La Autoestima

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CÓMO DESARROLLAR UNA AUTOESTIMA SALUDABLE Tener una opinión saludable y realista de ti mismo es un elemento clave para fomentar tu capacidad de triunfar en la vida. En este librito, el escritor Mart DeHaan comparte una perspectiva bíblica sobre la importancia de la autoestima, para ayudarte a entender mejor cuál es la opinión que más importa en la vida. Descubre lo que significa confiar en el consejo, el amor y el poder de Dios, la Persona más significativa de la vida. MART DEHAAN, nieto del fundador de Ministerios Nuestro Pan Diario, el Dr. M. R. DeHaan, e hijo del ex presidente Richard W. DeHaan, trabaja en este ministerio desde 1973. Mart participa de un programa de estudio bíblico que se emite por radio y televisión, y es también autor de muchos libritos de la Serie Tiempo de Buscar. Mart y su esposa, Diane, tienen dos hijos.

La autoestima ¿Qué enseña la Biblia?

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Mart DeHaan

Introducción

La autoestima

¿Qué enseña la Biblia?

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lgunos creen que la autoestima y la Biblia no van juntos. Otros están convencidos de que no hay mejor lugar para encontrar el respeto y la aceptación de uno mismo. La verdad es que la autoestima se puede buscar con orgullo o con humildad. Se puede cultivar dentro de los límites de la sabiduría bíblica o fuera de ellos. Las páginas siguientes se han escrito con la seguridad de que nadie tiene más posibilidades de respetarse a uno mismo y considerarse digno que aquellos que aprenden a mirarse desde la perspectiva celestial. Nadie tiene una opinión más saludable y realista de sí mismo que aquel que cree que puede hacer cualquier cosa que Dios lo capacita para hacer. Mart DeHaan

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Índice 1

¿Por qué es tan importante la autoestima? . . . . . . . . . . . . . .3

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¿De dónde proviene una mala autoimagen? . . . . . . . . . . . . 6

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¿Qué deberíamos pensar sobre nosotros?. . . . . . . . . . . . . . . 7

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¿Según qué valores nos percibimos?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14

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¿Somos inherentemente buenos o malos? . . . . . . . . . . . . . 18

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¿La opinión de quién es la más importante?. . . . . . . . . . . .22

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¿Podemos ser cualquier cosa que nos propongamos?. . 27

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Una ayuda para ayudar a otros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28

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Un nuevo comienzo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30

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¿Dónde puedes comenzar?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32

TÍTULO DEL ORIGINAL: SELF-ESTEEM — What Does The Bible Say? FOTOGRAFÍA DE PORTADA: via Pixabay.com CC0 Creative Commons Imágenes internas: via Pixabay.com CC0 Creative Commons ISBN: 978-1-68043-622-8 A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas están tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS © Copyright 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso. Copyright © 2001, 2008, 2018 Ministerios Nuestro Pan Diario, Grand Rapids, Michigan Impreso en EE.UU.

SPANISH

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¿Por qué es tan importante la autoestima?

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e sentaban juntos en la clase de biología en la escuela secundaria. Sin embargo, vivían en mundos diferentes. Él parecía tener la vida resuelta. Ella tenía mucho que superar. Él venía de una familia agraciada con buenos rasgos, había crecido en un vecindario adinerado y tenía muchos de los privilegios sociales que suelen asociarse con la riqueza y el éxito. Ella tenía un rostro común y corriente, venía de una familia obrera y tenía que esforzarse por obtener calificaciones promedio. Además, había otro aspecto en el cual eran diferentes. Él estaba lleno de dudas sobre sí mismo, no le gustaba su apariencia y sospechaba que los demás solo le prestaban atención por el dinero de su familia. Ella era increíblemente feliz, bien adaptada y, aunque era consciente de sus limitaciones, estaba decidida a superar las expectativas que los demás tenían para ella. Eran dos personas con dos maneras distintas de percibirse. Lo que él tenía en ventajas materiales, ella lo tenía en autoestima y respeto por sí misma. Lo que él tenía en apariencia, ella lo tenía en aceptación propia. Juntos, nos recuerdan que todos tenemos una manera de mirarnos que influye y determina si nos sentimos adecuados o inadecuados, valiosos o inútiles, o si sentimos que les gustamos o no les gustamos a los demás. Lo que puede parecer difícil de entender es que la manera en que nos percibimos no depende solo de nuestra apariencia ni de nuestras habilidades. Lo que importa mucho más es que nuestra opinión de nosotros mismos depende en gran parte de la manera en la cual las

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personas importantes de nuestra vida nos han enseñado a percibirnos. Si las personas significativas de nuestra vida nos han ayudado a sentirnos importantes y amados, nos inclinaremos a tener una opinión saludable de nosotros mismos. Si nos han dado razón para sentirnos inadecuados e innecesarios, lo más probable es que nos encontremos pensando lo siguiente: • «Algo no está bien en mí» • «No pertenezco aquí» • «No me gusto» • «No tengo lo que hace falta» • «En comparación, no doy la talla» • «Quiero esconderme» La mala autoestima es una maldición. Cada vez más personas se están dando cuenta de que si sientes que no tienes nada para ofrecer, actuarás como si no tuvieras nada para ofrecer. Si tienes una opinión deficiente de ti mismo, tenderás a actuar de manera deficiente. Si tienes una imagen pobre de ti mismo, te verás inclinado a alejarte de relaciones interpersonales y desafíos. Si estás seguro de que vas a fracasar, lo más probable es que lo hagas. La baja autoestima es como una profecía que, por su propia naturaleza, contribuye a cumplirse. Si crees que no tienes lo necesario para ganar en la vida, serás propenso a confirmar tu propia predicción. Por el contrario, la buena autoestima es una bendición. Aquellos que creen que tienen algo para ofrecer, tienen más probabilidades de dejar una huella ¿Por qué será que positiva en la vida de los demás. Los que nuestra percepción tienen un respeto saludable por sí mismos personal no siempre suelen buscar relaciones interpersonales está determinada por y desafíos. Los que tienen un buen la situación que nos concepto de sí mismos, en general, cumplen sus propias expectativas. ha tocado vivir? 4

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Sin embargo, la autoestima tiene una desventaja. Aun si reconocemos que un respeto saludable por uno mismo es provechoso, es necesario entender que la clase de pensamiento positivo que se suele fomentar en la educación, en los medios de comunicación e incluso en los círculos religiosos tiene sus peligros. En un esfuerzo por ayudar a los demás a despojarse de los sentimientos de desprecio y rechazo de uno mismo, muchos han estimulado falsas esperanzas. Una autoestima saludable debe ser realista. No se trata de una confianza en uno mismo que afirme: • «Puedo ser cualquier cosa que me proponga» • «Merezco más» • «No necesito la ayuda de nadie» • «No tengo ningún reproche» • «No tengo ningún temor» En cambio, la clase correcta de respeto por uno mismo descansa en una evaluación justa de nuestras verdaderas fortalezas y debilidades. Una autoestima saludable se expresa con una seguridad que declara: • «Mi vida tiene un propósito» • «Pertenezco aquí» • «Puedo amar y recibir amor» • «Necesito a otras personas, tal como ellas me necesitan a mí» • «Buscaré perdón por mis ofensas» • «Puedo ser cualquier cosa que Dios quiera para mí» Tener una opinión más elevada de nosotros mismos de lo que deberíamos nos hace el mismo daño que una baja autoestima. El autoengaño puede llevarnos a que impongamos exigencias injustas sobre los demás. Puede impulsarnos a Una autoestima creernos con derechos que en realidad saludable debe ser no tenemos. Puede llevarnos a ignorar nuestra necesidad de Dios y de los demás. realista.



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¿De dónde proviene una mala autoimagen?

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veces, nuestra manera de percibirnos puede rastrearse hasta nuestros padres. Hace mucho, Moisés, el autor humano de los primeros cinco libros de la Biblia, describió cómo «la iniquidad de los padres» puede tener consecuencias negativas en la vida de sus hijos (ÉXODO 20:5). Actualmente, las historias personales de adultos que estuvieron expuestos en su infancia al rechazo, la negligencia, el alcoholismo, la drogadicción y el abuso físico y emocional de sus padres ilustran este punto. Por más resistentes y dispuestos a perdonar que sean los niños, no escapan fácilmente de los efectos de un padre que ignoró sus necesidades de amor y respeto. A los hombres y las mujeres físicamente maduros que experimentaron rechazo a temprana edad suele costarles durante el resto de sus vidas sentirse bien consigo mismos. A veces, los niños que no han recibido amor se pasan toda la vida haciendo cualquier cosa, de manera consciente o inconsciente, para evitar que los vuelvan a lastimar. Es común que las personas que temen un rechazo mayor se recluyan en la oscuridad de la depresión, la dependencia química, la promiscuidad sexual o los temores irrazonables. Algunos huyen de la intimidad emocional y las relaciones significativas por miedo a que los vuelvan a rechazar. Sin embargo, en cada caso, el dolor de la huida los hace sentirse peor consigo mismos. Su autoestima se hunde cada vez más. Se sienten mal y actúan peor. Entonces, se sienten peor todavía por lo que han hecho.

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¿Qué deberíamos pensar sobre nosotros?

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n el libro apócrifo de Sirac, hay un comentario interesante sobre la autoestima. En La Biblia de Jerusalén, encontramos estas palabras: Hijo, gloríate con moderación, y estímate en lo que vales. Al que peca contra sí mismo, ¿quién le justificará? ¿Quién apreciará al que desprecia su vida? (SIRAC 10:28-29). Para algunas personas, esta afirmación se hace eco de la sabiduría práctica. Muchos han descubierto que si no creen en sí mismos, lo más probable es que los demás tampoco crean en ellos. Sin embargo, aunque el libro de Sirac se incluye en algunas versiones de la Biblia, no está reconocido por la Iglesia como inspirado y fidedigno. Por lo tanto, tenemos que hacer con esta cita lo mismo que hacemos con otros pensamientos e ideas. Tenemos que ver si el resto de la Biblia apoya la idea de que es bueno gloriarse con moderación, o tener autoestima con humildad. Como podríamos esperar, es fácil encontrar en la Escritura enseñanzas sobre la humildad. A primera vista, la Biblia parece más preocupada por aquellos que tienen una opinión excesivamente elevada de sí mismos que con los que luchan con una baja autoestima. Por ejemplo, en su carta a los romanos, el apóstol Pablo escribió: Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno (12:3).

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Pero ¿qué quería decir Pablo cuando afirmó que debemos «[pensar] con buen juicio [sobre nosotros mismos], según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno»? Para responder a esta Es importante tener pregunta, es importante ver el significado de estas palabras en su contexto una autoimagen original. Cuando seguimos leyendo, saludable que refleje encontramos primeramente que Pablo nuestra dependencia quería que sus lectores se apoyaran unos en otros y dependieran de las fortalezas de Dios. mutuas (12:4-8). Segundo, cuando Pablo usó la expresión buen juicio, estaba desalentando a sus lectores de creer que podían hacer lo que quisieran, o que podían ser cualquier cosa que se propusieran. En cambio, los alentó a tener un buen juicio respecto a su propia persona, arraigado en el realismo y el dominio propio. Tercero, aunque Pablo defendía el dominio propio, les pidió a sus lectores que se consideraran personas que entendían su dependencia mutua y de Dios. En otra carta, el apóstol mostró con su propio ejemplo que en cuestiones que superaban su comprensión, descansaba en Dios. Con la convicción de que solo Dios entiende el propósito y el carácter de nuestras vidas, escribió: Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos y comparándose consigo mismos, carecen de entendimiento. […] Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba (2 CORINTIOS 10:12, 18). Cuando leemos estas palabras en contexto, nos pintan un cuadro de un apóstol que escribía, tanto con humildad como con la dignidad del respeto por sí mismo. Aunque estaba comprometido con ser afable y 8

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servicial con los demás (10:1), también se creía capaz de hacer cualquier cosa que Dios le indicara (10:2-6). La seguridad de Pablo estaba en Dios, no en sí mismo ni en la opinión de los demás.

La medida según los estándares humanos

Aunque la Biblia fomenta una conciencia del valor personal que tiene su origen en Dios, los programas educativos o basados en la comunidad suelen considerar que es necesario alentar la autoestima y el respeto por uno mismo dejando de lado a Dios y la religión. Esto podría ser para mantener a los niños en la escuela, evitar embarazos adolescentes o escapar de los hábitos autodestructivos de las drogas, las pandillas o el alcohol, pero muchos programas se basan en la creencia de que una buena autoestima se puede fomentar de la misma manera que la mayoría de los valores humanos más comunes y fundamentales. Sin apelar a la autoridad religiosa o espiritual, los educadores y oradores motivacionales animan a los jóvenes a creer cosas como: «No eres una basura. Eres especial. No permitas que los demás te usen. Sé tú mismo. Aprende a quererte. Confía en tus instintos y sigue tu propio corazón. Sé todo lo que puedes ser. Busca lo mejor para ti, porque nadie más lo hará». Estos intentos de fomentar una autoimagen positiva tienen su valor. Sin duda, muchos jóvenes han recibido la motivación para seguir estudiando y hacer algo con sus vidas porque alguien creyó en ellos; o al menos, les enseñó a creer en sí mismos. LA AUTOESTIMA HOMBRE Ámate a ti mismo Promociónate a ti mismo Vive para ti mismo

DIOS Ama a los demás como a ti mismo Humíllate Muere a ti mismo

Al mismo tiempo, gran parte de lo que se enseña en nombre de la autoestima conlleva una espiritualidad sutil que puede ser engañosa. Afirmar que las personas pueden ser cualquier cosa que se propongan es verdad solo hasta cierto punto. Declarar que no

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hay razón para sentirse mal por lo que uno ha hecho no suele ser cierto. Fomentar que no haya nada de temor, de culpa, de reproche ni, en última instancia, de rendición de cuentas con nadie más que con uno mismo solo emparcha la situación a corto plazo. A la larga, los intentos de lograr que una persona se sienta mejor a expensas de la verdad constituyen un consejo que termina en reproches y desesperación duraderos.

La medida según los estándares del cielo

La Biblia nos enseña a ver el valor de nuestra vida añadiendo la perspectiva de Dios a la nuestra. No obstante, el camino a esta clase de autoestima final presenta un desafío. Las Escrituras no solo reconocen la importancia de amarnos a nosotros mismos. También conectan nuestro bienestar y felicidad supremos a nuestra disposición de ver los beneficios perdurables de saber cuándo mirarnos de manera negativa o con pesar. A esta altura, seguramente te preguntas si quieres seguir leyendo. Por favor, no te detengas ahora. No tengas miedo. La felicidad y la salud emocional que Dios ofrece son infinita y eternamente mejores que cualquier cosa que puedas perder en el proceso. Bien entendida, la pregunta no es si puedes buscar una autoestima que se apoye en lo espiritual. La pregunta es si puedes pasar por alto la única clase de dignidad y respeto por uno mismo que importará de aquí a cien años. Así que, por favor, sigue leyendo… no solo por tu bien, sino por el de aquellos a quienes influye tu vida. Al principio, parecerá que el enfoque bíblico de la autoestima va en contra de todos tus instintos. Pero esto se debe a que Dios ve todo con mucha más claridad que nosotros. Él sabe que a la larga, solo seremos felices si aprendemos a ver la importancia de amarnos, aborrecernos y morir a nosotros mismos. Veamos cada una de estas cosas.

El amor por uno mismo

Paradójicamente, la Biblia da por sentado nuestro amor propio. Jesús pareció reconocerlo cuando afirmó: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (MATEO 22:39). 10

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El apóstol Pablo, mientras aconsejaba a las parejas casadas, dijo algo más directo sobre nuestra inclinación natural a amarnos a nosotros mismos: Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia (EFESIOS 5:28-29). Nuestra propia experiencia probablemente lo corrobore. De forma habitual, cuidamos nuestro cuerpo alimentándolo, vistiéndolo y protegiéndolo. Naturalmente, cuidamos nuestros propios derechos y solemos frustrarnos o enojarnos si los demás se aprovechan de nosotros. Estamos tan concentrados en nosotros mismos que cuando no damos la talla según nuestras propias expectativas o las de los demás, podemos disgustarnos con otros e incluso enojarnos con nosotros mismos. Sin embargo, lo que a veces olvidamos es que la única razón por la cual no nos gusta nuestra apariencia o nos desalientan nuestros fracasos es que, por naturaleza, nos importa lo que nos sucede. Si no fuera así, no nos importaría nuestra apariencia. No nos importaría lo que los demás piensan de nosotros. No nos importaría que algo nos duela en nuestro interior. No le dedicaríamos tiempo a la imagen que vemos en el espejo. Si no tuviéramos amor propio, no contemplaríamos la idea de que quizá estaríamos mejor muertos. Pero ahora viene la parte realmente confusa. Según la Biblia, si Si no tuviéramos verdaderamente te amas a ti mismo, amor propio, no también te aborrecerás. nos importaría si

El odio por uno mismo

¿Qué dice la Biblia sobre aborrecerse a uno mismo? Hay algo claro. Dios no nos enseña

nos sentimos bien o mal respecto a nosotros mismos. ¿Qué enseña la Biblia?

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a detestar nuestras orejas grandes, nuestra nariz torcida o nuestras piernas cortas. No nos pide que despreciemos nuestra piel, nuestro cabello indomable ni tampoco nuestra molesta mala memoria o nuestra torpeza. Lo que quiere que aborrezcamos es algo mucho más serio y peligroso para nuestra salud: el egoísmo recalcitrante de nuestra naturaleza humana caída. Pablo reconoció esta tendencia cuando escribió: Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? (ROMANOS 7:21-24). La frustración personal de Pablo puede parecer una mala elección para hablar de la autoestima. Pero su disposición a aborrecer aquella parte de su persona que era infructuosa espiritualmente tiene paralelos en la vida cotidiana. Al aprender a ver la debilidad y los fracasos de su propia naturaleza humana, Pablo es como el constructor que tiene que tirar abajo un edificio declarado en ruinas antes de poder levantar una casa en el mismo lote. Es como el entrenador al que le resulta necesario derribar la confianza de sus jugadores en sí mismos antes de que estén dispuestos a jugar como él les indica. De manera similar, al Señor le parece necesario mostrarnos que no tenemos razón verdadera para sentirnos bien con nosotros mismos si es que estamos decididos a vivir para nosotros y a confiar en nuestras propias fuerzas. Es necesario que aborrezcamos de tal manera esta tendencia que, al igual que Pablo, clamemos a Dios para que nos libre de ella. En el proceso, nos preparamos para otro paso necesario pero desconcertante.

Morir a uno mismo

Antes de hacer algún avance significativo en nuestro crecimiento espiritual y de alcanzar una autoestima madura y satisfactoria, la Biblia 12

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nos dice que también tenemos que aprender a morir a nosotros mismos. Una vez más, esto parece ilógico… ¡tener que morir a uno mismo para que aumente la autoestima! Pero es verdad. Jesús dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo (LUCAS 14:26-27).

Debemos morir a nuestros propios esfuerzos de proteger nuestra imagen y nuestro sentido de bienestar.

Debemos estar dispuestos a poner a Jesús antes que a cualquier otra relación (VER JUAN 12:25). Para poder ser felices, necesitamos dejar de lado toda otra confianza y fuente de vida. Así como una semilla debe morir para producir una planta, nosotros también necesitamos enterrar nuestra confianza en cualquier otra cosa antes de poder descubrir la bienaventuranza suprema de descubrir nuestra vida, nuestra dignidad y nuestra aceptación propia a través de una absoluta dependencia de Dios. Tal vez todo esto nos parezca innecesariamente severo y contraproducente, pero si pudiéramos vernos a nosotros mismos y a nuestro futuro desde la ventana de la eternidad, veríamos que cualquier seguridad o esperanza que compita con Dios por el control de nuestra vida es una amenaza a nuestro bienestar. Fuimos hechos para servir a nuestro Creador. Fuimos creados para sentirnos bien —para sentirnos maravillosamente— respecto al privilegio de ser sus siervos. Además, fuimos diseñados para sentirnos vacíos e insatisfechos si intentamos servir a cualquier persona o cosa que no sea Dios mismo (VER ECLESIASTÉS 12:9-14).



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¿Según qué valores nos percibimos?

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esta altura, debería ser evidente que nuestro Padre celestial, al igual que todos los demás padres amorosos, quiere que estemos contentos con nosotros mismos. Sin embargo, Él desea que esto suceda según sus términos, no los nuestros. Esto puede parecer una mala noticia, pero no lo es. Los valores del cielo son muchísimo más ricos y significativos que los valores efímeros que suelen captar nuestra atención.

La medida según los estándares humanos

Nuestra inclinación natural es a pensar que nuestro bienestar y nuestra capacidad de estar contentos con nosotros mismos dependen de valores como los siguientes: Belleza Fuerza física Poder adquisitivo Prominencia

Inteligencia Apariencia Habilidad Posesiones

Dinero Capacidad Placer Poder

Si estos son nuestros valores, estamos en problemas. Independientemente de cómo se los describa, son valores superficiales, efímeros y engañosos. Nuestro patrimonio no equivale a la suma total de nuestra apariencia, habilidades y poder adquisitivo. Es una gran mentira la que intenta convencernos de que nos sintamos mal por salir perdiendo cuando nos comparamos con los demás en belleza, inteligencia, dinero o fuerza física. Es una mentira de proporciones astronómicas la que nos hace pensar que el verdadero valor se encuentra en un rostro bonito, un cuerpo bien vestido, una mente afilada o una cuenta bancaria repleta. 14

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Sin embargo, en gran medida, a los niños del mundo se los cuida o se los desatiende, se los mima o se los desprecia según la estructura ósea y los depósitos grasos de sus cuerpos, su rapidez mental o el estado social de sus padres. Se los cría Lo que valoramos para que se sientan bien o mal respecto determinará cómo a sí mismos según cómo encajan en el nos sentimos respecto molde egoísta y en continuo cambio del a nosotros mismos… mundo que los rodea. Entonces ¿deberíamos despreciar y cuánto durará siempre estos otros valores? No, ya que esa sensación. tienen su lugar. Necesitamos cultivar y apreciar la riqueza, la apariencia, la habilidad y la influencia, siempre y cuando haya valores superiores que nos muestren que es adecuado hacerlo. Debemos aprovechar al máximo lo que el Señor nos ha dado. No está mal ser una persona bien acicalada y que coordina los colores. Y en cierto sentido, esto puede ayudarnos a sentirnos mejor respecto a nosotros mismos. Pero en cuanto al verdadero fundamento de la autoestima, tenemos que edificar sobre la verdad de lo que el Señor le dijo al profeta Samuel, mientras le mostraba al próximo rey de Israel. Sobre uno de los «candidatos ideales», el Señor dijo: No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón (1 SAMUEL 16:7). Sin embargo, después de registrar la importancia de la «visión interior» de Dios, el mismo capítulo describe a David, el ungido del Señor, como «rubio, de ojos hermosos y bien parecido» (1 SAMUEL 16:12). Al parecer, el Señor mismo ve la importancia práctica de las



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consideraciones humanas, mientras deja en claro que su mirada está puesta en el corazón. Después, tenemos al profeta Jeremías. Él le declaró a su mundo perturbado y moribundo: Así dice el Señor: No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor… (JEREMÍAS 9:23-24).

La medida según los estándares del cielo

¿Qué nos impulsa más: el dinero o nuestra integridad? ¿Qué nos preocupa más: lucir bien o hacer el bien? ¿Nos interesa más lo que podemos obtener de los demás o lo que podemos dar? ¿Nos conformamos con reflejar nuestras circunstancias o nos elevamos por encima de ellas como personas con un rumbo, un propósito y un principio interiores? Estas cuestiones del carácter pueden marcar una inmensa diferencia en cuanto a cómo nos sentimos respecto a nosotros mismos. Sin embargo, la mayor diferencia la marca el carácter que Dios mismo desarrolla en nosotros. VALORES HOMBRE Apariencia Inteligencia Riquezas Talento

DIOS Carácter Actitud Generosidad Fidelidad

¿Qué tenemos que hacer para desarrollar este carácter? Hay varias maneras de responder a esta pregunta. La carta del apóstol Pablo a los romanos es útil porque vincula la calidad de nuestra relación con Dios con una opinión saludable de nosotros mismos. En el capítulo 12, el apóstol describe tres pasos que acompañan la clase de autoestima que Dios busca. Según Pablo: (1) tenemos que dejar de lado nuestros propios derechos y confiar en Dios en cuanto a lo que Él quiera hacer con nosotros; (2) tenemos que resistir la presión social de 16

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conformarnos a valores materialistas; (3) tenemos que renovar nuestra mente con las palabras y los pensamientos de Dios. Observa cómo Pablo incluyó estos elementos y los conectó con la manera en que Dios quiere que nos veamos: Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que [paso 1] presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y [paso 2] no os adaptéis a este mundo, sino [paso 3] transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros [resultado:] que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno (ROMANOS 12:1-3). Pablo siguió describiendo los resultados de esta entrega (12:4-21). Sus palabras nos muestran que aquellos que viven según estos principios pueden sentirse bien consigo mismos y con lo que están haciendo. De muchas maneras distintas, Pablo animó a sus lectores a no dejarse vencer por el mal, sino a vencer el mal con el bien (v. 21).



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¿Somos inherentemente buenos o malos?

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omo ya vimos, el enfoque bíblico para una opinión saludable y realista de nosotros mismos es una moneda de dos caras. Un lado nos da una razón para sentirnos bien acerca de nosotros mismos. El otro nos da una razón para sentirnos mal. Si intentamos hacer hincapié en cualquier lado mientras descuidamos el otro, terminamos con una opinión de nuestra persona que está más inclinada a reflejar los estándares humanos que los de Dios.

La medida según los estándares humanos

Según ciertos científicos sociales y educadores, los humanos no nacen malos. Las influencias formativas de nuestro ambiente son las que nos dañan. Aunque hay patrones y tendencias similares de conducta humana que aparecen en todas las culturas, muchos siguen considerando que las fallas del carácter humano están escritas por la tiza de la presión social en lo que comienza como una pizarra en blanco de inocencia. Creen que todos empezamos con una pizarra en blanco y que la naturaleza humana es amoral, hasta que el niño empieza a interactuar con la sociedad. LA NATURALEZA HUMANA HOMBRE DIOS Nacido sin propósito Creado por Dios y para Dios Nacido inocente Nacido pecaminoso Esencialmente bueno Inherentemente malo Una evolución de la materia Creado a imagen de Dios

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Otra perspectiva se suma a aquellas que ven la humanidad como el resultado de una evolución naturalista. Algunos creen que el género humano es una especie animal sofisticada y relacionada con toda la otra vida en el planeta mediante procesos de accidente y adaptación. Según esta norma, la naturaleza humana no es buena ni mala, sino más bien, una expresión constante de la supervivencia del más apto.

La medida según los estándares del cielo

Según la visión bíblica de la naturaleza humana, somos formados por los polos opuestos de la dignidad espiritual y la depravación moral. Desde Génesis hasta Apocalipsis, encontramos una descripción de nuestra humanidad que es a la vez más elogiosa y más crítica que la que encontramos en cualquier libro de texto de ciencias sociales.

La dignidad espiritual

De acuerdo con la Biblia, la naturaleza humana conlleva una dignidad inherente. Génesis nos describe como una raza de seres creados a imagen de Dios. Esto nos separa del resto. Los cuervos, los cocodrilos y los grillos fueron hechos por Él y para Él. Sin embargo, no fueron creados con una capacidad de conocer a Dios, disfrutar de Él, obedecerle y hablar con Él. Eso fue reservado para nosotros. Fuimos hechos a su imagen… cada uno de nosotros. Por lo tanto, cada uno es eternamente más valioso que el perro de la familia (aunque a veces lo tratan mejor), mucho más valioso que un río, un océano o una montaña, y mucho más valioso que todos los bienes combinados de nuestro planeta. Debido a la etiqueta del diseñador que llevamos puesta, y debido al propósito por el cual fuimos creados, sería imposible que alguno de nosotros estimara correctamente su valor personal inherente. David, el antiguo rey de Israel, entendía la fuente de esta dignidad. Conocido como «un hombre conforme al corazón de Dios», captó el origen del valor humano cuando oró:



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Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra. Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos (SALMO 139:13-16). Tal vez no tengamos la apariencia, las habilidades o los privilegios sociales que quisiéramos tener. Sin embargo, existimos por la voluntad y la sabiduría del Dios que nos creó para sí mismo. Más allá de que seamos bien parecidos o no, ricos o pobres, o que tengamos ascendencia africana, asiática o europea, Dios nos creó para que lo conozcamos, lo honremos y disfrutemos de Él para siempre.

La depravación moral

Sin embargo, es igualmente evidente que ninguno de nosotros existe en su condición prístina. Los teólogos utilizan el término depravación para describir el grado al que nuestra separación espiritual de Dios ha dañado cada parte de la personalidad humana. La depravación moral que compartimos no implica que seamos tan malos como podríamos ser. En cambio, significa que somos seres caídos y rotos que, desde nuestro nacimiento, padecemos tal deficiencia espiritual que tendemos a vivir para nosotros mismos y de maneras egoístas. Pagamos un alto precio por esta condición espiritual heredada. Terminamos sintiéndonos bien por cosas malas y mal por cosas buenas. Todos sentimos el tirón de la tentación sexual, el poder social y la indulgencia material. Demasiado a menudo, recurrimos a maneras agresivas y airadas de lidiar con aquellos que compiten con nosotros por recursos limitados. Nos vamos turnando en comprobar lo que afirma la Biblia sobre la naturaleza humana (ROMANOS 1–3). ¿Acaso nuestra condición espiritual afecta la imagen que tenemos de nosotros mismos? ¡De la misma manera que el agua afecta a un pez! Es difícil sentirnos bien con nosotros mismos cuando 20

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intuitivamente sabemos que algo anda mal. Algo en lo profundo de nuestro ser nos avisa que fuimos hechos para caminar en terreno más alto, para respirar un aire más puro y para disfrutar de relaciones interpersonales más llenas de amor. Sin embargo, no es de sorprender que los giros y las vueltas de nuestra propia naturaleza entorpezcan las soluciones. Una seguridad obstinada en uno mismo —uno de los síntomas de nuestra naturaleza humana defectuosa— suele empeorar una baja autoestima. Con exigencias sutiles y egoístas, le mostramos al mundo que no nos gusta lo que nos sucede. Pensamos que merecemos algo mejor. Estamos enojados porque no podemos tener la apariencia, las habilidades, las relaciones o las circunstancias que otros tienen. No nos gusta cómo somos. Queremos algo mejor. Pensamos que nuestra autoestima necesita un empujoncito. Lo que no vemos es que nuestra propia depravación puede engañarnos. No nos damos cuenta de que lo que considerábamos una baja autoestima puede ser en realidad un orgullo herido. A veces, nuestro orgullo magullado es lo que nos impulsa a luchar con el enojo y la envidia. No, no es fácil aceptarlo. Pero es verdad. A veces, nuestra vanidad escondida es la que nos convence de que, como nos han herido, tenemos que herir a los demás. En lugar de superar el problema, quedamos enredados allí. Les hacemos a los demás lo que nos han hecho a nosotros.



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¿La opinión de quién es la más importante?

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egún la Biblia, la respuesta suprema para nuestras necesidades espirituales es más que adecuada para rescatarnos de las garras de la baja autoestima. Paradójicamente, la misma solución puede librarnos de una opinión demasiado elevada de nosotros mismos. Sin embargo, una vez más, necesitamos ver la diferencia entre percibirnos y medirnos según estándares humanos o según la medida del cielo. En algún momento, debemos decidir la opinión de quién remodelará nuestra manera de pensar en nosotros mismos.

La medida según los estándares humanos

Hay quienes afirman que la única manera de escapar de la trampa de la baja autoestima es considerar que tú eres la persona más importante de tu vida. La medida del hombre declara: «La solución está dentro de ti. Debes buscar en lo profundo de tu ser los recursos necesarios para elevarte por encima de los rechazos, los insultos y la injusticia. Puedes hacerlo. Otros lo han hecho, así que tú también puedes. Puedes ser cualquier cosa que te propongas. Sueña en grande. Créelo. Alcánzalo. Lo único que debes hacer es creer en ti mismo, confiar en tus recursos y depender de tus esfuerzos. No esperes a nadie más. Eres el número uno. No te pares al final de la hilera. Empuja para llegar al frente. Genera tus propias oportunidades. No esperes una invitación. No seas un felpudo. No te conformes con nada menos que con tus sueños. Te lo mereces. Ya llegará lo que esperas. Eres la persona más importante de tu vida». 22

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Lo que es cierto de esta perspectiva es que necesitamos valor y fuerza de voluntad para tomar decisiones provechosas. Pero ahí no termina la cosa. Hay una mejor manera. PERSONA IMPORTANTE HOMBRE DIOS Tú tienes respuestas Dios da las respuestas Puedes hacer todo lo que te propongas Puedes hacer lo que Dios desea que hagas Tienes fuerza Dios da la fuerza Cree en ti mismo Cree en Dios

La medida según los estándares del cielo

Según la Biblia, la persona más importante de tu vida no eres tú, sino Aquel que se interesa más por ti de lo que puedes imaginar (VER EFESIOS 3:14-21). Por más que parezca increíble, en los capítulos que van contando la historia más maravillosa que se haya contado jamás, el gran Rey y Creador del Génesis aparece en la historia como nuestro Salvador. Después de darnos vida (JUAN 1:1-4), el mismo Dios tomó de manera milagrosa forma de hombre para venir a rescatarnos (JUAN 1:14). De acuerdo a los relatos combinados de los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, nuestro Creador vivió por nosotros y entre nosotros en la persona de Jesucristo. Pero según estos mismos relatos, Jesús hizo más que vivir por nosotros… también murió por nosotros. Lo que Dios hizo en la persona de su Hijo es suficiente para cambiar nuestra manera de percibirnos hoy y para siempre. En su vida, Jesús nos dio toda razón para confiar en que había venido en nombre del cielo. En su muerte, aceptó el castigo de todo lo que debería hacernos sentir mal. En su resurrección, mostró su poder de vencer a nuestro peor enemigo y de llevarnos a alcanzar nuestro máximo potencial. ¡Qué historia tan maravillosa! El supremo intercambio de prisioneros. Primeramente, tomó nuestro lugar al morir en la cruz. Entonces, después de destruir todo lo que podía dañarnos, nos bridó

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un intercambio admirable: su perdón por nuestra culpa, su fortaleza por nuestra debilidad, su bondad por nuestra depravación. Los términos de este intercambio son notablemente claros. Cuando admitimos nuestra culpa y confiamos en Él, Cristo nos da una nueva identidad, un nuevo pasado, una nueva dirección y una nueva profesión. Es decir, nos ofrece una vida completamente nueva, y con ella, viene una nueva manera de percibirnos.

En Cristo, tenemos una posición segura

Una vez que confiamos en Cristo como Salvador, tenemos una relación irreversible con Él. Nosotros estamos en Él. Él está en nosotros. Parece demasiado bueno como para ser real. Pero como podemos confiar en la Biblia, sabemos que es verdad. Cristo peleó y ganó una batalla que jamás habríamos podido pelear ni ganar por nuestra cuenta. Eso lo transforma en nuestro Salvador, nuestro Señor, nuestra vida, nuestro perdón, nuestra esperanza, nuestra protección, nuestra fuente de todo lo que jamás podríamos pedir… y más. Eso lo transforma en alguien infinita y eternamente más importante y significativo que cualquier otra persona de nuestra vida. Eso nos da plena razón para confiar en lo que Él dice sobre nosotros. Puede parecer difícil aceptar todas estas cosas. Tal vez, en tu interior, todo te dicta que preferirías tener la aprobación de tu padre, el afecto de tu madre, el respeto de tu hijo o el amor incondicional de tu pareja. Pero ¿es esta verdaderamente la respuesta? ¿Cuán significativas son estas personas en comparación con Aquel que te diseñó y que luego murió por ti? Tal vez digas: «Pero todo eso parece tan teórico, tan etéreo, tan lejano». Entonces, empecemos con algo más cercano. Digamos que tu apariencia es bastante común y corriente. Vienes de una familia con un padre alcohólico, una madre ausente y hermanos que parecían dedicados a amargarte la vida. Digamos que eres pobre, emocionalmente inestable y que tomas calmantes para poder vivir el 24

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día a día. ¿Qué puede hacer Cristo por ti en esa situación? Bueno, si confiaste en Él como tu Salvador, abre la ventana y deja entrar aire fresco. No confines tu realidad al aire viciado de tus circunstancias limitadas. La vida es más grande. Dios es más grande. La eternidad es mucho más grande. Permite que tu corazón quede prendado de la Persona más importante de tu vida. Cree en Él cuando te dice que las cosas mejorarán para ti. ¡Cree en Él cuando te dice que lo mejor está por venir! Confía en la autoridad más confiable de mundo, cuando te asegura que, en Cristo, tienes: • Un nuevo pasado (ROMANOS 6:1-6) • Un nuevo futuro (8:18-32) • Un nuevo nombre y una nueva identidad (HECHOS 11:26) • Una esperanza renovada (2 CORINTIOS 5:17) • Una nueva relación con Dios (1 JUAN 1:1-4) • Una nueva ocupación (EFESIOS 6:5-9) • Una nueva herencia (1:11) • Una nueva fuente de provisión (FILIPENSES 4:19) • Una nueva familia (1 JUAN 3:1) • Una nueva garantía (HEBREOS 13:5) Debido a nuestra posición en Cristo, a nuestra relación con Él y a nuestra posición dentro de su familia, nunca debemos dudar de su amor. No obstante, hay mucho más. La posición en Cristo se transforma en una base no solo para una nueva autoimagen, sino también para una manera completamente nueva de vivir. Nos proporciona un cimiento para actitudes nuevas y un enfoque renovado hacia las relaciones interpersonales. Cuando lo ponemos en práctica, nos da muchísimo para hallar satisfacción y por lo cual dar gracias.

En Cristo, tenemos un desafío para la vida

En los primeros dos capítulos de su carta a los colosenses, el apóstol Pablo escribió sobre nuestra posición en Cristo y sobre todas las riquezas que son nuestras en Él. Después, nos desafió a vivir según nuestra posición, cuando escribió:

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Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria (COLOSENSES 3:1-4). Tenemos que pensar en nosotros mismos como en las personas que Dios afirma que somos. Debemos mostrar que todo lo que Él dice sobre nosotros es mucho más importante que lo que los demás dicen o no dicen (EFESIOS 4:17-32). Esto no sucede de manera automática. Sucede solo a medida que renovamos constantemente nuestras mentes con los pensamientos de Dios, a medida que pensamos conscientemente en quiénes somos en Cristo, a medida que esperamos con expectativas que el Señor nos capacite para ser y hacer todo lo que Él desea que seamos y hagamos (2 CORINTIOS 3:5; FILIPENSES 4:10-13). Esto no sucede de la noche a la mañana. Aprender a practicar nuestra posición en Cristo es un proceso. Es una lucha. Es un largo caminar que nos da una oportunidad tras otra de creer en lo que Él dice sobre nosotros. O creemos en Él, o creemos en nuestros sentimientos, nuestros enemigos o nuestras circunstancias.

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¿Podemos ser cualquier cosa que nos propongamos?

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lgunos afirman que la mente puede lograr cualquier cosa que pueda creer. Con la misma frecuencia, escuchamos que podemos ser cualquier cosa que nos propongamos. Tan solo tenemos que creer en nosotros mismos. Solo debemos superar los obstáculos de la autoestima que evitan que cumplamos nuestros sueños. Sin embargo, aunque aceptemos la importancia de una actitud mental positiva y de poder ver y soñar con «las cosas que no existen, como si existieran» (ROMANOS 4:17), gran parte de esta perspectiva no es realista. Por otro lado, la persona que tiene una relación con Cristo posee un gran fundamento para una buena autoestima. Esa persona puede afirmar: «Mientras camino con Cristo y me rindo a Él, puedo ser todo lo que Él desee para mí, gracias a su Espíritu. Puedo hacer todo lo que quiera que haga. Puedo decir todo lo que quiera que diga. Mientras le confío mi vida, puedo superar los obstáculos que Él quiera que supere. Puedo resistir la tentación y evitar las trampas». Sin embargo, esto también reconoce que es igualmente cierto que no podremos hacer nada que el Señor no nos permita hacer. El cielo no es el límite… el límite es la voluntad de Dios. No tenemos ningún control sobre lo que sucederá mañana, así como no lo tenemos sobre lo que pasará en los próximos veinte años. Entonces, es necesaria una autoestima con humildad; la clase de sensatez que, paradójicamente, ¡puede darnos la confianza en nosotros mismos que nos permitirá llevar a cabo todo lo que Dios quiera para nosotros!

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Una ayuda para ayudar a otros

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as siguientes preguntas se enumeran aquí para que las uses en la enseñanza a otros y el discipulado. Sugerimos que se formulen estas preguntas antes de estudiar una sección específica, como preguntas previas.

¿Qué deberíamos pensar sobre nosotros? 1. ¿Qué es la autoestima? 2. ¿De dónde proviene? 3. ¿Cuál es el estándar del hombre para medir la autoestima? 4. ¿Cuál es el estándar de la Biblia para medirla? (1 CORINTIOS 4:1-4; 2 CORINTIOS 10:12, 18). 5. ¿Es correcto sentirse siempre bien respecto a uno mismo? (SANTIAGO 4:7-10). 6. ¿Es natural amarse a uno mismo? (MATEO 22:39). 7. ¿En qué sentido deberíamos aborrecernos a nosotros mismos? (ROMANOS 7:21-24). 8. ¿Cómo el «morir a uno mismo» puede resultar en una nueva vida? (GÁLATAS 2:20). 9. ¿Cómo podemos lograr que una mala imagen de nosotros mismos funcione? ¿Según qué valores nos percibimos? 1. ¿Cómo nos afecta un sentido de valía deficiente? 2. ¿Qué valores utiliza la mayoría de la gente para medir su propia valía? 3. ¿Qué valora Dios en una persona? (1 SAMUEL 16:7). 4. ¿Dónde deberíamos encontrar nuestra mayor realización? (JEREMÍAS 9:23-24). 28

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5. ¿Cómo podemos desarrollar una autoimagen cabal? (ROMANOS 12:1-3). 6. ¿Cómo pueden los valores de Dios formar nuestras vidas y ayudarnos a sentirnos bien respecto a nosotros mismos? (ROMANOS 12:4-21; GÁLATAS 6:1-4). ¿Somos inherentemente buenos o malos? 1. ¿Cómo suelen evaluar los científicos sociales la naturaleza humana? 2. ¿En qué sentido esperarías que la Biblia fuera más elogiosa que los científicos sociales? 3. ¿En qué sentido esperarías que la Biblia fuera más crítica que los científicos sociales? 4. ¿En qué se apoya la Biblia para reconocer la dignidad humana? (SALMO 139:13-16; HEBREOS 2:6-8). 5. ¿En qué se apoya la Biblia para reconocer la depravación humana? (ROMANOS 1:18-32; 3:10-18; 7:7-24). 6. ¿Qué impacto tienen nuestra independencia obstinada y nuestra autosuficiencia sobre nuestra autoestima? 7. ¿Cómo puede una percepción correcta del fracaso ayudarnos a sentirnos bien respecto a nosotros mismos? (ROMANOS 7:24–8:17). ¿La opinión de quién es la más importante? 1. Según las normas humanas, ¿quién debería ser la persona más importante de tu vida? 2. ¿Cómo pueden lastimarnos las «personas importantes»? 3. Según las normas de Dios, ¿quién debe ser la persona más importante? (EFESIOS 3:14-21). 4. ¿En qué sentido podemos volver a empezar con Cristo? (2 CORINTIOS 5:17; 1 JUAN 5:1). 5. ¿Cómo puede Cristo darnos un nuevo pasado (ROMANOS 6:1-6), un nuevo futuro (ROMANOS 8:18-32) y una nueva identidad (HECHOS 11:26; GÁLATAS 2:20)? 6. ¿Cómo puede Cristo darnos una nueva ocupación (ROMANOS 6:5-9) y una nueva fuente de provisión (EFESIOS 1:11; FILIPENSES 4:19)? 7. ¿Cómo puede esta relación ayudarnos a sentirnos bien respecto a nosotros mismos?

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Un nuevo comienzo

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uizá la mejor manera de terminar es con los comentarios de una persona que ha encontrado ayuda en este enfoque hacia la autoestima. En respuesta a un artículo sobre la autoestima que apareció primeramente en un boletín de Ministerios Nuestro Pan Diario, el hombre escribió: Ese artículo me dijo mucho más sobre los orígenes del problema que tuve toda mi vida que cualquier otra cosa que haya leído. He buscado en libros de psicología y hablado con muchísimas personas. Además, estudié psicología en la universidad. Ahora, por primera vez, tengo un punto de partida para empezar a desenmarañar mis problemas. Siempre sentí que tenía la maldición de ser hipersensible, y que todo me ofendía con demasiada facilidad. He visto lo que eso les hace a otras personas (en especial, a mis padres), y no quería transmitirle esto a mi propia familia (aunque, hasta cierto punto, supongo que «Todavía lucho ya lo he hecho). con mi autoestima. Después de entregarle mi vida al La diferencia es Señor y volver a encomendarme a su la esperanza que cuidado amoroso hace apenas un año, he tenido menos problema con la baja ahora tengo en autoestima porque he intentado vivir más mi Salvador». para Él y menos para mí. 30

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Desde noviembre del año pasado, la consagración ha sido mi principio guía. ¡Pero mentiría si dijera que ya no tengo ningún problema con mi autoestima! Todavía me cuesta. La diferencia es la esperanza que ahora tengo en mi Salvador. «Me atraganto con Le he pedido que sea el Señor de mi vida, mi propio orgullo. que guíe mis pasos y me moldee para Me brota sin aviso, ser la criatura que Él desea. ¡Y lo está y quiero pelear, haciendo! Tal vez sea un proceso más largo de maldecir, gritar lo que me gustaría, pero el Señor sabe lo y llorar cuando que necesito. Aun así, es difícil morir a otro me agravia». uno mismo… negarse a uno mismo, tomar la cruz y seguir al Señor. A veces, me atraganto con mi propio orgullo. Me brota sin aviso, y quiero pelear, maldecir, gritar y llorar cuando otro me agravia. En cambio, digo: «Gracias, Señor. Te alabo por enviar esto. Sé que “para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien”». Y está funcionando. Últimamente, el Señor toma lo que empieza como un día terrible para mí y lo transforma por completo, hasta que siento un cálido fulgor en mi interior y termino sonriendo y pensando en los demás en vez de en mí mismo. ¡Alabado sea el Señor! Para mí, ¡estos son milagros mucho más grandes que decirle a un cojo que se levante, tome su lecho y ande! ¡Gracias, Señor! Mi oración es que la experiencia de esta persona se repita en todos nosotros, a medida que descubrimos lo que significa confiar en el consejo, el amor y el poder de la Persona más importante en la vida.



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¿Dónde puedes comenzar?

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e ha dicho que la mejor manera de librarse de un enemigo es transformarlo en tu amigo. Esto es cierto respecto a las cosas que parecen amenazar el concepto de uno mismo. Estas pueden ser el medio para descubrir tu verdadero propósito, tu poder y tu potencial. ¿Cómo transformas a estos «enemigos» en amigos? Permite que hagan por ti lo que la confianza en ti mismo, la autosuficiencia y la complacencia jamás podrían hacer. Permite que tu debilidad te empuje hacia la dependencia de Dios. Solo Él puede darte toda razón buena y duradera para sentirte bien contigo mismo. No tengas miedo. O si lo tienes, permite que tu temor te lleve hacia Aquel que te ama. Los resultados de reconocer que has ido por mal camino superarán ampliamente cualquier dolor temporal producto de la confesión. Al poco tiempo, sentirás un gran alivio como resultado de admitir ante Dios que al depender de los valores del mundo, has pecado contra Él. Romanos 3:23 declara: «Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios». Entonces, confiesa a Jesucristo como tu Diseñador, tu Señor y tu Salvador. Confía en Él para que te salve según el pago por el pecado que hizo en la cruz. Acepta la realidad de que, cuando murió, murió por ti. Y cuando se levantó de los muertos, lo hizo para que todos los que creyeran en Él pudieran tener su vida. Este es el primer paso hacia un nuevo comienzo. Es la respuesta de Dios para un nuevo nacimiento, una nueva identidad y un nuevo potencial. Todo esto se encuentra solo en Aquel que nos ama más de lo que jamás podríamos amarnos a nosotros mismos. 32

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