Golpes Y Miel - Naobi C

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Golpes y miel — Naobi C.

DISCLAIMER Los personajes no me pertenecen, son obra y gracia de Stephenie Meyer creadora de Edward y Emmett Cullen. La trama es mía y las locuras que aparecerán aquí escritas son producto de mi imaginación, cualquier parecido con la realidad solo es mera coincidencia.

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Golpes y miel — Naobi C.

Hospital Provincial de Forks — Lunes, 20 de abril de 2009 — 02:27AM

Era una madrugada tranquila de urgencias en el hospital de Forks, apenas había tenido un par de pacientes, solo una contusión cerebral de una chica que se resbaló en el hielo y un coma etílico de un anciano vagabundo. Las enfermeras reían de algún chiste que les había contado el anestesista que estaba intentando ligar con ellas cuando la puerta se abrió de golpe. Por ella entró una chica joven tambaleándose, soportaba a duras penas su peso, una mano se apretaba con fuerza a su vientre y su pelo revuelto y mojado por la intensa lluvia estaba pegado a su rostro. Una enfermera se acercó a ella a sobresaltada dispuesta a ayudarla si quiera a llegar a una silla de ruedas, pero la chica la sujetó con tanta fuerza del brazo que casi le hizo daño. — El doctor Cullen… necesito ver al doctor Cullen —balbuceaba casi incomprensiblemente. — Lo siento cariño —se disculpó la enfermera— Carlisle no tiene guardia esta noche. — Edward… quiero ver a Edward —suplicó. Otra de las enfermeras que estaba observando la escena salió a la carrera hacia el área de descanso de los doctores vociferando el nombre del doctor Cullen más joven, en ese momento con los nervios y la angustia de ver a aquella pobre chica se olvidó por completo de que habría sido más rápido si lo hacía por megafonía. Edward se tensó cuando escuchó la voz de aquella enfermera llamándolo a gritos, podía notarse fácilmente que estaba ansiosa, que eso no era una típica urgencia en el tranquilo pueblo de Forks. Se puso en pie y sin escuchar a la pobre chica que lo llamaba a gritos, salió a toda velocidad hacia la zona de urgencias. Cuando llegó el alma le llegó a los pies de un solo vistazo. Allí estaba ella una vez más… tenía la cara desfigurada con el rabio roto y un ojo hinchado, las magulladuras de su cuerpo estaban tapadas por la ropa, pero seguro que era más que muchas. Era la cuarta vez que asistía a urgencias en lo que llevaba de mes. Otra vez le diría que se cayó o que se tropezó con sus propios pies. Le dolía ver como se dejaba, como engañaba a todo el mundo y no hacía nada para ponerle fin a su propio infierno. — ¿Qué ha sido esta vez, Bella? —preguntó con tono mordaz— ¿te has caído por las escaleras? ¿Un perro con seis patas se cruzó en tu camino? ¿O las puertas del armario se abrieron de repente y te golpearon misteriosamente?

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Ella no contestó, le dolía la dureza de sus palabras, pero las merecías, por estúpida, por no escuchar los consejos de nadie, por dejarse embaucar por promesas vacías de un futuro mejor. Solo pudo sollozar con fuerza mientras las lágrimas escocían en su ojo hinchado. — Bella… —susurró Edward con voz más dulce mientras apartaba unos mechones húmedos de su rostro dejándole ver el mal estado de este— ¿Qué te duele? Necesito saberlo para poder curarte. Ella volvió a sollozar mientras apretaba los brazos con más fuerza a su vientre, recordando los golpes, las duras palabras. Rezando mil plegarias para que no fuese demasiado tarde. — Estoy embarazada —dijo con un hilo de voz mientras más lágrimas nacían en sus ojos. Edward se quedó en shock, sus venas comenzaron a llamear de rabia, ira, frustración…. Formando un coctel muy peligroso para el que estuviese cerca… eso si no comentamos al mal nacido culpable de todo esto. — ¡Un ecógrafo! —gritó Edward después del shock inicial que provocaron las palabras de la pobre chica. Una enfermera salió a todo prisa volviendo con el aparato segundos después. Sin perder un segundo Edward rajó la ropa que cubría a Bella para encontrarse con su vientre… repleto de cardenales. No pudo evitar maldecir entre dientes y jurar que si algún día se cruzaba con esa… escoria, le haría pagar por cada golpe. Apretó casi desesperadamente la botella del gel frío sobre el vientre de Bella, ella se encogió por la sensación y porque varios chorros cayeron en golpes bastante fuertes sobre su más que sensible piel. Edward tenía el ceño fruncido y el semblante serio mientras comprobaba que todo estuviese bien, sus facciones se relajaron cuando comprobó que no había ningún problema, que esta vez había habido suerte… pero tenía que ponerle fin a todo esto. — El bebé está bien —susurró Edward sin mirare a la cara. Movió el monitor y señaló con el dedo una pequeño círculo que no cesaba de moverse intermitentemente —esto que ves aquí es su corazón, y esto la placenta. Has tenido suerte de que no le pasase nada. Bella suspiró aliviada y más lágrimas humedecieron sus mejillas. Estaba dividida en dos, adolorida físicamente por la paliza no era capaz de procesar los sentimientos encontrados que la embargaban. Su bebé había sido el culpable esta vez, pero él era inocente, era una vida que no eligió vivir. Ella tenía la obligación de protegerlo y hacer su vida más fácil. — Estoy harto —dijo Edward en un hilo de voz interrumpiendo sus pensamientos— no puedo creerte esta vez… no voy a hacer oídos sordos y mirara hacia otro lado. El hospital está obligado a denunciar casos como este. Ahora no eres sólo tú Bella, ese bebé no tiene poder de elección, tú sí. Bella ya había tomado su decisión en cuanto vio la mano levantada dispuesta a darle el primer golpe. Había jurado y perjurado devolvérsela cada vez que recibía una patada en su vientre. Estaba agradecida a quien quiera que fuese que estaba ahí arriba por mantener a su bebé sano y salvo. Pero no le permitiría a nadie más poner en peligro la vida de lo que más le importaba. — Voy a denunciarlo esta vez —dijo entre sollozos. 3

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Edward sonrió con pena y apretó su mano con ternura. — Le diré a las enfermeras que llamen a tu padre en lo que tardo en curarte, si él lo lleva todo irá mucho más rápido. Bella asintió mientras Edward buscaba los útiles necesarios para curarla, en lo que una enfermera llamaba a la policía de Forks y al asistente social. Pasaron pocos minutos para que el jefe Swan cruzase la puerta de urgencias como una exhalación, llamando a su pequeña a gritos mientras las enfermeras lo miraban con una profunda tristeza… el pobre hombre no tenía ni idea de lo que había pasado su pobre hija hasta ese momento. Edward dejó sola a Bella en lo que iba a hablar con su padre, y mientras le explicaba las malas y buenas noticas a este Rosalie Hale, la asistente social y cuñada de Edward hizo presencia en el hospital con toda la elegancia que la caracterizaba. Los tres se enfrascaron en una conversación donde los sollozos ahogados y las maldiciones hacían eco de todo el dolor que Bella había sufrido los últimos seis meses. Exactamente el tiempo que llevaba viviendo con su novio. Cuando ya tomaron una decisión Rosalie se dispuso a comunicársela en lo que el jefe Swan iba a buscar los operativos necesarios para poner en marcha el procedimiento a seguir en estos casos. Bella miraba tristemente la oscuridad de la ventana mientras se pasaba distraídamente una mano por su vientre, había estado cerca de perderlo… pero nunca más volvería a pasar. Estaba a decidida a poner un punto y aparte en su vida, y haría todo lo necesario para proteger a su bebé del monstruo que era su padre. — Bella —susurró Rosalie enternecida por la imagen y a la vez horrorizada por el estado de su antigua com0pañera de instituto. Ella le dedicó una mirada avergonzada, era impensable que alguien con la fortaleza interior que ella mostraba se dejase pisotear hasta ese punto —he venido a ayudarte. Bella solo pudo llorar, los brazos de su amiga la envolvieron con excesivo cuidado para no dañar su cuerpo adolorido. — Tu padre está de camino con dos agentes de policía, por desgracia él no puede hacerse cargo del caso —comenzó a explicarle Rosalie— un forense debe revisar tus heridas y hacer un informe médico con pruebas gráficas, tiene que fotografiar tus golpes —Bella sollozó más fuerte totalmente avergonzada—. Acabo de llamar a Alice para contarle todo… Jasper se ha ofrecido a llevar tu caso, también está de camino para comprobar que el procedimiento sigue su curso habitual. Ya le he dicho que es innecesario ya que estará aquí tu padre, pero ha insistido. Bella solo podía sollozar más fuerte mientras se aferraba al cuerpo de su amiga. Por fin saldría de ese infierno, esperaba que todo saliese bien para ella y su bebé, no se perdonaría que algo le pasase por su culpa. Dos horas después el forense policial ya la había reconocido, y sacado las fotografías necesarias. El jefe Swan, Edward, Rosalie, Jasper y hasta la misma Alice que fue capaz de quedarse en la cama, estaban en la puerta esperando poder entrar a ver a Bella.

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— Bella necesita un lugar a donde ir, no permitiré que vuelva a esa casa —dijo Alice con la mirada perdida. — Volverá a casa —dijo Charlie Swan con voz monocorde. — No tenéis sitio con los gemelos… sé que podrías apañaros pero Bella pondrá mil objeciones… sabes cómo es —replicó Rosalie. Charlie pensó sus palabras… tenía razón. Desde que Sue había tenido a Seth y Leah apenas había sitio en la casa, había agradecido que el nacimiento de estés coincidiese con que Bella se independizó para no tener problemas de espacio, ahora no podría meter a Bella en su casa sin poner todos patas arriba, Bella nunca estaría de acuerdo. — Le propondría llevarla a casa, pero tampoco iría por no hacer un mal tercio —susurró Jasper. Y es que su amiga era muy terca, siempre había querido darles espacio a las parejitas, por lo que no irrumpiría así como así en la casa de Jasper y Alice echando por tierra toda la tranquilidad que tienes tres meses después de su boda. Como tampoco iría con Rosalie y Emmett por el mismo motivo. — Me la llevaré conmigo —la voz de Edward sonó por primera vez desde que todos estaban reunidos. Cuatro pares de ojos lo miraron sorprendidos pero él no se amedrentó— no podrá oponerse a ir conmigo, vivo solo y tengo espacio de sobra, somos amigos desde la secundaria y sé cómo convencerla para que acepte. Charlie Swan frunció el ceño, no le gustaba la idea de que su niña compartiese techo con un chico, la última vez que lo permitió ella acabó… en el estado que estaba en ese momento. No podría perdonarse que volviese a pasar lo mismo de nuevo, pero conocía a Edward desde que era un bebé, conocía a sus padres, Carlisle y Esme no había criado a un maltratador. Así que solo pudo suspirar y asentir resignado. Bella cruzó la puerta de la habitación donde estaba seguida por un psicólogo del hospital, pese a los golpes y las marcas de su cara, su expresión era de serenidad, por fin había tenido el valor de dejar todo atrás… de salir a la superficie en ese mar de aguas negras en el que se estaba hundiendo. Sonrió débilmente al ver a su familia allí, porque ya todos eran su familia. Avanzó los pocos pasos que la separaban de ellos para fundirse en un abrazo en grupo que hizo que su espalda se quejase un poco, pero el cariño que sintió era el mejor bálsamo para sus heridas. — Ya está en el calabozo —dijo Charlie con voz contenida mientras abrazaba a su hija—, he hecho todo lo posible para que no le pusiesen fianza y no pudiese salir hasta el juicio. — Gracias papá —musitó con poca voz. — Bella vamos a casa —dijo Edward tendiéndole una mano, ella iba protestar pero la silenció colocando un dedo sobre sus labios— mañana discutiremos lo que quieras. Pero esta noche vendrás a dormir a mi casa y no hay pero que valga. Bella miraba distraídamente por la ventanilla del volvo mientras las calles vacías y las casas con luces apagadas quedaban atrás. Avanzaban hacia las afueras del pueblo donde Edward tenía su casa. 5

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— ¿Cómo estás… aquí? —preguntó Edward señalando su cabeza con un dedo. — ¿Qué quieres decir? —preguntó ella confundida. — Quiero estar a tu lado en todo, para eso necesito saber lo que cruza por esa cabecita — explicó. — Sabes cómo soy… —suspiró Bella— cuando tomo una decisión la sigo hasta donde no doy más. Michael Newton no volverá a ponerme un dedo encima. — De eso puedes estar segura… y si lo hace, no vivirá para contarlo —la voz de Edward sonó más dura y amenazante que nunca.

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Casa de Edward, Forks — Lunes 20 de Abril de 2009 — 6:15AM

Bella estaba encerrada en el baño, completamente desnuda mirándose los cardenales de su espalda en el espejo. Dos solitarias y silenciosas lágrimas caían por sus mejillas mientras pensaba en lo que podía haber perdido, en que tenía que haberse ido antes de esa casa, que tenía que haber abierto los ojos a tiempo… pero de una cosa no se arrepentía. Había una vida creciendo en sus entrañas, un motivo por el que volver a levantarse después de su tremenda caída, alguien por quien luchar y ser fuerte. Se cubrió con algunas de las ropas que Edward le entregó y salió de allí con un nuevo estado de ánimo. A partir de ese momento sería una nueva Bella, alguien sin miedo, con las ideas muy claras y que nadie… absolutamente nadie podría pisotear. Edward la esperaba mientras se frotaba los ojos con aspecto cansado sentado en el sofá. Había sido una noche muy larga, el cansancio de la noche en vela se añadía la preocupación por su amiga. Su amiga… que vacía le sonaba esa palabra. Había pasado su adolescencia enamorado de ella. Nunca se atrevió a decirle nada, siempre estaba ahí para escucharla y apoyarla cuando un chico le hacía daño, sabiendo el daño que se provocaba a sí mismo viéndola llorar por otro. Con el paso del tiempo fue olvidando su amor por ella y centrándose sólo en su amistad, ella era una persona maravillosa y quería tenerla en su vida aunque fuese como amiga. Intentó olvidarla en muchas camas con muchas chicas diferentes, pero ninguna relación fue lo suficiente importante para él. Todavía recordaba con amargura el día que Bella lo esperó a la salida del hospital hace seis meses, cuando con su cara sonriente y sus ojos brillantes le confesó que se iría a vivir con Newton… ese insecto había conseguido lo que él no pudo. Esa escoria la había camelado con palabras bonitas, con sus ojos azules y su pelo rubio de chico bueno, todo era una máscara, todo para llevársela y hacer con ella lo que quería, hasta hacerle daño… físico y moral. Se reprendió a sí mismo por no ser más fuerte y sacar a Bella de esa casa cuando las sospechas comenzaron a tomar forma. Cuando su brazo roto estaba acompañado de un gran cardenal en su espalda. O cuando se calló por las escaleras y se arrancó un diente. Había sido un completo idiota por creer esas mentiras… él mejor que nadie sabía cuando Bella mentía, pero su orgullo herido pudo más que su sentido de la responsabilidad y prefirió hacer oídos sordos hasta que ella misma le pidiese ayuda. Y ahora estaba en esa situación, se encontraba en una gran encrucijada, por una parte anhelaba estar con Bella en ese momento y vigilar su sueño, estar a su lado a todas horas por si necesitaba ayuda para cualquier cosa. Pero una parte de él quería ir al calabozo de la 7

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comisaría, estaba seguro que a Charlie no le molestaría que se colase en uno de ellos y ajustase cuentas con cierto chico rubio de ojos azules. Cuando estaba por levantarse y salir de allí sus ansias de venganza se apaciguaron por un momento. Bella había salido del baño vestida con su camiseta azul de la universidad y un pantalón de deporte que le había encogido en la secadora. Las ropas le iban demasiado grandes, y aunque tenía la cara amoratada no pudo ver algo más hermoso en su vida. Pero pudo apreciar algo diferente en ella, sus ojos, esos dos pozos chocolate que lo volvían loco, habían cambiado. Tenían un brillo diferente, y su sonrisa, ya no era esa mueca forzada que había visto a lo largo de la noche en la sala de urgencias, ahora sonreía con verdaderas ganas, le nacía sonreír así. No pudo evitar que sus labios se estiraran respondiendo aquella sonrisa. — Hey… ¿Qué tal? —preguntó en un susurro mientras palmeaba el lugar libre a su lado en el sofá. Bella se sentó y lo miró de reojo mientras su sonrisa se ensanchaba un poco. — Ahora estoy bien… gracias a ti —dijo mientras se ruborizaba. — No tienes que darlas… sabes que estaré aquí para lo que necesites —contestó Edward con el corazón en la mano. Bella lo abrazó y dejó descansar la cabeza en su pecho, escuchando los rítmicos latidos de su corazón. Edward disfrutó de cada segundo a su lado, oliendo el perfume de su propio champú en su pelo, sonrió estúpidamente ante los sentimientos que se comenzaron a despertar en su pecho. Esos sentimientos que creía olvidados y enterrados en el pasado. Esos sentimientos que comenzaban a estar de nuevo a flor de piel al tenerla tan cerca y tan necesitada de cariño, cariño que a él le sobraba y estaba dispuesto a regalarle solo pidiendo una sonrisa a cambio. Tardó muy poco en darse cuenta de que se había quedado dormida, pero fue incapaz de moverse, estaba tan a gusto en ese momento… sabía que en algún momento debería llevarla a su cama para que pudiese descansar mejor, pero se sintió más egoísta que nunca, no quería dejarla… no ahora que podía disfrutar de ella. Poco a poco el cansancio también fue haciendo mella en él y comenzó a sentir sus parpados cada vez más pesados. Esa era la señal, se puso en pie y cogió a Bella en brazos teniendo especial cuidado en no dañar más sus golpes, ella hizo una mueca de desgana pero se aferró a su cuello en cuanto tuvo oportunidad. Edward la cargó hasta su habitación y la dejó con delicadeza sobre la cama, la arropó y colocó un pechón de su pelo que caía sobre sus ojos. No pudo evitar sonreír ante la imagen de Bella durmiendo, nunca podría cansarle de mirarla mientras lo hacía, parecía tan vulnerable en ese momento… se enderezó reticente y comenzó a salir de la habitación. No había dado dos pasos cuando una voz lo llamó. — Edward… no te vayas —susurró Bella. Él volvió sobre los pocos pasos que había avanzado y se puso de rodillas junto a su cama. — Duerme Bella… estaré cerca —le dijo con dulzura mientras acariciaba su mejilla. Volvió a ponerse en pie y Bella se aferró con fuerza a su mano. 8

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— No me dejes sola… por favor… —suplicó. A Edward se le partió el corazón al verla así, no pudo hacer otra cosa que tumbarse a su lado. Pero Bella no estaba de acuerdo, hizo a un lado las mantas y le pidió con una mirada entre sus ojos entrecerrados que se acostase con ella. Edward tragó en seco y accedió a su petición con un nudo en la garganta, una cosa era estar abrazados en el sofá… otra muy distinta era dormir… en la misma cama. En cuanto se tapó con las mantas Bella volvió a acomodar su cabeza en su pecho, los latidos de su corazón la relajaban, la hacían olvidarse de los problemas y dejar atrás todo el miedo y el dolor. A su lado se sentía segura. Se sentía como la Bella fuerte y decidida que se había prometido ver mientras se miraba en el espejo del baño. Ambos volvieron a quedarse dormidos en cuestión de minutos, el cansancio era más fuerte que ellos y los tumbó irremediablemente. … “¿Embarazada? ¡Eres una inútil! ¡No vales ni para nada! Ahora no me vengas con que estás embarazada porque no me lo creo… lo que quieres es engancharme para que no pueda dejarte” “Mike ha sido sin querer… en esto tenemos tanta culpa tú como yo” “¿Me estás echando la culpa a mí? Seguro que es de algunos de esos amiguitos que van a comprar a tu librería… eres una zorra y te revuelcas con cualquiera… ¡ahí tienes el resultado!” “Sabes que nunca me he acostado con otro desde que estamos juntos” “Tenía que haberte dejado atada a la cama como la perra que eres… así no podrías follarte a cualquier que llevase pantalones” Cerró los ojos ante el primer golpe, que la tiró de espaldas al suelo, se cubrió el vientre con ambas manos cuando lo vio dispuesto a patearle… suplicándole por favor que no lo hiciera, mientras él le repetía una y otra vez que no sería el padre de un bastardo, que no quería a ese engendro y que no se haría cargo de la estupidez de otro. … Se despertó gritando y cubierta de sudor mientras se llevaba las manos a su vientre para proteger a su bebé. Unos fuertes brazos la rodearon y se tensó al instante, comenzó a revolverse intentado escapar pero se tranquilizó cuando escuchó la voz de Edward susurrando palabras en su oído para tranquilizarla. Se abrazó a él como si su vida dependiese de ello. Mientras Edward maldecía entre dientes y sumaba una más a larga listas de cosas que Michael Newton tendría que pagarle. Nadie podría hacer sufrir a un ángel como lo había hecho él, tenía que devolver cada una de las lágrimas que Bella había derramado y derramaba por su culpa.

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Apartamento de Mike Newton — Forks — Miércoles 22 de abril de 2009 — 02:45 PM

“¿Otra vez hablando con Cullen? ¿Te estás revolcando con él?” “No digas estupideces Mike… sabes que solo somos amigos” “Sí… ya… “amigos”. Yo también era tu amigo hasta que te metiste en mi cama” “Sabes que nunca te he engañado con nadie… no seas melodramático” “Nunca podré estar seguro de eso…” “Mike…” “Ven a vivir conmigo aquí, Bella, así podremos vernos más y mis celos se calmarán un poco” “Solo llevamos un par de semanas juntos… es un poco precipitado” “¿No me quieres? ¿Es eso verdad? ¿Estás jugando conmigo?” “Mike…” “Sólo quiero estar seguro de que eres mía Bella… porque eres MÍA y de nadie más” … Ese recuerdo invadió su mente en cuanto cruzó la puerta de lo que fue su “nidito de amor”, que estúpida había sido al creer sus mentiras. Al dejarse embaucar por sus palabras bonitas… su posesividad siempre le pareció un gesto bonito y romántico… hasta que las palabras “tú eres mía” salían mientras recibía un golpe tras otro. Un estremecimiento recorrió su espalda y miró sobre su hombro para comprobar que Edward la seguía como prometió. — Tranquila Bella —le susurró él— no está aquí, y no te dejaré sola. — Lo sé —musitó con un débil asentimiento. Caminó temerosa hasta la que fue su habitación hasta hacía dos días y entreabrió la puerta mirando en interior. La cama estaba revuelta y las sabanas tenían manchas de sangre… su sangre. Cerró los ojos y dio una vuelta de ciento ochenta grados al recordar lo que había pasado en aquella habitación solo cuarenta y ocho horas antes. Edward rodeó su pequeño cuerpo con sus brazos y susurró palabras de aliento en su oído. Sabía que eso no le estaba resultando nada fácil, ni a ella ni a cualquier otra persona en su situación, pero Bella era fuerte… saldría de esta, él la ayudaría en todo lo que pudiese. — Recoge lo que necesites y salgamos de aquí cuanto antes —le dijo Edward mirándola a los ojos. Bella asintió mientras ahogaba los sollozos y se limpiaba una lágrima con cuidado de no lastimar más su ojo hinchado. Sin mirar mucho a su alrededor buscó una maleta bajo la cama y comenzó a meter sus ropas dentro. No se detuvo a doblar cuidadosamente cada prenda como lo hacía normalmente, ni si quiera era consciente de lo que estaba guardando, pero cada vez 10

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que se equivocaba y agarraba algo que no era suyo, inconscientemente lo soltaba como si le quemase al tacto. Edward la observó en silencio, le gustaba ver la elegancia de sus movimientos, se podía percibir a simple vista su fragilidad, pero debajo de esa fachada sabía que había una mujer fuerte, decidida… él se encargaría de hacerla resurgir de nuevo, y haría todo lo posible por no alejarse de su vida nunca más. — ¿Todo listo? —le preguntó cuando la vio inmóvil mirando por la ventana. Ella solo asintió, Edward cerró su maleta y caminó hacia la puerta. Bella se quedó en el mismo lugar mirando una fotografía que había sobre la mesita de noche… sobre su mesita de noche. Eran Mike y ella juntos, en el parque de atracciones de Port Ángeles el día que ella se mudó a vivir con él. Sus ojos eran felices, rebosaban amor… esa misma noche fue cuando recibió el primer insulto. Nunca la palabra “tonta” le había dolido como cuando él la pronunció con tanto desprecio. Solo porque se tropezó como ya era costumbre y se dio un chichón contra la puerta del baño. “Tienes que mirar donde pones los pies… eres tonta” El desprecio que teñía su voz cuando pronunció esa palabra le revolvió el estómago. Las nauseas amenazaron con hacerse notar y fue corriendo al baño, se dobló sobre el retrete y vomitó el desayuno que Edward tan amablemente le llevó hasta la cama esa mañana. Sintió unas suaves caricias en su espalda y unas palabras dulces en su oído. Edward estaba a su lado, sujetando su pelo y tranquilizándola. Se recostó sobre su pecho en lo que él le tendía una toalla para que se limpiara, lo hizo pero arrugó la nariz… olía como Mike. Cuando su cabeza dejó de dar vueltas se puso en pie y se encaminó presurosa hacia la sala de estar. Buscó su portátil y lo encontró en el suelo, hecha trizas después de haber impactado contra la pared. Se acuclilló y sujetó algunos pedazos entre sus manos mientras sentía las lágrimas saladas recorriendo sus mejillas. Ahí estaba su trabajo de los últimos tres meses… ahí estaba el libro que tanto se había esforzado en escribir… hecho pedazos… hasta eso tuvo que robarle… su sueño. — Puedo comprarte otra si la necesitas —oyó la voz de Edward y lo vio apoyado en el quicio de la puerta con su maleta en la mano. Negó con la cabeza haciendo que las lágrimas que colgaban de su barbilla cayesen al suelo. — Lo importante es lo que contenía —dijo con un hilo de voz. Edward no pudo decir nada, desconocía lo que tenía ella guardado en ese disco duro. Se reprendió a sí mismo por no saberlo. La rabia que sintió cuando ella le dijo que se iba a vivir con él obligó a apartarse, se creó un muro imaginario a su alrededor para que ella no pudiese traspasarlo. Poco a poco se alejó de su vida, apenas se veían y cuando lo hacían apenas cruzaban unas pocas palabras. Las últimas veces que la había visto fue en la misma sala de urgencias, cuando ella acudía por sus pequeños accidentes domésticos. Negó con la cabeza y desechó esos pensamientos, ahora pertenecían al pasado y tenía que hacer lo posible por ayudar a Bella a salir de ese hoyo. — Bella… —la llamó en un susurro—, es mejor que nos vayamos. 11

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Ella solo se puso en pie y asintió mientras dejaba caer los pedazos de su portátil al suelo provocado un sonido metálico que retumbó en el silencioso apartamento. Salieron del apartamento sin cruzar una palabra. Edward le cedió su espacio, sabía que ahora necesitaba centrarse en sí misma y dejar todo lo que había vivido atrás, aunque tendría siempre el recordatorio de esos meses reflejados en su bebé. Sabía que podía llegar a ser duro para ella ver la cara de su fututo hijo o hija y recordar lo que el bastardo de su padre le hizo, pero también conocía a Bella y sabía que su respeto hacia una vida inocente podría más que sus miedos. Que sabría cómo querer y amar cada una de las cosas que había traído esa nueva personita a su vida. — No es necesario que me quede en tu casa —murmuró Bella con la mirada perdida en la ventanilla. — Es necesario, no voy a dejarte sola —protestó Edward. — Él está en la cárcel ahora y hasta el juicio, no es como si fuese a atacarme mientras duermo —continuó insistiendo. — Estaré más tranquilo si te tengo cerca. Bella lo miró y entrecerró los ojos. — ¿Por qué lo haces? —preguntó sin desviar la mirada. — ¿Por qué hago el qué? —respondió con otra pregunta intentado evadir el tema mientras pensaba en una respuesta que no le dejase en evidencia. — ¿Por qué haces… esto? ¿Por qué te preocupas por mí? ¡no lo merezco! —casi gritó. — Lo mereces… ¿me oyes? Tú no tienes la culpa de nada —dijo con voz dura— Lo hago porque eres mi amiga… los amigos están para eso… Le dolió cada palabra pronunciada en la última frase. Sentía que le mentía, sentía como si se arrancase el corazón y se lo diese de comer a los buitres. Bella suspiró y volvió a mirar por la ventana. — Gracias… —susurró— pero ya te he dio que no tienes porqué hacerlo. — Quiero hacerlo… déjame pagarte mi estupidez de ese modo —pidió Edward tomando su mano. — ¿Tu estupidez? —preguntó volviendo a mirarlo con el ceño fruncido. Edward suspiró y la miró de reojo. — Me alejé de ti porque no me gustaba Newton —Bella se encogió al oír ese nombre y él se maldijo por pronunciarlo—. No estuve a tu lado cuando me necesitaste, y cuando ibas a urgencias… yo intuía lo que estaba pasando y nunca puse nada de mi parte para ayudarte… fui muy egoísta.

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— Ya no importa Edward —suspiró ella— aquí la única culpable soy yo por dejarme de ese modo. Tuve que salir corriendo al primer síntoma, en cambio lo achaqué a los nervios y a su trabajo. — Ahora no pensemos en eso… ¿sí? —la interrumpió Edward—. Mejor vamos a casa de mis padres que se mueren por verte. Bella se tensó y agarró su mano con más fuerza. — No quiero que nadie me vea así… —murmuró mientras se sonrojaba. — No es tu culpa lo que ha pasado… no debes avergonzarte… Esme y Carlisle saben lo que ha pasado y no te harán sentir mal… lo prometo.

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Casa de Edward — Forks — Viernes 24 de Abril de 2009 — 11:27 AM

Después de unos días que pidió libres para poder ocuparse de Bella, Edward tuvo que volver al trabajo. No le gustaba la idea pero no tuvo otra opción, debía seguir con su vida. Bella estaba intranquila, no había estado sola desde que decidió dejar a Mike, Edward había estado con ella, incluso habían dormido juntos para evitar que ella tuviese pesadillas. La casa de Edward le parecía enorme y solitaria estando sin compañía. Se paseaba del sofá a la cocina, donde abría el frigorífico y sin coger nada de su interior volvía al sofá para repetir la misma operación a los cinco minutos. No le gustaba esa sensación en la boca del estómago. Sabía que Mike estaba en prisión, pero eso no evitaba que sintiese miedo, estaba sola… sola. En un momento dado incluso creyó oír ruidos en el piso de arriba, subió, rodillo en mano, las escaleras lentamente para encontrarse con los dormitorios desiertos. Suspiró y gimió frustrada… se estaba volviendo loca. Bajó las escaleras de nuevo y se dejó caer en el sofá, el rodillo cayó de su mano y rodó lentamente hasta chocar con el aparador que había frente a ella. Miró al techo y encontró una grieta, siguió su curso durante varios segundos hasta que el ruido del timbre la hizo dar un brinco en el sofá. Avanzó hacia la puerta principal temerosa, no era su casa y no esperaba a nadie… aunque bien podría ser alguno de los Cullen, sabían que estaría sola y quizá vendrían a darle un poco de compañía… pero eso era improbable, todos estaban en su trabajo. O quizá Charlie…. no, estaba de servicio. Miró por la mirilla y una sonrisa se formó en su rostro. Abrió la puerta de un tirón y se tiró a sus brazos… lo había extrañado tanto. — ¡Emmett! —gritó rodeando su cuello con sus brazos. — ¡Enana! —respondió él abrazándola con fuerza. Bella gimió y sintió dolor, todavía tenía una fuerte contusión que la molestaba en su espalda, pero abrazar a Emmett lo compensaba. Él entró en la casa con Bella todavía colgando de su cuello, pateó la puerta para que se cerrara y la llevó hasta el sofá, donde se sentó y colocó a Bella sobre sus rodillas. — ¿Cómo estás? —le preguntó en un susurro. Bella no contestó, no tenía voz. Las lágrimas habían comenzado a descender por sus mejillas incontrolablemente. Le había dolido alejarse de sus amigos cuando Mike se ponía agresivo porque pasaba demasiado tiempo con ellos, pero sobre todo le había dolido separase de Emmett, él era su confidente, casi como su hermano mayor. Emmett era un par de años mayor que Bella y Edward, se conocieron en el colegio porque Emmett había repetido un curso, él siempre la defendía de los niños que intentaban molestarla, y en el instituto siempre ahuyentaba a los chicos que intentaban algo con ella, que pena que no había estado para ahuyentar también a Mike… — Siento mucho no haber estado aquí —se disculpó Emmett.

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— No te preocupes —contestó ella con voz ahogada— estabas de viaje. Se alejó un poco de él y miró sus ojos… esos ojos azules que le transmitían tanta tranquilidad. — No es eso de lo que hablo… y lo sabes —contestó casi gruñendo. — Ya no importa Emm… —le restó importancia. — ¿Sabes que puedo matarlo? —sus ojos mostraban una clara amenaza. — No merece la pena que manches tus manos con él… ya todo está solucionado —contestó Bella. Lo abrazó y apoyó la cabeza en su pecho… su gran pecho. Emmett era muy grande, mucho más que ella. Su aspecto amedrentaba a cualquiera, Mike le tenía miedo por eso no le gustaba que compartiesen mucho tiempo juntos. No por más Emmett era jugador profesional de rugbi y por eso pasaba largas temporadas lejos de casa. — ¿Dónde está Edward? —preguntó Emmett después de unos minutos de silencio. — En el trabajo… — ¿Te ha dejado sola? —rugió tensándose. — Mike está en la cárcel y él tiene obligaciones que no debe desatender por mi culpa —se quejó Bella. — ¿Por qué no te vienes con Rose y conmigo? Sabes que no molestas… —preguntó el chico. Bella se apartó de él y lo miró a los ojos. — Me conoces muy poco si piensas que voy a aceptar esa propuesta… —dijo molesta. — ¿Por qué? Allí siempre estarías acompañada, el trabajo de Rose es solo en las mañanas y yo estaré una larga temporada en casa. — No pienso meterme en una casa con una pareja de recién casados —protestó ella cruzándose de brazos. — Llevamos dos años casados… creo que la luna de miel ha quedado muy lejos. — Emm… tú y Rose tenéis una luna de miel constante… no podré soportar vuestros gemidos en las noches —confesó sonrojada—. Con Edward estaré bien hasta que pase el juicio, después me buscaré algo. — ¿Piensas irte sola? —preguntó alarmado. — No voy a esconderme… el malo es él, no yo —dijo con poca voz. — Eso lo sé… pero no me gusta la idea de que estés sola —Emmett parecía realmente preocupado.

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— No puedo quedarme aquí… Edward en muy amable, pero cuando nazca el bebé ocuparemos demasiado espacio y no puedo someterlo a nuestra presencia. Emmett sonrió tristemente “¿Sometido?” pensó “Edward estaría en la gloria”. Para nadie pasaron desapercibidos los sentimientos de Edward por Bella, solo para ella. Que quizás por miedo a no estropear su amistad se forzó a mirar hacia otro lado cuando las señales del chico de pelo cobrizo eran más que evidentes. O quizás era miedo a sentir lo mismo… ¿Quién sabe? Después de otro silencio solo roto por el sonido de sus respiraciones, Emmett se rascó la cabeza algo nervioso, quería preguntar algo pero no sabía si era buena idea… no quería meter el dedo en la llaga, pero su curiosidad era más fuerte que su miedo a hacerle daño, así que las palabras abandonaron su boca antes siquiera de que pudiese darse cuenta. — ¿Cuándo empezó todo? Bella lo miró… sabía que preguntaría algo como eso, y aunque le dolía recordar sabía que se lo debía. Se lo debía por no haber confiado en él antes, por no haberle confesado el infierno en el que se había convertido su vida. Sus recuerdos comenzaron a tomar forma en su cabeza y con un suspiro comenzó el relato a media voz. — Todo empezó cuando nos fuimos a vivir juntos… esa misma tarde comenzó a insultarme — desvió la mirada avergonzada— no le di importancia porque pensé que solo necesitaba acostumbrarse al cambio, me había metido en su casa y había irrumpido en su vida, era normal que necesitase un periodo de adaptación. — ¿Qué tipo de insultos? —preguntó Emmett con la mandíbula tensa. — Comenzaron siendo tonterías… “tonta”, “inútil”… después fueron las vejaciones… siempre me hacía a menos comparándome con los demás… con cualquiera, no importaba quien. No cocinaba como su madre, no doblaba la ropa como su hermana, mi pelo y mi cuerpo no eran tan bonitos con los de aquella modelo y no… —palabra se le quedó atragantada y una mirada de su amigo la invitó a continuar— y no follaba como Jessica. — ¿Jessica? —preguntó Emmett sorprendido. — Sí… Jessica Stanley, me engaño con ella durante meses… lo sabía y nunca hice nada… — confesó mientras dos lágrimas descendían por sus mejillas. — ¿Por qué? — Le tenía miedo a Mike… la primera vez que… cuando le reclamé por estar con ella su respuesta fue un puñetazo en el estómago. La primera vez que me golpeó fue por eso… si sacaba el tema sabía que volvería a hacerlo, así que me callé. — Bella… — Sé lo que estás pensando —lo cortó ella secándose las lágrimas con el dorso de la mano— que he sido una estúpida y que en parte me lo merecía por no haberle plantado cara desde un primer momento, pero tenía miedo… mucho.

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— ¡Por supuesto que no pienso eso! —gritó Emmett— Nadie merece que lo golpeen y mucho menos tú… así que no quiero volverte a oír que lo merecías porque entonces sí que merecerás el castigo que yo te ponga. Bella río… la piel de su labio partido tiró un poco e hizo una mueca de dolor llevándose una mano a él. Emmett la tomó con cuidado de la barbilla y miró sus heridas todavía sin currar. Otra lágrima escapó de los ojos de Bella al sentir el escrutinio de su amigo. Las facciones de Emmett se fueron endureciendo al imaginar cómo se habían producido esas heridas y marcas… su ira crecía por momentos. Nadie, absolutamente nadie, hacía daño a alguien de su familia y vivía para contarlo. Bella era de la familia, como su hermana, y si la tortilla daba la vuelta podría llegar a… no. “mejor esperar a que las cosas sucedan antes de adelantar acontecimientos” Peor Mike pagaría por lo que le hizo a Bella. — Emmett… estoy bien —susurró ella acariciando su mejilla para tranquilizarlo. Él desvió la mira y respiró profundamente para tranquilizarse antes de volver a hablar. — Si no lo matan en la cárcel lo haré yo cuando salga —dijo con voz ronca por la ira. Bella solo enterró la cabeza en su pecho de nuevo, necesitaba sentirse querida, sentir que las personas que más amaba en su vida estaban a su lado en ese momento.

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Hospital provincial de Forks — Lunes 4 de mayo de 2009 — 09:32

— No es necesario que te quedes —susurró Bella. Ella y Edward estaban en la sala de espera para la primera ecografía de su embarazo. — ¿Quieres que me vaya? —preguntó él intentando ocultar el dolor de su voz. — No —contestó Bella con firmeza—, pero no me gustaría que desatendieses tu trabajo por preocuparte por mí, estaré bien. — No estoy dejando nada importante, lo prometo —intentó convencerla Edward con una sonrisa— ¿Me dejas entrar contigo? — Sí —Bella no pudo evitar sonreír. Su amigo siempre estaba a su lado, se sentía segura solo con su simple presencia. No sabía cómo pagarle todo lo que estaba haciendo por ella, él y el resto de la familia Cullen. Rosalie era asistente social e hizo que las pruebas de las agresiones de Mike fueran más que contundentes, y Jasper era un refutado abogado que estaba llevando su caso ante los tribunales. Recordar eso trajo a su memoria el juicio y se estremeció, esperaba que al menos Mike pasara unos años en prisión, para que ella pudiese salir adelante y poder defenderse a sí misma y a su bebé. — ¿en qué piensas? —a la distrajo Edward. Ella lo miró y sonrió mientras su corazón daba un brinco…. ¿qué significaba eso? — En el juicio —suspiró— estoy deseando que esta pesadilla acabe. — Lo hará pronto… verás como dentro nada ya no te acordarás tanto de todo esto —intentó tranquilizarla Edward. — Señorita Swan, es su turno —los interrumpió una enfermera. Ambos se pusieron en pie y entraron en la consulta del doctor. Bella estaba Tensa y Edward tomó su mano entre la suya para intentar tranquilizarla, no era bueno para el bebé que se pusiese en ese estado. — Hola Edward —saludó el doctor Cooper a su colega. — Hola Coop —le contestó él dándole la mano que le tendía. — ¿Cómo tu por aquí… y tan bien acompañado? —preguntó el doctor sonriendo con picardía. — Ya ves… —contestó simplemente encogiéndose de hombros. El doctor Cooper palmeó su hombro en un gesto de camaradería y Edward sonrió. El doctor comprobó los estudios que había pedido para Bella y luego le pidió que se tumbase en la camilla. Edward se sentó a su lado y después de que ella descubriese su vientre ya un poco abultado él le tomó la mano con fuerza insuflándole ánimos. 18

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El Doctor comenzó a mover el aparato por su vientre esparciendo el gel frío que la hacía estremecer, pero ella solo temía que las cosas hubiesen cambiado desde la última vez y su bebé no se encontrase bien. Se tranquilizó un poco cuando el doctor sonrió con complicidad mirando a Edward de reojo, eso tenía que ser una buena señal. — Bueno… —suspiró el doctor— ¿quién te hizo la última ecografía? —preguntó con el ceño fruncido. — Fui yo… —confesó Edward— ¿hay algún problema? Ya sabes que no soy un experto en estos temas. — No es nada malo… —río— pero sí una sorpresa. Edward y Bella se miraron confundidos y luego volvieron su mirada al doctor esperando una explicación por su parte. — Todo está bien, estás embarazada de unas nueve semanas —dijo el doctor— pero, a este súper médico de aquí se le escapó un pequeño detalle. Comenzó a reírse y Edward ya nervioso se puso en pis y sin soltar la mano de Bella miró el monitor donde estaba el bebé de Bella… bebé… bebés… en plural. Abrió los ojos sorprendido y miró a Bella de reojo mientras sonreía. Ella se puso nerviosa, no entendía porque no le decían nada, ¿pasaba algo malo? Si era así… ¿por qué sonreían? No pudo evitar que dos lágrimas descendiesen por sus mejillas. El doctor giró el monitor para mostrárselo a Bella y tranquilizarla. — Mira… —susurró— como puedes ver sus corazones laten perfectamente. — ¿Corazones? —preguntó ella frunciendo el ceño. — Sí… Bells son gemelos —dijo Edward emocionado. — ¿Gemelos? —preguntó ella todavía sin poder creérselo… “Gemelos” se repetía mentalmente “voy a tener dos bebés…” si ya creía que su bebé sería como un rayito de sol el tener dos era casi como… una explosión de felicidad. Ahora tenía dos motivos por los que luchar, dos razones para levantarse cada mañana y ser más fuerte que el día anterior. Sonrió mientras otras lágrimas, esta vez de felicidad, volvían a descender por sus mejillas. Edward se acercó a ella y besó su cara borrando con sus labios todo rastro de llanto. Debía ser feliz, debía no llorar y sonreí como lo hacía en ese momento. Se prometió a sí mismo luchar por ella, por ella y por esos dos milagros que creían en sus entrañas y que esperaba que le trajeran la felicidad que ella merecía. Estaba seguro de que aparte de él, toda su familia estaría a su lado y la apoyaría en lo que fuese. El doctor, malinterpretó el gesto de Edward, y sumándolo a sus palabras cuando entró en la consulta se acercó a él y lo felicitó por su próxima paternidad. Edward no lo desmintió, aunque miró de reojo a Bella para ver su reacción, ella estaba tan embelesada viendo la imagen de sus pequeños en el monitor que no fue consciente del intercambio de palabras entre los dos doctores. 19

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De vuelta a la casa en el coche de Edward, Bella no podía apartar la mirada de la impresión de la ecografía que le había dado el doctor, todavía no podía creerse que fuera a tener dos bebés, dos bebés suyos… solo suyos. En el fondo le dolía no tener a nadie con quien compartir esa dicha, pero se reprendió mentalmente solo por ese pensamiento. No quería a Mike a su lado y estaba Edward para compartir su felicidad… Edward… pensar en él a su lado durante la ecografía, en cómo se comportó con ella. No podía ser… no podía volver a comenzar todo de nuevo. Edward solo estaba con ella por ayudarla, eran amigos y nada más. Bella durante su adolescencia creyó sentir algo más por su amigo, pero lo disfrazó de amistad. Él en aquel entonces estaba saliendo con Tanya Denali, y Bella no se sentía capacitada para luchar contra ella por el amor de Edward, y mucho menos para ganar… solo dios sabe que equivocada estaba. Que hizo un sacrificio innecesario ocultando sus sentimientos y esforzándose por olvidar a alguien que hacía lo mismo con ella. Pero ya era tarde, ahora ella estaba marcada, y no solo por los golpes que le había dado Mike, tampoco por las veces que la forzó, las veces que la hizo suya hasta hacerla sangrar. Ahora dentro de ella crecían dos bebés que aunque no tenían la culpa de nada, crecerían sin padre. No podía obligar a nadie a hacerse cargo de ellos, no podía pedir que algún hombre quisiese a esos niños como suyos. Mucho menos Edward. Él merecía una mujer completa, alguien sin un pasado tan tormentoso y sin la carga añadida de dos hijos bastardos, sí, aunque doliese esa palabra sus hijos lo serían, no tendrían un padre nunca, y aunque lo tuviesen este no tendría la posibilidad de disfrutar de ellos. “Nadie puede quererte porque eres una zorra” Resonó en su cabeza… “¿Tengo que golpearte para que aprendas como se debe mamar una buena verga? Creía que con tus salidas con los Cullen lo hacías mejor” “Sólo me tienes a mí y lo sabes… nadie podrá quererte después de esto” Ese día fue uno de los peores… Mike la marcó como suya, con una navaja grabó las palabras “eres mía” en su espalda permanentemente. Después la herida se infectó, y las cicatrices son todavía más visibles de lo que deberían. Una lágrima rodó lentamente hasta su barbilla e intentó hacerla desaparecer con disimulo para que Edward no se diese cuenta, pero no valió de nada el esfuerzo. El coche se detuvo cuando todavía quedaban un par de kilómetros para llegar y los brazos de Edward la rodearon, ella se dejó hacer, enterró la cara en su pecho y aspiró ese aroma tan embriagante que emanaba de él, se reprendió por ello inmediatamente. Ella no merecía a un hombre como Edward, mucho menos a él mismo. — ¿Qué pasa pequeña? —susurró Edward con dulzura. Ella no pudo contestar, tenía un nudo en la garganta que le impedía poder pronunciar ni una sola palabra. Edward la estrechó con más fuerza. — Todo estará bien Bella… sabes que me tendrás para lo que necesites —las palabras de Edward en lugar de tranquilizarla la pusieron más nerviosa… no podía ser, no podía dejar que Edward dejase de lado su vida por estar con ella. Era lo más egoísta que había hecho nunca. 20

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Juzgado de Forks —Miércoles 27 de mayo de 2009 — 10:30 AM

Bella estaba nerviosa, sentada en las incomodas sillas de plástico en el pasillo del juzgado, no dejaba de ver sus manos mientras una se retorcía contra la otra. Hoy era el día del juicio, vería a Mike después de más de un mes y no sabía como iba a reaccionar al tenerlo frente a frente. Estaba muy segura de que no sentía por él ni la mitad de lo que sentía cuando se fue a vivir a su casa, pero todavía le quedaba algo dentro de su corazón. Se podría pensar que era tonta, pero sabía que Mike tenía un problema, que no era malo de verdad, solo que no sabía cómo canalizar sus emociones y eso lo hacía violento y agresivo. Pero aunque pensara eso, no volvería con él, nunca podría perdonarle. Había atentando contra la vida de sus propios hijos, es más, estaba casi segura de que sus golpes eran claramente pensados para provocarle un aborto. Podría perdonar que la golpeara a ella, podría soportar sus insultos, pero nunca que le hiciera daño a sus dos rayitos de sol, que sin siquiera haber visto la luz por primera vez ya eran el único motivo por el que continuaba viva. Miraba hacia el pasillo con nerviosismo, en cualquier momento aparecerían el fiscal y el jurado… también Mike. No quería verlo, pero sabía que era indispensable para que todo acabase cuanto antes. Jasper paseaba de un lado a otro del pasillo también nervioso, no era su primer juicio de malos tratos, pero si la primera vez que tenía que defender a alguien de su entorno. Siempre había bromeado con sus amigos de que si en algún momento tenían algún problema legal, él estaría allí para ser su abogado y su hombre de confianza. Hubiera deseado no tener que decir nunca esas palabras en tono de broma cuando Alice le contó lo que le estaba pasando a Bella. Él adoraba a esa chica, era como su hermana, además de una de las mejores amigas de su mujer. Y pensar que un mal nacido le había puesto la mano encima lo ponía de los nervios. Emmett abrazaba a una Rosalie que hacía sonar sus dientes con rabia, ella como asistente social tendría que testificar, sabía exactamente lo que tenía que decir para que esa escoria se pudriese en la cárcel, además había tirado de su influencia para conseguir que Ángela Weber fuese la fiscal que llevara el caso. Ella había sido también compañera de Bella en el instituto, y aunque no habían sido amigas en toda la extensión de la palabra, sí mantenían una relación por ser compañeras de mesa en alguna clase. Ángela sabría sacarle a Mike todos los trapos sucios frente al jurado para que este pidiese la pena mayor para él. Emmett solo estaba, había decidido dejar su mente en casa para no alterarse y hacer una estupidez, si por él fuera, pediría que lo dejasen a solas con Mike para partirle uno a uno todos los huesos de su cuerpo. Pero sabía que eso no era posible, y como sería la única forma en la que él vería pagado su crimen, prefirió no pensar, solo estar allí para apoyar a su prácticamente hermana con su presencia, pero sin pensar en lo que querría hacer si pudiese. Alice hablaba, hablaba con todo el mundo y a la vez con nadie porque no le prestaban la menor atención. Pero era el único modo que conocía para no pesar, para no pensar y saltar encima de Mike para arrancarle los ojos con sus propias manos. 22

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El jefe Swan estaba allí profesionalmente para proteger a la acusada, su hija en esta ocasión. Le habían prohibido formar parte del caso y lo peor para él, ir a detener al hombre que le había hecho daño a su hija. Para él fue lo más duro mantenerse en ese hospital mientras el forense fotografiaba las heridas de Bella, él ansiaba estar en la calle, pateándole el culo a ese individuo que había osado atacar a lo que más quería en este mundo. Pero había conseguido estar allí de modo profesional y haría uso de su arma al menor indicio posible. Renée estaba en su casa mirando fotos de Bella cuando era Bebé… sabía por todo lo que estaba pasando su hija, y se lamentaba terriblemente por estar tan lejos de ella y no haber podido protegerla cuando más lo necesitaba. Encima de todo, una tormenta tropical había cerrado el aeropuerto de Jacksonville y no había podido viajar para estar con ella el día del juicio. Esme y Carlisle estaban allí como mero apoyo moral. Veían a sus hijos totalmente nerviosos, y Esme estaba sentada junto a Bella intentando tranquilizarla con su sola presencia. Carlisle estaba y no estaba, no comprendía como alguien podría hacerle daño a una chiquilla tan dulce como Bella, y esperaba que el jurado fuese lo suficiente sensato como para ver lo evidente y que Michael pagase por su delito. Edward… Edward era el que estaba en peor estado. A él más que a nadie le estaba doliendo lo que sufría Bella en ese momento. Estos días que había pasado en su casa le sirvieron para acercarse más a ella, para conocer a la verdadera Bella que había tras su timidez y sus sonrojos. Y todavía la amaba más que antes, además que sabía lo frágil que estaba en ese momento y que podría derrumbarse si las emociones se hacían más fuerte que ella. Estaba sentado junto a Bella y pasaba uno de sus brazos por sus hombros protegiéndola y dándole calor. Ella agradecía ese contacto casi tanto como el aire que respiraba, se había hecho tan dependiente de su presencia que casi le daba miedo. Lo necesitaba a su lado en la cama durante las noches para no tener pesadillas. Lo echaba de menos cuando el día se acababa y él estaba trabajando en el hospital… y lo echaba de menos cuando tenía que morderse la lengua para no decirle cuanto le amaba. Charlie se tensó y Emmett hizo más fuerte el agarré en la cintura de Rosalie. Edward tomó la cabeza de Bella y la enterró en su pecho para que no mirase. Mike avanzaba hacia la sala del juicio con las manos y los pies encadenados. Alice lo taladró con la mirada arrepintiéndose de no tener rayos láser en sus ojos y poder fulminarlo en solo un segundo. Bella sollozó con fuerza sabiendo lo que estaba pasando, Edward la tranquilizó susurrándole palabras dulces al oído y Esme tomó con fuerza una de sus manos para mostrarle su apoyo. Bella, dentro de todo lo malo, se sintió bien, contaba con el apoyo incondicional de su familia, también de familia Cullen, pero sobre todo contaba con él, con Edward. Y eso, aunque estaba impidiéndoselo a ella misma, la hacía sentir mariposas en el estómago. Después de que Mike entrase en la sala, todos se pusieron en pie y lo hicieron también. Jasper sujetó a Bella con cariño por la cintura y la ayudó a avanzar por el pasillo hasta sentarla frente a la tribuna del juez. Ella se juró a si misma que no levantaría la mirada, que no haría la estupidez de mirarle y sentir lástima por Mike, él no había tenido ninguna cuando pateaba su vientre intentando quitar de en medio a sus bebés.

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Pero falló estrepitosamente, cuando sus ojos se cruzaron la figura de Mike se le hizo un nudo en el estómago. El pelo rubio estaba un poco más largo y despeinado que de costumbre, sus ojos azules, que admiraba, estaban ahora hundidos y rodeados por unas profundas ojeras. Parecía más delgado y débil. Pero no sintió nada… solo pena. Él solo se había labrado ese futuro, él se había buscado acabar en ese estado cuando no tuvo corazón para no golpearla. Suspiró y Jasper le indicó que se pusiese en pie, lo hizo mientras sus piernas temblaban. Sintió una mano en su cintura que la apretó gentilmente. — Estoy aquí —susurró la voz de Edward desde el primer banco tras ella. Ella respiró más tranquila, sabiendo que Edward estaba cerca le sería más fácil soportar toda esa presión. — El pueblo de Washington contra Michael Newton, acusado de malos tratos y amenazas. Bella se estremeció ante esas palabras, y con una mirada tierna Jasper avanzó hacia el centro de la sala y comenzó a relatar su caso. Ella mantuvo la mirada en sus manos, avergonzada por todo lo que estaba contando su amigo, avergonzada por haber soportado esa situación sin ponerle remedio ni fin. Avergonzada por no haber sido más mujer y haber puesto a ese hombre en su sitio antes de que fuese demasiado tarde. Avergonzada por ser débil. En lo que a Bella le parecieron segundos pero pudieron ser horas, ya que su mente no estaba realmente en ese juicio, Rosalie avanzó y después de jurar sobre la biblia subió al estrado para testificar a su favor. Después de relatar su versión de los hechos bajó de allí sonriendo petulantemente en dirección al acusado. — La defensa llama al testigo Edward Cullen —la voz de Jasper la sacó de su trance y observó sorprendida como Edward avanzaba hacia el estrado y juraba sobre la biblia como había hecho Rosalie minutos antes. Edward la observó con cautela, sabía lo sensible que estaba emocionalmente hablando, las hormonas del embarazo y el estrés por el juicio la tenían muy alterada, pero solo parecía sorprendida, nada por lo que preocuparse por el momento. — Dígame Señor Cullen, ¿cuál su posición en este caso? —preguntó la profesional voz de Jasper. — Soy Doctor de Urgencias en el hospital de Forks y atendí a la señorita Swan en varias ocasiones tras sus agresiones —contestó Edward con voz tranquila — ¿Usted conocía la situación de la señorita Swan cuando acudía herida al servicio de urgencias? —volvió a preguntar Jasper. — No —contestó rotundamente haciendo una mueca —, ella siempre ocultaba la verdadera procedencia de sus golpes, yo sospechaba lo que podía estar pasando e intenté disuadirla de su actitud en alguna ocasión, pero el hospital no puede hacer nada hasta que la victima admita que está sufriendo abuso. — ¿Qué fue lo que cambió la última vez?

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— La señorita Swan acudió de madrugada severamente golpeada, apenas podía mantenerse en pie. Antes de reconocerla ella me comunicó que estaba en estado, lo confirmé con varias pruebas, y después de hacerle el reconocimiento la mayor parte de los golpes y magulladuras se presentaban en la zona abdominal. — Entonces… la señorita Swan estaba embaraza durante la última agresión que supuestamente sufrió a manos del señor Newton, ¿cierto? — Sí, estaba embarazada de unas siete semanas, tiempo suficiente para que conociese su estado y pudiese habérselo comunicado a su pareja —dijo Edward entre dientes. — ¿Hay algún otro certificado médico que sea de relevancia? —volvió a preguntar Jasper. — Hay fracturas, contusiones, e incluso un fuerte golpe en la cabeza en una ocasión. La noche que se formuló la denuncia al hacerle la exploración forense, había marcas de golpes antiguos, incluso alguna cicatriz en su espalda —al pronunciar esas palabras le dedicó una mirada envenenada a Mike que se encogió atemorizado en su silla. — ¿Qué tipo de cicatrices? —peguntó Jasper sabiendo lo que ese dato provocaría ante el jurado. — El supuesto agresor —dijo con sorna la palabra “supuesto”— con un objeto cortante escribió las palabras “eres mía” en la espalda de la señorita Swan. La herida debió infectarse y doler demasiado porque las cicatrices parecen profundas y gruesas. Las mujeres del jurado ahogaron una exclamación, y la mayor parte de los hombres le dedicaron una mirada helada al acusado. El resto del juicio pasó entre tinieblas para Bella, Jasper había conseguido que ella no tuviese que declarar alegando que las pruebas y los testigos eran más que suficientes para comprobar la culpabilidad del acusado. Tanto el juez como la fiscal estuvieron de acuerdo al ver el estado de Bella, que mantenía la mirada perdida contra una pared sin apenas parpadear y totalmente inconsciente de lo que le rodeaba. Los golpes del mazo del juez enviando al jurado a deliberar hicieron que Bella volviese la vista atrás, Edward saltó la pequeña valla que los separaba y la estrechó con fuerza entre sus brazos. Ella enterró la cara en su pecho y dejó que las lágrimas que estuvo conteniendo durante el juicio se liberasen y mojasen la camisa de su amigo. A los pocos minutos el jurado volvió a tomar posiciones en sus sillas, por lo visto la deliberación había sido rápida y unánime. Bella se estremeció cuando los brazos de Edward dejaron de rodearla y sintió un vacío en el pecho cuando se alejó para volver a sentarse en su silla. Miró la cara de algunos de los miembros del jurado y todos le dedicaban una mirada compasiva, su mano instintivamente se aferró a su vientre, a ese pequeño bulto que sobresalía entre sus caderas, la única razón por la que se mantenía en pie en ese momento. Mike volvió a entrar en la sala y ella lo miró con rabia, con todo el odio que tenía guardado para la persona que había intentado arrebatarle sus únicas razones de vivir. Mike no pudo con el poder de esa mirada sobre él y bajó la cabeza atemorizado. Ya no había rastros del hombre que era, su egocentrismo, su altanería, su superioridad sobre aquella chica había quedado en el suelo del calabozo en donde lo encerraron aquella madrugada. Todavía 25

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podía oír sus gritos de dolor, podía sentir su carne partirse y abrirse en dos. Nunca había sufrido tanto dolor, pensó que moriría de un momento a otro, pero aquel hombre llamado Skip no se detuvo, sus alaridos parecían alentarlo a que arremetiese más fuerte, y cuando se sintió saciado después de varios minutos que le parecieron días, dejó el caer inerte cuerpo de Mike sobre el frío suelo de linóleo, que con el pantalón en las rodillas solo pudo encogerse en posición fetal y llorar en silencio. — El jurado declara al acusado… culpable Esas palabras sacaron a Mike de sus dolorosos recuerdos, su suspiró pesadamente y se enfrentó a su condena, ya no había marcha atrás, su destino ya estaba escrito. — Condeno al acusado a pagar una indemnización de siete mil dólares por daños psicológicos a la víctima y a cumplir siete años, dos meses y veinte días de prisión por los delitos de amenazas, maltrato contra la señorita Swan e intento de homicidio con grado de parentesco contra sus dos hijos. Mike palideció ante esas palabras… ¿homicidio? ¿Dos hijos? Miró a bella que ahora abrazaba a Jasper y lloraba mientras una pequeña sonrisa intentaba dibujarse en sus labios. ¿Tendría dos hijos? No podía creerlo. El jurado abandonó la sala sonriendo complacidos, todos se sentían bien con la condena del juez, aunque algunos la aumentarían con trabajos forzados de por vida, pero era un gran paso que un agresor estuviese tras las rejas pagando su delito. Todos salieron de la sala sonriendo. Edward sujetaba a Bella por la cintura demostrándole su apoyo una vez más. Ahora, con Mike entre rejas, las cosas saldrían bien para ella y sus hijos.

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Casa de Edward— Forks — Viernes 29 de Mayo de 2009 — 17:30

Hoy era el día libre de Edward. Estaba sentado frente a su piano dejando que los dedos se deslizasen con voluntad propia sobre las teclas. No pensaba, solo dejaba que la música naciese por sí sola uniendo unas notas con otras. Sin darse cuenta estaba tocando aquella melodía que compuso con diecisiete años, aquella que le regaló a Bella por su cumpleaños. En aquel entonces estaba intentando olvidarla mientras besaba a Tanya Denali. Sabía que nunca podría sentir nada por ella, pero al menos mitigaba sus ganas de estar con Bella y su frustración por no poder hacerlo. Después del día que le tocó esa canción por primera vez Bella se alejó de él, no sabía el motivo y le dolía verla interactuar con Alice y Emmett y a él le rehuía como si no quisiese tenerlo cerca. Hacía mucho tiempo que había olvidado eso, pero al volver a tocar esa suave melodía ese sentimiento de pérdida regresó a él. Bella estaba bajando las escaleras cuando la música llegó a sus oídos. No pudo evitar sentarse en el último escalón y cerrar los ojos dejándose llevar por ella. Todavía recordaba como si fuese ayer la primera vez que Edward la tocó para ella. Era su cumpleaños número diecisiete y fue su regalo por parte de él. Mientras estaba sentada en el banco del piano a su lado, fue cuando se dio cuenta de que lo sentía por Edward iba más allá de la amistad, pero él estaba con Tanya, y nunca podría fijarse en ella después de estar con la guapa, dulce y divertida Tanya Denali. Presidenta del consejo escolar y jefa de animadoras, Bella no era nada más que Bella… no destacaba en nada, no era la más guapa ni la más inteligente… solo era su amiga. Nunca podría hacerle sombra. Después de ese día prometió alejarse de él, olvidarlo y dejar que fuese feliz con su novia, la perfecta Tanya. No podía estar a su lado y fingir que nada pasaba, era superior a ella mirar sus ojos y no perderse en ellos, o mirar sus labios y contener las ganas de devorarlos lentamente. Sabía que a Edward le había molestado aquello, pero solo fue algo temporal, en cuanto ella comenzó a salir con Tyler, un chico de la escuela, se sintió capacita para sentarse a su lado y mirarlo sin temor a que sus sentimientos fuesen más fuerte que ella. Cuando las últimas notas de la melodía quedaron suspendidas en el aire ambos suspiraron al unísono… y con el mismo sentimiento: pesar. Se arrepentían de no haber tenido valar en su momento, de haber dejado escapar la oportunidad. Bella creía que ya era tarde, Edward que tenía que aprovechar ahora que la tenía en su casa para enamorarla, para demostrarle que él no era como Newton y que vivir en pareja podría ser lo más maravilloso que pudiese pasarte. Bella se armó de valor e intentó llegar hasta el estudio de Edward, donde estaba ahora tocando el piano, pero cuando estaba a dos pasos de la puerta se paralizó de miedo. Un recuerdo asaltó su mente y tuvo que abrazarse a sí misma para no partirse en dos allí mismo… …

“Mike… tenemos que hablar” dijo ella con un hilo de voz. 27

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“¿Qué quieres?” preguntó con voz hostil. “He pensado que…” se quedó callada intentando encontrar las palabras adecuadas. “¿Has pensado? Que novedad…” se mofó Mike. “Es mejor que lo dejemos… me iré con mi padre esta misma tarde” susurró Bella. Mike se puso en pie y acortó la distancia que los separaba en solo tres zancadas, los ojos parecían salírsele de las órbitas y las aletas de su nariz estaban dilatadas por la furia. Sujetó a Bella por el cuello y con un golpe sordo la empujó contra la pared golpeando su cabeza y su espalda con fuerza. “Tú no te vas a ningún lado… si tienes que salir de aquí será por encima de mi cadáver, tú eres mía y estarás conmigo siempre… ¡siempre! ¿Te ha quedado claro?” Mientras hablaba su aliento con olor a tabaco y cerveza golpeaba contra el rostro de Bella provocándole nauseas. Ella solo pudo asentir débilmente con la cabeza mientras intentaba detener las lágrimas que amenazaban con derramarse por sus mejillas. Mike la soltó y se dio media vuelta alejándose, las rodillas de Bella no pudieron soportar su peso y cayó al suelo con un golpe sordo sobre la moqueta. Dejó que las lágrimas fluyeran libremente, ella sola se había metido en esa casa, ella sola tendría que solucionarlo, nadie podría ayudarla a deshacerse de Mike, sería su cruz el resto de su vida” … Un escalofrío recorrió la espalda de Bella mientras desechaba eses pensamientos, Edward no era como Mike, nunca le hablaría mal y mucho menos se pondría violento. Abrió la puerta del estudio con cuidado y asomó la cabeza por la rendija. — ¿Puedo pasar? —preguntó en un susurro. Edward, que estaba con la mirada perdida en la ventana se giró para mirarla, una sonrisa se extendió por su rostro, aunque parecía nerviosa y alterada por algo Bella estaba hermosa, ahora, sin las marcas que Mike había dejado en su rostro, volvía a ser la misma chica de la que se había enamorado años atrás. — ¡Claro! —dijo él alegremente —ven aquí— palmeó el banco a su lado y Bella avanzó hasta sentarse allí. Se quedaron en silencio durante unos minutos, hasta que Bella lo rompió mientras suspiraba dándose valor. — ¿Pasa algo? —preguntó Edward comenzando a ponerse nervioso por el silencio de la chica. — He estado pensando… —se calló abruptamente al darse cuenta de que estaba utilizando las mimas palabras que meses atrás. — Continua… —susurró Edward al ver que ella no volvía a pronunciar palabra. Ella lo miró a los ojos y volvió a suspirar, estaba siendo más difícil de lo que pensaba. 28

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— Creo que será mejor que me vaya —dijo por fin cerrando los ojos—, no quiero ser una molestia para ti, ya llevo aquí más de un mes y he puesto tu vida del revés. Edward la miró con la boca abierta… ¿Qué iba a hacer ahora? No podía prohibirle que se fuera, pero tampoco quería que lo hiciese. Ya se había acostumbrado a tenerla cerca, a su presencia en la casa, a que cuando llegase del trabajo por las noches el baño oliese a su champú de fresa, a que cuando regresaba a casa después de una guardia le esperase un vaso de leche tibia y un plato de galletas caseras. Se había acostumbrado a que le robase su ordenador para escribir ese libro que Mike se había encargado de destrozar. No quería que se fuera, no podría soportarlo. — Tú no molestas —consiguió pronunciar por fin—, lo único que no haces es molestar. Bella desvió la mirada avergonzada, sabía que Edward no iba a dejar que se fuera con facilidad, estaba segura de que tendría que pelear para conseguir salir de esa casa y continuar siendo su amiga. Pero también sabía que bastaban dos palabras mientras estaba perdida en sus ojos para accediera a cualquier cosa que le propusiera. — Edward… mi embarazo sigue adelante, en pocos meses nacerán los bebés y ocuparemos mucho espacio —se defendió a media voz—. Además… que no puedo pedirte que me dejes tu casa, sería demasiado egoísta hacer que compartieses tu propia casa con tres extraños. — No eres una extraña —refutó Edward muy seguro. — Pero no soy de la familia —contratacó ella. — Eres mi familia Bella, hasta límites que ni siquiera sospechas —susurró totalmente convencido— y no serías egoísta por quedarte, el egoísta soy yo por retenerte. Bella cometió el error de mirarlo mientras hablaba, sitió como su voluntad comenzaba a flaquear, solo una palabra más pronunciada por esos perfectos labios y todo se iría al traste, no habría posibilidad de negarse a nada de lo que le pidiese. — No puedo hacerte esto, Edward —volvió a defenderse— tú tienes una vida, tienes derecho a hacer con ella lo que quieras y conmigo aquí no podrás… menos si los bebés ya han nacido… no. — No digas tonterías, mi vida… —“eres tú” pero se mordió la lengua antes de continuar, lo último que quería era asustarla— se resume al trabajo y el piano —se salió por la tangente— tú eres lo único que me saca de la burbuja de irrealidad que me rodea, te necesito aquí para ponerme los pies sobre la tierra —nunca había dicho tantas mentiras seguidas, se sentía mal por hacerlo pero no podía decirle la verdad. Su vida era ella, el trabajo era lo único que hacía que en su cabeza no solo hubiese un monologo constante sobre sus sentimientos hacia ella, o como caía su pelo sobre sus hombros, o como se iluminaban sus ojos mientras comía chocolate. La burbuja de irrealidad la sentía solo cuando estaba a su lado, que dejaba que su mente se imaginase cosas y la veía como su esposa, en la casa que ambos habían elegido y esperando a sus propios bebés. La única verdad de todo lo que había dicho era que la necesitaba a su lado. Lo demás eran solo sucias patrañas para intentar disuadirla de que lo abandonase una vez más. 29

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— Edward, yo no… —él puso un dedo sobre sus labios, ella se perdió en sus ojos. — Quédate… por favor —susurró él con voz ronca por las lágrimas que intentaba ocultar. La voluntad de Bella quedó en el suelo, hecha trizas, doblegada y enterrada a dos metros bajo tierra. Edward tenía el poder de aturdirla, de hacer de ella lo que quisiese y lo peor es que en lugar de temerle como sería lo normal después de la situación que había vivido al lado de Mike, confiaba en Edward ciegamente, él era el pilar al que se agarraba cuando la corriente quería llevarla, él era el soporte que la ayudaba mantenerse en pie cuando sus piernas fallaban. Pero también era la única persona capaz de convencerla de lo imposible con solo tres palabras… “quédate… por favor” y todas las escusas, todos los discursos planeadas, todo lo que creía quedó a un lado importando solo lo que él le pedía. — Está bien —musitó ella. Edward sonrió, sonrió tato que pensó que sus mejillas se partirían, Bella se quedaba, se quedaba con él, en su casa… ahora sus planes de hacer que ella se enamorase podían seguir su curso. Solo tenía que tener paciencia, esperar a que la herida que la escoria de Newton le había hecho cicatrizase para que pudiese volver a confiar, para que lo viese como lo que era, el hombre que podría hacerla feliz y cuidar de ella mejor que nadie sobre la faz de la tierra. — Pero solo será un tiempo —continuó ella— en unos meses nos iremos, no es justo para ti que impongamos nuestra presencia en tu tranquilidad. — Mi tranquilidad es saber que estas bien —Edward tomó su cálida mano entre las suyas— y solo si te tengo cerca estoy seguro de eso. Bella se sonrojó y bajó la mirada, su propósito de no hacerse ilusiones y volver a sentir mariposas en su estómago por Edward se estaban yendo al traste… cuando él le decía palabras bonitas y la miraba de ese modo era inevitable sentirse atraída por él, o lo que es peor, enamorada.

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Casa de Edward — Forks — Viernes 5 de junio del 2009 — 9:25 AM

Después de una larga noche de trabajo en la que había tenido una guardia, Edward llegó a casa prácticamente agotado. Sabía que en cuanto abriese la puerta se encontraría su plato de galletas y su vaso de leche y eso hizo que una sonrisa cansada se dibujase en sus labios. Abrió la puerta intentando hacer el menor ruido posible, se quitó los zapatos en cuanto cruzó el umbral de esta para evitar que el ruido de sus pisadas molestase el ligero sueño de Bella. Las últimas noches no había dormido muy bien, aunque Edward estuviese en la misma cama que ella, se despertaba con pesadillas y eso lo mataba por dentro. No soportaba verla rota y deshecha por culpa de ese malnacido. Caminó casi de puntillas dando saltitos evitando las frías baldosas de mármol que cubrían el suelo y fue casi a la carrera hasta ponerse sobre la tibia moqueta del salón, sonrió para sí mismo cuando se dio cuenta de la estupidez que estaba haciendo… ¿a quién se le ocurría ir descalzo sobre el suelo de mármol en Washington? Solo a él. Negó con la cabeza y miró ausentemente hacia el sofá, lo que vio lo dejó helado, Bella estaba tumbada en él boca abajo, su cabeza descansaba mal colocada sobre un cojín y su mano izquierda colgaba de un costado y llegaba al suelo. Se acercó un poco más y vio que tenía unas enormes ojeras enmarcando sus ojos... ¿Pero que hacía en el sofá? Se acercó más a ella y acarició con suavidad una de sus mejillas. Bajo su oreja había un mechón de pelo rizado en un gracioso tirabuzón y no pudo evitar la necesidad de estirarlo y soltarlo para ver como volvía a su posición. Sonrió como un idiota después de hacerlo varias veces… si Emmett lo viese de esa guisa tendría bromas hasta el día del juicio final. Con un suspiro resignado se dispuso a cargar a Bella en brazos hasta la cama que compartían, pero en cuanto toco su hombro para girarla ella se removió intranquila y comenzó a murmurar cosas incoherentes. Volvió a intentarlo esta vez con más éxito, Bella se dio la vuelta pero su ceño se frunció en desaprobación y sus labios se fruncieron levemente formando un puchero. A Edward le costó reprimir las ganas de acariciarlos y comprobar si eran tan suaves como parecían. Volvió a suspirar y paso una de sus manos bajo la espalda de ella y la otra bajo sus piernas, en ese momento Bella dio un brinco y se alejó de él lo más que pudo. Comenzó a llorar y gritar con fuerza mientras abrazaba sus propias rodillas y enterraba el rostro entre ellas. Edward se acercó a ella temeroso con intención de consolarla, lo que fuese que le estaba pasando seguro que tenía solución. Pero en cuanto la tocó un gritó ensordecedor salió de la garganta de la chica. — ¡No me toques! Por favor, no… basta —sollozaba. Edward maldijo entre dientes y se sujetó el puente de la nariz apretándolo con fuerza con sus dedos pulgar e índice. La otra mano descansaba en su cadera y comenzó a dar vueltas completamente desesperado alrededor del sofá. Sabía que su reacción ante eso no era la más

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acertada, pero no podía más, cada vez que se dormía las pesadillas se hacían dueñas de ella y ya ni su presencia en la cama podía mitigar eso. Bella se estaba hundiendo entre sus recuerdos y él ya no sabía que más hacer. Había probado varios métodos que leyó en un libro de psicología, pero nada funcionaba, él no era un experto, solo era un médico de urgencias, no sabía que más podía probar para hacer que Bella superase todo lo que había pasado. Decidió que lo más lógico era que la ayudase un profesional, sabía que ella no estaría de acuerdo pero tenía que intentar convencerla, era por su bien y por el de los pequeños que crecían en su vientre. Después de un par de minutos en los que ella no dejó de llorar, con otro suspiro resignado Edward se sentó a su lado y la sujetó con cariño pero a la vez con firmeza por sus hombros. Bella comenzó a revolverse y gritar de nuevo pero Edward no se amedrentó esta vez, a la fuerza la sentó en su regazo y la abrazó presionado su cuerpo con el de ella. Cuando Bella reconoció el olor de Edward enterró la cara en su cuello y lo rodeó con sus brazos. Podía sentir como las lágrimas salían de sus ojos incontrolablemente, pero es que había sido una pesadilla tan real… todavía podía oír perfectamente la voz de Mike gritándole, podía sentir el dolor que infringían sus golpes, podía oír sus sollozos ahogados pero no podía evitarlo, ella era una mera espectadora de su propio sueño, que más que un sueño era un recuerdo muy vívido. — Bella… —susurró Edward cuando vio que sus sollozos ya se habían calmado— tenemos que hablar. Ella se tensó entre sus brazos… seguro que había hecho algo mal, seguro que ahora Edward le diría que ya no podía quedarse en su casa porque era un estorbo. Se puso en pie tan rápido que su cabeza dio vueltas y se la sujetó durante unos segundos. Edward, asustado, extendió sus manos hacia ella para sujetarla en caso de que perdiese el equilibrio, pero no fue necesario. — Iré a calentar la leche para que comas tus galletas —dijo ella evadiendo la conversación y caminando apresurada hacia la cocina. Edward no dio su brazo a torcer y fue tras ella, no conseguiría escaparse, esa conversación era importante. Necesitaba que ella estuviese bien para poder estar bien él mismo. — Bella… —la volvió a llamar. — Si quieres ve a tu estudio, yo te llevaré la leche enseguida —contestó a media voz. Edward volvió a suspirar… — No eres mi criada para tener que ir tras de mí sirviéndome… solo quiero hablar contigo — dijo él en tono cansado. Bella no lo escuchó, o hizo como que no lo había hecho, siguió su labor como si nada hubiese pasado y metió el vaso de leche en el horno microondas quedándose quieta de espaldas a Edward mirando como el vaso daba vueltas dentro del pequeño aparato. Cuando la campanita sonó indicando que el minuto del temporizador había llegado a su final, cogió el vaso y se giró para ponerlo sobre la encimera, pero se encontró con los ojos de Edward que la miraban con 32

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reproche por ignorarlo. Se asustó y el vaso resbaló de sus manos y acabó estrellándose contra el suelo haciéndose mil pedazos y manchando todo del blanquecino líquido. — Lo siento, lo siento, lo siento —murmuraba mientras se agachó para intentar recocer los pequeños trozos de vidrio con sus dedos. Edward se agachó con ella y la sujetó de las manos con ternura, haciendo que los pocos pedazos de cristal que había conseguido pescar entre el mar de leche se colasen entre sus dedos y acabasen de nuevo hundidos. — Es solo un vaso… —susurró con voz dulce y aterciopelada— no te preocupes, ya lo limpiaremos luego. Sin soltar sus manos la arrastró hasta uno de los taburetes que había a su izquierda y ella se sentó sin atreverse a levantar la mirada hacia su rostro. Tenía miedo, Edward parecía cansado por algo, y ella en lugar de intentar solucionarlo le rompía un vaso. No sabía hacer nada bien, era una inútil, finalmente Mike tendría razón… Se tensó con ese último pensamiento… “¡No!” Se gritó mentalmente “Mike no decía la verdad… ¡no!” Dos lágrimas solitarias rodaron por sus mejillas e intentó ocultarse tras una cortina de su cabello para que Edward no se diese cuenta de ello. Pero ese chico parecía tener un radar para el agua salada, porque en seguida la tomó de la barbilla e hizo que alzase el rostro aunque no consiguió que hiciese lo mismo con su mirada. — Bella mírame —le pidió manteniendo el mismo tono de voz que antes—, sólo quiero ayudarte. Sabes que nunca te haría daño —la última frase la dijo entre dientes, maldiciendo a Newton por lo que había hecho y también a ella por no confiar en él. Bella cogió una bocanada de aire y se armó de valor para alzar la vista y cruzó sus ojos con los de Edward, una sensación de paz y serenidad la embargó de repente, nunca había visto tanta ternura en la mirada de alguien… además de un sentimiento que no supo descifrar. Edward la miraba con devoción, intentando trasmitirle en solo una mirada que cada fibra de sus ser vibraba con su sola presencia. No tenía valor ni creía que apropiado decírselo con palabras todavía, pero estaba seguro de que algún día lo haría, y ese día sería cuando Bella volviese a confiar plenamente, cuando ya no tuviese miedo a nada. Bella se pateó mentalmente por temer a Edward, nunca le habían mostrado ser como Mike, ¡ni de lejos! Edward era un millón de veces, y muchísimo más, mejor que él, en todos los sentidos, incluso estaba segura que de cómo pareja y amante, aunque eso nunca podría llegar a comprobarlo, solo era su amigo… amigo. Sabía que era estúpido tener miedo de unos simples sueños, pero a veces era superior a ella. — He estado pensando que será mejor que vayas a un doctor —comenzó Edward con cautela. — Me encuentro bien —dijo ella ausentemente— los últimos estudios que me ha hecho el doctor Cooper estaban perfectamente, no entiendo a que tengo ir. Edward suspiró y reforzó el agarré en sus manos por si acaso, para evitar que saliese corriendo o algo parecido, no sabía cuál podría ser su reacción ante lo que iba a decirle.

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— Hablo de un psicólogo… tus pesadillas van a más y ya no sé cómo ayudarte… siento que no es suficiente todo lo que puedo hacer —se quejó Edward desviando la mirada. Bella se quedó paralizada y con la boca abierta, de todas las cosas que podría esperar que le dijera lo último que esperaba era eso… un psicólogo. No parecía mala idea, pero ir ante un desconocido y contarle todo lo que había tenido que sufrir… no creía ser capaz de ello. Apenas si tenía el valor de hacerlo con su familia para más con una persona a la que no conocía. — No… no creo que… que pueda —balbuceó. Edward se sentó en un taburete a su lado y soltó el aire que estaba conteniendo, al menos no se había puesto hecha una furia o se había negado rotundamente, eso era algo. — Si lo necesitas puedo ir contigo… o quedarme esperándote fuera de la consulta —continuó explicando Edward—, lo que tu prefieras… pero no soporto verte en ese estado… ¿hoy has dormido algo? Bella bajó la mirada y se ruborizó. — Solo un par de horas… —musitó— pero creo que puedo salir yo sola de esto, solo necesito tiempo. A Edward solo le quedaba una última carta que jugar para hacerla entrar en razón, podría ser un poco cruel utilizar lo que sabía que la haría ceder, pero no era del todo mentira lo que iba a decirle. — Tiempo es lo que no tienes, piensa en los bebés… ellos sienten lo mismo que tú —susurró mirándola a los ojos—, no creo que te guste que sientan el miedo y la angustia que tú sientes. Además, que como tu médico te digo que necesitas dormir para estar fuerte y poder ayudarles a que crezcan sanos. Bella mantuvo la mirada fija en sus ojos mientras pensaba en sus palabras. Si sus rayitos de sol sentían solo una décima parte del miedo que sentía ella, no podría soportarlo… y encima sería por su culpa. Se llevó una de sus manos a su vientre y se acarició con ternura. Edward, siguiendo un impulso colocó su mano al lado de la Bella y acarició también su poco abultado vientre. Un estremecimiento recorrió a ambos y una sensación de que las piezas del puzle por fin encajaban se apoderó de ellos. — ¿Lo harás por ellos? —peguntó Edward en un susurró— ¿y por mí? Bella sintió como cada una de sus células se derretía ante el tono de voz de Edward, ante el toque de su fría mano… perdió de nuevo su voluntad y asintió como una autómata… no podría ser tan malo después de todo, solo hablaría con alguien sobre lo que le había pasado, sería duro, pero si le ayudaba a estar fuerte para sacar a sus hijos adelante lo haría, sobre todo si Edward le regalaba sonrisas como aquellas… como la que tenía en ese momento que hacía temblar sus rodillas. — Ahora... —susurró de nuevo Edward retirando la mano de su tripa y sintiéndose extrañamente solo— yo recogeré este desastre mientras tú me calientas otro vasito de leche… estoy hecho polvo, ha sido una noche dura.

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Hospital Provincial de Forks — Miércoles, 10 de junio de 2009 — 11:50 AM

— Sé que esto es bueno para ti, pero no quiero que te sientas obligada a hacerlo —dijo Edward tomando su mano. — Está bien Edward… quiero hacerlo —contestó Bella a media voz. — ¿Segura? —volvió a preguntar él. Ella asintió sonriendo tenuemente. Después de aquella conversación en la que Bella accedió a visitar a un psicólogo, Edward se sintió un poco más tranquilo, sabía que todavía le quedaba mucho camino para estar al cien por cien, pero que accediese a recibir ayuda profesional era un gran paso. Había movido sus influencias para que la mejor psicóloga de Port Ángeles atendiese a Bella cuanto antes, y consiguió un hueco a los dos días de llamar. Era Emily Wolfe, estaba especializada en casos como el de Bella y su experiencia era más que reconocida en ese campo. Bella intentaba no aparentar el nerviosismo que sentía, sabía que Edward estaba haciendo su mejor esfuerzo para estar a su lado, y por ello no quería preocuparlo por ponerse demasiado nerviosa. Pero lo estaba… le daba miedo lo que aquella mujer desconocida pudiese pedir que le contara, le aterraba la idea de recordar y volver a sentir el dolor que sintió en aquellos momentos… pero tenía que hacerlo, por sus dos rayitos de sol y por él… por Edward. Después de aquella mañana en la que Edward le pidió que fuese a ver a un doctor, su relación había cambiado. Todavía podía sentir el escalofrío que la recorrió cuando Edward puso una mano en su vientre. Aun a través de la ropa, pudo sentir esa corriente eléctrica que la atravesaba cada vez que él le tocaba. Además de aquel sentimiento extraño que se apoderó de ella y de la soledad que sintió cuando retiró su mano. Y ahora estaba a su lado, intentando estar serena mientras sentía que estaba al otro lado del corredor de la muerte. Podría parecer exagerado, pero para ella aquellos meses junto a Mike fueron como estar muerta en vida, vivir en un infierno constante. Volver a recordar todo aquello… no sabía si sería capaz de hacerlo. Además estaba aquella sensación extraña que profesaba cuando la secretaria de la señora Wolfe miraba a Edward, porque aquella desvergonzada chica no le quitaba los ojos de encima. Por momentos parecía que se pondría en pie y se lanzaría a su yugular, solo le faltaba un cartel en la frente que cantara "Voy a comerte". No le gustaban las chicas tan obvias, pero aparte se sentía extraña, nunca se había sentido así… bueno sí, solo una vez, cuando… … Tenía diecisiete años, y hacía un par de semanas que había sido su cumpleaños. Cuando cerraba los ojos todavía podía escuchar aquella melodía que Edward le regaló, le había encantado. Esa misma tarde había reconocido sus sentimientos por él… por fin. Se había dado cuenta de que aquella amistad incondicional escondía algo más… pero no podía decírselo, él estaba con alguien. 36

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Estaba paseando con Alice y Rose por el centro comercial de Port Ángeles, Alice tenía una cita importante con Jasper y quería comprarse un vestido nuevo, Rose la acompañó sin rechistar y Bella fue a regañadientes para dejarle un poco de intimidad a su padre, que esa tarde estaba con Sue en su casa. Alice y Rose estaban comprando ropa interior, Bella con las mejillas enrojecidas se negó a entrar en una tienda de lencería y les dijo que iba a una librería cercana a comprar un libro que hacía tiempo que quería. Entró en la librería que conocía tan bien como su segunda casa, saludó a Claire, la cajera, como si fuese su amiga desde hace años, y lo era, Bella era cliente habitual en esa tienda. Después de ojear unas cuantas estanterías encontró exactamente lo que buscaba, la segunda entrega de aquella saga de vampiros que tanto le gustaba. A veces cuando leía y releía el libro se imaginaba que el protagonista, el vampiro perfecto y hermoso, era Edward y ella… ella era aquella insulsa humana que había conseguido enamorarlo. Pero nada más lejos de la realidad. Abrió el libro en una página al azar y leyó un párrafo cualquiera: "Te haré una promesa a cambio —dijo—. Te garantizo que no volverás a verme. No regresaré ni volveré a hacerte pasar por esto. Podrás retomar tu vida sin que yo interfiera para nada. Será como si nunca hubiese existido" Se imaginó la voz de Edward repitiendo esas palabras y sintió como si una espada atravesara su pecho y desgarrase su corazón en dos. Hizo una mueca y tragó en seco… era solo su imaginación. Pero como si los astros se hubiesen puesto de acuerdo oyó la voz real de aquel que reinaba sus sueños. — Tanya espera, solo voy a entrar aquí para ver si tienen el libro que quería Bella —dijo Edward. El corazón de Bella comenzó a latir frenéticamente y una sonrisa surcó sus labios… iba a buscarle un regalo, a ella, iba a buscar el libro que ella le había dicho hace semanas que quería comprar… se había acordado. — Eddie que se lo compre ella… no eres su novio para tener que hacerle regalitos —oyó la afilada y dulce voz de Tanya. — Ya sé que no es mi novia —dijo Edward con un tono de fastidio —solo es mi mejor amiga… como mi hermana pequeña… Esas palabras calaron muy hondo en la mente de Bella, la veía como su hermana, para él ella era como Alice, alguien importante y al que quería pero nunca se enamoraría de ella. Estaba tan sumida en sus pensamientos y autodestruyéndole a sí misma que no notó el leve tono de pesar con el que Edward pronunció esas palabras… él más que nadie añoraba dejar de verla solo como su hermanita pequeña… pero sabía que era imposible, Bella era como una estrella inalcanzable para él. El libro se deslizó de las manos de Bella y cayó en la pila donde estaba minutos antes, en su pechó estalló una bomba… fue su corazón haciéndose mil pedazos y solo un sentimiento de apoderó de ella: Celos, sentía celos de Tanya Denali, celos por ser capaz de conseguir que Edward la besara y la mirara con ojos de enamorado. 37

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… Eran los mismos celos que sentía en ese momento. Aquella chica era guapa, alta, delgada y su cuerpo no estaba marcado ni se convertiría en un globo enorme en pocos meses. Esa chica sí podría despertar en Edward todo lo que ella nunca había podido. Y se sentía celosa, mucho... más de lo que nunca se había sentido. Aunque la tranquilizaba un poco que Edward no se percatase si quiera de la presencia de aquella molesta chica. No la miraba en ningún momento, su atención estaba puesta en los dedos de Bella, que estaban entre los suyos y jugueteaba con ellos doblándolos y poniendo uno sobre otro. — Ya pueden pasar —oyó la voz de aquella recepcionista que estaba despertando sus instintos más primarios y con ayuda de Edward se puso en pie. Entraron en aquel despacho pintado de un cálido y relajante tono anaranjado, con muebles color crema y marrones claros que le daban un aspecto acogedor a la pequeña habitación. Una mujer joven con el pelo negro, largo y lacio los esperaba sentada al otro lado de una mesa de oficina con la nariz enterrada en unos documentos. Aquella mujer levantó la vista de sus papeles cuando oyó los pasos de dos personas adentrándose en su despacho, y al ver a Bella y a Edward una sonrisa adornó su rostro. Bella ahogó un jadeo y desvió la mirada sorprendida, Edward, conociendo el motivo de su reacción tomó su mano entre las suyas y tiró de ella suavemente para que se sentase en una silla frente a la mesa. No por menos aquella mujer estaba especializada en casos de malos tratos, ella había sido maltratada años antes por su primer marido. Él se había ensañado con ella, palizas, vejaciones, violaciones y como guinda del pastel también le había hecho unas profundas marcas en su rostro, su sonrisa estaba desfigurada en el lado izquierdo de su cara, donde tenía tres largas líneas que bajaban por su cuello y se perdían bajo su suéter de cachemira. Bella no quiso ni imaginar el dolor que debió sentir aquella pobre mujer cuando sufrió aquella agresión, a ella misma las marcas de su espalda le habían dolido mucho, no podía ni pensar en lo que le había dolido su rostro y su cuello. Después de cruzar unas cuantas palabras con la mujer, Bella comenzó a sentirse más tranquila. Emily era una persona que transmitía una tranquilidad y una serenidad impresionantes, solo su presencia, el tono de su voz, la forma de mirar… todo en ella era como un bálsamo. Cuando Bella salió del aquel despacho fue como si una parte de su dolor se quedase allí dentro, no hizo más que recordar el primer el insulto, el primer golpe y como se sintió en ese momento. La atención permanente de Emily, la mano de Edward sujetando la suya con ternura… todo ayudó a que ella pudiese abrirse un poco sin sentir tanto miedo, sin sentir que el dolor la partía en dos. Salió del edificio con una pequeña sonrisa asomando en sus labios, Edward la miraba de reojo y se sintió un poco orgulloso de sí mismo, pero sobre todo de ella. Había sido muy fuerte, había dejado que se derrumbasen un par de ladrillos que ese muro infranqueable que había construido a su alrededor. Sabía que todavía les quedaba mucho que caminar, esperaba que

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fuese de la mano, como ahora, que después de haber salido de allí todavía tenía los dedos de Bella entrelazados con los suyos.

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Cárcel de Port Ángeles — Port Ángeles, Seattle — Jueves 25 de junio de 2009 — 06:00 AM

— ¡Arriba bella durmiente! —chilló el guardia desde el otro lado de las puerta. Mike suspiró resignado e intentó desperezarse. Cuando se estiró, algunos de sus músculos se quejaron, la tarde anterior no había sido su mejor día. Después de que le encargasen ocuparse del servicio de lavandería de la sección norte de la cárcel, volvía su celda dispuesto a echarse un rato antes de cenar, pero se encontró con una escena muy común en las prisiones pero que a él no le convenía haber visto. Dos hombres fornidos sujetaban a otro por los brazos inmovilizándolo, mientras otro hombre maldecía entre dientes mientras repartía diversos golpes en su cuerpo. Mike podía haber continuado su camino y hacer como que nada había pasado, que habría sido lo más adecuado, pero estaba tan sorprendido de lo que estaba viendo que se quedó paralizado y con la boca abierta. Uno de ellos se percató de su presencia, y después de dejar a aquel hombre seminconsciente en el suelo se acercaron a Mike amenazadoramente. Los dos hombre también lo sujetaron a él fuertemente de los brazos, y el otro lo golpeó varias veces en el estómago mientras le repetía que si decía algo no sería solo un aviso como esa vez. Se estremeció al recordar lo que había pasado, se puso en pie y caminó hacia las duchas después de haber cogido su jabón y su toalla. Mientras avanzaba por el pasillo recordó las típicas escenas de películas malas donde dejaban caer al suelo la pastilla de jabón para violarse unos a otros en las duchas, un escalofrío recorrió su espalda al recordar a Skip y a su primera noche en el calabozo. Cuando llegó a las duchas los tres hombres de día anterior estaban haciendo un corrillo comentando algo entre ellos, miraron a Mike por encima del hombro y con una silenciosa advertencia en forma de mirada volvieron al tema en él que centraban toda su atención. Mike se duchó en silencio mientras pensaba en todo lo que le quedaba por vivir, su futuro había caído por la borda. Había estudiado ingeniería siendo uno de los primeros de su promoción, tenía un buen trabajo y era respetado, hasta que Isabella entró en su vida. Lo había vuelto loco nada más conocerla, su belleza natural, su forma de ser… todo en ella lo llamaba. Tanto que cuando consiguió hacerla suya juró que lo sería para siempre, y así lo hizo. Consiguió que se fuese a vivir con él, pero… no todo salió como esperaba. Él necesitaba una mujer sumisa, alguien que estuviese ahí para él, alguien que cubriese todas sus necesidades, e Isabella tenía demasiada personalidad para ser alguien así. Solo le quedaba educarla, hacer con ella lo mismo que su padre había hecho con su madre. La primera vez que ella le reclamó por tener otra relación con Jessica se encolerizó, no fue capaz de contenerse y su puño cerrado impactó con el estómago de la chica. Se arrepintió en el mismo instante en que la vio doblada sollozando en el suelo, pero ya estaba hecho. Se disculpó y le prometió que no volvería a pasar… pero pasó. Una vez más, y otra, y otra, y otra…

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después de cada agresión él se arrepentía y pedía perdón de rodillas mientras lloraba desconsolado, luego Isabella lo perdonaba y se creía sus promesas vacías. Así pasó durante un par de meses, hasta que un día salió con sus amigos hasta altas horas de la madrugada, llegó algo ebrio a su casa y cuando cruzó el umbral de la puerta vio a Isabella guardando su laptop en la funda y con una maleta a sus pies. La rabia comenzó a circular por su venas y comenzó a verlo todo rojo… ella no podía irse, no ¡era suya maldita sea! Tenía que aprender de una vez por todas que ella no podía abandonarlo, no podía irse y hacer como que nada había pasado. La agarró con fuerza por una de sus muñecas y la arrastró hasta el dormitorio, de un empujón la tiró sobre la cama e Isabella comenzó a llorar suplicándole que se detuviese… pero no lo oyó, en su cabeza solo había una voz que le repetía continuamente "ella es mía". Con varios tirones la despojó de sus ropas haciéndolas trizas y no le importó que la pobre chica comenzase a temblar de anticipación. Mike nunca había hecho eso, nunca había forzado a nadie para tener sexo. "Siempre hay una primera vez para todo" pensó amargamente mientras se quitaba el cinturón. Cuando ya se hubo quitado los pantalones y los bóxer y se posicionó sobre ella. Isabella se retorcía, gritaba, lloraba, intentaba golpearlo para que la dejase, pero no conseguía nada, Mike estaba decidido. Con mucha rudeza, la sujetó de las muñecas y la inmovilizó colocando sus brazos sobre su cabeza, Bella lo miró con miedo, estaba segura de que lo haría… que no se detendría. Mike se río con burla de la mirada asustada de Isabella, y la penetró de un solo golpe. La chica gritó y se quedó paralizada mientras las lágrimas continuaban descendiendo por sus ojos. Mike se río a carcajadas de ella… era suya, tenía que estar siempre dispuesta para él, si no lo estaba y le dolía… era su culpa. Cuando ya se hubo saciado de ella se puso en pie y se colocó las ropas con tranquilidad. Mientras ella se encogía y lloraba en silencio. No contento con lo que había hecho, y con el alcohol todavía corriendo por sus venas, mezclándose con la rabia de saber que ella pretendía escapar cuando él no estaba. La sujetó de nuevo por las muñecas y la arrastró hasta el baño. Buscó una navaja en su bolsillo y se dispuso a dejarle un recordatorio de a quien debía obedecer… de quien era su dueño y el que mandaba sobre ella. Lo peor fue cuando le dijo que estaba embarazada… ¿es que esa chica era estúpida? ¿Cómo se le ocurría embarazarse? Él no quería hijos, no quería continuar con la semilla de su padre, aquel que lo había golpeado innumerables veces cuando era niño. Él no sería el culpable de que el apellido Newton siguiese su curso… no. Isabella tenía que deshacerse de esa "cosa", no podría soportar vivir en un mundo donde sabía que otro ser vivo llevaba el nombre que su padre orgullosamente le dejó. Lo intentó, golpeó su vientre con saña para deshacerse de aquel engendro, repitiéndole palabras hirientes para que abandonase su cuerpo lo antes posible. Pero Isabella consiguió escapar. Con un garrote, que antes había sido la pata de la mesita de café que le regaló su madre cuando se mudó, golpeó con todas sus fuerzas la pierna de Mike, éste perdió el equilibrio y cayó hacia atrás golpeándose la cabeza y quedando ligeramente aturdido, ella aprovechó para escapar y buscar ayuda. 41

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Y ahora… ahora estaba condenado por su culpa, su futuro se había truncado, sus sueños, sus esperanzas… todo se había ido al caño porque a esa niña mimada se le ocurrió denunciarlo y sus adorados Cullen fueron al rescate. Pero eso no se quedaría así, no… se vengaría y sabía muy bien como. Mike fue arrancado de sus pensamientos cuando tropezó con alguien en su camino… miró al hombre con el que había chocado para disculparse y la sangre se le heló en las venas… Skip. — Hola princesita —lo saludó con voz ronca y una sonrisa ladeada— me alegra verte por aquí. Mike tragó en seco y comenzó a temblar mientras veía como dos policías escoltaban al hombre hasta su celda. Su estadía en la cárcel sería más dura de lo que había pensado en un primer momento.

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Mansión Cullen — Afueras de Forks — Sábado 4 de Julio del 2009 — 06:00 PM

— ¿Cuándo tienes la próxima ecografía? —preguntó Alice con alegría. — En un par de semanas —contestó Bella con una sonrisa. — ¿Puedo acompañarte yo esta vez? —volvió a preguntar la pequeña Cullen. — Sí consigues que Edward te deje yo no tengo problema —bromeó Bella. — ¿Qué es lo que tengo que dejar? —preguntó Edward prestándoles atención al oír su nombre. — Hermanito… —canturreó Alice— sabes que te adoro… ¿cierto? —batió sus pestañas con inocencia y colocó sus labios haciendo un puchero. — ¿Qué quieres? —preguntó Edward con un suspiro. — Acompañar a Bella en su próximo ultrasonido. Edward volvió a suspirar y lo pensó durante unos segundos… — Está bien… iremos los tres —concluyó sonriendo. — ¿No se molestará el Doctor Cooper? —preguntó Bella frunciendo el ceño. — No lo creo —la tranquilizó Edward— sabes que me adora, y Alice sabrá como embaucarlo para que no se moleste. — De eso puedes estar seguro Edward —canturreó la pequeña Cullen dejándolos solos. — ¿Qué tal tu cuatro de julio? —preguntó Edward casualmente. — Bien… me recuerda a los que hacíamos cuando éramos adolescentes —dijo Bella sonriendo al recordar. — Sí…— concordó él— ¿recuerdas cuando Emmett comenzó a comer perritos y después le vomitó encima a Rosalie? Bella arrugó la nariz ante el recuerdo. — Sí… Rosalie lo obligó a comprarle ropa nueva durante dos meses —siguió Edward sonriendo. — Sí —río Edward distraídamente— y otro año cuando salimos corriendo hacia el río tú te hiciste daño en una rodilla y yo te cargué en mi espalda. — Cierto —dijo Bella sonriendo.

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— ¡Chicos! —bramó Emmett— ¡Hora de los fuegos artificiales! Ambos se pusieron en pie y salieron al jardín de los Cullen, donde Emmett y Jasper como colocaban los cohetes en línea recta sobre una plataforma improvisada. — Cuidado con mis petunias —susurró Esme llevándose una mano a la frente. — Mamá están bien… mira —Emmett cogió una flor con su dedos y la enderezó, se aguantó en esa posición durante unos segundos y después volvió a voltearse. Esme reprimió un suspiró y negó con la cabeza… Emmett no tendría remedio, era como un niño grande. Emmett prendió la mecha y todos sonrieron en anticipación, el primer cohete salió disparado haciendo silbar el aire a su alrededor y explotó en el aire haciendo un abanico color verde. Bella se estremeció cuando una brisa azotó sus brazos desnudos, a Edward, que estaba a su lado, no le pasó desapercibido. — ¿tienes frío? —le preguntó en un susurro. — Sí —contestó ella— me he dejado la chaqueta en el coche. Edward, sin pensar demasiado en sus acciones y actuando impulsivamente, pasó sus brazos por los hombros de Bella y la atrajo hacía su pecho, se colocó tras su espalda, y pasando las manos sobre sus hombros las cruzó a la altura de su vientre. Bella era mucho más baja que él, por lo que en esa posición quedaba completamente resguardada del frío aire de Forks. Bella se sintió protegida en ese momento, nadie, nunca, había provocado ese efecto en ella. Solo Edward, envolviéndola en sus brazos era capaz de conseguir lo que nadie había podido. Las manos de Edward descansaban sobre el abultado vientre de Bella, sus pequeños ya tenía cuatro meses de gestación y su abultada tripa era clara muestra de que su embarazo seguí adelante sin ningún tipo de complicación. Ambos, Bella y Edward, miraban hacia arriba distraídamente dentro de su burbuja personal. A su alrededor todo eran gritos de júbilo, ya que hoy cuatro de julio era la fiesta nacional que todos adoraban. Alice observó Como su hermano y su amiga prácticamente no estaban ahí, abrazados parecían la pareja perfecta, algo dentro de ella le decía que era solo cuestión de tiempo que eso para que eso pasase realmente, y deseaba que ese día llegase cuanto antes. Alice codeó ligeramente el brazo de su madre, que la miró interrogante, le señaló la imagen de Edward y Bella observando las luces en el cielo y una enorme sonrisa curvó los labios de Esme y sus ojos brillaron en la oscuridad. Esta a su vez codeó a Carlisle que sostenía una cámara de video, y al señalarle la misma escena, el hombre no dudó en grabar a su hijo y a la que esperaba que pronto fuese su nuera. Edward y Bella estaban completamente ajenos a que era espiados por un objetivo, sus pensamientos estaban a años luz de ese jardín, imaginándose como hubiesen sido su vida si las cosas hubiesen sido diferentes. Edward se arrepentía de no haber luchado más en su día, de no demostrarle a Bella sus sentimientos y hacer que ella se enamorase de él. Bella no lamentaba haber estado con Mike, eso le había llevado a tener a sus rayitos de sol en sus 44

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entrañas, y también a acercarse más a Edward. Aunque no estaba segura de que tan bueno pudiese ser eso, cuando Edward quisiese hacer su vida y le presentase a una chica, sabía que sufriría… pero era un precio a pagar por disfrutar todo lo que pudiese ahora a su lado. Estaban tan sumidos en sus pensamientos que no se percataron de que además del objetivo ahora todos ignoraban los fuegos artificiales, todas las miradas estaban puestas en ellos, que solo les faltaba un halo de luz para ser perfectamente perfectos. De repente Bella se tensó entre los brazos de Edward, y Edward hizo lo propio afianzando su agarre entorno a ella. Sin más, una sonrisa curvó el rostro de ambos y sus ojos casi se llenaron de lágrimas. Las manos de Edward comenzaron a moverse ávidas sobre el vientre de ella, y ella sonreía mientras el agua salada tan común últimamente en sus ojos rodaba por sus mejillas. — Se mueven —susurró Edward embelesado— se… se han movido. — ¿Lo has sentido? —preguntó Bella en un susurro ahogado. — Sí… —dijo Edward con un suspiro— ha sido… wow. — Sí —afirmó Bella. — ¿Es la primera vez? —preguntó Edward con curiosidad. — Sí —confirmó Bella sonriendo— nunca antes lo había sentido. Se quedaron en silencio mientras continuaban sintiendo los movimientos de los bebés, la sonrisa era imborrable en sus labios, y sus ojos mostraban toda esa alegría contenida que ya casi no podían ocultar. — ¿Pasa algo? —preguntó Alice con curiosidad. — ¡Se han movido! —Chilló Bella entusiasmada— ¡los bebés se han movido! — ¡Ahhh! — chilló Alice poniéndose de rodillas frente a ella y apartó las manos de Edward con un golpe. Edward la miró entornando los ojos y maldiciéndola por romper ese momento especial con Bella, pero ya no había caso, nadie podía con la fuerza del huracán Alice. Después de eso todos se dispusieron a intentar sentir los movimientos de los bebés, pero como una broma, ellos decidieron quedarse quietos y Edward fue el único privilegiado en sentir algo tan mágico.

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Hospital de Forks — Miércoles 15 de Julio de 2009 — 10:00 AM

— Alice… ¿Puedes estarte quieta? —preguntó Edward en un susurro con voz dura. Alice no dejaba de repiquetear con el tacón de su zapato chocando contra el suelo. — Lo siento —contestó la morena susurrando también. — Edward déjala… solo estaba siendo ella misma —bromeó Bella. — Ese sonido es molesto… —volvió a quejarse Edward haciendo un mohín. — Alice es molesta, es lógico que todo lo que haga lo sea también —bromeó Bella. Edward río entre dientes y Alice la miró con los ojos entrecerrados. — ¿Quién ha desayunado un payaso? —preguntó Alice sin alejar la mirada hostil de su amiga. — Señorita Swan, es su turno —los interrumpió una enferma cuando Bella iba a contestar. Los tres se pusieron en pie y caminaron hacia la puerta, el huracán Alice, la abrió y entró en el interior de la consulta casi a la carrera, Bella la siguió negando con su cabeza y Edward arrepintiéndose mentalmente de haber dejado que su hermana los acompañase. El Doctor Cooper parpadeó sorprendido un par de veces al ver a la pequeña de los Cullen sentada frente a él de un segundo a otro, pero se tranquilizó al ver la cara de disculpa de Edward. Como siempre, revisó los últimos estudios de Bella y le realizó las preguntas de rigor. Después de tomar su peso, le pidió que se tumbase en la camilla y se descubriese el vientre. Alice se acomodó a su lado sin que nadie dijese nada, lo que dejo a Edward en pie sin tener lugar para sentarse, así que se acomodó al lado del doctor Coop, así también vería de primera mano el estado de los pequeños. El doctor esparció el gel por el vientre de Bella y comenzó a mover el aparatito sobre este. Después del estremecimiento previo por la temperatura del gel, Bella curvó sus labios en una sonrisa nerviosa esperando el veredicto del doctor. — Umh… esto está muy bien —murmuró el doctor— tienen un tamaño bastante bueno para ser mellizos… — ¿Eso es bueno? —preguntó Alice. El doctor la miró y sonrió al ver el parecido de esa chica al de su colega Cullen, deduciendo casi al instante que era la pequeña hija de Carlisle de la que todo el mundo habla. — Es más que bueno… al ser dos niños no suelen tener espacio y son de menor tamaño, pero por ahora están muy bien —dijo mirando ahora a Edward—según las notas que tenemos y el desarrollo de los bebés estás de unas diecinueve semanas. Estás en el ecuador de tu embarazo— miró a Bella con una sonrisa. 46

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Movió el monitor para que Alice y Bella pudiesen ver a los bebés. — Mirad… este es uno de ellos, podéis ver la forma de la cabeza e incluso la forma de su cuerpo, este es el otro que está al lado contrario… —explicó el doctor señalando en el monitor para facilitarles la tarea. — ¿todo está bien de verdad? —preguntó Edward con algo de ansiedad mal disimulada. — Sí… puede que al ser un parto múltiple necesite una cesárea, pero es pronto para predecir eso —dijo dirigiéndose solo a Edward. — ¿Se sabe el sexo? —preguntó Alice interrumpiéndolos. El doctor continuó moviendo el aparato por el vientre de Bella y puso una mueca de fastidio. — No se dejan ver… ninguno de los dos… —susurró. — Vaya… ahora tendrán que esperar mis planes… —murmuró Alice para sí misma. Bella y Edward escondieron una sonrisa acostumbrados a la efusividad de su amiga y hermana. Después de salir de la consulta Alice se despidió alegando que tenía muchas cosas que hacer y era tardísimo, dejando a Edward y a Bella solos y sorprendidos porque el comportamiento de Alice, que de un momento a otro cambió su semblante y se alejó sonriendo como si fuese un gato que recién comió canario. — ¿te apetece comer algo? —preguntó Edward. — Sí... ¿por qué no vamos al Loge? Me apetece pastel de queso —dijo Bella haciendo un puchero. — Pues al Loge se ha dicho —dijo Edward con una sonrisa y pasando un brazo sobre los hombros de Bella conduciéndola hacia su coche. Cuando llegaron al único restaurante del pueblo, escogieron una mesa cerca de las ventanas e hicieron su pedido. Lauren, la camarera, prestó más atención a Edward que ha Bella, ganándose esta última una mirada poco apreciativa por la impertinente mesera. Cuando ya estaban comiendo su porción de pastel, cado uno estaba en silencio y sumido en sus propios pensamientos, era un silencio cómodo de esos que tan bien los caracterizaban a ambos, estaban tranquilos simplemente manteniéndose uno al lado del otro sin necesidad de decir palabras sin sentido para tener algo de lo que hablar. — ¿Has pensado en algún nombre? —preguntó Edward de repente. — ¿Para qué? —preguntó Bella frunciendo el ceño. — Para los bebés… —dijo él señalando su vientre con la barbilla. — Ah... pues… —vaciló— no lo tengo muy claro. Como no se sabe el sexo no puedo decidirme. — Necesitas tres combinaciones —dijo Edward casualmente.

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— ¿Por qué tres? —preguntó Bella con curiosidad. — Pueden ser dos niños, dos niñas o uno de cada… —contestó él encogiéndose de hombros— ¿tú que prefieres? — Me da igual. — Eso dicen todas… —se burló Edward. — Es que me da igual… —se defendió Bella— ¿tú que prefieres? En el momento en que esa pregunta salió de sus labios Bella se arrepintió de haberla pronunciado… ¿A quién querría engañar? A Edward le daría igual que fuesen niños o niñas… como si fuesen un par de perritos, a él no le importaba. — Pues… —susurró Edward sorprendiendo a Bella que ya no esperaba ningún tipo de respuesta— me gustaría que fuesen dos niñas… La miró entre sus pestañas y Bella se estaba mordiendo el labio inferior, indecisa si volver a preguntar para saciar su curiosidad al completo, o simplemente quedarse callada y dejar de hacerse ilusiones. — ¿Por qué? —se atrevió a preguntar por fin. — Me gustaría que tuviesen tu color de cabello, tus ojos… y tus facciones dulces —contestó Edward sin apartar los ojos de ella. Bella se sonrojó por las palabras de Edward… ¿de verdad pensaba que ella tenía las facciones dulces? Se formó un nudo en su garganta cuando lo pensó y su sonrojo fue en aumento. Edward, siguiendo un impulso, como hacía mucho últimamente, alzó una mano y acarició una de las rojas mejillas de Bella con la yema de sus dedos. — Estás hermosa cuando te sonrojas —susurró Edward totalmente perdido mirando a Bella fijamente— tú eres hermosa. Bella se sorprendió mucho ante las palabras de Edward… aunque intentó no demostrarlo exteriormente. Pero todos sus intentos por disimular lo evidente, no valían de nada cuando su corazón latía tan rápido en su pecho que pensó que en cualquier momento se le saldría por la boca.

Casa de Edward — viernes 31 de Julio de 2009 — 11:00 PM

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Había sido un día largo… demasiado largo, pero Bella no podía dormir. En la tarde había estado en casa de Charlie, su padre, disfrutando de un día a su lado. Recordando viejos tiempos cuando ella era adolescente y pasaban tiempos juntos. Bella jugó largo rato Seth y Leah, los hijos mellizos de su padre y Sue, su nueva mujer. Bella adoraba a esos pequeños, disfrutaba mucho viéndolos reír y divertirse. Eso la hizo en pensar en lo que sentiría por sus hijos en cuanto naciesen, ahora los amaba… ¿pero después? No sabía si sus bebés tendrían tanto de Michael que le recordarían a él cada día, se sentía egoísta por pensar así, pero no quería que sus rayitos de sol se pareciesen en nada a su padre, quería una copia exacta de ella, algo que no le recordase cada día cual había sido su origen. Continuaba dando vueltas y más vueltas en la cama sin poder dormir. Dos semanas atrás, y por recomendación de Emily, su psicóloga, había dejado de dormir con Edward. Emily decía que Bella tenía que aprender a vivir con su independencia, que aunque Edward estuviese ahí para todo, ella debía aprender a estar sola, y eso comenzaba con dormir sin su compañía. La primera noche ambos lo pasaron fatal, Edward echaba de menos sentir el cuerpo de Bella pegado al suyo, echaba de menos el olor a fresas de su champú rodeándolo. Bella echaba de menos los latidos del corazón de Edward pegados a su oído, el ritmo constante su respiración y el movimiento de su pecho. Poco a poco se fueron resignando a no compartir más el colchón, aunque no se acostumbraron, para ellos era necesario sentirse cerca y esos momentos que compartían a solas y en silencio, era el mejor bálsamo para la soledad que ambos sentían, para redimirse de los errores del pasado que estaban pagando ahora mismo. Ambos buscaron actividades para conseguir sus necesitadas horas de descanso, Bella leía cada noche hasta que el sueño la vencía, Edward tocaba el piano hasta que sus dedos se tropezaban con las teclas de cansancio… antes de ir a su propia habitación se pasaba por la Bella para comprobar cómo estaba. Se enternecía cuando la veía dormida con la luz prendida y el libro abierto descansando en su pecho. Entonces él la reacomodaba y la arropaba, dejaba un suave beso en su frente y apagaba la luz para irse a dormir con una sonrisa boba dibujada en sus labios. Así era casi cada noche, Edward suspiraba antes de cerrar los ojos y su último pensamiento era para ella, así como el primero cada mañana. Cuando se levantaba de un salto y todavía con el su ropa de dormir puesta bajaba la cocina para ver como Bella, con una de sus camisetas viejas de la universidad, le preparaba los huevos revueltos y las tostadas con mermelada. Visto desde fuera los dos parecían talmente una familia, exceptuando el hecho de que ahora dormían en camas separadas. Pero sus actos, sus miradas… hasta sus sentimientos, eran de una pareja más que consolidada. Pero la realidad era muy distinta, ambos sabían que entre ellos no había más que amistad, una amistad muy especial, pero amistad al fin y al cabo, aunque en el fondo de su alma soñaban con ser algo más. Bella dio otra vuelta en la cama y se sobó la tripa donde uno de sus bebés le había propinado una patadita, no dolían… ni si quiera eran molestas… pero esa noche estaban muy inquietos.

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Decidió bajar a la cocina y bebes un poco de leche, a ver si así conseguía que el sueño viniese a visitarla esa noche, tenía que descansar por sus hijos, para que ellos estuviesen fuertes y sanos. Bajó las escaleras con excesivo cuidado, desde que había descubierto que estaba embarazada tenía cuidado de no tropezar o enredarse con sus propios pies, paran o lastimar a sus pequeños. Cuando entró en la cocina se sirvió un vaso de leche y suspiró antes de probar un sorbo. Otra patadita la hizo sonreír y sobarse de nuevo en la zona golpeada… si que estaban inquietos esos dos diablillos esa noche. Salió de la cocina y se dispuso a subir las escaleras hacia su habitación de nuevo, pero al pisar el primer escalón los acordes de aquella canción tan conocida para ella resonaron en el silencio de la casa. No pudo evitarlo y se asomó al pasillo por donde se iba al estudio donde Edward tenía su piano, la puerta estaba entornada y un haz de luz rompía la oscuridad de la noche esparciéndose por el suelo. Bella siguiendo un impulso comenzó a caminar hacia el estudio y se asomó a la puerta para ver como Edward tocaba, le gustaba verlo… su cara de concentración, sus ojos entrecerrados, su cabello moviéndose ligeramente con los movimientos de su cuerpo que seguían el ritmo de la melodía. Le gustaba ver como sus manos volaban sobre las teclas haciendo magia… sí, para ella tocar ese instrumento era como hacer magia. Cuando sus ojos se toparon con la imagen de Edward su corazón pareció saltarse un latido, cerró los ojos dejándose llevar por la música y un estremecimiento surcó su espalda poniendo de punta los bellos de su nuca… Bella adoraba esa canción, y aunque Edward se la había grabado en un CD para que pudiese escucharla en cualquier momento aunque él no estuviese cerca, no era lo mismo que escucharla en vivo, con él a su lado tocando solo para ella, aunque en ese momento ni él mismo sabía que estaba ahí. Cuando la melodía fue llegando a su final era cuando las notas sonaban más dulces… unas lágrimas descendieron por las mejillas de Bella, que estaba totalmente embelesada, apoyada en la puerta y con los ojos cerrados. La última nota quedó flotando en el aire, sumiendo de nuevo la casa en ese silencio nocturno tan placentero y a la vez tan abrumador. Bella se sorbió los mocos y limpió una de sus mejillas con el dorso de su mano. Edward se giró para verla y sonrió como un tonto cuando la vio cerca de él y emocionada por su canción. — ¿Llevas mucho tiempo ahí? —le preguntó en un susurro temiendo romper la magia del momento si hablaba demasiado alto. — Un rato… no podía dormir —susurró también Bella. — Ven —Edward extendió la mano y Bella la tomó sin dudarlo. Edward acomodó el pequeño cuerpo de Bella en su regazo y la abrazó con fuerza, respirando sobre su pelo, dejándose envolver por el perfume a fresas que desprendía en cada movimiento. Bella se dejó envolver, cerró los ojos y poyó la cabeza en su pecho dejándose tranquilizar por el sonido de su corazón. — ¿Por qué no podía dormir? ¿Algo te preocupa? —preguntó Edward. 50

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— No —dijo Bella— los bebés no dejan de moverse —sonrió. Edward se movió y Bella alzó la mirada para verlo, ambos sonrieron cuando sus miradas se encontraron. Bella se enderezó y acarició la mejilla de Edward con sus labios, él solo pudo cerrar los ojos y suspirar. — Así que… no te dejan dormir —murmuró casi para sí mismo mientras intentaba olvidar el tacto de sus labios sobre su piel. Sin pensar, acarició el vientre de Bella con una mano y los bebés le dieron la bienvenida con varios movimientos, ambos soltaron unas risitas suaves entre dientes… — A ver enanos… tenéis que dejar dormir a mamá —susurró Edward mirando su tripa. Bella sintió como su corazón se henchía al oír como Edward hablaba con sus hijos con tanto cariño… sería tan buen padre… — Vamos a probar una cosa —susurró Edward. Reacomodó a Bella en su regazo y volvió a tocar el piano, comenzaron siendo unas simples notas sueltas, pero poco a poco una melodía comenzó a tomar forma, Bella cerró los ojos mientras las notas, formando una dulce tonada, flotaban en el aire llenando todo de una magia sin igual. Edward cerró los ojos y recargó su mejilla sobre la cabeza de Bella, la nueva melodía fluía de sus dedos como si fuese lo más natural del mundo, no era totalmente desconocida, solo era la nana de Bella ligeramente modificada, haciendo que el resultado fuese totalmente distinto y el doble de dulce. Bella se sobaba la tripa ausentemente, los bebés comenzaron a cesar sus movimientos dejando que Bella se relajase por completo, hasta que se quedó dormida profundamente. La última nota quedó rompiendo el silencio, Edward dejó que sus brazos envolviesen de nuevo a Bella, y en un acto de egoísmo, la tomó en brazos y la llevó hasta su cama, donde se quedó dormido como días atrás… abrazado a ella mientras soñaba con un futuro en el que estaban siempre juntos.

Parque de Forks — Domingo 16 de Agosto de 2009 — 10:27 AM

Era un domingo cualquiera en casa de Edward… pero el buen tiempo había decidido instalarse en Forks dejando atrás las nubes y la lluvia, no es que hiciese un calor sofocante, pero podían pasearte con poco ropa sin temor a morir de hipotermia.

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Edward decidió que sería un buen momento para salir a dar un paseo, ese día no trabajaba y se había levantado de muy buen humor, la verdad es que llevaba ya tres días levantándose de buen humor. Él y Bella había decidido ignorar algunos de los consejos de Emily, sobre todo uno en concreto, habían decidido volver a dormir juntos, era algo que no le hacía mal a nadie, Bella ya estaba mucho mejor, no tenía pesadillas y se sentía mejor consigo misma. Así que para celebrar su recién adquirida libertad de "cama" como Edward la había llamado para arrancarle una sonrisa a Bella fueron a pasear un rato. Mientras caminaban entre los árboles Edward se dio cuenta de cuánto había cambiado Bella desde que vivía con él, sobre todo desde que visitaba a Emily… sonreía más y con más facilidad, dormía las noches de u tirón, sus ojos volvían y a brillar y lo más importante para él: no había vuelto a hablar de irse de su casa. Esos últimos cuatro meses habían sido los mejores de su vida con Bella a su lado, no los cambiaría por nada del mundo, se sentía bien a su lado, soñaba con poder decirle algún día lo que sentía y que ella le correspondiese del mismo modo. Suspiró y disimuladamente sujetó a Bella de la mano, ella miró sus manos unidas con los dedos entrelazados y después miró a Edward regalándole una sonrisa. El corazón de Bella comenzó a latir más deprisa y un enjambre de mariposas anidaron en su estómago decidiéndose a revolotear en ese mismo momento. Suspiró y dejó que el calor que desprendía la mano de Edward sobre la suya la inundase poco a poco. Después de caminar un raro decidieron sentarse en un banco bajo el sol, Bella se quitó los zapatos y dejó que el césped hiciese cosquillas entre los dedos de sus pies. Edward sonrió ante su gesto y pensó en imitarla, pero se lo pensó mejor y la miró sonriendo. — ¿Te apetece un helado? —preguntó mirando fijamente el puesto a unos metros de ellos. Bella fingió pensárselo durante unos segundos y después asintió sonriendo. — De fresa… por favor —dijo en un murmullo. Edward se puso en pie, y después de besar su frente avanzó hacia el puesto ambulante y se puso al final de la pequeña cola que había para comprar. Bella miró y sonrió como tonta… estaba enamorada, eso era evidente hasta para un ciego… se preguntó si Edward lo habían notado, y si lo había dicho porque no le decía nada, quizás se sentía con obligación a protegerla y cuidarla, por eso se callaba, o quizás se estaba haciendo el tonto e ignoraba las señales que Bella le envía inconscientemente para salvar su amistad. Estaba metida en sus pensamientos con el ceño fruncido y mirando como sus pies movían las hebras hierva que no percató de que alguien se había sentado a su lado hasta que oyó como alguien se aclaraba la garganta. Alzó la cabeza algo sorprendida y sonriendo, pensando que Edward había vuelto antes de tiempo, pero la sonrisa se le quedó congelada cuando vio a quien tenía a su lado. — Jessica… —susurró. — Hola Isabella —dijo la chica con voz desdeñosa mirando a Bella de arriba a abajo con asco y arrugando la nariz como si oliese mal. 52

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— ¿Qué quieres? —preguntó Bella. — Solo saludar a un vieja amiga —Jesica batió sus pestañas y sonrió mostrando sus dientes. Bella bufó… aun con lo nerviosa que se encontraba y los recuerdos que Jessica había despertado en ella, se sentía mejor consigo misma, tenía confianza, tenía valor para protegerse y proteger a sus rayitos de sol. — ¿Qué quieres? —volvió a preguntar esta vez con más firmeza. Jessica parpadeó sorprendida, pero eso solo duró unos segundos, después se acercó un poco a Bella y acarició su ya redondo vientre. — Mike te envía un mensaje —susurró en su oído. Bella palideció ante sus palabras y apartó su mano de un manotazo. — Vete Jessica —dijo con voz temblorosa. — ¿No quieres saber lo que Mickey quiere contarte? —preguntó haciendo un puchero. — ¡Vete! —casi gritó. — Dice que no les cojas mucho cariño a tus bebés… que quizás no puedas disfrutar mucho de ellos… uy… ¿por qué será? —fingió ignorancia. Bella se sujetó el vientre con ambas manos no pudo evitar que una lágrima rodase por su mejilla. — ¡Veté! —dijo en un susurro. — Me iré… no vale pena perder mi tiempo contigo… pero recuerda lo que te he dicho —se puso en pie y me guiñó un ojo —hasta pronto Bella Jessica dio un paso atrás tropezó con algo, al girarse y ver lo que era su rostro se iluminó. — Hola Eddie… no te había visto —dijo con voz sugerente y mirando a Edward con cara de querer devorarlo. — Yo si te he visto… y también te he escuchado… —dijo Edward con voz contenida— ¿tienes algún mensaje para mí también? Jessica dio dos pasos alejándose de Edward asustada y miró a Bella con odio antes de volver a mirarlo a él. — Yo solo soy la mensajera —dijo en un hilo de voz. — Hazme un favor y dile a Newton, que antes de que él pueda ponerle una dedo encima a los hijos de Bella, le corto las manos —su voz sonó fría cortante— espero que sepas darle ese mensaje. — También son sus hijos de él —replicó la chica.

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— No… —sollozó Bella— son solo míos. — Ya has oído a Bella, Mike perdió todo el derecho sobre esos bebés y sobre Bella el día que decidió levantarle la mano —dijo Edward sentándose al lado de Bella y tomando una de sus manos para tranquilizarla— Jessica vete. — Mike nunca le hizo daño…todo es mentira —gritó la chica. Edward volvió a ponerse en pie y miró a Jessica con todo el odio que fue capaz de transmitir. — Vete de mi vista antes de que olvide que eres una mujer y yo sí que voy a hacerte algo que sea verdad —amenazó en un susurro inaudible para Bella. Sin decir una palabra más Jessica se dio la vuelta y se alejó de allí a pasa rápido. Bella estaba llorando, abrazada su vientre protegiéndolo con sus manos, su cuerpo temblaba no podía dejar de sollozar. Edward tiró los helados al suelo y se dedicó a abrazarla, mientras acariciaba su espalda y susurraba palabras dulces en su oído. Poco a poco Bella se fue tranquilizando y cuando dejó de llorar, Edward decidió que ya era hora de volver a casa. El viaje de regreso fue en silencio, ya no había sonrisas, ya no había bromas… el brillo de la mirada de Bella se había apagado y la sentía a años de distancia. Edward maldijo mentalmente a Jessica Stanley por volver a hacerle daño a lo que él más quería, no lo permitiría, nunca, ni la escoria de Newton ni l víbora de Stanley se acercarían de nuevo a Bella para alejarla de él. Cuando llegaron a la casa, Bella fue directamente a su habitación y se metió en la cama, Edward fue a la cocina a prepararle un té y se lo llevó acompañado de unas galletas de canela, las preferidas de ella. Entró en su habitación sin llamar a la puerta, y la encontró aovillada bajo las mantas en completo silencio. Sabía que no estaba durmiendo porque su respiración era demasiado rápida e irregular, así que dejó el té y las galletas sobre la mesita de noche y se metió bajo las mantas con Bella. Pasó los brazos por su cintura y la atrajo hacia su cuerpo abrazándola. — Estoy bien… —susurró ella. — No lo estás —contestó Edward contra su cuello. Al contacto de su aliento Bella no pudo evitar estremecerse, algo que no pasó desapercibido para él. — No quiero hablar ahora… ya lo haré con Emily en próximo martes —volvió a decir Bella. — Como quieras… tú no hables pero yo si lo voy a hacer y vas a escucharme —dijo Edward con una recién adquirida seguridad. Bella se giró y se enderezó apoyando su espalda en la cabecera de la cama para mirar a Edward mientras halaba, sus palabras habían sido tan solemnes que casi le dio miedo… ¿qué querría decirle? Edward imitó a Bella y se sentó a su lado en la misma posición, tomó una de sus manos entre las suyas y comenzó a juguetear nerviosamente con sus dedos. Respiró hondo y comenzó a hablar. 54

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— Newton nunca se acercará a ti, ni a tus hijos —dijo con total seguridad— nunca os volverá a hacer daño a ninguno de los tres, te lo puedo asegurar. Bella alzó la mirada sorprendida para cruzarse con los ojos verdes de Edward mirándola con mucha intensidad. — ¿Por qué estás tan seguro? —preguntó en un hilo de voz. — Porque yo estaré a vuestro lado siempre… protegiéndoos… si me dejas —dijo algo inseguro al final. Bella sitió que su corazón estaba a punto de explotar en su pecho. — Cla... claro que te dejo… ¿lo dudas? —balbuceó — No —Edward sonrió y apretó ligeramente su mano— ahora no. No lo dudaba, ahora podía ver en sus ojos lo que nunca había visto antes, parecían un reflejo de los suyos propios… Bella podía expresar tanto con su mirada… en ellos había amor… más amor del que nunca pudo imaginar, estaba completamente seguro de ello, pero quería hacer las cosas bien, no quería asustarla, no ahora que estaba tan cerca de poder tenerla para siempre. — Te quiero —dijo Bella sin pensar, pero no se arrepintió de haberlo dicho, pues los ojos de Edward destellaron de felicidad. Pues se notaba de lejos que no era un "te quiero" cualquiera, que era un te quiero espontaneo, de esos nacen en el alma y se escapan en un suspiro. De esos en los que nunca se miente y se expresa todo con solo dos palabras. Edward pasó n brazo por sus hombros y la atrajo hacia su pecho, abrazándola, sintiendo como bajo su toque Bella era otra Bella, la Bella que él amaba y que no dejaría escapar nunca. — Iré a tocar un poco… ¿Necesitas algo? —preguntó después de unos minutos en esa posición. — Solo quiero descansar un poco —dijo ella sonriendo algo avergonzada. — Está bien… ya sabes donde estaré. Edward se puso en pie, necesitaba salir de esa habitación, pero sobre todo de esa cama si no quería hacer una estupidez y acabar con todo lo que había avanzado. Tocar… sí… eso lo tranquilizaría. Se sentó y miró como Bella lo miraba diciéndole tanto con tan poco… se acercó un poco a ella dispuesto a besar su mejilla antes de irse, pero, como era costumbre. Siguiendo uno de sus impulsos, besó la comisura de sus labios sintiendo como bella tembló con el roce. Y no era para menos, ella sintió que su corazón podría explotar de un momento a otro… ¿Edward le estaba queriendo decir que sentía lo mismo que ella? Eso no era posible… no podía ser… Edward no podía quererla ella no… Detuvo sus pensamientos de golpe cuando se dio cuenta del lugar donde acabaría, ella era digna del amor de cualquiera, aunque ese cualquiera no fuese otro que el perfecto y

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maravillosos Edward, lo mejor que podía hacer era que si él estaba dispuesto a amarla, no poner objeciones y dejarse querer. Edward sonreí como un niño el día de navidad mientras bajaba las escaleras rumbo a su piano. Y en el fondo de su alma agradecía el encontronazo con Jessica, ya que le había dado la confianza para ir poco a poco mostrándole a Bella sus sentimientos.

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Hospital de Forks — Martes 22 de agosto de 2009 — 11:45 AM

Bella deambulaba por los pasillos del hospital de Forks, no sabía muy bien a donde se estaba dirigiendo, pero estaba siguiendo una corazonada. Tenía que encontrar a Edward. Como si estuviesen compartiendo esos pensamientos sintió una patadita de uno de sus bebés. Se acarició el vientre y continuó con su búsqueda. Divisó la cabellera cobriza que tanto anhelaba al fondo de un pasillo, hablando con una de las enfermeras. Sonrió ampliamente y se acercó a ellos. — No puedo —dijo Edward con voz cortante. Bella frunció el ceño. — Venga Eddie, solo será una copa, no voy a secuestrarte —dijo la enfermera que hablaba con él. Cuando Bella se acercó un poco más puedo ver a una chica rubia, tan pequeña como Alice y con los ojos azules más profundos que había visto nunca. — Jane, no insistas, tengo cosas que hacer —dijo Edward cada vez más molesto. Bella se quedó paralizada, malinterpretó el comentario de Edward, creyó que su molestia era por no poder ir a la cita con esa chica, no porque realmente estaba harto de decirle que no una y otra vez. Bella se sintió culpable, Edward estaba dejando de lado su vida por culpa de ella, por cuidarla, por no dejarla sola. Estaba a punto de dar media vuelta e irse, coger un taxi, ir a casa de Edward para recoger sus cosas y buscar un lugar donde vivir dejándolo tranquilo, aunque eso le partiese el alma — ¡Bella! —chilló una enfermera. Bella se maldijo porque la había hecho notar, y Edward sonrió a ver la figura de Bella a pocos pasos de él en el pasillo. — Kate —dijo la chica con falso entusiasmo— ¿cómo estás? — Estoy bien… ¿pero tú? ¡Estás hermosa con esta tripita! —dijo con ternura acariciando su barriguita. Edward hizo a un lado a Jane sin mediar palabra y la dejó plantada en su lugar para acercarse a Bella. — Bella cielo… ¿qué haces aquí? —preguntó Edward sin poder borrar la sonrisa. — Necesitaba hablar… y he venido a ver a Emily —contestó con ella con un hilo de voz. — ¿Tú sola? —preguntó preocupado mientras fruncía el ceño. — No, Emmett me ha traído. Me está esperando en la cafetería —mintió, ella le había pedido que se fuera, tenía intención de volver a casa con Edward. 57

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— He acabado mi turno… ya nos vamos juntos —pasó una brazo por sus hombros y la atrajo hacia sí. Bella bajó la mirada avergonzada mientras jugueteaba con el dobladillo de su camiseta. Kate, todavía permanecía frente a Bella y suspiró mientras sonreía. — Se ven tan adorables… enhorabuena chicos —dijo a modo de despedido mientras se marchaba pasillo adelante. Bella se sonrojó por la connotación que habían tenido las palabras de la enfermera, Edward sonrió como un tonto, alegre porque todo el mundo pensase que los bebés de Bella eran suyos, no podría estar más orgulloso de que pasase eso. — Yo puedo volver con Emmett… —susurró Bella— tú sal y diviértete un rato, no puedes quedarte encerrado en casa solo porque yo lo esté, mañana tienes el día libre y no necesitas madrugar. Sal y disfruta. Cada palabra que salía de su boca era un puñal directo a su corazón, pero ella estaba segura de que eso era lo mejor. No podía pedirle a Edward que estuviese a su lado, era egoísta, era… era imposible. Edward la miró sin comprender, cuando la noche pasada se despidió de ella para su turno de noche, Bella estaba feliz, como siempre. No era la Bella que ahora estaba frente a él, esa Bella estaba triste y algo le estaba haciendo daño, esperaba poder descubrir lo que era y solucionarlo. — No me apetece salir… ¿qué te parece una noche de películas y palomitas? —preguntó él intentando sonar alegre. — No tienes por qué hacerlo —Bella elevó la mirada por mi primera vez desde que se habían visto en ese pasillo, y tuvo que desviarla a los pocos segundos por la intensidad con la que Edward la observaba. — ¿Qué pasa? —preguntó Edward comenzando a preocuparse—, y no me digas que nada porque no lo creeré. — Emmett me está esperando... hablamos luego —intentó escabullirse ella. — No, llama a Emmett y dile que se vaya, o que se espere, no me importa, vamos a mi despacho y hablaremos. Sin esperar contestación Edward la tomó de la mano y la arrastró hacia su consultorio, entró en él y cerró la puerta con seguro para que nadie los molestase, sin preguntar nada, sujetó a Bella por la cintura y la sentó en la camilla para que sus miradas pudiesen conectarse sin que tuviese que bajar la cabeza por la pequeña estatura de la chica. — ¿Qué pasa? —preguntó de nuevo cada vez más preocupado. Bella no contestó, miró sus manos que estaban en su regazo, con sus dedos entrelazándose entre ellos.

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— Bella —susurró Edward— si no me cuentas me preocuparé, que ya lo estoy, pero me preocuparé demasiado y tú no quieres que yo me preocupe, siempre me lo dices. Bella sonrió con tristeza recordando las palabras que le decía siempre que lo veía con el ceño fruncido por su extrema preocupación. — Deberías aceptar esa copa —dijo en un hilo de voz. Edward resopló y frunció el ceño. — ¿Qué copa? —preguntó confundido. — La chica esa… con la que hablabas antes… es… guapa —balbuceó ella— seguro que… que también es divertida. No tienes por qué quedarte conmigo. Es más —habló con más confianza— creo que ya he abusado lo suficiente de ti, lo mejor será que me busque un apartamento y te devuelva tu intimidad. Edward la observó mientras hablaba, completamente atónito y con la boca abierta. Había creído que las cosas estaban cambiando, Bella le estaba demostrando día a día que era algo más que un simple amigo y ahora… ahora le estaba diciendo de nuevo que se iba, que lo dejaba por no molestar. — No quiero que te vayas de mi casa Bella —dijo totalmente convencido de sus palabras. — Sé que no lo quieres, pero es lo mejor —dijo Bella—, no tienes por qué sentirte obligado a reparar lo que Mike ha roto. Tú no tienes la culpa y no debes redimirte por ello. — Bella… —intentó interrumpirla. Sin éxito. — No Edward, recogeré mis cosas y me iré unos días con Alice, o con Emmett que no deja de repetírmelo —dijo sin prestarle atención. — Tú no quieres ir con Emmett —dijo Edward con acidez. "Tampoco quiero irme de tu casa, pero debo hacerlo" pensó ella con amargura. — Será temporal, mientras busco una casa para mí, la librería está yendo muy bien aunque yo no la atienda, Seth y Leah están haciendo un trabajo genial aunque yo apenas me paso por allí. Los beneficios son suficientes para mí y los bebés. No te preocupes —intentó tranquilizarlo ella. — Me preocupo porque estarás sola, no quiero que estés sola —dijo Edward. — Mi madre vendrá a pasar una temporada a Forks cuando nazcan los bebés, podrá ayudarme con lo que sea —volvió a insistir. Edward suspiró y tomó las manos de bella entre las suyas. Cruzaría la línea, pero ya estaba a punto de irse de su casa… ¿qué más podría perder? Sujetó la barbilla de ella con una de sus temblorosas manos, nunca había estado tan nervioso. Hizo que ella lo mirase a los ojos y con toda la emoción que pudo habló con el corazón. 59

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— No… no quiero que te vayas —su voz se rompió— no podré vivir si tú te vas. Bella se quedó petrificada, sus ojos derramaban lágrimas silenciosamente y su corazón latía a una velocidad poco normal. Sintió los movimientos intranquilos de sus bebés, sabía que su estado de nerviosismo les afectaría, pero no podía creerse lo que acababa de oír. — No… no intentes convencerme —dijo Bella entre sollozos. — Te necesito Bella —susurró Edward con total convicción—, necesito tu olor en mi almohada, necesito tu champú de fresas en el baño, necesito ver cómo te frustras cuando no sabes programar el lavavajillas, o como tu labio superior se frunce hacia la izquierda cuando estás concentrada. Bella sonrió con tristeza. — No puede ser Edward —se deshizo del agarre de él en su barbilla y volvió a mirar sus manos en su regazo. — ¿Por qué no? —preguntó Edward con el alma en un puño. Bella suspiró e intentó bajarse de la camilla, Edward no lo permitió sujetándola por las caderas, Bella desistió en su intención y volvió a mirar a Edward a los ojos para que él efecto de sus palabras fuese el doble. — Tú eres joven, guapo, tienes mucho futuro con tu carrera —dijo decidida— no puedes tenerme en tu casa como una ocupa, no puedes permitir que destroce tu vida llenándola de pañales, biberones y llantos a media noche. Fue mi decisión seguir adelante con este embarazo y soy la que bebe pagar las consecuencias. — No seas estúpida, compartiré eso contigo totalmente encantado —dijo Edward ya perdiendo los nervios, Bella, sabes que yo… Ella lo calló, colocó su mano sobre sus labios suponiendo lo que iba a decir. — No lo digas… —suplicó. — ¿Por qué no? —preguntó él desafiante después de sujetar la mano que le impedía hablar entre las suyas. — Porque… porque no está bien, yo no puedo permitir que estropees tu vida por mi culpa, por mis malas decisiones. — ¿Hablas de los bebés? —preguntó Edward confuso. — Hablo de Mike, los bebés son mi mejor error, no los cambiaría por nada —suspiró. — Déjame compartir eso contigo, prometo que… —volvió a callarlo. — Por favor… no lo hagas —suplicó de nuevo. — ¿Tú me amas? —preguntó Edward alzando la voz.

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— Sabes que te quiero —Bella bajó la mirada y se ruborizó— eres una persona muy importante en mi vida. — No es eso lo que te he preguntado —Edward acunó sus rostro en sus manos y la obligó a mirarlo una vez más— La pregunta es muy sencilla y solo tiene dos posibles respuestas… ¿me amas Bella? Bella sintió como su pecho se hinchaba, como estaba a punto de explotar ante la magnitud de los sentimientos que la embargaban. — Sí… —esa simple sílaba abandonó sus labios en contra de su voluntad, no que no lo sintiera, pero no debía decirlo. — Eso es suficiente —susurró Edward con una sonrisa. — ¿Suficiente para qué?—preguntó Bella confusa y a la vez aterrorizada por lo que había dicho. Edward tomó las dos manos de Bella entre las suyas y las llevó a sus labios. Las besó con ternura, mientras Bella se sentía desfallecer a cada roce su piel. — Yo también te amo Bella… no voy a dejarte escapar, nunca —dijo totalmente seguro de sus palabras. — Edward —intentó interrumpir ella. — No… Isabella —pronunció su nombre acariciando cada sílaba, se acercó lentamente hacia ella y con toda la dulzura de la que fue capaz, unió sus labios. Sintió como Bella se estremecía entre sus brazos, sintió muchas cosas, pero la más importante… se sintió pleno. El tiempo pareció pararse en ese instante, era como si se hubiesen bajado del mundo y ya nada importara más que ellos. Bella sentía los labios suaves y a la vez rudos de Edward sobre los suyos, creyó que nunca podría llegar a vivir ese momento, pero estaba pasando… estaba pasando de verdad. Él la estaba besando. Sintió como su pecho explotaba, como su corazón desbocado enviaba su sangre a toda velocidad a través de sus venas. Sentía cada uno de sus nervios alerta esperando el siguiente paso de Edward. Sentía que podía desmayarse de un momento a otro si no se alejaba para poder respirar. Lo hizo con reticencia. No quería alejarse de él, se sentía egoísta, pero no quería que dejara de besarle, ¿qué pasaría después? ¿Se arrepentiría de lo que estaba haciendo? ¿Le diría lo que ya dijo y no pudo creerse? ¿De verdad la amaba como ella a él?

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Sintió que Edward se alejó, ella se aferró a su camisa y cerró los ojos con fuerza para no verlo, no quería ver su cara de reproche por el beso, no quería ver cómo le decía que no podía ser, no quería ver como se alejaba. Edward sonrió como nunca lo había hecho, recargó su frente contra la suya y suspiró satisfecho. Lo había hecho. Le había dicho que la amaba, y la había besado. Ella había correspondido a ese beso… estaba feliz, entusiasmado… ¡pletórico! Se sentía capaz de salir corriendo y gritarle a toda la ciudad que ella lo amaba, lo había dicho, él la había escuchado. "LO AMABA" Se quedaron en silencio unos minutos, asumiendo todo lo que había pasado, anhelando en silencio volver a sentir los besos del otro. Necesitando de un contacto más real para creer que todo había pasado de verdad. Les parecía algo increíble. Una patadita en una costilla. Bella se sobresaltó y se llevó una mano al lugar. Edward la observó en silencio y sin preguntar puso las manos en torno a las de ella, su abultado vientre comenzó a moverse bajo su tacto. Sonrió, sonrió ampliamente. — Os amo a los tres —susurró Edward, rezando para que Bella no se asustase. Un sollozo escapó de los labios de Bella. No podía creérselo, no… eso era imposible. Edward la abrazó y enterró el rosto en su pelo, respirando su aroma a fresas. Bella no podía dejar de llorar, no sabía que le pasaba pero era imposible detener el flujo de lágrimas. — ¿Cielo que pasa? —preguntó Edward con dulzura. — No lo sé —gimió ella— no puedo dejar de llorar —río entre lágrimas. — No quería asustarte… yo no quería que —bella lo detuvo de nuevo. — No necesito explicaciones… —susurró— solo dime que es verdad lo que has dicho. Edward sonrió mientras se perdía en sus ojos, esos dos pozos chocolate en los que era capaz de ver tantas emociones en ese momento… amaba a esa chica por encima de todo. — Te amo y eso no va a cambiar, es verdad y lo será siempre. Te amo —dijo Edward con total convicción. Bella sonrió y tiró un poco de su camisa para que se acercase a ella, estiró su cuello y Edward volvió a capturar sus labios entre los suyos. Pero de repente Bella se tensó y empujó a Edward alejándolo de ella. — ¿Qué pasa? —preguntó alarmado. — No… no… no puedo… yo… Edward… no… no podemos —balbuceaba. — ¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó Edward sorprendido. Bella cogió una bocanada de aire para serenarse y poder decir lo que de verdad pensaba. Todo parecía demasiado fácil, pero no era tan sencillo como decirse Te amo.

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— Edward yo… yo no puedo. Yo… —se detuvo sin saber cómo explicarse— tú me has visto, yo… yo estoy marcada —dijo en un susurro totalmente avergonzada. — ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Edward con voz cortante—. A mí no me importa. — No hablo solo de las marcas de mi espalda Edward —explicó ella—Emily me ha dicho, y tiene razón. Yo tengo que superar muchas cosas todavía, tengo que… tengo que estar segura de mí misma para poder comenzar cualquier tipo de relación. Necesito poder dejar todo este dolor atrás para volver a ser yo misma. — Bella, yo lo entiendo, esperaré lo que haga falta y te ayudaré en lo que necesites —dijo Edward tomándola de las manos. — No puedo pedirte eso —sollozó ella de nuevo— no puedo pedirte que me esperes y me repares como si fuese un trasto viejo. No puedo ser tan egoísta de arruinar tu vida con mis propios problemas. — Tus problemas son mis problemas. Tú sufres y yo sufro —Edward estaba totalmente decidido. — Edward... tienes que entender que… — No —la cortó— tienes que entender tú que voy a estar ahí, a tu lado y al lado de tus hijos. Que voy a esperar lo que sea necesario para que puedas estar conmigo al cien por cien. Que voy a amar tus hijos como si fuesen míos, que voy a ayudarte en lo que necesites y no voy a aceptar un no por respuesta. — ¿Por qué? —preguntó ella con un hilo de voz a causa del nudo que apretaba su garganta. — Ya te lo he dicho… porque te amo —volvió a acunar su rostro entre sus manos y besó cada centímetro de piel de sus mejillas, hasta llegar a sus labios—, llevo años amándote, eso no va a cambiar, así que tendrás que aguantarme. Bella sonrió mientras un par de lágrimas caían por sus mejillas. — Me siento egoísta al hacerte esto —dijo con hilo de voz. — No eres egoísta, solo te dejarás querer, dejarás que te cuide y te ame como te mereces — Edward acarició sus mejillas con sus pulgares secando sus lágrimas. — No tienes por qué hacerlo —volvió a decir — Mira que eres cabezota —rió él— quiero hacerlo ¿de acuerdo? Así que deja de protestar. Bella tomó las manos de Edward entre las suyas y besó sus dedos. — No sé como podré agradecértelo —susurró bajando la mirada. — Es sencillo —Edward pasó las manos por su cintura y la atrajo hacia él— solo siendo feliz. Volvió a acercar sus labios a los suyos y se fundieron en nuevo y tierno beso. Ambos habían esperado tanto por poder estar así que se creían dentro de un sueño. 63

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Mansión Cullen — Afueras de Forks — Jueves 24 de Agosto de 2009 — 05:27 PM

Esme estaba sacando un delicioso pastel de chocolate del horno cuando Edward entró en la cocina y saludó efusivamente a su madre. Ella le devolvió el saludo, pero enseguida enarcó las cejas preguntándose que había de diferente en él, ya que su aspecto difería mucho del que tenía un par de días antes. Edward estaba… diferente, estaba… cómo más feliz. — ¿Qué pasa? —preguntó mientras le servía una porción de pastel y le entregaba una cucharilla para que pudiese comerlo. Edward tomó el plato sin rechistar, el mejor pastel de chocolate era el que preparaba su madre, no le avergonzaba decir que era adicto a ese pastel de chocolate. Cogió una cucharada de pastel y se lo llevó a la boca enfatizando un "uhmmmm" para que Esme se sintiese orgullosa de su modo de cocinar… una vez más. — No pasa nada… ¿tendría que pasar algo? —preguntó Edward sonriendo. — ¿Por qué sonríes entonces?—preguntó de nuevo su madre. — Soy feliz… eso no es que pase algo —Edward se encogió de hombros mientras seguía comiendo pastel. — ¿Y qué te pone tal feliz? Porque habrá un motivo… ¿me equivoco? "¡Madres!" pensó Edward "no se les escapa nada" — Minucias… —le restó importancia él. Esme suspiró y negó con la cabeza… cuando Edward se ponía en plan esquivo, no había modo de sacarle nada. — ¿Dónde está Bella? —preguntó cambiando de tema. Edward se tensó ya la miró entre sus pestañas. — Ha ido de compras con Alice y con Rose, estará pronto de cumpleaños y querían comprarle algo bonito para la fiesta sin que ella se enterase —contestó él con la boca llena y desviando la mirada. — No sé porque insisten en hacerle una fiesta cuando ella dijo que no querían que le preparasen nada… —protestó Esme. — Sabes cómo son… piensan que si le regalan cosas para los bebés no se pondrá tan difícil. Aunque creo que se equivocan —contestó Edward. — ¿Y qué tal tu relación con ella? —preguntó Esme Edward se tensó de nuevo… Esme lo notó y sonrió para sus adentros… había encontrado el motivo por el que Edward sonreía tanto. Aunque no era difícil de adivinar: Bella.

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— ¿Algo nuevo que contar? —preguntó Esme insistiendo a ver si así conseguía algo de información. Edward suspiró… — ¿Cómo lo haces? —preguntó realmente curioso. — Eres mi hijo, una madre sabe ver esas cosas. Cuéntame, soy todo oídos —sonrió Esme. — Hace un par de días hablamos y bueno… —se sonrojó— yo la amo, ella me ama… así que vamos a intentar algo. Esme se quedó en silencio unos segundos, sopesando las posibilidades. Sabía que Bella y Edward se amaban, eso era obvio, pero la situación de Bella no era la mejor en estos momentos, no quería que ninguno de los dos sufriese. — Edward —dijo con prudencia— sabes que adoro a Bella, que la quiero como una hija más… ¿pero estás seguro de lo que estáis haciendo? — Sí mamá… Bella está mucho mejor, ahora incluso ya no tiene pesadillas, Emily la está ayudando mucho. — Salir de ese pozo en que estaba metida no es tan fácil Edward… —dijo de nuevo Esme— además están los bebés… — Los bebés no me importan —la cortó Edward— pensé que tú mejor que nadie entendería que esos bebés no son impedimento ninguno, ya los amo sin que hayan nacido si quiera. — No es eso a lo que me refería —explicó Esme con ternura—, esos niños serán un recordatorio eterno de lo que su padre le hacía a Bella. — Newton no es el padre de esos bebés —dijo Edward con frialdad— simplemente los ha concebido, pero nunca será su padre. Es un donante de semen. — En eso te doy la razón, pero esos niños necesitarán un padre, una figura para tener un ejemplo a seguir… ¿estás dispuesto a admitir a dos hijos que no son tuyos? — Mamá —protestó Edward. — No te estoy reprochando nada, solo te estoy explicando las opciones, elijas lo que elijas para mí estará bien. Pero tienes que pensar que tus decisiones no solo te afectan a ti, esos niños son inocentes y no merecen sufrir. — Lo sé, yo estoy dispuesto a quererlos, a ser lo que ellos necesiten de mí — Edward… — Mamá, estoy completamente seguro de lo que voy a hacer. Mientras Bella esté de acuerdo, nada podrá impedirlo. — Eso es muy noble de tu parte —dijo Esme soportando las lágrimas a duras penas. — ¿Mamá? —preguntó Edward— ¿Vas a llorar? 65

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— ¡Es culpa tuya! —lo golpeó con una cuchara de madera en la cabeza. Edward río mientras se sobaba el golpe. — ¡Yo no te he hecho nada! —se quejó. — Ya iba a adorar a esos bebés… pero ahora me estás diciendo que piensas hacerme abuela… ¿no te parece motivo suficiente para llorar? —dijo Esme limpiándose un par de lágrimas que se habían escapado de sus ojos. Edward río y poniéndose en pie, rodeó la mesa para estrechar a su madre entre sus brazos. — Edward… —susurró Esme. Él se apartó un poco para mirarla a los ojos. — Solo te pido una cosa, hazlos felices… a los tres, se lo merecen —le pidió Esme conteniendo de nuevo la emoción. — Sabes que eso no tienes que pedírmelo, haré lo que sea por ellos —sentenció el chico sonriendo. La puerta de la entrada cerrándose de golpe los distrajo y ambos volvieron a sus posiciones iniciales. Segundos después Alice entró danzando en la cocina, seguida de Rosalie que se sujetaba el estómago mientras se reía de algo. Edward frunció el ceño mientras las observaba. Después entró Bella, con cara de cansada y las mejillas sonrojadas. Edward frunció más el ceño. — ¿Qué le habéis hecho? —preguntó en un gruñido acusando a su hermana y a su cuñada. Bella llegó hasta él y se acurrucó entre sus brazos enterrando la cara en su pecho. — Son malas —susurró la chica— no las dejes de nuevo a solas conmigo, querían torturarme. — ¿Qué habéis hecho? —preguntó de nuevo. Alice y Rose se sentaron a la mesa y Esme le extendió su porción de pastel a cada una. Alice miró a su hermano y sonrió con picardía. — Solo le mostramos a Bella sus posibilidades —dijo encogiéndose de hombros. — ¿Qué posibilidades? —preguntó Esme con curiosidad. — Chicos —dijo Rosalie—, tiene que pensar en encontrar a un buen chico que la quiera a ella y a sus hijos. Edward se tensó y les dedicó una mirada envenenada a las dos chicas sentadas frente a él. ellas solo sonrieron con suficiencia sabiendo lo que ese comentario provocaría en él. — Bella no necesita ningún chico —reprochó Esme frunciendo el ceño.

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Alice y Rose la miraron sin entender, Bella sonrió con la cara oculta todavía en el pecho de Edward sabiendo que este ya le había contado a su madre. — ¿Amor nos vamos a casa? —preguntó Edward e un susurro lo suficiente alto para que todos escucharan. Esme sonrió con complicidad y Alice y Rose dejaron caer los cubiertos que sostenían en sus manos mientras permanecían con la boca abierta. — Sí por favor —dijo Bella—, estoy muy cansada. Edward la ayudó a ponerse en pie y Bella fue a abrazar a Esme como despedida. — Bienvenida a la familia por fin, cariño —le susurró esta al oído. Bella solo se sonrojó y bajó la mirada avergonzada. Edward río entre dientes y la atrajo hacia sí rodeándola por la cintura con posesividad. — Adiós chicas —se despidieron de todos. — ¡Bella espera! —gritó Rose. — ¡Tenemos que hablar! —la siguió Alice. Bella y Edward sonrieron mientras salían de la cocina, segundos después oyeron un grito ahogado por parte de las dos chicas seguido de la risa musical de Esme.

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Cárcel de Port Ángeles — Port Ángeles, Seattle — Sábado 26 de agosto de 2009 — 05:26 PM

Mike caminaba pesadamente por los pasillos de la prisión, le dolían varios músculos de su cuerpo. Arrastraba los pies como si cada uno pesase más de cincuenta kilos. Llevaba la cabeza gacha y mientras caminaba miraba sus manos esposadas frente a él. El policía que iba frente a él se detuvo a abrir una puerta, Mike también lo hizo. Oyó el sonido estridente del metal moviéndose, oyó de nuevo los pasos del policía y lo siguió en silencio. Entraron en una sala que también tenía otra reja que fue cerrada en cuanto él se adentró. Alzó la cabeza por primera vez en varios días y frente a él, tras un cristal blindado, estaba la figura de aquella chica que había llegado a odiar tanto como a Isabella. A Jessica se le congeló la sonrisa cuando vio el estado de Mike. Y no era para menos, el chico tenía un ojo morado, un labio partido, y una contusión bastante fuerte en una de sus mejillas. Parecía más delgado y su pelo, ahora estaba rapado como si se tratase de un condenado a muerte. — Mike —susurró la chica escandalizada incapaz de decir otra cosa. — Jessica —dijo él con frialdad— ¿has hecho lo que te dije? —preguntó en un gruñido. — Sí… —la chica bufó— pero Cullen estaba con ella y saltó a defenderla. — Maldito infeliz —murmuró entre dientes. — No sé porque tienes tanto interés en ella, yo que tú la olvidaría y esperaría hasta salir de aquí. Mike se puso en pie encolerizado y comenzó a golpear el cristal que lo separaba de Jessica, todavía tenía las manos esposadas por lo que sus golpes eran propinados con ambas manos cerradas en puños. Jessica se encogió en la silla asustada, lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas y cuando un tipo de seguridad la tomó del hombro para indicarle que sería mejor que saliese ella dio un salto acompañado de un grito ahogado. Mike fue llevado de nuevo a su celda, donde con un par más de golpes lo dejaron tumbado en su catre mientras gritaba maldiciendo con mil improperios diferentes. En su mente todo daba mil vueltas. Bella bajo la protección de los Cullen, Jessica que no sabía hacer una maldita cosa bien y él encerrado sin posibilidad de hacer lo que quería. Quería que Bella pagase por lo que él estaba pasando, quería que devolverle cada atisbo de dolor que él estaba sintiendo. Ella era la única culpable, ella fue la que lo encerró en esa celda. Ella era la débil, la idiota que no sabía aprender y portarse como debía, por eso se veía obligado a golpearla, pero no lo hacía por gusto… no, el creía que era lo correcto, lo que debía hacer. Ella y esos dos bastardos tendrían que pagar todo el dolor que estaba sintiendo por su culpa. Como pudo se levanto del catre, se quejó porque los nuevos golpes habían sido propinados en lugares donde ya anteriormente había tenido algunos, y el dolor era el doble de fuerte. Intentó 68

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ponerse en pie y cayó de rodillas. Golpeó el suelo frustrado. Comenzó a repartir golpes a todo su alrededor hasta que el olor metálico de la sangre le inundó la nariz. Se miró las manos y sus nudillos sangraban a borbotones. No le importó. Intentó de nuevo ponerse en pie pero no pudo, sus piernas ya ni siquiera soportaban su propio peso. Se arrastró hasta la taquilla donde tenía guardadas sus pocas pertenencias. Algo de ropa limpia, un par de zapatos, dos o tres libros… nada de valor. Nada realmente interesante que le recordase de donde venía y quien lo esperaba. Con dificultad consiguió alcanzar uno de esos libros, cayó al suelo y él gimió frustrado de nuevo por no poder moverse como necesitaba. Buscó frenéticamente entre las páginas del libro, sin importarle que las estuviera manchando de sangre. Encontró lo que buscaba, una tarjeta de visita y un paquete que contenía un polvo blanco. Su medicina. Como él la llamaba. Extendió un poco de cocaína en el suelo, y con la tarjeta de visita hizo una perfecta raya, no sin dificultad, porque su estado no era el mejor. Arrancó un pedazo de una página del libro e hizo un canutillo con ella, inhaló el polvo por uno de sus orificios nasales aspirando con fuerza y se dejó caer de espaldas mirando al techo. Un recuerdo llegó a su mente. "La figura de Bella bajó él, mientras él la penetraba salvajemente" Una sonrisa diabólica se dibujó en sus labios, mientras sintió una punzada de excitación en su entrepierna. "Bella gritando y suplicando que la dejara. Él sonriendo victorioso mientras veía como su miembro se introducía una y otra vez en ella. Cuando consiguió lo que quería, que no era más que su propia satisfacción, se alejó de ella y la miró con asco. Se puso en pie y se recolocó los pantalones. Sujetó a Bella por el cuello y la elevó unos centímetros para que quedase a la altura de su rostro. La miró a los ojos mientras él sonreía todavía. — Límpiate… —le dijo sin más. Y la dejó caer al suelo" Cuando se dio cuenta estaba con una mano bajo sus pantalones acariciando su miembro erguido. Eran sus único momentos de placer, cuando estaba tan colocado que nada le dolía, que recordar a Bella no le causaba dolor si no placer al verla sumisa y obediente. Temblando y muerta de miedo. Como tenía que ser.

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La puerta de su celda se abrió y unos pasos pesados comenzaron a resonar en la habitación. La puerta se cerró de golpe. Mike no se movió, sabía quién era, y también sabía lo que venía a buscar. — Hola princesa —le susurraron al oído. Mike cerró los ojos y se dio la vuelta, colocándose a cuatro patas y desabrochando su pantalón. — Así me gusta cariño… que seas obediente —susurró Skip con satisfacción.

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Hospital Provincial de Forks — Miércoles 2 de Septiembre de 2009 — 10:00 AM

— No es necesario que vengas, no quiero impedir que vayas al trabajo —dijo Bella por enésima vez. Edward suspiró y contó hasta diez antes de contestar. — ¿Tú quieres que te acompañe?—preguntó mirando sus ojos marrones. Bella apenas lo pensó. — Sí, pero no… — Calla, es suficiente con el sí —la cortó Edward—. Mi trabajo puede esperar, hoy no tengo consultas, además, los días que tengamos que venir cambiaré los pacientes a la tarde. — No tienes por qué hacerlo… —Bella bajó la mirada. — ¿Otra vez?—preguntó Edward no sabiendo si reír o llorar— Bella… no seas tan terca, admite que quiero estar contigo en lo que sea. — Está bien… —susurró ella sonrojándose y bajando la mirada. Edward pasó un brazo por sus hombros y la atrajo hacia él para besarla, Bella se dejó hacer. Los besos que recibía de Edward eran tan diferentes a los de Mike… Edward siempre le daba su espacio, dejaba que ella llevase el ritmo, no imponía nada, era ella siempre la que tenía que tomar la iniciativa para profundizar el beso. Además, estaban las mariposas de su estómago que se revolucionaban en cuanto Edward la tocaba o estaba demasiado cerca… Todo le parecía demasiado perfecto para ser verdad… temía despertarse un día y que todo fuese un sueño, que ella continuase en casa de Mike y Edward no le confesara que estaba enamorado de ella. La voz de una mujer la sacó de sus pensamientos. — Hola Edward, ¿qué haces tú por aquí? —le preguntó una mujer morena con los ojos color miel. — Ya ves… —dijo Edward señalando a Bella, ella se ruborizó. La mujer abrió mucho los ojos y se acercó a Bella. — Se llama Bella, está embarazada de veintisiete semanas y son gemelos —explicó Edward con una sonrisa de orgullo. — Que callado te lo tenías… ¿sabes que la plantilla de enfermeras tendrá un trauma por esto? —bromeó Carmen sonriendo— primero tu padre causa la revolución y no le hace caso a ninguna de ellas, y ahora… tú vas a tener dos hijos… creo que la planta de sicología se va a colapsar. Bella frunció el ceño.

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— ¡Oh! Cariño lo siento —dijo la mujer llevándose las manos a la boca— soy Carmen, la mujer de Eleazar un gran amigo de Carlisle… ¿tú eres la misma Bella de la que no deja de hablar Alice? — Creo que sí —susurró avergonzada. — Bienvenida cariño… —sonrió amablemente— vamos empezar, colocaros donde queráis. Carmen se alejó y Bella miró a Edward inquisitivamente. — ¿Qué ha querido decir con lo de las enfermeras? —preguntó en un murmullo para que nadie la oyese. — Nada de lo que debas preocuparte —contestó Edward en el mismo tono de voz. — Pero quiero saber —se quejó ella. — Tonta Bella… de verdad, yo te quiero a ti y las enfermeras me dan igual… —besó su coronilla y la ayudó a sentarse en una de las colchonetas, él se puso de rodillas detrás de ella. Bella frunció el ceño. — Me gusta verte celosa —susurró Edward en su oído. Bella cerró los ojos aturdida por el sonido de su voz. — Bien chicos, como ya sabéis soy Carmen —comenzó a hablar la mujer morena— y seré vuestra instructora en las clases de preparación preparto. Como veo que todas tenéis pareja — dijo mirando a Edward mientras ocultaba una sonrisa— yo solo iré corriendo cualquier posible error que cometáis. Hoy solo haremos algunos ejercicios de respiración, nada complicado. Por favor chicas, cruzad las piernas y los papás desde atrás colocáis las manos en la barriguita de mamá. Edward sonrió y colocó las manos sobre el vientre de Bella, ella colocó sus manos encima, y como era costumbre los bebés comenzaron a moverse. — ¿Has escuchado? —susurró Edward en su oído— soy papá. El corazón de Bella dio un vuelco y pensó que se le escaparían las lágrimas. Hasta ese momento no había pensado en lo que significaría que Edward estuviese a su lado y al de los bebés… sería su padre. Sabía que Edward la amaba, se lo había dicho y demostrado los últimos días. También sabía que amaba a los bebés… ¿Pero tanto como para ser su padre? —… ahora inspiramos y contamos hasta tres, uno… dos… tres… y soltamos todo el aire lentamente —oyó la voz de Carmen— Podéis cerrar los ojos si así os resulta más fácil. Papá también tiene que respirar al mismo ritmo, es un trabajo de relajación que podéis utilizar cuando comiencen las primeras contracciones. — Bella… ¿estás bien? —le preguntó Edward Ella asintió. — Te noto tensa —murmuró él de nuevo. 72

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— Estoy bien… — ¿Seguro? —insistió. Bella resopló y puso los ojos en blanco, si no se lo decía ahora no se callaría… Edward era tan terco como ella. — ¿Hablabas en serio? —le preguntó girando un poco su rostro. — ¿Sobre qué? —Edward frunció el ceño. Bella suspiró y se puso nerviosa. Miró sus manos entrelazadas con las de Edward sobre su vientre y se sonrojó. — Cuando decías que eras "papá"… ¿lo decías en serio?—susurró. Edward se quedó callado unos segundos, hasta que una sonrisa adornó su rostro. — ¿Tú quieres que lo sea? —le preguntó de vuelta. — Yo he preguntado primero —se quejó ella. Edward río bajito. — Me encantaría serlo… pero solo si tú quieres que lo sea —dijo Edward susurrando contra su cuello. Bella sintió que el corazón podría explotarle en el pecho. — Muy bien… ahora papá tiene que masajear lentamente y en forma de círculos la barriguita de mamá —continuó Carmen— esto os ayudará a relajar los músculos después de cada contracción. — Bella no me has contestado —susurró Edward mientras sentía los movimientos de los bebés bajo sus manos— me encantaría que estos bebés fuesen unos Cullen Bella no pudo soportarlo más y una lágrima descendió por su mejilla. — Cariño —susurró Edward— ¿estás bien? — Sí —dijo Bella asintiendo— Edward no… Antes de que pudiese decir nada Edward puso una mano sobre sus labios. — Sé que me vas a decir que no tengo porque hacerlo… pero quiero hacerlo ¿ok? —le dijo inclinándose un poco hacia delante sobre su hombro para poder ver sus ojos— así que no te pongas testaruda con "no es tu obligación" o "estaremos bien los tres solos". Me sentiré tremendamente orgulloso si tus hijos llevan mi apellido. Bella asintió e intentó poner atención al resto de la clase, aunque eso resultó ser algo difícil, en su mente no dejaban de repetirse las palabras de Edward. No sabía lo que había hecho para merecerlo, pero estaba segura de que haría lo que hiciese falta por mantenerlo a su lado y enamorado de ella. 73

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Casa de Edward, Forks — viernes 11 de Septiembre de 2009 — 11:00 PM

Edward esa noche tenía guardia… Bella estaba tumbada en el sofá viendo un programa en la tele mientras devoraba una caja de galletas Oreo. Metió la mano en la caja y descubrió que no había más… ya se había comido la última, bufó y cerró los ojos con fuerza… era la última caja. Y ella seguía con antojo de ellas, no quería que sus hijos naciesen con una mancha en forma de galleta. Se río de sí misma. Sabía que eso era una tontería de las abuelas, pero de verdad le apetecía continuar comiendo oreos. Así que pensó en un modo de conseguirlas. Por desgracia Forks era tan pequeño que no había tiendas 24 horas, para eso tendría que ir hasta las afueras de Port Ángeles, y si Edward se enteraba de que había conducido hasta allí ella sola y a esas horas tendría serios problemas. Además… que se había llevando el volvo y el garaje solo quedaba el Vanquish… antes muerta que conducir un auto tan ostentoso. Bufó frustrada y se bebió el vaso de leche de un solo sorbo por si así mitigaba las ansias de una oreo… pero no sirvió. Se sentí capaz de comerse una caja entera en cuestión de dos segundos. El timbre del a puerta la sacó de sus cavilaciones, frunció el ceño. No esperaba a nadie y Edward tenía llaves. Se puso en pie con algo de dificultad, sus siete meses de embarazo ya comenzaban a pasarle factura. Además, llevaba puesta ropa de Edward, ya que su enorme barriga ya no cabía en ninguno de sus pijamas, y se negaba a comprar ropa nueva para solo ponerla un par de meses y después dejarla olvidada en el armario por siglos. Llegó a la puerta y como estaba descalza tuvo que ponerse de puntillas para poder mirar por la mirilla. Cuando lo hizo jadeó asustada. Al otro lado había ojo enorme, de color azul que la estaba mirando a través de ella. — Emmett… no seas idiota —oyó la voz de Rosalie— aléjate de la puerta. Bella respiró profundamente para intentar acompasar los latidos de su corazón, ya que el susto que le había dado Emmett la había sobresaltado. Abrió la puerta y un muy sonriente Emmett estaba al otro lado. Sin mediar palabra entró en la casa y la dejó frente a Rosalie que miraba a su marido con reproche. — No te preocupes —la cortó Bella cuando ella abrió la boca para reprenderlo— es Emmett… no tiene remedio. Rosalie sonrió y se encogió de hombros. — Yo tengo que salir con un par de chicas del trabajo —le dijo la rubia sonriendo— te dejo al niño… espero que se porte bien. No se quería quedar solo. Bella río. 74

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— No te preocupes… así voy practicando —dijo acariciándose el vientre. Rosalie la miró e hizo un puchero. — Aw… estás preciosa —susurró. Se puso de rodillas y comenzó a besar la barriga abultada de Bella. — Eso para que cuidéis a tío Emmett y no le tengáis en cuenta sus idioteces —le dijo mirando a su ombligo. Bella río entre dientes. — Se me hace extraño que todo el mundo le hable a mi tripa —dijo frunciendo el ceño— no sé que esperan… ¿Qué os contesten? — Me asustaría si pasase eso… créeme —dijo la rubia. Rosalie se despidió de Bella con un abrazo y de Emmett con un grito. Bella cerró la puerta y fue tambaleándose hasta la sala, donde Emmett se había adueñado del sofá y estaba devorando galletas mientras miraba el mismo programa que veía Bella minutos antes. Un momento… ¿Galletas? Bella se acercó a Emmett y lentamente y la boca se le hizo agua… ¡eran oreos! Preparó su mejor cara de pena, echando hacia fuera un poco su labio inferior y haciendo que su barbilla temblase, no era muy buena actriz, pero de verdad le apetecían esas galletas. — Emmett… —lo llamó en un susurro. El ludido apartó la mirada del televisor y la posó en ella mientras con su lengua lamía el relleno de una galleta que había abierto segundos antes. — ¿Uhm? —le preguntó mientras saboreaba la crema de esa deliciosa galleta. — ¿Me das una galleta? —preguntó Bella con su voz más dulce. Emmett frunció el ceño… — Estas son mías —protestó en tono infantil. Bella volvió a hacer un puchero e inclinó su cabeza hacia un lado para dar más pena. — Los bebés me las están pidiendo —se pasó una mano por la tripa haciendo grandes círculos alrededor de su ombligo. — ¿En serio? —preguntó él con los ojos muy abiertos—. Yo no los escucho. Y volvió toda su atención a la tele. Bella bufó, quería esas galletas.

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Se acercó más a Emmett y se sentó sobre su estómago. Emmett se quejó teatralmente haciendo como que Bella le estaba aplastando cuando realmente le pesaba poco más que una pluma. — Emmett… es un antojo… de verdad que necesito esa galleta —dijo enfatizando cada palabra y señalando la oreo que Emmett tenía en su mano. — ¿Qué harías por conseguir una? —preguntó Emmett sonriendo con picardía. — No seas malo… estoy embarazada… ¿no te doy pena? —preguntó Bella. — Dame algo que pueda interesarme y te daré una galleta —dijo Emmett riendo. — No soy un perro —gruñó ella. Emmett río más fuerte y Bella tuvo que sujetarse a los cojines del sofá para no caerse al suelo a causa de los movimientos de Emmett al reírse. — Está bien… —dijo frustrada— ¿qué quieres? Emmett sonrió. — Consígueme uno de los rollos del cordón policial de Charlie —dijo sonriendo. — ¿Para qué quieres eso? —preguntó Bella sorprendida. — No hagas preguntas… tú me prometes que me darás uno de esos y yo te daré galletas… es un trato justo. Bella lo pensó durante unos segundos… era un trato en el que ella no perdía, conseguir eso sería fácil… solo tenía que abrir el maletero de la patrulla de su padre y allí había unos cuantos de esos, no echaría de menos uno de ellos. — Está bien —dijo extendiendo su mano hacia Emmett. Emmett la tomó de la mano y la estrecharon cerrando el trato. Bella intentó coger una galleta de la caja pero Emmett la apartó rápidamente. — ¡Eh! —gritó Bella— ¡habíamos hecho un trato! — Lo sé… hay tres cajas en la cocina —explicó Emmett y Bella enarcó una ceja— Edward me llamó y me dijo que las estabas acabando, que necesitarías más. Bella miró a Emmett con los ojos entrecerrados y este le dedicó su sonrisa más inocente y parpadeó un par de veces provocando que Bella estallase en carcajadas. Unos minutos después Bella se quitaba las migas de galletas que habían quedado sobre la camiseta de Edward… ahora se sentía satisfecha y feliz después de haber cumplido uno de sus antojos. Emmett le extendió una de sus manos y ella se acercó a él abrazándolo y recargando la cabeza en su gran pecho. — ¿Cómo has estado? —le preguntó él en un susurro— ¿Es verdad lo que me han dicho las chicas? 76

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— ¿Qué te han dicho? —inquirió Bella con curiosidad. — Qué tú y Edward estáis juntos —dijo Emmett con cautela. Bella se removió intranquila. — Sí, lo estamos —afirmó a media voz. — No pareces muy feliz con ello —Emmett frunció el ceño. — Sí que lo estoy… Edward es maravilloso y estoy enamorada de él… — ¿Pero…? — No me parece justo —Bella bajó la mirada. — ¿El que no te parece justo? —inquirió Emmett. — Es que… uf —no sabía cómo explicarse— yo soy feliz a su lado y todo lo que está haciendo por mí es demasiado… y no me parece justo, que tenga que ocuparse de mí de ese modo. En una relación ambas partes tienen que dar por igual… yo no puedo darle a Edward lo que estoy recibiendo de él. — ¿Sabes que eso es la tontería más grande que he oído? —preguntó Emmett muy serio— Bella Edward te quiere, mucho, creo que eres la persona más importante para él, incluso por encima de Esme. Daría cualquier cosa por ti y sé que tú si no sientes exactamente lo mismo se le asemeja demasiado. Así que tus dudas respecto a eso… están de más. — Quiere que los bebés sean Cullen —Bella se ruborizó. Emmett se quedó en silencio. Después de un largo minuto Bella lo miró y él la miraba de vuelta — ¿No vas a decir nada? —preguntó ella. — No… lo que quiere es lo más obvio… que esos bebés sean Cullen es lo mejor que puede pasarles, nadie los querrá como Edward, nadie será mejor padre que él para ellos, y eso lo sabes. — Pero no es justo que se ocupe de ellos cuando no son sus hijos biológicos, no puedo darle esa responsabilidad, no quiero obligarlo —protestó Bella con un nudo en la garganta. — Bella… ¿quién estuvo a tu lado en la primera ecografía? —preguntó Emmett— ¿Y en la primera patadita? ¿Quién te acompaña a las clases de preparación al parto? ¿Quién les habla más a los bebés además de ti? ¿Quién me ha pedido que te comprase oreo porque era tu antojo? Bella no dijo nada. — Ahora contéstame sinceramente… ¿quién es el padre de esos bebés? —dijo Emmett con dulzura—. Tener un hijo no es solo donar el esperma… es estar ahí en cada momento cuando se te necesita y también cuando no… solo habla con Edward cuando te sientas preparada, pero piensa bien lo que te he dicho. 77

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— Emm… —lo llamó Bella después de unos minutos. — Dime… —susurró el adormilado. — Te quiero… — Yo también te quiero… —murmuró él con una pequeña sonrisa y su voz pastosa por el sueño— ahora si puedo decir que eres mi hermanita de verdad… ¿eh cuñada?

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Hospital Provincial de Forks — Sábado 12 de Septiembre de 2009 — 11:45 AM

— ¿Qué hacemos en el hospital un sábado? —preguntó Bella reticente mientras avanzaban por un pasillo hacia las consultas del área privada del hospital — Es una sorpresa —dijo Edward escondiendo una sonrisa. Apretó un poco más su mano cuando doblaron la última esquina y la puerta de la consulta a donde se dirigían apareció a la vista. — ¿Por qué no me dejaste decirle a Rose que veníamos al hospital? —preguntó Bella una vez más. Edward suspiró. — Porque si le decías a Rose querría venir porque Alice vino la vez anterior… y yo quería que este momento fuese solo nuestro —miró sus ojos y no pudo evitar sonreírle cuando sus mejillas se sonrojaron. Bella se quedó en silencio, Edward llamó a una de las muchas puertas y una voz masculina los invitó a entrar. Edward abrió la puerta y le pidió a Bella que pasase primero, esta se sorprendió al ver a doctor Cooper sentado tras un escritorio y mirándoles con una sonrisa dibujada en su cara. — ¡Edward! —dijo el doctor— Creí que ya no llegabais. — Lo siento —dijo este— ya sabes cómo son las mujeres —comentó rodando los ojos. Bella entrecerró los ojos y lo fulminó con la mirada. — Habríamos llegado antes si no estuviese más de diez minutos intentando peinarse frente al espejo —dijo ella con voz afilada señalando a Edward con un dedo. El doctor Cooper río entre dientes y Edward parpadeó sorprendido… el cambio en la actitud de Bella estaba siendo cada vez más notable, poco a poco volvía a ser esa Bella que el conocía y que tanto amaba, volvía a utilizar su sarcasmo y ya no tenía miedo de acusar a nadie cuando creía que algo era injusto. Estaba siendo un camino largo, pero al menos se veía que bastante provechoso. — ¿Para qué lo intenta si siempre está despeinado? —preguntó el doctor riéndose. — Eso le dije yo… —murmuró Bella ocultando una sonrisa. Edward bufó y se hizo el ofendido. — Bueno… —dijo el doctor poniéndose serio de repente— vamos a lo que es importante, Bella ve tras el biombo y cámbiate con la bata que hay allí, por favor. Bella miró a Edward interrogante y él asintió pidiéndole lo mismo. Ella no entendía nada… pero obedeció, se suponía que era una sorpresa, por muy poco que le gustasen, no se pondría muy difícil, prefería eso a un regalo caro o innecesario. 79

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Cuando ese hubo cambiado salió de nuevo a donde los dos hombres conversaban sobre asuntos médicos, Edward en cuanto la vio se puso en pie y le ayudó a sentarse en la camilla, el doctor Cooper se posicionó a sus pies, colocó las piernas de Bella abiertas en los soportes correspondientes y cogió el transmisor del ecógrafo, Bella enarcó una ceja y miró a Edward inquisitivamente. — ¿Una ecografía? —le preguntó, Edward asintió— ¿Tu sorpresa es una ecografía? —volvió a preguntar sonriendo. — No es una ecografía normal… ya verás —dijo Edward acariciando su mejilla. — Relájate… es más fácil si no estás tensa —le susurró el doctor. Bella respiró hondo y el doctor introdujo el trasmisor, Bella hizo una mueca de desagrado, no le dolía, pero molestaba. — Son demasiado grandes y no se verán grandes porciones, pero tendremos una vista parcial de lo que está pasando aquí dentro —dijo el doctor. Giró el monitor y Bella jadeó sorprendida. Estaba viendo a uno de sus bebés… pero viéndolo de verdad, era una ecografía en 4D y podían diferenciarse perfectamente los rasgos de uno de sus rayitos de sol. Dos lágrimas descendieron por sus mejillas y sintió como Edward apretaba su mano, hasta ese momento no se había dado cuenta de que se la estaba sujetando. Pero tampoco es que le importase mucho, se enderezó un poco para poder ver mejor, allí estaban sus rayitos de sol, las dos únicas razones por las que se había cambiado su oscura vida por lo que tenía ahora. Eran… perfectos. Con sus mejillas regordetas y sus minúsculos deditos. El doctor giró un poco el receptor y la imagen cambió un poco mostrándole ahora al otro bebé. Bella sonrió como una tonta mientras las lágrimas rodaban y rodaban por sus mejillas. Edward no estaba en mejor estado, sus ojos picaban y se los restregaba disimuladamente para no admitir frete al doctor Coop que estaba llorando como un marica… aunque no era para menos, él sentía a esos bebés como sus propios hijos, y verlos por primera era más que emocionante. — ¿Se puede saber el sexo? —murmuró Bella con voz rota mientras era incapaz de separar la mirada del monitor. — Lo intentaremos… a ver si ahora tenemos más suerte —murmuró el doctor. Hizo un par de movimientos más, que le molestaron a Bella, pero en ese momento sería capaz de soportar lo que fuese con tal de continuar viendo a sus hijos. El doctor sonrió y congeló la imagen unos segundos, volvió a mover el receptor y volvió a congelar la imagen unas cuantas veces más, hasta que otra sonrisa se extendió por su rostro. — Bueno… están en bolsas diferentes, por lo que son mellizos, no gemelos, eso nos daba a opción a que pudiesen ser de sexos diferente —dijo mirando a Edward y a Bella intermitentemente. — "Nos daba"... ¿Eso es que son los dos del mismo sexo? —preguntó Edward. — Sí… son dos niñas —sonrió el doctor.

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Bella no pudo acallar un sollozo que se abrió paso en su pecho… dos niñas… tendría dos niñas… Edward no pudo contener más la emoción y una lágrima se escapó de sus ojos, recordó que le había dicho a Bella que a él le gustaría tener dos niñas… dos princesitas iguales a ella. Al final se había cumplido lo que había pedido. . Cuando salieron de la consulta del doctor Cooper ambos estaban sobre una nube, Bella sujetaba fuertemente el DVD con la grabación de la ecografía contra su pecho, sería su mayor tesoro hasta que pudiese ver la carita de esas dos princesas que tendría por hijas… ya podía ponerles cara… y hasta nombre. Estaba feliz, pletórica… se sentía con ganas de sonreír y llorar a la vez. Edward era feliz solo con verla a ella feliz, pero la ecografía también le había dejado muy buen sabor de boca. Bella tendría dos hermosas, perfectas y sanas niñas. Esperaba con todas sus ansias que se pareciesen a ella lo máximo posible, no quería que Newton tuviese nada en ella, nada… él se sentía egoísta en ese sentido, pero quería dos mini Bellas. En lugar de ir a casa como tenían planeado, Edward propuso que podrían dar un paseo aprovechando que no llovía y que el invierno todavía no había llegado del todo y no hacía mucho frío. Bella accedió sonriendo, en ese momento podrían pedirle cualquier cosa que no pondría objeción ante nada, estaba feliz. Se sentaron en un banco del parque, Bella se tumbó de espaldas sobre este y colocó su cabeza sobre las rodillas de Edward, este sonrió, le gustaba esta Bella feliz, más desinhibida y ella misma. Con una mano acariciaba su vientre y con la otra sus cabellos… estaba exactamente dónde y como quería estar… nada podía ser más perfecto. — He estado pensando —susurró Bella sacando a Edward de sus pensamientos. — ¿Sobre qué? —preguntó Edward con curiosidad. — La proposición que me habías hecho… el darle tu apellido a las niñas —no pudo evitar sonreír al sentir que ya podía especificar el género de sus bebés sin ninguna duda. — ¿Y qué has pensando? —preguntó Edward con cautela. — No tenías que habérmelo pedido… —dijo Bella haciendo que Edward se tensase—, estás en todo tu derecho, eres más padre de ellas de lo que será nunca nadie… incluso Mike. Edward se quedó petrificado y mirando a Bella fijamente, buscando algún atisbo de duda, algo de miedo. Todo eso que estaba en sus ojos cuando meses antes llegó a él pidiéndole ayuda… pero no había nada. Bella estaba segura de lo que le estaba diciendo, estaba convencida de sus palabras. No pudo evitar sonreír mostrando todos sus dientes. — ¿Eso quiere decir que aceptas? ¿Tus hijas serán unas Cullen? —preguntó sin poder borrar esa sonrisa. — Si todavía quieres que lo sean lo serán —a Bella le fue imposible no devolverle la sonrisa. 81

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— Te amo —susurró él. Edward se inclinó un poco hacia delante y capturó los labios de bella entre los suyos, no fue un beso como los de siempre, este era más demandante y él llevaba el control, pero Bella se dejó llevar, confiaba plenamente en él, tanto como para compartir la tutela de sus propias hijas con él.

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Mansión Cullen — Afueras de Forks — Domingo 13 de Septiembre de 2009 — 04:30 PM

— ¿Qué hace Charlie aquí? —preguntó Bella a Edward cuando llegaron a casa de los padres de este y vio la patrulla aparcada junto al jeep de Emmett. — Es tu cumpleaños… querría verte, es lo más obvio —contestó Edward encogiéndose de hombros. Bajó del coche y lo rodeó para abrirle la puerta del copiloto a Bella y ayudarla a bajarse de él. Bella caminó pesadamente hasta la patrulla de su padre, abrió el maletero y cogió algo dentro de él. — ¿Qué haces? —le preguntó Edward frunciendo el ceño. — Cumplo mis promesas —contestó Bella con indiferencia y caminó hacia la puerta principal. Edward la siguió todavía confundido, no sabía a qué venía ese comportamiento en Bella, no preguntó nada más y decidió monitorizar sus movimientos a ver si descubría algo. — ¿Emmett? —llamó Bella en un grito cuando llegó. El aludido salió de la puerta de la cocina con dos muffins en cada mano y la boca llena con otro mientras lo masticaba. — ¿Qufe? —preguntó haciendo que varios pedazos de comida saliesen disparados de entre sus labios. Edward frunció más el ceño y Bella río entre dientes. Después alzó el rollo de cordón policial que le había cogido "prestado" a su padre y se lo mostró a Emmett. Que surcó sus labios en una enorme sonrisa, abrazó a Bella sin soltar sus muffins y la alzó unos centímetros del suelo. Edward nervioso comenzó a gritarle a Emmett para que dejase a Bella en el suelo y Emmett reprimía las ganas de reír porque si no se le saldría la comida de la boca. En cuanto estuvo con ambos pies en tierra firme, Bella miró a Edward y rodó los ojos… era un exagerado. Emmett comenzó a hacer movimientos extraños con sus manos intentando coger el rollo de cinta, pero eso era un poco complicado si no soltaba antes sus muffins, algo a lo que no estaba dispuesto, pero nadie se atrevería a decírselo, mezclar Emmett con comida era como si intentases quitarle un hueso a un perro rabioso… mejor no intentarlo. — ¿Me lo metez en el bolzillo? —volvió a preguntar todavía con boca llena. Le dio la espalda a Bella y miró sobre su hombro mientras esta batallaba para poder meter el rollo el bolsillo trasero de jeans… algo matemáticamente imposible. Después de unos minutos en los que pudo masticar con tranquilidad y tragar, se metió uno de los muffins que tenía en sus manos entero en la boca y cogió el rollo avanzando hacia el piso superior.

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— ¡Espera Emmett! —gritó Bella— todavía no me has dicho para que lo quieres. Emmett dijo algo inentendible porque volvía a tener la boca llena. Bella dio la conversación por finalizada cuando Emmett se atragantó y comenzó a toser escandalosamente mientras se ponía de todos los rojos posibles. Pero eso no le importó, siguió su camino escaleras arriba para guardar su nuevo tesoro. Edward pasó una mano por la cintura de Bella y la condujo al jardín de la casa, donde todos los estaban esperando, en cuanto cruzaron la puerta de salida los ojos de Bella se abrieron en shock. Había pedido y casi suplicado que no le preparasen una fiesta de cumpleaños, y esperaba que tanto Alice como Rosalie se pasasen sus peticiones por donde quisieran y montasen la fiesta de todos modos, pero no. Frente a ella estaba el enorme jardín de los Cullen decorado perfectamente. En el centro había una gran mesa con un enorme pastel verde en el que se leía "Felicidades Mamá", globos, guirnaldas, pancartas y lacitos de varios colores en tonos claros decoraban el resto. Toda su familia estaba allí, o al menos las personas que consideraba su familia. Carlisle y Esme, Alice y Jasper, Rosalie y Emmett (perdido en algún lugar de la casa), Charlie y Sue con los mellizos Seth y Leah, Ángela y Ben… no pudo evitar que aunque odiase las sorpresas y mucho más las fiestas, una involuntaria sonrisa adornase sus labios. Porque eso no era una fiesta de cumpleaños normal y corriente, era algo parecido a una fiesta del bebé. Lo que no fue del todo su agrado fue una mesa que había algo oculta en un lateral, donde había acumulados varios paquetes con lazos y papel de regalo de colores alegres. Bella odiaba que gastasen el dinero en ella, aunque tenía la ligera sospecha de que es esos paquetes había más regalos para sus rayitos de sol que para ella misma. Fue recibida por los brazos de todos, que le desearon un feliz cumpleaños con unas amplias sonrisas. Bella se sentía Feliz, estaba donde quería estar y con quien quería estar. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan integrada. Las conversaciones fluían tranquilamente, todo eran risas, bromas y anécdotas de cuando los hermanos Cullen y la propia Bella eran pequeños, incluso Ángela y Ben entraban en alguna de esas historias de años atrás. Todo iba muy bien hasta que sonó el timbre, Charlie y Esme salieron apresurados hacia la puerta, ambos esperaban la llegada de sus respectivos regalos para Bella. Pero en esta ocasión fue Esme la afortunada, Charlie se sorprendió por las nuevas visitas pero saludó con una sonrisa y un abrazo a los recién llegados. Bella discutía con Alice sobre las ropa que llevaba puesta, Alice decía que el color rojo de su camiseta no le sentaba bien estando tan… "redonda", Bella decía que no le importaba, que se vestiría de rojo aunque pareciese un tomate gigante con patas, comparación que hizo que Emmett estallase en carcajadas mientras se sujetaba el estómago. Edward solo sonreía viendo a Bella interactuar con su familia, podía ver en ella a esa Bella que tanto había echado de menos, además, desde que se habían confesado que se querían, ella tenía un brillo diferente en su mirada, parecía más tranquila y sobre todo mucho más feliz, algo que lo hacía mucho más feliz a él también. — Bella cariño —la llamó Esme entrando en el jardín, Bella se giró para mirarla y sus ojos se abrieron en exceso al ver a los recién llegados. 84

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Sus ojos se inundaron y corrió hacia los brazos de su madre que la esperaban abiertos de par en par. Ambas lloraron como niñas, hacía más de un año que no se veían… un año en el que habían pasado muchas cosas, sobre todo para Bella. — ¡Oh cariño! —susurró Renée mirando a su hija de arriba abajo —estás adorable. — Mamá —gimió ella— te he echado tanto de menos. Volvieron a abrazarse mientras continuaban llorando, algo que hizo que todos los presentes sonrieran con ternura ante la escena que veían sus ojos. El timbre volvió a sonar, y en esta ocasión fue solo Charlie el que salió como una bala hacia la puerta para recibir a su visita. Bella estaba tan emocionada con la visita de su madre y de Phil, el nuevo esposo de ella, que no se percató de que su padre se había ausentado. — ¿Bells? —la llamó él entrando de nuevo al jardín con una enorme sonrisa en sus labios. Bella centró su atención en él, que con un gesto de la mano le pidió que se acercara, ella fue algo intrigada en el por qué su padre la habría interrumpido cuando estaba con Renée después de tanto tiempo sin verse. Charlie hizo de nuevo un gesto con la mano y un chico alto, de piel rojiza y ojos marrones entró en el jardín dejando a todos con la boca abierta. Bella sintió de nuevamente las lágrimas en sus ojos, todavía no se habían secado las anteriores, cuando nuevas estaban de nuevo rodando por sus mejillas. Se acercó al chico mientras se tambaleaba y sentía como sus piernas temblaban. — ¿Jake? —preguntó en un murmullo apenas audible. — ¿Quién si no? —gritó el chico sonriendo y mostrando sus blancos dientes. — ¡Dios mío…! Jake! —gritó Bella lanzándose a abrazarlo. Jake y ella habían sido amigos desde pequeños, pero él se fue de la cuidad cuando tenía poco más de trece años a vivir con su hermana a Hawái, no se habían visto desde entonces, aunque nunca perdieron el contacto. Siempre había algún mail, alguna llamada, incluso alguna videoconferencia de vez en cuando. Algo que acabó cuando Mike entró en la vida de Bella, Jake nunca entendió lo que le pasaba, y cuando Charlie se lo contó unos meses atrás se sintió culpable por haberse ido y dejado a Bella sola… aunque ahora, viendo ese brillo de felicidad en sus ojos sabía que todo estaba bien, que Bella estaba luchando por salir a flote y volver a ser ella misma. — ¿Por qué nadie me dijo que ellos vendrían? —miró a todos acusatoriamente mientras señalaba a su madre y a Jake. Todos se encogieron de hombros y sonrieron avergonzados, aunque lo volverían a hacer por ver la felicidad que mostraba ahora Bella en su rostro. Edward con un suspiro se puso en pie y se acercó a Bella rodeándola con su brazo a la altura de su espalda, ella se recargó en su pecho y le devolvió el abrazo. Podrían parecer tonterías o simples minucias, pero esos pequeños gestos, esos pequeños detalles que tenían uno con el 85

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otro calaban muy hondo en el corazón de ambos, con ello demostraban lo importante que era el otro para uno mismo, con una sonrisa, un roce, una mirada… demostraban que estaban pensando en el otro, que aunque estuviesen a otra cosa y con otra persona, el otro era parte de sus pensamientos. Todos miraron la escena con una sonrisa boba, sabían que era cuestión de tiempo que la pareja diese por fin el último paso y se decidiesen a estar juntos, pero Charlie frunció el ceño ante la cercanía del joven Cullen con su pequeña. No es que Edward no le gustase, estaría eternamente agradecido por todo lo que había hecho y estaba haciendo por su hija, pero de ahí a que estuviesen juntos… Bella estaba en un momento complicado, tenía que centrarse en sus hijos y en superar todo lo que había vivido, no estar con romances y tonterías. — Familia —llamó Edward la tención de todos— sabemos que hoy es el cumpleaños de Bella y estas noticias quizás eclipsaran el evento, pero Bella quería decírselo cuanto antes. Ella sonrió mientras se sonrojaba, e instó a Edward a que continuase hablando. — Ayer fuimos al hospital a hacer una nueva ecografía que por fin sabemos el sexo de los bebés —todos exclamaron y animaron a Edward a que continuase. — Son dos niñas —dijo Bella con una sonrisa radiante mientras ausentemente se pasaba una mano por la tripa. Todos gritaron felices y ovacionaron a la futura mamá, además de acercarse hacia el vientre de Bella y contarles a las pequeñas alguna que otra cosa que hacía reír a todos los presentes. — Eso no es todo... —dijo Edward sonriendo y con sus ojos brillando inexplicablemente. La atención de los todos volvió a recaer en ellos, y Bella respiró hondo a la vez que apretaba la mano de Edward indicándole que sería ella la que dijese el resto. — Bueno... las niñas todavía no tienen nombre —dijo con voz nerviosa— pero ya tienen un apellido. Charlie se tensó y frunció el ceño… no dirían lo que estaban pensando… Bella sabía que su padre sería el único que quizás se opondría a lo que estaba a punto de hacer, pero era algo que había pensado mucho, además que Edward se lo merecía, él más que nadie estuvo a su lado, él se merecía que esa pequeñas tuviesen algo de él ya que había luchado por ellas tanto como ella misma. — Las bebés serán unas Cullen —dijo por fin. Todos se quedaron en silencio, saboreando las palabras pronunciadas, solo Emmett tenía una sonrisa arrogante en su rostro. Él ya lo sabía, además él mejor que nadie conocía a Bella, sabía la contestación de la pregunta que Edward le hizo hace unos días… le llevaría más o menos tiempo aceptarlo, pero estaba seguro de que eses bebés serían Cullen y serían tan bien recibidas en la familia como si lo fuesen realmente de sangre. Un sollozo rompió el silencio que los rodeaba, y Esme fue directa a abrazar a Bella mientras lloraba de alegría, después abrazó a Edward y le agradeció en un murmullo totalmente emocionada ante la noticia de ser abuela. Después todos la siguieron, con abrazos, besos y 86

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bienvenidas a la familia. Jake lo hizo algo confundido, las noticias sobre Bella que Charlie le contaba de vez en cuando no hablaban nada sobre Cullen, sabía que la estaba ayudando, pero no sabía que hasta ese punto. Charlie se quedó a una distancia prudente del tumulto de gente, miraba a su hija con el semblante serio, no estaba de acuerdo con esa decisión. — Papá —susurró Bella acercándose a él. Él bajó la mirada y endureció el gesto. — Papá sé que no estás de acuerdo, pero es algo que quiero hacer —explicó ella. — ¿Están juntos? ¿Tú y Edward? —preguntó Charlie en un gruñido. — Sí… — Hija… —dijo Charlie en tono condescendiente. — No papá— lo cortó ella— sé lo que estoy haciendo. — También lo sabías con el joven Newton —dijo en tono mordaz. Bella se encogió e hizo una mueca de dolor, ante el golpe bajo. No esperaba que su propio padre le hablase así. — Es diferente —musitó con la mirada en el suelo. — ¿En que es diferente? Cambia el chico, pero tú te lanzas en picado sin preocuparte por si la piscina está llena o no —gruñó de nuevo. — Papá —gimió ella. — Jefe Swan —dijo Edward con voz dura, había visto los gestos de Bella en la distancia y sabía que algo en la conversación con su padre no estaba yendo bien. — Es una conversación privada —escupió Charlie. — ¡Papá! —lo reprendió Bella— no le hables a Edward así, lo que tenga que ver conmigo tiene que ver con él. Edward no lo demostró, pero se sintió tremendamente feliz ante las palabras de Bella, sobre todo porque estaba defendiéndolo ante su propio padre. — Jefe Swan, entiendo que se preocupe por su hija, pero sabe que yo nunca haría algo que le pudiese hacer daño o la afectase de algún modo —dijo Edward con total convencimiento. — Pero… —Charlie iba a protestar pero se cayó ante la mirada acusatoria de su ex—esposa, que a pocos pasos de allí estaba escuchando todo. — Papá… —protestó Bella en un murmullo. Charlie suspiró pesadamente y negó con la cabeza. 87

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— Como le hagas daño te mato, no pienso dejar que se vuelva a repetirse lo de Newton, ni si quiera te daré la posibilidad de hacer daño —dijo Charlie mirando a Edward a los ojos con gesto amenazador. — Me está insultando al compararme con esa escoria —contestó Edward con la mandíbula apretada— antes muerto que hacerle daño a Bella. Renée se acercó a ellos temiendo que las cosas fuesen a mayores, abrazó a Edward felicitándolo por su paternidad intentando tranquilizarlo, y después arrastró a Charlie a un rincón para reprenderlo por su comportamiento. Ella también temía que volviesen a dañar a Bella, pero no hacía falta más que ver la devoción y el amor con los que Edward miraba a su hija para estar casi segura de que eso no sería una preocupación. La fiesta siguió en paz desde ese momento, Bella se esforzó en olvidar el incidente con su padre, ya entraría en razón poco a poco al ver la felicidad que la rodeaba, al ver la seguridad y la tranquilidad que tendrían esas niñas al tener a Edward como padre, eso sin contar con ella, que desde que estaba a su lado volvía a ser la misma, poco a poco estaba dejando atrás esa Bella que Mike moldeó y que solo sabía sufrir... ahora volvía a ser feliz y sus sonrisas eran de verdad. ... — Así que… Cullen ¿eh? —preguntó Jacob en un murmullo mientras se servía un pedazo de pastel justo al lado de Bella. Bella asintió con una sonrisa y se sonrojó débilmente. ¿Cómo ha pasado eso? —preguntó intrigado. — Tu sabes… son cosas que simplemente pasan… él me ama yo lo amo… suma uno y uno — contestó Bella encogiéndose de hombros— ¿a ti tampoco te gusta la idea?—preguntó frunciendo el ceño. — No es que no me guste… se me hace extraño, después de lo que me contó Charlie lo último que esperaba era verte como novia de Cullen. — No… no soy su novia —dijo ella en un murmullo. — ¿Y cómo eso? ¿Va a reconocer a tus hijas y no eres su novia? —preguntó incrédulo. — Es un mero formalismo… él y yo sabemos lo que sentimos sin necesidad de ponerle una etiqueta, estamos juntos, somos felices… no hay porque darle explicaciones a nadie —explicó Bella. — Por respeto debería pedírtelo… —gruñó el chico. — Por respeto es que no lo hace… —dijo ella— Jake, aunque ahora me veas aparentemente bien, no lo estoy… no quiero sentirme atada a nadie, por eso no hay "formalismos" estamos juntos porque queremos, nadie nos obliga. — Boba… —susurró Jake aligerando el ambiente y abrazándola por los hombros— si me lo hubieses explicado así desde el principio lo habría entendido mejor… 88

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Bella sonrió y le devolvió el abrazo intentando rodear su cintura con sus pequeños brazos. — ¿Y tú qué? Casanova… ¿hay alguna chica loca por tus huesos? —preguntó Bella sonriendo. Jake se sonrojó y bajó la mirada, mientras escondía una sonrisa avergonzada. — Aja… por tu reacción deduzco que sí… aunque tú también estás loco por ella —dijo Bella codeando sus costillas. — Se llama Vanessa, es… preciosa —dijo con voz soñadora. — ¿Vais en serio? — Sí… se ha venido conmigo para conocer esto —contestó él sonriendo. — ¿Por qué no la has traído? —preguntó Bella frunciendo el ceño. — Estaba cansada del viaje y muerta de frío… además que no conoce a nadie, ni si quiera yo estaba invitado a esta fiesta… me dio apuro traerla —Jake se rascó la nuca avergonzado. — Idiota… sabes cómo son los Cullen, no les hubiese molestado —lo contradijo Bella. — ¿El qué no nos habría molestado? —preguntó Edward apareciendo al lado de Bella. — Que Jake trajese a su novia a la fiesta —explicó Bella. — ¿Tu novia? —preguntó Edward sonriendo— ¿Black ha caído ante los encantos de una Hawaiana? Jake solo se encogió de hombros y se sonrojó de nuevo. — Ve a buscarla —lo instó Bella— venga ve… ¿a qué estas esperando? — No querrá venir, es muy testaruda… en eso se parece a ti. — Dile que tu amiga embarazada tiene antojo de conocerla… que si no viene me pondré de parto del disgusto —Edward y Jake sonrieron ante el comentario de Bella. Sin mediar más palabra y negando con la cabeza Jake se fue del jardín rumbo a su coche para ir a buscar a su novia. Edward se acercó a Bella y besó su coronilla. — ¿De verdad no has pensado en ningún nombre? —preguntó Edward. — ¿Para las niñas? —Edward asintió— estoy en ello, pero no me decido. — Es fácil… una Isabella y la otra Marie… —bromeó Edward. — No me gusta mi nombre… ¿cómo crees que se lo pondré a mis hijas? —preguntó Bella frunciendo el ceño. — Era broma boba… —la tranquilizó Edward volviendo a besar su cabeza y aspirando un poco del olor de su champú — ¿con qué nombres tienes dudas? — Elisabeth, Erika, Emma, Alexandra, Madison, Alexa, Mia… —numeró Bella 89

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— Eh para… —la detuvo Edward sonriendo— solo necesitas dos… — Lo sé… —gruñó Bella— por eso no me decido. — A ver… probemos como quedan con su apellido… —dijo Edward— a ver cómo suena "Emma Cullen" "Alexandra Cullen" Podía verse una sonrisa de orgullo en el rostro de Edward mientras hablaba, incluso sus ojos titilaban de emoción. — ¿De qué hablan? —preguntó Alice apareciendo de repente. — Los nombres de las bebés —dijo Bella con cautela… no sabía si era buena idea darle ese tipo de información a su hiperactiva amiga. — Yo a mi bebé le pondré Ashley… ¡pero no me lo robes! —la señaló con un dedo y la miró con los ojos entrecerrados. — Dios me libre… —murmuró Bella bajo su aliento. — ¿Tu… tu bebé? —preguntó Edward con voz estrangulada. Alice río dientes. — Respira Edward, no estoy embarazada… todavía —canturreó antes de salir de allí para abrazar a su Jasper. Bella río y Edward la miró con los ojos entrecerrados. — Ella solo estaba bromeando… no seas agonías —lo tranquilizó. Edward se estremeció y abrazó a Bella. De repente Jake volvió a aparecer de la mano de una chica. Todos los miraron sorprendidos, menos Bella que se acercó a ellos con una sonrisa seguida de Edward. La chica era guapísima, su pelo color bronce caía en una cascada de rizos por su espalda, era algo más alta que Bella y con un cuerpo curvilíneo y estilizado. Sus ojos marrones y sus mejillas sonrojadas eran lo más destacable de su rostro de facciones finas y delicadas. — Ness ella es Bella y él es Edward, su pareja, chicos ella es Nessie, mi novia —dijo con orgullo y una perfecta sonrisa. Bella se acercó a ella y le dio un abrazo que fue devuelto casi al instante, Edward miró a Bella sonriendo ante lo confiada que estaba volviendo a ser poco a poco. Las chicas se centraron en una conversación que solo ellas entendían mientras Edward y Jacob se quedaron en un incomodo silencio mientras veían como las chicas se alejaba y Bella presentaba a Nessie al resto de la familia. — Parece una gran chica —murmuró Edward por romper el silencio. — Lo es —dijo Jake secamente— una cosa Cullen, como Bella derrame una sola lágrima por tu culpa, eres hombre muerto. 90

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Edward se envaró y apretó su mandíbula. — No es contra mí contra quienes debéis descargar vuestra frustración por lo que pasó, tú y Charlie estáis muy equivocados si pensáis que le haría daño a Bella —gruñó—, si queréis buscar un culpable ya está entre rejas. — Yo solo quería advertirte —dijo Jake excusándose— créeme que su pudiese mataba al malnacido de Newton. — Ponte a la cola… hay una larga lista de espera y yo estoy en cabeza —dijo Edward cada vez más nervioso. Jake tragó en seco y miró a su alrededor comprobando que nadie podría escucharlos. — ¿Qué pasó exactamente con Newton? —preguntó en un murmullo. — ¿No lo sabes? —dijo Edward confundido. — Charlie no quiere hablar del tema, y obviamente no voy a peguntarle a Bella… —se excusó el moreno. — Durante seis meses Bella estuvo viviendo con él… no sé cuando comenzó a golpearla pero fue varias veces a urgencias por eso —dijo Edward con amargura por los recuerdos. — ¿Tú no hiciste nada para evitarlo? —preguntó Jacob con incredulidad. — Conoces a Bella, es terca como una mula, intenté disuadirla muchas veces, como profesional no podía hacer nada hasta que ella se decidiese a denunciar. — ¿Y como amigo? —preguntó Jacob visiblemente molesto. — Te vuelvo a repetir… sabes cómo es Bella, si yo denunciase a Newton no valdría de nada, y si la sacase a la fuerza de esa casa ella no me lo perdonaría… solo podía estar ahí para ella —dijo Edward con pesar. Jake suspiró y miró a su amiga, que ahora estaba abriendo varios regalos mientras las mujeres presentes la miraban sonriendo. No podía creer que ella se dejase golpear, se mostrase sumisa ante cualquier persona y lo aceptase como si tal cosa… su amiga era fuerte, no era posible que eso hubiese pasado. — ¿Cómo está ahora? —preguntó apartando la mirada de las chicas. — La puedes ver por ti mismo… ahora sonríe y no muestra miedo. Ya no tiene pesadillas por las noches, la terapia la está ayudando mucho —explicó ella. — Es tan… increíble… —susurró Jacob— me cuesta creer que ella… — Lo sé… —lo cortó Edward viendo que las chicas venían hacia ellos. — ¿Qué estáis hablando tan juntitos? —preguntó Bella bromeando. — De chicas... tú sabes, las viejas costumbres nunca cambian —bromeó Edward rodeando su cintura y acariciando su vientre. 91

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— ¿Quién es la afortunada esta vez? —preguntó Bella bromeando. — Uhm… —dijo Edward fingiendo que se lo pensaba— no sé cómo se llamará... Mia… Alexa… Emma... pero su apellido será Cullen. — ¿Sólo hablabas de una chica? —preguntó bella sonriendo. — No… Jacob hablaba de la otra —sonrió también Edward. — ¡Chicos! —los llamó Esme— colocaros para una foto, necesito recuerdos de este maravilloso día —dijo acercándose— ¿os habéis enterado de que seré abuela? —preguntó sonriendo. Los cuatro se colocaron para la foto con sus mejores sonrisa, Nessie y Jake abrazados al lado de Bella, esta ultima rodeada por los brazos de Edward y con las manos de ambos recargadas sobre su abultado vientre.

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Casa de Edward — Forks — Viernes 18 de septiembre del 2009 — 04:17 PM

Bella estaba tumbada en el sofá de la sala de su casa… sí su casa. Edward oficialmente le había pedido que se quedase a vivir con él y ella había aceptado sin pensárselo. Ahora se sentía más segura, su relación con Edward le estaba ayudando mucho, tal y como decía Emily, ella se sentía más querida, se sentía persona, y el cariño y la devoción con la que él la trataba en ocasiones hasta la hacía llorar. Edward llevaba unos días actuando extraño, se encerraba en una de las habitaciones superiores y no dejaba que ella lo acompañase. Quería subir y espiarle un poco, a ver si así descubría lo que se traía entre manos, pero se encontraba cansada, le dolía la espalda y solo tenía ganas de dormir. Después de una pequeña siesta de unos minutos, unos murmullos la hicieron abrir los ojos, lo hizo lentamente y se encontró a Alice y a Rosalie cuchicheando y mirándola de reojo. — ¿Ves? ¡Ya la has despertado! —gruñó Rosalie. Alice miró Bella disculpándose y luego continuó hablando con Rose como si nada hubiese pasado. — ¿Dónde está Edward? —preguntó Bella con voz ronca. Las chicas la miraron y sonrieron. — Está arriba —dijeron a coro. — ¿Qué traéis en esas bolsas? —preguntó frunciendo el ceño. Mezclar a Rosalie y a Alice con bolsa en una sola frase y llegareis a una solo conclusión: Compras. Y cuando ambas traían esa cara de culpabilidad es que las compras no le gustarían a Bella. — Espero que no te enfades Bella —dijo Alice acercándose a ella y sentándose en la alfombra— hemos ido a comprar ropa para las bebés. — Íbamos a comprarme unos zapatos nuevos, pero pasamos por delante de una tienda y no hemos podido resistirnos —se disculpó Rosalie. Ambas comenzaron a sacar prendas de pequeño tamaño de sus bolsas. Rosas, blancas, amarillas, verdes… cada cosa era tan o más bella que la anterior y Bella sintió como sus ojos picaban cuando Alice le mostró dos vestidos color azul que exactamente iguales.

— Pensé que estos los podías utilizar para cuando saliesen del hospital… —susurró la pequeña Cullen haciendo un puchero. — Alice… son hermosos —dijo Bella con lágrimas en los ojos— de verdad chicas... gracias. — ¿No te molesta? —preguntó Rosalie tentativamente. 93

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— No —sonrió Bella— de hecho quería pediros que compraseis todo lo necesario, yo no me siento con fuerzas. — ¿Te encuentras mal? —preguntó Alice asustada. — No… —la tranquilizó— solo me siento un poco cansada, mi barriga crece día a día y yo sigo en mi tamaño normal. Las tres continuaron mirando las ropitas que formarían el ajuar de las mellizas, Bella sonreí y se emocionaba con cada nueva cosa que le mostraban, y Rosalie y Alice se sentían orgullosas por haber acertado en su iniciativa. — ¿Rose…? Alice? ¿Podéis subir un momento?—gritó Edward desde el piso superior. Ambas se pusieron en pie y dejaron a Bella sola rodeada de ropitas en tonos rosados, sonreía mientras miraba unos pequeños zapatitos, se le antojaron tan diminutos… no podía imaginar que no solo tendría un bebé que podría meter sus pequeños pies en esas cositas, si no que tendría dos… dos hermosas princesitas a las que cuidaría con su vida si fuese necesario. Un suaves golpes en la puerta la hicieron alzar la mirada hacia las escaleras y suspirar… tendría que levantarse y abrir ella misma. Se puso en pie con dificultad y se frotó la parte baja de la espalda que le dolía horrores… ese bebés cada día pesaban más. Caminó hacia la puerta y la abrió sin mirar quien era. — Isabella —pronunció esa odiosa voz. Bella cerró los ojos con fuerza y después los abrió con odio dedicado únicamente a la persona que estaba frente a ella. — ¿Qué quieres Jessica? —preguntó en un gruñido. — Solo quería recordarte el mensajito de Mike… te envía recuerdos —guiñó un ojos y sonrió. — Vete —susurró Bella conteniendo la voz. — No cariño… vas a escucharme —dijo Jessica dando un paso al frente. Bella intento detenerla alzando una mano pero a ella no le importó. Bella sintió un dolor agudo en su espalda e hizo una mueca de dolor. — Vete —volvió a susurrar sin fuerzas. — No voy a irme, vas a escuchar todo lo que tengo que decirte, desde la primera palabra hasta la última coma —ladró con su voz estridente. — ¿Qué está pasando aquí? —oyeron la voz de Alice desde la escalera. — Alice… —dijo Bella con alivio… pero se tuvo encoger ante otro dolor en su espalda. Alice avanzó corriendo para sujetar a Bella que comenzaba a tambalearse, rose apareció de repente y de un empujón echó a Jessica fuera llamándole de todo menos bonita. Ambas ayudaron a Bella a llegar hasta el sofá y la sentaron y le dieron un poco de agua. 94

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— ¿Cómo te sientes? —preguntó Alice. Bella no contestó… no pudo… otro dolor punzante atravesó su vientre y tuvo que cerrar los ojos con fuerza. — Chicas…. Algo no va bien —susurró Bella con voz entrecortada. — ¿Qué pasa? —preguntó Rosalie nerviosa. — No lo sé —gimió— pero me duele… — ¡Edward! —chillaron las dos chicas al unísono. El aludido bajó las escaleras a toda velocidad con una mancha de pintura rosa en la cara y una brocha goteando en una de sus manos. — ¿Qué pasa? —preguntó asustado. — Bella no se encuentra bien. En cuanto esas palabras fueron procesadas por su mente Edward olvidó todo lo demás. Dejó caer la brocha en las escaleras y salió a la carrera hacia el sofá donde estaba Bella con las ojos cerrados y respirando entrecortadamente. — ¿Amor? —la llamó tocando su frente— ¿cariño que te pasa? —preguntó alarmado. — Duele… No le hizo falta más, tomó a Bella en brazos y a la velocidad de la luz la metió en su coche y condujo como un demente hacia el hospital. En cuanto llegó Carlisle lo esperaba en la puerta de urgencias, ya había sido alertado por Rosalie y Alice de que ellos estaban en camino. N médico le arrebató a Bella de las manos a Edward y su padre tomándolo del brazo lo arrastró hacia su despacho. — Papá… —murmuró el reticente a entrar en esa habitación mientras atendían a Bella. — Edward, el doctor Cooper está con ella, estará atendida —lo intentó tranquilizar Carlisle. — No… yo quiero estar con ella —dijo en un gruñido. — En tu estado solo entorpecerás lo que quiera que tengan que hacerle, si hay alguna complicación me avisarán inmediatamente y los bajaremos a ver que pasa. Edward asintió y entró en el despacho de su padre a regañadientes, pero no podía estar tranquilo, los minutos pasaban y pasaban y nadie avisaba, eso podía ser tan malo como bueno. La ausencia de noticias era una buena noticia, pero también era motivo de ansiedad al no saber lo que estaba pasando realmente. Edward daba vueltas como un león enjaulado, se pasaba la mano por el pelo despeinándose todavía más, hasta que su padre comenzó a reírse mirando en su dirección. — ¿Qué pasa? —le preguntó en un gruñido. 95

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Carlisle no le contestó y solo lo llevó hasta el baño y le mostró su imagen en un espejo, todavía tenía aquella mancha rosada de pintura en una de sus mejillas. Bufó y se la limpio con un poco de agua y jabón. De vuelta al despacho todo seguía igual… los minutos pasaban lentamente y a cada movimiento de la aguja del reloj Edward creía que podría morirse si no tenía noticias pronto. Después de cincuenta minutos que a Edward le parecieron interminables el teléfono del despacho sonó, Carlisle se llevó el auricular a la oreja y mantuvo una conversación escueta de muy pocas palabras. Se puso en pie y sin mediar palabra Edward lo imitó y ambos salieron del despacho y se metieron en el ascensor, rumbo a la planta de neonatología y obstetricia. Cuando las puertas del ascensor se abrieron el Doctor Cooper los esperaba recargado en una pared. — Ellas están bien —dijo simplemente. Y Edward puso respirar tranquilamente. — Isabella tenía contracciones, pero conseguimos detener el parto —continuó el doctor— ahora está en una habitación, la hemos sedado para que esté tranquila. — ¿Estará bien? —preguntó Edward. — Sí… pero a partir de ahora tiene que guardar reposo —explicó el doctor— necesitamos que los bebés tarden lo máximo posible en nacer, todavía tienen poco peso, si naciesen ahora tendrían que ir a la incubadora y luchar el doble de lo normal. — Eso será difícil —dijo Carlisle en tono de broma para aligerar el ambiente— Bella tumbada en una cama sin hacer nada… que dios te ayude. — Tendrá que hacerlo —dijo el doctor Cooper— Edward tranquilo… están bien las tres, Isabella tardará unas horas en despertar. Edward suspiró y sin escuchar a nadie se dirigió a la habitación donde estaba Bella ingresada. Ella estaba tumbada en una de esas incomodas camas y parecía descansar con tranquilidad. Un monitor fetal controlaba a las bebés haciendo un pitido constante marcando los latidos de sus pequeños corazoncitos. Tomó una de sus manos entre las suyas y no pudo evitar sonreír, el pitido de aquella máquina era como música para sus oídos. Eran los corazones de las hijas de Bella… no… eran también sus hijas, las hijas de ambos. Sonrió como un estúpido y besó cada uno de los dedos de Bella mientras un par de lágrimas de alivio y felicidad rodaban por sus mejillas.

Hospital Provincial de Forks — Forks — Sábado 19 de septiembre del 2009 — 09:21 AM

Los primeros rayos de sol intentaban colarse por entre las espesas nubes de un día cualquiera en Forks, Edward se removió intranquilo despertando de un sueño poco reconstituyente. Le

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dolía el cuello y sentía los brazos entumecidos. Intentó incorporarse y varios calambres recorrieron su espalda. Gimió muy bajito y abrió los ojos por fin, la primera imagen que vio fue de una mano pálida sobre algo blanco. Enfocó su vista y los recuerdos del día anterior llegaron a su mente de golpe, se frotó los ojos y un bostezo involuntario le obligó a abrir la boca. Se vio recargado sobre la cama donde Bella todavía dormía, detuvo su vista en su rostro… Bella era tan hermosa… tenía un gesto tan dulce… acarició una de sus mejillas con un dedo y Bella sonrió, otra sonrisa se extendió por sus labios. Bella abrió los ojos y tuvo que cerrarlos porque le molestó la luz, parpadeó hasta poder acostumbrarse a la luminosidad y después centró su mirada en Edward, que estaba junto a ella sonriéndole y haciendo que su corazón latiese más deprisa de lo normal. Parecía tan tonto que Edward eclipsase todo lo demás… pero sí, para Bella todo pasó desapercibido en cuando los ojos de ambos se cruzaron. Olvidó que estaba en un hospital y hasta el motivo por el que lo hacía, se olvidó hasta de respirar y un mareo la obligó a cerrar los ojos. En ese momento fue cuando se percató de un sonido constante y repetitivo que inundaba la habitación. Miró a su izquierda y vio el aparato causante de dicho ruido. — Es el corazón de las bebés —dijo Edward en un murmullo con voz rasposa. Bella entonces recordó y una expresión de angustia cruzó sus rostro. "Le dolía… sus bebés… Jessica… Alice y Rosalie gritando…" Su respiración se volvió entrecortada y se llevó las manos a su vientre intentando proteger a sus hijas. Edward la tomó de las manos y sin dejar de mirarla a los ojos se acercó a ella hasta poder abrazarla. — Ya todo está bien, cariño —susurraba él contra su pelo— las bebés están bien y todo pasó. — ¿Seguro? —preguntó ella con un hilo de voz. Edward se alejó de ella y la miró a los ojos, una ligera sonrisa se asomó a sus labios. — Seguro… solo que —titubeó— tendrás que guardar reposo. Bella abrió mucho los ojos y lo miró con incredulidad. — ¿Cuánto tiempo? —preguntó asustada. Edward carraspeó y la miró con precaución… — Hasta que nazcan las niñas —dijo desviando la mirada. — ¿Eso cuanto tiempo es? — Bueno… ayer casi pasa así que… —Edward intentó restarle importancia— eso es impredecible, pero tanto el doctor Cooper como yo esperamos que al menos un mes más. 97

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— ¿Todo un mes en reposo? —preguntó Bella sin poder creérselo. — Sí… pero —continuó al ver el gesto de desagrado en ella— piensa que es por las bebés, para que nazcan más fuertes. Bella suspiró y se acarició la tripa, Edward la imitó. — ¿Seguro que están bien? —preguntó ella en un murmullo. — Perfectamente, —la tranquilizó— el doctor Cooper te atendió personalmente y dijo que todo estaba bien. Solo debes mantener el reposo. Una enfermera los interrumpió con el desayuno y Bella lo comió con ansias, estaba hambrienta. Edward la miraba como embobado, le parecía increíble que después de todas las vueltas que había dado la vida, ahora se encontrase en esa situación, cuidando de Bella y de sus hijas, preocupándose por su bienestar y recibiendo a cambio todo con lo que había soñado: el amor incondicional de Bella. Una hora después unos suaves golpes en la puerta hicieron que Edward se envarara y susurrara un frío "pase". Pero su gesto se relajó cuando fue Rosalie la que entró en la habitación con dos ositos blancos de peluche que le entregó a Bella. Después de poner a Rose al corriente sobre el próximo estado convaleciente de Bella y una conversación más o menos extensa. Bella quedó profundamente dormida de nuevo. — He hablado ya con Charlie —susurró Rosalie. — ¿Qué te ha dicho? —preguntó Edward. — He puesto la denuncia a tu nombre, pero tienes que ir a declarar cuando tengas un momento —explicó la rubia. — Iré esta tarde —explicó Edward— ¿te dijo si el proceso tardaría tardaría mucho? — No lo hará… el juez dictará sentencia una semana después de que la denuncia esté hecha, Bella no tendrá que comparecer, he hablado con el doctor Cooper y hará un certificado médico explicado su estado. — ¿Has hablado con Jasper? —preguntó Edward de nuevo. — Por supuesto que he hablado con Jasper, es el abogado de Bella —dijo Rosalie fingiendo indignación— está de acuerdo con todo el procedimiento, e irá en nombre de Bella a la vista oral. — Espero que concedan esa orden de alejamiento… si esa víbora vuelve a acercarse a Bella no respondo —dijo Edward entre dientes. Rosalie resopló. — No sé cómo pude contenerme y no matarla ayer mismo —masculló en tono de enojo. — Yo no lo habría hecho… suerte que estaba demasiado ocupado atendiendo a Bella, si no la habría matado con mis propias manos —dijo Edward. 98

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— Tenemos testigos de lo de ayer… será imposible que no concedan la orden de alejamiento eso si no conseguimos que la encierren en un psiquiátrico —dijo Rosalie con una sonrisa malvada. — Puede alegar que estaba bajo la influencia de Newton, es obvio que él la esta coaccionando para que actúa así. — Que lo haga… así al mal parido ese le puede caer otro año más por amenazas —sonrió Rosalie. — Antes me llamó Esme —susurró Edward—. La señora Stanley estuvo en casa de mis padres esta mañana suplicándose que ambos intercediesen por Jessica… — ¿Esa mujer está tan loca como su hija? —preguntó Rosalie asombrada— ¿cómo se le ocurre pedir eso? Jessica merece lo que le pueda pasar por actuar como lo ha hecho. — Su madre sabe que la mano de Newton está detrás de todo eso, Jessica en el fondo no es culpable, solo está… enamorada —Edward se encogió de hombros. — Por muy enamorada que esté… hay cosas que no se hacen ni por la persona que amas… atormentar a Bella no es una de ellas, y eso que la pobre no vio lo que esa loca tenía en su coche —Rosalie se estremeció— hay que estar loca para dejarse llevar así por el "amor". — No es tan raro —contradijo Edward— mira como estuvo Bella… lo que soportó porque estaba enamorada de él. — No, estaba coaccionada por él… es muy diferente, las víctimas de maltrato no aguantan por amor, lo hacen por miedo creyendo que es amor —explicó Rosalie— sé de lo que hablo, veo eso a diario, por si no lo recuerdas soy asistente social. — Lo sé Rose —dijo Edward encogiéndose de hombros dejando pasar el tema, no era sobre lo que más le gustaba conversar, que Bella sufriese porque supuestamente amaba a otro… le hacía hervir la sangre— ¿Van a detener a Jessica? —preguntó desviando el tema. — Charlie me dijo que no eran cargos suficientes, pero sí van a registrar su casa y su coche para buscar los ataúdes —dijo Rosalie estremeciéndose de nuevo al recordar la visión de la tarde anterior, cuando Edward se llevó a Bella al hospital Jessica tenía dos pequeños ataúdes de color blanco en su coche, del tamaño justo para dos bebés recién nacidos —la habría matado si Alice no me sujetase… —murmuró todavía recordando. — ¿Cómo ha reaccionado Emmett? —preguntó Edward de nuevo. — Te lo puedes imaginar —bufó Rosalie— casi tuve que atarlo a la cama para que no saliese a buscarla… — ¿Y Alice? — Después del shock… estaba que echaba humo… Jasper casi no pudo hacer nada para tranquilizarla, amenazó con clavarle los tacones de sus Jimmy Choo en los ojos —recordó entre risas.

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— Alice… —murmuró Edward negando con la cabeza, su hermana nunca cambiaría— ¿Te quedas con ella? —preguntó de repente señalando a Bella— Iré a hablar con Charlie, ahora que he hablado con ella y sé que está bien. — No te preocupes —lo tranquilizó Rosalie— además Alice me dijo que vendría a verla. — Gracias Rose —dijo Edward con sinceridad—, no sé como agradecerte todo esto… — No tienes que agradecer nada —lo contradijo— Bella es mi amiga y haría cualquier cosa por ella. Edward se acercó a Bella y después de besar sus labios acarició su vientre murmurando una despedida para las tres personas más importantes en su vida. Cuando salió de la habitación Rose suspiró maravillada, del amor que profesaba Edward en cada acción hacia Bella era conmovedor. No hacía falta más que verlos para saber que su destino era estar juntos, y aun enfrentando las adversidades que ese mismo destino les estaba presentando, ambos parecían quererse más cada día.

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Casa de Edward — Forks — Domingo 4 de Octubre de 2009 — 02:25 PM

Bella llevaba casi dos semanas en reposo y se estaba volviendo prácticamente loca. Sus únicos paseos eran hasta el baño y después de vuelta a la cama. Por suerte, había convencido a Edward de que en lugar de en la cama la dejase estar en el sofá, al menos durante el día de hoy. A lo largo de los días de la semana entre Alice, Rosalie y Esme se turnaron para no dejarla sola en ningún momento mientras Edward estaba en el trabajo. Él había dicho que podía pedir sus vacaciones anticipadas para poder ayudar a Bella en lo que necesitase, pero Esme, siempre con la experiencia por delante, le aconsejó que esperase a que naciesen los niños para eso, ya que Bella necesitaría más ayuda después que en ese momento. Ese domingo todos tenían planes de parejas, así que Edward y Bella tenían el día para ellos solos. Algo que Bella quería aprovechar al máximo, ya que no había podido disfrutar de la compañía de Edward en todo este tiempo porque siempre había alguien con ellos que no los dejaba a solos ni un minuto. Estaban en el sofá viendo una película, Bella estaba tumbada con los pies recargados sobre el regazo de Edward, y este acariciaba sus piernas con gesto ausente mientras fingía ver la película, pero su mente estaba en otra parte. No podía dejar de sentirse tranquilo por lo que había sucedido unos días atrás en el juzgado. El juez les había concedido la orden de alejamiento en contra de Jessica, no podría acercarse a menos de cien metros de Bella ni de la casa que compartía con Edward. No era mucho, pero al menos le aseguraba parcialmente que no intentaría nada para atormentarla nunca más. Además, Jasper como buen abogado, alegó que quedaba muy poco tiempo para que las bebés naciesen y que la orden también estuviese vigente para ellas, ya que sufrían tanto peligro como Bella, algo a lo que el juez accedió casi sin pensarlo. Edward se sentía tranquilo en parte, sabía que Jessica estaba asustada, además de la orden de alejamiento le habían acusado de amenazas y tenía que hacer trabajos sociales para pagar una pequeña multa. No era mucho, pero al menos la justicia estaba haciendo su trabajo. Eso no podía asegurarle que no volviese a intentar nada, pero al menos podría actuar legalmente solo con que ella se acercase un paso de más de lo permitido por la ley. — ¿Edward me escuchas? —lo llamó Bella por quinta vez sin obtener respuesta. Edward parpadeó confundido unas cuantas veces y después centró su atención en Bella. — ¿Qué me decías? —preguntó en un murmullo. — Que si me ayudas a llegar al baño —dijo ella sonrojándose. — ¿Otra vez? —preguntó él fingiendo sorpresa. Bella hizo un mohín e infló los mofletes como una niña pequeña. — No tengo la culpa de que estas pequeñas diablillos decidan bailar sobre mi vejiga —gruñó molesta. 101

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Edward río bajito y la ayudó a ponerse en pie, después la cogió en brazos para llevarla a uno de los baños del segundo piso. — ¿Por qué me traes a este? ¿Les pasa algo a os baños del piso inferior?—preguntó ella confundida. — Tú haz lo que tengas que hacer que después ya habrá tiempo de explicaciones —le dijo él haciendo varios movimientos con las manos instando a Bella a que apurase y acabase cuanto antes Bella negó con su cabeza dramáticamente e hizo "lo que tenía que hacer" salió del baño con una sonrisa y sobándose el vientre después de una fuerte patada que le sorprendió. — ¿Qué pasa? —preguntó Edward acercándose a ella. — Están despiertas y se están moviendo mucho… —contestó sonriendo. Edward colocó sus manos al lado de la de Bella y las bebés lo patearon con fuerza. — ¡Eh! ¿Qué les has dado de comer? Si que tienen energía... si no fuese técnicamente imposible juraría que te has tragado a Alice —dijo sonriendo. — Los genes Swan… se están llevando toda la energía que me roban —dijo Bella respondiendo a su sonrisa. Edward volvió a tomarla en brazos y en lugar de ir hacia las escaleras para volver al piso inferior, tomó la dirección contraria hasta pararse frente a la puerta que estaba justo enfrente de donde ellos dormían. — ¿Qué hacemos aquí? —preguntó Bella sorprendida una vez que Edward la dejó sobre sus pies. — Es una sorpresa —susurró Edward mientras sus ojos brillaban de anticipación— cierra los ojos. — No voy a cerrar los ojos hasta que me digas que es… sabes que no me gustan las sorpresas —se quejó ella. — Pues yo no te voy a decir nada hasta que cierres los ojos… — No —dijo Bella infantilmente. — Como quieras —Edward se encogió de hombros y tapó los ojos de Bella con una de sus manos. — ¡Eso es trampa! —se quejó ella riéndose. Edward no le hizo caso y su otra mano se colocó en una de sus caderas, Bella oyó como la puerta se abría. — Avanza dos pasos —susurró Edward en su oído. — Me voy a caer —dijo ella con voz temblorosa. 102

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Edward rodó los ojos. — Te estoy sujetando, confía en mí que no dejaré que te pase nada —aseguró hablando en un susurro. Bella obedeció a regañadientes y caminó esos dos pasos que Edward le decía. Edward entonces descubrió sus ojos y Bella jadeó de la impresión. Estaba en la que sería la habitación de sus hijas. Las paredes estaban pintadas de color rosa claro con una línea ondeante que cruzaba la habitación de lado a lado un par de tonos más oscura, sobre esa línea había diferentes animalias pintados con expresiones alegres y colores muy vivos. Los muebles eran de tonos madera y blanco suavizando el ambiente y dándole ese toque de calidez que necesitaba. Había dos cunitas cada una con su mosquitera también en tono rosado y con los ositos de peluche que Rose le había llevado al hospital como regalo. En un lateral había una mecedora con una de las mantitas que ella guardaba en casa de Charlie y que había sido de su abuela Marie. * (No suelo hacer esto, pero hay fotos en mi perfil) A Bella se le hizo un nudo en la garganta y sintió como lágrimas de felicidad recorrían sus mejillas muriendo en su barbilla. Miró a Edward con la boca abierta sin saber muy bien que decir. Edward sonrió y la abrazó por su espalda. — Todos han puesto su granito de arena —susurró en su oído— yo pinté las paredes de rosado, Esme eligió los muebles que luego montaron Emmett y Carlisle. Alice y Jasper dibujaron todos esos bichitos y Rosalie te colocó la ropita y los regalos de tu cumpleaños en los lugares que creyó oportunos. Hasta Charlie quiso aportar algo y trajo esa mantita que te tejió tu abuela cuando tú eras bebé. — Estoy sin palabras —dijo Bella con voz rota a causa de su llanto. — ¿Pero te gusta? —preguntó Edward algo intimidado por su respuesta. — No… Edward se tensó — Es perfecta… —susurró ella— gustarme es poco… me encanta… ¡la amo! —gritó Bella efusivamente. Edward sonrió como un niño y abrazó a Bella con más fuerza, intentando demostrarle en ese gesto lo feliz que se sentía en ese momento. Sin más la sujetó de la mano y la empujó para que se sentase en la mecedora. Él se sentó en el suelo frente a ella y apoyó la barbilla en sus rodillas mientras la miraba a los ojos. — Ahora estas pequeñas —dijo Edward acariciando el vientre de Bella— ya tienen un lugar donde dormir y mil cosas que ponerse, ¿tienen también un nombre? —preguntó sin despegar sus ojos de los de ella.

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Bella suspiró y cerró los ojos frustrada. — No consigo decidirme —gimió— es tan… ¡arg! Muchos me gustan pero no termino de decidir cuáles serán los adecuados. — Puedo ayudarte si quieres —susurró Edward. — De acuerdo —dijo Bella— tengo una lista, te doy una mitad y yo me quedo con la otra mitad, cada uno elegirá un nombre y cuando nazcan se lo diremos al otro… ¿te parece? — Me encanta la idea —sonrió Edward— ¿Cuáles son los míos? —preguntó. — Elisabeth, Madison, Alexandra y Mia, — ¿Y los tuyos? Es para tener una idea —preguntó de nuevo Edward. — Erika, Emma, Alexa y Marie — ¿Marie? —preguntó Edward sorprendido. — Es mi segundo nombre y no lo utilizo, así que… Edward se encogió de hombros y puso un gesto pensativo… — Yo ya he elegido el mío —dijo con una sonrisa. — ¿Tan rápido? —preguntó Bella sorprendida. Edward solo asintió y sonrió más ampliamente. Bella torció el gesto y se mordió el labio inferior, mientras decidía. Finalmente ese juego con Edward podía ayudarle a tomar una decisión de una vez por todas, recordó la carita de sus bebés en la ecografía en 4D que se había hecho unas semas atrás y entonces un nombre le vino a la mente. — Yo también lo he decidido —sonrió ampliamente. — ¿Me dices cual es? —preguntó Edward haciendo un puchero. Bella negó con la cabeza. — Te dije que cuando naciesen nos lo diríamos, así que te aguantas. — Como quieras —masculló fastidiado.

Hospital Provincial de Forks — Miércoles 14 de Octubre de 2009 — 00:15 AM

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— Edward tranquilo… vas a hacer una zanja en el suelo —dijo Bella tumbada en un camilla con gesto cansado y sus ojeras más pronunciadas de lo normal. — ¿Cómo quieres que esté tranquilo? —bramó exasperado— ¿tú cómo estás? —preguntó acercándose a ella y tomando una mano entre las suyas. — De parto… pero por lo demás bien —dijo en tono sarcástico. Edward rodó los ojos y la miró sonriendo. La puerta se abrió y entró Carlisle vestido con ropa casual y sonriendo también. — ¿Qué tal va todo? —preguntó acercándose a Edward. — Bien… —dijo Bella— pero ¿podrías dale un tranquilizante? —dijo señalando a Edward que ahora se estaba mordiendo los nudillos evidentemente ansioso. — Yo no necesito nada —se excusó mirándolos fijamente. Carlisle enarcó una ceja y después negó con la cabeza. En parte que Bella le haya pedido eso le venía muy bien como excusa. — ¿Edward puedes salir conmigo un momento? —preguntó con cautela. El aludido frunció el ceño y después asintió. Se despidió de Bella con un suave beso en los labios. Ambos Cullen salieron de la habitación donde Bella estaba esperando a que dilatara para poder dar a luz, y caminaron hacia el despacho del Doctor Cooper que estaba en esa misma planta solo a un par de pasillos de distancia. Cuando entraron en su despacho él estaba sentado en la mesa mirando detenidamente unos documentos. Después de los saludos y las palabras de rigor, el doctor Cooper procedió a informar a Edward de lo que le esperaba a Bella a partir de ese momento. — Quizás tengamos que hacerle una cesárea —dije en un susurro. — ¿Por qué? —preguntó Edward aturdido. — Lleva varias horas en dilatación y solo tenemos tres centímetros. No quiero arriesgarme a que los bebes sufran. Si en los próximos minutos continuamos igual, iniciaré el protocolo — dijo Cooper. Edward tragó en seco y asintió. Él era médico, sabía que una cesárea no tendría por qué tener mayor complicación que una herida y unos puntos que tendría que cuidar con un poco más de cuidado que si naciesen por parto natural. Pero hasta ese momento nunca había tenido que mezclar su trabajo con su familia. Nunca había tenido a nadie querido sobre la mesa de operaciones, y eso le provocaba una opresión en el pecho que no lo dejaba respirar con profundidad, pero todavía si se trataba de su Bella y sus dos princesitas. — Edward, tranquilo. He hecho cientos de cesáreas, podría hacerlas con los ojos cerrados — intentó aligerar el ambiente. Edward gruñó.

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— En esta ocasión te agradecería que los tuvieses bien abiertos. Es de mi mujer y de mis hijas de quien estamos hablando. El doctor Cooper asintió dándole a entender que había entendido el mensaje, y Carlisle sonrió al escuchar las palabras de su hijo, nunca se había sentido tan orgulloso de él, ni si quiera cuando se graduó con honores como médico. Ahora su hijo estaba labrándose un futuro al lado de una mujer que lo amaba y que le estaba dando el mejor regalo del mundo, dos hijas. Él mismo sabía que los hijos te alegran la vida y convierten cualquier penuria que tengas que enfrentar en una aventura. Que con una sola sonrisa de sus labios son capaces de hacerte olvidad cualquier pena o tristeza que te embargue en ese momento. Y aunque esas niñas no fuesen su sangre, sabía que tanto Edward como padre, y él como abuelo, las querrían y cuidarían como si de verdad se tratasen de unas Cullen más. Porque ya eran unas Cullen más. Casi una hora después Edward estaba entrando en el quirófano con un mono verde esterilizado. Bella esperaba tumbada en una camilla, completamente consciente pero sedada desde la altura de su pecho para que no sintiese ningún tipo de dolor. Ambos se miraron y en un segundo cualquier miedo que pudiesen sentir se vio reducido a cenizas ante la presencia del otro. No se necesitaban más que el uno al otro para ser felices, y en pocos minutos dos personitas más entrarían a formar parte de su familia para alegrar sus vidas. Edward se acercó a Bella y besó sus labios antes de susurrarle un "Te amo" al oído, que Bella correspondió gesticulando lo mismo con sus labios. — Vamos a comenzar —dijo el doctor Cooper acercándose a ellos —Bella te veo nerviosa… tranquila ¿de acuerdo? — Lo intentaré —musitó a media voz. El doctor Cooper suspiró. — Veremos… —comenzó a explicar— yo si te pellizco lo sientes y te duele… ¿cierto? —Bella asintió— pero si solo te muevo el brazo lo sientes pero no te duele, ¿no es así? —ella volvió a asentir— está bien, sentirás que nos movemos en tu vientre pero no te dolerá, es como si te moviese un brazo. Así que, relájate… todo irá bien. Bella suspiró y asintió un poco más tranquila. Edward a su lado apretó su mano y ambos se miraron a los ojos. — Todo irá bien —repitió Edward en un susurro. Bella sintió como algo afilado tocaba su piel, y aunque no sintió ni una pizca de dolor, el olor salado de la sangre la hizo marearse un poco. Decidió respirar por la boca y mirar a Edward a los ojos para intentar mitigar las nauseas que le entraron de repente. Un par de minutos después, una enfermera soltó una exclamación y Edward apartó su mirada de Bella y se enderezó para poder mirar por encima de cortina que le habían puesto a Bella para que no viese nada.

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Lo que vio lo dejó completamente paralizado, en las manos del doctor Cooper había un cuerpecito pequeñito, temblando y abriendo la boca intentando coger aire. Con una bocanada de aire que entró en sus pequeños pulmones soltó un sollozo que retumbó en las paredes del quirófano. Bella sintió que el corazón le explotaba y Edward esbozó una radiante sonrisa. — Edward… ¿quieres hacer los honores? —preguntó el doctor Cooper mostrándole el cordón umbilical. Él esbozó una sonrisa mayor y después de besar a Bella en los labios se acercó al doctor con sus manos temblando más que nunca. Él, el Doctor Edward Cullen, que había asistido en cientos de operaciones de urgencia, le temblaba el pulso para cortar un mísero cordón. Se río internamente de sí mismo, y tomó las tijeras que Cooper le extendía, cortó el cordón y miró a la pequeña personita que ahora estaban envolviendo en una toalla, la enfermera miró a la bebé y después miró a Edward, y sin pensárselo se la colocó en brazos. Edward no supo que hacer, sentía que la pequeña criaturita podría caérsele o romperse al mínimo movimiento, pero solo tenía claro una cosa… Bella tenía que verla. Se acercó a ella sin dudarlo y se la mostró inclinándose un poco para quedar a su altura. Bella miró a su bebé, a uno de sus rayitos de sol y si antes creía amar a esos bebés no era nada comparado con lo que sentía en ese momento. Ella era lo más hermoso y maravilloso que había visto en su vida. Y era suya… era un pedacito de ella. — ¿Edward? —llamó de nuevo el doctor Cooper… segundos antes de que otro llanto inundara la estancia haciendo que tanto él como Bella sonriesen como dos tontos. Edward dejó a la bebé que tenía en brazos acomodada en el pecho de Bella y fue corriendo a donde lo esperaba el doctor para cortar el cordón de su otro pequeña. Al verla Edward parpadeó sorprendido… era tan hermosa como su hermana. Cortó el cordón, y la enfermera repitiendo el procedimiento se la colocó en brazos. Edward tampoco lo dudó esta vez en mostrársela a Bella, que en ese momento estaba llorando de pura dicha, nunca se había sentido tan feliz… nunca había soñado siquiera con tener todo lo que tenía en ese momento. Dos preciosas hijas y a Edward a su lado. . Unos minutos después Edward salió al pasillo con una sonrisa capaz de deslumbrar al mismísimo astro rey. Estaba eufórico, feliz… ¡nada! Absolutamente nada podría estropear su día… sus princesitas habían nacido, Bella estaba perfectamente y en unos minutos pasarían a las tres a una habitación para que pudiesen descansar después de un parto largo y bastante agotador. En la sala de espera la familia al completo estaba con el corazón en un puño. Todos saltaron de sus sillas en cuanto Edward cruzó la puerta y lo asaltaron a preguntas una tras otra sin darle tiempo si quiera a procesarlas para poder contestar. — Bella y las niñas están perfectamente… no puedo deciros mucho más —confesó en tono alegre. Todos sonrieron complacidos y Esme derramó unas pequeñas lágrimas de alivio e ilusión. 107

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— ¿Cuándo podremos verlas? —preguntó Alice efusivamente. Jasper pasó un brazo por sus hombros para que ella dejase de saltar sobre sí misma, y ella lo miró en agradecimiento. — Bella está un poco cansada y necesita dormir, y las bebés están bien, tienen buen peso, pero quieren tenerlas vigiladas por si acaso… después de todo son prematuras, todavía les faltaba cuatro semanas para nacer. — ¿Estarán en la incubadora? —preguntó ahora Rosalie. — El doctor Cooper tiene la esperanza de que no, todo dependerá de cómo pasen esta noche —explicó Edward. . A la mañana siguiente Bella sintió una leve presión en su vientre, se llevó la mano distraídamente hacia él para tranquilizar a sus pequeñas, pero notó algo raro. Su vientre estaba casi plano y con textura gelatinosa… es como si ya no tuviese nada dentro más que piel… abrió los ojos de golpe y se revisó tocándose por encima de sus ropas para comprobar que lo que pensaba que había sido un sueño había pasado de verdad, sus hijas habían nacido la noche anterior. Edward entró en ese momento en la habitación empujando dos cunitas y sonriendo como un niño la mañana de navidad. Se acercó hasta la cama donde descansaba Bella y se inclinó sobre ella para besar sus labios con ternura y casi con devoción. — Buenos días mamá —susurró sin perder la sonrisa. El corazón de Bella se saltó un latido. — Buenos días papá —contestó ella haciendo que los ojos de Edward desbordasen alegría a borbotones. — Alguien quiere verte —murmuró Edward girándose sobre sí mismo. Cogió en brazos a una de las bebés y se la entregó a Bella que la tomó con una ternura y delicadeza que nunca había visto en ella. Haciendo segundos después lo mismo con la otra. Bella sintió que sus brazos habían sido creados expresamente para cargar a esas dos niñitas, encajaban perfectamente en ellos. Edward acarició la mejilla de cada una de sus niñas, Bella incluida y sonrió. — ¿Nos decimos ahora los nombres? —susurró muy bajito. Bella lo miró destilando emoción con su mirada y asintió. Edward tomó en brazos a una de las bebés. Tenía la cara redondita y su nariz parecía un botón. Su pelo color café era corto y muy fino, pero se podía apreciar cómo se rizaba levemente en las puntas. Cuando Edward la tomó en brazos abrió sus pequeños ojos para mostrarle que eran de un marrón chocolate que hizo que el corazón de Edward se encogiese, era tan parecida a Bella...

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— Mamá… —susurró— te presento a Elisabeth Cullen Swan, Sissi Cullen para los amigos —dijo sonriendo. A Bella se le escapó una lágrima de emoción y sujetando una de las pequeñas manitos de Sissi se la llevó a los labios y la besó. Carraspeó para intentar deshacer el nudo que se atoró en su garganta y miró a la bebé que le devolvía la mirada intensamente entre sus brazos. No era exactamente igual a su hermana, sus rostros si se parecían, pero ella tenía el pelo un poco más claro, casi rubio ceniza, pero con mechones marrón chocolate. Su naricita también era un pequeño y redondito botón y sus ojos eran de un azul oscuro tan profundo que daba la sensación de ahogarte en ellos. No se parecía tanto a ella como Sissi, pero tampoco era igual que Mike… era perfecta. — Papá… yo te presento a Emma Cullen Swan —dijo con voz rasposa. Edward se acercó y besó a Emma en la frente haciendo que ella arrugase la nariz y cerrase los ojos con fuerza. Ambos se echaron a reír mientras las lágrimas recorrían sus mejillas. Era su momento perfecto… su pequeña nueva familia acaba de reunirse por primera vez. — Te amo —susurraron ambos a la vez mientras se miraban a los ojos.

Casa de Edward — Forks — Miércoles 22 de Octubre de 2009 — 03:58 PM

— Bella cuidado… —repitió Edward. — Estoy bien —gruñó ella. — Solo quiero que no te hagas daño —se disculpó Edward. Bella solo rodó los ojos y bajó del coche en un ágil movimiento, la herida de su tripa estaba cicatrizando sin problemas y apenas tenía molestias. Abrió la puerta trasera y cogió en brazos a una de las mellizas sacándola de su sillita para el auto, antes de que pudiese dar un paso Edward estaba tras ella extendiéndole los brazos para que él cargase a la pequeña. 109

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— La quieres más a ella —dijo Bella con una sonrisa— Emma se va a poner celosa. Edward iba a protestar, pero Bella se puso de puntillas y selló sus labios con un dulce beso. Edward sonrió y sujetó a Bella por la cintura alargando un poco más ese dulce gesto. Un quejido proveniente del interior del coche los hizo separarse y Bella corrió hacia la otra puerta para coger a Emma que comenzaba a pedir atención. Avanzaron los dos solos hacia la puerta principal de la casa, ya que Bella se había empeñado en compartir esos pequeños momentos a solas con Edward, había comenzado con el nacimiento de sus pequeñas y ahora continuaba con la vuelta a casa, esperaba que fuese así también para su primer baño y todas sus primeras veces… aunque bien sabía que muchas cosas no podía controlarse y se saldrían de sus manos. Antes de entrar Edward la miró con una disculpa dibujada en sus ojos y ella frunció su ceño. — ¿Qué pasa? —preguntó. — He hecho lo que he podido, pero ya conoces a Alice… no hay quien la pare… —se defendió Edward. Abrieron la puerta y en el salón de la casa de Edward estaba toda su familia al completo, incluso Renée y Phil habían viajado desde Jacksonville para la ocasión. Bella se enfurruñó un poco, ya que ella quería un momento intimo con Edward y las pequeñas, pero en el fondo estaba feliz porque tenía con ella a las personas que más quería y que eran importantes en su vida… ¿qué más podía pedir? Las bebés fueron arrebatadas en seguida de los brazos de sus papás cada una con una de sus abuelas, que juntas "comenzaron la sarta de "¡aw!" "que mona…" "se parece a…" más larga que habían podido escuchar, acompañadas por Sue, la mujer que se había casado con Charlie, que tampoco dejaba de admirar la perfección de sus medio—nietas. Alice daba botes sentada en uno de los sofás rodeada de regalos, que sin lugar a dudas eran para sus nuevas sobrinas. Charlie observaba todo desde un rincón, sostenía una cerveza en sus manos, a su lado Carlisle miraba sonriendo a su mujer, hacía mucho que no la veía tan feliz. Emmett y Jasper parecían estar en otro mundo, ambos estaban jugando a la wii de Edward sin preocuparse de lo que pasaba a su alrededor. Rosalie se preocupaba de que la comida que había en una mesa estuviese perfectamente colocada. Para terminar Jake y Nessie solo miraban a todos divertidos, las familias Cullen y Swan, eran realmente extrañas. Edward y Bella se quedaron paralizados en el umbral de la puerta, en su casa habían montado toda una fiesta de bienvenida adornando todo con globos y lazos rosados… todo eran tan rosa que a Bella le comenzó a doler la cabeza. Edward pasó un brazo por sus hombros y la atrajo hacia sí… — Recuérdame que nunca más vuelva a confiar en Alice —susurró en el oído de Bella. — ¿Por qué? ¿Esto es obra suya? —preguntó ella. — ¿De quién sino? —preguntó Edward irónicamente.

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Tres horas después consiguieron que la casa estuviese más o menos vacía, solo Esme y Renée se quedaron para ayudarles a organizar todo para la primera noche de las pequeñas fuera del hospital. A las diez de la noche Edward y Bella por fin estaban en su cama con la puerta entreabierta y el intercomunicador de os bebés funcionando. Edward estrechó a Bella entre sus brazos y la besó lentamente… había pasado tantos días sin dormir con ella a su lado, que le parecía imposible que hubiese podido sobrevivir sin que su perfume de fresas inundase la almohada. Pero por fin la tenía con él de nuevo, y no dejaría que se le escapase, menos ahora que estaban formando una familia. Bella se dejó abrazar y besar por Edward, ella también lo había echado de menos esos días que había pasado en el hospital, además… le gustaba sentirse querida y amada por él. Nadie le había hecho sentirse tan bien. Gracias a Edward el episodio de su vida con Mike se había borrado casi por completo de su memoria. — ¿Has pensado alguna vez en lo que quieres que suceda ahora? —preguntó Edward en un murmullo. Bella se enderezó un poco y lo miró entre la penumbra que creaba la luz de luna llena entrando por la ventana. — ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó confundida. Edward sonrió y besó su frente, era justamente lo que esperaba que preguntase para dejarle caer lo que llevaba días rondando por su cabeza. — Ahora eres madre, estás… enamorada, la librería va bien y tienes tu nuevo libro casi acabado… ¿te falta algo por conseguir? —preguntó sin apartar sus ojos de los suyos. — Tú lo has dicho… te tengo a ti y tengo a las bebés… a mi familia cerca y mi negocio va bien... creo que no puedo pedir más para sentirme más feliz… sería egoísta —contestó Bella con una sonrisa— ¿A ti te falta algo? Edward volvió a sonreír, Bella nunca era predecible, pero la conversación estaba surgiendo tal y como él planeaba. — Bueno… tengo tu amor, a nuestras hijas, a mi familia, mi trabajo… pero… —dejó la frase inconclusa. Bella enarcó una ceja y lo miró inquisitivamente. — ¿Pero qué? —preguntó con cautela. — Me falta tenerte a ti —susurró Edward mirándola a los ojos intensamente. Bella sonrió y negó con la cabeza. — Ya me tienes… te amo Edward —dijo ella totalmente convencida. — Lo sé… pero no te tengo del todo —explicó él comenzando a ponerse nervioso— ¿sabes qué? mañana si hace sol los dos saldremos felizmente a pasear a nuestras hijas por el parque

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como una familia, tú, las bebés y yo… el cuadro perfecto, pero no seremos realmente una familia, yo iré de la mano de Bella Swan. — ¿Qué problema hay con eso? —preguntó Bella confundida. — Amo que las niñas sean unas Cullen, amo tenerlas bajo mi custodia y poder cuidarlas… pero también quiero hacer eso contigo. — Me estás cuidando Edward —lo cortó Bella. — Lo hago… —enfatizó asintiendo con la cabeza— pero quiero más… — ¿Más? — Sí… quiero que seas mi mujer, quiero pasear orgulloso de la mano de Bella Cullen, quiero que tengas el mismo apellido de nuestras hijas y que te traten con el mismo respeto que tratan a mi madre —dijo Edward sin apartar sus ojos de Bella. — Edward yo… —comenzó a hablar Bella, pero él la silencio besando sus labios. — No quiero que me contestes ahora… solo es algo que he estado pensando desde hace unos días. Esperaré a que estés preparada. — Yo… yo te amo Edward, pero… —balbuceó ella. — Lo sé… necesitas tiempo, necesitas poder confiar más en ti misma para poder confiar en ti. Emily me lo dijo esta mañana cuando hablé con ella —explicó Edward—, también me dijo que esperase y no te dijese nada hasta que estuvieses preparada, pero pensé que sería mejor tenerte sobre aviso. — ¿qué quieres decir con eso de "sobre aviso"? —preguntó Bella con el ceño fruncido. Edward sonrió y tomó su mano izquierda entre las suyas. — Que algún día, cuando sienta que ya hayas superado todo y estés preparada, pondré un anillo en este dedo, tú me dirás que me amas tanto como yo a ti y seremos felices y comeremos perdices… — La vida no es un cuento de hadas —dijo Bella con un hilo de voz quitando sus mano de entre las de Edward. — Para mí lo es… he acabado con la princesa —sin darle tiempo a mediar palabra y mucho menos a pensar si quiera en lo que estaba sucediendo, Edward se abalanzó sobre ella y comenzó a besarla sin contemplaciones, como siempre había querido besarla, y no con el miedo a que ella escapase corriendo asustada. Sentía que Bella ahora era más fuerte, además… le acaba de poner su corazón en bandeja desnudando por completo sus sentimientos ante ella. Bella debía de entender que eso solo quería decir una cosa: que estaba dispuesto a todo con ella, a hacerla feliz día a día hasta el momento en que su corazón dejase de latir.

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Edward cortó el beso y recargó su frente contra la de ella mientras su aliento, golpeaba contra los labios húmedos y enrojecidos de Bella. Ella se sentía volar… durante años había soñado con una declaración de amor como esa de parte de Edward, pero ahora no se sentía capaz de poder aceptar sus planes de matrimonio. Sabía que Edward no era ni de lejos como Mike, pero no podía evitar sentir miedo. Caminaría poco a poco por la senda que se estaba marcando y afianzaría un paso antes de dar el siguiente. No quería volver a equivocarse. Ahora dos pequeñas e inocentes niñas podrían sufrir las consecuencias de sus actos y se sentía excesivamente preocupada ante eso. Aunque pensándolo bien, que ella y Edward se casasen era lo más normal, ya que tenían a sus hijas, lo más obvio y esperado es que se uniesen en matrimonio para darles más seguridad y estabilidad a las pequeñas… ¿y por qué no admitirlo? También le encantaba la idea de vestirse de blanco y prometer ante un sacerdote que amaría a Edward hasta el fin de sus días… porque eso era exactamente lo que sentía. — Lo haré… —susurró con convicción. Edward parpadeó sorprendido y la miró con la boca abierta y los ojos desorbitados. — Me casaré contigo Edward —dijo Bella en un tono de voz más firme. cuando quieras puedes darme ese anillo. Cuando Edward iba a hablar un sollozo cruzó el pasillo y llegó hasta oídos de ambos. Bella sonriendo besó fugazmente los besos de él y saltó de la cama para atender lo que sus pequeños rayitos de sol necesitasen. Dejando a Edward sorprendido y mucho más satisfecho de lo que había esperado cuando comenzó aquella conversación.

Cárcel de Port Ángeles — Port Ángeles, Seattle — Jueves 29 de Octubre de 2009 — 05:24 PM

Mike era llevado nuevamente a uno da las salas privadas de visitas, llevaba las manos y los pies esposados y su mono naranja resaltaba contra el gris de las paredes de los pasillos. Había bajado notablemente de peso, apenas parecía huesos y piel, su cabello estaba rapado y sus ojos parecían opacos. Todo lo que el respetable Michael Newton era, estaba ahora reducido a cenizas. Ya no quedaba nada de aquel chico engreído que creía tener el mundo a sus pies. Mike había conocido la cara dura de la vida, ahora estaba viviendo su propio infierno. Pero era tan terco que se negaba a admitir que él mismo era el único culpable de su situación. Para él, la culpable de todas y cada una de las desgracias que sucedían en su vida tenían 113

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nombre y apellido: Isabella Swan, y ahora también esos pequeños bastardos que llevaba en su vientre. Entró en la sala donde una muy afligida Jessica estaba sentada en una de esas incómodas sillas de plástico. Se removió intranquila al otro lado del cristal blindado. Todavía recordaba una de las últimas visitas que le había hecho cuando se puso hecho una furia. Mike no dijo nada, solo se sentó frente a ella y la miró con desprecio, como hacía con cada mujer que se cruzaba en su camino. Eran inferiores a él, el sexo débil que debía estar bajo sus órdenes, alguien que no podía si quiera respirar sin pedir permiso. — ¿Qué quieres? —habló después de unos minutos de silencio — ¿por qué no has venido antes? ¿has hecho lo que te he pedido? Jessica suspiró y lo miró asustada. — Sí que lo he hecho… pero los Cullen me denunciaron —susurró bajando la mirada. — Espero que la idiota de Isabella haya visto nuestro regalito —sonrió Mike mostrando un diente partido por una de sus innumerables peleas. — Sí… —mintió Jessica—, he estado en arresto domiciliario y haciendo servicios sociales… por eso no he podido venir antes. — No importa —dijo Mike con superioridad— ¿qué noticias tienes? — Ya ha dado a luz, tiene dos niñas — ¡Bastardas! —masculló entre dientes— Vas a darles un recadito de mi parte —sonrió y sus ojos brillaron— quiero que vayas a casa de Cullen y… — No puedo ir a esa casa —lo cortó Jessica— tengo una orden de alejamiento, si la incumplo podría ir a la cárcel. — ¡No me importa! —gritó él— irás a esa casa y harás lo que yo te diga. — ¿Y qué si voy a la cárcel? —preguntó ella en tono tajante. — Es tu problema —contestó él con indiferencia. Jessica bufó. No podía entender como Mike tenía tan poca consideración con ella. Además, tampoco entendía porque tenía esa obsesión con Bella, él le había asegura que no la quería, que solo estaba con ella porque era sumisa y maleable, podía hacer de ella la puta que siempre había deseado, que de quien de verdad estaba enamorado era de ella. Ahora veía que era mentira… Mike nunca podría querer a nadie… ni si quiera a sí mismo. Jessica bajó la mirada a las manos de Mike crispadas en puños, no pudo evitar fijarse en las picadas que tenía en sus brazos, sus venas estaban agujereadas en diferentes zonas, en algunas incluso tenía algunos derrames por haberse inyectado mal a causa de su inexperiencia… eso solo significaba una cosa. Mike se estaba inyectando estupefacientes. 114

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En ese momento Jessica sintió como si una brecha se abriese a sus pies y ella cayese al vacío sin detenerse en ningún momento. Mike no la quería… estaba loco… obsesionado con Bella… la había golpeado, había abusado de ella y cuando se enteró de que estaba embarazada quiso acabar con la vida de sus propias hijas… ella nunca lo creyó. Creía lo que Mike le contaba para tenerla contenta, para ella Bella era una arpía que quería hacerle la vida imposible a Mike, hasta dudaba de que las niñas fuesen realmente de Mike sino de Edward Cullen. Que equivocada estaba… el único culpable era Mike, y la víctima era Bella, y no al contrario como siempre había creído. Miró a Mike una última vez mientras la decisión que había tomado comenzaba a tomar peso en su conciencia. Era lo más lógico, lo que tenía que hacer para sentirse bien consigo misma. Se puso en pie y miró a Mike con tristeza. — Adiós… —susurró mientras dos lágrimas surcaban sus mejillas. Mike la miró atónito mientras se marchaba, ¿qué quería decir con ese adiós? El tiempo de visita no había terminado… ¿por qué se marchaba? ¿Lo estaba abandonado acaso? ¡Era una perra! Era una zorra igual que Isabella. Se puso en pie de un salto y golpeó el cristal que los separaba, mientras Jessica abandonaba la sala sin volver la vista atrás. ¿Cobarde? no… estaba siendo más valiente que nunca, tenía a Bella como ejemplo, no quería que Mike hiciese con ella lo que había hecho con la pobre chica. Mike estaba que se subía por las paredes, cuando lo recluyeron de nuevo en su celda no era capaz de sosegar su enojo. La estúpida de Jessica lo había abandonado, todas las mujeres eran iguales, no sabían soportar un poco de presión, pero es que él era así, necesitaba ser así para sentirse bien, para poder superar aquellas palabras hirientes que su padre le repetía de niño una y otra vez. El veía que las mujeres no eran más que basura, objetos que solo se necesitaban para limpiar la casa y follar… era lo único que sabía hacer bien. Después de eso eran mandonas, protestonas, y sobre todo… putas, si les daba un poco de confianza eran capaces de apuñalarte por la espalda cuando dormías. Mike no oyó cuando la puerta se abrió, tampoco oyó los pasos que se acercaban a él… pero lo que sí oyó fue la voz susurrante que tanto había llegado a odiar. — ¿Me esperabas princesa? Su cuerpo entero se estremeció… no era el mejor momento, no cuando la ira bullía por sus venas haciendo que todo lo viese rojo. Así fue que no midió sus actos, solo se dio la vuelta y miró a Skip a los ojos. Y sin mediar ni una sola palabra levantó su mano cerrada en un puño y asestó el primer golpe que sentenciaría su condena.

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Casa de Edward y Bella — Forks — Viernes 6 de noviembre de 2009 — 02:35 PM

— Mamá… perderás el avión —repitió Bella por decima vez la última media hora. — Solo me estoy despidiendo de mis nietas como es debido —protestó Renée sosteniendo a cada niña en un brazo. Bella río entre dientes mientras veía como Emma hacía un puchero mientras su abuela no dejaba de besar su nariz. — Ella es feliz así cariño… —susurró Edward en su oído. — Pero perderá el avión —protestó Bella una vez más. — ¿Tantas ganas tienes de que me vaya? —dijo Renée dejando a las niñas en sus cunitas y acariciando sus mejillas— si es así dímelo y ya está. — Mamá —gimió Bella— no es eso, pero perderás el avión y después tendré que soportarte lloriqueando porque echas de menos a Phil. "Phil" pareció ser la palabra mágica, los ojos de Renée se abrieron como platos y sus labios formaron una perfecta O. — Tienes razón hija —dijo saliendo del cuarto de las niñas, no sin antes dedicarles un último vistazo a sus adoradas nietas— volveré en navidades… eso es pronto. Aunque podíais hacer un viaje hasta Jacksonville los cuatro —dijo mientras sus ojos brillaban. — Cuando las niñas sean un poco más grandes… ahora son solo unas bebés de días —dijo Edward sonriendo ante la mención de hacer planes de futuro con su "familia". Veinte minutos después Charlie esperaba a Renée en la puerta de la casa con su patrulla, para llevarla a Port Ángeles a coger una avioneta que la llevaría hasta Seattle donde cogería un avión. Era un viaje tedioso, pero Renée llevaba fuerzas renovadas al pensar que en Jacksonville la esperaba su marido Phil. Bella abrazó a Edward mientras veía como la patrulla de su padre desaparecía calle abajo. Suspiró y besó el pecho de Edward sobre la ropa. Él la estrechó con más fuerza entre sus brazos y la besó en la cabeza. Era en esos momentos cuando Bella se sentía bien, en casa… Pero pudieron disfrutar muy poco de su "intimidad" enseguida Emmett y Rosalie aparecieron montados en el gran jeep del hermano mayor de Edward. Se bajaron y Emmett con su característico humor, se echó a Bella sobre su hombro y caminó hacia el jeep sin decir palabra. — ¿A dónde te la llevas? —preguntó Edward casi desesperado. — Bella y yo tenemos un asunto pendiente…—gritó Emmett— no tardaremos mucho. Rosie, ayuda a Eddie a cuidar de mis preciosas sobrinas. Rosalie negó con la cabeza y Edward apretó los puños con fuerza.

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— Es Emmett… sabes que a Bella no le pasará nada —lo tranquilizó Rosalie palmeando su hombro— vamos… quiero ver a mis princesitas —canturreó feliz. — ¿Tus? —preguntó Edward enarcando una ceja— son MIS princesas… confórmate con decir que son TUS sobrinas… Rosalie bufó y volvió a negar con la cabeza… los hermanos Cullen debían de tener alguna neurona desconectada, no era normal tanta estupidez en un solo cuerpo. — ¿A dónde me llevas Emm? —preguntó Bella de brazos cruzados mirando a Emmett de reojo sentada en el asiento del copiloto del enorme jeep de su amigo. — ¿Recuerdas nuestro trato? —preguntó el sonriendo. Bella negó con la cabeza. — Cuando tú querías tus oreos… yo hice un trato contigo —explicó Emmett. — Sí... ahora lo recuerdo —dijo Bella— pero no fue un trato, fue una trampa, ¿y qué tiene que ver con esto? — Ahora lo verás —dijo Emmett con una sonrisa malévola mientras aparcaba el coche al otro lado de la calle enfrente la casa de los Stanley. — ¿Qué hacemos en casa de Jessica? —preguntó Bella confundida. — Ahora lo verás —susurró Emmett sacando bajo el asiento de su coche el rollo de cinta policial que le había entregado Bella semanas atrás— llevo unos días investigando a los Stanley, a esta hora se quedan solos en casa hasta que Jessica vuelve del trabajo, lo que nos deja diez minutos para actuar —dijo Emmett susurrando. — No entiendo nada —dijo Bella también susurrando— ¿Qué diablos piensas hacer y porque demonios hablamos tan bajo? — ¡Así es más divertido! —exclamó Emmett haciendo un gracioso puchero. Bella rodó los ojos y suspiró. — Espérame aquí —dijo Emmett bajando del coche y caminando hasta la casa de los Stanley. Se paró frene al portón principal y se quedo mirando a la casa atentamente, comprobando que los padres de Jessica estuviesen dentro, cuando lo confirmó sonrió con picardía y se giró hacia el coche donde estaba Bella. Levantó su dedo pulgar y después hizo algo así como el baile de la victoria, lo hizo que Bella estallase en carcajadas. Después sin perder ni un minuto más, y tras comprobar que no había nadie en la calle, Emmett ató un extremo de la cinta a la valla de la casa de los Stanley y la fue desenrollándolo a lo largo de esta. "Prohibido pasar, Escena del crimen" podía leerse en la cinta. Cuando hubo terminado su trabajo, Emmett dio unos pasos atrás y admiró su obra sonriendo con satisfacción. Corrió hacia el coche y se metió en él poniéndolo en marcha al instante, lo aparcó unos metros más abajo y luego miró a Bella. 118

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— ¿Nunca te han dicho lo bien que sienta la venganza? —le preguntó con un brillo de picardía en sus ojos azules. Bella lo miró asustada. — ¿Por qué has hecho eso? —preguntó en un murmullo— ¿qué pretendes? — Ahora lo verás —Emmett alzó la cejas y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. Bajó del coche y lo rodeó hasta llegar a la puerta de Bella, abrió de un tirón y se echó de nuevo a Bella sobre él hombro y corrió hacia la casa de los Stanley de nuevo. — Escóndete —susurró Emmett colocando a Bella en el suelo y señalando unos matorrales. — ¿Estás loco? —preguntó Bella asustada. — Si no entras tú ahí te meteré yo… no quiero que Jessica nos descubra —dijo Emmett serio. Bella suspiró y se escondió tras los matorrales que Emmett le había dicho, él se colocó a su lado y comenzó a moverse intranquilo. Desde allí tenía una primera vista de la casa y todo lo que podría suceder en ella. — No sé porque me has metido en tus locuras —dijo Bella en un susurro. — Porque me quieres… venga Bella… diviértete un poco —codeó su brazo. — Tengo dos hijas Emmett, tengo que mostrar un poco de madurez, y hacerle bromas pesadas a Jessica Stanley por mucho que la odie, no es maduro —se quejó Bella. — La madurez es para los viejos, tú y yo somos jóvenes y tenemos derecho a divertirnos, y no te preocupes por las enanas, estará bien —intentó tranquilizarla. Bella suspiró y fijó la vista en el sedan azul que estaba llegando en ese momento. De él se bajó Jessica que caminaba tranquilamente hasta que se topó con la cinta que prohibía el paso a su casa. — ¡Oh Dios míos! —gritó Jessica dejando caer todo lo que llevaba en sus manos— ¡Mamá! ¡Papá! —gritó de nuevo rompiendo la cinta y entrando a toda velocidad en su casa. Emmett al lado de Bella no podía contener la risa, y Bella lo empujó mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios. — ¡Eso ha sido cruel! —se quejó ella— pobre… casi le da un ataque al corazón por tu culpa. Emmett se reía con tanta fuerza que perdió el equilibrio y se cayó al suelo, manchándose completamente de barro. — Eres tan niño —dijo Bella sonriendo y negando con la cabeza. — ¿Y lo feliz que soy? —preguntó Emmett mirándola repentinamente serio— puedo mostrarme maduro y serio, sabes que lo soy. Pero eso me hace ser uno más del rebajo de ovejunos que son todos… si sigo mis impulsos y no pienso en las consecuencias de lo que hago y lo que digo soy más feliz. 119

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— Esa es una buena filosofía —susurró Bella. — Anda… ayúdame a levantarme —dijo extendiendo su mano hacia Bella. — ¿Cómo voy ayudarte si pesas tres veces más que yo? —pregunto ella divertida. — Tú solo ayúdame y calla —la instó. Bella accedió y sujetó su mano, pero cuando tiró de ella para que Emmett se incorporara, él tiró más fuerte y ella cayó al barro a su lado manchándose tanto o más que él. Ambos estallaron en carcajadas mientras se abrazaban… esas eran las cosas que necesitaba Bella para sanar, sentirse a gusto con su familia, disfrutar de momento únicos e irrepetibles. Y todo eso con una sonrisa en su rostro y esperando que el futuro siempre fuese mejor, o como todo mal, igual de lo que era ahora su presente.

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Mansión Cullen — Afueras de Forks — Jueves 24 de diciembre de 2009 — 09:25 PM

— Y Edward tuvo que correr con Bella a urgencias porque se había dislocado un dedo al caer sobre Ángela —gritó Emmett haciendo que todos estallasen en carcajadas. Era el deporte favorito de la familia Cullen, los días de cenas, comidas, meriendas… en fin, cualquier reunión familiar era la excusa perfecta para recordar las anécdotas más graciosas y vergonzosas de toda la familia, y como Bella estaba pasando la navidad con ellos fue el blanco perfecto en esa ocasión. También era la que más anécdotas tenía de los presentes debido a su torpeza y falta de equilibrio. Entre Emmett y a veces incluso el mismo Carlisle, relataron casi una a una todos las caídas, tropezones y situaciones poco decorosas en las que Bella había estado implicada. Ella solo se ocultaba entre los brazos de Edward y se ruborizaba hasta límites insospechados. Sentía sus mejillas ardiendo y no ayudaba nada que Edward se riese también con alguna de ellas. — Bella… —susurró Edward en su oído— ¿vienes a dar un paseo conmigo? Belo lo miró con el ceño fruncido. — Hace frío —se quejó. Edward rodó los ojos y sonrió. — No vamos a salir, me refiero a un paseo por la casa —explicó sonriendo. — Pero… —intentó protestar, pero Edward puso un dedo sobre sus labios. — Esme, Rose o Alice se harán cargo de las pequeñas… además, no tardaremos demasiado — explicó intuyendo sus pensamientos. — Está bien… Ella se puso en pie y Edward le hizo una señal a su madre, ella la captó en seguido y fue a la habitación de Edward a comprobar si Emma y Sissi continuaban dormidas. Edward tomó a Bella de la cintura y la dirigió hasta el estudio donde sus padres todavía conservaban un piano, para que él lo tocase cuando estuviese de visita. — Que paseo más largo —ironizó ella. Edward solo sonrió y se sentó en la banqueta frente al piano. — Ven —susurró tomándola de la mano y haciendo que se sentase a su lado — tengo algo que enseñarte. Bella se quedó en silencio y miró a Edward de un modo que él no pudo descifrar. Pero es que dentro de ella había un remolino de emociones que no podía controlar, nunca se había sentido así, siempre había estado enamorada de Edward, pero como era alguien imposible para ella se 121

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entregó a otros chicos, incluso creyó estar enamorada de alguno de ellos, pero eso no era nada… ¡nada! Nada comparado a lo que sentía por Edward en ese mismo instante. Cada vez que la tocaba consciente o inconscientemente, sentía que su tacto ardía, cuando la besaba era como si todo el mundo desapareciese a su alrededor y solo estuviesen ellos dos. Amaba dormir apoyada en su pecho mientras él la rodeaba con sus fuertes brazos. Se perdía mirando en sus ojos… si hasta con solo verlo acercarse a ella sonriendo de lado sentía mariposas en el estómago… sí mariposas, Bella Swan, la adulta, la madre de familia, empresaria y futura escritora… sentía mariposas en el estómago cada vez que Edward Cullen le sonreía. Bella despertó de sus pensamientos cuando los dedos de Edward comenzaron a volar sobre las teclas del piano… una melodía dulce, tierna, acompasada… comenzó a oírse. Las suaves notas flotaban por la estancia haciendo que el corazón de Bella se encogiese en su pecho. Por momentos le parecía reconocer su nana en la tonada, pero cuando creía estar segura de que era esa melodía, las notas cambiaban volviéndose más tiernas y dulces si eso era posible. Cuando Edward acabó de tocar miró a Bella, ella no se había movido, continuaba en la misma posición mirando hacia las manos de Edward que todavía descansaban sobre las teclas del piano. — Eso ha sido… era… dios… Edward yo… —balbuceó ella mientras se ruborizaba. — ¿Te ha gustado? —preguntó él tomando sus manos entre las suyas. — Era… era hermosa, la has compuesto tú —no era una pregunta, era una afirmación, la melodía que acaba de escuchar tenía el toque de Edward escuchases donde escuchases. Era inconfundible. — Sí… la compuse pensando en mis princesitas —los ojos de Edward brillaron en ese momento, haciendo que su mirada fuese más intensa y Bella perdiese el hilo de sus pensamientos. Una lágrima descendió por las mejillas de Bella, Edward era tan… ¡perfecto! Nunca lo había hecho, pero si en algún momento dudaba del amor de ese hombre por unas hijas que no eran suyas biológicamente, solo tendría que escuchar de nuevo esa melodía para convencerse de que él no las quería, las amaba, las adoraba casi tanto como Bella misma. — Gracias —dijo Bella emocionada con un nudo apretado fuertemente en su garganta. — Ven aquí —Edward la estrechó entre sus brazos y besó su pelo respirando su aroma. Él tampoco había pensado nunca en poder amar tanto a alguien, pero Bella había superado el límite que él creía que existía para medir el amor de un hombre. Sus sonrisas, la forma en que su pelo caía por sus hombros, el brillo de sus ojos, la forma en que bostezaba cuando tenía sueño, hasta cuando se rascaba la nariz… todo era un espectáculo a los ojos de Edward, algo único e irrepetible que tenía la dicha de contemplar. Amaba a Bella y a sus hijas por encima de todas las cosas, incluso por encima de sí mismo. Se sentía capaz de hacer cualquier cosa por ellas, por su seguridad, por su bienestar, por su felicidad… si un día le pedían la luna, se veía capaz de comenzar a plantearse seriamente el ir a 122

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buscársela. Era un pelele en sus manos, lo reconocía, pero el ver la sonrisa en los labios de Bella, el sentir las miradas que ella le dedicaba solo a él, el sentir el pequeño cuerpecito de sus hijas entre sus brazos… todo eso valía la pena. — Bella —susurró Edward. Ella se alejó un poco de él y lo miró a los ojos, Edward la miraba intensamente y pudo ver un punto de nerviosismo en su mirada. — ¿Pasa algo? —preguntó Bella frunciendo el ceño. Edward sonrió y alzó una mano para alisar la arruguita entre el entrecejo de Bella. — Nada malo —dijo sonriendo— sé que ya habíamos hablado de esto y tú estabas de acuerdo, pero quiero hacerlo bien. Edward se puso en pie y Bella lo imitó. Se quedaron en silencio mirándose el uno al otro lo que parecieron segundos, pero solo dios sabe el tiempo que pasó realmente. Edward suspiró e hincó una rodilla frente a Bella, que se puso tremendamente nerviosa y se llevó una mano a su rostro ocultando su boca. — Bella, te amo… mucho más de lo que pude llegar a imaginar que se podría amar a alguien — dijo Edward mirándola a los ojos— me has hecho tremendamente feliz al regalarme a nuestras dos hijas, pero necesito más de ti… ¿me harías el honor de casarte conmigo? Bella sintió como todo a su alrededor daba vueltas, claro que ella se había planteado casarse con Edward, estaba cada día más segura de que su felicidad y la de sus hijas estaba a su lado. Pero en ese momento era tan real, tanto que podía ver el anillo de oro blanco y diamantes que Edward tenía en su mano. De verdad le estaba pidiendo matrimonio, de verdad estaba pasando. Suspiró mientras sintió como su pecho se hinchaba, como su corazón se llenaba de más amor todavía, más amor por ese hombre arrodillado frente a ella. — Sí… sí que quiero Edward —dijo con firmeza. Edward sonrió y deslizó lentamente el anillo por su dedo. Nunca se había sentido tan dichoso, su felicidad, su futuro… todo ello era lo que simbolizaba ese anillo que ahora decoraba la mano de Bella, de su Bella, su prometida. Besó su anillo con devoción, sintiendo como ella se estremecía y sintiendo las lágrimas picando en sus ojos. Si un año antes le hubiesen dicho que pasaría la navidad en esa situación no lo habría creído. Bella no lo soportó más y se tiró a sus brazos, haciendo que ambos acabasen en el suelo, pero sonriendo, llorando de felicidad. Se besaron como nunca lo habían hecho antes, entregando su alma en cada roce, sintiendo que las mariposas de su estómago se liberaban y revoloteaban a su alrededor. Era un momento único, irrepetible, en el que las palabras sobraban y solo hacían falta los besos y las caricias. Allí, sobre la suave moqueta beige que cubría el suelo del estudio, estaba teniendo lugar la mayor demostración de amor que cualquiera pudo imaginar alguna vez. Unos minutos después ambos volvían al comedor, donde se oía la voz estridente de Emmett contando alguna aventura más y las risas de todos los presentes. En cuanto cruzaron la puerta vieron que Esme y Rose cada una sosteniendo a una bebé en sus brazos. No se lo pensaron dos 123

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veces y fueron con sus hijas para tenerlas ellos lo más cerca posible. Edward, como casi siempre, cargó a Sissi mientras en sus miradas se podía ver la adoración que sentía por esa niña, ella le devolvía la mirada intensamente mientras hacía algún ruidito gracioso con su boquita. Bella tenía a Emma, que estaba dormida manteniendo cerrados sus profundos ojos azules. Alice miró fijamente el reloj durante unos segundos, cuando marcó las doce en punto un gritó y unos aplausos efusivos fueron la antesala de los saltitos que comenzó a dar por todo el comedor. — ¡Feliz navidad! —se oía en cada rincón de aquella habitación. Abrazos, felicitaciones, y deseos de una vida llena de alegría comenzaron a inundar la estancia. — Ha sido una navidad perfecta —dijo Alice con una sonrisa después de que los ánimos se hubiesen calmado un poco. Edward y Bella compartieron una mirada significativa, solo ellos sabían lo perfecta que había sido su navidad, y eso que solo acababa de comenzar

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Cárcel de Port Ángeles — Port Ángeles — Lunes 28 de Diciembre de 2009 — 10:49 AM

Mike caminaba cabizbajo por los pasillos de la prisión. Hoy le habían dado el alta después de la paliza que Spike y dos de sus amigos le habían dado, después de que él lo hubiese golpeado primero partiéndole el labio. Dos costillas y la nariz rota, un hombro dislocado, hematomas por todo el cuerpo… Spike no se toma nada a bromas, sabía lo que quería y lo tomaba sin preguntar. No le gustaba que le llevasen la contraria y mucho menos que le golpeasen, por eso Mike había llevado su merecido según las palabras de Skip. Michael estuvo varias semanas recuperándose en la enfermería de la cárcel. Su familia había ido a verlo pero tan solo un par de veces. Se sentía solo y abandonado, para él no era justo lo que le estaba asando. Y ahora… Ahora volvía a su rutina, a la soledad de su celda vacía, a dormir entre esas sábanas húmedas y frías, a soportar las constantes visitas de Spike y cumplir sus deseos. Ahora él era la puta de la cárcel. Había oído rumores de que ahora no solo Spike se "ocuparía" de él, varios presos habían mostrado su deseo de probar a la putita Newton para saber si era tan bueno y sumiso como Spike relataba. Cuando entró en celda tres hombres lo esperaban uno de ellos era Spike... a los otro dos solo los conocía de haberlos visto en el comedor, pero no sabía nada de ellos. Suspiró resignado… él se lo había buscado… ¿cierto?

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Golpes y miel — Naobi C.

Mansión Cullen — afueras de Forks — Lunes 28 de diciembre de 2009 — 6:03 PM

Carlisle y Esme miraban abstraídos la escena ante ellos. Bella y Edward sostenían cada uno a una niña y le deban sus biberón, ellas miraban fijamente a cada uno de sus progenitores respectivamente y ellos le devolvían una mirada cargada de cariño y devoción. Esme no podía evitar suspirar cada pocos segundos. Nunca había imaginado que su hijo fuese tan feliz, pero Bella le había dado esa felicidad, pero no solo a él, a toda la familia. Esos rayitos de sol que tenía por hijas habían iluminado a cada uno de los miembros de su familia sacando lo mejor de ellos mismos. Jasper había descubierto sus afición a la fotografía gracias a la insistencia de Alice porque les tomase fotos a cada momento, "porque los bebés cambian constantemente" eran sus palabras exactas. La misma Alice había descubierto que estar sentada y sin hacer nada más que mirar dormir a sus preciosas sobrinas era bueno, más que eso, relajante. Después de hacerlo se sentía igual que después de haber dormido una buena siesta. Rosalie había descubierto su instinto maternal, estaba intentando lavarle el cerebro a Emmett para que ambos tuviesen un hijo, algo a lo que él estaba dispuesto, "pero primero tendremos mucho que practicar" palabras textuales, acompañadas de varios movimientos sugestivos de sus cejas. Emmett había descubierto que también puede ser tierno y dulce cuando la situación lo requiere, después de las suplicas de Bella para que sostuviese en brazos a las bebés al menos durante dos segundos, alegando que no las rompería, él le había cogido gusto, y siempre que podía tenía a una de ellas en su regazo y se dedicaba a hacer muecas extrañas y observando las reacciones de la pequeña ante ellas. Carlisle volví a revivir cada momento con sus tres hijos… para él esas niñas eran una bendición y algo que marcaba un antes y un después en la familia Cullen. Y Esme… Esme no cabía en sí de gozo. Para ella compartir tiempo con esas niñas era un regalo, y ver como toda su familia se implicaba por ellas era lo mejor que podría pasar. El sonido del teléfono móvil de Carlisle hizo que todos se sobresaltaran, hasta las bebés, que abrieron sus pequeños ojos desmesuradamente a causa de la sorpresa. Carlisle se alejó para atender la llamada, ya que era del trabajo. Volviendo minutos después con un semblante extraño. LA noticia que le acaban de dar no debería alegrarle, aunque en el fondo lo hacía… se sentí un poco mal por ello. Él había jurado una ética médica, y no debía de alegrarse por el sufrimiento de las personas por mucho que estas lo mereciesen. — ¿Algún problema cariño? —preguntó Esme preocupada. — Nada de lo que preocuparse —dijo é con una sonrisa tranquila— Un traslado de un paciente, ¿Edward podemos hablar? Ahora… debo irme al hospital. 126

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El aludido asintió y dejó a la pequeña Emma en los brazos de su abuela Esme, ganándose una sonrisa de parte de ambas. Siguió a su padre hasta su estudio y Carlisle mostró un gesto contrariado. — ¿algún problema papá? —hizo la misma pregunta que su madre. — No realmente —susurró Carlisle— van a trasladar a un paciente al hospital, creí que debías saberlo. Edward frunció el ceño confundido. — ¿De quién se trata? —preguntó. — Michael Newton —dijo Carlisle con voz solemne. Edward parpadeó un par de veces mientras asimilaba el significado de esas palabras. — Supongo que avisarán a Charlie y Jasper, por el juicio y la orden de alejamiento que tiene con Bella —continuó Carlisle. — ¿qué… qué le ha pasado? —preguntó Edward. — Le han dado un paliza… por segunda vez debo decir… —dijo Carlisle con una medio sonrisa— y en lugar de ir a la enfermería se metió tres gramos de cocaína… sobredosis… ahora está coma. Edward suspiró y se rascó la frente… que estuviese en coma lo dejaba más tranquilo, no había posibilidad alguna de que escapase del hospital e intentase algo contra Bella o las niñas. — Gracias… por avisarme digo —dijo Edward aturdido mientras se giraba para abandonar el despacho de su padre. — Hay algo más —dijo Carlisle cuando Edward estaba a punto de salir de la habitación— tiene el ano desgarrado. Edward palideció al oír la última información… eso solo tenía un motivo posible. Y aunque esa escoria se lo merecía por todo el daño que le provocó a Bella, no era algo que se le pudiese desear a nadie. — No le digas nada a Bella… —susurró Edward— prefiero hacerlo yo. — Como quieras hijo… pero recuerda que ella debe saber —le aconsejó Carlisle. — Lo sé.

Hospital Provincial de Forks — Forks — Martes 29 de diciembre de 2009 — 10:14 AM

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— Pase —se oyó la voz de Emily desde el interior de su consulta. Edward abrió la puerta y asomó la cabeza. — ¿Tienes un minuto? —preguntó con cautela. Emily asintió e hizo un gesto con la mano para que pasase y se sentase. — Es sobre Bella de lo que quieres hablar… —aseguró— ¿Me equivoco? — No —Edward sonrió —es sobre ella. — Pues tú dirás… —dijo Ella dejándose caer en el respaldo de su silla y prestando toda su atención a Edward. — Michael, el hom… el tipo que maltrataba a Bella está en el hospital —dijo Edward. — ¿Qué? Pero… ¿qué ha pasado? —preguntó ella asombrada. — Le dieron una paliza en la cárcel, además de otras cosas… él está en coma por sobredosis — explicó Edward. — ¿Y por qué estás aquí? —preguntó Emily. — No sé como decírselo a Bella —dijo Edward con nerviosismo—, sé que ella debe saber, pero no sé cómo hacerlo. No me gustaría que esto le afectase. — Bella es más fuerte de lo que aparenta y estoy segura de que lo superará —sonrió Emily— solo díselo… sé que no es la mejor opción, pero con Bella funciona así. Lo he comprobado, los paños calientes no van con ella. — Gracias —dijo Edward sonriendo tenuemente. — No tienes que darlas… Bella es mi paciente —contestó Emily devolviéndole la sonrisa. Edward asintió pero se quedó sentado frente a Emily mirando sus manos fijamente. — ¿Hay algo más? —preguntó ella. — No... bueno sí... verás… esto no es fácil —murmuró para sí mismo— es que eh… — Edward… solo dilo —lo animó ella. Edward suspiró y la miró a los ojos desviando la mirada al instante en que ella le devolvió la mirada. — Sabes que Bella y yo estamos juntos… —susurró Edward, Emily asintió— ella y yo nunca hemos, verás nunca hicimos… —resopló y se pasó una mano por el cabello en claro síntoma de nerviosismo. — Nunca habéis tenido relaciones sexuales… ¿es eso lo que querías decir? —preguntó Emily ocultando una sonrisa a duras penas. 128

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Edward asintió mientras sus mejillas se coloreaban levemente. — No sé si ella esté preparada… y tampoco sé como proponérselo sin hacerla sentirse mal si no puede todavía —murmuró él. Emily suspiró y miró sus manos entrelazadas. — En eso no puedo ayudarte —dijo tajantemente— sé que debería pero no puedo. Bella es la única paciente con la que no puedo predecir nada de lo que hará ni sus reacciones. — ¿Qué quieres decir? —preguntó Edward confuso. — Cuando Bella me habló de vuestra relación no le dije nada, pero yo no creía que fuese lo correcto. Ella había pasado por una experiencia muy traumática, el unirse sentimentalmente a otra persona tan rápido pensé que no sería nada bueno —dijo Emily—. Pero me equivoqué, la autoestima de Bella comenzó a crecer gracias a estar contigo. Nunca lo creí posible, pero así fue. También cuando me habló de vuestro compromiso hace unas semanas pensé lo mismo, "demasiado precipitado" pero nunca la he visto tan feliz como ayer cuando me mostro su anillo de diamantes. Así fue con sus bebés… creí que serían para ella un recuerdo constate de lo que había pasado, pero ella se aferró a ellos y creo que sí lo está superando es en gran parte gracias a esas niñas. — ¿Entonces? —preguntó Edward confuso. — No lo sé… con Bella nunca sé. Puedo decirte que no está preparada y mañana mismo ella se entregará a ti. O puedo decirte que está perfectamente y ella necesite un tiempo más —dijo Emily— Bella me confunde, se sale de las normas establecidas en pacientes de ese tipo. Ha salido de ese pozo con una facilidad asombrosa, no es fácil lo que está haciendo, y ella lo hace con una sonrisa y sintiéndose más fuerte con cada paso. Quizás es gracias a ti y a las niñas… también puede que al apoyo incondicional de tu familia y la suya. ¿Puedo confesarte algo? Edward asintió. — Alguna vez la he envidiado… yo en ocasiones todavía tengo pesadillas y eso que han pasado casi diez años… —susurró Emily— he pensado en dejar de tratarla o al menos bajar el ritmo de las sesiones, ella realmente no lo necesita. — ¿De verdad? —preguntó Edward. — Sí… ella es más fuerte de lo que aparenta, ya te lo he dicho. Tiene una especie de bloqueo mental que la hace alejarse de las cosas que le provocan daño. Ella ha dejado el capitulo con Mike muy atrás… quizás el saber que él está aquí y en ese estado la obligue a dar dos pasos hacia atrás… o quizás sea todo lo contrario y avance. Ya te he dicho que con Bella nunca sé lo que pasará —Emily se puso repentinamente seria y miró a Edward— lo que sí que te voy a pedir es una cosa, puedo decir que conozco a Bella, así que sé que te pedirá ver al tipo ese, no se lo permitas. Ya no solo por el daño psicológico que eso pueda provocarle. — ¿Por qué entonces? —preguntó Edward con el ceño fruncido.

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— Por todas las mujeres maltratadas —dijo Emily con solemnidad— hemos luchado mucho para que se nos respete y para que se haga una ley en nuestro nombre. Sí ahora Bella se salta la orden de alejamiento y va a visitarlo, echará por tierra todo ese esfuerzo. — Entiendo… —susurró Edward. — No puede saltarse esa orden también por seguridad… —dijo Emily— si el tipo se recupera y es él que se la salta el día de mañana no podrán hacer nada porque ella se la saltó con anterioridad. — Gracias Emily —dijo Edward poniéndose en pie. Edward condujo hasta su casa pensando en todo lo que Emily le había dicho, él sabía que Bella era alguien extraordinario, que su mente no se parecía en nada a la de los demás. Ella se estaba recuperando de un modo asombroso. En un año estaba casi recuperada cuando otras mujeres todavía estaban en la primera parte del tratamiento. Metió el coche en el garaje y suspiró antes de bajarse y entrar en su casa. Bella estaba en la cocina, cada una de las niñas estaba en una sillita especial sobre la encimera. Ellas dormían mientras Bella preparaba el almuerzo. — Hola amor —susurró en su oído dejando en beso en sus cuello. — ¡Hola! —canturreó Bella— hoy llegas pronto. — Lo sé… —sonrió Edward— te echaba de menos y decidido volver antes. — ¿Y tú jefe te permite eso? —preguntó Bella enarcando una ceja. — Sabes que tengo enchufe… puede que porque el jefe sea un poco mi padre —dijo Edward sonriendo. Envolvió a Bella en sus brazos y la besó en los labios. Bella enredó sus manos en su cuello y le devolvió el beso con fervor. Después de unos minutos Edward se alejó de ella algo azorado y jadeando. En su cabeza solo estaba el hecho de intimar con Bella un poco más, de sentirla más suya todavía, pero primero tenía que contarle sobre Mike. — Debo decirte algo —susurró Edward rascándose la nuca. — ¿Pasa algo malo? —preguntó Bella volviéndose para añadir un sándwich más para Edward. — No… bueno, no sé realmente si sea malo para ti —dijo Edward con dudas. Bella dejó lo que hacía y miró a Edward con atención. — Mike está en el hospital —dijo Edward recordando el consejo de Emily "sin paños calientes"— está en coma por una sobredosis. — ¿Sobredosis? —preguntó Bella asombrada. — Sí… además le han dado una paliza —Edward decidió omitir la otra parte de sus estado, creía que era mejor que Bella no tuviese toda la información, al menos en ese sentido. 130

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Ella se quedó estática en su lugar, mirando a un punto fijo en el suelo. Sus manos se retorcían una contra la otra y su ceño estaba levemente fruncido. — Bella… —susurró Edward acortando el paso que los separaba, pero ella dio un paso atrás alejándose de él. — ¿Vivirá? —preguntó en un susurro casi inaudible. — Carlisle no lo sabe… está grave pero estable, depende de su evolución durante los próximos días —dijo Edward. — ¿En qué hospital está? —preguntó Bella con un poco más de convencimiento. — Aquí, en Forks. — Quiero… — No —dijo Edward tajante— no irás a verlo ¿qué pretendes con eso? — Él… Edward, él… — No puedes quebrantar la orden de alejamiento, no te dije nada por lo de Jessica porque nadie os vio a ti y a Emmett, pero con Mike será diferente —dijo Edward— , hay policías custodiando su habitación y tomando nota de quien entra y sale. No voy a permitir que entres allí, ni siquiera voy a dejarte acceder a UCI. — ¿Por qué? —preguntó Bella alzando la barbilla con orgullo. No quería que nadie le obligara nunca a hacer nada en contra de su voluntad. Ella quería ver a Mike, quería verlo para poder cerrar así por fin ese capítulo de su vida que quería olvidar. Pero no permitiría que Edward decidiese por ella solo por querer protegerla, no era una niña, y si Mike estaba en coma como decían, no corría ningún riesgo, no podía hacer nada en su contra. — Ya te lo he dicho, la orden de alejamiento. No es solo porque yo no quiera que vayas, que no quiero. Pero te dejaría hacerlo si supiese que eso no te afectará —explicó Edward— pero Bella, no será bueno para ti, me refiero a legalmente. Si tú te saltas la orden hoy, él podrá hacerlo maña sin repercusiones. Bella suspiró… Edward tenía razón, Jasper se lo había explicado una vez. — De acuerdo —dijo sonriendo. Sin más se dio la vuelta y continuó preparando los sándwiches. Edward la miró durante unos minutos. No mostraba ninguna emoción en su rostro. Le había dicho una noticia muy impactante sobre Mike, el hombre que la había maltratado y ella había reaccionado como si le hubiesen dicho que mañana llovería, parecía que le daba igual. — Bella —la llamó— ¿Estás bien? Dime que piensas por favor. Sissi despertó y Bella se giró para cargarla y hacerle algún cariño. — Estoy bien Edward —dijo Bella sonriéndole a su hija— Mike tiene lo que se ha buscado… ¿nunca te han hablado del karma? 131

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Edward jadeó y parpadeó sorprendido. Después de la sorpresa inicial se acercó a Bella y le arrebató a Sissi de sus brazos haciéndole él los mismos mimos ganándose algunos gorgojeos alegres de su parte. — ¿Sabes una cosa Sissi? —le preguntó Edward— Tu madre es la mujer más maravillosa e increíble que he conocido. Bella se acercó a él y besó su cuello poniéndose de puntillas desde su espalda. — Te amo Edward —susurró en su oído. Edward se giró y le dedicó a Bella una sonrisa deslumbrante. Nunca se cansaría de escuchar esas palabras de sus labios. Mansión Cullen — Afueras de Forks — Jueves 31 de diciembre de 2009 — 11:48 PM

— Venga chicos cada uno a su lugar que ya queda muy poco —se oyó la voz de Esme intentando poner orden dentro del caos que se había formado en un momento. Bella y Edward estaban sentados en uno de los sofás, cada uno cargaba a una bebé, Bella tenía a Emma entre sus brazos que dormía tranquilamente pese a todo el ajetreo que la rodeaba, y Edward, como siempre, cargaba a Sissi perdiéndose en sus enormes ojos marrones como los de su madre. — ¿Me dirás alguna vez que es lo que tienes con Sissi? —preguntó Bella en un susurro— Emma y yo nos tendremos que poner celosas como continúes así. — ¿Pero tú la has visto? —preguntó Edward como si fuese evidente. — La veo cada día Edward, es mi hija —repuso ella con el ceño fruncido. Edward bufó y colocó a Sissi al lado del rostro de Bella. — Si es que… ¡sois iguales! —dijo fascinado— no es tan raro que me atraiga más, es tan parecida a ti, estar con ella es como estar contigo al cuadrado. — ¿Y qué pasa con Emma? ¿La quieres menos? —preguntó Bella. — ¡Claro que la quiero igual! —no dudó en aclararlo— es solo que Sissi es… diferente, tengo una conexión especial con ella. Pero quiero a Emma, con todo mi ser, como a ti —se acercó un poco a Bella y besó sus labios lentamente. — Bueno, a ver… —los interrumpió Emmett— todavía no son las doce… faltan unos minutos para que puedas hacer eso… Eddie ¿no te puedes aguantar? Edward lo miró con los ojos entrecerrados y Bella soltó una risita. — ¡Ya es hora! ¡Ya es hora! —gritó Alice. — ¡Diez! —todos gritaron al unísono.

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— ¡Nueve!— Edward sujetó una de las manos de Bella entre la suya. — ¡Ocho!— Bella lo miró y le sonrió con ternura. — ¡Siete! —Emmett abrazó a Rose por la cintura la atrajo hacia su pecho. — ¡Seis! —Alice de un salto de sentó en el regazo de Jasper apoyando su cabeza en uno de sus hombros. — ¡Cinco! —Carlisle y Esme compartieron una mirada cómplice. — ¡Cuatro! —Sissi decidió hacerse notar en ese instante y soltó un gorgojeo alegre. — ¡Tres! —Edward y Bella sonrieron mientras miraban a sus hijas, una durmiendo y la otra sonriendo. — ¡Dos! —un silencio sepulcral inundó la gran mansión. Solo el sonido de las campanas de un reloj anunciando la medianoche rompió esa calma. — Feliz año nuevo —susurró Edward contra los labios de Bella antes de probarlos… probarlos y devorarlos, sintiendo como Bella contestaba a su toque. — ¡A ver, a ver, a ver!— interrumpió Emmett— Eddie… ¿qué va a ser esto? ¡Déjala respirar tío! Rose apareció en ese instante y le dio un coscorrón. — Déjalos tranquilos Emmett —gruñó la rubia para después sonreírles a Edward y a Bella. Después de unos minutos ambas bebés dormían, así que fueron acomodadas en unas pequeñas cunitas que Esme había colocado en la antigua habitación de Edward. Ellos estaban en la gran sala, disfrutando de las bromas, los chites y las anécdotas que salían de la boca de cada uno de los miembros de la familia. — ¿Lo hacemos ahora? —preguntó Edward a Bella en un susurro. — ¿Crees que es el mejor momento? —preguntó Bella un poco intimidada. — Si no estás segura podemos hacerlo en unos días, cuando creas que estás preparada —la tranquilizó Edward. — Estoy preparada, es solo que estoy nerviosa… Emmett, que estaba junto a ellos oyó la conversación y sonrió con suspicacia. Pero cuando iba abrir la boca para hacer una de sus típicas bromas Rose lo fulminó con la mirada haciendo que se callase de inmediato. — ¿Entonces? —volvió a preguntar Edward. Bella sonrió y apretó su mano con un poco más de fuerza. — Vamos allá —dijo con una sonrisa.

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Edward se la devolvió y sin soltar su mano se puso en pie y tiró de ella para que se colocase a su lado. — Bueno… familia —dijo para llamar la tención de todos, que en seguida se callaron y los miraron expectantes— veréis, como bien dicen "año nuevo, vida nueva" y Bella y yo este año vamos un dar un paso más en nuestra relación... — ¡Vais a tener sexo! —gritó Emmett a todo pulmón haciendo que todos se sobresaltasen para, acto seguido, rodar los ojos — Emmett… ¡idiota! Cállate —dijo Alice en tono amenazante. — Después de esta interrupción… —dijo Edward mirando mal a su hermano— seguiré a lo que importa —respiró hondo y miró a Bella, que estaba sonriendo sonrojada, no pudo evitar devolverle la sonrisa— Bella y yo vamos a casarnos. Toda la casa se quedó en silencio de nuevo, y una sonrisa comenzó a curvar cada una de las bocas de los presentes, hasta acabar en una radiante sonrisa que mostraban su felicidad ante ese acontecimiento. Alice se abalanzó sobre Bella y la rodeó con sus pequeños brazos, en cuanto Rose se acercó para hacer lo mismo, Alice sujetó con fuerza la mano izquierda de Bella para ver su anillo. — ¿Cómo no me he fijado antes en que llevabas este pedazo pedrusco en el dedo? —preguntó intrigada— ¿Cuánto tiempo hace que lo tienes? Bella miró a Edward con una sonrisa, en ese momento él estaba recibiendo los consejos de Emmett de cómo hacer que un matrimonio durase, y le faltaba muy poco para estallar en carcajadas ante los consejos de su hermano. Bella se sintió completa en ese momento, tenía lo que siempre había deseado, dos hijas preciosas y perfectas, un futuro marido al que amaba con cada fibra de su ser y una familia a la que adoraba y por la que daría lo que fuese. ¿Qué más necesitaba para ser feliz? Muy sencillo, que todo continuase como lo estaba en ese momento. — Lo tengo desde la noche de navidad —dijo Bella con una sonrisa. — ¿Y por qué yo no sé nada de esto hasta ahora? —preguntó Alice indignada. Bella solo se encogió de hombros y buscó seguridad en la mirada de Edward, no se sentía preparada para lidiar con el mal humor de Alice en ese momento. — Alice… déjalos tranquilos —dijo Esme con ternura— es su vida y ellos deciden como hacer las cosas. — Pero… —intentó protestar ella. — Pero nada señorita —la cortó Esme— y ahora échate a un lado que tengo que abrazar a mi nueva hija. Bella se dejó envolver por los maternales brazos de Esme, sintiendo ese calor especial que desprendía esa mujer. Esme era tan dulce y tan… madre, que en ocasiones perdía la cabeza y de verdad pensaba que era su madre realmente. 134

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— Gracias cariño —le susurró Esme a Bella en el oído— gracias por traer más felicidad a mi familia. Bella sintió un nudo en la garganta y las lágrimas luchando por salir de sus ojos. — ¡Familia! —gritó Emmett— esta buena noticia merece un brindis —dijo entregándole una copa de Champagne a cada uno. — Por Edward y Bella —dijo Carlisle sonriendo a la vez que alzaba su copa— por una vida juntos llena de felicidad. — Y de buen sexo ¡ay! Rose —se quejó Emmett tras recibir un nuevo coscorrón.

Casa de Edward y Bella — Forks — Jueves 14 de Enero de 2009 — 02:25 PM 135

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— ¡Alice no! —gritó Bella echando a correr escaleras abajo. — Bella, son solo unos zapatos de tacón, no vas a morirte por subirte a ellos —se quejó Alice mirándola desde el primer escalón en el segundo piso. — ¿Zapatos? —preguntó Bella en un chillido— ¿Eres consciente de que eso podría matarme? — ¿Qué está pasando? —salió Edward de la cocina con Emma en brazos. — Tu hermana… me quiere muerta —dijo Bella escondiéndose tras el cuerpo de su prometido— quiere que me ponga unos zapatos de tacón… ¿sabes lo que significa eso? — Bella es por tu bien… ¿te imaginas lo preciosa que estarás unos centímetros más alta? —dijo Alice mostrándole el zapato. Edward le quitó a Alice el zapato de las manos y lo observó durante unos segundos, ver a Bella con eso puesto sería difícil para su autocontrol, además de peligroso para ella. Lo sopesó mentalmente y después le devolvió el zapato a Alice con una mueca. — Busca algo más de su estilo… es su boda y debe estar cómoda —dijo Edward en un susurro dándose la vuelta y volviendo a entrar en la cocina. Bella sonreía triunfal y Alice tenía un puchero muy tierno, pero que no resultó efecto ya que Bella volvió al piso superior donde estaban haciendo las pruebas de su vestido. … Bella se dio dos vueltas frente al espejo y se miró maravillada. El vestido que Alice le había escogido era… ¡perfecto! Irina, la modista, era una artista con la aguja, y su vestido de novia era digno de cualquier princesa de cuento de hadas. — Estás preciosa —sollozó Esme desde la puerta. — Y eso que está sin terminar —canturreó Alice— con los últimos retoques se verá deslumbrante. — Con verme bien para Edward me conformo —susurró Bella mientras se ruborizaba. — ¿Verte bien? —preguntó Rosalie que apareció tras Esme— se caerá de culo en cuanto te vea, ese vestido es… wow. Todas rieron y Bella volvió a ruborizarse. Irina la ayudó a quitarse su vestido y después salió de la habitación acompañada de Alice y Esme que todavía le estaban dando algunas indicaciones de lo que exactamente querían. Rose ayudó a Bella a vestirse. — ¿Estás nerviosa por la boda? —preguntó Rosalie casualmente. Bella suspiró.

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— Un poco… y eso que todavía queda un mes pero… —susurró bella retorciendo sus manos una con la otra. — Es normal —la tranquilizó Rose palmeando su hombro— cuando me casé con Emmett estuve dos semanas comiendo helado de vainilla antes de acostarme para poder dormir tranquila. — ¿Tenias antojos? —dijo Bella sonriendo. — Algo así… —Rose rodó los ojos— ¿qué tal os va a ti a Edward? — Bien… —dijo Bella encogiéndose de hombros— la boda sigue adelante, eso quiere decir que las cosas van bien. — Ya… — Edward tiene mucha paciencia conmigo, siempre le estaré agradecida por todo lo que me ayudó y me está ayudando todavía —susurró Bella emocionada. — Pero… —dijo Rose con suspicacia. — Pero nada —susurró Bella desviando la mirada. — Bella, Bella, Bella… ¿sabes que a mí no puedes ocultarme nada? —preguntó Rose sonriendo— ven aquí, dijo sentándose sobre la cama y palmeando el colchón a su lado. — Es vergonzoso —dijo Bella ruborizada con la mirada clavada en sus zapatos. — Somos amigas Bella, puedes confiar en mí —susurró Rosalie tomándola de la mano. Bella suspiró y alzó la mirada para cruzarla con los ojos azules de su amiga y casi hermana. — ¿Qué es lo que pasa? —preguntó Rosalie con prudencia. — Edward no… verás… es que… —Bella resopló— creo que Edward no se siente atraído por mí. — ¿Por qué piensas eso? —preguntó su amiga con el ceño fruncido. — Desde que estoy aquí nunca me ha insinuado nada… ni si quiera después de que estuviésemos juntos —lloriqueó. — Bella… ¿no has pensado que quizás Edward está asustado? —dijo Rosalie con una leve sonrisa—. Cariño, has pasado por algo muy duro y traumático, incluso para Edward verte como estabas pudo resultar traumático. — ¿Qué quieres decir? —preguntó Bella confundida. — Las mujeres que han pasado por lo que tú has pasado les cuesta dar ese paso, quizás solo tiene miedo de proponértelo y hacerte daño —explicó Rosalie— no quiere que pases un mal rato. — Sé que con Edward será diferente que con Mike… con él me siento segura —susurró Bella volviendo a ruborizarse. 137

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— ¿Por qué no se lo dices a él? —dijo Rosalie de repente sobresaltándola, Bella la miró como si le fuese a crecer una segunda cabeza— no es tan descabellado, es tu pareja, ¡te vas a casar con él! Deberías tener la confianza suficiente para poder hablar con Edward de ese tipo de cosas. — ¿Y si le pregunto a Emily? —dijo Bella con la nariz arrugada. — Te dará su opinión, pero no la opinión de Edward —dijo Rose divertida por el nerviosismo de su amiga—. Sé que quizás es difícil para ti plantearle esto a Eddie. Pero piénsalo, debes tener confianza en él para hablar sobre eso, vais a pasar el resto e vuestra vida juntos. Bella se quedó en silencio sopesando las palabras de su amiga, y solo una frase se repetía continuamente en su mente: "vais a pasar el resto de vuestra vida juntos" Quizás, unos meses atrás, antes de estar con Mike, esa afirmación le habría dado miedo. Pero ahora, con Edward a su lado había comprendido que estar con alguien el resto de su vida no era algo malo ni de lo que tener miedo. Era algo maravilloso, ella estaría el resto de su vida con sus hijas, y si todo marchaba bien, también estaría el resto de vida con Edward, el hombre que amaba más que a sí misma. ¡Y claro que tenía que hablar con él! ¿Con quién más? rose le había dado un buen consejo, nadie mejor que ellos dos, los únicos implicados, para resolver el "problema" si es que tenían alguno. — Gracias rose —dijo Bella sonriendo. — Estaré siempre para ti —dijo su amiga abrazándola. Unas horas después ya las niñas ya habían cenado, las había bañado y estaban durmiendo plácidamente cada una en su cunita. Edward se quedó en el quicio de la puerta de su habitación viendo como descansaban sus pequeños angelitos. Agradecía cada día a quien quiera que fuese que hubiese puesto a esas tres mujeres en su vida. Nunca había sido tan feliz. — No van a desaparecer —susurró Bella poniéndose a su lado. — Eso espero —Edward se acercó a su prometido y la envolvió con sus brazos— creo que no te he agradecido suficiente por hacerme tan feliz —susurró contra tu pelo. — No tienes que agradecerme nada, nosotras también somos felices a tu lado —contestó Bella con su voz amortiguada contra su pecho. Bella se alejó un poco de él y lo miró a los ojos, haciendo acopio de todo su valor separó sus labios para comenzar a hablar. — Edward, me gustaría hablar contigo —susurró. Edward frunció el ceño y la miró con prudencia. — ¿Pasa algo malo? —preguntó confundido.

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— No… —Bella sonrió para tranquilizarlo—solo es algo que debemos aclarar. — Está bien… vamos al salón —dijo Edward comenzando a caminar. — No —Bella tiró de su mano para detenerlo— mejor en nuestra habitación. Edward asintió y siguió a Bella con una expresión indescifrable en su rostro. Algo preocupaba a Bella, y por consiguiente, algo lo preocupaba a él. No podía permitir que algo ensombreciese su felicidad en ese momento, ahora debía preocuparse solo de sus hijas y de ella misma, nada de pensar en los demás ni en preocupaciones que podría relegar en otras personas. Bella se sentó en la cama y palmeó el colchón a su lado, en ese instante recordó la conversación con Rosalie horas atrás y se sintió más segura, más envalentonada con lo que iba a hacer. — Verás Edward… —Bella carraspeó y comenzó a juguetear con sus propios dedos— me gustaría que hablásemos sobre algo importante. Edward la miró en silencio durante unos segundos. Lo que quera que fuese que quería hablar Bella no le resultaba fácil. — Tú dirás —dijo con cautela mientras su ceño todavía continuaba fruncido. Bella tomó una bocanada de aire y lo miró a los ojos, desviando la mirada totalmente avergonzada instantes después. — ¿Tú… tú… tú me deseas? —preguntó en un murmullo casi inaudible. Edward parpadeó sorprendido y abrió y cerró la boca sin saber muy bien que decir. Resopló y se despeinó pasando una mano por su revuelto cabello. Se puso en pie y se arrodillo ante Bella, permanecía sentada en la cama con las manos y su mirada clavada en ellas. Edward las tomó entre las suyas y sonrió al percatarse de que Bella se estremecía ante su toque. — Bella —susurró su nombre… pero no obtuvo respuesta— Bella… —lo intentó de nuevo— mírame por favor —casi suplicó. Bella alzó la mirada y la clavó en los ojos verdes que más amaba, sintiéndose mucho más tranquila al momento. — Yo… tú… —Edward resopló nervioso— ¿por qué demonios piensas que no te deseo? — preguntó sorprendido y con sus ojos muy abierto ante la incredulidad que sentía. Bella bajó la mirada de nuevo. — No sé… quizás no te parezco bonita o no quieres estar con una chica que haya tenido hijos… Edward no sé… pero es que nunca me lo has demostrado. Sé que me amas —dijo tajante cuando vio que él iba abrir la boca para protestar— pero a veces el amor y el deseo no van de la mano. — Conmigo sí —dijo Edward convencido, haciendo que Bella alzase la mirada para observarlo con la boca abierta— si no intento nada es porque… porque pienso en ti, no sé si estás

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preparada y no quiero presionarte. Para mí es importante que te sientas bien a mi lado, no quiero que te sientas obligada a hacer algo en lo que no te sientes segura. — ¿Solo es eso? —preguntó Bella sorprendida, Edward asintió sonriendo— ¿solo es porque te preocupas por mí? — Te amo Bella, y me gustaría hacer el amor contigo, pero esperaré hasta que te sientas preparada, no quiero que algo en tu recuperación vaya mal por habernos precipitado en un paso tan importante —Edward besó las manos de Bella que todavía seguían entre las suyas. — Yo me siento preparada para dar ese paso contigo —dijo Bella acariciando su mejilla— quiero intentarlo. — ¿Estás segura? —preguntó Edward preocupado. Bella sintió efusivamente. — Llevo unas semanas pensándolo, quiero sentirme completamente tuya —dijo Bella emocionada—, soy la madre de tus hijas y pronto seré tu esposa, también quiero ser tu amante. Edward sonrió y volvió a sentarse al lado de Bella para estrecharla entre sus brazos y besarla. Ella respondió enseguida a ese beso, sintiendo como las manos de Edward se enredaba en su cintura más posesivamente que nunca. Ella se sentía arder entre sus brazos, con cada roce de su piel contra la suya sentía un fuego ardiendo en sus entrañas. Con una seguridad en ella misma que desconocía, alzó sus manos y comenzó a desabrochar los botones de la camisa de Edward. Él estrechó su cuerpo más fuerte contra el suyo y ella no pudo evitar gemir cuando su pecho chocó contra el suyo. Ese gemido hizo que Edward se separase de ella bruscamente y respirando entrecortadamente. — ¿Qué… qué pasa? —preguntó Bella confundida. — Así no… —dijo Edward simplemente y sonriendo ante el entrecejo fruncido de ella —no quiero que nuestra primera vez sea así y con el riesgo de que las bebés se despierten y nos interrumpan. — Pero… —intentó protestar pero Edward la silenció con un suave beso en sus labios. — Te prometo que pasará, que será especial y que nos amaremos más que nunca —susurró sonriendo. — Edward… por favor —gimoteó. — Haz eso por mí… solo aguanta un poco más, te prometo que será pronto —beso su frente y se puso en pie. — ¿A dónde vas? —preguntó Bella con el ceño fruncido. — A darme una ducha… —dijo Edward avergonzado— necesito algo para… reajustar mis ideas. Bella sonrió y sus mejillas se colorearon. 140

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— No tendrías por qué hacerlo si no fueses tan duro contigo mismo —dijo Bella sintiéndose segura de nuevo— yo me sentiré bien si pasa esta noche. — Pero yo no… quiero lo mejor para ti. Y con esa última frase, Bella vio como Edward se encerraba en el baño y suspiró, no había pasado nada, pero al menos habían dejado más claros sus sentimientos.

Mansión Cullen —Sábado 13 de Febrero de 2010 — 06:07 PM

Bella avanzaba con paso firme por la alfombra blanca que ahora decoraba el jardín de los Cullen. En su cara había una sonrisa deslumbrante y el brillo de sus ojos era cegador. Edward la esperaba al otro lado con una expresión similar a la suya. A unos pasos de él estaba Esme con dos hermosas princesitas engalanadas con dos vestidos rosados que resaltaban sus mejillas coloreadas. Bella no era capaz de descifrar si estaba en mitad de un sueño o todo eso estaba pasando realmente. Podía sentir claramente la molestia de los zapatos, podía sentir como la suave tela de su vestido acariciaba su piel. Pero todo eso podría ser producto de su imaginación. Así como Edward, a unos pasos de ella y tendiendo su mano para que la tomase. Cuando extendió la suya propia se percató del temblor de sus dedos, pero en cuanto su piel hizo contacto con la de su futuro marido fue como si eso fuese la certeza que necesitaba para asegurarse de que todo era real. Era el día de su boda… su boda con Edward. En unos minutos Bella Swan quedaría atrás y no habría más que una sombra de lo que un día fue. Ahora Bella Cullen iba a luchar por su felicidad, por la suya y por la de su familia. Cuando el padre Weber comenzó la ceremonia las palabras que pronunciaba parecían sacadas del mismo corazón de los protagonistas del día. En su pequeño discurso, el hombre resaltó el valor de la familia, de las buenas acciones, remarcó que lo importante para ser feliz es sentirse bien con uno mismo y así los demás podrán amarnos sin medidas.

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Bella sentía la mirada de Edward sobre ella, sus orbes verdes parecían quemarla, pero realmente Edward quería grabar esa imagen a fuego en su memoria. Ver a Bella feliz, radiante… y dispuesta a entregarse a él en cuerpo y alma. Era un día para recordar, algo que no olvidaría así pasasen dos mil años. Cuando por fin pudo estrecharla entre sus brazos como su mujer creyó que el corazón le estallaría de tanta alegría. Era suya, por fin era suya, ni Mike Newton, ni ningún otro descerebrado podría arrebatársela. Bella era ahora su mujer y se esforzaría porque cada día de su vida fuese mejor que el anterior. Ambos se besaron entregando todo en ese gesto, mostrando ante el mundo que si lo quieres… los sueños más difíciles e imposibles pueden cumplirse. Cuando se separaron una lluvia de pétalos de rosa y aplausos los rodeó. La sonrisa de sus labios era el mejor de regalo para todos los que se encontraban allí esa tarde con ellos. La tarde se pasó entre felicitaciones y buenos deseos de su familia y amigos. Bella parecía tener una sonrisa tatuada en su rostro, y Edward sonreía solo con verla tan Feliz. Esme y Renée, se autonombraron niñeras oficiales y disfrutaban de los gorgojeos de las princesas de la casa. Todo el mundo quedaba maravillado con los rizos color café de Sissi, o con la profundidad de los ojos de Emma, pero todos coincidían en lo mismo, esas niñas eran un calco de su madre, de Bella Cullen, tenía sus facciones, la forma de su rostro. Cada rasgo de Bella estaba reflejado en esas criaturas, para regocijo de Edward, que cada día las adoraba más. A medida que iba transcurriendo la noche, algunos invitados comenzaron a ausentarse, las pequeñas hacía ya unas horas que dormían plácidamente, y las abuelas orgullosas estaban al pendiente de cada uno de sus movimientos. Los padres, en su mundo de irrealidad por ese día, querían pero no podían, en cuanto intentaban entrar en la casa para verificar el estado de sus hijas, una de las abuelas los interceptaba y los obligaba a dar media vuelta y continuar disfrutando de su fiesta. Anunciaron que sería el último baile y después los recién casado tendrían que tomar rumbo a su noche de bodas. Edward buscó a Bella con la mirada y cuando la encontró avanzó a ella mientras la deslumbraba con una de sus perfectas sonrisas. (Música: Des'ree — Kissing you de la BSO de Romeo + Julieta) La música comenzó a sonar y avanzaron hasta el centro de la pista, donde abrazaron y comenzaron a danzar con suavidad. — ¿Qué tal ha pasado el día la señora Cullen? —preguntó Edward sonriendo. Bella le devolvió la sonrisa sintiendo como su corazón tartamudeaba. — Ha sido uno de los mejores días de mi vida —contestó ella fijando sus ojos en esos dos pozos verdes que la aturdían. — ¿Cuál ha sido uno de los otros mejores? —preguntó Edward con curiosidad. — El día que dijiste que me amabas y cuando Emma y Sissi nacieron. 142

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— También han sido los míos —susurró Edward en su oído. — Gracias —dijo Bella con voz ahogada por las lágrimas que se negaba a derramar— gracias por estar ahí, por hacerme feliz, a mí y a las niñas. — Soy yo quien debe agradecerte —contradijo Edward— por confiar en mí, por dejarme amarte… por compartir tus hijas conmigo… te amo Bella. — Yo también te amo. Las lágrimas de bella se desbordaron por fin, y Edward secó cada una de ella besando sus mejillas, depositando un dulce beso en sus labios cuando hubo acabado con su cometido. — Eres la… — ¡Es la hora de irse! —los interrumpió Alice. Ambos la miraron con ganas de estrangularla, pero se contuvieron al estar rodeados de demasiados testigos. Después de despedirse de sus hijas y de coger unas maletas con ropa, se subieron al volvo de Edward y pusieron rumbo a su luna de miel. Bella no sabía lo que le esperaba, en su cabeza todavía retumbaban las palabras de Edward de semanas atrás. Ella quería ser suya en todos los sentidos, pero cada vez que intentaba un acercamiento un poco más íntimo de lo habitual, Edward la detenía cortésmente y le sonreía para que no se enfadase. Pero Bella se enfadaba, y se daba la vuelta en la cama dándole la espalda. Pero no sabía que era lo que le deparaba esa noche… ¿sería la noche elegida por Edward para que al fin diesen ese paso? Ella esperaba que sí, y eso la ponía ansiosa. Quería estar con él, quería sentirse parte de él. Edward miraba a Bella de reojo e intentaba disimular sus nervios. Había reservado un hotel en Port Ángeles sabiendo que ella se negaría a salir de la ciudad dejando a sus hijas al cuidado de sus abuelas. No que no confiase en ellas, pero Bella era una mama responsable y no dejaba el bienestar de sus retoños en manos de otra persona pudiendo hacerlo ella misma. Cuando Edward le dejó el coche al aparca coches Bella sintió un nudo en su estómago. Las mariposas que siempre revoloteaban cada vez que estaba cerca de Edward parecían haberse vuelto locas y se movían a la velocidad de un huracán. El viaje en ascensor hasta el séptimo piso fue en silencio. Bella miraba sus pies y Edward miraba a Bella, todavía tenía puesto su vestido de novia, un vestido de una tela suave y que se amoldaba a sus cuervas, remarcaba su estrecha cintura y la redondez de sus caderas, cayendo en una cascada hasta sus pies donde solo se veía la punta de sus zapatos. Avanzaron por el pasillo siguiendo al botones que los guiaban, y cuando este los dejó en la puerta de su habitación y se marchó los nervios se apoderaron de ambos. A Bella le palpitaba el corazón a una velocidad desorbitante, a Edward le sudaban las manso y no sabía que hacer. Sus miradas se cruzaron por unos segundos y estallaron en carcajadas. Parecían adolescentes inexpertos, ambos estaban nerviosos por dar ese paso, pero no pensaban que era algo que los uniría más si es que eso era posible. 143

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Edward suspiro y respiró hondo un par de veces, haciendo acopio de todo su valor y dejando tras de sí una estela de nervios se acercó a su ahora mujer y la abrazó envolviéndola con sus brazos. Bella respiró con tranquilidad apoyada en el pecho de Edward. Era Edward… nada malo le pasaría estando a su lado. Se miraron a los ojos y sin mediar palabra comenzaron a besarse. Era beso terno, dulce, lento… en él entregaban hasta el último gramo de su amor. Edward acercó más a Bella hacia su cuerpo, Bella enredó sus dedos entre el pelo cobrizo de él. Las manos de Edward, que hace minutos temblaban de ansiedad, ahora avanzaban decididas hacia la cremallera del vestido blanco, y la bajaron con lentitud para darle ocasión a Bella a detenerse si lo necesitaba. Pero ella estaba muy lejos de eso. Su piel estaba de gallina, de sus boca solo salían suspiros ahogados en los labios de Edward y en su estómago parecía que habían provocado un incendio porque se sentía arder. Edward se alejó un poco de Bella para ver como el vestido descendía por su cuerpo y la dejaba en ropa interior ante él, las mejillas de ella se colorearon, él sonrió y acarició una de ellas con la yema de sus dedos. Edward la abrazó con fuerza sintiendo la suavidad de su piel, Bella se estremeció. — Si en algún momento no te sientes bien… o te hago daño… intentó decir Edward, pero Bella lo silenció con un beso. — Todo estará bien —dijo contra sus labios. Las manos de Bella despojaron a Edward de su chaqueta, para poco después hacer lo mismo con su camisa. Edward la tomó en brazos y la depositó con cuidado sobre la cama, colocándose sobre ella pero sin dejar caer todo su peso. Segundos después ambos estaban completamente desnudos, mientras sus cuerpos se enredaban entre besos y caricias. No hacían falta palabras, con cada beso, con cada mirada… todo era un grito ante la magnitud de lo que sentían. Bella estaba completamente segura de lo que estaba haciendo, con cada caricia Edward despertaba el fuego en ella, y solo deseaba sentirlo dentro, sentirse uno. Demostrarle cuanto lo amaba y cuanto confiaba en él. Edward tenía miedo, pero a la vez dejaba que sus instintos llevasen la voz cantante. Bella respondía sus caricias sin miedo y sin preocupaciones, lo que le daba valor para seguir adelante. — Te amo, te amo tanto Bella… —susurraba mientras se adentraba poco a poco en ella. Bella cerró los ojos y un gemido abandonó sus labios, sentir a Edward dentro era… ¡maravilloso! Cuantas veces había soñado con ese momento, y ni en sus mejores sueños podría imaginar un momento tan perfecto. Edward era suyo, en todos los sentidos. Sus cuerpos parecían encajar perfectamente como las piezas de un puzle. Edward también cerró los ojos y enterró su rostro en el cuello de ella, respirando su aroma, maravillándose con cada sonido que era capaz de arrancar de sus labios, disfrutando de cada

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caricia. Sus cuerpos danzaban al mismo compás, sus respiraciones se enlazaban y sus miradas estaban unidas. Un momento mágico, perfecto… único. ... Las primeras luces del día hicieron que Bella se desperezara y pegara más a Edward su cuerpo desnudo. Al roce de sus pieles ambos gimieron. Una sonrisa curvó sus labios pero continuaron durmiendo. La noche anterior había sido demasiado larga, se habían amado demasiado, demasiadas veces. Pero minutos después el sonido de un teléfono interrumpió su descanso. Edward gruñó y se levantó de la cama completamente desnudo mientras buscaba el dichoso aparato en el bolsillo de sus pantalones. Cuando lo encontró se sorprendió al ver el nombre de Carlisle en el indicador. — ¿Pasa algo? —preguntó sin miramientos en cuanto descolgó. — Las niñas están perfectamente y la familia también —lo tranquilizó Carlisle intuyendo cuáles eran sus preocupaciones. — ¿Entonces? —Edward frunció el ceño. — Newton…—dijo Carlisle en un suspiro. — ¿Qué le pasa? — Ha fallecido hace dos horas… un fallo respiratorio —dijo Carlisle con cautela—, sabes que tenía varias costillas fracturadas y un pulmón perforado… bajo mi punto de vista médico ha aguantado bastante. Sus lesiones eran graves y la sobredosis no ayudó en demasía. Creí que tanto tú como Bella debían saberlo. — Gracias… —dijo Edward aturdido— por avisar. — No hay de qué —dijo Carlisle con una sonrisa— continuad disfrutando de vuestro día, entre Jasper y yo nos ocuparemos de cualquier tema legal que se presente. — Gracias papá. Edward se quedó mirando el teléfono fijamente durante unos segundos, estaba sentado en la cama, todavía en desnudo y sin comprender todavía del todo que es lo que había pasado. Sintió los brazos de Bella rodeando su cintura y giró su cabeza para mirarla. — ¿Ha pasado algo? —preguntó Bella en un susurro. — Las niñas están bien y la familia también —repitió mecánicamente las palabras de su padre— es Newton —Edward vio como el ceño de Bella se fruncía— ha muerto hace unas horas. Bella se quedó paralizada mirando a Edward fijamente. ¿Mike… muerto? Un escalofrío recorrió su espalda y se sentó en la cama abrazándose a sus piernas. El padre biológico de sus hijas 145

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estaba muerto… la persona que más daño le había hecho estaba muerto… una tenue sonrisa se dibujó en sus labios y miró a Edward. No podía alegrase de las desgracias ajenas, ella no era así. Pero el alivio, la tranquilidad de que sus hijas nunca conocerían ni tendrían que saber todo el martirio que vivió con su padre era lo mejor que podía pasarle. Ella conocerían a Edward, vivirían creyendo que Edward era su verdadero padre hasta que fuesen lo suficiente mayores para saber la verdad. Era algo que había planeado cuando decidió que Edward las reconocería como Cullen. Pero ahora no tendría que mentirles, no tendría que prohibirles conocer a su verdadero padre… porque él estaba muerto. Y eso quería decir que Mike tampoco podría hacerles daño… nunca. Fin.

Epílogo 1

Cuatro años después…

— ¡Papi! —gritó Emma con todas sus fuerzas. Edward se giró y miró a su hija. — ¡Mira, tengo uno! ¡Ven, ven, ven…!—gritaba mientras daba pequeños saltitos. 146

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Edward se acercó a ella y sonrió al ver el pequeño pececillo nadando dentro del cubo de agua. — Muy bien, pequeña, iré a ayudar a Sissi, que parece que tiene problemas —le dijo revolviendo su cabello rubio. La pequeña sonrió vio como su padre se alejaba — Emmi, no te acerques tanto al borde, que te puedes caer —susurró Bella levantando la vista de su libro. La pequeña bufó y rodó los ojos cuando su madre no la miraba, pero Bella sonrió suponiendo lo que había hecho. — Te he visto —replicó volviendo la vista a su libro. La niña dejó la caña de pescar colocada entre unas piedras y se acercó a donde su madre estaba tendida disfrutando de un poco de sol. — Mami… —susurró colocando la cabeza en su regazo. Bella sonrió y acarició su cabello. — ¿Qué pasa cariño? —preguntó con dulzura. — ¿Sissi de verdad no sabe pescar o solo finge para que papá pase más tiempo con ella? Bella río entre dientes y dejó el libro a un lado. No era la primera vez que tenía esa conversación con su hija, la extraña "conexión", como Edward la llamaba, que había entre Sissi y su padre, había despertado los celos de Emma en más de una ocasión. Nunca hubo mayor problema que una conversación en la que Bella y Edward le explicaban cómo era la situación y ella lo entendía. Pero eso no evitaba que en otra ocasión el bichito de los celos volviese a picarla y volviese a hacer las mismas preguntas. — Emmi mi amor… ya te he explicado muchas veces lo que pasa —comenzó a explicar Bella una vez más— papá y Sissi se llevan muy bien, ambos se parecen demasiado. Pero lo compensa que tú y yo seamos también muy parecidas. — A Sissi no le gusta que leas cuentos y a mí sí —explicó la niña con su pequeño ceño fruncido. — Exacto, yo te leo un cuento a ti y papá pesca con Sissi —Bella sonrió. La niña sonrió y abrazó una de las piernas de su madre. — ¿Qué estás leyendo ahora? —preguntó Emma de nuevo. — Un libro de mayores… pero si quietes puedo contarte una historia —Bella no pudo evitar sonreír al ver una sonrisa en el rostro de su hija. — ¡Sí! —gritó Feliz y acomodándose al lado de Bella. — Erase una vez una princesa llamada… —Bella se detuvo y fingió pensar en el nombre. — ¡Emma! —chilló la pequeña. 147

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— Sí… una princesa llamada Emma, que le gustaba mucho montar a caballo… Edward miraba maravillado a su mujer interactuando con la pequeña Emma, era imposible no sentirse feliz al ver que se llevaban tan bien, y que no les molestaba que él estuviese tan inmerso en enseñar a su otra pequeña a pescar. — Papi… esto se mueve —susurró Sissi con voz temblorosa. Edward volvió la vista a su hija y río al verla con cara de pánico mientras sostenía la caña con sus dos manos. — Muy bien cariño… ahora recoge el sedal… veras como esta vez te sale bien —la instó. La niña hizo lo que su padre le pidió y fue girando la palanca para recoger el sedal… al poco tiempo vio como un pequeño pececillo revoloteaba en l aire sujeto al anzuelo en el que había puesto el cebo. Su boca se abrió desmesuradamente mientras sus ojos brillaban de anticipación. — ¡Así se hace pequeña! —la felicitó Edward estirando el brazo para sujetar el pez y echarlo en el cubo de agua donde los esperaban otros dos más. — ¡Papi lo he hecho yo sola, lo he hecho yo sola! —gritaba feliz. — Muy bien Sissi, ahora voy con tu madre… tú ten mucho cuidado y no te caigas —le dijo ocultando una sonrisa, pues la pequeña había heredado el poco equilibrio de su madre. Sissi bufó bajito para que no la oyesen y se quedó mascullando entre dientes mientras su padre se alejaba. — ¿Qué hacen mis dos chicas? —preguntó Edward tumbándose al lado de Bella. — Mami me está contando una historia de princesas y dragones —dijo Emma emocionada y moviendo sus brazos para explicarse mejor. — ¿Un príncipe azul salva a la princesa del temible y enorme dragón? —preguntó Edward. — No papá… la princesa tiene una espada mágica y ella va atrapando dragones para dárselos al rey como of… ofren… como regalo —dijo después de intentarlo y no poder pronunciar la palabra que su madre le había dicho. — Es ofrenda cariño —susurró Bella en su oído. — ¿Esa cosa es un regalo no? Pues como regalo —protestó. Edward y Bella reprimieron una sonrisa. Edward se acercó a Bella y besó su mejilla. — Puaj… estáis siempre igual… me voy a ayudar a Sissi —dijo Emma poniéndose en pie y caminando hacia su hermana. Edward y Bella sonrieron mientras juntaban sus labios. — Que rápido han crecido… —susurró Bella viendo como sus hijas jugaban entre ellas a salpicarse pequeñas gotas de agua. 148

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— Es lo que suelen hacer los niños… —contestó Edward encogiéndose de hombros. — ¡Emma! Si no dejas de mojarme le diré a tío Emmett que tú le has roto sus comics —chilló Sissi. — ¡Traidora!—respondió Emma tirándole un cubo de agua por la cabeza. — ¡Emma Cullen! —chillaron sus padres a la vez. — ¿Ha sido sin querer? —dijo la niña sonriendo angelicalmente. — Yo iré… tú descansa —Edward se puso en pie y besó la cabeza de Bella. — Hay ropa seca en el coche —gritó Bella— sabía que Emma haría de las suyas. Edward ayudó a Sissi a cambiarse de ropa y reprendió a Emma por mojar a su hermana. Bella los observaba desde la distancia y sonreía con cada ocurrencia de sus pequeñas… — Te vas a tostar… si sigues ahí tendremos asado de Bella —dijo una voz a su espalda. Bella se giró y Emmett y Rosalie acaban de llegar y estaban extendiendo una toalla sobre la hierba al lado de la suya. — ¿Qué ha hecho Emma esta vez? —preguntó Rose mirando como Edward todavía regañaba a la niña. — Le tiró agua por la cabeza a su hermana… —dijo Bella riendo y negando por la cabeza. — No sé de quién ha aprendido esas ideas —dijo Emmett suspirando teatralmente— iré a enseñarle como de verdad se hacen las cosas… ¡tenía que tirarla al río! —en seguida tuvo que salir corriendo ante la mirada encolerizada de su mujer. Ambas rieron ante la imagen de ver a un hombretón hecho y derecho como Emmett asustado por Rose. — ¿Qué tal estás? —preguntó Rosalie. — Gorda… ¿no es evidente? —dijo Bella haciendo un círculo alrededor de su abultado vientre. Rose río. — ¿Y cómo te encuentras? —preguntó de nuevo. — Cansada… este calor me está matando… y Tony no parece entenderlo… no deja de moverse y de patearme —de quejó dejándose caer boca arriba en la toalla. Rose se acercó y acarició el vientre de su amiga, que se movía de cuando en vez. — ¿Cuánto te queda? —preguntó una vez más. — Un par de semanas… Edward esta histérico —Bella río entre dientes— cada vez que me muevo en la cama se levanta de un salto y busca sus zapatos desesperadamente. — ¿Sea la hora que sea? 149

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— Sea la hora que sea… anoche pasaba de las cuatro de la madrugada. — Eso es típico de mi hermano —dijo Alice entre risas acercándose a ellos seguida de su marido Jasper. — ¿Ya estáis hablando mal de mí? —se quejó Edward acercándose a su mujer. — No cariño… solo les contaba tu operativo en caso de parto —bromeó Bella. — Tú ríete… pero me lo agradecerás cuando tengas contracciones y no sepas como actuar — Edward hizo un mohín y la miró de reojo. — Creo que ya he estado embarazada antes, y en esa ocasión sí que supe cómo actuar — protestó ella. — Casualidad… —dijo Edward rodando los ojos. — ¡Tío Jasper! —gritó Sissi colgándose del cuello del interpelado. — Hola renacuaja… ¿Qué te ha pasado en el pelo? —inquirió. — Emma me ha mojado porque le dije que diría que ella rompió los comics del tío Emmett — explicó la niña. — ¿Qué Emma ha hecho qué? —preguntó Emmett más pálido de lo normal. Emma puso cara de circunstancias y se sentó entre su madre y su padre. — Ha sido sin querer tío Emmett, Sissi no me dejaba verlos y al tirar… se rompió… pero solo un poquito —dijo Emma señalando con sus dedos índice y pulgar una pequeña porción. — ¿Cuánto es un poquito para ti enana? —preguntó Emmett tambaleándose y apoyándose en un árbol… su rostro estaba cada vez más pálido. — Solo unas cuantas páginas… — ¿Cuántas? —preguntó con voz ahogada. Emma temblaba y Edward pasó un brazo por sus hombros para tranquilizarla. — Siete… no, fueron seis… cinco… ¿cuatro? —el número de páginas arrancadas bajaba al a vez que el color rojo en el rostro de Emmett aumentaba— ¡pero fue culpa de Sissi! Ella me dijo que no me lo dejaba. Tío Emmett ten piedad de mí… voy a tener un hermanito y quiero conocerlo. — No asustes a la niña —lo reprendió Rosalie. Con un gruñido Emmett se alejó de nuevo. Bella río entre dientes y Emma se acomodó a un lado de ella colocando la oreja en el vientre de su madre. — ¿Tony te cuenta algo interesante? —preguntó Edward divertido. 150

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— Sí… que quiere salir para tirarte del pelo —dijo la niña echando la lengua. Edward se la devolvió y echó la lengua también. Sissi apareció segundos después y besó la mejilla de su padre antes de colocarse al otro lado de Bella y también colocar la oreja pegada a su vientre. — ¿A ti que te cuenta? —le preguntó Edward. — Un secreto… —dijo riéndose y mirando a su hermana. Edward suspiró y miró a las tres mujeres más importantes de su vida… ni el tiempo había borrado todo lo que sentía... era demasiado. Y ahora la vida le daba otro regalo más… Bella estaba embarazada, tendrían un hijo juntos. Edward adoraba a Sissi y a Emma, sabía que eso no cambiaría nunca, pero sentía un calorcito especial en su pecho cuando pensaba en Anthony… su hijo que nacería en cualquier momento. — Doctor Cullen —dijo Bella en un susurro y con el ceño fruncido, Edward la miró confundido— pon en marcha tu operativo de partos, porque creo que he roto aguas.

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Epílogo 2 Años despues... Sissi y Emma miraban a sus padres en silencio, mientras ellos a su vez esperaban algún tipo de respuesta. Pasaron unos segundos más hasta que una de ella abrió la boca por fin. — ¿Por qué no nos lo habeis dicho antes? —preguntó Emma en un susurro. Bella suspiró y miró a suhija a los ojos. — Quería que tuvieseis la edad suficiente para que comprendierais lo complejo de la historia —contestó en un tono de voz neutro, que no mostraba los nervios que sentía. Otro silencio se interpuso entre las cuatro personas presentes y Edward sintió miedo… por primera vez temía de verdad perder a sus hijas. — ¿Dónde está ahora? —preguntó Sissi mirando al suelo. — Murió poco después de que nacieseis —contestó Bella de nuevo. Emma frunció el ceño y miró a sus padres con expresión desafiante. — Entonces… ¿cuando todavía estaba vivo ya estabas con papá? —preguntó en un gesto de incredulidad. Bella asintió y Emma bufó— ¿Le engañaste con papá? ¿Por qué él no nos registró como sus hijas? — Emma, las cosas no son tan sencillas como parecen —habló Edward por primera vez. — ¿Ah no? —preguntó ella con ironía — Mamá se queda embarazada de su novio, pero después se va a vivir contigo y tú nos registras como tus hijas justo antes de que él muera. Bella se encogió atemorizada por el rumbo que estaba tomando la conversación. — Él no se portaba bien con tu madre… por eso se separaron —volvió interceder Edward. — No se portaba bien con ella —repitió Sissi— ¿qué tan malo podía ser para arrebatarle a sus hijas? Bella sintió la bilis en su boca y un leve mareo, pero sacó coraje para enfrentarse a sus hijas.

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— Él me maltrataba, la noche que le dije que estaba embarazada me golpeó hasta que pude escapar —dijo en un susurro. Emma y Sissi miraban a su madre con incredulidad. Emma respiró hondo y se puso en pie, abandonó la habitación en silencio y sin volver la vista a sus padres. Sissi la siguió pero miró a su madre con una disculpa silenciosa. En cuanto se quedaron a solas Bella se derrumbó entre los brazos de Edward. Ambos habían creído que a sus dieciséis años tenían edad suficiente para sabr toda la verdad, no esperaban unas palmaditas en la espalda dándoles la enhorabuena, pero pensaron que al menos lo entenderían, pero esa reacción los había tomado por sorpresa. Emma y Sissi se habían convertido en dos jovencitas alegres y felices. Eran educadas y buenas en sus estudios, aunque también les gustaba salir con sus amigos y celebrar un fiesta de vez en cuando. Eran como cualquier adolescente de su edad. Anthony entró en la sala mientras sus padres todavía estaban abrazados, Bella todavía tenía el rostro en el pecho de Edward aunque había dejado de llorar. — ¿Qué pasa? —preguntó el chico. Tony era igual que su padre. El color de su pelo, sus ojos… apenas había nada de Bella en él, para orgullo de ella, que veía en su hijo al pequeño Edward que conoció cuando entró en el instituto. Era un niño muy maduro para su edad, a sus doce años en ocasiones dejaba a sus hermanas mayores con la boca abierta y un palmo de narices. — Tu madre no se encuentra bien —contestó Edward. Le niño lo miró enarcando una ceja, algo tan típico de Edward que en ocasiones creía estar mirándose a un espejo años atrás. — ¿No la habrás dejado embarazada? —preguntó el niño entre asustado y esperanzado. Edward ahogó una carcajada y negó con la cabeza a la vez que se mordía el labio. Desde que había cumplido tres años el pequeño Anthony pedía un hermanito por activa y por pasiva, en sus cartas de navidad, por su cumpleaños, por sacar buenas notas… cualquier ocasión le parecía perfecta. Y aún, con el paso de los años, ese deseo no había cambiado. El pequeño se metió en la cocina a buscar algo de comer y después se fue a su habitación azotando la puerta con fuerza solo para molestar a sus hermanas. Edward y Bella suspiraron mientras sonreían… ... — ¿Qué piensas? —preguntó Sissi acurrucada en el alfeizar de su ventana mientras veía como la lluvia de Forks empapaba los cristales. Emma suspiro y sacó la cabeza de debajo de las mantas para mirar a su hermana.

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— Tenían que habérnoslo dicho antes —susurró. Sissi la miró y negó con la cabeza. — ¿Has visto como estaba mamá? —preguntó en un murmullo a la vez que se ponía en pie y se acercaba a la cama de su hermana hasta meterse con ella bajo las mantas— ese hombre tuvo que hacerle mucho daño para que lo abandonase, mamá es la persona más buena que conozco. — Ese hombre es nuestro padre biológico Elisabeth —gruñó Emma. — Era… esta muerto —la corrigió su hermana. Se quedaron en silencio unos minutos, una al lado de la otra, como siempre habían estado. — ¿Te imaginas a alguien golpeando a mamá? —preguntó Sissi en un murmullo. Emma no contestó, pero sintió como algo se revolvía en su estómago, nadie debería golpear a su madre… pero ese hombre que la había creado lo había hecho. Aunque le dolía el engaño de su madre, creyó que en su situación quizás hubiese hecho lo mismo. — No somos realmente unas Cullen —dijo finalmente. — Pero todos nos tratan como si lo fuésemos —contradijo Sissi. Emma bufó. — Emmett no es nuestro tío de verdad… ni Jazz —negó con la cabeza— toda nuestra vida es una mentira. — Eso no es así… —la contradijo su hermana una vez más— mira a Lily, no tiene sangre Cullen y la queremos como si fuese nuestra prima realmente. No tenemos sangre Cullen, pero somos Cullen. Emma suspiró de nuevo pensando en su prima Lily, ella era la hija de Emmett y Rose, la habían adoptado al descubrir que Rose no podía tener hijos. Al principio se había sumido en una depresión horrible, pero todo cambió cuando la pequeña Lily, con tres añitos, llegó a su vida iluminándolo todo. — Quizás tienes razón —suspiró Emma. — ¿Quizás? —preguntó Sissi enarcando una ceja como Edward— piensa en papá… él siempre ha estado ahí para nosotros, siempre nos ha apoyado en todo incluso nos ha evitado alguna regañina con mamá. Emma rió entre dientes.

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— ¿Recuerdas cuando rompimos el jarrón que le envió la abuela Renée por su cumpleaños? — preguntó Emma— papá le echó la culpa a Tony cuando estaba empezando a caminar. Las dos estallaron en carcajadas. — ¿Vamos a hablar con ellos ahora? —preguntó Sissi. — Mejor lo dejamos para mañana… ya es muy tarde —contestó su hermana. Se quedaron juntas en la misma cama, como cuando eran niñas y una de las dos tenía pesadillas, en lugar de despertar a sus padres, siempre se metían en la cama de la otra y sus miedos se desvanecían por arte de magia. Sissi se quedó dormida enseguida, pero Emma no lo consiguió. Por su cabeza no dejaba de pasar lo que sus padres le habían confesado horas atrás. Edward Cullen no era su padre biológico, pero él siempre había estado allí. Su madre, les había mentido durante dieciséis años, pero pensándolo bien, no sabía cómo habría reaccionado si se enterase antes de todo eso. Se imaginó a sí misma en el lugar de su madre, embarazada, con un hombre que la maltrataba y un escalofrío recorrió su espalda. Tenía que haber sido tan difícil para ella… seguir adelante ella sola, con dos hijas… estaba su padre, el de verdad, Edward, que la ayudó a salir adelante, pero en algún momento ella tuvo que verse sola y desamparada. Se levantó de la cama y bajó hacia la cocina a tomar un vaso de leche, a ver si así conseguía dormir al menos un poco. Cuando pasó por la sala se quedó petrificada al ver a su madre sentada en el sofá viendo sus fotos de cuando eran bebes, Bella alzó la vista y la miró asustada. ¿Qué recibiría en esta ocasión de su hija? ¿Comprensión? ¿Rabia? ¿Odio? ¿O de nuevo indiferencia? Emma siguió de largo a la cocina y se sirvió su leche, volvió sobre sus pasos y se sentó al lado de su madre en silencio. — En esta teníamos cinco… —susurró señalando una foto se Sissi y ella misma con la cara bañada en chocolate— fue cuando ayudamos a la abuela Esme a hacer el pastel de cumpleaños del primer año de Tony. — Sí… —susurró Bella— teníais más chocolate en la cara y en la ropa del que se quedó en el pastel. Ambas rieron y Emma suspiró. — Gracias por luchar mamá… —dijo en un murmullo— por seguir adelante sin que él te ayudase y decidir tenernos de todos modos. — No me arrepiento de nada… —dijo Bella emocionada— recibiría de nuevo todos esos golpes solo por teneros a mi lado. Emma la abrazó y enterró la cara en su cuello. 155

Golpes y miel — Naobi C.

— ¿Podría ir a visitar su tumba? —preguntó en un susurro. Bella se tensó… en todos esos años nunca se le había pasado por la cabeza ir a visitar la tumba de Mike… pero lo que le pedía su hija no era tan descabellado, después de todo, ese hombre había sido su padre biológico. — Por su puesto —dijo con reticencia— iremos mañana si quieres. — Gracias —dijo Emma sonriendo antes de irse de nuevo a su habitación. … — ¿Qué hacemos aquí? —preguntó Tony a su padre en un susurro. — Tus hermanas querían venir —contestó Edward. — ¿Al cementerio? Puff —se quejó una vez más— esta tarde hay un partido de Mariners y me lo estoy perdiendo por su culpa. — ¿Crees que no lo sé? —preguntó Edward— tu tío Emmett no invitó a verlo en su casa. — ¿En la pantalla de de cincuenta y dos pulgadas? —preguntó Tony, su padre asintió— voy a matar a Emma y a Sissi… ¿no podían venir ellas solas? — Tranquilo, acabaremos pronto… podremos ver al menos el final —le dijo Edward para tranquilizarlo— o eso espero… Bella miró por sobre su hombro a Edward y a Tony y les dedicó una mirada de advertencia para que se mantuviesen en silencio. Ellos solo bajaron la mirada y fingieron estar avergonzados mientras camuflaban unas risitas con tos fingida. Sissi se mantenía al lado de su madre… pero Emma estaba frente a la tumba con un ramo de margaritas blancas. Lo dejó sobre esta y suspiró. No sabía que pensar… por un lado sentía la curiosidad de haber conocido a una de las personas que le dio la vida, pero por otro no podía perdonarle que hubiese golpeado a su madre. Pero sin más se giró sobre sus talones y miró a Bella con una sonrisa. — ¿Nos vamos? —preguntó feliz. Bella parpadeó confundida y frunció el ceño. — ¿Ya está? ¿no necesitas más tiempo? —preguntó. — No… solo quería conocerlo, ya lo he hecho y podemos irnos —dijo Emma caminando hasta ponerse al lado de su padre y su hermano— ¿Nos vamos a casa del tío Emm? Si apuramos todavía llegaremos a tiempo para ver el partido.

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Golpes y miel — Naobi C.

Los dos le contestaron con una sonrisa y se fueron los tres a paso rápido hacia el coche. Bella los miró alejarse y pensó en su hija... después de todo si se parecía a ella más de lo que la gente decía, su pelo rubio y sus ojos azules despistaban. Pero bajo todo eso la misma fortaleza que demostró ella años antes estaba presente en Emma. — ¡Mamá! —gritó Tony por la ventanilla abierta— si no te apuras irás andando. — ¿Quién dice eso? —preguntó Bella caminando al lado de Sissi. — ¿Lo dice papá? —dijo el niño en tono de pregunta. Bella y su hija negaron con la cabeza y se metieron dentro del coche. ... Y así era un día más en la pequeña familia Cullen…

Fin…

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NOTA DEL AUTOR Si habéis disfrutado con su lectura, me siento pagada, mi único objetivo es escribir y dejarme llevar. Así mismo, os invito a que me enviéis vuestras impresiones mediante Facebook (Naobi Chan), Twitter (@NaobiChan) o este blog. En caso de que la obra haya llegado a vuestras manos por un medio diferente a su descarga desde mi blog, por favor, visitadme naobichan.blogspot.com, y descargad el archivo que hayáis disfrutado o alguno más que sea de vuestro agrado. Gracias, Naobi.

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