La Lucha Por La Verdad

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La mayor parte de la población de Kegan no quiere tener nada que ver con el resto de la galaxia. Pero cuando se descubre que allí hay un bebé que puede albergar un tremendo potencial en la Fuerza, Qui-Gon Jinn, Adi Gallia, y sus aprendices, Obi-Wan y Siri, se ven obligados a visitar el extraño y aislado planeta. No son bienvenidos. Nada más llegar Qui-Gon y Adi se encuentran atrapados en una telaraña de engaños, y Obi-Wan y Siri son capturados y conducidos a una escuela en la que se dice lo que tienen que pensar, se les prohíbe estar en desacuerdo y el arresto es permanente. En este planeta los Jedi tendrán que luchar por la verdad, aunque nadie quiera enfrentarse a ella.

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Jude Watson

La lucha por la verdad Aprendiz de Jedi 09 ePub r1.2 Ronstad 06.11.2013

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Título original: The fight for the truth Jude Watson, 2000 Traducción: Virginia de la Cruz Nevado Diseño de portada: Cliff Nielsen Editor digital: Ronstad ePub base r1.0

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CAPÍTULO 1

L

a oscuridad era total. Ni un atisbo de luz penetraba en la capucha que le cubría por completo la cara. El sonido le llegaba velado. Obi-Wan Kenobi llevaba el peso de un pie a otro, mantenía el sable láser en posición de defensa y se concentraba. No podía ver ni oír bien, así que tenía que fiarse por completo de la Fuerza. Fue hacia la izquierda, giró y golpeó con el sable láser. Sólo atravesó el aire, pero sabía que había estado cerca. A su derecha, escuchó un zumbido y el retumbar del metal en el suelo. —Un punto para Siri —dijo Qui-Gon, el Maestro de Obi-Wan, en voz baja. Obi-Wan sintió una gota de sudor que resbalaba por su cuello. Mientras notaba el calor de su aliento en la capucha, agarró con más fuerza el sable láser. Su oponente en este ejercicio de prácticas era Siri, otra aprendiz de Jedi. Ella ya había destruido a dos androides rastreadores, pero él no había derribado ninguno. —Recuerda tu objetivo, Obi-Wan. El muchacho escuchó el firme consejo de Qui-Gon. Aunque el Maestro no podía ver el rostro de su aprendiz, sabía que Obi-Wan había perdido concentración. ObiWan era consciente de que el propósito de aquel ejercicio era la cooperación. La cantidad de androides derribada por Siri o por él era irrelevante. Se juzgaría su forma de trabajar juntos. Cada uno debía prever las intenciones del otro por el movimiento, el instinto y la Fuerza. Tendrían que ser generosos y estar pendientes del otro para descubrir sus intenciones. Pero ¿cómo podía estar pendiente de una persona que sólo luchaba por sí misma? Siri se concentraba en el enemigo e ignoraba a Obi-Wan. Ella era hábil y elegante en el combate, y tenía un único objetivo. Cada partícula de su ser estaba concentrada en la victoria. Eso la convertía en una de las mejores luchadoras del Templo. Aunque tenía once años, dos menos que Obi-Wan, eran compañeros en clase de combate. Escuchó los pasos apagados de Siri tras él. Luego, cuando ella atacó, oyó un pie arrastrándose. Otro zumbido y el metal golpeó el suelo. —Buen juego de pies, Siri —exclamó Adi Gallia. Obi-Wan apretó los dientes. Adi acababa de tomar a Siri como padawan. La había escogido porque la chica era una auténtica promesa. Ahora, superando a Obi-Wan, un padawan más experimentado que ella, Siri estaba demostrando lo que valía. Obi-Wan se sentía cada vez más irritado y frustrado, y perdía su conexión con la Fuerza. Buscaba en el aire la ligera vibración que provocaba el androide rastreador. ebookelo.com - Página 5

Oyó el sonido, giró a la derecha y chocó contra Siri. —Cada uno a su esquina —les reprendió Adi—. Volved a empezar. Obi-Wan regresó a su esquina y se secó la palma de la mano en la túnica. La tenía sudorosa, y el sable láser casi se le resbalaba. Dejar caer el sable peleando con Siri hubiera sido muy humillante. Deseó tener la paciencia de Qui-Gon, pero aún le quedaba mucho por aprender. Por mucho que lo intentara, no podía alcanzar el nivel de entrega de Siri. La batalla y el desafío eran de ella. No había sitio para él. Volvieron a avanzar hacia el centro. Obi-Wan iba muy despacio, utilizando la Fuerza para adivinar por dónde volaban los androides rastreadores. Escuchó otro sonido metálico. Otro androide había caído. —Confía en tu compañero, y en la Fuerza —exclamó Adi—. La agresividad y la competitividad no tienen cabida en este ejercicio. Obi-Wan notó que Siri se movía un poco junto a él, pero no percibía nada en ella. Otro androide rastreador golpeó el suelo. La irritación de Obi-Wan aumentó y le sacó de sus casillas. El aprendiz, sin tener en cuenta a Siri, dio un golpe al aire. Hubo un zumbido seguido de un chasquido. Un androide rastreador fue a parar al suelo mientras Obi-Wan, apoyado sobre una rodilla, hacía un barrido con su sable láser. Rodó a la izquierda y giró hacia arriba. Sonó un nuevo chasquido y otro androide cayó al suelo. ¿Por qué tenía que esperar a que Siri cooperara mientras ella destruía todos los androides por su cuenta? Él iba a quedar como un tonto. Obi-Wan dio un giro, asestó un golpe y atacó de nuevo. Oyó la respiración y el susurro de los pies de Siri, que hacía lo mismo que él. En cuestión de minutos, los dos habían acabado con todos los androides rastreadores de la sala. Obi-Wan estaba henchido de satisfacción cuando se quitó la capucha. Habían acabado con sus oponentes en un tiempo récord. Siri se quitó su capucha y se pasó el pelo dorado por detrás de las orejas. Sus vivos ojos azules brillaban de satisfacción. Se inclinaron a modo de saludo y luego se volvieron hacia sus Maestros. —Ambos habéis suspendido el ejercicio —dijo Qui-Gon con dureza. Adi se levantó y sus ropajes crujieron. Su elevada estatura y su porte autoritario le daban un aspecto intimidante. Llevó a Siri aparte y comenzó a hablar con ella en voz baja. Qui-Gon le tiró una toalla a Obi-Wan para que pudiera secarse el sudor de la frente. —Sé que sabes pelear —le dijo Qui-Gon—. Lo has demostrado un combate tras otro, pero ése no era el objetivo del ejercicio, padawan. —Lo sé —admitió él—, pero ella… Qui-Gon no esperó a que terminara. —Siri tiene sus propios puntos fuertes y sus debilidades, y descubrirlos dependía de ti. Uniendo fuerzas habrías cubierto tus propias debilidades. Juntos sois más

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fuertes. —Siri no lo hizo mejor que yo —dijo Obi-Wan. Sabía que era una chiquillada, pero no podía evitarlo. Era Siri quien había alterado las normas del ejercicio. —Siri no es mi padawan —le dijo Qui-Gon con firmeza—. Estamos hablando de ti. Recuerda, Obi-Wan, tener miedo de aparentar ser tonto nunca es una razón para hacer algo. O para no hacerlo. Es un temor que nace de la debilidad. Obi-Wan asintió. Sabía muy bien que no debía seguir discutiendo con Qui-Gon. Al menos se irían pronto y no tendría que repetir el ejercicio con Siri. Yoda iba a ordenarles una misión. En ese momento, Yoda entró en la sala de entrenamiento. Guardó las manos en el interior de su túnica y esperó a que le miraran. —Un llamamiento hemos recibido —dijo—. Unos padres con los Jedi en contacto se han puesto. Que su hija puede ser sensible a la Fuerza ellos piensan. Kegan, el planeta es. ¿Conocéis este planeta? Yoda dirigió la pregunta a Qui-Gon y Adi. Ambos Maestros Jedi negaron con la cabeza. Obi-Wan estaba sorprendido. Entre ambos, la cantidad de viajes que habían realizado era considerable. —Lejos Kegan está —dijo Yoda—. Un sistema de un planeta en órbita con el sol es. Es un planeta del Borde Exterior, separado de la galaxia. Acuerdos comerciales no tienen. Viajes a otros planetas no hacen. Extranjeros no admiten. En el planeta en treinta años nadie ha aterrizado. —Eso es bastante inusual —observó Qui-Gon. Yoda parpadeó. Había vivido mucho y había visto mucho. No se sorprendía con cualquier cosa. —Una buena señal esta petición podría ser —dijo—. Al dar este paso, Kegan desea entablar relaciones con los planetas del Núcleo Interior, pensamos. Al Senado Galáctico le complace esto. Las relaciones entre los planetas fomentan la paz. Así que dos partes vuestra misión tiene. Iniciar relaciones con Kegan y determinar el potencial del niño debemos. Un planeta que se aísla puede estar repleto de sospecha y miedo. Diplomacia debéis emplear. Trastornos no debéis permitir. Yoda contempló a Adi y a Qui-Gon. Obi-Wan estaba confundido. ¿Iba a enviar a los dos Maestros Jedi en lugar de enviar un solo equipo de Maestro y padawan? —Dos equipos enviar hemos decidido —dijo Yoda. —¿Te refieres a nosotros cuatro? —exclamó Obi-Wan incrédulo. Yoda ignoró su tono. —Para completar esta misión cooperar debéis. ¿Cooperar con Siri?, quería gritar Obi-Wan. ¡Necesitaría mucho más que la Fuerza para conseguirlo!

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CAPÍTULO 2

P

or qué dos equipos?, se preguntaba Obi-Wan mientras Adi pilotaba la nave hacia la superficie de Kegan. La misión de identificar a un niño sensible a la Fuerza era meramente rutinaria. ¿Significaría aquello que el Consejo le seguía teniendo a prueba? Tras haber abandonado a los Jedi durante un tiempo, Obi-Wan había sido puesto a prueba. Él había empleado ese tiempo para profundizar su estudio de la senda Jedi. El periodo de prueba había terminado y él era ya de nuevo un alumno padawan oficial, pero ¿seguía el Consejo sin confiar en él? En los últimos meses, el proceso de restauración de la relación con su Maestro había sido satisfactorio para ambos. Habían pasado mucho tiempo en el Templo, y también habían viajado juntos por la galaxia, observando otros mundos y sus costumbres y ayudando en lo que podían. Su relación se había hecho más fuerte. ¿No lo veía así el Consejo? ¿Por qué se les había unido a Adi y Siri? —Tomaremos tierra en tres minutos —anunció Adi, interrumpiendo sus pensamientos. Obi-Wan miró de reojo a Siri. La joven contemplaba el paisaje por la ventanilla con gesto distraído. Parecía totalmente tranquila, pero quizá sabía ocultar su nerviosismo. Obi-Wan recordó lo nervioso que estaba antes de su primera misión. Abandonar el Templo y ser arrojado a la galaxia, que a veces podía estar llena de dificultades y resultar violenta, era una nueva experiencia. Obi-Wan se acercó a ella. —Llegar a un planeta por primera vez puede causar un poco de confusión —le dijo—. Suele haber tanto que ver que es difícil concentrarse. Pero en los primeros minutos, se puede aprender mucho. Ella no le miró, sino que mantuvo la mirada fija en la plataforma de aterrizaje. —Yo nunca pierdo la concentración, Obi-Wan. Ni la lealtad. Aquellas palabras fueron como una bofetada. Obi-Wan, con la cara roja de vergüenza, volvió a apoyarse en el respaldo. Siri se había puesto furiosa con él cuando había abandonado la senda Jedi y le había acusado de minar el compromiso moral del resto de los padawan con su decisión. Le hizo ver que su compromiso con los Jedi era más fuerte que el suyo. No era justo. Había cometido un error. Su Maestro y el Consejo le habían perdonado. ¿Por qué no le perdonaba ella? La nave se posó lentamente en la plataforma de aterrizaje. Obi-Wan vio a un ebookelo.com - Página 8

grupo de gente esperándoles. Tanto los hombres como las mujeres llevaban túnicas similares a las de los Jedi. Adi activó la rampa de descenso y desembarcaron. Un hombre y una mujer se adelantaron inmediatamente para recibirles. —Bienvenidos, visitantes Jedi —dijo la mujer con amabilidad. Era de mediana edad, con el rostro ancho y el pelo gris rizado que enmarcaba sus coloradas mejillas como si fuera una esponjosa nube—. Somos los Guías de la Hospitalidad, y estamos aquí para mostraros nuestro mundo y asegurarnos de que estéis cómodos. Yo soy ORena y él es V-Haad. Su compañero sonrió y se inclinó ante ellos. Era alto y algo calvo, y sus ojos eran de un marrón cálido. Los Jedi se inclinaron a su vez, y Qui-Gon les presentó. —Fuimos llamados por dos de vuestros ciudadanos. La pareja más joven dio un paso adelante. —Yo soy V-Nen, y ella es mi mujer O-Melie —dijo el hombre—. Somos los padres de O-Lana. La mujer les contempló y bajó la mirada. Parecía nerviosa, al igual que su marido. Sin duda estaban preocupados por la prueba que iba a pasar su hija. —La niña está en su vivienda —dijo V-Haad—. Os llevaremos hasta allí. Seguidnos, por favor. Los Jedi siguieron a los Guías y a los padres hasta un deslizador un tanto desvencijado. Obi-Wan nunca había visto un modelo tan antiguo que siguiera en uso. Se preguntó si podría arrancar. El motor propulsor se encendió con un chirrido preocupante, pero el vehículo funcionaba a la perfección. Mientras avanzaban por el desigual terreno, Obi-Wan contempló el paisaje con curiosidad. Viajaban por una carretera central sin asfaltar que discurría a lo largo de un muro bajo. Al otro lado del muro se distinguían edificios abovedados. Los deslizadores aparcados junto a ellos parecían tan viejos y desvencijados como el que les llevaba a ellos. —Sólo hay una ciudad en Kegan, y nosotros somos sus guardianes —exclamó ORena por encima del ruido del motor—. El resto del planeta se utiliza para el cultivo y la cría de animales. Hay grandes zonas de espacio abierto. Ahora estamos pasando por el Círculo Técnico. Kegan se divide en círculos por cada área de trabajo. El Círculo Técnico lleva al Círculo de Información, que a su vez conduce al Círculo de Estudio, que lleva al Círculo del Jardín, y así. Todos rodean al Círculo de Reuniones, en el que celebramos nuestros encuentros. Ahora nos dirigimos al Círculo de Viviendas. Una sombra pasó sobre ellos y Obi-Wan miró hacia arriba. Un skyhopper zumbó sobre sus cabezas. Era un modelo antiguo que él no conocía.

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—Quizá te asombre que nuestros transportes sigan funcionando —le dijo V-Haad con una risita—. Aquí, en Kegan, no destruimos, reutilizamos. Nuestro Círculo Técnico es experto en mantener la vieja tecnología en funcionamiento. No necesitamos los últimos modelos. —¿Tenéis sistema monetario? —preguntó Adi Gallia con interés. V-Haad negó con la cabeza. —Somos una economía de trueque. Todo pertenece al Bien General. Tal vez hemos renunciado a las grandes fortunas, pero no tenemos criminalidad. Prefiero vivir en paz y seguridad que con preocupación sobre mis hombros. —Parece una buena filosofía —admitió Qui-Gon—. ¿Tenéis sistema de gobierno? —Tenemos a los Guías Benevolentes, V-Tan y O-Vieve —dijo O-Rena—. Fueron los primeros en crear una nueva forma de vivir aquí en Kegan. Tienen un Círculo de Consejeros, pero, más que gobernar, guían. Todos somos tenidos en cuenta. Todo se ajusta al Bien General. Obi-Wan tuvo que admitir que, al menos en apariencia, el sistema parecía funcionar. Quizás el hecho de que Kegan fuera un planeta pequeño y con una población mínima era lo que evitaba que tuvieran conflictos con otros mundos. Al paso de la nave, la gente levantaba las cabezas para sonreír y saludarles con la mano. Todos parecían ocupados y felices. Pero, aun así, Obi-Wan notó algo raro. —No hay niños —dijo a los Guías. —Los niños son un bien precioso aquí —le dijo O-Rena—. La educación es muy importante. Se les envía al colegio cuando son muy pequeños para aprender y explorar. Ah, ahí está el Círculo de Viviendas. V-Haad condujo la nave a través de una grieta en la pared y la llevó hasta un recinto en el que había unos cuantos deslizadores viejos aparcados. Luego se dirigieron hacia uno de los numerosos edificios abovedados que rodeaban el centro formando una espiral. Cada uno estaba conectado al siguiente. V-Nen abrió la puerta y se hizo a un lado para que pudieran entrar. La pequeña sala estaba amueblada de forma sencilla pero agradable, con asientos bajos repletos de cojines. Qui-Gon se volvió hacia V-Haad y O-Rena. —Gracias por traernos hasta aquí. Nos gustaría examinar a solas a la niña con sus padres. —Ah, claro, entendemos vuestros procedimientos —dijo V-Haad. —Pero, aunque lo sentimos mucho, no podemos seguirlos —añadió O-Rena—. O-Melie y V-Nen nos han pedido que nos quedemos. Les ponen nerviosos los extraños.

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Qui-Gon miró a los padres con amabilidad. —No hay nada por lo que ponerse nervioso. Lo único que haremos será deciros si vuestra hija es sensible a la Fuerza. Si así fuera, os explicaríamos lo que significa y lo que, si lo deseáis, puede hacerse al respecto. V-Nen y O-Melie se miraron. O-Melie tragó saliva. —Queremos que los Guías de la Hospitalidad se queden. V-Haad y O-Rena sonrieron. —¿Lo veis? No debéis pensar en nosotros como ajenos a esta casa —se apresuró a asegurarles O-Rena—. Todos en Kegan formamos parte de la misma familia. ¿No es cierto, O-Melie? —Sí —dijo O-Melie. De pronto, las sonrisas de O-Rena y V-Haad parecieron congelarse en sus rostros. Era como si lo que tuvieran dentro no coincidiera con su amabilidad. Una ligera sensación de alerta recorrió a Obi-Wan. Había aprendido a confiar en ella. Algo no iba bien. Las cosas no eran lo que aparentaban ser. V-Haad y O-Rena parecían haberles dado la bienvenida, pero a Obi-Wan le daba la sensación de que no les gustaba que los Jedi estuvieran allí. En absoluto.

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CAPÍTULO 3

Q

ui-Gon no se fió de V-Haad ni de O-Rena desde el primer momento. A pesar de sus amplias sonrisas, emitían una sensación de malestar que él no podía atribuir al hecho de no estar acostumbrados a los extraños. Y ¿por qué había Guías de la Hospitalidad en un planeta que no permitía visitantes? A pesar de todo, el Maestro asintió, respondiendo a su actitud amable con la suya propia. —Por supuesto que podéis quedaros, si V-Nen y O-Melie así lo desean —dijo. —Hay una excepción para cada regla —dijo Adi afable, porque también sabía que era mejor no agravar la situación insistiendo. —Iré a por O-Lana —dijo O-Melie rápidamente—. La está cuidando una vecina —salió apresuradamente de la habitación. Volvió al cabo de un momento con un fardito en los brazos. La niña tenía casi un año. Contempló a Qui-Gon con una mirada brillante e inquisitiva. Él le dio un dedo. Ella lo agarró, se lo llevó a la boca y lo mordisqueó suavemente. —Ah —dijo Qui-Gon—. Ya veo —estudió a la niña unos minutos, evaluando sus reacciones y expresiones, y finalmente asintió. —¿Ya habéis llegado a vuestra conclusión? —preguntó O-Rena con una sonrisa un poco tensa. —Sí, así es —respondió Qui-Gon—. Definitivamente, tiene hambre. O-Melie y V-Nen sonrieron aliviados. —O-Yani le dará de comer —sugirió O-Rena—. Así podremos hablar. —O-Yani es la cuidadora de esta parte del asentamiento —explicó V-Haad a los Jedi—. Hay una en cada Círculo de Viviendas para que los padres puedan trabajar o tener tiempo para sí mismos. Nuestros cuidadores son escogidos entre los más sabios y mejores. O-Melie cogió a la niña de los brazos de Qui-Gon y se fue a otra habitación. Con tan sólo una rápida mirada a Adi, Qui-Gon supo que su colega Maestra había confirmado lo mismo que él: que O-Lana era sensible a la Fuerza. Pero el nivel de sensibilidad era algo que necesitaban más tiempo para concretarse. —Sentémonos —sugirió Adi—. Mientras la niña come, podemos explicaros por qué hemos venido de tan lejos para verla. O-Melie y V-Nen se sentaron frente a los Jedi en un banco con cojines. V-Haad se sentó a un lado de la pareja y O-Rena al otro. Como si estuvieran vigilándoles, pensó ebookelo.com - Página 12

Obi-Wan. —Si O-Lana es sensible a la Fuerza, sus poderes serán más visibles a medida que crezca —comenzó Qui-Gon—. Estos poderes han de ser alimentados y orientados. En caso contrario, la niña podría acabar confundida y asustada. V-Nen y O-Melie se acercaron a los Jedi en su asiento, mirándoles fijamente. —Nadie tiene miedo en Kegan —dijo O-Rena con firmeza. —El Bien General es fuerte —añadió V-Haad—. O-Lana tendrá el apoyo de todos nosotros. Adi tomó la palabra. —El Templo de Coruscant es un sitio en el que los niños sensibles a la Fuerza pueden aprender no sólo a controlar su don, sino a dejar que les guíe y les conecte a todas las cosas. V-Haad asintió sonriendo. —¡Eso es excelente! La Orden Jedi parece algo maravilloso. Nosotros tenemos guías aquí que nos enseñan a conectar. Adi se movió en la silla, impaciente. Qui-Gon intervino con rapidez. —Si O-Lana es una niña especial… —Ah, me veo obligada a interrumpir —dijo O-Rena con la sonrisa emanando afabilidad hacia Qui-Gon—. O-Lana es especial, claro; pero igual que lo son los demás keganitas. V-Tan y O-Vieve nos han enseñado a todos que el Guía Interior es poderoso en todos nosotros. Nadie es mejor que nadie. —Nosotros no decimos que O-Lana sea mejor —dijo Adi. Qui-Gon podía percibir la impaciencia que ella luchaba por contener—. Estamos diciendo que la Fuerza la distinguirá. La senda Jedi le enseñará a conectar con la galaxia y con otros seres. V-Haad sonrió. —¡Ahora lo entiendo! Una senda sabia y justa, estoy seguro, pero O-Lana no necesitará esto. Aquí, en Kegan, cada Guía Interior se une y forma el Bien General. Sería un error retirar a O-Lana del Círculo del Bien General, ya que el Círculo se vería reducido y O-Lana crecería pensando que es especial. Esto contradice el consejo de los Guías. V-Haad y O-Rena sonrieron y asintieron. Lentamente, V-Nen y O-Melie asintieron también. Qui-Gon comprendió la frustración de Adi. V-Nen y O-Melie parecían muy interesados, pero no se les daba la oportunidad de reaccionar. En lugar de eso, eran los Guías de la Hospitalidad los que reaccionaban y hablaban. Ésa era exactamente la razón por la que los Jedi preferían estar con los padres a solas. Él sabía que, a pesar de sus interjecciones, V-Haad y O-Rena no habían escuchado ni una palabra de lo que les habían dicho los Jedi. No habían hecho

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preguntas sobre la senda Jedi, ni sobre las capacidades de O-Lana. Si de ellos dependiera, la niña no saldría jamás de Kegan. Qui-Gon se concentró en V-Nen y O-Melie. —Si O-Lana es sensible a la Fuerza, tenéis que entender perfectamente lo que eso significa. Podrá mover objetos o prever acontecimientos antes de que ocurran. Esas cosas pueden asustar a un niño pequeño. —No en Kegan —dijo O-Rena alegremente—. Nuestros Guías Benevolentes, por ejemplo, O-Vieve y O-Tan, tienen visiones. Hemos aprendido a confiar en ellas. Sus visiones del futuro han guiado el presente, creando el Bien General. Qui-Gon intercambió una mirada breve con Adi. Tenían que alejar a los padres de los Guías. Eso estaba claro. Pero también tenían que tener en mente la orden de Yoda. No podían trastornar el planeta. Tenían que respetar la forma de hacer las cosas que tenían en Kegan. Los Guías de la Hospitalidad se levantaron de repente. —Ha sido una reunión excelente —dijo V-Haad—. Ha sido un placer oír hablar de la maravillosa senda Jedi. —Y estamos seguros de que estáis cansados por el viaje —añadió O-Rena—. Os llevaremos a las habitaciones que hemos dispuesto para vosotros. Ya habrá tiempo para seguir hablando. —A no ser que tengáis que iros —dijo V-Haad—. Sabemos lo importantes que son los Jedi. —Podemos quedarnos todo el tiempo que quieran V-Nen y O-Melie —dijo Adi firmemente. —Tengo una petición —dijo Qui-Gon—. Nos gustaría ir andando. Es cierto que hemos hecho un largo viaje y nos gustaría estirar las piernas y ver más de vuestro bello planeta. Los dos Guías de la Hospitalidad intercambiaron miradas ante lo inesperado de la petición. —Claro —dijo O-Rena, un tanto reacia, pero en su tono amable de siempre—. Si eso es lo que deseáis… —Así es —dijo Qui-Gon firmemente—. Y, por supuesto, disfrutaremos de la compañía de V-Nen y O-Melie. Nos dará la ocasión de conocernos mejor. Los Guías no podían negarse. V-Nen y O-Melie fueron a pedirle a la vecina que siguiera cuidando a O-Lana. —La niña está dormida —dijo O-Melie en voz baja cuando volvió—. Nos gustaría pasear con vosotros. Los Guías, O-Melie y V-Nen salieron. Con la excusa de ajustarse la túnica, QuiGon se volvió hacia Obi-Wan y Siri. —Cuando salgamos, separaos y perdeos por ahí —dijo en voz baja—. No os

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dejéis ver. Los Guías os buscarán. Evitadles. Emplead el tiempo para reunir información sobre Kegan. No causéis trastornos ni alteraciones. Recordad, observad sin intervenir. No reveléis que sois Jedi. Obi-Wan y Siri asintieron, con el gesto alerta. Qui-Gon vio la preocupación en el rostro de Adi y pensó que lo entendía. Iban a causar trastornos. Mínimos, y, en opinión de Qui-Gon, que merecían la pena; pero Adi podía no estar de acuerdo. No estaba acostumbrado a pedirle a otro Jedi la aprobación de sus decisiones. Esperó, mirándola, para ver si tenía algo que objetar. Mientras esperaba, Qui-Gon volvió a preguntarse por qué Yoda había enviado dos equipos al planeta. ¿Habrían enviado a Adi para controlar su tendencia a seguir sus instintos y quebrantar las normas? ¿Estaba ella ahí para vigilar cómo trabajaban juntos Qui-Gon y Obi-Wan? Y si ella no aprobaba su sugerencia, ¿qué haría él? Pero Adi asintió. —Espero que salga bien —murmuró mientras salía a la radiante luz del sol.

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CAPÍTULO 4

D

ecidme, V-Haad y O-Rena —comentó Qui-Gon mientras paseaban por las calles de Kegan—. Veo que habéis resuelto muchos problemas que a otros planetas les quedan por resolver. ¿Por qué no van los keganitas a otros mundos para compartir su conocimiento? —No tenemos necesidad de hacerlo —dijo V-Haad—. Tenemos todo lo que necesitamos para llevar una buena vida. Y viajar puede ser peligroso. La galaxia es un lugar violento. Si viajáramos, animaríamos a otros a que vinieran aquí. Eso podría traer el peligro a Kegan. No podéis negar que hay violencia en la galaxia. —No, no puedo —admitió Qui-Gon—, pero también hay comercio e intercambio de ideas. O-Rena y V-Haad sonrieron y negaron con la cabeza. —Tenemos todo lo que necesitamos —repitió V-Haad—. Importar mercancías o conocimiento es innecesario y dañino para el Bien General. —¿Por qué iban a ser dañinos los avances en el conocimiento? —preguntó ObiWan curioso. Qui-Gon vio que a V-Haad se le ponía el cuello rojo, aunque mantuvo su sonrisa. —Kegan es un planeta precioso —comentó Adi en un intento evidente de cambiar de tema. De pronto, O-Rena comenzó a hablar de los maravillosos lugares de Kegan, señalando las especies nativas cuando pasaron por el Círculo del Jardín con sus plantas en flor. Qui-Gon permaneció callado. Había otra cosa que le molestaba de Kegan, algo al margen de la perpetua sonrisa de los Guías de la Hospitalidad. De repente se dio cuenta de que no había escuchado a nadie reír desde que había llegado al planeta. No había visto esculturas públicas ni fuentes ni obras de arte. No había oído música. En un planeta tan pacífico eso era inusual. Quizás, a pesar de las sonrisas, la falta de alegría perturbaba aquel planeta. —Éste es nuestro mercado —dijo O-Rena con orgullo, abarcando con un gesto del brazo el área circular llena de puestos—. Nadie necesita monedas para comprar. Todos realizan trueques con los bienes que les sobran. Nadie pasa hambre. Era el mercado más raro que Qui-Gon había visto nunca. Aunque acababan de cruzar por huertos frutales en el Círculo del Jardín, y habían visto árboles cargados de frutos maduros, no se veía fruta o verdura fresca por ningún lado. De los puestos ebookelo.com - Página 16

colgaban tiras de verdura y fruta seca, y había grandes latas llenas de grano. También abundaban los zapateros que arreglaban las botas de los keganitas y sastres que vendían túnicas y ropa de trabajo. Los compradores iban de un puesto a otro sonriendo y asintiendo. No paseaban, admirando los productos, ni se paraban tentados por algún capricho. Había mucho que ver en el mercado, pero nada que fuera realmente tentador. —Muy… útil —dijo Siri educadamente. Un carro lleno de rollos de ruda tela se dirigía hacia ellos. Qui-Gon se hizo a un lado para quitarse del paso y chocó con un comerciante que estaba colocando unas herramientas en su puesto. La estantería se tambaleó y los utensilios cayeron al suelo. Qui-Gon se agachó rápidamente para ayudar al tendero a recogerlas. Cuando volvió a levantarse, Obi-Wan y Siri ya habían desaparecido. O-Rena se dio la vuelta. —Como podéis ver, llegan nuevos productos constantemente. Aquí en Kegan… —su voz se apagó. Sus ojos recorrieron la zona—. ¿Dónde están vuestros jóvenes Jedi? V-Haad se giró para observar a la multitud. —¿Se han parado en algún sitio? —No estoy seguro —dijo Qui-Gon, fingiendo buscarles entre la gente—. Quizás han visto algo que les ha interesado. —No conocen vuestra tecnología —sugirió Adi—. A lo mejor se pararon a ver esos transmisores viejos que hemos visto. —Sí, la curiosidad —murmuró O-Rena—. Es encomiable, pero tenemos que encontrarles. Es fácil perderse en Kegan. —No es una buena idea perderse —confirmó V-Haad—. Los Círculos pueden confundir, son como un laberinto. O-Rena y V-Haad miraron a V-Nen y O-Melie. —Podéis esperar aquí con los Jedi… —dijo O-Rena. —Y enseñarles el mercado… —añadió V-Haad. —Pero no os alejéis —dijo O-Rena—. O no podremos encontraros. Eso nos angustiaría. Les están advirtiendo, pensó Qui-Gon. —Esperaremos aquí —dijo V-Nen lentamente. Qui-Gon vio que cogía a O-Melie de la mano. Los Guías de la Hospitalidad se fueron rápidamente. Qui-Gon se giró hacia VNen y O-Melie. Un skyhopper zumbó sobre sus cabezas, y él alzó la voz por encima del ruido. —Agradecemos esta oportunidad para hablaros a solas. —No tenemos nada más que decir —la voz de O-Melie carecía de inflexión—.

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Fue un error llamaros. Deberíais iros. Qui-Gon miró a Adi atónito. Él pensaba que O-Melie y V-Nen tendrían un montón de preguntas que hacerles. V-Nen colocó una mano sobre el brazo de su mujer. Qui-Gon vio que ella temblaba. ¿Qué pasaba? Sintió la frustración creciendo en su interior. ¿Cómo podrían Adi y él ganarse la confianza de aquellos padres? Era evidente que tenían miedo. —Puede que O-Lana ya se haya despertado —dijo Qui-Gon—. ¿Por qué no vamos a verla otra vez? Tenéis que saber si O-Lana es sensible a la Fuerza, aunque no toméis la decisión ahora. Podéis pensar en ello. —Volvamos a examinar a la niña —añadió Adi Gallia en voz baja—. Os diremos lo que pensamos y nos marcharemos. V-Nen y O-Melie dudaron. Qui-Gon sabía que querían decir que sí. —Nosotros nos haremos responsables ante los Guías de la Hospitalidad —añadió Qui-Gon. —De acuerdo —dijo V-Nen reacio. V-Nen les sacó del mercado por un serpenteante camino. Salieron a una calle diferente de la que habían utilizado antes. El keganita les condujo por callejuelas traseras, para llegar a la parte de atrás de su vivienda. Siguieron a los padres hasta el interior. Cuando entraron en la casa, vieron a una mujer mayor. Tenía una mata de pelo rojizo con tonos plateados, y ojos pequeños y oscuros que iban de un lado a otro nerviosos, como los de un pájaro. —Habéis vuelto —dijo. —¿Dónde esta Lana, O-Yani? —preguntó O-Melie—. ¿Está durmiendo? —No está aquí —respondió la anciana—. Vinieron. Se la llevaron.

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CAPÍTULO 5

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bi-Wan y Siri no corrieron ni aparentaron tener prisa. Les habían enseñado a moverse entre la multitud sin ser vistos. Cuando alguien se volvía para mirarlos, ellos ya se habían adentrado aún más entre la gente. Dejaron atrás el mercado, seguros de que O-Rena y V-Haad lo rastrearían de punta a punta. —Vamos al Círculo del Jardín —sugirió Obi-Wan—. Será más sencillo escondernos allí. Siri asintió. Se apresuraron hacia el Círculo y corrieron por un camino que transcurría entre árboles frondosos. Vieron una zona boscosa más adelante y se dirigieron a ella. Atravesaron matorrales altos, frondosos y repletos de moras que llenaban el estrecho camino. Se detuvieron en un claro para recuperar el aliento. Siri se quitó una mora del pelo. —No entiendo por qué hemos tenido que irnos —gruñó—. Justo cuando las cosas se estaban poniendo interesantes, a Qui-Gon se le ocurre un plan para deshacerse de nosotros. ¿Cómo voy a aprender si nunca llego a ver a dos Maestros Jedi en acción? —La misión es lo que importa —dijo Obi-Wan. Siri se quitó otra mora del pelo rubio. —A mí no tienes que repetirme la sabiduría Jedi, Obi-Wan. He tenido las mismas asignaturas que tú. De pronto, suspiró y se sentó en la mullida hierba. —Es sólo que estoy decepcionada. Quería ver cómo iban Qui-Gon y Adi a llevar esto. Hay algo muy extraño en este planeta. Esos Guías de la Hospitalidad me dan escalofríos. No sabía que una sonrisa pudiera dar tanto miedo. —Ésa es la razón por la que Qui-Gon quería ver a los padres a solas —le dijo Obi-Wan. Siri le miró de reojo con cara de desagrado. —No tienes que explicarme el plan. Yo estaba allí. Se puso de pie antes de que él pudiera reaccionar. Obi-Wan pensó que ella siempre hacía eso. Nunca le daba la posibilidad de disculparse o explicarse. Aunque tampoco es que él quisiera hacerlo. —Vámonos —dijo ella—. No debemos permanecer en el mismo sitio mucho tiempo. —Lo sé —dijo Obi-Wan, empezando a andar. ebookelo.com - Página 19

Siri apretó el paso y ambos avanzaron entre los caminos. Ninguno dejaba que el otro tomara la delantera. Esto es ridículo, pensó Obi-Wan. ¿Es que no he aprendido nada en todos estos años en el Templo? No debería competir con Siri. Pero tampoco podía retrasarse y dejar que ella fuera delante. —Quizá deberíamos ir al Círculo Técnico —sugirió Obi-Wan—. Parece un buen sitio por el que empezar si lo que tenemos que hacer es investigar cómo funciona realmente la sociedad en Kegan. —Ése es el primer sitio en el que nos buscarán —dijo Siri en tono de burla. Salieron de la zona de matorrales y recorrieron un campo de hierba alta. Había un sendero embarrado junto al campo y lo tomaron. —¿Tienes una idea mejor? —preguntó Obi-Wan. —Creo que deberíamos mezclarnos entre la gente —dijo Siri—. Son humanos, así que no llamaremos la atención. Y llevamos ropas parecidas. Podremos reunir mucha información sólo hablando con ellos. Antes de que Obi-Wan pudiera responder, el rugido de un motor llenó el aire. Se acercaba un deslizador. Era demasiado tarde para esconderse entre la hierba. —Vamos a ver si cuela —murmuró a Siri. El deslizador se paró a su lado. Un hombre fornido de mediana edad vestido con una túnica de cromotela les sonrió amablemente. —¿Qué hacéis aquí vosotros dos? —Dando un paseo —dijo Obi-Wan. —¿No hay colegio hoy? —preguntó el hombre con amabilidad. La pregunta era una trampa. Obi-Wan no quería decir que eran visitantes. Eso llevaría a O-Rena y V-Haad directamente hasta ellos. —Tenemos permiso para no ir —dijo Siri—. Nuestros padres necesitan ayuda en casa. Y por cierto, tenemos que ir a ayudarles. —Como queráis —el hombre se despidió con la mano. Comenzaron a andar, dejándolo atrás. Pero algo iba mal. La Fuerza le advirtió a Obi-Wan un momento antes de que un electropunzón le diera en las rodillas y luego en el hombro. Ambos golpes fueron suficiente para que Obi-Wan cayera al suelo. Un segundo después, Siri cayó junto a él. La chica estaba sin respiración. Nunca había sentido el pinchazo de un electropunzón. El hombre les recogió, los arrojó como si fueran fardos en la parte de atrás del deslizador y se marchó con ellos.

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CAPÍTULO 6

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ue O-Lana no está? —la cara de O-Melie se puso de un pálido mortal. Se tambaleó, y V-Nen la cogió. Ella se apretó una mano contra la boca—. ¿Cómo has podido dejar que se la llevaran? —Tuve que hacerlo —respondió O-Yani con los ojos moviéndose rápidamente de O-Melie a V-Nen—. Dijeron que tenían que hacerle un chequeo médico rutinario. No hay por qué preocuparse. Volverá. No va a desaparecer. V-Nen miró a O-Melie. Una mirada de advertencia, pensó Qui-Gon. Vio a OMelie tragando saliva. Su mirada se transformó. La tensión en sus músculos faciales desapareció. Sus labios se curvaron en una sonrisa forzada. —Claro —dijo ella—. Lo entiendo. Oyeron pasos apresurados y los Guías de la Hospitalidad entraron corriendo. —¡Ah, por fin os encontramos! —dijo O-Rena. La sonrisa de V-Haad no fallaba. —Pensábamos que nos ibais a esperar en el mercado. —Debimos entenderlo mal —dijo Qui-Gon—. Les preguntamos si podíamos volver. Sentimos haberos causado preocupación. —Se han llevado a O-Lana —dijo O-Melie, esforzándose para que la expresión de su cara siguiera siendo amable—. O-Yani dice que los Guías del Círculo Médico vinieron a buscarla, pero acaba de pasar su chequeo rutinario. Puede que haya algún error. —Lo comprobaremos —le garantizó O-Rena—. No te preocupes. ¡Un niño nunca está demasiado sano! V-Nen parecía tan desanimado como su mujer, pero su rostro estaba congelado en la misma expresión afable. —Siempre hay una notificación a los padres antes de un chequeo médico. Qué raro que a O-Lana se la hayan llevado sin realizarla. —Incluso en Kegan se cometen errores —dijo V-Haad en tono cordial—. Pero eso no es excusa —añadió rápidamente. —Hasta un segundo de preocupación por un hijo puede convertirse en una eternidad —dijo O-Rena comprensiva—. V-Haad y yo estaremos encantados de interceder por vosotros. Llegaremos hasta V-Tan y O-Vieve si es necesario. —Os lo agradecemos —dijo V-Nen entre dientes. O-Rena se volvió hacia los Jedi. ebookelo.com - Página 21

—Por supuesto, todo esto llevará su tiempo. Sabemos que los Jedi son demasiado importantes para la galaxia como para perder el tiempo. Entenderemos de todo corazón que tengáis que volver a dedicaros a tareas más importantes. —Por desgracia no hemos encontrado a vuestros jóvenes ayudantes —dijo VHaad con amabilidad—. Quizá tengan ustedes dispositivos de comunicación para llamarlos. —Os agradecemos vuestra preocupación —respondió Qui-Gon suavemente—, pero me temo que sobrevaloráis nuestra posición en la galaxia. Podemos quedarnos aquí hasta que la niña aparezca. Y en lo que respecta a nuestros ayudantes, me temo que no tenemos ni idea. Adi le siguió la corriente. —Hemos intentado contactar con ellos mediante nuestros intercomunicadores — dijo ella—. No responden. Quizá los han perdido, o nuestra tecnología no funcione en vuestro planeta. Tendremos que ir a buscarles. —Lo sentimos si esto os causa algún problema —añadió Qui-Gon—. Nos gustaría que nos permitierais movernos entre vuestra gente. Ya sabéis cómo son los jóvenes. Es probable que estén por ahí explorando y hayan perdido la noción del tiempo. Los Guías de la Hospitalidad estaban atrapados. No podían negarse a una propuesta tan sensata. Pero no parecían seguros. —Kegan es un planeta pacífico —titubeó V-Haad—, pero nuestro pueblo no está acostumbrado a los extraños. Podrían sentir miedo, lo que podría provocar que actuaran de forma inusual. No queremos que os pongáis en peligro de ningún tipo… —Los Jedi están acostumbrados a caminar entre extraños —dijo Adi, inclinando la cabeza—. No estamos preocupados. —Estaremos en contacto —dijo Qui-Gon, inclinándose ante los Guías. Los Guías volvieron la cabeza. O-Melie se quedó quieta como una piedra, pero sus ardientes ojos imploraban a los Jedi. ¡Encontradla! Entonces los Guías de la Hospitalidad volvieron a girarse con su perpetua e imperturbable sonrisa.

*** —La madre tiene miedo —dijo Adi. —El padre también —dijo Qui-Gon—, aunque lo oculta ligeramente mejor. Adi suspiró. Se habían detenido ante el Círculo del Jardín antes de seguir. —Tengo la impresión de que cada paso que damos contradice los deseos del Consejo. Estamos interfiriendo. Podríamos ganarnos enemigos aquí. —Se ha perdido un bebé —dijo Qui-Gon—. Ten en cuenta que es sensible a la ebookelo.com - Página 22

Fuerza. Es obvio que sus padres están aterrorizados. La situación ha cambiado. Y es por nuestra presencia. Si no hubiéramos venido, la niña estaría a salvo. Adi asintió un tanto en desacuerdo. —La niña podría estar donde dicen los Guías. Quieren mantenernos alejados de ella. Eso no quiere decir que vayan a hacerle daño. No podemos entrar en acción sin saber si la niña está en peligro. Qui-Gon sabía que la niña no estaba a salvo. ¿Por qué, si no, iban a preocuparse tanto los padres? Pero no lo dijo. Adi Gallia y él tenían que funcionar como un equipo. Adi siguió pensando. —Nuestra misión también consiste en demostrar a Kegan las ventajas de una alianza galáctica. Somos promotores de la paz. Lo único que digo es que tenemos que ir con pies de plomo. —Nos estamos diciendo cosas que ya sabemos —dijo Qui-Gon impaciente—. Vamos a llamar a Obi-Wan y a Siri por los intercomunicadores. Activó su intercomunicador, pero Obi-Wan no respondió. Adi hizo lo mismo con el suyo, pero tampoco obtuvo respuesta de Siri. —Quizás están en una situación en la que es mejor no contestar —sugirió Adi—. Les dijimos que se mezclaran con la población nativa y no dijeran que eran Jedi. —Cierto —admitió Qui-Gon—. Lo intentaremos más tarde. Mientras tanto, la excusa de encontrarles nos permitirá buscar a O-Lana. Vamos al Círculo Médico. Fueron de una clínica a otra y mirando en las guarderías. Nadie les detuvo. Con sus bastas túnicas y los sables láser escondidos, podían pasar por keganitas nativos. —Si pudiéramos acceder a los archivos… —dijo a Adi en voz baja. —Eso implicaría la violación del sistema de seguridad —dijo ella negando con la cabeza—. Una falta grave de conducta. —Pero es la única manera —discutió Qui-Gon—. Es evidente que han escondido a la niña. —Deberíamos seguir buscando —dijo Adi con firmeza. A Qui-Gon le costó eliminar su frustración. La cooperación entre Jedi era un elemento añadido. Era como les enseñaban a interactuar, pero ¿qué pasaba cuando había desacuerdo? —Un poco más —dijo él. Ella levantó una ceja. Alta y autoritaria, con la piel dorada oscura y marcas azules en la cara, Adi Gallia era conocida por poder controlar a un grupo de estudiantes jóvenes alborotadores con sólo una mirada. Qui-Gon no se iba a dejar intimidar tan fácilmente. —¡Ahí estáis! —escucharon la voz chirriante de O-Rena a sus espaldas—. ¿Habéis encontrado a vuestros jóvenes asistentes? Qué raro que estéis buscando en el

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Círculo Médico. —Los jóvenes Jedi se interesan por todas las facetas de la sociedad —respondió Adi sin alterarse. —¿Y cómo va la búsqueda de O-Lana? —dijo Qui-Gon—. Qué raro que tres personas hayan desaparecido en una mañana. —Hemos puesto a otro equipo a trabajar en el problema —dijo V-Haad rápidamente—. O-Vieve y V-Tan pensaron que era lo mejor. —Quizá deberíamos hablar con vuestros Guías Benevolentes —dijo Qui-Gon—. Queremos su permiso para buscar en los archivos de Kegan. V-Haad ya estaba negando con la cabeza. —Haríamos cualquier cosa por los Jedi, pero las audiencias con V-Tan y O-Vieve tienen que solicitarse con semanas de antelación. Están muy ocupados. —Pero vosotros habéis dicho que les acabáis de ver —señaló Adi. —Es cierto —dijo O-Rena con las coloradas mejillas oscureciéndose—. Somos Guías de alto nivel, ¿sabéis? —Yo creo que vosotros podréis conseguir que nos reciban —dijo Qui-Gon con firmeza—. ¿Vamos juntos o nos indicáis el camino? Su tono dejaba claro que no aceptaría un no por respuesta. O-Rena y V-Haad asintieron sin mucho convencimiento. —Por supuesto, estamos al servicio de los Jedi… Qui-Gon imitó la falsa sonrisa de los Guías. —Entonces llevadnos.

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CAPÍTULO 7

S

igo sin sentir las piernas —susurró Siri. Obi-Wan podía escuchar el miedo en su voz. —Se te pasará —le aseguró él—. Pero dentro de unas horas. Llevaban viajando un tiempo. Habían dejado atrás la ciudad. Desde su posición en el suelo del deslizador, Obi-Wan podía ver un pedazo de cielo. No había visto más deslizadores a su alrededor durante kilómetros, sólo las copas de los árboles meciéndose con la suave brisa. La temperatura estaba bajando. Quizá se dirigieran a una mayor altitud. Por fin, los motores redujeron la marcha y el deslizador se detuvo. La puerta de Obi-Wan se abrió y el joven fue arrastrado fuera violentamente. Sus piernas estaban demasiado débiles para sostenerle y se cayó al suelo. Siri fue arrojada a su lado. —Yo pensaba que los niños eran venerados en Kegan —dijo Obi-Wan con la mejilla en el barro. Alguien le puso la bota sobre la cabeza y su cara se hundió aún más en el barro. —No me respondas. Sabes perfectamente que no ir a clase es un acto criminal en Kegan. Ya eres mayorcito para ser castigado por ello. —¡Pero no somos keganitas! —protestó Siri. —Ya he oído todas las excusas. Callaos de una vez. —Somos de otro planeta. Estamos de visita —insistió Siri furiosa—. Quita la bota de la cabeza de mi amigo. La bota abandonó la cabeza de Obi-Wan y se colocó sobre el hombro de Siri. —Claro que sí —dijo el hombre. Ya basta, pensó Obi-Wan. Intentó levantarse, pero el electropunzón había hecho su trabajo. Sabía que no iba a recuperar la movilidad en los brazos y las piernas al menos en unas horas, y que no iba a poder utilizar su sable láser de forma efectiva hasta pasado ese tiempo. Además, le habían ordenado que no revelara a los keganitas que era un Jedi. Obi-Wan intentó rodar hasta Siri, pero no podía moverse. Contempló impotente cómo aumentaba la presión de la bota sobre el hombro de Siri, hundiendo su cara en el barro. —¿No te he dicho que no me respondas? —preguntó el hombre. Siri apretó los dientes. Sus intensos ojos azules relampagueaban. Escupió el barro que tenía en la boca, pero no respondió. —¡V-Tarz! —resonó una voz a sus espaldas. ebookelo.com - Página 25

El aludido le quitó la bota a Siri de los hombros. Obi-Wan vio a otro hombre acercándose, que llevaba la misma túnica azul marino de cromotela que V-Tarz. —¿Qué hacen esos estudiantes en el suelo? —preguntó el segundo hombre. —Se están resistiendo a la captura —respondió V-Tarz. —No hay necesidad de emplear la fuerza física —dijo el otro hombre—. Ya hemos hablado antes de esto. El Aprendizaje funciona con amor, no con miedo. Llévales a clase. Obi-Wan fue puesto en pie. El muchacho apretó las rodillas para no caerse. Siri hizo lo mismo. —Pero nosotros no somos keganitas —protestó Obi-Wan ante el segundo guardia, que parecía más amable—. Estamos de visita. La mirada oscura del segundo guardia pasó de Obi-Wan a Siri. —Nadie viene de visita a Kegan. Tres marcas por mentir —se dio la vuelta—. Llévales a clase. V-Tarz les amenazó con el electropunzón. —Ya habéis oído a V-Brose. Moveos. —Es el momento de escapar —susurró Siri a Obi-Wan mientras atravesaban tambaleándose el patio, con los músculos como si estuvieran hechos de flan. —¿Bromeas? No duraríamos ni cinco metros —le dijo Obi-Wan entre dientes—. Tenemos que esperar a que se pase el efecto del electropunzón. Averiguaremos dónde estamos y llamaremos a Qui-Gon y Adi Gallia. —Tú déjame a V-Tarz cuando salgamos de aquí —farfulló Siri. —Eso no es propio de un Jedi —dijo Obi-Wan con desaprobación—. V-Tarz no es nuestro enemigo, sino un mero obstáculo en nuestra misión. —Ese «obstáculo» acaba de hundir la cara de dos personas indefensas en el barro —respondió Siri—. ¿Qué necesitas para que sea un enemigo, Obi-Wan? Su conversación se detuvo abruptamente cuando V-Tarz les empujó contra una pared. Unas manos recias cachearon a Obi-Wan. V-Tarz extrajo el sable láser de ObiWan y lo contempló. —¿Qué es esto? Obi-Wan se puso tenso. Por muy débil que estuviera, no podía perder su sable láser sin pelear. —Sólo es un dispositivo para calentar las manos —dijo Siri. V-Tarz lo volvió a colocar en el cinturón de Obi-Wan. —Entonces no lo necesito. ¿Qué es esto…? Había encontrado el intercomunicador de Obi-Wan. Lo sacó de su bolsillo y luego cogió el de Siri. —No los vais a necesitar —dijo V-Tarz, levantándolos para verlos—. Parecen

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nuevos —dijo contemplándolos—. Vuestros padres deben de trabajar en el Círculo Técnico para tener intercomunicadores como éstos —se los metió en el bolsillo con una sonrisa de placer. Obi-Wan temió que lo siguiente que requisara fueran sus electrobinoculares. —Por última vez, cabeza de melón, no somos keganitas —soltó Siri. V-Tarz levantó el electropunzón. Obi-Wan se puso tenso. Otro golpe dejaría a Siri fuera de combate durante mucho tiempo. En un saliente sobre ellos descansaba el busto tallado de una mujer de aspecto sereno. Obi-Wan invocó a la Fuerza. El busto se arrastró hasta el borde de la cornisa y cayó. No golpeó a V-Tarz por milímetros y chocó contra el suelo, deshaciéndose en pedacitos de mármol. V-Tarz miró a su alrededor sin poder creerlo. Una puerta se abrió junto a ellos. Una mujer keganita sacó la cabeza. Tenía el pelo recogido tras las orejas de forma severa y llevaba una túnica marrón lisa sobre unos pantalones negros. —¡V-Tarz! ¿Qué pasa? Estoy intentando dar una clase —su mirada cruzó por el busto roto—. ¡Has roto a O-Vieve! —Se ha caído, O-Bin —dijo V-Tarz—. Un desgraciado accidente. Pero aquí tienes dos estudiantes. Vigílalos como sólo tú sabes hacerlo. Son problemáticos. O-Bin miró con frialdad a Siri y a Obi-Wan. Luego sonrió. Obi-Wan sintió un escalofrío. La sonrisa era tan siniestra como la de O-Rena y V-Haad. —No tenemos alumnos problemáticos en el Aprendizaje —dijo O-Bin—. Venid. Con tal de no estar cerca de V-Tarz, Obi-Wan y Siri siguieron a la maestra por la puerta de duracero hacia la clase. El portón resonó al cerrarse y un pestillo automático bloqueó la salida. Estudiantes vestidos con túnicas grises se sentaban en bancos largos a lo ancho de la habitación, una fila tras otra. Había pequeñas pantallas que se elevaban del suelo hasta la altura de los ojos de los niños. Los alumnos estaban sentados rectos y con las manos a los lados. Lo único que se movió fue sus ojos cuando miraron a Obi-Wan y a Siri. —Creo que ha habido un error —dijo Siri a O-Bin—. No somos keganitas. Somos… Obi-Wan oyó unas risitas entre los niños. Un alumno delgado, con una melena rubia que le llegaba por los hombros, le miró con simpatía y volvió los ojos a su pantalla. O-Bin se dio la vuelta y, sonriente, clavó la mirada en las filas. La habitación estaba en completo silencio. —Sentaos —dijo a Siri y Obi-Wan. —Pero no somos… —comenzó a decir Obi-Wan. —Sentaos —la sonrisa no desapareció de su rostro—. Poneos las túnicas de aprendizaje —y les dio dos túnicas.

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Obi-Wan y Siri intercambiaron miradas. ¿Deberían seguir resistiéndose o era mejor, de momento, seguir la corriente? Teniendo en cuenta las órdenes de Qui-Gon, Obi-Wan se puso la túnica. Siri hizo lo mismo. El mismo chico delgado se apartó a un lado para hacerles sitio. Obi-Wan y Siri se sentaron. Dos pantallas se izaron frente a ellos. La maestra les miró, con los dedos posados sobre su datapad. —Nombres, por favor. —Obi-Wan Kenobi —dijo Obi-Wan—. De Coruscant. —Tres marcas por mentir —dijo O-Bin sonriendo—. Y una más por no decir tu nombre completo. —¡Ése es mi nombre completo! —protestó Obi-Wan. —Tres marcas por mentir —dijo O-Bin—. Veo que ya tenías tres de antes. Eso son… diez marcas. A ver, ¿clase? —Las marcas revelan la confusión del Guía Interior —cantaron los alumnos al unísono. —V-Obi está confuso —dijo la maestra, asintiendo—. Su Guía Interior está revuelto. Depende de todos nosotros ayudarle a que contribuya al Bien General. La clase asintió solemnemente. —¿Hemos venido al Planeta Rarito? —susurró Siri a Obi-Wan. —Dos marcas por hablar. ¿Cómo te llamas? —dijo la maestra a Siri. —Siri… —Una marca por no dar tu nombre completo, O-Siri —dijo la maestra—. Todos tenemos una letra antes de nuestro nombre, que compartimos con otros. Eso demuestra nuestro compromiso con el Bien General. ¿Clase? —Todos somos únicos, pero nadie es mejor que nadie. Eso es el Bien General — recitó la clase. —Esto es la locura general —murmuró Siri. —Tres marcas por hablar tras haber sido advertida, O-Siri —dijo O-Bin—. Volvamos a la lección. La pantalla de Obi-Wan se puso azul. Aparecieron unas letras. VIAJAR AL NÚCLEO INTERIOR ES PELIGROSO. EL PRIMER OBSTÁCULO ES EL SISTEMA DELA-CRIX. Obi-Wan frunció el ceño. Conocía el sistema Delacrix. Habían pasado por él de camino a Kegan. Qui-Gon había dicho que era un sistema floreciente con varios planetas en órbita alrededor de tres soles. Todos sus mundos comerciaban en armonía y acababan de unirse al Senado Galáctico. —¿Quién sabe por qué el sistema Delacrix es peligroso? ¿O-Iris? ebookelo.com - Página 28

—El sistema Delacrix es peligroso porque está controlado por piratas —dijo una niña pelirroja casi susurrando—. Su tercer sol es una nova perpetua, así que puede derretir los motores de las naves que pasan cerca. Los piratas desvían el tráfico a los bordes exteriores del sol para forzar los aterrizajes. Obi-Wan se quedó mirando a la pequeña totalmente atónito. Todo lo que había dicho era falso. Observar sin interferir, había dicho Qui-Gon. Si mantenía la boca cerrada, podía aprender. Justo cuando Obi-Wan decidió mantener la boca cerrada pasara lo que pasara, Siri habló. —¡Pero eso no es verdad! —protestó. —No te he preguntado a ti, O-Siri —dijo O-Bin con severidad—. Si deseas hacer una pregunta, toca la pantalla. Siri tocó la pantalla. Los labios de O-Bin estaban tensos cuando sonrió y se volvió hacia ella. —¿Sí, O-Siri? —El sistema Delacrix no está controlado por piratas —dijo Siri. —Eso no es una pregunta —dijo O-Bin. Se puso roja—. Dos marcas. —Y su sol no es una nova perpetua —añadió Siri—. Es un sistema pacífico con un comercio floreciente. —Tres marcas —la sonrisa de O-Bin era forzada—. Eso hace un total de once marcas. Has superado al cabezota de tu compañero. —Venga, Obi-Wan —murmuró Siri sin mover los labios—. Échame una mano. Obi-Wan suspiró. Tocó su pantalla. —¿Pregunta, V-Obi? —Delacrix es un sistema seguro y pacífico —dijo Obi-Wan—. Viajar allí no es peligroso. La precaución siempre es necesaria, pero… —¡Cuatro marcas por desobediencia! —chirrió la voz de O-Bin—. No estás contribuyendo al Bien General. Ahora pasaremos al siguiente sistema. Por favor, consultad vuestras pantallas. Las palabras rodaron por el monitor de Obi-Wan. EL PLANETA STIEG ES MÁS PELIGROSO. —¿Quién sabe por qué? —preguntó O-Bin, mirando a la clase—. ¿V-Davi? El chico rubio y delgado habló. —Stieg no tiene Gobierno organizado ni sistema legislativo. Las tribus están en una constante guerra civil. Siri se puso de pie, aún temblando por los efectos del electropunzón. ebookelo.com - Página 29

—Un momento. Los stiegfanos son pacíficos y amantes del bien. ¡Y Stieg tiene un sistema de gobierno perfecto! La cara de O-Bin se puso totalmente roja. —Gracias por tu contribución, O-Siri, pero eso es mentira. —¡Yo no miento! Obi-Wan quiso agarrar a Siri por la túnica para obligarla a sentarse, pero no podía deshacer todo lo que ya había dicho. Tendría que apoyarla. —Siri tiene razón. Stieg es pacífico —dijo Obi-Wan. O-Bin parecía a punto de explotar. Apretó las manos y entonces sonrió. —Me lo estáis poniendo difícil para acordarme de la cantidad de marcas que lleváis —dijo en un tono que golpeaba cada palabra de forma monótona—. Me temo que os habéis ganado un castigo mayor. Los dos limpiaréis el comedor de toda la escuela tras la cena. El estudiante rubio llamado V-Davi les miró comprensivo. —¡Pero qué dices! —replicó Siri—. No tengo que seguir tus normas. ¡No estoy bajo tu autoridad! —Si decidís negaros a vuestro castigo y dañar el Bien General —prosiguió O-Bin —, ningún estudiante comerá hoy. Cincuenta pares de ojos hambrientos se posaron sobre Obi-Wan y Siri. —¿Os seguís negando? —preguntó O-Bin. Bajo la túnica, Obi-Wan le dio un codazo a Siri para que se callara. No quería ser responsable de que los estudiantes se quedaran sin comer. Al ver que no respondían, O-Bin les dio la espalda con una sonrisa de satisfacción en su rostro. —Genial —dijo Siri—. No sólo estamos atrapados, sino que encima tenemos que fregar los platos. O-Bin no se dio la vuelta. —Cuatro marcas de castigo, O-Siri —dijo dulcemente.

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CAPÍTULO 8

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ui-Gon y Adi estaban en medio del Círculo de Reuniones. A su alrededor se extendía un coliseo al aire libre con losas de piedra a modo de bancos. —Todos los keganitas participan en el Gobierno de Kegan —dijo V-Haad orgulloso—. V-Tan y O-Vieve presentan los problemas al pueblo. No dan soluciones, sólo propuestas. Todos los ciudadanos pueden votar. Un edificio circular bajo se levantaba junto al coliseo. La cúpula, en una de las pocas muestras de ornamentación de Kegan, estaba pintada de dorado. —Ésa es la Vivienda Central, donde residen nuestros Guías Benevolentes —dijo O-Rena—. Solicitaremos una audiencia por vosotros. O-Rena y V-Haad les llevaron a una pequeña sala con paredes inmaculadamente blancas y bancos para sentarse. —Estarán con vosotros dentro de poco —dijo O-Rena—. Os esperaremos en la entrada principal. Al cabo de un momento, la puerta se abrió y aparecieron dos ancianos keganitas con túnicas blancas. La mujer llevaba el pelo canoso sujeto en una larga trenza. El hombre también era canoso. Sus resplandecientes sonrisas parecían más sinceras que las de los Guías de la Hospitalidad. —Bienvenidos, Qui-Gon Jinn y Adi Gallia —dijo la mujer—. Yo soy O-Vieve y él es V-Tan. Es un honor saludaros. Los dos Jedi inclinaron la cabeza. —Esperamos que podáis ayudarnos —dijo Qui-Gon—. Vinimos con nuestros padawan, Siri y Obi-Wan. Les perdimos en algún momento y no podemos encontrarlos. V-Tan extendió las manos. —Los Guías de la Hospitalidad nos han informado de esto. Estamos preocupados. —Hemos decidido iniciar una búsqueda —dijo O-Vieve—. Informaremos a nuestros ciudadanos de que los chicos se han perdido. Pronto obtendremos resultados. —Nos gustaría unirnos a la búsqueda —dijo Qui-Gon. O-Vieve asintió comprensiva. —Soy consciente de vuestra preocupación, pero no conocéis nuestro mundo. Nosotros podemos buscar de forma más rápida y eficaz. V-Tan y yo os estaríamos muy agradecidos si aceptarais nuestra hospitalidad durante este periodo de tiempo. ebookelo.com - Página 31

Tenemos un área de invitados preparada aquí, en la Vivienda Central. Estoy seguro de que necesitáis comer y descansar. Os traeremos a vuestros padawan. Qui-Gon estuvo a punto de protestar, pero Adi asintió. —Gracias —dijo ella. V-Tan y O-Vieve susurraron que no era molestia en absoluto y que era un placer para ellos conocer a los amables Jedi. Los Guías de la Hospitalidad estarían esperando en la recepción para mostrarles el camino hasta sus aposentos. Qui-Gon y Adi fueron hacia el pasillo. En cuanto se alejaron lo suficiente para que no les oyeran, Qui-Gon murmuró: —No podemos fiarnos de ellos para la búsqueda. —Claro que no —admitió Adi—, pero si hubiéramos seguido protestando no habríamos obtenido nada bueno. No se habrían rendido. No nos temen, como O-Rena y V-Haad. —¿Temernos? —preguntó Qui-Gon asombrado—. Nerviosos quizás, pero ¿por qué iban a temernos? —Eso es algo que no sé —dijo Adi—. Todavía. Qui-Gon se detuvo. El área de recepción estaba enfrente, y no quería que los Guías de la Hospitalidad les vieran. —Tenemos que volver al principio. Debemos hablar con V-Nen y O-Melie. Quizás el hecho de que Obi-Wan y Siri no hayan vuelto tenga que ver con la desaparición de O-Lana. Adi asintió. —¿Cómo podemos evitar a O-Rena y V-Haad? —Por aquí —dijo Qui-Gon, dando la vuelta y avanzando por donde habían venido. Giró a la izquierda y luego a la derecha. —¿Cómo sabes por dónde ir? —preguntó Adi. Qui-Gon sonrió. —En el Templo recibí lecciones sensoriales con la Maestra Tahl. Cuando se quedó ciega tuvo que aprender a mejorar el resto de sus sentidos. Sigo mi sentido del olfato. Adi se concentró. —Comida. Están cocinando algo. —Y donde hay comida, hay basura. Y donde hay basura, suele haber una salida —explicó Qui-Gon. —Y yo que siempre busco una ventana —dijo Adi corriendo tras él. La cocina estaba vacía excepto por un cocinero que, de espaldas a la puerta, estaba picando verdura para hacer una pasta. Qui-Gon y Adi Gallia se movieron de forma rápida y silenciosa tras él y salieron por una puerta a un reducido espacio lleno de cubos de basura. Los sortearon y se fueron por donde habían venido.

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No había mucha distancia y pronto estuvieron ante la puerta de V-Nen y O-Melie. Qui-Gon golpeó suavemente la puerta. Abrió V-Nen. La expresión esperanzada en su rostro se apagó cuando vio a los Jedi. —Creí que eran noticias de Lana —dijo. —Tenéis que confiar en nosotros —le dijo Adi—. Podemos ayudaros a proteger a vuestra hija. O-Melie se puso al lado de su marido. —No tenemos nada más que decir —dijo V-Nen—. Yo tengo que ir ahora a trabajar al Círculo de Información. —Llegamos tarde y nos tenemos que ir ya —dijo O-Melie—. Por favor, no nos sigáis. Las palabras de O-Melie sonaban frías, pero en su mirada había un ruego. ¿Qué les estaba pidiendo? Antes de que pudieran reaccionar, el matrimonio cerró la puerta en sus narices. Adi miró a Qui-Gon. La mirada que intercambiaron estaba llena de significado. No hablaron durante un momento, mientras un skyhopper zumbaba sobre ellos. —Creo que deberíamos volver —dijo Adi. —Sí —asintió Qui-Gon—. Aquí no hacemos nada. Dieron media vuelta y volvieron al Círculo de Viviendas. Pero la esperanza renacía en el corazón de Qui-Gon. Por fin estaba empezando a entender.

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CAPÍTULO 9

S

iri descargó otro montón de platos sucios en el fregadero. El suelo estaba lleno de agua jabonosa. —¿Quién fue el cabeza de chorlito que decidió que los turbolavavajillas eran malos para el Bien General? —preguntó, cogiendo un trapo sucio. —El trabajo servil realizado con primor contribuye al Bien General —dijo ObiWan. Ella le miró de reojo. —Hablas como uno de ellos. —Está empezando a hacerme mella —Obi-Wan secó el último plato del enorme montón y lo colocó sobre una pila. Siri contempló las estrechas ventanas que se alineaban en la parte superior de la pared. Todas las del Círculo de Aprendizaje estaban muy altas y permitían que entrara la luz, pero restringían la vista del exterior. Esa tarde les habían dicho que la contemplación del exterior era perder un tiempo que debía dedicarse al Aprendizaje. —Está oscureciendo —dijo Siri—. Creo que deberíamos irnos esta noche. Todavía tenemos nuestros sables láser. —Creo que es mejor esperar —dijo Obi-Wan. —¿A qué? —preguntó Siri, escurriendo un plato—. ¿A los platos del desayuno? Obi-Wan habló con calma. —A varias cosas. En primer lugar, no sabemos el tipo de seguridad que tiene el Círculo de Aprendizaje. Tenemos que descubrirlo antes de intentarlo. Recuerda que Qui-Gon y Adi nos dijeron que no provocáramos trastornos. —Pero eso fue antes de que nos capturasen —argumentó Siri. —Lo sé —dijo Obi-Wan—. Sin duda, ahora mismo estarán preocupados; pero eso no es razón para arriesgarnos a escapar. Si lo planeamos, quizá podamos evitar un enfrentamiento. Siri le miró con cara de incredulidad. —¿Sólo te importa eso? ¿Evitar una pelea? Obi-Wan intentó controlarse. —En mis misiones con Qui-Gon he aprendido que, si se puede, siempre es mejor evitar una pelea. Deberías haber aprendido eso en el Templo. Siri se puso roja. Sabía que Obi-Wan tenía razón. Un Jedi siempre evitaba los conflictos. Infinitas maneras de conseguir un objetivo hay, les había dicho Yoda ebookelo.com - Página 34

mucha veces. Intentarlas todas debéis. —Pareces olvidar que somos Jedi —dijo—. Con sólo revelar quiénes somos nos dejarán marchar. Así sabrán que no somos keganitas. —Pero tampoco sabemos si nos dejarán marchar —replicó Obi-Wan—. Es una opción, pero sigo pensando que deberíamos esperar. Qui-Gon nos dijo que no reveláramos que éramos Jedi. Y Yoda nos dijo que evitáramos los conflictos a toda costa. Mientras tengamos que hacerlo, yo digo que permanezcamos en el anonimato. ¿Qué pasa si nos retienen porque somos Jedi? ¿Y si metemos a Qui-Gon y Adi Gallia en problemas por revelar que somos Jedi? No sabemos qué están haciendo nuestros Maestros ahora mismo —Obi-Wan negó con la cabeza—. Hay demasiados interrogantes. A menos que encontremos la forma de marcharnos discretamente, por el momento deberíamos quedarnos. Piénsalo así. Aquí podemos aprender sobre la sociedad de Kegan. Es como un campo de adoctrinamiento. —¿Siempre eres tan precavido? —le preguntó Siri. —No siempre lo fui —respondió Obi-Wan—. Pero ahora sí. Él la miró a su vez. Ella sabía a lo que se estaba refiriendo Obi-Wan. Una vez actuó de forma impulsiva y casi lo perdió todo. Había aprendido la lección: actuar era una tentación. Esperar era más sabio. Siri arrojó con frustración el trapo al fregadero. Éste dio contra el agua y salpicó el suelo. Obi-Wan suspiró. Cuando terminaran de lavar los platos, tendrían que pasar la fregona un buen rato. —¿Así que tenemos que quedarnos aquí oyendo mentiras mientras limpiamos toda la escuela? —preguntó Siri con disgusto. —No estaríamos limpiando si no te hubiera dado por corregir a O-Bin —dijo Obi-Wan suavemente. —¿Y dejar que la profesora llenara la mente de los alumnos de mentiras? — preguntó Siri incrédula—. ¿Cómo vamos a hacer eso, Obi-Wan? Sabes que todo lo que enseñan aquí es falso. —Lo que dijiste no va a cambiar nada —argumentó Obi-Wan—. Nadie nos creyó, y ahora estamos aquí limpiando. —Así que es todo por mi culpa —dijo Siri. —Yo no voy a juzgar a nadie —dijo Obi-Wan irritado—. Pero ya que insistes, sí. —¡Fuiste tú el que no quisiste escapar cuando podíamos hacerlo! —explotó Siri —. Deberíamos haber salido corriendo. Obi-Wan abrió la boca para refutar la acusación, pero una voz sonó tras él en tono dubitativo. —Eso no hubiera sido buena idea. Ambos se dieron la vuelta. V-Davi, el chico delgado de la clase, estaba en la puerta. Tenía las manos metidas en los bolsillos de la túnica.

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—Los Guías de la Seguridad tienen mucho poder —dijo—. Oponerse a ellos es una tontería. Además, va en contra del Bien General. —Gracias por el consejo —dijo Obi-Wan. Siri cogió una fregona y comenzó a limpiar el agua que había derramado. —¿Qué haces aquí, V-Davi? —preguntó ella amablemente—. Tú no tienes marcas de castigo, ¿no? —No. La tarea que me han asignado es preparar la comida de mañana. Pensé que podría adelantar un poco esta noche —V-Davi fue a coger una lata de verduras. Encendió una máquina de picar y empezó a echar las verduras dentro. —¿Me estás diciendo que la comida de aquí se prepara de verdad? —gruñó Siri —. Yo creía que se limitaban a sacarla del cubo de la basura. Obi-Wan sonrió. Era verdad. La comida del Círculo de Aprendizaje era terrible. Todas las verduras y la carne se picaban para formar una pasta con la que se moldeaban formas circulares que después se horneaban. Aquellos círculos estaban tan sosos y duros que podrían emplearse para jugar al shock-ball. Miró a V-Davi para ver si se había ofendido. La expresión de V-Davi era de sorpresa, como si no hubiera oído antes una broma. Entonces se rió. —La comida es mala, sí; pero no es culpa mía. A mí me dicen cómo hacerla. —No te estaba echando la culpa, V-Davi —le dijo Siri—. Tendrías que ser un genio para hacer una comida tan increíblemente mala. —Por lo menos puedo ayudaros a terminar de limpiar —ofreció V-Davi—. No me importa. —No te preocupes —le dijo Siri mientras terminaba de pasar la fregona—. Yo tengo la culpa de esto. Pero puedes contarnos más cosas de ti mientras trabajamos. —¿Cuántos años tenías cuando viniste al Círculo de Aprendizaje? —preguntó Obi-Wan. —Fue hace siete años. Yo tenía dos —dijo V-Davi mientras metía más verduras en la picadora—. Mis padres murieron en la gran epidemia de Toli-X. A mí me enviaron aquí. La mayoría de los niños de Kegan no comienzan el Aprendizaje hasta que tienen cuatro años. Siri intercambió una mirada con Obi-Wan. Toli-X había sido una mutación vírica mortal que, hacía unos diez años, se había propagado de planeta en planeta, viajando en asteroides. Poco después de que apareciera se desarrolló una vacuna. En otras palabras, si Kegan hubiera estado en contacto con otros mundos, nadie habría muerto. Obi-Wan y Siri se comunicaron en silencio: No se lo digas. No hay por qué hacerlo. —¿Te gusta vivir aquí? —preguntó Siri, girando los platos para secar en la rejilla. —Claro —respondió V-Davi—. Gracias al Aprendizaje me estoy preparando para

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servir mejor al Bien General. Sonaba como otra de las cantinelas que habían oído en las clases. Obi-Wan ayudó a Siri a secar la gran pila de platos. —¿Alguna vez salís del Círculo de Aprendizaje? —Cuando termina el ciclo de estudio —dijo V-Davi—. Más o menos a los dieciséis años. Pero eso ya lo sabéis. —No somos de aquí, V-Davi —dijo Siri—. O-Bin no nos cree, pero es cierto. ¿Adónde vais cuando termináis el ciclo de Aprendizaje? —Allá donde podamos servir mejor al Bien General —respondió V-Davi al momento. Colocó la pasta de verduras en un bote grande y lo metió en el refrigerador. Luego comenzó a poner los platos secos en las estanterías—. Cuando cumples los doce, te examina un comité que evalúa tus capacidades. Entonces recibes una enseñanza más especializada en tu área. —¿Y qué pasa si te asignan a algo que no quieres hacer? —preguntó Siri. —Eres feliz porque sabes que estás contribuyendo al Bien General —V-Davi limpió un poco de agua jabonosa que Siri había derramado. Se apoyó en el fregadero y se metió una mano en el bolsillo con un gesto nervioso—. Yo iré probablemente al servicio de comidas. Hay escasez de personal. Siri le miró con suspicacia. —¿Pero tú qué quieres hacer, V-Davi? —Quiero trabajar en el Círculo Animal —admitió V-Davi—. Pero hay exceso de personal. Así que no ayudaría al… —Bien General —terminó Siri—. Ya lo voy cogiendo. De repente, Obi-Wan escuchó una especie de pitido suave. ¿Sería un dispositivo de alarma? Miró a su alrededor, pero no vio luces ni indicadores. V-Davi parecía nervioso. —Mejor nos vamos. Obi-Wan volvió a escuchar el sonido y se dio cuenta de que procedía del bolsillo de V-Davi. —¿Qué es eso? —preguntó Siri directamente. V-Davi se acercó hacia la puerta. —Nada. Me tengo que ir. Enseguida apagarán las luces. El joven se apresuró a marcharse. Algo se le cayó y flotó en el aire hacia ObiWan, que lo atrapó. Era una pluma. —V-Davi —exclamó—. Espera. V-Davi se detuvo. —¿Qué tienes ahí? Siri fue hacia él y miró en las manos de V-Davi. —Es un colibrí ojeador.

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Obi-Wan se aproximó. V-Davi debía de haber escondido al pajarillo en el bolsillo. La preciosa criatura de plumas amarillas y azules estaba acurrucada entre las manos del chico. Los ojos de V-Davi iban temerosos de Obi-Wan a Siri. —Tiene un ala rota. Lo encontré en el patio. No me lo iba a quedar. ¡Lo juro! Siri acarició con un dedo al animalito. —Qué rico es. —Só… sólo he rescatado a esta criatura —tartamudeó V-Davi—. Jamás romperé las normas del Aprendizaje. De repente, una diminuta naricita temblorosa asomó por el otro bolsillo de VDavi. —¿Y eso qué es? V-Davi tenía los ojos como platos. —Es una cría de ferbil —susurró—. Por favor, no te chives, V-Obi. —Pues claro que no nos vamos a chivar —le aseguro Obi-Wan. Luego acarició la peluda cabecita del animal. —¿Las mascotas van contra las reglas? —preguntó Siri. —Claro. No se permite tener animales domésticos en Kegan —dijo V-Davi—. Va en contra del Bien General dedicar la atención a una subespecie. Sólo se emplean para productos alimenticios y para la cría —les miró fijamente con sus ojos grises, con un repentino temor—. Sois extranjeros de verdad, ¿no? —Sí —dijo Siri—, pero también somos tus amigos. Una sonrisa de alivio se dibujó en el rostro de V-Davi. —Los estudiantes del Aprendizaje no pueden forjar lazos personales. Si tienes un amigo íntimo, se lo llevan a otra parte de la zona de Aprendizaje. Así que tenemos que tener cuidado. Ahora me podéis llamar Davi. Cuando haces amigos en Kegan, la letra inicial de tu nombre no se pronuncia. —Entonces tú puedes llamarnos Obi-Wan y Siri —dijo Obi-Wan. Davi puso una mano en el antebrazo de Obi-Wan y la otra en el de Siri. —Sois mis primeros amigos. Quizá no contribuya al Bien General, pero me hace feliz. Y ahora, dado que sois mis amigos, en Kegan consideramos que a los amigos hay que ayudarles a conseguir los deseos de su corazón —suspiró profundamente—. Por lo tanto, Obi y Siri, os voy a ayudar a escapar. Esta noche.

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CAPÍTULO 10

E

l constante zumbido debería haberle llamado la atención, pero se convirtió en un ruido de fondo y Qui-Gon no lo percibió. Supuso que ellos contaban con eso. Una presencia continua puede pasar más desapercibida que una intermitente. Kegan estaba intensamente vigilado. Los skyhoppers que sobrevolaban la ciudad debían de estar equipados con dispositivos de mira y escucha. Era la única explicación. V-Nen y O-Melie les habían pedido ayuda de la única forma que podían: con miradas e indirectas. Qui-Gon y Adi no se atrevieron a hablar, ni siquiera al aire libre. Sin cruzar una palabra más, los dos Maestros Jedi se dirigieron al Círculo de Información. La mirada alerta de Qui-Gon examinó los edificios redondos del Círculo. Vio una ventana abierta a su izquierda, y se la señaló a Adi con un gesto de la cabeza. Ella asintió. Entraron en el edificio y se internaron rápidamente en un laberinto de pasillos que conducía hacia la habitación con la ventana abierta. Estaban seguros de que V-Nen y O-Melie estarían esperándoles. La puerta estaba entreabierta. Qui-Gon dudó antes de pasar. —Entrad rápido, por favor —susurró V-Nen. —Y por favor, cerrad la puerta —añadió O-Melie. —Esta habitación es segura —dijo V-Nen en cuanto entraron los Jedi y cerraron la puerta tras ellos—. Melie y yo hemos instalado dispositivos anti-vigilancia. Los sky-hoppers que habéis visto sobrevolando la zona son dispositivos no pilotados equipados con material de vigilancia audiovisual. Todo lo que decimos y hacemos se graba. Hay transmisores en nuestros hogares que envían las señales. Qui-Gon y Adi se miraron. —Supusimos que estaba ocurriendo algo así —dijo Qui-Gon—. ¿Cómo permiten eso los ciudadanos de Kegan? —Comenzó como una medida contra la delincuencia —explicó O-Melie—. La sociedad era estable, pero cuando cambiamos al sistema de trueque comenzaron a cometerse hurtos menores. V-Tan y O-Vieve propusieron el empleo de los autohoppers como dispositivos de seguridad, y todos votamos a favor. En realidad se supone que sólo estaban destinados a patrullar en la zona del mercado, pero después se amplió el radio al Círculo de Viviendas y más allá. Nadie pensó que serían ebookelo.com - Página 39

utilizados para monitorizar conversaciones y actividades. Ocurrió lentamente, y ahora somos vigilados de forma constante. —Pero si todos los ciudadanos de Kegan tienen derecho al voto, ¿no podríais votar para eliminarlos? —preguntó Adi. V-Nen negó con la cabeza. —Todos los ciudadanos tienen derecho al voto, pero son V-Tan y O-Vieve los que deciden lo que se vota. O-Melie sonrió con tristeza. —Nuestra democracia es una ilusión. No es real. —Decidnos cómo podemos ayudaros —dijo Adi con suavidad—. ¿Qué creéis que le ha pasado a O-Lana? O-Melie y V-Nen se miraron asustados. —Estamos preocupados por su seguridad —dijo V-Nen en voz baja—. Hay rumores sobre lo que les ocurre a los niños que desaparecen. Qui-Gon recordó algo que en su momento le había inquietado. —¿Es a eso a lo que se refería O-Yani cuando dijo que O-Lana no iba a desaparecer? O-Melie asintió. —Algunos niños se internan en el Círculo de Aprendizaje y nunca se vuelve a saber de ellos. —¿El Círculo de Aprendizaje? —preguntó Qui-Gon rápidamente—. ¿Dónde está? —Ese Círculo no está en la ciudad de Kegan, sino en el extrarradio —explicó VNen—. El Aprendizaje es un ciclo educativo desarrollado por O-Vieve y V-Tan. Se implantó hace unos quince años. Antes de eso no había una autoridad central y los niños se educaban en casa. —No sabemos dónde está, sólo que está en el campo —respondió O-Melie—. Piensan que es mejor para los niños que los padres no vayan allí. Los niños acuden al Círculo de Aprendizaje cuando cumplen los cuatro años. No hay excepciones. Las faltas de asistencia se penalizan con dureza. —Ésa es la razón por la que no hay niños en la calle —dijo Adi. —¡Obi-Wan y Siri! —exclamó Qui-Gon—. ¿Podrían habérselos llevado por error? —Es posible —dijo V-Nen—. Hemos oído que los Guardianes de la Asistencia actúan primero y preguntan después. Y es probable que no crean a vuestros padawan si dicen que no son keganitas. Hay pocos ciudadanos que sepan que los Jedi están aquí. O-Vieve y V-Tan pensaron que era mejor mantener vuestra visita en secreto. —Y, como veis, nos pusimos en contacto con vosotros sin permiso de V-Tan y OVieve —dijo O-Melie—. Pensamos que los Guías Benevolentes no se atreverían a

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rechazar a los Jedi. Y, de hecho, no lo hicieron y os permitieron venir; pero no iban a dejarnos veros a solas. —Dicen que es por nuestra seguridad —les dijo V-Nen—. Creen que los Jedi están rodeados de oscuridad. Qui-Gon se quedó helado. —No lo entiendo. —O-Vieve tiene visiones proféticas y V-Tan tiene sueños —explicó O-Melie—. Muchas de sus predicciones se hacen realidad. Por eso la gente de Kegan confía en ellos. O-Vieve tuvo una visión sobre los Jedi en la cual una fuerza maligna arrasaría a todos aquellos que estuvieran cerca de ellos. Los keganitas tienen miedo de los Jedi. Así que Adi tenía razón. Eso era lo que había percibido en V-Haad y O-Rena. Miedo. —Pero nosotros tenemos dudas con respecto a la visión de O-Vieve —dijo V-Nen —, y queremos lo mejor para nuestra hija. Tuvimos que ponernos en contacto con vosotros porque sabemos que a Lana no se la llevaron para unas pruebas rutinarias. Ya nos habrían dicho algo. O-Melie sollozó. V-Nen rodeó a su mujer con el brazo con gesto protector. Luego le pasó la mano en el pelo, abrazándola suavemente, y habló con la mejilla apoyada en la cabeza de ella. —Siento decir esto en voz alta, Melie, pero yo sé que tú piensas lo mismo. Tenemos que ser fuertes por el bien de nuestra hija. Tenemos que dejar que los Jedi nos ayuden. Nosotros solos no podremos. O-Melie levantó la cabeza lentamente. Las lágrimas brillaban en sus ojos. —Nen tiene razón —dijo ella temblando—. Necesitamos vuestra ayuda. —Y nosotros estamos aquí para dárosla —dijo Qui-Gon. V-Nen colocó la mano en el antebrazo de Qui-Gon. O-Melie puso la suya en el de Adi. V-Nen habló. —Para vosotros, ahora somos Nen y Melie. Nuestro destino está unido al vuestro. —Encontraremos a vuestra hija —les aseguró Qui-Gon. —Tened cuidado —les dijo Nen—. Formamos parte de una facción de Kegan que se opone a O-Vieve y V-Tan. Estamos en contra de esta política aislacionista. El comercio y la exploración serían positivos para Kegan. La vigilancia es lo que ha dificultado nuestro movimiento en contra del aislamiento. No es que nos arresten o nos prohíban discutir las cosas… al contrario, V-Tan y O-Vieve insisten en que Kegan es una sociedad abierta; pero, por alguna razón, aquellos de nosotros que preguntan por qué no podemos viajar, son castigados. Son llevados a sectores de trabajo que no les gustan, son obligados a compartir la vivienda sin avisar, se les

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otorga prioridad menor para sus peticiones… y más cosas que dificultan la vida en Kegan. Como podéis imaginar, nuestra causa ha perdido muchos miembros. Los demás han aprendido a ser cuidadosos. —Pero ahora hemos ido demasiado lejos. Se han llevado a nuestra hija —dijo Melie—. Yo ya no quiero ser cuidadosa. —V-Tan y O-Vieve proclaman que si un keganita abandona el planeta, será nuestra destrucción —continuó Nen—. Y harán todo lo posible para impedir que Lana se vaya. —Tenemos que encontrarla antes de que sea demasiado tarde —dijo Melie con voz temblorosa. —Pero vigilan todos nuestros movimientos y escuchan cada palabra que decimos —añadió Nen desesperado. —Tengo una idea —dijo Qui-Gon—. Los autohoppers se controlan mediante PICs, o sea Procesadores de Instrucción Central. —Sí —asintió Nen—. El PIC está en un edificio vigilado, aquí en el Círculo de Información. —Si Adi y yo conseguimos inhabilitar el PIC —continuó Qui-Gon—, tendrán que recoger los autohoppers hasta que lo reparen. Mientras tanto, la gente podrá compartir información de forma más libre. Podréis movilizar a vuestro grupo, y tendremos tiempo para encontrar a Lana. —Qui-Gon, tengo que hablar contigo —dijo Adi con firmeza. La Maestra Jedi se llevó a Qui-Gon a una esquina. —No estoy a favor de ese plan —dijo en un tono grave que vibraba con preocupación—. Es totalmente opuesto a los deseos del Consejo. Inhabilitar un PIC interferirá de forma directa con el Gobierno de Kegan. —¿Pero de qué otra forma podemos completar la misión? —replicó Qui-Gon—. Antes de venir, no sabíamos que el pueblo estaba bajo una vigilancia constante. No sabíamos que existían dos poderosos gobernantes controlándoles. ¡Y nuestros padawan y una niña inocente han desaparecido! Adi apretó los labios y miró hacia el suelo, pensativa. —Adi, debemos encontrarles —dijo Qui-Gon suavemente—. Ésta es la única forma. Adi levantó la cabeza. Sus ojos castaño oscuro seguían llenos de duda. No dijo nada. —Si no quieres ayudarme lo entenderé —dijo Qui-Gon con firmeza—, pero deshabilitaré el PIC. La pregunta es ¿vendrás conmigo?

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CAPÍTULO 11

D

avi, Obi-Wan y Siri se sentaron en un oscuro rincón del comedor. —¿A qué esperamos? —preguntó Siri a Davi. —A que apaguen las luces —dijo Davi—. Las luces se encienden y se apagan tres veces cuando los Guías de la Seguridad cambian el turno. V-Tarz estará esta noche de guardia y se sentará en la caseta de vigilancia del centro administrativo. Si alguien saca el pie del dormitorio, sonará la alarma. —Entonces ¿cómo escaparemos? —preguntó Siri. —V-Tarz espera cinco minutos después de apagarse las luces, y luego desconecta la seguridad del Barracón 7 y fumiga la cocina —dijo Davi con una sonrisa—. Lo supe la noche en que conocí a Scurry —se puso el ferbil en la mano y le dio unas semillas—. Scurry estaba en el área de preparación de comidas. Debió de meterse de alguna forma y no sabía salir. Supe que si le encontraban le… eliminarían. Estaba intentando pensar cómo quedármelo cuando sonó el timbre que indica la hora de dormir. Decidí quedarme toda la noche donde estaba. Son seis marcas de castigo si te encuentran fuera a la hora de dormir. V-Tarz entró a comer algo y yo me escondí. —¿Cómo sabes que lo hace todas las noches? —preguntó Obi-Wan. —Porque se ve la luz de seguridad apagándose en el dormitorio —explicó Davi —. Yo vengo aquí casi todas las noches. Algunas veces me… me da miedo estar solo en la oscuridad. —Pero tú duermes en una habitación con otros veinte niños —dijo Obi-Wan. —Sigo estando solo —dijo Davi. Avergonzado, se puso a dar de comer al ferbil. —Oye, sé lo que quieres decir —dijo Siri sin rodeos—. Este sitio le provocaría escalofríos a cualquiera. Davi la miró con una sonrisa tímida. Obi-Wan se dio cuenta una vez más de que la sinceridad de Siri le había dado seguridad. Jamás imaginó que Siri sería capaz de consolar a alguien. —Scurry me ayuda —dijo Davi—. Y también mis otras mascotas. Las encuentro en el patio durante los recreos. La mayoría están hambrientas, asustadas o heridas. Yo las cuelo dentro y las guardo en mi cama. Por la noche vengo aquí a darles de comer. Algunas veces salgo fuera sólo para ver las estrellas. —¿Cómo saldremos fuera? —preguntó Obi-Wan. —Por las ventanas del cuarto de aseo del Barracón 7 —dijo Davi—. Podéis subir por las duchas. Luego es un saltito hasta el suelo. Después tendréis que robar un ebookelo.com - Página 43

deslizador. Yo os diré cómo es la ciudad. Las luces se encendieron y se apagaron tres veces. Luego se escuchó un timbre suave. —Dentro de cinco minutos se activará la seguridad del suelo —susurró Davi—, pero entonces V-Davi la apagará de nuevo. Os enseñaré el camino. —¿Por qué no vienes con nosotros, Davi? —le preguntó Siri. Davi se quedó de piedra. —¿Y por qué iba a hacer eso? —¿No quieres averiguar cómo es realmente la galaxia? —preguntó Siri—. ¿No quieres tener la oportunidad de hacer lo que quieres hacer? —Pero la galaxia es un lugar peligroso —dijo Davi. —Parte de la galaxia es peligrosa —dijo Obi-Wan—, pero no toda. —Hay sitios en Coruscant, donde vivimos nosotros, en los que a los niños huérfanos se les busca padres —le dijo Siri—. Podrías tener una familia, y podrías tener mascotas y trabajar con animales. —Yo ya tengo una familia —dijo Davi nervioso—. El Bien General es una familia. —Pero Davi, el Aprendizaje os enseña mentiras —dijo Siri—. ¿No te fías de nosotros? —No es que no me fíe de vosotros —dijo Davi preocupado—, pero el poder maligno que controla la galaxia podría haberos contado cosas que no son ciertas. La desinformación se propaga para confundir a la gente y mantenerla a raya. —Pero si eso es exactamente lo que está pasando aquí —protestó Siri. —Si me voy, los soldados enmascarados vendrán y atacarán Kegan —dijo Davi, negando con la cabeza—. Ésa es la visión de O-Vieve y V-Tan. Nadie puede irse. El Bien General sufrirá y vendrán los invasores. Siri y Obi-Wan se miraron frustrados. Davi llevaba sometido al Aprendizaje demasiado tiempo y no podía asimilar que lo que le estaban diciendo era cierto. Oyeron los pesados pasos de V-Tarz. El gordo keganita cruzaba el comedor en dirección a la cocina. Obi-Wan se quedó totalmente quieto. En unos minutos, Siri y él serían libres. Si todo salía según el plan… De repente, una voz rompió el silencio. —¡V-Tarz! Había otro guardia de seguridad en la puerta. —¿Qué haces? —Alerta de seguridad en las cocinas —dijo V-Tarz rápidamente—. Puede que sólo sea un error. Quizá sea la alarma de infrarrojos. Iba a comprobarlo. —Iré contigo. Hay nuevas órdenes. Habrá dos guardias de seguridad durante la

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noche. Más nos vale volver a activar el Barracón 7 rápidamente —el otro Guía fue hacia V-Tarz. —V-Tarz se ha quedado sin merienda —murmuró Siri. —Mejor vamos a los dormitorios —dijo Davi nervioso—. No podemos escapar esta noche. Lo siento. Nunca antes habían apostado dos guardias por la noche. Esperaron a que los Guías dieran la vuelta a la esquina. Entonces Davi les mostró el camino de salida del comedor. —Podemos volver a los dormitorios por el centro de administración —dijo Davi —. Daos prisa, no tardarán mucho en verificar la seguridad de la cocina. Corrieron por los pasillos y entraron en el centro de administración, una habitación redonda en el centro del edificio. Todos los barracones salían de esa ubicación central. —Ya casi estamos —dijo Davi mientras corría hacia la puerta del Barracón 7, en el que dormían los tres. Pero, en ese momento, escucharon unos pasos que les resultaron familiares. No les daba tiempo a llegar a la puerta. Davi se colocó rápidamente tras una fila de escritorios. Siri corrió tras él. Obi-Wan, que iba detrás, se deslizó tras unas estanterías llenas de archivos. Oyeron a V-Tarz gruñendo mientras se acercaba al muro de seguridad. —Va y me dice que ejecute la comprobación de los infrarrojos —murmuró—. A los infrarrojos no les pasa nada. Lo que pasa es que me muero de hambre. —¿V-Tarz? ¿Estás ahí? —la voz sonó en el intercomunicador. —Estoy aquí. —Haz la verificación. —Está ejecutándose —dijo V-Tarz—. Idiota. —¿Qué? —Nada. Está ejecutándose —el estómago de V-Tarz rugió. Él suspiró. Obi-Wan se apoyó en el cuadro de mandos para mirar por encima. ¿Podrían salir sin ser vistos por V-Tarz? No si el guardia no se movía. V-Tarz estaba justo frente a la puerta, bloqueándoles la salida. Mientras Obi-Wan volvía detrás de las estanterías, chocó contra una caja llena de informes y uno de ellos cayó. Los reflejos de Obi-Wan eran excelentes, y logró atraparlo al vuelo sin hacer un ruido. Era el expediente de alguien llamado O-Uni. Obi-Wan lo revisó en silencio. La chica tenía comentarios excelentes por parte de sus profesores. Unas cuantas visitas al Círculo Médico. Y había un papel con un sello que decía: «Reclasificada para el Círculo de Reaprendizaje». Obi-Wan colocó el informe en su sitio de nuevo. ¿El Círculo de Reaprendizaje? ¿Qué era eso?

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—Verificación completada —dijo V-Tarz hacia el intercomunicador—. Todo correcto. —Te recibo. Comprobaré por última vez la cocina y el comedor antes de volver. —Te echaré una mano. —No te molestes. Ya lo hago yo. —No te recibo. Echaré un vistazo a la cocina —V-Tarz apagó el intercomunicador—. Quizá pueda coger algo de comer cuando no mires, aguafiestas. El hombre salió. Davi asomó la cabeza. —Vámonos —susurró. Fueron corriendo hasta la puerta, pero Obi-Wan detuvo a Davi. —¿Qué es el Círculo de Reaprendizaje? —No estoy seguro —dijo Davi—. Pero sé que no quiero acabar ahí. Te envían si tienes demasiadas marcas de castigo. Pero a algunos alumnos que nunca se meten en problemas también les mandan. Nadie sabe por qué —se estremeció—. Pero nadie vuelve.

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CAPÍTULO 12

E

l gong de la mañana quebró el silencio antes del amanecer. Los estudiantes retiraron las mantas instantáneamente, se levantaron e hicieron cola para utilizar los lavabos que había en la pared. Obi-Wan sintió el choque del agua fría en su piel. Su mente ya estaba despejada. Sonó el siguiente gong, la señal para vestirse e ir al comedor en tres minutos. Davi le había explicado todo eso la noche anterior, antes de separarse. Obi-Wan pensó en lo distinta que había sido la vida en el Templo. Allí, una suave luz comenzaba a encenderse, imitando la salida del sol. Los estudiantes tenían todos su habitación propia, porque se respetaba la intimidad. La primera hora de la mañana era un momento de meditación y ejercicio moderado antes de comenzar el día. No había ruidos molestos ni prisas. Pero aquí a los alumnos no parecía molestarles el abrupto comienzo del día, o el estricto horario que tenían que seguir. No parecían distinguir el contraste entre las sonrisas de los Guías y sus órdenes severas. Y a nadie parecía importarle la comida. Al otro lado de la sala, Siri estaba sentada con las otras niñas. Levantó una cucharada de papilla y le miró asqueada. Obi-Wan se rió en voz baja. —Dos marcas de castigo, V-Obi —dijo uno de los Guías, introduciéndolo en un registrador portátil—. La concentración en la nutrición es lo que hacemos durante el servicio de comidas. La interacción con los otros se reserva para el tiempo libre. Obi-Wan masticó la sosa comida. Siri tenía razón. Tenían que salir de allí.

*** —Hoy jugaremos al Tiempo de Reacción —anunció O-Bin—. Ya sabéis cómo funciona. Un tema saldrá en vuestras pantallas. El primero que pulse el botón de respuesta será el que diga a la clase los puntos relevantes sobre el tema. Buena suerte. Obi-Wan miró su pantalla. Ponía «Coruscant». No pulsó el botón de respuesta. Lo mejor que podía hacer era intentar no atraer la atención de los Guías de Aprendizaje. El tiempo de reacción de un Jedi es increíblemente breve. El piloto de la pantalla de Siri se iluminó el primero. Obi-Wan la miró para advertirle, pero ella fingió no verle. Era evidente que a O-Bin no le gustaba preguntar a Siri.

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—¿O-Siri? —preguntó con los labios tensos. —Coruscant es un planeta cubierto por una ciudad. Es la sede del Senado Galáctico. Miles de millones de seres habitan allí. Es conocido por su Gobierno, su cultura y sus excelentes sistemas de tránsito y seguridad… —Tengo que interrumpirte, O-Siri —dijo O-Bin con una sonrisa—. Está todo mal. ¿Quién puede corregir a O-Siri? Las luces de las pantallas se encendieron por la clase. O-Bin consultó la suya para ver quién había sido primero. —¿V-Mina? —Coruscant es un mundo corrupto —dijo V-Mina—. La esclavitud es legal allí. —Exactamente —dijo O-Bin. El rostro de Siri ardía. Obi-Wan la miró fijamente. Ambos tenían que mantenerse en silencio. No podían atraer más atención. El siguiente término fue «Orden Jedi». Esta vez, O-Bin ignoró a propósito la luz encendida de Siri. —¿V-Tan? —La Orden Jedi está rodeada de oscuridad. Ellos… Siri se puso en pie. —¡La senda Jedi está al servicio de la galaxia! —¡Siéntate, O-Siri! ¡Cinco marcas de castigo! Y ya sabes lo que eso significa… Obi-Wan gruñó ruidosamente. —Limpieza del servicio de comidas tras la cena —siseó O-Bin entre dientes—. Y, V-Obi, por tu gruñido deduzco que estarás encantado de unirte a O-Siri. Tanto mejor para el Bien General.

*** —Yo soy muy capaz de tener la boca cerrada —dijo Siri a Obi-Wan más tarde—, pero no quiero. ¿Qué más da que estemos lavando platos? Al menos no estamos en un aula escuchando a O-Bin diciéndonos que todos los planetas del Núcleo están corruptos. Obi-Wan contempló la pila de platos sucios de la cena. Era la segunda vez que les mandaban a fregar en un día. —Yo casi preferiría estar en clase. —Tengo una sugerencia —Siri tiró el estropajo al fregadero—. Pasamos de los platos y nos escapamos. Esta noche. Si no podemos engañar a ese inepto de V-Tarz, no merecemos ser Jedi. —Vale —asintió él. —Obi-Wan, alguna vez tendrás que escucharme. Tú no eres el único que puede… ebookelo.com - Página 48

—Siri reaccionó un poco tarde—. ¿Has dicho que vale? Obi-Wan asintió. —Tienes razón. Ya hemos visto cómo funciona el sistema de seguridad. Vámonos. Qui-Gon y Adi tienen que estar realmente preocupados. —Habrá dos guardias —dijo Siri—. Y puede que V-Tarz no pueda ir a por su merienda. ¿Qué se te ocurre? —El otro Guardia de Seguridad piensa que anoche el sistema funcionó mal, pero no saben cuál es el problema, ¿no? Siri asintió. —Pues vamos a crearlo —dijo Obi-Wan—. Tendrán que apagar el sistema para revisarlo y arreglarlo. Mientras tanto, saldremos por el cuarto de aseo. —¿Cómo podemos sabotear el sistema? —preguntó Siri—. Ahora no podemos colarnos en el centro de administración. Está lleno de Guías. —Tendremos que sabotearlo desde aquí —dijo Obi-Wan contemplando la cocina —. ¿Alguna idea? Examinaron los dispositivos de seguridad de las esquinas del techo. —¿No dijo V-Tarz algo sobre el sensor de infrarrojos? —preguntó Siri. —Dijo que podría estar estropeado —dijo Obi-Wan. —¿No podemos manipular algo para estropearlo? —preguntó Siri. Pasó la mano por la enorme unidad de energía—. ¿Y si encendemos la cocina un poco? Se calentará la habitación y los infrarrojos acabarán por activarse. Tendrán que apagar el sistema para darse cuenta. —Sencillo, pero genial —dijo Obi-Wan—. Hagámoslo. Pero mejor lavamos antes los cacharros. Si entra un Guía para revisar nuestra tarea, podría darse cuenta de que la cocina está encendida. —Sabía que había un inconveniente —gruñó Siri. Entre los dos acabaron la tarea a toda prisa. Las luces les advirtieron de que llegaba la hora de irse a la cama, y corrieron a sus dormitorios. Se detuvieron junto al centro de administración. —No tenemos tiempo de despedirnos de Davi —dijo Siri, algo triste. —Ya sabrá lo que ha pasado cuando descubran que no estamos —dijo Obi-Wan —. Volveremos a por él con Qui-Gon y Adi. Quedamos aquí en cuanto se apague la luz de seguridad. Después iremos a la salida del Barracón 7. Siri asintió. Obi-Wan se fue a su dormitorio. Consiguió meterse en la cama justo antes de que las luces se apagaran. Esperó, escuchando las pausadas respiraciones a su alrededor. Los estudiantes trabajaban tanto y tan duro durante el día que se dormían a los pocos minutos de meterse en la cama. Al cabo de un rato se apagó la luz de seguridad. Obi-Wan se calzó sus botas y salió de puntillas. Se detuvo un momento ante el jergón de Davi. Era mejor no

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despertarle. Algo podía salir mal, y no quería meterle en problemas. Cuando llegó a la sala del centro de administración, Siri estaba esperando. —Acabo de ver a V-Tarz y al otro Guía de Seguridad ir a revisar el sensor —dijo ella—. Todo está despejado. Bajaron a toda prisa por el largo pasillo, pasando por los dormitorios. La sala de aseo estaba al otro extremo del gran edificio circular. Casi habían llegado, cuando oyeron el chirrido de una puerta abriéndose ligeramente. Sin dudarlo un segundo, Obi-Wan y Siri saltaron al unísono, doblando la curva del pasillo, desde donde no eran vistos. Comenzaron a correr. Si alguien les había visto, u oído, podía llamar a los Guías de Seguridad. Todos los estudiantes tenían órdenes de informar sobre el resto. Pero ¿lo harían? Una alarma quebró el silencio. Ya podían ver la puerta de la sala de aseo. Corrieron hacia ella, pero, antes de que pudieran llegar, los Guías de Seguridad aparecieron en el pasillo y les rodearon. Podrían haber peleado con ellos, pero eso habría implicado mostrarles los sables láser. Obi-Wan seguía reacio a hacerlo, ya que Yoda le había prevenido al respecto. Tenía que haber una opción mejor. Vio a Siri a punto de agarrar la empuñadura de su sable láser, y negó con la cabeza. Pero ¿le haría caso Siri? Los estudiantes aparecieron en el pasillo para ver lo que había provocado el jaleo. O-Bin y otros Guías de Aprendizaje salieron apresuradamente, vestidos con la ropa de dormir. —Conozco a estos dos muy bien —dijo O-Bin—. ¿Qué estáis haciendo en los pasillos después del toque de queda? Una voz temblorosa sonó a sus espaldas. —Fui yo. Se giraron. Davi estaba ahí, nervioso, con los ojos clavados en el suelo y con miedo a mirar a O-Bin. —Iba a la zona de preparación de comidas —dijo Davi—. Me… olvidé de algo. —¡Ya lo creo! —se adelantó V-Tarz—. ¡Se dejó encendida la cocina! ¡Hizo saltar los sensores! O-Bin colocó su sonrisa de reprobación en su cara. —Es un gran descuido por tu parte, V-Davi. Tendremos que consultar cuántas marcas de castigo te mereces por eso. —Lo sé —murmuró Davi—. Soy consciente de que he puesto en peligro el Bien General. Me arrepiento. —Bien. Lo discutiremos mañana —O-Bin dio unas palmadas—. Todo el mundo a sus dormitorios. Entre la corriente de estudiantes, Obi-Wan y Siri se abrieron paso hasta Davi.

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—¿Por qué has hecho eso? —susurró Siri. —No tengo tantas marcas de castigo como vosotros —le susurró él a su vez. —Davi, ¿por qué llevas las botas y la túnica? —preguntó Obi-Wan con suspicacia. —Te vi marchándote —dijo Davi—. Sabía que os ibais a escapar. ¡Quería ir con vosotros! —¡V-Davi! —la voz de O-Bin era estridente—. ¡Si deseas arrepentirte de tu desobediencia, no deberías estar hablando con dos alborotadores! Davi siguió andando, mirándoles por última vez; pero, de repente, algo saltó de su bolsillo. Obi-Wan supo inmediatamente lo que era: el ferbil de Davi, Scurry. Davi no se iría del Círculo de Aprendizaje sin él. —¿Qué es eso? —exclamó O-Bin—. ¡Cogedlo! Davi se echó al suelo, chasqueó los dientes y ahuecó las manos. El ferbil fue corriendo hasta él. —Eso —dijo O-Bin—, es una mascota. Davi no dijo nada. Tenía la cara roja. —Es sólo un pequeño ferbil —dijo Siri. —Dos marcas de castigo, O-Siri. No estaba hablando contigo. ¡V-Tarz! V-Tarz se acercó. —Por favor, registra el dormitorio de V-Davi —ordenó O-Bin. Obi-Wan y Siri les siguieron. Rodeado de estudiantes que contemplaban la escena, V-Tarz no tardó en encontrar dos lagartos iridiscentes, otra cría de ferbil y una bolsita con semillas. O-Bin apretó los labios. —¿Qué decimos, estudiantes? Todos los alumnos miraron a Davi. —Vergüenza, vergüenza, vergüenza —repitieron una y otra vez. —Llévate… esas… cosas —dijo O-Bin a V-Tarz, con los dientes crujiéndole en una sonrisa—. Y deshazte de ellas. V-Tarz se guardó los lagartos y se metió a los dos ferbils en el bolsillo. —¡No! —gritó Davi—. Por favor… —Vergüenza, vergüenza, vergüenza. En el bolsillo de V-Tarz, los ferbils gritaban histéricos. Los ojos de Davi se llenaron de lágrimas, que se deslizaron lentamente por sus mejillas. —Por favor —susurró.

***

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En cuanto las luces volvieron a encenderse a la mañana siguiente, Obi-Wan corrió hacia el jergón de Davi para consolarle, y para decirle que encontrarían la forma de escapar y que lo llevarían con ellos. Pero Davi no estaba.

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CAPÍTULO 13

Q

ui-Gon y Adi se escondieron tras un muro elevado, con los ojos fijos en el edificio de máxima seguridad que albergaba el PIC. Nen les había pasado por varios controles, pero no estaba autorizado a entrar en el edificio. Dependía de ellos pasar el último control. —No podemos atacar a un keganita —murmuró Adi—. Tenemos que emplear la Fuerza para que los de seguridad nos dejen pasar. —Sólo hay un guardia —dijo Qui-Gon—. Debería de ser fácil. Kegan no está acostumbrado a la actividad ilegal. Salieron de su escondrijo y fueron hasta el guardia. —Saludos —dijo Qui-Gon—. V-Tan y O-Vieve nos han mandado aquí a observar. Para ti será un placer dejarnos entrar. —Para mí es un placer dejaros entrar —dijo el guardia, sucumbiendo al truco mental y señalándoles la entrada. Una vez dentro, Qui-Gon y Adi encontraron rápidamente el Procesador de Instrucción Central. Los dedos de Adi volaban por el teclado mientras introducía una serie de órdenes contradictorias. —Esto provocará que todos los dispositivos vuelvan a áreas de aterrizaje —dijo ella—. No quiero que se estrellen en zonas habitadas. Este programa confundirá al personal técnico y nos dará tiempo. —¿Cuánto? —preguntó Qui-Gon. Los ojos de Adi permanecían fijos en la pantalla. —No lo sé exactamente. Por lo menos dos horas. Puede que tres. No están muy avanzados tecnológicamente, así que les llevará un tiempo. —No quiero que pase una noche más sin encontrar a nuestros padawan —dijo Qui-Gon con firmeza. Adi asintió lentamente. —Los encontraremos. Y a Lana también. Cuando Adi terminó, ambos volvieron al pasillo de salida, pero Qui-Gon se detuvo ante una puerta con un letrero que decía «Archivos de instrucción central». —Vamos a echar un vistazo —dijo—. Quizás encontremos una pista. La sala estaba llena de unidades de archivos holográficos. Estaban fechadas y alineadas alfabéticamente. Qui-Gon cogió un cajón de archivos y Adi otro. —Hay uno por cada ciudadano de Kegan —dijo Adi sin poder creerlo—. ebookelo.com - Página 53

Conversaciones grabadas… —Con quién quedan, con quién cenan… —dijo Qui-Gon accediendo a otro informe. —Lo que utilizan, lo que comen… —Lo que escriben a sus hijos al colegio… Qui-Gon examinó el expediente de una niña de trece años llamada O-Nena. —¿No nos habló Nen del Círculo de Aprendizaje? Adi Gallia asintió con un murmullo mientras abría otro informe. —¿Sabes ya dónde está? —No —dijo Qui-Gon—. Pero aquí hay una referencia al Círculo de Reaprendizaje. ¿Qué será eso? —Suena a algo que deberíamos comprobar. —Busquemos a Lana —sugirió Qui-Gon, pasando los archivos para buscar su nombre—. Aquí no hay nada. —Buscaré a Melie y Nen —Adi revisó los archivos, un nombre tras otro—. Aquí, yo cojo a Nen y tú a Melie —leyó los archivos rápidamente. Qui-Gon contempló el informe. —Hay muchísimas conversaciones grabadas. Grabaciones de reuniones con otros disidentes. Y las grabaciones de todas nuestras conversaciones en la casa. Pero nada de Lana. Ni siquiera su partida de nacimiento. —Han borrado toda la información —Adi miró a Qui-Gon—. Esto no me gusta. Es como si hubieran eliminado cualquier prueba de su existencia. —Excepto en la memoria de sus padres. Los dos Jedi cerraron los expedientes al unísono. —No tenemos tiempo que perder —dijo Adi. Salieron del edificio y corrieron hacia la vivienda de Nen y Melie. Adi les explicó rápidamente que los auto-hoppers estarían inhabilitados durante unas tres horas. —Reuniremos a todos los disidentes que podamos —dijo Nen—. Intentaremos averiguar si alguien ha visto a vuestros padawan. —Tenemos que saber dónde está el Círculo de Aprendizaje —les dijo Qui-Gon —. Tengo el presentimiento de que ahí está la clave. ¿Habéis oído hablar del Círculo de Reaprendizaje? —Lo he oído mencionar —dijo Nen—. Nadie sabe lo que es realmente. Es una especie de centro de formación. —Las madres hablan —dijo Melie—. Dicen que si a tu hijo le reasignan ahí, ya no puedes ponerte en contacto con él. ¿Creéis que es allí donde tienen a Lana? O-Yani, la anciana cuidadora, apareció en la puerta. —No —susurró. Melie se giró con una dureza repentina en la mirada.

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—O-Yani, a tu nieto V-Onin lo mandaron al Círculo de Reaprendizaje hace seis años. —No era culpa mía que estuviera enfermo —dijo O-Yani rápidamente. —Ya lo sé —dijo Melie con suavidad—. Yo vi cómo cuidabas de él. ¿Por qué se lo llevaron? —Por el Bien General —dijo O-Yani con rapidez. —O-Yani, hemos desactivado los autohoppers —le dijo Qui-Gon—. Ya no los oyes, ¿a que no? Puedes hablar con libertad. O-Yani hizo una pausa. Miró por la ventana, esperando escuchar o ver a un autohopper pasar. —Ellos me dieron este trabajo. Me gusta cuidar niños —dijo en voz baja. —No vas a perder tu trabajo —le dijo Nen—. Sabemos que lo que le pasó a Lana no fue culpa tuya. —Pero si sabes dónde está, dínoslo por favor —dijo Melie. —Los médicos no sabían cómo tratar a V-Onin. Dijeron que tenían un sitio al que enviarle… un sitio en el que se investigaba. ¿Qué podíamos hacer? —O-Yani estaba desolada—. Nunca lo volví a ver. —¿Sabes adónde lo llevaron? —insistió Melie. —Un comerciante vino un día y llamó a mi puerta —dijo O-Yani—. Había visto a un chico en el campo, viajando con unos Guías. Los Guías tenían problemas con su deslizador y lo estaban arreglando. El chico paró al comerciante y le dio algo para que me lo trajera. Un regalo de despedida. —¿Qué era? —preguntó Nen. —Flores silvestres —dijo O-Yani—. Las puse entre las hojas de un libro. Esperad. Se fue y volvió al momento con un libro de tapas de cuero. La anciana manipuló el volumen, que crujió al abrirse, y extrajo con cuidado un delicado capullo prensado. —¿Me dejas verlo? —preguntó Melie con respeto. O-Yani asintió, y Melie lo cogió de su mano y lo observó—. Conozco esta flor. Es del árbol calla. Sólo crecen en la llanura más elevada de Kegan. Está a unas dos horas en deslizador. Gracias a la veloz nave de los Jedi, llegarían en menos de la mitad de tiempo, calculó Qui-Gon. —¿Es muy grande la llanura? —preguntó. —Con la nave y los dispositivos de vigilancia adecuados se puede recorrer entera en cuestión de minutos —respondió Melie—. No es muy grande. —Vámonos —dijo Qui-Gon a Adi. Entonces la puerta se abrió de golpe. Seis Guías de Refuerzo irrumpieron en la habitación. —Qui-Gon Jinn y Adi Gallia, estamos aquí para escoltarles al Tribunal Supremo.

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Se les acusa de control mental. Acompañadnos voluntariamente o dispararemos.

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CAPÍTULO 14

S

iri aprovechó el bullicio de salida del comedor para acercarse a Obi-Wan. —Se han llevado a Davi al Círculo de Reaprendizaje —le dijo en voz baja—. Oí a O-Bin diciéndoselo a otro Guía. Tenemos que hacer algo. —Creí que querías escapar —dijo Obi-Wan. Siri se mordió el labio. —No hasta que encontremos a Davi. —Yo pienso lo mismo —asintió Obi-Wan. —Creo que el Círculo de Reaprendizaje está aquí mismo, en el propio Círculo de Aprendizaje —le dijo Siri. —Hoy tenemos recreo. Intentaremos explorar —sugirió Obi-Wan—. Pero no causes problemas en clase o tendremos que limpiar. Siri asintió. Caminaron en filas ordenadas hasta el aula. La mañana pasaba despacio. O-Bin miró a Siri varias veces durante la clase, esperando a que tuviera algo que objetar. Pero Siri permaneció callada y con el rostro sereno. Obi-Wan podía sentir que los alumnos se preguntaban si O-Bin habría ganado la batalla y la había dominado. Las clases terminaron por fin, y los estudiantes salieron fuera. El recreo consistía en correr por una pista que abarcaba una buena parte del Círculo de Aprendizaje. A lo largo de ésta había varios puestos para realizar ejercicios de equilibrio, coordinación y fuerza. No corrían para competir con los demás, sino con sus propios tiempos anteriores. Todos los estudiantes llevaban un sensor que medía su progreso en cada vuelta. Los sensores estaban conectados a una gran pantalla. El objetivo era completar cinco circuitos. Después tendrían tiempo libre en la zona del Círculo adaptada para las actividades al aire libre. Había varias clases corriendo al mismo tiempo. Los Guías de Aprendizaje les supervisaban, pero estaban más interesados en tomarse algo al sol o hablar entre ellos, que en controlar a los alumnos. —Corramos lo más rápido posible —sugirió Obi-Wan—. Cuanto antes acabemos las cinco pruebas, antes podremos disfrutar del tiempo libre. Obi-Wan y Siri corrían sin dificultad uno junto a otro. Al cabo de unos segundos, se pusieron en cabeza. Llegaron al primer puesto, donde un haz de luz se encontraba suspendido a unos metros sobre el suelo. El rayo se curvaba en zigzag para medir el equilibrio. Sin perder el ritmo, Siri, y después Obi-Wan, saltaron sobre él, cayeron sin ebookelo.com - Página 57

vacilar un segundo y corrieron por sus curvas sin detenerse. Siri saltó al final, dio una pirueta y aterrizó. Obi-Wan hizo lo mismo. El siguiente puesto era un muro de duracero con pequeños asideros en los que apoyar las manos y los pies durante la escalada. Brillaba al sol. —Creo que está barnizado para que sea más resbaladizo —dijo Obi-Wan a Siri mientras corría a su lado—. Igual es un poco difícil de escalar. Ella hizo una mueca. —¿Por qué iba a esforzarme? Empleando la Fuerza, Siri saltó y aterrizó en lo alto del muro. Después saltó y voló por los aires. De nuevo, Obi-Wan la siguió, aterrizó en lo alto de la pared y saltó al suelo. Ya estaban bastante alejados. La carrera en la pista era un ejercicio sencillo para ellos. Habían estudiado equilibrio y coordinación en el Templo desde que eran muy pequeños. Completaron la primera vuelta y se grabaron sus puntuaciones. Enseguida adelantaron a otros que seguían en la primera vuelta. Siri y Obi-Wan corrieron sin parar. Los estudiantes llenaban la pista; los más rápidos en la segunda vuelta, los más lentos todavía en la primera. Era fácil ocultarse entre la multitud. Cuando completaron la quinta vuelta, corrieron más despacio hasta que llegaron a una parte de la pista que se curvaba en dirección opuesta al lugar donde se encontraban los Guías de Aprendizaje sentados al sol. Entonces se pusieron a pasear. Vieron cobertizos de mantenimiento, más aulas, los barracones de los trabajadores, cobertizos de suministros y una plataforma de aterrizaje. En ningún sitio vieron nada que pudiera ser el Círculo de Reaprendizaje. —Quizá me equivoqué —dijo Siri, desanimada—. Pero O-Bin dijo claramente que Davi había recogido sus cosas y que V-Tarz le había acompañado hasta allí. No fueron en deslizador. —Hemos recorrido casi todo el recinto —dijo Obi-Wan—. El resto son huertas y campos para la producción de alimentos. Siri miró hacia el campo. —¿El grano de quinto es valioso en Kegan? —preguntó. —No especialmente —dijo Obi-Wan—. Es el cultivo básico en Kegan. Es la base de esas pastas de verduras que tanto te gustan. —Y si no es tan valioso, ¿por qué hay diez Guías de Seguridad vigilándolo? — preguntó Siri. Obi-Wan miró a lo lejos. La aguda vista de Siri había captado a los Guías alineados en un campo. —Acerquémonos —sugirió él. Utilizando las espigas para ocultarse, se aproximaron a los Guías. Cuando

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estuvieron cerca, sacaron los electrobinoculares de sus cinturones. Los Guías estaban a unos diez pasos los unos de los otros. Parecían aburridos. Uno de ellos bostezó. Otro dio un pisotón. —No veo nada fuera de lo normal —dijo Siri. —Mira el barro que hay junto al tercer guarda, el que ha dado un pisotón —dijo Obi-Wan. Siri enfocó los electrobinoculares en la nube de polvo que había levantado el pisotón. —Hay algo enterrado ahí —dijo ella—. Veo metal. —Espera —dijo Obi-Wan. El suelo se movió y el guardia se hizo a un lado rápidamente. Una puerta se abrió y una rampa que conducía hacia abajo apareció. Salió una keganita que vestía las túnicas blancas de los médicos. La puerta se cerró tras ella, que se dirigió con prisa hacia el Pabellón Médico. —Tiene que ser eso —dijo Siri—. Pero ¿cómo vamos a entrar? Tenemos que encontrar el modo de activar la rampa. —Yo sé cómo entrar —dijo Obi-Wan—. Sólo depende de ti. Y será fácil. —¿De mí? ¿Cómo? —preguntó Siri con cautela. Obi-Wan sonrió. —Limítate a ser tú misma.

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CAPÍTULO 15

Q

ui-Gon y Adi se encontraban en el centro del coliseo. Frente a ellos había una mesa circular en torno a la cual se habían sentado numerosos keganitas con túnicas rojas. Eran los Guías de la Justicia. —Se os encuentra culpables de control mental en el caso de O-Melie y V-Nen — dijo un keganita anciano—. La sentencia es la deportación. Vuestra nave tiene combustible y está preparada. Unos cazas de escolta os acompañarán a la atmósfera exterior. Qui-Gon y Adi no dijeron nada. Sabían que V-Tan u O-Vieve estaban detrás de aquello. Sería un esfuerzo desperdiciado discutir. Pero eso no quería decir que se fueran a someter. Un pelotón de Guías de Seguridad les llevó a la plataforma de despegue. Uno de ellos habló. —Nos hemos tomado la libertad de desactivar todas las armas y los sistemas de defensa. Que tengan buen viaje. Una puerta siseó al abrirse y V-Tan y O-Vieve aparecieron. Caminaron hacia los Jedi, sonriendo amablemente. —Antes de iros, queremos dejar claro que no os deseamos ningún mal —dijo OVieve. —¿Dónde están nuestros padawan? —preguntó Qui-Gon. —Creemos que se los llevaron en un Control de Asistencia —respondió V-Tan—. Los localizaremos en el Círculo de Aprendizaje y los enviaremos a Coruscant. Tenéis nuestra garantía personal a este respecto. —Lo siento, no es suficiente —respondió Qui-Gon educadamente. —No confiáis en nosotros, pero deberíais hacerlo —O-Vieve se acercó a Qui-Gon y le puso la mano en el hombro en un gesto de confianza. De repente, se quedó pálida. Sus ojos azul claro parecieron apagarse. Se tambaleó. —¿Estás bien? —le preguntó Qui-Gon tocándole la mano. Estaba fría como el hielo. O-Vieve retiró la mano del hombro de Qui-Gon. —No es nada. A veces veo cosas. Vienen sin avisar. Por eso hemos hecho lo que hemos hecho. Sólo queremos proteger a nuestro pueblo. —Accedimos a que vinierais con amistad en nuestros corazones —dijo V-Tan—. Lo que no podemos tolerar es la interferencia en nuestros asuntos. Altera el Bien ebookelo.com - Página 60

General. Habéis excedido los límites de lo que estamos dispuestos a dar. Kegan no está interesado en otros planetas. Queremos que nos dejen en paz. —Le dijisteis al pueblo que si alguien salía de Kegan, el planeta se destruiría — dijo Adi—. Pero seguro que no lo creéis. —Sí lo creemos —dijo O-Vieve con suavidad—. Yo lo he visto. —Comprendemos vuestra preocupación —dijo Qui-Gon—. Y reconocemos vuestro derecho a expulsarnos, pero tenéis que saber que si nos obligáis a marcharnos sin nuestros padawan, volveremos con un equipo de investigación del Senado Galáctico. Kegan no volverá a ser un mundo aislado. V-Tan y O-Vieve se miraron nerviosos. O-Vieve guardó las manos en las anchas mangas de su túnica blanca. —Disculpadnos, amables Jedi, y escuchad. Veo visiones del futuro desde que era una niña pequeña. V-Tan tiene sueños en los que también ve cosas. Cuando nos conocimos, descubrimos que nuestras visiones coincidían. Eso nos convenció de que eran ciertas. Hemos predicho cosas que han ocurrido. Ahora vemos una invasión malvada en Kegan. Creamos una manera de vivir que podría evitar lo que hemos visto. —Todo lo que hemos hecho es proteger a nuestros ciudadanos de un destino que ni siquiera pueden imaginar —dijo V-Tan—. Quizás algunas de nuestras medidas parezcan duras, pero son sólo contribuciones al Bien General. —Ambos hemos tenido visiones de un futuro evento destructivo en Kegan —les dijo O-Vieve—. Vemos el mal empañando nuestro planeta como una nube negra. —¿Cómo? —preguntó Qui-Gon—. ¿Cuándo? —Vemos a los Jedi rodeados de oscuridad —dijo V-Tan—. Eso es todo lo que sabemos. La oscuridad sale de ellos y se expande hasta tragárselos. —Quizá nuestra destrucción proceda de un explosivo enviado para destruir a un planeta entero en un segundo —dijo O-Vieve. —No hay ningún dispositivo capaz de hacer explotar a un planeta entero —dijo Qui-Gon. —Puede que todavía no —le corrigió O-Vieve suavemente, y Qui-Gon sintió un escalofrío. —Vemos soldados enmascarados —dijo V-Tan—. No sabemos quiénes son ni lo que buscan. Sólo que son malvados. Traerán miedo y sufrimiento. —Pero vuestras visiones podrían ser erróneas —dijo Adi—. A veces lo son. Los Jedi no son ajenos a ellas. Pero sabemos que vemos cosas que podrían ocurrir. —Ésa es la razón por la que nosotros actuamos así —O-Vieve clavó intensamente la mirada en Qui-Gon—. Si pudieras elegir tu muerte, Qui-Gon, ¿no preferirías morir en paz y tranquilidad antes que en una violenta batalla, entre el caos y la desesperación?

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Qui-Gon la miró con frialdad. —No podemos elegir nuestra muerte. —Y vosotros no podéis decidir lo que es mejor para vuestro pueblo —dijo Adi—. Decís que todos los ciudadanos pueden votar, pero controláis el proceso. Monitorizáis sus pensamientos y sus conversaciones. Todo por una visión que quizá no llegue a cumplirse. ¿Es eso justo? ¿Es justo apartar a los hijos de sus padres basándose en el sueño de una maldad sin nombre? O-Vieve apartó la mirada. Era evidente que la pregunta le había molestado. Qui-Gon aprovechó para insistir. —Adi Gallia y yo hemos visto el Círculo Técnico y el Círculo Médico. Hemos visto lo que tenéis en comparación con lo que podríais tener. Ha habido avances en medicina y en tecnología que podrían haber ahorrado mucho sufrimiento a vuestro pueblo. ¿Es justo que se los neguéis? —No se los negamos —dijo V-Tan, negando con la cabeza—. Se los ahorramos. —Tiene que haber sacrificio para preservar el Bien General —dijo O-Vieve, dándoles la espalda. Su voz volvía a tener el tono autoritario—. La reunión ha terminado. Enviaremos a vuestros padawan. Tenemos una buena nave, bien suministrada y equipada con hipervelocidad para ellos. Os deseamos un buen viaje — sus ojos azules adoptaron de repente el brillo del acero—. Pero os advertimos que si intentáis quedaros en la atmósfera de Kegan, vuestra nave será derribada.

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CAPÍTULO 16

O

bi-Wan y Siri regresaron entre los estudiantes que se amontonaban alrededor de la gran pantalla, mientras los rezagados terminaban la carrera. O-Bin leyó las puntuaciones con su perpetua sonrisa en el rostro, pero ésta se desvaneció unos instantes. —O-Siri y V-Obi, un paso adelante. Obi-Wan y Siri dieron un paso adelante. —Habéis hecho trampas con la pantalla —exclamó ella—. Diez marcas de castigo por cabeza… —Perdone, Guía O-Bin —dijo la niña de voz suave, O-Iris—. V-Obi y O-Siri no han hecho trampas. Les vi saltar sobre el muro de duracero. —Y yo les vi pasar por el rayo en zigzag en sólo tres segundos —dijo otro chico —. Nadie lo había hecho antes. —Ya habían terminado la primera vuelta cuando yo iba por el primer tercio — dijo alguien más. La sonrisa de O-Bin desapareció. Se aclaró la garganta. —Ya veo. Bien. Veamos si O-Siri y V-Obi pueden igualar su puntuación en la carrera con su obediencia en clase. Se fue rápidamente. Los estudiantes se pusieron en fila para seguirla. Muchos observaban a Obi-Wan y a Siri, y especulaban. Obi-Wan no tuvo en cuenta que su proeza en la carrera llamaría la atención sobre ellos. Era evidente que nadie lo había hecho tan rápido. De vuelta a la clase, O-Bin comenzó la lección. —Hoy daremos el sistema de gobierno de Kegan en comparación con el de otros mundos. Tras estudiar otras sociedades en la galaxia, V-Tan y O-Vieve han diseñado la mejor forma de gobierno. Ningún ciudadano de Kegan es más importante que otro… —¿En serio? —dijo Siri—. Y entonces ¿por qué os dicen V-Tan y O-Vieve lo que tenéis que pensar y lo que tenéis que hacer? —Tres marcas, O-Siri. Tienes una auténtica colección —dijo O-Bin con la sonrisa tensa—. Supongo que te gusta trabajar en la cocina. —Es mejor que estar en clase, desde luego —replicó Siri. Esta vez, Obi-Wan escuchó las risitas de algunos alumnos. —Dos marcas más —dijo O-Bin—. Volviendo a la lección, las libertades que ebookelo.com - Página 63

disfrutamos aquí en Kegan son incomparables… Siri volvió a interrumpir. —¿Ésa es la razón por la que los niños son encerrados en un recinto vallado y no pueden salir sin que suene la alarma? —¡O-Siri! —¿Y por qué no se permite a los ciudadanos salir del planeta? —intervino ObiWan. —¡V-Obi! ¡Cuatro marcas para cada uno! —Pero, Guía O-Bin, tienen razón —dijo O-Iris—. ¿Podría explicarlo? Los labios de O-Bin se estrecharon. —No, no puedo. No es un comentario válido. —A mí me parece válido —dijo V-Ido. —Y si somos libres, ¿por qué no podemos elegir el trabajo que más nos guste? — preguntó otro estudiante. —Mi padre quería trabajar en el Circulo Técnico, pero le asignaron a Control de Tráfico —dijo alguien—. Lo odia. —Dicen que no son de este planeta —dijo O-Iris—. Y les llama mentirosos. Pero nosotros vimos cómo hicieron la carrera. Nadie en Kegan tiene esas habilidades. —¡Basta ya! —O-Bin estaba roja. Se volvió hacia Siri y Obi-Wan. Por una vez, su ira era evidente, y no estaba cubierta por su falsa sonrisa—. ¡Es todo culpa vuestra! —gritó ella—. ¡No podéis cuestionar el Aprendizaje! Ha sido diseñado por personas mucho más sabias que vosotros y lo imparten personas que saben mucho más que vosotros. —Entonces debería ser capaz de explicarlo —señaló Siri. —Si somos tan libres, ¿por qué no podemos hablar? —preguntó O-Iris. —¡Basta! —gritó O-Bin, y pulsó con furia un botón rojo en la puerta. Unos segundos después, aparecieron unos Guías de Seguridad. Ella señaló a Obi-Wan y a Siri. —¡Lleváoslos! ¡Han alterado mi clase! ¡Son enemigos del Bien General! Obi-Wan y Siri fueron sacados del aula y llevados al centro de administración. Allí, un severo Guía de Control les dijo que iban a ser reasignados, a causa de sus continuas alteraciones. Su destino era el Círculo de Reaprendizaje. Obi-Wan y Siri intercambiaron una mirada de satisfacción. Era exactamente lo que querían. Les llevaron por el patio hacia el campo, y bajaron por la rampa hasta las instalaciones. De repente, el aire y la luz fueron bloqueados. El Círculo de Reaprendizaje era húmedo y frío, con las paredes y el suelo del mismo y monótono color gris.

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Les separaron de inmediato. Obi-Wan fue conducido a una celda y encerrado en ella. Apenas entraba luz. Había un jergón en el suelo. Y nada más. No sabía lo que iba a pasar, pero esto no era lo que se había imaginado. Al cabo de unos minutos, la puerta se abrió. Un Guía, que llevaba unos pantalones y una túnica azul marino de cromotela, entró con un fardo en los brazos. —Soy el Guía que te llevará por la senda del Reaprendizaje —dijo—. Ponte esto —le alcanzó un traje de privación sensorial. Obi-Wan supo que de momento tendría que hacer lo que le dijeran, hasta que pudiera encontrar a Davi. Se metió en el traje y el Guía se lo abrochó. No podía ver ni oír. El mundo desapareció. Sólo escuchaba su propia respiración. Comenzó a escuchar una clase en los auriculares que cubrían sus orejas. No podía deshacerse de ellos por mucho que se moviera. Era parecida a la capucha que había llevado en el Templo para el ejercicio de cooperación. La diferencia era que ésta no podía quitársela él solo. Estaba atrapado. Kegan es una sociedad perfecta dedicada al Bien General. Los Guías están para ayudarte. No confíes en nadie más. Sólo en los Guías. Los planetas del Núcleo Interior están llenos de peligros… Viajar es difícil e innecesario… La medicina en Kegan es la más avanzada de toda la galaxia… —¡Mal! —gritó Obi-Wan desesperado—. ¡Está todo mal! Pero no pudo apagar aquella voz.

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CAPÍTULO 17

Q

ui-Gon y Adi entraron en su transporte. Adi se puso a los mandos y, mientras encendía el motor, observó con frialdad a los cazas escolta. —Son tan antiguos que deberían llevarlos al desguace —dijo ella—. No tendremos problemas para despistarlos. —Esperemos que esos cañones láser sean igual de antiguos —comentó Qui-Gon con suavidad. La nave se elevó lentamente y se dirigió hacia la atmósfera superior, con los cazas flanqueándola de cerca. Adi era uno de los mejores pilotos que conocía Qui-Gon. Su tiempo de reacción era increíblemente breve, y pilotaba la nave casi por instinto. Si había alguien capaz de despistar a cuatro cazas sin arriesgarse a dañar su nave, ésa era Adi. Porque había una cosa que era segura: no iban a marcharse de Kegan sin sus padawan. Qui-Gon había pensado que Adi era demasiado precavida en algunos momentos de la misión. En ese momento se dio cuenta de lo determinada que podía ser. —¿Preparado para dar un paseo? —preguntó a Qui-Gon. Él comprobó que el cinturón de seguridad estaba bien abrochado. —Preparado. Con un movimiento hábil, Adi dio la vuelta a la nave, pasando a escasa distancia del caza que tenían al lado. Ella descendió a gran velocidad y dio varias vueltas. Uno de los cazas intentó seguirla y entró en barrena. El piloto intentó estabilizar su nave. —Ese modelo no tiene la maniobrabilidad de éste —murmuró ella—. Qué pena. Adi colocó la nave a máxima velocidad y efectuó un giro cerrado a la derecha, llevando la nave al límite de sus capacidades. Un disparo láser de advertencia les pasó rozando, pero Adi ya estaba girando a medida que ascendía, así que el ala no sufrió ningún daño. Pero el otro caza sí. Uno de los motores comenzó a arder. —Esperaba que pasara eso —murmuró Adi. El segundo caza regresó corriendo al planeta para ser reparado. Adi cambió de dirección. En lugar de intentar escapar de las dos naves que quedaban, se dirigió hacia ellas. Pensando que iba a estrellarse contra ellos, ambos cazas giraron y dispararon al mismo tiempo. Adi evitó fácilmente los disparos con unos cuantos giros rápidos. Ahora tenía los cazas bajo ella, todavía girando. Adi aceleró al máximo. Los motores rugieron y ebookelo.com - Página 66

enseguida perdió a ambas naves. —Buen vuelo —le aduló Qui-Gon—. Y yo que pensaba que Yoda te había enviado a esta misión sólo para vigilarme. Quizá sabía que nos harían falta tus habilidades de pilotaje. Adi le miró divertida con sus ojos oscuros y almendrados. —Yoda no me envió para vigilarte. No como tú piensas. Siri y yo somos un equipo nuevo. Yoda quería que ella viera cómo coopera un buen equipo de Maestro y padawan. —¿Así que Yoda no nos está vigilando? —Al contrario. Obi-Wan y tú habéis demostrado vuestra eficiencia. Yoda pensó que Siri también necesitaría aprender a cooperar con otro padawan. Qui-Gon pensó en ello. —Creo que yo he aprendido la misma lección —dijo en voz baja. Adi le dedicó una de sus infrecuentes sonrisas. —Yo también. Qui-Gon introdujo las coordenadas de la elevada llanura de Kegan y ambos se pusieron cómodos para el corto trayecto. Muy pronto estaban sobrevolando el área. Había niebla sobre el horizonte. Qui-Gon observó primero los monitores y luego contempló el paisaje con su aguda vista. La niebla se abrió y ahí estaba. Un gran recinto rodeado de una elevada muralla de piedra, dentro de la cual se elevaban edificios grandes de cúpulas bajas, así como zonas cultivadas y espacios abiertos. —La niebla es un buen escondite —dijo Adi—. Aterrizaré fuera del muro, junto a esas rocas. Tomaron tierra y ocultaron la nave tras un parapeto de rocas y maleza. Escalaron, cruzaron parte del terreno y treparon por el muro. La niebla estaba baja y tan espesa que apenas se veía a corta distancia. Qui-Gon y Adi exploraron el recinto, dejando que sus aguzados instintos les dijeran cuándo había Guías cerca. Los dos se movían como sombras entre la niebla. Subieron al tejado de los edificios y miraron por los tragaluces. Escudriñaron todas las ventanas, pero no vieron nada. —No están aquí —dijo Adi Gallia—. Quizás estaban aquí y se los llevaron a otro sitio. No hay duda de que O-Vieve y V-Tan ya han dado la alerta. Saben que íbamos a venir aquí. Creo que deberíamos marcharnos y pensar en el siguiente paso. Quizá deberíamos volver a Kegan y ver si Melie y Nen han conseguido algo. Qui-Gon se detuvo. Levantó la cabeza y cerró los ojos. Sintió la Fuerza a su alrededor. La invocó, esperando que le dijera si su padawan estaba cerca. No sintió nada. —De acuerdo —dijo, no muy convencido—. Vámonos.

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CAPÍTULO 18

A

l principio luchó por bloquear la voz. Confía en los Guías para que te muestren el caminó al Bien General. Ellos lo controlan. Lo conocen. Confía en ellos. No te fíes de tus amigos o vecinos. Entonces se dio cuenta de que no debía luchar contra ello. Eso sólo hacía que la voz fuera más insistente. Utilizó el método Jedi y aceptó. La voz le resbalaba como el agua. No tenía que beberla. ¿Cuánto iba a durar aquello? Parecía que llevaba horas. Podía encontrar su centro de calma. La voz no entraría allí. Sabía que Siri podía hacer lo mismo. No iban a volverse locos escuchando aquella voz monótona y melódica que decía una mentira tras otra. Pero ¿qué pasaría con Davi? Finalmente, su Guía le quitó el traje de privación sensorial. Al principio sólo podía parpadear. Los suaves ruidos de la gente y el movimiento al otro lado de la puerta, así como la respiración del Guía, eran estruendosos y molestos. Obi-Wan pensó que era como si acabara de nacer. —¿Cuánto tiempo llevo aquí? —preguntó Obi-Wan. —Eso no te lo puedo decir —dijo el Guía amablemente—. Es la hora del aseo. Yo te llevaré si no puedes ver bien todavía. Es normal. —Puedo ver —los ojos de Obi-Wan se estaban adaptando. Los muros y el suelo grises eran como una extensión de la oscuridad en la que había estado sumergido durante horas. Caminó junto al Guía por los pasillos, y se cruzaron con un Guía Médico, distinto al que había visto en la superficie hacía tantos días. No. Hoy. He visto a un Guía Médico hoy. Se lo dijo a su noción del tiempo. Encontraría la forma de medirlo en su habitación. No estaré aquí mucho tiempo. Vinimos a por Davi. Le encontraremos y nos iremos de aquí. Habían ido porque sentían que le debían algo a Davi. Habían ido para ayudar a un amigo. Pensaron que sería fácil rescatarle y salir. Estaban equivocados. No iba a ser fácil. Obi-Wan se dio cuenta de que había sido impulsivo por su parte. Y en el Templo se había hecho la promesa de no volver a ser impulsivo. Iba a ser precavido. ebookelo.com - Página 68

Quizá fuera la influencia de Siri. Ella siempre estaba lista para saltar, moverse, reaccionar. No debía haberla escuchado. No escuches a otros. Escucha sólo a los Guías. Obi-Wan negó con la cabeza, bloqueando el recuerdo de aquella voz. El Guía le metió en la sala de aseo. Luego le señaló el chorro caliente y el frío, las toallas y una túnica limpia. —Volveré dentro de tres minutos —dijo. Obi-Wan sintió la presión del agua templada en su espalda y percibió una conexión repentina con la tierra que estaba sobre él, y con las criaturas vivas y los seres que le rodeaban. Qui-Gon estaba allí. Le estaba buscando. Él lo sabía. Sintió la conexión fuerte, segura. Estoy aquí, Qui-Gon. Debajo. No dejes de buscar. En el pasado tuvieron esa conexión, pero se había roto. ¿Le oiría Qui-Gon? ¿Le respondería? No sintió nada. Obi-Wan pasó a la ducha fría, se secó y se vistió. Estaba solo. No podía confiar en nadie. Sólo los Guías eran dignos de confianza… Obi-Wan se detuvo mientras se abrochaba el cinturón. No había oído esas palabras en la voz de su mente. Las había oído en su propia voz. El miedo creció en su interior. Le habían afectado en una sola sesión. Obi-Wan respiró hondo, recordó su formación, se concentró en la calma interior y expulsó el miedo. No estoy solo, se dijo firmemente. Tengo a Siri. Y confío en ella.

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CAPÍTULO 19

E

l servicio de comidas se ofrecía en una gran sala repleta de estudiantes. Obi-Wan no podía verles la cara. Al igual que él, llevaban máscaras. Había un silencio estricto. Los Guías de Seguridad patrullaban los pasillos entre las largas mesas, asegurándose de que nadie comenzara una conversación. El Círculo de Aprendizaje era disciplinado. No permitían hacer amistades. Si un estudiante intimaba con otro, era trasladado a otra zona; pero la conversación se permitía en el comedor, y los estudiantes podían interactuar. Aquí, todo estaba pensado para desanimar a los alumnos. El aislamiento era la herramienta clave. Obi-Wan intentó mirar por debajo de las máscaras para comprobar si Siri le estaba buscando. Buscó a alguien delgado para ver si encontraba a Davi. No podía adivinar si alguno de sus dos amigos estaban allí. Un timbre estridente resonó. Las sillas crujieron cuando todos se levantaron, hubieran terminado o no. Obi-Wan se puso en fila con los otros. ¿Cómo podría ponerse en contacto con Siri? Tenía que encontrar la forma de hacerlo. Podía fingir que estaba enfermo. Había muchos guardias médicos en aquel edificio… Sus ojos captaron un rápido movimiento más adelante. Una cola saliendo del bolsillo de una túnica. El estudiante metió la mano dentro del bolsillo rápidamente. ¡Davi! Recorrieron el largo pasillo gris en una fila. Uno a uno, los alumnos se fueron introduciendo en las celdas. Obi-Wan bajó la cabeza, pero no quitó la vista de Davi. Se fijó en la celda en la que se metía. No estaban numeradas, así que contó las puertas hasta que llegó a la suya. Esa noche se pondría en contacto con él. No había tiempo que perder. Davi era sensible. Le daba miedo estar solo. ¿Qué le estaría provocando aquel lugar? ¿Y cómo iba a encontrar a Siri? Obi-Wan consideró el problema. Tendría que confiar en la Fuerza para guiarle. No podía esperar ni un segundo más. Emplearía el sable láser para abrir la puerta cuando se apagaran las luces. Esa noche, cronometró el paseo regular de los Guías de Seguridad. Calculó la distancia del pasillo. Tendría el tiempo justo para ir a por Davi, meterse en su celda hasta la siguiente patrulla, y después salir a buscar a Siri. Sería arriesgado. Tenía que confiar en que el Guía no se diera cuenta de las puertas rotas. Pero la luz era tan tenue ebookelo.com - Página 70

que era probable que no lo viera. Un zumbido anunció la hora de dormir, y tres segundos después la luz se apagó. Obi-Wan se sentó con las piernas cruzadas en el suelo de la celda. Esperaría hasta que estuviera seguro de que los alumnos estaban dormidos. Apenas llevaba unos minutos esperando cuando oyó un susurró que le resultaba familiar. —¡Obi-Wan! ¿Qué haces? ¿Te estás echando una siestecita? —¿Siri? —¿Quién iba a ser, V-Tarz? Aléjate de la puerta. El resplandor del metal derretido iluminó la habitación. Siri estaba cortando un agujero en la puerta con su sable láser. Obi-Wan acudió en su ayuda. Al cabo de un rato, habían abierto un agujero lo suficientemente grande como para que él saliera. Los ojos de Siri brillaron al verle. —¿A qué estabas esperando? ¿Te está empezando a gustar esto? Obi-Wan ya estaba acostumbrándose a su sentido del humor. —Vamos —dijo él—. Sé dónde está Davi. Bajaron corriendo por el pasillo. —Creo que Qui-Gon está en alguna parte del Círculo de Aprendizaje —dijo él—. Puedo sentirlo. —Yo no siento nada —dijo Siri—, pero todavía no tengo esa conexión con Adi. Quizás algún día funcionemos juntas tan bien como tú y Qui-Gon. Era un cumplido un tanto ambiguo, pero era la primera vez que ella reconocía que Obi-Wan tenía más experiencia. Llegaron a la puerta de Davi. Cortaron un agujero rápidamente y entraron. Davi se apoyó en los codos, atónito al ver a Obi-Wan y a Siri colándose en su celda. —¿Qué hacéis aquí? —susurró—. Nos vais a meter a todos en problemas. —¿Más problema que esto? —preguntó Siri, pasando el sable láser por la celda vacía. Davi no sonrió. Se volvió a tumbar y se hizo un ovillo. —Seguro que sí —dijo—. Marchaos de aquí. —Davi, tienes que venir con nosotros —dijo Obi-Wan rápidamente. —Tienes que confiar en nosotros —añadió Siri. —Yo sólo confío en los Guías —dijo Davi—. Ellos me muestran el camino hacia el Bien General. Ellos lo controlan. Ellos lo conocen. Yo confío en ellos. —Es esa voz la que habla —dijo Obi-Wan. —No confío en mis amigos ni en mis vecinos —susurró Davi—. Confío en los Guías —les miró con gesto suplicante—. Éso es todo lo que sé. Por favor, marchaos. Siri dio un paso adelante y se sentó en el suelo junto a Davi. —Hay muchas cosas buenas en la galaxia, Davi. Si Kegan dejara entrar las cosas

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buenas, sería un lugar mejor. Quizás exista ya una cura para alguna de las enfermedades que seguís teniendo aquí. Como el virus Toli-X. Davi se apoyó de nuevo en los codos. —Pe… pero eso es incurable. Mis padres murieron de eso. —Se descubrió la vacuna poco después de que el virus comenzara a propagarse por la galaxia —dijo Siri con suavidad—. Si Kegan hubiera estado en contacto con el resto de la galaxia, se habrían salvado muchas personas. Siento tener que contarte esto. —No te creo —Davi movió la cabeza de un lado a otro—. Los Guías no mienten. Los Guías no mienten. —Davi, ¿por qué hay tantos médicos aquí en el Círculo de Reaprendizaje? —le preguntó Obi-Wan. —Porque no se puede curar a los niños —dijo Davi—. Si están a la vista de los otros, es malo para el Bien General. —Si un animal estuviera herido, ¿lo encerrarías o intentarías curarlo? —le preguntó Obi-Wan—. Este sitio está mal, Davi. Y tú lo sabes. Davi les miró, consternado. —Somos tus amigos —dijo Siri rápidamente—. Nosotros no te mentiríamos. Sabes que venimos de otro planeta. Hemos visto esas cosas —se levantó—. ¿Vienes con nosotros? Davi dudó. Oyeron los pasos de un guardia en el pasillo. ¿Les delataría Davi? Oyeron las pisadas pasar de largo y desaparecer. Davi se levantó. —Voy con vosotros. Obi-Wan y Siri le pusieron una mano en el antebrazo a Davi y sonrieron. —Esperad —Davi les miró inseguro—. ¿Me puedo llevar a Wali? Siri y Obi-Wan se miraron. Rescatar a alguien les llevaría tiempo y podría ponerles en peligro. Pero no podían decirle a Davi que no. Asintieron. Davi se apoyó en la pared. Extrajo cuidadosamente una piedra del muro, sacó a una pequeña criatura peluda y se la metió en el bolsillo. —Vale. Ya estoy listo. Bajaron por el pasillo en silencio. De repente, un gritito ahogado rompió el silencio. —Davi, tienes que hacer que Wali esté en silencio —le aconsejó Obi-Wan. —No ha sido Wali —susurró Davi. Volvieron a escuchar el gritito. Un ruido sordo, y Obi-Wan se dio cuenta de que procedía de una de las habitaciones del pasillo. Entonces lo percibió. —Es un bebé —susurró Siri.

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—Es O-Lana —dijo Obi-Wan.

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CAPÍTULO 20

Y

a casi habían llegado a la pared cuando Qui-Gon sintió la emanación de la Fuerza. Pero todo lo que vio fue un campo de trigo verde. —Están aquí —dijo a Adi. Ella asintió. —Yo también lo he sentido. Pero, ¿dónde? Qui-Gon se agachó, puso las manos en el barro y cerró los ojos. —Aquí. Sintió vibraciones. Eran pasos corriendo. —Nos han visto —dijo Adi. Ambos Maestros activaron los sables de luz cuando los Guías de Seguridad se abalanzaron sobre ellos. Los Guías estaban armados con pistolas láser. Los Guías no estaban acostumbrados a tener oponentes expertos. Qui-Gon y Adi emplearon los sables únicamente para rechazar los disparos. Moviéndose en armonía perfecta, flanquearon a los guardias, y giraron y se alejaron mientras les hacían retroceder. Había un cobertizo en el extremo del campo. Qui-Gon y Adi hicieron retroceder a los Guías hacia él, paso a paso. Los Guías tropezaban, intentaban avanzar y caían hacia atrás. Cuando ya casi habían llegado, Qui-Gon dio un rodeo y abrió la puerta. Entonces saltó por encima de los Guías para ponerse frente a ellos de nuevo. Junto con Adi, les obligó a meterse en el cobertizo. Después cerraron la puerta y la bloquearon. —¿Y ahora qué? —preguntó Adi Gallia—. Seguro que están pidiendo refuerzos por los intercomunicadores. —Conseguiremos entrar —dijo Qui-Gon.

* * * Obi-Wan y Siri abrieron rápidamente un agujero en la puerta. El lugar era una enfermería. Había niños y jóvenes tumbados en jergones. Algunos estaban conectados a monitores, otros estaban entubados. Algunos abrieron los ojos cuando pasaron los Jedi, y se los quedaron mirando sin reaccionar. Obi-Wan se preguntó si les habrían dado algo para dormir.

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O-Lana estaba en una cuna alta. Lloraba en voz baja y se puso de pie cuando vio a Obi-Wan y a Siri. —No llores, O-Lana —le dijo Obi-Wan para consolarla. Ella dejó de llorar. Entonces levantó los bracitos y miró directamente a Davi. Después de mirar a Obi-Wan y a Siri para asegurarse de que no pasaba nada, Davi cogió a la niña y la acunó en su pecho. —La protegeré mientras escapamos —prometió. Salieron de la enfermería y fueron hacia la rampa de salida. La siguiente patrulla de vigilancia estaba muy cerca. Pero la suerte no estaba con ellos. Doblaron la esquina y se encontraron de frente con un grupo de Guías de Seguridad que estaba cambiando el turno. Sorprendidos, los Guías fueron a por sus armas. Obi-Wan y Siri activaron los sables láser, que brillaron en la penumbra del pasillo. Los Guías se detuvieron un instante, aún más sorprendidos; nunca habían visto un sable láser. —Quédate detrás de nosotros, Davi —ordenó Obi-Wan. Siri y él se adelantaron. Esta vez él sabía que ella no pelearía sola. Lucharía con él, por los cuatro. Los disparos láser resonaban a su alrededor, y sus sables los interceptaban tan rápido que apenas se les veía. Se cubrieron el uno al otro y saltaron muy alto, cayendo sobre una rodilla, cambiando de dirección, cambiando el arma de mano, y todo sin detenerse. La protección de O-Lana y Davi era su único objetivo. Sonó una alarma. Uno de los Guías la habría activado. El estruendo metálico retumbaba en los pasillos. Obi-Wan escuchó unos pesados pasos tras ellos. Iban a rodearlos. —Por aquí —exclamó él. Guió a Davi y a O-Lana por un pasillo adyacente. Los Guías les siguieron. Era una masa de cuerpos enfundados en armaduras de cromotela disparando con las pistolas láser. Los pequeños proyectiles explotaban junto a las tuberías de las paredes. El aire se llenó de humo. Obi-Wan y Siri apretaron el paso. Ya veían la salida. Pero Obi-Wan no sabía si podrían proteger a Davi y O-Lana, seguir luchando con los Guías y activar la rampa. Le llevaría un tiempo averiguar cómo se manejaba la rampa. Seguro que había algún código o una clave. Estarían contra la pared. Siri le miró y él supo que ella estaba pensando en los mismos problemas. De repente, aparecieron más Guías corriendo por un pasillo lateral. Obi-Wan sintió un hilillo de sudor recorriéndole la espalda mientras rechazaba un repentino disparo láser. ¿Acabaría ahí el enfrentamiento? ¿Tendrían que rendirse para salvar a O-Lana y Davi? Entonces escuchó un zumbido y un chasquido. La puerta se abrió. Una rampa subió a la superficie y el aire fresco llenó el pasillo. Medio segundo después, Qui-

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Gon y Adi bajaban corriendo por la rampa con los sables láser activados. Con un solo vistazo comprendieron la situación y entraron en combate. El número de los Guías de Seguridad había aumentado y éstos se habían confiado. Pero cuatro Jedi era demasiado para ellos. Los disparos de sus pistolas láser eran rechazados sin pausa. Tenían que agacharse constantemente o esconderse tras los carros. Finalmente, tiraron las armas y salieron corriendo. Los Jedi se miraron unos a otros. La pelea había terminado. Obi-Wan cogió a OLana de los brazos de Davi y se la entregó a Qui-Gon. —Creo que estabas buscando esto —dijo. Qui-Gon le miró por encima de la cabeza de O-Lana. —También te buscaba a ti, padawan. Menos mal que te he encontrado.

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CAPÍTULO 21

C

uando los ciudadanos de Kegan supieron lo que pasaba en el Círculo de Reaprendizaje, se rebelaron. Les horrorizó que a los niños se les ocultara y se les aislara en solitario por cuestionar la autoridad o tener una enfermedad crónica. Iba en contra de todos los valores que O-Vieve y V-Tan afirmaban que existían en Kegan. Todos los ciudadanos abarrotaban el Círculo de Reunión. Qui-Gon, Obi-Wan, Adi y Siri contemplaron cómo V-Tan y O-Vieve eran excluidos del cargo de Guías Benevolentes mediante votación. Se nombró un nuevo Consejo rápidamente. Pronto se abrió un debate sobre la cuestión de viajar fuera de Kegan y se celebró una votación. La mayoría estaba a favor de enviar un emisario al Senado Galáctico. Mientras tanto, solicitarían al Senado que enviara consejeros médicos y científicos al planeta para que Kegan se pusiera al día. Al cabo de poco tiempo, el Círculo de Aprendizaje se cerró. Los alumnos volvieron a casa con sus familias. Tuvieron unas vacaciones antes de que se estableciera un nuevo sistema educativo. La gente abrió sus hogares a los huérfanos del Círculo de Reaprendizaje, y los demás regresaron con sus padres. Llegó el momento de marchar para los Jedi. Estaban con Nen, Melie y Davi en la plataforma de despegue. Melie entregó a Lana a Siri. —Nen y yo hemos decidido que es mejor que Lana se vaya —dijo con lágrimas en los ojos—. He conocido a los Jedi y he visto de lo que son capaces. Tenemos que honrar su don. —O-Vieve y V-Tan tenían razón en muchas cosas —dijo Nen, acariciando la mejilla de su hija—. Una de ellas es que tenemos que sacrificarnos por el Bien General. Es mejor para Lana, y mejor para la galaxia, si puede recibir la formación completa. —La cuidaremos y la honraremos —dijo Adi Gallia—. Crecerá aprendiendo sobre la Fuerza, y su vida se basará en servir a los demás. —No puedo pedir una vida mejor para mi hija —dijo Melie. Nen puso un brazo alrededor de los hombros de Davi. —Y ahora tenemos otro hijo. Davi ha aceptado quedarse con nosotros. —Si es que sale alguna vez del Círculo Animal —dijo Melie sonriendo—. Nuestra amiga Via trabaja allí. Le está enseñando a cuidar a los animales. —Nunca os olvidaré —dijo Davi a Obi-Wan y a Siri con timidez. Obi-Wan puso la mano en el antebrazo de Davi. ebookelo.com - Página 77

—Siempre seremos tus amigos, Davi. —Si alguna vez nos necesitas, sólo tienes que llamarnos —le dijo Siri. —Que tengáis buen viaje —dijo Nen—. Estamos agradecidos a los Jedi por ayudarnos a restaurar la justicia en nuestro planeta. Nen, Melie y Davi se fueron. Siri llevó a Lana a la nave para ponerla cómoda para el viaje. Adi entró a realizar las comprobaciones de última hora. Obi-Wan miró por última vez hacia Kegan desde la plataforma de despegue. —Este mundo era un enigma para mí —dijo—. Sigo sin entender cómo un planeta entero pudo depositar su confianza tan ciegamente en visiones y sueños. —A mí no me sorprende —dijo Qui-Gon—. Todos los seres vivos se consuelan con una verdad que les haga la vida más llevadera. Aquí, en Kegan, la gente no padecía el sufrimiento o el hambre que hemos visto en otros planetas. ¿Por qué iban a cuestionar un sistema que les daba facilidades y consuelo? —Pero su libertad era una ilusión —replicó Obi-Wan. —No sabemos si las visiones de O-Vieve y V-Tan eran erróneas, padawan —dijo Qui-Gon reflexivo—. La visión del futuro de O-Vieve era borrosa, pero eso no la invalida. Quizá malinterpretó lo que vio. —No lo creo —dijo Obi-Wan—. No puedo imaginar un mal central controlando toda la galaxia. Eso es imposible. —Espero que no lo veamos, Obi-Wan —dijo Qui-Gon—, pero no podemos decir que sea imposible. ¿Acaso no has experimentado suficientemente las posibilidades y el mal de la galaxia? Obi-Wan negó con la cabeza inflexible. —Ella vio la oscuridad viniendo de los propios Jedi. Eso no puede suceder. De repente, el sol se abrió paso entre las nubes, cegando a Qui-Gon. El resplandor hizo que los rasgos de Obi-Wan se hicieran borrosos. Por un momento, Qui-Gon no vio al chico. Vio a un hombre mayor, solo, viviendo en un planeta desolado, únicamente acompañado de recuerdos oscuros. Qui-Gon sintió el mismo escalofrío que había experimentado en presencia de OVieve. ¿Era la visión de sí mismo de viejo? ¿Era eso lo que había visto O-Vieve de él? Y de pronto, comprendió la verdad. No soy yo. Es Obi-Wan. ¿O no? El sol volvió a ocultarse sobre las nubes. El planeta recobró sus formas. Qui-Gon contempló a Obi-Wan. Vio los habituales rasgos infantiles del chico, y los ojos brillantes. Su juventud le dio seguridad. El futuro no está escrito, sino que fluye, se dijo a sí mismo. Las visiones no tenían por qué hacerse realidad. —Qui-Gon, ¿estás bien? —preguntó Obi-Wan. —Quizá no deberíamos hablar de mal y oscuridad justo cuando hemos

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completado con éxito esta misión —sugirió Qui-Gon suavemente—. Disfrutemos del momento. La justicia ha vuelto a Kegan. —Y si la oscuridad yace dentro de mí, lucharé contra ella —dijo Obi-Wan. Qui-Gon le puso una mano en el hombro. —Lucharemos juntos, padawan.

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