Martin Rubio-la Cruz El Perdon Y La Gloria

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LACRUZ. ELPERDÓN YLAGLORIA Losanostreintafueron de:maprofunda radicalización polltica; lasnuevas ideologlas totalitarias deslumbraban a unaEuropa yadecadente. España, desde muypocodespués de la proclamación dela II República, presenciaba temerosa elclimadetensión y violencia que seibaacrecentando dlaa día.Unaatmósfera queacabó desgarrando elpaís,inmerso en unaguerra civilquefueinevitable. Comunismo y socialismo intentaban continuar enEspaña conelexperimento soviético, totalitario y destructivo. Unnuevo experimento paracrear, porfin,unmundo nuevo. Este ideologismo necesitaba, parasuciruglasocialpuramente racionalista, extirpar previamente al granenemigo: elcatolicismo . Ángel David Martín repasa , deunmodo riguroso, claroy divulgativo, losestremecedores datosdelaspersecuciones, sucontexto y sucausa.

Ellibrovieneacompañado deunimpactante documental, producido porelCírculo Isabella Católica , y dirigido porDiego Urban, quemuestra conriqueza visualunaparteimportante de estapersecución religiosa queprovocóelmayor número demártires dela Iglesia Católica en la historia delsigloxx.

100058 ISBN 978-84-96836-18-1

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788 4 96 836181

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Angel David Martín Rubio

LA CRUZ, EL PERDÓN Y LA GLORIA La persecución religiosa en España durante la II República y la Guerra Civil

a ciudadelalibros CT)o.dRid, 2007

Primera edición: Octubre de 2007

© Ángel David Martín Rubio, 2007 © De la presente edición: Ciudadela Libros, S. L. C/ López de Hoyos, 327 28043 Madrid Teléf.: 91 1859800 www.ciudadela.es

ISBN: 978-84-96836-18-1 Depósito legal: M-42.850-2007 Fotocomposición: Paco Arellano Impresión: Cofás Encuadernación: Tomás de Diego Impreso en España -- Printed in Spain Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra en cualquier tipo de soporte o medio, actual o futuro, y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Índice

Introducción

I. RAÍCES HISTÓRICAS DE LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA

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El conflicto de la Iglesia Católica con el mundo moderno Los instrumentos de la descristianización en la España contemporánea Los protagonistas: burgueses y obreros Otras asociaciones La enseñanza Agresiones y movilizaciones laicistas

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II. LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA DURANTE LA II REPÚBLICA (1931-1936) Primera etapa: el Bienio republicano-socialista Segunda etapa: el Bienio Radical cedista Tercera etapa: el Frente Popular

31 34 41 51

III. REVOLUCIÓN Y PERSECUCIÓN RELIGIOSA Alzamiento y revolución Manifestaciones de la persecución religiosa Andalucía y Extremadura Franja central Cataluña y Levante Aragón Franja norte

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57 57 60 63 68 74 76 80

Referencias religiosas en la Guerra Civil

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BIBLIOGRAFÍA HISTÓRICA SELECCIONADA

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Introducción

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efiriéndose a la situación de la Iglesia Católica en la zona de España controlada por el Frente Popular alguien escribía a los pocos meses de comenzar la Guerra Civil:

a)Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio. b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido. c) Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron. d) Los parques y organismos oficiales recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y aun han aprovechado para la guerra o para fi­ nes industriales sus materiales. e) En las iglesias han sido instalados de­ pósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación diversos, llevando a cabo -los organis­ mos oficiales los han ocupado-- en su edificación obras de carácter permanente. f) Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados y derruidos. g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fu­ silados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amengua­ dos, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades suman por cientos los presos

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en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o re­ ligioso. h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de imágenes y objetos de culto. La policía que practica registros domicilia­ rios, buceando en el interior de las habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto se relaciona o lo recuerda. 1 Aunque apenas dan una idea de lo realmente ocurrido, estas pa­ labras resultan suficientemente descriptivas, sobre todo porque no pertenecen a ningún documento de propaganda del bando contrarío sino que forman parte
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que remontarse a los primeros siglos del cristianismo. Pero hay algo más. En el mismo discurso a quinientos españoles, Pío XI mandaba su bendición «a cuantos se habían propuesto la difícil tarea de de­ fender y restaurar los derechos de Dios y de la religión» y, al acabar la guerra, el papa Pío XII concebía el primordial significado de la victoria nacional en los siguientes términos: «El sano pueblo espa­ ñol, con las dos notas características de su nobilísimo espíritu, que son la generosidad y la franqueza, se alzó decidido en defensa de los ideales de fe y civilización cristiana, profundamente arraigados en el suelo fecundo de España; y ayudado de Dios, "que no abandona a los que esperan en Él" (Iud 13,17), supo resistir el empuje de los que, engañados con lo que creían un ideal humanitario de exaltación del humilde, en realidad no luchaban sino en provecho del ateísmo»4. Probablemente aquí radica la gran incomodidad que provoca, setenta años después, hablar de la persecución religiosa en España, no tanto entre quienes se proclaman continuadores de la ideología de los verdugos sino entre aquellos que deberían haber recogido la herencia de unos héroes y mártires que están inseparablemente uni­ dos a una guerra civil que adquirió caracteres de Cruzada. Una sim­ biosis que se produce no sólo por la coincidencia cronológica sino por una íntima comunión de ideales en la defensa de la fe y de la civilización occidental cristiana, magníficamente expresada en figu­ ras como la del Beato Anselmo Palanca, Obispo de Teruel, firmante de la Carta colectiva en la que el Episcopado Español daba cuenta al mundo de lo que estaba ocurriendo en España y mártir en febrero de 1939. Subyace en esta negativa a aceptar el componente religioso de una guerra que ha influido de manera tan directa en la situación ac­ tual del catolicismo español, no sólo la pervivencia de corrientes historiográficas que pretenden soslayarlas o negarlas por simples prejuicios ideológicos, sino también un profundo sentimiento de incomodidad que embarga a algunos sectores de la Iglesia actual a la hora de admitir -en un momento en que el pluralismo (o lo que se nos presenta como tal) está consagrado como uno de los pilares 4 Radiomensaje al pueblo español (16 de mayo de 1939), citado por Antonio Montero Moreno, op. cit., p. 744.

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de la convivencia- que puedan producirse enfrentamientos por razones religiosas. Además, como lo religioso no se limitó en la gue­ rra de España al terreno de lo puramente personal e individual sino que se asumió como orientación católica de la vida en todos sus as­ pectos, también el social y político, se explica el rechazc y el escán­ dalo en muchos sectores. 5 Desde esta perspectiva, se entiende la percepción del fenómeno en algunos momentos, incluso en irntancias oficiales de la propia Iglesia. Así, se puede hablar de los años del silencio (coincidentes en el tiempo con el pontificado de Pablo VI, quien dejó paralizados los procesos de beatificación de los mártires) y los años de la distorsión (incluso en nuestros días, cuando desde determinados sectores se prescinde de cualquier conexión entre la persecución religiosa y el carácter de Cruzada de la Guerra Civil). En aquel silencio hubo mu­ cho de olvido y desamor: ¿cómo iban a hablar de los mártires de España tantos que se estaban dejando seducir por el señuelo de las ideologías derrotadas en 1939? ¿Cómo iban a hacerlo aquellos que querían abatir el régimen político entonces vigente en España silen­ ciando que uno
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cidían en considerar a la religión como un obstáculo al progreso y un respaldo de las formas conservadoras de poder. Otra cosa es que la guerra (o mejor dicho, la definitiva desaparición del estado
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éste, no haber atendido sus necesidades y haberse aliado estrechamen­ te con los sectores reaccionarios y capitalistas. Con razón ha dicho Pío Moa que si diéramos crédito a semejantes afirmaciones llegaríamos al absurdo de tener que afirmar que el Frente Popular anhelaba una Iglesia «intelectualmente brillante, pastoralmente eficaz, firmemente asentada en la conciencia popular y sin un solo cura reprobable, y que la persiguió por sentirse frustrado en sus buenos deseos»8• Pero la persecución religiosa no tuvo como única ni principal causa los vicios o defectos de los eclesiásticos ni de los católicos en general sino que fue el resultado de la aplicación práctica de unas ideologías que son esencialmente anticristianas y que difunden la crítica a la Iglesia Católica como consecuencia obligada de sus tesis fundamentales. En un primer momento coincidieron en esta ofensiva las fuerzas que protagonizaron los primeros pasos de la República. Socialistas, anarquistas, comunistas, republicanos de izquierda y algunos regio­ nalistas diferían entre sí en casi todo: en la forma del Estado, en la organización económica, en la consideración hacia los grupos socia­ les, en el papel de la religión, la cultura y la enseñanza ... Únicamente había un punto de coincidencia: la voluntad decidida de construir artificialmente una sociedad carente de todo fundamento religioso. Poco importa que algunos de ellos dejaran un lugar irrelevante a dichas creencias en un rincón discreto de la conciencia mientras que otros optaban por una persecución en la que no había lugar ni para esos espacios de intimidad. Al final, serían los sectores más radicales los que actuaron sin trabas sirviéndoles de comparsa los pretendi­ damente moderados como ocurriría de manera trágica en el caso de los nacionalistas vascos. Ahora bien, la propia evolución política de la República y de la España en guerra iba a provocar la marginación de los republicanos y la persecución directa a los anarquistas desembocando en una si­ tuación cuyo protagonismo decisivo corresponde a organizaciones marxistas de inspiración soviética, primero por la seducción que lo ocurrido en Rusia desde 1917 causaba en los fanáticos seguidores Cfr. Pío Moa, Los mitos de la guerra civil, La Esfera de los Libros, Madrid, 2003, pp. 230-237. 8

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del socialista Largo Caballero, el Lenin español, y después porque el intervencionismo soviético en la guerra acabará provocando una total dependencia de la zona llamada «republicana». De aquí que en el magisterio episcopal y pontificio se identifique lo ocurrido en Es­ paña con una persecución causada por el comunismo. Las presuntas deformaciones, e incluso los abusos concretos que pudieran existir, resultan (desde la perspectiva que venimos expo­ niendo) argumentos para la polémica laicista, no las razones que dan origen a esa ideología. Así, cuando la Iglesia no lograba hacerse pre­ sente en todos los ambientes de las clases más bajas, era criticada por el abandono en que dejaba a los pobres y obreros y cuando lo­ graba hacerlo (a través de las personas o de las instituciones educa­ tivas y asistenciales) era condenada por la manera en que ejercía su acción social y presentada como una sucursal de la burguesía domi­ nante. Por citar un caso, cabe referirse al jesuita Manuel Luque, muy destacado por sus obras de asistencia y caridad y que gozaba de gran estima entre los obreros: Parece ser que el asesinato tanto del padre Luque como el de los seño­ res obispos de Almería y Guadix se acordó en la logia masónica titula­ da Evolución, de Almería, sin que el dato haya podido, hasta la fecha, ser debidamente contrastado. Desde luego es cierto, que los rojos de dicha logia, corrieron la especie de que el padre Luque era el peor de todos los curas, porque era espía en favor de las derechas, y de esta manera le quitaron el ambiente favorable que entre los milicianos y gente del pueblo tenía. 9 Desechadas, pues, explicaciones simplistas, parece más apropia­ do buscar las raíces de la persecución religiosa, como haremos en el siguiente apartado, en el conflicto con las ideologías que la protago­ nizaron, no sin antes recordar que, desde el punto de vista historio­ gráfico, han sido muy numerosas las publicaciones que se han ocu­ pado de este tema. A pesar del tiempo transcurrido, la Historia de la persecución religiosa publicada en 1961 por Antonio Montero 9 Antonio Molina Alonso, canónigo lectoral y canciller secretario del Obispado de Almería, Respuesta al Cuestionario remitido (1 de febrero de 1941), Archivo Histórico Nacional, Causa General, Leg. 1164 (1).

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Moreno, entonces director de la revista Ecclesia y hoy arzobispo emérito de Mérida-Badajoz, sigue siendo el trabajo de síntesis más completo sobre el tema que nos ocupa, tanto por el análisis riguroso y crítico del fenómeno persecutorio desde sus orígenes, como por la abundante documentación aportada y, sobre todo, por los datos globales sobre el número de víctimas que han sido aceptados desde entonces 1°.

10 Antonio Montero Moreno, Historia de la persecución religiosa en España, 1936-1939, BAC, Madrid, 1961.

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I Raíces históricas de la persecución religiosa

EL CONFLICTO DE LA IGLESIA CATÓLICA CON EL MUNDO MODERNO 1

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esde que la Revolución francesa dinamitara el estado de las cosas vigente durante el Antiguo Régimen, la Iglesia Cató­ lica hay sido objeto de numerosos ataques en toda Europa, fruto de las fricciones surgidas a raíz del lugar que lo laico le otor­ gaba. En el caso de España el conflicto entre la Iglesia y Estado mo­ derno se iba a concretar en una persecución por parte de este último que no iba a sufrir ningún otro estamento, seguramente por tratarse de la única potestad radicalmente independiente que podía sobrevi­ vir al absolutista Estado contemporáneo. A lo largo del siglo XIX la Iglesia sufrió privación de sus bienes, censura a su enseñanza doc­ trinal, supresiones, exclaustraciones, destierros, asesinato de un buen número de religiosos como los que tuvieron lugar en Madrid en julio de 1834 ... Resulta interesante la siguiente precisión en rela­ ción con el injusto tratamiento historiográfico de estos sucesos: Queda dicho que la desamortización no fue sino un -aunque el más espectacular- botón de muestra. Hubo supresión de órdenes religio­ sas, exclaustraciones de monjas en despiadadas condiciones, destierros, 1

Cfr. Gonzalo Redondo, Historia Universal. XII. La consolidación de las liber­ 1989, pp. 25 y ss.

tades, EUNSA, Pamplona,

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prohibición de conferir órdenes o de publicar documentos, detenciones por simple motivo de «opinión», o asesinatos por el mismo «motivo», a veces asesinatos en masa, como los de 1834-35, sin que se hiciera nada por evitarlos o castigarlos. Si las víctimas hubieran sido protestantes, o masones o -seguimos poniendo ejemplos- humildes gitanos, la historia no hubiera encontrado palabras para calificar estos crímenes, a los que apenas se alude de pasada, si se alude, en los manuales. ¿No habría ciertos motivos para replantear no sólo los análisis, sino los propios criterios historiográficos encallecidos por la rutina?2

Hacia 1870, al enfrentamiento con este laicismo se iba a añadir la difusión del ateísmo marxista y de las Internacionales, ideología que adquiriría capacidad expansiva mundial a raíz de la creación del primer Estado de inspiración comunista en la Unión Soviética. El general Krivitsky ha sintetizado en los siguientes términos la táctica seguida por la Internacional Comunista para implantar sus métodos y su programa más allá de la Unión Soviética: Estableció sus partidos comunistas por todas partes, sirviéndoles de ejemplo el modelo bolchevique, altamente centralizado y disciplinado, y haciéndoles depender del Cuartel general, en Moscú. Envió sus agentes a todos los rincones de la tierra. Planeó insurrecciones en masa e insurrecciones militares en España. Y, finalmente, cuando todos sus esfuerzos fallaron, desarrolló, en 1935, su última maniobra política, el Frente Popular. 3

En España el período que va desde la revolución soviética hasta la formación del Frente Popular (1917-1936) se va a caracterizar:

2

José Luis Camellas, «Los liberales españoles contra la Iglesia», Razón Española, n. 80 (1996), p. 335. 3 Yu,je/e del ServicioSecretoMilitar soviético,Guadalajara, 1945, p. 51; citado por Luis García Arias, «La política internacional en torno a la Guerra de España», en La Guerrade LiberaciónNacional,Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1961, pp. 536537. En su libro póstumo, Walter Krivitsky, jefe del servicio Secreto Militar Soviético en la Europa occidental de los años 30, comienza diciendo: «La historia de la intervención soviética sigue constituyendo el misterio más trascendental de la Guerra Civil española. El mundo sabe que hubo Intervención y eso es todo lo que se sabe ...».

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• Por una continua deriva del Partido Socialista hacia métodos de acción directa con los que pretende la revolución social, es decir, la implantación de un sistema socialista a la española, seducido por la experiencia de la URSS pero todavía no cons­ cientemente sometido a la disciplina soviética. • Por una incipiente actividad comunista que actuará conti­ nuamente como elemento de presión para provocar la bolche­ vización del Partido Socialista y el desplazamiento de los anarquistas. El proceso se coronará definitivamente durante el gobierno de Negrín ya en los años de la guerra. Algunos historiadores hablan del trienio bolchevique para refe­ rirse a los años 1918-1921, sobre todo en Andalucía. El término empleado nos alerta sobre el grado de tensión que se vivió en aque­ llos momentos y comprobamos cómo en aquellas situaciones se re­ flejaban los estallidos que tenían lugar en Europa, y más en concre­ to, en Rusia, convertida desde ahora en punto de referencia de los revolucionarios españoles, en este caso socialistas y anarquistas. También la violencia social en los años inmediatamente anteriores a la dictadura de Primo de Rivera fue un punto de coincidencia de la UGT y la CNT y es el contexto en que tuvo lugar la incipiente aparición del Partido Comunista. Por cierto que las circunstancias en las que tuvo lugar la división entre socialistas y comunistas no implicó -en el caso español- la consolidación de una alternativa socialista democrática frente a otra de carácter totalitario. Ambos partidos aspiraban a la revolución y, por lo que al PSOE se refiere, las oscilaciones de conducta únicamente están relacionadas con el método que habría de seguirse para alcanzar esa finalidad.

Los INSTRUMENTOS DE LA DESCRISTIANIZACIÓN EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA

Vicente Palacio Atard habla de una doble cuna del laicismo en Espa­ ña: «La raíz intelectual, fruto del subjetivismo liberal y del positivismo científico, considera a la Iglesia enemiga del progreso; y la raíz popu­ lar, con una enorme fuerza pasional, descarga sus emociones en un

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enconado odio a la Iglesia»4.Dejando aparte la imprecisión de identificar al pueblo con grupos de delincuentes 5 , en ambos casos se pone de relieve cómo antes de que la atmósfera persecutoria llegara al máximo de su enrarecimiento había mediado toda una etapa de legislación ofensiva para las creencias de la mayoría de los españoles en tanto que el pueblo sería objeto de las propagandas más disolventes desembocando así en una positiva oposición al catolicismo. Pero esta distinción no debe hacer olvidar que ambos laicismos estuvieron siempre muy unidos pues cuando el pueblo saqueaba o incendiaba edificios religiosos, e incluso cuando asesinaba a los sacerdotes, lo único que hacía era poner en práctica las consignas difundidas por la prensa y las publicaciones anticlericales. La expansión de las ideas, las manifestaciones violentas exteriores y las medidas legislativas estaban concatenadas, como orientadas al mismo fin. La propaganda llevaba a la acción, y ambas impulsaban las medidas de gobierno. Veamos ahora cómo se articulaban ambas formas de laicismo sin perder de vista que, como fruto de la evolución político-diplomática, el secularismo agresivo y triunfante desde los orígenes del liberalismo había conseguido alcanzar un modus vivendi con la Iglesia logrando un reconocimiento de la Jerarquía y laminando el que debiera haber sido apoyo incondicional al carlismo, en lo que tenía de restauración de la unidad católica, a cambio de unas migajas en el presupuesto y de una nominal declaración de confesionalidad que se hacía compatible con la proliferación de sectas y la libertad de propaganda para el más corrosivo laicismo. Pese a todo, para el radicalismo liberal y el obrerismo revolucionario aquella situación era un clericalismoen el que la Iglesia debería sucumbir entre las ruinas del Estado y la sociedad. 4 Vicente Palacio Atard, Cinco historias de la República y de la Guerra, Editora Nacional, Madrid, 1973, p. 41. 5 Identificación que favorecerán las izquierdas y, más en concreto, el Partido Socialista, al atribuir al «pueblo» los sucesos que acompañaron a los orígenes de la República, dando así cobertura a la violencia. Basta recordar a los abogados socialistas defendiendo a los asesinos de Castilblanco y pretendiendo justificar lo allí ocurrido con una campaña de prensa que despertó la indignación de quienes habían vivido en este pueblo extremeño antes de quedar sometido a la propaganda marxista, verdadera responsable de lo ocurrido.

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Los protagonistas: burgueses y obreros l. Manuel Revuelta señala dos formas de anticlericalismo («políti­ co» e «ideológico») pero ambas están estrechamente relacionadas pues tienen una base social común (la burguesía) aunque diversas expresiones políticas y culturales (partidos republicanos y liberales, Institución Libre de Enseñanza, masonería, librepensadores ... ). A todos les une la reivindicación de un «laicismo» (no siempre anti­ rreligioso, pues entre sus representantes había algún creyente y al­ gún agnóstico) pero eso sí, todos estaban convencidos de que las creencias religiosas, o la falta de ellas, era algo sólo relacionado con la vida privada. El propio Romanones daba testimonio de cómo el anticlericalis­ mo de comienzos de siglo no había logrado arraigar con fuerza entre campesinos y obreros y sólo en cierta medida entre las clases me­ dias: «La masa rural no sentía el problema; su falta de cultura le im­ pedía siquiera tener elemental noticia de ello. Para el obrerismo or­ ganizado, el problema religioso carecía de contenido. Únicamente la clase media estaba a nuestro lado, mas sin unanimidad, ni mucho menos; en cambio, la aristocracia nos combatía compacta, sirviendo de eficaz instrumento al poder de la Iglesia»6 • Algunos representantes de todas estas corrientes anticlericales de raíz burguesa pueden encontrarse a lo largo del período que nos ocupa en la Generación del 98 -a cuyos miembros Laín Entralgo ha caracterizado por «un visible apartamiento de la ortodoxia cató­ lica»7- y en las llamadas generaciones del 14, del 27 y del 36. Para Azaña, por citar uno de los casos que más relevancia política pudo tener, la España católica ya no existía y la Iglesia no era motor crea­ dor e impulsor de la nación sino influjo retardatario, un freno para el progreso: «Mi anticlericalismo no es odio teológico, es una actitud

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Cit. por José Andrés-Gallego, «Sobre las formas de pensar y de ser», en Hú­

toria General de España y América, XVI-2, Revolución y Restauración (1868-1931), Madrid, 1982, p. 296. 7 Pedro Laín Entralgo, La Generación del noventa y ocho, Espasa Calpe, Ma­ drid, 1975, p. 62.

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de la razón» 8 • Con él estarían de acuerdo muchos intelectuales del momento quienes consideraban que el catolicismo era el principal responsable del retraso político, económico e intelectual de España. La Iglesia para ellos era sinónimo de inmovilismo. Refiriéndose a la Generación del 98 afirma Laín Entralgo: «Aquellas almas jóvenes, educadas en un catolicismo más consuetudinario que realmente vi­ vido [ ... ] carentes del apoyo que presta a la fe una religiosidad so­ cialmente vigorosa, acaban por separarse de la pasiva creencia infan­ til y aun de toda práctica católica regular»9 • 2. El laicismo proletario sigue fundamentalmente las direcciones que le marcan las dos grandes corrientes del movimiento obrero: anarquismo y socialismo. 10 En su simplista ideología, para el funda­ dor del socialismo español, el clero no era sino un poderoso auxiliar del capitalismo: «Yo creo que para un verdadero socialista el enemi­ go principal no es el clericalismo, sino el capitalismo que en los pre­ sentes momentos históricos aparece esclavizando los pueblos. Esto no obsta para que los socialistas hagan todo lo que puedan contra la pre­ ponderancia del clericalismo que ha venido a ser, más o menos volun­ tariamente, según los países, un poderoso auxiliar de las clases explo­ tadoras» 11. Nada tiene de extraño que, acuciados por el descenso del números de miembros de la Unión General de Trabajadores y por el intento de las sociedades obreras católicas de representar a los trabajadores en el Instituto de Reformas Sociales (1908), los socialistas radicalizaran un laicismo que llegó a sus más altas cotas en la II Repú­ blica y que servía como punto de unión con los republicanos de la clase media. Una ilustración de la prensa socialista mostraba gráfi8 Cit. por Juan María Laboa, Iglesia e intolerancias: la guerra civil, Atenas, Madrid, 1987, p. 72. 9 Pedro Laín Entralgo, op. cit., p. 62. 10 Todas las fuentes coinciden en señalar el escaso peso de los comunistas con anterioridad a 1931 e incluso a 1936. Además, durante mucho tiempo su lugar ideológico estaba ocupado por el ala más extrema del Partido Socialista cuyo diri­ gente, Largo Caballero, era apodado «el Lenin español». 11 Declaraciones de Pablo Iglesias (1902) citado por Manuel Revuelta Gonzá­ lez, «La recuperación eclesiástica y el rechazo anticlerical en el cambio de siglo», Miscelanea Comillas, n. 49 (1991), p. 192.

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camente estas ideas: un obrero bigotudo barre a la vieja España re­ presentada por un militar, un juez, un capitalista y un sacerdote, bajo el epígrafe Labor del socialismo 12 • Para los diversos grupos o sociedades de inspiración anarquista, la Iglesia constituía una barrera tan importante, al menos, como el capitalismo en su marcha hacia la nueva sociedad e hicieron del an­ ticlericalismo nota indispensable de su proyecto. Este extremismo se haría patente en Barcelona y tuvo su expresión en los incendios de la Semana Trágica ( 1909). En ambos casos, socialistas y anarquistas, la propaganda antirre­ ligiosa sistemática en los sectores obreros tuvo un gran efecto des­ cristianizador donde era mayor el desarraigo, la miseria y la incultu­ ra y la Iglesia fue presentada como enemiga del proletariado tanto por las ideas que sustentaba (la doctrina pontificia que condena al socialismo) como por las actividades sociales que ejercía: donde los círculos obreros católicos eran numerosos, se consideraban como elementos de desunión del movimiento obrero revolucionario.

Otras asociaciones Es bien conocida la labor de la Masonería en el proceso descristiani­ zador 13 pero, junto a ella y a la actuación de los partidos y sindica­ tos, no conviene olvidar la intervención de otras instancias. Así, el 2 de noviembre de 1930 celebraba su primer acto público la Liga laica creada en la Casa del Pueblo de Madrid. Allí se dijo: «La pró­ xima República nos concederá este programa mínimo laico ... : impe­ dir las infinitas vejaciones de la intromisión de la Iglesia en la vida civil ... Pero ¿basta esto? De ningún modo; no basta separar la Iglesia del Estado, porque significa el reconocimiento de la Iglesia como 12 Portada del órgano central del partido: El Socialista, 24 de enero de 1902, citado por Fernando Díaz Plaja, La España política del siglo XX en fotografías y do­ cumentos, I, Plaza &Janes, Barcelona, 1971, p. 27. t3 Cfr. María Dolores Gómez Molleda, La masonería en la crisis e5pañola del siglo XX, Taurus, Madrid, 1986; abundantes datos sobre la secta en Juan Ordóñez Márquez, La apostasía de las masas y la persecución religiosa en la provincia de Huel­ va, 1931-1936, CSIC, Madrid, 1968, pp. 255-485.

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estado independiente que no reconoce más soberanía que la de la Roma papal ... » 14 • Otro orador añadió: «Mientras no nos enteréis de que habéis extirpado la influencia del catolicismo, vuestro país no habrá hecho la verdadera revolución espiritual... Ayer podíamos decir: A defendernos. Hoy hay que gritar: Atacar». El 24 de mayo de 1931 llegó a España Hans Mein para fundar la Liga Anticlerical Revolucionaria, filial de la Internacional de Libre­ pensadores Proletarios. El programa impuesto por el fundador comprendía un plan completo de aniquilamiento de la Iglesia espa­ ñola. Los tres últimos puntos son los que más vienen al caso: - Incorporación de la lucha anticlerical a la lucha de clases de los trabajadores de España. - Propaganda de un ateísmo consecuente. Creación de escuelas marxistas para trabajadores. - Organización de mítines revolucionarios y anticlericales entre los trabajadores, campesinos e intelectuales de España. La difusión escrita utilizó todos los recursos de la imprenta: - La prensa periódica de todo tipo: diarios y revistas, especiali­ zados a veces en el tema anticlerical. - La literatura menuda: panfletos, folletos, pasquines, hojas sueltas, con toda la gama de estilos populares, desde la carta o la sátira, hasta la copla y la canción de ciego. - Las obras literarias serias, novelas y dramas, de enorme in­ fluencia entre las masas. Baste recordar la novela A. M. don G. o el drama Electra. El P. Constantino Bayle 15 da la cifra de 146 diarios antirreligiosos existentes en la España de 1936. Madrid, Barcelona y Valencia fue­ ron los talleres más significados de toda esta prensa turbia, de ínfi­ mas calidades literarias en muchos casos, circunstancia que favorecía su penetración en la masa menos cultivada. 14 Cfr. Ciencia Tomista, 43 (1931), pp. 109-110. 15 Constantino Bayle, Sin Dios y contra Dios, Burgos, 1938, p. 193.

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La batalla de los libros hacía causa común con la de los perió­ dicos y revistas. Editoriales como Bergua, Dédalo, Edella, Interna­ cional, Carceller, España y América, en Barcelona, y, sobre todo, la Biblioteca de los Sin Dios 16, dirigida en Madrid por Augusto Vivero, inundaron las librerías y los quioscos de España de los títulos más blasfemos y procaces. También con un contenido específicamente anticlerical, cabe citar a la publicación madrileña Sin Dios 17 , relacio­ nada directamente con una organización de inspiración soviética. Esta actividad llamó la atención incluso fuera de nuestras fronte­ ras. La Oficina de la Comisión Internacional Pro Deo de Ginebra publicó a comienzos de 1938 un folleto titulado Les sans Dieu en Espagne, donde fotocopiaban, previniendo la incredulidad del lec­ tor, algunas portadas de la Biblioteca de los Sin Dios. También en Alemania y en el Libro rojo sobre España apareció un facsímil de un número de La Traca de Valencia con las respuestas a una encuesta planteada a sus lectores por la redacción del periódico: ¿Qué haría usted con la gente de sotana? 18 La enseñanza En el campo educativo se pueden señalar dos grandes sectores que coinciden con los dos núcleos laicistas existentes: l. Grupo laico-burgués: la ideología escolar de raíces krauso­ positivistas se abre camino en el Sexenio para conocer un re­ troceso durante la Restauración. En adelante se canalizará a través de instituciones e iniciativas privadas que, sin em­ bargo, ejercerán considerable influencia sobre la sociedad española. Figuran entre sus títulos: Dios, padre pedrusco; Cristo no fue cristiano; Jesu­ cristo, mala persona; Los apóstoles y sus concubinas; Las santas garras de la Iglesia... 17 Su primer número apareció el 12 de noviembre de 1932 con el subtítulo de «órgano mensual de la Atea, filial de la Internacional de Librepensadores proletarios y revolucionarios». 18 «Ahorcar a los frailes con las tripas de los curas», es una de las respuestas, y no de las más exaltadas. 16

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2. Grupo raáonal-obrerista: las ideologías escolares ácrata y socialis­ ta reivindicadoras de una educación integral y laica fueron gene­ ralmente marginadas por los poderes públicos y hubieron de afrontar mayores dificultades para su consolidación y desarrollo. Dentro del primer bloque hay que referirse a la Institución Libre de Enseñanza, respuesta de un grupo de profesores radicales (Fran­ cisco Giner de los Ríos, Azcárate, Salmerón, Figuerola, Calderón, González Linares) a su separación de la docencia por parte del Es­ tado liberal que, por otro lado, les permitiría actividad y existencia jurídica bajo esta nueva fórmula. Aunque, teóricamente, la idea de Giner de los Ríos en el terreno religioso era que el respeto a la libre conciencia del educando exige la neutralidad religiosa de la educación, en la práctica la Institución Libre de Enseñanza se convertiría en un baluarte del laicismo: La experiencia enseña que los que entre nosotros y en Francia procla­ man la Escuela neutra, es porque no quieren la Escuela cristiana y son sectarios del racionalismo. De hecho la Escuela atea, que hipócritamen­ te, estudiadamente, apellidan neutra y laica, es la bandera de todos los renegados del Cristianismo que aspiran a hacer renegadas a las nacio­ nes, y especialmente a las que son de raza latina. La razón dice que, teniendo Dios derecho natural y esencial a ser conocido, amado, obedecido y adorado, la Escuela neutra, que escamo­ tea a Dios de la instrucción y educación de la infancia, no es neutra (u ni buena ni mala), sino mala de verdad, por faltar al deber primario que el hombre y las instituciones educadoras del hombre tienen para con Dios y los hombres. 19 A las dos grandes corrientes del movimiento obrero en España (anarquismo y socialismo) corresponden otras dos corrientes peda­ gógicas que tienen en común la defensa de una educación integral, racionalista y laica. La expresión más característica de la Escuela catalana obrerista encuadrada en el movimiento encabezado por Francisco Ferrer Guardia y polarizado en torno a la Escuela Mo­ derna de Barcelona. Su proyecto pedagógico tiene en común con la Institución Libre de Enseñanza la reivindicación de una educación 19

Andrés Manjón, Las escuelas laicas, Barcelona, 1910, p. 21.

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integral, científica, positiva, racional y laica pero discrepa de ella en la ausencia de toda referencia burguesa y en el intento de crear una Escuela generadora de una nueva sociedad que habría de nacer so­ bre las ruinas del Estado, la Iglesia, el Ejército y la Patria. A su de­ saparición se hallaba condicionado el progreso y, consecuentemen­ te, siendo tan esencial su oposición al reinado de la fraternidad, cualquier medio era bueno para destruirlos.

AGRESIONES Y MOVILIZACIONES LAICISTAS

Las movilizaciones exteriores laicistas eran manifestaciones públicas que, si bien revestían la forma exterior de acciones espontáneas, normalmente estaban planificadas de antemano, tanto las que adop­ taban formas burlescas como las que desembocaban en escenas vio­ lentas. Estas movilizaciones presentaban formas diferentes: reunio­ nes seguidas de mítines o manifiestos, comidas cívicas en Semana Santa, entierros, bodas y bautizos civiles, desfiles públicos con pan­ cartas y gritos, disturbios callejeros con apedreamientos a iglesias y conventos, contra-manifestaciones para reventar procesiones y actos religiosos, motines acompañados de incendios y asesinatos hasta desembocar en persecución sistemática. 20 Quizás los más conocidos de estos sucesos sean los ocurridos durante la llamada Semana Trágica de Barcelona, un episodio cuyo contexto histórico resulta bien conocido aunque se escapen las cau­ sas últimas de lo ocurrido, quizás porque -como dijo el goberna­ dor civil Osorio y Gallardo al presidente del gobierno Antonio Maura- en Barcelona «no hacía falta preparar una revolución por­ que ésta siempre estaba preparada»21 • Por sólo citar un caso, en 1906 Alejandro Lerroux lanzaba a sus seguidores, a quienes definía como los jóvenes bárbaros de hoy, consignas que se habrían de cum­ plir literalmente: 2

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Cfr. Manuel Revuelta González, El anticlericalismo español en sus documen­

tos, Ariel, Barcelona, 1998, pp. 13-14.

21 Citado por José Luis Camellas, Del 98 a la Semana Trágica, 1898-1909, (Cri­ sis de conciencia y renovación política), Biblioteca Nueva, Madrid, 2002, p. 264.

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Entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país sin ventura; destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las novicias y elevarlas a la categoría de madres para virilizar la especie; penetrad en los Registros de la propiedad y haced hogueras con sus papeles para que el fuego purifique la infame organización social; en­ trad en los lugares humildes y levantad legiones de proletarios para que el mundo tiemble ante sus jueces despiertos. Hay que hacerlo todo nuevo, con los sillares empolvados, con las vigas humeantes de los viejos edificios derrumbados, pero antes necesitamos la catapulta que abata los muros y el rodillo que nivele los solares [. .. ] No hay nada sagrado en la tierra más que la tierra y vosotros la fecundáis con vues­ tra ciencia, con vuestro trabajo, con vuestros amores[. .. ] «Escuela y despensa» decía el más grande de los patriotas españoles, Joaquín Costa. Para crear la escuela hay que derribar la Iglesia o siquiera acorralarla o por lo menos reducirla a condiciones de inferioridad. Para llenar la despensa hay que crear el trabajador y organizar el trabajo. A toda esa obra gigante se opone la tradición, la rutina, los dere­ chos creados, los intereses conservadores, el caciquismo, el clericalis­ mo, la mano muerta, el centralismo y la estúpida contesura de partidos y programas por cerebros vaciados en los troqueles que fabricaron el dogma religioso y el despotismo positivo. Muchachos, haced saltar todo eso como podáis; como en Francia, como en Rusia. Cread ambiente de abnegación. Difundid el contagio del heroísmo. Luchad, matad, morir ... »22 .

En julio de 1909, Solidaridad Obrera, un movimiento en que pre­ dominaban los anarquistas, aunque contaba con fuertes núcleos socialis­ tas e incluso republicanos de izquierdas, convocó una huelga general en Barcelona con el objeto de impedir el embarque de tropas destinadas a Marruecos y de protestar por las circunstancias económicas desfavo­ rables. De la huelga pasiva se pasó a un estallido de violencia y, durante siete días, la capital catalana estuvo en manos de los revolucionarios. En algunos municipios del entorno también se secundó la insurrección. Y a en la convocatoria de la huelga general se atacaba «el envío a la guerra de ciudadanos útiles a la producción, y en general indz/eLa Rebeldía, Barcelona, 1 de septiembre de 1906, citado por Fernando Díaz­ Plaja, op. Cit., p. 101. 22

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rentes al triunfo de la Cruz sobre la Media Luna, cuando se podían formar regimientos de curas y frailes»23 , queriendo atribuir a la em­ presa de Marruecos un sentido religioso en el que nadie había pen­ sado. Pero lo que sí iba a adquirir un marcado significado laicista fueron las agresiones que se iniciaron el 27 de julio. Ese día los huelguistas asaltaron un convento de maristas en Pueblo Nuevo, resultando un hermano muerto y varios heridos; luego incendiaron la iglesia de San Pablo y las Escuelas Pías de San Antonio. De los conventos fueron expulsadas las monjas y algunas se salvan en el último momento como las Arrepentidas cuya casa fue incendiada con ellas dentro; los religiosos fueron apaleados, el cura de Pueblo Nuevo cazado a tiros ... En los cementerios conventuales profanaron las tumbas exhumando las momias... 24 Una circunstancia llama la atención. Del centenar de edificios afectados por los incendios, unos setenta eran centros religiosos en­ tre templos, escuelas y conventos; otros muchos fueron saqueados. No se destruyeron los bancos, ni los teatros, ni los edificios oficiales, ni las sedes de las patronales... únicamente edificios religiosos que no estaban contemplados por la Ley de Jurisdicciones y en su mayoría estos atentados quedaron impunes. Los revolucionarios españoles aprendieron en 1909 algo que se iba a repetir literalmente en 1931 y 1934: que incendiar iglesias y conventos era fácil, basta­ ban unos litros de gasolina para consumir en pocas horas lo que la devoción y la piedad había tardado siglos en acumular; que el tiem­ po del clero trabucaire había pasado y los curas, frailes y monjas no se defendían, se limitaban a intentar ponerse a salvo y no tardaría en oírse la voz de prelados y políticos católicos que se encargarían de tranquilizar a los suyos recordándoles la doctrina del sometimiento al poder constituido... La historiografía formada a la sombra de la propaganda izquierdista ha hecho creer en la existencia de una Igle­ sia Católica en pie de guerra pero esa imagen tardaría muchos años 23 Citado por Joan Connelly Ullman, La Semana Trágica. Estudio sobre las causas socio-económicas del anticlericalismo en España (1898-1912), Ariel, Barcelo­ na, 1972, p. 313. 24 Una crónica detallada de los sucesos en J oan Connelly Ullman, op. cit., pp. 167-282.

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en ser real, probablemente cuando ya se había perdido demasiado. Por el contrario, si había algún punto de coincidencia en la filosofía de todos los movimientos político-sindicales que respaldaron los sucesos y en manera particular, de los anarquistas2 era la considera­ ción de que «la religión es el opio del pueblo y el paraíso sólo es reconquistable si se elimina a los sicarios de la religión»26. El Gobierno de Maura reaccionó con firmeza: tropas llegadas de Valencia y Zaragoza restablecieron el orden y se hizo juzgar en Con­ sejo de Guerra a los responsables. 27 Pero los sucesos iban a tener una salida inesperada: la ejecución de Francisco Ferrer, director de la Escuela Moderna de tendencia filo-anarquista, fue seguida de una campaña de prensa en España y el extranjero que mereció el si­ guiente juicio de Cambó: «Aquel hombre inculto, grosero, cuyos méritos consistían en haberse apoderado de la fortuna de una dama para consagrarse a darse una vida de holgorio y abrir una escuela anarquista, apareció como el símbolo de la virtud y la cultura»28• Liberales y republicanos aprovecharon la coyuntura para pedir la dimisión de Maura, los propios conservadores no le apoyaron como él hubiera deseado y cuando solicitó la confianza del monarca, Al­ fonso XIII se la denegó. Como consecuencia de las intrigas políticas que siguieron a la ofensiva revolucionaria, en octubre de 1909 había caído el Gobierno capaz de resolver airosamente una de las más agudas crisis de la España contemporánea; la trascendencia del he­ cho estaba en que, al mismo tiempo, se cerraban las puertas a la al­ ternativa de renovación que proponía el Regeneracionismo. 'j

25 Joan Connelly Ullman atribuye la inspiración de lo ocurrido en la Semana Trágica a los republicanos radicales de Lerroux mientras que otros conceden la primacía al anarquismo. Más que de dos raíces distintas habría que hablar de unos anarquistas influidos y movilizados por la demagogia lerrouxista. El jefe del Partido Radical escribía: «cuando conocí detalles... me decía con orgullo: ¡son ellos, son mis discípulos!», cfr.José Luis Comellas, op. cit., pp. 269-271. 26 En expresión de José Luis Comellas, op. cit., p. 268. 27 Aunque las condenas no fueron excesivamente duras, la propaganda iz­ quierdista iba a convertir al Gobierno en responsable de una represión indiscrimi­ nada dejando en la sombra los crímenes de los revolucionarios. Algo similar ocurri­ ría en octubre de 1934. 28 Francesc Cambó, Memorias (1876-1936), Alianza Editorial, Madrid, 1987, pp. 188-189.

11 La persecución religiosa durante la 11 República (1931-1936)

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a persecución religiosa coincide en el tiempo con la vigencia de un régimen político y de un período de la historia de Es­ paña que se conoce como la II República. Ahora bien, para entender todo lo que diremos a partir de ahora, conviene precisar que entre 1931 y 1939 se sucedieron lo que podríamos llamar «cinco repúblicas» diferentes. l. La primera fue el fruto de un auténtico golpe de estado camufla­ do por la inoperancia de un gobierno claudicante. Con independen­ cia del resultado y, aunque se les quiera dar carácter de plebiscito, unas elecciones municipales como las celebradas el 12 de abril de 1931 no poseen, por naturaleza, legitimidad ni capacidad para de­ terminar un cambio constitucional, siendo decisiva, por el contrario, la presión del Comité revolucionario que venía actuando desde me­ ses atrás y que al día siguiente dirigía un manifiesto al país acompa­ ñado de manifestaciones y alborotos en la calle. En la entrevista de Romanones con Alcalá Zamora, presidente de dicho Comité, éste se negó a aceptar ningún acuerdo y sólo se avino a conceder un plazo para que Alfonso XIII saliera de Madrid, transcurrido el cual no respondía de lo que ocurriera y el rey se dio por enterado de la amenaza.

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2. Otra república fue la que se inició con la victoria electoral del centro-derecha en noviembre de 1933, que recibió como respuesta el fracasado golpe de estado protagonizado por las izquierdas en octubre del año siguiente, iniciativa que un republicano como Sal­ vador de Madariaga reconoce que despoja a esa fracción política de cualquier sombra de autoridad moral para condenar la sublevación de 1936. La Revolución de 1934 es una prueba de que, sobre todo para Azaña y los socialistas, no se admitía que la República fuese una forma de Estado en la que cupiesen tendencias políticas diferentes, sino que en la práctica se la consideraba un régimen que negaba el derecho a la existencia a quienes no comulgasen con sus postulados. 3. Desde febrero de 1936 podemos hablar de un tercer momento. Cuando el Frente Popular se atribuye el triunfo electoral, se inicia un proceso de ocupación del poder que pasa por el redondeo de la mayoría en la Comisión de Actas y tiene su culminación con la ilegal destitución del presidente de la República, Alcalá Zamora, sustitui­ do por Manuel Azaña. Entre febrero y julio se asiste al desmantela­ miento del estado de derecho con manifestaciones como la amnistía otorgada por decreto-ley, la obligación de readmitir a los despedi­ dos por su participación en actos de violencia político-social desde el 1 de enero de 1934, el restablecimiento al frente de la Generali­ dad de Cataluña de los que habían protagonizado el golpe de 1934, las expropiaciones anticonstitucionales, el retorno a las arbitrarie­ dades de los jurados mixtos, las coacciones al poder judicial. .. El balance de seis años de República no puede ser más deplora­ ble: innumerables incendios de iglesias, conventos, bibliotecas, es­ cuelas y obras de arte; una constitución que el propio Alcalá Zamora definiría como una invitación a la Guerra Civil; leyes como la de Defensa de la República o la de Vagos y Maleantes, que convertían en ordinarias las situaciones excepcionales y permitían la reiteración de la censura, cierre de periódicos, detenciones arbitrarias... , elimi­ nación de la educación de iniciativa religiosa con grave perjuicio directo para cientos de miles de estudiantes; concesión del derecho de autonomía a las regiones, utilizado en el caso de Cataluña para socavar la legalidad y sublevarse contra ella; deterioro de las condi­ ciones de vida reflejado en el aumento de las muertes por hambre,

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que volvieron a cifras de principios de siglo; brutalidad policial de la que los sucesos de Casas Viejas son únicamente un ejemplo; au­ mento espectacular de la delincuencia y deterioro del orden público con huelgas, incendios, saqueos, atentados, explosiones, intentonas revolucionarias ... en pocos años la República provocó un número mucho mayor de muertes de obreros que las que habían tenido lu­ gar durante todo el período de la Restauración. Este panorama no puede ser silenciado a la hora de valorar las razones que llevaron al Alzamiento Nacional
5. Por último, aquella República en la que su presidente del Go­ bierno Largo Caballero se veía en la obligación de precisar en una carta nada menos que a Stalin que «cualquiera que sea la suerte que el porvenir reserva a la institución parlamentaria, ésta no goza entre nosotros, ni aun entre los republicanos, de defensores entusiastas» 1 dio paso a una cada vez mayor dependencia de la Unión Soviética cuya preponderancia se manifiesta en todos los aspectos: la política gene­ ral, la prensa, la organización del terror, el Ejército Popular -sujeto al Comisariado Político y vigilado por la Misión Militar Soviética-, y la Hacienda pública que envía a la URSS gran parte de las reservas de oro del Banco de España y de los bienes particulares depredados por los revolucionarios o por intervención estatal.

1 Carta del 6 de enero de 1937, citada por Ricardo de la Cierva, Historia actua­ lizada de la Segunda República y la Guerra de España, 1931-1939, Fénix, Madrid,

2003, pp. 647 -651.

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Veremos a partir de ahora con detalle cómo en todos y cada uno de estos cinco períodos tuvo lugar en España una persecución reli­ giosa con caracteres de auténtico genocidio, pues se trataban de conseguir -como define el Diccionario de la Real Academia- el «exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad».

PRIMERA ETAPA: EL BIENIO REPUBLICANO-SOCIALISTA

En los primeros pasos de la República la cuestión religiosa estaba ausente. No en vano Alcalá Zamora (ex ministro de Alfonso XIII) había ofrecido una República conservadora bajo el patrocinio de San Vicente Ferrer y la Jerarquía había aceptado al nuevo régimen por expresas instrucciones de Roma al nuncio Tedeschini, que se mantuvo en Madrid con el aval y reconocimiento de dirigentes re­ publicanos como el propio Alcalá Zamora y Miguel Maura. La Carta Pastoral del arzobispo de Toledo, cardenal Segura (1 de mayo de 1931), lejos de ser entendida como una provocación beligerante, debería causarnos rubor: en el momento de la derrota, apenas una voz se levantó para agradecer a la Monarquía lo que esta institución había hecho durante siglos en favor de la Fe Católica. Pero las fuerzas que llevaban el timón de la República necesita­ ban poner sobre el tapete la cuestión religiosa para conseguir así sus viejas reivindicaciones laicistas, porque tenían en su mente un pro­ yecto, arrastrado durante años, de desterrar a la Iglesia de toda pre­ sencia social y de instaurar un laicismo que no era simple neutrali­ dad sino militantemente anti-religioso. La conocida frase de Azaña en las Cortes Constituyentes ( «España ha dejado de ser católica») era la expresión de un deseo más que una constatación sociológica. El 10 de mayo había tenido lugar la apertura legal en Madrid del Círculo Monárquico Independiente, los vivas lanzados al aire en las calles contiguas degeneraron en altercados callejeros que demostra­ ban cómo el nuevo régimen no estaba dispuesto a permitir que la oposición se organizase con vistas a las próximas elecciones. Al día siguiente, una comisión presidida por Rada (héroe nacional del vuelo del aeroplano Plus Ultra y filoanarquista en 1931) se presentó

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al Gobierno para pedir responsabilidades por los sucesos. Esa mis­ ma mañana del 11 de mayo comenzaron los incendios en el templo y residencia de los jesuitas de la calle de la Flor (junto a la Gran Vía madrileña) y continuaron a lo largo de la mañana en el convento de Bernardas de las Vallecas, iglesia de Santa Teresa (Plaza de España) y en el Instituto Católico de Artes e Industrias, también de la Com­ pañía de Jesús (en la calle de Alberto Aguilera). En el convento de las Trinitarias los revoltosos se contentan con hacer salir a las corri­ gendas; en el del Beato Orozco y en el Oratorio del Caballero de Gracia se dejan persuadir por la oratoria de algunos espontáneos bien intencionados, y de otras casas religiosas se alejan después de ahuyentar a sus moradores. Pero por la tarde se reanudan los incen­ dios, ahora en Cuatro Caminos y Chamartín: Colegio de los Herma­ nos de la Doctrina Cristiana, Escuela y Convento de Mercedarias, Colegio de las Salesianas, parroquia de Bellas Vistas y Noviciado de Religiosas del Sagrado Corazón. A última hora de la tarde, un grupo de soldados había llegado a tiempo para evitar el incendio
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Colegio de la Doctrina Cristiana de Cuatro Caminos, donde reci­ bían enseñanza cientos de hijos de obreros; bibliotecas como la de los jesuitas de la calle de la Flor con 80.000 volúmenes, entre ellos incunables, ediciones príncipe de Lope de Vega, Quevedo o Cal­ derón, colecciones únicas de revistas, el archivo del historiador padre García de Villada, producto de años de investigación; imá­ genes de Zurbarán, Valdés Leal, Coello, Alonso Cano ... y lo peor estaba todavía por venir. La pregunta acerca de los responsables resulta obligada, pero tiene difícil respuesta, debido a la ausencia formal de intervención judicial. Lo que está claro es que al Gobierno no le interesaban aclaraciones profundas de lo sucedido y encubría a los culpables, pero ¿quiénes eran éstos? Con penosa inconsecuencia, la propia prensa de izquierdas2 atribuyó lo ocurrido al pueblo, excitado por una provocación de los monárquicos pero, si es injusto identificar al pueblo con unas bandas de delincuentes, es también difícil compaginar lo ocurrido con una falta de organización y método sobre todo si se tiene en cuenta que, al dar alas al laicismo de los partidos revolucionarios tolerando sus manifestaciones de violen­ cia, los sectores más radicales del Gobierno provisional de la Re­ pública podían ahora plantear la cuestión religiosa como un pro­ blema candente. Poco después, fueron expulsados de España el cardenal prima­ do, Pedro Segura, y el obispo de Vitoria, Mateo Múgica. Con su pa­ sividad o complacencia ante los incendios, y ahora con estas medidas, la naciente Republica se enajenaba el apoyo de las masas católicas que habían quedado, por otra parte, completamente desarboladas en el terreno político. Varios artículos de la Constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931, se ocupaban de la vida de la Iglesia y de los derechos y de­ beres de los ciudadanos, en unos términos que no estaban confor­ mes con la doctrina o leyes católicas, algo que necesariamente había de convertirse en una fuente de conflictos. Transcribimos los puntos 2

Fueron los únicos periódicos que pudieron dar su particular versión de los sucesos pues, como era habitual, los diarios derechistas habían sido silenciados mediante la censura.

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más importantes seguidos de los reparos tal y como se publicaron en varios Boletines Diocesanos3 : - Art. 1: «España es una República[. .. ] Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo». OBJECIÓN: Enseña la Iglesia que la autoridad procede de Dios. El poder público, por sí propio o esencialmente considerado, no proviene sino de Dios, porque sólo Dios es el propio, verdadero y supremo Señor de todas las cosas (León XIII, Diuturnum illud-Inmor­ tale Dei). - Art. 3: «El Estado español no tiene religión oficial». OB­ JEc:IÓN: Constituida la sociedad política, manifiesto es que ha de cumplir, por medio del culto público, las muchas y rele­ vantes obligaciones que le unen con Dios (!bid.). - Art. 14: «Son de la exclusiva competencia del Estado español la legislación y la ejecución directa en las materias siguientes [. .. ] 2. Relación entre las Iglesias y el Estado y régimen de cul­ tos». OBJECIÓN: La Iglesia, establecida por Jesucristo como sociedad perfecta, exige por derecho propio, al cual no puede renunciar, plena libertad e independencia del poder civil (cfr. Pío XI, Quas Primas). - Art. 15: «Corresponde al Estado español la legislación, y po­ drá corresponder a las regiones autónomas la ejecución, en la medida de su capacidad política, a juicio de las Cortes, sobre las siguientes materias [. .. ] 12. Socialización de riquezas natu­ rales y empresas económicas, delimitándose por la legislación, la propiedad y las facultades del Estado y de las regiones». OBJECIÓN: Los socialistas impugnan el derecho de propiedad, sancionado por ley natural, y cometiendo gran delito trabajan 3 Cfr. Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Badajoz, Sección documental, año 1932, n. 1-3 o cualquier otro Boletín Diocesano. Los textos aludidos de los Papas pueden verse en Doctrina Pontificia. II y III, BAC, Madrid, 1958-1959. El análisis de los prelados españoles sobre la Constitución de 1931 en Carta Pastura!

del Episcopado sobre la situación religiosa presente y sobre los deberes que impone a los católicos (25 de julio de 1931) y Declaración Colectiva del Episcopado (20 de diciembre de 1931) citado por, Jesús Iribarren (ed.), Documentos colectivos del episcopado español, 1870-1974, BAC, Madrid, 1974.

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por arrebatar y hacer común lo adquirido a título de legítima herencia, con el trabajo, con la sobriedad (León XIII, Quod apostolici). Los socialistas pretenden que es preciso acabar con la propiedad privada y sustituirla con la colectiva. Este procedimiento perjudica a los obreros, es injusto, porque ha­ ce violencia a los que legítimamente poseen (León XIII, Re­ rum novarum). - Art. 26: «Todas las confesiones religiosas serán consideradas como Asociaciones sometidas a una ley especial. El Estado, las regiones, las provincias y los municipios no mantendrán, favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, Aso­ ciaciones e Instituciones religiosas. Una ley especial regulará la total extinción, en un plazo de dos años, del presupuesto del clero. Quedan disueltas aquellas órdenes religiosas que es­ tatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado. Sus bienes serán nacionalizados y afectados a fi­ nes benéficos y docentes. Las demás órdenes religiosas se so­ meterán a una ley especial, votada por estas cortes constitu­ yentes y ajustadas a las siguientes bases: 1. Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la segu­ ridad del Estado. 2. Inscripción de las que deban subsistir en un Registro especial dependiente del Ministerio de Justicia. 3. Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta, más bienes que los que, previa justificación, se destinen a su vivienda o al cumplimiento directo de sus fines privativos. 4. Prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza. 5. Sumisión a todas las leyes tributarias del país. 6. Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus bienes en relación con los fines de la Aso­ ciación. Los bienes de las Órdenes religiosas podrán ser na­ cionalizados». OBJECIÓN: Además de lo dicho en relación con el art. 14, la Iglesia Católica y la Sede apostólica, tienen dere­ cho nativo, libre e independientemente de toda potestad civil, de adquirir, retener y administrar bienes temporales, para conseguir sus fines propios ( Código de Derecho Canónico, 1495). Tiene derecho la Iglesia, independientemente de lapo-

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testad civil, de exigir de sus fieles lo necesario para el culto divino y la honesta sustentación de los clérigos y otros servi­ dores y los demás fines propios de ella ( Código de Derecho Canónico, 1496). La sociedad civil debe conceder libertad a las Órdenes y Congregaciones religiosas de ambos sexos (Quas primas). - Art. 27: «La libertad de conciencia y el derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión quedan garantizados en el territorio español salvo el respeto debido a las exigen­ cias de la moral pública. Los cementerios estarán sometidos exclusivamente a la jurisdicción civil. No podrá haber en ellos separación de recintos por motivos religiosos. Todas las confe­ siones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifesta­ ciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autoriza­ das por el Gobierno. Nadie podrá ser compelido a declarar oficialmente sus creencias religiosas. La condición religiosa no constituirá circunstancias modificativa de la personalidad civil ni política, salvo lo dispuesto en esta Constitución para el nombramiento de Presidente de la República y para ser Presidente del Consejo de Ministros». OBJECIÓN: Proposi­ ción condenada, n. 15 del Syllabus: Es libre cada hombre de abrazar y profesar la religión que, guiado por su razón, le pa­ rezca verdadera, (id. 16). Los hombres pueden salvarse con el culto de cualquiera religión (id. 77). No conviene, en nues­ tra edad, tener la religión católica como única del Estado (id. 78). Laudablemente, en algunos pueblos católicos, está esta­ blecido que los inmigrantes puedan ejercer cualquier culto (Pío IX). - Art. 43: «La familia está bajo la salvaguardia especial del Es­ tado. El matrimonio se funda en la igualdad de derechos para ambos sexos, y podrá disolverse por mutuo disenso o a peti­ ción de cualquiera de los cónyuges con alegación, en este ca­ so, de justa causa [ ... ]». OBJECIÓN: Las Encíclicas Castii con­ nubii de Pío XI y la de León XIII Arcanum, forman un tratado sobre esta importante materia matrimonial. Respecto de la indisolubilidad es bien conocida la doctrina católica. Cfr. también las proposiciones 65-68 y 73 del Syllabus.

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- Art. 48: «El servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enla­ zadas por el sistema de la escuela unificada [...J. La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana. Se reconoce a la Iglesia el derecho, sujeto a la inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios estableci­ mientos». OBJECIÓN: Tres sociedades hay en el seno de las cuales nace el hombre: la familia, la sociedad civil y la Iglesia y a las tres, en el terreno que le es propio, corresponde la mi­ sión educativa. Es contraria a los principios fundamentales de la educación la llamada escuela neutra o laica, de la que está excluida la religión, que de hecho viene a hacerse irreligiosa (Pío XI, Divini illius). Prolongado arbitrariamente el período de vigencia de las Cortes Constituyentes con posterioridad a la aprobación del texto constitu­ cional, en la misma Cámara de mayoría socialista-republicana se van a aprobar unas medidas que, unidas a las disposiciones del Gobier­ no, vienen a poner en práctica el programa laicista diseñado. Pode­ mos citar la disolución de la Compañía de Jesús (23 de enero de 1932), la secularización de los cementerios (30 de enero de 1932), el divorcio (2 de febrero de 1932), la retirada del crucifijo de las escuelas y la supresión de las clases de religión en todos los centros docentes y, sobre todo, la Ley de Confesiones y Congregaciones Re­ ligiosas ( 17 de mayo de 1933) que mereció la intervención del papa Pío XI en su Carta sobre la injusta situación creada a la Iglesia Ca­ tólica en España titulada Dilectissima Nobis (3 de junio de 1933)4• Unamuno detectaba muy bien la raíz de estas decisiones con unas palabras que tienen aplicación a todas ellas: La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento ni aun al de los racionalistas y ateos; y el quitarlo ofende al sentimiento popular hasta el de los que carecen de creencias confesionales. ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un 4

Doctrina Pontificia, II, op. cit., pp. 622-641.

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martillo?¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesio­ nal? Porque hay que decirlo claro y de ello tendremos que ocupamos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa. 5

Al llegar la Semana Santa de 1932, los hermanos mayores de las cofradías sevillanas acordaron no salir aquel año en procesión. El go­ bernador de Sevilla reunió a los dirigentes de aquéllas ofreciéndoles las máximas protecciones, tanto económicas como de seguridad y el aliciente de la presencia en Sevilla del presidente de la República y de algunos ministros. 6 Las Cofradías acordaron persistir en su negativa y «fue la de 1932 una Semana Santa sin procesiones, pero de fervor inigualado dentro del recinto de los templos. Tal vez porque en la adversidad se acendra e intensifica el sentimiento religioso>/. La sublevación del general Sanjurjo en agosto de 1932, aunque de momento pareció reforzar la postura del Gobierno ( que pudo aprobar ahora con rapidez leyes como la de Reforma Agraria o el Estatuto de Cataluña, estancadas durante meses en las Cortes), aca­ bó favoreciendo una reorganización de las derechas que sería tras­ cendental para el futuro del régimen, al permitir la victoria electoral de noviembre del 33. El descontento de los trabajadores que no ha­ bían visto cumplirse sus esperanzas, la decepción de las clases me­ dias, perjudicadas por muchas de las medidas adoptadas y las ofen­ sivas revolucionarias como la de enero de 1933 (en la que se sitúan los dramáticos sucesos de Casas Viejas) acaban desembocando en la convocatoria de unas elecciones, a las que siguió la constitución de un nuevo gobierno presidido por Alejandro Lerroux y que con­ taba con el apoyo parlamentario de la Confederación Española de 5 Citado por Joaquín Arrarás, (dir.), Historia de la Cruzada Española, I, Edicio­ nes Españolas, Madrid, 1939-1943, p. 387. 6 Como se ha puesto de relieve: «Claro es que el Gobierno sólo apreciaba en estas solemnidades la parte espectacular, gran aliciente turístico. Por eso entendía que se podía compaginar la devastación religiosa con la permanencia de cofradías y de pasos para celebrar unas procesiones de fama universal, persuadido de que únicamente inspiraba estas fiestas un afán utilitario sin que participara el fervor y el sentimiento religioso»,Joaquín Arrarás (dir.), op. cit., p. 459. 7 Joaquín Arrarás, Historia de la Segunda República española, I, Editora Nacio­ nal, Madrid, 1969, p. 289.

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Derechas Autónomas, organización en la que habían confluido los sectores derechistas dispuestos a participar en el régimen. Todo el proceso que hemos resumido estuvo jalonado con los consabidos atentados e incendios de iglesias, que solían acompañar a las intentonas revolucionarias. Durante meses, los sucesos de este tipo se reiteran con profusión haciendo presentir lo que ocurrirá durante la Revolución de Octubre.

SEGUNDA ETAPA: EL BIENIO RADICAL-CEDISTA

Aunque los socialistas le habían prestado su apoyo parlamentario y entraron a formar parte del Gobierno de Azaña durante el primer bienio republicano, las siguientes palabras que se pronunciaron en las Cortes Constituyentes al discutirse el artículo relacionado con la propiedad privada, son reveladoras de que el objetivo era la revolu­ ción social, lo secundario, la táctica seguida: La República ha venido con una modesta, si se quiere, pero real condi­ cionalidad social -dijo Besteiro--. Los socialistas toleramos que no se establezcan en la Constitución nuestros ideales, pero no que se cierren las puertas a nuestro futuro desenvolvimiento, porque nosotros hemos pensado siempre y pensamos hoy que tenemos que hacer una revolu­ ción social; pero que la revolución social puede «ser o no sangrienta, según la posición en que se encuentren nuestros adversarios». Si el so­ cialismo tiene posibilidad de captación legítima por medio de la propa­ ganda, para que alcance el Poder o imponga sus ideales, entonces con­ fiará en el sufragio, el derecho de asociación y en las luchas políticas. «¡Ah! Pero si vosotros nos cerráis las puertas, entonces nosotros ten­ dremos que decirles que la República no es realmente nuestra Repúbli­ ca, y que no podrá ser su República (la de los trabajadores), sino por medio de la insurrección. Y os digo, además, que las insurrecciones irreflexivas, sin plan, sin método, como no sea un plan oculto e incon­ fesable que todos estamos padeciendo, nos parecerán un juego de chi­ quillos al lado de la movilización del proletariado que nosotros ten­ dremos que hacer para abrir ese camino que nos cerráis»8• 8 Diego Sevilla Andrés, Historia política de la zana roja, Rialp, Madrid, 1963, pp. 90-91. Remite al Diario de Sesiones de las Cortes, 6 de octubre de 1931.

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La ocasión iba a llegar en octubre de 1934, y se encuentra en ín­ tima relación con la falta de resignación del Partido Socialista ante el resultado electoral, que había configurado una Cámara con mayo­ ría de centro-derecha. La idea de que con la entrada en el Gobierno de Lerroux de tres miembros de la CEDA (el partido con más dipu­ tados en la Cámara) se estaba preparando un golpe fascista, no pasa de ser una consigna para justificar la ruptura con las instituciones del régimen democrático, que se habían aceptado de manera ins­ trumental durante el primer Bienio. Aquí radica el significado más hondo de unos sucesos que llevaron a Gerald Brenan a considerar la Revolución de Octubre como la primera batalla de la Guerra Civil. 9 Aunque la revolución había sido metódicamente preparada y los hechos se complicaron con la insurrección dirigida por Luis Com­ panys en Cataluña, en la mayor parte de España logró imponerse el Gobierno con facilidad, en buena parte por los alijos de armas que habían sido ya localizados, pero en Asturias la situación revistió por unos días los caracteres de auténtica Guerra Civil. Partiendo de las cuencas mineras, las milicias armadas socialistas, anarquistas y co­ munistas entraban el 8 de octubre en Oviedo. Lerroux reaccionó con energía y recurrió al Ejército: López Ochoa desde el sur y Ya­ güe, que desembarcó en Gijón con las tropas de Marruecos, fueron dominando el movimiento. Oviedo fue reconquistado el día 13 y el 18 se rindieron las zonas mineras. Bajo influencia del modelo sovié­ tico, por unos días hubo en Asturias Comités revolucionarios, Ejér­ cito rojo, matanzas de civiles, militares y eclesiásticos, colectiviza­ ciones y vales ... En todo, la Revolución de Octubre fue como un anticipo de la revolución de julio del 36, y también en lo que a la persecución religiosa se refiere. La idea se justifica con abundante soporte documental en Pío Moa, 1934: Co­ mienza la Guerra Civil. El PSOE y la Esquerra emprenden la contienda, Áltera, Barce­ lona, 2004. Para todo lo relacionado con la Revolución de Octubre y sus manifesta­ ciones de violencia cfr. Asturias roja. Sacerdotes y religiosos perseguidos y asesinados (octubre 1934), A. C. N. de P. de Oviedo, Oviedo, 1935;Joaquín Arrarás (dir.), Histo­ ria de la Cruzada, 11, op. cit., pp. 176-240;Joaquín Arrarás, Historia de la Segunda Re­ pública, 11; Antonio Montero Moreno, op. cit., pp. 41-52; Ángel Garralda, La persecu­ ción religiosa del clero en Asturias, I, Martirios, Avilés, 1977; Enrique Barco Teruel, El golpe socialista (octubre-1934), Dyrsa, Madrid, 1984, pp. 248-250. 9

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Así, a primeras horas de la mañana del 5 de octubre, una vez vencida la resistencia de las fuerzas de orden público en Mieres, se incendia -entre otros lugares- el convento de los padres Pasionis­ tas, donde mueren asesinados dos religiosos. Cuando se alejaba del convento el hermano Alberto de la Inmaculada, mujeres y chiquillos gritaban: «A por ellos que son frailes». Cuatro individuos dispara­ ron a quemarropa y el hermano Cayo, de 71 años, huyó corriendo y perseguido. Éste, después de recibir muchos golpes, pudo librarse, pero Alberto de la Inmaculada fue rematado. El hermano Salvador de María Virgen, aunque logró vadear el río, cuando mojado y ja­ deante trataba de reincorporarse al convento de Miere:;, fue muerto a tiros junto a la vía del tren. En la inmediata localidad de Santullano, y una vez sofocada la resistencia de la Guardia Civil, detuvieron en el puente a dos jesui­ tas: el padre Emilio Martínez Martínez y el hermano Juan Bautista Arconada. Al ser trasladados al ayuntamiento y comprobar que no había cabida para más presos, los jefes dijeron a un grupo de revo­ lucionarios: «Llevadlos y haced con ellos lo que os dé en gana». És­ tos les deshicieron los pies a golpes de culata y les condujeron a una bocamina, donde fueron fusilados, y les remataron hundiéndoles el cráneo a culatazos (8 de octubre). En los pueblos de las inmediaciones se reproducen similares es­ cenas de violencia. La noche del 5 al 6 de octubre se detuvo un auto frente a la casa rectoral de Valdecuna. Llamaron a la puerta y el pá­ rroco, don Manuel Muñiz Lobato, intentó refugiarse en un pajar contiguo a la casa donde le mataron a bocajarro. El párroco de La Rehollada, don Luciano Fernández Martínez, que trataba de refu­ giarse en el monte, fue apresado y conducido el 10 de octubre al cementerio de Laredo (Cantabria) en donde le hiceron cavar la fosa hasta que se sentó y dijo: «haced de mí lo que queráis». Le coloca­ ron boca abajo y le asesinaron. Ese mismo día fueron fusilados en el cementerio de Olloniego el párroco don Joaquín del Valle y Villa y el juez retirado don Emilio Valenciano. En Moreda los revolucionarios fueron a casa del párroco, don Tomás Suero Covielles, y le obligaron a dirigirse al Sindicato Católi­ co para que se entregara un grupo de muchachos que les hacía fren­ te defendiendo, a costa de la vida, sus ideales católicos y sociales. Él

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optó por quedarse con ellos y los estuvo asistiendo espiritualmente y confesando hasta que, agotadas las municiones y en ruinas el edifi­ cio, lo evacuaron veintiséis de ellos y don Tomás. Sólo se quedaron cuatro para proteger la retirada y dieron su vida allí. El sacerdote se quedó en una casa y fue delatado. Unas mujeres le arrastraron hasta llevarle a una escuela que se encontraba en manos de socialistas, donde le acribillaron a tiros (5 de octubre). Ese mismo día, y como para celebrar su triunfo, los insurgentes queman la parroquia. En Sama de Langreo también comenzó la actividad revoluciona­ ria en la madrugada del 5 de octubre. Se apoderaron de la iglesia para atacar desde la torre el cuartel de la Guardia Civil y, al ver huir al regente, don Venancio Prada Morán, le hirieron de muerte y tras siete horas de agonía fue rematado por un miliciano. También sa­ quearon el templo y lo destrozaron con dinamita. La heroica defensa de los guardias en esta localidad impuso un retraso en el plan de ataque a Oviedo, que no preveía la tenaz resistencia de unas fuerzas de orden público que contaban con recursos muy modestos. No obstante, el avance prosigue y el 6 de octubre, los revolucio­ narios se apoderan de San Esteban de las Cruces y del barrio de San Lázaro, en las inmediaciones de la capital ovetense. En la calle Fuen­ te del Prado ya se encontraba instalado, con anterioridad a la ocu­ pación, un Comité Revolucionario, que ahora envía escuadras de milicianos a practicar la detención de personas, calificadas de/asczs­ tas por su práctica religiosa o su militancia en organizaciones de de­ rechas. En San Esteban de las Cruces encuentran a un hombre a quien confunden con un guardia de asalto fugitivo, pero el detenido lo niega y se confiesa sacerdote. Se trataba de don Graciano Gon­ zález Blanco, quien llevaba apenas dos meses en la parroquia. Des­ pués de declarar ante el Comité, se le traslada en unión de otros pre­ sos a Mieres, donde fue fusilado (7 de octubre). El avance sobre la ciudad tiene uno de sus jalones en el viejo Monasterio de dominicos convertido en Seminario y habitado por unas cuarenta personas entre profesores y estudiantes. Rodean el edificio, sin asaltarle por miedo a que sus ocupantes se defiendan, y sus ventanas y puertas son arrancadas con dinamita, algunas voces piden el inmediato fusilamiento de sus ocupantes pero los jefes lo­ gran imponerse y son trasladados ante el comité, que los reserva

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como rehenes distribuyéndolos en diversas cárceles. Los seminaris­ tas son llevados en su casi totalidad a Mieres, convertida en capital de la Asturias revolucionaria. Al día siguiente, se prende fuego al edificio. Parecía que no quedaba nadie pero entre la humareda salie­ ron seis seminaristas que fueron acribillados a balazos. Se trataba de Gonzalo Zurro, Ángel Cuartas, Mariano Suárez, Jesús Prieto, José María Fernández, Juan Castañón y José Méndez. El 8 de octubre entran en el monasterio de San Pelayo y la abadesa reconoce entre los asaltantes al hermano de una de las legas. Sin duda por influen­ cia suya, las religiosas salen sin daño y se refugian en casas de perso­ nas caritativas. Ese mismo día es incendiado el palacio episcopal. 10 Durante todos estos días, la parte de Oviedo de la que se han apo­ derado los revolucionarios queda sometida a las decisiones del Comité Revolucionario, que el 9 de octubre acuerda publicar un bando para poner fin a la oleada de crímenes y pillaje que vive la ciudad. Los úni­ cos efectos tangibles de estas disposiciones son la creación de un Tri­ bunal, que hace aún más odiosa la depuración, y de las milicias, base del futuro ejército proletario. A pesar de todo, como la actuación del Tribunal parece lenta a los más extremistas, éstos seguirán actuando por su cuenta.Junto a militares y paisanos, en estos días murieron los siguientes sacerdotes y religiosos: • Don Vicente Pastor Vicente (paúl) se quedó solo en el Semina­ rio cuando lo asediaron los revolucionarios. Consumió las for­ mas consagradas y, después de celebrar la Santa Misa, se es­ condió en el pajar con unos dominicos. A diferencia de ellos, prefirió salir y fue detenido. Lo condujeron al mercado de San Lázaro, donde fue fusilado al anochecer (7 de octubre). • Don Juan Puertes Ramón (canónigo, provisor y vicario gene­ ral de Oviedo) se había refugiado desde el 6 de octubre en la casa de don Aurelio Gago Fariñas (canónigo y secretario de Cámara y de gobierno). A las tres de la tarde del 8 de octu­ bre, el cabecilla revolucionario conocido como «Pichulatu» 10 El obispo, don Juan Bautista Pérez, no se encontraba allí pues pasaba unos días en Pola de Gordón. Fallecería poco después, el 8 de noviembre de 1934, no sin dejar escrita una Carta Pastoral en la que exhortaba al perdón y a la paz.

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ordenó el desalojo del inmueble, pues peligraba por el bom­ bardeo a que estaba siendo sometida la catedral, y buscaron alojamiento en otro domicilio de la misma calle. Allí fueron detenidos y conducidos al Comité revolucionario, donde los condenaron a muerte. Hacia las ocho de la tarde eran fusila­ dos en el mercado de ganados de San Lázaro. Don Román Cossío Gómez (párroco de Santa María la Real), estuvo atendiendo al culto en su parroquia hasta que le detu­ vieron el 9 de octubre y le condujeron hasta la inspección de vigilancia, convertida en cuartelillo de prisión, llegando a romper la culata de un fusil en sus espaldas durante el trayec­ to. El día 11 fue llevado a la prisión y, cuando intentaba huir de la cárcel, antes de que fuera volada, le mataron a tiros. Don Francisco Sanz Baztán (canónigo): una vez que le detu­ vieron, pretendieron obligarle a dar un «viva» a la revolución pero el respondía «¡Viva Cristo Rey!». Prisionero en el Insti­ tuto, le llevaron al frente de combate el 11 de octubre y en la retirada, extenuado al no poder seguir a los revolucionarios en su huida, fue rematado. Padre Eufrasio del Niño Jesús (carmelita). Cayó de la tapia al huir del convento y fue llevado al hospital, donde le delataron e interrogaron. Tras un consejo de guerra fue fusilado en el mercado de ganados de San Lázaro (12 de octubre). Hermano Salustiano González Crespo (paúl). Era portero del Seminario y, viendo que amenazaban con fusilar a los semina­ ristas, se interpuso diciendo: «Matadme a mí que soy viejo. Dejad a esos jóvenes que pueden servir para la vida». Estuvo preso en el Instituto de Oviedo y el 13 de octubre corrió la misma suerte que el padre paúl Tomás Pallarés lbáñez, muer­ to de un balazo al intentar huir mientras volaban el Instituto. El hermano Salustiano pereció entre los escombros.

En la mañana del 12 de octubre todavía resiste la Catedral y, como un último y desesperado intento, los revolucionarios vuelan con di­ namita acumulada en la capilla de Santa Leocadia, la Cámara Santa con sus reliquias de mártires y las maravillas del arte medieval que encerraba. Todo queda sepultado en un montón escombros y se

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causaron también graves desperfectos en la Catedral. Pero a lo largo de todos estos días, se había producido el avance progresivo de las columnas enviadas por el Gobierno, que finalmente obligaron a re­ troceder a los revolucionarios: el 16 de octubre, la ciudad de Oviedo había sido definitivamente liberada. Veamos, por último, lo que había ocurrido en las demás comar­ cas, donde cada núcleo de población sufrió la implantación del ré­ gimen que preconizaban las organizaciones allí predominantes. En algunos lugares, la CNT impuso su modelo sin propiedad, sin mone­ da, sin leyes, con trabajo en común y comidas racionadas; en otros, era el socialismo de matiz comunista el que se seguía, pero en casi todos los lugares la persecución religiosa fue la nota común. Entre los detenidos figuraban guardias civiles y de asalto, sacerdotes, reli­ giosos, ingenieros y hasta simples obreros y campesinos. Muchos pudieron recobrar la libertad al ser vencidos los revolucionarios pero otros serían asesinados, como ocurrió en Turón donde los hermanos de la Doctrina Cristiana Cirilo Bertrán, Mariano José, Victoriano Pío, Benjamín Julián, Julián Alfredo, Augusto Andrés, Benito de Jesús, Aniceto Adolfo fueron llevados el día 6 a la Casa del Pueblo, y encar­ celados en la escuela de niños junto al padre Inocencio de la Inmacu­ lada (pasionista). Todos ellos fueron conducidos al cementerio y fusi­ lados hacia las dos de la madrugada del 9 de octubre. 11 En Barcelona, fracasada la marcha en masa sobre la capital, la situación queda a la espera del resultado de la lucha. Estas horas son, en muchos sitios, ocasión para el vandalismo, como lo prueban los siguientes sucesos. 12 En Navás (Barcelona) los revolucionarios 11 Cfr. Los mártires de Turón. (Notas biográficas y reseña del martirio de los religiosos bárbaramente asesinados por los revolucionarios en Turón [Asturias], Ed. La Institución Popular, Madrid, 1934; Ramón Rucabado, Los mártires de Asturias. La escuela mártir de Turón, Ed. Catalunya Social, Barcelona, 1935; Pedro Chico González, Testigos de la Escuela Cristiana. Mártires de la Revolución de Asturias, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Provincia Religiosa de Valladolid, Salamanca, 1989. 12 Cfr. Joaquín Arrarás (dir.), Historia de la Cruzada, 11, op. cit., 139-156. Al igual que en el caso de Asturias, únicamente aludimos a las bajas ocasionadas entre el clero secular y regular, pero a ellos habría que añadir varias decenas de miembros de las fuerzas de orden público y paisanos asesinados por los revolucionarios. Entre los casos más notables cabe citar la muerte del diputado a Cortes don Marcelino

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prendieron fuego al templo parroquial el 5 de octubre y requirieron la presencia del párroco, don José Marta Soler, en el ayuntamiento. Allí fue tiroteado y arrastrado después su cuerpo hasta el cemente­ rio. En San Vicente de Castellet, el párroco y el vicario son encerra­ dos en la iglesia, atados frente al altar mayor y rociados de gasolina para que no puedan escapar al incendio del templo que proyectan. Por fortuna, un revolucionario consigue imponerse, salvando de la muerte a los dos condenados. En Villafranca del Penedés son sa­ queados e incendiados los templos, y en Villanueva y Geltrú arde la Parroquia. En la provincia de Lérida, recibe un escopetazo el párro­ co de Torregrosa, sacerdote de avanzada edad, y, al intentar soco­ rrerle tres vecinos, son tiroteados y heridos. En la capital, el conven­ to de Padres Franciscanos es tiroteado a las diez de la noche y se llegó a condenar a la última pena a los padres franciscanos Otín y González. Cuando iba a aplicarse la sentencia, llegó una orden de la Generalidad exigiendo que los detenidos fueran llevados a Bar­ celona y, al salir, resultaron gravemente heridos tres religiosos. En Logroño, fracasa la huelga general a las pocas horas de iniciada pero en Cervera del Río Alhama los revolucionarios proclaman el co­ munismo libertario, asaltan el ayuntamiento y queman la iglesia pa­ rroquial. En Villarrobledo (Albacete), las turbas se hacen dueñas de la ciudad, incendian el ayuntamiento, la iglesia parroquial, el Casino Agrario y varias casas de derechistas. En Tarbea (Lugo), se alzaba un viejo santuario que hubo de sufrir la furia de doscientos incendiarios quienes, después de haber cortado las comunicaciones telegráficas y levantado algunos puntos de la vía férrea, le dieron fuego con todo lo que encerraba dentro. Después se dirigieron a San Clodio, donde im­ pidieron sus pretensiones los carabineros de Quiroga. La mayor decepción, después de la de Badajoz, la experimentan los revolucionarios en las provincias andaluzas, pues en todas ellas el movimiento se reduce a actos de vandalismo aislado. LimitándoOreja Elósegui (1894-1934), figura señera del tradicionalismo y del catolicismo social; de todos los supervivientes de la Compañía de Asalto que defendió el Ayun­ tamiento de Mieres; de los 12 guardias civiles heridos en Pola de Lema, y de los 23 guardias civiles y 7 guardias de asalto apresados después del asedio del cuartel de la Guardia Civil en Sama de Langreo.

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nos a las manifestaciones antirreligiosas cabe referirse a lo ocurrido en Paterna del Campo (Huelva), donde prenden fuego a la iglesia, artística muestra de la arquitectura religiosa del siglo XVI. En Alge­ ciras (Cádiz), en la mañana del 6 de octubre se intenta quemar la parroquia de San Isidro. También en Córdoba la pretensión de cor­ tar el alumbrado público e incendiar algunos conventos la noche del 7 quedó frustrada por la detención de todos los dirigentes. En las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya, Santander, León y Palencia, se verán especialmente afectados los focos industriales y mineros: En Barruelo, por ejemplo, «se pagan los jornales más altos de Europa por la jornada más breve», según escribe un economista. Hay jornales diarios de veinte, veinticinco, treinta y hasta cincuenta pesetas. Diaria­ mente funciona el cinematógrafo y un cabaret con tanguistas. Hay ho­ gar obrero en que entran mensualmente dos mil pesetas de jornales, devengados por el padre y los hijos mayores. Las minas de Barruelo, Orbó y Guardo pertenecen a la Compañía de Ferrocarriles del Norte de España, que, inspirándose en el aposto­ lado social ejercido tan abnegadamente durante toda su vida por el presidente que fue de aquélla, el marqués de Comillas, trata de contra­ rrestar, con generosas creaciones de carácter social y benéfico, la acción disolvente que se ejerce entre los mineros. Así en Barruelo ha alzado y sostiene magnífico Hospital y Escuelas modernas, al frente de las cuales ha puesto a Hermanos Maristas. Del Hospital están encargadas las Hi­ jas de la Caridad. 13 Al amanecer del 6 de octubre estalla en Barruelo (Palencia) el movimiento revolucionario. Entre otros desmanes, la iglesia parro­ quial y el ayuntamiento empiezan a arder. En la madrugada, al eva­ cuar el edificio del colegio amenazado por el tiroteo, el superior, hermano Bernardo Fábrega, saltó el primero la tapia y vadeó un riachuelo pero fue tiroteado y rematado de una puñalada. En la misma provincia fue asesinado el párroco de Muñecas, don Cons­ tando Villalba Díez: en la madrugada del 6 de octubre, dispararon contra él después de llamarle con el pretexto de atender a un enfer­ mo que pedía los auxilios espirituales. 1' Joaquín Arrarás (dir.), Historia de la Cruzada, II, op. cit., p. 169.

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La represión de los sucesos revolucionarios de octubre no sirvió solamente a las izquierdas de estandarte sentimental para las próxi­ mas elecciones, fue también la consigna para volver a movilizar a los partidos y sindicatos revolucionarios por el camino de la subversión. Aunque el de 1934 fue, ante todo, un golpe socialista por lo que a su preparación y protagonismo se refiere, serían los comunistas quienes supieron sacar mejor partido de su modesta participación en los sucesos para obtener una desproporcionada rentabilidad polí­ tica. Durante algún tiempo el peso e influencia del Partido Comu­ nista español sería muchísimo mayor que el número de sus adheri­ dos. Eso significa que la URSS empezaba a contar con una poderosa fuerza, disciplinadamente obediente a los agentes de la Komintern que, en especial, llegarían en 1935 y en los primeros meses de 1936. Indica Jesús Hernández que cuando el 17 de febrero de 1936 fue a casa del Secretario General del Partido Comunista español, en ella estaban sus dos inseparables consejeros soviéticos, Stepanov y Co­ dovila, y el primero le dijo: «No cabe duda de que en España esta­ mos viviendo un proceso histórico semejante al de Rusia en Febrero de 1917. Y el partido debe saber aplicar la misma táctica que los bolcheviques... Una breve etapa parlamentaria, y después ... ¡los so­ viets! » 14 •

TERCERA ETAPA: EL FRENTE POPULAR

La gran ocasión para el Partido Comunista iba a ser la constitución de una gran coalición de izquierdas (el Frente Popular) con vistas a las elecciones de febrero de 1936. La idea de la unión electoral de las fuerzas de izquierda había sido expuesta por el socialista Indalecio Prieto (abril de 1935), y apoyada por Azaña en sus discursos de Mes­ talla, Baracaldo y Comillas. La diversidad de criterios que minaba al socialismo español probablemente hubiera dejado todo en un proyecto, de no ser porque entre julio y agosto de 1935 el VII Con­ greso
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tas, con el pretexto de defender la libertad democrática frente al fascismo, podrían asociarse a los partidos burgueses para una lucha conjunta que les permitirá la conquista de posiciones jamás alcanzadas hasta entonces. 15 Dimitroff, secretario general de la Komintern, definió como tácticadel caballode Troya a esta ascensión a la dictadura del proletariado por la democracia. Sin perder tiempo, el Partido Comunista español dedicó toda su actividad a poner en práctica las consignas recibidas en Moscú, que encontraron muy favorable acogida en las Juventudes Socialistas empeñadas desde ahora en el proceso de bolchevizacióndel PSOE. El mitin celebrado por los comunistas en el coliseo Pardiñas de Madrid (3 de noviembre de 1935) sirvió para exponer y divulgar las orientaciones soviéticas y, a finales de ese mes, los sindicatos comunistas ingresaban en la UGT. Halagando a su figura como líder grato a Moscú, Largo Caballero iba a actuar en la práctica al servicio del Krenlim a pesar de no haber aceptado la disciplina soviética. Sus palabras en el cine Europa (12 de enero de 1936) no dejan lugar a dudas: Declaro paladinamente que antes de la República nuestro deber era traer la República;pero establecido este régimen, nuestro deber es traer el socialismo.Y cuando hablamos de socialismo,no nos hemos de limitar a hablar de socialismoa secas.Hay que hablar de socialismomarxista, de socialismorevolucionario.Hay que ser marxista y serlo con todas sus consecuencias. La República burguesa hay que transformarla en República socialista. A eso no renunciamos. 16 El segundo hito de la desintegración del régimen republicano (el primero había sido la Revolución de Octubre) sería el comportamiento gubernamental a partir de las elecciones de febrero de 1936, desde que el Frente Popular se atribuye el triunfo y la Comisión de 15

Cfr.JoaquínArrarás,Historia de la SegundaRepública,IV, op. át., pp. 17-28. Si el Frente Popular español responde desde sus orígenes a la iniciativa soviética parece una cuestión secundaria en relación con su significado esencial como plataforma del Partido Comunista que, entre otras cosas, pudo sentar a sus miembros en las Cortes. 1 " Cit. en Historia de la Segunda República, IV, op. cit., p. 27.

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Actas de las Cortes ignoró las protestas por el fraude que existió en numerosas provincias al ser sustituidas las actas, cerrando definiti­ vamente los caminos parlamentarios. El propio presidente de la Re­ pública, acusado de un trámite que había beneficiado a los ahora denunciantes, fue destituido y ocupó su lugar Manuel Azaña quien, de esta manera, quedaba neutralizado políticamente. Por otra parte, desde febrero de 1936 volvemos a asistir a un desbordamiento del orden público. Es imposible hacer aquí un in­ ventario 17 pero, en numerosos puntos de España, las huelgas se ha­ cían cada vez más numerosas, los incendios de iglesias eran episodio corriente, los asaltos a la propiedad agrícola e industrial se produ­ cían sin reacción desde el Estado y los enfrentamientos en la calle se saldaban, además del inacabable rosario de víctimas, con el encar­ celamiento y proscripción, especialmente de los falangistas. 18 Por lo que se refiere a la persecución religiosa, los días siguientes al triunfo alcanzado por el Frente Popular registraron una recuperación de la violencia a niveles semejantes a la de los años anteriores: En Madrid es incendiada en marzo la parroquia del Salvador; en mayo es colocada una bomba en la parroquia de San Miguel, que ocasiona serios daños. El día 4 del mismo mes, agentes comunistas difundieron por las barriadas de Cuatro Caminos, Tetuán y Cha­ martín, la infame especie de que damas catequistas y monjas repar­ tían caramelos envenenados a los hijos de los obreros. Como conse­ cuencia, las turbas intentaron asaltar un convento de franciscanas e incendiaron el colegio de niños de San Vicente de Paúl, las iglesias de San Sebastián y de Raimundo Lulio. El fuego de la iglesia de las Comendadoras es sofocado por los bomberos, pero en la barriada de Tetuán arde una iglesia y en la de Almenara, otro templo, la casa parroquial y las escuelas anejas. Más de cuarenta personas, entre 17 Entre otras razones porque una rigurosa censura estatal impuesta a la prensa impidió que muchos de los hechos más execrables fueran divulgados. 18 El 14 de marzo, sin deliberación de las Cortes ni sometimiento a figura jurí­ dica alguna, el Gobierno ordenó el ingreso en prisión de José Antonio Primo de Rivera y de todos los miembros de la Junta Política y los dirigentes del Sindicato Español Universitario. Más de dos mil falangistas fueron detenidos en pocos días, pero en la clandestinidad seguiría creciendo la Falange y la popularidad de su Jefe Nacional.

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religiosas, catequistas, profesores y transeúntes resultaron maltrata­ das y heridas. El día 13 queman la iglesia de San Luis (a poca dis­ tancia del despacho oficial del ministro de la Gobernación), de la cual apenas pudieron salvarse algunos vasos sagrados, y la iglesia de San Ignacio. Y el 19 de junio, después de saquear la parroquia de San Andrés, la rociaron con gasolina, prendiéndola fuego. Desma­ nes semejantes ocurren en toda España: incendios y asaltos de igle­ sias y conventos en Palma del Río (Córdoba) durante tres días de febrero y en Cádiz (marzo). En Granada ardieron varias iglesias du­ rante una huelga convocada el 10 de marzo y, a mediados del mismo mes, en Yecla (Murcia), arden en tres días catorce templos y desapa­ recen trescientas setenta y cinco imágenes, mientras el alcalde prohibía a los sacerdotes el ejercicio de su ministerio. Por todas par­ tes cruces, campanas e insignias religiosas, son destrozadas; los tem­ plos, cerrados violentamente, los sacerdotes, perseguidos, se de­ creta la abolición del culto, se multa a las personas que ostentan algún emblema religioso y se escarnece la fe y la conciencia de los creyentes. Calvo Sotelo y Gil Robles denuncian en el Parlamento lo que está ocurriendo sin recibir ninguna respuesta positiva por parte del Go­ bierno. En la sesión del 8 de julio, el diputado tradicionalista don Jesús Requejo relataba los siguientes atropellos cometidos en la dió­ cesis de Toledo: En Maqueda, el párroco ha tenido que ausentarse, pues de lo contrario se le amenazó con la muerte. Otro tanto ha sucedido en Carmona, en Carpio de Tajo, Gerindote, Castilblanco, Sevilleja de la Jara. En Puebla de Don Fadrique ha sido incendiada la iglesia parroquial. En Cazarla, invadida la ermita del Santo Cristo. En Quismondo, ocupada violenta­ mente la casa rectoral; y lo mismo en Burguillos, en Carranalejo y en Nombcla. En Val de Santo Domingo estalla un petardo durante la ce­ lebración de los cultos, maltratan al párroco y le ponen una pistola al pecho. En Rielves es destrozada la imagen de Santiago, apedreada la iglesia y la casa rectoral, teniendo que huir el señor cura. En La Mata obligan a marchar al señor cura, enviándole este oficio: «Hay un mem­ brete que dice: Sociedad Obrera Socialista de La Mata. Toledo. Señor cura: le damos veinticuatro horas de prórroga para que abandone este pueblo; y, desde luego, si así no lo hace, aténgase a las consecuencias;

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así es que luego no diga que no le hemos avisado. Nada más. Espera­ mos que así lo haga. No admitimos reclamación alguna. Salud. Repú­ blica y Revolución». Hay un sello con la misma inscripción y dos fir­ mas. Pero el caso de Burujón es de una crueldad inaudita; después de expulsar al señor cura con graves amenazas, al que le ha sucedido no le dejan practicar ningún ministerio. Por negarse Pablo Rodríguez a que su hijo fuese enterrado civilmente, se le coacciona y obliga a llevar el cadáver de su hijo, niño de corta edad. Otro tanto se hizo con For­ tunato Díaz, que tuvo que conducir el cadáver de su hijo hasta el ce­ menterio.19

Llegados a este punto, la situación podía resumirse en la existen­ cia de: - Una expectativa de revolución marxista. - Una firme voluntad de insurrección en importantes sectores del ejército y de la población civil. - Una quiebra del Estado que era incapaz de garantizar un or­ den en libertad, como se demostraría cumplidamente cuando el diputado José Calvo Sotelo fue sacado de su domicilio por miembros de las fuerzas de seguridad y asesinado. Algunos historiadores niegan rotundamente que por parte del Frente Popular hubiese el propósito de pasar a la dictadura del prole­ tariado, es decir, de implantar un régimen marxista; se trata de una opinión y nada más pues los documentos, los discursos y los artícu­ los de la prensa izquierdista demuestran lo contrario. 20 En julio de 19 Citado por Joaquín Arrarás (dir.), Historia de la Cruzada, II, op. cit., p. 472. Apenas un mes después, él mismo caería víctima de la violencia frentepopulista que había denunciado en las Cortes. Estando en Madridejos (Toledo) fue asesinado en las inmediaciones del cementerio de Los Yébenes el 17 de agosto de 1936. 20 Escasa trascendencia tienen las discusiones acerca de la autenticidad de los documentos referentes a los planes para la instauración de la dictadura del proleta­ riado, dos de los cuales fueron publicados por el diario Claridad (30 de mayo de 1936) denunciando su falsedad. Las pruebas sobre preparativos y propósitos revo­ lucionarios se encuentran con abundancia en discursos, publicaciones, actividades subversivas y organización paramilitar basada en las milicias que ya se habían for­ mado durante la primavera de 1936.

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1936 España se encontraba en un proceso revolucionario similar al soviético si bien con la peculiaridad de que su principal motor no era el Partido Comunista21 sino el PSOE, dispuesto a llegar hasta donde no había podido en 1917 y 1934 haciendo ahora un uso combinado de la acción directa y de los cauces legales. Al tiempo, los comunistas se estaban sirviendo del Partido Socialista para llevar adelante sus propósitos, como hicieron antes en la URSS con los mencheviques.

21 Y ello no porque la Unión Soviética careciera de interés por incluir a España en su órbita sino porque, como se había comprobado en el VII Congreso de la Komintern, el comunismo no estaba en condiciones de triunfar por sí mismo. Como se ha constatado con toda precisión, no puede hablarse del Alzamiento como el resultado de una especie de maniobrafascista semejante a la que estaba protagoni­ zando la Unión Soviética (Cfr. Ángel Viñas, La Alemania nazi y el 18 de julio, Alianza Editorial, Madrid, 1977, pp. 239 y ss).

111 Revolución y persecución religiosa

Y

a hemos visto cómo se produjo la ocupación del poder por el Frente Popular a partir de febrero de 1936, y cómo su actuación desborda lo que era posible esperar de un Go­ bierno democrático, pero la transformación definitiva se iba a con­ sumar en los primeros momentos posteriores a la sublevación, ini­ ciada por el Ejército de África el 17 de julio de 1936 y secundada en la Península los días siguientes. Con el Alzamiento NacionaP se ini­ cia la que hemos considerado cuarta etapa dentro de la evolución histórica de la II República, momento plenamente revolucionario y que marca el apogeo de la persecución religiosa que, no por ello, se limita a estos meses.

ALZAMIENTO Y REVOLUCIÓN

Durante los primeros días hubo en toda España una terrible confu­ sión. Ni el Gobierno ni los protagonistas del Alzamiento podían 1 Este nombre, comúnmente aceptado, empezó pronto a aplicarse al conjunto de iniciativas protagonizadas por los que, en julio de 1936, se sublevaron contra un Gobierno respaldado por el Frente Popular, y que no pueden reducirse a un simple golpe de estado protagonizado por militares.

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asegurar si éste había triunfado o no. Después de varias crisis minis­ teriales, José Giral accedió a armar a las milicias obreras, hecho ya consumado en parte, por eso la sublevación de militares y civiles no fue la causa de la definitiva quiebra de una legalidad republicana, que ya había recibido heridas de muerte con anterioridad. Stanley G. Payne habla de la completa implosión política de un sistema para definir la situación provocada en el Estado por la Revolución. En la zona controlada por el Frente Popular, las organizaciones sindicales y partidos izquierdistas protagonizaron una revolución, un auténtico levantamiento paralelo, que no se dirigió contra un Gobierno al que ignoraban ni intentó ocupar el poder para reem­ plazarlo sino que se contentó con ejercerlo en la práctica. El Go­ bierno, que conservaba medios suficientes (era un Estado que había sido cuarteado pero que mantenía prácticamente intactas todas sus instituciones), no se decidió a enfrentarse con las fuerzas políticas que eran su única base de sustentación para hacerles respetar la ley, ni los revolucionarios vieron la necesidad de crear un nuevo orden jurídico y político; de ahí el caos imperante en la retaguardia, donde cada grupo movilizó milicias, constituyó órganos de gobierno y ad­ ministración, creó policías y tribunales y se dedicó a toda clase de ensayos económicos y sociales2. García Escudero ha definido la si­ tuación creada al comienzo de la guerra en los siguientes términos: de la República a la revolución. Alude así a la coexistencia de dos poderes, el teórico de los organismos estatales y el efectivo de las organizaciones revolucionarias, omnipotentes desde el momento en que se vieron armadas. De ahí que tenga poco sentido hablar de República y de republi­ canos para referirse a una de las zonas en las que quedó dividida España durante la Guerra Civil; podrá emplearse alguna vez el tér­ mino por ser comúnmente admitido -en este sentido lo usamos aquí- pero no si debajo de ese empleo se esconde un disimulo de la ruptura producida el 18 de julio como consecuencia de la revolu­ ción: ¿era republicano un bando integrado por fuerzas hostiles a la II República como los anarquistas, los comunistas o el PSOE de 2 Cfr. Octavio Ruiz Manjón (dir.), Historia General de füpaña y América, XVII, La Segunda República y la guerra, Rialp, Madrid, 1986, pp. 427-428.

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1934? ¿Acaso no eran republicanos muchas de las víctimas de la re­ presión en esa zona, entre ellos varios que habían sido diputados y ministros de los gobiernos de Lerroux, dirigente del más veterano de los partidos republicanos entonces existentes? Si se acepta este planteamiento habría que compartir lo que hicieron las izquierdas a partir de 1931: identificarse ellas mismas con la República, ins­ trumentalizar el Estado y no conceder legitimidad republicana a na­ die que estuviera fuera de sus filas. Hacia el 25 de julio, tanto unos como otros comenzaron a tener conciencia clara de la situación. Pudieron comprobar que la suble­ vación no se había impuesto en toda España pero tampoco había fracasado. En efecto, superadas las indecisiones y cambios de los primeros momentos, el Movimiento triunfó en Galicia, Castilla­ León, Navarra, Álava, La Rioja, casi todo Aragón, un pequeño en­ clave en la Baja Andalucía, Cáceres, Baleares, Canarias y Marruecos. La ventaja que confería a los sublevados el control de estos vitales territorios extrapeninsulares quedaba en parte compensada por el dominio del mar, que inicialmente ejercía la República. Ésta con­ trolaba Castilla-La Mancha, Madrid, Cataluña, Valencia, Murcia, Badajoz, la zona este-sur de Andalucía y un enclave que abarcaba la cornisa cantábrica desde Asturias a Irún. En síntesis, ambos bandos contaban con fuerzas considerables y con el apoyo de amplios sectores de la población. Los pocos inten­ tos de conciliación que se hicieron fracasaron muy pronto, porque lo que unos y otros querían hacer en España era diametralmente opuesto. Aunque fuera trágico reconocerlo, la única salida a la situa­ ción era el enfrentamiento militar: una Guerra Civil que iba a tener rasgos muy complejos porque se trataba de: - Una lucha entre revolución y contrarrevolución, entre una iz­ quierda mayoritariamente totalitaria y una derecha que había llegado a hacerse autoritaria. - Una guerra religiosa, por la persecución exterminadora contra la Iglesia Católica en zona frentepopulista, que dio un carác­ ter de Cruzada a la movilización en el bando contrario. - Una guerra en el seno de las propias izquierdas acerca del modelo que había
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- Una pugna entre varias concepciones de España en la que los regionalismos catalán y vasco iban a desempeñar un papel se­ cundario pero de ningún modo irrelevante.

MANIFESTACIONES DE LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA

Las exigencias de las doctrinas socialistas, comunistas y anarquistas se ejecutaron hasta sus últimas consecuencias en las zonas donde triunfó la revolución. Así se escribía en un periódico: El pueblo, con su admirable instinto, olfateó -términos de caza- en los primeros días de la revolución, que las personas más dispuestas a traicionarle son los frailes, los curas, los obispos, los canónigos, la cleri­ calla, y por eso destruyó sus iglesias, los templos dorados de la moder­ na idolatría, y los redujo a cenizas [ ... ] No sabemos hasta qué punto podemos hablar de libertad religiosa, porque conocemos de sobra el peligro de la religión. Si no toleramos la embriaguez, la prostitución, el suicidio ¿por qué permitir el fanatismo? Para juzgar la religión basta advertir el simple hecho de que se queman las iglesias. Ni una queda en pie; ni una imagen en los altares. 3 En su Carta Colectiva, los obispos españoles caracterizaron la revolución española por su crueldad, inhumanidad, capacidad des­ tructora de la civilización y el derecho, antiespañolismo y, sobre to­ do, anticristianismo. Las cifras de religiosos y sacerdotes asesinados en zona frentepopulista avalan esta última afirmación y fueron fija­ das con relativa exactitud no mucho después de acabada la guerra. Ya en una serie de artículos publicados en 193 9 y 1940 por el padre Constantino Baylc se hablaba de 3 .875 sacerdotes asesinados y 139 desaparecidos (que hacen un total de 4.014 víctimas del clero secu­ lar) y unos 2.500 religiosos. 4 En el libro La dominación roja en Espa­ ña, basado en la investigación promovida por el Ministerio de Justi­ cia se daban los siguientes datos: 3

Citado por Fray Justo Pérez De Urbe!, «La Guerra como Cruzada Religiosa», en La Guerra de Liberación, op. cit., p. 59. 4 Cfr. Constantino Bayle, «Estadísticas sangrientas. Las víctimas del clero se­ cular», Razón y Fe, n. 121 (1940), pp. 150-165.

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El total de asesinatos cometidos en las personas de los Ministros de la reli­ gión católica o profesos religiosos por el Frente Popular, en lo que fue zona roja, asciende a siete mil novecientos treinta y siete, entre obispos (de los cuales fueron asesinados 13), sacerdotes (5.255) y religiosos (2.669), correspondiendo a Madrid mil ciento cincuenta y ocho (de los cuales cien­ to once son religiosas asesinadas en la capital), y a Barcelona un total de mil doscientas quince víctimas, también por el solo motivo de su carácter religioso o condición sacerdotal; en Valencia, setecientas cinco; en Lérida, trescientas sesenta y seis; en Tarragona, doscientas cincuenta y nueve, y en las demás provincias sometidas al terror marxista estos asesinatos se come­ ten también en cifras muy elevadas. 5

Con ocasión del homenaje que, por iniciativa del arzobispo de Valladolid, don Antonio García y García, tuvo lugar en aquella ciu­ dad los días 11 y 12 de abril de 1950 se elaboraron unas relaciones nominales que permitían colocar la cifra más aproximada de asesi­ nados entre 6.900 y 7.000. 6 En 1953, el escolapio Calasanz Bau, ha­ bía ultimado un fichero en el que se confrontaban las relaciones nominales de Valladolid y de la Causa General con otras proceden­ tes de las diócesis y congregaciones. Éstos son sus resultados finales: 4.065 sacerdotes seculares, 2.338 religiosos y 270 religiosas. Basán­ dose en este fichero, a comienzos de los años sesenta, Antonio Mon­ tero hablaba de 4.184 víctimas del clero secular (incluyendo a doce obispos, el administrador apostólico de la diócesis de Orihuela y un centenar de seminaristas), 2.365 religiosos y 283 religiosas; es decir, un total de 6.832, cifra comúnmente aceptada. 7 Mucho más difícil es dar cifras de seglares muertos como conse­ cuencia de la persecución religiosa; no porque no dispongamos de los datos esenciales para poder situar el número de caídos en la retaguar­ dia republicana, en tomo a las sesenta mil personas, sino por una razón metodológica: no todas ellas se pueden considerar como ocasionadas 5 La dominación roja en España (Avance de la información instruida por el Mi­ núterio Público), Ministerio de Justicia, Madrid, s. a. [1943], p. 155. 6 Se conservan en el Santuario Nacional de la Gran Promesa de Valladolid y los nombres de los eclesiásticos fueron publicados posteriormente en: Guía de la Iglesia en España, Oficina General de Información y Estadística de la Iglesia en España, Madrid, 1954, pp. 207 y ss. 7 Antonio Montero Moreno, op. Clt., p. 762.

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directamente por la violencia laicista, aunque no es menos cierto que resulta imposible establecer una frontera nítida entre la persecución religiosa y la represión de carácter sociopolítico. Lo que suele definirse como «represión» es algo que se dio en ambas retaguardias durante la Guerra Civil y que en otro lugar hemos definido como «el conjunto de actos coercitivos, emanados de la instancia que ejerce el poder, sobre la población no adicta o neutral, con la finalidad última de evitar y cas­ tigar posturas o actuaciones político-sociales y/o de respaldar la im­ plantación de un orden de cosas distinto»8 • Pero sólo en una de las zonas, la llamada con gran imprecisión «republicana», se encontraban razones de tipo religioso entre las motivaciones de esa persecución a los disidentes. Tampoco es necesario hacer coincidir el concepto teológico de mártir con otro, mucho más amplio, de víctima de una persecución religiosa en la que no existen fronteras nítidas, porque no las hay en la vida real, entre lo religioso, lo político y lo social. Lo primero que llama la atención en estas cifras es lo elevadas que resultan, sobre todo si se tiene en cuenta que, si bien a comien­ zos de la Guerra Civil el 59 por ciento de la población radicaba en zona gubernamental y el 41 por ciento en zona sublevada9 , los fren­ tepopulistas vieron cómo se iba reduciendo forzosamente el territo­ rio y por lo tanto la población bajo su control debido a las continuas derrotas sufridas en el terreno militar. En segundo lugar, hay algu­ nos detalles que pueden resultar significativos: - Por diócesis, la más castigadas proporcionalmente fue la de Barbastro ( que perdió el 88 por ciento de su clero) y en cifras absolutas la de Madrid-Alcalá (334) seguida muy de cerca por Valencia (327), Tortosa (316) y Barcelona (279). - La familia religiosa masculina que más víctimas aportó fueron los claretianos (259), seguidos de los franciscanos (226) y Es­ colapios (204). Entre las religiosas destacan las Adoratrices y las Carmelitas de la Caridad, ambas congregaciones con 26 víctimas. Ángel David Martín Rubio, Los mitos de la represión en la Guerra Civil, Grafi­ te Ediciones, Madrid, 2005, p. 63. 9 Estimación que aparece en Ricardo de la Cierva, op. cit., pp. 247 y ss. 8

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- En el mes de julio las bajas fueron 733 y sólo el día de Santia­ go, patrón de España, fueron 68 los martirizados en diversos lugares. En la provincia de Madrid, desde el 19 al 31 de julio de 1936 fueron asesinados al menos 113 sacerdotes y religio­ sos. En esas mismas fechas, sólo en la ciudad de Barcelona, las víctimas eran más de 50. - En agosto de 1936 se alcanzó la cifra más elevada con más de 1.650: una media de 53 por día, entre ellos 9 obispos. - Aunque ellos no disponían de este dato, cuando el 1 de julio de 1937 los obispos españoles publicaron su Carta Colectiva, los sacrificados alcanzaban ya la cifra de 5.839 (un 95 por ciento sobre el total con fecha conocida). Acerca del reparto geográfico de las víctimas se pueden hacer algunas constataciones 10: Andalucía y Extremadura VÍCTIMAS ECLESIÁSTICAS PROVINCIA PORCENTAJE Huelva

0,16

Cáceres

0,65

Cádiz

0,66

Sevilla

2,30

Granada Córdoba

6,72 12,79

Badajoz Almería

17,54

Jaén Málaga TOTAL

20,33 23,60 100,00

15,25

10 Para más detalle sobre todo lo que se dice a continuación, cfr. Ángel David Martín Rubio, «La persecución religiosa en España (1931-1939): Una aportación sobre las cifras», Hispania Sacra, n. 53 (2001), pp. 63-89.

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Andalucía presenta un panorama de lo más complejo por la existencia de provincias que permanecieron toda la guerra en zona republicana (Almería y Jaén) o nacional (la mayor parte de Sevilla, Huelva y Cá­ diz), mientras que otras fueron ocupadas progresivamente (Málaga, Córdoba y Granada), sufriendo una constante presencia de los frentes de combate. Esto, unido a las fuertes tensiones que se venían arras­ trando y que estallaron en ambas retaguardias, explica con relativa claridad lo ocurrido. La represión republicana conoció manifestacio­ nes puntuales en aquellas zonas controladas de manera transitoria (como Huelva, Sevilla y Cádiz) y alcanzó valores mucho más elevados en Málaga, Jaén y Almería así como en las partes de Granada y Cór­ doba que permanecieron varios meses o toda la guerra bajo el domi­ nio de la República. Como haremos en las demás regiones, nos refe­ rimos de manera sintética a alguno de los casos más relevantes. Llama la atención el hecho de que en una misma provincia (Al­ mería) y en el mismo día coincidiera la muerte de dos prelados: don Diego Ventaja Milán, obispo de Almería y don Manuel Medina Ol­ mos, obispo de Guadix. Ambos ingresaron en calidad de detenidos en el buque-prisión Astoy Mendi, donde sufrieron toda clase de ve­ jámenes y del que fueron sacados para ser asesinados la noche del 28 al 29 de agosto. En la capital almeriense, a partir del 10 de agosto, los presos eran llevados del Comité a las Adoratrices, a la Cárcel Provincial o a las comisarías; de estas prisiones a los barcos y de los barcos a la muer­ te. A través de estas excarcelaciones (o sacas) realizadas por elemen­ tos al servicio del Comité de presos, fueron asesinadas alrededor de un 60 por ciento de las víctimas producidas sin juicio previo en Al­ mería durante toda la guerra. Se desarrollaron desde el 14 de agosto hasta principios de diciembre y el procedimiento fue muy parecido en todos los casos: presencia de un grupo armado en una de las cár­ celes, lectura de una lista de presos, conducción de los mismos en autobuses o camiones a los lugares
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- Vícar, 29 de agosto de 1936: 2 obispos y 10 sacerdotes - Pozo de Tabernas, 31 de agosto de 1936: 18 sacerdotes, 1 dominico, 3 hermanos de la Salle y 2 jesuitas. - Tabernas, 1 de septiembre de 1936: 5 sacerdotes. - Tabernas, 13 de septiembre de 1936: 10 sacerdotes y 2 hermanos de la Salle. - Tahal, 26 de septiembre de 1936: 4 sacerdotes. En Málaga los grupos más numerosos de eclesiásticos coinciden con las grandes sacas en la cárcel de la capital: - El 17 de agosto de 1936 fueron asesinados 9 hermanos de San Juan de Dios A las ocho de la noche, varios coches de milicianos rodeaban el Sanatorio de San José en el momento en que los religiosos servían la comida a los enfermos; uno de los hermanos logra esconderse en la huerta. Los demás, salvo el superior a quien el Comité necesitaba para seguir llevando la dirección del establecimiento, fueron asesi­ nados y después volvieron al Sanatorio en busca del evadido. - En la noche del 30 al 31 de agosto de 1936 entre los fusilados en el cementerio de Málaga se encontraban 14 sacerdotes, 3 salesianos y 1 franciscano. - El 24 de septiembre formaban parte del grupo 6 sacerdotes, 4 salesianos, 2 maristas y 3 franciscanos. La prisión provincial de Málaga fue escenario frecuente de sacas pues sufrió en agosto y septiembre de 1936 cinco asaltos y otras tan­ tas matanzas que tenían como pretexto los bombardeos efectuados previamente por la aviación nacional. El 22 de agosto, en pleno día, fueron ejecutadas unas cuarenta y seis personas, muy significadas en la derecha malagueña, una hora después de que la CAMPSA fuera bombardeada. Unas víctimas fueron seleccionadas por lista, otras al azar y todas fueron conducidas hasta el cementerio donde serían fusiladas. En la noche del 30 al 31 de agosto igualmente fueron fu­ silados en el cementerio cincuenta y tres presos seleccionados de la cárcel y cincuenta traídos Je la ciudad; el 20 Je septiembre fueron

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cuarenta y siete las víctimas (entre ellos dieciséis vecinos de Alhaurín el Grande y diecinueve Marinos), el 21, diecisiete y el 24, ciento sie­ te (entre ellas ocho señoras). Este desbordamiento debió alarmar más de lo corriente a las autoridades, que proce
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- En Fuente del Maestre, el consiliario diocesano de la Juven­ tud Masclina de Acción Católica fue asesinado el mismo día que tres franciscanos. El 10 de agosto de 1936 llegó a Fuente del Maestre un grupo de unos doscientos milicianos capitaneados por el tristemente célebre Antonio Villarroel, que, a instancias de los cabecillas locales, lleva­ ron a cabo el asesinato de un sacerdote junto a tres franciscanos y otros vecinos. Al primero, le sacaron de su domicilio siendo condu­ cido a la Parroquia en medio de un enorme griterío, de ésta le lleva­ ron al Ayuntamiento y en este trayecto recibió varios disparos que le fracturaron la clavícula. De nuevo en la Iglesia, y después de ha­ ber sido curado, fue fusilado por negarse a blasfemar y dar vivas al comumsmo. - En Guareña, fueron fusilados cuatro sacerdotes junto a numero­ sos seglares. La noche del 11 al 12 de agosto de 1936, en represalia por la ocupación de Mérida, se llevó a cabo en diversas calles y en las afue­ ras, el asesinato de sesenta y seis presos, acordado en una reunión del comité y ayuntamiento. En la provincia de Cáceres, únicamente un pueblo, Alía, permane­ ció bajo el control de la República hasta agosto de 1938. Por eso, la persecución religiosa fue algo esporádico que afectó sólo a aquellas zonas indecisas de los primeros momentos, donde se produjeron algunos asesinatos y destrucciones de templos en los que resultaba de­ cisiva la presencia de elementos foráneos que ocupaban y saqueaban los pueblos durante unos pocos días o incluso horas. El ecónomo de Carrascalejo de la.Jara, don.Justo Lozoyo López, se refugió en su pue­ blo natal, Valdelacasa, hasta que, al llegar la llamada Columna Fantas­ ma fue detenido, conducido a presencia de un consejo de responsables y condenado a ser fusilado. Al tener noticia de ello, su madre encontró ya el piquete formado, se abrazó a él suplicando clemencia y los dispa­ ros los abatieron a ambos.

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Franja central VÍCTIMAS ECLESIÁSTICAS PORCENTAJE PROVINCIA 0,11 Palencia 0,22 Burgos León Ávila Albacete Guadalajara Cuenca Ciudad Real Toledo Madrid TOTAL

0,33 1,10 2,37 5,23 5,45 11,46 18,14 55,59 100,00

Las provincias de Castilla-León quedaron en su práctica totalidad en zona nacional desde los primeros momentos de la guerra, por lo que apenas tuvieron víctimas, si se exceptúan las de Ávila (co­ marcas de Arenas de San Pedro y Cebreros) y algunas otras en el norte de León y Burgos.11 Toledo alcanza el más elevado porcen­ taje de víctimas religiosas de la región manchega mientras que en toda la franja central -y en toda España- el lugar más destacado lo ocupa Madrid, provincia en la que se superaron las 1.000 bajas. Acerca del reparto de las muertes ocurridas en esta provincia cabe precisar que un 59 por ciento de los sacerdotes, religiosos y reli­ giosas asesinados en Madrid en fecha conocida lo fueron en los meses anteriores a las matanzas de Paracuellos del J arama, el 29 por ciento pereció en este lugar y sólo un 3 por ciento encontró la muerte una vez que se interrumpieron estas sacas masivas y hasta el final de la guerra. Por lo tanto, cuando tuvieron lugar los suce­ sos de Paracuellos, ya había sido eliminado un número muy im­ portante de eclesiásticos mientras que buena parte de los que que­ daban en las cárceles porque habían sobrevivido a los paseos y a 11 Las dos muertes que aparecen en Palencia se produjeron en octubre de 1934.

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las sacas del período anterior, fueron literalmente exterminados en noviembre de 1936. Entre julio y octubre merecen especial reseña los siguientes nú­ cleos de eclesiásticos muertos en la misma fecha en Madrid y su provincia: - 9 religiosos pasionistas procedentes de Daimiel (Ciudad Real) y asesinados en Carabanchel Bajo (23 de julio de 1936). - 7 oblatos de María Inmaculada sacados de Pozuelo de Alar­ eón y fusilados en un lugar desconocido de las cercanías (24 de julio). - 10 hermanos de las Escuelas Cristianas fusilados en su propia casa en el pueblo de Griñón (28 de julio). - 7 claretianos procedentes de Ciudad Real (30 de julio). Al llegar a la estación fueron denunciados por un miliciano; nue­ ve de los claretianos fueron detenidos y sometidos a interrogatorio a consecuencia del cual fueron asesinados horas más tarde en el Alto del Arenal (Vallecas) dos de ellos. La misma noche cayeron acribi­ llados en el cementerio del Este los restantes. - También es probable que perecieran en un único grupo siete hermanos de las Escuelas Cristianas el mismo día. - El obispo de Jaén y 8 sacerdotes que formaban parte de las víctimas de las expediciones de presos que fueron trasladados a Madrid en los llamados «trenes de la muerte». En dicha ciudad, la Catedral fue habilitada para albergar a más de ochocientos detenidos. Esta numerosa e incómoda presencia de­ terminó a las autoridades provinciales a ordenar la salida de dos ex­ pediciones con destino a Madrid. La primera de ellas partió el 11 de agosto y a su llegada a la estación de Atocha fueron asesinadas once destacadas personalidades de la vida pública jienense. Setenta y dos presos, heridos durante el trayecto, debieron recibir asistencia mé­ dica. El 12 de agosto, unos doscientos reclusos (a los que se incor­ porarían otros durante el camino) partieron en tren y al llegar a Va­ llecas los efectivos de la Guardia Civil, que custodiaban a los presos,

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optaron por dejarlos en manos de una avalancha de milicianos que asesinaron a unos doscientos de ellos. - 9 mercedarios (24 de agosto). - En Boadilla del Monte fueron fusilados 12 hermanos de San Juan de Dios procedentes del asilo benéfico de Carabanchel Alto (1 de septiembre). Llama también la atención la presencia de religiosas, que en va­ rios casos también perecieron en grupos numerosos: - En la madrugada del 13 de agosto fueron fusiladas en Puerta de Hierro cinco Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que habían sido sacadas poco antes de una pensión de la calle Arenal, en donde se habían refugiado. - El 10 de noviembre, en fechas próximas al holocausto de Pa­ racuellos pero en un lugar diferente, las tapias del Cementerio del Este, eran asesinadas 23 adoratrices. - El 18 de noviembre, 7 salesas de la Visitación. Por referirnos a lo ocurrido en algunas de las provincias de esta zona, podemos señalar que casi todos los pueblos de Ávila estuvie­ ron inicialmente en manos de los puestos locales de la Guardia Ci­ vil, pero algunas comarcas permanecieron hasta el mes de octubre de 1936 bajo control de las milicias republicanas y se produjo la muerte violenta de una veintena de eclesiásticos. Cabe resaltar el caso del coadjutor de Cebreros, don Zacarías Martín, que fue saca­ do de la cárcel de este pueblo junto con otros 45 vecinos, a quienes asesinaron en el término de Pelayos de la Presa (Madrid) y, entre los seglares caídos en la zona de Arenas de San Pedro, el diputado de Acción Popular por Toledo, Dimas Madariaga, infatigable propa­ gandista del obrerismo católico. En la provincia de Ciudad Real fueron varias las ocasiones en que perecieron numerosos eclesiásticos juntos, esto se debe espe­ cialmente a los numerosos religiosos que se habían visto obligados en los primeros momentos a abandonar sus conventos y a empren­ der viajes que, en ocasiones, serían interrumpidos por la muerte. Se-

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gún el recuento de Francisco Alía, el total de religiosos de las co­ munidades de esta provincia asesinados fueron 113, de los que 96 lo fueron en la provincia y 17 fuera de ella. 12 Entre los grupos más numerosos pueden citarse: - 5 franciscanos fusilados en Alcázar de San Juan (25 de julio de 1936). - 5 trinitarios, en la misma ciudad (27 de julio). - 14 claretianos de Ciudad Real fusilados en Fernán Caballero (28 de julio). - 3 dominicos y 3 sacerdotes muertos en Manzanares (8 de agosto). - 15 dominicos de Almagro asesinados allí (14 de agosto). - 20 franciscanos de Consuegra (Toledo) asesinados en Fuente el Fresno (16 de agosto). - 3 sacerdotes y 5 hermanos de la doctrina cristiana proceden­ tes de Santa Cruz de Mudela y fusilados en Valdepeñas ( 19 de agosto). - 6 pasionistas de Daimiel, conducidos a la muerte en Manza­ nares el 23 de julio y otros 6, el 23 de octubre. En la capital, como ya el 22 de julio los presos llenaban la cárcel, se hizo necesario habilitar otro edificio como prisión y se empleó el Seminario. En la noche del 24 al 25 se acordó en el Gobierno Civil la incautación de iglesias y conventos y el 25 quedaron suspendidos los cultos y se iniciaba el saqueo. El obispo quedó recluido en su domicilio. En cambio, con los religiosos, la norma general que se practicó fue su evacuación, decidida por el gobernador civil. Des­ pués del fracaso de la expedición militar a Cáceres (que fue derrota­ da en Villamesías el 2 de agosto), se generalizaron los saqueos, ex­ poliaciones y asesinatos: el 11 de agosto eran fusilados treinta y cuatro presos traídos en camiones desde la comarca de Alcázar de San Juan y el 22, el obispo, don Narciso de Esténaga y su capellán, Francisco Alía Miranda, La guerra civil en retaguardia: conflicto y revolución en la provincia de Ciudad Real, 1936-1939, Diputación Provincial, Ciudad Real, 1994, p. 238. 12

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don Julio Melgar Salgado, quien, a pesar de que los milicianos le dijeron que con él no iba nada, no quiso separarse del obispo y su­ bió también al coche. Tras una ligera tregua, el terror se recrudece desde mediados de agosto. Ahora se llevaba a las víctimas al cementerio de Carrión de Calatrava a once kilómetros de la capital y, cuando el terreno resultó insuficiente para dar sepultura a los cadáveres, comenzaron a arro­ jarlos al fondo de un pozo. De esta manera se puede decir que la provincia de Ciudad Real se dividió en zonas, cada una de las cuales tenía un lugar donde cometer los crímenes: la capital y su comarca enviaba sus víctimas a Carrión de Calatrava, los de la parte sur em­ pleaban el cementerio de Valdepeñas y los lindantes con Toledo la mina de Camuñas, donde había un pozo de más de cincuenta me­ tros de profundidad, en el que fueron enterrados los cadáveres de los asesinados en los pueblos limítrofes. Se llevaban víctimas no sólo de Herencia, Puerto Lápice y Camuñas, sino de Consuegra y Ma­ dridejos, en la provincia de Toledo. Algunos condenados fueron arrojados vivos. El obispo de Cuenca era don Cruz Laplana Laguna quien, al co­ menzar la guerra, se mostró dispuesto a permanecer entre sus feli­ greses, algo que reiteró siempre que se le propuso la evasión. Fue detenido a finales de julio y el 9 de agosto asesinado junto a su fami­ liar, don Fernando Español, que no había querido separarse de él. En esta provincia, también son varios los grupos en los que coinci­ den eclesiásticos: - La noche del 27 al 28 de julio
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Uno de los seglares pudo huir y salvarse. Los otros religiosos de la comunidad murieron en diversas circunstancias, a veces sin esclare­ cer, hasta el punto de que sólo hubo dos supervivientes de los trece que la formaban. - El 9 de agosto murieron en Cuenca 2 sacerdotes y un reden­ torista y al día siguiente 4 sacerdotes y un redentorista y el 21 de septiembre, en la misma ciudad, 2 sacerdotes y 2 agusti­ nos. Los cuatro trinitarios apresados en Belmonte fueron conducidos a C:uenca el 31 de julio y allí estuvieron en la Prisión Provincial hasta el 20 de septiembre, día en que fueron puestos en libertad al mismo tiempo que se hacía a los milicianos la advertencia de que montaran guardia para detenerlos nuevamente y fusilarlos. Encerrados en la cárcel de la Hacienda Vieja, fueron asesinados cuatro días después. Don Eustaquio Nieto Martín, Obispo de Sigüenza (Guadalajara), fue maltratado por los milicianos llegados de Madrid pero algunos de sus feligreses lograron que pudiera reintegrarse a su residencia, donde rechazó todo proyecto de evasión. El 28 de julio le llevaron en automóvil en dirección a Alcolea del Pinar, donde fue asesinado y después rociado su cadáver con gasolina, a la que prendieron fue­ go. Una turba de comunistas, muy bien armados y apoyados por las autoridades de Guadalajara, instigados por una brigada de milicia­ nos de Alicante, asaltaron hacia las cuatro de la tarde del 6 de di­ ciembre la Prisión Central, sirviéndoles de pretexto un previo bom­ bardeo a la capital por parte de la aviación nacional. Primeramente, cerraron los dormitorios para que no pudieran defenderse sus víc­ timas. Entraban luego en ellos y sacaban a todos los presos, uno a uno, acompañado cada uno de ellos por un miliciano. Los llevaban al recinto de la Prisión y allí los fusilaban dejando los cadáveres en el suelo. Los presos de los dormitorios 2 y 3 que se resistieron, obs­ truyendo la entrada, no cayeron en sus manos hasta muy entrada la noche y fueron asesinados en las mismas galerías de la prisión. La matanza duró toda la tarde y la noche de aquel domingo. El total de víctimas se sitúa cerca de las trescientas ( entre ellas unos treinta sa ccrdotes y religiosos)

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LA CRUZ, EL PERDÓN Y LA GLORIA

Cataluña y Levante VíC11MAS ECLESIÁSTICAS PORCENTAJE PROVINCIA Baleares Murcia Alicante Gerona Tarragona Castellón Lérida Barcelona Valencia TOTAL

2,0 2,0 3,0 8,0 10,0 11,0 14,0 32,0 18,0 100,00

Cataluña constituye uno de los pulmones de la retaguardia frentepo­ pulista y, por tanto, su comportamiento sigue el modelo represivo característico de las provincias de Levante, Andalucía oriental y el centro, que permanecieron bajo el control de la República hasta 1939. En Cataluña se sitúa el núcleo en que la represión ocasionó, después de Madrid, un número más elevado de víctimas (Barcelo­ na), y en esta región se solaparon de dos procesos, el revolucionario y el autonomista, cada uno de los cuales incidió muy negativamente sobre los desafectos a través de la actuación de las patrullas y de los tribunales populares. Puede señalarse también cómo esta actividad represiva se prolongó con los intentos del Gobierno de la República de recuperar el control de la situación a lo largo de 193 7 (sucesos de mayo) y 1938 (intervenciones del SIM, policías secretas, checas ... ), y tuvo rebrotes en los momentos previos a la llegada del Ejército Nacional. Entre los miles de víctimas cabe citar al obispo de Barce­ lona, don Manuel Irurita Almandoz; al de Lérida, don Silvio Huix Miralpeix y al auxiliar de la Archidiócesis de Tarragona, don Ma­ nuel Borrás Ferrer. La región mediterránea (Castellón, Valencia y Alicante, islas Baleares y Murcia) quedó, desde el comienzo de la guerra, en zona republicana, con excepción del enclave de Mallorca, que no pudo ser abatido por el desembarco de Bayo en 1936, por eso nos en-

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contramos ante uno de los vértices del triángulo que define los valores más altos alcanzados por la represión republicana: Madrid, Barcelona y Valencia. Elementos característicos serían la persecu­ ción religiosa (que alcanzó proporciones muy elevadas en las dió­ cesis levantinas) y las matanzas de militares y oficiales de Marina en Mahón y Cartagena. En líneas generales nos encontramos ante una violencia de tipo revolucionario, concentrada en los meses de agosto a noviembre de 1936 y en la que los paseos coinciden en el tiempo con grandes sacas y matanzas en las cárceles. Por citar un caso, el obispo de Segorbe, don Miguel Serra Sucarrats fue dete­ nido en una casa particular el 27 de julio y el 9 de agosto, asesina­ do en el cementerio de Vall de Uxó en unión del vicario general, don Marcelino Blasco Palomar, dos franciscanos y tres carmelitas descalzos. La provincia de Valencia, con un número de víctimas superior a 500, fue una de las que resultaron más castigados por la persecución religiosa, y también son varios los días en los que se concentra la muerte de sacerdotes y religiosos: - 12 agustinos procedentes de Caudete y fusilados en Fuente la Higuera (5 de agosto de 1936). - 6 franciscanos muertos en Chelva (9 de agosto de 1936). - 9 hermanos de San Juan de Dios muertos en Cabañal (4 de octubre de 1936). - Especialmente significativos son los grupos de religiosas: 9 carmelitas de la Caridad de Collera asesinadas en Valencia (19 de agosto de 1936). 15 hermanas de la Doctrina Cristiana procedentes de Mislata y fusiladas en Paterna (20 de noviem­ bre). 11 carmelitas de la Caridad de Valencia asesinadas tam­ bién en Paterna (24 de noviembre). Entre las bajas de la provincia de Alicante se encuentra el admi­ nistrador apostólico de la diócesis de Orihuela, don Juan de Dios Ponce y Pozo, que fue sacado de la cárcel de la citada ciudad junto a otros nueve sacerdotes, y todos fueron fusilados en el cementerio de Elche el 30 de noviembre. En las muertes ocasionadas en Baleares, llama la atención su gran concentración en unos pocos lugares y en fechas muy con-

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LA CRUZ, EL PERDÓN Y LA GLORIA

cretas: el 95 por ciento de las víctimas eclesiásticas cayeron en las dos grandes matanzas que tuvieron lugar en el Castillo de Ibiza (13 de septiembre de 1936) y en Mahón (18/19 de noviembre de 1936). El 13 septiembre, al mediodía, aparecieron sobrc Ibiza tres trimotores nacionales de la base de Mallorca que arrojaron varias bombas sobre la ciudad, los republicanos pensaron en embarcar seguidamente, como lo hicieron pcr la noche en uaa motora y varios veleros, pero antes de march.use, a eso de laf nueve de la noche decidieron asesinar a todos los presos, y como algunos es­ taban en la prisión los trasladaron al Castillo. Una v=.z allí, como todos estaban en una misma sala, pusieron ametralladoras en la puerta y en las ventanas y comenzaron a disparar y a arrojar bombas de mano asesinando a noventa y seis (entre ellos, diecio­ cho sacerdotes). En Menorca, y sirviendo también como pretexto la represalia de un bombardeo, alegaron tener permiso de la autoridad militar y entraron en el barco-prisión Atlante, llevando a cabo la ejecu­ ción de militares, civiles y sacerdotes. Las víctimas eran sacadas del barco después de leer sus nombres y fusiladas en el muelle del puerto de Mahón ( Cala Figuera) o en el cementerio de Villa Car­ los. Resultaron muertos treinta y siete sacerdotes sobre un total de setenta y siete. Aragón VÍCTIMAS ECLESIÁSTICAS PROVINCIA Zaragoza Teruel Huesca TOTAL

PORCENTAJE

5,00 27,00 68,00 100,00

Una vez superada la indecisión de los primeros momentos, la re­ gión aragonesa quedó dividida entre los dos bandos. En la zona sometida a control de los republicanos, el derramamiento de san-

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gre entre los eclesiásticos fue muy abundante debido, en buena medida, a lo ocurrido en Barbastro (Huesca), ciudad en la que los eclesiásticos suponen casi la mitad de las muertes causadas por los revolucionarios. Aquí, una vez asegurada la situación a favor de la República, se iniciaron las detenciones. En la tarde del día 20 tuvo lugar la invasión del teologado daretiano y los religiosos fueron trasladados a la cárcel municipal, donde ya se encontraba un nú­ mero de prisioneros superior a su capacidad. El 23 de julio, el obispo sería llevado a los Escolapios en calidad de detenido. Des­ de primeros de agosto, se empezó a matar sistemáticamente a sa­ cerdotes, religiosos y seglares, como es el caso del gitano Ceferino Jiménez, el «Pelé». El obispo, don Florentino Asensio Barroso, que había sido detenido el 19 de julio, después de prestar declara­ ción los días 4 y 8 de agosto fue trasladado a la cárcel, extraído de la misma al día siguiente, sometido a torturas y mutilaciones y ase­ sinado. En Graus (Huesca) habían sido reunidos los sacerdotes proce­ dentes de diversas parroquias, buscados y detenidos uno a uno. El otro lugar de concentración de numerosos sacerdotes que ejer­ cían su ministerio en el valle de Benasque fue el Ayuntamiento de Castejón de Sos. Unos cincuenta de ellos fueron ejecutados, en su mayoría en el cementerio de Graus, en diversos grupos o aislada­ mente. En Caspe (Zaragoza) murieron 9 sacerdotes y 1 seminarista aun­ que en días distintos, hechos que hay que poner en relación con las duras represalias desencadenadas por los republicanos en dicha lo­ calidad. El 19 de julio de 193 6 los sublevados habían proclamado el estado de guerra, logrando concentrar hacia el día 21 a unos cuaren­ ta guardias civiles auxiliados por doscientos paisanos. La resistencia a las fuerzas que avanzaban desde Cataluña al mando de Durruti y Pérez Farrás fue durísima, pero no logró evitar la ocupación defini­ tiva el mediodía del 25 de julio. Ese mismo día comenzaron los ase­ sinatos, que causaron en torno al centenar de muertes entre julio de 1936 y febrero de 1937. Con ocasión de la ofensiva sobre Zaragoza en agosto de 193 7, el Ejército Popular ocupó algunas poblaciones y en todas ellas se reprodujeron las habituales escenas sacrílegas: en Mediana fue

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LA CRUZ, EL PERDÓN Y LA GLORIA

totalmente saqueada la iglesia y ermita y se robaron los ornamen tos y objetos religiosos. En Quinto, la parroquia y ermitas fueron saqueadas y todo robado o quemado; también el cementerio fue profanado. En Codo, la Parroquia fue completamente saqueada y mutilada y todo lo perteneciente al culto, robado y quemado. En Belchite, todas las iglesias, ermitas, el convento de Dominicas y el Seminario Menor fueron saqueados, profanados y resultaron to­ talmente destruidos. Tampoco faltaron los asesinatos. En Quinto, el capellán, don Juan Gimeno Ruiz, fue detenido en una posición junto a ocho militares y todos serían inmediatamente fusilados (24 de agosto de 1937). Entre las víctimas de Codo se cuenta Joaquín Figa, seminarista encuadrado en el Tercio de Montserrat, que fue fusilado junto a sus compañeros, que no habían podido evacuar el pueblo. Al romper el cerco del Seminario de Belchite fue hecho prisionero, entre otros, el capellán del Tercio de Almogávares, don Julián Lou Miñana, a quien fusilaron en Híjar (Teruel) junto a otros miembros�e la misma unidad y a la enfermera Agustina Si­ món Sanz, que se había distinguido por su entrega al servicio a los heridos durante el asedio: Al iniciarse el ataque y apreciarse su importancia, el jefe del Tercio pro­ puso a Agustina Simón que marchase a Zaragoza, rehusando ésta con to­ da energía, al tiempo que contestaba: «Ahora más que nunca se necesitan mis servicios, y para esto he venido a primera línea». Cercado el Semina­ rio, pronto se hizo la lucha terriblemente encarnizada, supliendo el he­ roísmo de los defensores su gran inferioridad en número y elementos de combate. A todas partes acudía Agustina Simón, animando a los comba­ tientes con vivas y cantos patrióticos, ayudando a cargar las armas, cu­ rando a los heridos, asistiendo a los moribundos y siendo, en una palabra, el ángel tutelar de aquellos heroicos luchadores. Muertos o heridos la mayoría de éstos, derruido el edifico y aplastado materialmente por la su­ perioridad marxista, fueron hechos prisioneros los escasos supervivientes de aquella hazaña inmortal. Y, entre ellos, estaba Agustina Simón Sanz. Compareció ante las autoridades marxistas con un temple magnífico de raza; declaró ser católica y carlista; rechazó los alimentos que le ofrecían, porque «no quería recibir nada de ellos»; se negó rotundamente a pres­ tarles sus servicios de enfermera, a pesar de las amenazas de muerte. Co­ mo consecuencia de esta violenta actitud de resistencia, Agustina Simón

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Sanz fue condenada a muerte. A 15 kilómetros de Belchite, en unión
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LA CRUZ, EL PERDÓN Y LA GLORIA

tares italianos y alemanes fueron separados del resto en San Juan de las Abadesas y, finalmente, trasladados a Pont de Molíns (Gerona). Aquí, el 6 de febrero, los guardianes fraguaban un plan para llegar a la frontera con los prisioneros y ponerlos allí en libertad, pero lle­ gó una orden del Gobierno de Negrín disponiendo el traslado a la zona centro. Al día siguiente, apareció un camión con soldados a las órdenes del comandante Pedro Díaz, un comisario político, un te­ niente y varios subalternos (es decir, una fuerza armada pertenecien­ te a la Brigada Líster, debidamente encuadrada y mandada por ele­ mentos militares) y se hicieron cargo de los presos alegando un presunto traslado a Rosas. En realidad fueron llevados, en dos ex­ pediciones, al lugar conocido como Correch de Can Tretze, pasados por las armas e incinerados. Las víctimas fueron 42; entre las que pudieron seri'ctentificadas procedentes de Teruel se encontraban el obispo, su vicario general don Felipe Ripoll, el canónigo de Albarra­ cín, don Javier García Blasco, el coronel Rey D'Harcourt, el teniente coronel don José Pérez Hoyo y el alférez retirado Damián Adalid Blanque.

Franja norte VÍCTIMAS ECLESIÁSTICAS PROVINCIA

PORCENTAJE

La Coruña Álava

0,30

Guipúzcoa

1,78 16,32

Vizcaya Asturias Cantabria TOTAL

0,59

34,42 46,59 100,00

Varias fueron las provincias del norte que se vieron afectadas por la persecución: Asturias (entre cuyas víctimas se incluyen las produci­ das con ocasión de la Revolución de Octubre), Cantabria (donde todo adquirió un carácter auténticamente sistemático y premedita­ do, como prueba el asalto al Barco-prisión Al/ansa Pérez el 27 de

REVOLUCIÓN Y PERSECUCIÚN RELIGIOSA

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diciembre de 1936), Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Estas últimas (in­ tegradas en la diócesis de Vitoria) representan sin duda un caso sin­ gular, pues era el único lugar de la España republicana donde algu­ nos sacerdotes seguían ejerciendo su ministerio, el culto se desarrollaba con cierta normalidad, los capellanes acompañaban al ejército y la organización eclesiástica no sufrió gran quebranto. Sin embargo, nada de esto impidió el asesinato de unos 60 sacer­ dotes y religiosos, hecho que se ha atribuido a los representantes del Frente Popular pero que pone de manifiesto la ambigüedad de la postura de los nacionalistas, que prestaron cobertura a estas actuaciones. Como respuesta al documento dirigido al Papa por un grupo que se definía como representantes del clero vasco de la diócesis de Vitoria, sometido al Gobierno de Euzkadi, el cabildo de la Catedral de Vitoria precisaba lo siguiente en una carta enviada al cardenal Gomá: 1 º. La inmensa mayoría de los sacerdotes se ha visto obligada a ves­ tir de seglar aun en el mismo Bilbao; 2 ° . Muchos han sido vejados, perseguidos y encarcelados sin proceso ni juicio alguno; 3 º. Muchos han sido asesinados, sin que se sepa de castigo alguno impuesto a los culpables; 4 º . Las casas de no pocos de ellos han sido allanadas y saqueadas a cualquier hora del día y de la noche; 5 ° . No se ha lleva­ do públicamente el Santo Viático, ni se han conducido solemnemen­ te los cadáveres, fuera de algunos de personas destacadas, contras­ tando esto con la asistencia de autoridades vascas a una porción de entierros civiles de jefes de milicianos muertos en el frente; 6 °. Ape­ nas ha habido cultos vespertinos ni predicación en muchas iglesias; 7 ° . Las mujeres han tenido que acudir a ellos y llevar la mantilla puesta por las calles, so pena de ser insultadas groseramente. 8 º . Las iglesias han estado contra costumbre cerradas durante gran parte del día; 9 º . Bastantes han sido convertidas en almacenes de víveres, cuarteles, salas de baile y hasta prostíbulos, como las de Ubidea y Ochandiano, etc., no disponiendo algunas poblaciones ni de las pre­ cisas para satisfacer la piedad de los fieles; 10 º . Se han proferido blasfemias horribles, procaces dicterios contra la Iglesia y las jerar­ quías católicas desde la emisora del Gobierno vasco, establecida en el mismo palacio presidencial. Junto a estos hechos, ¿qué significa la apertura de un seminario, la exención de los sacerdotes del cum-

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LA CRUZ, EL PERDÓN Y LA GLORIA

plimiento de las leyes militares y algunos otros, de más apariencia que realidad? 14 Volviendo al reparto de víctimas en toda España, los porcentajes entre clero secular, regular y religiosas no son homogéneos, como puede verse en el siguiente cuadro:

Clero secular

Aragón Cataluña 60,67

Clero regular

36,91

44,38

27,46

41,84

22,73

2,23

5,57

7,43

0,3

0,82

Grupo

Religiosas

Centro

Levante

Norte

Sur

50,06

65,11

57,87

76,44

En todas las regiones predominan los asesinatos de sacerdotes seculares, mientras que el númtro de religiosos resulta especialmente elevado en el Centro, Aragón-Cataluña y el Norte. En el primer caso, esto se explica por las matanzas de Paracuellos y por las comunidades de frailes del mismo Madrid y diversos pueblos, sobre todo de Toledo y Ciudad Real, que fueron eliminadas en su práctica totalidad (Toledo capital, Alcázar de San Juan, Manzanares, Daimiel...). En Aragón y Cataluña hay que referirse a lo ocurrido en Barbastro, Barcelona, Lérida y Cervera pues sólo en estas cuatro localidades se concentra el 53 por ciento de los religiosos asesinados en toda la región. En el norte fueron Santander y Gijón las ciudades más castigadas, mientras que el resto de las víctimas fueron muy dispersas. Las regiones en que fusilaron a más religiosas fueron Madrid (con la práctica totalidad de los casos ocurridos en la zona centro) y Valencia, donde los sucesos fueron realmente trágicos pues, dejando a un lado las muertes aisladas, fueron exterminados varios grupos de monjas. Por el contrario, en las provincias del Norte y del Sur, el porcentaje de religiosas sobre el total de víctimas eclesiásticas no llega al 1 por ciento. Para buscar el impacto de la persecución sobre el clero secular, podemos valorar las pérdidas no ya por provincias sino por diócesis,

14

ABC, Sevilla, 9 de julio de 1937.

R.EVOLUCJ(JN Y PERSECUCI,)N RELIGIOS:\

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como se hace en el siguiente cuadro, prescindiendo de aquellas demar­ caciones en que el número de víctimas fue muy bajo:

Zona Andalucía y Extrcmadura Aragón Cataluña Franja central Levante Norte

Sacerdotes muertos (diócesis con más de 20 víctimas)

Clero incardinado

Porcentaje

534

2.836

18,83

282 1.536 899 575 252

1.384 5.144 3 .211 2.305 3.760

20,38 29,86 28,00 24,95 6,70

Como ya vimos, en Cataluña y la región levantina es donde las víctimas eclesiásticas alcanzan un porcentaje más elevado sobre el total de bajas ocasionadas por la represión, el norte se sitúa en una posición intermedia, mientras que en el sur y en la franja central los valores son aún más bajos. Las diócesis que perdieron un número más elevado de sus efectivos sacerdotales, por encima o en torno al 50 por ciento, fueron Barbastro, Lérida, Tortosa, Segorbe, Menorca y Toledo. Para toda España, puede verse el reparto cronológico de las muertes de eclesiásticos en el cuadro que ofrecemos en la página siguiente, elaborado a partir de aquellos casos en los que conocemos la fecha. El momento en que se sitúa el máximo de víctimas oscila, según las zonas, entre los diversos meses del verano y el otoño de 1936, pero en la mayoría de las provincias fue agosto el que concentra las cifras más elevadas. Como excepciones, en Murcia y Vascongadas el mes en el que tuvieron lugar más muertes de eclesiásticos fue oc­ tubre y en Baleares, noviembre, mientras que en Cantabria sería en diciembre y en Vizcaya en enero de 1937. Todos estos máximos hay que ponerlos en relación con otros tantos episodios represivos ocu­ rridos en dichas fechas.

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LA CRUZ, EL PERDÓN Y LA GLORJA Fecha octubre-1934

Víctimas 37

jul-36 ago-36 sep-36 oct-36 nov-36 dic-36

986 2.216 1.091 586 597 251

Total 1936

5.727

ene-37 feb-37 mar-37 abr-37 may-37 Resto-1937

68 24 35 24 21 44

Total 1937 Total 1938 Total 1939

216 48 17

Porcentaje 0,61

94,74

3,57 0,79 0,28

A partir de diciembre de 1936 y de los primeros meses de 1937 hay un descenso progresivo del número de víctimas y, desde mayo de ese mismo año hasta el final de la guerra, las cifras de eclesiásticos asesinados son ya muy reducidas aunque ello no quiere decir que ter­ minara la persecución sino que se orientó hacia otras formas. En todo caso, entre junio de 1937 y marzo de 1939 hemos documentado un centenar de muertes ocasionadas muchas veces entre eclesiásticos, movilizados forzosamente y asesinados durante su estancia en los fren­ tes, o entre presos ejecutados por el Ejército Popular. Por último, conviene precisar -como manifestación del conte­ nido específicamente antirreligioso de esta persecución- que, en muchísimos casos, se desarrolló con gran crueldad y que la finalidad de estos malos tratos cuando se aplicaban a sacerdotes y religiosos era, en muchas ocasiones, arrancarles blasfemias. Otro dato que cabe interpretar en el mismo sentido son las ejecuciones en masa, sin dis­ criminación de sexo, edad o condición de las víctimas y, por supues­ to, sin que aparezca en ellas ningún elemento político o social que pudiera explicarlas. Algunos de los casos más notables son el exter-

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minio del teologado claretiano de Barbastro, al que ya hemos aludi­ do, los setenta y cuatro sacerdotes fusilados en el cementerio de Lé­ rida en la noche del 20 al 21 de agosto de 1936, los noventa y un religiosos (maristas, gabrielistas y monjes de Montserrat) fusilados en Barcelona, o los quince hermanos de San Juan de Dios inmolados por no haber querido abandonar a sus enfermos del Hospital Marí­ timo de Calafell. Los edificios destinados al culto (iglesias, ermitas y conventos) fueron por regla general convertidos en cárceles, casas del pueblo, almacenes, garajes, cuadras, etc., y sufrieron daños de diversa consi­ deración, aunque en su mayoría reparables. Pero el contenido de esos templos fue saqueado y quemado entre escenas sacrílegas, bur­ las, profanaciones, parodias de las ceremonias religiosas y realiza­ ción de hechos incalificables con las imágenes. El Santísimo Sacra­ mento, que en muchas ocasiones había podido ser consumido con reverencia, se convirtió en otras en objetivo preferente. Esta vandá­ lica proscripción de todo lo sagrado llevó a Antonio Montero a ha­ blar de un auténtico martirio de las cosas: Quien destroza una imagen de la Virgen, quema un retablo o pisotea unos corporales, difícilmente puede escudarse en reivindicaciones cla­ sistas o imperativos de guerra. No hay duda de que eso que hemos ve­ nido llamando «persecución religiosa» se nos muestra más plásticamen­ te en millares de templos destruidos, Cristos mutilados y parodias sacrílegas, que en las ráfagas del paredón nocturno, donde podían mezclarse con los justos algunos o muchos pecadores [. .. ] Aunque les falte a los objetos inanimados la condición indispensable de padecer consciente y libremente, resalta, en cambio, en su aniquilamiento el odio a lo que está detrás, a Dios, que representan, o, al menos, a la fe humana en ese Dios y en la Iglesia por Él fundada. 15

Pero este proceso no tuvo nada de espontáneo y, además, fue objeto del refrendo gubernamental con una serie
Antonio Montero Moreno, op. cit., p. 627.

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provocó situaciones tan dramáticas como la que se vivió en el Hos­ pital-Asilo de San José, de Carabanchel Alto (Madrid), regido por los Hermanos
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Enrique de Arfe que ya estaba desmontada, así como los cuadros de la Catedral.

REFERENCIAS RELIGIOSAS EN LA GUERRA CIVIL

Frente a la revolución, el Alzamiento Nacional manifestó la capaci­ dad de resistencia de buena parte de la sociedad española ante la utilización del Estado al servicio de unos proyectos utópicos en los que, además, luchaban por la hegemonía tres tendencias distintas: anarquistas, socialistas y comunistas. No fue el Alzamiento exclusivamente un golpe militar. No sola­ mente no tuvo ninguna relación con los clásicos pronunciamientos (que fueron choques de liberales contra liberales, pugnas entre par­ tidos del mismo régimen), sino que fue el cierre definitivo de la era de los pronunciamientos en la historia de España. La razón estriba, por una parte, en la indiscutible veta popular del 18 de julio, que tuvo una magnífica expresión en la movilización de voluntarios que se produjo en zona nacional a través de las Banderas de Falange y los Tercios de Requetés, y en fenómenos como el de los Alféreces Provisionales, jóvenes procedentes de los estudios universitarios y de las Escuelas especializadas, en la plenitud de su formación intelec­ tual y profesional, que se ofrecieron al Ejército para ser oficiales del mismo. Las siguientes palabras del cardenal Gomá son una descrip­ ción difícilmente superable de la entraña religiosa del Movimiento: Lo que sí podemos afirmar, porque somos testigos de ello, es que, al pronunciarse una parte del ejército contra el viejo estado de cosas, el alma nacional se sintió profundamente percutida y se incorporó, en co­ rriente profunda y vasta, al movimiento militar; primero, con la simpa­ tía y el anhelo con que se ve surgir una esperanza de salvación, y luego, con la aportación de entusiastas milicias nacionales, de toda tendencia política, que ofrecieron, sin tasa ni pactos, su concurso al ejército, dan­ do generosamente vidas y haciendas, para que el movimiento inicial no fracasara. Y no fracasó -lo hemos oído de militares prestigiosos­ precisamente por el concurso armado de las milicias nacionales. Es preciso haber vivido aquellos días de la primera quincena de agosto en esta Navarra que, con una población de 320.000 habitantes,

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puso en pie de guerra más de 40.000 voluntarios, casi la totalidad de los hombres útiles para las armas, que dejando las parvas en sus eras y que mujeres y niños levantaran las cosechas, partieron para los frentes de batalla sin más ideal que la defensa de su religión y de la patria. Fue­ ron, primero, a guerrear por Dios; y hará un gran bien a España quien recoja, como en antología heroica, los episodios múltiples del alista­ miento en esta Navarra que, como fue en otros tiempos madre de rei­ nos, ha sido hoy el corazón de donde ha irradiado a toda nuestra tierra la emoción y la fuerza de los momentos trascendentales de la historia. Al compás de Navarra se ha levantado potente el espíritu español en las demás regiones no sometidas de primer golpe a los ejércitos gu­ bernamentales. Aragón, Castilla la Vieja, León y Andalucía han aporta­ do grandes contingentes de milicias que, bajo las diversas denomina­ ciones de las viejas organizaciones políticas, se han solidarizado, en un todo compacto, con el ejército nacional. Y en todos los frentes se ha visto alzarse la Hostia Divina en el santo sacrificio, y se han purificado las conciencias por la confesión de millares de jóvenes soldados, y mientras callaban las armas resonaba en los campamentos la plegaria colectiva del Santo Rosario. En ciudades y aldeas se ha podido observar una profunda reacción religiosa de la que no hemos visto ejemplo igual. Es que la Religión y la Patria --«arae et foci»-- estaban en gravísi­ mo peligro, llevadas al borde del abismo por una política totalmente en pugna con el sentir nacional y con nuestra historia. Por esto la reacción fue más viva donde mejor se conservaba el espíritu de religión y de pa­ tria. Y por esto logró este movimiento el matiz religioso que se ha ma­ nifestado en los campamentos de nuestras milicias, en las insignias sa­ gradas que ostentan los combatientes y en la explosión del entusiasmo religioso de las multitudes de retaguardia. 17

Para acabar concluyendo que si la contienda actual aparecía ex­ ternamente como Guerra Civil «en el fondo debe reconocerse en ella un espíritu de verdadera cruzada en pro de la religión católica, cuya savia ha vivificado durante siglos la historia de España y ha consti­ tuido como la médula de su organización y de su vida». La enorme superioridad material de las fuerzas de que disponía el Gobierno habría ahogado físicamente una simple rebeldía militar. 17

El caso de España (23 de noviembre de 1936), cit. en La Guerra de Libera­

ción, op. cit., pp. 78-80.

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Hubo, por el contrario, en el Alzamiento un factor moral y religioso, un impulso nacional y popular tan auténtico que por eso resultó tan poderoso, a pesar de su inferioridad en elementos materiales. Si lo anti-religioso era lo que daba su rasgo característico a las huestes del Frente Popular, lo religioso iba a dar el carácter de Cruzada a la contraofensiva de la España nacional. Rara vez había sostenido España una guerra que no tuviese carácter teológico; pero puede decirse que ni cuando se enfrentó con los mu­ sulmanes en Simancas y en las Navas, ni cuando puso en fuga a los paganos en Otumba, ni cuando se luchó contra los protestantes en Mühlberg, ni cuando aniquiló en Lepanto la flota otomana, procedió movida por intenciones tan profundamente religiosas y encendida el alma con tan puros fervores como cuando salió a enfrentarse en So­ mosierra y en Belchite, en los campos de Extremadura y en las orillas del Ebro contra los martirizadores de cristianos, los asesinos de sa­ cerdotes y los quemadores de iglesias, negadores de toda religión, abortos abominables del infierno. «Conocemos el peligro de la reli­ gión», había dicho uno de ellos. Y fue la religión, efectivamente, quien acabó por vencerlos. 18 De todas las declaraciones de la jerarquía eclesiástica sobre la Guerra Civil que dieron fe de este hecho, dejando aparte las inter­ venciones de los papas Pío XI y Pío XII, la más importante es la

Carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de la guerra de España19 , publicada el 1 de julio de 1937 como

respuesta a la injusta campaña alentada contra el bando nacional por obra de algunos escritores católicos extranjeros (Mauriac, Maritain, Bernanos, Sturzo), los nacionalistas vascos y algún político republi­ cano como Osario y Gallardo. 20

18 Fray Justo Pérez de Urbe!, op. cit., p. 61 19 Se tradujo a catorce lenguas, con treinta y seis ediciones. Citado por Isidro Gomá y Tomás, Por Dios y por España. (Pastorales, instrucciones pastorales, artícu­ lm� discursos, mensajes, 1936-1939), Casulleras, Barcelona, 1940, pp. 560-590 y Antonio Montero Moreno, op. cit., pp. 726-741. 2 ° Cfr. Vicente Marrero, «La guerra española ¿fue una cruzada?», Punta Euro­ pa, (1961), pp. 73-107.

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El documento, redactado por el aliento del cardenal Gomá, apa­ rece respaldado con la firma de 48 prelados, de los que 8 son arzo­ bispos, 35 obispos y 5 vicarios capitulares. No firmaron el cardenal Segura que no residía en España, el cardenal Vidal y Barraquer ( que se había salvado de la persecución por intervención de Companys) y el obispo de Vitoria, Mateo Múgica, forzado al exilio bajo la acu­ sación de permisivismo con el clero separatista de su Diócesis. En ningún caso se trataba de una discrepancia de fondo acerca del con­ tenido de la Carta. Como punto de partida se declara que no se pretende «la demos­ tración de una tesis, sino la simple exposición, a grandes líneas, de los hechos que caracterizan nuestra guerra y le dan una fisonomía histórica». Por eso se proporciona un juicio sobre la estimación legí­ tima de los hechos y una «afirmación "per oppositum" con que deshacemos, con toda claridad, las afirmaciones falsas o las interpre­ taciones torcidas con que haya podido falsearse la historia de este año de vida de España». Más adelante se destaca que el Episcopado español desde 1931 ( en que se proclamó al República) se puso re­ sueltamente al lado de los poderes constituidos «ajustándose a la tradición de la Iglesia y siguiendo las normas de la Santa Sede». Y, no sin lamentar el doloroso hecho mismo de la guerra, consciente de que a veces es «el remedio heroico, único, para centrar las cosas en el quicio de la justicia y volverlas al reinado de la paz» se concluye que la Iglesia ni quiso la guerra ni la buscó, pero las graves repercu­ siones de orden religioso que ha tenido al ser víctima principal de la furia de una de las partes contendientes justifican sus pronuncia­ mientos favorables al Movimiento Nacional. Tras recorrer el quinquenio que precedió a la guerra, los obispos coinciden en que no había otra alternativa que ésta: «O sucumbir en la embestida definitiva del comunismo destructor, ya planeada y decretada, como ha ocurrido en las regiones donde no triunfó el movimiento nacional, o intentar, en esfuerzo titánico de resistencia, librarse del terrible enemigo y salvar los principios fundamentales de su vida social y de sus características nacionales». De ahí la con­ secuencia: «Hoy por hoy, no hay en España más esperanza para re­ conquistar la justicia y la paz y los bienes que de ella derivan, que el triunfo del movimiento nacional».

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Como síntesis de todo lo expuesto en este capítulo, podemos terminar recordando que el Alzamiento Nacional de julio de 1936 no tuvo únicamente la finalidad de acabar con el estado de anarquía que ponía en peligro la propia supervivencia del orden jurídico, sino que se hizo con un contenido positivo que buscaba una total trans­ formación de la vida española. La respuesta al desafío revoluciona­ rio no fue la reacción pura y simple, entendida como una vuelta al pasado y la defensa de privilegios e intereses. En el fondo, la Repú­ blica no había sido sino la frustración más radical de este anhelo: ni se hicieron las transformaciones que España necesitaba ni se logró siquiera una mínima base de convivencia. Por el contrario, el Movi­ miento Nacional no fue una simple conmoción, una sacudida super­ ficial para devolver después las cosas al estado en que se encontra­ ban sino que destruyó unas ideas y modo de vivir, al tiempo que alumbró otros y abrió nuevos cauces que inspiraron y condicionaron la vida española durante muchos años, reemplazando las ideas di­ solventes del liberalismo y el socialismo por consignas como el hombre portador de valores eternos, la religión como clave de los mejores arcos de nuestra historia, el Estado al servicio del bienestar temporal e individual, la dignidad espiritual del trabajo y la econo­ mía, cuya importancia se reconoce al lado de otros valores que en­ noblecen la vida del hombre. 21 Desde el primer momento, las alocuciones de los militares suble­ vados reconocieron el carácter religioso de esta lucha; así, el general Franco, desde Radio Tetuán el 25 de julio de 1936, declaraba que se combatía por la «Patria, la Familia y la religión». El pueblo espa­ ñol dio sentido de Cruzada a la guerra, sobre todo a medida que llegaban las noticias de lo que estaba ocurriendo en zona frentepo­ pulista, y que era continuidad de lo que se había comenzado ya du­ rante la República: ardían las iglesias y se asesinaba por centenares a los sacerdotes y a los católicos practicantes: La preponderancia de los motivos religiosos, que fue la que dio carác­ ter de «Cruzada» a nuestra guerra, se dio asimismo en los motivos de la persecución marxista. Los unos tomaron las armas para defen
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principalmente la religión, los otros encarcelaron y mataron principal­ mente para exterminarla. Si no se admite lo primero, con dificultad podrá probarse lo segundo. 22

Y por eso, la Jerarquía eclesiástica empezó a manifestarse en apoyo de los sublevados con documentos como la Carta pastoral de los obispos de Vitoria y de Pamplona (6 de agosto de 1936) y Las dos ciudades (30 de septiembre de 1936) del obispo de Salamanca Play Deniel. .. hasta desembocar en la Carta Colectiva del Episcopado es­ pañol. Como en tantas otras ocasiones, la paz vino después de la guerra. El fin de la persecución religiosa tenía lugar a medida que cada rin­ cón de España era liberado por los ejércitos de Franco y no acabó definitivamente hasta la Victoria del 1 de abril de 1939. Silenciar esto puede ser un nuevo secuestro de la memoria de los mártires, ya que se pretende ocultar que otros muchos dieron su vida en las trin­ cheras para poner fin a aquella situación, y que también en los fren­ tes se luchaba y se moría por Dios y por España.

22 Rafael María de Hornedo, reseña de «La persecución religiosa en España», Razón y Fe, n. 164 (1961), pp. 335-342.

Bibliografía histórica seleccionada

N

o detallamos aquí los documentos utilizados ni la historio­ grafía, es decir, las obras contemporáneas o poco posterio­

res al suceso que se estudia. Tampoco las numerosas bio­ grafías y «martirologios» por diócesis o congregaciones religiosas. No todas las obras reseñadas son igualmente recomendables desde el punto de vista científico.

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