Expo Ii.docx

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Universidad de La Sabana Especialización en Gerencia Educativa Antropología Pedagógica César Andrey Gordillo Ballesteros John Fredy Hoyos A.

La filosofía de la educación como acontecimiento “Vacío es el argumento de aquel filósofo que no permite curar ningún sufrimiento humano” Epicuro

Nuestra exposición retoma algunos de los conceptos, reflexiones y tesis planteadas por Fernando Bárcena en su artículo “Filosofía de la Educación: un aprendizaje”. El primer esfuerzo estará centrado en plantear el objeto de estudio de la filosofía de la educación a partir de la perspectiva del acontecimiento. El segundo, es una consecuencia del primero, pues explora las implicaciones de dicha perspectiva en la educación y la vida misma. Esta vez queremos empezar por las preguntas: ¿En qué consiste una experiencia educativa?, ¿Qué vale la pena conocer y estudiar?, ¿Qué significa dudar?, ¿Tiene algún valor educativo el escepticismo?, ¿Qué se entiende por aprendizaje y desarrollo humano?, ¿En qué consiste afirmar la dimensión educativa de la enseñanza o del aprendizaje?, ¿Se puede anticipar lo que alguien va a aprender?, ¿Qué nos mueve a aprender?, ¿En qué consiste un aprendizaje moral?, ¿Qué es una educación política?, ¿Se puede educar un buen ciudadano?, ¿Qué significa enseñar?, ¿Cuál es el centro de la relación pedagógica?, ¿Cuál es la relación entre el poder y la autoridad en la escena educativa?, ¿Se puede enseñar el arte de vivir?, ¿Se aprende a morir? (Bárcena, 2013, p.721)

Al larguísimo etcétera que continua en la cita, queremos agregar: ¿qué significa pensar?, ¿Se puede enseñar a pensar?, ¿Qué hace a un maestro? Y muy seguramente otras irán apareciendo en nuestras mentes a medida que el acontecimiento deviene. Precisamente, la experiencia educativa vivida por el autor lo empujó a comprender la filosofía de la educación desde una mirada diferente. Su primer acercamiento fue tradicional, conceptual y esencialista. Se preguntaba ¿qué es la filosofía de la educación? Y ubicándose en la tradición crítico-hermenéutica (la filosofía como discurso racional) responde haciendo “de la realidad un mero objeto de conocimiento. Así el trabajo filosófico consiste, básicamente, en examinarla a partir del establecimiento de una distancia crítica con dicha realidad” (Bárcena, 2013, p.12). Pero la experiencia de compartir las clases con sus estudiantes lo condujo a una transformación que no ocurrió de manera sistemática y mucho menos premeditada. Se trató de un acontecimiento que irrumpió en su vida. De ahí que su segundo acercamiento a la filosofía de la educación sea desde el acontecimiento: “podemos decir, entonces, que un acontecimiento es una experiencia de concernimiento personal. Cuando se da un acontecimiento decimos que lo imprevisible y sorprendente ha tenido lugar, y con ello podemos querer decir, al menos, tres cosas: que algo nos da pensar, que alguien realiza una experiencia; y que alguien, como consecuencia de eso que le pasa, ya no es el mismo que antes” (Bárcena, 2013, p. 709-710). En educación esto puede traducirse como la experiencia de aprender, es decir, acontecimiento y aprendizaje van de la mano. Esa es la segunda perspectiva desde la cual la filosofía de la educación trata de explorar la educación.

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Es la segunda tradición a la que hace referencia el autor, la tradición ascético-estético-existencial (la filosofía como forma de vida). Esta segunda “tradición hace realidad un lugar de presencia. Sugiere que es haciéndonos presentes en lo real, mediante el establecimiento de una suerte de distancia apropiada, como el pensador –entendido ahora como un sujeto de la experiencia- se examina a sí mismo y puede entonces trans-formarse” (Bárcena, 2013, p.716). De ese modo, la filosofía (de la educación) nos enseña a ver la importancia de lo que tenemos delante de nosotros, nos ayuda a estar presentes y vivos en lo real. Nos vincula al devenir del acontecimiento como lo planteaba Foucault: “filosofía del presente, filosofía del acontecimiento, filosofía de lo que ocurre”. La filosofía debería ser entonces una obra poética, convertirse en un lenguaje educativo de significado y de sentido, capaz de asegurar una vida floreciente por medio del argumento y el razonamiento, sin sentirse limitada por las experiencias humanas, sino al contrario impulsada e impulsora de una realidad extra-experiencial, consistente en una forma de vida, privilegiando el conocimiento, criticando la realidad, transformando al mismo individuo, generando pensamiento. Entonces, la filosofía de la educación consiste en una serie de ejercicios de pensamientos interiores del sujeto, dirigidos a modificar en sí mismo y en los otros, las maneras de vivir y ver el mundo. Trata de dar respuestas, sobre todo de formular preguntas, puesto que es lo más complejo y de mayor trabajo para el hombre, cuestionarse y criticar su propio existir. Su objetivo principal es adquirir experiencias en cuanto a cómo pensar, ya que es la apertura a la experiencia, a la realidad que ya no es un objeto de conocimiento, sino una representación de acontecimientos que permiten construir el pensamiento. Para esto se debe estar dispuesto a un aprendizaje del pensar, permitiéndole a la filosofía de la educación convertirse en un relato de formación que anhela la producción de significado, en este sentido ya no existe la pretensión de cambiar lo existente, sino al contrario aprender a mirarlo, pero de una manera que permita ir más allá de lo que estamos acostumbrados a ver. Es estar presente entre las cosas, prestarles atención, cuidarlas: “hacernos presentes en algo implica pararse, detenerse, aminorar la marcha y aproximarse a algo” (Bárcena, 2013, p.714). En línea con hacer presente la cosas, la concepción de la filosofía de la educación como un acontecimiento implica una presencia diferente de la educación como acción. Esta puede ser considerada como un objeto de conocimiento o como una acción destinada a articularse a través de la expresión, esta idea establece un saber y al mismo tiempo un grupo de experiencias que constituyen a un individuo y que de una u otra manera son modificables e incurren en transformaciones a través de la historia. Los aprendizajes y la vida misma también se ven afectados por este concepto de educación visto desde la filosofía del acontecimiento. Si equiparamos el aprendizaje con la vida, comprenderemos que en el acontecimiento nos enfrentamos al devenir, que deja abiertas todas las posibilidades de ser y existir. Por ende, nada se encuentra definido y acabado, aprender implica transformase, “ir tomando una forma, pero no ver la forma completamente acabada” (Bárcena, 2013, p. 708). Ahí está la vida en perspectiva de aprendizaje, un proyecto que se realiza y por realizarse, puro devenir: acontecimiento.

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En últimas la concepción de la filosofía de la educación como acontecimiento nos lleva a preguntarnos por lo que significa ser humano, de una manera singular como menciona el autor. Aunque, deberíamos agregar colectiva porque en los grupos humanos es donde nuestra existencia adquiere sentido y se configura en el devenir de la vida misma. Esto nos lleva a ampliar el campo de la filosofía y entenderla como educadora en la medida en que existe una relación de amor: “la filosofía de la educación se ocupa de lo que esto significa: la experiencia de un vínculo, de una relación, que une amando a dos. Y es esto lo que convierte a un simple profesor en un maestro” (Bárcena, 2013, p.723). Es en esa relación filosófica (de amor) en la que el maestro se preocupa por la forma en la que su estudiante se ocupa de sí mismo y no solo por transmitir conocimientos o enseñar contenidos. Pasamos así de una mirada de la filosofía en general y de la educación puramente esencialista, objetivista y des-apasionada, a una abierta al devenir, que toma en cuenta las experiencias subjetivas e intersubjetivas, y se apasiona. Continuando con las implicaciones que tiene entender la filosofía de la educación como acontecimiento, vale la pena traer a colación la siguiente reflexión del filósofo colombiano Estanislao Zuleta: “Además del problema de enseñar resultados, sin enseñar los procesos del conocimiento, existe un problema esencial: en la escuela se enseña sin filosofía y ese es el mayor desastre de la educación. Se enseña geografía sin filosofía, biología sin filosofía, historia sin filosofía, filosofía sin filosofía, etc. Entiendo por filosofía la posibilidad de pensar las cosas, de hacer preguntas, de ver contradicciones. Asumo el concepto de filosofía en un sentido muy amplio, en el sentido griego de amor a la sabiduría. Es un filósofo el hombre que quiere saber; el hombre que aspira a que el saber sea la realización de su ser; el hombre que quiere saber por qué hace algo, para qué lo hace, para quién lo hace; el hombre que tiene una exigencia de autonomía.” (Zuleta, 1995, p.8) La filosofía (de la educación) es en últimas, un ejercicio tanto teórico como práctico porque se ocupa de las experiencias educativas haciéndolas presentes por medio de preguntas y conceptos, al mismo tiempo que se cuestiona también por la vida, por las experiencias de la educación y por todo aquello que irrumpe en la vida de los sujetos haciéndolos devenir otras cosas, ese es su sentido práctico. Por ello, la crítica de Zuleta es sugerente porque la educación ha sido despojada de ese ideal filosófico que le permite a cada ser humano construirse como persona, como ser. Ahora, lo que importa es el resultado: aprender matemáticas, física, química, sociales, leer y escribir, etc. Una serie de saberes mecánicos que nos conduzcan directamente a la producción de objetos, de cosas que puedan ser útiles para el mercado. La educación no puede ser un producto manufacturado, revisado y avalado por un sello de calidad, es ante todo una relación de aprendizaje vital que edifica poco a poco lo que cada cual quiere ser. Finalmente, queremos terminar como iniciamos, con preguntas: ¿qué implica educar desde una perspectiva del acontecimiento? ¿Es posible en el contexto en el que nos encontramos? ¿Qué significa educar en el siglo XXI? ¿Para qué educar? ¿Qué papel juega la filosofía de la educación en las facultades de educación y las instituciones educativas? ¿Qué significa ser profesor, ser maestro en el siglo XXI? ¿Qué clase de sociedad nos propone la educación actual? ¿Cuáles son los fines de la educación? ¿Es una realidad eso que llamamos educación? ¿Por qué filosofía, si las ciencias de la vida conocen mejor al ser humano? ¿Cuál es el ideal de humanidad de las sociedades contemporáneas? ¿Qué significa e implica educar para la vida? 3

Referencias -

Bárcena, F. (2013). La filosofía de la educación: un aprendizaje. Educação y Realidade, Porto Alegre, v.38, n 3, p. 703-730, jul/set. Zuleta, E. (1995). Educación y democracia: un campo de combate. Bogotá: fundación Estanislao Zuleta.

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