Mantoux Paul - La Revolucion Industrial En El Siglo Xviii

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BIBLIOTECA CULTURA E HISTORIA

LA REVOLUCION INDUSTRIAL EN EL SIGLO XVIII

1

.

l

PAUL MANTOUX

LA

REVOLUCION INDUSTRIAL EN EL SIGLO XVIII ENSAYO SOBRE LOS COMIENZ OS DE LA GRAN INDUSTR IA MODERNA EN ! NGLATERRA

Prefacio de

T. S. ASHTON Profesor honorario de la Unive rsidad de L ondre s

T rad ucci6n de

JUAN MARTIN

TOMBO __ : 34584

lllllllllllllllllllllllílllllll SBD- FFLCH- USP llUJLWTECA Df:. flLIJ;.-

1 coEllCIAS SOCIAIS

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~

AGUILAR MADRID-1962

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Nuestra traducción espmíota ha sido hecha sobre el texto de la edición francesa de 1959

LA RÉVOLOTION INDUSTRIELLE AU XVIIIe SIECLE publicada por Editions Génin, Par is, Librairie de 111édicis, con la ayuda del C.N.R. S. Dicha edición francesa se hizo en con/ormidad con el texto de la edición inglesa ( 1928), que revisó el autor. Et suplemento bibliográfico ha sido preparado por A. Bourde, de La Facultad de Letras de Argel.

DEDALUS - Acervo - FFLCH-FIL La revolucion industrial en el siglo XVII I;

llllllllllll lllll lllll lllll lllll lllll lllll lllll lllll lllll llll llll 21000019256

NÚM. RcTRo.: 1246-61. 115.-1962.

DEPÓSITO LEGAL:

@ AGUIL.~R,

S.

A. DE EDICIONES,

1962.

Reservados todos los derechos.

Prlnted In Spain. Impreso en España por OGRAMA., Orense, 16, Madrid (20).

PROLOGOS

PREFACIO 111111/ Mantoux pertenece a ese linaje de escritores franceses-los 1111111/irrs de Voltaire, de Ta1:ne, de Elie Halévy, nos vienen en seguida a /11 1111•11te-que por la interpretación que han dado de Inglaterra a sus r 111/1/nt&riotas la han hecho más comprensible a los propios ingleses. Fue 1111 /11111r·és quien creó, en el siglo XVIII, la e.xpresión «r,:evoluci6n i~dus1110/11, q11edando sentado, por tanto, que la primera obra que la abarca ru ' " r·onju.nto nos virw del otro lado de la Mancha. Más de cincuerúa ml1M lum transcurrido desde que el libro de M. Mantoux salió a la luz, "''" tlC' treinta desde que apareció en lngwterra su edición revisada. 1 / 11111 rste libro es de los que resisten los ataques del tiempo, y la presente 11lfll11rcsiónr-gracias a la cual vuelve a ser accesible a los, que, cada vez 111111 numerosos, en Francia estudian la historia económida.:-no será sin ,/111/rti ltlr1·1w111'.• .111 ym. 1·ran considera4os por M. Mantoux como una con11•1·111•11 rla, 111á.~ h/1•11 q11e como u,na cau.sa, del desarrollo de la industria 1 1ftol <'Omercio. /1,'l plan de la obra, era a la vez lógico y cronol.ógico. Las mrt.~ de las veces el rles1>liegue de los hechos se exponía de tal manera

,JI

'"'"'''" p

XI

~ PREFACIO XII

Xlll

PI\ O LOCOS

qne se explicaban por sí mismos. Pero los comentarios del autor estaban. siempre bien fundados y su presentación era de una claridad admirable. En Mantoux nada hay de doctoral. Lejos de parecerse al francés de la leyenda-de la leyenda ingles~, que afirma que el Sol gira alrededor de la. Tierra y como gairantia de ello n.o quiere dar sino su palabra de honor, él, en cambio, jamás solicita sin pruebas la confwnza de sus lectores. Tenía un conocimiento profundo de la literatura económica del siglo XVIII, incluso de los folletos y publicaciones ocasionales, y acudió también a numerosas fuentes manuscritas. Sin embargo, presenta su obra corno una síntesis provisional. A diferencia del célebre historiador del sitio de Rodas, estaba dispuesto a revisar sus conclusiones a la luz de las investigaciones ulteriores; para convencerse de ello basta compara: con el texto original de 1906 la presente edición, que reproduce la edición inglesa de 1928 revisada por el autor. Al rendirle este breve homenaje nos sentimos autorizados por esa ampUtud de espíritu para señalar algunos puntos sobre los cuales ciertos historiadores recientes han expresado juicios que difieren de los suyos. Mas digamos en primer lugar que todos estos pztn.tos son de importancia. secundada. El capítulo relativo a los trastornos sobrevenidos en la agricultnra es uno de los que mejor iluminan el tema. Inglaterra tiene su mito del yeoman como Fr<11ncia- si se nos permite decirl<>--tiene su mito del campesino. Es po$ible que la plell(l) pro¡yiedad de una parcela de tierra suscite el espíritu de independencia y ot.ras virtudes viriles. Pero-como ~a establecido mziy bien M. Mantoux-las lamentaciones sobre «la decadencia de la yeomanry» han sido excesivas, lo mismo que se han exagerado las consecuencÚJ.s de las enclosures. La mayoría de los pequeiws propietarios habían abandonado el cultivo o se habían convertido en arrendatarios--generalmente acrecentando sus tierras--antes que comenzase lo que a veces se ha llamado, desafortu11adamente, la revolución agraria. De mu,y otra manera sucedió con los que tenían sus tierras en arriendo o los squatters, cuyos eítulos dependían de la costu.mbre y no de la ley. Las enclosures fueron zin duro golpe para ellos. Lo que queremos señalar es que los historiadores de hcy son menos severos que los de. la generación precedente para con las comisiones parlamentarias y los comisarios de enclosures. Estos parecen haber juzgado escrupulosamente según la le)', si no según la equidad. Lo que se leerá más adelante sobre el perfeccionamiento de las técnicas agrícolas apenas podría decirse mejor. A lo más desearíamos añadir que f ethro Tull nos parece hcy, bajo ciertos aspectos, más r~accio­ nario que reformador, y que otros nombres han venido a alargar la lista de los innovadores al lado de los de Arthur Y oung, Cake y T ownshend.

'11 /m t·aído también en la cuenta de que los métodos nuevos utilizados 1 " N m / of le no eran aplicables en todas partes )' que la marcha del prol(t 11w UflTÍÓ muclw según las regiones.i.. M. Mantoux concliqe que la 111l1•l11/i11a del capitalista, que perseguía su pro¡yio interés, sirvió igual1111'11/o al interés general; esta tes~s, co"':hatida en otro tiempo, se consitl1•w "º'Y generalmente corno verdadem. X Pmremos varios relatos de las innovaciones realizadas en la manu/111·f111(1, y los transportes. Alguno·s son más detallados, pero ninguno es 11111 .v f11minoso que el que a.q uí se nos da. Digamos, sin emba:rgo, que los M ' '"' lud ores ingleses, apcyándose en documentos descubiertos reciente1111 •11/r•, _,,, inclinan más bien a pensar que el verdadero innovador del Mft1.l11 mecánico fue, de hecho, Lewis Paul )' no !ohn Wyatt. Finalmente, /11 lil•fririn de la estratagema por la que Samuel W alker habría obtenido f 'tflr'tl'fo de Huntsman para la fabricación del acero en crisol, parece 1l11dow: no se ajusta con nada de lo que sabemos de Walker. Investi,,, l11111•s recientes sobre ciertas industrias de las que todavía se sabía 11111 y ¡wco cu.ando. escribía M. Mantoux, indican que el papel de los hom111 ''·' tl1· c:ien.da, y en. ~rticul.ar de los químicos, fue más considera:ble de 111 1¡111• .1e había imaginado. Tanto como los ensayos empíricos contribuyó 111 "1 ¡11•rilnentación metódica al progreso de la tecnología. 11oca cosa se podría añadir al penúl~imo capítulo, que nos dice cómo 11•w/1ti afectada por los TW.evos inventos la suerte de los trabajadores. l 11' 1frrafles más completos que poseemos hoy sobre el uso de la fuerza f¡rtl11111fira {¡(leen pensar que el empleo de los niños hospicianos estuvo me1111• di/1111dido y se prolongó menos úempo de lo que se había creído. /, ¡w111rs tratos que tuvieron que soportar los niños no les vinieron rl 111111 rli.1ciplina rígida impuesta por los jefes de ind1istria, sin.o de la I 1111r11111•1'11 y lr' dureza de los subordinados, en cztyas manos fueron del' /1 , ,,,, hurra frecuencia. El hecho de que antes hnbieran sufrido otro t1!/lfr1 111 ,.¡ ,,;.~tema doméstico de la industria no debe servir de excusa, ¡•r•f r/111' r /1 fo., rstJablecimientos dirigidos por hombres de corazón, como /111r•lrl fl1dt1 lfohert Peel y Samuel Greg, el niño podía conservar la saf11,/ tl /I I 1 /r1f11i1•f1 e incluso encontrar alguna felicidad. M. Mantoux trata "~'" r•11nl11111 1•1111. un espíritu mesurado. Agradezcámosle el haber hecho /11•fli111 11 111 l1·y1•mln .~n resistencia al. régimen de horas regul.ares y de trabajo estrecha1111•11/o vigilado. las ganancias de los obreros de fábrica. se elevaron, mien-

l 1

XIV

PROLOCOS PREFACIO

tras que disminuían las de los trabajadores privados: es un hecho generalmente reconocido. Como indica. M. Mantoux, no es la competencia del relar automático-que solo ocurrió más tarde-a lo que hay que atribuir los bajos salarios. de los tejedores a mano a partir de 1792; es al número excesivo de los ue intentaban uanarse la vida. traba 'ando a domicilio. 'Este probkma existe tod<Wía actualmente~n mucho~ países; pero circunstancÚ/ls a las que no se ha. prestado ltasta ahora demasiada atención lo hacían entonces más agudo. Desde siglos, eran las mujeres las que hilaban y los hombres los que tejían. Cuando se difundió el uso de la mule, la demanda de hil,ados a mano fue cada vez menor: mzwhas mujeres abandonaron la rueca y se pzisieron a tejer. Este cambio no fue necesariamente en su perjuicio, porque las hilanderas siempre ha· bían estado muy mal pagadas; -pero la com-petencia que hicieron a los hombres tzwo como consecuencia zin descenso general en el salario de los tejedores. Y aunque M. Mantoux tenga razón al decir que esta caída de los salarios no era imputable al, telar automático, apenas conocido entonces, era ciertamente al maq1ánismo a lo que se debía, pero a tra· vés de otra rama de "la misma industria: la hilatura. / ' Todavía es menester que nos detengamos en otms dos cuestiones de hecho. El autor expone magistralmente la ley de los pobres y sus consecuencias; pero no es exacto que el sistema de Speenhamland haya sido cqÁicado en ~oda lng"laterra. Estaba destinado a aliviar la miseria de los campesinos y-¿fue u;n bien o un mal?-apenas se vio su huella en las regiones industriales del Norte. Finalmente, todo lo que dice M. Mantou.x de la ley de 1799 contra las coaliciones obrerais es verdad. Muestra con razón que es continuación de una, larga serie de medüf,as del mismo orden. Pero importa a1ñndir que las penas q¡¿e prevé son mucho más ligeras que las de las leyes precedentes y que, quizá por esta misma razón, raramente fue aJplicada. La maryoría de las diligencias judiciales ejercida contra obreros acusados de haber organizado trade-union. )fueron institu~das según la ley normal, llaJmada. ley contra las conspiraciones; y es palmario que muchas uniones no fueron inquietadas. Por último, una advertencia. En las páginas que siguen el autor establece a menudo comparaciones o contrastes entre la época de la revolución industrial y la acbu.al. Pero no hay que olvidar que actual se refiere no a "la sexta, sino a la primera década del siglo XX. Desd qz¿e M. Mantoux escribió este libro la sociedad inglesa ha experimentad importantes era1nsformacione·s. Grande·s extensiones de tierras son de nue· vo propiedad de los que las cultivan. Costaría trabajo encontrar en tod Ma.nchester una sola fábrica de cotonadas. Las indiistrias están de nuev muy di·spersas, y ya no hay en el sur del país regiones adormecidas

XV

los sueños de imperio de los ingkses no son ya lo que eran. "No ltny peor agua qtie el agua estancada. )) En Historia nada es nun111 rlr•ft'11iti110. El tiempo modificará todavía nuestros puntos de vista ~,,¡,, r• /u revolución ir1d1istrial. Pero, repitámoslo, por sn amplitud a la 1' 1¡111• ¡wr su precisión, este libro es, y seguirá siendo sin duda, la 1111 11 11 i11il'iación a la historia económica que existe en ningún idioma. f '1111111 ol>m de consulta, su papel es permanente. Este prefacio nos Ita ,¡, ¡1111111/o 11 na feliz ocasión de releerlo desde la primera a la última ¡111nim1 )' de apreciarlo mejor que nunca. Conserva una lozanía sor1'" 11d1•11/1•. } - lo hemos comprobado más de 1ina vez-las conclu siones tf, 1111/1111•s recientes, que se creían nuevas, eran ya las de Paul Mantonx. tl11 ¡,¡,, 11 t•s. en este dominio, una de kzs raras obras que con justi'cia " ¡1111 1,/1•11 llamar clásicas. T. s. ASHTON. ll/111t11d11,, )

PREFACIO DE LA SEGUNDA EDICION

.

)

1 111111110, hace más de veinte años, apareció su primera edición, este 1111111 1111111 un doble objeto. Yo quería tratar de presentar al lector un 1 111ill11 di' <:onjunto sobre una de las fases más importantes de la histo1l 1 d1 111.- 1i(•mpos modernos, cuyas consecuencias han afectado a todo el 11111111111 1'Ív iliiado y continúan transformándolo y modelándolo ante nues11 1 1 l11 l>cRcaba también atraer la atención de los histoTiadores, par· tl11il111111(11\lr, en Francia, hacia un orden de investigaciones que apenas 1 lt tl1l11 11horclado todavía. En cuanto al primero de estos objetos, co111 p1111do ul lector decir en qué medida ha sido alcanzado. En cuanto il 1t'Kltt1do, el espíritu de nuestra época y sus realidades han hecho más 1p1t 11i11~1111a iniciativa individual por revelar en toda su amplitud el 1 111 l'lo rconómico de la historia, y por estimular las investigaciones 11 1111 iv11H u los orígenes y a la evolución del considerable acontecimiento 1p11 Íll<' la revolución industrial. \ partir de entonces han aparecido excelentes trabajos, en los que t 1 %111n in un desde diferentes ángulos los hechos expuestos en la presente 1111111. S(• ha proseguido con mucha perseverancia y éxito el estudio de ' 111•-.1 i111H'il bien delimitadas. Se ha ido a las :fuentes originales, que se lt 1111 l'X pi orado metódicamente. Mi propósito no es escribir un libro 11111 \'11 ojnlá tuviese tiempo y medios para ello-sobre la base de estos 111111 11111wos, sino solo hacer más satisfactorio mi primer trabajo te111111d11 1•11 cuenta las críticas que ha podido merecer, así como los resul1 111 t 1'1d idos adquiridos desde hace veinte años por los historiadores. ~l· lt1 •·~!'miado en corregir y completar un cuadro cuyas líneas generaIr • 11 11 q111· deben permanecer inalteradas. Me sentiría dichoso si, en su 111111111 111'111111. sigue sirviendo este libro de introducción a estudios de 1111 nlc 1111·1• 111.'1s limitado, pero que agoten más completamente el tema. 1 11 q111 1'1111 111 el primer día lo es también hoy: una síntesis provisional. tl1 ¡1111•-.111 11 1l'cihir nuevos retoques. Quien quiere merecer la confianza d1 111~ q111• lt11scan la verdad debe buscarla él mismo toda su vida.

p AUL 1 d t'

t tlt'ltl

MANTOUX.

tlt• 1927.

1\.1 AN'l'OUX.-II

XVII

INDICE ANALITICO

.

)

INDI CE ANALITICO DE MATERIAS

1'1111"111 111 1.A 'IUEVA EDICIÓN ..... .. . ...... ...... . ···· ··················· ..... ..... .. Pág.

xr

111111 At 111 111 l.A llDICIÓN INGLESA (]928) .. ........ .. . ..... . ...... .... ... .. . ..... ... ........

XVII 3

INllllllll 'I 1 lllN

-. ¡

1 l 111 ¡ran industria moderna : sus cara.cter!stica.s actuales, sus 1 •111•111111cncla.s económicas y socia,les . ..... . ... ... .......... . ............ ... .. ... . 11 N<1cesidad y dificultad d e una definición .- La gran industria 011 ni 11lglo xvn: : en qué difiere de la gran industria moderna ... 111 !•JI oapitalismo industrial antes d e la gran industria.-Los 1111 "nl'OS ingleses en la época del Renacimiento. Medidas adoptat I 1~ pnrn proteger a los pequefios productores . .... ........... . .. . ... .. . .. . . I V Noción de Ja mQ/nufactura: concent1:ación d e la mano de obra Y división del trabajo.- Distinción entre la manufactura y la gran I1111lHMia: el maquinismo. -Por qué ese término no puede sustiLllll' al de gran industria . ......... ... ...... ... ... ... .... ... ... .. ............. ... . V Desarrollo correlativo de los cambios y de la división del tralmJo : los progresos de la técnica son menos efectos que causas tll! ello. La revolución industrial no es un accidente. Delimitación llf•I t!'IDR . •·................................ . .... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

3 7

11

14

19

PARTE I

LOS ANTECEDENTES 1 ~I' 1

l.A ANTIGUA INDUSTRIA Y SU EVOLUCIÓN . ... . .. . .. . . .. ... ... . .. ... . .... . .. .... .. 1. La Industria de la lana, tipo d e la antigua industria. su anLllfl\Cdad, su importancia, su situación privilegiada. Abundancia 1l11 documentos a ella convenientes . . ......... ... . ............. ......... .. ..... . 11, Dispersión de esta ind ustria: en toda Ingtatena, según el Tour 1111 Daniel Defoe (1724-1727); en el Interior de una región: ejem-

1:,'º~ll~~·o~~f!ºl~e d;iaRl:~n~~'.~~.. ~ .~~.. ~~:·.~s~.i:".~ :.. . ~.n..~~~.. :~~.~~'.~.~~ .:.

111 l:!u organización : varía ,con el grado de concentración. El sisl 1•1111~ doméstico en el West Rlding: independencia del maestro ar1· 111111n: alianza de la pequefia Industria y la pequefia propiedad ... 1V 11n.pel del capital comercial : su embargo gradual sobre el ám111lo1 11<1 la !ndustria.-Los comerciantes-manufactureros del Sudoeste. 1111 ~11lo1·cs de las materias prl.mas y, luego, del utilaje.-El trabajo 11 1l111111cUlo, combinado, a menudo. con la agricultura..-Desarrollo 1111 111~ !'mpresas 'capitalistas en la industria de las lanas peinadas. 1t 1l1tt'ldo número de los manufactureros: el manufacturero es, sobre 1111 (11, 1111 comerciante ............................ ......... .. ... .. .... ... ............ .. . V 1,n condición de las clases lndustrlales.-El maestro artesano : flll llolwm·a rela.tiva.-Los obreros : la te.se. de su salai·io se rebaja 11 1t1l'tllda que desaparece su independencia.-La diferencia de las 1•oi1ttloloncs sefiala las etapas sucesivas de la evolución económica. VI 1.0R conflictos entre el capital y el trabaJo.-El divorcio entre 1•1 Jll'()ductor y los instrumentos de producción separa y opone 11 lr1R cln.ses industriales.--Coaliciones pemanentes de los peinadores d o la l!ma y de los tejedores del Sudoeste.- Or1genes d el trade "llllie>11IHmo.-EJemplos sacados de otras industrias: los obreros sastres,

'

25 25

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46

XXI

l Nl)ICE 1'\Af.ITlCO DE 'IATERI AS

H\ll!C:E A!\ALl'f!CO DE MATERIAS

XXII ~os

tejedores de géneros de punto, los tejedores de seda, los carboneros de Newcastle ........... ..................................... ................ . VII Las tendencias conservadoras.-La legislación económica : su doble objeto reglamentación y protección.-Los reglamentos de fabricación, obstáculos para el progreso técnico.- Privllcgios de la industria de la lana: leyes contra la concurrencia irlandesa; querella de los fab ricantes y de los ganaderos con motivo de la exportación de \a.nas en bruto.-Monopolio y espiritu de rutina VIII. Transformación lenta de la antigua industria : sus causas son más de orcl,en económico que de orden técnico.- Predorninio del factor comercial, unido al desarrollo de las transacciones .......... . ... . CAP.

11.- Et,

DESARROLLO COMERCIAL ....... . ..... .............. ........................... ..

I. Interdependencia de los cambios y de la producción. El progreso industrial, frecuentemente precedido y determinado pm el desari·ollo comercial ............. ... . ........ ... .. ... .... ...... ... . .... · .. · .. · .. · .. · .. · .. · .. · .. · .. · · .. · II. Ojeada a la h istoria del comercio británico.- lJa expansión maritilna en el reinado de Isabel I.-El acta de Navegación de 1651.Partc tomada por la burguesia mercantil en la revolución de 1688.Fundación del Banco de Inglaterra y constitución definitiva de la Compafiia de Indlas.-Las conquistas coloniales y el mel'cantilismo. III. Los progresos del comercio exterlor.-Movimiento d e la marina mercante; importa.clones y exportaciones de 1700 a 1800.-Influencia estimuladora d e la exportación sobre las industrias ...... ....... .. IV. Ejemplo de esa influencia : el crecimiento d el puerto cl,e Llverpool comenzó antes cl,el desarrollo industrial de\ Liancasllire y lo favoreció, si no lo provocó ................................ ........... ................. V. La organización del comercio interior.-L as ferias, los mercados especiales, centros de distribución d e los productos. Los intermediarios, vendedores ambulantes. tenderos de las poblaciones . . . .. . .. . . .. .. . VI. Las vías cl,e comunicación : mal estado de las cal'l'eteras.Primeros esfuerzos para mejorarlo : el sistema de puestos de peaje . Los constructores de caminos : John Metcalf.-A pesar de la in· f>Uficier.ciP, de los trabajos realizados, las comunicaciones se h acen más fáciles y regulares. Pero la carest!a de la correspondencia y de los transportes continúa. siendo un obstá<:ulo para las transacciones. VII. La cr eación de la red navegable, retardada por el desarrollo del cabotaje. Los pro1'ectos de Andrew Yarranton C1677J.-Primeros traba.jos. t:nldos a la explotación de los yacimientos de hulla. El duque de Bridgewater hace abrir el canal de Worsley_ (1759) . J~mes Brind1ey y su obra.-La red se completa en pocos anos : La fiebre de ios canales, de 1793 .-Los promotores de empresas : grandes propietarios y manufactureros. Wedgwood y el gran Trunk Canal.Repercusión inmediata sobre las industrias locales . .. .. . .. . . .. .. VIII. Consecuencias del desarrollo comercia.1.-La división del trabajo varía con la extensión del mercado : las considerations upan the East India Trade ( 1701) prevén el advenimiento del maquinismo.- Enriquecimlento de ;a clase mercantil : su lugar en la sociedad. CAP.

ITT.- LAS

MO DfflCAClO NF.S

OE LA

l'HOPlJ•:DAD

TEIIRITOHIAJ.

.. ..... .

Desaparición de la yeomanry : sus causas son anter iores al advenimiento de la gran Industria .......... . .. .. ....... ................... .... .. . II. Las actas de «enclosure» en el siglo xvm.-L'open field; d ivisión pa1·celaria del suelo. Oscuridad de sus origenes ......................... .. III. El open field svstem. Propiedad individual y cultivo en común. IV. Las tierras indivisas. Derechos cl,e los habitantes de esa p ropiedad colectiva.; sus d iferentes forma s ; desigualdad de su r eparto.-Pero la costumbre extiende su beneficio a los no prnpietarios. Lo~ cottaoers, establecidos por tolerancia en los bienes comunales. V. Las «enclosures» : redistribución de los open field y d ivisión de los bienes comunales. Su historia en los siglos xvx y xvn ..... ... . VI. La reforma de la agricultura.- Estado de Jos campos antes de 1730. -T eorias y experiencias : J ethro Tul!. Papel cte la aristocracia : I.

XXIII

1 l 11w11 111111¡1. La primera generación de los grandes gran jeros : 111 11 nllthn111, Bakewell : la ganadería sistemática.- Arthur v 1•1 Hon.rd of Agriculture ... .. ..... ..................... ... .. ....... ..

140

1• I 11¡w11 J
147

53

V11

V111

62 68 71 71

Consecuencias económicas y sociales.-Desaparición de los 1 1 "" t•otnunalc~ y de las pequefias propiedad es, compradas por 111~ l11111o!lclarios de las «enclosures».-«Acapaliamiento de granjas» .1 111·11,porldad de la agricultura a fines del siglo xvur detiene la 111111Ml(in de los pastos, liberando la mano de obra. Enemigos y 1~ 11 11c1\~11~gl~nder~:;1 «.:~cl~~~r~_s>:.;_.. _s~1.s. _ar~~n:1.e~to.~-¿~rr_in:1.i~1_1.to~ . -~~

154

11:1 comienzo del éxodo hacia \as ciudad es.-Los yeomen que h 1 v1111dldo sus tierras. los Jor:naleros sin trabajo, d ispuestos a aban11111111 "' cnmpo Aflu jo de fucrz~.s vivas a la industria.--Co:-relaclón 11111 1•l movimiento agrario y la revolución industrial ...... .... ... . .

165

PAHTE Ir

73

G RANDES INVENTOS Y GRANDES EM PRE SAS

80

1•:1.

1 A1

MAQUINI SMO EN LA IN DUSTlllA TEXT IL

Distinción entre la máquina y la herramienta : y entre el uso 1ln las máquinas y el maquinismo.-El telar cl,e hacer punto; el 111111lno de torcer la seda. Efectos de tales invenciones: empresas 1•11pl tallstas; la fábrica de los hermanos Lombe ( 1718) .-Esbozo de la 1or1m industria: por qué quedó inacabada .. ............................... .. .

173

1

86 90

173

1r.

La industria del algodón en Inglaterra: sus origenes.-Prohihlclones dictadas, en 1700 y 1719, contra los tejidos estam1mdos tln la India, la benefician, 'ª pesar de los recelos de la industria tln l a lana.- Terrcno favorable ofrecido por el condado de Lancást2r pl\rn el crecimiento de esta industria . .. . . ... .. . .. . . .. . .. .. .. .. . . . .. .. .. .. .. .. . 94

181

11 r

La industria del algodón antes cl,el maqulnismo.-Carácter emplrlco Y práctico d e los primeros inventos.-La lanz!ldera volante

cltl John Kay (1733). Al acelerar el tejido, rompe el equilibrio entre operaciones complementarias de la industria y plantea. el problema. e lo Ja. hilatura mecanica .. . . .. . .. .. . .. . .. . . .. .. .. .. . .. . .. .. . .. .. .. . .. . . .. ... .. .. . .. . IV, La primera máquina de hllar.-John Wyatt : su invención (1733) . 'll1 asociación con Lowis Paul . La. patente de 1738.-Empresas indus1rlnles de Wyatt y Paul: su escaso éxito .. ..... ....... ...... .. .. . .. ....... ..

, 10o

Hargreaves inventa. la ccJcnny» (1765).-Sus desazones. Pero el de su máquina se extiende muy rápidamente por el norte de 1111elnterra.- Transición ent1·e la. pequefia p roducción y la grande ...

188 194

V.

""º 114 119

1 Al'

11

l ,AS

FÁBRICAS ... .

201 205

1. Arkwright. Sus comienzos : ol'igenes oscuros de sus inventos. El 11111/rrframe (1768) 'Y la pnmera patente.-Arkwright se establece t'll Nottingham (1771) .. ... ............... ...... ..................... ,..............

206

124 129

Exitos de Arkw1·1ght. La h ilatura de cromford : utilaje automá.t.lco movido por ruedas hidráu\lcas.-La industria del algodón. lihcrada. de las prohibiciones indebidamente lanzadas contra ella.J,a segund a patente (1775). se multiplican las empresas d e ArkwrJght.--Sus competidores. Proceso por imitación. fraudulenta : la cau1m se lleva, en 1785, al T r ibuna l del Rey ... .. .. .. ..... ... .. .... . .. . ......

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132'

El proceso de 1785. Testimonios de T homas Highs y de John !
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135

1 C.

lII.

plnglos imputados a Arkwright. Anulación de sus patentes.-Su fortuna no se perjudica : es ennoblecido ( 1787) ; muere mlllonario ( 1792) .-Importancia real de su r.fape¡ : sus cualid2des de organizador y de hombre de negocios ... .. .......... . .... ....... ...... ... ... . ..... ...... ...

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XXIV

INDICE ANALJ'l'ICO DE MATERIAS

I V. La «mulen de Samuel Crompton (1779). Cómo Jos man Ufactu reros se apoderan de ella y le quitan el beneficio al inventor.Perfeccionamientos suceslvos de Ja «mule» : su empleo al p rin cip io del siglo xrx. La indust ria de la musellna en Bolton, Paisley y Glasgow · · ·· ·········~· ······ · ·· · ·· · ········· ·· · ·· ············· ··························· · ·· V. El uso de las máqulnas de hilar destruye nuevamente el equilibrio entre Ja hilatura y el t ejldo. El telar m ecánico de Cartwrigh t (1785).-Empresas desafortunadas de este. El éxito de \a invención , retardado por la baja de los salarlos. Inventos secundarios: estampado a máquina., procedimientos quimlcos de blanqueo y tefiido.-Transformación completa de la industria ... .. . .......... .. . .... ... ..... .... ..... .. .. . VI. Fases de esa transformación.- 1.' Periodo de la «jenny»; traba jo a cJ.omicillo.-2.' Pe1·iodo del water-tr ame. Las hilaLuras : su posición a\ borde de las corrientes de a.gua, fuera de las poblaciones.Concentración de la industria en t orno del macizo Penino.-Las .g randes empresas : su carácter netamente lndividua.1.--3." Fases intermedia.s : combinación provisional del sistema de fábrica y e l sistema doméstico ................................................. , ................... . VII Las consecuencias materia.les. 1Crecimiento d e la producción. Crisis periódicas: ¿deben a.tribulrse únicamente a la superproducción? La crisis de 1793. Se explica., no por causas particulares de la industria del algod.ón, sino por el conjunto de las circunstancias e conómicas ............ . ................ . ........ . ................ ... ..... ··~······ ............... . VIII. La libertad económica..- No es cierto que Ja industria del a lgodón se haya incrementado fuera de toda protección oficial ; frecuentes llamamientos a Ja intervención del Estado.-Politica fiscal indecisa ; el asunto de Ja fustian--t ax (1784).-La industria del algodón liberada de los r eglamentos de fabricaclón y de apren dizaje : libertad de producclón . ... ........ . .. . ............................... ... ........ ...... . IX. El maquinismo en la industria. de la lana.--Concentración d e esta industria; se opera con detrimento de los condados del Este y del Sudoeste.-Introctucción de las máquinas en el Yorkshire. Fa.fieros convertidos en manufactureros. Alarma entre los peque fio s :f:la.bricantes; pero el siStema doméstico solo muy lentamente desaparece.-La industria del worsied ; invención de la máquina de peinar (1790) .-Las hllaturas de Bradford.-Retraso respecto a la industria d el a l_godón ........ ......... . .......... . ...... .... .... .... ........ ......... . . .. .

INIHCE

1~

~'IA LITICO

MA
IH: MATER IAS

. ................................... . . .

XXV

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1 11 1 1(1 y máquina s m o trices.-Las m áquinas hld ráulicas.-Bom1h C111•11u de Savery (1698) y d e Newcomen ( 1705) empleadas en

2

111111111 y para el servicio de aguas; y, Juego, como auxiliares de las

1111111\ft hidráulicas .. . .......... . .... .... . ... ...... .. .... . ... . ... ... ..... .. .... ..... .

Watt. con él, la ciencia aparece en medio de la revolución 11 11111 . bu juventud. Su genio egpeculat ivo.-Orígenes del ln11 1I 1•1·lt1ca de la máquina de Newcomen. Invención d el condensa!\ p1'rAlón del vapor. utillzada en lugar d e la presión atmosfé1il\111•t.1•nte de 1769. Inventos accesorios: el movlmlento circu\ar. 1.11 ''/ rel="nofollow">111"1\Ción industr ia l del lnvento.-Asoclactón con Roebuck , 11n1111 1~1 n. Watt proseguu· sus lnvestlgaciones.-Quiebra de RoeK 11 '/7:1) . sus derechos son adquiridos por Matthew Boulton . . . 1V 1 • 111n11ufactura de Soh o : actividad y amb ición de Boulton.11 11.t1< iln Watt: terminación de la mú,quine. d e ve.vor. P rórroga de -Los primeros en cargos : para. las forj as d e Wilklnson 111 / /mi•I ·11111, 1uu·a las minas d e c ornu alles (1777): para las aguas d e •Pal 11{'"'/ · - Dificultades de índol.e comercial : deudores y con curren' n ndole industria l : los colabor adores d e Watt. Wllliam Mur-

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.1n1111•11

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... ...... ..... . . .... ·· ········· · · .. .... ... ... ... ..•.. ... . ..... . .. · ··········

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l\pllrncioncs de la máquina d e vap or: en los t alleres m eta lúrgi111 n11 los molinos ; los Albion Mills (1786) ; en las hllaturas.- El ~JIJldl" 1•n la fábrica d e Soho ; sus mú~tlples apllcaclones; la acufía111~11 p11tomática d e m oneda . .. ........ .. ...... .... .................. . ... . ........... VI 1..i Invención d eo la máq u ina de vapor completa la con cent ración l111(11"Lrlnl.-Estrech a la. interdependencia de las industrias y u nifica 1111 1 volurlón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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!•

1

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PARTE III

LAS CONSECUENC IAS IN MEDIATAS ( oll INUE !'IDUSTIUA Y P OilLACIÓ N . ...... .

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Cl"l'C'lmlcnto d e la pobla ción inglesa.: su lentltud a n tes d e la rev111lwl611 ind ustrial. Las previsiones de G regory K lng (1696).-El m iedo 11 lt• despoblación . Discusiones sobre este asunto : el Essai sur la ¡1111111/ation d e l'A nglaterr e. de R ichard Prlce ( 1780). Teor!a de Young : 1 I c•n•ctrniento de la p oblación . unido n ecesariam ente al progreso eco111111llco.-El llbro de Malt hus (1798) : la superpoblación, causa de la 111l111'l'la.-El cu rso de 1801 . . ... ...... . .. ... ... .. . .. . ... . . .. . .... .. . ... .. . ... .. . .. . .. 11 Desplazamiento de la población.-Su repa rto actua l : compara11111 l'Ol1 su r eparto en 1700 . 1750 y 1801. Movimiento hacia el Nor1~ v hacia el Oeste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .• . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 t .ns grandes ciudades industrl ales.-Los centros de la industria 1 x 111 Manchester : su crecimiento durant e la primera parte del sl1111 ~vnt; el censo local de 1773. Ent re 1773 y 1801 se tripllca su 1111hl11<"i1"i11 Los n u evos barrios. -Las poblaciones de hl\atui'as alrede1! 1r
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J

CAP. IIL-EL HIERRO y LA llULLA . . . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .

I. Evolución de las industrias m etalúrgicas, paralela a la de las industrias textiles.-La industria del hierro ,a l principio del siglo x vm. Escasez d e la p1·oducclón. Decaden cia de \os antiguos centros : sussex, la selva de Dean.-Las industria s seci1ndarlas : su prosperidad r e lativa; la cuchlllería de Sheffleld y ¡a quincaaJ.a de Birmingham.-La org·aniza.ción de las empresas : compafi!as mineras, maestros de forja . pequeíi.os fa.bricantes.-Talleres especializados : dlvisión avanzada del trabajo . Pero la industria veget a por falta de materia p r ima .. . .. . II. La cuestión d el combustible.- La f undición con carbón vegetal : la tala hace desaparecer los altos hornos.-La hulla: obstáculos para su empleo. I nvestigaciones y tentativa s de sturtevant, d e Dudley y de Wood.- Los Da.rby : e¡ primer Abraham Darby consigue t ratar el m ineral con un fuego d e coque (1709 ?). Importancia capital de e sta inversión ...................... . ........ . ...... ... ..... ............ . . III. La conversión de la fundición en h ierro m aleable. Cort invente. e1 «PUddlage» (1784).-El acero fund ido. invención de Huntsman. El u tila je m ecánico d e la industria del lllerro : martinetes, inyect ores, etcétera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ........... . ..... . IV. Los grandes establecimientos metalú rglcos.-L as for jas de los Darb y, en Coalbrookdale; de Wllkinson, en Bursham, Bradley y Broseley.-Las forjas d el Pais q e G ales : crawsh ay, el «rey del h ierro» .-Las forjas de ca.non. fund a das p or Roebuck. Las acer erías de Samuel Wa.lker. en Rot h erham.-Empresas in dividuales, como e n la industria textil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . v. La indust ria del hierro en Inglaterra a f ines del. siglo XVIII. Descripciones de Svedenst jerna y de Fauj as de Saint-Fon d.- El porvenir de la m etalurgia; opiniones proféticas de Wllklnson. El primer puente de hierro (1779); el primer be.reo de hierro ( 1787).- Relación necesaria entre el desarrollo d.e la metalurg ia y el del maquinismo . . .

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Al

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11. E1 f:~l'ITALIS,10 INDU~TRI AL . ........ . . .. . ... . •.. . . .. ......... 1. Ln clase de los gran de<> manufactureros.-Barre1·a alzada. vor l a. 1•1>11Htltuclón de las grandes empresas, entre e\ patrono y el obrero . . . 11. Formación de esta cla se. S us d iversos or!genes.-Los inventor es : "" Incapacidad comercial. Los comercian tes y empresarios dud an si N1cn1·ga.rse o no de la "d irección t écnica d e la ln d ustr:ia .-La. primera 1r1•11emclón d e los grandes i ndustlriales se recluta. parcialmente. entre lt~ población rural. Ejemplo s d e los P eel. de los Radcliffe, d e los Flel
i::~~~~-1~~~~¿~.1!r. -~u-~ . c~~d1:os_ -~- _1 ~. ~~~~~- _s~-~~~~ª~: . ~~11~~- ~~- .~ª.-~e~:

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INDIO; ANALIT!CO OE

XXVI

III. Las cualidades requer1das.-La cuestión de los capitales : organización del trabajo; la disciplina de las fábricas.-La cuestión de las salidas: corre&pondencia comercial de un gran establecimiento industrial (fábrica de Soho) .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .... .. . . .. . . .. .. .. .. . . IV. La flor d e los manufactureros.-Matthew Boulton: su cultura intelectual, sus relaciones, su conciencia profesional, sus tendencias filantrópicas, sus aires de g1·an sefior.-Wedgwood : valor artístico de ,su obra, sus trabajos científicos. sus opiniones democráticas y hurnanitarias.- Desarrollo de la industria cerámica y prosperidad del distrito de las cerámicas, debido a sus esfucrzos.-Wedgwood y Boulton son hombres excepcionales: estrechez de miras y aspereza egoísta d e ~u clase ............. ....... ... ..... ... ... ... .. .. ... .. ... .... .... ........ ............ ... .... . V. La conciencia de los intereses comunes.- Acuerúo entre los g·randes industriales y peticiones colectivas: contra los derechos sobre los metales (1784); contra el tratado cte comercio anglo-irlandés (1785). La Cámara gene11a1 de fabricantes : divergencias de opinión acerna del tratado con Francia (1786).-Solldaridad de los patronos contra los obreros : oposición al mantenimiento de las antiguas reglamentaciones, reclamado por estos. Tendencia instintiva al «laissez-faire» . . . .. . VI. Lugar de los manufactureros en la sociedad.-Su poderío local ; parte que toman en la dirección de las grandes obras de utilidad pública.-Relaciones con la aristocracia. Amigos y protectores de Wedgwood. :Boulton, recibido por Jo1·ge III, huésped de Cata~ina Il, en Soho, e invitado, con Watt, a. la corte de Francia.-E1 cammo del poder político; los dos sir Robert Peel, padre e hijo .. . .. .. .. .. .. .. .. . .. .

CAi'. lll.-LA REVOLUCIÓN

INDUSTRIAL Y LA CLASE OBRERA .. ... .. .... .. ... .. .. .......

I. Hostilidad de los obreros a las máquinas.-Los motines del condad.o de Lancaster, en 1779. Desórdenes en el Yorkshil'e (1796) y en el Sudoeste (1802); el movimiento de los Ludditas (1811-1812).-Peticiones al Parlamento para obtener la proh ibición de le.s máquinas: solicitudes de los hiladores de algod ón y de los peinadores de lana. El «no ha lugar» opuesto a. tales peticiones ..................... -............ . II. El persona\ de las fábricas. Repugnancia de los obreros a formar parte de él. AliS.tamiento el.e mujeres y nifios.-El trabajo d e los nifios antes de la gran industria. Los aprendices cLe las paTToquw.s en las hilaturas; sus sufrimientos : Robert Bllncoe.- Insalubridad de los talleres; la fiebre de las fábricas.-Poder sin control de los manufactureros . .. . . .. . . .. .. . .. . .. .. . .. . .. .. .. . .. . .. . .. .. .. .. .. . .. . . . .. .. . .. . . .. . .. .. .. .. .. . .. . . III. condiciones de existencia d e los obreros : sus ingresos.-Insuficiencia de los datos estadisticos y d,if!cultad de su interpret ación : valor aproximativo de nuestras conclusiones.- Los salarios en 1770 y ,e n 1795 : alza gt?nera.l, diferencia creciente entre los salarios agrícolas y los industriales : atracción ejercida por la !ndustria.- Pero tal alza va seguida de una baja continuada, debida a la supera.bundan· cia de la mano de obra : ejemplo de los tejectores. Salarios bajos de las mujeres y de los nifios .. .. .. .. . .. .. .. .. .. . .. . .. .. .. .. .. .. .. . .. . .. .. .. .. .. .. .. .. IV. Condiciones de existencia de los obreros: sus gastos.-Alza de precios causada por la guerra : la carestia de 1795 a 1802.-Alimentación de los campesinos y de los obreros.-La habitación: los barrios pobres de las ciudades indu~'tri'
ll\OlCE ANA L!TlCO

~J.\TI;!llAS

«LAISSEZ-FAIRE »

I. E¡ problema social planteado p01· la sepru·,ación del capital y el trabajo. Las coaliciones obreras. Uniones de la industria textil en GJasgow, en el Lancashire. su acción común : Ja Sociedad de tejedores de algodón (1799) : la institución de los obreros de la lana ( 1796) .~Coa.liclones de los obreros cuchilleros en Sheffield '? de los oberos papeleros en Kent. Movimiento entre ¡os obreros agncolas.-

»E

)IATEIUAS

XXVII

l 11111111•• !111 \ns clases poseedor as. La ley contra. las coaliciones (1799). 11 11t11l11 lwrolco de la historia de las Trade-Unlons : cómo sobreviven

11 lt1 illll'HCCUCión .. ... .. . ............... ........... . ................. .................. . .

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1,!Juunmicnto a la intervención del Estado. -Los obreros reclaman 1111111~011imiento de la antigua legislación industrial.-Los r egla1111•11WH do aprendizaje.: su desuso. Quejas de los estampadores de 1111ll111111a respecto a l numei;o de aprendices, y de los tejedores sobre J.1 11111'1\clón del aprendiza¡e.-Los patronos solicitan y obtienen la 11llru1mclOn d e los reglamentos (1803-1814) ..... , .. ....................... .. 111 1,n. .fijación legal de los salarios.-Atribuciones de Jos jueces de '" , 11c· ~un la ley de 1563 ; régimen especial de algunas industrias.\ llnu tlo un m!nimo de salario garantizado por la ley . El biU Whitl 111•1111. l'Ccllazado por la Cámara de los icomunes (1796).-El arbitraje 1•11 111 Industria del algodón (1800). Recriminaciones violentas de Jos 1111t1•il'lmtes, que consiguen hacer fracasar la ley. Nuevos e inútiles • 1•l 11t11·¡r.os de los tejedores de algodón para obtener la reglamentación 1111 l1 m salarios.-Triunfo de la doctl'ina del laissez-!aire .. ............ . 1V l~l movimiento humanitai:io.- -Sus orígenes, enteramente exterio11•~ 111 movimiento .e~onómico : infiuencias sentimentales y morales.M1111ur11cturnros f1\antropos. David Dale funda la aldea de New1~111111·k (1784); sus esfuerzos por mejorar la condición de los obreros Y ll!l los aprendices.-Robert Owen reforma y continúa Ja obra de 1>1110 : su socialismo surge de la filantropía patronal ................ .. V. h:l primer. acto de la legislación de fábrica.-El trabajo de los 1111\os en las hilaturas. Informe del doctor Percival (1796) .-Sir Robert 1'1•01 hace votar la ley de 1802 para la protección fisica y moral de loM. apr~ndices.;--:-Disposiciones de esa ley; su poca eficacia.-Su im1>01 tanc1a histonca : considerada por e1 mismo Peel gran industrial y partidariC? del LaiSsez /aire, como una medida excepcional y sin l.l'l\scendencia, Ja ley de 1802 anuncia la política intervencionista del Mlglo XIX ......................................................... . ...... ....... ........... ..

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1 llNI 111 ~ 1ÚN:

Caraclcrcs generales de la revolución industrial ... .. .... ...... .. .

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MAPAS Y FIGURAS 4

Ja lana a principios del si· µlo xvm .. . ........... ........... .......... ... .. .. ..... ........ .. .. .. .. ...... ....... ...... 31 llovimienlo del comercio exter ior de lng;la i<'rra de 1700 a 1800 ..... . 83 Vías navegables en el centro y el norle de In glaterra a fines del si· l.(lo xvm ........... .. .......... . .......... ...... .. ....... .... ... .......... ... ............ ... 109 <:anales alrededor de Manchester y Birmingham . .. .. .. .. . .. .. .. .. .. ... .. .. 113 1, La máquina de Savery (croquis) ................ ... .... .. ... ... ....... ......... .... 302 r.. l.a máquina de Newcomen (íd.) .. .. ........ ...... . ... ... . .. .. .. ....... ....... 303 1 lfl R eparto de la población de Inglaterra, propiamente dicha, en 1700, 1 ~!iO. 1801 y 1901 ..... .. .... .. .... ... .. .. .. ....... .... ........... . ... .... ... .... 341-344 1 '•·nlros principales de la indust ria de

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LA REVOLUCION INDUSTRIAL EN EL SIGLO XVIII

MANTOUX.-1

INTRODUCCION Fue en Inglaterra, en el último tercio del siglo xvm, donde nació la 1111n industria. Desde el principio fue tan veloz su- des~rrollo y tuvo

consecuencias, que se le ha podido comparar con una revolución 1 : 1rnl toda seguridad muchas revoluciones políticas han sido menos prol1111clas. La gran industria nos rodea hoy por todas partes ; su nombre ¡1111'cce no necesitar definición, ya que son tan familiares y sorprenden11·• las imágenes que evoca: las potentes fábricas que se levantan en las Inmediaciones de nuestras ciudades, las altas chimeneas humeantes y su 11•11plandor nocturno, la trepidación incesante de las máquinas, el honniKllCO atareado de las muchedumbres obreras. Pero por rápida qu~ p_a11•zca haber sido la revolución industrial, estaba relacionada con causas lnjanas, y debía acarrear una serie de resultados C!!Yº desenvolvimiento 11lm sigue incompleto después de más de un siglo. Los caracteres distintivos de la gran industria no se han revelado de una vez. Para preci•nrlos mejor en la oscuridad de los orígenes, comencemos por describirlos tal como se ofrecen hoy a nuestra vista. 1dr

I La producción de mercancías o, en términos más explícitos, de objetos necesarios para el consumo que no son proporcionados directamente por la Naturaleza, es la mira de toda industria. Así, pues, hay 1¡ue entender por_grl!.n ind:µstri a, ante todo, cierta organización, cierto 1égim~ de producció_n. Pero sus efectos se extienden al orden econ?_mJ.- ,v 1·0 entero y, J?.0.! consigJ!int~,_¿l orden s9_c;ia1 que d.Qminm_las_~~mdicio- · •1 11cs de crecimiento y de repartición de las riquezas. La tQ:an industriª-con_centra y multiElica los ~dios de producció!!z con objeto de acelerar y aumentar su rendimiento. Emplea las máqui11as, que ejecutan con ' una precisión infalible y una prodigiosa rapidez 1 La palabra ha sido atribuida a Arnold Toynbee, cuya obra, interrumpida por una muerte prematura, fue publicada en 1884 con el título de Lectures on tite industrial revolution in England. Pero William Rappard (La révolution intlustrielle et les origines de lá protection légale du travail en Suisse, pág. 4) Indica que Karl Marx, en el volumen primero de Das .Kapital (1867), da una descripción sistemática de lo que llama «die Industrielle Revolution», expresión yn empleada por Karl Marx en 1850, por John Stuart Mill en 1848 (Principies o/ Political Economy, ed. orig., pág. 581'), e incluso en 1845 por Friedrich Engels (Die Lage der Arbeitenden Klasse in England, págs. 11 y 355).

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INTRODUCC!ON

las labores más complicadas o más rudas. Para ponerlas en movimiento, reemplaza la fuerza muscular, de recursos limitados y desi~ales, por fuerzas motrices inanimadas: fuerzas naturales, como la del viento <> del agua; fuerzas artificiales, como la del vapor y de l~ ele?tricidad; unas y otras, dóciles como la materia inerte, regulares, mfati~ables,. pueden acrecentarse a voluntad y sin límite. Para dirigir el func10namiento de las máquinas reúne un gran númer? de obreros, hombr~, mujeres Y niños; que, aplicados a tareas especial~s, llegan a ~o~vertlrse en otr~s tantos engranajes de las máquinas mismas. El utlla1.c, cada ve~ mas complejo; el personal, cada vez más numer?so y o.rgamzado, constituyen las grandes empresas, verdaderos estados mdush·iales; y como r~sorte de esta actividad formidable, como una causa y como un fin, detras del despliegue del trabajo humano y de las fuerzas mecánic~ s~ mueve el capital, arrastrado por su propia ley, que es la de la gru;iancia Y q~ impulsa a produc~r sin interrupción, _J>ara acrecentarse sm_c~sar. . El monumento característico que contiene en sus muros lo material de la producción moderna y que expresa en trazos visibles su prin~ipio mismo es la fábrica, la fábrica con sus vastos taller es que atraviesan las correas 0 los hilos de transmisión, distribuidores de fuerza,. c?n el utilaje mecánico potente y delicad<> .~ue ~a .ne~a con su movi~rne?'to, c<>n el trabajo· presuroso de su poblac10n disc1plmada, q.ue las maqm.nas parecen arrastrar en su ritmo ja.deante. T~do eso .no tie~e otro ob)eto que producir mercancías, producirlas lo mas de pnsa posible y en can· tidad ilimitada. Aquí son los tejidos los que se ven desenrollarse. ,en piezas ininterrumpidas, y amontonarse en pilas e~ormes de fardos cihn· dricos · allí es el acero aue hierve en retortas gigantescas, lanzando al aire d~slumbrantes haces. de chispas. La _producción ininterum_pida se convierte en la ley de todas las empresas, a me~os .que un ac~e:do formal intervenga para limitarla; abandonada a s1 misma, contm~ ?. hasta el exceso, hasta la supei:producción ruinosa: resulta~o parad,opc.o de la tendencia instiñtiva del ~ital, q~ llega a destrmrse. ~ ~ rru~o. - Estil7ran cantidad de mercancías fabricad?s es preciso vender~~; gi venta, de operac10nes, encontrar todavia Y siempre nuevas salidas. La ambición de los productores los hace aventureros: las comarcas más lejanas, los continentes apenas explorados, se con·

lNTRODUCClON

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1 11 11 111 11111 presa. El mundo entero no es ya ..fil!!!> un inmenso Jllerlt• q1111 111111 gran~s industrias de JQflos lo~aíses se disputan como un1111p11 d1 h11 1nlla.(X \ 111 prod ucción desbordante, ~ la circulaci§n ampliada hasta lQ.s 111ll111 do In tierra habitada, corresponde un modo particular de dis11111111 11111 do las riquezas. Si se considera al consumíaor, es evidente ¡111 ¡ 1111 111 que a él se refiere se ha efectuado un gran progreso; la 1 '" 11 y 1•11rcstía de las mercancías ha d isminuido, muchos objetos que 111 111111 1lt•mpo eran costosos y muy solicitados entran en localidades rn 111l'd!o11 donde antes eran desconocidos. P ero el optimismo que 11 ¡d 1 il111 1111 espectáculo a la econornia política ortodoxa se modifica 1 1 111 11 l11 u111 to si se examina la condición de los product<>res. En la base 1 111.!11 111 sistema de la gran industria encontramos, junto con la ener1 p111pnrcionada por las máquinas, una inmensa acumulación de tra1 t111 li11mano, mientras que en la cima se eleva, estrechamente con1 11l 111do, el amontonamiento creciente y formidable de los capitales. \ 11111 ¡1roductores se dividen en dos clases : una aue da su trabajo y n9 111111111 11ncla, que v~nde la_fuerza de_fills b.r.azos y el ti~mp.Q de su vida 11111 1111 salario; otra que detenta el capital, a la que pertenecen las 111111 l1·11s, las materias prima~ 111s máquinas, y a la que van a parar las ¡ 1111111tcias y b~n eficios; y a su cabeza, los grandes jefes de empresas, 11111 1·111>i lanes de la industria, como los llamaba Carlyle, organizadores ?-{o ' J ,od1111tinadores, conquistadores. · v~l\~ Do ahí ha salido el régimen social propio de nuestra civilización 11111l!'mporánea y que forma un todo tru1 completo, tan coherente como 111ilo serlo en el siglo X el r égimen feudal. P ero mientras que este era , 11 ronsecuencia de las necesidades militáres y ~ peligros que 111111•11azaban la vida humana en una Europa entregada a una anarquía 111\ rfotra, aquel deriva de un conjunto de causas puramente económicas, llMlllJ)adas en torno al hecho central de la gran industrial Es a la ¡111111 industria a lo que se ha debido el desarrollo reciente e las ciuil11des manufactureras, donde se agolpan las empresas, a la vez soli11111 ins y rivales. Es en las regiones animadas por su vida potente donde 11n ma nifiesta con la mayor intensidad ese notable crecimiento de la polilación que ya se ha hecho normal en la mayoría de las naciones Ind ustriales. Manchester, aue en 1773 era una ciudad de apenas 30.000 linhitantes 1, contaba, cie~to cincuenta años más tarde, cerca de un 11lillón; la población total de la Gran Bretaña y de Irlanda, que en 11101 era de 14 millones y medio, alcanzó en 1928 la cifra de 4.S mill nl\CS. Este desarrollo, que las generaciones precedentes no hubieran podido prever, ha tenido consecuencias incalculables: la emigración, mra no citar más que una, el aflujo de los capitales y del trabajo hacia rn1 países de ultramar, ha favorecido el crecimiento rápido de socie·

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Census o/ Manchester and Salford (1773), Chetham Library, Manchester.

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INTRODUCCION

dades semejantes a la nuestra, en las que se reconocen, más marcados todavía, todos los rasgos de nuestro régimen económico.f _En fin, es la gran, industria ~ q~e_ha planteado, ha jo la forma que reviste en nuest~os dras en todos los pueblos de civilización europea, _e~ proble~a soc1~1. El ~crecentamiento simultáneo del número y de!a nqu:~a, sm que esta riqueza parezca aprovechar al número en proporc10n al esfuerzo aportado para crearla; la oposición de las dos clases, de las que una aumenta mientras la otra se enriquece, la primera de las cuales solo ve remunerado su trabajo incesante con una subsistencia precaria, mientras que la segunda goza de todos los hene· ficios de una civilización refinada, se manifiestan por todas partes a la vez y por tódas partes determinan una misma corriente de ideas y de pasiones. Y es el espectáculo mismo de la actividad industrial, de la vasta colaboración organizada que la sostiene, de la potencia del capital que reúne y r ige sus fuerzas colectivas lo que ha dado nacimiento al socialismo contemporáneo. ! La espera universal de cambios profundos, anhelados por unos, tem~dos por otros, es un rasgo impresionante de nuestra época; estos cambios, si tienen lugar efectivamente, podrán ser considerados como el término del movimiento aue comenzó con la gran industria. Este conjunto de fenómenos, cuya extensión se percibe ahora, no se deja encerrar en los límites de una definición estrecha en la aue solo se tuviesen en cuenta las condiciones materiales de la p;oducció~. Para atribuirle su importancia real es menester apreciarlo- en su unidad complej~y vivíente. 4-E.arece entonces como ~no de esos-iteCh
INTRODUCClON

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II 1l J11,1t1os insistido tanto sobre nociones casi triviales, y que debe1111'10 más todavía, es con el fin de no dejar subsistir ningún 1¡11l v1100 11obre lo que entendemos por la expresión gran industria. La ¡111 • 111wlo11 no es inútil, pues su sentido en el uso común es bastante 1111111111111 y vnriable, y los esfuerzos intentados para fijarla en una fórmul 1 rl1 ll11llivn no han llegade> hasta ahora a nada satisfactorio. §e ha p111p1u 111 distinguir entre la pequeña y la gran industria según la di1111111111111 ele los mercados a los que van sus productos: la pequeña 1111111 11111 11ería la que abastece el consumo de una localidad o de una 1 l 111 poco extensa; la gran industria, la que trabaja para un mercado u tt 1111111 1 o internacional 1 • Esta definición no es en sí misma inacep· l 1ltl1 tiene el mérito de poner en evidencia el papel esencial del ele;11111111 1Jomercial en la evolución económica. Pero se aparta de la acep, 11111 1•orriente, q ue, aun siendo sin duda bastante vaga, no se presta, • 111 pm o, a una interpretación arbitraria. A nadie se le ocurriría incluir 1 11 111 gran industria la fabricación d~ tapices, tal como tiene lugar en 11111 1l19s días en Turquía e> en Persia; sin embargo, los tapices de 111 lt111to se venden en el mundo- entero. ¿Se dirá que la gran industria 1 l11tln en Corinto en los tiempos en que la alfarería fabricada en el 1 11110 se extendía por todos los países del Mediteráneo? Es que el tral111J11 ejecutado a mano en pequeños talleres, por artesanos cuya habiliilud individual remedia los defectos de un utilaje primitivo, es, a nuestro ¡11111•rcr, todo lo contrario de la gran industria. Su expansión exte11111 no es, pues, lo que la caracteriza esencialmente, sino más bien su •11 ¡¡nnización interior y su técnica. Es ante todo, como ya hemos dicho, 1 lm1o régimen de la producción. Mas aquí nos aguardan nuevas confusiones; porque la evolución l111l1111trial tiene fases numerosas, que, por lo demás, se siguen en una , 1In continua, en la que solo la abstracción puede señalar límites pre' li11111: según que se elija como punto de partida una u otra de entre • 11 1111, rl advenimiento de la gran industria se encuentra adelantada uno 11 v11 rios siglos. Nosotros la hemos colocado en Inglaterra, entre 1760 y 1800; pero si hay que creer a ciertas obras recientes, o al menos a • 1111 títulos 2, la gran industria habría existido en Francia cien años 1111Les, desde el reinado de Luis XIV. ¿Es esto una contradicción o un 1111\lcntendido? Es lo que debemos examinar. I La gran industria que ha estudiado Germain Martín no es, como se !

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A.: «De la vie industrielle en France depuis le xvne siecle», Revue _¡ tlo Synthese historique, III, 335. ~ MAllT!N. Germain : La gran4e industrie en France sous le regne de / /,ouis XIV (1898) ; CILLEULS, A. des : Histoire et régirne de la grande industrie J 111 1~ XVfle et XVll/e siecles (1900). 1

l\IT1t.HAUO.

!NTRODUCCION

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INTRODUCCION

nos advierte desde el principio de su libr l espo?tánea i. Es una creación artifi . l o, e producto de una evolució gracias a la iniciativa o al patrona~1: ~ p¡°co menos; solo ha vivid que se puede considerar con pleno gd \ a realeza francesa. Colbe saba que la gran industria no , ere~ ~ co.mo su fundad<>r, « del Estado» 2. No la conceb' yodia existir smo por la intervenció ia mas que como un an d a11eres reales que en todas 1 , exo e esos grand tpares, han trabaj;d<> _para 1 as ep?cas y en las civilizaciones más/ti 'documentos que - Germain set~viciho y a las órdenes del soberJID.O d 1 . 1 ar m a reunido sob l ~ ~ f e sig o XVII nos presentan un cuadr . re as .manu actura oL q~e, a pnmera vista, recuerd bastante el de las fábricas m d 1 , d o ernas a imp<>rtan . d l c1:i e as empresas e numer<> e obreros empleado s, su b vis10n en equipos especializados la disciplina estrecha a la caracteres que se reconoce que esta an sometidos a' son otros tantos logía real parece menos . n .ef? n~estra gran industria. Pero esta ana· _ __ L sigrn icativa cuando se des b · • os establecimientos industr· 1 cu re su ongen. de l<>s Gob l. j p o que podemos dar de ellas es el esta· e mos cuyo t'tul f ·al creación, fue el de Manuf ; lid o o ici ' en la fecha de su legiones de artistas d ac ura re'a e muebles de 14 Corona. Las dirección de Lebru: y e arttes~nos que fueron empleados allí, bajo la 1 . ' pos en<>rmente de Mig d b . para e1 capricho de Luis XIV d, nar , so o tra ajaban el esplendor de su corte Sus' ::ra ~ ?rnar sus palacios y acrecentar Germain Y Marly: tapic~rías de :r:o ir~an a decorar Versalles, Sain~­ 1 ces, trofeos, y esas maravillosas r ,º' p~lazones, esculturas, brondidas en los malos días del . a g~t~nas c1,ncela,das que fueron fun0 0 persona real; todo vien d re~o. d aqm está en relación con la pe:r:i~nece fuera de las !ece:ideaJ;s t~e 01 vu~1ve a e~la .. Tal industria benef1c1ose ignora la com t . N a vi a econom1ca : no espera - 1 pe encia o es a la gra . d . d · , n m ustna mo erna . a o que hay que com a a 1 de la antigüedad, al t:a~a :oª'd s1~0 mas bien ~ la industria doméstica fabricaban, en esta casa ~i e los es~lavos ligados a una casa, que sidades o los caprichos d smda, }s objetos requeridos para las nece· e su ueno.

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«El presente trabajo tiene gran1 .mdusu·ia en Francia desde por ob.¡eto exponer el papel de la realeza en la mentos relativos a la fabri~ación 166~ hasta .,1715. Se estudian en él los regla· de los oficios y, en general a l ' .ª t1 ms~~ccion de las manufacturas a la policía ·m d ustna.» · L a grande indusl • · a m ervenc10n de la a d mm1strac1on · · . , real ' en la gran F cio, pág. l. ne en rance sous le regne de Louis XIV prefa·

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lbíd., pág. 94. lbíd., pág. 14. lbíd., pág. 8.

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clusc es la de las 'm!znufacturas reales . Estas pertenecen y fabrican para el consumo público. Pero el nombre - 1 11111 11111• llovan indica bastante bien que todavía se manifiesta aquí 1111 1 1111 lf111 todopoderosa de la realeza. No es suficiente la proteccfón 11111111 111t más de una ocasión, los manufactureros se establecen en I• 111111•11 tlcsignadas, por invitación formal del rey y de sus ministros, 1 1 . 1111111 v1111 incluso a buscarlos en caso de necesidad al extranjero . 1 Nt1111111 upoyo les es rehusado: subvenciones directas del Tesoro, pré~1 11 111 Intereses consentidos por las ciudades o por los Estados pro1111 ii11 11111•" ¡ oxcnción de los impuestos más pesados, las tallas, las gal l 1 1•1 nlojamiento de soldados 2 • Se los va a dispensar hasta de 1 lir1h 11•1' n los reglamentos industriales, tan estrechos y tiránicos, a los ¡i11 l'"11111111ccen sujetos los pequeños fabricantes. Están colocados como 1. 11•1 tl11 lns leyes del Estado; es así como los Van Robais, de Abbeville, 1 1111111111111 profesar libremente la religión protestante después de la 3 revo· 1 11 11111 del Edicto de l\!antes y durante todo el antiguo réginien • l~lttulmente, las manufactura~ privilegúu:las están quizá más íavo· 11 11111111 aún que las manufacturas reales. Tienen el derecho exclusivo il11 ruhricar y de vender ciertos productos. Gozan de un monopolio ah· •1111110, que solo el fraude puede limitar, y ya sabemos con qué severi· 1li11I 1:nstigaba la legislación del antiguo régimen toda suerte de fraudes. \'1111•co que Colbert haya querido atribuir a los manufactureros una p11110 de la prerrogativa real, como si no hubiesen sido, a4 la cabeza 1111 ~us establecimientos, más que los delegados de la realeza • Si la mano que ha elevado y que sostiene el edificio se' retira, todo ~ quebranta y amenaza ruina. Estas empresas no vivían sino de pro· 1r1•!'ión y de privilegio: abandonadas a sí mismas, muchas no habrían 111 11\ndo en desaparecer. Cuando bajo el reinado de Luis XV el Gobierno 1 · 6 de ocuparse de ellas con tanta solicitud, comenzaron a peligrar. l1.M manufacturas reales y privilegiadas, que habían llegado a producir rnRi los dos tercios del paño fabricado en toda Francia, no produjeron yn sino un tercio aproximadamente. La pequeña industria, que ha retro· 1•1•ilido tan rápidamente ante la gran industria moderna, era todavía 11111y vivaz. Resistía a la competencia temible que le había suscitado Colbert, a pesar de las cargas y trabas que pesaban sobre ella. Es que ftl' npoyaba en todo un conjunto de condiciones económicas y sociales, qne nada había venido aún a alterar. En el Languedoc no solo la vemos

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1 Sobre las medidas tomadas por Colbert para atraer a Francia a los obreros y lubricantes extranjeros, véase ob. cit., cap. V, págs. 60 y sgs. Hizo venir pañeros iJr Holanda (págs. 68-71), hojalateros de Alemania (págs. 71·75), ingenieros de minos de Suecia (pág. 75), vidrieros y encajeros de Venecia y de Milán (págs. 76-79). z La grande industrie en France sous le regne de Louis XIV, págs. 10·11.

3 l bíd., págs.' 67·69. d G. Martin da cierto número de ejemplos, entre otros el de los estableci· mientos de Clermont, de Sapte y de Conques, que tenían el monopolio de los paños finos en el Languedoc, pág. 12.

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subsistir, sino prosperar y extenderse, aun conservando su forma do méstica y rural: «Todo particular un poco industrioso que encuentr entre dos montañas, alejado de toda sociedad, un pequeño rincón don de hay un poco de agua, la ajusta, la retiene o la deja correr según qu sea más o menos abundante. Forma allí una pradera natural que n tiene a veces dos toesas de anchura por un cuarto de legua o medi legua de longitud, compra unos carneros y allí los alimenta; su muje y sus hijos hilan la lana que él ha esquilado y cardado; luego la te j y va a vender su tela al lugar más próximo. Su vecino, si se le pued dar este nombre, puesto que a veces dista un cuarto de legua por lo menos, hace lo mismo, e insensiblemente todo esto forma una comunidad, cuyo recorrido no se haría quizá en un día» 1. La creación de las manufacturas reales en el siglo XVII no debe, pues, confundirse con el crecimiento espontáneo de la gran industria en el siglo siguiente. Ha quedado como un hecho de alcance mediocre, importante sin d'Uifa para ~ prosperidacl de Francia tal como la deseaba \:Olllert;}lero sin consecuencias genera1es: ninguna filiación directa pa· rece ligarla al régimen económico de los tiempos presentes 2 • Otro tanto se podría decir de los monopolios indusfriales de la Inglaterra del si· glo XVII, que ha estudiado Hermann Lévy 3 • En las industrias cuyo crecimiento describe-minas, fábricas de vidrio, de jabón, salinas, fábricas de alambre, etc.-, la creación de grandes organizaciones capita· listas no fue posible sino gracias al sostén activo y continuo del Estado. «Privilegios reales, supresión de la competencia interior por medidas legislativas, política proteccionista» 4, tales fueron los medios por los que se fomentaba su desarrollo artificial. El apoyo mismo de que se beneficiaban estas organizaciones explica su impopularidad, así como las campañas dirigidas contra sus privilegios desde la época de Cromwell y su ruina tan pronto como les fueron retirados tales privilegios. ¿Estaría fundado sostener que su existencia transitoria «contradice la 1 Informe del inspector general de las manufacturas en Languedoc (Archives de l'Hérault, C. 2561). Citado por G. Martín, pág. 17. Compárese la descripción del valle ele Halifax por Defoe, que citamos más adelante (pág. 34). 2 Según el eminente historiador belga Henri Pirenn.e. el progreso de la evolución económica no se efectúa por un movimiento continuo, sino por una su· cesión de saltos hacia adelante: «Pienso que a cada uno de los períodos sucesivos que se pueden distinguir en nuestra historia económica corresponde una clase netamente distinta de capitalistas. Dicho de otra manera, el grupo de capitalistas existente en una época dada no se origina del grupo de capitalistas de la época precedente. En cada cambio de la organización económica encontramos una so· lución de continuidad.» «The stages in the social history of capitalism», American Historical Review, XIX, 494 (1914). Esta opinión se halla confirmada por nuestras propias observaciones sobre el paso de la manufactura a la gran industria. 3 Monopoly and competition, a study in English industrial organisation (1911); Die Grundlagen des okonomischen Liberalismus in der Geschichte der englischen Volk.nvirtsch'aft (1914). 4 LEVY, H.: Monopoly and competition, pág. 43.

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lNTRODUCCION INTRODUCCION

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. uencia de ue el capitalismo industrial nació

11111• ''Ion iupcl1da con f1ec1 P q evi·dentemente a un orden de · l 760?>i ti 1111• l 111111 ro h acia : 1 . ertenece~n d 1 gran industria moderna, cuya ·r· encia, mente r e a No obstante los autores cuyas 1 li11 q1w d1 iere es f h 11111 ulterior no podrlian expl icar. te aue ant:s de la era de la · ah ecen e aramen _ '11 1 i l1111nos citado .est d. h h . podido organizarse, merced a f 111 l11il11~tria propiamente ,ic a. an ·ndustr1· ales considerables, que . . t · as exp,1otac1ones i l111111111t1111r.ias ven a3os. ' personal. Los e3emplos en 0 apitales y un numeros F . t11pli '' 1lll!l grandes e 1 Italia tanto como en rancia, 11 11p11y1) no faltan, en· Ii;ig.aterra y ae~nales de la Edad Media tanto ' 11 111 (ipoc~ del R{n~ci~~t°y ~a mayoría de ellos, a falta de ac11111 • 11 i•l siglo de mls l . . de causas más profundas . 1 " ilt 111\ Colbert, reve an a presencia



III . le 3 de G. Unwin .i. sobre la historia traba3os de W. J. tes~.yDo7.e n sobre la de Florencia s nos dan , .111(1111 ira de Inglaterra, Y •tali'stas particularmente en la · · de empresas capi • ' r i111111:cr l a existen~1a . . . d l .glo XVI e incluso en el XV y en l111l111111in de la lana, a p:mcipioslnela~~rra es' cierto que desde el reí· 1 IV• Por lo que concierne a. g ñeros desempeñaron en los con1111111 de Enrique VII algunos neos ejante guardando las debidas l 1il11,. ilcl Norte y del Oeste un padpe semnufactu'reros La tradición nos . 1d uestros aran es ma . k. d 1·111pm<'1ones, a e n . b eran Cuthbert de Kendal, Hodg ms e 11 i rn1111crvado sus nombres. B d Manchester John Winchcom· ll11llf11x, Stump de Malmesbudry, ryanl ecomerciantes 'que compraban el e ser 1so o 1 s mercados y en 1as f enas. · 1 Ncwb ury s . En lu"ar 1.. 'r• b I' tl111
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lclrm, ibíd., pág. 15. • . . d strial particulaTmente en Francia, Sobre los comienzos del capitalismo 1 \es du capitalisme industriel '"~" ~\ notable artículo de HENPRI l~f~USER(l'9'02s) oprái;s 193 y sgs., 313 y sgs. , R d' Economie o itique , " · 1 11 "' 11111111111».' evue. E l" h ccmomic history and theory, vo . : 1 An introduction .to . ng .is e . teenth and seventeenth centur~es. • lmlnsrrial organisation i'!' theWs~ haftsgeschichte: die florentmer WoUen. ft 'irrulien aZLs der florentiner irtsc d ' . b. ¡¿m 16ten Jahrhun ert. de 1111 /il11il11,f11,c vom 14 ten is z ~ . ,i"d del Berkshire, a 17 millas a1 oeste . " Nnwhury es una pequena cm'-1"

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pado más recuerdos. Más de doscientos años después de su muerte contaba todavía, en su ciudad natal, cómo había hecho construir a costa la iglesia de la parroquia, cómo había recibido al rey En que VIII, y a la reina Catalina de Aragón, y cómo, cuando la· gue contra los escoceses, en 1513, había equipado a su costa 100 hombre a los que condujo en persona al campo de batalla de F lodden-field 1... decía que un día, al encontrar el rey en una carretera, cerca de Londre una larga fila de vehículos cargados de piezas de tela, había exclamad al saber que pertenecían a Winchcombe: «Este Jack de Newbury más rico que yo.» Debía su fortuna a la actividad de sus vastos talleres, en donde u personal numeroso cardaba, hilaba y tejía la lana. Poseemos una de cripción curiosa, ya que no muy digna de crédito, en un librito qu cuenta, en versos mediocres, la historia. del gran pañero 2 : Dosciento tejedores, reunidos en una sala larga y ancha, hacían andar 200 telares y estaban ay~dados por otros tantos aprendices. Cien mujeres se em pleaban en cardar. Doscientas muchachas «en enaguas de estameña roja y en la cabeza pañoletas blancas como la leche», manejaban la rueca el torno. La limpia de las lanas la hacían 150 niños, «los hijos de pobre gentes necias». El paño, una vez tejido, pasaba por las manos de 5 tundidores y de 80 aprestadores. El establecimiento comprendía tambié un b~tán, que ocupaba a 20 hombres, y una tintorería que ocupab a 40 . Es probable que estas cifras sean muy exageradas. Pero lo qu sí es cierto es que la empresa de J ohn Winchcombe se apartaba, tant< por su modo de organización como por su importancia relativa, de la ~ormas usuales de la industria: es esto lo que explica su celebridad, cuyo eco, reforzado por la distancia, nos h a transmitido la generación iguiente. La clase de fabricantes representada por Jack de Newbury hizo rápidos progresos durante la primera mitad del siglo XVI. Y esta vez no estamos en presencia de un movimiento artificial. La tendencia de la industria lanera a concentrarse así en las manos de algunos ricos pañeros no fue secundada por ninguna influencia exterior., Lejos de fomentarla, como hizo más tarde la realeza francesa, el gobierno de los Tudor se alarmó de ello. Vio una amenaza para la organización

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1 DEFOE, Daniel: A to1tr thro1tgh the whole island o/ Great Britain, II, 59. El único de estos hechos que se ha podido verificar es el de la donación para Ja construcción de la iglesia parroquial: está inscrita en el testamento auténtico de John Winchcombe, fechado en 1519. As11LEY: lntrod1tction to English economic history and theory, trad. fr., 11, 277. 2 DELONEY, Thomas: The story o/ !ohn Winchcombe, commonly called Jack o/ Newbury, Londres, 1597. Este libro tuvo numerosas reediciones, bajo el título un poco modificado de The pleasant history o/ John Winchcombe, in his younger years called Jack of Newbury. Hay que señalar que su publicación tuvo lugar cerca de ochenta años después de la muerte de su héroe. 3 DELONEY, Th.: The story o/ fohn Winchcombe, pág. 37.

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11111 111l11rcs y, sobre todo, una competencia aplastante

1 1 l 1 111J1 11 il1• ln'I pequeños artesanos. Se tomaron medidas para pro1 11 1111111111 n los tejedores del campo 1 : «Los tejedores de este

h1 1 1{1111 11 d1111111lo la presente sesión del Parlamento como en otras

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ln1H'"• se han quejado de que los ricos pañeros l os opri-

1 11 d1 11111c•l111K maneras. Algunos establecen y guardan en sus casas 11 lil!i f1 ·l11 11•K, v los ponen en manos de jornaleros y de personas_ sin

111 11d l 1tJo, c•n detrimento de un gran número de pobres artesanos, 111 li 1111 HJll'tlndido desde la infancia el arte de tejer ... , o bien alquilan 111 lt l111c·~ a precios tan poco razonables, que los pobres artesanos no lli 11 11 v11 do qué vivir, y menos aún de qué alimentar a sus mujeres e 111 1 1111 o~, al darles por su trabajo un salario mucho menor aue el tlll 1l1tl11111 en otro tiempo, los fuerzan a renunciar a la ocupaci6n en 1¡ 11111 f1111ron instruídos. Para poner remedio· a los anteriores agravios, ¡1!1 111 nv ilar todas las· enojosas consecuencias que puedan sobrevenir 1 1111 111111 prevenidas a tiempo, se ordena y decreta, por la autoridad 11 1 p1 1•~1•11te Parlamento, que ninguna persona que ejerza la profesión 1 ¡11111111·0 y resida fuera de una ciudad, burgo, villa de mercado o mu1il1 l¡111lldn
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llno de los procedimientos habituales de la antigua legislación econom1ca r•l ele limitar a ciertas localidades la expansión de tal o cual industria. Véanse 11 lío lfrnry VIII, c. 1 (pro!Jibición a los habitantes de Norfolk de teñir, tundir u 11 1111·~1ar paños fuera de la ciudad de Norwich); 33-34 Henry VIII, v. 10 (prohll1l1 llÍn de fabricar mantas de lana peinada fuera de la ciudad de York). ~ .1-1\ Felipe y María, c. 11. Estaba prohibido al mismo tiempo: a los teje1li111'"• poseer un batán; a Jos bataneros, poseer un telar; tener (salvo en las 1 l 11rl 111l c~) más de dos aprendices, etc. n Vfase HELD, A.: Zwei Bücher zur socialen Geschichte Englands, pág. 498: V11 hujo los Tudor la industria de los paños era en muchos aspectos una indus11111 cu pitalista, es decir, una industria cuyos mercados dependían del comercio 1111111dlul y estaban en manos de los grandes comerciantes.» Laurent DECl!ESNE, ~ 11 111 l•:volution économique et sociale de l'industrie de la laine en Angleterre, 11~11"· :15-37, muestra bastante bien lo que lenía de prematuro este movimiento . .Pllt

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INTRODUCCION

dado Adam Smith de una manufactura de alfileres en el <
rv Una palab~a agrupa y caracteriza estos hechos : la de manu ac _ra._Se la debemos a Karl Marx, quien, en ciertas páginas de su gr obra dogmática, ha hecho lab<>r de historiador. l Según Marx, la evolución del capitalismo Jl!oderno comenzó en época del Renacimiento y del descubrimient<> del Nuevo Mundo, cu do la expansión súbita del comercio, el acrecentamiento del numera y de la riqueza, transformaron la vida económica de los pueblos <>e dentales 1 . Pero esta evolución se divide en dos períodos: hasta m diados del sigl<> XVIII, la producción está sometida al régimen de la m \{ nufactura. Hacia 1760 comienza la edad de la gran industria 2 • ¿E qué se basa esta distinción y qué sentido hay que atribuirle? ~a manufactura impli~a ya la separación entre el trabajo y el c pita!. Se acaba de ver, por el preámbulo de la ley de 1557, cómo s opera esta separación: _!?l obrero que en.._u!J. principio trabajaba lihr men~, en su 2~opia casa y con sus propias herramientas, se convier bien pronto en un arrendatari<> que paga un censo por el us<> de u ins_!~~ent<> de trabajo que ya n<> le pértenece. Después, el fabrican va más l ejos, guarda en su casa el utilaje, organiza talleres sometid su vigilancia directa: el obrero s<>lo aporta ya su trabajo, p<>r el q u recibe un salario. Es lo que acontece con John Winchcombe, en Ne bury, así como los Van Robaís, en Abbeville. El ~incipio y la razón de ser de l!!:., rnanuíactura es la división d trabaj Qe} En el tenducho del artesano, ayudado por dos o tres compa ñeros, o en la choza del obrero aldeano, rodeado de su mujer y de su hijos, la división del traba jo es aún muy rudimentaria. Basta que u mínim<> de operaciones indispensables se realicen al mismo tiempo: que un hombre, por ejemplo, haga funcionar el muelle de la forja, mien tras que otro maneja el martillo. Comparemos con esto la descripció

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, ~ En reali~ad! habría que adelantar mucho esta fecha. Según Doren, ob. · cit paginas 22 y s1gmentes, el elemento capitalista aparece en la industria florentin desde finales del siglo xm. Véase también BRENTANO, Lujo: Die Anfange de Modernen Kapitalismus, (1916), pág. 199. ,.? Das Kapital, l, 335 (3. 0 ed.). __! «El .modo f.undamental de la producción capitalista es la cooperación, cuy forma rudimentaria, aun conteniendo el germen de formas ¡nás complejas, n solo reaparece en estas como uno de sus elementos, sino que se mantiene tambié al lado d~ ~l~~s como mod? parücular.» Esta especie de cooperación, que tiene po b~se la d1v1s10n del ~abaJo, reviste en la manufactura su forma clásica y predo ~ma durant~ el penodo ~anufacturero propiamente dicho, que dura desde me diados del siglo XVI aproximadamente hasta el último tercio del xvm. lbíd. Som bart define la ~~~ufactura como Marx. Pero admite que, si con frecuencia es u est~do de _trans1~1º?• a veces es .tam~ién un término definitivo; da como ejemplo la industria ceranuca y la fabncacion de muebles de lujo. Véase Der Modern Kapit,alismu$, 1, págs. 38, 41-42.

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VIII:

1 SMITH, Adam: lnquiry into the nature and causes o/ the wealth of nations, 1 M11c Culloch, pág. 3. Otro texto que puede ser comparado con el de Adam 11l1li, y que es tres cuartos de siglo anterior: «Un reloj es un objeto de una "' • 111 1111mplejidad y es posible para un solo artesano hacer todas sus partes y 11 1111lilur1as a continuación. ~ro supq_ngamos que la demanda se hace lo bas•ij1i11 l11crte como para dar constantemente trabajo a tantas personas como piezas 111 1·11 un reloj. A cada una le sería asignado un trabajo especial y siempre el 1111•11111: uno solo tendría ' que hacer cajas, otro ruedas, otro agujas, otro tornillos, 11111 111ndrían todavía sus tareas particulares ; por último, habría un obrero cuya 11 1111rlón única y constante sería la de ensamblar las diferentes piezas: forzosa• 11111 1 ~ 1t•ría más hábil y más expcdi~ivo en este tipo de labor, que si tuviese que 11d111 j11r lambién en fabrica r todas estas piezas. De la misma manera, el que hiIP•11 l11H agujas, o las ruedas, o los tomillos, o cualquier otra parte del reloj, I• 1 11•111111·nte cumpliría su tarea especial con más perfección y diligencia ... » Con/,,,1 111111s 1ipon the East India trade (1701), pág. 70. Es lo que Marx llama la 11 l1tlc'o 11 del trabajo heterogéneo., en contraposición a la división orgánica, o se~ h 111 11110 es un ejemplo la fabricación de alfileres de Adam Smith. En e(J;i:imer ft 11 1•11du obrero produce una pieza s~arada, con vistas a un ajuste. En el se- ) fl1111l11 1•11qo un objeto único se transforma al pasar por una serie de manipula-

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INT llODUCC!ON

La división del trabajo ha servido tantas veces de tema a las d sertaciones de los economistas que es casi inútil añadir nada. Por 1 -demás, la precisión y la rapidez gradualmente adquiridas por los obr ros especializados y su efecto sobre la producción, ya habían sido a vertidos desde su origen por los fundadores de las primeras manufact ras. Antes que Adam Smith, antes que el autor de las Consideracio sobre el comercio de lai India, habían observado q ue «introduciendo e el trabajo más orden y regularidad, se llega a hacerlo en menos tie po y con menos mano de obra, y por consiguiente a reducir su precio>> ¿Cómo distinguir la manufactura, que corresponde a un grado y tan avanzádo de la evolución económica, de la gran industria moderna Para Marx, como para la mayoría de los que han examinado est éiíestión, el carácter distintivo de la gran industria es el uso de máqu nas. Después de su capítulo sobre la División del trabajo y la ma factura, el siguiente lo titula: Maquinismo y Gran Industria. Dedic largas consideraciones a las máquinas y a su papel económico. Defin la fábrica como <cun taller en donde se emplean máquinas» : se pue reconocer en ella todavía la división del trabajo que reinaba en la m nufactura, pero llevada hasta el límite por estos auxiliares automá cos, que equivalen por la fuerza material a un númer o inmenso obreros, y que cumplen su tarea con una precisión infalible. Segú Hobson 2 , son las máquinas las que, al reemplazar a un utilaje relat vamente simple, han aumentado en proporciones considerables el e pital fijo de las empresas¡ las que, por la acel~ración formidable da a la producción, acrecientan cada vez más el capital circulante, y l que, en consecuencia, han hecho la dirección de las industrias cada v más inaccesible al obrero sin capital y determinado el régimen soci contemporáneo 3 • Otro autor nos muestra que una organización del tr bajo, análoga a la de la manufactura, ha podido producirse y se h producido de hecho en toda sociedad, antigua o moderna, llegada cierto grado de civilización y de prosperidad material 4 • Pew un el mento· nuevo aparece a finales del siglo xvm, es el maquinismo, y s aparición marca una época en la historia económica del mundo. Las palabras mismas parecen atestiguar esta identidad fundament entre la gran industria y el maquinismo. La expresión que mejor tr ciones sucesivas. Se encontrará en Karl Bücher, Entstehung der Volkswirtsch (2... ed., 1898) un estudio completo de la división del trabajo, con la clasificaci sistemática de los hechos que entonces se le relacionaban. 1 Considerations upon the East India trade, pág. 69. z HonsoN, J. A.: Euolution o/ modem capitalism, pág. 40. 3 «El principal facto r material de la evolución capitalista es el maqmn1smo la complejidad y el número creciente de las máquinas empleadas para la fab cación y el transporte de l as mercancías, así como en las industrias extractiv es el gran hecho que caracteriza el desarrollo de la industria moderna.» I bí págs. 5-6. 4 CooKE TAYLOfl, R. W.: Factory system and factory acts, pág. 29.

INTllODUCC!ON

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l11glés, nuestro término de gran industria, es la de factory sys-

111 pulabra factory designa una fábrica, un taller. A mediados

1 1 1 ~111 111 xvm conservaba- todavía el sentido exclusivo de la palabra 11 11111 11 1•011 la que está _emparentada: factorerie, es decir, factoría, al"' 11•11, il<'p6sito 2 • Cuando aparecieron las primeras fábricas, no se l 111 ol1 lw1ó en un principio con este nombre, sino con el de mills, mol 1111 lo <¡ue llamaba la atención era la gran rueda sobre el río, pareltl11 '' In de un molino de harina. Por otra parte, la palabra mill, to111 11d11 1111u acepción cada vez más amplia, acabó por convertirse casi en l11f;11l11111 de máquina 3 • Así, el taller, el molino, la máquina venían a l¡ 11ll1r1111 1o mismo. En los últimos años del siglo xvm las dos pala1 1111/f y factory se emplean casi indistintamente 4 • Ambas se en· 11 11111111 en el texto de la primera ley para la Teglamentación del tra1 J · 111 l11s fábricas 5 • La expresión factory system aparece, desde 1806, 1 • 1 l11forme de una comisión parlamentaria sobre la industria. de la 1 I• 1 ~. 11ln que la idea de máquina parezca necesariamente ligada a ella. 1 111 l1 11oin 1830, cuando se hace de uso corriente, Ure, en su Fi!losofía I f,, I ttrlustria, la define así : «El sistema de fábrica (/actory system) 1 f¡q111 Ju cooperación de diversas clases de obreros, adultos y no adul1 q110 11ccundan con su trabajo asiduo un conjunto de máouinas pro11111111111, a .las que 'se lj__mprime un._m..ovimiento :i:;e~ mediante 1.m~· J .,.. 7 /111111,11 1110Lnz central» • Por último-%. en 1844, tenemos Uña definición tll11111 y legal concebida en los siguientes términos: «Una 'fábrica' {f
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U torolmente : sistema de fábrica. I•' <~I sentido que todavía tiene en el Diccionario de Johnson. Es posible /111111ry deba su sentido actual a la palabra manu/actory, manufactura. ll.l11 mplo, las expresiones paper mill, sil/e mill, etc. 1•:11 In obra de AIKIN, p. ej., A descriptio11 o/ the country from thirty tQ I 11 1111/11.~ round Manchester, 1795, una hilatura de algodón es casi siempre llaj11nil • • 111/tm mill. Véase EoF.N: State o/ the poor (1797) II 129.30. 1' Ceo. III, c. 73 (1802). An act /or the prese:vatÍon of the health and ,,,,/1 11/ apprentices emp,loyed in cotton and other mills and in cotton and other l 1 l·ll /rt1. 11

llt•port from the select committee appointed to c011sider the state of the m11111tfacture in England 0806), pág. 8: «En el sistema de fábrica I (1111111 Y , yste.m), e~ ~atrono,, q~e a veces posee un capital muy grande, emplea • 11 111111 ti vonos ed1fic1os ~ fabricas, bajo su vigilancia directa o la de capataces, 1111 111111111ro de obreros mas o menos considerable, según la importancia de sus · 1//1111

•ti¡ 1111f111,11

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lJ111:, A.: Philosophy of Manufactures, pág. 14. 11 Vic1oria, c. 15 (An Ast to amend the laws relating to labour in factories, 111111 111 h 1614). IJ ay que notar que esta definición legal solo concernía a las in'

111 11 lna lt•\tiles. Ht.lllllX

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INTROOUCCJON

INTRO DUCCION

Si el uso de las· máquinas es esencialmente lo que distingue la fá brica de la manufactura, lo que caracteriza la forma nueva de la pro Clucción en relación con todas las precedentes, ¿no debería emplears '"el término de maquinismo con preferencia al de gran industria? Tien la ventaja de ser corto y significativo, apropiado para evitar las con fusiones, cuyo origen se halla con tanta frecuencia en las _palabras má bien que en las cosas. Pero quizá se introduciría en la variedad com plej a y confusa de los hechos una simplicidad engañosa. Y, en prime lugar, el advenimiento de las máquinas no se ha efectuado de un sola vez. ¿Dónde comienza la máquina, dónde acaba la herramienta Las forjas y las fundiciones empleaban desde el siglo XVI martillos pi Iones y fuelles movidos por ruedas hidráulicas 1 ; y si se recorren lo volúmenes de láminas de la Enciclopedia, aparecidos algun os años an tes de la fundación en Inglaterra de las primeras hilaturas de algodón quedaremos sorprendidos al encontrar allí los diseños de una multitu de mecanismos muy ingeniosos ya y a veces bastante potentes 2 • No cierto que el maquinismo tenga unos comienzos más determinados qu la gran industria. ¿No es de temer, por lo demás, q ue esta palabra se demasiado estrecha para todo lo que debe expresar? En la industri textil, el punto de partida de los progresos más decisivos es, en cfe?t la invención de las máquinas de hilar. Pero en la industria metalúrg1c veremos que el acontecimiento capital ha sido la aplicación de la h ull a la fundición del mineral de hierro: ¿es este un hecho que se puecl expresar por la palabra maquinismo? Por otra pa1te, es por modific ciones casi insensibles como la manufactura se convierte en gran indu tria : por ejemplo, en el Distrito de las Alfarerías, en tiempo~ ?e Josia Wedgwood. Habría, pues, q ue reemplazar la palabra maqm~1smo. po una expresión mucho más amplia que designase el perfecc10nam1ent técnico en todas sus formas. El maquinismo es uno de los elemento principales, tal vez el elemento fundamental _de gran indu~t~ia m dema. P ero si hay que elegir entrn los dos term1~os, ¿no es licito pr , ferir el más general, aquel que no solo indica el ongen o uno de los, or genes de los fenómenos que representa, sino que abarca estos fenom 3 nos en su conjunto y los caracteriza por su enlace mismo? • Se puede muy bien sostener que no hay una separación



t Véase BECK, Ludwig : Geschichte des Eisens i11 technischer und kulturge ~ , chichtlicher Beziehung, II, 130-42. 2 Véase, en par ticular, t. IV, Hidráulica. Y también los artículos «Panena «Forjas», «Lana», «i'l1inas», «P ólvoras», etc. . 3 Sombart busca una definición de la gran indusu-ia que tenga en cucn sus características técnicas y económicas ( B etriebsforni )" Wi;fschaf tsform) · Des el punto de vista técnico el ~as~o princip~l es la c oncentrac1on d~ toda la fab cación en un mismo establec1m1ento, provisto de una fu erza mo~nz central_. I?e de el punto de vista económico el factor dominan te e~ la p_otencia del . capllahs que posee a la vez la fábrica, el utilaje y las matenas prunas~ o~gamza I_a pr ducción y encuentra los mercados. Sol\IBART: Der Moderne Kapitalismus , pag. 4

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11111111f11rl11rn y la gran industria, e insistir sobre los rasgo~ que 1 11111111111 ~ más bien que sobre los que las distinguen : «En 111111111111111'11 escribe Held-se acabó ya la independencia del obre" 1•1 l11lol'ior de cada establecimiento se desenvuelve ya una intensa l 111 il1 1 t rnhajo, que tiene por efecto hacer perder sin remisión al 11 c•o11ocimiento general de la técnica.» Pero ¿llegaremos a de1p11 11111 diferencia entre la manufactura y la gran industria no es, 1111111 d1 una importancia esencial? >i 1 . En ninguna parte la suce11 111 111~ Í< nómenos es más continua, más insensible, que en el orden 11 11111111, C'HC dominio de la necesidad y del instinto : toda clasifica! 1111111 tliHlinción de especies y de épocas adquiere aquí forzosamenll 1 • 1111nlor más o menos artificial. Nada hay más alejado de esas 1 111~ lnn claras, tan elegantes, tan arbitrarias ele la sociología de' l'No existen y se pueden discernir fácilmente, a pesar de la 1 1 1 1111 dt• Hus contornos, ciertos grupos de hechos que forman cuerpo 11 por <'l lugar relativo que ocupan, dan su fisonomía a los gran1' 1i11tlo'I de la historia económica : basta para definir cada período 11111'1 '1' HU tendencia predominante, tonangebend, según la expresión l l·•lil ij . Por lo demás, al tiempo que nos esforzamos en distinguir y 11 11 11 1l:.1 11 r estas fases sucesivas, no podemos olvidar que, después de 1 11111 110 Hon más que los momentos de una misma evolución. ti•

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V 1111 1 grandes hechos elementales, estrechamente ligados entre sí, y 111ln• sí ejercen una transformación mutua, indefinidamente va•1' 111 1 11 sus consecuencias y siempre idénticos en su principio, domi1 111 p111· completo esta evolución: el cambio y la división del trabajo. 1 111 1111 iguos como lai:; necesidades y la labor del hombre, prosiguen su 111

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11 t 1 11, A.: Zwei Biicher =ur socialen Geschichte Englands, págs. 544-45.

ti 11 1111411 easi a confundidas. Después de la industria de familia ( Familienindus"'' produce d irectamente para el uso; el oficio manual (1-/andwerk), domi-

. h 111\ 1wq ueño arlesano libre. y la industria a domicilio (Hausindustrie), en ¡i1 1I 11l11 1•ro trabaja en su casa, pero para un palrono, Held reúne bajo el nom¡, t d1 111rl11stria de las fábricas ( Fabrikindustrie) Jodas las fo rmas de explotación 11 q11 1• los locales, el uiilaje y la dirección e~lán en manos del capitalista (pá' 11111 " 1.1 t..'l) . Esta clasificación es, por lo demás, bastanie defec tuosa: si se con Ido111 1•1 111 ilaje y la prod ucción, el ténnino único de industria de las fábricas l11•1tlil' icn 1c; si se consideran solamente las r elaciones enlre el capital y el 11 1h11 j11, lu industria a domi cilio no debe clasifica rse aparte: es ya una ind ustria 1\11i11ll•1n. Lo que Held llama Ha usindustrie se designa con frecuencia con las 1 1d 11 ,1 ~ ole fábrica colectiva. G. R enard ha propuesto. para ree mplazar este tér11111 1•q11ívoco, la expresión más justa de fábrica dispersa («Cou p d'oeil sur 111111 11111 du Ira vail dans les quatre derniers siecl es n, Reuue Politique et Parla11111i1r, JO d ic. 1904, pág. 522). , 111,:1.0, Zwei Bücher, pág. 414. Inclusive podría sostenerse que la manufactu1111 hu ~ido nunca tonangebend.

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INTRODUCCION

INTRODUCCION

marcha común a través de todo el movimiento de las civilizaciones, 'las que acompañan o determinan. Toda exten.s!ón o multiplicación.~ los cambios, al abrir vías nuevas a la producc1on, da lugar a una d1vi sión del trabajo más avanzada y más eficaz, a una repartición de fun ciones cada vez más estrecha entre las diferentes regiones product~r~ entre los diferentes oficios, entre las diferentes partes de cada ofici y recíprocamente, la división del trabajo, secundada por el i;r?gres técnico, que es su forma más acabada, supone, entre tanta:, actividad especializadas que se completan mutuamente, una co~pera~1on cada v más extensa a la que el mundo entero acaba por asociarse . Las épo~as que distinguimos en la historia económica correspond a los grados más o menos marcad.°~ de es~e doble d~senvolvimient Desde este punto de vista, el maqmmsmo mismo, por importantes qu hayan sido sus efectos, no es más que un :fenómeno de orden secund rio. Antes de convertirse en una de las causas más poderosas que h yan obrado sobre las sociedades modernas, comenzó por ser la resulta te y como la expresión de estos dos fenómenos, n~~ados a un .moment decisivo de su evolución. ,Es este momento. de cn~1s, caractenza.~o P. la aparición de las máquinas, el que me1or defme la revolucion dustrial. . Y si estas observaciones dejan subsistir todavía alguna oscunda solo podrá disiparla el estudio . a~ento de lo~. hechos. Los orígene! lo movimientos intelectuales, rehg10sos y pohticos s?n con toda seº~, dad difíciles de descubrir. P ero el papel del pensamiento Y de la acc1 individual es en ellos ~uy grande: a~uí y allá, ac.ont~cimient~s; ho \,bres, libros, marcan hitos de referencia en la contmmdad fugitiva d tiempo. Los movimientos económicos son más confusos: es ~orno lento crecimiento de gérmenes dispersos sobre un terreno mmens Una multitud de hechos oscuros, casi insignificantes en el detalle, a!rrupan en grandes conjuntos confusos, y se modifican mutuamen h~sta el infinito. Hay que renunciar a captarlos todos: y cuando se cogen algunos para de¿cribirlos, no se ignora que se deja es~ai;ar,. c una parte de la realidad, la ambición un poco vana de las distmcion rigurosas y las explicaciones completas.

11 1111 111 11 11 i la historia económica de Escocia, si bien no se ha de111 111pl 11t 11 m ~nte de lado, ha sido desechada a un segundo plano; 1 l 11 1111 1•1 rn misma nuestra atención ha recaído de una manera casi 111 lv11 11ohrc los condados del Centro y del Norte, sede principal de l1,1111111onos que constituían el objeto de nuestro estudio. Límites 1111 11rn11l•·n11 : Arnold Toynbee, que había comenzado a escribir esta 11 1111 In, 01111 ndo Ttie arfebatado por una muerte prematura quería lle· •l 1 1l1•"dc la fecha inicial de 1760 hasta 1820 ó 1830. No;otros hemos 1 111 11111 ••l parti~o, por razon~sr a nuestro parecer decisivas, de dete1 111•,,. 1111 _los. pnm~ros .años del siglo XIX; en_ese momento los grandes lt1 111111" Lccmcos, mclmdo el que los domina a todos, la máquina de 1¡1111, 1111tr an ya en el dominio de la práctica; existen fábricas nume' q110, puesto apart~ el detalle del utilaje, son totalmente semejan' 11111 de hoy; comienzan a formarse las grandes aglomeraciones hd11 1tiu lcs, aparece el proletariado de fábrica y las antiguas reglamen11111111• de los oficios, más que a medias destruidas, dejan sitio al ré11111 11 del laissez-faire, destinado a su vez a sucumbir bajo el peso de 11111 ldn?es. que ya se vislumbran : la ley que inaugura la legislación 11 l 111 fabricas data de 1802. Todos los datos están puestos; sólo resta '• 1111 11u dese~v~lvimiento. Por lo demás, en la época siguiente, los fe. 111111 1N1os economicos sufren perturbaciones que complican singularmen-· l t 11 mnrcha: el período del bloqueo continental y el de las leyes sobre 111 Kl'llnos merecen un estudio especial.J l'oclnvía se nos imponían otras limitaciones. En el marco trazado I"" 'l'oynbee había sitio a la vez para la evolución de los hechos y la 11 11111 doctrinas económicas: nosotros hemos dejado de lado las doc11l11t111, salvo cuando las hemos hallado íntimamente mezcladas con los 111 1•ltos. Held, como. la mayoría de los que han tratado hasta aouí de la ld11t11ria económica, había estudiado sobre todo las institucion~s: nos11! 1111 hemos pensado que debíamos ocuparnos menos de las leyes que • li.m1 la industria que de la industria misma' 1 . Era imposible describir, 111111p1c fuese durante un período muy corto, el movimiento de todas l111t Industrias: hemos escogido algunas, aquellas cuyo desenvolvimien111 tt os parecía a la vez más importante y más típico. ~industria de l.t lnna nos ha servido, de ejemplo cuando interesaba describir el anti· 1111 régimen de producción y las influencias que tendían a modificarlo p11t10 a poco; la industria del algodón nos ha proporcionado· el cuadro 1111111 impresionante del advenimiento del maquinismo. Hemos encontratl11 t•n la historia de la industria del hierro los orígenes del gran papel 111•! 11111 de la metalurgia, a los que va ligado un hecho no menos impor1111111' : la entrada de la hulla en el dominio de la industria. El desarrollo

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\:.. La revolución industrial ofrece a la investigación hi~tórica un.. ca po muy vasto y en gran parte inexplorado. Hemos tenido que f11ar nuestro trabajo límites estrechos, aunque a veces nos fuese ~ostoso 110 poder sobrepasarlos. J4mites geográficos : no hemos salido de

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Véase SMITH, Adam, lib. l. cap. U, Del priricipio 9u~ ~a origen a la divis del trabajo, y cap. III, Qzie la división del trabajo esta limitada por la extens del mercado. l

Charles Beard, autor del interesante librito publicado con el mismo título

1111n hemos adoptado nosotros (The indir,strial revolution, Londres, l.ª ed. 1901;

J • 1•tl., 1902), va más l ejos que Toynbee: muestra-con razón-cómo la revolución h1 tl 11~1r i u l

se ha prolongado a través del siglo

XIX

y hasta nuestro tiempo.

22

! NTllODUCCION

de las minas es inseparable del de las forjas, y ambos explican la aparición de la máquina de vapor. Incluso dentro de estos límites, el campo que se abría ante nosotros era demasiado extenso : no era posible recorrerlo, sino muy rápidamente y sin detenerse. Sin embargo, hemos intentado dar una visión de conjunto más bien que reiterar, sobre tal o cual punto par ticular, el estudio de detalle, iniciado en Inglaterra desde hace mucho tiempo. Este es sin duda muy imperfecto: creemos que no podrá reanudar se con provecho si no se extraen primero ciertas nociones generales indispensables para orientar nuevas investigaciones. Y como la revolución industrial en Inglaterra ha sido el prefacio de la revolución industrial en el mundo entero, estas nociones generales pod rán servir al mismo tiempo a todos aquellos que, en diversos países y especialmente en Francia, tengan la amb ición de colaborar en la historia de esta gran transformación.

PARTE PRIMER A

LOS ANTECEDENTES

Al llegar al término de este largo trabajo debemos expresar nuestro agradecimiento a los que nos han ayudado a llevarlo a cabo: a la London School of Economics; a nuestro amigo F. W. Galton, secretario de la London Reform Union 1 y uno de los colaboradores más activos de Sidney Webb; al profesor Foxwell, de la Universidad de Cambridge, 2 que nos abrió su rica biblioteca de literatura económica ; a sir William Forwood y a los Tmstees del Museo de Liverpool, que nos han permitido consultar los papeles inéditos de Wedgwood, que han venido a ser propiedad del Museo, al mismo tiempo que la colección de cerámica de míster Mayer; a míster George Tangye, de Birmingham, gracias al cual hemos tenido entre las manos la correspondencia comercial de Boulton y Watt, y el conjunto de registros, contratos, presu puesos, etc .. procedentes de los talleres de Soho 3 ; a M. Fernidand-Ih·eyfus, que ha tenido a bien comunicarnos dos interesantes r elatos de viaje a Inglaterra, escritos en 1784 y 1786 por los hijos del duque de la Rochefoucauld-Liancourt ; finalmente, al doctor Cunningham, cuya benevolencia nos ha alentado a perseverar en un a empresa ardua y cuyo libro clásico nos ha servido de guí a cuan tas veces hemos tenido ~ue tocar cuestiones situadas al margen de nuestro dominio propio. 1

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Después secretario de la Fabian Sociely. Incorporada a la Biblioteca Cent ral el e la Universidad de Londres. En la Biblioteca ,\'lunicipal ele Birmingham (Birmingham Reference Library)

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CAPITULO I

LA ANTIGUA IN DUSTRIA Y SU EVOLUCION El contraste de nuestras grandes poblaciones industriales, resanan'' · de fábricas y negras de humo, con las pequeñas ciudades apacibles ol1111do trabajaban sin prisa los artesanos y los comerciantes del pasaoln, on ningún país es tan sorprendente como en Inglaterra. Y es que totlnvln hoy es posible compararlas, sin franquear siquiera esa línea ideal •J11!'1 según una observación ingeniosa, parece dividir Inglaterra en 111111 mitad pastoril y otra mitad manufacturera 1 • No lejos de Manches'' 1 y a algunas leguas de Liverpool, Chester muestra todavía, en sus 1111wizas murallas, cuyos cimientos pusieron los romanos, sus calles irre1 11l11res y pintorescas, sus viejas casas en saledizo, con las fachadas 1 1y11das de vigas, sus tiendas guarecidas bajo dos pisos de arcadas su111·1puestas. Pero estas ciudades de otro tiempo sólo guardan, como fó111•!1, la huella de las funciones cuyos órganos vivientes fueron: las for11 11111 y los procedimientos de la antigua industria han desaparecido, a 1111 ser en algunos distritos apartados y pobres o en algunos oficios atra111los. Sin embargo, hay que conocerlas para poder compararlas con 1111 condiciones de la vida económica en el período siguiente y apreciar l 1 importancia de los cambios que, hacia finales del siglo XVIII, mar' nron el advenmiento de la gran industria moderna. 1 } La industria de la lana es en Inglaterra el tipo más característic~ más completo de la antigua industria. Su difusión en casi todas las / 111 ovincias, sus lazos ' estrechos con la agricultura, la antigüedad y la 1 potencia de sus tradiciones dan a los ejemplos que nos proporciona un 1lr11nce general. , Desde tiempo inmemorial, mucho antes que se despertase su ac1lvidad indu~rial, Inglaterra, país de pasturajes, alimentó rebaños de 1•11 111oros, cuya lana explotaba. Esta lana se vendía en gran parte en el 11xt ran jero: se cambiaba por los vinos de la Francia meridional, abasl1•1•la los telares de los tejedores en las ciudades atareadas de Flandes. 1

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1 C1mvnlLLON, A.: Sidney Smith, prefacio.

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PARTE 1:

1i

LOS ANTECEDENTES

Desde la época de la conquista normanda, artesanos flamencos que pasaron el estrecho habían enseñado a los ingleses a sacar partido de esta fuente de riqueza. Su inmigración fue alentada por la realeza, que varias veces, sobre todo a principios del siglo XIV, se esforzó en fundar una industria nacional con la ayuda de estos iniciadores extranjeros. A partir del reinado de Eduardo III tal industria no cesa de desarr ollarse y prosperar: se difunde en los burgos y aldeas, se convierte en el recurso principal de poblaciones enteras. Más aún: si es veTdad, como sostienen en el siglo XVII los teóricos del sistema mercantil, que la riqueza de una nación está en proporción con el numerario que posee, y que para enriquecerse debe exportar mercancías contra el pago en especies, es entonces indudable que la industria de la lana crea Ja_ fortuna de Inglaterra. Totalmente inglesa, tanto por la materia prima como por la mano de obra, no toma nada del exterior: todo el oro y toda la plata que canaliza van a engrosar el tesoro común, instrumento indispensable de la grandeza nacional. El prestigio que rodeó a esta industria hasta finales del siglo XVIII y la especie de hegemonía que ejercía sobre todas las demás, vienen atestiguadas por una locución consagrada: The staple trade, the great staple trade of the kingdom. Expresión bastante difícil de traducir, que quiere decir la industria por excelencia, la industria fundamental, esencial del reino. Todos los intereses resultan secundaTios al lado del suyo. «La lana--escribe Arthur Y oung en 1767--es considerada desde hace tanto tiempo como un objeto sagrado, como la base de toda nuestra rigueza, que por poco peligroso qu~ sea aventurar una opinión, lo sería la que no se atuviese a su provecho exclusivo>> 1 . Una larga serie de leyes y de reglamentos tenía por objeto protegerla, sostenerla, garantizar la excelencia de sus productos y el rédito elevado de sus beneficios 2 . Asediaba al Parlamento con sus quejas, sus requerimientos, sus demandas perpetuas de intervención que, por lo demás, no provocaban ningún asombro: se le reconocía el derecho de reclamarlo todo y de obtenerlo todo. La mejor prueba que nos queda de esta supremacía embarazosa es '»el montón voluminoso de las publicaciones relativas a la industria y al comercio de la lana. Se sabe que la literatura económica de Inglaterra, en los siglos XVII y XVIII, abunda en obras de polémica, escritas al día sobre cuestiones de actualidad: pamphlets, Dracts, reducidos a veces a leaflets de una página. En una época en que la prensa estaba todavía 1 YouNG, A.: The farmer's letters to the people of England, ¡iág. 22. Se encontrarán ejemplos de expresiones líricas empleadas por los escritores ingleses en los siglos xvn y xvm, a propósito de la industria de la lana, en el artículo de HASBACH «Zur Charakteristik der Englischen Industrie» ( Jahrbuch für Gesetzgebung, XXVI, 462, 1902). 2 Sobre la legislación relativa al comercio de la lana, véase H. HE ATON: The Yo rkshire W oollen and W orsted Industries, cap. XII ( «The Sta te and Industrial Morality in the Eighteenth Centurp).

1.A ANT IGU A I NDUST RI A Y SU E VO LUC!O N

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11 11d11111•l11, 111'11 por este medio cómo los individuos o los grup os

ltu ll 111111111 d1 •1100¡.¡os de p oner en evidencia tal o cual hecho, de pr o-

11 1111 11 11111il inlcrvcnción en su favor, se dirigían al público o al 111 111 111 11 No huy cuestión de alguna importancia que no haya sido 111 111 11111 11 111 alcnción general y discutida con miras a una solución 11lt 11 11:11 1•11lu in mensa biblioteca de folle tos, la industria de la lana 1 il1 11 lvl 11dicl\ r por su parte una sección muy vasta. Nada de lo que 1111 11111111 ha sido olvidado; se alaban sus progresos, se deplora su 11 1i 111111 y hay mil informes contradictorios que mez?l?n los hecho_s ¡ 111h 11111 oon invenciones interesadas: se trata de pern11l1r o de proh1l 1 1 ¡111rl ación de la lana, de fomentar o de imped~r el desa~rollo l 1 11 1111111facturas en tlrlanda; de reforza r o de abolu los anti guos 1 111 1111 011 tic fa bricación, de pr omul gar penas nuevas contra las prác111 1411 d11s como perjudiciales a la industria privilegiada, sagrada, 111!1 , l•:n cuanto al lugar que ocupa en los documentos parlamen111 ounlidad innumerable de peticiones presentadas por los palo'4 obreros, los comercian tes, que nos han sido conservadas ll l t'~ludos de la Cámara de los Comunes y de la Cámara de los 11 M11io nos puede dar uná justa idea de ello el recuento de estas 1 , 1111 11•11 im ponentes. La industria de la lana tuvo muy pronto sus 2 1111li11lo1·1·s 1 , e incluso sus poetas, pues el Toisón que canta Dyer no 11 111udo alguno el legendario vellocino de oro, sino el de los carl 11~l('HCS, del que se hacen l os paños de ~eds y las sargas de 11 1 l•:I Huco de lana que, ante el dosel real, ba¡o el techo dorado de 111111 1·11 de los Lores, sirve de asiento al Canciller de Inglaterra 1111 vuno símbolo. 111 " ojos de los ingleses-hasta el día en que un nuevo sistema 111d111:ción vino a transformarlo todo y a cambiar las ideas junto l 1 nnsas la prosperidad del país tenía por alimento esencial l a 11 l 1 dQ la.-1ima.. Orgullosa de sus t radiciones seculares, ya flor e! 11111nclo apenas existía el comercio marítimo de Inglaterra, rcsu11 •I t'l traba jo y las adquisiciones de un largo pasado. Los carac111111 conservaba casi intactos en 1760, y, que todavía subsist~~n 11 1i 1•11 1800, eran los que el pasado le habia legado; su evoluc10_n 1 f11 l t11il1H, por así decir, al lado de ellos y sin destruirlos. Defimr 1 1ti 1111'1eres y explicar esta evolución es describir. en sus rasgo.s ¡ 1l111lp1rlt•M, el antiguo régimen económico.

John: Chromcon rusticum-commerciale, or Memo irs of wool, woollen and trade (1747). Esta obra contiene las reimpresiones de cierto nú11 " ' " " rol lelos raros. ll n,11 , F.: The Fleece, a po~m (1757). Con todo propósito han imitado 11 11! 11111 ioM aul ores de un libro r eciente. (MORR I S, G. W., y WooD, L. S.: The 1/ 1 /~11 /1'/~1•rr, rm lntrodnction to the lndnstrial History o/ England, 1922.) Ml' l'll, 1111/111•1111·1•

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l:

PARTE 1: LOS AN'l'ECE.DENTES

11 1111 11 1

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/

Considerémoslo en primer lugar desde fuera, como podría hacerlo un viajero que indagase en su camino los productos de cada región y las ocupaciones de sus habitantes. Un hecho totalmente exterior nos sorprende: es el gran número de centros industriales y su dispersión o, para decirlo mejor, su difusión por todo el territorio. Quedamos tanto más sorprendidos cuanto que, en la actualidad, bajo el régimen de la gran industria, es lo contrario lo que se produce; cada industria, fuertemente concentrada, reina sobre un distrito limitado, en el que se acumula la potencia productora. La hilatura y la tejeduría del algodón ocupan hoy en Gran Bretaña dos dominios, estrechamente apretados en torno a dos centros: Manchester, rodeado por un cinturón de ciudades crecientes que tienen las mismas funciones, las mismas necesidades, que no forman todas juntas sino una sola fábrica y un solo mer cado; y Glasgow, cuyas prolongaciones se extienden a lo largo del valle del Clyde, desde Lanark hasta Paisley y Greenoch. Fuera de estas dos regiones, no existe nada que pueda comparárseles o q ue merezca ser mencionado además de ellas. / Sigamos ahora a Daniel Defoe en su Viaje a través de la isla de Gran Bretaña 1 , y recorramos con él las provincias de la Inglaterra propiamente dicha. En las aldeas de Kent, los yeomen, hacendados. f agricultores, tejen el paño fino conocido con el nombre de Kenftsh broadcloth, y que se fab rica también, a pesar de su nombre, en el condado de Surrey 2 • En Essex, país hoy día puramente agrícola, el viejo burgo de Colchester es famoso por sus burieles, «de los que se hacen los hábitos de los frailes y las monjas en los países extranjeros» 3 • varias localidades vecinas, caídas después en una oscuridad completa, pasan por muy activas 4 • En Suffolk, en los pueblos de Sudbury y Lavenham, se fabrican gruesas lanas, llamadas says y calimancoes 5 • Tan pronto como se penetra en Norfolk «se nota como un aire de diligencia difundido por toda la comarca » 6 • Es aquí, en efecto, donde se en1 DEFOE, Daniel: A tour through the whole island o/ Great Britain, 1724, 3 vols. (2.• ed. en 1742, 3." en 1748). Compár ese con la distribución geográfica de la industria de la lana en diferentes épocas, según LIPSON: History o/ the Woollen and Worsted Industries, págs. 220-55 (con un mapa). 2 DEFOE: Giving alms no charity, pág. 18. A finales del siglo XVIII estos yeomen y su industria habían desaparecido casi completamente : véase EoEN, F.: State o/ the poor, II, 283 ( 1797). 3 DEFOE: Tour, I, 20, 43, 53 : BROME: Travels over England, S cotland and Wales, pág. 119; A joumey through England, I, 17. "' Dunmow, Braintree, Thaxted, Coggshall. 5 D EFOE : Tour, I, 90 : YouNG, A. : A six weeks'tour through the southem counties o/ England and Wales , pág. 55 (1768). 6 DEFOE: Tour, 1, 91.

T,A ANTIGUA INDUSTRIA

Y

SU EVOLUCION

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. 111 1•l 11tl1ul do Norwich, y, alrededor de ella, una docena de ciu-

d1

l1l 1.l11

1111

l'l"Hdo 1 y una muchedumbre de aldeas, <etan grandes y tan

q11 n son equivalentes a las ciudades de mercado de otros

1 1"" ~11

¡•mplcan allí lanas de largas fibras, que se peinan en lu8'a r 111111111 111" ~. En los condados de Lincoln, Nottingham y Leicester es l 111111 1w ió11 de medias de lana, hechas a mano o en telares, lo que 11111 1 1111" habitantes y constituye el objeto de un comercio bastante

1,,11' 1

N11 Hl'm·camos al país donde se ha ido concentrando actualmente clo la lana. El distrito occidental de Yorkshire, a lo largo

1!111111111111

1 1 '""' 1~" Pcnino, está ya poblado de hilanderos y tejedores, agru111 1d1 odcdor de varias ciudades : Wakefield, «una grande, bella y ¡ 1 l11d11d de pañería, donde hay gran abundancia de homb1:es y de 111 ,, 1 ; Halifax, donde se fabrican las burdas telas conocidas con 11 1111111• de lcerseys y de shalloons 5 ; Leeds, el gran mercado de tod.a 1 1 7 1 ¡ 11111 ", Huddersfield y Bradford, cuyos productos no ~an adqml 1 l111l11vfn su reputación 8 • Más al Norte se encuentran R1chmon~ .Y 11 11111111111, r.n el condado de Durham 9 ; más al Este, Y~rk, la v1~1 a lt •p11ll c•dcsiástica, a la que un refrán engañoso promet~a q~c echp1, 1111 tlín al mismo Londres 10 • Si pasamos a la otra vertiente, al 1•l.1ol11 do Lancaster, en el que el algodón casi expulsó más tarde a l 111 1 1•11rontramos en Kendal, e incluso en las montañas del Westmo1 1111 1 111 Industria de los droguetes y las ratinas 11 ; en Rochdale, una 1lu1l111d, Diss, H arling, Bucknam, Hingham, West Dereham, Attleborough, 1!11111, 1lurlcslon, East Dereham, Walton, Loddon, etc ., ibíd.'. ,ed. de 1742,, } • 52. 1 1 Ji11 l 11~ 1ri a d el worsted (tela de lana peinada) florec10 en la re~1~1?" de 1, 11111r ho antes de su aparición en Bradford, que luego se conv1rt10 en " 1 polnr ipal. Véase J AMES, J.: History o/ Bradford, pág. 195 . 1111 111!: Tour, II, 138, y III, 18. La ciudad de Noningh am, poco importan¡ r 111 ya el centro d e fabricación d e te jidos de p~nto con telares. (/rame•ll11¡r); véase FELKIN, W.: History o/ the machine-wrought hosiery and I · /111•111res, págs. 55 y sgs. 11 111 lllíd., III. 86 ; AIKIN, J.: A description o/ the co1mtry from thirty h· /~, round Manchester, págs. 579-80. l 1 111, d1ítl., 105-06, Shalloons, sargas de Chiilons. 1 111 , /11ltl., págs. 116-21. 1 1 111, /Mtl., pág. 87. . 1A 11 l. : llistory o/ Brad/o rd, pág. 278, cita un texlo de Fuller ( W orthies /,,,,IJ ,.¡.;1 paño de Bradford es un gigante para quien lo mira, un enano ' '" " 11 ' " 1111111',

llRa. 111 , »145, y YouNc, A .: A six months' tour through the N orth o/

.. 1 11 , ,;,M.7. J.J11111tln was - And Lon don is - An d York shall be - The íairest city of 1 11111, • Woac STUKELEY, W. : l tinerarium curiosum, !ter V, pág. 90 (1722), Y 1 11 /'11111t'fs ouer England (1704), pág. 148. 11 1111 1111 fum osos Kendal cottons. Sobre el empleo de la palabra algodón ,(, 1 11N1•lrnicn10 de la industria del algodón en Inglaterra, véase más a de11•1 li 11, rnp. J.

.)

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PARTE 1: LOS A~TECEDENTES

1:

LA ANTIGUA INDUSTRIA Y

31

SU EVOLUCION

imitación de los tejidos de Colchester l. Hacia el Sur, en torno a Manchester, Oldham y Bury 2 , se hilaba y se tejía la lana mucho antes gue el algodón lrnbiese hecho su aparición en Inglaterra. La industria estaba menos desarrollada en las provincias del centro. Sin embargo, Defoe cita a Stafford como «una ciudad verdaderamente antigua, enriquecida por el comercio de paños 3 • «Hacia el País de Gales se encuentran Shrewsbury \ Leominster, Kidderminster, Stourbrid5 ge y Worcester, en donde «el número de obreros a los que ocupa esta industria, en la ciudad y en las aldeas vecinas, es casi increíble» 6 • En el condado de Warwick, la pintoresca Coventry, la ciudad de los tres campanarios, no solo teje cintas, sino también telas de lana 7 • En los condados de Gloucester y de Oxford, entre el estuario del Severn y el curso superior del Támesis, el valle del Stroudwater es renombrado por sus bellos tejidos teñidos de escarlata, que se fabrican en Stroud y en 8 Cirencester ; y las mantas de Witney se expiden hasta a América 9 • Llegamos a los condados del Sudoeste, y aquí nos vemos obligados a detenernos casi a cada paso. En la llanura ele Sal i11hury y a lo largo del Avon, las ciudades pañeras se suceden, numc·rosas y apretadas: Malmesbury, Chippenham, Calne, Trowbridgc, Dcvi;ws, Salisbury 10 : es el país de las franelas y de los paños finos. En So111cniet- s.i exceptuamos Taunton y el gran puerto de Bristol 11 - es lrncin el Sur y hacia el Este donde se agolpan los centros industriales : Clnstonbury, Bruton, Shepton-Mallet, y Frome, que se la creía destinada u convertirse en cmna de las más grandes y más ricas ciudades de Tiiglntl'ITll» 12 • Esta región · se prolonga, por Shaftesbury y Blandford, a través del condado de 13 Dorset , y, por Andover y Winchester, hasta el coraúm ele Hampshi14 re • Finalmente, en Devonshire predomina y prospcrn la industria de las sargas. En Barnstaple se importan las lanas de Irlanda, necesarias

Condados .................. DEVON Centros industriales especialmente activos .. Norwich Rtgiones de industria difusa ...................... .

1

Véase !ournals o/ the House o/ Cornmor1s , XX IX, 61B. «Esta industria es muy2 importante y se extiende por un espacio de 12 u 13 ¡nillus cuadradas.)) DEroil: Tour , III, 221; Bmv1mEL: Les rlelicc.~ di' lfl Crnnde-Bretagne, II, 301-02; A1K1 N, J.: A description o/ the co1mtry ro1111d /lffluch ester, pág. 157 ; BuTTERWORTII, E.: History o/ Oldham, págs. 79, 80, 88. 3 DEFOE, Tour, 11, 119. 4 Idem, ibid., II, 114; A NDERSON, J.: An historial 11nd clu onological histcry, and dedu ction o/ the origin of comm erce, III, '1..57. s Idem, iúíd., III, 301. 6 Idem, ibíd. , III, 293 (cd. ele )742). 7 ANorns oN, Loe. cit. La indus tria el e las cintas es nrns reciente. 8 DEFOE, III, 64·, y AND ERSON, Loe. cit. n YouNc, A.: Southem counties, pÍlg. 99. 10 DEFOE: Tour, II, 41-42; 111, 29 (ed de 174·2). Wilton, cerca de Salisbury fabricaba ya tapices. 11 Idem, ibícl., JI, 27-28. 12 Id em, ibid., II, 42. La importancia industrial d e esta región se debía prin· cipalmen le a la calidad de la lana proporcionada por la raza ele los Cotswolcls. 13 Idem, ibíd., I, 77, y 11, 36. 14 BEEVEnEL, J.: Délices de la Grande-Bretagne, III, 699, y A NDERSON, J.: A 11 historial and chronological deduction o/ tire origin o/ commerce, III, 456.

l'rinr ipales centros de la industria lan era a comie nzos del s iglo xvm

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J 32

PARTE I:

r,os ANTECEDENTES

para abastecer la actividad de los tejedores 1 . La fabricación reside en pequeñas ciudades, tales como Crediton, Honiton, Tiverton 2 , que, entre 1700 y 1740, eran tan célebres y florecientes como oscuras y abandonadas lo son hoy día. Exeter es el mercado donde se concentran los p:oductos para su venta 3 • Y Defoe termina su descripción de Devonsh1~e , declaradndEo que «es un país que no tiene igual en Inglaterra, ni t-.J qmza en to a uropa». Como se ve, la industria de la lana no es!á, ni mucho menos locazada: es ,imposible reco.rrer un espacio un_J1oco extfill§_o_ sin_ ~n.c.on· arla ; esta como esparcida por toda la superficie de Inglaterra. Se distinguen, sin embargo, tres agrupamientos principales: el de Y orkshire, con Leeds y Halifax; el de Norfolk, con N orwich, y el del Sudoeste, entre la Mancha y el canal de Bristol 4 • Pero cada uno de ellos e~tá más o menos difuso, sirviendo de lazo de unión ei;itre unos y otros diversos centros secundarios. No son dominios industriales aislados: su actividad irradia a lo lejos o, mejor dicho, no son sino el refuerzo local. de una actividad en fa que participa toda Inglaterra. Si, en lugar d~ c~nsiderar el conjunto del país, se examina aparte cad~ uno de los d1stntos de los que acabamos de pasar revista, se volvera a encontrar en el detalle la misma difusión característica. Tome~os a Norf~lk; su capital, Norwich, pasa en el siglo xvm por una cmdad muy importante ; desde el tiempo de la Revolución era la tercera del reino y la rival de Bristol. Los contemporáneos nos la describen pomposamente, con sus tres millas de circunferencia y sus seis puen· tes, Y se maravillan del silencio de sus calles mientras que de sus casas laboriosas se escapa el zumbido de los tel~res 5 . Sin ~mbargo, en su momento de mayor prosperidad, Norwich tenía a lo sumo de 30.000 a 40.000 habitantes 6 • ¿Cómo, entonces, dar crédito a los testimonios según los cuales la industria de Norwich ocupaba de setenta a ochenta mil personas? 7 • Es que esta industria no está encerrada en Norwich;

l:

LA ANTIGUA INDUSTRIA

Y

SU EVOLUCION

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desborda todas las localidades circundantes, hasta una gran distancia ; provoca el crecimiento de «esa aglomeración apretada de pueblos» 1, cuya densidad asombra al viajero. El mismo espectáculo se da en el Sudoeste, con la diferencia de que en vano se buscaría un centro único. «El condado de Devon-escribe Defoe-está lleno de grand~ ciudades, y estas ciudades llenas de habitantes, y estos habitantes universalmente empleados por el comercio y las manufacturas» 2 • Este texto significa aproximadamente lo contrario de lo que enuncia. Sabemos muy bien que nunca ha habido grandes ciudades en Devonshire 3 , aparte del puerto de Plymouth, que no está en cuestión. Los nombres completamen tc desconocidos de la mayoría de estas «grandes ciudades>> bastarían para desengañarnos 4 : eran a lo sumo pequeñas ciudades prósperas. Con frecuencia no eran sino burgos o grandes aldeas, tanto más nume· rnsas cuanto que la población no se sentía atraída por centros más co nsiderables 5 • A veces, incluso localidades menos importantes forman rntre sí una cadena casi continua. «La distancia que las separa está jalonada por una gran cantidad, yo diría casi por una cantidad innumerable, de aldeas, de caseríos y de viviendas aisladas, donde se hace, ordinariamente, el trabajo de hilatura» 6 • En Y orkshire la industria aparece más rigurosamente localizada, pues c11tá comprendida casi enteramente en el espacio restringido que se 1•xlicnde desde Leeds a Wakefield, Huddersfield y Halifax. A pocas n1illas al norte de Leeds comienza el páramo gris, estéril, casi desértico. Prro esta concentración relativa no modifica la ley general, que se ve· riíica una vez más, en el interior de esta región limitada. La población dd W est Riding era muy densa: en 1700 se elevaba a 240.000 habit11 nlcs aproximadamente · en 1750 a 360.000; en 1801, a 582.000 7 • 1\ ho r~ bien, las ciudade~ solo cont~nían una pequeña parte de esta pohlución. Leeds apenas tenía a mediados del siglo XVIII más de 15.000 l111hitantes, Halifax tenía 6.000, Huddersfielcl, menos de 5.000 y Brad-

1

DEFOE: Tour, II, 14. Idem, ibíd., 1, 87, y Il, 17. Véase Lt-Col. IlAllDINC: History o/ Tiverto,n., Y DUNSFORD, Marlin: Historical memoirs o/ the town o/ Tiverton. 3 DEFOE: Tour, I, 83. Compárese el conjunlo de esta descripción con la que da, cincuenta años más tarde, la Encyclopédie méthodique, Arles y Manufacturas, II, 256-57 (artículo Pañería, por Roland de la P laLiere). 4 Véase DECHESNE, LaurenL: Evolwio1i économique et social de l'industrie de la laine en Angleterre, pág. 50, y IJoosoN, J. A., Evolution o/ modern capitalism, págs. 27-28. 5 DEFOE: Tour, I, 52-54. 6 ANDERSON: Origino/ Commerce, lII, 325, le supone de 50 a 60.000 h. (1761). Pero esta cifra es ciertamente exagerada. EoEN, F.: State of the Poor, II, 477, supone 29.000 h. en 1693, 36.000 en 1752 y 40.000 en 1796. Antes de 1801 no hubo censo oficial y en esta fecha la población no era más que de 36.832 h. Véa· se A bstract o/ the returns to he Population A et., 41 Geo. III, I, XXIII. 7 fournals o/ the House of Commons, XXXV, 77. Según YouNG, A.: The farmer s tour through the eastern counties o/ England, II, 79, había 12.000 telares y 72.000 obreros (1771). 2

«A 1hr ong of villages.» DEFOE : Tour, T, 93, 108. ldcrn. ibíd., I, 81. ~ Tiwrlon, una
1

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

ford se componía de tres calles en medio de los prados 1 • Los campos_, por el contrario, estaban muy poblados; y no sólo se encontraban sucesiones de aldeas y de caseríos, como en el Sudoeste 2 • A veces la dispersión iba más lejos todavía: las aldeas mismas se disolvían por así decir, y se confundían en vastas aglomeraciones difusas. La parroquia de Halifax era una de las más extensas de toda Inglaterra; contenía, en 1720, cerca de cincuen ta mil almas, y el espectáculo que presentaba ha sido objeto de una descripción célebre: «Después de haber pasado la segund a colina, volvimos a descender al valle. A medida que nos aproximábamos a Halifax, encontrábamos casas cada vez más cercanas, y, al fondo, pueblos cada vez más grandes. Más aún: las laderas de las colinas, muy escarpadas por ambas pendientes, estaban completamente salpicadas de casas... El país estaba dividido en pequeños cercados, de dos a siete acres cada uno, raramente más, y por cada tres o cuatro de estas hazas se encontraba una casa ... Después de haber pasado la tercera colina, pudimos darnos cuenta de que el país formaba como un pueblo continuo, aunque el terreno fuese siempre tan montuoso; apenas se encontraba una casa alejada de las demás a mayor distancia que la del alcance de la voz. Pronto conocimos la ocupación de los habitantes; amanecía, y a los rayos del sol, q ue comenzaban a brillar, percibimos delante de casi todas las casas un remo para tender las telas, y sobre cada remo una pieza de paño ordinario, de kersey o de shalloon 3 -son los tres artículos que produce el país. El juego de la luz sobre las telas, cuyo color blanco brillaba al sol, formaba el más agradable espectáculo que se pueda ver .. . Las lomas subían y bajaban una tras otra, los valles se abrían a derecha e izquierda, un poco a semejanza de ef!e cru ce de calles, cerca de Saint-Gilles, que se llama los Siete Cuadrantes; cualquiera que fuese la dirección a donde apuntasen nuestras mirndas, desde la base a la cima de las colinas, por todas partes era la misma vista : una multitud de casas y de remos, y sobre cada r emo una pieza de tela blanca» 4 • Es el último grado de esa dispersión que hemos comprobado por todas partes, sin explicación todavía. No es otra cosa que la expresión exterior de las condiciones gener ales de la producción ; para comprenderla, es la orgauización de la industria lo que hay que conocer. l A r KIN. J.: }AMES, J.: flist.

A description o/ the country ro1111d M anchester, págs. 557 y 571; o/ the worsted mmm/acwrc, plÍg. 316, y Continuation to the his. tory o/ Bradford, pág. 89. En 1927 cs1as ciudades con1aban respectivamente: Leeds, 470.000 h.; Bradford, 290.000 ¡ Il uddcrsfi eld, 110.000, y Halifax, 100.000. 2 Véase Jonrn. o/ the flon se o/ Commons, XXVJTT. 133. 3 Véase pág. 29, nota 5. d DEFOE: Tour, III, 98-99. Esta descripción dala de 1724, pero la volvemos a encontrar muy parecida en el informe de 1806: «La mayoría de los fabricantes viven en pueblos y en casas aisladas, que cubren toda la superficie de un d~strito de una longitud de 20 a 30 millas y una an chura de 12 a 15 ... Un gran numer o de ellos posee un poco de tierra, de 3 a ] 2 ó 15 acres.» Report f rom the select committee on woollen manufacture, pág. 9.

I:

LA ANTICUA INOUSTRIA Y SU EVOLUCION

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La concentración de las industrias modernas está ligada a cierto número de hechos que la explican. Tal es, en primer lugar. la diyisi,9.n _ del trabajo, indefinidamente acrecentada por el maguinismo: la var iedad y la complejidad de los engranajes económicos exigen una estrecha interdependencia; si no estuviesen exactamente adaptados entre sí y en contacto permanente, la pérdida de tiempo y de fuerza que r esultaría de ello destruiría todas las ventajas de su combinación. Tal es también la esnecialización~ veA-U).ás acentuada de las funciones: . como los hombres y los talleres, igualmente se especializan las regiones, y cada una de ellas tiende a convertirse en la sede exclusiva de una industria única. La abundancia de la producción es otra causa que tiende al mismo efecto: algunas fábricas potentes, agrupadas en un terreno limitado, pueden bastar a las necesidades de un mercado muy extenso, que aún se logra ampliar con el desarrollo de los medios de comunicación. Por último. el capital. acumulándose siempre más, y absorbiendo o reuniendo los pequeños capitales, da nacimiento a vastas empresas. solidarias unas de otras, que hacen desaparecer a la pequeña producción local, convertida poco a poco en algo inútil y después imposible. Pero estas fuerzas, hoy día todopoderosas, todavía obraban débilmente en la Inglaterra del siglo XVIII. Sería, no obstante, un error creer que no obraban en absoluto. Como acabamos de ver, la repartición y la densidad de la población industrial variaban según las regiones. Esta variedad correspondía a diferrncias de organización Entre la manufactura, que tenía más de un l'llsgo de semejanza con la fábrica de hoy, y el taller casi primitivo del maestro artesano, una serie de etapas intermediarias jalonaban el camino recorrido. La evolución comenzada desde hacía mucho tiempo, y que iba a acabar, tras un período de progreso casi insensible, en una 1·risis decisiva, estaba como diseñada por la sucesión de estas formas 1•r•onómicas, surgidas unas de otras, y de las cuales las más antiguas ~uh~istían todavía al lado de las más recientes. <.j)A1lí donde la concentración es más débil, es donde debemos esperar 1111rontrar la independencia más completa de los agentes de producción, ln'I procedimientos de fabricación más simples, la división del trabajo 111 (1'! rudimentaria~ olvamos a esas casas del valle de Halifax, que, vl111ns desde fuera, cada una en medio de su parcela de tierra, parecen frn mnr otros tantos dominios diminutos. En lugar de considerar sus 1111Nlrclores, entremos ahora en una de ellas para c;onocer a sus habi11111 11·1'1 y su vida. No hay dud!l de que solo muy imperfectamente respnn1lí n a las ·descripciones seductoras dadas por los crédulos admiradores

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PARTE I:

LOS

ANTECEDENT~S

1:

LA ANTICUA INDUSTRIA Y SU EVOLUCION

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1

l

del pasado • Era una choza con accesos a menudo malsanos, con ventanas raras y estrechas. Pocos muebles y aun menos ornamentos. La pieza principal, y a veces única, servia a un tiempo de cocina v de taller. En ella se encontraba el telar del tejedor, dueño de la mo;ada. Este tclar--que hace cincuenta años todavía se veía en nuestros campos-había cambiado poco desde la antigüedad. Los hilos' que formaban la urdimbre del tejido se trenzaban paralelamente sobre ~n has· tidor doble, cuyos dos marcos se elevaban y se baiaban alternativamente por medio de dos pedales ; y cada vez el tejedor, para hacer la trama, pasaba la lanzadera de través, de una mano a la otra. Desde 1773, un dispositivo ingenioso 2 permitía lanzar y recoger la lanzadera con una sola mano; pero este perfeccionamiento se difundió bastante lentamente 3 • El resto del utila je era más simple todavía. Para cardar se utilizaban cardas de mano, una de las cuales estaba fiia sobre un soporte de madera 4 • Para hlJar se empleaba la rueca movida a mano o a pie, en uso desde el siglo xvr 5 , y muy a menudo incluso el torno y el huso, tan antiguos como la industria textil misma. ELpequeño pr~­ ductor podía procurarse sin dificultad todos estos instrumentos poco costosos. Tenía a su puerta el agua necesaria para desengrasar la lana y lavar el paño. Si quería teñir él mismo la tela que había tejido, una o dos cubas le bastaban. En cuanto a las operaciones que no era posible ejecutar sin una instalación especial, que acarreaba gastos demas~ado elevados, constituían el objeto de empr esas particulares: por e1emplo, para prensar y carduzar el paño, había molinos de agua a los que todos los fabricantes de la vecindad lle\raban sus piezas: se los llamaba molinos públicos, porque cada uno podía hacer uso de él mejiante un a cuota convenida 6 • . A l~ simplici??d del ut!laje respondía la de la organnación del trab.ªJº· S1 ~a familia del te1edo~· era bastante n.umcrosa, resultaba _suficiente para todo, y se repart1an entre sus miembros las operaciones 1 Véase W111c11T, Caroll D., c itado por CooKE·TAYl.OR, R.-W: The modern fact~ry ~ystem, pág. ~422: «Am_onl onada en Jo que ln poesía llama una quinta y la. h1stona Uf!ª cabana, la ~arrnlia del tejedor trabnjubn y vivía sin comodidades, pnvada_ de alimento sustancia l y de aire puro . .. » V6nse también HEATO:>I, H.: The Yor:shire W oollen and W orsted Industries, pág..31·9. . La .lanzadera volante {/ly-slw11/c) d r John Kay. Sobre este invento. cuya unportancia es capital, véase parte cup. ].' 3 • En la re_gión de Manchcstcr lu fly-s/11111/c no se empleó corrientemenle mas que, a partir de ~7~0. B?TTE~WORTll , V. E.: Tlist. o/ Oldham, pág. 111. 4 . . Vease Encyclope<~ie methodique, !11a1111fact11ras, 1, art. «Pañería». Los pro· ced1m1entos eran ap.rox1madamente idénticos en Francia y en Inglaterra. 5 JAMES, J.: Hist. ?f. the worsted 1~alll~~acture, págs. 334-35. La d~scripción co_mpleta de los proced1m1entos de fabr1 cac1on anlenorcs a la revolucion industria~ llena to_?o un _capítulo del libro ya c itado ?e I~. H eaton, págs. 322 a 358. , En 1715 habia un ce~tenar ele estos public milis en la parroquia de Halifa:x . Vease. ~AINES, Th.: Yorkshire, past and present, IV, 387. E l desenvolvimiento del maqum1sm? tuvo al principio como efecto el multiplicarlos. R eport f rom the Sl'· lect committee on woollen manufacture, págs. 5 y 9.

rr.

secundarias: la mujer y las hijas en la rueca, los varones cardando la lana, mientras el marido hace ir y venir la lanzadera; tal es el cuadro clásico de este estado patriarcal de la industria. Pero de hecho, estas condiciones, de una simplicidad extrema, no se realizaban sino muy rara~ente. Se complicaba por la necesidad frecuente de tener que buscar lulo afuera: se calculaba que un solo telar, funcionando regularmente, daba tarea a cinco o seis hilanderos 1 • Para encontrarlos, el tejedor se veía obligado a veces a ir bastante lejos: marchaba de casa en casa, hasta que hubiese distribuido toda su lana 2 • Es así como se operaba una primera especialización. Había casas en las que no se hacía más que hilar. En otras, por el contrario, se reunían varios telares; el fa. bricante, sin dejar de ser por eso un obrero, trabajando con sus manos, tenía entonces a sus órdenes un pequeño número de ayudantes asalarj~dos 3 • ;;:¡, Así, el tejedor, en la

quinta que es a la vez su vivienda y su taller, es el dueño de la producción. No depende de un capitalista. Posee no s~lo las herramientas, sino también la materia prima. Una vez tejida la . pieza, va en persona a venderla al mercado de la ciudad próxima, y el ) aspecto de este mercado bastaría por sí solo para mostrar la parcelación de los medios de producción entre esta multitud de pequeños fabricantes independ jentes. En Leeds, antes que se construyeran las dos lonjas de paños 4, el mercado se instalaba a lo largo de la gran calle de Briggate. A ambos lados se levantaban unos tablados aue formaban como dos grandes mostradores ininterrumpidos. «Los p¡ñeros vienen muy de mañana con sus telas: hay pocos que traigan más de una pieza a la vez.» A las siete de la mañana se oye una campanada. La calle se llena, los mostradores se cubren de mercancías; «detrás de cada pieza de paño se mantiene el pañero que ha venido para venderla». Los co· merciantes y sus empleados pasan entre las mesas, escogen y compran,

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1 Brscnon-, J.: A comprehensive history o/ the 1i·oollen and worsted manufnrture, 1, 185, rla una proporción de cuatro hilanderas solamente por un tejedor. lln texto citado por Townsend Warner (Social England, V, 113) da, por el contrario, una proporción de 10 hilanderas por un tejedor. Son ci fras extremas. Véase RADCL!FFE, W.: Origin o/ the new system o/ manzt/acture, págs. 59-60. 2 GuEST, R.: A compendious history of the cotton manufacture, pág. l~. 3 U n pequeño frtbrica nte de Harml ey, cerca de Leeds, emplea dos obreros, un nprendiz y un cuerpo de hilanderos «que trabajan para él en su propia casa». Posee lr<'s telares. Report ... on woollen manufacture, pág. S. Compra la lana y la tiñe, lu ego la envía al molino público, en donde se desmota, se carda y se a rrolla. De~pués la hace hilar y tejer. Vuelve a enviar el paño al molino para tundido y prensarlo.. Finalmente lo seca y lo vende personalmente en la lonja de paños de Leeds. lbíd., págs. 6-7. 1 La primera lonja de paños en crudo (White Cloth Hall) fue construida f'n 1711, sustituida después, en 1775, por un edificio más espacioso. La lonja de pniíos de color (Mixed - or Coloured -Cloth Hall) se inauguró en 1755 ó 1756. Vc·m;e AIKIN: A description of thl!J> c;ounlry rouncl Man chester, pág. 572. Lo que rt•fiercn Heaton (págs. 360 y sgs.) y Lipson (págs. 80-81) de estas construcciones ~11 c- 1•sivas es bastante confuso.

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

y a las ocho de la mañana todo está terminado 1 • En Halifax, «los fabricantes que trabajan en los alrededores vienen a la ciudad todos los sábados, trayendo consigo lo que han manufacturado... El comerciante de paños se dirige a la lonja, y compra a los fabricantes el paño en crudo, para teñirlo luego y aprestarlo según sus necesidades. Como esta lonja, por grande que sea, no es suficiente para el número de fabricantes que van a Halifax cada sábado, la ciudad entera se convierte ese día en mercado de paños en crudo. He visto en las calles, en las plazas, en las posadas, y he vuelto a encontrar por la noche, al volver a Leeds, un número prodigioso de fabricantes que volvían a sus casas, a caballo o en una pequeña carreta ... >> 2 • • Esta clase de negueños industriales formaba, si no la mayoría, al menos una notable parte de la población. Alrededor de Leeds había todavía, en 1806, más de tres mil quinientos 3 • Todos eran sensiblemente iguales entre sí. Se citaba como una excepción al que poseía cuatro. o cinco telares 4 •• Entre ellos y sus obreros l)abía mu.y ..l?º~ª ~i­ ferencia: el obrero, alimentado y a menudo alojado en la casa del dueño, trabajando a su lado, no lo miraba como perteneciente a una clase social diferente de la suva. En ciertas localidades los patronos eran más numerosos que los obreros 5 • A decir verdad estos no formaban sino una especie de reserva donde se reclutaba la clase de los pequeños fabricantes. «Un joven de buena reputación encuentra siempre crédito para comprar la lana que necesita y establecerse como maestro manufacturero)) 6 • Esta alianza de palabras es casi una definición: el manufacturero no es en esta épocá 1l1l jefe. de industria, sino, por el contrario, un artesano, un hombre que trabaja con sus manos 7 • 1

DEFOE: Tour, .III, 116-17. Tonrnée faite en 1788 dans la Grande-Bretag11e, par un voyageur fram;aispág. 198. Basta comparar este texlo con ei precedente (publicado en 1727) para ver que en sesenta años las cosas habían cambiado muy poco. Tampoco hay que creer que el advenimiento > TOYNBEE, A.: «In· dustry and Democracy,,, en The industrial revolntion in England, pág. 183. Véase la palabra manufacturer en el Diccionario de Johnson. 2

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LA ANTIGUA INDUSTRIA

Y

SU EVOLUCION

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El fabricante de Yorkshire representa a la vez el capital y__tl trabajo 1 reunidos y casi confundidos. También es-y este último rasgo no carece de importancia-un ha· cendado. En torno a su casa se extiende un cercado de algu~os acres. «Cada fabricante precisa un caballo o dos para ir a la ciudad a buscar la materia prima y las provisiones; a continuación, para llevar la lana a casa del hilandero, y el paño, una vez tejido, al batán; después, una vez terminada la fabricación, para ir a vender las piezas al mercado. Además, cada uno de ellos posee de ordinario una vaca o dos-en oca· siones más-para abastecer de leche a su familia. Y es para alimentarlas para lo que sirven los campos que rodean su casa)) 1 • Los testigos oídos por la Comisión parlamentaria de 1806 se expresan casi en los mismos términos 2 • Esta pequeña propiedad contribuye a la comodidad del maestro-artesano. Apenas puede acometer el cultivarla; cuando intenta el laboreo, corre el riesgo de perder lo que ha ganado en la venta de sus paños 3 ; pero en ella puede criar aves, algo de ganado, el caballo que le sirve para transportar su mercancía o sobre el cual recorre los pueblos vecinos en busca de hilanderos; sin ser un agricultor, en p¡¡.,r te yjye de la tjerra : es otra condición más que concurre a su independencia. ~e ha dado a este sistema de_J;i¡;oducción el nomb~_&stezna domistico, y el informe de 1806 da de él una definición que resume has· !ante bien lo que acaba de leerse :
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PARTE I:

LOS ANTECEDENTES

1:

Media, que ha permanecido casi intacta hasta el umbral del siglo XIX 1 • Y nada indicaba que estuviese en vías de desaparición. Su producción, por muy fragmentada que estuviese enh·e tantos pequeños talleres, no dejaba de ser, en total, muy considerable. En 1740, el distrito.¡, occidental de Y orkshire, donde florecía la industria doméstica, producía cerca de 100.000 piezas de paño; en 1750, cerca de 14.0.000; en 1760, la guerra contra Francia y sus consecuencias comerciales hicieron descender esta cifra a 120.000; pero en ] 770 ascendía de nuevo a 178.000. Progreso relativamente lento si se lo compara con el del período siguiente, pero progreso marcado, continuo, que correspondía a la extensión gradual del mercado 2 • Porque sería un error creer que esta pequeña industria era una industria completamente local, sin salidas exteriores. Desde las lonjas de Leeds o de Haliíax, adonde el artesano venía a traer personalmente la pieza que había tejido con sus manos, los paños de Yorkshire se esparcían por toda Inglaterra 3 ; se los exportaba con destino a puertos holandeses, a los países del Báltico, y, fuera de Europa, hasta las escalas de Levante y las colonias americanas. ~recisarnente esta extensión comercial lo que hará inevitable la transformación de la industria.

IV ; Y. La industria doméstica, desde el momento en que su producción sobrepasa las ne_cesidades del consumo local, no puede subsistir más que con una condición: el fabricante, incapaz de dar salida por sí solo a sus mercancías, debe entrar en relaciones con un comerciante que las compra e inte11ta revenderlas, o bien en el mercado nacional, o bien en el extranjero°J' Este comercian te, auxiliar indispensable, tiene entre sus manos la suerte misma de la industria. Con él interviene un elemento nuevo, cuya potencia reacciona bien pronto sobre la producción. El ne~pciante de paños es un ca¡ütaliat_a. A menudo se limita a 1 l\fot"FAT, F. W. ( England on tite Euc o/ tite Industrial Revolution, pagina xvn) ¡nuestra que en el Canadá lo onlip:uo industria se perpetuó durante una gran parte del siglo xrx. 2 BrscnoFr: History of the 111oolle1~ 111an11/act11re, U , tabla IV; ANDERSON, A.: Origin of commerce, IV, 146-4-7; EoEN, F.: Statc o/ the poor, III, CCLXID. Las cifras exactas son:

En En En En 3

TON,

174.0 1750 1760 1770

...... ...... ...... ......

4 1.441 piezas anchas y 58.620 piezas estrechas. )) )) 60.447 )) y 78.l 15 )) 49.362 )) y 69.573 93.074 )) y 85.376 ))

"

Sobre la importancia de Halifax a mediados del siglo xvm, véase

H., ob. cit., págs. 269 y sgs.

HEA-



LA ANTIGUA INDUSTRIA Y SU EVOLUCION

41

servir de intermediario entre el 'pequeño productor de una parte y el pequeño tendero de otra, y su capital conserva su función puramente comercial. / Sin embargo, se establece desde un principio el uso de dejar a cargo del negociante y a sus cuidados ciertos detalles ª?cesorios ruta 'y la hace cardar, hilar, tejer, prensar y aprestar por su cuenta • Es él quien posee la materia prima y, por consiguiente, el producto, _, bajo todas sus formas sucesivas; y aquellos por cuyas manos pasa y 11e transforma este pi:oducto no son ya, a pesar de su independencia apa1 ente, sino obreros al servicio de un amo. Sin embargo, estos obreros son todavía muy diferentes di: los obreros de manufactura o de fábrica. La mayoría de ellos habitan en el r·ampo, y, más aún que los pequeños fabricantes de Yorkshir_e, sac~ de la lagriculturaf una parte de su subsistencia. A menudo la mdustna no es para ellos ~ás que una ocupación accesoria: el marido sa~e al ¡~ampo, mientras que la mujer !tila. la lana que le trae el comerciante <·stablecido en una ciudad vecina 4 • En 1770 una aldea de los alrededo1($ de Stockport (condado de Lancaster) «estaba dividida entre c~ncuen­ tn o sesenta arrendatarios, cuyo arriendo no se elevaba por encima ~e diez chelines por acre de tierra. De estos cincuenta o sesenta, solo seis o siete obtenían toda su renta del producto de· sus fincas; todos los deVéase EDEN, F.: State of the poor, n, 821. ~ M erchant manufacturer. Es el fabricante, en el sentido que est8; palabra 1111 <"OllHcrvado en Francia durante much ísimo tiempo y en un gran numero de i11d 11~1 rins, especialmente en la induslria de la. seda. ~os fab.ri<:'1~tes lionese~, ~as~a 111111 f.poca muy reciente, no poseían locales rnduslnales, 111.mtandose a d1str1bmr 11 nhu jo o domicilio. Este estado de cosas, aunque se va modificando gradualmente, 11ulu vio persiste en la actualidad (1928). ·1 Re port... on the state of t~e woollen manttfacwre, pág. 8; Parliamentary /)rfi11tcs, n, 668. 1 " En lo que se me alcanza del sistema en vigor en el Oeslc, me paree~ 9ue 110 1iene ninguna relación con lo que en Yorkshire llamamos sistema domesllco. 1 o que yo. entiendo por sistema doméstico son los pcqucíios fab~icantes ~ue viven 1·11 aldeas o en casas aisladas en donde tienen toda su cornod1dad Y e¡ercen su 11ficio con un capital propio. En el Oeste )as cosas son muy diferentes: la condkiiín del artesano es allí la misma que la de nuestros obreros de manufacLUras, 11 pnrl<' del hecho de que trabaja a domicilio. En el Oeste se le entrega la lana p11ra hilarla; en Yorkshire es proriiedad del pequeño fabrica nte hasta el momento r11 que Ja revende bajo la forma de paño. » Ueport ... on the state of the woollen 111u1111/rtrt11re, pág '116.

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

más añadían a ella la ganancia que les procuraba algún trabajo industrial: hilaban o tejían la lana, el algodón o el lino» 1 . En las cercanías de Leeds «no había ni un arrendatario que se ganase la vida únicamen- f~ultivan?o la tierra: t_odos tr_abajaban para los pañeros de la ciudad» 2. \!?La agncultura y la mdustna estaban a veces tan estrechamente liaaº das entre sí, que todo aumento de actividad de una parte suponía una disminución equivalente de la otra. Solo en el invierno, cuan"°do el traba jo de los campos se interrumpía, se podía oír en todas las chozas, al amor de la lumbre, el zumbido diligente de la rueca. En la época de la recolección, en cambio, la rueca descansaba, y los mismos telares, po r falta de hilo, cesaban de golpear: «Desde tiempo inmemorial, dice el preámbulo de una ley de 1662, se ha conservado la costumbre de interrumpir cada año la tejeduría durante la recolección, a causa de los hilanderos que proveen de hilo a los tejedores, y que, en esta estación. se hallan ocupados todos en las labores del campo» 3 • - Si el comerciante era rico y compraba la lana en grandes cantidades, se veía obligado a enviarla, para hilarla a poca costa, hasta grandes distancias, a veces a quince o veinte leguas 4 • Tenía corresponsales que se encargaban de distribuir la tarea: a veces un arrendatario a menudo un tabernero de al_dea. Este sistema, por lo demás, t~nía inc~n­ venientes: el tabernero se dirigía a su clientela ordinaria, y, como le interesaba no descontentarla, no se mostraba demasiado exigente sobre la calidad del trabajo: los pañeros se quejaban a veces de ello 5 • Por su parte, el pequeño fabricante también se veía obligado, según ya dijimos, a buscar la mano de obra fuera de su casa: a medida que se hace s~tir la influencia del capital, esta primera división del trabajo se repite y se centúa 6 • 1 RADCLIFFE, W.: Origin o/ the new systern o/ mannfact11rc, commonLy called power-loom weaving, pág. 59; BAMFORD, S.: Dialect o/ South Lancashire, páginas IV y v. 2 Report... on the state of the woollen man.11/acture, pág. J3. 3 14 Car. II, c. 5. 4 Th. Crosley, de Bradford, enviaba copos de lana peinada hasta Kirkby Lonsdale (en el norte del condado de Lancaster, a unas 50 millas de BradfordJ y Ormskirk, cerca de Liverpool. Vé¡¡sc }AMF:s, J.: llist. o/ the worsted Manufacture, págs. 254 y 325. 0 ldem, ibíd., pág. 312 (testimonio de 1f. Hall , presidente del Worsted Committee de Leeds). Los hilanderos e hilanderas se pagaban a destajo: una cantidad lija de trabajo llevaba el nombre de penny; una cantidad doce veces superior, el de shilling, nombres que, en esta acepción, perdían su sentido ordinario, pues había un precio del penny y un precio del shilling: este último variaba entre l~ y 15 peniques. Véase Ann.als of Agriculture, IX, 447-19, y Nor/olh Herald, numero del 14 de febrero de 1832. 6 El papel desempeñado, en el curso del siglo xvm, por el capitalismo co· mcrcial abriendo paso al capitalismo industrial está muy bien expuesto, con ejem· plos tomados de la historia económica de Francia, en el artíoulo de SÉE, Henri : «Les origines de !'industrie capitaliste en France», Revue Historique, volumen CXLVIII.

I: LA ANTICUA INDUSTRIA

Y

SU EVOLUCION

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Después de haber pasado,.por las manos de los hilanderos e hilan·

tlnras, se confía la lana al tejedor. Este conserva todavía todas las apa1li1ncias de la independencia. Trabaja en su propia casa y con su propio telar. Desempeña incluso el papel de empresario y ~e encarga de il lrip;ir la fabricación : a menudo es él quien hace ejecutar, a su costa, el 1•11rclaclo y la hilatura, y quien proporciona las herramientas y algunos 11111tcriales secundarios de la producción 1 • Por lo demás, no está ligado 111 11crvicio de un amo: no es raro que tenga en su casa tarea entregada por cuatro o cinco pañeros 2 • En estas condiciones, es natural que se 1•011sidere no como un obrero, sino como un proveedor, que trata por 111~ buenas con ~n rico cliente. Pero es pobre: cuando, de la suma que cobra, ha deducido los sal11rios que tiene que pagar, le queda muy poco 3 : si la estación es mala, y fnlla la cosecha, lo vemos en un apuro. Intenta pedir un prést?1:1º' ¿y 11 quién dirigirse sino al pañero que lo emplea? Este consent1ra gus111110 en prestarle, pero necesita una fianza: y esta fianza será ~l telar dt1l trjedor ese telar convertido ya en instrumento de un trabaJO asa· 1111 indo, y ~ue desde ahora deja de pertenecer al productor. Es así como 1tlc•más de la materia prima, el utilaje cae a su vez en manos del ca· pllnlista. Desde finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, esta toma tl11 posesión, lenta e inadvertida, se opera casi en todas partes donde 1•1 p;Ístema doméstico ha sufrido un primer ataque.I De tal manera, que 1•1 pañero acaba por poseer la lana, el hilo, el telar, la tela, junto con el 111olino donde se batanea el paño y la tienda donde se pone a la venta. 11:11 ciertas ramas de la industria lanera, en que el utilaje era más com· plh:ado, y por tanto más costoso, el embargo capitalista fue má~ rápido y 111ús completo. Los tejedores de medias, en Lond res y en Nottmgham, p11gnban un alquiler-el frame-rent--por el uso de sus telares: cuando t1111!cm queja de sus patronos, uno de sus procedimientos d~ lucha con111-1!11 en romper los telares 4 • - Así, el productor, despopdo poco a 1 Entre otros, el almidón para el apresto y las velas necesarias para el tral11tl11 dt1 noche. Véase BuTTERWORTH, E.: Hist. o/ Oldham, pág. 103; GUEST, R.: r 11111/H'mlious history, pág. 10; Joum. o/ the House o/ Commons, LV,_ 493. ~stos h••lu~ se refieren a la industria del algodón, donde tal práclica era mas corriente 111111 1•n la industria de la lana. . a Report from the 'select committee on the petition of persons concerned in thtt ruoollen manufacture in the counties o/ Somerset, Wilts and Gloucester 0803). 1 / 111/. Rcports, V, 243. . . 11 El tejedor recibía 36 chelines por tejer 12 libras de hilo. Las operaciones ¡11f'llminares (picking, carding y roving) le costaban 9 ch~lines; el hilado, .ª •J ¡mnlques la libra, 9 chelines. L e quedaban, pues, 18 chelines por un tra~BJO 1111 c¡uince días. (Industria del algodón, 1750; véase CuEST, R.: Compendwus /il11111y, pág. 8.) 1 FELKIN, W.: Hist. o/ the machine-wrought hosiery and lace man1¿/acture: . tlfllA. 1( y Ill; HoWELL, G.: Conflicts o/ capital arid labour, pág. 85. El texto mas l111¡111r1nn1c es la encuesta parlamentatia de 1753, en el 101110 XXVI de los Jo ur1111 • 11/ the llouse o/ Commons.

¡;

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PARTE I;

LA ANTICUA INDUSTRI A

~

SU EVOLUCI ON

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LOS ANTECEDENTES

poco de todo derecho de propiedad sobre los instrumentos de pro
virne mejor esta denomil'l'ación? Lo que verdaderamente c~racteriza l'~lc r égimen no es el trabajo a domicilio: es el papel
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l:

PARTE I: LOS ANTF.CEÓENTES

que se les da indica su función principal, que es la de hacer ejecutar el peinado de la lana, operación bastante delicada, confiada a hábiles obreros. Una vez peiqada la lana, todavía no ha terminado el papel del maestro peinador. Tiene viajantes «que recorren el campo en calesas c~bi~rtas con una ba~a, entregan la lana a los hilanderos y al viaje sigmente recogen el hilo y pagan la suma debida por el trabajo realizado» 1 • El resto de la fabricación está, como en el Oeste, en manos ~e los pañeros, ! su importancia se puede j~zgar por el rango que tiene~. En Norwich forman una verdadera aristocracia: afectan porte de hidalgos y llevan espada. Sus relaciones comerciales se extienden hasta la América española, las Indias y China 2 • Si se asemejan un poco a los grande& industriales del presente, se asemejan más a los grandes pañeros de la Edad Media, a esos comeTciantes de Ypres y de Gante, que reinaban sobre sus ricas y turbulentas ciudades como sobre colosales casas de comercio. Aunque se los llame manufactureros, son ante todo comerciantes, dedicados n.o a fabricar, sino a comprar y a vender 3 • Y hay que notar que en esta industria de la lana, la 'más importante de la antigua Inglaterra, la existencia de manufacturas propiamente dichas, de grandes talleres colocados bajo la dirección efectiva del capitalista, sigue siendo completamente excepcional hasta finales del siglo xvm. No ha sido favorecida y suscitada como en Francia por el poder real, sino, por el contrario, denunciada desde sus comienzos como una novedad peligrosa 4 • Si una legislación hostil no la ha impedido totalmente, por lo menos la ha retardado, fortaleciendo las tradiciones y los intereses amenazados. No solo ha subsistido la pequeña industria, sino que incluso allí donde el productor ha perdido su independencia, las formas antiguas de la industria a domicilio no han desaparecido, y con los procedimientos técnicos casi inmutables mantiene la ilusión de que nada ha cambiado.

y,

LA ANTICUA INDUSTRIA Y ~ EVOLUCION

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Al comparar la suerte de los obreros de otro tiempo a la de los obreros de hoy día se ha intentado a menudo exagerar el contraste. Con un pensamiento tendencioso, ya sea para denunciar con más fuerza los abusos y los males del presente, o bien para hacer volver las imaginaciones y los corazones hacia las instituciones del pasado, se ha hecho de l~ antig.ua ~ustria una descripción idílica. Era «la edad de nro de la mdustna» ~1 artesano llevaba en el campo o en la ciudad una vida máK imple y más sana que en nuestras grandes aglomeraciones moderna~a conservación de la vida familiar protegía su moralidad . Trabajaba en su casa a sus horas y según sus fuerzas. El cultivo dr. algunos acres de tierra que poseía o tomaba en arriendo ocupaba Mus horas de ocio. Llevaba, en medio de los suyos, una vida apacible. u faa un miembro honorable de la sociedad, un buen padre, un buen marido y un buen hijo» 2 • No se podría pronunciar un elogio fúnebre dC' un tono más conmovido y más edificante. Pero suponiendo que sea enteramente merecido este elogio, solo pudría aplicarse, en todo caso, a la industria doméstica propiamente rlirha, a aquella cuyo tipo más perfecto hemos encontrado en la r egión d<' Halifax. El master manufacturer de Y orkshire, obrero y patrono a 1111 tiempo, pequeño industrial y pequeño propietario, gozaba, en efecto, d" un bienestar relativo. ccNo es raro ver a un tejedor, por poco nu111crosa que sea su familia, ir a Halifax un día de mercado y comprar dos o tres grandes bueyes que le cuestan 8 ó 10 libras por cabeza. Se In" lleva y los mata para su provisión» 3 • Añádase a esto los pocos animales que cría en su pequeño cercado o q ue envía a pastar al pr ado f'om unal, y es bastante para que no le falte carne durante todo el in\: iC'rno. Signo de comodidad notable, en una época en que el ((buey ll'(nclo de la vieja Inglaterrai> era todavía un manjar de lujo par a mu1•hos habitantes de los campos, y en que los desgraciados campesinos de l•:ll<'ocia se veían obligados a sangrar a sus reses para beber la sangre d11 rn nl r la mala estación 4 • El tejedor de Yorkshire fabricaba su p~opia P .: T he manufacturing population o/ England, págs. 17 y sgs. 1d1•111, iMd. Desde hace algím tiempo todos los que han estudiado l as con-

<:A'i, 1.1 1.,

A estas diferentes fases de la industri a, en_f!.U!! _g_r~conocen_ los efectos de una tr¡msformación g radual , correspondían_atros tantos grados en la condición de las clases industriales. Nada sería más falso que una pintura uniforme, aun sin haber resuelto embellecer o ennegr~er las tintas. 1 Norfolk Herald, número d el 14 de febrero ele 1832. Las referencias contenidas en este artículo se recogieron de la misma Norwich en 1784. 2 !bid. ; BAINES, T.: Yorkshire, past and presen t, I, 677. 3 Se encuentra el mismo tipo ele empresario capitalista, negociante más bien que fabricante, en otras industrias. Véase sobre los comerciantes sastres, GAL· TON, F.-W.: Select documents illustrating the history of Trade-Unionism I. The tailoring trade, págs. 46, 54, etc. ' '1 Véase introducción, pág. 13, nota 3.

ti ld11111· 111 vlil11 t' ll la industria del siglo xvm han llegado a conclusiones idénticas 11 ln1 11111•al111K. ll1:ATON ( The Yorkshire Woollen and Worsted Industries, pág. 351) 1· r11111• · •· l•. I 11l11wo tl
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PARTE I: LOS ANTECEDENTES 1:

cerveza • Sus vestidos se confeccionaban en la casa, y el hecho de comprar un traje en la ciudad le parecía una señal de orgullo y de extravagancia. Su género de vida era, pues, bastante confortable en su simplicidad, y no es de admirar que le tuviese gran apego 2 • Los obreros que empleaba formaban una clase apenas distinta de la suya. A menudo el obrero vivía en la casa del maestro, donde se alimentaba y alojaba: recibía, además de sus emolumentos anuales, lo mismo que un mozo de labranza 3 • Continuaba casi indefinidamente al servicio del mismo patrono 4, a menos que se estableciese a su vez en una aldea vecina. Pero tal estado de cosas solo era posible allí donde subsistía con sus caracteres esenciale~ la pequeña producción doméstica.X' Desde el moment~n g_uEL§.!LaC~ l~aración entre el capital y_ el trabajo, la situación cambia en detrimento del_rroductQr. No siendo ya sino un asalariado, su condición depende del tipo de su salario. Ahora bien, es una idea frecuentemente expresada en los escritos económicos del siglo XVIII la de que el obrero está siempre demasiado bien pagado. «No hay nada mejor que la necesidad para hacer progresar la industria: el obrero que, después de tres días de trabajo, ve su subsistencia asegurada, pasará el r esto de la semana en no hacer nada y en frecuentar las tabernas... La clase pobre, en las regiones industriales, no trabajará nunca más tiempo del que precisa para vivir y subvenir a los excesos de cada semana ... Podemos afirmar que una dis'\. minución de los salarios en la industria de la lana sería un beneficio V una bendición para el país y no causaría un perjuicio real a la clase pobre. Sería el medio de sostener nuestro comercio, de elevar nuestras rentas y, por añadidura, de reformar las costumbres» 5 • Tan buenos consejos, muchas veces repetidos, no podían quedar sin ser llevados a la práctica. El trabajo de hilatura, generalmente ejecutado por mujeres y niños, era el peor pagado. De acuerdo con las cifras recogidas por Arthur

LA ANTICUA INDUSTRIA• Y SU EVOLUCION

4.9

1

paz de Hampshire piden en 1795 que «el jornalero pueda comer carne una vez al día o al menos tres veces !JOr semana» . Annals of A gric., XXV, 365. Véase EoEN, F.: State o/ the Poor, T, 496. L Véase petición contra los derechos sobre la malta , foum. o/ the Hous e of Commons, XXXVII , 831. 2 Report on the state of the woollen manufacture, pá g. 10. 3 Ocho o diez libras al año. Uowi::r.L, V: Conflicts o/ capital and labour, pág. 74. 4 Véase Report on the wooffen clothiers' petition (1803). pág. 4. 5 SMITH, J.: !llemoirs of wool, II. 308; TluTTON, W.: History o/ Binningham. pág. 97; An inquiry into the connection between the present high prices o/ provisions and the si'.ze o farms, pág. 93. Citemos Lodavía el lÍlulo significativo d e un folleto aparecido en 1764: Considerations on taxes, as they are mpposed to a/ fect the price o/ labour in our manufactures. Also some reflections on the general behaviour and disposition o/ the manufacturing populace o/ this kingdom; showing, on argz¿ments drawn /rom experience, that n-othing but necessity will en/orce labour, and that no State ever did or ever can make any considerable figure in trade, where the neressaries of li fe are at a low price.

Young, entre 1767 y 1770 el salario de una hilandera variaba, según las regiones y según los años, entre cuatro y seis peniques por día: era aproximadamente el tercio del salario de un jornalero 1 • Es verdad que no era más que un sobrante del presupuesto ordinario de una familia de agricultores. Y las condiciones del trabajo no tenían nada de rcnosas. En el valle de Bradford, «las mujeres de Allerton, de Thornton, de Wilsden y de todas las aldeas de los alrededores elegían un pa· raje favorito para reunirse allí los días de sol, llevando cada una su rueca ... En Back-Lane, al norte de West-Gate, se podían ver así las rnrcas alineadas en largas filas en las tardes de verano·» 2 • Solo en el rnAo de que los hilanderos y las hilanderas se vean reducidos para vivir al torno y a la rueca, de que se hayan alejado de la agricultura linda la industria, es cuando su condición se hace realmente precaria. A medida que se pasa de las operaciones elementales de la indusft in a las más complicadas, a las más delicadas, a las que exigen asiduitlncl y aptitudes adquiridas, la especialización se va acentuando· todavía 111í1fl. El tejedor, inclinado largas horas sobre su telar, tiende cada vez ttttÍR a no ser otra cosa que tejedor. Mientras vive en el campo sigue Mlondo, sin duda, campesino y cultivador, :Qero la agricultura pasa a 1111 segundo plano: se conyierte ahora en la ocuI1._ación acces91ia, cuya 11·11ln viene a añadirse al salario cotidiano. En cuanto al tejedor de Norwli·h o de Tiverton, ya no es más que un obrero cuya subsistencia solo ""ºgura la industria. En qué estado de dependencia se halla con resrwr.t o al patrono que lo emplea ya se ha podido juzgar. Y cuanto más 1 l r<'cha se hace esta dependencia, cuanto más sabe el patrono que el 11l11·oro no puede pasarse sin el trabajo que le da, tanto más desciende r 1 nivel de los salarios. l•:n los pueblos del Oeste, los tejedores, todavía apegados a la tie1111, ganaban bastante bien la vida. En 1757, un tejedor de Gloucesl11 ~ hl1•t•, ayudado por su mujer, podía ganar, cuando la obra daba de f, cl11 13 a 18 chelines por semana: dos a tres chelines por día; esto 1 111 , por otra parte, mucho más que el salario medio, que verosímiltt11•11f11 MO aproximaba a la cifra de l l a 12 chelines, apuntada algunos



1, H11¡tión de Leeds, de 2 chelines 6 peniques a 3 chelines por semana (North /i,11Nlllnd, T, 13~); Lancaste~, 3 chelines 3 peniques por semana (ib!~rn )a mdustna de las lanas peinadas, cifras muy próximos a éstas: «Un 11111111 l11lnndero, trahajando desde el lunes por ln mnñnna al sábado por la no' h11, poclfo ganar 2 chelines 6 peniques (6 peniques por día) ... Una muchacha de •ttrlnro nfios ~odría hilar 9 ó 10 madejas (hanlcs) do hilo por elfo, a medio peni111111 111 mndeJa» (de 4,5 a 5 p eniques). Para ln rompnrnción con los salarios 11141 l1•ulos, véase YouNc, A.: SoZLthem counties, ptÍjtR. 61-62, 151, 154, 157, 171, lllft, 1'>7, ~66, y North o/ England, I, 172, 312-13; lll, 24,,2.5, 277, 345. Cuadro
?

~IAM 11 lllX,

4

PARTE I: LOS ANTECEDENTES

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años más tarde por Arthur Y oung 1 • En la región de Leeds, donde la aglomeración industrial era más densa, un buen obrero _ganaba unos diez chelines seis peniques por semana; pero la frecuencia de los pa2 ros forzosos reducía este salario a una media de ocho chelines • En Norfolk, donde la industria de la lana peinada daba al capitalista un papel preponderante, el salario descendía más ~ajo aún:, en el mi~mo 3 Norwich era de seis cheline&-apenas un chelm por d1a- . As1, a medida que se pasa de la industria dispersa, m_ezclada todavía c?~ la agricultura, a la industria con un grado supenor de concentrac.10n y de organización no solo disminuye la independencia del trabapdor, sino también sus recursos; la abundancia de la mano de obra por una parte, y por otra parte la dificultad creciente para el obrero de encontrar fuera de su oficio medios de subsistencia, son las causas de ello. Solo ciertos obreros cuya tarea especial exigía una mayor habilidad profesional, tales como los peinadores de lana y los tundidores de paños, estaban mejor parrados y podían defender más fácilmente su salario. La mayoría deb los males de que se quejan. hoy día los. ob_r~ros de la gran industria ya los conocían los obreros ingleses a prmc1p10s del siglo xvm. Recorramos la lista interminab~e de las ?emandas pr~sent~- 0 das al Parlamento por los obreros sastres . Se que1aban de la msuficiencia de los salarios 5 • Se quejaban del paro forzoso: «los patronos nunca les dan trabajo más que durante la mitad, o, a lo ~ás, las dos terceras partes del año; es claro, para toda persona imparcial, que para los que tienen mujer e hijos es imposible subsistir todo el año ,me- 1 diante un salario tan precario, cuya media apenas sobrepasa de 15 ~ 16 peniques por día» 6 . Se quejaban de Ja CJ>Jll.P,etencia de los ap_J:end1ces, reclutados en masa en los campos: «Los maestros ~S; para procurarse trabajo barato, hacen venir de los pueblos gran cantidad de muchachos novatos e inhábiles, demasiado felices de aceptar escasos sal~­ rios» 7 • Se quejan de la dureza excesiva de las jornadas: «En la mayoncv' YouNG, A.: Southern counties, pág. 270. Idem, North of England, l, 137-38. 3 Jdcm, Southern counties, pág. 65; JAMES, J.: llist. o/ the worsted manufacture, pág. 278. ·¡z . 4. Véanse los textos recogidos por CALTON, F. W.: Select documents i ustratmg the history o/ Trade Unionisrn: l. Tire tailoring trade. 5 En 1720, 1 chelín 10 peniques por día (GALTON, pá_g. 13). En 1721, de 1 chelín 8 peniques a 2 chelines, por acta del Parlamento (~ Ceo. l, st. I, c. }3l. En 1751, de 2 chelines a 2 chel ines 6 peniques (CALT.º~: pag. XXX_'-:). E!1 1163. de 2 chelines 2 peniques a 2 chelines 6 pcmqucs (dec1s1on de la ~es1on trimestral de los jueces de paz de la ciudad, confirmada por el acta 8 l7eo. III, c. 17). E n 1775, 3 chelines (GALTON, pág. 86). . . 6 The case o/ the journeymen lailors in and aboul the cities of London_ and W estminster, 1744. Según un pam.phlet de 1752, «desde San. Juan , a San l\~1guel, los sastres tienen poco o ningún trabaj o: en total no . trabajan ~as de tremta Y dos semanas al año». The case o/ thc journeym.cn tailors and ¡ourneym.en staymakers, pág. l. 7 Jbíd., pág. 2. l

2

1:

l, A

ANTIGUA INDUSTRIA

Y

SU EVOLUCION

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cil• lm1 oficios se trabaja desde las seis de la mañana a las seis de la 111 rcl<', pero las jornadas de los obreros sastres tienen dos horas más 1 . 11:11 i11vicrno trabajan var¡as horas con velas: desde las seis de la ma11111111 hasta las ocho pasadas ... y desde las cuatro hasta las ocho de la

De permanecer sentados tantas horas seguidas casi doblados por la mitad sobre la mesa, de inclinarse tanto tiempo sobre su labor ni t'(•splandor de las velas, su ánimo se agota, sus fuerzas se consumen ) 11111y pronto su salud y su vista se debilitan ... » 2• Y la mayoría de 1•llo~, lo mismo que el obrero de hoy, no tenía esperanzas de elevarse por l'ncima de su condición. Esta condición, por lo demás, no era peor que en el siglo prececlc111Lc; más bien se había mejorado. El precio de los artículos que du111 111 0 cincuenta años permaneció excepcionalmente bajo 3 contribuyó "" mucho a este innegable progreso. Casi en todas partes el pan de triMº 11ustituyó al pan de cebada o de centeno, «que no se miraban sino 1•1111 una especie de repulsiórn> 4 • El consumo de carne, todavía tan lirnltndo, lo estaba menos, sin embargo, que en ningún otro país de Eut11pn ~. . Incluso empezaba a introducirse en las chozas un producto de l11j11 o que al menos se consideraba como tal: el té, traído del Extremo 11t ic •n te por los navíos de la Compañía de las Indias 6 • Pero el bienesl11r rdativo de que son indicio cierto estos hechos era de lo más inesl11hln. Bastaban -para hacerlo desaparecer algunas malas cosechas que 1·11 11cl11 jcsen al alza de los precios 7 • En un gran número de localidades, 111 división de los bienes comunales, que destruyó para siempre la alian11 1rnclicional de la pequeña propiedad con la pequeña industria, bastó pttt ll hacer insostenible la situacid de los obreros rurales y empujar11111 rn masa hacia las ciudades. 7 ·· 111whc.. .

1 fln Rla la ley de 1768 (8 Ceo. III, c. 17),. que redujo el número de horas l 111 h11 jo a trece (de seis de la mañana a si ele de la tarde). q 'l'hr case of the journeymen tailors and jonrneymen staymakers, pág. 2. 1 S1•1(1Í n ToYNBEE, A.: Lectures on the industrial revolution, pág. 67, el pre· 1111 t111•cllo
'"""· l, 564·.

n YouNG, A.: Travels in France, ccl. de 1793, lT, 313. ccNo había tejedor l1li n 11 uuclo que no hiciese cuestión de honor rl ponc•r un 1111nso en su mesa 111 111 c·omida del domingo.» Norfolk llera/el, mímcro dc•l 7 d(1 febrero de 1832. 11 lmporLación de té en Inglaterra: en 17ll, Jtl.2.000 libro~, en 1760, 2.516.000. N11 lltlt 1.s, Sir Geo.: llistory of tite Enl(lish ¡¡nnr /111111 11, 59. El aumento del 1111111u1111 ele té parece habor celado en rclodón C'Oll uno di ~ minución del consumo 1h l1•c lu., q ue se había hecho d1'11111Kiudo <"OKI O ~u pnru los familia s de los jornalr111•, ll A~ llAC I!; Ilist.ory of tite Eng~ülr flf(ric11/111rnl labourcr, púg. 128. 1 I•:" lo que se pl"odujo en 1765 y 1775.

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PARTE I:

t: LA ANTIGUA INDUSTRIA Y SU EVOLUCION

LOS ANTECEDENTES

La mayoría de los obreros trabajaba a do_micilio o en pequeños talleres Esta circunstancia ha dado lugar a smgulares errores. Es una ilusiÓn común y bastante natural el representarse el trabajo a domicil~o como menos penoso, más sano, más libre so~re to.do que el traha10 de la fábrica, bajo la mirada del capataz, al ntmo pdeante del, vapor. Sin embargo, es en ciertas industrias caseras donde se pe::petuan, en nuestro tiempo, los procedimientos de explotación más despiadados. Es en ellas donde se ha llevado a la perfección el arte de extraer de una criatura humana la suma de trabajo más abundante mediante el más reducido salario. La industria .de la confección barata en el ~ste de Lo~dre_s ha sido citada con frecuencia como la que ofrece los e1emplos mas tlpicos de este régimen de opresión. económi~a, al ~ue se ha _dado el nombre de sweating system. Ahora bien, esta mdustna no e~ta ~oncentrad'.1 en urandes establecimientos. Apenas hace uso de las maqumas: el mvel irrisorio de los salarios las hace casi inútiles. Estos hechos son hoy día demasiado conocidos para que sea necesario insi~tir sob:e ellos; Y las descripciones que se nos han dado sobre los tugunos _hornbles do~de viven y trabajan los obreros del sweating system cons~1tuyen _la me1~r apología de la manufactura y de Ja fáb~ica .. Es en las m~ustnas dom1: ciliarias donde se mantienen durante mas tiempo los an_Eguos abusos. por ejemplo, el pago de los salari?s . ?n especi~, pro~ibido desde. 1701 por un acta del P arlamento, subs1st10 en la mdustna del enca1e durante cerca de ochenta años; fue menester una nueva ley que decretaba enas severas par a poner fin a esta práctica abusi.va, que privaba a las P . 1 encajeras de una parte de su ganancia . . '1' La gran industria moderna no ha creado ~e ~?lpe el. p1:oletanado industrial, como tampoco ha creado la orgamzac1on capitalista de la producción. Lo que ha hecho ha sido acelerar y rematar _:ina evolución comenzada desde hace mucho tiempo).( Desde el pequeno productor, a la vez patrono y artesano, hasta el obrero asalariad~ de la man?factura, se podrían encontrar todos los intermedios entre la mdepen~encia y la sujeción económica, entre la fragmentación extrema del cap~tal Y de la empresa y su concentración ya avanzada. Y, por lo demas, al lado de la industria doméstica todavía subsistían los restos de un estado de cosas más antiguo y al que es más diíícil atribuir méritos imaginarios. Cuando la servidumbre fue abolida en Francia por la Asamblea Constituyente, apenas si acababa de desaparecer de la Gran Bretaña. 1 El acta 1 Arme, c. 18 prohibe pagar ele otra manera que no s.ea en moneda l egal a los jornaleros y obreros, so pena ele una multa doble de! impo:te de los salarios debidos. El pago en especies (o trnclc system) en la mdus.tr_1~ del encaje constituye el objeto del Acta 19 Geo. lll, c. 49 ( 1779). La expos1c1on, de los motivos se inicia así: «Resultando que la costumbre de pagar en mercancrns, y no en metálico, todo o parle del sal ario de las personas empleadas en la fabricación de encajes causa un serio perjuic~o a las citadas .~ersona~ Y am.enaza desalentar a la citada industria ... » Una primera contravenc1on debrn casti.garse con una multa de 10 libras; la reincidencia, con seis meses de encarcelamiento.

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1 1111 ohrNos de las minas de hulla y de las salinas escocesas siguieron l1•11do siervos, en el sentido más completo de la palabra, hasta 1775. Vlr11•11lud_os de por vida al suelo de las minas y de las salinas, podían 111 r vond1dos con ellas. Incluso llevaban una marca exterior de su escladt 11cl : un ?ollar en que se. grab_aba el nombre del propietario 1 • La ley qrn puso fm a esta supervivencia de un pasado bárbaro no tuvo pleno • fi•pt o más que en los últimos años del siglo XVIII 2 •

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VI

capi~bajo

La historia de los conflictos entre el es lo que 1111 ior hace comprender la evolución económica anterior al adveni11il1111to de la gran industria. Estos conflictos no han esperado al maqui11111110 y a las fábricas, _ni siq;~a a las manufacturas, para producirse l11•u11«•nlemente y con v10lencia\évesde el momento en aue los medios 111 producción dejan de pertenecer al productor, desde - que se forma 111111 d ase de hombres que vende trabajo y una clase d~omhres que lo ' 11111pru, se ve manifestarse el antagonismo inevitableWEl hecho esen11111, 11obre el que nunca se insistirá demasiado, es el divorcio entre el 111111l11clor y los medios de producción. La concentración de la mano de 1111111 <'n la fábrica y el crecimiento de las grandes aglomeraciones in11111111iu\es han dado más tarde a este hecho de primer orden todas sus 11111111ic ucncias sociales y todo su valor histórico; pero es anterior a 11111111 y sus primeros efectos se hicieron sentir mucho antes que la re• 11l1111i611 técnica viniese a rematarlo. David: The industries of Scotland, pág. 5. ''·" el Acta 15 Geo. III, c. 28 (1775). La exposición de los motivos es bas11111 11 1a11· l o~a: las consideraciones humanitarias solo ocupan un lugar secundario; 11 l111111h11 sobre todo, al parecer, de asegurar el reclutamiento de los obreros: 111 h11 Y nadie que no se desani;ne y desista de aprender el oficio de salinero, 1 1 I d1 111 incro, sabiendo que quienquiera que trabaje durante un año en las minas 11 1 11 111• aulinas es retenido allí para el resto de su vida. De ahí viene que no · .. 1111111nlre en Escocia el número de hombres suficiente para extraer las can11ol111l1 lll'<'CSarias de carbón y de sal: muchos yacimientos de carb6n reciente· "' 11111 1 l1·~cubiertos permanecen sin explotar y un gran número de otros son mal 11l11t111loR; lo mismo ocurre con las salinas. con gran detrimento de los propier "lt1 y tlcl público... La emancipación y la puesta en libertad de los mineros ' nllnl'l'Oll escoceses por medidas graduales y bajo condiciones razonables, con 111 'd pnloncs que impidiesen que nadie pueda caer en lo sucesivo en tal estado 1 ~ · 1 vltlumbre, serían el medio de acrecentar el número de los obreros roineros 11t1w111a, con gran ventaja del público y sin causar ningún perjuicio a los , •¡1t11111 d m1 actuales, y harían desaparecer el oprobio que lleva consigo el man1 ' 111 /11 11r11 de un régimen de esclavitud en un país de libertad.» El plazo máximo , 1 l~t o pnrn ol cumplimiento de las medidas de emancipación era de doce años. 1 '"• iln hecho, este sistema se man'tuvo parcialmente a pesar de la ley de 1775 1 •11111 hlio necesario una nueva ley en 1799 (39 Geo. III, c. 56). Véase HAM~ l'f ll, 1 t .. y n.: 1'he slcilled labourer, pág. 12, núm. l. 11,rmMNER,

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l.A AN'f!GUA INDUSTRIA Y SU EVOLUCION

LOS ANTECEDENTES

Se pr esenta ahora una ob jeción: para llegar a sus orígenes, ¿o nos vemos obligados a remontarnos indefinidamente en el pasado? La historia de las coaliciones y de las huelgas, ¿no es tan antigua como la historia misma de la industria? Sidney Webb y su esposa han tenido que resolver esta misma dificultad al comienzo de su Historia del Trade Unionismo, y la solución que le han dado viene a confirmar nuestras precedentes observaciones. La cuestión se les planteaba a ellos bajo una forma un poco diferente: se trataba de aclarar los verdaderos orígenes del movimiento sindical inglés. Según estos autores, no se puede citar un solo ej emplo auténtico de Trade U nión antes del siglo xvm / Todos los hechos alegad os en apoyo de la tesis contraria se refieren, o bien a los gremios o corporaciones-que, en realidad, eran algo muy distinto de los sindicatos obreros- , o bien a coaliciones efímeras, for1 madas con ocasión de un. conflicto particular . En tanto que entre el patrono y el obrero, que trabajan al lado uno del otro, la diferencia sea insignificante, y en tanto que el compañero conserve la esperanza de llegar a ser maestro, las querellas o las revueltas siguen siendo hechos aislados y sin gran alcance. Solo cuando se está en presencia de dos clases de hombres muy distintas, la de los capitalistas por una parte y por otra la de los obreros asalariados, cuya inmensa mayoría está condenada a no salir nunca ele su condición, es cuando la oposición tiende a convertirse en constante y normal, cuando las coaliciQnes temporales se tram;forman en sociedades permanentes y cuando las huelgas se suceden como los episodios ele una lucha continua. La dominación de los comerciantes manufactureros, sobre todo en el Sudoeste. provocó bien pronto la resistencia de los obreros. Uno de los documentos que lo atestiguan es una cur iosa canción popular, compuesta, según parece, bajo el reinado de Guillerm o de Orange. Se titula Las delicias del pañero 2 y pone en boca del patrono la propia confesión de lo que le rep;·ochaban sus obreros : «De todos los oficios que se ejercen en Inglaterra - No hay ni uno que alimente a su hombre más pingüemente q ue el nuestro. - Gracias a nuestro comercio, estamos tan bien situados como los caballeros. Somos gente ociosa, y llevamos una vida jovial. -Amontonamos te· soros, ganamos grandes riquezas~ A fuerza de despojar y exprimir a las pobres gentes. - Asi es como llenamos nuestra bolsa, - No sin atraer más de una maldición. WEBB, Sidney y Beatrice: Hist. of Trad e-U nionism, págs . 11-20. La teoría 1 de la transforma ción de los gTCmios en Trarle Unions ha sido sostenirla por BRENTANO, L.: On the history and de11elopment o/ gilds and the origin of Trade Unions y Die Argeitergilden der Gegenwart, vol. I, caps. 1 y II. Véase también HowELL, G.: Con f/icts of capi1al and labottr. 2 T ite Clothier's Delight . He aquí el título completo: Las Delicias del Pañero o el Gozo d el R ico y la P ena del Pobre, donde se pinta la malicia con la que un gran número de pañeros, en Inglaterra, rebajan los salarios de sus obreros. Véase ílURN LEY, J.: W ool and wool combing, págs. 160-6J.

'-1Nue~tra

"1•:11 touo el reino, en los campos como en l . d d h1dwct 1 in 110 co rro el riesgo ·de languidecer - E at c1tu a 1 1 1 • ' n an o que e perna' 111 '11 11 11 1\ sepa manepr su peine, - y en tanto que el te.ed h 111d111 - senta J odra aaga , 1111 Tlclar.¡ - Al batanero ' y la hilandera ' tod o el ano su i 111' 11, -y ..es . iaremos l pagar caro el salario que ganan ... ""¡' l l'JJb nmero a os peinadores, los redu~iremos - De ocho groaes 1 Y s1' ro urmuran y dicen· · ·E / 111~ vr •n o 1 ras a una media-corona • i 1i poco ! », - Les daremos .ª elegir entre eso y trab.a . l 1 l11t1<'mos creer que el comercw no va bien. - N n h J d , • ' u ca an esta o t t 1 1 h11 • 1 1 <s, pero ¿que nos importa? ... ul lnrcmos trabajar a bajo precio a los pobres tejedores. - Enconl 1111i111rn1 defectos, los , l · . haya o no · los haya' con el f'm de recortar mas \1111 •U; llU ~n o. - S1 los negocios van mal, lo notarán en se<>"uida · 1 1111 11 me1oran, nunca sabrán nada. - Les diremos que el afio ~ no 1•11vi1.1 los de ultramar - Y que nos tiene sin cuidado 1·11111111 uc vendiendo... e que '" .111'.go les tocará el turno a los hilanderos: - Les haremos hilar li ! l lhi us de lana. en lugar de dos. - Cuando nos traen la labor se 11;;1• - { nos dicen que con su salario no tienen para vivir. - Pero 111 n AO am~nte una onza de hilo, - No nos apuramos por descon111 11!I 1n•s pemques ... ,,~¡ l!Hlá bien })esad o, y nos sup¡·1can que les paguemos: <
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PARTE l: LOS ANTECEDENTES

Con los hilanderos que se extenúan por un salario ínfimo, - Gracias a su trabajo llenamos nuestra bolsa, - No sin soportar más de una maldición ... » Hemos tenido que citar la mayor parte de este texto, a pesar de su longitud, sus repeticiones, sus torpezas de expresión, por lo demás tan características, tan evidentemente marcadas por un sello popular. Se creería oír el lenguaje de los hombres que, en las miserables tabernas donde se reunían, al acabar la jornada, fueron los primeros en soñar con unirse para resistir a la opresión patronal, y cuyos conciliábulos fueron el germen de las Trade Unions 1 • Entre los obreros que lograron organizarse más pronto hay que citar a los peinadores de lana. Es de señalar que los movimientos de resistencia metódica no nacen, de ordinario, entre los más agobiados, sino, por el contrario, entre aquellos que, habiendo conservado más independencia, soportan más penosamente la sujeción y tienen también más fuerza para rechazarla. Los obreros peinadores tenían en la industria de la lana un puesto aparte: las operaciones especiales de su oficio exigían cierta habilidad adquirida 2 • Era bastante difícil reemplazar'I

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~ ) «Según Adam Smith, «es raro que las gentes de oficio se r eunieran, incluso para pasar el rato y divertirse, sin que su conversación tuviese por resulta.do alguna coalición contra el público o algún arreglo con miras a obte?er salarios más elevados». Tenemos la prueba positiva de que una de las más antiguas Trade U!iiQ!!s salió de una reunión de los ob.reros. «para beber juntos, como cam~~ una pinta ae cerveza» (to take a social pint o/ porte; .together). Con m~s ~~e­ cuencia todavía es una huelga tumultuosa lo que da nac1m1ento a una orgamzac10n permanente. En algunas partes vemos a los obreros reunirse para dirigir una petición a la Cámara de los Comunes y juntarse de cuando en cuando para continuar su agitación, ya sea en favor de algún reglamento nuevo o bien para el mant~­ nimiento de una ley existente. En otros casos vemos a los obreros de un oficio frecuentar ciertas tabernas a donde van a informarse de los puestos vacantes, Y la oficina de colocaciones se convierte así en el centro de una organización obrera. A veces también los obreros de un mismo oficio declaran que «es una antigu a costumbre, en este reino de la Gran Bretaña, el que los. artesanos se junten Y se unan en sociedades para el desarrollo de una mutua amistad y de la verdadera caridad cristiana», y establecen un cfab para distrihi:ir socorros en caso ~e e~­ fermedad y asignaciones funerarias; este club, invanablemente, lleg.a a discutir el tipo de salarios ofrecido por los patronos y poco a poco se convierte en una - Trade Union con funciones de asistiencia mutua. Por últi¡no, si el oficio es de esos en que los obreros tienen que desplazarse frecuentemente para. buscar t~aba· jo, asistimos a la lenta elaboración de un siste~a que tiene por ob1eto acudir e.n ayuda de estos vagabundos ( tramps) en cada cmdad .J?ºr la que pasan; desp1;1~s esta sociedad de obreros viajeros, extendiendo su acc1on por una gran extens1on del país, se transforma gradualmente en Unión nacional.» WEBB, S. y B.: Historr o/ Trade Unionism, págs. 22-27. 2 El peinado se hacía, naturalmente, a mano. Los peinadores ccde~motan la lana la baten la desmotan de nuevo, la limpian y la tuercen, la acuchillan y la abre~ bien l; engrasan, es decir, la rocían y la frotan con aceite, a menos que la peinen ~on manteca, y la peinan mojada. En seguida se tiñe, si es que se ha de someter a esta operación; en caso contrario, se lava la lana por segunda vez, se la vuelve a peinar y, finalmente, se la lava por última vez. Solo entonces sale

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LA ANTIGUAt INDUSTRIX Y

SU EVOLUCION

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lol'I, en razón de su pequeño número 1 ; y como tenían el hábito de buscar trabajo de ciudad en ciudad 2 , no se hallaban a la merced de un patrono o de un pequeño grupo de patronos. Estas circunstancias c·xplican el nivel relativamente elevado de sus salarios 3 y la precocidad de su organización. / Desde 1700 los peinadores de lana de Tiverton formaban una sociedad de socorros mutuos, que tenía al mismo tiempo los caracteres de una coalición permanente 4 • Poco tiempo después el movimiento, comenzado quizá en varios puntos a la vez, se generalizó gracias a los hábitos nómadas de los obreros peinadores; la «corporación sin carta»
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PARTE I: LOS ANTECEDENTES 1:

garon el resto en los rótulos «como trofeos de victoria». Muchas casas fueron atacadas y de~endidas ~ tiros ; los alguaciles no A Onsiguieron restablecer el orden sino despues de una batalla en regla\\ l La misma contienda se renovó en 174.9. Hubo una larga y terrible huelga: los peinadores de lana habían jurado resistir hasta la capitulación completa de los pañeros y de los tejedores que aceptaban emplear los peinados irlandeses. Su actitud fue primero bastante tranquila, después, tras haberse agotado sus fondos de huelga, sus sufrimientos los empujaron a las violencias, a las amenazas de incendio y de muerte. Se produjeron sangrientas refriegas, y el ejército tuvo que intervenir. Los comerciantes hicieron entonces algunas concesiones, ofreciendo limitar la importación; pero los peinadores rehusaron y hablaron de abandonar la ciudad en masa; un gran número puso en ejecución su amenaza, en gran detrimento de la industria local 2 • Los tejedores no tardaron en seguir el ejemplo de los peinadores de lana, y aunque peor armados para la lucha, sus asociaciones fueron muy pronto bastante fuertes para causar a los pañeros serias alarmas. Es también en los condados del Sudoeste donde encontramos la huella más antigua de su existencia y de su acción; en 1717 y 1718 varias peticiones denunciaron al P arlamento la coalición permanente formada por los tejedores en los condados de Devon y de Somerset 3 ; una proclama real r eprobó solemnemente «estas sociedades y estos clubs ilegales que se han permitido, con desprecio de la Ley, hacer uso de un sello común y obrar como cuerpos constituidos (bodies corporate), promulgando e intentando imponer ciertos reglamentos, por los que pretenden determinar quién tiene derecho a ejercer el oficio, cuántos aprendices y obreros debe tomar a su servicio cada patrono, así como el precio de todas las mercancías, la calidad de la materia prima y los prodecimi entos de fa bricación» 4 • El efecto de esta proclama- lo que no debe sorprendernos-fue absolutamente nulo ; así, algunos años después, el P arlamento tuvo que r ecurrir, ante la demanda de los pañeros, a medidas de represión más enérgicas. En 1725 se votó una ley q ue prohibía a los tejedores toda coalición «formada con miras a reglamentar la industria o a obtener un · alza de salarios»; los delitos de huelga eran castigados con penas severas, que en caso de violación de domicilio, de destrucción de mercancías o de amenaza contra las per1 JIARDINC: History of the town of Tiverton, 1, 95. Sobre los motines de los tejedores de Wiltshire, en 1739, véase SMITH, S. : M emoirs of wool, Il, 78-79. Sobre las huelgas de los peinad ores de lan a de Yorkshire, véase HEATON: Y orlcshire woollen and worsted industries, págs. 318 y sgs. 2 HARDINC, I , 113-14. Análogos hechos tuvier on lugar en la r egión de Norwich: en 1752 los peinadores de la na, amenazados de una r educción de salarios, abandonaban la ciudad y se retiraban a una especie de Mon te Aventino, en Rockheath. Gentleman's Magazine, XXII, 476. 3 Journ. of the House o/ Commons, XVIII, 715; XX, 268, 598, 602. 4 Wrnn: Hist. of T rade Unionism, pág. 29.

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SU EVOLUCION

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eo nas, llegaban hasta la pena de deportación y la pena de muerte 1 . Pese al terror que estos castigos debían inspirar, las coaliciones de tejedores se mantuvieron y duraron 2 • En cambio, en Yorkshire, donde se había mantenido el sistemaJ doméstico, solo hicieron su aparición con el maquinismo. La industria de la lana, lo mismo en este orden de hechos oue en los que hemos examinado anteriormente, solo nos proporciona un- ejemplo entre otros muchos. Ya hemos citado las quejas de los obreros sastres, conservadas en un gran número de folletos o peticiones. Desde 1720, «en número de siete mil y más», se unieron en Londres para obtener un aumento de salarios y una disminución de la j ornada de trabajo 3 • En varias ocasiones, especialmente en 1721 y 1768, vemos intervenir al Parlamento; la primera vez las medidas tomadas lograron intimidar a los obreros, que, temiendo el harcl labour o alistamiento forzoso, no osaron dur~te mucho tiempo reanudar su agitación. Después se renovó el movimiento y se multiplicaron las huelgas; una comedia, representada en 1767 en el teatro Real de Haymarket, pone en escena una de estas huelgas, y nos muestra a los muchachos sastres reunidos, para ponerse de acuerdo, en la taberna del Cerdo Acorazado o en la del Ganso y de las Parrillas; en el acto siguiente asistimos a una batalla entre huelguistas y no huelguistas en el centro mismo del Strand 4 • La historia de los tej edores de géneros de punto (framework-knitters) no es menos interesante. La existencia ele una corporación, cuya carta había sido concedida en 1663 y que comprendía 1 12 Geo. 1, c. 34. Los considerandos reproducen aprox imadamente los térm inos de la proclama real de 1718. El mismo a ño (1725) una decisión de la sesión trimestral de la justicia de pai, en Manchester, recordaba el texto de una ley del siglo xvr (2 y 3 Edw. VI, c. 15) que prohib ía «a todos los a r tesanos, obreros y jornaleros» formar coaliciones contra sus pa tronos bajo pena de 10 libras de multa o veinte días de cárcel para la primera contravención; 20 libras de multa o la picota en caso de reincidencia, y a la tercera vez 40 libras de multa o la picota y una oreja cor tada. Véase EDEN, F. : State of the poor, ITI, ex. Medidas semej antes a las d e l a ley de 1725 fueron decretadas en 1756 y 1757 por las leyes 29 Geo. 11, c. 33 y 30 Ceo. II, c. 12. 2 Véase DECHESNE, La urent: Evolution économique et soá ale de l'industrie de la laine en Angleterre, p ág. 153. WEBB, S. y B.: History of Trade Unionism, pág. 29. En La ncashire los tejedores de alamar es y trencillas de lana empezaron a organizarse en 1756 y los obreros de un mismo «comerciante manufac turero» (ormaban una agrupación a la que lla ma ba n «shop• . Véase DANIELS, G. W.: Tit e C«rly English cotton industry, págs. 43 y sgs., con citas sacadas del S mall warr weaver's apolog) (1756), y P1mcrvAL, T.: Letter to a friend, occasioned by the late disputes between the ch eck-makers of Manchester and their weavers (1759). 3 WEBB: Hist. of Trade Unionism, pág. 27; CAi.TON, I•'. W.: Thc tailoring trade, introd., págs. XIII y sgs. 4 The Tailors: a tragedy / or warm weatlt er, i 11 titee acts. As it is per/omed at the Th eatre R oyal in the Haymarket. Londres, 1778, in-8.'. E l ejemplar único de la edición original está en el BrM:ish Museum, 64.3 e. 8 (2). El autor de la pieza es desconocido.

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PARTE I; LOS ANTECEDENTES

a la vez a obreros y patronos 1, no pudo impedir que se manifestara el antagonismo desde el principio. Y a sabemos la causa: los telares no pertenecían a los obreros, sino a los patronos. Uno de los temas de ~disputa más frecuentes era la cuestión de los aprendices: los patronos empleaban un gran número de ellos, tomando entre los niños hospicianos de las panoquias, lo que disminuía otro tanto el trabajo y el salario de los obreros adultos. En 1710 los tejedores de medias de Londres, después de haber protestado en vano contra este abuso del aprendizaje( se declararon en huelga, y para vengarse de sus amos comenzaron por romper los telares 2 • También estallaron huelgas tumultuosas más de una vez entre los de Leicester y N ottingham. No pensaban todavía en organizarse, pues tenían la costumbre de apelar, en la mayoría de los casos, a la autoridad de la corporación. Pero como esta autoridad se hacía cada vez más caduca, acabaron, como los peinadores de lana y como los tejedores del Sudoeste, por formar una verdadera unión profesional 3 • Los hechos de esta clase abundan en el período que precedió inmediatamente a la revolución industrial. De 1763 a 1773 los tejedores de seda, en el este de Londres, estuvieron constantemente en lucha con sus patronos. En 1763 les· sometieron una tarifa, que fue rechazada; por tal motivo, dos mil de entre ellos abandonaron los talleres, destrozando las herramientas, destruyendo las telas. Un batallón de la guardia tuvo que ocupar el barrio de Spitalfields ~. En 1765, como se trataba de permitir la importación de sederías francesas, marcharon en masa sobre Westrninster, con banderas al frente y al redoble del tambor 5 • En 1768 se reducen los salarios en cuatro peniques por yarda; los obreros se sublevan, recorren las calles tumultuosamente, saquean las casas; la guarnición de la Torre es llamada en auxilio; oponen resistencia con palos y armas blancas, los muertos -y heridos yacen en la plaza 0 • En 1769 el estado de revuelta es permanente; el motín, como un fuego que se incuba se reanima a cada instante. En el mes de marzo los torcedores de seda (throwsters) celebran «asambleas tumultuosas»; en agosto los tejedores de pañuelos acuerdan depositar seis l Para la historia de esta corporación, véanse FELKIN: History of the machinewrought hosiery and lace manufactures, y el libro más reciente de HENSON: History o/ framework lcnitting. 2 HELD, A.: Zwei Bücher zur socialen Geschichte Englands, págs. 484-88. 3 La Stocking-Makers' Association for mutual protection in the Midland Counties of England. Véanse WEBB: Hist. o/ Trade Unionism, pág. 45, y BRENTANO, L.: On the history and development o/ gilds and the origin o/ trade unions, págs. 115-21. Sobre las primeras asociaciones, en los Midlands, de tejedores de géneros de punto, consultar también: Victoria history o/ the county o/ Derby, JI, 367, y Victoria history of the county o/ Nottingham, JI, 353-54. 4 Calendar o/ Home O/fice Papers, 1760-1765, núms. 1029, 1051. (Mil. Entry Book, XXVII, 130, 134, 138). 6 MACPHERSON, D.: Annals of commerce, 111, 415. 6 Annual Register, 1758, pág, 57.

LA ANTIGUA IND USTRIA Y SU EVOLUCION

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peniques por cada telar para formar un fondo de huelga y obligan a sus camaradas a suscribirse. En septiembre y octubre la situación se agrava: el ejército quiere hacer evacuar la taberna del Delfín lugar de reunión de los tejedores, por lo que se entabla una verdad~ra batalla, con muchos muertos de ambas partes 1 . Para poner fin a estos perpetuos desórdenes el Parlamento promulgó el famoso Spitalfields Act. Esta ley establecía un conjunto de reglamentos y de tarifas, bajo el control periódico de los jueces de paz; los tejedores quedaron satisfechos con ello y solo se constituyeron en unión para asegurar su ejecución 2 • Tomemos un último ejemplo fuera de las industrias textiles, que nos han proporcionado todos los precedentes. Los mineros y los c~r­ boneros de Newcastle luchaban desde el siglo :lf_VII contra los propietarios de minas y contra la poderosa corporación de los hoastmen, a la que una carta de la reina Isabel había concedido el monopolio del comercio de la hulla 3 • En 1654 los barqueros del puerto (keelmen) declarar on la huelga para obtener un aumento de salarios. En 1709, nuevo conflicto, que duró varios meses, y durante el cual el movimiento del Tyne estuvo completamente detenido 4 • Los disturbios de 1740, que fueron muy graves, tuvieron por causa principal la carestía de los víveres 6 y se asemejaron a los motines provocados por la escasez en la Francia del ·antiguo "régimen. Pero en 1750, en 1761, en 1765 son huelgas propiamente dich~s las que suspen~en, durante largas semanas, la nrt ividad de las minas y del puerto G. Y es también una coalición permnncnte la que se forma, en 1763, entre los keelmen, con el fir~ de obligar a sus patronos a hacer uso, para medir los cargamentos de carb6n de las medidas oficiales fijadas por un acta del Parlamento 7 • 1

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l bf.b .. 1769. págs. 81], 124], 136] y 138]. 13 G 110 . 111 , c. 68, The Spitaljields A ct solo Lenía fuerza de ley en Londres,

en Wc~ 1inl11 KIC\I' y en el condado de Middlessex. Fue completado por 32 Geo III, c. 44 (1792), cino extendía sus disposiciones a la industria de las telas mezcladas, y 51 Ceo. 111 , c. 7 ( 1801), que regla.mentaba el trabajo de las mujeres. Véase CLAPHAM, .1, 11.: The Spitalfields Acts, 1773-1824 ( Economic ]ournal, XXVI, pá· ginas 459.7 1). 1.n Unión data de 1773, según WEBB: Hist. of Trade Unionism, pág. 32; el" 1777, Rcgún ScrroLL, Samuel: A short historical acco1mt of the sil/e manufact111 ~ 111 /o,',111la11d, pág. 4. 3 El lnx lu el e· 1·~1e documento está extensamente en BnAND: llist. o/ N ewcastle-upo11 Ty11 ~. 11, 659-660. 4 BnA Nll : lli ~I. o/ Newcastle, II, 293. 5 ldom, 1/1/r/., !I, 520, y, Gentleman's Magazine, año 17~0 , pá¡¡. 355. G Calt-111lt11 11/ llame O/ fice Papers, 1760-1765, nií 111 . 107, 1910, 1913. La causa de lu ¡¡e1111 hu c~ l ga de 1765 fue la sospecha, por porhi do los obreros, de que sus putr1111 11" Mn prc riaraban para sujetarlos o la mlnn por 11 un convenio que estipulaba 111111 lm1 propietarios de minas s6lo aj11R1arí11e1 11 loa obreros que estuviesen en Jll'""~Mn do un certificado d.c su úll imo ¡mt r1111n l lboróndolos de toda obligación». V1'i11"u 1I AMMOND, J.-L. y B.: Thc , klllml ltl/11111rcr, pág. 13. 7 BnANll , 111.11. n/ N<'wcastle, IJ, 309.

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PARTE I;

LOS ANTECEDENTES

Es que los carboneros de Newcastle, lo mismo que los tejedores de seda de Spitalfields, y como los tejedores de medias y los peinadores de lana, eran, antes del maquinismo, obreros en el sentido moderno de la palabra. Las materias primas no les pertenecían, y en cuanto a los instrumentos de trabajo, solo podían poseer los más simples y los menos costosos: todos los que tenían algún valor intrínseco estaban en manos de los comerciantes o de los empresarios capitalistas. Y el antagonismo entre el capital y el trabajo solo esperaba para tomar su forma definitiva el remate de esta retención de los medios de producción. Todo lo que tendía a acrecentar la complicación, la importancia y el precio del utilaje debía contribuir a ello necesariamente; la revolución técnica no es más que el término normal de la evolución económica.

VII ")t

Todos los hechos que acabamos de examinar atestiguan la transformació; ...filªi!:Jal d~ ia antigua industría. Nos queda p()r ver lo que Teñaía a impedir o a demorar esta transformación. No era solamente !a masa de ·intereses adauiridos y el peso de la rutina, era toda una tradición, · todo un régim~n estabiecigo. por la costumbre y consagrado po""r- la Ley. "La tutela ejercida sobre la industria por los poderes púBlicos es, de toda la historia económica de los siglos XVII y XVIII, lo que 'Con- mas frecüencia y mejor se ha e_studiado 1 • Esto no tiene nada de extraño: es mucho más fácil estudiar una legislación cuyos textos te-!) nemos, que unos hechos dispersos, huidizos, cuyas { huellas,...1fpenas se reconocen. Quizá por eso se ha propendido a exagerar la importancia de tal estudio, Toynbee llega incluso a decir que el paso de la era de los reglamentos protectores a la era de la libertad y de la competencia es el hecho capital de la revolución industrial~ Esto es, a nuestro entender, tomar el efecto por la causa, confundir los fenómenos econó...,_micos con su aspecto jurídico. Veremos, por el contrario, cómo son la organización nueva y los nuevos procedimientos de la industria los que han roto los marcos demasiado estrechos en aue los encerraban las leyes de otra edad. El origen de estas leyes era doble. Unas se remontaban a la Edad Media: lo que en Francia se llama colbertismo, nació mucho antes de 1 Véase el libro de HELD Zwei Biicher zur socialen Geschichte Englands: se creería, al leer ciertos capítulos, que la historia social se reduce a la historia de la legislación económica. CUNNINGllAM, W.: Growth o/ English industry and commcrce, vol. II, dedica un espacio bastante amplio al estudio de la política comercial e industrial. Asimismo U NWIN, G. en su notable obra: Industrial or. ganisation in the sixteenth and seventeenth centuries. 2 «La esencia de la revolución industrial es la sustÍlllción, por la libre compete11cia, de las reglamentaciones filie desde la Edad Media se habían impuesto a la producción.» ToYNBEE, A. : Lectures on the industrial revolution, pág. 85.

!:

LA ANTIGUA IN DUSTRIA Y SU EVOLUC ION

63

la época de Colbert. La idea de la reglamentación industrial es una idea rne~al: el Estado, o, más antiguamente, los gremios, asOciados "iila vida municipal, se consideraban como en posesión de un derecho de control, en interés común del productor y del consumidor. Se trataba de garantizar, a uno, el tipo remunerador de los beneficios, y al otro, la buena calidad de las mercancías. De ahí la estrecha vigilancia ejercida sobre la fabricación y la venta, las prescripciones minuciosas, que fueron complicándose cada vez más hasta el día de su completo desuso. La idea de la protección comercial tenía también sus r aíces en la Edad Media 1 . Pero no adquirió toda su fuerza sino a partir del momento en que. por el desarrollo del comercio exterior, las agrupaciones nacionales llegaron a la plena conciencia de su rivalidad económica. Fue entonces cuando la economía urbana, como la llama Karl Bücher, se sustituyó por la economía nacional 2 , que reunía en un haz los intereses de cada Estado para oponerlos a los de los Estados vecinos, frente a los cuales no. se concebían otras relaciones posibles que un perpetuo antagonismo.fEsta transformación se efectuó en Inglaterra durante el siglo de los /Tudor / El sistema mercantil, que solo mucho más tarde halló su expresión teórica, data en realidad de este tiempo. Confundiendo la riqueza con el numerario, toda la política comercial se reducía a dos preceptos bastante semejantes a los del viejo Catón: siempre vender y nunca comprar; disminuir lo más posible la cifra de las importaciones, que hace salir del país determinada cantidad de dinero amonedado ; amplificar, por el contrario, las exportaciones, que hacen afluir el oro extranjero. De aquí el proteccionismo exagerndo, por el cual no solo se procuraba fomentar las industrias nacionales, sino reservarles, dentro y fuera, un verdadero monopolio. La industria de la lana, una de las más antiguas y la más importunte de las industrias inglesas, se hallaba más protegida y reglamentada que ninguna otra 3 • Es grande el número de actas del Parlamento que contienen prescripciones relativas a «la longitud, la anchura y el l Se maniiestó primero bajo la forma extrema de la proh ibición. Véase As tn,tw: lntroduction to English economic history and theory, II, 12-15. ~ BiicnER, Karl : Die Entstelwng der Volkswirthschaft, 2.ª cd., 1898. Un rRtndio ele conjunto sobre la reglamentación de la industria" inglesa cl1• 111 lona ha sido publicado por LollMANN, F. ( Die staatliche Rcgelung der c11glischc11 lf/ollindustrie von XV ten bis zum XVl!lten !ahrhundert. Staats-und Socialwissrn11Cliaftliche Forschungen, 1900). Según !IEATON, H. (Yorlcshire wool. frn and worsted industries, pág. 124), «la reglamentación de la industria de la luna por el ERtado se basaba en dos consideraciones. En primer lugar, el real Y sincero deseo de hacer corresponder los precios ingleses con un nivel elevado y constant e de la ealidad, y de afianzar la fama de los tejidos ingleses en la Crnn Bretaña y en el extranjero; en segundo lugar, la cuestión se consideraba tumhién desde el punto de vista fiscal: como las lanas inglesas se trabajaban <'Ucla vez más en el país mismo, fue preciso reemplazar por impuestos sobre los t<·jidos los derechos que anteriormente se percibían sobre las lanas exportadas c"•Hno materias primas».

1: PARTE I:

peso de las piezas de tela, la manera de tenderlas y teñirlas, la -prepa· ración de la lana con ayuda de ciertos ingredientes, cuyo uso está per· mitido o prohibido, el acabado del paño, el plegado y el1 empaquetado para la venta, el empleo de molinos de enlanar, etc.» • Estos reglamentos se parecían mucho a los que estaban en vigor en la antigua Francia y en diversos países de Europa. P rohibición de tejer piezas de paño q ue no tuviesen las dimensiones legales y el peso legal; prohibi· ción de tenderlos para hacerlos secar, de una manera que se corriese el riesgo de estirar sus hilos; prohibición de darles el apresto por el procedimiento llamado calandrado. en seco; prohibición de emplear tal o cual sustancia, cuya naturaleza se juzgaba susceptible de alterar la calidad del tejido. No hay que decir que estas medidas, establecidas en principio para asegurar la excelencia de la fabricación, vedaban indis· tintamente las prácticas fraudulentas y los perfeccionamientos que habían llegado a ser indispensables. Para garantizar el cumplimiento de 2 esta r eglamentación complicada, que se renovaba y se violaba sin cesar, Inglaterra, lo mismo que Francia, había puesto en µie todo un ejército de funcionarios especiales, medidores, inspectores, investiga· dores, encargados de pesar, de anear, de contar los hilos: aplicaban un sello sobre cada pieza, que debía llevar además la marca del fabricante. Por encima de ellos estaba la justicia de paz, una de cuyas atri· buciones principales consistía en velar por la ejecución de los regla· mentos industriales y en infligir a los contraventores las penas pres· critas. Los inconvenientes de este sistema han sido denunciados muchas veces. Los fabricantes soportaban con impaciencia esta tutela estrecha y tiránica, y empleaban todo su ingenio en burlar una vigilancia de la que sin cesar se quejaban. El fraude, a despecho de las amenazas de la ley, reaparecía cada vez que se creía haberlo suprimido. En ocasiones los mismos agentes del Estado eran sus cómplices. Piezas de paño, de· bidamente pesadas y comprobadas, se aligernban como por encanto a medida que se evaporaba el agua de que estaban impregnadas : o más todavía, al desenrollarlas-lo que el inspector complaciente se guardaba Gig mills. El enlanado es la operación que consiste en cepillar fuertemente 1 el paño después de tejido, con objeto de revestir su superficie con una especie de pelusa. Véase petición de los fabricantes solicitando la abrogación de los reglamentos industriales. /oum. of the H ouse o/ Commons, LVIII, 334 (7 de abril de 1803). Algunas de las leyes a que se refería esta petición databan del siglo XIV. Véase BiscHOFF: Hist. o/ the woollen and worsted manufactures, l,

173 y sgs. 7 Anne, e. 13 (1708); 10 Anne, c. 16 (1711); l Geo. I, st. 2, c. 15 y c. 41 2 (1715); 11 Geo. l, c. 24 (1724); 7 Geo. II, c. 25 (1733); 11 Geo. II, c. 28 (1737) ; 14 Geo. II, c. 35 (1740); 5 Geo. III, c. 51 (1765); 6 Geo. III, c. 13 (1766) ; 14 Geo. III, e. 25 (1774); 17 Geo. lll, c. 11 (1777). La frecuencia d e estas actas, que contienen un gran número de disposiciones comunes, es la mejor prueba de su inobservancia.

LA ANTICUA INDUSTRI.f y

65

SU EVO LUCION

LOS ANTECEDENTES

de, hacer-se hubiese descubierto un lastre d . As1 quedaba sin alcanzarse el obj t . . e ladnllos o de plomo i. mentos, que era proteger al con ~ pr;c1pal d_e todos estos reglala técnica resultaba poco m sum1 ~r. n. cambio, todo progreso de d l d enos que imposible En 1765 e os gran es inventos que iban - t f · , en vísperas se prohibió, bajo pena de m lt a rans lormar enteramente el utila je metálicos las cardenchas t d a, reemp azar por cardas de , d l . d , o avia en uso en la ele 1a m ustria textil 2. mayona e as ramas

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diente~

Mientras que en el curso del si lo . marcada de esta legislación medº gal xvlm. se asiste a una decadencia , · iev e sistema ·z d mas reciente, todavía estaba en l ' . . mercanti ' e origen 1776, le asestó los primeros of en¡ v1genc1a c,u~ndo Adam Smith, en ultranza el que oponía el ma go pebs. ~ral este reg1men de protección a . · Y r o stácu o a todo · · proce dimientos tradicionales d 1 . d . me1oramiento de los pre ha sido mortal para 1 ~ . ~ I~ ustna lanera: el privilegio siem· 11uerte de Inglaterra depe d ºa mdlCialtlva y el progreso. Parecía que la d n iese e a suya. er b. d . 11~ y celo como las manzanas de oro de j a <> . En el intem1trar en competencia c~n ella. te~}:-Cs mdustn~~ que hubieran podido 1•11c:arnizada que los fah . t . d mos ocas10n de relatar la lucha t•ontra la importación ~~caln es e padños de lana sostuvieron, no solo · . ., as cotona as de la J dº . 1rn1 1ac10n en Inglaterra d . n ia, smo contra su i·npi tales íngleses: nada' d~~~, ma~¡° obra mglesa y a beneficio de uo fuese detenida en su d10 a ellos e dque e7ta gran industria naciente vt•rcladero monopolio lo q esarro o ~ .estrmda sin remisión. Era un . , ue se quena imponer l ºd 1111 c1erc1a hasta sobre los- m rt · or, y que ue os· una le d l a ·consum1 d 11 r1 rnaba que toda per f . Y e rema o de Carlos II 1 11 111 i11do con un sudario sdonal a ;c1 Ena en territorio inglés fuese amorel exte ·o 1 · e ana · 11 1111t•K, aunque más dºf' ºl d n r, as mismas aspira , 1 ici es e mantener En l t n : . os paises que dependían 1' 1lll(inlcrra, nada más fácill' que supnmn l111p111llr ln fabricación L la competencia: bastaba · a po itica seguida I • ." u1 1tll i11l ica s Hacia final d1 . l con respecto a rlanda es 11 h1 ltlm1d1•11a .inquietaron ae~ e s1g o xyn _los pro~resos de la indusvl1·11111 t•l C'Mlahlccimient d os pr?ductores mgleses : solicitaron y obtu· I T o e un sistema de der h d l"d 1111 111 11 1l1111tln los mercados co1om.ales y extranjeros. ec os eSesaestableció I a, que ceun

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1 S11l11 " lo• fraudes co . 1 11•m.;t1•1~ l1!rl11~1111'.1, púgs. 130-~~rcia es.

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" <.i•n.v1•11l •11 ll , !"·011rn 51. Sobre ·' mdustni!'l, · · vlol111•tt1nl'•, o/ th laH legis1ac1on sus inconvenientes y s 216; XX II , 2111 ; Xxlll ouse o/ Commons, XVIII, 67; XX, 377, Jd.,I, 155,1.lill, 1117 207 262 '529 ' 67253. 89, 481; XXVI, 320, 329 385. XXX 9i

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W.: Growth o/ E l" . A. E.: llistory o/ the ng ish in_duslry and commerce, Il, 374-79

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and_ financia[ relations estoration (2.ª ed., 1907).

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I;

PARTE I;

66

verdadero bloqueo alrededor de la isla, que se hizo efectivo mediante el constante patrullar de una pequeña flota, compuesta de dos navíos de 1 guera y ocho balandras armadas . Era evidentemente imposible impedir que la industria de la lana se desarrollase en el Continente. Pero a los ingleses les resultaba duro admitir que tal cosa llegase a realizarse. Envanecidos de la bella calidad de su materia prima, estaban convencidos de que sin ella nunca se conseguirían fabricar más que burdos tejidos. Limitadas a sus propios recursos, las industrias extranjeras estaban, pues, condenadas a una inferioridad perpetua, y, al no poder procurarse la lana inglesa, los franceses, holandeses y alemanes tendrían que comprar, de grado o por fuerza, los paños ingleses 2 • A esta ilusión, cara al orgullo nacional, se añadían temores quiméricos, como si el menor fardo de esta lana maravillosa, introducido en un país vecino, hubiese podido 3bastar para suscitar a la industria inglesa la más terrible competencia • Se ve a dónde tenía que venir a parar este doble razonamiento: a la prohibición absoluta de exportar la lana, bajo cualquier forma que· no fuese la de l tela completamente terminada. Con mayor motivo estaba prohibido ex-t portar carneros vivos, que hubieran podido aclimatarse en el extranjero: se llegó incluso a vedar el esquilarlos a menos de cinco millas de la costa 4 • Una industria tan celosamente protegida apenas sentía la necesidad de las innovaciones. Sólo pensaba en reclamar sin tregua, como verdadero niño mimado del Parlamento, nuevas leyes en su favor, y protes· taba cuando se trataba de atenuar el rigor de las leyes precedentes. La polémica que se entabló, entre 1781 y 1788, a propósito de la expor5 tación de las lanas brutas, es un ejemplo de ello • Debido a la extensión

1

LA AN TICUA INDUSTRIA y S U EVOLUC IO N

67

LOS AN•fECEOENTES

10-11 Will. III, c. 10 (]699). Las penas fueron agravadas por l a l ey de 1732

(5 Geo.«Era Il, c. una22). idea generalmente admit ida la de que solamente Inglaterra podía 2 producir lana y que si se impedía que las demás naciones se l a procurasen se verían obligad as a comprarnos las telas total mente fabricadas.n Sir Joseph Banks, Instrucción a los abogados encargados de combatir el bill sobre la exportación de las lanas, Annals of A griculture, VI, 479. El error bahía sido denunciado desde hacía mucho tiempo; véase A NDERSON, James : Observations on the means of exciting a spirit o/ national industry, pág. 264 ( 1777). 3 Annals o/ A griculture, VI, 484. 4 13 Geo. Ill, c. 43. Véanse los folletos conservados en el British Museum, especialmente en 5 el volumen B. 546, y en la biblioteca de la ciudad de Manchester (núms. 26214 y 26216). Citemos como par tidarios de la exportación libre a D ALRYMPLE, Sir John: The question considered, whether wool should be allowed to be exported (1781) ; T u c KER, Josiab : Re/lections on the present low price o/ coarse wools (1782), y en el sentido con trario, FonsTER, N.: An answer to Sir / ohn Dalrymple's parnphlet, entitled: Th e question considered, etc. (1782); The contrast, or a comparison b etween our linen, cotton, and silk manu factures (1783) ; H usTLER, J obn: Observations on the W ool Bill (1788); Bis cEIOFF: Hist. o/ the

t·r~ciente que adquiría la "*cría de los carneros quienes el mercado inglés resultaba a d . ' los ganaderos, para que se les permitiese exportar! . yt emas1do estrecho, solicitar on , os. en re tanto un co tr b d . a an. o activo 11nc1a pasar al exterior' a despech o de to das' las n hºbº porte de sus productos Pero l f b . pro l ic10nes, una Íttntasma de la compe;encia ~s ª. ncantes laneros temblaban ante el

lns barreras, se las reforzase :-ra~Je¡ª:, querían que, lejos de aliviar t rnbando más severament,e q as o aviTa, y que se reprimiera el con' ue nunca anto uno ' 1ion o creían defender sus i~tere . . s como otros defen1•n favor de la rutina . tr ses ' pero estos apelaban al privilegi , mien as que aquellos . d l i·nel a de agrónomos que se oc b , gma os por a gran es Inglesa, hablaban el lengua je ~pal a entonces de reformar la agricultura ((Es en interés de la i· d te. a n_ueva economía política. n us na misma--esc ºb' 1 • • 1• os, Arthur Young- po l h n Ia e mas emmente de 11 11•cción exagerada que re~la~ qu;, que cesar de concederle la pro1c•cientes cuyos ra'p-iºdos a.» a comparaba con las industrias más ' proo-resos eran 0 b - t0 d l 111lmiración generales· ( B 0 ,. Je e a sorpresa v de la · ( uscare1s en vano ese ar do d d. ºd d 11cl1vi a ' ese espíritu de iniciativa 1 r. e~pren e or, esa monte el genio industrial in lés ~u~º~ os. que se distmgue tan nobleli lc~rro, sobre el algodón bg '¡ .d ~ o eJerce sus esfuerzos sobre el iulormecido, inerte mue~t:o reTel v1 no lafporcelana. Aquí todo está polio. ¿Queréis s~spende .. . a es son os unestos efectos del mono1•lt•nte de Manchester? Dr drna 1nube neg;ra sobre la prosper idad creprn
ty



:n:iia...

11''11 ~ll'll rmd woollen manufa I ':1111111/11rt11re, 301-05. Véase A:~ze, f 'A 20?-lf ; J AMES; J.: His t. of the worsted iUlt 16; VII, 73 94 134-47 164 7s0 o VII{!Iric4u6ture (art1culos de YoUNG Arthur VI t A ¡ ' ' ' - ; 8 etc ' ' ' q • nna s o/ Agriculture, VII, 164-69'. ' . 38·c.Cierla · · 28 Geo. '"11~11r.iún 03-14Ill, Chc.. II, 18). s d'1spos1c1oncs se copiaron de una ley de la Res-

«1;;{ viernes mañana ' dal sa~erse la noticia de que el bill contra la ro 11or·111ción de la por lana lahabía 11111111" do Leecls y de los puebplasa ? a a Cámara de los Lores, todas las cam· • • os circundantes 5 • . e pus1ero?- a repicar y sus cari11 11111•• 111f(u 1eron oyéndose a interval d lc11f.(111•1 UK y otras demostraciones uranle l?do el d1a; por la noche hubo 11 N111 wirh.>• Lcttcrs to the Li~!z ~es. Fest~¡os muy parecidos tuvieron lugar 1 11111/r ( 171\fl), pú~. l. ns re graziers, on the subject of the . wool

cl

PARTE I:

LOS ANTECEDENTES

1:

LA ANTICU't INDIJSTRIA y

SU EVOLUCION

68

los fabricantes apoyaban sus demandas a los poderes públicos, se la hubiese creído en decadencia. En realidad, no había cesado de desarro· llarse 1 • Pero sus progresos-salvo en una región de porvenir, el distrito occidental de Yorkshire 2--eran irregulares y lentos: si los centros de producción eran numerosos, a menudo eran insignificantes: muchos de 3 ellos, desde principios del siglo XVIII, vegetaban a duras penas . Vegetaban y no desaparecían: símbolos de la antigua organización econÓ· mica alterada poco a poco por una lenta evolución interior, pero que conservaba todavía sus formas antiguas, mantenidas por una rutina secular. La industi:ia de la la11.a era _demasiado conservadora y estaba demasiado lastrada de privilegios y de prejuicios para coronar por sí 'misma su propia transformación mediante la renovación de sy_técnica. ES f~eiidé ella donde había de comenzar la revolución industrial.

VIII

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/.. Esta revolución no era, sin embargo, sino la continuación del mo·

Jviu'iiento

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que,- gradualmente, había modificado· el antiguo régimen eco· t;Om.ico. Ya hemos indicado la curva de este movimiento. La historia ·de la industria de la lana nos muestra sus fases sucesivas, como fijadas en otros tantos tipos industriales, que se ligan unos a otros por transi· ciones casi insensibles. Es, en primer lugar, la industria de los peque· ños productores independientes, cuya tierra de elección era la región de Halifax ; después, la industria de los comerciantes manufactureros, más dispersa en los campos del Sudoeste, más concentrada en torno a la gran ciudad de Norwich; por último, la industria manufacturera, la industria de los grandes talleres, que, por lo demás, había progresado , menos de lo que parecían anunciar sus brillantes comienzos en el >siglo XVI. Comprobar esta diversidad es restituir al movimiento econÓ· mico su vida compleja y continua. Marx, al analizarla con toda la po· tencia de su genio abstracto, la ha reducido a términos demasiado simples y a períodos demasiado r ecortados. Por otra parte, hay que guardarse de atribuir un sentido exactamente descriptivo a lo que, en su pensa· miento, tenía sobre todo un valor explicativo. Sería un ~or, por ejem· Es la conclusión muy juiciosa de SMITH, J.: M emoirs of wool, ll, 409·ll. Véase estadístíca de la producción en EoEM, F.: State of the poor, UI, CCCLXITI; .ANDERSON, A.: A lli historical and chronological history and deduction o/ the origin of commerce, IV, 146-49; MACPHERSON: Annals o/ Commerce, IV, 525; B1sCHOFF: Hist. o/ the t11oollen and t11orsted manufacture, I, 328. Producción del West-Riding en 174-0: 41.000 piezas de gran anchura, 58.000 estrechas ; en 1750, 60.000 y 78.000; en 1760, 49.000 y 69.000 (período de guerra maríti· ma); en 1770, 93.000 y 85.000; en 1780, 94.000 y 87 .000. Ciudades en decadencia en tiempos de Daniel Deíoe: Braintree y Bocking 3 (Essex), Needham, lpswich y Lavenham (Suffolk), Cranbrook (Kent), etc. Véase 1

2

To11r, l , 32, 34, 40, 118, 192.

69

plo, ercer que la manufactura i e 1 f , ;nante del período que ha sd~d enolmeno característico y domi• prece i o a de l . d g1camente es el antecedente ne . d 1 . a gran m ustria. Si 16 ricamente no es verdad ue ~esano e sistema de fábrica, histórnarcar a la industria conq su she llrnyaM~eneralizado hasta el punto de .r. d 1R ue a. ientras que s . ., "poca e enacimiento ' es un acontec1miento . . :unpo utaapanc10n, • t . en . . la ivo, su papel-al menos en In 1 t r n e y s1gmficat 11iglos siguientes 2. En rigor, seg ~:J:ªha~~sulta sec,~dario durante los ínctura para compararlo con el~ 1 ar. del r~gimen de la manur.ondición de no olvidar que est ~ .ª gran mdustna moderna, pero a e reg1men nunc h "d y que a su lado han subsistido hasta 1 f 1 a a s1 o preponderante, 11c los regímenes industriales precede t m os restos todavía muy vivaces L . en es. o que constituye la continuidad d l . . momento en que nos situamos e i:iov1miento, es que, hasta el 1•conómico y no técnico; que ale~~: cors1derarl?, ~~ sido puramente 'lnl de la producción No - . a a orgamzac1on y no al mate, llus individuales. es. el lsont mventos surgidos repentinamente de espíen o progreso de l tr · ' U h h as ansacc10nes colectivas 1o que lo determina y mod"f" 1 ica. n ec o mere t . ristas en r.ce re ener muy particu11 0 ¡, 1nrmente nuestra atención.• los cap1ta 11 concentración gradual de l d' d • Y prove6 o se opera os me ios e l!r d ., 1 11 nombre de industriales D . 1 o ucc10n, apenas merecen 1 poco a poco de su ;uto eJan, a osd r.eyueñ?s productores, despojailm1 . nom1a, to o e cmdado d l f b . . , o mtentan perfeccionarla ni si ui d" . . e a a ncac1on. N lwlnstria no es :Rara ello ' , q eraf mgirla. Son negociantes. La s mas que una orma del · S 1 . . 11 n vista un objeto el d t d .comercio. o o tienen 1 lwncficio suyo, entre' el r:Cii empresa comercia~: la diferencia, en mirocentar esta diferencta e cl~mpra y el precio de venta. Es por ' por rea izar una ec , b t ., compra, por lo que se h d onom1a so re el precio 1 1111nción, del utilaj e y des ~ce~ ~enfs de la materia prima; a contidl1 •it'>n de negocian;es co:ues, e ~s ocales industriales. Es en .su con1lilf'f'iÓn entera. o se ven impulsados a apoderarse de la pro-

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y es el comercio también ' es el des ll 111 q111' los compromete cad a vez , en ~ro británico mas este eo del , comercio L 1• ' ' 11 v111l(m del .traba]oiñdustrial a 1 . , amino. a ey que liga la l11111111lnda algunos años má t d a e~~s10n ~el mercado comercial i 111 porcihan. Para uñ e por Smith,. sin que ello' 1111(161'1, totalmente orientada h ; s~perfic1al la actividad del comercio 11111· ,,¡ desenvolvimiento int . aci\ e e~te~ior, amenazaba con perjudi enor, e crecimiento laborioso y paciente d

obse:va~ro

.' Ni Yrnsc, sobre está el sentido que ue da Marx siquiera probado 1

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, . este termmo, Introducción, pág. 14.\ '' ~nrln rlc Ja gran división del ( b ~a manufactura haya sido Ja condición ne· , Ir•• 111Anclosc en el domicilio o e Tira ªJ~· Enll 1739 la industria del worsted aun IMll1lndes cada una de las cuJes equenos. ta eres, comprendía unas cuarenta' espe1 1•111/1111' llll wool and the woollen m:raf ob¡eto dbe un oficio distinto. Véase Obserh/1 ~ .( 173<)). nu acture, Y ª manufacturer o/ Northrsmpton-

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la industria nacion¡f: «lQ!!ier~ Ingl_aterra ~acerse se~ejante a Holand~,-­ y no tener en acle ante como base de sus riquezas mas q~~ el co~erc10 de economía un i.. ¡Singular contra-profecia ! ~>--. --ercontraño, del comerció°"y ~l espíritu comi;·~l de donde...Ya a J'lllcelj, laindustria nueva.

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1

La Richesse de l'Angleterre (Viena, 1771), pág. 121.

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CAPITULO II

EL DESARROLLO COMERCIAL l~l pro¡?;reso de la producción y_ el de los cambioL están.J:an_estre· 'linmente ligados un-oa~ ótro ~Y ejercen entre sí tantas influencias recí1" oc•ns, que a menudo es difícil encontrar su filiación real.-" A veces es 1 1 dm1cnvolvimiento de la industria el que, obligando a buscar nuevas 11lldnA, amplía y multiplica las relaciones comerciales; a veces, por el 1 11111 rn rio, es la extensión deL.mercado comercial, con las, necesidª-des 111ttw ns que engendra, la que suscita la empresa industria!. En nuestros .11111, el primer caso es el más frecuente. La gran industria, movida por 111111 íuerza interior-la del maquinismo-arrastra en su marcha al co111111 c•io y al crédito, que emprenden para ella la conquista del mundo. 1'111 lo demás, parece natural · que sea la producción la que regule los il111111Ís fenómenos de la vida económica, de la que es, seguramente, el p1111lo de partida necesario.

1 Pc•ro ¡,no es ese, por el contrario, uno de los rasgos más nuevos y 11111• originales de la gran industria moderna? Es gracias al extraordi11 111 luj poder de transformación de que está dotada, gracias al papel 1lt 111l1pcñado por su utilaje de perfeccionamiento rápido e incesante, lo quéf"t¡uede salir al encuentro de la demanda, modificarla e inclu"" 111onda.7Es el desenvolvimiento de la industria de los transportes 111 1p11• permite al productor acrecentar a voluntad el alcance de su mer( 1il11 11in otros límites que los de la tierra habitada. No sucedía lo 1 1111111111 con la antigua industria. J2ada la lentitud del progreso técnico 111 diíi rultad de las comunicaciones, la producción se hallaba forzo11111•11ln limitada por las necesidades reconocidas del mercado habitual. 11 ll11 l1•11 r para una, clientela desconocida y lejana de consumidores po• lt1l1•" ~tl hubiera mirado como un acto de locura. Era, en suma, la intl11 t 1 in In que debía regularse por el estado de las relaciones comercia11• 1 l' 01· otra parte, a falta de inventos técnicos, apenas si existía más 1111 medio de renovar un poco los procedimientos de fabricación y 1 1 l11trnducir alguna variedad en los productos: era el de plagiar las 11111""'' iaK ex tranjeras. Y también en este caso es el comercio el que, 11111 l11K rnncancías que trae de procedencias diversas, por las relaciones 11111~ 1111t11hlccc entre países difqentes, . crea competencias y proporciona 1 Ir 111 pln11 nd ccuados para estimular la iniciativa industrial.

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

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El progreso de la industria er~ enton,ces. casi imposible,. si no lo precedía algún movimiento ~omerc~al. Sena. mteresante . estudi~r, desd~ este punto de vista, la historia de c~ertas regio~s y de cierta~ c.mdades, investigar, (.po~mplo, qué relac10nes h~n ligado al c~ecimiento d~l puerto de \Br,uj ~ gran centro ?e cambios desd~ comienzos ?el s1· glo xm, con eLde la industria t extil en Flan~es; o como el. c~merc10 ma·'t. de Venecia y a~~recido . el . establecrrn1ento, en la 11 lffi0 . Italia del Norte, de~ias exóticas, ue snvieron largo tiempo de modelo al resto de Europa 1:---Estas cuestiones no son de las que se pueden tratar de pasada. Pero lo que sí tenemos derecho d~ afirmar es ~ue1'ntes de la era de la «gran industria la potencia comercial de un pais no estaba, en modo al bun?, en razón de su importancia industriaytl ejemplo de Hol~nda bastana para demostrarlo. Holanda ha sido, en el siglo XVII, la pnmer~ nac10n comerciante del mundo entero. Pero los navíos h?la~deses no iban car· gados de mercancías ho~andesas: tr~nsportaban mdrfer~ntemente, para todos los destinos, los generos colon\ales de las .dos Indias, los n;etales de los países Bálticos o las telas preciosas de Onente. No eran -~as que comisionistas, y sus grandes puertos solo eran puertos de deposit?. En medio del movimiento inmenso de capitales, de ~ombr~, de idea;, cuyo centro era entonces la pequeña Holanda, la ~ndustni: no , podia dejar de engrandecerse: las Provinc,ias. Unidas ~viera~ te1edunas de paños, de lienzos y de terciopelo, fabncas de cnstal fino, talleres de tallado de diamantes, sin hablar de los arsenales de .arma~ento establecidos en la proximidad de los puertos. Pe.ro estas mdustnas, aunque florecientes, contribuyeron en escasa medida a la fo;tuna de Holanda. y la más importante de todas, la. de las, ~onstrucc1ones na~ales, no era más que el auxiliar del comercio mantimo, al que debia su prosperidad, si no su existencia misma. Este ejemplo nos interesa directamente . . Porque es a ~olanda ~ quien Inglaterra se esforzó dm:ante mu~ho t;empo en ase1?ep rse . .~n­ mero su enemiga, despu~' s su nval, 1e disputo la supremaei:a eemei:ci,al,7 objeto de admiración y de envllfia pQ.L~te de los puebl?~ vecmol>( y acabó por conquistarla. edio siglo antes de. que se convier_ta en la tierra clásica de la industria, el país de las romas, de las ~~qas ~ de ila; uras, Inglaterra es ya un país comerciante-~na nac10n de ten· deros- dice una frase célebre. El desarrollo comercial precede en uiz~ determina-a las transformaciones de la industria.

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II La importancia económica de Inglaterra, hasta finales del siglo XVII, linhin sido secundaria. Las ventajas de su posición geográfica se habían 111• rN~cntado singularmente desde el descubrimiento del Nuevo Mundo 1 pMO no le había sacado sino un partido mediocre. Desde hacía much~ ll1•111 po pretendía el imperio de los mares: J ohn Selden, en el tratado l111l111lado Mare clausum 2 , que escribió en respuesta al Mare liberum iln <; rolius, demuestra, con gran refuerzo de citas clásicas y de ver1lr11lm1 d.e la Biblia, esta. doble prop~sición: primo, que el mar puede 111~ 1 1• ons1dera~o como obieto de propiedad; secundo, que es, con pleno dr 11•1•lto, propiedad del rey de Inglaterra. Pero ni el rey Jacobo I, para q 11 l1111 íue compuesta la obra, ni Carlos 1, a qui en fue dedicada, esl11lt11 n en condiciones de sostener estas pretensiones audaces. De hecho, • 1 111nr pertenecía a los españoles, ·a los franceses, a los holandeses so111 e 1odo. tanto o más g_ue a los ingleses. El extraordinario impulso de savia que, en tiempos de Isabel, halt111 hrcho brotar en una floración magnífica todos los gérmenes de vida, dr ruorza y de genio de la vieja Inglaterra, explica estas ambiciones 1•11•11111turas. La expansión marítima y comercial había sido repentina y • Ir tnriosa. Los marinos, los comerciantes, los corsarios ingleses, habían 1 0111hrado al mundo con su osadía. Mientras aue Drake con sus filil 11,.l11t'OR, amenazaba las Indias Occidentales, n~vegantes 'pacíficos pre¡t11111hnn para Inglaterra éxitos más duraderos. Walter Raleigh fundaba 111 r tuhlecimientos de Virginia; Chancellor y Willoughby, contornean1111 111 península escandinava, llegaban a Arkángel y ponían al Occi11111111 1m relación con Moscú y Novgorod. Se fundaban compañías de 111111111110 ; primero, simples asociaciones ttemporales de negociantes que 111111•1111fnn en equipar un navío con gastos comunes para un viaje de 1t 11 111 ; flcspués, grandes sociedades, provistas, mediante cartas auténi 11 ' d1 privilegios y de monopolios, e investidos, por delegación, de 1 111l 1!ltll nia. Tales son, en 1554, la Compañía de Moscovia; en 1579, 1 1 11111p11íi ía Báltica; en 1581, la Compañía de Turquía; en 1600, la 1 11111p11íd11 (le las Indias 3 • . l .11 !•1wrgía nacional se empleó en el siglo siguiente en otras tareas. d1•1l'ochó en esa gran lucha, política y religiosa a un tiempo, que MAt:

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t Por ejemplo, la indu9tria de la seda, importada más tarde de I talia a Francia y a Alemania.

EL DESARROLLO COMERCIAL

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K 1NDER :

Britain and the Briiish seas, págs. 1·13, ha mostrado muy

(1¡1111 l n Gran Bretaña, situada en uno de los extremos del mundo antiguo,

• 1111111 11 6, por el descubrimiento y poblamiento de América, en el centro del r1111111l11 nu11l11rno. M111 ~ rlaum m, seu de domi,nio maris, libri duo (1635). 1 l.11 lll~M tl lll ifliua de todas es la compañía de los comerciantes a la ventura, ~t111ltln fin r n1•¡1ornci6n por carta real desde el año 1564. Véase LINGELBACH, W. E.: /rt1P11111/ '" //ll ri l.~rrt iori of the M erchant Adventurers o/ England, Filadelfia, 1903.

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

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por dos veces condujo a la revolución. A ve~es, sin embargo, todavía encontraba ocasión de manifestarse al extenor. Se la reconoce en los emigrantes puritanos que colonizaron N~e~a I~glaterra; recupera por un instante todo su vigor y todo su prestig10 ha10 la mano poderosa de Cromwell. Es de la República de cuando data la famosa Act~ de Navegación 1 , que se considera, no sin cierta razón, ~orno el ongen. de grandeza marítima de Inglaterra. Al f ?rzar a los mgleses a pasa1se sm los comisionistas holandeses para traficar con el resto del mundo, este acta los obliga a construirse una marina mercante. L?s elementos no faltaban; en defecto de navegación de altura, el cabotaje por las costas de Inglaterra era muy activo, tanto más cuanto que el transporte P?r tierra de las mercancías era lento, difícil y costoso. Solo el comerc10 del carbón entre Newcastle y Londres ocupaba una verdadera flota, puesta en marcha por varios miles de hombres; por eso se. ~a llamaba «el vivero de la marina» 2 • Sin embargo, el Acta de Navegac1on no pro, dujo sus efectos en un solo día. !" La era de las luchas interiores no se hab1a cerrado. Se reanuda:_on bajo la Restauración, después de algunos años de ca!ma. Pero esos anos habían bastado para que el espíritu de empresa afirmase de nuevo -~u vitalidad. Se ven aparecer nuevas compañías con carta: la. Cor;ipama Real de Africa, que traficaba sobre todo con la co~ta de Gumea. , Y la Compañía de la ·B ahía de Hudson, fundada, con vistas al lucrativo c~­ 4 mercio de pieles, por el brillante y aventurero p~íncipe Rupe:io • .F1· nalmente, después de un último período de conflictos y de disturbios, llegamos a la gran fecha de 1688, qu~ m~rece ??upar tan alto puesto en la historia económica como en la hlstona pohtica.



- 1 M DCLI, c. 22. Esta acta, corregida y completada en 1660, prohibía ª,todo navío extranjero importar a Inglaterra otros productos que los <;le su pa1s ~e origen. El comercio entre Asia, Africa, Amé!ica y los puertos rnglese~ esta a reservado exclusivamente a los navíos construidos en Inglaterra pert~nec1entes a armadores ingleses y dotados de tripulación inglesa. No hay que olvidar, por l~ demás, que este acta de navegación no es la primera que hay~ figurado en e. Statute Book. Medidas análogas se habían tomado en 1381 ( 5 Richard II, c. 3) '. en 1382 (6 Richard U , c. 8); 1390 (14 Richard U, c. 6); 1489 (4 Henry V_U, c. 10), 1540 (32 Henry VIII, c. 14-); 1552 (5-6 Edward VI, c. 18); 1558 (1 Ehz. c. 13); 1562 (5 Eliz. c. 5) y 1593 (35 Eliz. c. 7). z «The great nursery of seamen.» Véase PovEY, Ch.: A discovery o/ indirect . practices in the coal trade, pág. 43. 3 Sobre la Compañía de Africa véase CuNNINGHAM: Growth o/ English industry and commerce, II, 272. . . , ' El príncipe Ruperto, hijo del elector palatino Fedenco V. que llego a, ser y de Bohemia en 1619 y de Isabel Estuardo, hermana de Carlos l, paso la ~ayor parte de su vida ;n Inglaterra. Mandó los ejércitos reales durante la gran guerra civil. Bajo la Restauración recibió los títulos de duque de Cumbe~~nd ) de gran almirante. Fue entonces cuando se puso, al fre~~e de l~ C?mpama ~e H.udson y de otra multitud de empresas. Se ocupo tamb1en de c1~nc1as Y .de m· vento& mecánicos; se le atribuye, si no la invención, al mcno_s la mt~oducc16n ~n lnl(lntorrn clol Rrnhnllo en no11ro. VéoM Dirtioriary of Nar10110/ n1ogrt:1phy, nr 1ln11ln • ll11¡1l'rl •,

EL DESAR ROLLO COM EHCIAL

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1688. es el fin de esa larga crisis en que se debatió el pueblo inglés dur1tr\te sesenta años. Crisis beneficiosa, ya que su desenlace dio a Jn. 14l11tcrra lo que ninguna de las grandes naciones de Europa poseía todavía: un gobierno libre. 'Esta libertad tan caramente adquirida, asegu11tdli por los esfuerzos que había costado, era la mejor garantía de la p1·011pcridad pública. Los ingleses, después de haber sufrido aún du11111to algún tiempo las dificultades inseparables de un régimen político 11111•vo, no tardaron en darse cuenta de ello. «Nuestro comercio, escribía ' 11 1708 el autor de una célebre descripción de Inglaterra, es el más 1111111iderable del mundo entero, y en verdad la Gran Bretaña es, entre l 1111011 los países, el más apropiado para el comercio, tanto en razón de 11 11il11ación insular como por la libertad y la excelencia de su consti· 11111(111 » 1 .

l ,11 revolución de 1688 es un hecho de O!den exclusivamente _polí· y religioso. Obra de los grandes organismos del Estado y de la na· • lnu protestante entera, no podría atribuirse a la acción interesada de 111111 1mla clase social. !Pero es lícito señalar la parte que tomó la bur1111 !11 comerciante en los acontecimientos decisivos que habían de te111 1 pura ella consecuencias tan ventajosasJFue en el Guildhall, la viej 1 t 1t•11 de las corporaciones mercantiles, en donde se reunieron los 1 !111 , 1rni; la huida del rey, para llamar a Londres al príncipe de l 11 111141 , Cuando J acobo II, vuelto a su capital por un momento, pide 111 11111~ii;trados de la ciudad que lo reciban y se comprometan a de111li 1111 of!tos rehusan; por el contrario, son los primeros en venir a .111 dfo11 a saludar a Guillermo al palacio de Saint-James y agrade! 1 1 h11hcr salvado las libertades inglesas. En el Parlamento provi1 'I"" convoca el príncipe para compartir con él el poder, en es1, 111 npcrtura de la Convención que debe proclamarlo rey, invita 1p 1 n11i1•nto, al lado de los antiguos miembros de la Cámara de los 111 ni nlcalde y a los aldermen 2 de la ciudad de Londres. Final1 1111 hnccr frente a las necesidades inmediatas, sobre todo para 111 111 11•ilo, la ciudad adelanta al Tesoro doscientas mil libras es1• In prenda de la ·alianza enrte la monarquía nueva y la 1 111 l'n111rrciantes y financieros.\ Desde entonces empieza el gran 111 1111• 111111 culmina, ciento cincueñta años más tarde, con el triun1 ll!flll 11 rln In burguesía y con su influencia sobre el Gobierno. 1 11 f 1drl11 rrcoge el beneficio de su actitud. Poco después de la 1 h1 l •11 11 p1111lu jeron dos acontecimientos económicos de primer 1 t 11 l 1 l1111rl1wilm del Banco y la constitución definitiva de la Com1 f 1 f11 l 1• ft11fiM.

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

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sin asombro se comprueba en qué época tan tardía se desenvolvieron en Inglaterra las instituciones de crédito. En la ciudad de Londres, donde se agolpan hoy día, en un reducido espacio, las sociedades financieras más poderosas de Europa, donde van a concentrarse los capitales desde todos los puntos de la tierra, no existía ni una sola casa de Banca antes de mediados del siglo XVII. Fue durante la gran guerra civil cuando los negociantes comenzaron a depositar fondos en los es· tablecimientos de los orfebres de Lombard Street. Estos, de simples tesoreros que eran al principio, desempeñaron bien pronto el cometido de banqueros, y sus documentos se emplearon en lugar del numerario en las transacciones corrientes de la ciudad 1 • Tan pronto como se hizo usual la práctica del crédito, la atención pública se dirigió hacia los ejemplos proporcionados por algunos países extranjeros, provistos des· de hacía mucho tiempo de una organización financiera más avanzada. Es a Italia v a Holanda a quienes debe Inglaterra la idea de un a Banca nacional. Schmoller ha hecho observar el influjo ejercido sobre la génesis de las empresas de capital colectivo por los empréstitos del Estado 2 • Este influjo es evidente en lo que concierne a la fundación del Banco de Inglaterra. El Gobierno de Guillermo III tenía. necesidad ?~ dinero; al favorecer el establecimiento de una gran sociedad de cred1to, sobre el modelo del Banco de San Jorge, de Génova, y del Banco de Amster- • dam, pensaba ante tod o en procurarse nuevos recurso~ para el presente y para el porvenir. El Banco no fue otra cosa en su ongen que un grupo de capitalistas que se comprometían a prestar a la Corona una suma de un millón quinientas mil libras esterlinas a un interés del 8 por 100; • este grupo debía recibir a cambio el título de corporation 3., con derecho a aceptar depósitos, descontar efectos de comercio; hacer,. en ~n~ palabra, todas las operaciones bancarias. No es dudoso que tuviera ex1to este proyecto; lo que determinó al P arlamento a votarlo, a pesar de una oposición muy viva, fueron las ventajas inmediatas que ofrecía, el dinero que se podía obtener para sostener la guerra en Flandes. Así, la creación de esta gran institución, sobre cuya importancia sería 1 Véanse las brillantes páginas de MACAULAY: Hist. du regne de Gnillaume fil, trad. Pichot, ITI, 219. Se encontrará un estudio más documentado en CUNNINCHAM, op. cit., JI, 142-64, quien, por lo demás, confiesa que el asunto sigue estando bastante mal conocido. 2 Véase ScHMOLLER, Gustav: Die geschichtliche Entwiclcelnng der Untemehmung- J ahrbuch für Gesetzgebnng. V erwaltung und Vollcswirtscha/t im deutschen Reich, 1893, pág. 963. a Una corporation, en el l enguaje jurídico inglés, es una sociedad. ~n pose· sión de todos los derechos ligados a la personalidad civil, capaz de adqumr bienes muebles e inmuebles, de realizar transacciones comerciales bajo su nombre col ectivo de comparecer ante la justicia, etc. Sobre los orígenes del Banco de Tnp;lat~rra véase ANDRÉADES, A.: Essai sur la /ondation et l'histoire d e la Banqne d'Angleterre (1694-1844) y RoCERS, Th.: The firts nine years o/ the Banlc o/ T\t1f(land.

EL DESARROLLO COMERCIAL



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superfluo insistir, aparece en primer lugar como una especie de expediente presupuestario 1 • Pocos hombres eran entonces capaces de prever que los derechos concedidos al Banco tendrían para la nación un valor infinitamente superior al de los adelantos aprobados por ella. Los servicios que prestó al Tesoro, por considerables que hayan sido 2 , no podrían compararse a los que en su funcionamiento cotidiano prestaba al público. Gracias al Banco, Londres pudo convertirse en un centro de transacciones y de empresas comparables a Amsterdam. Aumentó la circulación de los capitales y el tipo de interés disminuyó muy rápidamente : del 7 y el 8 por 100 descendió, en menos de veinte años, al 4 por 100 e incluso más bajo todavía 3 • La locura de especulación que se desencadenó sobre Inglaterra aproximadamente al mismo tiempo que sobre Francia, los proyectos insensatos y las estafas innumerables que pulularon en torno a la quimérica Compañía del Mar del Sur, solo causaron 11n trastorno pasajero. h:t Banco permaneció inquebrantable y sus acciones, tras haber sido arrastradas por un instante en el movimiento de alza desenfrenada que precedió a la catástrofe, volvieron casi en se1-(uida a su curso normal 4 : la confianza que inspiraba era, ya desde ~sta época, de una solidez a toda prueba. Y lo que hacía esencial su papel era que, durante mucho tiempo todavía, los establecimientos de crédito siguieron siendo poco numerosos: hacia 1750 no existían fuera de la capital más que una docena de casas de Banca 5 . Por uno de esos 1 Fue el comité de arbitrios-en otros términos, la com isión del presupuesto-quien preparó el bill de fundación. Y el título de este bill muestra bien 1•11áles eran las preocupaciones de sus autores: «Ley estableciendo ciertos derer hos sobre el tonelaje de los navíos y sobre la cerveza floja, la cerveza fu erte y otros líquidos y asegurando ciertas ventajas, especificadas por l a citada ley, a las personas que adelantaran voluntariamente la suma de un millón quinientas mil libras para continuar Ja guerra contra Francia.» (5 y 6 Guill. y María, c. 20.) 2 De 169.J. a 1731. las sumas prestadas por el Banco al Estado ascendieron 11 1111 total de 11.900.000 libras; véase ScHMOLLER, G., ob. cit., pág. 964. :i Las acciones del Ban co de Ingla terra, en el momento de la paz de Utrecht ( 171.'I), producían un 4 por 100 y valían de 118 a 130 libras. Véase RocERS, Tho· 111ld: llistory o/ agriculture and prices in England, VII, 715-16. El Estado, cuyos 1'1111 ¡H'r11t ilos eran al 8 por 100 en 1694., pudo emitir obligaciones al 3 por 100. t(ll CJ HOl>rcpasar on ' la par en 1732. Idem, ibíd., pág. 884. L a baja que comenzó horiu 1755 tuvo por causa, muy probablemente, la mayor facilidad de las inver· 1loncs, debida al desarrollo de l os negocios comerciales. 1 La cotización media durante los cuatro primeros meses de 1720 osciló alredndo r do 150 libras; el 7 de mayo ascendía a 160; el 16, a 180; el 20, a 200; nl 2 rl<· , j unio, a 220; el 3, a 250; el 24, a 265; esta fue la más alta cotización uka nzuda en el momento en que las acciones del Mar del Sur, que se pagaban 1111 el mes de enero a 130 libras, subiendo hasta 1.000 libras. En j ulio y agosto 111 i·ot ización volvió a descender a 220; en septiembre, a 200, y a partir del 12 de ont ubre empieza a oscilar otra vez entre 140 y 150 libras. RocERS, Thorold, Vil, 724-25. , llUHKE, Edm.: Letters on the proposals /or peace with the regicide Direc1111.v o/ France, Carta I, pág. 59 (ed. E.-J. P ayne, Oxford, 1878).

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

efectos de acc10n recíproca, tan frecuentes en el curso de la evolución económica, el crédito, después de haber hecho posibles el desenvolvi· miento del comercio y las transformaciones de la industria, debía recfüir a su vez un impulso prodigioso por parte de estos, impulso que se renueva a cada instante ante nuestra vista. En el momento mismo en que se fundó el Banco, la Compañía de las Indias, que ya tenía casi un siglo de vida, parecía a punto de sucum· bir. Acababa de atravesar un era de prosperidad sin precedente. Pero su riqueza, en manos de un número muy pequeño de participantes, había excitado envidias y codicias. Comerciantes sin privilegio ( interlopers) se esforzaban, sin miramiento a los derechos exclusivos estipulados en favor de la Compañía por la carta real del año 1600, en hacerle la competencia y en sustraer en provecho propio una parte de sus enormes beneficios. Desput,:~ evolución explotaron contra ella la actitud política de su ~bernador, · osiah Child 1, que había buscado el apoyo de la corte y de los tories, y s licitaron del Parlamento que pu· siera fin a un monopo ~ del que hu ieran querido apoderarse. Se entabló una lucha encarnizaua: los adversarios de la Compañía consiguieron obtener, por lo pronto, de la Cámara de los Comunes una declaración que negaba a la Corona el derecho de conceder privilegios comerciales y autorizaba a todo súbdito inglés a traficar, sin restricción de ninguna clase, con los países de Oriente, en tanto que no se ordenase otra cosa por una ley debidamente votada 2 • Formaron después otra Compañía, que fue oficialmente r econocida en 1698 3 • Durante algunos años hubo dos Compañías de las Indias, separadas por una rivalidad furiosa 4 • Finalmente, en 1702, se inició un acuerdo, que culminó en 1708 con la fusión de las dos empresas 5 • Fue en 1708, el mis· mo año que vio la desmembración del Imperio del Gran Mogol tras la muerte de Aureng Zeb, cuando se constituyó esa gran Compañía de las Indias que conquistó el lndostán con Clive, W arren Hastings y Wellesley, y que, durante siglo y medio, explotó y administró su inmenso territorio. La violencia de las disputas a las que puso fin esta fusión atestigua El economista autor del Nezu Discourse o/ Trade (1693) . Parliamentary History, V, 828. 3 9.10 wm. m, c. 44. 4 En el curso de esta dis puta, se publicaron por ambas partes un gran núme· ro de libelos. Citemos: Some remarks upon the present state o/ the India Company's affairs (1690); Modest and just apology /or the East India Company (1690); W H ITE, G.: An account o/ the trade to the East lndies (1691), etc. Algunos de estos folletos son de gran interés para la historia de las doctrinas económicas; véase, p. ej ., Reasons against establishing an East Tndies Company with a joint stock, exclusive to all others (1691), donde se sostiene la tesis de la libertad de comercio, y An e.~say on the East India trade, por DEVE· NAN T, Charles (]696). 6 Solo fue al año siguiente (1709) cuando la Compañía tomó el título de Unit ed Company. RoCERS, Th., VII, 2.• parle (Documentos), pág. 803. 1

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suficientemente la importancia adquirida, antes de acabar el siglo XVIII, por el comercio de las Indias. Su actividad se vio aumentada todaTÍa más con la competencia temporal de las dos Compañías rivales. E~ en este momento cuando el té, introducido en, Inglaterra desde el comienzo de la Restauración, se convierte en un artículo de importación regular, cuando las porcelanas de China, apreciadas desde hacía mucho tiempo por los holandeses y puestas de moda por la reina María 1, hacen furor en la corte y entre la alta sociedad inglesa; cuando, finalmente, los tejidos de algodón, indianas, persas, calicós, muselinas, cuyos nom· bres solos denuncian su origen oriental, se difunden hasta el punto de alarmar a los fabricantes de telas de lana 2 • El comercio de las Indias se extiende a los productos más variados, toma todas las formas, se convierte cada vez más en uno de los elementos indispensables de la ri· queza de Inglaterra. El Banco y la Compañía de las Indias son los dos puntos de apoyo de la política inglesa, en el interior y en el exterior, y esta política puede dirigirse al fin hacia la meta entrevista en los tiempos de Isabel y en los tiempos de Cromwell, la conquista de los mares y del comerrio marítimo. ¿Es necesario recordar que durante los sesenta primeros nños del siglo XVIII fue cuando Inglaterra echó los cimientos de su imperio colonial? Antes de 1700 ya ocupaba en América el territorio el<• t1ece colonias; pero aparte de esta vasta extensión de países incult OA, de la que se hacía menos caso que de la menor isla de las espe1· ins ~ , las posesiones inglesas se reducían a muy poca cosa: Jamaica, l'tl las Antillas, y tres o cuatro factorías en la India. El puesto ocupado pnr Inglaterra a la cabeza de las coaliciones contra Francia le permite <'11 1713 apoderarse de Gibraltar y Menorca, San Cristóbal, Terranova 1•1111 sus pesquerías, la bahía de Hudson y la Acadia, esa obra anticipniln del Canadá francés. Cincuenta años después, el tratado de París, <'m1rl11sión triunfal de las grandes guerras marítimas conducidas por el "' 11io del primer ministro Pitt, le da el Canadá entero, la mayoría de l111t pm¡neñas Antillas y la India, presa incomparable, alternativamente • 111l1<•l11
PARTE

80

I:

LOS ANTECEDENTES

po el triunfo del sistema mercantil. ¿No es el mercantilismo el que hace del comercio colonial, tan favorable a la exportación de los productos manufacturados y a la importación de las materias primas, el comercio por excelencia? El tratado de Utrecht, el tratado de París, al lado de sus cláusulas territo~· a es, estipülan--cp favor de la Gran Bretaña privilegios comerciales: el del asiento~)> monopolio de la trata de negros con destino a la ériea- .espáñola y el del famoso buque de permiso de Porto Bello, que fue durante mucho tiempo el depósito inagotable del contrabando inglés. Y este mismo mercantilismo que sirvió para edificar el primer imperio colonial de Inglaterra se convirtió más tarde en la causa de su destrucción parcial. La sublevación de las colonias americanas contra la metrópoli arroja un rayo de luz sobre toda esta historia. Se sabe que las demandas de los americanos fueron principalmente de orden, ec~nómico, que tuvieron que quejarse de las prohibiciones dirigidas contra sus industrias en favor de las industrias inglesas 2 , de los impuestos recaudados sin su consentimiento en beneficio del tesoro inglés. Fue la guerra de América, mucho más que los escritos de Adam Smith, la que demostró la caducidad de la antigua economía política y precipitó su ruina. La fortuna de Inglaterra debía sobrevivirle: mientras que se pro· ducía el acontecimiento capital de la revolución americana, con sus con.secuencias irreparables, el genio de los inventores y la iniciativa feliz de los manufactureros creaban en la propia Inglaterra una nueva América.

Ir:

) EL

DESAHROLLO COMEllCJAL

81

Según el sistema mercantil, la gran fuente de riqu~a par8: una na· ción es el comercio exterior. Es con vistas al comerc10 extenor como se constituyen las compañías con carta, como los h~mbres de Estad~ prodigan estímulos a la navegación y como la conqmst~ se hace. auxiliar del negocio. Y documentos auténticos nos permiten seguir, de año en año, con toda la precisión deseable, los progresos realizados 3 •

Las cifras que vamos a citar, comparadas con aquellas a las que nos ha habituado la vida ec~nómica tan intensa de nuestro tiempo, parecerán insignificantes. Tanto mejor se medirá la magnitud de los cambios sobrevenidos. Por lo demás la población de Inglaterra- otra consecue!lcia de las mismas causas-era, a principios del siglo XVIII, aproximadamente siete veces menos numerosa que en nuestros días. Examinemos en primer lugar las cifras relativas a la navegación. De acuerdo con los registros de las aduanas inglesas, el tonelaje de los navíos comerciales salidos de los puertos ingleses durante el año 1700 no se elevaba por encima de las 317.000 toneladas de arqueo--cifra irrisoria, sesenta y ocho veces inferior al movimiento actual del puerto de Liverpool 1. En 1714, inmediatamente después de la paz de Utrecht, se eleva a 448.000 toneladas. El progreso es muy lento durante los quince o veinte años siguientes: 503.000 en 1737, que se reducen a 471.000 en 1740 cuando la guerra contra España. A favor de la tregua general que sigue a la paz de Aquisgrán, la actividad de la marina mercante aumenta de nuevo: en 1751 la cifra de las salidas es de 6?1.000 toneladas. Nueva depresión durante la gran guerra contra Francia: 525.000 toneladas en 1756, 574..000 en 1760. A partir de 1763 comprobamos un marcado restablecimiento, que se continúa con mucha l'Cgularidad hasta el comienzo de la guerra de América: 658.000 tone· ladas en 1764, 746.000 en 1766, 761.000 en 1770, 864.000 en 1764. l!:stalla la revolución en las colonias, y en seguida decrecen las cifras: B20.000 en 1777, 730.000 en 1779, 711.000 en 1781. Pero pasada la crisis la subida es tan brusca y tan rápida, que deja adivinar la acción oculta de alguna causa enérgica: 959.000 toneladas en 1783, 1.055.000 <'H 1785, 1.405.000 en 1787. A pesar de cierta contención que se hace sentir a partir de 1793-fecha inicial de un nuevo período de guerra-el movimiento de salida de los navíos llega, en 1800 y 1801, n 1.924.000 y 1.958.000 toneladas: en veinte años casi se ha triplicado In cifra de 1781 2 • Y, como era. de esperar, no solo las exportaciones, sino también las importaciones, siguen una curva que, si bien no es paralela a esta, al

En español en el original. ( N . rlel T.) .. , En 1732, a instancia de los sombrereros de Londres, se proh1b10 . ª. ~?s americanos exportar sombreros de fiehro (5 Geo. II, c. 22). E~ 1736, proh1b1c1on a los armadores ingleses y americanos de emplear lona fabricada fuera de l.as · Islas Británicas (9 Geo. 11, c. 37). Una ley de 1750 (23 Geo. 11, c. 29) p~rm1te a las colonias exportar hierro colado y en barras (que Inglat~rra n~ces1taba), pero les prohibe trabajar el hierro colado o en barras ~ue prod.ucian. Vease sobre las relaciones económicas de Inglaterra con sus colomas el hbr~ de BuscnINC, Paul: Die Entwickelung der handelspolitischen Beziehungen zwischen England und seinen I
llriwin, púgs. 231 y sgs. Véase también ]ournals o/ the House of Commons, LVI, li49 Y 846. No hay siempre una concordancia perfecta entre las cifras dadas por ••MIOij diferentes textos, pero la divergencia no es nunca tal que haya que temer ni rores graves. ! Evaluaciones de la edición de 1928. 2 El tonelaje de cada navío separadamente seguía siendo muy escaso todavíu. En 1789 el número de los navíos que salían era de 14.310, con un arqueo 1ln 1.443.658 toneladas, y en 1800 eran de 18.877, con un arqueo de 1.920.042 to1111lodoe. fourn. of the House of Commons, LVI, 846. Es fácil hacer el cálculo, 1¡110 da una media apenas superior a las 100 toneladas. Con todo, hubo a esl8 111Mpocto un progreso real desde principios del siglo xvm. Según ENFIELO: Hist. o/ f,fll11r11ool, pág. 67, el arqueo medio t!e los barcos que frecuen1aban el puerto de l .lv111pool on 1703 no sobrepasaba las 38 toneladas.

III

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EUI DESARROLLO COMEUCIAL

83

PARTE 1: LOS ANTECEDENTES

82

menos tiene la misma dirección y la misma marcha. eas importaciones se elevan de cuatro millones de esterlinas a seis hacia 1715, y a siete hacia 1725; oscilan entre siete y ocho hasta las proximidades de 1750; suben a diez millones en 1760, a doce en 1770, a quince en 1775. Luego, tras la baja bastante fuerte de los años 1776-1783, que las hace retroceder hasta once e incluso diez millones de esterlinas, hay una aceleración súbita: en 1785, más de dieciséis millones; en 1790, más de diecinueve millones; en 1795, cerca de veintitrés millones; en 1800, más de treinta 1 • Lo mismo sucede con las exportaciones: durante setenta u ochenta años progresan de una manera bastante lent.a, pero segura y casi continua: seis a siete millones de libras entre 1700 y 171 O, siete y medi.o en 1715, once en 1725, doce en 1730. De 1730 a 1770 son frecuentes las oscilaciones; no obstante, nunca vuelven a descender por bajo de once millones a partir de 174.0, ni por bajo de trece a partir de 1757, y tienden cada vez más hacia un nivel cer· cano a los quince y dieciséis millones de esterlinas. En 1771 se superan ampliamente estas cifras ( 17 .161.000 libras), pero para volver a con· tinuación a once millones y medio. Finalmente, a partir de 1783 en· contramos más acentuado todavía que en los casos precedentes el mis· mo movimiento de ascensión precipitada: de quince mi1lones en 1784 se pasa en 1785 a dieciséis; en 1790, a veinte; en 1795, a veintisiete; por último, en 1800, a la suma entonces inaudita de 4l.877 .000 libras, 2

cerca de mil cien millones de francos • Las conclusiones se desprenden por sí mismas: el gráfico por el que se puede intentar traducir las cifras anteriores salta a la vista y casi no precisa comentario. Lo que admira en primer lugar es la trayectoria casi vertical de las curvas en la última parte de su trazado. Esta parte corresponde precisamente a la época en que se hacen sentir los prime· ros efectos del maquinismo, en que los productos de la gran industria empiezan a propagarse por el mundo entero. Así, es la curva de las exportaciones, aquella cuyo movimiento, tanto tiempo vacilantes y desigual, se pronuncia con más vigor; todavía no ha llegado el momento en que las importaciones sobrepasen, y con mucho, a las exportaciones. debido a que las necesidades del país aumentan con su riqueza y a que 3 su producción se hace cada vez más especializada • Consi.deremos ahora 1

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Es 1800. la cifra dada por los ]ournals of the House of Commons, LVI, 649 tenía en 2 y 846. CHALMERS, Estimate, pág. 231, da 43.152.000 libras; ignoro de dónde

statistics of population, ind1Lstry and commerce in the U nited K.ingdom and so me leading foreign countries (Blue Book publicado por el Board of Trade, 1902),

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11

750 millones de francos, atribuyendo al fra nco, por supuesto, el valor que

proviene esta cifra, ciertamente exagerada.las exportaciones del Reino Unido varia· 3 Durante el período de 1890-1900 ron entre 215.824.000 libras y 291.192.000 libras; las importaciones, entre 404.688.000 libras y 523.075.000 libras. Véase M cmorandum on the comparative

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Comercio exterior e¡e 1nglatcrra do 1700 u l!lOO

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¡../DE TONELADAS)

PARTE I:

LOS ANTECEDENTES

l . e re resenta el desenvo vil imera parte de las tres curvas~ , la d;:de 1 a 1 775 ó 1780. Es del comercio y de la sus caídas sucesivas, dfebten netamente aseen dente y sus osc1"dentales' : cad a una de ellas! en e ec do, atribuirse a causas puramente acc1 . or lo demás, despues de c? a d p encima . del más fialto mvel correspon e a un período1 de guerra, subir por descenso, las cur'vla.s el .del grá recedente. Por u timo, . . dad El mov1m1ento qu puede dej0< de pmibfr ' ". ront:.::: ue. rnlativamente lento y ª. ''''" pque1a . desde .comienzos"do del sesiglo, q afirma poco a poco y parece anunciar ya frustrado o mterru;npi ' guir _- · 1 desarrollo vertigmoso que V~ a se ' . J A. Hobson, los econom1st~s e Se ha negado su importancia. a propósito del comerc10 del siglo XVIII se hacían grandes ~ u más aisladas unas de otras de. lo exterior. Las naciones estaban mu~ ?a casi enteramente de sus prop1a.s ue lo están hoy día, cada una vn~~ía unos sesenta millones de este1: {eservas. Inglaterra, en productos importados apenas s1 linas de mercancías; . ahora ient. de esta suma, cuatro millones y me~ representaban una qumceava par ~ se nos peTmite tomar esta compar_:i. d" a lo más Sin duda, pero SI l ólo es menester una .pequena de las ciencias de la sen su constitución cantidad de un íermen~.º pr:ª a~~ón ejercida por el comerc1? e;:;:~~:~ masa d~ matdenal. producción 11es difícil,o_Q~ de c:¡tar, si~ ·~u.:.> b enorme .o.» 1 mecanismo e a so re .p .la , m ·¡·uenc1a • del capital noees impos1"ble rec onocer sus hue d as. ómo go, Hemos vfato en el capítulo prnoe o:"1a' º'ganfaaeión de 1.,

84

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II:

85

eran algunas ciudades del Sudoeste; era Norwich, donde se fabricaban ciertos tejidos, especialmente destinados a la clientela extranjera ; eran, 1 Yorkshire, Brandford y sus alrededores 2 • No dejará de observarse que estas regiones son justamente aquellas en que predominaba la industria de las lanas peinadas, y en que se había establecido desde muy pronto la supremacía económica de los comerciantes pañeros. Es indudable que su retención de esta rama de la industria se vio facilitada por la naturaleza de la fabricación y el alto precio de las materias primas. Pero lo que les permitió sacar partido de estas circunstancias favorables fue la demanda de que el worsted inglés era objeto en los mercados del Continente. Fue el comercio marítimo el que los enriqueció y los hizo 11mbiciosos, y fue desde los puertos de Bristol, de Yarmouth, de Hull, desde donde su poderío avanzó hacia el interior, para adueñarse bien })ronto del país entero. Después de las lanas, uno de los artículos de 1•xportación más importantes era la pequeña metalurgia, la quincallería y la bisutería de Birmingham. Nos hallamos aquí en uno de los puntos en que van a cumplirse las transformaciones más notables y más decisivas de la técnica industrial. Sin embargo, según la opinión de un lltltiguo historiador de la ciudad, los fabricantes de Birminghan no oran, ni con mucho, tan emprendedores como ingeniosos sabían mos1l'arse. Cuando habían fabricado en sus pequeños talleres, y con un 11tilaje de los más simples, los botones, las hebillas de zapatos, las tahnqueras, e incluso la moneda falsa, que habían dado a Birminghan 3 1111 reputación un tanto dudosa , ccpermanecían tranquilos calentándose 111 fuego de sus fraguas»(. Pero a su lado se había formado una clase 11ctiva de comerciantes. Eran ellos los que, recorriendo las provincias lllás alejadas de Inglaterra, en relaciones con el Continente y con Amé' lea, obligaban a los fabricantes a aumentar sin cesar su producción y 5 11 perfeccionar sus prodecimientos • Más tarde, dirigieron personalmenln la producción. El hombre que quizá ha hecho más por la grandeza l11dustrial de Birmingham, Matthew Boulton, de Soho, debió su éxito 11 111s cualidades de nogociante tanto como a su talento de organización y 1!0 mando. Fue como comerciante audaz y hábil, al corriente de los 11•1•ursos y de las necesidades del mercado, como osó tomar a su cargo 1•1 Invento de Watt, para hacer de él un objeto de uso práctico. El comercio de-estimula _existentes: . la -

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. es 003918.241 li1922 las cifras fueron: importac1on • 1. . libras. . al' m págs. 12-13. págs. 49 Y 51.. Para bras; exportac10JneA . T he evolution of modern ca_I?r¡/ isde' al godón supera la de 1 HoBSON, . · · ortación de los te11 os 2 Tan solo en 1802 la exp l cuadro siguiente : las te1as de • lana como muestra e ,

y ya sa

~2:~~4.297 1 -

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1800

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1801

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EL DESARROLLO COMERCIAL

1

expo!~ción

l~.Jn_d~~rias

Véase JAMES, J.: H istory of the worsted manufacture, págs. 269 y 309. lbíd., pág. 268. La exportación del worsted de Bradford se desarrolló en'' " W1750 y 1760. 11 La expresión Birmingham, o mejor, Brummagem wares, ha sido durante 11111oho licmpo el equivalente de la palabra baratija. 1 1Iu1"1"0N, William : History oj Birmingham, pág. 98. n llVTTON, W., emplea una expresión que da una imagen, pero que, por deses casi intraducible: ccT!ie tradesnran stands at the liead of the man11. el comerciante está a la cabeza del fabricante, como se está a la cabeza ·1-"''""''" 1111 rubnllo para conducirlo.

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PART E 1:

ET. DESARROLtO COMERCIAi .

87

LOS ANTECEDENTES

importación suscita otras nuevas 1 . Tendremos que estudiar más am· pliamenféTos ·Ortgen~ cíe 1a industria del alg?dón ,e1! Inglaterra : veremos q ue nació de la imitación de una industr:~ exotlca ; el .germen f~e traído a Inglaterra en los navíos de la Com~ama de las _Indias. ~o mismo ocurrió con la industria de la seda, copiada de Itaha, y aclimatada en los arrabales de Londres por refugiados franceses, después _de la revocación del Edicto de Nantes 2 • Fue precisamente :n. estas ~os m~us­ trias, la de la seda y la del algodón, donde el maqum1smo hizo p:1mcramente su aparición, y donde, por est~r ,ªl margen d_e, las t~·ad1c10nes y de las coacciones legales de que la~ e~1m1a s~ íoi;~ac1on rec1ent,e)' su procedencia extranjera, pudo const1tmrse mas fac1lmente el re 0 1men económico nuevo.

IV Entre los hechos que muestran mejor cómo el pr_og;eso del co~ercio in<>'les en el siglo xvm reaccionó sobre el desenvolv1m1ento de la mdustri~, no hay otro más signific~ti".'o que el crecimiento de ciertos c:ntros comerciales, en cuya prox1m1dad han aumentado las aglm~erac10nes manufactureras. La historia de la ciudad y del puerto d~ Livorpool es su ejemplo más notable. Se e~taría tentad,º ~ creer que L1vorpool es una creación de la gran industna. ¿No esta situado en el u~bra~ del condado de Lancaster, a pocas leguas de Manch~ster? la meti·opoh del algodón? Por la depresión d~nd: corren en sent~do mver:o el, Weaver y el Trent, comunica con el distrito de las. al/arenas,. y, mas alla, con el país negro de W olverhampton y de Birmmgham, mientra~ que al Este una escasa distancia lo separa de Leeds y Bradford, las cmdades de la lana, y de Sheffield, la ciudad del hierro y del acero. En, el anc~ o Y profundo estuario del Mersey, demasiado vasto para el no med10cre que va a perderse en él, vienen a parar por todas partes poderosas c~­ rrientes de riqueza industrial, que encuentran alh su desembocadura natural su salida común hacia el mar. Est~ es el presente: el pasado es muy distinto. Liverpool, has~~ una fecha relativamente reciente, tenía pocas relaciones con la :·eg101: de Birmingham, orientada más bien hacia el v.alle del Severn Y hacia Bnstol. De la parte de Yorkshire, el macizo Penmo, atravesado solamente por algunas malas carreteras, constituía un serio obstáculo. _Queda?a Lancashire; pero ¿,es verdad que el desenvolvimiento de _su mdustna baste para explicar. desde el principio, el crecimiento de L1verpool? l Véase Von GÜLICH: Geschichtliche Darstellimg des Handels, der Geu:erbe und des Ackerbaus der bedeutenden, handelstreibenden S taate unserer Zeit, I,

97 y sgs. f · d · 'ase 2 Sobr e las industrias traídas a Inglaterra por re u~ 1 a os extranJe:.os, ve HASBACH, W.: Zur Charakteristik der Englischen Tndustne (Jahrbuch fur Gesetz11:ebung, XXVI. 457).

Antes del siglo XVII Lancashire era una especie de desierto, cubierto de bosques y de pantanos. Liverpool apenas era más que una aldea de pescadores, aislada a la entrada de la inmensa rada, entonces sin muelles y casi sin navíos. No obstante, el excelente abrigo que ofrece el estuario atraía ya el comercio. Mercaderes irlandeses traían el hilo de lana que se tejía en torno a Manchester 1 • Se reconocen también, a var ios siglos de distancia, las relaciones que, todavía hoy, unen a las dos ciudades : una, recibiendo la materia prima ; la otra, apropiándosela pura transformarla. Señalemos, sin embargo, uua diferencia esencial: o! movimiento se dirigía sobre todo desde fuera hacia dentro; Manr:hester , centro de una modesta industria local, no tenía productos que 1•xportar, a no ser un poco de paño, comprado por los mismos comer1·ion tes irlandeses que habían sum inistrado el hilo 2 • En 1636, Liverpool era todavía un puerto tan pequeño que Strafford, al recaudar el fnmoso impuesto de los barcos (ship money), lo tasaba en quince libras esterlinas, mientras q ue Chester pagaba cien y Bristol dos mil 3 • Fue aproximadamente en la época de la Revolución, en el momento 1•n que se reanuda la expansión marítima, interrumpida por un siglo de luchas políticas, cuando Liverpool comienza a engrandecerse. En 1699 110 convierte en una parroquia autónoma, y se construye una iglesia 1 11 ucva ' • En 1709 su comercio es lo bastante importante como para no l'flll formarse ya con el puerto natural formado por el estuario: se decide 11hrir un dique 5 , incentivo de esa magnífica hilera de docks que ex1it•11de hoy día sus muelles en un frente de diez kilómetros. Los cont11mporáneos se asombran de esta prosperidad rápida : «Liver pool, esr ribía Defoe, es en ver dad una de las m aravillas de la Gran Bretaña, mucho más curiosa, a mi entender, aue todas las curiosidades naturales dnl Pico de Derbyshire 6 ; la ciudad, en mi primera visita hacia el 1 uLyrpole, alias Lyverpole, una ciudad em pedrada, no tiene más que una

11" 1111111; In iglesia parroquial se halla en Walton, a c uatro millas d e allí. .. El 11 y

1lt•11 11 1· n ella un castillo y el conde de D erby una casa de piedra. Los mercaderes

lil1111d1•~1·• lu frecuentan mucho, porque el puerlo es b ueno .. . En Lyverpole solo ~r 11111411 1111 pequeño derecho de entrada; por esa causa la visitan tanto los co·

111111 '"111 111 1•• · Buena mer cancía en Lyverpolc y m ucho h ilo de lana de Irlanda, Yll'111•11 11 comprar las gentes de Manch ester. » LELAND, John: l tinerary o/ ( , 11•rtf /11/111111 , Vlf. 37. Sobr e las prime ras r elac iones comer ciales entre Liverpool 1• l 1ltu11ln, vtlllHtl Mum: History of Liverpool, pág. 84. •¡ Vt•11•1• ll o1m11Ts, Le wis: The treasure of rraffic, pág. 32. :i <:11/1•11 rl111 of State Papers, Domestic Series, 1634-1635, págs. 568-69 y 581. 2.1 llhrns 1•11 IO:ill. !bid., 1636-1637, pág. 207. ·1 A111.1 N, ,J.: A dcsc ri ption of the country from thirty to forty miles round /lf11111·h e.~ 1rr. 111\¡¡. :1:iri; Á NDERS ON, A.: Origin of commerce, III, 143. 'r. 8 Anno, t'. I ~. V1\use Murn, R., ob. cit., pág. 176. El segundo dock se insta· In en 173tk 11 Th e Peak . So dt•gigna con este n ombre la r egión montuosa y poblada de A1·holes que form o 1•1 extre mo meridional del Macizo P cnino, entre Manchester y Shc Hield; sus rocll8 y aobre 1 todo sus grutas fueron visitadas por los turistas dt•Mdr 1ll"incipios del s iglo xv11r. 1 ~11 11

88

PARTE

1:

LOS ANTECEDENTES

año ) 680, era grande 1, b ella, bien edificada y en vías de progreso. Cuando mi segundo viaje, en 1690, era mucho más amplia que la primera vez : en opinión de sus habitantes, se había duplicado en menos de veinte años. En todo caso, puedo afirmar, sin aventurarme, que entre mi segundo y mi tercer viaje la ciudad se había más que duplicado, y se me asegura q ue todavía se la ve acrecentar, de día en día, su riqueza, su población, su comercio, sus edificios. Hasta qué punto de grandeza llegará, es lo que ignoro)) 2 • Los navíos que frecuentaban el puerto de Liverpool apenas tenían el tamaño de nuestras grandes barcas de pesca 3 ; p ero su número y su tonelaje amnentaban sin cesar. En 1710 el total de las entradas y salidas no pasaba de 27 .000 toneladas de arqueo; en 1730 se elevaba a 37 .000; en 1750, a 65.000; en 1760 y 1770 alcanzaba 100.000 y 140.000. Des· de mediados de siglo Bristol dejó de tener el primer puesto, a continua· ción del puerto de Londres, y Liverpool ocupó su lugar 4 • En cuanto a la 'población, de 5.000 habitantes que t enía en 1700, ascendió a 10.000 en 1720, 15.000 en 1740, 26.000 en 1760: un censo efectuado en 1773 dio la cifra de 34.407 habitantes 5 • El puerto se componía ya de cuatro diques, con una longitud total de una milla y media. Arthur Y oung, aunque no se maravillaba tan fácilmente como Defoe, se desviaba de su ruta a través de las provincias rurales de Inglaterra con el decidido propósito de ver Liverpool, «ciudad que ocu pa un puesto demasiado famoso en el comercio mundial para que sea lícito pasar tan cerca de ella sin verla)) 6 •

11:

EL DESARROLLO COMERCIAL

89

En el momento del viaje de Young a Liverpoo) 1, ap enas acababa de nacer la gran industria en el condado de Lancaster. Manchester era una ciudad activa y próspera, p ero cuyo prodigioso porvenir nada hacía prever todavía. Las cotonadas inglesas no eran aún más que un pro-. dueto imperfecto, burdo, incapaz de rivalizar con los tejidos de la · India. Así, el desenvolvimiento de Liverpool adelanta y supera al de· la industria local. Es al progreso del comercio general de Inglaterra al que parece ligado: entre ellos se observa el paralelismo más constante y más notable. Se puede decir que la historia de Liverpool resume, durante casi todo el siglo :l5Xill, la historia del comercio inglés. . Por lo demás, no solo sabemos cuándo se realizó la fortuna de Liverpool, sino también cómo se realizó. Fue principalmente por sus rdaciones con las colonias, las plantaciones, como se decía entonces; por la importación de géneros coloniales, azúcar, café, algodón, a menudo reexportados con destino a Holanda, a Hamburgo o a los puertos del Báltico; finalmente, y sobre todo, por la trata de n egros, Mnvertida para los armadores ingleses, a partir del tratado del asiento, 2 l'll una fuente de ingresos de las más lucrativas • Durante este primer poriodo de desarrollo, Liverpool se asemeja bastante a algunas de nues· 1ros ciudades de Francia, enriquecidas como ella, y aproximadamente, 1•n Ja misma época, por el comercio de las islas: Nantes, p or ejemplo, 1•11yns bellas casas de piedra, alineadas en fachada a la orilla del Loira, 1•vocnn la prosperidad de los tiempos en que abastecía de esclavos las i\r11illas, y recibía cargamentos de azúcar, de especias, de maderas pre1 111111111.

1 Ya se sabe lo que Dcfoe entiende por una gran ciudad. De acuerdo con las cifras de nacimientos y defunciones, la población de Liverpool en 1680 no puede evaluarse en más de 4 .000 habitantes. Véase Abstracts o/ the answers and re·

turns f,o the Population A ct, 41 C eo. lll (1801), II, 149. z DEFOE: A tour thro1tgh the whole island o/ Crea/ Britain, llI, 200. 3 Buques entrados en 1709: 374, con un arqueo de 14.574 toneladas. Salí· dos: 334, con un arqueo de 12.636 toneladas. Arqueo medio: 38,3 toneladas. ENFIELO, W.: H istory of Leverpool, pág. 67. En 1723 : buques entrados: 433, con un arqueo de 18.840 toneladas. Salidos: 396, con un arqueo de 18.393 tone· ladas. Arqueo med io : 46,4 toneladas. Según Du~mELL, S. ( Early Liverpool cotton. imports, Economic Journal , XXXIII, 363), «en 1709 los armadores de Liverpool no poseían más que 84 barcos; en 1752 este número pasó a 220, de los cuales se empleaban 106 en el comercio con América y las Antillas. En 1770 el número total de barcos llegaba a 309». 4 En 1766 entraron en Liverpool 803 navíos y salieron 865, mientras que en Bristol se registraron 431 entradas y 363 salidas. ANDERSoN, A.: Origin o/ commerce, IV, 97. . 5 ENFIELO, W.: H istory of Liverpool, pág. 25; AIKIN, J.: A description. of the country round Manchester, págs. 338-41. Este censo de 1773 fue emprendido

por un grupo de particulares bajo los auspicios de la municipalidad. Las cifras anteriores a 1773 son el resultado de evaluaciones aproximativas, de acuerdo con los registros de nacimientos y defunciones. Véase Abstracts o/ the answers and retnrns to the Po pulation Act 41 Ceo. !TI (1801), 11, 14·9. 6 YouNC, A.: North of England, III, 168.

l.ivcrpool ha dejado de ser el mercado local en donde la sal del- ·· • 11111l1tdo de Chester y la hulla de Wigan se cambiaban por la lana de l 1 l1111d11 ¡ todavía no ha llegado a ser la salida colosal de la gran indus· ldu l1 •)(lil y de .la gran industria metalúrgica. Su papel es el de un 111¡111,/11m, de un puerto de depósito en el que se reúnen los productos 111 11ll 11t11111r. Es del exterior, es de los países lej anos en los que Ingla11•111 d111 1íl11 de los mares, afirma ya su supremacía comercial, de donde 11 1 1dl11!1 hacia Liverpool la vida y la riqueza. \ 111111 In fluencias exteriores las que, al penetrar en el condado de ( 1 11111111111 11 1 111111cilan la industria nueva, esta industria del algodón que l 1111111 il1•I 1 l 111n joro sus modelos y su materia prima. Hoy día, las balas 111 til ji111l1111 11110 se amontonan ppr millares en los almacenes de Liver1111111 1111 J1111•1•11 pensar en la cercana Manchester, con sus innumer ables 1 11 1710 1

1111111'1 /'11111, 111, 202-03; CAMPBELL, John: Political survey of Greaf Bri111111, 1, 11111 i1:r•m1:1.11, W.: History of Leverpool; SvEDENSTJERNA, Erik: Reise ,/1111 /1 1•111M '1'111•1/ 111111 Englands und Schottlands, pág. 181. Las mercancías re' 111111111111• •1111111111111 1111ís de un tercio del total de las exportaciones; véase J our1111/ o/ ,¡,,, //1111 .•11 11/ r:o1111nons, LVP, 846 y sgs.; Mum (History oj Liverpool, pá· l11n. l'Jll y ~ 11 .) C'Oll"ltl(ra un capítulo entero al comercio de esclavos.

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I'

PARTE I: LOS ANTECEDENTES 11:

hay que alimentar sin cesar, como otras tantas bocas in· la masa de productos manufacturados que salen de ella imtn ír a esparcirse por el mundo entero. Si esta circulación incesante Llonc a Liverpool como punto de partida y de llegada, es la región industrial de Manchester la que es su centro y su corazón. Pero el impulso que ha puesto todo en movimiento ha venido de fuera: el desenvolvimiento de Lancashire, que entre todos los condados de Inglaterra merece ser llamado la cuna de la gran industria, tuvo como primera condición el desenvolvimiento de Liverpool y de su comercio 1 .

V El comercio exterior de Inglaterra en el siglo XVIII no ha hecho más que crecer; el comercio interior se ha transformado. Las provin· cías inglesas, en tiempos de la reina Ana, estaban todavía encerradas en los marcos de una vida local muy estrecha. Desde el punto de vis· ta económico, se dividían en cierto número de mercados regionales, bastantes aislados unos de otros 2 , si bien en esta época Inglaterra tenía sobre Francia y Alemania la ventaja de no estar disgregada por las barreras de los arbitrios. No había ni una ciudad, aparte de Londres, que sostuviese relaciones de negocios permanentes con el resto del reino; en cuanto a los campos, era muy raro que su horizonte comercial se extendiese más allá de la ciudad vecina. Y para establecer entre los diferentes mercados el mínimo de comunicación indispensable, los me· dios y los métodos habían cambiado muy poco desde hacía cuatrocien· tos o quinientos años. 1 Esto no significa q ue Liverpool recibiese las primeras importaciones de algodón. Según DUMBELL, S. (Economic fournal, XXXIII, pág. 364), solo fue hacia 1795 cuando Liverpool se convirtió en el gran puerto del algodón, e incluso en esa época los fabricantes de Manches ter se aprovisionaban en otros puertos al m ismo tiempo que en Liverpool. 2 De un distrito a otro los prec ios defirían sensiblemente. Es lamentable que la obra de RocERs, Thorold (History o/ Agriculture and Prices in England) no dé sobre este asunto más q ue informes incompletos e insuficientes. Sin em· bargo, se pueden extraer algunos ejemplos que muestran la divergencia entre los precios en el mercado de Lond res y los de algunos me rcados locales: Trigo (el quarter *): Dic. 1703. Cambridge 40 chelines Londres 32 chelines )) » Jun. 1712. » 41/4 )) 32 )) Mar. 1727. » 36 )) 24 Oct. 1734. Gloucester 40 )) 30 » Jun. 1741. Cambridge SO » 39 )) )) Dic. 1748. Gloucester 36 » 28 )) Oct. 1753. 46 32 )) Set. 1760. ,, 37/4 » 23/6 ))

RoCERS, Thorold, VII, 4, 12, 38, 56, 67, 80, 92, 114-15.

*

Arroba. (N. del T.)

EL ,,ESARHOLLO COMER CIAL

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El primero de estos medios eran las grandes ferias periódicas, a las que se venía de lejos, ya para vender o para comprar. Jnglalerra tenía las suyas, como Francia y Alemania. La más famosa era la feria de Stourbridge, que los ingleses comparaban a la de Leipzig. Sobre el terreno en que se verificaba cada año, desde mediados de agosto a mediados de septiembre, se levantaba toda una ciudad temporal, con su adminislración, su Policía y su juzgado 1 • Se veía allí a los pañeros de Leeds y de Norwich al lado de los mercaderes de tela de la Baja Escocia, a los cuchilleros de Sheffield con los fabricantes de clavos de Birmingham. Los productos de lujo y los géneros coloniales eran traídos de Londres, de Bristol y de Liverpool. Así, esta feria era la ocasión de un cambio de productos en el que toda Inglaterra tomaba parte. Un gran número de otras ferias, menos conocidas, solo tenían una imporLancia regional: se citaban, en el Oeste, la de Winchester; en el Este, la de Boston; en el Norte, la de Beverley 2 • Su decadencia es mucho más reciente de lo que generalmente se cree: algunas han seguido Ho· recientes hasta una época muy cercana a la nuestra 3 • Aparte de las ferias, los únicos mercados cuyo tráfico fuese un poco amplio eran los mercados especiales, a donde venían a concen· trarse los productos de una industria local. Tales eran, en el Yorkshire occidental, los mercados frecuentados por los pañeros, establecidos en las ciudades, y los pequeños productores del sÍ'stema doméstico, que habitaban en los campos. Ya hemos descrito el mercado de Leeds: era el mayor y el de más clientela; pero había otros, bastante próximos entre sL en Bradford, ·en Huddersfield, en Wakefield, en Halifax: el tejedor que los visitaba cada semana para vender su pieza de tela no podía alejarse demasiado de su aldea. Lo que caracteriza a estos mer· cados locales es la cantidad de pequeñas transacciones, el número de vendedor es y de compradores. Por eso necesitaban mucho espacio: las lonjas de paños fundadas o reconstruídas en la segunda mitad del si~lo xvm 4 no eran suficientes, a pesar de sus vastas dimensiones 5 • Una l V1~Mr Ot:FOE: Tour, I, 122-30; RocERS, Thorold: Six cenwries o/ work and waµ<M, púgs. 149.52. 2 Tt>YNllF.f., A.: Lectures o/ the industrial revolution, págs. 54-55; JJosSON, J. A.: Th c ,evolntion o/ modem capitalism, pág. 32. Se encontrará una lista completa d<1 la~ ¡wqudias ferias locales en An accurate description o/ the present great roads o/ Crrrit /Jritnin (1756), págs. XLVIII·LXIV. 3 COOKE·TAYl.Olt, R. W.: lntrod. to the history o/ the factory system, pági· na 218, cita ln ferio de Crcenwich , cerca de Londres, y la feria de Donnybrook, cerca de Dublín. '1 El Tavrmr /In//, dr Wukeficld, data de 1766; el Piece Hall, de Bradford, de 1773; el Manuf
11:

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EL DESARROLL O COM ~;nn Al.

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

gran parte de los negocios se trataba en las calles, en las plazas, en las tabernas 1 • De estas ferias periódicas o de estos mercados permanentes, ¿cómo llegaban las mercancías a la masa de los consumidores? Es aquí donde se manifiesta el estado completamente medieval todavía de las relacio· nes comerciales en el interior de Inglaterra. La clase de intermediarios que está en contacto directo cqn los productores es, naturalmente, la más importante y la más rica 2 .JEs la de los mercaderes al por mayor, a los aue se da a menudo el nombre de mercaderes ambulantes, travelling -merchants. Están obligados, en efecto, a viajar personalmente, tanto para aprovisionarse de mercancías como para entrar en relaciones con los detallistas. Conocemos la vida llevada, hace unos doscientos años, por un negociante de Manchester que vendía tejidos de lana y de algodón en los condados del Este y compraba en ellos plumas y malta. «Caminando durante casi todo el año, y siempre a caballo, las sumas que cobraba se le pagaban en 9~ineas de oro, y las llevaba consigo en una maleta colgada a su silla.);'e exponía continuamente al mal tiempo, a la fatiga, y corría perpetuos peligros.» El menor era ser desvali jado, lo que sucedía aún con bastante frecuencia en los caminos reales de Inglaterra y de Escocia. Nótese que se trata de un rico mercader «que hizo una fortuna lo bastante considerable como para gastar carroza en una época en que no se hubiese hallado media docena de coches entre todos los comerciantes de Manchesten>3 • Las mercancías que así iba a ofrecer de ciudad en ciudad, dejando en depósito en las posadas una parte de lo que no se había vendido, casi siempre se transportaban a lomos de caballo o de mulo. Los cahallos de albarda, que se tenía buen cuidado de elegir de una raza fuerte y paciente, llevaban cada uno dos fardos o dos cestos, cuyos pesos se equilibraban. Formaban verdaderas caravanas, alineadas en fila en los caminos estrechos 4 • El que marchaba en cabeza llevaba al cuello una en medio del cual hay un patio inmenso al que dan todas las ventanas del edificio, que no tiene ninguna al exterior. Hay en esta lonja 370 salas, todas las cuales tienen una puerta y una vidriera que dan al patio y a la galería que circunda cada piso». Tournée faite en 1778 dans la Grand-Bretagne, pág. 198. 1 Véase anteriormente, caps. I, III. , 2 Véase WESTERFIELD, R. B.: Middlemen in English business, particularly between 1660 and 1760 (Yale University Press, 1915). a WALKER, Th.: The Original, núm. XI (29 de julio de 1835). 4. PLACE, Francis, ha conservado el relato de un viaje hecho a caballo, de Glasgow a Londres, en 1739. Hasta Grantham los viajeros «seguían una calzada estrecha bordeada a cada lado por la tierra blanda de un camino apenas esbozado. De cuando en cuando encontraban caravanas de caballos de albarda, treinta o cuarenta en fila... El caballo de cabeza llevaba una esquila para advertir a los viajeros que vinieran en sentido inverso. Cuando cruzaban estos largos convoyes de caballos cargados con pesados fardos la calzada ya no era lo suficiente n nohn. Para dejarles sitio se veían obligados a echarse a un lado, al camino hlnndo, de donde les costaba gran trabajo volver a subir a la calzada». PLACE,

campanilla, que advertía desde lejos a los jinetes o a los vehículos que venían en sentido inverso. Es así como en nuestros días, en los ásperos senderos de los valles elevados, se cruzan unos mulos, que llevan sobre sus lomos las pacotillas destinadas a algunas aldeas perdidas. Por debajo del mercader encontramos un personaje que, durante siglos, ha desempeen la vida de las poblaciones rurales un papel esencial, y que o dese - a todavía en todos los países aislados o atrasados. Es e buhonero, a e, con su fardo al hombro, o llevando de la brida un cab llo d~a : a, visita los caseríos y las fincas. No vende solamente tijeras eojos, pañuelos de colores y almanaques, sino. telas, artículos de tafiletería y de relojería; en una palabra, todo lo que el carretero y el herrero de la aldea no pueden fabricar. Entra en todas partes: en multitud de localidades, él es el único que introduce los objetos y las ideas de fuera. Donde no encontraba competencia, su duro oficio era relativamente lucrativo. Pero su existencia vagabunda le daba una reputación sospechosa: había en él algo de mendigo y de contrabandista 1 • Se elevaban quejas frecuentes contra su persona: se le acusaba de pasar fraudulentamente mercancías prohibidas, de vender productos de mala calidad y, sobre todo, de perjudicar a los ccleales comerciantes y honestos tenderos», que lo denunciaban al Parlamento y llegaban incluso a solicitar la prohibición de la buhonería 2 • Esta medida draconiana no les fue concedida: se decidió ejercer una vigilancia más estrecha sobre los buhoneros, sometidos ya a un régimen de impuestos y de c?ntribuciones 3 • Solo había tiendas en las ciudades, o en los grandes pueblos fre- · ouentados por los campesinos en los días de mercado. Situadas en el · intorior de las casas, sin vitrinas, sin escaparates, se anunciaban de viva voz a la clientela iletrada: a menudo, el comerciente se apos· lnbn en el umbral de la puerta, invitando a entrar a los transeúntes. l•:n rstas tiendas había provisión de todo: contenían mercancías más 1•'111 111111: Additional Manuscripts, 27.828 (British Museum), pág. 10. Hasta me1ll•1l111 d11 l siglo xvm los caballos de albarda continuaron siendo el medio univ1•1•1il1111•11l o c¡npleado para transportar las mercancías en el interior del país. W1 1111, H. y B.: The story o/ the King's highway, págs. 63-64. 1 Vj\n•n lo que refiere SMILES, S.: Lives o/ the engineers, I, 307, a propósito 1ln lna lt11l1111111roa de Derbyshire: «La mayoría eran originarios del Flash, distrito ft ht1n1ln 111111 0 Mocclesfield, Leek y Buxton y bastante poco civilizado. Los Flash1111•11, c•o111111lrlnK 11or la rudeza de sus modales, vivían, según se decía, mitad de lo. h11hor11•1 r., y mitnd del latrocinio.» ~ Parl/1111w111ttry History, XIV, 246; XXV, 885 y sgs.; Journ. o/ the House o/ •Com111011-1, X l., 1090, etc. ~ UM loy dn 1697 obliga a cctodo buhonero, baratillero y revendedor al detall (hawker, r>c1llnr 1111il petty chapman} y cualquier otro comerciante que va de oludncl en clu!lucl y do cusa en casa, ya sea a pie o a caballo, o bien con caballos, etc.», a sncnr una licencia (Jicence} mediante un derecho de 4 libras. Además debo pngnr '1· llbrn11 por cada cabeza de caballo, de asno o de mulo "º de cualquier otro animal que lleve o acarree un fardo». (8-9 Will. IU, c. 25.)

9'1

P AKTE I:

Ir. EL DESAl!ROLLO COMERCIAL

LOS ANTECEDENTES

diversas aún que el fardo del buhonero. De ahí esos nombres de sentido tan general y tan vago que se daban a las tiendas: grocer, que significaba, en su origen, lo que en francés grossier, comerciante en grueso, al por mayor ; mercer, haberdasher, que querían decir comerciante de telas, droguero, q uincallero, tanto como mercero. Así ocurre todavía en un gran n úmero de aldeas; pero las aldeas, en el siglo XVIII, ni siquiera conocían este género de tiendas ; no. habrían de hacer su aparición sino después de un trastorno profundo de las condiciones económicas 1 .

VI Todos los hechos reseñados: persistencia de las grandes ferias periódicas, papel de los mercaderes ambulantes, simplicidad primitiva de los medios de transporte, tienen una causa común : la insuficiencia de las vías de comunicación. Sobre este particular , Inglaterra estaba muy atrasada con respecto a Francia. Su posición insular y el desenvolvimiento de sus costas, tan ricas en profundos estuarios y en radas abrigadas, permitía establecer relaciones entre las provincias por vía marítima : era por mar como llegaba a Londres el carbón de Newcastle, y como se enviaban al condado de Norfolk los ganados escoceses para su cría 2 • Es probable que las facilidades ofrecidas por la navegación costera hayan contribuido a retr asar el establecimiento de un sistema bien r estudiado de vías interiores. Si se mira un mapa de carreteras de Inglaterra, un poco antes de la época de los grandes inventos 3 , se ve que los caminos se entrecruzan en todos los sentidos, uniendo entre sí no solo a las grandes ciudades, sino a todas las localidades de alguna importancia, y cubriendo con una r ed apretada el país entero. Desde Londres, una carretera se dirigía al cabo Land's End, con numerosos ramales hacia la costa de la Mancha. Otra atravesaba la región del Este, dividiéndose, después de Colchester e lpswich, en dos ramas, la primera de las cuales llegaba a Norwich y la segunda a Yarmouth. Hacia York, Newcastle y Escocia, una carretera muy frecuentada seguía aproximadamente el trazado de la vía romana de Londinium a Eboracum: la ciudad de Chester-lhe-Street marca uno de los puntos de paso de esta carretera y, probablemente, el emplazamiento de un campamento romano~. Una serie de viejas ciudades

episcopales, señaladas desde lejos por sus torres y sus campanarios - Peterboroug, Lincoln, York, Durham-, marcaban sus etapas. La carretera del Noroeste se confundía también, en una parte al menos de su recorrido, con una antigua vía romana, la que los sajones llamaban Watling Street: iba de Dover a Chester, el Deva de los r omanos. Varias carreter as reales enlazaban Londres con las ciudades del Oeste: la de Bristol era el medio de unión entre el mar del Norte y el Atlántico, la de Gloucester daba acceso al P aís de Gales. Hay que citar .también algunas carreteras transversales : la que conducía de Carlisle a Ncwcastle, bordeando el pie de la muralla elevada contra los pictos por el emperador Adriano; las que franqueaban el macizo Penino, desde Lancaster, por el valle del Aire, y desde Manchester, por el valle del Calder; se j untaban en York, la antigua metrópoli, desde donde su prolongación común alcanzaba, en Hull, la desembocadura del Humber. finalmente, dos carreteras romanas, conocidas con los nombres de Fosse Way y de Icknield Street, unían Bath a Lilncoln y Southampton a Norwich. Con estas vías de comunicación entre la costa del Oeste y la costn del Este venía a enlazarse la larga carretera que, partiendo de Plyniouth y de Bristol, prestaba servicio a toda la Inglaterra occidental 1 • Este mapa nos incitaría a cr eer que Inglaterra estaba en posesión
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ccEn mi aldea natal la primera tienda, en la que se vendía de todo a todo el mundo, fue abierta hace unos sesen1 a años (hacia 1820), y mucho tiempo después l o~ aldeanos todavía recurrían a los buhoneros.» Ro cEllS, Thorold: Six centuries of work and wages, pág. 147. 2 ToYNBEE, A.: Lectures on the industrial revolution, pág. 55. 3 Véase el mapa anejo a la obra titulada An acwrate description o/ the

present great roads and the principal cross roads of Great Britain (1756). 4 Chester, ceaster=castra, el campamento. Street = l a carretera. Véase PALEY, W. B. : T he Roman roads of Britain, Ninetcenth Century, LXI V, 840-53 (con mapa), y HARPER, C. G.: The great North road.

111 importancia de esta carretera, véase DEFOE: Tour, III, 90.

11 11j., 1f1atling Street, que ha mantenido toda su importancia hasta la

ill'I ferro carril de Londres a Liverpool. 1'r 1Ir lfln 1111111 ivn a la carretera de Bramcote Old House a Bilpcr Lane End ( N1111 l1111li11111•lil111), Jo11rn. of the House of Commons, XXIX, 914. 1 l ,11 • 11111111•111 ti c' Londres a lpswich, en 1727, estaba ccsocavada, era P~~i­ ~· º"" •11 r•I 111111111•11 10 de )as crecidas y en invierno a penas practicable». DEFOE: 1'11111 1 11, llUI, l ,11 c•11 rrc1era de King~wear a Ledgway Cross (Devonshire) estaba onliil'rrn, t'll 11111 ¡¡1·11 11d1·K mareas, de cuatro pies de agua. fo!Lrn. o/ /,he Ilozise o/ r :111111111m.i, XXX, 11,1, 1,11 ('nrretera ue I-Iull a Lceds ccpasa por tierras bajas, llanas y fnn¡i;OHUM, tlo11di< 11111 ll11vius que fluyen de las colinas lindant es vienen a extenderse Ío rmnndo 11110 1•11¡111 líc¡11ida; las aguas, por falta de pendiente, permanecen es· tnnr11dnR l(rnn pnr'I<' dt· la car.rctera». foum. o/ the Hoiise o/ Commons, XXIV, 697. 1·1111 11111 1 lf111 1

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95



PARTE

I:

LOS ANTECEDENTES

vesía tan arriesgada, que en muchos parajes los viajeros preferían .abandonarlos y salir a campo traviesa 1 • Se comprende ,ue en sem~1antes caminos la circulación haya sido muy penosa. Aqm un carrua1e tardaba cinco horas en recorrer una distancia de diez millas; allí se encontraba detenido por el agua durante todo un día 2 • Para salir de los malos pasos a que se estaba expuesto. a cada instante ~ran indispensables fuertes atalajes: no eran demasiados cuatro o seis caballos p~ra . sacar de los baches un carretón pesadamente cargado, o una maciza berlina de viaje. En los casos críticos todavía era preciso pedir prestados algunos bueyes de una finca vecina. En consecuencia, los ~eh.ículos eran un medio de transporte muy lento, muy costoso, poco practico, y se explica fácilmente que los comerciantes prefiriesen. en general los. caballos de albarda, cuyas caravanas marchaban en f~la en los, cammos estrechos vadeaban los ríos y, cuando era necesano, se abnan paso por fuer~ de las carreteras. Se comprende tam_b~é~ cómo las provincias inglesas, aun careciendo de barreras art1f1c1~les c,omo las que dividían a la anti
fl: EL DESARROLLO

co~n:nc1AL

97

vesaba un gran número de parroquias rurales, cuyos habitantes, que hacían muy poco uso de ella, apenas se preocupaban de mantenerla en buen estado 1 • En dondequiera que se aplicó este principio, las condiciones de los caminos mejoraron sensiblemente, la facilidad y la seguridad de las romunicaciones aumentaron. Pero durante mucho tiempo las carreteras peajeras (turnpike roads) fueron excepcionales. La más antigua data de 1663: solo. en 1690 se pensó en establecer la segunda. En general, 11e prefería atenerse al antiguo sistema, a reserva de multiplicar las prescripciones sobre el peso de los vehículos, la anchura de las ruedas, ti! número de caballos: se juzgaba más conveniente proteger las carrelorns socavadas que tomar las medidas necesarias para repararlas 2 • !lo.y que decir que las barreras colocadas a través de las nuevas carreterns y los impuestos que había que pagar a su paso estaban expuestos 11 una impopularidad violenta. Se tuvieron que decretar penas severas contra «las personas mal intencionadas que, en diferentes partes del rei110, habían formado grupos, bien de día o bien de noche, para derribar, quemar o d~truir de cualquier otra manera las barreras y las oficinas de• peaje construidas conforme a las disposiciones de diversas actas clc•I Parlamerito que apuntan al sostenimiento de ciertas carreteras... » 3 • l ,os motines contra los turnpikes se renovaron a menudo en el curso clc•l siglo XVIII, en los condados del Sudoeste hacia 1730, en el de Hereínrd en 1732, cerca de Bristol en 1749 4 • Los más graves estallaron en lnl'I condados del Norte: alrededor de Leeds, en 1753; fue una verdadera lmmrrección, un levantamiento en masa de los campesinos contra los llllt'VOS derechos: solo a tiros se logró disolverlos 5 • J\ proximadamente a partir de 1745, después del desembarco del prel1•11dir•nte y de su derrota en Culloden, fue cuando se emprendió siste1·:~ 1<' sistema fue muy estudiado y admirado en Francia. Véanse las Notes ~111 111 /tl¡{islation anglaise des chemins, par l'auteur 1111/ "" Ar~gleterre (LA RoCHEFOUCAULD-LIANCOURT),

des No tes sur l'impot territoParís, 1801. WEBD, S. y B. 11'/iri ~111ry of the King's highway, cap. VII, págs. 118·64) han hecho un estudio ,¡, 1,,1ilclo do las turnpike acts v de su aplicación. ' 81111111es at large, 9 Anne, c. 18 (1770). Medidas análogas se tomaron más l 111 d11 11111·11 evitar el deterioro de las carreteras peajeras. Véase 30 Geo. 11, r ?11 ( 1757): «Resultando que, de acuerdo con una experiencia constante, el uso ,¡,, 111rd11" con llantas anchas contribuye grandemente al mejoramiento y conservarl1'111 dn 11111 carreteras y que el uso de vehículos pesados con ruedas estrechas llrnn por 11Cccto deteriorarlas y destruirlas, etc.» El Acta 14 Geo. II, c. 42 (1741) pr r•~r · rlh o t•l establecimiento de b ásculas en las barreras: todo vehículo que pese 1114- úo 6.000 libras pagará 20 chelines por cada 100 libras de exceso. 11 1 Gco. Il, st. 2, c. 19 (1728). Las penas previstas son: tres meses de cár1·1•1 o 111 ')lrimera contravención y siete años de deportación en caso de reinciden' 111 . El Acln 8 Gco. II, c. 20 (1735) considera la destrucción de las barreras como 1111 c•rinwn ( f elony) . 1 W111111, S. y B.: T he story o/ the King' s highway, pág. 123. h I AM l:ll, J.: Continuation to the lfi.story o/ Bradford, pág. 87. MAN llll!X.

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98

PARTE I:

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L OS ANT ECEDENTES

máticamente en toda la extensión del territorio, la reconstrucc10n de las carretera~ 1 • Carlos-Eduardo y sus highlanders 2 habían podido avan· zar hasta Derby, en el corazón de ln~laterra, gracias a l~s, obstác~l,os opuestos por el mal estado d~ los_ camu~os . a la concentrac10n de~ eJer· cito real. El Gobierno y la d mast1a se sintieron desde entonces direc.t a· mente interesados en la creación de una red completa de carreteras bien conservadas, «apropiadas para el paso de tropas, de_ caballos Y_ de vehículos en cualq uier estación del año» 3 • Se emprendieron trabajos considerables en todas partes a la vez: a una larga negligencia sucedió u?a actividad febril. En menos de ve~te años el_ sistema_ carre~eras pea3e· ras se extendió por todo el reino~ El cambio parec10 maravilloso, y los ingleses lo admiraron con complacencia: «Jamás se vio, en las comunicaciones interiores de un país, revolución comparable a la que se ha efectuado en Inglaterra en el espacio de algunos años. El tran~porte de granos, de carbón, de mer cancías de todas clases, apena.s _exige ya la mitad del n úmero de caballos que antes empleaba. Los viaies de nego· cios se hacen con una velocidad más que doble. Los progresos de la agricultura avanzan al compás de los del comercio : todo adquiere un aspecto de prosperidad, todos nuestros ~r~ductos aumentan de valor, y lo que es como el eje de este gran mov1m1ento es la refor;na de nues· tras carreteras» 5 • De 1760 a 1774 el Parlamento no voto menos ., de 6 452 actas relativas a la construcción de carreteras y a su conservac10n · Es en este momento cuando aparece la primera generación d~ _esos capataces, ingenieros sin saberlo, en qu~enes se ~~carna el emp1nsmo práctico del pueblo inglés. Entre estas figuras o.ngma_les, m~rcadas to· das con un sello de rusticidad, se destaca la cunosa f 1sonomia de John Metcalf, el ciego de Knaresborough 7 • Este personaje extra~rdinario, nacido en 1717 en una pequeña ciudad de Yorkshue, habia logrado. a

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l Hay que guardarse de exagerar la importancia de este hecho accidental en l o que se refiere a un desenvolvimiento ligado a tantas causas generales. :t:i;e solamente la ocasión que atrajo sobre esta cuestión de las carreteras la atenc10!1 de los poderes públicos. Es un hecho, sin embargo, que, de 1748 a 1760, el nu· mero de las comisiones de peaje pasó de 160 a 530. 2 Montañeses de Escocia. (N. del T.) 3 24 Geo. U, c. 25 (1751: carretera de Carlisle a Newcastlc_)._ . 4 Las modi{icaeiones de la propiedad territorial que se venI1caban al. m!smo tiempo en un gran número de parroquias facilitaron ª. menudo el establ~~1m1ento de nuevas carreteras. Más de un acta de. enclosure esllp~la que se tornarn de los terrenos sometidos a repar tición el espac10 que sea preciso para dar paso a una vía pública (véase cap. lll). . · · h s H OMER, H.: An inquiry into the means o/ preservmg and improvmg t. e public high roads of the kingdom, pág. 8. . G Véase el Acta general de 1773 (13 Geo. III, c. 78) Y las resoluciones (standing orders) de la Cámara de los Comunes, Journ. o/ the House of Commons, XXXIII. 949-952. . h 7 The lije o/ John Metcalf, commoi:Lr ca_lled. blmd Jack o/ Knaresboroug (York, 1795). Es una especie de autob1ografia dictada por Metcalf a un se· cretario.

EL OESARllOLLO COMERCIAL

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Iuerza de inteligencia y de osadía, casi hacer olvidar su ceguera: en 1745 marchó a unirse a los voluntarios de su condado y Lomó parte en la campaña de Escocia, en el ejército del duque de Cumberland . Tra· t1mte de caballos y después empresario de transportes recorrió durante años los países situados entre el H umber y el Merse;. Era una de las regiones donde el problema de las comunicaciones se planteaba con ma· yor urgenci~ : los c~inos que atravesaban los altos páramos pantanosos del macizo Pemno no bastaban ya para el tráfico cada día más considerable, entre las dos vertientes. J ohn Metcalf se hizo consh·uctor de carreteras. Exploraba personalmente el terreno solo con su bastón d~ ciego ~n la mano, «estableciendo sus planos y' sus ;resupuestos, se· gun un metodo que le era particular, y del que apenas podía dar cuenta u otras pe~so~asii 1 . _M_uy hábil y de espíritu inventivo, había imaginado un procedimiento rap1do y poco costoso para consolidar las turberas, que llegaba a franq uear sin dific ultad. Entre las numerosas carreteras que repar ó o construyó, citemos las de Wakefield a Doncaster de Wakefield a Huddersfield, de Huddersfield a Halifax, en el York~hire occi· dental; de Bury a Blakburn, de Ashton-under-Lyne a Stockport, en el condado de Lancaster; entre Lancashire y Yorkshire, la carretera de Stockp,ort a Mottr_'.1m Langley, la de Skipton a Burnley, y en el Sur, a traves ~e las penas del Peak, las carreteras de Macclesfield a Chapel· on-the-Fnth y de Whaley a Buxton 2 • Todos estos trabajos fueron ejecutados entr~ ~ 760 y 1790 : unos se anticiparon y otros siguieron de cerca al nacimiento de la gran industria 3 , aue debía así desenvolverse rn una región completamente preparada pa;a su extensión y sus pro· gresos. No todas las provincias tuvieron su Metcalf. Y no bastaba siempre establecer turnpike_s . para tener buenas carreteras. Arthur Young, en cnda uno de sus, v1a Jes, no cesa de echar pestes contra el estado deplorable en que estan abandonados la mayoría de los caminos, a pesar de las barreras y de los impuestos: «¿Qué os diré de las carreteras de este ' ? T ienen " 1a audacia . de titularlas carreteras peajeras y de haceros puis. pagar por su conservación. De Chepstow a la casa que se encuentra a 1 . BEw: Observations on blindness. M emoirs o/ the literaray and philoso. 11'11cal Society o/ Manch~ster, I, 172-74. «Lo he visto a menudo, ayudado sola111cnte por un largo , baston, atravesar las carreteras, subir pendientes escarpadas Y rl u ras, explorar los vaJ.les, recon?ciendo su extensión, sus formas y sus situaciones respect~~as... Un dia encontre a este prospector ciego mientras procedía a ~u cxplornc1on. Estaba solo, corno de costumbre; después de haber hablado con ,.[ de unas cosas Y de otras le hice algunas preguntas a propósito de la nueva ''nr rct~ra; era algo verdaderamente sorprendente oírle describir con precisión el 1ocorndo de esta carretera y la naturaleza de los diferen tes terrenos que debía ni rnvcsar.» .~ T_he lile. o/ John Metcalf, págs. 124-41. ' El prop1? Metcalf estuvo tentado. por un momento de hacerse hilandero : N¡' 1781 compro unas jennies y una maquina de cardar algodón . Véase The lije o .f11hn Metcalf, pág. 148. '

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la mitad del camino, entre Newport y Cardiff, no son más que senderos ásperos, sembrados de piedras monstruosas tan grandes ~orno vuestro con a"UJ· eros abominables 1 • La carretera de W1tney a Nort cahallo . , i:o • • , h ·d Leach es, según creo, la peor carretera pea,Jera que 1amas aya se~1 o, 2 todas la~ caneter~s tan mala que es una vergüenza para el pa1s... . malditas que jamás hayan deshonrado a es~e r~rno, en ~as epocas mas bárbaras, ninguna igualó jamás a la de Billencay a T1lbury: en una longitud de cerca de 12 millas esta carretera es tan estrecha que un ratón no podría cruzarse en ella con un ve?ículo. Yo ~e visto a un hombre obligado a arrastrarse bajo su carreton para venir a ayudarme 3 a alzar mi silla de posta por encima de un seto» En otra parte encuentra relejes de cuatro pies de profundidad; hoyos en que se ~orre el riesgo de quedar enterrado 4 ; o gran cantidad de rocas, arroJ~das en medio del camino «so pretexto de reparació~ll le infl~ge~ sac1;1~1das espantosas 5 • En la carretera de Liverpool a W1gan s1;1 m~1g~ac10n se hace inexpresable: «No conozco, en todo ~l vocabulario, termmos. bastante fuertes para describir esta carretera mfernal... Debo advertir seriamente a todos los viajeros a quienes pueda suceder q~e, emprend~n un viaje en este terrible país que huyan de ella como human del d1,ablo: hay mil probabilidades contra una para apostar que se _romperan la cabeza o los m.iernbrosl> 6 • Solo a fines del siglo XVIII, en tiempos de los Telford y los Mac Adam 7 , es cuando Inglaterra tuvo una red de buenas carreteras 8 .

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YoUNG, A.: A six weeks' tour through the southern counties, pág. 120. Idem, ibíd., pág. 101. 3 Idem, ibíd., pág. 72 4 Idem, A six rnonths' to1ir thr<Jugh the North of England, IV, 433. 5 Idem, ibíd., 1, 83. s Idem, ibid., I, '130. . . d d d0 7 El ingeniero escocés Mac Adam es el mvcntor _del s1s~cma e empe que ha conservado su nombre. Véase Dictionary o/ nation:il Btogra.phy, ar~. « ac Adam». Sobre Telford, véase SMILES: Live~ o/ the Engineers, vols. Il : IU, ,Y WEBB, S. y B.: The story of the King's hi~hway_, cap. VII~. _Sol amente despue~ de ellos se formó una ·verdadera escuela de m gemeros especialistas. Hasta e~~ºJ?­ ces, los que se encargaban de establ ecer el tra~ado ?e l.as carreteras Y d~ dmg!f los trabajos eran simples contratistas qtte habian e¡erc1do antes los ofi.c;od mds diversos. Los comisarios de carreteras eran «una muc~edumbre enmar ana a, e pares del reino, de hidalgos campesinos, de arrendatanos y de tenderos». Vease Edinburgh Review, XXXII, 4S0-82 (1819). . . d s En el siglo xvm los constructores de carreteras ensayaron vano~ meto os, algunos de los cuales dieron bastantes disgustos: «A menos de una ¡orna?a _de la capital se encontraba la «carretera en ondas», o «Lrench r?adi~, don altibal°s sucesivos; la «carretera angular», que descendía a de~echa e _1zqmer a, como as vertientes de un tejado; la «carretera cóncava» o «Via hundida», ~n la que se vertía periódicamente un arroyo para limpiarla; la «carretera . honzon~~l», fl~nueada por fosos profundo!l que a veces eran una calzada de vemte a tremt~ .P~es 1 5 de anchura casi horizontal en la cima, bordeada a cada lado por/ pheck!c ~ de una profundidad de cuatro a cinco pies.» WEnB, S. Y B.: Story o . t e mg s highway, pág. 133, con citas de ScoTT, J. : Digest of the general highway and l

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Sin embargo, las comunicaciones se habían hecho ya más fáciles y más regulares. Antes de 1750 los servicios de diligencias eran raros

y lentos. Se tardaba dos días de ir de Londr es a Oxford, de cuatro a seis días para ir a Exeter, y una semana para ir a York 1 • Entre Jn. glaterra y Escocia no existía ningún servicio regular. Smollet nos muestra al héroe de uno de sus libros partiendo de Glasgow para Londres, en 1739, en un caballo de albarda, entre dos cestos 2 • Añádase a esto la inseguridad de las carreteras, con el bandidaje en estado endémico, a las puertas mismas de la capital: en 1757, el correo de Portsmouth fue robado por una banda a la entrada del arrabal de Hammersmith, a dos leguas escasas de Charing Cross 3 • La mejora de las vías de comunicación , por insuficiente e incompleta que fuese, produjo notables resultados. Sobre todo se beneficiaron las provincias del Norte: a partir de 1766, el coche volante de Warrington, que salía dos veces por semana, puso a Liverpool y a Manchester a menos de tres días de Londres 4 • Hacia la misma época se estableció una línea de diligencias entre Lon· dres y Edimburgo, por York y Newcastle. El trayecto duraba todavía diez o doce días 5 : treinta años después, cuando Palmer realizó su reforma del sistema postal 6 , se pudo ir de Londres a Glasgow en sesenta y tres horas. Para el transporte de mercancías los vehículos rodados sucedieron a los caballos de albarda. Los métodos comerciales se transformaron; se vio aparecer al viajante de comercio, que solo llevaba consigo las muestras y tomaba pedidos: tipo nuevo y singularmente moderno si se lo compara con el antiguo mercader, parroquiano de las ferias periódicas y conductor de car avanas 7 • tnrnpike laws, págs. 320 y sgs. (1778), y HoMER, H.: M eans of preserving and improving the public roads, pág. 30 (1768). 1 PORTER, R.: Progress of the nation, pág. 296-97. 2 SMOLLET, T.: Roderick Random, cap. VIII. 3 Gentleman's Magazine, año 1757, pág. 383. Hammersmith constituye hoy oía un barrio de Londres. 4 UARDWICK, Ch. : The history o/ the borongh of Prestan and its environs, páge. a82·84 ; BAINES, T. y FAIRBAIRN, w.: Lancashire and Cheshire, past and presenr, JT, 105. 5 BRF.MNER, David: The industries o/ Scotland, pág. JOS. 6 ANot::nSON, A.: Chronological history and deduction o/ the origin of commerce, suplomen1 0, IV, 718 y sgs.; JovcE, H.: History of the Post O/fice to 1836. págs. 208-80. TJ11s1a 1696 Londres fue el centro único de distribución para las cartas expcdidoR do 11n condado a otro. Hacia mediados del siglo XVIII las principales ciudades del reino estaban enlazadas entre sí, tres veces a la semana, por un servicio postal regular. Se hallará un buen estudio resumido de esta cuestión en Mol'FrT: Englrmd on the eve o/ the industrial revolution, páginas 243-46. 7 ArKIN, J.: A description o/ the country /rom thirty to forty miles roun.d Manchester, pág. 183. A prin cipi08 del siglo XVIII apareció una categoría nueva de viajantes conocidos en los ind11s1rias tcxl ilcs con e l nombre de riders out: vendían y entregaban las mercancías que trans portaban, en lugar de limitarse a presentar muestras y a solicitar pedidos. DANrnr.s: Early English cotton manufacture, pág. 62.

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El gran obstáculo que seguía oponiéndose a la circulación de los productos era la carestía de la correspondencia y de los transportes. El correo real, puesto desde el siglo XVII a disposición de los particulares 1, enviaba por las principales carreteras mensajerns diarios. Durante mucho tiempo hubo quejas de su lentitud y de la insuficiencia de las precauciones tomadas contra el robo 2 ; cuando por fin se procedió a una reforma de los servicios postales se juzgó necesario aumentar las tarifas: una carta de Londres a Chester costaba cuatro peniques en ] 711: costó seis a partir de 1784 y ocho a partir de 1796 3 • El correo · de un penny no funcionaba más que en un radio de diez millas alrededor del General Post O/fice. En cuanto a las tarifas de los transportes, eran sencillamente exorbitantes: 5 libras por tonelada de Londres a Birmingham, 12 libras de Londres a Exeter, 13 libras de Londres a Leeds. r Para pequeñas distancias, los precios alcanzaban una tasa más elevada aún: de Liverpool a Manchester, que distan unas 30 millas, el transporte de una tonelada de mercancía no costaba menos de 40 chelines, y de Newcastle-under-Lyme, en el distrito de las Alfarerías, a Bridgenorth, junto al Severn, de 50 chelines a 3 libras 4 • De ahí al aislamiento en que permanecieron, durante mucho tiempo todavía, gran parte de los cam- · pos, a pesar de la mejora real de las carreteras. A fines de siglo, gran número de aldeas inglesas ignoraban todavía la patata, el azúcar Y el >l algodón 5 • En Escocia había pueblos, al borde mismo de las carr~te­ ¡ ,, ras, que seguían impenetrables al comercio y a su influencia. Robert ~Owen, viajando en 1790 entre Glasgow y New-Lanark, sacó de su bolsa medio soberano para pagar un peaje: el guardabarrera se negó a tomarlo, no había visto nunca una monera de oro 6 •

En todo tiempo los costes elevados de los transportes por tierra han acarreado el desenvolvimiento de la navegación interior. Este desenvolvimiento tomó en Inglaterra un carácter tanto más notable cuanto que se había hecho esperar durante más largo tiempo. Ningún país está mejor dispuesto para el establecimiento de un sistema armonioso y completo de vías navegables. Al Este y al Oeste, del lado del niar del Norte y del lado del mar de Irlanda, golfos y estuarios, penetrando profundamente en las tierras, parecen ir al encuentro unos de otros: el canal de Bristol y la desembocadura del Támesis, el Humber y el Mersey, el Tyne y la bahía de Solway, el firth de Clyde y el firth de Fortl\ se corresponden, dejando entre sí espacios cada vez más estrechos 1 • En la parte más maciza de la isla, amplias llanuras preparan entre las dos vertientes una transición casi insensible. Si los ríos son cortos y sin profundidad, su curso apacible y regular, los umbrales poco acentuados que los separan hacen fácil su utilización. Pero la misma causa que ha retrasado en Inglaterra la terminación de las carreteras se ha opuesto, con mayor razón, a la creación de una red navegable. La existencia de varios puertos marítimos y fluviales a la vez, como Londres, Hull, Newcastle, Bristol y, sobre todo, la corta distancia de las ciudades del interior a la costa 2 , hicieron descuidar medios de comunicación de los que, en otros países, se hubiese sacado partido hacía mucho tiempo. Inglaterra no tuvo ni un solo canal, ni una sola vía de agua artificial antes de 1759: ciento cincuenta años después (JUe se abriera en Francia el canal de Briare, casi ochenta años después de la inauguración del canal de Deux-Mers. Las ventajas de la navegación interior, puesta de relieve por el ejemplo del extranjero, tenían, sin embargo, sus apologistas. Uno de los primeros fue Andrew Yarranton 3 • Alternativamente oficial en el ojórcito del Largo Parlamento, propietario de forjas, fabricante de te-

JoYcE, H.: History o/ the Post O/fice, págs. 8 y sgs. ANoERSON, A., ob. cit., pág. 712. «El correo, en lugar de ser el más rápido, es casi el más lento de los medios de comunicación de que disponem?s en este país, y aunque desde la reconstrucción de nuestras carr~teras los veh1culos han aumentado consecuentemente su velocidad, el correo es mas lento que nunca. Es al mismo tiempo muy poco seguro, como lo prueban los robos de carlas, tan frecuentes en nuestros días; para evitar las pérdidas que de ellos resultan se ha adquirido la costumbre de romper en dos pedazos los billetes de Banco o los valores al portador y expedirlos en dos correos diferentes.» 3 9 Anne, c. 10; fourn. o/ the House of Commons, LVI, 69 y sgs. Tarifa de 1711: para una distancia de menos de 50 millas, 2 peniques; de 50 ~ 80 mi· Has, 3 peniques; por encima de 80 millas, 4 peniques; de. Londres,a Ed1mburgo, 6 peniques. Tarifa de 1784: una parada de posta, 2 pcmques; mas de una pa· rada y menos de 50 millas, 3 peniques; de 50 a 80 millas, 4 peniques; de 80 a 150 millas, 5 peniques; por encima de 150 millas, 6 peniques. 4 Estas cifras se refieren al período 174ú-1760. Véase foumals of the House o/ Commons, XXIV, 788, 798, 812 (peticiones), y XXVI, 177-82 (encuesta). AIKIN, W.: A description o/ the country round Manchester, pág. 115; BAINES Y FAIRBAIRN: Lancashire and Cheshire, 11, 205. 5 Véase SoUTHEY, R.: The Doctor, cap. IV. 6 OwEN, R.: Lije, written by himself, pág. 53. Esta ignorancia tenía por qué sorprender en 1928, pero más aún en 1906, cuando la primera edición de la pre11ente obra. ( N. del E. francés.) l 2

De Gravesend (Támesis) a Avonmouth (Scvern), 215 kilómetros; de Run-

curn (Mrir·Rcy) a Goole (Hu¡nber), 130 kilómetros; de Tynemouth (Tyne) al /irth do Solwoy, llO kilómetros; de Dumbarton (Clyde) a Gran gemouth (Forth), 54 kl16m o tro~. 2 Lo ciudad ele Coventry, situada aproximadamente en el centro de la Inglaterra propium('nlc dicha, está a unos 120 kilómetros del canal de Bristol, a 135 kil6mctroR do! mar de Irlanda, a 120 kilómetros del mar del Norte, a 160 kilómetros do lo MonC'hu. 3 Véase 1/)irtionary o/ National Biography, a1t. Yarranton; SMILES, S.: Industrial Biography, pílp;s. 60-76; BEcK, L.: Ceschichte des Eisens, II, 1275-77. Sobre algunoB proyrrtoH aislados, antes de YARRANTON, véase CuLLOCH, Mac.: l.iterature of po/i1icnl cronomy, págs. 200-02. Desde los tiempos de Cromwell, MATHEW, Francis, el oulor de Th e opening o/ rivers /or navigation, había sometido al protector un proycc10 para establecer una comunicación entre el Támesis y el Avon. (Véase su M~dilerranean passage /ro1n London to Bristol, 1670).

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las, ingeniero, agricultor, economista, mezclaba a los proyectos desor· denados de un aventurero la visión amplia de un hombre de genio. El libro extravagante que publicó en 1677, y en donde reunió desordenadamente las observaciones, los planes y los sueños de toda su vida 1, contiene una multitud de ideas nuevas y atrevidas. Yarranton osó creer que su patria podía superar a las naciones rivales sin hacerles la guerra, que una paz bien empleada vale más que una guerra incluso victoriosa, y que la verdadera gloria de un Estado consiste en el trabajo, la riqueza y la civilización de sus habitantes. Entre los medios a veces quimé· · r icos que le parecían apropiados para asegurar la prosperidad del país, el desenvolvimiento de la navegación interior ocupaba el primer puesto. Había visitado Holanda, y admiraba la actividad incomparable de sus ríos y de sus canales 2 • Recomendaba en primer lugal' «hacer navegables los ríos, en dondequiera que el arte de los ingenieros pudiera lograrlo». Proponía también abrir canales, para enlazar entre sí las principales vías fluviales: el Támesis con el Severn, el Sevem con el Trent. Este hacedor de proyectos, vivamente atacado por algunos de sus contero· poráneos por lo que sus ideas tenían de caprichosas, o solo de contrarias a sus prejuicios 3 , intentaba hacer una obra práctica. A falta de los grandes trabajos cuya utilidad reconocía sin poseer los medios para su ejecución, dirigió y supo llevar a cabo algunas empresas secundarias: por ejemplo, el ahonde del Stour, entre Stourport y Kidderminster, el del Avon, entre Stafford y Tewkesbury '; estos dos ríos ponían en comunicación los distritos metalúrgicos del centro con el estuario del Sevem. Al mismo tiempo, escribía las páginas proféticas en que anun· ciaba, apenas diez años después de la entrada victoriosa de los barcos holandeses en el Támesis, la supremacía marítima e industrial de Inglaterra 5 • l England's improvement by sea and land, l.• parte publicada en 1677, 2.• parte en 1682. El título completo es el siguiente : El avance de lnglrtterra por tierra y por mar, o la manera de vencer a los holandeses sin hacerles la guerra, de pagar la deuda sin dinero, de dar trabaio a toda la población pobre por la explotación de nuestro suelo, de prevenir los procesos inútiles y de establecer un sistema de registro voluntario de las propiedades territoriales. Con indicaciones sobre los lugares de donde se puede sacar en gran cantidad la madera necesaria para las construcciones navales, y sobre la ventaja que supondría hacer nave· gables todos los grandes ríos de Inglaterra; reglas para evitar los incendios en Londres y en las demás grandes ciudades, y el medio de asegurar a los obreros de todos los oficios el pan y la bebida a poco precio. 2 YARRANTON, A. : England's improvement by sea and land, I, 7, 181, 191. 3 Véase el libelo titulado A coffee-house dialogue, or a discourse between captain Y (YARRANTON) and a young barrister of the Middle Temple. YARRANTON respondió con The coffee-house dialogue examined and refuted. Véase también A word without doors, A continuation. of the coffee-house dialogue, etc. (British Museum T. 3*, 17 y sgs.) "' YARltANTON, A.: England's improvement, I, 193-94. 5 «Todo lo que se precisa para engendrar la industria, la fuerza y la rique· za, para asei,?urar la subsistencia de los h ombres, para hacer al pueblo próspero

II:

EL DESARROLLO COMEllCIAL

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Durante mucho tiempo todavía, se contentó con profundizar o rectificar ciertas corrientes fluviales, sin pensar en crear un sistema de vías artificiales. Estos trabajos, en sí poco importantes, merecen ser mencionados en razón de las industrias a que afectaban. Fue a instancias de los pañeros de Leeds, de Wakefield y de Halifax como el. Aire y el Calder se hicieron navegables; los trabajos emprendidos a partir de 1701 a lo largo del Trent y del Derwent, ayudaron al desenvolvimiento indus· tria} de Derby y de Nottingham; la canalización del Mer~ey, desde 1720, estrechó los lazos entre las dos ciudades gemelas, L1pervool y Manchester 1 . Pero no eran todavía sino débiles signos del gran movimiento que iba a seguir. Entre las causas inmediatas de este movimiento, hay una sobre la que nunca se insistirá demasiado, ya que pertenece, más que ning~na olra, a la historia de la gran industria. El empleo de la hulla, des~ma· da durante mucho tiempo a usos domésticos, comenzaba a generahzar11(' 2 • Ahora bien: la hulla es una de esas mercancías pesadas, cuyo valor rc•lntivamente escaso experimenta una subida excesiva tan pronto como 1111 elevan los gastos de transporte. Por esta razón es por la que el 1•111·b6n de Newcastle, extraído a orillas del Tyne y transpor~ado por 11111r ~, había sido durante mucho tiempo el único que era ~os1ble pro1•nrnrse a cierta distancia de su lugar de origen. A medid~ . que ~a l111lln se hacía objeto de una demanda más fuerte y de un trafico mas 1111portante la cuestión de los medios de transporte se planteaba con 11111yor ur~encia. Cuanto más se estudia en detalle la histori~ de la na· 111·~nrión interior en Inglaterra, tanto más se la ve confunduse con la ~ ·" pduolpc grande y poderoso lo posee Inglaterra y más que. dos reinos.

? dos 1 1"!1111 1n111lcsquiera juntos. Si sus recursos agrícolas e industriales se .ut1hzasen 111 h 1 11111l1111111n1c, en muy poco tiempo llegaría a ser Inglaterra _Ja gloria de las tl!H 1111111•, PtWR en Inglaterra se encuentra la lana más fini: Y mas a~undante que f il 11111¡11111 pnís del mundo; se encuentra el mejor cstano, el me1or cuero, el 111111111 1111111111 cl<1I mundo y en cantidad mayor que en ninguna part~; se encuent~a t 111111111 111 11111jor carne, para alimenta r a los obreros que traba1an en prod~c1r 11 11 1111111 l11111111r c·sios diferentes mercancías. Y en Inglaterra hay grano, sufic1en111 ¡ 1"1111 1111111 nl lmrntar a la población; e Inglaterra pose.e los puertos mejores 111 111~• •"¡¡1110• rlol mundo.» YARltANTON, A.: England's improvement, 1, 4. 1 ltt 11 \VII I. 111 , c. 19 y 20 (Aire, Calder y Trent); 1 Anne, c. 20 (Derw1111 1l 1 lt !' 1·11. 1, 1'. 27 (Derwent); 7 Geo. I, st. l, c. 15 (M.ersey e Irwell). La 111111111111111111 il1•I Wrnvcr, que atraviesa }as salinas de Chesh1re, data de 1720; l 1 1lt•l 111111 , 111111 1in•11 por Sbeffield, data de 1725. Véase AIKIN, JoI;in: A des' r/¡1tlr111 11/ th~ 111111111y /rom thirty to forty miles rormd Man.chester, pags. 105-11 ; llA1N1:1'. 'I' • lll•tm ~ 11/ U11erpool, págs. 3940. . ., . . ~ Solirn 111• 11•111 lnrluRtriales de la bulla an tes de la mvenc1on d e la maq uma 1l1t vnpor, v~11111 11111111 11, en p. III. El empleo de Ja hulla en la ~etal~;gia d el 111111to como1116 1111 In prlnwrn mitad del siglo xvm, pero solo se d1fund10 a par111 110 1760. 11 So lo Jlnm11hn .11•11 r11nl, o carbón de mar. El nombre de pit-coal, carbón d e 1111110 1 cslabn rcRcirvntlu 11 111 hulla extra ída en los condados del centro Y consu11111111 nllf mismo. '

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PARTE

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J,os ANTECEDENTES 11:

historia de la hulla. El ahonde del río Douglas, entre 1719 y 1727, coincide con la explotación de las minas de hulla situadas en los alrededores de Wigan, al nordeste de Liverpool; los trabajos del Sankey, en 1755, con la apertura de las minas de St-Helens 1 • La excavación del primer canal propiamente dicho que existió en Inglaterra, el canal de Worsley, no tuvo otra causa. Fue un gran señor, el duque de Bridgewater, quien tomó la iniciativa. Poseía en Worsley, cerca de Manchester , importantes yacimientos de hulla; pero el precio exorbitante de los transportes hacía su explotación casi imposible. De Worsley a Manchester el carbón viajaba a lomos de caballo: costaba de 9 a 10 chelines por tonelada, para un trayecto de apenas siete mialls 2 • El duque pensó primero en utilizar un riachuelo, el Worsley Brook, que desemboca en el lrwell, no lejos de su confluencia con el Mersey; pero lo disuadió de su propósito un hombre que iba a revelarse, en su servicio, como un gran ingeniero. James Brindley, como John Metcalf, como tantos otros entre los grandes obreros de la revolución industrial, es un ejemplo notable de ese genio práctico, que no se forma por el estudio, sino .p or la experiencia y la necesidad 3 • Ignorante del movimiento científico de su tiempo, casi analfabeto 4, llegaba a resolver problemas arduos gracias a una potencia de imaginación poco común y a una meditación intensa 5 • Fue en ] 759 cuando se encargó de abrir el canal de W orsley por cuenta del duque de Bridgewater: dos años después, en 1761, la obra estaba acabad_':· ~rindley había sentado dos principios, a los que siempre permanec10 fiel: se había abstenido de recurrir a los lechos de los riachuelos 1 Véanse el preámbulo y el texto del Acta 28 Geo. JI, c. 8; el Acta 8 Geo. III, c. 38, Y las peticiones i·esumidas en los Journals of the Tiouse of Commons, XXVI, 905, 969, 977; XXVII, 53, 56, 115, 137, 144, 169, etc. (peticiones de los propie1arios de minas del condado de Lancaster); XXXII, 667 y 771 (peticiones de l?s. ,magistrados y~ de los notables comerciantes de Glasgow); XXXIV, 200 (pet1c10n de l os duenos de forjas de Coalbrookdale). En cuan to a la influencia de estos 1rabajos sobre el desenvolvimiento de las industrias en la región de St. ll e· lens, véase Victoria history of the co1mty of Lancaster, II, 352. 2 Petición del duque de Bridgewaler a la Cámara de los Comunes (25 noviembre 1758), Journ. o/ the Ilouse o/ Commons, XXVIII, 321-22, 335. 3 Sobre James Brindley, véase AIKIN, J. : A description of the country fro1n t~irty to f?rly miles round Manchester, págs. 139-45; PHitLJrs, J.: A general history of inland navigation, págs. 87-100; SMILES, S.: Lives o/ the engineers, I, 309-402; WARD, J.: The borough o/ Stolce-upon-Trent, págs. 162 y sgs. 4 Su ortografía era de una incorrección inverosímil. No supo jamás escribir la palabra navegación ( navigation). Se hallarán extractos típicos de s us cuadernos de notas en s~11LE S, Lives of the engineers, I, 320-21, y ARNER, Town· send: Social England, V, 323. 5 Raramente recurría a la ayuda de diseños o de planos; su memoria, de una seguridad y de una precisión extraordinarias, le bastaba. Cuando tenía enlre manos un problema difícil solía permanecer acostado varios días para r eliexionar en silencio hasta que llegaba a imaginar, de una form a concreta, la solución en sus más nimios de1alles. PHILLIPS, J.: Hist. of inland navigation, pág. 95.

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EL DESARROLLO COMERCIAL

107

?e Lai:icashire, cuyo escaso caudal no

ofrecía garantías suficientes para impedir que se cegasen de arena; y se había impuesto mantener su trazado a un nivel invariable, para evitar la construcción de esclusas. El canal d; Worslcy fue ~a ªJ.?licac~ón más perfecta de este método-por lo
AtKtl'f, .) ., o/i. cit., págs. Jl3-14·; YoUNG, A. : A six months' tour through 1h e Nor1h o/ 11'11/(l1111d, llT, 196-241. 2 Pmr.r.i l'R, .J ,: f! ist. of inland navigation, pág. 76. 3 A1Krn, J., o/i, l'i1., púg. 115; PmLLIPS, J., ob. cit., pág. 78. 4 Es el connl cl1· ~ignnrlo frecuentemente con el nombre de Grand Trunk Canal: mide 93 mll loM, o Meo, l'1·9 kilómetros de longitud. ' 5 WEDCWOOI> t'~l'rlhfu en 1767: «T engo miedo de que quiera h acer dema>
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PARTE

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LOS ANTECEDENTES

EL DESAllROLLO CO\IEllCIAL

Continente. Fue también Brindley quien trazó el canal de Birmingham a Wolverhampton, a través de una región metalúrgica, convertida ·después en una de las más activas del mundo entero. La obra de Brindley precede inmediatamente al desarrollo de la gran industria: la obra de sus continuadores la acompaña en sus progresos, de los que a veces es el efecto y a veces la causa. Los mapas trazados en los últimos años del siglo XVIII permiten medir la extensión de estos grandes trabajos 1 • Es sobre todo en el centro y en el norte de Inglaterra donde se multiplican las vías navegables. En Lancashire se forma una verdadera red : canal de Bolton, canal de Bury, canal de Kendal, por Preston y Lancaster. Entre Lancashire y Yorkshire, a través del macizo Penino, se abren tres grandes arterias : una va de Leeds a Liverpool por la depresión transversal donde se dilata, de Noroeste a Sudeste, el valle superior del Aire; "las otras dos ponen en comunicación a Manchester con Huddersfield y el valle de Halifax: las tres convergen hacia el gran estuario del Humber. En torno a Birmingham, un sistema complejo de canales extiende sus ramificaciones en todos los sentidos 2 , y se une hacia el Norte con el Gran Tronco 3 y hacia el Sur con el Severn y el Támesis 4 • El gran mercado de Londres se enlaza con las ciudades industriales del Norte por el Grand f u.nction Canal, y con el Atlántico, por el canal del Támesis al Severn. En el sur del País de Gales, vías de penetración que parten de Swansea y de Cardiff prestan su servicio a las forjas y las minas de hulla del interior y dan acceso a riquezas mineras todavía inexplotadas. En Escocia, el canal del Forth al Clyde se inició en 1768: entre los ingenieros que trazaron sus planes encontramos a James Watt, que proseguía al mismo tiempo sus investigaciones sobre la expansión del vapor. Así, en apenas treinta años, toda la superficie de la Gran Bretaña se vio surcada de vías navegables. Hubo un movimiento de conjunto que se puede comparar, guardando las debidas proporciones, al que, en el siglo siguiente, cubrió de ferrocarriles los países de la Europa occidental. Incluso llegó un momento, respecto a los canales, lo mismo que más tarde respecto a los ferrocarriles, en que tuvo lugar una especie de superproducción. Una verdadera fie bre de canales azotó Inglaterra hacia 1793 : multitud de proyectos surgieron por todos lados; la especulación tomó parte, y más de una de estas empresas prematuras terminó 1 Véanse los mapas-cabeceras del libro de AIKIN (1795) y de la History of Birmingham de HUTTON, William (misma fecha). Véase t ambién WELLS, L. B.: A sketch of the history of the canal and river navigations of England and Wales,

Mero. and Proceedings of the Manchester Literary Society, IV serie, VIII. 187-204.

Wyrley and Effington Canal, Sto11rbridge and Dudley Canal, Netherton Canal, Fazeley Canal, Birmingham and Worcester Canal, Birmingham and W olverhampton Canal, etc. HUTTON, W.: Hist. of Birmingham : mapa de los canales 2

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CARTA DE LAS VIAS NAVEGABLES EN EL CENTRO Y EL NORTE DE INGLATERRA A l=INALES DEL SIGLO XVIII

Trabajos parcial o totalmente ejecutados antes de 1777, fecha de la terminación del Great Trunck Canal

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de la región en 1791. 3 Por el Sta/fordshire and Worcestershire Canal. 4. Por el Coventry and Oxford Canal y el Grand l unction Canal.

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PARTE

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LOS ANTECEDENTES

desastrosamente 1 . Pero esto no fue más que una de las consecuencias de la revolución industrial, y de las más pasajeras, uno de esos contragolpes tan frecuentes en el orden de los fenómenos económicos, donde todo es acción y reacción. La importancia de semejante transformación fue comprendida desde el primer momento por los interesados. A su iniciativa se debió, y con sus gastos y sus riesgos quedó realizada. El papel de la Corona y del Parlamento se limitó a prescribir encuestas y ·a dar autorizaciones. A veces son particulares los que, individualmente, en interés de su comercio o de su industria, han emprendido y dirigido personalmente los trabajos. A veces son compañí.as por acciones, formadas expresamente para crear y explotar las vías nuevas 2 • En ambos casos son siempre los mismos hombres los que se encuentran al frente del movimiento, reuniendo los capitales, agrupando las fuerzas de la opinión, pagando con su persona y con su dinero: y su intervención es significativa. En primer lugar, grandes señores, pares de Inglaterra, que siguen el ejemplo dado por uno de los suyos. El duque de Bridgewater, aunque al principio hubiese trop~zado con dificultades de toda índole, aunque por un momento se lo hubiese podido creer casi arruinado por sus empresas, encontró bien pronto imitadores y émulos. Fue a instancias de lord Anson y del marqués de Stafford por lo que Brindley estudió, en 1766, el trazado del Gran Tronco 3 : unas de las primeras reuniones en favor del proyecto fue presidida por lord Gower, y lord Grey tornó en ella la palabra. En otra parte, vernos a los condes de Samford y de Moira, con el vizconde Wentworth, apoyar una demanda de concesión ante el Parlamento 4 • En su calidad de grandes propietarios territoriales, estaban interesados en la creación de nuevos medios de transporte, que iban a aumentar enormemente la r enta de sus minas,. de sus canteras, de sus bosques. Y lo comprendían a maravilla. La aristocracia inglesa ha sabido sacar partido de las revoluciones económicas lo mismo que de las revoluciones políticas. Otra clase de hombres ha dado prueba, en esta coyuntura, de una inteligencia y de una actividad notables : es la clase naciente de los jefes de industria, los primeros representantes de una aristocracia que no había de tardar en rivalizar con la antigua. Antes del maquinismo, 1

El Statute Book contiene nueve actas relativas a la navegación interior

en 1792, 25 en 1793, 17 en 1794. Véase 32 Geo. ITI, c. 84 y sgs. ; 33 Geo. III, c. 93 y sgs; 34 Geo. Ill, c. 24 y sgs., c. 53, c. 77, c. 85, cte. 2 Llevaban generalmente el título de Compañías propietarias (Compani_es o/ proprietors). Véase WACNER, C.: Ueber die wirthschaftliche Lage der Binnenschiffahttsuntemehmungen in Grossbritannien und lrland. «Archiv. für Eisen· bahnwesen», año 1901, págs. 1225 y sgs. 3 AIKIN, J.: A description o/ the country, etc., págs. 117-18. 4 Petición solicitando a la Cámara de los Comunes la autorización para abrir un canal entre Marston Bridge y Ashby de Ja Zouch. ] ourn. o/ the Ho1tse o/ Commons, XLIX, 238.

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EL DESARllOLLO COMEllCIAL

antes del sistema de· fábrica, y como si presintieran los acontecimientos económicos que culminarían su fortuna, preparan de antemano el utilaje c?mercial de la gran industria. El ceramista Wedgwood y su amigo Y socio Thornas Bentley se ocupan, con un celo infatigable, del canal del Merser a_l Trent, que. debe atravesar el distrito de las alfarerías y que perm1t1ra traer a bajo coste la tierra de porcelana de Cornualles. Wedg wood figura entre los primeros suscriptores, y acepta las funciones de ~?so~ero ~ ; Bentley escribe un folleto sobre «las ventajas de la navegac1on mtenor, con el plan de un canal destinado a establecer una comunicación entre los puertos de Liverpool y de Hull» 2 • Había mucho que hacer para triunfar sobre las oposiciones de todo género coaligadas contra el proyecto: oposición de los carreteros y de los posaderos, que temían ver al comercio desviarse de las carreteras reales· oposición de ciertos prop.ietarios, que se negaban a vender sus campo~ para. ~l p~~o del canal; finalmente, contraproyectos que reclamaban una mod1ficac1on del trazado en favor de tal o cual distrito de tal o cual ciu~d:1d 3 ••Wed~wood t~vo que organizar una verdadera ca~paña 4 • Acompano al mgemero Bnndley a Londres, para testificar ante la comisión parl~mentaria encargada de la encuesta previa: mientras que Brindley cxpl~c.~a sus planes, Wedgwood mostraba su utilidad, y probaba a la r om1s1ón que no solo la industria cerámica de Staffordshire, sino tamhién las industrias metalúrgicas del condado de Warwick tenían nece11iclad de este cana~, y que estaban condenadas a vegetar,' en tanto que lt•R faltase los med10s de transporte 5 • Cuando al fin, el 26 de julio de 1766, se inauguraron los · trabajos, a Wedgwood se le reservó el honor d1• dnr la primera paletada. Al poco tiempo compraba, en el trayecto d11I 1·nnal, los terrenos donde iba a elevarse su gran manufactura de l•.11111 i11 n. W1•dp;wood y los que le prestaron su apoyo-Samuel Garbett de lll111il11~li11m, Matthew Boulton, el futuro socio de James Watt-habían 11•\'l"lo, <'On una perfecta clarividencia, los efectos de la extensión de 111 1'1111' 111wcgables sobre el desenvolvimiento de sus industrias. Los mer1 11111 11 1t c•1 iorrs, hasta entonces tan reducidos y tan fraO'mentados por 1111 1111111 H c·mrHmicarse entre sí sin obstáculos. ·A finales"' del siglo 'xvm 1 C:11 1 l11 • il1• foq. w 1111d ( 11 d 11 111111 111 y

Wedgwood a Bentley (2 de enero de 1765), a John Wed g· 6 ele j ulio de 1765) · carta de Charles Roe a W. Wedgwood 1:1 !Ir dlrlt•111 l11r d1• 176.5). Museo Wcdgw~od, Stoke on Trent. ~ 1'11hll1•11d11 1•11 N<'1vcnstle-¡¿n der-Lyme (1765). ~ V(•n11•1• 111~ 111'1 ir ion cs presentadas contra el bill de concesión. Journ. o/ thr llouu o/ <:111111111m .•, XXX, 613, 708, 713, 720, etc. 1 ME'l'1; r AllU , K : l.i/l' o/ ./osiah W edgwood, I, 'tl0-30. ·' }ol/rn. r1/ 1/11• llr111 .1 r o/ Commons, XXX, 520. 1 ' « Una rn11111 clr l 1·11111tl prnclra hasta el pa tio de la fábrica y los barcos car· ~· 1d11R de cnrhón ll<'l(nn u la puerta del cobertizo destinado a recibirlos.» Tour" ~ fnite en 1788 tl1111 .1 la Crn11de-Bretagne par un Francais parlant la lang¡¿e """/(lise, pág. 109. •

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

se ve circular por los grandes canales, como por e jemplo el del Trent al Mersey, los productos más diversos, venidos de todas las provincias: la sal del condado de Chester y los cereales del Este, las alfarerías de Staffordshire, la hulla de Wigan y la de Newcastle, el hierro colado del alto Severn, los hierros y cobres trabajados de Wolverhampton y de Birmingham. En el primer puesto de las mercancías transportadas fi. gura el carbón: en todas partes llegan al corazón mismo de las minas ramales injertados en las vías principales 1; doble facilidad ofrecida al productor, que puede emprender la explotación de yacimientos nuevos, y al consumidor, a quien el bajo precio de la hulla invita a emplear. la en nuevos usos. Hasta los mercados exteriores parecen más próximos. Las corrientes de importación y de exportación, en lugar de filtrarse a duras penas a través del país, circulan por él ampliamente. Los centros industriales recibirán en abundancia, en lo sucesivo, las provisiones que reclama su población creciente: Liverpool, por el canal del Mersey, abastece de trigo a Manchester, que ya no corre el riesgo, como hacía poco, de sufrir los rigores de la carestía 2 • Y los productos manufacturados pueden expedirse, sin un lujo costoso de intermediarios, desde su lugar de fa. bricación a los puntos de destino más lejanos: «Hasta mediados de siglo, escribe un viajero, no había un solo negociante en Birmingham que estuviese en contacto directo con los extranjeros. Los negociantes de Londres hacían un comercio de depósito con las mercancías fabricadas en Birmingham. Ahora, los comerciantes de Rusia o de España obtienen directamente de esta ciudad todos los objetos que necesitan. Una exportación fácil, por medio de ríos o de canales navegables, es menos precisa para cualquier otro género de fabricación que para aquellas en que hay que emplear metales que exigen una gran cantidad de combustible o materiales pesados y groseros. Ahora bien, Birmingham, desde La mayoría de l as actas de conces1on prevén l a apertura de vías que 1 presten su servicio a las minas de hulla. Véase, p. ej., el Acta 8 Geo. III, c. 38, cuyo título es el siguiente: «Acta para crear y mantener un can-al n avegable desde el río Severn. en el lugar llamado 1-Iawford. hasta la capilla de Claines, en el condado de Worcesler, en el lugar llamado Puente de la Capilla, con ramales que presten servicio a diversas minas de hulla.» Otro ejemplo característico en los ]ourn. o/ the House o/ Commons, XLVII, 380. Sobre las car estías y los motines de 1750-1755, véase EsPINASSE: Lancashire 2 worthies, I, 274, y CLARKE, L. W.: l-Iist. o/ Birmingham, 111, 60-61. En Birming· ham, en 1766, la muchedumbre se apodera de los almacenes, decreta un precio máximo y vende el trigo en p1íblica subasta. KINDEll, Mac: Britain and the British seas, pág. 333, ha indicado bien el papel de Liverpool como centro de avituallamiento del noroeste de Inglaterra. WRITWORTH, R., autor de una obra sobre l as Ventajas de la navegación i nterior (1766), hacía observar que una vez abiertos los canales «sucedería muy raramente que se oyese h ablar de motines causados por la escasez de trigo, y si el trigo y los demás artículos alimenticios están a bajo precio, los obreros podrán proporcionar trabajo barato.» The advantages o/ inland navigation, págs. 31-32. MAN IUllX .

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EL DESARROLLO COMERCIAL

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PARTE I : LOS ANTECEDENTES

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1768, exporta fácilmente sus diversas producciones hasta el mar por medio de sus canales» 1 • Adam Smith escribía en 1776: «Como la facil~dad d~ los transpo;· tes por agua abre un mercado a cada especie de .m dustn a mucho mas amplio de lo que puede hacerlo el transporte por tierra? es en. las costas del mar y a lo largo de los ríos navegables donde la mdustna de to~o género comienza a subdividirse y a hac~r pro~resos» z. Adam Sm1th pensaba más bien en los orígenes de la mdustna qu.e en l~s transfor· maciones que experimentaba en su época y ante :u ~1~ta. Sm embargo, habría hallado también la confirmación de su prmc1p10: es a l~ largo de las nuevas vías navegables, y gracias al movimiento comercial q~e hace posible su existencia, donde habrán de realizar~e ~os progresos mas decisivos en el orden técnico y en el orden economico; Y es e~ ~os parajes en que su red se aprieta alrededor de algunos centros pnvile· giados, designados por su posición o por los r ecurso: ya e:i:plotados de su suelo, donde habrán de crecer las capitales de la md~stna mo.derna. La navegación interior ya no tiene en Inglate~ra ~mo una impor· tancia reducida. Los ferrocarriles le han hecho, mas aun que en otros países, una competencia casi mortal 3 • Son ellos los qu~ trazan so~r.e el suelo inglés las grandes corrientes de la vida comercial, las ram1f1· caciones por donde se esparce hasta los confines, los puntos de umon en donde afluye y se desborda. Pero si se comparan las dos r edes, se ve que una, por muy atrofiada e insuficiente que haya quedado en .la actualidad indicaba ya las líneas generales de la otra. Con frecuencia, el trazado' del ferrocarril no ha hecho más que duplicar el del cana~. Y si se considera la influencia ejercida en nuestros días por los ~errocarn· les sobre el desenvolvimiento de las industri~s, se com~rendera el papel inmenso desempeñado por los canales, despues de los siglos de fragmen· tación económica.

VIII Acabamos de citar a Adam Smith : es sabido que :u te?ría sobre la influencia de las vías navegables va ligada a un~ teon a m~s. ~~nerfi más bien a una- ley, que él enunció en estos térmmos: 4la d1v1s1on e 0 trabajo está determinada por la extensión del mercado • Esta ley se i

FoRSTER, G.:

Voyage philosophique eL pittoresque en Angleterre et en

France, pág. 84. ¡ h lth o/ -~t;ons z SMITH, A.: fnquiry into the nature and causes o t e wea •~ • , pág. 9 (ed. Mac Culloch). , b t d s Su decadencia por lo demás, ha sido exagerada. Veas~, so re su es a o. a . . . d 1 . lo ' xx WAGNER e . Ueber die wirtschaftl •che Lage . der Binpnnc1p1os e s1g ' ' ·· . . A h' f' E' nenschi/ f/ahrsuntemehmungen in Grossbritahnnien und lrland, « re 1v ur 1sen bahnwessen» 1901, págs. 1212 a 1268, y 1902, págs. 86 a ns. . . . b 4 Es el 'título del capítulo III d el primer libro («That tbe dJVJs1on of la our is limited by the extent of the market»).

EL DESARROLLO COMERCIAL

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vorifica igualmente, ya se considere la producción y los cambios en su es· Indo más primitivo, ya se los sitúe en medio de la civilización más avanr.11da y más compleja. En un extremo de la escala se encuentra el arte11nno, que acumula varios oficios en un tenducho de aldea; en el otro r xtrcmo, esas inmensas fábricas, especializadas hasta el máximo, que 110 pueden subsistir sino a condición de tomar sus materias primas de In" países más alejados, y de exportar sus productos al mundo entero. A1lnm Smith no llevó muy lejos el estudio de las consecuencias deriva· 1!111 de este principio: se contentó con examinar un pequeño número dn cnsos simples, suficientes, por lo demás, para servir de ejemplos en 11 po yo de su teoría 1 • Mucho antes que él, un autor desconocido 2 había enunciado la 111!"111n ley, en términos menos generales y en un estilo menos conciso, JICll' O con una precisión singular. Las Consideraciones sobre el Comercio ti,. las Indias Orientales datan de 1701. Es, como la mayoría de las uhl'll" económicas anteriores al período clásico, un escrito de circuns111111 1 11~.• Violen~as polémicas se habían entablado a propósito de la impt11 l11c1on de ciertos productos exóticos, especialmente de los tejidos de "nd11 y de algodón fabricados en la India. La industria de la lana, ce1.111.,t, como se sabe, de su monopolio, se había quejado de esta com· p11l1•11r in extranjera, y había logrado obtener, a despecho de los hábitos ) !1111 ~uslos del público, medidas de prohibición. El autor de las Con· , (,frr111·1:ones: colocándose desde un punto de vista completamente es· fl"''til 11t 1vo, intenta demost~ar que la importación_ de los ~roductos de la l11d l11 11 0 solo era venta1osa para los consumidores, smo provechosa 1t1 1t1 111 niiim1a industria nacional. ¿No es malgastar el trabajo el em· !•11 11111 t'll producir objetos que se podrían procurar 11 mejor precio 111111¡·1°1111l 11los en el exterior? Y si se economiza trabajo, resultará posi11 ·· l1l11n crear industrias nuevas o bien establecer en las antiguas 11111 di l1 ll111ción más sabia de las funciones, completada, en caso ne· 1 t ft, 11111 ol perfeccionamiento del utilaje. N11 1 lomn esto por una paradoja: el comercio de la India puede li 11 11111111 1•111111ccuencia la fabricación de mercancías con menos mano 1h 11111 1 1 111 q tu• los salarios disminuyan, una baja general de los precios. 1'111 1 l 1 11 1t•t'l'n11cías pueden fabricarse con menos trabajo, su precio, 11 1111 1 il11111111 , 11111·n menor ... Cuando un barco, por ejemplo, está dotado iln 1111 1 111111111 111~11 tripulación los gastos son muy elevados. Supongamos q1111 11 il i 11il 1tll \tt 111 nrboladu ra y el velamen y que se embarcan solamen1 1

11 r'!lfllt 11/ 1111llfll1.,, libro 1, caps. lI y ~II. l .11 ~ 1 "" 11.lr1111 1/1111.~ ri flO ll the East India Trade que no hay que confundir 1·1111 ~1 1~'.Ull)' 1111 1!1 11 l•.'((.ft India Trade, de DAVENA;T, Charles (1696), han sido 11 11 lh11 ld11N, lllllN ~111 ¡11111•hn8. d ecisivas, a Sir Dudley Norlh (véase 1-IALKETT y f ,4tNfó: l>lrt/1111111 Y 11 111111/JYmOus and pseudonymous literature, J, 491). Fueron '"l11q11cR111 C!ll llllil1, 1·11 111 Sclcct collection o/ early English tracts 01~ Commerce 1111hllr11 cln por MnC' C:ullnrh. • '

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

Todo esto da un justo orgullo a un comerciante inglés y hace que pueda 1 compararse, no sin cierta razón, a un ciudadano r~mano» • . Y mientras que la aristocracia de raza busca enriquecerse por el comercio, la aristocracia mercantil sueña con adquirir el poder Y el ascendiente que confiere la posesión de la tierra, en u~. país que conserva la huella imborrable del régimen feudal i. Las faro;has que ~e eleva~, al igual de las que quieren mantenerse, tienen a la vist? este mismo obieto: fundar o agrandar sus dominios. Para ello es preciso que una i;>~rte de la propiedad cambie de roanos. Al mismo tiempo que la revoluc1on económica, una profunda modificación soci.al se prepara. 1 VoLTA!RE: Lettres philosophiques, Carta X, Sur le commerce, Ed. Moland, XXII, págs. 110-11. 2 Defoe, viajando en 1724 por el condado_ de Essex, hace .ya so.~re el particular la siguiente observación: «Hay que senalar que en esta reg1on ?1uch os dominios considerables han sido comprados y pertenecen en la actualidad a negocian tes de Londres ... El aflujo de riqueza que tiene lugat' en estos momentos en la ciudad de Londres se esparce así por la superficie del país Y. establece en él familias y fortunas que, más tarde, igualarán a las de la antigua gentry.» Tour, I, 17.

CAPITULO IIl

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

;, E!! necesario recordar que

lnglat~

es el país país clásico de la

I' 11111 propiedad y de las g:a~des(.fincas~tlasta at~es~r el campo inglés

r!'conocer, en ese pa1saie tantas-\Teces descrito, cierto spectos caJ111'ÍHLicos. No se encuentra en él esa' cuadrícula abigarrada e nuestros 111111pot1, Ai~ visible del cúltivo parcelario. S"3lvo en..Jos ·c~ndados del.... 11 • 111, 11pcnas se"Veñtterr~ labradas: ocurre con ~l estate ~~.§ como 11111 1I lutifnndium rom~o.) El amplio pasturaje, cortacIOpür setos~' 1 , , ,, a lo lejos suverdor. Las viviendas y las fincas están disemina''"'· 11111 uldcas soy.a as: a ces se recorre con la vista un gran espacio 1;111 li11 ll11r un solo campanario. 11 11111

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111 11mhargo, Inglaterra ha poseído, hasta una época relativamente 1lt11111 una clase_ numer-osa4 pequeños propietarios territoriales y 1 I• 1111~K 11nros ~or costumbre») casi tan apegados a la tierra como si 1 l1t1l1li1111 pertenecido - enteramente. Era esa yeomanry cuya desapari1 11 I'"' 11 1111.lnos que completa fue en el siglo XIX un tema consagrado 1 l 1111 11l 111•lo11cs. Stuart Mill habla con respeto de esos campesinos la1 t I 1111 r, l11d1•pcndientes, «alabados como la gloria de Inglaterra todo el 11 1111111 lf''' 111d11ticron, tan deplorados desde que desaparecieron>i 2 • Era, 11 M111111ln y, «una raza viril y sinceran 3 • Wordsworth, al describir el 1 Al tlt 111 • l ,11 1<0~. hace en estos términos el elogio de sus antiguos habil11J1ff 111111 1111011 sesenta años aún había, en el fondo de estos valles, 11111 p 1f11 l • 11 publica de agricultores y de pastores. El labrador solo se •11"f11 tl1 111 111111111 para alimentar a su familia y, en caso de necesidad, 1• 1d • 111 1 11 11 1111 v1•c ino. Dos o tres vacas abastecían cada casa de leche y 11. 11111 !i11 N11 lt11hfa allí ni gentilhombre de alto· rango, ni caballero, "' ''''"''" 1'f111 1·11lm estos modestos hijos de las montañas más de un o ul1!11 fllll• 111 111 1111 q1111 hollaba con sus pies y en la que abría su surco 1 1

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~l'rllAll'I' M111 , J,r /1rlrlriples o/ political economy, I, 300 (ed. de 1848). MAt:AI J ~AY 1 11/t/ tl' AnHlcierre depuis l'avenement de ]
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PARTE I! LOS ANTECEDENTES

había pertenecido, desde hacía más de quinientos años, a hombres de su apellido y de su linaje» 1 • El yeoman por excelencia es el terrazguero libre 2 que posee el campo sobre el que vive y al que explota personalmente. Pero la denominación se extiende también al terrazguero hereditario 3 , cuya familia cultiva el mismo suelo desde varias generaciones, e incluso en ciertas ;regiones, al poseedor de un arriendo vitalicio 4 • Por lo demás, hay grandes y pequeños yeomen: en general, cuando se ha hablado de la yeomanry y de su desaparición, se ha pensado sobre todo en la segunda categoría, la de aquellos cuya renta anual no pasaba de 30 ó 40 libras de su época y que se correspondía bastante con la de los campesinos propietarios del otro lado de la Mancha 5 • Por encima del yeoman se encuentra el squire, el gentilhombre aldeano; por debajo de él, el arrendatario. El squire, incluso pobre, tiene los aires de un superior: desempeña las funciones de juez de paz, sirve como oficial en la milicia y si tiene algunos galgos los llama una jauría 6 • El arrendatario, incluso rico, no es dueño' de la tierra que ocupa y ni siquiera puede olvidar, como hace el terrazguero hereditario, que no trabaja para él solo. Lo que distingue el yemrum es su independencia. A ella, sobre todo, es a quien ha debido sus robustas cualidades y el papel que ha desempeñado en la historia de la antigua Inglaterra. Entre los yeomen se reclutaba en la edad media esa temible infantería, esos cuchilleros y esos arqueros que decidieron la victoria en. Crécy, en Poitiers, en Azincourt 7 • Más tarde, convertidos en protes1 WoRDSWORTH: A description of the scenary o/ the lakes in the north o/ England, págs. 64-65 (ed. de 1832). 2 Freeholder. 3 Copyholder. 4 Leaseholder f or life. «Es un uso relativamente reciente, que solo data del siglo XIX, el que reserva la denominación de yeomen para los que poseen la tierra.» PnoTHERO: English farming, past and present, pág. 296 (nota). Véase también CURTLER: The enclosure and redistribzition o/ our land, pág. 71. 5 Véase, a propósito de estas dos categorías de yeomen, las observaciones de LEVY, H.: Der Untergang kleinbifaerlicher Betriebe in England, «Jahrbücher für Nationaléikonomie und Statistik», 1903, págs. 149-50 y 158-59, y HASBACH, W.: Der Untergang des englischeñ Bauernstandes in neuer Beleuchtung, «Archiv für Sozialwissenschaft», XXIV, 6 y sgs. (1907). Hasbach tiene razón cuando mantiene, apoyándose en los testimonios de Marshall y de A. Young, que el término yeo. men, a fines del siglo xvm, se extendía a los ricos campesinos poseedores de una tierra de 100 a 600 libras de renta y netamente distintos de los tagarotes ( small gentry). Pero H. Levy ha llamado justamente la atención sobre la diferencia entre grandes y pequeños yeomen que, en sus estudios basados sobre el catastro (land tax assessments), no ha tenido bastante en cuenta GRAY, H. L. (Yeoman farming in Oxfordshire from the XVlth century to the X!Xth, «Quarterly Joumal of Economics», XXIV, 293 y sgs.), y JoHNSON, A. H. (The disappearance o/ the small landowner, págs. 128 y sgs.). 6 Véase, entre tantos otros retratos del squire inglés, el que bosquejó hri· llantemente MAcAULAY, ob. cit., I, 349-55. · 7 «Para constituir una buena infantería se precisan hombres que no hayan i;ido educados en la servidumbre y en la indigencia, sino en una condición libre

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LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

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tantes y puritanos, fueron el más firme sostén de la reforma inglesa y combatieron en los ejércitos de Fairfax y de Cromwell. es posible que su importancia hubiese ya dis. A_ fines ~el siglo rnmuida algun tanto . Sm embargo, después de la revolución de 1688 íor.n:iahan toda~ía una clase numerosa 2 • Según las estadísticas aproxi-. mat~v_as de la epoca no eran menos de 160.000 y componían con sus ínm1has una sexta parte aproximadamente de la población total del rei110 :i. ~a cifra de su renta variaba entre 40 y 300 libras; para la gran 1t1nyona de ellos, apenas sobrepasaba de 60 a 80 libras 4 • Era su.fi1·1Mte para asegurar a casi todos una comodidad relativa. Esta r enta no •o obtenía siempre de la agricultura sola: a menudo el pequeño yeoman lt• 11fiadía algún trabajo industrial: su mujer y sus hijos cardaban o hi5 l1d11111 la lana • Era un rasgo de semejanza entre él y el pequeño fabri1•11r1t11 independiente, que debía desaparecer al mismo tiempo. Ambos l111mnban parte de un mismo régimen social, fundado en la coexistencia Y 111 11lianza estrecha de la pequeña producción agrícola y de la pequeña I'' 11d1H·ción industrial. ;,J•:n qué época desapareció la yeomamry? Esta cuestión nos introrh11•1 1•11 una controversia difícil y sobre la que no parece haberse dicho l111l11v1n In última: palabra 6 , En los últimos años del siglo XVIII ya habla111111 nl~unos como de una raza extinguida, «casi destruida desde el año

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11111111 /\"(, JlllCB, si un Estado cae en manos de los nobles, grandes y pequeños, tf•tu t•I 11111110 de que los agricultores y labradores no sean más que jornaleros o 111 N t (11110 vulc tanto como d ecir mendigos), podréis tener una buena caba1 1 , 111•111 111m1·n una infantería sólida ... Es lo que sucede en Francia y en Ita1' 1t 1 1111 llN, F.: flistory of King Henry VII, Works (ed. de 1878), VI, 95. l 1 111 11pl11lón clásica, expresad3J por LECKY: Hist. o/ England in the XV!llth ' 1 7 1 11 ~• 1111 wl'l'Ml: H, A. (Die Bewegung z¡¿gunsten der kleinen landwirtschaf1 I· 1 111 ll'11Rlrmd, púgs. 7-9), cita numerosos testimonios sobre la impor11 1 • 11l1lv11 pnc1uclio y medio a principios del siglo xvm. 1 1 · ' 1111111y1 Natural and political observations npon the state of the 11111111, lltl tl•li Mueeum, Ilarleian MSS, núm. 1.898, pág. 14, publicado 1 1 1 t V!~ 11111 C11At, M1ms, G.: A11. estímate o/ the comparative force o/ 1 / 11!111111) VA11Mo tombi6n 0AVENANT, Ch.: Essay on the probable mea™ / l 1 B¡o¡d1 1111/111•rs by the balance o/ trade (1697), Works, II, 184. 11 / 11 {111111 1/i1 .'11•/tort Committee appoirited to inquire irlto the present 1 itllltf1 ( 111!1:1), pfi¡¡. 65. \ 1 111 ~11111 11 0 /1, tlt., png. 52; DEfO~: Tour, I, .37. 11 \ 1 l 11\ 1111 /\ • J,1w111us 0 11 1h1• Jnrlrwria/ U1•11ol111icm in Erigland, 1 111 t•~ 11 fO 1 llM, 11 .i //7 hy lwve thl' ycomanry ¡1rrl.vl11•tl, «Ct>ruemporary H1 \lo 1~ ltllt t, 11 1 111 r ~""' l,rwv, JI. : U11r U1111·rl(
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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

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to los dos tercios de la tripulación, permaneciendo aproximadamente la misma velocidad: el barco navegará con menos gastos, sin que el salario de los marineros deba reducirse por eso. De la misma manera en una industria inglesa cualquiera los precios están en razón del número de obreros y de la duración de su trabajo: si por la invención de una máquina o por un arreglo mejor entendido y más regular del trabaJo se ejecuta la misma cantidad de labor por los dos tercios de este numero de hombres o en los dos tercios de este espa"cio de tiempo, el trabajo será menor y el precio será menor también, incluso si los salarios de los obre· ros continúan a su nivel anterior» 1 • Cómo este «arreglo mejor y más regular del trabajo» o estas «invenciones de máquinas» podían resultar de la importación de los pro· duetos de la India es lo que debía parecer muy oscuro a los primeros lectores de esta obra, adela~tada sobre su tiempo. Así el autor se apresura a desarrollar y explicar su pensamiento: «El comercio de las Indias pro· porcionará, con toda verosimilitud, la ocasión de intr?ducir en, nuestras industrias inglesas más habilidad, más orden y r egulandad. Hara desaparecer en efecto aquellas industrias que son menos útiles y menos provechos~s. Las per~onas que estaban empleadas en ellas buscarán otra~ oc?· paciones, las más simples y fáciles que puedan encontrar, o se aplicaran a tareas parciales y especiales en industrias más complicadas. Pues el trabajo más simple es el que se a-prende más pronto· y el que los obrer?s ejecutan con más perfección y dilige~ci~. Así el con_ierc10 ~e la India tendrá el resultado siguiente: se confiaran las operac10ne!? difer?~tes de que se componen los trabajos más difíciles a varios obreros calificados, en lugar de dejar demasiado que hacer a la habilidad de uno solo. Eso es lo que yo entiendo por introducir un arreglo mejor y más regular en nuestras industrias inglesas» 2 • Finalmente, la especialización de la mano de obra, lle~ada hasta sus últimos límites, culmina lógicamente en el empleo de med10s de producción artificiales: «Los instrumentos y las máquinas que suplen al tra· bajo humano nos proporcionan el medio de fabric~r con menos oh~ero.s y en consecuencia más barato, sin que los salanos deban ser d1~i· nuidos. El comercio de las Indias nos procura mercancías producidas con menos trabajo y a más bajo precio que en Inglat.erra. El result~do probable será la invención de instrumentos ? de máquu~as qm~ permitan hacer una economía equivalente de trabaJO ... Estas mvenciones, que mano de obra, .se tienen por objeto aumentar el producto reduciendo sucederán por necesidad y por emulación : será preciso que ca~a un? m~ vente por su cuenta o sepa perfeccionar un invento ya hecfw: s1 mi vecino logra producir mucho con poca mano de obra, y por ende barat,o, será preciso que yo encuentre el medio de vender tail' barato como el.



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Considerations upon the East India Trade, págs. 65·66. lbíd., pág. 68.

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~s así com.o todo procedimiento, instrumento o máquina que ejecute cierto traba10 con menos mano de obra y con menos gastos que anteriormente hace nacer una especie de emulación y de necesidad. Si no s pu:de emple~r este procedimiento o esta máquina, se desea encontrar alg~ analogo, a fm de que se restablezca el equilibrio y que nadie pueda vender menos caro que su vecino. Así, pues, el comercio- de las Indias Orientales, _al traernos artículos fabricados a más bajo precio que los nuestros, te?dra como ;íe~to, muy probablemente, el obligarnos a inventar procedimientos Y maqumas que nos permitan producir con una mano de obra menor Y con men~s ga~tos, y con ello a reducir los precios de los objetos manufact?rados» . :'1s~ con tres cuartos de siglo de adelanto nuestro autor preveia el adv?mmiento del maquinismo como una consecuencia inevi· table de la extensión del comercio. El ~esarrollo del comercio británico· tuvo pronto otro resultado no meno~, importante'. Introdujo en la sociedad elementos nuevos o más bien camb10 alg~ en la Jerarquía ~ocia~. Había desde hacía mucho tiempo grandes. comerciantes, grandes fmancieros, pero su riqueza y su importancia 11o;ial eran enteramente individuales: no formaban cuerpo, no constitiu~n una cla~e cons~derabl.e: i~fluyente, que ocupase su puesto por dehn10 de la ~nstocracia nob1hana, casi al nivel de la gentry 2 • Esta clase ln h~~os visto aparecer en 1688. «El comercio en Inglaterra-escribía l>ofoe desde pri~cipios del siglo XVIII-, lej_os de ser incompatible con ~I estado de gent~~hombre, crea gentileshombres. Después de una genera« 16n o dos, los h11os de los comerciantes, o al menos sus nietos resultan 11111 !meno~ parlamentarios, estadistas, miembros del Consejo' privado, Jtu1no11,. 0~1spos y yersor_ias de calidad de todo orden, como los que por 1111 1111111m1ento estan umdos a las más antiguas familias» 3 • El vizconde ll 1111 l1114lon es hijo de un mercader de telas llamado Shute 4 ; lord Granvlllc•, lo1·d ~?nway y el propio ministro Walpole no tienen a menos ca11111111 1•011 h 11as de mercaderes 5 • Voltaire, cuando su estancia en Ingla11•1111, 10 llHombra de ver a la vieja aristocracia no solo mezclarse con la c•l1111111 110111111·cinnt~, sino tomar parte en sus empresas: «El hijo menor cl11 "," plll ' dol t·cmo no desdeña el negocio. Milord Townshend, ministro cln l1..-111il11, 1111110 un hermano que se contenta con ser mercader en la ciucl11tl. 1•:11 111 (1 pocn en que milord Orford gobernaba Inglaterra, su hijo 11 1<11101' m 11 r11c•IOI' on Alepo, de donde no quiso volver y en donde murió.» 1 1 or 0 110 1111 11010 li neen su fortuna, sino la del país: «Es únicamente por· CfllO los i11Klrrrnrt tm lrnn convertido en negociantes por lo que Londres supora a }l11 tÍ11 c·tt oxtcnsión y en el número de ciudadanos; por lo que pnodon to1H'r 1111vog1wdo 200 barcos de guerra y pagar reyes aliados . .. 1

ConsideratlorH 1t¡J011 the East India Trade, pág. 67. Burguesía. ( N. tfol T .) ·' DEFOE, Daniol: J'lt e complete tra~esman pág. 74 ~ DEFOE: To ur, r, 17. ' • n LECKY: Hist. o/ England in the XVlll th century, I, 193. ~

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EL DESARROLLO CO ME RCIAL

PARTE I: LOS ANTECEDENTES

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Todo esto da un justo orgullo a un come~ciante inglés y hac~ que pueda com ararse no sin cierta razón, a un ciudadano r~manOl) . mien~ras que la aristocracia de raza busca. ~nnquecerse por el comercio la aristocracia mercantil sueña con adqu1nr el poder y el ascer· diente 'que confiere la posesión de la tierra, en u?. país que co~serva huella imborrable del régimen feudal z. Las fam.1has que ~e e eva~, igual de las que quieren mantenerse, tienen a la v1st~ este mismo ob1et~. fundar 0 agrandar sus dominios. Para ello es preciso que unt J?~rte e la propiedad cambie de manos. Al mismo tiempo que la revo uc1on económica, una profunda modificación social se prepara.

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CAPITULO III

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LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

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Carta X, Sur le commerce, Ed. Moland, . VoLTAIRE: Lettres philosop hiques,

XX~I, ú!r:~

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!~do en 1724 por el condado de Essex, hace ya so.~re el Ph~~ ' h ·' H ue señalar que en esta reg10n mue ticular la siguiente o servacion: " ay q la actualidad a · · 'd bl h sido comprados y pertenecen en domm10s cons1 era es an . . ue tiene lugar en estos momentos negociantes de Londres ... El afluJO de ~1quezal q superficie del país y establece en ·'n a las de la antigua gentry.n en la ciudad de Londres se es~arce ads1 J?ºr él familias y fortunas que, mas tar e, igua ara

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Tour, I, 17.

¿Es necesario recordar que Jngla~a es el país país clásico de la propiedad y de las g:ai:des(!incas?JBasta atraves~r el campo inglés r econocer, en ese paisa1e tafit~e,ces descnto, cierto spectos ca1·1wlorísticos. No se encuentra en él esa 1cuadrícula abigarra~~. . . e nuestros 11111t1pos, si~sible del cultivo parcehü'ÍO.-Saivo eJJ-los-.condados- del..... l1~1Lo, apenas se--veilftel'i."~ labradas: ocurre con (el estate ingl~? 11011 ni latifuwJi!!m romano.J E! amplio pasturaje, co'rúrnc>por setos vivos, 11x lil'n
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I Slu embargo, Inglaterra ha poseído, hasta una época relativamente •1111lt11110, una cl.Me_ numer-0Sa-..C4t pequeños propietarios territoriales y il1 1111111rnr.gueros QOr costumbre))) casi tan apegados a la tierra como si Ir lttd1l111·11 perteneado- eñteramente. Era esa yeomanry cuya desapari' lt1u 1111110 menos que completa fue en el siglo XIX un tema consagrado 1h 1 1111111 11t 11oiones. Stuart Mill habla con respeto de esos campesinos lal1111 li1 llM 11 li\(1blica de agricultores y de pastores. El labrador solo se •01 vtr1 tl1 f il 11 111110 para alimentar a su familia y, en caso de necesidad, 1111111 11y11d111 11 1111 vecino. Dos o tres vacas abastecían cada casa de leche V tl1 q111 11111 Nn l111hía allí ni gentilhombre de alto rango, ni caballero, 111 N 1¡11f1r-, 111•111 111111·0 estos modestos hijos de las montañas más de uno •11li! 11 q 1111 111 11111111 q110 hollaba con sus pies y en la que abría su surco 1 g

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r:11.1tom111 y / ~111111 11. 8°1't1A11'1' M11 ,),, ,J.r />riticiples o/ political economy, I, 300 (ed. de 1848). MA1:Au 1,11v1 11 1~1. 1l'At1Hlr1tcrre depuis l'avenement de Jacques JI (trad. Mon-

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

había pertenecido, desde hacía más de quinientos años, a hombres de su apellido y de su linaje» 1 • El yeoman por excelencia es el terrazguero libre 2 que posee el cam· po sobre el que vive y al que explota personalmente. P ero la denominación se extiende también al ter razguero hereditario 3 , cuya familia cultiva el mismo suelo desde varias generaciones, e incluso en ciertas regiones, al poseedor de un arriendo vitalicio 4 • Por lo demás, hay grandes y pequeños yeomen: en general, cuando se ha hablado de la yeomanry y de su desaparición, se ha pensado sobre todo en la segunda categoría, la de aquellos cuya renta anual no pasaba de 30 ó 40 libras de su época y que se correspondía bastante con la de los campesinos propietarios del otro lado de la Mancha 5 • Por encima del yeoman se encuentra el squire, el gentilhombre aldeano; por debajo de él, el arrendatario. El squire, incluso pobre, tiene los aires de un superior: desempeña las funciones de juez de paz, sirve como oficial en la milicia y si tiene algunos galgos los llama una jauría 6 • El arrendatario, incluso rico, no es dueño de la tierra que ocupa y ni siquiera puede olvidar, como hace el terrazguero hereditario, que no trabaja para él solo. Lo que distingue el yeoman es su independencia. A ella, sobre todo, es a quien ha debido sus robustas cualidades y el papel que ha desempeñado en la historia de la antigua Jnglaterra. Entre los yeomen se reclutaba en la edad media esa temible infantería, esos cuchilleros y esos arqueros que decidieron la victoria en. Crécy, en Poitiers, en Azincourt 7 • Más tarde, convertidos en protesl WORDSWORTR: A description o/ the scenary o/ the lakes in the north of England, págs. 64.··65 (ed. de 1832). 2 Freeholder. 3 Copyholder. 4. Leaseholder f or life. «Es un uso r elativamente reciente, que solo data del siglo XIX, el que reserva la denominación de yeomen para los que poseen la tier ra.» PROTHERO: English farming, past and present, pág. 296 (nota). Véase también CURTLER: The enclosure and redistribution o/ our land, pág. 71. s Véase, a propósito de estas dos categorías de yeomen, las observaciones de LEVY, H.: Der Untergang kleinbiiuerlicher Betriebe in England, «}ahrbücher für Nationalokonomie und S1atistikn, 1903, págs. 149-50 y 158-59, y HASBACR, W.: Der Untergang des englischeñ Bauernstandes in neuer B eleuchtung, «Ar chiv für Sozialwissenschaft» , XXIV, 6 y sgs. (1907). Hasbach tiene razón cuando ~antiene, apoyándose en los testimonios de Marshall y de A. Young, que el térmmo yeomen, a fines del siglo xvm, se extendía a los ricos campesinos poseedores de una tierra de 100 a 600 libras de renta y netamente distintos de los tagarotes ( small gentry) . P ero H . Levy ha llamado justamente la atención sobre la diferencia entre grandes y pequeños yeomen que, en sus estudios basados sobre el catastro (land tax assessments), no ha tenido bastante en cuenta GRAY, H. L. (Yeoman farming in Oxfordshire from the XVlth century to the X!Xth'. «Quarterly Joumal of Economics», XXIV, 293 y sgs.), y JoHNSON, A. H. (Th e disappearance o/ the small landowner, págs. 128 y sgs.). G Véase, entre tantos otros retratos del squire inglés, el que bosquejó brillantemente MACAULAY, ob. cit., l, 349-55. 7 «Par a constituir una buena infantería se precisan hombres que no h ayan 11ido educados en la servidumbre y en la indigencia, sino en una condición libre

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tantes y puritanos, fueron el más firme sostén de la reforma inglesa y combatieron en los ejércitos de Fairfax y de Cromwell. es posible que su importancia hubiese ya dis· . A. fines ~el siglo mmwda algun tanto . Sm embargo, después de la revolución de 1688 for~aban toda~ía una clase numerosa 2 • Según las estadísticas aproximat~v_as de la epoca no eran menos de 160.000 y componían con sus fa~1has u~a sexta parte apro~imadamente de la población total del reino . La cifra de su renta vanaba entre 40 y 300 libras · para la gran ~ayoría de ellos, apenas sobrepasaba de 60 a 80 libr'as 4 • Era suficiente para asegurar a casi todos una comodidad relativa. Esta renta no se o~te~ía sie?1pre de. la. agricu~tura sola: a menudo el pequeño yeoman le anad1a algun trabajo mdustnal: su mujer y sus hijos cardaban 0 hilaban l.a lana 5 •• Era un rasgo de semejanza entre él y el pequeño fabri· cante mdependiente, que debía desaparecer al mismo tiempo. Ambos forma~an parte de un mismo régimen social, fundado en la coexistencia Y la ahanza estrecha de la pequeña producción agrícola y de la pequeña producción industrial. ¿En qué época desapareció la yeomanry? Esta cuestión nos introduce en una controversia difícil y sobre la que no parece haberse dicho todavía la última palabra 6 • En los últimos años del siglo xvm ya hablahan algunos como de una raza extinguida, «casi destruida desde el año

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v sana. Así, pues, si un E stad? cae en manos de los nobles, grandes y pequeños, liasta el punto de que los agricultores y labradores no sean más que jornaleros o cott,agers (que vale tanto como decir mendigos), podréis tener una buena cabal~ena, pero nunca 1:1na infantería sólida ... Es Jo que sucede en Francia y en Italia.» BAcoN, F.: History o/ King Henry Vil, Works (ed. de 1878) VI 95. 1 Es la opinión clásica, expresada por LECKY: Hist. of England° in lhe XV!llth

rrntury, I, 7. 2 • Eu~scn~WITSCH, A. (Die Bewegung zugunsten der kleinen landwirtschaf1l1chen Guter in England, págs. 7-9), cita numerosos testimonios sobre . Ja imporl1tn~ia del c ultivo pequeño y medio a principios del siglo xvm. 1 : KINc, Grcg?~y : Natural and political observations upan the state of the mt11on . 0696), Bnt1sh Museum, Harleian MSS, núm. 1.898, pág. 14, publicado 11:11· pnm.er~ vez por ~HALMERS, G.: An estímate of the comparative force o/ f.tt'(ll Bntam (1804). Vease también DAVENANT, Ch. : Essay on the probable means 11/ 1:1t1lr.ing a people gainers by the balance of trade (1697), Works, II, 184. Neport /rom the Select Committee appointed to inquire into the present tllllll o/ agriculture (1833), pág. 65. n WonoswoRTH, ob. cit., pág. 52 · DEFOE: Tour I 37. 11 V' . ' ' Revolution in England c·ase T OYNBEE, A.: Lectures ' on the Industrial 1.A ~:d., págs. 58·66 ; RAE, H.: /Phy have the yeomanry perished, «Contemporar; Hi•v1?w, 1883, II, 548 y sgs; LEVY, H.: Der Untergan¡: kleinbiiuerlichen Betriebe W flngla11á, «}ahrbiicher !ür Nationalokon omie un Statistik», 1903, págs. 145-67; lcll'ln, L~rge and small holdings, pág. 30 y sgs.; HASBACH, W.: Der Untersang do,, <'11glische11 Bauernstandes in neuer Beleuchtung, «Archiv für Sozialwissenschaft« XX IV, ll-29, e His~ory o/ the English agricultura[ labourer, ¡nígs. 73-76 ; Jo1rn'. nN, A. JI. : The disappareance o/ the small landowner, págs. 128-45. Consúltese 11~lrt11Amo GnAY, H. L. : Yeoman farming in Oxforclshire from the XV/th century ''! 1(11• X~Xth, «Quarterly Journal of Economics», XXIV, 293-326, y TAYLOH, rr. C.: 11111
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PARTE I : LOS ANTECEDENTES fll:

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORf/\L

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1750, y cuyo recuer do iba borrándose» • Exageración manifiesta: para que la yeomanry hubiese dejado de existir en 1750 su desaparición ten· dría que haber sido muy repentina. Sin embargo, desde 1732, el autor de un folleto sobre las leyes de cercamiento 2 deplora la desposesión de un gran número de pequeños propietarios; Roger Narth, en 1753, en· cuentra en el catastro la huella de muchas pequeñas propiedades absorbidas por las grandes 3 • En 1773 Arbuthnot, aunque partidario decidido del gran cultivo, deplora la decadencia de la yeomanry: «Siento sinceramente la pérdida de esta raza de hombres que se llaman los yeomen. Es a ellos a quienes verdaderamente debe la nación el manteni· miento de sus libertades. Y sus bienes están ahora en manos de los grandes acaparadores» •. Si en 1788 W. Marshall menciona la existencia en el valle de Pickering, en Yorkshire, de «300 yeomen establecidos en pequeñas fincas, la mayoría de las cuales han sido transmitidas en línea directa por generaciones de propietarios» 5 , es como un hecho singular y digno de advertencia. De testimonios contemporáneos como estos, Toynbee creyó poder concluir, si no, como lo había admitido demasiado fácilmente Karl Marx 6 , que la yeomanry se había extinguido a mediados del siglo XVIII, al menos que su decadencia, ya sensible hacia 1770, estaba muy avanzada en el momento en que comenzó la gran guerra contra Francia. Se ha hecho justamente observar que las indicaciones relativas a la desaparición de la yeomanry ocupan poco lugar en la inmensa literatura contemporánea sobre las transformaciones de la agricultura 7 • Es cierto que hacia finales del siglo XVIII aún había yeomen y después de 1785 1 A letter to Sir T. C. Bunbury, bart. on the increase o/ the Poor Rates and the high prices o/ prouisions, by a Su/folle genúeman (1795), pág. 2. El autor se cree obligado, para ser comprendido por sus lectores, a definir la yeomanry:
una serie de años favorables a la agricultura vieron más bien un acrecentamiento que una disminución de esta clase de granjeros propietarios 1• Pero parece que no siempre se haya tenido bastante en cuenta la distinción indicada más arriba entre los grandes yeomen que explota· ban fincas cuya renta neta podía llegar hasta 400 y 600 libras y los pequeños terrazgueros libres y terrazgueros hereditarios, a quienes la modicidad de sus recursos dejaba más a la merced de los cambios económicos. A estos últimos es a los que se refieren los testimonios oue muestran cómo a finales del siglo XVIII las pequeñas propiedades era~ absorbidas por los grandes dominios vecinos o vendidas a adquisidores venidos de las ciudades 2 y cómo los pequeños propietarios se convirtieron unos en ftl'l'endatarios, 3 , otros en jornaleros, mientras que los más emprendedores iban a buscar fortuna lejos de la tierra que desde hacía siglos había alimentado a su linaje. Esta decadencia no ha sido uniforme: mientras que en ciertos condados la yeomanry desaparecía rápidamente, todav{a se mantenía en otros; la prosperidad artificial de la agricultura inglesa durante las guerras napoleónicas le dio una especie de resurgimiento 4 • Pero la cri· sis que siguió a la conclusión de la paz le asestó un golpe del que ya no habría de reponerse: el informe parlamentario de 1883 sobre la condición de la agricultura levanta su acta de defunción en casi todo el país 5 • 1 ccEntre 1785 y 1802 el número de los yeomen propiamente dichos iba más bien en aumento que en disminución en todas las regiones de Inglaterra, a ex1•opci6n de las que, como Lancashire, fueron afectadas directa y rápidamente por 111 ruvolución industrial.n }OHNSON, A. H.: The disappearance o/ the small lanrfo11111 or, pág. 144. Compárese con GnAY, H. L.: Yeoman farming in Ox/ordshire, 11l)1t11t'llll'ly Journal of Economics» XXIV, 306. Véase MARSHALL, J.: Rural economy 11/ N111/r11/r (1787), pág. 9; Ilotr,AND: Cheshire (1808), pág. 79. 1 11111.l', J.: A general view o/ the agriculture in the country of Lancaster 1 l 1111), ¡1n11. 12; WALKER, D.: A general view of the agriculture in the country 11/ l l 1111 111 rl ( 1795), pág. 15; A general view o/ the agricultttre in the country o f /f 111111/i f. ( l 111iJ.), pág. 21; AIKIN, J.: A description o/ the country from thirty 111 /111 lt 1111lr1 1<11rnd Manchester (1795), pág. 43; EDEN, F. : State of the poor ( l 11J7l, 11, ;IO. l•:I h<:rlto de que una parte de estos testimonios provenga de los rnl11l1111 nil11111• d11I IJ11ard o/ Agriculture, partidarios resueltos de la n ueva agrono· 111r11, d1••1111 I" li1 •OMpccha de una tendencia hostil al gran cultivo. n l.1 V\, 11 / .1111111 all!l small holdings, págs. 30 y 34. ·1 y, "11•11 li•• l11í111111t'M del Board o/ Agriculture mencionados por PROTHERO ( l.ord 11:111111), "'11 11 1/~h /rlr111ing past and present, págs. 293-96, y HASBACH: Der Untcrl/1111/f d1 1lf 1•11Nlf~r111'1 1 JJancrns tandes in ncuer Beleuchtung, págs. 27-29 ( Archiv fUr l'l111hd wl••1·1111•l111r1 , 1907): la pequeña yeomanry subsistía a fi nes del 11iglo XV III "'' N1111l111111 hnrl1111d, Durham, Yorkshire (West R iding), Lincoln, Stafíord, Salop, W1111•n•tni•, llol'l>y, Northam pton, Oxford, N oltingham, Cambridge, l•:sscx, WJ11a, Cu111l11wl1111d y Wt•Klmornlund. 5 Repori /1 0111 //ir• .'•M11rt <:om111ittcc o/ Agric11ft11re (1883): Wiltshire: ccLos propietarios quo dlNfrnt nhun dn 11nu rcnlo do 50 1t :füO libras han desaparecido» (pág. 65). Yorkshlrot 11'1'1 11111• 111• ¡1t•qucñ111 y1•r1 111t·1~ lmn clcRa parncido después de la guerra» (pág. 11J'9). Chu"hlrn: 11 1,oR yr11/lflli 1~ hnn portiido casi enteramente sus propiedades» (pág. 272). Sh1 op1h l1o: " ~ .na lltlllllOílua fincas se han vendido todas» (pág. 285). Northumberlund y Durh11¡11: e Un irron número de pequeños agricul-

III:

1211,

PARTE

I:

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERR!TO!\IAL

125

LOS ANTECEDENTES

Las montañas de Cumberland han preservado algún tiempo la existencia de los últimos yeomen. «Hay una parte de Inglaterra, escribía Stuart Mill en 1846, desgraciadamente una parte muy pequeña, en donde los campesinos propietarios son todavía numerosos. Me refiero a los statesmen de Cumberland y de Westmoreland. Es verdad que la mayoría de ellos, si no todos, tienen que pagar ciertos censos consuetudinarios: pero estos censos fijos no afectan su calidad de propietarios más de lo que lo hacía el impuesto territorial. La opinión es unánime entre los que conocen el país sobre los excelentes resultados de este género de propiedad» 1 • Ya no es más que una supervivencia apuntada curiosamente por el economista, el último vestigio de un pasado que se aleja y que se olvida 2 •

II Si el debilitamiento de la yeomanry no hubiese comenzado antes de finales del siglo XVIII, se podría considerar su desaparición, con bastante verosimilitud, como uno de los resultados de la revolución industrial. ¿La decadencia de las industrias domiciliarias no arrebató a las clases rurales uno de sus medios de subsistencia? Hay aquí, sin duda, una causa. Pero es una causa tardía, cuya acción no ha podido hacerse sentir sino cuando la yeomanry había ya perdido terreno. Hacía mucho tiempo que se señalaba su amenguamiento cuando la gran industria y sus consecuencias le dieron el golpe de gracia. Por lo demás, la yeomanry no ha sido lo único en sucumbir. Su suerte no ha sido más que un episodio de un drama más vasto en el que todas las clases rurales de Inglaterra han desempeñado su papel. Si se recorre, en la compilación de las leyes inglesas, un período de unos ciento veinte años, desde la muerte de Guillermo III hasta el advenimiento de Jorge IV, se advertirá un título, siempre el mismo, que se repite cada vez con más frecuencia a medida que se avanza, tanto en la serie de las actas públicas como en la de las -actas privadas. Este título es el siguiente: «Ley prescribiendo la división, la repartición y el cercamiento de los campos, praderas y dehesas abi.ertas y comunes, y de

las tierras baldías y comunes situadas en la parroquia de... », sigue el nombre de la localidad 1 • Las actas del Parlamento a las que precede esta fórmula se cuentan por centenares y por millares 2 • Y la progresión numérica es muy marcada: tres actas solamente durante los doce años del reinado de la reina Ana 3 ; de 1714 a 1720, una por año, aproximadamente. Hasta mediados del siglo el movimiento se acentúa, pero bastante lentamente : treinta y tres actas entre 1720 y 1730, treinta y cinco entre 1730 y 1740, treinta y ocho de 1740 a 1750. De 1750 a 1760 se encuentran ciento cincuenta y seis; de 1760 a 1770, cuatrocientas veinticuatro; de 1770 a 1780, seiscientas cuarenta y dos. Los años 1780 a 1790, precisamente los que han visto el primer impulso de la gran in· dustria, nos llevan de nuevo a la cifra de doscientas ochenta y siete. Pero de 1790 a 1800 se vuelve a elevar a quinientas seis. El período 1800-1810 proporciona un total todavía más alto, que supera con mucho a todos los precedentes: en el curso de estos diez años el Parlamento no votó menos de novecientas seis actas que tenían por objeto «dividir, repartir y cercar». Las tierras sometidas a las leyes de cercamiento (Enclosure Acts} del siglo XVIII ocupaban una superficie muy considerable. Si no se distribuían por igual en todo el país, era porque en regiones enteras ya no quedaban cercamientos que hacer desde finales del siglo precedente. En algunas partes los cercamientos se habían hecho al_m.argen del procedí- .., miento parlamentario, por redenciones amistosas por reuniones de fincas_}. la expiración de los contratos de arrendamiento 4 • La transformación, cuyo signo es la eT1JClosure, es un hecho de conjunto que no puede explicarse sino por causas generales. Y desde luego se plantea una cuestión previa : ¿cuáles er an, pues, 1 An· act for dividing, alloting and enclosing the open and common fields, meadows, pastures, and common and waste lands, in the parish of ... 2 La c uenta se ha hecho· var ias veces, pero 1111 idado. Las cifras dadas por CHALMERS: Estimate

incompletamente o con poco

of the comparative strenght of (; rMt /Jritain, pág. 146, son casi todas inexactas. Las que da PonTER: Progress 11/ tiro 11atio11, pág. 148, son correctas, pero solo parten de 1760. Las estadísticas n ontMnl~lo 11 on el Appendix to the 3d report from the select committee on agricul-

trmt, pi\g. 601, proporcionan un excelente medio de control. 11

l.11 pl"inrnrn en fecha es el A cta 8 Anne, c. 20

(Private Acts), promulga-

dn on 17()0. tores se han puesto al servicio ajeno o han cambiado de ocupación» (pág. 327). En Hampshire están hipotecados, arruinados, venden sus tierras a vil precio (página 466). En Nottinghamshire ya no queda ni uno solo (pág. 586). Se exceptúan dos o tres condados: Worcestershire (págs. 84·85), Cumberland (pág. 325), Herefordshire (pág. 394). 1 STUA!\T MILL, J.: Principles of political economy (ed. de 1848), I, 300. 2 A principios de ese siglo la yeomanry había dejado de existir como clase. L os statesmen de Cumberland habían desaparecido casi completamente. Aún había pequeños propietarios aislados en algunos de los condados del Sur (Gloucester, Somerset, Devon, Kent) y en el Este, país del cultivo del trigo (sobre todo on Lincolnshire). Sobre los últimos yeomen de Hampshire, véase RoGERS, Thorold: Six centuries of work and wages, pág. 55.

d. S1,/\1'iolll, (; ,: 7'/i.e English peasantry and the enclosure of common fields , pág. 73 (111np11), rnncHtm q ue la zona de las leyes de cercamiento, que cortaba oblicuamon~c 111 G1'11n Bretaña, dejaba fuera de ella el Sudeste, desde la isla de Wight h11stn Suííolk; ol Sudoeste (Devon, Somerset, Cornualles) y el Noroeste, con el País d o GnloR. P oro indica al mis¡no tiempo cómo las enclosures se efectuaban sin acta d ol l'urlnmonto (ibíd., págs. 152-55 y 187 y sgs). En los condados del Sudeste (Bseox, Ko111, SuCfolk) todo estnbu cercado desdo el siglo XVII. Cf. ScnuTTON, 'fh. B.: (,'om111011s ancl common fields, pág. ]14. Según GoNNEH (Common land a11d inclo.mrc, pág. 123), ocurría lo mismo en los condados de N orthumberland, Durhnm, Lnnro Mtr.r, Chcs1er, 'D<'von, Corn11nBcs, Snlop, Hereford, Somerset y Sussex.

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l:.!h

PARTE I: LOS ANTECEDENTES

Ill:

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

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parcelas, repartidas sobre todo el territorio del township 1 • Pues estas partes separadas no se agrupan siquiera en un conjunto más o menos vago: parece, por el contrario, que se haya tenido cuidado de distribuirlas de un modo aproximadamente igual por todo el espacio considerado. En la realidad, cada una de estas superficies rectangulares se presentaba bajo la forma de una faja de tierr str. a y larga, separada de la faja vecina .por una delgada cinta d césped Sus d imensiones medias eran de cuarenta rods de largo por cua ro a ancho-unos doscientos metros por veinte-. Son las dimensiones mismas de la medida de superficie inglesa, el acre 2 • A menudo la fa ja de tierra estaba dividida en dos partes iguales, de unos veinte rods de largo; la parcela así constituida llevaba el nombre de balk o de oxgang 3 ; el lado de mayor longitud correspondía a la dirección de los surcos, y en cada extremo había . un emplazamiento destinado a hacer volver el arado 4 • Esta fragmentación extraordinaria ha dejado en ciertas localidades huellas curiosas: en las colinas las fajas parcelarias estaban siempre dispuestas perpendicularmente a la línea de pendiente, para evitar el deslizamiento de las tierras después de cada labranza; niveladas poco a poco, han terminado por formar terrazas estrechas escalonadas en la :falda de las lomas, verdaderas gradas que una vez formadas se han conservado indefinidamente. Se las ve a lo largo de los Chiltern Hills y de los Downs de Sussex, así como en muchos parajes del norte de Francia 5 • Este sistema de fragmentación de las tierras, por singular que pueda

esas tierras cuya división y repartición se prescribía de esta manera? No eran de una sola especie. La ley las designaba con varios términos fáciles de confundir, y, sin embargo, diferentes ; por una parte los de open fields y cammon fields, que se presentan constantemente emparejados y parecen por completo sinónimos; por otra parte los de common lands, common wastes y common pastures, que for man un grupo bien distinto y no se emplean nunca en lugar de los precedentes, a pesar de su parentesco visible con ellos. Estos términos, por lo demás, pertenecían al vocabulario usual del derecho territor ial y nada es más asequible que determinar su valor exacto. El autor de un Ensayo sobre la manera de delimitar las partes respectivas de los propietarios en caso de cercamiento de los campos comunes da la definición siguiente : «Los campos abiertos (open fields) son extensiones de terreno en las que las propiedades de varios derechohabientes se encuentran dispersas y mezcladas» 1 • La expresión de common fields tiene el inconveniente de prestarse a confusión : evoca la idea de un comunismo. La definición que se acaba de leer descarta expr esamente esta idea: nos muestra al open /ield-empleemos con preferencia este término menos equívoco~n manos de varios propietarios, provistos de títulos individuales; unos poseen el suelo como terrazgueros libres, los otros lo ocupan por una especie de arriendo perpetuo en calidad de copyholders 2 • Sus propiedades no se confunden en un todo indiviso : están solamente «dispersas y mezcladas», es decir, subdivididas en un gran número de parcelas que se intercalan y se enmarañan unas en otras. Es ese, en efecto, el rasgo más característico de lo que se llama el open field system. Tomemos el plano catastral de una parroquia inglesa a mediados del siglo XVIII. Uno de esos planos ha sido publicado, es el del township 3 d.e Hitch in, en el condado de Hertford, al norte de Londres 4 • Su aspecto recuerda el de una tela de araña: es una divergencia y un entrecruza· miento de líneas q ue parecen complicarse hasta el infinito. Estas líneas delimitan superficies sensiblemente rectangulares y aproximadamente iguales entre sí. Si sobre el mapa se marca con un signo distintivo, con un color, por ejemplo, los pequeños rectángulos que representan las diferentes partes de una misma propiedad, se obtiene una figu ra extraña, incoherente, hecha de fragmentos esparcidos. La propiedad de cierto William Lucas, en la fecha de 1750, se componía de cuarenta y siete

1 La supervivencia de este modo de parcclamiento de las Licrras se señala todavía en 1926 en LaxLon , en el n orte del condado de Nottingham (véase l a correspondencia sobre «The last Anglo-saxon farm» aparecida en el Times de 24 y 30 de diciembre de 1925, 5, 7 y 8 de enero de 1926). El dominio de Laxton, 1,1110 pertenece, por lo demás, a un solo propietario, lord Manvers, está en manos dn 1111os treinta te rrazgu eros ; se divide en cerca de 1.200 parcelas que forman j11nl nN un sol o open field cultivado según el sistema tradicional de la rotación tr·lt'11n l. (.;unTLER (The enclosure and redistribution o/ our land, pág. 1) menciona nl 1111•0 um)logo de la aldea de Elmstone Hardwicke (Gloucesterhire). ~ 110 rmls=- 1 /urlong ( quarantena) . Esta med ida corresponde exactamente a 20 1' 11> 1 111. El acre vale 4.046'71 m 2 • n l.11 flll lnhrn que en francés corresponde a balk es billon (caballón, lomo entro !1011 ~ 111·1·0~) . Oxgang quiere decir, literalmente, el espacio labrado por un buey (en 1111u J11111111111) ¡ clcsignaba su perficies diversas, según las regiones. Estos tér· minos MO l'llC1U11111ro11 n menudo en las actas d e enclosure. PROTHERO (l or d Ernle) ( En.glish /ru 111i1111 1 1111s1 and present, pág. 24), indica los nombres diversos dados a estas Iujuft tlo t IN ru en las diferentes partes del país. 4 Es el lll'f1tll1111d, 111 cabeza del campo. s Véase Sr 111011M, I"., ob. cit., púgs. 2-6; RAMSAY: The /01iñdations o/ England, I, 159-60; CUNNINllllAl\1 y MAc·ARTHUR: Outlines o/ English industrial history, pág. 170; PRO'l'Jn:rm, 11 .: 1'ha pioneers and progrcss o/ English /anning, pág. 5. So· bre la propiedad 1111rr11lnl'lo on Frun cía bo jo el antiguo régimen, véase de FoVILLE : Le morccllomr11t, r r~l(d. llJ9, 153 y sgs. La existencia do Jos campos en terrazas, en las ínklna 1lti lnR colino", es, noturolm<•nl<•, un h echo universal: solo nos interesa allí donde J11a l!n1hr1 do 1ulc1 1crrn1na roinciden con los de las antiguas propiedades pa rcclorloa.

1 HoMER, H.: Essay on the nature and method o/ ascertaining the specific shares of proprietors upon the inclosure of commM / ields, p ág. 1 (1766) : «Open

or commons fi elds ar e Lracts of l and, wh erein the proper ly of severa} owners líes promiscuously dispersed.» 2 Sobre el copyhold, véase JENKS, Edward: Modern land law, págs. 57 y sgs. s Municipio. (N. del T.) 4. Véase SEEBOR ~1, F.: The English village community. El mapa de la portada muestra el estado de la parroquia en 1750; el de la página 6 lleva la fe. c ha de 1816.

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PARTE I: LOS

ANTECEDENTE~

parecer, no ha dejado de ser general en ?ran B~etaña-como! por lo demás, en casi toda Europa-. Se ha podido decir que «el via1ero lo encontraba en su camino desde Andalucía hasta Siberia, a las orillas del Loira y en las llanuras moscovitas» 1 . En Inglaterra, antes del siglo xvr, estaba establecido casi por todas partes; a comienzos del siglo xvm prevalecía aún en la mayoría de los condados; en 1794, aunque cada vez más disminuido y amenazado, subsistía en 4.500 parroquias de un total de 8.500 2 • Su exten~ión inmensa pr~~ta un interés tanto más evidente al problema de sus ongenes. La soluc10n se ha buscado con mucha frecuencia, pero parece que siempre ha de quedar dudosa. ¿Esta división del suelo en parcelas de dimensiones y de formas si no idénticas al menos próximas a un tipo invariable; esta dispersión de las propiedades, que no dejaba más de dos o tres acres unidos, todo esto podía ser efecto de un puro azar? Se ~a ~lega.~o a ~u~o.ner que semejante sistema era el resultado de una d1stnbuc10n pnm1tiva. Las partes habrían sido en un principio iguales entre sí; y para que esta i<>'ualdad fuese real cada uno habría recibido en el reparto no un lote, sÍno un gran número de lotes diferentes de valor variable, según la calidad del suelo, la situación, la exposición, la altitud 3 • Ciertos hechos hacen creer que tenía lugar una redistribución periódica para mantener la igualdad de las partes: en ciertas tierras de pasto los lotes se. sorteaban todos los años; en otras se cambiaban según un tumo fi1ado de antemano· a veces muy raramente, ocurría lo mismo con las tierras de ' ' labor 4 • Como se sabe, toda la hipótesis ha sido objeto de vivas dºiscusiones no sólo en Inglaterra, sino en Alemania y en Francia 5 • ¿Ha exisGeneral report on inclosure (Board of Agriculture, 1808), pág. 25. . 2 En Bedfordshire 24.000 acres de 80.000 estaban todavía en open fields; en Berkshire, la prop~rción era de 220.000 por 438.000; en Cambridgeshire, de 132.000 por 147.000. Véase PROTHERO, ob. cit., pág. 57.. 3 Esta teoría es sostenida por RAMSAY: The foundations of England, l. 160. 4 NAS SE E.: Ueber die mittelalterliche Feldgemeinschaft in England, págs. 9 y 10. SEEB~HM cree encontrar rastros d6 dos regímenes sucesivos. Véase The English village community, págs. 437-39. En el siglo XVIII todavía había lot meadows y rotation meadows. 1

5 Recuérdese la polémica .de Fustel de Coulanges contra Maurer, Glasson y P. Viollet a propósito de Ja mark germánica. Véa.se Histoire des inst.i'.utions politiques de l'ancienne France; f Alleu et le domaine rnral pendant l ep~que mérovingienne, págs. 171-98. Fustel de Coulanges demuestra que la comumdad de aldea no existía en la época merovingia. En cuanto a los comunales, «no derivan de una pretendida propiedad colectiva, de la que no hay indicio en ni.nguna parte; derivan de un usufructo concedido a los terrazgueros por un .P~op1e­ tario» (ibíd., pág. 436). Véanse los trabajos de AsHLEY, W. G. (The origm o/ property in land, 1891), MEITZEN (Siedelung und Agrarwesen der Westgermanen und Ostgermanen, 1895), MAITLAND (Domesday !Jook and ~eyond, 189~) Y_ KowALEWSKY ((Ekonomische Entwickelung Europas bis zum Beginn der kapitalistischen Wirtschaftsform, 1901). Más recientemente, T. E. Scrutton, examinando el origen de los rights o/ common, ha concluido contra la realidad de la antigua comu· nídad de aldea (Commons and common /ields, págs. 1-41). Hay que notar, sin ombargo, que el run-rig system, todavía practicado en las islas Hébridas, com-

Ill:

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

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tido realmente este régimen igualitario? ¿En qué época? ¿Cuándo habría nacido? ¿Seria de origen sajón o bretón, germano o celta? 1 ¿Habría sido en sus comienzos una institución de aldea o de tribu? Otras tantas cuestiones que continúan hasta ahora poco menos que insolubles, y la mayoría de las cuales ni siquiera deben plantearse, si, como ha sostenido Fustel de Coulanges, la comunidad primitiva no es más que una novela. Sea lo que fuere, si en el siglo XVIII todavía subsistían vestigios de esta problemática partición, iban borrándose cada vez más. Las parcelas de que se componía una propiedad, salvo en los casos excepcionales que acabamos de mencionar, permanecían siempre las mismas. No cambiaban de mano sino, como toda propiedad individual, por vía de transacción o de herencia. El azar de las ventas y de las sucesiones, que a veces las acumulaba y a veces las dispersaba, había hecho d~saparecer hacía tiempo toda igualdad real o imaginaria entre los derechohabientes. Al lado de un y(Jjrdland 2 dividido en sesenta parcelas y de una superficie total de treinta o cuarenta acres, otro consistía, en todo y por todo, en un messuage oeñiFd'io-a<:r.e._donde-se-elevaba•.la.. ~ Lo que se había conservado casi inacto era el sistema de agricultura vinculado al régimen territorial de los open fields; las modificaciones de este debía acarrear forzosamente la desaparición de aquel.

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III Intentemos comparar al agricultor inglés de hoy con el que vivía en el antiguo open field. El primero, que está como en su casa en el interior de su vallado, en sus campos de un solo trozo, hace de su tierra lo que le place. A su· antojo la cultiva o la deja en barbecho, la siembra 11111t11 11"0 red istribución periódica de las tierras, (véase SLATER: English peasan11 y, 11~11"· 166 y sgs.). Las praderas se distribuían a menudo e~ lotes ~nuales, 11' " " "' 1lfo 1!0 lo Candelaria al de San Juan (lord ERNLE: English farming past """ ¡u ~•~111, 1ull(R. 25-26). Lo mejor parece ser atenerse a la juiciosa observación ''" MAi 11 ~rrn ( /)111ncsday Book and beyond, pág. 340). «Nos movemos entre con. frl11111•, 111 h11hf'1 podido, h asta el presente, probar gran cosa.» 1 "'"Milll 111\M"I\ Y (pág. 159), el open Jield es de origen anglosajón; según ~1.1 111111 M ( 11íl14. 117), r!I nntcrior a la ocupación romana. K 1'111/r111t! 11 l'irNtr/r (11irgata terra). Estas palabras designan una propiedad dn oxt1•11•l1111 v111 l11hl11, •t'g1í11 las provincias. Sobre el sentido de virgate en ~os 1•1111cl11do1 1lnl S ucl1 In, vf.111w TAIT: «Hides and virgates at Battle Abbey», Englr.sh lli.troriral Ur•11/,.111, l •lfl:I, piiK"· 705 y sgs. ~ El ml'.Mllfll(ll 111 fil t111 runo situado en la aldea y sobre el que se levanta In casa. Cn81 todo• loi1 yrm/./cmds comprendían uno. Véase el ejemplo d ado por ,"111,1monM, ob. ci1., 1ul¡c. 2b: uon, propiedad sita en Winslow ee compone de un 111r.wiagc, de 68 porooln " dn 1/2 ocre, de 3 pnrcolns do 1/ 4 do acre, más 1 a cre y 4 modios acres do pn1111r11Jr". Sobro Ju cl
rno

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mayoría de las localidades. Incluso allí donde aún subsistía, no por eso se olvidaban los derechos individuales del agricultor: las parcelas, separadas unas de otras por fajas estrechas de tierra inculta, seguían siendo perfectamente distintas. Al llegar el tiempo de la recolección el producto de cada una de ellas iba a parar, sin discusión alguna, a su propietario legal. Una vez más el open fi.eld system no es un comunismo. Entre el momento de la recolección y el de la siembra, cuando en la tierra solo quedan los restos de cañas o de espigas perdonadas por la hoz, o un poco de hierba crecida en la linde de l os campos, el mantenimiento de los derechos exclusivos de cada uno resultaba inútil. Era entonces cuando el open field tomaba más que nunca el aspecto de una propiedad colectiva. Se convertía en un terreno de pasto adonde todos los propietarios, indistintamente, enviaban sus cerdos, sus carneros y sus gansos. Lo mismo ocurría con los prados, que situados con gran frecuencia de arriba abajo, al borde del agua, no se consideraban como formando parte del open field propiamente dicho : en cuanto el heno estaba en sazón, constituían una d ehesa común para el ganado mayor 1 . Así durante varios meses del año--desde finales de julio hasta la Candelaria-las tierras permanecían indivisas. La ausencia de cercados permanentes hacía inevitable esta indivisión periódica. Comprendemos ahora toda la significación del término ope'n fields, campos abiertos, campos sin cercados, que se oponen a la propiedad autónoma y cerrada como una federación de estados fragmentados a una monarquía unitaria. Y de la misma manera que una constitución federal prolonga la mc.istencia de las pequeñas soberanías locales, así también el open fieU 11y.ytcm preservó largo tiempo la pequeña propiedad. Allí donde había dmw¡mrecido se notaba que el número de propietarios era menor y sus d1111il11ios más extensos 2 • Así todo lo que contribuía a mantenerlo o a 111111! 111 l d o interesaba al mismo tiempo la suerte de los pequeños pro1li1J11111111, do esos yeomen cuya desaparición coincidió precisamente con 111 d1•I 1111 1i~uo régimen territorial.

de trigo o de alfalfa. Emplea los instrumentos y los procedimientos que le parecen mejores, en la medida en que sus medios se lo permiten. Para arar o hacer la siega elige su momento, sin tener que preocuparse de lo que hacen sus vecinos. El otro, por el contrario, es tan estrechamente solidario de todos los que lo rodean, que no puede emprender nada sin su ayuda o su consentimiento. Sus tierras están mezcladas a las de aquellos de una forma tan inextricable que hace falta el largo hábito y la memoria infalible del campesino para reconocer a la primera ojeada lo que es de uno y lo que es de los demás. ¿Cómo podría cultivar sus cincuenta o sesenta fanegas a su capricho, sin tener en cuenta lo que sucede en las propiedades vecinas? ¡Cuánto tiempo perdido ?ada más que en visitar su propiedad, por poco extensa que se~! Ade°=as la posición de cada cuadro de tierra, intercalado entre las tierras aJenas, da lugar a una serie de compromisos y de obligaciones más º.menos molestas y gravosas: imposibilidad de establecer cercados, necesidad de trazar de un extremo a otro de la parroquia una multitud de senderos de acceso, sustraídos al suelo mismo dedicado al cultivo. Esta complicación incómoda habría degenerado en confusión total si cada propietario hubiese podido obrar con entera independencia, De a~í . esa consecuencia paradójica de la fragmentación llevada hasta sus ult1mos límites: el único modo de explotación posible era la explotación según reglas comunes. Todas las tierras de labor de una parroquia estaban agrupadas, las más de las veces, en tres campos 1 : en los que alternaban los cultivos según un método de sucesión muy antiguo y bastante burdo. Uno se sembraba de trigo o de cebada; el segundo, de avena, de guisantes o de judías; el tercero quedaba en barbecho. A cada vuelta de la estación el suelo que acababa de descansar durante un año se sembraba de nuevo; el que acababa de producir una cosecha se preparaba para otra diferente d~ la primera; el que había sido cultivado durante dos años consecutivos se dejaba a su vez en barbecho. La estercoladura, la labranza, la siembra tenían lugar en épocas fijas para toda la parroquia. Durante mucho tiempo el cultivo se hizo en común, poniéndose de acuerdo los propietarios para proporcionar, según sus medios, el estiércol, el grano, los arados, las bestias de tiro. Pero este método, abandonado poco a poco desde el siglo XVI 2 , había desaparecido en el siglo XVIII en la

tributiot~ u/ 11111' /11111/ , pó.g. 72, n úm. l. Ejemplos de localidades en q u e se había man 1onldo 1•1 11111 114110 llijO, en Joumals of the House of Commons, XXXVIII, 857;

LI, 257. , 1 IIol\rnu, I~ .,

Algunas veces dos o cuatro. Véase HoMER, H.: Essay on the nature and method, etc., pág. 4; The advantages and disadvantages of inclosing waste lands and open fields (1772), pág. 13; PROTHERO (lord Ernle): Pioneers, pág. 5, Y Social England, V, 103-04. En lugar de tres campos, una parroquia o un township podía comprender eeis, agrupados dos a dos; era el caso de Hitchin: SEEBOHM, ob. cit., págs. 11-12. GRAY: English field system, pág. 133, menciona en Great Tew (Oxfordshire), a mediados del siglo xvrn, una rotación en ocho tiempos. 2 Véase lord ERNLE: English farmilig past and present, pág. 22; ScRUTTON: Commons and common fields, págs. 115-17; CunTLER: The enclosure and redis-

11{1. r•it., púg. l. Son las lammas meandows, los prados del l.º d e ngosto. V6uec CllNNINGllAM y MAc ARTHUR: Outlines o/ English industrial history

1

púg. 171.

, En el con1lnd.11 do 1l un tingdon , a finales d el siglo xvm, había parroquias en ~as. que habíul\ d1•Mupun·c ido los open fields y otras en las que todavía subs1stian. En cstns 1í ltl0101 lo renta media do un a finca era de 50 a 150 libras; en las otras, de 200 u 500 libras. Anál ogumonle o cu rr.!u en los condados de Northampton, _de Oxford, ole. Veíase MJ\RSl!ALL, A reuicw o/ thc rcports o/ the Board o/ Agnculture frorn tho Midland departments o/ Engla11d, págs. 334-348. 2

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

IV En cada parroquia había tierras que permanecían todo el año en el estado en que se encontraba el open field durante la estación estéril. Eran las qu-e se llamaban cammon lands o waste lands: nuestra palabra «comunales» traduce bastante bien estos dos términos sinónimos. Esta vez nos hallamos en presencia de una propiedad común, real Y constantemente colectiva semejante a los bienes comunales, tan numerosos en la antigua Francia. A decir verdad, si estas tierras no tienc:r: dueño es porque se las considera como carentes ~e valor. Per~anecen incultas, como indica la palabra waste. Páramos erizados de espinos, . ?onde crecen en, desorden las yerbas locas, el brezo y la retama, c1enagas cubiertas de cañas, turberas movedizas, bosques surgidos al azar en la arena o en la roca, he ahí de lo que se componían la mayor parte de los commons de Inofaterra 1 • En nuestros días muchos de esos terrenos, largo tiempo desdefiados, han sido roturados Y. cultiv~dos con éxito. ~ero, como se sabe, el cultivo intensivo es de práctica r:c1ente. ~ur~nte siglos los hombres se han contentado con sembrar las tierras mas neas, cuy? rendimiento aseguraba fácilmente una remuneración inmediata Y suficiente a su trabajo. A pesar del poco valor atribuido al comunal y del estado de naturaleza en que lo dejaba una negligencia tradicional, su disfrute procuraba a los campesinos más de una ventaja. En primer lugar podían enviar allí a sus ganados, sobre todo a los carneros, que saben encontrar su alimento en un suelo ingrato: era el derecho de pasto en el comunal, common o1 pasture, o el derecho de paso para los carneros, right of sheepwalk. Si había árboles, podían cortar madera para reparar el maderaje de una casa o construir un.a barrera: era el ~erecho llama~o .common of estovers 2 • Si se encontraba un estanque o s1 pasaba un no por el comunal, los aldeanos podían aprovecharse de sus peces : era ~l derecho de pesca, common of piscary. En los pantanos, que toda;ia cubrían arandes espacios en todos los condados de Inglaterra, podian abastecer~e de turba ( common of turbary) 3 • Otra ventaja más era que l En ocasiones, sin embargo; el common compr endía tierra~ de al~n valor: eran las que en ciertas aldeas formaban el green commo~._ Alh se enVJa~a a las vacas conducidas por un pastor co¡nunal; a veces se utilizaban para cnar, con gastos comunes, toros o sementales. Véase SEEBOHM, ob. cit., pág. 12, Y N ASSE, ob. cit., pág. 8. . . d 2 Del francés estovoir estouvoir (precisar, ser necesario, convenir, y, toma o sustantivamente , lo necesa~io, lo que hace falta, provisió~, etc.). E sta palabra se empleaba en el antiguo derecho francés en un se~tido ll;fm al que. ha conservado en Inglaterra: «Averont tous lor astovoirs en bo1x halls de Lehe1court.» J!.entes de l'Ecclese de St-Hoult (1258), Arch. de la Meuse. Citado por GoDEFROY: Dict, de l' ancienne langue / ran<¡aise, ITI, 634. . 3 Véase SlNCLAiR, sir John: «Addres to the members of the Board of Agnculture», Journals o/ the House of Cammons, LI, 263 y sgs. Este informe, muy

111:

LAS MODIFlCACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

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ciertos der echos no se ejercían exclusivamente sobre los comunales, sino que a veces se extendían a otras partes de la parroquia 1 • ¿Pertenecían estos derechos a todos los habitantes? ¿No había nada en ellos que recordase una igualdad primitiva? En primer lugar,_fil_ ccmmon no es, hablan.do con propiedad, una tierra sm dueño: pertenece, en -princ1p10, al señor, que posee una especie de derecho eminente .:~ob!'._e todo el territorio de la parroquia, el lord of the manor 2 • Se lo llama a veces el páramo del señor, the lord' s waste. De hecho este derecho dominical no tiene nada de exclusivo: lo mismo que en las tierras que componen el open field es como si el señor hubiera cedido una parte de sus derechos territoriales a los terrazgueros libres, así también los admite en el goce de los bienes llamados comunes. Pero sucede con el common como con el open field: una vez efectuada la recolección, no son todos los habitantes los que pueden llevar sus rebaños a los campos Hcgados, sino solamente los que poseen una o varias hazas en la parroquia. Después de haber acometido juntos el cultivo del suelo, usan juntos de él como de un apacentadero común : es una consecuencia natural do la alianza, de la asociación consuetudinaria que los une. El common c11lá sometido al mismo régimen: no es común a todos los aldeanos, 11ino a todos los propietarios. A pesar de las apariencias no es una tierra libre, cuyo uso no está sometido a ninguna restricción: es en vi rtud de títulos definidos, y en proporción con esos títulos, cómo se pormitc a cada uno tener acceso a él. Acabamos de ver que los derechos de los particulares sobre el co1111111nl so clasifican bajo varias rúbricas, según el género de provecho q111 d1• oli os puede obtenerse. Se clasifican también según su origen y 111 11 l IÍcciones que este les impone. A menudo están ligados, por cosl 1111d1 11•, 11 la posesión de todo bien raíz situado dentro de los límites d1 1 lt111tl11, dtl la parroquia o del township ( common (])ppendant) . Es el t1 11 ~11 11 111 11l'dinario y que muestra mejor la semejanza entre el régimen I" 11111111111111 tlt•I common y el régimen periódico del oppen field. A veces 1 11111 tl 1 11•oli o1, considerados como creados en su origen por un acta cl1 d1111111 11111 tlt•l t1<'íior (lord of the manor), están ligados a la persona 111110" q111 11 l11M hicnes (common appurtenant). Otras veces son der elnq ¡n y 11111y 111r11lltnil11, da una visión de conjunto del régimen y d el estado de 11111 111111111• e 1111111111111••. V6nsc ta mbién, entre las publicaciones del Board of Agri11ult11rn, cil 0 1•11~111/ U1•¡wrt on enclosures (1808), pág. 26, y JENKS, Ed.: M odern /1111d luw, pi\N•· 1110 y •N•· 1 «Esto ilr11•11h11 r· 11111t ventaja que un hombre encuentra en la tierra de 111ro h ombro, 111111111 lf llllllll' nn ella su ganado, pescar, coger turba, cortar madera 11 otras cosna •011111J11nl1•11,• llr,ACKSTONE: Commentaries, lI 32. Comp. HASBACH: l•:nglish agriculturnl /11(111111 ,.,, , ¡1ágs. 89-90. ' 2 No podemoa 11111 11!1!111· 111111!, ni siquiera sumoriumenle, el sistema dominical y su evolución. Cnel t'fl tn1l111 pnrtcs ln propicdod moderna parece haberse cons111u ido por una espcclo rlo clr11membra ci6n de In propieda d señorial, siendo en • ll origen la mayoría do loe 11ro plcto rios 101Tuzp;ucros, 1enants. Véa se Fus TEL DE ( :o uLANCES, L'Alleu et le doma(ri a rural, caps. VII a XVI.

m: LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEOAD TERRITORIAL

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

chos personales, aparte de toda condición de prop~edad ( comm_ori in gross). Por último, pueden resulta: de un con~emo entr~ .hab1tan~es de parroquias vecinas, de una servidumbre comun a do~~mos ~edia­ neros cuyos límites no son netos ( common because o/ vicirw,ge) · ~o­ das estas distinciones hacen del uso del comunal una verdadera propiedad, y una propiedad que, lejos de es~ar repartida por igual entre todos los derechohabientes, confirma su desigualdad. Es raro, en efecto, que un individuo pueda enviar a la deh~s:i c?· munal un número ilimitado de cabezas de ganad?. E~ este u? pnv1leg10 reservado las más de las veces al señor, propietario nommal de las tierras indivisas 2. Por regla general cada propie.tario ~osee el d~recho de pasto para un número ;I,eterminado d~ ammales . Est,e numero está en relación con la extens10n de su propiedad: cuantas mas pa~celas ocupa en el open fidd, tantos más bueyes y carneros pued~ enviar al comunal "· Así el disfrute de esta tierra que se llama comun no s?~º no pertenece a todos, sino que se adjudica a cad~ uno en. proporc1;m con lo que ya posee. Es una riqueza suplementaria !"lue v.1ene a anadirse a la riqueza. Como se ve, nada podría estar mas aleJado de una igualdad ideal, cuyo modelo no debe buscarse. ,en un. pasado mal estudiado 0 mal comprendido, sino en la especulacion racional que ayudada . por la experiencia prepare el porvenir. Por poco igualitario q ue fuese el r égimen d~ los comunales m gleses ofrecía, no obstante, a la población pobre venta]as real~s. Apa.rte de los derechos proporcionales a la superficie o al valor de las prop~edades, a veces existían otros, que eran los mismos p~r.a todos los habitantes de la parroquia. En ciertos distritos toda íamiha que ocupaba una casa podía hacer pastar dos o tres animales en el comunal: facultad preciosa para quienes una vaca, algunas aves de corral, un ~erdo que Je mata al acercarse el invierno constituyen toda ~u fortuna '. Y cuan ,º no era un derecho reconocido, el uso lo supha, el uso siempre m~s flexible y con frecuencia más humano qu~ las leyes. Una tolerancia antigua permitía a casi todos los campesinos de Inglaterra aprove~h b f the Board of Agriculture», 1 S1NCLA1R, John: «Adw:ess to t e mcm ers o Joum o/ the House of Commons, Ll, 263. , . 2 ·Véase la petición de lord Talbot, lord Vernon, lord Bagehot, etc. , :1 ,frºf¡°sito 01 de los comunales del bosque de Needwood (StaHordshire), Journ. t e ou,se o/ Commons, LVI, 414. b' d -l 1783 3 Ejemplo: las propiedades refrendadas por un ill e ene osure, e~ d' se co¡nponen de «1.538 acres y 3 roods* de tierras de labor, 71 acres Y roo s de herbazales, y el derecho de pasto en el comunal para 103 caballos, 259 vacas y 1.681 carneros». Journ. o/ the House of Commons, ~XIX, llO. fi s En el 4 Algunas veces la evaluación se basa en el alquiler de l.as nd · h d bosque de Needwood, un arriendo de 3 libras da al arren/dCtano el ~14 ~ pasto para una cabeza de ganado. Journ. of the House o ommons, • ' lTOMER, H., ob. cit., pág. 2. G l E l B"ll (1796) s Véase PAUL, sir G. O.: Observations on the en era •ne osure i ·

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" El rood equivale a un cuarto de acre. (N. del T.)

charse del bien comunal, y a veces en una medida bastante amplia. Las mujeres iban allí a recoger leña 1 • En ciertas localidades de Yorkshire era en el comunal donde tendían los tejedores pobres sus piezas de tela después del blanqueo o del teñido 2 • Finalmente, allí se levantaban abrigos, cabañas, humildes viviendas: estos terrenos yermos tenían dema· siado poco valor para que se impidiera a algunos pobres instalarse y vivir en ellos. Sin ningún derecho establecido, pero por una especie de permiso tácito, se multiplicaban las chozas, construidas con materiales ligeros tomados del propio comnion: los cottagers y los squatters 3 eran bastante numerosos y lo que se les dejaba coger en este dominio que no les pertenecía contribuía a aliviar un poco su vida ruda y precaria
V T,f\ enclosure es el procedimiento que ha servido par a operar este 111111liio. La palabra es significativa. De las tierras sin cercado del ''I" 11 /Mrl y del common se trata de hacer propiedades cerradas; se l 111111 dn rounir las parcelas dispersas y de distribuir los campos indi- \, 1· 1111•, 1•11lornmente independientes unos de otros, rodeados de setos con11111111 q111 la garantía y el signo de su autonomía. NI ltt p1t l11hra ni la ·cosa eran nuevas. Las enclosnres del siglo XVI,

"ºº

1 11 1l11vlr•• c•u lculo que la madera o la turba cogida en el comunal no cost11l1u 111h rl" 111111 111muna de trabajo al año (o sea, 10 chelines); para comprar 111 11!1111111 11111t lrlnrl ilr combustible habría hecho falta gastar unas cinco veces 111~~ l'/11 r 111r 1•/ 1h1• fabo11rers in husbandry (1795), págs. 15 y 181. V1 '' 1 l·c 11111lolón contra el bill de enclosure de A1mley (cerca de Leeds), 171111 Jr111111 11/ 1/in /1 mm o/ Commons, XLVIII, 651. ,, l'.I • 111/111~1 111 11111'1 por convertirse, en la mayoría de los casos, en una es· pMlo cl11 11••11111•1\11 p1 upl<1111rio o de pequeño colono. El squatter era un roturador mú11 rrd1·11111 y rln M1it11tl'liín más precaria. SLATER (English peasantry, pág. 119) mcnoion1L 111111 111u111c¡ttl11 cl11I País de Gales (condado de Montgomery) en donde cu¡uol que C'll 111111 11111111• podíu levantar en el comunal una cabaña y hacer fuego 1m olla, do 11111lt 11• 111111 101 vl1·~0 anl ir humo por el tejado al sal ir el sol, adquiría por ello un do111rl111 1111 1••tnhlccimicnto. '1 Defoc, \'11 11:.! 1, 111nl'l11ln 1•11 Surrey la p1·caonciu clo «uno gran cantidad ele rottagers que obtlonun m1•I 111cl11 "11 snbsiftlC1nrin do 1011 comunales y de las tierras hold ías, cuya extcn~l6n n• no11•ldornb\o.• 1'our, 1, 68.

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PARTE

I:

LOS ANTECEDENTES

que han sido objeto de estudios y de discusiones numerosas 1 , fueron uno de los incidentes del gran movimiento económico que marcó el comienzo de los tiempos modernos. El inmenso acrecentamiento de la riqueza mobiliaria había reaccionado sobre el estado de la propiedad territorial. Muchas tierras habían ya cambiado de manos cuando sobrevinieron la Reforma y la secularización de los bienes de la Iglesia. El provecho fue para los grandes propietarios. Excitado su deseo por tales adquisiciones, quisieron culminar su fortuna repartiéndose los comunales. Este reparto se inició en toda Inglaterra, y las más de las veces se realizó por la fuerza 2 • Desde comienzos del siglo se oyen por todas partes quejas contra las enclüsures, su injusticia y los sufrimientos que causan. Sobre todo se deplora su consecuencia habitual, la conversión de las tierras de labor en pasturajes. En un gran número de parroquias el cultivo de los cereales se abandonó en favor de la cría de ganado, las fincas y las cabañas se demolieron o cayeron en ruinas. El predicador Latimer exclama: «Allí donde vivían hace poco numerosos campesinos, ya no hay ahora sino un pastor y su perro» 3 • El canciller Thomas Morus, mientras que traza el plan maravilloso de su ciudad de Utopía tiene ante su vista el país de rapiña y de miseria en que los carneros devoran a los hombres 4 • Se ha mostrado que las quejas a propósito de estas enclosures ha1 Véase LEADAM, l. S.: The Domesday of inclosures, Colección de la Royal Historical Society, 2 vols. (1897), y The inquisitions o/ depopulation in 1517 and the Domesday o/ inclosures, por GAY, Edwin F., «Transactions of the Roy. Histor. Soc.>i, nueva serie, vol. XIV (1900). TAWNEY, R. H.: The agrarian problem in the XV/th century (1912); CuRTLER, W. H. R.: The enclosure and redistribution o/ our land (1920), págs. 64, 105 y sgs.; GAY, E. F.: «lnclosures in England in the XVIth century», Quarterly Journal o/ Economics (1903), págs. 576-97. Véase asimismo su tesis para el doctorado de la Universidad· de Berlín (Zur Ge3chichte der Einhegungen in England, págs. 7-65). 2 Karl Marx ha dado su historia resumida en el capítulo titulado «La acumulación primitiva», Das Kapital, I, .74·2 y sgs. Para un estudio más completo, véase AsHLEY, W. J.: lntroduction to English economic history and theory, vol. II, capítulo IV. a LATIMER, H.: Sermons. 4 «Vuestras ovejas, de ordinario tan dulces y que se alimentan de tan poca cosa, se han vuelto, según se dice, tan indomables y tan voraces que .devoran a los mismos hombres, que despueblan y devastan los campos, las casas y las ciudades. Pues si alguna de las partes del reino produce una lana más fina y, por ende, más preciosa, en seguida se ve a los nobles, grandes y pequeños, e incluso a santos abades-no contentos con los censos y las rentas anuales que sus antepasados aumentaron antaño con la conquista-suprimir l as tierras labradas, hacer en todas partes cercados para la cría de ganado, demoler las casas, y las ovejas vienen a pastar en las iglesias que han quedado en pie... Para que un solo hombre pueda satisfacer su avidez insaciable, verdadero azote para el país; para que pueda reunir tierras en un dominio y rodear con un seto varios miles de fanegas, los aldeanos son expulsados de sus campos, de5pojados por el fraude o por la violencia o, hastiados de las vejaciones que tienen que sufrir, se resignan a vender su hacienda.» MoRUS, Thomas: Utopia, lib. 1, fol. 2 (verso), Lovaina, 1516.

Ill:

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

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bían sido muy exageradas; incluso se ha creído poder afirmar que en modo alguno habían acarreado Ja desesperación de las tierras de pan llevar. Pero esta tesis es discutible 1, y por lo demás, si se debe admitir que hubo alguna exageración en las lamentaciones de los contemporáneos, subsisten ciertos documentos que es preciso tener en cuenta. Son los textos legislativos promulgados con vistas a remediar el mal -¿podemos creer que se trate de un mal imaginario?-. Desde 1488 bajo el reinado de Enrique VII, una ley señala la despoblación de la isla de Wight, «debida a la conversión de las tierras de labor en pasturajes y al acaparamiento de las fincas», y limita las propiedades territoriales en la isla a una renta máxima de diez marcos 2 • Casi inmediatamente fue seguida por una ley más general, la famosa acta para impedir la destrucción de los pueblos 3 • «El rey-se dice en el preám· bulo-ve agravarse de día en día ciertas prácticas desastrosas: se deja convertirse en ruinas o se demuelen voluntariamente casas y pueblos, y se transforman en pasturajes tierras que en todo tiempo habían estado dedicadas al laboreo. De ahí vienen los progresos de la pereza, fuente y principio de todos los males. Pues en ciertos pueblos donde doscientas 1 Véase a este respecto la controversia entre Gay y Tawney. Gay, apoyándose sobre los resultados de las encuestas oficiales de 1517, 1519, 1548, 1566 y 1607 llega a un total, para todo el siglo xvr, de 516.000 acres afectados por lus eliclosures. Su conclusión es «que la política de enclosure de los siglos XV y XVI, que despoblaba los campos so pretexto de obtener un provecho acrecentado gracias a los pasturajes creados por la enclosure de los comunales, no tenía en modo alguno la amplitud que con frecuencia se le ha atribuido; ... que, limitada 1111 importancia, también lo había sido en extensión, afectando sobre todo las re¡¡h11H?ll centrales de Inglaterra e incluso no presentando sino un carácter esporátl 11·0,11 Quarterly lournal o/ Economics, pág. 596. Esta era ya la tesis de Leadam. 'l'11w11ry muestra la dificultad de interpretar las estadísticas tan incompletas utili1111111~ por Leadam y Gay y hace observar que, si tiene razón, «apenas se explica 111 111 1111111ol6n dedicada sin cesar a esta cuestión por el Gobierno, ni las revueltas il1 In• 1111111p0Kinos, ni· la vigorosa toma de posición de hombres razonables, bien 111111111111!111~ y "in prejuicios, como John Hales.» ( Agrarian movement o/ the XV/th 11·111111 )', p~¡¡. 11.) Su estudio c:oncluye claramente en la realidad de los sufri111!1 11111• 111•1111111,luclos por los contemporáneos y en la importancia de un movimiento 111111 "" 1 li'I duros golpes a la organización tradicional de la agricultura». JoHN· ~ oN, A 11 ( Oi.111¡1¡warance o/ the small landowner, págs. 44 y sgs.) critica l111111h1111111t1 rl 111 ~1orlo de Gay. Lord ERNLE (English farming, pág. 58) escribe •HIUt' "' li11¡in•ll1ln tludnr que la miseria fue real», incluso si se ha exagerado. 11 A~HAl:ll (/'.11/lfllli t1Hrirultural labourer, págs. 33-34) admite también la realidad d, rlr., ¡1úg. 109), que el descontento popular haya sido causado menos por 111 111wlt1.111r11 que por la extensión de los pasturajes a expensas de las tierras do 11111111 ; 11n111 /,110 estaban estrechamente ligadas ambas cosas? Nótese que estos C'o111bln11 rol1ic•lclloron con un alza de los precios debido a la depreciación de la monciln. 2 4-5 Ilenry VII , I'. 16. 3 An act again.,t 1/11• ¡111//i11g
. 11111

)

PARTE I: LOS ANTECEDENTES lII:

porsonas encontraban trabajo y vivían de él honorablemente, ya no hay ahorn ocupación sino para dos o tres pastores y el resto cae en la ociosidad. La agricultura, uno de los principales recursos del Estado, está languideciente: las iglesias están destruidas, el servicio divino interrumpido, los muertos dejados sin oraciones... La defensa del país contra sus enemigos extranjeros está comprometida y paralizada.l> En los términos de esta ley, toda casa de la que dependiesen veinte acres de tierra labrada debía ser mantenida en buen estado y servir de mo· rada a una familia de agricultores. Pero esta prescripción y las penas destinadas a asegurar su ejecución parecen haber producido poco efecto, pues medidas análogas fueron promulgadas en 1515, en 1516, en 1533, en 1535, en 1552. Unas veces se ordenaba la reparación de las cabañas abandonadas 1 , otras veces se limitaba el número de carneros que podía poseer un solo propietario 2 , otras se gravaba todo pasturaje nuevo con un impuesto igual a la mitad de la renta 3 • La frecuencia de estas leyes y la variedad de los remedios que intentaban aplicar a un mismo mal son la mejor prueba de su impotencia 4 • El movimiento continuó durante todo el siglo xvr. En todas partes la división de los open fields y la usurpación de los comunales tenían como consecuencia la constitución de grandes dominios y la extensión de los pasturajes. Al mismo tiempo muchos propietarios, medios y pequeños, en quienes empezaba a despertarse el espíritu comercial de los tiempos nuevos, hallaban más beneficio en producir lana que grano. En 154.9 se produjeron sublevaciones, causadas por las endosures, en varios condados; tres mil quinientos amotinados fueron muertos y su jefe, Robert Kett, ahorcado 5 • Es en esta época cuando John Hales escribía: «¡A fe mía que estas enclosures serán nuestra perdición! A causa de ellas pagamos por nuestras fincas alquileres más pesados 1 6 Henry VIII, c. 5 (1514). Todas las casas de campesinos demolidas desde el 5 de febrero de 1515 debían ser reedificadas en el plazo de un año y las tierras que dependían de ella puestas de nuevo en cultivo. Este acta fue declarada perpetua al año siguiente (7 Henry V1II, c. 17). En 1517 tuvo lugar la gran encuesta cuyos documentos forman el Domesday of inclosures. 2 25 Henry VIII, c. 13 (1533). El número máximo fue de 2.000. Ciertos propietarios, según el preámbulo de la ley, poseían hasta 24.000 cameros. 3 27 Henry VIII, c. 22 (1535), y 5-6 Edward VI, c. 15 (1552). 4 BACON, F.: Hist. of lcing Henry Vil, «Obras» (ed. de 1878), Vl, 94, hace el elogio de «la sabiduría admirable del rey y del Parlamento,,, que han sabido combatir la decadencia de la agricultura. Hm:1E, David (Hist. d'Angleterre, trad. Campenon, III, 88) fue el primero en impugnar el fundamento de este elogio mostrando que la legislación admirada por Bacon había sido casi completamente ineficaz. «Se eludían las leyes, pues los que estaban encargados de hacerlas aplicar eran sus mayores adversarios ... Se las eludía de diversas maneras: se pretendía respetar lo que prohibía respecto a derribar casas, reparando una sola habitación para el pastor; un campo pasaba por tierra labrada cuando se había trazado un único surco, y se ponían los dominios a nombres de los hijos y de los domésticos.» CURTLER, ob. cit., pág. 92. 5 Tclem, págs. 94 y sgs.

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139

que nunca y no encontramos ya tierras para labrarlas. Todo está cogido para los pasturajes, para la cría de los carneros o del ganado mayor, tanto es así que en siete años he visto, en un radio de seis millas a mi alrededor, una docena de arados arrumbados: allí donde más de cuarenta personas encontraban para vivir, ahora un hombre con sus rebaños lo tiene todo para él solo. Son esos carneros los que traen nuestra desgracia. Han expulsado a la agricultura de este país, que antes nos proporcionaba toda clase de artículos, mientras que al presente no hay más que carneros, carneros y todavía carneros 1 • La extensión de los cercamientos parece haberse moderado en la segunda mitad del siglo 2 • Pero nunca se detuvo, y se la puede seguir a través del siglo xvn 3 • Los trabajos emprendidos a partir de 1626 para desecar los marjales (fens) de los condados del Este, iban acompañados del cerca· miento de las tierras así recuperadas 4 • En otras partes, la transformación de las tierras de labor en pasturajes se proseguía por las mismas razones que anteriormente. Lupton escribía en 1622: «Las enclosures ponen gordos a los rebaños y flacas a las pobres gentes.l> En 1620 y 1633, el Consejo Privado ordenaba encuestas sobre las enclosures. Se publicaron numerosos escritos polémicos sobre la cuestión, especialmente bajo el protectorado de Cromwell 5 • Hay que señalar, por lo tlomás, que a las quejas semejantes a las del siglo xvr, se oponen cada vez más los argumentos de orden económico en favor de la enclosure, que ciertos autores aprueban ceno solo por ser legal, sino por ser digna dn nlabanza'' 6 • A medida que se definía más netamente la idea del prnp;rcso agrícola, y que se afirmaba, entre los más ricos y los más llA1 .r;s, JoHN:

A discourse o/ the commonweal of this realm o/ England

( 1 • l'll, •·11. 1.nmond, págs. 15 y 20. Este texto es tanto más significativo por cuan111 1111n 1•1 p1·rRonaje en boca del cual pone el autor tales palabras reconoce las v111l11f"• 1111111•riales de la enclosure y los beneficios realizados por los que trans1011111111 • 11 • 1l11r.rns de labor en pasturajes. I• 11110 rlo los resultados más claros de los cuadros estadísticos establecidos p111

,,. 1

1•:, 1;11y. mi•• LEONARD: lnclosure of common /ields in the XV!lth century

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('1'11111•"• 1111111 111 thc Royal Historical Society, new series, XIX, 122 y sigs.). Cm1N1 11 1·,,,,,,,,,,,, lrmd and inclosure, págs. 153-86. 1 ~t 11111111N 1 (,'11111mons and common fields, págs. 101 y sgs. PROTHERO (lord 1•:111111) 1 li 11Nll1h /111111 in/(, past and present, págs. 115 y sgs. n f,n111f1111 1111,/ / fw rountry carbonadoed, ( «Harleian :.viiscellaniesn, IX, 326); ílENTllAM , .1 1 'l '/¡11 f.'hti"irm con/lict (1635); PowELL, Rob.: Depopulation arraigned, co1wlr1111/ rmd rrmrlrmned by thc lawes of God and man (1636); HoLLAND, H.: Enclosurn 1/111111111 11/INI ( 1650) ; TAYLOR, S.: Common good, or the improvement of commo11,, /111 t'il rmrl rltases by inclosure (1652); MoORE, A.: Bread for the poor, proml.irrl /¡y 1t11 rln.rnrcs o/ the wastes and common grounds of England (1653); Moo1rn, .J .1 f.'1y/11/( sin of England o/ not caring for tite poor, wherein inclosure bei11g .m rh ff.• rlnth rmpcople towns and nncorn /iefrls is arraigned (1653); Tdem, A scrip111rr. wn11I (Jf(ffinst inclos11rc (]656); P smmoNJMUS, Considcrations concerning common /ltt/r/,, rmtl inclos11rr.t ( l 6 !i~ ); f
MO

ilustrados, el deseo de beneficiar sus tierras, el antiguo régimen agrario se hallaba cada vez más amenazado: es toda la historia de la Inglaterra rural del siglo XVIII.

VI Lo mismo que se ha querido ver en la desaparición de la yeomanry una consecuencia de la gran industria, así también parecía obligado explicar la reforma de la agricultura por el desenvolvimiento industrial. Son las exigencias del consumo, se ha dicho, las que han dado a la producción agrícola el impulso decisivo. La formación de los centros manufactureros, el crecimiento de la población urbana, han abierto al agricultor un mercado nuevo, sobre el que la demanda va siempre en aumento. Pasó el ti~mpo en que la cosecha de un campo no iba más lejos de la aldea o el pueblo vecino. En las ciudades superpobladas, en torno a las minas, a las fábricas y a los puertos, las masas obreras exigen a los campos que las alimenten. Es preciso que las granjas se transformen a su vez en talleres, en donde los géneros alimenticios se produzcan en gran cantidad, según métodos perfeccionados. El progreso de la agricultura, o, si se quiere, su adaptación a los r equerimientos nuevos de la sociedad industrial, resulta de una necesidad orgánica, de una correlación indispensable de funciones solidarias 1 • Esta explicación es, a primera vista, satisfactoria; expresa una verdad general que no podría negarse, y es, sin ninguna duda, válida para un gran número de hechos de los que nosotros mismos somos testigos. ¿Pero responde verdaderamente a los orígenes históricos del movimiento agrícola inglés? En realidad, este movimiento, al igual que la desaparición de la yeomanry, se bosquejó mucho antes del crecimiento de la población debido a la gran industria. Este crecimiento de la población no ha sido instantáneo: no ha sido, ni podía ser, contemporáneo de los primeros inventos técnicos, o, si se produjo a partir de entonces, es que se debía a causas en que la gran industria no contaba para nada. Ahora bien: fue en la primera mitad del siglo XVIII, aproximadamente en la época de los primeros tanteos que debían culminar, treinta años más tarde, con la invención de las máquinas de hilar, cuando la agricultura inglesa comenzó a transformarse. No se puede decir que las cuestiones agrícolas hayan estado enteramente descuidadas en el siglo XVII: las obras de W eston y de Hartlib, bajo el protectorado de Cromwell, y de Donaldson, después de la Revolución de 1688, son una prueba de ello 2 • Pero nada muestra que 1

III:

PARTE I: LOS ANTECEDENTES

PROTHERO (lord Ernle): Pioneers and progress of English f arming, página 65; ídem, Social England, V, 106-07; LECKY, W.: History o/ England in the XVIllth century, VI, 189-90. 2 Sir WEsroN, R. es el autor de A discourse o/ husbandry in Brabant and Ffanders (1652). Según PROTHERO (lord Ernle): English farming past and present,

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

141

los consejos de estos precursores de la agronomía moderna hayan sido seguidos. En la época en que Daniel Defoe escribe su descripción de Inglaterra, muchas provincias son en parte er iales. El oeste del condado de Surrey es <mo solo pobre, sino completamente estéril, abandonado a su esterilidad, horrible de ver ... En un gran trecho no es más que un desierto arenoso ... , donde brotan los brezos, producto habitual de los suelos infecundos)) 1 • En Yorkshire, apenas se sale de Leeds, se entra en <
107 y Rgs., Weston es un precursor, especialmente en lo que , concierne a 111tn111f111 110 los cultivos, basada en el uso de la naba y del trebol. Samuel 1111111111, 1111111(0 ¡ithcrn r,ormtics o/ Englanil rrnrl W afes (1768) Y A six months' tour thro11{lli 1h11 N11r1h o/ 1':1111frrn tl (1770). 111

r

¿ ) 1~ 2

111: LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

PARTE I: LOS ANTECEDENTES


143

dinero» (moneyeá men) y trataba de aprovecharse de su fortuna emparentando con ellos mediante matrimonios. Se afanaba por tomar parte en el saqueo de los fondos públicos, en esa época en que un ministro se jactaba de haber organizado «el chalaneo de las conciencias». Se lan· zaba desaforadamente a las empresas sospechosas, a las estafas famosas, la más colosal de las cuales fué la de la Compañía del Mar del Sur, y después de haber realizado grandes beneficios las denunciaba para rea· [izar con ello otros más todavía. Si el deseo de conservar a todo trance su rango, en un a sociedad en que el dinero se convertía cada vez más en la medida del prestigio y del poder, arrastró más de una vez a estos grandes señores a las aventuras menos honorables, tuvo también como erecto el despertar su actividad. Algunos de ellos, en lugar de buscar por todas partes nuevj s fuentes de renta, pensaron en aumentar aquellas de que ya disponían[ ¿No poseían inmensas propiedades, cuyo producto hubiese debido bastar para hacerlos poderosamente ricos? Pero esta· ban mal administradas, mal cultivadas, presa de la desidia y la rutina. P ara sacarles el meior partido posible era preciso emprender su exploloción metódica: obra considerable, que exigía mucha iniciativa, aten· ción y perseverancia 1 . La corte de la dinastía de Hannover, sin boato y c-n sus tres cuartas partes alemana, no atraía a la nobility como en el 11i¡:(lo precedente la de los Estuardos. Por lo demás, una parte de .l?s nobles eran allí mal vistos por su torismo, o sospechosos de afecc1on n In causa de los príncipes exilados. Se fueron a vivir a sus tierras y 1111 hicieron agricultores. l•:utrc estos cultivadores de título, el más ilustre es lord Townshend. l 111l 111j11clor en Holanda, negociador de la unión entre Inglaterra y Es· 1111 111 1 y clr!lpués de la paz con Francia, lord de la Regencia a la muerte ilt l·I 11111111 Ana, luego lor d Lieutenant 2 de Irlanda, dos veces secreta· 1111 tl1 11'. 111clo y presidente del Consejo Privado, r en unció en 1730 a la \ ltl.1 p111tll1111 1 u raíz de una disputa famosa con sir Robert Walpole, y 3 t 1111111 11 1111 dominio de Rainham, en Norfolk • Era. este una vasta 1 I• 11 l1111 tl1 (11 Iicn, en que alternaban las arenas con las ciénagas, Y 4 111 tl11111I• 111 1111 mo hierba era mezquina y rara • Lord Townshend 11

1 1111111111 I 1111 1t11JMIrndo bien que uno de los rasgos característicos de la 111111111 •11 111¡11!11111111 1•1 111 rúlculo de los fin es y de los medios: uSu símbolo es ni 111111 11111 v1 11 ,.1 111•1 vio 11<-l sistema es la cuenta del debe y el haber.» M oderne /\r1¡1l111f/.,11111, 1, l'Jll ~ Vh 11 y v ¡ 11111 111 1111111 cl 1• Trlanda. (N. del T. ) n Vt\11•1 \ 11111+(1 11 1111111/s o/ Agriwlture, V, 120-21. Young visitó en varias 11«11"ionrM 1•1 il o11il11l11 d1• ll uln hum (particularmenl e en 1760 y 1786) y lo describe 1•1111 odmlr111 11111, 11111111 111 modrlo que deben proponerse los propielarios y los 14rnnjoros ln¡¡l1•Mo•. d «Es 111111 p1 11v l111 111 tl11 111 q111• Ca1foq 1 dc1d11 quo l1uhío qno tlividirla onlre 101la Inglntt•rrn 1111111 11111·1•1 l11M 1•11minoA rrult>M, portt1111 11í1·1•1lv11nwn1c-, on RU tiempo, solo se co111p1111l11 il11 p11111p11M cl o ulf11tr11 y 1lr lirl'l'M int'llli nM; ni l o d écima porte estaba c11lil v1ul11" llcu 11111111r.A111.u l.I ANf'lllfll'r, Al11xun1lro y l•'rnnr;ois de la: Jloyage en Suf/ollr N Nrir/11/1,, t) , r111ln cll'I 24 tlf'I Mfl¡1tiN11brc de 1784·.

111

PARTE I:

ucometió su explotación, inspirándose en los métodos que había visto practicar en los Países Bajos. Drenó el suelo, mejoró ciertas porciones mediante el abono con marga y con estiércol; luego inició los cultivos, que se sucedían en rotaciones regulares sin agotar nunca la tierra y sin dejarla nunca improductiva. A ejemplo de los holandeses, tenía sobre todo a la vista la cría de ganado, a la que la proximidad de Norwich, el gran mercado de las lanas, prometía una remuneración segura e inmediata. Esto fue lo que determinó, tanto o más que los preceptos de Jethro Tull, su predilección por los prados artificiales y los forrajes de invierno; al mismo tiempo que perfeccionaba la agricultura inglesa, le trazaba la vía por la que habría de internarse cada vez más. Se comenzó por ridiculizar un poco a este par de Inglaterra convertido en granjero; se le puso el apodo de Townshend-Nabo (Turnip Townshená). No por eso cejó en su obra y en pocos años hizo de una región pobre y desheredada una de las más florecientes del reino. Su ejemplo fue seguido por los propietarios vecinos; en treinta años, de 1730 a 1760, el valor de las tierras se decuplicó en todo el condado de Norfolk 1 • El marqués de Rockingham, en Wentworth; el duque de Bedford, en W oburn; lord Egremont, en Petworth; lord Clare, en Essex, y otros aún, como lord Cathcart y lord Halifax 2 , desempeñaron el mismo papel, y encontraron a su vez numerosos imitadores. Bien pronto fue una moda universal, y todo gentilhombre se vanagloriaba de dirigir en persona la explotación de sus tierras. La generación precedente no se interesaba más que por la caza, no hablaba más que de caballos y perros; esta habla de abonos y de drenaje, de rotación, de trébol, de alfalfa y de colinabos. Al caballero del siglo xvn, que había sacado la espada en las guerras civiles, sucede el gentleman farmer. Hacia 1760 el impulso dado por algunos grandes señores se había comunicado a la nación entera. Los trabajos públicos emprendidos en todas partes, contrucción de carreteras, apertura de canales, desecación de pantanos 3 , también se aceleraron. Es entonces cuando aparece la clase de los grandes granjeros, para quienes la agricultura es una profesión, y que traen a ella el mismo espíritu de iniciativa y la misma aplicación que el comerciante a la dirección de sus negocios. Coke, de Holkham, se estableció en 1776 en un dominio que valía unas dos mil libras esterlinas de renta: a su muerte valía veinte mil 4 • Fue 1

PROT!IERO (lord Ernle): Pioneers o/ English farming , págs. 44-47. ldem, English farming past and present, pág. 173; Pioneers o/ English /arming, pág. 79. Véase YoUNG, A.: North o/ England, 1, 273-305; ídem, Southern counties, págs. 62-63. 3 Inmensos trabajos fueron ejecutados a este efecto en los fens de los condados de Cambridge, Bedford, Huntingdon y Lincoln. Véase Statutes at large, 30 Geo. II, c. 32, 33, 35; 31 Geo. II, c. 18, 19; 32 Geo. II, c. 13, 32; 2 Geo. III, c. 32; 7 Geo. III, c. 53; 13 Geo. III, c. 45, 46, 49, 60; 14 Geo. III, c. 23; 15 Geo. III, c. 12, 65, 66; 17 Geo. III, c. 65; 19 Geo. 111, c. 24, 33, 34, etc. "' RtcnY, E.: H olkham, its agriculture, págs. 21-24. Los hijos de La Roche2

lll:

LOS ANTECEDENTES

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPH:D AD TERRITO HIAL

us

uno de los primeros que empleó instrumentos de labranza perfeccionados. Practicó el régimen de los largos arriendos, el único que podía alentar al cultivador, con el mañana ya asegurado, en los esfuerzos reflexivos y sostenidos. Se consideraba como un educador: reunía en torno suyo a los g¡ianjeros de su región, para conve1tirlos a los métodos nue· vos. Bakewell, su contemporáneo, fue el prototipo de los grandes ganaderos modernos 1 . Se propuso mejorar sistemáticamente las especies domésticas, y lo consiguió mediante cruzamientos hábiles, mediante esa selección artificial, cuya observación atenta habría de revelar a Darwin algunas de las leyes ~ás generales de la vida. En 1710 el peso medio de los bueyes vendidos en el mercado de Smithfield era de 370 libras, el de las vacas de 50 libras, el de los carneros de 38 libras. En J 795, gracias a Bakewell y a sus émulos, estos pesos habían ascendido respec· tivamente a 800 libras, 150 libras y 80 libras 2 • Ciertas razas famosas de ganado, la raza de Dishley, la raza de Durham, datan de esta época, y su constitución muestra, mejor que ningún documento, la meta que se habían trazado los ganaderos del siglo xvrn: los huesos finos, los miembros cortos, la cabeza pequeña, los cuernos apenas desarrollados, atestiguan el cuidado que ponían en suprimir todo lo que no contri· buya a la enorme cantidad y a la calidad superior de la carne. Comprendieron que estaba próximo el día «en que se estimaría más la carne del buey que.su fuerza de tiro, y la del carnero más que su lana». En el momento en que apareció la gran industria la agricultura moderna estaba fundada. Ya no quedaba más que hacer sino forzar In" últimas resistencias de la rutina. Esta fue la obra de hombres como /\ 1ll111r Young, a quien vemos, a partir de 1767, recorrer toda Ingla11 11 11 nnotando día por día y legua por legua el estado de los cultivos, l 1 11111lnrns emprendidas, el éxito o las decepciones de los innovadores, 111 1 11111 llul6n de los propietarios, de los arrendatarios, de los jornaleros. l.111111tl11 11111prcndió en 1789 su famoso viaje a Francia, no fue más que p111 d 111 111 11111 , mediante una serie de comparaciones entre Inglaterra y 111 1:111111111·11101 a la encuesta que perseguía desde hacía más de veinte 111111 l'111p11~1111d ista activo, dejó una multitud de escritos 3 , aparte l11t11 ,rnld 1 111111111111 vlMltoron el dominio en 1784 y lo han descrito en su Voyage 8111/11/1, 11 , 1 111l 11 dt•I 24 de septiembre de 1784. 1 1 W I 111 NI , 1.,.11111•11 de: L'Economie rurale en Angleterre, págs. 27-29, narra hrnv111111111l 11 111 hl.1111!11 rl<' la granja ganadera de Dishley Grange. Véase YouNG, /\rth111•: 011 1/111 /11nlu111rlry o/ the three celebrated farmers, Bakewell, Arbuthnot 1111d J)nl'!.W ( 11111 ). 2 l1:u1:N, 111 l'vl ."1111111 o/ the poor, 1, 334·. SombarL señala con razón la influcncin dc•I 111 1•11•11 tl11 clu l.nnrlrc8 sobre las transformaciones de Ja cría de ganado Y de la ugl'iC'u l1111 11 1•11 1111111• 1111. Moderne Kapitalismus, JI, 155·59. 3 He uc¡uf 111111 ll•ln Mllt110riu (que no compn·ndo los numerosos artículos aparecidos en 1111 1111111/, 11/ Afrirulture dc8do 176'\i n 1809): tcSylvuc, or occasio· 11,tl tracts on h11Kliu111I 1y 1111d 1111111 rconomkeu ( l 767), ccThr fnrmcr' s lellers to the people o! Enl(lnnclu ( 17117), uA Mix w1•rk1' tu11r 1h ro11Rh thc NOuthcrn counties n[ England» (l 76B), <1 !.11111•1M 1•11111·1•! 11 i1114 1hn ~1 1111• o{ 1he l'rcnch nat ion» (1769), 1•11

MANfOUX.- 10

PARTE I :

LOS ANTECEDENTES

de sus cuadernos de viaje: a partir de 1784, dirigió los Anales de Agricultura, en los que el rey Jorge III, según se dice, no desdeñaba colaborar. Con sir John Sinclair, cuyo nombre merece ser asociado al suyo, fundó en 1793 una gran institución destinada a fomentar y a organizar el progreso agrícola: es el Board o/ A griculture, cuyo secretario celoso fue durante treinta años, recogiendo de todas partes las il'\formaciones y las ideas, dirigiendo la inspección metódica de todos los condados del reino 1 • Aunque se quejase sin cesar de la lentitud de las mejoras más urgentes, estaba en condiciones de medir todo eJ camino recorrido ya. No era un movimiento en sus comienzos indeciso y de porvenir incierto lo que él se ocupaba de conducir, sino un movimiento ya potente y muy pronto irresistible. Basta para convencerse de ello releer algunas de las páginas donde describe el estado de los campos franceses en vísperas de la Revolución. Le pareció singularmente des2 cuidado y miserable: era el de su propio país cincuenta años antes • Arthur Young y sus colaboradores han asistido al crecimiento de la gran industria; han comprendido que estaba ligada a ese desarrollo de la agricultura, del que eran sus infatigables obreros. Han observado «Essay on the management of hogs» (1769), Thc cxpediency of a free expor tation of com at this timen (1769), «A six months' tour Lhrough the North ol England », 4 vols. ( 1770); «The far mer's guidc in hiring and stocking farms» (1770), «Rur~l CEconomy» (1770), «The farmer's tour through the East ol Englan~n, 4 volumenes (1771): «The farmer's calendar» (1771), «Proposals to thc l eg1slature for numbering the people» (1771), «Political essays concerning Lhe present stalc of Lhe British Empire» ( 1772), «Übservations on the presenl state of the waste lands of Great Britainn (1773), «Political Arithmetic» (primer vol., 1774 i segundo vol., 1779), «A tour in Ircland, with general observations on the present state of th at kingdomn, 2 vols. 0780); «The qucstion of wool truly stated» 0788), «Tr avels in France, I taly and Spain during the years 1787, 1788 y 1789», 2 vo· lúmenes (1790-1791), «Exemple of France a warning to Britain» (1793), ccGeneral view of the agric ulture in thc counly of Suffo lk» (1794), «Id. in the county of Lincolm> (1799) «Hertfordshire» (1804>>, ccNorfolkn, 2 vols. (1804), «E ssexn , 2 volúmenes (1807); ccOxlordshiren (1809), ccThe constitution safe . without reformn (1795), ccAn idea of the presenl state of Francc» (1795), «Nat1onal dan~er ~nd the means of safety» (1797), «An inquiry into the sta te of the pubh c m md amongst the lower classesn (1798), «The qucstion of scarcity plainly stale~ » (1800), cclnquiry in1o the propriety of applying waste l ands to 1he better mam· tenance and support of the poon> (]801), «Essay on manures» (1804), «Ün t~1e ad· van ta ges which have resullecl from the establishinen l of the Board of Agncultu· re» (1809), «Ün the husbandry of the three celebrated farmers, Bakewell, Arbuth· not and Ducket» (1811), cclnquiry into the progrcssive value of the moneyn (1812), «lnquiry into the rise of prices in Europen (1815). 1 A par tir de 1794 el Board of Agriculture publicó una serie de informes sobre el estado de la agr icultura en las diferentes provincias. Estos informes, en número de un centenar, son conocidos con el título general de Agriwltural Surveys. Entre las demás publicaciones del Board citemos el notable General report on enclosures (1808), redactado bajo la dirección de sir John Sinclair. 2 Y recíprocamente, Inglaterra era considerada como un modelo por todos l os que intentaban, hacia el fin del antiguo régimen, reformar la agricultura francesa. Allí se enviaba a los jóvenes a estudiar agronomía.

Ill:

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TEltlllTORIAL

147

más de una vez la acción recíproca de estos dos grandes hechos contemporáneos 1 • Pero por dispuestos que estuviesen a estimar la reforma agrícola como una obra completamente r eciente-olvidando un poco, a veces, los esfuerzos de sus predecesores 2- , no habrían cometido el error de presentarla como una consecuencia del movimiento industrial. Es solamente hacia el fin de su vida cuando han visto surgir del suelo esas ciudades negras y populosas, cuyo empuje debía arruinar a la agricultura inglesa mucho más de prisa todavía de lo que la había enriquecido. El mismo progreso de la cría de ganado, evidentemente estimulado por la demanda de los centros manufactureros, se explica en sus comienzos por muy distintas razones. La causa principal que durante mucho tiempo lo había impedido, la dificultad de alimentar a las reses durante el invierno, había desaparecido. La guarda y el cuidado de los rebaños exigen menos mano de obra que la mayoría de los cultivos. Esto era bastante para tentar a un gran número de granjeros, incluso en una época en que la carne se vendía aún a bajo precio 3 , y en que su consumo permanecía relativamente escaso. Por lo demás, ¿no había sido Inglaterra, desde tiempo inmemorial, un país de pasturajes? Lo que ella hacía ahora no era otra cosa que explotar de nuevo y más activamente una de sus más antiguas riquezas.

VII

l.11 aplicación de los métodos nu evos tropezaba con un obstáculo: 1 111

111 existencia de los open fields. La mayoría de estos «campos sin

11 11 11drn11> estaban muy mal cultivados:

las tierras de labor agotadas, monótona de las a sí mismos, in\'t11lldo por d brezo y la aulaga. ¿Cómo hubiera podido ser de otra 11111111 111'( C11dn cultivador se encontraba sometido a la rutina común. l"I 1 11 11111 dn rotación adoptado por toda la parroquia solo convenía a

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¡11•• 111 11<' los años de barbecho, por la alternancia 1111 11111• 110111~chas;. los pasturajes, como abandonados

i\1111111 Y111t1t 1', en sus v1aJes, nunca deja de informarse sobre Jos talleres Y 111" 11111111•11 •, 11111111 nota de los salarios y los compara a los de los jornaleros, 1rn111 il!' •1tl11•1 • I 111 población industrial aumenta o disminuye en relación con la pobluc1611 11111 lo
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PARTE I: LOS ANTECEDENTES IlI:

ciertas tierras, y las dem ás tenían que soportarlo • L os r~baño.s s e 2 alimentaban de yerb ajos, y su promiscuidad daba lugar a epizootias,. En cuanto a las m ejoras, quien hubiese intentado haced.as. se habna · do . No podía avenar sus campos sin el consentimiento Y't el arruma . . concurso de sus numerosos vecinos. Cada parcela, ?ircunscn~a a im1 es fijos, era demasiado estrecha para q ue se la pudiese rastnllar ~n los dos sentidos, como recomendaba Jethro Tull. Para es?oger el tiempo de la siembra, habría sido preciso empezar por aboh: la costumbre que hacía del open field 3 , durante vanos meses del an,o, un :ipacentadero común. Emprender cultivos inusitados, ~embrar !:ebol alh donde h abía cebada 0 centeno, no había ni que sonarlo. Anadase a esto l a extraordinaria complicación d el sistema, las querellas, l?s procesos p:rpetuos, que eran su consecuencia inevitable. El granJ~~·o de ~~tano, para quien l a agricultura no era m ás qu; u~a. acup~c1on trad1c10n~l, . aceptada como una herencia, y que le hacia v1v1r medianamente, I?od1a acomodarse a este sistema; para el granj ero moderno, que con si dera la agricultura como una empresa, y que calcula exactamente sus gastos y sus beneficios, este derroche for zado por una parte, Y por otra_ p~rte esta imposibilidad material de hacer nada por acrecentar el rend1m1ento, son sencillamen te intolerables. Es menester, po~· ~anto, q ue el o~en field desaparezca; y es por eso por lo que el movimiento de las enclo-

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

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i «¿Qué sistema puede haber más bárbaro que aquel que obliga a todo~fi los granjeros de una parroquia, que ocupan propiedades cuyo suelo tal vez l d1 e;e totalmente, a practicar una rotación idéntica?» General report on ene osur 5 , pág. 219. · · , 2 HoMER, H.: An essay on the nawre and meth~d o/ as~eruumng t ie spe¡.i l~ shares o/ proprietors, etc., pág. 7. Sobre todos los mconvementes ddel open i,e ._ ' JoHNSON, A· H · · Disappearance o/ the small 1an owner, pag1 system, vease nas 96-97. . l' ·' d capaz 3 «¿Cómo un gran jero, con todo el traba10 y la ap 1cac1on. e :>que e~ .' lo rará efectuar Ja menor mejora en tanto subsista el open field: Jamas ver!a re~ompensados sus sacrificios ; sus dispendios serían siempre super~ores, ~n raz~~ de la dispersión de sus tierras, a lo que pudieran reportarle sus me1oras, s1 es q' tenía tiempo y gusto para emprenderlas. Está forzado a conformarse con 1~ practica costosa de la labranza, incluso. si el valor del suelo es tal que cabna convertirlo en buenos pasturajes, que reportarían más con . diez vec~s menos ga ~tos.,, Board of Agriculrure «A view of the state of the agnculture m thc co5nt1 y of Rutland,,, págs. 31-32'. Véase Gentleman's Magazine, añ? 1752, pá?. 454; INCLAIR, J hn • An address to the members o/ the Board of Agnculture, pag. 22 ; l oum. o/ t~e House o/ Commons, XXV, 511; XXVII, 70; XXXVII. 71; X~IX, 904, e~c,; TUCKETT J · A history of the past and present state of the labourmg ~opd,lation, II 395 'T~dos los inconvenientes del open field son muy bien an~l~za ~s ~or P~OTHE.RO : English farming, págs. 154-56, qui~n analiza, a este , propos1to os informes de los corresponsales del Board o/ Agnculture (_1delll:·• pags. 226 Y ~:~·) Y concluye así: ce La impresión que deja esta masa de testm,iomos es q~e e1 re.,1men del open field y el enmarañamiento de .tierras .que de el, resulta t.1;nen P~:a ;~ agricultura consecuencias desastrosas e irremediables.» Vease tCmb1en Jz°~ d Disappearance o/ the small landowner, págs. 96-97, y GoNNER: ommon a an inclo.mre, págs. 308 y sgs.

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sures, iniciado en el siglo XVI, se reanuda en el XVIII, y esta vez para no detenerse ya 1 • Entre las enclosures de los siglos XVI y XVII y las del XVIII, hay una diferencia esencial. Las primeras h a bían sido combatidas por el gobierno r eal ; las otras, por el contrario, fueron protegidas y fomentadas 2 por el Parlamento • Bajo los Tudor y los Estuardos, l a enclosure, cuando no es un acto de acaparamiento pu ro y simple, va precedida de un acuerdo entre todos l os propiet arios de una parroqui a. Pero l os po- 1 derosos tienen más de un medio para suprimir toda oposición: «Los que querrían resisti r son amenazados con procesos costosos, largos e inciertos; en otros casos, son objeto de persecu ciones por parte de los 1 grandes propietarios, que hacen cavar fosos alrededor de sus propios dominios, obligándolos así a largos rodeos para dirigirse a su s tierras, o que, por pura malicia, sueltan conejos o crían gan sos en los t errenos 1 vecinos en detrimento de sus cosechas» 3 • Los acuerdos, una vez r egis- / ~ l rndos en el Consejo de la Cancillería, se tornan ej ecutorios sin otra ' 1 formnlin a d. En el siglo xvm , el método se perfecciona. Si no es posible 1 1 ohlt 11cr los consentimientos necesarios para concluir un acuerdo mutuo (rlrrd of mutual agreement}, la autoridad pública puede intervenir 4 • 1 'f'odm1 las actas de enclosure inscritas en el Sta.tute Book, sin excepción, rn1 1·1·p111>onden a otros ta ntos casos en que no se había a dquirido la 11111111imiclad de l~s derech ohabientes. Pe"i:-o l a acción legisla tiva no se 111111111 t•n movimien,to espontáneamente. Es aquí donde vamos a ver a l11Ml1t111'l1111 y en p rovecho de quiénes se hacían las enclosures. 1 1"111 ron los grandes propietarios los primeros que emprendieron la 1 pl11t t1•lc'm metódica de sus dominios según las reglas de la agricultura 1•:11111 <'ll os los que soportaban más impacientemente las serviilr•I open field. Y ellos serán, casi siempre, los que tomarán

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t 11 ill~ 1•11111 do los com unales es preconizada por las mismas razones. Véase lo 1111111111111 npnrccido en 1744 con el título siguiente: A method humbly 1 111 1/11 11111•idrra1ion o/ the honourable the members ·o/ both Houses o/ l / 1 / 111 /11 1111 /•'111(/i.Th woollen manu/acturer: «En ciertas partes de este reino l1ft 1 111 11 t 11111111 ''"Pncios incultos que si estuviesen divididos y cercados se 11111~1fll•l111 111 111111111• riorras de labor y en buenos pastaderos.>• La repartición 1 111 11111 il n 11111 comunales, según el autor del folleto, debía reportar, 111 1111 • 11111 111 11111111 , 11111111111•• rlo libras esterlinas; para animar a los compradores pro· p1111111 1111111 ilri 11 111 111111 11d1111iriesen varios lotes un título de gentry ( esquire 11111 111 • 11111111 i il tl11 11111••, c·nhnllero por cuatro, baronet por ocho). 1 1111 ~1111 11 111111111111 loR epíLclos más enérgicos, calificándolas de actos il11 1n11ll111, d1 11•li11 111~1111l 11 il11 : «El progreso del siglo xvm consistió en que fue In1 IMy 1111•11111 1 l 1 11111 "" 1·1111vlr1 ió on instru mento de exr>oliaci6n... Das Kapital, 1 1•d., 1, 1•1 1 \ M11111 , W. ,J. : lntroduction to E11glish economic history and 111~111 y, 11, ~rri 11111 111, 111111 11 n 1¡11c In ovirclón de• 1011 111rrnigueros coneuetudina· tl11• 1111110 1111 1•1·1•11 •111 vl11l111 l1111 11011i1 lvn do 11l11¡¿1Ín d111·1•l'l10 roconocido. 11 Ct1NN1:11 : í,111111111111 lr111d1 "'"' 1•11rl1M1111•N, 11~14. 111:.!. Cr. Pno'l'111mo: English /111111/nf(, pó¡¡1. lfil 11' 1, 1 Jl o~11m, 11.: /11 1·u111 1111 th1l 11111111r 11111/ mrtlroil o/ asccr1aining tite speci/11 ''""''·' o/ prowirtm 1, ¡1A14, 4',

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ln iniciativa de una petición al Parlamento, para so~icitar un a_cta de enclosure i. De ordinario, empiezan por conferen~~ar entre s1 para · un attorney 2 encargado de llevar la operac10n desde el punto ' . · bl eleg1r · t · 'd' Luego convocan a todos los prop1etanos · en 1asam ea de vis a Jun ic0 . general. En esta reunión no es la mayoría la que decide: .º~,votos cuentan en razón de las superficies poseídas. P~ra que la pet1c1on sea aceptada importa poco el número de signatarios; pero deben repre3 sentar la~ cuatro quintas partes de las tierras a cercar • Los que poseen la última quinta parte son con frecuencia ?~stante .numerosos, a veces los más numerosos 4. Se pueden citar pet1c1ones firmadas por dos o tres nombres e incluso por uno solo; bien es verdad que son no.robres importantes, \mponentes, acompañados de títulos que los. recomienda~ 5 a la atención y a los miramientos del Parlam~nto . S1 el conse~tl miento de algunos peaueños propietarios es indispensable, se les pi.de de tal manera que ape~as pueden rehusarlo. Son los gra~des personaJeS de la localidad, el lord of the manar, el v~c~rio, los. gentileshombres que residen en sus tierras 6 , los que van a solicitarlo, sm du~a con un tono de mando más bien que de ruego. Si el hombr~ se resiste, s?d le7 a;e· naza, y acaba por dar su füma, a reserva de retirarla en segm a · or YouNG, A.: North o/ England, I, 222. Delegado, apoderado. (N. del T. ) 3 JlOMER, H., ob. cit., pág. 43. · · . 8 solicitan la
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ibíd¿, ~~~l:i·ó:5~~ Jos condes de Derby Y de Aylesford para la encl~~á,'e p~~ic~~ riden (Warwickshire), Joum. o/ the llou~e of ~om1Wns~c;;1~:·ckinghamshire), del duque de Marlborough para la enc.osure .º es 'logos· The village ibíd., XXX, 56. lJAMMOND, J. L. y B., c11an vanos casos ana · labourer, pág. 43. . . l l v· Ho IER H obra 6 TJa firma del lord o/ the manor er a 111d1spensa) e. ease . ~ , . ·• . , · d , 43 He aquí el co¡nienzo de un atestado que r elata la presentac1on cita a, pag. . ' d 1 petición de de una de estas peticiones a la Camara e os omunes · « ~na, William Sutton y Edmund Bunting, genlileshombres, lores del, ~enon~ d~ F~ce~y en Cleveland en el condado de York; William Deas~n, clengo, vEdno d i lesia parro~uial del citado lugar, y sir William Fouhs, ?aronet; wa~ s~n, Francis Topham y Matthew Duan e, esquiresi ]oh~ Ric~at~on Y David Bu1: ton gentileshomb res; Margaret Allilee y Mary Alh lee! vmdas ~ s1.end~ todos terr~ gu~ros libres y propietarios de bienes raíces en el citado sexx~' ~{ pr esenta a la Cámara y leída ... » Journ. of the House o/ Commons, , · 7 P etición de varios cultivadores de Winfrith Newburgh .
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LAS MODIFICACIONES DE

!, A

PROPIEDAD TERRITORIAL

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lo demás, es raro que se llegue a estos extremos; el campesino ni siquiera se atreve a manifestar su descontento: lo que teme, por encima de todo, es «entrar en conflicto con sus superiores» 1 • Una vez firmada la petición, se envía al Parlamento. Aquí empieza una serie de formalidades costosas: son los ricos propietarios los que corr en con sus gastos 2 • El Parlamento les es completamente adicto. ¿No está acaso compuesto de sus mandatarios, de sus amigos, de sus parientes inclusive? 3 • Los caudillos de la vieja aristocracia que ocupar asiento en la Cámara de los Lores, así como los gentileshombres provincianos que pueblan la Cámara de los Comunes, son los representan- · tes de la gran propiedad. Con frecuencia, el bill es preparado inmedia1amente, sin encuesta previa 4 • Si una encuesta está ordenada, casi ~iempre termina en conclusiones conformes con los deseos de los peticionarios. Las contrapeticiones no tienen efecto más que en un solo caso: es cuando también ellas emanan de la clase poseedora y dirigente. Las reclamaciones del lord of the manar, que cree no enajenar ninguno do sus derechos anteriores, las del vicario, que pide una compensación por sus diezmos, tienen probabilidades de ser acogidas favorablemen11• ,\, Si una sola persona posee una quinta parte de la superficie a cer6 l'lll', ~u oposición basta para detenerlo todo . Así, lo que los grandes propir tarios hacen solo los grandes propietarios pueden deshacerlo. Sr vota el acta de enclosure. Aunque su texto sea, de ordinario, muy 1111 ¡i;o y cargado de cláusulas complicadas no fija más que las condicio111 ¡i;c•ncrnlcs de la operación: solo sobre el terreno y en presencia de 111 11111•n•sudos se pueden regular los detalles. Una tarea considerable, 1 d1 11111 míis delicadas, queda por cumplir: es preciso ir al propio lugar 1 ¡\ 11111 l'lf1.t11N, St.: An inquiry into the reaso ns /or and against enclosing the 1•11 " /lrlol pi'tf4"· 21J..25. • \ ~.1 1 1•1 l11ínr111e sobre las tierras incultas (1800). fourn. o/ the House of 111111111111- 1 V, :11)2. Los derechos par lamentarios ( parliamentary fees) exigibles 11111 11 ~11lo1 il1• 1111 n1•1u de enclosure ascendían , por lérmino medio, a 50 libras 111 1li1 1111 11111 11111• 11ííudir los honora1·ios de los solicitors * y de los abogados, los lllí llll 1 111 11111 11111 1•1 c·nvío de testigos ante la comisión parlamentaria encargada ti l 1 1111111111 111 "••11.1í n L ECKY: Hist. o/ the XV!llth century, VI, 199, el tolal 1'111 l1d111 111111 11111 y :1110 lihl'as. 1 ll ~11~1111'1f11 1 1 y B. (Village labourer, págs. 65-70) citan el caso del bill d1• r111 ¡,, 111 P d1 1 11114'• ~ .. cl¡¡;moor, presen1ado en interés de lord Bolingbroke y 111111ll ld11 1 1111 111111111 d1•l qur formaba parte su hermano lord St. John. 1 \ l •I 1 /11 11111 11/ lhl' 111111.1


Procuradorca. ( N. tlr/ 'I' ) '

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PARTE I: LOS ANTECEDENTES

I1I: LAS MODIFICAC IO NES DE LA PROl'CEDAD Tlm lll'l'ORIAL

p1tr11 comprobar el estado de todas las propiedades, medir todas las

tic1par ellos personalmente 1 • La omnipotencia de los comisarios es la suya. ¿Será de extrañar que la hayan usado en su provecho? 2 El abuso era tan visible, que los partidarios más decididos de las enclosures y los menos sospechosos de hostilidad hacia la gran propie· dad lo han denunciado enérgicamente. Arthur Young pedía en 1770 que los comisarios fuesen elegidos por una asamblea de todos los propietarios y responsables ante los tribunales 3 • Por lo demás, su protesta no fue escuchada: hasta 1801, fecha en que se promulgó una ley general destinada a fij ar de una manera definitiva las disposiciones comunes a todas las actas de enclosure 4, no se tomaron medidas para impedir las injusticias demasiado irritantes. Se dispuso la prohibición de las funciones de comisario «al señor, a los intendentes, arrendatarios o agentes 11CL11almente a su servicio o que lo hayan dejado desde hace menos de tres años, así como a toda persona, propietaria o no, que esté en pose11i6n de cualesquiera derechos sobre las tierras sometidas a la enclosut'r» G. Los comisarios se atuvieron desde entonces a recibir todas )as rl'clamaciones y a inscribirlas en sus atestados. Por último, toda perso111\ que se juzgase perjudicada tenía el derecho de apelar de la decisión d1• 1011 comisarios en las sesiones trimestrales de la justicia de paz (Quar11•1 srs.vions) 6 • Estas prescripciones tardías permiten adivinar las expolinr ioncs cometidas impunemente durante un siglo.

parcelas de tierra de que están compuestas,. ¿stimar su renta, así como el valor relativo de los derechos ejercidos por cada uno sobr e el comunal; a continuación, tomar todo el territorio de la parroquia, el commonfield junto con el open field, y dividirlos en partes equivalentes a los dominios parcelados que van a reemplazar; distribuir, si ha lugar, indemnizaciones, prescribir y vigilar la instalación de los cercados que en lo sucesivo separarán las propiedades, dirigir la ejecución de los proyectos de interés general previstos por el acta como complemento de la enclosure, trabajos de vías de comunicación, de drenaje, de regadío 1 • En suma, se trata de operar, en la extensión de una parroquia, una verdadera revolución; de apropiarse, por así decir, del suelo para repartirlo entre los propietarios de una manera enteramente nueva y que debe respetar, sin embargo, los derechos anteriores de cada uno. Para proceder con toda equidad a este reparto, para evitar los errores y la arbitrariedad, ¡qué cuidado minucioso, qué seguridad de evaluación y también qué imparcialidad, qué desinterés perfecto no hubiese hecho falta! Estas funciones tan importantes y tan difíciles se confiaban a comisarios, en número de tres, cinco o siete 2 • Para todo lo concerniente a • la enclosure, gozaban, de poderes ilimitados. «Ejercen, dice Young, una especie de despotismo. Son como un soberano absoluto, en cuyas manos están todas las tierras de una parroquia y que las refunde y redistribuye a su capricho» 3 • Durante mucho tiempo sus decisiones no tenían apelación. Es, por tanto, un punto capital el saber quiénes eran estos comisarios, de dónde venían, quién los nombraba. En principio sus poderes dependían del Parlamento: sus nombres figuraban en el acta de enclosure -i. Pero como se trataba de cuestiones locales, en las que el Parlamento se interesaba poco y no entendía nada, en realidad er an designados por los signatarios de la petición. Es decir, q ue su elección, como todo lo que la había precedido inmediatamente, estaba al arbitrio de los grandes propietarios. Aquí reaparecen una vez más los mismos personajes: «El lord of the manar, el rector y un pequeño número de los principales commoners monopolizan y distribuyen los nombramientos» 5 • Escogen hombres de su devoción, a menos que prefieran par1

HOMER, H.: An essay on the nature and method, etc., págs. 60, 99, 102. sir John: General report on the present state of waste lands (1800). /ourn. of the H ouse of Commons, LV, 348. 2 Idem, ibíd., pág. 43. Board o/ A griculture, «General report on enclosures» (1808), pág. 72. s YoUNG, A.: North o/ England, I, 226. 4 Así ocur rió al menos a par tir de 1775. Véase ] ourn. of the H o use o/ Commons, XXXV, 443. 5 B!LLINCSLEY, J.: A general view of the agriculture in the county of SomPrset, pág. 42. Sir John Sinclair, que preparaba la ley de enclosure (General 1nrloRuro Bill) de l 796 e intent11ba saber cómo sucedían las cosas en general, SINCLAIR,

1 r1 lhfn : «El resultado probable es el nombramiento de uno de los comisarios 1111 1•1 lord of the manor; de otro, por el titular del diezmo, y del tercero, por 111 }" n11l1•1urios que detentan la mayor pane del valor de las tierras.» Annals o/ 1 ' 11d111rr, XXII, 76. 1 llr 1111r1 res pecting the persons to be appointed commissioners in bills of enfr¡ ,,, , 1' ~11· ~. (1801). 1~11 11 1' l o~ autores que han estudiado las enclosures los comisarios han en111111 11111 tl11(1111"oreR: «En cuanto al establecimiento de las enclosures Y a las 1 11111111 ti" In" comisiones, no parece que, en conjunto, haya lugar a lanzar 11l1111111ft 111111111,1611 de parcialidad contra tal o cual clase de participantes. El l 1 1l1n f 1 11111'''11 l111IHlt'~e · hecho con honradez, si no siempre con competencia, y, 11 11111 n 1 111 1111111 hurnn fe.» GoNNER, ob. cit., pág. 76. «A pesar de algunos errores 1 1 11 111 "' ll 1•11111, no hay razón para pensar que los comisarios hayan mostrado 111 f 1 1n p 111 l11lltlntl que, a menudo, les h a sido imputada; en una palabra, ltlr 1 lt••I 11 IHl01i11 honrada e imparcialmente.» CunTLER, ob. cit., p ág. 159. No ftl1-tli11I 1 1 ni'! 1111 n1l111ll11 que «hubo muchos asuntos mal resuellos y mucha arbitra1Ir rl 111111 l 1 111111111 111' rl1•r1os comisarios». Añade que «los repartos, en su conj unto, e 111vl1 ''" 1 111 l111111r 1·1111 1011 derechos l egal es•; ahora bien, la s upresión sin com111 :10 111 11 rl 1i1d11 111 111111 no estuviese fondado en títulos escritos ocasionaba gra\118 11 111111111 11tt il '1 111•1¡111•110 cultivador: «Quitad a las p equeñas fincas las ven· 1111"• 1111111111111 1111 vN1\ I~ nrruinadas de arriba abajo.» (lnquiry into the ad111 /11111111111•1 rt'.11ilting /rom lhe Bilis o/ Enclosures, 1780.) n \ 11111111 \ 1 {\1111h 11/ fo:ttRlnnd, I , 232. 1 ~I l.111 111 , 11111 1 h Ur111111 1, •111, 1111 1/1r fll''·"'"s to be u¡1¡mi11trd rommr.woncrs, pág. 4. n S1Ncl.A111 1111 1111111 1.fl1•11m1 011 1h11 11n1 111 oí w11"11• lnnd >>. Joum. o/ the liou'" t1/ Cm11 1111111 1, 1,V1 111'11 11 ll M¡1or1 froin 1h11 Cn111111h1 rc1 nppoinlC.'d lo nmend the ln11illnr, ordt•t• , 11 ~1 1r1 111114 thi; hlll" oí Nwle1"111·m1 ( 11101), Joum. of tite llouse o/ t n1111111m.1, LV I, Mil, '

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. 1)

PARTE 1: LOS ANTECEDENTES Ill:

VIII El pequeño cultivador, para quien su campo no es un capital, sfno un sustento, asiste como espectador impotente a esta transformación en la que están en juego la conservación de su propiedad y las condiciones mismas de su existencia. No puede impedir a los comisarios el reservar las mejores tierras a los que son más ricos que él. Se ve forzado a aceptar el lote que se le asigna, incluso si no- lo juzga equivalente al que poseía antes. Pierde sus derechos sobre el comunal, dividido desde ahora; bien es verdad que se le atribuye una parte de esta tierra común; pero se le mide en proporción con el número de animales que envía a pastar al páramo del señor. En fin, una vez más el que más te· nía es el que más recibe. Y ya en posesión de su nueva propiedad, es preciso que el yeoman la rodee de setos, lo que le cuesta trabajo y dinero. Es preciso que pague su cuota de los gastos generales de la enclosure. a menudo muy considerables 1 • Es imposible que no salga de aquí empobrecido, cuando no endeudado 2 • En cuanto al cottager, el jornalero que, por tolerancia 3 , vivía en el comunal, en donde recogía madera y criaba quizá una vaca lechera, todo lo que creía poseer se le quitaba de golpe. Ni siquiera tenia el derecho de quejarse, porque después de todo el comunal era una propiedad ajena. «Pretender que se roba a los pobres, exclamaba con voz unánime la clase poseedora, es anticipar un argumento falaz ; no tienen titulo legal para el disfrute de los comunales» 4 • Sin duda, pero hasta entonces se beneficiaban de una situación de hecho, consagrada por un 1 La cifra de 2.000 libras era considerada como una media. Véase General report on enclosures, págs. 331·34. De acuerdo con YouNc, A.: A six months' tour through the north o/ England, I, 230, los dispendios de la operación tenían

que repartirse con frecuencia entre seis y siete años. 2 ADDINCTON, St.: An inquiry into tite reasons for and against encLosing the open field, pág. 35. Sobre el peso de los gastos impuestos por la enclosure al pequeño propietario, véase PROTllERO: English farming, pág. 251; H AMMOND, J. L. y B.: Tre village labourer, pág. 97; GONNER: ommon land and inclosure, pág. 373; ELIASCIIEWITSCH: Die Bewegung zug1mste1i der kleinen landwirtschaftlichen Güter in England, pág. 58. 3 Marx se equivoca c uando escribe: «Sir F. M. Eden, en s u defensa astuta, intenta presentar l a propiedad comunal como un dominio privado d e los grandes propietarios, sucesores de los fe udales; pero se refuta a sí mismo a l pedir que el Parlamento vote un estatuto general sancionando la división de los comunal es. No solo confiesa con ello que para transformarlo en propiedad privada sería menester un golpe de Estado del Parlamento, sino que pide al l egisl ador una ind emnización para los pobres expropiados.» Das Kapital, I, 749. l .' El acta gener al de enclosure no estaba destinada en modo alguno a sancionar la división de l os comunales, sino a unificar su procedimiento; 2.', la indemnización otorgada e n compensación de un goce consuetudinario no implica el reconocimiento de un derecho propiamente dicho. Marx parece haberse hecho del régimen de los co munal es ingleses una concepción poco conforme con la real idad. Bour:roN, Mauhew: ... Carta a lord H awkesbury, 7 de abril de 1790, c itad a

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LAS MODIFICACIONES DE

LA

PROPIEDAD 'l'El\fll'fOJUAL

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largo uso. Se ha sostenido que las ventajas de esta situación se r educían a muy poca cosa y que su pérdida no podía disminuir sensiblemente el bienestar de los cottagers 1 . La ley, sin embargo, parecía reconocer la gravedad del daño que se les hacía: Un acta de 1757 prescribía a los comisarios de las enclosures entregar ciertas indemnizaciones a los administradores de la ley de los pobres «a fin de socorrer a los indigentes en la parroquia donde se encontraban las tierras baldías, bosques y apacentaderos comunales sometidos a la enclosure» 2 • Era admitir implícitamente que la división del comunal producía indigentes. A veces 1;e iba más lejos : se conservaba para uso de los habitantes más pobres ele la parroquia, de los cottagers sin propiedad, un trozo de tierra indivisa 3 o, por el contrario, se les distribuían pequeños lotes para que ali mentasen en ellos a su miserable ganado 4 • Compensaciones raramen1r concedidas.~ y por lo demás ilusorias: los lotes así distribuidos eran tan exiguos, tan insuficientes, que los campesinos aprovechaban la prirnr ra ocasión de deshacerse de ellos a cambio de un poco de dinero. Y esta ocasión no se hacía esperar. Porque una vez terminada la enclosure, asignadas las partes, plan111do5 los setos alrededor de cada tierra, todavía no ha terminado todo. l .os g randes propietarios no han sacado aún de la operación toda la 1-111n11n cia con la que _cuentan. Después de haber consolidado su dominio, 111 11 ~ M I LES , S.: The lives o/ Boulton and Watt, pág. 168. Véase HoMER, B., obra /1111/a, púg. 23. 1 «1,us ventajas que los pobres cottagers obtienen de los comunales son más 1111·~ que reales. En lugar de dedicarse a un trabajo regular que les propor1 1111111 Ín rl medio de comprar lo necesario para calentarse, dedican su t iempo •I 1111 11¡¡111 nlgunos trozos de l eña ... Uno o dos cerdos enflaquecidos, con algunos t 1111 11• v111411hunrlos ... los pagan demasiado caros con el tiempo y l os cuidados t.1111 1 111 11111 y el exceso de comida que aún es preciso comprarles.» EDEN, F. M . : 11/ t/11• poor, I, XIX. Según CunTLER (The enclosure and redistribution o/ 11111 /,,,1i/, I'~"' 228), había tres categorías de personas «cuya suerte estaba hasta l~I p11111 11 l¡¡ndu a sus derechos comunales, que la pérdida de estos derechos fue 111111 rl1 1111 l' flll KllR de la gran disminución d e s u número». Eran: l.', jornaleros 11111 1 tilllv11l11111 11111 y pequeñas haciendas de las que eran propie tarios o tcrrazgue1 li l'flill ' l lll K arrendatarios que cultivaban su finca solamente con ayuda de 111• 11 l1111ill l111 I ', loK pequeños yeomen que explotaban fincas de ¡nenos de cien 111 11 1 d1 1111 q111• l'l'Un propietarios. Cf. ELIASCIIEWITSCH: Die Bewegung zugunsten ,/1•1 /1/~/111• 11 lri11d111i1tsrha/tlichen Güter in En.gland, pág. 46. ~ 11 1 111 11 , '" 1.1. :i \ 1 1 1 r 1 111 11 d1• cnclosure d e la parroquia de Wa!Lon-upon-Thames y d el Kr111111r11 d11 W1il11111 l .t•i¡i;h (Surrey), 40 Ceo. IIT, Local and personal public Acts, ' " llh. ' l'11d11 p1•1M111111 q111• oc upe un cottage de un alquiler máximo de 5 libras l(OlOl'tl d1• t 11 • 1111 ~ 11••1•1vndus con derecho de pasto, derecho de cortar madera, etc. l•:HtllM 1ii•11 11M d11lt!1111 1•11111prr nd cr una superficie de 260 acres. 4 l ,ll l11y d 11 111111 (<11 Ceo. III, c. 109) prevé l a for mación de allotments d e t'HIO CS IJ(ICÍO (11 11. 111), 5 1cllnru1111•11l1• MI• 11•• r on<·<·de una compensación cualquiera. El propie tario, 1111c no conoce 1111114 qllo "" inl('rés, no deja de hacer observar que no tiene ningún d1•rC'rho a las v<•n111J1114 du tttrn han gozado anteriormente, que sol o h an tenido el IH'nniso de gozar el<' <•llnM <'01110 de un favor.» 1-JOMER, H., ob. cit., pág. 23.

1

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III:

PARTE

I:

LOS ANTECEDENTES

tratan de redondearlo, y cuando ya no queda nada que coger, entonces compran. Unos quieren aumentar la extensión de sus campos cultivados o de sus dehesas; otros piensan en agrandar sus parques de recreo y sus terrenos de caza 1 ; algunos adquieren las cabañas que rodean sus castillos únicamente para demolerlas y porque no les gusta la vecindad de los pobres)) 2 • Y al lado de los que ya son grandes propietarios están los que aspiran a serlo, los comerciantes, los financieros y más tarde los manufactureros. El momento es favorable. La transformación de las propiedades ha producido una fluctuación en las filas de la clase más estrechamente, más fielmente vinculada al suelo. El yeoman, honrado, laborioso, pero rutinario, poco previsor, encerrado en un horizonte limitado, se siente desorientado por los cambios que se realizan en su derredor, amenazado por la competencia temible de las empresas agrí· colas dirigidas según los métodos modernos. O bien porque se desalienta o bien porque prefiere buscar fortuna en otras partes, se deja tentar y vende su tierra 3 • Casi en todas partes el cercamiento de los open fi,elds y la división de los comunales han tenido como consecuencia la venta de un gran número de propiedades. Las enclosures y el «acaparamiento de las fin· cas» son dos hechos que los contemporáneos consideran como inseparables, ya se trate de atacarlos o de defenderlos. Por lo demás, este acaparamiento no es siempre el resultado de la enclosure: a veces, por el contrario, la precede 4 • ¿Pero qué importa que sea su consecuencia o su motivo y su meta? Lo que es cierto es que el número de fincas disminuyó mucho en la segunda mitad del siglo XVIII. Tal pueblo del condado de Dorset, que en 1780 contaba todavía unas treinta, se hallaba quince años después repartido entre dos explotaciones; en tal otra parroquia de Hertfordshire, tres propietarios habían reunido entre sus manos 24 fincas, de una superficie de 50 a 150 acres 5 • Un apologista de las en· closures, poco inclinado a exagerar sus malos resultados, evalúa el nÚ·

century, II, 287.

ccEl intendente no dejará de informarse cuidadosamente de la disposición de los terrazgueros libres para vender sus tierras. Deberá esforzarse en adquirirlas en las condiciones más razonables posibles para la conveniencia y la ventaja de su amo.» LAURENCE, E.: The duty o/ a steward to his lord, pág. 36 (1727). Véanse las conclusiones de SLATER, G.: The English peasantry and the enclosure of common /ields, y HASBACH: Die englischen Landarbeiter in den letzten hundert Jahren und die Einhegungen, págs. 110-11. 4 Según GRAY, H. L.: «Yeoman farming in Oxfordshire from the XVlth cen· tury to the X!Xth» (Quarterly Journal of Economics, XXIV, 293), este último caso habría sido el más frecuente. ~ Pueblo de Durweslon. EDEN, F. M. : State of the poor, II, 148 ; WmGHT, Th.: A short address on the monopoly o/ small /arms, págs. 3-5. 3

157

mero de pequeñas fincas absorbidas por las g:andes entre 174.0 y ~ 788, en una media de cuatro a cinco por parroqma, o sea para el coniunto del reino, un total de 40 a 50.000 1 . He ahí el hecho esencial, mucho más importante seguramente que la divi~i~~ de l os cor:iunales, aun cuando haya agitado mucho menos a la op1mon contemporanea. Se realiza mediante una multitud de transacciones privadas, sin Tuido, sin que el Parlamento ni las autoridades locales tengan que ocuparse de ello; pasa, por decirlo así, inadvertido. Pero es, en realida~, la_ meta final hacia la que tienden los esfuerzos de los grandes prop1etanos; las enclosures, con todo el aparato legal de que están rodeada~, apenas son sino el medio de forzar a los cultivadores a vender sus tierras o el de explotar los dominios agrandados por adqui:iciones re~ientes. Cuarenta o cincuenta mil fincas menos en cincuenta anos ; esta cifra, que no parece exagerada, muestra cuán profundas han sido las modificaciones experimentadas por la propiedad territorial en el curso de ese medio siglo. Bien es verdad que la desaparición de una finca no corresponde ~1e­ ccsariamente a la de una propiedad: lo que se ha llamado en_grossing of farms es a menudo la reunión de pequeñas . fincas de ~n mismo dominio en fincas más extensas 2 • Pero este cambio es por s1 solo una r e· volución, porque acarrea variaciones profundas en la naturaleza de la 11xplotación y el empleo de la mano de obra. Durante los dos primeros tercios del siglo· XVIII el retroceso del pe· qtH'ÍÍO cultivo va seguido, como en tiempos de los Tudor, por la exten11111 de los pasturajes 3 • Arthur Young, en sus Carros de un gran¡ero , 1 1 lt11!1 en 1767 hace constar oue una granja ganadera cuesta menos 1111rn11 dr obra q~e una granja ~grícola, y produce más 4 • Un gran nú1111 111 dn condados donde el laboreo se había mantenido, pese a las r111fr•m11•,, de los ;eríodos precedentes, cambian entonces de fisonomía. l•I 11111111 11110 de Leic:ester, famoso en otro tiempo por sus abundantes 11 11 w11.11', J.: The insufficiency o/ the causes to which the increase o/ the 11/ thr poor rates have been c.ommon.ly ascribed, pág. 42. El acapara· ¡11li 11111 " " l11M ll11<·u~ fue alentado, a partir de 1765, por la recompensa que ?fre· c•lct 111 111~11 di• ¡1rp1·ioR de los cereales. Véase LEVY, H.: Large and small holdings, 1

1 El conde de Dorchester, después de haber comprado toda la parroquia de Abbey Milton (Dorse1shire), arrasa el pueblo y hace cavar un vivero de peces en su emplazamiento. EoEN, F. M.: Sta te of the poor, II, 148. 2 WENDEBORN, F. A.: A view o/ England towards the clase o/ the XV!llth

LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL

1111111

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1 IA ,llACll, ob. cit., págs. 36-37. Después de un~ «~~cuesta bastante In "" 1111111111 11 In rdaci6n entre la enclosure y la consohdac10n», Y.,aun con· ol uyonclo 111111 1d 11 1t11rfosnre no iba seguida necesariamente de la absorcwn. de las por¡11oñn11 fi111·n• • 11. /l. Johnson admite ccque tal fue, c?n frecuencia has· 1n 1785 1111111~l111111l11111c•nll', el resultado de las enclosures». (Disappe~rance o/ the .rninfl fa11i/11umr1 , """' 1'17). Es uno de los deberes del intendente, segun LAWH.ENCE, ..1 1rabojor 1111 111 11ltM11rl'ión de las pequeñas fincas por las ~grandes.: ccEl mten· 1lonte debo 0Mf1111nrMn rm unir a las grandes fincas las pequenas haciendas arren· 1lnclas a personu11 lt1dl 111,11ll'~.» LAWRENCE, E., ob. cit., págs. 35. . 3 Véase Pno•1 111.110: l•.' ri!{lish farming, pág. 168. JoHNSON, A. H.: Disapl!earnnce of the smafl lrr11d1111m1•r, pág. 98. HASBACII: Die englíschen Lan.darbeuer,

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pÓ¡!;. 4

39.

YouNG, A.: 1'111•

/nrmrr'.~ !e'tters,

pág. 95.

PARTE

I:

LOS ANTECEDENTES

mieses, hacia finales del siglo está casi enteramente cubierto de praderas artificiales; más de la mitad del condado de Derby, las tres cuartas partes del condado de Chester y otras tantas del condado de Lancaster, son herbazales. 1 . A pa1tir de 1765, aproximadamente, el alza de los precios favorece el cultivo de los cereales, y el movimiento de transformación de las tierras de labor en pasturaje& se modera 2 • Pero aun cuando la producción del trigo o de la avena requiera más mano de obra que la cría del carnero, el número total de trabajadores agrícolas se h aÜa, en todo caso, disminuido. ¿No es esa una de las economías esenciales que la reunión de las parcelas dispersas en el antiguo open field y el acaparamiento de las fincas habían procurado precisamente realizar? 3 Las actas de enclosu.re encontraron poca oposición efectiva: ya sabemos por qué. Los que más tenían que quejarse apenas osaban levantar la voz. Si se arriesgaban a reclamar, a apelar a la equidad del P arlamento, sus gestiones casi no podían tener otro resultado que vanos dispendios, derechos de notaría, gastos de tasación pericial, honorarios de solicitors y de abogados. A menudo se limitaban a negar su firma en la petición redactada por los grandes propietarios sus vecinos, y todavía se apresuraban a declarar que no lo hacían por oposición 4 • Rasgo a la vez cómico y triste, donde se reconocía el temblor eterno del campesino doblando el espinazo, habituado a recibir los golpes, incluso en 1 AIKIN, J.: A description o/ the country round Manchester, págs. 18, 44. 69-70 ; EDEN, F. M.: State o/ the poor, II, 531; PrLKINGTON, W.: A view o/ the present state o/ Derbyshire, I, 301. 2 Véase LEVY, H.: Die Entstehung und Rückgang des landwirtschaftlichen Grossbetriebes, pág. 18. PROTHERO: English farming, pág. 168. «Los beneficios eran tan grandes y tan rápidos, lo mismo para los propietarios que para los terrazgueros, que las demás cosechas no solo fueron reducidas, sino, en cierto modo, sacrificadas, con el pl'Opósito de recoger las grandes ventajas de una producción acrecentada de cereales. Con este objeto, los cultivadores transformaron en campo h asta el más pequeño rincón de sus tierras, y el mismo cottager, renunciando a su único cordero, trabajó su pobre huerlo.» ( An enquiry into the advantages and disadvantages remlting /rom the bilis of enclosure, 1780, pág. 23.) La impresión que trasunta este texlo era muy exagerarla, pues el examen de las cifras citadas e n el General Report on Enclosures, publicado por el Board of Agriculture (págs. 229-31 y 232-52), muestra, enlre 1760 y 1800, una ligera dismin ución de la superficie cultivada de trigo (unos 10.000 acres) . ELIASCHEWITSCH (Die Bewegung wgun~ten der kleinen landwirtschaflichen Güter in England, págs. 23 y sigs.) señala que, por lo demás, este alza, entre 1760 y 1793, aprovechó tanto a la cría de ganado como a la agricul tura. Mediante una 8erie de textos, establece (págs. 34 y sigs.) contra H. Levy, que las enclosures del siglo XVIII, en su conjunto, han tenido como efecto la extensión de los pasturajes, y cita en apoyo el General Report on lnclosures d e 1808: «Que eso sea un hecho, nadie puede ni deb e negarlo.» 3 Sir J ohn Sinclair lo r econocía : ccEn cuanto al efecto de las enclosures sobre la población, muestra ciertamente una tendencia a la disminución del número de obreros agrícolas.» Citado por WITT BOWDEN : Industrial Society in England towards the end o/ the XVII!th century, pág. 241. 1 Los hechos de este género son muy frecuentes. Véase, p. ej ., Joum. of th c Honse of Commons, XXX, 607, 608, 613, etc.

III:

LAS MODIFICACIONES

DE LA

PROPIEDAD TF.HílfTOR!AL

159

la libre Inglaterra. Las protestas formales eran, pues, bastante raras. Sin embargo, nos han llegado algunas: unas veces atacan el principio mismo de la enclosure, «muy perjudicial para los peticionarios, y que tiende a arruinar a un gran número de ellos, sobre todo a los más pobres n 1 ; otras veces denuncian su ejecución, «Cuya parcialidad e injusticia son dañosas para l os infrascritos en particular, y para la sociedad en general» 2 . A partir de 1760 tales protestas se van haciendo más frec uentes y más enérgicas. A veces la ira contenida de los campos estalla en violencias r epentinas. En ciertas parroquias el anuncio de la enclosure provoca motines . No se pueden fijar l os avisos legales en la puerta de las iglesias «a causa de la obstrucción hecha en varias ocasiones por las masas tumultuosas, que impiden su colocación a viva fuerza>>. El alguacil encargado de ello se encuentra en presencia de grupos amenazadores armados de palos y de horcas: en una aldea de Suffolk, durante tres domingos seguidos, le arrancaron sus carteles, le ar rojaron a un foso y le apedrearon 3 • Esta r esistencia, cuya timidez habitual desmienten tales incidentes, podía no tener otra causa que el temor instintivo del cambio. Mas h e aquí que toda una literatura viene a apoyarla con razones y hechos 4 • En ella l50 muestta que las enclosu.res tienen por resultado el acaparamiento del suelo por l os n;i.ás ricos, se les atribuyen todos l os males de la época, ni elevado precio de los géneros de primera necesidad, l a desmoralizaoi6n de las clases inferiores y la agravación de la miseria. «No es raro vor a cuatro o cinco ricos ganaderos adueñarse de toda una parroquia lt111'11 poco dividida entre 30 ó 40 gran jeros y otros tantos pequeños te1 111~~11 o ros o pequeños propietarios: todos estos se encuentran de golpe 111 111i11dOA de su hogar, y al mismo tiempo otro gran número de familias q111 il1•¡u 11Hlían casi únicamente de ellos para su t rab ajo y su subsistencia, l¡1 d1 1 lot1 herreros, carpinteros, aperadores y ot ros artesanos y gente .lo 1illt lo, Mi11 contar ~os jornaleros y l os gañanes)) 5 • No solo el pequeño 11111111

11 1l 1il11111 111111111

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tite House o/ Comrnons, XXVIII, 1031; XXIX, 563 y 612;

ld1111, \XXII I, 459. /1111111 11/ 1/i1• flouse of Commons, LVT, 333; LVIII, 387. Los carteles que 1hl•11 11 1111 ln1 cresados de que el bill de enclosure iba a pasar al Parlaol1 lil1111 li11 11N~1· públicos con varias semanas de antelación. (Véase ibíd.,

XX \V, 11'1 l 1

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l .11 l11lil l11t"1'11 ol1•I Rri tish Museum con tiene una colección muy r ica de fo . 1 111111~ 1111!11 • 1111 r•trr /o,rn res: son particularmente numerosos desde 1780 a 1790. 111 1 1111111 111~ 11111 !11~ d11 nlp;nnas entre las más interesantes: An inquiry into the 11tlorm t1111n~ 11111/ 1/l~r1tlt111rrlaMCS resulting from the bills o/ enclosure (1780) ; Obu•111111/011,, 1111 11 ¡111111¡1/tlr•I 1•111itled: cc An inquiry into the advantages, e tc.» (1781); 11 1111/ltlral l111111in 111111 lhr consequences of enclosing waste lands (1785); Cur11111 tl'lllllrli'3 11¡11111 1•111 /11rnr1'.v, showing the pernicious and destructive consequen11·.~ 11/ rnclo3lll/I 1111111111111 /icl
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)

PARTE I: LOS ANTECEDENTES

propietario cesa de poseer y cae, a menos que emigre, en la condición de laboiirer 1 , no solo el cottager es expulsado del comunal 2 , sino que las grandes explotaciones emplean relativamente poco personal y falta el trabajo a los labradores 3 • Así los campos se despueblan. «Se demuelen las fincas o se las deja convertirse en ruinas, y en su lugar no queda más que un troje. Los pueblos pierden sus habitantes» 4 • El eco de estas quejas y de estos reproches trasparece e11 la poesía de Goldsmith «El pueblo abandonado». «Pueblo apacible y sonriente, el más delicioso de la llanura, - Tus juegos han huido, tus encantos se han marchado; - Sobre tus sotos gravita una mano tiránica. - Y tu desolación enluta todo su verdor.-Un solo dueño te usurpa por completo - ... Y temblorosos, retrocediendo ante el expoliador, -Tus hijos abandonan el país y se van lejos, muy lejos ... - ¿Pues dónde podrá el pobre refugiarse - Para escapar a la dominación de un vecino orgulloso? - Si, apartándose a los confines del comunal, donde no se alza ninguna barrera - Conduce su rebaño a ramonear la yerba diseminada, - Los ricos se reparten entre sí esta tierra sin cercado, - Y hasta el comunal de suelo inculto le está cerrado ... - Amigos de la verdad, estadistas que veis-Al rico acrecentar su poderío, y el pueblo perece de miseria, -A vosotros corresponde juzgar la diferencia - Entre un país espléndido y un país feliz. - Es una nación que va mal, y a la que amenazan peligros inmediatos - Aquella en que el dinero se acumula, mientras los hombres desaparecen. - Que los príncipes y los señores prosperen o declinen, - Bastará con un soplo para crear otros, como un soplo ha creado estos; - Pero una raza de intrépidos campesinos, orgullo de su país, - Una vez destruida, ya no se vuelve a encontrar» 5 • Las enclosures también tienen sus apologistas, que insisten sobre Peón, bracero. ( N. del T.) El efecto de la enclos11re sobre las diferentes clases de ocu pantes del comunal está bien descrito por HASBACH: English agricúltural labourer, pág. 107. 3 El pel"Íeccionamiento de los procedimientos de cultivo tendía al mismo resultado: «Hace cuarenta años, un arado era tirado por cuatro caballos y con· rlucido por dos hombres o, por lo menos, por un hombre y un niño. Ahora, en toda la extensión del condado, un arado ocupa a un hombre y dos caballos, sin conductor, y en lo aue a mí se me alcanw, el hombre y los dos caballos hacen tanta tarea como- los dos hombres y los cuatro caballos de antaño.» G. BUCHAN HEPBURN : A general view o/ the agriculture in East Lothian (1794), página 11-i. J. An inquiry into the causes o/ the present high price o/ provisions (lí67), pág. 114. Véase DAVIES, David: The case o/ the labourers in husbandry (1795), págs. 35-36; Genileman's Magazine, LXXI, 809. 5 GOLDS~llTil, Oliver : The deserted village (1770), versos 35, 64, 265-82 y 303-08. Es difícil creer que estos versos no hayan sido inspirados por el espectáculo de las enclosures; sin embargo, se ha sostenido tal parecer: «Los pueblos abandonados- escribía en 1800 F. Morton Eden--solo se hallan hoy día en las ficciones de los poetas.» An estimate o/ the nrimber o/ inhabitants o/ Great 1

2

IIl:

LAS MODIFICACIONES DE !,A PROPIEDAD TERR!T0111AL

161

sus incontestables ventajas 1, y se esfuerzan en demostrar que la mayoría de las ruindades de que se las acmia son imaginarias. Los más convencidos son los agrónomos, para quienes la repartición del suelo importa mucho menos que su productividad. A su manera de ver, un argumento predomina sobre todos los demás: las grandes explotaciones son las más favorables para los progresos de la agricultura teórica y práctica. Arthur Young .compara las grandes fincas a los grandes talleres, y después de haber citado el texto famoso de Adam Smith sobre la fabricación de alfileres añade: «La agricultura no admite una división del trabajo tan rigurosa, porque es imposible que un hombre pase toda su vida sembrando, otro arando, otro haciendo setos, otro escardando y así sucesivamente. Pero cuanto más se aproxime a este estado de cosas tanto mejor será. Ahora bien: la división del trabajo no puede tener _Jugar más que en una gran finca: en una pequeña el mismo hombre es pastor, vaquero, labrador y sembrador. Cambia su género de trabajo y el objeto de su atención diez veces en un solo día, y por ende no adquiere ninguna aptitud especial para ningún trabajo particularn 2 • Las tierras de los yeomen están mal cultivadas, son «la morada de la rutina 3 Y de la miseria» • El gran propietaiio tiene más inteligencia, más inic·iativa y sobre todo tiene medios de hacer experiencias, de intentar mejoras más o menos costosas. En donde quiera que han tenido lugar las 1•nclosures y se han constituido grandes empresas agrícolas, la renta te' ritorial ha aumentado 4 : argumento perentorio a los ojos de estos agróllC)mos que son al mismo tiempo economistas, y para quienes los homllu111in and Treland, pág. 49. «Se ha oído al propio doctor Goldsmith confesar 111111 HU pueblo abandonado no era más que una ficción poética.» (Gentleman's Alftl{/l:inc, LXX, 1175.) Es posible que Goldsmith no haya querido describir el 111110 p11r1 icular de tal o cual pueblo real; pero los términos que emplea son dm1111Ml11do precisos y concuerdan demasiado bien con los hechos que conocemos 11111 ttll'llK pnrlcs, para que se pueda considerar el Pueblo abandonado como una 1111111 11" puro imaginación. Y para nosotros, si no es el documento de un hecho, d 1111•111111 111 d ocumento de una opinión. 1 t 1 1 1111 . 1~ 11 (The enclosnre and redistribution of 01a land, págs. 182-226) 111111111 111 111111·l11Kioncs de los informes del Board of Agriculture sobre los re~ 11111tl11 11• 111•11d1•' tic las enclosures: «Sobre dos pur.tos son decisivos los testi1111111111~ 1 1 •l1dil1w1•n q11c las ventajas de las enclosures son indiscutibles y que l 1• tl1 111• 111111111111111• rstán mucho más que compensadas por sus inconvenien1••• 11I 1111111111111 1•111 t• I residuo d e un estado primitivo ele la agricultura, cuyo p1 lt11 l111il 1111111 h11l1l11 desaparecido ... » 1 \ 1111N1 1\11 11111 : 011 tite size o/ farms. Georgical Essays, IV, 564-65. Véase l'lir /111111~1 1 1 /r/lr•t 4 pál(. 56. 1 ld1•111, 011 tli1• *I ti 11/ /arms, pág. 560. 1 1111l'ICAI1 C' 1 ¡¡1•11rrnl view o/ the agrirnlture in the county o/ Pem/1111/,1•, pá". '.11, Y111tNl1, A: Sonthem co1mries, púg. 22: uEn lns inmediaciones il r· lliHhnp'H 1111111111 •n 1•111111rn1ra uno de los 0¡1c n ficolds mús extraordinarios • 1111 11110 ju11u\1 lt 11y11 lnpndu: cuando so hnl lnbon <m ~u 11111 il(uo e~todo, la tierra r nrrnndnbn nllf 11 111 y 'lO df(llinc~ t•I 01•rt•; uhorn ci11e KO hn votado un acta 111 1•111·/o.rnre, RO dl~n l[lltt In H•n10 1t1hllorl11 I ltn ~nhido u ccrcu de .30 chelines MM• l llllX.-

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PARTE I:

Ill : L AS MO DIFICACIO NES DE L A Pl101'1ll DA I) 1'1\ltl t!TOl11 AL

LOS ANTECEDENTES

bres cuentan poco al lado de las necesidades de la producción y del rendimiento del capital 1 • No pueden negar que la consolidation de las fincas acarrea casi siempre la desaparición de la pequeña propiedad; pero rechazan que tenaa por efecto agravar la miseria de los jornaleros. Ya conocemos su ~pinión sobre la división de los comunales: solo es posible oponerse 2 a ella, dicen, «por un sentimiento de humanidad mal entend~~a» • En cuanto a la disminución de la mano de obra y a la despoblac10n de l os campos, es absurdo creerlo. ¿Cómo imaginar que el dejar en barbecho una parte del suelo y cultivar el resto lo peor posible sea el medio de ocupar y de alimentar un número máximo de trabajadores? «A m1 pobre juicio es la paradoja más extravagante. Hay en mi vecindad un hermoso páramo, que mide unos mil acres. Yermo como está ahora, no da para subsistir ni a una sola familia pobre, y nadie obtiene de él el menor provecho a no ser algunos granjeros de los contornos que de vez en cuando envían allí un poco de ganado. Mientras que si este terreno estuviese dividido y cultivado como es debido, se h arían seis u ocho buenas fincas, cada una de las cuales rentaría de 70 a 100 libras al año. Estas fincas-dejando aparte a los propios granjeros Y sus familias-ocuparían muy bien a 30 jornaleros, que con sus mujeres y sus hijos y los diversos obreros o comerciantes indispensable~ _rara subvenir a sus necesidades formarían en pocos años una poblac10n de 200 personas por lo menos» 3 • Para dar más valor aparente a estas. apreciaciones optimistas se las apoyaba con cifras cuidadosamente elegidas, que mostraban los efectos del acaparamiento de las tierras compensados Y el acre.» Véase North of England, I, 147. Es menester distinguir en tn; , el alza debida a las enclosures y la que, durante la guerra contra la Revoluc1on fran cesa, resultó de los precios de hambre alcanzados por los productos agrícolas (véase PoRTER: Progress of the N ation, pág. 154). l "En mi opinión. la población es un obj eto secundario. Se debe cultivar el suelo de la manera que le haga producir lo más posible, sin inquietarse po,r la población. En ningún caso debe un granjero estar como encadenado a metodos ao-rícolas anticuados, sea lo que fu ere lo que pueda sucederle a la población. U~a población que, en lugar de a umentar la riqueza del p~ís, es para el país una ca.rga, es una población perj udicial.» YouNG, A. : Political Anthmetic, I, 122. 2 Ist report from the select committee. .. appointed to take into consideration the means of promoting the wltivation and improvement of the waste lands (1795), pág. 47. 3 HoWLETT, J.: And examination of Dr. Price's essay on he population of England and W ales, págs. 29-30. Esta cuestión ha sido examinada en nuestros días por varios de los escritores que han tratado de la agricultura inglesa en el siglo xvm. G. Slater (Th e English peasantry and the enclosure of common fields, págs. 265-66) concluye en una despoblación local, es decir, en un desplazamiento entre la población agrícola. Gonner (Comnwn land and enclo· sure, pág. VI, y cifras págs. 411-12, 448) ~aca de sus investigaciones estadís1ic11~ la c onclusión de que «la población rural, a fines del siglo, no había sido afee· 1:i da por la enclosure•. Recordemos que por falta de estadísticas hubo que con ilU tarse, hasta 1801, con evaluaciones aproximativas.

163

aun superados por la explotación de los comunales 1 • Se llegaba in clusive a sostener que el régimen de la gran propiedad era el que aseguraba a las clases rurales más trabajo y mejores salarios 2 • Por lo demás, los que represen.taban la op inión hostil a las enclosures cometían un error que proporci onaba un argumento fácil a sus adversarios. Creían aue la po blación estaba en vías de disminución en el país entero y pre~enta­ ban este hecho alarmante como la consecuencia de las enclosures. El partido de los agrónomos no hallaba dificultad en establecer que esta pretendida despoblación de Inglaterra era puramente imaginaria, -y cuantas veces comprobaban, p or el contrario, un aumento de población en tal o cual provincia, no dejaban de atribuirla a los felices cambios sohrevenidos en el régimen de la propiedad 3 • Su triunfo era todavía más ftícil cuando, como discípulos de Adam Smith , se colocaban desde el punto de vista económico: el sistema que conduce a la producción de la mayor cantidad de mer cancías con el mínimo gasto, ¿no es acaso el mejor posible para la sociedad entera? «Si no se admite esto, tienen ra1 Véase YouNG, A. : North of England, IV, 249-54. En el folleto The ad42, encontramos r•I runrlro siguiente :

111111wges and disadvan1ages of enclosing the wasle lands, pá g.

ANTES

,,

Salarios

losure de open field, su elo rico .... . ¡ 400 ,, suelo mediocre. 400 J I 111/11.rnre de comunal, suelo rico .... .. i 10 IJ suelo ¡nediocre ... 10

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DESPUES

Pamilias

Salari os

20

100 i

20 1/ 2 1/2

325 100 -

325 -

Fam ilias

5 16 1/ 4 5 161/'i

\ol11il 1l11111K la autcn tic!dad ·de estas cifras, a un cuando no se nos den, para

h 11 111' ,¡., ~·~las . ,enclosures,. in dicaciones de l ugar o de fecha que permitan 1 li ¡1111 1 vl'l'1h1·1:non. E.n. con junto, muestran un ligero crecimiento ele la pobla·

1 '' 1 1 11 11111 ( 1·2,5 fanuhas en lugar ele 41) y de la suma to tal de los salarios l l 111 1 111 •• 1111 lu¡zar de 820 libras). Pero este crecimienlo se debe únicamente 1 l1 "' /1111111•,v de co_m unales : las enclosures de open field, por el contrario, li 111 ¡ 1111l111·ld11 1111a d1smmüción marcada de la población y de Jos salar ios 1 1 I 1 l 111111 11 111• r•n .l ugar 4.0, y 425 libras en lugar de 800 li bras). Queda 11111 rl1° 1 '111\ I lin sido, en general, la proporción d e las dos especies de enclo-

pe

~lllt ' 11111il111110H la diferencia de clase entr e las familias que desaparecen dr 1 11¡u•11 /111/r/ Y l o~ q~e se. instalan en el antiguo comunal: en el primer grupo lird1111 1•li•1l111111•ull' 11rop1ctanos o copyholders, mientras que el segundo está com· 11111 •1 11 1 ..l'IUMlvur11m1tc de jornaleros. ~ 'rot lNt:, A.: 1'he f~rmer's letters, págs. 66-72; HOWLETT, J.: An examint1t1r111 11/ !Ir. />ric·l''s essa;y, pág. 20 ; SINCLAIR, sir J olm : «Addrcss to 1he mem· 11111" oí 1 liu Ho~rd oI Agqiculture>>, en los ] oum. of the Flouse o/ Commons, LI, pu¡¿, :!.1B. 1 1 V{ouRo W,11,r,s, An inquiry into the present state o/ population in / l 1111lu111/, págs. 38·'1·1.

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PARTE I:

LOS ANTECEDENTES l!I:

z6n los turcos, que se niegan a introducir en su país la imprenta por temor a arruinar la industria de los copistas, y toda la Europa civilizada está en el error» 1 • ¿Se pensaría pedir a los cultivadores que renuncien al arado y se pongan a labrar la tierra con la pala, so pretexto de que este método daría trabajo a un número mayor de hombres? Sin embargo, se les escapan confesiones significativas. A pesar de su optimismo, atestiguan las injusticias de que los pequeños y los pobres han sido víctimas ante su vista. «Siento profundamente, decía un comisario de las enclosu,res, el mal que he contribuido a hacer a 2.000 pobres, a razón de 20 familias por pueblo. Un gran número, a quienes la costumbre permitía llevar ganados al comunal, no pueden establecer su derecho, y muchos de ellos, se puede decir que casi todos los que tienen un poco de tierra, no poseen más de un acre: como no es suficiente para alimentar a una vaca, la vaca y la tierra, de ordinario, son vendidas a los ricos granjeros» 2 • El Board of Agriculture, tras una encuesta imparcial, reconoce que «en la mayoría de los casos los pobres han sido despojados de lo poco que poseían». En ciertos pueblos ni siquiera pueden ya procurarse la leche para sus hijos. Los testimonios recogidos son desgarradores en su monotonía 3 . El conde de Leicester, al ser felicitado por la construcción de su castillo de Holkham, r espondió con una melancolía en que se percibían los remordimientos: «Qué 1

EDEN, F . M.: State of the poor, l , XIV. Annals of Agriculture, XXXVI, 516. 3 «Board of Agriculturen, General report on enclosltres (l 808), pág. 18. Bedforshire, pueblo de Tutvy: «Según mis noticias, los labriegos pobres, antes de la enclosure, obtenían la leche para sus hijos sin ninguna dificultad. Des· pués, solo a duras penas l a encuentran. El número de vacas ha bajado de 110 a 40.n Berkshire, pueblo de Letcomb: «Los pobres par ecen haber sufrido mucho. Ya no les es posible alimentar una vaca, como hacían antes, y quedan a car go de la parroquia.» Buckinghamshire, pueblo de Waddesdon: «La miseria ha aumentado sensiblemente; los labradores piden socorros a la parroquia por falta de trabajo. T oda la comarca está convertida ahora en pastaderos.» Cheshire, pueblo de Cranage : «Ya no hay sitio para las vacas y los carn eros de los pobres. » Gloucestershire, pueblo de Todenham: «Nada cr ece, sino el número de los ind i. gentes. Los edificios de ocho fin cas están llenos de ellos.» Ilertfordshire, puebl o de Norton: «Los cottagers han perdido sus ganados, sin ninguna compensación.>> Lincolnshire, pueblo de Donin glon: ccCiento c uaren ta vacas de cottagers perdidas como consecuencia d e la encloSllre.,, Norfolk, pueblo de Ludham: «Los pobres han tenido que vender sus ganados.,, Northa mpton , pueblo de Passenham: «Los cottagers sufren mucho por la pérdida de s us vacas y de sus cerdos.,, Staffordshire, pueblo d e Ashford: «Mucha miseria ... n Yorkshire, pueblo de Ackworth: «El suelo de la parroquia pertenecía a un centenar de propietarios. Desde la enclosure, casi todo ha quedado a cargo de la parroquia.,, lbíd., páginas 150 y sgs. LEVY H. (Large and small holdings, págs. 4·2-43) hace observar que Arthur Young, después de haber sido «el abogado más celoso de las encloSllres», admitía que habían causado algunos males, l.1mentaba l a pérdida del ganado de los cottagers, preconiza ba el retorno a la pequeña propiedad rurkl y la defendía contra los ataques de Malthus. Véas1: Annals of Agriculture, '<XXIV, pág. 251; XXXVI, pág. 515; XLI, pág. 231, etc. 2

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LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD

TERRITORIAL

165

triste es estar solo en el país que se habita. mir . Y no veo otra casa que la mía So ·d todo a m1 alrededor mido a todos mis vecinos» i. • y e1 ogro e 1a leyenda y me he co· ¿Significa esto que tales vecinos ha an d . . exterminados como un pueblo ven "d y d es~parec1do, que hayan sido c1 o despues de una conquista bárbara? No sin duda. pero com ' o arranca a del l , . , a de1ante sm vmculos v sin h sue o que 1a nutna, en hace inestable y móvi(2. o~ar, una pa7te de la población rural se · · pequenos terratementes nos por una parte cottagers . Y pequenos arrendata1 yd JOrna eros por otra, están dispuestos a abandonar los carr:pos s·1 · . ' pue en encontrar otr y d d . . )Or o snnplemente donde vivir. o s1 io on e v1v1r me-

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IX

Consid~remos estas dos clases d h b 111orn no es otra que esa yeo e om_ res separadamente. La pri1;111przamos a comprender 3 Emanlry: pequena y i:iedia, cuya decadencia · n e sistema concebido 1 , . 111 ngn.cu1tura nueva, y realizado or 1 l por os teoncos de 1•1111: «¿De qué utilidad sería p Eas ednc asures, no hay lugar para · · ' en un l .sta o moderno , ]a ex1stenc1a · · de 111111 provmc1a cuyo suelo ent ero se cu tivase a la man d 1 . 11 011111, por campesinos propietario ? .p , . e;a e a antigua 1111d111'ir hombres? Lo que s .·;. <. ara que serv1na esto sino para 1"• v1111roi:i dominios met'dº es, en s1, die una perfecta inutilidad» 4. En o icamente exp otados po . 1"111' ' ' ' ' yn el tipo del gran ran ·ero r su~ neos poseedores i•I mnnufacturero es al !rt J ' 'Jlte es al gran1ero de antaño lo 1 .tl1li•, I n~ beneficios que desc:s~~º· 1 arri;ndo que paga es consi1111 ' 'ltl11 lfU C antes un . a . º. son igualmente. Por eso lleva squire que viviera de s f h h ' 11 111 fllll 1•11c ima de SUS med ' s C . US Ierras a na juz11 i1l11 ' vf110 de Frahcia o d~o~. omale Sb1en,.. y cuando recibe amigos . ortug . u h11a aprende a tocar el cla-

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~IA1t ~1 ~ t n(ls Kapital, I, 716. lliN111, 111111 combatiendo 1 t . d l Ril111f11 •1111 r 111 lnvo por r es lt da es1s be a despoblación por la enclosure " 111 1 1 1 u ª o «per tur ar y despla ' r ~· 1 •Mi i 1 1•111nnrrR sobre la base d zar a. una población, or1111•11 rl /fl/l f 1111 ,f llllt'h>sures , 444 ) e unas cos tumbres mmutables» . (Comft 11 1 , pag. . r 111•111111• 1111 11 rm vísperas del . 1 th1 ~•'1 1 • 11 E 11111 • 11111p l11111111rnlc. Como e~:rfb xi~ la ,reoman;y est~ba Jejos de haber 111111/.rf1 ,,,, 1I \' ~(Ar Ir• 1 208 3) 1 ~ ALEVY, Ehe (Histoire du peuple 1A¡1t1l11 "" ,.¡ •f1d11 ~v11'r , 'r urede n~od~r=r:e ecadeneia de ]a clase de los reomen, 111 11 11111 l 1ll>tl111111 ' " 111 1) Des , d 18ld5urante los anos de prosperidad agrí1 ' · of pub es d'e va a . ser prec1pna · · d a.» " I•'111 11111 1111•1,, 111 11po~o 11111 1111•1•." y lllltll t\ /'11/l1iral A .rthee m.g mlen, wh1ch of itself is a most useless ft

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1 " ' lllll " ; " " ' • 11111111 Charin ton · 1111¡1,., non ""• ln11111l"ro•, dnhu grac~as se sllntaba a la ca becera de la mesa de 1.1 Vl'l •11 1·~1111111· htl111 11nn VORO de ci~~z! ~s y cort~bn la carne y el pudding. 11 l1li111 , pnr11 1·~1 11 ""''• 11111•11 111~11 o meno ' d ueite, ~1enl.r~s que los demás no 1 ~ ,¡,, ""º~·" C.m1111.1•, W.' /fornl rides, ;~g~o 2~. a d1ferenc1a entre su comida y

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P ARTE I:

LAS MODIF I CACIONES DE LA PROPIEDAD

167

TERRITORIAL

LOS ANTECEDENTES

vicordio y se viste «Como la hija de una duquesa» L. Ya no tiene nada de común con el jornalero que trabaja a sus órdenes y apenas se asemeja al yeoman cuyo puesto ha ocupado. A veces también él ha salido de la yeomanry. Mas para que haya un pequeño propietario que si ha debido renunciar a una parte de su independencia, al menos ha logrado enriquecerse como arrendatario, ¿cuántos hay r educidos a alquilar sus brazos o a abandpnar su pueblo? La necesidad de desplazarse se impone, con más urgencia todavía, a los jornaler os a quienes falta el trabaj o. En ciertos distritos era la parroquia la que enviaba de finca en finca, en busca de trabajo, a los que le pedían socorros, y su salario se cubría en parte con el «impuesto de los pobres>> 2 • Así se formaba una clase semi flotante de hombres dispuestos a buscar en cualquier parte un empleo cuando conseguían sus· traer se a la servidumbre de la ley de los pobres, que ligaba al asistido a su. parroquia 3 • Es así, dicen los partidarios de las grandes explotaciones, como se explica la despoblación aparepte de la que se intenta sacar un argumento contra las enclosures. «Estos hombres no están perdidos, sino, como la misma tierra, mejor empleados ... Sería un absoluto error concluir que el reino se vacía de habitantes, porque ya no se ve en los campos a tantas per5onas perder su tiempo y su fatiga. Si hay menos en los campos, los hay más en las ciudades» '1 . Antes de 1760 se comprueba ya «una emigración continua de las parroquias rurales hacia las ciudades de mercado, y de estas hacia la capital : finalmente, una mu«Sus placerns son tan costosos como elegantes. ya que no es raro ver a 1 uno de estos nuevos granjeros gastar diez o doce libras esterlinas para una re· cepción, y para acompañar manjares delicados le hacen falta los vinos más ca· ros .y mejores . E n c uanto al vestido. no hay nadie, entre los que conocen a la bija de uno de estos opulentos granjeros, que pueda distinguirla por su atavío rle la hija de un duque.» Cnrsory remarks on incloSLLres, pág. 21 (1786). Véase Gentleman's Magazine, LXXL 588. «P a rece haber aquí (en Winslow, con
ch ed~mbre de pen~_onas nacidas en el campo escogen su domicilio en las cm da des. peque~as y grandes, y más particularmen te en las que son la sede . de mdustn~ s importantes» 1 . La industria es, en electo, para estos mi.les de traba1adores que han perdido todo o parte de sus recurs~s habitu ales la . única salida posible. El trabajo que los campos les megan van a pednlo a las fábricas. Es difícil seguir en sus desplazamientos a esta población en busca ele empleo. Los documentos son raros e inciertos. Pero cada vez que se. descubre su rastro es siempre en el camino de las ciudades industriales: «Hace cuarenta años-esto está escrito en 179~1 sur y el este d~l condado de Warwick estaban casi enteramente cubiertos de open fields, hoy día divididos y cercados... En dondequiera aue se ha operado la r:nclosu,re se han constituido fincas mucho más ex~nsas que nrites las tierras de labor, convertidas en pastizales, exigen mucha menos ma~o de o~Jra. Y, ~or consiguiente, la robusta yeomanry aldeana ~~ ha ~isto obhg~~~ a ir a buscar trabajo a Birmingham, a Covenl 1 Y···» - · Una pe~icion firma~a por habitantes de una parroquia rural d<>l condado de N?rthampton presenta a los campesinos «empujados en lllll!!a por la necesidad y por la falta de trabajo hacia las ciudades martt1 factureras, en donde la naturaleza de sus nuevas ocupaciones el telar 11 In í'.·agua, tendrá bien pronto como efecto destruir su -vigor el de su polll<'nda


Mh ~s rn, J.: A plan for the establishment of charity houses, pág. 99 (1758). 11111 1 lllN, St., i__ras haber consignado la miser ia que r eina en un gran número rl· lt11 ni ltl1~cl1•R, anade que a veces logra evitar se «Cuando los pobres encuentran, 11111111 1 l11l1111tloles en. su. ayuda, alguna industria floreciente establecida en la ~) 1 11 l 11I ~IL rnq.wry into the reasons for and against inclosing the open I "• 11111¡ ,lll. «S1 el suelo cae en manos de un pequeño n úmero de urandes lo 11111o 11lt 1111•1, lo~ pequeños ~rrendata~ios se transformarán en otras tant~s per1111111 1111 ·11 111• 11 p:anarse la vida tra baiando en servicio ajeno ... Se ejecutará más ll otl111 l 11 11111 111, Pll!'que habrá más sujeción. Las ciudades y las manufacturas cre11 11111 p1111111 11 lllllH hombres, en busca de ocupación serán como cazados e n 1•11"• l 11t1t 1 11 . ' On reversionary payments, II, 149. ' \\ 1111 1 lotltn : A general view o/ the agricnlture in the county o/ War1111 /, p11 , 'I . · 1 / 11111 ti 11/ tltt• llouse o/ Commons, Lll, 661 (1797). «-¿Cuándo tuvo luuar 111 ~11 1 /1ntt1' 1 11111 •11 nueve años. - ¿No ha mejorado nada desde ese tiempo"' la 1·1111111..11111 ,¡,. 111 l11thll11ntcs de H armley? -No, según ten go entendido. Lo que ~" •'• 1111 1• • r h1111 vl• ln obligados a ir ª. la fábri ca muchos de los que antes tral111 j11h1111 111 111 11pl11• 1•11Ht1S.>> R eport /rom the select committee appointed to '1111¡it11~ tltt~ •~lllr 11/ lltt• woollen manufacture in England (1806), pág. 22. , · t•141111 ( .oNNI lt , 1•1 1novi miento hacia las ci ud ad es tuvo por causas «la separa111111 1•1111·0 ni 1r11 l111J11 , u¡¡drola y el trabajo industrial y la organización de las 11111111 ro11 _fú b_rl~111>1 , (f,11111mori land and inclos11re, pág. 444.) Esto es verdad d el 11~ rlodo e1gu1v11 tt•, 1111 i¡ll!l lnR nuevas int'lustrias habían cornenzaJo a desarrollarse.

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168

PARTE I:

LOS ANTECEDENTES

~stas f~erzas vivas lo que hac~ posible industria. Est~ ~ com? un pa1s nuevo.

el desenvolvimiento de la gran en el corazón mismo del país, como una Amenca hacia la que los emigrantes se dirigen en masa: con la diferencia de que en lugar de ser descubierta es creada de aue se forma al mismo tiempo que se puebla. Cada uno de ellos 'deserriliarca con todo lo que ha podido reunir en el momento de la partida: aquellos yeomen que han padecido menos con las enclosures y que han conseguido sacar una suma razonable de la venta de sus tierras traen consigo un pequeño capital. Saliendo, un poco a su pesár, de su rutina secular van ahora a probar fortuna en ese país nuevo y se lanzaráµ a las empresas que por todas partes solicitan su actividad. Es de entre ellos • de donde se reclutarán muchos de los primeros manufactureros y de los promotores y jefes del movimiento industrial, y se desquitarán de los grandes terratenientes que los han desposeído, constituyendo frente a ellos una clase r ival 1 • Pero esos son muy pocos. La mayoría de los yeomen y de los pequeños arrendatarios, «reducidos a la condición de mercenarios», comparten la suerte de los otros campesinos que la miseria expulsa de los campos. Estos no tienen nada, no pueden traer nada a la manufactura, sino solo la fuerza de sus brazos. Formarán la ~asa obrera, el pueblo anónimo de las fábricas, el ejército de la revolución industrial. / Finalmente las transformaciones del régimen territorial han ejercido sobre el movimiento industrial una acción más directa todavía. Hemos visto que el rasgo característioo de la pequeña industria era su dispersión, su difusión en los campos. Tal difusión era inseparable del sistema doméstico que combinaba el trabajo a domicilio con el pequeño cultivo. Hemos visto a los tejedores añadir a su salario el producto de un cuadro de tierra, y a las familias de los cultivadores ocupar sus veladas en hilar por cuenta de los mercaderes. El golpe asestado a la propiedad labriega rompe esta alianza secular entre el trabajo de los campos y el trabajo industrial. El obrero agrícola, privado de su tierra y de sus derechos sobre el comunal, no puede seguir trabajando en su casa: se ve obligado ahora a renunciar a la apariencia de independen1 cia que aún conservaba. Es preciso que acepte el salario que se le ofrece en el taller de un amo. Así se opera la concentración de la mano de obra antes incluso que la competencia de las máquinas haya matado definitivamente a la industria doméstica.

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1 Véase parle III, cap. II. El hecho es, sobre todo. manifiesto en las regiones en que ha sido más rápido el impulso de la gran industria, p. ej., en los alrededores de Manchester: «La yeomanry, que formaba hace poco una clase numerosa y honorable, ha disminuido mucho en estos últimos tiempos : un gran número de yeomen han entrado en la industria.» AIKIN, ] • : A des cription of the country from thirty to forty miles round Manchester, pág. 23. El mismo testimonio para la parte lindante con Cheshire (ibíd. , pág. 48). Para el West Riding, rc•J(i6n de la industria lanera, véase ]AMES, J.: Hist. o/ Bradford, pág. 376.



IlI: LAS MODIFICACIONES DE LA PROPIEDAD TEllRITORIAL

169

E~ movf miento de las enclosures y el advenimiento de la gran ind us~na estan, pues, estrechamente ligados uno a otro. No dejándose re-

d ucir su correlación a un simple enlace de causa a efecto se estaría tentado, a ~rll_nera vista, a juzgarlos como dos hechos de orígenes ent~r~mente d1stmtos que en el. ~urso de , su desenvolvimiento respectivo ~~meran a mezclars.e X a modificarse rec1procamente. Consideremos, por <Jemplo, la de~apancion de la yeomanry: hablando con propiedad, no es la. consecue_nc1a de ~a revolución industrial, pero la revolución indus!nal h~ .t~mdo por efecto precipitarla y concluirla. De la misma manera, d ,mo;1miento de las poblaciones rurales lo que ha hecho ¿no ha sido ~~a~ b1~n secunda: el movimiento industrial, que no determinarlo? Si por .11potes1s se supnme uno de los dos, ¿no subsiste el otro, aunaue de modo diferente? El. desarrollo de la gran industria, en un país ;n que In masa de los cultivadores hubiese permanecido vinculada a la tierra habrí'.1 sid? sin duda más .lento, pero habría tenido lugar a pesar d~ todo : el e1emplo de Francia es una prueba de ello. En suma, ¿n·o se podna sostener que entre los dos órdenes de hechos solo hay un cam)1i o de influencias casi accidentales? ¿Y que el perfeccionamiento de los 111{•todos agrícolas por un lado y el de la técnica industrial por otro sÓn 111111 dos principios de explicación, perfectamente separados, y cada uno clci los cuales tiene su razón de ser en sí mismo? Pero estos perfeccionamientos, por independientes que parezcan uno cln otro, forman parte de un progreso total que los rebasa. Por sus re1mh nclos se completan mutuamente. La formación de los grandes cenit 1111 industriales es imposible si la producción agrícola no está organi11 1111 ck forma que alcance a subvenir las necesidades de la población 1111111111 , y la producción agrícola no puede desenvolverse si no encuentra • ti lo• 1•1mtros industriales mercados de una potencia de consumo sufí' 1111111, l1:R uno de los argumentos que a menudo hacen valer, en favor .11 1 • 11 l1•11IR, los partidarios de las enclosures: «Siendo más considerable 1 I ¡1111dt1f'lo . .. , su excedente irá a las manufacturas, y estas, verdaderas 1111111 1h1 oro de nuestro país, crecerán en proporción» 1 • Los dos mol11il1•11l 1111, 11olidarios por sus consecuencias, lo son también, y sobre l11il11 11111 111 1" causas. Lo que ha transformado a los campos ingleses, lo 'I 111 1111 1•11 11"11110 las enclosures, la divísión de los comunales, el acapa111111!111111 tl1 11111 fincas es el espíritu comercial aplicado a l:i agricultura. I• 1·1 dt 1•11 il1• los propietarios de tratar su tierra como un capital del q111 10 1 11111·11111 1111car, por una explotación metódica, una renta más ele\·11 d11 l .11 l11 i1•l11t iva del capitalista, a la vez egoísta y fecunda, quebranl11 11il11 1t 111 v1•1. lnR r utinas perjudiciales y las instituciones consuetudi1111111111 pi 1111•11111111" 1lc•l ind ividuo, se ha desplegado tanto en la agricultura lln 1111111 111 111 111 the connecti.on between the present high price o/ provi1/11• ,1.,, 11/ /11r 111s, pág. 129.

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PARTE 1: LOS ANTECEDENTES

como en la industria 1 • ¿Qué busca el comerciante'? Aumenlar sus beneficios y disminuir sus gastos. Las enclosures reducían la mano de obra y acrecentaban la producción. No sin razón se han comparado sus efectos a los del maquinismo 2 : sus orígenes profundos eran los mismos. l Véase en el General Report del Board o/ Agriculture el ditirambo en honor del propietario, liberado por la enclosure: «Sus talentos, su energía. su capital son libres y puede emplearlos en Jo mejor de sus intereses,,, etc. General Report, pág. 220. 2 EoEN, F. M.: State o/ the poor, l, XIV.

PARTE SEGUNDA

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

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CAPITULO 1

LOS COMIENZOS DEL MAQUINISMO EN LA INDUSTRIA TEXTIL

Si el maquinismo no basta para definir o explicar la revolución Industrial, no por eso deja de ser el fenómeno capital en torno al cual ~o agrupan todos los demás y que ha acabado por dominarlos a todos o imponerles su ley. P ero es preciso, en primer lugar, ponerse de acuerdo sobre el sentido de las palabras: si por maquinismo se entiende todo medio artificial de abreviar o de facilitar el trabajo humano, será difícil, por no decir imposible, asignar una fecha inicial a los hechos que queremos estudiar. 1 El hombre, desde tiempo inmemorial, ha sabido construirse herramientas: es esta una de las características más antiguas y quizá más 1·~enciales de la especie humana. Ahora bien, entre la herramienta y la máquina es bastante delicado trazar un límite. No cabe duda de que una rueca, un martillo, no podrían calificarse de máquinas, y que un lrlar Jacquard es algo más que una herramienta. P ero entre ambos c•xtremos hay lugar para casos dudosos. ¿Cómo clasificaríamos la bomha o el torno para hilar? ¿Se dirá· que una máquina se reconoce en r¡ue no solo ayuda al trabajo humano, sino que lo suprime y lo reemplaza? Bastará hacer notar que la herramienta más simple permite c•conomizar una cantidad considerable de trabajo manual: un hombre provisto de una azada hace la tarea de veinte hombres que no tuvieron más que sus uñas para cavar la tierra. E inversamente, la máquina 1111tomática más perfeccionada no elimina el trabajo humano de una manera absoluta : necesita un obrero para dirigirla. Se bosqueja, no obstante, una distinción. El obrero que dirige esta máquina tiene por cometido ponerla en marcha, pararla, alimentarla, vigilar su funcionamiento ; pero en la operación a que está dedicada 110]0 interviene para moderarla o acelerarla, o a lo más, par a asegurar 111 ejecución regular y sin sacudidas. Su actividad o su negligencia hacen vnriar la cantidad de la obra más bien que su calidad. No es él quien 11jccuta el trabajo ; solo está allí para medirlo. En cambio la herramientn está inerte en las manos que la manejan. La fuerza muscular del ohrero manual, su hab ilidad espontánea. o adquirida, su inteligencia, de173

171.

PARTE lI:

GRANDES INVENTOS Y CRANDl':S EMPRESAS

terminan la producción hasta en sus menores detalles. ¿Se expresará esta diferencia diciendo que lo que caracteriza a la máquina es su fuerza motriz? Pero si estuviera movida a brazo, por medio de una manivela, ¿dejaría por eso de ser una máquina? Lo que ocurriría en semejante caso es que el hombre mismo quedaría reducido al papel de fuerza mecánica. La máquina, que ocuparía aún sus brazos, haría inútiles sus manos. Y es esto lo propio de la máquina: en lugar de ser un instrumento en manos d~l obrero, la • ,,,.,--- máquina es una mano artificial. Se distingue de la herramienta menos por la fuerza automática que la mueve que por los movimientos de que es capaz, esos movimientos inscritos en su estructura por el arte del ingeniero y que sustituyen los procedimientos, los hábitos, la destreza L... de la mano. Un torno para hilar no es completamente una máquina, pues inc1uso sirviéndose del torno, es con los dedos con lo que se estira el hilo. Una bomba es una máquina, porque basta para hacerla funcionar imprimirle a su pistón un movimiento de vaivén que puede 'p roducir una fuerza bruta. La definición de la máquina sería, por tanto, la siguiente: un mecanismo que bajo el impulso de una fuerza motriz simple ejecuta los movimientos compuestos de una operación técnica efectuada antes por uno o varios hombres 1 • Esta definición descarta ya un gran número de falsos ejemplos, con ayuda de los cuales se haría remontar el uso de las máquinas a la antigüedad más remota. Hay que reconocer, sin embargo, que su apa rición es muy anterior a los tiempos modernos: los antiguos no solo tuvieron máquinas de guerra muy complicadas y muy potentes, sino máquinas industriales, como el molino de agua. Lo que es reciente no son las máquinas, sino el maquinismo. Este término puede aplicarse o bien a una industria particular o bien al conjunto de las industrias. Antes de convertirse en un hecho universal ha sido un hecho especial o local. Incluso en nuestros días, en que ha adquirido un desarrollo inmenso, experimenta todavía numerosa~ excepcio~es. Para que el ma;-.. quinismo reine en una o varias industrias no basta que la máquina concurra a la producción, es preciso que se haya convertido en su factor esencial, que determine la cantidad, la calidad y el precio de coste de los productos. La industria del hierro ha empleado máquinas desde el siglo XVI: martillos pilones, levantados primeramente con ayuda de palancas y después por medio de ruedas hidráulica' 2 ; fuellrs acciona1

Esta definición parece más satífactoria y más completa que la ele REU· «Una máquina es un conjunto de Órganos sólidos dispuestos de tal ma· nera que permitan emplear las fuerzas mecánicas naturales para producir moví· mientos definidos.» Theoretische Kinenwtik, pág. 38. 2 Véanse los admirables grabados en madera del De Re Metallica, de Geor· gíus Agricola (Basilea, 1546). Cierto número de ellos están reproducidos en BECK, Ludwig: Geschichte des Eisens in technischer und kulturgeschichtlich<•r Bezieh1mg, II, 147, 149, 479, 4<82-83, 531, etc., junto con figuras análogas sacu das de la Pirotechnia, de BrRI"IGUCCIO, Vannuccio (Venecia, 1558).

LEAUX:

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COMIENZOS DEL MAQUINISMO EN LA INDUSTllIA TJ;XT!L

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dos por la fuerza del agua o mediante maniobras con asnos :o caballos 1 • Un poco más tarde aparecen los tornos para metales, las laminadoras automáticas, los cinceles para cortar el hierro 2 . Pero en tanto que, por falta de combustible, el hierro colado solo pudo obtenerse en pequeña cantidad, y en tanto que el hierro en bar ras- tuvo que forjarse d urante mucho tiempo a martillo, las máqu inas no ejercieron en realidad más que una influencia secundaria en el desenvolvimiento de la indust ria. Por lo demás, hay grados en el maquinismo; la imprenta es, por definición, una industria mecanizada, y esto desde su origen. No obstante ha llegado a serlo mucho más desde que las prensas rotativas, movidas por el vapor o la electricidad, han reemplazado a la antigua prensa de mano ; y más todavía : a medida que la máquina de compo. ner reemplaza al obrero ca iista, al menos en cuanto a la parte material de su labor. . Si se deja aparte la imprenta, que, en rigor, presenta mucho más interés para la histor ia del progreso intelectual que para la de la evolución económica, son las indust rias textiles las que ofrecen el primer ejemplo del maquinismo, entendido en el sentido más completo de la palabra. La transformación rápida de la industria del algodón por una serie de invenciones técnicas, ha hecho de ella la primera en cuanto a la fecha y el tipo clásico de las grandes industrias modernas. No sin razón ·Schulze-Gavernitz, bajo el título general de L a gran industria, ha publicado, pura y simplemente, una monografía de la industria del algodón. Pero por precipitada que haya sido la evolución cuyas fases vamos a narrar, no se ha producido en modo alguno sin preparación. Bajo los cambios en apariencia más repentinos se oculta la continuidad antes, aun cuando sus consecuencias hayan 11ido limitadas, fue la invención, en 1598, del telar nara teier medias ( stocking-frame) por un graduado de la Universida"d de Cambridge, William Lee 4 . Este telar es sin duda una máqu ina 5 , y precisamente Véase BECK, ob. cit., II, 130-42. " Véanse las láminas de la Enciclopedia, tomo IV, arl. «Forges ou Art fin fe r» . " Acabamos de citar el ejemplo proporcionado por la industria metalúrgica v ele indicar las razones por las que debe ser clasificada aparte; volveremos ~uhrr ello en el capítulo II1 de la segunda parte (El hierro y la hulla). ~ Con sultad, para lo que sigue, FELKIN, W .: History of the machine-wrought lws1 ery and lace manufactures, págs. 23-41, y el artículo «Lee» (William) en /J/rtio11ary of National Biography. 1 E n la Encyclopédie méthodique (Manufactnres, I, 220) se lec : «Es una ' 1111\ quina de hierro pulido, muy ingeniosa, cuya construcción no es posible des· 1·1 lhir bien a causa de la diversidad y del número de sus partes, y que se com111 1•11rlo muy difíc ilmente incluso cuando se la tiene ante los ojos.» Las lámin as ,¡ .. In l•:nciclopedia de Diderot y d'Alambert (tomo JI, nrt. Métier a /aire des litt •) dnn, sin embargo, una idea bastante clara.

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PARTE II:

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

de aquellas que por ejecutar la operación esencial, fundamental de una industria, no pueden introducirse en ella sin causar una verdadera revolución. ¿Resultará extraño que Lee haya sufrido la suerte desdichada que habría de abrumar, después de él, a tantos otros inventores? Su máquina fue juzgada como una innovación perniciosa que amenazaba con quitar a un gran número de obreros su subsistencia al mismo tiempo que su trabajo habitual. Objeción renovada sin cesar, que todavía en nuestros días retrasa en muchos casos el progreso de la técnica industrial, que no podría detener en lo sucesivo. Lee, obligado a abandonar Inglaterra, encontró refugio en Francia, gracias a la protección del gobierno esclarecido de Enrique IV: fue a establecerse en Ruán con nueve o diez obrer os. Pero a r aíz de la muerte del rey, el inventor, tan impopular en Normandía como en Inglaterra, más sospechoso en su doble calidad de extranjero y de protestante, se vio forzado por segunda vez a renunciar a su empresa y, partió para París, donde vegetó y murió oscuramente. Sus compañeros regresaron entonces a Inglaterra y se instalaron en la región en que tenían lugar los primeros ensayos del invento, en los alrededores de Nottingham. Es allí donde el punto a máquina iba por fin a aclimatarse, después de este período de tribulaciones. Al siguiente siglo había reemplazado casi completamente el punto a mano. Era ya el maquinismo, con la mayoría de sus consecuencias. Bien es verdad que no había llegado todavía al agrupamiento de los trabajadores en grandes taller es: el telar de hacer punto, lo mismo que el telar de tejer, se empleaba a domicilio. Pero era un instrumento de trabajo demasiado costoso para que el obrero pudiera poseerlo. De ahí ese régimen tan particular, cuyas condiciones principales ya hemos tenido ocasión de indicar 1 ; el obr ero, arrendatario de su telar, y teniendo que deducir de su salario el alquiler, frame rent, que pagaba por tal concepto; el capitalista, dueño a la vez de la materia prima y del utilaje, omnipotente y haciendo sentir duramente su poder. A veces los patronos contrataban obreros sin tener trabajo que darles, únicamente para colocar algunos telares desocupados y cobrar el frame rent 2 • 1 Véase primera par te, cap. l. Véase Journ. o/ the Honse of Commons, XXXVI, 635, 728, y el preámbulo del Acta 28 Geo. lTI, c. 55 : "Resultando que los telares de hacer medias y otros artículos de punto son máquinas muy cos· tosas y pertenecen, en general, al mediero o fabricante, que las arrienda, me· diante un alquiler, a sus obreros ... » 2 Véase Journ. o/ the House o/ Commons, XXXVI, 742, y XXXVH, 370. Este abuso fue objeto de quejas repetidas hasta una época reciente: «Tenga o no trabajo el obrero, el patrono exige el al quiler de su máquina. Los tejedores de medias aseguran que, cuando pagaban el alquiler por sus telares, los patronos trataban de repartir el trabajo en períodos mucho más largos de lo que era ne· cesario, dividiéndolo en fracc iones muy pequeñas, con el fin de cobrar el alquiler el mayor tieJTipo posible. Y los tejedores de seda de Macclesfield se quejan de permanecer constantemente en un estado ele semiparo forzoso, porque Jos patronos encuentran ventajoso hacer ejecutar el trabajo en la mayor can·

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Esta industria presentaba una curiosa mezcla de rasgos antiguos y nuevos, unos adoptados de las industrias tradicionales, otros precursores de transformaciones próximas. Había una corporación de tejedores de medias, formada según el modelo de los gremios medievales: patronos y obreros formaban por igual parte de ella, la afiliación era obligatoria y el número de admisiones limitado; maestros, oficiales y aprendices estaban sometidos a un sistema complicado de costumbres y de reglamentos 1 • Pero estos reglamentos, calcados de la legislación industrial del siglo XVI, se convertían en letra muerta tan pronto contrariaban los intereses del patrono, que era el propietario del utilaje y el que daba el trabajo. Las prescripciones, que tenían por objeto limitar el número de aprendices, eran violadas constantemente: el patrono pensaba tener a su disposición una mano de obra abundante, y, por tanto, poco costosa. Es en esta industria donde aparecen los primeros ejemplos de contratos de aprendizaje colectivos verificados entre los fabricantes y las parroquias: para estas era la ocasión de desembarazarse de sus niños hospicianos, y para los fabricantes, el medio de ·procurarse lrabajo gratuito y de hacer bajar los salarios de los obreros adultos 2 • Así se afirmaba, a pesar de la supervivencia de las formas tradicionales, la influencia naciente del maquinismo, que sustituye la habilidad manual por los procedimientos mecánicos, y el pequeño número de los ortesanos por la masa de los braceros. Un segundo ejemplo de desenvolvimiento local del maquinismo, de consecuencias limitadas, nos lo ofrece la industria de la seda. A decir verdad, no es en Inglaterra donde hay que buscar sus verdaderos orígenes. La industria de la seda no estuvo allí nunca perfectamente aclimatada y el invento que la transformó es un invento italiano. La fabricación de telas de seda había adquirido en Inglaterra, en los últimos años del siglo XVII, un desarrollo rápido. Una colonia de luí.hiles obreros, expulsados de Francia por la revocación del edicto de Nnntes, acababa de establecerse en los arrabales de Londres, y la fama clo las sederías de Spitalfields empezaba a difundirse. Sin embargo, los r11hricantes ingleses tenían que luchar contra dificultades serias. Forwdos a comprar fuera la seda cruda-ya que el clima británico hace Imposible el cultivo de la morera y la cría del gusano de seda-les hnhría interesado producir por sí mismos el torzal, el hilo de seda que •1• obtiene reuniendo 'Y torciendo juntos los filamentos que se sacan iln los capullos. Ahora bien: el contrabando lanzaba al mercado inglés tltl1ul posible d e telares separados, ya que cada telar les proporciona un alquiler a tanto por semana.» WEBB, S. y B: Industrial Democracy, l, 317. 1 Véase sobre esta cuestión el estudio bastante completo de U ELO: Zwei ll11t-/11•r zur socialen Geschichte Englands, págs. 484 y sgs. ~ ldem, ~bid. Los estatutos de la Company of Frameworlc Kniucrs, revisados 111 1 7~4, cslan reproducidos en los ]ournals of the Tlouse of Commons, XXVI, 1 lll NO,

1'•14•· 779-94. M4Nlllll~ .

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PARTE II: GRANDES INVENTOS Y GRANDES

EMP~ESAS

torzal a bajo precio, a tan bajo precio que no se comprendía cómo podía haber sido fabricado 1 • Corría el :umor ,de ~ue existían, en. Italia máquinas para torcer la seda, pero nadie habia visto esas maqumas y nadie sabía cómo estaban hechas. Hacia 1702, un tal Crotchett, de Derby, se las ingenió, sin más datos, para construir una 2 ; pero fracasó, y el torzal italiano siguió entrando fraudulentamente. Las máquinas existían, en efecto. Se ignora en qué época fueron inventadas. Lo que es cierto es que se las encuentra descritas en una obra de mecánica aparecida en Padua en 1621 3 • Pero esta obra, a,dmitiendo que jamás se hubiera conocid? en Inglaterra, estaba, segu;i todas las apariencias, completamente olvidada; y en. cuanto a las ~a­ quinas mismas, se las debía guardar celosamente, a Juzgar por el misterio con que, todavía en esa época, se rodeaban los menores procedimientos de fabricación. Era una empresa difícil, incluso peligrosa, la de ir a Italia a robar el precioso secreto; y si la historia de una expedición semejante ha sido adornada después con algunos detalles novelescos, el hecho nada tiene de extraño. El viaje fue hecho por John Lombe en 1716 4 • Se dirigió ª. Li_orna, y no solo consiguió ver las máquinas, sino penetrar en ~l :d1fic10 en q ue se encontraban. Con la connivencia de un sacerdo~e. italiano pudo tomar diseños a escondidas y enviarlos a Inglaterra d1s1mulados entre piezas de seda. Una vez terminada su arriesgada misión ~e embarc~ ~ según se dice, estaba a punto de ser descubierto, y un bncbarca sal;o en su persecución. Pero tuvo la sue1te de escapar. Vuelto a su pa1s, murió algunos años después, muy joven todavía; corrió la voz de que los italianos, en venganza, lo habían envenenado. Desde su regreso, en 1717, se había dedicado a insta~ar, c~rca de Derby, máquinas construidas según los planos que hab1a tra1do de Italia: 5 • El capital necesario fue proporcionado por su hermano, Thomas Lambe, que en 1718 obtuvo un privilegio por un período de catorce l Véase COOKE-TAYLOR: lntroduction to the history of the factory systern, pág. 358. 2 BARLOW, A.: Hist. o/ weaving, pág. 30. 3 Zo:scA, Vimorio: N uovo T eatro di M acchine ed Edifici (Padua, 1621), págs. 68-75, con láminas. . . "- El relato tradicional está en HuTTON, W.: Hist . o/ Derby, pags. 161 . Y siguientes. Ha sido criticado. especia!me1!te por . C; . TOWN SEND WARNER (~ocwl England, V, 111-12). Este viaje, segun el, era mut1l , pu?sto. que se poseia la d escripción de la máquina dada por Zonca . 1:-<> que habna s~do ve~da~eramente extraordinario es que John Lombe o cualq uier otro comerc1an!e mgles de su tiempo hubiese leído el Nuo uo Teatro di Macc hi~. En 1692, anade Warner, ,se había tratado de introducir en Inglaterra los molinos para torcer la seda (Vea· se Caleñdar o/ Home O/fice Papers, 1683-1693, pág. 293.) Pero ¿prueba esto que s u plano y su funcionamiento fuesen conocidos des~c entonc~s? ¡¡ Con la ayuda de un italiano llamado Soracole. Vcase DE FO E: Tour, III, 38 (cd. de 1727), y m, 28 (ed. de 1742).

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años . Pronto se alzó, en una isla de Derwent, una verdadera fábrica, la primera que existió en Inglaterra. El edificio asombraba por sus dimensiones ; con su longitud de quinientos pies, su altura de cinco o seis pisos y sus cuatrocientas sesenta ventanas se lo hubiera tomado por un inmenso cuartel. Al entrar el asombro se redoblaba: las máquinas, muy grandes, eran de forma cilíndrica y giraban sobre ejes verticales; var ias filas de bobinas, colocadas en todo el contorno, recibían los hilos, y, mediante un rápido movimiento de rotación, les imprimían la torsión deseada; en el vértice, el torzal iba enrollándose automáticamente en unas devanaderas, totalmente listo para confeccionar las madejas que habrían de ponerse n Ja venta. La multitud de piezas que componían tales máquinas, y que nccionaba una rueda única movida por el agua del Derwent~ la precisión y. la rapidez de su funcionamiento, la delicadeza de la obra que ejecutaban, todo esto era motivo sobrado para impresionar vivamente a los que nunca habían visto nada semejante. La misión principal de los obreros era la de renovar el hilo cuando se rompía. Cada uno de ellos vigilaba sesenta hilos a la vez 2 • Era ya la fábrica moderna, con su uti- '"\ 1· lnje automático, su producción continua e ilimitada y las funciones estrictamente especializadas de su personal obrero. El desenvolvimiento del capitalismo industrial acompaña al del maquinismo. Los hechos que hemos apuntado en la industria de las medias se hallan aquí más acentuados, más significativos. El fenómeno de 1•oncentración aparece más claro, dándole la existencia de la fábrica una íorma concreta y visible. La fábrica de Thomas Lambe ocupaba a 1rrscientos obreros. Los establecimientos a los aue sirvió de modelo ÍtH'ron a menudo tan importantes o más todavía. -En 1765, con ocasión Chronological index o/ patents and inventions, núm. 477. Sobre la legisl11f'itÍn d e las patentes en el siglo xvm, véase JJuurn, Windham: On the history o{ ¡1n1ent law in the XV!lth and XV/llth centuries, «Law Quarterly Review>>, 1im2, pá gs. 280 y sgs. 2 «Hay aquí una curiosidad de una naturaleza extraordinaria, la tínica en • 11 ''" llCCie en Inglaterra: me refiero a ese molino junto al D erwent que hace 11111 l11r las tres grandes máquinas italianas para fabri car torzal. Gracias a este l11 vr•11 10 un solo obrero hace tanta tarea como c incuenta y esto mucho mejor v 1·011 más exactitud. E sta máquina está compuesta de 25.586 engranajes y de '1 7 ,' 16 pieza s, que producen 73.726 yardas de hilo de seda cada vez que la 1111•d11 cl u una vuelta, lo q~e tiene lugar tres veces por minuto ; o sea , 318.514.960 11111ln11 r n veinticuatro horas. Una rueda única pone en movimiento a todas las 111•11111,. cnda una de las cuales, sin embargo, puede ser detenida separadamente.!' 1lt 1nL: Tour, lll, 67 (ed. de 1742). El texto de ANDER SON, frecuentemente c1I 11111, A rr historical and chronological history and deduction o/ the origin of 1111111111·11·1·, nr, 91 , no es más que una copia de este. Véase también YOUNC, A.: 1\1111/, o/ England, 1, 225, y HUTTON, W.: liist. o/ Derby, p1íg. 163. Las máqui1111• 111111 11on conocidas por las láminas de ZONCA, ob. cit .. y laR dr Ja Enciclope1//11 (1111pkmonto, tomo XI, art. uSoieries», láminas 8 a 20). Introducidas en Fran1111 nl 111iAmo tiom110 aproximadamente que en lnglat orrn, durante muchos años htl'l nt1 tl 1•Ml~n od11~ con el nombre de molinos del Piamonte.

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PARTE JI:

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GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

de una encuesta parlamentaria sobre la industria de la seda, varios patronos oídos por la comisión, empleaban entre cuatrocientas y ochocientas pe~sonas; un tal J ohn Sherrad declaraba haber tenido a su ser~icio hasta mil quinientos obreros a la vez 1 • Sin duda una p~rte tra~a3~ba a domicilio; pero el torcido de la seda, al menos, se h~c1a a maqu.ma, en vastos talleres: Nathaniel Paterson, de Londres, pose1a doce molinos de hacer torzal, r eunidos en un solo edificio 2 • El tipo del gran industrial, distinto del gran comerciante con el que hasta entonces había permanecido medio confundido, se abre paso y aparece a plena luz. Tho3 mas Lombe hace en quince años una fortuna de 120.000 libra~ ; desempeña sucesivamente las funciones de aláerman y de shenff, Y es nombrado caballero, y cuando en 1732 el Parlamento, a instancias de los demás fabricantes, deniega la renovación de su privilegio, se le abona 4 una suma de 14.000 libras a título de indemnización y de recompensa • No es solamente un individuo rico y poderoso : se lo considera como un benefactor público, y el Estado se reconoce su deudor. . Parecería, pues, que el viaje de John Lombe marca el comienzo verdadero del sistema de fábrica en Inglaterra. ¿Cómo es que este acon- \ tecimiento tan importante ha quedado como en la sombra, Y que la industria del algodón ha usurpado, por decirlo así, el puesto de hon~r debido a la industria de la seda? ¿Sería un efecto del amor propio nacional que habría querido dar a la gran industria moderna un origen purame;te británico? .No olvidemos que por _e~tas palabr~s _de gran .industria moderna hay que entender todo un reg1men econom1co. y social, concebido no como un conjunto de condiciones abstractas, smo como una realidad viva. No buscamos sus orígenes absolutos, sino su iniciación histórica. Ahora bien: desde el punto de vista económico o filo· sófico, cuando se trata de definir y de clasificar los fenómenos, debei;ios limitarnos a considerar sus caracteres; pero desde el punto de vista histórico es preciso tener en cuenta lo que se podría llamar su volumen y su masa, su acción efectiva sobre los fenómenos circundantes, todo l? que determina la filiación concreta de los hechos, diferente de la derivación lógica de los principios y de las consecuencias. La industria de la seda, incluso después de la introducción de las máquinas y del nacimiento de las grandes empresas, nunca fue en Inglaterra sino una industria secundaria. No obstante, se formaron varios centros de producción: en Londres, en Derby, en Stockport, cerca de Manchester 5 , en Macclesfield, donde la fabricación de torzal ocupaba Journ. o/ the House of Commons, XXX, 209-20. !bid., 212-13. 3 Gentleman's Magazine, 1739, pág. 4. 4 5 Geo. II, c. 8. Jo urn. of the House of Commons, XXI, 782-95. s En 1770 había en Stockport cuatro fábricas y un millar de obreros. Jo¡¡m. of the Ho1ise of Commons, XXIV, 240. l

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COMIENZOS DEL MAQUINISMO EN LA INDUSTRIA TEXTIL

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en 1761 a cerca de dos mil quinientos obreros 1 . Pero en ninguno de estos centros se produjo un movimiento industrial comparable al que provocó en los condados de Lancaster y Derby la invención de las máquinas de hilar algodón. V arios obstáculos se oponían a ello: el precio\ excesivo de la seda cruda, sobre todo desde que el rey de Cerdeña prohibió su exportación; la competencia desalentadora de la industria francesa y de la industria italiana, cuya superioridad se debía en parte a ventajas naturales. De ahí las crisis frecuentes, que se intentaron conjurar en vano con medidas de protección 2 ; de ahí las lamentaciones de los patronos y las r evueltas de los obreros 3 ; finalmente, una verdadera detención del crecimiento, de la que nunca se ha repuesto esta industria, y que contrasta con el desarrollo de las industrias inme· diatas 4 • Esta detención del crecimiento se hizo sentir también en el dominio de la técnica. La introducción de la máquina de hacer torzal no fue PL punto de partida de ningún invento nuevo. En lo que concierne al li:j;do y al acabado de las telas, subsistieron los procedimientos anti· ~uos, y con ellos el régimen de la pequeña producción. Los tejedores d11 Spitalfields, de los que se recuerdan sus coaliciones, huelgas y moti· 111·~, trabajaban en su domicilio; sus patronos eran mercaderes y destajis111" más bien que manufactureros, y las causas de su antagonismo no 1•1 nn otras que aquellas cuya acción lenta y continua iba transformando HICO a poco las antiguas industrias. J ohn y Thomas Lombe, con su fá11 len a orillas del Derwent, han sido precursores más bien que inicia1lt1r<'~ : la revolución industrial se anunciaba, pero no comenzaba to1l11vfo.

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II /\ c•11tc movimiento incompleto, o al menos amortiguado y sin pro· l1111vt1rloncs, se opone el progreso continuo de la industria del algodón. 111 11q11I pnrlc el impulso decisivo que en pocos años se comunicó a la 1111111 11111 leoxlil entera. Desenvolvimiento tanto más notable por cuanto •1111 11111,. 11 1 r~nncs son más recientes. 1 1 ¡11d11hrn rotton tiene, desde hace varios siglos, derecho de ciu· il11d1111l11 1•11 111 longua inglesa ; pero hasta el siglo XVII su acepción era .1111111•1111• d1• In que le damos hoy día: designaba ciertas lanas burdas 1 }1111111 11/ llitt ffouse of Commons, XXX, 215 y sgs. La industria de las • l11t"•· 1•11 1 11v1 1111 y, 1l
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93, 725. pág. 99. 1 WMn 11111·11., e;, 11.: 1
/1 1111.rn 11/ <.'111111111111•1 XXX, 87, Vi<1111n ¡11 h11 M11 pni 1o, cap. 1,

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PARTE

II:

I: COMIENZOS DEL MAQUINISMO

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

que se fabricaban en el norte de Inglaterra 1 . La palabra conservó durante mucho tiempo este sentido primero, y quizá lo conserva todavía en ciertos distritos de Cumberland y de Westmor eland 2 • Hay que señalar que Manchester era una de l as localidades más renombradas por la fabricación de cottons :i. Pero entre la industria mencionada en la B,;itannia, de Camden 4, y la qu e en nuestros días ha hecho la fortuna de Manchester, no hay de común más que el nombre. Las telas ele algodón fabricadas en Oriente y sobre todo en la India, habían penetrado desde tiempo inmemorial en los países mediterráneos, donde muy pronto se intentó imitarlas. En los países del Norte, esta imitación fue más tardía. Solo fue en el siglo XVI cuando el algodón bruto, traído de Levante por los mercaderes venecianos, hizo su apar ición en Flandes. Amberes fue la ciudad donde primero se concentraron la hilatura y la tejeduría del algodón; industria poco importante, «Hasta 1700... los , cotton.~ figur aban todavía en la enumeración de ~as manufacturas de lana» ( 11 y 12, Will. III, c. 20). DANIELS, G. W.: Early En~lish cotton industry, pág. 7. En una ley de 1552 (5 y 6 Ed. VI, c. 6) que menc10na igualmente los cccottons, burieles y paños de Frisa f~bricados en el condado de Lancastcr», el peso mínimo de 30 libras para una pieza de 22 Y~'.das de largo y 3/4 de yarda de ancho fodica claramente que se trata de Lei1dos de lana. El Acta 5 Eliz. c. 4 ( 1563) llama «tejedores de lanas» a las personas ccque ha· hitan en los condados de Cumherland, Westmoreland, Lancaster y el País de Gales, que tejen paño de Frisa, cottons, y paños doméstic?s» .. La _industria de la lana era floreciente en Lancashire desde el siglo xm (Victoria history of the county of Lancaster, II, 376). Podrá parecer extr~ño el ver q ue en l_?glaterra la palabra «algodón» se aplicaba a las lanas, m;e~tras que ~n Espana Y .en Italia las palabras cotón y cotone tenían desde hacia mucho tiempo el sei:iudo que se les da actualmente. Pero A. de, Candolle i:-di ~a una confu:ión semeiante en el origen mismo del vocablo: en ar abe, los termmos que designan . ~l algodón (kutn) y el lino (kattan o kittan) son prácticamente idé.nticos (Ongm~ des plantes cultivées, pág. 325). Apuntemos que no solo en Italia y e1: Espana .. se hilaba y tejía el algodón desde el siglo XII, sino qu e en Alemania un ~e]ldo llamado «barchenl» men cionado desde el siglo XIV, consistía en una u rdunbre de lino y una trau'ia de algodón. Véase Li;vY, R.: Histoire économiqu~ d e l'industrie cotonniere en Alsace, págs. 3-4, 7, y DANTELS, G.: Early English cotto11 industry, pág. 14. Este último escribe: ccEs difícil . ap~~tar la sospe5ha de que la fibra vegetal ha podido ser empleada en la fabncac10n de los panos de Lru1 cashire.» lbíd., pág. 7. 2 Véase A complete history o/ the cotton trade (1823), pág. 40.; U11E, The cotton manufacture o/ Great Britain (1836), I, 31. «Una especie de te11d!l burdo, llamado cottons, de Kendal», EoEN : State of the poor, .u. 751. .. 3 «En esta época (siglo XVI) era famosa la cmdad por ciertos tei1dos ,dr· lana, muy solicitados, que en ella se fabricaban y a los qu~ se. llan:;aha com1m mente cottons de Manchester.» HoLLINGWORTH, R.: Mancumensis, pag. 64. Est11 obra escrita hacia mediados del siglo xvm, fue publicada por W. Willis en 18311 4' «Hoc circumvicinis onpidis suo ornatu, frequentia, lanificio, foro, templ11, collegio a Grislreis et La Waris ut ex insignihus . deprehendi, constructo lon u.r prrecellens. Superiori vero retate multo pnecellenuus tum laneorum p annor11111 honore (quos M anchester cottons vocant) tum asyli jure, qu~d. Parham~nt111 In authoritas sub Henrico VIII Cestriam transtulit.» CAMDEN, W1lham: Bntan1111 descriptio (1586), pág. 429.

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incapaz de rivalizar con la de la lana, tan floreciente en todo el país flamenco. Después del sitio y de la toma de Ambcres por Alejandro Farnesio en 1585, cierto número de obreros emigraron a Inglaterra. Tal es, según Schulze-Gavernitz, el origen de la industri a. inglesa del algodón 1 • El primer texto que hace mención de esta industria en términos n o equívocos data de 1610. Es una petición de un tal Maurice P eeters - nombre de resonancia flamenca-al conde de Salisbury, protestando contra la indignidad de «los que, en los tejidos llamados bombazinas, introducen algodón, el cual es cultivado en Persia y no es lana en modo alguno>> 2 • Tr einta años más tarde el algodón se ha afianzado en Manchester, como nos lo muestra Lewis Roherts., mercader y capitán de la ciudad de Londres. Hablando de l os habitantes de Manchester y de sus r elaciones comerciales con Irlanda, escribe: «Su activi dad no se limita a esto, ya que comp ran en Londres algodón bruto, procedente de Chipre o de Esmirna, y lo traba jan en sus casas; con él fabrican fustán, ber mellón y basín, que a continuación remiten a Londres, donde son véndidos; no es raro que se exporten también a ciertos países extranjero~, los cuales p odrían procurarse directamente la materia prima y a mej or p recio» 3 . No se trata esta vez de telas de lana, y Manchester se halla en posesión, desde esa época, de su especialidad famosa. Durante este período, que se podría den ominar el período primitivo ele la industria del algodón en Inglaterra, la calidad de la p r oducción na medi ocre, y su cantidad insignificante. Casi todos los tejidos de 11 lgodón vendidos en Londres y en las ciudades princip ales venían, más o menos directamente, de las Indias. Hay una relación muy estrech a, mmque bastante difícil de definir, entre esta importación a ntigua po r 11na pa rte, y esta producción naciente por otra. El desarrollo del co111c rcio colonial, y en particula r del comercio de la India, fue, como se 1111 visto, uno de los rasgos principales del gran movimiento económico q 1H: se bosquejó ha cia fines del siglo XVII. En el primer puesto de los ¡irnductos que se impusieron al público inglés, y que se convir tieron 1111 objeto de una demanda cada vez más intensa, fig urahan las telas ScHULZE-GAvERNITz: La grande industrie (trad . francesa), pág. 27. Stale Papers, Dom., LIX, 5. PRICE, W. H.: On the beginnings of the 1 urtlln industry in England ( «Quarterly Journal of Economics, XX, 608-13), cita 111111 pclición de 1620, conservada en la biblioteca del Guíldhall de Lon dres ( l'1•tilions and Parliamentary Matters, 1620-1621, núm. 16), de acu erdo con la r 11 11 [ lu industria del algodón en Inglaterra se remontaría a los comienzos del •li-110 xvrr o incluso a fi nales del XVI: «Hace unos veinte años, diversas personas 1111 r1Hlll reino, principalmen te en el cond ado de Lancaster, descubrieron el arte "" r,, bl"icar fu stanes hechos con una especie de borra o pelusa que es un producto rl 11I •110101 fr uto de cier tas matas o arbustos y traídos a esto r eino por los roer' 11rln t'I'~ lurcos de Esmirna, Chipre, Acre y Sidón, pero comúnmente llamada lana n l~od t\n .. . Se fabrican por lo menos 40.000 piezas ele fusllín en l nglatcrra . .. V •n 0¡11plcan en ello millares de pobres.>> 1 '/'/11· treasure of trafjike, or a discoursc o/ for o ig1~ trarle, by Lcwis Ro· 111•1111, ¡11N!'hunt ancl ca ptain of the city of London ( Lond rrR, JM-1), Jl Úg. 32.

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PARTE II: CRANDES INVENTOS Y CRANDES EMPRESAS 1nº1 ~~~__::_:..::_:..::_::.;__;_~~~~~~~~~~~~~~~~-

de algodón, los tejidos con flores pintadas o ~stampadas. Intervin? la moda, y pronto hicieron furor estas telas. «Se vio a personas de calidad disfrazarse con tapices de las Indias que, muy poco tiempo antes, sus camareras habrían encontrado demasiado vulgares para ellas; las indianas recibieron un ascenso, del suelo subieron a la espalda, de alfombras se transformaron en refajos, y a la misma reina 1 le gustaba en aquel tiempo mostrarse vestida de China y de Japón, quiero decir de sederías v de calicós de China. Y no era esto todo, pues nuestras casas, nuestro ~abinete nuestro dormitorio, también fueron invadidos: cortinas, cofines, siÍlas, y hasta las mismas camas no fueron más que calicós e indianas» 2 • Al propio tiempo se alzaba por todas partes un concierto de ~ecri­ minaciones y de quejas. ¿Adónde iba a ir a parar la industria nacional, la industria privilegiada de la lana, si se continuaba tolerando esta competencia extranjera? Ya se sabe que la ind~stria de la la~a no estaba habituada a soportar pacientemente cualqmer competencia. El Parlamento se apresuró a darle satisfacción; en 1700 se promulgó una ley que prohibía absolutamente la importación ~e teji~os estampados de. _la India, de Persia y de China; toda mercanc1a cogida en contravenc10n 3 debía ser confiscada, sacada a pública subasta y reexportada • Hay que creer que esta medida enérgica no produjo el efecto esperado, porque las demandas no tardaron en reno.varse 4 • Hacia 1719 se hicieron más apremiantes, y el Parlamento se vio asaltado nuevamen~e de peticiones 5 • Se publicaron numerosos folletos, en los que los fabricantes de telas de lana se pronunciaban en términos vehementes contra la moda de las cotonadas estampadas 6 • Y no solo se contentaron con La reina María, mujer de Guillermo de Orange. DEFOE: W eekly Review, enero de 1708. 3 11-12 Will. III, c. 10. Los fardos de mercancías destinados al ~omercio de exportación se permitía que entraran temporalmente ~n los puertos mgles~s, pero a condición de ser declarados en la aduana y. consignados en ~m almacen de depósito. Véase BAL KRISHNA: Commercial relauons between India and _En-gland from 1601 to 1757, págs. 194 y sgs., y HAMILTON, C. J.: Trade relations between England and India (1660-1896). 4 Un folleto de 1706 deplora «la moda actual de los cali?ós pintados o estampados que se hacen venir de las Indias». HAYNES, J.: A view of the present state of the clothing trade in England, pág. 19. 5 Una de estas p eticiones se opone, bastante curiosamente, a todas las de· más: defiende la causa de los tejidos de algodón, en interés de la industria de paños, mostrando que si el precio de las lanas inglesas disminuye, su expor· tación debe aumentar. fourn. of the House of Commons, XIX, 254. 6 The just complaints of the poor weaver truly represented (1719); A brief state o/ the question between printed and painted callicoes, and the woollen and silk manufactures (1719); The weaver' s true case (1720); The further case o/ the woollen and silk manufacturers (1720). Y en sentido contrario: AsGILL: Brief answer to a brief estate of the question, etc. (1719). The weaver's pretences examined (1719). La mayoría de estos folletos nos han sido comunicados por el profesor Foxwell. l

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palabras. En muchos sitios se produjeron disturbios: los tejedores, exasperados por los paros forzosos prolongados, atacaban en plena calle a las personas que iban vestidas con telas de algodón y desgarraban o quemaban sus trajes; hasta algunas casas fueron tomadas por asalto y saqueadas 1 • Esta agitación solo terminó después de votada una nueva ley de prohibición, más explícita y más radical aún que la precedente. ((Resultando-dice el preámbulo-que el uso de los calicós estampados, pintados o decorados, ya estén destinados al indumento o al mobiliario, ocasiona perjuicios a las industrias nacionales de la lana y de la seda y tiende a acrecentar la miseria, y que, si no, se toman medidas eficaces para hacerlo cesar, podría tener como consecuencia la destrucción entera de las citadas industrias, y la ruina de millares de súbditos de Vuestra Majestad, cuya subsistencia depende de ellas», se prohibe a toda persona que resida en Inglaterra vender o comprar tales tejidos, llevarlos sobre sí o poseerlos, bajo pena de una multa de cinco libras para los particulares y de veinte libras para los comerciantes 2 • · Estos hechos no podían dejar de influir sobre el desenvolvimiento de la industria del algodón en Inglaterra. En los tiempos en que la en· trada de las telas de la India no estaba sometida a ninguna restricción la demanda creada por su importación ofrecía ya a cualquiera que hubiese sido capaz de imitarlas probabilidades de éxito y de fortuna 3 • Después de la prohibición de 1700, esta.e> probabilidades aumentaron mucho; el público, privado de un artículo favorito, o al menos obligado a procurárselo por vías clandestinas, acogió bien las tentativas, todavía torpes, de los tejedores ingleses. El condado de Lancaster, donde se había implantado ya el germen de esta industria, ofrecía el terreno más favorable para su desenvolvimiento. Gracias a la proximidad de Liverpool, la materia prima llegaba con gastos de transporte lo más reducidos posible. Mientras que en el siglo preceden.te el algodón bruto era traído de Esmirna a Londres, y de Londres a Manchester, Liverpool lo recibía directamente de las Indias Orientales y de las Indias Occidentales 4 • Pues el Oriente no tenía 1 Véase Tite weaver's true case, pág. 40; The weaver's pretences examined, pág. 16. 2 Geo. I, St. I, c. 7. 3 En 1691 un tal John Barkstead sacó una patente «para la fabricación de calicós, muselinas y telas similar es, empleando el algodón producido por las plan1aciones de Su Majestad en las Indias Occidentales». Véase Chronological index of patents, núm. 276 (22 de septiembre de 1691). 4 Tan solo en la segunda mitad del siglo xvm superó Liverpool a Londres <:Ol'J10 mercado del algodón (ELLISON, Th.: The cotton trade of Great Britain, págs. 170-71). Pero desde principios del siglo los comerciantes de Liverpool importaban ya mucho algodón, que también les llegaba por los puertos de Whitehnvcn y de Lancaster. Journals of the House of Commons, XXII, 566-67, citado por DAN!ELS, G. W.: The early English cotton indiistry, págs. 57-58. Véase 1Mirnismo DUMDELL, St.: Early• Liverpool cotton imports and the organization

11111 --~---1-'A_R_T_E_II_:_G_RA_N_D_E_s_rn_v_E_N_T_o_s_Y_ GR_A_N_D_E_S_EM_P_R_E_·s_A_s______

yu el monopolio del cultivo del algodón: florecía en las Antillas, en el Brnsil 1, y mientras que la India o China no exportaban más que el sobrante, casi toda la cosecha americana se dirigía a los puertos de Europa, de ahí una doble corriente de importación que venía a converger en Liverpool. Pero esto no hubiese bastado para implantar en el condado de Lancaster la industria algodonera. La hilatura del algodón P.xige, en efecto, condiciones climatológicas especiales: una humedad bastante grande del aire y poca separación entre las temperaturas extremas. Estas condiciones se hallan realizadas en Lancashire. La temperaura media del verano, en Bolton, es de + 16º centígrados; la del invierno es de + 4.º. El estado higrométrico medio es de 0,82; el del mes más húmedo, de 0,93, y el del mes más seco, de 0,78 2 • Las altas colinas q ue se elevan al este y al norte de Manchester, hacia Ashton y Rochdale, detienen las nubes que vienen del mar : sus laderas, bast ante escarpadas, reciben la mayor parte de las lluvias que, para el conjunto del condado, alcanzan una media anual de un metro aproximadamen,te. Se ha observado que las fábricas tienden cada vez más a agruparse en esta zona tan lluviosa. donde gracias a la humedad totalmente particular de la atmósfera se consigue dar al hilo de algodón una finura excepcional 3 • o/ thc cot1on market in the XVII! th century, «Economic Journal», XXXIIT, 363 y sgs. En 1752, de los 220 barcos del puerto de Live1·pool, 106 hacían el comercio de las islas y de América. l Las colonias de la América del Norte emprendieron este cultivo más tarde. Las importaciones de algodón de Charleston y Nueva York, mencionadas periódicamente desde 1747, eran probablemente importaciones de las Antillas traídas por barcos que habían hecho escala en América
bilo de algodón varían en razón de la humedad de la atmósfera. 3 SCHULTZE-Gii.VERNITZ : La grande industrie, págs. 58 y 108. S. Cha pman parece menospreciar la influencia de las causas naturales cuando escribe: ccEn resumen, la industria del algodón se estableció en Lancashire sin razón especial, a no ser, quizá, porque la de la lana ya se enconu·aba all í, porque se acogía con ngrado a los extranjeros y porque la administración de Manchester no estaba en

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Lo que faltaba a los hilanderos y a las hilanderas de Lancashire rran los dedos ágiles y la extraordinaria habilidad de los obreros hind.úes. El hilo que obtenían, con un _utilaje, por lo demás, apenas supenor al que se empleaba en la India 1, era demasiado burdo o demasiado débil. Por eso se tomó la costumbre de fabricar tejidos mezclados de lino y de algodón: el hilo de lino, más resistente, formaba la 11rdimbre; el hilo de algodón, la trama 2 • Tales fueron las telas que fundaro.n, en su origen, la fama de Manchester. Estampadas a mano, por med10 de planchas grab adas, podían , si no rivalizar con las indianas, al menos reemplazarlas mal que bien y satisfacer los gustos del público, contrariados por las medidas prohibitivas. Era precisamente l o que temían los fabricantes de telas de lana. Su campaña de 1715-1720 par ecía dirigida contra una industria extranjera, en nombre de la industria inglesa por excelencia: en realidad, se trataba de suprimir una competencia tanto más molesta por cuanto que acaba de instalarse en la propia Inglaterra. El egoísmo corporal ivo sigue siendo, quizá, tan feroz, pero se ha hecho menos ingenuo. Hoy día ya no se escribirían párrafos como este: «Como si a nuestro país no debieran faltarle nunca enemigos encarnizados en su ruina, apenas se hubieron prohibido los calicós de la India y todos los tejidos estampados de procedencia extranjera, cuando hijos desnaturalizados de la Gran Bretaña... se pusieron a t rabajar p ara eludir la l ey de prohibición, instruyendo obr eros en la imitación de la destreza hindú» 3 • ¡Así, era un crimen haber querido establecer en Inglaterra una industria nueva! Cuando se compadecía a los millares de personas que se ihan a encont rar por ello privadas de trabajo y de pan, algunos espíritus sin prejuicios no podían dejar de señalar que muchos, en cambio, iban a hallar empleo en los talleres que se abrían"'. A esto se respondía que el número de los obreros ocupados en la indust ria del algodón era ins ignificante 5 . P ero si esta industria er a tan poca cosa, ¿cómo creer manos de un consejo municipal.» Admite, sin embargo, que ccdescle el momento rn que se empezó a comprender el valor ele las condiciones físicas propias de ciertas partes de Lancashire, las manufacturas de otras regiones fueron atraídas r·ada vez más fuertemente hacia la sede principal de esta industrian. CHAP· MAN, S.: The Lancashire cotton industry, pág. 154. 1 Se habían adoptado algunos perfeccionamientos ele la industria de la lana p. ej., el uso del torno para hilar y el de las cardas metálicas. ' 2 Véase el preámbulo del Acta 9 Ceo. 11, c. 4: «Resultando que grandes cantidades de telas hechas de hilo de lino y de algodón ( cotton wool) han sido fabricadas desde hace varios años y han sido estampadas y pintadas en este reino de Gran Bretaña .. .>> :¡ The just complaints of the poor weaver truly represented, pág. 14. ''. AsGILT, : Brief answer to a brief state o/ the queslion between printed call1coes and the woollen and silkmanufactures ; The weaver's pretences exami11rrl; R easons hztmbly offered to th~ House of Commo1is by the callicoprinter5. r. The jnst complaints o/ the poor weaver, p:íg. 25.

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PARTE II: GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

que pudiese hacer una competencia mortal a la antigua y potente industria de la lana? Así, pues, se hizo todo lo necesario para destruir en su nacimiento a l~ indust.ri~ del algodón. Sin embargo, no· peredió. Lo único que se habia proh1b1do era el uso de los calicós pintados o estampados. La fabricación de los tejidos no fue interrumpida; y por lo que atañe a su estampación, hay lugar para creer que fue muy pront~ tolerada: es raro que la ley prevalezca sobre la moda. Desde 1735 los fabricantes obtuvieron un acta del Parlamento que exceptuaba formalmente de la pr~hibición promulgada en 1721 1as telas mezcladas de lino y de algodon, como «una rama de la antigua industria de los fustanes» 1 • Se mantuvo la prohibición contra los tejidos de algodón puro, pintados o estampados; solo fue levantada en 1774. a instancia de Richard Arkwright 2 • ' Esta historia de la industria del algodón en sus comienzos nos inte:esa por 1:1-ás de ~n motivo. Nos proporciona un ejemplo muy palmano de l a mfluencia del desenvolvimiento comercial sobre el desenvolvimiento industrial. La nueva industria es hija del comercio de las Indias. Es la importación de una mercancía extranjera la aue ha det~rminado su nacimien~o; es la importación de una .materia prima exótica la que ha determmado en parte el lugar y las condiciones de su ~stablecimiento. Un hecho no menos interesante es el papel desempe· n.ado por, 1:1 antigua indus:ria textil. Ella fue la que suscitó, por su ciego esp1ntu de monopolio, la competencia que en seguida intentó aplastar: precisamente fue desde la prohibición de 1700 de cuando data el éxito de las cotonadas inglesas, sucedáneas de los tejidos indios. En fin, el contraste entre las dos industrias rivales es desde entonces visi· ble, y nos ayuda a comprender la evolución rápida de una, la transformac~ó~ más di_fícil y más tardía de la otra. Una industria nueva y sin t;adic1ones tema para sí, a falta de privilegios, todas las ventajas de la libertad. No estaba inmovilizada por una tradición rutinaria. Permanecía al margen de las reglamentaciones que impedían o retardaban el progreso técnico. Era como un campo de experiencias abierto a las mvenciones, a las iniciativas de toda especie. Sobre este terreno completamente preparado para recibirla era donde iba a edificarse al fin la estructura esbozada del maquinismo.

III La industria del algodón, tanto en lo que concierne a la organización del trabajo· como en lo que concierne al utilaje, había empezado 1 9 Geo. II, c. 4. Véase un resumen histórico de las Actas de 1721 y do J-735 en DANIELS, G.: Early English cotton industry, págs. 20 y sgs. 14 Geo. III, c. 73.

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por semejarse, punto por punto, a la industria de la lana. Era una industria domést.i ca y rural. El tejedor de Lancashire trabajaba en el campo, en su cotta.ge, rodeado de un trozo de tierra 1 • Las mujeres y los niños cardaban e hilaban 2 • En ninguna parte era más necesaria la combinación estrecha de la agricultura y de la industria: el clima húmedo y brumoso, el suelo cortado por páramos y marjales, obligaban al labriego a buscar otros recursos que los que le ofrecía el trabajo de los campos. Junto a los rasgos característicos del sistema doméstico descubrimos las huellas de la evolución espontánea, que, poco a poco., iba intro·
BuTTERWORTH, E.: Hist. of Oldham, págs. 105-07. ccEn 1770 había en Mellor cincuenta o sesenta arrendatarios. Todos, a ex· rcpción de seis o siete quizá, hilaban o tejían el algodón, el lino o la lana. Los cottagers eran a la vez cultivadores y tejedores: en verano abandonaban BUS telares y se alquilaban para la siega.» RADCLIFFE, W. : Origin of the new .~_rstem of manufacture, commonly called power-loom weaving, págs~ 59-60. ccLas fmcas eran cult1vad_as, sobre todo, para la producción de lech e, ¡uanteca y que~o ... Una vez t ermmada la faena de l a finca, se trabajaba en cardar en torcer y en hilar la la~a y el algodón, así como en formar la urdimbre par~ el telar.» l~AMFO~D, S.: Dialect. of South Lancashire, págs, IV-V. Se hallará una descrip1·16n. pmtoresca del sistema doméstico en la industria del algodón en MoFFIT, l,ou;s W.: England on the e_ve of ~he industrial revolution, pág. 210. GuEST, R.: C?mpendious history o/ the cotton manufacture, pág. 10; lluTT~RWORTH, E.: Hist. of Oldham, pág. 103. Buuerworth parece haber copiado tlul hbro de Guest una parte de los hechos que cita. 4 Com_o en la industria de. la lana, ol tufiido y o] nonbndo osrnban 11 cargo 1101 comerciante. GuES'f, R., oó cit., pág. J J. C. W. Duniols obsorvn c¡uo a principios clol siglo XVII Humplrrey ChuLhum dc11ornpofiuhn on Mun ohoslor o! papel del co111111·ciante manufacturero. {lútrly Enyllslt rotton l11rl11stry, págs. 35-36). 2

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y de su porvenir 1 • Hacia mediados del siglo XVIII, Manchester expedía sus cotonadas, según se dice, a Italia, Alemania, las colonias de América, Africa, Asia Menor, y hasta China, a través de Rusia 2 • Pero de acuerdo con los registros de las Aduanas 3 , el valor total de las cotonadas exportadas de Inglaterra no pasaba de las 46.000 libras esterlina~; y cuando en 1760, con ocasión de la coronación de Jorge III, desfiló por Manchester una gran procesión de corporaciones de arte· sanos «con trajes e insignias apropiados» 4 • no aparecieron ni hilanderos ni tejedores de algodón. La industria del algodón era todavía pequeña y débil comparada con la gran industria de la lana. Sin embargo, la serie de inventos que iban a transformarla, y tras ella a todas las industrias textiles, ya había comenzado. Un error común, del que ahora debemos guardarnos, consiste en juzgar las invenciones técnicas, siempre y en todas partes, como debidas a la aplicación de los descubrimientos científicos. No pensamos, en modo alguno, en discutir la influencia decisiva ejercida sobre el progreso técnico por las ciencias 5 , sobre todo a partir del siglo XIX. Pero si consideramos detenidamente este progreso, vemos que hasta esa época se descompone en dos momentos distintos. Solamente en el segundo de tales momentos es cuando apar ece la ciencia. El primero es todo empirismo y tanteo: la necesidad económica y los esfuerzos espontáneos que provoca bastan para explicarlo. Toda cuestión técnica es en primer lugar y ante todo una cuestión práctica. Antes de presentarse como un problema ante hombres provistos de conocimientos teóricos, se ha planteado a las personas de oficio como una dificultad que superar o una

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COMIENZOS DEL MAQUINISMO EN LA INDUSTRIA TEXTIL

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ventaja material que obtener. Es como un movimiento instintivo que no solo precede al movimiento reflexivo, sino que es su condición necesaria. «Es un hecho bien conocido, decía en i 785 el abogado Adair, defendiendo a Richard Arkwright, que los inventos más útiles, en todas las ramas de las artes y las manufacturas, no son obra de filósofos especulativos, encerrados en su gabinete, sino de artesanos ingeniosos, al corriente de los procedimientos técnicos en uso, y conociendo por la práctica lo que constituye el objeto de sus investigaciones» 1 • Una idea que nace de repente en el espíritu de un hombre de genio, y cuya aplicación produce, no menos súbitamente, una revolución económica, he ahí lo que se podría llamar la teoría romántica de las invenciones 2 • La realidad no nos muestra en ninguna parte esas creaciones a nihilo, verdaderos milagros que nada explicaría, a no ser la potencia misteriosa de la inspiración individual. La historia de los inventos no es' solo la de los inventores, sino la de la experiencia colectiva, que resuelve poco a poco los problemas planteados por las necesidades colectivas. La primera, en el tiempo, de las invenciones que han transformado las industrias textiles, la que debe estimarse como el origen de 1odas las demás, es un simple perfeccionamiento del antiguo telar: es la lanzadera volante (fly-shuttle), inventada por John Kay en 1733. Nacido en 1704 cerca de Bury, en el condado de Lancaster, John Kay trabajó primero al servicio de un pañero de Colchester. Hacia 1730 lo 'Pmos ocupado en fabricar peines para los telares 3 • Es, pues, a medias tejedor y a medias mecánico: se ha servido de ese mismo utilaje que luego ha tratado de perfeccionar. En ese mismo año de 1730 hizo un primer invento: el de un procedimiento nuevo «para cardar y torcer 1•1 mohair 4 y la lana peinada» 5 • Se le atribuye también la introducción ele· peines de acero, en sustitución de los peines de madera o de asta rl<' que estaban provistos los antiguos telares"· La invención de la lanzadera volante fue provocada por una dificullncl práctica experimentada diariamente por los fabricantes. Era impo~ihle obtener piezas de cierta anchura sin emplear dos o más obrel'ml : porque un obrero solo, que tenía que pasar la lanzadera de una 11 11mo a otra, se veía forzado, naturalmente, a regular la dimensión de la fl'ln según la longitud de sus brazos. Kay imaginó arrojar la lanzadera de 1 R. Arkwright versus Peter Nightingale, págs. 1-2. " HonsoN, J. A. emplea la expresión de «teoría heroica». Evolution of mo1lt1rn capitalism, pág. 57. Véase BRENTANo, L.: Ueber die Ursachen der heutigen 1111'1alcn Not, pág. 30. 1 WooDCROFT, Bennct: Brief biographies o/ inventors, pág. 2. 1 Pelo de camello. (N. del T. ) " A bridgments of specifications relating to weaving, 1, 3 (patente núm. 515). 11 CooKE-TAYLOR, R. W. : lntrad. to the his tory o/ the factory-system, pá-

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GRANDES EMPRESAS

un lado al otro del telar 1 ; para ello la proveyó de ruedecillas y la colocó sobre una especie de corredera, dispuesta de tal forma que ne> es· te>rbase la bajada y la subida alternativa de los hilos de la urdimbre; a derecha y a izquierda, para imprimirle un movimient<> de vaivén, puso dos raquetas de madera, suspendidas de varillas horizontales; estas dos raquetas estaban unidas por dos bramantes a un mismo mango, con el · :fin de que con una sola mano se pudiese arrojar la lanzadera en ambos sentidos. El funcionamiento del sistema era el siguiente: el tejedor, con un golpe seco, hacía mover alternativamente las raquetas sobre las varillas que las sostenían; la lanzadera, impulsada bruscamente, era expelida a lo largo de la corredera; un resorte, en el extremo de cada varilla, detenía y volvía a colocar en posición la raqueta que acababa de actuar 2 • La lanzadera volante n<> solo permitía tejer piezas más anchas: permitía también tejer mucho más de prisa que antes. John Kay no se libró del eterno reproche hecho a los inventores; los tejedores de Colchester lo acusaron de querer quitarles su pan. En 1738 fue a probar fortuna a Leeds; allí tropezó con una hostilidad no menos temible: la de los fabricantes, que querían servirse de su lanzadera, pero que se negaban a pagarle la renta que les exigía. Se entablaron procesos interminables; los fabricantes :formaron una liga para sostenerlos, el Shuttle Club; Kay se arruinó en gastos de justicia 3 • Hacia 1745 volvió de Leeds a Bury, su país natal. El odio de sus adversarios lo persiguió hasta allí; en 1753 estalló un verdadern motín: las turbas entraron en su casa v la saquearon. El desdichado inventor huyó primero a Manchester, de donde se dice que salió escondido en un saco de lana d.; después se embarcó para Francia. El empleo de la lanzadera volante, a pesar de las resistencias que encontró durante mucho tiempo todavía, ne> tardó en gene1

El telar holandés, que estaba en uso desde hacía un siglo, era muy incómodo-siendo accionada la lanzadera por un sistema de engranajes-y solo podía servir para la fabricación de cintas. 2 Véase la especificación adjunta a la patente y fechada el 26 de mayo de 1733: «Lanzadera inventada recientemente para tejer mejor y más exactamente el paño y la sarga de gran anchura, la lona y en general todas las telas anchas ... Es mucho más ligera que la lanzadera empleada hasta ahora y va provista de cuatro ruedecillas: pasa a través de los hilos de la urdimbre siguiendo una tabla de unos nueve pies de larga colocada debajo y fijada al marco del telar. La citada lanzadera se mueve por medio de dos raquetas de madera suspendidas del marco ... y de un bramante sostenido con la mano por el tejedor. Este, sentándose en el centro, arroja la lanzadera de un lado al otro con una facilidad y una rapidez extremas, por una ligera sacudida dada al bramante.» Abridgments o/ specifications relating to weaving, I, núm. 542. Véanse las láminas de la Enciclopedia, t. III del suple· mento, artículo «Draperie». 3 BARLOW, A.: Principies and history of weaving, pág. 96; WooncRoFT B.: Briej biographies o/ inventors, pág. 3; Cotton-spinning machines and their in· ventors, «Quarterly Review», CVII, 49. 4 WooDCROFT, B., ob. cit., págs. 4-5: A complete history o/ the cotton trade, pág. 302.

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COMIENZOS DEL MAQUINISMO EN LA INDUSTnlA TEXTIL

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1nll:.rnrl'lo: hacia 1760 su influencia se hacía sentir en todas las ramas

dr ln industria textil 1 • l•:Mte invento tuvo consecuencias incalculables. Las diferentes ope· 1,u•lnnes Cle una misma- industria- son como un conjunto de movimientos 111lclnrios, sometidos a un mismo ritmo. Un perfeccionamiento técnico 1p111 venga a modificar una sola de esas operaciones interrumpe el il1t110 común . Se produce en el sistema como una ruptura de equilibrio: 1·11 lnnlo que los movimientos, que han ·quedado alterados, no rece>bren •111 111 monía, el conjunto permanece inestable, sujeto a oscila~iones que, u111l11tinamente, se regularizan y dan nacimiento al nuevo ntmo de la 1 ¡11111l11rción 2 • Las dos operaciones principales de la industria textil son , 1 lillndo y el tejido; en estado normal, deben marchar al mismo paso: 111 onntidad de hilo producido en un tiempo dado· debe corresponder a J 1 1•11ntidad de tela que se puede tejer en el mismo tiempo. No es admilltln que por falta de hilo los telares cesen de :funcionar, ni que las lilhttiderías corran el riesgo de quedar paradas después de haber fa. l11 li•ndo demasiado de prisa. Este equilibrio era difícil de mantener en la antigua industria tex111 : yn se sabe que un solo telar daba tarea para cinco <> seis ruecas 3 ll111111ltaba normalmente, y pese a la importación, una escasez de hilo 11111 perpetua 4 • Cuando la lanzadera volante hizo más rápido aún el(' l111hnjo del tejedor, esta escasez se agravó. No solo subió el precio del ! l11lo, sino que a menudo fue imposible procurarse la cantidad deseada 1ti un tiempo limitado. De ahí los retrasos en la entrega de las piezas, 1111 gran perjuicio de los fabricantes 5 • Los tejedores, que tenían que p1tj
1H•11n11x ..

13

PARTE

I1;

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

prc~cindible que se restableciera el equilibrio. Había que hallar el medio de producir hilo con una rapidez equivalente a la del tejido. A medida que esta necesidad se hizo sentir con más urgencia, las investigaciones en tal sentido se impulsaron con mayor actividad, hasta el momento en que la solución práctica fue por fin descubierta.

IV La industria del algodón era la más indicada para servir de terreno a las experiencias. En lo que concierne al problema de la hilatura mecánica, ofrecía a los inventores condiciones particularmente favorables, pues el algodón, más coherente y mer~os elás~ico que la lana, se , . deja torcer y estirar más fácilmente en un hilo co~tmuo. Todavía reina cierta oscuridad sobre los ongenes de la maquma de hilar. Dos hombres tomaron parte en su invención, John Wyatt y Lewis Paul; es bastante delicado determinar exactamente sus papeles respectivos 1 . Lewis Paul figura en primer término. Es .él quien en 1738 saca la patente de invención, en la cual no se menciona el nombr e de Wyatt 2 ; es a él a quien los contemporáneos parecen r eputar como el inventor. Sin embargo, es probable que uno haya hecho mucho menos, y el otro mucho más de lo que se creería, si nos fiásemos solo de las apariencias. J ohn Wyatt nació en 1700, en un pueblo de los alrededores de Linchfield. Ejerció primero el oficio de car~intero 3 ; pero. había. nacido inventor, con ese temperamento especial, cuya~ mamfestac.1ones semejan las de un instinto. Inventó durante toda su vid~, y la variedad de sus proyecos sucesivos no asombra menos que _su .numero: arpones lanzados por un fusil, básculas perfeccionadas, maquinas para reparar y allanar las carreteras; sus papeles, conservados en la biblioteca de 1 WYATT, Ch. (On the origin of spinning cott~n by machinery, «Reper.t~ry of arts, manufactures and agricullure», segunda sen e, vol. XXXII, 1818) re1vu:~­ dica para su padre el honor del invento. COLE Rob. (Sonie account ?Í Lewis Paul, ¡mblica do como apéndice a la Vida de Crompton, d~ FnENCH) sostien~, por el contrario, que L ewis Paul e$ el verdadero inventor. Segun BAiNES, E.: Hist. o/ the cotton manufacture, págs. 19 y sgs., la máquina fue inv~~tada por Wyatt Y perfeccionada por Lewis Paul. DonsoN, B. P. dcfie~d~ ta¡nb1en. los d_erechos de Lewis Paul (The story of the evolution o/ the. spin_mng 1nachin~, p~gs. 51-52). Pero no presenta ninguna prueba que pu eda mvahdar los ~est~momos d_e los manuscritos conservados en la Biblioteca Pública Central de Birmmgham, citados más adelante. 2 Abridgnients of specifications relating to weaving, J, núm . ?62. Carta del doctor James al librero Warren, 17 de julio de 1740: «A'.er funnos a ver la máquina del seííor Paul, que n os ha dejado enteramente satisfechos, tanto en lo que se refiere al cardado como al hilado.» CoLE, R.: So me account of Lewis Paul, pág. 256. 3 fohn Wyatt, master carpenter and inventor, págs. 1-4.

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COMIENZOS DEL MAQUINISMO EN

LA

INDUSTRIA TEXTIL

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llirmingham, están llenos de ellos 1 . Su primer invenlo parece haber • lelo el de una máquina para doblar y taladrar metales; Iuc comprada por un armero de Birmingham llamado Richard Heeley 2 • Los negocios 11 1 fueron mal al tal Heeley, quien viéndose sin duda en la imposihilidn
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PARTE Il:

CRANDES INVENTOS Y CRANDES EMPRESAS

urt invento nuevo del que espera grandes resultados: «Creo haber hallado, escribe a su hermano, un utensilio ( gimcrack) de cierta importancia.» Y habla de ir a instalarse a Birmingham 1 . Son también dos documentos bastante enigmáticos, que llevan las fechas del 12 y del 14 de agosto de 1733; en ellos se estipulan las condiciones por las que Lewis Paul se convierte en el único propietario «de cierta máquina destinada a cierto usOl> 2 • Esta designación, de una oscuridad premeditada, y la importancia de la suma prometida a Wyat 3 a cambio de sus derechos sobre la misteriosa máquina, hacen pensar que se trata de un secreto de gran valor. El invento, por lo demás, todavía estaba incompleto, y no podía dar beneficios inmediatos. Transcurrieron varios años antes que estuviese en condiciones de recibir una aplicación práctica. La correspondencia de ambos socios descubre sus contratiempos. En 1736, sus mutuos reproches estuvieron a punto de ocasionar una ruptura. Wyatt se quejaba de la miseria en que lo habían dejado las promesas de Lewis Paul: «Soy más miserable, escribía, que un pobre que pide limosna... Lo que me pregunto es si mi credulidad atrevida no es un crimen más imperdonable que todos los que usted me imputa.>' Lewis Paul le recordaba que lo tenía a su 4 merced: «Conozco su gran secreto, y puedo tratarlo como me parezca» • Por lo demás, no tenía dinero; hasta 1737 apenas si pudo socorrer a Wyatt, que había llegado al límite de la indigencia. Parecía desesperar de llevar a buen término la empresa comenzada: «Creo que todavía se deja usted arrastrar por vanos sueños sobre lo que ha sido para nosotros el camino directo de la ruina.. . Era una imprudencia mons· truosa por su parte el arriesgarlo todo en una empresa de la que, razonablemente, no cabía esperar sino poco o ningún resultado» 5 • Al. año :;iguiente, habiendo recibido la máquina, sin duda, los perfecc10~a­ mientos que necesitaba, recobraron los ánimos. La patente fue registrada el 24 de junio de 1738. Esta patente es un documento capital para la historia de la técnica industrial: su texto es relativamente claro, y da de la máquina de Wyatt, cuyos modelos originales han desaparecido, una idea bastante precisa: «Esta máquina es apropiada para hilar la lana o el algodón .. ., los cuales, antes de ser colocados en ella, deben ser preparados de la 1 /Fyatt MSS, I, 9. La carta no está fechada, pero se sitúa evidentemente antes que otras cartas de 1733, en las que se repite la misma palabra como un término familiar. Más tarde se transforma en una especie de cifra convencional: 25 Gimcrack o-25. !bid., I, 13. 2 ccA certain engine, machine or instrument for certain purposes.» Wyatt MSS, ~ 1 y 5. :i Debía cobrar 2.000 libras; si moría en un plazo de cuatro anos, sus he· roderos recibirían 450 libras y su viuda una pensión de 10 libras. ldem, ibíd. 1 Wyatt MSS, I, 23-28 (carta de Paul a Wyau, sin fecha, pág. 24; cartas do Wyott o. Paul, 21 de abril y 21 de septiembre de 1736, págs. 25 Y sgs.). ·' Jl'íyn1t MSS, IT, 69, 71-75, y l , 35-37.

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COMIENZOS DEL MAQUINISMO EN J.A INDUSTIHA TEXTIL

197

manera siguiente: el contenido de cada carda despu6s de h b 'd arrollado b ' · ' a er si o so re si mismo, se pone cabo con cabo [con el de las demás cardas], de modo que toda la masa forma una especie de cuerda 0 hilo t osco. -. Un extremo de esta cuerda se coloca entre dos rodillos 0 ci·1· e1ros 1 q e · · m. u , por su movimiento de rotación, y en proporción con la velocidad de este movimiento, arrastran el algodo'n 0 la l · hºl M" ana aue se quiere i ar. .i~ntras que esta lana o este algodón pasa regula;mente ~~dtred los ~os cilmdro~, otra serie de cilindros, que giran con una velo2 r 1 a creciente, lo estiran en un hilo tan fino como se puede d Es el dis ·1· . 1 esean> . . posi ivo esencia , que volveremos a encontrar en la ' · denomm1;1?a de Ark-i;right. Si es fácil comprender cómo el hilo, r::iª~~~r;; ~~tr? rodil~os que giran cada vez más de prisa, se alarga y adelgaza a e.drda que avanza, Y.~ no se comprende tan bien cómo adquiere el twist el grado de tors10n que le da su resistencia. El texto d~ la pate,nt~ es bastante oscuro sobre ese punto: esa era sin dud l t clebil del invento a. ' a, a par e . E~, hilo, una vez formado, se enrollaba en husos 0 canillas, cuya ota,c10n se _regulaba por la de los cilindros más rápidos. Estas canillas podian servir, e~ caso necesario, para otros menesteres: «A veces solo be hemplea el pnme~ par de rodillos; y entonces las bobinas, canillas e, usos donde el hilo va a enrollarse se disponen de tal man por 1 "d d era que, su . mayor ve oci a , extraigan más hilo del que les suminist~an 1os rodillos; Y esto en proporción del grado de finura que se desea h.tener:» Esta vez, los r_odillos solo sirven para retener el hilo; son ~s ca~illas las que, al _gir:U-. sobre sí mismas, lo estiran y lo tuercen. Ls, mas ? menos, el pnn~ip10 d_e la jenny de Hargreaves. Así, los dos ~rancies mv:ntos que,, t~emta anos más tarde habrían de dar al prohli;m~ del hilado mecamco su solución definitiva, derivan ambos de la rnaquma de Wyatt. . ¿Cuál debía ser la fuerza motriz? Es una cuestión de la que el inventor no parece !iaherse preocupado en un principio. Pero admitía, "?m.o una c~sa ev~de~te, que esta fuerza sería capaz de poner en mo· vimiento ~anas m~qumas a la vez. Al pensar en ello se representaba 1111 especie de m~lmo, de ruedas motrices accionadas por caballos por "~_agua o por el viento 4 • So!o más tarde advirtió que su invento p~dría re 1 adecua~~ para las necesidades de la pequeña producción.
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1

La s uperficie de uno de estos cilindros era lisa· el otro 1 · " 111 c•Hcntaba rugosidades o estrías, o bien estaba cubi~rto de c~:r~r ~ contrario, cr In ? de puntas metálicas». Wyatt MSS, 1, 4548. Esto era 1 , e lpesañoh,acd1'ae

11ill<'r1rsc el uno al otro. o que " A~ridgments of spec_i~ications relating to weaving, I, núm. 562. Vcanse a este propos1to las observaciones de URE A · Tlie couo I111 t 1m• o/ Great Britain, I, 209. ' ·· n manu1 J/'/yatt MSS, 1, 34.

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PARTE II:

estas grandes máquinas, fabricarlas pequeñas, fáciles de transportar y suficientes para abastecer de hilo a una o dos familias de tejedores» 1 • Así fue como se empleó más tarde la jenny de Hargreaves, mientras que la máquina de Arkwright daba nacimiento a las grandes hilaturas. Wyatt preveía el sistema de fábrica y consideraba sus consecuencias probables. Las máquinas debían suprimir, según sus cálculos, un tercio de la mano de obra. ¿Qué resultaría de ello? Desde luego, un beneficio evidente para el fabricante. Pero este beneficio ¿no sería una pérdida para los obreros y para el público? Wyatt no lo creía: «Un provecho adicional realizado por el fabricante lo alentará para nuevas empresas y le permitirá desarrollar su industria en razón con la economía que las máquinas habrán hecho posible. La extensión de sus negocios lo arrastrará sin duda a dar trabajo a algunos de los obreros que había dejado de emplear. También precisará más personal en todas las demás ramas de la industria textil, a saber, tejedores, tundidores, desengrasadores, peinadores de lana, etc. Estos, al tener más tarea que antes, pqdrán ganar más» 2 • La nación entera se aprovechará de ello. «Todo perfeccionamiento de este género, introducido en una industria cualquiera, es, a no dudar, una ganancia para el país; sobre todo, cuando se trata de un país cuya actividad comercial e industrial se desarrolla tan rápidamente como en el nuestro ... De la misma manera un hombre que trabaja más de prisa que sus vecinos debe forzosamente ganar más, o si encuentra un procedimiento por el que uno de los suyos gana tanto él solo como todos juntos ganaban antes, todo lo que el resto de la familia puede adquirir por otros medios constituye evidentemente un beneficio nuevo » 3 • Este invento, que debía enriquecer a Inglaterra, no logró, en todo caso, enriquecer a sus primeros autores. Parece que no recibió aplicación práctica antes de 1740; entre tanto, Lewis Paul fue encarcelado por deudas, y el modelo de la máquina, embargado junto con sus mueble< 4 • Por fin se montó en Birmingham un pequeño establecimiento-sin duda con capital prestado por los amigos de Paul-, dirigido por los propios inventores. Contenía una máquina puesta en movimiento por dos asnos y atendida por diez obreros 5 • Se ha negado que esta máquina pudiese funcionar regularmente y producir hilo de buena calidad: esto explicaría el fracaso de la empresa 6 • Pero no es tal cosa lo que parece resultar de los testimonios contemporáneos. «Fuimos ayer, escribía el doctor James al librero Warren, a ver la máquina del señor Paul, que Wyatt MSS, 1, 34. l bíd., 33. 3 lbíd., 32. 4 Carta rle Lewis Paul, 6 de enero de 1739. Carta d e Wyalt, 17 de abril. Wyatt MSS, T, 50-57. En este momento fue cuando Lewis Paul solicitó del duque rle Bedford hacer una experiencia de su máquina en la Inclusa de Londres. 5 WvATT, Ch., ob. cit., pág. 81; Local Notes and Queries (Bibl. de Birmin ghnm), 1889-1893. núms. 2811 , 2815, 2832. o tlnr., A.: Cotton manufacture, 1, 217. 2

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GRANDES INVENTOS Y GRANDE S EMPllF.SAS

COMIENZOS DEL MAQUINISMO EN LA INDUSTRIA TEX'fll.

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nos ha satisfecho enteram~nte... Est?y cierto de que si Paul dispusiera para empezar de 10.000 hbras podna ganar en veinte años más dinero de, lo . que vale toda la ciudad de Londres» 1 . Uno de los defectos de la ma~uma era l~ _fragilidad de sus órganos: de ahí la frecuencia de accidentes mecamcos y lo costoso de sus reparaciones 2 . Esas 10.000 l~b1:as jamás las tuvieron Paul y Wyatt. Es la razón por la que ~l estable~im1ento, por modesto que fuese, no pudo sostenerse. En 174.2 vmo la qmebra 3 : el invento fue vendido a Edward Cave editor del Gentleman's Magazine. Este trató de hacer las cosas en grande: Montó en Northampt?n un taller que contenía cinco máquinas de 50 canillas ca?a _una. Al ig?al que los molinos para torcer la seda de Derby estas maquinas eran impulsadas po~ un motor hidráulico, accionado por el ?gua .del Nen. El c~rdado se e1ecutaba por medio de cardas cilíndricas, inventadas poi: Lew1s Paul 4 • El personal se componía de 50 obreros y obrer~s: _la mitad se ocupaba en cardar el algodón, los demás vigilaban las maqumas Y. ataban los hilos rotos 5 • Lo que faltaba esta vez no eran los capitales, ~mo u~ elemento no menos indispensable para el éxito de una ~mpresa md~stnal, una buena administración, tanto desde el punto d? vista comercial como desde el punto de vista técnico. Seaún los r·alculo de Wya:t la empresa habría debido producir más de t300 lihr~s de benefic10 anual; ya sea por causa de los defectos de la mác¡uma . ? por l~ in~xperiencia y la incuria de los que la dirigían permanec10 langu1dec1ente 6 • Vegetó en la oscuridad hasta 1764 7 • más ~arde .su m_aterial fu_e comprado por Richard Arkwright. A pe~ar de s~i ~xistenc1a precana y del poco ruido que hizo en el mundo, la fabnca de Northampton no deja por eso de ser la primera hilatura de nlgodón que existió en Inglaterra, la antepasada de- todas las factorías riue en torno a Manchester, Glasgow, Ruán, Lowell, Chemnitz, así como flombay y Osaka, levantan sus innumerables chimeneas. . En .el poema de Dyer, dedicado a la descripción y al elogio de la mdustna ?e l?, lana, l~ay un cu rioso pasaje que se refiere evidentemente 11 una_ aph?ac10n del mvento de Wyatt. El autor visita una manufactura <~~. pan~s s1t~ada e?, el va~le del Calder: allí se le muestra «una máquina r.nc~l~1 , de mvenc10n r eciente, que estira e hila la lana- sin el trabajo f?stid10s~ de las manos, que ya se han hecho inútiles. - Una rueda invi111blc, ba3~ el suelo - a cada pieza del mecanismo armoniosament~ disP11csto - imprime el movimiento necesario. Un obrero, atento - vigila 1

en apéndice a FRENCJI: Lije ' V'ease DOIJSON, B. P.: Evolation o/ thc spinning machine pág 50 117yatt MSS, 1, 65; II, 82. ' . . Patente núm. 636. 117yatt MSS, I, 76 y sgs. l?emarks on Mr. Cave's works at Nortltampton (171¡.3¡ /flyatt MSS J WYATT Ch · On th · · o¡ spmmng · · cotto11 by machinery, • , , 82. , ·· e ongin pág. fll.

CoLE, R.: «Sorne account of Lewis Pauh

11/ Crompton, pág. 256. ~ ~

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1 h

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PARTE II :

200

GRANDES I NVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

la máquina: la lana cardad a, nos dice, - es arrastrnda dulcemente por estos cilindros en movimiento - que, girando sin esfuerzo, la conducen allá lejos, a esa hilera - de canillas verticales: estas, por una rotación rápida, - dan un hilo uniforme y continuo de una longitud indefinida)) 1 . ¿Prueba este texto verdaderamente que la máquina de Wyatt se haya empleado antes de 1760 en la industria de la lana? Es lícito ponerlo en duda. Dyer ha querido, probablemente, describir una manufactura modelo, a la que ha transportado, por una ficción legítima, la máquina que había podido ver funcionar en la fábrica de Northampton, la única cuya· existencia es un hecho indudable 2 • Sea lo que fuere el invento no se difundió y las tentativas hechas para explotarlo fueron poco advertidas. Los tejedores siguieron quejándose de la escasez y del precio excesivo del hilo. En 1761 la Sociedad para el Fomento de las Artes y Manufacturas, fundada desde hacía solo algunos años, publicaba una nota concebida en estos términos: «La Sociedad está informada de que los fabricantes de tejidos de lana, de lino y de algodón experimentan grandes dificultades cuando los hilanderos y las hilanderas van al campo para la siega en procurarse un número suficiente de obreros para poder continuar dando trabajo a los tejedores; por falta de la diligencia necesaria en esta parte de la fabricación la entrega de los pedidos hechos por los comerciantes se encuentra a menudo retrasada, con gran perjuicio del comerciante, del fabricante y de la naci?n en general.>> La Sociedad estimaba que era menester fomentar toda mYestigación apropiada para remediar esta situación, e instituía dos premios «para el mejor invento de una máquina capaz de hilar simultáneamente seis hilos de lana, de lino, de algodón o de seda y que pueda ser manejada y vigilada por una sola persona» 3 • Así el problema seguía planteándose y su solución era esperada, reclamada, con una impaciencia creciente. Si Wyatt y Paul se hubieran hallado veinte años antes en presencia de una demanda tan apremiante, sus esfuerzos habrían sido, sin duda, recompensados con mejores resultados. DYER: The Fleece, libro III, versos 291-302. Véase la nota del verso 292: «Una máquina circular. Es la cunos1s1ma máqu ina in ventada por Mr. Paul. En su forma actual está h echa para hilar el algodón, pero se la puede emplear en hilar las lanas más finas.» La aplicación al hilado de la lana sería, por tanto, según el parecer del autor, una simple posibilidad, contrariamente a la opinión de l-IEATON, H. (The Yorkshire woollen and worsted industries, pág. 356). 3 Transactions of the Society far the Encouragement o/ Arts and Manufactures, 1, 314·-15. «Robert Dossie, que conocía bien la historia de esta sociedad desde su origen, nos dice que sus miembros se habían interesado en la cuestiórt desde que tuvieron conocimiento de la máquina de hilar imperfecta patentada por Lewis Paul en 1738.» BowDEN, W.: Industrial Society in England towards the end of the XVIllth century, pág.5. 48-49. Un tal Harrison fabricó en 1764 una rueca «con la que un niño podría hacer dos veces más hilo que un adulto con una rueca ordinaria». W ARD EN, A.: T he linen trade, 371. l

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COMIENZOS DEL MAQUIN ISMO EN LA INDUSTRIA TE XTIL

201

Pero vmreron demasiado pronto. Es malo para un invento adelantarse demasiado al mo_mento en que la necesidad a la que debe responder alcanza su mayor mtensidad. V

f'.ste momento ~e~isivo por fin había llegado. Hay que notar que los dos mventos cuyo exlto ha revolucionado la industria textil aparecieron casi al mi~mo tiempo. La spinning-jenny de Hargreaves y el water-frame de Arkwnght 1 son contemporáneos, con uno o dos años de diferencia. La invención del water-frame parece datar de 1767; la de la jenny, de 1765 '. Fue en 1768 ?uando ambas entraron en uso, y las patentes que constituyen, por decirlo así, sus partidas de nacimiento oficiales datan respectivamente de 1769 y 1770. Constituyen la doble culminación de una misma corriente de causas económicas. Pero si los orígenes de l os dos inventos son idénticos sus efectos han sido, en cambio, bastante diferentes. Si históricamente ~on simultáneos en el orden lógico representan dos grados sucesivos de la evolución in'. dustrial. El invento de Hargreaves es más simple: modifica menos profundamente la organización del trabajo. Mar ca la transición entre el trabajo manual y el maquinismo, entre el sistema doméstico o el de la pequeña manufactura y el sistema de fábrica. Se sabe poca cosa sobre la persona y la vida de James Hargreaves. Entre 1740 y 1760 l o encont ramos establecido· en los alrededores de Blackburn, en Lancashire, donde alternaba el oficio de tejedor con 2 <'~,de carpinter~, • Fue sin duda en calid ad de carpintero como se inicio su ocupac10n con las máquinas. En esta época en aue los in
2

1 Arkwrigh t n o es probablemente su verdadero inventor. Véase más adelnnte cap. II, sec. III. 2 • A complet~, hi'story o/ the cotton trade, pág. 77. ·' «S.u profes10n. es un intermedio entre la del carpintero y la del herrero: .,¡ t rabaJo que realizan es en suma, labor gruesa, pero exige mucho ingenio. l'nrn ser capaz de comprenderlo y de ejecutarlo hace falta tener disposiciones l'llrll la. mecán ica Y un conocirrúento suficiente de la aritmética, porque hay mu' h11 vun~dad en la construcción y el funcionamiento de los molinos, ya que unos • 1111 movidos por caballos, otros por la fuerza del viento, otros por el agua, la • 11111 .u veces es proyectada sobre una rueda y a veces Ja arrastra al pasar por 1 1111111¡0. ¿y por qué n~ habríamos de ver, con el tiempo, molinos de fuego, al 11111111 que ya hemos visto bombas de fuego?» FAmnAm N, W.: Mills and Mill1•111/1, 1, V·V I. Véase Webb MSS, Engineering Trades, I.

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carpintero, del herrero. Sabía de ordinario aritmética y un po~o de mecánica. Era capaz de dibujar un plano, de calcular la velo~i?~d o la fuerza de una rueda. Se recurría a él en todos los casos d1f1ciles, ya se tratase de reparar una bomba, de arreglar.~n juego ~e . poleas o de instalar un tubo de cañería. Tenía la reputac1on de ser uhl para todo, y apenas si se podía pasar sin él cuando se comenzaba alguna empresa· nueva. Har"'reaves tenía por vecino a un fabricante de telas estampadas --el fu~dador de la gran familia industrial de los P eel-. ~ste. fabricante lo empleó, en 1762, para que le construy~ra una maquma de 1 cardar, según el modelo, sin duda, de la de Lew1s P aul : Este fue el principio de su carrera de m7cánico y de ~~ventor . L~ des1 gual~ad ca~a vez más marcada entre el hilado y el teJido producia en la mdustna un verdadero malestar. Los tejedores quedaban a menudo en _raro forzoso, los comerciantes se preguntaban cómo iban a p~der sat1sf?c:r la demanda siempre creciente. En un país como Lancashne. que vivia de la industria textil, era una cuestión sin cesar agitada, de la q1!e todo el mundo hablaba. y a la que cada uno se ingeniaba en resolver.~. Lo .que Hargreaves enco~tró, muchos otros lo habían buscado al mismo tiempo que él 3 • . • • • La máquina, bajo su forma pnmitiva, e~a de una estrnctura Y de un funcionamiento muy simples. Se compoma de un marc~ rectangular, montado sobre cuatro patas. En uno de sus extremos habia colocad~ una hilera de canillas verticales; al través, dos barras de madera, aplicadas una contra otra y montadas sobre una especie de car~·o, se d~s­ lizaban a discreción hacia adelante y hacia atrás. El algodon, pr_ev1amente cardado y torcido, pasaba por entre las dos barras. Y a contmu?· ción iba a enrollarse en las canillas. Con una mano el lnlandero hacia ir y venir el carro ; con la otra daba vueltas a una man~vela, cuyo i:io· vimiento se comunicaba a las canillas; el hilo era así estirado Y torcido a la vez"' . . Tal es el principio de la jenny, cuya idea habría concebido Hargreaves, según el relato tradicional, al ver una rueca tumbada sobre un 1 A complete history o/ the cotton trade, pág. 79. La má~uina de ~aul. muy simple, se componía de una especie de canalón cónca~o provisto de dientes me· tálicos y de cardas cilíndricas movidas por una mamvcl.a. . . 2 Véase la conversación característi ca entre el relo¡e~o ~ay Y R1ch. Arkwright en una taberna de Warrington. Thc trial of a ~ause i~.stitnted by R. P. Arden esq. His Majesty's attorney-general, by writ of scire facias, to repeal a patenJ . . granted 'on the 16 dec. 1775 to Mr. Rich. Arlwright, pág.. 63. 3 P or eso pudo ser acusado Ilargraves. ~e no ser el pnmero o e~ umco au tor de su invento . Véase R. Guesl. The Bntish cotton .manuf~cture, pa~s. 176-80.' "' Abridgments o/ specifications relating to spmnmg, pag. 19 (num. 962) • Tra nsaclions o/ the Society /or the Encouragement o/ A;ts an~ Manufactures.' n, 32-35; JAMES, J.: History o/ the worsted manu~act1tr~, pags. 3404-0. ~UEST' R .. Compendio1ts h.istory o/ the cotton man1t/acture, pags. 13-14; BAtNES, E .. H ist. o/ tite cotton manu/ac/llre, pág. 158.

I:

COMIENZOS DEL MAQUINISMO EN LA INDUST RIA TEXTIL

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costado que seguía girando durante algunos instantes, mientras aue el hilo, mantenido entre dos dedos, parecía formarse espon táneament~. Tenía sobre la rueca, de la que evidentemente se deriva 1, una ventaja capital : la de que permitía a un solo obrero producir varios hilos al mismo tiempo. Los primeros modelos construidos por Hargreaves no tenían más que ocho canillas, pero este número podía ser aumentado sin otro límite que el de la fuerza motriz empleada. En vida del propio Hargreaves se construyeron jennies de ochenta canillas e incluso de más. ¿Comprendió Hargreaves desde el primer instante toda la importancia de su invento? En todo caso pasaron varios años antes que lo hiciera público. Al principio se limitó a ensayarlo personalmente en su propia casa ; solo fue en 1767 cuando Jiabricó algunas máquinas con la intención de venderlas. En seguida se vio objeto de esa impopularidad n la que casi nunca escapan los inventores. Los obreros de Blackburn vinieron a forzar su puerta y a destrozar sus máquinas 2 • Fue a establecerse en Nottingham; allí, igual que en Lancashire, la industria textil atravesaba una crisis, debida a la insuficiencia de los antiguos procedimientos del hilado 3 • Fue entonces cuando sacó una patente 4 y comenzó la explotación sistemática de su invento. Vendió un gran número de jennies, y habría hecho fortuna si no hubiese tenido que luchar, como John Kay, contra la mala fe de los fabricantes. Quiso entablar un proceso contra los que se negaban a pagarle : los intereses comprometidos eran ya tan considerables que rechazó 3.000 libras que se le ofrecían a título de transacdón 5 • Desgraciadamente para él se decidió que el modelo de la jenny estaba en el comercio antes de haber sido patentado, y sus derechos fuer on declarados caducados. Tuvo, pues. como sus predecesores, serios disgustos; pero es falso que muriese en la miseria, como Arkwright trató de hacer creer, para interesar en su propia suerte al público y al P arlamento 6 • Sabemos, por el contrario, que Hargreaves, pobre en 1768, dejó en 1778 más de 4.000 libras a 11us hereder os 7• Suma, por lo demás, insignificante, si se la compara con el inmenso aumento de riqueza dejado a la invención de la jenny . Diez niíos después de la muerte de Hargreaves se calculaba que no había menos de veinte mil de estas máquinas en Inglaterra: las más pequeñas hncían la labor de seis u ocho obreros 8 • En el condado de Lancaster su uso se difundió con una rapidez asombrosa: en pocos años reemplaza«La jennr no es más que una r ueca con varios husos (a multiple hand) .» IJnr., A.: The cotton man1tfactures o/ Great Britain, I, 203. 2 AnRAM : Hist. o/ Blackburn, págs. 205-06. ~ fERKIN, J.: His tory of the hosiery and lace mannfacture, págs. 81 -97. ~ Núm. 962 (1770). n U11E, A. : The cotton manufacture, I, 198. fi «The case of Richard Arkwright», en Th e tria[ o/ a rnuse, rte., pág. 98. 7 AunAM : Hist. o/ Blackbum, pág. 209. ~ An imporlant crisis in the callico and muslin man11/act11re o/ Great Britain, pfif(. 2 (1788). •

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PARTE II; GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

ron a la rueca en todas partes 1 • Con ello la industria de la lana, que en esta parte de Inglaterra nunca había sido muy floreciente, fue abandonada casi por completo: «El algodón, el algodón y todavía el algo· 2 • La jenny era una máquina muy sencilla y de una construcción poco costosa. Ocupaba poco sitio y no exigía la instalación de talleres especiales. Funcionaba sin ayuda de ninguna fuerza motriz artificial. Su uso alteraba bastante poco los hábitos de los obreros y no modificaba, en apariencia al menos, la organización del trabajo. Esta fue sin duda una de las razones de su éxito rápido. Lejos de destruir la industria de los cottages pareció, por lo pronto, fortificarla; se la vio en los pequeños talleres de los maestros artesanos, en las fincas en donde, de generación en generación, el producto de la rueca venía a añadirse al del arado. Pero el crecimiento enorme de la producción, el papel del utilaje, ya preponderante sobre el de la mano de obra, anunciaban el advenimiento de la gran industria. Y mientras que la jenny de Hargreaves reemplazaba en las chozas a la rueca de las abuelas, ya se alzaban en Nottingham, en Cromford, en Derby, en Belper, en Chorley, en Manchester las hilaturas de Richard Arkwright. 1 KENNEDY, J.: A brief memoir o/ Samuel Crompton, «Mcmoirs of the literary and philosophical society of Manchester», serie II, V, 330; GuEST, G.: The British cotton manufacture, pág. 14·7. 2 RADCLIFFE, W.: Origin of the new system of manufacture, pág. 61 (pueblo de Mellor).

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CAPITULO II

LAS

FABRICAS

El nombre de Arkwright es uno de los que en la penumbra en que todavía se hayan sumergidos los acontecimientos y los hombres de· la h is to r ia económica brillan con más vivo esplendor. La tradición ve en {·J. al tipo del manufacturero enriquecido por su trabajo y sus inventos, 111 verdadero fundador de la gran industria moderna 1 • La economía política, hacia 1830, hizo de él su héroe 2 • La misma literatura no lo ha desdeñado: Carlyle se complació en bosque1· ar un retrato viaoroso • b 1lc «es~~ campesino de Lancashire de fisonomía vulgar y casi grosera, 1lc mepllas espesas, de panza abultada, con un aspecto de reflexión pcn osa en medio de una digestión opípara... ¡Oh lector! ¡Qué fenómeno en la historia este bárbaro de gruesas mej illas, de grueso vientre, pleno de resistencia y de inventiva! La Revolución se caldeaba en Franria; los emperadores y los reyes habrían tenido buen cuidado en oponérsele, si no hubiera sido por el paño y el algodón de Inglaterra. Y I íue este hombre quien dotó a su país de esa fuerza nueva, la industria( del algodón» 3 • Todavía Carlyle solo considera aqui las consecuenciasl inmediatas de las transformaciones de la industria debidas, según él, nl genio de Arkwright. Habría que referirse a otros de sus libros 4 para mcontrar descrito, en trazos sorprendentes, el mundo nuevo surgido ele la revolución industrial, ese mundo presente que compara con amarJ:(ttra a la imagen idealizada del pasado. Nuestra tarea consiste en delcrminar exactamente el papel desempeñado por Arkwright: al reducir 1•1 personaje a sus justas proporciones, contribuiremos al mismo tiempo 11 la solución de un problema más general. Para juzgar sobre la parttr l')Ue conviene atribuir a la acción individual en la génesis de los fenól menos sociales es preciso empezar por desembarazarla de las leyenda{ que la envuelven, y que casi siempre tienden a exagerar su importan ria real.

t Véase, p. ej., su historia en A complete history o/ rhe cotion trade, pá¡¡lnn 92. 2 Véase UnE, A.: Philo.wphy o/ manr¿/act11res, púgR. 15 y sp;s. 3 CARLYLE, Th.: Chartism, co.p. VIII (Nrw Ern ~); M iscc flrmeo11s Es,~ays, r
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PARTE lI:

I



Richard Arkwright nac10 en Preston el 23 de diciembre de 1732. Era el hijo menor de una familia numerosa y pobre 1 . Colocado desde muy joven como aprendiz en casa de un barbero-peluquero, tuvo justamente el tiempo de aprender a leer y escribir; a los cincuenta años se le vio tomar lecciones de gramática y de ortografía. Hacia 1750 se estableció en Bolton, a unas leguas de su pequeña ciudad ,natal; durante mucho tiempo ejerció su oficio de barbero, primero en un sótano, después en una tienda de las más modestas. Se casó dos veces; su segunda mujer, detalle que tiene su interés, era originaria del pueblo de Leigh. entre Warrington y Bolton 2 • Le aportó algún dinero; esto le permitió dejar su tenducho para emprender un comercio más lucrativo, el de los cabellos. Recorría los mercados, visitaba los cortijos, para comprarles sus cabelleras a las muchachas del campo; luego las preparaba con un tinte de su composición y las revendía a los peluqueros, que hacían un gran consumo en aquel siglo de las pelucas 3 • Estos comienzos de Arkwright no solo tienen interés anecdótico, nos proporcionan indicaciones útiles sobre su carácter, y, por consiguiente, sobre su papel. Señalemos, por lo pronto, que nada hacía prever su carrera de inventor. No tenía ninguna experiencia técnica, no había sido tejedor, como John Kay o Hargreaves, ni carpintero y mecánico, como Wyatt. Lo que sabe de la industria textil, de sus necesidades, de la crisis que atraviesa, no ha podido aprenderlo sino por conversaciones en su barbería o durante sus viajes a las aldeas de Lancashire. En cambio da prueba ya de las cualidades que explican su\ éxito: el deseo de elevarse por encima de su condición, el espíritu ! avisado y fértil en recursos para buscar su medro, en fin, el arte de los l tratos ventajosos y una diplomacia cazurra de buhonero o de chalán. Los orígenes de su invento principal están rodeados de una oscuri-1 dad singular. No es que sea difícil comprender cómo se vio impulsado a ocuparse del problema del hilado mecánico, nadie ignoraba que había ahí mucho dinero por ganar. Sino que requerido en varias ocasiones para que estableciese sus títulos de inventor, jamás pudo proporcionar más que explicaciones vagas y embrolladas, y con motivo 4 • Nos sentimos perdidos entre las historias absurdas y contradictorias puestas en 1 GUEST, R.: WHITTLE: Hist. aj

Il:

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

Campendiaus histary aj the cattan manufacture, pág. 21 ; Prestan, II, 213; HARDWICK: Hist. a/ the baraugh a/ Prestan, págs. 361 y sgs.; BAINES, E.: Hist. af the cattan manufacture, pág. 52. 2 Idem, The British cotton manufacture, pág. 14. 3 Idem, Compendious histary, pág. 14. 4 Véase más adelante la historia de los procesos que concluyeron con In a nul ación de su patente. En el curso de los debates se estableció que su invento prin cipal había sido plagiado, por no decir algo peor, a un tal Thomas High e,
LAS FABRlCAS

207

circula~ión mientras v1via por sus admiradores, y las cuales se guardó muy bien de desmentir. Según unos el principio de la máquina de hilar le habría sido sugeri_do al ver una hiladora de cilindro-s para metales, adelgazando y estirando una barra de hierro al rojo i_ Seo-ún otros habría estudia~o en J?erby el funcionamie?to de las máquÍnas par~ tOTcer la seda ; h abna 01do en su barbena a un marinero describir una máquina empleada por los chinos 3 ; habría conocido el precioso secreto por mediación de un ebanista llamado Brown, que lo habría encontrado no se sabe cómo, y que, por razones no men;s misteriosas 4 110 h abría sabido sacarle parti do • Otra versión, no menos inverosímil'. no~ presenta a Arkwright a fectado, hacia 1768, de una pasión súbita ? me~per~da por la mecánica y encarrilado hacia su invento p or las investigac10nes sobre el movimiento continuo 5 • T~nto como ~iene de oscura la historia del invento lo tiene de clar a ( Y facil . de seguir la de las empresas de Arkwright. La máquina fue ronstrmda en 1768 en una casa contigua a la Free Grammar School de !lreston 6 • A~k,;right había r ecibido la ayuda d e un rel ojero de W~rr- ¡ ington, h?~ommo de Kay, el inventor de la lanzader a volante ; esta \ rolaborac10n, como se verá, explica muchas cosas. Según parece h abía 1ropezado con bastantes obstáculos para encontrar los recursos neceHnr ios ; primero se había dirigido a un fabri cante de instrumentos l'icntíficos, que no lo tomó en serio 7 ; luego a uno de sus amigos, el l11 hernero John Smalley 8 • Al año siguiente sacó su patente d e inveni ·1n11. válida, según la ley, para un p er íodo de catorce años 9 • No solo poseemos el texto de esta patente, sino el modelo original L Beauties .º/ England and W ales, III, 518. (Refer encias facilitadas por )os hljoR de Jedediah Strutt, uno de Jos socios de Arkwr i"ht,) ¿Es n ecesario ad· v~rlir que en tre la operación que consiste en alargar, po~ compr esión, una masa 1 um pacta de metal y la que consiste en reunir en un hilo fibras de algodón 0 11111.nas de lana, no se puede estatuir ninguna comparación seria? ~ G_entleman's _Magazine, LXII, 863. La analogía, también esta vez, es m uy • 111u·rficial : el torcido de la seda tiene por objeto reforzar un h ilo ya formado ; 1•• c•l gusano de seda el que desempeña aquí el papel d el hilandero. W ool encauraged w ithout exportatian, or practica[ observations on woal and 1!1r woallen manuf acture (1791), pág. 50. 1 Mechanics' Magazine, VIII, 199. n G U EST, R.: Compendiaus histary, pág. 21 ; UnE, A.: The cattan manu/11rt11re, aj Great Britain, pág. 224. La historia se halla reproducida probablemenh" ~rf( un R. Guest, en el artículo «Cotton spinning machines and their inventors (11111rtrrly R eview, CVII, 59. ' 1 ' «T he ca~e o~ Rich. Arkwright>>, en The trial of a cause, etc., pág. 98. La 1~1 li11 no ha sido im pugnada, y Arkwright, que hubiera tenido interés en ade· h111t11 rln un año o dos, nunca lo hizo. 1 HA tNES, E.: Hist. aj the cottan manu/ acture, pág. 155. Comerciante de licores y pintor ( ¿de edificios?). Véase GuES'f: Compendious l1! 1! 11r y, púg. 22 ; WHITTLE: His tory of Preston, II, 216. ' Ni'1 m. 931 (3 de j ulio de 1769). '

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PARTE II:

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Il: LAS FABRICAS

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

medias tejidas en telar, industria c~yo utilaj~ m:,cái:iico había introducido al elemento capitalista. Arkwnght consigmo mteresar .en. sus proyectos a los Wright, caudillos _de. uno de esos bancos ~rovmc1ales todavía poco numerosos y tanto mas importantes por las regiones a las que servían. Los beneficios, sin duda, 7e hi~ieron es~rar, o al menos el éxito no fue tal como habían hecho imaginar las bnllantes promes~s del inventor, pues al cabo de un año los Wright retiraron su c~man.d1ta 3 . Arkwright supo salir hábilmente de este m~l paso; en ~7 rl hizo un contrato de asociación con dos ricos fabncantes de generas de punto: Need, de Nottingham, y Strutt, de Derby .t. Need y Strutt pertenecían a la clase de los comerciantes manufactureros. Empleaban un aran número de obreros a domicilio y poseían también talleres donde ~e tejían medias. Así, fue en un régime~ de producción pr.oxu!1o a ~a manufactura, si no en la manufactura misma, donde se mJerto el sistema de fábrica.

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II El primer establecimiento fundado por Arkwright en No,ttingham no era mucho más considerable que el que Wyatt y Paul habian montado Expuesto en el Science Museum, Kensington, galería 24. 2 «The case of Richard Arkwringht», en The trial of a cause, etc., pág. 98. 3 EsPINASSE, F.: Lancashire Worthies, 1, 388; TucKET: Hist. of the pa1t and present state of t the labouring population, 1, 212. " Sobre Jederiah Strutt, véase FELKIN: Hist. of the hosiery and lace m11 rm/actory, págs. 89·97. 1

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~n Bi;mingham u~os . treinta a~os antes. No contenía más que un pequeno numero de maqumas movidas por caballos 1 . Fue en 1771 al año ' de su asociación con Need y Strutt, cuando Arkwright marchÓ a instalarse a Cromford, cerca de Derby. Cr?mford :stá situado a orillas del Derwent, en un punto en el que 7ste no, encajonado. en una garganta estrecha, y todavía poco alejado de las alturas pmtorescas en donde toma nacimiento, corre abundante Y rápido; las aguas cálidas del Matlock aue vienen a verterse allí un poco río arriba, le impiden helarse en Ín~ierno. El paraje era, pues, fa~or.able para construir un molino, mill es el nombre que los in~l~ses. s1gmeron dando. a las fábricas mucho tiempo después que Ja n:aquma de vapor hubiese reemplazado casi en todas partes al motor ludráulico: El establecimiento de los hermanos Lombe, - que se hallaba a. una~ ~illas de distancia, sirvió de modelo para la construcción y la dispos1c:_on. de los talleres 2 • ~a hil~tura .de Cromford se desarrolló en poco~ anos. en 1 779 contema vanos miles de canillas y empleaba a trescientos obreros 3 • Lo que aseguró el éxito de la empresa no fue solamente la rapidez t de la producción, sino la calidad de los productos. La nueva máquina el. water-frame4, cor;io se la ~amaba para dis~nguirla de la jenny, movida a mano-fabricaba un hilo mucho más fuerte y más resistente qt~e el de los más hábiles hilanderos de rueca. Así, pues, se hacía posible lOJer, en lugar de telas mezcladas de lino y de algodón verdaderas cotonadas, propiamente dichas, que nada tenían aue envidiar a las de la I~dia. La fábrica d~ ~romford solo era en un -principio una depen• dcn:ia de los estable~1r:nentos de Need y Strutt: los hilados que produc1a se empleaban umcai:nente en la fabricación de medias. Pero ed 1773 Arkwng?t y sus socios montaron en Derby talleres de tejeduría!, donde se fabricaron por vez primera calicós de algodón puro 5 • / En . este punto se presentó un obstáculo: los pequeños fabricantes, que miraban con i:ialos ojos esta competencia temible, creyeron haber nnco.ntra.~o el medio de detenerla. La ley de 1736, que autorizaba la r~~ncac1?~ ?e las telas mezcladas, había mantenido las medidas prohil11l!vas d1ng1das contra las cotonadas estampadas: no había previsto el ':!•Ro en que _una in.dustria similar viniese a establecerse en Inglaterra. f .~ta ley pod1a ser mvocada contra Arkwright y sus socios, y sus teji-

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1 1

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EsPINASSE:

Lancashire worthies 1 390

GUEST, R. : Comperui_ious his.tory, ' 'pág. . 26.

, MAR.CH, R . : A treatise of silk, wool, worsted, cotton and thread (1779). l· u~;vcll L1brary; BUTTERWORTH: Hist. of Oldham, pág. 118.

Un modelo de water-frame de 8 canillas está exnuesto en el Science MuKensington, galería 24. • n «Thc case of Rich. Arkwright», en Thc trial of a cause etc. pág 99 · 1 .11•rond. lett:r to the inhabitan_ts of Manchester on the 'expo'rtatio~ oÍ 1 111 Ion twist, pug. 9; A complete history of tite cotton trade, pág. 101. • 1111111

~M N I OllX .

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PARTE 11:

CftANDES INVENTOS Y CltANDES EMPllESAS 11; LAS FABRICAS

gravados ya con derechos de sisa bastante fuertes 1, ~orrían el d os, riesgo, si se los transfor~aba en .i·nd· . ianas, a la moda del dia, de ser embargadas como mercanc1as proh1b1das. . . Arkwright presentó ante el Parlamento la causa de su mdu~tr~a. ¿Se debían aplicar a m~rcaderías fabricadas en In~laterra, P?r ob~~1~s ingleses medidas que originariamente estaban destmada_s a impedu ~ entrada' de mercaderías extranjeras? Debidamente auto~1zad~ Y sometl· da a impuestos moderados, la industria nueva _no podia dejar de ~on: vertirse, para el país entero, en una fuente de nqueza: «Se ?e~arro ara rá idamente dará trabajo a millares de pobres y aumentara as ren~as del reino ... 'Además los citados tejidos, hechos. totalmente de algodon, son de calidad muy superior a los. que se fabncan actualmente Y cuya urdimbre es de lino; soportan meior el blanqueo, el ~stampado Y so~ de mejor uson 2 • Arkwright solicitaba, en consecuen.c1a, «que se mitiese a todas las personas vender y comprar las ~ltadas tel~s Y, e l plearlas de cualquier manera que fuese para el vestid~, la tapi~e~a, e mobiliario, etc.». Pedía también que el derecho de sisa recau a o fn el mercado interior no pasara de tres peniques por yardad. El Pa: • 3 , acce d"' mento tras una encuesta sumana 10 a es tas deman as , tan JUS·! t'fi i cad,as 4 . A partir de este momento la industria · bdel algodon, Y con ella el maquinismo pudieron desenvolverse sm ~ra as. 1 Al año siguient~ (1775) Arkwright sacó su segunda paten~e 5 ' _cuyo texto muy largo y pasabl emente oscuro, deb'ia dar lugar a . discusiones d sin fin. Se refiere a varios inventos distintos, de. im~orta~cia muy es· igual y algunos de los cuales parecen haber sido mclmdos, cf~º se h.izo ' o bservar ma's tarde ' solo para embrollar y desorientar , · d a ector d r demasiado curioso 6 • Los más importantes son la _maquina e car ªa' el peine móvil ( crank and comb), el torcedor ( roving-frame) Y ~ ap · rato de alimentación (feeder). La máquina de cardar se com,r?ne e tres cilindros de diámetros diferentes, erizados de puntas meta~~casd ~ncor· vadas · el primero cuyas puntas están inclinadas en e1 sent1 ~ e mo · ' ()"ira en e1 vimiento arrastra , las fibras de a1go d,on,. el segundo • que ºd ' con· mismo sentido. pero con una ve1oc1·d a d mueh o mayo.r ' 1.as car a , a1 d' . , tacto con el tercero, cuyas puntas, as1· como su movimiento' estan in·

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r u 1 Seis peniques por yarda. Véase fourn. of trie nouse of Commons, XXXIV, págs. 496-97. 2 fourn. o/ the House o/ Commons, XXXIV, 497 (1774).

l14 bíd., G 709. III c 72 El texto de esta ley reproc¡uce casi· pal·abra por palabra . . ¡ eo. ' · · l que concierne a las primas los términos de la petición de _Arkwn~ l~, sa1vo en e ono le fueron concedidas. por 5 la Nexpor~~wn(
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¡(idos en sentido inverso • El jJeine móvil es un accesorio de la máquina de cardar: tiene por función separar el algodón una vez cardado, de manera que se desenrolle en una capa continua. Es, como su nombre indica, una especie de peine, montado sobre una articulación acodada, que viene a colocarse, a intervalos regulares, contra las puntas del ter('.Cr cilindro, y deswende así el algodón sin arrancarlo 2 • El torcedor es la máquina que transforma la faja de algodón cardado en una mecha cilíndrica, ligeramente torcida sobre sí misma y dispuesta para ser convertida en hilo. Su estructura se asemeja a la de la máquina de hilar, pero es más simple, y la aceleración de un par de cilindros con respecto nl siguiente es mucho menor; en lugar de enrollarse en canillas el algodón va a depositarse en una linterna cónica que, al girar sobre su eje, lo imprime la torsión requerida 3 • Por último, el aparato de alimenta· ción no es más que una correa sin fin, que lleva a la máquina de cardar 1•l algodón bruto a medida que le es suministrado por una manga incli11nda. Hemos querido entrar en estos detalles, a riesgo de incurrir en el l'Cproche de incompetencia, para mostrar lo que era ya el maquinismo ' on la industria del algodón; se ve que el utilaje mecánico, desde esa Írcha de 1775, formaba un sistema complejo capaz de ejecutar todasi las operaciones sucesivas de esta industria, exceptuando, sin embargo, la t'1llima y la más difícil, la del tejido. Arkwright había puesto cuidado en insertar, en la especificación 1 IHljunta a su nueva patente, varios artículos relativos a pcrfeccionamienlo~, reales o supuestos, de la máquina de hilar; esperaba así prorrogar 11lg11nos años la validez de su primera patente, que debía expirar en l 7B3. Con el porvenir asegurado, siguió adelante, multiplicando sus 11111presas. En 1776 montó una tercera hilatura en Bclper, entre Crom4 l11nl y Derby • En este momento sus diversos establecimientos se hall 11l1nn reunidos en un reducido espacio, a lo largo del Derwent y del 'l'1•1111t, y completamente fuera del condado de Lancaster. Era, no obsl11111 c, en Lancashire donde primero se había desarrollado la industria l11f(lrsa del algodón y donde su crecimiento encontraba aún las condi1 l11111•s más favorables. Arkwright, que había salido de allí pocos años 1111l1•s pobre y desconocido, regresaba ahora rico y célebre. Fundó va111111 rstablecimientos: uno, situado en Birkacre, cerca de Chorley 5 , p111111ha por la mayor fábrica que se hubiera construido hasta entonces 1 11 l nglaLerra e; fue saqueada y quemada en .1779, cuando los motines

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Scícnce Musseum, Kensington, galería 24. ld<•m, ibíd. 1d1·m, ibíd. ~ ¡.; , l'I NASSE, F.: Lancashire worthies, I, 421; UnE, A.: Th e cotton manu/ 111 11•, [, 257. La hilatura de Milford , que pertenecía a Jcdcdiuh S1ru tt, fu e 1•11•l111lrlu aproximadamente al mismo tiempo. 1•:111 re Prcston y Wigan. • l 'od ru contener 500 obreros. BUTTERWORTH, E.: History o/ Oldham, pág. 118. 1

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PARTE Il: GRANDES

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INVENTOS

y

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GRANDES EMPRESAS

, .. 1 s ue insistiremos más adelant~; las pércontra las maquinas, sobre ~ 460 rh s i Otra hilatura, fundada en didas fueron evaluadas en ~ J rta . acaso más. los edificios so· 80 fue tan importan e, Y · ta Maneh ester en 17 ' 1 de seiscientos obreros, cos · los apropiados para contener un pe~so.~a de Arkwright con los fahriro~ más de 4.000 libras 2. La asociaciod~ roporcionarle los capitales d. Need y Strutt no po 1a P cantes d e me ias . , d todos estos nuevos establecimientos: supo ue los fue precisando, cuyos derechos necesarios para la c.reacion e. encontrar otros socios, a medi: q t todos lados tomaba parte limitó hábilmente. El solo est ~· x:~sefase dfrigía todas 3., en todas las empresas, y, en rea J 1769 y 1775- tenía la propieEn virtud de sus dos patent~-1 e . ventos acces~rios; pero podía dad exclusiva del water-frame y le los in dºante un censo convenido ·1. . onas a emp ear os me l . d , 1775 1780 un determina o nume· autorizar a otras pers Fue así como se formar?n, entr~ ~o de las suyas. Citemos, entre ro de empresas, tributarias en c;rto mo ertenecían a los dos Robert otras, las de Altham, Burton y u~y, que ·~istro 5 Pero la envidia, no Peel, el abuelo y el padre del. pn1fe; m~os fab;icantes de hilados al menos que el afán de lucro, impu 7º a , uinas aue diferían en algufraude: se ingeniaron para ~o~st;m~ :UªJecidió .en 1781, entablar un nos detalles de las que Arkwng t · sdo llos 7 'Se defendieron Y alef l ·fi ., contra nueve e e · l d l t t . . cómo reconocer o que proceso por a si cac1on aron la oscuridad sospechosa ~l a .Pª en eo. a~ería o no sabía definirg , a un ·mvent or cuando e mismo .n ·1 gio . fue de hech o suspen· ~ pertenec1a l ? Arkwright perdió su proceso, y su pnv1 e . ., o. d al , . legal de su expuac1on. dido sin haber llega o . termmo d f b d 1782 dirigió al P arlaNo se dio por venc1d~: el 6 e el relro co:firmación sino la pro· .. , rc1tando no soo a , . 9 mento una petic1on, so I . . ublicaba una memoria . , de sus derechos s Al mismo t1empo p · l ongac10n

d

1

12 16 de octubre de 1779, y la petición Véase Manchester Mer cury deC y Journ o/ the House o/ Commons, de Arkwright a la Cámara de los omunes, . 1

XXX.VII, 926.

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I 421

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EsPINASSE, F.: Lancashir~ wo~t ie~i8' me~ciona la razón social ~rkwng t, BuTTERWORTH, E., ob. cit., pag. ' E ·a Arkwright fue algun tiemp? Simpson y Whittenbury, de Madchgter. 1g1ALEs~:E~, R . : Threading,my way, p~· socio de David J?al~! el sue~o de S~;~tt solo duró hasta 1781; vease fELKIN. 2

LAS FABRICAS

213

en la que mostraba la importancia de sus inventos, hablaba de los sacrificios que le habían costado, reprobaba las maniobras fraudulentas de sus competidores y exaltaba su propio mérito. Reconocía que la especificación de la patente no era de una claridad perfecta; pero si la había redactado así era, decía, por escrúpulo patriótico, era para impedir a los extranjeros desviar en su provecho una fuente inagotable de riqueza. El hombre que prefería exponerse a sospechas injustas antes que comprometer la fortuna del país, ¿no merer ía ser sostenido contra sus enemigos? El Parlamento no se dio por m terado. Arkwright recurrió entonces a los tribunales: inició un nuevo pro· ceso contra uno de sus competidores, Peter Nightingale. La causa se vio r n febrero de 1785 ante la Audiencia de Pleitos Comunes. La discusión recayó únicamente sobre la oscuridad de la especificación adjunta a la 1'1egunda patente. Arkwright renovó sus protestas de patriotismo, habló de los franceses- aún estaba reciente la guerra de América-, que se habrían sentido demasiado dichosos con apropiarse una industria que hasta entonces había sido exclusivamente inglesa. Varios testigos importantes declararon en su favor: James Watt, el inventor de la máquina ele vapor, manifestó que después de haber leído el texto en litigio lo consideraba como suficientemente explícito, y que, en caso necesario, 1·staba dispuesto .a construir las diferentes máquinas enumeradas en la patente sin ninguna otra indicación 1 • Esta vez Arkwright ganó el pro· 1·cso. La audiencia confirmó la validez de sus der echos y le concedió 111 chelín por daños y perjuicios que había reclamado. Esta sentencia chocaba contra demasiados intereses adquiridos 2 para / 11 0 ser impugnada. Se formó una coalición entre los fabricantes de hila- 1 dos de Lancashire y de Derbyshire 3 para sostener hasta el :fin la causa que primero habían ganado y luego perdido. Entre las dos resoluciollC'S, de 1781 y 1785, la contradicción er a evidente: obtuvieron que la 1111cstión fuese llevada ante el Tribunal del Rey por un acta de scfre /11cias. Allí no solo atacaron la redacción de la patente, intentaron de111oslrar que su oscuridad, intencionada o no, disimulaba un fraude.

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7. S/u th!º~:~t::1r ~:Z r:anufactures, pág. 97. istory o , r:r 99 R b r 4 The trial o/ a cause, etc., pa.,,. · h li/ e and character o/ sir o er 5 PEEL sir Lawrcnce: A sketch o1 , t e 9 20 , '20. WHEELER: Manches ter, pags. 51 . . Peel• pag. ' ' 101 l rl s The trial of a c~us~, pag. d " : t P ero solo se falló un proceso, e · ~ 7 Hubo nuevas citaciones , istm :r~ES. Hist o/ the palatine county o/ Lan· Arkwright contra Mordaunt. Vease B . . caster, ll, 447. ¡ s XXXVIII 687. s s foum. o/ the House o odmmon b bl mente' por uno de sus abogad os. , "¡ 9 Esta memoria fue redacta ª pro ª c ' gs 97 y sgs. (The case o · Th trial o/ a cause, etc., pa · , . n/ halla por extenso en . e d C. in relation to Mr. Arkwight s inven1ion Messrs. Richard Arkwright an ·'

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"" r11gine / or spinning cotton, etc., into yam, stating his reassons for applying to / 'mliament for an A ct to secare his right in such invention, or Jor such other 1 rllr/ as to the Legislature shall seem meet.) 1 Rich. Arkwright versus Peter Nightingale (Court of Commons Pleas, 17 l1•hr. 1785), p ágs. 3"-7*. Véanse también los testimonios de WILKINSON, págs. 2*-3*; 11 1.Ao , John, pág . 9*; DARWIN, Erasmus, pág. 15*; Wooo, Th., pág. 19*. •¡ R AINES, E.: Hist. o/ the cotton manufacture, pág. 184. Los establecimien· 1111 lundados por los competidores de Arkwright re presentaban en esa fecha un , 1q1h nl
III l al iró todo el proceso, Y que determi- ' El incidente en torno a cu g. d Thomas Highs i. Éste hombre 1 , lt do fue la comparecencJa e bl no su resu a ' d d 1767 tenía construida, en su pue o afirmó, bajo juramento,, q~e eds el ·1 r "déntica a aquella de que Arkh b' "d 1 d L igh una maquma e u a J nata e e ; . Para el ajuste de las piezas a ia ~1 o wright pretendJa ser el mventor. t· que John Kay de Warnnge1ojero que no era o 10 _ ' ., f ayu da d o por un r .' : or Arkwright 2. Esta declarac10n ue ton, empleado al ano sJguJenteK p t, cómo había trabado conocila del propio ay: con o .. ht que era entonces barbero y comerconfi rma da por miento, en 1768, con Ar~w~,1g ' .-do a buscarlo le había encargado ciante de cabellos. Este a Ja v~m h bía llevado 'a la taberna. La conun trabajo insignificante y luego o a b a toda la región la del ' h l tema que preocupa a -.. nunca dará nada; mue os versación f ue a parar ª hilado mecánico: <<jÜ~!-me d:J~no' ~sopoco les ha faltado.n Yo !~ gentlemen se han arrumadod ~o ' 1 Eso fue todo lo que suced10 c e yo sí po na sacar a go.n h l ., ' respon dJ: « reo qu -. . temprano. Arkwrig t vo v10 ~ aquel día. A la manana s1~mehnte, lmuy delo de la máauina: «Fm ·¿·, · odna acer e un mo d verlo y 1e p1 io s1 no p . , equeño modelo de ma era a comprar algunos materiales, constrm un p -

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ll : LAS FABRICAS

PARTE ll: GRANDES INVENTOS y GRANDES EMPRESAS

211·

y se lo llevó a ~anchester» 3: Arkwri ht era de Leigh, este conoSe recordara que l_a mu1.er d~ s -i. si~ duda había oído hablar de cía a Hi¡rhs desde hacia vanos ano ' lo aue había ido a buscar . a totalmente por azar por _ d p d ués -de esta entrevista fue cuan o, su mvento, y no er . a John Kay ~ Warnngt?~· oc~evcl! como inventor. Por lo demás, sus de repente, sm preparac1on, se . nte un carácter singular. Co. K y tuvieron postenorme . t rel ac10nes con a . . D pués de repente, se enem1s amenzó por contratarlo a su serv1c10. es , . , de robo Y de abuso . h 1 , ontra Kay una acusac1on h ron; Arkwng t anzo c , s . . t hecho da pie para sospec ar de confianza; el otro huyo : Serei~n e d de Arkwri<>'ht, no dejó de del testimonio de Kay; , Adair;l e a t~galaº nalabra de bun hombre iml .d . podta vac1 ar en Ie r . d r d sacar e part1 º'·¿¿sed 0 Y la de un obrero de~pedido por su m e Je.a. e.zda, portante y cons1 era . b . . e la acusación dmg1 a deseoso de vengarse? G. Pero hay que o ,se1~a1 q~uy vagos· nunca fue · tuvo siempre en termmos S huida es bastante explicable por 1as amecontra K ay ~e. ma~ perseguido m mqmetado. u , 57 Y sgs.) ' el nombre· que · l 0 ¡ a cause etc pags. En el informe (Th e tria .b' H"' h de acuerdo con los registro~ t::J . R Guest lo escn e ig s, ¡ · 18. aparece es rayes, pero d. L . h. The British cotton manu acture, pag. parroquiales del pueblo e e1g . , 57 58 2 The trial of a cause, etc., pags. · · 3 Tbíd., págs. 62-63. <\. lbíd., pág. 59. .~ The uial o/ a cause, etc., págs. 65-66. o lbírl., pág. 109. l

215

nazas, justificadas o no, de que había sido objeto, «pues no lrny situación más miserable y más peligrosa para un hombre pobre que la de hallarse en posesión de un secreto, cuyo descubrimiento teme un homhre poderoso y rico » 1 • ¿Por qué, si Higsh era el verdadero autor del invento atribuido a Arkwright, aguardó veinte años para r eivindicar sus derechos? 2 El caso no deja de ser sorprendente, pero nos asombra menos cuando conocemos la vida y el carácter del personaje. Pertenece a esa raza de inventores natos, cuyo tipo nos es familiar. Era un buen hombre, sencillo y rudo, que trabajaba por instinto, desorientado en cuanto salía de su taller y muy poco ducho en negocios. Intentó varias veces montar por su cuenta una hilatura: siempre fracasó por falta de capital, así como de sentid o práctico 3 • Carecía sobre todo de aquello que constituía la fuerza de un Arkwright: la enérgica voluntad de hacer fortuna. Se contentó con elevarse de la condición de obrero peinero 4 a la de ingeniero al servicio de los grandes industriales. Dio muchas veces pruebas de su talento inventivo: en 1772 expuso en la Bolsa de Manchester una jenny doble de cincuenta y seis canillas que le valió un premio de doscientas guineas 5 • Según varios testimonios, recogidos después de Rll muerte por su biógrafo y apologista Richard Guest, no solo sería el inventor del water-frame, sino el de la jenny, anles de Hargreaves; y el nombre de esta máquina, que nunca ha sido bien explicado, no sería olro que el de una de sus hijas 6 • 1

D efensa de BEARCROIT, abogado de la Corona: The trial o/ a cause, etc.. p1ígs. 166-67. R. Guest supone, con cierta verosimilitud, que Kay se había mos1rudo exigente, que quizá había querido convertirse en socio de Arkwright: The llritish cotton manufacture, pág. 43. 2 Es el argumento más serio aducido por G. W. Daniels para invalidar las declaraciones de John Kay y del propio Thomas Highs ante el tribunal: «Es 111uy difícil ele comprender por q ué Highs habría Lardado lan to tiempo en h acer vulcr sus derechos, dado que tenía en Manchester amigos que no hubieran deludo de atacar la patente de Arkwright a la primera ocasión.,, (The early British r·otton industry, pág. 110.) Los sentimientos de los competidores de Arkwrigh t 110 son dudosos. Pero ¿cómo es que ni Arkwright ni su abogado utilizaron este 111g11rnento? Se limitaron a decir que Kay y Highs eran testigos falsos. G. W. Da11lc!K piensa que Arkwright pudo saber algo de la máquina de Lewis Paul (o dn Wyatt). Pero, una vez más, ¿no es extraño que Arkwright jamás haya d icho 1111tla sobre el particular-ya que habría sal vado al mismo tiempo su honor y su p1111•nte-y que nunca haya explicado de manera clara y contundente el origen il u 11u invento? G. W. Daniels afirma que los testimonios invocados por Guest «•11 1823) en favor de Higbs están basados principalmente en las declaraciones iln 1111cianos, sesenta años después del acontecimiento ( ob. cit., pág. 96); por 11111~~tra parte, nos limitaremos a hacer constar que toda nuestra argumentación 11•1111~11 en el informe del proceso, publicado el mismo año (1785), y que lo que •11 tlf•hate no es su corroboración por los testigos de Cucst. 1 e u1;sT, R., ob. cit., págs. 203-05. 1 Fabricaba peines para telares. ' Cu1;sT, R., ob. cit., pág. 203. ld t'ln, ibid., págs. 176-80 (d~laracioncs de TJ1. Lcut her y de T h. Wikin-

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216

1.

PARTE II: GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

Aun cuando el hecho quedase establecido, no por eso habría que juzgar a Hargreaves como un plagiario ; pudo encontrar de nuev~ lo que otro. sin él saberlo, había inventado an_tes. El caso d~ Arkwi:1ght es muy diferente: el hecho de que no supiese nad~ de hilado m _de mecánica y sus relaciones sospechosas con Kay explican bastante bien cómo se habría apropiado un invento ajeno. Por lo demás, parece que trató de precaver las sospechas: cu~ndo sacó su. primera patente _se atribuyó falsamente el oficio de r elo1ero, con el fm de ocultar su mexperiencia en materia de mecánica 1 . Un documento más concluyente todavía es el relato de. una entrevista q ue tuvo con Thomas Highs en 1772, en Manchester; este relato es del propio Highs: «Nos pusimos a hablar. Yo le dije que me había quitado mi invento, cuyo modelo conocía por John Kay ... , que la mujer de Kay me había contado cómo había sucedido esto: ni el señor Arkwright ni ellos podían negar el hecho .. . No respondió nada ; cuando le dije que sin mí nunca habría tenido la idea de los cilindros de su máquina, hizo un gesto con la mano, así, sin una palabra ... Solamente dijo, cuando le recordé que el invento era mío: «Pongamos que sea suyo: cuando un hombre hace un descubrimiento, o comienza un proyecto, y después cesa de ocuparse de él, es como si lo abandonase; y otra persona tiene derecho, después de un número dado de semanas o de meses, a recogerlo y hacerlo patentar a su nombre» 2 . He ahí lo que se asemeja muc?o ~ una confesión. ¿Qué pensar del silencio de Arkwright en la audiencia, en presencia de acusaciones tan formales? Hizo decir a su abogado que H1ghs y Kay eran testigos falsos, pero sin proporcionar ninguna explicación satisfactoria sobre los orígenes de su invento. Queda, pues, establecido, a falta de pruebas contrarias 3 , que el son ante el escribano de la parroquia de Leigh, el 29 de agosto de 1823 Y el l ." de noviembre de 1827). Lo que impide dar crédito sin reservas a estos dos testi¡nonios es que ambos testigos, en el momento en que ocurrieron los hechos en cuestión tenían respectivamente, doce y catorce años de edad. HELD, A.: Zwei Büch~r wr s'ocialen Geschichte Englands, pág. 591, ha creído poder concluir que la jenny había sido inventada por Highs y perfeccion~da por Hargrea· ves. Nos inclinamos a compartir el escepticismo de G. W. Damels. 1 «Richard Arkwright of Nottingham in the county of Nottingham, clockmaker.n Véase Calendar o/ Home O/fice Papers, 1766-1769, pág. 425. Ure, que ha prodigado a Arkwright los elogios más .desmedidos, inte":ta justificarlo:. «Es ~vi­ dente que esta circunstancias [sus relaciones con el reloJero Kay] hab1a atra1do su atención hacia la relojería; y sintiéndose impulsado, de una manera bastante natural, a considerarse como autor de algunos perfeccionamientos aportados a la práctica de este arte, se complació en titularse relojero en su patente de ~ 7~9, presunción muy perdonable ... » URE, A.: The cotton manufacture o/ Great Bntain, I, 231. La explicación es ingenua. 2 The tria! of a cause, etc., pág. 59. 3 El único hecho de alguna importancia alegado en descargo de Arkwright es el siguiente : Hight reconocía ( Trial, pág. 58) no haber dado su disposición ddiniliva a los cilindros- unos acanalados, otros recubiertos de cuero-sino r n 1769, nn añC> después de la construcción del modelo de Arkwright. P ero tal

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Il: LAS FABRICAS

217

principal invento de ~rkwright, al que ha debido la mayor parte de su J fo rtuna y de su glona, no es en modo alguno original. ¿Lo son al menos los inventos accesorios, enumerados en la patente de 1775? Tampoco, si hay que creer a los numerosos testigos citados contra él en el proceso de 1785. El aparato de alimentación había sido inventado en 1772 por el cuáquero J ohn Lees, de Manchester 1 ; el peine móvil, por 2 1rnrgreaves ; la máquina de cardar era aproximadamente idéntica a In de Daniel Boume, patentada en 1748 3 ; en cuanto al torcedor sus l'ilindros estaban copiados de la máquina de Highs, y su caja cÓnica, que. gir~ba sobr e un eje vertical, había si~o empleada desde 1759 por Bcn1amm Butler 4 . Se comprende ahora por qué la especificación de 1775 estaba redactada en términos tan oscuros que solo el genio de un \~att · P?día adivinar su ~ei:tido; Arkwright había intentado, mal que l11cn, disfrazar sus latrocmios. Pero los debates de junio de 1785 los pusieron de manifiesto. Después de las hábiles defensas de Adair en lnvo~ del demandado, y de Bearcroft en nombre de la Corona, el jurado ' 11 0 titubeó en condenar a Arkwright, en declarar caducado su privilegio v legalmente fundada la acción de sus competidores 5 • Este proceso y su resultado habrían aniquilado a cualquiera otro 11 11e no fuese Richard Arkwright. Pero él no era hombre que se intirnidn~e por tan poco. Despojado de su privilegio, seguía si'"endo todavía • 1 más rico de los fabricantes ingleses de hilados : sus fábricas eran 11111 más numerosas, las más grandes y mejor organizadas. Continuó des- 1 •'11volviendo sus empresas. En 1784 había fundado con David Dale 6 \ 11111 hilaturas de New-Lanark, que tomaba su fuerz~ motriz de las ca: l111 11tas del Clyde. Fundó otras todavía, en Wirkswoorth y en Bakewell, cer- l 1•11 de .~r?mford, sin descuidar por eso las antiguas, en las que agrandó lrn1 rd1f1c10s y renovó el material: en Nottingham, donde había iniciado 1111 carrera industrial, fue donde empleó por primera vez la máquina •l1• vapor. Los honores tampoco le fueron negados: en 1786, el atentad u de Margaret Nicholson le proporcionó la ocasión de presentar al rey, 111 frente de un grupo de notables, un memorial de felicitaciones, por lo ll"pORición no tenía nada de nuevo: John Wyatt la había empleado en 1738.

W.11"" TfTyatt MSS, I, 45. 1

Testimonios Lees, Th. Hale y H. Marsland. Trial, págs. 384-0. Testimonios Elisabeth y George Hargreaves. Tria!, págs. 4145. Testimo11111 \~hi~taker, págs. '.1-5-48. ~pugnado por el autor del artículo «Ilnrgreaves», tl"I IJ1ctwnary o/ "fVatwnal Biography. «Sabemos ahora que ArkwrighL era verda· l•'llltrl!'n te, como el afirmaba, el autor de estos perfeccionamientos, que uno de 11~ ohrcros había dado a conocer a Hargreaves.» Véase L1PSON, E. : llistory o/ 1·11111/m nnd worsted industries, pág. 151. 1 1'111cnte núm. 628 (20 de enero de 1748). t WooocnOFT, B.: Brie/ biographies of inventors púg. ] ] . A Tria{, pág. 107-87. ' n l.>ALE ÜWEN, Rob. :, Threading my way, págR. 7, U; B RllMNl:n, D.: T ite 1111/11 111 11·.~ o/ Scotland, pag. 280. David , Dale, suegro do Robcrt Owen, es cono· ld11 ~11111·1· lodo como filántropo. Véase tercera parte, cap. IV. ,

2Jtt ~~~~_:_P2AR~T~E:......:I~I::........:G~R~A~N=D=ES:.._:l~N-V_EN_1_·o_s~Y~G-R_A_N_oE_S~E-M_P_R_E_SA_S~~~~~~-

cual Iue nombrado caballero. Al año siguiente, sir Richard Arkwright fue llamado a desempeñar l as altas funciones de sheriff del condado dr Derby 1 . Murió en 1792, dejando un capital de medio millón de libras esterlinas: doce millones y medio de libras en moneda francesa del tiempo. Una sola de sus fábricas, la de Bakew~ll, rentaba a sus h~rede· ros veinte mil libras al año 2 • Eran sumas considerables para una epoca, todavía poco acostumbrada a los grandes industriales millonarios. Esa' fortuna adquirida en po~os años, ese éxi~o sin precedente de ~n hom_bn.•: salido de la nada, he ah1 lo que, a los OJOS de sus contemporaneos, JUS·:1 tificó a Arkwright 3 • y es también lo que, para nosotros, define su papel _verdadero Y k marca su puesto en la historia económica. No es un i~ventor: a lo más ha arreglado, combinado, utilizado los inve~tos aic~os, que no tuvo el menor escrúpulo en apropiarse. Los elogios prodigados a~ su memoria por admiradores imprudentes parecen hoy dra, por pequeno~ que sean, fuera de lugar: era evidentemente excesivo compararl? alter· nativamente con Newton y con Napoleón'\ y era bastante torpe. mvocar su ejemplo para probar que el poderío capitalista se fun~a un_1camentl' en el mérito personal y la probidad laboriosa. Pero Arkwnght tiene a su favor el haber triunfado. A esos inventos, de los que no era su autor, fue el primero que supo sacarles partido, _fue el primei:o que los agru· pó en un sistema. Para encontrar los capitales ~ecesanos para_ la. fun. dación de sus establecimientos, para formar y disol~er las asoc1a_c1onc~ que fueron los instrumentos sucesivos de su fortuna ·', .le fue preciso ~1~1 talento notable de hombre de negocios, una mezcla smgular de hab1li dad, de perseverancia y de audacia. Para montar gr.and_es. fábricas, l"l" clutar su personal, adiestrarlo en una tarea nueva, mstll_u~r en los tu lleres una estricta disciplina, debió desplegar una a~tlVldad Y un11 energía poco comunes. He ahí cualidades r~ras en _los mv~ntores, Y (lll defecto de las cuales sus inventos no habnan podido scrvll' de base n una nueva organización de la industria.[ ts Arkwright quien, tras In~ tentativas incompletas o frustradas de los hermanos Lombe, de Wynll GUEST, R.: Compendious history, pág. 28. Gentleman's Magazine, LXII, 771 (agosto de 1792) ; cashire worthies, I, 463 y 664. 1

2

E s rI NASSE,

F .: Lan

Il: LAS FABRICAS

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~ ele Lcwis Paul, ha creado verdaderamente la fábrica moderna\ Es en 1

t\I 1111 quien se ha encarnado el tipo nuevo del gran industrial, diferente/ dc•l ingeniero y del comerciante, de los cuales ha adoptado sus princi}l pnlr~ rasgos, pero para añadirles los de su fisonomía original, impul 11111• ele empresas, organizador de la producción, conductor de hombres¡. lt 11presenta una clase social y un régimen económico. l Su nombre permanecerá inseparable de los orígenes de la gran l11dt1Ht ria. Todas las fábricas de los condados de Lancaster y de Derby, .i finales del siglo XVIII y a principios del XIX, fueron construidas según 111 modelo de las suyas. «Todos nosotros teníamos la vista fija en él», dr•nín sir Robert Peel 1. El lo sabía, y parecía afanarse en dar ejemplo iln ardor en el trabajo y de ambición sin límites. Trahajaba sin des· 1•1111Ho, incluso a altas horas de la noche 2 ; obligado a desplazarse a r 11cl11 instante para vigilar en persona sus numerosos establecimientos, l111hnjaba por el camino, en su silla de posta de cuatro caballos, siempre l1111r.uda a buena marcha 3 • Sus proyectos para el porvenir eran giganf l'~cos : «Si vivo bastante, decía un día, seré bastante rico para reem· l111l1mr Ja deuda nacional» 4 • IV Con Arkwright el maquinismo cesa de pertenecer únicamente a la \• lil~foria

de la técnica: se convierte en un hecho económico, en el sen-

rltlo más amplio de la palabra. Pero todavía estaba lejos de haber al- { 1111mmdo, incluso en la industria del algodón, su completo desarrollo. l 11 que caracteriza al período que describimos es el uso tan difundido dr1 In jenny 5 que no modificaba profundamente la organización del \ l111hnjo ni la vida de la población obrera. Por otra parte, el telar no l111hí11 recibido ningún perfeccionamiento desde la invención de l a li111Mdcra volante. El tejedor era, pues, ahora, el que se encontraba 1r f1'11Hndo con respecto al hilandero. Los dos inventos que culminaron ' 111 l rnnsformación de la indush·ia textil son los de Samuel Crompton y d11 Eclmund Cartwright. 6 J ,11 rnule de Crompton es, como su nombre indica, una máquina

. .,

3 Véase la declaración de sir Robert P eel ante la com1s1oi;- d~ en?ueMIA de 1816: «Un hombre que, más que nadie, ha hecho honor al pa1s, sir Richu11I Arkwright. .. » Report o/ the minutes o/ evid~nce taken be/ore. the select c'.1111 mitee on the state o/ tlie children employed in the mami/actori~s o/ the Un~tr 1 l Kingdom (]816), pág. 134. P eel había sido uno de los adversan os de Arkwri14hl en 1785. 4 UnE, A.: Philosophy of manufactures, págs. 16 Y 252. . 5 «Arkwright consiguió, de la manera más sorprendente ,. enconti:ar. s1em111 1 nuevos asociados, aunque sus contratos precedentes h~biese.n s~do rescmd1dos Jlllf no haber dado los resultados esperados; cada vez salia mas neo de su malnv• n 1ura, como Anteo, que en su caída r ecobraba ~as fuerzas al contacto con su 111n rlre Cea. » GUEST, R.: Compendious history, pag. 20.

· 11

1 11c port o/ the minutes o/ evidence ... on the state o/ the children employed 1h1• manu/actories of the United Kingdom, pág. 134.

1 f>nBados los cincuenta años, aún encontraba cada día dos horas para peri. 11l111111rMe en ortografía y en gramática. ! f•:s l'I NASSE, F.: Lancashire wortliiess, 1, 467. 1 lilcm, ibíd. ~ ,. ¡.;¡ hilo de urdimbre (warp) se fabr icaba en las hiln1uros, en Jos que se 1111 pl r•11hn el water-/rame, mientras que el hilo de lrnma ( !IJl'f t) ora producido 11111 lnK fa milias de los tejedores, por )lledio de la j errny. » Cm:sl', R.: Cornpen/ 11111 ' Mvtory, pág. 17. n () nwlc-jenny. La ortografía mull·i~nny, muy tlAndo r n Frnn C" iu, <'A un harl1111 la11111 y un sin sentido.

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GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

mixta, nacida de la combinación de dos principios, el de la jenny y el del water-frame. De uno torna sus cilindros, entre los cuales se forma el hilo; del otro, su carro móvil, que se desliza de delante hacia atrás y de atrás hacia delante. Sobre este carro están colocadas las canillas, que se hallan así animadas de un doble movimiento: unas veces se alejan con el f~1: de estirar el hilo por segunda vez después de su paso por entre los crlmdros, y otras se aproximan girando rápidamente sobre sí mis~as, con el fin de torcerlo y enrollarlo al mismo tiempo. El hilo produc~do por el ~ate'r-frame era sólido, pero un poco grueso; el hilo producido por la ¡enny era fino, pero demasiado débil y quebradizo. La mule permitía obtener simultáneamente la solidez y la más extremada finura 1 .• ~ra,. en muchos aspectos, un invento definitivo, y a pesar de las mod1frcac10nes que le han impuesto las necesidades respectivas de las diferentes industrias textiles y los progresos de la mecánica, todavía se descubren sus rasgos fundamentales bajo las piezas delicadas y complicadas, bajo los mil detalles ingeniosos de las máquinas más recientes. El inventor de la mule, Samuel Crompton, pertenecía a un familia de pequeños terratenientes de Lancashire 2 • Todavía se muestra, cerca de Bolton, la casa donde se crió y donde, desde 1774 a 1779 trabajó en su invento. Ha sido transformada en museo. Es una bella ~onstruc­ ción de piedra, con aguilones, altas chimeneas y ventanas de cruceros, que recuerda los días prósperos de una clase desaparecida 3 • En la época en que vivió Crompton, la yeomanry acababa de apartarse de la tierra .. El padre de Crompton era todavía cultivador, al mismo tiempo q:ie hilandero y tejedor: él nunca trabajó en el campo. ¿Tuvo a la vista el modelo del water-frame? ¿Rehizo el invento como aconteció con Hig~s respecto a W~att? .4 • En todo caso conocía ~ersonalmente a Arkwnght, al que habra visto de barbero en Bolton 5 • En cuanto a la 1 En 1792,. John Pollard, de Manchester, pudo transformar, sirviéndose do la ~ule, una libra de algodón bruto en 278 madejas de hilo, que medían una longitud total de unas 212.000 yardas. Edinburgh Review, XLVI, 18. 2 , «Su padre conservaba una finca de escasa superficie y, según el uso de In epo~a, emple~ba una parte de sus jornadas en tejer, cardar e hilar.» KENNEDY, W.: «Br~ef memoir of Samuel Cromptom>, M em. of the literary and philosophical Society o/ Manchester, serie II, vol. V, pág. 319. 3 French, G.: Life r:nd times of Samuel Crompton, págs. 27, 43, 48, 51; WooD.CROFT, B.: Brief biographies of i~ventors, pág. 13. La casa de Crompton, c?no~1da con el nombre de «the Hall in the W ood», está i·epresentada por un d1buJo en la obra de DANIELS, G. W.: The early English · cotton ind1istry pn gina 115. ' • 4 Es, lo que sostiene KENNEDY: Brief memoir of Sam. Crompton, colección citada, pag. 325-26. Pero los términos de la petición del 5 de marzo de 181 2 (Journ. of the House of Commons, LXVII, 175) apenas concuerdan con esta hl pótes.is: Crompton conocía evidentemente el water-frame, puesto que declara ho her mven.tado la. mule para remed~ar ~~ insuficiencia de esta máquina, «Complt• tamente mapropiada para la fabncac10n de hilo de trama o de hilo torcido muy fino». 5 FRENCFl: Lije and times of Samuel Crompton, pág. 4ó.

LAS FABRICAS

221

J1mwy, muy a menudo se había servido de ella, y fue para perfeccionarla por lo que, muy joven todavía, empezó sus investigaciones 1 . No había calculado de antemano, como Arkwright, el provecho a uhloner con su invento. Durante algún tiempo se contentó con emplear 1111 máquina él solo, en el pequeño taller en donde desempeñaba a la vez el pnpcl de ingeniero-, de obrero y de patrono. Pero la finura extraordinaria tlcil hilo que producía llamó la atención de los fabricantes de la vecindad. Pronto se convirtió en objeto de una curiosidad en la que había mucho d 11 envidia y de codicia: colocaban escalas bajo sus ventanas, horadal11t11 los muros de su casa 2 • Comprendió que no podría permanecer munho tiempo dueño de su secreto. No tenía patente, y quizá le hubiese 111.do difícil sacar una, pues su invento era en parte una simple adapta11lf>n del water-frame, sobre el que Arkwright aún conservaba sus de111ohos. «Me vi en la obligación o de dar mi máquina al público o de d11Htruirla. Ya no dependía de mí el guardarla para mí solo, y desl 111 i rla hubiera sido demasiado penoso. Durante más de cuatro años y 11u1dio había gastado todos los momentos de que disponía, todas las r1111rzas de mi espíritu, todos los recursos que podía procurarme con 1111 trabajo, con la sola y única mira de producir buen hilo para los l11!c:
ll a bía nacido en 1753. Tenía, pu es, veintiséis años en 1779, fecha de la

lr1v1111nl6n. ~

,

WooDCROFT, B.: Brief biographies of inventors, pág. 15; Fn1rncn: Lije 1111tl rimes of Samuel Crompton, pág. 77. n Curia de Crompton, citada por BAINES, E.: Hist. o/ the pala1inc co1t11ty 111,/ dtl<"hy of Larícaster, II, 453 . 1 ER lu cifra dada por FRENCtl, pág. 85, y reproducida en el Diclionary of fVt1tl1111ril /Jiography, XIII, 149. WooocROFT, ob. cit., pág. 15, y KtNNWY, ob. ci111dt1, ¡11\1.(. 320, dan respectivamente las cifras de 106 y 50 Jiurus. h FrrnNCII, ob. cit., pág. 106. WooocnorT, B., ob. cit., pág. 16. "Conon s pinning machines and their inventors», Quarterly Review, CVII,

'" 11

70 71.

'

223

II: LAS FARRICAS

PARTE

II:

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

En 1802 una nueva suscripción en su favor produjo unas quuuentas libras 1 • Por fin, en 1812, sus amigos consiguieron convencerlo para que solicitara del Parlamento una indemnización, que había sido concedida a otros con menos méritos que él. El Parlamento acogió la demanda, en la que se había interesado el príncipe regente: la indemnización asignada a Crompton ascendió a 5.000 libras 2 • Gastó la mayor parte en pagar sus deudas, y murió pobre. Crompton era un hombre inteligente, no desprovisto de cultura, 1 muy superior, sin duda, a la mayoría de los que se aprovecharon de su invento 3 • Sin embargo, él no supo aprovecharse. La independencia de su carácter y una modestia que llegaba hasta la timidez, no eran cualidades propias para hacerle triunfar; no poseía ni las dotes del organizador ni las de un jefe. El contraste de su vida con la de Arkwright muestra bien claro la distancia que hay de la investigación y del des· cubrimiento originales a su hábil explotación. En el museo de South Kensington se ven los retratos de estos dos hombres, uno al lado del otro. Arkwright, con su rostro abotagado, vulgar, sus ojos abultados y lentos, cuya inercia plácida es desmentida por el pliegue enérgico de las cejas, la sonrisa imperceptible de sus labios sensuales y astutos, es el hombre práctico que ha sabido, sin demasiados escrúpulos, hacerse dueño de la realidad. Crompton, con su íino perfil demacrado, su noble frente con los cabellos castaños rechazados hacia atrás, su boca de contorno severo, sus grandes ojos ardientes y tristes, tiene los rasgos de Bonaparte joven y la expresión de un predicador metodista. Representan la invención y la industria, el genio que hace las revoluciones y la fuerza que se apodera de sus resultados. La mule fue al principio, como la }enny, una máquina de madera hecha para ser empleada en los cottages. Hacia 1783 se empezaron a construir de mayores dimensiones, con ruedas y cilindros de metal 4 • En 1790 un manufacturero escocés, William Kelly, fabricó mules automáticas, puestas en movimiento por una rueda hidráulica, como la máquina de Arkwright, y que llevaban hasta trescientas y cuatrocientas canillas 5 • A partir de este momento la mule se convirtió en la máquina

i11 li 1111 r por excelencia; reemplazó en el uso corriente a . l~, jenny de tl11q.r ii•nVl'H. En 1812 Crompton, antes de presentar su pet1c1on al Par· 1, 11111111 10 , quiso juzgar por sí mismo s,obre el éxito. ~e, su invci:ito. Y la l1 11 pni lnncia de los intereses que habia creado: visito los pnnc1pales , , 111 111 11 ele la industria textil y pudo comprobar que la mnle se emplea· 1111 i•11 varios centenares de establecimientos, con un total de cuatro a 1111 11 11 millones de canillas 1 • La jenny, tan popular veinte años antes, , 11 111 drsempeñaba ya un papel secundario en .el conjunto ,de. la produc· , 11 111 Con ella desaparecían los restos del sistema domestico en esta 111 d11111ria de la hilatura del algodón, convertida en la más floreciente de l 11 lnl r rra. , No es solamente la hilatura lo que el invento de Crompton acabo de t 11 111Nf1i°rmar: tuvo su repercusión sobre la tejeduría. El water·/ rame h tliln hecho posible en Inglaterra la fabricación de calicós, hasta en· 11111l'i•11 importados de la India. La mule, gracia.s. a la finura e~.trema del li 111 1¡uc producía, permitía superar la haJ:1hdad ~egendana di; l;s 1 1 11 111•11~ hindúes y fabricar muselmas de una ligereza mcomparable · Es 1111 11 i11Justria nueva la que se funda, y cuyos centros son Bolton, en 1 11i1•i1Hhire; Glasgow y Paisley, en Escocia~. Desde ).783 hacía fon4 . 11111111· i:;olo en la ciudad de Glasgow, un millar de telares ; en 1735 , 11\ uluaba la producción de muselinas en Gran ~retaña en cer~a de hit 1u·nta mil piezas 5 • Y hace observar un ec~~om1sta contemporaneo: 1 111 industria es muy provechosa para la nac10n, p~rque solo la mano l. 11i>ru forma su sustancia, mano de obra proporcionada muy a me••t1il11 por mujeres y niños. El valor de la ~at~~·ia prima que entra en 1 l'l lld ucto aumenta, en el curso de la fabncac1on, en un 1.000 Y has la 1111 1.000 por 100)) 6 •

KENNEDY, ob. cit., pág. 321. Journals o/ the House of Commons, LXVII, pág. 838. 2 La petición es del 5 de marzo. }ourn. o/ the lfouse of Commons, LXVII, 175. La indemniza ción fue votada el 25 de junio. l bíd., pág. 476. Véase DA· NIELS, G. W.: Early English cotton industry, págs. 155-58. 3 DANIELS, G. W., que ha estudiado la correspondencia original de Crompton, llega a la misma conclusión: «No se puede considerar a Cromplon más que como un obrero, pero sus cartas y sus d emás obras muestran que había utilizado plenamente la educación que pudo adquirir.» Early English cotton industry, pá· gina 149. 4 KENNEOY, art. cit., págs. 329-30. s Idem, ibíd., págs. 337 y sgs.; BAINES, Ed.: Hist. o/ the cotton manufac. ture, pág. 205, menciona, como uno de los au tores de este perfeccionamiento, n William Strutt, hijo de J edcdiah S trutt. 1

~-- ~-------

l\l.~NEDY, ibíd., pág.

322; WooDcnon, B.: Brief biographies o/ inventors,

11.

.

<:rn111 pton, en su petición de 1812, no deja de hacer valer esln vcillaJ!t 11¡.¡ 11 11 ¡ uso de la mule. Véase Journ. o/ the llouse o/ Commons., LXVIl, 17;>. \I At:1•111msoN: Annals of Commerce, IV, 80; A complete history ?f the 1111 11111/e, pág. 102; AI KIN, J.: A description of the countr~ f rom. tlarly 1.0 /¡ 111 il1·s ronnd Manchester, pág. 166; GuEsr, R.: Compen.dions h1story, pu·

. • 11

.

,

1•:1111·1· Jos fabricantes de muselina de Glasgow, un c1erl? nurncrn c rnn !\\'· 1~111 1 o armadores que se habían dedicado a l a industl'ln en 1•1 momento 111 14111•1Tu de América. Véase LA Rocf!EFOUCAULD·LIANCOUHT : Voy(lge <mx n/1111111·~. vol. 11, carla del 8 de mayo de 17~. . .

\ N111rnsoN: A n historical and chronological h1story anrl cfrtlncl!o11 o/ thc

11 11} 1•01111nerce (s uplemento), IV! 655. ( 11 lj

. i111portant crisis in the calhco and mushn 111111111/rrct11rc uf Crear Rritain, t

PARTE rr: GRANDES INVENTOS y GRANDES EMPRESAS U:

V



1

Sin embargo, la ruptura de equilibrio, que ya una vez h~bía puestc1 en movimiento el progreso técnico, se producía de n1:1evo. Mientras q~~ para hilar se utilizaban máquinas ya muy perfeccionadas, se . segu~ te· iendo a mano. Hacia l 760 a duras penas encontraban los .teJedo!es iffio suficiente para alimentar constantemente. sus telares. Tremta ano después es lo contrario lo que sucede: los tejedores no ~astan ya para la tarea, y sus salarios suben rápidamente. Los que fabncan las m~se­ linas de fantasía en Bolton son pagados, en 1792, .hasta a tre~ chelines y a tres chelines seis peniq1:1es la ya~da; los que teJ e~ los t.erciopelos de algodón ganan treinta y crnco chelines por semana . P oi eso, se dan tanta importancia; se los ve pasears~ por ~as calles, el baston e? la mano, con un billete de banco de crnco ~ibras asomando ostensib~e­ mente por la presilla de su sombrero. Se visten como burgueses y niegan la entrada en la sala del mesón do~d~ se reú~en a l.os obr7r.os }~ otros oficios 2 • Bien es verdad que su felicidad duro poco , .la cns1s ::ie neral de la industria inglesa en 1793 dio la señal de la ba3a de los salarios 3. Pero eso no hizo más que cambiar el as~~cto del. problema. En efecto era tal la desproporción entre la produccion de hilados Y la de tejido~, que los fabricantes de hilados se vieron forzados a exporta: 4 • Esta exportación no dejaba de alarmar a muchas personas, que temian l Fifth report /rorn the select committee on artizans and mac~in ery, pá~i­ na 392 ( 1824); Minutes of the evidence taken be/ore tu select ~ommittee appointed to report upon the condition o/ the hand-loom weav~rs, pag. 389 (1835). 2 Place MSS (British Museum, Add. MSS, 27828), pag. 199. 3 Precio de la tejeduría de muselinas en Bolton (la yarda):

1792 .. . .. .. . . 3 chelines 1793 ... . ..... 2 s. 1794 ......... 1 s. 9 d.

1797 1798 1799

1 s. 6 el. 1 s. 3 d. 1 s. 2 d.

Esta baja fue ca usada sobre todo por el aumento rápido del n úmero de tejedores en el momento de los altos, salarios. Fi/th report from the select committee on artizans and machmery. pag. 392. 4 «Las cotonadas eran objeto de tal demanda que todo el producto de las hilaturas se habría vendido en seguida si se hubieran podido .encontrar ba~tantes tejedores para convertirlo en tela; pero como esto no e.r!- posible, los fabricantes decidieron pasar al extranjero el exceso de su producc~o? .>> Report. on _Dr. Car/. wright's petition (1808), pág. 7. Esta exportación perm1t1a, en el mlenor, reducir los salarios de los tejedores, aun cuando hubies~ todavía una fu~rte demanda de mano de obra. Hacia 1800, escribe un fabricante, «DO habrn una soln aldea en un círculo de treinta millas en torno a Manchester... do~?e alguno de nosotros no enviase hilados, que le eran devueltos en fo rma de te]ldos. Con· tratamos a tejedores de paño ~ a te¡edores. de lienzo, gue aba.ndonaban sus .t:~ pecialidades a medida que creeia la mdustna del algodon; tuvimos que recuu 1r a todas las personas que estuviesen dispuestas a ponerse, ante un telar» . R 11> CL!FFE, W.: Origin o/ the new system of manufacture, pag. 11.

LAS FABRICAS

225

ver fundarse en los países vecinos, y particularmente en Francia, teje- \ durías alimentadas por los hilados ingleses. Se inició una campaña muy viva contra la exportación de hilados: se trató, inclusive, de prohibirla, con el mismo título que la exportación de la lana 1 • Al igual que durante el período que había precedido a la invención de las máquinas de hilar, un verdadero malestar abrumaba a la industria textil. Se agravaba al compás de la desproporción que era su causa,( y alcanzó su paroxismo hacia el año 1800. Sin embargo, en esta fecha\ ya hacía varios años que se había encontrado el remedio; pero todavía no había producido su efecto. Su accción solo se hizo sentir cuando la necesidad de recurrir a él llegó a su colmo. Así, el juego alternativo \ de las exigencias económicas y de la invención técnica imprime a la ) industria una serie de oscilaciones, cada una de las cuales es un pro- ( greso. El problema del tejido mecamco había tentado ya a más de un investigador. La dificultad parecía bastante grande, pero de ningún modo insuperable: el movimiento de los dos marcos sobre los que está tensada la urdimbre de la tela, y el de la lanzadera que se desliza entre ambos para formar la trama, son relativamente simples. Desde el si2 glo XVII se empleaba en Inglaterra y en Alemania un telar mecánica para el tejido de cintas : una manivela hacía ir y venir la lanzadera, v mediante un sistema de contrapesos se tensaban y apretaban los hilos 3 • Pero el funcionamiento de esta máquina era lento y complicado; incluso sin las medidas tomadas contra su uso en diversos países, a instancias de los obreros tejedores 4, el telar holandés, como se lo llamaba en In5 glaterra , no hubiese bastado para hacer una revolución en la industria textil. Otro tanto se puede decir del telar construido en 1678 por el francés De Gennes, y en el cual dos vástagos horizontales se pasan la lanzadera, al igual que los brazos, de un lado al otro del telar 6 • En 1

RAD CLIFFE, W., ob. cit., págs. 78.84, 163·72, etc. Radcliffe fue uno de los que se pusieron al frente de este movimiento en Lancashice. Sobre las discusiones n que dio lugar esta cuestión en la Cámara de Comercio de Manchester, véase ITF.LM, E.: Chapters in the history o/ the Manchester chamber of commerce, pá11inas 17 y sg,. 2 El invento ha sido atribuido a un tal Anton Müller, que vivía en Dantzin g 11 finales del siglo xvrr. Yéase BECKMANN: Beitriige zur Geschichte der Erfintl1111gen, II, 527. 3 Véase la descripción del telar para tejer cintas en la Encyclopédie Méthotllque, «Manufactures", II, ccrr y sgs, y en su Recueil de Planches, VI, 72 y si111lcntcs. Véase también BARLOW, A. : History and principles o/ weaving (con ldminas), págs. 217-27. d. E n Alemania hubo verdaderos motines con tra esta máquina. Véase MAux, K.: Das Kapital, I, 4J8. n Se lo llamaba también «telar de torniquete". 11 Véase fournal des Savants, año 1678, núm. XXVII; Philosophical Tran1111·tio11s o/ the Royal Society, XI¡J, 1001, y sgs., y Abridgrnents o/ specifications ,~/111/rrl( 10 weaving, introd., pág. XXXV.

PART~

II: GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

ll: LAS FABRICAS

cuanto al de Vaucanson, cuyo modelo está en el Conservatorio de Artes y Oficios, el principal interés que presenta 1 es . ~aber ser~ido ~e P.untó de partida, medio siglo después de su construcc1on, a las mvest1gac10nes de Jacquart. Ninguno de estos inventos recibió aplicación prácti.~a impor~n~e 2 • Si existieron en Francia o en Inglaterra talleres de te11do a maguma, casi en se"uida desaparecieron, y es difícil descubrir sus rastros 3 • En todo caso~ es probable que el inventor del telar mecánico, Edmund Cartwright, ignorase su existencia. Hijo menor de un gentleman del condado de N ottingham y destinado desde muy pront~ al estado e?le· siástico, había hecho en la Universidad de Oxford bnllantes estud10s, coronados en 1764. con su admisión en el número de los fellows del co· legio de la Magdalena"-. Durante mucho tiempo no se ocupó más que de literatura: incluso escribió, al estilo de Pope, poesías que no carecen de mérito a pesar de su Iría elegancia 5 • Cuando dejó ~xfo~d para una cura en el campo 6 , trató de interesarse, .como hombre mtehge:ite y ac· tivo que era, de la vida de las poblaciones rurales e~ med10_ de las cuales residía; se puso a estudiar medicina y agronomia, ensena?do a sus feligreses los nuevos remedios contra la fiebre y l~s. nuevos metodos de cultivo 7 • Así se manifestó por lo pronto el espmtu emp~·en~edor que había de hacer, de este humanista perdido en un presb1teno de aldea, un inventor y un industrial.

1 111 111 mrnr de una conversación, durante su temporada en las aguas M11tl11l'k, 11n el verano de 1784, lo que atrajo su atención hacia la l11ol11 t 1111 dt•I algodón y la crisis de que estaba amenazada. «Me encon· 1lili1 ttllt c·11rnta él mismo-en compañía de algunos señores de Man1l1n11t1 1. Ln conversación recayó sobre Arkwright y sus máquinas de ldl 11, 111111 de las personas presentes hizo observar oue desde el mo· 11 111 11 tlt• 111 expiración de la patente de Arkwrio'ht ~ f~ndarían tantas r '" ir·11~ y se hilaría tanto algodón que no ib~ a haber manos para 1 h1111. A eso ~espo~dí Y? que Arkwright tendría que apelar a los 1 ' tt 1IWH de su mgemo e mventar una máquina de teier. Siguió una ( 11,, 1111i(u1, Y todos los señores de Manchester quedaron de acuerdo para 11 • 1 t r11 t' <1ue .la cosa era prácticamente imposible» 1 • Cartwright sostu" 111 l'Ontrano, y se propuso demostrarlo. •' 1111 y~·1mero~ . en.sayos f ueron desordenados: no sabía una palabra 11 1111•cn ni ca y pma~ había visto trabajar a un tejedor. Sin embargo, t 11d11do por ~n carpmtero y un herrero, consiguió poner en pie un tel 11 1¡11c funcionaba mal que bien. «La urdimbre estaba tensada vertí· il1111•ntc, el peine caía con una fuerza de 50 libras por lo menos y los l111111kii que movían la lanzadera eran lo bastante potentes como ·para ill fllll'Hr un cohete a la Congreve. En resumen: hacían falta dos hom111 aa ~}g?~osos para. hacer andar esta máquina a una marcha muy len111 " . I al era el mvento que Cartwright hizo patentar en 1785 3 • En '111~da se apercibió de todo lo que necesitaba para poder utiÚzarle. fi,d11111 te p~rfeccionamientos sucesivos construyó una máquina fácillltt ttl1• mane1able, que se detenía automáticamente cada vez oue se romJ1Í1t 1•l hilo, y que podía ser empleada, con ligeras modificac.iones, para 1 11•1· toda clase de telas 4 • No quedaba más que introducirla en la indus11 l 1, que parecía esperarla y reclamarla: Cartwright no dudó ni un inst 111111 de su éxito inmediato. 1•'111• entonces cuando empez.aron sus sinsabor es. Tenía dinero 5 ; qui" nxplotar person~lmente su mvento y montó una pequeña fábrica en 1111111:1.tHlcr, Yor~s~ire ( 1787). Contenía 20 telares, ocho de ellos para 1 li•J ido de cahcos, diez para muselinas, uno para cotona das a cuadros 111111 para lienzos bastos G. Al principio la fuerza motriz era suministi

f...

l Ni siquiera se hace mención de él en el artículo «Soic» de la Encyclopédie M ethódique. , 2 John Kay, el inventor de la lanzadera volante, saco una patente pa~a unu máquina de teier en 1745, pero no parece que s~s esfuerz?s en, este sentido tu vieran resultados prácticos. EsPINASSF.: Lancashire wort~ies, pags. 310-~8 . . 3 GUEST, R.: Compendious historr, pág. 4-1·, menc10na el. c;stablec1m1ent11 fundado por Garside en Manchester en 1765. ~ero e?te establec1m1ento no ~ud. mantenerse, ya que era insuficiente la econ?mrn realizada. con. . ayuda de maqn,: nas sin duda complicadas y defectuosas. Vease JAMES, J .. Hi~t. o/ the worstl 1 manufacture, pág. 351. .. . . 4 Memoir o/ Dr. Cartwright, págs. 7-12. Su fam1l1a habitaba .en. Nottm¡¡ hamshire desde hacía trescientos años. De sus tres hermanos, dos s1rv1eron con distinción en el ejército y el tercero ocupó un ~siento en c;l Parlamento, don1l 1 se hizo célebre por sus ideas avanzadas. E. H~le~y lo co1_1s1dera. como fundadn1 del radicalismo inglés. (La formation du radicalisme philos.ophique, I, 223-211 5 Constantia (1768), Alniine and Elvire (1775), The Prin;_ce of Pea~e, 11111/ olher poems (1779), Sonnets to eminent men (1783). «El senor Cartwnght fito en otro tiempo profesor de poesía en Oxford y él mismo era un poeta que "" carecía de talento. Pero parece haber dejado las cimas ~ridas del Pru:naso Y h fuente del Helicón por las montañas, los valles y los nos de ~rkshrre; Y In• ha dejado para roturar los vastos páramos incultos de la mecamca.» Carta 11• S. Salte negociante de cotonadas en Londres, a S. Oldknow, 5 nov. 1787 i 1111 wrN, G.; Samuel Olknow and the Arkwrights, pág. 99. 6 Primero en Brampton ( Derbyshirc), luego en Goaclby Marwood (Lclr1 tershire). 7 Memoir o/ Dr. Cartwright, pág. 18¡ BuRJ,EY, J. : Wool and woolcomlirn# pág. 110; WooDCROFT, B.: Brief biographies o/ inventors, pág. 21.

?'

227

l 11 1 rclopredfe Britannica, l.ª ed., art.. «Cotton » (reproducido en la 9." edi.>00). V~ase .RADCLH'FE, W.: Origin o/ power-loom weaving, pág. 52. l111c>:cl. Bruannica, lo~ .. cit:; Memoir. of Dr. Cartwriglu, págs. 63·64. llmdgmenls o/ specifications relating to weaving, núm. ]470 (4 de ~111 ll 111' 1785). t l'nlcn,tes núm. 1565 (30 de octubre de 1786), núm. 1616 ( t
lfo

vi,.

226:_~~~~..::......::.:_:___~~~~~~~~~~~~~~~ PARTE 11; GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

trada, como en las primeras hilaturas, por bestias de carga; pero desde 1789 Cartwright hizo traer de Birmingham una máquina de vapor. Por desgracia el establecimiento, bien equipado, estuvo mal dirigido: Cartwright no tenía-ni tuvo jamás--el genio de los negocios 1 • Es la historia lamentable de todos los inventores que se repite una vez más. En 1791 creyó haber encontrado el camino de la fortuna: se puso de acuerdo con unos fabricantes de hilados de Manchester, los hermanos Grimshaw, para fundar una gran fábrica, que no habría de contener me~~s de 400 telares, movidos por vapor. Se levantaron expresamente edificios considerables 2 • Pero apenas se habían instalado las primeras máquinas cuando se desencadenó contra ellas la hostilidad violenta de los tejedores. Los propietarios recibieron cartas amen~adoras 3 • ~~ melj después ardía la fábrica: Cartwright no solo perdió el benef1c10 del contrato firmado con los herman.os
II: LAS FABRICAS

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en un solo. _establec~miento,. 200 telares de vapor 1 • La campaña contra. la exportac1on de hilados vmo a acelerar este progreso tardío. En 1803, Horrocks, de Stockport, construyó telares automáticos de hierro, cuyo modelo fue adoptado en seguida en varias ciudades de Lancashire 2 • Fue para Cartwright «una agradable sorpresa)) el asistir así a la resurrección, si no al triunfo definitivo de su invento. Cuando en 1809-tres años antes que Crompton-solicitó una indemnización del Parlamento, pudo alegar en apoyo de su demanda el hecho de que sus máquinas «eran ya de un uso b~stante corriente en el condado de Lancaster como para poder ser cons1deradas como un objeto de alta utilidad pública» 3 • Sin embargo, para juzgar los efectos de este invento en toda su extensión haría falta traspasar, con mucho, los límites asignados a este estudio: sería preciso seguir la historia del tejido a máquina hasta 1839 aproximadamente, año en que apareció el famoso informe sobre la condición de los tejedores 4 • Este informe y los atestados que lo acompañan muestran a la vez el progreso del maquinismo en esta rama de la industria textil y las causas que lo han retrasado. La espantosa miseria de los tejedores que en 1839 continuaban sirviéndose del viejo telar a brazo había ido agravándose a medida que crecía la competencia aplastante de la máquina. Pero cuanto más se agravaba, tanto más se retrasaba la ndopción universal del nuevo utilaje: los salarios habían descendido 1 tan bajo que resultaba más ventajoso emplear hombres que máquina~. , En nuestro tiempo a veces se asiste a la ,repetición de los mismos fenómenos en ciertas industrias incompletamente transformadas: así se explica la persistencia de la técnica más primitiva en los pequeños talleres n domicilio, abrumados por el sweating-system. Pero el obstáculo quej rl maquinismo opone así a su propio progreso no es nunca ni puede ser más que temporal. A princ1p10s del siglo XIX apenas había empezado el desarrollo delf ti-jido mecánico: para varios millones de canillas que contaban ya las 1

GuEST, R.: Compendious history, pág. 46; BAINES, E.: Hist. o/ the cotton lllfTnu/acture in Great Britain, pág. 231. z HARDWICK: History of the borough o/ Preston, pág. 375. Sobre los perl1k'rionamientos introducidos por Peter Marsland y Miller, de Glasgow, véase \V11F.ELER: Manchester, pág. 167, y «Cotton-spinning machines and their inven1111~•>, Quarterly Review, CVll, 78. 3 Journ. of the House of Commons, LXIV, 97. La petición fue remitida el 1 rle junio a la comisión de subsidios (ibíd., pág. 391), que decidió, el 8 de l11 nlo, conceder a Cartwright una s uma de 10.000 libras (ibíd., pág. 393). Car!· wrll(ht no había caído en la misantropía, como Crompton. Con lns 10.000 libras 111• ~11 indemnización compró una finca en Kent y pas6 los últimos nfios de su vl1l11 ocupado en experiencias sobre agricultura, química y mecánlcn. Véase LIP· llN, E.: History of the woollen and worsted industries, pág. 168. 1 Minutes and reports from H. M.'s commisioners and assistant-commissio11r1' on the condition o/ the hand.[oom weavers (1839-1841).

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l'AIU'E

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GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

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hilaturas aún no había, en toda Inglaterra, más que unos centenares de telares automáticos 1 • Pero esto era suficiente para que se pudieran juzgar los resultados: dos telares a vapor, vigilados por un muchacho de quince años, tejían tres piezas y media de tela, mientras un obrero hábil, trabajando con la lanzadera volante, tejía una sola 2 •1 ~i la industria textil no había encontrado todavía ese equilibrio estable que buscaba desde hacia más de sesenta años, ahora poseía sus condiciones indispensable;;:--Hemos visto formarse poco a poco, como un organismo complejo, el utifaje de las hilaturas: permanecía como inacabado antes del invento de Cartwright. En adelante ya no le falta nada de esencial; en esta rama particular de la industria el advenimiento del maquinismo es un hecho cumplido. Ya no son solamente las operaciones fundamentales de la industria, sino los detalles y las especialidades lo que el maquinismo gana y transforma. El estampado de los tejidos se había hecho hasta entonces me
CooKE·TAYLOR, R. W.: The modern factory system, pág. 94, da las cifras siguientes: en 1813, 100 telares de vapor; en 1820, 14.000; en J829, 60.000; en 1833, más de 100.000. Según CnAPMAN, S.: Lancashire cotton industry, página 28, en 1813 había en Inglaterra 2.400 telares automáticos, parte de los cuales eran movidos. probablemente, por la fuerza hidráulica. z Véase GutST, R.: Compendious history, págs. 47-48. 3 Para estampar una pieza de tela de 28 yardas de longitud había que aplicar la planch a, de 10 pulgadas de longitud por 5 de anchura, cerca de 450 veces. WARNER, Townscd , en Social England, V, 471-72. 4 Véase The callico-printer's assistant (1790). 5 Bell había tenido precursores desde 1761· ó 1765. Véase Gentleman's Magazine, XXXV, 439 {1765). La introducción de su máquina e~ Lancashire data de 1785; \VHEELER: Manchester, pág. 169. 6 «Description du blanchiment des toilcs par )'acicle muriatique oxygéné», Anñales de Chimie, II, 151; VI, 204 y sgs. «Action de l'acide muriatique oxygéné sur les matienis colorantes,,, la misma colección, VI, 210. 7 Sobre las relaciones de James Watt con los químicos franc eses e inglese~ Bcrthollct, Black, Priestley, ele., véase SMTLES, S.: Lives o/ Boulton and Watt, 1

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Tennant, de Glasgow 1 • En pocos años el proc~di11111 11111 Í1111 11111vcrsalmente adoptado: ya no se vieron más, en las in11111d l1lt'l11111'11 do los pueblos habitados por los tejedores, esas piezas de l<•l11 1•X p11011L.ns al aire libre durante meses enteros, y que desde lejos pan•1•l1111 c•111><'Jllr como albercas. Por la misma época Taylor, de Manchest<•t\ volvftt tt descubrir el secreto del rojo de Turquía y producía anárínópo//.,, muy pronto tan populares como las indianas 2 ; John Wilson, de Aimcwnrth, creaba los terciopelos de algodón 3 • La enumeración completa do Lodos estos perfeccionamientos secundarios no acabaría nunca 4 • 1 T.1•jos de consumar la evolución comenzada ]a prolongaban. Cada inw1110 nuevo, en efecto, aprieta más todavía el lazo que unía entre sí l1H1 difcrentes operaciones técnicas; y a medida aue ;u solidaridad se hnr11 más estrecha, el progreso de c~da una de eÚas tiene sobre todas la~ demás una repercusión más inmediata y más profunda. Así se determi1111 y se acelera su movimiento común, ese mov-imiento contagioso, incesante que más que ninguna propiedad estática caracteriza a la gran industria. lllin

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nl~1,

LAS FABRICAS

por

VI En el desarrollo de la industria algodonera, por muy rápidament¿ que se haya efectuado, hay que distinguir varios períodos. El primero es el que siguió al invento de U.ai:greaves. Entre 1775 y 1785 una verdadera fiebre ele producción se apoderó de ciertos distritos: mientras que las jennies se instalaban por millares en los cotta,ges, el número de l tejedores y de telares aumentaba enormemente sin poder bastar para J la tarea. «Como los antiguos locales resultan ya demasiado pequeños se págs. 141-42. El mismo año ( 1786) la Sociedad LiLeraria y Filosófica de Man· chesler publica Ja memoria de Th. Henry sobre la Teoría del te1íido (Memoirs of th e ~iterary and Philosophical Society of Manchester, JII, 343 y sgs.). Los manuscritos de Soho contienen una carta de Watt a Berthollet, de 25 ele febrero de 1787, cuyo comienzo está escrito en fran cés : «Monsieur: L'accumulation des affaires. suite nécessaire de notre l ongue absencc de chez nous m'u cmpeché jusqu'a présent de me preter a VOtre affaire de bJanchimen t, m¿ÍR je n'ai pas oublié cette importante affaire, ni non plus nos promesses de vouR aider tant qu'il nous serait possible.» Soho MSS. 1 BAINES, E.: Hist. o/ the cotton manufacture, pág. 249. 2 Nota sobre Charles Taylor en los papeles de la Cofrrtion Ouw11, 1.XXX, 74. Rcfercncc Library de Manchester. 3 A complete history o/ the cot/01~ trade, ¡llÍf!~. 71-7:1. 4 Señalemo~ un invento ,ameri~uno, ln dl'Rll10l1~clor11 dt• 111110!1611 (1'01/(1/t sin), ~ uyo e~pleo hizo mucho mas ráp1cl11 la prrp11rnc•1ón tia•! 11l ¡¡oclc~11 h1 u111 pum la m dustria (1793). Sobre esta. máquina y Mil i11vc•111or, 1•:111111 Whltnc·y, vruHO ITAM· M?ND, M. B.: The cottor~ mclustry, {1/i r.i.111y 1111 A11111rl1·1111 1•r11i11l111ir hi.llory, I, pags. 25-31.

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l'AUTI:: 11: GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

1011 ido que reparar los graneros e incluso las trojes abandonadas, tinglados, los cobertizos de toda especie: se abrían ventanas en los vil'jos muros ciegos, por todas partes se organizaban talleres. Cuando ya no quedó ningún sitio se vieron levantarse por todos lados casas nuevas, habitadas por los tejedores 1. Las fábricas son todavía poco nume- ( rosas, la concentración capitalista no ha revestido aún la forma que bien pronto se hará visible a todas las miradas. Es en apariencia la edad de oro del sistema doméstico. El segundo período data del proceso memorable . que terminó con la' anulación de la patente de Arkwright 2 • Es a partir de este momento cuando el sistema de fábrica se generaliza en la industria textil. El uso de un material perfeccionado, que ocupaba mucho sitio y costaba · caro, era incompatible con la pequeña producción a domicilio. El agrupa- ! miento de los trabajadores manuales en la manufactura, pese a sus ven·..J...l tajas evidentes desde el punto de vista de la o~anización y de la vigilancia, jamás se había impuesto absolutamentel De hecho el régimen de ¡ manufactura, si por ello se entiende un modo de producción dominante( en una época dada, nunca existió en Inglaterra. El sistema de fábrica, por el contrario, es la consecuencia necesaria del maqmmsmo. Un utila je formado de partes solidarias, con una fuerza motriz Central, no puede ser instalado más que en un local único, donde su funcionamiento r es dirigido por un P.ersonal disciplinado{ Éste local es la fábrica: no tiene otra definición ~ • Las primeras hilafuras parecerían muy pequeñas, comparadas con las de hoy. Sin embargo, cada una de ellas contenía un personal ya numeroso de 150 a 600 obreros '. Sus edificios de ladrillo, con una altura d~ cuatro o cinco pisos, han cambiado poco-aparte las dimensiones--durante más de medio siglo 5 • El rasgo característico de este pe- 1 111111

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l RAocLirFE, W.: Origin <>f the new system of manufacture, commonly called power-loom weaving, pág. 65. 2 Sobre la impresión producida por la sentencia en Lancashire, véase Manchester Mercury del 28 de junio de 1785: «Así, pues, el país se ha liberado del monopolio de la hilatura y de sus funestas consecuencias», etc. G, Unwin hace constar que la anulación de la patente de Arkwright fue seguida de cerca por el anuncio del invento de Crompton y que estos dos acontecimientos «estimularon grandemente la fabricación de los tejidos finos de algodón». Samuel Oldknow and the Arkwright, pág. 2. 3 Véase An important crisis in the callico and muslin manufactory of Great Britain, pág. 4. De acuerdo con este folleto-un poco sospechoso, como todos los pamphlets económicos del siglo xvm- , habría habido en Gran Bretaña, en la fecha de 1788, 143 hilaturas provistas de un utilaje automático, 550 mules de 90 canillas y 20.070 jennies de 8 a 80 canillas. "' En 1780 se inauguró en Manchester una hilatura que ocupaba a 60 obre• ro5. Véase BuTTERWORTH, E.: History o/ Oldham, pág. l18. ~ FAIRBAIRN, W.: Mills and millwork, II, ll3.

ll : LAS FABRICAS

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ri odo es el empleo del agua como fuerza motriz. La máquina de Ark· / \\ right es una máquina hidráulica, water-frame. Hemos descrito la po"ición típica de la hilatura de Cromford: en ella se r ealizahan las conrliciones esenciales que todo manufacturero debía buscar. De aquí se infería una conclusión bastante importante: era imposible fund ar una fMuica en otra parte que no fuera a orillas de una corriente Ouvial 11uficientemente poderosa y rápida como para poner en movimiento las máquinas. No era, pues, en las ciudades de la llanura donde las hilaturas iban a establecerse primeramente, sino en la proximidad de las colinas, en los valles encajonados, donde era fácil crear, por medio de presas, saltos de agua artificiales. Es en pequeñas localidades, a distancia de los centros donde se reúne hoy día la masa de la población obrera, en las que hay que buscar los orígenes de la gran industria moderna. Yacen dispersas en las inmediaciones del macizo Penino, a lo largo de i;us tres vertientes, que se inclinan, al Oeste, hacia Manchester y el mar dr Irlanda; al Sur, hacia el valle del Trent, y al Este, hacia la llanura rlr. Yorkshire y el mar del Norte. Esta dispersi6n es completamente relativa. La industria del algodón, muy diferente en esto a la antigua industria de la lana, tiende a fijarse, poco menos que exclusivamente, en dos o tres distritos: la parte sur del condado de Lancaster, el norte del condado de Derby y, en Escocia, rl valle del Clyde, entre Lanark y Paisley. El primero era, con mucho, el más importante: en 1788 contenía ya más de cuarenta hilaturas 1 • Es que la fuerza motriz era allí abundante. Desde las altas colinas que se dirigen hacia el sudeste, a los campos bajos y pantanosos que se extienden hasta el mar, la pendiente es bastante brusca. Los ríos de Lancashire han hecho girar en todo tiempo numerosos molinos: junto al Mersey, en un espacio de tres millas río ahajo de Manchester, se contaban unos sesenta a principios del siglo XVIII 2 • Si la posición del país, su clima y el desenvolvimiento del puerto de Liverpool han favorecido el nacimiento y los progresos de la industria del algodón, es la presencia de corrientes fluviales capaces de proporcionar la fuerza mo· triz lo que explica el establecimiento de las primeras fábricas en torno n Blackburn, Bury, Bolton, Oldham, Manchester 3 • Lo mismo ocurre en la región de Derby y en la de Glasgow. Conviene observar que esta condición necesaria ,se encontraba realizada en otros muchos distritos. Así se ven fundarse fábricas, entre 1785 y 1800, en un gran número de condados. Pero estas tentativas, motivadas por el éxito de los monuAn important cnsis in the callico and muslin manufnctory, p~ g. '1 . V.: ltinerarium curiosum, pág. 58. 3 Hubo hilaturas en Bury desde 1774, en Chorl cy do11do J776, on Proeton
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S TUKELEY,

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C11ANDES INVf;NTOS Y CRANDJ;S EMPRESAS JI:

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lm•t11rc•ros del Norte y su rápida fortuna, permanecieron aisladas • Le· Jo• de tener por consecuencia una verdadera difusión de la industria ulgodoncra, ponen de relieve su localización, ya muy neta, y que, posteriormente, habría de acentuarse cada vez más. La concentración geográfica no es más que uno de los rasgos exte· riores del nuevo régimen industrial. En el interior se opera una concentración más profunda: es la de las empresas, ligadas entre sí por la necesidad común de los aprovisionamientos y de los mercados; es la de los capitales, cuyo papel va acrecentándose a medida que el utilaje se perfecciona y se completa. Cada fábrica representaba un capital de varios miles de libras esterlinas 2 ; y no era raro que un solo hombre poseyera varias. Sabemos que Arkwright, por ejemplo, dirigió ocho o diez a la vez 3 • El segundo Peel empleaba, en sus talleres de hilado, de teñido y de estampación, a casi toda la población de Bury: el tejido ocupaba a los cottagers de todos los pueblos circundantes 4 • Tenía otros l

El autor de An important crisis da el cuadro sigu iente (1788): I NGLAT E RRA

E S COCIA

Lancash ire ...... .... . ... . 41 h ilaturas Derbysh ire ..... . ......... . 22 Nottinghamshire . . ... .. . . l7 )) Y orkshire . ... . . . .. ....... . 11 8 )) Cheshire ..... .. . ....... .. . 7 S tafiordshirc .. .. ........ . 5 Westmoreland . . .. ...... .. F lin lshire ........... .... .. 3 2 )) Berkshire ............... . .. 1 Surr ey ............ .. ..... .. 1 Hertfordshire .... . ... ... . . Leiceslershire . . ......... . 1 1 )) Worcestershire .......... . Pembroke . . .... .... ....... . l Gloucestershirc . .. ... . ... . " 1 1 Cumberland ........... . .. .

Renfrew . .. . .. . . . .. . . .. .. .. . . 4 hilaturas Lanark ......... .. ..... .. .... 4 n Perthshire . . .. .. . .. .. .. .. .. .. 3 Midlothian .. . .. . .. .. ... .. . . . 2 n Ayr shire .. . .. . . . .. . .. .. .. . .. . l Galloway ......... . .. ........ l Annandale . . . .. .. .. . .. . .. .. . l Bu te .. .. . . ... . . .. .. .. ... . .. . . 1 » Aberdeensh ir c .. . ... ... .. .. . 1 " F ife .. .. .. .. .. .. .. .. . .. . .. .. .. . l » Se p ueden relaciona r con el grupo ele Lancaster las hila Luras de los con· dacios de Cheslcr, Flint y Weslmore· land; y con el g rupo de Derby las h i1aturas de Staffordsh irc.

An important crisis in the callico and muslin maniifactory, pág. 5. z G. Unwin, nos pone en guard ia contra las posibles exageraciones de los contemporáneos, Samuel Oldknow and the A rkwrights, pág. 115. 3 Las de Nottingham, Crom(ord, Belper Bakcwell, Wirksworth, Dcrby, \:horley, Manchester y Lanark. 4 «Esta casa tiene talleres donde n o se hace otra cosa que cardar, torcer e hilar el al godón; otros donde se lo Java mediante ruedas h idráulicas que giran con una gran r apidez. El blanqueo también tiene lugar en otros locales. En re· sumen, la i¡:nporlan cia de esla empresa es tal q ue emplea de una manera per· ma nente a casi toda la población de Bury y ele sus alrededores, sin distinción d e edad ni de sexo, y au nque los habitantes son numerosos nunca les ha faltado el trabaj o. incluso en las épocas más malas.» AIKIN, J.: A description of tht' cowitry /rom thirty to forty miles round the Manchester, pág. 268; WHEELEH : Mrrnchester, pág. 521; E sPINASSE: Laricashire worthies, II, 90-103.

en más de doce localidades diferentes 1 • EL personal rolocado bajo sus órdenes se elevaba, en 1802, a quince mil personas, y pagaba al fisco 40.000 libras de derechos de sisa 2 • En Stockport, hacia finales del siglo, las ganancias de un gran fabricante de muselinas, Samuel Oldknow, se estimaban en 17.000 libras al año 3 . De 1792 a 1797 los Horrocks montaron tres establecimientos solo en la ciudad de Prestan 4.. Los potentes capitales necesarios para hacer funcionar tales cmpresas no siempre pertenecían a un solo hombre. Las asociaciones entre capitalistas se multiplicaron, sobre todo en los comienzos, antes de la íormación de las grandes fortunas industriales. Recuérdense los numerosos contratos de los que Arkwright supo sacar partido tan hábilmente para llevar a cabo sus proyectos sucesivos. Peel también tuvo varios socios 5 , y su casa era designada corrientemente como «la Com· pañía dirigida por el señor Peeh 6 • Importa hacer observar que la pa· labra «compañía» no tiene aquí el sentido aue le damos a menudo: el de sociedad por acciones. Este modo de organización todavía no había sido aplicado, y no parecía convenir más que a cier tas grandes em¡nesas bancarias, de seguros o de traba jos públicos 7 • Adam Smith se había pronunciado a este propósito en términos perentor ios 8 • Sin em· bargo, en 1779 se trató de fundar una sociedad par a la fabricación de telas y de calicós estampados 9 , per o este proyecto no tuvo resultado.

11Htablccimicntos

1 En Bolton, Warrington, Manchester, Blackburn, Burnley, Wallon, Stockporl, Churchbank y Ramsbotton, en Lancashire; Bradford, en Yorkshire; Tamworth y Lichfield , en Staffordshire, ele. 2 COOKE·TAYLOR, W.: Life and times o/ sir Robert Peel, 1, 16. 3 Sobre Samuel Oldknow, véase ÜWEN, Rob.: Life, written by himself, página 40; KENNEDY, W.: Brief memoir of Samuel Crompton, «M emoirs and proceed ings of the l iterar y a nd philosophical Society o( Manchestern, serie ll, V, 339, y el interesan te libro de UNwrn, G.: Samuel Oldk111:nv and the Arkwrights, escrito según documentos original es con la colaboración de A. H ul me y G . Taylor. 4 I-IARDWICK: History o/ the borough of Preston, pág. 366. 5 WHEELEll, V. : Manchester, pág. 529. 6 AIKIN, J., loe. cit. 7 Véase SCHMOLLER, G.: Die geschichtlichc Entwiclcel1mg der U ntem ehmung (Jahrbuch Iür Gesclzgebung. Verwaltung und Vol kswirtschaft, 1893). 8 «Los únicos géneros de negocios que, para una compañía por a cciones, pn· rece posible seguir con éxito sin privilegio exclusivo, son aquellos en que todas sus operaciones puec)en red uc irse a lo que se llama una rutina o a una unifor· midad de método tal que no admita más que poca o n inguna variación. Do este gén ero son: 1.0 , el com ercio de la banca; 2. 0 • el de los seguros <'Onlra in<'rndios y contra r iesgos de mar y d e captura en tiempos de guerra ¡ 3,0, lu ('lllprcsa de la construcción y del sosteni miento de un canal navegable, y '1·.º, 1111 0 omprcsu que es del mismo género, la el e conducción de agua para el aba111cci¡nit'n10 de una gran ciudad.n SMITll, A. : Wealth o/ nations, libro V, cap. T, póg. iMO. Sobro el fracaso de varias com pañías industriales fu ndadas en l'l 8ip;lo XVllL vénHc CuNNINGHAM: Growth o/ English industry and commercc, TI , .5 19 (:l." 1'11.). 9 P etición a la Cámara de los, Comunes, fourn. o/ the l/011sc o/ Commons, XXXVII, 108. H ay q ue señalar también el proyecto descrilo l ' ll un fol le to de 1798,

1

PARTE

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GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPllESAS

Solo ac ha realizado, lo mismo que en las demás industrias, en época ftluy reciente. El capitalismo, en sus principios, no se aparta de su ca- · rácter netamente individual: el patrono, a la vez propietario y director de la empresa industrial, reúne las atribuciones y las prerrogativas que en las sociedades por acciones estarán repartidas entre los accionistas por una parte, y los administradores por otra. , Así se consuma, por el maquinismo y la concentración de los medios ' de producción que de él resulta, la sumisión de la industria al capital comercial: en el puesto del comerciante manufacturero aparece el ma- J nufacturero simplemente. Por lo demás, entre los dos términos extremos de esta rápida evolución se encuentra toda una serie de i~~os. 1 Unas veces el fustian master se contenta con reunir en un mismo taller l cierto número de máquinas movidas a mano: es la spinning room, manufactura más bien que fábrica 1 • Otras veces la propiedad de la materia prima y la del utilaje no están en las mismas manos; se fundan pequeñas hilaturas que trabajan a destajo; los comerciantes llevan allí el algodón bruto, que les es devuelto en forma de hilados 2 ; así se yuxtaponen los dos regímenes sucesivos de producción, limitándose la fábrica a ejecutar las operaciones confiadas anteriormente a los obreros a domicilio. En tanto que el tejido a mano subsistió al lado del hilado mecánico, una parte de la industria siguió sujeta forzosamente a las condiciones que al principio se habían impuesto a toda la industria : no obstante, hubo grandes talleres de tejido, a menudo poseídos por los fabricantes de hilados, que hicieron la competencia en muchos sitios a la industria de los cottages 3 • Finalmente no hay que olvidar que la mule, que sucede a la jenny, y adaptada como ella a las condiciones del trabajo a domicilio, se difunde por los campos a partir de 1780: durante algún tiempo todavía prolonga la existencia de la pequeña producción. En los tejidos de algodón fabricados en esta época la urdimbre está hilada las más de las veces con water-frame y en una fábrica; la trama, con mule y en un cottage 4 • Así se entrecruzaban The outlines o/ a plan for establishing a united company of British manufacturers, proyecto, por otra parte, muy ambicioso, cuando no quimérico. El autor imagina una gran federación de todas las industrias, organizadas como una sociedad por acciones y como un falansterio, con obreros alojados y pagados en bonos de subsistencia y en participaciones del capital social, una oficina científica encargada de dirigir la producción, etc. 1 Véase BuTTERWORTH, Ed. : History of Ashton-under-Lyne, pág. 82. Este tipo de explotación se da con gran frecuencia antes de 1785. 2 ScnuLZE·GAVERNITZ: La grande industrie, pág. 58, compara este sistema al que ha prevalecido durante mucho tiempo, que todavía subsiste en el Oberland sajón. s Como el que Need y Strutt organizaron en Derby en 1773. Véase más arriba, pág. 363. 4 KENNEDY, J.: Rise and progress o/ the cotton trade, «Memoirs of the liternry ond philosophical Society of Man chester», ser ie II, vol. III, pág. 126.

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LAS FAlllllCAS

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mezclados estrechamente unos a otros los rasgos de la antigua y de la { nueva industria. Durante este período decisivo es cuando se bosqueja, en sus líneas generales, el sistema de fábrica. El período siguiente-el del vapor-lo encontró ya formado, y quizá lo modificó menos profundamente de lo que se estaría tentado a creer. Hoy día, cuando se vuelve a la explotación largo tiempo abandonada de las fuerzas naturales y cuando las' fábricas se elevan de nuevo a orillas de los ríos, en los valles solitarios, las diferencias de aspecto, tan tajantes hace poco, comienzan a atenuarse y dejan ver mejor la identidad del principio. Hay más distancia entre la hilatura y el taller doméstico, tal como existían al lado una de otro hacia 1780 ó 1800, que entre la fábrica de entonces y la de ahora.

VII Los contemporáneos no podían comprender toda la importancia de esta transformación, cuyas consecuencias sociales les permanecían profundamente ocultas. Lo que más los impresionó fueron los resultados materiales inmediatos, el aumento ilimitado de la producción, el nacimiento de las grandes empresas, todo ese desarrollo sin precedente, que comparaban con el estancamiento de las industrias tradicionales 1 • John Aikin, en 1795, inicia así su Descripción del país comprendido en un circulo de treinta a ClUJJrenta milla:s de radio en torno (1) Manche'ster: «El centro q ue hemos escogido es el de la industria del algodón, cuyo pro· digioso crecimiento no tiene, sin duda, paralelo en los anales de ninguna. nación comerciante» 2 • Otro compara este pr ogreso repentino a la explosión de una fuerza oculta 3 • Algunos se niegan a ver en ello otra cosa que un accidente extraordinario y tal vez desastroso. Inglaterra no produce algodón: es preciso, por tanto, que lo compre, y, según la teoría de la balanza del comercio, toda importación que no es compensada por una exportación igual o superior es una pérdida para el país; por esta razón parecía imposible que la industria algodonera pu1 «Toda la nación observa estos hechos con un asombro lleno de admiración.» Though ts on the' use of 'machines in the cotton manufacture (1780), pág. 12. 2 AlKIN, J.: A description of the country from thirty to forty miles round Manchester, pág. 2. 3 «La industria del algodón ha adquirido, según la opinión goncrnl , un desarr ollo considerable. Pero su importancia es tan gran de y es 1al ol beneficio que la n ación está llamada a recoger de esla adm irable combinnci6n dol trubujo humano y de las máquinas más ingeniosas, quo Ju imprcsi6n prod uoidu pern1n· nece forzosamente inadecuada a la !'ealidud. El ¡iro"roao do catu lntluetl'lu se hu efectuado con una rapidez de la quo RO hoy ojom}i'lo: ca corno unu explosi6n que se ha producido de gol pe ... » A1i importa111 r1/,, s itt thr calliro a11d musli1i mañitfactory (1788), púg. l.

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l'AHTE 11:

CRANOES INVENTOS Y CRANOES EMPRESAS

cll1•111 convertirse en uno de los factores permanentes de la riqueza narionnl 1 • Mas para juzgar la potencia de este impulso industrial nos vemos reducidos a apreciaciones y razonamientos que, por poco que sea, tienen que resultar arbitrarios. A falta de estadísticas de la producción, conocemos, por los registros de las aduanas inglesas, el consumo anual de la materia prima. En 1701 el peso del algodón bruto importado a Gran Bretaña no pasaba de un millón de libras; cincuenta años más tarde apenas llegaba a tres millones. En 1771 se elevaba a 4.760.000 libras; en 1781, a 5.300.000. Durante los seis años siguientes la progresión se acelera con una rapidez que justifica la sorpresa de los contemporáneos: en 1784 la cifra de 1781 se ha duplicado (11.482.000 libras); en 1789 se ha sextuplicado (32.576.000 libras). Un lapso de detención sucede a este movimiento precipitado; pero a partir de 1798 el movimiento se recobra cada vez más: la importación de algodón sube de 32 millones de libras a 43 millones en 1799 ; a 56 millones en 1800 y en 1802 a 60.500.000 libras, más de treinta veces lo que era un siglo antes, cuando se denunciaba como un peligro nacional la competencia hecha por los. calicós y las indianas a las telas de lana 2 • La exportación de los productos manufacturados sigue una línea paralela: en 1780 todavía era insignificante, su valor total no alcanzaba a 360.000 libras. Pero en 1785 superaba ya el millón de esterlinas; en 1792, dos millones; en .1800, cinco millones y medio; en 1802, 7.800.000 libras 3 , más de veinte veces el valor de Jos tejidos exportados de Gran Bretaña veinte años antes. Examinemos de más cerca la curva de este progreso. Su dirección ascendente está bien lejos de ser uniforme. De 1780 a 1800 presenta varias depresiones, bastante regularmente espaciadas, que corresponden a otras tantas crisis industriales. Dos de estas crisis al menos fueron graves. En 1788-1789 la mayoría de las fábricas recientemente fundadas tuvieron que despedir una parte de su personal: algunas incluso cerraron. En los pueblos de Lancashire y de Cheshire, donde la jenny se había convertido en el principal recurso de sus habitantes, la penuria fue grande 4 • En 1793 la situación íue quizá más grave todavía : una l «Collon can he no staple.» Sobre el sentido de esta expresión, véase página 38. Véase The contrast, or a comparison between our woollen, silk and cotton manufactures (1782). 2 Véase ]ourn. o/ the House o/ Commons, LVIII, 889, 892, 894; MAc CuLLOCH: Dictionary o/ Commerce, art. uCotton»; BAINES, Ed.: llist. o/ the cotton manufacture, págs. 215-16. 3 BAINES, Ed., ob. cit., págs. 349-50.
Il: !.AS FABRICAS

239

docena de fabricantes de hilados se declararon en quiebra 1 y la importación de la materia prima cayó de golpe de 35 millones de libras a 19 millones. Bien es verdad que cada una de estas crisis iba seguida de un resurgimiento de la actividad. «Yo he visto-decía más tarde un manufacturero-más de un desastre en la industria del algodón. En 1788 creí que no se repondría. En 1793 recibió un nuevo golpe; en 1799 fue aun más rudamente afectada. Lo mismo sucedió en 1803 y en 1810. Pero después de cada una de estas caídas la reacción era prodigiosa» 2 • La periodicidad notable de estas crisis, la potencia del movimiento que precede y que sigue a cada una de ellas, sugiere en seguida una explicación fácil. ¿No estamos en presencia de las primeras crisis de \ superproducción debidas al maquinismo? ¿Y no captamos en sus orí- \ genes uno de los fenómenos más característicos de la gran industria moderna? Sabemos ya que la producción de hilados era demasiado abundante para las necesidades de la tejeduría. La baja de los precios, resultado de los nuevos procedimientos de fabricación, se encontraba por ende singularmente acelerada. El hilo de algodón número 100, que en 1786 valía aún 38 chelines la libra, no valía más que 35 en 1788, 15 en ] 793, nueve chelines seis peniques en 1800 y siete chelines diez peniques en 1804 3 • Esta baja tenía como efecto, sin duda, acrecentar el consumo en Inglaterra y en el continente. Pero la oferta aumentaba más de prisa todavía que la demanda. El maquinismo ganaba terreno, nuevas empresas se fundaban por todos lados. A medida que bajaban los precios los fabricantes de hilados se veían obligados, para mantener la cifra de sus beneficios, a fabricar en mayor cantidad, lo que agravaba cada vez más la saturación del mercado. Era inevitable que de cuando enr cuando se produjese un desquiciamiento. Y cuando la ruina de un cierto número de establecimientos, la lentitud forzada de las máquinas y el paro de los obreros habían reducido la producción a su nivel normal, empezaba un nuevo período de prosperidad, seguido, algunos años más tarde, de una nueva catástrofe debida al retorno de las mismas causas y de los mismos efectos. Tal sería, si nos dejásemos arrastrar hacia generalizaciones apresu- 1 radas, la explicación común de estas crisis sucesivas. De ahí a buscar¡ la ley de su repetición periódica no hay más que un paso. Pero sería desconocer singularmente la complejidad profunda de los hechos el pretender reducirlos, ' incluso durante el período embrionario en que apade sus fábricas se ha reducido a la mitad, algunas han sido completamente abanclonadas en razón del mal estado de los negocios.» ]ourn. of the House o/ Commons, XLIV, 544-45. Véase CoLQU1ION, Patrick: A representation o/ tite /acts relative to the rise and progress o/ the coitan mannfact11rc in Crear Britain ( 1789), págs. 3 y sgs. i WnEELER: M.anchester, púg 241·. ., URE, A.: Philosophy o/ man11/ac111rr.s, púg. il ¡,]. 3 BAINES, E.: H islory o/ the c!ollon 111an11/ac111rc, pág. :J57.

''lll 1•oot•t1

PARTE U:

Il:

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

por vez primera, a un esquema tan sencillo, tan fácilmente expre·

1111blo en los términos abstractos de la economía política. Si se estudia/

¡·

mús atentamente la historia de cada una de estas crisis no se tarda e~ apercibir que l~_er.Producción no siempre _has~~ par~ e~plicarlas. La I de 1788 es la ulllca que se presta a esta exphcac1on: s1gmo de cerca a la expansión extraordinaria de la industria tras la expiración del pri- 1 vilegio de Arkwright; a ese momento de actividad febril y de especu· laciones desmesuradas en que centenares de empresas, grandes y pequeñas, se fundaron en todas partes, en que el menor fabricante entrevió la for tuna. Las quejas de los propietarios ingleses de hilaturas contra la importación de los productos de la India muestran bien claro el mal que sufrían 1 : el mercado inglés se iba quedando demasiado es· trecho, «el consumo-decían un poco ingenuamente--era insuficiente» 2 • Esto equivale a decir que la producción era excesiva, que había su·\ perproducción. En 1793 la situación es muy distinta. En primer lugar la · crisis no está limitada a la industria del algodón, ni siquiera al conjunto de las industrias cuyo régimen de producción se ha transformado recientemente. Es una crisis general de los negocios. El número total de quiebras en el Reino Unido, cuya media anual, de 1780 a 1792, apenas pasaba de 530, se elevó en 1793 a más de 1.300 3 • Este trastorno universal no podría atribuirse a los efectos, todavía tan limitados, del maquinismo y de la gran producción. De hecho comienza-y es lo que explica su extensión-por una crisis financiera. En febrer~ de 1793 varios bancos importantes suspendieron sus pagos, de ahí un conmoción que hizo caer, en algunas semanas, a un centenar de banco provincianos 4 • Se declaró un pánico general, se anuló el crédito, el di nero se ocultaba en el fondo de las arcas, «cada cual miraba a su vecino con precaución, cuando no con desconfianza» 5 • Las transacciones se redujeron a lo indispensable: las mercancías quedaron en depósito no porque fuesen demasiado abundantes para el consumo habitual, sino porque nadie quería comprar ya. Y el remedio fue también de orden l An important crisis in the callico and muslin manufactory, págs. 12-13. La memoria inédita, conservada en el Ministerio de Asuntos Exteriores con el título de Considérations sur les manufactures de mousseline de callico (sic) dans la Grande-Bretagne señala estas quejas y admite su exactitud. Por lo demás, el autor parece haberse inspirado en el folleto que acabamos de citar. Mémoires et Documents, Inglaterra, LX:x,IV, fols. 182 a 192. 2 CoLQUHOUN, Patrik: A representation of facts relating to the rise and progress of the cotton manufacture in Great Britain, pág. 4. Sobre la crisis de 1788, véase UNWIN, G.: Samuel Oldknow and the Arkwrights, págs. 85-102 (correspondencia entre S. Oldknow, S. Salte, Richard Arkwright, jun., etc.). 3 CHALMERS, G.: Estimate of the comparative strenght of Great Britain, pág. 291. FRANCIS, V.: Hist. o/ the Bank o/ England, págs. 213-15, y MACPHER· SON: Annals o/ commerce, IV, 266 y sgs. En este número de 1.300 las quiebras de hilaturas cuentan poca cosa (13, según WnEELER: Manchester, pág. 241,). 4 MACPHERSON: Annals o/ Commerce, IV, 267. CHALMEHS, ob. cit., pág. 226. ~ C11ALMERS, ob. cit., pág. 291.

LAS FABRICAS

241

íinanciero. Pitt, después de haber conferenciado con los principales lwnqueros. de Lo~dres, resolvió e?1itir bonos del tesoro hasta ~l completo llll~? de cmco millones de esterlmas 1 . Esta medida, al poner en circulac10n valores n? ?epreciado~, contribuyó a restablecer la confianza y n restaurar el cred1to. A partir de este momento los negocios volvieron poco a poco a su curso normal. ¿Y cuál había sido la causa de esta crisis financiera? ¿Era la guerra con Francia, que estalló a principios del mes de febrero? Cierta~ente _agravó el .mal, pero no lo creó, pues el año precedente ya se chscerman sus pnrneros síntomas 2 • Lo más inquietante era la baja del papel emitido en cantidad excesiva por los bancos de los condados. ! ¿,Por qué estos establecimientos, tan poco numerosos unos cuarenta años antes, se habían multiplicado más allá de las necesidades reales del público? La razón de ello hay aue buscarla en ese gran movimiento ~conómico en el que toda Inglater~a tomaba parte y por el que eran igualmente arrastrados no sólo la industria, sino también la agricultura, el comercio interior y el comercio exterior 3 • Al lado de las fábricas que se inauguraban estaba también la transformación de las propiedades y el trazado de nuevas vías de comunicación de un extremo al otro del territorio. Recuérdese la ccfiebre de canales» que cundió a partir ~e ~ 792, esa multitud de proyectos, esas empresas prematuramente cons· l1tmdas a las que la especulación prestaba una vida ficticia y efímera. En definitiva: la crisis de 1793 nos aparece como la resultante de todo un con junto de hechos ligados entre sí; la generalidad de sus efectos se halla bastante explicada por la de sus causas. Es, hablando el lenguaje de la finanza moderna, el crac sucediendo al boom, la depresión brusca de los negocios causada por su expansión exagerada. EÍ fenómeno de la superproducción no es más que una de las formas de esta expansión, como el maquinismo no es más que uno de los fac tores de la revolución industrial. La historia de la i~dustria del algodón debe volver a situarse ~n medio del desarrollo más general de que forma parte :[ sus fases nos mteresan en tanto que anuncian o acompañan a las de un progreso que las rebas3 Pero no bastan para representar este progreso 1 Véase «Report from the selecl committee on the state of commercial crecliL», Parliamentary his~ory, XXX, 740-66. ]01Lm. of the House o/ Commons LXVIII, 702-07. ' 2 EDENSON, W. en su Address ro the spinneers and manufacturers o/ cotton wool upon the present ~ituation o/ the market 0792), se lamenta del estado del mer cado, de las ~uctua.c1ones de los ~recios debidas, seg1fo él, a ln especulación. . 3 Estas cons1derac1011es se aproximan a las conclusiones de Bouniutian, si biei; este, ~n luga_r de restrin~ir únicamente el término «A11po1·protl11cci6n» a los fenomenos mdu.stnales, lo exuende a toda expansión económi ca oxccsivn (BouNIATIAN: Geschichte der Handelslrrism in E11[{la11rl, rap. V, púp;s. lfil-72). A conF~ltar igualmente sobre las cri11is ele 1783 (páp;s. ] IM.50), 1797 y 1799 (págmas 173-99). MANTOUX.-16

"1\1

PARTi

11:

GRANDES INVENTOS

Y

GRANDES EMPRESAS

conjunto, y al mismo tiempo se mezclan. a ellas, c~mo a t~dos los Juwhos particulares, una muchedumbre de circunstancias contmgentes que habría que apartar para extraer su ley.

1111 1 11

VIII Si esta ley no aparece netamente es, en efecto, porque demasiados elementos adventicios la alteran y la complican. Y por tales no entendemos solamente los acontecimientos accidentales, como las buenas o las malas cosechas, la paz de 1783 o la guerra de 179~, sino tan:b~é!1 ese conjunto de medidas concertadas, reglamentos, tanfas, proh1bic10nes, que, más estrechamente aún que en nuestros dí~~' encierran e~ su r~d de mallas apretadas la vida económica de la nac10~ enter~. La mdustna del algodón, sea lo que fuere lo que se haya podido decir, tampo.co ha escapado a la protección y a la sujeción oficiales: en cierta medida se ha aprovechado de una, y a veces ha tenido que luch~r c~ntra la ot.ra. Ha estado de moda, a partir del momento en que t_rmnfo la doctr:na del laissez-faire, el repetir que esta industria, con;eitida e~ pocos anos 1 en la más floreciente de Inglaterra, todo lo debia a la libertad · Es una afirmación que no se puede aceptar sin algunas rese:vas. ~nt~ todo hay que guardarse de confundir la cuestión de las t~nfas, mspir~~as por las ideas mercantiles, con la de las reglamentaciones de espintu medieval. En cuanto a que la industria inglesa del algodón haya crecido sin J protección frente a la competencia extranjera, nada hay má; ~nexacto. Pues las prohibiciones de que había estado a punto de ser victima subsistieron en su beneficio. La importación de tejidos de algodón estam2 pados, cualquiera que fuese su procedencia, continuó prohibida • No puede imaginarse protección más completa: aseg~raba a lo~ pro?u~t,o­ res un verdadero monopolio en el mercado nac10nal. La mterdicc~~n no se extendía a los hilados ni a los tejidos en blanco, la Compama de las Indias siguió introduciendo en Inglaterra ciertos artículos extranjeros, por ejemplo, las muselinas de Dacca, renombradas por .su finura. Pero los fabricantes ingleses no tardaron en elevar reclamac~o­ nes contra esta · tolerancia: pensaban ser protegidos. En varias ocas10nes solicitaron el establecimiento de derechos de entrada sobre todos l Véase BAINES, Ed.: Hist. o/ the cotton manufacture, págs. 321 Y s~~·; ScHULZE-GÁVERNITZ: La grande industrie, pág. 4-0; LEVI , Leone : Hist. o/ British commerce, - pág. 24. . ., . , .. , 2 «En el estado actual de la leg1slac1on nmgun tci1do de algodon .esta~pa­ d o, si no ha sido fabricado e n Gran Bretaña, puede ser ei;upleado por quienqui~ra que sea en toda la extensión del reino. La ley .lo prohibe formalm~nte. La m
Parfiamentarr Historr, XVII, 1155.

11:

LAS

FAUlllCAS

243

los tejidos de procedencia extranjera, y terminaron por obtenerlo 1 • Y no solo les fue reservado el mercado interior, sino que se tomaron medidas para ayudarlos a conquistar los mercados exteriores: se les asignó una prima por cada pieza de calicó o de muselina exportada 2 • Favor que quizá se juzgará superfluo, si se considera que Inglaterra llevaba,! desde el punt? de vista. técnico, veinticinco o treinta años de adelanto) sobre las naciones continentales. La superioridad de la producción inglesa era tal, que los países vecinos no habrían podido defenderse contra su invasión más que mediante una política de estricta prohibición. De hecho nunca adoptaron esta política. Ante el desorden profundo causado en la vida económica de Europa y del mundo por las grandes guerras de la Revolución y del Imperio, la opinión tendía, si no al libre cambio, tal como lo entendieron en el siglo siguiente los Cobden y los Bright, al menos a los tratados de comercio, a los acuerdos internacionales fundados sobre concesiones mutuas. El tratado franco-inglés de 1786 es su ejemplo más interesante. Y uno de sus efectos fue abrir el mercado francés a los productos de Manchester y de Paisley. Es verdad que, a cambio, se permitió por vez primera que los tejidos de algodón fabricados en Francia penetrasen en Inglaterra 3 • Pero este régimen de reciprocidad no podía ) dejar de aprovechar a aquel de los dos países que, gracias al progreso técnico, podía producir mayor cantidad de mercancías y a precios más bajos. He ahí, se dirá, el efecto de la libre competencia. P ero los manufactureros ingleses todavía no habían aprendido a sustituir por este nuevo dogma la vieja tradición proteccionista. La libertad comercial, aun siendo favorable, les seguía pareciendo sospechosa. La campaña lanzada contra la exportación ele hilados testimonia este estado de ánimo. Se ve a los fabricantes como William Radcliffe negarse a vender 1 El detalle de las tarifas sucesivamente apli cadas lo da BAINES en Hist. o/ rite cotton manufacture, págs. 322-31. De 1787 a 1813 los derechos pasaron de 16,5 por 100 a 85 por 100 ad valorem sobre los calicós, y de 18 por 100 a 44

por 100 sobre las muselinas. Sobre las demandas repetidas de protección por parte de los fabricantes de tejidos de algodón, véase HELM, E.: Chapters in the !tistory o/ the Manchester Chamber of Commerce, págs. 17, 22, etc. 2 21 Geo. IIT, ,c. 40, y 23 Geo. III, c. 21. Esta prÍJlla variaba de medio peni<¡u e a penique y medio por yarda, según la calidad del tejido. Véase Journ. o/

the House o/ Commons, XXXVIII, 4QS, y XXXIX, 294, 387. ~ Véase DE CLERCQ: Recueil des traités de la France, l , 146-65. Artículo vr del tratado, parágr. 7: «Los algodones de toda especie IabricadoR en 1011 ERtados de los dos soberanos de Europa, así como las l anas, tanto hechas rlo punto como tejidas, incluida la calcetería (en inglés hosiery), po gim\11 JlOr umhn" pu rtcR un derecho de entrada del 12 por 100.» 'foxlo in¡¡lÍ'H 1•11 In f'r11/i111111"11tar y JI i.11ory, XXVI, 233-54. P ara los debutes del Parla mento t1 prnpl111lto do In rnt ificnd6n del tratado, véase ibíd., púge. 38 1-SM (C1ímnr11 do 1011 Cu1111111t••) y !1:11 96 (Cúmara 110 los Lores). Esto trutodo hu Ri
II: LAS PARTE 11:

:l'l 1

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EOOPRESAS

com radores extranjeros i. En varios mítines cel~brados en Mann loB p 1800 1801 denunciaron con vehemencia «esta funesta l'hc•ster en Y ' . d · · l d l lg dóni> Se práctica que amenazaba arruinar a la m ustna mg esa e a o . h'b' . . ·estiones cerca del Board of Trade 2 para obtener ~u. _PIº i _ih1c1eron lg t 'cción severa 3 . Fue precisa la oposic1on enercion 0 a menos su res n h 11 b · . de algunos industriales influyentes, entre los qu~ se a a a si_; g1ca P l . d'. que estas gestiones obtuviesen resultado . 1 ~~~e~ues eel~ ~;;~r::f:n ~e -hilados continuó estando. yer~i~i~~; /e~~ se ;omardn o se mantuvieron otras medidas de phrotedcc1onb x1s i~ngl::e~ , h tiem o una ley contra el enganc e e o reros ~:~~ª e~~~tl:njero ~: sus disposiciones fueron exp~·esamente ~·en~~adi~ 1 ) para la industria del algodón y a~lica.das ~~; s~ e;J7i-~~ci~~o~edian­ cuanto a las máquinas nuevas, se quiso impe h'b' ¡ l de las «herrate una legislación severa. Desde 1774 ulna fleby pro.~ iad a los te]· idos de t T · n para a a ncac10n e mientas y utenl~1 ios q~e ~1~ve 7 En 1781 otra ley extiende esta interalgodón, o de mo Y ª go on» · 'fi . es s Como se ve estamos\ los diseños modelos y especi cacion . .' ., d .icc1on a ' d fi l economistas ortolej os de la libertad comercial tal como 1a e nen, os d 1 de doxos, de esa movilidad perfecta de las mercant~~sd~nd: la: :~r:man obra, que se dir!gen elspo~t~neamen~ec~~ºsFf: historia de la industria el máximo salano Y e maximo pro · de la doctrina del algodón puede proporcionar argumentos en apoyo

. 10· 11 · . . ¡ the new system o/ manufact.ure, pags. RADCLIFFE, W . : Ongm o 2 Junta de comercio. (N. del T.) . d folletos Véase particular3 A este propósito se publicaron gran nhumero o e the ex~ortation of cotton h · ¡ bitants o/ Mane ester n mente A letter to t e in ia d l t tl inhabitants o/ Manchester on twist (Manchester, 1800); A . seco¡ M!~%io~· Observations founded upoTl! fact s the exporlatio_n of co~ton tw~st, Y ortin, cotton twist, for the purpose of on the propnety or _impropriety b o/ f exp, g (Londres, 1803); A view o/ thc being manri/actured into cloth y orheigners 1803) cotton manufactories in Fr~nce .<Mane ester, . 4 RADCLIFFE, W., ob. cit., pag. 163 · . d l primera contravención , 27 El enganchador era casL1ga o, a a . · 5 5 Geo. I ' c. . . l 100 libras de multa; en caso de rcmc1· con una pena de tres mes~s de•.care Y a multa a discreción del tribunal. El dencia, con doce. m~scs e ca1~e ce:sc unal extranjero recibía un aviso de ~a obrero que babia ido ª estab e l d · meses . en caso contrario d b, g esar en e1 p azo e seis , fi d embajada Y e ia re, r . . . bienes de Inglaterra eran con 1sca os. 1 11 ban hasta 500 libras d e multa perdía la calidad de subd1to mg ~ y sus G 22 Geo. m, c. 60 (1782). das 1?en~ds ~ga 1000 libras y cinco años. La ~ de carc • el, y. en caso d e remci y un ano , . encia, era ·castigada con una multa d e exportación de herramient~s. o de ml aqumaJ nas pronuncia.d as contra alemanes 500 libras. Véase a proposito e as co~ e en 1785 Y 1786, WttEELER: Manchester, pag. 17. 7 Leyes gica, ~ueron votadas en li85 y 1{7~5 c:o. c. '33), Véase BowDEN, B.: clcspues una «ley genera " en d h d ¡ the XV!llth centnry, págifodu strial Sociely in England towar s t e en o , 11ns 130-31. 1

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FABRICAS

245

del laissez-faire, no es durante este período de los orígenes. en que se nsiste a una lucha confusa entre tendencias contradictorias. Pero su contradicción atestigua la presencia de necesidades nuevas, oscuramente ' Mntidas: habrían de imponerse tanto más de prisa cuanto que encontraban ante sí menos hábitos adquiridos. La verdad es que el gobierno inglés no tuvo una política bien rldinida con respecto a esta gran industria naciente. Por lo pronto no vio otra cosa que una riqueza nueva, sobre la que el Estado podía recaudar un diezmo. En 1784 Pitt, que buscaba recursos para equilibrar el presupuesto, trató de aumentar los derechos de sisa sobre los tejidos ele algodón. Veía una industria floreciente, que ocupaba ya a más de ochenta mil obreros, y en la que se hacían fortunas; en su opinión, esraba en condiciones de soportar un impuesto suplementario 1 • Se decidió el establecimiento de este impuesto 2 • Pero en seguida se pudo juzgar la extensión y el poder de los intereses que habían crecido con esta industria. Se elevó un concierto de quejas: los fabricantes de calicós y de fustanes de Lancashire, los fabricantes de muselina de Glasgow y de Paisley, los obreros tejedores, los estampadores, los tintoreros, dirigieron peticiones al Parlamento 3 • En Manchester se formó un Comité para obtener la abolición de los nuevos derechos 4, que organizó la agitación en las regiones interesadas, y envió delegados a defender su causa ante el gobierno y la oposición. Tuvo lugar un debate en la Cámara de los Comunes: Fox y Sheridan tomaron la palabra en favor de los manufactureros. Pitt, tras un amago de resistencia, consintió en lo que se le pedía 5 • El retorno de los delegados a Manchester fue triunfal: un cortejo de dos mil personas salió a su encuentro. Todas las corporaciones de menestrales de la industria algodonera figuraban en él, llevando estandartes con divisas de circunstancias: « j Que pueda siempre prosperar el comercio! ¡La libertad se ha restablecido! ¡Viva la industria libre de trabas ! )> 6 1 Discurso del 20 d e abril de 178.5, Parliamentary History. XXV, 481. Véase el informe del «Committee of ways and means» en 1784, Journ. o/ the House of Commons, XL, 410. 2 24· Geo. III, e. 40. Toda pieza ele calicó, ele muselina, etc., debía satisfacer, en el momento del blanqueo. del teñido o de la estampación, un derecho de un penique por yarda si su valor era inferior a dos chelines la yarda, y de dos peniques si el ,valor era super ior a dos chelines. Este derecho venía a añadirse a un derecho de tres peniques establecido anteriormente. 3 «Si las leyes actuales permanecen en vigor tendrán por resultado la ruina parcial de n uestras industrias... Las dificultades y los riesgos que acompañan a l a creación de una nueva rama de la indus tria y los rudos esfuerzos necesarios para llevarla a su perfección ponen de manifiesto la injusticia irritante de una política que paraliza el progreso de las manufncturus nacientes.» f oum. o/ the fíouse o/ Commons, XL, 484 y 748. Véanse también púge. 749, 760, 768, 780, 835. '1 Véase A report o/ the receipts ánd disburse111c111s o/ th e co11111tittee o/ the fustian trade, Manchester, 1786. 5 Parliamentary History, XXV, 478·91. 6 Owen MSS, LXXX, 7; WHEELER: Manchester, pág. J70.

ll : PARTE ll:

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LAS FABRICAS

GRANDES INVENTOS Y GRAND ES EMPRESAS

;,Era de la libertad de lo que se trataba? P ara protestar contra la Implantación de un impuesto demasiado gravoso los industriales no tenlan necesidad de invocar ningún otro principio que el del in~rés, tal como ha sido comprendido en todos los tiempos y bajo to dos los regímenes 1 • Lo que podría hacer la ilusión sobre el alcance del acontecimiento es la intervención del partido whig. P or primera vez se coloca como defensor, o mejor, como aliado de la gran industria. Pero esta alianza, que habría de pesar tan fuertemente en la balanza política, todavía no era definitiva. El gobierno tory contaba entre los manufactu· reros del Norte con numerosos partidarios: sir Robert Peel fue uno de los admiradores y amigo personal de William Pitt. Hay, sin embargo, un dominio donde, desde su origen, la historia ' de la gran i ndustria se confunde con la de la libertad económica : e,; 1 el dominio de la producción. Los reglamentos de fabricación, los esta· tutos de los gremios, e incluso las leyes del Estado como la ley sobre el• aprendizaje de 1563 z, eran siempre medidas específicas: sus disposiciones no eran aplicables más que a uno o varios oficios expresamente designados. Toda industria nueva, por el hecho mismo de su novedad,\ se encontraba fuera de su influencia, a menos que se convirtiese, a su vez, en objeto de reglamentaciones especiales podía desenvolverse con toda libertad. Es lo que ocurrió con la industria del algodón . Conside· l rada primero como una industria extranjera, sabemos con qué dificulta· des tropezó en Inglaterra. Cuando su existencia fue reconocida y auto· rizada, la antigua legislación industrial estaba, si no desacreditada coro· pletamente, por lo menos muy debilitada. En la industria de la lana a duras penas se mantenía contra el fraude: en vano se multiplicaban, las penas, en vano se organizaba entre los fabricantes un sistema de espionaje mutuo 3 • Por más que se apretaban las mallas de la red la. 1 No obstante, hay que señalar un folleto de 1785, Manufactures improper subjects o/ taxation, en que la defensa en favor de la industria d el algodón toma el aspecto de una teoría genera1. 2 5 El iz. c. 4. El artículo XXV menciona a los cultivadores; el artícul o XXVII, a los merceros, pañeros, orfebres, bordadores, quinca1leros; el ar· tículo XXIX, a los her reros, Jos aperadores, los fabricantes de arados, los cons· 'tr uctores de molinos, los carpinteros, los albañiles, los yeseros, los chiquichaques, los caleros, los l adrilleros, los albañiles de ladrillos, los trastejadores de tejas, los pizarreros, los tejeros, l os tejedores de lienzo, l os torneros, los toneleros, los molineros, los alfareros, los tejedores «que tejen únicamente paños bastos ca· seros y ninguna otra especie de tela», los bataneros, l os fabricantes de licores, los carboneros, los trastejadores de bálago. Respetamos aquí el orden- o el des·

ordendel texto. 3 La l ey 17 Geo. I II, c. 11 (1777), instituyendo asambleas generales d e fa. bricantes, las cuales nombraban comités de vigilancia que funcionaban bajo el control de los jueces de paz. Esta institución, establecida en primer lugar en los tres condados de Lancaster, York y Chester, fue extendida en 1784 al con· dado de Suffolk (24 Geo. I II, c. 3), en 1785 a los condados de Huntingdon, Bcdford, Northampton, Leicester, Rutland y Lincoln (25 Geo. III, c. 40), y en 1790 ni condado de Norfolk (30 Geo. III, c. 56)

1~•01Tiontc inaprehensible seguía atravesándolas por to das partes Adam ll 'LI •r rl 1 1, · que en otros · " · • puntos se adelantó tanto a la opm1on, no· f ue en .~o mas qu: e1 mte:prete de un movimiento espontáneo 1 • Mantener la H.glamentac10nes antiguas era difícil : se hacía imposible establecer t nuevas. . .ºras • t dLa 1industria del algodón se encontró' pues, desde su nac1m1ento L~C'n ~. ~- a pes~da tutela qu~ gravitaba sobre sus ma 0 es. N in un~ p1 escupc10n relativa a la longitud a la anchura a l y ~l'd d d g l e as telas . . h , ' a ca I a , q~e i~pusie~a o pro ibiese el empleo de tal o cual procedimiento ;]C' fabncac10!1; nmgún. otro co.ntrol que el del interés individual y de a co~pe~encia. De aqm la rapidez con que pudo propacrarse el us~ de ~s l maq.umasl l~ osadía de las empresas y la variedad d; los productos .~ misma atltud en lo que concierne a la mano de obra· la cor 0 . rac10n con sus tradiciones seculares, el aprendizaje y sus r~glas est~c: Las; na~a. de todo esto existía para la industria del algodón. Ya se verá qu~ facilidades resultaron de ello para el reclutamiento de los obreros su ?onsecuencia z:-J y que Esta libertad mtenor es la úni~sin la que no p d l · d t · D d 1 · ue e pasar a gran m us na. l es e· e· instante en que está privada de ella, cesa de moverse . • , Y e mov1m1ento es su ley esencial: movimiento d t · f s1on , cuyo · · 'ble es el progreso técnico; movimiento e rnns orma.• agent e irr~s1sti de

abus~s fuero~

ef.Pª~~IOj

¡ue se manifiesta por el aumento de la producción y la am1ac10n e os. mercados. Esta transformación y esta expansión aun ue entre. s1, son dos fenómenos distintos, y si bien con;er· dhrsel alternativamente .· D · en causa y efecto' la segunda den·va l'ogicamente ~ a pnmer.a. e igual modo la libertad económica toma dos fo rmas de producción y libertad de los cambios. Sin la \ ~:~m;ra a granb :ndustna sería imposible, y las restricciones justifica~ es o Jeto nunca han puesto en cuestión su necesidad funda~ent, · . . segund~ se ha desenvuelto más tardíamente y de una manea ~~s 1~c1~rta: si es uno de los rasgos característicos del mundo nuevo su;gi 0 e a rehvolución industrial, no es, en tod o caso uno de los que mas pr onto se an abierto paso. ' i~

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1 y lampoco fue, el único intérprete V' of the means o/ exciting a spirit o/ ::¡s~ dANDEllSON, James: Observations difícil parn hombres de cond1'c1'o'n n1 a~ª LOdll • t~ ustry (1777), pág. 428 : «Si es , . e rn a q u1nr un exacto · · d artes mecamcas en todos sus d t JI conoc1m1ento e las ministros del Estado y altos fu~ ~ es, . es ¡cguramcnte más difícil todavía para 1 estas minucias. y cuando asumenci~~:n~: icc~gad ª pdsee
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P"RTE II:

111

JI: LAS F"BRIC"S

GRANDES INVENTOS Y GR,.NDES t.:MPllES"S

249

ul progreso técnico 1 • Pero la contradicción no es más que apa1 cinte; se trata en realidad de dos hechos distintos y sucesivos. Los fnhr icantes, atraídos primeramente a Yorkshire por las condiciones ventujosas que allí encontraban, habían visto subir los salarios de sus nhreros a medida que aumentaba la prosperidad de su industria, a medida también que se hacía sentir la atracción de la industria del algodún, establecida en los condados vecinos de Derby y Lancaster 2 • Entonces habían procurado elevar el nivel de sus beneficios, tomando de In industria rival el utilaje al que debía su incomparable desarrollo. Es sobre todo a su posición, al contacto con los nuevos centros de In vida industrial, a lo que hay que atribuir la fortuna del West-Riding. Y una vez establecida, otras ventajas más habrían de consolidarla para el porvenir. Los ríos de Yorkshire, en la parte superior de su curso, apenas son menos abundantes, menos ricos en fuerza motriz, que los de la otra vertiente; sus aguas claras, que desde tiempo inmemorial habían servido para el enfurtido y el acabado de los paños, hicieron girar las ruedas de las primeras hilaturas 3 • Más tarde, cuando la máquina de vapor sustituyó al motor hidráulico, Y orkshire encontró nuevos recursos en sus potentes yacimientos de hulla, que en algunos sitios afluían casi a la superficie del suelo. Así, cada una de las fases clel progreso industrial aportaba a esta región privilegiada nuevos elementos de prosperidad; con ello, a su vez, hacía cada vez más inevitable la decadencia de las otras regiones, menos abundantemente provistas de aguas corrientes, y absolutamente desprovistas de hulla. Pudieron resistir todavía, en tanto duró el primer período del maquinismo, el de las máquinas hidráulicas; el advenimiento del vapor acabó de arruinarlas. La industria de Norwich, hacia 1785, aún era floreciente; el restablecimiento de los negocios, después de la crisis grave causada por la. guerra de América, se había efectuado brillantemente y parecía prometerle un porvenir digno de su pasado 4 • Sin embargo, algunos lt

IX De la industria del algodón, el maquinismo había de extenderse, en J \ poco tiempo, a todas las industrias textiles. Nos limitaremos a indicar las fases principales de esta transformación en lo que atañe a una de ellas, la más importante y también la más antigua, la más rebelde a la variación. La lenta evolución que insensiblemente desarrollaba la organización capitalista en la industria de la lana, recibió un impulso re- ¡ pentino, contra el cual permanecieron impotentes todas las resistencias del interés y de la rutina. Una de las causas que habían retrasa.do más el progreso de esta industria era su dispersión. El menor perfeccionamiei:ito técnico, antes de llegar hasta. los pequeños talleres rurales, caminaba durante años de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo. La lanzadera volante, inventada en 1733, solo hizo su aparición en los campos de Wiltshire y Somersetshire setenta años más tarde 1 . La historia de la industria lanera, hasta finales del siglo XVIII es una historia esencialmente regional y local. La misma revolución industrial toma en ella la forma de un\ acontecimiento localizado, que se realiza casi enteramente en un cierto distrito y en su provecho exclusivo. Este distrito ha seguido siendo el centro principal de la industria de la lana en Inglaterra; es aquel en que están concentradas en un espacio· reducido las ciudades de Leeds, Bradford, Huddersfield y Halifax, cuya fama ha hecho olvidar, desde hace mucho tiempo, la de las ciudades del Este y del Sudoeste, de Norwich y Colchester, de Frome y Tiverton. ¿Cómo explicar la decadencia de estas y la fortuna de aquellas? Se ha intentado hacerlo de dos maneras diferentes y opuestas. Según Laurent-Dechesne, la industria de la lana se trasladó a Yorkshire porque los salarios eran allí más bajos que en los condados del Sur 2 • Según el doctor Cunningham, es el alza de los salarios en Yorkshire lo que determinó a los fabricantes a emplear máquinas, mientras que en el Sur la baralura relativa de la mano de obra las hacía más indiferen«Report from the committee to whom the petition of several persons con· cerned in the woollen trade of Somerset, Wilts :md Gloucester, was referred» (1803). Journ. o/ the House o/ Commons, LVIII, 884-85. Th. Joyce, tejedor de Freshford (Somerset), declara uque no se sirve de la lanzadera de resorLe, pero que ha sido introducida en su país, hace aproximadamente dos años, por una persona que había trabajado en el norte de Inglaterra» . En Stroud, la lanzadera volante hizo su aparición en 1795, con gran alar.ma de los tejedores. W ebb MSS, «Textiles», V, l. 2 DECHESNE, Laurent : L'évolution économique et sociale de l'industrie de la laine en Angleterre, págs. 108-11. Las cifras que cita son las siguientes: salario de un tejedor en 1771: en Norwich, 7 chelines; en Lceds, 6 chelines 3 peniques; en 1790: en Norwich, 11 chelines; en Bradford, 10 chelines. Estas ci· fras son notablemente superiores a las que da YouNC, Arth.: Southern counties, pág. 65, y North o/ England, I, 137. 1

1

CuNNINGHAM,

W.:

Growth · of English ind1Lstry and commerce, II, 452

(2.ª cd.; este pasaje no se encuentra en la iP ed.). Está fuera de duda que la

importancia del West-Ridding (Yorkshirn) es anterior a la introducción del ma· q uinismo en la industria de la lana. La prosperidad creciente de sus ciudades Pnlre 1770 y 1780 está atestiguada por la construcción de las lonjas de paños
1

.PARTE II:

CRANDES INVENTOS Y CRANDES EMPRESAS

más t~rde, Eden notaba los síi:itomas de la decadencia, las quejas do los fabncantes, los parcos salanos de los obreros 1 • Hoy día esta industria ha desaparecido. Norwich, antaño famosa por sus bellas telas de lana peinada, ya no tiene ni hilaturas ni tejedurías ; han sido reemplazadas por fábricas de productos alimenticios, mientras que la industria de los peinados emigraba hacia el Nortc, hacia Bradford, que en U!'\ siglo ha visto ascender la cifra de su población de 13.000 a 200.000 habitantes. La más sencilla de las máquinas de hilar, la jenny, fue empleada en Yorkshire poco tiempo después de su invención, hacia 17_73 2 • Pero su uso no parece haberse difundido· mucho, antes de ] 785, es decir, antes del momento en que, en la industria del algodón, empezaba a dejar .sitio en la mule y al water-frame 3 • Como en Lancashire, y por las mismas razones, fue durante algún tiempo impopular; en 1780 estallaron en Leeds motines contra las máquinas, unos meses después del incendio de la fábrica de Arkwright, en Chorley 4 • Pero esta hostilidad no era seria y durable más que entre los obreros, que temían la baja de los salarios; para los maestros artesanos, tan numerosos en el West· Riding, la j enny, por el contrario, era bien venida; les permitía acre- ¡ centar considerablemente la producción de sus talleres sin alterar su organización tradicional. Lejos de exponer sus empresas a la invasión capitalista, parecía proporcionarles armas nuevas para defender su independencia. De ahí su éxito en el país por excelencia de la pequeña industria. En el Sudoeste los comerciantes manufactureros, poco al corriente de la técnica, no comprendieron tan bien el interés que tenían en transformar su utilaje, y lo que debía costarles por haber tardado demasiado en hacerlo. Creían asegurados sus beneficios con tal que los obrer os ejecutasen la tarea prescrita por el salar io convenido, y dejaban a éstos el cuidado de elegir personalmente sus herramientas, sus procedimientos de fabricación, según sus preferencias o sus hábitos. Por lo demás, algunas iniciativas aisladas en Tiverlon, en Shepton Mallet, en Leicester 5 , hallaron por parte de los obreros la resistencia 11 11111

Alemania, Polonia y España; los camelotes a Flandes, España, las I slas y América meridional.» LA RocHEFOUCAULD·LIANCOUilT, A. y F.: Voyage en Su/folk et Norfolk, U, carta del 24 de septiembre de 1784. No hay que fiarse sin reservas de la descripción admirativa de los jóvenes viajeros. Según JA MES, J.: Hist. o/ the worsted manufacture, pág. 270, el ocaso de Nor vich comenzó hacia 1760. 1 EDEN: State o/ the poor, II, 477. • 2 Report from the committee on the state of the woollen mannfacture (1806), pag. 113. 3 Report on the woollen manufacture {1806), pág. 73. Este retraso tenía probablemente causas técnicas. «Era debido en parte a la poca resistencia de la lana, que se rompe más fácilmente que el algodón cuando es sometida a un esfuerzo.» HAMMOND, J. L. y B.: The skilled labourer, pág. 145. ~ Report /rom the committee on the state of the woollen manufacture página 81. ' 6 lJ ARDI NC, Lt. Col.: Hist. o/ Tiverton, I, 198; The lwmble petition o/ the

Il: LAS FADRICAS

251

que era de esperar. s.olamente a partir de 1790, anto la competencia nmcnazadora de las cmdades del Norte, fue cuando los habitantes de loR condados de Devon, Wilts, Somerset y Gloucester 1 se decidieron a 11tiliz~r la jenny. ~ero era demasiado tarde. Ya aparecían en Yorkshire 1.ns hilaturas provistas de utilaje automático, que pronto iban a hacer 1n s~stenible la posición del trabajador manual, apegado a los métodos nnlicuados de la industria a domicilio. El primero de los grandes fab ricantes de hilados de Yorkshire fue ( Benjamín Gott. de Leeds 2 . Su carrera comenzó más o menos en el momento en que finalizaba la de Arkwright. Fue menos laboriosa ni siqui~ra tuvo necesidad de hacerse pasar por un inventor. Su p~pel fue s1mplem~nte el. de un capitalista inteligente, instruido por el ejemde una mdustna cercana. Su empresa parece haber adquirido muy rapidame~te u~ desarrollo considerable ; gracias al importante capital
P!º.

/loor spinners in the town and county o/ L eicester (1787); W ebb MSS , «Texti· les», V, l. 1 Entre 1790 y 1794 en Frome, Sh epton y Tauton. Antes de 1791 en Barn1\laple, Annals o/ Agriculture, XV, 494, y BILLINCSLEY, G.: A general view o/ th e,agriculture in the county of Somerset, págs. 90, 167. - BrscnoFF, J.: A comprehensive history o/ the woollen and worsted manu/act ure, I , 315. ' . Report on the..wo~llen man.u/ac1ure (1806), págs. 43, 72, 76, 118, 445; A&r;dgme_nts of specifications relating to t~e steam-engine, I, 106. .l bid., pags. 45, 71; Hrns T, W.: Hist. of the woollen trade duri11g thc l?st. sixty years, pág. 39. Hacia la misma época so fun d6 lo gra n fábr ica de lienzos .? e Marshall, que ocupaba en 1806 cer ca de ]. JOO obreros. Sobro la inH·od uce1on de _las máquinas en la industria del lienzo, véase WA 1 mm·~, A.: The hneri trade, pags. 690-93. '

PAllTI' Il:

nauicado al que los tejedores de los campos comarcanos venían a venclcr sus paños. En lo sucesivo vendrán como obreros que trabajan en el taller de un amo. Mientras que en los condados del Sudoeste las incursiones del capital comercial sobre la independencia del productor se habían operado lentamente y paso a paso, en Yorkshire se anunciaron de repente, y de tal manera que no daba lugar a engaño. Los pequeños fabricantes en seguida vieron el peligro. Una petición que dirigieron en 1794 a la Cámara de los Comunes lo denunciaba con notable clarividencia. Después de haber hecho valer las ventajas del sistema doméstico, tal como se había mantenido hasta esa fecha en el WestRiding, añadían: «Este régimen, que durante tanto tiempo ha prevalecido en Yorkshire, con tan felices resultados para la industria, para todos los que viven de él y para el público en general, está ahora amenazado por la introducción de los métodos usados en otras partes del Reino, en donde se han experimentado frecuente y cruelment~ los inconvenientes v los males que arrastran consigo. Estos métodos tienden a constitufr un monopolio en provecho de algunos grandes capitalistas; en Y orkshire son practicados por personas que pertenecen a la clase de los comerciantes pañeros, que se hacen fabricantes de paños. Varios de estos comerciantes, particularmente en las ciudades de Leeds y de Halifax, se han puesto a fabricar desde hace poco, y otros muchos se muestran dispuestos a seguir su ejemplo, montando grandes fábricas para el hilado y el tejido de la lana. Lo cual, según creen los solicitantes, no puede dejar de tener las más desastrosas consecuencias para aquellos que con un capital mínimo han sabido hasta aquí, gracias a su trabajo infatigable y al de sus mujeres y sus hijos, unidos bajo un mismo techo, vivir honorablemente y hacer vivir a sus familias sin oodir nada a nadie ... Hoy están ~enazados de perder esta situación -confortable e \ independiente ; si el nuevo sistema lo consigue, debei-án separarse de \ sus familias y quedar reducidos a la servidumbre para ganar su pan y el pan de los hijos que les son queridos)) 1 • No pensaban limitarse a vanas lamentaciones: solicitaban del Parlamento que los defendiera contra la competencia de las grandes empresas. Habituados a la protección de la Ley, siempre concedida ampliamente a su industria, tal requerimiento les parecía totalmente natural. Obtuvieron, en efecto, la propuesta de un bill que prohibía a los pañeros abrir talleres 2 • Pero este bill era un anacronismo, la legislación a la !ourn. of the House of Commons, XLIX, 275-76. !bid., XLIX, 432. Debía ser completado por reglamentos locales pr?mulgados por las lonjas d e paños de cada ciudad. Aikin menciona esta tentativa y añade: «Es evidente que los comerciantes que se encargan personalmente de todas las operaciones de la industria, desde el momento en que la lana les llega en estado bruto hasta el momento en que el paño está listo para la venta, tienen una ventaja marcada sobr e los que dejan pasar la mercancía por una sucesión de manos, cada una de las cuales retiene una parle de los beneficios. Es lo que 1 2

11:

GRANDES INVENTOS Y CHANOES EMPRESAS

LAS FA BlllCAS

253

que se refería resultaba caduca, y no iba a ta1·dar en perder la poca • fuerza que todavía conservaba. Fue rechazado, como lo fuer on las medidas destinadas a reforzar los antiguos reglamentos de aprendizaje, <'O mo las que los obreros pedían contra las máquinas, como todo lo que l<'ndía a hacer revivir una política poco menos que abandonada 1 . Sin Pmbar go, los pequeños fabricantes de Yorkshire no se desanimaron ; 11no de ellos, Robert Cookson, solicitaba en 1804 el voto de un a ley nnáloga a la de 1557, limitando el número de telares que podría poseer 1111 solo patrono 2 • Unicamente después de repetidos fracasos íue cuando renunciaron a obtener la intervención de los Poderes públicos en favor del sistema doméstico y en contra de la gran industria. Por lo demás, el riesgo que preveían no parecía inminente. La comisión parlamentaria encargada en 1806 de una encuesta general sobre el estado de la industria de la lana, pudo comprobar que el número de fabricantes no había disminuido: mil ochocientos tenían todavía sus 3 puestos señalados en una de las dos lonjas de paños de Leeds • Y la mayor parte de la producción aún estaba en sus manos, pese a la competencia de las fábricas; solo la dieciseisava parte del número total de piezas de tela tejidas en el West-Riding en 1803 provenía de los grandes establecimientos dirigidos por capitalistas; todo el resto, unas '1.30.000 piezas, salía de los talleres en que trab~jaban los mae~tros-. 111tesanos 4 • Proporción significativa, que muestra bien claro la resistencia opuesta por esta industria antigua a la transformación que en la¡ industria del algodón se había verificado tan cómoda y completamente. Estos millares de pequeñas empresas independientes est~b~n dot~das de\ uná vitalidad robusta y no se dejaron absorber o elrmmar smo c?n 1~xlrema lentitud: 5un gran número de ellas subsistían todavía a med1ailos del siglo xíx • Pero solo se mantuvieron ª?,aptándose, t~n~o como ) podían, a las condiciones nuevas de la producc1on_. El maqmmsmo .las penetró poco a poco antes de destruirlas. Los fabr~cantes de Yorkslnre, hacia 1800 se servían casi todos, para hilar, de la ¡enny o de la mule, Y pa ra tejer,' de la lanzadera volante. El cardado se hacía también a má-

f

.. omprenden un cierto nú.mero de estos comerciantes, establecidos en Leeds Y _en las localidades vecinas... M uchos pequeños fabricantes, de los. que apena~ L~¡en nHÍs de una pieza por semana, encuentran n:i~s ventajo~o traba¡ar en la~ fabricas, donde su habilidad recib~ una remunerac1on conveniente.» AIKIN, J;. A des•·ription of the country /rom thirty to forty miles ronnd Manchester, pag. 565. l Véase tercera parle, cap. IV. 2 Journ. o/ the House o/ Commons, LIX, 226. 3 Report /rom the committee on the state o/ the woollen manu/nctttrc in l•." ngland (1806), pág. 8. P ero un !p"ªn ~úmero de ellos se gana ban penosamente la vida, se cargaban de deudas. lbzd., pag. 75. .¡ R eport on th e state o/ th e w oollen manufacture (1806), pÍlp;. ll ; B 1si:110F F, J.: Hist. of the woollen man1tfacture, Il, cuadro I_Y. 5 En 1851 la lonja de paños de Huddersfielcl _toda~1a oru. frrcucnta~a por 2117 pequeños fabrican tes. D E CHESN E, Law;ent: Evolu tio1i eco11 01111que et sociale de /'i 11rlustrie d e la laine en Angleterrc, págs. 65 Y 7 1.

PARTE

II:

11: LAS FABRICAS

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

quina, pero en talleres especiales, a donde el maestro-artesano, poi carecer en su casa del utilaje necesario, enviaba sus lanas brutas, como 1 había enviado en todo tiempo sus paños a los batanes • Así se esta· blecía una fusión, o mejor dicho, un compromiso temporal, entre el trabajo manual y el maquinismo, entre la pequeña y la gran. industria. En la industria de las lanas peinadas la organización capitalista no había aguardado a la introducción de las máquinas. Pero los manufactureros tenían que contar con los peinadores de lanas, obreros calificados a quienes su habilidad técnica y su fuerte solidaridad per· mitían mostrarse exigentes. Sus clubs, cuyas ramificaciones se exten· dían por toda Inglaterra, los sostenían en caso de desplazamiento o de paro forzoso 2 • Sus huelgas, bastante frecuentes, eran a menudo victo· riosas, pues era difícil, por no decir imposible, pasarse sin ellos, y sabían hacerlo sentir a aquellos que los empleaban. La sola amenaza de cesar el trabajo, en ciertos momentos, bastaba para arrancar a los patronos concesiones que nunca habrían concedido por su plena voluntad ; así fue cómo los peinadores llegaron a cobrar salarios supe· riores a los de todos los demás obreros de la industria lanera, y que ascendieron hasta 28 chelines por semana 3 . Todo esto cambió con la invención de la máquina de peinar. Este invento fue obra de Cartwright 4 • Posterior en cinco años al del telar automático, respondía a necesidades o a intereses no menos apremiantes; sin embargo, tampoco fue utilizado inmediatamente. Su 5 uso no se generalizó sino mucho más tarde, entre 1825 y 1840 • Pero su aparición bastó para poner término a las exigencias de los obreros peinadores. Pronto se pudo ver el temor que les inspiraba, por los es· 6 fuerzas desesperados que . hicieron para obtener su prohibición • Los 1 R eport on the state of the woollen manufacture (1806), pág. 446: «Desde hace diez o doce años, creo que el número de estas pequeñas fábricas, que yo llamaría fábricas domésticas o fábricas de los maestros artesanos, se ha triplicarlo y quizá cuadruplicado en el distrito que mejor conozco; entiendo por tales las fábri cas cuyos clientes habituales son los maestros artesanos... Cada vez que voy al campo encuentro un nuevo molino o una pequeña máquina de vapor colocada en un paraje donde se encuentra un poco de agua; sobre el menor arroyo esta· blecen una rueda que hace andar a dos o tres máquinas o una máquina de vapor q ue puede tener hasta treinta caballos, principal mente para el emborrizado ( scribbling) y el cardado de la lana.» z Véase la petición de William Toplis a la Cámara de los Comunes (1794), ]ourn. o/ the 1-louse of Commons, XLIX, 395. 3 lbíd. 4 Véase M emoir of Edmund Cartwright, págs. 99 y sg~.; BiscHOFF, J.: Hist. of the woollen manufacture, I, 316 y sgs.; JA:vms, J.: Hist. of the worsted manufacture, págs. 555-56, y BuRNLEY, J.: Wool and woolcornbi11g, págs. 114 y siguientes. 5 Véase CUNNINGHAM: Gwwth o/ English industry and commerce, II. 761. r, Véase tercera parte, cap. UI. Más de cuarenta peticiones fueron enviadas ul Parlamento por los obreros; los patronos respondieron mediante contrapoti·

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manufactureros disponían d d infalible; sin duda imagina:~: este mo~ento contra ellos de un arma reserva, y retrocedieron ante losquO'e pod1an conte_ntarsc con tenerla en talación de un utilaje costoso b_~stos que }1Ub1ese acarreado la insquinas de vapor. Cartwright , :ov:r~ 1º1,maquinas hidráulicas o mála manera más convincente · '«T p ! ~ ia expuesto sus ventajas de . - · res maquinas maneJ' ad . d' ·d 2 . as poi iez mnos Y un capataz, peinarán una bala d l e ana e 4.0 hbras en doce horas Como para peinar a m, . , aqmna no se prcci · · f · mia que resultará-aunq~e no fue , sa aceite ni uego, la econoe~- general, suficiente para pagar l~: :~:r~ue del combustible-ser á, l' d s e capataz y de los diez nmos. De suerte que la economía a lo que le cuesta hoy d' t da r~a iza a ~~r el fabricante equivaldrá según el antiguo y defectu~:o :éto¡o º/~rac1~n. del peinado, ejecutada El primer establecimiento do~de se e tra ~JO a m_an~» i. fue la fábrica que el pro io invent . .~~pleo la maquma de peinar Sheffield. Fue allí dond p 'b', l or dmg1a en Doncaster, no lejos de d l e rec1 10 e mote de Gra d B un oxeador popular . . n en, e nombre de d , cuyos movumentos recordaba su . , llad b z P o . ero to avía era imperfecta: no . b . va.1ven atroped~ procedencias y calidades diversas L pe~na a .1~ual de bien las lanas vieron de ella antes de qu f . a ecepc1on de los que se sirexplicar el retraso de su-, e 'tuedrafir~t?cada y mejorada hasta auizá para . ex1 o e mhvo 3 N b siglo XIX se la encuentra ya em l d . o o ~tante, a pri ncipios del p ea a en un numero bastante grande de establecimientos sobre t d P , o o en torno a Nottingha B df orque esta transformación l m y a ra ord 4. especialmente a las ciudade' Jº1m~ as precedentes, debía aprovechar más que una pequeña ciudaJ de . en~dro y del Norte. Bradford no era sus calles s cuando en 1794ª oG1mec1 a .en la que la hierba brotaba en h ' ' arnett mt 10 · d~JO · ¡a mule y Ramsbot am la máquina de peinar 6 des fábricas 7 y em Jezab · iez anos despues poseía ya varias granindustria de Norwich. a a hacer una competencia terrible a la vieja

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La superioridad de los cent . d . l ros I~ ustna e~ del Norte quedó desde entonces tan bien establecida de Inglaterra: cc Después d ' q_ue se -a propoma como ejemplo al resto e vemte anos que los fabricantes de hilados ~~~==· preparadas por un sindicato formado con este motivo, ol Worsted Com1 BunNLi;v J . w l 2 Memoi 'f .Ed oo, an d w~olcombing, págs. 114-15

. r 0 mund Cartwnght p' 106 L · pn mera estrofa de la canción com ' ag. · a palabra se encuentra en la de máquina, y reproducida en ~~:~:E~or bn ~brero, el día de la inauguración Idem, ibíd., pág. 12?. ' o · cu., pag. 126.



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1

H Reportf on the woolcombers' petitions (1794) , ouse o Commons, LVI, 272. ' pags. 5 Y sgs., y Joum. of 5 JAMES, J.: Continuat' h h' G I dem ibíd pág 22~onGto t e istory o/ Bradford, pá" 91 n t' ' f ., · · arnett es el fundad d b'd · ~s ias manu actureras de la región Id y· or e una e los grundcs dipags. 328-29. · em, ist. of the worsted rruinufacture e

7

Iclem, ibíd., pág. 366, e Hist. of !Jradford, pág.

28.~

,

256

PAnn: JI:

CRA~DES

INVENTOS y

GRANDES EMPRESAS

dr Manchester hacen uso de las máauinas hidráulicas, la actividad de rsla ciudad y el personal de sus talle;es se han acrecentado de tal modo que apenas si se hallaría un solo obrero sin trabajo; los de Yorkshire, al adoptar el mismo utilajc, no solamente llegan a emplear toda su lana, sino que la envían a buscar al Oeste, y se la arrebatan, por decirlo así, de las manos a nuestros comerciantes de lanas y a nuestros pañeros. Se ·puede concluir sin vacilar que la introducción y el uso de estas máquinas en los condados del Oeste, y en todos los condados del Reino, sería un b eneficio para la clase pobre, yo diría que incluso para la sociedad entera» 1 . Y lo que era Y orkshire en relación con las regiones atrasadas de Devonshire o de Norfolk, lo era Lancashire con relación a Y orkshire. La industria algodonera seguía trazándoles la senda a todas las industrias textiles: «En mi liumilde opinión-escribía en 1804. un representante de la clase de los grandes industriales, émulos o sucesores de Arkwright- , la industria de la l ana no podría marchar demasiado exactamente sobre las huellas de la industria del algodón, porque el país que produce la mejor mercancía, y al mejor precio, tendrá siempre la preforencia; no es más que a fuerza de perfeccionamiento como es posible conservar o conquistar el primer puesto» 2 • Mas para eso hacía falta ante todo cambiar el espíritu que gobernaba todavía esta industria secular, destruir la tradición de protección a ultranza que la consagraba a la rutina, abolir los reglamentos trasnochados que la regían: reglamentos de aprendizaje que se oponían al libre reclutamiento del personal; reglamentos de fabricación que hacían difícil la renovación del utilajo y de los procedimientos sancionados por la costumbre. «Al comienzo del siglo XIX sería un espectáculo alentador el ver los viejos prejuicios apartados a un lado, y una Comisión de la Cámara de los Comunes encargada de borrar del StatuteBook todas las leyes relativas a esta industria ... Redimida de las trabas! que han pesado tanto tiempo sobre ella, podría en 1o sucesivo efectuar sus operaciones con tanta libertad como otra industria, que ha alcanzado! una importancia por lo menos igual, sin que su nombre haya sido apenas mencionado en los atestados de ambas Cámaras.» Este voto ibi a realizarse muy pronto, haciendo caer el último obstáculo que todaví · retrasaba el progreso de la revolución industrial. L

2

Wool encouraged without exporlation (li9] ), págs. 69-70. Obseruations on the cotton-weauers' Act (1804), pág. 20.

CAPITULO IIl

EL HIERRO Y LA HULLA El mismo país y la misma época que han visto el extraordinario crecimiento de la industria del algodón, la aparición del maquinismo, la organización del sistema de fábrica, han asistido a una evolución paralela en la industria del hierro. Este para1elismo es un hecho muy notable, porque se trata de dos industrias de tipos netamente distintos, cuyos materiales y procedimientos elementales nada tienen de común, y cuyo progreso técnico debía, en consecuencia, hacerse por vías totalmente diferentes. Solo causas muy generales podían arrastrarlas en un 1 movii:n~nto_QQ1lUÍn . ...,Por lo demás, entre las transformaciones de la • industria textil y las de la industria metalúrgica hay algo más que una simultaneidad en la que se estaría tentado a ver una simple coincidencia; se completan mutuamente como las partes de un todo. Los comienzos del maquinismo pertenecen a la historia de la industria textil, su advenimiento definitivo y su progreso universal no han sido posibles sino gracias al desarrollo de l~ metalm:gia. Esta, en efecto, posee un puesto aparte en la gran industria mo-'"' derna. Ocupa, por decirlo así, su centro. Porque es ella la que le propor-,.. ciona su utilaje y en la que encuentran un indispensable auxiliar¡ todas las ramas de la mecánica aplicada. Por tanto, cada uno de l os perfeccionamientos de la metalurgia reacciona sobre el conjunto de la producción industrial. Y por metalurgia hay que entender, ante todo, la metalurgia del hierro. Su preponderancia antigua ha aumentado a medida que se multipli?aban los usos de la fundición, del hierro y del acero. Da hoy día a nuestra civilización contemporánea, moldeada por la revolución industrial, algunos de sus aspectos más impresionantes. Levanta las armaduras de las construcciones más colosales, lanza puentes sobre los más anchos ríos y hace flotar en los mares buques poblados como ciudades, extiende h asta los extremos de los continentes la red de las vías férreas. Su historia no es solamente la de una industria ; es, en .un sentido, la de la gran industria entera.

I En el momento en que empezó la serie de sus tTans[ormaciones decisivas, Inglaterra, que fue su teatro, no era lo que llegó a ser más tarde y lo que ha seguido si en do durante mucho tiempo: el país metaMANTOU X.-

17

257

11 '" ___ _. . . .:.,'::.A.::llT.:.:f.::..· _:l::_l':_·_:C:..:ll::..A::..N::.D::.ES::_:I::.N. :.V::.EN:_T:._0:._S:.. . . .:Y:.. . . .:C..:.ll_A_N_DE_·s_E_M_P_R_F._sA_s_ _ _ _ __

l11q-1lco por excelencia. Bajo este aspecto .no podía compa~ars~ con Su;tlÍtL 0 con Alemania. La riqueza en hierro del suelo mgles parec1a desconocida, muchos yacimie~tos permanecían inexplotados. Lejo~ . ~e poder exportar, corno en nuestros días, gr~ndes cantidad~s de fund1c10n y de hierro en barras, Inglaterra se veia forzada a i~pc>rtarlos, :n particular de los países del Báltico, y, en menor proporc1on, de Es pana y de las colonias americanas 1 . • La industria del hierro se divide naturalmente en dos ramas prmcipales: la primera comprende la extracción y el tratamiento del . mineral; la segunda, el trabajo del metal en todas sus formas. L~ p1·~me­ ra, con mucho la más importante, puesto que sin ella ~ preciso ir a buscar fuera la materia prima manufacturada a medias, estaba tan decaída, a principios del siglo XVIII, que se desesperaba de · que llegara a restablecerse. Hacia 1720 no había en toda Inglaterra más que unos sesenta altos hornos, que producían anu'almente 17.000 toneladas de fundición 2 • Y esta producción miserable, muy inferior a la de uno de nuestros grandes altos hornos 3 , estaba singularmente parcelada. Hallamos aquí esa dispersión característica que ya hemos notado_ en la antigua industria textil. Las principales forjas estaban repartidas entre dieciocho o veinte condados diferentes 4 • Algunos, como los con1 ScR!VENOR: Hist. of the iron. trade, págs. 325-27: de 1710 a 1720 la ~i;i­ portación de hierro bruto varía entre 15.000 y 22.000 toneladas; la exportac10n apenas pasa de 4.000 toneladas. Las importaciones suben constantemente hasta 1765 (57.000 toneladas), luego permanecen casi estacionarias. Los hierros suec?s, de calidad superior, constituian ellos solos cerca de l as tres. cuartas parte~.. Vease ANDERSON, A.: An. historical an.d chronological deduction. of the origin of commerce, III, 217. La tonelada inglesa es sensiblemente igual a la tonelada métrica (1016,048 Kg.). z Mus11ET, D.: Papers on iron. arid steel, pág. 43. Alrededor de 18.000 toneladas en 1737, de acuerdo con una encuesta parlamentaria (véase Journ. o/ the House of Comrnon.s, XXIII, 109 y sgs.). Se desearía poder comparar estas cifras con las de los períodos anteriores, pero para el siglo x~u solo posee'!1os evaluaciones caprichosas como las de STURTEVANT, S. (Treatise of Metallica, págs. 3-4, 1612) y Duo~EY, Dud (Metallitm Martis, prefacio, págs. VIII .Y siguientes, 1665). La producción de fundición en Inglaterra antes de la primera guerra mundial era de unos diez millones de toneladas (10.425.000 en 1913). 3 En 1921 los Estados Unidos tenían 331 altos hornos, que representaban una capacidad diaria de 126.ll5 toneladas (Statesman.'s Yearbook, 1925, página 471). En 1925 la producción americana de fundición alcanzaba 37.288.000 to· neladas. 4 He aquí la lista ele esos condados, clasificados por regiones : 1.0 Sudeste, 15 altos hornos (Kent, 4; Sussex, 10; Hampshire, ] ); 2.º Bosque de Dean Y alrededores 11 (Gl ouccster, 6; Hereford. 3; Mon¡nouth, 2); 3.0 Galos del Sur, 5 (Brecon,' 2; Glamorgan, 2; Caermarthen, 1); '1..0 Midlands, ~2 (Shropshire, 6; Worcester, 2; Wanvick, 2, Stafford, 2); 5.0 Región de Sheff1e~d, 11 (York, 6; Derby, 4; Nottingham, l); 6. 0 Noroeste, 5 (Chester, 3_; Denb111ih, 2). ~u~­ HET, D.: Papers on. iron and steel, págs. 43 y sgs. A esta lista habra que anad1r Cumberland, con uno o dos altos hornos; véase Swedenborg: Regnum subterranwm, sive de ferro, obras lll, 160.

!ll :

EL HIERRO

Y

:.m11

LA HULLA

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dados de York, Warwick y Glamorgan, contienen en la aoLunlidncl centros metalúrgicos de primer orden. Otros han perdido d1 11cfp hn1•c• mucho tiempo lo poco de vida industrial que todavía conSCl'V11l11111. Entre estos hay que citar en primer lugar el condado d1• ~lllUll'X, Cubierto en otro tiempo de bosques, que suministraban a Stltl r, 11~1111" el combustible necesario, había atravesado en los siglos XVI y ~v11 1111 1 rra de prosperidad notable: «Sussex-escribía Camden-abur11ln 1•11 mineral; para tratar este mineral, se han construido altos horno p111 todos lados del país, y en ellos se consume cada año una enorm!' 1•1111 Lidad de madera. Con frecuencia se han reunido varios arroyos 1•11 111111 solo, y grandes terrenos poblados de árboles se han transformado NI estanques, para producir saltos de agua que hacen girar los molinos: estos molinos mueven los martillos para forjar el hierro, que dín y noche llenan con su estruendo toda la vecindad» 1. Grandes familin11, como los Howard, los Nevílle, los Percy, los Ashburnham, poseían Íoi· jas en Sussex; otros se enriquecieron allí, y pidieron a la misma in
1

CAMDEN, W.: Britannice Descriptio, II, 105 (ed. de 1607). 2 SMILES, S.: Industrial Biography, págs. 35·37. Un h errero, Leonard (;11\r, nacido en 1620, pudo hacer de su hijo un castellano y un miembro drl 11111111 mento. Se encontrar án reseñas interesantes sobre la antigua industria dt•l hlr11 n en Sussex, en el libro de LowER, M . A.: Con.tributions to literature, hiMrit lnt/, anliquarian, and metrical, pág, 132 y sgs. 3 Véase el mapa de Sussex de BuoCE'I, R. (Actual survey o/ the rnunf\ 11/ Sussex, 1724), en la q ue está marcado el emplazamiento d e las prineipalt·~ 1111 f11•. '1 DEFOE: Tour, l, 106. 5 FAIHllAIHN, W.: lrori, its history. properties, an.cl processes o/ n1111111 /111 ·11111', pág. 283. 6 LowER, lVI.. ob. cit., págs. 132 y 136. Estas rejas pesaban 200 aproximadamente. , 7 Forge Wood, Fnrnace Wood.

111111•1111 1111

:wo

PARTE

II:

GRANDES INVENTOS

Y

tonía yacimientos bastante abundantes, conoci?os y explotados por los romanos 1, y que todavía no están agotados. S1 ha?:, que, cree1: a Andrew Yarranton, el bosque de Dean, bajo la Restaurac10~, aun ahmenta~a a una población numerosa de mineros y de herreros . ¿Es _este testimonio otra cosa que el eco de un antiguo renombre? Lo c1~rto e,s que, entre 1720 y 1730, este distrito, como Sussex, no contema mas que una docena de altos hornos, que a menudo, en lugar de tratar la mena 3 directamente, utilizaban las escorias de las forjas romanas • ,Y ~e habría buscado en vano en el resto de Inglaterra un centro mas importante. En las comarcas donde florecía la pequeña metalurgia, en torno a Birmingham y Sheffield, se agrupaban algunos altos hornos, cuya producción, por lo demás, era demasiado escasa para abastecer a ~odos los talleres de materia prima. Por todas partes, en el sur del Pa1s de Gales y en el valle medio del Severn, en los ~ond~dos de Chest~r Y ~e Cumberland, no había más que empresas d1sem~nadas, de ex1stenc1a precaria, que subvenían a duras penas las nece~idades. locales. . De la industria fundamental pasemos a :~s m~ust~ias secundarias. \ Eran mucho más prósperas y estaban tamb1en mas nguros~me:ite localizadas. Dos ciudades, cuyos nombres se acaban de leer, Bummgham y Sheffield, les debían una reputación se~ul~r. Sheffield estaba en posesión, desde la Edad Media, de su especialidad far_nosa: Chaucer hac_c mención de los cuchillos de Sh effield en un pasaJe frecuentemente c1· tado de sus Cuentos de Canterbury 4 • Todo el distrito circundant.e, c?~o­ cido con el nombre de Hallamshire, tomaba parte en e~ta. fabnca~10n: la piedra molar era abundante y los riachuelos, de rap1da cornente, brotados de l as altas rocas del Peak, servían a la vez para templar las hojas y uara hacer girar las muelas 5 . La proximidad del mar .Y del puerto d~ Hull, orientado hacia el ~áltico, permi~a ª, ~os cuch1ller~s procurarse sin demasiado.s ~astos el hierro sueco, mas facil ~e convertlI en acero por los proced1m1entos entonces en ~so. H~llamshue no: solo producía cuchillos y tijeras, sino hachas, martillos, limas, herramientas 1 Estaban situados en la proximidad de. Bath (Aqu_re Sulis), don~e el. ~m­ perador Adriano había establecido una fabrica, es decir, ~na arm;na. militar para uso de las legiones de Bretaña. Véase SCRIVENOR: Hist. o1 t e iron tra-

de, 2pág. 29. YARRANTON, Andrew:

· England's improvement on sea an·d l and , primera

parte, pág. 57. d · , 48 54 3 NicHOLLS, H. G.: !ron making in the ol en times, pags. · - · .1 4 ccA ioly popper baar he in his ponche. -Ther was no man for per~ dorst him touche. -A Sheffeld thwytel baar he in his hose. -Rou~d was his face, and camuse was his nose.» ccLlevaba en su escarcela una ln~da daga. - Ningún hombre se habría arriesgado a tocarlo con el dedo ..-Tema en sus calzas un cuchillo de Sheffield. -Su cara era redonda y su nanz chata.» CHAU· CER: «The Canterbury Tales» (The reeve's tale, v. 13 Y sgs.), Complete Works of Ceo/frey Chaucer, ed. Skeat, 114-. 5 DEFOE: Tour, III, 81, senala este empleo de la fuerza hidr áulica como

IJ,

r clnt ivnmcnt c r eciente.

IIl:

GRANDES EMPRESAS

EL HIEllRO

Y

LA HULLA

261

de toda es~ie., B~rmingham también trabajaba el acero: en el siglo XVII tema . fabncas de armas, que proporcionaron a los ejércitos ~e Cromw~ll .i:i1cas y espadas p~r mill~res 1 . Pero la verdadera especialidad ~e B1rmrngham era la qumcallena, con una variedad muy grande de artIC~los, unos de consumo corriente y otros que variaban según los capnchos de la moda : desde los clavos y l a cerrajería hasta l os bot_one~ de metal, las hebillas de los zapatos 2 y toda esa bisutería (Birrrungham_ toys) popular en Inglaterra y muy pronto en toda Europa. L~s . habitantes. de esta ciudad pasaban por no menos laboriosos que habiles: el rmdo de los martillos, se decía, empieza a escucharse d~sde las tres de la mañana 3 • Como Sheffield Birminrrham era la cap~tal una región industrial bastante neta~ente delimitada. En la direcc1on ~n que se extiende el «País Negro)), Bla;k Country, desfigurado por las rumas Y los altos hornos, los talleres se apretaban ya alrededor de algunas localidades como Dudley, Wednesbury, Wolverhampton 4, pueblos--(JUe se han convertido en ciudades. . ~ua~quiera que fuese la importancia relativa de estos dos centros f ?nv1leg_iados, no era, en suma, mucho más considerable que, en la mdustna de la lana, la de una ciudad como Norwich o de ~n distrito como el West-Riding. Había además otros, que se pueden dividir en 1 d?s clases. Unos eran la se~e de indu~tria~, especiali.zadas, que produ- ,.) crnn para un mercado amplio. La fabncac10n de alfileres en Bristol y en Gloucester, Y, en Newcastle la de cuchillos «estilo Sheffield)> 5 , entran { en esta categona. Los otros, por el contrario, abastecían las n ecesidades generales de merca~os restringidos: se fabricaba mal que bien{ todo lo que no era venta~oso. traer de lejos, en una época en que el transporte de las mercancias pesadas era difícil y costoso. T anto más• ?scur~s por cuanto que eran más numerosos y más dispersos, es casi imposible tener sobre ellos referencias precisas. Pero nos h aríamos una

?;

TI MM~NS, S.: 1'he resources, products and industrial history of Birmingham the Midland hardware district, pág. 210; GARDINE.R, S.: Hist. of the great civil war, I, 107. 2 Tamb!én. se fab ricaba allí moneda falsa. Véase procesos de monederos falsos en la . Bi~m_ingham Gazette, 15 nov. y 16 d ic. 1742. Las industrias de Birmingha_m a prmc1p10s y a finales del siglo xvm están enumeradas en CLrnKE L W · Hist. of Birmingham, III, 30 y 160. . ' · ·· 3 «Qu~dé maravillado de esta ciudad, pero más aún de sus habitantes. Era una esp~cie de hombres con la que todavía no había trooezado. Había vivido entre sona_dore~ y al fin veía hombres despiertos. Hasta s~ paso al cruzar las calles testimomaba su actividad. Cada mañan a, a las tres, me saludaba de 10d?s lados el golpear de los martillos.» HuTTON, W.: Hist. of Birmingharn págmas 90-91. ' 4 . Se e n co:itr~b an ya agrupadas en torno a Wolvcrhumpton ruai Lodus )us industrias de Birmmgham. Véase ]oum- o/ the llouse o/ Commoris XXIII 15 y XLVI, 202. ' ' ' 5 • D~~·oj¡ : Tour,, II!, 194·. En el curso del 8iglo se Iundnron nllí grandes es· tablecimientos metalurg1cos. Véase YoUNG, Art hur: North o/ .8 ngland, III, 10-15. 1

an~

PARTE

lI:

Ill:

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

idoa muy inexacta del estado de la industria del hierro en la primera f mitad del siglo XVIII, si olvidásemos el papel esencial desempeñado en multitud de burgos y aldeas por el calderero y el herrador. En Es1 / cocia, casi toda la metalurgia estaba aún en sus manos • De hecho, la concentración geográfica de la industria y su subdivisión en especialidades varían según las regiones y según la naturaleza de l as operaciones técnicas. Lo mismo ocurre con su organización interior, producto heterogéneo de las condiciones económicas más diversas. La explotación de las minas, por imperfecta que fuese, exigía capitales relativamente considerables. Por eso se fundaron bien pronto Compañías mineras 2 , análogas, en cuanto a la constitución y a los privilegios, a las Compañías de comercio. Estas empresas colectivas, dirigidas por gobernadores o capitane·s, y que se repartían dividendos anuales entre sus asociados, eran bastante numerosas y de importancia muy desigual. Algunas, como la Company o/ Mine Adventurers of En· gland y la Royal Mines Company, tenían intereses en diversas partes de Inglaterra, y aspiraban a grandes n egocios, con un éxito, por lo demás, mediocre 3 • Otras, como las aue existían en Cornualles, eran pequeñas asociaciones, que disponían - de recursos modestos, e imposibilitadas, en la mayoría de los casos, de explotar más de uno o dos pozos mineros a la vez 4 • Como se ve, este sistema estaba lejos de haber alcanzado su pleno desarrollo. Tanto más cuanto que no se extendía a la industria extractiva entera. En general, estaba en vigor en las minas de cobre, que, por ser a menudo muy profundas, exigían trabajos costoso de instalación y de sostenimiento 5 • Las minas de hulla, por el contrario, casi siempre eran explotadas por individuos. A veces lo eran por los mismos propietarios, muchos de los cuales pertenecían -y pertenecen aún-a la gran aristocracia territorial: un ejemplo típico es el del duque de Bridgewater, que hizo abrir el canal de Worsley para transportar a Manchester el carbón de sus minas. Más frecuentemente estaban arrendadas a empresarios, mediante nn censo (royalty) pro· 1 MAC AoAM, W. l vison: Notes on the ancient iron industry o/ Scotland, pág. 89. En 1760 la producción de fundición en Escocia estaba evaluada en l.500 toneladas. BREMNER, D.: The industries o/ Scotland, págs. 32·33. 2 La primera fue fundada en 1561 en Northumberland. CuNNINGHAM, W.: Growth of English industry and commerce, II, 59. 3 A comienzos del siglo xvm la Company of Mine Adventurers, cargada de deudas, habría zozobrado de no haber sido reorganizada y dotada con nuevos privilegios por un acta del Parlamento (9 Anne, c. 24°). 4 Sobre las pequeñas sociedades de adventurers de Cornualles, véase s~11· LES, S.: The lives of Boulton and Watt, págs. 230 y 349.50. 5 Una de estas minas, situada en Ecton Hill (Staffordshire), está descrita en el Annual Register de 1769. La galería más baja se hundía a una profundidad de unas 400 yardas bajo l a cima de la colina. Se descendía a ella por es· calas muy mal conservadas. Era una ¡nina de cobre; en las minas de hierro los pozos no tenían a menudo más de 15 a 18 yardas. Véase AlKIN: A description o/ the country /rom thirty to forty miles round Manchester, pág. 81.

EL HIERRO

Y

LA HULLA

263

porcional a la cantidad de carbón ext1·a1'do i. En Yorkshire los ll bank smen obraban unas veces en al"1d . amac ad de intendentes o de capataces al servicio del p . ta . d. . , ropie no, Y otras en calidad d . . ~- ge1enr_es que m gian a su capricho la explotación 2 T 1 parece, el régimen de las minas de hierro . a era tambien, segun estaba tan estrechamente ligada a la d I , crya suerte, po~ ~o demás, es impos~ble estudiar aparte unas de :tra:~ raguas y fund1c1ones que
cmp~~;~: ~e~~ :~~u:~Taºe~ormaban casi .s iempre una sola y misma limitada por la demanda de i°l lu;ar d~ or1.gen, su extracción estaba yacimiento. El maestro de íorf:s e~~er:tsm~~:ed:tamente . vecinas al aventurar esta expresión maestro de minas Y o , empo, s1 se puede pietai" d · d' . · ' rec1procamente el pro-

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:::;h~~:...d:. lu~~j~'.nh' .:'":~~; p~d~;tr:~~:":· d","',,:~~:~~1~:: ur e ng aterra : era para ellas una manera de beneficiar sus. ~omm1os. Lord Ashburnham posee todavía un castillo no lejos del pab1a1e d~nde sus antepasados, hace doscientos 0 trescientos años fab · ca · · ' ncl ' an 1canones para. el ejército real a· Un establec1m1ento que compren'.ª ~ a vez w:1ª mma, _uno o dos altos hornos y, a menudo, una fra"ua 0 P1 op1amente dicha, tema necesariamente un carácter capitalista y t ~a~act~ ~staba aún más acentu~do por la naturaleza del utilaj~ : . a e~o: a1os ornos expuestos a la acción del viento en el cruce d 1 11 o e 1 · d 1 · ' e os va es l n a cima e as colmas, habían sustituido, desde el siglo xv los a tos hor.no: ~on sus potentes fuelles, puestos en movimient ' . rued as l11dnrnl1cas '1. El texto de Cam den viene . oquepoia a ensenamos ~ Cuando se trataba de un dominio in· r bl vr rnr para confirmar el alquiler E. 1 . ,1 Acna e, el Parlar.ne~Lo debía in terJCm¡b o. n act for confirmin-g a lease of mines between Charles duke f. rmd f or enabling the ;aid duk~ Q~e~'!-5 ;rry and Do~cr, and Patrick Crawford, nf the said contract (7 Geo III an iis ieirs 0 / entail to grant leases in terms 2 V, T G · • c. 44, actas pnvadas). easc ,TSTER, . Coa[ minin« i [] l"f 01 i;(inas 274 y sgs. Los ei~mentos de "' n .ª¿ax, d Y_orkshire, 2.• serie, pá· nrchivos de familias La organizacicfi~tad cur10s? tºn~grafia han sido sacados de h_a. sido, descrita en .sus líneas generales e a ustna minera e~ el siglo XVII llflon, pags. 10 y sgs) pero . P.or . EVY, H. (Monopoües and Compe· • ·• no existe todavia nmg f' ~obre las minas de cobre de Cornualle , ¡;na. mon~gra rn completa (1927). 3 Ashburnham Place es't á situado s~ vease o . cit., pags. 146 y sgs. diez millas de Hastings. Comoarar cie:ta el este del co.n~ado de Sussex, a unas Dudley. Dud Dudley a la eda-d d . s g_:andefs familias del centro como los . . . ' e vemte anos ue e d pa d re, de d1ng1r un establecimiento met l' . , . ncarga o por e1 conde, su Worceslershire. DuoLEY Dud. Metall Ma urgico ?lluado en Pensnet Chace, en 4 V' B , ' . · um artis, pag. s. . ease . ECK, Ludwig: Geschichte des Eisens II , di• la rndustna metalúrgica antes del s· ¡ , ' ' 186. Sobre l o~ mctodos rol! of a fi fteenth century iron·master:,g ~ ;e•;r LA.PSLEY, ":h.: «An account ( 1899). En el siglo xvm se empleaban ,f ~g lS d zsroncal Revww, xrv. 509·29 z:t$, una de las cuales se embutía fe es eVmadera formudo s por dos pieGrschichte der Erfindungen (Leipzig,e~78~), º~:ª319.~g~e HECKMANN: Beitriige zur

L

xv¡?

PA11TE II:

III: EL HIERRO Y LA HULLA

Cl1ANDES INVENTOS Y Cl1ANDES EMP11ESAS

flnnlc•s del siglo XVI se empleban martillos hidráulicos 1 en las herrerías do Sussex. Ya hemos mencionado las máquinas de laminar y de cortar el hierro todo ese material que anuncia el de la gran industria. No hay que 'olvidar, sin embargo, que todo esto apenas vivía, que se había producido una verdadera detención del de~arrollo, Y que un . a~:o horno daba, por término medio, cinco a seis toneladas de fundic10n por semana. Estas empresas capitalistas seguían siendo, a pesar de las apariencias, pequeñas empresas. Las industrias metalúrgicas secundarias presentaban un espectáculo totalmente diferente. La vida y la actividad no faltaban en ellas, Y la división del trabajo estaba muy avanzada. P ero es preciso saber lo que se debe entender aquí por esa expresión de división del tr.ab~j?. Se emplea en sentidos diferentes, cuando n
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gatoria de los fabricantes, organizada según el tipo de los gremios locales de la Edad Media. Nadie podía establecerse en el <listrito si no era admitido en el número de sus miembros. Cada taller recibía de ella una marca de fábrica. Estaba prohibido enrolar otros obreros que los del distrito, que hubiesen hecho en el distrito un aprendizaje de siete años, vender hojas de acero no montadas a una persona forastera del distrito, prestarle una piedra de amolar o una herramienta cualquiera. Estos reglamentos, con otros muchos relativos sobre todo a la técnica del oficio y a la calidad de los productos, continuaron en vigor hasta fines del siglo XVIII 1 . La Compañía de Cuchilleros de Hallamshire es 1 una de las corporaciones profesionales que han conservado durante más tiempo su autoridad efectiva 2 • Se lo debe a la existencia de la peq ueña industria, a la que sin duda ha contribuido a prolongar, inmovilizándola en los marcos tradicionales en que se había desenvuelto. El paso de la división del trabajo espontán~a entre los talleres inde-1 pendientes a la división del trabajo organizada en la manufactura, se ha efectuado por grad~ Como en la industria textil, el comercio y el, capital comercial han sido los agentes de esta transformación. En Sheffield, lo mismo que en Birmingham, el mercader que venía en épocas fijas a visitar a los pequeños fabricantes, era un personaje indispensable 3 • La producción se regulaba de acuerdo con sus pedidos 4 : todo sucedía como si el maestro-artesano no hubiera sido más que un jefe de taller a su servicio. A veces, esta dependencia llegaba más lejos: el mercader proporcionaba la materia prima, y el productor, siempre independiente en apariencia, no era, en realidad, ni más ni menos que un obrero pagado a destajo, que todavía conservaba la propiedad de sus herramientas 5 • Solo algunos fabricantes más ricos o más emprendedores pudieron entrar, gracias a la mejora de los medios de transporte, en relaciones directas con Londres, e incluso con los mercados continentales 0 • A medida que se convertían en comer ciantes, se veían arrastrados, par a satisfacer la demanda de su clientela, a reunir especialidades en otro tiempo separadas. Joseph Hancock, en 1765, poseía en Sheffield seis talleres, en los que estaban representadas las princi1

Véase /o urn. of the House of Commons, XLI V, 233, y XLVI, 12. Sobre el descrédito en q ue habían caído l a mayoría de ellas, véase CuNNINCll AM: Growth of English industry and commerce, JI, 322. 3 TTUNTER , J., ob. cit., pág. 168. "' Los fabricantes siempre tenían miedo de producir en demasiada cantidad y no osaban «enviar sus mercancías, con muchos gastos y dificultades, a mercados desconocidos». AIKIN, J.: A description of the country from thirty to forty miles round Manchester, pág. 547. 5 En un gran número de talleres los obreros de SheHield hun A<'p;u ido, hasla época reciente, poseyendo sus herramientas y pagando unu cspcci<• de uniendo por el uso de los bancos y de la fuerza motriz (información 11roporcionadu por Mr. R. Holmshaw, secretario de la Unión de Afiludores
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i ndustrias de la ciudad, incluida la industria reciente de la orfehrcría en chapeado 1 • Un paso más en el sentido de la concentración capitalista y llegamos al régimen de man ufactura. Matthew Boulton, mucho tiempo antes de su asociación con Watt, dirigía un gran establecimiento que se asemejaba ya, aparte del utilaje, a una fábrica moderna. En - él se trabajaba el hierro, el cobre, la plata, la concha ; de sus talleres diversos salían los productos más variados : bronces or2 namentales, botones de metal, tabaqueras, cadenas para relojes ; es toda la industria de Birmingham resumida en una sola empresa Y en manos de un solo hombre 3 • El agrupamiento de las especialidades no es más que uno. de los efectos de ese movimiento de concentración, q:ue se ha pronunciado en todas las industrias a la vez; otro efecto, más importante quizá, y seguramente más profundo, es la subdivisión, en cada especialidad, .del pr oceso técnico en un número creciente de, operaciones; fragme~tanas, confradas a otros tantos obreros o categonas de obreros. En nmguna parte esta forma clásica de la división del trabaj.o se h~ mostra~o ~ás pronto, y con un carácter más neto, que en las mdus~nas metalurg1cas secundarias: es de una de ellas de donde Adam Sm1th ha tomado el ejemplo famoso que figura en la primera página. del Ensayo sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones. ., Pero esta evolución hacia la manufactura solo se pronunc10-la mayoría de los hechos que acabamos de citar lo t~st~fican-a ~ediad?s del siglo XVIII. Con anterioridad, el rasgo caractenst1co de la mdustrrn del hierro era, por el contrario, su inmovilid,ad. En. ta~to. que }ª p~o­ ducción seguía siendo insignificante, y tendia a d1smmmr mas bien que a aumentar, su régimen tenía pocas . probabilidades de. transf?rmarse. La metal urgia inglesa ".eg~taba: s1 .algunas de s~s mdust1:1al secundarias conservaban una v1tahdad relativa, era gr acias a la nn: portación de los hierros de Suecia o de Rusia. Incapaz de bastarse. ~ sí misma, Inglaterra creyó poder sacar al menos de sus dependencia~ la materia prima que necesitaba, reservándose frente a ella~, el mono• polio de los productos manufacturados. Fomentar l~ producc1on de fu?: dición o de hierro en barras, prohibir, en camb10, toda competencia a las industrias de Sheffield y de Birmingham, tal fue la política adoptada, a partir de 1696, por el Gobierno de la metrópoli. Se aplicó suHuNTER, ob. cit., págs. 156, 169. Sobre Matthew Boulton, véase cap. IV, sec. IV. 3 Una empresa del mismo género y no menos importante era la d~ 1?~" Taylor hombre notable, a quien W. Hutton, en un transporte de admrrac1on, llama '«el Shakespear e o el Newton de su tiempo>>. El pr incipal mérito de este Shakespcare o de este Newton fue el de sobresalir en la fabricación de hebillas dr npalos y de tabaqueras maqueadas. Dejó una fortuna de 200.000 libras. VrnRC HUTTON, Will.: Hist. of Birmingham, pág. 103, y l as «Local Notes and Qn(•rics» de la Reference Library de Birmingham, 1885·1888, n úm. 1.906. 1

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cesivamente a Irlanda 1 y a las colonias americanas 2 ; pero los recursos de Irlanda se agotaron pronto, y los americanos, como se sabe, no se sometier on con agrado al régimen que se les quería imponer. El único t remedio eficaz contra el estado languideciente de la metalurgia inglesa, era la renovación de la técnica.

11 ¿Cómo podía haber escasez de hierro en un país en que los yacimientos "de hierro abundan? ¿Por qué la vida se retiraba de las regiones metalúrgicas antes flo recientes? Esto se explica por una r azón muy sencilla: la falta d~s.amh.ustible. Tal combustible, el único que entonces se sabía emplear en el tratamiento del mineral, era el carbón de madera. De ahí la posición de los altos horn os en medio de las comarcas selvosas de la Inglaterra meridional ; de ahí también el abandono completo en que habían queda do ciertos yacimientos demasiado alejados de los bosques. P ara alimentar el fuego de una fragua, se precisaba una gran cantidad de madera: en torno a cada establecimiento metalúrgico tenía l ugar una verdadera hecatombe de árboles. El desenvolvimiento de la industria del hierro parecía tener como secuela inevitable la explotación a ultranza y, finalmente, la destrucción de los bosques. Tal era al menos la causa a la que se atribuía su desaparición gradual, debida sobre todo, en realidad, a la roturación y a la extensión de los pastizales. Y era, desde hacía largo tiempo, un tema de inquietud pública: se temía que faltase madera para las construcciones navales 3 • Ya en 1548 una comisión nombrada para investigar sobre las destrucciones de bosques debidas l Los derechos de entrada sob re los hierros en barras de procedencia irlandesa fueron suprimidos por dos leyes de 1696 y 1697 (7.8 Will. UI, c. 10, Y 8·9 Will. JU, c. 20). Sobre el desarrollo de la in dustria del hierro en Irlan da a fines del siglo xvm, véase P ETTY, William: Political anatomy o/ lreland (1791). Sir William Petty poseía forjas en el condado de Kerry. 2 Véase BuscHING, Paul: Die Entwickelung der handelspolitischen Beziehungen zwischen England und seinen Kolonien bis mm Jahre 1860, págs. 34·37. La ley de 1750 (23 Gco. JI, c. 29) autoriza la importación en fra nquicia de los h ier ros americanos al puerto de Lon dres; esta autorización se extendió a todos los pu er· tos ingleses en 1757 \30 Geo. II, c. 16). Al mismo tiempo se vedaba a los colonos trabajar el h ierro o convertirlo en acero; todo taller abier to contrariamente a la ley y toda ¡náquina para forjar o estirar el metal eran declarados common nuisance y debían ser destruidos en el plazo de treinta días. 3 Esta preocupación se delata en Dud Dudley: «Si los bosques continúan disminuyendo y acaban por desaparecer, lo que constituye la mayor fuerza d e Inglaterra, sus navíos, sus mar inos, su comercio, su pesca y la fl ota de Su Majestad, nuestra arma ofensiva y defensiva, todo eso se habrá perdido para nos· otros. Es lo que, antes y después del año 1588, ha inducido a los pr edecesores de Su Majestad. . . a promulgar leyes para la protección de los bosques y selvas, puestos en tan gran peligro por las fraguas y fundiciones.» Metallnm Martis, página 2. "

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n lnR herrerías de Sussex, había comprobado una penuria de madera tnn grande que los puertos de la Mancha estaban amenazados de quedar sin combustible, y que «los pescadores, a su regreso al puerto, no tendrían muy pronto nada con qué calentarse ni secar sus vestidos» 1 • Bajo el reinado de Isabel se proclamaron varias leyes con objeto de proteger los bosques: limitaron el número de fraguas en ciertos condados y prohibieron establecer ninguna en un radio de veintidós millas alrededor de Londres 2 • Pero estas leyes chocaron con una necesidad que no podían suprimir, y, por otra parte, no hacían nada contra algunas de las causas reales y activas de la despoblación forestal. La obra de destrucción continuó cada vez más: «Quien haya visto en otro tiempo los montes de Sussex, de Surrey y de Kent, ese gran vivero de robles y de hayas 3 , encontrará, en menos de treinta años, un cambio singular: unos años más tan desastrosos como los precedentes, y muy pocos de esos bellos árboles quedarán en pie» 4 • De las selvas del Sur, las primeras atacadas, el mal se propagó hacia el Oeste y el Centro: ccEl estrago causado por las forjas en los bosques de los condados de Warwick, Stafford, Hereford, W orcester, Monmouth, Gloucester y Salop [Shropshire] es algo inimaginable» 5 • Las mismas quejas se suce-dieron con respecto a Irlanda: ccHace unos sesenta años [bajo la Restauración] estaba meior provista de robles de lo que estamos nosotros al presente; pero las .fraguas que se han montado después han aclarado en poco tiempo sus montes, hasta el punto que los industriales no tienen ya suficientes árboles para producir la corteza necesaria para sus tenerías: ahora se ven obligados a traer corteza de Inglaterra y madera de Noruega, y a exportar sus cueros en estado bruto ... » 6 • La gente casi había llegado a preguntarse si se debían contar las minas de hierro entre las riquezas de Inglaterra: «Estoy seguro-escril Asm:oN, T. S.: !ron and Steel in the industrial revol11tion, pág. 9 (que cita Sussex Arch. Coll., XV, 21, e Hist. MSS Comm., Hatfield House, XIII, 19-24). 2 1 Eliz., c. 15 ( 1558); 23 Eliz., c. 5 ( 1581); 27 F.liz., c. 19 ( 1585); 28 Eliz., c. 3 (1586). La ley de 1581 obligó a cambiar de residencia a una parte de los maestros herreros de Sussex; muchos fueron a establecerse al País de Gales. Véase SMILES, S.: Industrial Biography, págs. 41-42. 3 De estos bosques es de donde Weald ha derivado su nombre. '1 Véase NoRuEN, John: The surveyor's dialogue, pág. 214 (1607). 5 Texto citado sin referencia por ScRIVEN011: Hist. o/ tite iron trade, página 69 (escrito entre 1720 y 1730, como lo demuestran las cifras de importación mencionadas). 6 Idem, ibíd. Una opinión algo diferente fue expresada en 1749 por los curtidores de Sheffield, quienes protestaron contra el bill que favorecía la importación de los hierros americanos: «Si c1 bill se llevaba a efecto, los hierros ingleses sufrirían la competencia de productos menos caros; en consecuencia, un gran número de altos hornos y de fraguas serían abandonados, los bosques que los abastecen de combustible quedarían en pie, y los c urtidores no sabrían dónde encontrar la corteza de roble necesaria para su trabajo.» ] ourn. o/ the House of Commons, XXV, 1019. Peticiones análogas ele los curtidores de Gloucester y de Southwark, ibíd., págs. 1048 y 1051.

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li111 Andrcw Yarranton~de que voy a atraer sobre mi cabeza un enJlllllhrc de avispas. Porque, dicen algunos (hay incluso muchos que 1• creen llenos de sabiduría), más valdría que no hubiese forjas en lnp;lalerra y que no se produjese hierro, pues son las forjas las que ilC"voran todos nuestros árboles» 1 . El combatía enérgicamente esta opinión, y se esforzaba en mostrar que a la industria del hierro no se la pnclía hacer responsable de la conversión de los bosques en campos 1·11llivados y en facerías 2 • Causada o no por esta industri a, la despohlnción de arbolado tenía para ella las más enojosas consecuencias. Con lm1 montes desaparecían los altos hornos. Al escasear el combustible, 110 elevaba el precio de coste del metal, y toda medida de protección 1·ontra la competencia extranjera resultaba forzosamente impotente, ya que la producción nacional era muy inferior al consumo. La metalurgia inglesa tenía que resolver esta dificultad o perecer. La solución parecía ofrecerse espontáneamente: ¿no se tenía la hulla para reemplazar al carbón de madera? La hulla, en efecto, era C'Onocida y empleada en Inglaterra desde hacía siglos. En los términos de una carta de privilegio del año 852, citada en la Anglo-Saxon Chronicle, un tal Wulfred se comprometía a proporcionar a los monjes de la nbadía de Medhamstead, entre otros censos anuales, ccsesenta cargas de madera, doce cargas de carbón de piedra ( grrefa) y seis cargas de l 11rba» 3 • El uso de la hulla estuvo muy difundido en las ciudades ingle~as durante toda la Edad Media 4 • Se la traía de las cuencas hulleras i;itu:i.das en las orillas o en la proximidad del mar: de ahí el nombre un poco singular de carbón de mar (sea coal) que se encuentra frecuen1cmente en los textos anteriores al siglo XVIII :; •

YARRANTON, Anclr ew : England's improvement on sea and land, I, 56. ldem, ibíd., II, 163-64-. La misma cuestión se planteó en Frnncia hasta una 1~poca mucho más reciente. Véase BONNARO : «Mémoire sur les procédés employés en Angleterre pour le traitement clu fer par le moyen de la houille», ]oumal des Mines, XVII, 245 (año XIII): «Las n umerosas herrerías espar cidas por todos los puntos de Francia y que apenas bastan para las necesidades multiplicadas de nuestra agricultura, de nuestras fábricas y de nuestros arsenales, consumen cada niio una cantidad de carbón de madera que cuando se calcula parece verdaderamente aterradora, y, desgraciadamente, está fuera de duda que en muchas partes del Imperio este consumo está en una proporción demasiado grande con respecto u1 estado actual de decaimiento en que se hallan nuestros bosques.» 3 Anglo-Saxon Chronicle, año DCCCLII. La palabra grrefa, grre/an, se relaciona con la raíz germánica grab (alemán grab, inglés moderno grave). Véase lloswoRTH: Dictionary of the Anglo-Saxon language, en la palabra «Grrefa». 1 • Muchos se quejan de su olor y de su humo. Eduardo 1 quiso prohibir su 11~0 en Londres. Véase CuNNINCHAM: Growt o/ English industry and commerce, 1, 173. Sobre su empleo en el obispado de Lieja, en los siglos XII y Xlll, véase lkcK, L.: Geschichte des Eisens, 11, 101. J Por ejemplo, en un pasaje muy conocido de las Alegres comadres de Wind.~or , acto 1, escena IV: «Go, and we'll have a possel for iL soon al night, in faith, .11 the lauer end on a sea-coal tire.»' l 2

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l~l carbón consumido en Londres venía sobre todo de Newcastle: orn objeto de un tráfico muy importante, que había hecho de esta ciudad 1111 gran puerto y uno de los principales centros de reclutamiento de la marina real. Este comercio se extendía hasta los países extranjeros, y daba tales provechos que se lo comparaba, bajo este aspecto, a las empresas coloniales: las minas de Northumberland 1 eran ya «las Indias Negras>> 2• La importancia de Newcastle y de su comercio no se explicaría si la hulla solo hubiera servido para la calefacción de las casas y demás usos domésticos. Se empleaba, en efecto, en un gran número de indusdustrias. Una petición de 1738, que solicitaba del Parlamento que tomase medidas contra el alza excesiva del carbón, estaba firmada por ce los vidrieros, los cerveceros, los fabricantes de licores, los refinadores, los jaboneros, los herreros, los tintoreros, los ladrilleros, los caleros, los fundidores, los estampadores de indianas» 3 • No dejará de advertirse que los herreros y los fundidores figuran en esta lista: ¿no bastaría 1 Las del País de Gales también fueron explotadas desde muy pronto. Defoe menciona la ciudad de Swansea, que enviaba grandes cantidades de carbón a Somerset, Devon, Cornualles y a Irlanda. Tour, III, 82. 2 Según BRAND : Hist. o/ Newcasúe, II, 273, este comercio ocupaba, en 1705, a 1.277 embarcaciones de gran tonelaje. «Las minas de carbón deben ser estimadas como una de las causas que más han contribuido a extender la navegación y la marina en Inglaterra. Esta sola rama del comercio emplea más de 1.500 buques de 100 hasta 200 toneladas y se la juzga como la escuela de los marineros de la marina inglesa. Lo cual ha hecho dar a estas minas el nombre de Indias Negras.» La riqueza de Inglaterra ( 1773), pág. 56. DuoLEY escribía ya: «Los territorios de Gran Bretaña son nuestras Indias del Norte, ricos en minas y en metales.» Metallum Martis, pág. v. 3 Journ. o/ the llouse o/ Commons, XXIII, 263. En algunas de estas industrias la hulla no parece haberse introducido más que a finales del siglo XVI o principios del XVII: «En los ladrillares, las cervecerías, las tintorerías, las fundiciones de cobre, los únicos combustibles empleados hace solo algunos años eran la madera y el carbón de madera; pero ahora se los reemplaza por el carbón de piedra, que da Lan buenos resultados.» STUllTEVANT, S.: A treatise o/ metallica, prefacio, pág. 8. Los herreros lo empleaban desde hacía mucho tiempo: «Antaño los herreros forjaban el hierro con un fuego de carbón de madera (y en ciertos sitios donde el carbón de madera es barato aún continúan sirviéndose de él); pero desde hace largos años se ha empleado y se emplea en su lugar el carbón de piedra partido en pequeños trozos.» Idem, ibid. Véase el pasaje donde Agrícola, en 15%, enumera los usos de la hulla: «Etenim fabri aerarii el Ierrarii carbonu¡n, quod eis multo diutius duret, vice ipso uluntur. Sed quia sua pinguitudine inficit ferrum et íragile facit, qui subtilia opera efficiunt hoc non utuntur, nisi eorum qui ex ligno fiunt magna fuerit penuria. Eodem bitumine hi, quos ligna deficiunt, cibos coquunt, caldaria, in quihus hieme degunt vitam, ealefaciunt, calcem urunt, vitium vero foetoris plerumque sale, in ignem injecto, corrigunt. Agricolae eodem vites oblinunt, quod vermes illarum oculos rodentes interficiat. Eodem, decoris gratia, quidam tingunt palpebras et capillos. In medicinae vero usu exsiccat et digerit. Atque ex dut·o político figurantur effigies hominum, globuli quibus numerantur preces, ge¡nmae annulis inferendae, aut funda claudendae.» AcnICOLA, G.: De natura fossilium , libro IV, pág. 237 (edi-

dl>n de 1546).

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para probar que la metalurgia, desde esa época, hacía corrienternon te uso de la hulla? La usaba, sin duda, pero solamente para algunas do sus operaciones. Para forjar o moldear los metales, la hulla tenía nproximadamente las mismas cualidades que el carbón de madera; pero 110 sucedía igual cuando se trataba de fundir las menas, y sobre todo In mena de hierro. Esta, bajo la acción de los compuestos sulfuroso~ qnc la hulla contiene en cantidad más o menos grande, y que se desprC'nden en el momento de la combustión, se altera y da una fundición impura, quebradiza, que es imposible trabajar con -el martillo. No se Mnhía cómo evitar este inconveniente. Así, la industria a la oue la hull'
~ BECK, L. : Geschichte des Eisens, II, l 249, cita privilegios análogos concedidos en 1589 a Thomas Proctor y William Peterson, y en 1607 a Robert Chantrcll. ¿Pero empleaban estos la h ulla y la turba ( «Slone coal, sea coa!, pit coal and peat coa!») para fundir el hierro o solo para forjarlo? El texto de la pate,nte de Sturtevant está reproducido por extenso en el Treatise of Metallica, pags. 5 y sgs. 2 Distinguía, en lo que llamaba la heurética (del griego eóplC"f.W), dos parles, la parte científica y la parte mecánica: «La científica es la que prescribe reglas generales para todas las artes liberales, cuyo fin principal es la ciencia, fuera de todo resultado visible y de todo objeto material... La parte mecánica es la que prescril;>~ reglas generales para todas las artes no liberales que tienden a un resultado v1s1hle y a un oh1eto material. Y una invención de esta última especie se llama una invención mecánica.» Treatise o/ illetallica, púgs. 50-51. Los .in~entos, según Sturtevant, se dividían en inventos mixtos e inventos puros, cons1st1endo unos en aplicaciones nuevas de un principio ya conocido (ejemplo el molino de viento, inventado después del molino de agua), y basándose lo~ otr~s, por el contrario, en un principio nuevo (ejemplo, la i¡nprcntu). Jbid., púg. 56. 3 !bid., pág. 82. «Equi-su fficiency, eqi\i-excellency, cqui·chcapnes».

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lil'I' hecho reunía, a su entender, dos de estas ventajas. En primer lu¡.1ur permitía realizar en la fabricación una economía muy considerable: un alto horno gastaba en carbón de madera 500 libras al año; el empleo de la hulla debía reducir este gasto a la décima parte 1 . Nada se opondría, según esto, al desarrollo rápido e indefinido de las industrias metalúrgicas. Y al mismo tiempo se preservaría la existencia de los bosques: consideración que, lejos de ser accesoria, er a quizá la • que importaba más a los contemporáneos 2 • Así, pues, comprendió e indicó muy netamente el mmenso beneficio que debía resultar para la industria del hierro del uso de la hulla. ¿Pero fue más lejos? ¿Era verdaderamente un inventor o solamente un hombre de proyectos? Estamos bastante bien enterados de lo que pensó y bastante mal de lo que hizo. Sin duda, había r enunciado a servirse de la hulla cruda, pues habla de una preparación «que tiene por objeto separar todo lo que podría corromper o alterar el metal 3 • Tal vez logró fabricar el cok. Pero es probable que no supiese sacar partido de este primer invento, porque al cabo de un año apenas fue declarado nulo su privilegio, como habiendo abandonado por propia iniciativa su empresa 4 • Sus derechos fueron transferidos a un protegido del prín cipe de Gales 5 , John Rovenzon, que prometió a su . vez el oro y el moro, y no consiguió mejor que su predecesor cumplir sus promesas. Este doble fracaso era de mal augurio. Pero las dificultades que atestiguaba no detuvieron las investigaciones, provocadas por la necesidad práctica. Quien parece haberse acercado más a la solución definítiva es Dud Dudley, personaje extraordinario, al que ciertos técnicos reconocen un valor que para otros permanece discutible 6 • El mismo nos ha contado la historia de su vida 7 • Hijo natural de Eduardo, conde de Dudley, fue colocado, recién salido de la Universidad de Oxford, al frente de las fraguas que su padre poseía en el bosque de Pensnet, en Worcestershire. Fue allí donde, en 1619, se dedicó a sus primeras experiencias: «La madera y el carbón de madera escaseaban, y en los Treatise of Metallica, pág. 2. SrunTEVANT vuelve sobre ello a menudo, con marcada insistencia. Ibídem, págs. 2, 8, l 05. 3 l bíd., pág. 106. Véase P ERCY: !ron and steel, pág. 882. . . d ROVENZON, John: A treatise o/ metallica, bnt not that which was published by Mr. Simon Sturteuant upon his patent, pág. A. BEcK, L.: Geschichte des Eisens, II, 1253-54, toma partido contra Sturtevant, tratándolo de charlatán y de timador . 5 H enry Stuart, primogénito de J acoo 1, que murió en 1613. 6 MusHET, D.: Papers on iron and stecl, págs. 43 y 401, y PERCY: !ron and steel, págs. 884-85, hablan con estima de sus tra bajos. AsHTON, T: S.: !ron and steel in the industrial revolution, págs. 11-12, se mantiene escéptico. 7 En ]a obra titulada Metallwn Martis, or iron made with pit-coal, sea-

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contorn os inmediatos del alto horno había hulla en g ron cantidad. Esto fue lo que me determinó a modificar la estructura del hogar para tralnr ele meterle hulla... El éxito que obtuve desde el primer ensayo me animó... Después de un segundo ensayo vi que el metal obtenido con mi nuevo procedimiento era de buena calidad. La cantidad dejaba que desear, ya que no pasaba de tres toneladas por semana: pero no dudaba que llegaría a perfeccionar mi invento» 1 ••• Hizo presentar muestras al rey Jacobo, las cuales fueron reconocidas como «de buen hierro comercial)), y habiendo caducado el privilegio de Sturtevant y de Rovenzon, pudo sacar en seguida una patente a nombre de su padre, lord Dudlcy 2 • No lo seguiremos a través de todas las vicisitudes de su existencia agitada. Tuvo que sufrir los percances habituales de los inventores. Los nitos hornos que había construido cerca de Stourbridge, en la re<>"ión de Birmingham, fueron arrastrados por una inundac ión 3 • Más ta~de, establecido en Sedgaley, Staffordshire, se vio expuesto a la envidia de los maestros de forjas, que excitaron a sus obreros contra él: su establecimiento fue invadido y saqueado 4 • En medio de sus apuros, el r ey Carlos 1 le dio señales de su benevolencia, y hasta accedió en 1638 a otorgarle la renovación de su privilegio 5 • P ero casi en seguida estalló la guerra civil. Dudley, realista exaltado, abandonó sus fraguas para alistarse en la caballería del príncipe Ruperto. Se distinguió por su valor y llegó al grado de coronel. Terminada la guerra con la derrota y la muerte del rey, se encontró arruinado, aislado, sospechoso 6 • No podía pensar en defender su privilegio: consintió incluso en ayudar-sin confiar, no obstante, su secreto- a algunos de los que intentaban, por métodos más o menos análogos al suyo, obtener los mismos resultados. Primero fue a cier to capitán Buck, que, asociado con Edward Dagney, <mn ingenioso vidriero », se había instalado en el bosque de Dean: su procedimiento consistía en aislar la mena de la hulla colocándola en crisoles de barro cocido. Pero los crisoles estallaron y las experieneias

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coaf, etc., and with the same fuel to melt and fine imperfect metals, and refine prrfl'ct metals (1665).

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Metallum Martis, pág. 6. Esta patente fue renovada en 1621 p or un período de catorce años. Véase

A bridgments

o/

specifications relating to the manufacture of iron and steel,

pág. 1 (patente núm. 18). 3 Metallum Martis, pág.' 13: «En la parte baja de la ciudad ele S toubridge las gentes salvaron a duras penas sus vidas refugiéndosc en el último piso de sus casas.• 4 l bíd., pág. 16. 5 «M! muy querido señor, nuestro santo mártir Carlos 1- quc su memoria sea por ~1empre bendecida-me estimuló concediéndome, en el decimocuar to año d~ su remado, cartas patentes para confirmar mi derecho excluRivo de fundir el hierro Y de preparar y refinar todos los metales por medio de ca rhón de piedra y de turba.» !bid., págs. VII y 17-18. 6 lbíd., págs. 17-20. Sus fraguas habfap sido clcs1ru ídus por tercera vez por el ejército republicano. MANTOUX.-

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11111 i¡ue se había interesado Cromwell quedaroi: interrumpidas. . Co•y que en 1656 hizo en los alrededores de Bnstol una tentativa sepnl1 ' , ·d ' l f 11 d moiante, no tuvo más éxito: Dudley habia constru~ o ~ara e . ue es e grandes dimensiones «que un solo hombre podia, sm fatiga, ~acer

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funcionar durante nna hora 0 dos» 2 • La cuestión seguía en el mismo punto cuando la Restauración devolvió a Dudley la esperanza de entrar en posesión de sus derechos y de poder reanu?ar su empres~. Sus diligencias fueron acogidas con bastante fnald~d. Fue enton.ces cuando escribió y , dedicó «al honora?le Gran Conse¡o de Su Ma¡~slado Metallum Martis , que es a la vez una .autobi.:ita d» su li.bro tºt i u . grafía y una defensa en favor de su invento. Recorda~~ las mqmetudes causadas desde hacía largo tiempo por la destrucc10n de lo~ bosques y las leyes vanamente promulgadas para detenerla. El rerr_iedio q?e · de dan-ar al desenvolvimiento de, la metalurgia, , l e¡os propoma, 1 · debia, d por el contrario, favorecerlo. Insistía sobre el numero .Y a r~queza. c los yacimientos hulleros, situados a me:iudo en la ~ecmdad i~~:diat:i de las minas de hierro. Citaba como e¡emplo el pais don?e a ia vivido y trabajado durante su juventud; , alrededor. del castillo. de Dudley había encontrado las capas de carbon y los fil~n.es de romeral superpuestos unos a otros, estos aflorando a la superficie del suelo, aq~e­ llos a una profundidad de diez yardas apenas. Y eso en una regt~n donde las fraguas paraban por falta de leña 3. El aliento y la ~Yr. a que pedía, después de tantos sacrificios, debían apro~echa;r al pu~ ico más aún que a él mismo: «Créeme, lector, no es un mteres pnva . o o olítico lo que me inclina a obrar, sino únicamente ~l deseo a~bd1ente P · · como conviene · de ser útil a un h omb re h onra do , patnae ' parenti us et amicis» 4 . Había en este llamamiento, t~n di?n? de ser escuchado, au~­ que nada más hubiese sido por interes p~~ct1co, algo de noble y le conmovedor. Y, por otra parte, la abnegac1on probada de Dudley a a ausa real parecía recomendarlo a los favores de Carlos II. Plero es dlo C · ta ·a con a gunos e r 't d propio de las restauraciones el mostrarse mgra s par d sus viejos partidarios. Dudley fue de esos. Le fu.e, nega ª s~ so ic~~e­ y abrumado por esta decepción suprema, renuncio a ocupa1se en, l~nte de su invento. Murió oscuramente en 1684 y su secreto con el. --, d 1 'tán Buck está fechada 1 Metallum Martis, pags. 21-25. La patente e capi d .
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Aunque no esté corroborado por ningún contemporáneo, su propio testimonio sobre los resultados que obtuvo ha sido aceptado en el siglo xrx por técnicos calificados 1 • Afirma haber producido una fundición de buena calidad por un precio de coste de cuatro libras esterlinas, en lugar de seis a siete libras, que era el precio habitual 2 , lo que habría trastornado la industria metalúrgica. Es sorprendente que con tal veniaja sobre todos sus competidores no haya triunfado al fin. Además, como ha hecho observar uno de los más recientes historiadores de la revolución industrial en el dominio de la metalurgia: «Si Dudley esta.h a animado por un noble patriotismo y por el solo deseo de ahorrar la madera de que dependía la seguridad de Inglaterra, es extraño que se haya llevado su secreto a la tumba ... Su memoria no menciona ninguna tentativa de transformación del carbón en cok; ahora bien, parece que los fu elles de que se disponía en el siglo XVII no habrían permitido obten.er un hierro de buena calidad mediante el empleo directo del carbón» 3 • Sin duda, nunca sabremos si Dudley ha sido poco o mucho unl precursor en cuanto al invento que en el siglo siguiente iba a revolucionar la industria o si no era más que un soñador y un aventurero que ha sabido presentarse ba jo un aspecto interesante y novelesco. Después de Dudley volvió a empezar la serie de vanas tentativas. Un alemán llamado Blauenstein levantó en 1677, cerca de Wednesbury, un alto horno «tan ingeniosamente construido que muchas personas pensaban que triunfaría» 4 • Era un horno de reverbero propiamente dicho, en el que la llama, al encorvarse, venía a lamer la mena, colocada completamente fuera del hogar. Pero la llama, cargada de vapores sulfu rosos, alteraba la fundición casi tanto como el contacto inmediato de la hulla en combustión 5 • Blauenstein empleaba la hulla sin someterla a ninguna preparación; sin embargo, el uso del cok se difundía cada vez más : había llegado a ser completamente corriente en ciertas indus1 Es la opinión de MusHET, David. : Papers on iron and steel, pág. 43. Véase PEncv: !ron and steel, pág. 885; BECK, L.: Geschichte des Eisens, II, 965. 2 Metallum Martin, págs. 14-15. Lo vendió hasta 12 libras la tonelada. 3 AsHTON, T. S. : !ron and steel in the industrial revolution, págs. 11-12. 4 PLOT, R.: Natural history o/ Staffordshire (1686), pág. 128. La patente concedida a Blauenstein (bajo el noµib re inglés de Blewstone) eslá fech ada el 25 de octubre de 1677 (núm. 198). Véase Abridgments of specifications relating lo iron and steel, pág. 3. 5 Idem, loe. cit.; BECHER, J.: Narrische Weisheit und weise Narrh eit, pág. 34, pretende que Blauenstein logró resolver esta dificultad : aYo he visto recientemente la prueba en casa del príncipe [Ruperto ]: un instrumento, hecho de metal fundido según este método, que presentaba todos los caracteres d el hierro maleable.» Pero: 1.0 el testimonio de Plot es posterior al de Becher (1686 y 1683); en el intervalo se había podido juzgar el valor real del invento; 2.0 Plot, que vivía en Inglaterra y escribía la historia, del condado donde habían tenido lugar las experiencias, ha debido recoger informes más directos y más completos ; 3.0 Becher, compatr iota de Blauehslein (no se olvida de hacer notar que es un alemán, ein Teutscher), es sospechoso de parcialidad en su favor.

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GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPl\ESAS

gi~: todos los herreros que lo habían rnan servirse de él ni aunque s 1 e~~ayado declaraban que no queprospectos en los que contand e es iera gratis. Se lanzaron falsos al público a suscribir' sumas faºbulcon estosS bellos resultados se invitaba .1 osas. « e ac t , . 1 tos ir andeses de Mr. Wood» i Una r · b ep a~an me uso los cuarfue obligado a prestarse re~ató p ue af ª~!e !estigos, a la que W ood _ ' su con us10n Lo e 1 . 'd" . q ue . e1 mismo ano un tal William Fallowfi ld . . ua no imp1 lo un mvento análogos. hasta t 1 e anunciase ostentosamente ~ión al problema qu~ interesa~a )unto. se d7seab~ encontrar una soluª existencia misma de la metalurgia mglesa,

11 ins. En particular los cerveceros lo empleaban con preferencia al car-

b6n de madera 1 • Fue con el cok con lo que se hicieron entre 1726 y 1734 las experiencias desgraciadas de William Wood. Este W ood fue un personaje célebre en su tiempo: contra él escribió Swift, con un brío tan admirable como injusto, sus Cartas del pañero. La acuñación de la moneda de vellón para Irlanda, que le valió los ataques apasiona· dos del temible libelista, no fue más que una de sus numerosas em· presas. Poseía forjas y talleres de quincallería y había tomado en arrien2 do la explotación de las minas en toda la extensión del dominio real • Habituado a los grandes proyectos, soñaba con crear en su provecho un gigantesco monopolio, renovando la técnica de la industria del hierro. En 1726 se instaló en Whitehaven, Cumberland, e intentó producir fundición mezclando la mena con cok pulverizado en un horno de reverbero 3 • Los resultados no fueron muy satisfactorios, si hay que creer a un juez competente, Swedenborg, que antes de fundar una religión 4 fue asesor de minas y escribió sobre química de los metales • Wood no dejó por ello de pretender que estaba o estaría bien pronto en condiciones de producir excelente hierro maleable en cantidad indefinida. Hablaba de tomar a préstamo un millón de esterlinas y de montar cien altos hornos 5 • En 1728 firmó un contrato por el que se comprometía a entregar a la Compañía Real de Minas 30.000 toneladas de hierro en barras de 11 y 12 libras la tonelada 6 • No habría adquirido tales compromisos de no haberse creído muy cerca de la meta. Pero se equivocaba al contar así con el porvenir. Cuando en 1729 solicitó una carta de monopolio que quizá le hubiese permitido salir del paso comprando los altos hornos existentes, fue intimado a que proporcionara en seguida la prueba de su descubrimiento. Las burlas y las injurias comenzaron a llover sobre él. Se lo acusó de estafa: el hierro que mostraba a los expertos estaba fundido, se decía, con carbón de madera; lo que obtenía por su maravilloso procedimiento era una fundición negra, tosca y frá1 «Los cerveceros tienen una manera de calcinar el carbón de piedra totalmente igual que se carboniza el carbón de madera ... Se da al carbón así preparado el nombre de cok ( oak); da casi tanto calor como el carbón de madera y puede reemplazarlo en casi todos los casos, exceptuando, no obstante, cuando se trata de fundir y de refinar el hierro.» PLOT, R., loe. cit. 2 The present state o/ Mr. Wood's mine partnership (1720); ANDERSON, A.: Historical and chronological deduction o/ the origin o/ commerce, III, 124. 3 Patente del 18 de septiembre de 1728 (núm. 502). Véase Abridgments o/ speci/ications relating to iron and steel, págs. 5-6. 4 «Tcntamen novum Angliae venim ferri fundendi in caminis reverberii per carbones lapídeos sive Iossiles.» Regnum subterraneum: de Ferro. Obras. III 160-62. , • 5 To all lovers o/ art and ingenuity, pág. 2; A letter f rom a merchant at Whitehaven to his friend in London, pág. 3. G A letter from a merchant, pág. 2. El precio del hierro de Bilbao, en el morcado de Londres, se elevaba a 15,5 chelines; el del hierro sueco, a 16,5 chelines. ROCERS, Thorold: Hist. od a,,"Ticulture and prices in England, VII, 387.

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Una familia, o mejor d.icho una dinastí d Darby de Coalbrookdale hall' f l a e maestros de forjas, los buscaba en vano. Hoy ~abe;o;or m ~ que desde hacía un siglo se abuelo, el primer Abraham D b que el mv.e_nto debe ser atribuido al . h" d . ar y, que muno en 1717 E , I o, I Jo e granJeros que ejer . , . . ra un cuaquetor de molinos y lueg'o el de f ~1~ pnm~ramente el oficio de construcr~nte un viaje que hizo en 170: {Ji~~t~bs:r cacharros ~e fundición. Dud1dores holandeses y en 1707 . vado los metodos de los funThomas, obtuvo u~a patente ' con1~ntame?te .c,on otro cuáquero, John utensilios panzudos vaciado «para lad fabncac10n de marmitas y otros · ill d ' s en mo es de aren gre osa» 4 . En 1709 se establ . , C lb a, sm are a ni tierra hampton, en los confines de en" oa rookdale, no lejos de Wolverpor excelencia de los inventos ~r~;?n _de los Midlands, que es el país l~~g1co~, como _Lancashire lo es de los. inventos textiles. El vall~ del qmerda del Severn era un t' o roo ' pequeno afluente de la izabandonado, aunq~e sus alr~~ rguo centro .de fraguas poco menos que de arbolado. Había en s ~d~res ~stuv1esen todavía muy poblados fáciles de explotar . Habu' pr~x1m1Ddadb1mportantes yacimientos de hulla d . l ia visto ar y desde l . . . l e esta situación? Lo cierto e prmc1p10 as ventajas 1 seguida trató de sacarle pa t' des que o comprendió rápidamente y en E d'f ·1 r i o. s I ~c1 p1~ecisar la fecha de la invención E mueh os anos mas tard d b. · n una carta escrita posa del segundo Abrah:m ~se~ ier~a recientemente, Abiah Darby, esaño 1709 vino s a instalars a~ yib ace el relato siguiente: <
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l A letter /rom a merchant in Whiteha . o/ England; An account o/ Mr Wo d' . ven to an. iron master in the South l'Oal ; Beware of bubbles. Todo~ estoº iron ma~e with pulverized ore and pit seum bajo la signatura 816 m. 13 (ls3) olletos estan reunidos en el British Mu2 Gentleman's Magazine - 1731 · , 3 Mr. William Fallow/ie/d~o ' plags. 187 y 219. d · s proposa /or mak · · · /JOLL: s a tun, in pursuance o/ a patent ranted . mg iro~ WI/ h peat, at ten 1 . S~m~s: Industrial Biography, / 81 . '.~m by ltis late Majes1y (1731). the lindustrial revolution, pág. 27. P g. ' sm ON, T. S.: lro11 anrl steel in

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El primer Abraham Darby.

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uhJoLos de hierro, procedentes de este alto horno, que funcionaba con C'llrbón de madera, ya que todavía no se había pensado en emplear el carbón de piedra. Algún tiempo después expresó la idea de que tal vez sería posible obtener hierro tratando la mena en el alto horno con carbón de piedra: primero hizo ensayos con el carbón crudo, tal como salía de las minas, pero no logró resultado. Sin desanimarse hizo tostar el carbón para obtener las cenizas, como se hace con la malta para 1 secarla, y entonces lo consiguió y le dió satisfacciónl> • Este relato concuerda con la mención hecha por Darby en su Memorandum del empleo que hizo en 1713 de una mezcla de cok, turba y cisco 2 • Pero del examen de los archivos de la fábrica resulta que des· de 1709 las compras de hulla eran habituales, mientras que se señalan muy pocas compras de carbón de madera; el mismo año se pagaron ciertas sumas a los «tostadores de carbónl>, lo que significa que Coalbrookdale fabricaba y empleaba el cok. Pero fue preciso, i;in duda, algún tiempo para vencer las dificultades que, desde hacía tantos años, se habían comprobado como insuperables. El problema era complejo 3 y quedaba verosímilmente mucho por hacer después de la muerte prematura de Abraham Darby. Su hijo, que no dirigió el establecimiento de Coalbrookdale más que a partir de 1730, perfeccionó los procedimientos de fabricación del cok, reforzó los fuelles, que eran accionados por ruedas hidráulicas e imaginó, para impedir la alteración del metal durante la fusión, mezclar la mena con ' cal viva y otros cuerpos que sirvieran de reactivos. Mientras que su padre jamás había fabricado más que fundición él logró producir hie4 rro en barras a partir de la fundición con el cok • Pero transcurrieron /\ años antes de que este descubrimiento, cuya necesidad se hacía sentir tan vivamente, fuese universalmente adoptado por la industria metalúrgica 5 • 1 AsrnoN, T. S., ob. cit., pág. 250. En la primera edición de la presente obra habíamos adoptado le versión de P ercy que, fundándose en una tradición familiar, atribuía el invento al segundo Abraham Darby (hacia 1735). Véase PERCY: !ron and steel, pág. 888. El testimonio de Mrs. Darby invalida esta historia: es evidente que ella nunca había oído hablar sobre el particular. 2 ScRTVENOR, H. : His tory o/ the iron trade, pág. 56, y BECK, L. : Geschichte des Eisens, Ill, 160·61. Ambos hacen datar el invento de 1713. «Para producir una calidad satisfactor ia de metal con el combustible mi3 neral hacía falta ante todo encontrar el medio de desembarazarlo de ciertas impurezas por la transfor¡:nación del carbón en cok; en segundo lugar, construir un alto horno suficientemente grande para que la mena pudiese permanecer en contacto con el combustible durante un tiempo más largo que por el procedimiento que empleaba el carbón de madera; y en tercer término, elevar más la temperatura por medio de fuelles más potentes.» As HTON, T. S., ob. cit., pág. 31. 4 PERCY, ob. cit., pág. 888, y AsHTON, T. S., ob. cit., pág. 251. 5 La primera mención pública del invento fue hecha en 1747, en la Royal Society (comunicación del profesor Mason, de la Universidad de Cambridge): «Se ha intentado varias veces emplear la hulla para tratar la mena de hierro;

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.La historia de este invento capital presenta más con la de los inventos textiles En b de un rasgo de se- i c1on de la técnica se ha h h - . am os casos la trnnsformay esta crisis es deb1ºda a u ec o necesdana por una crisis económica ' na ruptura e ilib · · ramas de la industria : la acf .d d 1 ~qu no entre las diferentes de Sheffield y de Birmingham 1v1 a r~ atb1va de los pequeños talleres lcnción del crecimiento o ,' qbu~ prlec1sda an de materia prima: la de · ' mas ien a ebilitaci' d l · d , on e a m ustria d~ s mmas y de los altos ho !.a 1 1 rnos, que no pod1a ya p . , 1 ..roporc1onarse a, ta.os son as causas del movimiento- cu ya etapa dec1s1va la constituye e~ mvento de Abraham Da b;;iE ' · b r ~ n cuanto a. sus consecuenc1as, · Jª an entrever, al menos en lo ya se deraleza nos ha dado tesoros d h' que co~c1frne a Inglaterra. (
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III Después de la invención de la s innin - . no bastaron ya para la ta D ? g 1enny, los telares a mano d rea. e1 mismo modo peo cuan o, gracrns al em1 de Ja hulla, se pudo produ - f d' . , Leó un nuevo pr oblema. . C, cir un 1c1~n en gran cantidad se plan? · c. orno convertH esta f
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1111ulora. Mientras que la producción de fundición aumentaba rápidaurnnle, la de hierro en barras se encontraba, pues, limitada. De ello resultaba una especie de atascamiento crónico de la industria, del que los maestros de forjas tenían motivos para preocuparse 1 • El único medio de hacerlo desaparecer era consumar la obra de Abraham Darby, llegar a emplear la hulla en el refinado de la fundición al igual que en el tratamiento de la mena. El período de tanteos fue relativamente corto. En .1762 fueron obtenidos resultados alentadores por J ohn Roebuck, el fundador de las fraguas de Carron. Era un hombre inteligente y culto que había estudiado química, al mismo tiempo que medicina, en Edimburgo y en Leiden 2 • Por lo que se puede juzgar, su invento se aproximaba bastante a la pu· delación. tal como se practica hoy día 3 • Ignoramos lo que le faltó para alcanzar el éxito. Sin duda, el metal obtenido no era bastante puro y no habría podido sostener la competencia formidable del hierro ruso 0 del hierro sueco. Un procedimiento análogo fue hallado en 1766 por dos obreros de Coalbrookdale, Thomas y George Cranage. Con ayuda de su patrono, Richard Reynolds, yerno del segundo Darby, construyeron un horno de reverbero, análogo al que Blauenstein había levantado no lejos de allí un siglo antes 4 • Sus experiencias, como las de Roebuck, concluyeron en un triunfo a medias. ¿Comprendieron exactamente la naturaleza de la operación que se trataba de efectuar? Es poco probable, ya que la presencia del carbono en la fundición y la descarburación por la que se aisla el hierro puro son nociones totalmente modernas. Es sabido el estado en que se encontraba la química antes de Priestley y Lavoisier. Una vez más la práctica adelantó a la teoría, bajo la presión de la necesidad económica. El precio elevado del hierro en barras importado de Suecia y de Rusia 5 sin el que no se podía pasar en tanto que la

Algunos buscaron soluciones en el extranjero, parLicularmente en Suecia. Véase sobre el viaje de Samuel Garbett, de Birmingham, en 1763, los documentos citados en el Calendar o/ Home O/fice Papers, 1760-3765, núm. 1.359. 2 Véase sobre Roebuck la excelente reseña del Dictionary o/ National Biography, XLIX, 93-95, y }ARDINE: «Account of John Roebuck», Transactions o/ the Royal Society of Edinburgh, IV, 65 Y sgs. 3 Patente del 25 de octubre de 1762 (núm. 780): «La fundición en lingotes se funde en un horno calentado con un poco de hulla, bajo la acción de una corriente de aire, y el metal se trabaja hasta que se reduzca al estado de natu· raleza (?). Entonces se retira del fuego y se tritura, luego se expone a un fuego de refinado alimentado con carbón de piedra, hasta que se forme una lente, que se gol~ea con el fin de convertirla en una .barra de hierro.>~ Abridgments o/ specifications relating to the manufactures of iron and steel, pag. 9. •L Patente del 17 de junio de 1766 (núm. 851). Los hornos de reverbero eran numerosos en Suecia, donde se los empleaba sobre todo para poner al rojo el hierro en barras antes de forjarlo por segunda o tercera vez. Véanse papeles de WEocwooo, Josiah, British Museum, Additional MSS, 28.311, pág. 9. s Desde 1700 se había producido una fuerte subida (véase WARNER, Town11ond, t.111 Social England, V, 465). Las últimas cifras auténticas recogidas por l

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p• oducción inglesa permaneciese insuficiente, es una de las causas que llf'livaron las investigaciones, emprendidas en varios puntos a la vez 1 • l .1t pudelación fue inventada, con algunos meses de intervalo, en el sur il1•l País de Gales y en Fontley, cerca de Portsmouth. Los dos inventores 110 se conocían y, por lo demás, tuvieron destinos muy diferentes. Petc•r Onions 2 , capataz de forjas en Merthyr-Tydvil, siguió en la oscurid11d: Henry Cort 3 , proveedor del Almirantazgo, en relaciones con altos pl'l'sonajes, pudo en seguida dar a conocer su procedimiento y acometer 11 11 explotación comercial. Si el mérito del invento no recae sobre él 1wlo, al menos desempeñó el papel principal en la transformación de la Industria que fue su consecuencia. Conviene dar aquí una descripción sumaria de la pudelación'. La Í11ndición, cargada de impurezas, se parte en primer lugar en trozos y 11r refina sobre un fuego de cok, lo que le hace perder algo de su carbono. Luego se pone en un horno de reverbero con escorias ricas en óxido de hierro; desde el momento en que entra en fusión, el carbono que lodavía contiene se combina con el oxígeno: para acelerar esta combi11nción se remueve fuertemente el baño metálico por medio de un ¡.tnncho o hurgón. En seguida se produce una especie de ebullición, con una llama azul característica, debida a la combustión del óxido de carhono. Se continúa agitando la masa incandescente, haciendo variar, por momentos, la intensidad del fuego: poco a poco el metal se va reuniendo en una lente esponjosa. Se recoge esta lente, se lleva bajo el martillo que extrae sus escorias y finalmente se lamina entr e cilindros. El empleo de la laminadora era quizá la parte más original del invento de Cort: ubreviaba singularmente la operación laboriosa del martilleo y permitía producir de prisa y en grandes cantidades 5 • Tal es el procedimiento, Th. Rogers están fechadas en 1763 (Estocolmo, 17 a 22 libras, y Gotemburgo, 17 libras la tonelada, Hist. of agriculture and prices, VIII, 389). De acuerdo 1·011 ScRIVENOR: Hist. o/ the iron trade, pág. 93, en 1791 el hierro de Oregrund vulía 24 libras. 1 Citemos como recuerdo las de John Cockshutt (1771); véase Abridgment$ 11/ specifications relating to the manufactures o/ iron and steel, pág. 13. 2 P atente del 7 de mayo de 1783 (núm. 1.398), Abridgments, pág. 19. 3 Patente del 13 de febrero de 1784 (núm. 1.420), Abridgments, pág. 21. Véase en AsuTON, T. S., ob. cit., págs. 87-103, páginas de gran interés sobre la c·urrera de Henry Cort y 'sus inventos. 4. Tomamos los elementos de esta descripción de BONNARD: «Mémoire .ur les moyens employés en Angleterre pour le traitement du Ier par le moyen ele la h ouille», Journal des Mines, XVII, 270 y sgs. (año XIII). No hemos tenido 1·11 cuen ta, naturalmente, los perfeccionamientos r ecientes, mencionados en obras "omo el Manuel de LEDEBUR. ~ Carta de Raby de Llanelly a Coningsby Cort, 20 de junio de 1812: uLa ulca de producir hierro en barras en grandes cantidades y haciéndolo pasar enll'o cilindros acanalados después de la pudelación, en lugar de 1rnbajarlo a marti llo, era enteramente nueva y original.» WEBSTEll, Th.: uMcmoir of Ilenry Cort», /lf cchanics' Magazine, nueva serie, II, 53. Cfr. peLición do los hijos de Cort a

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un puramente empírico, de acuerdo con el cual se han prepadesde 1784 centenares de millones de toneladas de hierro: los e ACubrimientos del siglo XIX, que dieron su explicación científica, lo han modificado, en resumen, bastante poco 1 • El éxito práctico fué inmediato. Las primeras muestras de hierro pudelado, sometidas a los peritos de la marina, fueron declaradas
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del Almirantazgo, Adam Jellicoe, tesorero-pagador de las tripulaciones 1, 1.myo hijo era su socio desde 1775. En el mes de agosto de 1789 este Jellicoe murió súbitamente: corrió el rumor de que se había suicidado para escapar a las diligencias judiciales por haber malversado parte de los fondos que le estaban confiados. El Estado se hizo cargo de sus bienes, incluidos los créditos sobre terceros: todo lo que poseía Cort desapareció. Hasta su patente fue confiscada o vendida y los maestros de forjas, sus deudores, se aprovecharon para no pagarle los derechos vencidos 2 • Fue el fin de su carrera industrial: completamente arruinado obtuvo, gracias a la protección de Pitt, una pensión módica, de la que vivió hasta 1800 3 • Pero la suerte de su invento no estaba ligada a la suya. P or el contrario, al pasar al dominio público tenía tantas más probabilidades de difundirse en poco tiempo, como el invento del wa.ler-frame después del juicio que anuló la patente de Arkwright. La pudelación fue muy pronto el procedimiento comúnmente empleado en 4 toda la Gran Bretaña para la producción de hierro en barras • Esta podía marchar, en lo sucesivo, con el mismo paso que la producción ~e fundición ; y ambas, reaccionando una sobre otra, entraban en la v1a de ese progreso gigantesco, cuyo término aún no ha sido alcanzado 5 • El aran papel industrial del acero no empezó sino mucho más tarde,{ \ hacia ~ediados del siglo XIX. Sin embargo, hay que citar, al lado de las invenciones cuya historia acabamos de contar brevemente, la del acero fundido debida a Benjamín Huntsman. Ya en 1722 Réaumur h·a bía conse"u,ido producir acero mezclando en un crisol hierro mab leable y fundición; pero sus expel'Ímentos no habían temºdo· c?nsecue~cias prácticas 1'. Huntsman era un relojero de Doncaster, en Lmcolns~1re, que se qcupaba un poco de mecánica y de cirujía. Afectado, se~un se dice, por la dificultad que experimentaba en procurarse acero fino l «Deputy-paymaster of seamen's wages.» Véase sobre este asunto 'VEBSTER, Th., págs. 386 y sgs., y EsrINASSE, F.: Lancashire worthies; II, 234-3.6. 2 Entre otros, los Crawshay de Cyfarthfa, que a horraron as1 10.000 libras. PERCY : /ron and steel, pág. 639. . 3 En 1811 una suscripción en favor de su viuda produjo 871 libras 10 che~mes. 1 El peso del hieno pudelado en las forjas d e Inglaterra y de E scocia se elevaba, en 1812, a 250.000 toneladas. Véase petición d e los hijos de Cort, Journ. of the House of Coqunons , LXVII, 77. 5 Sir John Dalrymple escribía en 1784: «Estos inventos... dan a la Gran Bretaña el primer puesto en el mundo en cuanto a la industria del hierro, Y se lo dan para siempre, o al menos para tanto tiempo como Io: ingleses ,c~nscrve!1 su libertad y su espíritu de empresa; porque la Gran Bretana es el u meo pa1s conocido donde los yacimientos d e hulla, de mena de hierro Y de piedra de cal (que son los tres elementos componentes o materias primas 9ue se emplean para producir el hierro) se enc uentra n frecuentemente en . los mismos terrenos y en la proximidad del mar.)). Address and proposals of sir J ohn Dalrym ple bart on the subject o/ the coal, tar, and iron branches of trade, pág. 8. 6 Véase su Traité sur l'art de convertir le fer en acier et
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p11r11 los resortes de los relo_jes ~ se ingenió l.os medio~ ~e. remediarla. 1•:. probable que sus investigac10n~s se hubiesen ya iniciado cu~ndo tJI\ 174.0 abandonó Doncaster para ir a establecerse cerca de Sheffield. Fueron laboriosas y no llegaron a término hasta 1750 aproximadamente 2 • Para obtener un metal homogéneo y sin defectos, Huntsman lo fundía a una temperatura muy elevada en crisoles de tierra refractaria, herméticamente cerrados·, con pequeñas cantidades de carbón de madera y de vidrio machacado, que servían de reactivos 3 • Es el procedimiento en uso, todavía hoy, en un pequeño número de fábricas me· talúrgicas, donde se sigue fabricando acero al criso~. . Huntsman pensaba vender su acero a los fabricantes de Shefüeld; Pero estos, rutinarios y desconfiados, se negaron a ~omprarlo. Encontr? mejor acogida en Francia; pero en seguida los cuchilleros de Hallamshire, que temían la competencia del extranjero, fueron en corporación a pedir a sir George Savile, uno de los representantes del condado en la Cámara de los Comunes, que actuase cerca del gobierno para hacer prohibir la exportación de acero fundido 4 • A&í habrían destru ido el malhadado invento, que amenazaba sus intereses, después de haber estado a punto de alterar sus hábitos. Pero sir Georg~ S~vile rehusó intervenir: al mismo 'tiempo, algunos fabricantes de Bummgham, puestos al corriente de los trabajos de Huntsman, lo invitaron a que fuese a residir con ellos 5 : este hubiera sido el golpe más grave asestado a la prosperidad de Sheffield. Los cuchilleros acabaron por c?mprenderlo Y se resignaron a lo que debía ser su fortuna y la de su cmdad. Su ho,stilidad dejó paso a una curiosidad interesada: Huntsman, que no tema patente, se vio obligado a tomar precauciones, rigurosas contra el espionaje: trabajaba de noche y no empleaba mas que hon_i-bres de con· fianza. Por lo demás, no logró guardar el secreto mucho tiempo 6 • Pero la excelencia de su fabricación no fue igualada: su marca fue muy pronto conocida y solicitada en toda Europa. Su establecimien~o de Attercliffe 7 , que no parece habar sido muy consi~erable, fue el ynmero al que se puede dar el nombre moderno de acena. Su prosperidad col 2

Tradición reproducida por SMILES, S.: Industrial biography, pág. 103. HUNTSMAN, B.: HisLorique de l'invention de l'acier fondu en 1750, pági-

nas 5-10. F 3 Idem, ibíd. Véase BECK, L.: Geschichte des Eiserts, III, 272; LE PLAY, .: Annales des mines, cuarta serie, III, 636; Victoria history o/ the county 0 f

York, U, 396.

SMILES, S.: Industrial Biography, pág. 108. HUNTSMAN, B.: Historique de l'invention de l'acier fondu, pág. 12. s Un maestro de forjas, Sa¡nuel Walker, llegó a penetrar en su tal~er ~is­ frazado de mendigo. El viajero sueco Proling ha embrollado toda esta h1stona: a tribuye el invento a un obrero herrero llamado Walter (en l~gar de Wa~ker), al que Huntsman se lo habría quitado. Véase BEcK: Geschichte des Eisens, 4

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rucnzó hacia 1770, en el instante mismo en que se fundaban, a 30 ó 40 millas de aquí, las primeras hilaturas 1 • La comparación entre estas dos grandes industrias, cuyo desarroll o lin sido casi simultáneo, se impone una vez más. La historia de la técnica hace aparecer sus diferencias más bien que ~us an~logías. L~ t.ransformación de la industria textil se ha debid9_a mvenc10nes mecameas ; la de la metalurgia, a invenciones químicas( De un lado están las má· quinas cuyo funcionamiento sustit~ye al trab.ajo manual! del otro, pro• ccdimientos que aumentan la cantidad o meJoran la calidad d.e la pro ducción, sip que el papel de la mano de obra se halle sensiblemente disminuido./ Los dos órdenes de hechos son, en ciertos aspectos, tan desemejan~s que se experimenta una real dificultad en trazar su paralelo: ¿cómo compulsar el invento de Abraham D~rby con de .~)a~t o el de Hargreaves? Sin embargo, sus consecuencias son, s1 no idenhcas al menos muy comparables. La revolución industrial no se deja resumir en una fórmula simple: la diversidad de los hechos que abarca, ya nos coloquemos desde el punto de vista técnico o desde. el punt? ~~ vista económico se opone a ello absolutamente. El propio maqmmsmo, al que a v;Qes se ha intentado reducir toda Ja gran ind.m~t~i,a moderna, no basta para explicar sus orígenes. ¿Cual es la defii;i1c1on del ( maquinismo en la que se pueda hacer entrar ese hecho capital de la 1 aplicación de la hulla a la metalurgia del hierro? Más tarde el maquinismo ha invadido la industria metalúrgica como todas las demás industrias, y quizá más que ninguna otra. Pero las máquinas no han desempeñado más que un papel secundario en su transformación más decisiva. Por otra parte, su uso no tenía aquí el mismo carácter de novedad que en otros dominios. Más bien diríamos que / el utilaje, ya formado, se ha adaptado a las condiciones nuevas de la producción, en lugar de determinarlas. Hay que citar algu~os de estos perfeccionamientos que vinieron a completar inventos más importantes. Por lo pronto, se trató de acrecentar la potencia de los .fuelle.s: era necesario para poder construir altos hornos de grandes dimensiones, y sacar del empleo de la hulla todas sus ventajas. Fue en los. talleres de Carron, en 1761, donde se utilizaron por vez primera máqumas sopladoras de cilindros: se componían de cuatro cuerpos de bomba ~e 21 pies de longitud por cuatro pies y medio de diámetro, cuyos pistones eran movidos alternativamente por una rueda hidráulica. Fueron obra de Smeaton, uno de los primeros ingenieros de profesión qu~ haya n puesto su ciencia al servicio de la industria 2 • Gracias a la corriente

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III, 278. 7

Aucrcliffe es hoy día un arrabal de Shelfield.

1 En Sheffield, en 1774, otras dos empresas utilizaban el procc ~i mÍt' n lo de Huntsman. Véase Victoria history o/ York, II, 397. Hunlsman mun6 en 1776. Era un cuáquero, como los Darby; r echazó inclusive, por simplic idad pur itana, el formar par te de la Royal Society. Con frecuen cia se hu h echo observar la a ctividad y el espíritu emprende.Jor de los disidentes. 2 Véase JARDINE: «Account of John Roc buck», Transae1ions o/ the Royal

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clt' ni ro enérgica y continua que mantenían, un alto horno que antes producía 10 ó 12 toneladas de fundición por semana podía producir más de 40 1 • Hemos mencionado las laminadoras empleadas por Cort para trabajar el hierro después de la pudelación 2 , y que reemplazaron en parte a los martillos hidráulicos; casi al mismo tiempo Watt construía para las fraguas de John Wilkinson un martillo de vapor, pesaba ciento veinte libras y daba ciento cincuenta golpes por minuto 3 • A las máquinas desde hacía mucho tiempo en uso para tirar, cortar y moldear metales, vinieron a añadirse otras nuevas: máquinas de taladrar para horadar el ánima de los cañones 4 , tornos para metales, cuyo perfeccionamiento principal fue, en 1797, el soporte de carro de Henry Maudslay 5 , sin olvidar las máquinas más complicadas y más especia· les, como la máquina de forjar clavos y la máquina de hacer tornillos 6 • Estos inventos no tenían solamente como efecto acelerar el trabaj q y realizar una economía sobre la mano de obra, ante todo aseguraba~ esa precisión perfecta de la ejecución, esa regularidad absoluta de las. 1 formas, sin la que hasta entonces se había podido pasar, pero que habí¡¡J Society o/ Edinburgh, IV, 73. Sobre Smeaton, véase S~llLES, S.: Liues of the engineers, 11, 61. Faujas de St. Fond describe así el funcionamiento de los fuelles de Carron: «Cuatro altos hornos de cuarenta y cinco pies de elevación devoran día y noche masas enormes de carbones y de menas; júzguese después de esto la cantidad de aire que se precisa para animar estos abismos abrasados que vomitan de seis en seis horas arroyos de hierro líquido; por eso cada horno está alimentado por cuatro bombas de aire del más grueso calibre, donde el viento, comprimido en cilindros de hierro y concentrándose en un solo tubo dirigido contra la llama, produce un silbido agudo y una conmoción tan violenta, que a un hombre que no estuviese prevenido de antemano le costaría trabajo defenderse de un sentimiento de terror. Estas máquinas de viento, esta especie de fuelles gigantescos se ponen en movimiento por la acción del agua. Semejante masa de aire es indispensablemente necesaria para manten er en el más fuerte estado de incandescencia una columna de carbón y de mena de cuarenta y cinco pies de al tura; esta corriente de aire es tan rápida y tan activa que eleva una llama viva y brillante a más de diez pies de altura por encima de la boca de los hornos.» ST. FoNo, Faujas de: Voyage en Angleterre, en Ecos se et daris les íles H ébrides, I , 213. 1 ScmvENOR : Hist. of the iron trade, pág. 85. 2 Las había hecho patentar desde 1783 (pátente n(1m. 1.398; véase Abridgments o/ specifications relating to the manufactures o/ iron and steel, pág. 19). 3 Cartas de Watt a Boulton, 3 de mayo, 26 y 28 de noviembre de 1782; Soho MSS. Según THURSTON: T he growth of the steam-engine, pág. 111. Watt habría propuesto a Wilkinson construir para él un martillo pilón desde 1777. 4 Antes los cañones se vaciaban en mol des; solo se horadaba la luz con ayuda de una especie de berbiquí o de un taladro movido por una ballesta. Véanse las láminas de la Encyclopédie, tomo IV, art. «Fonte des canons». 5 Sobre Henry Maudslay, véase SMillES, S.: Industrial Biography, página 198-235. 6 Máquinas de forjar clavos fueron inventadas por Thomas Clifford, en 1790, y S. Guppy, en 1796. Véase BEcK, Ludwig: Geschichte des Eisens, III, 447-48. La primera máquina de hacer tomillos se debe a Maudslay. Véase SMILES, obra citada, púg. 226.

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llegado :i- s~r indispensable. ~~ _má_guinas han servido para fabricar ot.ras. rnaqumas. ~ ~esarrollar su propio utilaje 1a metalurgia ha con1rtbmdo. a perfeccionar el de todas las demás industrias. Mas este prog.reso gi!?'.antesco, de c?nsecuencias ~ncalculables, no ha sido posible amo gracias a algunos mventos anteriores al maquinismo y de otra naturalez?: . el empleo de la hulla en los altos hornos, la pudelación, el J>rocedimiento ?e Huntsman para la preparación del acero. Son ellos los q~e ~an abierto para el mundo entero la era de la gran producción/ metalurgica.

IV . Gran producción, grandes empresas, los dos términos son casi smommos. Lo que había impedido a los maestros de forjas, en los siglos xvr ~ ~VII, extender .su hegemonía sobre la industria del hierro eran los lmu~es estrechos impuestos a la producción por la falta de combustible. Vanos altos hornos, reunidos en una sola explotación no podían ser alimentados más que por la tala regulada de una v~ta extensión de bosque. Desaparecido este obstáculo, nada se oponía a la fundación de gran~es . establecimientos metalúrgicos ; por el contrario, todo parecía contnbmr a .ello. No solo se hacía posible, sino necesario, producir en grandes cantidades. Y los que primero se internaron en esta vía adq?i:ieron en seguida tal superioridad, que sus capitales aumentaron' muy rap1damente. El :jemplo que desde luego se presenta es el de los Darby. En 1750 las ÍOrJas de Coalbrookdale eran todavía las únicas en que corrientemente se hacía u.so de la hulla 1 • Su importancia era ya tal, que el riachuelo a cuya onlla s~ habían colo~ado era ya insuficiente para accionar Rus fuelles; fue preciso crear, por medio de una bomba atmosférica 2, un salto de agua artificial, que hacía girar una rueda motriz de veinticuatro pies de diámetro 3 • Nuevos altos hornos se construyeron sucesiva~ente en . las localidades vecinas 4 • El de Horsehay, desde 1754, pro·
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teniendo en otra parte sus propias empresas. Los establecimientos tenían sucursales en Londres, en Liverpool, en Bristol y en Truro, Cornualles 1• En 1784 comprendían, en torno a Coalbrookdale, ocho altos hornos y nueve fraguas, y sacaban el mineral y el carbón de minas tomadas en arriendo. Para hacer circular de un extremo a otro de este vasto dominio los pesados vagones cargados de hulla y de mena, se habían colado e instalado raíles de fundición de una longitud total de veinte millas 2 • La producción, que a la muerte del primer Abraham Darby apenas pasaba de quinientas o seiscientas toneladas por año, se elevaba a finales del siglo a trece o catorce mil toneladas 3 , cerca de las tres cuartas partes de la producción total de Inglaterra antes que la hulla hubiese reemplazado al carbón de madera. La fortuna de los Darby fue la obra de tres generaciones. Su historia, durante ochenta años, resume la de la metalurgia inglesa. Los comienzos fueron más fáciles para aquellos que venidos más tarde, se aprovecharon del impulso dado y de los resultados adquiridos. John Wilkinson es el tipo de estos hombres del segundo período, menos inventores que atentos a las invenciones, prontos para comprender su valor práctico y realizarlo en su provecho. Su padre, Isaac Wilkinson, parece haber sido uno de los primeros en hacer construir un horno de cok según el modelo de los de Coalbrookdale 4 • En 1775 John Wilkinson encargó a Boulton y Watt la primera máquina de vapor que no 111111

1 En Truro vendía sobre tocio bombas ele Newcomen para extraer el agua de las minas. Véase SMILES, S.: Industrial Biography, pág. 86. 2 Iclem, ibíd., pág. 93. Antes d e los raíles de fundición se habían empleado raíles de madera, principalmente en las inmediaciones de las minas de Newcastle; véase YouNG, Arlhur: North o/ England, III, 9: «Las rutas que siguen las vagonetas de los pozos de extracción hasta el embarcadero son obras nota· bles, porque ha sido preciso trazarlas a través de todas las desigual dades del terreno en una longitud de nueve o diez millas. El paso de las ruedas está marcado por piezas de madera fijadas en el suelo, sobre las que ruedan las vagonetas; de esta manera un caballo puede arrastrar sin esfuerzo cincuenta o sesenta celemines de carbón.» En los documentos parlamentarios relativos a la abertura de canales a menudo se hace mención de railways o railroads construidos al mismo tiempo que se trazaban las vías navegables y destinados a establecer enlaces. Véase ]ourn. o/ the House o/ Commons, XXXIV, 604 (enlace entre las minas de Middleton y el curso del Aire); XL, 240 (entre Bilston y Birmingham); LVII, 182 (entre las minas del bosque de Dean y el Severn). 3 Esta cifra resulta de una comparación entre el «Cuadro de los Altos Hornos que queman cok, en mayo de 1790», dado por SCRIVENOR: Hist. o/ the iron trade, pág. 359, y la estadística de la producción de hierro en 1796, ibid., páginas 95-96. Desde 1776 «la cifra de los negocios de cada uno de los altos hornos de Coalbrookdale, Madeley Wood, Lightmoor, Horsehay y Ketley pasaba, se decía, de 80.000 libras al año". WHITHWORT: Inland navigation, pág. 37, citado por AsHTON, T. S., ob. cit., pág. 43. 4 PALMER, A. N.: ]ohn Wilkinson and tite old Bersham ironworks, pág. 8. NrcHOLSON, F.: «Notes on the Wilkinson, ironmasters» (Mem. o/ the Manches ter litcrary and philosophical society, 1905, núm. 15).

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ora sim p~emente una bomba 1 . En 1770 poseía, con su hermano Williarn, fraguas importantes en ~roscle~, Bersham y Bradlcy. Agrandó poco a poco las d~ Bi:oseley, hizo abnr para su servicio un empalme con el cnnal de Birmmgham 2 y construyó uno tras otro cinco 0 seis altos 3 l~ornos • La hulla le era s~minis~rada por yacimientos que poseía y 1 xplotaba personalmente. Hacra pedidos a las fu ndiciones del sur del P aís de Gales; ~ra accionista de las minas de estaño de Cornualles. En L~ndres tema un gran almacén de depósito, con cinco o seis muelles a onllas del Támesis 4 • Sus actividades se extendían hasta Francia: en 1777 funda el establecimiento de lndret, en 1778 dirige la construcción de altos hornos en Creusot 5 • El conjunto formaba un verdadero r eino u.n e~tado industrial que Wilkinson gobernaba con mano enérrrica y auto: ntan.a_ °._ Este estado, más importante y más rico que much~s prÍncipa· dos. i~ahanos o alemanes, gozaba de un crédito que aquellos podían 1mv1d1~r, y, cómo ell~s'. acuñab~ moneda ; piezas de cobre y de plata, con la efigie de John W1lkmson, circularon de 1787 a 1808 en varios condados del Centro y del Oeste. El gran maestro de forj as está representado ~e perfil: cara burguesa un poco ruda, que haría pensar en la vu~gandad de Arkwright, a no ser por las cejas altivas y la boca desdenosa. Alrededor se leen estas simples palabras: «Wilkinson lron Vlastern 7 • 1 , Véase cap. I V ( «El vapor»). El mismo sacó paien tes para la fabricación de lnben as ,de plomo (1790, n~m. 1.735), para una laminadora y un lomo de vapor ( 1792, nu~ .• 1.857) y para ciertos perfeccionamientos aportados a los procedimienI OS?de fus10n de la~ rne1!as (1794, núm. 1.993). ; P~LMER, ob. cit., p ag: 16 ; Asn To N, págs. 44-45. Vease ScRIVE!\OR: Hzst. o/ the iron trade, pág. 359. ~ PALMEll, pág. 18. 5 · Bo.u RcIN_, G.: «De~x documenls sur Indret», Bid letin d'histoire économique de la ~evolullon Fraw;;mse, 191 7-19 19, págs. 467 y sgs.; ASHTON, T. S., ob . cif(f(/a, pag. 54. 6 . _ Su carácter _i~1perioso fue la causa de sus altercados con su her mano \V11l1am, que . lo deio en 1795 para ir a establecerse en Nan tes. Los Soho MSS clan algunos mfonnes sobre esta ruptura en tre los dos hermanos ( correspon dencia c•ntre James Watt Y J. W ilkinson , noviembre de 1795). Véase AsttTON, ob. citad~, cap.. III (Watt, Boulton y los Wilkinson), y DrCKINSON, H. W.: John Wil1.-inson, ironmaster. 7 . Véanse las reprod uccion~s fo tográficas de estas piezas en PALMER: w;t. /,inso n and the old Bersham iroroworks, págs. 24 y sgs. Se emitieron tipos diferentes en 1787. 1788~ 1790, li91, 1792 y ] 793. La pieza de 1787 lleva en el 1 cver~o un obrero poniendo un pedazo de hierro en el martillo hidráulico · la de lt~8, un barco; la de 1790, una mu jer apoyada sobre una rueda dentada y so~lemendo en la l!Jano un la!adro ; la de 1791, un hombre d esnudo, sen tado, !eva~_tando un_ marullo por encima de un yunque; Ja de 1792, un arpa con Ja 1nsc11 pc1~n. «N ORTH WALE~,,; la de 1793, una mujer sosteniendo unas balanzas, l'On la dmsa «MEA PECUN I~,, . Wjl kinson em itía también billeles
MANTOUX.-

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Nuovos centros metalúrgicos se formaban en dondequiera C!Ue se di1 ..11• n reunidas las tres condiciones necesarias: la presencia del hierro, In de la hulla y la proximidad de corrientes fluviales apropiadas para suministrar la fuerza motriz. Gales del Sur era bajo este triple aspecto una región privilegiada. Pero sus recursos habían permanecido durante mucho tiempo poco menos que desconocidos, y su acceso, difícil. En J 755 un tal Anthony Bacon obtuvo de lord Talbot la concesión de todas las minas situadas en un espacio de cuarenta millas cuadradas en torno a Merthyr-Tydvil mediante un alquiler anual de cien libras 1 • Este Bacon hizo fortuna durante la guerra de la independencia americana, gracias a los pedidos de artillería hechos por el gobierno británico. Cuando se retiró de los negocios, en 1782, poseía cuatro grandes establecimientos en plena prosperidad, en Dowlais, Cyfarthfa, Plymouth y Pen-yDarran. Los dos más importantes pasaron a manos de Samuel Homfray y de Richard Crawshay. Estos fueron de los primeros en practicar la pudelación; se enriquecieron mientras que Cort se arruinaba. Crawshay, fundador de una verdadera dinastía de maestros de forjas 2 , gozó del mismo género de celebridad que algunos grandes industriales de nuestro tiempo. Cuando se dirigía de Londres a Cyfarthfa en su coche de cuatro caballos, todos sus paisanos corrían para ver pasar a aquel a quien se llamaba el rey del hierro, the iron king 3 • Otra región cuya actividad metalúrgica data de esta época son las Tierras Bajas de Escocia, de suelo rico en minas, de población inteligente y laboriosa. Las primeras y más famosas de las grandes fraguas escocesas fueron las de Carron, fundadas en 1760 por John Roebuck 4 • Su emplazamiento había sido muy felizmente elegido, en el límite de la llanura central con las colinas que preceden a los Highlands, muy cerca del ancho estuario del Forth 5 • El carbón se encontraba en abundancia en el mismo lugar, y apenas costaba trabajo extraerlo. Roebuck, cuando vino a instalarse allí ya estaba avezado en materia de invenciones y de empresas. En Birmingham, donde primeramente había ejercido la profesión de médico, se había asociado, en 1747, con Samuel Garbett para hacer lo que hoy se llamaría química industrial. En 1749 l LLOYo, J.: Early history o/ the old South lflales ironworks (1 760-1840), pág. 48. 2 Las fraguas de Cyfarthfa han pertenecido sucesivamente a Richard Crawshay, a su hijo William Craws hay, a su nieto, llamado igualmente William; a su biznieto Robert Thompson Crawshay. Este murió e n ]879, legando la empresa a su hijo. Véase LLOYD, J., ob. cit., págs. 63 y sgs. 3 SMILES, S.: lndustrial Biography, pág. 132. Véase AsHTON, T. S., ob . ci· tada, págs. 94 y sgs. En 1803 los establecimientos de Cyfarthfa empleaban para ellos solos 2.000 obreros. 4 Los pocos altos hornos construidos desde 1730 a 1760 (en Bunawe, Goat· lield, Abernethy, etc.) consumían carbón de madera. Véase IvrsoN MAC ADAM, W . : Notes on the ancient iron industry of Scotland, pág. 89. G La fuerza motriz la proveía un pequeño afluente de la izquierda del Forth, el Carron Water; BREM:<"ER, D.: The industries of Scotland, pág. 42.

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había montado en Prestonpans, cerca de Edimburgo, una fábrica de ltcido sulfúrico 1 • Quiso hacer de Carron un establccimitmlo modelo, y se aseguró para conseguirlo el concurso de los colaboradores más eminentes. Tomó, por lo pronto, a su servicio al ingeniero Smeaton, que construyó para él fuelles hidráulicos. Más tarde atrajo a su lado a James Wyatt, todavía desconocido; le proporcionó los medios de llevar u cabo sus investigaciones y de sacar su primera patente 2 • Su error fue querer intentar demasiadas experiencias a la vez: la explotación de las hulleras y de las salinas situadas en las tierras del duque de Hamilton, que había tomado en arriendo, fue para él un negocio desastroso. Consumió sumas considerables, y acabó por ir a la quiebra en 1773 3 • Pero el establecimiento de Carron, vendido a una asociación de capitalistas ingleses y escoceses, la Carron Company, no cesó de prosperar 4 • Las partes suscritas al principio por los comanditarios de Roebuck estaban limitadas a un total de ,12.000 libras; este total se elevó bien pronto a 130.000 libras y luego a 150.000 libras 5 • Y el nombre de Carron dio la vuelta a Europa con la reputación de las carronadas 6 . En Yorkshire, en torno a Sheffield, y en Northumberland, en torno a Newcastle, se levantaban también grandes empresas. Poseemos las notas en que Samuel Walker, de Rotherdam, consignó los acontecimientos principales de su carrera industrial 7 • En 1741 había instalado e<en una antigua fundición de clavos» una pequeña fragua, de la que su hermano y él constituían todo el personal. Encontraron socios, que les aportaron un poco de dinero; en 1746 pudieron construir su primer alto horno. En 174.8, habiéndose adueñado por sorpresa del secreto de Hunstman, Samuel Walker empezó a fabricar acero fundido. Este fue 1 Fue allí donde se usaron por primera vez las cámaras de plomo en las que se condensan los gases sulfurosos. Véase JARDINE: «Account of John Roe· buck», en las Transactions of the Royal Society of Edinburgh, IV, 69. El precio del ácido sulfúrico bajó las tres cuartas partes. 2 Véase más adelante, cap. IV. 3 JARDINE, ob. cit., pág. 75; SMILES, S.: Boulton and Watt, págs. 150-53. 4 En 1788 la producción era de 4.000 toneladas; en 1796, de 5.620. Véase SCRIVENOR: Hist. o/ the iron trade, págs. 87 y 96. 5 BECK, L. : Geschichte d es Eisens, III, 364·. G «Es la mayor fundición de hierro que existe en Europa.» ST. FONO, Faujas de: Voyage en Angleterre, en Ecosse et aux iles Hébrides, I, 209. Faujas de St. Fond describe ' las carronadas como «enormes piezas, corlas y abultadas por la c ulata». lbíd., pág. 210. Antes que él, otro técnico francés, JARS, G., en sus Voyages métallurgiques, había descrito las fundiciones de Carron. Entre los demás ei;tablecimien tos metalúrgicos fundados en Escocia entre 1770 y 1800, citemos las Devon lronworks, las Clyde lronworks y la fábrica de John Wilson en Wilson town. Véase DAY: The iron and steel industries o/ Scotland, pág. 34, y SVEOENSTJERJ\"A, E.: Reise durch einen Theil von England cmd Schottland fo den 1802 und 1803, pág. 157. 7 «Resumen de las operaciones de la fundición instalada en unu vieja fá. brica de clavos de Grennoside, hacia el mes de n oviembre de 1741, por Samuel y Aaron Walker», publicado por HUNTER, J.: /1allamshirc, págs. 211-12.

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GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS III:

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(•l mi¡zt•n ele su fortuna: el valor de su producción anual, que en 1747

t'qlimnhn en 900 libras, subió en l 750 a 2.4.00 libras; en 1755, a 6.200 libras; en 1760. a 11.000 libras. Tuvo talleres no solo en Rotherham. sino en todos los pueblos vecinos. en Holmes, en Conisborough, en Masborough, donde se edificó una residencia principesca. Murió en 1782, y le sucediero~ sus hi j,os; en l 796 l~s fragua~ . de ~otherham representaban un capital de mas de 200.000 libras estedmas . Se plantea una cuestión a propósito de la organización y de la propiedad de estas grandes empresas: ¿en qué medida eran individuales y en qué medida colectivas? La Compañía, que tras la bancarrota de Roebuck compró la fábrica de Carron, no es un ejemplo único. Sociedades análogas a las que desde hacía mucho ti.º 1;11?º se habían ~or.mado para la explotación de las minas, crcar~n o d.mg1eron .establec1mrnntos metalúrgicos en diversas partes del Remo. Pero exammemo: la composición de una de ellas. La Low Moor Company, qu: com~ro ~n ~788 las minas de Low Moor, no lejos de Leeds, ~ fundo al ano s1~mente las forj as de Bowling, se componía en su ongen de tres a.soc1ados 2 • Más tarde su número se elevó hasta seis, pero por poco tiempo. En las inmediaciones de 1800 ya no eran de nuevo más que tres para repartirse los riesgos los beneficios de la empresa: un negociante de Liverpool John Lofthouse; un sOlicitor de Bradford, John Hardy, Y un pasto~ protestante, Joseph Dawson 3 • Esta .«compañía», vis~ de cerca se reducía, pues, a las dimensiones habituales de una simple asoci~ción comercial del ti-po más antiguo y más ordinario. Todo lo que tenía de común con las g~andes sociedades industriales de . hoy era. la forma anónima de su razón social. Designada, como hubiera podido serlo, con el nombre de sus asociados, ni siquiera llamaría la atención. En cambio, algunas casas conocidas por el nombre de s~ fon.dador, o del hombre aue llevaba la dirección efectiva, no pertenecian siempre a él solo. Erañ necesarios capitales considerables para montar o para transformar los talleres metalúrgicos. Con el fin de encontrarlos, los maestros de forjas se dirigían a prestamistas, cuya buena o mala fortuna podía ten~r, sobre la suerte de los negocios que comanditaban, contragolpes irresistibles. Recuérdese la historia de Henry Cort, arrastrado a la quiebra fraudulenta de Jellicoe, su acreedor. Las más de. las veces estos comanditarios eran también industriales que, al convertuse en s~cios propiamente dichos, tomaban parte activa en la dirección de

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HUNTER, J.: Hallamshire, pág. 213. . . z Ili RD (Richard), PRESTON (John) y GARRAT Oohn): Fortunes made in business, pág. 91-92. A comparar con varias compañías similares descritas por A sHTON, T. S., ob. cit. {Darby y Reynolds, los Wilkinson, Roebuck en Carron, etc.). 3 Este es una figura bastante curiosa. Se interesaba en el progreso de las ciencias físicas y estaba en relaciones con Priestley. Más ocupado de los negocios que de la religión, pagaba a sus obr eros los domingos por la mañana. lbíd., pág. 94. 1

Jos negocios. Roehuck y Walker tuvieron varios asociados· Wilkinson lrabaj~ largo tiempo con su hermano William; Richard H~ynolds, con 1111 cunado, el tercer Ahraham Darby. Mas con todo eso no salimos del ré~imen de la empresa individual. Son individuos, ya sea aislados o r~un.1dos en pequeños grupos, los que han fundado los grandes estahlcc1m1entos de la industria metalúrgica, así como los grandes estable· cimientos de la industria textil.

V

La inferioridad de Tnglaterra, en lo que concierne a la industria del hierro, se había transformado, en pocos años, en una superioridad rrconocida por toda Europa. Entre los extranjeros que en los últimos nños del siglo xvm o en los primeros años del XIX fueron a Gran Bretaña para estudiar los procedimientos de la metalurgia nueva, varios han dejado notas de viaje. En ellas han descrito, con una admiración r¡ue justificaba la novedad del espectáculo, la actividad de los centros r¡ue habían visitado, su aspecto general, tanto como los detalles de su organización técnica. Y el cuadro que nos presentan no difiere esen''ialmen te-guardando las debidas proporciones-del que habría poditlo dar un viajero que recorriese, a principios del siglo XX, un gran dishito metalúrgico. El sueco Erik Svedenstjerna visitó, en 1802-1803, las fraguas del País de Gales, de los condados del Centro y de la Baja Escocia. Hombre informado, inteligente, que sabía observar y preguntar, vio mucho, aprendió más y volvió maravillado. «Alrededor de Swansea se con<'cntra tal aglomeración de fundiciones de cobre, de minas de hulla, de depósitos de agua, de canales, de acueductos y de vías férreas, que el viajero, a su llegada, no sabe hacia qué lado dirigir primero su aten1 ción>> • Se encamina a Merthyr-Tydvil: «Era hace unos veinte años una localidad in significante, pero las fábricas que allí se encuentran han hecho de ella, desde hace poco, uno de los sitios más interesantes de toda Inglaterra.» En una longitud de media milla sueca cuenta, 11l ineados en el valle estrecho del Taff, trece altos hornos, cada uno de los cuales produce por término medio cuarenta toneladas de fundición 2 por semana • Tan solo en el establecimiento de Pen·y-Darran se le muestran, uno al lado de otro, tres altos hornos, tres hornos de refinado y veinticinco hornos de pudelar. El utilaje mecánico es formidable : en Cy farthfa la rueda hidráulica que acciona los fuelles tiene cincucnla y dos pies de diámetro. Por todas partes hay máquin as de vapor, algunas 1

SvEDENSTJERNA,

púg. 4-0. 2

Erik: R eise durch einen Theil Englands

Ide¡n, ibíd., pág. 50.

11 11d

Schoulands,

I II :

EL HIERRO y LA HULLA

295

PARTE Il: CRANDES INVENTOS Y CRANDES EMPRESAS

rl< <•llas de setenta y ochenta caballos 1 • Cada fábrica semeja una ciudad clonde se agolpa una población atareada : una ocupa, junto con las mi.nas que de ella dependen, a novecientos obreros. Su propietario es Samuel H omfray, que pasa por emplear, en sus diversas explotaciones, 2 a cerca de cuatro mil hombres • Es bastante curioso comparar con las descripciones de Svedens'tjerna, escr itas con toda la precisión de un técnico, las imágenes, quiz:l menos netas, pero muy vivas, y a veces pintorescas, que relatan o~ros espectadores menos avisados. Al mineralogista francés Faujas de SaintF ond le fue permitido, en 1784, visitar las fraguas de Carron. Vi.o los talleres donde se fabricaban las famosas carronadas : «En medio de estas máquinas de guerra, de estos terribles instrumentos de muerte, grúas gigantescas, cabrestantes de todas clases, palancas, máquinas con polipastos, que sirven para mover tan pesadas cargas, están dispuestas en lugares convenientes para tal servicio. Sus movimientos, los agudos chirridos de las poleas, el ruido repetido de los martillos, la actividad de los brazos que dan impulso a tantas máquinas, todo ofrece aquí un espectáculo tan nuevo como interesante 3 . .. Existe una serie tan grande de estos talleres. que el aire se caldea a gran distancia y la noche está toda llena de fuego y de luz, de manera que cuando se divisan, desde cierto trecho, tantas masas de carbón abrasado por una parte, y por otra los haces de chispas que se elevan por encima de los altos hornos, y cuando se oye el ruido de los pesados martillos que golpean sobre los yunques resonantes, mezclado con el silbido agudo de las bombas de 11ire, no se sabe si estamos al pie de un volcán en erupción o si hemos sido transportados, por algún efecto mágico, al bor de 4del antro donde V uleano con sus cíclopes se ocupa en preparar el rayo)) • La vista de estas grandes fábricas mostraba, del modo más concreto y más sorprendente, la r evolución que acababa de realizarse en la metalurgia inglesa. Lo que hacía prever desde entonces sus consecuencias eran los nuevos y múltiples usos del hier ro. Al cesar de estar limitada su producción 5 , el hierro y el acero, con sus cualidades únicas de cohesión y de resistencia, su aptitud para tomar todas las formas y conservarlas indefinidamente, se convertían, para una multitud de industrias, en materias primas incompar ables. Hemos visto a Rich ard Reynolds, desde 1767, sustituir por raíles de fundición los raíles de madera que unían entre sí los altos hornos

- ---SvF.DENSTJERNA, 1

Erik: Reise durch einen Theil Englands und Scholtlands,

pág.Trlem 57., ibíd., pág. 56. Sobre el gru po del Severn (Coalbrookdale, etc.), véan· 2 se págs. 68-80. Sobre Newcastle, págs. 115-17. ST. F oND, Faujas de: Voyage en Angleterre, en Ecosse et aux Ues I-Iébri3

des , I, 210-11. 4 l dem, ibíd., págs. 216-17. Producción de fund ición en Gran Bretaña : en 1788, 68.000 toneladas ; 5 en 1796, 128.000; en 1804, 250.000. Parliamentary Debates, VII, 81 y 88.

y las ~inas de Coalbrookdale. P ero el verdadero q_ue ynmero entrevió todo el orveni. . precur.sor, el hombre lurg1ca, y que lo anunció a s p r rese~vado a la industria meta. d us contemporaneos asomb d especie e entusiasmo fue Joh w ·lk· ra os con una del hierro». Isaac WilÚnson an~ 1 l~tohn, b«el padre de la industria de fuelles cuyas paredes ; ·1 es que de ' a ía hecho uso, en Borsham movi es eran e h · i F ' rn el que se inspiró par a fabricar or 1 ierro . . ue este el ejemplo c~1J:>as para las cervecerías y las d~stiler~apronto sill~s de hierro, luego c10n de todas las dimensiones. En 1776 ses, y _despues tub?s de fundisobre el Severn, entre Brosele Mad trato . d~ constrmr un puente mente interesado en ello, como yw?'o de 1eley .. W~lkmso? estaba direci:ade la región. Fue de los qu d.os prmc1pales Jefes de industria · e empren ieron la e·e . , d 1 ]Unto con Darby de Coalbrookdale z Pro us J cuc10n e proyecto, un puente de piedra o de ladrillo se. ro o que en lugar de levantar de la obra 3' el pr oducto por excelen:. pde~se, ;il menos para una parte cerlo había hecho necesario el t bl i~ • e pa1s, aquel que al enriquees a ec1b m1ento de nuevas vías de comunicación, el hierro La ide · ª no era a solutament h b' expresada, en varias ocasiones d.f e nueva, a ia sido nieros 4 . Pero nunca habí ºdy en 1.1 edrentes países, por sabios e ingea s1 o rea iza a Wilki 5 ron resueltamente su valor p . f d . . n on y D arby afi.rmamente a prueba. Los planos f rae ico, y d ec1d1eron ponerla inmediata· ueron traza os con el concurso del arqui-

f

1 «Me cansé de mis fuelles d . . • el, mt~ndo se burló de mí, nero cuem c~ei~i y ~ebd1 fabrica.rlos de hier ro. Todo maquina de vapor y todo ei mundo P • ?ª ~ ra..• Los hice accionar por una 1 LES, S. : Livcs of Boulton and Watt,ex~:m~Í2 «~Qmen ~o ?ubicra creído?» SMI· duda, una bomba de Newcomen ue copa"" , . sta maquma de vapor era sin Isaac Wilkinson había hecho { t n el agua a la rueda motriz En '1757 altos hornos, de las forjas y ar un sistema por el c ual «los fuelÍcs de los cluso a una distancia de vari:~ª~i~l:s accionados i;or un salto de agua ... in· AsH.TON, ob. cit., pág. 22. SMILES S . Ú~e poÍ ;eto de una tubería». Véase • ~us nombres figuran en 1~ ,list~ d s o ou ton and Watt, pág. 212. fºntedida P?r el Parlamento (16 Geo. IÍI lo~ t~~lteSs el acta de autorización a 1sta modificada de 1777 (17 Geo IJI ' Í 2) . · · e os vuelve a encontrar en Homfray, hermano de Homfray d p. ' De. Junto con e1 nombre de Francis 3 Hub . . e en-y· arran • o vac11ac1ones sobre este particular te P?~~a ser construido, a gusto del sindic. acta de 1776 chce que el pucn· fun d1c1on de hierro, de ladr illo de pº d dato responsable de la empresa «de '1 A · · · d ' ie ra o e madera» ' pnnc1p1os el siglo xvn el in . . · r~nzo) había redactado el presupuest ~eniero veneciano Faustus Verantius (Velicas y el de un puente de bronce. V~asee B~~Kpuente .colgante d~ cadenas metáIII, 758-59. Un tal Calippe sometí· l d, Ludwm g : Geschichte des Eisens un proyecto de puente metáli o d l a consu1a o de la ciudad de Lyon en 1779, de un t tcía, desde ' 1755, coi; tt.t, a o «Puente de un solo a rco edificio t T o1 on. texto del proyecto ci:in •nueva, destinado a a travesa; un ran n oble y simple, de construC': ;~mg.un peli~ro . de na ufragion, y l a co~·espon1de:~? prese~tar para la nnvcgación tones y el m ventor se conservan en los Archº ia ca.m.biada entro ol consulado El modelo del puente que Calip ' ivos .Mu111c1palcs de Lyon (serie D) de Ciencias en 1779. pe que.p a construir fue expuesto en la Academi~

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botán~co ~io~~= 1ia~~d~abG"ffgún ~~a i~o,

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29/J

l'All'l'E ll:

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

III:

Prilchard, de Shrewsbury . Las piezas de la armadura fueron fundidas bajo el cuidado de Darby, cuya fábrica estaba muy cerc~na. La inauguración tuvo lugar en 1779. El puente, .total~ente de hierro, o más bien de fundición, tenía un solo arco de cien pies de alcance y de cuarenta y cinco pies de altura hasta su su~l? 2 • Fue un obj,eto de curiosidad universal 3 • El segundo puente metahco se construyo en 1796, en Sunderland, sobre el río Wear; mucho más largo que el primero, era bastante elevado para dejar pasar los navíos de mar con toda su arboladura 4 • El tercero, que cruzaba el Severn un poco río arriba. ~n Broselcy, data de 1797 5 • Las ventajas de este modo de construcc1on eran tan evidentes, que ya empezaban a hacerse sobre su uso los proyectos más ambiciosos. En 1801, como se pensase en reemplazar el viejo puente de Londres, desde hací~ ~ucho tiempo ~nsuficiente para las necesidades de la capital, la comision parlamentana encargada de estudiar la cuestión escuchó las opiniones de los principales metalúrgicos de la época. Estos no solo propusicr~n con.struir un puen.te de hierro, sino hacerlo de un solo arco: habna t:emdo unos setecientos • , pies de luz 6 • La construcción de un puente de hierro no tema, después de todo, nada que trastornase las ideas ad~itidas; ~ro hac:r flotar en el .ªg~a barcos de hierr.o parecía un d~fio al sentido comur:. Cuand~ W1lkmson habló de ello por vez primera, poco tiempo despues de la mauguración del puente de Broseley, los demás se encogieron de hombro7; se le declaró atacado por un nuevo género de locura. la locura del hierro. Seguro del priru:ipio de Arauímedes, dejó que hablaran, y en el mes de julio de 1787, botó en ~l Severn un barco hecho de pl~n?has de palastro empernadas. «Responde a todo lo que esperaba-:-escnbia a un amigo-y ha convencido a los incrédulos, que eran nove.cientos nove~ta y nueve de cada mil. Causará admiración durante ocho dias: en seg~1da será el huevo de Cristóbal Colón» 7 • Los primeros barcos constrmdos

ll'C'lo

SMILES, s.: Lives o/ the enginieers, n, 356. . ccSe atraviesa el río sobre un puente de hierro de un solo . arco de cien pies de abertura y de cuarenta y cinco pies de el.evación sobre el mvel ~el ag~a. Su anchura es de ocho yardas, su longitud de ciento. Este puente cont~ene cmcuenla toneladas de hierro y está compuesto de partes totalmente va?iadas en moldes.» Tournée faite en 1788 dans la Grande-Bretagne par u1i Fram;ais parlant /,a langue anglaise, pág. 100. . , . . 3 RozrER: Observations sur la physique, l histoire naturelle et les arts, XXXV, 16-19 (1789). (Referencia del señor Prévost-Dacier, . de Ginebra.) , ,¡ 206 pies de alcance y 108 pies de altura sobre el mvel del agua. Vease Annales des Artes et Manufactures , IJ, 166-73. _ _ 5 Véase Sn!ILES, S.: Lives o/ the enginieers, II, 360. Svedenstierna menc10na un puente de hierro construido en 1796 en Laasan, Silesia. Ob. cit., pág. 73. 6 Véase el Report on the improvements o/ the port o/ Londr¡n (1801). Este informe contiene las declaraciones de Rennie, Wau, Reynold~, Wilkinson, etc. 7 Carla a Stockdale, 14 de julio de 1787, en SMtLES. Lives of Boulton and Watt, págs. 212-13. l

2

EL

HIEI!HO Y LA llUl.LA

297

1

flcg ún este modelo fueron pequeñas chalanas do voinl(' toneladas destinadas a la navegació~ interior 1• Una novedad menos sorprcndent~, pero que merece ser menc10nada, fue el empleo de la fundición para la fahri~ación de .cañeri~s. En 1788 ~ilkinso!1 ejecutó un pedido que por f.~ importancia hubiera resultado mverosimil a los ojos de la generación. J?recedente: el de di~ciséis leguas de tuberías de fundición para el i\Crvicio de agua de la cmdad de París 2 • Se comprende que tales resultados le ha~a?- !nspirado cada vez. más l~ pasión por su industria y una confianza ilimitada en su porvemr. Hacia el fin de su vida se com~lacía en repeti~ que el hierro estaba llamado a reemplazar a la mayona de los matena~es entonces en uso; que algún día se verían por todas partes casas de hierro, carreteras de hierro, navíos de hierro. Cuando murió, en 1805, fue enterrado, conforme a su última voluntad en un ataúd de hierro 3 • ' Al mismo tiempo que se anunciaba el reinado del hierro, comenzaba el rein,ado de las máquinas. ¿Hubiera sido posible uno sin otro? La máquina de vapor que en 1775 encargó Wilkinson para las fraguas de Bradley no habría podido construirla Watt, si previamente Wilkinson no le hubiera proporcionado unos cilindros metálicos de forma irreprochable, tales como en vano se hubiesen intentado fabricar por los antiguos métodos. Circunstancia significativa, en la aue se manifiesta claramente la interdependencia necesaria de esos dos - hechos contemporáneos uno de otro, el desarrollo de la industria del hierro y el del maquinismo. De todos los nuevos usos del hierro este es, y con mucho, el más importante. En las antiguas máquinas--la mayoría de las q ue se ven, por ejemplo, en los bellos grabados del De Re Metallica, de Agrícola-todas las piezas, aparte de algunos resortes, eran de madera'\ De aquí resultaba forzosamente cierta desigualdad de movimientos y un desgaste rápido. Fue en las fraguas y en las fundiciones, como era de esperar, donde primero se empleó el utilaje metálico: máquinas como l!ls laminadoras, los tornos para metales, los martillos hidráulicos, no podían hacerse más que de hierro, y de un hierro muy 5 duro • Más tarde se vieron aparecer las ruedas de fundición, los vo1

Svedenstjerna las vio Hotar en 1802 en los canales que rodean a Birmingham; Reise durch einen Theil Englands, etc., pág. 87. 2 MACPilERSON : Annals o/ Commerce, JV, 176. Es la entrega mencionada en el «Examen et débat des comptes tant ele l'ancienne que de la nouvelle administra;ion des ~aruc de París, a partir de !'origine de cette entreprise jusq'au 10 a out 1793 ( v1eux style), par le citoyen G. D. David, liquidateur, ci-devant homme de loi», págs 27 y 92. Archives Nationales, 11.596. 3 Dict. o/ National Biography, artículo ccWilkinson (John)». 'l La máquina de Arkwright, cuyo modelo se puede ver en el Science Museum, Kensington, también era enteramente de madera. . ; Véase la patent.e de J. Paine (núm. 505): ccLas barras, después de haber siclo calentadas al roi.o en el , ~ogar abovedado de un horno para mena, pasan entre dos grandes rodillos metahcos que llevan en ~u superficie muescas y canaladuras dispuestas con todo intento.» 0728.)

PARTE ll: GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

lrtntes, a los que su peso considerable y su forma rigurosamente geométrica aseguraban la doble ventaja de una gran fuerza de impulsión y de una marcha uniforme y regular. Los molinos de vapor conocidos con el nombre de Albion Milis, que fueron montados, entre 1785 y 1788, por el ingeniero John Renni~, según los planos de Watt, pasan por haber sido el primer establecimiento importante en el que todas las piezas del utilaje, ejes, ruedas, piñones, tambores de transmisión, eran de metal 1 . Pero el testimonio de los viajeros franceses que visitaban Tnglaterra precisamente en esta época, permite establecer que no se trataba de un hecho aislado: por todas partes las máquinas de hierro sustituían a las máquinas de madera. En las hilaturas, este progreso estaba ya casi enteramente cumplido 2 • Así, todos los fenómenos complejos, cuyo conjunto va a formar la gran industria moderna, parecen avanzar espontáneamente en una dirección común. Una fuerza omnipotente, la del vapor, va a unificar y acelerar todavía más su movimiento. Nota de James Watt en RoBINSON: Steam and seteamengine, pág. 137. z «lle admirado aquí [en una hilatura de algodón, en Paisley), como en todas las grandes manufacturas que he tenido ocasión de ver en Inglaterra, su habilidad para trabajar el hierro y la extremada utilidad que de ello resulta para el movi¡niento, la duración y la precisión de las máquinas. Todas las ruedas dentadas, y en general todo, están ejecutadas en hierro de fundici~n, pero de una fundición fina y dura que se pule como el acero con el frotamiento Y que jamás puede retrasar el movimiento general. Es ciertamen~e la primera d~ ~as artes el trabajar el hierro y es esta la q ue nos falta esencialmente. Es el umco medio de multiplicar en grande nuestras manufacturas y de ponernos a la altura de los ingleses en la competencia, porque es imposible pretender esta competencia si continuamos luchando con nuestras hilaturas contra esas máquinas, por ejemplo, y contra máquinas de hierro con máquinas de madera.» LA Ro n1EF0UCAULT-LIANCOURT, F. y A.: Voyage aux montagnes, carta del 9 de mayo de 1796. l

CAPITULO IV

LA MAQUINA DE VAPOR

En la indush'Ía metalúrgica, lo mismo que en la industria textil, la mayoría de los inventos de donde ha salido la técnica moderna no son obra de la especulación abstracta, sino de la necesidad práctica y de los tanteos de la experiencia profesional. Con la máquina de vapor aparece la ciencia: al período empírico de la revolución industrial sucede el período científico. Es. esta una de las razones del interés excepcional atribuido a tal invento, que pertenece por igual a la historia de las ciencias y de la tecnología. Mas no nos corresponde considerarlo bajo este doble aspecto : se precisaría la competencia del físico y del ingeniero. Debemos limitarnos a tomar de las fuentes autorizadas las nociones sumarias indispensables para la inteligencia de los hechos que constituyen el objeto propio de nuestro estudio. La invención del vapor es, para nosotros, un fenómeno de orden económico. ¿A qué necesidades respondía? ¿Cómo se ha realizado bajo una forma práctica? ¿Cuándo se introdujo en las diferentes industrias, dando inclusive nacimiento a una industria nueva? Tales son las cuestiones a las que podemos y debemos responder. Disponemos por lo demás, para tratar esta materia, de documentos de primer orden : los papeles del establecimiento de Boulton y Watt en Soho 1, conservados en gran parte por los cuidados esclarecidos de un gran industrial inglés 2 , nos permiten reconstruir, durante el período decisivo de los orígenes, la historia industrial y comercial de la máquina de vapor.

I El uso de fuerzas motrices distintas de la fuerza muscular del hombre o de los animales es uno de los rasgos esenciales de la gran industria moderna. Sin ellas podría haber máquinas, pero no existiría el maquinismo : la producción no podría desenvolverse sino dentro de límites relativamente estrechos; en una palabra: la distancia que separa el régimen de la manufactura del de la fábrica no se había franqueado. De l1echo la existencia de los grandes establecimientos cuyos orígenes ncabamos de narrar, estaba subordinada al uso de una fuerza motriz, 1 Conservados en la Biblioteca Municipal de Birmingham, Municipal Refe· rrn ce Library. 1 2 M. Tangye, de Bírmingham.

299

~

:llJO

PARTE II:

I V;

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

111 d!"l agua ; recuérdese el nomb~e significativ.o ~e ~ater-frame dado a

In máquina de Arkwright. La antigua rueda hidrauhca, empleada des?e

siglos para moler el grano, y después, hacia finales de la. Edad Med~a, para mover los mazos de ab atanar, los fuelles y l~s martillos .de foqa, las bombas de alimentación o de extracción, adqmere en el siglo XVIII una importancia universal 1 : la encontramos en dondequier~ que se funda o se transforma una industria. Bas~a ya para hacer ~unc1onar~ en un mismo edificio, máquinas potentes o numerosas; penmte org~mzar el trabaj o en grandes talleres, en donde los o~rcros se v.cn soi:netido.s a esa disciplina estrecha que es la consecuencia nccesana e mmediata del maquinismo. . , , Este período de la historia indus~r~~l, que po,dna llamarse ~l ~enodo del motor hidráulico en contraposic1on al penodo de la maqu ma de vapor, ha sido de u~a duración bastante larga~ Si teri:iina en Inglaterra antes de iniciarse el siglo xrx, ello se debe a vanas causas, cuya acción combinada explica el éxito ráp~do del. invento de at~., El uso del motor hidráulico imponía a las mduslna,s una locahz~c10n muy estricta. Las fábricas no podían establecerse mas q.u~, a la onlla de corrientes fluviales abundantes y rápidas. Esta cond1c10n se hallaba realizada en las inmediaciones del macizo P enino, donde se elevaron las primeras hilaturas, en el P aís de Gal~s, en Escocia, en donde sabemo~ el partido que sacó de ello la metalurgia 2 • Pero el resto de la Gran Bre taña está formado de llanuras dulcemente ondulad~s, en que_ se:pentean lentamente ríos perezosos. A este primer inconveniente se anadia. otro : la fuerza motriz, incluso allí donde no faltaba, era a menudo I~s~fi­ cientc. Los sistemas de ruedas encargados de r ecogerla y transm1hrla dejaban perder una parte de ella, y no se tenía, como ahora, ~l rec,urso de tomar el suplemento requerido de un.a. fuente d,e .energia. ma~, o menos alejada por intermedio de la electnc1dad. El umco med10 prn~­ tico de que se disponía para aumentar la cantidad de fuerza motnz disponible sobre un emplazamiento dado, era crear saltos de agua artificiales. Mas para ello era preciso comenzar por elevar. el agua a un depósito, por medio de una bomba. Y es aquí donde comienza el papel de la máquina de vapor. La máquina de vapor, en efecto', º'. para darle el n.ombre. que ha llevado durante largo tiempo, la maquma de fueg.o ( fire-engin~), no es, en su origen, otra cosa que una bomba. Solo citaremos a gmsa de

'Y

l Hay que señalar también algunas tentativas con vistas a ~1tilizar .la ~uerza del viento a imitación de los holandeses. En 1766 se construyo ?n Lime .ouse, en el este' de Lon dres, una serr ería mecánica movida yor un !11olm o de viento. Pero fue demolida en 1768 por una much ed umbre amotmada. Vease Journ. o/ the House of Commons, XXXII, 160 y 194. . 2 El grupo metalúrgico del Severn puede considemrse como perte~ec1ente a la r egión galesa, con la que se relaciona, geológicamente, la alta colma del Wrek in , al norle de Coalbrookdale.

LA

MAQUINA

DE VAl'011

301

11•cuerdo las primeras investigaciones sobre la expans ión del vapor, las cln Salomon de Caus, del marqués de Woreester y de Dcnys Papin 1 • l.us aplicaciones prácticas, entiéndase, las que no fueron experiencias 11in mañana, no comenzaron verdaderamente más aue con el invento de Snvery. Thomas Savery, oficial del ejército inglés, era originario de 2 Cornualles • Había podido observar en este país las dificultades erec·ientes que encontraba la explotación de las minas de cobre: más allí. ele cierta profundidad, se hacía casi imposible extraer el agua que invadía las galerías ; los juegos de bombas superpuestos, a los que era preciso recurrir, eran de una instalación costosa y daban resultados 3 11tediocres • Fue para reemplazarlos para lo que Savery inventó su llláquina, cuyo modelo fue presentado a Guillermo III, en su castillo de Hampton Court, en el varon de 1698 4 • Esta máquina, aunque de una construcción muy simple, utilizaba

~

CAUs, Salomon de, en las Raisons des forces mouuantes (Francfort, 1615),

111íi;:. 4, fue el primero en señala r las aplicaciones prácticas posibles de las pro-

piedades del vapor y construyó una máquina que r ecordaba el eolipyle de Herón de Alejandría. El marqués de Worcester, hacia 1660, empleaba la presión del vapor para elevar el agua a unos depósitos y producir sur1idores. En Veauxhall se construyó una fuente de vapor de su invención y recibió, en 1669, la visila del gran duque de Toscana. Véase DmcKs, H enry: The lije, times and srientific labours of tite second marquis o/ W orcester, págs. 264 y sgs. Las indicaciones dadas por el marqués mismo, en su famosa Century o/ inventions, mímcros 68 y 100, son muy vagas. El digestor ele Papin data d e 1682; sus primeros trabaj os sobre el vapor como fuerza motriz datan de 1690 («Nova methodus ad vires n1otrices validissimas levi prelio comparandas», publicado en las Acta lfruditorum de junio de 1960). 2

T HURSTON: Growth o/ the steam-engine, págs. 31 y sgs.; MATScuoss, C.: Oie3 Entwiclclung der Damp/maschine í2.ª ed.), I, 292-93.

En virtud del principio elemental de física dcscu bieno por Torricelli en 1640, la altura de la column a de a gua elevada por una b omba aspirante está limitada por la intensidad de la presión a lmosférica : no puede pasar de 10,336 mclros para una presión de 0,760 m. de mer cu rio. P ar a llegar a una profund idad de 60 metros era preciso emplear seis bombas colocadas una encima de otra; rada un a de ellas vertía su agua en un depósilo, ele donde la sacaba la bomba inmediatamenle superior. E ste sistema de extracción escalonada er a conocido empíricamente y empleado en las minas m ucho tiempo antes del descubrimiento de Torricelli. Véanse las figuras del De re metallica, de AGRICOLA. 1 Com unicación a la Sociedad R eal (14 de junio de 1699); véanse las Transac1ions of the Royal Societ:y, XXI, 228 (con láminas). La patente es del 23 de julio de 1698 (núm. 356): «Nuevo invento para elevar el agua y poner en movimiento loda clase de máquinas por la fuerza moLriz del fuego ( by the impellent force o/ Jire) , que será de uso muy ventajoso para drenar las minas, abastecer de agua las ciudades y hacer gir ar los molinos en los parajes donde no se dispone de aguas corrientes o de vientos regulares.» SAVERY ha dejado un opúsculo inlilulado The miner's /riend, or an engine to raisc water by Jire described, and

1he manner of fixing it in the mines, with an acrounl o/ th c seueml uses il is applicable unto, and an answer to tite objections ag11i11s1 it ( J707). U uy q ue ritar finalm ente las descripc iones contemporúnrug clü 1I A1rn1s : Lcxiron lechnicum, t"O la palabra «Engine»; de DESAGUC!F.llS: f<.'xpc1i111t•11/(/{ ¡1hilo.wphy, U, 465, y de LEUPOLD: Theatrum machinarum hydrdulicarum, IH, 302·04.

'111'~

PAllTE Il:

CRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

IV: LA MAQUINA DE VAl'OH

dos fuerzas a la vez: la presión atmosférica para aspirar el agua y la llJnsión del vapor para expulsarla. Se compone esencialmente de una caldera ( C) y de un depósito ( R) comunicantes; el depósito va provisto en su parte inferior de dos tubos, uno descendente (T), el otro ascendente (T'), cerrados ambos por válvulas. El vapor que sale de la caldera viene a llenar el depósito; se cierra entonces la llave de comunicación y se rocían las paredes con agua fría. El enfriamiento condensa el vapor: se produce un vacío parcial en el depósito y la presión atmosférica hace subir el agua en el tubo T. Es la primera parte de la operación. La segunda consiste, cuando el depósito está casi lleno, en

303

lores o en jardines. Varias fueron instaladas, hacia l 712 L d u m sus alrededores . ha . l d S. ' en on res lord Chanclos, y la d~ Ca~d~~e ~~~~e ªqu e el lo\ Ho?sc, comprada por lemes! pdor minuto a una altura de cÍncu:ntaev; ~c~:cpu~~t~ yOdtros fgaC'lllp ea a por la Co _, d' ib , · a ue ugua del Támesis. ~~:1:e;:;;: istr ma en una, parte de .l~ ciudad el "~peraban de ella 2 L b dpaSece, no presto los seTv1c1os que se i¡ u funcionamiento . le~~ a e avery e~ta~a lejos de ser perfocta: 11us explosiones, que no se ~~b;: J,~~ncp1a lm~1tada; era peli~rosa por revemr, ya que carecia de ma-

er:

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T'

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e _ _ __ N

La máquina de Savery (croquis esquemático).

admitir de nuevo el vapor; este ejerce a su vez una presión sobre la masa líquida y la empuja por el tubo de expulsión (T') dirigido de abajo arriba. Ni que decir tiene que esta descripción es puramente esquemática, lo mismo que la :figura que la acompaña, y que de intento se omiten los detalles. Hay que señalar, sin embargo, el dispositivo que daba a la máquina de Savery su forma característica: en lugar de un depósito único, tenía dos de igual capacidad, que se llenaban y se vaciaban alternativamente. Esta máquina, según pensaba su inventor, podía ser empleada en una multitud de usos : para desecar los pantanos, para extraer el agua de las minas, para aprovisionar de agua las ciudades y las casas, para apagar incendios, para hacer girar las ruedas de los molinos 1 . Fue empleada, en efecto, en las minas: primero en Cornualles, en las minas de cobre de Huel Vor; después, en 1706, en Staffordshire, en las minas de hulla de Broadwater, cerca de Wcdnesbury 2 • Por lo demás, dio bastantes disgustos a los primeros que se sirvieron de ella: no hacía subir el agua más que a un centenar de pies como máximo, y si se intentaba forzar la presión, se hacía estallaT la caldera. Savery tuvo más éxito con máquinas menos potentes, colocadas en casas particuVéase la patente y The miners"s friend, púgs. 22 y sgs. SMILES, S.: Lives o/ Boulton and Iratt, págs. 55-56.

BOMBA

La máquina de Newcomen (croquis esquemático).

n~m~ro ~ara meddir la presión, y de regulador para moderarla Fue a an ona a cuan. o se con~ció la máquina de Newcomen. . ~o que constituye la diferencia esencial de los dos . t d"f renc1a que de d 1 d mven os- i eN ' s e e punto e vista teórico, está en favor de Saver ;i~:e dewcomen n~ emplea la tensión del vapor. En realidad cuerpo e~e v~~ro;i:s k~e p~ hacer, po~- condensación, el vacío en el , . a. , . no re que me1or se aplica a su máquina es el d com:n~:quma atm~~fenca. El principio es el siguiente: la caldera (C) con un cilindro (R) en el que se mueve un émbolo (P). El

J;-:

Abridgments · R l , o/ speci·¡·ications relating to the steam-engine I 32-33 eemp azo una rueda hidráulica colo . d b . 1 ' ' . Véase J oum. o/ the H tJuse of e ca ª .ªJº e . puente de Londres. El servicio de aguas de Londresº~:::s, d~lIX, 188~ ly Abrtdgments, I, pág. 34. 1 2

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e s 1g o XVII en manos de com-

IV:

1111

LA MAQUINA DE VAPOll

305

PAln'E II: GRAN DES INVENTOS y GRANDES EMPll ESAS

, bolo está unido a uno de los extremos de un balan· YnMlll~O de este ~m l ·1 d na balanza sobre un pivote, en un i·ín ( B), que oscila como e ast1 \;ado un segundo vástago (T'), que plano vertical. Al otro extrem~ vat 1 ex elente En estado de reposo, un . ·. , blicua Para poner hace funcionar una bomba aspiran e, y , p ntíene el balancm en pos1c1on o . d (N) contrapeso ma . f , el cilindro (R) por aplicación e . . to la máquina se en na , . b . en mov1m1en . l a or la resión atmosfenca a¡a agua fría; en seguida se condensa ~ v p ' pl , t o· (T') El efecto , bolo (P) y mediante el balancm, levanta. e vas ª::>º · e1 em ' deja entrar de nuevo e1 vapor inverso se produce tan ?ronto lcomo ~; de la presión atmosférica el a acc10n en e1 c1·1·m dro (R) .' al cesar . d el contrapeso. Se establ ece émbolo (P) vuelve a subir, arrastr a o por 1 . , l ue hace andar la bomba · así un va1ven regu ar q. l l d Savery 2 • Newcomcn, El invento es posterior en ? gunos r;~;~outh en Devonshire. Sin su autor era herrero Y cerra1ero e~ : · . tuvieron lugar • S primeras experiencias duda oyó hablar de averyd: ~~yas . . que lrnya conocido los trabajos l · d 11' 3 Una tra ic10n qu1eie no e¡o~ e a l . h t ido- correspondencia a este respecto con , de su tiempo. Robert H oo· de Papm, y que a~a .man en uno de los ~abios mas ilust~es ;:ci:~a~a1~:a1 4. Es probable que el inke, secretario ~rpetuo d? a destos· el hombre al que Newcomen se él ~n artesano o un vento tuviese ongenes mas mo, . · asoció para llevarlo a buen termino era, como , d . h bían hech o much o para j ustifi· pañías privilegiadas, las cuales,24por lo l emlas, gr:n comodidad de tener agua en . D foe·· en 17 ensa za « , · car su monopol io. e , _ ,' d d a H y dos grandes maquinas Pªra las calles, distribuida por canenas e lma erta. laª otra cerca de Broken Wharf, • ·s.. una en e puen e,d ,.an según se d ice, aprov1s1onar · · elevar el agua d el T a)llest las cuales elevan tal cantidad ~e agua que po ~~da~ las casas hasla el último toda la ciudad hasta sus barr!os extr~dosd y d Ware por un acueducto, sigue piso... Sin embargo, el New-River , t~a1 l~ ci~sd:d. Es preciso añadir que l~ comabasteciendo de agua la mayor par~e e ievo estanque o depósito en Islmgton, pañía se ha visto obligada a abrir un m -1 d l ío Para hacer subir el agua a a un nivel más alto que el del curso natura .e u~na. movida en otro tiempo por este estanque elevado se emplea una gran maq 'mero de caballos que trabajan un mol ino de seis aspas y ahora por una gran nu relating to the steam-engine, l , 35. sin cesar.» DEFO~ : Tour , II,/ lSO. ·¡· i· l Véase Abndgments o speci ica ions "d 1740 por el físico Desa· d 1 · · a de Newcomen constrm o en S . Un mode1o e a .maqum K" , Colle : (Londres) está expuesto en e1 e1ence guliers y pertene~1enle al i~g s • g n , 1957). Mu~eum de Kensmgton, galena, numS 3 (~ S . Lives e/ Boulton and Watt, pa· 2 Data de 1705 ó 17~. Veadse EM.ILES, º1 ii 91 · MATSCHOSS, C., ob. cit., I, p:ina 63; BEcK, L.: Geschichte es , isens, , ' 304 y sgs. h 3 En :Modbury, cerca de Plymout · . la Encyclopedia Britannica ' l Steam-enrrme» de " d. : , ·l RoaINSON, en el arucu 0 " que ningún documento apoya. 1 (4.ª ed .. 1805), presta su autorida~ ª est: ~: ~~ ~i~. He aquí lo que Desaguliers En lodo caso, Newcomen te!lla Nnad iendo ni bastante filósofos para compren· dice de él y de su socio a e~~ bas~a!te matemáticos para calcular las proporcler las raz.ones y las causasb, f L nados para encontrar por azar lo que cioncs de las parles, fueron. astan te a or u \macaban .» Experimental phisolophy, U, 532.

Cll

pequeño fabricante, el vidriero J ohn Calley 1 • La máquina, tal como •nlió de sus manos, era todavía muy tosca. En el cilindro al que llegaba cil vapor, el émbolo no se adhería exactamente a sus paredes; la conclrnsación, que se obtenía rociando con agua fría el exterior del cilincll'O, se hacía muy incompletamente; era preciso abrir y cerrar con ]a mano la llave de comunicación siete u ocho veces por minuto. Perfecc·ionamientos sucesivos remediaron en parte estos defectos. La conden1mción se hizo más rápida y más completa mediante el establecimiento dr. un sifón que inyectaba el agua en el interior del cilindro, en medio cid vapor mismo. El funcionamiento de la máquina se aceleró gracias n un sistema de hilos y de barras que, ligando las llaves de paso al hulancín, hacían su movimiento alternativo enteramente automático; mas tarde se contaba que este perfeccionamiento fue debido a la pereza de un joven obrero, Humprey Potter, que, · encargado de vigilar una máquina de Newcomen, había imaginado este medio de simplificar y de abreviar su tarea. Finalmente, se evitó el peligro de explosión merced n una válvula de seguridad, añadida en 1717 por Henry Beighton, de Newcastle 2 • Hacia 1720, la máquina había llegado a la forma práctica que conservó, con algunos detalles más o menos, durante más de medio Aiglo 3 • En 1711 se constituyó una sociedad para explotar el invento de Newcomen '· El uso de estas máquinas se extendió muy rápidamente no solo en Inglaterra, sino también en el Continente 6 • Una de ellas, establecida en Griff, cerca de Coventry, realizaba un trabajo equivalente al de cincuenta caballos, con un gasto seis veces menor 6 • La de los York Buildings, comprada en 1720 por la Compañía de las aguas •del Támesis para reemplazar a la máquina de Savery, reconocida como insuficiente, era de dimensiones respetables: la caldera medía 450 pies cúbicos, el cilindro dos pies y medio de diámetro y nueve pies de 1 Véase CAWLEY, O.: Abridgments, loe. cit. Según el Dict. o/ National lliography, era un propietario, un ganadero ( grazier en l ugar de glazier, vidriero). Ar t. «Newcomen.» 2 Véase DESACULIERS, ob. cit., II 481, 533. La historia del boy Potter ~s sospechosa : quizá proviene s impJemente de una especie de juego de palahras sobre bnoy (flotador) y boy (muchacho). Véase Dictionary .o/ National niography, art. «Newcomen.» :!- Véanse l as láminas de la Enciclopedia, tomo IV, art. Hidráulica, y MATSCHOSS, o/J. cit., I, 47, 308 a 310. '1 Se intitulaba «Company of the propielors of the invention for ruiaing water by fire.» Véase Abridgments, I, 36. 5 Una máquina de Newcomen se montó, desde 1722, en Cassel en el lnndgravíato de H esse, otra en Konigsberg en Hungría. BEcK, L.: Gcsdiiclite des Eisens, III, 166. 6 DESAGULIERS, ob. cit., II, 470 y sgs. (descripción detallada con )áminu~). lln grabado fechado en 1712, y que representa una máquina do vnpo1· illHLaluda en los alrededores de Dudley, forma parte de la colección particul ar de Mr. Samuel Timmins, en Birmingham. ' MA~"TOUX.-20

IV:

l'AllTE Il: GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMP!IES,\ ~

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11llura; consumía anualmente por valor de 1.000 libras esterlinas de carhón 1 • El asombro de los contemporáneos no debió de ser, sin embargo, de larga duración, pues bien pronto hubo por todas partes «máquinas ele fuego», no solo en las minas, donde en poco tiempo llegaron a ser indispensables 2 , sino a la orilla de los canales, cuyos depósitos y esclusas 3 alimentaban, y en las ciudades a las que abastecían de agua potable. En 1767 se contaban cerca de setenta en Newcastle y en sus arrabales 4 • La máquina de Newcomen h ubiera podido convertirse, sin modificaciones profundas, en una máquina motriz: habría bastado unir el balancín a un mecanismo de transmisión. Cierto Fitzgerald, en 1758, hizo a este respecto una comunicación a la Sociedad Real; pero la 5 idea, aunque de una aplicación fácil, no se llevó a la práctica • Se consideraba más simple elevar el agua a un depósito, para emplearla luego en hacer girar una rueda. Esta combinación de la bomba de fuego y de la máquina hidráulica estuvo en uso por todas partes hacia mediados del siglo XVIII. La pérdida de fuerza que resultaba de este sistema bastardo se añadía a la pérdida de calórico causada por los enfriamientos sucesivos del cilindro condensador. La consecuencia era un gasto de combustible sin, proporción con el efecto obtenido. Se buscó varias veces el medio de remediarlo. Los ingenieros más hábiles de la época, Brindley, Smeaton, se ocuparon de ello 6 • Mas la solución del problema solo se halló gracias a la ciencia y al genio de Watt.

11 La gloria que envuelve el nombre de James Watt, el puesto que Inglaterra y todo el mundo civilizado le ha reservado entre sus grandes hombres, y, sobre todo, la duración, el desarrollo y las con,secuen· cías de su obra, nos advierten que pertenecía a otra raza q ue el común de los inventores y q ue perseguía otros fines. Su curiosidad científica Véase la descripción (con láminas) dada por WmoLER, Johann, en su Tractatus de machinis hydraulicis toto terrarum orbe maximis Maryliensi et Londiniensi, Wittemberg, 1728. 2 Véase A treatise upon coal mines (]769), págs. 100 y sgs. 3 A veces la misma bomba servía para extraer el agua de una mina Y para llenar un canal. Véase Journ. of the House of Commons, XXXV. 210. En las actas de concesión de canales, se encuenu·a a veces una cláusula que obligaba a los propietarios de las minas situadas en el trayecto a "erter en el canal el agua extraída de sus pozos. Véase el Acta 16 Geo. III, c. 28. 4 Thurston, Hist. o/ the growth of the steam-engine, pág. 71. 5 Philosophical transactions the Royal Society, L, 370 (1758). G SMILES, S.: Lives o/ the engineers, I, 330-33, y 11, 73. Sobre los perfec· cionamientos de la máquin a de Newcomen, ver l\iIATSCIIOSS, C.: Die Entwicklung der Dampfmaschine, I, 313, 334 (láminas).

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dcsper.tó muy tempranamente. En la casa don
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l./\ MAQlJJN A 01·: VAl'Oll

El 19 de enero de 1736. SMILES, S.: Lives o~ Boulton and Watt, pág. 81. Wx:LI~MSON, M emorials o/ Wa tt, 91. Era también fabricante de instru m_ei:tos naullcos, telescopios, brújulas, sextantes etc. TIMlll!NS S · James W • pagina 4. , • • ·· att, 4 ldem, ob. cit., I, 152. s T IMMINS, s., ob. cit., pág. 5. 6 URE, A.: The cotton manufacture of Great B ·1 · I 175 U el hecho por Watt mismo. n am , • · re conocía : RoDISON: Steam and steam-engine, pág. 108. SMILES, S., ob. cit., págs. 145-146. 9 L as d'1scus10nes . q.ue. tuvieron l ugar sobre este punto están bien resumidas en e1, art. «Watt» del Dictionary of National Biography. Las cartas que establecen l~s r ulos de Watt han sido publicadas p or MUIHllEAO J.: (Correspondence o/ J 1e ate Jam es Watt on the discovery, o/ the composition of water) . ;

l\Ull

PARTE

u:

GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS IV:

rwurcnban por sus conocimientos en materia de antigüedades'. de legislnoi6n y de bellas artes: leía a los metafísicos, ~le~anes, se ~nteresaba por la poesía, gustaba apasionadamente de la mus1ca . Su gemo_especu· !ativo se ha nutrido de toda la ciencia y de todo el pensamiento de · ·, su tiempo. . Los orígenes de su invento nos son conocidos por 1a expos1c1on que 'l mismo ha dado 2 • No se trata en modo alguno de esas inspiraciones ~recoces y subitáneás que la gente se complace en atribuir a los grandes hombres. No fue mir ando hervir el agua en una teter~ como Watt descubrió de repente la potencia del vapor. Las conversaciones con su amigo Robison atrajeron su atención sobre un pr?blema pl.anteado de:de hacía mucho tiempo. En 1761 ó 1762 comenzo una sene de expe;1mentos sistemáticos sobre la presión sirviéndose del digestor~ de Papm. En el invierno de 1763 a 1764 tuvo que reparar un pequeno modelo de la máquina de Newcomen, que pertenecía a la Universidad ,d~ Glasgow y que se empleaba en las d~mosti:aciones del curso de, ~1s1ca. s,e vio conducido a observar su func10nam1ento y a hace; su cntica met?: dica. La pérdida de energía, que era su defecto evidente; le parec10 ligada a dos causas principales: por una ·parte, se consumia ur:a gran cantidad de calórico en restablecer, despues de cada golpe de embolo, la elevada temperatura en el interior del cilindro, y, por o~ra p~i:e, ~a · condensación permanecía muy incompleta en razón d~ la msuf~ciencia del enfriamiento. ¿Cómo remediar este doble inconvem~?te? El ~vento de Watt no es otra cosa que la respuesta a esta cuestlon, obtemda en un laboratorio, según el método científico. . ., Dejemos la palabra al. ~nventor: «Para evitar t~da condensacion inútil, era preciso que el cilindro en que el vapor vema a actua~ sobre el émbolo permaneciese siempre tan caliente como el vapor:, mism?. · · Pará obtener el vacío deseado, era preciso que la condensac10n. tuviese lugar en un recipiente separado, en el que la temperat~r.a pudiese .ser disminuida tanto como fuera necesario, sin que la del c1lmdro se viese modificada» 3 • En estas pocas palabras está contenido todo el principio del condensador distinto desde ahora del cilindro, con el cual formaba un todo en la n:áquina de Newcomen. Y este primer perfeccionamiento traía consigo otro - más importante: «Si no se quería estar obligado poner agua sobre la cara super~or del ~m~olo ~ara hacerl.o adhe:u hermétic"amente a las paredes, y si se quena impedir que el aire enfriase el cilindro durante el descenso del émbolo, era absolutamente nece-



l Reseña sobre Watt, en los Timmins MSS (Reference . Library de Birrningham). Los Soho 11-íSS contienen numerosas cartas en frances escr~~as por Watt. Svedenstjerna, que lo visitó en 1802, vio en su c~sa una colecc10n mt!Y bella de minerales, que tenía reunidos .Y cla~ificados «sm ufanarse con el tllulo de mineralogista». SvEDENSTJERNA, R eise, pag. 89. 2 Nota de Watt inserta en Robinson, Steam and steam.engine, págs. 118·20. 3 WATT, ibíd., prefacio, pág. IX.

LA MAQUINA DE VAPOR

309

eurio emplear como fuerza motriz, no la presión atmosf6rica, sino la del vapor» 1 . Así queda cumplida-tal como se impone una conclusión 111 término de un razonamiento bien conducido- la transformación esencial: la máquina atmosférica se convierte en máquina de vapor. La obra está ya fijada desde entonces en sus líneas generales. Algunas las ha esbozado Watt hacia 1764; otras se encuentran en el texto de la especificación adjunta a su primera patente, con fecha de 1769 2 • El título modesto que dio a su invento indicaba muy exactamente su origen. No se trataba, en un principio, más que de «dismiuuir el gasto de vapor y de combustible en las máquinas de fuego». Desconfiando de sí mismo, Watt solo mencionaba de pasada, como una hipótesis accesoria, lo que constituye el resultado verdaderamente original y fecundo de sus investigaciones: el empleo del vapor no como fuerza auxiliar, como medio de hacer el vacío en un cuerpo de bomba, ~ino como fuerza activa, generadora de movimiento 3 • Solo trece años más tarde, después de una larga serie de experimentos prácticos, es cuaI\do la expansión del vapor aparece en primer plano y se abandona defini.tivamente el principio de la máquina atmosférica. No tenemos que exponer todos los inventos secundarios con los que Watt completó su obra maestra. Unos, como el regulador de bolas, o la corredera móvil de la máquina de doble efecto, tienen por objeto obtener un máximo de energía y regular su consumo 4 • Otros tienen por 1

Steam and steam-engine. Núm. 913. La patente es del 5 de enero, la especificación del 29 de abril. •F:l texto eEtá íntegramente reproducido en el cuerpo del acta de 1775 05 Geo. !11, c. 61) que prorrogó su validez. He aquí el comienzo de la especificación: 1Mi método para reducir el consumo de vapor, y en consecuencia de combuatible, en las bombas de fuego, se basa en los principios siguientes: 1.0 La cámara en la cual la fuerza del vapor debe emplearse en hacer funcionar la máquina, designada, en las bombas de fuego ordinarias, con el nombre de cilindro y que yo llamo cámara de vapor, debe mantenerse constantemente, durante el funcionamiento de la máquina, a la misma temperatura que el vapor que viene a llenarla. Lo que se obtendrá, en prime!' lugar, rodeándola con una funda de madera o de otro cuerpo mal conductor del calor; después, manteniéndola en contacto con una capa de vapor, o de una sustancia cualquiera que alcance una temperatura elevada; y finalmente, teniendo cuidado de impedir que el agua, u otra sustancia más fría que el vapor, penetre en ella o toque sus paredes. 2.0 En liis máquinas que deben ponerse en movimiento por la condensación del vapor, esta condensación tendrá lugar en recipientes cerrados, distintos de las cámaras de vapor, aunque comunicando con ellas. Estos recipientes, a los que yo doy el nombre de condensadores, deben mantenerse constantemente, cuando la máquina está en marcha, a una temperatura tan baja al menos como l a del aire ambiente.» 3 «4.0 Me propongo, en ciertos casos, emplear la fuerza de expansión del vapor de la misma manera que se emplea actualmente la presión atmosférica en las bombas de fu ego ordinarias. En los casos en que sería imposible procurarse ugua fría en cantidad suficiente, las máquinas podrán ser movidas únicamente 11or la fuerza del va por ... » 4 Patente del 12 de marzo de 1782, núm~ 1.321. Véase MATSCllOSS, C.: obra citada, l, 359-06. 2

WAtT,

IV: PARTE

Il:

GRANDES INVENTOS

Y

objeto utilizar esta energía, adaptarla a usos prácticos variados. Estos son los que deben retener nuestra atención, pues de ellos, en efecto, ha dependido en cierto momento de su historia el porvenir industrial de la máquina de vapor. Si hubiera seguido siendo únicamente lo que era en un principio, lo que eran las máquinas de las que se deriva, es decir, una bomba automática, no habría desempeñado en la industria sino un papel limitado: a lo más, habría sido el auxiliar de la máquina hidráulica, encargada de proporcionar el agua para hacer girar las ruedas. Para que pudiese accionar directamente mecanismos de todas clases, ejecutando las operaciones técnicas más diversas, era preciso resolver una serie de problemas, el primero de los cuales era este: ;,Cómo convertir la oscilación del balancín en movimiento circular? Watt, reanudando las investigaciones de Fitzgerald, encontró bien pron· to no una, sino varias soluciones 1• La mejor estaba tomada de una de las máquinas más antiguas y más simples que existen : la rueda de pedal de los afiladores 2 • Otra, más complicada, pero a la que Watt debió de recurrir con preferencia por razones de orden comercial, se define bastante bien con el expresivo nombre de «movimiento planetario», sun and planet motion 3 • Hay que mencionar, además, uno de los inventos de que Watt se sentía más orgulloso: el paralelogramo articulado, punto de partida de una multiud de perfeccionamientos ingenio· sos. Estamos en presencia de uno de esos raros espíritus que saben dominar los detalles tanto como el conjunto, que no se contentan con sentar principios, sino que llevan hasta el límite sus aplicaciones; en una palabra: para los que la ciencia es a la vez un fin y un medio.

1

Cinco se exponen en la patente del 25 de octubre de 1781, núm. 1.306. El mismo dispositivo existía en la rueca de pedal, llamada rueca sajona. Aplicarlo a la máquina de vapor era, según decía Watt en el estilo fam iliar que le era habitual, «servirse para cortar queso de un cuchillo hecho para cortar pan.» s~f!L ES, s.: Boulton and watt, pág. 287. 3 Un vástago unido al balancín lleva en su extremo una pequeña rueda den· tada que mueve una segunda rueda, de gran diámetro, al girar alrededor de su cubo, con el cual forma engranaje. La idea de este mecanismo per tenece a William Murdock, capataz de la fábrica de Soho. Documentos y diseños1 rela· tivos a este invento se encuentran en los Soho MSS, correspondencia comercial, años 1780-1782. Watt renunció a servirse de la excéntrica simple porque un competidor, Matthew Washborough, la había hecho patentar por su cuenta en 1779. Sobre la acusación de plagio lanzada por Watt contra Washborough, véase MumHEAD, J.: M echanical inventions of James Watt, II, 128. Dos máquinas de Watt, construidas en Soho entre 1782 y 1800, y provistas de la sun and plan.et wheel están expuestas en el Science Museum (Kensington) en la galería del Este (East Ilall). Una de ellas, construida en 1797 para el farmacéutico John .l\faud, ftm r.iona a la vista del público (1957). 2

311

LA MAQUINA DE VAl' Oll

GRANDES EMPRESAS

III Una cosa es inventar y otra es saber explotar un invento : de ello hemos tenido muchas pruebas. Y en lo que concierne a la máquina de vapor, se presentaban dificultades particulares. Era, en suma, toda una industria lo que había que crear, con su personal y su utilaje. P ara reemplazar a los mecánicos de ocasión con que se habían con.tentado hasta entonces-relojeros, hojalater os, constructores de molinos-er a preciso formar un cuerpo de obreros especializados, preparados para un trabajo difícil, que exige a la vez fuerza muscular, inteligencia y una gran seguridad manual. Las piezas, a menudo irregulares y mal ajustadas con que se construían las primeras máquinas y que explican en parte su mal funcionamiento, había que sustituirlas por cilindros de un contorno geométrico, émbolos que se adhiriesen sin un frotamiento excesivo, engranajes tan precisos como los de un reloj. Esta transformación necesaria la hicieron posible los progresos de la metalurgia. Mas para efectuarla se precisaban también capitales, y la osadía de arriesgarlos en una empresa totalmente nueva y de porvenir incierto, el talento co· mercial de que depende el éxito práctico. Un invento tan precioso como Ja máquina de vapor tenía que triunfar: se hace difícil imaginarlo ignorado o desconocido. Pero como en tantos otros inventos, hubiera podido ocurrir que no alcanzase el éxito sino tras la muerte de su inventor. Watt tuvo la suerte de encontrar en su camino a dos hombres notables, capaces de comprenderlo y de secundarlo, y que merecen compartir con él, si no la gloria del descubrimiento, al menos el honor de haberlo llevado del dominio de la teoría al de la práctica. Estos dos hombres son John Roebuck, de Canon, y Matthew Boulton, de Soho. Watt fue presentado a Roebuck 1 , en 1765 ó 1766, por un amigo común, el profesor Black, de la Universidad de Glasgow. En aquel momento había abandonado casi completamente sus investigaciones, cuyos gastos no podía soportar; sin fortuna y cargado de deudas, había tenido que hacerse agrimensor e ingeniero para ganar su vida y la de los suyos: se le acababa de confiar la preparación del trazado del canal Caledoniano 2 • Y en calidad de ingeniero fue como entró en negocios con Roebuck, el cual necesitaba bombas para las minas cuya concesión acababa de obtener ,en Borrowstounness, en la margen derecha del Forth 3 • Su inteligencia, su carácter emprendedor, nos son ya cono1

SMILES, S. : Boulton and Watt, pág. 139. El resumen de su informe está en el Journ, o/ the Ilouse o/ Commons !.VIII,. 1107: También fue encargado de sondar el curso del Clydc, y trubuj 6 e~ d meioram1ento del puerto de Glasgow. Williamson: Memorial.1 o/ /a mes W att, 2

'· 172, 176, 177. .~

]ARDINE, S.: "Account of John Rocbuck», 1'r<11i..saction1 o/

of Edinburgh, IV, 75 (1787).

1

1!t1•

Royal Society

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11 ;

GRANDES INVENTOS

Y

GRANDES EMPRESAS

olclo11: informado de los trabajos de Watt, comprendió en seguida todo eu interés, y le propuso su ayuda para que lograse darles término. Watt oceptó su ofrecimiento: se firmó un contrato por el que Roebuck se comprometía a saldar las deudas de su nuevo socio, hasta el completo pago de 1.000 libras, y a proporcionar los fondos necesarios para llevar a cabo las investigaciones comenzadas y organizar la explotación industrial de los resultados: se reservaba, a cambio, los dos tercios de los beneficios 1 • Este contrato marca una fecha en la historia del vapor. Es entonces cuando sale del laboratorio para entrar en el mundo de la industria, a la que va a transformar; esto, gracias a la iniciativa osada de Reobuck. Watt, siempre vacilante, inquieto, descontento de sí mismo, necesitaba a su lado alguien que lo alentase y lo empujara hacia adelante. Roebuck desempeñó este papel con un celo infatigable. Watt, hacia el fin de su vida, se complacía en reconocer todo lo que le debía: «Es a su aliento amistoso, al interés que se tomaba por los descubrimientos científicos y a su prontitud en imaginar sus aplicaciones; es a su conocimiento profundo de los negocios y de la industria, a su visión amplia, a su temperamento ardiente, generoso, activo, a lo que hay que atribuir, en gran parte, el éxito que mis esfuerzos han podido alcanzar» 2 • La primera máquina de vapor fue instalada en Kinneil House 3 , no lejos de Edimburgo, en 1769. Su construcción había sido laboriosa: las herrerías de Carron, pese a la superioridad de su utilaje, no habían logrado ejecutar correctamente lo que Watt les exigía. Esta máquina, realización imperfecta de una idea que no había adquirido todavía su completo desarrollo, recibió-según un uso que se ha conservado en lnglaterra--el nombre de Belcebú; con su cilindro único, su balancín oscilando en un plano vertical, se parecía mucho a una bomba de Newcomen: su destino, por lo demás, era el mismo 4 • Su funcionamiento, muy defectuoso, obligó bien pronto a dejarla de lado. Al mismo tiempo comenzaron los apuros de Roebuck. Las minas, cuya explotación había emprendido imprudentemente, se llenaban de agua a pesar de las bombas antiguas y nuevas: le habían costado ya mucho dinero a él y a sus amigos. Todos los negocios a los que pretendían hacer frente su frieron el contragolpe de este desastre. Durante algún tiempo se dehatió contra la ruina inminente. Watt volvió a emprender sus trabajos de agrimensura. Su invento, todavía incompleto, y cuyos defectos había mostrado la experiencia, quedaba paralizado. La quiebra de Roebuck en l Abridgments of specifications relating to the steam-engine, I, 56. LORD, J.: Capital and steam power, pág. 80. 2 Nota e Watt, en RoBISON: Steam and steam-engine, pág. 144. 3 Esta casa, q ue pertenecía a Roebuck, fue habitada más tar de por el filósofo Dugald Stewart. SMILES, S.: Industrial Biography, pág. 134.

4

Esta máquina fue destruida en un incendio en 1777.

IV: LA MAQUINA 01:: VAl'Oll

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1773 puso fin a esta situación enojosa y fue el origen de la asociación de Watt y Boulton. Boulton conocía a Watt desde hacía varios años. Puesto al corriente de sus investigaciones por Roebuck, de quien era amigo, se había interesado tanto más cuanto que esperaba encontrar en ellas la respuesta a una cuestión por la que estaba preocupado: la fuerza motriz faltaba en su manufactura de Sobo y pensaba en crearla artificialmente, bien con la ayuda de una máquina de Newcomen, o bien por cualquier otro medio. A este respecto se había aconsejado en 1766 de dos hombres que constituían una autoridad en materia científica: Benjamín Franklin y el doctor Erasmus Darwin 1 • En 1767, Watt, de paso para Birmingham, visitó los talleres de Soho y admiró allí la perfección del trabajo metalúrgico, cuya necesidad sentía él mismo tan vivamente 2 • Al año siguiente, Boulton lo invitaba a que fuese a verlo; se entrevistaba con él largamente y le ofrecía su concurso. Consultado Roebuck, su opinión fue que debía aceptarse la proposición, pero a condición de limitar expresamente su alcance: Boulton se convertiría en concesionario de la patente para los condados de Wa.rwick, de Stafford y de Berby. Era desconocer los amplios puntos de vista del manufacturero de Soho y las esperanzas que había puesto en el nuevo invento: «El plan que me ha sometido-respondió--es tan diferente del que yo había concebido que no puedo juzgar conveniente ocuparme más de él.. . Mi idea era establecer una fábrica al lado de la mía, a orillas de nuestro canal, en la que yo habría puesto todo el utilaje necesario para construir má. quinas y que abasteciese al mundo de máquinas de todas las dimensiones ... Fabricar para tres condados solamente no vale la pena; lo que sí valdría la pena sería fabricar para el mundo entero» 3 • La bancarrota de Roebuck ofreció a Boulton la ocasión de volver a su proyecto. Roebuck le debía 1.200 libras; le ofreció renunciar a 1 Sobre esta correspondencia, véase SMILES, S.: Boulton and Watt, páginas 182-183. Erasmus Darwin, naturalista y poeta, fue el abuelo de Charles Darwin. Una carta de Boulton a Franklin, del 22 de febrero de 1766, es citada por Lord, Capital and steam power, pág. 96. 2 TIMMINS, S.: James Watt, pág. 9; SMILES, S.: ob. cit., pág. 187. LORD, obra citada, pág. 93. 3 Febrero de 1769. Citado por TIMMINS, James Watt, págs. 11-13. La misma

carta contiene indicaciones interesantes sobre Ja colaboración que Boulton ofrecía a Watt «Pienso que para sacar de su invento el mejor partido posible, es preciso dinero, una ejecución muy esmerada, y relaciones comer ciales extensas. El único medio de asegurarle el éxito que merece es no dejar su ejecución a la turba de mecánicos empíricos, que, por ignorancia, por falta d e experiencia, y carencia de un u tilaje apropiado, no harían probablemente sino un mal trabajo ... Podríamos reclutar e instruir a cierto número d e obreros escogidos; pondríamos en sus manos herramientas mucho mejores, las cuales no se toma uno la molestia 1le buscar cuando se trata de construir una sola máquina; obtendríamos un 20 por 100 lle economía en la ejecución, y tanta diferencia en lo. calidad de la obra como puede haberla e ntre un ,herrero y un fabricante de instrumentos cientíCicos.»

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CRANDES INVENTOS

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GRANDES EMPRESA S

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IV :

condición de que Roebuck le cediese su contrato de asociación Wat. Se dirá que esto era comprar demasiado barato unos dere110 11 chos de un valor incalculable. Pero ese valor era todavía dudoso: los resultados de la empresa, cualquiera que fuese la confianza que pudi;ra tenerse en ellos, parecían todavía lejanos: «Todo esto no es aún mas que una sombra, una pura idea: para realizarla s:rá . men.e:ter mucho tiempo y mucho dinero» 1 • El acuerdo se concluy? sm d1f1cultad; la máquina de Kinneil House fue desmontada y enviada a Soho: Watb mismo una vez terminado el trazado de los planos para el canal Cale2 donian'o, fue a instalarse allí en el mes de mayo de 1774 •

LA

MAQUINA DE

VAPOJl

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IV La manufactura de Soho, situada al norte de Birmingham, sobre una altura hoy día totalmente cubierta de fábricas, negra de carbón y de humo, había sido fundada en 1759 3 • Matthew Boulton era ya en esta época un hombre importante y rico. Su padre, fabricante de baratijas de Birmingham 4, lo había dedicado desde muy joven a los negocios, pero después de haberle dado una educación bastante buena, q1,1e él supo completar más tarde por sí mismo. Los ta~eres de ~oulton e h110 fabricaban botones de metal, cadenas para relojes, hebillas ~e acer,o grabado para zapatos. Est as últimas eran objeto de un ,cunoso tr.afico causado por las exigencias de la moda; se las exped1a a Francia, par~ volver a importarlas luego co~o artículos fra_nc~ses 5 • Después ~e su matrimonio con una heredera, h11a de un esquire , Boulton habna podido llevar la vida de un aristócrata campesino; pero le gustaba la industria en la que había sido educado; quiso consagrar su fortuna a la creación de una manufactura modelo. La construcción de es'te gran establecimiento que, iniciada en 1759, no fue terminada sino en .1 7~5, le costó 9.000 libras esterlinas 7 • Comprendía cinco cuerpos de ed1fic10s 1 Carta de Boulton a Watt, 29 de marzo de 1766. SMILES, Boulton and Watt, página 198. No hay que olvidar que ninguno de los demás acreedores de Roe~.mck «h abría dado ni un céntimo por esta máquina» (Carta de Watt a Small, 2~ de julio de 1766, citada por LonD, Capital and steam power, pág. 86). 2 Idem, ibíd. 3 Su emplazamiento, cuando Boulton la tomó en arren damiento, era « U~ páramo desierto cuya cima, batida por los vientos, estab8: ocupada por una 1111serable choza, habitación de un guarda de caza». Memoir o/ Matthew Boulton esq., late o/ Soho, pág. 5. 4 l bíd.; Clarke MSS (bibl. de Birmingham), V, 65. s Idem, ibíd. G SMILES, ob. cit., pág. 166. El término esquire conserva todavía su valor a mediados del siglo xvm ; no se da más que a los gentlemen, miembros de la pequeña nobleza o de las viejas familias burguesas. 7 Memoir o/ Matthew Boulton esq., late o/ Soho, pág. 6; LAt\CFORD, J. A.: A ce11l11.ry o/ Birmingham, II, 147.

y . podía. contener 600 obreros._ Un depósito, colocado sol.>rc la altura, (H op?rc1onaba el, agua nec~s~na para hacer girar una potente rueda motnz «que poma en movmuento un gran número de máquinas dife1 rentes>: - Se .sabe qu; ~l util_aje mecánico estaba ya muy dcsurrollado en la mdustna metalurg1ca, sm que desempeñase todavía el papel capital .que tuvo más tarde. Boulton quiso tener en su casa las máquinas más r.cc1entes Y se o_cupó ~er~onalmente de adaptarlas a las necesidades parllculares de su mdustna . La suma total de sus negocios ascendía desde 1763, a 30.000 libras esterlinas 3 • ' , Los p;~ductos de e~ta manufactura eran muy variados. A los arllculos clas1cos de la bisutería de Binningham, Boulton había añadido otros nuevos: ~os br~nces ornamentales, jarrones, candelabros, trípo~es, 4 la orfebrer~a ma~1za y c?apeada, las imitaciones de oro y de concha . P ensaba mclus~ve, hacia 1768, en añadir la porcelana, y Wedgwood, el gran ce~amista de Staff?rdshire, se preparaba ya para sostener la competencia de aquel a qmen llamaba «el primer manufacturero 5 de Inglaterra» • ~oulton merecí~ este título no solo por la importancia de su. empresa, smo por la calidad de su producción. Se había propuesto c?m? tarea bonar la mala reputación de Birmingham y no ahorraba . nmgun esfuerzo para ello: no quería emplear sino los mejores matenal:S y !os ~breros más hábiles, y dirigía personalmente, con el cuidado mas mmuc1oso, el trabajo en sus talleres. Par~ la direc:ión comercial de la empresa estaba secundado por ~otherg1ll, ~u socio desde 1762. Fothergill tenía relaciones en el extranjero, .conocia lo.s gustos de las diferentes clientelas, viajaba en caso de 1'.e~es1dad para n a buscar fuera modelos y pedidos 6 • Gracias a su act1v1dad, las ventas de la casa se ampliaron y su reputación se hizo europea. E~ ~ 765 se le hicieron a Boulton ofertas muy ventajosas para que se dec1d1ese a establecerse en Suecia 7 • P ero Boulton no pensaba en modo alguno e.n abandonar Inglaterra. La situación que ocupaba allí era ya muy considerable. El elemento artístico, que tenía entonces en ~ DAHW IN! ,Erasmus:. The bota11ic_ g_arden (1768), pág. 287. .· Idem, .ibid: .«Los inventos mecamcos son allí superiores por su multitud. va11edad Y s1mph c1dad a los de cualquier otra manufactura ,, 3 Memoir o/ Matthew Boulton, páa. 5. . : Timmíns MSS; f ourn. o/ the House o/ Commo11s, XXXIV, 191-93. . Carta de J. Wedgwood a R. Bentley, 27 de noviembre de 1768· «Si Etruna no. puede conservar. su po~ició?, sino que debe doblegarse y caer· ante Soho, no dejemos al adversa no la v1ctor1a a un precio demasiado bajo : sepamos defendemos como hombres y esforcémonos, incluso en la derrota en compar tir los laureles del vencedor. Esto redobla mi valor, el tener que luch~r contra el primer manufacturero ,de Inglaterra. Es una lucha que me complace. Me gusta ese hombre Y su c_araeter .emprendedor.» Museo Wed gwood. Stoke on Trent. Boulton, ror lo d e¡nas, no dio cu:cso a su proyecto y se limitó a fa bricar guarn iciones de bronce dorado para las vasijas de Wedgwoo4. ; SMILES, S.: Boulton a11d Watt, pág. 172. Calenda~ o/ llome Office Papers, 1760-1765, núms. 1.818, 1.821, 1.919.

IV : LA MAQUINA DE VAl'Olt

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Iabricación casi el mismo puesto que tomó más tarde el elemento científico, le proporcionaba estimulos preciosos. La aristocracia lo pro· tcgía. Horace Walpole, lord Shelburne, lord Dartmouth, el duque de Northumberland, le prestaban bronces antiguos para que los copiara; lord Cathcart lo recomendaba a la emperatriz de Rusia 1 • Valido de un éxito merecido, se comprende que con su espíritu naturalmente ambicioso y audaz haya formado grandes proyectos: «Me intereso--escribía-por todo lo que puede acrecentar o mejorar mis conocimientos en materia de artes mecánicas. Es preciso que el campo de mis negocios se extienda de año en año. Debe, por tanto, estar al corriente de los gustos y de las modas que reinan en las diferentes partes de Europa... Quisiera trabajar para Europa entera y fabricar todos los artículos que pueden ser objeto de una demanda general: oro, plata, cobre, metal chapeado, metal dorado, similor, acero, platino, concha ... >> 2 Se ve lo que era ya el establecimiento de Soho, cuando Watt entró allí, tras la quiebra de Roebuck: Nunca el régimen de la manufactura y el de la fábrica han estado tan cercanos uno de otro; nunca la transición del uno al otro ha sido más insensible ni la distinción-que per· manece justificada cuando se trata de clasificar hechos vistos en con· junto y sumariamente-más difícil de hacer sin caer en sutilezas y arbitrariedades. Lo que Boulton ponía a disposición de Watt eran los recursos y casi la potencia de la gran industria. Watt se puso en seguida a trabajar. En el mes de noviembre de 1774 la máquina de Kinneil House, transportada a Birmingham y reparada con el concurso de los hábiles obreros formados por Boulton, pudo al fin funcionar. Watt lo anunciaba a su padre en estos términos: «El asunto que me ha conducido aquí se desenvuelve más bien que mal: la máquina que he construido marcha ahora y da resultados muy superiores a los de ninguna otra que haya sido inventada antes de mí. Confío en que este invento me será muy nrovechosoi> 3 • Pero había que esperar, antes del éxito definitivo, largos rsfuerzos y grandes dispendios. Cinco años habían transcurrido descfo que Watt sacó su patente, cuya validez expiraba en 1783. La competencia de inventos similares o de· imitaciones más o menos disimuladas era de temer. Watt tomó el partido de pedir al Parlamento la prórroga de sus derechos de propiedad. El 23 de febrero de 1775 dirigió a la Cámara de los Comunes una petición 4 que gracias a sus relaciones en el mundo científico y gracias también sin duda a las rrlaciones aristocráticas de Boulton, fue examinada con la mayor atención. La comisión encar gada de la encuesta oyó el testimonio de Roehuck : este hizo plena justicia al invento, cuyo valor práctico había sido el primero en reconocer: «La 1 2

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l'All'l'E 11: CRANDES INVENTOS Y CRANDES EMPRESAS

ob. cit., págs. 172· 74. Carta al viajante Wendler, ídem, ibíd. MumHEAD: Mechanical inventions of James Watt, ll, 79. fourn. o/ the House o/ Commons, XXXV, 142.

SMILES,

máquina de vapor, comparada con la bomba de fu ego ordinaria hará por ~o menos dos veces más ~raba jo con un gasto igual... Será ve;tajoso serVIrse de ella en dondeqmera que se tenga necesidad de Iuerza mo1riz. p~ra cualqui~r uso que sea» 1• Al mismo tiempo atestiguó los sacrificios que habia costado y que dehía costar aún antes de dar beneficios: él primero y Boulton después habían empleado en experimentos, .construcciones y ensayos más de 3.000 libras; el total de gastos previstos se elevaba a 10.000 libras por lo menos. Pero ¿qué era semejante suma en comparación con el provecho para Inglaterra y el mundo en!er? ~ La p:_orr~gación _de la patente fue concedida para un período de vemticmco anos . No sm alguna resistencia, porque Burke, en el momento del voto, se levantó para protestar, en nombre de la libertad ' contra la institución de un nuevo monopolio 3 • Durante varios años todavía este monopolio no fue absolutamente n~,da remunerado~. Sus gastos sobrepasaron, y con mucho, la evaluac1on de Roebuck . Fue el producto de las demás industrias, a las que 1

! ourn. o/ the Ho use o/ Commons, XXXV, pág. 168. Boulton declaró más o m~nos, .en los mismos términos : «No es solo la más económica de las má~uinas ~otnces 1~ventadas hasta el presente-poniendo aparte los molinos de agua y de v1i;nt<:-, smo que pu~de aplicarse a un número infinito de usos para los que la maquma de fuego ordmaria es absolutamente inapropiada.» 2 15 Geo. TI!, c..61. He aquí los considerandos del Acta: «Resultando que Su muy ex<:elente Ma¡estad el rey George UI, por cartas patentes, bajo el gran sello d.el remo, con fecha 5 de enero del noveno año de su reinado, ha dado y conce.chdo a J ames 'Yatt, de la ciudad de Glasgow, comerciante, y a toda persona que. este en, ca~1dad de ~ep~esentarlo, el derecho exclusivo de fabri car y de • vender c1er.tas maqumas, p~r el mventadas, para reducir el consumo de vapor y de combustible en la~ maqumas de fuego ... [sigue el texto de la patente de 1769]; l'esultando que el citado J ames Watt ha pasado varios años y ha gastado una notable parte ~e su haber en hacer. in:vestigaciones sobre el vapor y las máquinas ~e. vapor! c~munmente llamadas maqumas de fuego, a fin de mejorar estas muy ut1les maqumas ; . que _gracias a estas investigaciones se han realizado muy importantes perfecc1onam1entos, pero que en razón de las dificultades inherentes n la con~trucción de m.áqu~nas tan complicadas y del largo espacio de tiempo que reqmeren las expenencrns necesarias, no ha podido acabar su invento antes de. fina lizar el año de 1774. que a fin de fabricar estas máquinas con todo el cmdado deseado Y de po~er venderlas a precios moderados, se deberán gastar pr?b~blcment~ sumas considerables para organizar talleres y proveerlos de un 1111Ja1e apropiado, Y que siendo _ne~esarios todavía varios años para que una parte aufic1entemente numerosa del público pueda comprender bien la utilidad d el invento Y su propio interés en hacer uso de él, el período fijado por las citadas cortas patentes podría transcurrir enteramente antes que el citado James Watt haya recogido un beneficio en relación a su trabajo y al valor de su invento ... 10 ordena ... », etc. . ~ Solo des~ué_s, de la renovación de la patente de Watt tom6 una forma delimt1~a su .aso.c1ac1on con Boulton. Véanse los términos de su contrato, firmado c•l l. ~e J~mo d.e 1775, por una duración de vinticinco años, en Murn11CAD: ni e~hanical mventions oj James Watt, II, 98. De acuerdo con una nota de los Timmins MSS las construcciones, el uti· lnje, etc., habrían costado unas 47.000 libr,as. No hemo¿ podido con1rastnr la exac-

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GRANDES INVENTOS

Y

GRANDES EMPRESAS

Uonllon no había renunciado al asociarse con Watt, lo que permitió C'ontinuar la fabricación onerosa de las máquinas de vapor. Un pequeño invento práctico de Watt, el de la prensa de copiar, proporcionó unos ingresos que no fueron inútiles 1 . Varias veces atravesó la casa momentos difíciles, casi críticos: en 1778 y 1780 Boulton tuvo que buscar co· manditarios, después de haber vendido parte de~ las. propiedades que tenía de su padre y de su mujer: al terminar el ano fmanc1e=o .de 1781, Boulton y Watt no habrían podido hacer frente a sus v~ncimient~s. de Navidad ni pagar los salarios de sus obreros si no hubieran recibido 2 para ello fondos de los establecimientos Bo.uhon y Fotherg.ill •• En 17.8 2 Watt estaba tan inquieto por el peso creciente de las obhgac10nes contraídas con los banqueros Lowe, Vere y Williams, que escribió a su socio: «Si consintiesen en renunciar a todo crédito sobre mis empresas futuras, casi me dan ganas de cederle~ tod~ lo que poseo ~c~ualmente Y dejar mi suerte en manos de la Providencia. No puedo vivir en el estado de ansiedad en qu e me encuentro ... » 3 • No fue sino muy poco an_tes de 1786 ó 1787 cuando la casa pudo librarse de sus deudas Y reci· bir al fin el beneficio de su costosa iniciativa. . Los pedidos, sin embargo, no se habían hecho esperar demasiado. En 1775 la fábrica de Soho había entregado una bomba de vapor a las minas de carbón de Bloomfield, cerca de Birmingham; extraía el ~gua tres veces más de prisa que una máquina de N~wc~men co~ el mismo gasto 4 • Poco después, Wilkinson encargó una rn.aquma des~mada a accionar los fuelles de los altos hornos de Broseley: por pnmera vez el invento de Watt se aplicaba a un objeto distinto de..la elevación de aguas s. y un pedido de la New River Company tamh1en data de estos p rimeros años 6 • En 1777, Watt se dirigió a C?rnu~lles, do~de, a pesar de algunas vacilaciones por parte de los prop1etanos ~e mma~ ,Y ~lgu­ nas decepciones debidas a la imperfecció~ del monta1e, vend10 cierto número de grandes bombas: la de las mmas de Chacewater, c~ya potencia y buen funcionamiento hicieron mucho por v~ncer las rutmas. l?cales fue construida en 1778 7 • El mismo año la fábrica de Soho rec1bia

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titud de esta cifra con ayuda de los Soho MSS, ya que esta colec~ión no se remonta más allá de 1780 para l a correspondencia, Y 1795 para los libros. . l 1 Véase Soho MSS, correspondencia comercial, 1780-1785; LORD, J.: Capita b · and steam power, pág. 130. 2 Boulton to G. Matthew, 19 de junio de 1782, citado por LORD, J., o · citada, pág. 130, según los Tew MSS. 3 $MILES, S.: Boulton and Watt, págs. 262-63, 314; LORD, J., ob. cit., página 114. 4 Birmingham Gazette, 11 de marzo de 1776. 5 BECK, L.: Geschichte des Eisens, III, 1079, y ASHTON, T. A.: !ron and steel in the industrial revolution, p ág. 70. . 6 MATSCHOSS C.: Die Entwicklung der Dampfmaschme, I, 126-27. 7 SMILES, ob' cit., págs. 242-48. Véase la descripción de otra máquina colo· cada en Gwenham, cerca de T ruro: «La máqui~~ d e fue go ~ue hace andar la bomba es de un tamaño prodigioso y de una actividad por encima de toda expre-

IV : LA MAQUINA DE VAPOR

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la visita de los hermanos Périer, quienes solicitaban de Watt que les proporcionase una máquina para el servicio de aguns de París: fue instalada en 1779 a orillas del Sena, en el final del Cours-la-H.cine: es la famosa bomba de fuego de Chaillo"t, reemplazada en el sig uiente siglo por máquinas más modernas, que no han cesado de funcionar en el mismo lugar hasta una fecha reciente 1 • Ingenieros alemanes, enviados por el gran Federico, fueron también a visitar Soho; pero las máquinas de vapor no se introdujeron en Alemania sino algunos años más tarde, en 1785 2 , Las condiciones ofrecidas por Boulton y Watt eran muy razonables: no exigían de los compradores más que el pago de los gastos de construcción y de instalación de cada máquina, más un tercio de las economías de combustible realizadas con respecto a una máquina atmosférica de igual potencia 3 • Así, solo esperaban su remuneración de la superioridad comprobada, experimentada, de la máquina de vapor y sión. La gran tubería tiene 65 pulgadas de circunfer encia. La bomba es de doble march a; da comúnmente ocho golpes por minuto y puede dar doce, aunque l a profundidad del agua que saca sea de 120 /athoms*, 720 pies; cada golpe saca 100 galones de agua, 400 pintas, una parte de la cual es llevada al gran depósito que proporciona el vapor y el resto forma un arroyo que va a perderse al pie de l as colinas.» Tournée faite en 1788 dans la Grande-Bretagne par un Frani;ais parlant la langue anglaise, pág. 53. En 1783 la máquina de Watt había reemplazado a la de Newcomen en casi todas las minas de Comualles. Véase MATS· CHOSS, ob. cit., I, 126, y Victoria history of the county of Cornwall, pág. 550. Se encon u·ará en LORD, ob. cit., págs. 155 y sgs., la lista de las m áquinas de vapor empleadas en Comualles en 1782. 1 Los diseños de máquinas ejecutados para los hermanos Périer se encuen· tran en Jos Soho MSS . El trato realizado entre ellos y Boulton y Watt es del 12 de febrero de 1779. La máquina debía suministrar 57.600 moyos de agua en veinticuatro horas. Los derechos pagados al inventor, desde 1779 a 1793, se eleva· ron a 48.000 libras. «Examen et débat des com ptes tant de l'ancienne que de la nouvelle administra tion des eaux de París, a partir de l'otigin e de cette entreprise, en 1778, j usqu'au 10 aoíl t 1793, par le citoyen G. D. David, liquidateur, c i-devant homme de loin, pág, 22, Arch. Nat., 0 1 1596 2 . Los Périer pretendían haber construido ellos mismos sus máquinas: «En cuanto a la invención, los señores Périer n un ca se Ja han atribuido, pero no así en cuanto a la ejecución : n o hay n i un inglés que haya trabajado en montar las máquinas de Chaillot. Estas máquinas son obra de los señores Périer solos... Los señores Périer son igualmente los únicos que han hecho todas las máquinas de este género que existen en Francia.¡> «Second plaidoyer des sieurs Périer freres contre les administrateurs des eaux», pág. 8, Arch. Na.t., AA, 11. Es posible, en efecto, q L1e Watt no haya proporc iona do más que los diseños. Sin e)."Ilbargo, los Périer confiesan que habían comenzado por hacer traer las grandes piezas metálicas de las fundiciones inglesas, «las únicas de este género que existen en Europa». lbíd .. pág. 8. Para las relaciones entre Boulton y Watt y los h ermanos P érior, véase LORD: ob. cit., págs. 210 y sgs. 2 BECK, L.: Geschichte des Eisens, III, 541. 3 BouLTo:-1 y WAT'f: «Proposals to the adven tu rcrs», p1\g. J (prospecto fe. chado en 1800, Bi rmingham, Reference Libray, n úm. 69.672).

* Brazas. La braza equivale t seis p ies. (N. del T.)

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GRANDES INVENTOS

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cJ 1 lol'I beneficios obtenidos gracias a su uso. Pero una v~z supera~a la

· en servi r se de un invento nuevo se ve manifestarse, mva1·epugnanc1a rinblemente, una repugnancia no menos fuerte en pagar por apr?vecharse de él. Los propietarios de las minas de Cornualles en . pa.rticular dieron prueba de una mala voluntad y de una mala fe ms1~es, cuando se trató de entregar el censo estipulado. Fue, durante anEs, una batalla perpetua entre ellos y los manufactureros de S?ho 1 ·Pa; 1780 se propagó un movimiento en todo el cond~do para pedir al · lamento la supresión del privilegio. Watt se que~aba de el~o con vehemencia: «Nos acusan de establecer un monopoho: pero s1 ~o es,d est monopolio en todo caso, ha hecho sus minas mas productivas e o ue nunca' lo fueron ... Dicen que es incómodo para ellos. te?er que pa· iar derechos por hacer uso de las máquinas; también es incomodo_ pa~a aquel que quiere robarme el dinero que yo tenga .cerra~o el boton : i bolsillo No está en nuestro poder forzar a qmenqmera que sea m · , . • pues, el Parlamento emplear nuestras m,aqumas. <.·Que• respon dera, f cuando vayan esas gentes a quejarse a él de un mal que son per ectamente libres de evitar?» ... 2 La diligencia proyectada no tuvo lugar. Pero empezaron interminables procesos: en 1799 Boulton ! Wa~, ~a­ biendo ganado la causa, cobraron de golpe más de 30.000 libras e erechos impagados 3 • d · Tuvieron también que defenderse contra las empresas e competl· dores más 0 menos escrupulosos. El más temible fue . J~nathan Hor~~ blower en quien hay que ver algo muy distinto de un urutado~ vulgar· adelan~ó a Watt en el estudio y utilización de, las alta~. presiones. S~ máquina, más complicada que la de Watt, tem8: ~os cilmdros, q?e ~ vapor llenaba alternativamente 4 • Tuvo bastante ex1to com? .para msd1rar serias inquietudes a Boulton y Watt, los cual~s se ~ec1d1eron a emandar a Hornblower, que fue condenado y arrumado · . ., Otras dificultades, y no las menores, eran las de la or?amzac10n interior. Se superaron gracias sobre todo a Boulton, cuya cualidad maes, narra das en 1a vo1ummos · a correspondencia deW'l Boul1 Sus peripecias estan ton y Watt con sus representantes en Cornualles, Murdock, Y luego d 1. 5 ?n (Soho MSS). El propio Watt residió algún tiempo en Cornualles para ª mmis· trar los intereses de la casa. b · , 2 Carta de Watt a BouJton, 31 de octubre de 1780 ; SMILES, o · cit., pagina 281. 3 Idem, ibíd., pág. 420. , l · "' Patente del 13 del julio de 1781, núm. 1.298. El invento, segun e propio Hornblower databa de 1776. Véase su petición a la Cámara de los .co~unea. ]ourn. of House of Commons, XLVII, 417 y 478. Una buena descr:pc1on, d.e esta máquina ha sido dada por THURSTON: Growth of the 3team-eng¡,ne, paginas 135 y sgs. 'bº ' d f a s Inj ustamente, según el ingeniero J. Bramah, que escn :o para . su e ens «A letter to the right honourable sir James Eyre, lord Cluef Just1ce on the Co)llmon Pleas, on the subject of the cause Boulton and Watt versus Hornblower and Maberl y» (1797).

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h a era su talento para dirigir a los hombres. So precisaba también mucha diplomacia en la colaboración estrecha con sus clientes, a la aue 1m vieron conducidos Boulton y Watt por sus métodos comerciales. Las máquinas no salían totalmente acabadas de sus talleres. Se considerahun com~ «diseñadores e instaladores de máquinas de vapor y como lus conse1eros de las empresas que utilizaban su invento. Las más de lus ve~es la empresa que tenía necesidad de una máquina encarga ba c•lla misma sus materiales a las fundiciones y herrerías de su elección, y la casa de Soho ~roporcionaba los obreros especializados, así como las partes del mecamsmo cuya fabricación exigía un cuidado particu1 l~rn . La mayoría de los cilindros eran fabricados por Wilkinson, sin nval en cuanto a la precisión del pulimento, por lo cual siempre era recomend~do por Boulton y Watt 2 • Estos fueron admirablemente secundados por los capataces que habían formado. Uno de ellos al menos, William Murdock, fue un hombre de un mérito superior a su condición. Hijo de un millwright escocés, había pedido como un favor el ser admitido entre los obreros de Soho 3 : inteligente, laborioso, inventivo, se hizo notar de sus patronos, que lo encargaron de dirigir la instalación de las máquinas, especialmente en Cornualles. Allí desplegó una actividad increíble, trabajando día y noche en montar las máquinas, en examinarlas, en repararlas, vigilando como un guardián los derechos de su casa y resistiendo a la coalición 4 de los intereses hostiles • Entre tanto, buscaba y encontraba perfeccionamientos técnicos. Fue él quien sugirió a Watt la idea del «movi~ento planetario». Fue él quien, uno de los primeros en Europa y el . primero en Inglaterra, construyó en 1784 un pequeño modelo de locomotora que marchaba a una velocidad de ocho millas por hora 5 • Recordemos, además, que comparte con el francés Lehon el honor de hab~r .sabido descubrir y utilizar las propiedades del gas de hulla: la fa bnca de Soho fue alumbrada con gas a partir de 1798. Y este hombre, que hubiera podido enriquecerse por sus inventos, prefirió permanecer toda su vida al servicio de Boulton y Watt, gozando por lo demás de su entera confianza y testimoniándoles una abnegación absoluta 6 • Su 1

ASHTON, T. S.: /ron and steel in the industrial revolution, pág. 64. En una carta a un cliente, con fecha del 27 de julio de 1795, el hijo de Watt escribe, hablando de Wi!kinson: «En veinte años no hemos instalado más d e tres3 o cuatro máquinas cuyos cilindros no salieran de sus talleres.» Idem. ibíd. T!MMINS, S.: Wüliam MlLrdock, pág. 2. Su entrada en Soho tuvo lugar en 41774. aproximadamente al mismo tiempo que la llegada d e Watt. Soho MSS, correspondencia comercial, años 1780 y sgs. 5 TIMM!NS, S.: William Murdock, págs. 7 y sgs. ; TRURSTON : Gro1vth o/ the steam-engine, pág. 153. Este invento es mencionado en una d e lus patentes de Watt (núm. 1.432, 18 de abril de 1784). Es sabido que Cugnot 1·on~1ruyó su vehículo de vapor, conservado en la Escuela de Artes y Oficios, on 1769. 6 Sus emolumentos eran los de un capataz más bien que los do un ingeniero. Hasta 1780 no ganaba más que 20 chelines por semana. En 1793 se lo envió n instalar ~ma máquina a Cádiz en las condiciones s iguientes : gastos de viaje 2

t.MNTOUX.-

21

PARTE

U:

CRANDES I NVENTOS

y

CRANDES

EMPR ~SAS

IV; LA MAQUINA DE VA l'OU

reciosa en las horas di'f'ic1.1es, en que el porvenir de colnborac10n ue p 1 máquina de vapor, por b n·uante que cupiese esperarlo, no se anunc~aba todavía sino de una manera confusa. .,

f

V , . d da sobre el éxito final de la empreBoulton nunca hab1a tenido u. s . desalentado y pesimista i. En sa muy contrariamente a Watt, s1e_m.i:ne aguardaba desde hacía • f' d'b · . e el mov1m1ento que ., , ohJ' eto de la atenc10n e 1781 vio por m i UJai s en M h t . d Watt se converha t de Londres, de anc eser diez años : el mvento e L . 'd d general « a gen e l , . 1 incluso de a cunos1 a . , . ·d. d la cabeza por as maqum as de Birmingham--escnb1a-han pe1 i o y 2 • • t de vapon> . b egunda patente la del mov1m1en o El mismo año, Watt saca. a, su. s de vapor no' era otra cosa que circular. Hasta esa fecha, la ~naq~ma C o tal se la empleaba en las una bomba de fuego . p~rfecciona a:· M:iante la invención del rn?viml·nas o para el servic10 de agu . , . a motri'z · en lo sucesivo, una rnaqum · · ·' miento circular se convut10 e~ d f .d mente. el campo entero de la sus usos pueden multiplicarse i~ e m1 a Hcaci,ones se llevaron a efecto industria le está abierto. Las pnmleras afp 11 s laminador as y martillos . . S h d de se emp earon ue e ' . ·1 en el mismo o o, on. . k' encar ó máquinas s1m1 ares para de vapor. Casi en seguida W1l msonR l~s para Coalhrookdale : su sus establecimientos de Bradleyi y ey~o maestros de forias de Inejemplo fue seguido por todos os ~rant netse cuando las fábricas meta· ·a 3 Es en este ms a t , . d d lases toman su aspee o glaterra y de E'scoc1 . ' 1 r . de maqumas e to as c lúrgicas, provistas ya d lla por decirlo así, a a ianza característico ; es entonces cua~ o se se , todopoderosa del vapor y de~ h1.erro. vapor fue empleada para ~ove4r · Desde muy pronto la maqumar de d malta para las cervecenas , ri, molinos para triturar la

:~y~~:= d:~~~~~s P~;ª hl:rir:du:i~~n~:rá~ica

50 l'b un salario de una guinea por semana . pagados, una gratificación de . l r:;9¡ Timmins MSS. . Contrato firmado el 20 de a~nl de r 'Boullon y su confianza en el porvemr i «El temperamento activo. ~e M · d r ento q ue me eran naturales.» , d e contrapeso a la llm1dez Y a1Boulton esa 1 and Watt, pag. , 485· servian SMILES. Notas de Watt sobre Boulton, en h . d Birmingham ar e Steam-mill-mad.» 2 «T he peo ple in L?nd.on, M~~~l es:~:man ibíd., pág. 293. Boulton a Watt, 21 de iumo de 17 MSS contienen numerosas cartas 3 Idem, ibíd., págs. 301 Y 3 . os etal ~raicos Wilkinson, Reynolds, Walker, cambiadas entre Boulton y . Watt y \~s ~ de la máquina de vapor a la meta• Homfray, etc. Sobre las pn~eras, ap icac1on es 72 lurgia véase 'ASRTON, ob. cit., pags .. Ydsgs. C' (1785) Continuó funcionando 'ª Máquina proporcionada a Wh1tbrea y ta. ·,

L sdlo

hasta 1887, Timmings Jl.!SS.d W dgwood en 1782. Véase LORD, s Máquina pro~orc10na a, a e rmcl stearn power, pag. 179, num. l.

J.: Capital

323

<"aña de azúcar con destino a las refinerías de las Indias Occidentales 1 • Entre una multitud de ejemplos, cuya enumeración sería fastidiosa, hay r¡ue citar uno al menos, el de la fábrica de harinas de Albion, Albion Mills, construida en Londres en 1786. El utilaje de este gran establecimiento fue organizado por el propio Watt, con la colaboración de John Rennie, que más tarde fue el arquitecto del puente de Waterloo. Este utilaje consistía en 50 parejas de muelas, puestas en movimiento por 2 dos máquinas • La producción debía elevarse a 16.000 celemines de harina por semana. La apertura de esta fábrica causó sensación en Londres y se puso3 de moda el ir a visitarla, con gran impaciencia por parte de Watt • Los molineros se alarmaban de esta competencia inesperada cuando en 1791 un incendio, debido probablemente a la malevole1:1cia, .destruyó de arriba abajo los edificios con todo lo que contenían : las pérdidas fueron evaluadas en 10.000 libras esterlinas 4 • En la industria textil la máquina de vapor solo fue en un principio el auxiliar de la máquina hidráulica. Richard Arkwright empleaba hacia 1780 en su fábrica de Mancl1ester una bomba de Newcomen 5 • En 1782 algunos fabricantes de hilados establecidos en Burton-sobre-elTrent encargaron a Watt que les proporcionara una máquina. Este acogió bastante fríamente el pedido: «La carta de estos señores, escribía a Boulton, y el hombre que han enviado aquí no me dan muy buena idea de su capacidad. Si usted vuelve a Manchester 6 , le ruego que no vaya en busca de pedidos para las hilaturas de algodón : he oído hablar de tantos establecimientos que se montan en las márgenes de los ríos del°Norte, que de aquí a p~co no puede por menos de quedar saturada esta ind ustria. Corremos el riesgo de malgastar nuestro trabajo» 7 • No concebía que el desarrollo industrial del que era testigo pudiera continuarse más allá de un límite que cr eía próximo: no veía que él mismo Carta de J ames Watt a Fermin de Tastc t, 3 de septiembre de 1794.. Tim-

ming MSS. 2

Nota de J. Watt, en RomsoN: Steam and stcam-engine, pág. 137. Según Robison, cada máquina tenía una potencia de 50 caballos. Pero esta cifra no está confirmada por las que ha recogido J. Lord, de acuerdo con las cuales las seis máquinas proporcionadas a la fábrica de harinas entre 1785 y 1795 no totalizaban más que 68 caballos. LORD : Capital and steam power, pág. 175. 3 cc;.Es acaso asunto de los duques, de los caballeros y las damas dis tinguí· rlas el ir a pasearse a un molino?n Carla a Boulton del 17 de abril de 1786. SMILES, ob. cit., pág. 357. 1 · Idem, ibíd., págs. 358-59. 3 BA1 ES, E.: Hist. o/ the cotton manufacture, pág. 226. La máquina de Watl se empleó algún tiempo de la misma manera; véase el testimonio de un viajero francés en 1784: ccEn la mayoría de estos molinos el agua ca elevada por medio de las bombas de fuego perfeccionadas por M. Woilc ( 3ic) y que ronsumen dos tercios de carbón menos que las otras.» BmNcoun·r, marqués de : Mémoire sur l'Angleterre, ccAffaires étrangeres», MémoircJ et dornmcnu, LXXIV, fol. 28. 6 Boullon se e ncontraba entonces en Irlanda. 7 <:;arta de Watt a Boulton, diciembre de 1782; SM11.r.s, ob. cit., pág. 327.

PARTE

I!:

GRANDES INVENTOS

Y

GRANDES EMPRESAS IV;

linbía contribuido más que nadie a hacer retroceder indefinidamente

325

cuentran varias de ellas reunidas en d .d aplican a los USOS más diversos: e:n S~ UCl O Cspaci~, en donde se «unas extraen el agua de las minas t abnsea, por Cjcmplo, donde c·Je y otras ponen en movimiento larni ' 0 ras d su en el carbón a Ja superf"len Birmingham 11 , · d na oras Y muelas». En 1800 había maqumas e vapor 1, 20 en Leeds, 32 en Manchester z.

este límite. Por lo demás, no tardó en cambiar de parecer. En 1784 reconocía «que la máquina de vapor podía seguramente ser empleada en las hilaturas, siempre que la facilidad de poner la fábrica en una ciudad o en locales ya construidos compensase el consumo de combustible y el pago de derechos» 1 • Casi en seguida la experiencia fortificó esta opinión, enunciada en términos tan tímidos todavía. La primera hilatura de vapor fué, en 1785, la de los Robinson, en Papplewick 2 • A continuación fueron los manufactureros de Warrington y de Nottingham los que hicieron traer máquinas de Soho: su ejemplo. fue seguido en 1787 por Robert Peel, en 1789 por Peter Drinkwater, de Manchester; en 1790 por Richard Arkwright y por Samuel Oldknow 3 • En Y orkshire, y en general en las regiones en que predominaba la industria de la lana, el movimiento fue más lento y encontró la oposición más viva. No solo los obreros, sino muchos patronos, no ocultaban su hostilidad. John Buckley, de Bradford, habiendo querido en 1793 instalar en su hilatura una máquina de vapor, recibió de sus vecinos una especie de ultimátum amenazándolo con que, si daba curso a su proyecto, lo demandarían por daños y perjuicios, a causa del ruido y del humo que la máquina iba a esparcir a su alrededor 4 • Sin embargo, a partir de 1794 el vapor se introdujo poco a poco en las hilaturas de lana, donde el maquinismo apenas la había precedido. Así, desde finales del siglo xvm, la máquina de Watt comienza a sustituir en todas partes al motor hidráulico. Svedenstjerna, en 1802, se asombra de encontrarla casi a cada paso en su viaje a través de las regiones industriales de Inglaterra: «No es una exageración decir que estas máquinas son en Inglaterra tan comunes e incluso mucho más que entre nosotros las aceñas y los molinos de viento» 5 • A veces se en1 Carta de Watt a Mac Gregor, de Glasgow, 30 de octubre de 1784. W1LLIAMSON: Memorials o/ J. Watt, pág. 181. Se precisaban de 8 a 10 caballos de vapor por cada 1.000 canillas. 2 Condado de Nottingham. URE, A.: The cotton manufacture o/ Great Britain, I, 274. La Victoria history o/ the county o/ Lancaster (Il, 386) señala la existencia ele una hi]?tura donde la fuerza motriz era suministrada desde 1777 por máquinas de vapor; r1echo sorprendente, porque la patente de Watt para s\l' máquina de movimiento circular solo data de 1781. 3 BAINES, E., loe. cit. Arkwright mantenía correspondencia con Boulton y Watt desde 1785 (carta de Arkwright a Watt, 30 de enero de 1785, Soho MSS, correspondencia comercial). La máquina proporcionada a Samuel Oldknow estaba destinada a su hilatura de Stockport. Véase UNWIN, G.: Samuel Oldknow and the Arlcwrights, pág. 123. 4 JAMES, J.: Hist. of Bradford, pág. 282: «Que'cla advertido de que si se le ocurre instalar una máquina de vapor para hilar el algodón o la lana sobre un terreno situado en Horton, cerca de Bradford, y con ocido con el nombre de campo del Tejar, nosotros, los abajo firmantes, en el caso de que la citada máquina nos incomodase, demandaríamos ante los tribunales tal reparación como pudiesen concedernos.» (23 de enero de 1793.) ~ SvEDENSTJERNA: Reise durch einen Theil von England llnd Schottland, pá-

LA MAQUINA DE VAPOR

Hay que decir que Watt y Boulton n h . , . º. an sido los umcos artífices de esta revolución. Murdock su l su competidor desdichado. J ~h W~gk~rtemente abnegado; Hornblower, prender la necesidad de u~a n I?~~n, que fue el primero en commoderno y logró obtenerla. ~ra~ p:e~1s1on en la f~bricación del utilaje do la máquina de te1"er y la' .ªr :vngdt, q~e despues de haber inventa. h ac1a · otros problemas maquma e pemar encam~no · ' su esp1ntu • · m· gemos9 3 • Ad H 1 , '. am f~· op, que mtentó renovar y ampliar el principio de la investigadores muchos de lmoaqumla atmos enea 4; toda una falange de l b d ' s cua es permanecieron f oscuros, ueron sus co a ora ores o sus émulos. Pero el es bl . . por el acta de 1775 s1'gu., . d l ta ec1m1ento de Soho, protegido ' 10 sien o e centro ún · l f b . . l a venta de las máquinas En tall ico para a a ncac1ón y millar de obreros s crecía.! . sdus . eres, que ocupaban a más de un t d" . ' a m ustna nueva en med" d l . d . :ra ic10nales de Birmingham . l h io e as m ustnas ' que primero e abían servido de auxiliares y a las que ella a su talurgia-escribía ~n . visi~=~~ trans;?rmaba. «Todas las ramas de la meCasi todo el trabajo se hace :~s a~ r:presentadas en ~sta fábrica ... gen cierta fuerza para la . lquma. para las operac10nes que exi.1 ' mmar os metales. por · 1rr os, etc., se utilizan grandes d ' e1emp1o, para puru~ a~ puestas en movimiento por la máq ina de vapor» 6 Entr l en la fábrica de Soho ha e ~: :ft~ca~1ones - m~~ interesantes del vapor das, empresa debida a M~t~ B rl a acunac1on automática de moneticularmente orgulloso S ~w .doudton, Y de la que se mostraba pard . u ammos1 a contra los f b . f alsa que comprometían l b ., a. ne.antes e moneda a uena reputac1on de Brrmmgham le había gin~ 44. Según LORD J.: (ob. cit á , 176 ), el n~mero total de máquinas cons· tru1das por Boulton y Watt a 1775 a 1800, se elevaba a ~2~a ng aterra, Escocia Y el País de Gales, desde ~ Clarke MSS, III, 150. . GASKELL: Artizans and machinery , manuI acture, pág 227 , • pag. 35; BAINES, E.: Hist. of the cotton

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noviembre de 1797 (núm. 2.202) y del 5 de febrero Paten.te del 7 de julio de 1790 (nú estuvo funcionando en Whitehaven h m. 1.760). Una máquina de Heslop Ke~sington (East Hall). asta 1878. Se halla en el Science Museum, FonsTER, G · Voyage h ·¡ h. Fri¡.n~e, pág. 88; 5;.fOND, Faufa: d.S:P ;que et pAittoresque en Angleterre et en eb;ides, Il, 387. · oyage en ngleterre, en Ecosse et aux iles Duque de Rutland /oumat o/ ci!ado en las Local note; and queriesª J:u[ t~·~}e dnorBt~ern_ parls of Great Britain, 1 · e 1rmmgham, años 1889-1893, numero . 2.438. de

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PARTE U: GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRES AS

huipirado el deseo de obtener un monedaje perfecto que ex~luyera el fraude, tan fácil de conseguir debido a la tosquedad de los antiguos. procedimientos. Hizo construir balancines de vapor, en los que las p1~~~s, mantenidas por un collar de acero, recibían el molde c?n una~ prec1s10n infalible: cada balancín, vigilado por un obrero, pod1a acunar de 50 a 120 piezas por minuto 1. Este invento tuvo un gran ~xito: Boulton recibió pedidos de la Compañía de las Indias, de Francia, durant~ los primeros años de la Revolución 2 ; de Rusia, en donde fue autor~zado en 1799 a montar un taller monetario 3, y, finalmente, del Gobierno inglés, al que proporcionó en diez. años, de 1797 a ~~06, ,m~s de 4.000 toneladas de vellón 4 • A las ventaias de la producc10n rapida ! de. _la supresión casi total de la mano de obra se añadía la de una e1e_c:uc10n correcta y regular. Era un ejemplo de los resulta~os .que se d<:bian esperar, en todas las industrias, con el us~ ~e las maqmnas, movidas desde ahora por una fuerza poderosa y doc1l, . que ~~ hombre puede pro· ducir, acrecentar, transportar, gobernar a d1screcion.

VI Este hecho capital, el advenimiento de la máquina d~ vapor'. abre la última fase, y la más decisiva, de la revolución industrial. Al liberar a la rrran indu~tria de las trabas que pesaban todavía sobre ella, el vapor ha ,...hecho posible su inmenso y rápido desenvolvimiento. El empl.e? del vapor, en efecto, n·o está subordinado, como el del a.gua, a cond1c10.nes absolutas de situación y de recursos locales. Dondeqmera que es ~os1?le procurarse hulla a un precio razonable se puede instalar una maqum.a de vapor. En Inglaterra, donde abunda la hulla, donde sus _usos, a finales del siofo xvm , eran ya múltiples, donde una red de vias navegables creada~ expresamente permitía transportarla a todas partes ?º~ pocos gastos, era el país entero el que se convertía en una tierra .privilegiada, la más adecuada entre todas para el desarrollo de las mdustrias. Las fáb ricas pueden abandonar ahora los vall~s en donde han crecido. solitarias, a la orilla de los ríos; van a aproximarse a los mercados donde compran sus materias primas y venden sus produ~tos, ª los centros de población donde reclutan su personal; van a reumrse, ª l Patente del 8 de julio de 1790 (núm. 1.757). Anuncio del molino de moneda en el Moniteur Universel, suplemento al núm. del 27 de _enero de 1791. 2 De Jos talleres d e Soho fue de donde salieron las piezas llama~as .!tfonnerom, emitidas por l os Monneron, banqueros de París, con la a~1tonz~c1?n del gobierno. Véase D E.WAM IN E.: Cents ans de numismatique /ran~aise, lammas 7, 10 y 11. 3 39 Ceo. III, c. %. d 4 SMILES : Boulton and Watt, pág. 399. Las máuuinas suministra as por Boulton fun cion aron en la Casa de l a Moneda de Londres hasta 1882. Dict. of N(ltional Biogra.phy, art. Boulton.

agruparse, a formar esas aglomeraciones enormes y negrns, por encima de las cuales la máquina de vapo1· hace planear eLcrnas nuhes de h umo. Por lo demás, esta concentración no es más que la ccmlinuación de un movimiento ya iniciado. No modifica Ja repartición gcog1·úí1ca de las industrias tal como la determinó, entre 1760 y 1790, el muq uinismo on su primer período-el del motor hidráulico. Hecho nolal>lc, que arroja un rayo de luz sobre los orígenes de la gran industria en lnglalcrra: el desplazamiento de los principales focos de la actividad económica hacia los condados del Norte, la formación de las nuevas regiones textiles y metalúrgicas son anteriores a las aplicaciones prácticas del vapor. Estas no han tenido otro efecto que acelerar la marcha de los fenómenos, prolongando la acción de las fuerzas que la habían causado. Esta continuidad, se objetará, bien pudiera ser fortuita. El hecho es que en los distritos donde las industrias nuevas venían a fijarse por muy distintas razones había yacimientos de hulla: es esto lo que les ha permitido permanecer allí, cuando la proximidad de las minas les resultó más preciosa que la de los ríos, de la que se habían aprovechado en •m principio. P ero ¿es preciso ver en ello una pura coincidencia? La hulla, antes del invento de Watt, desempeñaba ya en la vida industrial un papel suficiente como para que los manufactureros se dirigieran con preferencia hacia las comarcas en que se encontraba en abundancia y a bajo precio. P ara creer que la han descubierto de r epente, como un tesoro oculto, precisamente en los parajes en donde venían a establecerse, haría falta olvidar su ya larga historia. El vapor no ha creado la gran industria. P ero le ha prestado su po· tencia y ha hecho que su impulso sea tan irresistible como las fuerzas •de que él mismo dispone. Sobre todo le ha dado su unidad. La interdependencia de las diferentes industrias era hasta entonces mucho menos estrecha que en nuestros días. Entre sus técnicas respectivas no había más que raros puntos de contacto. Sus progr esos se hacían separadamente y por vías totalmente específicas. El empleo de una fuerza motriz común, y, lo que es más, de una fuerza artificial, impone desde ahora leyes generales a los progresos de todas las industrias. Los perfec· cionamientos sucesivos de la máquina de vapor han r eaccionado igualmente sobre la explotación de las minas y sobre el trabajo de los metales, sobre los tejidos y sobre los transportes. El mundo industrial se ha convertido en algo así como una inmensa fábrica, en donde Ja aceleración del motor, su contención, sus paradas, modifican la actividad de los obreros y regulan el nivel de la producción. Los contemporáneos de James Watt no vieron desenvolver se tod as estas consecuencias del gran acontecimiento de que eran t estigo~. P crn podían ya adivinarlas. Tenían el sentimiento de que Sl' nhrín un n era nueva, llena de posibilidades, cuya medidn no podía dar nin guna com· paración con el pasado. ccEn materia de mecánica, cscrihín !Ulcn en 1797, es de creer que somos todavía unos niii os. S i se considera el nú-

,1211

PARTE II: GRANDES INVENTOS Y GRANDES EMPRESAS

de inventos realizados desde hace cincuenta años con vistas a abrevi111· las operaciones de la industria; si se piensa que empiezan ahora n ponerse en uso, mientras que hace cincuenta años eran absolutamente ignorados, no es extravagante suponer que de aquí a cincuenta años se habrán hecho otras invenciones, en relación con las cuales las de la máquina de vapor y de la máquina de hilar, por admirables que nos parezcan, resultarán insignificantes y sin alcancell 1 • Jllf1l'O

l

EoEN, F. M.: State o/ the poor, I 44.

PARTE TERCERA

LAS ~CONSECUENCIAS INMEDIATAS

CAPITULO I

GRAN INDUSTRIA Y POBLACION Si la revolución industrial consistiese únicamente en algunos perfeccionamientos técnicos, si sus consecuencias no se hubieran extendido más ·allá del utilaje y de las mercancías, sería, en suma, un hecho de importancia mediocre y no ocuparía mucho lugar en la historia general. Pero a través de las cosas, expresiones concretas de las necesidades, de los cálculos y de la actividad del hombre, es sobre el hombre sobre quien ha actuado. Ha marcado con su huella la sociedad moderna, primero en Inglaterra, después en todos los países civilizados: no es preciso para reconocerlo, aceptar sin reservas la hipótesis del mate· rialismo histórico. Y a se considere la sociedad desde fuera y en conjunto, como una población que crece y se distribuye según ciertas leyes, o bien se e·s tudie su estructura interna, la formación, las funciones, las relaciones de las clases que la componen, en todas partes se descubre el rastro de ese gran movimiento que, al transformar el régimen de la producción, ha cambiado, al mismo tiempo, las condiciones de vida de la colectividad entera. 1 El crecimiento rápido y continuo de la población no es un fenómeño particular de nuestra civilización industrial. Puede producirse, y se produce en efecto, en medios totalmente diferentes : baste citar el ejemplo de China, donde la pequeña propiedad rural y la agricultura intensiva alimentan a la más formidable aglomeración de hombres que hay en el mundo. Se podría añadir que el notable movimiento de población que tiene lugar, desde hace siglo y medio, en los países occidentales, no cabe atribuirlo a una causa única: ¿no se halla favorecido por todo lo que tiende a aumentar la prosperidad pública y la seguridad individual? Pero ' lo que importa hacer observar es que no es anterior al r égimen de la gran industria. En nuestros días una población que permanece estacionaria, o cuyo progreso es lento, es objeto de inquietud y de escándalo : hace doscientos o doscientos cincuenta años lo contrario es lo que hubiera admirado. Gregory King, en sus Observaciones sobre el est,ado de l nglaterra, escritas en l 696, predecía en estos términos el crecimiento de la población inglesa durante los siglos venideros: «Según toda probab ilidad, se habrá duplicado en seiscientos años, hacia el año 2300 de nuestra era: en esa fecha Inglaterra 331

PARTE lll: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

1: GJl AN INDUSTRIA Y P OOLAC!ON

tl'fi
las que se fundaban estas evaluaciones pr ovcnfo n o bien de las listas de impuestos, que contenían el cómputo de los hogar es o do las casas, o bien de los registros de las parroquias, en los que se inscribían los bautizos, los matr imonios y los entierros. Se calculaba empíricamente, ya la relación media entre el número de casas y el de habitantes, ya el nivel de la natalidad o de la mortalidad, y se hacía una multiplicación. Así es como había procedido Gregory King: había encontrado en los libros de fogaje, en la fecha del 25 de marzo de 1690, la cifra de 1.319.115 casas. Estas casas se repartían, según él, en var ias categorías : distinguía las que estaban situadas en Londres, en el extrarradio de Londres, en las demás ciudades de Inglaterra y del País de Gales, y finalmente en los pueblos y aldeas. A cada categoría le atribuía cierto coeficiente de población, que variaba de . uatro a cinco y medio, y por el cual multiplicaba el número de casas comprendidas en la región correspondiente. La suma de los productos parciales le daba la cifra de 5.318.000 almas. Añadiendo el efectivo de los ejércitos de tierra y de mar, y un resto suplementario para compensar las omisiones probables de las listas, llegaba a un total de 5.500.000 habitantes 1 • Se ve, desde luego, todo lo que había de arbitrario en semejantes cálculos. Y las mismas cifras aue les servían de base, aunque tomadas de documentos auténticos, no "eran, ni mucho menos, cier tas. Los registros parroquiales, incluso los mejor atendidos, no podían proporcionar, en efecto, más que datos incompletos. La inscripción de lo que hoy llamamos actas del estado civil no era en modo alguno obligatoria . Conservaba además un carácter esencialmente confesional. La Iglesia establecida registraba, en cada parroquia, los bautismos, casamientos y entierros de sus fieles. No se ocupaba de los no conformistas, muy numerosos en ciertas regiones, y a veces más numerosos que los anglicanos 2 • Las cifras extraídas de las listas de impuestos tampoco son dignas de confianza. Los agentes del fisco encargados de redactar estas listas se colocaban desde un punto de vista puramente práctico: para ellos las casas que no pagaban el tributo de los hogar es o el de las ventanas no existían ; en la mayoría de los casos ni siquiera se molestaba!\ en contarlas. Tales documentos, tomados al pie de la letra y manejados sin crítica, debían conducir a quienes los empleaban a las conclusiones menos funda_das.

1 KING, Gregory: Natural and political observation~, and conclusions upon the state and condition o/ Erigland, pág. 9. La poblac1on de ~nglaterra Y del País de Gales se evaluaba en unos 39.290.000 habitantes a mediados .~e ~927. 2 «Desde hace algunos años, es opinión corriente que l~ poblac1on mi:lesa está en vías de decrecimiento rápido; este decrecimiento sena de tal magmtud, que habríamos perdido más de un millón y medio de ~abitantes ,d~sde l~ Revolución. Semejante opinión no solo se encuentra en los libelos .pohticos, smo que más de una vez ha sido enunciada en el Parlamento. » Observations on the present state o/ the waste lands (1773), p~g. 5. , . . 3 Véanse sus discursos a proposito de l as perdidas sufridas durante la guerra de América, Parliamentary History, XIX, 599 y XXI, 1036. . 4 PnrcE, R.: Essay on the population o(, Englan~, pág~. 27 y sgs. ; La nchesse de l'Angleterre, págs. 9, 84. Véase tamb1en Considerations on the trade and Jinances o/ the United Kingdom (3.ª ed., 17?9). ., s Sobre estas discusiones y sobre los metodos de evaluac1on empleados por una y otra parte, consultar el interesante artículo de GoNNER, E. C. K.: en el fournal of the Royal Statistical Society, LXXVI, pgs. 261-303 (1913). Este artículo contiene una abundante bibliografía. 6 El proyecto de un empadronamiento, sometido a la Cámara de l~s Co· munes en 1753 encontró una oposición violenta e infundada: «Yo no cre1a, ex· clamaba un or~dor, que pudiese haber un grupo de hombres, ¿qué digo? un solo ser perteneciente a la especie humana, lo bastante audaz Y desvengonzado como para hacer la proposición que acabáis de oír.» Se declar~~a q.ue el empadronamiento revelaría a los enemigos. de ln~~aterra su de~il1tam1ento, que ocultaba proyectos tiránicos de reclutamiento m1htar, que ten?1a cea la s1;1bversi6n total de los últimos restos de la libertad inglesa.» Parliamentary History, XlV, 1318-1322.

333

1 CHALMERS, G.: Estimate o/ the comparative strength o/ Great Britain, pá· gina 56, juzga esta cifra demasiado reducida. Pero coincide poco más o menos con las que proporcionan hipótesis más recientes, fund adas en el estudio de las leyes demográficas y en los datos positivos de varios empadronamientos su· cesivos. Véase RtcKMA N, J.: Abstract o/ the answers and retllrns to the Population Act 11 Geo. IV, prefac io, pág. XLV; PonTER, Progress of the nation, pá· ginas 13 y 26, y Statistical Joumal, XLIII, 462. 2 Abstract o/ the answers and retisms to the P opulation. A ct 11 Geo. IV, I, XXXII.

.1:1 1

PARTE

IlI:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

En esos documentos era en los que se apoyaban para demostrar quo Inglaterra se despoblaba. El argumento principal de esta demostración, largamente desarrollada por Richard Price en su Ensayo sobre la población de Inglaterra (1780) 1, era el siguiente: bajo el reinado de Guillermo III había en Inglaterra--excluyendo a Escocia e Irlandaalrededor de un millón trescientas mil casas. Ahora bien: este número se había reducido en 1759 a 986.482, en 1767 a 980.692 y en 1777 a 952.734 2 • ¿Cómo no concluir que la población de Inglaterra disminuía? Había debido bajar un 25 por 100 en menos de un siglo. Price no olvidaba más que un detalle: las cifras sobre las que instituía su comparación estaban tomadas de fuentes diferentes. Las más antiguas procedían de las listas del fogaje (hearth-taoc) . Pero el fogaje había sido abolido en 1696 y reemplazado por un tributo sobre la propiedad edificada, calculado según el número de ventanas. Este nuevo impuesto había dado lugar al establecimiento de una estadística nueva, cuyas cifras no concuerdan con los datos precedentes 3 • De ahí una especie de desnivelación brusca y en apariencia inexplicable. Londres, según las listas del fogaje, contaba, en 1690, 111.215 casas; según los registros del impuesto de las ventanas no había, en 1708, más que 47.031 4 • ¿Hay que concluir que una catástrofe repentina, sin saberlo los contemporáneos ni la historia, había destruido, a principios del siglo XVIII, la mitad de Londres? Esta reducción al absurdo hubiese bastado para demostrar el vicio ridículo de un método de evaluación contra el cual pronunciaba Arthur Young, en su Aritmética Política, una condena definitiva 5 • Sin embargo, es poco probable que la tesis de la despoblación hu· hiera sido atacada por razones de método, si los signos visibles de la prosperidad general no hubiesen constituido fuertes presunciones en 1 Y bosquejado, desde 1773, en sus Observations on reversionary payments, II, pág. 280 y sgs. También encont raba pruebas en apoyo de su tesis en el rendimiento decreciente de los impuestos de sisa, en las quejas relativas a ]a despoblación de ]os campos, e tc. 2 PmcE, R.: Essay on the population o/ England and Wales, págs. 14-18. 3 De h echo, el n ú mero de «fuegos» era diferente dcl núme ro de casas. Véase CoNNER, E. C. K.: ob. cit., pág. 269. 4 Véase el cuadro que da la comparación d e las cifras par a todos los cond ados, en Chalmers, Estimate o/ the comparative strength o/ Great Britain, página 216. 5 «En resumen, llegamos a la conclusión de q ue los hechos por los cuales se pretende demostrar la despoblación de Inglaterra son absolutamente falsos, que las conjeturas que se levantan sobre e llos son pur as fantasías sin valor a lguno, y, finalmente, que las conclusiones que se sacan no pueden ser otra cosa que un montón de confusiones y de errores.» Y o uNc, Arth.: Political Arithmetic, I, 90. Véase las observaciones críticas de EoEN, W.: Letters to the Earl of Carlisle (1780), pág. XXI-XXIX, y HowLETT, W.: An examination of Dr. Price's rssay on thc population o/ England and W alcs, págs. 4·3-62.

I:

CRAN INDUSTRIA Y POOt.ACION

335

lnv?r de la _tesis opuesta. ¿Cómo creer que un pais se debilita y se vnc1a de habitantes cuando se ve cada día aumentar su aclividad y sus recursos? «Considerad-escribía Young- la navegación, las carreteras, los puertos; observad el espíritu de empresa que se manifiesta en nues1ras industrias. A cualquier lado que dirijáis -vuestras miradas, no vere1s p~r todas partes más q?e riqueza ... . He mostrado que Inglaterra posee mmensas rentas, ampliamente suficientes para todas sus necesidades; que su a~ricultura está progresando, que su industria es próspera ,Y su comercio muy extenso ; en un a palabra: que es un gran país Jabonoso. Ahora afirmo que es imposible establecer todo esto sin est~ble~er al mismo tiempo que el Rein0 1está muy poblado. En vano se citaran las tablas de mortalidad y se pedirán a las listas de las casas Y de las ventanas pruebas de la despoblaci(:m. El estado floreciente de nuestra ~gricultura; de nuestras manufacturas, de nuestro comercio, nuestra riqueza general, demuestran claramente lo contrario» 1 . Esto, sin duda, no era más que una impresión: para convertirla en una verdad demostrada habría sido preciso disponer de medios de info~~ación de los que se carecía por completo. Aquellos que, como W1lham Eden, Howlett y Wales 2 , cometieron el error de emplear a su vez el método que habían criticado tan justamente, no llegaron a resultados más concluyentes que sus adversarios 3 • Otros, a falta de pruebas de hecho, se apóyaban en el razonamiento abstracto, a la manera de los economistas de quienes habían sido discípulos, y de lo que desde luego no era más que una opinión, hacían una teoría. ·Esta teoría está_ implícitamente contenida en las líneas de Young , que acabamos de citar. En otros pasajes del mismo libro la desarrolla Y la explica. El c_recimiento de la riqueza y el de la población son, según él_, dos-"ñechos necesariamente ligados. Dondequiera que los hombres encuentran con qué ganarse la vida, se multiplican rápidamente: «Es el trabajo el que suscita la población. No hay en toda la tierra u~, solo ejemplo ~~ un pueblo perezoso q ue sea numeroso en proporc1on con la extens10n de su territorio. P or el contrario, los países donde se trabaja están muy poblados, y tanto más lo están cuanto más se trab~Ja. Cuando la labor no falta y los jornales se pagan bien, una familia no es una carga y los matrimoni os son precoces y numerosos. Es absolutamente imposible que en estas condiciones la población no aumente... 4 En todas ' partes es fácil comprobarlo, el trabajo hace a los 1

YouNc, A.: North o/ England, I V, 4-04-06, 416. Autor de An inquiry into the present state o/ population in England (1781). Véan se las o_bservaciones . muy juiciosas del folleto titulado Uncertainty o/ the present popu~ation o/ the_ kmgdom (1781), pág. 4: uEs imposible d ecidir, con un grado .cualqmera de cer tidumbre, si nuestra poblución ha a umentado o dis· minuido d esde hace un siglo, si es aclualmcnlc ele ocho o nueve millones de almas, o solamente de cuatro o c inco mill ones.» 4 . YouNc, A.: N orth o/ England, IV, 411. 2

3

1:111

PARTE III: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS I: GRAN INDUSTRIA Y l'OUl.ACION

lwrnbres propagarse como hongos» • El miedo de ver ª. las ~mpresas rnodrar demasiado de prisa, y a la mano de obra quedar msuficiente, es quimérico: «Una nación labori?sa no ~iene que .temer ~unca la escas?z de brazos para ejecutar los mas amplios trabajos. Sena absur~o,_ sm duda, sostener que estos trabajos podrían ejecutar~e en cual~me~ si· tio por una cantidad fijada de antemano, o mediante. sala~10s mva· riables; pero en dondequiera que haya tarea, es decir, dmero que ganar jamás se carecerá de mano de obra... Que se encuentre tan solo ~l dinero necesario, no son los hombres los que faltarán» 2 • Por otra parte, el progreso económico sería imposible si ~o fuera acompañado de un progreso de. la po~lación, p~r lo m~nos eqmv:ilente. Porque si la agricultura o la mdustna no p~d1esen disponer ma.s que del número de obreros estrictamente requerido para sus n~cesida.des inmediatas, sepa de temer que, ese número ~esultara. pronto msufic1ente: «~s preciso que la población aumente mas, de. pn~a que el volumen del .trabajo a ejecutar, sin lo cual la oferta sena, mfenor a la demaI!!!: Pongamos un ejemplo. Quinientos hombres estan ocupad?s en el c~l­ tivo de la tierra.' Se emprenden obras en el país que, segun el tr~ba10 medio_ proporcionado por un _jornalero, debe~ían emplear a .trescientos hombres. Al dar lugar la subida de los salarios a una especie de relajamiento general, los trabajos no podrían continuar, a menos que se presentaran trescientos nuevos obreros. De suez:; que par~ hacer _la labor de trescientos será preciso que una poblac10n. de tr~scientos cincuenta o cuatrocientos obreros sea creada, por decirlo as1!, por la subida de Jos salarios» 3 • Se advertirá esa fórmula: la poblac10n aumenta más de prisa que el trabajo a ejecutar.. ¿Hay que ve_r en ella solamente la consecuencia de una deducción lógica? ¿No encierra como el presentimiento de un estado de cosas, apenas esbozado t??avía, per~ que ojos clarividentes percibían ya? '[al exceso de p?blac1on, concebido a la vez como la resultante y la condición necesana d~l desar;~ll? económico, es lo que Marx, un . siglo más tarde, llamara ccel ejercito de reserva de la gran industria». , Las discusiones sobre la población de Inglaterra no habian cesado cuando apareció, en l 798, el libro famos~ d~ _Malthus 4 • A~_uí no es de Inglaterra sola de la que se trata: el pnnc1p10 de poblac10n que Malthus pretende establecer es un principio general, vá~ido ~ara todos los tiempos y para todos los países 5 • Hay que notar, mclus1ve, que entre 1

l

2

3

YOUNG, A.: North of England, I, 173. Idem, ibíd., I, 178. Idem, ibíd., I , 177.

337

los _hecho~ en que Malthus apoya su teoría solo u11 número muy pequcno estan tomados de Inglaterra: ha querido pasar revista a todos los pueblos, ~ todos los esta_dos civilización, a fin de mostrar que 1u ley se venficaba-o parecia venficarse--en los casos más diferentes. Sin embargo, nos es imposible olvidar que este libro fue escrito en Inglaterra, en los últimos años del siglo XVIII. Las ideas no nacen solo el~ las idea~, y el pe~samient~ ~e Malthus ha sido formado por el mecho y las cucunstancias tanto como por la lectura de Adam Smith de Condorce~ o de Godwin. En 1798 el régimen de Ja gran industria' es1uba ya constituido: las aglomeraciones industriales empezaban a en· gr?sarse, ! aparecía ~l. proletariad~ de fábrica. Al mismo tiempo el pa1s atraviesa una cns1s de las mas graves: una sucesión de malas cosechas, cuyos efectos se ven agravados por los de la guerra marítima, hicieron subir, en 1795 y 1796, el costo de los géneros alimenticios 1 ll precios de hambre • Se puede juzgar el incremento de la miseria por el aumento del impuesto de los pobres: de dos millones y medio de libras esterlinas se elevó, en ocho años, a cerca de cuatro millones. La,reforma de la ley de los pobres, corregida por primera vez en 1782 2, esta a la orden del día. En medio de este crecimiento apresurado y de esta penuria es cuando Malthus e&cribe su libro. Y trata de demostrar que esta es consecuencia de aquel. Al miedo de ver a Inglaterra de~po­ hlarse sucede ahora el miedo de encontrarla demasiado poblada, abocada al pauperismo, menos por la mala repartición de la riqueza que por el número demasiado grande de sus habitantes. El_ problema que Malthus creía haber resuelto sigue planteándose todavia hoy. La verdadera ley de población-si es una ley única la, que rige fenómenos tan complejos-no es conocida, ni podría serlo mas que después de investigaciones pacientes, realizadas según los métodos de la ciencia positiva. En cuanto a la cuestión histórica del crecimiento de la población inglesa en el siglo XVIII, fue resuelta por d empadronamiento de 1801. Inglaterra y el País de Gales tenían, en

a:

-

l

Precio del quarter de 1rigo en: 1791. 1792. 1793. 1794. 1795.

- 2 .i: 15 s. 6 el. - 2 )) 19 )) 7 )) - 3 , ,, 2 )) 8 )) - 3 )) o )) 9 )) - 4 11 » 8 )) ))

1796. - 4 ·.1: JO s. 1797. - 3 » 9 )) 1798. - 3 9 )) 1799. - 1 5 » 1800. - 7 2 » ))

))

))

4 9 9 l 10

d. • »

» ))

Abstr~ct of tite answers and retums to the population A ct ]} Geo. IV, J, 211. ?1fra~ de los «Eton records», publicadas por ToOKE: Hist. o/ Prices, JI, 389,

Las

.

4 Essay on the principle of population as it af fects the future improuement of society, Londres, 1798. • • • 5 Sobre los orígenes abstractos de la teona de Malt?us, vease HALEVY, Elie.: L'Evolution de la doctrine utilitaire de 1785 a 1816, pags. 136-156.

~on 2 mfenores a estas en un 10 por 100 aproximaclamcnlc.

Po~,la ley co~ocida con el nombre ele Gilbert's Art. «En la época de la l\estaurac10~ s~ hab1an dado a Jas parroquius inglc8as ur nias JJa ra defenderse

r.ont~·a los 1_nd1_ge~tes; en la víspera de la Revolución inclus1rinl se les da el

~11cd10 de d1stnbmr socorros sin 111.dnstry and commerce, II, 578. MANTOUX.-22

cuento.~

CoNNfNGllAM,

W.: Growtlt o/ English

:H\11 ~~~~~~P~A~~TE~Il~I~:~L~A~S~C~O~N~S~E~CU~E~N~C~!A~S'.....'...'.!N~M~E=D~IA~T~A~S~~~~~~~­

-

I: CRAN INDUSTRIA Y l'ODl. ACION

• . l Reino Unido 14.681.000 i. Si se acepta, 1801, 8.873.000 habitantes, "( le l valuación bastante razonable, 0 · ; ños la población ha· Para las postrimerías del sig ~v.n ª e K' 2 h y que admitir que en cien l' d 1 glaterra y casi se había dup ica o de Gregory mg , a - 100 bía aumentado un 60 por El en 't n . de las I slas Británicas, por lo en el conjunto del Reino. tern ono oblado· la densidad de po· demás, no estaba en modo alguno superlp actuaÚdad no alcanzaba la . . t veces menor que en a , d l . kilómetro cuadrado. Los resultados e em· blac1ón, casi cua !-'º media de 47 habitantes por l . 'ón producida por la teo· Padronamiento vinieron a confirmar a imdprels1 despoblación de Inglate· y olvió a tratarse e a · ría de M alth us. a no v , . . ber demasiado por qué. A partH rra, en la que mucha gente crlcia SI~ ~a to regular de la población co· . ando e crec1m1en . d de este mstante e~ cu na lev normal de las soc1eda es, ~ su .d estado mórbido. Esta idea mienza a ser considerado como u. lentitud o su detención como el signo. e u.n de un doµ;ma. En ninguna · . 'd t os días la cons1stenc1a I l ha adqmn o en nues r . , , eneral más absoluta que en ng. a· parte recibe una adhes1on mas g y los sueños más grand10· terra. Sob~e ella s~ fundan las es~:~:n~~:e~cia, que ha tenido, cm~o sos. El pnmer articulo de fe d~ . la fort una Y el poden o sabemos, sus apóstoles y su~ fanatl~os, es quesu población: que el Ca· del Imperio irán incre~entadn~o~ JUn\~ ~~arán un día a centenares nadá Australia, el Afnca e d ur' a imh ani'dad nueva hablando la to a una um ' h b· t de millones de a itan es, ª. el abellón inglés a. No es imposible, e~ lengua inglesa y ag:U~ada h~JO obÍación cuvo comienzo ha visto el si· efecto que el movimiento e p h . . todavía No hay que · , durante mue o tiempo · d: . ' glo XVIII se contmue h . t l'gado a ciertas con ic10nes . un hec o recien e, i b' olvidar, empero, que es . 'd todo tiempo y que muy ien pohistóricas que no han ex1stl o en , . dificarse o desaparecer. drían, en el porv~mr, mo d ·ece-sobre este punto no cabe ser muy Por lo que atane al pasa o, P.ª1 , b' q ue de hechos--que el de con1eturas mas 1en afirmativo, pues se trat a . t 1750 se ha efectuado con . . d l oblación mg1esa, 1ias a ' crec1m1ento e a P . toda reserva, las cifras propues· extremada morosidad. Citemos.' conl bl del censo de 1831 4: en prefacio a as ta as . d . k tas por RIC man en su , G l h brían tenido cinco millones e 1600 Inglaterra y el ~a1s de a es a ) : 3 ( Observations on the Abstrac1s of ¡ he. answers and retnrns JU) (1801 , pag. . results o/ the Population Act, _41 Ceo. 1 . ·¡a de los libros del fogaJe, llega 2 E. C. K. Gonner, fundandos~ hn l .as ~1 r ~uy cercano a los 5.500.000 dt• a un total aproxima?o d~ 5.8~~2º~ ) ~)l~~~i~!'nclo las evaluaciones de Riekma~n Gregory K_ing ( ob. cit., pags. / 1841). basadas en las listas parroquiales de baulls· Ontroduction to the _Census o. , 5 740 000 (pág. 284). . " mos Y entierros, obtiene la cifra de 1: . -~ se ha hecho conforme a la ed1~1on 3 Recordemos que la pre.sendle ce ie;~28 en l engua inglesa (nota del editor . ada por el autor y publica a en l

3

~-

frances). ,1 Abstracts o/ the answers and returns pre facio, I, XLV.

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.

the population Act, 11 Geo.

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339

habitantes; hacia 1650, cinco millones y medio; seis millones en 1700; seis millones y medio en 1750. En ciento cincuenta añoB la población apenas se habría acrecentado en un millón quinientas mil almas. Durante el medio siglo siguie•. ..e, de 1750 a 1801, aumentó en dos millones y medio de habitantes : su nivel de crecimiento se había cuadruplicado en relación con el período precedente 1 •

JI

Al mismo tiempo que aumentaba, su centro de gravedad se desplazaba : la dirección de este movimiento casi bastaría para hacer adivinar sus causas. Tracemos, sobre el mapa de la Inglaterra propiamente dicha, una línea transversal desde la desembocadura del Humber hasta la del Severn, siguiendo aproximadamente el declive jurásico de la cuenca de Londres. 2Las dos regiones que separa son de una extensión más o menos igual • Una, la del Noroeste, comprende hoy día casi todos los grandes centros de la industria inglesa : las cuencas hulleras de los Midlands, de York y de Lancaster, de Northumberland y de Durham, las aglomeraciones de fábricas que se agolpan en torno a Manchester , Livcrpool, Leeds, Sheffield, Newcastle. La región del Sudeste es el teatro de una vida económica menos activa y menos concentrada. Fuera de Londres, cuyo crecimiento desmesurado corresponde al de un Imperio mundial, encierra pocas grandes ciudades. Abunda, por el contrario, en viejas ciudades históricas, orgullosas de sus colegios, de sus castillos y de sus catedrales, pero que han quedado pequeñas y como adormecidas, como replegadas sobre sí mismas en el recinto de sus murallas seculares. Esta oposición, que basta con recordar, se marca muy netamente en la estadística. Los diecisiete condados del Noroeste tenían en 1901, cien años exactamente después del primer censo, J 6.718.000 habitantes; los veinticuatro condados del Sudeste no tenían más que 14..254.000, de los cuales casi un tercio-€xactamente 4.536.000habitaban el condado de Londres 3 • El primer grupo contenía vemtmna ciudades de 100.000 habitantes por lo menos-tres de ellas con más 1

Sobre el progreso de la medicina desde 1750 y sus consecuencias, véase Talbot: Populations problems in the age o/ Mallhus, y DOROTHY GEoRCE, M., «Sorne causes of the increase of population in the XVIITth ccntury», Economic ]ournal, XXXII, págs. 325-57. El mej.oramiento de la agricultura permitió el consumo de carne en invierno y a pesar de la mortalidad debida a la viruela y al tifus las epidemias se hicieron menos mortíferas. Véase KNOWLJ::S, L. C. A. : lndus1rial and commercial revolutions in Great Brilai11 d11ri11g the 11ineteenth cen.tury (3.ª ed.), pág. 67. 2 2 71.537 km . (condados del Sudeste) frent e u 61.852 k111 2 • (condados del N~~~, 3 El condado de Londres fue creado en 1888. GHIFFETU,

11(1

PARTE III: LAS CO NSECUENCIAS INMEDIATAS I: GRAN INDUSTRIA y l'OD LACION

341

de• 500.000 y doce con más de 200.000- 1 ; el segundo grupo no conlenla más que ocho, incluida Londres y dos de sus barrios, West Ham y Croydon 2 • La densidad media de la población era, en el Noroeste, de 270 habitantes por kilómetro cuadrado; en el Sudeste, de 199, y, si se pone aparte el condado de Londres, de 135 solamente. De muy otro modo sucedía en el siglo XVIII. Hemos intentado representar en los mapas adjuntos el estado de la población en las fechas de 1700, 1750 y 1801. Los documentos anejos al censo de 1801 nos permiten esta tentativa, que no promueve las mismas objeciones que las evaluaciones sin base seria del siglo XVII y del XVIII: el método conjetural resulta legítimo cuando se funda en comparaciones con los datos ciertos y completos de un cómputo oficial 3 • Lo que ante todo sorprende la mirada cuando se examina el primero de estos mapas, es la exigüidad de la densidad media, comparada con la de hoy día. A excepción de Londres y de sus alrededores inmediatos, ni un solo condado tiene 60 habitantes por kilómetro cuadrado. En cuanto a la repartición, es muy clara: los condados más populosos se agrupan en una zona casi continua, desde el canal de Bristol a la costa de Suffolk. Esta zona estrecha contenía más de las tres quintas partes de la población total de Inglaterra. Los condados del Ñorte estaban escasamente poblados: Lancashire y Yorkshire occidental no tenían más de 30 a 40 habitantes por kilómetro cuadrado. En 1750 el movimiento hacia el Norte comienza a bosquejarse. Se diría que la población se encauza hacia el Atlántico, adonde la atraen el desarrollo del comercio marítimo, la fortuna creciente de Liverpool y de Bristol. La zona más poblada forma un triángulo cuya base mayor está al Oeste y que se extiende, al Norte, hasta el condado de Durham. Finalmente, en 1801 cambia por completo el aspecto del mapa. La aglomeración londinense constituye, en el ángulo dirigido hacia el Continente, una mancha aislada, mientras que una faja profunda, ensanchada hacia el Norte, se extiende por los- condados del Centro y del Oeste, y se detiene al pie de las montañas de Cumberland y en las inmediaciones del macizo galés. Sin el excedente de Londres, con sus 1 Birkcnhead, 110.926 h.; Birmingham, 522.182; Blackburn, 127.527; Bolton, 168.205; Bradford, 279.809; Bristol. 328.842; Derby, 105.785; Gateshead, 109.887 ; Halifax, 104.933 ; Hull, 24·0.618 ; Leeds, 428.953 ; Leicester, 211.574; Liverpool, 684.94·7; Manchester, 543.969; Newcastle, 214.803 ; Nottingham, 239.753; Oldham, 137.238; Presion, 112.982; Salford , 220.956; Sheffield, 380.717; Sunder·· 1and, 145.565. 2 Brighton, ) 23.478 h.; Croydon, 133.885 ; Norwicb, 111.728; Plymouth, 107.509; Portsmouth, 189.160; Southamplon, 104.911; West Ham, 267.308; Londres, 4.536.036. 3 Véase A bstracls o/ the answers and returns to the Population A ct, 41 Geo. III, I, 11 y sgs. (Observations on the results) . Los mapas trazados por GoNN ER, E. C. K. ( ob. cit., págs. 289-91) presentan poca diferencia, en conjunto, con los nuestros, que hemos conservado para permitir una comparación.

llA61TANTES POR Km. CUADRADO menoada 'ZO ....... de 20 D 40 .. .,,., ,,..,.7'>".,,...,_..,i

de 40 a 60.. ..... m~~ de 60 a 80 ..... . de 80 a 100...... :::: :::::: de 100 a 150 .... ---------

por encime de 150 M

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Distribución de Ja población en .INGLATERRA propiamente dicha en 1700

Los condados más pohl d f estuario del S~v~rn a 1: ~~st:r~:ºs~tt~lk~na alargada de Oeste a Es1e, desde el alcanza su max1mo de densidad aparte d~n~ de ¡quellos. en que la población condado de Wi!ts país d ' • d ª ag omerac16n lond inense, es el , e cna e ,ganado y de pequ eña industria.

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I; GRAN IN DUSTR IA Y JlOIJl.AC:ION

LAS CONSECUENCI AS INMEDIATAS

HABITh,NTES POR Km. menosde 20 .......

CUADRA~ · O.

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HABITANTES POR Km. CUADRADO

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Distribución de la población en INGLATERRA propiamente dichaen 1750

D ¡ York (West Riding) empiezan a Los condados del Norte. Lancaster, ur mm, el Este y en el Sudoeste . · el 'crec'imiento de la población en adquirir importancia; se restringe sensiblep1ente.

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MANCHA

Distribución de la población en INGLATERRA propiamente dicha en 1801

Una zona de intensa población se extiende de Norte a Su r, desde los condados de York y Lancaster hasta el condado de Somerset; lus regiones más pobladas son las d e Manchester y Birmingham. La aglomeración lon dincn1;e está separada de esta wna por comarcas agrícolas med ianamcntc pob lmlas (Bcrks, Oxford, Northamp1on l.

PARTE IJI:

111

1:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

menos de 40.... . de40al00.... . de 100 a '200...

más de 200.. .. más de 750. .....

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Distribución de la población en

INGLATERRA

propiamente dicha en 1901 Los centros de la gran industria, en torno a los cuales se agnJa !ad f°~laciin, están casi todos al norle de una línea trazada desde la desemboca ur~ ~ um er a Ia del Severn. Londres y sus alrededores inmediatos for~an un d1slnto aparte, orientado hacia el mar del Norte Y el contmente.

CRAN INDUSTllIA Y l'O Ul.ACIO N

novecientos mil habitantes, el grupo del No1·ocslr hnh ría equilibr ado en esta época al del Sudeste : su población era de 3.895.000 almas, frente a 4.711.000. Tomemos ahora el mapa que represontn la repartición de la población inglesa en 1901. Sé descubren los mismos rasgos, más acentuados sin duda, pero netamente reconocibles. Desde 1801 a 1901 es un mismo movimiento el que se prosigue sin carnhia r de dirección; en 1700 aún no se había iniciado. ¿Qué significa este desplazamiento de la población hacia el Norte y hacia el Oeste? Para comprenderlo hay que estudiarlo de más cerca y en detalle. Consideremos, por ejemplo, uno de los condados del Sur, Devonshire. Es uno de los países típicos de la antigua industria, con sus talleres domésticos dispersos por los campos, y sus pequeñas ciudades, residencia de los destajistas y los mercaderes. En 1700 Devonshire figuraba en ter cer lugar, después de Middlesex y Surrey, en cuanto a densidad de población: rebasaba la cifra de 50 habitantes por kilómetro cuadrado. En el curso del siglo XVIII apenas varió; descendió por bajo de 4,9 en 1750, para elevarse a 51 en 1801. En ciertos condados puramente agrícolas, como los de Lincoln o Rutlana, el resultado final e; aproximadamente el mismo, con fluctuaciones qmza un poco más acentuadas: s u aen-sidad no asciende, en cien años, más que de 25 a 28 y de 40 a 4.2 habitantes 1 . 1\J:endamos ahora a las regiones donde se desarrollan las industrias nuevas, donde aparecen el maquinismo y las grandes empresas. W arwickshire y Staffordshire, en el límite de los cuales se halla el distrito metalúrgico y minero de Birmingham, contahan conjuntamente 224.ÓOO habitantes en 1700; 285 .000 en 1750; 447.000 en 1801. Aquí la 1población apenas si se ha duplicado; en Lancashire casi se ha triplicado: de 240.000 sube a 672.000. Y, hecho significativo, las tres cuartas partes de este enorme crecimiento se han producido en la segunda mitad del siglo. Es entonces, en efecto, cuando la gran industria, allí donde su desarrollo encontraba las condiciones más favorables, ha hecho nacer esas enormes aglomeraciones, cuyo crecimiento monstruoso continúa todavía ante nuestra vista. Aglomeraciones un poco difusas al principio, como las industrias en torno a las cuales se formaban, no se han fijado y consolidado definitivamente sino después de la introducción de la máquina de vapor. Las primeras fábricas, cuyas máquinas eran movidas por ruedas hidráulicas, estaban generalmente situadas fuera de las ciudades. Sin embargo, no podían establecerse más que en las cercanías de una ciudad. Les era preciso un mercado de aprovisionamiento y de venta que no estuviese demasiado alejado, en razón de la dificultad, bastante grande aún, de las comunicaciones y de los transportes. Les hacía falta mano de obra no solo para el trabajo que se ejecutaba en los talleres, 1

Estas cifras están tomadas de las tablas de

gina_ 296.

GoNNER,

E. C. K. : ob. cit. pá-

PAHTE

Jll:

LAS CONSECUENCIAS INM EDIATAS I: CRAN INDUSTlltA Y l'Ollt.ArlON

11111 11 pn rn aquel que, en el exterior , era su complemento n ecesario. Es 1111hiclo q ue d urante el período q ue precedió a la invención y a la adop· 1'i(1n general del telar automá tico, el algodón y la la na h ilados a má -

q uina tenían que tejerse a m ano : y los tejedor es de los campos es·taban demasiado dispersos para bastar a la tarea . F ue así como los centros de la gra n industria, antes incluso de que apareciese la máquina de vapor, pudi eron fija rse ya y desenvolverse con una rapidez que anunciaba su grandeza futu ra.

III E ntre las ciudad es cuyo nombre se repite a cada pagma de este libro, y a qu ienes la gr an indust ria deb e tanto como ellas le deben, aqu,e· ll as cuyo crecimiento ha sido más precoz y más notable son las ciudades de la industri a del algodón, y en el primer pu esto, la más importante, l a más ilustre de todas, que ha seguido siendo h asta nuestr os días el tipo clásico de la gran ciudad m anu fac turer a : Manch es ter. No hay q ue creer que la ciudad do Manchester sea de creación modern a. Es, por el contrario, muy antigua : es el Mancunium de los ro· manos 1 . Dominab a el paso entre los escarpes del macizo P enino y las turb eras infranq ueables q ue se extendían al lado del mar 2 • Su posición a orillas del Irwell, no lejos de la confluencia de este r ío con el Mersey, y en medio del anfiteatro de colinas q ue circunda la parte meridion al de Lancashire, la design aban par a•convertirse en un centro de intercambios locales. La pendiente rápida de las corrientes fl uviales que por todos lados desciende n hacia la cuenca natural cuyo fondo ocupa, ha sid o una de las causas de su for tuna industr ial. El tejido de las te· las, y el de esas lanas burdas llamadas cottons, q ue fueron lar go tiempo la especialidad de la región, dieron a Manch cster, h acia finales de la Eda d Media, una prosperidad que atestiguan todavía uno o dos monumentos que h an quedado en pie en medio de la ciuda d m oderna ·3 • E n tiempos de los grandes pañeros del Renacimiento su repu taci ón fue muy superior a s u importan cia real ~ : se hablaba de ella como de una

34¡

ciudad considerable; a decir verdad, todavía no era mí111 q ue un pueblo rico 1 . En el siglo XVII aparece la i ndustria del algodón. Es cn lonccs cuando Manchester se transforma en una ciudad, pero q ue n o es ni será durante mucho tiempo reconocida oficialmente como tal. No tiene co r, poración municip al, n i envía diputados a la Cámara de los Comunes 2 • P or eso Defoe, en 1727, la llama todavía «uno de los m ayores, si no el mayor, pueblo de Inglaterra » 3 • Por lo demás, lejos d e q uerer representarla como una localidad insig nificante, evaluaba su población en la cifra ridículamente exagerada de c incuenta mil hab itantes. En realidad n o se elevaba a más de nueve o diez mil 4 • Lo q ue podía dar la ilusión sobre el número de sus h abitantes era la actividad de todo el país de alrededor . Manchester era el mer cado de una región industrial que se extendía a diez o quince millas a la redonda . Allí se fabricaban telas de la na, lienzos b astos, sombreros de :fieltr o, y sobre todo teji dos de a lgodón de todas clases y calida des, calicós, fustanes, g uineas de colores chillones, q ue los mercaderes de Liverpool exportaba n a Africa y a las colon ias 5 . La industri a del algo dón, tras el período crítico de las leyes prohibitivas, se desenvu elve r eg ular mente y sin sacudidas. El prog reso de la población sigue una c urva p aralela. En 1753 las dos iglesias de Manchester ya n o son sufic ientes, y se pide autorización para construir una nueva 6 • En 1757 otra gestión testimonia las n ecesida des nuevas de la p oblación aue se incrementa : los habitantes solicitan ser eximidos de la obliga~ión de hacer moler s u grano en el School Mili, el antiguo m olino común, inadecua do desde hacía largo tiempo para el cons umo local: un censo de la ciudad, hecho en apoyo de esta instancia, da , para Manchester y Salford, una población de unas veinte m il almas 7 . El espacio ocupado p or las casas era a ún muy limitado, da d, su exactitud y su honradez les valen la visita de merca deres venidos de Irlanda y de otros diversos países.» 33 Henry VTTI, c. JS, preámbulo. 1 Es la expresión d e que se sirve AsHLEY, W.: !Tistoire et doctrines écono· m iques de l' Angleterre, trad. fr. , U, 68.

1 Véase el «llinerarium Antonini Augusti, !ter Bri tannicum>i, Monumenta Historica Britannica, I, xx11. Las disertaciones de WmTAKEH, John: Hist. o/ Manchester, I , 3 y sgs., no añaden a este texto explicaciones muy co ncl uyen t~s .

2 Manchester solo estuvo representada en el Parlamento después ele la re· forma de 1832.

z Cubrían todavía grandes espacios a fines del siglo XVIII. Véase la clescn p· ción que da Aikin: «En tiempo seco la superficie es bastante sólida para soportar a un hombre, pero a cada paso el suelo tiembla a gran distancia; los caba· llos y el ganado no pueden aventurarse aU í sin peligro. En tiempo de lluvia . estas tierras pantanosas forman un obstáculo infranqueable.» AIKIN, J.: Descnptwn o/ the country from thirty to Jorty miles round Mancliester, pág. ll . 3 Los edificios del Chetham Hospital, que contienen una bella biblioteca an· tigua, datan del siglo xv ; la catedral , de la primera mitad del xtv. ·1 «Manchester es, desde hace ya mucho tiempo, una ciudad muy poblada ... En ell a se fa brican telas tanto ele lino como de lar.a, inclustl
PERCIVAL, Th. '. Observations on the state o/ population in Manchester and Salford, pág. l , da para el año lil7 la cifra de 8.000. Fundándose en las indiC'aciones de los registros panoquiales (resumidas en los A bstracts o/ the answers and retums to the Population A ct, 41 Ceo. IIJ, TI, 149) y tomando como punto de co¡nparación los datos del empadronamiento local de 1773 (tres vols. manuscritos, en la Chetham Library), se llega aprox imadamente al mismo result ado. 5 A1K1N, J.: Descr. o/ the country from thirty to Jort y miles round Manches. ter, págs. 158-61. 6 Petición del warden y de los fellows el e la colegial. Jonn. o/ the House o/ Commons, XXVI, 556. 7 A1KIN, J., ob cit., pág. 1 56~ 11 ENttY, Th . : Observations on the bills o/

3

DEFOE :

Tour, U, 69, y IJ[, 209-1 1.

rllortality Jor Manchester and S al/ord, Memoirs o/ the literary and philosophi-

llfl

l: CRAN INDUSTlllA Y POllLACl()N

PARTE 11!: LAS CONSECUENCIAS I NMEDIATAS

111 "!' compara con la enorme superficie cubierta ahora por las dos 1'l11da
349

Al mismo tiempo cambia el aspecto de la ciudad. Las grandes fábric?s--,sohre todo a partir del instante en que la máquina de vapor comienza a sustituir al motor hidráulico-se establecen allí cada vez en m!1yor número. En 1_786, según la opinión de un contemporáneo, no se ve1a elevarse por encima de las casas más que una sola chimenea la de la hilatura de Arkwright 1 • Quince años más tarde habfa en M~n­ chesler unas cincuenta hilaturas, la mayoría de las cuales poseían máquinas de vapor 2 • En torno a ellas, formando como un cinturón de la antigu~ ciudad, ~e extendían los barrios obreros construidos a la ligera, demasiado reducidos para la población que en ellos se amontonaba. En sus callejuelas negras y húmedas reinaban las .fiebres endémicas 3 • El centro, por el contrario, donde estaban situados los almacenes, se había embellecido: se habían abierto anchas calles, bordeadas de altas casas de ladrillo 1 . Por último, completamente fuera de la ciudad, se alzaban desde hacía poco villas elegantes, rodeadas de jardines: era allí donde vivía la aristocracia nueva, la clase advenediza y opulenta de los lores del algodón 5 • Manchester habría de conservar mucho tiempo estos rasgos característicos, que se han reproducido, en el siglo xrx, en todas l?s grandes ciudades industriales de Inglaterra, y que l os progresos recientes de los transportes no modifican sino para acentuarlos cada vez más. Y es bastante difícil determinar, al menos para esta época, cómo se ha formado la población de Manchester. Es cierto que su crecimiento ha sido sobre todo el resultado de la inmigración. Muchos obreros han venido de los condados vecinos atraídos por los salarios relativamente elevado de la industria del algodón 6 • Esta atracción se ha hecho sentir a gran distancia: ya se ve aparecer, no sol o en Manchester sino en todo Lancashire, el elemento irlandés 7 . La historia de Manchester es, guardando las debidas proporciones,

---

gin a 249. La cifra oficial es de 84.020. Abstracts o/ the answers and returns to the population Act, 41 Ceo. III, I, 173. 1 Rcport of the minutes of the evidence taken before the select committee on the state of the children employed in the manufactories of the Unit ed Kingdom (1816), pág. 317. 2 SvEDENSTJEJfü A: Reise, pág. 188. 3 HENRY, Th., ob. cit., págs. 161-62, y A 1KrN, ob cit., pág. 192. Véase más auelan~e..•cap. III: La ;~volución indust,rial y la clase obrera, sección JI. En 1790 •e dec1d10 la construcc1on de un nuevo worlclwuse; véase ]ourn. o/ the Tlouse o( Commons, XLV, 194, 544. · 4 A1K1N, J., ob. cit., págs. 182, 192, 373. Hasta 1760 ó 1770 casi todas Ja" casas de la ciudad estaban construidas de madera y de adobes. 5 Idem, ibíd., pág. 203. 6 Media d e los sa~arios ag1:ícolas desde l 789 a 180.~: JO chelines por seman~. R_ocEns,. Th.: Stx centurtes of worlc ar1d wagcs, ¡Híg. 510. Media de los salarios mdustnales en l\fanchcsler : 16 chcl incs por semana. F:o1m, I~. M.: State of the poor, II, 367. 7 A second letter to tite inhabita11ts, of Mmic/1cster 0 11 tite exportation oj cotton twist (1800), pág. 11.

l'All'l' E ll!:

1111

lu do la mayoría de las ciudades que la rodean. Oldham, hacia 1760, 1 t• ltl un pueblo de 300 ó 400 habitantes . En ell~ se tejía l~ lana Y. el nlgodón por medio de la lanzadera volante, recientemente mtroduc1da 2 en el -país. Las primeras fábricas se fundaron entre 1776 y 1778 • En 1778 había veinticinco en el territorio de la parroquía, y el pueblo se había convertido en una ciudad, cuyos arrabales los formaba una cam· piña muy poblada 3 • En 1801, el township contenía 12.?0? habitantes, y 20.000 la parroquia. Bolton, en 1753, fecha del ~ac1m1ento de Sa_muel Cromplon, se componía de una sola calle, desigual. y mal pav1· mentada, a lo largo de la cual se extendía una doble fila de chozas aldeanas, rodeadas de jardines. Los tejedores del campo traí an a vender en ella sus piezas «en bizazas colocadas en un hombro, mientras que 4 en el otro brazo llevaban, a m enudo, un cesto de manteca fresca» • En 1773, la población sobrepasaba ya la cifra de 5.000. habitantes; en 1789, se elevaba a 12.000 :; ; en 1801, a 17.000. Lo mismo sucede en Rochdale, Bury, Blackburn, Preston, Wigan, Stockport'. Ashton, ~taly­ bridge: en todos los puntos de este suelo pobre, un mismo empuje de savia hace germinar, en pocos años, una mies apretada de ciudades c. No hay que olvidar que la industria, lejos de estar enteramen~e concentrada en las ciudades, se extendía en torno a ellas, en un radio bastante amplio. El progreso de la población en estos subL~rbios i~dus· triales ha sido, con frecuencia, más rápido que en las mismas cmdades. La aldea de Tyldesley, al sur de Bolton, se componía, en 1780, de dos fincas y de ocho o nueve cottfges; en 1795, no co~taba menos de 162 casas, unaJ iglesia y 976 habitantes, 325 de ellos te1edores._ Est~ gracias a la iniciativa d e un tal Johnson, que acababa de constrmr alh BuTTERWORTH, E.: Hist. o/ O/dham, págs. llO-ll. . Idcm, ibíd., pág. 117. De las seis primeras, tr es estaban prov1s~a~ de ruedas hidráulicas; las otras tres empleaban caballos para poner e n movinuento sus máquinas . a Idem, ibíd., pá gs. 132, 148. . 4 FRENCH: Lije o/ Samuel Crompton, pág. 9 ; Dcfoc, en 1727, no mencionaba a Ilolton más que como l ugar de or igen d e 1111 título n obiliario. Tour, lll, 217. 5 AIKIN, J., ob. cit., pág . . 260. , . . G Vé ase BuTTi::RWORTH, E.: H ist. o/ Ashton-under·Lyne, pags. 81 y s1g u1entes ; A1K1N, J.: Description o/ th e country from thirty to forty miles round Man ch_e,ster, págs . 260 y sgs. ; EDEN, F. M.: Sta/e o/ the poor, n, 298. Sobre la revoluc1on industrial en S lockporl, véase U NWIN, G.: Samuel Oldk now and the Arkwn ghts, págs. 21 y sgs. H e aquí la población d e algunas d e estas ciudades en el cen so de 1801: l 2

Ciudad

Ashton ... . ........ . \ Rochdalc ......... .. Ilury . .. .... .. . . ... . .

5.000 7.000 5.500

P:arroquia

1\

1-~iud>d

15.000 ¡\Blackburn . . . . .. . .. Preslon ........ . .. .. \ 29.000 22.300

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GRAN INDUS'l'ltlA Y

l:

LA S CONSECUENCIAS INMEDIATAS

10.000 11.000

\ _Parro-quia

'

14.300 33.000

1'0111.A<~lll N

351

una fábrica de seis pisos, que comprendía una h ilaltt ru y una tintorería, y estaba provista del utilaje mecánico más reciente 1• Ante tales ejemplos, parece que se vea a la industria, según la enérg ica expresión de Y oung, hacer propagarse a los hombres. En las regiones en que predominaba la industria de la lana la revolución industrial fue más tardía y más lenta: del mismo mod~ el crecimiento de la población y la formación de las grandes ciudades. Leeds, a principios del siglo XVIII, era una ciudad más importante que Manchester 2 ; pero en 1775 su población apenas llegaba a 17.000 habitantes 3 , mientras que la de Manchester alcanzaba o sobrepasaba los 30.000. Su desarrollo no empieza verdaderamente sino hacia 1780, cuando la jenny hace su aparición en Yorksh ire, y solo se hace rápida a partir de 1793 ó 1794, cuando se abren las primeras fábricas. Es únicamente entonces cuando en lugar de ser como la cabeza de un distrito extenso sobre el que se desparrama la pequeña producción, el mercado al que varios miles de tejedores venían cada semana a vender las piezas que habían tejido con sus manos, Leeds se convierte en la sede ~e una industria concentrada. Pero esta concentración está lejos t?d~v1a de ser completa. Las fábricas, poco numerosas aún, dejan subs1stu a su lado multitud de talleres domésticos. De los 53.000 habitantes que contenía la parroquia en 1801 , más de 20.000 vivían en cabañas, fuera de la ciudad propiamente dicha . Si de Leeds, donde l a influencia del maquinismo, aunque débil to· davía, era ya sensibl e, pasamos a la parroquia vecina de Halifax, se revela un contraste evidente. Aquí no se ha producido ningún cambio

º?·

~ AIKIN, J., cit., . pág. 299. Aikin feli cita al manufacturero por el emplazanuento que habia elegido para establecer se: «Hay allí carbón en cantidad y bellas . agua7 corrientes ; s ~ encuen tra en medio de varios miles de tej edores y a una distan cia de c uatro nnllas sola mente d el canal d el duque de Bridgewater en Worslcy . .. » Esto indica bastante bien las princ ipales condiciones r equeridas: en esta é poca , por los fundadores de fábricas. 2



MANCHESTER Bautizos

1700 1710 1720 1730 1740 1750

259 2 12 298 351 4.02 653

'"""'º'._ _ 195 260 298 574 622 818

¡1-_ \'

11

1:

LE E OS

--¡ B au ti:t.0 1

290 284 305 569 573 770

\_ - - - Entierros

2 74 253 186 519 582 548

Abstracts o/ !he answers and returns to the Population Act. 41 Geo. ITT, IJ, 149 y 371. 3 EoEN, F. M.: State o/ the poor, JI, 847.

'1

1: GRAN INDUSTR IA Y

PARTE III: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

111 ofondo.

La pequeña producción, la pequeña propiedad, el trabajo domicilio, todo esto se ha mantenido y subsiste casj intacto 1 • Por eso la población, desde hace tiempo bastante densa en toda la extensión de esta gran parroquia, no crece sino lentamente. De 50.000 habitantes en 1760 2 , apenas sube a 63.000 en 1801. En cuanto a la ciudad, su desarrollo es aún menor: conserva sus antiguas casas de piedra, estrechamente apretadas alrededor de su iglesia gótica; sigue siendo lo que no ha cesado de ser desde hace varios siglos : el lugar de cita de los tejedores de l os contornos, que se reúnen en su gran lonja de paños, construida en 1779 3 • En los centros industriales del Este y del Sudoeste, no solo se asiste a una disminución del crecimiento, sino a una verdadera par alización. Norwich, antes la tercera ciudad del reino, detrás de Londres y de Bristol, queda en 1801 en el décimo puesto 4 • Al menos sigue siendo, y siempre lo ha sido después, una ciudad importante. Donde el desmedro es completo e irremediable es en los condados del Sudoeste. Su tiempo de prosperidad ha pasado; la competencia del Norte los arruina. En vano los fabricantes de Tiverton, de Frome, de Exeter , se es.fuerzan en luchar, introducen en sus talleres el utilaje mecánico, intentan inclusive aclimatar en su país la industria del algodón al lado de la industria de la lana 5 • Sus ciudades, que se contaban en la víspera de la revolución industrial entre las más ricas del reino, parecen condenadas en lo sucesivo a vegetar. En Tiverton, la población se r educe de 9.000 habitantes a 7.000 6 ; Frome, tal como lo describe Eden en 1795, hace un pobre papel al lado de las grandes ciudades del Norte: nada de construcciones nuevas, solo viejas calles tortuosas, sucias, sin pavimento, donde brota la hierba 7 • Es la decadencia, y muy pronto el abandono, el silencio, la soledad melancólica de las ciudades de antaño, de donde la vida se ha retirado.

353

IV

11

1 Véase Report from the select committee on the woollen manufacture (1806), página 9. 2 foum. of the House of Commons, XXVIII, 133. 3 }AMES, J.: Tlist. o/ the worsted manufact1tre, pág. 616. La ciuda d vecina de Bradford, hoy día mucho más importante que Halifax, permaneció insignificante hasta fines del siglo xvm . Véase }AMES J.: Hist. of Bradford, pág. 185, Continuation to the history o/ Bradford, págs. 189 y sgs. 4 Abstracts of the answers and returns to tite population Act lJ Ceo. IV, prefacio, pág. XXIIT. .5 HARDING: !list. of Tiverton, I, )91. En 1793, una gran hila tura de algodón fue instalada en Tivcrton: pero a su propietario le fueron mal los negocios, y tuvo que renunciar. " EnEN: Sta/e o/ the poor, II, 142. 7 Tdcm, ibíd., IJ, 644.

POIJl.A('ION

Las ciuda,des del , hierro ~e han engrandecido menos dl' pr ir;n que las del algo don, y mas. de pnsa r¡ue las de la lana. Si no fl(' hnn apro~echad?, como las pnmeras, del nacimiento y el desarrollo de una mdustna nue.va, ~~n visto s.us industrias :rntiguas transformarse nípi· clamente Y sm dificultad. Bren es verdad que esta transformación 110 ha consumado fuera de las ciudades y lejos de ellas. La mayor ía de los grandes establecimientos metalúrgicos, el de los Darby, en Coalhrookdale; los de Roebuck, en Carron; de Wilkinson, en Berslrnm y en Bradley; de Homfray y ele Crawshay, en el País de Gales, se han fund?do aparte de l?s ~nti guos centros. ¿Y no es, por el contrario, en cmdades como Birmmgham o Sheffield donde junto con la multit~d. de las pequeñas especialidades se han mantenido las formas tra~lClona~es de la producción? 1 Sin duda; pero la influencia de la gran mdustna ~ampoco ha tardado .en penetrar en ellas. Al proporcionar a l?s pequenos talleres la matena prima que necesitaban, ha cambiado, s1 no el modo, al menos la importancia de la producción. El uso del cok f'n los ~!tos. _hornos, la pudelación, el procedimiento de Huntsman para la fabn cacwn del acero, si no han modiJicado inmediatamente los hábitos técnicos de los quincalleros de Birmingham y de los cuchilleros de Sheffield, han ayudado de manera singular a la fortun a de sus empresas y al crecimiento ele sus ciudades. La población de Birmingham, durante la primera mitad del siglo XVIII, parece haber sido sensiblemente superior a la de Manchester. En 1740, podía elevarse a 25.000 habitantes; en 1760, a 30.000 2 • Pero de 1760 a 1800, mient ras que la población de Manchester se cuadruj)licaba, la de Birmingham apenas si se hacía el doble: cuando el censo de 1801, era de 73.000 habitantes. La ciudad, edificada del modo más irr~gular-así h.a permanecido, por lo demás, hasta las grandes obras eJecutadas a fmes del siglo pasado-, era ya bastante extensa : cubría una superficie de una milla cuadrada aproximadamente, deliEn 1780. .Bil'mi~gham tiene 6 fabrica ntes d <' leznas, 104 fabricantes el
MANTOUX.-23

1

'

11 1

PARTE Ill: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

1111lutlu por los canales de Wolverhampton, Worcester y Warwick 1 • En lns inmediaciones de estos canales, por los que llegaba la hulla y el mineral, era donde se habían desarrollado los nuevos barrios: era en las cercanías de un cuarto canal, el que se dirigía hacia Tamworth y el Gran Tronco, donde se elevaba, un poco al norte de la ciudad, la gran fábrica de Soho. A pesar de su aspecto poco seductor, de la fealdad de sus pequeñas casas de ladrillo, aglomeradas como al azar en un suelo desigual, Birmingham era, desde esa época, una de las ciudades más ricas del reino. Sus dos teatros, su biblioteca, fundada por suscripción pública, eran las pruebas visibles de ello 2 • Riqueza, por otra parte, muy desigualmente repartida: de ocho mil casas empadronadas en 1780 por los administradores del impuesto de los pobres, solo dos mil ochocientos eran contribuyentes 3 • El agrupamiento de la población en torno a Birmingham presentaba desde entonces su disposición característica. Al noroeste de la ciudad, en el ángulo meridional de Staffordshire, se extendía un distrito muy poblado, rico en yacimientos de hulla, resonante todo el día con el ruido de los martillos, incendiado por las noches con el fulgor de las fraguas. Es el País Negro, entre Dudley y Wolverhampton, que ya merecía su nombre. Svedenstjerna, en 1802, contaba allí, en un espacio limitado, unos cuarenta altos hornos 4 • En todas las demás direcciones, por el contrario, se pasaba sin transición de una aglomeración industrial muy densa a las praderas, salpicadas de escasos pueblos, que dominan en lontananza los campanarios esbeltos de Coventry y las murallas almenadas del castillo de Warwick, reflejadas en las aguas tranquilas del Avon. Sheffield se desarrolló más lentamente que Birmingham. ¿Fue acaso porque la industria, repartida como en Birmingh~m entre un gran número de pequeños talleres especializ·ados, estaba además inmovilizada en sus fenecidas tradiciones por los reglamentos de que se había hecho guardiana la Corporación de cuchilleros de Hallamshire'? ¿No fue más bien una consecuencia de su posición geográfica, menos ventajosa que la de Birmingham por ser más excéntrica? Sea lo que fuere, Sheffield fue muy pronto sobrepujada por la ciudad rival: en 1760, su población no era más que de unos 20.000 habitantes; en 1801, de cua1 Plano de Birmingham en 1795, en HUTTON, W.: Hist. o/ Binningham, página 80. Plano por Sheriff (1805): comparar con el plano trazado por Bradford en 1750. (British Museum, mapas núms. 72.830 y 72.835). 2 HuTTON, W., ob. cit., págs. 165 y 196-200. Sobre la construccjón de las iglesias nuevas, véase Journ. of the House o/ Commons, XXIII, 494, y LVIII, 365. 3 !ourn. o/ the House o/ Commons, XXXVII, 576. 4 SVEDENSTJERNA, E.: Reise, pág. 83. Un gran número de talleres de fa. bricación de clavos y de quincallería estaban todavía diseminados por los pueblos. Véase PITT, W.: A general view o/ the agriculture in the county of Stafford, página 160 y sgs. ( 1794).

l: Cl1AN

INDUSTRIA Y 1'0111.ACION

355

renta y cinco mil 1 • ¿Pero cuántas ciudades de t1,5 .000 almas tenía Inglaterra un siglo antes? Ni siquiera es necesario, para hacer la comparación, remontarse a un siglo atrás. Antes de 1750, lo que se llamaba una gran ciudad era una localidad de más de 5.000 habitantes. Defoe podía decir, hablando clel condado de Devon: «Es un país lleno de grandes ciudades» 2 • De hecho, la masa de la población vivía en pueblos y burgos de menos de trescientos vecinos. Y entre esas «grandes ciudades» de hace doscientos o doscientos cincuenta años, ¿cuántas han cumplido las prpmesas que parecían ofrecer? En cambio, aquellas cuyo crecimiento data de la revolución industrial no han cesado de engrandecerse. Su fortuna estaba ligada a la de la gran industria. No solo su situación, sino su estructura y su fisonomía, se han fijado a un mismo tiempo. Los últimos años del siglo XVIII las han visto tal como fueron cien años más tarde : feas y negras, envueltas por una atmósfera humosa, extendiendo por todos lados sus arrabales mal edificados como tentáculos informes, pero desbordantes de actividad, ricas, y enriqueciéndose más cada día, en relaciones ya con toda Europa, sobre la cual derraman el sobrante de su producción, que crece sin cesar. En estas ciudades de u~ tipo nuevo, donde se desenvuelve una vida urbana que la vieja Inglaterra no ha conocido, hombres nuevos, clases nuevas, casi se podría decir un pueblo nuevo, se forman en el espacio de una o dos generaciones: es la muchedumbre enorme y confusa del proletariado obrero, que colma con su movimiento disciplinado el hormiguero industrial; es, por encima de ella, y dirigiendo en su provecho todo el mecanismo de la gran industria, la aristocracia manufacturera, la clase poderosa de los capitalistas, fundadores y propietarios de las fábricas. Después del movimiento de población provocado por la revolución industrial, es menester. describir las especies sociales que ha creado, y cuyas necesidades, tendencias, conflictos, llenan la historia del mundo contemporáneo. 1 Las cifras conjeturales dadas por EotN.: State o/ the poor, II, 869, son demasiado cortas en relación con la cifra cierta de 1801. Véase Joum, o/ the Horise of Commons, XXVIII. 497. 2 DEFOE: Tour, I, 81. V6ase primera parte, cap. I, sec. II.

!I:

CAPITULO 11

EL CAPITALISMO INDUSTRIAL Solo por un singular desconocimiento de la historia se buscarían en la revolución industrial los orígenes del capitalismo. Estos van retrocediendo a medida que se profundiza su estudio: son quizá tan antiguos como el comercio y el numerario, o como la distinción entre ricos y pobres. Lo que pertenece propiamente al régimen de la gran industria es la aplicación del capital a la producción de mercancías y la formación misma del capital en el curso de esta producción: es la existencia de una clase capitalista que es, esencialmente, una clase industrial.

I Hasta entonces, el capital era el producto, bien de la acumulación pura y simple, bien del cambio en sus diferentes grados. Era capital territorial, capital fin anciero o capital comercial. Si se pregunta en qué manos se hallaba la riqu eza antes de finalizar el siglo xvrn, la respuesta nos pone en presencia de tres grupos de hombres bien distintos. En primer lugar , los propietarios de bienes raíces, de tierras laicas o eclesiásticas: clase numerosa, preponderante en el país, y cuyo poderío económico, fortificado por privilegios seculares, era todavía muy grande. Tras ellos venía la pequeña tropa de los manipuladores del dinero, cambistas, banqueros, arrendadores de contribuciones: su opulencia, su actividad, sus r elaciones con los gobiernos, de los que eran acreedores, les daban ya en la sociedad un puesto considerable; su papel, aunque muy especial todavía y no ejercitándose más que en un dominio limitado, perdía cada vez más ese carácter de excepción que había tenido anteriormente, en tiempos de los grandes banqueros de Florencia o de Ausburgo. Finalmente, los mercaderes, que en sus empresas. próximas o lejanas, individuales o colectivas, empleaban a menudo y acumulaban grandes capitales. Los más ricos de entre ellos formaban en las ciudades comerciales una verdadera aristocracia. Hemos mostrado en un capítulo precedente cómo se apoderaban poco a poco de la industria. Cuando se establecían como maestros en el dominio de la producción, seguían ante todo ocupados del cambio, como mercaderes que eran: su función no era fabricar, sino comprar y revender. Propietarios, financieros, negociantes: todos los ejemplos que se pudieran citar, con muy pocas excepciones, entrarían en una u otra de estas tres categorías. 856

EL CAPITALISMO !NOUSTllTAT,

357

Hay que admitir, por lo demás, que hubo excepciones, relacionadas rnn esa forza precoz de la gran industria qu e hemos llam11do, de acuerdo con Marx, la manufactura. Los grandes pañeros del siglo XVI 1 o los maestros de forjas de Sussex 2 eran algo más que comorcianlos y empresarios. Dueños del utila je y de los locales industriales, organizaban el trabajo y lo vigilaban personalmente, doblegando a sus numerosos obreros a una disciplina común: en una palabra, dirigían la producción. Pero se trata de casos aislados, que se han advertido y retenido precisamente porque eran raros. Que haya habido antes de la gran industria hombres que han desempeñado el papel de manufactureros, es un hecho cierto; mas una clase de manufactureros es diferente. Ni siquiera existía en el idioma inglés un término para designarla. La palabra manufacturer significaba indistintamente obrero y fabricante, y con frecuencia se acercaba más al primer sentido que al segundo 3 • Un «eminente manufacturero» de Manchester, hacia 1720, bajaba al taller a las seis de la mañana, almorzaba con sus aprendices unas gachas de avena y se ponía a trabajar a su lado 4 • Habiendo entrado en los negocios sin capital, se ganaba la vida al día; si después de unos años de trabajo había ganado un poco de dinero, lo ahorraba, sin que por eso se alterasen nada sus costumbres 5 • Apenas si salía de su taller o de su tienda, y bebía vino una vez al año, en Navidad. Su distracción favorita consistía en reunirse por la tarde con algunos de sus iguales en un taberna, en donde el gasto convenido se elevaba a cuatro peniques de cerveza fuerte y medio penique de tabaco 6 • En Véase introducción. Véase segunda parte, cap. III, El hierro y la hulla, secc1on I. 3 ToYNBEE, A.: Lectures on the industrial revolution in England, pagina 53: ccThe manufacturer was literally the man who worked with his own hands in his own cottage.» Véase ib!d., lndustry and democracy, pág. 183. 1 A complete history of the cotton trade, pág. 170; WHEELER, J.: Manchester, its political, social and commercial history, pág. 149. .; AIKIN, J.: Description of the country, pág. 181: ccLa historia de la industria en Manchester puede dividirse en cuatro períodos. El primero es aquel en que los manufactureros trabajaban duramente para ganarse la vida, sin haber acumulado todavía ningún capital; el segundo es aquel en q ue, habiendo comenzado a enriquecerse, trabajaban tan duramente y vivían con tanta sencillez como en el pasado, y aumentaban su pequeña fortuna tanto por la economía como por beneficios moderados; el tercero es aquel en que el lujo hizo su aparición y la industria fu e estimulada a producir por el envío de viajantes de comercio en busca de pedidos a todas las ciudades de mercado del reino; el cuarto es aquel en que las relaciones comerciales, extendidas a través de toda Europa, dieron a este lujo reciente todo su imperio.» Hay que notar que lo que constituye la distinción entre estos diferentes períodos, son los progresos sucesivos, no de la técnica industrial, sino del comercio con Inglaterra y el extranjero. Los manufactureros de que habla Aikin eran sobre todo comerciantes. 6 Idem, ibíd., pág. 190. Un gran industrial, a finales del siglo, se hace servir por un lacayo, tiene una casa en la ciud ad y una casa de campo, y se muestra en Bath o en Brighton. Véase LECKY. Hist. o/ Ertgland in the XVIllth century, VI, 185. 1 2

1 '

PAllTE III: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

Vorki!hirc, donde la industria estaba particularmente parcelada, casi borraba la distinción entre el patrono y el obrero 1 : los millares de pequeños fabricantes que vivían en torno a Leeds, Brandford y Halifax eran ambas cosas a la vez: patronos por su independencia, obreros por sus ocupaciones y su género de vida. También eran, como se recor· dará, propietarios y un poco cultivadores; estaban ligados con la clase de los granjeros, al igual que los manufactureros de las ciudades lo estaban con la de los mercader es. Así, todavía se encontraban mezcla· dos y medio confundidos los elementos sociales que la revolución in· dustrial iba a separar y a oponer netamente entre sí. A fines del siglo se ha verificado esta separación, no absolutamente, sin duda, como tampoco los pequeños talleres han desaparecido de golpe ante las fábricas. Pero los grandes establecimientos industriales, minas, fraguas, hilaturas, tejedurías, son ya numerosos: cada uno de ellos, con su utilaje costoso, su personal, que a veces se eleva a varios centenares de obreros, representa un importante capital. Entre el hom· bre que posee y explota es'te capital y los asalariados, cuya mano de obra compra a bajo precio; entre el que dirige desde arriba la empresa y sus humildes colaboradores confinados en especialidades estrechas, la distancia es enorme, cuando no infranqueable. Colocado tan por encima de sus obreros, el manufacturero se halla en pie de igualdad con los otros capitalistas: el financiero y el mercader. Por lo demás, tiene necesidad de ellos: del crédito que le proporciona uno y de la clientela que le asegura el otro; a su vez, aporta mercancías a este e imposiciones de dinero a aquel. Pero no se confunde con ninguno de los dos : tiene su función propia, que es organizar la producción industrial y sus. intereses propios, al servicio de los cuales sabrá poner bien pronto el. poder político. Los creadores del sistema de fábrica han creado al mismo tiempo una clase, una especie social nueva. lle'

IJ ¿Cómo !?e ha formado esta clase? Los elementos que la componen son seguramente de orígenes muy diversos. Hacia la gran industria afluían de todas partes los hombres como hacia una mina de oro recientemente descubierta. Recuérdese el estado del condado de Lancaster durante los años que siguieron a la invención de las máquinas de hilar. Fueron años de actividad febril y de ambiciones ilimitadas. El desarrollo de la industria, con una r apidez que parecía entonces prodigiosa, se hacía como a saltos. Tr'as un tiempo de prosperidad, en que se veía a las empresas fundarse y engrandecerse y a las fortunas edificarse en pocos años, sobrevenía un desastre ; después el impulso, detenido un 1

Véase primera parte, ca p. 1, sección III.

U:

EL CAPITALI SMO INDUS'J'lllAI.

359

Instante, se recobraba cada vez más. Durante los períodos favorables - uno de estos períodos se inició en 1785 con la anulación de la patente de Arkwright- , ¿quién no habría probado suerte? Todos los que disponían de un capital, por modesto que fuese-tenderos, carreteros, posaderos-, se hacían fabricantes de hilados 1 • Algunos triun· faban y se enriquecían; muchos fracasaban y volvían a su antiguo oficio o se unían a la masa creciente del proletariado de fábrica. La mayoría de estos industriales improvisados ignoraban totalmen· te la industria en la que buscaban su riqueza. En el curso de una encuesta sobre la industria del algodón, en 1803, se hizo la siguiente pregunta : «¿Están los patronos en general lo bastante al corriente de las cuestiones técnicas como para poder zanjar una disputa relativa a la calidad de las materias primas? » Y he aquí la respuesta: «No; no son capaces de _ju zgar sobre ello, y esto por la sencilla razón de que jamás han sabido nada del arte de tejer. El patrono se contenta con poner al frente a un hombre que conoce el oficio; él aporta su capital, y tan pronto como puede vender al precio corriente, sigue adelante» 2 • El papel del industrial, así concebido, no difiere mucho del papel del empre· sario; es sobre todo comercial, y para desempeñarlo con éxito, lo esencial es entender de negocios, talento que la capacidad técnica no da en absoluto. Otro hecho significativo: en esta primera generación de los grandes manufactureros ingleses, se esperaría encontrar en primera fila a los hombres que con sus inventos han creado la gran industria. Nada de eso ocurre. Sin embargo, un nombre nos viene a la mente, el de Arkwrigth ; pero ya sabemos a qué hemos de atenernos sobre sus méritos como inventor. Ni Hargreaves, ni Crompton, ni siquiera Cartwright, a pesar de sus esfuerzos obstinados 3 , lograron fundar impor· tantes establecimientos industriales. Los Darby son el ejemplo de una familia de manufactureros cuya fortuna tiene por origen un gran invento. Mas este ejemplo es poco menos que único en su tiempo: ¿es preciso recordar el éxito tardío y mediocre de Huntsman y la quiebra de Cort ? Bien es verdad que James Watt dirigió la fábrica de Soho y fue, a la vez que un inventor genial, uno de los primeros metalúrgicos de Inglaterra. ¿Pero qué no debe bajo este aspecto a la colaboración de su s,ocio, Matthew Boulton? Esto vendría a demostrar que 1 Véase BUTTERWORTll, E.: Hist. of Oldham, pág. 178. Ejemplos : el barbero Arkwright, el posadero Yates, socio del segundo P eel. Véase COOKE-T AYLOR, W.: Lije and tim es o/ Sir Robert Peel, T, 6. 2 Minut es of the euidence taken be/ore the comrnittee to whom the seueral petitions presented. to the House fo this sessio11, relating to the act of the 39th and 40th year o/ H is present Majes/y, /o r settlir1g dis putes between mll.!ters and worlcmen engaged ir1 the cotton mnnu/arturc, wt1J rcferred (1803), página 26. 3 Sobre las empresas de Car,twright , véOAo M emoir o/ F.dmund Cartwright, páginas 115, 119, 133, etc.

1110

PARTE III: LAS CON S ECUENCIAS INMEDIATAS

¡11 1rnnsformación de los medios de producción debida a los técnicos

ha aprovechado sobre todo a los hombres de negocios. Los industriales del siglo XIX serían, pura y simplemente, los , sucesores d_e lo_s .comer· ciantes manufactureros del XVIII. Por lo demas, nada .m~s log1co. ~l adueñarse de las materias primas y de una parte del utila1e, al reducu poco a poco a los pequeños productores independientes a _la condición de obreros asalariados, ¿no habían adelantado los comerciantes manufactureros la mitad del camino del sistema de fábrica? La teoría, así presentada, seduce por su valor explicativo 1 , pero ser ía imprudente aceptarla sin reservas. Consideremos la industria de la lana: las regiones en las que se notaba de la manera más clara la supremacía del capital comercial eran las del Este y el Sudoeste: los condados de Norfolk, Devon, Wilts y Somerset. Es allí, según parece, donde habrían debido elevarse las primeras hilaturas y las primeras tejedurías de lan~. En el Norte, don.de la producción seguía repartida entre un gran numero de pequeñas empresas, se comprendería que la evolución hubiese sido_ más lenta. Ahora bien, es precisamente lo contrario lo que se produJo: fue en Yorkshire, al lado de la industria de los cottages, todavía vivaz, donde la gran industria hizo primeramente su aparición. Fuera de l~s cau:as generales que han ocasionado el desplazamiento de los centros mdustnales del sur hacia el norte de Inglaterra, hay que tener en cuenta las dificultades con que tropieza el paso de un régimen económico a otro, incluso a aquel que parecía ser su consecuencia natural. E_ntre ~u filiación lógica y su sucesión real hay sitio para todas. las res~stenc1as pro· vocadas por el interés y el prejuicio. Los e~presanos, habituad?~ a los métodos que algunos de ellos habían practicado de padres a hiJOS, .n? se decidían fácilmente a modificarlos Se asustaban del gasto en ed1f12 cios y en utilaje que acarreaba la instalación de, un a fábri.ca • ¿Para qué imponerse cargas tan pesadas cuando se podian obtene1- al. menos lo creían-los mismos beneficios con mucho menos coste Y riesgos? De la situación que ocupaban a la de jefes de industria, la di~tancia no era grande; pero esta distancia juzgaban inútil franquearla. Bien pronto sufrieron los resultados de su inercia. Así, pues, no fue entre ellos exclusivamente entre quienes se r eclutó la clase de los manufactureros, aunque emparentada ta_n de cerca ?ºn la suya. Sobre todo en las comarcas que, como Lancashire Y Y orkshue, l Véanse a este propósito las observaciones muy juiciosas de HE~D: Z~ei Bücher zur socialen Geschichte Englands, pág. 566: «Todo empresario capitalista esté o no al tanto de las cuestiones técnicas es, en lodo caso, un comercian~e. Es el comercio el que determina el objeto, el lugar Y el modo de la producción.» ll 2 Véase Report from the select committee on the state of the woo en man ufa cture (1806), pág. 11.

II:

EL

CAPITALISMO JNDUSTUIAI.

361

pasaron casi sin transición de la pequeña a la gran industria, es menester buscar otros orígenes. Para conseguir la solución exacta del problema, el mejor método sería establecer una a una las genealogías de todos los mnnu fac\ureros de esta época. Podemos hacerlo, al menos para algunos. En seguida aparece un hecho de conjunto : la mayoría de ellos vienen de los campos, salen de esa clase, mitad agrícola, mitad industrial, q ue habin formado hasta entonces una parte notable, quizá la mayor, de la poblaci6n inglesa. Y si intentam,os remontarnos más arriba, llegamos casi siempre a un tronco campesino, a la vieja raza desaparecida, pero no extinguida, de los yeomen. Un ejemplo ilustre es el de la familia Peel. El padre de sir Robert Pee!, el ministro, era un fabricante de hilados y de telas estampadas de Bury, en Lancashire, que murió en 1830, dejando una fortuna inmensa, enteramente amasada en la industria 1 • El abuelo, nacido en 1723 2 , era ya un manufacturero, uno de los primeros imitadores y competidores de Arkwright 3 • Antes de establecerse como fabricante de hilados vendía telas de lana y lienzos estampados a mano, que había empezado por fabricar personalmente y en su propia casa~. Al mismo tiempo cultivaba tierras que pertenecían a su familia desde el siglo xv, pues los Peel, desde hacía numerosas generaciones, eran campesinos propietarios, yeomen acomodados, «situados demasiado alto para desempeñar las funciones de constable, ya que no lo estaban bastante para desempeñar las de sherif/» 5 • En un principio cultivadores, luego cultivadores y tejedores, fueron poco a poco atraídos por la industria. Fue solamente hacia 1750 cuando Robert Peel, el primero de su nombre, abandonó el campo por la ciudad. Esta familia de los Peel ha sido particularmente venturosa. Ha marchado con paso regular hacia la fortuna y el poder social, sin conocer las tribulaciones que han arrancado de su terruño y de sus hábitos seculares a la mayor parte de la yeomanry. Para muchos la revolución industrial ha sido motivo de recuperación tras un período crítico. William Radcliffe, nacido en 1761 en el pueblo de Mellor, descen1 La herencia mueble ascendió a 1.400.000 ;!; (35 millones de francos). Los derechos percibidos fu eron los más importantes que se registraron hasta enton· ces. Véase Gentreman's Magazine (1830), I, 557-58. Sobre la vida del primer sir Robert Peel , véase CoocKE·TAYLOR, W.: Li/e and times o/ sir Robert Peel, I. 6 Y sgs.; PEEL, sir Lawrence: A sketch o/ the life and character o/ sir Robert Peel, pág. 33; E SPI NASSE, F.: Lancashire worthies, II, 84-87. ~ EsPINASSE: ~ ob. cit., !l 52. Era, por tanto, contemporáneo de Arkwright, nacido algunos anos despues que él, en 1732. 3 Hubo fabri cantes de hilados primero en Altham, después, en 1779, en Burton-sobre-el-Trent. WHEELER, J.: Manchester, pág. 519; PEEL, sir Lawrence: obra citada, pág. 20. 1 · Uno
l'ARTE

1II:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS ¡¡:

tlfn do terratenientes que se contaban entre los más· ricos de la parroquia. La guerra civil de 164.2-1649 había comenzado· su ruina, que culminaron las enclosures y el movimiento de acaparamiento que las siguió 1 • Para ganarse la vida, los Radcliffe se habían hecho tejedores. William, desde muy pequeño, aprendió. a cardar y a hilar en el taller fa miliar donde tejían sus padres y sus hermanos; se lo sentó ante un telar tan pronto como sus piernas fueron lo bastante largas 2 • El mismo ha contado sus principios en la gran industria 3 : «Yo me aproveché del progreso que se había realizado durante mis años de adolescencia 4 : en el momento de mi matrimonio-tenía veinticuatro años, era en 1785poseía algunas economías y conocía por la práctica todos los detalles de la fabricación, desde que la bala de algodón llega al almacén hasta aquel en que es transformada en una pieza de tejido-; sabía cardar a mano y a máquina, hilar con la rueca y con la jenny, encanillar, trenzar la urdimbre y prepararla, tejer tanto con el telar ordinario como con la lanzadera volante. Estaba, pues, en condiciones de establecerme por mi cuenta, y desde 1789 me hallaba al frente de una buena casa donde había empleados muchos obreros, así para el tejido como para el hilado)) 5 . En 1801 distribuía labor a más de un millar de tejedores 6 • ¿Citaremos otros ejemplos? Joshua Fielden, en 1780, todavía vivía como campesino en su pueblo natal de Todmorden 7 . Poseía y cultivaba aún el campo patrimonial; pero su renta más limpia la obtenía de dos o tres telares instalados en su casa: de cuando en cuando iba a vender su paño al mercado de Halifax. Sin embargo, los progresos de la industria del algodón empezaban a tener resonancia en la región: Fielden compró unas jenni:e'S y estableció en tres pequeños cottages talleres donde sus hijos, en número de nueve, componían por sí solos todo el personal. Antes de acabar el siglo este embrión de hilatura se había convertido en una fábrica de cinco pisos 8 • Jedediah Strutt, que fue uno de los primeros asociados de Arkwright, era hijo de un pequeño terrateRADCLIFFE, W.: Origin of the new system of manufacture, commonly called power-loom weaving, pág. 9. 2 Idem, ibíd., y WoonCRO FT, B.: Brief biographies o/ inventors, pág. 31. 3 RADCLIFFE, W., ob. cit., pág. 10. 4 «While I was in my teens.» Expresión intraducible. Es la edad de trece a diecinueve años, los años cuya cifra termina en teen ( thirteen, Jourteen, /i/teen;, etcétera). 5 RADCLIFFE, W., ob. cit. «Después de algunos años de práctica, un joven ]abo· rioso y activo podía, de lo que ganaba como tejedor, ahorrar bastante para establecerse; pero de la masa de tejedores era escaso el número de los que tenían el valor de intentar semejante empresa. Yo fui de ese escaso número.» 6 Idem, ibíd., pág. 16. 7 Entre Rochdale y Halifax. Fortunes made in busines, I, 414-18. 8 Uno de sus hijos, John Fielden, fue miembro del Parlamento. Fue uno de los caudillos de la campaña filantrópica en favor de la legislación industrial, y el autor de un libro que lleva el título significativo de The curse o/ the factory 1

,1ystem (1836).

EL CAJ>l'J'ALISMO INDUS'J'H IAL

363

niente y se ocupaba de agricultura antes d bl ' . . Le de medias en Derby i. Da 'd D l e ~~ta ccc1sc como fabncanStewarton Ayrshire z Isaac Dv1b a el, de muo, guard i1ba ganados en 0 son, e antepasado de · el 1 . ' des dmastías industriales de Lancashire era 1 l .. una o as granvieja familia de yeomen establecida en tm e 1 lldJOd menor de una ' es orean csdc hacía cuatrocientos años 3

W

Del grupo d~ los fabricantes de hilad gicos. Muchos de ellos ven' - os pasemos al de los mota11'.irker era fabricante de clavo~~n 4~n~:!u~os :all~re~locales: «Aaron Walker, en Staffordshire, diero~ sus rim . aw s, e ewcastle, y ~ohn Parcomo herreros; Pet~r Stubs ant~s dei oís pdasos enRla hcarrera mdus~rial mb d ' e un ar en ot erham u

;~:;ton~ª s~~~:,e~~ód~~~º s~e 1~:ª!~~~ Kº::~~i~:n~ª;:b

:Oª;,,:s:~

limas r e, hab1a sido fabricante de rastrillos G N y' en y orksh1fe, de palas y palustres. Antes de es~a: al e~:!~e deewtuon n, dfe Thd' ~~ncldif­ acero B - ' H a un 1c1on e calderer:~J~~m . untsman era relojero... Samuel Garbett había sido de merce;ía e~ad~~et~e~~eb~i°~:r~ un )~queño fab~icante de ~rtículos B , 1 4 P . ' eyno s, comerciante de hierro en ns to >> .. • • ero si nos remontamos ' · h · , ·1· aun mas acia 1os ongenes de sus f ami ias tropezamos mu d l . Wilkinson . y a n:en_u o con a tierra y lo campesino. Isaac ' padr_e de John Wilkmson, era un cultivador del País d 1 Lagos que se hizo capataz f · e os 12 h l' . en una ragua vecma, con unos ingresos de e e mes ~or semana.:· Rich~rd Crawshay, a quien más tarde se llamó e~ r d ;el ~ierro: t~mb1en habia salido de una familia de cultivadores. sm u a e. ren~u.mento de sus fincas, situadas en Normanton, cerca d~ Leeds, era msuf1ciente para alimentar a todos los h1" 1. R" h d f ' · d JOS, ya que e ]Oven i~ ar ue envia o muy tempranamente como aprendiz a casa de un qumc.allero de L~n~res s. Henry Darby, padre del primer Abraham era cerraJ~ro, pero acta 1670 John Darby, el antepasado de los mae~tros CoallbrooBkdale, era granjero en un pueblo de Worcestershi.. ma ente, os oulton venían del condado de Northampton , esencialmente agrícola. Viendo dismm ' . ' pais mr sus recursos se trasladaron

::1fof,as: 1

· FELKIN, página 89.

J.: History o/ th

h· . e mac ine-wrought hosiery and lace manufactZLre,

2 DALE ÜWEN, R.': Threarling my wa ' 2 D 1 ' a una familia de cottagers más b' pag. · a e p ertenec1a probablemen te 3 DoBSON B p . Th ien que e ye?men. gina 88. , . ,. e story o/ the evolution of the spinning macliine, pá-

"
4 SOUTHCLIFFE ASlITON T l ginas 209-10. ' · : ron and steel in the industrial revolution, pá-

5 PALMER, A.: !olm Wilkinson d l ld B . LORD, Capital and steam power 'an 26t ie o ersham ironworks, pág. 7. Véase 6 5 , pag. . MILES, S.: Industrial Biography pá" 130 L the old South Wales iron worlcs pág 6, b· • LOYD, J,: Early history o/ 7 p ¡ , · 3 Y sgs. ERCY : ron and steel, pág. 887.

,1 l'AllTE Ill; LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS ' '--~~~~~__:...:..:___:~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~-

p1111ioro a Lichfield y después a Birmingham, donde entraron en la ind1111tri a 1. En las regiones industriales, la yeomanry no ha tenido nec:sidad de emigrar. Allí mismo se ha transformado., Oldham, ~asta mediados. ?el siglo xvm, estaba rodeada de fincas poseidas y cultivadas por familias de terrazgueros libres. Cincuenta años más tarde se vuelve a encontrar a esas mismas familias al frente de las principales manufacturas de la ciudad. Los Clegg y los Whitehead, convertidos en fabricantes de sombreros; los Lees, los Broadbent, los Hilton, los Taylor, en fabricantes de hilados; los Boulton y los Jones, que explotan minas de hulla, son todos yeomen o hijos de yeomen 2 • Más arriba mostramos cómo las modificaciones del régimen territorial. la división de los comunales y el acaparamiento de las fincas había~ alterado la condición de las clases rurales. Hemos tratado de ex· plicar el ocaso de la yeomanry; abora empezamos a comprender lo que ha sido de ella. Proporcionó, por d7ci rlo así, los materiale_: para una sociedad en formación. Cuando la alianza secular del pequeno cultivo con la pequeña industria, sobre la cual reposaba su existencia, se halló comprometida, se inclinó instintivamente del lado en que se o~r:­ cían los mayores recursos. La revolución i~dustrial abría a las acti':idades sin empleo una carrera nueva: los mas emprended?res o los mas afortunados de los yeomen se lanzaron a ella como conqmstador es. Alcanzado el éxito muchos de ellos se apresuraban a ser de nuevo propietarios. Volvían ~ comprar las tierras a esa gentry que ~a.cía poco los miraba altivamente; adquirían para casas de campo sus vie1as mansiones históricas, o construían frente a ellas residencias señoriales, monumentos de su fortuna reciente y de su viejo orgullo 3 •

III Una transformación semejante no se realiza sin dificultad: . no puede cumplirse sino por una selección muy r igurosa que solo deja sobreDictionary of National Biography, art. «Boult on». . History o/ Oldham, págs. 33, 40, 42, 47, 53, 57, 61, 125, _130. Lo mismo ocurrió con los Wedgwood, a la vez cultivadores y alfareros. Vcasc METEYAHD, Eliza: ]oJiah Wedgwood, I, 180-85. 3 Roben Pecl, en 1797, compra la casa solariega de Draylon. EsPINASSE, Lancashire worthies, U, 95. Arkwright y sus hijos s~ instalan ~n. el castillo de Will ersley. «Smedley Hall era hace poco propiedad del ult~mo descendiente d e los Cheetham, de Cheetham. Ahora pertenece a !~mes Hilton, ~q... . Ordsall Hall pertenecía en otro tiempo a una rama de la familia d~ los Ratcbff .. . Este castillo, rodeado de un foso, está ocupado ahora por Mr. Richard ~op .. · Ancoals Hall, edificio muy antiguo, hecho de yeso y de m~dera, p~ro c1~rtas partes del cual han sido reconst~ui das de piedra. y de ladnllo, esta habitad? por William Rawlinson, esq., un importante negociante de Manchester.n AIKIN · Doscription of the country, etc., págs. 207-08, 211. 1

2

"!"·:

II:

EL CAPl'l'ALISMO lNDUS TltlAL

365

vivir a los más aptos. Esos cultivadores, esos l1crreros, esos tejedores, esos barber~s de puebl~ que 11an formado Ja primera generación de los g:andes m~ustnal_es ingleses'. para triunfa_r han tenido que poseer en el mas alto grado ciertas cualidades apropiadas para su nueva tarea y que. les ~an a todos cierto aire de parentesco. No era por el ta: lento mve?trvo por ~o que se distinguían. Trataban de explotar sobre todo los mventos a1enos. No todos han tenido, como Arkwright la suerte o la .audacia de apropiárselos enteramente y de hacerse atribui r ~u monopolio. Per~ han trabajado sin descanso, como su interés los impulsaba, en reducir a la nada los derechos legítimos ele los inventores: la c~nducta de los fabricantes_ de hilados frente a Hargrcaves y Crornpton , de los maestros de foqas frente a Henry Cort 2 los procesos innumerables que t~vi:ron e¡ ue .soste?er Watt y Boulto~ contra los que 3 empleaban sus maquinas testimonian esta disposición más natural segur~mente que_ laudable. Hay que guardarse, sin embargo, de exagerar la mcompetencia d~ los industriales en materia técnica : estaba lejos de ser general. Vanos de ellos son autores, si no de inventos muy important.es, al ~enos de perfeccionamientos de un valor práctico real. Stru~t mtrod~ JO en el telar4 de tejer punto un mecanismo especial para fab:ic?r medias con costas ; John Wilson . de Ainsworth, imaginó proced1m1entos nuevos para teñir y aprestar los tejidos de algodón s. William Radcliffe, con uno de sus obreros, Thomas Johnson inve,ntó el t~'lar de aderezar ( dressingmachine) 6 • El propio Arkwriofa 'tuvo el mérito de combina: h_ábilmente lo que otros habían enconti~do y de llegar a resultados practicos que aquellos se habían mostrado incapaces de obtener.

D~nde_ ,se manifiesta la inteligencia particular del industrial es en la org?mzac10n d~ las empresas. Era preciso, en primer lugar, reunir el c?p1tal necesano: los que no tenían necesidad de pedirlo a comandita nos, como M~~thew Boulton ~ .Roebuck, hijos de fabricantes ya ricos, e:a? la excepc10~. l'." no era, fa~1l ballar comanditas, sobre todo al princ1p10, cuand~ n~aq~mas y fabricas pasaban por novedades sospechosas Y, ~e porven;r mc1erto. Arkwright descolló en estas negociaciones dif1ciles : recuerdense los contratos de asociación de oue se sirvió. como de otros t~ntos escalo~es sucesivos, para llegar a la -:fortuna. A l~s que le proporc10naban ~apitales les ofrecía, por lo demás, algo en cambio: sus_ pate~tes, cuyo :alor. fue muy pronto indiscutible. Aquellos que no teman n1_pat:nte m capital se encontraban más apurados. Comenzaban en pequeno sm otros recursos que sus pobres economías Fue así como 1 2

3 4

~

Véase 2.ª parte, cap. 1 y cap. U. Ibídem, cap. III. Ibídem, cap. IV. Véase FELKIN, ob. cit., págs. 91 -93. Véase A coniplete history of thp co//OIL tradP, píl gs. 7)-73. RADCLIFFE, W.. ob. r:it., pág~. 20-2.1.

11111

PARTE

lll:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

•11 1111lnblcció Radcliffe en 1785, con el dinero que había ahorrado de

salario de tejedor 1 ; y como Kennedy, primero aprendiz en casa dr un fabricante de hilados de Manchester, abrió en 1791 un taller donde trabajaba con sus propias manos, ayudado por dos obreros 2 • Estos principios, más que módestos, no fueron raros en la industria textil. Los facilitaba la naturaleza tan simple de su utilaje. Sin grandes dispeQ,9.io_s se podían fostalar en un local cualquiera algun.as mules o algunas jennies movidas a mano. Las máquinas más complicadas, water-f rames o telares automáticos, venían después, tan pronto como los beneficios realizados permitieran su adquisición, y con ellas aparecía el motor hidráulico o la máquina de vapor, el material pesado y po· tente de la fábrica propiamente dicha. Así se operaba en unos años, y en una misma empresa, el paso del régimen de la pequeña industria al de la manufactura, y de la manufactura a la gran industria. Al mismo tiempo se formaba·n en esas hilaturas _y esas tejedurías administradores que gracias a la experiencia práctica que en ellas habían adquirido se elevaban en seguida a la posición de jefe de manufacturas 3 • Resueltas las cuestion~s del capital y del utilaje se planteaba la de la mano de obra. ¿Dónde reclutarla y cómo dirigirla? Los obreros ha/ bituados al trabajo a domicilio se mostraban en general refractarios al enganche. El personal de las fábricas estuvo compuesto al principio de los elementos más dispares: labriegos ahuyentados de sus pueblos por la extensión de las grandes propiedades, soldados licenciados, indigentes a cargo de las parroquias, el desecho de todas las clases y de todos los oficios 4 • A este personal inexperto, poco preparado para el trabajo en común. el manufacturero te nía que instruirlo, ejercitarlo y, sobre todo, disciplinarlo; tenía que transformarlo, por decirlo así, en un mecanismo humano, tan regular en su marcha, tan preci§_Q en sus movimientos, tan exactamente combinado con vistas a una obra única como el mecanismo de madera y de metal en cuyo auxiliar se había convertido. Al abandono que reinaba en los pequeños talleres lo sustituye la regla más inflexible: la entrada de los obreros, sus comidas, su salida, tienen luga~ a hora fija al toque de una ~mpana 5 • En el inter ior de 111

1

RADCLIFFE, w.: ob. cit., pág. 10. SMILES, S.: Industrial Biography, pág. 321. ·' T AYLOR, G.: Handloom weavers at S tockport, en G. Unwin, S amuel Oldknow and the Arkwrights, pág. 51. Véase el cuadro tan impresionante que traza Robert Owen de su actividad como administrador en la fábrica de cotonadas de Drinkwater ( L ife of Robert Owen, wri tten by himself, pág. 38). 4 ScHULZE·GAVERNITZ: La grande industrie, pág. 67. En la fábri ca de tejidos estampados se ajusta ban a bajo precio «cuadrillas de patanes de Lancashire». T he callico-printer's asistant (1790), Q, 4. .:; En Ma nchester, las campanas de las hilaturas empezaban a tocar a las cuatro y media de la mañana. Minutes of the evidence taken be/ore the select committee on the state o/ the children employed Íll the manufactories of the United IGngdom (1816), págs. 127-28. La fábrica de Wedgwood fu e el primer establecimiento importante de Staffordshire donde las horas de trabajo fueron 1 2

11 :

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~ábdica c~.d a

EL CAPl'l'AL ISMO INDUSl'ICIAI.

uno tiene_ su

p~uesto

367

marcado, su tar-Oa csLrictamente de-

~mita a ~, siemp~e la ~1sma;· cada uno debe trabaja r regularmente y

detenc1on, ba30 la mirada del capataz que lo fuerza a la obediencia con 1~ ame?aza de la multa o del despido, y a veces incluso con una 1 coacc1on mas brutal • Esta disciplina no era, hay que reconocerlo una cose: abs?lutamente nueva. Existía desde hacía mucho tiempo en ~ equeno numero de manufacturas donde la división del trabajo llev:da hasta s~ extremo, tenía. por complemento necesario una fuerte direcoi6n 2 de con1unto • ~e~-o es el maquinism? el q~e le ha dado su r jgor y el q~e la ha genei ahzado. Los grandes mdustnales ingleses del siglo XVIII s1 no son , sus creadores, han sabido organizarla con una inteligencia ' una energ1~ notables. Aquí también el ejemplo de Arkwright es el ~ h~y que citar e~ primera línea 3 • El orden que supo establecer en ;~s h~l~turas fue su mvención más original. Estaba presente en todas partes v1g1laba a sus obreros, les exigía el trabajo más asiduo y más exacto' Rudo de adem~nes y de lenguaje, implacable para los q ue juzgaba in: ca~aces o negligentes, no cometía, sin embargo, el error de agotar de !atiga ~rs onal de sus talleres: no les hacía trabajar más aue doce lloras dia~ias , cuando el tiempo medio, en los establecimiento; fundados d.e~p~es q ue }ºs . suyos, alcanzaba y sobrepasaba las catorce horas s. . J2111g!L yna fabnca es hacer acto de gobierno. El manufacturero es en. toda la fuerza del término, un jefe de industria. Boulton, en la fá~ h~ica de. Soho, había obtenido de sus obreros tal regularidad que una d1sonanc1a e,n la arm?nía acostumbrada de las ruedas y de los martillos pastaba, segun se dec1a, parn que advirtiese una parada o un accidente 6 , Slll

11

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4

an ~nciad~s al toque d e una ca~pa~1a. De. ahí el nombre que se le daba en la vecindad. «the Bell-Works,, , la falm ca de la campana SM!LES S . ¡ · h '" d wood ' 44 M E . · , · · osia w e g; ETEYARD, . : 1 he li/e o/ Josiah Wedgwood I 330 . I I EWELLYN , pag. J EWITTI-! : T he Wedgwoods I 132. ' ' ' ,, · 1 Véase 3.• parte, cap'. 2 En las man ufac turas r eales de Francia Véase MARTIN G · L d indust i F l ' · , ermam: a gran e . r e en rance sous e reg11e de Louis XIV, pág. 14 (Manufactura de añ en V1llenouvette, en Langucdoc). I d. en Abbeville, en casa de los Van Robaisp ~= empleaba? a 600 obreros : «Todo su per sonal está gobernado con mucho ~rden Y regula~1dad. Se pone al trabajo y lo deja al toque de un ta¡nbor Si n b se e.m.b ~·:aga o comete una falla cualquiera, es despedido p or ·el c~pat~z re~~ l~ .1 1 v 1 s~on da que per tenece.; cada especialidad, en efecto, está colocada bajo la vigi an cia e un Jefe . part1cul~r, que disciplina a sus hombres con oh 'eto de 0 ~~7ner. ,> An essay i~ t~ade and commerce, pág. 131 0770). E~ esta una de las razones pnnc1pales de los eloofos hiper bólicos ue le ha prod1ga~o la escu~l~ indi~idualista de la gener ación ~guiente: «P romufgar y ~oder ligor un cod1go. eficaz de disciplina ind ustrial adecuada a las necesi· Aª k es . ª Ugran producc.16n, tal fue la em presa hercúlea, la obra gr andiosa de r 4wn g .t.>i RE, A..: Philosophy of manii/actures, pág. 15. _M inutes of evtdence ... on the state o/ the children employed in the manuj act?ries, etc. 0 816). Declaración de A. B uchana n Jlág 8 l bid., págs. 96-98. ' . . 6 SMit ES, S. : Boulton and 1/7ah, púg. 482.

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PARTE III:

\1111

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

Hmiwoll, que lo visitó en 1776, quedó sorprendi~o de la autori~a,d que ojcl'cia; creyó ver, como dice con frase ~xpres1va, «a un capitan del hierro en medio de sus tropas» . El ceramista Wedgwood tuvo que luchar contra la mala voluntad y hasta contra la hostilida? .d~;larada de obreros cuando auiso instituir en sus talleres un a d1v1s1on del tra; ~~J 0 estrictamente r~gulada: lo consiguió, no o~i:tante, y . queb,ranto todas las r esistencias i . La excelencia de la ~rod~cc1on, q~e hizo cele?r~ su marca en el mundo entero, no fue obtemda smo g.racias a su act1v1dad infatigable, a la vigilancia que ejercía a cada msta~te sobre sus menores colaboradores. Corría por todas p~rtes ?ºn su pierna de .~~­ dera rompía con sus propias manos las piezas imperfectas y esc11b1a con ~iza sobre el banco del obrero cogido en falta: «Esto no pasa con Josiah Wedgwood» 2 • Finalmente el manufacturero ve plantearse ante sí un problema, del que los pequeños fabricantes, sus predecesores, apenas habían tenid.o que preocuparse: el de los mercados. El. no puede, como ~quellos, ir a vender sus productos a la ciudad vecma ; para proporc10narle una clientela cuyo consumo r esponda a la cantida9, .sin ~e~ar acrecentada, de la producción, la plaza local es, desde luego, rnsufi;1ente, Y el mercado nacional aoenas si basta. Si no tenía ya las cualidades de un comerciante es pr~ciso que las adquiera, que sea capaz de extender sus relaciones al país entero e incluso más allá de las fronte~as: Hem.os tenido a la vista la correspondencia de un gran est~blec1m1ento ~n.dus­ trial del siglo xvm , la de la fábrica de Soho: ates,tigua una act1~1dad comercial compatable a la que hoy día nos ofre.cena como espectaculo una casa de primera fila. Boulton y Watt estuv1.eron en rela?1ones c~­ merciales con todos los manufactureros de su tiempo ; vendieron maquinas a los propietarios de minas de Cornualles y a los maestros de forjas del País de Gales, a los fabricantes de hilados de Mancheste~, de Derby y de Glasgow y a lo~ fabricantes ~e porcelana ~e Staff?rdsh1re; recibieron numerosos pedidos de Francia, de los Pa1se~ Ba3os.' de Alemania, de España y de Rusia. Bien es verdad que a part~r de cierto momento ya no tuvieron mucho que hace~ ¡_:iara at~aer. la clientela.: venía espontáneamente y aceptaba sus cond1c1ones, sm titubear. Pero no había sido así desde el principio: se recordaran las batallas que tuvieron que librar en Cornualles y los servicios que les pr~stó su agente el fiel e infatigable William Murdock 3 • Boulto~ y el prop1~ 'Yatt, a pesar de que su tendencia al desaliento lo hacia bastante tim1do en los negocios, a menudo se vieron obligados a obrar p~r~onalmen~e no. ,sol~ para gestionar los contratos, sino también para v1g1lar su eiecuc1on · l

2 3 4

E.: Life o/ /osiah W edgwood, I, 260. J. W edgwood, pág. 145. Véase 2.ª parte, cap. I V. . Watt pasó varios años en Cornualles. Boulton hizo frecuentes viajes a las

METEYARD, SMILES, S.:

II:

EL CAPITALISMO INDUST111AL

369

Por lo demás, la forma de tales contratos, que hocí11 depender sus beneficios de las economías r ealizadas por el comprador grnoiM al empleo de la máquina de vapor, estaba muy hábilmente concebido : su éxito no ha sido únicamente el de un invento técnico, sino asimismo d de un sistema comercial. A la vez capitalista, organizador del trabajo en la fábrica; en Iin, comerciante, y gran comerciante, el industrial es el tipo nuevo y cumplido del hombre de negocios. Con frecuencia no es otra cosa. Robcrt Owen, que conocía mejor que nadie a los que llama los «lores dd algodón>>, juzga bastante desfavorablemente a la mayoría de ellos: «Fuera del ·círculo inmediato de sus ocupaciones profesionales sus conocimientos eran casi nulos, sus ideas limitadas» 1 • Algunos, sin embargo, unínn a la habilidad y a la energía práctica cualidades de un orden superior. Formaban en medio de esta aristocracia del dinero como una minoría intelectual. Ya se los mire como personalidades originales y excepcionales o bien como los representantes más eminentes de su clase, merecen ser estudiados con más detenimiento. IV Los más interesantes son aquellos a quienes el ejerc1c10 mismo de su profesión ha mezclado en el movimiento científico o artístico de su tiempo. Los problemas de la técnica, aunque planteados en su origen en términos puramente concretos, toman contacto, hacia fines del siglo, con las investigaciones especulativas de la ciencia. P or otra parte, ciertos productos-por ejemplo, los de la industria cerámica-no son solamente objetos de uso; tienen, o al menos pueden adquirir, un valor estético. Algunos industriales lo han comprendido: desde entonces la idea que se hacían de su propio papel se ha ampliado y transformado. Para ellos la industria ha dejado de ser únicamente un medio de enriquecerse. Es una obra a la que se vinculan y en la que se esfuerzan por realizar una cierta perfección. Si quieren perfeccionar su utilaje, mejorar su producción, no es solo por superar en la lucha comercial a sus rivales menos escrupulosos o menos avisados, es porque el progreso técnico, ligado al progreso de las ciencias y de las artes, se les muestra como un fin deseable en sí. Y estas preocupaciones, más elevadas quo las de la masa de sus competidores, parecen conferir a su carácter y a su vida una especie de nobleza. Matthew Boulton es de esos. Antes de convertirse en el colaborador inteligente de James Watt, había ya dado pruebas de las rar81! cualiregiones industriales. De ahí la correspondencia intercambiada entre los dos "ocios. 1 ÜWEN, R.: The lije o/ Robert Owen written by him3elf, p6g. 31 y 35. MANTOUX.-24

ltll

PARTE

[![;

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

1l11cl t•11 que explican su fortuna. Cuando emprendió, hacia 1765, la fa-

hrlcación de los bronces ornamentales, tenía ante su vista las obras maestras del arte decorativo francés. Se propuso igualarlas, aunque tuviese que violentar el gusto de un público habituado a productos más vulgares 1 • No omitió nada para conseguirlo: se hizo remitir de Italia las copias de los más bellos modelos antiguos, visitó las colecciones particulares de los grandes señores que le concedían su protección 2 • Tenía a orgullo el no poner a la venta lo que no fuese aprobado por los expertos más exigentes; recuérdese cómo Wedgwood temió por un momento el verlo convertirse en su competidor. Con el mismo cuidado se ocupó veinticinco años más tarde de la acuñación de monedas, por el procedimiento de que era inventor. «Si Mr. Boulton-escribía a este respecto James Watt-no hubiera. hecho otra cosa en toda su vida, por eso solo merecería ser salvado del olvido. Y si consideramos la variedad y la importancia de los trabajos que tenía que dirigir al mismo tiempo, y los enormes gastos comprometidos para un resultado dudoso, no sabemos qué se ha de admirar más, si su capacidad de in-vención, su perseverancia o su magnificencia. Ha llevado esta empresa a la manera de un soberano más bien que de un industrial: la pasión de la gloria siempre tuvo sobre él un ascendiente más fuerte que la pasión del lucro» 3 • Boulton era un hombre culto. Tuvo por amigos a algunos de los espíritus más distinguidos de su tiempo: el Dr. Darwin, médico, botánico y poeta; el astrónomo W illiam Herschell, Priestley, con el que compartía sus opiniones avanzadas en materia de religión y de gobierno, sir Joseph Banks, que fue presidente de la Sociedad Real de Londres, y otros menos ilustres, como el químico Small, el impresor Baskerville y el erudito De Luc, bibliotecario de la reina 4 • Boulton se complacía en reunirlos en la casa que se había hecho construir al lado de su fábrica de Soho, «el hotel de la amistad sobre el páramo de Handsworth», como la llamaba en su correspondencia familiar. Estas reuniones se hicieron periódicas: tenían lugar todos los meses, en el plenilunio, lo que facilitaba el trayecto de ida y vuelta, por la noche, a través del campo. De ahí el nombre de Sociedad Lunar, Lunar Society, que 1 Escribía a su mujer, a propósito de dos de sus relojes de pared que no habían encontrado adquisidor: «Los he traído de Londres y los enviaré a un país donde el sentido común todavía no haya pasado de moda. Si los hubiera provisto de carillones que tocasen las notas de una giga, con un oso danzando al compás, o si hubiera representado una carrera de caballos por encima de la esfera , creo que no habrían faltado compradores.. . Este verano los enviaré a la emperatriz de Rusia, a quien pienso que le agradarán.» SMILES: Boulton and Watt, página 174. 2 Véase 2.• parte, cap. IV, pág. 339, 3 WATT: Memoir o/ Mr. Boulton, en Smiles, ob. cit., pág. 399. "' SMILES, ob, cit., pág. 201; TIMMINS, S. : Matthew Boulton, pág. 4.

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CAPITALISMO INDUS'rnIAI

371

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daba bromeando este grupo de amigos 1 • Wcdgwood fue allí alguna vez desde Burslem o desde Etruria 2 • Watt, naturalmente, era uno
SMILES, ob. cit., págs. 369-75. METEYARD, E.: l. W edgwood, II, 558, La distancia era demasiado grande (unas cuarenta millaó) para que pudiese ir r egularmente. 3 TIMMINS, S.: Matth ew Boulton, pág. 10. 1 «La química es desde hace algún tiempo mi manía» (my hobby-horse), » Carta a J ames Watt, 3 de julio de 1781, SMILES: ob. cit., pág. 373. 5 Fue también miembro de las Sociedades Reales de Londres y de Edimburgo. 6 Carta ~ att, , citada sin fec ha en S1¡,11LES: Boulton and Watt, pág. 271. 7 Idem, ibid., pag. 341 (carta a su hi10 mayor, escrita desde Cornualles). 2

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PARTE III: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS 1' il~~~~~__::..:.:.:.::::_::::..:.-=::__::.:..:.....:_:.~~~~~~~~~~~~~

hin hacer sin rebajarse al papel de delator para poner fin a sus prácti· indignas» 1 • En una reunión de fabricantes, celebrada, en 1795, se levantó contra los engaños en la calidad de las mercancias: «No me extenderé sobre la imprudencia del acto en sí r;iismo y sobre las_ consecuencias que inevitablemente deben resultar de el, a saber: el dan? c~u­ sado a nuestra industria y la mancha infligida al no~re de Bir~n­ gham. No olvidemos que la política de la honradez es. siempre ~a me10~, y que la buena fe en los negocios no puede dejar de e1ercer la mfluenc1a más venturosa sobre el comercio de la ciudad en general Y de cada una de nuestras casas en particular» 2 • Personalmente se ajustaba a este principio de la manera más escrupulosa. Se abstenía de usar . repres~­ 3 lias contra los que trataban de sobornar. a sus _obrero~ . Se absu:rua ttambién de reducir los precios por ba10 de cierto mvel, cualqm~ra que fuese el rigor de la competencia. Bajar lo¡ preci?s habr~a sido bajar la calidad y, por ende, destruir la confianza . Practica~~ as~, antes que Bentham la hubiese expresado en fórmula~, la moral i:t1~1tana. Su generosidad era proverbial. Cuando Pn~stley fue victim.~ de los motines provocados en Birmingham por el odio a la R~voluc10~ , francesa, Boulton, sospechoso asi~i~mo de opi~iones subvers1v~s, abno una 5 suscripción para ayudarle a vivir y a contmuar s?s traba1os . Al fu~­ darse, en 1792, el Birmingham Dispensary, a~epto ser su tesor?ro, di; ciendo: ccSi los fondos no bastan para cubnr los gastos, aqm estare yo para completar el déficit» 6 • Para co~ sus obreros su conducta e~a la de un ara ellos una C~Ja de. socorros en la que ingresaban cuotas que variaban entre ~e~10 pemque y cuatro peniques por semana, según el monto de su salario · ,.118

s~11LES: Boulton and Watt, pág. 178. Birmingham Gazette, 28 de diciembre de 1795. 3 Carta a J. Taylor, 23 de enero de 1769. SMILES, S., loe. cit. 4 ldem, ibid., págs. 374-75. . . s Entre los principales suscriptores figuraba John _W1lkinson, q;ue envió _500 libras. PALMER, A.: Wilkinson and the old Bershmn i~onworlc.s, p~g.. 33. Vease sobre el particular el opúsculo de TIMMlNS, S.: Dr. Pnestley m Btrmmgham. G LANCFORD, W.: A century of Birmingham lije, II, 143. 7 En general, se ajustaban para cuatro o cinco años por con~rato ren?v~ble; por ejemplo, con respecto al obrero Gavin Mac Murdo, que entro al serv1c10 de Boulton y Watt en 1793, hemos encontrado cuatro de estos contratos (1793, 1796, 1 2

1799 y 1810).

. . . • b s Los aprendices, que ganaban 2 chelmes 6 p~:n1qucs p~r sem~na, mgre_a an medio penique; los que ganaban 5 chelines, 1 pemque, y as1 sucesivamente, hasta

11:

EL CAPITALISMO INDUSTRIAL

373

Esta benevolencia filantrópica no carecía de orgullo. Era la de un gran señor en relación con sus vasallos. Cuando el primogénito de Boulton alcanzó la mayoría de edad, tuvo lugar en Soho una fiesta memorable. Desde la mañana tocaron las campanas en Handsworth y en Birmingham. A la una del día todos los obreros de la fábrica formaron en un cortejo y desfilaron por grupos de oficios, con música al frente. Por la tarde fueron convidados a un banquete de setecientos cubiertos, y bebieron a la salud de los amos de hoy y de mañana 1 • Era así como un gran lord terrateniente, rodeado de sus terrazgueros, celebraba en el castillo de sus antepasados el corning o/ age del heredero de su nom. bre. Por lo demás, Boulton tenía lo que era preciso para desempeñar este papel: dignidad, un cierto empaque de magnificencia al que debió, no menos que a su generosidad, el sobrenombre de
!1:

l'AllTE III: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS 1-.' 1 ~·~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

6l quien les daba su estilo, en armonía con e~ gusto cl~sic_o de su tiompo. Es él, en fin, quien había creado su materia; esos. v1dnados de esmalte brillante e inalterable, esas porcelanas mates, ro1as Y negras, y sobre todo esos bizcochos matizados de verde pálido, de_ azul, de violeta, sobre los que un os motivos blancos se destacan en r elieve como camafeos, bastarían por su belleza para justificar su renombre de artista 1 • Se había formado a sí mismo. Colocado de aprendiz a los nueve años 2 en casa de su hermano mayor Thomas Wedgwood, aprovechó para instruirse los ocios que le proporcionó la enfermedad 3 • A los treinta años, leía mucho, y se informaba de los_ l,ibros nuevos: f~e un o de los primeros lectores, en Inglaterra, del Emilio, ~e Rousseau . ~~e por los libros como aprendió a conocer el arte antiguo: la Coleccion de antigüedades egipcias, etruscas, griegas! romanas ~ galas, del conde de Caylus, que tuvo ante su vista en 1767 J' le dio la idea ~e emprender esas imitaciones, de las que salieron, poco tiempo despues, sus obras más originales. Cuando en 1769 fundó una nuev~ man ufac tura, a c~7ta distancia de Burslem, le dio el nombre de Etruna, y sobre las vasl)aS fabricadas el día de la inauguración gr abó la inscripción «Artes E~ru­ r iae renascunturn 6 • Entabló correspondencia con numerosos eru_d1tos y arqueólogos, en particular con sir _William Hamilton, err_iba1 ad~r de Inglaterra en Napoles, cuyas colecciones eran entonces celebres · l'lll

i He aquí la lista de las principales pastas empleadas en. l~ mam~factura de Etruria en 1776 : l.º loza de la R eina, de color crema, _con v1dnado brillante; 2.º terracota, de un rojo mate, como ciertas alfarerías Jap onesas ; 3.• basalto, negro, a imitación de los vasos encontrados en EtrUJ·ia; _4.º ¡aspe, con medallones, guirnaldas etc. resaltando en blanco sobre colores diversos, azul de ultramar, azul pálid~, vc 1'.d c. malva : es la cr eación más original de Wed ~1~ood, la que ha sido más admirada e imitada; 5.0 bambú, pardo, con superficies acanaladas; 6.º bizcocho, blanco, d e pasta dura. . 2 A la muerte de su padre, que era alfarero en Burslem, SMILES, S.: l osiah Wedgwood, pág. 24; J\1ETEYARD, E. : ob. cit., I, 219-22. Según }Ewr: T, Llewellyn, The Wedgwoods, pág. 89, no empezó a tr~bajar hasta los once. anos. En. tode> caso, su educación fue muy elemental. «Nadie en Bu~slem apr~ndia .otra cosa ~u e a leer y a escribir." SHAW: llistory of the Staffordshire pott_enes, pag. 180. Vease WEocwooo, Julia : Personal lije of Josiah W edgwood (_1_9l::i). 3 Después de haber tenido Ja viruela en 1742, sufno constantemente de una pierna, que al fin tuvo que ser amputada en 1768. . , ,1 Carla a Bentley, su socio, d el 26 de octt~bre de 1?62: «51 usted ha leido el Emilio, de Rousseau, quisiera saber lo que piensa d e el. Ahora que se ha traducido, me gustaría comprarlo, de ac uerdo con su conseJ º·" Museo Wedgwood, Stoke on Trent. . . , s J\1ETEYARD, E., ob. cit., 1, 480. Vio también, ha.cia ~.ª . misma ~poca, los volúmenes de láminas publicados bajo el cuidado de sir W1lh am Ha~11ton. 6 Estas vasijas, 1nuchas de las cuales se encuentran en las colecciones mencionadas más arriba, llevan además la inscripción si~ui~nte : «I une . Xlll, MDCCLXIX, one oí the first day's productions at Etnm a m Staffordshire by Wedgwood and Bentley." . .. 7 Numerosas cartas en el Museo Wedgwood, Sto~~ on Tren. V~ase es~eci_al­ uwn1 c la ele sir William Hamilton a Wed gwood anunciandole el env10 de d1bu¡os

EL CAPJTALJSM O

!N O\JS'fll l AT,•

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La carta que le dirigió, a propósilo de ln Jlcgadn o Londres del vaso Barberini- depositado en la actualidad en la sala de las gemas del British Museum- , testimonia un a elevada cullu rn y un sentido crítico muy aguzado 1 . Sus estudios sobre el arte antiguo estaban en relación C!!l rccha con su actividad industrial. De igual modo, sus estudios sobre q uímica, que llevó muy lejos. De las reacciones que se producen en los horn os donde se cuecen las alfarerías, de las combinaciones qu'e producen las diferentes pastas y que determinan o modifican sus colores, pasó insensiblemente a abordar cuestiones más generales. P onía en ello un a verdadera pas10n: «El cazador de zorros no siente más placer en cazar, que yo cuando persigo mis experiencias» 2 • Sus investigaciones sobre la medida de las altas temperaturas y la invención del pirómetro constituyen sus títulos científicos más serios 3 • Fue admitido en la Royal Society al mismo tiempo que Priestley, al que conocía de antiguo, y cuyo genio Iue uno de los primeros en reconocer 4 • Espíritu muy abierto, tenía la mayor independencia de ideas y de lenguaje. Como Boulton, como Wilkinson, profesaba opiniones democráticas. La guerra de América le inspiró la indignación más violenta contra el Gobierno. «Quisiera encontrar a alguien que me dij ese claramente cuál puede ser el objeto de esta guerra infame y absurda que sostenernos contra nuestros hermanos y nuestros mejores amigos ... Soy feliz con que América sea libre. La idea r econfortante de un refugio seguro para los que prefieren huir que someterse al yugo férreo de Ja tiranía me llena el corazón de gozo>> 5 . La Revolución francesa co nde los objetos de arle contenidos en la galería del Gran Duque de Toscana, 8 de junio de 1773 : «Como nada me interesa más q ue conn·ibuir, en la medida en que ello me es posible, al pr ogreso de las artes en Gran Bretaña, y como su producción . ya ha hecho, en verd ad, gran honor a mis modestos esfuerzos, tengo el placer d e enviarle algunos dibujos de los vasos más elegantes de la colección del Cran Duque de Toscana.» Carta del mismo sobre el estudio de los modelos antiguos, 6 de julio de 1773. t Carta a sir William Hamilton, 24 de enero de 1786. El vaso Barberin i es más conocido hoy día con el nombre de vaso de Portland . Wedgwood ejecutó muy bellas copias en jasper-ware. (El original es de vidrio opaco.) ~ SJ\"UU;s, S. : Josiah W edgwood, pág. 90. 3 Comunicaciones a la Royal Soriety: Rl pirómetro o instrumento que sirve para medir el cal.or, Philosophical transactions, LXXII, 305 (1782). Ensayo de cwnparación entre el pirómetro y el termómetro de mercurio, ibíd., LXXIV, 358 : Observaciones complementarias sobre el mismo asunto, LXXVT, 390. En los papeles de Wedgwood se puede seguir el rastr o de otros muchos trab ajos. Sobre su Commonplace Boolc y su Memorandum Boo/c, conservados en ar chivos privados, véase SMILES, S.: ob. cit., págs. 181-82. En el British Museum hay nueve volúmenes de extractos de actas de sesiones de la Acado¡nia H.cul el e Ciencias d o Upsal, hechos por él o para él. Add. MSS, 28309 a 2tl3J8. 4 Carta de Wedgwoocl a lknll!'y Robre lu gu lvunopluHtiu, 9 de octubre de 1776, Museo Wedgwoocl, Stoke on Trcnl. 5 Carta a Beniley, 3 d(' 11111rzo • d
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PARTE

1!I:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

qnl11t6 desde el principio sus simpatías: «Oímos aquí a los políticos declarar que no hay motivo para regocijarnos de esta revolución, porquo si los franceses llegan a ser un pueblo libre como nosotros, se aplicarán en seguida a desarrollar sus industrias y se convertirán en poco tiempo en nuestros rivales, mucho más temibles entonces de lo que pudieran serlo bajo un gobierno despótico. Por mi parte, sería muy feliz de ver a vecinos tan cercanos compartir los beneficios de que disfrutamos nosotros: quisiera, en verdad, ver la libertad y la seguridad inglesas expandirse por toda la tierra, y no me inquietaría demasiado por lo que pudiera resultar de ello para nuestra ind?s~ria y nuestro comercio, pues me sería penoso creer que un acontec1m1ento tan venturoso para la Humanidad en general pueda ser tan molesto para nosotros en particular» 1 • Tomó parte activa, así como su socio Thomas Bentley 2 , en el movimiento antiesclavista. Miembro de la ~ociedad para la abolición de la esclavitud, fu e él quien dio a esta sociedad el sello cuya marca quedó como su emblema habitual 3 • La filantropía estaba de moda. Mas para muchos manufactureros, se detenía ante el umbral de la fábrica. Su compasión por los negros de las colonias, que por lo demás les costaba poco, agota!Ja toda su provisión de humanidad. Es este un reproche que les fue dirigido muchas veces por los reformadores del siglo XIX. W edgwood no lo merecía en absoluto. Aunque a veces en lucha con sus obreros 4, se comportaba en lo que a ellos se refería como hombre liberal e ilustrado. Estableció en Etruria. como. Boulton en Soho, un a caja de socorros para los enfermos. Abrió una biblioteca y contribuyó generosamente a la fundación de las escuelas públicas de la región 5 . No olvidaba q ue él también había trabajado con sus manos, y que al llegar a su mayoridad poseía por todo capital las veinte libras exterlinas que le había legado su padre, durante su vida maestro alfarero en Burslem 6 • l Carta a Eden, 5 de julio de 1789. Se reconoce aquí el princ1p10 de la identidad natural de los intereses, que está en la base de la economía política de Adam Smith y de la filosofía utilitaria de Bentham. Es sabido, por otra parte, q ue el radicalismo inglés deriva del utilitarismo. Véase HALÉVY, E.: La jeunesse de Bentham, págs. 159-60. 2 Sobre Thomas Bentley, véase METEYARD, E.: Life of Josiah Wedgwood, I, 469-73, II, 15-16 y 415-16; }Ew1TT, L.: The Wedgwoods, págs. 195 y sgs. Bentley era un hombre muy inteligente. Durante mucho tiempo colaborador de la Monthly Review y fundador de la Academia de Warrin gton, se ocupaba sobre todo de los asuntos comerciales de la casa. Era él quien dirigía los almacenes de venta de Greek Street, en Londres. 3 Este sello representa a un negro encadenado, en una actitud suplicante, con esta divisa: ccAm 1 not a man and a brother? ». 4 Principalmente en 1772, cuando quiso red ucir el tiempo de trabajo y los salarios, tras un período de superproducción. Carta de Wedgwood a Bentley, 8 de septiembre de 1772, Museo Wedgwood, Stoke on Trent. 5 Véase SHAW: History of the Staffordshire potteries, págs. 193-94. 6 JEWITT, Llewellyn: The Wedgwood, págs. 90-91 (testamen to de Th. Wedg-

l1:

EL CAl'l'l"ALISMO INDUSTlll AJ,

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En el cuidado q ue ponía en la fabricación do sus nlfarcrías, el escrúpulo del artista se mezclaba con el cálculo del oomorcinnlo. Contra la producción apresurada y defectuosa, empleaba el rrúsmo lenguaje que Boulton, y con más razón aún: «Un artículo de \ISO corriente, si es de calidad inferior, es siempre más caro que el mejor de su especie; pero un objeto puramente ornamental, si es vulgar y de mal gusto, no solo es caro a cualquier precio que se venda: realiza el colmo de lo inútil y de lo r idículo» 1 • No temía la competencia, la reclamaba incluso. si podía aprovechar al arte y al público: «Lejos de r ecelar que otros se apoderen de nuestros modelos, deberíamos más bien ufanamos de elfo, y no escatimar en dar los ejemplos y las ideas, a fin de ver, si era posible, que todos los artistas de Europa nos imitaran. He ahí lo que sería noble, y lo que concordaría con mis sentimientos mucho mejor que la estrecha r ed de intereses en que nos encierra el egoísmo mercantil» 2 • Jamás quiso sacar una patente, salvo en una ocasión, cuando creyó haber descubierto el secreto de la pintura al encausto, olvidada desde la antigüedad 3 • Este desinterés, q ue le resultaba fácil por la conciencia de su superioridad aplastante sobre la mayoría de sus competidores, no le impidió hacer negocio. No solo fabricaba objetos de arte de elevado precio, sino artículos de consumo corriente, que se vendían en cantidad. Abastecía a Europa entera de vajillas de mesa: «Viajando de París a Petersburgo -escribe Faujas de St. Fond-, de Amsterdam hasta el interior de Suecia, de Dunquerke hasta los confines del sur de Francia, en todas las posadas se sirve sobre esta loza inglesa; España, Portugal, Italia, se aprovisionan de ella. Grandes cargamentos salen en barcos para las Indias Orientales, para las islas y el continente de América» 4 • Desde 1763, los talleres de Burslem exportaban más de 550.000 piezas 5 • En el momento mismo en que preparaba sus más bellas creaciones artísticas, W edgwood pensaba en los usos industriales, que debían abrir a la producción cerámica nuevos e inmensos mercados. «Tengo que wood, 26 de j unio de 1739). A su muerte, Josiah Wedgwood dejó grandes propiedades y unas 240.000 libras de valores muebles. Ibíd., págs. 413-20. l Catalogue de 1774·, fin. . 2 Carta de Wedgwood a Bentley, 27 de septiembre de 1769. No le gustaba, sin embargo, que se intentar~ sorprender sus procedimientos de fabricación. Véase carta a Nicholson, 25 de octubre de 1785, sobre el espionaje extranjero. 3 «Patente para la decoración de vasijas de barro y d e porcelana por medio de una pintura especial al encausto, en diversos colores, a imitación de las alfarerías romanas y etruscas» (núm. 939). 1 • FAUJAS DE ST. FoNo: V oyage en Angleterre, en Ecose et aux !les Hébri. des, I, 112. 5 Carta de Josiah Wedgwood a John Wedgwood, 19 de febrero de 1765. «La masa de nuestros productos, escribía el mismo año, se va a los mercados extranjeros ... Los principales son l os países del Continente y las islas de América del Norte.» Carta a sir W. Mercdith, 2 de marzo de 1765, Museo Wedgwood. Stoke
rARTE m:

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CONSECUENCIAS INMEDIATA5

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Wedgwood a Bcntlcy, 20 de octubre de 1779, Museo W edgwood, Stoke on

1 · 1 1o Véase carta de Arthur Yonng, 6 de noviembre de 1786 , re at1va a emp e de wberías de drenaje proporcionadas por Wcdgwood, Museo Wedgwood, Stoke

Trent. 2

on Trent. W J Th 3 SnAIV: Hist. of the Sta//ordshire potteries, págs. 4 Y. sgs.; Alto , .: .- e borough o/ Stoke upon Trent, pág. 42; METEYARD, E.: ob. cit., I , 106. Hasta 17;)0, Burslem no tenía más de cin co tiendas. En 1740, el correo lo llevaba una anciana que iba de Newcastle-under·Lyme todos los domingos. . . 4 Sobre los Elcrs, véase JEWITT, L.: The ceramic art of Great Bntain, l. págs. 100 y sgs. Las colecciones designadas rná~ arrib~ contienen rnue~tras ha~· tante bellas de sus alfarerías rojas, que se asemeian a ciertos productos Japone_se~. s Véase la historia tradicional de este invento en ANDERSON, A.: An historical and chronological history o/ the origin of commerce, IV, 698-99. . G Vfosc, por "'jcmplo, la pieza de la colección Batcman, reproducida en METEYARD, E.: ob . cit ., I, 117.

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EL CAl'ITAT.ISMO INOIJSTlllAI,

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más importantes empleaban med ia cloccnu de olll'l.'1'011 1 : uno daba la forma a las vasijas, otro fabricn ba las 1111us y !ns poníu, los demás se · ocupaban en la decoración, el esmaltado y la cocción. Por olra parte, su especialización no era, ni muchos monos, permancute. Un buen obre· ro debía saber todo y trabajar en todo. Estos alfareros de Stafíordshire formaban una población pobre e ignorante, de costumbres brutales, que se complacían en las peleas de gallos y en las luchas de loros. Cuando John Wesley, el apóstol de la reforma metodista, fue por vez primera a predicar ante ellos, le arroj aron lodo 2 • El desenvolvimiento de la industria cerámica, cuyo principal artífice fue Wedgwood, la mejora de las carreteras, la apertura del canal del Mersey al Trent, cambiaron en pocos años la faz del país. En torno a las fábricas fundadas por él y por sus émulos 3 crecían ciu dades, que formaban poco a poco una vasta aglomeración difusa 4 • La reputación adquirida, gracias a Wedgwood, por las alfarerías de Staffordshire, había tenido como consecuencia un aflujo de riqueza y un aumento general del bienestar. El gran ceramista podía decir, dirigiéndose a la nueva generación: «Pedidles a vuestros padres que os describan el estado de la comarca donde vivimos, en la época en que comenzaron a conocerla, y os dirán que los hab itantes llevaban todos, mucho más que al presente, el estigma de la pobreza. Por casas tenían verdaderas cabañas; las tierras, mal cultivadas, no producían gran cosa que pudiese alimentar a bestias y personas. Estas condiciones deplorables y el mal estado de los caminos aislaban a nuestro país del resto del mundo y lo hacía bastante poco habitable para nosotros. Comparad con este cuadro, que yo sé que es fiel, la condición actual de este mismo país: los obreros ganan casi el doble de su salario de antaño, la mayoría de sus casas son nuevas y confortables, y los campos y las carreteras muestran las señales eviden tes del progreso más satisfactorio y más rápido. Este feliz cambio es el trabajo, es la industria quen lo ha producido» 5 . Wedgwood ha glorificado aquí, sin decirlo, su propia obra, que podía, 1 WARD, J.: T he borough o/ Stoke-upon-Trent, pág. 46 ; SttAW, ob. cit., pág ina 166; SMILES, S.: ! osiah W edgwood, pág. 173. El abuelo de Wedgwood empleaba seis obreros, a los que pagaba de cuatro a seis chelines por semana. 2 WESLEY, Jolin: Journal, II, 500 (Everyman's Library). 3 Entre otros, Spodc, de S toke-upon-Trent, el primero, según Aikin, que empleó la máquina de vapor para mover la sílice que entraba en la composición de la loza inglesa. AIKIN, J.: Description o/ the country round Manchester, página 522. '1 «Esta indust1·ia se extiende por el norte de ·Stafiordshire en una longitud de unas 9 millas, espacio cubierto hoy día por tantas fábricas y viviendas que presenta el aspecto de una gran ciudad dispersa.» MACPHERSON: Annals o/ com-

merce, III, 383 (1805). 5 WrnGwooo , J.: An address to the young inhabitants of the Pottery, páginas 21-22. La ocasión de este folleto fue un motín provocado en 1783 por la ca· restía de los granos y que no term inó1 sino por la inten•ención de la fu erza armada. Véase Derby Mercury del 20 de ma rzo de l í83.

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efecto, no menos que sus éxitos artísticos, inspirarle cierto orgullo. Tales hombres, en quienes el talento práctico no perjudica a las más altas cualidades intelectuales y morales, y cuya actividad tan fe. cunda no tiene por único fin el interés, hacen honor a la clase de la que han salido. Pero hay que guardarse de juzgar conforme a ellos a la clase entera. La mayoría de los grandes industriales, sus contemporáneos, no se les asemejan por su lado más hermoso. Su iniciativa v su actividad, sus cualidades de organizadores y de conductores de honilires merecen nuestra admiración. Pero no pensaban más que en hacer fortuna. Los hombres, igual que las cosas, no eran en sus manos sino instrumentos con vistas a este solo objetivo. Acerca de la manera como trataban al personal de sus fábricas, daremos más abajo detalles edificantes 1 • El sentimiento de su poder los hacía tiránicos, duros, a veces crueles. Sus apetitos de advenedizos se satisfacían brutalmente. Tenían la reputación de beber con exceso y de no perdonar la virtud de sus obreras 2 • Muy vanidosos, vivían como grandes señores, con lacayos, carruajes de lujo, suntuosas residencias en la ciudad y en el campo 3 • Mas su generosidad apenas estaba en proporción con el lujo que ostentaban. De 2.500 libras recaudadas en Manchester en los primeros años del siglo XIX para la fundación de las escuelas dominicales, los principales fabricantes de hilados de la región, cuyos establecimientos empleaban a 23.000 personas, dieron 90 libras 4 • La conquista de la riqueza los absorbía por completo : si tenían las cualidades de los conquistadores, la ambición, la audacia, la infatigable energía, también · tenían su egoísmo. Cill

V A pesar de su formación reciente, de la diversidad de sus orígenes y el valor desigual de los elementos que la componían, la clase de los manufactureros tomó muy pronto conciencia de sí misma. Esta conciencia de clase, que no es otra cosa que el sentimiento del interés común, no puede existir sino allí donde encuentra ocasión de expresarse. Inglaterra ofrecía a este respecto condiciones más favorables que ningún otro país del mundo. La libertad de su régimen polí~ico, y sobre todo el Véase cap. III, págs. 738-60. R eport on the state of the children, etc. (1816), págs. 104 y sgs. 3 Véase, p. ej., lo que cuenta Robert Blincoc de uno de sus antiguos patronos, Ellice Needham: «Se decía que había salido de la condición más miserable y tenía la debilidad de avergonzarse de su origen. Por la profusión de su mesa, la magnificencia de las fiestas que daba frecuentemente, parecía que quisiese cubrir y disimular su bajo nacimiento. Por su casa, su parque, sus carrozas y su tren de vida eclipsaba a la gentry de la vecindad.» BROWN, J.: «Memoir of Hobert Blincoe», en The Lion, I, 181. 1 Report on the state of the children employed in the manu/actories (1816), l 2

¡iág. 337.

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PARTE Ill: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

EL CAPl'rALISMO INDUSTltlAJ.

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uso del derecho de ~etición, tan profundnmc•ntc arraigado en las costurr:bres, daban ampho margen a las reivindicaciones colectivas. Desde ha?1a much,o tiempo los súbditos ingleAes habían adquirido ol hábito de u?n~e, segun sus necesidades o sus opiniones, para prescntnr quejas 0 suplicas al ~~rlamento. En los atestados de ambas Cámaras no hay ni un~ agrupac1on, temporal o permanente, ni una de las categorías que el mterés económico, político o religioso puede crear en una sociedad que no hay~ ~ejado algún rastro de su existencia y de su acción. Fue por un mov1m1ento enteramente natural y en concordancia con innumerables precedentes, como los grandes industriales se vieron arrastrados a concertarse con miras a ciertas diligencias prácticas. La política fiscal de William Pitt halló en ellos críticos atentos. Apenas llegado al poder había anunciado su intención de crear nuevos impuestos pa~a mejorar el estado de las finanzas, bastante gravemente ?omp~ometidas P?r l~ guerra de América. Entre estos impuestos deb1an f1gur~r eontnbuc1ones sobre las materias primas, particularmen~e sobre el hierro, el cobre y la hulla 1 • En seguida se sobresaltaron los Jefes. de.,las ind~strias mineras y metalúrgicas: sin cons'tituirse en ui:a. asociac10n propiamente dicha se entendieron para actuar cerca del mm1st~o y hacerle .oír sus reclamaciones. Reynolds, de Coalbrookdale, redacto una memoria en la que mostraba los progresos realizados por la metal~rgia del hierro gracias al empleo de la hulla: ¿se quería correr _el r.1esgo de retardarlos o detenerlos? 2 • Boulton expresó su opinión en termmos que Adam Smith no hubiera desaprobado: «Recaudad impue~tos. sobre el lujo, so~re los vicios y en rigor sobre las propiedades ternton~les; gravad la riqueza y el gasto q ue de ella se hace, pero no lo que sirve para crearl~. Esto, de lo que hay que guardarse por encima de todo, es matar la gallma de los huevos de oro» 3 • Obtuvo una audienci~ de Pitt, qu~ parece ha~erlo escuchado: adepto de la nueva econonna, este no veia en los tributos proyectados sino un expediente pr esu~ Al mismo tiempo q ue sobre los tejidos de al godón. Véase II par te, cap. 11. . celos progresos de la metalurgia del hierro en estos últimos años han sido gigantescos: ~e ha p~nsado, y se ha tenido razón en pensarlo, que la preparación de. la fund1c1on mediante fuego de hulla sería de una gran ventaja para nuestro pa1s. Al ah.orrar I.a madera y reemplazarla por otro combustible, se ha transformado. una mdus~ria cuy:i producción había permanecido siempre por bajo de las neces~dades, debido. a la f~lta de madera... La industria de los clavos, hoy tan floreciente, se habna perdido para Inglaterra si no se hubiera llegado a hacer los cla.vo~ con hierro fu~dido en fuego de hulla. Ahora tenemos que buscar otro proced1m1ento q~e. J_Jerm1ta obtener hierro en barras con fuego de hulla, y a este fi~ . hemos ~~1ciado construcciones en Donnington Wood, en Ketley y en otros s1t1os .tamb1en. Esperamos terminarlas este año. No habrán costado menos de 20.000 libras, que habremos perdido sin ningún provecho para nadie si el cl~r~cho sobre la hulla queda establecido.» Véase Smu:s: fndustrial Biography

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~MR 3

Carta de M. Boulton a J. Wilson, 16 do diciembre de 1784. of Boulton and Wa tt, pág. 343. '

SMILES:

Lives

l'AllH~

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LAS CONSECUENCIAS

IN~1EDIATAS

puu•tario. Al mismo tiempo los jefes de la industria algodonera habían t•n1ablado una campaña contra la contribución llamada «impuesto de los fustanes», la cual solo acabó después de varios meses de una lucha en la que todas las ramas de esta industria tomaron parte activa 1 • El impuesto sobre el carbón desapareció, sin embargo, antes que el impuesto de los fustanes, que todavía era objeto de vivas controversias cuando otro proyecto vino a suscitar, con razón o sin ella, nuevas inquietudes. Fue, en 1785, el de un tratado de comercio angloirlandés que debía establecer entre los dos reinos un régimen de reciprocidad 2 y en particular igualar los derechos sobre la importación de objetos manufacturados. Acogido favorablemente en Irlanda, tropezó 3 en Inglaterra con vivas resistencias. La cuestión afectaba a todas las industrias: un movimiento general de oposición se bosquejó y no tardó en organizarse. Wedgwood tomó el mando. Fue a buscar a Boulton a Birmingham y le propuso formar «un comité al que enviarían delegados todos los centros manufactureros de Inglaterra y de Escocia, y que radicaría en Londres mientras durasen las discusiones sobre el tratado irlandés» 4 • La idea se abrió camino rápidamente; la mayoría de los grandes industriales enviaron su adhesión. La Cámara General de Fabricantes-es el nombre que tomó el comité-€e reunió en la primavera de 1785 bajo la presidencia de Wedgwood. Inmediatamente entró en liza contra el tratado, que no había recibido aún la sanción definitiva del Parlamento. Lanzó por todo el país circulares y folletos, uno de los cuales fue preparado por James Watt 5 • Se hizo representar ante el Consejo Privado y la comisión parlamentaria encargada de la encuesta. Wedgv10od fue oído por uno y otra. Hizo además gestiones personales cerca de los jefes del gobierno y de la oposición, conferenció con Pitt y el duque de Pordand, con Fox y Sheridan 6 • Por fin, tras una serie de enmiendas que habían modificado mucho el texto primitivo, el tratado anglo-irlandés fue abandonado 7 • 1 Véase BowDEN, Witt: lndust'rial society in England towards the end o/ tite XVl/Ith century, págs. 172-73. En poco tiempo se recogieron 350 suscripciones. Los tintoreros y blanqueadores amenazaron con parar todo el trabajo hasta que el proyecto fuese abandonado. 2 La cuestión fue planteada en Inglaterra por el discurso del trono del 20 de enero de 1785. Journ. o/ tite House o/ Cornrnons, XL, 453. 3 Según BowoEN, W. (ibíd., págs. 175 y sgs.), esta oposición no carecía de fundamento, sobre Lodo por parte de las industrias nuevas, cuya situación 'a penas habían considerado Pitt o sus consejeros. 4 Josiah Wedgwood a Matth ew Boulton, 21 de febrero d e 1785. Véase ME· TEYARD, E.: !osiah Wedgwood, II, 540. 5 An answer to the Treasury paper on the iron trade o/ England and lreland (1785). 6 Correspondencia, marzo·abril de 1785, Museo W edgwood, Stoke on Trent. 7 Parliamentary History, XXV, 311-75, 409-14, 575-778, 820·85, 93482. La tercera lectura del bill fue aplazada sine die después del discurso del trono del 21. de enero de 1786, que hacía constar el fracaso de las negociaciones con Ir·

JI:

F.L

CAPITAUSMO

I NDUSTIH AI,

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. La Cámara General de Fabricantes r epresen ta bu en l'Sln ci rcunstancia intereses coaligados más bien que una opinión común. Sobre el fondo de la c~es.tión, en efecto, los manufactureros no estaban, ni mucho menos, . unammes. Unos temían ver salir a Irlanda de la servidumbre econ.óm1ca en que la envidia inglesa la había mantenido durante s iglos 1 ; otros, por el contrario, hubieran querido ver caer completamente las barreras que separaban todavía a los dos países. La política tradicional de la protección a ultranza conservaba muchos partidarios sobre todo en las industr.ias, antiguas, ha.bituadas al privilegio, y que c~·eían no poder pasarse sm el. Pero los Jefes de las industrias nuevas empezaban a com~render que su interés esencial era asegurarse materias primas a baj o prec10 y mercados de exportación ampliamente abiertos. Esta divergencia ª~~· 170 Y sgs., ~obre el tratado de comercio con Francia y las diferencias de oprn10~. en tre los m aestros de forjas sobre el particular; DUMAS, F.: Etude sur le traite de cornmerce d eo 1786 entre la France et l'A ngleterre (Toulouse 1904) Y. RosE, J. H.: ccThe Franco-Brilish commercial treaty of 1786», Engl. HÍst. Re'. view, XXIII, 709 y sgs. (1908). 2 f!iz? ejecutar por Flaxman un b ajorrelieve alegórico para conmemorar el acontec1m1ento. ~olemos, empe_r~, que en los debates tan largos qu e tuvieron lugar en ambas Camaras a propos1to de este tralado n o se encuenlra ni una alusión a las transformaciones recientes de las industrias. Parliamentary H istory XXVI 381·514 y 534-96. ' • 3 . Wau le es_cr!bió: «Me ha irritado el saber que hay en la Cámara de Fabnca ntes dos opm1ones ,con respecto al tratado con Francia. Como la suya pa· rece conc?.rdar con la mia, he pensado que, al decírselo, podría darle algún alicnt~; tamb1en J?Ucdo asegurar que Mr. Boulton , Mr. Carbcll y creo que toda la ciudad de ~!rm mghum son del mismo parecer. En Lodo caso, asistí el olro día a una. reumon en la que se hallaban un cen te nar d e los habitan les notables, comerciantes Y manufactureros de la ciud ad ; RC bebió JJOr el éxilo del tratado Y por una paz perpetua entre Francia y la Grun Brc tuíiu, y el brindis fue saludado por tres aclamaciones unánimes.» Cario de J. Wa11 u Weclgwood, 26 de· febrero de 1787. Solio M SS.

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PARTE Ill: LAS CONSECUENCIAS I NM EDIATAS

11ldnd de una expansión comercial ilimitada : toda medida propia para facilitarla tenía que encontrar el beneplácito de los manufactureros más inteligentes 1 • Lo que sus industrias precisab~n por en~ima de. t?do era hallar salidas en el exterior, y si las potencias extran1eras ex1g1an medidas de reciprocidad, la superioridad técnica est~s indust:ias las garantizaba suficientemente contra la competencia: Asi se mamfe~taba desde este momento la tendencia que muy pronto iba a poner en disputa a la clase de los industriales, hostil al antiguo sistema protector, con la de los terratenientes, interesados en su mantenimiento. La aprobación que recibió el tratado de 1786 entre los representa?tes de la. gra.n industria anuncia de lejos el apoyo que sus sucesores dieron medio siglo después a la propaganda de la escuela de Manchestcr 2 • La actitud de ~os medios gubernamentales frente a las organizaciones de los grandes ~n­ dustriales evolucionó rápidamente. En 1785 los representantes de la mdustria algodonera, llegados para protestar contra el ir~puesto. de los fustanes, habían sido recibidos «con una condescendencia humillante». Pero menos de dos años má,s tarde, Pitt, después de haber tratado desdeño~amente a la Cámara de Fabricantes de asamblea ridícula que «querría descargar al Parlamento del trabajo de legislar», ~dmitía q~e las observaciones de los fabricantes, en todo lo que concerma a sus mtereses «pesarían ciertamente con gran fuerza». Y cuando se procedió al tra~ado con Francia se cuidó de consultarlos y de seguir su parecer 3 • Sí no siempre estaban de acuerdo sobre la política más favorabl~ a los intereses generales de la industria, los manufactureros se entend1an sin dificultad cuando sus intereses de clase estaban en juego. Con respecto a sus obreros daban prueba ya de una solid~r~dad estrecha. y sig· niíicativa. Vemos, por ejemplo, en 1782 a un comite de los fabnca~tes de telas de algodón solicitar y obtener del Parlamento una ley ternble contra los obreros que en iiempo de huelga rompíar;i los .telares o de,:itru.ían las mercancías 4 • Esta ley, al igual que las violencias que debia reprimir, era un arma de clase. En 1799 los te jedores de Bolton. denunciaron que cierto número de ellos no podían encontrn~ ya traba10 en el distrito por haber sido inscrito su nombre en una hst,a negra que los

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1 Véase la petición de los fabricantes de hil ados y de tejidos de algodón en el momento de la crisis de superproducción de 1788-1789: «Dada la gran re· ducción de los precios y la calidad superior de las mercaderías, bastaría obtener para los calicós y las muselinas inglesas el libre acc~so a l~ s mercados extr~n­ j eros para producir un aumento de consumo que dana un vigor nuevo a la mdustria.» f ourn. o/ the House o/ Commons, XLIV, 544. 2 En su Address to the young inhabitants o/ the Pottery, pág. 10, WEocwooo se declara par tidario de la libre importación de granos. 3 BowoEN, W., ob. cit., págs. 172, 187, 207. 4. Circular del Committee o/ Manu/acturers, fechada el 10 de diciembre de 1782, Owen MSS ( Central Free Library de Manchester), LXXX, 3. Relación de los miembros del comité en 1782, ibíd., pág. 4. La ley es la de 1782, 22 Geo. III, c. 40, que clasifica los daños voluntarios cometidos por los obreros en el número do loe crímenes capitales without bene/it o/ clergy.

II:

EL CAPITALISMO INDUSTJlIAt

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patronos se comunicaban entre sí 1 . Esta lista negra lrnbía sido creada en virtud de un convenio expreso, al que se habían adherido unas 60 casas. Tenía por objeto, según decían los fabricantes, hacer más difíciles las sustracciones de materias primas cometidas con demasiada frecuencia por los obreros que trabajaban a domicilio 2 • Se advertía que este ejemplo típico de coalición patronal es exactamente contemporáneo de la ley que a instancia de los patronos prohibió, bajo pena de multa y de cárcel, las coaliciones obreras 3 • Donde se manifestó la unanimidad completa de los grandes industriales, en oposición al sentimiento no menos unánime de los obreros, fue· contra las antiguas leyes de reglamentación del trabajo, en particular contra las leyes sobre el aprendizaje. Los obreros, privados del derecho de unirse para sostener por sí mismos sus reivindicaciones, habían esperado encontrar en estas leyes, casi caídas en desuso, un medio de defensa contra la opresión económica. En seguida los manufactureros, de un extremo al otro del reino, solicitaron su abrogación, que no tardaron en obtener. Tendremos que volver a considerar con más extensión este conflicto, cuyo solución, conforme a los deseos de los patronos, inauguró en Gran Bretaña el régimen del údssez-fcdre. El interés de los manufactureros era opuesto, naturalmente, a toda reglamentación, de cualquier naturaleza que fuese, ya se aplicara a los hombres o a las cosas, a la técnica o a la organización del trabajo. Intentaban mantenerse como únicos dueños de la producción, sin reserva y sin control. En esto sus miras interesadas estaban de acuerdo con las ideas de su tiempo. En el momento mismo en que se cumplía la revolución industrial, la doctrina del laissez-faire salía de los libros para en- . trar en el dominio de la acción práctica. No es en modo alguno un economista; es un hombre de Estado, es el propio William Pitt el que en 1796 se dirige en estos términos al Parlamento: «Considerad los casos en que la . intervención de los poderes públicos ha estorbado el 'desen1

Encuesta sobre la condición de los tejedores de algodón (1800). fourn. of the House of Commons, LV, 492; R eport from the committee to whom the petitions of masters and journeymen weavers were referred (1800), ibíd., página 15. 2 Varias leyes fueron promulgadas contra este género de sustracciones ( embezzlement), principalmente las leyes 13 Geo. U, c. 8 (1740) y 22 Geo. ll, c. 27 (1 ?59). Esta con te.nía las penas siguientes: al primer delito, la fu stigación pública Y catorce dias de encarcelamiento; en caso de reincidencia, un encarcelamiento de dos a tres meses. Los encubridores incurrían en la pena del látigo y multas de 20 a 40 libras. Una ley semejante fue votada en 1777 (17 Geo. III, c. 11); concernía particularmente a la fabricación dCI los tejidos peinados, o «worsted», Y los manufactureros de Yorkshire constituyeron una Comisión de Tejidos Peinados (TfT_orsted Committce) para vclnr por su estricta aplicación . Hei:ton (The Yorkshi~e ~oollen and wor.vtcd industries, pág. 4·35) señala con razon que toda la leg1slac16n con1 ra loe «fruuc.lc11 y austrn ccioncs» esl !Í ligada al sistema doméstico. s Véase cap. IV. MANTOUX.-

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fil )ir

PARTE m: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

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volvimiento de la industria y en que las mejores intenciones han pro~u­ cido los efectos más desastrosos... El comercio, la industria, el cambio, encontrarán siempre su nivel espontáneamente y solo podr~1!' ser trastornados por medidas artificiales que al turbar su operac10n n:itural impedirán sus felices efectos» 1 • La clase manufacturera no tendra otro lenguaje cuando en el siglo siguiente llegue a ocupar el poder.

VI Esta clase nacida la víspera, pero rica, laboriosa, ambiciosa, desempeñaba, a medida que s~ desenv?lv_ía la gra~ in~ustria, _un papel cada vez más esencial en la vida econom1ca del pais. ¿,Mas cual era su lugar reconocido en la sociedad, esa sociedad inglesa que inclus.o .e~ nuestros días conserva casi intacta su jerarquía antigua y los pre1mc1os ~ue la acompañan? Estos hombres nuevos a los que no solo su fortm~a, smo ,la autoridad que ejercían y el númer~ de pe:sonas _col~cada.s ba10 sus ordenes tendían a igualar con la anstocrac1a terntonal, ¿,han comprendido acaso ellos mismos qué puesto les correspondía en el mundo tran~­ formado por la revolución industrial? Po: ciertos in?icios se podna creer que ante el orgullo de arriba y el snobismo de aba10 esta .clase contaba poco. En una lista de celebridades de Inglaterra en el siglo XVIII, redac"tada en 1803, en vano se buscaría un solo nombre de manufacture· ro o de inventor 2 • Por la misma época el hijo y sucesor de Wedgwood, nombrado sheriff de Dorsetshire, tuvo que soportar los desdenes poco disimulados de los hidalgüelos del condado: después todo no era más que un alfarero 3 • Muchos de ellos pertenecían a iglesias disidentes-eran «no conformistas»-, lo que levantaba una barrera más entr:e ellos Y las clasus superiores de la sociedad'-. Sin embargo, Jos extran1erns, ll~gado~ de países donde la gran industria no existía todavía, y tanto m~J.º,r s1tu~­ dos para captar sus rasgos característicos, notaban la posJC1.on. e~i­ nente ocupada en Inglaterra por algunos, al menos, de los pnnc1pa es manufactureros: «U!\ hombre lo bastante rico para m?ntar Y ~acer marchar una manufactura semejante---escribía un frances despues de Discurso en la Cámara de los Comunes, 12 de febrero de 1796, The speeches of the ríght honourable Willíam Pitt (ed. de 1816), Il, 368. 2 Gentleman's Magazine, LXXIII, págs. 161-70. . 3 METEYARD, E.: A grou,p o/ Englishmen, pág. 187. Véase lo que esc:1be Bowden sobre la actitud desdeñosa de la gentry con respecto a la nueva aristocracia industrial. Industrial society in England toward the end of the XV!llth century, págs. 154 y sgs. . <1. Esto es particularmente cierto de los maestros de forjas. T. S. Ashton hace notar los nombres bíblicos que llevan muchos de ellos: Abraham Darby, Benjamin Hunstman (ambos cuáqueros), Isaac Hawkins, Shadrach Fox, Sam~el, Aaron y Jonathan Walker, Sampson y Nehemiah Lloy~, Dav~d Mushet, Jerem1ah JTom!ray, etc; /ron and steel in the industrial revolution, pag. 212. 1

Il:

EL CAPITALISMO

INDUS'l'RTAI.

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haber visit??º una _fábrica de tejidos esL11mpad m1 1 11 0 i¡ncrría ejercer una profes1~n que Juzgase como inferior a su Iorlm1u: 11c lwría prontamente consejero en el Parlamento o inspeclor de instancias, y haría bien, p_orque es natural que el hombre se afane tras la consideración que va v1~culada ~ los cargos, ya que el mérito personal no da ninguna. En este pa1s los senores Boulton, de Birmingham; Wedgwood, de ELru ria; Sterling, de ~o:dale, y todos los manufactureros de análogo calibre gozan de _i:n cred1to y de una consideración que los empareja, a juicio de la nac1on, con lo que haya de más ilusb:e» 2 • Este ascend~ente se funda, ante todo, en el poder local. No repetiremos la consabida comparación de los manufactureros con los señores feuda.les: pero lo que tiene de común es que ciertas localidades, cier· I tos d1st~1tos les pertenecen. No solo en sus fáb ricas, donde mandan como a:nos, smo en el pueblo o la ciudad que sus empresas animan con una vida nu~va,_ Y en la provincia, en que su industria se convierte en el recurso m?1spensable, la población entera se ve arrastrada a mirarlos como sus Jefes naturales. Los fabricantes de hilados en los condados de Lancaste: y Derby, los metalúr?icos en Birmingham, sobre el Severn y en. el Pa1s. de Gales; los ceramistas en Staffordshire, ocupan, en cuanto a mfl~encia real,. el puesto inmediatamente posterior a los grandes terrateni~ntes, a qmen~s eleva por encima de ellos el prestigio de sus títulos. <.Se trata d~, ejecutar alguna gran obra de utilidad pública, de la t' ( que toda una reg1on debe sacar provecho? Allí están interesados más que nadie, Y al punto toman la iniciativa. Es así como contribuyen en un ~mplio margen, a la creación de la red navegable de Inglaterra, 'tras el ejemplo dado por el duque de Bridgewater. En los comités que se en- 1( carga~ d~ preparar lo~ proyectos, de obtener de los poderes públicos las 1 aut.o_nzac1ones necesanas, de organizar, en fin, los trabajos y la explotac10~ se ve a lo~ manuf_acturero; tomar asiento al lado de los altos per· sona1es de la anstocracia local : un os y otros son servidos por una

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La de, Sterl.ing, en Cordale, cerca de Dumbarton, en Escocia.

• Tournee ~aite 1ans la Grande-Bretagne en 1788 par un Frani;aise parlant la langue anglaise, pag. 158.

Lord St~1;iford, lord Grey, lord Gower, el duque de Bridgewater forman parte del coma~ del Grand Trunk Canal, junto con Wedgwood, Garbett, Bentley, Boulton, et~. Vease METE1;ARD, E.: The lije of Josiah Wedgwood, l, 410; SMI1.ES, S.: Lwes o/ the engiríeers, 1, 433, y Lives of Boulton and Watt pág 179 ~fdgi~o?d, cuenta en estos términos una visita al duque de Bridgewate~ en 766 .' "'' e dmg1 ~ casa de Su Gracia el duque de Bridgewater para presentarle uno~ plan?s relativos a la n~~egación interior. Sparrow había venido conmigo. Fuimos acog1~0~ con toda amabilidad. Pasamos unas ocho horas en compañía de Su Gracia Y rec1bllllos todas l.as seguridad es que podíamos esperar de su concurso en nuestra empr esa. Su Gracia me e~cargó un servicio ele meso de color crema, el más c~mpleto _que me fu er a posi ble hacer. Nos mo~ll'Ó una urn a romana de mil qui· mentos anos de a ntigüedad por Jo m enos, hccl1a do barro rojo, qt;e había sido encont~ada e~ Castlefield, cerca de ~nnchcstor. Cuu11clo Su Gracia nos hubo despedido tuvimos el honor y el placer de subir en su gón dola y de ir hasta Man3

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PARTE

III:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS ll:

ull 11utola numerosa y adicta, que no piensa en reprocharles el haber trnbajado sobre todo para sí mismos. . . . Fuera de la región donde se ejerce su actividad y donde la importancia que se le concede se mide por los servicios d~ que se ~iensa. ;erle deudor el manufacturero no halla, sin duda, la misma considerac10n; es tratad~ según su mérito personal. ¿Mas. no es un. signo de los tiempos el ver a un gran señor hablar a un simple fabricante, aun cuar:do sea hombre de mérito de otra manera que como a un proveedor? Bien es verdad que desde ~rincipios del siglo x~m los filós~f?s de Francia Y de Inglaterra se habían esforzado a porfia en reh?bihtar. las .artes Y oficios e incluso el trabajo manual 1 • Las deferencias testimoniadas a los :fu~dadores de la gran industria se explican quizá por esta moda más bien que por el sentimiento verdadero del lugar que les estaba reservado en, la sociedad moderna. Wedgwood, en su calidad de artista o al menos de produ~tor de. objetos de lujo solicitados por los aficionados, ocupa e~:re los i?dustnales un sitio aparte. Al patrocinarlo, la gentry y l~ .nobility se a~ustaban a la tradición de todas las aristocracias. Pero hicieron algo mas que patrocinarlo. Los Gower, los Cathcart, los Talbot mantuvier~n con él relaciones marcadas con el sello de una cortesía amistosa . Boulton, a quien se debe estimar como un industrial ~u??º más que como ~ .a rtista, desde 1767, es decir, antes de su asoc1acion _con Watt, fue rec1b1do en varias ocasiones por el rey Jorge III y la rema Car~ota, que toda_s las veces hablaron con él largamente, prodigándole atenciones Y cumplidos 3 • Cuando en 177.6 Catalina II visitó Inglaterra aceptó por algunos chester por su canal, paseo de unas nueve millas a través de un valle en5nr· dor.» Carta a John Wedgwood, 6 de julio de 1766. Museo Wedgwood, to e .. d 1 on Trent. 1 En Inglaterra, como en Francia, estuvo de moda, entre 1os ¡ovenes e a aristocracia, aprender un oficio. Lord Chatham decía de su yerno, lord .Stanhope, que habría podido ganarse la vida como herrero o constructor de molmos. SMILES: Lives of the engineers, 11, pág. 142. . . . . 2 Cuando le fue cortada la pierna, en mayo de 1768, sir Wilbam Meredith, sir George Saville lord Bessborough, lord Cathcart, el duque de Bedford, el duque de Marlboro~gh, etc., mandaban pedir noticias diariamente a su casa de . , Londres. METEYARD, E.: The life of fosiah Wedgwood, 11, 4.2. 3 «Jamás fue un hombre más cumplimentado que yo .. La rema me mos~ro a su último hijo, que es una belleza. La encuentro embellecida y ~h_ora habla i~­ glés co¡no una dama inglesa. Dibuja con tal,ento, ~s una gran musica Y. mane1a la aguja mejor que Mrs. Betty. Por lo demas, y s~n broi:na, es _una mu1er rm~y inteligente, muy afable y gran protectora d e ,las mdustnas nac10nales. Me. dio una prueba particular de ello, ya que despnes de . que ella . y el. rey hubieron hablado conmigo durante cerca de tres hoi-as se ~et1raron, e ~nmediatamente _después la reina me envió a buscar, me hizo conducu: a ,su gabinete, me mostro su chimenea y me preguntó cuántos jarrones se precisar~an para adornarla.» Carta de Boulton a su mujer (1767), citada por SMILES: Lives of Boulton _and Watt, pág. 175. Por otra parte, Boulton quedó_ ,poco intii;iidado ante la m~Jestad real, si se da crédito a su arrogante conversac10n: «-Scnor, yo ve.n
EL

CAPITALISMO INDUSTlllAL

días la hospitalidad del manufacturero de Soho

1•

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Míls tarde fue invi-

ta~o, en los términos más halagadores, a ir a París con su socio ~; marcho con gastos a cuenta del gobierno franc6s y recibió la acogida reservada a los huéspedes insignes 3 • Estos honores concedidos a personalidades eminentes repercutían sob_re la.,clase que representaban. Venían, por decirlo así, a consagrar la s1tuac1on de hecho que la :fuerza del capital daba a los manufactureros. ~e~o esto solo no debía bastarles. Su interés, tanto como su orgullo, los mc~t?ba a en?erezar m~s alt~ sus ambiciones, ya anhelaban la potestad pohtica. La vida del pnmer sir Rohert Peel nos hace asistir a esta doble conquista de la riqueza y del poder 4 • Sus primeros pasos los había dado bastante modestamente en 1772 como socio de su tío Haworth, estampador de telas en Bury. Al acech~ de todas las novedades de la moda, desplegando en la dirección de su empresa una actividad increíble 5 , se enriqueció en pocos años. Desde 1780 ocupaba, bien en sus talleres · o bien a domicilio a casi toda la población de Bury. En 1788 construyó una fábrica sob;e unos terrenos que acababa de comprar en Tamworth, Staffordshire. Fue allí donde en 1790 se hizo elegir miembro del Parlamento. Gran admirador de William Pitt, en quien veía sobre todo al protector esclarecido de la industria, «Verdadera fuente de la grandeza nacional» 6 , sostuvo aJ)asiona1

SMILES: ob. cit., pág. 215. La, carta d.e invitac!ón venía de la embajada de Francia en Londr-es y estaba as1 concebida : «Senores, tengo la orden de mi Corte de honrarme en hacerles saber que si sus negocios les pudiesen permitir marchar a París ella proveería los gast.os de su viaje, y de asegurarles, por lo demás, que recibirían por parte del Gobierno toda la acogida, señores, que pudiesen desear y que deben esperar las p~rsonas de su mérito y de su celebridad. Tengo tanto más placer, senores, en e1ecut~r cerc.a de ustedes esta ord!')n de mi Corte por cuanto que encuentro la venta¡a particular de renovarles la expresión de todos los sentimientos de consideración y de afecto con los que tengo el honor de sern, etc. BarthéIem¡- Carta de Watt a Boulton, 3 de octubre de 1786. Soho MSS. «Cuando recuerdo el estado de embriaguez en que nos han mantenido durai:itc ;11ue~tra est~ncia en París, los agasajos, las atenciones tan halagüeñas y las hson1as mmerec1das de que fuimos objeto, sin olvidar el buen vino que bebimos, temo que nos hayamos hecho culpables de muchos descortesías.» Carta de Watt 4 al abad de Calonne, 17 de febrero de 1787, Solio MSS. Para lo que sigue, consúltese CoOKE, W.-TAYLOR: Life and times of sir Rob~rt Peel, I, 6 Y sg,s.; PEEL, sir Lawrence·: A sketch of the life and character of sir Robert Pee[, pags. 32-42; EsPTNASSE, F.: Lancashire worthies n 82-125. WHEELER, J.: Manchester, págs. 520 y sgs. ' ' ' 5 «Era un hombre de una energía infatigable, de una actividad increíble. Se levantaba de noche, cuando el tiempo estaba revuelto para visitar los terrenos en d?nde estaban tendidas las piezas para blanquear. Cada semana permanecía en pie toda una noche con su diseñador de modelos, a fin de recibir y examinar l?s modelos nuevos q_ue llegaban a medianoche en la diligencia de Londres.» PEEL sir Lawrence: ob. cit., pág. 34. ' 2

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_ Véase su discurso del 7 de mayo de 1802 en la Cámara de los Comunes Pnrliamentarr Register, . nueva serie~• XVIII,_ 248-49: «Tongo el honor de· p_erte~ necer al mundo comercial y he tenido oc11s16n de t.rntar con el difunto canciller

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PARTE III; LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

dnmcnte el ministerio en los peores momentos de la guerra contra Francia. En 1797, cuando en lo más grave de la crisis financiera Pitt apeló H los particulares para aumentar mediante contribuciones extraordinarias los recursos del Estado, Pee} le envió 10.000 libras. Además equipó por su cuenta ocho compañías de voluntarios, los Bury Loyal Volonteers, cuyo mando tomó con el grado de teniente coronel. En recompensa fue nombrado· baronet, título hereditario, con la divisa: Industria 1 • Su papel en la Cámara de los Comunes no fue muy importante, salvo en una ocasión memorable, cuando propuso e hizo aprobar en 1802 la ley sobre el trabajo de los aprendices en las hilaturas, prefacio de toda la legislación obrera. Tenía poco tiempo que consagrar a la política: su gran preocupación y la tarea que se había asignado era asentar sobre bases inquebrantables la fortuna de su casa. Renunciaba personalmente a las más altas ambiciones: era sobre su hijo sobre quien las trasladaba. Desde muy niño lo había dedicado, decía, al servicio de su país 2 • Apenas salido de la Universidad le encontró un burgo podrido en Irlanda. Poco tiempo después lo hacía entrar, en calidad de subsecretario de Estado, en el gobierno de Spencer Percival. Asistió a las etapas sucesivas de esta gran carrera. Vio a su hijo conver'tirse en 1812 en secretario para Irlanda; en 1820, en ministro del Interior; en 1828, en leader de la Cámara de los Comunes 3 . Hubiera querido, antes de morir, verlo de primer ministro 4 ; fue el único de sus sueños que no realizó. El espacio de una generación había bastado para que una famil ia de manufactureros se elevase a uno de los primeros puestos en el Estado. El advenimiento político de la clase manufacturera en tanto que clase fue más tardío. Los Peel, hombres nuevos, se apresuraron a incorporarse al partido de la tradición, al partido de la vieja nobleza, con la que estaban orgullosos de mezclarse; al partido de la conservación social, fortificado por su lucha enérgica y al fin victoriosa contra la de la Tesorería acerca de negocios muy importantes y difíciles. Puedo, por tanto, atestiguar personalmente que ningún ministro comprendió jamás tan bien el interés económico del país. Sabía que Ja verdadera fuente de su grandeza era su industria y por eso prodigaba los estímulos a esta industria.>• 1 Arkwright no había sido nombrado más que caballero, título personal no transmisible. 2 «Todos los domingos, al volver de la iglesia, quería que el niño, en pie sobre la mesa, repitiera el sermón que acababa de oír, pensando que no podía imponerle demasiado pronto esos fuertes ejercicios de memoria y de palabra que ayudan tan eficazmente a formar los grandes oradores.11 Gurzo1', F.: Sir Robert Peel, pág. 7. 3 Es el título que se da al principal de los miembros que forman parte de la Cámara de los Comunes : jefe de Ja mayoría, es él quien fija el orden del día y dirige los trabajos de la Asamblea. El speaker no tiene otra función que la de velar por el buen orden de las deliberaciones. 4. Ll egó a serlo por vez primera en 1834. Su padre había muerlo en 1830.

EL CAPITALISMO INDUS'l'fi!AI,

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Revolución fr~cesa 1 • S.u tor?'smo, que más tarde huhrín de ampliarse hasta lo~ confmes del hberahsmo, afectó al principio fo1mas estrechas Y exclusivas. No tenían la intención de aue la puerta qnedasc detr-' 8 de ellos demasiado abierta para los que lo~ seguían. El bi/l de rcforrr':a e~~ctoral de 1832, es~. Carta Magna de la burguesía inglesa, consagrac10~ en ~l orden pohtico de la revolución industrial, tuvo como aclvcrsano a sir Robert Peel, el hijo del manufacturero de Bury. 1

Sir Robert Peel había aplaudido los comienzos de la revolución. Tom6 miedo cuando entró en su período de propaganda armada.

III: LA RE VOLUCION INDUS'rltlAI. Y J, /\ Cl,AS€ ODllEllA

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CAPITULO lII

LA REVOLUCION INDUSTRIAL Y LA CLASE OBRERA

Nos queda por mostrar cuáles fueron los primeros efectos de la revolución industrial sobre las condiciones del trabajo y la suerte de la clase obrera. Y para eso no basta oponer al cuadro de la aristocracia manufacturera el del proletariado de fábrica. No es, en efecto, hacia la fábrica sola, sino al lado y en torno a ella, hacia donde debe dirigir~e nuestra atención. La masa de los trabajadores manuale~e hab1a p.J1rmanecido J.argo tie[llpo fuera de" la gr~E._ indu~t;!:ia, suf_!:ió, no obs.li!.nte, desde_el principiQ......su inf!uencia todopoderosa. 1 Esta influencia fue, or lo ronto, temida. Y a se sabe qué sentimientos de desconfianza y de có era provocó entre os o reros a aparición del maq uinismo. Su lucha contra las máquinas y en general contra todas las innovaciones técnicas es, de toda esta historia, el episodio más conocido. Por lo demás, no es un hecho particular de una época y de un país: ¿es preciso recordar los ejemplos tantas veces citados del barco de vapor de P apin destruido por los bateleros del Fulda, o del telar de Jacquart destr ozado por los tejedores de Lyon? En nue_stros días inclusive, pese a lo<> hábitos nuevos creados por una larga sene de invenciones y perfeccionamientos, la transformación dc_l utilaje tr opie.za.....aún, por parte de los obreros, con ciertas r esistencias, cletas que no hay motivo para asombrarse 1 • ¡Cuántas veces su a~titud -~ª ~id~ c~n­ denada en nombre del progreso y de la sana econom1a pohtica. 1Cuan/' tas veces ha hecho clamar contra la ignorancia y la barbarie! Sin em/ · o, no puede ser más natural : no pose~d~l ~m_nor todo haber sino su fuerza de .!raba jo y ..É.!:!. habillclaa profes1ona"l) !_odo lo que l A comienzos del siglo xx los adversarios de las Trade Unions in~le~as les d irigían todavía el reproche-exces!vo, a nuest;~ ¡~arece~-:--de . hacer casi .=· posible el perfeccionamiento técnico. Vease The crisis in Bntish industry, artlculos aparecidos en el Times desde el 21 de noviembre de 1901 hasta. el 16, de enero de 1902. Sobre la t áctica realmente seguida por las Trade Umons, vease SIDNEY y WEBB, Beatricc : Industrial Democracy, segunda p.arte, cap. VIII, New processes and machinery, y MANTOUX, P., y AL FASSA, Maunce: Crise du TradeUnionisme, págs. 127, 134, 142, 150, 163.

392

tienda a depreciar una u otra lo priva do una pal'IO do su propiedad. ~a gran ventaja de la máquina y su ra.zón de ser, t'B 1u ceo11omía que permite realizar sobre la mano de obra; pero esta economía ol ohrnro puede ~ considerarla, con pleno derecho, como efectuada a sus expensas. La r espuesta clásica a esta objeción popular es que al bajar los pl'ccios la máquina estimula el consumo; el aumento de la demanda ueol~·ro el desarrollo de la industria y al fin de cuentas la mano de obra, le1os de ser eliminada, recupera en los talleres agrandados y multiplicados un puesto más amplio que nunca. Mas este razonannento, que una larga experiencia ha justificado, no estaba al alcance de los obreros cuancJ.o se vieron por vez primer.a en presencia de las máquinas. Su ún_ico pensamiento fue que iban a tener que luchar contra una competencia aplastante, que un gran número de ellos iban a encontrarse sin !_rabaj_o, que sus salarios, _por lo menos, se reducirían. Y estas alarmas no siempr e fueron tan vanas como se estaría tentado a cr eer cuando, en lugar de mirar las consecuencias inmediatas del maquinismo, se considera toda }a, sucesión de sus resultados después de más de un siglo. Si por su oposición violenta los obreros obstaculizaron el progreso y obraron contrn el interés general sin ninguna ventaja para sí mismos, ¿es solamente a su torpeza y a su brutalidad a lo q ue hay que recurrir? ¿No es más bien al régimen social en el que un aumento de la producción pue~e s~r seguido-aunque sea por poco tiempo--por un aumento de la miseria entre los productores, y en el que los inventos destinado_s ~ alivia.!:_ ~a carga del trabajo humano hacen más pesada a los trabaiadores la dificultad de vivir? Los obreros no habían aprendido todavía a conocer la verdadera causa de sus sufrimientos. No comp rendieron más que una cosa: las máquinas amena~ban con _privarl.2.s de s:i~ medio~ _d~ exist;nc~a. _Y. de ahí concluyeron que era _Elenester . destrm~l~s maquinas. No msistHemos sobrela impopularidad de los inventor es y las persecuciones de que fueron víctimas. Algunos de ellos no distaban mucho de compartir la opinión o si se quiere el prejuicio de los obreros. Lawrence ~ar~sh~w, habiendo construido diez años antes que Hargreaves una maquma a e ' ' hilar algodón, la rompió tan pronto la hubo acabado: no queria, dec1a, privar a los pobres de su sustento 1 . _P~ro este d~sintei;és, ~or ~o demás mal entendido, fue raro, cuando no umco. Las violencias e1erc1das contra los igyentores hi¡:ieron e!! general _1!1~ daño a sus personas ~~ sus ideas. El utilaje mecánico respondía a necesidades económicas reales y apremiantes: ofrecía además a los que disponían del capital preciso para montar una empresa incomparables probabilidades de prow cho e incluso de fortuna. lli,sp.i¡és _de Jiab.er atac;;ªQQ en vano a los inventores, los obreros encontraron ante ellos a Ja clase de_ los manufacUi-

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i SM:ILES, S.: L ives of the engineers, I, 390. Véase una h isL oria análoga sobre Th. Benford, de K ETTEnINC : Gent[!¡man's Magazine, LXI, 587 (1791).

PARTE III: LAS CONSECUENCIAS I NMEDIATAS

lll:

LA ltEVOLUClON INDUSTRIAJ, Y LA CLASE Ollll ERA

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111 1•o t1 interesados en el mantenimiento y extensión del maqmmsmo. Su

111ovi~it:m to instintivo siguió siendo igual: füCeíae marchar contralas

fábricas y destruir las máquinas. La destrucción de herramientas era un incidente habitual de las huelgas tumu~s, m~chOairt"es de la apari<;:jón del maqu~nismo. Pero cuando los tejedores de medias, sublevados contra los fabncantes, rompían los telares, no era para p~ohibir su uso. No hubieran que~ido hacerlo con los propios telares, smo contra aquellos que los pose1an: los destruían en tanto que, propiedad de los capitalistas rapaces, que recaudaban sobre ellos el impuesto inicuo del frame-rent. Por otra parte, lo obreros- lo oue muestra claramente sus intenciones- atacaban indiferentemente los. útiles y las mercaderías. Muchas veces los tejedores fue-ron condenrulos por haber desgarrado o quemado las telas, bien en el taller en el que estaban empleados o bien introduciéndose a viva fuerza en una cas~ ajena 1 ._Los motines contra las máqui11ID>, a partir de la segunda mitad del siglo lfVIII, tuvieron muy otro carácter. _!,a primera ley m-omulgada e~pecialq_ent~~ara -~e.e!.!nErlos ?ata _de 1769. Poco tiempo- antes 1m aserradero mecamco, situado en L1mehouseyconstruido según _el moaelo de fo~ qu; exi~tían e~ Hol~~da, había sido asaltado y demolido por la multitud . Ba10 la 1mpres1on de este incidente, que se produjo a las puertas mismas de Londres, :fue votada la ley. Aproximadamente al mismo tiempo los obreros de Blackburn hacían pedazos las jennies de James Hargreaves Y_ forzaban a _e7t~ a refugiarse en Nottingham. La destrucción v?luntana de un ed1f1c10. que contuviese máquinas, ya por una persona aislada o por un tropel «ilegal y sedicioso», fue calificado de felony y los culpables sentenciados a la • pena de los incendiarios: la pena de muerte 3 • Esta medida draconiana no impidió que se renovar_an los motmes, cada_yez más _frecuentes y cada vez más graves a medida que se pro· pagaba el uso de las máquinas. En 1779 este movimiento tomó proporciones alarmantes en el país donde el maquinismo se había desarrollado más rápidamnte, es decir, en el condado de Lancaster 4 • Wedgwood, que se hallaba en ese momento en la región en que estallaron las re· vueltas, nos ha dejado en su correspondencia un relato que tiene ~l vaior de un testimonio directo: «Al venir aquí (a Bolton) y des pues de 1 En este último caso, el castigo previsto tpor l as l eyes 12 Geo. I, c. 33 Y 22 Geo. U, c. 27 era la pena de muerte. 2 Véase petición de de Ch. Dingley y el informe del comité encargado de examinarla. Joum. of the House o/ Commons, XXXII, 160, 194, 388. a 9 Geo. III, c. 29. 4 Incidentalmente, la guerra de la Independencia americana fue la causa de una crisis en la industria algodonera; las exportaciones hacia España y .sus. colo· nías quedaron interrumpidas, el Mediterráneo estaba vedado a los navios ingle· ses y el comercio con Africa y las Antillas era muy 're~ucido. Este estado de cosas creó el paro forzoso, que la introducción de las máquinas amenazaba con agravar. Véase D AN IELS, G. W.: The early English cotton industry, pág. 89.

haber dejado atrás Chowbent nos topamos en la curn1lrrn con una turba de varios centenares de hombres. Creo que pasaban ele 500, y como le preguntamos a un o de ellos por qué razón se encontraban reunidos en tan gran número me dijeron que a_s:ababan de destruir alguno~ má.) quinas' y que tenían la intención de hacer otro tanto en todo rl país. Enl consecuencia se ha prevenido aquí que se debe esperar su visil a para mañana : los obreros de la vecindad ya han reunido todas las armas que. han podido hallar y están fundiendo balas y haciendo provisi6n de pólvora para atacar mañana por la mañana. Sir Richard Clayton 1 acaba de traer la noticia: en este instante está en la ciudad, a fin de entenderse con los habitantes sobre las medidas a tomar para protegerlos. Creo que han decidido mandar a pedir a Liverpool inmediatamente una parte de las tropas que hay allí acuarteladas» 2 • Wedgwood no había encontrado más que la vanguardia de los amotinados. «El mismo día, en las primeras horas de la tarde, una gran fábrica situada cerca de Chrosley y organizada según el sistema de Arcrite (sic), que es uno de sus propietarios, fue atacada por ellos. La posición del edificio no les permitía aproximarse más que por un pasaje estrecho, gracias a lo cual el jefe de la fábrica pudo, con la ayuda de algunos vecinos, rechazar el ataque y salvar la fábr ica por esta vez. Dos de los asaltantes quedaron muertos en el sitio, uno ahogado y varios heridos. La muchedumbre no tenía armas de fu ego y no esperaba tan cálido recibimiento. Aquella gente se exasperó y juró vengarse. Así, pues, pasaron la jornada del domingo y la mañana del ~en reunir fusiles y municiones ... Los mineros del duque de Bridgewater se juntaron entonces a ellos, y otros obreros más, tantos que su número alcanzó, según se nos ha dicho, a 8.000 hombres. Estos 8.000 hombres marcharon, al toque de tambores y con banderas desplegadas, hacia la fábrica de donde habían sido rechazados el sábado. Hallaron allí a sir Richard Clayton, al frente de una guardia de 50 inválidos. ¿Qué podía hacer un puñado de hombres contra estos miles de furi osos? Tuvieron que retirarse-los inválidos- y desempeñar el papel de espectadores, mientras que la mu· chedumbre destruía de arriba abajo un utilaje evaluado en más de 10.000 libras 3 • Así transcurrió la ornada del lune . El martes por la mañana oímos sus tambores a una distancia e unas dos millas, poco antes de abandonar Bolton. Su intención declarada era apoderarse de la ciudad, luego de Manchester y de Stockport, de aquí marchar a Cromfor d y destruir las máquinas no solo en estos diferentes l ugares, 1

Uno de los magistrados del condado.

z Carla a Th. Bcn1lcy, 3 do octubro de 1779, Wcclgwood Musrum , Stoke on Trent. 3 Véase la petición diri giclu por R. Arkwl'igh1 ul P orlumt'nt o, Journ. o/ tlie H ouse of Commons, X.XXVTT, 926. En ~llo ~o evol únn los destrozos no en 10.000 libras. sino solamente en 4.4-00. '

11111

1ino en toda Inglaterra»

1

Ya Arkwright había hecho en Cromford preparativos de defensa • Los mismos desórdenes se produjeron en vari9s puntos a la vez; la fábrica de tejidos estampados de Robert Peel, en Althall!. fue tomada al asalto, y las máquinas rotas y arrojadas al río 3 • La represión fue p ronta y enérgica: las tropas enviadas de Liverpool dispersaron sin dificultad a los amotinadoS:- Algunos líreron cogídos, llevados ante el gran jurado de1 condado y condenados a: la horca~ Pero la mayoría escaparon a todo castigo. La~pinión s~ les mostraba indulgente, por no decir simpática; la clase media, ya por espíritu de rutina, ya por recelo de ver la rebaja de los salarios compensada por una subida equivalente del impuesto de los pobres 5 , se manifestaba casi tan hostil a las máquinas como la misma clase obrera. En el pueblo de Mellor, como el pastor hiciese, en el púlpito, alusión a los disturbios recientes y los reprobase para edificación de sus feligreses, un viejo yeoman se levantó y dijo al malhadado predicador, «Mejor haría, señor, en seguir su texto que no en descarriarse por los negocios seculares» 6 • En cambio los jueces de paz del condado, r eunidos en sesión trimestral en Preston, votaron una resolución netamente opuesta al prejuicio popular: «La invención de las máquinas ha sido un beneficio para el país; suprimirlas en un condado sería simplemente el medio de trasladarlas a otro, y si se promulgase una prohibición general contra ellas en toda la Gran Bretaña, eso no podría servir más que para acuciar su adopc1on en los países extranjeros, con gran detrimento de laiñCfustria británica» 7 • Los _motines de 1779 fueron seguidos, en ef~to, de gestiones_ que tendían a obtener,_por las vías legales, la prohibición de la_?_máquin~ de hilar. Había p recedentes. Una ley de 1552 había vedado el uso de la desmotadora mecánica ( gig TT1Jill) 8 ; una proclama real, fechada en 1623, había impedido la adopción de una máquina para la fabricación •

2

\

III:

PARTE III: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

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Carta a Th. Bentley, 9 de octubre de 1779, Wedgwood Museum, Stoke on

2 ccTodos los gentlemen de la r egión han decidido ofrecer asistencia a míster Arkwright para defender sus fábricas, que han prestado tantos servicios al país. Se han traído de Derby y de las ciudades vecinas mil quinientos fusiles y pistolas, y un~ batería ,de artillería, compuesta de piezas del nueve y del doce, con gran can u dad de polvora y de metralla ... Cinco o seis mil hombres mineros etcétera, pueden, en el momento deseado, ser regimentados en menos de ~na hora.; Carta publicada en el Manchester M erwry del 12 de octubre de 1779. 3 A complete history of the cotton trade, págs. 80-81. 4 Manchester Mercury, del 26 de octubre de 1779. 5 KENNEDY, J.: On the rise and progress of the cotton manufacture, Mem. of the literary and philosophical Society of Manchester, 2.ª serie, 111, 121. G RADCLIFFE, W.: Origin of the new system of manufacture, pág. 55. 7 /17 ebb MSS (Textiles, 1, 227). Resolución votada el 11' de noviembre de 1779. 4-6 Edw. VI, c. 22.

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397

ele agujas 1 • Estas medidas, conformes con el CRpír il u uutorilario de la industria1 tenían menos por objeto proteger el trala buena calidad d~os productos, quo se juzgaba todo cambio aportado a los procedimientos Clc fabricación tradici onal~s. Los hilanderos de algodón, en la petición que di rigieron en 1780 a la Cámara de los Comunes, invocaron este argumento caducado 2 • P ero no hizo gran impresión. Sus quejas a propósilo del }lllt.Q y de la disminución de los salarios estaban más justificadas 3 ; pero püeclen explicarse por la depresión general de los negocios debida a la guerra de América 4 • La comisión encargada de examinar la petición la rechazó, apoyándose en los mismos considerandos que los magistrados de Lancashire 5 • Al mismo tiempo aparecía en Manchester un folleto escri19 por uno de estos magistrados, Dorning Ramsbotham, que firmaba «un amigo de los pobres» 6 • Trataba de ex.r-licar a los obreros la verdad~re causa de la crisis que padecían. Les representaba tal crisis como es~ialmente pasaje!~ «Todo pr.ogreso deJ_¡i. industria debido a las máquinas tiene el principio consecuencias enojpsas par a algunos... Hace una decena de años, cuando las jennies hicieron su aparición, las personas de edad, los niños, todos aquellos a quienes les era difícil aprender a manejar el nuevo utilaje, sufrieron durante algún tiempo.» La invención de la imprenta, ¿no tuvo como primer resultado arruinar a la industria de los copistas? «¿Qué significan estas revueltas, estos movimientos sediciosos de que acabamos de ser testigos? ¿Qué significan estas peticiones al Parlamento, solicitando que se supriman o que se graven las máquinas? Tan razonable sería pedir que se nos corten las manos y que se nos 1fog.iiellei) 7 • El desarrollo rápido de la industria del algodón y el aumento corr~spondiente d~ personal _ayuda!:on much_9 a la di!isión de estas antigu~ ~islación bajo~ asegurar compr~etida ~or

1

Véase CuNNINCHAM, Growth of English industry and commerce, II, 295. uEl trabajo ejecutado con ayuda de máquinas es de tal modo inferior al trabajo manual, que el buen renombre de nuestra industria está comprometido y corre. el riesgo de desaparecer.» ]ourn. of the House of Commons, XXXVII, páginas 804-05. Véase la petición de los obreros de paños contra el gig mill, ibidem, XLI, 599. 3 E n 1764, una hilandera ganaba de 10 a 15 peniques por día; en 1780, d e 3 a 5 peniques. El salario de los hombres, en el núsmo lapso, se había reducido de 17 a 10 peniques. Véase ]ourn. of the House of Commons, XXXVII, 926. 1 En 1774 la cifra del comercio exterior (exportaciones e importaciones) pa· saba de 33.000.000 de libras ; en 1779 h abía descendido a 25.000.000 de librns. ANDERSON, A.: Chronological history and deduction o/ the orige1i o/ commerce, IV, 694. 5 Journ. of the House of Commons, XXXVII, 926. 6 Thoughts on the use of machi1ies in the cotton manufacture, ruldrt·ssed tu the working peo ple in that manufacture aná to tite poor fo ge11ernl, by a f ricnd o/ the poor, Manchester, 1780. Sobre la atribución do celo folleto u D. Rumsbotham, véase RADCLIFFE, w.: ob. cit., pág. 55. 7 Thoughts on the use of machines, púgA. 9, 11, 20. 2

Tren t.

LA REVOLUCION INDUSTRIAL Y LA CLASE OUREltA

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l'AHTE

ll!:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

ltlnns nuevas. La hostilidad hacia las máquinas, entre los obreros de uela industria, no tardoen dar paso a un sentimiento CQJ.npletamen'tc º P-uesto 1 . Se mantuvo más tiempo en la industria de la lana, cuya transformación se hacía menos fácilmente. Violencias parecidas a las que habían tenido a Lancashire como teatro, tuvieron lugar más de una vez en el West Riding y en la región del Sudoeste. En 1796 fue preciso ~ poner guarniciones en ciertas hilaturas de Y orkshire; el empleo de la 1{ cardadora mecánica en 1802 provocó trastornos graves en los condados \' 1 de Wilts y de Somerset 2 • Estos de~órdenes,__g:guidos siempre de san~\ ,( grientas reJ?resalias, se l]j)rodujeron frecuentemente durante los¿ño-ª \~ ,. ) críti~~ de la lu~ha con!E_a Napoleón, sobre todo tras la proclamación del bloqru:.o._continental. Las páginas famosas -de Shirl.ey, doñ
Ill:

LA

REVOl.UCION lNDUSTlllAL

Y

1,A Cl,ASE OBRERA

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todo la situación excepcional creada por la prolongación do la guerra contra Francia, las..trahas puestas a la libre expansión del comercio británico por el bloqueo continental, cuya ejecución rigurosa date do ] 810, la ~scasez causada por la dificultad de los avituallamientos y por el alza consecutiva de los géneros. Estas insurrecciones locales, que estuvieron a punto de unirse y desarrollarse en una especie de ]acquerie obrera, no pertenecen únicamente a la historia de la gran industria 1 . Mientras que se reanudaban los motines contra las máquinas, se renovaban también las gestiones cerca del Parlamento, cuya inutilidad habían reconocido ya los obreros de la industria del algodón. En 1794 los 'Peinadores de lana reclamaron contra el uso de la máquina de peinar de Cartwright. Su demanda, hábilmente presentada, recibió al principio una acogida bastante favorable, pero los patronos adelantaron en seguida el argumento irresistible del interés superior de la industria, idéntico al interés mismo del país. Fueron estos, naturalmente, los que ga!1aron una vez más 2 • Algunos meses más tarde, en el momento de formuladas por los obreros tiene relación con una adaptación nueva y, en su sentir, ilegal, de una máquina ya en uso.» HAMMOND, J. L. y B.: The skilled labourer, pág. 258. Véase Report /rom the Committee o/ Secrecy on the disturbances in the N orthem counties (l 812) y A nnual Register 1812 ( Chronicle), páginas 39, 51, 114 1 Byron creyó ver en ellas un movimiento revolucionario y escribió para los insurrectos de los Midlands su feroz Song /or the Luddites:

As the Liberty lads over the sea Bought their freedom, and cheaply, with blood So we, boys, we Will die fighting, or live free, And down with all Kings but King Ludd. When the web that we weave is complete, And the shuttle exchanged for the sword, JP e will /ling the windig-sheet 0' er the despot at OUT f eet, . And dye it deep in the gore he has poured. Though blanck as his heart its hue, Since his veiñs are corrupted to mud, Yet this is the dew W hich the tree shall renew Of liberty, planted by Ludd! Miscellaneous Poems, JP orles, ed. de los «Chanclos Classics», pág. 667. z Las peticiones presentadas por una y otra parte contienen la expos1c10n más ~ de las dos tesis adversarias. «Los petic ionarios-decían los ~d.9.r~­ siemprenan sido considerados como miembros útil es de la sociedad, que se ganan la vida con su trabajo, sin recurrir a ln as isten cia parroquial, mu cho más que n inguna otra categoría de obre ros equivalente r n ní11nero. P ero la invención y el uso de la máquina parn peinar In lana, que 1iene por efecto r educir la mano de obra de la manera mús inqui c1an10, Jea Jns pirn el 10111or serio y justificado de convertirse, ellos y s us familia s, en ~ma pcsacln cnrga para el Estado. Hacen

1110

PARTE III: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

'"" disturbios de Wiltshire, el Parlamento se vio sorprendido por numerosas quejas contra el uso de la tundidora mecánica, y sobre todo contra el del gig mill. ¿Era idéntico este último a la máquina prohibida por la ley de 1552? Es probable que no haya de común entre ellos más constar que una sola máquina, vigilada por una persona adulta y serv.ida por cuatro o cinco niños efectúa tanta labor como treinta hombres traba3ando a mano según el anlig~o método. Las razones invocadas en favor de las máquinas empleadas en otras industrias, tales como la industria del algodón, las de la seda, el lienzo, etc., no se aplican a la industria de la l.ana; porque aquellas p~e­ den procurarse materias primas en cantidad casi ilimitada, lo que les perrmte desenvolverse y emplear un número de personas igual o superior [al qu~ empleaban antes de la invención de las máquinas]; mii:ntras que esta n_o dispone más que de una cantidad determinada de materia prima, apenas su~c1~nte para ocupar a los obreros de tal industria sin cambiar nada en los proced1m1entos antiguos. La introducción de la citada máquina tendrá como consecuencia casi in· mediata el privar de sus medios de existencia a la masa de los artesanos. Todos los n egocios serán acaparados por algunos empresarios poderosos y ricos, y, tras un corto período de lucha, el provecho adicional pro~ucido por la. supresión d~l trabajo manual pasará a los bolsillos de los consumidores extranJeros. Las maquinas cuyo uso deploran los peticionarios se multiplican rápidamepte en todo el reino haciéndoles ya sentir cruelmente sus efectos: un gran numero de ellos están' sin trabajo y sin pan. Con el dolor y la angustia más profunda ven acercarse el tiempo de la miseria en que cincuenta mil hombres, con sus familias, privados de todo recurso, víctimas del .acaparamiento, lucrativo para algunos, de sus medios de existencia, se verán reducidos a implorar la caridad de las parroquias.» Journ. of the House o/ Commons, XLIV, 21. He aquí los principales pasajes de la contra petición de los fabricantes: «Es seguramei:te un derech_o común a todo súbdito del reino, y reconocido desde haca largos anos por la sabiduría del Parlamento, el de que puede ejercer su arte o su profesión de la manera que le parezca ¡nás ventajosa, a condición de no transgredir la ley y de no atentar contra el derecho ajeno; no es menos cierto que cada cual es el mejor juez de su propio interés, y que de la búsqueda libre y bien dirigida del interés individual ha resultado y resultará siempre la mayor ventaja para la nación. Gracias a la protección de las leyes que garantizan a los peticionarios y a otras personas la posesión de ciertas patentes. el público se ha aprovechado de un precioso invento, el del peinado mecamco... Beneficios considerables ya se han realizado gracias a este procedimiento de fabricación perfeccionada, pero es poca cosa al lado de los resultados que se confía obtener... Según una evaluación razonable, el coste del peinado, para las lanas de calidad inferior, se ha r ebajado por este procedimiento de 2,5 ó 3 peniques a 1 penique por libra; y cuando las lanas finas sean sometidas a la misma operación, el gasto, que es aclualmente de 6 peniques por libra y más aún, dt:ticcnderá, sin duda, a 1 ó 1,5 peniques por libra . .. Si los peticionarios se vieran constreñidos a renunciar al uso de las máquinas se hallarían sometidos a la obligación ruinosa de gastar, para producir el hilo (de worsted), 1.500 ó 2.000 libras más al año de lo que les costaría la producción de ese mismo hilo por procedimientos mecánicos. Si, por el contrario, el peinado a máquina, en ausencia de toda ley prohibitiva, llegase al cabo de cierto tiempo a reemplazar completamente al peinado a mano, resultaría para la industria nacional una economía de más de un millón de libras al año, sin exageración: es la carga que la industria tendrá que soportar si se veda el peinado mecánico ... La excelencia de la política que consiste en dejar a las industrias a su desenvolvimiento natural ha sido demostrada, del modo más impresionante, por el

IIl: LA REVOLUCION INDUSTRIAL Y LA CLASE OBRERA

401

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que el nombre • Eso no impidió a los obreros reclamar con insistencia la puesta en v~gor de esta ley caída e_n desuso 2 • Rechazados una primera v_ez, volv1ero~ a la .carga en la epoca de la gran encuesta parlamentaria sobre la :ndustna de la lana, cuyos atestados han sido publicados con el prec10so Informe de 1806. Pero las conclusiones de la ~omis~ón fue,ro~ contrarias.~ su demanda. ccHa sido establecido por tcstimomos autent1~os, y admitido por algunos de los propios peticionarios, que temores analogos a los que hace concebir hoy día el uso de la enlanadora. mecánica se propagaron en el momento en que se emplearon p_or pnmer~ vez varias máquinas que hoy son utilizadas, y con una ventaJa rcconoc1da, para diversas operaciones de la industria textil antaño ejecutadas a mano. Estos temores, al cabo de algún tiemp~, se desvanec:n, y se est~blece gradualmente el uso de las máquinas, sin haber modificado, segun parece, la condición de los obreros ni disminuido su número» 3 • ¿Tenía suficientemente en cuenta este optimismo los sufrimientos de los- trabajadores desplazados por las máquinas? Tales sufrimientos no por ser provisionales eran menos crueles. Mas la oposición que trat~ban de hacer a los progresos del maquinismo no era el medio de remediarlos: instintiva o reflexiva, pacífica o violenta, no tenía, evidentemente, ninguna probabilidad de éxito: iba contra la fuerza de las cosas. El único resultado que produjo alguna vez fue obligar a los e~emplo de la indust~ia del algodón, donde la introducción de las máquinas de hilar amenazaba los .mt~;eses de un número de obreros mucho mayor. Gracias al progre~o que se s1gmo de ello los obreros encontraron trabajo y la industria ?el alg.odon alcanzó un grado de perfección y de desarrollo sin precedentes. La mdustria de la lan~ conocerá sin duda la misma prosperidad, si no es impedida por leyes que prohiban el uso de las máquinas.» Jouni. of the House o/ Commons, XLIX, 545-46. Hemos elegido estas dos peticiones entre el enorme número de las que fueron presentadas al Parlamento. Véase Journ. of the House of Commo~, XLIX,. 104, 1~5, 1.52, 158, 201, 249, 280, 307, 322, 331, 395-96, etc. El antiguo gig rmll ejecutaba la operación llamada desmote o desborre que consiste en despinzar ~l p~ño para hace~ desaparecer los nudos que ha~ q~edado en la tr~ma : el gig mill en uso hacia 1802 era una enlanadora mecámca ll~.e guarnecia la .tela, es decir, que hacía aparecer en la superficie, después del te)ldo, una especie d~ .J?elusa. Véase l?urn. o/ the House o/ Commons, LXVIII, 885. Sobre la opos1c10n al uso del gig mill en Yorkshire y en los condados del ?udoeste entre 1802 y 1806, véase HAMMOND, J. L. y B., The skilled ~aboure:-, pa~s. 171 Y sgs.; LIPSON, E.: The history of the worsted and woollen industries, pags. 188-90. 2 • • En Leeds, Huddersfiel? y Halifax se formaron comités para organizar !ns pet1c1ones. Algunas corporaciones de artesanos les enviaron dinero entre otras los carboneros, los ladr.ille~os y J?s zapateros. Véase Report from th.e committee on the woollen clotliiers petition (1803) y Report on tite state o/ tite w~ollen ma.nujacture in England (1806)., págs. 2~.J , 355. Los deseos de Jos fa. ~ncantes estan expresados en el folleto do ANSTrn, J., Observntions on the importance and the necessity o/ ituroducing improvcd macliinery into tite woollen manu/acture 0803). 3 Report on the state o/ tite woollen' manufacture in E11gla11d (]806), pág. 58. MANTOUX.-26

PARTE

III:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

munu!actureros a ocuparse de los obreros exasperados por el~ y a buscarles trabajo 1, por miedo de ver reanudarse los motines que ame· nazaban sus bi.enes y sus vidas.

II A las querellas contra la máquina se mezclaba el odio ~ la fábrica. La repUlsión que esta inspiraba se co~rende sin esfuerzo. Para el obrerohabituado al trabajo a domicilio, o del pequeño taller, la discip!IDa de la fábrica era- intolerable. En sucasa, a pesar de las largas jornadas de trabajo que la parquedad del salario le obligaba a realizar, podía iniciar la tarea y abandonarla a su-ª!!!QiQ 2 , sin horas regulares, repartirla como le acomodase, ir y venir, detenerse un instante para reposar e incluso, si le plar~b' descansar durante días ent:ros ~ . ..En. casa del maestro-artesano, su i ertad, aunque menor, segma s1~ndo _ llrande _todavía 4 • Sus relaciones con el patrono, del que no se sentía separado por un abismo, c™ervaban el carácter de un trato personal de hombre a hombre. No estaba sometido a un reglamento infl~xible, arrastrado, como un engranaje, en e( movimiento despiadado de un mecanismo sin alma. Entrar en una fábrica era como si dijéramos entrar en un cuartel o prisión. Por eso los manufactureros de la primera ge· neración experimentaron muchas veces una real dificultad en reclutar su personal 5 • Todavía más )a habrían experimentado si no hubiesen

ar

l Véanse las resoluciones de una reunión de fabri cantes celebrada en Bath el 16 de agosto de 1802. Después de haber decidido defender contra todos los ataques el utilaje mecánico, los fabricantes se comprometen «a buscar un trabajo convenientemente retribuido a todos aquellos de sus obreros que se encontrasen privados de su empleo como consecuencia de la introducción de las máquinas.» Véase Report from the committee on the woollen clothiers' petitions (1803), pág. 12. 2 «Un hombre de salud delicada, cuando trabajaba en su hogar, podía per· der el tiempo. Pero en la fábrica hay que llegar a la hora justa : la campana toca a las cinco y media, luego una segunda vez a las seis .. "' Report on the state of the woollen manufacture (1806), pág. lll. 3 Es lo que hacía tan pronto como había ganado un poco de dinero. Sobre este punto todos los testimonios, favorables u hostiles a los obreros, están de acuerdo. Véase primera parte, cap. l. Enlre 1790 y 1800 los hilanderos que tra· bajaban a domicilio con la jenny o la mule «pasaban a menudo dos o tres días de la semana holgando y bebiendo y los niños que eJUplcaban los acompañaban a la taberna hasta el momento en que se sentían dispuestos a volver al trabajo; pero cuando volvían era, frecuentemente, para trabajar día y noche.» Second report from the Central Board of H. M.'s commisioners ... on the employment of children in f actories (1833), pág. 36. 4 Sin embargo, desde 1777, una serie <;le ley.f§_y de regl_amc;ntos que tenían por oQjeto re1Himir las sustracciones, habían creado un sistema de vigilancia q ue, poco a poco, alteraba profiiñclíiiñeñte el carácter del sistema doméstico en
wrignts:-pág:-35:" ~ s David Dale, cuando se estableció en New·Lanark, eJ\ 17~4" no pudo en· conlrar al principio obreros enlre la población circundant~WEN, R. : Life, writtcn by himself, pág. 58.

lll:

LA REVOLUCION INDUSTRIAL

Y LA

Cl,ASE OBllEllA

403

tenido a su disposición esa población flotante que las usurpaciones de la gran propiedad arrojaban de la agricultura hacia la industria y de los campos hacia las ciudades. Atraídos por los altos salarios también vinieron obreros de las parles más pobres del reino, de las ;·cgiones pantanosas de Irlanda, de las montañas de Escocia o del País clo Gales 1. En S? origen ~a mano de obra indushial se reclutó, por tanto, o bien entre las poblaciones que se veían despojadas brutalmente de sus medios de existencia o bien entre hombres a los que la industria ofrecía situaciones preferibles a aquellas en que se encontraban entonces. , En la industria textil los manufactureros hallaron otra solución al l iJ..' ~ 1 problema que los afligía. Consistía en enganchar en masa mujeres y .~ 2 so~r; todo niños • El trabajo de las hilaturas se aprendía fácilmente, y rY ' ex1g1a muy poca .!uerza muscular. Para ciertas operaciones la pequeña \ estatura de los nmos y la finura de sus dedos los convertía en los me· jores auxiliares de las máquinas ~. ~ los prefería también ~otras r~zon~s, y más decisivas. Su de_bilidad era la garantía de su ~dad: ~j sm dificultad se los podía reducir a un estado de obediencia pasiva, al t cual los hombres hechos no se dejan fácilmente doblegar. Costaban muy poco : a veces se les pagaba un salario minimo, que variaba entre la \ tercera y la sexta parte de lo que ganaban los obreros adultos 4 ; a veces se les daba por todo pago el alojamiento y la comida. Finalmente esta1

1

«Habéis asistido al desenvolvimiento, en esta r e"ión, de la clase de los

t~abajadores de fábrica. Hace algunos años no existía;" la habéis visto en poco

t~empo hacerse muy numerosa. ¿Cómo se ha reclutado? ¿ De qué hombres ha sido formada? ¿De qué trabajo se apartaban por el de las hilaturas? Un buen número ha venido de los países de cultivo; muchos del País de Gales, muchos d~ Irlanda Y de Escocia. La gente abandona los otros oficios para venir a las h1la1uras a ca usa de los altos salarios. Recuerdo los zapateros que dejaban su oficio para aprender a hilar. Recuerdo los sastres, los mineros, pero sobre todo un .gran númcr? de. cultiva~ores que dejaban su antiguo trabajo para aprender a hilar .. ·" Test1mo1110 receg1do en Bol ton por la Comisión de encuesta sobre las fábricas (Faclory Commission) de 1834·. Supplementary Report, I, 169. Véase BOWDEN, W.: In dustrial society in England towards the end of the XV!llth century, pág. 97. z Sobre la cuestión del trabajo de los niños en las fábricas consúltese M¿.

nutes of e~idence taken be/ore the select committee or;,Ake--sJ.ate' of the chi.ldren " (1816 ; Report from the employed m. the manufactones of the United Kingdo select committee on t~e bzll to regulate the labour o chi en in m.ills and factone'~--~~832);. FIELDEN, John: The curse o/ the Jactory system (1836); ALFRED [S: ~],_Ílzstory of the factory movement (1857); WEYER, O.: Die englische Fa- ' bnkmspectzon ( l 888); CooKE·TAYLOR, R. W.: T he Jactory system and the factory acts (1894); HuTc111Ns, B. L. y I-!AllRISON, A.: History of factory legislation (19~3), y H~MMOND, J. L. y B.: The town labonrer, caps. y IX (1917). Por e1em1ilo, los reatadores, encargados de anudar los hilos rotos ernn siempre niños. ' 4 E_n una fábrica de calicós estampados un obrero adulto, en 1803, ganaba 25_ chelines P?r semana; un aprendiz, de 3 chelines 6 peniques a 7 chelines. Mmutes of evzdence taken be/ore tite sclcct committce to wltom the petition of the ;ourneymen callico printers was rcf errcd(U804)J, pág. 17.

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PARTE

III:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

111:

hnn ligados por contratos de aprendizaje, que los retení~n en la fábri· cii durante siete años por lo menos, y con gran fre.cuenc1a hast~ la ma· ' de edad Era el interés evidente de los fabncantes de hilados el yona · l ' d emplear el máximo posible de ellos, y reducir otro ~anto e numero e obreros. Los primeros establecimientos de Lancashue est.aban ~enos: sir Robert Peel tuvo en sus talleres más de un mill~~ a un. tl?mpo · La mayoría de estos desdichados niños eran mnos. asistidos, prop~r· cionados-se podría decir vendidos-por las parroqmas q~e los te~ian a su cargo. Los manufactureros, sobre todo durante el pnmer peno.do del maquinismo, cuando sus fábricas se alzaban fuera, ~a m_~mu~o leios de las ciudades, se nabrían visto muy apuraCl~s para encontrar en su v~cind~d-inmediata la mano de obra que precisab~~· Por. s~ _:llil;te las -- · l pedían ser desembarazadas de sus nmos asistidos . Ver· ara parroquias so o daderas tra~sacciones ventajosas _para las dos partes, ya que no f pb . los niños, tratados c¿mo una mercancíaª, intervenían ent~e l~s a ncantes y los administradores del impuesto de los pobres · Cmcuenta, ochenta cien niños eran cedidos en conjunto, y embarcados, como ga· nado c'on destino a la fábrica en la que habrían de permanec?r ~ce· rrad~s durante largos años. Tal parroquia, para que el ~e?oc10 ese mejor, estipulaba que el adquirente debería aceptar a los id1ot~s, e~ la · ' de uno a veinte s Estos «anrendices de las parrogmas» ue· -"" proporc1on PEEL, Robert, ante la Comisión d~ 1816 : Report 1 Véase el testimonio de .d employed m the manufac· from the select commitee on the state of the chil ren \.'\1

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~ tori;s, (ág. 1.3~;

o era nueva; l as parroquias habían tratado, en todo ti~mpo, a prac ica n,_ . .d 'n terés de estos que para aligerar de coloc~r ª sus munºs 1s1st~ ºsi6;.;e(~s ye~ c. 30) obligaba ª los . Pª· sus propias cargas. na eY. e r en a rendizaje a estos mnos tronos designados por los Jueces de paz. a toma p de 1767 Joum of the bajo pena de una multa de 10 libras. yease. la OencJuesg l 1 'alqu'le; de los House of Commons XXXI, 24S-49. Segun miss . . un op, e i. d a rendices de las' parroquias» era una práctica corriente desde los tiempos. e p · ue VII ( English apprenticeship and child labour, págs. 248 Y sgs_.). Vease nrbi~ • H SBACl·I w . History of the English agricultura[ labourer, pag. 83, Y tam ien A ·• ·· ·¡ · • 36 HuTCHINS y HARRISON: H istory of f actory legis ation, p~gs: · · . a 3 Se l es pedía por cubrir el expediente, su consentim1en¡o, P~:~ duedS inarse lo ue est~ valía y a qué fraudes daba luga,r tal orm 1 a : " e es !firmaba gr~vemente, de la manera más positiva y más solemne, 9ue todos, desde 11 d a la fábrica iban a transformarse en damas y en senores, que come· ~fan er~~s:beef y plum-pudding, que se les per~itirí~ montar los caballos ~e i us amos ue tendrían relojes de plata y sus bols1llos siempre llenos..Y no eran _os sirvi;n~s del workhou.se u. otros subalternos. los autores dJe . e~e~~~~m~f e/i~t~~; 1 sino los propios func1onar1os de l a parroquia.» BnowN, · · Blincoe, en «The Lion», I, 121. riíñCto. con l a parroquia 4 Un ejemplo típico es el de Samuel Oldknow, ~,?n d de Clerkenwell un trato para la provisión de 70 nm s (1796!· Al enterarse e los padres de algunos de Jos niños «ha 'an ve)lfclo llorando a su· . · esta no t JCia, . l t' para un destino licar ue se les d evolviese a sus hijos antes que ver os par ir , p 1 ·q UNWIN G · Samuel Oldlcnow and the Arkwnghts, pag. 171. tnn CJano.» , .. ~ R eport de 1816, pág. 39.

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LA REVOLUCION INOUSTJ1 lAL Y LA Cf, ASE OllREllA

4-05

ron, al principio, los únicos niños empleados en las fábricas. Los obreros se negaban, y con razón, aenviara los suyos 1 • Su rcsistoncia, desgraciadamente, no duró mucho tiempo ; empujados por la necesidad, se resignaron a Jo, que antes tanto los había horrorizado. La ~ circunstancia atenuante de los actos odiosos que debemos recordar brevemente es que el trabajo forzado de los niños no era un mal nuevo. En el taller doméstico, la explotación de los niños se practicaba como una cosa completamente natural. Entre los quincalleros de Bir· mingham el aprendizaje comenzaba desde la edad de siete años 2 ; entre los tejedores del Norte y del Sudoeste, los niños trabajaban a los cinco años, a los cuatro años, desde que se los juzgaba capaces de atención y de obediencia 3 • Lejos de indignarse, los contemporáneos encon· traban eso admirable. Yarranton recomendaba el establecimiento de escuelas de industria, como las había visto en Alemania, donde doscientas niñas, bajo la férula de una maestra, hilaban sin descanso, obligadas a un silencio absoluto, y azotadas si no hilaban bastante bien o bastante de prisa. «En ese país-añadía--el hombre que tiene más hijos es el que vive mejor, mientras que aquí, cuantos más se tienen, más pobre se es; allí los hijos enriquecen a sus padres, aquí los reducen a la mendicidad» 4 • Defoe, al visitar Halifax, se maravillaba de ver a niños de cuatro años ganarse la vida como personas mayores 5 • La frase de William Pitt sobre el trabajo de los niños, que Michelet, con su habitual exuberancia de sentimiento y de lenguaje le ha reprochado como un crimen, no era más que la expresión trivial de una opinión ad· mitida 6 • 1 Report de 1816, pág. 8. Véase ALFREO: H ist. of the Jactory mouement, I, 16. «Durante mucho tiempo los obreros miraron como una vergüenza para un padre el dejar a su hijo entrar en la fábrica. El que se resignaba a ello se convertía en la mofa de la ciudad.» 2 Journ. of the H ouse of Commons, XXVIII, 496. 3 DEFOE: Tour, II, 20; III, 101. 4 YARRANTON, A.: England's improuement on sea and land, I, 4.S-47. El autor del Essay on Trade, en 1770, eJnpleaba palabras análogas. 5 No hay, por decirlo así, ni una persona, P.Or encima de Ja edad de cuati·o años, que no esté en condiciones de ganarse la vida con el trabajo.» DEFOE: Tour, III, 101. 6 Véase MICHELET: L e Peuple, págs. 90-91: "En la violencia del gran duelo entre Inglaterra y Francia, cuando los manufactureros vinieron a decirle a M. Pitt que los salarios elevados del obrero los imposibilitaban para pagar el impuesto, dijo una frase terrible. «Tomad a los niños.» Esa frase gravita pesadamen te sobre Inglaterra como una maldición.» Lo malo es que nunca fue pronunciada. He aquí el pasaje de un discurso de Pitt al que Michelet parece hacer alusión: «La experiencia ha mostrado ya todo lo que puede producir el trabajo de los niños y la ventaja que se puede hallar en emplearlos tempranamente en las labores de que son capaces. El desar!'ollo de las escuelas de industria debe dar también resul· tados materiales ir.nportantes. Si alguien se tomase la Jl\Oleslia de calcular el valor total de lo que ganan desde ahora los niños educados según este método, se sorprendería al considerar la 1 carga de quo exonera al país su trabajo, que basta para subvenir a su mantenimiento, y los ingresos que sus esfuerzos labo·

IOl1

PARTE

III :

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

¿Se dirá que en la antigua industria el niño era siempre un apren· diz en el sentido propio del vocablo, es decir, que aprendía un oficio en lugar de ejecutar, como en las fábr icas, faenas de bracero? Pero el aprendizaje real no podía empezar más que cuando el niño estuviese en edad de aprovecharlo : durante varios años el «aprendiz» no podía desempeñar otro papel al lado del obrero que el de auxiliar gratuito o muy poco remunerado. ¿Se dirá que vivía en condiciones menos desfavorables a su desarr ollo físico? Pero sabemos lo que hay que pensar, con respecto a la higiene, del taller doméstico. ¿Que era tratado con dulzura y que no traba jaba más allá de sus fuerzas? Pero los mismos padres, aguijados por la necesidad, se mostraban a veces como los más exigentes, cuando no los más d uros de los maestros 1 . Hechas estas reservas, hay que reconocer q ue la suerte de los empren· dices de las parroquias» en las primeras hilaturas fue particularmente lamentable. Al arbitrio de los patronos, que los mantenían encerrados en edificios aislados, lejos de todo testigo que pudiese conmoverse con sus sufrimientos, padecían una esclavitud inhumana. Sus jornadas de trabaj o no tenían otro límite que el agotamiento completo de sus fuerzas : duraban catorce, dieciséis y hasta dieciocho horas 2 , y los capataces, cuyo salario aumentaba o disminuía con la obra ejecutada en cada taller 3 , no les permitían demorarse ni un instante. De los cuarenta minu- ¡ tos concedidos en la mayoría de las fáb ricas para la principal o la única j riosos y los hábitos en los que son formados vienen a añadir a la riqueza nacio· ~al.» PITT, W.: Speeches,~?.,l (Discusión del bill Whitbread sobre la asistencia pública, 12 de febrero d~. Hacia la misma fecha, «un caritativo» sacerdote de la Iglesia anglicana, que se interesaba particularmente en el bienestar de las clases laboriosas (el reverendo David Davies), recomendaba que en todas partes se adoptase la regla aplicada en el Rutland en 1785 : que no se asigne ningún socorro para los niños mayores de seis años que no sepan hacer punto, como tampoco para l os niños mayores de n ueve años que no sepan hilar el hilo o la lana.» BowoEN : Industrial society towards the end of the XVlllth centllry, pá· gina 276. 1 CoocKE-TAYLOR, W.: Notes of the manufacturing distric of Lancashire, pág. 141. Según un viejo obrero que había empezado a trabajar hacia 1770, <
~~~~~~-r_r_1:~L_A~R_E_VO~L=U=C=I~O~N:....:IN~D:U:S:T~R~l:AL:::_Y~L~A~C=L~AS=E~O~D~n~E~ll~A~~~~~-4~0~7 t~

I comidda, unos veinte se consagr aban a la limpieza de las máquinas

1 . A 11 ~enu o, .Pª~ª no detener el funcionamiento de! u tila je ol traba. tmuaba sm mterrupción, día y noche. En este caso se I~rmahan ~o u~on­ que se relevaban: cdos lechos no se enfriaban 1· amás» 3 I o ~d ipos eran muy fr t b d · ' s acci entes . d 1 ecuen es, so re t.<: o hacia el término de las jornada& dcmas~a o b ar3as, cuando los nmos, extenuados, se adormecían u medias 1 :. ~ a an . 0 nar el trab~ j o: los dedos arrancad os, los miembros a p1as· a os po_r 1.ºs. engrana.ies, eran incontables.

:::a. t~~7a~~~:der~sm fero\ ~i se puede llamar disciplina al despliegue .!!_Om re, y a veces, de una crueldad refmada ue

de

se_ sacrnba a placer en seres indefensos. El relato famoso de los sufriaprendiz de fábrica, Robert Blincoe, hace . orror · En Lowdham, cerca de Nottin ham adonde fue envrndo en 1799 con un lote de unos ochenta niños d; ambos sex ~ c¡n~entab~n con emplear el látigo; bien es verdad que se le empleJi~ l es e a mana.na a la_ noche, no solo para corregir a los a rendices or a f~lt~ más ligera, smo_ para estimularlos al trabajo, par: mantene:ios desp1eitos cuando la fatiga los postraba 4 En J f'b · d Lº · ' 1 a· . · a a nea e itton era ª -~º muy _1stmto: el patrono, un tal Ellice Needham golpeaba a los¡ mnos a_ p!!netazos, a p~tadas, a trallazos; una de sus ~entilezas consis-

::;~::ce~ºP;:t:ahdos p~r ~n

Report de 1816 pág 97. BRo J M . 193. Esta cu'estió~ es, objet:de -~n "no~::b~1r oft ~~bedt ~~incoe», en The Y i' en The town labourer, cap. VIII. e es u 10 e AMMOND, J. L. Idem, pág. 115. No hemos dºd . . . 1 0 po . encon liar referencias precisas 50. bre el sistema en uso en las h .1 bable, a juzgar por la duración i ~~u¡i~s d~glesa~ a fines del siglo x~m; es provasen en tres turnos, trabajando cada uno J~s .J~~na~as, que l?s eqmpos se relede ocho horas. En ciertas hilatura . 1~c1se1s 1oras al di.a con un descanso más que doce horas . s, s?n _em argo, os aprendices 1)P trabajaban lo h" d l d ' p. eJ., en las fabricas de Paisley visitadas en 1786 t. T b' · d \_ . por . s lJOS e uque de La Rochefoucauld-Lian sm los intervalos necesarios para come d cour · "Pra a1an oce horas segmdas, son reemplazados por otros de maner r y es~ansab.. ero pasadas esas doce horas los domingos .. . He reo-un'tad . ª que e_ tra 8 JO ?º se interrumpe más que salud y se me ha r~sp~ndidoo s1 este trtbªJR no tema consecuencias sobre su aux montagnes, lI, carta del 9 d~uem:º~" A OCHU"OUCAULD-LlANCOuR;: Voyage a sus aprendices desde las seis de 1 Y ~e 17~6. Samuel. Oldknow hacia trabajar «reputación de maestro excepcional~em:naha asta las siete. de la tarde. Pero su ln e umd abno hestaba bien establecida»; alimentaba bastante bien a los n1·n. os Y es man a a acer eJ·erc· · 1 d vecmas a los lJ!Heres. Véase UNWIN G . S l Ol · 1c10 en as pra eras dknow and the Arlcwright, págs. 173-74. .En 1784 ' fos maa-istrad~s d. . Mamlle hºhº e ~nc~~ster,_ dando prueba de un raro sentimiento de\.....res.ponsabilidal' fábricas donde se les impusier~/~ -~ ieron. e a 1stam1ento de aprendices en las y HARR!SON: History o/ factory le!•ldt~ diez, hor9as de trabajo al día. H UTCH!NS 3 R b B. o- a ion, pag. . ? ert lmcoe fu e descubierto en 1822 . J B. , centros mdustriales una encuesta sol f poi · 10wn, que hacia en los 1 de fábrica. El rela ro de s u triste . J~~ ~s e ectos n:orales Y sociales del sistema periódico radical dirigido por R. Ca1rlilencia e~ue18~~bl1ca~~ en 1828 en, J'lie Lion, ~ay que reconocer que se traia de he~h~s . en J ie Pfo~r Man s Advocate. dista en auien d excepciona es re endos por un perio4 Th - L . nio se pue e tener upn confianza absolura. e wn, , 125. 1

Li~n, I,

PARTE

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LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

Ill:

tfa en pellizcarles una oreja entre las uñas lo bastante fuerte_Q9mo para atravesarla 1 • Los c~taces eran peores. Uno de ello_?, Robert Woodl/ ward, inventaba t~rturas ingenio.sas. Fue él q~ien. imaginó c?l~ar a /<.\ Blincoe de las munecas, por encima de una maquma en mov1m1ento, ') '/ cuyo vaivén lo obligaba a tener las piernas dobladas ; hacerle trabajar casi desnudo en invierno, con grandes pesos sobre los hombros; limarle los dientes. El desgraciado había recibido tantos golpes, que su cabeza estaba cubierta de llagas; para curarlo se empezó por arrancarle los cabellos mediante un casquete de pez 2 • Si las víctimas de estas atrocidades intentaban huir, se les ponían grilletes en los pies. Muchos pensaban en el suicidio : una muchacha que aprovechando un momento en que la vigilancia se había relajado, había corrido a arrojarse al agua, obtuvo así su libertad: se la despidió, «temiendo q ue el ejemplo \ fuera contagioso» 3 • Todas las fábricas, sin duda, no fueron teatro de tales escenas, pero no eran tan raras como S!J. horror haría s~_er ~. y ~e renovaron h~sta .. 9_!!e no fue instituido un control muy severo . Aun sm m8los tratos, el exceso de trabajo, la falta de sueño, la sola naturaleza de las tareas impúestas a los niños en la edad del crecimiento habrían bastado par~ arruinar su salud- y deformar su cuerpo:-Añacfase a esto la alimentación mala e insuficiente, pan negro, gachas de avena y tocino rancio 6 • En Litton Mill los aprendices se peleaban con los _cerdo~ que se cebaban~~ en el patio de la fábrica para disputarles el contem! o de su gamella 7 -

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The Lion, l, 191-92. l) 'lf i' lbíd., págs. 189-90. t 3 lbíd., pág. 219. 4 William Hutton nos ha dejado el relato de sus sufrimientos en la fábrica I_¡, fundada por los her¡nanos Lombe, en Derby: «Es en este curioso pero terrible 11 establecimiento donde pasé los siete años de mi aprendizaje, que siempre he considerado como los más desgraciados de mi vida... Por bajas que fuesen las '1) máquinas, yo era demasiado pequeño para alcanzarlas; para re~ediarlo se fa. bricó un par de allos zuecos de madera que se me ataron a los -pres y~ que .arrastr~ nmigo hasta que mi estatura se hizo . sufici~nte. P ero la cautividad y el tr~­ IÍaio.Áio eran nada al lado de la brutalidad intolerable, cuyas marcas todav1a ~-" HUTTON, W.: Hist. of Derby, pág. 160. 5 Los jueces de paz tenían el derecho de anular los contratos dyaprendizaje por malos tratos infligidos a los aprendices. La ley 32 Geo. III, c. ff7 (1792) obli· ga al patrono, en semejante caso, a dejar al aprendiz los vestidos 411e l~á dado y a pagar a su familia o a su parroquia una indemnización que plleife elevarse hasta un máximo de 10 libras. Una ley votada el año siguiente (33 Geo. III, c. 55) castiga además al patrono delincuente con una multa al arbitrio del ju.ez. ~ero estas disposiciones permanecieron corno letra muerta o poco les falto. Vease The Lion, I, 225. La encuesta de 1832 muestra la persistencia del mal que habrían debido remediar. Véase ALFnED: Hist. of the /actory movement, I, 279, . 284-86, 305, ele. 6 The Lion, l, 149, 186. Statement of a clergyman, en ALFRED, ob. cit., I, 25. Oldknow daba a sus aprendices pan de trigo candeal, «porridge» de leche, carne casi todos los días y fruta d~us- huertas. UNWINC, ob. cit., págs. 173-74. 7 The Lion, I, 214-15. t_:.801 una instrucción abierta contra el propietario i

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LA REVOLUCION INDUSTRIAL

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LA CLASll OllllERA

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Las fábricas eran generalmente insalubres: sus arquiLectos se preocupaban tan ~o de la higiene como de la estética. Los techos eran bajos, con el fin de perder el menor sitio posible, las ventanas estrechas, y casi siempre cerradas 1 • En las hilaturas de algodón la borra pulverizada flotaba como una nube, y se introducía en los pulmones, causando a la larga los más graves desórdenes 2 • En las hilaturas de lino donde se prac~icaba el hiúulo en húmedo, el polvo de agua saturaba la atmósfera y calaba los vestidos 3 • El hacinamiento en un aire confinado, qu~ viciaba todavía más, por la noche, el humo de las velas, engendraba una fiebre contagiosa, análoga a la fiebre de las cárceles. Los primeros ca. sos de esta «fiebre de las fábricas» fueron señalados e~ en los 1 alrededores de Mancheste·r 4 : se propagó un poco de tiempo por la mayo- 1 ría de los centros manufactureros, donde ocasionó numerosas víctimas. Por último, la promiscuidad del taller y del dormitorio daba lugar al desarrollo de una corrupción de costumbres peligrosa, sobre todo cuan· do se trataba de niños 5 , y, desgraciadamente, fomentada por la conducta indigna de cierto número de patronos y de capataces, que la apro.\: vechaban para dar rienda suelta a sus bajos instintos 6 • Por esta mezcla f ~, de depravación y de sufrimiento, de barbarie y de abyección, la fábrica ~ presentaba a una conciencia puritana la perfecta imagen del infierno 7 • ,\' 11



1\

de una hilatura de seda situada en Watford (Hertfordshirc) estableció que dejaba literalmente morirse de hambre a sus aprendices. Se mató para escapar a las diligencias criminales. Gentlemari's Magazine, LXXI, 1157. 1 A short essay written for the service o/ the proprietors of cotton mills and the persons employed therein (1784), pág. 9; DossoN, sir Benjamín: Humidity in cotton spinning, pág. 8. 2 Id., ibíd. GASKELL: Manufacturing population of England, pág. 260. 3 First report from the Central Board o/ H. M.'s commissioners on the employment of children in factories (1883), pág. 328. 4 «U na enfermedad contagiosa se ha declarado en una hilatura, cerca de Manchester, y ha hecho perecer a un gran número de personas. Era una fiebre maligna que se tran smitía a familias enteras. Hacía estragos en las gentes de todas las edades, pero los que más la padecían eran los adultos.» A short essay written for the service of the proprietors of cotton mills and of the persons employed therein, págs. 4-5. Blincoe vio hasta cuarenta aprendices, de ciento sesenta, atacados al mismo tiempo: la mortandad era tan grande que «Mr. Needham juzgó prudente repartir los entierros entre varios cementerios». The Lion, I, 185. 5 Esta cuestión ha sido largamente estudiada por GASKELL, P.: Manufacturing population of England, págs. 64 y sgs. Véase el R eport de 1816, pág. 104. 6 «La indecencia grosera que reina en ciertas hilaturas de algodón supera a la de la más baja prostitución. Los patronos tienen conocimiento de ella, pero sería peligroso saber demasiado sobre este capítulo... Todos los que conocen las 1 hila turas saben que los directores, los capataces, las personas en general que mandan en los talleres, han figurado con h arta frecuencia entre los autores res· ponsables de estos escándalos.» PLACE, F.: Additional MSS (British Museum), 27.827, pág. 192. 7 Una hilatura de Lancashire, en 1787, fue denominada la «puerta del infierno», Hell's Cate. El maquinismo, se' leía en un artículo del Gentleman's Magazine l'

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111!

PARTE 1lI:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

Enlre los que resi_?tÍan las pruebas ~estos terribles años de apren
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aparecido enG 02, «no puede ser considez:ado más ~~e como un mal sin ~e7cla de bien, mal a la vez moral, médico, religioso y poht1co : en. l as_grandes fabricas ' parece que la corrupción, llevada a su colmo por la prom1scmdad, al~anza un grado de virulencia cuyo equivalente se buscaría en vano fuera del infierno». ' Gentleman's Magazine, LXXII, 57. l GASKELL, P .: Manufacturing population, pág. 195. Véanse las declaraciones ante la Comisión de encuesta de 1832. 2 The L ion, I, 181·82. 3 ccSe decía que el minutero a menudo corría de golpe, cuando llegaba a lo alto de Iai esfera a la hora del almuerzo; eso apenas sucedía en a!gún º?'º momento de la jornada. Yo lo he visto con mis propios ojos correr tal vez cmco mmutos; cuai:ido en realidad no eran más que las doce del día, avanzaba hasta la doce Y cmco. · · No puedo decir cómo se hacía esto, pero pensamos todos que era, para acortar el tiempo de n uestra comida. Habíamos barruntado la cosa, y un drn una doce:ia de entre nosotros miraron a la ventana, justo en el momento d eseado, Y ocurn~, rn efecto, como se había dicho.» First repo~t from . the Cen~ral Board of, H. M. s rnmmissio1iers... on the employment of children in faetones (1833), pag. 9.

!II:

LA REVOLUCION INDUSTRIAL Y LA CLASE OBRERA

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J 11 tenían lugar cuando1 le placía al patrono;

y les eslaba prohibido a los obreros llevar reloj • Aquí se descubre la causa verdadera de los males imputados al maquinismo: 'él poder absolüto y sin control del capita1ista. Por lo aemás, en este tiempo heroico ae fas grandes empresas tal poder es confesa
III Un discípulo de Adam Smith, en 1797, definía en estos términos la situación del trabajador manual: «El hombre que a cambio de los productos reales y visibles del suelo no puede ofrecer más que su trabajo, propiedad inmaterial, y que no puede subvenir a sus necesidades de cada día más que por un esfuerzo de cada día, está condenado por la natu1 «Yo estaba entonces en la fábrica de Mr. Braid ... Allí se trabajaba en verano tanto como d maba la claridad del día y no podría decir a qué hora se \ paraba. Nadie, excepto el patrono y su hijo, tenía reloj, y no sabíamos la hora. .r Había un obrero que poseía un reloj; era un amigo, según creo, quien se lo había dado. Le fue confiscado y guardado por el patrono, porque había dicho a los camaradas la hora que era.» AL FRED : The factory movement, I, 283. 2 R eport de 1816, pág. 115 (declaración Williams Sidgwick). La ley de 1802 (42 Geo. III, e. 73) había prohibido hacer traba jar a los aprendices durante la '~. noche, pero los manufac tureros se ponían en regla ajustando a jóvenes obreros sin contrato de aprendizaje. lbíd., pág. 137.

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PARTE Ill:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

rulcza a encontrarse casi absolutamente a merced del que lo emplea» 1 • Así ocurría antes que la revolución industrial hubiese comenzado. Hemos visto a los tejedores del Sudoeste, a los sastres de Londres, a los tejedores de medias de Nottingham, sometidos al capricho de los fabricantes que les distribuían trabajo a domicilio. Asimismo la suerte de los jornaleros estaba en manos de los granjeros y de los propietarios, de quienes dependían a la vez como obreros que vivían de su salario cotidiano, y como cottagers establecidos por tolerancia en tierra ajena. La oposición entre el trabajo y el capital, punto sobre el que nunca insistiremos demasiado, es anterior en muchos siglos a la revolución industrial. Sin embargo, jamás se había marcado tan netamente. Por una parte el manufacturero, poseedor de las fábricas y de las máquinas, dispone de un poder más formidable que el de todos sus predece!'¡ores: tiene sus capitales, rápidamente multiplicados por la acumulación del trabajo humano, y tiene su utilaje mecánico, que lo sirve como un pueblo de esclavos, y contra el cual toda lucha sería desastrosa y vana. Por otra parte el obrer o, ante este poder abrumador, se siente más débil que nunca. Si ya, las más de las veces, no estaba en condiciones de discutir el salario que se le ofrecía, había por lo menos, entre el patrono y él, una apariencia de transacción., debatida individual, ya que no libremente. Bajo el régimen de la gran industria el contrato individual de trabajo no es más que el medio de consumar la servidumbre del individuo: unidad perdida en una masa, o, si se quiere, soldado regimentado en un ejército, es preciso que se someta, de grado o por fuerza, a las condiciones comunes. ¿Cuáles eran estas condiciones? ¿En qué medida diferían de las que se le imponían al obrero antes de la gran industria o fu era de las fábricas? ¿Cómo reaccionaban sobre los salarios de la pequeña industria, que empleaba todavía una población tan numerosa? Son cuestiones de importancia capital a las que se desearía poder aportar respuestas precisas y completas. Por desgracia, los documentos estadísticos, no solo por lo que concierne al período que estudiamos, sino para todos los períodos anteriores a las grandes encuestas y a los censos regulares del siglo XIX, son de una insuficiencia que hace su uso dificil y engañoso. El último volumen de la Historia de los precios, de Thorold Rogers 2 , obra a la que, por lo demás, se le puede dirigir más de una 1 EoEN: State o/ the poor, I, 476. La idea de que la condición del obrero es el resultado de una especie de fatalidad económica se expresa, desde esta época, como una verdad demostrada: «No es posible que los argumentos de los filántropos tengan nunca fuerza suficiente para determinar a l a masa de los em· pleadores a aumentar los salarios de los empleados, porque hay un conjunto de circunstancias ineluctables que ni el patrono ni el obrero pueden modificar a su antojo y que son las que regulan las demandas de estos y las concesiones de aquellos.» lbíd., pág. 494. 2 TnonoLD RocEns, J ames E. : A history o/ agriculture and prices in England

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LA REVOLUCION INDUSTltIAL V LA CLASE ODll EllA

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crítica , no contiene ninguna indicacjón relativa a los solorios indus2 U:iales • Las cifras anotadas en los propios lugares por observadores dignos .de confianza, como Arthur Young y los corresponsales del Board o/ Agrzculture,. las. _que Eden recogió, desde 1790 a l 797, pnra su monumental comp1l~c1on sobre la Condicwn de las clases pobres 3, )as que se .encuentran dispersas en gran número en los documentos pad nmentanos; en fin, las que hallamos directamente en los libros do cuantas de algunas casas antiguas, escapadas por milagro a la suerte de los papelotes inútiles, y que los historiadores estudian hoy día metódica4 mente , ofrecen garantías evidentes de exactitud. Pero eso no basta. \an pronto como se intenta agruparlos, aparecen enormes lagunas: rcg10nes Y épocas enteras permanecen en la sombra. Las conclusiones fundadas sobre estos datos incompletos deben sernos tanto más sospechosas cuanto que sabemos cómo variaban los salarios y los precios de una provincia a otra 5 : las cifras más auténticas resultan las más apro~in;ativas, desde el momento en que se pretende sacar medias y estad1s ticas generales. Con esta aproximación tosca es, empero, con lo 0279-1793), vol. VII 0703-1793), en dos partes publicado después de la muerte del autor bajo el cuidado de Mr. Arthur L. Ro~ers, 1902. 1 Hemos indicado brevemente algunas de estas críticas en una comunicación a la Sociedad de Historia Moderna. Véase Bulletin de la Societé d'Histoire Moderne, págs. 98-99. 2 Las tablas d? los P_Tecios d ef traba¡o (págs. 493-528) no nos dan apenas, aparte de los salarios agn colas, mas que los de los obreros de la construcción. L as . tablas redactadas con ayuda de los Viaies, de Young, están consagradas exc~us1vamen~e a los sal~rios agrícolas. Es cierto que el libro de Th. Rogers se lilula A history o/ agnculture and prices. Pero se juzgaría al menos tan natural encontrar listas de salarios industriales como la cotización diaria de las acciones de la Compañía de las Indias (véase págs. 803·83). ~ Sobre su documenta_ción, . véa~e State o/ the poor, prefacio, págs. J.IV. E?- ese orden de rnvesllgac1oncs se deben trabajos del mayor valor a G. Unwm Y a sus colaboradores, que han dado a conocer los archivos de Samuel Oldknow; a T. S. Ashlon, que ha estudiado los man uscritos de Sobo de Coalbrookdale, de T~untsman, de Horsehay y de Thorncliffe; a J. L. y B. Ham: ¡nond, q~e han sab1d? extr.aer de ~os documentos del Ho me O/fice (Ministerio del ~ntenor) tan precrnsas mformac1ones ; y a J. Lord, a quien le han sido comunicados los documentos de Tew Park, donde se encuentra una parte de la corre~pondencia entre Boulton y Watt. Queda por emprender, sobre la base de s~meJ~ntes document?s y de los archivos municipales, un estudio general de la ?1ston~ d e los salarios en la industria durante las primeras décadas de la era rndustnal. ~ A. Young había creído poder establecer una tabla general de los salarios agn colas, mostrando su decrecimien to a partir de Londres. North o/ England, IV, 293-~6..Pero el cuadro rcdac;ado ~or A. Bowley ( W ages in the United K.ingdom, apend1ce) muestra que hab1a vanos centros de altos salarios, principalmente en el Este ~Norfolk, Suffolk) y en los Midlands (Wanvick, Leicester, Nottingham). Las cifras extremas son, por semana : En 1770, 9 chelines (Surrey y Nottingham) y 6 chelines (York); en 1793, 10 chelines (Surrey) Y 7 chelines ( Cumberland); en 1795, 11 chelines (Kent) y 7 chelines (Cornualles). '

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PARTE III:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

Ill: LA REVOLUCION INDUSTR!AL Y 1. A CLASE ODREllA

q uo tonemos que contentarnos, mas sin. engañarnos. sobre su valor y sin olvidar que la verdad no es nunca mas que parcial y local. La insuficiencia de los documentos aumenta la dificultad de inter· pretarlos, que seguiría siendo muy grande aun cuando fue~en má~ abundantes y más seguros. Si se quiere conocer, no el salano nommal, la suma de dinero pagada por un tiempo o un trabajo dados, sino el salario real, con el poder adquisitivo que representa, se aborda u~ problema difícil y complejo, cuya solución no podría obtenerse mas que por la comparación de datos múltiples. En primer lugar sería men~;er saber cuál es el importe del salario para un mes, para una estac10n, para el año entero, y en qué proporció~ se reduce por el paro volu.nta· rio o forzoso: un obrero puede estar bien pagado, y ganar poco. si no trabaja todos los días. Sería preciso saber si tiene algunos recur~os, aparte de su oficio: era el cas~ del obrero de los c?mpos, ya ~stuviese relativamente acomodado y cultivara un cuadro de tierra o enviara una vaca lechera al comunal, ya hubiese caído en la indigencia y recibiera socorros de la parroquia. Haría falta conocer la aportación respectiv.a del marido, de la mujer, de los hijos, al presupuesto anual de la fami· lia. Suponiendo tratada esta parte del problema, <:Iuedaría. otra, no me· nos ardua. Habría que establecer, al lado de la hsta de mgresos de la economía obrera, la de los diferentes artículos de gastos. ¿Basta para ello conocer el precio de los géneros y del alojamiento? Pero si igno· ramos cuáles son los géneros efectivamente consumidos y su puesto relativo en las necesidades y los hábitos del consumidor 1 , este cuadro de precios no nos enseñará gran cosa. En resun::en, para estar en con?icio· nes de concluir, habría que poseer una multitud de elen::entos de mÍOr· mación que casi siempre nos faltan, salvo para el penodo contempo· ráneo. En verdad no llegaremos a captar más que relaciones exteriores y burdas entre los fenómenos: podem?s establecer, por. ej~mplo, la diferencia del salario nominal de un oficio a otro, sus vanaciones durante un cierto tiempo y las variaciones, correlativas o no, del precio de tal o cual género. Sucede a veces que estos fenómenos siguen una marcha lo bastante netamente dibujada como para que se pueda sacar una conclusión inmediata: cuando, por ejemplo, se produce una fuerte subida de los precios sin que los salarios aumenten, o viceversa. Pero más cuentemente su interpretación es difícil, y siempre más o menos arbitraria, cualquiera que sea el esfuerzo que se haga para evitar~o .. Tal interpretación sería imposible sin l¡i ayuda de documentos descnptivos,

fr«:

- 1 ~ Cunningham hace observar que los jornaleros, en la . Edad Media, podían procurarse gratuitamente ciert?s artículos 9-e consumo. cornente que hoy se verían obligados a comprar (por e¡emplo, la lena), y que ignoraban compl~t,a· mente otros artículos que han llegado a ser casi indispensables P.ara .la poblac1on obrera inglesa (p. ej., el té, el tabaco). Véase Growth of English industry and commerce, II, 937-42. Hay que tener en cuenta sobre todo el lugar cada . vez más importante ocupado en la alimentación por la carne y el papel de las bebidas ulcohólicas.

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menos precisos quizá, pero a menudo más exactos que las estadísticas incompletas. Tratemos de despejar los hechos esenciales. Uno de los más manifi7stos, lo mism~ ª?tes que después de la aparición de la gran indus· tna, es la supenondad de los salarios industriales con respecto a los s.alarios agrícolas i . En 1770 un jornalero recibía de cinco a seis chelmes por semana en invierno, y de siete a nueve chelines en verano: en el mo~ento de la siega podía ganar hasta doce chelines 2 , pero durante un .tiempo forzosamente limitado y en algunos distritos solamente. En l.a mism? época? un tejedor de cotonadas, en Manchester, ganaba de siete a diez chelmes por semana 3 ; un tejedor de paños, en Leeds, alrededor de ocho chelines 4 ; un tejedor de droguetes, en Braintree, en el condado de Essex, nueve chelines 5 ; un tejedor de mantas de Witney ó un obrero de ta~ices de Wilton, once chelines y más 6• Los peinadores de 1a.~a, q?e gracias a su pequeño número, a su habilidad técnica y ta1?~1en? sm duda, a su precoz organización, ocupaban una situación pnvilegia~a entre los obreros de la industria textil, ganaban fácilmente trece chelmes por semana: este salario era aproximadamente el mismo en t~da Inglaterra, en razón de los hábitos nómadas de los peinadores, que iban a buscar trabajo de ciudad en ciudad, y en todas partes se sos7 tenían entre s~ • Los fogoneros de altos hornos, en Horsehay, ganaban unos 12 chelmes por semana; los herreros de Rotherham 13 chelines: los cuchilleros de Sheffield, 13 chelines y medio 8 ; l~s mineros de Newcastle, 15 chelines 9 ; los alfareros de Straffordshire, de ocho a doce chelines, según su especialidad io. Entre los obreros menos pagados, ha~ que citar a los calceteros de telar, duramente explotados por los íabncan,tes; los de Leicester, en 1778, llegaban a ganar cinco chelines, s~is peniques por semana, trabajando quince horas al día; los de Nottmgham se quejaban de que, después de haber deducido de su salario a destajo todos los gastos de taller dejados a su cuenta, apenas 1 Circunstancia que ayudó ciertamente al l'eclutamiento de la mano de obra industrial. Véase BowoEN: Industrial society, págs. 253 y sgs. 2 ~or ejemplo, en las cercanías de Londres y en los condados del Este, países d e r ult1vo de los cereales. YouNc, A.: Southern counties, pág. 62, y North of England, I, 171; III, 345. El salario en metálico sufría una ligera disminución cuando el uso local concedía al jornalero una medida de cerveza ligera ( small beer); se reducía a la mitad para los gañanes, que tenían derecho a la comida y al alojamiento (board). 8 YouNc, A.: N orth of England, III, 190. 4 Id., ibíd., I, 137. 5 Id., Southern counties, pág. 65. G Id., ibíd., pág. 270. 7 Id .. North of England. A sn'I'ON : lro11 wul stcel in thc industrial revolu. tion, pág. 190. ~ Id., ibíd. , I, 115 y 123. 9 Id., ibíd., ~V, 322, y BnANO: llist . of Ncwca.~1fc, H, 681. 10 YOUNC, A.: North o/ Engfm¡.d, Jll , 25.5, y ./l, Wl'l''J', L.: 1'he ceramic art o/ Great Britain, II, 167·68.

PARTE I!I: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

IM quedaban cuatro chelines y medio por el trabajo de toda una.~­ mana 1 . Pero incluso en este caso extremo, agravado por una cns1s temporal 2 el salario nominal apenas descendía por debajo del que r ecibían normalmente, durante dos tercios del año, la mayoría de los trabajadores agrícolas. A fines del siglo, la diferencia no solo se había mantenido, sino a.cr:centado sensiblemente. El salario de los jornaleros, durante esos vemt1· cinco años que vieron tan grandes cambios en el orden económico y social había aumentado en notables proporciones: siete a ocho chelines en in~ierno, ocho a diez durante los meses de verano, habían llegado a ser la tasa ordinaria 3 • Pero los salarios industriales habían aumentado más de prisa todavía. En 1795, los obreros empleados en las hilaturas de algodón de Manchester, Bolton, Bury y C~rlile, ganaban, ª. p~s:i;r de las frecuentes jornadas de paro, una medra semanal de diec1se1s chelines"'; especialistas como los estampadores de indianas ganaban veinticinco chelines 5 • Los metalúrgicos, en Birmingham, en Wolverhampton, en Sheffield o-anaban de 15 a 20 chelines: era lo que Boulton y Watt 0 daban a su~ obreros 6 • Estos altos salarios se explican por el estado 1 Fabricaban en una semana 12 pares de calzoncillos, obteniendo 7 peniques por par, o sea 7 chelines de salario bruto. Pero de estos 7 cheline~ había que deducir 9 peniques por el arriendo del telar de hacer punto, 3 peniques por el del taller, 4 peniques d e agujas, 2 peniques para el bracero que. prepara~a la labor, 5 peniques para el fuego y la luz .durante las horas ~e. !rabaJo, 7 p~nique s para la costura, o sea, 2 chelines 6 peniques de gasto. Pet1c1on de los te¡edores de medias, ]ourn. o/ the House o/ Commons, XXXVI, 740. 2 Al año siguiente el salario medio volvió a subir de 4 chelines 6 peniques a 6 y 7 chelines. lbíd., XXXVII, 371-72. 3 EDEN, F. M.: State of the poor, II, 11, 17, 24, 45, 135, 275, 280, 3i9, 395, 424, 589, 712. Los cifras citadas por Eden son de los años 1795 y 17_96. Para los años precedentes, véanse los Agricultural Surveys del Board of Agnculture apa· recidos en 1794. 4 EDEN: State of the poor, II, 60, 294, 360. «Trabajan raramente los lun es y muchos de ellos paran dos o tres días por semana. Hay que reconocer, por lo demás, que no es posible actualmente encontrar trabajo regular y sin interrup· ción para todos los que lo desean.» Id., ibíd. , II, 357. 5 Minu,tes of evidence taken be/ore th e committee to whom the petition of several journeymen callico-printers ... was referred (1804), pág. 17. Radcliffe los describe así : están «bien vestidos, los hombres llevan un reloj en el bolsillo de su chaleco, las mujeres van trajeadas como les place», en sus casas se ven «elegantes relojes de caoba, b ellos juegos de té de porcelana de Staffordshire con cucharas y pinzas para el azúcar, de plata o d e plaqué». RADCLIFFE: Origin of the new system, etc., pág. 67. 6 EoEN, ob. cit., II, 655, 739, 873. Los obreros de Boulton y Watt se ajustaban, mediante contratos escritos, por un período de cuatro o cinco años. Un gran mímero de estos contratos han sido conservados en los manuscritos de Sobo. Los salarios aumentaban desde el primero al último año, según una progresión prevista. Joseph Hughes, h errero y ajustador, alistado el 27 de julio de 1795, debía gan ar 16 chelines por semana durante el primer año, 17 durante el segun· do, y así sucesivamente hasta 20 chelines. En 1800 renovaba su compromiso por un período de cuatro años, con la promesa d e un salario invariable, que debía

III:

LA REVOLUCION INDUSTRIAL

Y

LA CLASE OBRERA

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fl_or~dciente dhe las industrias textiles y metalúrgicas, por el desarrollo rap1 º. q~e abía seguido a la transformación de su utilaje y de sus procedimientos. Y se comprende sin dificultad la atracción que han ejef~ido sobre las poblaciones rurales, a las que tantas otras cau~as concurn an a apartar de la tierra. .De las cifras q?e .acabamos de citar, no hay que apresurarse a conclmr .que el advenimiento de la gran industria haya tenido por conseruenc1~ el alza general de los salarios. Esta alza, como se verá pronto, fue mas ap~rente que ~eal, y, en la mayoría de las industrias, fue seguida
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PAJtTE

IIl:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

¿Cómo explicar esta baja? L_a crisis de 1793 solo fue, evi~entem~n­ te la causa ocasional. En esta epoca, y en esta rama de la mdustna, n~ se podía tratar de la competencia hecha por la máquina al trabajo manual: el uso del telar automático estaba todavía tan poco difundido, que los obreros, cuando presentaron sus lamentaciones al Parlamento, no hicieron a él la menor alusión. Lo que causó la depreciación de la mano de obra fue únicamente su abundancia excesiva. El número de tejedores, en un principio insuficiente, se había acrecentado más ~e lo razonable, y entre los recién venidos se encontraban muchos campesmos, habituados a contentarse con salarios inferiores, y dispuestos a someterse sin murmurar a las exigencias de los fabricantes 1 • Atraídos hacia la industria por los salarios elevados del período precedente, precipitaron el movimiento determinado por la competencia, y bien pronto agravado por el maquinismo. En la industria de la lana, en retraso en todos conceptos con respecto a la del algodón, las mismas causas produjer-on los mismos efectos, pero con más lentitud. No hubo subida de salarios comparable a la que había acompañado al ímpetu de la industria del algodón, salvo en algunos distritos privilegiados y por razones enteramente locales. Mientras que en Leeds la ganancia semanal de un tejedor se elevaba, en 1796, hasta 18 chelines 2 , y que en ciertas localidades de Wiltshire alcanzaba una guinea 3 , en todas las demás partes apenas pasaba de 11 ó 12 chelines 4 • La baja fue también menos pronunciada, incluso durante las guerras de la Revolución y del Imperio. Pero lo que las estadísticas no dicen es que el paro, endémico desde hacía mucho tiempo en centros como Norwich, donde la industria había cesado de desarrollarse y de donde la vida parecía retirarse dulcemente, se convertía en un mal general. Los obreros más hábiles, favorecidos por el sistema del trabajo a destajo, aún se ganaban la vida, pero en det~imento de l~ masa de obreros mediocres, que ya no encontraban trabaJo. Los fabricantes sacaban ventaja de ellos: «En Yorkshire, declaraba un testigo ante la Comisión de 1806, han tomado como regla el tener siempre a mano más hombres de los que pueden emplear, en una proporción del 33 por 100, de suerte que nos vemos reducidos a cruzarno~ de bra:os durante una parte del año» 5 • Así se hacía oír, desde los primeros anos del siglo XIX, la triste queja de los tejedores. Su descontento se tral Es lo que muestra muy bien GASKELL: Artizans and machirierr_, P~?· 34. De ahí la gravedad de la situación d espués d e 1815, cuando la termmac1on de \as guerras napoleónicas tuvo por consecuencia un nuevo crecimiento de la mano de obra. Véase CHAPl\!AN: The Lancashire cotton industry, pá g. 46. 2 EDEN: State o/ the poor, II, 847. 3 En Chippenham y Bradford-on-Avon. R eport from the committee on the state o/ the woollen manufacwre in England (1806), pág. 4..38. EDEN, I, 7~2. 4 EoEN, Il, 753 (Kendal, 8 a 12 chelines); 810 (Bradford, 7 a 11 chelmes); 820 (Halifax, 7 a 11 chelines). 5 Report on the woollen manufacture (1806), pág. 111.

III:

LA JtEVOLUCION INDUSTltlAL

Y T.A Cl, ASE

OllRERA

419


En ocho años cuatro encuestas fu eron provocadas por sus peticiones : la de 1800, que concluyó con la institución de un sistema de a rbitraje entre obreros Y patronos ; la de 1802, a propósito del uso del gig mili en las provincias del S udoeste ; la de 1806, sobre .el e~tado de la indus tria de la lana, y la de 1808, sobre el proyecto de un salario mmimo. 2 Se hacían llam~r «gentileshombres peinadores» y en l a taberna se n egaban a bf ber con l_os dernas obreros. WEBB: Hist. o/ Trade Unionism, pág. 38. 13 chelmes por semana en 1770. YouNc, A.: Southern counties, pá g. 270. 9 a 4 10 cheli~es en 1795. EoEN: State o/ the poor, II, 385, 810, 820. Des pues de la g ran huelga de 1825. Véase WEoo : llist. o/ Tradc U11ionis111 pág. 100. ' 5 • . El do/fe~ vigila In máquin.n do cnnlnr y rr·ro¡\'c 1'1 ulgod6n ol anlir d o esta maqum a; el piecer anuda los hilos rolos durn ntc1 In o pr ril<' ir'in dl'I hilado. 6 Hilatura de Wirkswonh, cerco dci Dc1rhy, 1797. 1°;1ll\N : S tatc o/ the poor, II, 130. 7 Las hilander as de lnnu, on K on'd ul, gn nubnn I], clw llncs ; en Lciccster, de

PARTE

III:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

quo nos parezcan estos salarios, es cierto q~e al me~os eran equivale~_tes 1 11 los del período anterior • Nunca el trabajo .fememno y el de los nmos había sido objeto de tal demanda. Pero precisamente este uso cada vez más general de una mano de obra inferior y barata constituía para l~s obreros adultos un verdadero peligro. Fueron }os progresos del maqmnismo los que apartaron este peligro después de haberlo s?scitado: ,ª medida que el utilaje mecánico se desarrollaba, su maneJo se hacia más difícil. Muy pronto hubo que renunciar a los talle~es poblados de aprendices. Aquí, corno en todas las grandes .tra~~formac10nes, fue ~obre todo la transición la que estuvo, para los md1v1duos, llena de dificultades y sufrimientos. Pero se prolongó durant~ .años'. tan dolor~sa ~º1?º fecunda, mereciendo, a pesar de sus beneficios ciertos, la mstmtiva maldición de la muchedumbre.

IV Lo que agravó singularmente los males fueron las circunstancias críticas que atravesó Inglaterra de..,cde 1793 a 181?· El aui:nento ~el salario nominal, que hemos comprobado en la .mayona de las mdustnas, no guardó proporción con el alza de los ~recios causada por la g~erra. Las Islas Británicas recibían ya del exterior una parte de los generos con·s umidos por sus habitantes, principalment~ cereales, cuya ~mporta­ ción se había acrecentado mucho desde 1770 •. El menor obstaculo en el curso regular del comercio marítimo bastaba en adelante para suspender sobre la población inglesa l_a ~enaza de ~a escasez. Los d~s primeros tercios del siglo XVIII hab1an sido un penado de abundanc~a relativa y de vida barata 3 • Fue entonces cuando lo confortable-palab,1a nueva, cosa nueva-había hecho su aparición, no solo en la burgues1a, sino en el pueblo mismo, con los zapatos de cuero y el pan blanco. Los años de 1765-1775 marcaron una época de detención en el progreso del bienestar general. El país, E_robado en la desgracia P?r una suc:· sión de malas cosechas, resonó de quejas sobre la carestia ¿e los Vlveres 4 : el precio del trigo, que desde 1710 raramente hab1a pasado 2 a 4; en Newark (Nottinghamshire), de 1 chelín 6 peniques a 5 chelines; cerca de Northampton, 3 chelines. Id., ibíd., 385, 563, 753, y DoNALos_oN, J.: General 11iew of the agriculture in the county of Northam,pton (1794), pag. 12. 1 Las hilanderas de Jos alrededores de Manchester, en 1770, ganaban de 2 a 5 chelines a la seman a. YoUNC, A.: North o/ England, III, 192. 2 Esta importación variaba mucho de un año para otro, según que la cosecha hubiese sido buena o mala . En 1781 se elevó a 160.000 quarters; en 1785, a 94.000 quarters solamente; en 1790, a 216.000; en 1793, a 482.000. General re port on enclosures, pág. 355. 3 Véase RocERS, Thorold: Six centuries o/ works and wages, págs. 484 Y siguientes. Las cifras extrema~, en las ~ablas d e Eton College, son 53 chelines 4 peniques en 1757 y 22 ch elines 1 penique en 1_744. 4 Tablas d e Eton, publicadas por TooKE: Htst. o/ prices, Il, 387-89. EDEN:

IlI:

LA REVOLUC!ON INDUSTRIAL

Y

LA CLASE OORE!tA

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PARTE III:

l1l:

LAS CONSECUENCIAS I NMEDIATAS

quarter de trigo costó 62 chelines en 1797 y 54 en 1798; la cotización descendió inclusive un instante por debajo de 50 chelines. Mas 'du· rante el invierno riguroso de 1798-1799, se reanudó el alza, más fuerte que nunca : el precio subió a 75 chelines ocho peniques en 1799, a 127 en 1800, a 128 y medio en 1801 1 • Eran literalmente precios de hambre: el pan de cuatro libras se vendió hasta un chelín 10 peniques, a cinco peniques y medio la libra. El Parlamento, asaltado de innumerables peticiones, hizo encuesta sobre encuesta 2 y se ingenió para encontrar los medios de remediar el mal. Con objeto de reservar para la alimentación todo el grano disponible, se cerraron las destilerías y las fábricas de almidón 3 ; los particulares fueron invitados a reducir a lo estrictamente necesario su consumo de pan; se propuso fomentar mediante primas el cultivo de la patata 4 • Con la misma intención fue votada la ley de 1801, destinada a hacer más rápido y menos costoso el procedimiento obligatorio de las enclosu res: se confiaba en evitar el retomo de la escasez, merced al progreso de la agricultura. Una sola medida podía ponerle fin: la conclusión de la paz, exigida por el clamor de la masa del pueblo inglés. Al día siguiente de los preliminares de Londres, cuya noticia fue acogida con transportes de júbilo, el precio del trigo bajó a 72, y luego a 66 chelines 5 • P ero la mejora aportada por la paz fue provisional como la paz misma. Por lo demás, era totalmente relativa: los precios que en 1802 parecían moderados, y cuya reaparición fue estimada como un beneficio, eran los que, treinta años antes, habían provocado motines. No eran solo los precios de los cereales, sino de todos los géneros de primera necesidad los que habían aumentado, hasta el punto de hacer pesar sobre los más pobres una carga intolerable. Entre 1770 Y 1775, la carne costaba de tres a cuatro peniques la libra, el queso a tres peniques y medio, la cerveza a ocho peniques el galón, las patatas tac10n se elevaron a 573.418 libras 4 chelines 9 peniques. Report from the select committee appointed to consider the most effectual means o/ facilitating the enclosure and improuement o/ the waste, uninclosed and unproductiue lands (1800}, pág. 224. l TooKE, ob. cit., I, 188, y II, 387 y sgs. 2 La comisión encargada de examinar la cuestión ele las subsistencias ( Committee on the high price of provisions) presentó seis informes en 1800 y siete en 1801. Estos informes deben consultarse. Véase también los debates en la Cámara de los Comunes (12 y 26 de noviembre de 1800) y en la Cámara de los Lores (14 de noviembre y 15 de diciembre de 1800). Parl. History, XXXV, 786832 y 837-854. 3 41 Geo. III, c. 3. 4 Estas primas debían ser distribuidas a los cottagers por los jueces de paz. Reports /rom the committee appointed to consider the present high price o/ pro· uisions, pág. 132. 6 Gentleman's Magazine, tomos LXXI y LXXII (1801-1802) (cuadros mensua• lea de los precios en el mercado de Londres).

423

LA REVOLUCION INDUSl'RIAL Y LA CLAS E ODRERA

de un chelín a chelín cuatro peniques el celemín 1 ; entre 1795 y 1800, la libra de carne valía, según las regiones, cinco, seis y ocho peniques; la libra de queso, de siete a ocho peniques ; el galón de cerveza, 10 ó 12; el celemín de patatas, de dos a tres chelines, y esto al comienzo de los malos años, cuando el trigo no estaba todavía más que a 80 chelines el quarter 2 • Mas querer construir con ayuda de estos datos aproximativos una curva general sería, a nuestro entender, una empresa temeraria, que no se podría obtener más que a expensas de la probidad científica; a fortiori, una comparación, en términos matemáticos, entre el m ovimiento de los precios y el de los salarios, correría el riesgo de no ser más que una m ixtificación. Es menester apelar a los testimonios directos, a las descripciones concretas, que pongan ante nuestra vista la condición del obrero inglés a fines del siglo XVIII. Arthur Young, que visitó Francia en vísperas de la Revolución, podía trazar de la· miseria y los sufrimientos populares un cuadro muy ventajoso para su país: en cada página de su libro resuena el sentimiento orgulloso de esa superioridad envidiable que entonces tenía Inglaterra sobre Francia y sobre todas las naciones del Continente. La diferencia, con seguridad, era grande; sin embargo, no habría que exagerarla. En los campos ingleses, el jornalero se alojaba y se vestía mejor que en Francia y ayunaba con menos frecuencia; pero su régimen ordinario no era, ni mucho menos, lujoso. En los condados del Sur, a menudo se veía reducido a alimentarse, durante todo el año, de pan y de queso. En el Norte, añadía gachas de cebada o de avena rocía1 El celemín inglés equivale a 8 galones o 36,35 litros. [En realidad se trata del busheL; el celemín, en fran cés boisseau, equivale más bien al peck, que es 1/ 4 de bushel. (N . del T.)] Véase YouNc, A.: Southern counties, págs. 48, 62, 65, 152, 154, 157, 171, 187, 193, 253; East of England, IV, 311-26; North of EngLand, I, 171, 313; II, 255; III, 12, 25, 134, 255, 278, 349; I V, 275 y sgs. Comparad con las cifras de THOROLD R ocEus, VII, 291 y 557-58. ~ 2 EoEN: S tate of the poor, II, 11, 17, 24, 29, 74·, 130, 275, 357, 379, 385, 56;:,, 753, 782, 810, 812, etc. THOROLD RoGERS, vn, 351 y 591. Si se toma el punto de comparación más alto la diferencia es más marcada aún. He aquí los precios de los géneros en Nottingham en 1742 y 1796, según los documentos con· sultados por Mr. y Mrs. Webb:

1742

Pan de 4 libras .......... o ch. Queso, la libra ..... o Manteca, ..... o Sal, ..... o Buey, ..... ' ..... o Carnero, o Vaca, .... . o Cerdo, .... . o ' Tocino salado, ' ..... o

..

..

3 p. 2 3,5 1

3 1,5 1,5 2

:1,5

Jr ebb MSS, T extiles, VC, 5.

1796 -1806

t ch. 3 p. 8

o t o o o o o

3 4,5 9 7

8 8

1742 1 ganso cebad o ......... 2 patos .....................

1 ch. 2 1 2

o vbón, la libra ........... o elnsd • .. ......... o Cebn n, el ccl. .......... l Avena, .......... o Mnltu, .. ........ .. 1

2 pollos ....................

..

8

1796- 1806

p.

5 5 4

3,5 4

o o

8

3 8

o 6

4

ch.
1,5 6

PAllTE lll:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

Jus de suero 1 • La patata, aunque su cultivo se hubiese difundido en l np;laterra mucho antes que en Francia 2 , ocupaba en la alimentación popular un puesto todavía variable, en unas partes muy importante y en otras casi nulo 3 • En cambio, es sorprendente comprobar los pro11;resos hechos en el siglo xvm por el consumo del té 4, convertido en la bebida habitual de todos los que encontraban la cerveza demasiado cara: los más pobres, antes que pasarse sin él, lo bebían sih azúcar. Pero la carne no aparecía sino raramente en su mesa 5 : los magistrados de Hampshire, en 1795, expresaban un deseo que parecía bien lejos de realizarse, cuando pedían que el trabajador de los campos pudiese comer carne al menos tres veces por semana 6 • El obrero de las ciudades, bajo este aspecto, tenía una participación un poco mejor. Para él, la carne había dejado de ser un manjar de lujo 7 • Y sin duda habría podido comprarla más a menudo si hubiera sabido reducir su consumo de cerveza y de ginebra. Pero no hay que olvidar que el alcoholismo, cuyos estragos experimentaba Inglaterra desde hacía largo tiempo, es un resultado tanto como una causa de la miseria: la existencia de las straw-houses, donde era posible embriagarse por unos peniques, y donde el tabernero proporcionaba gratuitamente un lecho de paja fresca a los clientes incapaces de volver a su domici lio 8 , no cabe considerarla como un signo de bienestar en las EoEN: State o/ the poor, I, 496, y U, 812; Annals o/ agriculture, VII, 50. Hacia 1770 había adquirido ya tal importancia en Lancashire que «el cultivador a menudo, esperaba más de una buena cosecha de patatas que de una cosech~ de trigo o d e cualquier otro grano». ENFIELO: Hist. o/ Li11erpool, P~· gina 5. Th. Rogers cita precios de l a patata con fecha de 1734, Hist. o/ agriculture and prices, VII, 555. 3 Véanse los presupuestos familiares, en 1795-1796, da dos por EoEN, II, 767, 770, y III, cccx.xx1x y sgs. Para cuatro familias de cultivadores de Bedfordshire, el gasto en patatas varía de 3 peniques a 1 chelín 3 peniques por semana. 4 En el presupuesto d e un tejedor de Kendal (Lancashire), en 1795, el gasto de té y de azúcar representa el doble del gasto de cerveza y casi la mitad del gasto de pan y de harina. lbíd., IT, 767. El consumo del té reemplazaba muchas veces al de la leche, que se había puesto demasiado cara. DA VES, D.: The case o/ labourers in husbandry, pág. 37. En semejante caso no era de ningún modo un signo de comodidad. 5 «Alimento de los pobres : pan y queso con leche o agua y un poco de cerveza. Nunca carne, salvo los domingos.» Annals o/ Agriculture, VII, 50 (Breconshire, País de Gales, 1787). 6 «La carne y la cerveza forman parte de lo estrictamente nP.cesario en la subsistencia del jornalero, si se quiere que sea capaz de producir un trabajo satisfact orio para sí mismo, para los que lo emplean y para la sociedad en general. Debería comer carne una vez al día, o cuando menos tres veces por semana. Es a la insuficiencia del consumo de carne y de cerveza a lo que hay que atribuir diversos hábitos perniciosos, entre otros el uso de l as bebidas espirituosas.» Annals o/ Agriculture, XXV, 365 y sgs. 7 EoEN, ob. cit., II, 60 (obreros de industria del algodón, er. Carlisle), 753 (tejedores de lana, en Kendal), 873 (obreros del hierro, en Sheffield). 8 Place MSS, British Muscum, Additional MSS, 27.825, pág. 186. Los primeros esfuerzos intentados para atajar el mal datan de 1736. Es la fecha del 1

2

111:

LA REVOLUCION JNOUSTrtlAL

Y

LA Cl.ASE OIJREllA

425

clases laboriosas. En los años de hambre no se veía disminuir la em}>riaguez en la proporción en que crecía la escasez pública: los obreros continuaban bebiendo ginebra, mientras que en su casa no tenían, para alimentar a sus hijos, más que pan y patatas enmohecidas 1 La revolución industrial no fue la causa de estos padecimientos, que se sintieron menos cruelmente en la Inglaterra manufacturera de 1800 que en la Francia rural de 1789. Los agravó, sin duda, en la medida en que el uso de las máquinas condujo a la supresión o a la reducción de la mano de obra. Pero donde sus efectos fueron más directos v más desastrosos fue en lo concerniente a la vivienda. El crecimiento apresurado de los centros industriales tuvo por resultado inmediato la superpoblación con sus peores consecuencias. Manchester, antes de 1800, tiene ya sus barrios obreros, de callejuelas estrechas y sórdidas, de casas destartaladas, cuyas habitaciones no bastan para contener la población macilenta y débil que en ellas se hacina. Muchas personas viven en sótanos sin aire y sin luz: «En ciertas partes de la ciudad-se lee en un informe médico de 1793--estos sótanos son tan húmedos, que hay que considerarlos como absolutamente impropios para ser habitados ... Yo he visto a más de una familia de trabajadores arrebatados por la enfermedad por haber residido algún tiempo en estos sótanos en los que el agua rezuma de las paredes... Los pobres sufren sobre todo la insuficiencia de los medios de ventilación. La fiebre es su consecuencia habitual, y he visto muy a menudo casos de tisis que no tenían otro origen.>> No menos malsanos son los pisos amueblados de baja clase, donde los recién llegados se hospedan por la noche: «El horrible espectáculo que estas casas presentan es difícil de describir: un inquilino, venido de su pueblo la víspera, se acuesta a menudo en un lecho todavía infectado por la mugre que ha dejado el último ocupante, o sobre el cual el cadáver de un hombre muerto de fiebre estaba tendido hace apenas unas horas» 2 • El cuadro que los filántropos y los reformadores, folleto famoso Distillecl liqnor the bane o/ the nation,. Una petición presentada por los jueces de paz del condado de Middlesex provocó la intervención d el Parlamento; las bebidas espirituosas fueron gravadas con derechos de sisa muy elevados y la compra de una licencia impuesta a los expendedores. La venta de ginebra incluso fue prohibida durante algún tiempo, pero esta prohibición, muy difícil de hacer respetar, causó disturbios en Londres y en otras varias ciudades. 1 Véase CARTER, TH.: M emoirs o/ a working man, pág. 43 : «Mi padre no ganaba más de 10 chelines 6 peniques por semana, y mi madre, con su pequeña escuela, añadía 2 ó 3 chelines. Con muy pocos r ecursos, aparte de esta renta tan insuficiente, tenían que subvenir sus necesidades y las de sus hijos en una é poca en que el pan de cua tro libras se vendía al precio exorbitante de l che· lín 10 peniques. En consecuencia, tuvimos que conl cnla rn os con una alimentación tnás que frugal... Lus pa tatas eran también mÚA ca ras y de peor calirl nd , debido a la humedad del verano prcccdcnlc (1799). Un c·uarto de peck, q ue costaba 4 peniques, rociado con tm poro d r sebo clerrcticlo, y una ración muy pequeña de pan constituían la comid a do lo fnmi liu.» ( 1 perle - 9,0869 l itros.) 2 Comunicación del doctor l•'crriur u 1111 comis ión Jlllra la organización de la policía de Manchest&r, 1790 (citu
426 .~~~~~~__::PA~R~T~E:._::ll~I=:~L=A=S---C_o_N_SE_c_u_E_N_c_IA_S~IN_M_E_·o_I_AT_A_S~~~~~~~~

medio siglo más tarde, pusieron ante la vista del público es~antado,. es más sombrío aún que este 1 • A medida que se agrandaron las cmdades mJustriales, el mal cundió en extensión, cuando no en gravedad: su naturaleza y sus causas permanecieron las mism.as. . Por medianamente alojado, por mal nutndo que estuviese, el obrero inglés no conseguía reducir sus gastos en proporción con el alza _de los precios. Las más de las veces superaban a sus recursos. En ~as epocas de crisis, el presupuesto de una familia ,º?~er a, por poc~ numerosa qu_e fuese estaba casi constantemente en def1c1t 2 . Para enjugar este deficit, s~ veía forzada a apelar a la caridad pública: un estudio sob~e la condición de las clases laboriosas en Inglaterra no es completo s1 no trata la cuestión del workhouse y de la ley de los pobres.

V La ley de los pobres, que forma uno de los capítulos más orig~na­ Ies 3 de la legislación inglesa, data del reinado de Is~bel 4 • Su. ob~~to primitivo, como el de las m~?idas de que e~ ~onsecuenc1a y culmmac1on, parece haber sido la repres10n de la mend1c1dad y el vagabunde? ~anto como el alivio de la miseria. Está marcada a la vez por un sentimiento de caridad cristiana y por un violento prejuicio social. L~ idea. de. q~e la limosna es una obra pía y redime los pecados, conduc~a a d1stnbu1r socorros ampliamente y sin discriminación; pero no exclm~ _en absolut~ la desconfianza y el recelo con respecto a los que la rec1bian. De ah1 las alternativas de debilidad y de rigor en la aplicación de esta ley: las más de las veces fue el rigor quien venció. Se trataba de hacer desJrom thirty to forty miles round Manchester, pág. 193). El doctor F_e~riar, méd_ic<> en Manchester, fue un precursor en cu anto al estudio de las cond1c10~es san~ta­ rias en los barrios industriales donde ejercía. Véase BowoEN: Industrial society in England toward the end of thei XVI!lth century, págs. 265.66, y FERRIAR, doctor: Medical histories and reflections, 3 vols., Londr es, 1792. . l K.AY, J. P.: The moral and physical condition o/ the ~orktng class.es (1832); GASKELL, P.: The manujactw:ing population _o/ England, its ":º.'!11, social and physical conditions (1833); Artizans and machinery (1~36, reed1c10n de la obra precedente); BuRET, E.: La misere des classes labor~euses en France . et en Angleterre (1840); CooKE-TAYLOR, W.: Notes o/ a tour in t_he manufacturmg districts o/ Lancashire (1842); ENGELS, F.: Die Lage der arbeitenden Klasse in England (1844). 2 EoEN: State of the poor, II, 767-70, y III, cccxxx1x: 3 ASHLEY W. ( lntroduction to English economic htstory and theory, traducción fr., IÍ, 349.409) ha mostrado. ~ue esta origin;ilidad ~stá lejos de _ser absoluta. Instituciones análogas han ex1sudo en los Paises B~JOS, en Fr ancia Y e~ Alemania. Pero su evolución, a partir del siglo XVII, ha sido completamente d iferente. 4 No fue promulgada de una sola vez. La ley de ~53? (27 Henry VIII, c. ~5) im¡rnso a las parroquias el deber de socorrer a los md_1g_e,ntes. La_ ley de l;,72 ( 111 F.liz., c. 5) creó el impuesto de los pobres y prescnb10 a los ¡ueces de paz

III:

LA REVOLUCION INDUSTJUAL

Y

LA CLASE OOllERA

427

apar~c?r la clase. peligrosa . de los mendigos profesionales, que había ª?,qumdo, a m.ed1~dos del siglo xvr, un desarrollo terrible 1 • La obligac1on del trabajo impuesto a todos los asistidos, salvo a los oue sus a.chaques hiciesen absolutamente incapaces, estaba reforzada po;. penalidades severas: el látigo al primer delito de pereza, o el envío a una casa de corrección; en caso de reincidencia, el látigo y la marca de 2 hierro al rojo • Más tarde, el workhousse, donde se encerró a los pobres se ·asemejó menos a un hospicio que a una prisión. Se contaba con eÍ espanto que inspiraba para apartar a los que no habían caído en el último grado de la miseria. Una · de las causas que más contribuyeron a dar a esta institución caritativa un carácter de dureza casi inhumana fue la base estrictamente local_ de su organización. Cada parroqu ia entendía no tener que socorrer mas que a sus pobres, con exclusión de los recién venidos a l~s que consid?raba como intrusos: por lo demás, no es dudoso ~ue ?iertas parroquias hayan procurado desembarazarse de las cargas que les mcumb1an, a expensas de otras parroquias más ricas o menos avaras 3 • Por rem~~i~r este abuso fue por lo que se promulgó, en 1662, la ley del dom1c1ho ( Act of settlemen) 4 • Todo individuo que cambiaba de residencia podía ser devuelto de oficio a la parroquia en donde tenía ~u domicilio legal: la expulsión ( removal) era pronunciada por dos .1ueces de :eaz, a requerimiento de los administradores del impuesto de los pob~·es. Y para. justificar tal decisión, no era necesario que la persona senalada estuviese en un estado de indigencia que reclamara socorros inmediatos e hiciera su presencia onerosa para la parroquia en que acababa de establecerse: bastaba crue esa eventualidad fuese considerada como probable 5 • • nombrar administradores e inspectores ( overseers) encargados de organizar la asisten~ia parroq~ial._ La~, leyes de 1576 y de 1597 (18 Eliz., c. 3, y 39 Eliz., c. 3) 1;enerahzaron la m st11uc10n de las casas de corrección, puesta en práctica prime· r~.i;iep.te en Londres. La ley de 1601 (43 Eliz., c. 2) reúne y completa las dispo· s1c1ones prece~entes: es la . «ley. de los pobres» propiamente dicha, que, a pesar de, un gran numero de mod1ficac10nes sucesivas, ha subsistido hasta nuestros días. Vease NxCH
~

Thorold Rogcr s compara u Ju servidumbre la condición impuesta a los

Jill ~~~~~~~~~~__:____:_:....:.:.:.....:::....:::=..:::.:.==--~~~~~ PAR1'E llI: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS ~sta

1

ley salvaguardaba los intereses de las parroquias, ¡pero a qué prec10. Era la clase obrera entera la que se hallaba pJivada de una de ~as libertades más esenciales: la libertad de moverse. ¿Quería un Jornalero abandonar su pueblo, donde el trabajo faltaba? Se exponía, desd~ que lleg~ba a otra localidad, a verse arrojado de ella porque «podia convert~rse en .una carga» 1 • Se le quitaba así la única 'oportu· mdad que hubiese temdo de ganarse la vida, y por miedo a tener que socorrerlo, se lo condenaba a caer en una indigencia irremediable, en la. que la asistencia pública o privada quedaba como su único recurso. s,m duda, la ley no se aplicaba siempre, pero sí con frecuencia y, en ciertos casos, con una brutalidad increíble: «Al llegar a la ciudad el domingo pasado, vi un ejemplo que causa horror a la Humanidad: ' un ser ,desgraciado en la agonía, a quien se metía en una carreta para ll ~varse~o, por temor a que la parroquia tuviese que soportar el gran d~spend10 de su entie,rro. Otro ejemplo con que se tropieza todos los dia.s es el de una mu1er a punto de dar a luz, a quien se expulsa, con peligro para dos vidas, por evitar que el niño nazca en la parroquia» 2 • labriegos por la ley del domicilio y explica cómo los grandes propietarios se aprovechaban de ,e~~ para proporcionarse mano de obra a bajo precio entre los traba¡ad?res dom1c1hados en las parroquias vecinas a sus tierras: «Esta ley no s~lo t?ma por efecto clavar al terra ~guero al suelo, sino que permitía a los prop1etar1os opulentos robar a sus vecmos y agotar prematura.mente las fuerzas y l a salud de los traba¡adores, Todo esto acontecía mientras que los patriotas y los homb1·es sesudos parloteaban sobre la libertad y el gobierno y señores elegantes Y damas di~~inguidas hablaban de los derechos del hombre, ~ de Rousseau, y de la ~evoluc10n francesa, y Burke y Sheridan rlenunciaban el despotismo de H astmgs. Pero a la puerta de su propia casa, en Beaconsfield Burke debe haber visto. t.odos los días s~ervos que tenían menos libertad que ~sos Rohillas cuyos \St~fnm1ento,s ha descrito con una elocuen cia tan patética.» RoGER, Thorold : Six centuries of work and wages, pág. 434. 1 «.A~. likely to beco1:11e chargeable.» Debía presentar como justificación de su dom1c1ho fogal un cerLificado firmado por el churchwarden y p or los overseer$ de su parroqma y refrendado por dos jueces d e paz; entonces se le permitía establecerse en su nuevo domicilio, reservándose las autoridades parroquiales el derecho de expulsarlo si llegaba a ser «actually chargeable» (8-9 William Ill c, 30), La preo~upación de no. acrece~tar las cargas de la parroquia era tal qu~ en muchos reg10nes los . gran¡eros a¡ustaban a sus domésticos por cincuenta y una semanas a fin de evitar que por una residencia de un año pudiesen adquirir u~ settlement en !a parroquia en que_ trabajaban. HAMMOND, J. L. y B.: The village labourer, pags. 112 y sgs. «Habia quejas de que las parroquias industrial es donde faltaba la mano de obra perr?itían a los obreros venir a trabajar, pero l es negaba~ el seule~ent y los devolvian a su parroquia de origen tan pronto como parec1a que se iban a convertir en un estorbo.» BowoEN: Industrial societr towards the end of the. XV!llth century, pág. 258. Sin embargo, hay que reconocer con HASDACH (History of the English agricultural labourer, pág.s. 172-73) que el removal no era un hecho diario. Véanse los hechos citados por EDEN W · State of the po9r, 1, págs, 181 y 296: en Ashford (2.000 h.), 2 por añ¿; ~~ Kendal (8.000 h.), 3; en Sheí~eld (35.000 h.), 20, Pero esto se explica quizá por el hecho ~e que a muchos m~igentes se le~ ~mp edía aban donar su parroquia. 2 P~rl. Historr, XVII, 844 (d1sc. de sir W1lham Meredith). El mismo debate so ronovo en 1775, /bíd., XVIII, 541-46,

TII :

LA REVqLUCION INDUSTRIAL

Y

LA CLASE ODREllA

El discurso que contiene esta protesta indignada es de 1773. Casi al mismo tiempo, Adam Smith atacaba con vigor un sistema q_ue, desde su punto de vista, aparecía como el colmo del absurdo 1 • Pero transcu· rrieron veinte años antes de que se tomase la decisión de reformarlo. Fue preciso para ello el irresistible empuje de la revolución industrial. La libre circulación de la mano de obra era de una necesidad vital para la gran industria. No había podido desenvolverse sino gracias a numerosas infracciones de la" ley del domicilio, gracias al movimiento de la población hacia las ciudades, demasiado general y demasiado potente para que se lograse detenerlo por medidas individuales. Y conforme se desenvolvía sentía con más impaciencia las trabas que se oponían aún a su progreso. Lo que consideraciones de pura humanidad no hubieran obtenido fue logrado por razones de utilidad, apoyadas en la d octrina del l>. Political Arithmetic, I, 93. 2 P rTT, W. : Speeches, JI, 369 (clise. del 12 de febrero de 1796). 3 35 Geo. JU, c. 101: «Resultando que gran número de personas pobres en condiciones de trabajar y que están a cargo de su parroquia o de su township únicamente porque allí no pueden encontrar empleo, conseguirían en cualquier otro. sitio donde el trabajo no les faltase subvenir a sus n ecesidades y las de su familia si,n esta~ a cargo de ninguna parroquia o township; que las citadas personas estan obligadas, en la ¡nayoría de los casos, a vivir en su parroquia y no pueden ser autorizadas a residir en otra parte, so pretexto de que quedarían probablemente a cargo de la parroqu ia o del 1owship uclonde se dirigieran para buscar trabajo, aun cuando su trabajo podría ser, en muchas ocasiones, de gran provecho para la citada parroquia o para el citado townsliip, etc.»

I'AllTE

1:10

III:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

!ns autoridades locales la construcción de workhouses y la negac1on de toda asistencia a los indigentes que no quisieran entrar en ellos 1 . A pesar de esta ley las parroquias habían continuado, en ciertos casos, distribuyendo socorros a domicilio. Evitaban así el tomar enteramente a su cargo a familias que, sin estar desprovistas de todo recurso, no tenían bastante para vivir. Pero eso no era más que una tolerancia y, en opinión de muchos, un abuso, un estímulo a la pereza y al desorden 2 • La segunda mitad del siglo xvm vio relajarse mucho la severidad con respecto a los pobres: se reconoce aquí la acción de esa gran corriente sentimental que ha ejercido una influencia tan profunda sobre el pensamiento europeo. La miseria cesó de ser mirada únicamente como la consecuencia ordinaria de la imprevisión y del vicio, y la opinión se conmovió ante la idea de tantos sufrimientos inmerecidos 3 • Este espíritu nuevo halló su expresión en la ley de 1782, conocida con el nombre de ley Gilbert 4 : esta, al mismo tiempo que mejoró la administración de la asistencia pública, introdujo en el1a reglas menos estrechas, más indulgentes. Autorizó a las parroquias a socorrer a los indigentes válidos sin forzarlos a entrar en los workhouses, que debían ser reservados para 9 Geo. 1, c. 7. «El parecer de la com1s10n es que <'I nRo actnal de dar dinero de los fondos parroquiales a personas válidas para impedir que soliciten ser completamente mantenidas, ellas y sus familias , a c osta de las parroquias, es con trario al espíritu y a la inten ción de las leyes sobre la asistencia pública, pone un p oder peligroso en manos de los func ionarios parroquiales y constituye, en fin, un mal uso de los caudales públicos y un gran incentivo para la pereza y la intemperancia.» Informe de la comisión encargada de examinar diversas enmiendas a la ley de los pobres, Journ. of the Ilous e of Commons , XXVIII, 599 (1759). 3 Fielding escribía en 1753 : «Los sufrimientos de los pobres son menos conocidos q ue sus fech orías : es lo q ue disminuye nuestra piedad hacia ellos. Para mendigar o roba r van a casa ele los r icos ; permanecen en sus casas para reventar d e hambre y de frío.» Véanse sus dos op úsculos : A n inquiry into the causes of th e late increase of robbers (1751) y A proposaL for malcing an effectual provision for the poor (1753). «Muchas gentes-escribía algunos años más tarde J. \1a~sie-~e ven r educidas a esta condic ión lastimosa por la falta de trabajo, por enfermedad o por alguna otra causa accidental, y lo que prueba la r epugnancia con Ja que estos desgraciados ~e dedican a la mendicidad o su poco r esultado es que no es raro encontrar ahogado o muerto ele hambre a un pobre hombre o una pobre mujer, de cuerpo enflaquecido por las privaciones. E s posi· ble que cierto n úmero de personas se hagan mendigos voluntariamente, o por pereza o por embr ia guez; pero esos rnicidas, esos muerlos por inanición son la triste prueba de que Ja causa general de la mendicidad no es olra que la nece· sida d.» MA SSIE, J.: A plan f or th e esta h/ishment of charity houses (1758), página 50. 4 22 Ceo. llI, c. 83. Fue obra de Th. Gilbert, miembro de la Cámara de Jos Comunes. Su objet o pr incipal era dar a las parroq uias la fa cultad de agruparse en Unions para la percepción y el empleo del i111 puesto de los pobres. Estos Unions, dotad os de personalidad civil, ten ían por funciona rios guardians y visitors designados por los j ueces ¿e paz. Estaba proh ibido. a las parroquias arrendar las empresas de asiste ncia, a menos de ejercer sobre su dirección un control muy severo. NtCHOLS, G.: His t. of tite EngLish poor law, II, 83-88. 1 2

111:

LA REVOLUCION INDUSTIUAI. y LA CLASE

onnERA

431

los nmos, los viejos y los lisiados. Los adm inistradores del impuesto de los pobres debían buscarles faena en las fincas y si el salario era insuficiente añadir un suplemento tomado del producto de este impuesto 1 • Así, el Estado parecía reconocer no solo el derecho al trabajo, sino el derecho a la existencia 2 • Estas_ disposiciones no fueron puestas en vigor en toda Inglaterra al mismo tiempo: la ley Gilbert, en efecto, admitía el principio de la opción local; las parroquias eran libres, o bien de someterse a ella, o bien de atenerse al régimen anterior. Las circunstancias se encargaron cie consumar el movimiento iniciado. La escasez, a finales del siglo, produjo un terrible recrudecimiento del pauperismo. ¿Qué hacer para aten uar sus males y sus peligros? Fue este el problema q ue se planteó en el mes de mayo de 1795 ante los magistrados de Berkshire, reunidos en la posada del Pelicano, en el pueblo de Speenhamland 3 • La angustia ge· neral causada por el alza de las subsistencias estaba agravada, en la Inglaterra del Sudoeste, por una crisis de la industria de la lana, crisis juzgada temporal, pero que en realidad marcaba el comienzo de una decadencia irremediable, que privaría para siempre a la población de los campos de uno de sus r ecursos habituales. Ya estallaban disturbios en los mercados; aquí y allá se saqueaban almacenes y tiendas <1. . La asamblea, convocada para examinar la situación y aconsejar los medios de remediarla 5 , fue del parecer de que cda condición de la clase pobre exigía más socorros de los que generalmente se le habían concedido ». Estos socorros, para ser equitativos, debían variar con l os precios de los géneros. Se redactó una tabla que evaluaba el mínimo de renta necesario para vivir, según que el precio del trigo fuese más o menos elevado: «Cuando el pan de un galón, de ocho libras once om~as de peso, hecho de harina de segunda calidad, cueste un chelín, todo pobre en condiciones de trabajar deberá, para subvenir a sus necesidades, tener tres chelines por semana, ya sea que l os gane con su trabajo o el de los suyos, ya reciba una asignación de la parroquia; además, para alimentar a su mujer y por cada uno de los miembros de su familia, un chelín y seis peniques. Cuando el pan de un galón cueste un chelín y seis peniques, deberá tener cuatro chelines por semana para sí mismo y un chelín diez peniques para cada uno de los suyos. Y así sucesivamente, añadiendo tres 1 Fue así como nac10 el sistema de los roundsmen, del que se ha tratado más arriba (primera par te, cap. III, sec. IX). 2 Véase HALÉVY, Elie : La evolution de la doctriT!e 11tili1aire de 1789 n 1815, pág. 98. 3 Cerca de N ewbur y, en Berkshirc. 4 Es lo que se ha lla mado" la revuelt a clt• luR 11mus rl r rnM ( Tit e rcvol11t of tlie housewiv es}. Véase HAMMOND, J. L. y B.: T ht• 11illffl(<' lffóonrN, ¡uí¡¡. 121. 5 Era la consecuenc ia de unu rlc•riHic'111 io11111tlu c•n loK uGc•rwrn l Qun rter Sessions», uAsa mblca trimestru l de los j uc·c<'K rlc pu111 dC'I ronrl ndo de Bcrkcsh ire, en el curso del mes precede nt e. ITAMtiOND, J. L. y n.: ,,¡,_ d t., ¡uí¡;s. 161-62.

~ . t\I

PARTE IIl:

lll:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

poniqucs por hombre y un penique por cada miembro de su familia, <'llda vez que el precio del pan se eleve en un penique» 1 • Tal es la decisión célebre que ha sido denominada la ley de Speenhamland: tomó, en efecto, fuerza de ley, primero en el condado y en seguida en todo el . r eino 2 • La ley de Speenhamland no era, en la intención de los que la propusieron, sino una medida de circunstancia. Es probable que fuese inspirada sobre todo por el temor de un levantamiento popular: el espectáculo de la Revolución francesa daba motivos de reflexión a Ja gentry. Sea lo que fuere, el principio sentado era singularmente audaz. Todo hombre, declaraban los magistrados de Berkshire, tiene derecho a un mínimo de subsistencia: si con su trabajo no puede ganar más que una parte, Ja sociedad debe darle el resto 3 • Este principio, contenido implícitamente en la ley de 1782, está ahora formalmente expresado. Y casi inmediatamente recibe una sanción legal: la ley de 1723 es derogada y se autoriza la distribución de socorros a domicilio en todas las parroquias 4 • Esta reforma de la asistencia pública había de tener la repercusión más sensible, ya que no la más feliz, sobre la condición de la clase obrera. Su popularidad no tiene nada de que haya que extrañarse. La crisis que atravesaba entonces Inglaterra había borrado, por decirlo así, la línea de demarcación entre la pobreza y la indigencia. La escasez era grande no solo entre los campesinos, víctimas de las enclosures y del ocaso de la pequeña industria rural, sino también entre los obreros del taller y de la fábrica. Las demandas de socorros fueron muy numerosas. Se comprueba en el aumento rápido del impuesto de los pobres. De dos millones de libras en 1785 se eleva en 1801 a cuatro millones; en 1812, a seis millones y medio 5 • El dinero de la parroquia se convirtió, para muchas familias que hasta entonces se habían esforzado en vivir por sus propios medios, ~n un recurso normal y por lo demás indispensabl:. «Antaño había en el pueblo, escribía Arthur Y oung, una repugnancia

433

invencible a recurrir a la asistencia parroquial. So veía a la gente debatirse por mantener grandes familias, sin que nunca pidieran ser ayudados: este espíritu ha desaparecido por completo ... » 1• Primero· y deplorable res.ultado de una política en apariencia generoAa: los obreros ingleses se transforman en mendigos y experimentan la in fluencia degradante de la limosna: «Es una lucha perpetua entro el asistido y la parroquia, aquel tratando de recibir lo más y trabajar lo menOA posible, esta no decidiéndose a pagar más que cuando se ve aprcmiaua por una decisión de la justicia de paz. El mal que resulta es incalculable; toda idea de trabajo y de economía se ve cortada de raíz cuando el pobre sabe que si no se alimenta por sí mismo la parroquia deberá alimentarlo, y que, por otra parte, no tiene la más remota esperanza de lograr nunca la independencia, por laborioso y economizador que pueda ser.» Así el socorro otorgado a la miseria se convertía en una prima a la imprevisión y a la pereza 2 • Está fuera de duda que pese al vicio fundamental del sistema y tal vez gracias a él se alcanzó la meta apuntada. La atenuación inmediata aportada a los sufrimientos populares alejó el miedo al motín. Inglaterra consiguió atravesar en una calma relativa los años críticos de la guerra napoleónica. Y al mismo tiempo el gran movimiento económico que proseguía en medio de las revoluciones y de las guerras europeas veía desaparecer, gracias a la nueva ley de los pobres, algunos de los obstáculos que retardaban su marcha. En ciertas regiones los socorros distribuidos por las parroquias hicieron cesar casi completamente la oposición al maquinismo: compensaban en parte la pérdida de los salarios adicionales proporcionados hasta entonces por la industria y tenían sobre ellos la ventaja de no costar ningún esfuerzo. Se vio a las hilanderas en los campos romper sus propias ruecas 3 • En realidad el sistema funcionaba a expensas de aquellos a quie1

Annals of Agriculture, XXXVI, 504. Sucedió 1a111bién que el dinero de los pobres, distribuido a diestro y siniestro. iba a engrosar el peculio de algún campesino laborioso y astuto: «En mi pueblo natal de Hampshire-escribe Thorol Rogers- me acuerdo muy bien del ejemplo de dos jornaleros que supieron aprovecharse del sistema de los so· corros a domicilio para elevarse a la condición de pequeños propietarios.. . Cobraban su asignación de la parrnquia y vivían de su salario, al que se añadía el producto de un trabajo accesorio. Uno de ellos ejercía en el pueblo el oficio
1 Reading Mercury del 11 de mayo d e 1795. La tabla completa está reproducida en EoRN: State of the poor, I, 577. Tablas análogas, pero con cifras diferentes fueron redactadas en los demás condados. · z 'En el mes de octubre de 1795 ArLhur Young se expresaba así en una circular a los corresponsales del Board of Agriculture: «Dada la recomendación de varias «Quarter Sessionsn de establecer en lo sucesivo los salarios según las variaciones del precio del trigo, sírvase participarme su opinión en cuanto a las ventajas y a los inconvenientes de tal sistema.» Annals of agriculture, XXV, 345. 3 En especial se trataba de reemplazar por socorros en metálico los salarios del trabajo a domicilio. 4 36 Geo. JII, c. 23. Pitt pensó un momento en hacer votar en el Parlamento Ja ley de Speenhamland. Sobre su bill de 1797 y la crítica que de él hizo Bentham, véase HALÉVY, E.: ob. cit., págs. 101 y 152. 5 Eo EN: State of the poor, I, 363-72; NicnOLLS, G.: History o/ the English poor law, U, 133.

LA REVOLUC!ON INDUSTRIAL Y LA Cf,A SE ODl1ERA

MA1'70UX.-28

PARTE Ill:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

III: LA REVOLUCION I NDUSTRIAL Y LA CLAS E ODllERA

ncs pretendía socorrer. Las clases poseedoras, cuando se quejab~n del peso cada vez más considerabl«: del impuesto de los pobres?, olvidaban que con ello pagaban una especie de seguro contra la revoluc1on: la clase obrera, cuando se contentaba con la pensión mezquina que se le ofrecía no se daba cuenta de que estaba deducida del importe de sus gana~cias legítimas. Porque el efecto inevitable de los socorros en dinero ( allowances) era mantener los salarios al nivel más bajo e incluso ~a­ cerlos descender más allá de las necesidades elementales del asalariado 1 • El granjero o el manufacturero contaba con la parroquia para completar la diferencia entre lo que daba a sus , ob~eros y lo que les era imprescindible para vivir. ¿Por qué se habna impuesto. un gasto que podía tan fácilmente arrojar sobre la masa de los contribuyentes? Por su parte, los asistidos de las parroquias se contentaban con ~n ~al !ario inferior, y esta mano de obra barata hacía una competencia msostenible al trabajo no subvencionado 2 • Se llegaba a este resultado p~­ radójico: el impuesto llamado de los pobres represen':3ba una econom~a para el patrono y una pérdida para el obrero Jabo~ioso ~ue no pe~1a nada a la caridad pública. De una ley de benef1cenc1a, el Juego despiadado de los intereses hacía una ley de bronce. Sobre la población rural fue sobre la que este régimen ejerció una influencia más desastrosa 3 • Consumó lo que las enclosures habían comenzado: la miseria y la ociosidad rompieron los últimos lazos que ligaban al cultivador con el suelo y lo empujaron, desmoralizado, indiferente ante la pérdida completa de su independencia, hacia las filas del proletariado de las ciudades. La población industrial fue atacada, según parece, menos profundamente por la plaga del pauperismo endémico: hasta cierto punto estaba preservada por el desarrollo de las industrias y el nivel relativamente elevado de los salarios. Pero permanecía siempre expuesta a los paros, que acarreaban en seguida el recurso, a la asistencia parroquial, con sus peores consecuencias. Esta extendia, pues, su influencia sobre toda la clase obrera y en todas partes producía los mismos resultados, creando más escasez de la que aliviaba, pe1 Se encuentra una reqms1toria completa contra el sistema en el Report from His Majesty's commissioners appointed to inquire into the administration and practica[ operation of the poor lrws (1834). Véase también H ASBACH: Historr of the English agricult1Lral labourer, págs. 183-84. Su conclusión es que los resultados de la l ey Gilbert, en particular, han sido «una verdadera maldición para los trabajadores». 2 «Contra una manufactura que emplea in digentes, aquella en donde se paga un salario normal no puede, naturalmente, luchar. Es así como un fa bricante de Macclesfield puede encontrarse arruinado por la mala administración de la ley de los pobres en Essex.» Report from His Majesty's commissioners, etc. (1834), pág. 43. 3 La mavoría de los hechos citados en el informe de 1834 son relativos a parroquias ru~ales.

435

san~o sobre el pueblo i~glés corno un instrumento de humillación y de servidumbre. A ese precio fueron compradas la tranquilidad de las clases poseedoras durante una época de crisis y la gloria de Inglaterra en el exterior, las victorias de Nelson y de Wellington, y fue sobre el dinero d~ los pobres, arrebatado a .n:iedias al público, a medias a los pobres mismos, sobre el que se edificaron las grandes fortunas del capitalismo industrial.

IV: INTERVENCION

CAPITULO IV

Y

«LAI SSEZ·FAlRE>1

437

en torno a ella una autoridad sin control. De esa oposición inevitable resulta la lucha de clases; para sostenerla, las fuerzas obreras han empezado ya a o~ganizarse ~ pronto parecen lo bastante formidables para a~armar al gobierno y decidirlo a recurrir, contra ellas, a medidas excepcionales.

INTERVENCION Y ·LAISSEZ-FAIRE· I La ley de los pobres, tal como acabamos de verla funcionar, era un remedio con frecuencia peor que la enfermedad. Mejor comprendida o mejor administrada, nunca habría sido más que un paliativo. La revolución industrial ha planteado un problema que la caridad más ingeniosa no puede resolver: ¿cómo mejorar la condición de esa muchedumbre de trabajadores que tiene tan poca parte en las riquezas creadas por sus esfuerzos? Esta cuestión no existia para el artesano que después de haber servido bajo un maestro confiaba en llegar a ser maestro a su vez; para el obrero, enrolado en una gran empresa a la que no tiene ni una probabilidad entre mil de lleg,.ar jamás a dirigir 1, se convierte, por el contrario, en la cuestión capital. Se trata de su porvenir y el de los suyos, del único porvenir que puede esperar. Sus reivindicaciones no tienen, por el momento, nada de revqlucionarios 2 • No pone en cuestión el orden establecido; todavía no se le ha ocurrido el pensamiento de su emancipación completa mediante el trastorno de la sociedad. Lo que pide es el aumento de su salario: las más de las veces se limita a combatir su reducción. Son garantías contra el paro ocasionado por el uso de las máquinas o el número excesivo de aprendices; es una disciplina menos dura o menos arbitraria en el taller. En todo esto su interés se opone al del patrono, que consiste en pagarle lo menos posible, en rebajar los gastos de producción por el empleo del utilaje m ecánico y de la mano de obra barata, en ejercer en la fábrica y l Es lo que manifestaron al Parlamento, en 1804, los estampadores de indianas al protestar contra la ley que prohibía )as coaliciones. «No ha podido entrar en las intenciones del legislador el causar perjuicio al hombre cuyo solo deseo es ganar para vivir con su trabajo; y es eso todo lo que puede esperar un obrero estampador de indianas, pues la naturaleza de su industria y los capitales que exige le quitan toda esperanza de alcanzar nunca el rango de patrono.» Report on ehe petition presented by the journeymen callico-printers (1804), pág. 7. 2 G:\vERNITZ, Schultze: Le grande industrie, trad. fr., pág. 42, escribe, por el contrario, que «Inglaterra, en los diez primeros años d e este siglo, poseía ya un partido obrero socialista-revolucionario que superaba en fuerza y en peligro a todos los movimientos ulteriores análogos del continente». No se ve en qué se funda esta afirmación. Los motines que estallaron aquí y allá y los más graves de los cuales fueron los de los ludditas, no estuvieron dirigidos por un pensamiento revolucionario consciente de sí mismo. En cuanto a las teorías comunistas expresadas por hombres aislados como Thomas Spencer, no parecen haber ejercido la menor influencia sobre la opinión popular.

Hemos indicado en un capítulo precedente la distinción esencial entre las coalic.i?nes temporales, formadas en tal 0 cual circunstancia, para la ,c~rrecc10n de tal o cual agravio particular, y que desaparecian tras el exito o el fracaso de su tentativa, y las coaliciones permanentes, prontas para defender en toda ocasión los intereses de los obreros 1 que las comp~nen • Unas, semejantes a las revueltas espontáneas de las que han su.rgido y con. las que casi siempre son aplas'tadas, no pertenecen propiamente. a nmguna época y a ningún régimen económico. Las otras, en camb10, tienen orígenes netamente determinados; aparecen e? el momento e?, q~e se verifica el divorcio entre el productor y los medios de producc10n ;. representan ~l ant?gonismo, en lo sucesivo permanen~e, cnt:e el capital y el trabajo, umdos antes y casi confundidos. Las mas. antigu'.15 se han adelantado en medio siglo a los comienzos de la gran ~ndustna ~ode:~a; s~n ~ontemporáneas de esa evolución gradual hacia la orgamzac10n capitalista, que ha precedido inmediatamente a la edad de las máqui?a~ y de las fábricas. Pero es la gran industria I? que ha dado al ,movimiento toda su amplitud y su dirección definitiva. La que agrupo a los obreros y los unió en sufrimientos comunes· la que al mismo tiempo ha hecho indispensables su intelirrencia y s~ ay_uda mutua: a ~a fuerza del capital, los asalariados no pu;den oponer mas que la del numero. Fu~ en la ind~strfa de la lana donde se formaron, entre 1700 y 1780, las pnmer~s ~sociac~ones ~breras, las ~e los peinadores, los tejedores y los calcete1os . La mdustna del algodon no tardó en tener también la suyas. Cuando en 1787 los fabri~antes de muselina de Glasgow quisieron aprovecharse de la abundancrn de mano de obra para bajar de co~ V~ase primera parte; cap. I, sec. VI. Vease WEBB, _Sidney y ~~atrice: History o/ trade nnionism, pág. 25. Hay que senalar tamb1en la organización de los obreros pasamaneros ~small-ware weavers), que desde 1753 form aban una unión dividida en talleres shops), cada uno de los cuales nombraba un delegado para el comité ejecutivo e.entra!. Un foU e10 conservado e? la Free Rcfcrcnce Library de Manchester contiene los ~slatutos d~ cst~ sociedad: The worsted small-ware-weaver's apology tog~the~ with all their articl~s, which eith er concern their society o/ trade· to which is added a /arewell discourse made by their /irst chairman all faithÍully collected together (Manchester, 1756). El autor hn firmado con ' l . d' · de Timothy Shuttle. • · e seu ommo 3

~ 1111

PARTE III :

LAS CONSECUENCIAS INMEDIA TAS

inún acuerdo la tarifa de los salarios a destajo, chocaron con una resistencia organizada. Los obreros en masa se negaron a trabajar por bajo de cierto mínimo. Las casas que no consintieron en pagar ese mínim o fueron puestas en cuarentena. El conflicto se terminó con violencias y fusilazos en las calles; pero el método con el que desde un principio fue entablado y sostenido parece demostrar la existencia do una asociación obrera que imponía a sus miembros una consigna y una disciplina 1 • Un conflicto análogo que estalló en 1792 entre los fabricantes de Bolton y Bury y los tejedores de algodón acabó con la conclusión de un tratado, verdadero contrato colectivo: los patronos se comprometían a no cambiar los tipos de hilo empleados para cada clase de artículo sin un aumento de salario proporcional a la finu ra mayor del tejido ; los obreros, a cambio, renunciaban a la dieta de un penique y medio de cada chelín que cobraban por los suministros accesorios aue tenían a su cargo. Este convenio fue respetado por ambas partes du· rante seis años, cchasta el momento en f!Ue los manufac turer os se inge· niaron a porfía para hallar los medios de disminuir sus gastos» 2 • Estas organizaciones, al princip_io enteramente locales, no tardaron en extender se y en r eunirse. En 1799 hubo una Sociedad de tejedores de algodón, cuya acción se ejercía en todo Lancashire y quizá más allá. Se había asignado como tarea principal la de presentar las denuncias de los obreros ante los poderes públicos. Lejos de procurar disimular su existencia apelaba osadamente a la opinión pública. P oseemos, gracias a William Radcliffe 3 , el texto de un manifiesto lanzado por el comité general, cuya sede estaba en Bolton, el Z3 de mayo de 1799. Empieza por una exposición de la línea de conducta que la sociedad se proponía seguir : ccComo las leyes actuales, que deberían proteger a los obreros tejedores contra la opresión, han sido pisoteadas por falta de unión entre los interesados, estos han decidido prestarse mutuo apoyo para la reivindicación de sus derechos, según la equidad y según la ley, y dirigirse a los legisladores para obtener de ellos las medidas que en su sabiduría juzguen convenientes, cuando les haya sido expuesto el estado real de la industria del algodón ... » Siguen protestas cont ra las sospechas y los recelos que provocaba la sola idea de una gran coalición obrera: «Vosotros, que sois nuestros enemigos ... , ¿estáis muy asus· tados de vernos obtener acceso cerca del gobierno y decirle la ver dad? ¿Es por eso por lo que recurrís a la miserable estratagema q ue consiste en deshonrarnos con el nombre de jacobinos y en hacer cor rer rumores de conspiraciones y motines? Desdeñamos vuestras calumnias y D.: The industries of S cotland, pág. 283. R eport from the select committee on the handloom-weavers' petitions (1835), pág. 448. 3 Origin o/ the new system o/ manufacture, págs. 73-76. 1 2

BREMNER,

IV :

INT ERVENCION Y « LATSSE Z·l'Ailll::>>

439

os miramos con el desprecio que merec6is ... 1 • Detestam os el desorden y los ardides ilegales y somos firmem ente adictos 11 nuestro rey y a n uestro país, cuya prosperidad será siempre el ohjoto m !Í.A caro a n uestros corazones. ¿Qué se puede temer do nuostw un i6n? No pensamos en at::icar a la Iglesia o al Estado ; nos limitam os csLrictamento a ocuparnos de nuestros agravios corporativos, que doscumos someter al gobierno. Es a él a quien corresponderá juzgal' Hi n uestro caso merece o no mer ece sn intervención.» Los motivos de q ucja do los tejedores nos son ya conocidos. No solo eran la baja do los salados, sino lns exigencias crecientes de los fa bricantes, que va rias veces lrnbian aumentado la l ongitud de las piezas 2 • La sociedad, aun arrogánd ose como tarea princioal la de llevar la causa de los ohreros Rnl'c el P arlamento, buscaba un terreno de inteligencia con los pat ronos: «Si quisieran condescender a una entrevista, nuestro comité les enviaría una d iputación. Nosotros no nos consideramos como en oposición con ellos. Al contrario, pensamos como ellos a propósito de ciertas prácticas nocivas 3 que obstacu· lizan el progreso regular de la industria.» Gracias a estos modales conciliadores y a su intención declarada de someterse a la decisión del P arfa mento, la sociedad de los te jedores de algodón pudo sobrevivir al voto de la ley contra las coaliciones obreras, promulgada el mismo año de su fundación. El movimiento del que habían dado ejemplo los obreros del Sudoeste permaneció largo tiempo sin pr opagarse a uno de los centros más importantes de la industria de la lana, el del Yorkshire occi dental. Pero a medida que se transforma esta industria-y es precisamente en Yorkshire donde comienza la transformación-se ven constituirse agrupaciones, en las que entran, juntos con los obreros, los pequeños fab ricantes, alar· 1 Hay que a notar que también se les dirigía el r eproche de a ntipatriotismo Y de inteligencia secreta con los revolucionarios extranjeros : «Con qué injusticia se nos calumn ia cuando se pretende que nuestras reuniones tienden a sacrificar la independencia de n ueslro país. La verdad es todo lo contrar io. Aunque jamás toque el clarín, a unque no resuene el grito «¡ A l as armas ! '" si Inglaterra está en peligro, sabemos cuál es n uestro deber y n uestro interés, el deber y el interés de todo inglés.,, Id., ibíd. 2 • , «Suponga~os que un hombre se haya casado en 1792; en esa época rec1bia 22 chelmes por 44 yardas de paño. Sigámoslo de año en año : vemos acre~entars~ su fa milia , vemos sub ir el precio de todas las cosas n ecesarius para la vida, mientras que los salarios bajan contin uamente. R eparemos en córno cslá en 1799 : lo hallar emos q uizá r od eado de c inco o seis n iños pequeños, y he uquí que ei: lugar de 44 ,rar das de paño se le ex}gc que teja 60 y n o se le dn por ello mas que l l chelines. ¡ Luego se asombrnrun de que el impuesto do Jos pohrcs se ~umente! " l bíd. Este. 1íltimo nrgumcn10 RO rl irigíu o loH con1rib 11 )'<' ll l<'S y en particular a los Lerra Lclllentes. 3 ., Se trataba, sol! rc todo, de lu o:x por11wlón do l1iludoM, conrru lu
ill(\

PARTE

JII;

IV; INTERVENCION

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

mndos por los progresos del maquinismo 1 • Tal fue la Community o lnstitution de los obreros de la lana, que fundada hacia 1796 2 cubrió bien pronto con sus ramificaciones todo el norte de Inglaterra: «Creo, decía un testigo ante la comisión de encuesta de 1806, que no se habrían encontrado en toda la ciudad de Halifax y sus alrededores dos tejedores que hubieran quedado fuera de esta agrupación» 3 • Una caja común, alimentada por cuotas regulares, proporcionaba los fondos precisos para cubrir en caso necesario los gastos de un rncurso al Parlamento, para hacer comparecer testigos y para pagar attomeys y abogados. La /nstitution disponía además de otros medios de acción menos costosos y más enérgicos. Era lo bastante potente para obligar a los obreros a abandonar los talleres sobre los que había lanzado el entredicho 4 : los que se negaban a someterse o que después de haber formado parte de la asociación la dejaban, se exponían a represalias brutales. Eran tratados de serpientes ( sna,kes) 5 , amenazados, asaltados y a veces sitiados en sus casas. Los manufactureros vivían en el terror de esta organización secreta que, según se decía, fomentaba los motines contra las máquinas y advertía a las compañías de seguros contra incendios que no asegurasen las fábricas G. Por la misma época se forman las primeras coaliciones de los obreros del hierro. La industria de Sheffield, con las numerosas especialidades que todavía hoy le dan un carácte1· tan particular de parcelación, había permanecido mucho tiempo repartida entre centenares de talleres independientes, bajo el control caducado de la compañía de cuchilleros de Hallamshire. Pero hacia fines del siglo, las antiguas reglamentacio7 nes, protectoras de la pequeña industria, se relaj a~ ~ desaparecen • y dejan desenvolverse libremente a las empresas capitalistas. En segmda se unen los obreros para resistir a las exigencias de sus nuevos amos. Son los obreros cuchilleros los que en J 787 boicotean a un tal Watkinson por haber querido obligarlos a que le entregaran 13 cuchill~s por docenas 8 • Son en 1790 los afiladores de tijeras a quienes los fabn1 HELD : Zwei Bücher zur socialen Geschichte England, pág. 441; WEBB: Hist. o/ Trade Unionism, págs. 30 y 60. 2 No fue completamente organizada hasta 1803. Véase HELD: ob. cit., pá· gina 442. 3 Report and minutes o/ evidence from the committee on the state o/ the woollen manufacture in England (1806), págs. 231 y 353. 4. 1bíd., pág. 181. 5 Jbíd. Este nombre ha sido reemplazado por el de Blacklegs, que correspon· de a las palabras: renegados, ovejas negras, petardistas, esquiroles, etc. 6 l bíd., pág. 36. 7 En particular, las que limitaban el número de aprendices en cada taller. s HUNTER, J.: Hallamshire, pág. 220. El asunto causó gran revuelo en Sheffield. Se cantaba una canción contra el fabricante impopular : «O jalá el tredécimo cuchillo sirva para disecar su gran corpachón-para poner al desnudo sus Ór· ganos, que los hombres los vean,- su corazón tan negro como el abismo del infierno,-su corazón de lobo voraz, roedor de huesos y bebedor de sangre.»

Y

«LAISSEZ· FAlllE»

441

cantes acusan de formar asociaciones ilegales para Jrncer subir el precio de la mano de obra 1 . A consecuencia de lo cual, cinco de ellos son procesados y condenados por el crimen de <
Hist.

Sh effield Iris, 7 de agosto y 9 de septiembre ele J790. Véase WEBB:

o/ Trade Unionism, pág. 33.

2 Hubo huelgas en Dover en 1789, 1794 y 1795. Véase petición de los fabri· cantes de papel, ]ourn. o/ the House of Commons, LI, 589. 3 lbíd., pág. 595 (encuesta sobre la petición de los fabri cantes). 4 Annals of Agricultnre, XXV, 504. He aquí en resumen el texto de las resoluc~ones voladas (5 ele noviembre de 1795): . 1.0 , el jornalero debe ser pagado conveillentemenle, y el procedimiento corriente que consiste, para aliviar su penu· ria, en venderle harina por ba jo del precio ... no es solo un insulto indecente a su condición miserable, sino un medio de socorro ilusorio ... ; 2.0 , los salarios de· berán variar con el precio del trigo... [sigue una tabla]; 3.0 , se preparará inmediatamente una petición al Parlamento para solicitarle que fije los salarios con· forme al plan de más arriba, y todos los jornaleros del condado serán invitados a asociarse a esta gestión necesaria ... ; 4. 0 , cada adherente deberá pagar al tesorero una cuota de un chelín para cubrir los gastos ... ; 5.o, lan pronto como el se· crctario de la reunión conozca la opinión de los jornaleros de este condado, o de la mayoría de ellos, convocará una reunión general en una ciudad situado en una posición central. .. ; 6.0 , un jornalero, provisto de las instrucciones elcscndus, podrá ser delegado por dos o tres parroquias vecinas entre sí; recibirá dos che· lines seis peniques diarios para sus diligencias y otro tanto para sus gosloa... ; 7.•, Adam Moore, secretario de la reunión, hará publicar las resolucionoa nnleriores con los nombres de los arrendatarios y los jornaleros que lnA hon volado y firmado en un periódico ele Norwich y en un periódico de Londrc~ ; H" confía en que el proyecto ele una petición al Parlamento sea uprobodo y ndOJllOdo no solo por los jornaleros del condado, sino también por loR de 1odoH loH condudos del reino. Por lo demás, no hay que confundir esto orgunizuci(m, formodu única· mente con miras a una apelación a lo~ poderes públicos, co11 11110 Trude Union.

PARTE Ill:

LAS CONSECUENCIAS IN~1EDIATAS

IV:

ba solamente los intereses de los patronos; tom~~a, en ra_zón de las circunstancias el aspecto de un grave peligro político y social. En ~s,ta época en qu: el terror de una revoluci~n s~mejante a la Revoluc1on francesa obsesionaba los espíritus y hacia divagar a los h?mbres de Estado, toda asociación popular, cualquiera que _fuese su obJ~to confesado, debía ser naturalmente sospechosa. El m1sm? pensam~ento que había hecho adoptar, como un medio de apaciguamiento, ~l. sister;ia de los socorros a domicilio, dictó la ley de 1799 contra las coahc10nes · _Por otra parte, esta no hizo más que r~novar y_ completar toda una l~g1s~a­ ción anterior. Sin hablar de los edictos antiguos sobre las «cons~uacio· nes de los mercaderes y artesanosn, cuyas cláusulas penales pod1.ar_i ser aplicadas, y en efecto lo fueron en va~ias ocasiones, a las coahc1ones obreras 2 , una serie de medidas más recientes Y no menos ~everas apui:taban directamente a estas coaliciones. «Desde el comienzo del "'i · glo xvm, leemos en la Historia del Trade-Unionismo, el Parla~ento ~o cesó de votar leyes prohibiendo a los obreros, en tal o cual m¿ustn_a articular el coaligarse» 3 • Citemos entre otras las que concerm?n e;,· P ' a los obreros sastres ( 17 20) '1 , a l os teJe · d or es Y pemadopecialrnente 7 res de lana (1725)5 , a los sombrereros ( 1777) 6 , a los papeleros _( l '.9?) ~ Lo que, no obstante, las distingue, bajo el doble aspecto del pn?cip 1?, Y rlel alcance de la ley de 1799, es que casi siempre iban a contm~acion de reglamentaciones oficiales del trabajo, de l_as q~e no eran {;b~ el complemento. Este punto ha sido puesto en evidencia P?r S. Y B. e · «Se admitía que era asunto del Parlamento y de los tribunales, el reg1~­ 1 mentar las co~diciones del trabajo; desde ese momento no po~rn pe~n:i • tirse ni a los individuos ni tampoco a las coaliciones, que mtervi~:e' conflictos para los que se h a b'1a 1~s~1tw · · ·do un m odo . de . . . solucion • sen en 0 le.,.al » Al ligarse para modificar las condiciones del traha10 Íl]ada\ i: • la0 le~ o conforme a la ley, los obreros cometían un acto ~e rebe ion. En 1799 la cuestión se planteaba de una manera totalmente dif~rente. ~3. · · · política mtcrvenc10msta se desacred"t 1 ab a ca da vez más·· el laissez-faire

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1

Casi al mismo tie)llpo fue votada la ley contra las debating societies,

. ., l · d de L an· 39 Geo. Ill, c. 79. 2 Más arriba h emos mencionado la dec1s1on de os iucces e Tlªvi l ") cashire en 1725. Esta se fundaba en el acta de 1549 (2-3 E?ward • c. :' intitulada Bill of conspiracie.s ?f victuaJ._ler~ and craftsmen Y de,stmaga en ~:~nb cipio a impedir el encarec1m1ento artificial de las mercadenas. d ; Y d citan el caso mucho más reciente de los hilanderos de alg? on. con cna os en 1818 a dos años de prisión por aplicación de una ley de 130~. Hist. o/ Trade

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Unionism, pág. 60. , l · a Id., ibid., pág. 61. Según Whitbread, exisuan en 1800 cuarenta eyes p10· mulgadas con este fin. . 4 7 Geo. I, st. ], c. 13. Véase GALTON, _F. W.: Seli;ct documents illustra11 ng the history of trade unionism, I, The taillonng trade, pag. 16. s 12 Geo. l, c. 34. G 17 Geo III, c. 55. 7 36 Gco. III, c. 111.

INTERVENCION Y «LAISSt:Z· FAlltl-:»

443

reinaba ya en la mayoría de las industrias ; la autoridad de las corporaciones de artesanos apenas si existía ya, y el Estado rehusaba ejercer la suya. La idea de que el contrato de trabajo debe resultar únicamente de un acuerdo entre las partes interesadas no estaba lejos de ser admitida y proclamada como un dogma. Prohibir a los obreros coaligarse en el instante mismo en que se les quitaba toda esperanza de protección legal era abandonarlos a merced de los patronos. La ley fue votada con u?a premura que revelaba las preocupaciones de sus autores. El 5 de abnl de 1799 el Parlamento había recibido una petición de los constructores de molinos, que solicitaban ser protegidos contra la «peligrosa coalición» formada desde hacía algún tiempo por sus obreros. Se decidió, por derogación del reglamento, darle lectura inmediatamente, «en consideración a las circunstancias excepcionales». Cuando la comisión a la que se había remitido esta petición hizo su info rme. Wilberforce, en quien la filantropía se unía al conservatismo más obstinado, propuso promulgar una ley contra las coaliciones aplicable a todos los dominios. William Pitt se adhirió en seguida a esta idea. El l 7 de junio de 1799 presentó un proyecto de ley-denominado W orkmen's Combination Bill-que tenía por objeto «poner remedio a un mal que alcanza proporciones considerables>). El voto en primera lectura se efectuó al día siguiente. «El 1 de julio todas las etapas de trámite ante la Cámara de los Comunes habían sido salvadas, y veinticuatro días después de la presentación del proyecto la ley recibía la sanción real» 1 . En la Cámara de los Comunes un solo diputado, Hobhouse, habló contra la ley, recordando la facilidad con que podían formarse y obrar las coaliciones patronales y alzándose contra la jurisdicción propuesta, la de los jueces de paz, que excluía la intervención del jurado: su enmienda, que exigía al menos la presencia de dos magistrados, fue rechazada sin un voto siquiera 2 • Ante los lores, una petición presentada en nombre de la sociedad de estampadores de indianas, de Londres, hizo oír en vano una protesta aislada 3 • Solo lord Holland se levantó para apoyar la petición. Habló largamente, con fuerza, contra un bill al que declaraba «injusto en su principio y malvado por su tendencia». Los patronos siempre tendrían interés en acusar de coalición a sus obreros, incluso cuando trataran solamente de obtener mejores salarios. «Es evidente que podrían sobrevenir circunstancias en que la justicia y la humanidad exigieran que fuesen aumentados los salarios de los obreros; pero si dejamos que este bill se convierta en una ley, jamás esos hombres podrán buscar honradamente una mejora de sus salarios sin incurrir en las sanciones penales que prevé.» Mostró el peligro de confiar este género de Véase HAMMOND, J. L. y B. : Th e town Labonrer , pág. 123 y sgs. 20 de junio de 1799. Parliame11tary R egister, LXXI, 65-66. 3 A full and accnrate reporD o/ tltr, proceeding o/ the petitioners against the combination Laws, by orie o/ the petilioners, Londres, 1800. 1

2

PARTE Ill:

LAS CON SECUENCIAS - ~NMEDIATAS

asuntos a magistrados locales, que se arriesgan a ser a la vez jue_ces Y partes ; evocó «el caso de uno de esos magistrados que, en una c~udad manufacturera sería al mismo tiempo un patrono y tendna por vecmo a otro patrono, magistrado como él; ved. qué extrafíos s~rvicios podrían prestarse. Citando uno a otro como testigo, le sena posible enviar a la cárcel 0 a trabajos forzados a aquellos de sus obreros que no se sometiesen a sus condiciones» . El derecho de apelación a los Qzwrter Sessions era una irrisión, porque al apelar debía depositar una fianza. de 20 li~ras y pagar, si era condenado, las costas de la instancia. ccSem_e}antes est:p~­ laciones imposibilitan a los pobres obreros el hacer apelacion.» Por ultimo era una monstruosa injusticia crear un nuevo crimen y substraerlo al j ur~do para llevarlo ante una jurisd~cción sumaria.• N~die _se tomó la 1?'º" lestia de responder a lord Holland y la ley paso si_n. nmguna enmien-da 2 • En ella se prohibía a los obreros de todos los oficios el concertarse, ya fuera para obtener un aumento de los salarios o una disminuci~n de las horas de trabajo, ya para obligar a los patronos a em~lear a ciertos obreros con exclusión de ciertos otros, ya para establecer e imponer cualquier reglamento; esto bajo pena de tres meses de cárcel como mínimo 0 dos meses de hard labour. La misma pena se aplicaba contra los que tratasen de seducir a los obreros para impedirles que entraran en ciertos talleres o que se nc"'aran a trabajar con ellos, y contra los que asistiesen 3 a reuniones ilícitas i:>y recibiesen o entregasen dinero para organizarlas • A estos delitos previstos expresamente hay que añadir todo_s los que comprendía, en el sentir de jueces malévolos, la palabra ternble Y vaga de coalición: «En adelante, ni un obrero podrá tener con otro obrero la menor conversación sobre un tema profesional sin exponerse a persecuciones» 4 • Lo que acababa de dar a esta ley su carácter de parcialidad era que, como habían hecho observar Hobhouse y l~rd Holla~d'. los acu· sados no eran conducidos ante un jurado, que hubiese constitmdo para 9 de julio de 1799, Parliamentary R egister, LXXI, 562-65. , 39 Geo. III, c. 81. He aquí su preámbulo: « Resultand~ que un .gran numero de obreros y j ornaleros, en diversas partes d e este remo, h an mlen~ado, mediante reuniones y coaliciones ilegal es, obtener un supl emento de salario Y perseguir el cumplimiento de otros. de_signi~s. i_legales; y. resultando . que las le~es actualmente en vigor contra esas mtngas ihc1tas han sido re~onoc1d~s co!°º. m· suficientes para ponerles fin, se ha hech~ n ecesario_ ~ornar med1?as mas energ1cas, a fin d e prevenir la formación de las citadas coahc10nes, sancion ando a los culpables con un castigo pronto y ejemplar.» Una l ey análoga fue promulgada para Irlan da en 1803 ( 43 Geo. Ill, c. 86). 3 Más tarde, estas penalidades fueron juzgadas insuficientes. Se hizo enton ce~ uso contra los obreros de una ley de 1797, 37 Geo. III, c. 123, que apuntaba a las conjuraciones sediciosas, y había sido votad~ durante la reb~lión _de l a floto en Nore. Por aplicación de esta ley fue pronun ciada, en 1834, diez ~nos d~sp~é& de la abrogación de la ley de 1799, la sentencia famosa que condeno a seis JOr• n aleros de Dorehester a la deportación. 4 Petición de l os jornaleros, obreros y artesanos de Liverpool. J01¿rn. o/ tlit J/o use o/ Commons, LV, 646. 1 2

IV:

INTERVENCIO N

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«LAI SSEZ·f'Alll E»

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ellos una garantía: su suerte se confiaba a un magistrado único, un juez de paz que según las ideas del tiempo debía ser un r epresentante de la causa del orden tal como la concebían las clases dominantes 1 • La conmoción fue viva entre los obreros cuand o comprondieron el golpe que se asestaba a sus organizaciones nacientes. Afluyeron peticiones y protestas, que provenían de todas las regiones y de todas las corporaciones de artesanos 2 , tantas, que fue difícil tener en cuenta ningun a de ellas. La ley recibió una enmienda en el mes de julio de 1800 3 . P er o ni el fondo ni las principales cláusulas fueron alterados. La jurisdicción siguió siendo la misma; sin embargo, el veredicto debía ser pronunciado por dos magistrados en lugar de uno solo, no siendo elegidos estos magistrados entre los patronos de la industria en causa. La principal innovación recaía sobre ciertas cláusulas de arbitraje: las cuestiones de salarios y de horas de trabajo podrían ser deferidas a dos árbitros designados respectivamente por los patronos y por los obreros ; y, a falta de acuerdo entre ellos, la decisión pertenecería a un juez de paz, a requerimiento de una u otra parte. Pero de hecho, estas estipulaciones resultaron inoperantes, debido a la mala voluntad de los patronos 4 • En el curso del debate, Sheridan había pedido la abrogación pura y simple de la ley contra las coaliciones, declarando que «jamás una masa tan intolerable de injusticias habifa figurado entre las leyes del Reino». El cuarto de siglo siguiente ha dejado en la historia del TradeUnionismo el recuerdo de una era de persecución. Es la época medio legendaria de las afiliaciones secretas, de las reuni ones nocturnas, cuyos atestados, para mayor seguridad, eran enterrados en parajes solo conocidos por los iniciados 5 • El hecho es que las condenas fueron frecuentes y severas: «Las leyes contra las coaliciones eran consideradas como necesarias para obstaculizar las pretensiones desastrosas de los obreros, que, de no haber sido r educidos al orden, habrían arruinado enteramente el comercio, la industria y la agricultura británicas... Era tal el imperio de esta idea falsa que, cuando se procesaba a los hombres que trataban de unirse para regular el tipo de su salario o la duración de su trabajo, por dura que fuese la sentencia dictada contra ellos, y por despiadadamente que fuese ejecutada, nadie manifestaba el menor sentimiento de compasión por aquellos desdichados. Toda consideración de justicia desaparecía: su defensa ¡:aramente era escuchada por el juez, y nunca 1 «Los peticionarios se hallan, por esta ley, privados de su derorho u Rnr juzgados por un jurado según la costumbre de su país; se Jos cnvfn un tt\ un j uez d e paz que, las más de l as veces, es un hombre de negocios, y ruyo norn bramiento, en todo caso, es tá al arbitrio de los patronos.» Tri., ibfd. 2 Véanse las numerosas peticiones presentadas en 1800 11 In Cáruurn t11• los Comunes, fo urn. o/ the House of Commons, LV, 648 , 665, 672, 7011, 712, C'I<'. 3 39-40 Geo. III, c. 106. 4 HAMMOND, J. L. y B.: Th e town labourer, ptíg. 126. :; WEBB : H ist. of Trade Unionism, púg~. 5() y MKM, y W 1•/1/1 MSS , (;1·11crrrl History, ll, Laws relating to trade 1uiio11s.

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PARTE

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LAS CONSECUENCIAS IJ'\Mj¡DlATAS

ain impaciencia o sin insulto... Si se pudiese dar un relato fiel de los interrogatorios, de los debates ante las sesiones trimestrales y el Tribunal del Rey, con su parcialidad monstruosa, sus inve<:tivas groseras, las penas terribles infligidas y sufridas, nadie querría creerlo, si los hechos no estuviesen atestiguados por testimonios irrecusables... » 1 • Con todo, las coaliciones, incluso las coaliciones permanentes, origen de las Trade Unions, no pudieron ser completamente impedidas ni destruidas. La persecución, muy desigual, perdonó a muchas. Para poner en movimiento la acción judicial, era preciso una queja, que a menudo faltaba. Algunas hasta estuvieron en relaciones abiertas y pacíficas con los patronos 2 • Otras podían invocar, si se las amenazaba, la protección de las leyes: se limitaban, en principio al menos, a usar el derecho de petición al Parlamento o de recurso a los tribunales 3 , que pertenecía a todo súbdito inglés. Otras, por fin, obligadas a más disimulación, tomaban el aspecto inofensivo de sociedades de socorros mutuos 4 • Fue así como subsistieron y se desenvolvieron las asociaciones de los hilanderos de algodón, las más antiguas de las cuales, las de Oldham y Stockport, fundadas en 1792, habían tenido, desde su iniciación, el carácter de benefit clubs, que daban socorros de paro y de enfermedad 5 • Estas mostraron su fuerza real cuan1 PLACE, Francis: On combination laws, en WEBB, ob. cit., pág. 65. Encontramos ya en un informe de 1804 la crítica de este régimen inicuo: «La sabi· duría y la humanidad del Parlamento se negarían a sancionar la ley contra las coaliciones si les pareciese probable que obra únicamcn te en favor de los fuertes contra los débiles y que tiende a asegurar la impunidad a los opresores y a dar una ventaja injusta a los patronos, que pueden coligarse sin tener que temer por ser descubiertos. . . Es imposible que el l egislador haya querido perjudicar al hombre cuyo solo deseo es vivir de su trabajo.» Report on the petition presented by the journeymen callico.printers (1804), pág. 7. 2 Véanse los ejemplos citados por WEBu, págs. 66 y sgs. 3 H ay que rel acion ar con esta clase la gran sociedad de los tejedores de al· godón, de la que hemos hablado más arriba. 4 Estas sociedades, estimuladas por una l ey de 1793 (33 Geo. 111, c. 54), y ya muy numerosas, se for¡naban casi siempre entre gente del mismo oficio. Véase EoEN: State of the poor, I , 600 y sgs. Sobre las relaciones entre las sociedades de socorros mutuos y las Trade Unions, véase BowoEN: Industrial society towards the end of the XV!ll th century, págs. 295 y sgs. 5 Webb MSS, Textiles, lll, Oldham Spinners y Fifth R eport from the select committee on artizans and machinery, pág. 410. Ignoramos por qué Webb da, para la fund ación de la Sociedad d e Stockport, la fecha de 1786 ( Hist. o/ trade unionism, pág. 35). Algunas de estas sociedades han debido e ncerrarse, al menos en sus comienzos, en sus atribuciones mutualistas. Véan se los estatutos de los Friendly associated cotton spinners of Manch ester ( 1795), art. 25 : «Si una o varias personas pertenecientes a la citada sociedad atacan o insultan a un patrono o a un capataz o causan voluntariamente des lrozos en sus casas, edificios o propiedades, bajo cualquier pretexto que sea, o se coaligan para elevar el tipo de s u salario contrariamente a la ley, o Loman parte en desórdenes de tal naturaleza que perturben la paz pública, o desobedecen a un r equerimiento o a una orden cualquiera de los magistrados del condado . .. esa persona o esas person as serán expulsadas de la Sociedad y perderán todo derecho a unas ventajas que están destinadas únicamente a fomentar la sobriedad, el traba jo y la buena conducta.»

IV: INTERVENCION

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do la gran huelga de Manchester, en 1810, en la que tomaron parte millares de obreros: las sumas distribuidas a los huelguistas se elevaron hasta 1.500 libras por semana 1 • Los hilanderos de algodón de Lancashire eran obreros de gran ind?stria. Como tales, experimentaban dificultades particulares en organizarse, las que encuentran, todavía hoy, los jornaleros y los braceros. Recién venidos la inmensa mayoría a su oficio, sin cohesión sin tradic!ó~ común, incapac.es de imponerse por su capacidad técni~a y de resistir a la competencia desastrosa de las mujeres y los niños, se 11allaban en . las peores cond.ic.iones p~ra hacer frente a los manufactureros capitalistas: <<Sus coaliciones efrmeras, sus huelgas frecuentes, apenas eran otra cosa que esfuerzos desesperados por conservar su salario a un nivel que les permitiese justamente vivir ... ; explosiones r epentinas, marcadas por destrucciones de máquinas y por toda clase de violencias con intervalos de sumisión abyecta y de competición ciega ... » 2 • Sin' embargo, habían empezado a for jar el arma de las luchas futuras.

II Uno obr.eros meiorar t . ac10nes

de los objetivos perseguidos con más perseverancia por los coaligad?~·, uno de los medios que creían más apropiados para su condic1on, era el mantenimiento o la extensión de re«lamen. 3 antiguas . eon mayor razón, cuando les fue prohibidoº unirse

Articles, rules and .regulations .made and to be observed by and between the members o/ tl~e Fnendly . associated cotton spinners, pág. 15. Las sospechas de que fueron ob1eto las sociedades de socor ros mutuos están enunciadas netamente en las Observati.ons on the cotton-weavers' act (1804), págs. 15-16 : «No puedo menos de advertir los efectos desastrosos que ha tenido en las regiones industriales el desen~olvimiento de las sociedades de socorros mutuos desde el estímulo que le~ ha s.1do d~do por la ley de Mr. Rose. Las circunstancias muestran cómo l~s )11e1ores mtenc1o~es pueden ser desviadas de su meta. En lugar de ayuda r al h1enest~r de sus miembros o de mejorar su conducta, estas sociedades se han convertido en focos de descontento y de intrigas ... Al abrigo del título con el que :.e enmascarai;i y de los reglamentos nominales que exhiben, los obr eros se reúnen por corporac10nes de artesanos y mantienen alianzas con sus camaradas. Sus ~uotas a menudo han sido lo bastante fuertes para subvenir a las n ecesidades de cierto número . de eqos, que, a una consigna, se declaraban en huelga :o~tra sus patronos. S1 un patro~o se mostraba obstinado y se negaba a ceder, . u~ ~breros reanudaban el traba10 y se declaraba en huelga otro equipo. Y así sucesivamente, hasta que hubiesen obtenido satisfacción . Estos ardides se han proseguido casi si_n intei;-rupción desde hace varios a ños. Es raro que en una u otra rama de la 1~~u?tna no se produzca, y casi siempre han tenido éxito. No obstan te: es tan d1hc1l probarlo que, a pesar de las quejas frecuentes, se han pronunciado muy pocas condenas.» 1 W ebb MSS, Textiles, l. :i WEBB : History of Trade Unionism, púg. 78. 3 Según L. Brcntano, la mayor pune do los asociaciones obreras en el si· glo xvm, se han fundado con el fin 1ínico «~e mantener las reglamcnta~iones exis·

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IV: INTERVENC!ON

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

porn la defensa de sus intereses colectivos, apelar?n a la protección, r.e,al ilusoria, que estas r eglamentaciones les ofrecian contra la opresion 0 económica. Tenían un doble origen. Unas eran reglamentacion~s .del Estado, ~erivadas del Statute of Artificers de 1563, verd.a?er~ codigo del trabajo, donde se r esumían }as ordenanzas de las mumcipabdades y de lo~ gremios, y con el que se ha perpetuado, .hasta el umbral de nuestra epo~a, el sistema económico de la Edad Media 1 . Las otras era~ regla~e~tac10nes corporativas, particulares de ciertas ciudades y de ciertos oficios, en los que tenían fuerza obligatoria. Unas y otras formaban .cu~rpo_ :on las prescripciones relativas a la técnica industrial, y con _la _mstituc10n. a la vez caritativa y tiránica de la ley de los pob~~s. Co~stitman en con1~nto el monumento característico de una legislacion, vanas veces 7ecula1 . A mediados del siglo xvm, este monumento todavia estaba e;i pi;, aunque decrépito y en derrota: el empuje de intereses nuevos, mas aun que de ideas nuevas pronto hizo que se derrumbara por completo. Fue en ' • 2 vano que los obreros intentaran levantar sus rumas . . Los puntos sobre los que se c.nc~minaron. ~us. _esfuerzos pnnc1pales fueron los reglamentos de aprendiza Je y l~ ÍI¡ac.10n _legal de los . salarios a. De acuerdo con 1a ley de 1563, nadie podia e3e1~cer un. oficio, e~ Inglaterra si no había hecho un aprendizaje de siete ano.s _?a10 el r~g1men de un contrato en debida forma (indenture), que defmia l~s obhga· ciones recíprocas del maestro y del aprendiz 4 • Además, el numero de Lentes de la industria, legales y consuetudinarias». De~e .el mo¡11.ento en qTe d l Estado cesaba de mantener el orden, aquellas lo sust1Luian. Guilds and ra e Union, pág. CLXXVll. f A ·¡ · (r. El' 4) i Se hallarán páginas excelentes sobre el Statute o rti icers o ' 1z., c. en CUNNINCl!AM: Growth of English industry and c.o~nmerce, I~, 27-43. 2 Sobre el desuso gradual del Statute o/ Artifice.rs, . part1cularm_ente . en que concierne al aprendizaje, véase DUNLOP, O. J.: English apprenticeship child labour, págs. ll8, 121, 228-30. Las ciudades ya no se cuidaban de la e¡e· cución de los antiguos reglamentos corporativos ; los tribunales se mostraban muy indulgentes con los contraventores.. . . , . a No insistiremos sobre las tentativas por hacer revivir contra las rnaqumas las prohibiciones del siglo xv1. Véas~, ant;rionnente.' tercera parle, cap. III, sec. ~· 4 5 Eliz., c. 4, art. 31. He aqm , a titulo de e¡emp~o.' el co_ntralo ~de aprendizaje de J. Wedgwood (cuyo término es, como se advert1ra, de ~me~ ª?ºs en~ lugar de siete): «Este contrato, hecho el 11 de noviembre del dec.1mosept11:io ano del reinado de nuestro soberano señor Geor~e ll, por la grac!a de Dios drey h'de Gran Bretaña, etc., el año de nuestro Senor 1744, entre Josiah Wedgwoo , 1¡0 de Mary Wedgwood , de Churchyard, condado de Stafford, por una parte, Y ~ho­ rnas Wedgwood, de Churchyard, condado de Stafford, por otra y~rte, atestigua que el citado Josiah Wedgwood , de su pleno grado y consentimiento, con l_a aprobación y bajo el consejo de su citada madre, se comp:o~~te corno _ap;end1z al servicio del citado Thomas Wedgwood, en cuy~ C?~ª res1d1ra Y trab~¡ar~ continuamente desde l a fecha anterior hasta la ex¡mac1on completa del termmo de cinco años: Durante el cual término el citado aprendiz deberá obedecer la voluntad de su maestro y servirlo fielmente, guardar sus secretos, apresurarse en to?a circunstancia a obedecer sus órdenes legítimas; deberá abstenerse de hacer nm·

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aprendices era limitado, o por lo menos debía mantenerse una cierta proporción entre este número y el de los obreros adultos 1 • Estas medidas concordaban con las tradiciones de artesanos orgullosos de su habilidad profesional, y acantonados en sus oficios como en otros tantos dominios reservados. Deseosos de elevar barreras en torno a ellos, cuidaban de encarecer aún las exigencias de la ley. Los cuchilleros de Hallamshire no admitían que un maestro tuviese en su casa más de un aprendiz a la vez, a menos que el segundo aprendiz fuera su hijo 2 • Casi en todas partes, se obligaba a los aprendices cuyos padres eran ajenos a la profesión, a pagar derechos de entrada, a veces bastante elevados 3 • Se trataba menos de asegurar el buen reclutamiento de la corporación que de garantizar a sus miembros una especie de monopolio hereditario. Se ve el interés que los patronos, desde el momento en que habían cesado de pertenecer personalmente a la clase de los artesan~s, podían tener en hacer desaparecer estos reglamentos. Aplicados en todo su rigor, hubieran contrariado singularmente el impulso de las industrias. Por eso eran constantemente violados. Desde muy pronto se elevan quejas a este propósito: los tejedores de Colchester, en 1716, denuncian las maniobras de los fabricantes que toman demasiados aprendices; los de Gloucester, en 1728, protestan contra el ajuste de obreros que no han hecho su aprendizaje legal 4 • Algunas veces los patronos, para cortar todas las reclamaciones, tomaban el partido de solicitar la supresión formal de guna cosa que pueda perjudicar a su citado maestro y no lo permitirá por parte de otras personas, sino que deberá dar aviso de ello inmediatamente a su maestro en cuanto pueda; no deberá sustraer o deteriorar las mercancías que pertenecen a su maes,tro, no jugará a las cartas, a los dados y a otros juegos ilícitos; no frecuentara las tabernas y bodegones, no cometerá fornicación no contraerá matrimonio. No abandonará, aunque sea por un momento, el ser;icio de su ¡naestro ni se ~u~entará sin pe1miso del citado maestro; en todo deberá conducirse y se conducira para con su maestro y los suyos como un buen y fiel aprendiz. Y el citado maestro enseñará a su aprendiz el arte de tornear y decorar las alfarerías, que practica actualmente, con todo lo que a él se refiere· deberá ins· t~uirlo o hac;rlo instr~ir lo mejor que pueda; deberá igualment; asegurar al citado aprendiz la comida, la bebida, el lavado, el alojamiento, vestidos de toda clase, de lana Y de lienzo, y todas las cosas necesarfas en estado de salud y de e~fei:rneda?, de la manera que conviene a un aprendiz, durante el tiempo del termmo fi¡ado; Y para garantizar la ejecución fiel de todas las cláusulas anteriores, aceptadas por las dos partes, los infrascritos se ligan mutuamente por el p~esente documento, en fe de lo cual han cambiado s us firmas y sus sellos el d1a_ Y el año mencionados más arriba.» Publicado por METEYARD, E.: Lifc of f osiah W edgwood, I, 222-23. 1 5 Eliz., c. 4, art. 33. «Los fabricantes de paños, los bataneros, los tundidores de telas, los tejedores, los sastres, los w pn1cros tendrán por lo menos un obrero por cada tres aprendices.» El límite es, por lo dcmús muy amplio. 2 Carta de los Cutlers o/ Hallamshire, 21 Jnmcs J e. 3 De 5 a 20 libras, según WEnn: llist. o/ 1'radu 'Unionism, púg. 75, nota 1. 4 {o.urn. o/ the House o/ Commons, XVI II , l 7J, y XXl, 153. Véanse también las petlClones de 1742, XXIV, 117 y 124..

ai.

MANTOUX.-29

PARTE Ill:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

Jos reglamentos que les estorba.han: es lo que hicieron en particular los sombrereros, los tintoreros, los estampadores de indianas. Estos últimos reconocían espontáneamente que el personal de sus talleres apenas comprendía una décima parte de antiguos aprendices, y decían la razón de . ello: «Nuestro oficio no exige que todos los obreros que se emplean hayan sido preparados para ejercerlo desde la infancia: simples braceros bastan para la faena» 1 • Argumento al que el maquinismo iba a prestar una fuerza singular. La actitud del Parlamento frente a estas demandas contradictor ias es bastante interesante de observar. De ningún modo tenía la intención de renunciar a su derecho de control sobre la industria: la ley de 1768 sobre los salarios y las horas de trabajo de los obreros sastr es 2 , y el S pitalfield Act de 1773 3 , están ahí para probarlo. Todavía no expe· rimentaba la influencia de las nuevas doctrinas económicas; sus miembros no habían leído a Adam Smith, y con motivo 4 : fue en 1753, veintitrés años antes de la publicación del Enswyo sobre la naturakza y las causas de la riqueza de las naciones, cuando los estatutos de la Compañía de tejedores de medias fueron declarados inoperantes como «contrarios a la razón y atentatorios a la libertad de los súbditos ingleses» 5 • La tendencia al l,aí,ssez-faire se manifestó poco a poco, y en ciertas ocasiones, antes de aparecer claramen'te y de justificarse por una teoría general. Concordaba n o solo con el interés de los patronos, sino con el interés no menos palmario de la industria creciente. La revolución industrial iba a asestar un golpe decisivo a los reglamentos de aprendizaje, y al mismo tiempo a dar a los obreros nuevos motivos para aferrarse a ellos. El perfeccionamiento del utilaje y el progreso de la división del trabajo hacían cada vez más inútil una larga educación profesional. Sin embargo, el número de aprendices, en las industrias textiles y sobre todo en la industria del algodón, no ce· saba de aumentar. Las hilaturas estaban llenas. Entre los estampadores de indianas, eran a menudo tan numerosos como los obreros, y a veces mucho más. Se citaba, hacia 1800, un taller donde había hasta 55 y 60 1 Joum. o/ the House o/ Commons, XXXVI, 194. Contrapetición de los obreros, pág. 283. Los patronos ganaron la causa por las leyes 17 Gco. III, c. 33, Y 17 Gco. III, c. 55 (1777). 2 8 Geo. III, c. 17. Renovaba y enmendaba las disposiciones de una ley Je 1721 (7 Geo. I, st. I, c. 13). Véanse los textos en G ALTO N, F. W.: The tailoring trade, pág. XLIII, 16-22, 60·63. 3 13 Geo. III, c. 68. Véase primera parte, cap. 1.0 , fi nal d e la sección VI. 4. Véase la crítica d el aprendizaje tradicional en el /nquiry into the naturc and causes o/ the wealth o/ nations, pág. 55 (cd. Mac Culloch). 5 Journ. of the House o/ Commons, XXVI, 593, 764, 779, 788. Véase FELK IN, J.: Hist. o/ the machine-wrought hosiery and /.a.ce mann/acture, págs. 80 y siguientes, y HELD, A.: Zwei Bücher zur socialen Geschichte Englands, pági· nas 486-88. Victoria history o/ the county o/ Nottingham, II, 353-54 y Victori11 liistory o/ the connty o/ Derby, II, 367.

IV:

INTEllVENCION Y «l- AJSSEZ·l'AIHE »

451

aprendices por dos obreros 1 . ¿Merecían verdaderamente el nombre de aprendices? Eran en realidad trabajadores no adullos, cuya edad servía de pretexto para pag~rles lo m:nos posi?le y someterlos a un disciplina brutal. c .on ~ecuenc1a eran alistados sm contrato, o bien el patrono, a un cons1derandolos como ligados a él, se reservaba el derecho de despedirlos a su antojo. Algunas veces, por el contrario los retenía ocho o diez a~os en. lugar. de siete 2 • Durante todo este ti~mpo, ganaban de tres ?helmes seis pemques a siete chelines por semana, mientras que el salano de los obreros se elevaba a veinticinco chelines y más. Estos estab~n ?aturalmente predispuestos a ver ahí una de las causas, y quizá la prmc1pal, de sus paros frecuentes: la muchedumbre de aprendices l~s e~~ulsaba de los talleres 3 • En cuanto a los propios aprendices, su s1tuac1on, cuando llegaban a ser hombres, era de las más críticas: se encontraban a .su vez sin trabajo, a menos que consintieran en prolongar su compromiso por un nuevo período de cinco o siete años, en las condiciones que se les quisiera imponer 4 • Así, pues, no sin razón los obreros estampadores de indianas, en 1803 y 1804, se afanaron por obtener una ley que reorganizase en su indu~tri~ el régimen de aprendizaje y limitase el número de aprendices. Cons1gu1eron provocar una encuesta, y gastaron más de 1.000 libras, recaudadas sueldo a sueldo en toda la Gran Bretaña, para hacer comparecer a sus testigos ante la comisión 5 • Sheridan hizo oír su voz elocuente en favor de «esas pobres gentes que se habían impuesto tales sacrificios para solicitar la protección de la ley» y contra sus opresores, «un grupo de hombres poderosamente ricos, cuya riqueza ha salido d:l trabajo de aquéllos» 6 • Tras largas moratorias, fue presentado un blll, cuyo voto habría dado satisfacción a los obreros; mas a pesar de una nueva y enérgica intervención de Sheridan 7 , no pasó de la seg~da lectura. Los Comunes, al colocarse al lado de sir Robert Peel, expresamente designado para tomar la palabra en nombre de los manufactureros, creyeron servir la causa del progreso industrial contra la ignorancia y la rutina. Los tejedores de lana no fueron más afortunados, cuando trataron, : R eport f rom the committee to whom the petition o/ several joumeymcn callzco-prmters, etc., was referred (1804), pág. 3. 2 l bíd., pág. 4. 3 «~s peticionarios, desde hace un cierto número de años, han tenido mucho que suf~1r . por el . paro, debido no a la depresión de los negocios en la industr:ia de las md1anas, smo a la superabundancia de la mano de obra.» P etici6n de los estampadores d e indianas. /onrn. o/ the House of Commons1 LVIII 180 4 Véase el discurso de lord King en la C1ímnrn rlo los Lores ~l 27. de mnyo ele 1805, Parliamentary Debates, V, 118, y ol do P . M.ooro on Ja' Ctlmnra de los Comunes, el 30 de mayo, ibíd., J47-4K 6 Véase Minutes o/ tite evidenre 10/rrii /Jo/oro Jh r r o111mi11 cc ro w ltom tite petition o/ several iourneymen calfico-print1•1,t , .. ~v1u roferretl (180~··· 6 Ses!?n del 27 d e ju!1 io do Hl04., /1111/, Ot• /111111,,, 11, 11511-59. 7 Ses1on del 23 do nlml de 180T. lbfrl., IX, 535-!IB.

PARTE

.1n:t

IIl:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

IV : INTERVENCION

l Y a los que los empleaban. Los paneros rephc~ron reclamando, la abrogación de una ley caducada que «por los obs:acul.?: ~ue opoma a un r;clutamiento más amplio del personal, hacia drf1c1l aument~r su . numero y mantener esa subordinación de la que depende la vida misma de ]a industrial> 1. Varios de ellos fueron oídos: se pusieron de acuer~o para decir que desde la invención de la lanzadera volante, se podia aprender a tejer en un año, e incluso en pocos meses; que; P.ºr otra parte, los obreros que habían hecho sus siete años de ~prendizaj e constituían una pequeña minoría: «Me vería muy perplejo, declaraba un fabricante de Bradford, para decirles si tejen mejo.r .que los otros: nunca he visto ni uno solol> 2 • Estas explicaciones decidieron al Parlamento 3 a suspender la validez del Statute of. ¿rtifice~s. , ~edida que fue reno. vada de año en año hasta la abrogacion defimtiva · Sin embargo, el movimiento, a pesar de su fracaso: conquistaba a toda la población obrera; incluso algunos patronos?, alh donde. se mantenía la pequeña industria, le prestaron su adhe~ion, ~or o~i~ a las empresas capitalistas. Cuando en 1813 y 1814 ~e .mtento un. ~lt1mo esfoerzo en favor del antiguo sistema de aprendizaje,. las peticiones, llegadas de todas las regiones y de todas las corporac10nes d~. ~rtesanos, reunieron cerca de trescientas mil firmas 5 • Una gran. comis10n, de la que formaban parte Huskisson y Canning, había vacila~o en P!~nun­ ciarse: hasta tal punto los hechos aportados ante ella habian mod1~icado sus opiniones preconcebidas. Su presidente, míster. Ros;, se babia declarado convertido a la tesis de los obreros. Mas el mter es de los ~a~u­ factureros se apoyaba esta vez sobre la idea de la li~erta~ .economica, elevada poco a poco a la altura de un dogma. Las dispos1c10nes de la ley de 1563, relativa al aprendizaje, fuer on abrog~das, en nombre de los «Verdaderos principios del comercioll, que la r ema Isabel, «aunque gloriosall, no había conocido 6 •

110

1

Petición de los fabricantes de Halifax, fo um. o/ the House

0

1

Commons,

LVIF, 1t~~· pág 392. John Lees, de H alifax, afirmaba que a . los tejedores f«lle ., · l · l ano de obra la que a gales» no les faltaba trabajo; era, por e contrario_. a m . l 'ido taba «Por falta de obreros, se emplea un gran numero de mu¡ eres en e t:J., 1 10 y en. la tría de l as lanas.»• Véase el testimoni~ de sir Robert Peel/ ahle l a ~om s ;. de encuesta de 1806, Report from the committee on the state o t e woo en m nufacture, pág. 440. s Por la ley 43 Geo. IlI, c. 136. 4 Tuvo l ugar, en lo tocante a la industria de la lana, en 1809 (49 Geo. III, c. 109). 5 Parl. Debates, XXVII, 574. 6 Véase el debate en la Cámara de los Comunes, Parl. Debates, XXVII, 503 y sgs., y el acta de abrogación, 54 Geo. III, c. 96.

Y

«LAISSEZ·FAIRE»

453

III El año anterior había desaparecido otro artículo de la misma ley, el que atribuía a los jueces de paz el poder de fijar el tipo do los salarios 1 • Entre las atribuciones múltiples de estos magistrados, que fueron los agentes por excelencia del antiguo intervencionalismo, no es esta la menos interesante, ni, por otra parte, la menos estudiada 2 • ¿Hay que admitir, con el doctor Cunningham, que a principios del siglo XIX había dejado de existir de hecho, y que no era más que «una pura curiosidad jurídica») 3 • Es perfectamente exacto que la fijación de los salarios ( assessmenD o/ wages), por aplicación directa de la ley de I sabel, había cesado desde hacía mucho tiempo 4 • Pero textos más r ecientes que seguían en vigor en las industrias que regían especialmente, mantenían la tradición intervencionista. Los jueces de paz de Middlesex y las autoridades municipales de Londres continuaban fijando los salarios de los tejedores de seda, en virtud del Spiuilfields Act, confirmado en 1792 5 ; los de los sastres de Londres y de Westminster eran fijados por las autoridades municipales solas: simple diferencia de forma, que no alteraba el principio. Los magistrados de Speenhamland, cuando tomaron su resolución célebre, comenzaron por protestar de que en modo alguno tenían la intención de hacer revivir la reglamentación de los salarios. En esto se mostraban fieles a los intereses de su clase 1 5 Eliz., c. 4, art. 15. Les había sido conferido por vez primera en 1389 (13 Rich. II, c. 8): «Co¡no es imposible saber de antemano el precio del grano y de los demás géneros, los jueces de paz deberán declarar públicamente. el día de San Miguel y en Pascua, según el grado de carestía de los víveres, cuánto deberá recibir por día un albañil, un carpintero o cualquier otro obrero o jornalero, en tiempo de siega y en las demás estaciones del año, con o sin comida o bebida.» Así la ley, en lugar de fijar los salarios directamente y de una vez para siempre, como se había intentado hacer antes sin miramiento a las necesidades económicas, instituía una autoridad encargada de regularlos en épocas determinadas y según las circunstancias. Recordemos que los jueces de paz fijaban también el precio del pan. Véase HELD, A., ob. cit., y WEnn, S. y B.: The a.uize o/ bread, «Economic Journal», XIV, 196 y sgs. 1904). 2 Véanse sobre sus orígenes los artículos de miss MAc ARTHUR: «The Boko lohgyng to a j ustice of the peace and the assessment of wages» (English fli:ltO· rical Review, IX, 1894), «A fifteenth century assessment of wages» (ibCd., Xlll, 1898), «The regulation of wages in the sixteenth centuryn (ibíd., XVT, 1900). Para el período reciente, véase CuNNINCHAM, W.: «A Shrewsbury nssestmcnt o( wagesn (Economic fournal, IV, 1894); HEWINS, W. A. S.: «English lrudo ond linance, chielly in the XVIIth centuryn, y «The regulation of wagos hy tho juHtices of the peace» ( Economic ! ournal, VIII, 1898). 3 CuNNINGHAM, W.: Gr<>Wth of English industry and commcrco, 11, il-3. Atlnm Smith, en 1776, comprobaba ya su desuso (Wealth o/ Narlon.,, ¡1tl¡. M). 4 Uno de los últimos ejemplos conocidos es el ass~~3mn11t tl!l lo" Jnoco11 tic paz de Shropshire, en 1732. Véase Economic Jo11rnal, TV, f> I(>. 5 32 Geo. III, c. 44. Esta ley extendía ol modo cltt llfnoMn da loa ealarlos, prescrito en 1773, a la industria de las soclorfo1 1r11m11cl11•.

IV: INTERVENCION

1111

PARTE

II!:

Y

«LAI SSEZ·l'AJHl»>

455

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

y a las ideas de su tiempo. ¿Pero qué es esa tabla redactada bajo su cuidado sino la base de una reglamentación indirecta? En lugar de íijar los salarios, se establecía la cifra mínima de ingresos que debía ser asegurada a los jornaleros, y la obligación que no se quería imponer a los patronos se trasladaba a las parroquias. ¿No era inspirarse en el mismo principio que se quería desechar? Este principio, en medio de la penuria popular, encontraba numerosos partidarios. Es muy probable que se hayan hecho ilusiones sobre sus beneficios pasados: sin duda había sido invocado más veces contra los obreros que en su favor 1 • Los que pedían la fijación legal de los salarios entendían por ella el establecimiento de un mínimo garantizado por la ley y que variase con el precio de los géneros. La idea se propagó sobre todo en los campos, duramente castigados por la crisis que alrave·s aba entonces el país l. Dio lugar, como se ha visto, a uu comienzo de organización entre los trabajador es agrícolas 3 • Arthur Young, en sus Anale·s de Agricultiira, abrió una encuesta a este propósito: sus corresponsales, que eran propietarios o granjeros, se mostraron, como se podía esperar, generalmente hostiles a una medida que estimaban como dirigida contra su libertad 4 • La cuestión fue planteada ante el Parlamento, pero el bill presentado en noviembre de 1795 por Samuel Whitbread, y sostenido por Fox, tropezó con la oposición más viva. Su propio autor p'a recía excusarse de tal falta a la sana doctrina, que solo circunstancias excepcionales podían justificar 5 • En vano pidió Fox que se diese a los pobres el medio de ganarse la vida sin recurrir a la caridad pública. Pitt, en nombre del Gobierno, se pronunció contra el bill, que foe rechazado. Whitbread volvió a la carga unos años más tarde, pero sin más éxito 6 • A todas las razones que podían tener las clases «Sostengo que, desde 1563 a 1824, una conspiración perpetua, maquinada 1 por la ley y dirigida por aquellos a quienes su éxito debía aprovechar, tuvo por objeto robar al obrero inglés una parte de su salario, su jetarlo a la gleba. q uitarle incluso la esperanza y hacerlo descender a una condición de miseria irremediable ... La ley inglesa y los q ue estaban encargados de aplicarla se asignaban por tarea el reducir al obrero a l a más miserable pitanza y r eprimir por la fu erza toda expr esión o todo acto organizado de descontento ... » RocERS, Thorold: Six centuries of work and wages, pág. 398. Hay quizá aquí alguna exageración. Trabajos más recientes han mostrado que las decisiones de los jueces de paz no eran siempre desíavorables a los obreros. Véase LEONARD: «The relief of the poor by the State r egulation of wages», Engl. Hist. R eview, XIII (1898). 2 DAVIES, David: The case of labourers in husbandry (1795), págs. 105-06. 3 Véase a nteriormente, sección 1. 4. Véase Annals o/ Agriculture, tomo XXV. 5 «Yo siento como nadie cuán deseable es, en semejante materia, abstenerse de toda intervención legislativa; el precio del trabajo, como el de cualquier otra mercancía, debería dejarse a sus fluctuaciones naturales.» Parl. History, XXXH. página 703. En 1800, ibíd., XXXIV, 1426-36. Acaba ba de promulgar se la ley contra las 6 coaliciones, que proporcionaba a Whitbread un argumento muy plausible en favor drl establecimiento de un mínimo de salario.

p~se~doras para oponerse a una elevación artificiol de los salarios, se anad1a el temor de agravar de rechazo el alza de los pl'ccios y de llevar a un mal real un remedio ilusorio 1 • ' Pero n_o se había terminado todo. Por una curiosa vuelta do la. fortuna, el ,sistema, abando~ado,, condenado en nombro de una doctrina que de dia e;i d~~ se hacia i:nas absoluta, iba a recibir unn nut'vo 0 importante aphca~10n. Los te1edores de algodón, en querella constante cont~a los fabncantes a propósito de los salarios, que h abían bajado c?ntmuamente desde 1792, y desarmados en sus tentativas de rcsistcnc~a por la ley contra las coaliciones, suplicaron al Parlamento que vin~e~e en su ayuda. Pedían la institución de un modo de arbitraje cxpe~htivo Y poco costoso para zanjar las diferencias que se alzaban a cada mst~nte ent:e obreros y patronos, ccy para fijar de cuando en cuando y segun las circunstancias el ~rec!o de la mano de obra» 2 • Algunos patronos, deseosos de poner ~ei;nmo a unos conflictos perpetuos, apoyaron esta demanda: fue qmza lo que la hizo tomar en consideración a pesar de los precedentes. ' Apu,ntab_a en, realidad a dos objetivos distintos, pero que los obrer_o~ _tem~n .1~teres en co~fundir : por una parte, el reglamento de los ht1~10s mdiv1duales relativos a la ejecución del contrato de trabajo y por .~ra parte un modo de intervención más atrevido, que pudi~se ~odificar las cl~usulas mismas de este contrato. Los testimonios exhiidos por los te1edores de alg?dón en apoyo de su petición mostraron os abusos de que. se ~uejaban: «sucede frecuentemente esto: un patr.ono os da . a te1er Cierta cantidad de tela, pongamos cinco o seis piez~; conviene con vosotros un precio cuando os lleváis la labor Este prec10: os 10 pagar_a · ' qmza · ' por la pnmera · · · impieza; por las otras, os pondra una reducción ~ás o menos fuerte» 3 • Los obreros tenían siempre .el derech?, en seme1ante caso, de dirigirse al juez de paz, sin que hubiese necesidad por eso de una ley especial '1• Pero se quejaban de b

f

por 1 efSet hac~a ob~ervar bta!11bién que un salario mínimo obligatorio podría tener gistrad~~ od:rch;sh. e trJa a¡o a /losh obHreros mediocres. Véase petición de los ma2 . ., 1re, o_urn. o t e ouse o/ Commons, LI, 383. La Petlcwn de los te1edor es de algodón d e los condados de Chesler York E ~caste~ "!, Derby, l ourn. o/ the Ho use o/ Commons, LV, 262 (5 de ¡nario d~ 1800¡' fi s ª pet;wbnb yMot ras Treda_ctadas en los mismos términos reunieron más de 23 000 r~as. e '· 88 , , exules, IV, l.

o/ Con~~~~~stLVob4re87laVpo'eatniciónt deb~?S tejedor4es de algodón,. ]ourn. o/ tite /1011se , , . se a m 1en paus 89 y 493 (d d · de utilaje, aumento arbitrario de la longit~cÍ ele las . e ucc)iones )JOl' ¡¡uk!os •1 L l 20 G II piezas, etc. . el ,., ª ey eo._ , c. _19 (1747) autorizaba a los jueces de ui 11 ordenar pa.,o de los salanos debidos hasta una lir¡uidu ción totul de 111 e f ectuar e mbargos Esto p r · . 1rua y a posiciones de un .espíritu ~1=~~s li~r~~uF1~lat 1vlo,. pero 1111 mismu. loy i·ontlc110 dis· · 11 ll<'rO o 1· 11¡11w1d1z nt'11Mudo or d l o .do indisciplin u (111isrnrriog1', ifl-bcl1<;uio;1,) ¡iodru 8 rio . . z o paz n un i1w11 e1«" /wr1l lflúrm r, ~ I l ~n íu, por ul contramá~ ~:e ~u¿trsel ded malos lro lOR Q, du i~1•guC'l(111 rl11 lu 1·0111ldu, el j uc1. no podía e 1gar o e su com pro1111Mo, srn lnflll(lr nln¡¡unu pena al patrono.

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~0ª;J~1;adoe ~~:. ~l CJ?t~~udln

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PARTE IU: LAS CONSECUENCIAS INM EDIATAS

Incompetencia de los magistrados en las cuestiones, a menudo muy especiales, que les eran sometidas; de las dilaciones que acarreaba una apelación a las sesiones trimestrales 1 , y que muchas veces cansaban la paciencia y agotaban los recursos de los lítig~nte:i . pobres. Hab~ía~ querido, sobre todo, que el tribunal del que er~n 1ushciabl~ no se b-1:1;1tase a examinar los agravios de cada uno, smo que pudiera tamh1en pronunciarse sobre sus reivindicaciones colectiv~s, que tuviese ~utori­ dad para exigir no solo el pago de los salano~ ade~dados, smo el aumento de los salarios insuficientes; que fuese mvestido, en una palabra, de los poderes que la ley daba a los jueces de paz, pero que estos rehusaban ejercer. El momento parecía mal elegido para presentar tales dema~das. El bill Whitbread acababa de ser rechazado por segunda vez. P1tt, cada vez más adicto a la doctrina de los economistas, era opuesto en principio a toda intervención. Pero comprendió que había que hacer a~go para responder a unas quejas demasiado bien fundadas, y que no vi;m~n de los obreros solamente. La ley de arbitraje de 1800 marca el limite extremo que se había propuesto no rebasar 2 • Toda discusi.ón relativa a los salarios a las indemnizaciones por los gastos accesonos del trabajo, a la en'trega o a la calidad de las mercancías, debía ser llevada ante dos árbitros, designados respectivamente por las dos partes. e.~ presencia. Si los árbitros no podían entenderse para dar una dec1s1on en el plazo de tres días, se encargaba de desempatarlos un juez d~ paz, que en ning ún caso podía ser un manufacturero. o u~a persona mtere· sada en la industria. El arbitraje era obligatono: s1 una de las dos partes se negaba a designar un árbitro, se exponía a ser c~ndenada c?n una multa de diez libras, en beneficio de la parte adversana. Estas disposiciones, si nos atenemos a las apariencias, harían pensar en las ~xp~­ riencias legislativas más recientes y más audaces. La p~lab.ra .ªr~1tr.a1e ayuda a la ilusión. Pero no hay ~ue engañarse:. el arb1tr~1e mst1tmdo por la ley de 1800 apenas se aseme1a al q ue func1o~a hoy d1a en Australia y en Nueva Zelanda, sino más bien al que eJercen, en una .esfera más estrecha y con atribuciones más modestas, nuestr.~s conse1os. de hombres buenos. Y no era el comienzo de una legislac1on nueva, smC> 1 ]ourn. of the House of Commons, LV, 488 y 492, Y Report on the cotton weauers' petition, págs. 9 y sgs. 2 Véase a este respecto el testimonio de un manufacturer~~ R. Needham, .de Bolton: «En 1800 solicitamos del P arlamento una reglamentac1on de los . salarios según el modelo del Spitalfields Act. Mr. Pitt, que entonces era canc~ller del Erario, encargó a nuestro solicitar que viniese a bu?~arnos a ~ancash1re para decirnos que si queríamos renunciar a la reglamentac1oi:i nos hana u~a .ley que respondería tan bien o mejor a nuestros ~es~os. Resolvimos. por unanu~1dad, en una reunión de delegados, aceptar el ofrec1m1ento de Mr. P1tt, Y nos d1~ la ley de arbitraje 39.40 Geo. III, c. 90.» Fi/ th report / rom the select committee on artizans and machinery (1824), pág. 544.

IV:

IN'fERVENCION Y « LAISSEZ·~'AIRE»

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la renovación parcial y provisoria de un sislema caído en desuso, cuya resurrección se había decidido no permitir. Aun cuando esta ley no diese satisfacción completa a las demandas d~ ~os tejedores ~e algodón, le hicieron buena acogida, como a un rrummo d~ garantías contra la opresión económica. So puede juzgar su popularidad por lo~ :sfuerzos de los ~breros de Paisley y de Glasgow para obtener e~ ~eneÍlc10 de una l~y analoga que se aplicase particularmente a Escocia : les fue concedida en 1803 2 • Gran númel'o do casos litigiosos, sometidos al arbitraje, recibieron una solución rápida y con pocos gastos 3 • La mayoría de las decisiones falladas lo fueron en favor de los obreros, víctimas de fraudes y de abusos de poder injustificables 1 • Los fabricantes tenían menos motivos para estar satisfechos: una ley que limüaba su omnipotencia, pronto se les hizo odiosa, y todos los medios les parecieron buenos para desembarazarse de ella. A veces se ingeniaban para impedir su funcionamiento: obligados a nombrar un árbit:o, hacían que se alargaran las cosas, designando a una persona que dehia abstenerse, o que residía a trescientas millas de allí 5 ; otras veces aguardaban a corregir por su propia mano los efectos de las sentencias pronunciadas contra ellos, recuperando al día siguiente de los obreros lo que se habían visto forzados a concederles la víspera 6 • Y co~o ~o podían, a pesar de todo, sustraerse completamente a la ley de arbitraie, hacían campaña por su abrogación 7 • Su estado de espíritu se refleja muy exactamente en un folleto apa1 . , Es sabido q!1e Inglaterra y Escocia, aunque no tengan, desde el acta de Union de 1707, mas que un solo Parlamento, continúan rigiéndose por leyes di· feren tes. Véanse las peticiones de los obreros escoceses en los ]oum. of the House of Commons, LVII, 174; LVIII, 216. P eticiones de patronos en sentido contrario, ibíd., LVIII, 236, 278. 2 43 Geo. III, c. 151. El texto presenta algunas diferencias con respecto al de la l ey inglesa. Los árbitros, en lugar de ser designados por las partes, lo eran por el juez de paz que recibía la queja. 3 Las costas apenas sobrepasaban de un chelín por causa. Minutes of euidence on the cotton weavers' petition (1803), pág. 11. 4 1bíd., págs. 3 y 91. 5 Parliamentary Debates, I, 1081. 6 «¿Tiene noticia de casos en que habiendo sido sometido un litigio al arbitraje conforme a la ley, y habiendo ganado la causa el obrero, el patrono haya anunciado la intención de indemnizarse por su cuenta de los salarios del traba¡o venidero? -Sí, yo puedo citar un ejemplo... Mr. Joshua Crook, de Bolton, que· ría reducirle el salario a un obrero, contrariamente a lo que se había convom> Minutc3 o/ <·vidc11cc Ofl tlic cotton wtaucrl petition, pág. 23. 7 Véanse peticiones de l os monufttcll11oroA clo Mnn11h
PARTE

111:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS IV: !NTERVENCION

rt•cido en Manchester, en 1804, con el título de Observations on the cotton weavers' Act. Todos los argumentos sobre los que se apoya hoy día la resistencia a la legislación protectora del trabajo se hallan allí enunciados de antemano y sostenidos con vehemencia. He aquí, en primer lugar, las frases bien conocidas sobre los cabecillas que mantienen entre los obreros una agitación facticia: «Todo el asunto, desde su origen, ha sido preparado por un puñado de descontentos, hombres de reputación dudosa, que convocaron mítines, redactaron planes de acción, hicieron secretamente colectas... Su conducta fue inspirada por principios muy semejantes a los del jacobinismo. En cuanto a la masa de los tejedores, habrían permanecido dichosos y satisfechos, como lo estaban verdaderamente, sin las maquinaciones de algunos fautores de desórdenes» 1 • He aquí la teoría clásica. ele la libertad de los contratos: «Es ciertamente poco conforme con las ideas admitidas el permitir a quienquiera que sea interponerse entre el patrono y el obrero en el trato que conciertan juntos. Si quedan de acuerdo sobre el precio, el obrero se pone al trabajo; si no, es tan libre de buscar otro señor como el señor de ajustar otro obrero. O si cree que puede ganar más con otro género de trabajo, no tiene más que cambiar de oficio» 2 • El autor no dice nada del caso en que el patrono no se creyera obligado a cumplir sus compromisos. Pero lo que le parece más inadmisible todavía que el principio mismo del arbitraje, es el derecho reconocido a los obreros de designar a uno de los suyos como árbitro. Con ello, «el señor se encuentra colocado en dependencia y bajo el control del eervidor 3 .. • Nada puede repugnar más a los sentimientos de un patrono, y nada es más contrario al espíritu de las antiguas leyes de nuestro país, que la institución de tribunales de esta especie, reclutados entre los más astutos de toda la raza de los tejedores, que, como ya ha mostrado la experiencia, saben arreglárselas para vivir. confortablemente de su nuevo telar. No se debe esperar que hombres juiciosos y honorables consientan en sentarse como árbitros del lado de los patronos, cuando se ven forzados a encontrarse y a tratar de igual a igual con estos pícaros ladinos» 4 • La requisitoria tiene al menos el mérito de la franqueza. 1

Observations on the cotton weavers' Act, págs. 9·10. 2 lbíd., pág. 21. Un argumento más sólido consistía en mostrar cómo los efectos de la reglamentación podían volve rse contra los obreros. En la industria de la seda, donde los salarios estaban reglamentados, los patronos no tenían otros medios de reducir sus gastos, cuando los negocios iban mal, que despedir parte de su personal: «Así, el patrono puede retirarse a tiempo, mientras que el obrero pierde su sustento.,, 3 Las pala bras master y seruant solo fueron borradas de las leyes y sustituidas por las palabras employen y workman en 1875 (38-39 Vic toria, c. 90). 4 Observations on the cotton weauers' Act, pág. 6. El autor se pregunta lo que sucedería si este régimen se extendiera a otros oficios: «Todavía no se ha mostrado, que yo sepa, sobre qué principios superiores fundan los tejedores de algodón sus pretensiones ... , ni por qué los carpinteros, los zapateros, los herreros <' in cl uso Jos jornaler os no tendrían los mismos derechos a la protección legal...

Y

«f,AfSSEZ-l'Alllll»

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. Esta hostilidad a la ley de arbitraj e, compartida por los . · g1strados que debían vigilar su ejecución i la condcnab p1op1os :naen letr ta L . d • a a convertirse a muer . as enm1en as de que fue ob1· cto en J804 nían por fi al'dad . dº . 1 . ' y que tef L n ! . , impe i_r su vio ación sistemática 2' permanecieron sin e ecto. ªa a~Itac10n co~tmu~ :ada vez más, y los tejedores prctendiero? ~~bura1se un salano .mm1mo por un reglamento basado ((sobre el prmc1p10 de la ley de Spitalfields». Una petición presentada id Parlamento en f_ebrero de 1807 no había recogido menos de 130.000 firmas eritre los hilanderos de Lancashire de Cheshire y d y ·k H h · · ' e 01 • ec o notable t : es. e mov~m1e~to recibió el apoyo de los manufactureros y de los comerciantes, mq~1etos por las repercusiones que podrían tener las p:rpetuas fluctu~c10.nes de los salarios sobre los precios de las mercancias y, por cons1gmente, sobre el estado de los negocios 3 El bº · go 1erno P resi:n t' u~ proyecto de 1ey, pero a~nas si fue más que por salvar las ap,anenc1as. Pi:rceval, entonces pnmer ministro, declaró que «valía m~s que los te1edores se desengañasen por el resultado de un debate so re lo,s fundamentos legales de sus demandas, que por una negativa :~ l~ Ca~a~a de los Comunes a deliberar sobre ellas». El principio del ~ano nunimo, ata;ado por todas partes, fue juzgado indefendible; nm~_una voz se e~evo en su favor en la asamblea, y el proyecto fue inmediata~ente .retirado. Esta conclusión causó un vivo descontento y algunos distu~b10~,, sobre todo en Lancashire 4 • Desesperados de obtener phrd un\legislacw_n ?ueva la seguridad que buscaban, los obreros, estre? da os. a~ta el hm1te por la escasez y por las crisis frecuentes de su m ush·1a, mvocaron la ley de 1563. De nada les valió, porque el Parlamento no aguardaba más que una

°.

¿Por qué el que teje una pieza de f t' d i· ' · que l h.1 usan ° e caico gozana de un privilegio os que . 1 an su trama, los que la blanquean, la tiñen, la estam an o hacen ~1I ellab vest~dos no pose~n? ¿Qué ,título tiene más que el obrero pque fabrica c~c:e~os ª{:e~~~Jia~º~eqt~e se tne7ana, nuestros afiy.ud~s de cámara y a nuestros ciones de su servicio?» ir an e os ar itros que Janan sus gajes y las condi-

b.

en ~ t Muy .ª menudo los jueces de paz consentían, a petición de los patronos . b.1tn ervlebn!dr en' cau8sas que habrían debido ser llevadas primeramente ante lo~ ar 1 ros. 1 ., pag. . 2 44 Geo. III, c. 87. uLa ley daba potesta d a l mag1stra · d o para confeccionar · r (d una 1~ta e cuatro nombres como mínimo y seis como máximo formada or una mitad de patron~s o ele _sus representantes y por otra mitad' de tojedo:Cs) i~ la k~l~a~ pa1LCH clcgrnn cada una un árbitro.,, lIAMMOND J ( y 13 • te s i e a o~rer, pág. 68..E.s ta enmienda, que hacía imposible 'de~i~·ur tros que no p~d1oran o no qu1s1ernn ocupar asiento e n el 1ribunal, fur vlgorosar;,º~~3. combatida por los manufactureros. Parliame11tary Debates, I, 1172-73, y

lbbas

3

7

árbi-

El más conocido do C'H los nH111 11íuc 1u1·NoH 111·11 AinMworth, quo di 8 tribuía 1,, y Jl.: '/'he ,1/d[fofl /abortrrr, pú.

~::;:s ~.000 libras de salarioK. l) AMMONll, J. 4

l bíd., págs. 72-80 ·, Pc¡iort • o/ 11 "' ' " " " • 01w11 wra11rr31 ¡11'1i tlo1is, l 808 y 1809, y Parliamentary Debates, XI, ~·26 y ~¡¡~.

11111

PARTE III:

IV:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

rn•nsión para abrogarla. En vano le suplicaron que

n~

les

reti~ara

INTERVENCION Y «LAISSF.Z•l'AJR E»

461

este

IV

u' Jt.imo medi·o de defensa: «La presentación de un bill . · conteniendo · l 'la

abrogación de la citada ley ha causado entre los petlc1onano~ e mas profundo desaliento. Ninguna esperanza les queda; al ser ya meficaces las leyes promulgadas anteriormente para pr~tegerlos, na.da defiende su única propiedad, que es el trabajo» 1 • La medida que tem1i:n fue toma~~ sin haber encontrado otra oposición que la suya 2 . ~1 desa?are?~º una de las instituciones más características de la antigua leg1slac10n social de Inglaterra. En Escocia, su abolición dio lug?r a una l?cha memorable. Los tejedores, tras largas y costos~s gest1on~s, hab1an obte~ nido el establecimiento de una tarifa del trabaJo a de~taJo, aprobada poi la Court of Sessions, de Edimburgo. Pero los magistrados declar~ron que esta tarifa no era obligatoria, y los patronos. se ne~aron a rphcarla. Exasperados, todos los obreros de la indu~tna te~til se. dec araron en huelga: millares de hombres cesaron el trabaJo al rmsm~ tl~mpo. Pero una huelga era uno de los casos en que los poderes publico~ no te· nían escrúpulo en intervenir entre obreros y patronos. Det~1.dos los jefes, y condenados, la resistencia cayó de golpe 3 • xue el timo .esfuerzo realizado con miras a restaurar la reglamenta~1on de los sala;10s. La política del l,aissez-faire triunfaba. En los tnbunales,, ~o mismo que en las asambleas, ya no encontraba contradictores. Emp1nca enbsu origen y llena de inconsecuencias, se ar.oyaba desde este momen~o s.o re las fórmulas absolutas de los economistas, donde hallaba su ) u~nfica­ ción teórica así como hallaba su razón de ser y su fuer~a practica en el interés d; la clase capitalista. La teoría y el interés,. abados uno co; otro eran irresistibles. Cuando se oponían, ¿es necesario Jr~guntar ~~a de l~s dos vencía? La ley sobre las coaliciones da su ve; a ero sen al principio de la libertad económica, tal como la entend1a~ ent?nces las clases diri.,.entes. Sin embargo, otro móvil distinto del mteres, otros · · · diferentes de los de la economía política, estaban ya en ac~f¿~~1~1:ientras que se derrumbaba el viejo edificio .de l.a,s reglamentaciones medievales, ponían la primera piedra de la legislacwn obrera.

°

1 Petición de los tejooores de B0 1ton, ¡ ourn. of the · House d of 1Common.s, Cotton LXVIII 229 Comparad las expresiones del segundo rnamfiesto e os . · e1 weavers'' en ·1799: «Los neos cuentan con e1 Goh.~erno para hque a1es la garantice misma prodisf:~te pacífico de ~usdapdrodpeiedei1~:s· q~~s e~º~feju!~~n~:la~f~edeº su trabajo.» RA0tecc1on para su prop1e ' • 77 CLIFFE, W.: Origin o/ the new system of manufacture, pag. · 2 53 Geo. III, c. 40 0813). · h· ( 1824) ' J Second report from the committee ~n art~zan~ and mac inery , pa· 11: ina 59. La historia de este conflicto ha sido sumariamente expuesta por WEBB: f!ist. o/ Trade Unionism, pág. 52.

El desenvolvimiento de las ideas humanitarias pertenece a un ord en de hechos totalmente diversos de los que hemos estudiado en este libro. Pero los grandes movimientos que dirigen la vida material, moral, intelectual de una época, por dispares que sean en cuanto a su naturaleza y sus orígenes, se mezclan siempre en cierto grado, o al menos so bordean, se encuentran, y por sus puntos de contacto obra uno sobre otro. Basta cotejar algunas fechas para recordar en medio de qué acontecimientos y en qué atmósferas han vivido los fundadores de la gran industria moderna. Mientras que Hargreaves e Highs inventaban las máquinas de hilar, y Watt se hacía dueño de la fu erza inmensa oculta en el vapor, Jean-Jacques Rousseau era, en Wootton-Hall, el huésped de David Hume. Entre el momento en que Arkwright se estableció como fabricante de hilados en Nottingham y aquel en que muere rico y titulado, dejando a sus herederos una fortuna principesca, estallan una tras otra la Revolución americana y la Revolución francesa. Unos meses antes que él se extingue, lleno de días y de obras, el apóstol de la Iglesia metodista John Wesley, cuya poderosa predicación ha efectuado también una gran revolución silenciosa. El espíritu de reforma suscitado en Inglaterra por la controversia filosófica y por la propaganda religiosa se expresa a la vez por escritos y por actos. En el dominio de la teoría, su audacia no tiene límites. Paine se hace el apologista de la democracia igualitaria, Godwin y Spence llegan hasta el comunismo y el anarquismo. En la prááctica restringe sus ambiciones y las acomoda a las tendencias conservadoras de la sociedad inglesa : moral y sentimental ante todo, se confunde con la filantropía. Los esfuerzos caritativos de Howard por dulcificar la condición de los presos, los discursos apasionados de Burke contra la tiranía y las exacciones de Warren Hasting, las mociones de Wilberforce para la abolición de la trata de negros, datan de los mismos años en que apar ecen, en los condados del Centro y del Norte, las primeras fábricas. Al mismo tiempo se constituyen sociedades filantrópicas, como la Sociedad para la prevención del crimen, la Sociedad para la mejora de las clases pobres, ocupadas, es cierto, más bien de educación oue de beneficencia. Ya la influencia de sus ideas penetra en la legisiación. Con tribuye a hacer más humano el régimen de la asistencia pública, por la 5upresión de la odiosa ley del domicilio. Donde está manifiesta ce en In ley votada en 1788 para proteger a los pequeños deshollinadores contra los peli~i:os de su oficio y la brutalidad de sus patronos 1 : cau!!ll muy a propos1to para conmover las «almas sensibles», cuyos ontern<'cimicn1

28 Geo. III, c. 48. EAln ley, por lo mostraron varias encuestas ul 1orlores.

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nfrrto, como Jo de-

l'All'l'E I1I;

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

lt1• y t1Íue iones, en Inglaterra como en Francia, han tenido libre curso ttll In 11cgunda mitad del siglo XVIII. • . Que la minoría selecta de los manufacturer?s. haya ~ufndo esta mfl uencia, no es dudoso. Había entre ellos esp1ntus ab!er_tos y caracteres elevados. Algunos, como Boulton, Wedgwood, W1lk~so~, profesaban en materia de política y de religión, las op~niones mas liberales; much~s pertenecían a las sec~~s disi~entes, princ1pal~ente a la de los cuáqueros, cuya recia educac1on puntana les hab1a :mpreso _su marca imborrable. Seguramente eran de su clase y de su tiempo; 1g~or~ban lo crue se ha llamado, con una expresión elocuente, el re~ord1m1ento soci~l; no dudaban ni un solo instante de su derecho a .la nqueza Y al mando. Pero eran excepción, en un mundo de advened1z?s groseros ! duros por los deberes de beneficencia a los que se consideraban obligados' con respecto a los hombres en general, y a sus. ,obreros en particular. A veces incluso se elevaban lrnsta la concepc10n de un deber especial, cuyo cumplimiento satisfacía su orgullo tanto c_omo su. conciencia: el deber del amo hacia sus servidores, o del senor .hª7ª ~us vasallos. Se ha visto a Boulton en Soho, a Wedgwo?d er; Etrun~, un ar cajas de socorros para los obreros enfermos, abnr d1spensanos Y es1 En Coalbrookdale, Richard Reynolds, que dura.nte la. e5?asez cuelas de 1795 envia a los pobres el donativo magnífico de vemte mil h_b~as esterlinas, se ocupa del bienestar de sus numerosos empleados,_ Y tinge personalmente «paseos obreros» 2 • Son evidentemente actos aisla os ,Y sin gran alcance, que testimonian la buena ~oluntad de sus autores Imas bien ue sus ideas sobre los medios de meJorar la suerte de las c as~s Pero han servido de punto de partida. para sistemáticos: el socialismo de Robert Owen ha sahdo de la fi antropia de David Dale. David Dale era un no conformista, miembro de la secta a~stera de los Independientes, y miembro muy celoso, que to dos l?s domm1os predicaba en el templo de su comunidad, en Glasgow 3 . Y Junto a el o, un hombre de negocios activo, entendido, que supo fundar Y hacer prospetar una de las empresas industriale~ i:iás imp?rta~tes de toda la ~ran Bretaña. Su religión y su espíritu practico de nmgun m?do s_e opoma¡, y la beneficencia, en él, a menudo estuvo aliada con el mteres. Cuan o en 1784 instaló una hilatura cerca de las cataratas del Cly?e?, con ayuda de Arkwright, que, admirado de las ventajas de la Pº!~c10n, v : ya a New-Lanarks convertirse en el Manchester de Escocia , la gr dificultad fue encontrar obreros. La, comarca, ~n sus al~ededores, ~staf ~ poco habitada y los campesinos, mas refractanos todavia que en ng a

labori~sas.

esfue~zos m~s



IV;

INTERVENCION Y « LAISSF.Z-FAlllF.»

463

terra a la 1disciplina del taller, se negaban ob¡Linadamcntc a entrar en la fábrica • Para atraerlos, Dale tuvo la ocurrencia de crear al lado de su hilatura, un pueblo modelo, cuyas casas, construidas ~egún un plan regular, se alquilaban a muy bajo precio. El cálculo tuvo éxito: un número bastante grande de familias, llegadas sobre todo de las regiones pobres de los Highlands, vinieron a fijarse a New-Lanark. Al mismo tiempo David Dale, siguiendo el ejemplo de los demás manufact~reros, solicitaba de las parroquias de Edirnburgo y de Glasgow vanos centenares de niños asistidos para hacerlos aprendices. En 1792 el pueblo tenía 2.000 habitantes 2 • Las ventajas de que gozaban hacían honor a la liberalidad del propietario más aún que a su habilidad. No solo tenían alojamiento barato, sino que, por un compromiso tácito ' teman asegurado un trabajo regular; habiéndose incendiado uno de los' edificios de la fábrica, los doscientos cincuenta obreros que en él trabajaban continuaron percibiendo su salario habitual mientras duró 3 su paro forzoso • El régimen aplicado a los aprendices, tan odiosamente agobiados en la mayoría de las hilaturas, era todavía más digno de elogio. Dale había prohibido absolutamente a sus capataces retenerlos en el taller después de las siete de la tarde; ponía gran cuidado en su a~imentaci?n y en su vestido, los alojaba en dormitorios espaciosos y h1en atendidos, y les daba recreos al aire libre, en el campo vecino. Diez maestros de escuela estaban encargados de instruirlos: la religión, ni que decir tiene, ocupaba gran sitio en su enseñanza. El establecimiento de New-Lanark, sin ser todavía cólehre, fue pronto conocido y visitado por personas que se interesaban en las cuestiones de educación y de asistencia, y David Dale recibió testimonios de admiración, quizá exagerados, pero que justificaban la novedad de su iniciativa y la generosidad de sus intenciones 4 • 1

«Hubo que reunir una población nueva para proporcionar obreros a la explotación naciente. No era una tarea fácil, porque a todos los campesinos es· coceses que sabían hilar o tejer les repugnaba igualmente la idea de trabajar todos los días desde muy temprano y hasta una hora muy avanzada de la noche, encerrados en una fábrica.» ÜWEN, Rob.: S econd essay on the formation o/ character, ed. de 1857, pág. 276. «No quedaban más que dos maneras de procurarse la mano de obra necesaria: una era solicitar niños de las diferentes instituciones de caridad del país, y la otra traer familias a establecerse en torno a la2 fábrica. » The lije o/ Robert Owen, written by liimself, pág. 58. Annu.al R egister, año 1792 (Chronicle, pág. 27) ¡ DALE OWEN, R.: ob. citada, 3 págs. 12-13 ; BREMNER, D.: The industries o/ Scotland, pág. 281. hizo 15. lo mismo durante el embargo americano de 1806. DALE ÜWEN, Robert R., ob. Owen cit., pág. 4

Véase cap. precedente. 2 s~tlLES, s.: Industrial biography, pág. 98. 3 DALE OwEN, R.: Threading my way, pág. 15.
Testimonio de un visitante en 1804: «Cuatrocientos niños son alimentados vestidos e instruidos a costa de este venerable filántropo ... Los demás viven co~ sus padres en viviendas adecuadas y confortables y reciben un salario por su trabajo. La salud y el contento pintados on ol rostro de estos niños muestran que el propietario de las fábricas do Lannrk, on J11od io do la prosperidad co· mercial, no ha olvidado el dobor do la cdrldud ... Las medidas tomadas con el fin de preservar su salud moral y física presentan ol contraste mús sorprendente

' " Desgraciadamente, él no vivía en New-Lanark;

PARTE III: LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

absorbido por la dirección de sus múltiples empresas, se contentaba con ir allí desde Glasgow tres o cuatro veces al año 1 • No era suficiente para ejercer una vigilancia efectiva y juzgar verdaderamente los resultados. En 1797 Robert Owen, colocado al frente del establecimiento en calidad de gerente, miró las cosas de más cerca, y quedó muy descontento de lo que vío. Los niños, aunque tratados con mucha más humanidad que en cualquier otra parte, estaban obligados a un trabajo excesivo: a partir de los seis años hacían jornadas de once horas y media y de doce horas; su desarr ollo físico e intel~tual se r esentía de ello 2 • En cuanto a los obreros adultos, tomados entre los elementos más inestables y menos respectables de la clase rural, dejaba.o. mucho que desear: «La mayoría-dice Owen--eran perezosos, indecentes, habituados a la mentira y al robo» 3 • Al pretender mejorarlos, Owen piensa continuar la obra de Dale, de quien pronto queda como sucesor; todavía no es, a los ojos de sus contemporáneos y a los suyos propios, más que un manufacturero filántropo. Cuando reorganiza las escuelas de New-Lanark, cuando extiende a todo su personal el sistema escolar de las notas de conducta y de traba jo, o cuando compra al por mayor géneros de primera necesidad para revenderlos al precio de costo 4, no lo hace en virtud de una doctrina nueva; aplica solamente, en el orden social, las enseñanzas morales que, como Dale, debe a una educación religiosa. Pero en el curso de sus experimentos filantrópicos, una idea germina en su espíritu, que se convertirá en la teoría de la :formación del carácter, piedra angular de todo su sistema: los hombres no son más responsables de sus vicios o de sus crímenes que de su ignorancia o de su miseria ; son producto del medio social, y para hacerlos más virtuosos y más felices, es el medio lo que hay que modificar 5 • Se reconoce aquí el pensamiento con las que rigen la mayoría de nuestras grandes fábricas, verdaderos focos de enfermedad y de corrupción. Un hecho que debería ser conmemorado con letras de oro, en eterno honor del fu ndador de New-Lanark, es que de cerca de tres mil niños empleados en esta fáb rica desde hace doce años, solo catorce han muerto y ni uno siquiera ha incurrido en condena.» Gentleman's Magazine, LXXIV, 493-94. 1 R eport on the state of children employed in the manufactories of the United Kingdom (1816), pág. 25, deposición de Robert Owen. 2 l bíd., pág. 20. Recordemos que pocos años antes Samuel Oldknow era considerado como un patrono excepcionalmente humano, porque sus aprendices hacían jornadas de doce horas solamente. 3 The life of Robert Owen written by himself , pág. 58. Hay cierta diferencia de tono entre esta página, escrita en los últimos años de la vida de Owen, y su deposición de 1816. Es muy posible que haya recargado las tintas del cuadro, con objeto de dar más relieve a su papel personal, y esto de buena fe, porque había llegado a considerarse como el verdadero fundador de New-Lanark. -s. The life of Robert Owen, págs. 80-84. 5 Véanse los dos diálogos que forman la introducción a la vida de Owen, particularmente págs. I V, V y XII. Esta idea está netamente expresada ya en 1814 r n las Observations on the elfects of the manufacturing system: «Los habitantes

IV:

I NTERVENCI ON )' «LAISSEZ• FAlltE»

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del siglo XVIII revolucionario, el de Rousseau. Llcgamo" al momento decisivo en que la ~eoría viene a reunirse con la práctica y Loma cuerpo en ella. Cuando mas tarde Owen traza el plan de unn socir dad mejor se inspira en la obra a la que ha colaborado y que poco a. poco se h~ convertido en su obra propia. Las comunidades industriales y agrícolas que deben servir de marco a la humanidad regenerada son otros tantos New-Lanark ideales, y el New-Lanark real, que pasa por su copia imperfecta, les ha proporcionado antes el original. V

El mismo sentimiento que inspira esfuerzos individuales como los de David D~le y R_obert Owen,. 8:s,esta el primer golpe al sofisma inhumano del [ctr¿ssez-fccvre. La cond1c10n de los aprendices en las hilaturas d~ algodón había sido objeto, en 1784, de un -informe médico a los magistrados del condado de Lancaster; tras haberlo examinado estos decidieron no autorizar más a las pauoquias a colocar niños 'en las fábricas don?e se trabajase de noche 1 • Pero esta resolución no parece haber surtido efecto, o en todo caso fue en seguida olvidada y los n:ian~factureros, cada día más numerosos, más ricos y más infl.~yentes, s1gmeron. encontran~o tantos aprendices como quisieron, y tratándolos como me1or les placia. En 25 de enero de 1796 un nuevo informe concebido en términos muy enérgicos, era redactado por un médi~o de Manchester, el doctor Percival, en nombre de un comité a ue acababa de constituirse para examinar las cuestiones relativas al estado sanitar~o de. la ciudad, el Manchester Board of Health. Sus conclusiones han sido citadas con frecuencia, y merecen serlo, como prefacio de toda la legislación de fábrica. Helas aquí en su texto: ccl.º Está compr~bado que los niños y las demás personas empleadas en las grandes hilaturas de algodón están particularmente expuestos a las fiebres contagiosas, y q ue, cuando se declara una de estas enfermedades, se propaga rápidamente no solo entre aquellos aue están hacinados en los .mismos locales, sino en las familia; a que -pertenecen y ~n toda. la ve~1~dad. 2.º Las grandes fábricas ejercen en general un a mfluenc1a perniciosa sobre !a salud de los que en ellas trabajan, incluso cuando no hay ninguna epidemia, por la acción debilitante del aire caldeado o impuro y por la falta de ejercicio físico, de ese ejercicio que la naturaleza recomienda como esencial, en la infancia y la adolescencia, para fortificar el organismo y hacer al homhre capaz do roalide un .país son formados por las grandes rouM~ quo rigrn la vidn l!t't1<1rul de ese. pa1s ; las _9ue moldean el ca rácter d<' lnH r lnRl'H in íNiorrM en Cron flrrtaña estan _en relac1on estrecha con el dcRt' nvolvinlirntn rkl con111rrio y de l n indn&Lria.» The life. of Robert Owen, npóndirc tr, pó11. :v~ 1 Vease I-luTClllNS y 1IA1tn1soN: llist. o/ /111·wry /rJ(i,,f<J1io11, púg. 8. MANfOUX.-30

PARTE I1l:

ll11t

LAS CONSECUENCIAS INMED IATAS

znr las obras y de cumplir los deberes de la edad viril. 3.º El trabajo de noche y las jornadas prolongadas, cuando se trata de niños, no solo tienden a disminuir el total de vida y de actividad con el que cuenta el porvenir, al alterar las fuerzas y destruir la energía vital de la generación naciente, sino que favorecen demasiado a menudo la pereza, la prodigalidad y el vicio de los padres que, contrariamente al orden de la naturaleza, viven de la explotación de sus hijos. 4.º Los niños empleados en las fábricas están generalmente privados de toda ocasión de instruirse y de recibir una educación moral y religiosa. 5.º Los excelentes reglamentos en vigor en algµnas hilaturas de algodón muestran que es posible, en una amplia medida, remediar la mayoría de estos males. Así, pues, autorizados por la experiencia y seguros del concurso de los hombres liberales que dirigen esas hilaturas, proponemos, si no se cree posible alcanzar la meta por otros medios, hacer una gestión cerca del Parlamento, para obtener leyes que establezcan en todas esas fábricas un régimen razonable y humano» 1 • Esl:e último parágrafo es el que da al documento su importancia histórica. Contiene, en efecto, un llamamiento inequívoco a la intervención del Estado. Ante los abusos que acompañan al desarrollo de la gran industria, se reconocen como impotentes los esfuerzos de la beneficencia privada. Se pide que el Estado haga obligatorio para todos los manufactureros lo que no es todavía más q ue pura caridad por parte de algunos. El Manchester Board of Health se había contentado con expresar un aviso o un deseo: faltaba pasar a los actos. Fue un manufacturero el que se encargó de ello. Sir Robert Peel, al recorrer ~us propios. talleres, había qu.edado impr~sionado p?r el aspecto enf~r.m1zo y dolorido de los aprendices; se hab.ia conm?vrdo por ~as c?~dicrone:i malsanas en las que vivían, p_or su ignorancia y sus d1spos1c10nes VI· ciosas 2 • Sabiendo que en las otras fábricas el mal era peor aún, comprendió que para remediarlo se imponía una me,dida general. En su calidad de miembro del Parlamento, le correspondia provocar su adopReport de 1816, págs. 139-40. ccLa casa en la que tengo intereses empleaba en un momento d~~o a ?e.rea de un millar de niños asistidos. Mis otras ocupaciones no me perm1t1an v1s1tar a menudo las fábricas, pero cada vez que iba allí me impresionaba el aspecto enfermizo común a todos esos niños, el crecimiento tardío o incompleto de la mayoría d e ellos. Las horas de trabajo eran reguladas por el interés del capataz : como sus ingresos variaban en proporción con la suma de labor ejecutada, muchas veces se sentía tentado a hacer trabajar a estos pobres niños más allá del tiempo prescrito, dándol es alguna bagatela para evitar que se quejaran. Después de ha· her visto de qué manera eran dirigidas mis propias fábricas, me enteré de que las mismas prácticas prevalecían en otras partes del rein_o donde, se ?mpleaba el mismo utilaje. Los niños estaban agotados y apenas s1 se tema cmdado de la limpieza ni de la ve~tilación de l~s tall~r~s. Fu.e .ent~nces cuando! con el con· curso del doctor Perc1val y de vanos med1cos d1stmgu1dos establecidos en Man~hester, preparé mi proyecto de ley .. . » l bíd., pág. 132, deposición de sir Robert Peel. 1 2

IV :

INTERVENCION Y «LAISSEZ·l' AlllE u

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cron, sometiéndola personalmente al voto de la Cámara de los Comunes. Es lo que hizo en la sesión del 6 de abril de 1802. La atención de la Asamblea había sido atraída, pocos días antes 1 , por las escandalosas transacciones concertadas entre los manufactureros y las parroquias. Los niños, una vez entregados a sus amos como otras tantas cabezas de ganado, desaparecían de la circulación: a menudo resultaba imposible saber dónde se hallaban. Se adivinaba cuántos abusos criminales podían cometerse impunemente a favor de este régimen de oscuridad premeditada. Una moción pidiendo que los administradores del impuesto de los pobres estuviesen obligados a inscribir en un registro los nombres y la residencia de los niños puestos en aprendizaje había recibido una aprobación unánime. El terreno estaba, pues, preparado para la iniciativa de Peel, por lo demás, miembro influyente de la mayoría y representante autorizado de la gran industria. Habría sorprendido, en cualquier otro país que no _fuera Inglaterra, el ver que un debate que promovía una cuestión de principio tan importante-la del derecho de vigilancia del Estado sobre las empresas privadas-daba lugar a tan poca discusión. A decir verdad, la cuestión de principio se borró ante la cuestión de especie, y el pensamiento que prevaleció fue un pensamiento de humanidad, al margen de toda consideración de orden jurídico. P eel, al presentar el bill, insistió, sobre todo, en la degradación moral de los jóvenes empleados en lás fábricas: «Se comprenderá sin dificultad que en un lugar donde viven un gran número de personas en estrecha promiscuidad se introduzca la corrupción, y a continuación la enfermedad.» Impedir esta promiscuidad era el primer objetivo de la ley; el segundo era destruir sus efectos mediante la educación, «pues la falta de instrucción--decía Peel-ha dado nacimiento a mucha inmoralidad» 2 • Argumento que debía conmover a los menos sensibles, al di11igirse al can& 3 británico, menos severo para un acto cruel que para un acto indecente. Lord Belgrave, que tomó la palabra para apoyar la proposición, amplió el debate denunciando todos los abusos del sistema de fábrica : «Las brutalidades cometidas sobre estos pobres niños, sus sufrimientos, sus privaciones, son algo monstruoso.>> Ño era solo a los aprendices, y a los aprendices de una sola industria, a los que se debía 1 El 13 de marzo de 1802. Véase Parl. R egister, nueva serie, XVIT, 199 (moción de Wilbrnham Bootle). Diversos incidentes acababan de atraer ln atención sobre la cuestión del trato de los aprendices de parroquias en las fábri cas. En 1801 un manufacturero de Lancaster llamado .Touvnux había sido condenado a un año de trabajos forzados por malos tratos iníligidos n su~ upn•ncliccs. Se había comentado también la decisión de los mn¡¡iAtriulos
PARTE Ill:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

la protección de la ley: «Esta debería asegurarles el descanso necesario, tanto como la limpieza y la instrucción. La consecución de la fortuna se busca en este país con una pasión ante la que todo se borra, 1 y da lugar a excesos a propósito para atraer la venganza del cielo» • Esta voz aristocrática, alzándose contra los crímenes del capitalismo industrial, parece anunciar, con una generación de adelanto, el movimiento generoso que domina la noble figura de Shaftesbury. Wilberforce intervino también, para pedir que se indicase expresamente, en el título dado a la ley, que sus disposiciones serían aplicables a todas las fábricas o manufacturas 2 • Peel, cumplimentado por todos por «SU humanidad y su devoción a la cosa pública» 3 , tuvo los honores de la sesión, y la ley, votada sin dificultad en segunda y en tercera lecturas, así como en la Cámara de los Lores, recibió la sanción real el 22 de junio de 1802 4 • Contenía en primer lugar prescripciones sanitarias. Las paredes y los techos de los talleres debían ser blanqueados con cal dos veces al año. Cada taller debía tener ventanas lo bastante grandes y numerosas para asegurar la ventilación convenient~. Cada aprendiz _debía recibir dos vestidos completos, renovados a razon de uno por ano, al menos. Dormitorios separados debían acondicionarse para los niños de distinto sexo con un número de camas suficiente para que no se metiera nunca a mis de dos niños en la misma cama. A continuación venían las prescripciones relativas a la longitud de las jornadas: nunca debían sobrepasar el máximo de doce horas, no incluida la duración ,de las comidas. El trabajo no podía en ningún caso p:olongarse d_espues de. las nu~;e de la noche ni empezar antes de las seis de la .manana. _La mstrucc10~ era declarada obligatoria durante los cuatro pnmeros anos de aprendizaje: todos los aprendices debían aprende: a leer,_ a escribí~ y a contar, siendo sustraído de las horas de trabaJO autonzadas el tiempo consagrado a las lecciones diarias. La instrucción religiosa, igualmente obligatoria, debía darse todos los domingos, y conducirse. a los ,ªP~en­ dices a un oficio celebrado, o bien fuera, o bien en la misma fabrica. Para vigilar la aplicación de la ley, los jueces de paz del. condado debían designar cada año dos visitadores, uno de ellos elegido entre los magistrados locales, y el otro entre los ministros de la lglesi~ e~table­ cida. Estos visitadores tenían el derecho de entrar en las fabncas a cualquier hora, y de llamar con urgencia a un médico, si com?robaban en un establecimiento la presencia de una enfermedad contagiosa. Debían presentar informes a las sesiones trimestrales de la justicia de paz.

t'OIH"l'dcr

Parl. Register, nueva serie, XVII, pág. 4'18. El título definitivo fue ccAn act for the preservation of th e health and ¡no· rals of apprentices and others, employed in cotton and other mills and cotton and other factories» ( 42 Geo. IIT, c. 73). 3 Véase Morning Chronicle del 7 de abril de 1802. Parl. Register, nueva serie, XVIII, 63, 183, 457, 591. l 2

IV:

INTERVENCION Y «LAISSEZ·FAIRE»

469

Seguía, por último, la lista de las penas: toda contravención era castigada con una multa de dos a cinco libras ; la negativa a recibir a los inspectores, o toda traba puesta a su misión, con una multa de cinco a diez libras. El texto de la ley debía ser fijado de modo visible en todos los establecimientos afectados por sus disposiciones, a fin de que todos los interesados estuviesen en condiciones de conocerlo y de reclamar, en caso necesario, su aplicación. Esta ley, cuyo voto pasó casi inadvertido 1 , merece toda la atención de la historia. Fundó una institución que ha desempeñado en Inglaterra un papel considerable en el curso del siglo XIX, y que todos los países civilizados han adoptado: la ins~ción de las fábricas. Sentó el principio de la obligación en lo que concierne a la higiene de los talleres, la instrucción de los aprendices, la limitación de las horas de trabajo. Al introducir una restricción, por ligera que fuese, en el poder arbitrario del industrial, marca el primer paso en el camino cuyas etapas extremas son el /,aissez-faire absoluto y el socialismo de Estado. Hay que reconocer que su efecto práctico fue casi nulo. En primer lugar, no se aplicaba más que a las grandes fábricas, y particularmente a las hilaturas. Los talleres pequeños y medios, donde con frecuencia no eran mucho mejor tratados los aprendices 2 , escapaban a todo control. Incluso allí donde este control existía, los patronos, después de haber protestado del ataque perpetradir-decían--contra su libertad y los intereses de la industria 3 , supieron pronto hacerla ilusoria. Los términos de la ley eran vagos, las sanciones que imponía, insuficientes. El medio más sencillo de eludirla consistía en ajustar jóvenes obreros, sin firmar contrato de aprendizaje; desde entonces, no siendo aprendices, en el sentido legal de la palabra, cesaban de estar protegidos, y se podía impunemente hacerles trabajar día y noche 4 • Esta práctica se hizo casi un~versal, cuando las máquinas de vapor reemplazaron a las máquinas de agua: al poder instalar en lo sucesivo sus fábricas al alcance de las grandes ciudades, los manufactureros no tuvieron ya necesidad, para encontrar mano de obra, de tratar con las parroquias 5 • La ley había 1 La Parliarnentary History de Cobbet ni siquiera la menciona. «Se consideró simplemente esta ley como un complemento sin importancia de l a Ley de los 1iobres.» HuTcmNs y HARR!SON: History of factory legislation, pág. 17. 2 HELD, A. : Zwei Biinher zur socialen Geschichte Englands, pág. 420. 3 Petición de los fabricantes de hilados de Manchester, Stockpo1·1, Prrf\lo n, Bolton, Glasgow. 11 de febrero de 1803, Journ. o/ the House of Commons, LVIII, 149. Petición de los fabricantes de h ilados de Leeds, ibíd., plÍ¡c. 161. 4 LETTSOM, doctor: «Re¡narks on cotton milis», Gc1itlemar1's Maf{11:i11r, LXXIV, 492 y sgs. (1804). En Holywell, condado de Flinl , una hila111rn 1•11111t·nlu unos setecientos niños, que trabajaban por equipoA, Ain ninguno ln1t•1-r11¡1!'11fo, clt·~do ol domingo a medianoche hasta el sábado a mod lu11or lw. 5 Report de 1816, púg. 137. V6t1HC1 ibfrl., pi\¡¡11, 111:1, 211!.!, :117, :121. En 1815 todavía se lrabajabn dieciocho liorM lit\ r1Mln11 fóhrl1•1111 cl11 H1uc1k purl . (ptÍg. 89, deposición de Robrrt OwM). l.oM hr\rn a dn 1r11 h11)11 hnhlnu lelo 1111 nu111i-1110 desde 1802 (de posic ión do N. Gonlrl, p611a. %.r)7).

PARTE III:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

previsto el nombramiento de inspectores, pero estos mostraban poco celo en desempeñar su tarea y temían por encima de todo malquistarse con los patronos, de los que a menudo eran vecinos y amigos. En ciertos distritos, al cabo de algunos años, ni siquiera se tomaron la molestia de nombrarlos. Finalmente, la fijación en los talleres de carteles con el texto de la ley nunca se llevó a efecto: el aprendiz Robert Blincoe, cuyos padecimientos hemos narrado, lo leyó por primera vez once o doce años después de su promulgación 1 . Los abusos a los que esta ley, escrupulosamente aplicada, no hubiese aportado más que un débil remedio, se perpetuaron largo tiempo, y la encuesta de 1816, que reveló toda su gravedad, no fue seguida de ninguna acción decisiva 2 • Para que al fin se tomase la resolución de atacarlos, :fue menester un verdadero movimiento de indignación de la opinin pública, debido a la intervención enérgica y apasionada de algunos hombres animosos, como Richard Oastler y Michael Sadler. La ley de 1802, en la intención de los que la votaron, no debía constituir un precedente. La estimaban como una medida excepcional, justificada por razones de orden puramente sentimental. Su propio autor, sir Robert Peel, era y siguió siendo toda su vida uno de los parti~arios más convencidos del l,aíssez-faire. Antes y después de 1802 lucho con todas sus fuerzas contra el mantenimiento o la renovación de los antiguos reglamentos de aprendizaje, y en general de todas las medidas que impusieran una sujeción cualquiera a la industria 3 • Por lo demás, había puesto cuidado en limitar muy estrechamente el alcance de su ley, con objeto de hacer más marcado su carácter de excepción: «Recuerdo muy bien-decía más tarde-que en el momento de su discusión tuve mucho que hacer para impedir que los manufactureros padecieran tanto como los aprendices. Numerosas personas me apremiaban, con las ins«Memoir of Robert Blincoe>>, en The Lion, I, 156. La ley de 1819 (59 Geo 1II, c. 66) se limitó a prohibir el empleo de niños menores de nueve años y a extender a todos los trabajadores no adultos el beneficio-teórico-de la jornada de doce horas. 3 Véase la parte que tomó, en 1808, en los debates sobre la petición de los estampadores de indianas, contra Sheridan, que apoyaba las demandas de los obreros, Parl. Debates, IX, 538 y sgs. Véase también su deposición, en 1806, ante la Comisión de encuesta sobre el estado de la industria de la lana : «En lo que concierne al aprendizaje, estoy demasiado dispuesto a creer en el b1:1en sentido de los testigos que comparecen ante ustedes para pensar que desean imponer trabas a la industria. Tengo por todos los que trabajan en ella bastante simpatía como para ser de los primeros en reclamar la enJTiienda de una ley o de cualesquiera leyes actualmente en vigor, que yo creyese que tendían a favorecer a un pequeño número de individuos, en detriment~ de la mas_a del pueb~~; porque es preciso que las clases inferiores no sean privadas de nlll:guna ocas10u de mejorar su suerte. En cambio, si hubiese personas lo bastante ignorantes de s us propios intereses como para querer imponer a su industria restricciones m~­ lestas, me opondría a sus deseos, aunque dejara de ser clasificado entre sus ~m1~o s para impedir el mal que se harían a sí mismos.» Report Jrom the committee nn '11te state of tite woollen. manufacture (1806), pág. 441. l

2

IV:

INTERVENC!ON Y «LAISSEZ·FAlllE»

471

tancias más vivas, para que fijase a la jornada do trabajo un límite muy inferior al que yo juzgaba conveniente. Se mo pedía que extendiese los efectos de la ley a los menores cottages de Inglaterra, lo que, a mi parecer, hubiera sido tan desatinado que habría decidido abandonar completamente la dirección de este asunto si hubiese dependido de mí solo» 1 • Lo quisiera o no, había sentado el principio de donde debía salir toda la legislación moderna del trabajo. La tendencia a la que había cedido, aun esforzándose en combatirla, iba a desarrollarse al mismo tiempo que la tendencia contraria. Una y otra tomaban su fuerza de la revolución industrial, la cual, mientras que por sus consecuencias económicas precipitaba la ruina de las antiguas reglamentaciones, por sus consecuencias sociales creaba la necesidad o el deber de instituir otras nuevas. En la época a que nos conduce este estudio, es decir, en los primeros años del siglo XIX, la revolución industrial está lejos de haberse consumado. El dominio del maquinismo está todavía limitado a ciertas industrias, y en estas industria-s, a ciertas especialidades o a ciertos distritos. Al lado de fábricas metalúrgicas como las de Soho o Coalbrookdale subsisten, y subsistirán mucho tiempo aún, los pequeños talleres de los quincalleros de Birmingham o de los cuchilleros de Sheffield. Al lado de las hilaturas de algodón de Lancashire y de las hilaturas de lana del West-Riding, millares de tejedores continúan trabajando a domicilio, en sus viejos telares a mano. El vapor, que debe llevar a su más alta potencia los efectos de todos los inventos precedentes, apenas si acaba de inaugurar su reinado. Sin embargo, la gran industria moderna existe : está constituida en sus elementos esenciales. Y ya se pueden despejar las características de la transformación que acaba de realizarse. Desde el punto de -~~sta _!:écnico, la revolución industrial consiste en la ~vención y el uso de pr0<:edimientos que permiten acelerar y acre..(ill.n tar constantemente la producciÓJ).: procedimientos mecánicos, como en la~ in~ustrias textiles; procedimientos químiqQfu c omo en _las industrias metalúrgicas, que preparan la materia de las mercancías o determinan su forma, y cuya variedad fecunda no expresa sino imperfectamente el término «maquinismo». Es~s procedimientos no son debidos, a.l menos en su origen, a la aplicación de los descubrimientos teóricos Q_e la· ciencia. Los primeros inventores-el hecho parece suficientemente establecido-no eran en modo alguno sabios: eran hombres de oficio que, puestos en presencia de un problema práctico, empleaban en resolverlo su inteligencia natural y su conocimiento profundo ele los hábitos y de las exigencias de la industria. Tales fueron Uighs, Crompton, Hargreaves, Dudley, Darby, Cort. A vrC"t'!l, tnmhi(•n in vr Atigndores que trabajan por instinto o por curio11id11t1, 11in cclnrnci6n cÍ!'nlífica ni 1

ALFREo:

Hist. o/ tite frrrtory

111 0111'111r111,

l, .~l.

PARTE 111: LAS CONSECUENCIAS I NMEOIATAS

profesional: Wyatt, Cartwright son ejemplos de ello. Bajo el impulso de necesidades inmediatas, y operando sobre datos enteramente concretos, se han puesto al trabajo sin método determinado, y no h~n alcanzado la meta si no a ·fuerza de tanteos. Representan la necesidad económica, ejerciendo sobre los hombres su acció? sorda y potente, _sup~­ r ando los obstáculos y creándose sus propios .instrumentos. La ciencia interviene después. Aporta al movimiento y~ en :rr:archa el. concurso de las fuerzas inmensas que le obedecen. Al mismo tiempo umfi.ca los progresos parciales de las industrias y l~ imprime una dirección Y una v~­ locidad comunes. Este papel de la ciencia aparece de la manera mas sorprendente con Watt y la máquina de vapor. S~n dos. corrientes ~~e se encuentran dos corrientes de distinto manantial: s~revolucion i ndustrial deb~ a su conjunción su amplitud y su fuerza definitivas, no -ha n;cido de ~llas, y había dado antes süS .rrimero~, res~ltados: , - Desde el punto de vista económico, la _~evolucion m~m~tn~l, está caracterizada por la concentración de los capitales y la constitucIOI! _de ¡uandes empresas, cuyo funcionamiento, en lugar de ser . un he?ho excepcional, tiende a convertirse en ~ forma norm~l de la mdus~na. Esi:!concentración, frecuentemente considerada, no sm alguna razon, c~mo la consecuencia -de los inventos técnicos, les es anterior en cierta medida. Es esencíaliñente un fenómeno ae orden comercial. Co2:responde a fa invasifui_ progresiva del dominio de la indu~tria por la clase ~-o­ merciante. No solo va acompañada, sino precedida por la expans10~ (leícomercío y del crédito. Tiene por ~ondiciones d: e~!stencia la seguridad interior y el desarrollo de las vias de comumcac10n Y de la navegación marítima. El intermedio histórico ~el. maestro art~~ ~ . antaño y el gran industrial d~ hoy, ~ el co~rcia~te m2i:!!faj;i:U~IQ~ situado _primero por decirlo así, ~ la frontera de la mdustnat ocuE_ado únicamente de ~oner a los productores en r~la~iones ?ºº lQs mercados) que ya se han hecho demasiado vastos !! dema~do kJ.ill!Qs, ~ que, ~s:__ pués~omo el Cl!P§al. de_~~dispone _y la p_rec_isi?~ qu~ el fabncante t)en~- -·· de-sus pedidos, le hace dueñ2 ~e la pro_du.ccion, ll~ga ;Pºr grados a poseer la m·a teria prima, los talleres, el utila1e y a reduc!r a los _t~aba­ jaoores independientes a la condición de obr.er~s asalana~os. l;a_ conceñtración que se opera así, en manos de capitalistas que si~uen sien~o comerciantes más bien que industriales, es un hecho de importancia capital. L-ª m!!Qgfac~ra, cqn el gran nú:rr:ero de obreros que emp~ea, la división del trabajo tan avanzada que reJEa en sus talleres, los_!!l!l , rasgos de semejanza que presenta con la fábrica moderna, ofrece qmza un aspecto más impresionante, p~ro ha ocupado un lugar mucho ~enor en la evolución de la industria. Es una etapa en la ruta recorrida, J2_e!O una etapa pronto rebasada, en la que el tiempo de para~a apenas se nota. Los que han estudiado esta evolución como economistas, la han comprendido y definido como un progreso simple, cuyas fases se s~ce­ dcn como los elementos de una curva geométrica. A los ojos del h1sto-

IV:

INTERVENC!ON Y « LAISSEZ·FAlllEll

473

r~ador aparece de. otro modo compleja: es como un río que no avanza siemp~e con la ffilsma mar~ha, sino que a veces se retarda y a veces se prec1p1ta, estrec~~d? en ciertos pasos, desplegado después ampliamen-

te, a trechos dividido en brazos numerosos y divergentes, dibujando luego meandros en que parece volver sobre sí mismo. Para describirlo n_o basta .disponer la lista de los puntos por donde ha pasado, es preciso segmrlo en su marcha desigual, tortuosa, y sin embargo continua, como la pendiente que lo arrastra hacia su meta. P esde el punto de vista social, la revolución industrial ha Lcnido consecuenci~s tan extensas y tan profundas que sería preSüñtuoso pretender reumrlas en una breve fórmula. Si no ha modificado como han hecho las revoluciones polí~is:as,.)a form; jurídica de la soci,edad, la ha renovado. e~ su materia mi~ma. He hec~o nacer_especie!L sociales cuyo des~nv~lv.1miento y antagomsmo llenan la historia de nuestro tiempo. Sena facrl apoyarse en algunos de los hechos que también hemos citado para. intentar demostrar que no ha habido tal revolución, aue esas clases sociales existían ya, que su lucha había comenzado -desde hacía mucho tiempo y , que no ha cambiado de carácter. Una de nuestras p:eocupaciones constantes ha sido, en efectoJ mostrar, incluso en medio ·i de los cambios más rápidos, la continuidad de los fenómenos. No hemoSJ .,. hallado ninguno que haya surgido de golpe, como por milagro; ninguno 1 , que no _haya _sido preparado, anunciado, esbozado de lejos. Un examen ~ superficial de3a en la sombra estos esbozos, o no los saca de ella sino para confundirlos con aquello a que han precedido. Hemos querido guardarno.s _de este doble error. Sab~~ que ha habido m~quinas antes del m~qmmsmo, manufacturas antes de los grandes talleres, coaliciones y h!Jel~,as antes del a_dvenirniento del capitalismo industrial y -d~ !g- formac10n del proletanado de fábrica. Pero en la masa, tan lenta en moverse, del cuerpo social, la acción efe un elemento nuevo no se hace Stl.ntir desde el _momento de su aparición. J':l'o solo hemos de tener en e~5!nta su presencia, sino el sitio que ocupa en relación c~n los hechos . cuc!:lndan,i:es, lo que se podría llamar su volumen histórico. La revolución industrial es precisamente la expansión de fuer zas antes reple- '• gadas sobre sí mismas, la expansión brusca y el empuje invasor de gér menes que hasta entonces habían permanecido ocultos o adormecidos. J?~sde principios del siglo XIX, el crecimiento de la gran industria es v~srble a ~odo el mundo. Ejerce ya sobre el agrupamiento de ]as pohlac10nes, as1 como sobre su vida material, una influencia decisiva. Es ella _la que explica la ~mportancia y la prosperidad repentina de rr¡i;iones clasificadas hasta hacia poco entre las más pobres de la Gran Brr tnña como. Lancashire, el Sur d~l . País do Ga!cs y ciertos partes de ltt Ba j~ Escocia.. Es ella la que, vmiendo dci!Jllltlli do luR modificaciones y las usurpac10n,es de la propiedad territori al, precipilo ln omigl'11ci6n de las clases rurales hacia los tnllcr oR. En 1·1, ccn110 do 18 1l, c111tl. ro condados, los de Middlesex, Warwick, Yol'k y l,nncMLcr, t icncn el 60 ó 70 por 100

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PARTE Ill:

LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

dn sus habitantes empleados en el comercio o la industria; los condados de Chester, Leicester, Nottingham y Stafford tienen el 50 por 100 por lo menos 1 • En los centros nuevos, teatro de una actividad intensa, se destacan, en el contraste de la extrema riqueza y de la extrema miseria, los datos del problema social, tal como se plantean todavía ante nosotros. Está próximo el día en que Robert Owen los enunciará por vez primera en su Carta a los manufactureros de Inglaterra y sus Observaciones sobre las consecuencias del sistema de fábrica. Y no hablará para Inglaterra sola, sino para todos los pueblos de Occidente; pues mientras que se prosigue el desarrollo de la gran industria en su país de origen, su progreso a través del mundo ha empezado ya. Aparece en el Continente: su historia deja de ser inglesa para hacerse europea, y luego universal. 1 Las indicaciones del censo de 1801 sobre las ocupaciones y profesiones de los habitantes son muy vagas y poco seguras. Véase Abstracts of the answers and returns to the Population Act 41 Ceo. /11, I, '197.

BIBLIOGRAFIA

BIBLI OG RAFIA PLAN DE LA BIBLIOGRAFIA f. DOCUMENTOS: A) Documen tos y trabajos manuscritos. - B. Documentos impresos: 1) Documentos y compilaciones estadísticas. 2) Patentes, descripciones de máquinas, procesos relativos a las patentes. 3) Documen tos ofi ciales, debates del Puda· mento, informes parla men tarios. 4) Selección de textos relativos a la historia económica.

ll. TESTIMONIOS CONTEMPORÁNEOS: A) Descripciones. - B) Viajes. nica. - D) Diarios y periódicos.

C) Memorias y t ratados relativos a la téc-

fil. LITERATURA ECONÓMICA CONTEMPORÁNEA (libr os y folletos): A) General idades, comercio, navegación interior. B) Cuestiones agrícolas, cccnclosures», precio de los géneros. - C) Población y pauperismo. - D) In
IV. MONOGHAFÍAS

Y

TRABAJOS DE DETALLE:

A) Historia ele las industrias y oficios - B) Historia de las localidades. C) Biografías. - D) Agricultura, «enclosures», etc. - E) Cuestitmes económicas y sociales.

V. ÜBHAS GENEHALES.

VI. BIHLIOGHAFÍAS : A) Bibliografías generales. - B) Bibl iografías especiales: 1) Documentos parlamentarios. 2) Literatura económica. 3) Historia de los oficios. 4) Biografías.

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BIBLIOGRAFIA

l. DOCUMENTOS Las fuentes m anuscritas son abundantes, a pesar de la destrucción de numerosos documentos comerciales que habían perdido toda utilidad práctica y a los que no se atribuía interés histórico. Pero están dispersos y el acceso a ellos es a menudo difícli. Su escrutinio completo, que no puede ser sino labor colectiva, e xigiría la preparación de numerosas monografías i. Los archivos de los grandes negocios industriales y comerciales que h an escapado a las destrucciones son de elevaqo interés. Los archivos municipales, los «Qua.rter · Session Books», los documentos de orden ju dicial, públicos y pñvados, proporcionarán informaciones de gran valor; y los expedientes del Home Offlce permitirán estudiar ciertos aspectos de las condiciones sociales. Los archivos del Reino, conservados en el Record Office, no contienen nada comparable a los informes el.e los inspectores de las manufacturas y 'ª tod,os los documentos acumulados por la burocracia fran cesa del antiguo régimen; pero esta laguna es colmada por los documentos parlamentarios (peticiones, informes, etc.), cuya bibliografía damos más adelante.

I. DOCUMENTOS

479

CLARKE, L. W : Hislory of Birmingham. Trnb11jo11 mn111111orl1oa y copias de documentos relativos a la historia do ln ciudod du lllrrn1r1¡¡hom (Roforcnce Library), núm. 12204-0. Owen MSS.-Notas y docurncnios rolu1ivo11 u '111 hlK101'111 do 1.u1101111lil1·0, 89 volúm.enes: Las ref~rencias úLilcs para lo hlKIOrln c'ocm6mlru MOJI 1·n rn11 y esLán d1semmadas. Vense par ticularrncn1e el Lomo LXXX. llihllol oc·u clo Munchcs· ter (Reference Library). Tim_mins ~SS.-No.tas. y documentos relativos a la ltis101·io do 111 ol111l11d y do Jos mdustn as de Birmmgham, recogidas por Mr. Sarnuol Tlrnmi11M. Webb MSS.-Colecc~~n de notas y de documentos recopilados JJO!' S. y ll. Wobb, p~ra la ~repara~1on de sus trabajos de historia económica. Esta cohJt1cl6n Jll'<'c10sa esla depositada en la British Library of Political and E conomlo Solcincc, London School of Econo¡nics (Webb Trade Union Collection Co!l ootlon F Section A)_ ' ''

B) Documentos impresos Census o/ lhe townships of Manchesler and Salford (1773).- Censo emprendido en 1773 por un grupo de particulares_ 3 vols., en la Biblioteca del Ch etham Hospital, Manchester (Chetham's Library, n úm. 6710). Colección de las patentes y especificaciones, en el Patenl Office, Londres. Correspondencia y papeles de ] osiah Wedgwood y de su socio T homas Bentley. Colecciones «Liverpool» y «Etruria» (unas 60.000 piezas). En el Museo Wcdgwood, Stoke-on-Trent, Barlaston, Staffordshire_ Place MSS.-Manuscritos de Francis Place, con abundantes referencias sobre la historia social y la historia de las costumbres a fines del siglo XVIII y principios del xrx.-British Museum, Additional MSS, 27789-27859. Soho MSS.- Papeles de negocios de Boulton y Watt (a partir de 1795). Correspondencia comercial (50 vols. de copias, 7 de 8.000 cartas originales), registros de pedidos, inventarios, contratos de aprendizaje, etc.-Reference Library, Birmingham. Wyatt MSS.-Papeles del inventor John Wyatt, de Lewis Paul, etc. (1732-1813), 2 vols.-Biblioteca de Birmingham (Referen ce Library), núm. 93189. BIENCOURT, Marqués de: M émoire sur l'état agricole, industrie[ et commercial de l'Angleterre (1784).-Archives des Affaires Etrangeres, Mémoires et documents, Angleterre, LXXIV, fols. 24 y sgs. C onsidérations sur les manufactures de mou,sseline de callico (sic) dans la CrandeBretagne (1788).- Ibíd., fols. 182 y sgs. RocHEFOUCAULo-LIANCOURT, F. y A. de la : Voyage en Si¿ffolk et Norfolk (1784) y Voyage aux Mont,a gnes (1786), 4 vols.-Manuscritos comunicados por M. Ferdinand Dreyfus. i Ya se ha avanzado bastante en este aspecto; en cuanto a los documentos relativos a la lana. consúltese HEATON, H . : Yorkshi:Te woolum andl Worsted índ.ustries (Prefacio); sobre las cartas de Samuel Crompton, véase DANIELs, G. W. : Early English cotton industry , pág. 166 y sgs. ; sobre los archivos de Oldknow en Mellor, UNWIN, G ., HOLMES, A., y TAYLOR, G . : Samuez Old.know a?Ui tne Arkwrights, pág, v a XVl:; los manuscritos de coalbrookdale, el.e Horsehay y de Huntsman \que quedaron en posesión de estas empresas), con otros doc~me ntos originales rela tivos al h ierro y al acero, han sido utilizados y descritos por AsHTON, T. s. : Iron and steel in the i?Uiustrial rev<>lutiOn, pág. v-vnr; Loao, J : capital and steam power, ha .tenido acceso a los manuscritos de Tew (conservados en la Oficina de ~ranti.a de Bil'lrlingham), que contienen parte de la correspondencia persm1al entre Boulton y Watt. Los libros de J. L. y B. Hammond muestran el pa'rtido que se puede sacar de los archivos del Home Office.

J. DOCUMENTOS

Y

COMPILACIONES ESTADÍSTICAS

Abstracts of the answers and returns to the Population A ct 41 Ceo. lll, 2 vohí · menes, Londres, 1802. Abstracts of the answers and returns to the Population Act 11 Ceo. IV, 3 volú· menes, Londr es, 1833 (véase el prefacio por J. Rickman, estudio crítico sobre los censos precedentes y las evaluaciones anteriores al siglo XIX). RoGERS, Th.: A history of agriculture and prices in England, vol. VII (1703-1793). Oxford , 1902 (publicación pósLuma). ToOKE, Th. : A history of prices and of the state of the circulation from 1793 to 1837. 2 vols., Londres, 1838.-Contiene las tablas d e los precios del trigo según los archivos de Eton College.

II. DOCUMENTOS TÉCNICOS (PATENTES, DESCRIPCIONES DE MÁQUINAS, PROCESOS RELATIVOS A LAS PATENTES) A bridgments of specifications relating to the manufactures of iron and stecl (vol. 1). Publicado por el Patcnl Office, Londres, 1883 (2.ª ed.). A bridgments o/ specifications relating to pottery. Londres, 1863. A bridgments of specification.s relating to spinning. Londres, 1866. Abridgments o/ specification.s relating to weaving. Londres, 1861. A bridgments of specifications relating lo bleaching, dyeing and printing callico and other textile fabrics (vol. 1). Londres, 1859_ BENNET WooocnoFT: Subject-matter index of patents of invention from M arch 2, 1617, to October 1852, 2 vols., Londres, 1854. - Chronological index of patents o/ invention, 2 vols., Londres, 1860. Richard Arkwright versus Peler Nighlingale (Court , of Common Pleas, Febr. 17, 1785). Londres, 1785. The tria[ of a cause instiluted by R. P. Arden esq., His Majesty's A ttomey-General, by writ of Scire facias, lo repeal a patent granted, on the 16lh o/ December 1775, lo Mr. Richard Arkwright (Cou rt of King's B ench, ] UT1e 25, 1785) . Londres, 1785-

~110

111.

BIBLIOGRAFJA

DocUMENTOS

OFICIALES,

ATESTADOS

y

DEBATES

! . DOCUMENTOS

DEL

PARLAMENTO,

INFOllMES

PARLAMENTARIOS, TEXTOS LEGISLATIVOS

Calendars o/ Home O/fice Papers in the reign o/ T<..ing George lll (1760-1775), 4 vols. Colección del Archivero Mayor, Londres, 1873-1899. ]ournals o/ the llonse o/ Commons, Actas de las sesiones, peticiones, informes de las comisiones, cuentas y documentos sometidos a la Cám.ara de los Comunes. Fuente de primer orden para la historia económica. Tomos XX a LXX (1714-1815). Journals of the House o/ Lords. Actas de la Cámara de los Lores y documentos anejos. Tomos XX a XIJX (1714-1815). General index to the fournal o/ the House o/ Commons, en cuatro partes: l.• parle, tomos I a XVII (1547-1713), publicada en 1852; 2.• parte, Lomos XVIII a XXXIV (1714-1773), publicada en 1778; 3.• parte, tomos XXXV a LV (1774-1800), publicada en 1803; 4.• parte, tomos LVI a LXXV (1801-1820) publicada en 1825. Los volúmenes relativos al siglo XVIII no pueden ser reco· mendados sin reservas. l -General index to the Journals o/ the House o/ Lords, en cuatro partes: l.• parte, tomos I a X {1509-1649), publicada en 1836; 2.• parte, tomos XI a XIX (16601714), publicada en 1834; 3.• parte, tomos XX a XXXV (1714-1779), publicada en 1817; 4." parte, tomos XXXVI a LIII, publicada en 1832.-La misma ob· servación anterior. fl.A{.{,,c._ Parliamentary Register (1743-1802), 88 vols. Londres, 1775-1803. Recopilación de los debates de ambas Cámaras, según los diarios y periódicos contemporáneos. Contiene extractos de debates que faltan en la recopilación siguiente. Parliamentary H istory o/ England fro1n the Norman conquest to the year 1803 (ed. Cobbett), 36 vols. Londres, 1806. Parliamentary Debates (ed. IIansard), l.ª serie (1803-1812), 22 vols. Lond res, 1804-1813. Reports o/ the Comrnittees o/ the House o/ Comnwns /rom 1715 to 1801, 16 vo· lúmenes. Londres, 1803. General index to the reports /rom the Committees of the House o/ Common.f (1715-l 801). Londres, 1803. General index to the reports /rom Select Committees o/ the House o/ Common3 from 1801 to 1852. Londres, 1852.

Entre los informes publicados aparte de los Journals, que, salvo excepcion.es, se contentan con dar su resumen, citaremos los siguentes: Report from the Committee to whom the petition o/ the cotan spinners in nnd adjoining to the county of Lancaster ... was re/erred. Londres, 1780. Report from the Committee to whom the petitions Jrom the woolcombers, c0/11· plaining o/ certain machines constructed Jor the combing o/ wool, were refrr red, 1794. Report f rom the Select Committee appointed to take into consideration te mea11• of promoting the cultivation and improvement o/ the waste, uninclosed, a11rl unproductive lands o/ the kingdom, 1795. Second report from the committee, etc., 1797. Report from the Select Co1nmittee appointed to consider o/ the most e/fect1111J means o/ Jacilit.ating under the authority of Parliament the inclosure and ini1m1

481

vement of the vaste, uninclosed and unproductive Lands, 1800 (Informe preparatorio del General Inclosure Act). Reports. from the Committee appointed to consider of thc pre3011t ldgh price o/ provzsions (seis informes), 1800. Report from the Committee to whom the petitions of several master anrl joumeymen weavers ... were re/erred, 1800. Report on the improvement of the port of London, 1801. Reports. from th~ Selec~ Committee appointed to consider o/ the ,,l"11lllllN ordcrs relati1l1J. to bills o/ inclosure, so far as regards the setting out or tira itltcring o/ public roads, 1801. Reports from the Committee appointed to consider o/ the present ¡,¡ ¡¡ prlrt1 o/ 8 provisions (siete informes), 1801. Report from the Select Committee on the petitions o/ persons concl.'rnerl ln tito woollen trade and manufactures in the counties of Somerset Will! autl ( 'lott· ces ter, 1803. ' ' ' Report from tl'.e Select Committee on the petition o/ merchants and rnanufal'liircr6 conc_erned in the woollero manufacture in the county o/ York and ¡ 1111111 of Halifax, 1803. Report Jrom the. Select Committee on the petitions of the mannfac 11111,r,, o/ . woollen cloth in the county o/ York, 1803. Minutes of the evidence take~ bef~re the Committee to whom the severa[ potltlon.1 presented to th: House in this session relating to the Act o/ the 39th nnrl 40th year of His f!resent Majesty «for settling disputes between master~ and . workmen engaged in the cotton manufacture,, were referred 1803 Mznu,tes of. the evidence ta_ke b~Jore the Select Committee to 'whom. the petition3 of the ¡ourneymen callico-pnnters and othersworking in that trade etc were referred, 1804. ., Report from. thc Commi~tee to whom it was referred to examine into the mattor of the minutes o/ evidence respecting the callico-printers, 1806. Report from the. Select Committee appointed to consider the state o/ the woolfon manufacture in England, 1806. - Muy importante: presenta un cuadro corn· pleto. del estado d~ la ind~stria de la lana desde el punto de vista econ6mlco Y social, en los primeros anos del siglo xrx. Report from the Select. Committee to whom the petition of Edmund Car/JwriHht, clerk, D. D., respectmg a machine Jor weaving, was referred, 1808. Report from the Select Committee to whom the petition o/ Richard Aiturunrth o/ Bolton, rr:anufa.c turer, and also the petition of severa[ journeymtm l'll/ltlll· weavers, resident in England, were severally ref erred, 1808. Report from the Select Committee to whom the petition of sevcral jOllf/ll'YlllM cotton-weavers resid~nt in England, and also the petition o/ tite r.o/IOli 111111w facturers and operati~e cOfton-weavers in Scotland, were seuerally rC'ft•rrntl, 111011. Rep~rt from the Committee of Secrecy on tlie disturbances in the N111rlll'lt1 r<1u1t ties, 1812. Report fro.m the Committ~e to whom the seveml petitlons pmrnnlt>d 111 th/.• Jl mwi, respecting the apprentice laws o/ the ki11gdom, wt•rt• rcfl'frt•d, JB 1:1. Report. of ,the . minutes of evidence talccn b1•/11r1• tlit• ,'frlcrr CnmmillM 11p¡1tJllllNI to mquire. into the state o/ the clrildr1J11 1mr¡1loy111l /11 rht1 1111t1111/111•111 1 /~~ 11/ thc· ~~ited K:n~dom, ;816.-Documonrn 1'"111wl11l 1111111 In lil1t11rl11 clM 111 ¡,.~IMl11c1on de fabrica, as1 como tambi~n 101 111•1 1l111rlc•111r11• Reports from the S elect Com111itt1•11 1111 111 t1,,1r1111 1111 r1U1r'/r/r11•1 ¡·, 10:¿11,. MANTOUX.-JJ

IJIBLIOCRAFIA Rrport from the Select Committee to whom the bill to regulate the labour o/ children in mills and faetones o/ the United Kingdom was re/erred, 1832. Report from the Central Board o/ H is Majesty's Commissioners appointed to inquire into the employment o/ children in factories, 1833. Report from the Select Committee appointed to inquire into the present state o/ agriculture, 1833. . . . . Report /rom the Central Board o/ His Majesty's Commissioners appomted to m· qzúre into the administration and practica[ operation o/ the poor-laws, 1834. Report from the Select Committee on hand-loom weavers' petitions, 1~~5. Report o/ Commissioners and Assistant-Commissioners on the condition o/ th e hand-loom weavers, 1839-1841. Statutes at large /rom Magna Charta to the 41 Geo. lll (ed. Rn nnington), 14 vo· lúmenes. Londres, 1786-1801.- Recopilación de las l eyes de Inglaterra. Statutes at large o/ the United Kingdom o/ Great Britain and lreland, from 41 Geo. [[[ (1801), to 25 Victoria (1862) (ed. Tomlins, Raithby y Simons), 26 vols. Londres, 1862.- Recopilación de las leyes clel Reino Unido; su pu· blicación ha sido continuada de año en año hasta la época actual.

IV. SELECCIÓN DE TEXTOS RELi\TIVOS A LA HISTORIA ECONÓMICA GALTON, F. W.: SelecP documents illustrating the history of Trad es Unionism. I: The tailoring trade. Londres, 1896. RANO, B.: S elections illustrating economic history since the S even Years' War. Londres, l 903. BLAND, A.; BRow, P., y TAWNEY, R. H.: English economic history: S elect docu· ments. Londres, 1914.

11. TESTIMONIOS CONTE.MPORANEOS A)

Descripciones

Las obras descriptivas publicadas en el siglo xvm, sobre Ingla~1-ra en generl\I y sobre sus diferentes condados, son muy numerosas; solo indicamos las II1M interesantes para el t ema que teníamos que tratar . ArKIN, J.: A description of the country /rom thirty to for ty miles round Manchet ter. Londres, 1795.- lmportante. AsToN, J. : A picture of Manchester. Manchester, 1804. CAMPBELL, J.: A TJolitical survey o/ Britain, being a series o/ reflections on t/1r situation., land;, inhabitants, revenues, colonies and commerce o/ this island . 4 vols. Londres, 1774. CHAMDERLAYNE, J.: Magnce Britannire Notitia, or the present state o/ Great Britm'11 Londres 1708. Numerosas ediciones desde 1708 a 1750. DEFOE, D.; A tour through the whole island o/ Great Britain, divided intn circuits or journ.eys, 3 vols. Londres, 1724-1727.- 0bra clásica, que ab11111l ~ en infor maciones d e todo tipo sobre el. estado de Inglaterra entre 1720 Y 1727 - Edición modificada por S. Richardson, 4 vols. Londres, 1742. The Manchester guide, or a useful pocket companion, containing a brie/ histori'ml account o/ the towlis of Manchester and Sal/ord. Manchester, 1804.

II.

TESTIMONIOS CONTEMPOllANl>OS

MARSHALL, W.: Rural economy o/ Yorkshire, 2 vols. Loncl1·ctt, 1768. MAWE, J.: The mineralogy of Derbyshire, with a description o/ tlw most interest. in.g mines in the North o/ England, in Scotland, and in 1Pa/i•$, Londres, 1801. N ew and accurate description of the present great roads a111L tlll' pri11cipal cross roads o/ Great Britain (con un mapa de carreteras), Londi·cy, 1756. (OcoEN, J.) A description o/ Manchester, with a snccint hi.it.ory uf it.v former original manu/actories, factories, etc., by1 a native o/ the tow11. MmH'lic•Hl(lr, 1783 (reedit. en 1887 con el t ítulo de Manchester a hundred years a/(o). PILKINCTON, R.: A view o/ the present state o/ Derbyshire, 2 voh1. Dc•rliy, 1789. Hay que relaciona1· con estas descripciones los in.formes de los co1·1·c•11po1tHalos del Boarct of Agricu\ture, conocidos bajo el titulo gene1'8.l de Aorunitturat Sttrvuvs. Estos informes forman dos series, publicadas desde 1793 a 1795 y <11•11d.o 1002 a 1816. Están d ivididas en fascículos por condados, llevando cada mio do los fasci cu los el nombre de su autor y el título de A uenera.l víe'W o/ tho aururntt1irc inthe county of ... El conjunto constituye una fuente de gran valor. Lo.H onouostas el.el Board of Agriculture han sido resumidas en cinco volúmenes pdr Willlam Marshall: MARSHALL, W.: Review aná complete abstract o/ the reports o/ the /Joard o/ Agriculture from the Northern departments of Englarid. Lond res, 1808. .. . from the Western departments . Londr es, 1810. . . . Jrom the Eastern departments. Londres, 1812. .. . /rom the Midland departments. Londres, 1815. . . . /rom thc S outhern dcpartments. Londres, 1817.

B)

VÜiljes

FAUJAS DE SAINT-FONO, B.: Voyage en Angleterre, en Ecosse et aux iles H ébridcs, 2 vols. P arís, 1797. FoRSTER, G.: Voyage philosophique et pittoresque en Angleterre et e11 Fra11 1't'. fait en 1790 par George Forster, un des compagnons de Cook. P arís, año lV ( 17%.) N•:MNICH, P.: Beschreibung einer im Sommer des Jahres 1799 von Hanib11111 11r11·h und durch England geschehenen R eise. T ubinga, 1800. SvEoENSTJERNA, Erik T.: Resa igonom en del aj England och Slcot fall(l, mm 1802 och 1803. Eslocolmo, 1804. - Reise durch einen T heil von England und Schottland in den !1thff•11 I HIJ:l und 1803, besonders in berg-und hüttenm.iinnischer, technologisclwr 11111/ 111i11 1•rufa. gischer Absicht. Marbur go y Casel, 1811. Traducción de la obra ¡in•cc1tl1•nlt'. To urnée faite en 1788 dans la Grande-Bretagn.e par w1 Franqaise p11rla11t lrt f1111¡¡11v anglaise. París. 1790. WENDEDORN, F. A. : Beitriige zur Kenr1tniss von. Grossbritan11ie11. 2 vol•. L <'lll· go, 1780. - A view of England t
BIBLIOGRAFIA III.

Travels in France, 1ta l y and Spain, during the years 1787, 1788 and 1789. 2 vols. Londres, 1790-1791.

LITERATURA ECONOMICA CONl'!;Ml'OllANllA

485

YOIJNC, Arthur:

C} Memorias y tratad os BECKMANN, J.: Beitriige / 1805.-Contiene, p~ca industria metalurg1ca . BONNARD, R.:ferM,emoire ment du par le

rela '~;vos ""

a la técnica

. d E f'nd gen 5 vols Leipzig, 1782zur Ges~hic~te i::ent:s' d:nla Índustria. textil y de Ju cosa so ~:l ~~"lo XVIII. Debe consultarse, sin embar~o. a fines , :' l , Angleterre pour le traiteemp oyes en 2 5 296 sur les dprocedes mayen e l a h oui·ue . Journal des Mines, XVII, 4 .

(nivoso d el año XIII). París, 1805. The Call¡.co-printers' assistant. Londres, 179.O. ·z h 2 D esagul iers, . J . T. · · A course of meeha m cal and experimental phi osop Y,

VO·

lúmenes. Londres, 1729-1744.l" . d l'acier fondu en 1750. París, 1888. B H ' t rique de mvention e l h HUNTSM .: is o . . ersal English dictionary of a l t e arts HARRIS AN, techmcum, or an univ J . Lexicon ' .. 4-1710 and sciences. 2 vols. Londres, 170 h. h t observations sur les mines et JARs G.: Voyages métallurgiques, ou .rec ere es el L 1774 ' ¡ b · · d [ acier etc 3 vo s. yon, · Jorges de fer, la a n catton e S ' E. . written for the Encyclopredia Th t' l s Steam and team- 'ngine, ) Ed' RoBISON, J. : (con e arn te e de J ames Wa tt s obre sus principales inventos · im-t Britannica otas burgo, 1818. SwEDENBORG, E.:

de ferro. Tomo III de Rcgnum sub terraneum .sive . minerale: 1784

las Obras de Swedenborg. Dresde y Le1plz1g, . f hydrostaticks and hydrau. d ti to a genera system o . ST. SWITZER: An intro uc on . Lo d ·¿ h · z and practical 2 vo1s. n res, 1729.-Contiene desenplicks, plii osop ica , : d Savery y de Newcomen. ciones, con láminas, de las maquinas e A treatise upon coal mines. Londres, 1769.

+

. licadas en Francia. Y en Inglaterra., entre Las recopilaciones en~ic¡opéd1cas pui~nes sobre la. técnica. de los oficios antes

1760 Y 1815, contienen u tiles m:on_nac Y durante la. revolución mdustna.l .

. . . . , des sciences, des arts et métiers, 28 volúEncyclopédie ou dicnonnaireCrais~;ne lo~ volúmenes de láminas, artículos Dramenes. P arís, 1762-1772. onsu t~nse perie, Forges, Laines, Mines, Soie, c_t~., d "ens de lettres, 301 vols. París, , . met , h od'iq ue par ' une societe " Encyclopedie . l d e Manufactures, por R ol and de la 1782-1832. Véanse los volumenes lltu a os · E Platiere, yclop<.edie1785. Britannica, Edimburgo, l.• ed., 1788, Y 4.• ed., 1805. Véanse en nela 4.• los artículos Cotton, ¡ron, Steam' etc · también documentos pro· . . Las publicaciones de las sociedades propotciotnan de la industria. en dl!e· ciosos sobre los inventos, el esta.do de la. a.grlaul ura Y rentes épocas.

, . l ture and other use/ul arts (organo e¡e1 Boa r-d of Agriculturo), Annals of Agricu 40 vols. Bury St. E~munds/, lz9o~~°!i Society. Londres, 1665 Y sgs.-Numll· Phy/osophical Transactions o t e r, . .· s obre mecán ica y maqumas. rosas mcmouas

Memoirs o/ the Literary and Philosop/iical Society o/ Mm1rlics1er, l.• serie, 5 vols. Warrington, 1785-1802; 2.• serie, ManchcsLer, 1805 y &QI. Transactions of the Society for the encouragement o/ Arts, Mmmfaclurcs and Commerce, l.• serie, Londres, 1761 y sgs.; 2.• serie, 1783 y age.

D)

Di-arioSJ y periódicos

A nnual Re{fÍster 0 732 y sgs.). Birmingham Gazette 0741 y sgs.). Derby Mercury 0754 y sgs.). Gentleman's Magazine (1731 y sgs.). Historical Re{fÍster (1714-1738). Lceds Mercury. l.• serie, 1718-1755; 2.• serie, 176i y sgs. Manchester Gazette (1730-1760). Manchester Mercury 0762-1830).

111. LITERATURA ECONOMICA CONTEMPORANEA Esta litera.tura. comprende : l.', un pequefio número de obras teóricas; 2.·, innumerables folletos de circunstancias, manifiestos, >, se conserva. actualmente en la. Biblioteca de esta Universidad (Senate House, Londres, W. c. 1). Esta bella biblioteca debe ser conocida. y conSUltacta. por todos los que se interesan por la. historia de los hechos y de las d octrinas económicas en Ing1'aten·a.-Hemos adop. tacto, para esta parte de ¡a bibllog:ratfa, un clasificación por materias; las obras de ca.da sección están agrupadas por orden cronológico.

A)

Generalidades, comercio, medios de comunicación

YARRANTON, A.: England:s improvement on sea and land. Londres: te, 1677; 2.• parte, 1681.

l.• par-

Considerations upon the East I ndia trade [¿por sir Dudley North?]. Londres, 1701. A short essay upon trade in general, by a lover of his country. Londres, 17'1-0. Considerations on taxes, as they are supposed to affect tite price of labour fo our manufactures. Londres, 1764.

~dventages

vlar~

BEN'l'LEY, R.: A view o/ the o/ inland navigation, with a o/ tha navigable canal intended for a comunication between the ports o/ /,lvcrvoul and H ull. Newcastle-under-Lyme, 1766. WmTWOR'fH, R. : The advantages o/ i11la11d 11auigatio1i. Londres, ]766. l'OSTLETHWAYTE, M.: Universal dictionary o/ trnde and commürce, 2.~ 011. Lon· dres, 1766. llOMEn, H. : An inquiry into tite mcans o/ ¡11rsrr11l1111 roads o/ this kingdom. Oxford, 1767, !.a richesse de fAngleterre. Ylmw , 1 77.~. , ?'he history o/ inland na11ig111itm.•, ¡1111111·11!111 y tlww Londres, 1776 .

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m. LITERATUllA ECONOMICA CON'l'l•:Ml'UllANltA

-

4U6 ~~~~~~~~~~~~_:B~IB~L~l~O~G~R~A:~·¡~A'..__~~~~~~~~~~~----~~ Adam : An inquiry into the natu~e and causes o/ the wealth of nations. 2 vols. Londres, 1776.-e·itamos segun la edición Mac Culloch , Edimbur-

e; T • MI 11,

.. l . h tic containing obseruations on the present statef go, 1870. YoUNG, Arthur: Poliuca ahnt m~ ? l o/ her policy in the encollragement o o/ Great Britain and t e princip es 1~79 . Lo d. . 1 a. parte 1774; 2.• parle, t . • f t 'onal agnculture. n tes . . . , the means o/ excitirig a spirit o na i ANDERSON, J ames: Observatwns on

industry. Edimburgo, 1777. bl' h. g The Olltlines of a plan far esta is in

CfJ

united company o/ British manllfac-

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Select oollecti<>n of ea.rly Engl'tslt trae s dres, 1856.

B)

Agrú:ultura, <eenclo·s ures », precios de los géneros

hro.:: TLAu~:ENJCc~' '

Th duty o/ a steward to his lord. Londres, 1727. the priñciples Th: new horse-houghing husbandry, or an essay on . Lo d 1731 d of tillage and vegetation. n res, l ·. mmons and common /ield lan s CowPER J.: An essay proving that en~ osinLg cdo 1732 ' , · t t of the natwn. on res, · b .d . ¡ the honourable the mem ers is contrary to trie m eres ed to the consi eratton o L bl A method hwn Y propos . b an English woollen manufacturer. on of both H ouses o/ Parliament, Y E

dres, 1744. l methocl 0 ¡ ascertaining the speci/ic "'I A essay upon theh nature anc d O f d 1767. II OMER, •e ·: n . . closures o/ common fiel s. x º7 , shares of propnetors upo~n~ et~: reasons for and against enclosing the open AonINCTON, S.: An inquiry •

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487

~~~~~~~~

of the present high price o/ butcher's 111c111, l11•i11¡¡ tl1r 3Mti111m1 o/ a society of farmers in .. .shire. Londres, 1785. HowLETT, J.: lnquiry into tite i11Jl11011r1• England. Londres, 1786.

a/

rm•lu.rnn•., 11¡1t>t1 thd JJOpulation o/

Cursory remarks on iricloswcs, showi11g tho ¡1r111ln111u 11111/ tl1W11trt1vr r.unseq1icnces o/ inclosing common f iclds, by a country /1111111rr. l.01ul1t•1, 171111, SroNE, Th.: Suggestions /or rendcring lhe inrlosurt• 11/ 1·01111111111 /lrild.Y 11111/ wa,itc lands a source o/ population and richcs. Londres, 17!17. HowLETT, J.: Enclosures a cause of improued agric11lttu1•, o/ ¡1/1•111y 1111tl r/11•11pnc.1s prouisions, o/ population, and of both private a11rl 11rrtlu1111/ 11111r1/1h, l,¡¡u. dres, 1787. DAVJES, David: The case o/ labourers in husbandry. Londr·c11, 17%. Wn1c11T, Th. : A slwrt address to the public on the monopoly o/ .w1a// /"rm,f. Londres, 1795. PAUL, sir G. O.: Obseruations on the general enclosure bill. Lonur1!K, 11100. GrnoLJ::n, J. S.: Observatio11s on the pernicious consequences o/ /or cstalling, l't!l/ffll· ting and engrossing. Londres, 1800.

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YOUNC,

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'1.90

B!BLIOCRAFIA IV. MONOCHAFIAS Y 1UARAJ(lS IH:

-~~~~~~~~~~~~~~

UKl'Al,J,J,

491

~~~~~~~-

l>IJNUAS, ll.: The cotton manufacture of this country. Londres, 1793.

Ar1icles, rules, orders and regulations made and to be observed by and between the friendly associated cotton-spinners within the toumship of Manchester in lhe county of Lancaster an in other townships and places of the neigbourhood thereof. Manchester, 1795. A letter to the inhabitants of Manchester on the exportation o/ cotton twist. Manchester, 1800. A second letter to the inhabitants of M anchester on the exportation of cotton 1wist, by Mercator. Manchcster, 1800. Observations f ounded upan /acts on the propriety or impropriety of exporting cotton twist Jor the purpose o/ being maniifacwred into cloth by foreigner s. Londres, 1803. A view oj the cotton manufacturies in France. Manchcstcr, 1803. ANSTJE, J.: Observations on the importance and nccessity o/ introducing improved machinery into the woollw manufacture of the cozmties of Wilts, Gloucester and Somerset. Londres, 1803. Observations on the cotton-weavers' A ct. Manchester, 1804. ÜWEN, R.: Observations on the effects o/ the manu,/acturing system, with hints for the improvement of those parts o/ it whic/1 are most injurious to health and morals. Londres, 1815.

Address and proposals Jrom .1ir Joh11 l>11/iy111¡1/r, luu'., m1 thc subjcct of the coa/, tar and iron brnnr.h1•s of tmd1•, Edl11th11r¡¡o, 17B l. WATI, J.: An answert to tite tr<'fl.mry 1111¡¡rr 1111 tlw 111111 triu[t. o/ f:ngland and lreland. Londres, 1785. BnAMAH, J.: A lettcr to the right honoru/1/io .1ir J11111r,, /\'y1r, lord Cltic/ Justice of the Common Picas, on the case /Jo11/1on 11111[ 11 1111 11u&11.1 llomblowcr and Maberly. Londres, 1797. BouLTON AND WATT: Proposals 10 the adventurcrs. Bi r111in14hum, lllOO. Prospecto dirigido a los propietarios de minas.

IV. MONOGRAFIAS Y TRABAJOS DE DETALLE A)

Historia de Úls industrias y oficios

A co111plete history of the cotton trade, inclnding also that o/ the silk, callico printing and hat man¡¿/actories, by a person concerned in trade. Manchcster, 1823.-Tiene el valor de un testimonio contemporáneo. ANDHÉADES, A. : lissai sur la /ondation et l'histoire de la Banque d' Angleterre. París, 1901.

A11cmrn, M.: A sketch o/ the history o/ 1he coa[ trade o/ Northumberland and

E)

Metalurgia e JndustrÚJJ cerámica

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IV.

MONOCRAFJAS

Y 'rJIAOAJOH

o•: IH:TAl.1,1(

493

muestra cómo el uso del vapor fuo inu·oducldo c1n la lnduRtrla gracias a los esfuerzos de Boulton y Watt.) LowER, M. A.: The ancicnt iron ir1d11stry o/ S11.m:x, un el vol11inon titulado Contributions to literature, historical, antiq11aritrn, and metrical. Londros, ]854. Anecdótico. MAc AoAM, W. I.: Notes 011 the ancient iron industry o/ Scotland. Londres, 1887. Interesante para la h istoria local. l\1ARWICK, W.: «The colton industry and the industrial revolulion in Scotlond », Scottish Historical Review, XXI, 207 y sgs. (1924). MATSCHOSS, G. : Die Entwicklung der Dempfmaschine, 2.ª ed., 2 vols., Ber· lín, 1908. (Técnica. Con láminas.) MusHET, D.: Papers on iron and steel. Londres, 1840- 0bra de u n técnico : dos o tres artículos presentan cierto interés desde el punto de vista histórico. J.1c110LLS, G.: !ron making in the olden times. Londres, 1866.-Sobre las minas y las frag uas del bosque de Dean. P ERCY, J .: Metallurgy of iron and steel. Londres, 1864.- Notas históricas en la última parte. PROTHERO, R. E. (lord Emle) : Thc pioneers and progress o/ English farming. Londres, 1888. Edición revisada, con el nuevo título : English farming pasl and present. (Muy claro y muy completo.) RADCLIFfE, W.: Origin of the new system o/ manufacture, commonly called power-loom weauing. Stockpor t, 1828.-Mezcla de historia y polémica; cri· t icada por G. W. Daniels (Early English cotton industry). RICBY, Ed.: H olkham, its agriculture. Norwich, 1817. «Rise, progress, present statc and prospects of the British cotton manufacture» [¿por J . R. Mac Culloch?], Edinburgh Reuiew, tomo XLVI. Edimburgo, 1828. Examen de la Compendious history, de R. Guest (véase anteriormente). RocERS, Th.: The first nine years of the Bank o/ England. Lond res, 1887. SctHVENOR, H. : A comprehensive history o/ the iron trade from the earliest records to the present period. Londres, 1841, 2.ª ed. (modificada), 1854.- Documentada: tablas estadísticas interesantes. SHoLL, S.: A short historical account o/ the silk manzifacture in EngLand. Londres, 1811.- Historia de las coaliciones obreras en la industria de la seda. THURSTON, R. H.: History o/ the growth of the steam-engine. Lon dres, 1878. UNWIN, G.: ccTransition Lo the factory systcm», English Historical Review, XXXVI, 206-218 y 383-397 (1922). WAROEN, A. : The linen trade. Londres, 1864.

B)

Historia de las localidades

Las obras relativas a la. historia local, siempre útiles, incluso cuando su valor científico es escaso. dejan una parte variab\e a la h istoria económica. No citaremos

las más recientes o IM mejor hechas, sino aquellas que nos proporcionan más

noticias auténticas sobre los origenes cte la gran industria..

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*1a:~i~:~¿~;~, Ji~~~. Laneuster,

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1906-l;f4;n

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Yorks~r~~ {~~7;L~~¡~f~~~ds~~~;,; 19~~~-

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:E~Fo~o,

C)

Biogra/í.as

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~~;RER, K. E.: .Corresl!ondence o/ Josiah 117edgwood. Londr es, 1906 ~u~es fmade t~ business, .ª series o/ original sketches, biographi~al

and aneee, rom t11e recent lustory o/ ind t d 2 vols. Lond res 1884 - P . us ry an. commerce, by various writers, sacadas de arcl;ivos J>;·ivuc~~~'. cosa sobre el siglo xvm : noticias interesan tes,

º

f<'RENcH, J.: The Lije and times o/ Samuel Crom ton L d P • on. res Y !\Iauches1er, 1859, Contiene en apón dice. Jl C l . S ¡ h . · : ~c. ome accoun1> o/ L ewis Paul, and his invention o t e machin~ Jor sp111111ng co/lon-wool by rollcrs- Fundad b. d mentos ele anhivos pl'ivudoA. o so 1e ocuJ AROTNE, R.: An acconnt of J11h11 llo<'b11clr 111 D F R Ed' b l T · , of the Royal Socicty of Ecl inbur¡¡l1, idmo. l 1796.· . in urg t . ransact1ons

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J

A

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Y

TRABAJOS OE DETALLE

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d

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oWEN,

zd

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499

parables en carácter y en valor ni Vll/111<1• /11/11111111r, 11w1wionndo anteriormente. Los autores han hecho u110 110hru 1ntlu tln loM 1d loum Olíico Papers». HARPER, C. G.: The grcru Nor1/¡ lflllt/, thr• old mrtil 1m1d to Srotland, 2 volúmenes. Londres, 1900.

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DE

LOS

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y DE LA ...CRICULTURA

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SUPLEMENTO BIBLIOGRAFICO preparado por A. J. BOURDE, Ph. D. Encargado de la cátedra de Historia Moderna de la Facultad de Letras de Argel

La magistral bibliografía que coronaba, en su forma inicial, la presente obra se había enriquecido más todavía para acompañar a la edición en inglés de 1929. Se precisaba para esta un complemento que respondiese a las exigencias de erudición y de amplitud de las precedentes. Señalar únicamente los trabajos de los maestros actuales de la cuestión, a pesar de la abundancia de sus informes y de la penetración de sus conclusiones, no podía bastar. Uno de tales maestros, el profesor T. S. Ashton, publicaba en 1937 un estudio sobre la bibliografía de la revolución industrial, cuyo conocimiento es indispensable para la sola aproximación a una materia tan compleja. He aquí, en efecto, un movimiento, cuya naturaleza íntima se revela no solamente en el contenido de los trabajos que le han sido consagrados, sino por el número y la diversidad misma de esos traba jos. Una bibliografía de la revolución industrial es ya un esbozo de ese momento de la civilización. Esbozo cuyos contornos van matizándose y precisándose con los años, pueslo que desde 1928 una literatura inmensa hace escolta a las reediciones inglesas del libro de Paul Mantoux. La presente bibliografía no pretende hacer el balance de cerca de treinta años de investigaciones. Solo trata de ser vir a una obra h istórica clásica, proporcionando a sus lectores los medios de ir aún más adelante en la exploración del mundo que descubre. Se encontrarán reunidos aquí los títulos de los trabajos mayores publicados desde 1928. Sin duela, el lector francés se ha man tenido al corriente por las listas y los extractos que regularmente dan las revistas. Sin duela también, se han pu· blicado recientemente notables estud ios bibliográficos sobre la historia económica de Inglaterra y sobre la revolución ind ustrial. El autor del presente trabajo, que la Biblioteca de la Universiuad de Cambridge y la Biblioteca Bodleiana de Oxford han permitido llevar a término, quiere esperar que este prestará ser vicio igualmente. Debo el más vivo agradecimiento al doctor W. H. Chaloner, de la Universidad de Manchester, cuya competencia y erudición nunca han sido invocadas en vano por sus colegas y amigos.

El editor deseOl ex¡>resar muy particularmente su reconocimiento al profesor T . S. Astlwn, al profesor W. Ropke y al profesor P. Vaudier, q1w !tan tenido a bien aportar el concurso de su alta a11to1 idad 111 la clerció11 de las obras que figuran en esta bibliografía. 1

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HISTORIA DE LAS LOCALIDADES

SUPLEMENTO BIBLIOGRAflCO

HISTORIA DE LAS LOCALIDADES

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INDICE ALFABETICO

MAl
INDICE ALFABETICO Acero al crisol, 281J., reglamentos de aprendizaje, l 77, 448· Acta de navegación, 74, 186. 50. Agric ultura: trabajo noc turno, 407, 4ll, 465, 469. e ind ustria domósticu, :l9, tbl , 168. contrato de apren dizaje, 441 n. y gran industria, 165-70, '103. en casa de David Dale y Roberto salarios agrícolas com pu rados con los Owen, 462-65. salarios in. Jlllncoo, Rolion, 407-09, 470. 1-20. lllot¡uco continen tal, 398. 515

INDICE ALFAUETICO

516

Board o/ Agriculture, 146, 163 n., 164. 413. Board o/ Trade, 244. Bomba de fuego de Chaillot, 319. Boulton, .Matthew, 85, lll, 266, 3101;2· 364, 369-73, 375, 376, 387-89, 1 • y Wilkinson, 288, 289, 321. y Watt, 299, 313-26, 359, 365, 367-71, 1

~0~Ítica

fiscal de Pitt, 381, 382. Bourne Daniel, 217. Bradfo;d, 33, 34, 45, 91, 248, 250, 255, y

107 11o 324, 358. Bridgewatcr, duque de, 106, ' ' l 306 262, 387. Brindley, Ja mes, 106-08, llO, 11 • · Buckley, John, 324. Buhoneros, 93. Burguesía, 75, 142, 143. . Véase también Clases medias . Bury, 233, 234, 391. ,. motines contra J . Kay, 192 . población, 350. salarios, 416. Byron, l ord, 399. Caldera tubular , 371. . Cámar a general de fabrican tes, 382-86. Cambios, 19, 71, 86. ll Véase p arte I, cap. II. «F:I desarro o comercial» . Caminos, 92-102. mal estado, 92-100. ca¡ninos de peaje, 96-98. gra ndes obras, 97-100. Metcalf, 98, 99. Canales, 103-12, 114. Tren t, 104, 105, 107, 111, 112. y minas ele hulla, 105. Mersey, 105, 107, 111, 112, 348. Worsley, 106, 107, 262, 348. F orth al Clyde, 108. Grand T ronco, llO, 354. y exportaciones, 112, 114. caledoniano, 311. cerca de Bir mingham, 353, 354. Capital : . d . causa y fin de la actividad rn us tna1' 2-4. b . separación del capital y el Ira a¡o, 14, 43, 53. capital y maq uinismo, 16. concentración grad ual, 35, 52 , 232• 265, 266. de comer cial se convierte en industrial , 40, 41.

contra industria doméstica, 251-53. y minas, 262. capital comercial, 359-6·1.· . antigücclad de la opos1c10n entre capital y trabajo, 41 ] , 412. 436, 437. e impuesto de los pobres, 434, 435. Capitalismo: ·_ · formas precoces, 11, 13, 14~ ~ n., 251 se desarrolla con el maqmmsmo, 119, 180, 208, 235, 236. • . progresa en el sistema domestico, 189. industria de l a lana, 248. minas, 263. y pauperismo, 435, 436, 4?7. concen trac ión de los capita les. 47.1: Véase lndice analítico de rnateTLas, parte III. ca p. II. Ca pitalistas, l O n. _ _ comerciantes paneros, 11, 40-42, 8"· en el régimen de m a.n ufact~ra, 44. comerciant es aún no mdustnales, 72. Banco de Ingla terra, 76, 79. exportadores, 84, 90. agricultura, 169, 170. industria doméstica, 176, 177. industria lanera, 252, 253. aparecen como clase,. 3~5.. poder a bsoluto al prmc1p10 de la era industrial , 410, 41 l. Carbón : conflictos del traba jo, 61, 62. de madera, escasez de madera, 267-72, 278-80. exportación, 270. lí concentración de las industrias, 32 J, 327. . Véase In dice analítico de rnatenas, parte II, ca p. III, Y Hulla. Carlylc, 5, 205. , , Carron , fra guas ele, 280, 285, 290-92, 294' 312, 353. 99 Cartwright, Eclmund, 226-30, 254·, 3 •

419. Censo pr imero en 1801, 337. Clases industriales, 355. Clases medias : papel polüico, 75. importancia comercial y social , 117,

en~~:Íadas

por la aristocracia, 142, 143. com pran tierr as, 155-57. evol ución de los yeornen, _36~, 366 .. a veces, hostiles a las maqumas, 39~ . Coalb rookdale, 277-80, 287, 288, 29;,, 322, 353, 413 n., 471.

IN DICE ALFABE'l'IC':O

517

Coaliciones obreras, 54, 56-61, 436 n., dependencia de los obreros, 411-20. 437-47. esbozo de un estudio sobre este tema, agrícolas, 441, 442. 411 y sgs. Véase Legislación industrial. comparación con Franr iu, 4·23-26 Coaliciones patronales, 380-86. alimentación, 423-25. Coke de Holkham, 144. alojamiento, 426, 427. Colbert, colbertisrno, 8·ll, 13, 62, 63. Véase Indice de materias, pane IIl, Comercio : cap. III, y: salarios, coste de la. vida, en el origen .-fe la t rnnsformación de legislación social, asistencia, apren. la industria, ti.O, 4.J, 69-72, 84-86. dices, duración del trabajo, cte. ¡ in.. influencias recíprocas, 71 y egs., 188, dustria, Dale, Owe11. 265. Conflictos del tra bajo: exterior, 80 y sgs., :J55, 368, 377, 378, en la antigua industria textil, 53-61, 383. 181, 254., 255, 394. importadón, 183-US. en el carbón y en los puertos, 61. Véase Indice analttico, porto 1, cupf. gran industria, 437, 438. tulo Il. Consideraciones sobre el comercio de /.'Is Cornmo11 appe11dant, J33. Indias Orientales, 115-17. Common appurtena111, 133. Contratos: Common because o/ vicfoage, 131. individuales, 4)2, 416 n., 455. Common in gross, 134-. contrato colectivo, 438. Common lands, 132. libertad de los contratos, 458. Common o/ estovers, 132. Corporaciones: Cc,mmo11 o/ pasture, 132. prohibidas, 58, 59. t,omrnon o/ turbary, 132. Compañía de los tejedores de géneros Cornnu11ity o Institución de los obrcroK de punto, 59, 450. en lanas, 439, 440. Compañía de los tejedores de m edias, Compañía Báltica, 73. 177. Compañía del Mar del S ur, 77. Compañía de los cuchilleros de HalCompañía de los cuchilleros de Hallamsln rnshi re, véanse esas palabras. hire : Correo, 102. •us reglamentos, su pervivencia, 264, Cort, J lcnry, 281-83, 286. 265, 284. Cranagc, Thomas y Geor ge, 280. aprendices, 440, 449. Crawshuy, Richard, 282, 290, 363. Compañía de .Moscovia, 73. Crousot, 289. Compañía de T urquía, 73. Crisis ind ustriales y financieras de 1788 Compañías comerciales, 235, 236, 262. y 1793, 238-42. Compañías de comercio marítimo, 73-75, en la industria algodonera, 193, J.94, 77-80. 224., 394, 395, 417, 418. Compañías de ln
519

lN lll Ct: Al, l'A lll·:'l'IC;O I NDICE ALFABETICO

518

Foe, Daniel d e, 12 n. 28-30 32 3 140, 259. ' t • 4, 8 7,

opos1c1on, 158, 159, 170. Desequilibrio industrial : consecuencias, 159 y sgs. tejidos, hilaturas, 193, 194, 200, 202, para l a pobl ación, 165 y sgs. para la industria, 167-70. 224-27. industrias metalúrgicas, 279-81. pau perismo, 433, 434. División del trabajo: Véase Encuestas. y gran industria, 14-16. Encuestas municipales, parlamenlarias e manufactura, 18, 19, 69 n., 366, 367. informes : unida a los cambios, 19, 20. estado de l a agricultura, 121 n., 1'13, en la concentración de las industrias, 146 n. precio de l as mercancías e importan35 y sgs. industria doméstica, 42, 43. cia de las granjas, 122 y sgs. en la extensión del mercado, 69, 70, cnclosnres, 127, 128, 132, 147, 148115, 116. 158, 164, 169, l 70. Consideraciones sobre el comercio de Doniesday o/ enclosures, 136. las Indias Orientales, 115-17. tierras baldías, 154, 155. en la agricultura, 161. industria de la lana, 254, 401. comienzos de la era industrial, 189, ley de los pobres, 426. 430 n. contratos de aprendizaje, 452. 368. en la metal urgia, 264-67. salar ios agrícolas, 454. resistencia de los obreros, 368. trabajo de los niños, 465, 466. Doméstico, sistema (Véase Indu stria doEsclavos, comercio de, 89. Soc iedad para l a abolición de la esméstica). Dudley, Dud, 272-75. clavitud, 376. Duración del trabajo: Estampados, tej idos, 230, 231. antigua industria, 53, 54, 59. Etruria, 111, 315 n., 374, 376, 387. gran industria, 367, 406, 410. Exportación: niños, 4-06, 464, 468. antigua industria, 30, 40, 46. cotonadas, 182, 183, 190, 238, 34-7. Earnshaw, Lawrence, 393. h ilados de al godón, 224, 225. Edicto de Nantes, 86, 177. subvencionada, 24·0, 241. Empresas metalúrgicas, grandes, 287 y lanas, 249 n. sigu ientes (véase también: Bacon, aceros, 284. Crawzhay, Darby (Coalbrookdale), Boulton, 316, 368. Homf ray, Hn ntsman, Reynolds, R ocWed gwood, 368, 377. bnck (Carron), S oho, Walker, Wilgran industria, 383, 384. kinson). Véase Indice analitico de ma1erias, Compañías metalúrgicas, 290-93. parte l, cap. n. concentración de in dustrias, 326, 327.

Forjas. (Véase Carro11, Cort, (.'oallirllll/r da~e,. Cmwshay, /)(lr/J y, l foi• lnlf'h Wilkmson.) ' Y , tala d e ~rboks, 2íi7 71. Vease Indice a11al'11'r·i ·,• 1/r 111fl 1l'llfl.1 · 1 ' parte II, cnp. lll. Fothcrgill, 315, 318. ~ox , ~· J., 245, 382, 11 51¡,_ 1·ranc1a: manufact uras rt'aleR ,. l11d nMtl'lu do méstica, 7-ll. des.apar.ición de Ju ~t1 1 vld11111h1•0 52. fenas Y arbitrios, 90-92. ' canales, 103. pr~~~~dad territorial , 127, 128, 132,

Empresas textiles, grandes: Fábrica : Lombe, 178-81. definición legal, 17. P aterson, 180. sistema de, 17, 18, ) 80, 198-235. Sh errard, 180. primeras fábricas, 231-37, 350, 351, V. Arkwright, 208, 209, 211, 217, 218. 365. otros, 234. 235. concentración de las empresas, 234-37, definición ¡naterial, 232. 326, 327. personal rural, 4-02. odio a las, 402, 462, 463. Gott, 251. ]ohnson. 350, 351. ins pección, ley de 1802, 468-71. Dale, 462, 463. fa1lowficld , William, 277. Véase parte Il, cap. Il. Faujas de Saint Fond, 285, 286 n., 294. Enclosures, ley de las, 125. Ferias y mercados, 37, 89-94. en los siglos XVI y XVII, 135-39, 148, Ferriar, doctor, 425 n. 149. Fiebre de las fábricas, 409. y pastos, 138-40. 157, 158. Fielden , Josuha, 362. motines, 138, 170. F il antrópico, movimiento, 376, 461-64. en el siglo xvm, 149-53, 155-59.

Yiaj e d e Young, 1'15, 146. progr_eso indusu·ial tnáA 1!11110, 169, l 70. rei~~-º de Lee, 175, 176; y do Kn y, temores d e concurrenc ia fmn rrsn 22S guerra de 1793, 241, 242, 421. ' '· tratado de comercio, 243. ensayos en metalurgia, 273. con~pra de acero fundido 283 284 for¡a~ d e Wilkinson, 289'. ' · ca.nah zaciones de París 297. reimportación , 315. ' bomba de. , fuego de Chaillot' 319. comparac1011, 423-26. revolución, 432. ideas filantrópicas 462 Fuelles, 274, 275, 278, 2S5. Fuerzas motrices y gran industria 4 17 ' 18, 201, 202, 231 232 327 ' ' hidráulicas, 36, 174 ' 175 '179 l99 209 211, 222, 234, 249, 2s4 255 , 259' 263, 278, 285, 287, 290 293• 295 ~··. _300, 303 n., 310, 349, 366. ' y ?elimc1on de una máquina, 173, 174 ammales, 174·, 175, 198 ' 209 228. 288 n., 303 n. ' ' Y nuiq uina de Wyau, 197. humanas, 201-03, 225 227 366, 4-71. ' ' 229, 274

n.'

n.,'

máquina de vapor, 228-.30, 249 251 254 n., 255, 288, 293, 291· 295 ' . 298, 349, 469, tJ72. ' · n., viento, 300 n. caldera tubular :Hl Véase parte cu¡J: I V ¡ 1 , . de vapor. ' " llltU/ll llW

u:

Fundición, 280.

C;n l c·~ . Puís de, 260, 290, 293

é.

<:111·hc11 1, Samuel, 111, 290, 3 <:111 cid al umbrado, 321. (,m;ml Post O/fice, 102. , Yl'ílH(' también Correo. LN1 n c~, de 225. <:if(-mill, 64. n.' 396 ' 400' 401 n., 419 n C'"l l ' 1,.,a/). ~ort, ley de ·(véase Legislaciºon ' so-• C'. l11Hgow,

28, 223, 228, 245. 251. <:1·unJaS, acaparamiento de las, 156-59. (,11!'rrns y paz: drctos sobre el comercio y las fina nzaH, 40, 79, 241, 242, 249. puro obrero, 394 n. sobre el precio de las mer cancías, 4-20-25. Gucst, Richard, 215.

<:011,.Benjamín,

l la hitación , condiciones d 3 ~8. 425, 426. e, 5, 36, 47,

ll ul ifux, 29, 32-35, 38 io, 45. mercado de tejidos 91, 249 n., 253, 351, 358, 401 n. ' t rnbajo de los niños 405 l lun<"ock, Joseph, 26 5. ' · 1h~ rgrcaves, James, 201-01· 216 231 359 .'167, 393, 471. ' ' ' ' ll a~lings, Warren, 78. l.l?s lo p, Adam, 325. II 1erro: .imporl ación, 258 260. cx~ensión de su ~m pleo, 294_97 pnme ros puentes de, 295 296. ba. reos' cond ucc1on · ' de aguas ' · 296 297 hi; rro Y maquinismo, 297. ' ' · II V easc también Metaluraia y cap. ITT. " parte , H!ghs, Thomas, 214-17. Hilaturas: prfmeras hilaturas a va por, 323 Vease parte 11, cap. II. ' 324. Hobhouse, Benjamín, 443, 444. Holanda, 40, 72, 74, 76, 77, 79 104 · ' Holland, lor d, 443, 444. Homfray, Samuel 290 294 Hornblower, Jona~han '320 . 325 ll uc!dersfield, 91, 248,' 401.' · ll uclgas : P?in ador es de la nas, 51·, 57-60, 254. dive rsas, ant eriores al maquinismo 54 59-61 . ' ' d\• Mu11d11·Htí'r en 1810, 447 . i11rl11~1 riu textil: 160.

INDICE

ALI'AD~:TICO

-------------~INl)ICE Al,l•'All l ,l'l!:O

521

~~~~~~~-.::~

l lulla: y canales, 105-08. en la Edad Media, 269. en el · siglo XVIII, 270. trata miento del mineral de hierro, 271 y sgs. local ización de las ind ustrias, 326, 327. tasas de Pitt, 381, 382. Véase Indice analítico, parte II, capítulo III. Ilunts¡nan, Benjamín, 283, 284, 287, 291, 353.

rmportación: algodón, 182-84, 188, 237-40. hierro, 257, 260, 266, 267, 280. cereales, 420-23. Véase Indice analítico de materias, parte I, cap. II. India, comercio con la : antigua industria, 46. Compañía de Indias, 78, 79. r eper cusión en la industria inglesa, 115-17. algodón, 182-87, 223. crisis de 1788, 239. Industria: grande, 3-11, 13, 16-19, 28, 52. 71, 179, 180. nace del comerc io, 69-72, 84-86, 89 (véase Desequilibrio industrial) . y yeomanry (véase parte I, cap. lTT, sección V). y agricultura, 130, 142-45, 168-70. orígen es, 180, 181, 218, 219. papel de Arkwright, 205; de Boulton, 314·-18. movimiento, 230, 231, 247. con centr ación, 236-38, 262, 265, 266. su aparición en Yorkshire, 360. y población (véase parte III, ca p. I). condición obrera, estudio por h acer, 4 12-16. y libre circulación de obreros, 426-29. conclusión , 473. Industria do;méstica: en Francia, 9, 10. lana: condiciones de vida, 36-39. 41, 44, 47-50, 52, 57 n., 411, 412. producción, 37-40. persistencia, 39 n. y agricultura, 41, 42, 48, 49. idealización, 47. reglamentación, 62-65. tran sición, 168-70, 201, 351-55.

algodón, 188-90, 223, 231, 232, 236, 237. jenny, 204, 223. mute, 222, 223. resiste al sistema de fábrica. 251-54. metalurgia, 264, 265. y población, 345. cerámica, 377, 378. trabajo de los niños, 403-07. Véase parte 1, cap. III, sec. TIJ. Industriales, grandes, 180, 181, 358 y siguientes. actividad pública, 110, 111, 387. orígenes, a menudo, territoriales, 359, 360, 361. e inventores, 365. organizadores, hombres de negocios, 365-69. retrato, 380. conciencia de clase y acción política, 380-86. coaliciones, 385. categoría social, 386, 387. no-conformistas, 386, 387, 462. cuáqueros, 462. Véase Arkwright, B a e o n, Boutlon, Crawshay, Darby, Fielden, G o t t, Homfray, Lo m be, Oldknow, Peel, Radclil/e, Reynolds, Roebuck, W a[. ker, W all, W edgwood, Wilkinson. Instrumentos de trabajo (véase Medios de prod1icción). Inventores: Véase Textiles: Arkwright, Bell, Bourne, Cartwright, Crompton, Earnsha1u, Hargr eaues, Highs, Kay, Kelly, Lee, Paiil, W yatt. Metalurgi¡¡: Blauenstein, Cort, Darby, Dudley, lluntsmán, Smeaton, Sturtevard, lf/ ood. Fuerza motriz : Homblower, Newcornen, Sai·ery, Watt. Inventos, 190-93, 277-80, 285-87, 365. Véase In ventores, máquinas, talleres, metalurgia. Investigación científica, 369. Irlanda: asunto de las lanas peinadas, 61, 62. prohibición de sus exportaciones, 65. producción de hierro, estimulada. 267. tala de ár boles, 267-69. tratado d e comercio anglo-irlandés, 382. Jacquart, 226, 392. Jellicoe, Adam, 282, 283.

.Jenny, 197, 198, 201-04, 215-171 220 1 223, 231, 250, 253. Jueces de paz, 59 n'., 61, 61, %, 396, 408 n., 430 11. 1 11.:-¡ 1 11. ti 1.3 56, 459, 468. ' '

222

Y t•nrlosurcs, 155, 156. lt1y Gilbert, 337 n. 430 431 434 n. l111bnjo nocturno, 4 11. ' ' l<•y de pobres, 426-35. ley del domicilio 427-29 461 Kay, John, de Bury: lu l11111atlN11 vnln 11 li•y de Speenhantland 431 45'3 te, 191-93. ' · uhrogaeión, 447 y sg~. Kay, John, de Wnr'l'i11¡¡to11 20CI ~ 1'1 l(r proyecto de ley Whitbread, 454, 455. Kelly, William, 222. ' ' ' ley de 1802 (trabajo de los niños) 465-71. , King, Gregory, 3:11 -33, :1:111. 1.eicester, conde de, 164. Laissez-faire: Ley. del domicilio (véase Legislación solibertad de contra tos 2112 211.r.. •0 ~1 cial) . 458, J 1 VJ 1\) > Ley de los pobres (véase Pauperismo, libertad económica, 2113.4.¡¡ /191) n. '150 legislación social) . 452, 460, 469, '1·70. ' • ' Liber tad económica, 244.4,7 (véase tamPitt, 381-84.. . bién Laissez-faire). Véase tabla unalíticu de mntN lu" Jltlr· L11Jrecambio, 383. te III, cap. I V. ' lista negra, 385. Lana, indust ria de Ja: Livcrpool, 86-90, 100-02 112, 185, 186, @:rancies pañeros, 11-13. 339, 340, 347, 348. , tipo de la antigua industria 2.5-27. Locomotora, 321. orígenes, 25-27. ' Lombe, Johny Thomas 178-81 ?09 218 ?ispersión, 28-30, 32-34. 408 n. ' ' - ' ' industria doméstica, 35-40. Lo_ndres, 74-77, 180, 183, 185. manufactureros, 4447. 111stalac1on de Ja bomba de <: condiciones de trabajo sala rios, 48 _50, 302-05. ....aver y, 52, 55-60. , instalación de la bomba de Newcomen protección, 62-67. 303-05. ' exportación, 84-85. mon eda, 325, 326. se .transforma en gran industria, 248, Lord o/ tlie Manar, 132, 133, 152, 153 n . 360-62, 397, 398. Lucha de clases, 54, 437, 438. Y máquina de vapor, 323, 324. L udditas, 398, 399. su retr aso con respecto a la industria Luis XIV, 7, 8. del algodón, 350-52. Luis XV, 9. 1 Vease M'aquina~, · talleres, coaliciones, Lunar, sociedad, 370. hue~gas, salanos, reglamentación. Lancash ue, 86-90, 185-87, 189-91 203 Madera: 211, 229, 233, 245, 256 339 3@ 346' su paped en la metalurgia 259, 260, 348, 349, 358, 360, 394, 459, 473. ' 267-72, 288. ' Lanzadera volante, 191-93 248 253 452 Malthus, 336-39. Lebon, -Philippe, 321. ' ' ' · Manc~ester, 28, 86, 87, 89, 90, 92, 112. Lee, William, 175. comrenzos de la industria del algodón Leeds, 32, 33, 37, 38, 40, 67, 91 2•0 180, 182, 183, 185-87, 189, l 92. , 25153 ""'• . · • 325, 351, 358, 401 n.,, 418. apogeo, 236, 237, 255, 256. motines, 97, 250. tr~La~o franco-inglés, 243. Legis~ación. industrial y comercial : maquinas de vapor 322-25. antigua 1~dustria, 9, 10, 58, 62-67, 177. población, 346-50. ' ley de Spllalliolds, 60 449 453 459 manufactureros, 357. ·4 algodón, la nu, 212-47 252 2S3 38 fiebr~ de las fábricas, 409. 385. , ' , ' salano de los hilandcroij 4 L> 416 . contra las cou liC"ion cs ol.ircrus 441-47 condicioncij ele vivicndu J25 ' C~tton W eavers' Act, 455-60. ' · huelgas ele 1810, 446, tVl7. · Legislación socia l : Mrinrh1-st1•r llonrd uf l/1•1111, 465, 466 salarios en cspcciu, 52 ti. Mono <111 ohru: · a ntigua industria, 58, 41U. 1·otlll011dn, l 1(1, 11 7. '

J20, 1f •,•¡ ..

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INDICE AL FABE'f!CO

!i22

agrícola y cambios terri toriales, 157, 158. desplazamiento y concen tr ación, 166, 167-69, 179, 180, 403. rnclutamiento, 311, 366, 367, 402-04, 462, 463 n. no especializad:t en la industria, 448,

449.

movilidad (ley del domicilio), 427, 428. Véase también Aprendices, m1ijeres. Manufactura, 14, 17, 18, 35, 68, 69, 208, 209. su evolu ción es económica, no técni· ca, 69. no hay «régimen de manufaciu1·a,, en In glater ra, 232. de la manufactura a la fábrica (lcx· tiles), 236, 237. metalurgia , 265, 266, 316. Manu!acturas regias y privilegiadas, 7ll. Manufact ureros : antigua industria, 37-39, 357, 358. salidos de los yeomen, 167, 168. se afirman , 236. gran industria, 358-64. juzgados por R. Owen, 369. su potencia, 411, 443-47. Véase Industriales (grandes) . Máquina de vapor , 217, 228-30, 308-12, 316-20, 323-26. h ostilidad, 324. v población , 346. Véase flldice analítico de materias, par te II, cap. I V. Máquinas : definición, 173, 174. fa bricación local, 201, 202. de tejer medias, 175, 176. or ganizar, 178-80. de hilar , de E arnshaw, 393. de Wyall, 193-97. de Hargreaves (jenny), 202-04. de Arkwright (wate r f rame), 206-JO. de Crompton (mule), 219-23. de cardar, de Lewis Paul, 202; de A rkwrighl, 210, 215. de retorcer, 210, 211, 217. de peirrar, de Cartwright, 254, 255. sus consecuncias,' 399, 419. prohibición de exportar las máquinas textiles, 244. en la metalurgia, 285, 286. en madera, 222, 297, 298. en hierro, 297, 298. de acuñar mon eda, 325, 326.

de vapor, v. esta palabra. (Véase Telares.) Maquinismo, 16-19, 188. a par ece en las industrias lextiles, 86, 173-83, 190-204. comparado con las enclosures, 169, 170. hostilidad, 175, 176, 192, 203, 209, 221, 228, 392 y sgs. alegatos en su favor , 198, 210, 2i3, 255-57, 396, 397, 400 n. Arkwright, 210-14. progr esos del maquinismo, 228-31. el sistema de fábrica, 232, 237. y metalurgia, 257, 285-87, 297, 298, 314--17, 325, 326. maquir.ismo y fuerza motriz, 299-306. y socorros parroquiales, 432-35. Véase Motines e Indice analítico de materias, par te II, cap. l. Mare clausu"i, 73. Marx, K arl, 3 n., 14··16, 68, 69 n., 122, 136 n., 149 n., 154 n., 336, 357. Ma udslay, H enry, 286. Medios de producción, pr opiedad de los, 36-38, 42, 43, 61, 62, 69, 176, 265. concentración, 236. transformación, 359, 360. Mercad eres ambulan tes, 9 1-93. Mercaderes de tejidos (véase Mer caderes manrifactureros) . Mercader es manu!acturer os, 40-45. 54, 85, 250, 251, 253. Mercado o lonj a de tej idos : de Leeds, 37, 40. y otros, 91. Mercados, 4, 5, 40-42, 71, 72, 89, 261. locales, 90 y sgs., 34ó. de salida, 234, 368, 383, 384. Mercantilismo y sistema mercantil, 63, 65, 80, 81, 242. Mer sey, 86, 99, 103, 105-07, 111, 112, 348. Metalurgia : paralelo con las indust1·ias textiles. 257, 279, 285. domina la evolución industrial, 257, 286, 287. debilidad y dispersión a principios del siglo xv 111, 258 y sgs. a ntecedentes, 259-65. industrias secundarias que siguen domésticas y cor porativas, 261, 264. tratamiento del mir.eral con madera, 267 -69; y con carbón, 271 y sgs. ¡mddlage, 280-83.

INDICE ALl'ABET ICO

acero fundido, 28a, 281\. utilaje mecánieo, 285, 286. nuevos usos t1 el tH'c'l'O, 291\-98. máquina do vupol', :J:.!2. salarios, 4] 6, '11 7. Véase T11rlir1• rmrtlllir<> de materias, parle IL, 1·11p. 111. l\Tetcay, John, 911, 99. Método crítico do hlMICll'iu económ ica, 411-15, 420.2:1. Mili, John St.uarl, 1 11., l llJ, 121i. Minas de hierro, do 11111111, :.!1>7 y sgs. canales, 105, 106. propietarios individ1111lr• c-0111 pnííías ' mineras, 262-M. máquinas de va por, :!02, :10 106, 3 LJ , 312, 318, 320, :122, :12r,.21. concentración ind11Ml rl11 l, 1l22. Moneda, acuñación uutomt\t len, :12:1, :126. ~lonopolios indus t riult••: en el siglo xv11, JO. opinión de A. Younl(, 67. Y concurrencia (ind11~tri11 1(')(111), Jllll. del algodón, 24·2, 21:1. máquina de va por; pro1 rs111 do B11rk1· 1 317, 320. More, Thomas, 136. Motines: a ntigua industria, 57-59. contra los peajes, 97. contra las enclosures, J38, 159. contra el maquin ismo, 192, 203, 211, 212, 250, 300 n., 394-96, 398, 399, 419. metalurgia, 273. s u represión, 395, 396. Ludditas, 398. temores de los manufacturrroR, 401. de 1811-1812, 419. Movimiento circular en la máquina de Wall, 310. Mujeres, trabajo de las, 48, 49, 198, 199, 223, 403, 419, 420, 452 n. M ule, " "() 253. máquina de hilar , 219-23• "º16 ¿., ' .:¡,) ' Mu rdock, William, 321, 325, 368. Need y Strull, 209. N egociantes, importancia sociul 11 7, 11ll. ~cwbury, Jack de, 11, 12. ' N ewcomen: su máquina, 303-06, :JOB. estudios de Watt, 308 309. Niños en la industria, 403-10 1161 t16:~ 464-68. • • • en la ind ustria doméstica, 12, 1102 Véase también Aprendices.

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11.

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No-conformistni;, :l33, :l86, 161, ·i62. Norwich, 32, '15, '16, 11,9, 58 11., 67, 68, 85! 91, 95, Jtl4·, 24·8·50, 255, .152, 111 8. Nottrngham, 44 n., 45 TI., 60, 176, 203 204, 208, 217, 255. ' salarios, 415. precios, 423 n.

Obs;rvations on the Colton lflcrt vcr~' Arl. ,

4.-,s.

Oldknow, Samuel, 235, 32'1, IQ1. n., 407 n., 408 n., 413 n., 4M n. Onions, Peter, 281. Open field, 126-38, 147-4·9 152 156 158 167. , ' ' . ' Owen, Robert, 369, 462-65, 474. Papin, Denys, 301, 304, 392. Paralelogramo ar ticulado, 310. París: conducción de aguas, 297. bomba de fuego de Chaillot, 319. Pn ro : industria doméstica, 49, 50. cleb}do a las enclosures, 156, 157. ngncol a, 166-69. importación, 185. c risis del algodón, 238, 239. debido al maquinismo 394 n., 396 ' 399 TI. , 40), 418, 419'. ~ran in
INDICE ALFABETICO

244, 246, 324, 389-91, 396, 404, 451, Protección, proteccionismo: 467, 4ó8, 470. medidas contra las colonias, 80. Pee!, Roberto (segundo), 234, 390, 391. en la antigua industria, 62·65. P einado a mano, 56, 57. de la industria lanera, 62-68. con cardas, 65. comienzo de la industria del algodón. Véase Máquinas de peinar. 242-44. Peinadores de lana; su asociación, 56metalurgia, 283-85. 58. Pudelación, 280-84. combaten la máquina de Cartwright, Puentes metálicos sobre el Severn y el 254, 399, 419. Wear, 2?5, 296. P crcival, doctor Spencer , 390, 465, 466 n. P érier, hermanos, 319. Quarter sessions, 153, 396, 431, 432, 443Peticiones y derecho de petición, 381. 45, 453. lana, 26, 27, 58, 59, 252, 253, 399, Véase también Jueces de paz. 401, 4·18, 419. enclosures, comunales, 149.51, 167. Raclcliffc, William, 243, 362, 365. contra la Lasa de fus tanes, 245. Raíles: de fundición, 288. algodón, 384, 396, 397, 455-57. de ma61cra, 288 n. escasez, 422. Raleigb, Walter, 73. coaliciones, 445, 446. Ramsbotham, Dorning, 397. reglamentos de oficios, 449-52. Réaumur, 283. salario mínimo, 459. Régimen agrario (véase Enclosures e salarios, 459, 460. Indice analítico de materias, parte T, Püt, William, 241, 245, 246, 283, 381, ca p. III). 382, 384, 385, 389, 4-29, 443, 455, 456. Reglamentos de oficios, 21, 62-66. Población rural y enclosures, 155, 156, en la industria lanera, 27, 397. 159, 160, 162 n. tejedores de punto, 1177. movimiento hacia la industria, 51, 52, algodón, 188. 166, 167. metalurgia, 264, 265. desplazamiento y crecimiento, 140, 338, los obreros q uier en resucitarlos, 386, 339-46. 44·1, 442, 447-52, 460. Véase Indice analítico de materias, agujas, 396, 397. parte III, cap. I. en Shefficld, 440. Precios de los víveres, 47, 48, 90 n., Statute o/ artificers, 448. 147, 337, 420-25. su abrogación, 452. precios y salarios, 423, 454, 455. Rennie, J ohn, 323. Prensa de copiar, 318. Revolución industrial: Price, Richard, 334. origen de la expr esión, 3. Producción , 2-8. consecuencias sociales, 6, 331. influencia del comercio, 84, 360 n. delimitación del tema, 20-22. caracteriza la revolución industrial, caracterizada por Toynbee, 2 1, 62. 238, 239, 471, 472. estimulada por el comercio, 69, 70. y libertad económica, 245-47. y yeomanry, 123, 124, 364. gran producción metalúrgica, 287-93. y maquinismo, 173 y sgs. de la hulla, 288. y clase obrera, 392-435. Propiedades (pequeñas), ejemplo de su afecta a los trabajador es incluso fuera desaparición, 156, 157. de la industria, 392. Propietarios territoriales (grandes) y enconclusión, 471-74. closures, 126, 127, 149-53, 155-58, 160, Véase parte llI, cap. Ill. 161, 169. Reynolds, Richard, 280, 293, 294, 322, capitalistas, 356. 462. nuevos, 364. Right o/ sheepwalk, 132. e industriales, 364, 365, 386. Roebuck, John, 280, 285 n., 290-93, 307, Propietarios territoriales (pequeños), 154, 311-14, 316, 317. 160, 165, 166. Rousseau, J. J ., 374, 461, 465. Véase también Y eomen. Run·rig system, 128 n.

l'IDI O ; ALFAB ET!f.O

Salar ios, 248, 249, 111 1-20, '136, 438, 439, 441, 443, 115, l lll, •l:i:l-:i6. ind us tria clo1111l~1 irn, 1 :~. '14, 48-50, 5760, 402. en especie, 52. niños, 177, IO:l, 11 1), •l.10-52. tejedor<·~. 22'1 , 229, ~1. ,.20, 43'1. y prog r<'~o 1fr11irn, 251(, 396-98. hilanderoH de• ul¡¡ndon, .197. altos en la i11d11Ht rlu , iJ.O:l 11.; más en apariencia 1¡1rn 11 •11 ln101111•, 1Jl7, 41 8. mujeres, '103, '111). me talur gia, 415· l 7. agrícolas e i11d11HI 1'1 111 1 1~ 1·ompu rados, 415-17. gran industria, ti 16, ~ 17. salarios agrícoluK, 1141 11 . fijación lega I, '1 53 y """' ley de nrbitnijo (Co1t1J11 IP't11111111"'' Act), 455. tejedores de ulgod1\n, 1ffüi, '15<1. salario mínimo, 459. Véase Legislaci6n i nrl1wrinl, ,rnf'i11/, Savcry, Thomas : su n11lquin11, 301 ·0fi. Savile, George, 284. Seda, industria de la, 86, 177·81. Ségnin, Marc, 371. Selburne, lord, 332. Servid umbre, 52, 53. comparación con la ley del domicilio, 427, 428. Sheffield, 260, 264-66, 353, 354, ·HS, ~16, 440. Sheridan, Richard, 24-5, 382, 44.5, 4.51. Sistema de f ábrica, 17. Sistema doméstico, 39, 40. Sistema mercantil, 65. Smeaton, John, 285, 291 , 306. Smith, Adam, 15, 16, 65, 69, 70, 11'1 , 115, 163, 235, 429. Socialismo, 5, 6, 462. Sociedad de fomento do las nri cH y mn· nufacturas, 200. Soho, manufactura de, .311, 3 14·16, 318, 319.22, 324-26, 367, a76. Speenhamland, ley de ( vruRo /,rgí.~la­ ción social). Spitalfields, industria de In Hedo : motines, 60. estado de esta industrio, 181. ley de (véase Legislación intl11strial) . Stafford, marqués de, 110. Statute of Artificers, 448, 449, 45 1, 1152, 460. Stourbrirlge, feria de, 9 1. Strutt, J cdcdiah, 362.

523

Sturtevant , Simón, 271. Svcdcnstjernu, Erik, 293, 294, 324. S weating Spi<'m, 52, 229. Swed enborg. 2i6. Talbot, lord. 290. Tejedores : en la industria doméstica. 37.110, 49, 50, 189. paro ( con currencia del algodón), 18186. división del trabajo, 189. hostiles a la lanzadera volan te, 192. carecen de hilo antes de las máquinas d e hilar, 193, 194, 200. prosperidad y, l uego, baja de salarios, 224, 228. y el telar mecánico, 228. l'l\Cucsta sobre su condición, 229. a rbitra riedad de los fabricant es, 4·11, 41 2. ~a lari o~, 415-20, 437-39. primeras uniones, 437, 440. l<'y contra sus coaliciones, 442-45. n•gla rnentación, 443. <:ouon W eauers' Act, 455 y sgs. Tdnr d e punto, 175. de tejer, a torniquete, 225. de Ca rtwright, 226·28. cl1· va por, en h ierro, 228, 229. 7'clnr holandés, 225. T orrit ori al, régimen (véase Agricultura). 'l'
'165. Véase ta mbién Duración, división, etc. Tradc Unions, orígenes, 54, 56-62, 43747. T rat ados de comercio: frunc-o-inglés (1786), 243, 383. an glo-irla ndés (1785), 382. Tull , J c thro, 142. 1'rtmpilce roads, 97. Vnur an son, 226. Voltuirc, l l 7, 118.

) INDICE ALFAl.IETICO

Wakefield, mercado de telas, 91. Walker, Samuel, 291-93. W ater-/rame, 209 y sgs., 215, 220-2:'l. Véase también Arkwright. Watt, James, 5, 306 y sgs. y Arkwrigbt, 213. sus trabajos químicos, 230. y Corl, 282. y Wilkinson, 286, 288, 297, 321. y Roebuck, 291, 307, 311-13. y los Albion Milis, 298. y Black, 306, 307, 311. y Boulton, 313-26. Webb, S. y B., 54, 442. Wedgwood, Josiah, 18, 315, 368, 373-80, 382, 383, 386-88. canales, 111. relato de motín, 394-96. Address to young inhabitants vf the Potteries, 421. su contrato de aprendizaje, .J49 n. opiniones, 462. Wellesley, 78_ Wesley, John, 379, 461.

Whitbread, Samuel: proyecto
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