular con el hijo que esperan o acaba de nacer. Al nombrar el recién elegido nombre, con sus variadas tonalidades, la pareja transita por

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todos los significados en los que ese nombre resonó en las historias de cada uno de ellos. El haberlo construido de a dos habiendo atravesado por coincidencias y discrepancias constituye un aprendizaje que servirá para futuras decisiones que, en la historia como padres, tengan que tomar en relación con sus hijos. Visualización: Nombrando al bebé Comenzamos exhalando todo el aire hasta sentir que nuestros pulmones se vacían. Luego, sin hacer ningún esfuerzo... dejamos que el aire ingrese suavemente, respondiendo a nuestra necesidad de recuperarnos. Volvemos a largarlo, y esta vez dejamos que arrastre consigo un sonido... como si quisiéramos liberar alguna voz contenida en nuestra garganta..., una voz que conforme un nombre que puede ser nuestro nombre o como otros nos llaman o se llaman, como otros se llamaron, como a otros llamaron, o como a nadie llamaron... hasta pronunciar tantos nombres como nuestra voz pueda. Al exhalar, emitimos en voz baja, y perceptible sólo para nosotras, el sonido del nombre de nuestro bebé... Escuchamos cómo suena, cómo se respira el nombre de nuestro hijo o hija... cómo lo susurramos, cómo lo cantamos... cómo lo ritmamos. Y como si echáramos a volar ese sonido, lo soltamos dejando que dance dentro de nosotras, que resuene con su melodía en alguna parte de nuestro cuerpo... Imaginamos a nuestro hijo siendo llamado por nosotras, por los papás, por los abuelos, por los amigos... Con ese sonido nos vamos despidiendo. Dejamos que queden sonando, bailando entre sí los nombres posibles para llamar a nuestro bebé, que puedan encontrar un eco en su rostro... Haciendo una inspiración profunda comenzamos a desperezarnos, bostezando con sonidos, ensayando distintas exclamaciones hasta recuperarnos de la experiencia con una respiración calma y profunda.

Jugando con los posibles nombres Tomar uno de los posibles nombres elegidos para el bebé y escribir en una hoja las ideas asociadas libremente a él, ya sea por su significado o por su sonido. Compartirlo con la pareja. RECUADRO LATERAL El embarazo es un acontecimiento que involucra a todo el núcleo familiar. Como en una red, cada uno de sus miembros irá tejiendo con el recién nacido una nueva trama en la que desarrollará su rol de hermano, padre, abuelo, tío, primo, etc. Los abuelos, el linaje “Yo tuve una abuela, era la mamá de mi mamá. Me acuerdo siempre de ella, estábamos mucho juntas cuando yo era chica.”

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“A mí me dieron mucho cariño y me consentían.” “Mis abuelos me enseñaron la sabiduría, la paciencia, el poder esperar a los otros.” Sin dudas un nieto por nacer representa, para cualquier abuelo o abuela, un don que su hijo le brinda. La expresión de su reconocimiento y gratitud. La continuación de lo iniciado por él al parirlo. Ser conscientes de que a través de la abuelidad se ligan las generaciones y se rescatan sus memorias probablemente sea una de las formas en que mejor se manifieste el sentido trascendente del embarazo y la maternidad. RECUADRO LATERAL Brindarles abuelos a nuestros hijos es rendir un homenaje a nuestros propios abuelos. Visualización sobre el abuelazgo Despacio, vamos a ir conectándonos con una melodía de nuestra infancia o una canción de cuna... Mientras respiramos, dejamos a nuestro cuerpo mecerse levemente, casi de manera imperceptible... Respiramos y a sentimos como si nos estuvieran meciendo, acunando... Como si fuese un viaje, vamos a recorrer el tiempo hacia atrás... hasta llegar a un momento en el que aparezca una imagen de nosotras chiquitas mientras somos acunadas, o mientras estamos jugando... o en una escena con un abuelo o con una abuela... si es que hemos tenido la oportunidad de contar con la presencia de alguno de los abuelos, o de alguien que fuese como una abuela o un abuelo... alguien a quien hayamos llamado abu... seide... oma... baba o de cualquier otra manera... Rescatamos ese instante, esa mirada, ese contacto, ese olor al propio abuelo o abuela... y con esa imagen, ese recuerdo, ese gesto... vamos a empezar a movernos, a desperezar nuestro cuerpo... trayendo con nosotras aquello que nos dejó esta visita... sus enseñanzas, sus mensajes y su historia... Volviendo hacia adelante en el tiempo, vamos recuperando nuestro cuerpo de hoy... estirándolo, abriendo, desplegando y plegando en cada movimiento las emociones, los recuerdos, los sentimientos... hasta volver a incorporarnos lentamente…

La mujer embarazada se halla totalmente centrada en el proceso que está viviendo, y muchas veces no puede dimensionar lo que implica, para sus padres, la llegada de un nieto. Lo cierto es que la movilización que significa cambiar de “estatus” los pone muy contentos, pero a la vez los angustia. La inquietud acerca de qué nuevas responsabilidades deberán asumir como abuelos, si podrán cumplir bien con ellas, hasta dónde podrán expresarse, en qué medida perderán a sus hijos como tales, cuál es el equilibrio entre su nuevo rol y sus necesidades individuales o cuáles son sus derechos sobre los nietos son algunos de los interrogantes que, seguramente, ellos van a plantearse en esta nueva etapa de sus vidas. Por eso, es fundamental ayudarlos a darles un cauce a todos estos nuevos sentimientos que experimentarán. Lo mejor es plantear claramente el lugar que los futuros padres esperan que ellos ocupen, y conversar y expresar con anticipación

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todas aquellas inquietudes que puedan producirse, para evitar angustiarse luego si surgieran malentendidos. En épocas de nuestras abuelas, cuando las mujeres daban a luz, o bien se instalaban en la casa materna durante un tiempo o bien las madres eran “invitadas” a quedarse en la casa de la hija. Hoy esto no es tan frecuente, pero a veces las abuelas quieren asumir todas las responsabilidades y hacerse cargo de la hija y del nieto, y entonces el espacio de la pareja suele verse vulnerado. También puede ocurrir que, por protegerse de una supuesta intrusión, se pongan límites excesivos y la embarazada se quede demasiado sola y hasta aislada. La ayuda que puedan prestar padres y suegros al nacer el bebé es muy importante, pero es primordial encontrar un equilibrio entre la necesidad de intimidad y la de recibir colaboración. Muchos abuelos con una vida muy activa plantean en cambio su temor a no poder disponer de un tiempo para cuidar de sus nietos sin desatender sus otras ocupaciones. Se interrogan sobre sus derechos, pero también sobre sus responsabilidades como abuelos. Otros esperan ejercer el abuelazjo cumpliendo horas de jornada completa, mientras sus hijos los previenen de no tomarse atribuciones que ellos no poseen. Para algunas abuelas es inconcebible no internarse con sus hijas en el momento del parto como lo hicieron sus propias madres con ellas. “Yo tuve que frenar a mi mamá porque no quiero que esté en el momento del preparto, por su manera de ser y por el vínculo que tenemos.” “En mi primer parto yo elegí que estuviéramos solos, que el momento fuera nuestro... de mi marido y mío, y avisamos después.” Aunque la nueva experiencia les parezca maravillosa, no eligieron hacerse abuelos (los “hicieron”) como sí se elige ser padre. Y esta nueva condición los lleva a hacer una “puesta a punto”, una adecuación a la situación, a fin de construirse como abuelos a partir de la experiencia con el propio nieto cuando nace. “Nosotros los hicimos abuelos. Mi mamá me dijo que no estaba preparada para ser abuela.” “Nosotros tratamos de no invadir. Esperamos que ellos nos pidan lo que necesitan.” “Trato de estar a disposición porque no me gustaría que no pudieran contar conmigo. Pero tampoco quiero perder mi espacio.” Si las familias de origen de ambos miembros de la pareja se encuentran lejos, el rol cotidiano del abuelo y la abuela quedarán vacíos. Lo mismo les ocurre a las embarazadas que no tienen a sus padres cerca porque están viajando, porque viven lejos o porque han emprendido un “viaje más largo”. Es bueno admitir que sentimos esa ausencia y elaborarla. Podríamos, por ejemplo, escribir una carta imaginaria a esa persona expresándole lo que habríamos querido decirle si la hubiéramos tenido cerca.

En cualquiera de estos casos, conviene pensar con qué otras personas se cuenta para recibir toda la contención y el apoyo necesarios para el nacimiento y la crianza del hijo.

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“Yo tengo una sensación de ausencia. No hubo abuelo ni abuela, ni nadie que los reemplazara.” “Yo aprendí a ser paciente y a cómo hablar con los mayores. Hoy en día, poca gente tiene paciencia para hablar con ellos.” “Quiero que mis hijos vayan a dormir a la casa de sus abuelos, que estén mucho tiempo con ellos. Sé que les va a hacer bien. A mí me criaron así y lo disfruté.” Como tenemos una mayor sensibilidad, tal vez podamos aprovechar para crear un nexo diferente con nuestros padres, estén presentes o hayan fallecido. A veces nos peleamos o confrontamos más con nuestra madre, porque el embarazo nos pone en contacto también con lo que no nos gusta de ella y no queremos repetir con nuestros hijos. Lo mismo puede ocurrir con la figura del padre: revisamos cómo fue con nosotros y pensamos cómo esperamos que sean nuestros maridos como papás. En cualquier caso, es un buen momento para reflexionar y para modificar todo aquello que queramos cambiar. A veces nuestros padres nos sorprenden teniendo actitudes distintas con sus nietos de las que tuvieron con nosotros. Ocurre que como padres se comportaron de un modo, mientras que como abuelos se comportan de otro. Esta conducta puede llegar a producirnos un poco de envidia o celos, pues hacen cosas con sus nietos que no hicieron con nosotros como hijos. Pero hay que tener en cuenta que son momentos diferentes en sus vidas. Y además, suele ocurrir que, muchas veces, los abuelos quieren reparar con sus nietos las situaciones pendientes con sus hijos. Es una etapa de mucha movilización, en la que sienten que la vida les está ofreciendo una segunda oportunidad. Pero no por ello deja de ser una situación compleja. Están más movilizados de lo que uno imagina. El tiempo de los abuelos tiene menores urgencias que el de los padres, aunque el imperativo que urja sea el de transmitir las historias y las raíces familiares. No es casualidad que existan los abuelos. Su rol tiene un sentido y cumplen una función: son los que custodian, acompañan, miman, nos recuerdan nuestros orígenes y trasmiten las tradiciones. ¿Será por eso que algunas familias que no lo tienen, adoptan un abuelo para sus hijos? Visualización para que hagan los abuelos Cerramos los ojos y reclinamos el cuerpo en el respaldo de la silla... Podemos hacer algunos suspiros que nos ayuden a sentir nuestra respiración... una y otra vez... tratando de abandonar los pensamientos o preocupaciones que nos acompañaron durante el día, como si estuviéramos llegando... con nuestro cuerpo y nuestra alma... a este espacio nuevo, protegido... Dejemos que nuestros pies se apoyen cómodos en el suelo... que nuestra espalda vaya encontrando cada vez mayor superficie donde apoyarse... y sin dejar de acompañarnos con una respiración... y otra... dejamos los brazos sueltos y liberamos a los nuestros hombros de la responsabilidad de sostenerlos. Vamos a prepararnos para hacer un viaje a través del tiempo... Vamos a recorrer algunos meses, algunos años hacia atrás... hasta llegar a el momento del embarazo

234 de nuestro primer hijo o hija... Recordamos cómo eran los tiempos entonces, quién gobernaba, cuál era la moda en ese momento, qué amigos estaban cerca de nosotros, cómo era la casa en la que vivíamos, cuáles nuestras ilusiones, nuestros deseos... y vamos hacia allá... Se produce este primer embarazo y... ¿qué sentimos...? ¿Sorpresa? ¿Desconcierto? ¿Alivio? ¿Angustia? ¿Enojo? ¿Vergüenza? ¿Todo eso al mismo tiempo...? ¿Otras emociones? ¿Con quién las compartimos? ¿A quién lo ocultamos?... ¿Quiénes eran nuestros confidentes, nuestros consejeros, nuestros seres queridos...? Ahora visualizamos los primeros meses de embarazo... las acomodaciones.... mientras ese bebé se iba haciendo su espacio... a veces produciendo algún malestar, incomodidades digestivas, somnolencia, miedo, inquietud... Así fueron pasando los meses... las consultas al médico, al obstetra... ¿Cómo fueron? ¿Quién nos acompañaba a las consultas? ¿Qué preguntábamos? ¿De quién recibimos orientación o de quién hubiéramos querido recibirla?... Los hombres, tal vez en una situación diferente... organizando su trabajo, sus tiempos..., y nuestros padres, ¿dónde estaban?... ¿Estaban?... Es el noveno mes, falta muy poquito para el momento del nacimiento... hay mucha expectativa... mucha ansiedad, muchas preguntas... miedo también... estamos esperando, dispuestas a atravesar un momento único... ¿Quién nos va a acompañar a la sala de partos? ¿Dónde estarán nuestros padres, nuestros amigos?.... ¿Qué esperamos de ellos, qué nos gustaría poder decirles?... Llegó el día de parto, nuestro hijo o nuestra hija está naciendo... Tratamos de recordar ese momento... ese instante preciso en el que nos encontramos cara a cara con nuestro hijo... en el que nos sentimos empezando a ser papá o mamá... ¿Qué lugar ocuparon mis padres en la escena…? ¿Cuáles fueron sus primeras manifestaciones como abuelos de mi hijo recién nacido…? ¿Qué aprendimos viendo a nuestro papá o mamá junto a nuestros hijos?... ¿En qué se diferenciaron de ese abuelo o abuela que tuvimos, o no tuvimos y quisimos tener...? Vamos a terminar este pequeño recorrido tratando de ver qué palabra aparece cuando escuchamos la palabra “abuelo” o “abuela”, una palabra que exprese lo que ahora sentimos... una sola, aunque aparezcan miles, elegimos sólo una que represente lo que nos sucede cuando imaginamos que hoy somos una abuela o un abuelo... Con esa palabra en la boca, regresamos lentamente de este viaje al presente...y despacito abrimos los ojos..

A veces, los abuelos se preocupan por sus hijos y tratan de evitarles el dolor. Pero es necesario que puedan aprender a manejar solos los temores, las inquietudes y las preocupaciones respecto al nacimiento, para no aumentar esos sentimientos en los futuros padres. Entender que no podemos evitar el dolor y el sufrimiento en el momento del parto, ya que esto forma parte de la vida. Guiamos a nuestros hijos en sus primeros pasos, tratando de evitarles una caída, pero a veces ésta sucede y deben atravesar esos dolores. “En el momento en que nació mi hijo, lo que yo más quería era que estuviera mi suegra. Yo iba a quedar afuera porque lo mejor que podía hacer por mi mujer era dejarla en paz con mi suegra.”

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La experiencia de un abuelo o abuela es diferente de la de un padre o una madre: no necesitan competir con ellos ni reemplazarlos. Ya se han recibido de padres, por lo que ahora todo se trata de experimentar este nuevo desafío. Cartas a los nietos Estas cartas reflejan la conmoción que suele producir en la familia el futuro nacimiento, y que a veces los futuros padres no alcanzan a medir por estar muy pendientes del movilizador proceso interno que estamos viviendo. Querida Juliana: Aquí estamos, esperando tu llegada para quererte mucho. Serás bienvenida, bienquerida y quizás demasiado consentida por mí, tu abuelo. Voy a darte todo aquello que ayude a tu papá y a tu mamá para que crezcas con felicidad, paz y tranquilidad. Deseo que siempre te sientas bien con vos misma y con los que te rodean, y que seas dulce y buena persona. Cada vez que me necesites, no dudes en acudir a tu abuelo, ya que te está queriendo un montón. Tu abuelo Julio Chiquita mía: Estoy muy emocionada y requeteansiosa. Me despierto de noche pensando en vos y ya no puedo dormir. Hay cosas que no puedo hablarlas con tu mamita porque me pondría a llorar de amor y a ella le sumaría más emociones a las que ya está viviendo. Hoy falta sólo un mes. Treinta días para verte la carita, tocar tu cuerpito, tus manitas y tus piernitas; olerte y besarte tanto. Estamos esperándote con mucho amor. Tus papis tienen todo preparado. Te quiero mucho y te voy a querer todos los días. Abuela Cristina Martina de mi corazón: Me siento plena, me has hecho abuela. ¡Ya falta tan poco! Sos muy deseada por tus padres. Estábamos juntos cuando te vi, hecha un puntito en la pancita de tu mamá. ¡Qué dicha! Esperamos verte ya. La abuela Sonia Querido Nicolás: Deseo que la vida te brinde amor y felicidad. Dios te ha dado padres excelentes, que van a comprenderte y a acompañarte en tu larga vida. Estos son los deseos de tu abuela Irene. Querido Noah: Estamos esperando tu pronta llegada con todo nuestro amor. ¡Deseamos tanto sentir el calor de tus bracitos y de tu risa! Te esperamos con mucha ansiedad. Pronto nos veremos y comenzaremos a compartir nuestras vidas. Tu abuela Alicia Aun a miles de kilómetros de distancia, siempre hay alguien que, seguramente, está pensando en que su hija va a ser mamá. Nace un niño, pero al mismo tiempo nacen padres, hermanos, tíos, padrinos y abuelos.

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Palabras finales Nada mejor que cerrar estas páginas con el testimonio de quienes han atravesado por la experiencia de transformación que representa el pasaje por la maternidad. En el que aquí transcribimos, están reflejadas las vivencias de muchas mujeres que han encontrado en un contexto grupal, profesionalmente acompañado, la oportunidad de compartir entre pares las vicisitudes de devenir madres. Mi primer año de mamá ¡Gracias a todas por haber compartido con nosotros este primer cumple! La verdad es que para mí fue muy especial tenerlas ahí con sus bebés (Emilia, Maia, Máximo y Sebastián, ya todos tan grandes). Me emociona pensar que a muchos los vi en la panza en alguna clase de yoga, de gimnasia o charla en Tobi Natal. A otros los conocí de muy chiquititos. Me acuerdo de vos y yo Marisa en esa fiestita de fin de año con nuestras gordas de apenas dos meses mirando a las otras mamás con bebés más grandes, tan cancheras, y nosotras, tan... ¡desesperadas! Ahí te vimos a vos, Claudia, que con tu modo tan dulce y comprensivo nos abriste la puerta para que nos metiéramos en esto de los grupitos de crianza, en esto de aprender a ser mamás. Un aprendizaje que, creo, dura toda la vida, ¿no? Es descubrir cosas nuevas a cada momento, es maravillarse del milagro de la vida al ver los ojitos curiosos de nuestros bebés, es emocionarse cuando nos abraza con las manitos gorditas, cuando nos regala esa sonrisa que nosotras sabemos es sólo para mamá. Me sentí feliz y plena en el día del primer cumple de mi hija, en el día en que también Axel y yo celebramos nuestro primer año de papás. Gran parte de esa sensación de satisfacción se las debo a ustedes, mis amigas del grupito: Flor, Juli, Marisa y Silvia, porque nos acompañamos, nos escuchamos y nos vimos reflejadas en gran parte de las cosas que nos contamos durante esos primeros meses cada miércoles; a vos Claudia, porque nos amuchaste a tu alrededor y nos escuchaste sin juzgar, y a la vez nos dijiste esa palabra justa que necesitábamos o nos diste ese abrazo en silencio lleno de amor; y por último, y no menos importante, a Tobi Natal y todo su grupo: Vivi, Mayté, María, Normita y los profesionales que dieron las charlas, todos seres maravillosos, amorosos y generosos. Agradezco haberlos encontrado, ahora ya los siento mi familia. Gracias a todos, los quiero mucho Federica, mamá de Moira

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Una experiencia compartida.

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