Ocean Vuong

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  • Words: 10,463
  • Pages: 60
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Autorretrato con orificios de salida Ocean Vuong

Traducción de Ezequiel Zaidenwerg

Umbral En el cuerpo, donde todo tiene precio, yo era un mendigo. De rodillas, espiaba por la cerradura, no al hombre en la ducha, sino a la lluvia que al caer lo atravesaba: cuerdas de guitarra que se cortaban sobre sus espaldas terráqueas. Cantaba, y por eso me acuerdo. Su voz me llenaba hasta lo más profundo como un esqueleto. Hasta mi nombre se arrodillaba dentro de mí, pidiendo clemencia. Cantaba. Eso es lo único que me acuerdo. Porque en el cuerpo, donde todo tiene precio, yo estaba vivo. No sabía que hubiera una razón mejor. Esa mañana, mi papá se detendría –un potro oscuro, inmóvil bajo el aguacero– a escuchar mi respiración aferrada del otro lado de la puerta. No sabía que el precio de entrar en una canción era extraviar el regreso. Así que entré. Así que perdí. Lo perdí todo con los ojos bien abiertos.

Telémaco Como todo buen hijo, rescato a mi papá del agua, lo arrastro del pelo por la arena blanca, sus nudillos abren un surco que las olas se apuran en borrar. Porque la ciudad del otro lado de la costa ya no está donde la dejamos. Porque la catedral bombardeada ahora es una catedral de árboles. Me arrodillo a su lado para ver cuánto me podría hundir. ¿Sabés quién soy, Ba? Pero la respuesta no llega nunca. La respuesta es el agujero de bala que tiene en la espalda, lleno de agua de mar. Está tan quieto que pienso que podría ser el padre de cualquiera, al que encuentran como podría aparecer ante los pies de un chico una botella verde que contiene un año. que nunca tocó. Le toco las orejas. No pasa nada. Lo doy vuelta. Para hacerle frente. A la catedral de sus ojos negros como el mar. A la cara que no es la mía, pero que voy a poner para darles a todos mis amantes el beso de las buenas noches: la manera en que cierro los labios de papá con los míos & emprendo la fiel labor del que se ahoga.

Troyano A un dedo de oscuridad del amanecer, se enfunda en un vestido rojo. Una llama atrapada en un espejo del ancho de un ataúd. Un resplandor de acero en la parte de atrás de la garganta. Un fogonazo, un asterisco blanco. Mírenlo cómo baila. El azul moretón del empapelado se descascara y se engancha, acompañando sus vueltas, su sombra de cabeza de caballo cae sobre los retratos familiares, el vidrio se quiebra debajo de su mancha. Él se mueve como cualquier fractura, revelando las más breves puertas. El vestido se le deshoja como la cáscara de una manzana. Como si sus espadas no estuvieran afilándose dentro de él. Este caballo con su cara de hombre. Este vientre repleto de espadas & de brutos. Como si bailar pudiera detener el corazón de su asesino entre sus costillas. Qué fácil es que un chico con un vestido rojo como los ojos cerrados desaparezca bajo el sonido de su propio galope. Cómo corre un caballo hasta que irrumpe en el tiempo: en el viento. Y como al viento, lo van a ver. Lo van a ver mejor con la ciudad en llamas.

Albada con ciudad en llamas

Vietnam del Sur, 29 de abril de 1975: la Radio de las Fuerzas Armadas transmite “White Christmas”, de Irving Berlin, código para iniciar la Operación Viento Frecuente, la evacuación final en helicóptero de civiles estadounidenses y refugiados vietnamitas durante la caída de Saigón.

Pétalos de flor de leche por la calle como retazos del vestido de una nena. Que tus días sean dichosos y radiantes… Él llena de champán una taza de té, y la acerca a los labios de ella. Abrí, le dice. Ella abre. Afuera, un soldado escupe su cigarrillo mientras la plaza se llena de pasos como piedras que caen desde el cielo. Que todas tus navidades sean blancas mientras el agente de tráfico se desabrocha la funda del revólver. Los dedos de él recorren el dobladillo del vestido blanco de ella. Una sola vela. Sus sombras: dos pabilos. Un camión del ejército cruza la intersección a toda velocidad, adentro aúllan chicos. Una bicicleta incrustada en la vidriera de un negocio. Cuando se levanta el polvo, un perro negro jadea tirado en la calle. Las patas traseras aplastadas en el resplandor de una blanca navidad . En la mesa de luz, un ramito de magnolias se expande como un secreto del que uno acaba de enterarse. Las copas de los árboles relumbran y los chicos escuchan, el comisario boca abajo en un charco de Coca-Cola. Una foto de su padre se empapa junto a su oreja izquierda. La canción recorre la ciudad como una viuda. Una blanca… una blanca… Sueño con una cortina de nieve que cae de los hombros de ella. Nieve que araña la ventana. Nieve picada

a balazos. Cielo rojo. Nieve sobre los tanques que derriban las murallas de la ciudad. Un helicóptero levanta vuelo con los vivos y se los lleva apenas fuera de peligro. Está tan blanca la ciudad que pide tinta. La radio dice corran corran corran. Pétalos de flor de leche sobre un perro negro como retazos del vestido de una nena.

Que tus días sean dichosos y radiantes. Ella dice algo que no escucha ninguno de los dos. El hotel se sacude debajo de sus pies. La cama un campo de hielo. No te preocupes, dice él, las caras de los dos iluminadas por la primera explosión, mis hermanos ganaron la guerra y mañana… Se corta la luz. Estoy soñando, estoy soñando… ...cascabeles en la nieve. Abajo, en la plaza: una monja, prendida fuego, corre en silencio hacia su dios: Abrí, le dice él. Ella abre.

Un poco más cerca del borde Lo suficientemente jóvenes para creer que nada los va a cambiar, bajan tomados de la mano al cráter de la bomba. La noche llena de dientes negros. Su rólex falso, unas semanas antes de romperse contra el cachete de ella, ahora se apaga como una luna en miniatura detrás del pelo de ella. En esta versión, la serpiente no tiene cabeza: inmóvil como una cuerda desanudada de los tobillos de los amantes. Él le levanta la pollera blanca de algodón, dejando al descubierto otra hora. La mano de él. Sus dos manos. La sílabas que llevan dentro. Oh, padre, oh, presagio, hacé fuerza y metete adentro de ella: como el campo se tritura a sí mismo con los gritos de los grillos. Mostrame cómo hace la destrucción para construir un hogar con los huesos de la cadera. Oh, madre, oh minutero, enseñame a abrazar a un hombre como la sed abraza el agua. Que todos los ríos nos envidien la boca. Que cada beso golpee el cuerpo como una temporada. Donde las manzanas hagan retumbar la tierra con sus cascos rojos. & yo sea tu hijo.

Haibun inmigrante

El camino que me conduce a vos es seguro, incluso si se topa con océanos Edmond Jabès

Entonces, como si respirase, el mar se hinchó de olas detrás de nosotros. Si querés saber algo, sabé que la tarea más difícil es vivir sólo una vez. Que una mujer en un barco que se hunde se convierte en una balsa salvavidas, sin importar cuán suave sea su piel. Mientras dormía, él puso al fuego su último violín para calentarme los pies. Se acostó al lado mío y me apoyó una palabra en la nuca, donde se derritió y se transformó en una gota de whisky. Óxido de oro recorriéndome la espalda. Hacía meses que estábamos navegando, pero el borde del mundo no aparecía por ningún lado. * Cuando la dejamos, la ciudad todavía estaba ardiendo. Fuera de eso, era una mañana perfecta de primavera. Boqueaban jacintos blancos en el jardín de la embajada. El cielo era de un azul septembrino y las palomas picoteaban pedazos de pan que el bombardeo de la panadería había esparcido. Baguettes rotas. Croissants aplastadas. Autos despanzurrados. Una calesita que daba vueltas con sus caballos renegridos. Me dijo que la sombra de los misiles que se hacía cada vez más grande sobre la vereda parecía dios haciendo de cuenta que tocaba el piano en el aire sobre nosotros. Me dijo: Tengo tanto que contarte.

* Estrellas. O más bien, los desagües del cielo: en espera. Agujeritos. Pequeños siglos que se abren apenas un instante para dejar que nos colemos. Un machete secándose en la cubierta. Yo de espaldas a él. Con los pies en los remolinos. Él se agacha al lado mío, su respiración un clima descolocado. Lo dejo que me tire agua en el pelo ahuecando las manos y que me lo retuerza para escurrirlo. Las perlas más chiquitas, y todas para vos. Abro los ojos. Su cara entre mis manos, mojada como un corte. Si llegamos a la orilla, me dice, le voy a poner a nuestro hijo el nombre de esta agua. Voy a aprender a amar a un monstruo. Sonríe. Un guión blanco en lugar de sus labios. Hay gaviotas sobre nosotros. Hay manos que revolotean entre las constelaciones, tratando de aferrarse. * La niebla se disipa. Y lo vemos. El horizonte, que desaparece de repente. Un lustre de color aguamarina que abre paso a la gota dura. Limpia y piadosa, como él quería. Como en los cuentos de hadas. De ésos en los que, al cerrarlo, el libro se convierte en risas en la falda.

Pongo el mástil a toda vela. Él arroja mi nombre al aire. Veo cómo las sílabas se desmigajan y se convierten en piedritas esparcidas por la cubierta. * Un rugido furioso. El mar se parte en la proa. Él lo mira abrirse como un ladrón que escruta su propio corazón: todo hueso y madera astillada. Las olas se alzan a ambos lados. La embarcación encerrada entre paredes líquidas. ¡Mirá!, me dice, ¡ahora la veo! Salta de la alegría. Me besa las muñecas sujetando el timón. Se ríe pero los ojos lo traicionan. Se ríe aunque sabe que arruinó toda hermosura sólo para probar que lo hermoso no lo puede cambiar. Y he aquí el giro inesperado: hay un corcho donde debería haber una puesta de sol. Estaba ahí desde el principio. Hay un barco hecho de escarbadientes y adhesivo instantáneo. Hay un barquito adentro de una botella de vino en la repisa de la chimenea en medio de una fiesta de Navidad: vasitos de plástico que rebalsan licor de huevo. Pero igual seguimos navegando. Seguimos parados en la proa. Dos muñecos de torta de casamiento encerrados en un vidrio. El agua ahora está tan quieta. El agua como el aire, como las horas. Todo el mundo grita o canta y él no sabe si la canción es para él, o las habitaciones en llamas que confundió con su niñez. Todo el mundo baila mientras un hombre y una mujer diminutos están atrapados en una botella verde pensando que alguien los está esperando al final de sus vidas para decirles ¡Ey! No tenían por qué irse tan lejos. ¿Por qué se fueron tan lejos? Como un bate de béisbol que se estrella contra el mundo. * Si querés saber algo, sabé que naciste porque no venía nadie más. El barco se mecía mientras vos te hinchabas dentro de mí: el eco del amor endureciéndose hasta formar un nene. A veces me siento como un signo &. Me despierto esperando el choque. Tal vez el cuerpo sea la única pregunta que no se puede extinguir con la respuesta. ¿Cuántos besos hicimos chocar contra los labios al rezar, tan sólo para luego recoger los pedazos rotos? Si querés saber, la mejor manera de entender a un hombre es con los dientes. Una vez me tragué la lluvia durante toda una tormenta eléctrica verde. Horas tendida boca arriba, mi juventud abierta. Abajo mío, el campo en todas partes. Qué dulce. Esa lluvia. Cómo puede ser que algo que vive sólo para caer no pueda no ser dulce. El agua fue escampando y se volvió una intención. La intención, un alimento. No importa que se olviden de nosotros, siempre que vos te acuerdes. * Es verano en la mente. Dios abre el otro ojo: dos lunas en el lago.

Siempre & para siempre Abrila cuando más me necesites, me dijo él, mientras metía la caja de zapatos, envuelta en cinta aisladora, debajo de mi cama. Su dedo gordo, húmedo todavía por el temblor entre los muslos de mamá, me recorría en círculos el lunar arriba de la ceja. El ojo del diablo llameaba entre sus dientes ¿o era que encendía un porro? No importa. Esta noche me despierto & confundo el agua del baño exprimida del pelo de mamá con su voz. Abro la caja de zapatos, cubierta del polvo de siete inviernos & acá, hundida entre pliegues de diarios amarillentos está la Colt .45, silenciosa y pesada como una mano amputada. Agarro la pistola y me pregunto si un orificio de entrada en la noche abriría un agujero grande como la mañana. Que, si mirase a través de él, vería el final de esta oración. O tal vez sólo a un hombre arrodillado ante la cama del chico, su mameluco gris apestado de nafta & cigarrillos. Tal vez el día se cierre sin que pase la página mientras rodea con sus brazos los hombros de color azul lechoso del chico. El chico que se hace el dormido mientras su papá lo aprieta cada vez más en su abrazo. Como el cañón, apuntado al cielo, tiene que apretar la bala para hacerla hablar

Papá escribe desde la cárcel

Lan oi: Em khỏe khong? Giờ em đang ở đâu? Anh nhờ em va con qua. Hơn nữa & hay cosas / que sólo puedo decir en la oscuridad / cómo una primavera / aplasté a una monarca en pleno vuelo / sólo para ver qué se sentía / que algo cambiara / en mis manos / y acá están esas manos / algunas noches se despiertan cuando las tocan / la música o todavía más las gotas de la lluvia / la memoria se borra y se convierte en música / las manos buscan el olor de las lilas / en el templo cubierto de musgo una esquirla / de amanecer en el ojo de una rata / muerta tu voz al borde de / mis manos que le apretaban la nueve milímetros al chico / contra la mejilla crispada tenía veintidós el tambor / vacío no sabía lo fácil que era / estar ausente estas manos / que arrastraron la sierra por las cuatro de la mañana más azules / los chillidos de los grillos la corteza de la ceiba / que nos escupía en los ojos hasta que uno o dos cayeron / la sierra alojada en el azul estaba oscuro hasta que uno o tres / empezaron a escapar de su país a / su país / la ak-47 el señor de la voz que va a parar / la lila / cómo cerrar la lila / que se abre cada día desde mi ventana / hay un faro / algunas noches sos el faro / algunas veces el mar / esto significa que no conozco / más deseo que la necesidad / de ser destrozado y reconstruido / la mente que olvida / el crimen de vivir del cuerpo / una vez más querida Lan o / Lan oi qué importa / en la celda de al lado hay un tipo que pide / todas las noches por el pecho de su mamá / una sola gotita / creo que mis ojos son como los suyos / miran la noche sangrar / a través del faro la noche esa máscara agrietada / que me pongo después de demasiados golpes de rifle / ¡Lan oi! ¡Lan oi! ¡Lan oi! / Estoy muerto de hambre / un bol de arroz / una taza de vos / una única gota / mi chica gastada de relojes / mi eco atrapado en el 88 / esta noche hace demasiado frío en la celda & hay cosas / que sólo puedo decir donde las monarcas / ya no vienen / con las alas arañando el piso resbaloso de pis en busca de fragmentos de una / mujer fantasma aprieto la cara / contra una ventana del tamaño de la palma de una mano tuya donde / pasando la orilla / un amanecer gris te levanta el dobladillo del vestido violeta / & yo me enciendo

De cabeza Không có gì bằng cơm với cá. Không có gì bằng má với con. Proverbio vietnamita

¿No sabés? Que el amor de una madre se desentiende del orgullo como el fuego se desentiende de los gritos de lo que quema. Hijo mío, mañana aún tendrás el día de hoy. ¿No sabés? Que hay hombres que tocan pechos como quien toca cráneos. Hombres que cargan sueños por las montañas, con los muertos en la espalda. Pero sólo una madre es capaz de caminar con el peso de un segundo corazón que late. Nenito tonto. Podrás perderte en cada libro pero nunca te vas a olvidar de vos mismo igual que dios se olvida de sus manos. Cuando te pregunten de dónde sos, deciles que tu nombre se hizo carne en la boca sin dientes de una mujer de la guerra. Que no naciste, sino que saliste de cabeza al hambre de los perros. Hijo mío, deciles que el cuerpo es un cuchillo que se afila cortando.

En Newport, veo a papá apoyar la mejilla sobre el lomo húmedo de un delfín encallado & cerrar los ojos. Tiene el pelo del tono de la carne agrietada del delfín. El brazo derecho, con tatuajes de tres fénix en picada –antorchas que señalan las vidas que eligió o no pudo elegir– acuna el hocico rosáceo. Los dientes del delfín relumbran como balas. Huey. Tomahawk. Semiautomático. Yo estaba estático, los dos sentados en el Nissan, mirando las olas que nos rozaban el aliento cuando salió corriendo hacia la orilla, dando saltitos con la pierna renga. La campera North Face amarilla mostaza se achicaba rumbo a la vida gris que manchaba la nuestra. Esquirlas con correas. Bushwacker. La última vez que lo vi correr así, tenía un martillo en la mano, mamá apenas a un clavo de distancia. Estados Unidos. Estados Unidos, una hilera de postes de luz que parpadeaban en sus labios de whisky mientras corríamos. Una familia a los gritos por la avenida Franklin. ADD. TEPT. PDG. Pum. Pum. Pum dice el francotirador. La puta que te parió dice el papá, las balas rastreadoras chorreando entre las hojas de palmera. Verde papel picado, que te quiero verde. Verde a pesar del rojo a pesar del resto. Hundidas las rodillas en el barro negro como la tinta, dirige una cintita de agua al espiráculo que late. OK. O KA. AK -47. Tengo once años una sola vez mientras él se arrodilla para rodear al refugiado acuático con los brazos. Las olas le tragan las piernas. El ojo del delfín

boquea como un bebé recién nacido. & una vez más estoy abriendo la puerta del acompañante. Estoy corriendo rumbo a un horizonte oxidado, huyendo de un país para quedarme sin. Persigo a mi papá como los muertos persiguen los días –& aunque aún estoy demasiado lejos para escucharlo, sé, por cómo inclina el cuello hacia un costado, como si lo tuviera roto, que está cantándoles mi canción preferida a sus manos vacías.

El regalo abc

abc

abc

Ella no sabe cuál viene después. Y entonces, empezamos de nuevo: abc

abc

abc

Pero entreveo la cuarta letra, un mechón de pelo negro, que se desenredó del abecedario & se escribió en su cachete. Su trabajo de manicura no la abandona ni siquiera ahora: vahos de acetato de isopropilo, acetato de etilo, cloruro, laurisulfato de sodio y sudor emanan de su remera rosa de I ♥ NY. abc

abc

a –se rompe el lápiz.

A la b se le revienta la panza, como una ráfaga de polvo oscuro por un cielo forrado de azul. Quedate quieto, me dice, y extrae un hueso de ala de grafito Del cadáver amarillo, y lo vuelve a poner entre mis dedos. Otra vez. & otra vez lo veo: el mechón que se le corre de la cara… cómo cayó sobre la hoja –& cobró vida sin hacer ruido. Igual que una palabra. Todavía la escucho.

Autorretrato como orificios de salida Que sea, en cambio el eco de cada paso que la lluvia ahogó, que mutile el aire como un nombre que se arroja a un barco que se hunde, que salpique la corteza de la ceiba y atraviese lo podrido y el hierro de una ciudad que trata de olvidar los huesos bajo las veredas, & recorra después el campamento de refugiados con el aire viciado de humo & himnos a medio cantar, una casucha ennegrecida de óxido & alumbrada con la última vela de Bà Ngoại, las caras de los chanchos que alzábamos & confundíamos con hermanos, que entre en una habitación iluminada por la nieve y amueblada únicamente con risas, pan lactal & mayonesa que se acercan a los labios rajados en calidad de testamento a un triunfo del que nadie se acuerda, que roce la mejilla sonrosada del recién nacido al que levantan en los brazos de su papá, envuelto en tripas de pescado & Marlboros, mientras todo el mundo festeja cómo otro vietnamita más se desmorona bajo la M16 de John Wayne y Vietnam arde en la pantalla, que les entre por un oído y les salga por el otro, limpio, como una promesa, antes de rasgar el póster de Michael Jackson que brilla encima del sillón, hacia el supermercado donde una mujer mezclada está dispuesta a creer que cualquier hombre blanco que tenga su nariz es su papá, que cante, un ratito, adentro de su boca, antes de acostarla entre frascos de tomate & cajas azules de pasta & de que la manzana rojo oscuro salga rodando de la palma de su mano, después al calabozo donde su marido se sienta a mirar la luna hasta que se convence de que es la última hostia que dios le negó, que le pegue en el mentón como un beso que olvidamos cómo darnos los unos a los otros, silbando en el aire

de vuelta al 68, a la bahía de Ha-Long: fuego en lugar de cielo, el cielo que sólo los muertos pueden ver, que llegue hasta el abuelo que se está cogiendo a la campesina embarazada en la parte de atrás de su jeep del ejército, con el pelo rubio parpadeando en la ventolera del napalm, que lo sujete contra el polvo del que surgen sus futuras hijas, con los dedos ampollados de sal & Agente Naranja, que le arranquen los pantalones verdes de fajina & agarren en un puño el nombre que le cuelga del cuello, el nombre que aprietan contra la lengua para aprender de nuevo la palabra vivir, vivir, vivir – pero aunque sea, déjenme enhebrar este rayo de la muerte como una ciega vuelve a coserle un retazo de piel en las costillas a su hija. Sí: déjenme creer que nací para desamartillar este rifle, brillante & terso, como un verdadero Charlie, como pasos de fantasmas condensados por la lluvia mientras me arrodillo entre las miras –& rezo por que nada se mueva.

Acción de Gracias 2006 Esta noche hace demasiado frío en Brooklyn & todos mis amigos están a tres años de acá. Mi mamá me dijo que podía ser cualquier cosa que quisiera –pero elegí vivir. En los escalones de un viejo brownstone destella un cigarrillo, después se apaga. Me acerco: una navaja afilada con silencio. Su línea del mentón grabada en humo. La boca en la que vuelvo a entrar en la ciudad. Desconocido, eco palpable, acá tenés mi mano, llena de sangre chirle como lágrimas de viuda. Estoy listo. Estoy listo para ser cada animal que pierdas por el camino.

Rompehogares & así bailábamos: los vestidos de nuestras madres se derramaban de nuestros pies, el final de agosto nos teñía las manos de rojo oscuro. & así amábamos: una quinta parte de vodka & una tarde en el desván, tus dedos por mi pelo –mi pelo un incendio incontrolable. Nos tapábamos los oídos & la rabieta de tu papá se convertía en los latidos del corazón. Al tocarse nuestros labios, el día se cerraba convertido en ataúd. En el museo del corazón hay dos personas sin cabeza que construyen una casa en llamas. Siempre la escopeta arriba de la chimenea. Siempre una hora más para matar –para rogarle a algún dios que la devolviera. Si no era el desván, era el auto. Si no era el auto, era el sueño. Si no era el chico, era la ropa del chico. Si no estás vivo, colgá el teléfono. Porque el año es una distancia que recorrimos en círculos. Es decir: así bailábamos: desnudos en nuestros cuerpos dormidos. Es decir: así amábamos: el cuchillo en la lengua que se convertía en una lengua.

Sobre ti canto Lo logramos, mi amor. Nos llevan en la limusina negra. En el camino amontonaron gente para gritar nuestros nombres. Tienen fe en tus cabellos de oro & en tu traje gris sin una arruga. Tienen a una buena ciudadana en mí. Yo amo a mi país. Hago de cuenta que está todo bien. Hago de cuenta que no veo al hombre & a su hija rubia que se tiran para esquivar las balas, que no estás diciendo mi nombre y que, cuando sale de tu boca, no suena a matadero. Todavía no soy Jackie O & todavía no tenés un agujero en la cabeza, un arcoíris pasajero en medio de una niebla de óxido. Yo amo a mi país pero ¿a quién quiero engañar? Me estoy guardando tus pensamientos, todavía calientes, adentro mío, mi querido, dulce, dulce Jack. Estoy buscando al lado del baúl un vidrio roto de recuerdo tuyo, de cuando nos besamos & el país brilló. Tu espalda desarmada. Tu mano que se suelta. Ahora estás desparramado en el asiento, ahondando mi vestido fucsia. Pero soy una buena ciudadana, rodeada de Jesús y de ambulancias. Yo amo a este país. Las caras retorcidas. Mi país. El cielo azul. La limusina negra. Mi único guante blanco que relumbra rosado: con todos nuestros sueños americanos.

Porque es verano te vas en bici al parque amoratado por las nueve de la noche con los arces enfundados en bolsas de plástico desflecadas por los días el maizal recién arrasado & mentiste al decir adónde ibas se supone que estás con una chica cuyo nombre no atinás a inventar pero él te está esperando en la cancha de béisbol, detrás de la cueva salpicada de colillas forros rotos te está esperando con las manos pegajosas & aliento a menta un corte de pelo barato & los levis de su hermana el tufo a pis que larga el pasto húmedo después de todo es junio & sos joven hasta septiembre parece diferente al de la foto pero igual no importa porque le diste un beso en la mejilla a tu mamá antes de venir hasta acá porque el tajo oscuro de la bragueta alcanza para hablar a través del cierre un grito fino donde plantás la boca para oír el ruido de los pájaros al golpear contra el agua el chasquido del elástico cuatro manos que se aceleran convertidas en muchas: un enjambre de deseo con el que te cubrís como un velo de novia pero no lo merecés: el chico & su soledad el chico que te encuentra hermoso solamente porque no sos un espejo porque no tenés suficientes caras que abandonar viniste hasta acá para no ser nadie & es junio hasta la mañana sos joven hasta que una canción pop suene en la habitación de un pibe muerto el agua entra por los cuatro costados del verano & vos querés decirle que está todo bien que la noche también es una tumba de la que nos podemos levantar pero él ya está arreglándose el cuello el maizal una crueldad con sus vahos de bosta te embadurnás el cuello con un lápiz de labio te vestís con manos temblorosas decís gracias gracias gracias porque todavía no aprendiste para qué sirve

perdoname porque eso es lo que uno dice cuando un desconocido sale de adentro del verano & te ofrece una hora más para vivir.

Adentro de la grieta Estaciono en el campo & apago el motor. Es sencillo: no sé amar a un hombre con suavidad. La ternura, algo que se logra a los golpes. Alguaciles enhebrados a un aire de zafiro. Estás tan callado que sos casi mañana. El cuerpo se hizo blando para guardarnos de la soledad. Dijiste como si el auto se estuviera llenando de agua de río. No te preocupes, No hay agua. Sólo tus ojos que se cierran. Mi lengua en el quid de tu pecho. Pelitos negros como patas de insectos desaparecidos Nunca quise la carne. Su costumbre de no fallar nunca

en su fallo tan preciso. Pero qué pasaría si rasgara de todos modos la delgada página de la piel & encontrase el corazón no del tamaño de un puño sino de tu boca que se abre grande como Jerusalén. ¿& entonces qué? Amar a otro hombre es no dejar a nadie por el camino para perdonarme. Quiero que nadie quede por el camino. Guardar & ser guardado. Como un campo convierte sus secretos en peonías. Como la luz guarda su sombra al tragársela.

La anáfora como mecanismo de supervivencia No podés dormir así que te ponés sus botas grises –nada más– & entrás a la lluvia. Aunque él ya no esté, pensás, igual quiero estar limpio. Si tan sólo la lluvia fuera nafta, tu lengua un fósforo encendido & sos capaz de cambiar sin desaparecer. Si tan sólo se muriera en el instante en que su nombre se transforma en un diente en tu boca. Pero todavía no. Se muere cuando se lo llevan rodando & el cura te hace salir del cuarto, las palmas de tus manos dos charcos de lluvia. Se muere mientras tu corazón late más rápido, y otra guerra convierte el cielo en cobre. Se muere cada noche en que cerrás los ojos & escuchás su lenta exhalación. Tu puño que ahoga la oscuridad. Tu puño que atraviesa el espejo del baño. Se muere en la fiesta donde todo el mundo se ríe & lo único que querés es ir a la cocina y hacerte siete omelets antes de incendiar la casa. Lo único que querés es correr al bosque & rogarle al lobo que te haga mierda. Se muere cuando te despertás & es noviembre para siempre. Un disco de Hendrix derretido bajo una púa oxidada. Se muere la mañana que te besa dos minutos de más, cuando te dice Esperá seguido de Tengo algo que decir & rápido agarrás tu almohada rosa preferida y lo asfixiás mientras llora bajo la tela suave & cada vez más oscura. Te quedás quieto hasta que deja de moverse, hasta que las paredes se disuelven & están los dos parados otra vez en el tren lleno de gente. Mirá cómo te sacude hacia adelante y hacia atrás como si bailaran un lento visto desde la distancia de los años. Seguís en primer año de la facultad. Te sigue aterrando tener sólo dos manos. & él todavía no sabe cómo te llamás pero igual te sonríe. Sus dientes reflejados en la ventana que refleja tus labios cuando articulás un Hola: tu lengua un fósforo encendido.

Séptimo círculo de la Tierra El 27 de abril de 2011, una pareja gay, Michael Humphrey y Clayton Capshaw, fue asesinada por inmolación en su hogar de Dallas, Texas. Dallas Voice

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Como si mi dedo / que te recorre la clavícula / tras puertas cerradas, / fuera suficiente / para borrarme. / Para olvidar / que construimos esta casa sabiendo / que no duraría. ¿Cómo / se hace para detener / el remordimiento / sin cortarse / las manos? / Otra antorcha 2

entra por la ventana, / otra paloma errante. / Qué gracioso. Siempre supe / que estaría más abrigado al lado / de mi hombre. Pero no te rías. Entendeme / cuando digo que ardo mejor / cuando me corona / tu olor: ese sudor terrestre / mezclado con Old Spice que busco cada noche / que los días 3

me rechazan. Las caras se nos ennegrecen / en las fotos colgadas en la pared. / No te rías. Mejor contame otra vez / el cuento / de los gorriones que escaparon de la caída de Roma, / sus alas incendiadas. / Cómo la ruina hizo su nido / en cada garganta, como un dedal, / & la hizo cantar 4

hasta que las notas se enhebraron a este / humo que sube / de tus fosas nasales. Hablá: / hasta que tu voz no sea más / que el crepitar / de huesos

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calcinados. Pero no te rías / cuando estas paredes se derrumben / & sólo salgan volando / chispas, / no gorriones. / Cuando vengan / a revolver estas cenizas / & extraigan mi lengua, / esta rosa hecha puño, / chamuscada y atragantada, / de tu boca 6

muerta. / Cada pétalo negro / hecho pedazos / con lo que queda / de nuestra risa. / Risa cenicienta convertida / en aire / en mi amor mi bebé / mi corazón, / mirá. Lo felices que somos / de no ser nadie / & seguir siendo 7

estadounidenses.

En la Tierra somos hermosos por un rato I Decime que fue el hambre y nada más. Porque hambre es darle al cuerpo lo que sabe que no puede quedarse. Que esta luz ambarina que otra guerra va tallando es lo único que prende mi mano a tu pecho.

I Vos, que te ahogás en mis brazos: quedate. Vos, que empujás tu cuerpo al río para quedar a solas: Quedate.

I

Te voy a contar cómo podemos estar tan equivocados que nos perdonan. Cómo fue que una noche, después de darle una cachetada de revés a mamá y de llevar una motosierra a la mesa de la cocina, mi papá se fue a arrodillar al baño hasta que escuchamos su llanto ahogado a través de las paredes. & así aprendí: que un hombre en el momento del clímax era lo más cercano que había a una rendición.

I Decí rendición. Decí alabastro. Navaja automática. Madreselva. Vara de oro. Decí otoño. Decí otoño a pesar del verde de tus ojos. Belleza a pesar de la luz del día. Decí que matarías por ella. Amanecer indestructible

que trepa por tu garganta. Mis sacudidas debajo tuyo como un gorrión atontado por la caída.

I Anochecer: un filo de miel se escurre entre las sombras de los dos.

I Quería desaparecer: así que abrí la puerta del auto de un extraño. Estaba divorciado. Estaba llorando con la cara entre las manos (manos que tenían gusto a óxido). El lazo rosado contra el cáncer de pecho que tenía en el llavero se movía sobre el encendido. ¿No nos tocamos sólo para comprobar que todavía estamos acá? Yo alguna vez también estuve acá. La luna, lejana & parpadeante, quedaba atrapada en las perlas de sudor de mi cuello. Dejaba que la niebla se derramara por la ventana rajada y me tapase los colmillos. Cuando me fui, el Buick seguía ahí, un toro mudo en su pastura, sus ojos marcaban mi sombra a fuego contra los costados de las casas suburbanas. En casa, me tiré en la cama como una antorcha & me puse a mirar cómo las llamas mordisqueaban la casa de mi mamá hasta que apareció el cielo, inyectado en sangre & enorme. Cómo quería ser ese cielo: albergar en mí a la vez cada caída y cada vuelo.

I Decí amén. Decí enmendar. Decí que sí. Decí que sí de todas formas.

I En la ducha, sudando bajo el agua fría, restregaba & restregaba.

I No es demasiado tarde. Nuestras cabezas aureoladas

de jejenes & verano demasiado reciente para dejar marcas. Tu mano por debajo de mi remera como estática en la radio, cada vez más fuerte. Tu otra mano apuntando el revólver de tu papá al cielo. Las estrellas cayendo una por una en la mira. Esto significa que no voy a tener miedo si ya estamos acá. Más de lo que puede albergar la piel. Que un chico que duerme al lado de otro chico debe hacer un campo de tic & tacs. Que decir tu nombre es escuchar el ruido de atrasar los relojes otra hora & la mañana encuentra nuestra ropa en la entrada de la casa de tu mamá, con los pétalos caídos como lirios de una semana.

Eurídice Se parece más al ruido que hace una cierva cuando la punta de la flecha reemplaza el día con una pregunta al zumbido ahuecado de las costillas. Nos la veíamos venir pero seguimos caminando por el agujero del jardín. Porque las hojas eran de un verde puro & el fuego sólo una pincelada rosa a lo lejos. No se trata de la luz, sino de cuánta oscuridad te dé según dónde estés parado. Según dónde estés parado, tu nombre puede sonar como una luna llena hecha jirones en la piel de una cierva muerta. Tu nombre cambió al tocarlo la gravedad. La gravedad que nos quebraba las rodillas sólo para mostrarnos el cielo. ¿Por qué seguíamos diciendo que sí, aún con todos esos pájaros? ¿Quién nos creería ahora? Mi voz chisporrotea como huesos adentro de la radio. Qué tonto. Pensaba que el amor era real & el cuerpo imaginario. Pensaba que bastaba con un pequeño acorde. Pero acá estamos: de pie en el campo frío una vez más. Él que llama a la chica. La chica, junto a él. El pasto escarchado que cruje bajo los cascos de ella.

Sin título (Azul, verde y marrón): óleo sobre lienzo: Mark Rothko: 1952 La tele dijo los aviones impactaron contra los edificios. & yo dije que sí porque vos me pediste que me quedara. Tal vez rezamos de rodillas porque dios nos escucha solamente cuando estamos así de cerca del diablo. Hay tantas cosas que te quiero contar. Que mi máximo logro fue cruzar a pie el Puente de Brooklyn sin pensar en el vuelo. Que vivimos como el agua: humedeciendo una lengua nueva con andá a saber lo que tuvimos que pasar. Dicen que el cielo es azul pero yo sé que es negro si se lo mira de muy lejos. Siempre te vas a acordar de lo que estabas haciendo cuando más te duela. Hay tantas cosas que necesito contarte: pero sólo me gané una vida. & no me llevé nada. Nada. A lo mejor un par de dientes al final. La tele seguía diciendo Los aviones… Los aviones... & y yo esperando de pie en la habitación hecha de sinsontes rotos. Las alas palpitantes eran cuatro paredes borroneadas & vos estabas ahí. Vos eras las ventanas.

Reina bajo la colina Me acerco a un campo. Un piano negro espera ahí en el centro. Me arrodillo a tocar lo que puedo. Una única tecla. Un diente arrojado a un aljibe. Mis dedos se deslizan por las encías babosas. Labios resbaladizos. Hocico. No es un piano, es una yegua tapada con una sábana negra. Boca blanca extendida como un puño. Me arrodillo ante mi bestia. La sábana hundida en sus costillas. Un piano abollado donde la lluvia que se juntó a la noche refleja un cielo azul que se desploma sobre el flanco de un caballo. Una huella digital azul impresa desde arriba. Como si algo, tras pedir que lo apagaran de un soplo, al extinguirse hubiera dejado esta flor negra en un campo en el que yo soy un mero visitante. Una palabra exiliada del rezo, parpadeante. El viento forma rayas con el pasto amarillento que va aplanando a nuestro alrededor: el caballo & yo una acuarela que se apuraron en colgar & ahora gotea. Olas verdes rodean esta piedra negra donde yo estoy sentado transformando huesos en sonatas. Con los dedos borroneados, toco lo que aprendí escuchando a los huertos desatar sus más dulces males. La abolladura de este caballo, lo suficientemente ancha para vivir a su lado. Charco de cielo en la tierra. Como si mirar para abajo a los muertos fuera levantar la vista para ver mi propia cara, pisoteada por la música. Si levanto la sábana voy a descubrir un corazón enorme como un feto muerto. Si levanto la sábana voy a echarme a dormir al lado de ella como una sombra de cuatro patas, pezuña que encuentra hogar en otra pezuña. Si cierro los ojos estoy adentro del piano otra vez

& solamente. Si cierro los ojos nadie me puede lastimar.

[FIN DE SECCIÓN]

Torso de aire Suponete que cambiás tu vida. & el cuerpo es más que una porción de noche: sellado a moretones. Suponete que te despertás & ves que cambiaron tu sombra por un lobo negro. El chico, hermoso & ausente. Así que agarrás un cuchillo & te ponés a darle a la pared. Le das & le das hasta que se abre una moneda de luz & al fin podés espiar, por el agujero, la felicidad. El ojo, que te devuelve la mirada desde el otro lado, espera.

Oración para los recién condenados Querido Padre, perdoname: he visto. Detrás de la valla de madera, un campo iluminado de verano, un hombre que le pone a otro una púa en la garganta. Acero que se transforma en luz sobre un cuello lustroso de sudor. Perdoname por no retorcer esta lengua para formar Tu nombre. Por pensar: así debe empezar toda oración: con las palabras “por favor” que cortan el viento en pedacitos, que es lo que oye un chico en su necesidad de saber cómo vuelve el dolor a bendecir el cuerpo de su pecador. La hora de repente detenida. El hombre, con los labios contra la bota negra. ¿Está mal que ame esos ojos, que vea algo tan diáfano & azul: que ruegue seguir siendo diáfano & azul? ¿Se me crispó el cachete cuando la sombra húmeda floreció de su entrepierna y chorreó en el barro ocre? Qué rápido que se transforma en Vos el filo. Pero dejame empezar de nuevo: Hay un chico arrodillado en una casa con todas las puertas abiertas al verano de una patada. Una pregunta le carcome la lengua. Un cuchillo que toca Tu dedo alojado en la garganta. Querido Padre, ¿qué pasa con el chico que ya no es un chico? Por favor: ¿qué pasa con el pastor cuando las ovejas son caníbales?

A mi padre / A mi futuro hijo Las estrellas no son hereditarias. Emily Dickinson

Había una puerta & después una puerta en la mitad de un bosque. Mirá, mis ojos no son tus ojos. Me atravesás como una lluvia que se escucha desde otro país. Sí, tenés país. Algún día, lo van a encontrar buscando barcos desaparecidos… Una vez, me enamoré durante un choque de autos en cámara lenta. Parecíamos tan en paz, el cigarrillo que flotaba despedido de los labios de él cuando nuestras cabezas sacudidas hacia atrás golpearon contra el sueño & todo nos fue perdonado. Porque lo que escuchaste, o escucharás, es cierto: escribí una hora mejor en la página & me quedé mirando cómo el fuego la hacía retractarse. Siempre había algo que se estaba quemando. ¿Me entendés? Cerré la boca pero seguía sintiendo gusto a ceniza porque tenía los ojos bien abiertos. De los hombres, aprendí a elogiar el grosor de las paredes. De las mujeres, aprendí a elogiar. Si recibís mi cuerpo, dejalo. Si recibís cualquier cosa

asegurate de no dejar huellas en la nieve. Sabé que nunca pude elegir en qué sentido se sucedían las estaciones. Que siempre era octubre en mi garganta & vos: todas las hojas negándose a la herrumbre. Rápido. ¿Ves cómo cambia la tiniebla roja? Eso quiere decir que yo te estoy tocando. Eso quiere decir que no estás solo, hasta cuando no lo estás. Si llegás antes que yo, si no pensás en nada & aparece mi cara ondeando como una bandera rasgada: volvé. Volvé a buscar el libro que dejé para nosotros, rellenado con todos los colores del cielo olvidados por los sepultureros. Usalo. Usalo para demostrar que las estrellas siempre han sido lo que sabíamos que eran: los orificios de salida de todas las palabras que no dieron en el blanco.

Deto(nación) Hay un chiste cuyo remate dice: ¿eh? Es la bomba que dice acá está tu papá. Acá está tu papá dentro de tus pulmones. Mirá cuánto más leve es la tierra: después. El solo hecho de escribir papá es recortar una porción del día de una hoja radiante como bomba. Hay suficiente luz para ahogarse en ella pero no alcanza a penetrar los huesos & quedarse ahí. No te quedes acá, me dijo él, mi nene quebrado por los nombres de las flores. Ya no llores más. Así que me escapé. Me escapé en la noche. La noche: mi sombra que crece hacia mi papá.

Oda a la masturbación porque nunca fuiste santo sólo lo suficientemente hermoso para que te encontraran con un anzuelo en la boca el agua se agitó como chispeando cuando te sacaron & a veces la mano es lo único que tenés para agarrarte a este mundo & es el ruido no el rezo lo que penetra el trueno no el relámpago lo que te despierta en el asiento de atrás neón de medianoche estacionamiento agua bendita chorreada entre tus muslos donde jamás un hombre se ahogó de tanta sed el lechazo

un arte y culeación de estrellas masticadas así que levantá el dedo gordo rebozado de dicha & enseñale a la lengua de alimento desenfrenado que perderse en una imagen es encontrar en ella una puerta así que cerrá los ojos & abrite estirate & que cada costilla tararee la desesperación de las teclas no tocadas del piano algunos dicen que esto es ser humano pero vos ya sabés que es la forma más breve del sí para siempre hasta los santos se acuerdan de eso el si debajo de cada afirmación abajo de la respiración cargada como flores de cerezo que echan espuma en la primavera de nadie con qué frecuencia estas líneas

parecen los arañazos de tus hermanos al ser arrastrados lejos de vos vos el del nombre que no escucha el oído sino los huesos más chicos en las tumbas vos que encendés el aire de abril con el acá acá acá de todos tus pétalos vos que te retorcés & atravesás la luz alambrada de púas aún sabiendo que el color llama a la decapitación me estiro buscándote en barro estadounidense en pueblos con nombres como esperanza festejo éxito & labios dulces como pequeña saigón laramie plata & sanford pueblos cuyos árboles conocen el peso de la historia pueden torcer las ramas ante quebradas líneas cuyas raíces se meten entre las piedras & la dura realidad recogiendo

el recuerdo de la herrumbre & el hierro de las mandíbulas & la amatista sí tocate así separá el hambre incurable de la herida más tierna después de todo el señor te cortó acá para recordarnos de dónde llegó volvé a clavar este latido con su cornamenta a la tierra gritá hasta que la oscuridad haga brotar cada bestia sin rostro del arca mientras raspás la sal de la pijaclítoris & la llamás luz del día no tengas miedo de ser tan luminoso tan diáfano tan vacío que las balas te atraviesen pensando que encontraron el cielo al estirarte apoyá una mano

sobre este cuerpo tibio de sangre como una palabra al ser clavada a su significado & a sus vidas

Fragmentos del cuaderno Una línea de tibieza, del ancho de una cicatriz, en el cuello de un hombre gastado. Es todo lo que siempre quise ser. A veces pido demasiado sólo para sentir que se me inunda la boca. Descubrimiento: mi vello púbico más largo mide tres centímetros. ¿Bueno o malo? 7:18 de la mañana. Anoche Kevin tuvo una sobredosis. Su hermana me dejó un mensaje. No pude escucharlo entero. Con ésta van tres en un año. Prometo que ya voy a dejar. Esta mañana se me cayó jugo de naranja en la mesa. Súbito rayo de sol que no fui capaz de limpiar. Mis manos fueron luz del sol hasta entrada la noche. Me levanté a la una de la mañana y, sin motivo, corrí por el maizal de Duffy. En boxers y nada más. El maíz estaba seco. Hacía ruido como de un incendio, sin motivo. La abuela dijo En la guerra agarraban un bebé, un soldado de cada tobillo, y tiraban… Así nomás. ¡Por fin llegó la primavera! Narcisos por todas partes. Así nomás. Hay 13.000 partes de cuerpos no identificados de las Torres Gemelas guardadas en un depósito subterráneo en Nueva York. ¿Bueno o malo? ¿El paraíso no debería estar pesadísmo a esta altura? Tal vez la lluvia sea “dulce” porque cae en tantas partes distintas del mundo. Hasta lo dulce te puede raspar la garganta, así que batí bien el azúcar. La abuela.

4:37 de la mañana. ¿Cómo puede ser que la depresión me haga sentir más vivo? La vida es rara. Recordatorio: si un tipo te dice que su poeta preferido es Jack Kerouac, es muy probable que sea un pelotudo. Recordatorio: si Orfeo fuera mujer, yo no estaría encerrado acá abajo. ¿Por qué todos mis libros me dejan con las manos vacías? En vietnamita, granada se dice “bom”, del francés “pomme”, que significa manzana. ¿O era por “bomba” en estadounidense? Me desperté con un grito mudo. El cuarto se llenaba de una luz azulada que se llama amanecer. Fui a darle un beso en la frente a la abuela por las dudas. Un soldado estadounidense se cogió a una campesina vietnamita. En consecuencia existe mi madre. En consecuencia existo yo. En consecuencia, sin bombas = no existiría mi familia = ni existiría yo. Qué asco. 9:47 de la mañana: ya me hice cuatro pajas. El brazo me está matando. Berenjena = cá pháo = “tomate granada”. En consecuencia, la extinción define el alimento. Esta noche conocí a un tipo. Un profesor de inglés de secundaria, del pueblo de al lado. Un pueblo chico. Tal vez no debería, pero tenía las manos de alguien que conocí. Alguien a quien estaba acostumbrado. A las mínimas iglesias que formaban sobre la mesa mientras él buscaba las palabras justas. Conocí a un tipo que no sos vos. En su cuarto, las Biblias se sacudían en el estante por la luz de las velas. Su escroto, una fruta machucada. Se lo besé despacio, como uno besaría una granada antes de arrojarla a la boca de la noche.

Quizá la lengua también sea una llave. Qué asco. Te comería, me dijo, rozándome la mejilla con los nudillos. Creo que amo mucho a mi mamá. Algunas granadas explotan con una imagen de flores blancas. Florecen gipsófilas sobre un cielo encapotado, a lo largo de mi pecho. Quizá la lengua también sea un alfiler. Me voy a volver loco cuando se muera Whitney Houston. Conocí a un tipo. Prometo que voy a dejar. “Saquea una aldea” es un muy lindo ejemplo de rima consonante. Dijo él. Era blanco. O quizá yo sólo estaba fuera de mí, al lado de él. En cualquier caso, me olvidé de memoria de su nombre. Me pregunto cómo se sentirá moverse a la velocidad de la sed: si será rápido como estar tirado en el piso de la cocina con las luces apagadas. (Kristopher) 6:24 de la mañana. Estación de ómnibus. Pasaje de ida a Nueva York: 36,75 dólares. 6:57 de la mañana. Mamá, te amo. Cuando los guardiacárceles quemaron sus manuscritos, Nguyễn Chí Thiện no paraba de reírse: los 283 poemas ya estaban dentro suyo. Soñé que caminaba descalzo hasta tu casa en la nieve. Todo era azul como un borrón de tinta y vos estabas vivo todavía. Hasta había una luz del tono del amanecer dentro de tu ventana.

Dios debe ser una estación del año, decía la abuela, mirando por la ventana cómo la tormenta de nieve le ahogaba el jardín. Mis pasos sobre la vereda eran los vuelos más pequeños. Dios mío, si sos una estación del año, que seas la que atravesé para llegar acá. Acá. Es donde siempre quise estar. Lo prometo.

La mínima medida Tras el roble caído, el Winchester traquetea en las manos tempranas del chico.

Una barba de bronce le roza la oreja. Dale. Es toda tuya...

Cargado de verano, yo soy la cierva que amartilla con una pezuña sola como una pregunta lista para abrir

sus raíces. & como cualquier criatura dejada de la mano de dios, no quiero nada más que mis respiraciones. Alzar

este hocico, tallado en siglos de hambre, hacia el siguiente durazno a mi alcance, que se machuca

en el puño del verano. Dale, la voz más gruesa ahora, mandala

a casa. Pero el chico está llorando contra el esqueleto de un árbol: las mejillas llenas de moco & virutas de corteza.

Una vez me acerqué lo suficiente a un hombre para oler el perfume de una mujer

en sus callados rezos: como hacen algunos antes de alzar sus armas más cerca

del cielo. Pero a través de la niebla granulada que forma los minutos de esta mañana, la mínima medida

de distancia, veo dos brazos que descuelgan el rifle de las manos del chico, su resplandor metálico

afilado a través de las hojas húmedas. Veo el rifle… el rifle que baja, después desaparece. Veo

una gorra naranja que toca una gorra naranja. No, un hombre que se agacha ante su hijo

como la presa, desde hace siglos, debe agacharse ante su propio reflejo

para beber.

El pan de cada día

Củ Chi, Vietnam

El rojo es sólo negro que hace memoria. Oscuridad de madrugada & el panadero se levanta para amasar lo que queda del año con harina & agua. O más bien está reconstruyendo la curva de la pantorrilla pálida de ella, que debe su peculiaridad a una mina terrestre que quedó de una guerra que él no alcanza a recordar. Un puñado de heno & el horno se escarlata. Alfalfa. Forsitia. Dedalera. Masa burbujeante. Cuando termina, rasga el vapor lleno de levadura y sólo encuentra las palmas de sus manos: las mismas de cuando era joven. Cuando la pesadez no se medía por el peso, sino por la distancia. Va a subir la escalera caracol & va a llamarla por su nombre. Va a imaginar la esponjosidad del pan al correr la frazada y llevarse su miembro fantasma a los labios para que cada beso se evapore en sus tobillos ligeros como el aire. & nunca va a volver a ver el placer que eso dibuja en su cara. Nunca su cara. Porque en mi apuro por hacerla real, por hacerla presente, me voy a olvidar de escribir un poco de luz que entre a la habitación. Porque mis manos fueron siempre cortas & tenues como las de mi padre. & va a empezar a llover. Ni se me va a ocurrir ponerle techo a la casa: la prótesis en la mesa de luz, el clac clac a medida que se va llenando. Escuchame, el año terminó. No sé nada de mi país. Escribo cosas. Construyo una vida & después la tiro abajo & el sol sigue brillando. Ondas encrespadas. Aerosol de sal marina. Tsunami. Tengo suficiente tinta para traerte el mar pero no los barcos, pero es mi libro y digo cualquier cosa con tal de quedarme adentro de esta piel. Sasafrás. Abeto de Douglas.

Sextante y brújula. Convoquemos este otoño en que mi padre está en un motel de cuarenta dólares en las afueras de Fresno, otra vez sacudido por el whisky. Los dedos borrosos como en una foto. Suena Marvin, que implora hermano hermano. & ¿cómo podía saber que al apoyar la lapicera en el papel nos estaba haciendo volver de la extinción? Que éramos más que tinta negra sobre el hueso: espaldas blancas de ángeles boca abajo en el huerto en llamas. Tinta derramada que forma la pantorrilla de una mujer. Una mujer que me hace querer volver para borrarla & borrarla pero no lo voy a hacer. No te voy a decir cómo es que la boca nunca puede tener la honestidad de sus dientes. Cómo este pan, quebrado a diario, mojado en miel –& leudado con lenguas de éxodo, como toda mentira– es tan sincero como tu confianza en el hambre. Cómo mi padre, todo hambruna & fisura, se va a despertar a las cuatro de la mañana en un cuarto sin ventanas & no se va a acordar de sus piernas. Ale, nene, me va a decir, oneme la mano en la epalda, porque va a creer que en serio estoy ahí, que su hijo ha estado de pie detrás de él todos estos años. Oneme la manos en losombro, le va a decir a las volutas de humo de cigarrillo que forman el fantasma de un chico. Ora gitala. Seh, así, nene. Gitala como si tetuviera espidiendo. ¿Ves? Tedije… Tedije… ¿Tu papi? Vuela.

Odiseo: el regreso Entró en mi habitación como un pastor salido de un Caravaggio. Lo único que queda de la frase es una línea de pelo negro encallada a mis pies. Cuando volvió del viento, me llamó con un bocado de grillos: el humo y el jazmín emanaban de su pelo. Esperé que la noche se disipara en décadas: antes de buscar sus manos. Entonces bailamos sin saberlo: mi sombra ahondaba la suya en la cogida. Afuera, el sol seguía saliendo. Uno de sus pétalos rojos cayó por la ventana: & se posó en la lengua de él. Yo traté de arrancárselo pero me detuvo mi propia cara, el espejo, sus grietas, los grillos, cada sílaba derramada.

Logofobia Después, me desperté en la penumbra roja para escribir gia đình en este bloc amarillo. A través de las letras puedo ver, debajo de la tierra, el borrón azul de los huesos. Rápido: perforo y la tinta forma una coma. El agujero más profundo, donde la bala, después de atravesar la espalda de mi padre, ha venido a descansar. Rápido: me subo adentro. Entro en mi vida como entraron las palabras en mí: cayendo por el silencio de esta boca bien abierta.

Algún día voy a amar a Ocean Vuong

Ocean, no tengas miedo. El final del camino está tan lejos que ya lo dejamos atrás. No te preocupes. Tu papá es solamente tu papá hasta que alguno de los dos se olvide. Igual que la columna vertebral no se acuerda de sus alas por más veces que besemos el asfalto con las rodillas. Ocean, ¿me escuchás? La parte más linda de tu cuerpo es donde sea que caiga la sombra de tu mamá. Acá está la casa con la infancia apenas reducida al cablecito rojo que hace saltar la trampa. No te preocupes, vos hacé de cuenta que es el horizonte & nunca lo vas a alcanzar. Acá está el día de hoy. Saltá. Te prometo que no es un bote salvavidas. Acá está el hombre con los brazos lo suficientemente anchos para recoger tu partida. & acá está el momento, cuando se acaba de apagar la luz, en que todavía se ve la antorcha tenue que brilla entre sus piernas. Cómo la usás una & otra vez para encontrar tus propias manos. Pediste una segunda oportunidad & te dieron una boca para que te vacíes. No tengas miedos, que las balas son apenas el ruido que hace la gente al intentar vivir un poco más. Ocean, Ocean, levantate. La parte más linda de tu cuerpo es hacia donde va. & acordate, la soledad sigue siendo el tiempo que pasás con el mundo. Acá está la habitación con todo el mundo adentro. Tus amigos muertos te atraviesan como el viento a esas campanas llamadoras de ángeles. Acá hay un escritorio con una pata chueca & un ladrillo para hacerlo durar. Sí, acá hay una habitación tan cálida y cercana como sangre, te lo juro, que te vas a despertar & vas a confundir estas paredes

con piel.

Devoción En cambio, el año empieza de rodillas, raspándomelas contra el piso de madera, otro hombre que se va en mi garganta. Nieve fresca chisporrotea sobre la ventana, cada copo una letra de un alfabeto que bloqueé para siempre. Porque la diferencia entre la plegaria & la piedad es cómo movés la lengua. Apoyo la mía contra el espiral conocido del ombligo, hilos de melaza que bajan hacia la devoción. & no hay nada más sagrado que tener el latido de un hombre entre los dientes, filosos por el demasiado aire. Esta boca la última entrada a enero, silenciada por la nieve fresca que chisporrotea sobre la ventana. & qué: si se me están quemando las plumas. Nunca quise volar. Sólo sentir esto de lleno, esto todo, cómo la nieve toca la piel desnuda: & de repente, deja de ser nieve.

Notas El epígrafe del libro está tomado de “Untitled” de Bei Dao, traducido por Eliot Weinberger y Iona Man-Cheong. “Umbral” toma prestada y modifica una frase de “Parable” de Carl Phillips. “Albada con ciudad en llamas” toma prestada parte de la letra de “White Christmas”, una canción compuesta por Irving Berlin. El epígrafe de Haibun inmigrante es de El libro de las preguntas, de Edmond Jabès, en la traducción de Rosemarie Waldrop. “El regalo” está escrito a la manera de Li-Young Lee “Siempre & para siempre” también se llama la canción preferida de mi papá, en la versión de Luther Vandross. “La anáfora como mecanismo de supervivencia” es para L.D.P. El título “Reina bajo la colina” está tomado del poema de Robert Duncan “Often I Am Permitted to Return to a Meadow”. El poema toma prestados y modifica elementos de “Acquired Human Deficiency Syndrome” de Eduardo Corral. “Fragmentos del cuaderno” toma prestada una frase de “The Dark World” de Sandra Lim; Nguyễn Chí Thiện fue un poeta vietnamita disidente que pasó un total de veintisiete años en la cárcel por sus escritos. Mientras estaba preso, sin pluma ni papel, componía y memorizaba sus poemas. El título “Algún día voy a amar a Ocean Vuong” está inspirado en Frank O’Hara y Roger Reeves. “Devoción” es para Peter Bienkowski.

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