Resumen Del Mito Del Desarrollo

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Reseña del libro El mito del desarrollo. Los países inviables en el Siglo XXI. Editorial FCE. Lima, Perú. 2001 (2ª. Edición). 266 páginas. De Rivero, Oswaldo. Elba Pérez Villalba1

Oswaldo de Rivero, ex diplomático ante Naciones Unidas, representante de Perú en Rondas de Negociaciones del GATT, afirma en su libro que el desarrollo es un mito. No obstante haber sido publicado en 2001 (2ª edición), este libro tiene actualidad. Está estructurado en seis temas, además de la Introducción: I. “El ocaso del Estado-Nación”; II. “Poder global y miseria nacional”; III. “Darwinismo internacional”; IV. “La búsqueda de El dorado”; V. “Depredación mundial”; VI. “La supervivencia.” Parte de que estamos ante el anochecer del Estado-Nación, producto de 400 años de evolución del pensamiento occidental. A pesar de que a inicios del siglo XXI existen más de 185 Estados-Nación, como una aspiración y sueño de la humanidad –contar con un Estado propio, bajo los principios de la independencia, la autodeterminación y la emancipación–, varios de ellos no son viables ni gobernables. La mayoría de los países de América Latina, Asia, Medio Oriente y África enfrentan la pobreza, la migración, la disminución de alimentos y energía, el endeudamiento, el crecimiento explosivo de las poblaciones urbanas, la falta de mercado nacional, los bajos precios de las materias primas, la criminalidad, el cambio climático, la destrucción de bosques y selvas, la sequía, la contaminación, la desaparición de la tierra agrícola ante la urbanización, las restricciones desventajosas en el comercio, las inversiones y la propiedad intelectual, el atraso tecnológico, la falta de democracia, la violación de derechos humanos, etcétera.

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Profesora Investigadora de la Maestría en Ciencias en Desarrollo Rural Regional de la UACh sede Chapingo.

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Ante tantos retos, parece que el desarrollo, económico y social, principalmente, “es un lejano mito fomentado por las élites políticas y las tecnocracias internacionales”. De Rivero sostiene que “Después de 50 años de experimento para alcanzar el desarrollo y de billones de dólares en ayuda, la mayoría (de los países de los continentes mencionados) no están en desarrollo sino que siguen subdesarrollándose.” Además, están obligados, por organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC), a insertarse en la economía global como si fueran países “industrializados”; sin capacidad de competir con trasnacionales, perdiendo a sus empresas capitalistas nacionales, y bajo supervisión supranacional, como único mecanismo de acceso al crédito internacional. Estos organismos han tenido como credo central el siguiente: “El libre mercado debe regular toda actividad económica, los Estados sólo deben intervenir para mantener disciplina fiscal, lograr una tasa de cambio estable, liberalizar, desregularizar, privatizar la economía y flexibilizar el empleo.” El autor sostiene que las aspiraciones de las élites de los países subdesarrollados, de los Estados-Nación surgidos fundamentalmente bajo la influencia de las revoluciones norteamericana y francesa, e incluso la rusa, hoy tienen como modelos a seguir el europeo y el de Estados Unidos. Sin embargo, no tienen siquiera capacidad paramejorar las condiciones de vida de su población; no son democráticos aunque formalmente lo parezcan; viven con enfrentamientos armados, narcoterrorismo o golpes de Estado. Continúa explicando que estos países subdesarrollados sufren la pérdida de su soberanía y un proceso de trasnacionalización, también por las revoluciones de las telecomunicaciones, la científica y la tecnológica. Por ejemplo, la revolución tecnológica hace que las materias primas sean cada vez más sustituibles, igual que la mano de obra, por lo que el desempleo será creciente y permanente. Ninguno de estos países, incluido México, pertenece al grupo de las Grandes Potencias, que ya lo eran desde el siglo XIX. No obstante, De Rivero considera que estas potencias no pueden ordenar el mundo. Ni Estados Unidos, a pesar de ser la única superpotencia global militar: “… se ha salido de una época de estabilidad estratégica anclada en la Guerra Fría para entrar en un proceso inestable de desorden mundial.” Todos los Estados-Nación, ricos y pobres, han liberalizado sus economías, desregularizado y privatizado, pero no de igual forma. La mayoría de los subdesarrollados lo

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hicieron de manera más amplia y profunda, a favor del capital financiero internacional y de las trasnacionales. Se globalizan rompiendo las fronteras territoriales de los Estados. Pero revisando la historia de los países ricos, de países como Corea del Sur, Taiwán y Singapur, su desarrollo lo deben en gran medida al Estado, que ha apoyado a sus capitalistas. Esta globalización no ha significado que exista un espacio económico global libre; hay restricciones; por ejemplo las personas no pueden circular libremente por el mundo, buscando empleo; la migración no es fácil, por estar severamente controlada. No hay libre comercio con miles de normas establecidas en la OMC. No hay libertad de circulación, o libre tránsito. De Rivero afirma que las ciudades en los Estados-Nación desarrollados, por las actividades trasnacionales, están desempeñando un papel más protagónico, dando lugar a Ciudades-Estados. Mientras las grandes ciudades subdesarrolladas tienen procesos negativos, de pobreza, desintegradores. Ante la inviabilidad de los EstadosNación subdesarrollados, el autor piensa que su futuro es la delincuencia, la violencia y hasta la desintegración nacional. Él plantea que en el siglo XXI el poder no estará determinado tanto por cuánto armamento se tiene, sino por la capacidad de innovar tecnológicamente. Y no será el juego por el poder mundial, geopolítica, sino geoeconomía. Las dominantes no serán las potencias sino las trasnacionales, las que tienen mucha más capacidad económica que los Estados-Nación. Ellas determinan en dónde se produce, qué se produce, cómo se produce y para quién se produce. En los edificios de gobierno o legislativos (parlamentos) no se decide el rumbo de muchos países, sino en los mercados financieros trasnacionales. Si bien los países subdesarrollados buscan la inversión trasnacional para intentar paliar sus graves problemas, ya que sin ellas es imposible modernizar economías atrasadas con exportaciones primarias, no siempre la atraen. No basta con liberalizar, desregularizar y privatizar para que llegue. A las trasnacionales les interesa la capacidad técnica y la productividad de los trabajadores, las empresas nacionales con capacidad tecnológica, con buena infraestructura, el tamaño del mercado doméstico, la seguridad jurídica y la estabilidad política del país. Tales condiciones están dadas en pocos países, como en Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, algunos de la región Asia-Pacífico, y ciertos países de Améri-



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ca Latina y ex socialistas. Por supuesto, en el medio político de gobierno de estos países las trasnacionales ejercen gran influencia, pero sin ningún interés nacional ni responsabilidades internacionales. De Rivero afirma que muchos de los gobiernos de los países subdesarrollados asumen sin chistar las políticas impuestas externamente; se oponen a establecer salarios y condiciones de trabajo dignos; insisten en mantener trabajadores baratos, y no entienden que así no tendrán consumidores ni verdaderos ciudadanos. Amén del olvido que tienen de proteger al medio ambiente, desencadenando situaciones caóticas en su entorno. Para De Rivero, el surgimiento del mercado global y de la revolución tecnológica tiene un comportamiento similar al de la selección natural, sustentada por Charles Darwin, en 1859, en “El origen de las especies.” Por lo que sólo sobreviven “las personas, empresas y economías nacionales consideradas más competitivas, marginando a las demás como especies económicas no aptas.” Al darwinismo natural le tomó millones de años ese proceso, pero al económico-tecnológico, pocos años, meses, e incluso días, poner en el desempleo a las personas, sacar del mercado a empresas y convertir en inviables a los Estados-Nación. Él cree que el darwinismo explica mejor lo que sucede actualmente en el mundo que lo propuesto por Adam Smith y Carlos Marx. Lo que él llama la jungla global es no sólo “un vasto casino financiero sino difusor de patrones de consumo depredadores del medioambiente…” La naturaleza es vista como “una materia prima consumible”. Reconoce que el Banco Mundial admite ya el papel del Estado y diseña cómo debe funcionar éste: un Estado que proteja a los mas débiles, que invierta en aspectos sociales, infraestructura, medio ambiente; que sea democrático y no corrupto. Sin embargo, no le otorga un papel gerencial. De Rivero constata un proceso de desproletarización a escala mundial. Disminuye la clase obrera y la burocracia, entre otros, por lo que decrece la sindicalización de obreros y empleados. Los sindicatos han perdido poder y voz. Proliferan los empleos temporales y los salarios bajos, sin seguridad social; se flexibiliza la fuerza de trabajo. Sin posibilidades de empleo estable, ante la incertidumbre laboral y con una población creciente, aun con la transición demográfica, ¿qué sucederá en los países subdesarrollados?, ¿cuál es el futuro para esta población? Y responde: la migración,

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la delincuencia, el extremismo; turbulencias socioeconómicas impredecibles, de magnitudes insospechadas. Otro fenómeno que señala De Rivero es la desmaterialización gradual de la producción industrial moderna. Las materias primas tienen cada vez menor demanda, y con precios bajos e inestables. Las nuevas tecnologías, los nuevos materiales artificiales y la biotecnología las desplazan. Países sin recursos naturales son más ricos y poderosos que países con muchos recursos naturales. La riqueza está en la información, en la creación e innovación de productos y servicios. El autor dice que para los teóricos y los tecnócratas que elaboran proyectos de desarrollo es impensable la imposibilidad del desarrollo. Clasificaron a los países pobres en: atrasados, subdesarrollados y finalmente “en desarrollo”; lo último, por estar en camino a alcanzar el progreso material y un alto nivel de vida, es decir, llegar a ser países desarrollados. Así nació el mito del desarrollo, nutrido de nuestra ideología del progreso material de la civilización occidental, el gran consumo en masa, que resuelve problemas y da la felicidad. Pero la pregunta queda: “¿Progreso para quiénes… progreso hacia qué?” ( Rabindranath Tagore). Para lograr el desarrollo, “las Naciones Unidas, Potencias Industrializadas, Agencias Especializadas, Organizaciones Financieras Internacionales, Organizaciones No Gubernamentales e Instituciones Humanitarias han ensayado un sinnúmero de políticas, estrategias, programas, proyectos de desarrollo y han transferido cientos de billones de dólares en créditos, asistencia técnica, equipos y donaciones. “Alguna ha servido, y otra se ha perdido en “los corredores de la corrupción”. Pero ¿cómo llegar a El dorado, cuando los ricos son más ricos y los pobres más pobres? De Rivero plantea que los gurús del desarrollo, que todo lo miden, tienen una visión cuantitativa del mundo, ven sólo el crecimiento económico e ignoran lo cualitativo histórico-cultural. No tienen una visión integral y ética del mundo. Con el conjunto de problemas que hoy viven los países subdesarrollados, lo que se tiene es el “No desarrollo”, la gran producción de pobreza, y son más bien “Economías Nacionales Inviables “ENIs)”, donde “la mayoría de la población vive en el infierno, una pequeña clase media en el purgatorio y sólo un puñado en el paraíso”. En América Latina, para el autor, la única ENI es Haití. Sin embargo, cree que varios países de este continente muestran signos de ENIs. Por lo que hace a países



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como Argentina, Brasil, México y Chile, no tienen todos los rasgos ENIs, pero están lejos de convertirse en “Newly Industrializad Countries (NICs), como algunos de Asia. Concluye que al finalizar el siglo XX, la mayoría de los países son “proyectos nacionales no realizados” por cuasi Estados-Naciones con economías estabilizadas en la inviabilidad, en el “No desarrollo”. Una afirmación común ha sido que para lograr el desarrollo basta con cambiar los sistemas o estructuras económicas y sociales. Pero ningún sistema, ni el capitalista ni el que fuera llamado socialista, ha terminado con la pobreza ni la violencia. El ser humano continúa siendo el depredador de nuestra propia especie. Las guerras continúan. Son una constante histórica. De Rivero generaliza afirmando que los seres humanos consideran que quien es de su grupo (familia, tribu, clan, etnia, nación, religión o cultura) es superior y diferente a los otros grupos, y por tanto los otros son los enemigos, como si fueran “una especie diferente”. Ejemplo de ello son: la exclusión social, la violación de derechos humanos, el terrorismo, el genocidio, las guerras. Los seres humanos desconfían de sí mismos. La humanidad ha luchado, con revoluciones incluso, por conquistar sociedades justas y prósperas, pero sin resultados exitosos. Para él, las ideologías capitalista y comunista son dos enfoques extremos de la misma ideología occidental, basadas en el progreso material, producto de la Revolución Industrial. Critica por igual ambas concepciones. Constata que lo que hoy predomina es el capitalismo salvaje, “a través del más alto grado de acumulación material, con patrones de consumo ecológicamente insustentables y depredando a través del mercado y la tecnología. Lo único que interesa son mayores ganancias, dinero fácil y rápido, sin importar el costo político, social y ecológico.” Sin instituciones democráticas, sin sociedad civil y sin solidaridad social, crecen las brechas y las desigualdades. México es uno de los países con mayor desigualdad en el mundo. El autor piensa que la exclusión social hace brotar problemas sociales, étnicos, religiosos o culturales, expresados en conflictos, incluso violentos, y hasta en desastres para miles de refugiados y desplazados. Estas luchas armadas pueden convertirse en permanentes, de baja intensidad, en donde diversos grupos de diferente carácter se reparten el monopolio de la violencia, convirtiendo a los países en “Entidades Caó-

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ticas Ingobernables (ECIs)”. Hay un colapso del control estatal sobre el territorio y la población. México pareciera estar en esta vía, con el narcotráfico. Ante la constante de violencia y guerras de mayor o menor magnitud, y ante las deficiencias de ejércitos nacionales para enfrentar estas situaciones, es probable que aumenten los servicios de pacificación privados, y que estas empresas, de seguridad nacional, mercenarias, sean incluso trasnacionales. No se trata de aventureros, sino de servicios profesionales disciplinados y eficientes. De Rivero sostiene que la búsqueda de posibles salidas dentro del propio sistema continúa, aunque habrá países subdesarrollados totalmente abandonados, y otros tendrán algunos apoyos por ser contemplados como “Estados pivotes”. Éstos son aquellos que por su situación amenazan los intereses de las Grandes Potencias y negocios trasnacionales, bajo un enfoque selectivo. México es contemplado como “Estado pivote”, por la vecindad con Estados Unidos, aunque su situación conflictiva lo ha convertido en una amenaza para la estabilidad regional. El autor dice que con la explosión demográfica urbana y sin seguridad alimentaria, energética e hídrica, “sin equilibrio físico-social”, no existirán expectativas de desarrollo en los países subdesarrollados. Basado en un estudio acerca de revoluciones y rebeliones en el mundo (Revolution and Rebelion in the Modern World de Jack Glodstone, de la Universidad de Berkeley) que analiza a varias de ellas, concluye que tuvieron lugar por la incapacidad política para resolver los problemas emanados por el crecimiento poblacional y la menor disposición de recursos. De manera que estamos amenazados por el desencadenamiento de la violencia nacional, inimaginable, expresada por ideología, religión, etnicidad o delincuencia común. Estamos sobrepasando los límites de tolerancia. Es así que el gran desafío no es “el desarrollo nacional” sino “la supervivencia nacional”, cuyo objetivo es “evitar que el tejido social se desintegre aún más y que colapse el proyecto del Estado-Nación.” La vialibilidad nacional, en su opinión, proviene de la capacidad tecnológica, de innovar y penetrar mercados extranjeros con productos de mayor contenido tecnológico, y ayudar así a crear empleo nacional. Sostiene que hoy la agenda no es la del desarrollo sino la de la supervivencia de los países subdesarrollados, que sea producto de un gran diálogo nacional, estableciendo Pactos entre estas naciones, y al interior de ellas entre sus diversos actores



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gubernamentales, políticos, económicos, académicos, trabajadores, sociedad civil en general. Tarea no fácil, bastante complicada. El libro es un texto que nos invita a reflexionar sobre nuestra realidad y a buscar alternativas, tomando en cuenta la historia de nuestros países, plagados de autoritarismo, corrupción y explotación, con atraso tecnológico, trabajo barato, exportaciones primarias y pocas transformadas.

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