La Vida No Tiene Marcha Atras

  • Uploaded by: Felipe Gomez Donner
  • 0
  • 0
  • January 2021
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View La Vida No Tiene Marcha Atras as PDF for free.

More details

  • Words: 85,324
  • Pages: 290
Loading documents preview...
LA VIDA NO TIENE

MARCHA ATRÁS Wilfried Nelles

Evolución de la conciencia, crecimiento espiritual y constelación familiar Desclée De Brouwer

La vida no tiene marcha atrás Evolución de la conciencia, crecimiento espiritual y constelación familiar

Wilfried Nelles

La vida no tiene marcha atrás Evolución de la conciencia, crecimiento espiritual y constelación familiar

Desclée De Brouwer

Título de la edición original en alemán: Das leben hat keinen rückwärtsgang. Die Evolution des Bewusstseins, spirituelles Wachstum und das Familienstellen © 2009 Innenwelt Verlag GmbH, Köln, Alemania. La presente obra ha sido editada por acuerdo con Wilfried Nelles.

Traducción de Alicia Valero

© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2011 C/ Henao, 6 – 48009 BILBAO www.edesclee.com [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Impreso en España – Printed in Spain ISBN: 978-84-330-2521-0 Depósito Legal: BI-2714-2011 Impresión: RGM, S.A. – Urduliz

Índice

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

11

Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

17

PARTE I

LA EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA HUMANA Cómo se des-arrolla la conciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Viejos y nuevos dioses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Todo crece, o: ¿Qué es el crecimiento espiritual? . . . . . . . . . . Primer acercamiento: Las etapas de desarrollo de la conciencia El modelo: las siete etapas de la conciencia en panorámica . . Jerarquía: ¿escalera o círculo? –o: ¿por qué es una etapa más alta que la otra? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

21 21 28 35 41 50

Las etapas de la vida y la conciencia y su correspondencia con las etapas de la vida humana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

61

Etapa 1: La conciencia de unidad. La maduración en el seno materno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Etapa 2: La conciencia de grupo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

61 67

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Etapa 3: La conciencia del yo. La juventud . . . . . . . . . . . . . . . Etapa 4: La conciencia de estar unido. El adulto joven . . . . . . Etapa 5: La conciencia de tener una misión. El adulto maduro Etapa 6: La conciencia de totalidad. La vejez . . . . . . . . . . . . . Etapa 7: La conciencia total. La muerte . . . . . . . . . . . . . . . . .

94 115 146 163 171

PARTE II LA CONSTELACIÓN FAMILIAR COMO TERAPIA ESPIRITUAL Conciencia y terapia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175

Origen y evolución de la psicoterapia. Al servicio de la liberación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178 Terapia sistémica. La anulación de la vida . . . . . . . . . . . . . . . 184 El trabajo de constelaciones. Acompasarse al movimiento de la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186 El método de las constelaciones: salto a lo desconocido . . 189

Las constelaciones como espejo del alma. . . . . . . . . . . . . . . . El conocimiento oculto, o la actualidad del pasado y el presente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Nuevos ámbitos de experiencia y conciencia. . . . . . . . . . . . . . Constelación y meditación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Lo que es mayor que nosotros: conducir y ser conducido en el no saber . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un nuevo paradigma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El trabajo de constelaciones espiritual . . . . . . . . . . . . . . . . . .

189 195 197 200 202 204 210

Contenidos y conocimientos de las constelaciones familiares 219

Tres historias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220 La matriz familiar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223 “El ganso está fuera”, o: en realidad no hay ataduras . . . . . . 227 8

ÍNDICE

La vía de solución de las constelaciones familiares . . . . . . . . 231

La “Trinidad” de Hellinger . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Sí” al no: el punto ciego de Hellinger . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ejemplo 1: Maltrato sexual (incesto padre-hija) . . . . . . . . Ejemplo 2: El padre pega a la madre, el hijo pega al padre El no de la juventud. Tres episodios personales . . . . . . . . Una nueva “Trinidad”: Sí – No – Gracias . . . . . . . . . . . . . . . .

231 236 243 247 249 253

Leyes fundamentales de las relaciones humanas y su transformación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257

Del vínculo a la solidaridad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Del derecho a la pertenencia a la totalidad . . . . . . . . . . . . . . Compensación e intercambio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La jerarquía y los movimientos de la vida . . . . . . . . . . . . . . . .

260 263 267 270

Ver lo que es o aprender de la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273 Wilfried Nelles sobre sí mismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279

9

Prólogo

Tengo 60 años, y en mi existencia adulta he vivido, me parece, al menos tres vidas distintas. La del intelectual, estudiante, asistente, joven investigador y docente en la universidad fue la primera. Duró hasta que cumplí 33 años. Comenzó entonces la segunda: la vida del buscador espiritual como discípulo del maestro indio Osho. Tenía 38 años cuando tocó a su fin. De repente me di cuenta de que había dejado de ser un discípulo y un buscador, y de que quería volver a ser una persona normal y corriente. Ocurrió después de que comenzara a trabajar con constelaciones familiares y de que esta labor se convirtiera en mi profesión. El buscador miró con desprecio durante largo tiempo al intelectual; se consideraba mejor que él. El intelectual –o lo que él representaba, lo que había aportado a mi vida– se lo tomó a mal y le negó su ayuda, lo cual se reflejaba, concretamente, en que todo lo que tenía que decir o escribir, o comunicar por cualquier otro medio, apenas le interesaba a nadie. Al menos, no valía a ojos de nadie el dinero suficiente para que pudiera vivir de ello. Durante algunos años no pude escribir nada. Y mi título de doctor parecía carecer por completo de valor. Esto, naturalmente, habría podido serle indiferente al buscador; a fin de cuentas, a él le importaban cosas “más elevadas”. 11

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Pero no daba igual, pues de algo tenía que vivir. Y aunque de alguna manera lo lograba, no se desembarazaba de la sensación de que algo no era como debía ser –no porque quisiera que las cosas fueran distintas a cualquier precio, sino porque, de hecho, no parecía correcto. Pese a ello, el buscador se esforzaba por llegar a lo más alto: la iluminación. Experimentó ocasionalmente momentos de infinito amor por todo y todos, sintió cómo la vida latía en una brizna de hierba y en una flor, vio, literalmente, correr la savia en su interior, admiró el brillo y la luz interior de una gota de lluvia y reposó en un silencio perfecto, fuera del tiempo y sin propósito alguno. No eran experiencias inducidas por drogas ni algo que provocara él mismo, le sobrevenían sin más, a menudo durante o tras la meditación. Era consciente de que se ocultaba tras ellas mucho más de lo que habría podido imaginarse en su primera vida, en su vida de intelectual. Pero aquellas vivencias se le escapaban siempre por entre los dedos; los momentos de iluminación no eran más que momentos, y en lugar de incrementarse se tornaban cada vez más infrecuentes, o al menos eso parecía. Al descubrir la constelación familiar supe de inmediato que encontraría en ella algo que me faltaba, y también supe de inmediato que trabajaría en ello. El buscador no tardó mucho en echarse a dormir. Había encontrado lo que necesitaba: mis raíces. Y comencé a ocuparme no solo provisionalmente de la vida corriente, sino también a apreciarla. Me confesé mis deseos, cosas tan indignas como, por ejemplo, un coche realmente estupendo, y me permití a mí mismo reconocer las competencias que había detrás de mi título de doctor; dejé de esconderlo, y lo enseñé con respeto por el intelectual. Este me recompensó de inmediato: no solo coseché el reconocimiento largo tiempo anhelado por mi trabajo y compensación económica, también sentí que me hacía avanzar. 12

PRÓLOGO

¿Y la iluminación? La he olvidado. Si lo desea, me encontrará, y si ha de ser, estaré preparado para ella. Mientras tanto me ocupo de lo que tengo delante. Hace diez años que ya no medito, y me siento más unido al ahora de lo que lo estaba entonces. Con esto no hablo en contra de la meditación, pues me ha ayudado, con toda seguridad, a alcanzar una cierta serenidad. Pero ya no busco llegar a ninguna parte, sino que dejo que las cosas sean lo que son, y me dejo a mí mismo ser lo que soy. Se dice que la iluminación está en la inmediación de uno mismo, que no se halla lejos de uno, sino muy cerca. Si es así, quizás la encuentre sin ir a buscarla. Acabo de leer unas líneas de Eckhard Tolle, palabras hermosas, verdaderas. Tolle está enteramente “in”, pero ya no me interesa realmente. Surge en mí una voz que dice: todo esto es verdad, y todo esto ya lo sé. Pero lo importante no es llegar a ninguna parte ni alcanzar una conciencia mejor, sino vivir con y en lo que ahora mismo estoy. Si eso en lo que estoy es mi ego, que lo sea, y quizás deba ser así. Y si es otra cosa, también está bien. Y con esto llego al presente libro. Lo he escrito porque él acudió a mí y me sentí instado a escribirlo. Las etapas de la conciencia que aquí se describen constituyen una evolución o progreso hasta la iluminación. Me parece que esta es la meta final de la evolución, la cual es para mí una evolución de la conciencia en la que esta, paso a paso, se experimenta y conoce a sí misma. Pero lo importante no es cuál sea el modo más rápido y efectivo de alcanzar esta meta. Tampoco se trata de una meta que uno pueda trazarse; es un fin inmanente, una meta inmanente, un telos. En mi caso, me percibo relajado cuando estoy en armonía con el movimiento tal y como ahora mismo es. En este sentido, describo los pasos de la conciencia como algo que siempre llega a su tiempo, al igual que hoy mi corazón abraza al intelectual que en su momento fui y lo doy por bueno para aquella etapa de mi vida. Sin él jamás habría podido escribir este libro; tampoco 13

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

habría podido escribirlo de no haberlo superado. Y esto vale igualmente para el buscador, pese a que ahora ya no busco –o quizás de un modo diferente. Sin él no habría dejado de cruzarme con la verdad sin reconocerla. No es que ya la haya encontrado, que la posea, pero gracias a él he agudizado mis sentidos para percibirla. Si no hubiera dejado de buscarla (la verdad, la iluminación o como se lo quiera llamar) seguiría demasiado ocupado para descubrirla en las cosas del día a día. Pero este libro no trata solamente de la búsqueda espiritual en el plano personal. Ella solo es el reflejo de un movimiento que impulsa a la conciencia en su conjunto. Propiamente, solo hay conciencia como un todo, su parcelación en conciencia personal, social y colectiva (y en otros planos), aunque pueda resultar de ayuda, es al final meramente artificial. No solo nos movemos siempre con nuestra conciencia personal en un campo de conciencia suprapersonal, sino que nuestra conciencia no es en el fondo nada más que una expresión –muy parcial, desde luego– de la conciencia a secas. Y los movimientos de nuestra conciencia solo se comprenden en el contexto de ese movimiento global. Pero lo que aquí presento no es un libro teórico; a mí solo me interesa la conciencia en un sentido práctico. Pues es nuestra conciencia la que decide cómo nos sentimos, cómo vemos nuestra vida y si somos felices o infelices. Y a este respecto me parece que sufrimos tanto más cuanto mayor es la brecha que se abre entre nuestro ser y nuestra conciencia. Es aquí donde entra en juego la terapia como un medio de unir ser y conciencia. Pues desde mi punto de vista, aprobar lo que fue, ponerse de acuerdo con lo que es y dejar que venga al ser lo que quiere venir constituyen los procesos de los que tratan las terapias. Un buen terapeuta es alguien que está en situación de ayudar a su cliente a alcanzar esta armonía, y para ello, el mapa de la conciencia que aquí bosquejo puede resultar revelador, o así lo espero. La ayuda del terapeuta no con14

PRÓLOGO

siste en decir lo que es correcto, sino quizás en robustecer el sentido interior para lo que ahora mismo es necesario y adecuado, y en promover la estimación por cada uno de los planos descritos. Para ello el trabajo de constelaciones me parece especialmente indicado, toda vez que va acompañado de una toma de conciencia de la evolución de la conciencia. En las constelaciones se muestra la realidad de un modo hasta ahora desconocido, ellas nos ponen directamente en contacto con nosotros mismos y con las personas y acontecimientos que mayor influencia han ejercido en nuestra vida, y nos muestran la verdad de nuestra alma. Sobre todo nos ayudan a dignificar aquello de lo que procedemos y a ganar una perspectiva sobre la dirección en la que caminamos. Y como las constelaciones pueden ser inmediatamente vividas con el cuerpo, el alma y el espíritu, favorecen los procesos de los que antes he hablado de un modo experiencial y holístico. Con todo, el trabajo de constelaciones no ha tenido hasta ahora una clara idea de qué lugar le corresponde (a él o a cualquiera de sus variantes) en el proceso de desarrollo espiritual. Mi libro también desea contribuir al esclarecimiento de este punto. Wilfried Nelles Marmagen, mayo de 2009

15

Agradecimientos

Quisiera dar aquí las gracias, en primer lugar, a todos mis profesores, buenos como pocos, amables como pocos. Me he apoyado en todos ellos, y cada uno a su manera me ha ayudado. Gracias. Dos personas han sido especialmente importantes para mí, personas que no se consideran a sí mismas maestros, pero de los que quizás por ello es de quienes más he aprendido. Osho, del que me he considerado discípulo espiritual durante quince años, y Bert Hellinger, que durante diez años ha sido una fuente viva de inspiración y un amigo y compañero de camino. Me he separado de ambos, pues debía seguir mi propio camino, pero me une a ellos la gratitud y el amor. Deseo mencionar también a un antiguo amigo, Deva Basir (Roland Werner), con el que veinte años atrás discutí largo y tendido sobre lo que ahora es mi modelo de crecimiento, y del que he aprendido mucho. Heinrich Bauer y Joachim Vogel leyeron la primera versión del manuscrito, me advirtieron de algunos errores e hicieron valiosas observaciones, y la calurosa colaboración con Heinrich Breuer en diversos congresos y en nuestro instituto Eurasys me ha alentado y fortalecido de múltiples maneras. 17

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Mi editora, Jivana Werner, compañera y amiga desde hace más de veinte años (¡Dios mío, me acabo de dar cuenta de lo mayor que soy!) ha creído firmemente en este libro y me ha dado el tiempo que necesitaba, prestándome con ello un gran apoyo. Gracias, Jivana. Y last but not least deseo mencionar a mi mujer, pues una vez más ha estado a mi lado durante los altibajos del embarazo literario, ha hecho de “interlocutor sparring”, me ha escuchado pacientemente y me ha hecho ver cosas importantes con sus comentarios. También a ti, Birgid, te doy las gracias de todo corazón.

18

I Las evolución de la conciencia humana

Cómo se des-arrolla la conciencia

Viejos y nuevos dioses El mundo gira cada vez más rápido y algunos sienten vértigo. Dinero, dinero, dinero; parece ser lo único que todavía cuenta. Ya se trate de las retribuciones de los ejecutivos, de los traspasos y sueldos de los futbolistas o del rédito de las acciones u otras inversiones, todo parece ir de lo mismo: de que cada vez sea más y más. No hay día que no salga a la luz alguno de los negocios sucios o estafas que llevan a cabo los ricos. Hace unos años, en la feria del libro de Francfort, vi a Marcel Reich-Ranicki en carteles publicitarios de la gran enciclopedia Brockhaus junto a la frase: “Quien sabe mucho, quiere saber más”. Es un lema muy apropiado –trascendiendo el asunto concreto del saber– para caracterizar nuestra época: quien tiene mucho, quiere tener más. Es posible que el libro Tener o ser de Erich Fromm adorne nuestras estanterías, y que haya quien recurra a él para el sermón de los domingos, pero en la práctica hace ya tiempo que el asunto ha quedado resuelto: lo que está a la orden del día es el tener. Ya nadie presta oídos a las advertencias y condenas de la decencia. Quien hoy señala a los demás y denuncia la “codicia” de los especuladores financieros, bien puede verse mañana a sí mismo en la picota. Cuando el bote de la loto alcanza cifras millonarias se duplica el número de apostantes. Cualquiera de nosotros es tan codicioso como lo son en Wall Street. 21

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Tenemos que transmitir valores –reza la popular divisa. Hay que recuperar las viejas virtudes, los niños deben ser educados en valores. La historia de la candidata americana a la vicepresidencia, Sarah Palin, muestra ejemplarmente en qué desemboca semejante divisa. Mientras ella orquestaba una campaña en favor de la recuperación de los valores conservadores en general, y de abstenerse de mantener relaciones prematrimoniales en particular, una hija suya menor de edad mantenía relaciones sexuales con un joven cuya madre había sido detenida por delitos relacionados con las drogas. No fue culpa de Palin, pero un caso así debe dar que pensar a todo el que crea en la posibilidad de que el tiempo camine hacia atrás. Si suponemos que Sarah Palin procuró educar a su hija con arreglo a su programa político, su ejemplo muestra que su implantación era inviable incluso en el seno de su familia. La misma señora Palin dio claras muestras de su virtud y sentido de la moral utilizando dinero donado a su partido para comprarse ropa de los más caros diseñadores, y su cargo para poner en marcha una venganza personal. Ante esta clase de cosas, uno puede horrorizarse o disfrutar del mal ajeno, eso depende de la visión del mundo de cada cual, pero ambas actitudes ocultan un único hecho fundamental: las viejas normas ya no tienen valor, los así llamados valores han dejado de servirnos de guía, y sobre todo: no hay vuelta atrás. Porque esta no es solo la historia de un ama de casa americana que quiso llegar a la cima del poder mundial, sino que, a grandes rasgos, y al igual que la carrera por el bote de la Lotería Primitiva, se trata de nuestra historia, la de todos nosotros. Los “viejos valores” han caducado. Se enraízan en una conciencia de la que hoy en día solo quedan restos. Vivimos de esos restos, a la par que los destruimos. Pero quizás “destruir” no sea la palabra adecuada. Se erosionan, desaparecen por sí mismos, mueren, sencillamente. Es el curso normal de las cosas, la marcha del mundo. Una marcha que no tiene marcha atrás, que ni siquie22

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

ra puede detenerse. Hace algunos años, poco después de la entrada en el nuevo siglo, observaba yo en Budapest, desde la colina del castillo, la otra orilla del Danubio con sus viejos edificios del siglo XIX y XX. Algunos estaban siendo rehabilitados, otros exhibían ya su antiguo esplendor. Era como una ciudad que volviera a la vida tras yacer en coma. Y de repente tuve una inspiración: los comunistas habían intentado detener el mundo. Se habían opuesto al curso de las cosas y pretendido someter el mundo a sus designios. Quisieron imponer sus “valores”. Y en aquel espectáculo casi se hacía visible cómo ese mundo había estado a punto de morir asfixiado. También en nuestra vida personal morimos antes de morir si tratamos de imponerle a la vida nuestros planes. La vida tiene su propio movimiento, y quiere que caminemos hacia delante. Algunas personas añoran su infancia, pero jamás volverá. Muchos opinan que se les privó de algo y que aún tienen que recibirlo, de sus padres, por ejemplo. Se quejan de haber disfrutado de poca atención, amor, cuidado, protección, seguridad. Pero es imposible, nuestra existencia no prevé correcciones a posteriori. Lo único que puede ayudarnos de verdad es el conocimiento de que todo está bien como está, de que tenemos todo lo que necesitamos. Otros buscan lo que les falta en otras personas, sobre todo en sus parejas. Pero sus parejas no están dispuestas a cubrir el déficit de papá y mamá. Incluso si lo intentan, antes o después abandonan extenuados. No solo no podemos volver atrás, sino que el presente se nos escapa por entre los dedos cuando queremos sujetarlo. La vida avanza imparablemente, desde la cuna hasta la tumba. Solo nuestra conciencia pierde el paso del movimiento de la vida, queremos detenerlo, invertir su dirección, quizás a veces también dar saltos hacia delante. Todo esto es inútil y desemboca en una enfermedad moderna: el estrés. Durante mi infancia no existía esta palabra, al menos en el país del que procedo. El estrés no es 23

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

otra cosa que el sufrimiento producido por una discrepancia entre lo que yo quiero, siento o creo tener que hacer (o ser) y lo que de hecho es. Con otras palabras: discrepancia entre el ser y la conciencia. La única terapia eficaz contra el estrés consiste por ello en conciliar la conciencia con el ser. Esto, sin embargo, no es sencillo, pues la conciencia moderna se caracteriza precisamente por enfrentarse al ser. Es toda ella una única rebelión contra el ser, contra la índole de las cosas. Después de que la humanidad se dedicara durante una pequeña eternidad, a grandes rasgos, a intentar someterse al ser, o a influir al menos sobre la totalidad mediante sacrificios, oraciones y magia, el hombre moderno emplea todas sus energías en dominar el ser, intenta someterlo. La aceptación del las cosas y relaciones, incluso la entrega a lo que es, pasa por ser mero fatalismo. A la par, uno se resigna fatalistamente a la llamada lucha por la vida, para la que –dicen– no hay alternativa. La mayoría de nosotros ve en la época actual el término de un largo proceso de desarrollo tras el que no puede aparecer algo nuevo, algo cualitativamente diferente, y no como una etapa en el seno de un proceso. El pensamiento histórico mira hacia el pasado; hacia delante, hacia el futuro, parece no haber posibilidad de desarrollo. Esta es la más profunda a la par que más oculta forma de la teoría del final de los tiempos, y se halla en el núcleo de la sociedad moderna. La fe de nuestra época ilustrada es que nosotros, los hombres de hoy, somos el término de la evolución de la humanidad, que la conciencia humana, el espíritu humano, ha alcanzado su forma más elevada, la cual, si bien puede ser infinitamente agudizada y mejorada, no puede trasformarse en una forma superior y, correlativamente, que no es posible que su dinámica inherente, la que nos ha conducido hasta aquí, avance hacia estadios superiores. Que la ciencia es una cima tras la cual no hay camino hacia abajo, sino la caída en un negro abismo, que el pensamiento ilustrado, la así 24

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

llamada razón, es el grado más alto que puede alcanzar la evolución del hombre, que de un salto hemos alcanzado “el fin de la historia” –según reza el título de uno de los más célebres libros de un reputado científico1. Aunque en la modernidad se hable incesantemente de progreso y uno invierta en él la vida entera, no se trata de un progreso hacia algo superior, sino de un perfeccionamiento infinito (y carente de alternativa) de lo que ya se da. El progreso se entiende en un sentido eminentemente técnico, como un incremento continuo del dominio sobre la naturaleza. Se piensa que la conciencia misma hace ya mucho que ha alcanzado su cima, aunque el hombre siga comportándose como un bárbaro. Y esta cima no es en realidad sino una llanura infinita sobre la que seguir avanzando, sin que quepa imaginarse algo verdaderamente superior, es decir, una conciencia más elevada (o más profunda) en un plano cualitativamente diferente. La idea del fin de los tiempos en su máxima expresión. Contra esto, yo sostengo la tesis de que nos hallamos en la mitad del desarrollo de la conciencia. Quizás sea este punto medio un lugar especialmente crítico (como lo es la “crisis de la mediana edad” en la mitad de la vida individual), porque con la realización de la razón y la individualidad ha culminado de hecho la totalidad del proceso anterior, y el desarrollo, hasta cierto punto, ha dado la vuelta: en dirección hacia una nueva forma de totalidad. La idea de que la conciencia humana ha alcanzado en nosotros, salvo en lo tocante al perfeccionamiento de medios técnicos, su punto más elevando, me parece no solo bastante osada, sino expresión de un pensamiento que ignora la historia, egocéntrico, y no precisamente lógico. Desde luego que la Ilustración no puede, recurriendo a sus propios medios, esto es, con ayuda de la razón, trascenderse a sí misma –al igual que la religión no pudo ilustrarse con ayuda de la fe, sino que fueron necesarios el escepticismo y la razón para 1. Francis Fukuyama, 1992.

25

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

desenmascarar las limitaciones de la fe. Pero, ¿por qué negar que haya un más allá de la razón, una conciencia transracional que se separa cualitativamente de la conciencia racional y la supera?2 Para responder a esta pregunta debemos dirigirnos a la conciencia misma. Si lo hacemos, nos daremos cuenta de que lo que nos empuja hacia delante no es solamente la naturaleza, tampoco nuestra vida exterior, sino también la conciencia, esto es, la vida interior. Y no solo la conciencia de cada individuo, sino la de la humanidad en su conjunto. Puede comprobarse la verdad de esto en el primer tercio de nuestra vida personal: un niño tiene una conciencia diferente a la de un lactante, la del adolescente es distinta de la del niño, y la del adulto de la del adolescente. En la mayoría de los casos, el proceso se detiene aquí, la conciencia no sigue creciendo. Al menos no en sentido cualitativo. Y la diferencia entre una conciencia infantil y una adulta es precisamente cualitativa. El adulto no solamente sabe más, sino que ve el mundo de un modo fundamentalmente distinto, vive casi en otro mundo que el niño (si es que la conciencia no se ha detenido en el estadio infantil, lo que ocurre no pocas veces). Lo mismo ocurre con la conciencia en su totalidad, esto es, la conciencia de la humanidad. También esta se desarrolla y crece, con lo que en cada una de las etapas de la conciencia el mundo se experimenta y vive de modo completamente diferente. Cada nivel tiene su propia visión del mundo, sus propias verdades, sus prioridades, sus pasos de aprendizaje y problemas. Que la mayoría de los hombres de hoy en día pensemos que no tenemos tiempo, por ejemplo, es para el hombre 2. Encuentro ahora mismo un pequeño indicio de lo extraña que le resulta esta idea al pensamiento moderno (a pesar de que un gran pensador como Ken Wilber lleva más de un cuarto de siglo publicando un libro al año sobre ella) en el programa (excelente, por lo demás) de corrección ortográfica de mi ordenador, el cual subraya en rojo la palabra “transnacional”, indicando que está mal escrita o que le es desconocida.

26

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

de la conciencia premoderna completamente incomprensible. Si algo había entonces (y sigue habiendo ahora) en abundancia es tiempo. Pero a diferencia de hoy en día, la naturaleza y el hambre constituían una amenaza constante. Y los dioses y los espíritus eran reales. Asistí una vez al seminario de un chamán del Amazonas, era una ceremonia de ayahuasca. La ayahuasca es una droga fuertemente alucinógena –según nuestros criterios–, los indios la tienen por una planta sagrada y la utilizan, bajo la tutela de un iniciado, en ceremonias de curación y para comunicarse con los dioses. El chamán jamás habló de una planta, menos aún de una droga y sus efectos, sino del espíritu Ayahuasca, con el que se entraba en contacto tras tomar la pócima. Y el espíritu era a la vez un dios. Un participante le preguntó si hablaba metafórica o literalmente de un espíritu. El chamán, un hombre joven, que hablaba inglés bastante bien y tenía un modo de conducirse bastante moderno, lo miró sin comprender. No entiendo la pregunta, dijo. Que si creía que el espíritu Ayahuasca existía de verdad, le explicó el participante. Sí, desde luego que existe, respondió el indio, no tiene nada que ver con creer, es así, sencillamente. En la selva lo sabe todo el mundo. Hoy tenemos otros espíritus, espíritus que son reales para nosotros. Se llaman DAX, Dow-Jones y Nikkei, y ahora, en los tiempos modernos, Walhalla se llama Wall Street. Como los antiguos dioses, gobiernan nuestra vida a su antojo. Incluso cuando no creamos en ellos y no les sacrifiquemos nada, se inmiscuyen en nuestras vidas enviándonos terremotos bursátiles y semejantes catástrofes naturales, las cuales, indirectamente, también afectan a los que no viven allí. Puede que no afecte a los bosquimanos de la selva africana o a los orang asli de Borneo, pues para estos son más importantes sus antiguos dioses. Cada época, cada conciencia, produce sus propios objetos y crea sus propios problemas. En algún momento se hacen tan profundos o llegan tan lejos que 27

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

ya no son solucionables en el seno de la conciencia existente. No solo se hacen necesarios nuevos instrumentos (que puede que basten para la regulación de los mercados financieros), sino una nueva conciencia, una percepción cualitativamente diferente, más amplia, elevada, profunda del mundo y de nuestra propia existencia. Pues los problemas más profundos de la sociedad moderna no se llaman DAX y Dow, tampoco cáncer y sida, ni siquiera guerra y hambre. Incluso aunque todo esto se desvaneciera como por arte de magia, seguiríamos al borde del abismo, quizás incluso más que ahora. Quizás tengamos que resolver gran parte de estos problemas antes de estar en situación de ver el carácter abismático de la conciencia moderna3. Tanto tiempo como los problemas mencionados sigan ahí, seguiremos al menos ocupados, y percibiremos el vacío interior solo ocasionalmente. Si de repente desaparecieran, es muy posible que se diera una ola de suicidios que haría olvidar a todas las otras víctimas, las del hambre y las enfermedades –a no ser que alcanzáramos otro estadio de conciencia, en el que pudiéramos sentirnos de nuevo interiormente satisfechos.

Todo crece, o: ¿Qué es el crecimiento espiritual? El crecimiento reside en lo más íntimo de nuestra naturaleza. No hay nada en este mundo que no crezca. Todo crece, y crece por sí mismo. O para decirlo con las palabras de Osho: sitting silently, doing nothing – the grass grows on it´s own (sentado en silencio, sin hacer nada – la hierba crece por sí misma). 3. No distingo aquí entre conciencia moderna y postmoderna. La así llamada postmodernidad no representa a mis ojos una nueva conciencia, sino solo una modernidad extraviada, una expresión de que ha perdido el alma, una negación, a la par que una desesperada búsqueda de alma y sentido.

28

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

Todo crece –recuerda a una célebre sentencia del por lo demás no tan célebre sabio de la Antigüedad: el griego Heráclito. Su phanta rhei– todo fluye, expresa en dos sencillas palabras el acontecimiento total del mundo. Cuando uno se sumerge en esta proposición queda sumido en una profunda meditación. Las cosas de nuestro alrededor, aparentemente estáticas, se tornan movedizas, al igual que todo lo que nuestro espíritu toma por hechos. Nada permanece, nada dura, todo está en movimiento, todo cambia incesantemente. El antiguo vidente ya lo sabía, dos mil quinientos años antes de que existieran la teoría cuántica y los aceleradores de partículas: las montañas crecen o se encogen, e incluso en un pedazo de hierro las partículas se precipitan de un lado a otro y lo modifican, pese a ser invisible a nuestra percepción, en todo momento. También nuestro yo fluye, eso que creemos ser; todo, todo fluye. En otro pasaje, Heráclito lo ilustra de otra manera: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. Y ello no solo porque la segunda vez “el mismo” río sea distinto, sino porque el que se mete en el río también es para entonces otro. Puede que no se percate de ello, pero el que él mismo fue la primera vez también ha sido hace tiempo arrastrado por la corriente. Cuando uno se embarca de verdad en esta meditación, en estas palabras y en la imagen que dibujan, la propia vida y el estable mundo de cada uno se nos escapan rápidamente por entre los dedos. Y frases como esta: “Ya no controlo mi propia vida” o “Deseo volver a tener el control sobre ella” –que a menudo oigo en mis cursos– pronto deberían parecerle a uno absurdas. Desde hace más de veinte años me ocupo como terapeuta de los problemas humanos. Los que asisten a mis cursos proceden de todos los estratos sociales, son de muy diversas edades, y a día de hoy proceden de casi todos los continentes; sus problemas e historias personales abarcan casi cualquier aspecto de la vida humana, desde disputas con el cónyuge, pasando por la pérdida del puesto 29

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

de trabajo, hasta abusos sexuales, desde la repentina muerte de un hijo, enfermedades mortales, asesinatos en la familia hasta el exterminio de casi la totalidad de la familia en el Holocausto o en la Revolución Cultural China. Algunos –y no los menos– vienen también sencillamente porque quieren hacer algo por su “crecimiento interior” o, en términos más profanos, conocerse mejor a sí mismos. Pero se trate del motivo de que se trate, es siempre un problema de la conciencia, nunca del ser en sí. El ser en sí es sencillo, y quien se sitúa frente a él, también lo es. Es siempre la conciencia que se coloca entre el ser y la persona la que engendra el problema; por ejemplo: causando en nosotros el sentimiento de que el ser es malo y de que, por lo tanto, no debería ser y ha de ser rechazado, cambiado, superado. Es ahí donde surge el problema. Que el problema se origina en la conciencia y solamente existe en ella vale tanto para la pobreza y la riqueza como para la salud y la enfermedad, incluso para la vida y la muerte. Con dinero la vida es mucho más agradable que sin él, y estar sano es mucho mejor que estar enfermo, pero hay una gran diferencia entre lidiar relajadamente con ello y estar obsesionado con el dinero, la salud y cosas similares. Los hechos, las circunstancias de la vida, son una cosa, cómo yo me relaciono con ellos es otra distinta; mejorar nuestra vida en orden a satisfacer nuestras necesidades y deseos naturales es una cosa, hacer de ello la medida de nuestra felicidad o de nuestra actitud ante la vida es algo bien distinto. Hay personas que perciben hasta el más pequeño malestar como una catástrofe o un gran peligro, mientras que otras que padecen enfermedades graves llevan una vida feliz. La idea, hoy en día ampliamente extendida, de que la salud es lo más importante, seguramente asombraría a personas de otras culturas o épocas. Es bueno estar sano, qué duda cabe, pero, ¿lo más importante? Quizás para un pueblo nómada lo más importante sea que el ganado esté sano y tenga suficiente de comer y de beber, o que críe bien. Que uno ponga la salud propia por 30

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

encima de la del ganado es algo que probablemente no puedan ni imaginarse los miembros de semejante tribu. Porque el bienestar y la supervivencia del clan o de toda la tribu depende del ganado. En comparación con eso, ¿qué importa la salud de la persona? Ni siquiera la propia vida es tan importante. Si yo muero, mis hijos sobreviven. Si el ganado muere, se acabó todo. Para otros todo depende de tener el favor de los dioses o de vivir, sano o enfermo, con arreglo a la voluntad de Dios. Se podría decir, pues, que el problema es nuestra conciencia misma, más exactamente: los contenidos de nuestra conciencia, nuestro modo de contemplar la realidad. Y en esto insisten machaconamente desde hace algunos miles de años los grandes sabios, los iluminados y sus discípulos: deshazte de todas las formas y contenidos de tu conciencia por el expediente de ser, sencillamente, consciente. La conciencia en la que estos instruyen es una conciencia sin contenidos, perfectamente vacía. Ser puro, despierto, un encuentro con la realidad que no quede filtrado ni enturbiado por pensamiento ni por sombra alguna de recuerdo de experiencias pasadas. El ser consciente –entendido desde el punto de vista de los contenidos– queda aquí sustituido por la conciencia pura. Al final de su primera gran obra, Crítica de la razón cínica, Peter Sloterdijk expresó esto por medio de una poderosa imagen: “Se trata de experiencias para las que no encuentro otra palabra que vida lograda. En los mejores momentos, cuando de puro éxito nuestro más enérgico actuar queda absorbido en el dejar hacer y el ritmo de lo vivo nos sostiene y nos lleva, nuestro estado de ánimo puede presentársenos de repente como una eufórica claridad o una seriedad que reposa maravillosamente en sí misma. Despierta en nosotros el presente. El momento ocupa fresco y claro cada espacio; estás unido a su claridad, a su frescura, a su alegría. Las malas experiencias del pasado se retiran ante el dato de lo nuevo. Ninguna historia te hace viejo. Los dolores amorosos del pasado 31

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

no nos obligan a nada. A la luz de esta presencia de espíritu queda rota la fascinación de la repetición. Cada segundo consciente anula la desesperación y se convierte en el principio de otra historia”.4 Debemos pues dirigirnos a la conciencia si de verdad queremos solucionar nuestros problemas. Y esto exactamente es lo que hacen la mayor parte de las “terapias espirituales” o “comunidades espirituales”: trabajan en el crecimiento espiritual con miras a alcanzar estadios de conciencia más elevados, en los que se desenmascaran los propios contenidos de conciencia y uno se separa o, sencillamente, se deshace de ellos. Ahora bien: la idea de que la conciencia debería ser mejor –o más clara, más despierta, elevada o amplia– es una representación que introduce una tensión entre lo que es y lo que debería ser. Si hacemos del crecimiento de la conciencia o de la nada perfecta una meta a alcanzar, nos creamos de nuevo un problema. Bien mirado, dos: el primero es la distancia que se abre en relación con el propio ser, que se experimentará como insuficiente y exigirá que trabajemos ininterrumpidamente sobre nosotros mismos. De ahí que para perseverar en este camino se necesite la ayuda de un grupo de correligionarios y, a ser posible, de un gurú, que nos confirme que avanzamos por el buen camino, que hacemos progresos –siempre insuficientes, por supuesto– y que si seguimos trabajando sobre nosotros mismos, al final seremos recompensados. Aquí se impone el paralelismo con la doctrina cristiana de la redención. La diferencia consiste en que la salvación cristiana nos espera tras la muerte –caso de haber llevado una vida virtuosa– mientras que la redención de los nuevos tiempos, la iluminación o la liberación, puede ser alcanzada en esta vida –siempre y cuando trabajemos duramente sobre nosotros mismos. Es común a ambos el aspirar a la redención de esta vida (de este valle de lágrimas), en lugar de 4. Peter Sloterdijk, Crítica de la razón cínica, Fráncfort, 1983, p. 953.

32

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

precipitarse hacia la vida. Por otra parte, avanzar hacia niveles de conciencia superiores mediante los correspondientes ejercicios sin que haya a la base un efectivo crecimiento personal puede desembocar en graves problemas psíquicos. Porque el verdadero crecimiento no puede ser producido. Sucede por sí mismo. Existe en efecto un desarrollo superior de la conciencia, pero se trata de un proceso natural. Y será tanto más duradero cuanto mejor armonicemos con nuestras respectivas conciencias. De este modo crecemos con nuestra conciencia, sin malgastar ni un solo pensamiento con la idea de que tenemos que crecer más deprisa. Trabajar sobre el propio crecimiento para acelerarlo es algo similar a querer hacer del niño lo más rápidamente posible un adulto. Le enseñamos día tras día a pensar, hablar y conducirse como un adulto, y no le dejamos jugar con otros niños o solo con los integrantes de un grupo de niños que también deben crecer más deprisa, quizás también alimentemos su cuerpo con hormonas. ¿Qué puede resultar de todo esto? En el mejor de los casos un pobre diablo que jamás disfrutó de una verdadera infancia y que por ello siempre andará buscándola, en el peor de los casos, un monstruo. No es casual que muchos buscadores espirituales tengan serios problemas para arreglárselas en la vida fuera de su grupo. Esto no tiene nada que ver con la maldad del mundo, sino con el hecho de haberse apartado de ella. La realidad, esto es, lo que somos y lo que nos sucede, el ser-así de la vida, es la genuina fuente de nuestro crecimiento. Es también la fuente o el humus de nuestra conciencia. Es la fuente de la que se alimenta. Todo crece, también la conciencia. Con lo que venimos a parar de nuevo en Heráclito. Quizás también la conciencia sea como una gran corriente. Como todo río, la conciencia procede de un todo, sale en algún punto a la superficie y se convierte en un río particular que poco a poco se reúne con muchos otros ríos y final33

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

mente termina en otro gran todo, el mar, para disolverse completa y definitivamente en él. Y como en el río de Heráclito, tampoco puede uno bañarse dos veces en la misma corriente: la conciencia fluye ininterrumpidamente, no se detiene, ni corre hacia atrás, y es nueva en cada momento. Como procede de un todo, cada río lleva en sí el recuerdo de ese todo y puede atisbar que su camino desemboca al final en él, en el gran océano. Pero por mucho que pueda atraerlo el océano, por mucho que le señale el camino, carece de sentido esforzarse por llegar a él ahora mismo o lo más rápidamente posible. Equivaldría a negar su condición de río y pasar por alto los grandiosos paisajes que ha de atravesar –y conformar– de camino al mar. El mar, la disolución en la totalidad, llegará, y llegará por sí misma, es el destino natural del río. Y así como todo fluye por sí mismo, todo crece por sí mismo. El crecimiento es la naturaleza de la vida. Quizás podemos también abonar y regar –y aquí también es posible exagerar, de modo que al final tengamos verduras hermosas pero sin jugo ni fuerza. Es posible que todo lo que crece, que el mundo tal como es y el hombre tal como es, sean un aspecto de la conciencia y su despliegue. El crecimiento no es el resultado de un obrar, ni a nivel cósmico ni a nivel individual. Es un acontecimiento que sigue su propio ritmo, su propia velocidad. El desarrollo o crecimiento espiritual no es otra cosa que el des-arrollo del ser consciente mismo, el volver hacia sí de la conciencia, no pues un movimiento que parta de nosotros y se rija por nuestros deseos o voluntad, sino el movimiento de la conciencia misma. La conciencia es el sujeto, se desarrolla a sí misma, y nosotros somos una parte de ese desarrollo. Lo que nos hace falta (si es que nos hace falta algo) no es crecer más rápidamente o hacia algo más elevado, no es una conciencia mejor, sino vivir en armonía con lo que es, con la realidad que nos rodea y actúa sobre nosotros. De ahí que este libro se oriente a que la conciencia (de cada cual) se haga consciente. 34

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

Primer acercamiento: las etapas de desarrollo de la conciencia A modo de entrada, mi poema favorito de Hermann Hesse, que nos acompañará a lo largo de todo el libro: Escalones Así como toda flor se enmustia y toda juventud cede a la edad, así también florecen sucesivos los peldaños de la vida; a su tiempo surge toda sabiduría, toda virtud, mas no les es dado durar eternamente. Es menester que el corazón, en cada llamada, esté pronto al adiós y a comenzar de nuevo, esté dispuesto a darse, animado y sin pudores, a nuevos y distintos desafíos. En el fondo de cada comienzo hay un hechizo que nos protege y nos ayuda a vivir. Debemos ir serenos y alegres por la Tierra, atravesar espacio tras espacio sin aferrarnos a ninguno cual si fuera una patria; el espíritu universal no quiere encadenarnos: quiere que nos elevemos, que nos ensanchemos escalón tras escalón. Apenas hemos ganado intimidad en un morada y en un ambiente, ya todo empieza a languidecer: sólo quien está pronto a partir y peregrinar podrá eludir la parálisis que causa la costumbre. Aun la hora de la muerte acaso nos coloque frente a nuevos espacios que debamos andar: las llamadas de la vida no acabarán jamás para nosotros... ¡Ea, pues, corazón, arriba! ¡Despídete, estás curado! Se pueden pensar los estadios de la conciencia como si formaran una escalera, pero también como si se tratara de círculos que 35

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

se ensanchan progresivamente. Lo importante es que uno tiene que pisar cada peldaño o recorrer vivencialmente cada círculo para pasar al que en cada caso sea el siguiente. Quedémonos de momento con la imagen de la escalera. Suelo utilizar dos analogías para ilustrar y hacer comprensibles los diversos peldaños del crecimiento, y para mostrar que no me los he sacado de la manga, sino que hallan correspondencia en muchos planos de la vida. El resumen que ofrezco a continuación recurre a la analogía con el sistema oriental de los centros energéticos de materia sutil (también llamados chacras) ligados a determinados órganos y zonas del cuerpo humano, los cuales, de acuerdo con la medicina ayurvédica o china, controlan las funciones orgánicas. Más adelante, cuando tratemos detenidamente cada una de las etapas, recurriré a la segunda analogía, y antepondré a cada fase de la conciencia una breve presentación de los correspondientes estadios (biológicos) de la vida. Aquí, de momento, una comprimida sinopsis: 1. El primer estadio de la conciencia se ordena enteramente a la supervivencia: comer, beber, multiplicarse. Está controlado por instintos, bio-lógico, esto es, sigue la ley (logos) de la vida (bios). Es la forma más elemental, originaria de la vida y está dominado por nuestras necesidades básicas. Sin comer ni beber muere el hombre particular; sin sexo, la especie. Por eso no solo necesitamos esta conciencia en el primer estadio, sino siempre, por mucho que ascendamos. La naturaleza ha sido tan inteligente que la ha implantado en nosotros en forma de instintos cuya satisfacción experimentamos como placentera. Al nivel del cuerpo humano se corresponde con el primer (inferior) chacra o centro de energía en el punto más bajo del tronco, el perineo, también llamado chacra raíz. Si estando de pie nos acompasamos con esta zona, podemos sentir nuestro vínculo con la tierra. Se percibe claramente lo estable y seguro o, al contrario, lo inseguro y frágil que es este vínculo, si uno está conectado o no con la tierra. La conciencia, el horizonte 36

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

espiritual y las necesidades a las que corresponde el nivel 1 giran en torno a la supervivencia, esto es: comer, beber y aparearse. 2. El estadio 2 corresponde al chacra del ombligo, al que los japoneses llaman hara. Se sitúa dos dedos por debajo del ombligo. Entre los samuráis se tenía por una valiosa destreza clavarse un puñal (kiri) en el hara con tal precisión que uno quedara muerto en el acto (hara-kiri). Curiosamente, en este punto no hay ningún órgano corporal cuya lesión pudiera provocar la muerte inmediata. Es más bien el centro de la vida espiritual a través del cual –con arreglo a la doctrina asiática de la energía– nos conectamos directamente con el cosmos y con la energía que de él procede. Desde el punto de vista corporal es el punto medio entre arriba y abajo. Ahí es donde encontramos nuestro medio, nuestro equilibrio –y no solo metafóricamente sino también en un sentido completamente profano, por ejemplo al practicar casi toda clase de deportes. Así como el descanso corporal en el hara proporciona al cuerpo un seguro equilibrio, el estadio 2, como estadio de conciencia, es responsable de la estabilidad, seguridad y equilibrio en la vida. Aquí lo importante es hallar un sitio seguro, tanto material como anímica y espiritualmente. Un hogar, un lugar, una fe, un orden. 3. En el tercer estadio este orden se tambalea. A nivel corporal nos encontramos en el plexo solar. También este –como, por lo demás, todos los chacras– es un punto muy sensible: un golpe en el plexo solar, no necesariamente muy fuerte, y nos quedamos sin respiración o incluso nos desmayamos (ohnmächtig werden). Ohn-macht (desmayo) es la ausencia de Macht (poder), y de eso precisamente se trata en el estadio 3. Pero no de poder en sentido político, poder sobre los demás, sino poder sobre uno mismo. Es aquí donde reside la voluntad personal, el sentimiento del yo, el afán de autonomía. En la escena espiritual, el tercer chacra tiene 37

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

la negra, es el chico malo que ambiciona poder y al que se llama por ello despectivamente “power chakra”. Mientras que hay una multitud de cursos ordenados a abrir y fortalecer el chacra raíz, el hara, el chacra del corazón y los que se encuentran por encima de este, sobre el “power chakra” solo se trabaja para dejarlo atrás tan rápidamente como sea posible. Al fin y al cabo esta es la sede del ego, y el ego es lo que presuntamente obstaculiza la iluminación o, sencillamente, seguir creciendo. Esto no solo es injusto, sino ridículo, toda vez que casi todos los así llamados buscadores espirituales, en su efectivo estado de conciencia, se mueven precisamente sobre este tercer chacra. El afán de autoconocerse y autorealizarse –y en la mayoría de los casos también el de alcanzar la iluminación– es un movimiento del tercer estadio. De lo que aquí se trata es de desmarcarse del grupo, de decir “yo” y buscar un camino propio. Es a la par el centro emocional en el que experimentamos los sentimientos como algo personal. Dado que los sentimientos son potencialmente arrolladores, la conciencia del tercer nivel está incesantemente ocupada en sentir (pues solo en el sentimiento me experimento realmente como “yo”) y en controlar los sentimientos. Y como todo ello es bastante desorientador y estresante, muchos desean salir de ese caos de sentimientos, lo que no resulta nada fácil. Pero de ello hablaremos más adelante. 4. El cuarto estadio, el corazón. A pesar de ser la meta natural de los afanes de los otros tres, este estadio inspira mucho miedo, lo cual se comprende si tenemos presente lo que el corazón exige de nosotros: confianza y entrega, renuncia a uno mismo. Todo lo contrario, pues, de lo que hemos aprendido esforzadamente en la etapa 3, esto es, potenciación del yo, poder y control. El camino del amor, sin embargo, pasa por la entrega y la renuncia al control. El amor del corazón no es un amor posesivo, sino incondicional. No se satisface en el tener, sino en el ser. De ahí que tampoco 38

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

sea ardiente, sino hasta frío y calmo como un lago (See) de aguas profundas. Está más ligado al alma (la palabra alemana See-le, alma, viene de See) que al deseo. El chacra del corazón se sitúa en medio de los otros seis, es la conexión entre arriba y abajo. Así como en el hara hallamos nuestro centro corporal, encontramos en el corazón nuestro centro espiritual. Pero ello nos exige dar un paso desde el control a la confianza. Quien halla aquí su hogar, vive en la confianza sentida de que su vida es atendida, aunque no haya nadie en especial que cuide de él y no pertenezca a nadie. Las palabras de Jesús acerca de los pájaros que ni siembran ni cosechan y que sin embargo se alegran por la vida remiten a este nivel. Aparentemente, sus afirmaciones favorecen el punto de vista desde el que el nivel 3 contempla a las personas que viven o quieren vivir así, las cuales aparecen como locos o soñadores. Puede que haya alguna que otra persona que lo resista, pero no puede ser la mayoría. La mayoría puede, a lo sumo, encender un mechero y cantar con John Lennon “You may say I’m a dreamer / but I am not the only one / I hope someday you’ll join us / and the world will live as one” –al día siguiente, empero, hay que ir a trabajar a la oficina. Pero cuando uno entra en el nivel 4 o está secretamente en él, se hace evidente que la presunta contradicción en las palabras de Jesús es solo aparente. Uno vive como un pájaro y cultiva el campo, solo que a diferencia de lo que ocurre en el nivel 3, sin estrés. 5. Si ascendemos desde el chacra del corazón llegamos a la parte más estrecha de nuestro cuerpo, el cuello. Y con ello al punto en el que todo lo que procede de nuestro cuerpo, corazón y alma se transforma en sonidos, recibe expresión, voz: la garganta. Aparece aquí una nueva forma, que es el fundamento de lo específicamente humano, la palabra y el lenguaje. El quinto chacra, el de la garganta, es como el ojo de una aguja en el que lo que carece de forma produce una densa vibración y se somete a ella. De ahí que 39

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

esté ligado a la creatividad, a crear y moldear, pero también a la belleza, que solo se hace visible en la forma. La creación, empero, entraña siempre también solidificación, fijación. El movimiento que viene de abajo se comprime en la garganta para hacerse audible. Y el sonido informe adopta con la palabra tal espesor y filo que en casos extremos puede provocar tanto la mayor de las alegrías y deleites como la muerte. Para avanzar desde el chacra del corazón hasta aquí se requiere sin embargo una llamada, pues de lo contrario nadie abandonaría el cuarto estadio, que se basta a sí mismo. Por eso el quinto chacra es también el chacra de la vocación y la visión. Y esto lo hace tan atractivo como peligroso. Quien no avanza hasta él a partir de la solidaridad con el corazón y permaneciendo unido a él, se eleva fácilmente, precisamente porque está llamado a ello, y pasa por encima de todo lo humano, y quien no ha interiorizado el tercer estadio, gusta de alzar la mirada hacia semejantes hombres. 6. La vocación y la visión señalan hacia algo más elevado, incluso hacia lo más elevado, el nivel 6. Aquí hemos llegado casi a la cima, porque comenzamos a ver. No a creer (como en el nivel 2), o a opinar (como en el nivel 3), o a percibir y mirar (como en el 4) o a conformar sin saber verdaderamente (como en el 5), sino a ver de verdad, clara e inequívocamente. Por eso llamamos al nivel 6 chacra del “tercer ojo”. Se sitúa entre los ojos del cuerpo y representa la visión espiritual, la visión inmediata de la realidad. No la realidad de los ojos del cuerpo, sino la realidad indivisa que hay tras ella, o por ella, dentro de ella, más allá del espacio y del tiempo. Existe además –se dice– una división en esta fase, por lo que esta no sería última cima: la separación entre el que ve y lo que se ve, lo visto. Solo cuando esta separación ha sido superada, es decir, cuando el vidente (el sentimiento de que “yo” veo algo) ha desaparecido, se alcanza la unidad. 40

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

7. Y así el séptimo estadio es tanto la cima como la disolución. Corporalmente hablando, el chacra corona está en medio de la cabeza, justo ahí donde está nuestro punto más blando y vulnerable cuando somos lactantes, y que sube y baja con cada pulsación, la fontanela. Esta sería pues la iluminación perfecta, la experiencia del ser uno, que ya no es una experiencia, pues ya no hay nadie que pueda experimentar algo. Por eso la transición hacia la totalidad es también descrita por los que la han conseguido como una muerte, como una completa disolución del yo. Estamos colectivamente muy alejados de esta etapa. Como aquí solo quiero concentrarme en lo que hoy por hoy es común, y como además quiero hablar de ello basándome en mis propias experiencias, en lo que puedo ver y percibir, solo menciono este plano por mor de la completitud.

El modelo: las siete etapas de conciencia en panorámica El gráfico que aparece en la página siguiente muestra las siete etapas de la conciencia. Al dibujar los círculos me he limitado a trazar las cinco primeras por razones de espacio. He dibujado las etapas con la intención consciente de que los estadios superiores contengan y conserven a los anteriores. El punto en el que un estadio pasa al siguiente es a la vez el punto medio del siguiente estadio. Se añaden al lado las analogías con las etapas biológicas más importantes de la vida humana. La franja negra del centro marca la zona en la que hoy en día se encuentra la conciencia en las sociedades avanzadas. La describo detalladamente en el capítulo dedicado a los estadios de la vida y la conciencia, a partir de la página 61. En las páginas siguientes hallarán un cuadro panorámico de las etapas de la conciencia y de los elementos que caracterizan cada uno de los niveles, no solo en el plano individual, sino también colectivo e institucional. 41

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Las siete etapas de la conciencia

7 conciencia total

muerte

6 conciencia de la totalidad

vejez

5 conciencia de tener una misión

madurez

4 conciencia de unidad

adulto joven

3 conciencia del yo

juventud

2 conciencia de grupo

infancia

1 conciencia de unidad

niño en el seno materno

42

silencio

sencillez

43

1 conciencia de unidad unidad

transición ello

nosotros

supervivencia

vida

instinto

obligación costumbre

reproducción

seguridad estabilidad

renuncia a la unidad

Tengo que Pertenezco a

pertenencia

acción control poder

2 conciencia de grupo

voluntad

Actúo Confío Puedes ser como eres Puedo ser como soy

renuncia a la pertenencia

vivencia

solidaridad

transición

yo

amor

Produzco Quiero Puedo

aislamiento

compartir

renuncia a la relación

3 conciencia del yo

uno mismo

creación

LA

renuncia al control

sentirse unido

vocación

DESARROLLA

transición

4 conciencia de vinculación

transición

servicio

Estoy al servicio Apruebo Las cosas pueden ser como son

eso

5 conciencia de tener una misión

existencia

renuncia al ego

el ser

nada es

Palabras clave Pasos de crecimiento

SE

transición

no-yo

Meta

Yo soy Las cosas son como son

ser testigo

ser todo

Móvil de la conducta

6 conciencia de la totalidad

ninguno

Modo de vida

renuncia a uno mismo

nada

7 conciencia total

Sentimiento del yo

transición

Experiencia del mundo

Etapa de la conciencia

CÓMO CONCIENCIA

El plano individual

44 feto

1

preracional certeza

nacimiento

objetivista chamánica

transición

fe

niño

teología mito

2

subjetivista juventud (constructivista) pubertad

duda pensamiento

separación de la casa parental

fenomenológica adulto 1

corazón

garganta

antepasados

padres hermanos

perineo órganos sexuales

ombligo, hara

iguales, amigos plexo solar

matrimonio/ pareja hijos

semejantes amigos

MARCHA

transición

ciencia racionalismo ideología

mirar percibir confiar

climaterio

adulto 2

frente, tercer ojo

TIENE

3

transición

la propia mística de la experiencia subjetiva

contemplativa

estar solo

coronilla, corona

NO

4

visión ver, saber espiritualidad mística objetiva

meditativa

ser todo

nivel relacional chacra

VIDA

transición

5

transición

ser testigo

vejez

ser testigo trascendencia

6

fase de la vida

muerte

teoría del conocimiento

transición

modo de conocimiento muerte

interpretación del mundo

7

plano de conciencia

LA ATRÁS

terapia espiritual apertura terapia integrada afectiva terapia reconciliación humanista movimiento humanista

transición

clarificación y llamada espiritual

“movimientos del alma” actitud fenomenológica

objetivo de la principio de la terapia constelación

4

transición

contemplación

meditación

terapias

cordialidad alegría amor (no emocional) libertad mediante aprobación

serenidad

impasibilidad

tristeza

serenidad

impasibilidad

relación hombre- estado de estado de ánimo, negativo mujer ánimo, positivo

SE

5

transición

6

transición

7

plano de conciencia

CÓMO DESARROLLA

45

LA CONCIENCIA

46

1

transición iniciación

constelación familiar clásica movimiento ininterrumpido de la toda la cadena de antepasados constelación del nacimiento constelación chamánica

apareamiento

matrimonio, familia, hijos, tradición

inocencia

satisfacción

miedo

presunción, fanatismo, culpa, vergüenza

abatimiento, desfallecimiento, desesperación, ira

MARCHA

unión con el origen

integración en el grupo

pareja de una vida, fuerza etapa de la vida ”autorrealización” en/a través de la relación amor “libre” planificación familiar amor emocional

TIENE

iniciación chamanismo rituales de curación

adoctrinamiento ideológico/ reeducación confesión pastoral exorcismo

2

integración del constelación yo sistémicoautoexpresión constructivista

NO

comienzo de la psicoterapia

terapia sistémica terapia conductista psicoanálisis

terapias humanistas

VIDA

transición

3

LA ATRÁS

47

1

tansición

2

horda

cazadores,recolectores

nomadismo

tribu, clan

monarquía estado teológico preestatal

preestatal

artesanía sistema gremial sociedad agraria

familia, estirpe

sociedad industrial economía política nacional capitalismo

sociedad de servicios sistema económico transnacional globalización

Estado corporativo

individuo familia burguesa asociaciones

redes informales

modo de producción

tradición

derecho particular o religioso

derecho secular, nacional y universal (igualdad ante la ley)

derecho internacional

sistema jurídico

LA

transición

Estado de derecho Estado nación democracia

instituciones y redes transnacionales

sistema social

DESARROLLA

3

transición

4

transición

constitución política

SE

5

transición

6

transición

7

plano deconciencia

CÓMO CONCIENCIA

El plano colectivo

(Los niveles 5, 6 y 7 han sido conscientemente omitidos por no existir experiencia alguna al respecto.)

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Presento pues aquí un modelo que describe la totalidad de la vida como evolución ascendente de la conciencia, y que lejos está de considerarnos en la cima. Nosotros, y con ello me refiero a las sociedades más avanzadas, nos hallamos justo en el punto medio de este proceso. Lo que desde el punto de vista de cada uno de los estadios en los que uno se encuentra se percibe como proximidad del fin, no es en realidad sino una crisis que anuncia la llegada de una nueva etapa de la conciencia o de un nuevo estadio dentro de un mismo nivel. Con ello se gana una perspectiva sobre las crisis, que a menudo se perciben subjetivamente como callejones sin salida. Son el dolor necesario que acompaña al desapego en el camino que conduce a algo completamente nuevo. En esa medida aparecen en cada transición. Esto se aplica en igual medida al crecimiento personal como al desarrollo social. Para la psicología y la terapia es determinante si se dispone o no de semejante perspectiva. Desde el punto de vista de su origen (y también en su forma actual) la psicología está marcada por la perspectiva de la potenciación del desarrollo del yo y la autonomía personal. En mi modelo esto se corresponde con el proceso individual de conclusión del segundo estadio y con la plena realización del tercero. A comienzos del siglo XX este era, en efecto, el problema psicológico por excelencia, y en parte sigue siéndolo ahora. Pero solo en parte. Con el correr del tiempo nos enfrentamos cada vez más al problema de que el así llamado individuo autónomo ha perdido el sentido de o la perspectiva sobre la propia vida, y ello también se manifiesta en innumerables síntomas. Son síntomas del estadio tercero, es decir, una patología que surge en el estadio 3, y a partir de él. Es la conciencia del yo lo que genera este complejo de problemas. De ahí que las preguntas, síntomas y patologías que surgen con él no puedan solucionarse sin una perspectiva que trascienda el estadio 3. 48

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

Como ocurre con todo modelo, el presente no puede confundirse con el proceso, con la realidad misma. Está al servicio de la descripción y la aclaración, y simplifica por ello procesos infinitamente complejos. Cabría así la posibilidad de tomar, en lugar de siete, nueve, doce o X estadios, y cada uno de los siete estadios podría subdividirse a su vez en siete o X estadios. El número 7, con todo, no es arbitrario. Al margen de la iluminadora analogía con el sistema de chacras y las correspondientes funciones corporales, representa los estadios reales y las transiciones críticas que también se muestran en el transcurso de la vida humana y en muchos otros campos. Para que el modelo conserve su carácter panorámico, prescindo de mayores subdivisiones. Esto comporta que en algunos puntos las opiniones puedan dividirse respecto de si algo pertenece a esta o aquella etapa o de si las diferencias son tan grandes que se hace necesario añadir un nivel. Lo cual vale sobre todo para la segunda etapa, que llega al presente desde las culturas mitológicas de la Antigüedad y las culturas tribales. Soy consciente de que hay buenos argumentos para tratar a las culturas mitológicas y a las monoteístas como dos etapas diferentes, al igual que en la infancia del hombre particular cabe distinguir diversas fases (lactante, niños de corta edad. etc.). Yo hablo aquí de diversos estadios de la segunda etapa. Son sin duda importantes y entrañan cambios enormes que también tocaré. Sin embargo, no es a mis ojos lo más importante, pues, pese a estas enormes diferencias, existen ciertos rasgos que afectan a la conciencia de toda la época y en virtud de los cuales la trato como un nivel. Con todo, está claro que, con arreglo a otros criterios, existen otras divisiones certeras. Esto es verdadero respecto de cualquier modelo. Los modelos reflejan siempre el punto de vista subyacente desde el que se contempla la realidad. Y como cualquier otro modelo, este debe facilitar la comprensión de las cosas y conformarse con servirnos de orientación en la realidad sin retratarla enteramente. 49

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Jerarquía: escalera o círculo – o: ¿por qué es una etapa más alta que la otra? Hay otro aspecto que suscita de inmediato oposición, y es el de la jerarquización. A nosotros, personas modernas, ilustradas y orientadas hacia la igualdad de derechos, no nos gustan las jerarquías. El pensamiento jerárquico es un típico producto de la conciencia determinada por el grupo: el dios todopoderoso, sus servidores (los sacerdotes) y los creyentes; el rey o el príncipe con poder absoluto, su corte, sus servidores y los súbditos; el padre, su servidora, la mujer (o madre), y sus hijos como subordinados; el general, sus oficiales y los soldados. Estas y otras innumerables figuras del pensamiento, así como las relaciones reales que siguen este esquema jerárquico, determinan el nivel 2. Por contra, la conciencia moderna, esto es, el nivel 3, insiste en la igualdad de partida de todos y desconfía por ello de cualquier clase de jerarquía –quizás sabiendo (y pese a ello reprimiendo) que sin ellas nada es posible. La primera vez que presenté mi modelo en un curso de formación, la principal crítica que recibí procedía de la incomodidad que causaba esta estructura jerárquica, y se me exhortó a probar si era posible presentarlo utilizando círculos o una espiral. Este sentimiento es típicamente moderno, y procede del miedo a recaer en el modo de pensamiento del nivel 2. Con frecuencia, este miedo bloquea el avance del pensamiento y la apertura para caminar hacia un lugar allende de la conciencia moderna. Está relacionado con el hecho de que la conciencia tradicional no ha sido completamente superada, sino solo rechazada. Pero para superar la fase 2 tenemos que asumirla. Si nos representamos mediante imágenes el proceso de la superación, vemos que consiste en tomar algo con las manos, esto es, en recibir algo, y conservarlo. Que es exactamente lo contrario de rechazarlo. Y sin embargo solo la superación hace posible avanzar al siguiente periodo, mientras que 50

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

defenderse de lo que rechazamos nos encadena, y quedamos así aprisionados y trabados para progresar (o para el progreso). En relación al tema de la jerarquía, esto significa que tenemos que tomar amorosamente entre las manos el pensamiento jerárquico del nivel 2 y recordarlo, esto es, conservarlo en nuestro interior, con gratitud, pese a que ahora estemos en situación de penetrar sus limitaciones y su lado destructivo. Podemos conseguir algo semejante comprendiendo que sin el pensamiento jerárquico y su traducción en la práctica nunca habríamos alcanzado el nivel 3. En estadios tempranos de evolución, los grupos con una organización y jerarquía claras son siempre superiores a los que carecen de ella. Ilustremos esto mediante el ejemplo de un equipo de fútbol. Cuando los niños comienzan a jugar al fútbol todos corren detrás del balón. El equipo que tiene un entrenador (o líder) que pone orden y asigna a cada jugador una posición y una función gana a los restantes, amén de que el juego en conjunto mejora. Solo así se convierte un jugador particular en un verdadero futbolista. Solo así se descubren paulatinamente y potencian las capacidades de cada cual, así como las capacidades y posibilidades del grupo. (Mucho) más tarde puede que sea bueno que los jugadores particulares se desembaracen de una formación férrea e introduzcan por su cuenta un orden provisional adaptándose a las particulares circunstancias del juego. Pero para ello deben haber interiorizado antes el principio del orden en tanto que tal. En cambio, cuando actúan así para rebelarse contra el entrenador o la estructura jerárquica, debilitan tanto la efectividad del equipo como la suya propia –y con ello, la posibilidad de divertirse. Pueden darse, claro está, situaciones en las que la rebelión se haga necesaria, cuando por ejemplo la jerarquía imperante ya no se ajusta a la situación y pese a ello los líderes se aferran a ella y la defienden recurriendo quizás a la violencia. Pero una rebelión solo puede tener éxito si no combate la jerarquía en tanto que tal, sino una configuración anticuada de la misma. 51

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Igualmente, el pensamiento jerárquico ha contribuido al desarrollo de la humanidad –aún cuando las jerarquías existentes también se hayan convertido a menudo en un obstáculo y hayan debido ser modificadas. Cuando no reconocemos esto, nuestra pasión antijerárquica hace que quedemos enredados precisamente en el pensamiento que combatimos. La consecuencia es que los patrones de pensamiento jerárquico se imponen secretamente y se vuelven así realmente destructivos. Esto es algo que cabe observar en la actitud de la conciencia moderna en contraste con la tradicional. La actitud antijerárquica de la conciencia moderna es solo parcial, nunca se dirige contra sí misma. Pues, pese a las proclamas de igualdad, se siente completamente superior a la conciencia grupal. El debate moderno en torno a los derechos humanos, por ejemplo, se alimenta enteramente del sentimiento de superioridad de sus protagonistas, del hecho de que consideran su conciencia más desarrollada, éticamente superior o más elevada. El punto de vista según el cual todos los seres humanos son fundamentalmente iguales y deberían tener los mismos derechos, en comparación con el pensamiento y las prácticas que atribuyen a las mujeres, por ejemplo, un valor inferior, o les niegan los mismos derechos, es visto como superior o más elevado. Es decir: frente a etapas de desarrollo precedentes, la conciencia moderna no se siente en el mismo nivel, sino en uno indiscutiblemente superior. El postulado de la igualdad o equivalencia no vale pues para los niveles de conciencia mismos, al menos no para la relación del propio estadio con el anterior. Desde la perspectiva de la tercera conciencia, estos fueron –o siguen siendo, pues imperan en regiones de la tierra menos desarrolladas– claramente inferiores. La conflictividad potencial que de esto se deriva para las diferencias culturales radica precisamente en que la tercera conciencia, la moderna, pese a proclamar la igualdad (de valor) y la no jerarquía, se conduce con respecto a las demás de un modo doblemente jerárquico: se consi52

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

dera a sí misma no solo más amplia –que es lo que corresponde a la realidad– sino mejor, moralmente superior. Y esto precisamente es contra lo que luchan y de lo que se defienden las otras culturas, porque lo perciben como una humillación. El modelo que presento aquí es jerárquico solo en el sentido de que el nivel superior abarca o comprende los anteriores y los amplía, situándolos en una nueva dimensión. Abarca más, pero no es mejor. El cuarto peldaño de una escalera no es mejor que el tercero o el segundo, pero uno es sobre él más alto, el horizonte de su mirada es más amplio y accede a cosas que antes no alcanzaba. Los otros peldaños son necesarios para llegar hasta éste, pero también debemos dejarlo atrás, pues de lo contrario no podemos seguir subiendo. O tomemos otra imagen: un adolescente ha llegado más lejos en su evolución que un niño. Entiende y es capaz de hacer cosas que el niño ni entiende ni puede. Y por eso ve el mundo de un modo diferente. No por ello la visión del niño es menos correcta o buena, ni su conducta es menos inteligente o peor. La perspectiva y la conducta del niño son sencillamente infantiles, y esto es lo indicado para un niño. Sería incluso inadecuado que un niño se comportara como un adolescente o un adulto. En los casos en los que ocurre esto, al niño le falta un fragmento de su infancia, lo que más adelante se hará notar en forma de patologías. Desde luego que también es impropio que un adulto comportarse como un niño. Esto es: cada fase tiene su propia lógica, una lógica adecuada a ella, y que no puede ser juzgada como mejor o peor desde otros niveles. Esto no significa que todos los niveles sean iguales y que no exista progreso ni jerarquía. Los niveles superiores son, en efecto, superiores, porque comprenden más. Cuando tiene lugar un crecimiento efectivo, todas las fases anteriores quedan superadas, comprendidas y trascendidas en él. Exactamente igual que en el transcurso de nuestra vida personal, desde la lactancia hasta la vida 53

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

adulta a través de la niñez y juventud, se cubren y superan etapas de maduración, y cada nivel es más amplio y abarcante –y, en este sentido, más elevado– que el anterior. Este ejemplo pone de manifiesto algo más: uno puede comprender desde un estadio superior los inferiores, pero desde el inferior no pueden comprenderse los superiores. Un adulto sabe o puede saber lo que el niño siente y piensa. Quizás a algunos les resulte difícil, pero es posible, de lo contrario los adultos no podrían, por ejemplo, escribir buenos libros para niños. Si pueden hacerlo es porque han experimentado el mundo del niño y lo llevan consigo. Y tener esto por imposible es una señal de que uno no ha superado ni lleva consigo su infancia, de que solo se ha cerrado a ella, y por eso ya no resulta accesible su modo de pensar y sentir. Un niño, sin embargo, no puede sentir como un adulto, puede a lo sumo imitarlo o imaginarse que forma parte del mundo de los adultos. Este mundo está por delante de él, completamente fuera de su experiencia. Igualmente, nos es imposible comprender desde el nivel 2, digamos, el 3 o el 4. Y desde el nivel 3 no podemos comprender a un iniciado o iluminado del nivel 6 o 7. Podemos atisbar, o notar, o percibir que es diferente, que su conciencia funciona de un modo diferente a la nuestra, podemos imitarlo e imaginarnos muchas cosas, pero solo lo comprenderemos cuando hayamos alcanzado ese nivel. Nada tiene por eso de extraño que la conciencia moderna tenga por imposible desarrollarse hacia algo superior, transformarse a sí misma. Sin embargo, sería más correcto decir “no lo sé” que “no existe”, pues no es posible saber esto último. Es algo que solo se adivina viendo y conociendo a personas que han alcanzado un nivel superior. Cuantas más personas de esta clase haya, cuanto más cerca estemos de ellas, tanto mayor será la probabilidad de que se crea posible lo más elevado, y de que nos abramos interiormente para crecer trasciendo nuestro propio nivel. Esto no obstante, solo comprenderemos lo más elevado cuando lleguemos allí. 54

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

La importancia de esto es eminentemente práctica. Un campesino de Anatolia (nivel 2) que viene a Alemania, pueda ver que los hombres alemanes tratan de otra manera a sus mujeres y que las mujeres alemanas (nivel 3) se conducen de manera distinta –¡y tratan de otra manera a sus maridos!–, pero no puede comprenderlo. Y no puede comprenderlo, no porque sea tonto o no tenga formación, o porque sea musulmán, o un macho, sino porque vive en otro nivel de la conciencia. No es accesible a su conciencia (ni a la de su mujer), igual que no lo son las manzanas a las que se llega desde el tercer escalón a quien está en el segundo. Un niño de seis años vive en un mundo diferente al de quien tiene dieciséis y es incapaz de comprender sus sufrimientos amorosos. A quien comprende esta relación se le revela que ha de convivir con esa diferencia. Esto se hace tanto más urgente cuanto más se aproximan unas culturas a otras en el tren de la globalización o la migración. Y el que se halla en un nivel superior de conciencia debe aquí ir por delante, pues puede y tiene que ver cosas que el otro no puede ver ni comprender. De ahí que uno pueda perfectamente esperar de, por ejemplo, un político o una periodista alemana que sean capaces de apreciar la consistencia interna de la conducta del campesino de Anatolia y su mujer –lo cual no equivale a tener que aprobarla–, mientras que uno no puede esperar lo mismo de la otra parte. Cuando un político pone en la picota las estructuras autoritarias y la presunta violencia, es decir, el maltrato físico de niños y mujeres, de las familias turcas y árabes, y las hace corresponsables de la disposición a emplear la violencia de los jóvenes turcos y árabes1, olvida que hasta los años 60 el castigo físico era de buen tono en la educación alemana, y no solo en el seno de las familias. Durante los 1. El portavoz del Ministerio de Interior del grupo parlamentario CDU/CSU, Wolfgang Bosbach, en el programa de televisión “Anne Will”, 27/08/2008.

55

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

primeros años que fui al colegio castigar a los niños con una vara aún formaba parte de la educación. Tenía diez años y estaba en cuarto curso cuando el profesor golpeó con toda su fuerza mis muslos desnudos, dejándome claras señales, con una gruesa vara que guardaba con el resto del material didáctico. Como mis padres no lo permitieron –lo que no quiere decir que no me pegaran– el profesor fue trasladado, y con ello el castigo físico sistemático –no así el guantazo o incluso el puñetazo del profesor cuando se encolerizaba– quedó abolido en nuestra escuela. La opinión de que el castigo físico no es un buen recurso didáctico se impuso en Alemania durante los años setenta. Coincidió con el giro cultural de finales de los sesenta, que supuso el paso de la conciencia colectiva de la mayoría del nivel 2 al 3. No por ello somos mejores que nuestros padres. Solo abarcamos más con la mirada y vemos que el castigo físico es más bien perjudicial para la educación de los niños, mientras que antes pasaba por ser útil. Antes o después los demás crecerán hasta alcanzar esta conciencia. Requiere tiempo, y genera conflictos, pero no es posible forzar a las personas para llegar a ella. Incluso la arrogancia “progresista”, tal y como se expresa en la compasión hacia las “pobres mujeres” de tales pueblos, es completamente inadecuada. Es perfectamente equiparable a la arrogancia de un adolescente que se ríe de un niño o lo compadece por sentir y actuar de manera distinta.2 De todo esto se colige que los niveles de la conciencia constituyen en efecto planos jerárquicamente organizados, que se trata de 2. Confío en que se comprenda que con esto no estoy dando un repertorio de recomendaciones prácticas para la integración de los extranjeros en Alemania. Algo así exigiría considerar múltiples cuestiones. Por ejemplo, que la elite de una sociedad puede exigir que sus leyes sean respetadas, tanto si se comprenden como si no. Si bien mi modelo puede aclarar el trasfondo de algunos problemas y tener por ello una orientación práctica, ésta no consiste en extraer de él recetas simplonas.

56

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

crecimiento, de pasar de lo sencillo a lo complejo, de lo estrecho a lo amplio, de lo bajo a lo alto. No se trata de una conciencia mejor, sino de un más de conciencia. Con cada nuevo paso, nuestra conciencia abarca más. Y al hacerlo relativiza su antigua conciencia. A la luz de ese más, lo que antes parecía absolutamente correcto se muestra ahora solo parcialmente correcto. Pero tenemos que reconocerlo interiormente y superarlo, de lo contrario el más se convierte en un menos, y si desdeñamos los peldaños inferiores, puede ocurrir que la escalera entera se desplome ruidosamente. Con todo, la idea del círculo no es enteramente falsa, pues cuando al final de la escalera la conciencia llega a su plenitud y regresa a sí misma, abandona la escalera y regresa al principio, que entonces ya no se experimenta como un principio sino como el ser, carente de principio y de fin. Cuando mi trabajo en este libro se acercaba a su fin sentí el impulso de representar con papel de escribir los distintos niveles en el suelo, para colocarme sobre cada una de las posiciones y comprobar cómo me sentía en la conciencia de cada uno de ellos.3 Al principio me imaginé que colocaría las hojas formando una línea (como los peldaños de una escalera), pero al profundizar en el nivel correspondiente y colocar las hojas sobre el suelo siguiendo mis sentimientos, las dispuse, para mis sorpresa, en forma de círculo en el sentido de las agujas del reloj. La distancia entre ellas era la misma, y el séptimo nivel se separaba del sexto y del primero algo más que los otros entre sí.

3. Es el procedimiento que se sigue al realizar constelaciones en el asesoramiento particular. Se disponen hojas de papel para los miembros de una familia, por ejemplo, y uno se coloca sobre ellas. Al hacerlo se experimenta claramente lo que otro siente, qué conflictos existen y qué soluciones se pueden aportar. Ver la segunda parte de este libro.

57

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

4

3

2

5

6

1

7

Al recorrer el círculo tuve que avanzar, comenzando por el primero, nivel por nivel. Era, pues, tanto una escalera como un círculo. Luego indagué si para cada uno de los niveles me venía alguna frase a la cabeza. No se trata de reflexionar, sino simplemente de pronunciar la primera frase que aparezca. Las frases eran:

58

CÓMO

SE

DESARROLLA

LA

CONCIENCIA

Nivel 1: Soy el suelo. Nivel 2: Soy la columna. Nivel 3: Soy lo que soy. Nivel 4: Soy la conexión. Nivel 5: Soy el saber. Nivel 6: Soy el todo. Nivel 7: Soy todo. Pero en el nivel 7 sentí que era expulsado del círculo. No forma parte de él, lo abarca todo y a la vez está en todo. Así que dispuse un círculo con seis niveles y me coloqué después en cada uno de ellos para vivir su cualidad afectiva. No me importaba tanto la dinámica como el tema fundamental de cada nivel. Lo que experimenté entonces aparece en lo que sigue a modo de introducción al comienzo de cada nivel de la conciencia.

59

Las etapas de la vida y la conciencia y su correspondencia con las etapas de la vida humana Etapa 1: La conciencia de unidad. La maduración en el seno materno Meditación sobre las etapas

Etapa 1

61

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Estoy de pie en mi despacho ocupando el lugar de la etapa 1, y lo primero en lo que recae mi mirada es el suelo. Sigo interiormente el movimiento de la mirada y observo la alfombra de color rojo oscuro; su aspecto es cálido y blando. Como tierra roja, barro quizás. La tierra me absorbe, me llama hacia sí, podría arrastrarme por el suelo, fundirme con la tierra. Me veo como un relieve en el suelo caliente, acogedor y confortable. Alzo lentamente la cabeza y miro hacia fuera, miro la nieve y los árboles deshojados. No me interesa ninguna otra cosa, solo observo la naturaleza, sin sentir tampoco nada en especial, más bien con indiferencia. Y con lentitud. Todo sucede muy despacio, mi espíritu es lento y pesado. Sobre todo la cabeza, que tengo algo inclinada, los largos brazos, y las pantorrillas, como si tuvieran que cargar mucho peso. Y soy pequeño. Cuando bajo de nuevo la vista al suelo, es como si la tierra ahuecada me cubriera formando un montículo, como si me hallara en una gruta. Etapa de la vida 1: Crecer en el seno materno La primera fase de la vida humana es el crecimiento del niño en el seno materno. Hoy está suficientemente documentado el hecho de que el niño percibe ya en el seno materno, y de que esas percepciones pueden influir en el estado psíquico del adulto. Aún cuando no se trate de una vida independiente, está claro que con la concepción no solamente comienza nuestra vida corporal, sino también la anímico-espiritual. En las constelaciones familiares vemos cómo personas que han perdido a un hermano gemelo en el útero, por ejemplo, arrastran una pesada carga sin por otro lado tener conciencia de lo que ha ocurrido. Por ejemplo, están exageradamente gordos y comen por dos, o solo se divierten con actividades que pueden realizar en compañía, o no sienten alegría alguna de vivir, o se sienten culpables. Entonces aparece en la constela62

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

ción un gemelo (a veces su existencia puede también probarse en los tejidos) y los síntomas desaparecen. En constelaciones orientadas hacia la época del embarazo pueden quedar patentes las huellas psíquicas dejadas por una enfermedad grave o accidente de la madre, un intento de aborto, la muerte de un familiar o la separación de los padres durante este periodo. De ahí que no quepa duda de que el crecimiento en el útero materno debe contar como una importante etapa de la vida. Madre e hijo antes del nacimiento del niño

Madre

Hijo

Lo que caracteriza a esta fase es la unión con la madre. En ello radica lo que distingue a esta etapa de la vida de cualquier otra. El nonato es parte integrante del organismo materno. Aunque el niño sea capaz de percibir, la madre no es distinta de él, existe en unidad con ella, y sin ella no puede existir. Esto es así durante todo el tiempo que trascurre hasta el nacimiento, y por eso hablo de esta fase de la vida como de una etapa, pese a albergar enormes diferencias y grandes cambios. El proceso que va desde una célula embrionaria al niño a punto de nacer constituye un proceso altamente diferenciado y comporta profundos cambios. Si al principio no hay más que un diminuto punto en sí mismo indiferencia63

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

do, al final de este proceso aparece un ser humano perfectamente capaz de vivir. En ninguna otra etapa experimenta el hombre un crecimiento tan intenso y global, así como tantos y tan drásticos cambios. Entre el comienzo y el final de esta fase median mundos. Hay, empero, algo que se verifica en la totalidad de la etapa que el niño atraviesa en el seno materno y la dota de la condición de una etapa única, cerrada en sí misma y claramente diferenciable de las demás: la unidad natural con el organismo materno y la dependencia de él. Aunque el niño esté en proceso, formándose, es desde el principio una realidad completa, en el sentido de que no se le añade nada desde el exterior. Aquello en lo que consiste el adulto está ya dado, solo que aún no se ha desarrollado, y por ello no puede funcionar de manera independiente. Para que sus órganos se formen, crezcan y funcionen de manera independiente, la madre debe abastecerlo. Esta tiene que desempañar las funciones que aún no se han desarrollado en su hijo –y que, pese a ello, existen ya in nuce– hasta que el niño esté listo para respirar, para ingerir y digerir alimentos. Hasta entonces, la madre es el único mundo del niño, y no podría percibirla como a una persona independiente, como a algo diferenciable de sí mismo. Puede oír y sentir, pero no distinguir entre él mismo y su madre. Para el nonato, su madre aún no es su madre. Ella respira por su hijo, come y bebe por su hijo: lo es todo para él, y ello en el más auténtico sentido de la palabra. El niño crece y se desarrolla en unidad, madre e hijo todavía no son dos. Por eso, al representarlo gráficamente, he dibujado el círculo del niño con una línea discontinua, para patentizar la no-independencia del niño. Esta circunstancia solo se modifica con el nacimiento, solo entonces tiene el niño un sistema circulatorio propio, está separado de la madre y puede comenzar a percibirla desde fuera, al principio muy confusamente, y verse por ello a sí mismo como algo propio. 64

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Etapa de conciencia 1: La unidad Podemos pensar la evolución de la conciencia humana por analogía con la etapa del niño en el seno materno. En la primera etapa de la humanidad no existe una conciencia individual. El hombre vive fusionado con su entorno y con el grupo al que pertenece. Al igual que le ocurre al feto en relación a la madre, el hombre no percibe el mundo y al grupo que lo rodean como algo distinto, claramente diferente de sí mismo, y sin ellos estaría perdido, sería incapaz de vivir. No existe yo y grupo, en la conciencia forman una unidad. Y tampoco hay un mundo, o al menos un mundo entorno. De ahí que solo exista conciencia en la forma de la conciencia, sin más. Sería incluso erróneo afirmar que el individuo se siente una parte del todo, porque esta proposición presupone una distinción entre el todo y la parte que en este estadio, al igual que le ocurre al feto, aún no se da. Es una conciencia marcada por la unidad, aún no sabe nada de la dualidad. Esta descripción es tipológica, claro está, no histórica. De ahí que no pueda anclarse en datos históricos, y como es natural, apenas sabemos nada de esta etapa, al igual que carecemos de un recuerdo consciente de nuestra vida intrauterina. Podemos sin embargo suponer que fue una etapa muy larga y que, como ocurre con el embrión y el feto, conoció numerosos pasos intermedios y estadios de desarrollo. Todas las culturas cuentan o contaron con descripciones mitológicas de esta fase, las cuales sobreviven en forma de mitos hasta mucho después de que una cultura haya transitado al siguiente nivel. El Tiempo del Sueño de los aborígenes, la expulsión judeo-cristiana del Paraíso, los mitos genealógicos griegos, germánicos, africanos o indios apuntan a una primera etapa, y en ellos se describe tanto la unidad original como también (la mayoría de las veces) el trauma de la pérdida de la unidad, la separación del origen (nacimiento). No se trata, con toda proba65

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

bilidad, de un acontecimiento puntual, como pretende, por ejemplo, la historia del la expulsión del Paraíso. Lo que para nuestros fines importa es que esta etapa existió, y que tiene mucha importancia en relación a abundantes aspectos de las etapas siguientes. Pero podemos investigar someramente el significado que tiene para la conciencia un mito como el de la expulsión del Paraíso. Este glorifica la vida anterior al nacimiento, la no-independencia, la fusión, la unidad preconsciente, y equipara el valor de la vida al de un castigo. El despertar de la conciencia de la propia existencia no se valora aquí como progreso, enriquecimiento o crecimiento, sino como miseria y castigo; comer del Árbol de la Ciencia, el hacerse consciente de uno mismo (“y se dieron cuenta de que eran hombre y mujer”) es el pecado original. Desde esta perspectiva, pues, el progreso y el desarrollo no constituyen, según su naturaleza, pasos alegres y positivos en el mundo y en la vida que nos adentran cada vez más en el milagro y la inmensidad de la existencia, sino una necesidad (cuyo origen es la culpa) al servicio de un único fin: el regreso al Paraíso. Esta tendencia no solo caracteriza al mito del origen judeocristiano, sino, mayoritariamente, también a los demás mitos. No ofrecen una idea del futuro, solo del lugar del que se procede. Por ello no puede haber más desarrollo que la vuelta al origen. La fuerza del pensamiento retrospectivo, la añoranza por “los buenos, los viejos tiempos” tiene un fundamento temprano. En el primer nivel de la conciencia, quizás también en el segundo, no cabe otra posibilidad. Solo la llegada del futuro en torno al término del segundo nivel (ver también las disquisiciones sobre el tiempo en la discusión del nivel 4) permite que surja una conciencia capaz no solamente de orientarse hacia el pasado, sino también por el futuro.

66

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Etapa 2: La conciencia de grupo Meditación sobre las etapas

Etapa 2

Primero me incorporo, mejor: se incorpora mi cuerpo. Me siento mucho más grande que en la posición 1, más firme, despejado y estable. Estoy erguido, recto, con la cabeza alta, orgulloso. Mi mirada se posa sobre la pared de enfrente. Hay en ella una tela de la India. El fondo es rojo, pero está decorado con bordados dorados y plateados, con lo que brilla en múltiples tonos dorados. Parece un objeto sagrado, pero no puedo asociarlo con ninguna religión concreta. Podría ser un manto ritual o la vidriera de una iglesia. Mientras lo recorro con la mirada me siento elevado, como si estuviera en una catedral. Me viene a la mente un recuerdo de infancia largamente sepultado en mi memoria, el de los servicios religiosos en días de fiesta. Un sentimiento intenso, edificante, solemne, maravilloso. Un sentimiento de verdadera grandeza.

67

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Pero no soy yo el que es grande, Ello es grande. Con todo, puedo participar de Su grandeza, en eso radica la solemnidad, lo que me eleva. Un sentimiento realmente intenso, comprendo perfectamente que uno lo tome por algo sagrado. Al cabo de un rato el sentimiento cambia, me vuelvo más importante, me siento más grande, es el sentimiento que corresponde a la ley, al rigor, la claridad: un juez. Etapa de la vida 2: La infancia Con el nacimiento, el ser humano entra en su propia vida; es dependiente, pero se ha desprendido, hay vínculo, pero no fusión. Lo que antes era el medio en el que uno se hallaba inserto es ahora un otro, alguien que está ahí delante y existe separado de uno, al igual que existe uno mismo separado de él. Madre e hijo tras el nacimiento

Madre Hijo

La madre sigue siendo mi mundo, pero he dejado de formar parte de ella. El vínculo sustituye a la unidad. Somos dos, y podemos relacionarnos el uno con el otro. 68

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

El niño comienza a descubrir a la madre con las manos, con la boca, la nariz y los demás sentidos. Tardará aún bastante tiempo en reconocer en la madre a una persona –aún más en reconocerse a sí mismo como a una persona–, pero el niño ha de hacerse notar, expresar necesidades y entablar contacto de múltiples maneras, y al hacer todo esto se experimenta a sí mismo como una realidad enteramente independiente. Ahora, sin embargo la madre, al contrario que antes del nacimiento, puede ser ampliamente sustituida por otras personas. El niño lo experimenta como una separación que en la mayoría de los casos comporta un duro trauma. El alma infantil vive cada separación de la madre como riesgo de muerte. Solo la incesante presencia de la madre le da la seguridad que necesita para abrirse al mundo que se le ofrece. Cuanto más inseguro es el contacto con la madre, tanto más inseguro le parece el mundo, y tanto más tenso y angustioso le parecerá el encuentro con él –ahora y, a menudo, para el resto de su vida. Mucho de lo que más adelante en la vida se expresa en forma de patrones perjudiciales, trastornos conductuales, problemas o enfermedades psíquicas tiene su origen aquí, y la relación con la madre, en particular, y con separación y vínculo, en general, desempeña un importantísimo papel en la terapia. A menudo se privilegia una y se desatiende o incluso niega la otra, lo cual obstaculiza la curación. Muchas de las terapias humanistas que surgieron en los años sesenta acentúan la separación, a veces a costa de la unión, mientras que entre los que nos ocupamos con las constelaciones familiares se sobredimensiona a menudo la vinculación. Considerando detenidamente el asunto, vemos que la separación precede a la vinculación. Antes de la separación hay unidad, la vinculación supone dualidad. Pero los vínculos, o la interna necesidad de ellos, surgen –tanto lógica como efectivamente– tras la separación. El nacimiento es la primera experiencia de separación, y para sobrevivir a lo que nos espera tras la separación hace falta la vinculación. 69

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

La vinculación ocupa pues el lugar de la unidad, en cierta manera la sustituye, y con ello, paradójicamente, se pone al servicio del alejamiento o, más exactamente, de la separación, pues la hace soportable. Por ello se haya la primera subordinada a la segunda –y es, por tanto, secundaria con respecto ella: la separación es más importante. Uno puede existir sin vínculos, pero no antes de haber sido separado físicamente de la madre. Por otra parte, el proceso de separación del niño –y del hombre en general– solo puede consumarse mediante la vinculación. Es el vínculo lo que proporciona al niño el sentimiento de seguridad y protección que necesita para adentrarse en su propia vida (en el mundo). El vínculo favorece así el trazado de un camino propio en la vida o, dicho de otra manera: la libertad. Lo cual revela como inadecuada a la realidad la idea de que los lazos y la libertad se oponen, la idea de que uno araña la libertad a las relaciones por ser éstas enemigas de la libertad o incluso por hacerla imposible. Ocurre todo lo contrario: sin relaciones, la libertad real es prácticamente imposible, porque resulta demasiado peligrosa y amenazadora. Sola la seguridad que proporciona una relación lograda nos capacita para explorar lúdicamente la libertad (el mundo) y para que el desapego se consume gradualmente. Cuando los vínculos son inseguros, la digestión psicológica de la separación física es mala e insuficiente. La infancia está pues marcada por dos elementos que, por un lado, se hayan en tensión, y por el otro se hacen mutuamente posibles: la progresiva independización y separación del niño en relación a la madre y la construcción y cuidado del vínculo que la acompaña. Solo pueden vincularse dos realidades que están separadas. Pero el niño, el lactante sobre todo, claro está, no puede sobrevivir sin el otro, de ahí que para él los lazos sean necesarios no solo psicológica, sino también materialmente. Le proporcionan la seguridad que necesita para vivir. Con el tiempo entra en juego la familia, comenzando con el padre, que complementa a la madre. 70

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

La familia proporciona un sentimiento de seguridad que aminora el de dependencia y desamparo. Cuando además es el amor el que proporciona estas cosas, el sentimiento de dependencia puede incluso ser enteramente superado. En el plano material, la madre y la familia pueden ser sustituidos por otros, pero no ocurre lo mismo en el afectivo y psicológico. Es típico y característico de la infancia, en definitiva, integrarse en la familia y depender de ella. El sentimiento de pertenencia y afecto es una condición esencial del desarrollo sano, pues proporciona al niño la seguridad interior y exterior que necesita hasta poder valerse por sí mismo. Etapa de la conciencia 2: La conciencia grupal (la conciencia del nosotros) El nivel 2 de la conciencia se corresponde con la infancia. Como esta, abarca un largo camino de desarrollo que entraña múltiples diferencias, pero que constituye en sí misma un todo, una unidad que se distingue con toda claridad de las demás etapas. En el caso del niño se trata de la inmensa distancia que existe entre el lactante, que aún no puede ver ni enderezarse, no digamos ya correr o hablar, y que a penas distingue entre sí mismo y el entorno, y el chico o chica de catorce años que acaba de entrar en la pubertad y comienza a sentirse hombre o mujer y a apartarse de la familia. Ahora bien: pese a la existencia de tan enormes diferencias, tanto el bebé de dos semanas como el chico de catorce años son igualmente considerados niños. Cuando un adulto mantiene relaciones sexuales con un chico de doce años incurre en el mismo delito en que incurriría si abusara sexualmente de un niño de dos años, por mucho que el de doce haya entrado ya en la pubertad. Tienen en común que en ambos casos se trata de niños, de personas que aún no se hallan en el terreno de su propia vida, que necesitan la protección de la familia o de un grupo que haga las fun71

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

ciones de tal y cuide de ellos. Lo mismo vale para la conciencia del nivel 2: depende enteramente del grupo, busca seguridad en la pertenencia y la vinculación a un grupo. En el caso de la conciencia, el arco de las diferencias va desde el miembro de una cultura tribal que aún no se percibe a sí mismo como una persona independiente, sino como parte de un grupo, y muere si se lo separa de él, hasta la conciencia tradicional que aún hoy en día impera en muchas partes del mundo –y no solo en culturas atrasadas de regiones remotas, ni solo en el fundamentalismo religioso, sino también en amplios campos del día a día de las sociedades modernas. Me gustaría ilustrarlo con dos breves historias. A mediados de los años ochenta vivía en un edificio de tres plantas en una zona residencial para empleados públicos a las afueras de Wuppertal con maravillosas vistas al valle de Elberfeld. Yo trabajaba en la universidad; salvo por las horas lectivas, podía organizar libremente las horas de asistencia y tenía mucho tiempo para ir con mi hijo pequeño a una de las pistas de juego de la zona. Una de ellas, pequeña, estaba situada justo debajo de mi balcón. Pasaba mucho tiempo sentado en un banco mientras los niños jugaban en la arena. Vivíamos en el segundo piso, y debajo de nosotros había una pareja de nuestra edad. El marido era secretario de juzgado y llegaba a casa todos los días a las cuatro de la tarde. En verano siempre se repetía el mismo ritual: él salía en chándal y camiseta al balcón y se sentaba en su butaca con las piernas en alto. Su mujer le llevaba el periódico, una botella de cerveza y un vaso, le servía la bebida y se volvía a meter en casa. Tras observarlo en varias ocasiones le dije un día a mi mujer: “A veces me gustaría ser como Malinowski y tener una mujer que me llevara una cerveza mientras yo me repantigo en el sofá, y que después se marchara a hacer la comida”. No recuerdo exactamente cómo reaccionó mi mujer, probablemente me dijo algo así como: “Vas tú bueno”. Las mujeres de mi círculo eran por aquel entonces bastan72

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

te susceptibles y no tenían mucho sentido del humor. Desde luego, no lo había dicho en serio, pero, por otro lado, tampoco completamente en broma. Tanto el señor como la señora Malinowski parecían completamente satisfechos con esta división del trabajo y este modo de relacionarse el uno con el otro. Nunca los oí discutir. Nosotros en cambio discutíamos no pocas veces y a menudo con mucho ardor, pese a que yo cocinaba al menos tanto como mi mujer y compartíamos a partes iguales el cuidado de los niños. Por eso me parecía que en la división tradicional de papeles imperaba una cierta armonía que nosotros habíamos perdido. Y en ocasiones la parte de mi yo necesitada de armonía se sentía bastante atraída por ella. Pero solo en ocasiones, y solo “teóricamente”, en el pensamiento. Pues al margen de que supiera que mi mujer jamás participaría en algo así, tenía totalmente claro que yo mismo tampoco sería capaz de jugar a ese juego. Mi conciencia ya no me lo permitiría, ya no habría podido quererlo en serio. Habríamos podido acordar otra división del trabajo –y de hecho lo hicimos más adelante–, pero el mundo en el que vivía Malinowski ya no era el nuestro y tampoco el mío. Vivíamos en la misma casa, en pisos de idéntica hechura, a la par que en mundos completamente diferentes. ¿Qué definía a esos mundos? ¿Qué nos distinguía? Nuestra conciencia. Nuestras formas de relacionarnos, nuestros valores, en resumen: la tradición en la se movían el señor y la señora Malinowski ya no era la nuestra. La habíamos abandonado, y no podíamos volver atrás, incluso aunque lo hubiéramos querido. Diez años después. Estoy sentado junto a la ventana de nuestra casa en Eifel. Es la casa de mis padres, nos hemos mudado a ella unos años atrás. Observo a mi vecino, Mattes. Mattes ha dejado de trabajar oficialmente a los 60 años. Era albañil, y no quería matarse a trabajar por un salario. Pero sigue trabajando, todo el día. Hace trabajos de albañilería aquí y allá, pero sobre todo trabaja en su gran jardín. Disfruto observándolo, sobre todo cuando maneja 73

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

la guadaña. Los bancales de su jardín están rodeados por praderas con árboles frutales que él sigue segando a mano. Es todo un arte, yo lo he intentado un par de veces sin apenas arrancar una brizna de hierba. En cambio me dolían los riñones pasados dos minutos. Mattes siega con tanta calma y regularidad que basta observarlo para entrar en meditación. Mi mujer, por cierto, está tan impresionada por ello como yo; a menudo especulamos sobre si no podrá Mattes meditar mucho mejor que nosotros, que necesitamos para ello sentarnos con los ojos cerrados. Ya se trate de segar, cavar, plantar retoños en la tierra o arrancar malas hierbas, todo ocurre en profunda paz y armonía consigo mismo y su obrar. También Mattes, más aún que Malinowski, vive en un mundo diferente al mío, y parece sentirse satisfecho. “¿Irse de vacaciones? ¿Para qué? ¿Y qué hago yo fuera de aquí?”, me dijo en una de nuestras escasas conversaciones. No, lo comprende aún menos que el hecho de que a veces discuta con mis hijos o de que les pregunte por sus motivos para haber hecho algo que no apruebo: “¡Un par de guantazos y se acabó!”. Y su mujer, claro está, también tiene que hacer lo que él dice, eso no es algo que esté en discusión. Aun así, Mattes no es en absoluto un déspota, ni siquiera un patriarca, sino un hombre tranquilo, amable, y con un fino sentido del humor. Ese es su mundo, sencillamente, y cuando me pregunta por algún aspecto relativo al mío, me escucha sonriendo y se guarda sus pensamientos. No puedo dejar de recordar aquí a Max Weber, el más importante sociólogo alemán. En su célebre conferencia “La política como vocación”, impartida en 1919 ante muchos estudiantes y jóvenes académicos contra tendencias espirituales de inspiración romántica, alude a una historia de Tolstoi. El campesino ruso de Tolstoi, escribe Weber, muere cuando al término de una vida presidida por duros y penosos trabajos mira hacia atrás “satisfecho y saciado de vida”. En opinión de Weber, esta sencilla felicidad en perfecta armonía con el pasado y con condiciones de vida experi74

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

mentadas como dadas tiene su origen en la tradición, sobre todo en la religión, y hoy (es decir, en torno a 1920) ya se habría perdido. Al hombre moderno, de mente ilustrada, no le queda más remedio que decidir por sí mismo “qué demonio va a guiar su vida”. Hay que “soportar virilmente” este destino de nuestro tiempo, en lugar de ir a la búsqueda de falsos profetas. Y lo que debe ser soportado es sobre todo no hallar en las circunstancias dadas sentidos heredados que proporcionen al individuo una dirección y algo así como satisfacción íntima. Ante cualquier decisión vemos que podría haberse tomado otra, la vida se torna enteramente subjetiva, a discreción de cada cual. Puedo vivir así o de otra manera, ya nadie sabe qué es lo correcto. Para Max Weber (y la sociología que le ha sucedido hasta nuestros días) ese es el precio de la modernidad. Han transcurrido casi cien años desde la conferencia de Weber y a la modernidad le ha sucedido la “postmodernidad” –palabra que viene a decir que vivimos en una “etapa posterior” a la primera que no sabemos definir mejor, y en la que repentina e inesperadamente vuelven a cobrar fuerza las más diversas formas de vida religiosa. Esto no contradice lo afirmado por Max Weber: hoy en día uno se pasea por las estanterías del supermercado religioso, elige su “demonio” y se pasa por la caja a pagar. Sobre si se ha elegido al correcto, sin embargo, nos mantenemos en la incertidumbre. Al menos este es el aspecto que ofrecen las cosas a una mirada superficial. Dejo para más adelante la consideración de si, en efecto, tenemos esta elección o de si no es siempre el resultado de una determinada interpretación del mundo. Lo que en primer lugar y ante todo me interesa es la pregunta de si la modernidad o postmodernidad es realmente el punto final de un proceso evolutivo en el que el hombre se desprende de contextos de sentido que lo sobrepasan, quedándose entonces solo y debiendo decidir cómo (y si) puede dar un sentido a su vida, o si no será más bien una 75

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

etapa que debemos recorrer para ser conducidos a una totalidad completamente diferente. No obstante, coincido enteramente con Max Weber en que no es posible volver al pasado. Tanto Malinowski como Mattes son inalcanzables para mí. El anhelo de sencillez, solidaridad y totalidad debe orientarse hacia el futuro, y al recorrer el camino que nos conduce a ellas no nos es posible eludir el sentimiento de soledad y aislamiento del yo, de hallarnos enteramente solos en el mundo. El que no solo “resista virilmente”, sino que también esté dispuesto, en palabras de un contemporáneo de Weber, Hermann Hesse, a “atravesar alegre espacio tras espacio” para “darse a nuevos y distintos desafíos”, pronto experimentará los espacios de la conciencia que se hallan más allá de la soledad existencial del yo-personalidad, y accederá a ellos el tiempo suficiente para saber de su existencia y gustar su sabor. La experiencia de que el yo no es el final del camino nos ayuda a superar el apego al estadio 2. La vida no nos pertenece Pero me he adelantado. La “resistencia viril” de Weber es válida para el nivel 3, del que no se tomó enteramente conciencia hasta después de la Primer Guerra Mundial, el campesino de Tolstoi representa en cambio una conciencia madura de la etapa 2, y el pequeño burgués urbano y tradicionalista estilo Malinowski está ya con un pie en el tercer estadio, aunque con el otro aún no haya abandonado el segundo. Para comprender el significado psicológico de la segunda etapa, debemos intentar abarcarla con la mirada. Solo así cabe apreciar cuáles son sus logros e importancia para la evolución de la conciencia, porqué a muchos les resulta tan difícil desvincularse psicológico-afectivamente de ella y por qué muchos incluso recurren a la violencia para defenderse del progreso en general y de la modernidad en particular. Para ello tenemos 76

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

que remontarnos muy atrás, pues, como la infancia, el nivel 2 abarca un amplísimo arco evolutivo y un largo periodo de tiempo. Al comienzo de este camino de siglos y siglos, la conciencia, como el niño, se encuentra completamente ligada al origen, casi fusionada con él. Solo muy paulatinamente se vislumbra la separación en la conciencia. La unidad con el origen pervive en forma de mito, y en el plano real se traslada al grupo. Es él el que ahora procura protección y seguridad, si bien solo puede hacerlo restableciendo el vínculo con el origen, esto es, con el mundo de los dioses y otras figuras que presiden el mito, a través de sacrificios y muchos otros rituales. El sacrificio, incluso el sacrificio humano, es cualquier cosa antes que una crueldad –solo desde un nivel de conciencia posterior se lo toma por tal. En el seno de la conciencia arcaica de la temprana etapa 2, el sacrificio es un medio de establecer contacto con el mundo de los dioses, con el origen, con la madre. Sin ese vínculo el hombre estaría perdido. Incluso en la etapa tardía de la segunda conciencia, es decir, hasta nuestros días, el sacrificio humano es una práctica bastante corriente, solo que la forma que adopta no permite descubrir directamente la relación. Los atentados suicidas musulmanes representan el ejemplo más actual; y para movernos en nuestro círculo cultural, hallamos otro ejemplo en los mártires cristianos venerados como santos y a los que la Iglesia sigue rindiendo culto, y un tercero en los “héroes” que dan la vida por la patria o cualquier otra idea. Aunque estas víctimas ya no son elegidas por un sacerdote u otra autoridad que les imponga el sacrificio (salvo cuando se los destina en grupo a emprender una lucha santa), la cultura a la que pertenecen venera el sacrificio y hasta lo desea ardientemente. El sacrificio, el culto en general, ponen en contacto al hombre con los dioses. Esta puerta abierta a los dioses mantiene al grupo en contacto con su origen, en cuyo seno se siente a salvo. En el 77

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

culto sacrificial, la tribu vuelve a ponerse enteramente en manos de los dioses, que pasan por ser también antepasados. La víctima simboliza que la vida, en última instancia, no pertenece al hombre, sino a los dioses. Nos ha sido prestada o, mejor dicho, otorgada. Esto es algo, por cierto, que hoy en día sigue siendo verdadero, solo que lo hemos olvidado, y este olvido es una gran e irreparable pérdida. Todas las religiones subrayan que nuestra vida pertenece a Dios. Este es el sentido profundo de la historia, terrible, por lo demás, en la que Dios ordena a Abraham que le ofrezca en sacrificio a su hijo Isaac. Desde la así llamada perspectiva ilustrada, lo que aquí se exige es obediencia incondicional, pero esta lectura es superficial. Esta historia solo tiene sentido si partimos de que nuestra propia vida, así como la de nuestros hijos, no nos pertenece, y ello es así no porque les pertenezca a ellos, sino porque, como nuestra propia vida, le pertenece a Dios. Es solo porque Abraham sabe esto por lo que consiente en sacrificar a su hijo amado, y no por una mal entendida obediencia ciega. No es sin embargo necesario ser religioso en sentido tradicional y creer en Dios para darse cuenta de que la vida no nos pertenece. Nos basta con mirar hacia la muerte. En la muerte, la vida retorna a su origen, sea este cual sea y se halle donde se halle. A la vista de la muerte, se hace perfectamente claro que no poseemos nada, absolutamente nada, y que nunca lo poseímos, tampoco nuestra vida. Solo ha sido un préstamo. En nuestros días, el maestro indio Osho ha formulado esta verdad de un modo tan poético como críptico: antes de su muerte en 1990, dispuso que en el mármol de su urna se escribiera: Osho Never Born, Never Died: Only Visited this Planet Earth between Dec 11 1931 – Jan 19 1990 78

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Uno de los grandes problemas que atraviesan la tercera etapa es que la pérdida de los dioses o del dios único va acompañada por la del conocimiento de que no nos pertenecemos. Que los dioses de la Antigüedad y el Dios del cristianismo hayan muerto para el hombre moderno no implica, ni muchísimo menos, que ahora la vida le pertenezca. Nuestra vida podría pertenecernos solo en el caso de que nos perteneciera la vida, esto es, si fuéramos los señores de la vida y la muerte. Pero nada más lejos de la realidad. No obstante, obramos y vivimos como si así fuera –vivimos, pues, en un gravísimo error. Profundizaré en esta idea al ocuparme del nivel 3. En los comienzos de la humanidad, la conciencia de que la vida no nos pertenece estaba completamente presente. La Biblia –como otros textos sagrados– representa preponderantemente un estadio tardío en el que esta verdad ha de ser formulada expresamente por medio de dramáticos relatos como el del sacrificio del propio hijo que acabamos de mencionar. Se trata de una advertencia: “no olvidemos que pertenecemos a Dios”, y revela que la conciencia ya se ha separado considerablemente del origen, y que, al igual que el niño que se aproxima a la edad preescolar, se entiende a sí misma como algo independiente. En los comienzos de nuestra evolución, el individuo particular no desempeña un papel sustantivo. Solo existe como miembro del grupo, al igual que el dedo existe como parte de la mano. Sin la mano, el dedo muere, sin el grupo, el individuo no es nada, igual que el grupo, que tampoco puede existir sin vínculo con el origen (los dioses, el mito). Pertenencia, o: El grupo y el individuo Como ya se ha dicho, este es el comienzo de un largo viaje, la fase de lactancia, por decirlo así, de la segunda etapa. En los estadios posteriores, a lo largo de grandes periodos de tiempo, surge progresivamente (y desde luego no linealmente, sino con avances 79

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

y retrocesos) una conciencia –inicialmente muy rudimentaria– del uno mismo. Con todo, hasta el término de la segunda etapa, esta estará siempre referida al grupo, se percibirá y presentará a sí misma como “parte de”, como “perteneciente a”. En los primeros estadios, el hombre carece enteramente de conciencia del yo. Se distingue, ciertamente, la propia persona de los demás, pero de la misma manera a como se distingue entre las diversas partes de uno y el mismo cuerpo, sin percibir en ellas yoes. Como le ocurre al niño, esto cambia paulatinamente, y con el tiempo se desarrolla una clara conciencia de la yoidad. Esta, pese a todo, permanece – en el discurso intelectual, hasta bien entrada la Ilustración, y en la realidad, en el mundo de la vida, hasta la Segunda Guerra Mundial– siempre referida al grupo. Aquí tampoco es posible ofrecer una fecha concreta, pues el desarrollo de la conciencia se verifica por medio de impulsos de avance y retroceso, y no del mismo modo en todas las regiones de la Tierra. En Europa, la Ilustración (primer gran empujón), las dos grandes guerras y el período de entreguerras (en el que hubo tanto impulsos de progreso como de retroceso) y los años sesenta constituyen momentos decisivos para el tránsito de la etapa 2 a la 3. La segunda conciencia se define a través de un grupo al que se pertenece inseparablemente. Tiene que ser siempre uno y el mismo grupo. Puede tratarse de la familia –hoy en día fundamental–, de la tribu –antaño mucho más importante que la familia–, de un pueblo, una nación, una religión o un subgrupo religioso. La segunda conciencia es una conciencia de grupo. No puede existir sin pertenecer a. Si deja de ser parte del grupo, solo puede desaparecer. Volver de nuevo la vista hacia el niño puede aclarar esto. Los niños no pueden vivir sin el grupo. Si desaparece su familia, necesitan que otros ocupen su lugar, siquiera alguien de su misma edad, como ocurre con los niños de la calle en los países del Tercer Mundo. Aquí el grupo se convierte en un importante instrumento 80

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

de supervivencia, y las reglas imperantes son muy duras. Quizás algunos niños sobrevivan solos a partir de una determinada edad, pero se trata de casos excepcionales. Y desde el punto de vista afectivo y social quedan atrofiados. Lo mismo vale, en general, para la conciencia del segundo nivel. Es una conciencia-nosotros. Para algunos pueblos indígenas, ser expulsado de la tribu es peor que la muerte, y en la antigua Grecia el destierro pasaba por ser un castigo terrible. El espíritu de cuerpo que impera en grupos institucionales como el ejército o la policía se basa, hasta el día de hoy, en ella, así como la conciencia grupal llamada “solidaridad” en todos los grupos surgidos de los movimientos obreros, y la cultura del fan de los clubs deportivos. Podemos hallar innumerables ejemplos de que hoy en día la conciencia-nosotros se impone sobre la autonomía personal y la conciencia del yo en múltiples áreas de la vida. La diferencia entre la etapa 2 y la 3 no radica en que en la etapa 3 ya no exista una conciencia del nosotros, sino en la obligatoriedad que impone ese nosotros, en la indiscutible primacía del grupo sobre el yo o, para expresarlo de otra manera, en el lugar en el que uno se siente en casa: en el nosotros o en el yo. La conciencia del nivel 2 se siente en casa fundamentalmente en el nosotros, de él se derivan sus prioridades y acciones. Existe también una sentimiento del yo – tanto más intenso cuanto más desarrollado sea el estadio de la etapa 2–, pero siempre está integrado en un nosotros, en un grupo y sus valores. Lo que el yo piensa, siente y el modo en que actúa está determinado por el grupo o, al menos, fuertemente influido por él. La acción se apoya en la tradición (así también vivieron/pensaron/ creyeron/actuaron mis antepasados; esto se hace así, siempre ha sido así), en el deber, la honra y la moral (estoy obligado a, es mi deber/responsabilidad, no puedo negarme, es lo suyo) y en la conciencia, estrechamente ligada a ella. La conciencia, por cierto, no es una instancia individual, sino la conexión interna con el grupo, 81

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

preponderantemente con la familia de la que se procede. En la buena o mala conciencia alzan su voz los valores que funcionan en nuestras correspondientes familias. Si hacemos algo que entra en conflicto con ellos, aparece la mala conciencia. Una vez más, esto es algo que se hace patente observando a los niños: cuando son “desobedientes” o hacen algo que sus padres no aprobarían se sienten interiormente culpables y tienen mala conciencia. Y cuando uno se emancipa de la niñez se suma a lo anterior el conocimiento de que no todo lo que los padres hacen y dicen es correcto. Con él aparece primero la conciencia de la posibilidad de y después la pulsión interior a atenerse al propio juicio, en caso necesario contra los padres. A menudo se asocia al vislumbre de que uno tiene que seguir un camino propio, nuevo, distinto en la vida. Surge de aquí un conflicto con la propia conciencia, que solo se soluciona cuando uno aprueba a sus padres y su infancia con gratitud. Me detendré en el tema más adelante. Lo mucho que se depende en esta etapa del nosotros se evidencia también en el modo en que se percibe a los demás, a saber, como miembros de un determinado grupo. Solo después se los percibe como individuos. La conciencia de grupo no percibe enteramente a los demás como seres humanos, no al menos del mismo valor. El extraño es per se algo subhumano. El blanco, por ejemplo, percibe en el negro, de entrada, a un negro, solo después (en el mejor de los casos) también a un ser humano. Esta es la razón por la que puede utilizárselo como esclavo, y con buena conciencia, por añadidura. Aunque desde la perspectiva actual nos cueste mucho comprenderlo, lo cierto es que los dueños y traficantes de esclavos se tenían a sí mismos por buenos cristianos y pasaban por ser personas honorables, por lo que tenían buena conciencia. Y esto no solamente se aplica a los cristianos. La esclavitud era moneda corriente entre los antiguos, personas por lo demás tan cultiva82

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

das. Y, claro está, no solo entre ellos: en todas partes se ha esclavizado a los enemigos y se ha tomado posesión de las mujeres extranjeras con buena conciencia y sin que a nadie se le pasara por la cabeza que aquello podría no estar del todo bien. Solo cuando veo en al otro un ser humano, cuando lo que aparece en primer plano es su humanidad y no su pertenencia a un grupo1 resulta imposible hacerlo. Toda la ideología y adoctrinamiento de los nazis estaba orientada a que se viera en el otro, en primera instancia, el grupo al que pertenecía: los judíos, los bolcheviques, los gitanos, y a que se perdiera de vista su humanidad. Más allá de la propaganda, los judíos fueron sistemáticamente tratados de modo que muchos, al llegar a los campos de concentración, ya no parecían personas. Si entonces se comportaban de un modo “inhumano” y no parecían tener en mente más que su supervivencia, resultaba más fácil enviarlos con buena conciencia a la cámara de gas. Solo cuando se consigue hacer casi desaparecer al individuo en el grupo quedan anulados los escrúpulos ante el asesinato. En los estadios tempranos del nivel 2 no se requiere para ello una ideología o propaganda explícita, porque las personas ven por sí mismas en los demás en primera instancia al grupo, tanto más claramente cuanto mayor sea la diferencia entre ellos y el propio grupo. Es lo que ha venido ocurriendo hasta nuestros días con los negros y los indios. En la 1. La pertenencia a un grupo, de la que la pertenencia a una raza es un caso particular, no desaparece, claro está, cuando me percibo a mí mismo y percibo a los demás en primera instancia como hombres. Esto es lo que querría hacernos creer el lenguaje políticamente correcto, pero las cosas no funcionan así, como ilustra bellamente esta historia: un hombre conduce un autobús lleno de niños blancos y negros. Antes de emprender el viaje pronuncia un pequeño discurso: “Vamos a aclarar un punto: en mi autobús todos somos iguales, no hay blancos ni negros. Para mí todos somos verdes”. Al poco de partir, los niños se enzarzan en una pelea y pasado un rato, ya cansado, agarra el micrófono y ruge: “A ver, los verdes oscuro, que se pongan delante, y que los verdes clarito atrás”.

83

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

América del siglo XIX, que ya se había convertido a la democracia y los derechos humanos, nadie ponía en cuestión que uno pudiera matar a los indios y esclavizar a los negros. Derechos humanos, sí, pero solo para los “auténticos” seres humanos, y quien es tan evidentemente diferente a nosotros, no puede contarse entre ellos. Conciencia de grupo y egoísmo Que el ser humano de la segunda etapa de la conciencia sienta y actúe desde el nosotros no significa que no hallemos en él egoísmo alguno. Todo lo contrario: como el yo no se ha desarrollado plenamente y no alcanza a ver el tú (el yo en los demás), el egoísmo es aquí incluso mayor, más grosero, llegando a la brutalidad. Se oculta bajo la forma de una irresponsabilidad infantil. En los niños se ve con toda claridad: sus propios deseos están por encima de cualquier otra cosa, son egoístas y no tienen en cuenta a los otros niños. Ni siquiera se les pasa por la cabeza, porque no los ven como otros yoes con los mismos deseos y dolores que ellos mismos. El mundo infantil gira en torno al niño, y los demás están ahí para ocuparse de que le vaya bien. Los niños son completamente egoístas, aunque su ego aún no se ha formado y su yo esté integrado en el nosotros de la familia. Pero justamente porque este yo aún no se representa a sí mismo puede agrandarse sin cortapisas. Solo cuando dos yoes que se representan a sí mismos se ponen frente a frente y se miran a la cara puede uno ver y reconocer en el otro un tú. Una canción que se canta en América el día la Independencia lo expresa bellamente: This is my song, O God of all the nations, a song of peace for lands afar and mine; this is my home, the country where my heart is; here are my hopes, my dreams, my holy shrine: 84

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

but other hearts in other lands are beating with hopes and dreams as true and high as mine. My country’s skies are bluer than the ocean, and sunlight beams on cloverleaf and pine; but other lands have sunlight too, and clover, and skies are everywhere as blue as mine: O hear my song, thou God of all the nations, a song of peace for their land and for mine. Esta es mi canción, oh Dios de todas las naciones. Una canción de paz, para las tierras lejanas y la mía. Esta es mi casa, el país donde está mi corazón; esta es mi esperanza, mi sueño, mi lugar sagrado. Pero otros corazones, en otras tierras, laten con esperanzas y sueños como los míos. El cielo de mi país es más azul que el océano, Y los rayos del sol bañan a los tréboles y los pinos. Pero otras tierras tienen también sol y tréboles, y el cielo en todas partes es tan azul como el mío. Oh, escucha mi canción, Dios de todas las naciones, una canción de paz para su tierra y la mía. Esta sencilla canción expresa una visión de las cosas que, desde luego, se halla dolorosamente lejos de la realidad. Una amiga americana me dio el texto en el año 2007, porque se sentía afligida y avergonzada por la América de Bush y quería mostrarme que también hay otra América. Pero esta otra América aún no está enraizada en la conciencia colectiva, América en su conjunto aún no se siente en casa en esta conciencia, pese a que algunos ya estaban en ella doscientos años atrás. Por aquel entonces, sin embargo, y como decíamos antes, grandes grupos de población fueron eliminados: con toda certeza nadie pensaba en los primeros habi85

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

tantes de América ni en los negros al escuchar esta canción, pues de lo contrario se habría puesto de inmediato fin a la esclavitud y al genocidio de los indios. Requiere mucho tiempo, muchas experiencias dolorosas y mucho sufrimiento que un país entero alcance la mayoría de edad. Pero antes de eso nos encontramos primero con el yo inmaduro de la segunda etapa tardía. Es inmaduro porque aún no se ha convertido completamente en un yo. Sigue siendo parte de algo que, al menos parcialmente, le descarga de responsabilidad. No por la pertenencia en sí –siempre seré el hijo de mis padres y, en consecuencia, parte de mi familia, o alemán, o blanco– sino porque con ella se cede o no se asume enteramente la responsabilidad por el pensamiento, los sentimientos y las obras propias. Los padres asumen la responsabilidad de lo que hace el niño, y le ponen límites desde fuera: puedes hacer esto, esto otro no. En el caso del adulto de la etapa 2, esta función la asume el grupo del que el adulto se siente parte y sin el que no es capaz de vivir: la religión, la nación, una determinada tradición y sus normas y actitudes, las que uno ha interiorizado y observa sin cuestionárselas, y en el plano personal la familia, y los valores y posturas que transmite. El grupo le dice a uno lo que está bien y mal, o lo que está permitido (o es obligado) hacer, y en su seno el yo se siente protegido, seguro e inocente, aunque se convierta en un criminal y destruya a otros yoes. Que la mayoría de los criminales nazis, sobre todo los peores, insistieran en su inocencia, se vive desde fuera como obstinación ideológica, como incorregibilidad. Pero se corresponde con su punto de vista subjetivo que se sabe en armonía con los valores de su grupo y con arreglo a los cuales su conducta es correcta. La “obstinación” consiste en que la persona no es capaz de distanciarse de su sentimiento de pertenencia, de convertirse en un indi86

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

viduo independiente. Se podría decir que se niega a ver la realidad desde un ángulo que diste del punto de vista del grupo al que pertenece, pues sabe instintivamente que el mundo en el que ha creído, el mundo que también ha contribuido a conformar y levantar, se derrumbaría. Y esto no es algo que solo se verifique en los nazis, sino en todo aquel cuya conciencia se halle en la etapa 2. Para el yo parcial de la segunda etapa significaría la muerte, pues el nosotros (el grupo), del que se siente parte, se desintegra desde un punto de vista más amplio. No pretendo decir con esto que los adultos no se alegren y dejen llevar como un niño, o que no puedan formar parte de un grupo. Ese sería un mundo espantoso. Lo infantil puede formar parte de nosotros, desde luego, al igual que la inquieta y aventurera juventud; y claro que puede y debe dársenos la oportunidad de entregarnos a los más dispares planos del ser y disfrutarlos –uno se acurruca como un niño junto a una persona amada, a veces hablamos en tono infantil, y no censuramos en nosotros las emociones infantiles; uno se identifica placenteramente, para sufrir o triunfar, con su equipo de fútbol y se indigna con el árbitro, y de vez en cuando nos abandonamos a una sensualidad completamente primitiva, pese a que ahí ya no nos sintamos en casa y no todo gire en torno a ello. Hablando en general: los impulsos, deseos y patrones de conducta de los diversos estadios de las etapas 1 y 2 siguen estando ahí, y no hay nada malo en ellos. La cuestión es si nos determinan, si determinan nuestro pensamiento, sentimientos y obras, si se erigen en el punto de vista desde el que contemplamos la vida, el contexto en el que experimento a las personas, a mí mismo y a los demás, o si por el contrario los tomamos por aspectos naturales de nuestra existencia, permitiéndonos de vez en cuando sumergirnos en ellos y dejándolos ser, de otra manera, parte de nuestra vida diaria. 87

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Guerra y conflicto Los conflictos son inevitables, una parte elemental de la vida; la guerra, en cambio, no. La guerra pertenece al nivel 2. Es un modo infantil (y también adecuado al niño) de resolver los conflictos. Cuando un niño quiere el juguete con el que otro juega, se lo quita, sin más. Si el otro lo defiende, se entabla una pelea y gana el más fuerte. Este patrón queda ligeramente modificado por la influencia de profesores, padres y otros adultos, pero solo mientras se hallan al alcance de los adultos. Tan pronto como se quedan solos, impera de nuevo el derecho del más fuerte. Lo mismo ocurre con la conciencia del nivel 2: aquí vale la ley del más fuerte, y en caso necesario, se impondrá por medio de la violencia. La resolución de conflictos por medio de la guerra es más o menos normal. Se basa en el pensamiento grupal que acabo de describir. Es un modo de pensamiento que perdura en nuestros días. Dos amigos míos imparten cursos de constelaciones en Afganistán por encargo de la fundación Friedrich-Ebert, para trabajar con la gente de allí la posibilidad de una vía de resolución de conflictos distinta de la guerra. Entre las muchas experiencias impactantes que recabaron está la de representar en constelación a los distintos bandos. Al principio los participantes se mostraron sorprendidos, después pensativos, como si en la constelación vieran que el bando opuesto también sufría en la guerra, que también tenía víctimas y lloraba a sus muertos. Era algo nuevo para ellos, nunca antes se les había pasado por la cabeza.2 Puede parecernos casi increíble, pero el entusiasmo con el que los soldados del emperador en 1914 y la mayoría de las tropas alemanas en 1939 fueron a la guerra no tenía esencialmente otro fun2. Sobre el proyecto, veáse: Marco de Carvalho, Jörgen Kluessmann, Sistemische Konflikttransformation – Ein ganzheitlicher Ansatz in der Konfliktbearbeitung, que se publicará próximamente (2009) en la colección de la fundación Friedrich Ebert.

88

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

damento consciente que este. Si aquellos belicosos jóvenes hubieran visto en los otros, en los bandos contra los que entraban en guerra, a personas como ellos mismos habrían sido incapaces de entusiasmarse. Los otros eran “los franceses”, “los rusos”, “los bolcheviques”, pero también los “boches” y los “krauts”3. Negarle la humanidad al otro es la condición previa y fundamental para guerrear contra él. Y es lo que ocurre mientras impera la conciencia grupal. Las personas que urden y comandan las guerras no son, claro está, menos infantiles, puede que, a lo sumo, sean como chicos en la pubertad. Quien sabía algo de mímica y lenguaje corporal podía reconocer fácilmente en George Bush al púber tras su fachada de hombre de estado. Con todo, Bush tuvo que recurrir a muchos sucios trucos para conseguir del pueblo el apoyo a la guerra que necesitaba. Y fueron minoría los que le siguieron con entusiasmo. Por regla general, entrar en guerra se hace considerablemente más difícil cuando la conciencia ha alcanzado el nivel 3. Bush, por ejemplo, tuvo que apoyarse preponderantemente en el tradicionalismo rural y el conservadurismo cristiano, esto es, en grupos y personas que aún piensan y sienten claramente desde la etapa 2. Un país que se halla completamente en la tercera fase de la conciencia y ha integrado sanamente la segunda no puede lograr nada mediante la guerra. Y aún más vale esto para la etapa 4. Aquí se intentará poner cuantos medios sean necesarios para resolver los conflictos de otra manera, y en el nivel 4 se encontrarán. Con esto no quiero decir que los hombres se tornen mejores, se tornan, sencillamente, más maduros. Significa que desde una conciencia más amplia, más madura, se ven más claramente los “costes” de la guerra, que uno se da cuenta de que las guerras no 3. Apodo que utilizaban los soldados franceses e ingleses para referirse a los alemanes. [N. de T.]

89

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

sirven para nada. En torno a 1900 la idea de que las guerras son absurdas no se le pasaba a casi nadie por la cabeza. Quizás a algunos intelectuales, pero no al hombre del pueblo. Pero ahora la gente corriente piensa así, cada vez más. Esto se debe, ciertamente, al desarrollo armamentístico, pero no solo. No dispongo de cifras exactas, pero contemplando los institutos de mi entorno me da la impresión de que en Alemania, entre los jóvenes que se preparan para la selectividad, son más los que prestan el servicio civil sustitutorio que el militar. Con esto no quiero decir que la abolición del ejército sea una buena idea. Seguiremos necesitándolo por mucho tiempo, y podemos alegrarnos de que haya personas que encuentren en él su lugar en el mundo. Pero está claro que la conciencia cambia, y que hoy en día hay que resolver los conflictos de modo distinto a como se hacía antes. Y para una conciencia que realmente ha alcanzado la edad adulta, es posible hallar otras soluciones. Resumen: El significado del vínculo y la necesidad de desvincularse Desde el punto de vista de la conciencia moderna resulta fácil criticar las limitaciones de la conciencia grupal de la etapa 2, y algunas cosas nos parecen sencillamente horribles. Es lo que experimentamos todos los días en lo tocante a derechos humanos, trabajo infantil, amputación del clítoris y cosas similares. Pero esta postura no solo es demasiado fácil, sino que es injusta con la importancia de la segunda etapa y bloquea, por añadidura, el proceso de desarrollo. Lo que hoy nos parece limitaciones y crueldades propias de la sociedad tradicional, cumplía una importante función, y en esa medida ha contribuido a la formación de la conciencia actual. La condena de lo antiguo desde el punto de vista actual es tan inadecuada como su idealización. En términos generales, la 90

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

vinculación al grupo cumple la función de hacer soportable la pérdida de la unidad original, de asegurar la supervivencia y dar un sentido a la existencia individual. Tiene relevancia tanto en sentido psíquico como material, y cada uno de estos planos repercute sobre el otro. Desde un punto de vista material, el individuo solo puede crecer y vivir en una cierta seguridad al abrigo del grupo. El grupo le proporciona seguridad tanto interior como exterior. Resulta evidente en los primeros estadios de la fase 2, pero sigue siendo válido hoy en día, es decir, allende la fase 2. La diferencia radica en que el rendimiento del grupo ya no abastece directamente a la comunidad inmediata (la familia, el clan, el pueblo, la tribu) sino a través de contratos (seguros), del estado (ejército, policía, educación, sanidad) o el mercado. De ahí que a menudo se tenga la impresión de no necesitar al grupo para nada, de que uno puede conseguirlo todo solo. Basta con que nos rompamos una pierna, o nos hagamos viejos, para darse cuenta de que no es así. En los comienzos es el mito el que sostiene el vínculo psíquico con el todo, con el origen. Está en paralelo con el vínculo con la madre de la primera infancia. También él es ambas cosas: una necesidad vital y una profunda necesidad psicológica del niño. Esto último se verifica en el hecho de que la rotura duradera de este vínculo da pie a graves problemas psicológicos. Quizás no se expresen necesariamente como perturbación mental, sino como dificultades para la intimidad o la confianza, como una constante tensión interior, en síntomas corporales (psicosomáticos), etc. De modo similar, en la segunda etapa, sobre todo en los estadios tempranos, la conexión con el origen es una necesidad psíquica. Los rituales de los antiguos no son mera idolatría o charlatanería supersticiosa, lo que en ellos está en juego es el vínculo con la 91

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

“madre”.4 Con el paso del tiempo, este se vuelve cada vez más abstracto y racional. En lugar de la relación directa con el todo que el rito mantiene viva aparecen instituciones, reglas, dogmas, valores, reflexiones y sistemas filosóficos y teológicos que han de asegurar que el individuo se mantiene ligado y que no pierda la conexión con el todo que lo sostiene y que por ello se considera importante. Hoy en día muchas de estas cosas nos parecen represivas, un innecesario lastre, así como crueles e inhumanas por su efecto sobre los destinos individuales. Pero en estas valoraciones se pasa por alto el enorme valor para la vida de este sistema. Sin él jamás habríamos llegado hasta aquí, a donde hoy nos encontramos, sino que habríamos sucumbido como niños abandonados. Los grandes textos religiosos como la Biblia y el Corán, las doctrinas de Aristóteles, San Agustín, Tomás de Aquino en Europa, de Confucio en el este de Asia, de Shankara en la India, han constituido durante más de dos mil quinientos años la base de que el grupo ocupara el primer lugar y de que el individuo se subordinara a él. Mucho de ello sigue siendo hoy en día válido. Entre ellos sobresalieron iluminados como Buda, Laotsé o Jesús, que poco o nada tenían que ver con estas tradiciones, y enseñaron que y cómo cada uno podía reconocer su divinidad y su identidad con el todo. Por un lado se adelantaron varios miles de años a su tiempo, por otro su vida y doctrinas no se hallan libres de la conciencia-con4. Quisiera insistir en que la comparación con la primera infancia no comporta menosprecio o minusvaloración alguna del punto de vista mitológico. Cada etapa de la conciencia y, dentro de ella, cada estadio, es en sí mismo correcto y adecuado. Pero con cada nuevo estadio o etapa aparece algo que antes no existía. De ahí que lo nuevo sea más amplio. Un lactante se alimenta del pecho materno, y esto no solo es bueno, sino lo mejor para él. Para un niño de seis años ya no es lo mejor, ni siquiera bueno, pues obstaculizaría su desarrollo psicológico y corporal. Hablar de niveles y estadios de desarrollo no comporta aquí una valoración.

92

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

texto de su tiempo. Lo que de ellas iba más allá fue comprendido solo por unos pocos, pero la principal corriente, la conciencia de la época, convirtió sus doctrinas en sistemas religiosos adaptados a la conciencia grupal imperante. Las semillas que plantaron necesitaron siglos para alcanzar como plantas la luz del sol. Pero la conciencia es como una semilla que se abre bajo la tierra y comienza a crecer sin ser vista, o como el niño que crece al abrigo de su familia: sigue el impulso interior de agrandarse y de dejar atrás lo que durante mucho tiempo lo ha alimentado. Esta es la dinámica de la vida. Lo que en la vida del niño anuncia la salida del grupo es la pubertad, en la vida de la conciencia social, la Ilustración y la era de la ciencia. La siguiente tabla resume en un cuadro sinóptico los principales elementos de las etapas 1 y 2 y su correspondencia con las fases de la vida. Etapas de la vida humana y niveles 1 y 2 de la conciencia etapa de la conciencia

etapa 1

etapa 2

experiencia del mundo unidad

pertenencia (ser parte de…)

modo de vida

reproducción

seguridad, estabilidad, permanencia, orientación al grupo

objetivo de la vida

sobrevivir

vivir

sentimiento del yo

ello

nosotros

móvil de la conducta

instinto

tradición, conciencia

interpretación del mundo

desconocida (se olvida) mito – religión

modo de conocimiento certeza preracional

mitológico, parcialmente racional, limitado por la fe

teoría del conocimiento desconocida (se olvida) objetivista (“verdad objetiva”) palabras clave

desconocidas (se olvidan)

93

pertenezco a, sigo a, tengo que

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Etapa 3: La conciencia del yo. La juventud Meditación sobre las etapas Etapa 3

En la posición que corresponde al estadio 3 me espera una buena sorpresa. Lo primero que veo es la lámpara colgada de la pared de enfrente y su moderno haz de luz halógena. Cuando mi mirada se detiene en ella, me invade un sentimiento casi reverencial. ¿No es algo maravilloso, esa luz? Y, en efecto, por un momento me conmuevo. Experimento un sentimiento de reverencia muy distinto al del nivel 2, no es el mundo de lo sacro, sino el mundo de las cosas, y sin embargo… ¡también es algo grandioso! Mi mirada abandona la lámpara, la dejo vagar hasta que algo reclama mi atención: el equipo estereofónico. Ahora soy la conciencia de la etapa 3, y pienso: estas son mis obras, mis creaciones. Me siento orgulloso, satisfecho. Sigo mirando a mi alrededor, observo 94

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

unas fotografías, un teléfono inalámbrico, un tocadiscos, un radiador, del que sobre todo me fascina el piloto del termostato. Entonces vuelvo el torso y a mis espaldas descubro mi ordenador portátil, el mayor milagro. No puedo apartar la mirada de él, he quedado cautivado. Sí, he hecho mejor el mundo, le he aportado algo. Todas estas cosas, todo lo que hace la vida más fácil, cómoda, menos penosa, son obra mía, mi aportación. Mi mirada sigue vagando, explora. Ahora noto que mis piernas entran en movimiento, como si quisieran ir hacia delante. Hay en ello algo inquieto, ansioso, aventurero, como si tuviera que seguir buscando, seguir encontrando, quizás incluso continuar mi camino. No puedo detenerme. No, sí puedo, puedo detenerme en las cosas que he creado, las contemplo y me veo a mí mismo en ellas. “Narcisismo”, piensa el terapeuta en mí. Me aparto del pensamiento y me vuelvo de nuevo hacia la percepción. Son dos sensaciones distintas las que tengo: me siento atraído por las cosas que he creado, y cuando me separo o aparto de ellas, me asalta la inquietud. Etapa de la vida 3: La juventud Quiero vivir como me venga en gana. Lema publicitario de tarjetas de crédito 2009 ¿Recuerda cómo se sentía a los catorce años? ¿O –si es una mujer– a los once, los doce o los trece? ¿De cómo cambiaba su voz y la estructura de sus miembros? ¿De que ya no podía coordinar ni controlar bien la potencia de su voz o sus movimientos? ¿De cómo los sueños y pensamientos se enlazaban con sensaciones corporales que nunca antes había experimentado? ¿Recuerda que el mundo se transformaba? ¿Cómo se apartaba de sus padres –quizás abierta, quizás secretamente, consciente o inconscientemente? ¿Que deseaba disponer de un espacio propio cuando hasta hacía poco prefería la compañía de padres y hermanos? 95

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

La mayoría no recordará muy bien todo esto. Pero desde fuera, sobre todo observando a los propios hijos, se aprecia claramente cómo su mundo se descoyunta y cómo ellos se quedan descolocados. A veces, al hilo de algún problema actual, oigo en las terapias historias traídas desde la pubertad. Me hablan de muchachas asustadas por el repentino flujo menstrual y enfadadas con su madre por haberlas dejado solas con eso; de otras que lo esperaban tan ansiosamente como algunos chicos su primera eyaculación; de padres que de repente no permiten a sus hijas que se sienten en su regazo o que incluso dejaban de abrazarlas (y a estas mismas hijas afirmando que sus padres ya no las querían, y que después persiguieron durante toda la vida el amor de los hombres –maduros, sobre todo); de padres y padrastros que comenzaban entonces a abrazarlas mucho más intensamente; de muchachos a los que martirizaba el “aguijón de la carne” y sufrían ante su incapacidad para resistirse al diablo, y de otros que hacían alarde de su nueva virilidad, de la que en absoluto se sentían culpables, se creían mayores y pensaban que todas las criaturas femeninas tenían que servirlos. Y muchas otras historias, historias que ocupan algún lugar en el amplio espectro que va desde los delirios de grandeza y la exagerada sobrevaloración de uno mismo, por un lado, hasta los complejos de culpa o de inferioridad y la más extrema confusión, por el otro. Con la pubertad todo cambia. Con la primera menstruación o eyaculación sabemos que ha comenzado algo nuevo sin comprender, empero, ni un ápice qué pueda ser. Algunos pretenderán haber oído o leído mucho al respecto, sobre todo en nuestros días, en la era de Internet y la información ilimitada. Pero información no es saber, la información sola no es nada. Todo lo que uno sabe entonces es que comienza algo nuevo y que algo que nos era habitual ha tocado a su fin. 96

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

La pubertad marca el tránsito a la juventud, pero ella misma aún no es la juventud. No es ni lo uno ni lo otro, ya no somos niños, pero tampoco auténticos jóvenes. Al principio uno sigue teniendo aspecto de niño, y la mayoría de las veces la gente ni siquiera lo sabe, uno está solo con ella. Y visto desde fuera uno continúa en el seno de la familia, depende enteramente de ella, sin derechos propios, sin autonomía material y, si lo pensamos bien, sin la madurez necesaria ni el deseo real de alejarse demasiado de los cuidados de la familia. Esto, a grandes rasgos, vale para la juventud en general, pues la juventud es transición, solo que más prolongada. La pubertad es el despunte de esta transición, o el tránsito hacia la transición. Parece que en los tiempos antiguos no existía juventud como etapa independiente de la vida –lo cual podemos ver hoy en día en algunas sociedades tribales. Era prácticamente idéntica a la pubertad. Tras su entrada en la pubertad, los niños eran sometidos a rituales de iniciación, y después acogidos en el círculo de las mujeres o de los hombres. Aunque ahí eran principiantes y ocupaban el último lugar de la jerarquía, se los tenía por hombres y mujeres en sentido pleno. Esto ha cambiado. En las sociedades modernas a veces tenemos la impresión de que todo gira en torno a la juventud, de que la juventud es la fase central de la vida, sin más, que hay que prolongar tanto como se pueda. Esto sin duda está relacionado con el hecho de que la modernidad está en la misma etapa de la conciencia que la juventud, de modo que se manifiesta y celebra a sí misma en el culto a la juventud. En cualquier caso, en las sociedades modernas la juventud se ha establecido como una etapa de la vida independiente. Lo que no modifica el hecho de que se trate de una etapa de transición, un periodo caracterizado al principio por un “nunca más” y después por un “todavía no”. El adolescente ya no es un niño, pero 97

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

todavía no es un adulto. Está a la búsqueda, a la búsqueda de lo que él es, de lo que debe ser, de aquello en lo que debe convertirse, a la búsqueda de sí mismo. Esto es lo característico de la juventud. Ahora ya no soy un niño –esto es lo que uno sabe instintivamente a través de los signos externos de entrada en la pubertad. A la par, uno sigue formando parte de la familia, es dependiente como un niño (sobre todo hoy, cuando los jóvenes van a la escuela hasta los dieciocho o más), no tiene obligaciones ni deberes propios –salvo los derechos de protección del niño–, etc. Solo paulatinamente van desapareciendo de la vida “exterior” los atributos de la condición de niño. Y aún entonces, lejos está uno de haberse convertido en un adulto. Lo único claro es que uno no es un niño, pero eso no significa que ya seamos adultos. Me preguntan muchas veces en mis cursos si no falta en nuestros días rituales de iniciación. La pregunta ignora tanto el carácter de la iniciación como el de las sociedades modernas. En las sociedades tradicionales, la iniciación no solo sirve para posibilitar el ingreso del joven o la joven en el mundo de los adultos, sino también para comprometerlos con los valores y reglas de la sociedad correspondiente. En ellas el respeto a la libertad individual no está contemplado. Las iniciaciones se adaptan a sociedades (relativamente) cerradas y determinadas por la tradición. Graban a fuego dicha tradición en el alma (a veces también en el cuerpo) de los jóvenes, y manifiestan que estos pertenecen a la tribu –o, más tarde, con la “iniciación” militar, a la nación o a otros grupos. En una sociedad abierta no puede haber iniciaciones, de haberlas no sería una sociedad abierta. En lugar de esto, la juventud representa una fase en la que cada persona busca su lugar. La juventud ha sustituido a la iniciación. Para encontrar mi lugar en una sociedad abierta tengo que poder comparar lo que veo y aprendo con lo que he aprendido en casa, lo cual genera automáticamente una distancia con la casa parental. En las sociedades tradicionales, la mayoría de las perso98

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

nas no alcanzan semejante situación, porque nunca se apartan de su tribu o de su clase social, de su ambiente, y no había medios de comunicación de masas que le acercaran a uno la vida y los valores de otras personas. Por eso apenas había progreso. En nuestros días, en cambio, se cuenta de antemano con el conflicto entre la casa parental y los adolescentes, sin él el joven no podría encontrar el camino hacia sí mismo. El conflicto y la rebelión no son la solución, pero sí fenómenos inevitables en un proceso de transición. La juventud es un ser-entre. Un tiempo de búsqueda, de orientación, de experimentación. También –y esto es interesante para el escenario terapéutico– una época de autoconocimiento. Se la puede incluso comprender como un primer acercamiento a la gran pregunta espiritual “¿Quién soy yo?”. Esta pregunta referida a su ser interior, a su verdadera identidad, atribula a muchos durante la juventud. Pero aún cuando este no sea el caso, la juventud es, por sí misma, una búsqueda de la identidad propia, del lugar propio en la sociedad y en la vida. Como niño, el puesto está claro: uno pertenece a la familia correspondiente. Esto es inmodificable, y le da a uno un lugar (provisional) en la vida. En las sociedades que se hallaban o hallan colectivamente en el nivel 2 esto vale para la totalidad de la vida. Pero en las sociedades modernas esto cambia al comienzo de la juventud: tenemos que buscar un nuevo lugar para nosotros. ¿Qué estudio? ¿Qué asignaturas elijo? ¿A qué grupo me uno, a qué subcultura? ¿Cómo me visto, qué imagen se adapta a mí? ¿Qué música oigo? Y también: ¿Qué creo? ¿Qué actitud adopto ante lo que se cree en mi familia? ¿Me opongo a lo que veo de otra manera? ¿Tengo que o me está permitido orientarme en otra dirección? ¿Cuál es mi postura política? ¿Me interesa la política? ¿Qué quiero ser? ¿A dónde quiero llegar en la vida? En unos casos, esta clase de preguntas se formulan explícitamente, en otros de forma menos consciente, pero siempre están ahí. Y exigen de cada adolescente respuestas más o menos conscientes. 99

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Para encontrar esas respuestas, tengo que apartarme de mis padres. Es el futuro el que me dirige estas preguntas, mi futuro, y los padres son mi pasado. Puede que los tenga en cuenta para organizar mi futuro –por ejemplo, entro a trabajar en la empresa familiar–, pero incluso esto ya no es en nuestros días decisión de mis padres, sino mi decisión. La época en la que el futuro podía verse como una continuación del pasado –quizás con ligeras modificaciones– ha quedado atrás. La mayoría de las personas sigue creyéndolo y se conducen con arreglo a esta creencia, pero ya no se corresponde con la realidad. El verdadero futuro viene hacia nosotros desde lo por venir, es la llegada de lo que todavía no es y nunca antes fue. Más adelante me detendré en esto. Lo menciono aquí porque la juventud moderna lo “sabe” intuitivamente (aunque después se olvide rápidamente). En este “saber” radica la gran apertura de la juventud. Y ello tanto en el sentido positivo de la libertad, la aventura, el noinmovilismo, como en el de problemas anejos como la falta de orientación, impredecibilidad, dificultades para juzgar, etc. Todas estas cosas son también, como ahora veremos, características de la tercera etapa de la conciencia. En ella hay, con todo, algo diferente: no hay red sobre la que caer, ni responsabilidades a medias. En el trasfondo de los jóvenes se hallan sus padres a modo de colchón en el que amortiguar el golpe si se extravían. Y en la sociedad la responsabilidad del joven es limitada, lo cual se traduce en un derecho penal propio, más indulgente. Queda aquí manifiesto que la juventud, incluso en el plano institucional, es un periodo de transición. De transición, ¿a qué? A la edad adulta. Un periodo de transición del niño, que es parte integrante de un grupo que él no ha elegido (su familia), a la condición de adulto, el cual tiene, cómo no, una procedencia (esto es, viene de algún lugar), pero se representa y tiene que representarse a sí mismo. Y esto significa: la transición del nosotros al yo. La juventud como proceso queda completada cuando el joven se representa a sí mis100

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

mo y asume su responsabilidad en el mundo; cuando dice: ese soy yo, esto es lo que quiero y esto es lo que hago, y asumo las consecuencias de mis obras. Que la juventud se ha completado quiere decir: ha alcanzado su cenit, su meta, y por lo tanto ha terminado. Cuando uno ha adoptado la actitud expresada en la frase anterior, cuando uno se encuentra en ella en casa, por decirlo así, la juventud ha quedado atrás, y soy un adulto. Etapa 3 de la conciencia: La conciencia del yo (Conciencia moderna) Come mothers and fathers throughout the land And don’t criticize what you can’t understand Your sons and your daughters are beyond your command The old road is rapidly aging. Please get out of the new one if you can’t lend your hand Cause the times they are a changing. Bob Dylan (1964) La conciencia de la etapa 3 se corresponde con esta fase de la vida, la juventud. En la nivel 3, la conciencia del individuo crece hasta superar la conciencia de grupo. El hombre comienza a percibirse como una persona independiente que de alguna manera está sola en el mundo, y se siente llamado a buscar y realizar su individualidad. Siente –y esto el algo realmente nuevo que hace cien años apenas se daba en Europa– que su vida no es una mera continuación de la de sus antepasados. No solo está determinado por el pasado, también lo está por el futuro. En efecto, en cierta manera, solo con el despuntar de la tercera etapa surge el futuro, en concreto, el futuro como algo propio, que no procede del pasado, el futuro como lo por venir. Tan pronto como se le manifiesta a esta conciencia que hay o podría haber ahí algo propio, algo que yo podría ser o llegar a ser, o que debería hacer, aunque nadie 101

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

antes lo haya hecho, ya no puede sustraerse de ello, de modo similar a como le resulta imposible a uno sustraerse de los cambios de la pubertad. A partir de ahora buscará lo propio, y para ello debemos abandonar lo antiguo, la tradición, igual que el joven debe abandonar la casa parental. La etapa 3 es, como la juventud, una etapa independiente y, a la par, una transición. Es independiente porque la conciencia deja de estar dominada por la tradición. Lo que fue, lo que otros piensan y han pensado, lo que me dicen, ya no es lo que me sirve de criterio. El criterio es más bien la propia experiencia, lo que yo mismo veo, siento, pienso y, sobre todo, lo que experimento por mí mismo. Es una transición porque aquí la conciencia está preponderantemente a la búsqueda. Aunque hace de la propia experiencia el criterio, aún no se ha experimentado a sí misma. De ahí que, como la juventud, sea un “nunca más” a la par que un “todavía no”. La transición se completa cuando la conciencia alcanza la condición adulta, es decir, cuando nos damos cuenta de que nosotros y solo nosotros somos los responsables de lo que somos y de lo que hacemos, y cuando aceptamos enteramente semejante responsabilidad. Este proceso, claro está, comienza en la etapa 2, al igual que la pubertad comienza en la infancia tardía. Pero al principio la conciencia del yo se desarrolla en el seguro y acogedor marco de la conciencia de grupo, y solo cuando comienza a desligarse más ampliamente de la conciencia de grupo (es decir, de lo que prescribe la tradición) se convierte este paso en la conciencia del nivel 3. Desde el punto de vista histórico, la tercera etapa comienza con la Ilustración. Jean Gebser, uno de los pioneros de la teoría de la evolución por estadios de la conciencia, señala un momento anterior en el tiempo: los descubrimientos de Galileo, Kepler y Colón, que destruyeron la antigua imagen del mundo y nos abrie102

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

ron a una nueva dimensión del espacio y el tiempo. Sus descubrimientos abrieron brechas revolucionarias, qué duda cabe, y pusieron los fundamentos para la llegada de algo nuevo, pero no puede decirse que entonces comenzara una nueva conciencia en el pueblo. Dicho desenfadadamente: algunos dejaron de creer en Papá Noel y en la cigüeña, sin saber, empero, muy bien o atreverse a decir de dónde vienen los niños. Tuvieron que transcurrir de entre dos y tres siglos para que la nueva conciencia se refinara y divulgara, tanto, al menos, como para que la elite espiritual y cultural se estableciera en ella en el pensamiento (de ningún modo en el sentimiento, y solo aisladamente en la acción). Y después hicieron falta otros dos siglos y toda una serie de revoluciones y terribles guerras para que la conciencia de la mayoría llegara hasta allí. Del nosotros al yo En la etapa 3 lo que importa es el descubrimiento y desarrollo de la personalidad, de lo propio, del yo. Para ello la conciencia debe abandonar casi completamente la casa parental. En la medida en que el yo se sitúa por delante del nosotros, nuestra visión del mundo, nuestro punto de vista, cambia. El anhelo fundamental no es ahora formar parte de, sino ser independiente, encontrar lo propio, realizarse a uno mismo. Aunque ello no destruye nuestra necesidad de pertenencia, esta pasa a un segundo plano o queda sumergida en lo inconsciente, desde donde, como más adelante veremos, se revela a través de múltiples síntomas. Lo mejor sería tener ambas cosas: lazos y autonomía. Este es el nudo gordiano que en el tránsito y realización del nivel 3 no hay que cortar, sino deshacer: ¿Cómo alcanzar la autonomía sin negar la pertenencia? ¿Cómo convertirme en un yo sin arrancarme del nosotros del que procedo y me ha formado? En relación a esto debe quedar claro que el movimiento de la conciencia tiende hacia el “hacerse un 103

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

yo”, al igual que el movimiento de la vida corre hacia la pubertad, la despedida de la niñez y de la familia y el avance hacia la edad adulta. El proceso de hacerse un yo es un movimiento de la vida misma, no solo en la biografía personal de cada cual, sino en la evolución de la conciencia. La “etapa del ego”, la etapa 3 –igual que la juventud– no es un mero extravío, sino un fase importante del hacerse consciente del ser. Al recorrerla, atravesamos el doloroso proceso de la separación y de la soledad. En el camino hacia el yo nos sentimos solos, como suele ocurrir también en la juventud. En la adolescencia, este sentimiento queda aliviado mediante los lazos que se establecen con iguales, los adolescentes forman pandillas y se entregan intensamente a la amistad. Estos nuevos grupos pueden desarrollar un nuevo sentimiento del nosotros, pero encierran un nuevo elemento de la libertad: son elegidos, no obligatorios. A la par, fomentan el movimiento de separación de los padres y la familia sin obstaculizar el proceso de convertirse en un yo. En la evolución de la conciencia hacia el nivel 3 tiene lugar un proceso similar. Los grupos y tradiciones en los que uno se ha forjado son complementados o progresivamente sustituidos por grupos que uno mismo elige. El más claro ejemplo de esto es la religión. En la etapa 2 es prácticamente impensable cambiar de religión, salvo cuando una minoría se convierte a la creencia de la mayoría; en Europa, por ejemplo, del judaísmo al cristianismo, o, dentro del cristianismo, del protestantismo al catolicismo. Un cambio en la otra dirección, esto es, del catolicismo al judaísmo, islamismo o budismo, o incluso al protestantismo si hablamos, por ejemplo, de un pueblo de Baviera, solo habría sido posible al precio de un total aislamiento. La libre elección de la religión es un buen criterio para decidir si la conciencia de una sociedad se 104

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

halla en la etapa 2 o en la 3.1 En mi pueblo natal, Marmagen in der Eifel, vivieron en los años cincuenta y sesenta dos o tres familias evangélicas. Y no a la vez, por cierto, sino una detrás de otra. Los primeros fueron tolerados –al fin y al cabo eran refugiados del Este– pero no tenían apenas contacto con la población local. Pasados unos años se marcharon y llegó la siguiente familia, curiosamente, a la misma casa. Cuando en 1989 volví a vivir en Marmagen, albergaba el temor de que hicieran el vacío a mis hijos porque no estaban bautizados y no iban a tomar parte en la clase de religión ni en las ceremonias religiosas. Sin embargo, no hubo ni el más mínimo problema (como “nativo” estaba en situación de interpretar sutiles gestos que a un extranjero le habrían pasado desapercibidos) y además de mis dos hijos, había otros tres chicos –o sea, una cuarta parte de la clase– que no habían sido bautizados o no en la confesión católica. En los veinte años transcurridos se había operado un profundo cambio. Cuando la libertad religiosa se convierte en una obviedad podemos concluir que la religión y, en general, la tradición en la que uno ha sido educado ha perdido su fuerza vinculante. Con otras palabras: ya no es el grupo el que decide cómo se vive, esta decisión le toca a cada cual. Tampoco es ya el deber el que determina la conducta, sino lo que uno considera correcto o quiere. Todavía en los años cincuenta, mi madre consideraba su deber doblegar mi voluntad, esto formaba parte de la praxis educativa habitual. Con mi hermana pequeña, que nació en 1969, no se le habría ocurrido esta idea ni en sueños. En la etapa 2 la voluntad propia desempeña un papel muy secundario. Uno tiene que cumplir su tarea, generalmente desde el lugar que se le ha asignado 1. Para América, este criterio quizás no sea decisivo, porque los Estados Unidos se erigieron desde el comienzo en refugio de minorías religiosas y siempre han albergado una pluralidad de confesiones religiosas, pese a hallarse en la etapa 2.

105

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

desde fuera. En la etapa 3 esto se considera anacrónico. Cada cual tiene que buscar su lugar por sí mismo, cada uno es responsable de lo que hace con su vida. Ya no hay criterios que se le impongan a uno desde fuera. El yo ha sustituido al nosotros. Los grupos a los que las personas se sienten pertenecer también cambian de carácter en el nivel 3. Si antes eran comunidades aumentadas a las que uno pertenecía casi de suyo en razón de su origen, ahora son grupos de interés que unen a personas con intereses similares. Una comunidad adaptada a la tercera etapa es libre, se estructura democráticamente, y sus miembros son esencialmente iguales. Existen en ellas jerarquías, pero no son naturales, sino funcionales, se justifican por el servicio que prestan al funcionamiento del grupo, y no les está permitido deslegitimar a ninguno de los miembros, esencialmente del mismo rango. En la etapa 2 era distinto: el rey y los nobles desempeñaban un papel especial por naturaleza, no eran considerados iguales. A nivel social, lo que corresponde a la etapa 3 es el Estado democrático de Derecho. Con todo, en los estadios en los que la tercera conciencia aún se halla en estado de subdesarrollo (como ocurría a finales del siglo XIX y principios del XX), las nuevas agrupaciones y los nuevos modelos sociales suelen tomar las riendas de la situación. La ideología se convierte en sustituto de la religión, el partido sustituye a la Iglesia, la confesión religiosa libremente elegida a la familia, etc. Dondequiera que no sea posible moverse libremente, dondequiera que esto se reprima abierta o solapadamente o esté ligado a menosprecio social, la conciencia de los actores y las instituciones se halla aún en la etapa 2. No es posible prescribir modelos organizativos de la conciencia 3 a personas de la conciencia 2. De ahí que la idea de transferir la democracia occidental a sociedades asiáticas o africanas que en gran parte son aún sociedades tribales esté condenada al fracaso. En ellas tampoco se entiende la idea de 106

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

derechos humanos. La causa de ello no es la diversidad cultural –como pretende hacernos creer la popular tesis de la “lucha entre las culturas”– sino que las conciencias se hallan en diferentes estadios de desarrollo. Allí donde las culturas luchan entre sí, ambos bandos se hallan en la etapa 2. Es característico de ella pensar que uno es mejor que el extraño. Solo la conciencia de la etapa 3 puede comprender la igualdad de principio entre las personas que se halla a la base de los procesos democráticos. Me viene a la cabeza una pequeña anécdota en relación a esto. Un amigo mío, francés, trabajó de joven, en sustitución del servicio militar, en lo que por aquel entonces era una colonia francesa en África central. El plan de estudios era el mismo que el de las escuelas francesas, así que leyó con los alumnos, entre otras obras, una comedia de Molière. Cuando al día siguiente preguntó a los chicos con qué se habían quedado, el más despierto de ellos dijo: “¡En Francia hay hombres que creen que las mujeres son tan listas como los hombres!”. El resto de los alumnos y alumnas se desternillaron de risa. Los franceses debían de estar como regaderas. La conciencia, así como las formas de convivencia social y política adecuadas a ella, tienen que desarrollarse por sí mismas desde el interior de la sociedad en cuestión. Es un proceso conflictivo que requiere su tiempo. Aunque el contacto y el intercambio con individuos y sociedades de la tercera etapa acelere el proceso, no puede imponerse desde fuera. Semejante aceleración, además, comporta que la brecha entre personas y grupos que ya son “modernos” y aquellos cuya conciencia se desarrolla más lentamente –porque como campesinos, por ejemplo, tienen poca movilidad o contacto con el exterior– se agrande. Con ello aumenta también el potencial de conflicto intrasocial. Si a esto se añade una fuerte presión modernizadora del exterior, el todo social se 107

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

rompe. La tercera conciencia, pues, haría bien en recordar sus orígenes, tener paciencia y permitir que la conciencia de los demás se desarrolle a su propio ritmo. De la vida a la vivencia El desarrollo del yo, su independización del grupo y de la tradición y de sus valores dados, asociaciones y deberes tiene un alto precio: uno pierde la referencia fija desde la que juzgar, por ejemplo, qué es correcto y qué incorrecto. Todo lo que uno hace de este o aquel modo podría hacerlo de otra manera. Cuando no hay punto de referencia fijo salvo uno mismo, se vive bajo la amenaza de perder a cada momento la orientación y el sentido. Porque orientación y sentido presuponen un punto de referencia. Normalmente me oriento con arreglo a algo que se halla fuera de mí, de lo contrario solo doy vueltas en torno a mí mismo. Igualmente, el sentido de las cosas exige una referencia a algo o alguien distinto a mí. Cuando yo me erijo en criterio único, ¿dónde hallar el sentido que me trasciende y podría darme una dirección? Quizás en los hijos, mientras viven con nosotros. Pero después abandonan el hogar parental para hacer su propia vida –y hoy en día es muy común que la hagan muy, muy lejos– y este sentido también se pierde con el paso del tiempo. Tanto tiempo como nuestra perspectiva no trascienda la etapa 3, lo único que entonces nos queda es sacarle a la vida tanto partido como se pueda o, mejor dicho, consumir tantas vivencias como nos sea posible. En la etapa 3, la vida se torna consumo, y no, ciertamente, por culpa de la “maligna sociedad de consumo” o por la lógica del capitalismo, sino porque es lo que corresponde a la lógica interna del despliegue de la conciencia. Y esto exactamente es lo que nos ofrece la sociedad moderna: coleccionar experiencias. Si en la sociedad tradicional lo importante era que uno viviera su vida 108

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

(como el campesino de Tolstoi que antes mencionamos), en la tercera etapa de la conciencia de lo que se trata es de tener vivencias. La vida sola ya no sirve, tenemos que coleccionar vivencias. Y por eso se convierte cada pedacito mínimamente interesante de naturaleza en un parque de vivencias, incluso ordeñar a las vacas y sacar el estiércol de los establos se vende y compra como una vivencia. El afán de vivencias tampoco se detiene ante la religión: en la etapa 3 la religión se consume y ofrece como vivencia, y no solamente en los ejercicios espirituales de las llamadas agrupaciones neoreligiosas, sino también en las ceremonias religiosas (y “eventos” similares) de las grandes confesiones cristianas y en los oficios religiosos de las sociedades modernas. Ahora bien, las vivencias tienen dos caras, a saber: Pueden tener dos direcciones, una horizontal y otra vertical. Moverse en la horizontal significa siempre más de lo mismo: viajar a más países, no perderse ni un monumento, comer más, beber más, más sexo, etc. El más no tiene por qué ser solamente cuantitativo, puede incluir una graduación, por ejemplo: beber mejor vino, probar nuevos platos, nuevas posturas en la cama, aventuras en lugar de vacaciones en la playa, viajar a la Luna en vez de a Mallorca –en las publicaciones sobre nuevas tendencias encontramos de todo. Pero toso esto, en el fondo, no es sino más de lo mismo, solo que con algunas modificaciones, algo un poco más refinado. Ken Wilber ha acuñado un bello concepto para esta clase de “crecimiento”: “llanura”2. Uno crece solamente en anchura, se extiende sobre el mismo plano sin moverse interiormente del sitio. Y podemos así consumir vivencias religiosas o visitar un workshop de autoconocimiento detrás de otro sin llegar a entrar en contacto con nosotros mismos. Si lo que a uno le interesa son todas las 2. Wilber lo utiliza, sobre todo, para hablar del pensamiento y las teorías que siempre se mueven en el mismo plano horizontal. Ver, por ejemplo, Eros, Kosmos, Logos, Frankfort en el Meno, 1993.

109

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

cosas que se pueden vivenciar, necesitará cada vez más de lo mismo, o lo mismo cada vez más intensamente. El resultado final es una adicción, y por eso las adicciones constituyen un fenómeno ampliamente generalizado en la etapa 3. No tiene nada que ver con el cultivo de adormidera en Asia, o de coca en Sudamérica; siempre se han cultivado. Pero incluso donde estas plantas crecían en el jardín de casa solo aparecían adicciones en casos excepcionales. Las adicciones son un fenómeno característico de la etapa 3, aparecen con la búsqueda, son una búsqueda, solo que desencaminada. La tendencia a la adicción es intrínseca a la conciencia moderna. Al hilo de esto, resulta muy interesante considerar los estupefacientes o drogas en relación a su afinidad con las etapas de la conciencia. El estupefaciente de la etapa 3 es la cocaína. La coca es lo que las clases dominantes, sobre todo la elite cultural de la etapa 3, consumen masivamente. Esta droga le catapulta a uno al centro de la etapa 3 para después retenerle ahí, es casi irresistible. ¿Por qué? La cocaína intensifica las vivencias, despabila, aviva, nos hace sentir fuertes y juveniles, “speedy”. Trae al ser los rasgos propios de la etapa 3, los que esta conciencia necesita, y los refuerza. Si la vida normal ya no es suficiente consume cocaína: tendrás energía, te sentirás joven, fuerte, independiente, tus experiencias sexuales serán más intensas, largas, salvajes, podrás “meter la quinta” tanto divirtiéndote como en el trabajo, y “fliparás” (la expresión “flipar”, por ejemplo, procede del mundo de la droga y significa drogarse). Es, claro está, una fuerza de prestado que desaparece en cuanto lo hace el efecto de la sustancia. Y la paradoja del asunto es que la sensación de independencia se paga con dependencia, dependencia de la droga. La sustancia característica de la segunda etapa es el alcohol: en dosis moderadas desinhibe y alegra, distiende el sentimiento de 110

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

responsabilidad, nos hace sociables, induce a confranternizar, a sentirse acogido por el grupo y a dejarse llevar como un niño; en dosis más altas infantiliza hasta el balbuceo y la pérdida de control sobre las excreciones; y en estado de total embriaguez uno prácticamente se convierte en un lactante. El opio y sus derivados nos retrotraen a una etapa incluso anterior, al mundo del sueño amniótico de la etapa 1. El alcohol y el opio o la heroína son pues drogas de evasión que, desde el nivel 3, nos retrotraen a los “buenos, los viejos tiempos” de las etapas anteriores. El caso del hachís (y de otros alucinógenos) ya no me parece tan claro. Cuando se consume habitualmente actúa de modo similar al alcohol: el consumidor queda retardado, se retira a un mundo infantil en el que dice tonterías y disfruta de la parcial cancelación de la separación de su mundo entorno, con el que puede sentirse tan conectado como un niño. Pero tiene otra cara, sobre todo al principio: uno parece adentrarse en un mundo nuevo, desconocido, en el que la separación no queda desdibujada (como con el alcohol) sino trascendida. Uno ve o cree ver que la separación no es real, que podemos estar en todo y todo puede estar en nosotros. Se trata, con todo, de una experiencia puntual, y si intentamos repetirla degenera rápidamente en un estado infantil. De vuelta al crecimiento horizontal. También tiene, naturalmente, su lado positivo, sobre todo en el plano del progreso técnico. Que salga agua (¡limpia!) de las cañerías y que los enchufes proporcionen corriente eléctrica, que las casas estén calientes también en invierno y resistan los vendavales, que viajar de A a B requiera solo unas pocas horas en lugar de meses, semanas o días –por poner solo algunos ejemplos– tiene indiscutibles ventajas. E incluso los que desaprueban esta clase de progreso y prefieren hablar de sus aspectos más sombríos se sirven de él. No solo tiene la tendencia a perfeccionarse y extenderse, sino también el poten111

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

cial de alanzar nuevas cimas en sentido espiritual. Tomemos, por ejemplo, los viajes: el contacto con extraños amplía –se aperciba o no el individuo de ello– nuestra visión del mundo y nuestra conciencia. Lo mismo vale para la globalización económica: puede que el motivo para trasladar la producción a China o Rumanía no sea más que un puro cálculo económico, puede que el trato que reciben allí los trabajadores y el aprovechamiento de las relaciones económicas de poder sea explotador. Pese a ello, el resultado es una visión distinta, enriquecida, de los otros pueblos y culturas, una perspectiva más amplia, más abierta al mundo. Probablemente requerirá mucho tiempo, y entretanto habrá mucho dolor o incluso guerras, pero esto no detendrá el ensanchamiento de la conciencia. El vivenciar, por su parte, también puede tener otras dimensiones, en concreto la de la profundidad. Se abre a nosotros cuando dirigimos la mirada al proceso del vivenciar en lugar de a las vivencias. Cuando no nos movemos de nuestro ambiente habitual y no experimentamos nada tampoco hay evolución. Pero si en lugar de pasar de una vivencia a otra intentamos avanzar por medio del vivenciar mismo, este nos llevará a y abrirá nuevos espacios de conciencia. Desearía ilustrar esto mediante un ejemplo tomado de mi actividad como terapeuta. Las personas que participan por primera vez en una constelación familiar experimentan algo completamente nuevo: alguien desempeña el papel de una persona desconocida y tiene percepciones corporales y emocionales propias de esa persona, a veces incluso visiones de su vida. Cuando uno se entrega verdaderamente a ellas podemos incluso vernos profundamente involucrados en procesos emocionales que no son los nuestros –los sustitutos se encorvan de dolor, tienen arrebatos de ira, no pueden contener el llanto, sienten profundamente la amistad o el amor, etc. Los principiantes quedan fascinados al presenciar estos procesos en los 112

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

demás, y muy sorprendidos al experimentarlos ellos mismos. Pero lo que han vivido carece de lugar en su visión del mundo. Con arreglo a lo que sabemos, no deberíamos vivir lo que vivimos en una constelación. No podemos explicárnoslo. No solo trasciende el horizonte de nuestro conocimiento personal, también trasciende el conocimiento y la conciencia colectivas. Pues, ¿cómo es posible que un individuo autónomo –así se le aparece el individuo, al menos, a la tercera conciencia–, que existe para sí mismo pueda conectar con otros individuos autónomos a los que no conoce y de los que no ha recibido información alguna hasta el punto de identificarse ampliamente con sus sentimientos y pensamientos, a veces incluso hasta con sus palabras? ¿Y qué pasa cuando, además, esas personas llevan ya varias décadas muertas? ¿Cómo es posible que alguien que ocupa el lugar de una mujer totalmente desconocida sienta que “su” hijo no es de su marido sino de un amante secreto? ¿O que otra mujer sufrió dos abortos? ¿O que en una familia nació un niño muerto del nunca se habló, y que la madre real lo confirme después al ser preguntada? Todo esto refuta nuestra idea de individuo autónomo, al igual que la idea de que solo podemos compartir cosas mediante procesos de información y comunicación. Es decir, lo que se vive en una constelación familiar contradice nuestra conciencia moderna, “ilustrada”. Si ahora tengo una de esas experiencias que “en realidad son imposibles” (donde “en realidad” significa juzgado desde la conciencia de la etapa 3) y me la tomo en serio, la conciencia experimentará una presión desde dentro para ampliar sus límites. Cuanto menor sea la búsqueda de explicaciones rápidas tanto más intensa se hará la presión. En lo sucesivo, el afectado estará probablemente más atento a experiencias que no se adecuan a los patrones habituales y así paulatinamente más abierto al hecho de que la tercera conciencia no es más que una etapa tras la que se esconden nuevas etapas de la conciencia. 113

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

El tránsito desde el modo del vivir al modo del vivenciar es pues profundamente ambivalente. Por una parte, la vida pierde significados y direcciones unívocas y tiende a dar vueltas sobre sí misma y, con ello, a volverse absurda; esta tendencia se intensifica a consecuencia del efecto narcotizante del consumo y de las imágenes que engendra la sociedad moderna. Por otro lado, a la sed de ampliar las vivencias le es inherente una dinámica que impulsa más allá del vivenciar mismo y acelera claramente el desarrollo de la conciencia. Lo mismo se confirma al considerar las transformaciones que experimentan la percepción y el significado del tiempo.

114

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Etapa 4: La conciencia de estar unido. El adulto joven Meditación sobre las etapas

Etapa 4

Me siento unido a los demás, y cuando alzo los ojos, mi mirada se posa en el cuadro que cuelga de la pared de enfrente. Sus trazos insinúan una rosa roja entre hojas de bambú y otras plantas salvajes. The Mystic Rose lo ha titulado la pintora; está inspirado en la meditación de Osho que lleva este nombre y sus conferencias sobre la apertura del corazón. La “rosa mística” simboliza la entrega al camino del corazón. Siento la belleza, experimento alegría, un sentimiento dulce, alegre, expansivo. Felicidad. Mis brazos desean extenderse, quisiera tocarlo todo, palparlo, quizás estrecharlo contra mi pecho. Maravillosa, esta plenitud. Mi mirada se mueve hacia la izquierda y, para mi sorpresa, encuentra allí también una rosa, ahora en un jarrón. Siento el 115

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

impulso de volver al cuadro, veo la rosa, y ella me arrastra hacia el interior del cuadro, hacia el verde follaje, hacia la luz que brilla por entre las hojas, que se hace más clara, radiante, atrayente y misteriosa, casi cautivadora, parece adentrarse cada vez más en la naturaleza, en la vida, en las profundidades, en el corazón de la existencia. Etapa de la vida 4: Edad adulta, pareja y fundación de la familia En la escalera de la vida biológica el cuarto peldaño representa la vida adulta. El hombre y la mujer se sumergen en el río de la vida, se ponen a su servicio fundando una comunidad de vida y teniendo hijos. Fundan una familia, lo que significa que el individuo, tras caminar solo por el mundo, se integra de nuevo en un nosotros, en un nuevo grupo que crea lazos. Para que esto sea posible es necesario que haya abandonado su antiguo grupo, la familia de procedencia. Los hitos del camino de la vida son pues la fusión con la madre en el seno materno, el crecimiento al abrigo del grupo, la desvinculación del grupo de procedencia y, finalmente, la formación de un nuevo grupo. La nueva familia, el nuevo grupo, es diferente, toda vez que lo que aquí rige no es algo que le sea prescrito al hombre y a la mujer, sino algo que ambos tienen que desarrollar juntos. Aunque lo que ambos llevan consigo, esto es, su origen, y la herencia (corporal, psicológica y espiritual) que de él procede influya en la nueva familia, esta no es la mera reproducción de algo antiguo. Porque lo antiguo es ahora heterogéneo, la herencia de él y la herencia de ella son diferentes, y ambos se enfrentan al reto de unirlas y crear algo nuevo. Pero no se trata de una creación arbitraria. El deseo y la ilusión de las relaciones de pareja modernas es que sea la pareja misma la que conforme su realidad. Pero una relación amorosa no es algo que uno pueda 116

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

hacer. Es algo que se nos ofrece y en lo que nosotros tenemos que embarcarnos. Aunque al aventurarnos en ella cooperamos en su creación, el nuevo todo en el que nos embarcamos no es un producto de nuestra voluntad. Y está bien que sea así, de lo contrario no sería algo más grande que nosotros mismos y no podría aportarnos nada. En el nuevo vínculo no solo opera el pasado de cada uno de los miembros de la pareja, se añade algo fundamentalmente nuevo, a saber: su futuro. Los miembros de la pareja no se limitan a plegarse a su pasado, también lo hacen a la llamada del futuro. La magia que surge cuando dos personas reconocen que son el uno para el otro es la llamada del futuro: uno siente que está destinado al otro. Una frase de la canción “Have You Ever Really Loved A Woman” de Bryan Adams lo ilustra bellamente: And when you see your unborn children in her eyes, you know you really love a woman – Cuando ves en sus ojos los hijos que aún no han nacido, sabes que amas realmente a una mujer. El siguiente diagrama muestra el campo de fuerzas en el que se mueve la pareja. El impulso decisivo procede de la percepción de un futuro en común. Llamo a esta fuerza “el porvenir de la pareja”, pues no se trata de un futuro lejano o de un sueño, sino de lo fundamentalmente nuevo y común que une a la pareja y lanza su llamada y desafío a los miembros de la pareja una y otra vez. Pero esta fuerza no está sola, es completada por influencias procedentes de los orígenes y el pasado de cada uno de los miembros de la pareja, y también por la vocación de cada uno de ellos. Estas fuerzas, a su vez, pueden complementarse armoniosamente, pero también entrar en conflicto, con lo que la pareja se enfrenta siempre de nuevo al reto de volver a encontrar el equilibrio, lo cual se logra cuando el futuro común es capaz de reunir en su seno al resto de fuerzas. 117

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Campo de fuerzas de la pareja El porvenir de la pareja El porvenir de la mujer

El porvenir del hombre

Pasado personal de la mujer

Procedencia de la mujer

Pasado personal del hombre

Procedencia del hombre

118

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Al fundar una familia la vida vuelve a llenarse de vínculos. Como hombre y mujer ligan sus caminos en la vida, tienen que poder confiar el uno en el otro, pues todo lo que uno haga repercute inmediatamente en la vida del otro. En una relación igualitaria –y solo esta es una relación adulta– esto significa que ambos tienen que ponerse de acuerdo sobre cómo van a arreglarse, lo cual exige dos cosas: por una parte, dos personas capaces de percibir y comunicar sus necesidades; por otra, dos personas capaces de ver que los deseos y designios propios están limitados por la otra persona, y que por lo tanto habrá de esforzarse siempre por buscar y poner en práctica lo que vale para ambos. Tengo que poder aceptar al otro como a mí mismo, y a mí mismo como al otro. Estoy describiendo a una pareja moderna, una pareja de, al menos, el tercer nivel de conciencia. La pareja tradicional de la etapa 2 es una continuación de la tradición familiar, y la mayoría de las veces (de puertas afuera) de la tradición familiar del hombre. La mujer tenía que integrarse en la familia del hombre. El matrimonio, así, era una prolongación de lo antiguo, de los valores transmitidos por vía paterna y ampliados ahora a la mujer, la cual quizás podía ejercer alguna influencia, pero carecía de una posición propia, igual a la del varón. Y así no era necesaria la creación de algo nuevo. Tampoco se corría por ello el peligro de fracasar desde un punto de vista práctico. Y aunque desde el punto de vista de los hechos la familia tradicional también trae al ser algo nuevo, el o los hijos de la misma, en la etapa 2 aún no ha penetrado en la conciencia –y, por lo tanto, no forma parte del ordenamiento de la cotidianeidad de la relación– que se trate de algo común en lo que ambos participan por igual. A los hijos, sobre todo a los varones, se los consideraba hijos del padre. Pero esta es solo la cara externa del asunto. De hecho, en la sociedad tradicional el poder del hombre y la mujer está muy bien equilibrado. Se divide en dos ámbitos separados en los que el uno 119

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

y el otro, respectivamente, tienen la última palabra. Lo público es la esfera del varón –con lo que es suyo el poder formal e institucional. La esfera de la mujer es el ámbito privado –con lo que tiene el poder informal y emocional.1 En la etapa 3 ya no se acepta esto, pues las mujeres reivindican la igualdad formal de derechos. Pero deben pagar un alto precio por ella: permitir que los hombres ocupen en el interior de la familia –en lo tocante a la educación de los hijos, por ejemplo– y en la relación una posición igual a la suya. No es lo que ocurre en nuestros días: las mujeres renuncian a su poder sobre los hijos de tan mala gana como los hombres a su poder social. Solo cuando ambos se avengan a abandonar sus antiguas esferas de poder serán lo suficientemente maduros para establecer una relación realmente igualitaria y adulta, la que corresponde a la etapa 4. Tan pronto como nos embarcamos en una relación que nos compromete y tenemos hijos, nos plegamos nuevamente a algo que rebasa el propio horizonte, el propio plan, la voluntad propia. Se trata de algo que llega a mí desde fuera, desde la apertura de la vida, y a lo que yo asiento. Pues aunque la familia forme parte de los planes vitales de ambos miembros de la pareja, dichos planes 1. Ocurre así que algunas sociedades externamente patriarcales son de facto matriarcales. Por ejemplo, en el cantón suizo Appenzell, las mujeres rechazaron la introducción del derecho al voto hasta el final, en vista de que en unas elecciones modernas, donde el voto es secreto, habrían perdido el control sobre sus maridos. Aunque el derecho al voto estaba reservado a los varones, votaban públicamente, alzando sus dagas, mientras las mujeres asistían como espectadoras y estaban enteradas de lo que sus maridos habían votado. En una entrevista publicada en Der Spiegel a Petra Reski, experta en la mafia, la autora afirmaba: “He investigado mucho sobre las mujeres en la mafia y estoy segura de ello: El jefe no hace nada sin que lo sepa su mujer. (…) Italia es un matriarcado, y cuanto más al sur se desplaza uno, tanto más marcada es esta tendencia. (…) Una madre italiana domina a su hijo a través de su amor. Las madres lo deciden todo. Por eso la mafia no habría podido dar ni un paso sin las mujeres”. (Der Spiegel 49/2008, p. 192).

120

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

no son, sin embargo, perfectamente iguales. Y aunque hombre y mujer forjen el plan conjunto de tener dos hijos, en todo momento puede la vida servirnos algo distinto. Los miembros de la pareja se entregan al amor, en efecto, pues es el amor el que los ha unido, y si están dispuestos a confiar el uno en el otro, se entregan a ese amor. Y ciegamente, por cierto, pues nunca saben a dónde les conducirá ese amor. Sencillamente confían. La juventud –o, hablando en general: la etapa 3– nos aleja del antiguo todo (la familia de procedencia) y de sus normas y obligaciones para hacernos capaces de establecer un nuevo vínculo con alguien que procede de otra familia y otros valores, un vínculo que no se reduce a prolongar lo antiguo. La vida nos conduce hacia nuevos vínculos y grupos, hacia una nueva familia. Pero se da una diferencia fundamental: aunque la nueva familia vincula, ha sido libremente elegida, y en lo que respecta al otro miembro de la pareja, es una relación entre iguales. La libertad, sin embargo, queda limitada. No solo encuentra sus límites en la pareja, los encuentra, sobre todo, en el amor que une a sus miembros. El amor se sustrae enteramente a nuestros planes y deseos, viene al ser por sí mismo, y también puede desaparecer por sus propios medios. Entregándonos al amor nos volvemos a vincular –no obstante la libertad de elegir de la que disfrutamos–. Y, sobre todo, nos vinculamos a algo más grande que nosotros mismos y que nos proporciona satisfacción interior. Estadio de conciencia 4: Conciencia de estar unido (la inteligencia del corazón) ¿Es el amor como un río que inunda los campos? ¿Es como un fuego que arde en tu alma? ¿Es el amor como un hambre eternamente insaciable? Créeme, el amor es una flor que crece dentro de ti. 121

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Quien no se atreve a abrir su corazón nunca sabrá lo que es la alegría, quien teme crecer, no obtendrá nada de la vida, quien nunca se entrega de verdad, ya se ha despedido del amor, quien ve en la muerte a un enemigo, nunca será amigo de la vida. Hay noches que parecen eternas, algunos caminos parecen infinitamente largos, a veces parece que la canción del amor solo suena para los bienaventurados. Pero piensa que en primavera, tras la larga noche del invierno, cada rosa, cada flor, crece en todo su esplendor. Bette Midler, “The Rose” Al igual que en la vida, en el nivel 4 la conciencia vuelve al todo. Tras conocer la fusión en el ello, la convivencia en el nosotros y el aislamiento en el yo, puede ahora percibir en el otro a un tú y acercarse a él de un modo distinto, para formar un nuevo nosotros. Este yo no se basa en la tradición y en las obligaciones, sino en la comprensión, la confianza y el amor. A diferencia de lo que ocurre en la etapa 2, la conciencia de la fase 3 permite que los demás sean como son. Ya no se trata de la obligatoria vinculación con aquello de lo que procedemos, con algo conocido, pues; se trata, como ocurre en la vida, de un vínculo libre con algo nuevo, desconocido. En la vida eso desconocido es un hombre o una mujer que sale a nuestro encuentro. En el nivel de la conciencia, es el futuro que viene hacia nosotros. 122

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Hasta la etapa 3, el todo era idéntico al origen, a aquello de lo que venimos (los dioses, los antepasados, después el Dios único o cualquier otra representación del origen y, derivado de él, la tradición y la familia). A partir del nivel 4, el todo se convierte en telos, en fin o, mejor dicho: en el destino al que salimos al encuentro o que nos sale al encuentro. Este nuevo todo no tiene nada que ver con el antiguo, es completamente nuevo. No procede del pasado, sino que es nuestro futuro, y lejos está de ser una prolongación del pasado, pues procede de lo desconocido. No caminamos hacia atrás, a los brazos de la familia, por ejemplo, o de la Madre Iglesia, o de cualquier otro grupo que nos proporcione protección, sino hacia delante, en dirección a un todo abierto, desconocido, y que solo cobra forma a través de nuestra entrega a él. El tiempo, o la espontánea llegada del futuro Deseo intercalar aquí una breve explicación ordenaba a la recta intelección del futuro (o del tiempo). Nuestro concepto del tiempo en general y del futuro en particular es producto de una larga historia. Lo que hoy en día nos parece evidente no lo era en el pasado. En los estadios tempranos del nivel 2 no hay noción de futuro. La vida es circular, una repetición del movimiento circular de las estaciones. La idea de un tiempo lineal, esto es, de despliegue a lo largo de una línea que conduce desde el pasado a un tiempo diferente, un tiempo por delante de nosotros al que llamamos futuro, se va formando paulatinamente a lo largo de (los estadios tardíos de) la etapa 2. De ahí que antes no se conocieran cosas tales como previsiones para el próximo año o planificaciones de las próximas décadas –y que sigan resultando tremendamente difíciles para las gentes de regiones no entera123

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

mente civilizadas de África, Sudamérica y Asia-Oceanía. En Europa, la mirada hacia el futuro no apareció hasta la modernidad, y está ligada al afán de no perder el tren de la industrialización y el capitalismo. En la conciencia mitológica de los estadios tempranos de la etapa 2 se reconoce, ciertamente, la existencia de cambios repentinos cuya consecuencia es la introducción de algo nuevo, pero se conceptúa como un asalto externo al curso, en sí mismo circular y repetitivo, del tiempo, como un castigo o capricho de los dioses (o de los antepasados), por ejemplo. De ahí que hubiera que apaciguar a los dioses para que las cosas volvieran a su cauce. También después, hasta en nuestros días en realidad, se conceptúan a veces ciertos acontecimientos repentinos, como enfermedades, golpes del destino a proyectos personales, catástrofes naturales, epidemias y hasta guerras, como castigos de los dioses o del dios único. Recuerdo muy bien que a mediados de los años ochenta la aparición del SIDA era seriamente presentada en círculos eclesiásticos como un castigo divino. En los grandes círculos protestantes fundamentalistas de América, así como entre tradicionalistas católicos afines al Opus Dei, continúa sosteniéndose y predicándose esta tesis, y ciertos esotéricos no se les quedan a la zaga. También el concepto de “sano sentir del pueblo” enraíza fuertemente en este modo de ver las cosas. Aquí se mezcla la interpretación mitológica de asaltos repentinos con la concepción lineal del tiempo que apareció mucho después. En la concepción lineal del tiempo, el futuro es una consecuencia del pasado, resulta de él. Si hoy ocurre algo, debe de tener su causa en el pasado. Y cuando pensamos mirando hacia delante, el futuro es un efecto del presente. Todos las predicciones se basan 124

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

en esto.2 Solo muy recientemente, los estudios sobre el caos y la teoría cuántica han aportado pruebas científicas de que hay acontecimientos que no guardan esa relación con el pasado. Hay, pues, un tiempo futuro que no consiste en una prolongación del pasado, sino que se aproxima de frente a nosotros. Que por regla general veamos en ese futuro que se aproxima una suerte de asalto, una brusca incursión en el cauce habitual de las cosas que, en el fondo, no debería tener lugar, muestra que nuestro pensamiento y sensibilidad aún se mueven en la concepción lineal del tiempo. En el nivel 4 desarrollamos una nueva percepción del tiempo que nos sensibiliza para ese otro futuro. Surge con total independencia del conocimiento científico. Se trata de un crecimiento espiritual que discurre simultáneamente en diversos planos. Con todo, es significativo que esta apertura también se dé en el campo de las ciencias naturales teóricas y experimentales. Este otro futuro es algo por venir, algo que llega por sí mismo, desde una dimensión completamente diferente a la del pasado. Llamo a esta dimensión “lo desconocido”. Conocemos ese futuro como vocación, como la idea de algo que se aproxima a nosotros, pero también como la repentina aparición de un saber que aparente2. El economista Massim Nicholas Taleb explica cómo es que pueden revelarse sistemáticamente falsos pese a que se los tenía por ciertos con su teoría del pavo, que se hizo célebre con ocasión de la crisis económica mundial del 2008 (El cisne negro, 2008). El pavo americano es alimentado, abrigado y cuidado durante 1000 días. Cuanto más dura su vida más confía en los seres humanos que lo alimentan día tras día. Según su experiencia, las cosas siempre han sido así, y su pronóstico para el futuro no puede ser sino que será así para siempre. Pero cuando llega el día 1000, directamente después del día de Acción de Gracias, el mismo ser humano que siempre lo había cuidado le corta la cabeza. Es solo uno de los muchos ejemplos con los que Taleb ilustra que el hecho de que el futuro sea igual que el pasado vale hasta que ocurre algo imprevisible. La llegada de estos acontecimientos improbables, aunque no es predecible, es más que probable: ocurrirán en algún momento y echarán todo por tierra.

125

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

mente carece de fundamento. La mayoría de la gente no da ninguna importancia a estas pequeñas revelaciones, y las olvidan rápidamente porque su conciencia carece de lugar para ellas. Pero cuando ese espacio comienza a crecer, lo hace también la percepción de este aspecto del futuro, y uno recuerda que siempre estuvo ahí, si bien pasó más o menos desapercibido. Experimenté uno de los primeros y más trascendentales anuncios de un futuro completamente inesperado a la edad de 33 años. Dirigía a la sazón un gran proyecto de investigación en la Universidad de Bonn. Como una de mis hermanas pequeñas había practicado la meditación en el centro Bhagwan de Colonia (hoy Centro Osho), yo había cogido de la biblioteca un librito sobre las llamadas “nuevas religiones”. Por aquel entonces, 1981/82, los sanniasin estaban en boca de todos. Pasaba por ser la más atractiva y, en consecuencia, peligrosa religión o secta para adolescentes, y su maestro, Bhagwan Shree Rajneesh, más tarde Osho, por el más perfecto ejemplo de gurú. Desde que el reportero Jörg Andrees Elten había visitado el ashram de la ciudad india de Poona por encargo de la revista Stern para después quedarse allí y romper su relación con Stern, raro era el día en que no hubiera titulares sobre Osho; el último, un especial de la revista Spiegel en varias entregas. El asunto no había despertado mi interés. La única razón por la que leía en ese momento sobre el tema era que no quería ver a mi hermana pequeña atrapada en las redes de una secta y deseaba informarme antes de hablar con ella detenidamente. De ahí que mi secretaria se quedara muy sorprendida al entrar en el despacho y verme leyendo “un libro sobre sectas”. “¿Te interesa Bhagwan?”, me preguntó incrédula. “Hasta ahora, no. Pero esto que estoy leyendo suena muy interesante y despierta mi curiosidad, a decir verdad”, le respondí. “Si quieres, te traigo mañana un libro apasionante sobre él”. “Estupendo”. 126

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

A la mañana siguiente estaba Ganz entspannt im Hier und Jetzt, de Swami Satyanada, también conocido por Jörg Andrees Elten, sobre mi mesa de trabajo. El texto de cubierta decía que Elten, tras entrevistar como reportero jefe de Stern al primer ministro indio, había hecho una escapada a Poona para ver por qué tantos alemanes jóvenes e inteligentes se habían trasladado allí para hablar con el gurú. Pese a su profundo escepticismo inicial, experimentó poco después de su llegada una suerte de “visión paulina”. Vio en Osho a un Jesús o Buda de nuestro tiempo, y en la comuna un experimento fascinante que podría traer al mundo un nuevo hombre, a la par que una nueva sociedad, religiosa e ilustrada al mismo tiempo. Se despidió de Stern y permaneció en Poona. El libro era el diario de su primer año allí, en el ashram de Poona. Como Elten era un conocido periodista político y yo politólogo, la historia me fascinó, y tenía muchas ganas de leer el libro. Al poco noté que no podía concentrarme en mi trabajo, y al mediodía me subió la fiebre y me marché a casa. Naturalmente, me llevé conmigo el libro de Elten. Al llegar a casa me tumbé en la cama y comencé a leer. Ya no recuerdo cuántas páginas leí de una tacada, pero tras leer las primeras citas largas originales de Osho tuve que apartar el libro. Y supe: esto jamás me abandonará. Estas líneas van a cambiar completamente mi vida; no: la han cambiado, ya. Nunca antes había vivido algo semejante. Había leído mucho, reflexionado sobre muchas cosas y comparado lo nuevo con mis conocimientos anteriores, pero que leer unas cuantas líneas me impactara tanto como para decir: “¡Eso es! ¡Esta es la verdad!” era algo que jamás antes me había ocurrido, ni remotamente. Y así había sido. Supe que aquello era la verdad. Era fascinante, y a la par aterrador. Porque si era la verdad, ya no podría sustraerme a ella. ¡Y estaba fuera de toda duda que era la 127

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

verdad! La fiebre, por cierto, desapareció al cabo de unas horas –algo completamente inhabitual en mí. Solo la había necesitado para irme en seguida a casa y poder leer el libro. Hoy sé que aquella tarde el futuro entró en contacto con mi vida. Un par de cosas me habían preparado para ello –una repentina dolencia y la subsiguiente terapia homeopática, que desembocó en un curso de yoga–, pero aquello no había tenido que ver con mi interés consciente por preguntas de espiritualidad, menos aún con un maestro espiritual. Y además todo aquello había desaparecido de mi conciencia. No había nada en mi vida –tampoco en mi pasado– que señalara en aquella dirección. Osho, que un año después se convirtió en mi maestro y lo fue durante 15 años más, llegó a mi vida desde el futuro de un modo completamente inesperado. Más adelante me di cuenta de que ya antes me habían ocurrido cosas parecidas sin que me apercibiera de ellas, y hoy descubro también el incausado anuncio del futuro en las pequeñas cosas. Por aquel entonces, sin embargo, esto era completamente nuevo para mí; era la primera vez que lo experimentaba conscientemente. Actualidad En el nivel 4 surge un nuevo paradigma. Ese es el nombre que recibe en la teoría de la ciencia el marco fundamental desde el que uno ve y entiende los datos del mundo. Comenzamos a ver y reconocer que somos partes de un todo, que el movimiento propio del mundo –y con ello también el nuestro, el de nuestra voluntad y conducta– no parte de nosotros, sino de ese todo. Que también nosotros somos movidos, y que en ese “ser movidos” también somos dirigidos, sostenidos y protegidos. Obsérvese bien: comenzamos a ver estas cosas. Solo en las siguientes etapas alcanzamos a penetrarlo hasta el final y sentirnos ahí en casa. 128

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

En el nivel 3 la conciencia ha perdido el contacto con el todo. Uno se ve y siente solo en un mundo en el fondo ajeno, extraño, al que, como afirman los existencialistas, hemos “sido arrojados”, y en el que uno tiene que arreglárselas de alguna manera hasta que muere, acontecimiento que carece de sentido, al igual que haber nacido. Pero esta pérdida del todo y del sentido que de él procede se experimenta como pérdida solo en la medida en que nos mantenemos en la idea del yo autónomo. La tercera etapa es por esencia un paso, una transición, que solo tiene sentido en tanto en cuanto nos conduce a la siguiente etapa, a un nuevo todo. Por eso es necesaria, al igual que es necesaria la juventud para llegar a la edad adulta. El joven debe abandonar a su familia y orientarse y tomar decisiones por sí mismo para formar al final una nueva familia, una familia al que él mismo da forma; de la misma manera, la conciencia tiene que liberarse de los dogmas de la tradición y el pasado y aislarse para darse cuenta de que hay un todo que está ante nosotros, que el futuro se aproxima a nosotros en todo momento desde ese todo, y que, en consecuencia, siempre formamos parte de ese todo desconocido e incausado. Sin recorrer la transición que representa el nivel 3, sin desarrollo del ego, el acceso a este conocimiento es imposible. Se lo identificaría con la antigua representación del todo característica de las etapas 1 y 2. Solo desde una completa distancia con ella nos es posible descubrir la otredad del nuevo todo. Y solo el completo despliegue del yo hace posible que veamos en el otro a un tú (el yo en los otros), al igual que solo la total separación de la madre hace posible que el varón vea de verdad a su mujer –y no proyecte sobre ella a la madre. Aún más: el yo ha de ser visto y afirmado para que uno pueda afirmar enteramente el yo en el otro, esto es, al tú. Por eso es tan importante la etapa 3 aunque, 129

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

en sí misma considerada, desemboque interiormente en un gran sinsentido y exteriormente en un mundo de egos que se multiplica como un cáncer. El yo tiene que ser afirmado, al igual que debe estar dispuesto a mirar allende sí mismo. Y semejante disposición nace de la afirmación. Si se niega al yo, se lo empequeñece, esconde o convierte en el enemigo a batir lo controlará todo desde su escondrijo. Solo la afirmación del yo procura la relajación que es necesaria para alzar la mirada y contemplar los espacios interiores que existen allende el yo. Un yo maduro en el sentido indicado puede decir: me doy a ti tal y como soy, como tu marido, y te tomo por esposa tal y como eres. Con ello entra en la etapa 4, en una relación madura que deja atrás las pretensiones del niño y el no querer comprometerse de la juventud. Y más allá de la relación de pareja, desde aquí uno puede percibir el mundo como lo otro, que nos invita a entrar en lo que nunca ha sido, en eso completamente desconocido que es la existencia según su esencia. El futuro del que hablo aquí no se halla sobre la línea del tiempo lineal, no es algo que vaya a suceder mañana, o el año que viene, antes o después sobre esa línea. El futuro que viene al ser estaba ya ahí. Es el futuro porque todavía no se ha realizado, no se ha manifestado, pero ya está ahí; es lo que en cualquier momento puede llamar a nuestra puerta, lo que siempre ha estado ya a nuestro alrededor y en nuestro interior; es siempre, aquí y ahora. Con la percepción de este por venir, nuestra mirada y nuestro orientarnos en general desplazan la atención desde la orientación futuro-pasado lineal hacia la actualidad, desde el pensar y obrar causal hacia la espontánea aceptación de la novedad incausada que en cada caso se actualiza y quiere entrar en el mundo. 130

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Duda y confianza Vida deliciosa En el camino que tantos han olvidado vuelvo a recordar lo que en realidad cuenta. Busca con la mirada la estrella que te guía y lo que tu alma desea de verdad. No hay nada que me ligue al pasado ni a lo que quizás estaba bien ayer. El mañana será mañana, el ayer, ayer fue, solo el ahora es real, solo el ahora es verdad. Me depare lo que me depare el futuro, la vida me llama ahora, en este momento. Aún sin conocerlo me siento seguro, y esa confianza es lo que me sostiene. Vida deliciosa, disfruta del momento, y como el pájaro matutino, saluda la luz del firmamento. John Denver, “Sweet Surrender”

La conciencia del yo proyecta sus miedos sobre la siguiente etapa –si es que admite la posibilidad de su existencia. Su gran temor es perder la independencia que acaba de ganar. En cierto sentido tiene razón, en otro está completamente equivocado. Uno solo pierde la parte negativa, la soledad y la falta de sentido, y lo gana todo, el amor, sobre todo. En la cuarta etapa, la conciencia comienza a contemplar a los otros seres humanos y al conjunto de la creación con los ojos del amor. En cambio, debemos dejar atrás aspectos centrales de la etapa 3, en concreto la duda, el control y el poder. No porque sean en sí mismos malos y rechazables, sino porque ya han cumplido su fun131

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

ción. La duda nos ha ayudado a cuestionar ideas tradicionales y modos de conducta basados en ellas, a comprender su falsedad y a no dar por bueno sino lo que no se muestra a nosotros mismos como verdadero. Por ello es y siempre será importante. Ya de niño me resultaba imposible comprender por qué en la Biblia sale tan mal parado “Tomás el incrédulo”. Que demandara ver las heridas de Jesús revelaba en él, a mis ojos, un entendimiento despierto y un sano escepticismo. Y sigo viéndolo así. Si cuando Jesús le enseñó las heridas hubiera insistido, diciendo: No puede ser, es científicamente imposible, tiene que tratarse de un engaño (así argumentan hoy, por ejemplo, los críticos del trabajo con constelaciones) habría dejado de ser la suya una duda sana, para pasar a ser dogmatismo. La duda sana está dispuesta a dejarse instruir por algo mejor, está abierta a nuevas experiencias y solo duda hasta que ve o conoce. Lo último requiere algo más que la sola duda, a saber: la disposición a tener algo por posible. Y en ella ya hay una chispa de confianza. La duda sola puede destruir, sobre ella no puede edificarse nada. Dicho de otra manera: no puede ofrecernos nada positivo, nada que alimente –ni a nuestro espíritu, ni a nuestra alma, ni a nuestro corazón. Lo mismo ocurre con el control y el poder: puede que nos protejan aquí o allá, pero también nos separan de todo y nos dejan solos. Si queremos amar, tenemos que superar la duda, el poder y el control. Un corazón abierto y confianza ocupan su lugar. Superarlos no quiere decir rechazarlos. Significa más bien dejarlos ahí donde son útiles y seguir avanzando. Si salimos al encuentro de un hombre en el amor, por ejemplo, y comenzamos con él una relación amorosa, la duda, el poder y el control tienen que quedar atrás. No pintan nada en la relación, en ella solo tienen un efecto destructivo. Pero pueden ser muy importantes para proteger la relación. Para ellos tenemos que ponerlos al servicio del amor. 132

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Amor como camino de conocimiento – La inteligencia del corazón En la cuarta etapa de la conciencia, con todo, no se trata del amor a una persona, sino de un pensar, sentir y obrar que, en general, se basa en el amor y la confianza; de un corazón abierto, no solo para el amado o la amada, sino para la totalidad de la existencia. El físico y estudioso de la conciencia americano Arthur Zajonc habla incluso del “camino del conocimiento del amor” (Epistemology of Love). Al hacerlo se apoya en Johann Wolfgang von Goethe, sobre cuya teoría de los colores y filosofía del conocimiento se doctoró. Goethe afirmaba que solo podemos comprender de verdad lo que amamos. Solo cuando amamos algo, este se nos abre y nos muestra su verdad. En el caso de los seres humanos es completamente cierto: Solo cuando nos sentimos amados nos abrimos y mostramos nuestro interior. Pero Goethe va más allá, habla de la naturaleza toda, de la totalidad de la existencia. En Máximas y reflexiones escribe: “Hay una dulce empeiria, que se hace íntimamente idéntica al objeto y se torna así en verdadera teoría”.3 “Dulce empeiria”, qué maravilloso concepto. ¿Puede uno imaginarse a los científicos lidiando dulcemente con sus objetos? Y “hacerse íntimamente idéntico”: Justo lo contrario de la distancia y objetividad que exige la ciencia empírica (etapa 3 de la conciencia). El físico Zajons lo dice claramente en una conferencia sobre la relación entre el amor y el conocimiento: “A un científico de la naturaleza le parece un monstruoso atentado contra la etiqueta poner en relación el conocimiento con el amor”. Si, pese a ello, lo hace, no es con el fin de complementar las adquisiciones intelectuales con buenas obras, sino de mostrar que “el conocimiento mismo quedará incompleto y deformado tanto 3. A. Zajonc, “Was können wir erkennen? Erkenntnis zwischen Wissenschaft und Spiritualität”, en Praxis der Systemaufstellung 1/2008.

133

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

tiempo como no sustituyamos la epistemología de la separación por la epistemología del amor”.4 La cita de Goethe continúa: “Pero este incremento de la capacidad espiritual corresponde a una época altamente instruida”. ¿Habla Goethe de la cuarta etapa? Es evidente que no consideraba a su época lo suficientemente madura. Se hallaba plenamente en la segunda etapa de la conciencia, pese a que algunos grandes espíritus la trascendían. E incluso estos, como el Geheimrat Goethe, estaban ampliamente marcados en sus relaciones personales, su sentir y actuar por la conciencia tradicional. Me parece, con todo, altamente interesante que Goethe no presente el amor por el objeto de conocimiento y la intimidad con él como una forma de sentimentalismo, como algo que “sale de las entrañas”, sino como el resultado de una instrucción superior, como una capacidad espiritual que supera la intelectual-distante. El amor que es capaz de conocer corresponde para Goethe a una etapa de desarrollo de la instrucción superior y no un mero sentimiento: es una capacidad perceptiva potenciada, ampliada, la capacidad de ver con el corazón. Surge de aquí la idea de una nueva clase de inteligencia: la inteligencia del corazón. Es evidente que Goethe, pese a carecer de este concepto, pensó en una evolución de la conciencia que a su debido tiempo se elevaría al nivel de esta nueva inteligencia. ¿Ha llegado ahora el momento? Quizás no realmente, no en sentido amplio. Pero existen prometedores indicios. Para la evolución de la conciencia 200 años no son nada, aunque parezca que mediante una aceleración enorme, elevada a potencia, de los tiempos, pudiera también la conciencia desarrollarse más rápidamen4. A. Zajonc, “Cognitive-Affective Connections in Teaching and Learning: The Relationship Between Love and Knowledge”, en Journal of Cognitive Effective Learning, 3 (1) otoño, 2006.

134

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

te. No, el centro de nuestra sociedad se halla plenamente en la conciencia del yo, en lo emocional, incluso a menudo en la conciencia de grupo. Lo que a través de los medios de comunicación y gran parte de la literatura, también de la “alta” literatura y el arte, se nos vende como amor y lo que impera en la mayoría de las relaciones, sigue siendo el amor infantil de la etapa 2 o, en el mejor de los casos, de la conciencia adolescente. No tiene nada que ver con el amor del que se trata aquí, en la cuarta etapa. La conciencia moderna, además, tiene que luchar contra elementos de la conciencia tradicional introducidos desde fuera (por emigración de regiones más atrasadas) especialmente con muchos musulmanes, así como contra los conservadores de la propia cultura, los cuales encuentran una solución al dilema de la modernidad en la vuelta a valores y tradiciones antiguas, pese a que ellos mismos tampoco pueden vivirlas. Con todo, por entre medias de estas transiciones truncadas y de este confuso entreveramiento de niveles, comienza a desarrollarse la conciencia de la etapa 4. Que un físico como Zajonc, que enseña en un célebre College (Amherst) de Nueva York, pronuncie en Universidades conferencias y organice cursos oficiales sobre el amor como vía de conocimiento muestra a las claras que la conciencia ha alcanzado el nivel 4. También C. Otto Scharmer, formador de ejecutivos y docente en el Massachusetts Institute of Technology en Cambridge, entrena a ejecutivos de consorcios internacionales así como a iniciativas ciudadanas en la capacidad de percibir con el corazón. Open Mind – Open Heart – Open Will (mente abierta – corazón abierto – voluntad abierta) reza su triple paso para una buena toma de decisiones. Lo que debe resultar de ellas es que sus contenidos no estén dominados por el pasado sino –en la línea de lo que antes he presentado como característico del nivel 4– que lo que quiere venir al ser desde el futuro sea visto y puesto en práctica. Y así el subtítulo de su libro reza: “Dirigir desde el futuro que llega”. Scharmer lla135

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

ma a este proceso “presencing”, una combinación de los conceptos presence (presente) y sensing (sentir, percibir).5 Por el momento, personas como Scharmer y Zajonc representan casos aislados de la élite académica y otros grandes centros de decisión –amén de estos, hay muchos más–, pero están ahí. Habrá de pasar mucho tiempo, que duda cabe, para que una parte cuantitativamente significativa de la sociedad se sienta en casa en la etapa 4, pero algunos ya están en camino. Vulnerabilidad y fragilidad El nivel 4, no obstante, comporta algo que en la Teoría U de Otto Schamer apenas se considera: una apertura del corazón que inicialmente se experimenta como fragilidad y vulnerabilidad. Al fin y al cabo, uno se entrega a algo que no conoce y de lo cual ignora qué va a depararle. Uno deja de tener “la sartén por el mango”. Y este es el gran escollo que disuade a muchos. Desde la perspectiva de la conciencia del yo, el camino del corazón aparece como un camino marcado por una gran vulnerabilidad y, por ello, repleto de riesgos. Y no debe olvidarse que vías de conocimiento y decisión como la “dulce empeiria” o el “Open Mind – Open Heart – Open Will” de Scharmer no son técnicas que uno pueda aprender y aplicar cuando le venga en gana. El camino del corazón es una opción vital, ha de ser vivido, y siempre de nuevo, por añadidura. Para salir al encuentro del otro con el corazón realmente abierto y sin reservas, tenemos que superar la desconfianza y nuestro miedo a que nos hagan daño interiormente. Y esto se aplica especialmente al plano emocional. En el plano espiritual ya no tenemos ese miedo, aún poderoso en el nivel 2. Pero esto se debe únicamente a que en la tercera etapa lo emocional se disocia 5. Otto C. Scharmer, Theorie U. Von der entstehender Zukunft her führen, Heidelberg, 2009.

136

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

de lo espiritual. En cuanto algo nos afecta a nivel emocional, nos retiramos a un refugio interior que nos separa de los demás y, amén de esto, del mundo en general. Por eso surge en el nivel 3, o en el tránsito del 2 al 3, la esfera de la intimidad, en la que uno se abre y debe poder relacionarse con el otro con el corazón abierto. Para la conciencia del yo, la apertura del corazón solo es posible en ese ámbito protegido que es la “esfera de la intimidad”, y no en el encuentro con los seres humanos en general. Y aún allí está ligada a severas condiciones, por ejemplo, a una fidelidad sexual incondicional. Vulnerarla pasa por ser un decepción de la confianza puesta en el otro, y la conciencia del yo ya no es capaz de abrirse. Puede intentar pasarlo por alto y hacer como si no fuera tan importante –así se veía el asunto cuando se propagaba el “amor libre” en los años sesenta y setenta–; peso a ello, el corazón se cierra en estos casos, y el amor se convierte en una forma de consumo. Y esto vale especialmente, desde luego, para la continua abolición de la intimidad asociable a Internet y los realtyshows de la televisión, en los que las relaciones personales adquieren enteramente el carácter de mercancías. Confiar de verdad y abrirse al amor tanto en la intimidad como más allá de ella cuando el otro o los otros no se atienen a reglas que yo mismo o la tradición les ha impuesto, requiere una gran ampliación de la conciencia, elevarse al siguiente nivel. Aunque en el nivel 4 no se corre el peligro real de ser herido, uno no se da cuenta de ello hasta que uno se ha entregado a esa apertura. Lo que la conciencia del yo vive como una herida a la que sigue una retirada se torna aquí en un estímulo para seguir abriéndose y crecer. Este estímulo puede ser doloroso en algunas ocasiones, pero es el dolor asociado a mudar la piel. Como en el umbral que da paso a la nueva etapa nos vemos confrontados con nuestros miedos –y no solo con los miedos personales asociados a la infancia, sino con miedos sistémicos procedentes de nuestra familia y de 137

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

nuestra cultura–, muchas personas necesitan apoyo para dar el paso. Tenemos que penetrar la irrealidad de nuestros miedos, así como nuestra profunda identificación con ellos, la culpa que experimentamos al dejar atrás el pasado para seguir la llamada de la vida y gozar de la liberación y la paz interior que experimentamos cuando al fin nos atrevemos a dar ese paso. A mis ojos, prestar apoyo a estos profundos procesos anímicos, así como a la clarificación y fortalecimiento del yo, que sigue siendo importante para muchos, constituye la más importante función de la terapia en nuestros días. En la terapia no se trata tanto de reparación de trastornos como de una nueva forma de iniciación en la que se nos ayuda a cruzar el umbral que nos adentra en el propio corazón. Para ello tenemos que contemplar la realidad más profundamente de lo que estamos acostumbrados. Hace un tiempo tuve un extraño sueño: soñé con una palabra en griego antiguo. En el sueño vi o simplemente escuché esa palabra, y me desperté. Igualmente extraño fue que después de despertarme supe inmediatamente cuál era el significado en alemán de aquella palabra. Sí, estudié griego durante el bachillerato, pero hace cuarenta años, y salvo por que a veces sé de qué deriva esta o aquella palabra extranjera, lo he olvidado por completo. Y no recuerdo haber oído o leído aquella palabra –thaumazein– con posterioridad a mis años de estudio en el colegio. En alemán significa asombrarse, estar asombrado. Desde que reflexiono y escribo sobre la cuarta etapa no se me va de la cabeza. Thaumazein, asombrarse, describe con exactitud el sentimiento que se tiene ante la vida en el nivel 4. Tan pronto como uno brinda un corazón abierto a la vida, la vida misma se abre y le muestra a uno cada vez más cosas de su interior. Uno se da cuenta de que antes no veía más que su lado externo y se halla admirado en un mundo que creía conocer y del que sin embargo no conocía nada en absoluto. 138

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Del vivenciar al compartir, del aislamiento a la unión solidaria Cuando uno se siente en casa en el corazón, coleccionar vivencias se torna secundario. En el corazón impera una alegría natural que, o bien se comparte con los demás, o se disfruta en silencio. No es desbordante, ni escandalosa, ni agitada, es un sentimiento constante y apacible. Está emparentado con la satisfacción de la segunda etapa, pero es muy diferente. No procede de lo antiguo, no está asociado a que las cosas sigan siendo como siempre han sido, sino que se vuelve hacia lo nuevo, hacia la apertura de la vida y el cambio. De ahí que no quede alterada, como la satisfacción de la segunda etapa, por los cambios repentinos. Se alimenta más bien del descubrimiento de un mundo nuevo, de la perspectiva ganada sobre todas las cosas. Por eso no necesita cosas (vivencias) especiales. No es que uno ya no quiera vivir nada más y que ya no sienta curiosidad por lo nuevo. Ocurre más bien que lo nuevo siempre está ahí, por que uno lo ve todo bajo una nueva luz. Y lo que uno ve por encima de todo es que está solidariamente unido. No solo, no separado, no aislado; pero tampoco obligado, sujeto, atado, sino unido. La experiencia de la unidad solidaria presupone la experiencia de la separación y el aislamiento, esto es, el desarrollo de la etapa 3. Solo quien puede estar solo puede también estar solidariamente unido. En la etapa 3 aún no se desarrolla la verdadera experiencia del estar solo, pero sí representa un paso previo. Cuando me siento aislado, me siento solo, pero “solo” en el sentido de separado y con ello, al final, también en soledad. Se trata, pues, de una experiencia dolorosa. Ahora bien: cuando miro de frente el hecho de la soledad y la apruebo, el dolor se convierte en una cierta calma. Esta no es la experiencia profunda de la soledad. No surge hasta la sexta etapa, y en ella soy a la par uno con todo lo que es. La solidaridad del corazón 139

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

que aparece en la cuarta fase es el primer paso hacia allí, tras haber sido progresivamente alejados del todo en las etapas 2 y 3. Solo pueden estar unidos los que se han experimentado como individuos, de lo contrario no se trata de unidad solidaria sino de mezcla. Dicho de otra manera: quien llega al corazón sin haber pasado por la conciencia del yo, experimentará la unión como un niño, como una suerte de vínculo familiar. Le faltará la experiencia y la capacidad de estar solo, por lo que tenderá en las relaciones a la codependencia, esto es, aunque se perciba a sí mismo amando, su amor depende de que el otro lo ame o lo mantenga atrapado en su amor. Por mucho que este amor se sienta en el fondo del corazón, es en el fondo un amor inmaduro. En los lazos maduros del corazón, tanto yo como el otro (o los otros) somos libres, porque uno también podría estar solo. Yo – Tú – Uno mismo He descrito el camino que va de la etapa 2 a la 3 como la transición del nosotros al yo. La etapa 3 se entusiasma al comienzo con el yo, y en su transcurso el yo se apodera cada vez más de ella. Curiosamente, apenas hay alguien que lo apoye abiertamente. El yo siempre se esconde más o menos avergonzado, por ejemplo, tras buenas (no egoístas) intenciones, supuestas necesidades objetivas, etc. También tras el esfuerzo por trascenderlo. Y esto ocurre por una buena razón: el yo solo puede triunfar ocultándose. Tan pronto como sale a la luz, desnudo, todos lo señalan con el dedo. Pero en ese momento le queda a uno especialmente claro que el yo no tiene sustancia, que es solo apariencia. Puede comprobarlo con un sencillo ejercicio. Colóquese frente a cualquier persona, mírela a los ojos y diga (sin apartar la mirada): “Soy independiente. No necesito a nadie. Me basto enteramente a mí mismo”. Notará que esto no se sostiene. No es verdad, sencillamente. 140

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Pero también está, por otro lado, el intenso y esencialmente correcto sentimiento de que soy diferente a los demás, de que existo como una criatura independiente, no idéntica a ninguna otra criatura. Cuando digo “yo” en este otro sentido y lo acepto enteramente, se produce un cambio esencial: me doy cuenta de inmediato de que los demás también son yoes, de que también son diferentes y especiales. Decir yo con aprobación plena de uno mismo, tal y como uno es, no separa, al contrario, une. Me mueve a aceptar a los demás en tanto que otros yoes, y mediante esta aceptación se crean múltiples lazos. En el sí al propio yo me solidarizo conmigo mismo, con mi historia, mi procedencia, y con todo lo que ha hecho que sea lo que “yo” soy; a la par veo también que los demás deben ser como son, y así me reconcilio con ellos y acepto que son diferentes. Cuando afirmo pues, en este sentido, completamente al “yo”, el yo pierde su peculiaridad, su presuntuosidad, y también su soledad. Yo y tú se hallan en el mismo plano, tienen la misma validez, y así el yo deja de ser importante. El sentimiento del yo cede en favor del sentimiento de uno mismo, en el que también nos percibimos como un sujeto, pero un sujeto en medio de otros sujetos con los que en el fondo se siente unido. Para verterlo en una imagen: la isla deja de verse y sentirse como una isla solitaria rodeada de mar, y ahora se ve a sí misma como una de las muchas cimas de una cordillera submarina cuyas partes visibles (conscientes) se elevan por encima del agua y pueden ver desde allí a las otras cimas visibles de la misma cordillera. Estar solo y aislado (isla) y ser uno (cordillera) coexisten, y hacen posible la experiencia de la unidad solidaria. La unidad solidaria engendra un nuevo sentimiento del nosotros, diferente al de la etapa 2. “Nosotros” ya no equivale al grupo, que está unido porque comparte unos valores, propósitos, el mismo color de piel y cosas semejantes, sino que “nosotros” nos 141

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

hemos dado cuenta de que somos distintos rostros de lo mismo –individuales y diferentes, pero partes del mismo todo. Por eso se crea un vínculo del corazón que no percibe el hecho de ser diferente como motivo de separación. Este nosotros ya no funda ningún grupo, sino fluidez en los lazos. En el nivel 4, el colectivo ha dejado de existir. Deseos, elecciones, estar de acuerdo En el nivel 4 se desarrolla la conciencia de que, en la vida, no se tiene elección. Esto parece entrar en contradicción frontal con lo que se ha aprendido trabajosamente en la etapa 3: que uno es libre y responsable de todo. En realidad, ambas cosas son verdaderas. En la etapa 4 se desarrolla una nueva clase de libertad y una nueva clase, más abarcadora, de responsabilidad. La libertad del nivel 3 insiste en que me desprenda de tradiciones dadas, en que cuestione las respuestas dadas y vea por mí mismo qué es verdadero, en que actúe en base a lo que veo por mí mismo y creo. Es una libertad que separa, que, al final, deja a cada uno solo. La libertad de la etapa 4 es diferente. Reconoce que no hay nada que decidir; sigue al corazón, sencillamente; en el corazón estamos unidos con lo que quiere venir al ser y suceder a partir de sí mismo. Si escucho mi corazón, no hace falta que decida, pues entonces la cosa ya está decidida. Por ejemplo, las parejas se preguntan a menudo si deben separarse o seguir juntas. Algunos se torturan durante años con esta pregunta. Cuando alguien viene a pedirme consejo sobre ello, pregunto primero: ¿Qué dice tu corazón? ¿Amas a esa mujer o a ese hombre? Puede también ocurrir que la respuesta sea “sí”, y que a pesar de ello uno sienta en el corazón que se ha acabado; pero no se trata de una pregunta que pueda responderse por pros y contras, es algo que se siente. Si uno es capaz de oír la voz del corazón, la decisión ya está tomada. Igual 142

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

que no hemos decidido enamorarnos de este hombre o de esta mujer. Si alguna decisión se ha tomado no es otra que la de no cerrarnos al amor, la de no oponernos a lo que dice el corazón. Y esta es la responsabilidad que se cierne sobre nosotros en la cuarta etapa (no solo en cuestiones amorosas, que aquí se emplean únicamente a modo de ilustración): dar una respuesta adecuada a la voz del corazón, estar en resonancia con lo que la vida quiere de nosotros y nos tiene preparado. En lugar de la voluntad propia aparece el estar de acuerdo. Uno se siente en él plenamente libre, tan libre como cuando nos dejamos llevar por las olas de una corriente. Con el estar de acuerdo volvemos a estar ligados a la vida y al todo. La propia voluntad separa. Querer algo significa que las cosas deben ser distintas a como son, que la vida debe de ser diferente a como es. De ese modo me aparto de lo que es. En lugar de ello, me reconcilio o incluso me identifico con mi deseo. La identificación corresponde a la conciencia de grupo. En ella uno ve el mundo como el niño ve una lista de deseos: si eres bueno, si tu fe es firme o tu amor lo suficientemente intenso, el amado Dios (o quienquiera que ocupe su lugar) satisfará tus deseos. En el nivel 3 vemos que también hay otros que quieren y desean. Al principio, este conocimiento conduce a la célebre lucha de todos contra todos. A diferencia de la etapa 2, quiero encargarme por mí mismo de que mis deseos se cumplen, utilizo todos los recursos que están a mi alcance para imponerlos. Cuando no lo consigo me siento un perdedor. Y como solo pueden ganar unos a costa de los otros, la mitad, al menos, son perdedores. En realidad son muchísimos más, porque unos ganan mucho, lo que quiere decir que ganan y viven a costa de muchos otros. Con lo que hay muchos más perdedores que ganadores –al menos hasta que se vislumbra la verdad de que ahí pierden todos, porque también los ganadores están al final aislados y solos.

143

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

El slogan de moda de generar win-win-situaciones entraña la idea de que los propios deseos tienen que asociarse a un contexto más amplio. Pese a ello, uno queda aquí atrapado en sus propios deseos. Pero solo cuando uno se entrega a la realidad y comienza a escuchar a la vida con el corazón y a seguir sus dictados, se restablece la unidad con el todo. Sigue habiendo deseos, claro está, pero dejan de ser el criterio de la acción, tampoco lo son del querer. Pero cedo mis deseos al todo y me entrego a lo que el todo quiere o a lo que, querido o no querido, sucede. En este nivel de conciencia las respuestas ya no proceden del pensamiento. Surgen de la percepción directa de lo que ahora es o de lo que está a punto de venir al ser. La percepción ocupa el lugar del pensamiento, y en el lugar del sospesar pros y contras aparece la acción espontánea, ligada a la percepción de sus efectos. Entramos así en contacto vivo, directo, con la realidad, en un intercambio elemental, en el que la vida actúa a través de nosotros. Y justo en este contacto, en esta entrega a la vida misma, se opera en nosotros un cambio, un crecimiento. Porque la vida es continua transformación y crecimiento. El crecimiento y el cambio dejan de ser acciones que corren por nuestra cuenta, no son un cambiarse a uno mismo, un trabajar sobre uno mismo, sino procesos que suceden con nosotros. La vida nos moldea, nos labra. Nosotros nos recostamos interiormente, dejamos que las cosas sean y... crezcan por sí mismas.

144

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Comparación entre los estados de conciencia 3 y 4 etapa de conciencia

etapa 3

etapa 4

experiencia del mundo

aislamiento

estar unido

modo de vida

poder, control, orientación al yo

compartir

meta de la vida

vivencia

unión

sentimiento del yo

yo

uno mismo

móvil de la conducta

voluntad

amor

interpretación del mundo

ciencia

experiencia propia

modo de conocimiento

duda, pensamiento racional

percibir, mirar, confiar

teoría del conocimiento

subjetivista/relativista (constructivista)

fenomenológica

palabras clave

yo quiero

yo confío

145

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Etapa 5: La conciencia de tener una misión. El adulto maduro Meditación sobre las etapas

Etapa 5

La mirada se eleva, sigue la pendiente del techo, se aleja de lo que la rodea, se escapa de la habitación, se eleva por encima de la casa, del lugar, busca anchura, amplitud. Las cosas que me rodean carecen de interés, deseo marcharme lejos. Es un sentimiento intenso, similar al de la etapa 2, y a la par muy diferente. No me eleva tanto, no hay ahí nada grande que me sirva de orientación, nada objetivo, nada concreto, es más bien como si escapara del envoltorio de mi persona y creciera ocupando la amplitud del espacio, como si me expandiera hacia lo infinito. O también como si algo quisiera llenarme desde dentro, algo que a la par me impulsa hacia delante. Percibo afectivamente algo fuerte y grande, pero ahí no hay nadie que sea fuerte y grande, ni en mí ni frente a mí. Hay más bien una ligera duda –no, no una duda, una pregunta,

146

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

más bien– sobre si soy yo lo suficientemente fuerte y grande para aquello de lo que aquí se trata. Qué sea eso, no lo sé. Solo siento que es grande. Y serio. Me siento muy serio y libre. Etapa de la vida 5: Maduración y transición hacia la vejez Cuanto mayores somos, tanto más borrosas e individualmente variables se tornan las transiciones y las etapas de la vida. En el caso del nacimiento está claro, dura nueve meses desde la concepción, el margen de variabilidad queda aquí limitado a unas tres semanas. Si el niño llega antes o después, muere –sin medicina moderna. En la pubertad, el margen es considerablemente mayor, cuándo exactamente comienza y termina la juventud varía mucho de unos casos a otros. La siguiente transición, el climaterio, tiene límites aún más difusos. Las mujeres dejan de ser fértiles a partir de los 45 años aproximadamente, pero no es algo que ocurra repentinamente, se prolonga en el tiempo. Durante varios años la menstruación va y viene, hasta que al final desaparece por completo. Los cambios hormonales traen consigo molestias corporales o psíquicas más o menos claras. Tanto el comienzo –que puede incluso tener lugar a partir de los 50–, como el transcurso y el final del proceso son muy diferentes en cada individuo. A esto se añade que el climaterio solo representa una etapa vital clara para las mujeres. Aunque hoy en día también se habla de climaterio masculino. No obstante, aunque también se den en los hombres cambios hormonales (descenso de los niveles de testosterona), la equiparación no me parece adecuada. Con ella se oculta una diferencia esencial: los hombres siguen siendo fértiles, pueden seguir concibiendo hijos y seguir así contribuyendo directamente a la multiplicación de la vida. Las mujeres ya no pueden hacerlo. El corte es mucho más profundo. Un grupo de seres humanos sin contacto con otros seres humanos se extinguiría si

147

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

no se compusiera más que de mujeres en o tras el climaterio. Para la supervivencia del grupo no representaría en cambio problema alguno que los hombres jóvenes se extinguieran y el grupo solo se compusiera de mujeres jóvenes y hombres mayores. Está claro que la evolución mantiene en los hombres mayores una reserva genésica que en caso de emergencia garantiza la supervivencia. Pueden ligarse interesantes reflexiones (relativas, por ejemplo, a la conducta sexual de hombres y mujeres) a este hecho, pero no es el tema que nos ocupa. Lo que nos interesa aquí es la función psíquica del climaterio. Pero antes volvamos a los hombres. Quizás sí hay algo que se asemeja al final de la fertilidad en las mujeres: el final de la aptitud para la defensa. Puede sonar algo anticuado, pero debe tenerse en cuenta que la capacidad del hombre de proteger a su tribu –a su familia, grupo, país– contra enemigos y amenazas naturales ha constituido, junto con la obtención de alimento, su principal función social durante muchos miles de años. En los Estados modernos no se llama a filas a hombres que sobrepasan los cuarenta o cincuenta años, no pueden pilotar reactores como soldados profesionales, por ejemplo, y en los ejércitos normales no se los emplea en acciones de ataque. Lo cual, generalizando, significa que se los desposee de la función de ocuparse de la defensa del grupo. Si tenemos presente el significado de la etapa 1, a saber, la supervivencia del individuo y de la especie, podemos decir que con el climaterio las mujeres pierden su capacidad de contribuir a la supervivencia de la especie, mientras que los hombres ya solo pueden contribuir limitadamente a asegurar la supervivencia biológica del grupo al que pertenecen. Correlativamente, en las etapas tempranas de la humanidad, al climaterio pronto le seguía la muerte. ¿Es el climaterio la entrada en la inutilidad social, el comienzo de una muerte paulatina? Esto parece, en efecto, si solo consideramos el lado material, físico del asunto. Desde este ángulo, es un proceso

148

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

destinado a hundir a las personas en una depresión. Pero si también se da cabida al plano psíquico-espiritual, se comprende que el climaterio es un comienzo: el primer signo del tránsito hacia el mundo espiritual. No por casualidad llega hoy poco después de la mitad de la edad media de vida. En esta etapa de la vida no solo termina algo, ¡también comienza algo! Y la contribución espiritual ocupa el lugar de la contribución física. Queda esto manifestado, por ejemplo, en que casi todos los puestos directivos están ocupados por hombres y mujeres de edad. Dirigir es una tarea espiritual. Hablando en términos muy generales, me parece que la función positiva del climaterio radica en dispensarnos de una función biológica central y prepararnos para la entrada en la dimensión espiritual de la vida. Etapa de conciencia 5: La conciencia de tener una misión La dimensión espiritual de la vida acude a nuestro encuentro de forma prototípica en la quinta etapa de la conciencia. Desde luego que la conciencia es siempre algo espiritual, pero al principio entra en la vida en una forma muy espesa (lo que llamamos “materia”) en la que nada sabe la conciencia de sí misma. A resultas de su evolución regresa paso a paso hacia sí misma, lo que comporta hacerse cada vez más fino, más fluido, más espiritual. Con ello se acerca cada vez más a su esencia profunda y se hace cada vez más consciente de ella –y, por lo tanto, de sí misma. Aquí describo intencionadamente a la conciencia como sujeto de ese proceso, como lo que actúa. O lo que tanto vale: no tenemos una conciencia que nosotros desarrollemos, sino que la conciencia misma es el sujeto que actúa. Nosotros, que creemos tener una conciencia y, quizás, desarrollarla o, en jerga espiritual, trascenderla, no somos más que una expresión de la conciencia. En el hombre y su evolución vuelve a sí misma. Esta es la meta de nuestra existencia.

149

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

En el nivel 5 tomamos conciencia de ello. La alegría del corazón que nos embarga en la cuarta etapa no es el punto final, sino el comienzo de un crecer hacia la dimensión espiritual del ser. El crecimiento de las etapas 1 a la 3 también es espiritual, ciertamente, pero consiste en un desprenderse del todo originario, completamente inconsciente de sí mismo, que tiene carácter espiritual pero no perspectiva espiritual. Se trataba de una ilustración negativa, un asegurarse de lo que el mundo no es. En esa medida también es una destrucción, consiste en derribar las viejas imágenes y la (antigua) espiritualidad. Esta destrucción es definitiva e irreversible. Y, por lo demás, está enteramente en marcha, la ciencia corrige de continuo sus conocimientos de ayer. En eso radica la totalidad de su programa: ilustración negativa, destrucción, “falsar”. Por eso la ciencia es la teología de la tercera etapa, solo que a diferencia de la teología positiva de la etapa 2, que nos informa sobre lo que hay, la de la etapa 3 nos explica lo que no es. Al hablar de la duda como de un principio constitutivo de la ciencia ya expuse que aunque con ello tiene lugar un progreso, el resultado de su ejercicio es que no queda nada sobre lo que se pueda construir. El programa científico desemboca necesariamente en nihilismo. En el nivel 2 también tiene lugar una destrucción de la antigua espiritualidad (de la mitología), pero ahí se sustituye por una nueva espiritualidad (el monoteísmo). En la etapa 3 se desmorona cualquier orientación espiritual. Toda orientación espiritual, toda percepción, incluso, se toma por algo construido. Y si todo lo espiritual es una construcción subjetiva, podía haberse construido de un modo diferente a como se lo ha hecho. Es arbitraria, por tanto. Y como es arbitrario, no puede seguir proporcionando orientación. Ya no hay nada espiritual, solo vale lo objetivo. Dios, moral, fe –bajo la inmisericorde luz de la ilustración, todo parece subjetivo y arbitrario. Sobre cualquier fundamentación podemos

150

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

seguir preguntando por en qué se fundamenta, y con ello pierde su validez objetiva y su función orientadora. De ahí que la conciencia de la etapa 3 desemboque en un profundo materialismo. Pese a ello, se trata de un proceso espiritual, pues la conciencia se refina al recorrerlo y se hace más transparente a sí misma. Cuanta mayor es la hondura con la que penetramos en la (pura, aparentemente) materia, tanto más claro se hace que no existe la pura materia. Incluso a la física, esto es, ¡a la ciencia de la materia!, se le escapa la idea de materia por entre los dedos. Se disuelve en ondas, o en información, o: en conciencia. Pero la conciencia, en el sentido de lo que se revela a la luz de la moderna física como las cosas que antes se tenían por materia, es completamente diferente a la del mundo antiguo. Aquella estaba repleta de contenidos y mensajes, esta, en cambio, está vacía. Es conciencia, y nada más. Pero una cosa está clara: el mundo no está hecho de materia, sino de conciencia, es espíritu. Es a dónde nos ha conducido la deconstrucción de la antigua espiritualidad del nivel 2. Con el nivel 4 aparece pues una nueva visión de las cosas, una nueva perspectiva. Y aparece desde la nada. Aparece cuando uno avanza hacia la nada y se deja caer en ella como el niño en los brazos del padre. Lo que aún no se ha realizado, lo que espera venir al ser, aparece repentinamente desde la nada. No es algo predicho, basado en algo establecido en o derivado de lo antiguo, como en la espiritualidad de la etapa 2, sino completamente abierto. Tampoco se construye nada, como en el constructivismo de la etapa 3, sino que algo se muestra, algo entra en el ser visible. Y uno tiene que ir detrás de lo que se muestra –y ello forzosamente, sin que uno tenga que cooperar. La única contribución que uno puede hacer consiste en dar forma, una figura, a esa novedad aún informe, dándole palabras, por ejemplo (o sonidos, movimientos, etc.). Les pongo un ejemplo.

151

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

El segundo año que ejercía como constelador fui invitado a un curso en Worpswede, en las cercanías de Bremen. La organizadora había alquilado una sala inadecuada para nuestros fines y tuvimos que buscar rápidamente otra cosa. Al final el curso comenzó, con algo de retraso, en las aulas de una guardería. La mayoría de los participantes estaban sentados en sillas de niño, todo era muy improvisado, y cuando al fin quise empezar no se me ocurría nada. Veinte caras me miraban con gesto expectante… y en mi cabeza el más absoluto vacío. En lugar de ser presa del pánico o salir del paso con frases hechas me quedé en silencio. Acepté mi silencio, acepté que no se me ocurría nada, acepté la nada. Me quedé sentado, en silencio, entre cinco y diez minutos. Como guardaba la calma, esta se transmitió paulatinamente a los asistentes, aunque no era algo que yo me hubiera propuesto. En un momento dado se formó una frase en mi mente: “Como veis, no se me ocurre nada”. Aún estaba diciéndolo cuando se formó una segunda frase en mi cabeza: “Pero nada no es solo nada. Nada puede ser algo. En las constelaciones familiares es incluso muy importante, porque todo lo que en ese contexto digo o hago procede de la nada”. Y así continuaron las cosas. Una frase surgía después de otra, y cada una de ellas era nueva también para mí. Hasta que estuvo dicho todo lo que quería ser dicho. Cuando nada más me vino a la mente dejé de hablar y pasé a los ejercicios prácticos. Después un pastor levantó la mano y dijo: “Soy pastor, y quiero decirte que mientras estabas ahí sentado en silencio y completamente tranquilo he tenido esta certeza: ‘Estoy en el lugar adecuado. Cuando estoy frente a mi comunidad y voy a predicar, a menudo debería quedarme callado, pero hasta ahora no me he atrevido a hacerlo. Quizás encuentre aquí algo que me dé valor para hacerlo”. La diferencia entre la etapa 4 y 5 de la conciencia radica en que en la quinta uno alcanza mucha más claridad en este proceso. En la cuarta etapa todo se focaliza en la conexión interior, en la per-

152

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

cepción de lo nuevo, donde el sentir (no la emoción, sino el proceso de sentir) aún desempeña un papel esencial. En la quinta todo se orienta hacia la expresión, hacia el dar forma y conformar, y aquí se impone el espíritu. Concretamente, un espíritu completamente abierto, sin propósito alguno, que se halla en un intercambio fluido con el ESPÍRITU, sin más. La cualidad interna del nivel 5 les resulta a muchos bien conocida, especialmente a los artistas, a los deportistas de elite y a personas en general que rinden al máximo o llegan a situaciones que les conducen a zonas límite en las que los patrones habituales de conducta pierden toda su fuerza. Surge entonces a veces una fuerza, una claridad, una calma y/o seguridad que no se experimenta normalmente. Es como si uno estuviera conectado a una fuente que hace que uno haga exactamente lo correcto. Los deportistas hablan de estar in the zone, en la zona, como lo expresó el baloncestista Michael Jordan. Sabes perfectamente qué movimiento tienes que hacer, sabes perfectamente lo que hace el contrincante, y sabes perfectamente que la pelota caerá dentro de la canasta cuando la lances. Son momentos en los que todo sale bien sin que uno deba contribuir mucho a ello. Incluso conozco este estado como golfista amateur, sobre todo cuando golpeas en el green. A veces sé que la bola irá al hoyo, y mi cuerpo se limita a hacer lo que para ello es necesario. Cuando me siento inseguro y reflexiono sobre cómo hacerlo, suele salir mal, aunque se trate de un putt corto. Hay días en los que a uno le sale casi todo sin que deba uno esforzarse en demasía, y otros en los que no sale casi nada o hay que pelear por cada golpe. Tenía quince años cuando mi amigo tuvo un accidente con su bici de carreras nueva. Cayó de cabeza contra un muro, y además de una seria conmoción cerebral, tenía graves heridas en la cara y sangraba abundantemente. Como el accidente tuvo lugar en el centro de una localidad, varias personas vinieron a la vez. Una

153

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

preguntó quién tenía teléfono para llamar al médico de una localidad vecina. Todo ocurrió en 1964, no había teléfono de emergencias, y no todo el mundo tenía teléfono. Un médico habría tardado al menos 20 minutos en llegar. ¿E iba a poder hacer algo en aquel lugar? En seguida tuve claro que eso podría ser demasiado tarde. Le pedí entonces a uno de los presentes que me trajera toallas limpias y su coche para que fuéramos directamente al hospital. No tenía más que quince años, pero estaba “en la zona”. Mi autoridad era tan grande que los adultos hicieron todo lo que les dije. Sentamos a Jürgen en el asiento trasero, intenté detener la hemorragia con las toallas como buenamente pude, y a los veinte minutos llegamos al hospital. La doctora me dijo que de llegar diez minutos más tarde no habría sobrevivido. Estas experiencias son excepcionales para la mayoría de las personas, algo que quizás han vivido una, dos, tres veces en la vida, y olvidado con el tiempo. Se dirá que en ellas uno se “supera a sí mismo” por un breve espacio de tiempo. Quedan con ello despachadas como algo inhabitual, ajeno a la vida cotidiana. ¿Pero no es esta una fabulosa fórmula del lenguaje corriente que entraña una profunda visión de las cosas: “superarse a uno mismo”? Porque de eso exactamente se trata: ¡De superar, de trascender el propio yo! ¿Por qué no habría de ser esencialmente posible lo que ocurre repentina e inesperadamente porque una situación especial consigue engañar por un breve espacio de tiempo al pensamiento y a las dudas habituales, a la acción basada en nuestros antiguos conocimientos y experiencias, de modo uno se entrega a lo que le sugiere el momento? ¿Por qué no habríamos de poder actuar siempre así, vivir siempre así, conectados a la fuerza que nos dicta qué es lo correcto? ¿Y no nos muestra esto dónde reside la verdadera fuerza, la verdadera creatividad? ¿Allende el yo, allende el conocimiento, en ese desconocido ámbito desde el que somos automáticamente dirigidos cuando llega el momento?

154

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Para los artistas, este estado es a menudo un elemento importante, ampliamente reconocido, del proceso creativo, ya sea porque los atrapa sin su intervención, ya porque los artistas intentan provocarlo. Lo último, por lo demás, es casi siempre infructuoso, y desemboca en el consumo de drogas que producen la ilusión de hallarse en una conciencia de la quinta etapa. El mundo del arte está especialmente expuesto a ello. La mayoría de los grandes artistas refieren haber oído la música que componen antes o mientras la ponen por escrito, haber tocado automáticamente su instrumento en sus mejores momentos, haber visto surgir el cuadro como por sí mismo sobre el lienzo, o haberse visto impelidos a escribir un poema. Pese a ello, no suelen saber qué les sucede en esos casos, y no pueden por ello poner ese estado en relación con el resto de su vida. Si no ha atravesado la etapa 4, solo sirve para hinchar su ego. Por eso oímos hablar tantas veces de artistas que no hallan equilibrio interior, que padecen de grandes problemas psíquicos o que en el trato personal se conducen o conducían de un modo descortés o hasta repulsivo. No han alcanzado el nivel 5, solo parcialmente, en su actividad artística, son llevados a él. Esto puede tener como resultado una apertura de la conciencia que estimule un verdadero crecimiento interior. Sería el camino consecuente. Cuando uno en cambio se precia de ello, el resultado puede ser muy destructivo, porque la conciencia del yo es muy limitada, muy pequeña para competir con la fuerza del nivel 5. Las posibilidades que uno tiene son: crecer, intentar cerrarle la puerta –al precio de perder la creatividad–, o volverse loco. Tampoco yo me he inventado este libro, no tenía la intención de escribir un nuevo libro. Se me reveló en un viaje en coche, no puedo decirlo de otra manera. Recordando conversaciones sobre espiritualidad con un antiguo amigo –que vivía en la zona por la que conducía– vi de repente ante mis ojos el mapa de la evolución espiritual que se haya a la base de este libro. La impresión fue tan

155

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

fuerte que tuve que detener el coche para recoger por escrito los niveles y hacer las primeras anotaciones. Durante los días siguientes me despertaba en mitad de la noche con nuevas ideas para mi modelo. Entonces se me hizo claro que escribiría un libro, concretamente, uno que no se limitaría a describir mi trabajo –lo que habría sido más fácil–, sino algo completamente nuevo (para mí) a cuya disposición tenía que ponerme. Anotaba las ideas sin pensar demasiado en ellas, y me volvía a la cama. Al cabo de una semana en la que dedicaba el día a algo completamente distinto, el plan de la obra estaba prácticamente terminado. Mi editora lo aceptó de inmediato, y estaba tan claro, que ambos pensamos que podría escribirlo en unos pocos meses. Me tomé por si acaso un año escaso, pero luego resultó ser muy poco. No había contado con que yo mismo iba a tener que evolucionar hasta el libro –aparentemente ya preparado– para poder escribirlo desde él mismo, y para ello necesité un año más. Podrían darse tantos y tantos ejemplos de procesos similares que resulta asombroso que no sepamos cómo surgen esas experiencias y lo que se oculta tras ellas. Nos las habemos aquí con el auténtico núcleo del proceso creativo, y, pese a ello, sobre él seguimos estando en la oscuridad. Cuando uno trata de aproximarse al fenómeno, recibe el rechazo de los demás y es despreciado como esotérico. El hecho de que las grandes obras y los momentos sublimes de la humanidad procedan de un estado allende la voluntad, el poder y el control –o, digámoslo así, de que estos elementos hayan sido desactivados– no ha conducido hasta ahora a que uno se tome realmente en serio la fuente de la creatividad.1 Por lo 1. En el seno de las corrientes actuales, la única excepción a esto de la que tengo conocimiento es el ya mencionado libro de Otto Scharmer, Theory U. Apareció en el marco de un programa de investigación que Scharmer llevaba a cabo, inicialmente, para McKinsey, y que abordaba la cuestión de cuál es la fuente de la creatividad.

156

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

demás, se tematiza este aspecto solo como algo que los artistas, sorprendentemente, poseen, pero no como algo fundamentalmente accesible a la conciencia de todos nosotros. Ahora bien: en lo que se refiere a la quinta etapa de conciencia no se trata, como ocurre con todas los niveles de mi modelo, de una experiencia parcial, puntual u ocasional, sino de un contexto de conciencia general en el que vivimos. O, dicho con una imagen: del lugar en el que nuestra conciencia se encuentra en casa. Como solo muy pocas personas están realmente familiarizadas con el nivel 5, menciono estos ejemplos para ofrecer una idea de lo que sea la conciencia de tener una misión. El artista, deportista, orador o terapeuta que de repente se ve conectado a una fuente creativa externa cuyos impulsos sigue como un medium, no suele saber cómo ocurre esto. Su patria espiritual se hallaba antes en la etapa 2, ahora en la 3 o, en casos excepcionales, en la 4. Hermann Hesse, por ejemplo, era una persona interiormente desgarrada que sufría depresiones, a veces severas, entre sus grandes obras. No pudo terminar el que, a mi juicio, es su mejor trabajo, Siddharta, sino tras una larga interrupción durante la que hizo una terapia con C. G. Jung. Pese a ello, la obra misma irradia la sabiduría intemporal de la etapa 6 de la conciencia. Su contemporáneo Rainer Maria Rilke sufría igualmente entre el contexto del nivel 2 en el que había crecido y del que, al parecer, no podía emanciparse interiormente, la conciencia del yo moderna que se abría paso con fuerza en el mundo, y las etapas de conciencia más elevadas a las que su espíritu accedía. Consideró seriamente psicoanalizarse con Freud, pero finalmente decidió no hacerlo porque temía ver perjudicada su creatividad literaria. La poesía lo elevaba temporalmente a niveles en los que los problemas se disolvían, y quizás creía necesitar el sufrimiento para alcanzarlos. Hasta cierto punto, esto es verdad. Sin sufrimiento falta lo que nos impulsa a crecer. Pero si permanecemos en el sufrimiento tam-

157

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

poco crecemos. El crecimiento requiere primero del conflicto, y después de la resolución del conflicto. En el siguiente nivel, la solución alcanzada entra en conflicto con una experiencia nueva, y se requiere una nueva solución. El arte, también la actividad del terapeuta en tanto en cuanto la ejercemos como un arte, nos pone en contacto con niveles superiores. Pero crecemos al hacerlo solo si no reservamos esos niveles para el arte o el trabajo, sino que nos entregamos enteramente a ellos. De lo contrario se viene a parar antes o después a terribles conflictos, porque la vida se halla a millas de distancia de las sublimes esferas a las que accedemos en un ámbito parcial de la vida (arte, deporte, terapia o lo que sea). Y entonces la vida corriente le parece a uno cada vez más trivial e insoportable. Ahora, ¿qué significa encontrarse en casa en el nivel 5? Significa, sobre todo, renunciar enteramente a la voluntad propia. Mejor: a la voluntad personal, no a la voluntad en sí. Ahora la voluntad se pone enteramente al servicio de lo que se manifiesta en mí y a través de mí, de lo que quiere venir al mundo. En general, hago lo que hago porque me siento llamado y movido a hacerlo por una fuerza mucho mayor. Quizás conlleve trabajar duro, pero uno no le da importancia a eso. Pero es otra clase de obligación, es una misión, y al cumplirla me siento tan libro como Michael Jordan al confiarse a los dioses del baloncesto y dejar que ellos lo guíen de la mano. Al hablar de una misión pensamos de inmediato en los misioneros. Pero la misión de la etapa 5 no genera misioneros, estos pertenecen sin excepción a la etapa 2. La llamada que siente el misionero procede en realidad del nivel 5, por lo que la experimenta como algo que no procede de su propia voluntad, como vocación. Pero la interpreta en el contexto de la etapa de conciencia 2, porque es ahí donde su conciencia se siente en casa. Y esa conciencia le dice que su visión del mundo es correcta, y la de los otros, en

158

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

consecuencia, falsa, por lo que se siente llamado a convertir a los demás o a salvar al mundo entero, con palabras o con armas. Se pone de manifiesto en ello que la conciencia de tener una misión puede ser peligrosa. Tomemos el caso más paradigmático de ello, Adolf Hitler. Hitler, sin duda alguna, sentía una fuerte vocación. Se sentía elegido por la providencia –Hitler evita la palabra “Dios”, pues no era religioso en sentido cristiano, pero su “providencia” tiene todos los atributos divimos– para conducir al pueblo alemán hacia su verdadero destino y, a la par, redimir al mundo de la plaga del capitalismo y el bolchevismo. Y como tenía a ambos fenómenos, capitalismo y bolchevismo, por obra del espíritu judío, el mundo debía ser primero “liberado” de ellos. A diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los dictadores, el pueblo no lo temía –excepto, claro está, sus opositores directos y sus víctimas– sino que lo veneraba. Y no solo por aquellos que caían en las redes de la escenificación de su culto, sino también por los que lo conocían personalmente y compartían con él el día a día. Incluso la mayoría de sus opositores –muy numerosos al principio– quedaban impresionados tras encontrarse personalmente con él. Y de ahí que no haya manera de erradicar entre sus partidarios la idea de que no sabía nada de los horrores de los campos de concentración. Sus hombres de confianza lo adoraban tanto como sus secretarias, que destacaban su humildad y encanto.2 En efecto, Hitler llevaba una vida ascética, y no hay razón para dudar de que para él lo importante no era el poder, sino la gran misión que se le había encomendado y a cuyo servicio se había puesto enteramente, en menoscabo de sus ambiciones personales. ¿Qué distingue una misión como la hitleriana de la conciencia de la etapa 5? 2. Traudel Junge, Bis zur letzten Stunde. Hitlers Sekretärin erzählt ihr Leben, Múnich-Zürich, 2003.

159

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Una misión se vuelve peligrosa cuando se convierte en una idea o, más exactamente, en un ideal. Los ideales, al igual que la ideología y el idealismo, pertenecen a la etapa 2. Hitler era, aunque cueste admitirlo, un encendido idealista. Las ideas y los ideales son siempre particulares, están ligados a un aquí y ahora. Tanto tiempo como uno es consciente de ello, resultan útiles, son solamente ideas. Buenas ideas, malas ideas, es indiferente: ponen igualmente en movimiento. Como ideal, la idea reclama para sí una posición especial y validez universal, validez para todo y todos. Y entonces se vuelve destructiva. Se dice que cuando la guerra estaba perdida y los generales intentaban evitar la destrucción total y salvar lo que se podía salvar, Hitler dijo: El pueblo alemán no merece otra cosa, ha fracasado, me ha decepcionado. El pueblo alemán –para él solo era una idea, no era nada real. Hitler se puso al servicio, no del hombre, sino de sus propias ideas, de sus ideales. Y exigía al pueblo que se entregara y sacrificara por ese ideal, igual que él mismo, hasta el hundimiento. ¿Qué puede ayudarnos a sortear ese peligro? La conciencia de la tercera etapa responde a esto no permitiendo que nada ni nadie sea más grande.3 Lo que, en última instancia, desemboca en una cultura de la desconfianza y del control, al igualitarismo y al estrangulamiento del crecimiento. El problema no es lo grande, o la grandeza, el problema es el contexto que la hace totalitaria. Y así la pregunta debería rezar: ¿qué evita o nos libra de volvernos totalitarios cuando respondemos a la llamada del todo? Todo ensayo referido a la totalidad debería responder a esta pregunta. 3. Esto condujo al principio a que en el primer partido alemán nacido enteramente de la tercera conciencia, los verdes, se quedara anulado cualquier liderazgo personal. Y esto solo cambió un poco cuando la participación en el gobierno hizo necesaria una cierta cualidad y continuidad. Con todo, sigue aferrándose a la idea de dirección colectiva para evitar que nadie se haga demasiado fuerte.

160

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Encontramos la respuesta en la conciencia de la etapa 4: tenemos que permanecer en contacto con el corazón. Con otras palabras: la conciencia de la etapa 5 debe permanecer conectada con la de la etapa 4, pues solo por medio de esta conexión escapa a la tentación de colocarse por encima de los demás y tenerse por válida para todos. No por casualidad pasa el corazón por ser lo que nos hace humanos. Ocupa el centro de los siete centros, no solo en sentido espacial: el corazón es nuestro centro espiritual. Mi padre era maestro pintor. Cuando la comadrona de nuestro pueblo se construyó una casa, escribió una frase en la fachada: “La vida viene, la vida va al corazón”. No sé si fue él o la comadrona el que eligió este adagio. Siempre me pareció cursi y algo ridículo. Pero al considerarlo ahora debo decir: cursi o no, es verdadero. Es el corazón el que hace nuestra vida digna de ser vivida y humana. Y es el corazón el que nos guarda de ponernos por encima de los demás y hacernos inhumanos. Por eso el espíritu debe permanecer siempre ligado al corazón, y por eso es el nivel 4 en algunos respectos más importante que el 5. Cuando habitamos el 4, el 5 llega forzosamente. Pero si tendemos en demasía al 5, a su claridad y conocimiento, caemos fácilmente en la tentación de hacer un mal uso de la “visión” o del conocimiento, haciendo de él una virtud personal y permitiendo que se nos comprenda y celebre como a elegidos. La misión del nivel 5 me concierne solamente a mí. Me llama para que haga y sea aquello que da razón de mi existencia. No puedo saber lo que es sino siguiendo al todo, dejándolo actuar a través de mí. Haciéndolo tomo parte en la creación, de la que solo soy un diminuto aspecto. En esta pequeñez, en mi personal insignificancia, experimento grandeza, porque lo grande se expresa a través de mí. Pero “yo” no soy grande, sino que “eso” o “ello” es grande. El “yo” se pierde

161

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

en esta experiencia. Incluso el “un mismo” se retira tras el “ello” que lleva aquí la batuta. Pero se necesita la pequeña muerte del yo, la disolución de las ambiciones personales en el corazón, para verlo con claridad y entregarse a esta muerte del ego más amplia. Comparación entre los estados de conciencia 4 y 5 etapa de conciencia

etapa 4

etapa 5

experiencia del mundo

estar unido

existencia

modo de vida

compartir

servicio

meta de la vida

unión

creación

sentimiento del yo

uno mismo

eso

móvil de la conducta

amor

vocación

interpretación mundo

experiencia propia

visión

modo de conocimiento

percibir, mirar, confiar

ver

teoría del conocimiento

fenomenológica

contemplativa

palabras clave

yo confío

yo estoy al servicio

del

162

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Etapa 6: La conciencia de totalidad. La vejez Meditación sobre las etapas

Etapa 6 Quedo sorprendido. Tras expandirme en la etapa 5 regreso ahora a mi habitación. Miro la mesa y las sillas que la rodean, el sillón de al lado, ahora viene el escritorio, su silla, la estantería, una guitarra y un atril. Casi me echo a reír, es todo tan familiar. No es que me interesen de verdad las cosas, sencillamente están ahí, las percibo y pienso que son útiles. Por lo demás, me dan igual. Estoy aquí y a la par no estoy aquí, es un sentimiento casi irritantemente simple. ¿Qué dicen los maestros Zen? “Coger agua, cortar madera, beber té”. Sí, así se siente, la vida. En una segunda ojeada veo también las cosas que tan importantes eran para mí en las otras etapas, el tapiz de la pared, la lámpara, la rosa, el techo inclinado y las vigas que lo sostienen, miro por la ventana el paisaje nevado de finales de invierno, me siento ligero, como si me paseara lúdicamente por entre todas esas cosas, y de repente se me hace claro: no soy parte del juego, estoy en medio de todo eso, pero ya no formo parte de ello. Soy un espectador.

163

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Etapa de la vida 6: La vejez Uno se retira de la vida laboral entre los sesenta y los setenta. Algunos (autónomos, profesores, ejecutivos, políticos) siguen trabajando de un modo u otro, pero la mayoría abandona al menos la ocupación completa y delegan responsabilidades. El cuerpo se debilita y necesita más descanso, y el espíritu, pese a seguir activo, necesita desvincularse. La muerte se acerca, cuerpo y espíritu comienzan a prepararse para ella. La edad se asocia tradicionalmente a la sabiduría. Liberado de sus obligaciones cotidianas, el espíritu puede entregarse a la contemplación, a abarcar con la mirada la propia vida, a ver las principales relaciones entre las cosas, las cuales se ocultan desde la perspectiva de los negocios diarios. Alcanzar o no esa sabiduría depende de si uno se pliega al movimiento de hacerse viejo y al anuncio del tránsito a la muerte o no. Pero, ¿qué es la muerte? De ella no tenemos más imágenes que la de un ataúd con un cuerpo muerto. Por eso vemos en la muerte un final y nada más que un final. Y por eso vivimos también la vejez como el tiempo que antecede a la muerte. Simplificando mucho, caben aquí dos actitudes: la activa, cuyo sujeto desea seguir acumulando experiencias, tantas como sea posible, antes de que la muerte nos lleve, y la pasiva, en la que uno se retira, encoge, por decirlo de alguna manera. La primera representa una rebelión contra la mordedura del tiempo –claramente visible en un concepto de moda, “anti-aging”, “contra la edad”, en la que se descubre inmediatamente una actitud de rebeldía juvenil–, la segunda una suerte de actitud de resignación. Ocurre a menudo que la segunda sigue a la primera, normalmente cuando no puede seguir oponiéndose resistencia a la edad porque el cuerpo no nos lo permite. Ambas actitudes, empero, están ligadas a lo corporal: o bien intenta uno poner freno a o ignorar la

164

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

decadencia tanto tiempo como sea posible, o bien acompaña al encogimiento del cuerpo también el del espíritu. ¿Hay otra alternativa? La idea cristiana de la vida después de la muerte ha dejado de serlo, ha perdido toda su fuerza. No es más que una vaga esperanza a la que algunos siguen aferrándose, pero que ya casi nadie se cree de verdad, ni siquiera los sacerdotes. ¿Y qué pasa con la idea hindú y budista de la reencarnación? Parece más razonable y así aceptable para una sociedad ilustrada. Podemos constatar en la psique la presencia de huellas e impresiones que solo parecen poder interpretarse como recuerdos de una vida pasada. Pero no nos es posible saber si esto es así o no, porque cabe interpretar todas estas imágenes –a menudo muy impactantes– de otra manera. Sobre todo para los miembros de la cultura occidental, la reencarnación no puede ser más que una teoría que, si bien cabe adoptar, es incapaz de despertar certeza interior o un cuadro interior estable. Entonces, ¿qué? Con arreglo a la idea de los movimientos del alma la vejez no es un encogimiento, sino un ensanchamiento. Si dirijo la mirada hacia los movimientos interiores de la vida y me entrego a la experiencia de dichos movimientos puedo percibir y sentir que la vida se ensancha tanto más cuanto mayores nos hacemos. La limitación que supone la progresiva muerte de las facultades corporales nos da la oportunidad de ver y disolver nuestra identificación con nuestro cuerpo y seguir nuestro movimiento espiritual. El espíritu universal no quiere encadenarnos / Quiere que nos elevemos, que nos ensanchemos. Si bien la muerte es el final de la corporalidad, no es el fin del movimiento de la conciencia. Puedo seguir ese movimiento, incluso sin saber hacia dónde nos conduce, si comprendo que es el movimiento de la vida. Aun la hora de la muerte acaso / nos coloque frente a nuevos espacios que debamos andar:/ las llamadas de la vida no acabarán jamás para nosotros…/ ¡Ea, pues, corazón, arriba! ¡Despídete, estás curado!

165

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Etapa de conciencia 6: la conciencia de totalidad 3

4

2

5

1

6

El círculo se cierra en la sexta etapa de conciencia. La rueda de la vida consta de 6 radios y tres ejes –del uno al cuarto, del dos al cinco, del tres al seis. Estas tres parejas están emparentadas entre sí de modo que el nivel superior de un eje es la transformación del opuesto. El cuatro es la transformación del uno, el cinco la transformación del dos, el seis la transformación del tres. En esa transformación lo que antes era exterior se experimenta como y reconoce como interior. Y en esa interiorización nos experimentamos progresivamente como una parte de la conciencia universal, es decir, nos percatamos de que esa conciencia opera en nosotros y que nosotros no somos más que Ella. La fusión inconsciente del uno reaparece en el cuatro como vínculo consciente en el corazón; nos volvemos a encontrar con la experiencia de grandeza exterior (el o los dioses) del segundo nivel en el cinco, ahora como grandeza interior, como visión interior. El estar separado y solo, la libertad a la par grandiosa y dolorosa

166

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

del tres, es vivida en el seis como ligereza, como simultaneidad del estar-en-el-mundo y ser espectador del mundo, como libertad verdadera, interior. En el nivel 7 abandonamos el círculo, la rueda. Es aquello en torno a lo que todo gira sin girar ello mismo. En una imagen: es el cubo de la rueda. Pero quedémonos en el nivel 6. Aquí la escalera se transforma en un círculo, porque la conciencia del seis lo abarca todo, lo bueno, lo malo, el amor, el odio, la verdad, la mentira, la vida y la muerte. Aquí todo puede ser lo que es, todo es no-diferente, y por ello indiferente. Me contaron que una mujer le dijo en una ocasión a un maestro Zen que esperaba un hijo suyo y deseaba que viviera con ella y cuidara de ambos. “Ah” –respondió él, y permaneció a su lado. Cuando el niño tuvo 14 años la mujer le confesó que no era hijo suyo, que solo lo había dicho porque él le parecía más digno de confianza que el auténtico padre. Quería darle las gracias y pedirle perdón. “Ah” –respondió él, y siguió su camino. La indiferencia del sexto nivel no es obtusa, procede de una perfecta permeabilidad para la vida, de una apertura que no juzga, que no valora lo que es. Todo tiene para ella el mismo valor y por ello indiferente –todo vale porque es. La conciencia del sexto nivel está en armonía con la conciencia a secas tal y como se expresa en los fenómenos –en todos los fenómenos– del mundo. Este es el salto cuántico en el que el yo se disuelve en el todo. Hermann Hesse so expresa bellamente en su obra Siddharta. Mi descripción de los niveles comenzó con Hesse, y también deseo cerrarla con sus palabras: Mientras Govinda pensaba así, en su corazón mantenía un conflicto, y de nuevo se sintió atraído a Siddharta por amor. Se inclinó profundamente ante aquel hombre que se hallaba sentado, lleno de serenidad.

167

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

—Siddharta –empezó–, hemos llegado a ser hombres viejos. Difícilmente en esta vida volveremos a encontrarnos. Veo, amigo, que has hallado la paz. Yo te confieso que no la he conseguido. ¡Dime, venerable, una palabra más! ¡Dame algo para el camino, algo que pueda entender y comprender! Concédeme algo para ese camino. Frecuentemente mi marcha es difícil y sombría, Siddharta. Siddharta no pronunció palabra; le miró con sonrisa tranquila, siempre igual. Govinda clavó su vista fijamente en su rostro, con temor, con anhelo. Su mirada expresaba sufrimiento y una búsqueda eterna y un eterno rastrear. Siddharta le observó y sonrió. —¡Acércate a mí! –susurró al oído de Govinda–. ¡Acércate a mí! ¡Así, más cerca! ¡Muy cerca! Y ahora, ¡besa mi frente, Govinda! Y sucedió algo maravilloso mientras Govinda obedecía sus palabras, entre un presentimiento y el amor que le atraía: se le acercó mucho y rozó su frente con los labios. Todo ocurrió mientras sus pensamientos se ocupaban todavía de las extrañas palabras de Siddharta, mientras se esforzaba aún por quitar el tiempo en vano y con resistencia de sus pensamientos, y de imaginarse el nirvana y sansara como una misma cosa, a la vez que sentía desprecio por las palabras de su amigo y luchaba en su interior con un enorme respeto y amor. Así fue. Ya no contemplaba el rostro de su amigo Siddharta, sino que veía otras caras, muchas, una larga hilera, un río de rostros, de centenares, de miles de facciones; todas venían y pasaban, y sin embargo, parecía que todas desfilaban a la vez, que se renovaban continuamente, y que al mismo tiempo eran Siddharta. Observó la cara de un pez, de una carpa, con la boca abierta por un inmenso dolor, de un pez moribundo, con los ojos sin vida..., vio la cara de un niño recién nacido, encarnada y llena de arrugas, a punto de echarse a llorar...,

168

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

divisó el rostro de un asesino, le acechó mientras hundía un cuchillo en el cuerpo de una persona..., y al instante vislumbró a este criminal arrodillado y maniatado, y cómo el verdugo le decapitó con un golpe de espada..., distinguió los cuerpos de hombres y mujeres desnudos y en posturas de lucha, en un amor frenético..., entrevió cadáveres quietos, fríos, vacíos..., reparó en cabezas de animales, de jabalíes, de cocodrilos, de elefantes, de toros, de pájaros..., observó a los dioses, reconoció a Krishna y a Agni..., captó todas estas figuras y rostros en mil relaciones entre ellos, cada una en ayuda de la otra, amando, odiando, destruyendo y creando de nuevo. Cada figura era un querer morir, una confesión apasionada y dolorosa del carácter transitorio; pero ninguna moría, sólo cambiaban, siempre volvían a nacer con otro rostro nuevo, pero sin tiempo entre cara y cara... Y todas estas figuras descansaban, corrían, se creaban, flotaban, se reunían, y encima de todas ellas se mantenía continuamente algo débil, sin sustancia, pero a la vez existente, como un cristal fino o como hielo, como una piel transparente, una cáscara, un recipiente, un molde o una máscara de agua; y esa máscara sonreía, y se trataba del rostro sonriente de Siddharta, el que Govinda rozaba con sus labios en aquel momento. Así vio Govinda esa sonrisa de la máscara, la sonrisa de la unidad por encima de las figuras, la sonrisa de la simultaneidad sobre las mil muertes y nacimientos; esa sonrisa de Siddharta era exactamente la misma del buda, serena, fina, impenetrable, quizá bondadosa, acaso irónica, siempre inteligente y múltiple, la sonrisa de Gotama que había contemplado cien veces con profundo respeto. Govinda lo sabía: así sonríen los que han alcanzado la perfección.

169

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Comparación entre los estados de conciencia 5 y 6 etapa de conciencia

etapa 5

etapa 6

experiencia del mundo

existencia

ser testigo

modo de vida

servicio

ser

meta de la vida

creación

sencillez

sentimiento del yo

eso

no-yo

móvil de la conducta

vocación

calma, espontaneidad

interpretación del mundo

visión

mística trascendental

modo de conocimiento

ver

ser testigo

teoría del conocimiento

contemplativa

meditativa

palabras clave

yo estoy al servicio

yo soy

170

LAS

ETAPAS

DE

LA

VIDA

Y

LA

CONCIENCIA

Etapa 7: La conciencia total. La muerte Meditación sobre las etapas

Me coloco en el centro del círculo y siento – nada. Mi cuerpo gira despacio hacia la derecha, el movimiento me conduce, pasando por el nivel 6, hacia fuera del círculo. Miro hacia fuera, estoy fuera. Dios trabajó seis días, el séptimo descansó. Tienes que trabajar sobre seis chacras, el séptimo es un estado de gran paz, de paz extrema, de absoluta relajación, has “llegado a casa”. Con el séptimo chacra desapareces como parte de la dualidad. Todas las polaridades desaparecen, todas las diferencias desaparecen. La noche ya no es la noche, y el día ya no es el día. El verano ya no es verano, y el invierno ya no es invierno. La materia ya no es materia, y el espíritu ya no es espíritu –has trascendido todo eso. Este es el ámbito trascendental que Buda denomina Nirvana.1 1. Osho, Visión Tántrica, Colonia 2006, p. 191 y s.

171

II La constelación familiar como terapia espiritual

Conciencia y terapia

Los problemas de la conciencia moderna han creado una profesión que hace cien años no existía, y hace cincuenta solo rara vez se encontraba: la psicoterapia. Lo mucho que sufre y pide ayuda hoy el alma se revela en el número de personas que buscan ayuda profesional o semiprofesional. La mayoría de las consultas psicoterapéuticas de los seguros médicos están a rebosar; en las zonas rurales, donde hace 25 años a penas alguien consultaba a un psicoterapeuta, las consultas tienen largas listas de espera; los médicos que trabajan en las consultas de medicina general se quejan de que con muchos pacientes solo necesitan hablar, para lo que no tienen tiempo, y, o bien se despacha a los pacientes con un “esto es psicológico, tiene que relajarse”, o bien se los tranquiliza con medicamentos. La depresión y el estrés son omnipresentes. Un sin fin de niños en los que se detectan trastornos de la conducta son tratados con una psicodroga, Ritalin. Y como todo esto no es suficiente, o no ayuda, o está asociado a múltiples efectos colaterales, hay aún más personas que buscan ayuda fuera de los caminos médico-psicoterapéuticos oficiales, en las nuevas ofertas –profesionales, semiprofesionales o profanas– del mercado libre de la psicoterapia. Aquí uno lo paga todo de su propio bolsillo, pero el sufrimiento les empuja a ello, no les da elección, y evidentemente también aprecian la oferta.

175

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

La mayoría de estas personas que buscan ayuda no padecen una enfermedad psíquica clásica. Simplemente, ya no se las arreglan solos con sus vidas. Sienten opresión y pesadumbre, padecen síntomas de enfermedad para los que los médicos no encuentran explicación ni terapia, no consiguen llevar adelante sus relaciones, o su trabajo, no ven sentido a sus vidas, se sienten superadas como madres, etc. Y si nos detenemos a considerar el problema, lo que falta en la mayoría de los casos es una orientación en base a la cual conducir sus vidas. Pues objetivamente considerado, la vida no es ahora más difícil que en los años anteriores o posteriores a la guerra, no digamos ya durante la guerra. Desde un ángulo objetivo vivimos en el mejor de los mundos. Subjetivamente hablando es todo lo contrario, no hay duda. Para el alma, el mejor de los mundos es considerablemente vacuo y está considerablemente muerto. Y muchos –sobre todo los que buscan ayuda en el mercado libre de las terapias– son también conscientes de ello, no buscan solución para síntomas concretos, sino que buscan conscientemente algo que les pueda aportar una orientación interior en la vida. Y de la terapia (o del “asesoramiento para la vida”)1 esperan una ayuda para hallar un espacio interior que les proporcione paz y orientación. Para proporcionar estas cosas, la terapia (y el terapeuta en particular) tienen que estar conectados con un ámbito interior de paz y sentido. La cuestión es dónde puede hallarse este ámbito y cuáles son las características de la terapia capaz de mostrar a los clientes un camino de salida en el desierto del sinsentido. Toman1. En el mercado libre, muchos terapeutas se llaman a sí mismos “consejeros” porque carecen de un título de validez legal. Esto no obstante, pueden estar sobradamente preparados. Hablo aquí de “terapias” y de “terapeutas” para referirme a todo lo que tiene que ver con la salud del alma y el trabajo sobre la conciencia en un sentido amplio. Para referirme a la terapia en sentido legal, escribiré “psicoterapia” y psicoterapeuta”.

176

CONCIENCIA

Y

TERAPIA

do pie en el modelo de las etapas de la conciencia, se hace patente que ese ámbito no puede hallarse delante de la conciencia moderna. La respuesta no puede venir de fuera, pues una vez que la conciencia, desde la unidad inconsciente con el todo y a través de la conciencia del nosotros (en la que el hombre recibe orientación desde fuera: de Dios, la religión y la familia) llega al yo, el cual se encuentra en un mundo metafísicamente vacío, ya no existe ningún fuera que pudiera generar sentido. Si la conciencia, en cambio, no se queda aquí atascada continúa su camino, avanza automáticamente hacia el interior –hacia el interior del yo y a través de él o más allá de él. La terapia puede ser aquí de gran ayuda si colabora con el movimiento, más grande, de la conciencia, no porque ofrezca una respuesta a la pregunta por el sentido, sino porque fomenta este camino hacia el interior en el que cada persona haya respuestas por sí mismo. La moderna psicoterapia, sin embargo, adolece para ello de múltiples limitaciones, porque está estrechamente ligada con la conciencia de la etapa 3, la conciencia del yo, si es que no se identifica enteramente con ella. La psicoterapia no ha alcanzado el conocimiento científico natural de que el espacio interior es tan ilimitado e infinito como el exterior. En ella se siguen aferrando al yo como instancia última de la interioridad, mientras que en la física hace tiempo que se ha desvanecido la idea de una sustancia ínfima y se admite que el espacio interior, el microcosmos, se abre cada vez más a medida que nos adentramos en él. La fijación con el yo de la psicoterapia no se verifica en todos los métodos particulares, pero sí en todo procedimiento que aspire a ser considerado “científico”. Que el llamado mercado “gris”, mejor dicho, libre, que no demanda esta calificación sino que se desarrolla y regula con arreglo a la oferta y la demanda, haya crecido tanto en las últimas décadas se debe también, qué duda cabe, a que los métodos reconocidos no ofrecen una respuesta a los nuevos pro-

177

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

blemas. Lo cual está a su vez en relación con el hecho de que la psicoterapia procede y permanece en la misma conciencia que los causa. Un breve repaso de la historia de la terapia puede quizás evidenciarlo y mostrar la relación entre el desarrollo general de la conciencia y la terapia.

Origen y evolución de la psicoterapia. Al servicio de la liberación La terapia moderna, la psicoterapia, surgió en la transición a la etapa 3. Los primeros compases del siglo XX se caracterizaron en Centroeuropa por la entrada del intelecto en una nueva etapa. El alma, sin embargo, no podía seguir la marcha del intelecto. El alma es lenta, los movimientos anímicos necesitan mucho más tiempo. Trabajo desde hace algún tiempo en lugares marcados por la cultura china, sobre todo en Taiwan, pero también en la misma China y en Malasia (sobre todo con miembros de la etnia china), y allí es fácil comprobar esto, pues en el seno de treinta o cuarenta años ha tenido lugar una modernización que en América y Europa duró doscientos años o más. La generación que se halla hoy entre los treinta y cuarenta años se ha visto de golpe precipitada hacia un mundo enteramente diferente al que conocieron sus padres, y sus abuelos vivían prácticamente en la Edad Media. La conducta, el estilo de vida es ultramoderno, pero el alma sufre. No puede seguirle el paso, está desgarrada entre lo que exige de ella el ahora y el aquí del espíritu y lo que ayer mismo era válido. El alma necesita tiempo para trascenderse en dirección a lo nuevo; el espíritu en cambio corre en dirección a la cima de la evolución. La psicoterapia surgió en Europa en una situación muy similar. Intelectualmente hablado la gente, más exactamente, la burguesía culta, estaba en la Edad Moderna, Nietzsche había declara-

178

CONCIENCIA

Y

TERAPIA

do la muerto a Dios, pero entre los que se adentraron en estos nuevos territorios, algunas almas, las más sensibles precisamente, corrían el peligro de romperse. Su sentir, su más íntima lealtad, seguía plenamente enraizada en lo antiguo, y el que intentaba sobreponerse a este arraigo caía enfermo. El que antiguamente ejercía la cura de almas, el sacerdote, ya no podía prestarles ayuda, pues su mundo ya no resultaba válido para el nuevo modo de pensar. No puede ayudarse desde la fe al que ya no tiene fe. El nuevo sufrimiento psíquico exigía una forma también nueva de cura: la psicoterapia. La terapia ya no partía de la fe, sino que buscaba su asiento en la investigación racional, científica, del alma. De ahí que estuviera en situación, o al menos eso parecía, de diseñar un tratamiento adecuado al sufrimiento psíquico de la época. Su tarea consistía en tender un puente entre el lugar hacia el que se precipitaba el desarrollo espiritual general, y en el que ya se hallaba el espíritu de la vanguardia, y el desarrollo anímico, emocional, que se le había quedado muy a la zaga. El alma –se pensaba– queda atrapada en antiguas ideas y tabúes que dominan el inconsciente aún cuando la parte consciente de la conciencia ya no crea en ellas y las haya abandonado tiempo atrás. La tarea de la psicoterapia consistía en sacar a la luz, ante la conciencia despierta, este oculto enredo inconsciente. Casi se trataba de una segunda Ilustración. La primera había iluminado al pensamiento con la luz de la razón. Ahora la segunda debía conseguir llevar luz a la parte oculta de la conciencia, el inconsciente, inaccesible al pensamiento, que se mostraba simbólicamente en los sueños, por ejemplo. La sola existencia de lo inconsciente representó un golpe para la idea ilustrada del pensamiento liberado de toda atadura. Significaba que aspectos esenciales de nuestro pensamiento y conducta no eran libres y autónomos, que, al contrario, se hallaban dirigi-

179

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

dos por instintos y fuerzas insondables que permanecían en la oscuridad. Cuando algunos neurobiólogos nos explican hoy que todo lo que pensamos, decidimos y hacemos ya está decidido en el cerebro antes de que pensemos y actuemos, y que la libertad de la voluntad, en consecuencia, no es más que una ilusión, se limitan a operar una ampliación radical del descubrimiento del inconsciente que tuvo lugar en la época de Freud. Una ampliación que arrambla, eso sí, con la esperanza que entonces se albergaba de encontrar, con ayuda del psicoanálisis, un acceso consciente al inconsciente, de llevarle la luz de la razón y completar así en el alma la obra de la Ilustración. Más aún: las ideas mismas de la razón libre, la voluntad libre y el obrar libre quedaban en entredicho –y con ellas, dicho sea de paso, también la de la psicoterapia, toda vez que depende de las de razón libre y conducta autónoma. Para Freud y sus seguidores, el descubrimiento del inconsciente estimuló el afán de investigar en sentido ilustrado lo inconsciente, de hacerlo accesible a la razón. Gracias a esta investigación, el yo se libraría de los poderes ajenos a él que operaban a nivel inconsciente, y el individuo conseguiría al fin decidir libre y autónomamente sobre su vida. Esta es, sin menoscabo de las diferencias existentes entre los métodos y recursos (en parte radicalmente enfrentados) que se emplean para alcanzar esta meta, la idea fundamental de la psicoterapia hasta nuestros días. Ya un discípulo de Freud, C. G. Jung, sospechó, como poco, que las profundidades del alma jamás serían accesibles a la razón, pero no pasó de ser un outsider en el ámbito de la psicoterapia. Si ponemos el origen y desarrollo de la psicoterapia en relación con las etapas de la conciencia, vemos que se trata de una consecuente prolongación de la etapa 3. La idea es liberar al alma (al inconsciente) de las estructuras interiorizadas de la segunda etapa, de la conciencia de grupo, con el fin de conducir al yo hacia

180

CONCIENCIA

Y

TERAPIA

la autonomía plena. El psicoanálisis, por una parte, era ya expresión de la nueva conciencia. Pudo surgir porque el espíritu ya había llegado al nivel 3. Por otra, hizo una importante contribución a la ampliación y profundización de esta nueva conciencia. Mientras el pastor de almas tradicional, el sacerdote, iba en busca de la conciencia, que desde su punto de vista estaba a punto de perderse a consecuencia de su ruptura con el todo (con Dios), para volver así a conectarla con el alma, la psicoterapia resolvía el conflicto hacia delante: la Ilustración debía llegar, más a allá del pensamiento, a las profundidades del alma, mediante la iluminación de lo inconsciente. El individuo quedaría así por fin redimido de las ataduras de lo antiguo y de los poderes que en su interior estaban a su servicio.2 Todo esto trajo consigo un oculto cambio de paradigma. Mientras que el pensamiento antiguo partía del todo y valoraba el bienestar del todo por encima del bienestar del individuo, ahora se procede al contrario. La pregunta es: ¿Qué necesita el individuo para ser feliz? ¿Cómo puede armonizar pensamiento, conducta y emoción? Una pregunta a la sazón inaudita e inconcebible solo cien años atrás. El matrimonio, por ejemplo, no servía al bienestar y la felicidad del individuo, sino solo a los de la familia, el clan o, en el caso de los poderosos, del principado o la nación. Esto era (y es) una obviedad para la conciencia de la segunda etapa. La cuestión de qué necesita un niño no desempeñaba papel alguno en la educación. Lo único importante era qué necesitaba la familia o la sociedad. Los niños tenían que seguir los pasos de su familia, los descendientes los de los antepasados, el individuo los del grupo al 2. Empleo el concepto de “redención” porque la idea de la Ilustración sigue íntegramente la idea cristiana de la redención, solo que le da la vuelta y la convierte en un programa intramundano de salvación, lo cual se hace especialmente patente allí donde el psicoanálisis y el marxismo son vistos, conjuntamente, como una vía de redención a la par individual y colectiva.

181

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

que pertenecía. Y ahora la relación se invierte, la nueva pregunta reza: ¿Qué necesita el individuo? Ahora, de repente, se dirige contra la sociedad, la religión y la familia la sospecha general de entorpecer, cuando no impedir, el desarrollo del individuo. En los trastornos (en lenguaje moderno: síntomas psíquicos), las conductas discrepantes y a veces también la enfermedades se veía, en correspondencia con esto, una ruptura con el todo o una deficiente integración en el todo de orden superior (la familia, la religión), y si recibía tratamiento, este tenía como meta la reintegración en el todo y sus valores. Esto cambia radicalmente con la entrada en la tercera etapa y la llegada de la psicoterapia asociada a ella. El individuo se desliza ahora al primer plano, lo importante es lo que él necesita para recuperar la salud y llegar a la plenitud desde sí mismo. En lugar de la reintegración se busca ahora, al contrario que antes, liberar al individuo, no solo exteriormente y en el pensamiento, sino también interiormente, de las viejas tradiciones y de las obligaciones que llevan aparejadas, que se haga “autónomo”. Todo esto no solo era moderno sino adecuado, en la medida en que hacerse consciente de uno mismo se pliega y sigue al movimiento de la conciencia. A nivel práctico esto significa que la discrepancia entre un pensamiento que desestimaba como injustificadas las viejas restricciones, una conducta que las dejaba paulatinamente atrás –impulsada también por las exigencias del desarrollo social (industrial)– y una afectividad incapaz de acompañar a estos cambios, desgarrada entre sus deseos modernos y antiguas lealtades interiores, podía ser aliviada haciendo entrar a los sentimientos, por decirlo concisamente, en la vía del progreso. Pero con esto nos adentramos en un importante desarrollo del ensayo freudiano. El pensador austriaco aún daba por sentado que bastaba con hacer accesible a la razón lo inconsciente e irracional.

182

CONCIENCIA

Y

TERAPIA

A partir de los años sesenta y bajo el impulso de las investigaciones de Wilhelm Reich3, discípulo de Freud, el cual había descubierto que los daños psíquicos se manifiestan en el cuerpo y que por medio de ejercicios respiratorios, masajes y ejercicios corporales podían ser experimentados, revividos y con ello –así al menos lo creía él– curados, se desarrolló una terapia que consideraba cada vez más la vivencia, la experiencia integral (corporal, emocional y mental). Este método seguía centrado claramente en el individuo y en liberarlo de constreñimientos ligados a su origen. El pasado es el factor patógeno, lo que coarta, lo que hay que superar. No en pocas ocasiones se llevó esta línea de pensamiento hasta el punto de golpear e incluso matar a los padres simbólicamente. Liberarse valía tanto como liberarse de los padres, de la familia, de la “mala” infancia –pese a que, curiosamente, se animaba a los clientes a adoptar conductas inequívocamente infantiles, a las que se tomaba, falsamente, por expresiones de la espontaneidad. Pese a utilizar la forma de pasado, estas terapias son bastante comunes en la actualidad. Teniendo a la vista las etapas de la conciencia, no es difícil percatarse de que aquí actúa el programa de la juventud –la rebelión contra la casa parental. Por eso tienen estas terapias un efecto en primera instancia liberador –como también lo tiene la rebelión juvenil. Solo que se agotan en el alzamiento. No desembocan en un yo maduro, en una vida responsable. Lo dicho aquí no es aplicable a todas las terapias de los sesenta en adelante. Algunas, como la hipnoterapia, la PNL, el análisis del guión de vida y el análisis transaccional, siguen una línea más 3. Reich era judío, al igual que Freud, y en los años treinta tuvo que huir de los nazis. A través de Suecia llegó a Estados Unidos, donde en 1956 fue encarcelado por desoír la prohibición de divulgar el acumulador de orgón que él había desarrollado y los escritos correspondientes. Sus trabajos fueron enviados a la hoguera (¡en la América libre, en el año 1956, esto es, 20 años después de la quema de libros por parte de los nazis!). Reich murió en la cárcel en 1957.

183

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

cognitiva, o simbólica o también sistémica (terapia familiar). Pese a ello, y sin abordar el tema en sus detalles, se verifica en ellas la tendencia a pasar por alto o solo rozar, en el mejor de los casos, lo emocional, de modo que, en estos métodos y por regla general, las soluciones más bien racionales o figurativo-simbólicas no tienen una base holística. La consecuencia es que carecen de base emocional. Y la idea de que la familia es la madre de todos los problemas también aquí se impone.

Terapia sistémica. La anulación de la vida La terapia sistémica, ampliamente representada en la terapia familiar, sobre todo, ocupa aquí un lugar especial. La menciono aparte porque la constelación familiar se considera a menudo una variante de ella, o se aplica en su contexto teórico y práctico. La terapia sistémica comprende que el individuo está siempre inserto en un contexto mayor (un sistema), y que su pensamiento y conducta se halla con él en relación de acción recíproca. De ahí que lo importante no sea liberarse del sistema (de la familia, por ejemplo), sino mejorar las relaciones en el sistema. Representa sin duda un progreso en relación a propuestas de orientación individualista, pues se comprende que siempre estamos y tenemos que estar insertos en algo mayor. Con todo, esta terapia reconoce solo superficialmente esta realidad mayor, no de verdad. Un “sistema” es una invención humana, ya como abstracción conceptual, ya como construcción del hombre. Cuando lo vivo se construye en el plano de la teoría como un sistema y luego se lo trata así en la práctica, a uno se le escapa lo que hace que la vida sea vida: lo que nos precede y supera a priori. Hay organismos vivos y hay sistemas, pero no hay “sistemas vivos”. En el momento en que contemplo mi cuerpo como si fuera un sistema en el que estructuras y

184

CONCIENCIA

Y

TERAPIA

funciones en acción recíproca funcionan conjuntamente, le sustraigo la vida. Es como un motor o un ordenador. Lo mismo vale para la familia. Los sistémicos la tratan como si fuera una construcción, no un organismo vivo que nos precede. Desde la perspectiva sistémica cada cual construye en su cabeza su propia familia, y se conduce con arreglo a esa construcción. Por eso en la terapia se trata de ajustar esas construcciones, de armonizarlas al máximo para que el sistema funcione y el individuo se las arregle mejor en ellas. Pero cuando esa realidad mayor solo es una construcción, no es entonces realmente mayor que nosotros, sus constructores. Su ser mayor es meramente cuantitativo, no esencial. En el pensamiento sistémico-constructivista el yo es siempre lo más grande, porque cualquier otra cosa es una construcción suya. Las construcciones –un motor, un ordenador– obedecen desde luego a leyes propias a las que debemos someternos si queremos utilizarlos; pero las construcción son modificables, podemos construirlas de otra manera. Y así se contempla aquí a la familia y la vida en general: como algo que, si bien sigue leyes autónomas, puede ser construido de otra manera. En realidad el pensamiento sistémico, pese a insertar de nuevo, aparentemente, al yo en un todo mayor, es el último exceso de la conciencia del yo: al considerarlo todo una construcción del yo, incorpora a él de antemano cualquier realidad mayor. Algunos opinan que el pensamiento sistémico es una línea del pensamiento holístico, solo que científicamente formulado. Esto es un gran error. El pensamiento sistémico es la aniquilación de la totalidad, la destrucción de lo vivo. La totalidad es el modo de ser de lo que es. Estamos involucrados en ella, tomamos parte en ella, formamos parte de ella, pero no podemos construirla. Es lo grande a priori de lo que venimos y en el que somos.

185

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

¿Qué tiene esto que ver con la terapia? Mucho, le dicta la dirección básica a seguir e influye así en la dirección que los clientes se marcan en la vida. Existe una diferencia enorme entre partir de que construimos nuestra vida y comprendernos como parte de un todo en el que estamos insertados. En el primer caso lo importante es mantener el control, o recuperarlo, en el segundo entregarnos al río y a las leyes autónomas de la vida. En el primero la pregunta es: ¿qué puedo/tengo que hacer? En el segundo: ¿Qué puedo/tengo que dejar que sea? Y este dejar que sea no implica no actuar. La acción se acompasa a lo que resulta espontánea y naturalmente –lo que también significa: sin esfuerzo– del contacto con el movimiento del todo.

El trabajo de constelaciones. Acompasarse al movimiento de la vida Este acompasarse con el todo y entrar en el río de su movimiento es la esencia de la constelación familiar tal y como la desarrolló Bert Hellinger. Se expresa tanto en el método (sobre todo en la variante más evolucionada de las constelaciones móviles) como en la comprensión del lazo que une al individuo con el todo y en las soluciones que se muestran en las constelaciones. En lo que sigue deseo explicar cómo el trabajo con constelaciones puede contribuir a hacer consciente la inserción de nuestra vida en un todo mayor, y a permitirnos tomar parte en el movimiento de la conciencia. Es importante que este movimiento no se sitúe frente a la conciencia del yo en una variante de la conciencia grupal: atraviesa el yo hacia una nueva forma de vínculo que, en lugar de imágenes y valores transmitidos, procede del propio corazón. A mi modo de ver, esta diferencia no ha sido claramente reconocida ni por Hellinger ni por el trabajo de las constelaciones, al menos

186

CONCIENCIA

Y

TERAPIA

no ha sido claramente descrita y puesta en práctica. No voy a presentar el trabajo con constelaciones en toda su amplitud.4 Describiré los elementos que he seleccionado. Pero lo haré de modo que el texto sea comprensible también para los que no lo conocen. Considero conveniente hacer primero una breve aclaración. La constelación familiar se presenta a menudo como una terapia sistémica. Existen para ello motivos eminentemente históricos: En el subtítulo (y en el texto) del primer libro que se publicó sobre constelaciones familiares, Felicidad dual, con el que se hicieron conocidas de la noche a la mañana, su autor, Gunthard Weber, llamó al trabajo de las constelaciones “psicoterapia sistémica”. Weber es un terapeuta sistémico, y propietario de la editorial más importante de literatura sistémica, en la cual apareció el libro. Al hacerlo pasó ampliamente por alto que Hellinger no tenía nada que ver con la escuela de terapia sistémica, como tampoco con la teoría de sistemas.5 Hellinger, sin embargo, no hizo las debidas aclaraciones, sino que se distanció del constructivismo sistémico ocasionalmente y a través de comentarios mordaces.6 Una importante deficiencia es que Hellinger nunca ha formulado una teoría coordinada con el trabajo de las constelaciones. Por eso, y exagerando un poco, cada cual entiende algo distinto al hablar de las constelaciones familiares. Se puede emplear como un método sistémico ordenado a optimizar las relaciones del sistema. En un 4. Hallarán una introducción compacta a la par que una viva descripción de él en mis libros Liebe, die löst, Heidelberg, Carl Auer Verlag 2001) y Das Hellinger-Prinzip (Freiburg, Herder Verlag, 2003). 5. Esto causó no poco desconcierto y contribuyó a que la actitud de los sistémicos frente Hellinger fuera finalmente hostil. Una exposición detallada del conflicto en mi libro Die Hellinger-Kontroverse, Freiburg, 2005, p. 52-88. 6. Esta historia, por ejemplo, que caricaturiza la idea de que la realidad no se encuentra sino que se inventa: Un constructivista se pierde en una excursión a la montaña. Cuando al cabo de tres días un equipo de búsqueda lo encuentra, dice aliviado: Menos mal que al fin me habéis inventado.

187

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

sistema social eminentemente práctico, como una empresa u organización, es sin duda adecuado. Aquí se trata, en efecto, de creaciones humanas. Lo importante no es el alma humana, sino el funcionamiento de una estructura compleja que ha de alcanzar una determinada meta. Pero si hacemos lo mismo con el alma y sus lazos con el todo, reducimos al ser humano a la ruedecita de un engranaje. Solo una propuesta holística puede hacerle justicia al alma, una que pregunte por lo que mueve al hombre en su intimidad y qué necesita el individuo particular para estar en armonía consigo mismo y su mundo. Para expresarlo más claramente en relación a la situación del hombre moderno: ¿Cómo reencuentra el hombre la referencia a algo mayor que le dé una dirección sin verse obligado a regresar a su antiguo mundo?

188

El método de las constelaciones: Salto hacia lo desconocido

Las constelaciones como espejo del alma Con el método de las constelaciones, Bert Hellinger introdujo un procedimiento completamente nuevo en la terapia. Aunque ya antes había procedimientos escénicos, siempre eran escenificaciones de una supuesta dinámica familiar o relacional. Alguien, por ejemplo, interpretaba al padre (o a quien sea), pero siempre partiendo de que esa persona hacía el papel de padre, ya sea interpretando aspectos que se le indicaban, ya sea intentando hacer de padre a través de la información que él mismo tenía sobre el padre. Esto es, se construían o simulaban procesos grupales. Hellinger, en cambio, descubrió y defendió algo radicalmente nuevo e inaudito: con la ayuda de representantes es posible representar realidades ocultas. Las constelaciones muestran cómo es el padre en realidad, lo que siente, lo que conmueve su alma y su corazón, lo que lo apesadumbra en su más profunda interioridad, y también lo que ha hecho. Las constelaciones muestran lo que es, son un espejo del alma. Muestran los atolladeros en los que se ven metidos los individuos y su contexto, a menudo también una solución. Pero vayamos por partes.

189

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

El trabajo con constelaciones es, para empezar, un método de grupo (disponemos ahora de varios procedimientos para emplearlos en el asesoramiento individual, pero no vamos a tocar aquí el tema).1 En ellas asumen el papel de los miembros de la familia personas desconocidas –“sustitutos” o “representantes”, elegidos al azar del círculo de los participantes. El cliente elige, por ejemplo, una mujer para representar a su madre, un hombre para su padre y a otra persona, un desconocido, para sí mismo. Él coloca a esas personas en las posiciones que cree conveniente, él es el que las dispone, las coloca de alguna manera. Para ello se guía por lo que siente en ese momento. Uno puede renunciar también a la colocación de los representantes y pedirles que busquen ellos mismos su lugar en el espacio. Por regla general, la decisión de quién dispone o coloca la toma el director de la constelación tras acordarlo con el cliente. Amén de la familia, en principio puede hacerse constelaciones de toda clase de grupos, de sistemas sociales y relaciones. Y no solo se hacen constelaciones de personas, también de unidades sociales (secciones de una empresa, una religión, nación, región, en un partido, etc.), enfermedades y síntomas, lugares (la cárcel, un campo de concentración, el cielo, etc.) o de elementos simbólico abstractos (imágenes interiores, doctrinas, ideas, nombres, etc.). En esencia, no hay nada que no pueda ser presentado en una constelación. Para que la exposición no se haga complicada en exceso, me limito en lo que sigue a la representación de personas. Los sustitutos no reciben información alguna sobre las personas por las que están. La mayoría de las veces conocen por la conversación previa cuál es su posición en la familia (por ejem1. Ver Wilfried De Philipp (ed.), Systemaufstellungen im Einzelsetting: Platz lassen, Raum geben, Heidelberg.

190

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

plo, padre, madre, tío, prometido, hijo de una relación extraconyugal, hermanastro), a menudo también conocen hechos importantes (por ejemplo, si esa persona murió pronto, si era minusválido, adoptado, si fue asesinado o era un asesino). Sin embargo, no es una condición necesaria para este procedimiento. Lo que se averigua antes de la representación varía enormemente de unos consteladores a otros. Cuando el constelador trabaja desde la conciencia del nivel 4 (fenomenológicamente) no necesita saber nada en absoluto, y el representante tampoco.2 Personalmente, me suelo limitar a pedir al cliente que exponga brevemente lo que le preocupa. Si padece de dolor de cabeza crónico, por ejemplo, me basta esta información, y le pido al cliente que elija un representante para sí mismo y otro para el síntoma (el dolor de cabeza). Entonces le doy instrucciones al representante para que se abra a lo que viene de su interior y permita a su cuerpo seguir ese movimiento, sin preocuparse de a dónde le lleve. Todo lo demás procede de la constelación, de los movimientos o declaraciones de los sustitutos. Como nadie sabe cómo se siente y mueve un “dolor de cabeza” o “la anorexia” o “la infertilidad”, los representantes no pueden tener representación alguna de lo que han de sentir o hacer, sino que están obligados a mirar hacia centro para ver lo que sienten y expresar lo que perciben en su interior. Cuando se pregunta antes por algunos datos sobe la familia, se pone mucha atención en no dar al sustituto información sobre rasgos de carácter de la persona que representa. Así se los mantie2. A veces el terapeuta no da intencionadamente ninguna información, con el fin de proteger la esfera personal del cliente (en casos especialmente graves o en relación a temas delicados) y eliminar la posibilidad de interpretación por parte de los representantes. Semejantes constelaciones “encubiertas” constituyen un buen medio en las empresas de proteger a los clientes o prevenir manipulaciones.

191

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

ne en un estado, digamos, de “inocencia”, y puede abandonarse a los movimientos y sentimientos que lo asaltan en el papel correspondiente. En las constelaciones familiares, pues, no se interpretan papeles, no se actúa, se trata de dar expresión a lo que se percibe interiormente. Tales percepciones pueden ser, por ejemplo, una sensación corporal (calor, frío, pesadez, debilidad, temblores, sudores), emociones (pena, simpatía, rechazo, ira, alegría, miedo) o sentirse impulsado a moverse (a acercarse o alejarse de una persona, a dirigirse a ella o darle la espalda, a huir, golpear, abrazar, etc.) Existen pues dos modos de proceder: o bien el director de la constelación pregunta a los representantes cómo se sienten, para lo que, por regla general, les piden que presten atención a sus percepciones corporales y emocionales, o espera y anima a los representantes a moverse cuando se sientan interiormente impulsados a hacerlo. Si se elige este segundo modo de proceder, se habla poco o nada, y uno recibe información solamente de los movimientos. En el primero la imagen de la dinámica en el sistema familiar y sus miembros se obtiene por medio de preguntas a los sustitutos y a través de las subsiguientes reorganizaciones (es decir: el director coloca a dos sustitutos frente a frente, o uno al lado del otro, o dándose la espalda, y pregunta en cada caso si así es mejor o peor y qué sentimientos aparecen). En base a los movimientos y a las declaraciones verbales se va haciendo reconocible qué temas y personas están excluidas, se ignoran o evitan. La introducción de estos elementos dejados de lado suele revelar la dinámica oculta. Ambos expedientes tienen en común que los sustitutos representan a personas completamente desconocidas para ellos, sobre las que nada saben. Y pese a ello, el procedimiento arroja una clara imagen de la familia, de los atolladeros psíquicos en los que está cada miembro de la familia, y también la imagen de una vía de

192

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

solución para los afectados. A diferencia de lo que ocurre en el psicodrama y en la escultura de familias, aquí no se trata de probar posibles escenarios y papeles, sino de la efectiva percepción y representación de una realidad oculta. Dicho de otra manera: los sustitutos experimentan lo mismo que las personas reales a las que representan y de las que nada saben. Esto, claro está, resulta de entrada difícil de creer. Cuando uno lo experimenta, se acostumbra sin embargo muy rápidamente a ello, y al cabo de poco tiempo parece casi normal, aun cuando uno no sepa cómo explicarlo. Los críticos, cómo no, pueden cebarse con este método: solo puede ser “delirio esotérica” y “engañiflas”.3 Pero no lo es. Pues amén de las muchas personas que lo han vivido personalmente, disponemos ahora también del estudio científico de Peter Schlötter4, en el que se prueba empíricamente que diversos sustitutos, representando a una misma persona, reflejan coincidentemente su estado anímico fundamental. Schlötter dispuso la misma constelación de un sistema en distintos espacios con ayuda de muñecos de tamaño natural. Después colocó a un gran número de representantes en esas posiciones, 3. Sobre las críticas dirigidas a las constelaciones familiares y especialmente a Bert Hellinger, ver mi libro Die Hellinger-Kontroverse. Fakten – Hintergründe – Klarstellungen, Friburgo, Herder, 2005. 4. Peter Schlötter, Vertraute Sprache und ihre Entdeckung. Systemaufstellungen sind kein Zufallprodukt – Der empirische Nachweis, Heidelberg, Carl-AuerSystem, 2005. Fritz B. Simon, durante largos años crítico de las constelaciones, señala al respecto: “Él [Schlötter] dispuso la misma constelación cien veces colocando muñecos de tamaño natural en las diversas posiciones. Después movió a un alto número de representantes por la constelación, es decir, colocó a personas distintas en las mismas posiciones y a la misma persona en distintas posiciones… El resultado: las vivencias coinciden dependiendo de la posición y no de la persona. Esto es, el fenómeno llamado “percepción representante” ha sido verificado o, al menos, no falsado”. En: Gunthard Weber, G. Schmidt, F.B. Simon, Aufstellungsarbeit revisited… nach Hellinger?, Heidelberg, Carl-Auer-Systeme, 2005, p. 197.

193

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

colocando unas veces a diversos representantes en los mismos lugares y otras al mismo representante en distintas posiciones. En total 130 personas formaron 2700 constelaciones. Las declaraciones sobre sus percepciones fueron grabadas en vídeo. El resultado: las manifestaciones de los representantes eran significativamente coincidentes, y ello con independencia del sexo, la edad o la posición social. Podemos extraer de aquí que en una constelación los representantes tienen acceso a sentimientos y sucesos sobre los que no tienen información y de los que, por lo tanto, nada pueden saber. Fritz B. Simon, psicoterapeuta sistémico, célebre crítico de Hellinger y las constelaciones, a la par que director de la tesis de Schlötter, intenta salvar la situación afirmando que las sensaciones de los representantes deben interpretarse como reacciones afectivas a las constelaciones (distancia u orientación hacia otras personas).5 Según esto, no afirmarían nada relativo a las personas a las que representan, sino solo a sus propios sentimientos, que resultan de sus lugares en el espacio y de la relación espacial que guardan con otras personas de la constelación. En contra de esto, en primer lugar, se alza el hecho de que la representación también funciona cuando solo se coloca a una persona, y en segundo lugar, que la misma constelación espacial se vive de modos completamente diferentes cuando se representan sistemas familiares distintos.6 5. Ibídem. 6. Klaus Grochowiak observa certeramente: “La suposición [de que los representantes solo viven e interpretan una disposición espacial] contradice, sin más, los hechos. Un padre a la espalda se vive a veces como apoyo, otras como amenaza. Una persona a la que se coloca lejos de los demás… vive unas veces su aislamiento como una exclusión dolorosa y otras siente alivio por hallarse al fuera de la “locura” familiar. Podemos añadir a estos tantos ejemplos como queramos”. K. Grochowiak, “Das Austellungsphänomen… und warum der Konstruktivsmus damit Probleme hat”, en Praxis der Systemaufstellung 1/2006, p. 81.

194

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

El conocimiento oculto, o la actualidad del pasado y el presente Lo que aquí ocurre es, en efecto, algo bien distinto. Al vaciarnos, esto es, al deshacernos de nuestras ideas y de lo que creemos saber, entramos en contacto con un campo que nos comprende como personas y que ha almacenado todos nuestros pensamientos, sentimientos y acciones como recuerdos. Albrecht Mahr, el primer constelador, recogió este hecho en el concepto “campo conocedor”, que se ha generalizado entre los consteladores familiares. Personalmente me parece un término correcto, pues significa que existen campos (sujetos) que saben o conocen algo. La cuestión es, en realidad, que el conocimiento existe en la forma de un campo, por lo que me parece más atinado el término “campo de conocimiento”7. Este campo de conocimiento no solo abarca enteramente el pasado sino también el futuro. No es tan descabellado como a primera vista pueda parecer. Pues, ¿qué hacen los inventores, los científicos, un Newton, un Einstein, un Heisenberg? ¿Qué hace un artista, un Mozart, un Beethoven, un Miguel Ángel? ¿Encuentra algo o inventa algo? Pienso que, claramente, encuentran algo, descubren algo. Pero eso significa que ya existía antes. Cada uno de nuestros pensamientos ya existe cuando una persona lo piensa por primera vez. Y puede pensarlo porque ya existía. Cada sonido que compone, toca o canta un músico existe desde siempre, al igual que toda melodía. Los grandes compositores nunca han pretendido ser creadores de sus obras, sino haberlas escuchado o recibido de algún otro modo. Lo que el músico crea no es más que la objetualización de algo que ya es en otra dimensión a la que no accedemos. Miguel Ángel 7. No se trata de algo nuevo. En la cultura india se ha postulado desde siempre la existencia de un campo que abarca todo el saber y todos los acontecimientos (pasados y futuros) mediante el concepto “Crónica Akasha”.

195

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

decía que la escultura estaba en la piedra que labraba, que podía verla y sentirla antes de que estuviera acabada, y que su trabajo consistía en hacer que surgiera tan pura y clara como fuera posible. Ya está ahí, él la encuentra y la lleva desde la dimensión invisible a la visible, pero no la crea de la nada. Lo mismo ocurre con el pensamiento, el sentir y todo saber. Existen en otra dimensión antes de que el primer hombre los piense o sienta. Y cuando los olvidamos, vuelven también a esa dimensión. Tomemos una imagen. Hoy podemos hacer audibles o visibles muchas clases de ondas. Podemos ver lo que en este mismo segundo ocurre en el otro lado del globo, hablamos por teléfono, etc. Nadie piensa, sin embargo, que lo que oímos y escuchamos en la radio y en la tele no existía antes de que hubiera aparatos y transmisiones. Y nadie piensa tampoco que el fútbol deje de existir cuando apagamos el televisor a la mitad de un partido. Todo lo que oímos y vemos existe con independencia de nuestra percepción de ello y ha existido siempre. Para percibirlo, solo tenemos que saber cómo traerlo a nuestra dimensión y encender el receptor. Y esto exactamente es lo que hace un sustituto en una constelación familiar: se pone a la escucha. ¿Cómo se hace eso? Mirando hacia dentro, sin saber nada y siguiendo sus percepciones. El conocimiento de algo nuevo tiene por condición el no-saber, una paradoja que no solamente ha ocupado a la filosofía y espiritualidad del Lejano Oriente, sino también a los filósofos griegos y a la mística cristiana. Resulta interesante el hecho de que esto también funcione cuando el sustituto no cree en ello o carece de experiencia. Es por tanto independiente de su conciencia. Cuando alguien lo hace por primera vez suele ocurrir que ella o él me pregunten con la mirada: ¿y ahora que tengo que hacer? Y yo digo entonces: “No tienes que mirarme, no tomo parte en el juego, no puede ayudarte. Mira hacia dentro y sigue el movimiento que percibas, cualquiera que sea”.

196

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

Nota entonces que comienza a tiritar, por ejemplo, o a sentir cansancio y pesadez, o que su mirada se siente atraída por algo. Solo entonces intervengo yo (cuando son principiantes) diciendo por ejemplo: “Déjate llevar por ese sentimiento (o movimiento). No necesitas saber lo que es. Síguelo, sin más”. Y entonces se ve repentinamente formando parte de una historia que no es la suya. Y una vez que ha superado su reparo inicial, se ha acostumbrado un poco al proceso y sigue correctamente sus sensaciones, suele verse movido por profundas emociones y experimenta toda la gama de sentimientos y acciones humanas como si fueran los suyos.

Nuevos ámbitos de experiencia y conciencia Entran así en un ámbito de experiencia y conciencia completamente nuevo para la mayoría. Experimentan que existe un plano de conocimiento y experiencia que trasciende lo personal y es, en ese sentido, mayor que ellos, infinitamente más grande, por añadidura. Lo que uno vive en el papel de representante es mucho más y a menudo completamente diferente de lo que hasta entonces había vivido, visto, oído o leído. Uno tiene pues la experiencia, fundamentalmente nueva, de que hay algo fuera de nosotros (o también en lo más profundo de nosotros) que está más allá de nuestra personalidad, y de que podemos estar conectados a ese espacio mayor en el que todo es. Esta justamente es la experiencia de la cuarta etapa de la conciencia. Lo cual significa: cuando avanzamos hacia el espacio abierto del no saber –en un curso de constelaciones, para empezar, bajo la guía y, en cierta manera, la protección de un constelador–, y renunciamos durante un breve lapso de tiempo a nuestra necesidad de saber y controlar, descubrimos y conocemos de un modo holístico –no solo intelectual, pues, sino también físico y emocional– que ese espacio nos sostiene, que en

197

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

él se halla la plenitud de la vida, que toda esta plenitud, desde lo más horroroso a lo más elevado, puede estar en nosotros y ser vivida, y que esta vivencia no nos destruye, sino que nos ensancha y fortalece. Existe un cierto miedo a salir perjudicado al entregarse a una experiencia así. Cuando este miedo procede de personas que participan por primera vez, me lo tomo en serio y les digo que se entreguen al papel hasta que lo crean oportuno. Y todo el mundo tiene derecho a decidir, cómo no, si se pone o no a disposición para un papel. Asimismo, los participantes siempre pueden decir, también en medio de una constelación: “ya no quiero seguir” y retirarse. Es algo que también ocurre en mis cursos, pero pocas veces. Entonces pregunto: “¿Quién está dispuesto a asumir el papel?”. Alguien levanta la mano y el proceso sigue adelante. Antes de continuar, me gustaría decir algo sobre el nuevo ámbito de experiencia en el que entran los representantes en una constelación. Su riqueza es inagotable. Uno tiene experiencias y se adentra en dimensiones de la vida que trascienden ampliamente lo hasta entonces conocido. Yo mismo he representado, amén de papeles comparativamente normales –amante y marido engañado, niño huérfano de padre, alcohólico y persona deprimida, hijo fallecido y padre de un hijo muerto–, el de la muerte misma, el de maestros de iluminación, el de violadores y asesinos, el de judíos asesinados, el de nazis corrientes y oficiales de alto rango de las SS que llevaron a la muerte a millones de judíos. Y solo es una pequeña selección. Como alguien nacido poco después de la guerra, cuyo padre fue enviado a los 18 años al frente oriental y cuya madre perdió a sus dos hermanos, de 19 y 20 años, en la guerra, fue para mí especialmente impactante verme en el papel de soldados y experimentar sus vivencias. Había entre ellos caídos y supervivientes, alemanes y rusos, soldados rasos y oficiales de alto rango, incluso comandantes en jefe de la Primer Guerra Mundial. Estas experiencias modificaron radicalmente mi comprensión de

198

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

la historia y mi visión del hombre y su destino. Puedo decir, por ejemplo, que el libro Los bienintencionados de Jonathan Littell8, que narra la Segunda Guerra Mundial en el frente oriental y, sobre todo, el exterminio de judíos desde la perspectiva de un oficial de las SS implicado en él, se corresponde enteramente con mis experiencias en las constelaciones. Lo menciono porque el libro provocó gran rechazo e indignación en la crítica literaria alemana, mientras que en Francia, donde apareció por primera vez, fue tenido por una sensación histórica y literaria. Me parece de gran importancia que en el papel de sustituto las experiencias sean holísticas, que abarquen las emociones y sensaciones corporales implicadas, tanto como las percepciones espirituales. Esto significa que dichas experiencias deben asentarse, al igual que las vivencias personales, en nuestra conciencia corporal, en la que nuestra conciencia personal tiende a ampliarse hacia la conciencia del hombre en general. Sobre todo las experiencias de las víctimas, del morir y la muerte echan por tierra las ideas que nos hemos formado. La muerte, por ejemplo, deja de provocar espanto, pero también pierde la fascinación que ejerce sobre algunos. Curiosamente, esta enorme ampliación de nuestra experiencia no despierta en uno el sentimiento de enterarse mejor de todo; al contrario, nos acerca a la intuición del viejo Sócrates, quien dijo: 8. Jonatthan Littell, Los bienintencionados, Berlín 2008. Littel es un judío americano que creció en Francia, estudió en América y vive desde hace poco tiempo en Barcelona. Escribió el libro, que consta de 1.383 páginas, en francés. Pese a ser una novela, no solo se pliega a los hechos históricos sino que pasa por ser la narración más completa y exacta históricamente hablando de la guerra en el frente oriental y del exterminio de judíos que tuvo lugar allí. La indignación que la obra cosechó en Alemania se debe, sobre todo, a que el autor judío se pone en el lugar de un oficial de las SS cultivado e idealista y narra los acontecimientos desde su perspectiva, razón por la cual el lector no puede evitar, pese a la crudeza de los hechos, empatizar hasta cierto punto con ese hombre.

199

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

“Cuanto más sé, tanto más claro tengo que no sé nada”. Por eso siempre advierto a las personas que se muestran interesadas en formarse conmigo lo siguiente: “El trabajo con constelaciones, cuando se toma en serio, es una máquina demoledora de ideas. De tus ideas, de lo que ahora piensas y das por seguro, al final no va a quedar nada”.

Constelación y meditación Por profundas que puedan llegar a ser las vivencias en el papel de representante, jamás deja uno de ser consciente de que se mueve en un papel, de que no se trata de la propia vida. Por eso se pierde relativamente rápido el miedo, y por eso no es peligroso. Uno sabe que puede apearse en cualquier momento: “Aunque estoy viviendo esto enteramente, no soy yo”. Cualquiera que se haya ocupado con la meditación conoce la sentencia: “Sientes eso, pero no eres tus sentimientos, piensas eso, pero no eres tus pensamientos”. De eso se trata, precisamente, en la meditación sin objeto: de la diferencia entre lo que experimento, pienso y siento y aquello que soy o quien soy, del conocimiento de que no soy eso, del percatarse del espacio que hay allende mi identificación con lo que siento y pienso. En este sentido, la representación en las constelaciones es una forma de ejercitarse en la meditación –la mejor que yo conozco. Al meditar, ya se siga un método clásico como vipassana o la meditación Zen, o el de las llamadas meditaciones activas u de otras– todo el mundo espera caer finalmente en la cuenta. Y por regla general uno no cae durante años (o décadas). O lo hace por poco tiempo y no vuelve a hacerlo en una eternidad. Esto al menos es lo que me ocurrió a mí, y después de todo lo que he visto y oído, no me cuento entre los menos. Uno escucha al maestro decir que uno no es su pensamiento y sus sentimientos, y cuando uno cree

200

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

que lo tiene, que está observando de un modo completamente descomprometido su pensamiento, nota que esto es otro pensamiento. Y apercibirse de ello es una buena señal de que uno aún no se ha dado cuenta, de que realmente no se ha dado cuenta. Y esto puede resultar de lo más frustrante. No discuto el sentido de este ejercicio. Probablemente ha sido una buena preparación para mi trabajo como terapeuta y para ver y comprender los procesos que tienen lugar en las constelaciones. Pero requiere mucho esfuerzo, y estoy convencido de que la asunción de papeles en las constelaciones nos conduce más fácilmente a una actitud meditativa. Aquí, en el deslizamiento a un papel ajeno, tiene lugar la experiencia de una vivencia intensa acompañada de la conciencia de la no identidad, esto es, la conciencia de que, aunque me está sucediendo todo eso, yo no soy eso, y ello sin esfuerzo alguno, fácilmente. Funciona así de bien, claro está, porque no se trata de mi propio papel, pero se trata en el fondo del proceso al que toda meditación aspira. La única –e importante– diferencia radica en que al meditar se trata de percatarse de mi identificación con papeles, pensamientos y sentimientos que asumo como míos. Con todo, la experiencia de la no identidad en un papel ajeno, junto con la experiencia simultánea de una gran intensidad afectiva, me parece representar un paso importante, capaz de abrir al cuerpo y a los sentidos a la posibilidad de que ocurra lo mismo con el papel que tomamos por propio. Lo que esto significa en relación a las etapas de la conciencia es que en las constelaciones podemos gustar el sabor de la conciencia cotidiana del nivel 6. En la conciencia despierta de la etapa 6 no estamos, como algunos pretenden, por encima de todo, sino que estamos en todo sin identificarnos con ello. Vivimos una vida normal y, a diferencia de las etapas anteriores, consideramos esto completamente normal. Hacemos lo que hay que hacer, y no pen-

201

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

samos en otras cosas. Esto precisamente –y no ejercitarse en cualesquiera ejercicios mientras estamos sentados– es lo que entiende Osho por meditación: “No es nada más que la vida diaria totalmente vivida”.

Lo que es mayor que nosotros: conducir y ser conducido en el no saber En la estructura del trabajo de constelaciones hay un elemento inexistente en otros procesos: la referencia sistemática, estructuralmente presente, a algo mayor. Esto se hace especialmente claro en la forma que Hellinger denominó “movimientos del alma”. Es altamente significativo que el escenario de los consteladores comenzara a moverse en dos direcciones cuando en el año 2000 Hellinger presentó y difundió eficazmente este nuevo modo de proceder. Muchos se negaron a dar ese paso. Juega aquí un papel importante, con toda certeza, que Hellinger no era capaz de transmitirlo comunicativamente.9 Pero esto no es todo. En él quedaba extremadamente claro algo que ya antes era visible para el que quería verlo: la renuncia al control del proceso terapéutico por parte del terapeuta, la cesión de la dirección de la constelación a algo mayor. Esto suscita temores, sobre todo en Alemania, y más aún cuando nadie le sabe explicar a uno lo que se oculta tras esa realidad mayor. Hellinger la llamaba “el alma”, pero para muchos eso era muy nebuloso, especialmente porque unas veces hablaba del “alma de la familia”, otras del “alma mayor” y otras, al fin, del 9. A causa de su personalidad, Hellinger tiende a hacer afirmaciones que luego no explica y a eludir el diálogo. Uno puede seguirlo o abandonarlo. Ver al respecto mi artículo “Klassisches Familienstellen, Bewegungen der Seele, Bewegungen des Geistes – Wohin bewegt sich die Aufstellungsarbeit?, en Praxis der Systemaufstellung, 1/2007.

202

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

“alma”, sin más. Algo quedó sin embargo enteramente a la vista: Si el sustituto –a veces incluso el terapeuta– no sabe nada sobre la persona a la que representa, si además, como para entonces ya era a menudo el caso, actúa completamente solo en la constelación, y si de sus movimientos se deriva, por ejemplo, que la persona a la que representa se ha ahorcado, o que una madre abortó, el sustituto está entonces indiscutiblemente conectado a algo más que a su propio saber y su propia facultad imaginativa. Algo mayor está operando ahí. Y ya no es posible explicar lo que ahí sucede por medio del campo de fuerzas reinantes en el grupo, pues el representante está ahí solo. Como ya he señalado, era difícil no llegar antes a esta conclusión. Cuando por ejemplo alguien, en respuesta a una pregunta, dice: “A mi lado (o detrás de mí o ahí) falta alguien”, y resulta que en la familia hay una persona que ha sido olvidada, un niño que nació muerto, por ejemplo o tempranamente, o el hijo oculto de otra relación, no es posible creer que este saber procede del representante. Mientras era el cliente el que disponía ritualmente su imagen interna de la familia en una constelación, y el terapeuta conducía la constelación interviniendo activamente, interrogando, modificando elementos y pronunciado frases estereotípicas, podía uno perseverar en la idea de que el cliente y el terapeuta, juntos, hacían algo, ayudados, sorprendentemente, por un ámbito desconocido cuyo nombre era el “alma de la familia”10. Con los “movimientos del alma” se puso fin a esto. Ya no podía seguir pasándose por alto que el proceso no estaba en manos ni del cliente ni del terapeuta. 10. Amén del clásico de Helliger Felicidad Dual, la mejor descripción de la forma antigua, relativamente estática y ritual de constelación familiar, se halla en la obra de Berthold Ulsamer Ohne Würzeln keine Flügel, Múnich, 1999. Ulsamer se cuenta, sin embargo, entre los remisos a la profundización de trabajo de constelaciones que aquí presento.

203

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Un nuevo paradigma Resultaba evidente que el método de la constelación familiar seguía otro paradigma.11 El antiguo paradigma terapéutico no reconoce, como corresponde al nivel 3, ninguna instancia superior, mayor al yo.12 De ahí que el terapeuta se oriente por y sirva, fundamentalmente, al yo del cliente, pone sus conocimientos especializados a su servicio para que este yo se las arregle mejor en el mundo. Y la tarea requiere mucho trabajo, pues hay muchas ofensas y heridas sin curar que impiden que el yo o la personalidad maduren suficientemente y que se manifiesta en etapas de la vida especialmente difíciles, pudiendo causar un sinfín de problemas y síntomas psicosomáticos. En este sentido, la terapia desempeña una importante función, y cuando la llamo “vieja” no aludo con ello a que hoy en día fuera inútil. En este paradigma puede verse en la constelación familiar un ensanchamiento de la perspectiva sobre los problemas y una mejora de las posibilidades de solución. El ensanchamiento consiste en que ahora se ve que las causas de un problema psíquico no solo residen en la propia persona y su historia, sino también en la historia de la familia, que nuestra estructura psíquica, nuestros sentimientos, actitudes y, con ello, también nuestros problemas y síntomas es, simplificando al máximo, heredada –incluso cuando no crecemos en el seno de nuestra familia. Por eso llamó Gunthard Weber a este trabajo “sistémico”, porque los problemas, también las soluciones, se contemplan a la luz del sistema total de la familia. 11. Si el concepto de “nueva constelación familiar”, que Hellinger reclamó en exclusiva para sí a partir de 2006 es al hilo de la introducción de los “movimientos del alma”. Pero por aquel entonces todavía no pensaba en asegurarse una suerte de copyright. 12. Aunque en algunas escuelas de “terapia humanista” se habla de un “uno mismo” que trasciende al yo o de un “uno mismo” superior, una consideración detenida muestra que se trata de un suerte de super-yo.

204

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

Se trata, desde luego, de una enorme ampliación, pero se puede compatibilizar perfectamente con el antiguo paradigma y la conciencia del nivel 3.13 En el método de la constelación (estática) se conceptuó como la representación externa de la imagen familiar interna del paciente, como una fotografía en el espacio tridimensional, por decirlo así, que en base a la posición de unas personas con respecto a otras permite hacer hipótesis sobre conflictos y personas que faltan. Interrogar al cliente sobre acontecimientos familiares, ocasionalmente completado con conversaciones telefónicas con padres y parientes, prestaba una ayuda adicional. Unos pasos definidos, ritualizados, permitían elaborar una solución, y al final el cliente podía abrazar la nueva imagen de la familia y sustituir por ella la antigua. Esta descripción del antiguo trabajo con constelaciones es una exposición muy comprimida. A quien esté interesado por conocerlo con más detalle, le remito a los ya mencionados libros de Weber y Ulsamer. Mi descripción muestra que en los años noventa imperaba una visión mecanizada del trabajo con constelaciones. Su ventaja consiste en que bastan algunas omisiones para que pueda encuadrarse sin problemas en el antiguo paradigma y que por ello no exige de los terapeutas grandes pasos de crecimiento. Por eso se sigue trabajando aún hoy en día con este modelo en muchas consultas y en las más dispares instituciones de formación de adultos, incluso críticos declarados de Hellinger hacen constelaciones siguiendo este método en el círculo de la “escuela sistémica de Heidelberg” y en otras direcciones sistémi13. Esta es la razón por la que los representantes de esta dirección dan mucha importancia a la afirmación de que Hellinger no fundó sino que solo desarrolló la constelación familiar. Se remiten a Virginia Satir o a Ivan BoszormenyNagy, que realizaban constelaciones antes que Hellinger o desarrollaron una teoría intergeneracional. Con ello da a entender que la teoría de las generaciones y la mera representación de un escenario familiar es el núcleo de la constelación familiar. Si así fuera, tendrían razón en afirmar que Hellinger no es el fundador, pero la constelación familiar es más que esto.

205

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

cas. Insisto: puede ser de ayuda en muchos casos, pero se trata de constelaciones familiares esterilizadas, se les sustrae lo que Hellinger desarrolló, la potencia para el crecimiento personal. Esa potencia alcanza su expresión plena con los “movimientos del alma”. Se hace patente que en las constelaciones opera una fuerza mayor a la que no solamente se tiene que someter el cliente, sino también el terapeuta. Los representantes son movidos por algo que casi los hace parecer marionetas, manteniéndose a la par enteramente conscientes y despiertos; lo único que hacen es entregarse a ese algo sin resistencias. Para que esto ocurra el terapeuta también tiene que meterse en ese río. Al igual que el representante, ha de vaciarse, dejar a un lado su (presunto) saber, sus hipótesis, sus representaciones morales y, finalmente, dejar espacio a lo más grande, que ha de asumir la dirección. Esto es: tiene que renunciar al control, tiene que dar un paso interior desde el control del proceso a la confianza en lo desconocido, el paso de la entrega. Más aún: la entrega no solo al proceso, sino a los contenidos del proceso, a lo que suceda. No debe seguir midiendo las cosas por la idea que se ha formado de lo que es correcto e incorrecto, bueno y malo, verosímil e inverosímil. En su lugar debe aceptarlo todo tal y como se muestra. Lo único en lo que puede confiar es en su sentido interno para lo cierto y verdadero. Y lo mismo vale para los integrantes del curso. Ceder el control no significa aquí que el constelador no dirija, o que transfiera la responsabilidad a los representantes. Lamentablemente, se trata de un malentendido muy común. En este nivel, la dirección exige mucho más que antes y es mucho más sutil. El constelador no dirige en base a su conocimiento y experiencia, sino a través de su percepción. Es ella la que le dice qué encaja y lo que no, hasta dónde puede llegar, cuándo intervenir y cuando no, etc. En la percepción se conecta con la inteligencia más grande

206

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

que opera en la constelación, pero que no opera por sí misma, sino que necesita al constelador como traductor. Puede comunicar sus percepciones y asegurarse de si los representantes y los demás integrantes del curso las comparten, pero esto no aminora su responsabilidad. Estos cambios metodológicos en el trabajo con las constelaciones modificaron también las soluciones. De repente se tornaron más amplias y profundas, lo cual se hizo especialmente patente en la reconciliación de víctima y verdugo. Hasta el año 2000, un asesino era expulsado de la sala –había perdido, tal y como lo formuló Hellinger, su derecho a formar parte de él. Esto tenía algo de exclusión definitiva de la comunidad humana, de castigo bíblico. Desde mi experiencia como representante de semejantes criminales parecía justo, una suerte de compensación merecida. En esa medida, no me parecía erróneo. Por ejemplo, en una constelación representé al arquitecto espiritual del exterminio de los judíos, jefe del SD y de la Policía de Seguridad del Reich, protector de Bohemia y Moravia, Reinhard Heynrich. No experimenté en ese papel ni la sombra de un sentimiento de culpa, pero tenía perfectamente claro que los demás me destruirían si perdíamos, y que tenían derecho a ello. En esa medida, no tenía absolutamente nada contra la expulsión. Hasta cierto punto incluso me protegía, por que yo (Heydrich) podía así reafirmarme en mi actitud espiritual. Había exterminado a los judíos, y ahora ellos –o quien fuera que actuara en su lugar– me destruían a mí. Ojo por ojo, diente por diente. Punto. No se exigía nada de mí, podía seguir siendo el que era. Ocurrió entonces algo completamente inesperado en los movimientos del alma: las víctimas se acercaron a los criminales. El resultado fue que los verdugos no pudieron seguir perseverando en su actitud espiritual. Cuando las víctimas los tocaban, los miraban y les tendían la mano, su interioridad sufría una conmoción. Solo entonces tomaban conciencia de las dimensiones de sus actos, debido, precisa-

207

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

mente, a que ya no eran acusados, ya no eran condenados, sino readmitidos en la comunidad humana. Solo entonces comenzaron a ver a las víctimas y a verse a sí mismos como criminales. No fue pues una reconciliación exterior, sino el arranque de un movimiento del alma que hacía ceder en ambas partes la rigidez que había provocado el crimen. Solo así, mediante el cese de este entumecimiento anímico podía continuar la vida –tanto para los descendientes de las víctimas (las víctimas mismas estaban físicamente muertas, claro, pero psíquicamente, también los muertos se deshacían de su rigidez) como de los criminales. En el caso de los crímenes colectivos, esto se aplicó y se aplica a los grupos colectivamente implicados y a sus descendientes. Se hace aquí especialmente claro que el castigo y la exclusión, aunque desde el punto de vista social sean necesarios por un tiempo, no representan solución alguna a nivel psíquico –y, a la larga, tampoco en el plano social, porque con ella los frentes permanecen fijos y enconados.14 Desde entonces, las soluciones que aparecen en las constelaciones experimentaron un cambio general, más allá del tema víctima-verdugo. Si antes se trataba de soluciones preponderantemente estáticas en las que se manifestaba la firme pertenencia a la familia, ahora se tiende a disolver la rigidez y a patentizar el río del movimiento vital. También se puede decir: las constelaciones familiares se enderezaban al principio claramente hacia algunos elementos de la conciencia 2 y comenzó después a moverse hacia elementos de la conciencia 4. Este nuevo movimiento de las constelaciones familiares se hizo posible a través de una renuncia de 14. En Sudáfrica, los negros han encontrado un camino, inspirado en una antigua tradición zulú, para la digestión del Apartheid, que no fue capaz de seguir Occidente, y sigue siendo incapaz de seguir, tal y como muestra el tribunal de La Haya: los criminales debían presentarse a las víctimas y reconocer su culpa, pero ni se los mataba ni se los enviaba a la cárcel para el resto de sus vidas (como a los nazis en Alemania) sino que volvían a ser acogidos en la comunidad del pueblo.

208

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

Bert Hellinger. Cuando se dio cuenta de que en una constelación verdugo-víctima ocurría algo que se oponía a su idea de las cosas, algo a la par muy poderoso y auténtico, se retiró interiormente para no interponerse en su curso. La dirección de la constelación comenzó a consistir entonces para él en que esta fuerza superior pudiera desarrollarse con los menos impedimentos posibles. Para ello el director tiene que descubrir y aceptar que el conocimiento no procede de él, sino de un campo mayor que él, y tiene que estar dispuesto a confiar en ese campo más grande. Para muchos terapeutas, también para algunos consteladores, esto representa un límite que no quieren o pueden remover. Aunque la nueva solución para la reconciliación de lo que antes parecía irreconciliable recibió una buena acogida –de hecho, una verdadera ola de reconciliación recorre (o recorrió por un tiempo) el trabajo de los consteladores–, el camino que lleva hasta allí no resulta aceptable, o solo a medias, para muchos. Pues aun cuando se persiga la reconciliación como meta de una terapia o constelación, se hace como si se tratara de una estrategia en la que el terapeuta sigue llevando la batuta y no se somete al movimiento de un campo mayor –lo que implicaría seguir ese movimiento nos lleve a donde nos lleve. La renuncia al control y la entrega a una fuerza desconocida conmueven el corazón de la autocomprensión profesional de la psicoterapia, pues está estrechamente vinculada por su historia a la conciencia de la etapa 3 (si no se identifica con ella), y esta conciencia prohíbe algo así. Temen que eso “mayor” no sea más que una velada metáfora para el afán de dominación de la antigua conciencia 2, hacia cuya completa superación ha avanzado siempre la psicoterapia. Tanto más cuanto que Helliger da alguna que otra razón para que se lo considere un representante de esta conciencia regresiva. Cuando se considera el asunto detenidamente, este reproche es insostenible si se lo refiere a la totalidad de su trabajo, menos aún a su iniciativa metodológica.

209

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

El trabajo de constelaciones espiritual Retengamos esta idea: en el principio metodológico de las constelaciones familiares opera de antemano una fuerza que remite a un saber y a una inteligencia que superan tanto los del cliente como los del terapeuta. Esto se hace especialmente claro cuando uno abandona la constelación estática, tal y como se practicaba en los años noventa, en favor de la constelación móvil. En el trabajo de los representantes se verifica una conexión metódica a una fuente de conocimiento superior que nos abarca a todos: el campo de conocimiento. El método nos introduce directamente en este campo. Consecuentemente, no solo los sustitutos, también el terapeuta debe estar familiarizado con él, pues cualquier intento por su parte de dirigir el proceso con arreglo a su conocimiento adquirido reduce la eficacia de la inteligencia superior. El paso exige por parte del terapeuta lo mismo que él, de acuerdo con el método, espera de los representantes en la constelación: que renuncie al control y se deje conducir por ese campo. Esto se corresponde exactamente con el paso de la etapa de conciencia 3 a la 4 –o más allá. De ahí que la capacidad de trabajar con los movimientos del alma no sea preponderantemente una cuestión de competencia profesional, sino de conciencia. Esto complica enormemente la cosa. La conciencia no se puede practicar, no se aprende, en el sentido habitual de esta palabra, ni se puede examinar. Ni siquiera puede uno dar este paso a voluntad, tan poco como puede un adolescente convertirse en un adulto a voluntad. ¿Qué hacer entonces? Me viene a la mete una frase de Erich Kästner que se hizo popular en los años setenta como consigna izquierdista: “No hay nada bueno, salvo que uno lo haga”. En efecto: hay que hacerlo, sencillamente, uno tiene que atreverse, atreverse a dar el paso hacia lo desconocido, aun cuando nos tiemblen las rodillas al darlo. La afirmación de Hellinger de que uno no debe tener miedo me parece que no resulta de mucha ayuda.

210

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

No es posible dejar de lado el temor y la angustia, y tampoco debe uno ignorarlos. Cuando aparecen, es mejor prestarles oído. Solo que no debemos dejarnos dominar por ellos, cederles la dirección. Puedo tener miedo e ir al sótano a pesar de ello. Si no intento ahuyentar al miedo, incluso me será de ayuda –como todo lo que uno no reprime y combate–, me mantendrá atento y despierto. Esto, exactamente, es lo que necesitamos como terapeutas que se ponen en manos de lo mayor: atención, valor y confianza. Para dar el primer paso se requiere, sobre todo, valor y un cierto grado de confianza. Podemos dejar que el miedo se quede ahí. Para él vale lo mismo que para el sustituto: debe dejarse mover y que lo conduzca una fuerza desconocida. A medida que lo hace, crece en él paulatinamente la confianza y el conocimiento de que funciona. La única –y decisiva– diferencia es que detrás del sustituto está el director del grupo, que observa el proceso, interviene en ocasiones y, ya se guíe por esto o lo otro, lo conduce y responde por él. Pero detrás del terapeuta que se deja guiar por “lo mayor” ya no hay nadie, porque “lo mayor” es una grandeza desconocida, y solo en la medida en que el terapeuta confía en ella toma las riendas del proceso. Esto, precisamente, es un proceso de crecimiento. El crecimiento tiene lugar en la medida en que me entrego a la situación y confío. A confiar se aprende confiando. No hay otro modo. La conciencia del nivel 4 crece en uno en la medida en que uno, pese a no encontrarse ahí enteramente en casa, sigue avanzando en esa dirección. El (nuevo)15 trabajo de constelaciones, en este sentido, 15. No me refiero aquí a la “nueva constelación familiar” de la que Bert y Sophie Hellinger hablan desde 2006 y reclaman en exclusiva para su escuela, fundada precisamente con este fin (“Hellinger Scienzia”; como la mayoría de los antiguos “Institutos Hellinger” no se han sumado a Hellinger Scienzia, parece que se ha abandonado el proyecto). Su apropiación de este concepto –en el que veo, dicho sea de paso, una recaída en el nivel 2– hace difícil hablar sin más ni más de innovaciones. Cuando quiera referirme a la “nueva constelación familiar” de Hellinger, entrecomillaré el término, para que quede claro a lo que me refiero.

211

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

es en primera instancia un campo de aclimatación y práctica, y después, sobre todo si uno mismo trabaja como constelador, de intenso crecimiento. He dicho antes que la capacidad para adentrarse, en un determinado papel, en el ámbito del no saber, y de dejarse mover desde dentro, es independiente de la conciencia del asistente al curso. No lo es, en cambio de la conciencia del director del curso. Mi experiencia es que el grupo como un todo y los asistentes como individuos no pueden ir más lejos de lo que se lo permita la conciencia del director. Esto explica, además, que las diferencias en las experiencias, en la profundidad de la vivencia y también en los resultados de la constelación sean tan grandes. Algunos aspectos relacionados con la conciencia del cliente ejercen aquí cierta influencia. Pero al menos tan importante es que el terapeuta abra (y limite) con su conciencia el campo en el que se adentra la constelación, pues con ello abre y limita también el ámbito de los procesos, resultados y soluciones que pueden mostrarse en ella. Aquí lo importante no es la conciencia cotidiana del terapeuta, es decir, el nivel en el que normalmente se sienta en casa. Parto de que la gran mayoría de los consteladores se mueven interiormente en la misma etapa de conciencia que la gran mayoría de los clientes, esto es, en el nivel 3. Tal vez en una fase avanzada del nivel 3, pero no realmente en el 4. Pues el nivel 4 significaría confiar en la vida tal como es (y no solo cuando va bien), tener el corazón abierto y ser vulnerable, incluso cuando somos rechazados, tomar los desengaños por tales, esto es, des-engaños, y estar agradecido por ellos aunque duelan, entregarse a lo que venga tranquilo y confiado en lugar de preocuparse, etc. Hasta que esta no sea mi actitud cotidiana no puede decirse que me halle en casa en el nivel 4. Esto no quiere decir que no entremos en el nivel 4 durante el trabajo terapéutico, y que no podamos obrar a partir de él. Par-

212

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

cialmente, la mayoría de los niveles nos son accesibles. Al igual que podemos volver pasajeramente a la infancia cuando nos enamoramos, o cuando la persona amada nos abandona, o decepciona, o volver a la etapa 1 si nos vemos reducidos a la mera supervivencia, podemos también tener temporalmente experiencias de niveles superiores sin sentirnos ahí plenamente en casa. Quienes asisten a cursos de autoconocimiento o crecimiento interior o han meditado largo tiempo lo saben muy bien: Uno entra en un espacio interior en el que todo es luminoso y claro, o en el que se siente profundamente unido a todo y todos, o en el que experimenta una gran calma y paz interiores –y después se marcha a casa y el marido se pone a gruñir sobre si la comida esto y lo otro, ¡y se acabó la paz, y el silencio y la cordialidad! A veces basta que uno quiera contarle a su pareja o a una amiga sus profundas experiencias y que él o ella no estén realmente interesados por el asunto o que nos espeten que todo eso solo son tonterías para que los dejemos atrás, a menudo decepcionados e interiormente enfurecidos con el “terrible mundo de ahí fuera”. Y ya estamos otra vez en el aislamiento interior del nivel 3 o desea ardientemente volver a estar con el grupo en el que sus experiencias han sido agradables (una regresión infantil a la conciencia de grupo). Esto no quiere decir que la experiencia de una conciencia ampliada no sea importante y real, solo que las experiencias puntuales no bastan para sentirse en ella en casa. Se requieren muchas experiencias de esta naturaleza y mucho tiempo para completar el paso al siguiente nivel. A mi entender, el trabajo de constelaciones espiritual presupone –como cualquier terapia espiritual– en el terapeuta la disposición y la capacidad de moverse en su trabajo en la conciencia 4. Con todo, no es posible separar ilimitadamente vida y trabajo. Esto es algo que se hace en el nivel 3, donde todo está parcelado. Y si bien la parcelación hace posible una actitud neutral, neutrali-

213

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

dad y apertura no son lo mismo. La neutralidad es una actitud externa, entrenada. Con ella no consiguen abrirse espacios interiores. Es necesario primero adentrarse en el amor. En el tránsito al nivel 4 deja uno atrás las parcelas y avanza de nuevo hacia la totalidad, y para ello tenemos que volver a ser interiormente un todo y estar dispuestos a dejar fluir lo que se experimenta en el trabajo en el resto de nuestras vidas. La confianza en la dirección de la totalidad debe convertirse en una parte de la vida normal. Desde hace 25 años me acompañan las afirmaciones que escuché a Osho al entrevistarme con él. En retrospectiva, me da la impresión de que viajé a Oregon solo por aquellas palabras. Dijo: “No soy una persona que haga planes. Sé que hasta este momento la existencia se ha ocupado de mí, y jamás he hecho nada a partir de mí mismo. También se me asistirá en el momento siguiente. […] No me preocupo de si el río corre hacia el norte o hacia el sur. Vaya a donde vaya, venga de donde venga, ¡es mi hogar! Es exactamente el lugar en el que siempre he querido estar, solo que no era consciente de ello”.16 No hay que entender este “debe” o “tiene que” como una exhortación moral (al crecimiento espiritual). Más bien viene exigido por la cosa misma. En los campos en los que entramos en contacto al trabajar con constelaciones, y de cuyo saber nos nutrimos, los más profundos sentimientos y los secretos pensamientos no son solamente accesibles, como muestra toda constelación, al directamente implicado, sino también a aquellos con los que estos están unidos. Si uno se toma esto en serio –y como consteladores tenemos que hacerlo– el campo contiene también, cómo no, lo que el constelador piensa y siente. Por lo tanto, cuando pienso: “Este es un miserable”, o “menudo lagarto”, o “qué horrible des16. Wilfried Nelles, Das rote Tuch, Bhagwan-Kommunen in Deutschland, Heyne, Múnich, 195, pp. 248 y 253.

214

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

tino”, mis pensamientos fluyen hacia la constelación. Mis convicciones morales, mis juicios, mis gustos, mis simpatías y antipatías son parte del proceso. No sirve de nada ocultarlos. Si ya están ahí, incluso es mejor expresarlos, de ese modo no intervienen secretamente en el proceso. En una ocasión el asistente a un curso me habló de un síntoma idéntico a un problema que yo mismo tenía en aquel entonces. Le respondí: “No sé si puedo trabajar contigo, porque yo tengo exactamente el mismo problema. Probablemente es uno de mis puntos ciegos, y cabe la posibilidad de que me impida ver claro tu caso”. Mientras decía esto se me ocurrió colocar a alguien en la constelación que representara mi punto ciego. Así lo hice, coloqué a alguien por la mujer, a otra persona por su síntoma, y a una persona más por mi propio problema, mi posible punto ciego. Con ello quedó neutralizado el punto ciego, mi problema aparecía en la constelación como algo mío, y de ese modo no se interpuso en el proceso que afectaba al cliente. La consecuencia colateral de la constelación, por cierto, fue que mis síntomas desaparecieron. Pronunciar los pensamientos resulta pues de ayuda. También se aplica a las valoraciones que un percibe en sí mismo. Es mejor expresarlas abiertamente para que no dirijan secretamente el proceso. Veo a veces como los terapeutas, tan pronto como comienzan a trabajar, se deslizan en el papel del que todo lo comprende y acepta, un papel que no se corresponde con lo que son. Son taaaan dulces y taaaan comprensivos que casi resultan insoportables. Es como cambiarse de ropa, este es el uniforme de terapeuta, y ahí, colgada en el perchero, está la bata de todos los días. ¡Entonces mejor trabajar con la bata! Mejor decir: “Lo que has hecho me parece una putada”. El cliente lo entiende, se siente contemplado y aceptado si no se lo decimos mirándolo por encima del hombro. Para ello tengo que mirarle a los ojos, hablar de tú a tú, no como un juez, ni como un profesor, ni como un moralista, ni como un

215

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

tutor, sino, sencillamente, como un hombre. De persona a persona es aceptable –digo simplemente lo que pienso. Y después puedo decir: “Bien, te he dicho mi opinión, veamos ahora qué muestra la constelación. Quizás me muestre algo mejor”. Así soy abierto, y un abierto “p…” es mejor que un secreto desprecio. Lo mejor, empero, es que nuestro desarrollo interior haya superado estos juicios y valoraciones. No depende de un actuar, sino de un dejar ocurrir. Sucede cuando uno se entrega a los procesos que tienen lugar en las constelaciones como lo hacen los clientes o como nosotros se lo sugerimos. Si tomo las constelaciones, no solamente como herramientas eficaces para mi trabajo, sino también por una máquina de afilar mis propios pensamientos, sentimientos y acciones, mis juicios y valoraciones se agudizarán. En el ámbito del corazón quedarán arrinconados al fondo. No desaparecen, siguen existiendo como pautas personales, como lo que nos gusta más, o menos, o nada, como lo que uno haría o jamás haría, pero ya no son juicios sobre los demás. Y además –y este es un buen criterio para juzgar nuestra propia inhibición o naturalidad– dejan de alterarnos. Veo lo que sucede, no cierro mi corazón aunque no me guste, y dejo que suceda. Si actúo, lo hago espontáneamente, conectado conmigo mismo y con lo que ahora mismo exige la situación. Cuanto más abierto sea en este sentido un terapeuta, tanto más ancho y profundo será el ámbito en el que la constelación puede adentrarnos, tanto más claramente se mostrará el alma del cliente. Esta no es, insisto, una condición para el trabajo como constelador. A veces me percibo a mí mismo demasiado abierto, otras poco, a veces todo me resulta fácil, otras me siento cansado y abrumado. Todo el mundo tiene días. Al prepararnos para el trabajo todos estos estados de ánimo pasan a un segundo plano; no puedo decir que no ejerzan influencia alguna. Pero me ocupo de

216

EL

MÉTODO

DE

LAS

CONSTELACIONES

ellos lo menos posible, y cuanto menos me ocupo de ellos, tanto más me abro a lo que está sucediendo. Con independencia de su estado puntual, la conciencia del terapeuta fija los límites del marco en el que se van a mostrar las soluciones. Lo que el terapeuta cree o tiene por posible o moralmente aceptable, define el ámbito. Puede que su ámbito sea tan amplio que no se pueda tender un puente entre él y el cliente. Un iluminado no es, por regla general, un buen terapeuta. Para él todo es lo mismo, la vida y la muerte no son importantes. De ahí que si no es capaz de ponerse al nivel del cliente no pueda ayudarle, la mayoría de las veces, en un problema concreto. Osho decía a menudo, por ejemplo, que carece de sentido lamentarse por la muerte del amado o del amigo, que uno debe alegrarse del tiempo compartido con él y celebrar su muerte cantando y bailando. Desde su punto de vista resulta perfectamente acertado, y cuando uno le veía hablar de estas cosas, podía ver y sentir esta verdad. Pero para la madre que ha visto morir a su hijo no es una buena solución. Su dolor y su pena son hechos, y si se pone a cantar y a bailar sin poder llorar o gritar al mismo tiempo, se derrumbaría o reprimiría sus verdaderos sentimientos. Algo similar me ocurre a mí cuando veo constelaciones de la “constelación familiar nueva, espiritual” de Hellinger. El mundo del cliente parece quedar a menudo bastante desplazado, y no parece interesarle si este entiende algo o no, o si lo que sucede en la escena tiene o no que ver con él y sus asuntos. La constelación –al menos eso parece– es más para él que para el cliente. A veces lo he visto tan movido por su misión que el cliente parece quedar en el olvido.17 Puede que así las constelaciones sean impactantes para los espectadores –una conciencia que no ha integrado bien el 17. También ocurría esto a veces antes de la “nueva constelación familiar”, por ejemplo, en una constelación que tuvo lugar en Berlín en el año 2000, que se hizo pública en un vídeo que llevaba por título La guerra (serie Movements of the Soul).

217

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

yo está predispuesta a ello–, pero dudo que resulten de mucha ayuda para el cliente. Resumiento: me parece importante que la distancia entre la conciencia del terapeuta y la del cliente no sea demasiado grande y que haya un contacto vivo entre ellos. Y dado que la etapa 4 es la etapa del estar ligado, me parece predestinada a este trabajo.

218

Contenidos y conocimientos de las constelaciones familiares

Las constelaciones familiares señalan en una nueva dirección también desde el punto de vista del contenido, si bien aquí hay que mencionar primero trabajos en los que ya aparecían aspectos de la posición de Hellinger y que Hellinger solo recibió y desarrolló.1 Pero no voy a detenerme a examinar cuáles son las fuentes de Hellinger ni de dónde toma qué a quién, porque aquí no se trata de Hellinger, tampoco de la terapia familiar, sino de la perspectiva espiritual que se esconde en la constelación familiar. Veo en la obra de Hellinger tres conocimientos que trascienden lo hasta entonces conocido y, o bien lo profundizan en aspectos esenciales, o bien lo sitúan en un contexto completamente nuevo: 1. El conocimiento del hecho de que y del modo en que estamos engranados en la historia de nuestra familia y en el destino de nuestros antepasados, y de cómo repercute esto. 2. El (re)descubrimiento de que nuestro inconsciente está sometido a una legalidad de la que no podemos sustraernos. 3. El camino hacia las soluciones que toma Hellinger. 1. Ya he nombrado antes los más importantes: la Familienskulptur de Sapir y la teoría multigeneracional de Boszormeny-Nagy

219

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Tres historias Para empezar, una historia con la que nos encontramos todos los días: una mujer se siente profundamente enfadada con su marido sin poder encontrar ninguna razón para ello. En la terapia de pareja tampoco se consigue averiguar el motivo. Hasta aquí, todo normal. Se indaga entonces su historia previa: ¿Ha tenido la mujer alguna mala experiencia con otro hombre? ¿O durante la adolescencia? ¿Hablaba su madre mal de los hombres? ¿Era su padre agresivo? ¿Le ocurrió alguna otra cosa durante la infancia? Respuesta: no, ahí no hay nada que pueda explicar su actitud. Hellinger no encontró nada hasta llegar a los abuelos, pero no era algo que la mujer hubiera vivido de niña. Todo lo que ella sabe es que sus abuelos tenían un bar, que al abuelo le gustaba beber con sus amigos y disfrutaba humillando a su mujer delante de sus compañeros de juerga, por ejemplo, arrastrándola por el bar de los pelos. Cuando salió esto a la luz –la clienta solo recordaba vagamente haber oído hablar de ello– quedó claro de dónde procedía su ira: era la ira de la abuela, la que nunca se había atrevido a expresar. Ahora la nieta liquidaba el asunto por ella –contra su marido inocente, al que ella amaba. Una historia similar, treinta años después. Una madre desesperada porque su hijo de nueve años es violento con otros niños, con niñas también. Tiene graves problemas en la escuela por ello. El niño dice: “Me enfado rápidamente y salto, no puedo evitar pegarles”. La terapeuta, una colaboradora mía, le pide en presencia de la madre que haga una constelación de su familia mientras juega con animales de trapo. Cuando llega al abuelo (para representar al cual ha elegido un león) dice que le gusta mucho. Que viajó por todo el mundo. La madre informa a la terapeuta de que su mujer tuvo una hija con otro hombre. El abuelo se enteró de ello al cabo

220

CONTENIDOS

Y

CONOCIMIENTOS

de varios años y se separó de su mujer, pero tuvo que pagar el mantenimiento de la niña. El muchacho coloca a la niña y asegura que así está la familia completa. Pero la terapeuta añade una figura representando al verdadero padre del hijastro. “¿Quién es este, qué hace aquí?”, pregunta el niño. “El verdadero padre de la niña”. El joven responde: “Yo pensaba que el abuelo… ¡entonces le han tomado el pelo!”. Se pone pensativo. Y la terapeuta le dice: “¿Te puedes imaginar lo enfadado que estaba?”. Y el niño responde: “Sí, como yo. ¡He heredado el enfado del abuelo!”. Desde aquel día, su conducta en la escuela cambió drásticamente.2 Vemos aquí dos procesos: en primer lugar, un sentimiento reprimido o no superado es asumido, un sentimiento que tiene su origen dos generaciones atrás es transferido a personas no implicadas; en segundo lugar, la transferencia tiene lugar sin que los descendientes –así es, al menos, en el segundo caso– sepan algo de la historia de sus antepasados. Para terminar, la historia de otra terapia en la que todo esto se muestra quizás más claramente: en las constelación de una mujer que lucha contra la anorexia los sustitutos de los padres aseguran no sentirse los padres de su hijo. El terapeuta le pide a la clienta que interrogue a sus padres. El resultado de la conversación es que sus padres le cuentan la siguiente historia: “No somos tus padres biológicos, en efecto. Tu madre era una joven judía que huyó de Alemania y vino aquí (Holanda). Naciste aquí, entonces vinieron los alemanes y tu madre tuvo que volver a huir. Quería llegar en barco a Inglaterra, y nos pidió que te cuidáramos hasta que pudiera volver. No volvimos a saber nada de ella, y te adoptamos como nuestra hija”. Entonces la clienta hizo indagaciones sobre su verdadera familia y averiguó lo siguiente: El barco nunca llegó a Inglaterra, su madre se había ahogado. Los padres de la madre fueron enviados 2. Doy las gracias a Angela Winkler por la historia.

221

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

a Auschwitz, donde la madre de la madre había muerto de hambre. Se reveló así lo que la anorexia ocultaba: el vínculo interior con la abuela que había muerto de hambre.3 Dejo aquí estas tres historias ejemplares. Podríamos añadir las más dispares variantes sin terminar nunca. También está ampliamente documentado que solo cuando se destapan los sucesos subyacentes entran los clientes en un proceso continuado de curación.4 Lo que antes era una suposición aislada ha pasado a ser con las constelaciones familiares una certeza: que el destino de los antepasados se prolonga en la familia durante generaciones. Existe algo así como una herencia psíquica. Lo más sorprendente – amén, claro está, de que los sustitutos lo perciban en las constelaciones– es que esa “herencia” sigue caminos ocultos, que es independiente de lo que se cuenta en la familia, de si los descendientes conocen las historias, incluso de si saben de la existencia de las personas con las que están anímicamente conectadas. Nos encontramos aquí de nuevo con el fenómeno del campo de conocimiento, en el que se transfieren cosas de las que jamás se ha hablado y que el inconsciente, el alma y el cuerpo “conocen”. En el último ejemplo, el alma y el cuerpo de la mujer “sabían” que la abuela había muerto de hambre aunque ella ni siquiera supiera de la existencia de la abuela. Igualmente, el alma del niño sabía del engaño sufrido por su abuelo pese a desconocer la historia. Esto significa que nuestra imagen de lo que nos marca, de lo que influye en nuestra conducta y en nuestra salud, debe experimentar una ampliación radical. Muchas enfermedades –no solo psicosomáticas, también muchas enfermedades orgánicas graves– 3. Debo esta historia a Heinrich Breuer. 4. Los primeros libros de Hellinger consisten, fundamentalmente, en documentación de casos. También Jakob Schneider presenta en Das Familienstellen: Grundlagen und Vorgehensweise, Heidelberg, 2006 numerosas historias impactantes de clientes.

222

CONTENIDOS

Y

CONOCIMIENTOS

y trastornos están ligados a acontecimientos que tuvieron lugar varias generaciones atrás y que a menudo fueron silenciados. Significa también que el papel que desempeña la educación y conducta de los padres en relación a sus hijos está muy sobrevalorado. En el segundo ejemplo, los padres se hallaban completamente desvalidos ante la ira de su hijo, y no por ser malos educadores, sino porque esa ira procede de algo más fuerte que cualquier educación.

La matriz familiar Dispongo para ello de una sencilla explicación, preñada, eso sí, de consecuencias. Todo lo irresuelto tiene energía, porque en lo irresuelto impera una tensión que busca la disolución. Esta tensión, esta energía se conserva hasta que halla el modo de soltarse, de liberarse. La energía asociada a un acontecimiento se libera cuando ese acontecimiento es claramente visto. Este es el medio de liberar la tensión, que entonces se disolverá para siempre en el todo. Cuando ocurre algo que los implicados no quieren ver o que no pueden aceptar, se conserva la tensión, o una parte de ella. Por ejemplo: un niño muere, y los padres no consiguen encajarlo, es decir, no son capaces de aceptarlo interiormente. Su deseo de que su hijo estuviera con vida permanece como energía, como tensión irresuelta, casi diríamos que en el aire, en el campo de conocimiento (inconsciente) de la familia: ese niño debería estar ahí. El niño que después viene al mundo entra desnudo en ese campo, está abierto a él. Acoge la totalidad de la energía dominante y hace una contribución inconsciente a la liberación de la tensión: intenta sustituir al hijo perdido. Para ello no es necesario que los padres le digan nada, no hace falta que sepa que antes de él hubo un niño que murió: la matriz de energía del campo en el que ha

223

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

nacido se ocupa de que el niño aporte una solución a la disolución de la tensión. El niño agresivo del ejemplo anterior expresa una energía que está esperando ser liberada en la familia. La ira del abuelo aún no se había esfumado. Se hallaba aún atascada en el sistema. Aquí una terapia conductual impediría la liberación de esa energía. Conseguiría, a lo sumo, que la ira del pequeño dejará de causar daños. Lo mismo vale para la opción de tranquilizarlo con medicamentos –como se hace con muchos niños a los que se diagnostica hiperactividad o déficit de atención. Y con ello se castiga, como se hacía en la Antigua Roma, al mensajero, al que trae la “mala” noticia. La liberación solo tiene lugar cuando tomamos pie en el síntoma para mirar en la familia y/o decirle al niño que vemos en su conducta una expresión de amor y vínculo. Es así como el pequeño puede salir de la situación. Y con ello no solo ayudamos al niño, sino que también modificamos la matriz familiar. La matriz no solo está formada por un tema irresuelto, sino por multitud de ellos. Algunos se complementan y refuerzan, otros se repelen. Puede ocurrir, pongamos por caso, que la madre que ha perdido un hijo ya haya perdido a un hermano, esto es, que repita la historia de su madre. En ese caso, el patrón familiar se hace mucho más marcado. También puede ser que su madre (o ella misma) haya abortado, y que la pérdida del propio hijo represente una compensación inconsciente. Las relaciones vigentes en una matriz son numerosísimas. Unas están más cargadas de energía, otras menos; unas presionan para ocupar el primer plano, otras permanecen en un segundo plano; unas se refuerzan mutuamente, otras se repelen y devienen energías contradictorias cuya liberación plantea exigencias contradictorias. Lo último, en casos extremos, puede desembocar en gran confusión e inquietud, pues lo que por un lado aparece como la solución, resulta por el otro

224

CONTENIDOS

Y

CONOCIMIENTOS

una intensificación de la tensión, y aquí es donde, a mi modo de ver, se halla el trasfondo de la psicosis y la esquizofrenia. Un ejemplo. Una mujer refería dos problemas: por una parte, no se entendía con su hermana gemela, apenas mantenían el contacto. Por otra, tenía problemas con su madre, que era esquizofrénica. La constelación reveló que en la familia de la madre se daba un gran conflicto que mantenía a la madre dividida entre dos bandos. Ya no recuerdo de qué se trataba exactamente. La esquizofrenia, en cualquier caso, expresaban esa división. La clienta parecía enteramente sana desde el punto de visto psicológico. Le pregunté qué tal le iba a la hermana, si estaba psíquicamente enferma. “No”, dijo, “es completamente normal”. Comprendí entonces por qué se habían separado los caminos de las hermanas: cada una se sentía ligada a uno de los bandos en conflicto. La contradicción que dividía interiormente a la madre y se expresaba como esquizofrenia se había transferido a las gemelas. Y una de ellas fue la salvación de la otra. Mi tesis fundamental es que toda persona nace abierta y desnuda en el seno de una matriz, como un papel en blanco que todo lo absorbe. La matriz está formada por todos los pensamientos, convicciones y sentimientos que existen en una familia. La primera capa sería lo que está más próximo en el tiempo, lo que es actual; la segunda se compone de lo que procede de la vida de los padres, esto es, anteriores relaciones, la juventud o la infancia; la siguiente de lo que han absorbido los padres al venir al mundo. Pero no me expreso con precisión al hablar de “nacer” en una matriz: todo comienza mucho antes, en el seno materno; posiblemente ya en el momento de la concepción. El niño recibe los sentimientos de la madre, porque es parte del organismo materno. Con todo, no está enteramente expuesto a ellos –al menos, algunas experiencias extraídas de las constelaciones indican que el

225

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

líquido amniótico frena la influencia que puedan ejercer. Tiene sentido que así sea, de lo contrario todos heredaríamos la sensibilidad de nuestras madres tras pasar nueve meses en el seno materno. Pero también las células seminales del padre contienen ya – como el óvulo materno– el programa completo del niño. No es solo un pedacito de proteínas con ADN y no sé cuantas características químicas sino un holón, un todo que contiene al padre en su totalidad, incluidos sus pensamientos y sentimientos, heridas, miedos y esperanzas. Porque todo lo que somos está contenido en cada una de las células de nuestro cuerpo. Esto explicaría también cómo es que un niño puede sentirse atraído por un padre al que nunca ha conocido y del que quizás nunca haya oído hablar. En las constelaciones familiares vemos continuamente lo que revela el ejemplo de la mujer anoréxica: que el padre del cliente no es quien él supone –o que no lo es la madre, en casos excepcionales. Los representantes lo perciben, y los niños suelen sentirse inmediatamente atraídos por el verdadero padre cuando se coloca un representante para él. A menudo no es ni siquiera necesario decir: “Coloco ahora a alguien en el lugar del padre”. Yo nunca lo digo: cuando tengo la sospecha de que la paternidad ha sido fingida, añado a una persona de sexo masculino sin decir a quién representa. Esto es suficiente para ver quién es en realidad. El niño conoce a su verdadero padre porque está en resonancia con su campo de energía, porque su matriz es también parte de la suya. El campo energético de nuestros padres nos marca ya en la concepción –más aún después, tras el nacimiento. Esto es inevitable. No está en nuestra mano sustraernos a él. Por eso no tiene sentido valorar semejante matriz –o, dicho en términos menos abstractos, a las personas, a nuestro padre, nuestra madre y demás familiares– en términos de bueno o malo, acertado o desacertado. En este sentido –ahí le doy enteramente la razón a Hellinger– no

226

CONTENIDOS

Y

CONOCIMIENTOS

hay padres malos. Pero tampoco –y aquí me opongo a él– los hay buenos. Solo hay estos padres, esta familia, y ambas cosas están más allá del bien y del mal. Sencillamente, son, eso es todo. Puesto que una matriz tiene muchas capas, es difusa y a menudo contradictoria en sí misma (ya por el mero hecho de tratarse de un patrón energético compuesto por la familia del padre y de la madre), tenemos infinitas posibilidades de combinar sus elementos particulares pese a estar marcados por ella. A la luz de esta pluralidad de capas, la antigua idea de Hellinger –a la que ya no se atiene y, me parece, nunca se ha atenido en realidad– de que solo puede hacerse una constelación de la familia de origen, se revela obsoleta. Una matriz no está formada por un único tema. Tras un tema fundamental hay muchos otros que han de ser vistos. También la idea de que uno se siente “identificado” con una persona de la familia de origen me parece cuestionable. La identificación se da con toda la matriz, de la que se destaca un tema (a menudo una serie de temas conectados entre sí) para cada individuo y fase de la vida. La matriz misma, empero, nos viene dada, y solo hay una. Se compone de la totalidad de pensamientos y sentimientos o, formulado neutralmente, energías que actúan sobre el niño. Pero precisamente porque nacemos forzosamente en el seno de una matriz no puede decirse que haya para nosotros una buena o una mala matriz. Esto también significa que tampoco hay “ataduras”. Porque el concepto de atadura contiene la idea de que algo no está bien o no es como debería ser.

“El ganso está fuera”, o: en realidad no hay ataduras Pongo pues en cuestión uno de los conceptos centrales de las constelaciones familiares (y de toda la psicoterapia). Porque hasta

227

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

ahora hemos partido de la base de que los clientes estaban “atados” al destino de sus familias y de que tenían que salir de ahí con ayuda de las constelaciones.5 Las ataduras son algo negativo, algo que nos traba y de lo que tenemos que ser liberados. En consecuencia, muchos asisten a los cursos sobre constelaciones para “deshacer sus ataduras”. En el caso de un hombre cuyo hermano murió poco antes del parto y que en el seno de la matriz sustituye parcialmente a este a ojos de los padres, se diría que está atado a su hermano muerto y que este vínculo debe ser deshecho para que recupere su vida. Para hacer efectiva esta solución, muchos consteladores trabajan con rituales de restitución, haciendo decir, por ejemplo, al muerto: “Has cargado con mi destino, ahora te lo devuelvo”. Y a veces se utiliza algún objeto que es devuelto simbólicamente. Pero esto pasa por encima de la realidad. “Atadura” es un concepto que muchos consteladores colocan sobre la realidad. Una matriz es algo dado, sencillamente, y siempre es adecuada, por la sencilla razón de que carece de alternativa. La “atadura” consiste única y exclusivamente en que no vemos (o queremos ver) esto. Cuando me doy cuenta de que yo sustituyo a mi hermano muerto, cuando lo veo (y reconozco) sin valorarlo y sin pretender modificarlo, quedo liberado. ¡Y con esto basta! Lo mismo vale para cualquier otra “atadura”: cuando veo algo sin el deseo de modificarlo, cuando veo, sin más, que esa es mi matriz y que ni puede haber otra ni debería haberla, me pongo en armonía conmigo mismo y con las condiciones de mi vida –y con ello quedo libre. Una hermosa historia Zen puede ilustrar esto. Quizás les parezca inadecuada, quizás absurda, porque trata de un koan. El 5. Esto, junto con el entusiasmo que acompaña al descubrimiento de algo nuevo, explica el carácter misionario que se asociaba al trabajo con constelaciones sobre todo en los años noventa.

228

CONTENIDOS

Y

CONOCIMIENTOS

término “koan” suele traducirse por acertijo, pero se trata de un acertijo porque el entendimiento no puede resolverlo. Un koan gira en torno a un misterio en el que hay que adentrarse para entenderlo desde dentro. Yo mismo tampoco entendí al principio la historia del ganso. Pasados veinte años, algo hizo clic y, súbitamente, me acordé de ella. Es como sigue: El funcionario público Riko le pidió al maestro Nansen que le explicara el antiguo problema del ganso en la botella. —Si un hombre pone un polluelo de ganso en una botella – preguntó Riko– y lo alimenta hasta que se hace adulto, ¿cómo podrá conseguir sacar el ganso sin matarlo o romper la botella? Nansen no le contestó, sino que, dando una gran palmada, gritó: —¡Riko! —¿Sí, maestro? –se sobresaltó el funcionario. —Ves –dijo Nansen–. El ganso está fuera. Cuando les digo a los participantes de mis cursos que yo no les ayudo a deshacer sus ataduras algunos se sorprenden. Cuando les explico que una humanidad sin ataduras sería algo bastante aburrido se sienten un poco mejor. Y cuando cito el nombre de algunas personalidades célebres que han aportado muchas cosas bellas al mundo por estar justamente tan atados, se ponen pensativos. Me viene ahora a la mente el nombre de una de las personalidades más célebres, y me sorprende que hasta ahora ni a mí ni a ningún otro se le haya ocurrido reflexionar sobre sus ataduras. Su nombre es Jesús. Desde las premisas de las constelaciones familiares (y otras terapias, desde luego), Jesús se hallaba terriblemente atado. No tenía un verdadero padre, su padre ni siquiera era un ser humano;

229

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

era pues el único hombre que carecía de padre humano: su destino era sobrehumano. En segundo lugar, –y solo estoy considerando las dos peores ataduras–, Herodes mató por causa suya a diez mil recién nacidos. ¡Diez mil! ¡Qué monstruosa culpa! No es una culpa personal, pero sí una atadura culpable como apenas puede encontrarse otra. Uno podría explicar la totalidad de la vida de Jesús a partir de estas dos ataduras: la eterna búsqueda del padre y su reconocimiento y el intento de compensar mediante el dolor y la muerte su culpa por los niños muertos. Y sin embargo: ¿fue su vida un error? Bueno, al pobre lo crucificaron a los 33 años, pero ¿habría sido mejor de otro modo? Lo que quiero decir es lo siguiente: el concepto de atadura entraña una valoración. Y lo colocamos sobre la vida desde fuera. Se oculta ahí la idea de que podría haber sido de otra manera. Tendríamos que estar o ser liberados de nuestra matriz. Pero esto desemboca en una atadura aún mayor, porque nos pone en conflicto con la vida misma. La vida, sin embargo, solo existe en esa matriz. El concepto de “estar atado” y la necesidad de deshacer las ataduras forma parte de la idea del yo como conciencia. Proviene de la idea de que el todo –como se concebía en la etapa 2– nos tiene atrapados y de que tendríamos que liberarnos de todo para ser libres. Para ello, o rompemos la botella o matamos al ganso. Es la idea de libertad que impera en el nivel 3. Pero si lo consiguiéramos, al final nos quedaríamos solos, más exactamente: aislados.

230

La vía de solución de las constelaciones familiares

La “Trinidad” de Hellinger La constelación familiar adoptó la idea de “atadura” de otras terapias, si bien ha hecho popular el concepto. Hellinger no habla de ataduras desde hace años, pero al principio pasó por alto que con la palabra adoptaba también toda una visión del mundo. Con todo, su punto de vista era ya de entrada diferente. Para él la solución radicaba en que uno ocupara su puesto en el todo y aceptara las cosas tal y como son. El célebre título de uno de sus libros, Reconocer lo que es, lo expresa a las claras. Lo que no está tan claro en la obra de Hellinger es en qué consiste ese “todo”. En el lenguaje de mi teoría de los niveles: ¿se refiere al antiguo todo del nivel 2 o al nuevo todo del 4 o de los siguientes estadios? ¿Afirma que todos debemos ocupar el puesto en la familia, y quizás también en la sociedad, que nos ha sido asignado –por el destino o por la procedencia–, o piensa con ello un paso intermedio para llegar a lo propio y, a través de ello, a un nuevo todo? Aquí no me interesa cómo ve Hellinger personalmente las cosas. Me refiero a él en tanto que fundador de las constelaciones familiares y punto de partida de casi todas las líneas teóricas. La aclaración de este punto me parece importante de cara a la fundamentación

231

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

del trabajo con constelaciones, ya se trate del trabajo de constelaciones “según Hellinger” o “no según Hellinger”.1 La primera afirmación de Hellinger reza: tenemos que aceptar de dónde venimos. Tenemos que aceptar a nuestra madre y a nuestro padre. Tenemos que aceptar que son nuestros padres, y también que son como son. Aquí “tener que” no tiene un sentido moral: indica lo que es necesario para curarse. Aceptar que son nuestros padres significa que son los únicos padres correctos. En este contexto, Hellinger mencionó tres palabras “santas” (en palabras mías, no de Hellinger): sí, por favor y gracias. “Sí” significa: Acepto que sois mis padres y que yo soy vuestro hijo. “Por favor” significa: Por favor, aceptad que soy vuestro hijo. “Gracias” significa: Acepto la vida que he recibido con gratitud. 1. En los años noventa, muchos consteladores daban a su trabajo el nombre de “constelación familiar según Hellinger” para declarar su adhesión a Hellinger y apoyarse así en su popularidad. El propio Hellinger lo consideraba superfluo, pero lo aceptaba y permitía que cada cual usase su nombre a su antojo. Cuando Hellinger avanzó en su trabajo hacia los “movimientos del alma” y la opinión pública se opuso masivamente a él, muchos comenzaron a distanciarse de sus tesis y a denominar a su trabajo “no según Hellinger”. A partir de 2006 aproximadamente, y fuertemente influido por su segunda mujer, Sophie Hellinger, con la que había contraído matrimonio en el año 2003, Hellinger se distanció de sus antiguos colegas, o estos se distanciaron de él, porque ahora, a diferencia de lo que había sido su proceder anterior, deseaba tener la última palabra sobre el trabajo de constelaciones y exigía que todos los que quisieran ligarse a él añadieran la cláusula explícita “según de Hellinger”. Fue en este contexto en el que anunció la “nueva constelación familiar”, para distinguir su trabajo del resto de la escena. Desde el punto de vista de la teoría de las etapas, “según Hellinger” corresponde a la etapa 2, y “no según Hellinger” a la etapa 3. Ninguno de ellos me parece maduro. Al presentar el trabajo de constelaciones maduro (nivel 4) me atengo a mis propias opiniones, y si bien respeto el trabajo de Hellinger, me mantengo al margen de disputas sobre adhesiones o distanciamientos

232

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

Estas tres palabras y los procesos asociados a ellas constituyen el núcleo del trabajo de constelaciones entre padres e hijos. Casi todas las soluciones desembocan más o menos explícitamente en una de estas tras palabras o en las tres. La célebre reverencia ante los padres –célebre porque la práctica de Hellinger de exhortar a sus clientes a que se inclinaran ante sus padres suscitó acaloradas críticas e incluso indignación entre psicoterapeutas y observadores externos– expresa en un solo gesto silencioso el contenido de estas tres palabras. Sea dicho de paso que Hellinger es un maestro de la síntesis, capaz de condensar en una sola frase o palabras el contenido de diez horas de terapia. Para entenderlo, uno tiene que estar dispuesto a permitir que la palabra o el gesto despliegue su efecto sin emitir inmediatamente un juicio sobre ellos. Esta vía de curación se halla en frontal oposición con la práctica terapéutica, ampliamente extendida, de exhortar a los clientes, de presionarlos a menudo, a desatar su ira contra los padres, a golpearlos (colocándoles un sacudidor de alfombras en la mano o una toalla y animándolos a golpear un cojín o colchón que simboliza al padre) o asesinarlos simbólicamente.2 Con todo, el hecho de que la inclinación de cabeza se granjeara también las iras de los terapeutas que no recurren a métodos tan agresivos muestra a las claras hasta qué punto el pensamiento de Hellinger avanza contracorriente. El respeto y la aceptación de los padres que expresa este gesto resulta difícilmente soportable para la conciencia moderna, se siente casi traicionada y expuesta a perder el fruto de sus esfuerzos.3 Antes de 2. Una mujer de mi círculo de conocidos, torturada por un grave conflicto con su padre a consecuencia de un incidente del pasado, hundió simbólicamente a su padre en un lago. Algún tiempo después se quitó la vida. 3. En 1995, en su primer enfrentamiento crítico con los (por aquel entonces) nuevos consteladores, Ursula Nuber escribió en Psicología hoy: “Da la impresión de que los que luchan a favor de la libertad, la autonomía e independencia, el autodesarrollo y la autoafirmación se hubieran cansado de tanto batallar y descansaran ahora agotados sobre los hombros de un ‘superpadre’”.

233

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

seguir adelante, me gustaría exponer en dónde radica el aspecto positivo, incluso la necesidad, de la iniciativa de Hellinger. La conciencia moderna, en su afán por romper todas las cadenas, ha tirado al niño con el agua de la bañera. Pasa enteramente por alto que aquello de lo que venimos es nuestro suelo, nuestro alimento interior; la tierra que nos sostiene, en la que se hunden nuestras raíces y nos alimenta. Obra como si pudiera existir prescindiendo de dicho suelo. Pero el hecho de que quienes más ampliamente se han separado de su origen trabajen a favor de la “salvación de las raíces” se burla de esta concepción de las cosas. Y no lo hacen como hijos de la tierra que escuchan su voz, sino como padres que crecen sobre ella y quieren protegerla y salvarla como si fuera su hijo.4 El suelo del que procedemos y al que estamos vinculados son nuestros padres. Y también sus padres, y los padres de sus padres. Renegar de ellos significa quedarse en el aire, sin sostén, sin raíces, a la deriva. Es lo que le ocurre al hombre moderno cuando olvida sus raíces y la tierra de la que procede. Y en el trabajo de constelaciones se ve claramente que el hombre no puede ni, en el fondo, quiere hacer esto. Solo necesita que se le pida algo que para muchos constituye un enorme esfuerzo: contemplar a sus padres. El terapeuta debe instar al cliente a ver de verdad a sus padres. Y a partir de aquí las cosas se solucionan casi por sí mismas. Cuando alguien que rechaza a su madre le dice mirándola a los ojos: “tú no eres mi madre”, enseguida menea la cabeza y dice: “qué tontería, claro que es mi madre”. Entonces yo le digo: “Muy bien, pues vuelve a mirarla y di: “eres mi madre”. Ahí se produce una terrible lucha interior, pues el cliente siente que la frase tiene amplias consecuencias. 4. Véase el excelente análisis que ha hecho de esto Wolfgang Giegerig en su excelente libro La bomba atómica como realidad … Ensayo sobre el espíritu del Occidente cristiano, Basel, 1988.

234

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

No hace falta más que decir esta frase. Uno puede omitir enteramente el sesgo moral que Hellinger imprimía a estas afirmaciones y frases en los años noventa sin menguar el efecto de las mismas y de la constelación. A mi modo de ver, no es necesario, por ejemplo, trabajar para conseguir que alguien reconozca o dignifique a sus padres. Solo hace falta que los vea. Pero tiene que verlos de verdad y no solo a medias. Tiene que verlos como son. Lo que en la práctica significa invitar a los clientes a contemplar a sus padres –o a las personas que constituyen el tema de una constelación, también a la pareja o a los hijos–. Al contemplar a mi madre veo que soy su hijo, y que esto es inevitable. Y justo en este ver tiene lugar un movimiento interior. En el momento en que de verdad veo que soy el hijo de mi madre tiene lugar el reconocimiento, me inclino ante ella, le digo “sí”, todo lo cual sucede por sí mismo. Lo que en ese momento veo es la realidad, y cuando veo la realidad, actúa sobre mí. En efecto: solo podemos rechazar a nuestros padres si nuestros ojos están cerrados. En las terapias arriba mencionadas, en las que uno da rienda suelta a su ira contra los padres, el cliente no contempla a sus padres. Solo se ve a sí mismo, y de sus padres solo ve, si acaso, la imagen que se ha formado de ellos. Cuando en una constelación tiene a su padre delante y de verdad lo ve, todo esto se derrumba. También frases como “no te quiero como padre”, “te rechazo”, “ya no soy tu hijo” se revelan ridículas tan pronto como contemplamos abiertamente a nuestros padres. En seguida se pone de manifiesto que carece de importancia si uno quiere que su padre sea su padre o no, pues en ambos casos es nuestro padre. Lo mismo ocurre con la frase “te odio”. Cuando alguien mira a su padre a los ojos y la pronuncia, ocurre algo sorprendente: se da cuenta de que lo odia porque lo quiere.

235

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

“Sí” al no: el punto ciego de Hellinger Todo lo que ocurre en la vida tiene sentido y ocupa su lugar en el movimiento del todo. No solo los padres han de ser vistos y apreciados, también la rebelión de la juventud; no solo aquello de lo que procedemos, sino también la dirección hacia la que nos movemos, lo que nos llama y atrae; no solo el grupo al que pertenecemos, sino también el hecho de que el grupo no nos posee, de que no somos su propiedad (ni tampoco la de nuestros padres); no solo, pues, el sí, sino también el no. En esto consiste el paso adelante que supone la etapa 3, el progreso que entraña el tránsito de la conciencia del nosotros a la conciencia del yo: el conocimiento, y su puesta en práctica, de que no somos una posesión del grupo al que procedemos. De ahí a afirmar que solo nos pertenecemos a nosotros mismos, que somos “autónomos”, media un abismo. Esta idea es falsa, al igual que lo es rechazar nuestra procedencia o ignorar su importancia. Esto no obstante, el conflicto y la afirmación juvenil del yo es un momento irrenunciable en el proceso de desvinculación. A mi modo de ver, el reconocimiento de esta etapa y el apoyo amoroso que necesita una persona en la fase de transición a un enfático “no” es insuficiente en el trabajo de constelaciones habitual, y por eso falta este “no” entre las palabras “santas” que propone Hellinger. Un sí tiene sentido solo cuando también se puede decir no, y un no puede entrañar un sí, por ejemplo, un sí a uno mismo. En el trabajo de constelaciones el no ha carecido hasta ahora de un claro lugar, se pasa por alto la fuerza e importancia de la negación, incluso se la desvaloriza. Hellinger pasa directamente del niño al adulto, de la etapa de conciencia 2 a la 4. También en la práctica se trabaja, o con la conciencia infantil o con la adulta. El trabajo de constelaciones anterior a 2000 se ocupaba preponderantemente con la conciencia infantil (el eslogan era: ¿Cómo encuentro mi lugar en la familia?),

236

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

la nueva se orienta cada vez más a la conciencia adulta. Se salta la juventud. O bien no aparece en las constelaciones familiares, o se la despacha –como hace Hellinger– con unas pocas palabras. Cierto que la arrogancia de la juventud, su pretensión de saberlo todo mejor que nadie, carece de fundamento, y lo mismo vale para la arrogancia de la conciencia moderna, que se siente superior a todo, pese a no saber nada en realidad. Pero esto no significa que carezca de importancia. Cuando se deja de lado o minusvalora la juventud, esta se venga, al igual que se venga de nosotros dejar de lado a los padres o partes de nuestra infancia. Si consideramos el trabajo con constelaciones desde la perspectiva de las etapas de la conciencia, queda patente que también esta etapa tiene que ocupar y puede ocupar su lugar. Solo entonces lo aceptará la sociedad que se mueve en la conciencia 3, solo entonces se abrirán las instituciones de esta sociedad, que funcionan con arreglo a las ideas de la etapa 3, a las constelaciones familiares. Cuando consideramos las constelaciones familiares de los años noventa, que definen el método estándar que hoy en día se sigue aplicando, las constelaciones –en el caso ideal– culminan con lo que se llama la imagen de una solución. En su versión más significativa, los padres están en ella uno junto al otro, y los hijos enfrente de ellos por orden de edad. Este cuadro refleja el orden y la disposición natural de la familia, y por eso todos se sienten a gusto en esta constelación, pues en ella se han deshecho las “ataduras” que se hallaban en el trasfondo familiar. Esta disposición corrige la imagen infantil, por decirlo así, que el cliente –adulto, normalmente– se había formado, de modo que vuelve a ocupar su lugar en la familia, una posición cómoda y segura. Se trata de un proceso terapéutico que cierra antiguas heridas. La imagen documenta y fortalece el vínculo duradero, imborrable, con la propia familia. Constituye una solución en la medi-

237

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

da en que hace claro qué es lo que falta o, más exactamente, qué es lo que el cliente no ha visto, o no con la suficiente claridad: que, con independencia de lo que haya pasado, pertenece a una familia. La constelación corrige lo que podríamos llamar un error que se da en la interioridad (“no formo parte de eso”). ¡Porque el hecho es que siempre hemos pertenecido a ella! Alguien puede negar este vínculo, pero no por ello deja de ser un hecho. Por poco que le guste a mi padre, yo soy su hijo, y lo mismo vale a la inversa. En la constelación se visibiliza lo que es, por ello está en situación de corregir una falsa imagen interior. Con ello consigue cerrarse un vacío en la conciencia, lo cual reporta estabilidad interior y es terapéutico. Este es el sentido en que se habla de una solución. Pero solo es un paso intermedio, mejor dicho, una mirada retrospectiva hacia una realidad que se ha dejado atrás. Deseo añadir una breve nota a lo anterior. Tengo la impresión de que muchos consteladores toman por verdadera la siguiente afirmación del cliente: “no ocupo ningún lugar en mi familia”. De ahí que crean ayudarlo otorgándole un puesto (el puesto correcto) en su familia a través de la constelación. Pero aquí tanto el cliente como el terapeuta son presa de una ilusión. Si de verdad alguien no ocupara puesto alguno en su familia, yo, como terapeuta, poco podría hacer. ¿Cómo podría yo otorgarle a la señora XY un puesto en la familia Y? De ningún modo. Lo único que puedo hacer es ayudarla a ver algo que ya existía. Cuando alguien afirma de sí mismo que no ocupa ningún puesto en la vida, lo primero que hago es decirle: “Eso no es verdad. Si fuera verdad, no estarías aquí”. Esto no significa que no me tome en serio su sentimiento de carecer de lugar. Ocurre solamente que ese sentimiento se basa en un error, en algo que no ve. Volvamos al antiguo modelo de “solución final” en las constelaciones. Se trata de una imagen infantil, algo que satisface al alma

238

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

del niño. Lo que este cuadro no muestra es que tenemos que abandonar a la familia. Y no solo debe abandonarla nuestra psique, también debe hacerlo nuestra alma. Tanto tiempo como nuestra alma permanece en esta imagen no alcanzamos la condición adulta. Unas veces resulta fácil, otras es más difícil, y a veces es una lucha a vida o muerte. Sea como fuere, la vida quiere que así sea. Quiere que abandonemos la protectora envoltura de la madre, y quiere igualmente que abandonemos la siguiente envoltura que se nos ofrece y protege, la de la familia. Y al igual que no podemos crecer ni corporal ni anímicamente si permanecemos en el seno materno, tampoco crecemos si permanecemos emocionalmente en la familia. Y aquí ocurre lo mismo que en los partos difíciles: a menudo es necesario el conflicto para abandonar a la familia. Con otras palabras: la rebelión de la juventud, por muchas que sean las limitaciones que entraña, es una etapa importante en el proceso de alcanzar el estado adulto. Helliger acertó a ver que no conseguimos liberarnos de la familia tanto tiempo como la rechazamos o le dirigimos reproches, porque el conflicto, la discordia y los reproches vinculan. De ahí que sea tan importante –de cara a proseguir nuestro camino y desligarnos de la familia– reconciliarse con la propia familia. Solo la aceptación, mejor dicho: el amor, nos reporta libertad interior para continuar caminando.5 Pero también forma parte de esta aceptación la aceptación del conflicto y la separación, así como la aceptación de la partida. Las constelaciones móviles lo ponen de manifiesto. Cuando el constelador no trabaja en la dirección contraria, la solución final no es en ellas la imagen infantil de la familia, sino un movimiento hacia el interior de la propia vida, hacia el propio futuro. Y ahí el protagonista está solo. 5. Véase también mi libro Liebe, die löst. Aussichten aus den Familien-Stellen, Heidelberg, Carl-Auer, 2002.

239

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Los gráficos de la página siguiente muestran la progresiva separación de la protectora envoltura en la que crecemos, así como el camino hacia la propia vida, que nos conduce a envolturas cada vez más amplias: El camino hacia la vida Hijo Envoltura 1: el vientre materno Madre Familia

Envoltura 2: familia

Madre

Hijo

Pandilla

Envoltura 3: pandilla

Familia

240

Jugendlicher TRADUCIR

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

Mundo

Envoltura 4: el mundo Familia de origen

Adulto Nueva familia

Al principio estamos en el vientre materno. Cuando esta envoltura se nos queda pequeña debemos abandonarla para ir a dar a otra envoltura, la familia. La segunda imagen corresponde a la solución final de una constelación familiar “clásica”. Pero también esta envoltura se nos queda algún día pequeña, y tenemos que seguir adelante. El siguiente paso sería estar solo en el mundo. Pero entre medias se halla la juventud, y eso significa que comenzamos a dirigir la mirada hacia (a orientarnos por) lo que hay fuera de la familia, a la par que seguimos hallándonos bajo su protección, porque la necesitamos. El joven no se atreve a quedarse solo de verdad. De ahí que la conciencia juvenil que ya ha abandonado las antiguas tradiciones busque grupos y contextos más amplios elegidos libremente: las ideologías de la Modernidad y los movimientos que parten de ella constituyen grupos sustitutorios. La conciencia moderna desea sustituir la antigua conciencia del nosotros por un nuevo nosotros libremente creado, no se atreve a estar sola en el mundo. Siente que necesita un todo mayor, algo que sobrepase la propia existencia, que la ligue y le dote de sentido.

241

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Pero todo lo mayor que realmente conoce es lo antiguo, de lo que ha de escapar. De ahí que intente crear algo mayor desde sí misma: una imagen del mundo, una filosofía, una ideología que le sirva de orientación. Pero esto no puede funcionar, porque lo creado es mayor que su creador. Cualquier “mayor” que el hombre crea o se imagina es necesariamente tan pequeño como él mismo. De ahí que solo pueda imponerse por la fuerza. A lo realmente mayor uno solo puede entregarse sin conocerlo, uno debe apartarse de lo antiguo confiando en que el mundo lo va a sostener. El joven desea imponer a sus padres su visión de las cosas. Si ellos lo siguieran, se ahorraría el paso de separarse de ellos. Pero con ello el movimiento se queda atascado en el nivel 3, el joven continúa luchando y no se hace adulto. Tiene que armarse de valor para salir del círculo familiar. Al hacerlo se adentra en una nueva envoltura, muchísimo más amplia, que lo abarca tanto a él como a su familia: el mundo. Ese es nuestro siguiente hogar, el hogar del hombre adulto. No es que Hellinger no vea la necesidad de dar este paso. Lo que no ocupa ningún lugar en su pensamiento es el no que suele ser necesario para lograrlo, sobre todo el enérgico no de la rebelión juvenil. La “constelación familiar según Hellinger” se dirige, o bien al niño interior (reconduciéndolo a un “lugar adecuado” en el seno de su familia) o al adulto, y deja en la estacada al joven. En lugar de ver y apreciar el conflicto entre lo que uno se exige a sí mismo y lo que los padres (la tradición) exige de nosotros –pese a que no aporta una solución real–, se condena la rebelión juvenil. Si trasladamos esto al plano del movimiento de la conciencia, en la constelación familiar falta toda la etapa 3. Se aplica intensamente a dignificar el nivel 2 y a fomentar el progreso hacia el nivel 4, dejando de lado el 3. No es por ello de extrañar que vaya a contracorriente de los protagonistas de la conciencia moderna –la inteli-

242

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

gencia de los liberales de izquierda, los medios, la psicoterapia. Ellos abogan por algo que apenas se contempla en la teoría y en la práctica de las constelaciones familiares. Pero, al margen ya de las respuestas que suscita, debe decirse que la omisión o minusvaloración de la conciencia del yo debilita considerablemente el potencial de crecimiento del trabajo de constelaciones, puede incluso minarlo hasta el punto de recaer en la conciencia de grupo. Me gustaría aclarar esto por medio de algunos ejemplos. Ejemplo 1: Maltrato sexual (incesto padre-hija) El tratamiento que Hellinger da al “maltrato sexual”/incesto se ha granjeado múltiples críticas, la mayoría de las cuales no aciertan a detectar el error. Me refiero en lo que sigue al caso con diferencia más frecuente, el maltrato sexual de la hija por parte del padre. Hellinger jamás lo ha justificado –de lo que se le acusa a menudo. Siempre ha afirmado que es incorrecto y que el padre debe cargar con esa culpa. Solo ha roto un tabú al mostrar que en el incesto se da un profundo amor por parte de la hija al padre y a la madre, y que la madre suele estar secretamente implicada (como cómplice). Es lo que, en efecto, muestran las constelaciones, y Hellinger ha tenido el valor de pronunciarlo, esto es, de hacer decir al representante, y a veces a las clientes: “papá, lo he hecho por ti”, o “mamá, lo he hecho por ti”. Lo que esta frase quiere decir es que la hija se pone a disposición del padre porque la madre ya no quiere tener sexo con su marido. Esta es una realidad anímica que se muestra en las constelaciones. Hellinger tuvo el valor de decirlo abiertamente, lo cual habla en su favor. Es y sigue siendo de mucha ayuda para las víctimas poder ver esto y pronunciar estas palabras. Porque de esta manera se ponen en contacto con un amor por el que no tienen que avergonzarse. Les devuelve parte de su dignidad. El amor del niño, en efecto,

243

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

está dispuesto a sacrificarlo todo por sus padres. Cuando alguien pronuncia estas palabras, siente ese amor y se reconcilia con su alma infantil. Pero hay algo más. La niña nota que lo que su padre quiere o exige de ella no está bien, y no se atreve a decir “¡no!” porque es su padre. Si se trata de un tío, ocurre algo similar, también aquí siente la niña que no puede decir “¡no!”, porque así destruiría la familia. De ahí resulta la vergüenza y el sentimiento de culpa ligado al incesto. No ha dicho “¡no!” –no ha traicionado al padre– y con ello ha sido infiel a su sentimiento, a su percepción interior. Por otro lado: si hubiera dicho “¡no!”, se habría sentido igualmente culpable, por traicionar el amor que siente hacia su padre. La niña no sabe cómo salir de ese dilema. Depende de sus padres. Un claro “¡no!” sería un sí a sí misma, pero la niña no está preparada para eso, porque significaría separarse anímicamente del padre (y quizás también de la madre). Sería la muerte interior de la niña. En este sentido, el proceder de Hellinger devuelve a la víctima su alma infantil y sus raíces infantiles, pues reconoce la profunda necesidad del niño de permanecer en la familia, de que su padre y su madre sigan siendo sus padres. Se trata pues de trabajar sobre el niño interior, de devolver al alma infantil su lugar en la familia, que el hecho del incesto le ha hecho perder. Pero con ello se pasa por alto el “¡no!” que la niña también siente en la mayoría de los casos. Solo a través de ese “¡no!” recupera su dignidad como mujer. Con el “¡no!” la niña se separa de sus padres e insiste en ser una persona que vive para sí misma, que aunque viene de sus padres y forma parte de ellos no es una propiedad suya. Este “¡no!” revela una voluntad propia, un sentido propio. Este es el proceso que tiene lugar normalmente en la juventud. Es necesario para convertirse en una persona autoconsciente. En las víctimas de incesto este proceso ha sido gravemente perturbado, y no saben distinguir cuándo debe decir “sí” y cuándo deben decir “no”.

244

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

Cuando el “¡no!” que se ha pasado por alto, no se ve o reconoce, no se pronuncia al menos a posteriori, en la terapia, por ejemplo, no se supera la confusión. La mujer continúa entregándose a situaciones u hombres a los que no quiere porque no sabe decir “¡no!”. Pero tampoco puede decir claramente “sí”, porque no tiene fuerza para decir “¡no!”, y el sí significaría perderse interiormente, dejar de ser sí misma. Este es el único sí que conoce. Se mueve en un círculo en el que no se percibe a sí misma. Es la solución que encontró la niña: colaborar, y no sentirse a sí misma, no sentir su “¡no!”. La consecuencia de ello es que tampoco podía percibir su “sí”, su amor por el padre, por lo que comienza a rechazarlo, en lugar de rechazar su abuso.6 También la conciencia juvenil se halla atascada en ese dilema: la joven siente con más claridad que la niña lo que es incorrecto y cuándo no debe participar, pero no tiene fuerza suficiente para decir sencillamente “¡no!”. También ella necesita el vínculo, no puede estar sola. Y por ello lucha. El rechazo que siente por el padre es una lucha por que sea diferente a como es. En realidad quiere conservarlo –la imagen que tiene de un verdadero padre– luchando contra el padre real. Una observación marginal: muchas personas experimentan este dilema entre el sí y el no, no procede solamente del abuso sexual. Lo menciono para que no se infiera del síntoma general a la causa –el abuso sexual, en este caso– como a menudo ocurre. Echo en falta en la obra de Hellinger el reconocimiento de la lucha por lo propio, o formulado en términos más generales: la valoración de la juventud. Aunque se trate de una lucha inútil, aunque no sea la solución, no por ello es errada. Presta atención 6. Desde la perspectiva de la moral dominante, el dilema de la niña se agrava aún más debido a que no puede amar a su padre, sino que tiene que juzgarlo. Con ello las víctimas de incesto no se curan, sino que se las desgarra cada vez más.

245

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

al no y con ello a los propios sentimientos, al sentido interno de que algo está mal. De ahí que en la terapia sea necesario dar un segundo paso: un claro no al abuso del padre. Y es condición previa de la condición de adulto. Solo que no es ser adulto, sino un paso intermedio. Me convierto en adulto cuando veo y puedo reconocer ambas cosas: que el padre es y seguirá siendo el padre y que lo quiero, y que quiere algo de mí –que ha querido y me ha hecho– algo que no quiero y rechazo decididamente. Conozco a una mujer que fue maltratada sexualmente desde su más tierna infancia hasta que con catorce años se enfrentó a su padre con un cuchillo en la mano y le dijo: “Como vuelvas a tocarme te mato”. Después de esto la dejó en paz. Es un no que salvaguarda la propia dignidad. También, por cierto, la dignidad del padre, incluso si le hubiera clavado el cuchillo. Rechazándolo, la hija no solo se toma en serio a sí misma, sino también a él. Esto nada tiene que ver con el hecho de que años después descubriera en una constelación que siempre había querido a su padre y que ese amor podía ser acertado. Pero ha de ver que también ha de aceptar su resistencia, pues de lo contrario permanecería en la vergüenza y en la autonegación. Lo más destructivo en el caso del incesto padre-hijo no es la actitud sexual –no hablo aquí de casos en los que se utiliza violencia psíquica–. Lo destructivo es la confusión psíquica en la que el niño queda atrapado. De ahí que el maltrato emocional (no sexual) que a veces se da entre madre e hijo y en el que la madre utiliza a su hijo para la satisfacción de sus necesidades emocionales –de amor, ternura, confianza, comprensión– sea igualmente destructiva. Esta clase abusos se percibe menos a consecuencia de la fijación con el sexo que caracteriza a nuestra cultura, pero es al menos tan frecuente como el anterior. El niño siente que debería negarse, que tendría que decir que no, pero no está preparado para ello

246

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

anímicamente –amén de que los padres pueden forzarle a ello–, pues entonces su infancia quedaría truncada. De hecho es así, pues cuando se hace de una niña una pareja sexual, la amante secreta del padre, y de un niño el confidente de la madre, ya no son los hijos de sus padres, sino sus parejas. Pero reconocerlo, así como responder con un claro no, significaría la renuncia a la infancia. Y el niño se queda atascado ahí –participa, y con ello gana la ilusión de tener una infancia. La visión clara de la situación (lo cual se hace posible a través de la constelación) destruye esta ilusión. Y entonces ya no resultan necesarias las frases del tipo “lo que hecho por ti” o “te rechazo como amante”. La plena visión de la realidad hace innecesaria la terapia, la realidad actúa por sí misma, porque es vista. Ejemplo 2: el padre pega a la madre, el hijo pega al padre El incesto padre-hija, pese a ser un caso especial, muestra con especial claridad algo que vale en general, a saber: que el sí a los padres no desemboca sin dificultades en un sí a uno mismo, sino que se hace necesario insertar un no. Este no se dirige en realidad contra los padres, es un sí a uno mismo, a la personalidad propia, a la voluntad propia y al propio futuro. Aclararé esto mediante el siguiente ejemplo. Un hombre pega a su mujer, el hijo se interpone y defiende a la madre. Quizás busque ayuda, o vaya a la policía, quizás golpee al padre aunque no tenga ninguna oportunidad contra él, y si es lo suficientemente mayor y fuerte, puede que le propine una paliza o incluso lo mate. Según los principios de orden de Helliger esto es a) una inadmisible intromisión en el sistema paterno y b) una perturbación del orden padre-hijo, que c) a penas se puede reparar. Una afirmación propia de Hellinger sería: “El hijo ha echado a perder su

247

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

vida”. Las razones: a) El sistema de los padres precede al del hijo y este tiene que respetarlo. Esto implica que el niño debe mantenerse al margen en lo relativo a la relación entre el padre y la madre. Si no lo hace, su alma se hará culpable, y su propia conciencia le exigirá expiación, lo cual se expresará en forma de enfermedades, por ejemplo, o fracasos en las relaciones; b) un hijo que golpea a su padre o se alza de modo similar contra él, corta con el padre y con lo masculino y se queda sin sostén. Su conciencia reaccionará con culpa y expiación (fracaso). Todo parece arcaico y duro, pero no por ello es falso. De hecho encontramos semejantes relaciones. Y quizás Hellinger las encontró porque se hallaban ocultas para otros. Y seguro que hay otras soluciones, como someterse al padre. En la mayoría de los casos que encuentro en la práctica he podido ver que el padre no desea este sometimiento. Desea un hijo que se le resista.7 Ya he explicado antes que en una constelación –como en cualquier otra situación terapéutica– solo se puede mostrar aquello para lo que el terapeuta se abre. Veo aquí como funciona otro orden que conduce a resultados enteramente diferentes. Lo que yo veo es que la situación del hijo exige una conducta que ya no es propia de un niño, sino de un adulto. Un orden que acompaña a la vida y exige del hijo un no. Dejemos de lado su edad: en el momento en que se alza contra su padre deja de ser un niño y se convierte en un hombre. Y como hombre hace lo correcto: defiende a la mujer (psíquicamente debilitada). Cuando después se retira y no se inmiscuye en la relación de sus padres, por ejemplo en las razones que han motivado su pelea, todo está bien. Pero quizás tenga que sostener por un tiem7. Lo que no quiere decir que no haya situaciones en las que el hijo haya de arrodillarse ante el padre para encontrar sosiego. Cuando el terapeuta es lo suficientemente receptivo, la constelación revela cuál es el movimiento adecuado.

248

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

po la lucha con el padre, quizás tenga que separarse definitivamente de él. Y cuando aprecia su no como un paso hacia su propia vida, no le perjudicará, sino que le fortalecerá. El no de la juventud. Tres episodios personales Deseo relatar aquí algo sobre mí, tres pequeños episodios. Comienzo por el presente. Tengo dos hijos que ya son adultos. Cuando están en casa y hay un desacuerdo entre mi mujer y yo, toman partido a favor de su madre. Comenzó cuando rondaban los dieciséis años y es independiente de mi relación directa con ellos. No importa que ellos también discutan verbalmente con su madre –cuando yo lo hago, se ponen de su lado. Y es algo que me gusta. No me gustaría que fuera de otra manera. Aunque les digo que deberían creer a su madre capaz de acabar conmigo, me parece muy bien que tengan el instinto de ponerse de lado de su madre. Veo en ello algo masculino, y me alegro por ello. No pienso que los separe de mí, al revés: me veo a mí mismo en ellos, lo que no quiere decir que me sume a ellos. No, me enfrento a ellos, pero está bien que ellos se enfrenten a mí. Me alegra que sean hombres y no calzonazos, y como hombre y padre no solo me resulta tolerable, sino que me parece correcto que hayan dejado de ser niños. La segunda historia: una vez, cuando tenía dieciséis años, mi padre quiso pegarme. Por aquel entonces era normal, mi padre no era una hombre violento, y a mí me pegaban menos que a otros chicos de mi edad. No obstante, cuando estaba enfadado, pegaba de verdad, y yo le había enfadado por algún motivo (ya no recuerdo cuál; creo que me había peleado a voz en grito con mi madre, y mi padre no toleraba semejantes cosas, pues él mismo jamás le alzaba la voz). En cualquier caso, vino hacia mí bastante airado. Entonces me levanté, alcé el brazo para defenderme

249

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

y le dije: “¡Si me das un guantazo, te lo devuelvo!”. Lo dije en serio. Nos miramos por un momento a los ojos, entonces se dio la vuelta y se marchó. En silencio. Nunca volvimos a hablar de ello. Mi madre sintió un gran alivio, tenía miedo de que nos matáramos o nos hiciéramos daño. Habría podido darme una paliza, contra él no tenía ni la menor posibilidad. Hoy en día, desde la experiencia ganada a través de mis hijos, sé lo que ocurrió aquel día: vio en mí al hombre y sintió respeto por él. Seguí siendo su hijo, pero desde aquel momento dejé de ser un niño. Todo niño, para convertirse en adulto, tendrá que enfrentarse a sus padres como adulto. Y exige un no, que a la par es un sí a uno mismo. El incidente no perjudicó mi relación con mi padre, al revés, la mejoró. Siempre me he sentido respetado por él, y también yo lo he respetado. Puede incluso que comprendiera entonces por primera vez que me quería de verdad. La tercera historia: en la escuela había un profesor que desde el primer día no me tragaba. Al menos eso me parecía a mí, siempre me ponía malas notas. Fundamentalmente, daba clases de arte, pero también enseñaba geografía y alemán. A mí de pequeño me gustaba mucho dibujar, pero con él no subía del suficiente en la asignatura de arte, por lo que se me quitaron las ganas de seguir dibujando. Con geografía ocurrió algo semejante: dejó de gustarme la asignatura. Y el año que lo tuve como profesor de alemán, lo mismo: mi nota media bajó del notable al suficiente, además de que me puso el único insuficiente que saqué en lengua durante mi etapa escolar. Tal y como hoy lo veo, era un hombre pedante al que lo que más le importaba era la forma. Yo era todo lo contrario. Él no podía tolerar mi forma de ser, y a mí me pasaba lo mismo con la suya. Él tenía el poder de ponerme una nota, y yo el de sacarlo de quicio –y ambos hicimos uso de nuestro poder. Pero como alumno me sentía sobre todo su víctima, porque desde el

250

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

primer día, cuando aún me portaba bien con él, no me dio ninguna oportunidad. Media año antes del examen de selectividad tuvimos una disputa. Intentó dejarme en ridículo delante de toda la clase con ocasión de una diferencia de opiniones sobre el arte: “Nelles, no solamente no tiene ni idea de nada, tampoco tiene modales, es usted un fresco y un descarado”, entonces me levanté y me coloqué junto a él (yo le sacaba una cabeza), le miré a los ojos y dije: “Y en mi opinión, usted es un gilipollas”. Esto, claro está, puso fin a la clase de arte, él se dirigió a la sala de profesores y nosotros regresamos al aula. Me sentí profundamente liberado. Un amigo se acercó a mí y me dijo: “Te has pasado mucho, tienes que disculparte, si no te va a caer encima una buena”. De entrada no estuve de acuerdo, pero luego medité sobre ello. Cuando terminamos las clases, dos horas después, fue de nuevo al aula de arte. El profesor me miró como preguntándome: “bueno, ¿y ahora qué?”. Yo le dije: “Señor Wolbert, quisiera disculparme por haberle insultado. Retiro lo de gilipollas”. Tras una pausa, añadí: “Pero no lo demás. Me siento injustamente tratado por usted desde hace nueve años. No voy a tolerar que siga tratándome así”. Se quedó pasmado: “No esperaba de usted que viniera a disculparse”. Entonces me invitó a sentarme y sostuvimos una larga conversación en la que me explicó que no tenía conciencia de haberme tratado injustamente. Pero también, por primera vez, me escuchó. Tuve por primera vez la impresión de que era una persona. Pocas semanas después puso las últimas notas que recibimos antes del examen de selectividad. Me había puesto un notable en arte. Quince años después me tropecé con él en el autobús. Al principio no me reconoció. Me senté a su lado y charlamos amistosamente. Y hoy en día siento que es el profesor al que más cariño tengo. Percibí entonces su debilidad, y con ello su humanidad –¡y todo por llamarlo gilipollas!

251

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Una nueva “Trinidad”: Sí – No – Gracias Recapitulemos: separarse de los padres (y de otras autoridades, como los profesores) es necesario para crecer interiormente. Si uno no da este paso, no vive su propia vida. A veces la separación es relativamente sencilla y armónica, a veces exige un claro no. A veces ocurre cuando el niño tiene la edad y madurez necesarias, otras demasiado pronto, y en muchos le antecede una larga lucha. Cuando tiene lugar demasiado pronto o a través del conflicto, suele dejar heridas que más adelante es preciso curar, contemplar, casi volver a abrir, para sentir el dolor y consumar la separación de un modo adecuado, adulto. Forma parte de ello que el niño no condene a sus padres y su condición de padres, los únicos padres correctos. Ha de abstenerse de juzgarlos. De lo contrario no podrá desprenderse de ellos, sino que interiormente seguirá ligado a sus padres. El gran mérito de Hellinger consiste en haber sacado esto a la luz. El no del que aquí se trata no consiste en rechazar su condición de padres, sino en rechazar los abusos de los padres o de alguno de ellos, el rechazo de la pretensión de que somos de su propiedad; también debe reclamarse el derecho a la propia vida. Esta diferencia no aparece en la obra de Hellinger –ni, hasta donde yo sé, tampoco en el conjunto de la literatura sobre constelaciones. Para él, todo no a los padres es un no a su condición de padres. La consecuencia de ello es que el niño no tiene derecho a una vida propia, a una existencia propia. Este es el contexto en el que yo interpreto la tercera palabra “mágica” de Hellinger, “por favor”. El niño debe pedir que los padres lo acepten. Pero esto es innecesario, y poco puede hacerse en base a ello, ni como hijo, ni como padre ni como terapeuta. El niño le ha sido dado a los padres, y por eso tienen que aceptarlo, sin más, al igual que los padres le han sido dados al hijo y por eso debe de aceptarlos. Esto es: ambas partes tiene que decir sí, eso es todo.

252

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

Un trabajo de constelaciones que se ponga al servicio del crecimiento ha de dar cabida a la rebelión y al no. Y esto significa reconocer el primado del futuro respecto del pasado. Hellinger también ha visto esto, pero solo en el sentido de que atribuye prioridad a un sistema nuevo, una nueva familia, por ejemplo. Pero esto solo es una parte del todo, porque también allí donde no hay (aún) un nuevo sistema, actúa el futuro en el presente. En el nivel 4, uno dirige su vida en relación a lo que le espera, a lo que se aproxima a uno desde el futuro, y no en relación a su procedencia. Cuando uno sigue este movimiento no se queda atascado en el no, sino que camina hacia la afirmación de lo futuro. Y es así como permanecemos en contacto con el todo. Con todo, en el momento en que surge el conflicto, esto no se ve claro. El no, en primera instancia, se representa únicamente a sí mismo, y su sentido es deslindar y autoafirmarse. Y es algo perfectamente válido, quiero decir: se pliega al orden interno de la vida y de la evolución de la conciencia. Sin el no falta un paso fundamental, y la consecuencia es que el crecimiento espiritual no llega a la condición adulta, se sostiene sobre piernas infantiles. Lo vemos en múltiples “movimientos espirituales”, sobe todo en la escena esotérica, preponderantemente infantil desde el punto de vista psicológico. Todo movimiento que tiene la misma estructura que la familia u otros grupos tradicionales tiene algo infantil, y los movimientos que gran en torno a un gurú o maestro, también. Los profesores son necesarios, sin duda, pero tan pronto como el aprendiz desarrolla en relación al profesor o maestro, no solamente una relación provisional-funcional, sino estructural, el primero está adoptando una actitud infantil. La pregunta crítica es: ¿soy capaz de tratar al profesor de tú a tú y a la par respetarlo como profesor? Solo entonces soy adulto, y solo así fortalecerá mi condición de adulto. Por parte del profesor, la pregunta es: ¿estoy dispuesto a tratar al discípulo de igual a igual y a permitir que cues-

253

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

tione (no como profesor en general, sino en cada uno de los temas objetivos que se tratan y en relación a mi conducta en relación a él) sin que ello implique la ruptura de la relación? Solo entonces soy un profesor que se haya en casa en el corazón y sale al encuentro del discípulo como adultos. En caso contrario instauro un orden propio de la etapa 2 y con ello detengo al discípulo en la etapa infantil. Lo anteriormente dicho es importante sobre todo cuando se trata de sentimientos y de la apertura del corazón. Pues estos casos son propicios a que el profesor y el discípulo se deslicen a una relación padre-hijo. Pues la relación afectiva adulta, desconocida para la mayoría de las personas salvo en el caso de las relaciones de pareja, es una relación entre iguales. Que la conciencia joven opine, cuando se separa de los padres, que la vida le pertenece, que es libre y autónoma, es un error, sin duda, pero también es un paso necesario. En el momento en el que se pronuncia claramente el no, uno percibe también que no se llega muy lejos por ese camino, que en algún momento tendrá que decir que sí. Pero para ello hay que decir antes que no, de lo contrario se queda uno atascado en la seminegación. Y aquí la terapia puede resultar de ayuda. Pero solo lo consigue si abre su corazón a la rebeldía y la arrogancia juveniles. Tiene que ver que la conciencia juvenil siente que ha de decir no para hacer justicia a su futuro, pero que a la par no se siente capaz de separarse enteramente de los padres, esto es, de la conciencia del nosotros, porque aún depende de ella. Un no claro nos deja realmente solos –y nos liga de nuevo a algo mayor, con el propio camino o como uno desee llamarlo. Pero este no ya no procede de la rebeldía. Cuando uno lo pronuncia, está enteramente en calma, en él constatamos algo, sin más: no, no voy a hacerlo; no, eso no es verdad; no, no voy a seguirte en eso. Es importante que al hacerlo no se rompa el vín-

254

LA

VÍA

DE

SOLUCIÓN

culo (cerrando los ojos, dando la espalda) pues así podemos pronunciarlo con amor. Pero el no en el amor es el final de un proceso habitualmente principiado por el conflicto. Este es el punto en el comienza el camino propio, el proceso de hacerse adulto. Si uno avanza por este camino, la vida nos conduce hacia nuevas realidades mayores que nosotros. Hay una enorme diferencia entre adentrarse en estas realidad mayores (niveles 4 al 7) con una conciencia del yo fuerte o una débil. Para trascender el ego o penetrar su carácter ilusorio debemos primero experimentarlo y vivirlo, y para ello es necesario distanciarse claramente de los padres y afirmar lo propio. En lo tocante a las palabras mágicas que curan al alma y preparan el camino para seguir creciendo, propongo una “Trinidad” diferente a la de Hellinger. Sustituyo el “por favor” por el “no”, esto es: 1. Sí, sois mis padres y yo soy vuestro hijo: acepto la vida tal y como la he recibido, os acepto como sois y me acepto como soy. 2. No, no soy vuestra propiedad, y no estoy ahí para satisfacer vuestras necesidades y expectativas. Vuestra vida es vuestra vida, y mi vida es mi vida. No os pertenezco, tampoco me pertenezco a mí mismo, sino que persigo lo que me parece adecuado para mí. 3. Gracias por la vida y por todo lo demás que me habéis dado. Lo tomo todo y sacaré, a mi manera, el mejor partido de ello.

255

Leyes fundamentales de las relaciones humanas y su transformación

El no a la tradición, a las obligaciones, al honor, la obediencia y a todas las demás normas rígidas, mandamientos y prohibiciones morales hace surgir la idea de que ya no hay nada que nos ate, de que, amén de la necesidad física, no hay leyes que determinen nuestra vida y nuestras relaciones; según esto, seríamos autónomos, lo que literalmente significa “según leyes propias”. La única ley imperante, según la perspectiva moderna, es la que me doy a mí mismo. La terapia moderna, en consecuencia, renuncia completamente a averiguar lo que dirige y ata al alma humana más allá de nuestros deseos personales, e intenta ayudar a sus clientes a crear una realidad propia. Se percibe al servicio de “proyectos vitales autonormados”. Helliger ha tomado otro camino. Él pregunta por las leyes fundamentales que operan, por encima de lo personal, en las relacione humanas, entiende que la enfermedad, el sufrimiento psíquico y el fracaso en las relaciones son consecuencia de una violación (la mayoría de las veces inconsciente) de ese orden, y encuentra una curación y solución a ellos en el restablecimiento de la consonancia con ellos. Opone a los “proyectos vitales autonormados” la idea de “orden del corazón”, y más adelante la de

257

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

“movimientos del alma” y del “espíritu”, independientes de nuestra voluntad. Se imponen a espaldas nuestras sin que las personas los perciban –como la famosa “mano invisible” en los eventos mercantiles. Esto nos recuerda, hablando en general, que nuestra vida forma parte de algo mayor. No podemos concebirnos a nosotros mismos, no solo físicamente, sino psíquica o espiritualmente, esto es, como criaturas integrales. Esta es la ilusión de la juventud. Necesita esa ilusión para separarse de los padres y de las tradiciones, pero si uno quiere hacerse adulto, es indispensable el conocimiento de que la vida nos impone límites que deben ser reconocidos. Permitir que la vida nos señale ese camino, en lugar de que lo hagan los padres constituye un gran progreso; pensar en cambio que puede uno dictarle a la vida cómo tiene que ser es una necedad. Igualmente, la comprensión de las leyes de la vida no consiste en volver al pasado o devolver la vida a lo antiguo, sino en encontrar un camino propio sin creer que uno puede crearlo a voluntad. Todo lo que el hombre moderno ha creado carece de vida. Puede que nuestras construcciones sean maravillosas, pero no por ello dejan de ser construcciones y realidades muertas. Hallamos vida únicamente al margen de nuestras creaciones. La vida sale a nuestro encuentro, en toda su grandeza, con toda su fuerza y verdad. Tampoco conseguimos someter la vida bajo nuestro control disolviendo “ataduras” o esforzándonos por poner freno a todo “ordenamiento” con ayuda de las constelaciones familiares. Las constelaciones, empero, pueden agudizar nuestro sentido para comprender que el precio de una libertad que se deshace del ordenamiento de la vida es la muerte psíquica. La vida tiene lugar únicamente en el seno de ese ordenamiento, y solo accedemos a la libertad cuando nos acompasamos a él.

258

LEYES

FUNDAMENTALES

Ahora bien, como la vida se mueve, también lo hace su ordenamiento. Las leyes de la vida no son estáticas, sino dinámicas, permanecen en el cambio, crecen con la conciencia y se transforman. Y no hacen esto porque nosotros lo queramos –pues entonces no cambian sino que permanecen, tanto más cuanto más secretamente actúan–, el cambio es la consecuencia natural del ensanchamiento de la conciencia. En las exposiciones de Hellinger, así como en literatura secundaria posterior sobre constelaciones, este orden se presenta como una realidad considerablemente estática, como leyes férreas más allá del tiempo y el cambio. Tanto en su formulación como en su aplicación práctica corresponden ampliamente a la conciencia grupal del nivel 2, lo cual ha contribuido considerablemente a que se vea en Hellinger un reaccionario. Mediante el desarrollo posterior de su trabajo en “los movimentos del alma” o “el espíritu”, Hellinger acoge indirectamente el fluir y el cambio, sin exponer sin embargo lo que esto significa para su teoría sobre el ordenamiento de la vida. El antiguo trabajo de constelaciones aparece así relativamente desligado del posterior. Para superar esta separación o incluso desdoblamiento me parece importante conectarlos teóricamente. Esto es lo que aporta la teoría de la evolución de la conciencia. En lo que sigue describiré el ordenamiento que sale a la luz en las constelaciones familiares de un modo en el que se haga clara la transformación de su contenido y significado al hilo de la evolución de la conciencia. Completo así los conceptos de Hellinger: vínculo – solidaridad pertenencia – totalidad equilibrio – intercambio jerarquía – movimiento de la vida

259

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Del vínculo a la solidaridad Los vínculos no son en realidad un ordenamiento independiente, sino más bien el resultado de otros ordenamientos, sobre todo la pertenencia al grupo y del intercambio. Hablo de ellos aquí porque casi todos los conflictos tratan de vínculos y separaciones, y por ello no son posibles las soluciones ni el progreso sin una genuina comprensión del acontecimiento del vínculo. No hay vida sin vínculos. Podemos ignorarlos, pero no escapar a ellos. Y no aparecen en el lugar y en el momento en que queremos que lo hagan, sino que son el resultado natural de determinadas acciones. Vida –mejor dicho: la entrega a la vida terrenal– comporta automáticamente lazos. De ahí que muchas religiones prohíban las relaciones sexuales a sus sacerdotes, monjes o monjas y aconsejen a los buscadores espirituales en general que se retiren de la vida terrenal tras los protectores muros del monasterio. Es así como deben escapar de las ataduras del mundo y la materia y estar más abiertos y libres para el cielo o el mundo espiritual. La vinculación parece ser una ley de la materia, y los vínculos se distinguen en lo tocante a su profundidad y duración. Un compromiso profundo surge cuando la relación con una persona está directamente relacionada con la vida y la muerte. Cuando un hombre y una mujer tienen un hijo, se ligan el uno al otro (y al niño). Cuando un hombre mata a otro o le salva la vida también surge un compromiso profundo. Los lazos de esta naturaleza escapan a nuestra voluntad y no pueden disolverse, por ejemplo, divorciándose o abortando. Uno puede poner fin a una relación, pero el lazo permanece –y cuando uno lo ignora o desprecia, las consecuencias son nefastas. Dado que la totalidad de la familia en su conjunto se vive como una comunidad de destino en la que la vida y la muerte o la miseria de los individuos afecta inmediatamente a los demás, el vínculo familiar comprende a la totalidad de la familia, esto es,

260

LEYES

FUNDAMENTALES

además de a los padres y abuelos, a los hermanos y antiguas parejas de los padres. Se añaden a estos personas con las que no hay vínculo de sangre pero en la relación con los cuales está en juego la vida y la muerte (salvadores, asesinos, asesinados) o de los que la familia ha obtenido un enorme provecho (trabajadores forzados, esclavos, servidores). Para el niño, el lazo que lo une a sus padres y hermanos es algo natural. No piensa sobre ello, es completamente normal y no podría ser de otra manera. Quizás no se sienta querido, o lo suficientemente apreciado, o se siente extraño, pero no por ello dudará del lazo. Ese vínculo es, sencillamente, sin necesidad de que sea consciente de él. Para los adolescentes se vuelve molesto. El niño no percibe el vínculo hasta que entra en la adolescencia, precisamente porque le resulta un estorbo. ¿Por qué? Porque quiere separarse, y el lazo familiar, aparentemente, se interpone en su camino. El adolescente lo desprecia, lucha contra él, intenta ignorarlo o combatirlo. Busca otros vínculos, lazos trazados por él mismo: amigos y compañeros de pandilla a los que da más importancia que a su familia. Tiene que hacerlo, de lo contrario no podría independizarse y buscar una identidad propia. El adulto ya está en situación de volver a valorarlo, porque su identidad ya está lo suficientemente fijada. Pero solo cuando el proceso de independización se ha completado. El reconocimiento del lazo familiar es el último paso de este proceso. Porque no desaparece por negarlo, solo es desplazado al inconsciente. Reconocerlo le hace justicia y a la par le otorga un nuevo significado: se convierte en solidaridad. Aceptamos a los padres/a la familia y nos sentimos cordialmente ligados a ellos. Con ello no desaparece el lazo familiar, pero pierde su carácter de imposición y obligación y se vuelve fácil y evidente.

261

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Un pequeño ejemplo. Mi madre estuvo hace poco ingresada en el hospital. En la cama de al lado había una mujer de 87 años. Su hijo, un hombre aproximadamente de mi edad, iba todos los días al menos tres veces para ayudarla a levantarse, a comer y a acostarse. Podía permitírselo, porque tras sufrir un infarto algunos años atrás, había sido anticipadamente jubilado. Pero eso no explicaba que viniera tres veces al día. Charlando sobre ello me dijo: “No me cuesta nada hacerlo. Y noto que también es bueno para mi corazón”. Algo similar ocurre con la conciencia en general. La conciencia de grupo no percibe el vínculo con el propio grupo, es demasiado obvio para ella. Solo con el surgimiento de la conciencia del yo comienza a percibirla, cada vez más. A la par, la siente cada vez como atadura y se resiste a ella. Cuando el yo es débil y vulnerable, ha de defenderse con mayor fuerza o apoyarse en una conciencia de grupo que se juzgue nueva, o mejor o no coercitiva –como los compañeros de una pandilla. Defendiéndose, luchando, el yo se fortalece, y como yo fuerte puede finalmente contemplar abiertamente sus vínculos y reconocerlos sin miedo a volver a ser monopolizado. Un yo fuerte no teme decir sí. Un yo fuerte se enfrenta a lo que es y hace lo que tiene que hacer, lo que desemboca en un sí a la situación tal y como es. De ahí que en una constelación u otra terapia lo importante sea hacer visible la realidad correspondiente. Un yo frágil es mucho más problemático. Evita la realidad, porque tiene miedo de romperse. De ahí que primero deba ser reforzado –lo que a menudo significa que debe atreverse primero a decir que no antes de poder decir sí enérgicamente. Entonces se abre de repente un nuevo ámbito en el que el yo vuelve a sentirse vinculado, pero libre y conscientemente. Abraza el vínculo, lo afirma y, a la par, lo trasciende.

262

LEYES

FUNDAMENTALES

Del derecho a la pertenencia a la totalidad La vida es siempre un todo, no distingue entre bueno y malo, deseado o indeseado, correcto y equivocado. Solo las personas hacen esto. Con estas distinciones y valoraciones surge secretamente un ensalzar y excluir a determinadas personas y acontecimientos. Sin embargo la vida solo puede entrar completamente en nuestra experiencia interna si dejamos que todo sea lo que es. De ahí que se nos haga presente una y otra vez lo que ha sido dejado de lado o denostado, hasta que es visto y dignificado y, con ello, acogido como parte en el todo. En relación a los grupos y sistemas sociales a los que pertenecemos esto significa que todo lo que en algún momento sucede en el sistema forma parte del sistema para siempre, y tal y como ha sucedido, por añadidura. Esto vale también para cada miembro de una familia. Hellinger y otros consteladores hablan por ello del “derecho de pertenencia”. En mi opinión este es un concepto demasiado estrecho, porque aquí no se trata ni de derechos personales ni de derechos grupales. El término “derecho de pertenencia” procede de la conciencia grupal de la etapa de conciencia 2. En ella percibimos la necesidad de totalidad como necesidad de pertenencia a un grupo. Se trata una vez más del “nosotros”, del propio grupo, que se desliga de los demás. ¿Estoy dentro o estoy fuera? ¿De qué lado estás tú? ¡Somos proletarios! ¡Somos americanos! ¡Soy católico! –estas y otras son las preguntas y afirmaciones de las que se trata en este nivel. La pertenencia, empero, no desaparece cuando la conciencia se amplía, solo que entra a formar parte de un contexto más amplio, mayor, y su significado se relativiza. Es algo que he podido comprobar en mí mismo. De adolescente era muy problemático para mí proceder del pueblo en el que

263

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

había nacido. De niño me sentía perfectamente integrado en él, había estado casi en todas las casas, y me sentía plenamente identificado con el equipo cuando jugábamos al fútbol contra una localidad vecina. En la juventud seguí sintiéndome identificado con el fútbol, pero en realidad el vínculo ya se había perdido. Sentía que yo era diferente de los demás, cada vez más. A los diecisiete años fundé con unos amigos un club al que llamé “The Strangers Club”; organizamos la primera discoteca para jóvenes del distrito. Cuando en un control el policía me preguntó sorprendido, al ojear mi carné de identidad, si de verdad había nacido allí (en el sentido de que, en conjunto, no tenía aspecto de ser oriundo de Eifel) me sentí enormemente orgulloso de ser tomado por un extranjero. Y para proteger y dejar que se desarrollara lo que me impulsaba y movía interiormente, el futuro que luchaba por abrirse paso en mí, tenía que distanciarme del pueblo. Comencé a cuestionarme todo, a discutir todo lo que no me gustaba, y como no era un mal luchador, enseguida me hice enemigos. Negué, por descontado, mi necesidad de pertenencia. Solo jugando al fútbol me permitía sentirla, pero los demás notaban mi distancia interior, y fui paulatinamente relegado en el equipo. Mis estudios y el traslado a Bonn pusieron fin a la primera parte de la esta historia. La segunda comenzó veinte años después. Extrañas circunstancias condujeron a que regresara a la casa paterna, a ese pueblo precisamente. Mis hijos fueron al mismo colegio y jugaron en el mismo club de fútbol, por lo que estuve en situación de revisar mi propia historia. La vida es un excelente terapeuta, uno solo tienen que dejarle hacer, seguirla. Me embarqué en la experiencia, me dejé llevar hacia aquellas viejas historias, solo que ahora con una mirada despierta, y entonces me di cuenta de repente de que pertenecía a ese pueblo, de que siempre había pertenecido a él y de que siempre pertenecería a él –y no me molestaba en absoluto. Porque en otro sentido ya no formaba parte de él. Interior-

264

LEYES

FUNDAMENTALES

mente era otro el lugar en el que me sentía en casa. Puedo quedarme aquí, o irme, según las circunstancias, lo mismo da. Ese otro lugar abarca el pueblo y mi relación con él, pero es mucho, muchísimo mayor. Formo parte del todo. Y sin embargo, me gusta estar aquí, aquí están mis raíces, desde aquí puedo ir a cualquier parte del mundo y a la par seguir conectado a la tierra. Han pasado veinte años desde entonces, y vivo aquí con otras personas y, a la par, para mí mismo, soy como soy, y dejo que los demás sean como son. Este es solo un pequeño ejemplo sobre el tema pertenencia, pero tienen muchas otras facetas. Cuando la conciencia transita del nosotros al yo, caemos todos en el error de creer que la pertenencia ya no es importante y de que uno puede decidir por sí mismo a qué pertenece y lo que le pertenece a uno. Ya lo hemos dicho antes: como paso intermedio es ineludible. Y al darlo queda reprimido en el inconsciente nuestra necesidad de pertenencia y totalidad. Se expresa, sin embargo, en múltiples síntomas de sufrimiento. Nos encontramos con ellos en las constelaciones familiares, en las que también se muestra que el alma no puede renunciar a la pertenencia a algo mayor que ella. Cuando uno acompaña a este movimiento, este le conduce a uno a la totalidad. Es un movimiento en el que se trasciende el tema pertenencia y con ello la conciencia grupal en su conjunto, que es superada, conservada y ampliada. La totalidad de la vida no tiene nada que ver con los derechos de los grupos ni de los individuos, es un dato, un hecho. Tampoco es una construcción humana o un sistema. Los seres humanos pueden construir sistemas pero no una totalidad. La totalidad es el modo en el que el ser es. El ser es solo como totalidad. En el todo no se pierde nada, no desaparece nada, y no es posible deshacer lo hecho. Por eso es la pertenencia a la familia o a cualquier otro grupo independiente de nuestros deseos, de cuánto tiempo y

265

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

cómo ha vivido una persona, de lo que ha hecho o de si los acontecimientos han sido bonitos o espantosos. De ahí que no pueda discutírsele a Adolf Hitler –como ha observado con razón Hellinger, para general indignación– ni la pertenencia la pueblo alemán ni la pertenencia a la comunidad humana. También es parte del todo y parte de la creación, como cualquier otro. Y no me refiero a un Hitler descafeinado, o perdonado o declarado loco, sino al hombre integral tal y como fue. Uno tendría que poder decir, sin embellecer su política criminal ni negar a las víctimas: tú también, Adolf, eres uno de nosotros, y al igual que cualquiera de nosotros, formas parte del mismo gran todo. Haya paz. En las constelaciones familiares observamos lo siguiente: cuando en una familia (lo mismo vale para otra clase de grupos, la nación, por ejemplo) alguien queda excluido es representado, por regla general en una generación posterior, por una persona de la familia sin implicación directa. El descendiente está hasta tal punto integrado en el destino de su antepasado que hasta cierto punto vive, siente y actúa –de modo completamente inconsciente– como si fuera el antepasado. Desde el punto de vista de la teoría de sistemas podría decirse: es así como el sistema intenta restablecer su completitud. Pero, como ya se ha dicho, nos las habemos aquí con algo más que con un sistema. La completitud, en realidad, siempre ha estado dada, solo que nuestra conciencia no quería percibirla. En un sentido espiritual, nuestra implicación en la historia de nuestros antepasados no es nada malo, algo de lo que tuviéramos que liberarnos, sino algo que nos ayuda a ampliar nuestra conciencia. De ahí que no se requiera la intervención correctiva mediante una terapia, sino la percepción de lo que es. Con ello la vida nos recuerda que tiene el carácter de la totalidad y la indivisibilidad. Cuando recordamos esa totalidad, cuando la hacemos nuestra, nos acercamos interiormente a la vida y nosotros mismos alcanzamos completitud.

266

LEYES

FUNDAMENTALES

Compensación e intercambio La vida es un intercambio incesante, un incesante tomar y dar. La esencia de las relaciones sociales radica en este intercambio. El dar y el recibir tienden fundamentalmente al equilibrio. El recurso a la fuerza y estrategias de dominación pueden prologar intercambios con beneficiarios unilaterales, pero estos sistemas caen antes o después. Cuando uno considera el rechazo espiritual y la devastación que experimentan familias que se han enriquecido a través de la esclavitud, el trabajo inhumano de otras personas o una explotación similar, parece como si los beneficiarios tuvieran que pagar por ello en otra faceta de sus vidas. Las constelaciones de familias que (en su momento) se hicieron muy ricas y poderosas son lo más duro, en el pleno sentido de la palabra, que he conocido en mi trabajo. Por lo demás, me da la impresión de que la migración masiva de nuestros días, en la que personas pobres del Tercer mundo llegan a Europa, sobrecargan el sistema social y modifican la cultura, llevan a una suerte de equilibrio en relación a la colonización y la explotación. Teniendo en cuenta periodos de tiempo largos y comprobando en ellos que las ventajas y desventajas materiales pueden también compensarse en el plano psíquico quizás nos resulte más fácil comprender la ley de la compensación. Regalándole algo a una persona le comunicamos nuestro deseo de trabar amistad con él; es también un modo de asegurarse el afecto de los demás. Quien toma algo, queda en deuda con el que da. Este puede ser el comienzo de una intensa relación en la que se da y recibe alternativamente, pero también puede desembocar, cuando el dar y el recibir son unilaterales, a que dador y receptor queden ligados por un vínculo de dependencia y profunda culpa. Esto vale tanto en sentido positivo como en sentido negativo, esto es, cuando se causa un mal a alguien y se le quita algo. Cuando robo algo me hago culpable, y mi alma lo sabe y no lo olvida. Tampoco lo olvida el alma de la familia. Y dado que es parte de mi matriz energética, se

267

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

transmite a los descendientes. Las constelaciones familiares muestran que la ley del equilibrio opera a través de las generaciones. Cuando una grave culpa no queda compensada, la necesidad de equilibrio pervive en el sistema familiar. Los hijos de las generaciones posteriores se sienten como si estuvieran en deuda, e inconscientemente se esfuerzan por alcanzar un equilibrio. El restablecimiento del equilibrio, por el contrario, se vive como una liberación. Ofreciendo algo del mismo valor quedamos en paz y nos sentimos libres. La forma más sencilla de compensación consiste en pagar con la misma moneda, esto es: tú me das algo de comer, yo te lo doy a ti; yo te despiojo, tú me despiojas; yo te doy un masaje, tú me lo das a mí. Y también: yo te pego, tú me pegas; yo te mato –tú ya no me puedes matar, desde luego, tu hermano se hace cargo de ello– y tu hermano me mata a mí. La siguiente forma del intercambio consiste en que tú me des a mí algo diferente a lo que yo te doy a ti, algo que no tengo, por ejemplo, o que no puedo conseguir solo: yo te corto el pelo y tú me das diez huevos. Pasamos aquí de un equilibrio simple a un intercambio cuya ventaja radica en poder recibir cosas y servicios de los que uno mismo carece. Se pone así la base de la especialización y la división del trabajo. Pero también esta forma de intercambio vincula a los que hacen el canje, y los limita, pues solo pueden dar y recibir lo que el otro necesita. El intercambio se hace realmente libre e intenso en el siguiente nivel, en el que aparece el dinero como medio de cambio. Aquí se puede cambiar todo sin entrar por ello en una relación de dependencia con el otro. El dinero hace posible la forma más libre del intercambio. En la economía monetaria la vida se hace por ello más libre, flexible, también menos vinculante que en la economía natural. Porque cuando uno paga con dinero lo que recibe no se establece ninguna atadura. El sentimiento de libertad de la sociedad moderna también tiene mucho que ver con que cada vez más servicios quedan directamente compensados (con dinero).

268

LEYES

FUNDAMENTALES

Cuando se da un intenso intercambio sin compensación directa surgen ataduras. En la familia y entre hombre y mujer el intercambio discurre fundamentalmente por vías indirectas. En ellas tomo algo y quedo agradecido sin devolver al dador algo en su lugar salvo mi gratitud. En su lugar doy lo recibido o alguna otra cosa a otra persona sin esperar nada a cambio. Aquí funciona el transmitir en lugar del devolver. Con esto contradigo a Hellinger, que también considera importante la compensación directa en las relaciones de pareja. Pero eso no sería una relación amorosa sino un negocio. Se trata, más concretamente, de la forma de matrimonio y pareja que caracteriza la segunda etapa, esto es, un contrato con obligaciones mutuas. En él el amor desempeña un papel muy secundario. Pero en las relaciones de pareja se da y se recibe de un modo completamente incondicional, de lo contrario el amor muere. He tratado detenidamente el tema en mi libro En lo bueno y en lo malo1. La compensación directa a través del dinero corresponde a la etapa 3. Esto se expresa también en el hecho de que bajo el dominio de la conciencia moderna se aspire a remunerar los servicios domésticos. Esto haría las relaciones familiares casi tan libres de compromiso como las sociales. El amor, en cambio, transforma la compensación y la relación. Surge en él una cadena de dar y recibir que origina vínculos profundos pero ninguna atadura bilateral. Cuando tomo y doy por amor, el otro es libre y yo también lo soy. Si se establece un vínculo es con la vida misma, y uno crece en la alegría del dar y del recibir y tomar. Si alguien, sin embargo, solo da sin tomar, o solo toma sin transmitir nada a los demás, la ley de la compensación cobra fuerza en el alma y obliga a los afectados o a sus descendientes a la compensación a través de sentimientos de culpa, fracasos, enfermedades, tedio, etc. 1. Wilfried Nelles, En lo bueno y en lo malo. Alegría y crecimiento en las relaciones de pareja, Münich, Goldmann, 2004.

269

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

El referente básico de la compensación por transmisión es el dar y tomar la vida que tiene lugar entre padres e hijos. Los últimos compensan el don de la vida teniendo por su parte hijos. En lo tocante a todo lo demás que reciben –el cuidado de los padres en la infancia, por ejemplo, una buena educación, etc.– puede también comprobarse cómo el crecimiento de la conciencia modifica el dar y recibir. En el nivel 2 imperaba la expectativa y la práctica habitual de que los hijos se lo devolvieran directamente (si bien con alguna demora) a los padres cuidándolos en la vejez, a veces trabajando para la familia. El futuro de los hijos no tiene aquí ningún valor en sí, solo es importante de cara al sostenimiento de la familia. La idea de que los hijos tengan un futuro mejor –no en beneficio de la familia– es relativamente nueva; y la de que son los hijos los que han de decidir por sí mismos qué es lo mejor para ellos y que lo único que de ellos esperan los padres es que les vaya bien y hagan con sus vidas lo mejor posible es muy reciente. Las obligaciones para con los padres se convierten en una obligación para con la vida, la orientación hacia el pasado en orientación hacia el futuro. La compensación mediante transmisión nos lleva mucho más lejos que las otras formas de intercambio, lo que no convierte a estas en algo superficial o anticuado. Conservan su validez y valor. Especialmente el intercambio monetario y la libertad y el bienestar material que conlleva hacen posible que el intercambio por transmisión se difunda cada vez más.

La jerarquía y los movimientos de la vida La ley de la jerarquía garantiza también algún tipo de compensación, una compensación en el tiempo. Afirma que en el seno de un grupo tienen preferencia los que estaban primero. “Tener preferencia” no significa que haya personas más importantes o mejores,

270

LEYES

FUNDAMENTALES

sino que se reconoce el orden temporal, con la frase, por ejemplo: “Eres el primero (el mayor), yo soy el segundo (el menor)”, o “Tú eres su primer marido, yo el segundo”. Muchos se resisten a esta clase de afirmaciones porque presumen en ellas una suerte de subordinación.2 Pero aquí ocurre lo mismo que en la parada del autobús o en la caja del supermercado: aunque uno se coloca detrás y espera a que el que estaba antes sea atendido nadie piensa por ello que el que está delante sea más importante. Se trata, simplemente, de un orden funcional que reglamenta y facilita la convivencia. Así, los padres (la pareja) tienen primacía sobre los hijos, los hermanos mayores sobre los menores, la primera mujer sobre la segunda, etc. Con ello se reconoce también que lo primero es condición previa de lo posterior, que lo posterior, por lo tanto, no podría existir sin lo que le antecede (o entre hermanos, que no podría ocupar el lugar que ocupa). También es importante ese orden para la conciencia, y reconociéndolo se ganaría mucho: la conciencia moderna no existiría sin la que la precede, sin lo que ella critica. Igualmente, la conciencia de totalidad que surge a partir de ella representa un verdadero progreso y novedad solo cuando no rechaza la conciencia de la etapa 3 y se comprende a sí misma como el fruto de la anterior. Tampoco cabría hablar de progreso si la primacía del anterior es total. En ese caso todo quedaría detenido. Pero el movimiento de la vida impulsa hacia delante, es decir, anhela lo nuevo. Por eso subraya Hellinger que entre diferentes grupos y sistemas, el nuevo sistema tiene primacía sobre el anterior –la actual familia sobre la familia de origen, la segunda familia en relación a la primera. Para mí, esta idea debe ser ampliada. Lo que Hellinger toca aquí es la 2. Los conflictos entre hermanos, sobre todo, tienen a menudo su origen en que el que ha nacido después no reconoce la primacía del que ha nacido primero. Una afirmación como: “Tú eres el (la) mayor, yo soy el (la) pequeño/a”. obra aquí maravillas y resuelve conflictos de años.

271

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

primacía del futuro sobre el pasado; también podría decirse: el movimiento de la vida. Se trata de un proceso evolutivo que solo se impone con el ensanchamiento de la conciencia. La conciencia moderna está completamente volcada hacia el futuro, por otro lado, curiosamente, agota y destruye sus fundamentos. Esto se debe, me parece a mí, a que no presta atención a su pasado. Quien desatiende o desprecia su pasado, esto es, la tierra de la que se alimenta, tampoco puede permitirse un futuro. Lo destruye inconscientemente, porque su alma se sabe indigna de él. La supremacía del futuro, pues, solo se hace efectiva si antes se reconoce la importancia de lo precedente. Lo anterior comprende entonces que ya ha cumplido su misión, que hay que seguir delante de otra manera, y se retira. Sin este reconocimiento no tiene lugar la retira, al contrario, lo antiguo ostenta todo su poder, y lo nuevo se sostiene sobre pies de barro, porque niega sus raíces. De ahí que carezca de futuro.

272

Ver lo que es o aprender de la vida

En las constelaciones familiares se trata de contemplar, de ver la realidad. Hellinger sintetiza a menudo esta realidad en unas pocas frases. Expresan la sustancia de una relación o actitud, de una identidad o sentimiento. “Eres mi padre”, “Eres mi primera mujer”, “Eres mi hijo” (relaciones); “Soy alemán”, “Soy un hombre” (identidad); “He asesinado”, “Me has violado” (actitud); “Te quiero”, “Te odio” (sentimiento), etc. Uno también puede “jugar” con esas frases, hacer de ellas un uso paradójico, destinado a hacer ver a un individuo lo que se ajusta a la realidad. Por ejemplo: un alemán puede hacer decir a un inglés: “Soy un internacionalista (o un cosmopolita o europeo)”. Uno puede así comprobar rápidamente lo ridículo que suena o lo inconsistente que es. Incluso una afirmación del tipo: “Soy alemán, pero me siento europeo” resulta mucho menos insatisfactoria que aquella en que se congratula de ser alemán. Solo entonces me tomará en serio el inglés, sobre todo, solo entonces confiará en mí. En todas estas frases lo importante es que uno entre en contacto con la realidad correspondiente, que la contemple. Con los ojos cerrados es posible seguir viviendo en un mundo ilusorio, cuando uno los abre y mira se hace imposible. Las constelaciones familiares fomentan la contemplación. Gracias al principio de la representación es posible hacer visible cual-

273

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

quier aspecto de la realidad psíquica, mostrarla en sus representantes. La realidad entre así en nuestro campo de visión y conseguimos ver lo que es verdad y lo que no, también lo que es posible y lo que no. Cuando colocamos por ejemplo a un representante del cáncer y el médico o el enfermo le dicen: “Te combato” o “Te venzo”, se hace visible la fuerza de esta afirmación y qué posibilidades reales se tienen. En estos casos –con arreglo a mi experiencia– la respuesta suele ser negativa. El cáncer se encoge de hombros y dice: “Lucha si quieres”. Cabe entonces considerar la posibilidad de adoptar una actitud con más perspectivas de éxito. La contemplación nos lleva del mundo de los deseos al mundo real. Este es el modo en que las constelaciones familiares fomentan el crecimiento personal. El mundo del niño es un mundo hecho de deseos. Los niños creen que cerrando los ojos y deseando intensamente algo pueden conseguir que sus sueños se hagan realidad. Esta fe infantil, por cierto, se manifiesta hoy en día, fusionada con una pizca de técnica metal, en el pensamiento positivo y diversas tendencias esotéricas. La hallamos también en la fe religiosa tradicional, en la creencia en Dios, en cuyo seno no es raro escuchar que tenemos que creer porque de lo contrario el mundo se rompe, con lo que se viene a decir que Dios existe si creemos firmemente en él. Esto no es completamente falso, desde luego: cuando estoy profundamente convencido de algo se hace real, porque actúo con arreglo a esa realidad interior. Solo que entonces no hace falta tener fe. En la fe y aún más en el “querer creer firmemente en algo” anida la duda. Si no existe la duda, una duda silenciosa, al menos, la fe es superflua. El niño que cierra los ojos y desea que su madre sea feliz aún no duda. Su fe está enraizada en la inocencia y no constituye un esfuerzo por vencer la realidad a la que se accede por otros cauces. El joven se ríe de eso: ¡Niños! ¿Cómo puede alguien ser tan tonto? Ha evolucionado lo suficiente para comprender que el mundo no se pliega así sin más a nuestros deseos. Con todo, no lo

274

VER

LO

QUE

ES

O

APRENDER

DE

LA

VIDA

suficiente para comprender que tiene que someterse a la realidad. Lucha contra ella. Quiere imponer sus deseos, igual que el niño, solo toma otro camino. Se rebela, protesta e intenta cambiar el mundo. Esto precisamente es lo que distingue la conciencia del nivel 2 de la conciencia del nivel 3. Ha comprendido que el mundo antiguo no es realista, que es un mundo procedente del deseo y de la fe que no se corresponde con la realidad, por eso dice no a ese mundo y lo rechaza, a él y a todo lo que representa. Hasta aquí, de acuerdo. No rechaza en cambio en modo alguno el deseo mismo, solo el modo de imponer los propios deseos. La conciencia de la tercera etapa ocupa el lugar de la realidad e intenta dominarla. Lo hace, con todo, indirectamente. Explica todo lo que es falso. Nada resiste el ataque de un pensamiento ilustrado consecuentemente aplicado. Solo que su última consecuencia es que lo único que queda es nada –la nada–, esto es, que debe verse y reconocerse en la nada la realidad última o, dicho con una imagen: que uno tendría que arrodillarse ante la nada como realidad última. Pero con ello se reconocería, al final, una realidad superior, y esto precisamente es lo que la conciencia juvenil (moderna) no quiere ver. Ilustración negativa, crítica: ahí es fuerte la conciencia moderna, pero no extraigamos la última consecuencia, porque eso significaría que también el “yo” dejaría de existir. La conciencia moderna no solo niega la forma en la que la realidad se presenta a la conciencia infantil o adquiriría en caso de ser moldeada por ella, sino que niega la realidad a secas. Se conduce de la misma forma en relación a los padres y a la familia. Como el mundo antiguo se caracteriza por la inviolabilidad y la quasi divina autoridad de los padres, por la obligación que se impone a los hijos de obedecerlos, la conciencia moderna, claro está, los rechaza. Pero la conciencia moderna va más allá y piensa que puede abolir a los padres de modo similar a como se ha abolido a Dios; se puede crear a sí misma, no necesita padres, o puede elegir a los

275

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

padres que quiere. Los padres, sin embargo, a diferencia de Dios, no son una invención humana, existen incluso cuando dejamos de creer en ellos, y seguirían existiendo incluso si los seres humanos fueran criados en probetas. Y no solo existen como algo distinto y externo a nosotros, sino en nuestro interior, de donde no podemos eliminarlos sin eliminarnos a nosotros mismos. Una conciencia adulta, en cambio, es capaz de distinguir entre deber y ser y de reconocer lo que es. Ve de dónde venimos, cómo ese origen nos ha moldeado, y lo acepta. Comprende también que nuestros deseos no pueden anular el pasado, convertirlo en algo que no ha sucedido, que las terapias no pueden borrarlo o sustituirlo por otro. Cuando comprende que el deseo de tener otros padres, otra familia u otro pasado es engañoso comprende también, a la par, que el pasado es correcto, comoquiera que haya sido. Siguiendo este camino se acompasa y entra en armonía con su pasado y, con ello, con su vida. Y entonces experimenta alegría, alegría y gratitud por estar ahí. Y esta alegría y gratitud alcanza a todo lo que ha contribuido a que estemos ahí. Se trata de un proceso completamente natural que ocurre por sí solo cuando nos ponemos a mirar. Paralelamente, uno comprende también que el sufrimiento es el resultado de apartar la mirada de la realidad, de la negativa a entregarse a lo que la vida nos depara. Lo que la vida nos depara es a veces terrible y doloroso, claro está. Soy la última persona que le reprocharía a alguien decir o haber dicho, a la vista de un destino cruel: “Es demasiado para mí”, y haberle vuelto la espalda. Solo afirmo que con ello no conseguimos borrar lo sucedido, sigue formando parte del mundo, queramos mirarlo o no. Es decir: permanece en el mundo tanto tiempo cuanto nos negamos a mirarlo y su fuerza destructiva se perpetúa. Solo cuando lo contemplamos tal y como ha sido conseguimos ponerle punto y final. En el preciso momento en el que contemplo y acepto lo que ha sido, en el momento en que apruebo

276

VER

LO

QUE

ES

O

APRENDER

DE

LA

VIDA

que haya sido así, entra a formar parte del pasado. Y solo cuando me apruebo a mí mismo, cuando apruebo que soy como soy (lo que incluye también mi origen) estoy enteramente ahí. Las constelaciones familiares fomentan el proceso de hacerse adulto, porque ponen en el centro el mirar y contemplar. Y al hacerlo se ponen al servicio del crecimiento personal. No atiborrándonos de ideas sobre la espiritualidad, sino conduciéndonos en la vida y haciendo que tomemos parte en su movimiento interior. Para la conciencia moderna, detenida en la rebelión y autosuperación juvenil, alcanzar la edad adulta es el siguiente paso. Y si nos retrotrae a la familia de la que procedemos, no lo hace para retenernos allí, sino porque hemos olvidado algo: decir “sí” y “gracias”. Para ello se ofrecen dos posibilidades: uno puede coger al cliente de la mano y llevarlo como a un niño hacia su infancia –este es la vía a seguir con la conciencia infantil. A veces este trabajo es indispensable, por ejemplo en el caso de graves traumas o enfermedades psíquicas. Pero también puede animar al niño o al joven a pronunciar claramente el insoslayable no que ha reprimido, para abrir paso con ello al sí a uno mismo y a la vida. La tarea propia de una terapia espiritual consiste en restablecer y fortalecer el contacto con el movimiento interior de la vida y la conciencia. Podemos confiar en que una conciencia adulta aceptará la vida tal y como ella es. De cara a la terapia esto significa: uno ayuda al cliente a ver lo que es. También significa que dejo que su familia y los acontecimientos que han tenido lugar en ella sean como son. En lo referente al trabajo de constelaciones esto supone despedirse del antiguo modo de proceder (el de los años noventa), en el que se sometía a la familia a un nuevo orden. Un trabajo adulto y espiritual con constelaciones renuncia a cualquier modificación de lo que ha sido. La conciencia adulta, a diferencia de la infantil o joven, se entrega a la vida tal y como

277

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

ella es. En eso radica, precisamente, su madurez. Aprueba la procedencia tal y como fue, la infancia y la juventud tal y como fueron, y las deja, con plena aprobación, en el lugar al que pertenecen: el pasado. Con ello quedan dignificados en lo que fueron. El niño que uno vez fuimos, los padres, los muertos, las personas gravemente afectadas por el destino, se sienten así percibidas y reconocidas tal y como son. Pueden entregarse a su propia vida o descansar al fin en paz, y darnos su bendición, la cual nos protege y nos ayuda a vivir.

278

Wilfried Nelles sobre sí mismo

Nací en 1948. Crecí en Eifel, adonde la vida me devolvió pasados los años. Casado, padre de dos hijos. Me formé en la tradición clásica-humanista, pese a resistirme vivamente a ella en numerosas ocasiones. Tras dedicar unos años –realmente entretenidos– al estudio de la ciencia política, la sociología y la psicología, vine a dar, más casual que intencionadamente, a la actividad científica. Allí ascendí sorprendentemente rápido al puesto de director de un gran proyecto de investigación interdisciplinar en el campo de las ciencias sociales. Trabajé 12 largos años en el campo de la investigación y la docencia (en las universidades de Bonn y Wuppertal), publiqué cinco libros y un considerable número de artículos especializados. Durante aquellos años me doctoré, pero no terminé la habilitación, pues me di cuenta de que aquel camino había llegado a su fin. Desde principios de los ochenta hasta mediados de los noventa: años de cambio, de búsqueda, de aprendizaje junto a Osho, de autoconocimiento y entrenamiento en diversos métodos de la psicología humanista. Diez años de experiencia como director de grupos de autoconocimiento y meditación. Hasta que finalmente descubrí las constelaciones familiares (1996).

279

LA

VIDA

NO

TIENE

MARCHA

ATRÁS

Desde entonces mi vida profesional gira exclusivamente en torno al trabajo con constelaciones, imparto cursos de iniciación y perfeccionamiento en Alemania, diversos países de Europa y Asia, y escribo sobre mi ocupación (ver publicaciones). Con el correr del tiempo, y partiendo de las constelaciones clásicas, mi trabajo ha evolucionado y se ha consolidado en el campo de “los movimientos del alma” y otras formas, más fluidas, de constelaciones orientadas al desarrollo espiritual. Tras organizar y dirigir a comienzos de 2005, junto con Heinrich Breuer, el 5º Congreso Internacional de Constelaciones Sistémicas, en Colonia, ambos fundamos a finales de ese mismo año un instituto de formación internacional, la Academia Europea de Constelaciones Sistémicas (Eurasys), que actualmente trabaja en todo el mundo.

280

Muñecos, metáforas y soluciones Constelaciones Familiares en sesión individual y otros usos terapéuticos María Colodrón ISBN: 978-84-330-2355-1

“María Colodrón muestra al lector, de una forma didáctica y ordenada, las bases del trabajo con los muñecos como una valiosa herramienta del terapeuta en el encuentro con su cliente. Admiro su claridad, hilo conductor tanto de la presentación teórica como de los ejemplos prácticos. También incluye el trabajo con niños y adolescentes, que pocas veces se tiene en cuenta en la literatura terapéutica. Leer este práctico libro me ha enriquecido y felicito a María por su innovadora contribución. Será de gran ayuda tanto para psicólogos y psicoterapeutas como para los profesionales que aplican las Constelaciones Familiares y Organizacionales”. Peter Bourquin Autor de Las Constelaciones Familiares, director de ECOS “Es éste uno de esos pocos libros que es difícil dejar de leer una vez empezado. Y esto porque descubrir claridad, innovación, profundidad, sentido común y pedagogía para aplicar en la vida cotidiana tan bien hilvanadas en un mismo texto, es como hallar el cofre del verdadero tesoro cuando sólo estábamos jugando a seguir las pistas de un plano por el simple hecho de divertirnos”. Alfonso Colodrón Psicoterapeuta transpersonal

Las constelaciones familiares En resonancia con la vida 8ª edición Peter Bourquin ISBN: 978-84-330-2181-6

Desde el momento de nacer, cada uno de nosotros está inmerso en un tejido de vínculos que le une con todos los miembros de su familia. Esta influencia nos acompaña para bien o para mal, y normalmente de manera inconsciente. Las Constelaciones Familiares hacen visibles las dinámicas que rigen un sistema familiar, a veces durante varias generaciones, y abren el camino hacia posibles soluciones a los conflictos planteados. El método de las Constelaciones Familiares se ha introducido desde hace pocos años en la oferta terapéutica en España. Ha tenido una buena acogida y se está extendiendo rápidamente, pero es necesario ser conscientes de sus posibilidades y de sus límites para evitar confusiones y malentendidos que puedan llevar a esperar de este método tan valioso algo que no puede dar. En este libro, el primero escrito en España sobre el tema, el autor nos acerca de manera sencilla y amena a los conceptos básicos de las Constelaciones Familiares. Su lectura aporta una visión panorámica de este método y nos introduce en la comprensión sistémica, que constituye su base. Testimonios y ejemplos tomados de la práctica ilustran al lector las diferentes facetas que abarca.

Reconcíliate con tu infancia Cómo curar antiguas heridas

Ulrike Dahm ISBN: 978-84-330-2465-7

¿Qué imágenes acuden a su mente cuando piensa en su infancia? ¿Son hermosas o terroríficas? ¿Qué sentimientos suscitan en usted? ¿Qué oye cuando piensa en su infancia? ¿La voz agresiva de su padre o el canto de los pájaros en el jardín? ¿Cómo se sintió de niño? ¿Estaba solo o se sentía arropado en un hogar cariñoso? ¿Se vio abrumado por obligaciones o tristezas? Las experiencias de la infancia conforman nuestras vidas. Casi nadie puede mirar hacia atrás y ver una infancia perfecta. Por el contrario, muchas personas siguen sufriendo por causa de lesiones internas originadas en la niñez. La terapeuta familiar Ulrike Dahm nos invita, a través de numerosos ejercicios prácticos, a enfrentarnos a nuestro pasado y a reconciliarnos con nuestra infancia. La mayoría de las personas entierran su pasado o lo arrojan lo más lejos posible. Compensan viejas heridas con trabajo, alcohol o cualquier otra droga. Pero hay muchas posibilidades constructivas, e incluso divertidas y agradables, de relacionarse con las heridas de la infancia. Embárquese en un viaje interno que le hará libre para vivir una madurez feliz y satisfecha y que se convertirá en una aventura curativa que transformará positivamente su vida.

Conciencia energía y pensar místico El hoy de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz

Lola Poveda ISBN: 978-84-330-2501-2 Lola Poveda desarrolla su actividad entre la Pedagogía Teatral y la oración a través del cuerpo. El libro es un entramado de experiencias personales que han llevado a su autora a una lectura del cuerpo desde la experiencia de los Estados Superiores de Conciencia. El Pensar Místico, al que el cuerpo se dispone desde su dimensión Supramental o de Conciencia Energía, es el último paso de nuestra evolución humana. Los Místicos de todas las tradiciones espirituales se hacen presentes en el libro y lo ratifican con sus enseñanzas y sus escritos. Es un Pensar que nos pertenece como humanos y en el que Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, desde lo que pudieron vivir, son actuales guías y maestros. El Sistema Consciente para la Técnica del Movimiento, que es la base de la propuesta orante de la autora desde hace más de treinta años, es un camino posible. Un enfoque occidental, corporal y “de persona a persona” a través del cual poder disponerse a la Experiencia Mística. Un adentrarse en lo desconocido, en la práctica del Arte de Vivir –desde nuestro cuerpo– como resucitados.

Director: Manuel Guerrero 1. Leer la vida. Cosas de niños, ancianos y presos, (2ª ed.) Ramón Buxarrais. 2. La feminidad en una nueva edad de la humanidad, Monique Hebrard. 3. Callejón con salida. Perspectivas de la juventud actual, Rafael Redondo. 4. Cartas a Valerio y otros escritos, (Edición revisada y aumentada). Ramón Buxarrais. 5. El círculo de la creación. Los animales a la luz de la Biblia, John Eaton. 6. Mirando al futuro con ojos de mujer, Nekane Lauzirika. 7. Taedium feminae, Rosa de Diego y Lydia Vázquez. 8. Bolitas de Anís. Reflexiones de una maestra, Isabel Agüera Espejo-Saavedra. 9. Delirio póstumo de un Papa y otros relatos de clerecía, Carlos Muñiz Romero. 10. Memorias de una maestra, Isabel Agüera Espejo-Saavedra. 11. La Congregación de “Los Luises” de Madrid. Apuntes para la historia de una Congregación Mariana Universitaria de Madrid, Carlos López Pego, s.j. 12. El Evangelio del Centurión. Un apócrifo, Federico Blanco Jover 13. De lo humano y lo divino, del personaje a la persona. Nuevas entrevistas con Dios al fondo, Luis Esteban Larra Lomas 14. La mirada del maniquí, Blanca Sarasua 15. Nulidades matrimoniales, Rosa Corazón 16. El Concilio Vaticano III. Cómo lo imaginan 17 cristianos, Joaquim Gomis (Ed.) 17. Volver a la vida. Prácticas para conectar de nuevo nuestras vidas, nuestro mundo, Joaquim Gomis (Ed.) 18. En busca de la autoestima perdida, Aquilino Polaino-Lorente 19. Convertir la mente en nuestra aliada, Sákyong Mípham Rímpoche 20. Otro gallo le cantara. Refranes, dichos y expresiones de origen bíblico, Nuria Calduch-Benages 21. La radicalidad del Zen, Rafael Redondo Barba 22. Europa a través de sus ideas, (2ª ed.) Sonia Reverter Bañón 23. Palabras para hablar con Dios. Los salmos, Jaime Garralda 24. El disfraz de carnaval, José M. Castillo 25. Desde el silencio, (2ª ed.) José Fernández Moratiel 26. Ética de la sexualidad. Diálogos para educar en el amor, Enrique Bonete (Ed.)

27. Aromas del zen, Rafa Redondo Barba 28. La Iglesia y los derechos humanos, José M. Castillo 29. María Magdalena. Siglo I al XXI. De pecadora arrepentida a esposa de Jesús. Historia de la recepción de una figura bíblica, Régis Burnet 30. La alcoba del silencio, José Fernández Moratiel –Escuela del Silencio (Ed.)– 31. Judas y el Evangelio de Jesús. El Judas de la fe y el Iscariote de la historia, Tom Wright 32. ¿Qué Dios y qué salvación? Claves para entender el cambio religioso, Enrique Martínez Lozano 33. Dios está en la cárcel, Jaime Garralda 34. Morir en sábado ¿Tiene sentido la muerte de un niño?, Carlo Clerico Medina 35. Zen, la experiencia del Ser, Rafael Redondo Barba 36. La Sabiduría de vivir, (2ª ed.) José María Toro 37. Descubrir la grandeza de la vida. Una vía de ascenso a la madurez personal, (2ª ed.) Alfonso López Quintás 38. Dirigir espiritualmente. Con San Benito y la Biblia, (2ª ed.) Anselm Grün, Friedrich Assländen 39. Recuperar a Jesús. Una mirada transpersonal, (3ª ed.) Enrique Martínez Lozano 40. Dertrás de la apariencia, Matilde de Torres Villagrá 41. El esplendor de la nada, Rafael Redondo Barba 42. Desenterrar y vivir el Evangelio, Jaime Garralda 43. Descanser. Descansar para ser. Propuestas para liberarnos del secuestro del descanso, José María Toro 44. Quiéreme libre, déjame ser. Lo masculino, lo femenino y la pareja, Alfonso Colodrón 45. La vida no tiene marcha atrás. Evolución de la conciencia, crecimiento espiritual y constelación familiar, Wilfried Nelles

¿Hacia dónde nos lleva la vida? ¿Cómo entrar en contacto y armonizar con lo que somos? ¿Cómo marca la conciencia de nuestro tiempo la visión que tenemos de las cosas? ¿Qué sujeta, forma y transforma nuestra conciencia? ¿Qué influencia recíproca se da entre los procesos de crecimiento personales y colectivos? Estas son algunas de las preguntas que Wilfried Nelles aborda en este libro. Con un lenguaje claro y fácil, su autor dibuja un mapa de la conciencia y su desarrollo que, además de ofrecer orientación, logra conmovernos. Con este mapa como trasfondo, Nelles muestra después qué papel desempeña la terapia en general y la constelación familiar en particular en el proceso de despliegue de la conciencia. Para ello desarrolla una nueva teoría y práctica de las constelaciones familiares al servicio del crecimiento espiritual. Wilfried Nelles nació en 1948. Trabajó 12 años en el campo de la investigación y la docencia antes de dedicarse a la terapia. En 1996 conoció las constelaciones familiares, y desde entonces su vida profesional gira enteramente en torno al trabajo de constelaciones. Es autor de numerosos libros, y dirige cursos de iniciación y perfeccionamiento en Alemania, Europa, Asia y América. Con el correr del tiempo, y partiendo de las constelaciones clásicas, su trabajo ha evolucionado y se ha consolidado en el campo de “los movimientos del alma” y en formas abiertas, más fluidas, de constelaciones orientadas al crecimiento espiritual.

ISBN: 978-84-330-2521-0

$$025210 Desclée De Brouwer

Related Documents

Un Sabio No Tiene Ideas
January 2021 1
La Marcha Humana.pdf
February 2021 0
Pjt-sobre-la-marcha
February 2021 1
Marcha Libre
February 2021 0

More Documents from "Nicho Tacua"

Informe De Penicilina
March 2021 0
Flujo En Tuberias
February 2021 0
Taller
February 2021 3
Mecanica De Fluidos.docx
February 2021 3
Taller10
February 2021 1