Modelo Agroexportador

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1 EL MODELO AGROEXPORTADOR ARGENTINO 1880 – 1914. Cuando la Argentina se incorpora al mercado mundial, hacia 1880, el esquema de división internacional del trabajo vigente, basado en los principios del libre cambio, estaba sufriendo transformaciones de cierta importancia. Con uno de los polos en Gran Bretaña y el otro polo en la inmensa mayoría de los países periféricos, que tenían por función proveer de materias primas y alimentos a esas grandes metrópolis, este esquema había funcionado durante años. El reinado del libre cambio, alcanzó su mayor desarrollo en el periodo comprendido entre la abolición de las leyes inglesas de granos en 1846 y la gran crisis que sacudió a la economía europea en 1873. Pero a partir de esa crisis, la constelación de potencias menores comenzó a practicar una política abiertamente proteccionista, a desarrollar sus industrias, amenazando la por entonces indiscutida supremacía británica. El Reino Unido respondió a este desafío expandiendo sus exportaciones de capital y dirigiendo su comercio hacia los mercados protegidos de su imperio y hacia los del mundo subdesarrollado. Se abrió así una nueva etapa en la economía internacional, caracterizada por la diversificación del poder económico mundial, una estructura comercial con mayores restricciones y un nuevo y creciente rol de los movimientos de capital. Los principales países industrializados en el periodo 1870 -71/ 1913 muestra la lentitud del desarrollo de la economía británica en esa época y la mayor competitividad de sus rivales. Este proceso de declinación se observa claramente en los sectores básicos de la industria donde Gran Bretaña se vio desplazada del primer lugar por otras naciones. En 1890 EE.UU. ya la superaba en la producción de hierro y acero, y en 1914 es aventajada por Alemania, aun en la industria carbonífera, uno de los principales bastiones de la industria británica, se produjo una pronunciada declinación de la productividad per cápita. Y aunque a comienzos de la primera Guerra Mundial la producción y las exportaciones de carbón proveniente de las islas siguieron aumentando, desde 1900 EE.UU. se encontró también a la vanguardia en la producción de ese mineral, en aquella época el principal producto energético. Las razones que se han dado para explica esta situación son de diversas índole: económicas, políticas, y aún sociológicas. Pero no cabe duda que el principal motivo debe buscarse en la usura que significó para el Reino Unido de ser el primer poder industrial del mundo y mantenerse durante largo tiempo en posiciones de liderazgo. Ello le dificultó modernizar su estructura productiva a fin de ponerla a la altura de la de sus jóvenes rivales, que se iniciaron en con tecnologías mucho más avanzadas y en rubros hasta entonces no desarrollados por la industria británica, como materiales eléctricos, productos químicos y nuevos tipos de maquinaria. Por otra parte, las acumulaciones pasadas de riquezas, la expansión colonial, la existencia de mercados de cautivos y el poder financiero de la City, privaron a la economía inglesa de incentivos para la renovación tecnológica o el cambio de sus estructuras. El comercio exterior, se vio también afectado. En 1870 la participación británica en el comercio exterior llegaba casi al 20%, a partir de 1880, dicha participación comenzó a declinar.

2 Entre 1870 y 1913 el comercio de exportación e importación británico experimentó importantes modificaciones. Las importaciones de materias primas y alimentos desde los EE.UU. y los países europeos fueron reemplazadas paulatinamente por las de las áreas de nuevo doblamiento, colonias y países atrasados. Tuvo particular importancia la reducción de las exportaciones norteamericanas de productos primarios, cuando el país del norte se orientó decididamente a profundizar su proceso de industrialización y su mercado interno comenzó a absorber parte de los saldos exportables agrarios. Gran Bretaña logró sustituir su antigua colonia acelerando la incorporación al mercado mundial de nuevos países proveedores, entre ellos Argentina. Desde mediados de siglo el Reino Unido se transformó en un gran exportado de capitales, especialmente a través de empresas ferroviarias y préstamos gubernamentales y de industrias extractivas o de transformación de productos primarios, plantaciones, compañías de tierras, bancos y empresas de servicios públicos. El retorno de esas inversiones, altamente rentables, junto con los ingresos provenientes de fletes, seguros y otros servicios financieros, compensarían ampliamente los repetidos déficits en la balanza comercial. Entre 1870 y 1913 los capitales colocados en el exterior se incrementaron casi cuatro veces. La creciente independencia tecnológica y financiera de los países europeos y de los EE.UU.; la crisis de la agricultura británica y la puesta en explotación de nuevas tierras en las áreas de doblamiento; la gran disponibilidad de capitales y la búsqueda de mayores rendimientos, y la necesidad de ganar nuevos mercados para las explotaciones, explican el interés de los inversores y empresas británicas hacia los países periféricos en el último lustro del siglo pasado. En realidad, aunque Gran Bretaña parecía en la cúspide de su poder económico y financiero, existían ya una pluralidad de centros económicos de nivel similar que se disputaban los mercados mundiales. El comercio internacional estaba abandonando las formas típicas del libre cambio para depender cada vez más de los movimientos de capital, de la creciente concentración del poder económico en pocas empresas, y de la expansión colonial; centrada esta última no solamente en la conquista de nuevos mercados y fuentes de abastecimiento sino también en la necesidad de contener la presencia de las otras potencias y extender las áreas de influencia. Los factores de la producción, el capital y la mano de obra, se movilizaban hacia los países periféricos, en especial los espacios abiertos de escasa población y grandes recursos naturales, mientras se recibían en retorno dividendos e intereses, lo que concentraba la acumulación de capitales, y materias primas y alimentos, lo que estimulaba la exportación de manufacturas. El libre intercambio de productos estaba condicionado por esos movimientos de capital y por competencia de los países centrales. Para muchas naciones, la inserción en los mercados mundiales iba a asumir las características de una relación cada vez más asimétrica, y el sistema multilateral de comercio y de pagos

3 reforzaba este fenómeno en vez de limitarlo. Los ciclos económicos de las economías periféricas estaban subordinadas a los de los países industrializados impidiendo un manejo propio de los instrumentos económicos y financieros, lo que se ponía en evidencia en ocasión de las profundas crisis de balanza de pagos. Aquellas naciones que se especializaban en la producción de bienes primarios carecieron de la oportunidad que tuvieron otras en el pasado, como fue el caso de los EE.UU. de industrializar sus economías. La incorporación de nuevos países al mercado mundial hacia fines del siglo XIX se realizaba en un sistema en expansión pero que, por las características mencionadas, limitaba fuertemente sus posibilidades futuras. De 1852 a 1880 se establecen las bases político – institucionales y económicas del proceso que se inicia en la década de 1880 “periodo de transición”. Desde la sanción de la Constitución Nacional y de los Códigos Civil y Comercial hasta la capitalización de Buenos Aires, en el país empezó a darse el marco institucional y la estructura política propia de un Estado Nacional, proceso que se completaría luego bajo el gobierno de Roca. En esa época se elabora el cuerpo doctrinario de ideas que dará forma a lo que algunos autores denominaron “proyecto del 80”. Lo esencial de las ideas económicas de los hombres que impulsaron ese modelo puede resumirse en 3 o 4 puntos fundamentales: la constatación de que el desarrollo económico argentino solo podía basarse en la inserción del país en el mercado mundial especializándose en el tipo de actividades las que se tenía ventajas corporativas. La certidumbre de que para dicha riqueza pudiera aprovecharse era menester suplir las dos carencias básicas que se tenía, la del capital y la de la mano de obra, y, finalmente, la de que para hacer posible ambas cosas era imperioso expandir la frontera agropecuaria, resolviendo el problema del indio, y unificar el mercado interno. El problema de la colonización y reparto de las tierras públicas tuvo enfoques diferentes respecto a sus objetivos por lo menos en cuanto a su instrumentación. Hasta los años 70 predominó la colonización oficial tendiente a asentar en el campo colonos que ayudados por el gobierno pudieran llegar a ser propietarios independientes y manejar sus tierras como verdaderos empresarios. Posteriormente, comenzó a prevalecer la colonización privada, pero ni en una ni en otra recibieron el impulso necesario y fueron paulatinamente abandonadas. Desde el punto de vista político hubo también desvíos significativos entre las intensiones iniciales de aquellos que elaboraron la Constitución Nacional y los primeros cuerpos legales, la Argentina se caracterizó a partir de 1880 por la coexistencia en su seno de dos Repúblicas, una República abierta que proclamaba el imperio irrestricto de las libertades civiles y la apertura más amplia hacia todos los hombres del mundo que quieran habitar suelo argentino y una República restrictiva, en la cual las libertades políticas estaban condicionadas por la estructura del poder: será la conocida práctica de los gobiernos electorales, que sobre la base del fraude electoral sistemático tendía a asegurar la continuidad del régimen.

4 El éxito del moderno Estado que surge a partir de 1880 estará muy ligado a la vigencia del modelo económico que le sirve de sustento. Cuando se amplía la base social y el modelo comienza a dar señales de agotamiento la continuación de las viejas prácticas políticas se hizo imposible, y la Ley Sáenz Peña y el triunfo del radicalismo son una expresión de las tensiones económicas, políticas y sociales que aquél había generado y que la crisis de 1930 pondría plenamente en descubierto. En sus primeros años, los de la expansión inicial, el modelo agroexportador no tuvo como factor dinámico a las exportaciones agropecuarias. Entre 1882 y 1890 el balance comercial fue permanentemente deficitario. El boom de las exportaciones agropecuarias comenzará recién después de la crisis de 1890. Lo que se advierten la década del 80 es un gran incremento de las importaciones. Se produce además un cambio en la composición de las importaciones que pone de manifiesto su importancia en el desarrollo económico del país; mientras los artículos de consumo descendieron de alrededor de un 90% del total de productos importados en la década de 1870 a cerca de la mitad en la siguiente. La participación de los bienes de capital y las materias primas creció en proporción inversa. Esos bienes de capital y materias primas que entraron a la Argentina estaban ligados estrechamente a la inversión extranjera realizada en aquellos años y se hallaban destinados en lo esencial a desarrollar la infraestructura que el país requería para poder incorporarse al mercado mundial como productor y exportador de alimentos y otros bienes de origen agropecuario. Consistían principalmente en material ferroviario y para la construcción de obras públicas – portuarias, sanitarias, construcción de viviendas, desarrollo urbano, etc.; y en insumos, hierro, acero, combustible, etc.; que tenían idéntica finalidad: la formación del capital social básico de la economía agroexportadora. La primera corriente importante de inversiones extranjeras contaba con capitales casi exclusivamente británicos. El Estado jugó en este proceso un rol relevante ya que la mayor parte de esos capitales, estaba destinado a empréstitos gubernamentales, responsabilizándose el gobierno argentino por el capital y los intereses de los préstamos contraídos. El destino de los empréstitos fue muy variado y en un principio tuvieron por objeto cubrir las necesidades presupuestarias, en especial los gastos militares producidos por la guerra con Paraguay, aunque luego comenzaron a aplicarse también a obras de infraestructura y a la construcción de vías férreas. Además de estos empréstitos hubo, antes de 1880, un discreto flujo de inversiones directas a cargo de compañías privadas sobre todo en ferrocarriles, empresas de servicios públicos, bancos y empresas industriales. Estas primeras inversiones no tenían por objeto obtener grandes beneficios sino expandir las exportaciones británicas y vender servicios. Los grandes inversores en esa época fueron comerciantes y contratistas ferroviarios puesto que, las exportaciones de capital estaban ligadas estrechamente a la expansión del comercio. Las inversiones extranjeras jugaban todavía un papel relativamente insignificante en relación al que desempeñarían unos años más tarde.

5 En poco más de quince años el capital extranjero, pasó a ocupar un lugar destacado en la economía argentina, transformando su estructura productiva y determinando por muchos años su evolución futura. Se ha afirmado que el país disponía de los suficientes recursos para iniciar su despegue económico sin recurrir al capital extranjero o recurriendo a él en menor medida. El caso del Ferrocarril del Oeste o el de los primeros frigoríficos ha sido esgrimido con razón en defensa de esa tesis. Pero si es evidente que los recursos nacionales jugaron un rol significativo en la primitiva etapa de formación de capital, no puede negarse la importancia de la inversión externa, en especial en la creación de la infraestructura y la red de transporte. Más criticable resulta la forma en que esos capitales fueron captados o se radicaron en el país, sin un control adecuado de su inserción en la economía nacional y del resultado de sus actividades, como en el caso de los ferrocarriles o el de los empréstitos gubernamentales de 1880, el desenfreno especulativo que conduciría a la crisis o, como en el de los frigoríficos luego, la introducción de prácticas oligopólicas que perjudicarían seriamente a los productores nacionales. En la nueva etapa que se inaugura en 1880 la inversión externa, en especial la británica, presenta características diferentes a la del periodo anterior. El flujo de capitales no dependió del desarrollo del comercio aunque influyó sobre el a mediado plazo. Lo que determinó la conducta de los inversionistas extranjeros fue la alta tasa de rentabilidad de sus inversiones, que alcanzó picos del 10% al 15% de dividendos anuales en algunos años, que no obtenían fácilmente en otras partes del mundo. El mercado inglés de capitales disponía de una amplia masa de recursos financieros y estaba buscando la apertura de nuevas áreas, no sujetadas a la severa competencia a la que los productores y capitales del Reino Unido estaban siendo sometidos en Europa y otros países. Argentina recibía en 1889 entre el 40 y el 50% de todas las inversiones británicas fuera de Gran Bretaña. Nuestro país va a desempeñar así un papel de primer orden en el mantenimiento de la actividad industrial y financiera inglesa. La razón que inducía a esperar una alta tasa de retorno del capital era la posibilidad de poner en producción los enormes recursos potenciales de la pampa húmeda. En 1885 se consideraba que un millón de libras esterlinas colocadas en Argentina contribuiría a producir más artículos de venta que un millón de libras invertidas en cualquier otra parte del mundo. Sin embargo el hecho de que el arribo de esas inversiones precediera al incremento productivo y físico en un considerable espacio de tiempo, ayuda a explicar en parte la súbita detención de la afluencia de capitales que precipitó la crisis Baring en 1890. La crisis marcó un punto de inflexión en la inversión extranjera, que se redujo considerablemente hacia fines de siglo. Esto originó un saldo negativo de magnitud en la balanza de capitales. Pero en ese momento comenzó a producirse el boom de las exportaciones agropecuarias, lo que le permitió equilibrar la balanza de pagos. Recién en los primeros años del nuevo siglo el capital extranjero volvió a entrar al país, pero la situación había cambiado en relación a los años 80. Desde entonces el movimiento comercial y

6 el de los capitales tendrían una mayor vinculación debido a las transformaciones que se habían producido en la década anterior en la estructura productiva. La ausencia de un sistema de ríos y canales similar al norteamericano, exigía, la construcción de una amplia red ferroviaria que sirviera de base al desarrollo de la producción agropecuaria a costos competitivos a nivel internacional. Para fomentar la inversión extranjera en ferrocarriles, el Estado comenzó garantizando a las empresas beneficios mínimos que llegaban hasta el 7% del capital empleado, aunque muchas de ellas prefirieron no acogerse a esa garantía, pues sus ganancias superaban los topes establecidos y no perdían así la libertad de fijar las tarifas. Las concesiones de tierras adyacentes a las vías, la introducción de materiales libres de desecho y, finalmente, la Ley Mitre de 1907 que eximia a las empresas del pago de todo tipo de impuestos nacionales, municipales o provinciales a cambio de una obligación única del 3% sobre las utilidades netas, constituyeron un poderoso estímulo para la inversión ferroviaria. El ferrocarril permitió la puesta en producción en extensas regiones, especialmente en la pampa húmeda y aseguró un transporte rápido y barato de los productos agropecuarios exportables hacia los grandes puertos. Facilitó la introducción de las manufacturas importadas en el interior del país, completando así la integración en el esquema de división internacional del trabajo, pero si bien incorporó algunas economías regionales a la estructura productiva nacional, sus beneficios recayeron sobre todo en la zona del litoral, incluyendo a regiones hasta entonces desaprovechadas como el Sur de Córdoba. También consolidó la situación de Buenos Aires como principal centro económico del país, centralizando las terminales de sistema en esa ciudad. Junto a los empréstitos el gobierno también emitió cédulas hipotecarias, con una alta tasa de interés y doble garantía: las tierras hipotecadas y el respaldo del gobierno sobre las obligaciones del Banco Hipotecario. Gran parte de estas cédulas se colocaron en el exterior, pero fueron también el terreno preferido de los inversionistas locales y uno de los instrumentos de especulación más importante antes de la crisis de 1890. El interés de las cédulas se hallaba en el peso papel, a diferencia de los empréstitos que era en los pesos oros, por lo que cualquier devaluación afectaba a sus tenedores. Si la mayoría de los empréstitos e inversiones externas contribuyeron, con las limitaciones expuestas que condicionaron el desarrollo posterior, el despegue económico del país, los servicios de la deuda externa se transformaron en una pesada carga que solo pudo ser compensada temporalmente cuando la balanza comercial comenzó a tener fuertes superávits a partir de 1891. Otros rubros del capital extranjero, además de los empréstitos y los ferrocarriles, fueron los bancos y las compañías de seguros se contaron entre las mas lucrativas del conjunto de la inversión externa. La temprana aparición del frigorífico en Argentina estuvo vinculada con el peso determinante que el sector ganadero tuvo desde la época virreinal, y con las necesidades de transformación de una industria basada hasta ese entonces en la producción y exportación de lanas, cueros,

7 carnes salada que estaba en condiciones de competir también en los mercados mundiales con productos de superior calidad. El capital británico primero y el norteamericano luego, tuvieron un rol decisivo en este proceso. En la etapa inicial de instalación de los frigoríficos entre 1882 y 1906, los capitales invertidos eran nacionales o del Reino Unido. Recién en 1907, cuando la Swift adquiere un frigorífico británico, comienza la radicación de empresas norteamericanas del llamado Trust de Chicago. En 1912 se advierte ya el predominio de las inversiones norteamericanas. El capital extranjero tenía fuerte incidencia en la vida económica del país y contribuía a diseñar su perfil agroexportador. Estaba íntimamente relacionado con el comercio exterior, su financiamiento, la elaboración de productos primarios, el transporte interno, las obras de infraestructura, los servicios públicos y el transporte de ultramar. Excluyendo la producción agropecuaria, donde jugó un rol secundarios, todas las etapas del proceso productivo lo tuvieron en esos años como protagonistas. En 1869, la máxima alberdiana gobernar es poblar, era la manifestación de una necesidad impostergable. Ya la Primera Junta de Gobierno en 1810 había expresado que los extranjeros que no estén en guerra con nosotros podrán trasladarse a este país francamente, gozarán de todos los derechos ciudadanos y serán protegidos por el gobierno los que se dediquen a las artes y a la cultura. Esta voluntad fue reafirmada en años posteriores a través de diversos intentos parciales, la mayoría con escasa fortuna, para atraer inmigrantes del exterior, entre los que merecen destacarse los del Gobierno de la Confederación que a partir de 1852, efectuó los primeros ensayos de colonización en Santa Fe, Entre Ríos y otras provincias. Recién en 1876 se dicta la Ley Avellaneda, que procuró vincular en forma orgánica la inmigración a la colonización de extensos territorios hasta entonces inexplorados. Por ella se creaba el Departamento de Inmigración dependiente del Ministerio de Agricultura, se reglamentaba la introducción de los inmigrantes y se establecía una serie de medidas para estimular su radicación en el país. Fueron otras circunstancias de origen interno y externo las que posibilitaron el gran flujo inmigratorio de las últimas décadas del siglo y principios del siguiente. La eliminación del denominado problema del indio, el fin de las guerras civiles y la consolidación del gobierno nacional, contribuyeron a acelerar las corrientes inmigratorias al estabilizar la vida política y económica del país. En el orden internacional, la causa principal puede ubicarse en la depresión económica que en los años 80 y 90 afectó a los países europeos, en especial a los del sudoeste del continente. La conjunción de ambos factores, internos y externos, sumados a la estructura latifundista de la propiedad de tierras y el predominio de la región del Litoral y de sus ciudades portuarias, hacen posible comprender el momento, magnitud y modalidades del proceso de inmigración y de sus efectos sobre el desarrollo económico nacional. La inmigración que llega al país, presenta ciertas características que no eran aquellas que pretendían nuestros gobernantes de entonces, no procedía de los países anglosajones o nórdicos como esperaban y muchos tampoco tenían hábitos o experiencias agrícolas.

8 Hacia 1880 cuando comenzó la inmigración masiva, la política de colonización oficial había sido abandonada y la colonización privada languidecía o estaba en manos de especuladores. El acceso a la propiedad de la tierra se había vuelto extremadamente difícil porque las principales tierras ya estaban distribuidas y la valorización de su precio imposibilitaban su adquisición, por el contrario, la creciente demanda del sector urbano fue un polo de atracción para el inmigrante aunque no coincidiera con los objetivos iniciales de la política inmigratoria. Esto contribuyó creciera a un ritmo mas sostenido que la rural. En los 40 años que transcurren entre mediados de la década del 70 y la Primera Guerra Mundial el campo argentino experimentó grandes cambios, la expansión de la agricultura fue notable. El sector ganadero tuvo también transformaciones significativas. En realidad, los cambios en la agricultura estuvieron estrechamente relacionados a la evolución de la ganadería; ambos se condicionaron mutuamente. En los años previos a 1880 la producción agrícola era muy escasa y el mercado interno se abastecía importando trigo y otros cereales. Las colonias agrícolas fundadas después de la caída de Rosas tuvieron un pequeño boom hacia fines de la década de 1860 gracias a la guerra con Paraguay, que creó un mercado muy cercano a ellas; pero luego comenzaron a languidecer. La falta de medios de transporte y su alto costo obligaba a los colonos y agricultores a mantenerse muy cerca del río Paraná; la presencia del indio impedía expandir la frontera agrícola – ganadera y creaba una permanente inestabilidad en la existente; y la mano de obra y el capital eran insuficientes. La introducción del ferrocarril, la derrota total del indio y la llegada masiva de inmigrantes resuelven la mayoría de esos problemas y hacia 1890 el sector agrícola comenzó a crecer aceleradamente. La expansión de la frontera no solo solucionó el problema de escasez de tierra sino que permitió también ampliar el tamaño de las parcelas haciéndolas más rentables, aunque como consecuencia de la interrupción del proceso de colonización; del aumento del precio de la tierra y la introducción de la agricultura en la zona ganadera, la explotación agrícola típica estará basada en el arrendamiento. El ferrocarril disminuyó considerablemente el costo de los fletes, facilitó la movilización de la mano de obra y difundió a lo largo de las vías el cultivo de cereales, en especial de trigo. Luego de la crisis de 1890, la modificación del perfil de la actividad ganadera debido a la acción del frigorífico y el incremento de la exportación de carnes de buena calidad, lo que obligó a mejorar el plantel ganadero y a reemplazar los pastos duros por pastos blandos. Se introdujo así el cultivo de la alfalfa y las tierras comenzaron a dividirse en lotes y a arrendarse para dedicar los campos a la siembra del trigo y del maíz dejándolo luego con alfalfa para el engorde del ganado vacuno. Hay una gran importancia del arrendamiento en el desarrollo agrícola, así como también tiene una escasa importancia en el desarrollo de la ganadería. Hasta 1890 el aumento de la producción agrícola sólo sirvió para cubrir la demanda interna pero luego comenzaron a existir saldos exportables y en poco tiempo la Argentina se transformó en una gran exportadora de cereales. Esto se debió a una demanda mundial de

9 alimentos. Incluso en esa época los precios internacionales de los productos agropecuarios estaban en baja como consecuencia de la incorporación al mercado mundial de nuevos países agrícolas – ganaderos. Lo que hace posible las exportaciones argentinas, y las vuelve competitivas son los bajos costos de producción, logrados por la disminución de los gastos de transporte, la amplia disponibilidad de tierras y las formas predominantes de explotación, basadas en el arrendamiento. La crisis agrícola europea y la desvalorización del papel moneda jugaron también un rol significativo. También es necesario destacar el proceso de mecanización del agro, que contribuyó a suplanta la falta de brazos y a aumentar el tamaño de las chacras. Las importaciones de maquinaria agrícola cubrieron esta necesidad ante la carencia de una producción nacional. La evolución de la ganadería en este período reconoce tres momentos fundamentales que, coexisten por un largo plazo: la llamada desmerinización del ganado lanar, el comienzo del refinamiento del vacuno y la exportación del ganado en pie y finalmente, la exportación de carnes vacunas congeladas y enfriadas. La aparición del frigorífico fue la causa principal de estos cambios. Hacia 1850 Argentina inició el llamado ciclo de la lana, basado en el paulatino reemplazo de la estancia vacuna tradicional, productora de cuero y tasajo para la exportación, por la estancia lanar y el predominio de la explotación y producción de lanas. La industrialización de Inglaterra, Francia, Bélgica y otros países del continente incrementó la demanda europea de lanas impulsando en Argentina el desarrollo del ovino. El ganado lanar desplazó de las mejores tierras al vacuno que se trasladó a su vez hacia las regiones de frontera, actuando de paso como refinador del duro pasto pampeano y favoreciendo de ese modo la cría del ovino que exigía pastos más blandos. La empresa lanar producirá modificaciones en las estructura de la producción ganadera al disminuir la extensión de los predios, introducir el alambrado y aumentar la variedad de las tareas rurales. Las lanas se convirtieron en el principal producto de exportación. El éxito que a fines de los años 70 tuvieron los primeros intentos para conservar las carnes en cámaras frigoríficas y la creación, desde 1883, de establecimientos destinados a la preparación de carnes congeladas produjo efectos casi inmediatos sobre la producción ovina iniciando el llamado proceso de desmerinización. Este consistió en el mestizaje del merino con animales de mejor rendimiento cárneo, o en su reemplazo por otras razas con esa cualidad como la Lincoln. En esta etapa el frigorífico prefiere la carne ovina, más pequeña y refinada que la vacuna. El ganado vacuno encontró sin embargo una salida gracias al desarrollo de la exportación de ganado en pie a Europa, para lo cual tenía ventajas sobre el ovino al ser de traslado más fácil y de mejor rendimiento. La disminución de los costos de transporte, terrestre y marítimos, hicieron factibles esa exportación a pesar de la competencia con otros países que se hallaban mas cerca de los mercados del viejo continente. Pero esto obedeció también al mejoramiento del plantel ganadero, con la introducción del Shorthon y otros animales de calidad.

10 El principal comprador de ganado en pie fue Gran Bretaña y la guerra de los Boers en Sudáfrica permitió abastecer por ese medio al ejército inglés. Pero el progreso de la industria frigorífica, el mayor rendimiento del ganado y la prohibición de la importación en pie establecía por el Reino Unido en 1900 con el argumento que el ganado argentino estaba afectado por la aftosa inauguraron una nueva etapa en la que predomina la elaboración y exportación de carnes vacunas congeladas y enfriadas. Una de las características de la evolución ganadera en la pampa húmeda en esos años es el gran tamaño medio de las explotaciones y la concentración de la propiedad territorial. El desarrollo de la producción agropecuaria tendría así por la concentración de la propiedad de la tierra y la explotación extensiva, la mejora de los predios gracias al cultivo de granos y alfalfa, el refinamiento del ganado vacuno y la aparición de la moderna industria frigorífica. Antes de 1890 la industria argentina era muy rudimentaria. Los establecimientos fabriles propiamente dichos prácticamente no existían. Aquellas industrias ligadas a la explotación pecuaria tradicional, como los saladeros o las graserías, se hallaban en una etapa de declinación que se acentuaría con a aparición del frigorífico y la finalización del ciclo de la lana. Algunas artesanías del interior, como las textiles, todavía subsistían pero eran de carácter domestico y el despegue económico de la década del 80 las hará desaparecer rápidamente. A pesar de estas falencias una naciente conciencia industrial comenzaba a revelarse. La crisis mundial de 1873, puso de manifiesto la fragilidad del proceso de apertura externa impulsado por el gobierno de Mitre y basado en el ingreso de capitales extranjeros, y en el incremento de las exportaciones laneras. La discusión de la Ley de Aduanas en 1875 – 1876 dio lugar a que se plantee un agitado debate parlamentario en el cual se puso en discusión el modelo de país que se quería: o una mayor integración a los mercados mundiales sobre la base del desarrollo exclusivo de la economía agroexportadora, o en una estructura productiva más equilibrada donde, junto al sector agropecuario, pudiera existir una industria nacional que hiciera posible la aceleración del crecimiento económico y minimizara la vulnerabilidad externa. Hacia 1913 la industria jugaba un papel secundario en el desarrollo económico del país y su crecimiento era menor que el de las importaciones. Si bien entre 1895 y 1913 se advierte un cierto avance en el personal empleado y la fuerza motriz utilizada, esto último teniendo en cuenta el grado casi nulo de mecanización de fines de siglo, ese progreso se realizó en beneficio de la industria ligada a la exportación, como los frigoríficos, el transporte y a la construcción, y al consumo local de alimentos. Solo un acontecimiento externo como la Primera Guerra Mundial, permitiría iniciar un intenso aunque breve proceso de sustitución de importaciones que cambiaría en parte el perfil industrial. El comercio exterior es el exponente mas representativo de la evolucion del modelo agroexportador implementado en la década del 80. La Argentina se transformó en pocos años en una importante proveedora de alimentos en los mercados mundiales y sus necesidades internas fueron cubiertas en lo esencial mediante la importación de bienes y servicios de otros países del mundo.

11 En los primeros años de implementación del modelo agroexportador existió un neto predominio de las importaciones como consecuencia del gran flujo de bienes intermedios y de capital que acompañó la corriente de inversiones, y del incremento de los bienes de consumo importados resultante de la inmigración y la mayor disponibilidad de ingresos. Antes de 1880 el sistema monetario argentino, se caracterizaba por su anarquía. Las provincias usaban monedas distintas de oro y de plata que tomaban valores diferentes en cada una de ellas. En 1867, se estableció en Buenos Aires una Oficina de Cambios anexa al Banco de la Provincia, cuya función era la de dar papel por oro y oro por papel al tipo de 25 por 1. En 1875, a pesar de la crisis y para terminar con el problema de la falta de una moneda uniforme, el presidente Avellaneda creó una unidad monetaria de oro, llamada peso fuerte. Pero la falta de metálico impidió que esta medida pudiera concretarse y menos de un año más tarde se declaraban de curso legal varias monedas extranjeras. Los intentos por establecer un sistema monetario nacional continuaron, aunque recién en 1881, se dicto la ley 1130 que fijó un patrón bimetálico: el peso oro y el peso plata. La intensión de esta ley era proporcionar una moneda nacional que circulara por todo el país y con tal objeto se prohibía la circulación de monedas extranjeras y se determinaba los alcances de la emisión de moneda en oro y en plata. Además se aseguraba el reemplazo de los billetes papel en circulación por los nuevos billetes metálicos a la par con el oro. A fines de 1883, los antiguos billetes habían sido retirados de circulación y los nuevos eran convertibles en oro sin ninguna restricción, pero el sistema no tenía muchas posibilidades de éxito. Su base no eran verdaderos ahorros acumulados, sino el oro que entraba al país o se pensaba que iba a entrar, por los empréstitos extranjeros. Es decir que los préstamos se pagaban con nuevos préstamos.

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