San Pedro Vaticano

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Enrique Valdearcos Guerrero

Historia del Arte

Finalización de la Basílica e San Pedro Vaticano (1607-1612) Carlo Maderno (1556-1629) Paulo V, durante su largo pontificado (1605-1621), promueve multitud de obras y se convierte en el gran patrón de Maderna. En el 1605 decide demoler lo que restaba de la vieja basílica de San Pedro, para completar la mole iniciada justo un siglo antes por Julio II. El papa convoca un concurso al que acuden numerosos arquitectos, y entre ellos Maderna, cuyas trazas son las escogidas. Al principio no pensó éste transformar la planta centralizada de Bramante y Miguel Ángel, pero fue el propio papa el que impulso la transformación en una iglesia de planta de cruz latina, haciéndose intérprete de la mentalidad contrarreformista, del nuevo espíritu que reclamaba naves procesionales de gran desarrollo, y empujando con todo su autoridad en este sentido. Le movía, por otro lado, el deseo de ocupar todo el suelo sacro de la vieja basílica constantiniana. Con la planta longitudinal se retrocedía al esquema de basílica de tres naves puesto de moda por la iglesia viñolesca del Gesú. El concepto estético del Renacimiento sufrió un rudo golpe y la grandiosa cúpula quedó relegada a un plano posterior. A Maderna le tocó la ingrata tarea, sin duda contra su voluntad, de atentar contra el espíritu de la espléndida creación renacentista. Los trabajos se iniciaron en el 1607 y se llevaron con ritmo tan acelerado, que en el 12 pudo ponerse en el piso del monumental orden corintio de la fachada la inscripción: IN HONOREM PRINCIPIS APOST. PAULUS V BURGHESIUS ROMANUS PONT. MAX. AN MDCXII PONT. VII. Tuvo que transformar en longitudinal el esquema central ideado por Miguel Angel para la basílica de San Pedro y duplicar la capacidad de la iglesia construyendo la gran nave. Con la nueva nave longitudinal, la cúpula dejaba de ser el centro y la síntesis plástica de las masas. Maderna trata de respetar en la medida de lo posible el plan miguelangelesco, y ello se aprecia tanto en la utilización del orden del orden único o gigante en las columnas del pronaos, como en el propio desarrollo del frontal de la fachada, ancha y baja para dejar ver la cúpula, por más que ésta no sea ya el centro sino el fondo. Por otra parte, la multiplicidad de espacios que supone el esquema basilical casi desaparece a favor del espacio visualmente único de la enorme nave central, la cual se desarrolla en toda su grandeza a costa de las naves laterales y sus correspondientes capillas. Por otra parte, el arquitecto cuidó mucho de subrayar la continuidad entre la parte nueva y el núcleo ya construido, empleando en los tres tramos de la nave los mismos elementos de los brazos del crucero, es decir, arcos entre un orden doble de pilastras corintias y bóveda de cañón continuo rasgado por pequeñas ventanas. La misma discreta iluminación de la nave prepara para la explosión de luz que se desencadena en la zona de la cúpula Al frente de todo el conjunto, Maderna conservó el pórtico previsto por Miguel Ángel, pero no abierto, sino cerrado con una fachada (160726), que por su excesivo

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desarrollo horizontal, debido a que tenía que cubrir las tres naves del interior, resulta pesada e inerte; dicho defecto no pudo ser corregido, al no construirse los dos campaniles proyectados por problemas de asentamiento del terreno. Resulta una fachada demasiado enmascaradora, excesivamente dilatada y plana, sin una real concordancia con el cuerpo de la iglesia. Con todo, el conjunto conserva un tono grandioso gracias al orden de columnas gigantes que enmarca las tres puertas y la zona central, coronada por un frontón conjugado con un ático rectilíneo y demasiado bajo en el intento de no perturbar la visión de la cúpula. Con la realización de esta obra grandiosa, el nombre de Maderna ocupó el primer puesto entre los arquitectos romanos. Transpuesta la fachada, construyó un gran narthex o pórtico que puede figurar entre las obras maestras de la arquitectura de su tiempo. Aumenta su belleza la soberbia decoración de su bóveda, toda cubierta de estucos dorados que definen varios compartimentos con escenas de la vida de los apóstoles. Fachada iluminada

Plaza de San Pedro del Vaticano (1656-1667) Gian Lorenzo Bernini (Nápoles, 1598 - Roma, 1680) Tras el pontificado de Inocencio X, Bernini se ve otra vez auspiciado de la mano de Alejandro VII, el cual trata de hacer de la arquitectura el modo más evidente de exaltación del poder estatal del pontífice. Así encarga a Bernini el diseño de la Plaza de San Pedro, construida entre 1656 y 1667, con el fin de crear un sitio capaz de acoger grandes congregaciones de fieles y corregir en parte el efecto de la ampliación del brazo oriental de la basílica. El proyecto original pretendía la construcción de una plaza cerrada, con dos brazos laterales y un tercero que la aislaba, creando un espacio diferenciado y recoleto. Tras este tercer brazo de la plaza se encontraba originalmente una manzana de casas, el Borgo Leonino, adaptándola así al contexto urbanístico. Este tercer brazo no se llego a construir, quedando la plaza con un aspecto muy similar al actual. El diseño de la plaza simboliza al pontífice coronado con la tiara (cúpula de San Pedro) y con los brazos abiertos, acogiendo a toda la cristiandad. Además el pontífice exigió que la plaza permitiera que todos los situados en ella vieran cómodamente la Lonja de la Bendiciones y las estancias vaticanas, desde donde se realizan las bendiciones papales: Urbi et Orbi (ciudad y mundo). La plaza de San Pedro se compone en realidad de dos plazas tangentes, una de forma trapezoidal y otra elíptica. La plaza trapezoidal se cierra hacia nuestro frente reduciendo ópticamente la fachada de Maderno y logrando que los espectadores situados en la plaza elíptica perciban

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la concepción original de la cúpula de Miguel Ángel. Son dos brazos convergentes que aíslan la fachada de la plaza para no quitarle monumentalidad. Las columnas se encuentran organizadas radialmente en torno al punto de generación de la elipse. La plaza es un enorme recinto oval cuyo axis corre transversalmente, paralelo a la fachada de San Pedro. Está rodeado por cuatro hileras de columnas exentas -trescientas en total- talladas en travertino romano formando un óvalo de doscientos metros en el axis más largo, marcado por tres monumentos: lateralmente por dos fuentes que marcan el centro de las dos curvas laterales, y en el centro un obelisco egipcio que había servido como poste de giro en las carreras de carros en el antiguo Circo de Nerón. Las columnas son una versión modificada del dórico y tienen una altura de quince metros. Los brazos están abiertos para dar acceso a la plaza desde cualquier lugar del exterior y su idea parte de los antiguos propíleos de la Acrópolis de Atenas. Los dos brazos terminan en sendos frontones y para producir un continuo con la fachada de Maderna, más de 100 acróteras que representan a los más importantes Santos de la Iglesia, recorren los dos brazos, todas ellas realizadas bajo el control de Bernini. Vista desde la cúpula Interior de los brazos Remate de los brazos Perspectiva desde el Tiber Volver al tema (Maderna)

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