Stein - Lima Obrera, 1900 1930, Tomo I

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Steve Stein es di de estudios de

post grado en Historia en la Universidad de Miami. Ph. D. de Stanford University, Stein viene estu

diando la realidad perua na desde 1979. Autor de

más de 10 artículos y dos libros

sobre

la

historia

del Perú, ha publicado lo que es considerado el

estudio más completo so bre los orígenes de APRA y el Sanchescerrismo. Sus

principales publicaciones

incluyen: Guía bibliográ fica para el estudio de la

historia social y política del Perú y Populism in Perú: the Emergencie of the Masses and the Poli-

tics

of Social Control.

Actualmente Stein está preparando un libro so

bre el impacto de la ac tual crisis en los secto

res populares y medios en que enfoca especial mente

las

variadas

res

puestas a ésta: La crisis y la polarización social

en el Perú: análisis y tes

timonio, que será publi cado próximamente por Ediciones El Virrey,com bina una investigación exhaustiva

de

la infor

mación más reciente so

bre el fenómeno con una extensa serie de testimo

nios directos de los más afectados. También está

Este libro

LIMA OBRERA 1900-1930, T. I de Steve Stein se terminó

de imprimir en Marzo de 1986

por Servicios Editoriales Adolfo Arteta — Cajamarca 239-C Barranco

en preparación otro tra bajo sobre la clase obrera

y política en el Perú. En los

últimos años

Steve

Stein se ha dedicado a la reconstrucción de la his toria social de Lima en

el siglo XX. La presente serie

de

"Lima

Obrera

1900-1930" que consta de tres tomos, está com puesta por sus primeras publicaciones en esta lí nea junto con los traba jos de los miembros del equipo que él formó en 1981 para estudiar los

cambios sociales y polí ticos en la capital, a co mienzos del siglo. Este primer

tomo

contiene

también un trabajo ela borado en conjunto con

José

Deústua y Susan

Stokes.

Diseño

de

la

José Alcalde M.

portada

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w.

ediciones

*£3cELcVIR8gcY

Colección

:

Historia Social y Cultura Popular en América Latina

Serie

Lima Obrera: 1900 - 1930

Director

. :

Steve Stein

PRIMERA EDICIÓN

FEBRERO, 1986 ©

Steve Stein

©

De esta edición Ediciones EL VIRREY

Miguel Dasso 141 Lima 27 - Perú, Telf. 400607

Impresión : Servicios Editoriales Adolfo Arteta IMPRESO EN EL PERÚ

PREFACIO

Esta obra está basada en una investigación que comencé en agosto de 1981 y cuya primera etapa terminó en julio de 1982. El contenido de estos tres tomos corresponde a esa primera etapa de un estudio que se seguirá haciendo a largo plazo. En términos de trabajo histórico y de relaciones humanas, mi año en Lima fue uno de los tiempos más ricos de mi vida. Fue la ayuda de muchas y va rias instituciones en Lima que hicieron que esta experiencia fuera tan grata y tan fructífera.

Cuando pienso en estos tiempos, pienso primero en la Uni versidad de Lima. Son las personas las que hacen a la Universidad y son algunas de ellas en especial que han hecho que mi estadía fuera tan provechosa. El Dr. Jorge Dubrovsky, Director de la Di rección Universitaria de Investigaciones Científicas, prestó un apo ialmente importante para el éxito del equipo de investi

Jorge Dubrovsky es un hombre de trabajo, de producción y de criterio. A la vez estimula y exige, y eso va llevando a resulta dos concretos. Es gracias a la ayuda infraestructural de la Direc ción Universitaria de Investigaciones Científicas que se ha podido elaborar los presentes tomos y ponerlos al alcance de los lectores peruanos. Merece una mención especial José Luis Huisa, quien ha venido cumpliendo un papel importantísimo desde la iniciación del proyecto. De su puesto en la Dirección, coordinaba el trabajo de más de veinte investigadores y facilitó enormemente el acceso a los varios mecanismos de apoyó dentro de la Universidad. Llevó a cabo él mismo una importante investigación sobre aspectos de mográficos de la Lima obrera que está publicada en el tomo tres de esta serie. José Luis personifica con entusiasmo sus conocimien tos tanto metodológicos como substantivos. También han cumplí-

do un papel fundamental en el proyecto Wilma Derpich y Cecilia Israel. Junto con José Luis Huisa han mantenido vivo el proyecto en los tres últimos años, prosiguiendo trabajos propios en la línea de Lima obrera. Además han constituido el punto de referencia y de aliento para las reuniones periódicas de investigadores que si guen expresando interés en estos temas.

En el curso de la investigación, Cristina Cóndor, Jorge Ocampo, Carlos Balbuena y Víctor Purilla nos auxiliaron en una variedad de aspectos.

También agradezco profundamente el constante aliento en la Universidad de dos de sus más destacados catedráticos, Dr. Desi derio Blanco y Dr. Fernando Silva Santisteban.

Merece una mención especial la Rectora de la Universidad

de Lima, Dra. Use WisotzkvSu interés, aliento y amistad hizo posi ble la conducción de la investigación a través de la Universidad.

Ella más que nadie facilitó mi incorporación a la Universidad y después me brindó un apoyo moral y material imprescindible para el desarrollo de mi labor.

Varios de los miembros del equipo de investigación tienen sus contribuciones publicadas en estos tomos. Además de ellos, personas que prestaron una colaboración muy valiosa fueron Alfre

do Tejada, Teresa Quiroz, Emilia Miaño, Eduardo Vargas, Julio Hevia, Richard Zimmerman y Sara Siff. El Arquitecto Juan Gunther, como ya lo había hecho du rante mi primera experiencia de investigación en el Perú hacia diez años, volvió a compartir sus enormes conocimientos sobre la histo ria de Lima.

También quiero agradecer la ayuda de los Dres. Carlos

Franco y Lucho Soberón y al Padre Hugo Bellido por su ayuda. Gran parte del trabajo de biblioteca fue llevado a cabo en la Biblioteca de la Municipalidad de Lima. El personal de la Biblio teca, en especial la Sra. Luzmila Tello de Medina, la Directora de la

División de Bibliotecas, nos recibió y auxilió con gran amabilidad y eficiencia. También quiero expresar mi agradecimiento especial

a Pedro Rostaing y a Eduardo Rada quienes facilitaron enorme mente la investigación sobre el fútbol.

Pude realizar mis investigaciones en Lima gracias a becas de la Comisión Fulbright y el Social Science Research Council, ade más de un año sabático de la State University of New York at Stony Brook. Agradezco al personal de la Comisión Fulbright de Lima, particularmente a su Directora, Dra. Marcia Paredes, por su apoyo moral tanto como material.

Esta obra se publica bajo mi entera responsabilidad y no refleja las opiniones de ninguna de estas instituciones.

Finalmente, quiero dar mis gracias muy especiales a mis suegros Alfonso Llosa y Aurelia León de Llosa por haberme dado grandes ánimos en ésta como en mi primera investigación en el

Perú. El poder compartir mis experiencias diarias con ellos signi ficó un gran estímulo. Mi esposa Pilar me asistió en todas las eta pas de esta investigación, desde la primera propuesta hasta la ver sión final. Ella fue y sigue siendo la mayor inspiración para mis es tudios peruanos. Y a mis hijos Mario y Alex, quienes me han acompañado en cuerpo y espíritu, dedico esta obra. Steve Stein

Coral Gables, Florida Junio de 1985

CAPITULO I LOS CONTORNOS DE LA LIMA OBRERA

11

La Lima de comienzos de siglo, aun hasta la época de la Primera Guerra Mundial, era todavía una serie de barrios algo inde pendientes, con sabor colonial.. Jal era la falta de integración de Lima como ciudad, que sus Habitantes se identificaban, más que como limeños, de acuerdo a su barrio o su calle; eran bajopontinos, o de Maravillas, o de la Calle de la Cruz. La desgregación de Lima se refleja en las experiencias cotidianas de las personas que vivían Abajo el Puente, por ejemplo, y que rara vez "subían" a Lima aunque hacerlo sólo significaba caminar una cuadra para cru zar el puente que conectaba el Rímac con el centro de la ciudad.

La vida giraba alrededor de la calle, el mercadito, la iglesia más próximos. Desde 1900, sin embargo, Lima había comenzado su trans

formación casi revolucionaria en una metrópolis moderna y ciu dad de masas. Había varias manifestaciones de este proceso. La multiplicación de calles nuevas y asfaltadas, los nuevos barrios co mo La Victoria, las nuevas casas para ricos y en menor escala para pobres, las nuevas plazas y edificios, todos combinaron para dar a la capital la imagen de una ciudad que cada día crecía en exten sión y en modernidad. Al mismo tiempo se notaba un importante crecimiento institucional. El gobierno, tanto a nivel nacional como

municipal, se ampliaba en funciones y en personal. Con esa amplia

ción vino una extensión de los servicios urbanos, luz eléctrica, agua y desagües a través del área metropolitana. Pequeñas industrias ¡ comenzaban a aparecer, sobre todo como respuesta a la demanda ;

local por bienes de consumo cuando hubo una disminución impor-; tante de las importaciones europeas durante la Primera Guerra 1 Mundial.

En términos humanos, el aspecto más importante de esta transformación fue el dramático crecimiento demográfico que ocu rrió entre 1900 y 1930. El número total de habitantes aumentó en

más de 125 por ciento de unos 165,000 en 1900 a 376,000 en 13

1931. Con respecto a las masas populares, el crecimiento fue mu cho más espectacular, alcanzando una cifra aproximada de 200 por ciento. Este crecimiento demográfico en general y especialmente

el de las masas populares fue producto, en su mayor parte, de la ola de migración provinciana sin precedente hacia la capital, sobre todo durante los años del oncenio de Leguía (1919-1930). Las no ticias de las novedades de una ciudad en proceso de modernización

llegaban al interior por el creciente número de carreteras construi das por el gobierno. Al mismo tiempo, la mayor inserción del Perú en el mercado mundial en estos años llevó a la consolidación y ex

pansión de las grandes haciendas a costa del campesinado. Inspira do por la visión de una vida mejor en Lima, hombres, mujeres y niños iniciaron ese movimiento masivo de población del campo ha cia la ciudad capital.

Fue en esta época que Lima se gestó como ciudad de ma sas. Los sectores populares se hicieron más y más visibles en el panorama urbano: trabajaban en los numerosos proyectos de cons trucción que ejemplificaban el crecimiento de la ciudad; llegaban a ser vendedores de todo, desde frutas en los mercados hasta huachitos de lotería frente a las numerosas iglesias de la ciudad; labo raban en las fábricas textiles, de cerveza y de jabón que habían

surgido como respuesta a la aumentada demanda del nuevo merca do de consumidores urbanos; vivían en crecientes números en los

callejones, en las casas de vecindad y en los antiguos solares colo niales que se iban subdividiendo para acomodar a esta nueva pobla ción; comenzaban a participar en la política, primero en las mani festaciones callejeras que precedieron a las elecciones y después como integrantes de los primeros partidos organizados con base popular.

El presente libro constituye una parte del extenso estudio sobre "Lima obrera, 1900-1930". El estudio intenta analizar a lar

go plazo las diversas facetas del proceso de masificación que expe rimentó la ciudad en esos años. Se pone especial énfasis en la re construcción de la vida cotidiana de los sectores populares urba

nos, concentrándose sobre todo en los aspectos menos formales, menos institucionalizados de esa vida. Ya tenemos algunos traba

jos pioneros sobre el proceso de sindicalización y la politización de estos sectores populares(l). Pero poco sabemos de sus experien(l)

14

Denis Sulmont, El movimiento obrero en el Perú: 1900-1956 (Lima, 1975); Sulmont, Historia del movimiento obrero peruano (1890-

cias diarias, sus valores, su cultura, su nivel de vida, sus relaciones sociales. Este libro y los dos tomos que le siguen constituyen sólo un primer paso para conocer esa realidad compleja. Mi preocupación por conocer lo popular de la ciudad na ció en mi primera investigación en el Perú (1969-71) sobre la in corporación política de las masas populares limeñas a los movi mientos "populistas", el Aprismo y el Sanchecerrismo(2). Al estu diar estos movimientos —su trayectoria, ideología, estilo de liderazgo, reclutamiento popular, etc.—, muy pronto me di cuenta que era necesario saber quiénes eran estos trabajadores que participa ban en las enormes manifestaciones por un Haya de la Torre o un

Sánchez Cerro; cómo vivían, y por qué apoyaban a un determi nado tipo de movimiento. Para esta última pregunta, tenía que saber algo de su "cultura política", o sea, su orientación objetiva y sobre todo subjetiva ai proceso político. A la vez, no se podía separar la cultura política de la cultura popular en general, es de cir, los valores y normas que regían a la vida popular. Y aún cono ciendo esta cultura popular, quedaba la cuestión de cómo se for maron estos valores, estas normas y no otros. Inicialmente no tuve el tiempo suficiente para desarrollar estos aspectos de mi trabajo. Llegué a Lima en agosto de 1981, a exactamente diez años del tér mino de mi primera investigación con el deseo explícito de seguir trabajando en esta línea.

¿Cómo abarcar un tema tan vasto como la reconstrucción de toda una sociedad? Antes de comenzar a trabajar, había deli neado las siguientes áreas de investigación: 1977); Peter Blanchard, The Origins of the Peruvian Labor Movement, 1883-1919 (Pittsburgh, 1982); James L. Payne, Labor and Politics in Perú (New Haven, 1965); Piedad Pareja Pflucker, Anarquis mo y sindicalismo en el Perú (Lima, 1978); Pareja Pflucker, Aprismo y sindicalismo en el Perú: 1943-1948 (Lima, 1980); César Lévano, La verdadera historia de la jornada de las ocho horas en el Perú (Li ma, 1967); Wilfredo Kapsoli Escudero, Luchas obreras en el Perú por la Jornada de las 8 horas (Lima, 1969) y David Chaplin, The Peruvian Industrial Labor Forcé (Princeton, 1967). A estas fuentes

secundarias, habría que añadir lo que es prácticamente una fuente primaria por los numerosos documentos, folletos y cartas que repro duce, Ricardo Martínez de la Torre, Apuntes para una interpreta ción marxista de historia social del Perú, 4 tomos (Lima, 1947). (2)

El libro que generó esta investigación es Populism in Perú: The Emergence of the Masses and the Politics of Social Control (Madison, 1980). 15

La composición étnica y social de los sectores populares. Aquí se intenta examinar en términos cuantitativos y cualitativos los diferentes grupos étnicos que componían las masas urbanas y los cambios en ellos a través de los treinta años del estudio. Como

parte de eso, hay que determinar los efectos demográficos y cul turales de la migración rural-urbana. En el caso específico de los

migrantes, se trata de descubrir la variedad de motivos por ir a la ciudad y los problemas de adaptación que habrían tenido a su lle

gada. Un área que este estudio enfoca y que ha suscitado poco in terés en trabajos anteriores es el impacto de la identidad étnica so bre las relaciones sociales. En otras palabras, se quiere determinar

el grado de conciencia étnica y de racismo existente en la Lima de la época y trazar su influencia, por un lado, sobre las relaciones en tre las masas populares y otros estratos sociales, y por otro, entre los grupos étnicos distintos que componían esas mismas masas. I La vida en el trabajo de los sectores populares. El panora

ma de empleos sufrió varias alteraciones durante el período, y hay que conocer estos cambios en relación a los tipos de oficios dispo nibles para los hombres, mujeres y niños de las masas urbanas. Existían además, diferencias entre las varias clases de trabajo popu lar con respecto a nivel de remuneraciones, estabilidad laboral, y status relativo. Dado estas distinciones, ¿cuándo, cómo y por qué se obtenía ciertos tipos de trabajo, con qué frecuencia se cambiaba de empleo, y por qué se cambiaba? Los integrantes de los sectores populares pasaban en muchos casos la mayor parte de su vida en el sitio de empleo, de ocho hasta dieciocho horas para algunos, y es

importante estudiar las condiciones de trabajo, incluso el ambiente del lugar donde se laboraba, los contactos con los jefes, gerentes o patrones, las relaciones con los otros trabajadores, y la participa ción en organizaciones sindicales o mutualistas. Las condiciones de vida de los sectores populares: la vivien

da y la cultura material. Las masas urbanas ocupaban varios tipos de vivienda durante el período que incluían callejones, casas de vecindad y casas subdivididas. Cada tipo presentaba diferentes características físicas y dentro de eso se nota variaciones substan ciales en la calidad de la vivienda manifiestas en términos de mate riales de construcción, espacio, densidad de población, luz, aire, y

salubridad. ¿Por qué se vivía en uno versus otro tipo de casa?

¿Con qué frecuencia se cambiaba de domicilio y por qué? Bajo cultura material se considera todo lo que es el interior del domici16

lio y las pertenencias del individuo y de la familia como muebles, ropa, etc.

La estructura de la familia popular. El estudio de la fami

lia incluye una variedad de elementos que son básicos para cono cer la vida de las masas urbanas. En primer lugar, ¿cómo estaba constituida esa familia? ¿Era más común vivir en una familia nu clear o extendida? Para evaluar la importancia y la estabilidad de la

familia popular hay que comparar la frecuencia de familias basadas en la institución del matrimonio con las que existían en torno al

arreglo menos formal de la convivencia, y al mismo tiempo el por

qué del predominio de una forma versus la otra. También, hay que tomar en cuenta que la familia obrera era víctima de fuertes pre siones como consecuencia de su pobreza. Quizás la expresión más dolorosa de esas presiones fue el grado extremadamente elevado de mortalidad infantil, algo que significó un golpe especialmente duro

para la mujer obrera. Para todos los casos, el proceso de socializa ción comenzó en la familia popular. Allí se aprendía cómo com portarse tanto con sus "iguales" como con sus mayores y con per sonas consideradas "superiores". Las lecciones aprendidas en los

primeros años dentro de la familia formaban la base de todo un sis tema de valores; serían ingredientes fundamentales de una cultura

popular emergente en la Lima obrera de 1900-1930. La escolaridad popular. Es común creer que los niños de las masas populares urbanas, especialmente en los primeros años del siglo, no asistían al colegio y por consiguiente eran analfabetos. Sin embargo, información extraída de los tres censos municipales y de otras fuentes revela una proporción de asistencia escolar sor prendentemente alta para este grupo (aproximadamente 70 por ciento). Aunque la escolaridad popular sufrió un descenso dramá tico en el segundo grado cuando los niños alcanzaban la edad de trabajar, para la juventud papular el aula de la escuela primaria constituyó el primer contacto formal con la sociedad urbana. Las lecciones allí aprendidas, o a través de los estudios formales o co mo respuesta al ambiente y estructura de la clase llevaron a la mo dificación y/o refuerzo de las lecciones aprendidas en la familia.

La religión popular. Se puede estudiar las prácticas religio sas de las masas populares desde varios puntos de vista. Dado que

la población urbana era casi en su totalidad por lo menos formal-

17

mente católica, la ideología y los rituales oficiales de la Iglesia tu vieron urí impacto significativo sobre la vida popular. La asistencia regular a la misa, la figura del cura, la lectura repetida de las nove

nas, todas contribuyeron a la formación de creencias culturalreligiosas que afectaron al proceso de socialización. Tanto o más importante que el catolicismo formal para conocer la religión po pular de la época, son los numerosos cultos y hermandades dedi cados a la veneración de un santo o virgen en particular. Las for mas de comportamiento estimuladas por éstos influyeron de ma nera importante sobre las normas de la vida cotidiana a la vez que constituyeron importantes expresiones del sentir popular. Tam bién la religiosidad actuó como un importante mecanismo de esca pe en un mundo donde la nota más saltante era la penuria apa,-" itemente irremediable.

La participación política de las masas urbanas. Los sectores populares de Lima llegaron a tener una participación formal en la política sólo al final del período 1900-1930 a través de su movili

zación por el Aprismo y el Sanchezcerrismó y"dé "su"voto "secreto en la elección de 1931. Pero esta participación no ocurrió en un vacío histórico. Desde el siglo XIX los sectores populares urbanos habían tenido un rol político a través de los clubes electorales, las manifestaciones callejeras y la venta de sus votos. Todas esas for mas de participación contribuyeron a la creación de una memoria

política que en alguna medida condicionaría la participación ma siva formal en 1931. Al respecto es particularmente importante estudiar el fenómeno del capitulerismo; era el capitulero quien

fojaba los primeros contactos entre la política electoral y los sec tores populares. Además de las manifestaciones visibles de la parti cipación popular, lo que se intenta conocer es la orientación subje tiva de las masas hacia el sistema político. ¿Cuáles eran las creen cias y los sentimientos internos de la población popular sobre el funcionamiento del sistema político sobre los beneficios que ese sistema podría ofrecer y cómo conseguir en mejor forma estos beneficios?

La vida social y la cultura popular de las masas urbanas. En cierto sentido el estudio de la vida social y la cultura popular es el estudio de la misma textura de la Lima obrera, y necesariamente tiene que proceder de todos los aspectos ya mencionados, por

ejemplo, la estructura familiar, la religión popular, las condiciones de vida, etc. Dentro de ésto se enfoca a la red compleja de relacio18

nes sociales verticales y horizontales de los miembros de los secto res populares, y las múltiples expresiones de cultura popular urba na tales como la música, las fiestas y los deportes. El compadrazgo fue una institución predominante de la Lima obrera, y es impor tante analizar los varios tipos de relaciones patrimoniales propicia das por él: en la fábrica entre el obrero y el maestro o el gerente; en la política entre el votante popular y el capitulero o el candida to; en la hermandad religiosa entre el suplicante y el mayordomo o.el santo. Los lazos verticales encerrados en estas relaciones se

contaban entre los pocos recursos que tenían los humildes para conseguir beneficios, aunque fueran marginales, a través de la "ma nipulación" de aquéllos que estaban por encima de ellos en la pirá mide social. También eran importantes los tratos más formales de los sectores populares en el contexto del sindicato, del club de pro vincianos o del equipo de fútbol. Y por debajo de todo ésto, hay que enterarse de la interacción cotidiana de las masas urbanas, en sus hogares, en el barrio y en sus lugares de trabajo. Es en el estu dio de la cultura popular donde se revela esta variedad de relacio nes sociales con particular claridad. Las expresiones populares en la jarana, en la letra de los valses que se cantaban allí, en la celebra ción de los carnavales o de un gol por la hinchada del barrio, todas éstas y más son las expresiones directas que han perdurado de las normas y valores de una sociedad en proceso de masificación. Nos

permiten un acercamiento a la Lima obrera desde adentro, una vi sión de la vida cotidiana íntima, privada cuyo estudio es el propó sito central de esta obra.

El estudio de la Lima obrera ha sido guiado por una serie

de propósitos universales que trascienden al análisis de cualquier lugar o tiempo específico. Quiero hacerlos explícitos antes de en trar a la consideración de la mecánica de este proyecto de investi

gación conjunta, las principales metodologías empleadas, y las fuentes más pertinentes. Una preocupación de extrema importan cia en el estudio ha sido llegar a un conocimiento de cómo vivían los sectores populares a nivel individual, familiar y de clase social. O quizás deba decir, ¿cómo sobrevivían, no sólo en términos físi cos sino también psicológicos? Si el crecimiento de estos sectores,

y por ello de la ciudad, fue la dinámica principal de la época, es igualmente importante observar a la vida popular desde la perspec tiva de otra dinámica: la miseria. La miseria de distintas maneras

en diferentes momentos actuaba como una especie de colador a través del cual pasaban todas las instituciones y los valores popu19

lares. Por ejemplo, si casi todos los ingresos de una familia obrera se dedicaban a la compra de alimentos, esta realidad de escasez

tenía varias consecuencias claras. Con respecto a la escolaridad, por ejemplo, significó que más del noventa por ciento de los niños de la Lima obrera recibían menos de dos años de educación for

mal simplemente porque se vieron forzados a ayudar con el soste

nimiento de sus familias tan pronto estaban en'edad de trabajar. Estas condiciones de miseria tenían un impacto igualmente pro fundo sobre la mujer obrera. El sueño de dedicarse al hogar, al ma

rido y a los hijos —un sueño propiciado por la iglesia y el Estado en sus enseñanzas formales sobre el rol de la mujer— estaba desti

nado a ser hecho pedazos por la dura realidad de días largos de los

trabajos más bajos dentro y fuera de la casa y por el aún más dolo roso espectro de la alta incidencia de mortalidad infantil como re

sultado de la falta crónica de recursos para la alimentación básica o la atención médica. Estas ideas no son nuevas, pero frecuente mente parecen perderse de vista en muchos de aquellos estudios que examinan a las masas desde arriba hacia abajo.

A la luz de esta miseria cotidiana, otra cuestión que me ha interesado es la definición de los elementos que daban cohesión a una sociedad fundamentalmente opresiva. Algunos de estos eran mecanismos de control social creados por las clases dominantes

mientras otros se generaban dentro de' las mismas masas populares. Los elementos externos son más fáciles de distinguir, desde los ac

tos de represión física hasta la difusión de ideologías que enseña ban valores conservadores tales como el fatalismo y la resignación frente al sufrimiento. Los elementos internos comprendían pautas más sutiles que incluían actitudes racistas entre los mismos com

ponentes de los sectores populares, conflictos entre trabajadores sobre empleos específicos, o sobre eventos deportivos o sobre mu jeres. Todos estos conflictos separaban a las masas populares ha ciendo más difícil su cohesión como clase pero a la vez más fácil su explotación, y por consiguiente más fácil la cohesión de la so ciedad limeña como conjunto.

Otro factor que dividía a los sectores populares y cuyo análisis ha sido central en este estudio fue la heterogeneidad pro funda que caracterizaba a esos sectores. En términos concretos, es to significa identificar las formas más comunes de diferenciación

dentro de las clases populares en torno a niveles económicos, expe riencias de movilidad e identidad étnica. También implica conocer las numerosas contradicciones que se generaban en la vida cotidiana 20

de la Lima obrera. No es mi intento tratar de resolver las con^dicciones de un individuo quien, por ejemplo, fue partícipe aettvo en las más importantes conquistas sindicales de la época, sufrió cárcel en numerosas ocasiones por sus actividades sindicales, y

políticas, mientras que al mismo tiempo sentía una admiración profunda por los gerentes gringos de la fábrica textil en donde trabajaba, sobre todo por el trato riguroso que daban a los obreros y atribuía a su devoción por el Señor de los Milagros todos los lo gros de su vida. Más bien, quiero llegar a reconocer estas contra dicciones y comprender sus efectos sobre el comportamiento de los sectores populares limeños. El estudio de la vida cotidiana de las masas urbanas que

pone énfasis en los valores, estilos de vida y formas de interacción social que perduraron a través de los años, tiende a subrayar lo estático versus lo cambiante en la vida de la Lima obrera. Sin

embargo, la premisa inicial de todo el proyecto es que los sectores populares y su ciudad estaban experimentando transformaciones profundas, si no revolucionarias, en la época del estudio. No sólo se trata de no ignorar el impacto de estos cambios en la vida de las masas urbanas, sino también se busca esclarecer la influencia de estas mismas masas en el amplio proceso de modernización que ocurría en el Perú. Es importante examinar las muchas manifesta ciones de la dinámica entre masificación y modernización como algunos ejemplos de los años veinte. En estos tiempos se hizo común ver a 10 o 15,000 espectadores, sobre todo de los sectores populares, asistiendo a un partido de fútbol. Una respuesta a esa situación fue la creación de la Federación Peruana de Fútbol para regular estos eventos. En las fechas de la Procesión del Señor de los

Milagros, las calles comenzaban a rebosar de suplicantes humildes, y respondiendo a los "peligros" que estas "turbas" representaban, miembros de la clase alta actuaron rápidamente para controlar a la

Hermandad, tomando los puestos de mayordomos. Y cuando la política de los años 1930-31 fue monopolizada por los nuevos par tidos con bases populares, las élites tradicionales se vieron obliga das a tratar de ganarse al candidato populista menos peligroso en vez de lanzar candidatos propios.

Ya se debe haber hecho evidente que un proyecto de esta amplitud sobrepasa los alcances de un solo investigador con tiem po limitado. ¿Cómo abordar un tema que parece tan vasto como interesante? Yo llegué a Lima en agosto de 1981 con un año para dedicar al proyecto. Antes había estado en contacto con la Univer sidad de Lima que me había invitado a ser profesor investigador 21

durante mi estancia en el Perú. Aproveché de la cooperación de la

Universidad para montar un equipo de investigación. Mi idea no era sólo de reclutar a varios auxiliares de investigación que se limi

taran a recoger datos para mí. Más bien, pensé que el tema era tan extenso que cada investigador podría escoger su propio tópico dentro del proyecto. Propuse hacer un simposio público y editar los trabajos más valiosos si nuestros logros fueran significativos. El simposio se realizó en julio de 1982 y los tres tomos de La Lima obrera, 1900-1930 son los productos de nuestra investigación con junta.

El término de "investigación conjunta" es particularmente

apropiado para describir la evolución del proyecto. Desde agosto hasta julio el cuerpo de investigadores, que oscilaba entre quince y veinticinco personas, se reunía a veces semanalmente, a veces cada dos semanas, para discutir metodologías, comparar hallazgos y a compartir ideas. Muy rápidamente los trabajos de cada uno se hi cieron los trabajos de todos ya que, en un ambiente de coopera ción plena, todos se ayudaban mutuamente, ya sea con el desarro llo de una técnica para hacer entrevistas, o con estrategias para el uso de varios tipos de fuentes estadísticas o simplemente para

sugerir nuevas hipótesis a un colega. En parte, la interacción tan fructífera entre todos nosotros fue resultado de que los miembros

del grupo venían de una diversidad de campos. Hubo representan tes de Historia, Antropología, Demografía, Sociología, Ciencias Políticas, Economía, Arquitectura, Ciencias de la Comunicación, Educación y Psicología. Y el grupo era heterogéneo en otros senti dos también. Alisté a estudiosos no sólo de la Universidad de Lima

sino también de la Universidad Católica, de la Universidad Nacio

nal Mayor de San Marcos, de la Universidad de Ingeniería y de va rias universidades norteamericanas. En el equipo había desde estu diantes universitarios hasta catedráticos.

Recurrimos a una gran variedad de fuentes para tratar la

gama de tópicos dentro del proyecto Lima obrera. Por supuesto utilizamos las fuentes tradicionales como los libros, los periódicos

y las revistas. También hicimos mucho uso de las fuentes demográ ficas como los censos, registros civiles, anuarios estadísticos, catas

tros, etc. La historia oral aportó material a casi todos los trabajos. El equipo de investigación realizó más de 120 horas de grabaciones de entrevistas históricas de inestimable valor. Además, empleamos

fuentes aún menos tradicionales para esclarecer áreas específicas de la Luna obrera. Entre ellas están los análisis de contenido de

fotografías, de las letras de valses criollos, y de novenas y sermoT">

narios de la época. Este primer tomo de trabajos míos está compuesto en su mayor parte de ensayos metodológicos. Pongo énfasis en lo meto dológico antes de entrar en el estudio substantivo de la Lima obre ra porque me parece importante discutir los planteamientos, las fuentes, y las formas de presentación de información que son factibles en los estudios de la historia social. Este último punto, el de la presentación de los datos, está enfocado en el siguiente capítulo de este tomo. En "La vida de Lucho Saldaña, o la recons trucción de una realidad histórica a través de su ficcionalización",

presento una variedad de aspectos dé la vida popular limeña en la forma de una biografía compuesta, semi-ficticia. Este capítulo crea una visión panorámica de la Lima obrera al mismo tiempo que intenta'meter al lector dentro de ese mundo por medio de personajes de carne y hueso y situaciones reales. Al final del ensayo incluyo comentarios detallados sobre los tipos de materiales consultados en esta reconstrucción semi-ficticia. Estos sirven como una nota

introductoria a las fuentes empleadas en todo el proyecto de Lima obrera.

El Capítulo 3, "Cultura popular y política popular en los comienzos del siglo XX en Lima", especula sobre, la interacción entre las normas culturales y la conducta política de las masas

populares. Trata de descubrir las fuerzas más significativas en la formación de la cultura popular —las relaciones familiares, la vida

escolar, las prácticas religiosas, la interacción con el sistema polí tico y la frecuencia de relaciones sociales patrimoniales— para

después examinar la influencia de estas fuerzas en la formación de una orientación subjetiva hacia la política y los políticos en las masas limeñas. Algunas de las fuentes más útiles para este ensayo son los relatos de José Antonio Encinas, el primer "psicólogo so

cial del Perú", sobre la estructura familiar y el medio ambiente es colar y el análisis de contenido de textos de colegio primario para

llegar a conocer a la ideología oficial sobre las características del buen ciudadano.

El Capítulo 4, "El vals criollo y los valores de la clase tra bajadora en la Lima de comienzos del siglo XX", sigue con el tema de la cultura popular. En vez de reconstruir el proceso de enculturación como el capítulo anterior, sugiere el uso de las letras de los más populares valses de la época para identificar los valores y nor mas más consecuentes de esta cultura. Una especie de folklore ur

bano escrito casi exclusivamente por y para los habitantes de los

barrios pobres de la ciudad, la letra de los valses es quizás la única 23

fuente disponible de expresión directa de las masas urbanas en las tres primeras décadas de este siglo. "Don Pedro Frías y la creación de los documentos histó

ricos: un ejemplo de la historia oral", el Capítulo 5, surge de la necesidad de examinar en algún detalle una fuente de primordial importancia para todo el proyecto de Lima obrera, la historia oral.

En el contexto del proyecto, comento sobre los usos más producti

vos de las entrevistas, sus limitaciones y el método para efectuar las. Estas observaciones están seguidas por una parte de una entre

vista con Don Pedro Frías, un obrero textil de la época, la que sirve como una muestra concreta de este tipo de material. El último capítulo de este primer tomo, "Entre el Offside

y el Chimpún: Las clases populares limeñas y el fútbol, 19001930", fue escrito conjuntamente con el Historiador José Deustua

del Instituto de Estudios Peruanos y la Politicóloga Susan Stokes

de Stanford University. En el trabajo tratamos de descubrir el papel que tenía ese deporte en la vida cotidiana de las masas urba nas. Encontramos dos dinámicas contrarias en el fútbol de estos

grupos: el fútbol como genuina manifestación popular, con la capacidad de forjar lazos solidarios entre sus participantes y así

contribuir a incrementar la conciencia de clase; y el fútbol como instrumento de control social que facilitaba la captación de secto

res obreros por el régimen jerárquico de la sociedad y, por su espí ritu de competencia, creaba divisiones entre los mismos obreros

—jugadores e hinchas— haciendo más improbable actitudes y accio nes solidarias. Además de entrevistar extensamente a jugadores e hinchas de la época, encontramos publicaciones deportivas de enorme valor para el estudio del fútbol histórico.

El segundo tomo comienza con el trabajo de Laura Miller, Historiadora de Wesleyan University, sobre "La mujer obrera,'

1900-1930". El capítulo de Miller es el primer estudio sociohistórico que tenemos de la mujer peruana. Basado en un número

considerable de entrevistas con mujeres humildes de la época ade

más del análisis de datos estadísticos y de publicaciones femeninas,

Miller ilumina múltiples aspectos de la vida de la mujer obrera. Ha ce contribuciones especialmente valiosas sobre el proceso de socia

lización en la niñez, las condiciones de trabajo enlos empleos más frecuentes, el contenido de las relaciones de convivencia y matri

monio, y el impacto del terrible espectro de la mortalidad infantil. El Capítulo 2 por Katherine Roberts, Historiadora de

Duke University, sigue el estilo de mi biografía compuesta en el

primer tomo. "El caso de Rosario" trata sobre una mujer humilde 24

que entra a trabajar en un prostíbulo. Introducido por un breve examen de la institución de la prostitución en Lima a comienzos de siglo, Roberts relata en su cuento las presiones en la vida de su personaje semi-ficticio que la llevaron a convertirse en prostituta y el efecto de esa decisión sobre su vida. Tanto en las entrevistas de

las mujeres obreras como en las fuentes impresas, Roberts fue im presionada por la tensión en la vida de la mujer obrera que a la vez fue exhortada a ser una esposa y madre modelo mientras que se

veía forzada a trabajar largas horas para sostener a su familia. Esta contradicción creaba serios estados de depresión emocional y en algunos casos, como el de Rosario, fue un motivo determinante para que adoptara la vida de prostituta. "Raza y clase social: los negros en Lima, 1900-1930" por Susan Stokes es otra contribución notable, esta vez sobre un grupo

étnico que ha sido generalmente ignorado en estudios de la Lima histórica o actual. El trabajo está basado en el uso intensivo de una variedad de datos demográficos provenientes de los censos, los re gistros civiles y otras fuentes estadísticas, además de un buen nú mero de entrevistas de historia oral y de fuentes periódicas y se cundarias. Establece las dimensiones y las tendencias de cambio

numérico de la población negra, examina la posición de este grupo relativa a los otros componentes de los sectores populares urbanos,

y descubre algunas de las matrices étnicas de la dominación histó rica en el Perú. Stokes describe la situación de los negros limeños

en torno a dos tipos de racismo, el estructural y el ideológico, que se daban simultáneamente en la Lima obrera. Encuentra que por estos racismos el grupo negroide se mantenía "cuantitativamente" en la parte más baja de la pirámide social limeña mientras que "cualitativamente" sufría desmesuradamente de las actitudes de

prejuicio y desprecio ocasionadas por su origen étnico. Para trazar la evolución de estos racismos en la época de 1900-1930, Stokes termina con dos estudios de caso sobre dos instituciones que tradi-

cionalmente han sido identificadas con la población negra de la capital, la Hermandad y la Procesión del Señor de los Milagros y el equipo de fútbol Alianza Lima. El Capítulo 4, "De la Guardia Vieja a la generación de Pinglo: Música criolla y cambio social en Lima, 1900-1940" presenta una interpretación algo distinta a la mía (Capítulo 4 del primer tomo) sobre el impacto de este "folklore urbano" sobre la Lima obrera. Su autor José Antonio Llorens, además de ser antropólogo del Instituto de Estudios Peruanos, es un guitarrista consumado,

así que trae a este estudio una sensibilidad doble de científico so25

cial y de músico. Llorens identifica tres etapas en el desarrollo de la música criolla antes de 1940: La Guardia Vieja desde 1900 hasta

1920, época caracterizada por una música "artesanal o preindustrial" que no salía de su propio barrio y que se mantuvo ajeno a cualquier medio de comunicación formal; El Período Crítico entre 1920 y 1930 cuando comenzó a haber una difusión intensa de for mas musicales extranjeras sobre todo de la Argentina y de Nor teamérica las cuales tuvieron un impacto notable sobre las formas

musicales criollas; y La Generación de Pinglo de 1930 a 1940 cu

yos integrantes logran asimilar ritmos y géneros extranjeros sin perder la esencia popular de la música criolla. Llorens también ana liza a la música criolla como expresión de los cambios socioculturales que experimentaba Lima en aquellos años. El último tomo de Lima obrera comienza con el trabajo

del Demógrafo de la Universidad de Lima, José Luis Huisa, "Lima 1900-1930: Aspectos demográficos". El autor presenta una visión de conjunto de una Lima que se transformaba demográficamente. Se ve los contornos de esta transformación en cuanto a la expan

sión geográfica de la ciudad, y los cambios en la población en términos numéricos, étnicos, educacionales, de las proporciones de los sexos y de las edades, y ocupacionales. Huisa no se limita a describir estos cambios sino que también analiza el impacto sobre ellos del crecimiento demográfico vegetativo, la incidencia de enfermedades contagiosas y la ola de migración provinciana. Ade

más, el autor hace un análisis sofisticado de la variedad de materia les estadísticos empleados por él y por el resto del equipo de inves

tigación en que explica su valor como fuentes históricas a la vez que señala sus limitaciones.

El Capítulo 2, "Las condiciones de vida de los sectores po

pulares de Lima: 1900-1930" es de dos Economistas de la Univer sidad de Lima, Augusto Cavassa e Isabel Hurtado. El enfoque cen tral de su estudio es el grado dé satisfacción de las necesidades físi cas de las masas urbanas. Para poder hacer conjeturas sobre eso,

Cavassa y Hurtado examinan a través de la época las variables de niveles y clases de empleo, ingresos y costo de vida. En cada una de ellas los autores nos demuestran con datos concretos los alcan

ces de la miseria de la Lima obrera que se traducía en términos de altas incidencias de enfermedades, la carencia casi total de asisten

cia médica, la inestabilidad laboral crónica, y el trabajo casi obli gatorio de las mujeres y los niños. Es más, ellos encuentran que existía un grave deterioro en las condiciones de vida de los sectores populares que, para el caso de muchos de ellos, ya estaba por de26

bajo de lo que se podría considerar un nivel de subsistencia. El Capítulo 3, "Los cambios en la población obrera de Lima entre 1900 y 1930: Su relación con decisiones gubernamen

tales", de Alejandro Caballero, experto en Educación de la Uni versidad de Lima, hace una correlación entre la masificación de

Lima, las presiones generadas por las nuevas masas urbanas, y las decisiones gubernamentales a los niveles del Estado y de la Munici palidad de Lima. Caballero ha realizado la dura tarea de recolectar todas las leyes nacionales y municipales que se relacionaban de al guna forma con los sectores populares. Al mismo tiempo ha traza do un esquema de las acciones más significativas de las masas po

pulares en los campos sociales, políticos, económicos y culturales. Encuentra una relación estrecha entre decisiones y acciones que se

demuestra con particular fuerza en sus fascinantes gráficas. El último capítulo, "Los obreros textiles: condiciones y contradicciones de un 'nuevo proletariado' ", es un estudio a fon do de uno de los sectores más destacados de la Lima obrera. Escri

to por la politicóloga Cynthia Sanborn de Harvard University, su pera a los análisis anteriores de este grupo los cuales se limitaban mayormente a recontar la historia política y sindical. Sanborn no ignora estas áreas; más bien, las analiza desde la perspectiva mucho más amplia de la vida cotidiana de los obreros textiles. Reconstru

ye esta vida en sus múltiples aspectos: el proceso de contratación

de los trabajadores, la estabilidad y movilidad laboral del sector; la estructura de la producción en las fábricas; las condiciones de trabajo; el trabajo de mujeres y niños; las relaciones "humanas" dentro de las fábricas tanto entre obreros como entre obreros,

maestros y gerentes; la evolución de las organizaciones obreras; la tensión entre "el arribismo" individual que producían los logros

materiales que alcanzaban los textiles por encima de todos los de más sectores obreros y la identificación con el proletariado explo tado; y la diversidad de expresiones culturales de los trabajadores desde el teatro obrero hasta el fútbol. Sanborn pone especial énfa

sis en el pueblo textil de Vitarte donde se observaba más claramen te los varios aspectos de la vida de los obreros textiles. Basándose en una gran variedad de fuentes que incluye la prensa obrera, in formes policiales y ministeriales, libros de actas de los sindicatos y numerosas entrevistas a obreros textiles de la época, entre ellos

algunos líderes sindicales, Sanborn presenta una abundancia de de talles sobre la vida de los textiles. Todo el capítulo está infundido

por el intento de mirar desde abajo, desde la fábrica, desde el

hogar textil. 27

Con tres tomos publicados sobre una diversidad de temas

dentro de un concepto llamado "Lima obrera" quizás parezca algo absurdo decir que esto sólo representa el comienzo y ciertamente

no el final del proyecto. En el curso de la investigación se creó el Instituto de Investigaciones en Historia Económica-Social dentro del CIESUL de la Universidad de Lima como instrumento para

ampliar este proyecto y para apoyar a otros proyectos similares.

Ha seguido trabajando un equipo de investigación en varios aspec tos adicionales de la Lima obrera con el mismo espíritu de apertu

ra, colaboración y compartimiento de información que ha carac terizado a todo el proyecto. El trabajo de Sanborn sobre los tex

tiles, por ejemplo, servirá como modelo para trabajos sobre otros sectores laborales como la construcción, el servicio doméstico, la

prostitución y el transporte. Siguen adelante estudios sobre la pre sencia andina en Lima, la participación política de las masas urba

nas entre la época de Piérola hasta 1930, la evolución de la vivien da popular, la religiosidad y la escolaridad en la Lima obrera. Espe ramos que estos tres tomos marquen sólo el inicio de una serie de

publicaciones sobre el tema de la Lima obrera y otras áreas simi lares.

CAPITULO II LA VIDA DE LUCHO SALDAÑA, 0 LA RECONSTRUCCIÓN DE UNA REALIDAD HISTÓRICA A TRAVÉS DE SU FICCIONALIZACION

Este capítulo representa un intento de utilizar la forma del cuento para presentar limeños entre 1900 y 1930. Basándome casi totalmente en fuentes primarias particularmente las estadísticas contenidas en los censos y catastros de la época, he creado a un personaje, una familia y una serie de circunstancias que reflejan las estructuras y modalidades de la existencia de las masas urbanas de

estos años. La historia de Lucho Saldaña es una biografía com puesta, semi-ficticia, que representa lo que se podría llamar un personaje "típico", como si realmente hubiera tal. De todos mo

dos, la descripción de una yida que puede haber sido relativamente representativa revela algo de los orígenes sociales y étnicos de las clases populares, la estructura de la familia obrera, los trabajos disponibles, la vivienda popular y aspectos de las relaciones socia

les de este grupo. La imagen creada está lejos de ser completa. Más bien, se enfocan las áreas tratadas con mayor detalle en las fuentes" consultadas. Al final del capítulo he escrito un extenso ensayo en que examino estas fuentes y explico en qué han sido basados los personajes y situaciones del cuento.

Pero antes de comenzar, ¿por qué recurrir a la ficcionalización para presentar lo que es esencialmente un estudio de historia social? Hubiera sido probablemente más fácil y más lógico simple mente indicar los porcentajes de los diferentes grupos étnicos, de los tipos de vivienda, de las formas de empleo, etc. que regían para los sectores populares. Tengo varios motivos para sugerir esta forma alternativa de

exponer la historia social. En primer lugar, como gran proporción del material del historiador social consiste en datos estadísticos, la

exposición tradicional de éstos tiende a girar alrededor de núme ros, porcentajes, tablas y su explicación. Los trabajos resultantes son muchas veces difíciles de leer, y en parte por eso parecen ser

tan esotéricos que sólo son consultados por otros profesionales de la historia y de las ciencias sociales. Francamente me siento pertur31

bado por esta especie de incesto intelectual. Nos esforzamos mu

cho en nuestras investigaciones y en presentar nuestros resultados, y no debemos sentirnos conformes con la idea de que nuestros; trabajos queden en los estantes de las bibliotecas para estar rara vez abiertos.

La historia es en su esencia comunicación; la historia que no comunica bien pierde gran parte de su valor. Si pensamos que lo que escribimos es importante —y si no, por qué estamos escri

biéndolo— entonces debemos desear que ún gran número de perso nas lo lean. El uso del cuento constituye una manera de hacer lle

gar la historia social a un público más amplio. Es interesante que en años recientes en Latinoamérica los escritores de novelas y cuentos no han titubeado en utilizar a la historia como base sus

tantiva de sus obras. Los casos de Mario Vargas Llosa, Carlos Fuen tes, Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias, Ernesto Sábato, y Jorge Amado son algunos de los ejemplos más obvios. Y ellos siguen una larga tradición que tiene sus comienzos en los albores

de la literatura occidental. Uno solo tiene que pensar en Homero, Virgilio, Cervantes o Shakespeare. Y en tiempos más recientes te nemos a Dickens, Tolstoy y Zolá. Teniendo como base el relato

histórico, todos ellos han captado y mantenido el interés de innu merables lectores. Sin embargo, pocos historiadores han hecho este mismo salto entre la historia y la literatura.

Yo propongo la ficcionalización como una modalidad, por supuesto no la única, para llegar a un público más grande. En otras

palabras, sugiero la forma del cuento o de la novela para populari zar la historia en el mejor sentido de esa palabra. Para los literatos, la distancia entre el contenido de la literatura y la historia está conscientemente minimizada. El historiador profesional serio pue de hacer lo mismo. Los historiadores con estas metas pueden y deben hacer uso de las metodologías más sofisticadas de investi

gación. Pero no es sólo aceptable sino deseable separar la investi

gación del acto de comunicación. Demasiados científicos sociales, los historiadores entre ellos, se han olvidado de esta distinción entre establecer los resultados de un estudio y comunicarlos. En términos de la comunicación, la ficcionalización tiene otra ventaja igualmente impqrtante: nos permite presentar las es feras más subjetivas de la hisf oria, de la existencia humana. Cual

quier historia con pertinencjyá cultural tiene que necesariamente tratar con las intenciones subjetivas de la gente. En efecto, es ine vitable tocar lo subjetivo cuahdo buscamos las causas y efectos de 32

eventos y procesos históricos. Al hacer eso tenemos que dar nues tros propios saltos especulativos que no siempre están completa mente respaldados por los datos. Quiero decir que la subjetividad es ineludible tanto en la esencia de la historia como en su interpre

tación. Por eso, criticar el recurso a la ficción como demasiado subjetivo es algo ingenuo. Más bien lo que logra la ficcionalización, y lo que la hace particularmente valiosa, es que permite tanto al escritor como al lector penetrar la realidad histórica, la concien cia de las personas tratadas. Así el escritor y el lector pueden expe rimentar esa realidad al nivel emocional de los mismos seres histó ricos.

A través del cuento o de la novela, podemos reconstruir lo

que alguien en el pasado puede haber dicho, pensado o sentido. Lo que da valor histórico a esta creación es la veracidad y la efectivi dad de la imagen presentada. Su mérito depende de su capacidad para reproducir la gama de sensaciones y pensamientos del pasado y su ingenio para hacer que el lector participe en ellos. En este sen tido, la distinción entre la historia y la literatura desaparece. La historia es literatura.

No debe extrañar que termino esta breve introducción con la referencia de un literato. Mario Vargas Llosa comienza su obra de teatro La Señorita de Tacna con un ensayo titulado, por coinci dencia, "Las mentiras verdaderas". Su definición de la forma del

cuento no está muy lejos de la forma aquí propuesta de hacer his toria social:

En este sentido, ese arte de mentir que es el cuento es, también, asombrosamente, el de comunicar una recón dita verdad humana. En su indiscernible mezcla de cosas

ciertas y fraguadas, de experiencias vividas e imaginarias, el

cuento es una de las escasas formas —quizá la única— capaz de expresar esa unidad que es el hombre que vive y el que sueña, el de la realidad y el de los deseos.

33

Lucho Saldaña nació en Lima en 1897. Fue el segundo de

dos hijos. Su madre había dado a luz cuatro veces, pero uno de los hermanos murió al nacer, y una hermana vivió sólo hasta los nueve meses, víctima de una enfermedad intestinal. Como su hermano, Lucho fue hijo ilegítimo. Su padre y madre convivieron hasta que él tuvo ocho años, y nunca se casaron. Después de que su padre los abandonó para ir a vivir con "su otra familia", Lucho apenas lo veía.

Con una mezcla de sangre española e india corriendo por sus venas, Lucho era como la mayoría de sus amigos y vecinos que residían en el barrio del Rímac. En sus andanzas diarias por las calles del Rímac, Lucho observaba la gran variedad racial que era una característica distintiva de la Lima obrera. Estaba el frutero

mestizo, el verdulero chino con su puesto en la esquina, el barbero

japonés, la negra tamalera, la india que vendía pollos vivos, y los mendigos mestizos que tocaban la guitarra y cantaban con la espe ranza de recibir alguna moneda. Ahora, con cuarenta años cum plidos, Lucho recordaba que en su niñez veía mayor cantidad de

negros y chinos que en los años posteriores. También notaba que con el paso del tiempo había menos y menos blancos y más y más mestizos.

En su juventud Lucho y su hermano Miguel tuvieron dos años de escuela primaria. Aprendieron a leer y escribir pero no

pudieron continuar sus estudios porque tenían que buscar trabajo para ayudar con las necesidades económicas de su casa. Antes de cumplir los trece años Lucho había tenido una diversidad de tra bajos eventuales. Lustraba zapatos a lo largo de la Plaza de Toros de Ácho, hacía diligencias para el farmacéutico del barrio, y ayu daba a una amiga de su madre que iba de casa en casa comprando botellas y periódicos usados. Con la esperanza de aprender un ofi cio, Lucho se hizo aprendiz de un carpintero, y comenzó a traba jar en uno de los muchos pequeños talleres artesanales que emplea ban a una gran proporción de las clases populares de Lima. Al igual que la mayoría de sus compañeros de trabajo, Lucho se mudaba de un taller a otro durante los próximos tres años sin conseguir un

puesto fijo. Su más larga permanencia fue de 18 meses cuando tra bajó en un taller de carpintería. Al comienzo, sus obligaciones para el maestro carpintero

diferían poco de sus experiencias de trabajo previas. No recibía nada de instrucción en carpintería; más bien se le exigía efectuar labores domésticas en la casa de su patrón. En verdad, el ambiente

patriarcal del taller le hacía recordar la vida anterior de su casa. 34

Después de un año de tareas domésticas, Lucho finalmente se gra duó al taller. Comenzaba a trabajar a las siete de la mañana y mu chas veces no terminaba hasta las diez u once de la noche. Lucho

sobrellevaba silenciosamente los rigores de esta existencia con la esperanza de algún día convertirse en maestro carpintero. Admira ba la situación de su patrón a quien consideraba poseer una vida envidiable. El maestro carpintero había trabajado duramente para poder ahorrar el dinero suficiente para comprarse sus propias he rramientas, y había' finalmente podido establecer su propio taller,

A los ojos de Lucho, parecía tener pocas preocupaciones económi cas. Aunque claramente era un miembro de las clases trabajadoras, el maestro carpintero tenía ingresos suficientes para alquilar cuatro cuartos en una quinta y tener a una empleada doméstica para ayu dar en el lavado, la cocina y la limpieza general. Justo cuando Lucho comenzaba a pensar que sería posible convertirse en el pa trón de un taller de carpintería, vio todos sus sueños para el futuro deshechos. Una súbita baja en la economía y en la demanda de trabajo de carpintería hizo que el maestro carpintero redujera su 'personal. Lucho fue el primero en ser despedido. ' Después de dejar el servicio de carpintero, fue aprendiz por corto tiempo de un pintor, un zapatero, y un sastre, pero no

pudo permanecer en ninguno de los trabajos por más de ocho me ses. Finalmente decidió dejar el sector artesanal y buscar otra for ma de empleo. Durante los próximos años trabajaba en diferentes oficios como mozo, cargador de maletas, ayudante de plomero,

conductor de tranvía y finalmente obrero de construcción en va rios proyectos por todo Lima durante la década de los veinte. A través de la mayor parte de su vida en el trabajo hasta la Depresión de 1930, había una constante demanda de trabajadores en Lima. Lucho tenía poca dificultad en cambiarse de empleo, encontrando

siempre algo nuevo. Aunque nunca llegó a realizar su meta original de convertirse en maestro carpintero, Lucho no se lamentaba. Sen tía cierto orgullo por haber logrado una posición económica mejor que la mayoría de sus vecinos a quienes les había sido imposible conseguir cualquier forma de trabajo regular, siendo relegados a la condición de barrenderos de calles, sirvientes domésticos, ambu lantes o vendedores de "huachitos" de lotería.

Un trabajo que Lucho nunca había tenido era el de obrero industrial. Cuando comenzó en el taller de carpintería en 1910, sólo una pequeña porción de los sectores populares urbanos traba

jaba en el sector industrial; una excepción importante consistía en aquellos empleados en las industrias de artes y oficios representa35

dos por los talleres de artesanía. Con la llegada de la Primera Gue rra Mundial y sus efectos en la economía peruana, las industrias manufactureras, particularmente la industria textil, crecieron y pu dieron emplear a un número cada vez mayor de trabajadores. El crecimiento industrial vino acompañado de una expansión en el

tamaño y el poder de las organizaciones sindicales que llevó a un desnivel cada vez más pronunciado entre los trabajadores organi

zados y los no-organizados. Lucho se quejaba frecuentemente del hecho de que nunca hubiera podido conseguir un empleo que le hubiera dado la oportunidad de ser miembro de un sindicato. Veía

que a través de la actividad sindical los obreros organizados habían podido obtener logros concretos no compartidos por los no-organi zados. Los sindicatos habían ganado para sus miembros la jornada

de ocho horas, mejores condiciones de trabajo en las fábricas y protección de los excesos de los gerentes. Donde más se veía las diferencias era en los sueldos. Los sindicatos habían sido relativa

mente exitosos en lograr convenios favorables para sus miembros

al punto que los trabajadores organizados ganaban casi el doble que los no-organizados.

A pesar de todos sus logros, aún los obreros sindicalizados vivían en la pobreza, siendo la situación peor para la mayoría de los trabajadores no-sindicalizados que formaban las masas popula res de Lima. Lucho siempre comentaba a Margarita, la mujer con

la que convivía desde los veinte años, que nunca podía ganar sufi ciente dinero para sentir alguna medida de seguridad económica, aun después de obtener un trabajo de construcción regular y bien remunerado. El aumento constante en el costo de vida, especial

mente después de 1920, hizo que su sueldo fuera escasamente ade cuado para cubrir sus necesidades mínimas diarias. En 1928, por ejemplo, Lucho ganaba 3 soles diarios, lo que significaba 75 soles mensuales. Gastaba el 60% de su sueldo en comida y el 25% en vi vienda. El resto era apenas suficiente para pagar ropa y otras nece sidades de su familia de cinco. Siempre se encontraba endeudado

con el bodeguero, el sastre, el farmacéutico y el zapatero. Temía muchísimo que llegara el día que por accidente, enfermedad o cri sis económica perdiera su trabajo. Le repetía siempre a Margarita aue estarían perdidos si esto les llegara a suceder. Los límites sobre la vida de Lucho y su familia se refleja

ban mejor en el tipo de vivienda que podían ocupar. Soñaba con el día en el cual pudiera comprar un pequeño lote de tierra para

construir su propia casa, pero los 16 a 18 soles que él dedicaba 36

cada mes para alquiler eran apenas suficientes para proporcionarle uno o dos cuartos en un callejón. Los callejones de la época de Lucho eran de diferentes formas. El más común se conformaba de un largo pasadizo saliendo de la calle, con edificios estrechos de una planta a los dos lados, divididos en apartamentos de uno o dos dormitorios. Estas filas apretadas de cuartos por lo general abarcaban el largo de toda una manzana con entradas de dos calles, o sólo abarcaban media cuadra, terminando abruptamente en una

pared de adobe. Existían también callejones en que las filas de cuartos se desviaban de un lado a otro dentro de la manzana.

Dos otros tipos comunes de vivienda de los sectores popu lares eran las casas subdivididas y casas de vecindad. Una casa sub-

dividida era un solar colonial o de comienzos de la República que había sido abandonado por sus propietarios de la clase alta y subdividido en una serie de pequeños cuartos para convertirse en vi vienda de familias pobres. Por lo general tenían dos plantas y dos o tres patios interiores. La elegancia exterior de estas residen cias escondía un caos interno de cuartuchos minúsculos con menos

espacio aun que los apartamentos de los callejones. Las casas de vecindad ofrecían condiciones algo mejores. Habiendo sido origi nalmente construidas como edificios de alquiler para las clases pobres, sus dos plantas tenían departamentos de dos o tres dormi

torios que se extendían alrededor de un patio central. El resultado de la concentración del mayor número de ha bitantes en el menor espacio posible fue un terrible problema de

sobrepoblación en la Lima obrera. Una familia típica de clase po pular —formada de una madre, a veces de un padre, abuela y/o abuelo, y de niños grandes y pequeños— casi siempre vivía en una sola habitación estrecha. Los que vivían en callejones y casa de vecindad generalmente tenían más espacio que los que vivían en casas subdivididas. En cuanto la familia crecía, el espacio físico de cada miembro de la familia disminuía. En todos estos tipos de vi vienda había poca relación entre el tamaño de la casa y el tamaño de la familia. Lucho se acordaba, por ejemplo, que en uno de los

callejones en el que él había vivido, había un grupo de 14 personas apiñadas en dos cuartos pequeños. En sus moradas de uno o dos

dormitorios, algunas veces divididas por cartones y hasta sábanas, familias grandes y pequeñas veían nacer a sus hijos y velaban a sus muertos. Aunque muchos se mudaban por lo menos tres o cua

tro veces durante sus vidas, consideraban a sus cuartos de callejón, de casa subdividida, o de casa de vecindad como sus viviendas per37

manentes.

Durante su vida Lucho Saldaña residió en cuatro diferentes

callejones y en una casa subdividida. Cuando niño vivió con su ma dre y hermano en un callejón llamado San José. Al lado del río Rí mac, se hallaba en suelo extremadamente húmedo; el aire del calle jón estaba cargado de humedad del río y del fuerte olor de dos excusados abiertos. El corredor central de la vivienda bordeado de

25 pequeñas habitaciones a cada lado, había sido originalmente pavimentado con ladrillos y piedras pequeñas, pero el continuo uso y la falta de mantenimiento durante años había llevado al de terioro de mucho del pavimento. En los días lluviosos, o cuando las mujeres colgaban sus ropas mojadas para secarse al sol, charcos de barro aparecían en el piso desigual del corredor. El callejón te nía dos grandes botaderos con dos caños de agua que suministra ban las necesidades de los 127 habitantes. Cada apartamento de

paredes de adobe tenía pequeñas puertas y ventanas que permi tían solamente una mínima ventilación y luz. Cuando a la edad de veinte Lucho comenzó a vivir con

Margarita, pasaron su primer año juntos con su madre. Después de eso, se mudaron a un callejón llamado La Alegría. Un pequeño complejo con sólo 7 cuartos y 24 habitantes, sus habitaciones te nían aun menos espacio que aquellas del Callejón San José y reci bían luz sólo a través del tragaluz que había por encima de cada puerta. Para obtener algún alivio de las condiciones estrechas, los residentes vivían la mayor parte de sus vidas en el pasillo de dos

metros de ancho que se extendía a lo largo del callejón, llenándolo de sillas, lavaderos, ollas de cocina, y animales domésticos. Miran do desde la calle, La Alegría parecía un laberinto de animales, gen te y muebles viejos. Y lo que era peor, estaba situado delante de un establo; el olor del excremento de los caballos y muías que cu

bría la calle inundaba la atmósfera de La Alegría. Después de vivir cuatro años allí, Lucho comenzó a buscar una casa mejor. Había conseguido un trabajo fijo y Margarita ha bía tenido dos hijos. Los dos sentían que podían pagar algo mejor y que necesitaban más que el pequeño cuarto de La Alegría. Des

pués que Lucho buscó por varias semanas, la familia se mudó al Callejón Roberto. Sus 18 cuartos proporcionaban vivienda a 44

personas. El Callejón Roberto tenía cuartos ligeramente más gran des que los de La Alegría, pero sus residentes también vivían bajo condiciones de estrechez y confusión. La luz del sol nunca entraba por su estrecho corredor central que estaba cruzado por sogas llenas de ropa secándose. En el cuarto de Lucho, por ejemplo, aun 38

al medio día, no había suficiente luz natural para distinguir las imágenes de Jesús y de Santa Rosa que Margarita había colgado en

la pared con tanto cuidado. Al fondo del callejón había un sólo caño con botadero que proveía un chorrito escaso de agua a las mujeres que diariamente hacían cola con bandeja en la mano. Lucho y su familia vivieron en el Callejón Roberto durante siete años. Una enfermedad prolongada que había mantenido a Lucho sin trabajo durante varios meses finalmente los obligó a bus car vivienda más barata. Se mudaron a una gran casa colonial sub dividida conocida como la Casa del Pescante cuyos 172 cuartos al

bergaban a 353 personas. Era evidente por los restos de los delica dos balcones de madera y grandes portales adornados que en su día La Casa del Pescante había sido una mansión suntuosa. Pero

para Lucho y su familia cuando llegaron les pareció un infierno de pequeños corredores cubiertos, escaleras irregulares en varios esta dos de deterioro, más corredores oscuros, y cuartos diminutos es

parcidos por todas partes. Alojándose en uno de estos cuartos en el segundo piso, la familia tenía aún menos espacio que en su primera casa de La Alegría. Al comienzo, Margarita se asustaba por las no ches del sonido de las pisadas de los que subían las escaleras cru

jientes. Y Lucho maldecía cada vez que se tropezaba en algún hue co del piso de madera agujereada afuera de su cuarto. Cuando Mar garita o sus hijos se quejaban, Lucho trataba de apaciguarlos insis tiendo en la conveniencia de tener una bodega, una sastrería y un

zapatero en el primer piso de la casa. Pero Margarita no se ablanda ba y seguía quejándose de los animales pestíferos, de la suciedad de las cocinas de carbón, de las sillas destartaladas, de los niños

hambrientos y llorosos y de las mujeres escandalosas que llenaban los corredores ruidosos.

Tan pronto como Lucho pudo encontrar de nuevo un tra

bajo relativamente seguro y bien pagado en la construcción, él, Margarita y sus dos hijos se mudaron de la Casa del Pescante a un callejón llamado Montañón. Esta residencia fue la mejor que Lu cho había jamás tenido. Con 36 cuartos y 135 habitantes era ex tremadamente sobrepoblada como sus viviendas anteriores, pero tenía la ventaja de poseer un gran patio bien ventilado en la parte

delantera, un corredor central de 4 metros de ancho y cuartos más amplios con corrales pequeños atrás para el cultivo de legumbres o el mantenimiento de animales domésticos. El estado general del

Montañón era muy superior a las otras casas de Lucho. El corredor central y los pisos de cada apartamento estaban pavimentados con

grandes piedras redondas y todas las paredes habían sido reciente39

mente pintadas con cal. Este callejón contaba con bastante luz en el corredor y en los patios, pero como sólo tenía ventanas peque ñas, cada cuarto quedaba oscuro. A pesar de tener un sólo caño para 135 personas, Margarita quiso aprovechar del mayor espacio en el Montañón para tomar lavado de la calle y así incrementar los ingresos de la familia. Lucho agradecía sus esfuerzos y sabía

ciertamente que el dinero extra del lavado sería una ayuda para afrontar el constante aumento en el costo de la vida, pero malde cía cada vez que se tropezaba con la bandeja grande de madera

de Margarita y con la ropa mojada que ella había colgado en su cuarto para secarse en los días lluviosos de invierno. Además de tener que soportar vivir siempre en espacios muy limitados, Lucho y su familia también padecían con la alta incidencia de enfermedades reinante en las viviendas de las clases

populares. La mayoría de lo» que construían callejones o que di vidían sus viejas casonas daban mayor consideración a la ganancia que a la higiene. En muchas de estas viviendas existía un sólo caño con botadero para el uso en algunos casos de 500 habitantes. Este era utilizado día y noche, obligando a muchos a salir al exterior a un espacio abierto para hacer sus necesidades. El excremento hu mano que se acumulaba era la causa mayor de las enfermedades intestinales que abundaban en estas viviendas. Los desagües que atravesaban por el medio de muchos de los callejones intensifica ban el problema de las enfermedades. Al mismo tiempo que se utilizaban para arrojar basura y como reservados, sus aguas tam bién eran empleadas para lavar ropa, para cocinar y a veces para beber. Además, las apretadas habitaciones y la limitada ventila ción de la mayoría de las viviendas de las clases populares aumen taban el índice de tuberculosis y de otras afecciones respiratorias.

La falta general de salubridad junto cqn la construcción defectuo sa de las casas —se utilizaba adobes confeccionados con excremen

to de animales— estimulaban la proliferación de ratas e insectos, portadores de toda clase de enfermedades. En suma, el exceso de población y la falta casi absoluta de facilidades sanitarias llevaron a un alto porcentaje de mortalidad entre las masas urbanas afec tando particularmente a la niñee. Casi no pasaba un año sin que la familia de Lucho no fuera atacada por alguna enfermedad seria, y

dos de sus hijos fallecieron con djsentería y tifoidea.

Lucho encontraba poca Comodidad física o espiritual en el cuarto obscuro y húmedo que ¡compartía con su mujer, sus dos hi jos, su suegra y su abuelo. Muebles de todas las edades y estilos que él y Margarita habían cuidadosamente juntado a través de los 40

años llenaban el departamento. Un sofá, testigo de mejores tiem pos, con su tapiz de seda desteñido y sus resortes crujientes, rete nía lo suficiente de su elegancia anterior para parecer fuera de sitio entre sillas burdas de madera —algunas con patas rotas— una vieja mesa, dos camas de segunda mano con colchones de paja y un ar

mario sin puerta lleno de ropa raída. Al regresar a casa después de un día de mucho trabajo, Lucho trataba sin éxito de cerrar sus oídos a las interminables quejas de su mujer y de su suegra sobre toda clase de asuntos desde las enfermedades de sus hijos hasta la

constante escasez de agua del único caño del callejón. En voz baja Lucho agradecía a Dios que por lo menos su abuelo era un hombre callado que daba pocos problemas.

Lo que más le disgustaba a Lucho sobre la vida de callejón eran las constantes discusiones y peleas que se entablaban entre los

residentes que vivían en condiciones tan estrechas. Parecía que ningún día pasaba sin que hubiera alguna pelea entre las mujeres, y los niños nunca se cansaban de pegarse el uno al otro. El caño que

era el centro de la vida social del callejón era también por lo gene ral el centro de los conflictos. Las mujeres se empujaban para ser

las primeras en la cola, y frecuentes luchas verbales y físicas hubie ron. Lucho se acordaba mucho del día en que una Margarita lloro sa le salió al encuentro para contarle que cuando había salido a enjuagar su ropa, la mujer del No. 12 le había colocado una bacenica sucia encima de su ropa limpia. Cuando Margarita comenzó a

insultarla, la mujer cogió una piedra pesada y se la tiró golpeándole en la espalda. Mientras Margarita buscaba como defenderse, las otras mujeres presentes pararon la pelea. A la mañana siguiente

Lucho, con toda la cólera encima, se despertó a las 5:00 a.m., vació un gran barril que usaba para guardar artículos de la casa y lo llevó al caño. Pacientemente esperaba mientras que el agua goteaba llenando el barril lentamente. Durante las dos horas que duró este procedimiento, Lucho no permitió a nadie llenar ni siquiera la olla más pequeña. Finalmente regresó soberbiamente a su casa, sin importarle los insultos murmurados de las mujeres que esperaban. Aun de noche cuando las peleas y las discusiones habían cesado afuera, los chismes más severos fueron el tema de la con

versación detrás de la puerta cerrada de cada habitación. Margarita siempre comentaba a Lucho que sus vecinos no eran "gente de buenas costumbres". Se quejaba que el hijo de la mujer del No. 10 siempre estaba pegando a los niños menores: "El debería estar trabajando, ayudando a su familia y no juntándose con todos esos

palomillas." Un tema favorito de los chismes de todo el callejón 41

era la mujer que vivía en el No. 16 que siempre estaba peleándose con su marido. Todos podían oír sus gritos cuando él le pegaba al I

regresar a casa y encontrar hombres extraños en su habitación to mando cerveza. Muchas veces ella se escapaba al corredor central

del callejón y allí, delante de todos, recibía los golpes de su marido enfurecido. Después de estos incidentes, ella comentaba con las

mujeres que le escuchaban ávidamente que tenía que ver a otros hombres, porque la cantidad miserable de dinero que aportaba su marido como vendedor ambulante no era suficiente ni para pagar

la comida de sus tres hijos. Aun así usualmente sólo comían dos veces al día: una taza de café con un pedazo de pan por la mañana,

y arroz con frijoles o papas y más café a las 2 p.m. Cuando tenía un poquito de dinero adicional, salía por las tardes para comprar algunos bizcochitos para sus hijos. A pesar de que los residentes del callejón siempre se referían el uno al otro en sus chismes dia rios, y las mujeres conversaban horas de horas delante del caño de agua, pocas familias hacían amistades duraderas. La desconfianza mutua reinaba entre las familias del callejón. Las experiencias de Lucho Saldaña, su trabajo y sus con diciones de vida, eran las mismas de la mayoría de la población de la Lima obrera. Su historia es la historia de un hombre —o de un

grupo de hombres— quienes percibieron relativamente pocos cam

bios en sus vidas durante las primeras décadas de este siglo. Ellos afrontaban diariamente los mismos problemas, las mismas penu rias, las mismas inseguridades. Sin embargo, mientras Lucho y sus

compañeros tal vez no se hubieran dado cuenta, el período de 1915 a 1930 marcó una era de cambio casi revolucionario en la

ciudad capital. Lima se extendió geográficamente y demográfica mente a un paso acelerado. Y más importante, las masas urbanas crecieron durante estos años a números sin precedente. Transfor mados en tamaño, composición e importancia, como grupo ellos comenzaron a asumir un nuevo rol en la vida política, social y eco nómica de la nación.

FUENTES Y METODOLOGÍA

Existe una gran diversidad de fuentes valiosas para el estu dioso de la historia urbana-social de América Latina. En el caso

particular de Lima de comienzos del siglo veinte, los materiales dis42

ponibles que incluyen los censos de 1908, 1920, y 1931 muestran que el tamaño promedio de la familia limeña era relativamente pe queño. El promedio del tamaño familiar aumentó sólo ligeramente

de 4.1 en 1920 a 4.57 en 1931 mientras que en ese último año la familia de las áreas más pobres de la ciudad contaba, en términos promedios, con 4.29 miembros. Véase: Perú, Ministerio de Hacienda, Resumen del censo de las Provincias de Lima y Callao levantado el 17 de di ciembre de 1920 (Lima, 1927), pp. 183-185; y Perú, Censo de las Provincias de Lima y Callao levantado el

13 de noviembre de 1931 (Lima, 1932), p. 40.

También es notable el número de familias de clase popular afectadas por la mortalidad infantil y por enfermedades en general.

En 1908, por ejemplo, de 2,839 madres que declararon haber dado a luz a 3 niños, sólo 905, o aproximadamente un tercio, tenían tres hijos sobrevivientes. Las proporciones de niños sobrevivientes disminuían aún más en cuanto el tamaño de la familia aumentaba. Véase:

Perú, Dirección de Salubridad Pública, Censo de la Provincia de Lima (26 de junio de 1908), (Lima, 1915), Vol. II, pp. 990-91. Los censos de Lima de 1908 y 1930 indican que aproxima

damente 2/3 de los niños de los sectores populares eran ilegítimos, uno entre muchos indicadores de la gran frecuencia de relaciones informales entre hombre y mujer y el poco recurso al matrimonio formal. Véase:

Perú, Censo de Lima 1908, Vol. I, p. .232; Perú, Cen so de Lima 1931, pp. 130-131; y Boletín municipal de Lima, 1900-1930, que contiene registros muy de tallados sobre matrimonios.

Las estadísticas sobre los cambios en la composición étnica de Lima en la época deben ser tratadas con cuidado, ya que el mar gen de error es muy alto. En el censo de 1931, por ejemplo, los cuestionarios fueron llenados por los encuestados y no por los que tomaban el censo. Con gran frecuencia los mestizos y los indios se autodenominaban blancos. Es dudoso que los resultados fueran mucho más acertados si los cuestionarios hubieran sido llenados

por los que tomaban el censo, quienes encontraban extremada mente difícil juzgar características raciales. Los materiales que fue ron consultados para la composición racial de los sectores popula43

res de Lima fueron:

Perú, Censo de Lima 1908, Vol. I, pp. 90-97; Perú, Censo de Lima 1920, pp. 118-25; y Perú, Censo de

Lima 1931, pp. 92-94. Véase también: Enrique León García, Las razas en Lima (Lima, 1909), especialmen te pp. 14-15, 40 y 69; Pedro M. Benvenutto Murrieta, Quince plazuelas, una alameda y un callejón (Lima, 1932), p. 137; José G. Clavero, Demografía de Lima en 1884 (Lima, 1885), p. 29; José Luis Caamaño, Apuntes limeños, (Lima, 1935); y Eleuterio Vigil Peláez, El Callao de ayer y de hoy (Callao, 1946).

En,términos de empleo, la población mestiza se agrupaba en ocupaciones manuales como artesanía, trabajo industrial y transporte. Muy pocos mestizos, negros o indios eran propietarios en Lima, y las ramas de comercio, abogacía, medicina y educación fueron dominadas por los blancos: "Esas profesiones que ganan el

más alto ingreso o producen el más alto prestigio social son preferencialmente-ejercidas por blancos." León García, Las razas, p. 20. Entre 1900 y 1930 el alfabetismo era notablemente alto en

las áreas urbanas de Lima. En 1908 la proporción de alfabetismo de la población masculina y femenina de la ciudad mayor de 6 años fue de 76% con un total de analfabetismo calculado en 18.3% (el otro 5.7% era constituido por las categorías de semialfabetizados y sin datos). Hacia 1920 el analfabetismo había disminuido a

9.6%. En 1931 se elevó ligeramente a 11%, llegando a 13.6% en el barrio popular del Rímac. Este aumento parece haber sido el resul tado de la migración a la ciudad de una población rural menos edu cada. Si la edad mínima es aumentada de 6 a 10 años, el analfabe tismo declina a 9.6% en 1931. Una de las razones del alfabetismo

significativo fué la alta proporción de asistencia escolar. En 1931, por ejemplo, 72% de los niños limeños en edad escolar había reci bido algo de educación formal. Véase:

Perú, Censo de Lima 1908, Vol. I, pp. 370-76 y Vol. II, pp. 894-900; Perú, Censo de Lima 1920, pp. 13946; y Perú, Censo de Lima 1931, pp. 150-66. Un excelente examen de las condiciones de trabajo de las masas urbanas a comienzos de siglo se encuentra en Joaquín Cape lo, Sociología de Lima (Lima, 1895), Vol. II, pp. 39 y 43-45. Las descripciones de Capelo paralelan estrechamente otras posteriores de 1920.y 1930 de: 44

Ricardo Martínez de la Torre, Apuntes para una inter

pretación marxista de historia social del Perú, (Lima, 1947), pp. 74-75; José Carlos Mariátegui, Temas de educación (Lima', 1930) pp. 138-39; y Magali Sarfatti Larson y Arlene Eisen Bergman, Social Stratification in Perú (Berkeley, Calif., 1969), p. 105. Datos sobre la estructura general de empleos de Lima pue den ser encontrados en:

Perú, Censo de Lima 1908, Vol. II, pp. 906-43; Perú, Censo de Lima 1920, pp. 163-82; Perú, Censo de Li ma 1931, pp. 192-207; David Chaplin, The Peruvian Industrial Labor Forcé (Princeton, N.J., 1968), p.

279; y Federico Debuyst, La población en América Latina (Madrid, 1961), pp. 125 y 128. Material sobre las categorías económicas de empleos para clases populares es derivado de:

Santiago Basurco y Leónidas Avendaño, "Informe emitido por la comisión encargada de estudiar las con diciones sanitarias de las casas de vecindad en Lima,

primera parte", Ministerio de Fomento, Dirección de Salud Pública, Boletín, III: 4, (30 de abril, 1907), 33-

35; Pedro Reyes, A la Capital (Lima, 19 ?), p. 46; El Perú, enero 20, 1931, p. 1; Hugo Marquina Ríos, "Cincuenta casas de vecindad en la Avenida Francisco

Pizarra", en Carlos Enrique Paz Soldán, Lima y sus suburbios (Lima, 1957), p. 78; y Benvenutto Murrie ta, Quince plazuelas, p. 318. Los cambios frecuentes de empleo eran muy comunes y

parece que no era muy difícil encontrar trabajo durante la mayor

parte del período entre 1900 y 1930. Como Arturo Sabroso señaló en una entrevista con el autor: "Para cambiar de trabajo lo único

que teníamos que hacer era revisar los anuncios", (26 de febrero 1971). Véase también El Comercio, 10 de diciembre, 1931, p. 2. Aparentemente el mercado laboral comenzó a saturarse a media dos de los años veinte debido al flujo a la ciudad de grandes núme ros de migrantes rurales, y por consiguiente, la demanda de trabajo en sectores como la industria de la construcción bajó estrepitosa mente. Véase:

Alberto Alexander, Las causas de la desvalorización

de la propiedad urbana en Lima (Lima, 1932), pp. 1213. 45

Las diferencias entre los trabajadores sindicalizados y los no-sindicalizados se describen en:

El obrero textil, V: 62, (Junio, 1924), 2. Arturo Sa broso, Réplicas proletarias (Lima, 1934), pp. 38-39; Leoncio M. Palacios, Encuesta sobre presupuestos fa miliares obreros realizada en la ciudad de Lima en

1940 (Lima, 1944) pp. 112-14; Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación, Vol. II, p. 353; y Enrique Echecopar, Aptocracia, (Lima, 1930), p. 79. Información sobre los ingresos de la clase trabajadora y los gastos puede ser encontrada en:

Martínez de la Torre, Apuntes para una interpreta ción, Vol. I, pp. 22 y 108-109; Federico Ortiz Rodrí guez, "Páginas del pueblo", Mundial, VI: 251, (3 de abril, 1925), 32; Basurco y Avendaño, "Casas de ve cindad", 35; Ernesto Galarza, "Deudas Dictadura y

Revolución en Bolivia y el Perú", Foreign Policy Reports, (13 de mayo de 1931), 116; y Lawrence Dennis, "What Overthrew Leguia: The Responsibility of American Bankers for Peruvian Evils", The New Republic, LXIV: 824, (17 de septiembre 1930), 117118.

Que la mayoría de las clases populares de Lima vivía en ca llejones, casas de vecindad o casas subdivididas en las primeras dé cadas del siglo XX está demostrado en: Basurco y Avendaño, "Casas de vecindad", passim; Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, 6ta. edic, (Lima, 1968-69), Vol. XII, p. 249; Benven-'to Murietta, Quince plazuelas, p. 209; Alberto Ale>?.nder al Director de Salubridad en Boletín de la D i c

ción de Salubridad Pública, Segundo Semestre, (1926), 185; J.P. Colé, Estudio geográfico de la gran Lima (Lima, 1957), pp. VII-18; y José Muñoz y Die go Robles, Estudio de tugurios en los distritos de Je sús María y La Victoria (Lima, 1968), p. 68.

La descripción de los rasgos arquitectónicos de los callejo nes está derivada de:

El Tunante (Pseud.) Abelardo Gamarra, Lima: unos

cuantos barrios y unos cuantos tipos (Lima, 1907), pp. 22-23; Benvenutto Murrieta, Quince plazuelas, 46

p. 270; Basurco y Avendaño, "Informe emitido por la comisión encargada de estudiar las condiciones sanita rias de las casas de vecindad en Lima, segunda parte", Ministerio de Fomento, Dirección de Salubridad Pú

blica, Boletín, III: 5 (31 de mayo, 1907), 55-57; Marquina Ríos, "Cincuenta casas de vecindad", p. 79; y

Óscar Romero Fernández, "Un espacio urbano libre: La Alameda de los Descalzos", en Paz Soldán, Lima, p. 100. También una serie de conversaciones con el conocido ar

quitecto e historiador de Lima Juan Gunther en Mayo de 1971, y observaciones personales de las viviendas actuales de las clases po

pulares en Lima —muchas de ellas son las mismas que aquellas des critas en las fuentes del período 1900-1930— fueron inmensamen te útiles para el entendimiento de la estructura de estas casas. Mu ñoz y Robles, Tugurios, es un estudio excelente en dos zonas, La Victoria y Jesús María, de la Lima más reciente. Es interesante no tar los paralelos sobresalientes entre los callejones del tiempo en que esto fue escrito y aquéllos que existieron 70 años atrás. Su comparación demuestra la mínima evolución sufrida por este tipo de vivienda en el transcurso del tiempo. Véase especialmente pp. 50-51. Para los planos de ios varios tipos de callejones véase: Alberto Alexander, Los problemas urbanos de Lima y su futuro (Lima, 1927), Tabla VII; y Pedro E. Paulet, Directorio anual del Perú, Vol. I, Provincias de Li ma y El Callao (Lima, 1910-11), p. 190.

La proliferación de callejones, casas subdivididas y casas de vecindad no fue un fenómeno nuevo en la Lima de principios del siglo XX. Los primeros callejones de la ciudad crecieron a lo largo de las grandes mansiones de las familias adineradas durante el siglo XVIII. Estimulados por un aumento general de la población urba na y una escasez de vivienda en el área metropolitana, muchos pro pietarios de grandes casas coloniales construyeron una serie de

cuartos pequeños en terrenos desocupados al lado de y atrás de sus viviendas en tierras que anteriormente habían sido utilizadas para el cultivo de legumbres. Después, la forma de callejón fue adopta da a través de todo Lima como la manera más económica de amon

tonar a cuantiosos números de personas en las grandes cuadras que dividían el área central de la ciudad. La diseminación de las casas

subdivididas y de las casas de vecindad fue particularmente visible

en la última parte del siglo diecinueve cuando se hizo cada vez más 47

aparente a las clases propietarias que la construcción de vivienda de alquiler barato prometía ser una inversión lucrativa. Un produc to del renovado interés en este tipo de construcción fueron las ca sas de vecindad de las cuales el "entrepreneur" norteamericano

Henry Meiggs fue uno de los primeros promotores. Una forma más común de vivienda que estos primitivos edificios de apartamentos

para los sectores populares fueron las casas subdivididas que cre cieron en número especialmente después de 1900 cuando las clases altas de Lima comenzaron a mudarse de la parte central de la ciu dad a los suburbios cercanos. Ellos subdividieron sus viejas casas en

viviendas minúsculas para las familias de las clases pobres. El alqui ler obtenido de un callejón, de una casa subdividida, o de una casa de vecindad proporcionaba un ingreso constante y seguro para su propietario. Información sobre la historia de la vivienda de los sectores

populares de Lima fue obtenida de: José Gálvez, Estampas limeñas, 2da. ed. (Lima, 1966), pp. 109-110; Juan Günther, entrevista, mayo 18, 1971; Tunante, Lima barrios, pp. 21-22; Marquina Ríos, "Cincuenta casas de vecindad", p. 79; y El Perú, 12 de enero, 1931, p. 1.

Basurco y Avendaño en su estudio admirable sobre las vi viendas de la clase baja de Lima en 1907 estimaban que en toda la ciudad un 66.7 por ciento de la población vivían en viviendas so-

brepobladas e insuficientes. Ellos también afirmaban que su inves tigación demostraba que, "la sobrepoblación y la vida de callejón coexisten". Véase: Basurco y Avendaño, "Casas de vecindad, pri mera parte", 24-27. Datos má6 recientes sobre densidad de pobla ción reafirman sus conclusiones. Véase:

Colé, Estudio geográfico, pp. V-16-17; Romero Fer

nández, "Espado.urbano libre", p. 100; y Muñoz y Robles, Tugurios, pp. 52-53. De acuerdo a Muñoz y Robles, p. 53, aquéllos que en los años sesenta vivían en casas subdivididas tenían aun menos espacio

que los habitantes de callejones. Para más información sobre las condiciones de hacinamiento características de las viviendas popu lares limeñas, véase:

Rómulo Eyzaguirre, "Influencia de las habitaciones de Lima sobre las causas de su mortalidad", Boletín

del Ministerio de Fomento, Dirección de Salubridad Pública, II: 1, (31 de enero, 1906), 23-52; Tunante, 48

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IWIV1RSIDAD N. M. Dg SAN MARCOS

EHfiEC DE BIBLIOTECA Y PUBLICACIONES

Lima barrios, p. 23; Richard W. Patch, "Life in a

Callejón", American Universities Field Staff Reports

(West Coast South America Series), VIII: 6, (junio, 1961), 1; Martínez de la Torre, Apuntes para una in terpretación, Vol. I, pp. 77-78; y Basurco y Avenda ño, "Casas de vecindad, primera parte", 113-120.

Las descripciones de las diversas residencias de Lucho Saldaña fueron destiladas de la encuesta detallada hecha casa por casa

de las viviendas populares de Lima por Basurco y Avendaño, "Ca sas de vecindad, primera parte", 38-107. Sobre las condiciones ge nerales de vivienda de las masas urbanas véase también: Gálvez,

Estampas limeñas, p. 109; Muñoz y Robles, Tugurios, p. 7; y El obrero textil, III: 36, (julio del 1-15, 1922), 3-4.

Muñoz y Robles, Tugurios, pp. 54-64 y 69, que contiene datos específicos sobre los materiales empleados en la construc ción de tugurios, afirman que con el transcurso de los años el

único cambio ha sido el reemplazo de pisos de piedra y de tierra

por pisos de concreto. Las paredes de los callejones, las casas

subdivididas y las casas de vecindad continúan siendo de adobe, y la madera sigue predominando en la construcción de los techos. También demuestran que ha habido poco progreso en el área de la instalación de cañerías, con los residentes en siete de cada diez

callejones aún teniendo que compartir el agua, el desagüe y los re

servados. Véase pág. 56.

Información general sobre las condiciones de salud entre

los pobres de Lima se encuentra en:

Basurco y Avendaño, "Casas de vecindad, primera

parte", 6-7, 58-59 y 108-111; La Tribuna, 5 de julio de 1931, p. 4; Patria, 2 de julio, 1931, p. 2; Tunante, Lima barrios, pp. 20 y 22; y Romero Flores, "Espacio urbano libre", p. 99.

Un estudio detallado sobre la correlación entre la vivienda

de los sectores populares, las enfermedades y la alta mortalidad es el de Eyzaguirre, "Influencia de la habitación", véase especialmen te 44-48.

Información sobre los rasgos internos de la vivienda pro viene de:

Basurco y Avendaño, "Casas de vecindad, primera

parte", 109-10; Marquina Ríos, "Cincuenta casas de vecindad", pp. 79-80; Enrique León García, "Aloja49

8735W

mientos para la clase obrera en el Perú", Boletín del Ministerio de Fomento, Dirección de Salubridad Pú blica, II: 1 (31 de enero, 1906), 57-58; y Emilia de la Barrera, Estampas del ambiente (Lima, 1937), p. 35.

Varios observadores han recalcado el más alto grado de desorganización social y desconfianza entre los residentes de los tugurios de Lima. Véase: Gálvez, Estampas limeñas, pp. 110-12; Tunante, Lima barrios, p. 23; y Basurco y Avendaño, "Casas de ve cindad, primera parte", p. 68. Las descripciones en estos primeros trabajos son sorpren dentemente similares a las observaciones de autores posteriores in cluyendo a:

Patch, "Life in Callejón", especialmente 4-5, 7, 12, 15-16 y 19; y Humberto Rotondo, "Psychological and Mental Health Problems of Urbanization Based

on Case Studies in Perú", in Phillip M. Hauser, ed., Urbanization in Latin America (New York, 1961), pp. 250-51 y 255.

También una entrevista con Alcides Carreño el 4 de mayo de 1971, fue muy reveladora acerca de los muchos aspectos de la vida diaria de los pobres de Lima durante este período. Parece que las circunstancias de las masas urbanas comen zaron a deteriorarse a partir de 1920, un proceso que se extendió

hasta la Depresión. Un aumento significativo en el tamaño de 1;< población de Lima, producto en parte de la extensa migración rural-urbana, llevó a una aglomeración aún mayor en los domicilios de clase popular durante este período. Un desmejoramiento de las viviendas populares acompañó a la creciente sobrepoblación de las mismas durante los años vein te. Bajo las circunstancias de una aumentada demanda para nuevas urbanizaciones para las clases medias y altas y con el subido costo de los materiales de construcción, poco capital fue destinado al mejoramiento o aun al mantenimiento de los callejones, casas sub divididas y casas de vecindad existentes. Estos tipos de vivienda

decayeron gradualmente en esta década al punto de que, según un registro de propiedad urbana compilada entre 1927 y 1929, apro ximadamente el 53 por ciento de todos los domicilios de Lima

eran considerados inaceptables para la habitación y 40 por ciento de éstos estaban totalmente irreparables. 50

Para información sobre las fluctuaciones en la población de Lima entre 1908 y 1940, véase: Alberto Alexander, Estudio sobre la crisis de la habi

tación en Lima (Lima, 1922), especialmente pp. 8-12; Perú, Censo de Lima 1931, pp. 28-31; Juan Bromley y José Barbagelata, Evolución urbana de la ciudad de Lima (Lima, 1945), pp. 117-18; The West Coast Leader, 3 de mayo de 1932, p. 3; Ricardo Tizón y Bueno, El plano de Lima (Lima, 1916), p. 54; y Emi lio Harth-Terré, "Lima contemporánea", en Lima en el IV centenario de su fundación (Lima, 1935). Muñoz y Robles, Tugurio, p. 88, presenta datos sobre la evolución de la densidad demográfica en las viviendas populares entre 1961 y 1967. Un estudio valioso de la relación entre la esca

sez de viviendas obreras y el auge de la industria de la construc ción en los años veinte se encuentra en Alexander, Crisis de la ha bitación, pp. 1 y 34-35. Véase también: Alexander a Dirección de Salubridad, 186-87; Alexan der, Causas de la desvaJorización, p. 4; M. Montero Bernales y Alberto Alexander, "Contemplando la si

tuación de los desocupados y la crisis de la vivienda", El Perú, 23 de enero de 1931, p. 2; Bromley y Barbagelatta, Evolución urbana, p. 105; Martínez de la To rre, Apuntes para una interpretación, Vol. I, p. 77; y Harth-Terré, Lima contemporánea. Las cifras para comparar la sobrepoblación de las viviendas en 1907 y 1931 provienen de: Basurco y Avendaño, "Casas de vecindad, primera

parte", 24; Eyzaguirre, "Influencia de la habitación", 27, 30, 32 y 34-37; y Montero Bernales y Alexander, "Contemplando la situación", p. 3.

Aun cuando se toma en cuenta estas fluctuaciones tempo-( rales, la comparación de descripciones de las condiciones de vida de las masas urbanas hechas a comienzos de siglo con las que se

han hecho después demuestra que estas condiciones no han varia do mucho a través de los años. Una excepción evidente a esta regla ha sido el crecimiento de los barrios marginales, especialmente des de 1945. Sin embargo, la vida de los tugurios en los barrios tradi cionales ha cambiado poco. Existen paralelos pronunciados entre los datos recogidos por Basurco y Avendaño en 1907, "Casas de vecindad, primera parte", y los estudios hechos en los años 50 y

60 como los de Muñoz y Robles, Tugurios, y Colé, Estudio geográ5]

fico. Aparentemente, aun las serias epidemias de enfermedades contagiosas que desde el comienzo de siglo eran percibidas como consecuencias en parte de las pésimas'condiciones de vivienda po

pular, provocaron solo mínimos esfuerzos para aliviar esas condi ciones.

La información sobre las condiciones de vivienda popular en los años veinte fue encontrada en:

Perú, Dirección de Salubridad Pública, Ministerio de Fomento, Inspección Técniea de Urbanizaciones y Construcciones, "Primer informe anual sobre el re

gistro sanitario y catastro de la propiedad urbana de Lima", Ciudad y campo y caminos, V: 38, (marzoabril, 1928), 25-26 y 28; Perú, Dirección de Salubri dad..., Segundo informe sobre el registro sanitario y catastro de la propiedad urbana de Lima (Lima, 1928), p. 4 y Tablas I-III; Perú, Dirección de Salubri dad..., "Catastro del Distrito de La Victoria", Ciudad y Campos y Caminos, VI: 44, (1929), 45-46; y Perú, Dirección de Salubridad..., Cuarto informe sobre el registro sanitario de la vivienda y catastro de la pro piedad urbana de Lima, (Lima, 1929), pp. 4-5 y Ta blas I-III.

Una explicación de la manera en que se recopiló ese regis tro se encuentra en Alexander a Dirección de Salubridad, 184-85. Sobre el deterioro de la vivienda popular en los años veinte, véase: Alexander, Crisis de la habitación, especialmente pp. 38-41; Alexander, Causas de la desvalorización, p. 9; Basadre, Historia de la República Vol. XIII, p. 300; y El hombre de la calle, I: 13, (12 de diciembre de 1930), 2.

52

CAPITULO III CULTURA POPULAR Y POLÍTICA POPULAR EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XX EN LIMA

Este ensayo intenta encontrar una vía preliminar para comprender la interacción entre las normas culturales y la conduc

ta política de los sectores populares de Lima en las primeras déca das del siglo XX. Numerosos observadores en esos años y más tar de han hecho hincapié en el alto grado de personalismo que parece penetrar el sistema político del momento, un personalismo que en cuentra su expresión política más importante en dos movimientos, el Sanchezcerrismo y el Aprismo que emergieron para dominar la Bscena política en 1930-31. Para comprender la especial atracción de esos movimien tos y la notable importancia del personalismo, este ensayo pone

énfasis en el desarrollo de una orientación subjetiva hacia la políti ca y los políticos en las masas limeñas. Sugiere algunos de los más importantes elementos que debieron intervenir en la formación de

esa orientación subjetiva. Es al mismo tiempo una mirada intro ductoria al interior de algunas de las instituciones y estructuras que contribuyeron a la formación de los valores culturales popu lares. Y como las actitudes políticas son simplemente una faceta del más amplio universo cultural del pueblo, cualquier análisis de cultura es implícitamente también un análisis de política. Al mismo tiempo que podemos hacer uso de un estudio de la cultura y de la formación cultural para estudiar la política, po. demos también entender mejor las normas culturales de un sector social particular analizando su participación política formal o su apoyo a un movimiento político definido. Los valores culturales

jio pueden ser cuantificados. Pero la conducta política, desde la participación en una manifestación por un candidato, hasta el acto de sufragio puede, aunque frágilmente, medir las normas subjetivas que caracterizan a cualquier grupo político. Antes de considerar a

la cultura como alguna especie de entidad integrada debemos pri mero descubrir esas fuerzas que jugaron los principales roles en su .55

formación. No existió un solo factor preponderante en la creación de un sistema de valores en las masas de Lima a comienzos del si

glo XX. Más bien, ese sistema fue el producto de la interacción de una serie de influencias del medio ambiente, las cuales pueden ser agrupadas bajo los dos rubros generales de experiencias de sociali_, zación y restricciones estructurales. Las relaciones familiares, la vi-1 da escolar, las prácticas religiosas y la interacción con el sistema político fueron elementos fundamentales del proceso de socializa

ción de los sectores popularen de Lima. Los valores aprendidos en , esas áreas fueron reforzados por la confrontación diaria del indivi duo con las relaciones estructurales de la sociedad urbana. Los ele• mentos estructurales que afectaron particularmente la formación

de valores incluyeron la distribución del poder y la riqueza entre los varios estratos sociales y la prevalencia de ciertos tipos de rela ciones sociales tradicionales.

Una premisa básica de este enfoque para el desarrollo de

un conjunto específico de valores es que las creencias que la for man fueron aprendidas por cada individuo a través de un ajuste personal a las realidades de la existencia cotidiana. Cada miembro

de las masas urbanas experimentó un proceso de "enculturación"

con el cual, en respuesta a los estímulos generados por su propia experiencia, obtuvo una manera de ver y enfrentarse al mundo. Muy importante para adquirir disposiciones hacia la con ducta política fueron las lecciones aprendidas en la vida acerca

de la autoridad y la relación propia con personajes que la repre

sentaban. Su contacto inicial con la autoridad vino de la realidad

íntima de la familia. Al interior de ésta los integrantes de los sec tores populares limeños aprendieron primero a definir un rol so cial propio y a hacer distinciones entre los estatus de subordina

dos y superiores. El sistema dominante en el hogar conformado con premios y castigos enseñó los modelos de conducta que suscitaban aprobación y las que merecían un juicio contrario.

Hacia los inicios del siglo XX el sistema de premios y cas tigos en las familias de clases trabajadoras tenía preponderancia en cuestiones "relacionadas con la obediencia de los hijos. Corriente mente los padres demandaban absoluta sumisión de su descenden

cia a su autoridad en todos sus aspectos. Un crítico agudo de la familia peruana, José Antonio Encinas, caracterizaba esta situa ción como una en la cual: "El padre es todo; sus gustos, tenden cias, preferencias y ambiciones deben imponerse. El hijo es na56

die" (1). Una importante faceta de la buena educación era mostrar respeto a los mayores a través de manifestaciones exteriores de humildad.

Cómo se creía generalmente que la obediencia no viene na turalmente sino que puede ser producida por ciertas formas de

coerción, varias formas de castigo se tenían a la mano para asegu rar el mantenimiento de normas aceptables de conducta y de he cho el castigo tomó primacía sobre el premio como modalidad en

la mayoría de los hogares. El interés de un miembro joven de la familia a participar en una conversación de sobremesa, un pasa

tiempo estrictamente reservado a los adultos, podía ser literalmen te destruido con una reprimenda verbal, como en la sarcástica des

cripción de Manuel González Prada: Cuando uno de esos jóvenes sentía (por suerte o mila gro) el impulso a expresarse con orgullo y dignidad, a toda

la familia le tomaba por sorpresa de la más extraordinaria manera, haciéndola sentir en un estado de inequívoca ame naza, como si hubiesen visto que una libra esterlina se transformaba en un centavo... Por suerte, la madre estaba allí para reprimir el escándalo y ella salvaría el honor del hijo. La experimentada e inteligente señora no pronuncia discursos interminables, ni tampoco ofrece consejos espon

táneos; recurre a una parquedad espartana. Ahoga el malig no impulso del joven con una abracadabra supersacramental de un indiscutible efecto mágico: "Tonto, come y calla"(2).

Paralelamente a la censura verbal, los padres comúnmente

recurrían a emplear el temor para corregir una mala conducta diciéndoles a sus hijos que el espíritu de una persona muerta o el "cuco" vendría a jalarles los pies o llevárselos. Si los otros métodos no daban resultados, el castigo físico era empleado frente a los ni ños que no alcanzaban las estrictas reglas familiares (3), (1)

José Antonio Encinas, Higiene Mental, 2da. ed. (Santiago, 1946),

(2)

Manuel González Prada, Bajo el oprobio (París, 1933), pp. 114-15.

p. 259.

(3)

La más valiosa fuente de información sobre la estructura de la fami

lia peruana comienzos del siglo XX hasta 1940 es el trabajo del sicó

logo-educador José Antonio Encinas. Sus estudios siguientes pueden ser consultados: Higiene Mental, especialmente pp. 15-16, 31, 45, 62 y 105; y La educación de nuestros hijos (Santiago, 1938), pp. 57 y 92.

57

La estructura autoritaria y de jerarquía rígida en estos ho

gares debió haber dejado una huella indeleble en sus miembros jó venes. La continua conformidad a la poderosa y muchas veces arbi

traria autoridad paternal produjo un estado de inseguridad y temor en estos niños fijando una tendencia a retraerse frente al conflicto

con personas a las cuales se les percibía formando parte de un "staLus superior". González Prada describe esta exagerada sumisión de sus compatriotas más pobres a las autoridades que los gobiernan como una demostración extrema de la mentalidad del "come y calla" que fuese embebida durante su juventud: La mentalidad del come y calla ha sido difundida de

tal manera que merece colocarse en el anverso de nuestras monedas. Esto revela un rasgo básico de carácter... El asno,

trabajador y sufrido, no busca comprender la sicología de su amo; él mastica su pasto y permanece callado; las mas; aún más miserables y quizás más pacientes que la muía no indagan acerca del valor moral o intelectual del muletero: ellas desayunan y se callan la boca.(4)

González Prada insinúa que el tutelaje1 autoritario que ca racterizaba las relaciones familiares también creó un individuo con

poca confianza en su habilidad para influenciar significativamente o controlar su medio ambiente. En su lugar, la excesiva dependen

cia en el hogar pudo haberlo llevado a la búsqueda de gratificacio nes a través de la sumisión a los hombres, de "arriba". Estas experiencias iniciales con la autoridad pueden haber sido transferibles más tarde a las percepciones acerca del funciona miento del sistema político y acerca de los atributos de sus dirigen tes. El sistema del "come y calla" que excluía la participación en la toma de decisiones en el hogar pudo haber llevado a esperar un rol pasivo similar en el proceso político. Y los padres estrictos de la juventud trabajadora pudieron convertirse en su mayor punto de referencia para elegir a los dirigentes políticos en su madurez. En el contexto de la política populista de los años 30, Luis M. Sán chez Cerro y Víctor Raúl Haya de la Torre exhibían muchas carac

terísticas de un padre ideal de las masas. La participación de las .clases laborales urbanas en esos movimientos dirigidos por hom

bres con estilos políticos a la vez protectores y autoritarios quienes

(4) 58

González Prada, Bajo el oprobio, pp. 116-117.

proclamaban que ejercerían el poder en beneficio de sus seguidores pero sin la activa participación de éstos, fue un tipo de retorno político a las formas de dependencia y protección experimentadas en sus primeros años. El dirigente populista podría tomar el rol de un padre sustituto.

Para muchos —aparentemente la mayoría— de las masas li meñas, los verdaderos padres no formaban parte del hogar. Más bien la forma más común de uniones conyugales era la conviven cia. Datos de los censos de Lima de 1908 y 1930 indican que apro ximadamente dos tercios de los hijos de las clases trabajadoras fue

ron ilegítimos y que, en términos comparativos, Lima tenía uno de los porcentajes más bajos del mundo de personas casadas en el total de su población. De este modo, una alta proporción de las relaciones familiares populares no fueron entre padres e hijos sino entre madres e hijos (5).

Es posible que es,os hogares matriarcales aumentaran la tendencia de los hombres de bajos estratos a buscar más tarde la zos dependientes en la política y en otros dominios. En estudios sobre diferentes orientaciones políticas de los hombres y hogares de padre y madre versus hogares cuya única figura era la madre en otros lugares del mundo, se encontró que estos últimos producían (niños) "Más infantiles, dependientes y sumisos que aquéllos de hogares en los cuales el padre estuvo presente" (6). En parte estos patrones se derivan de las características de "sobreprotección, dominación y exigencias" adscritas a las madres de familia de pa dre ausente, particularmente en los rangos inferiores de la escala social.

Los sectores populares, como el resto de la sociedad, co menzaron el aprendizaje de valores sociales en la familia, pero el proceso no terminó allí. El impacto relativo de los valores aprendi-

(5)

Perú, Censo de la Provincia de Lima (26 de Junio de 1908) (Lima, 1915). Vol. I, p. 232; Perú, Censo de las Provincias de Lima y Callao levantado el 13 de Noviembre de 1931 (Lima, 1932), pp. 130-131;

Enrique León García, Las razas en Lima (Lima, 1909), pp. 26-29; y Richard Patch, "Life in a Callejón", American Universities Field Staff Reports (West Coast South America Series), VIII: 6 (Junio, 1961), 20-21.

(6)

Kenneth P. Langton, Political Socialization (New York, 1969), p.31. Langton basa sus conclusiones sobre datos de encuestas llevadas a cabo en Estados Unidos y Jamaica. 59

dos en el hogar sobre la vida posterior dependió en gran medida del grado en que la experiencia posterior modificó o reformó las lecciones aprendidas en el seno familiar. Para la mayoría de los niños de las clases bajas de Lima, el contacto formal inicial con la

sociedad en su conjunto llegó en la escuela primaria. En las tres primeras décadas del siglo XX aproximadamente el 70% de los niños de la capital en edad escolar asistieron a la escuela primaria en algún momento. El aprendizaje, de los, valores en la escuela ocurrió de dos maneras. Primero, los estudiantes asimilaron a tra vés del ambiente y estructuras del aula, conocimientos implícitos acerca de las normas básicas de estratificación social y los modelos aceptables de conducta. Con respecto al aprendizaje político, a menudo el profesor fue el primer representante de la autoridad

política que el niño encontraba. La relación entre el profesor y el alumno tuvo un efecto profundo más tarde en el enfoque que este último adquirió hacia los políticos. Segundo, la escuela primaria dio. lecciones explícitas tanto sobre la "moral" apropiada como sobre la conducta política, el enseñar temas que iban desde urbani dad hasta Historia del Perú. Los roles, las relaciones, y los materia les curriculares aprendidos en la escuela fueron extremadamente

importantes en la formación de la personalidad. Como afirmó un prominente educador peruano "todo el mundo grande" se refleja en este "mundo pequeño" del aula(7). Las enseñanzas formales e informales del aula fueron posteriormente legitimadas por el he cho de que la educación publica constituía una de las únicas for mas aceptables de conseguir alguna movilidad, aunque marginal, para el sector popular.

Como en el hogar, la obediencia fue la norma principal de "la sociedad" representada en el aula de la escuela primaria. Mu chos de los esfuerzos de los profesores estaban dirigidos al mante nimiento de un ambiente apropiado de orden y silencio. En la típica escuela de los distritos más pobres de Lima:

Los niños deberán permanecer sentados, con las espal das rígidas, atentos a la voz y a las órdenes del profesor. Ningún movimiento es posible, ninguna pregunta es permi tida, debe reinar el silencio de los cementerios (8). (V)

José Antonio Encinas, Un ensayo de escuela nueva en el Perú (Lima,

(8)

1932), p. 197. Encinas, Educación de hijos, p. 169.

60

A la luz de estas condiciones, la descripción de estas escue

las por Francisco García Calderón como "pequeños cuarteles don de debía marchitarse la juventud popular" (9), no parecía inapropiada. Varios factores facilitaban a los profesores el logro de esta disciplina estricta. Estaban investidos con el rol de padres sustitutos por la administración de la escuela y por los verdaderos padres de los alumnos quienes de costumbre presentaban a sus hijos a los profesores declarando: "Profesor, señor, con todo el debido res

peto, vengo a traerle a su segundo hijo. Usted será su segundo pa dre de ahora en adelante" (10). Cuando faltaba en la clase el "respe to filial" los profesores recurrían con frecuencia al castigo corporal para mantener su autoridad suprema. "La letra con sangre entra", una máxima comúnmente usada para simbolizar el proceso educa cional en la escuela primaria peruana, tuvo una aplicación más que

figurativa. Los estudiantes que quebrantaban las reglas rígidas de conducta, o que no alcanzaban a recitar sus lecciones apropiada

mente, eran usualmente objeto de una corrección con una regla, y en algunos casos con un látigo. Aquellos alumnos en cambio que demostraban un alto grado de obediencia y aun de servilismo eran objeto de frecuente aprobación por parte del profesor. Para la mayoría de los profesores que entendían la educación como la dis ciplina y dominación de sus alumnos, los valores supremos de la sociedad representados en el aula eran la buena conducta y la obe diencia a sus órdenes. Medían a los niños en relación a estas cuali

dades dentro de una escala de pasividad y sumisión; los mejores

alumnos eran aquellos que no sólo obedecían sin protestar sino que exteriorizaban constantemente su deferencia hacia el profesor al lustrar diligentemente la manzana profesoral. Un crítico particu larmente sensible a los aspectos autoritarios de la escuela primaria de inicios del siglo XX describe sin omitir detalles en su agrio in forme de la conducta de los profesores: Cerrado dentro de un absurdo criterio de autoridad...

más drástico que en el hogar... el profesor se considera con vertido en policía o en juez, transformándose con frecuen-

(9)

(10)

Francisco García Calderón, En torno al Perú y América (Lima, 1954), p. 76.

Esta situación fue detallada al autor por Próspero Pereyra, Entrevis ta, Marzo 4, 1971 y ha sido repetido casi al pie de la letra en un nú mero de entrevistas subsiguientes con otros individuos. 61

cia en un dictador que posee todas las peculiaridades de los que se erigen en amos de un pueblo o de los que se creen "providenciales": Les gusta ser obedecidos, halagados; sienten fruición cuando todos se consideran sus subordi

nados; a diario están en espera de alguna lisonja, de alguna dádiva, de algún obsequio, de alguna pleitesía; se rodean de su corte que, generalmente, son los muchachos serviles, o que se entrenan para serlo; éstos son los encargados de

pronunciar discursos laudatorios... Engreído y ensoberbe cido, juzga que la escuela es su patrimonio, \ que los niños han sido llevados allí para ponerlos a su entero servicio.(11) Los valores de obediencia y sumisión aprendidos por los niños de la clase trabajadora, primero en la atmósfera del hogar, eran fuertemente reforzados por la dictadura profesoral en la escuela. El alumno descubrió en el salón de clase, por ejemplo, que el escape seguro a un castigo arbitrario se encontraba en el servilis mo. Por lo tanto, la escuela contribuyó significativamente a la internalización de la conducta servil como la fórmula favorita para la confrontación con personas a las que se consideraba portadoras de gran poder. Actuando directamente en contra del logro de autoconfianza por parte del alumno, el ritual diario del salón de clase de la escuela primaria alentó, por el contrario, una búsqueda constante de aprobación y apoyo de las figuras autoritarias. Du rante el proceso los alumnos aumentaban su respeto básico por las jerarquías sociales preexistentes. El ámbito de la enculturación política las condiciones opresivas del aula en el que la crítica y el cuestionamiento no eran atendidos y más bien generalmente castigados por el maestro auto ritario, desalentaban el posterior cuestionamiento y crítica de los

hombres poderosos y de las instituciones de la política nacional. Un dirigente aprista de las décadas de 1920 y 1930 que atacaba amargamente el "pesimismo político" generado por el pro ceso educacional se lamentaba así:

Podemos aún testimoniar las consecuencias de i'na

educación diseñada para formar espíritus débiles, inde~i os y sumisos, a través del período del gobierno civilista... .:n-

(11) 62

Encinas, Escuela nueva, p. 196; Higiene Mental, p. 48.

contramos espíritus que constituyen un receptáculo de de sesperanza y que creen que todo está perdido porque juz gan al enemigo sobre la base de su complejo de inferiori dad, viéndolo a éste enorme y poderoso.(12) Igualmente, la terrible competencia en la escuela por los fa vores del dictador-preceptor trabajaba directamente contra la creencia de que las formas de acción colectiva podrían usarse con

éxito para el progreso individual o grupal. Por el contrario, la situa ción del aula estimularía al niño de la clase trabajadora a conside rar la sociedad y la política simplemente como una competencia más grande por los favores de los poderosos. Al mismo tiempo, se buscaba alguna recompensa dentro de esa a través de la sumisión

al tutelaje de un líder superior con atributos similares a aquellos del profesor autoritario. Más aun, las relaciones de dependencia personal que caracterizaban el gobierno del aula podrían alentar a los alumnos a ver al gobierno nacional en términos personalistas si milares. Las entrevistas con miembros de los sectores populares de Lima con relación a sus experiencias en la escuela primaria son es pecialmente demostrativas de la formación en el aula de una per cepción personalista del Estado. La siguiente identificación del go bierno con la persona del Presidente José Pardo hecha por un en trevistado al explicar cómo se distribuían libros y materiales en las escuelas es característica de las descripciones de la relación de la persona de Pardo con las escuelas. "Don José Pardo nos enviaba

los libros de segundo grado donde aprendíamos los poemas de memoria. El Presidente don José Pardo daba de todo a las escuelas

hasta materiales de escritorio; para el segundo año daba compases.

¿Cuánto cree Ud. que cuesta un compás? Es bien caro, por supues to ". Cuando le preguntaba si José Pardo sacaba de sus recursos personales para proveer esos implementos esta persona respondió: "No, no. El gobierno d,el señor Pardo distribuía. Cada provincia te nía su representante y ellos venían por su provincia". (13) T Otra faceta de la educación popular masiva en los comien zos del siglo XX en Lima que estimuló la formación de valores so

ciales y políticos conservadores era el extenso uso del aprendizaje de memoria como método de enseñanza. De acuerdo a un crítico

del sistema, "desde el comienzo de la escuela el estudiante debe (12) (13)

Juan de Dios Merel, Principios del Aprismo (Santiago, 1936), p. 64. Próspero Pereyra, Entrevista, Marzo 4, 1971. 63

desarrollar su memoria y su humildad. La memorización es la prin cipal obsesión del profesor y el alumno" (14). En el aula típica, el maestro asignaba una o dos páginas de un texto a sus alumnos para ser memorizados. Después de dos o tres horas de "absoluto silen cio" durante el cual esta memorización se realizaba, el maestro examinaba a sus alumnos haciéndoles recitar palabra por palabra el pasaje memorizado. El rendimiento de un niño era evaluado por el número de palabras, incluso de sílabas olvidadas. En algunos ca sos los errores llevaban al castigo inmediato, usualmente en la

forma de aplicar golpes a la mano del alumno con una regla según el número de errores que,tuviera en el recitado. En cualquier caso, los estudiantes que olvidaban frecuentemente partes de sus leccio nes eran objeto de abuso verbal por parte del maestro que los ca talogaba como ociosos y estúpidos innatos. Las reglas incontestadas de este sistema era la veneración de la frase y la aceptación cie ga de las palabras del profesor que eran, en muchos casos también, el producto de su lectura en un texto en voz alta. Una canción memorizada comúnmente por los alumnos del primer año a los co mienzos de siglo en las escuelas públicas, señalaba este fenómeno: Cuando en mi banco querido, padre me pongo a estu diar, se me figura la escuela transformada en un altar. Los libros son un tesoro, y los maestros la luz, De Dios la cien

cia es imagen que ella salvará al Perú. Es tu mansión Un edén, y tus claustros benditos en los que hallaremos el bien.(15)

El análisis o esceptisismo de parte de los alumnos que hu

biera podido conducir a cierta conciencia de que las cosas podrían ser distintas a lo presentado, no entraba por definición en el proce so educacional y se consideraba por cierto subversivo. En lugar de estimular a los alumnos a observar y experimentar, el sistema de

aprendizaje de memoria los acostumbraba a escuchar pasivamente y a aceptar la "Verdad" que venía desde arriba. Los padres presen taban a menudo apoyo efectivo al aprendizaje memorístico al juz

gar el trabajo de los niños en la escuela sobre la base del número

(14) (15) 64

Carlos Enrique Paz Soldán, De la inquietud a la revolución: diez años de rebeldías universitarias (1909-1919) (Lima, 1919), pp. 13-14. Relatado al autor por Próspero Pereyra, Entrevista, Marzo 4, 1971.

de lecciones memorizadas que ellos le repetían. La conversación imaginaria presentada en un texto de la época entre una madre y un niño ilustra muy bien la medida cuantitativa paternal de logro escolar:

— Madre: El Perú es grande, hijo mío, tiene muchas ciuda des... cuyos nombres estás ahora aprendiendo en geogra fía.

— Hijo: Tienes razón mamá, y escúchame : "El territorio del Perú está dividido en veinte departamentos, subdivi-

didos en provincias, de allí en distritos... Los departa mentos son: Amazonas, su capital Chachapoyas; Loreto, su capital Moyobamba; Lambayeque, su capital Chiclayo..."

— Madre: Está muy bien, hijo mío, es suficiente. Ahora puedo ver que tú estás muy avanzado en el estudio de la

Geografía. (16) El material real que se presentaba en clase para la memori

zación respaldaba ampliamente los valores aprendidos a través de la estructura autoritaria y estilos de enseñanza de la educación pri maria urbana masiva. Los cursos expresamente diseñados para for mar un conjunto de creencias políticas y sociales eran aquellos que enseñaban moral, urbanidad y buenas maneras. En las mentes de muchos maestros y alumnos por igual estos cursos eran la parte más importante del curriculum de la escuela primaria. Los maes tros, ponían énfasis especial en las lecciones de buena conducta, a fin de aumentar la disciplina del aula, y los alumnos hallaban que la conducta enseñada en las clases de moral tenía más aplicación directa en su vida diaria en el hogar y en la escuela que cualquier otra materia. La instrucción en urbanidad que trataba de todo, desde modales en la mesa hasta principios éticos elementales, acentuaba dos preceptos básicos: obediencia hacia, respeto por, y la confianza en las figuras superiores; y la aceptación pasiva del sufrimiento en la vida. El libro de texto más ampliamente usado en esos asuntos, el Manual de urbanidad y buenas maneras de Ma nuel Antonio Carreño, resumía su perspectiva jerárquica y básica-

(16)

José Luis Torres, Catecismo patriótico y los mártires (Lima, 1885), p. 9. 65

mente conservadora en esta descripción del supuesto básico de la urbanidad:

La urbanidad respeta ampliamente aquellas catego rías establecidas por la naturaleza, por la sociedad y el mis mo Dios, y por tanto nos obliga a darle tratamiento preferencial a algunas personas sobre otras de acuerdo a su edad,

a su posición social, a su rango, su autoridad y su carácter.(17)

Los profesores de curso de moral decían, además, que la

jerarquía esencial de una sociedad organizada se mantendría sola mente si los hombres de menor rango adquiriesen el hábito de

ceder a aquellos de mayor rango. Lecciones específicas sobre ejer cicios diarios de esas reglas fundamentales eran definidas en térmi nos de personas "superiores" e "inferiores". En la calle, por ejem

plo, los "inferiores" estaban obligados siempre a darle el paso a los "superiores", excepto en casos de circunstancias urgentes. En la casa los niños "inferiores" estaban obligados a obedecer dócilmen te las órdenes de sus familiares "superiores", y la misma regla se

aconsejaba en la escuela tratándose de los profesores "superiores". Además, los jóvenes "inferiores" no debían nunca intervenir en una discusión entre mayores como mencionaba un individuo que

aparentemente internalizó estas enseñanzas: "Eso era ilógico e inmoral. ¿Qué podíamos saber de los asuntos y costumbres de nuestros padres? Cuando se decidían a llamarnos, nosotros estába mos allí, listos y dispuestos a servirlos" (18).En los cursos de moral se enseñaba también a los "inferiores" que tanto en la casa como

en la vida en general un fiel servicio a los "superiores" podía traer recompensas tangibles:

El pobre debería considerar que.., la expiación de sus aflicciones depende en gran parte, directa o indirectanu -.

(17)

Manuel Antonio Carreño, Manual de urbanidad y buenas maneras

(Lima, 1966), p. 39. El trabajo de Carreño fue publicado por prime ra vez' en las últimas décadas del siglo XIX y desde ese tiempo y a través de gran parte del siglo XX ha permanecido en uso como el libro de texto de moral más popular en las escuelas de Lima. Gran

parte de esta sección está basada sobre un análisis de su contenido.

(18) 66

Próspero Pereyra, Entrevista, Marzo 4, 1971.

te, de las empresas creadas y fomentadas por el rico, y que en muchos casos esa expiación depende de la generosidad con la cual él da parte de sus ingresos para ayudar en tiem pos de necesidad... el pobre debería honrar y respetar tales nobles atributos del rico prodigándole todas las atenciones a las que sus virtudes lo hace merecedor.(19)

El objetivo establecido de esta educación moral era la for mación de individuos inicuos, a los cuales se hace alusión en un texto, de primaria como "buenos árboles", cuyas personalidades retraídas y pacientes serían placenteras para todos aquellos que los rodeasen, y especialmente para aquellos de los cuales depen

dían (20). En tiempos de adversidad ya sea mayor o menor, la cóle ra o el resentimiento eran juzgados totalmente inaceptables. Aque llos "malos árboles", que exhibían señales de disconformidad con su suerte eran considerados como seres desesperados y lastimosos

que no adoptaron la actitud correcta "resignación afectuosa" cuan do sufrían las aflicciones que marcaban cada momento de la exis tencia humana:



Finalmente el niño nace a costa de crueles sacrificios

y su primer signo de vida es un quejido, como si el destino estuviera presente listo para recibirlo en sus brazos e impri mir en su frente la marca del dolor que arde acompañarle en su peregrinaje desde la cuna hasta la tumba.(21)

Las clases de historia peruana constituían los agentes más directos de la socialización política en la escuela primaria limeña. Como la introducción de un texto de historia anunciaba, estos

cursos eran planeados para proveer a los alumnos "ejemplos prác ticos de moral cívica".(22)

(19)

Carreño, Manual de urbanidad, p. 342. A los "superiores" se les ense ñó que parte de su servicio en la vida era proporcionar ayuda pater nal para los menos afortunados. De acuerdo a Carreño, p. 24, en res puesta a sus actos caritativos, "nuestro corazón siempre siente tal inmenso placer, tan intenso y tan indefinible, que no podría ser des crito ni por las más poderosas expresiones del sentimiento".

(20) (21) (22)

Torres, Catecismo patriótico, pp. 44-45. Carreño, Manual de urbanidad, p. 11. F.F. Brenner en Ismael Portal, Lecturas históricas comentadas (Li ma, 1918); p. 138. 67

Dedicadas casi exclusivamente a la vida y muerte de los héroes de la nación, las clases de historia y los textos enseñaban a

los alumnos considerar el pasado de su país como una serie de acontecimientos grandes realizados por un grupo de hombres casi

sobrehumanos y predestinados. De acuerdo con la visión de la his toria inculcada en el colegio ni presiones sociales ni procesos polí ticos y económicos jugaron un rol en la evolución del Perú. Más bien, "héroes providenciales", trabajando a la sombra de Dios y del destino parecían haber sido los principales modeladores y orientadores de los hechos históricos:

Los hombres que nos dieron la libertad en el mejor

momento (así se tiene que decir) ¡nos dieron también la Patria!... hombres de carácter, hombres de principios, hom bres determinados y aparentemente enviados de lo Alto

con objetivos "superiores"...(23) Por sus grandes obras, profesores y textos declaraban que merecían gratitud eterna y admiración de todos los peruanos.(24) Este énfasis en el rol preponderante dado a los héroes indi viduales en la historia que llevó a un comentador a señalar, "Un pueblo sin héroes es un pueblo sin Patria" (25), contribuía a una visión personalista de la política y del estado. Al mismo tiempo, la propagación de este culto al héroe llevó rápidamente a considerar a las personas con autoridad como las únicas capaces de generar cambios, tanto a nivel personal como nacional. Las cualidades per sonales atribuidas a estos héroes por los autores de los libros de historia los hacían aparecer no solamente como hombres podero sos sino, además como hombres de los cuales se podía aceptar de pender, especialmente en momentos de crisis. Las palabras más fre-

(23) (24)

Portal, Lecturas históricas, p. 58. El autor saca estas conclusiones concernientes al culto del héroe en

los cursos de historia peruana de la escuela primaria de un análisis de contenido de libros de texto usados en esas instituciones y de co mentarios de observadores de ese fenómeno. Los textos consultados

(25) 68

incluyen: Portal, Lecturas históricas, Torres, Catecismo Patriótico, David Constantino Ferrer, Compendio de Historia del Perú para el primer grado de instrucción primaria (Lima, 1934); J. Vitalicio Berroa, La epopeya de Arica (Lima, 1916); y Manuel G. Abastos, Bolognesi y su hazaña (Lima, 1916). Javier Prado y Ugarteche, La educación nacional (Lima, 1899), p.20.

cuentemente usadas en estos libros para describir a los "grandes

hombres" de la historia peruana, desde San Martín y Bolívar hasta los héroes de la guerra del Pacífico, incluían: valeroso, generoso,

afectuoso, humano, noble, puro, virtuoso, orgulloso, sacrificado. En pocas palabras, reunían las cualidades del patrón ideal. A tra vés de la memorización de sus nombres y hazañas, los niños del

colegio asimilaban ejemplos de carne y hueso de paternalismo posi

tivo, que más tarde podrían ser aplicados a'los líderes de la políti ca nacional.

Aun cuando la confianza en estos héroes paternales no

conducía al éxito, como aconteció, por ejemplo, en la derrota pe ruana a manos de los chilenos en la guerra del Pacífico, los textos

de historia predicaban una "resignación necesaria" (26). El hecho de que, exceptuando a los líderes de la independencia, los princi pales héroes de la historia del Perú participaran en la causa perdida

de la guerra con Chile, llevó a los popularizadores del culto al hé roe a dar un énfasis particular a la aceptación pasiva de la adversi

dad. Un tema recurrente en los cursos de historia peruana era el

sentimiento de reverencia por aquellos hombres que por propia vo luntad se sacrificaron al servicio de la nación. Eran representados

como "ejemplos dignos de admiración y a ser imitados... nos lega ron lecciones sublimes... que elevan el espíritu en las horas solem

nes de prueba... hoy su recuerdo, no debemos dudarlo, es un con suelo frente a la adversidad" (27). Estos héroes nunca fueron cri

ticados por haber fallado en sus esfuerzos. Más bien, la explicación de haber perdido la guerra, giraba alrededor de las implacables fuerzas del Destino: "la suerte decidió no darnos sus favores.

¡Misterios de los Cielos!".(28) Se atribuyó al destino un rol importante en los aconteci mientos humanos y en muchas de las historias parece haber traba

jado contra los protagonistas; de allí esa sorprendente virtud del pueblo peruano de "tolerar", "ser silencioso" y "sufrir con resig nación".^)

Una fuerza que probablemente tuviera mayor influencia

que la escuela primaria en la formación de actitudes fatalistas en

(26)

Ver por ejemplo Portal, Lecturas históricas, (Lima, 1899)

(27) (28) (29)

Torres, Catecismo patriótico, pp. 262-63. Portal, Lecturas históricas, p. 250. Portal, Lecturas históricas, p. 173.

p. 20.

69

las masas limeñas fue el catolicismo popular. Indujo a los miem bros de los sectores populares a considerar su sufrimiento y su po breza como la inevitable e inalterable condición de sus vidas, como producto de la voluntad divina. La escuela primaria era el mayor auxiliar del catolicismo popular. Religión e Historia Sagrada eran

materias obligatorias y la educación moral enfatizaba que las bases de la sociedad eran dadas por Dios. Estas creencias fueron centra les en el catolicismo popular peruano, tanto en las áreas rurales como urbanas. Una larga y asentada subtradición de la creencia católica popular, por ejemplo, enfatizaba la imagen de Cristo como el sufrido hijo de Dios coronado de espinas y clavado en la cruz,

esperando una muerte dolorosa con resignación. Sacerdotes, pa dres de familia y profesores de escuela quienes compartían esta doctrina a menudo señalaban paralelos entre el largo sufrimiento de Cristo y el sufrimiento del hombre en la tierra. Como Cristo cargó su cruz los menos afortunados aprendieron a llevar sus cru ces a través del "valle de lágrimas" que parecía constituir sus vidas. Muchos de los que hablaban en nombre de la religión exaltaban el carácter redentor de la pobreza y la humildad especialmente para

los desposeídos. Un corolario importante a esta concepción era que la propia miseria de uno nunca debía estimular el deseo para obtener el mayor bienestar y la posición de otros. En su énfasis de adaptarse a las circunstancias difíciles, el catolicismo popular im plícitamente permitía una poderosa colaboración para la existen cia de modelos de una estratificación social extrema en la capital.

Mientras la siguiente cita dirigida por un sacerdote a un grupo de trabajadores muestra el rechazo por parte de al menos un c'•'••, 3o de la corriente principal de las visiones más progresistas sobro las relaciones sociales que venían de Roma en forma de la Rerum Movarum y otras encíclicas papales, refleja también una afirmarían que tuvo eco en los círculos religiosos populares por la cual la di visión jerárquica de la sociedad peruana era justa y correcta y que cualquier cambio radical en el statu quo debía ser condenado: Pero la desigualdad social entre clases, dado el presen te estado del pecado del hombre, es necesaria; es esencial

en una sociedad que no puede ser concebida sin ésta. La sociedad es un verdadero cuerpo moral que muestra increí bles paralelos con el cuerpo físico del hombre... ¿A qué se parecería el cuerpo humano si todo fuese cabeza? Y qué si todo fuera sólo pies, manos u ojos. Una verdadera monstruosidad, o mejor dicho, una aberración 70

imposible. Más aún, vemos que la cabeza es la parte más alta de nuestro cuerpo, como el supremo director de nues tras acciones, que los pies, las manos y los ojos obedecen sumisamente a las órdenes del cerebro... si todo el mundo

diese órdenes no habría nadie para obedecer, la sociedad sería un caos. Si todo el mundo fuese rico no habría nadie

para efectuar algunos trabajos y quehaceres que incluso si son bajos son necesarios a la sociedad. Si, de otro lado, todo el mundo fuese pobre no habría nadie por facilitarle el capital necesario para dar pan y dinero a los trabajadores, y ellos son el alma de las grandes empresas...ven, mis ama

dos trabajadores que es necesario que existan desigualdades en el cuerpo social...esto es para decirles mis amados traba jadores que debemos aceptar la sociedad como la hemos encontrado y no caer en el absurdo del socialismo que no

quiere reconocer la ley de Dios. (30) Individualmente muchos sacerdotes intentaron asegurar la obediencia a estos modelos de comportamiento, previniendo las

consecuencias que provocarían su desviación. El miedo a Dios se inculcó frecuentemente a edad muy tierna. De acuerdo a respues tas ofrecidas en entrevistas tomadas en la década de 1920 a nume

rosos alumnos de escuela primaria, estos creyeron que no obedecer la palabra de Dios equivaldría a ser enviado al infierno, ser acecha do por el diablo, o simplemente sufrir una muerte prematura. Se gún la misma investigación, una aceptación de estas enseñanzas religiosas se pensaba como el camino más seguro hacia la felicidad en la otra vida. Puesto que todos los actos humanos eran atribuibles al deseo de Dios, la humilde aceptación de la fatalidad divina parecía el mejor medio para hacer la existencia diaria más tolerable y así alcanzar la máxima felicidad en el cielo.(31) En el marco de estas creencias populares y dentro de esta

resignación el rezo constituía el único medio válido para lograr algún éxito. En la mayoría de los casos el creyente encomendaba sus ruegos a uno o más santos y vírgenes. En la esfera de la religión

(30)

Francisco Cabré P.F.M., La unión de la c.„oe obrera (Arequipa,

(31)

1918) pp. 8-11. Los relatos de niños de seis a nueve años de edad son transcritos tex

tualmente por Encinas, Escuela nueva, p. 128 y pp. 130-31. 71

popular estas entidades actuaban como intermediarios, relativa mente accesibles, entre el hombre y Dios. Eran generalmente vistos y tratados como figuras con atributos casi humanos con los cuales una relación personal era posible. Era común que individuos iden tificasen su fortuna con la benevolencia de un santo particular, de

la misma manera que en política podían contar con la benevolen cia de un líder político específico. Había varios signos de la impor tancia de los santos en la vida de los sectores populares. Raro era,

por ejemplo, el callejón que no tuviera una estatua de algún santo patrón o virgen rodeada de velas, colocada en la pared del fondo. Muchos de estos callejones llevaban el nombre de la virgen o del santo patrón. La mayoría de las hermandades religiosas de Lima, a pesar de ser cada vez más subvencionadas por los miembros de las clases altas, estaban esencialmente formadas por gente de extrac ción popular. Dedicadas a la veneración de un santo particular, o de una virgen, estas hermandades eran responsables de organizar procesiones, preparar las festividades de la celebración del día del santo y generalmente de "cuidar con afecto" a sus patrones espiri tuales. Sin lugar a dudas, el santo más popular de la capital era el Señor de los Milagros, llamado también el Cristo de los Pobres: El Cristo de los Milagros es el Cristo que ha aparecido

en el corazón de la tristeza. Allí, en el oscuro rincón de la pobreza, en el tugurio de los descalzos sin Pascua ni Do

mingo, allí, en la Choza sin pan ni leche para aquellos que vienen al mundo sin la estrella de Belén, el Cristo de los

Milagros es el Cristo de los pobres. El Cristo de los desvali dos. El Cristo de una mano que pide pan... El Cristo de los

Milagros es el Cristo de los esperanzados sin esperanza... Es el Cristo de las masas que apuestan su último centavo con los ojos fijos en el cielo, siempre esperando el milagro im posible.^) Todos los años durante tres días en octubre una multitud

bulliciosa y devota, principalmente de origen pobre, llenaba las ca

lles para acompañar al Señor de los Milagros en una procesión a través de Lima, una práctica que sigue hasta ahora. Muchos de

aquéllos que creyeron haber recibido un favor especial del Señor a (32)

72

Aurelio Collantes, 'A tí... señor de los pobres" Expreso, octubre 18, 1970, p. 9.

través de su devoción seguían su imagen, algunos descalzos o de rodillas, proclamando en alta voz el favor recibido. Peticiones po pulares al Señor de los Milagros incluían curación de enfermeda

des, éxito en el trabajo, suerte en la lotería, y protección general contra el daño.

.,

.

El común recurso de la humilde postración frente a las fi

guras de los santos en busca de ayuda contribuyó a la noción de

que cualquier beneficio que un individuo recibía en la vida era el

resultado de un favor otorgado por una figura o fuerzas superiores

y que no tenía ninguna relación con sus esfuerzos personales, excepto cuando éstos eran dirigidos a solicitar servicios de los po

derosos En vez de provocar una acción afirmativa, las practicas y

creencias religiosas de la Lima pobre acentuaron la importancia de

lazos espirituales con personas más poderosas. En la familia, en el colegio y en las prácticas religiosas del

pueblo las masas urbanas asimüaban un sistema de valores funda mentales que premiaban la adaptación pasiva y la dependencia personal Este sistema de valores actuaba como una base de refe

rencia a partir del cual se podía evaluar la experiencia subsecuen te en todos los aspectos de la vida, incluyendo el universo cié la

política nacional. Mientras los valores pre-políticos y no políticos

formaban las bases de la cultura política de las masas, mucho de o

que se llegó a creer sobre el sistema político era resultado de la observación y de contacto directo con la política real. Los encuen

tros personales con el proceso político además del conocimiento sobre la interacción con el proceso de sus semejantes y de anterio

res generaciones contribuyeron al desarrollo de una "memoria

política" sobre las reglas del juego político. La experiencia con la política en el pasado, inmediato ydistante, marco en los miembros de las masas populares una serie de espectativas sobre las formas

legítimas de participación política, la forma en la cual el sistema político funcionaba, qué beneficios este sistema podría proveer y la mejor forma de obtenerlos.

Mientras 1931 señaló la primera vez en la historia peruana

en que las masas urbanas escogieron libremente por medio del voto secreto al candidato de su gusto en una elección presidencial, du

rante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras decadas del si glo XX las clases populares sostuvieron un contacto extensivo con la política electoral. La forma más común en que las masas urba nas participaron en política durante este período fue a través de los clubes políticos que se formaban justo antes de la votación para promover la elección de un candidato determinado. Hasta la 73

reforma electoral de 1895, estos clubes sirvieron como una frágil base de organización para la captura por la fuerza de las mesas

electorales. El motivo principal de ser miembro de un club político era la recompensa material inmediata en forma de dinero, comida

y/o licor, distribuidos por los candidatos por intermedio de capituleros. Tal era la violencia que acompañaba los actos de sufragio en el siglo XIX que la "profesión" de elector se volvió rápidamente dominio de las masas limeñas. Como señaló el periodista peruano Manuel Atanasio Fuentes, quien se apodaba "el Murciélago", con respecto a la elección de 1855:

He notado, sin embargo, yo el Murciélago, que las mesas estaban rodeadas solamente de gente de color de lu to y que un pequeño número de personas de tonos más cla ros permanecían detrás, a una cierta distancia, más como espectadores de la gran celebración.(33)

Con la reforma electoral de 1895 la violenta captura de las mesas electorales, que había sido patrimonio de los clubes políti cos, llegó a su fin. Sin embargo, esos clubes y capituleros sobrevi vieron, transformando sus actividades en la compra de votos y en la subvención de turbas para llevar a cabo manifestaciones ca^pras como un medio de mostrar las capacidades de poder de sus

candidatos respectivos. Como antes, la remuneración concreta ;- or servicios rendidos era el único estímulo de la participación de'las clases trabajadoras. Y la única opción real ejercida por los miem bros de las masas urbanas la encontramos más en el campo econó mico que en el político: cuál candidato o capitulero sería más ge neroso.

Esta visión "comercial" de la política fue más allá de los

casos específicos de participación de masas, penetrando hasta las

raíces del sistema político. Tradicionalmente, una función primor dial del Estado peruano era el otorgamiento de favores políticos en

la forma de trabajos, servicios personales y a veces pagos directos

(33)

Manuel A. Fuentes, Aletazos del Murciélago, 2da. ed. (París, 186), Vol, I. p. 97. Fuentes es una excelente fuente sobre los comienzos de los clubes electorales en la política peruana. La mayoría de las deta lladas descripciones de la formación y funcionamiento de esos clubes

fueron escritos por Clemente Palma bajo el seudónimo de Juan Apapucio Corrales, Crónicas político-doméstico-taurinas (Lima, 1938). 74

en especie. Debido a que la mayoría del pueblo no tomaba parte directa en la conducción del país, la política parecía esencialmente un asunto de favores individuales y los gobiernos en el poder eran

a menudo comparados a organizaciones de "caridad". Según un di cho popular, el Perú no era una república sino una "res pública, una res que ha ido al matadero y de la que todos pueden coger ta jada" (34). Los cambios de gobierno inevitablemente provocaban casi una invasión del Palacio de Gobierno por gente que competía por un pedazo de la torta. Según el secretario personal de un pre sidente peruano, al asumir el poder, la carrera emprendida por la gente para obtener su favoritismo era inmediata y abrumadora:

A veces digo que lo peor que le puede pasar a uno en política es ganar. Porque al día siguiente el ganador es la primera víctima. Porque uno tiene la casa llena de gente, pidiéndole su tarjeta, llamándolo por teléfono: "recomién dame a este hombre, recomiéndame a aquél; yo quiero esto, usted es mi amigo".(35)

Algunos políticos podían haber encontrado esta práctica desagradable, sin embargo reconocían que esto constituía una par te fundamental del proceso político. Para aquellos que recibían los favores del gobierno, el uso de la política para obtener beneficios personales no sólo era ventajoso materialmente, sino también bas tante lógico. Un votante popular en la elección de 1931 explicó su adhesión a esta modalidad política en lenguaje bastante sencillo: "Una vez que los políticos llegan arriba las masas van a pedir traba jos y toda una serie de cosas.' Nadie ha regado el árbol para que se quede allí no más, nadie. Todo el mundo fue a participar en la co secha. Eso es todo".(36)

La figura central y más visible en los mecanismos de la pro tección y el favoritismo era el presidente de la república. Especial mente en la mentalidad popular, alejada de los procedimientos co

tidianos de la administración burocrática, el presidente era el go bierno. Ver al presidente como la autoridad suprema y, por lo tan to, como el distribuidor máximo de favores no era irreal dado el

(34)

Alberto Guillen, El libro de la democracia criolla (Lima, 1924), p.98.

(35) (36)

Pedro Ugarteche, Entrevista, Febrero 13, 1971. Próspero Pereyra, Entrevista, Marzo 4, 1971. 75

alto grado de centralismo que caracterizaba a los gobiernos perua nos desde fines del siglo XIX, los considerables poderes reservados por ley y costumbre al primer mandatario, y la inclinación de va rios de ellos por intervenir en asuntos tan banales como "el contra

to de un portero o el despido de un empleado... porque la sicolo gía nacional requiere que se haga así".(37) Algunos presidentes pusieron mucho énfasis en su rol de

patrón político consagrando mucho tiempo a las audiencias perso nales con sus fieles partidarios. La accesibilidad relativa de los

mandatarios peruanos, su aparente omnipotencia y su atención al más humilde de sus "clientes" inspiraron la creencia que la benevo lencia presidencial resumía la mejor parte del sistema político, la parte más sensible a las necesidades del hombre común. Las rela

ciones políticas generadas no eran diferentes al tipo ideal de rela ciones entre padres e hijos, profesores y alumnos, santos y supli cantes. Aunque la autoridad estaba claramente concentrada en el

hombre de arriba, los de abajo podrían esperar que la muestra ade cuada de deferencia y apoyo podría persuadirlo a utilizar su poder en beneficio de ellos. Esta expresión elaborada de humildad hacia

el político poderoso se volvió una forma importante de comporta miento político de las masas, especialmente en situaciones en que se pedía favores de aquellos que ocupaban posiciones de liderazgo. Como un escritor insistió ácidamente, "el pueblo fue a ver a los de arriba con elogios zalameros saliendo de sus labios y con sus manos abiertas, a la espera de recibir una ayuda, una propina, un ofreci miento" (38). En la sombría estimación de otro, la política perua na era esencialmente un ejercicio de suplicar la caridad de arriba: Este sentimiento singular de caridad en el Perú se ex

tiende a todas las áreas de la lucha por la existencia. Aquí se ruega por todo, desde puestos en las oficinas del Estado hasta el talento y la gloria... Nada es conquistado. Todo el

Perú es un pueblo de mendigos... Nadie hace otra cosa que mendigar favores y protección del Estado y el Estado está reducido a un hombre... y de esta persona que constituye

(37)

Pedro Dávalos y Lissón, La primera centuria (Lima, 1919-26), V. 1 p. 60.

(38)

Gastón Roger, "Fuegos fatuos", Mundial, IX: 532 (Agosto 29, 1930), 14.

76

todo el gobierno se espera todo.(39) El contexto estructural en el cual vivieran las masas lime

ñas de principios de siglo reforzó los valores que ellos habían ad quirido gradualmente en la casa, en el colegio, en la iglesia y en el proceso político. La sumisión y dependencia hacia las figuras de autoridad junto con la sensación de impotencia que caracterizaba sus relaciones con individuos de estratos más altos, eran el resulta do del contacto cotidiano de las masas con las realidades de su existencia tanto como el producto de creencias aprendidas. El mo

nopolio tradicional de todas las formas de poder por los de arriba y la escasez resultante de los recursos de los de abajo tuvo un im pacto decisivo sobre el desarrollo de la cultura política popular. La omnipotencia de la presidencia era simplemente el ejemplo más importante de la acumulación incesante del poder en el Perú. Una consecuencia de esta situación era el alto grado de domina

ción ejercida por el más poderoso sobre el más débil en todos los niveles de la sociedad nacional. En el taller el artesano dominaba al

aprendiz. En la fábrica el maestro dominaba al trabajador. En el campo, el lugar de origen de un gran porcentaje de población ur bana, el hacendado dominaba al peón. Las condiciones de gran de sequilibrio en la distribución del poder inducían al dominado a reconocer que su vida dependía en una gran medida de las inicia tivas de los hombres que ejercían un gran control s»bre los recur sos de la sociedad.

Dos tipos de actitudes emergieron de esta aguda división de la sociedad entre poderosos y desposeídos. Primero, los indivi duos de las clases populares faltos de poder vieron que su débil po sición les impedía ejercer efectivamente control sobre su medio. Esta sensación de impotencia en un universo difícil y esencialmen te hostil era un ingrediente primario en el desarrollo de una visión fatalista de la vida que a menudo podía llevar a una conformidad con la penuria. Segundo, las influencias dominantes ejercidas por las clases superiores hicieron que las masas dependieran de indivi duos de élite para lograr algún éxito en una amplia variedad de asuntos. La tendencia a esperar que iniciativas y recursos vinieran

de arriba provenía en parte de la reflexión acertada que éstos eran, en realidad, dispuestos en su mayor parte desde arriba. Bajo condi ciones de amplio dominio, la deferencia y sumisión a las figuras de

(39)

J. Eugenio Garro,''Caridad humana", Claridad, 1: 4 (Enero 1, 1924), 18.

77

autoridad constituían una postura racional a adoptar. Por consi guiente, el individuo de las clases populares a la vez que reconocía su propia impotencia dirigía sus esfuerzos hacia la creación de la zos con personas de un status superior con la esperanza de que en el futuro éstas pudieran interceder a su favor. En la búsqueda de lazos con los de arriba los miembros de las masas urbanas acepta ron implícitamente las grandes desigualdades del statu quo y su posición subalterna en la jerarquía social. Además, muchos pare cían haber sentido que les favorecía la altamente estatificada es tructura social por el hecho de que las ventajas más tangibles que

recibían venían a través de su adhesión personal a los representan tes influyentes de esta estructura. En suma, el conocimiento de estos severos límites a su poder llevó a los componentes de las cla ses populares a concluir que lo mejor que podían obtener era un grado de protección paternalista en un mundo hostil. La escasez de poder en los estratos bajos de la sociedad ur bana era una limitación importante para la formación de lazos

horizontales con otros miembros de las clases populares para la acción colectiva por mejores condiciones de vida. El mismo senti miento de carencia de poder que proscribía manifestaciones de agresión contra figuras dominantes causaba a veces hostilidades entre miembros de la misma clase social, los que se vieron enfren tados unos a otros por la obtención de una cantidad limitada de servicios provenientes de arriba. González Prada denunció fuerte

mente la veneración al "superior" y la noción de que el provecho personal para un hombre significaba necesariamente la pérdida personal para otro en sus mismas circunstancias:

Da grima ver... el respeto servil a hombres huecos e instituciones apolilladas... Aquí no vivimos como herma nos, a la sombra del mismo techo, respirando el mismo ambiente i amando las mismas cosas, sino disputándonos un rayo de Sol, como gitanos en feria; tratando d'engañar-

nos sórdidamente, como tahúres en mesa de garito; odián donos interiormente...(40) Ejemplos de esta hostilidad abundaban en la vida de las

masas limeñas. Habitantes de callejones mostraban un alto grado

(40)

Manuel González Prada, Páginas libres (Lima, 1966), V. II, pp. 15657.

78

de desconfianza entre sí. Eran comunes los insultos a los vecinos

y a menudo se llegaba a golpes por el uso de caño o algún otro objeto de contienda. Inmigrantes de clase baja, especialmente los chinos, eran a menudo el blanco de ira y violencia física, víctimas de hombres que temían que su llegada empeorara las condiciones de trabajo y aumentara la dificultad de encontrar empleo. Los lí deres laborales se quejaban constantemente de la dificultad de pre sentar un frente unido en su lucha por salarios más altos y menos horas de trabajo, porque, de acuerdo a la declaración de un sindi cato, "las posibilidades de lucha por nuestro sindicato están res tringidas por prejuicios, falta de confianza y una completa confu

sión sobre su rol social, lo que podemos comprobar por el absurdo criterio colaboracionista que gobierna las acciones de muchos miembros..."(41) Otro obstáculo a la creación de movimientos de acción

colectiva era la represión por parte de las autoridades políticas. Manifestaciones de protesta, ya sea contra el alto costo de los ali mentos, las malas condiciones de trabajo o las imposiciones des

póticas o impopulares del régimen político, acababan generalmen te en choques con la policía y derramamientos de sangre. El fichar y encarcelar eran procedimientos comúnmente empleados contra los líderes de los movimientos de las clases po pulares, a fin de desalentar cualquier acción que podría atentar contra el "legítimo" orden establecido. El extenso uso de encarce lamientos y deportaciones practicado por Leguía y la severa repre sión de las huelgas mineras por parte de Sánchez Cerro fueron dos ejemplos del recurso habitual a la fuerza para sofocar la formación y las actividades de las organizaciones populares.

La propensión de los individuos de las clases populares a buscar lazos verticales, como medio de sostenerse dentro del con

junto social, era estimulada por la existencia, desde el período colonial, de una extensa red de relaciones patrón-cliente. Estas re laciones exhibían tres características principales: involucraban a gente de estratos sociales y económicos desiguales; eran recíprocas; y eran llevadas cara a cara sobre bases comparativamente informa les. Para el patrón, las relaciones conllevaban protección a sus clientes en las formas de ayuda económica —especialmente en mo-

(41)

Comisión Gráfica de Organización y Propaganda Sindical

Manifiesto

a los obreros gráficos (Lima, 1930), p. 1. 79

mentos de crisis— ayuda en disputas legales, defensa contra la excesiva explotación por otros hombres poderosos, recomendacio nes para trabajos y otros favores y consejos Sobre la prudencia de acciones proyectadas. El patrón reunía, en esencia, los atributos de un guía y un protector que actuaba en amparo de su "humilde" cliente en el mundo social "superior". Los mejores patrones eran

esos hombres o mujeres que tenían considerable poder y eran lo

bastante "generosos".para usarlo en la protección de sus depen dientes.

Los clientes de las clases populares recompensaban a sus

patrones tratándolos con deferencia. En presencia del patrón, el cliente adoptaba una respetuosa postura y a menudo declaraba su sólida lealtad hacia su protector "amado". El célebre ensayista Abelardo Gamarra bosquejó los términos de un intercambio entre un patrón y su cliente en su cómica descripción de una matrona de alta sociedad a quién llamó doña María Campanillas: La señora doña María Campanillas es alta personali dad en el mundo filantrópico: hace muchas caridades, di cen las gentes... la señora de las caridades tiene una cliente la especial, cierta categoría de gentes a la que socorre o ha ce socorrer por las instituciones en las que tiene influjo.

Para pertenecer a esa clientela se necesita tantas y más re comendaciones que para conseguir un puesto en la adua na... Conseguido, eso sí, el influjo, ya no queda otra cosa que entregarse a la tarea de alabanzas para merecer... el auxilio en las premiosas necesidades de la vida... "Qué buena es", "Una santa". "No hay como la señora de Cam panillas", "Qué matrona!" Tales son las exclamaciones de su casería socorrida... Ella no socorre a los pobres sino a

sus pobres...(42)

Específicamente en la esfera de la política, los clientes eran capaces de.ofrecer formas más tangibles de retribución a sus pro tectores. Mediante el voto, la asistencia a manifestaciones y la par

ticipación en otras actividades de apoyo a un movimiento político, contribuían directamente al ascenso político de su patrón.

Los tipos más comunes de relaciones patrón-cliente en la (42)

El Tunante (pseud.) Abelardo Gamarra, Rasgos de pluma: primera serie (Lima, 1911), pp. 138-40.

80

sociedad limeña eran aquéllos que involucraban compadrazgo. Es

cogiendo un padrino para un bautismo o un matrimonio, el indi

viduo de las clases populares escogía al mismo tiempo un patrón a través del cual él podría fortalecer su posición en la comunidad. El acto de "honrar" a una figura superior nombrándolo padrino

tenía el propósito de ganar su confianza y por medio de eso indu

cirlo a dar trato preferencial a la persona que era su nuevo compa

dre o su ahijado. A través de la institución del compadrazgo, los estratos inferiores de la población urbana podían manipular sutil mente los mecanismos de patronazgo y buscar así a aquellas perso

nas más apropiadas para tomar el rol de compadre, en otras pala bras, los más generosos. La importancia de la generosidad en las relaciones entre compadres aparecía claramente en un dicho popu lar sobre la elección de un padrino:

Indigno padrino, con los bolsillos cerrados... no tiene dinero y quiere tener ahijado... Padrino feo, padrino arrui nado, no tiene dinero y quiere tener ahijado... ¡Desgracia do...!^)

Para los integrantes de las masas urbanas, los padrinos más comunes incluían los dueños de talleres artesanales, gerentes de fá

bricas, médicos, abogados, burócratas, políticos y hasta el presi

dente del país. Los únicos límites para escoger a un padrino eran aquellos de posible accesibilidad y generosidad. Esos lazos de patrón-cliente se extendían más allá de las relaciones entre determinados individuos para permear la sociedad

entera de arriba abajo. Como Víctor Raúl Haya de la Torre señaló en una ocasión. "Todo es hecho en Lima por medio de argo

llas" (44), y efectivamente, la primacía de las relaciones clientelistas hizo que la vida de la capital pareciera girar alrededor de una extensa red de vínculos patrón-cliente. Para los hombres de todos los estratos sociales, la seguridad y el progreso parecían depender

principalmente de quienes conocían, o, en otras palabras, los con tactos con personas de posiciones superiores en el sistema. Cuando alguien deseaba algo, se comunicaba con un patrón particular, su (43)

(44)

Néstor Gambetta Bonatti, Cosas de Callao (1936), p. 123.

Víctor Raúl Haya de la Torre a Julio R. Barcos, Londres, Junio 20, 1925, en Haya de la Torre, Ideario y acción aprista (Buenos Aires, 1930), pp. 77-78. 81

compadre quizás, el cual, si no era capaz de ayudarlo en su necesi-5 dad, podía a su vez llamar a una persona asociada a él para resolver el problema. Esta estampa clientelista en la vida era especialmente evidente en el dominio político. En el contexto de la política pa-" trimonial, los líderes políticos estaban casi forzados a asumir el rol de patrón por el gran número de seguidores que les pedían favores personales. Un autor resumía la supremacía del clientelismo en el proceso político al afirmar:

Todos hemos puesto nuestra esperanza en el Mesías en nuestra maldición en el Canalla... ¿Quién es el Mesías? Nuestro amigo o el amigo de nuestro papá, o de nuestro compadre, o de nuestro amigo, o de nuestro tío Don Pe-

rensejo. ¿Quién es el canalla? El canalla es el enemigo, el olvidadizo Presidente que no dio destinillo a nuestro amigo o al amigo de nuestro papá o a nuestro compadre o a nues tro tío Don Perensejo.(45) O, como otro analista declaraba, la más alta figura del mundo político, el presidente, era en efecto, "El padrino número uno del pueblo está allí para dar una mano a sus ahijados..."(46) Para las masas de Lima, la importancia de esos lazos crecía enormemente en momentos de crisis. Un factor fundamental en la

profusión de relaciones clientelistas en todo momento era la per cepción de las masas de que disponían de escasos recursos con los cuales enfrentarse a su medio ambiente esencialmente hostil. Las

situaciones de crisis actuaron para hacer los recursos aún más esca sos y por consiguiente acentuaron la tendencia de los más necesita

dos a buscar vínculos de dependencia con patrones potenciales. Se mejante situación de crisis se produjo en el Perú por la gran Depre sión de los años 30. En parte la respuesta entusiasta de las masas a los dos movimientos populistas que surgieron en estos años se de bió al empobrecimiento creciente de los sectores populares urba nos. Esto los llevó a ver en los líderes de esos movimientos, en

Sánchez Cerro y en Haya de la Torre, dos poderosos y aparente-

(45) (46)

Guillen, Libro de democracia criolla, p. 40. El Tunante (pseud.) Abelardo Gamarra, Algo del Perú y mucho pelagatos (Lima, 1905), p. 50.

82

mente generosos patrones con los cuales era posible forjar lazos valiosos de dependencia personal, al menos a nivel simbólico. Por esto, lejos de radicalizar a las clases populares, la Depresión las in dujo a responder a esas alternativas populistas materializando los

modelos de dependencia personal en la esfera política.

83

CAPITULO IV EL VALS CRIOLLO Y LOS VALORES DE LA CLASE TRABAJADORA EN LA LIMA DE COMIENZOS DEL SIGLO XX*

El estudio de la historia es, inevitablemente, el estudio del

comportamiento de las personas. Y en el núcleo del comporta miento, trátese de un individuo o de una sociedad, se halla aque llas ideas y creencias, adquiridas a través del contacto con el am biente, acerca de cuáles métodos y objetivos para la acción son de seables o indeseables. Al pertenecer más al ámbito del sentimiento

y pensamiento subjetivos que al de la acción abierta, los valores del hombre siempre son difíciles de determinar, especialmente en un contexto histórico. El problema se agudiza cuando los sujetos

de la investigación son los valores proletarios; es decir, aquéllos de un grupo que generalmente carece de una historia escrita. Una visión parcial de los valores populares en el Perú de comienzos del siglo veinte, específicamente en Lima, puede obte nerse consultando los trabajos de ensayistas y científicos sociales

de ese tiempo, quienes describieron la cultura y los estilos de vida de la clase trabajadora. Un primer tema de esos trabajos es que los miembros de la clase trabajadora consideraban a la vida como ine vitablemente difícil, y creían que el conformismo y la resignación eran casi las únicas respuestas disponibles a las constantes penalida

des y crisis. Se aceptaba el status quo social, económico y político, y las sugerencias de cambio eran por lo general rechazadas sobre la base de que, muy probablemente, sólo traerían más problemas. Esta mentalidad otorgaba gran valor al acomodamiento en el me dio ambiente. Según el juicio de un comentarista quien, mientras criticaba esta tendencia, admitía sin embargo su fuerza y utilidad entre los miembros del proletariado urbano: "El conformismo es

una fuente inagotable de felicidad; los grandes retrocesos en la vida no vulneran los corazones de aquéllos que saben conformarse; la

(*)

Publicado en Socialismo y Participación / No. 17. 87

conformidad ofrece los mayores beneficios, porque le permite a

uno evitar inquietantes preocupaciones y tenebrosas irritaciones".(l)

Un segundo y relacionado valor atribuido a las masas popu lares limeñas era que tenían una estimación muy baja de su poder sobre sus propias existencias y, concomitantemente, una visión fa talista de sus asuntos. La impotencia personal y el inmovilismo eran simplemente aceptados como hechos incambiables de una vi da preordenada. Un observador citó el siguiente dicho popular

para ilustrar el punto de vista fatalista de los pobres urbanos: "Qué quieren ustedes, así me ha hecho Dios, con este geniecito. Genio y figura hasta la sepultura".(2) Finalmente, estos escritores daban considerable énfasis a la

aceptación por parte de la clase trabajadora de la jerarquía social junto con la creencia de que la única mediación para aliviar las cir cunstancias adversas era la confianza en los poderosos. Aún cuan do el individuo concluía que las cosas no eran como deberían ser, la pasividad y la subordinación a los situados más arriba en la esca la social eran vistas como formas necesarias de comportamiento,

dada la naturaleza fija del bajo peldaño de las masas en la escalera de la sociedad. Bajo estas condiciones, las esperanzas de mejoría del hombre de clase baja se centraban en su cultivo de buenas rela ciones con aquellos "por encima" suyo. "Al dominio de aquellos de alta posición, los de la baja posición siempre han respondido con un encogimiento de hombros" (3), se burlaba un comentarista, y la acida pluma de Manuel González Prada comparaba este "espí ritu de servilismo" con la ética de una prostituta:

"Nuestra geometría moral no incluye líneas vertica les. La posición horizontal es la favorita de las prostitutas y de muchos peruanos; las primeras sobre la espalda y abra

zando al hombre que paga, los segundos sobre su estómago y lamiendo los pies del pequeño tirano que les arroja li mosnas".^)

(l) (2)

(3) (4)

El Obrero textil, V: 81. Mayo 1, 1925. 4.

Eudocio Carrera Vergara, El gran doctor Copaiba, protomédico de la Lima jaranera. Lima, 1953, p. 221. Bedoya, Otro Caín, p. 54.

González Prada, Bajo el oprobio, p. 84. González Prada expresa simi

lares opiniones sobre la prevalencia de estos valores en: Páginas li bres, Vol. I, pp. 61-62 y Vol. II, p. 155; y Anarquía, p. 20. Otros co-

Sin otra confirmación por otros tipos de materiales historí

eos estas observaciones tienen una utilidad limitada por la distan

cia'social entre sus autores, generalmente de clase alta, y los indi viduos de clase trabajadora analizados.

r

La única fuente fácilmente disponible de expresión directa

de la masa urbana durante las tres primeras décadas de este siglo, de la cual pueden extrapolarse valores populares, apoya sin embar

go muy de cerca las citadas interpretaciones. Esa fuente es el vals

criollo la forma principal de música popular de clase baja de Lima

practicada desde 1900 a la década del treinta. Como expresión de

la cosmovisión de sus compositores proletarios, las letras de estas canciones suministran una excepcional corroboración de la prima cía de la resignación, del fatalismo, del respeto a las jerarquías y

de la dependencia personal en el sistema de valores de las masas urbanas.

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-i n-i n

El vals criollo se originó en Lima entre 1900 y íyiu y se

convirtió en la tendencia principal de la música de la clase trabaja dora urbana en los años 20 y comienzos de los 30 (5). Se tocaba y mentarlos sobre el conjunto devalores mencionado por observadores

peruanos de fines del siglo 19 y del 20 incluyen: Capelo, Sociología

de Lima Vol. III, p. 21; El Tunante (seud.), Abelardo Gamarra, Algo Loayza Llamaradas (Lima, 1912), p. 9; Ulloa Sotomayor, La organi zación social, p. 13;Ulloa Sotomayor, Reflexiones de un cualquiera, pp 252-54; Pedro Dávalos y Lissón, La primera centuria (Lima

del Pelú y mucho de pelagatos (Lim*. 1905), p. 49; Francisco A.

1919) Vol I pp 73-74; Pedro Cisneros en El obrero textil, 111: 38

(15 de agosto' 1922), 2; Félix Pereyra, Problemas políticos y sociales Lima 1923), p. 121; Mundial, IX: 549 (diciembre 26, 1930), 34 y 36- Modesto Málaga, El sermón de mi montana (Tacna 1933), pp. 13-15- Partido Aprista Peruano, Proceso Haya, pp. 28-29; Caceres,

Pasmo de Insurgencia, pp. 39-40; Juan Carlos Federico Blume y Cor: bacho Sal y pimienta (Lima, 1948), p. 241; Eudocio Carrera Verga ra Gran doctor p 138. Un científico social que ha escrito extensa

mente acerca de estos valores es Richard Stephens, Riqueza y^poder

en el Perú (ingl.) (Metuchen, N. J., 1971), especialmente pp. 30, 41-

(5)

Varias autoridades en el vals criollo del Perú consideran los años de 1920 v comienzos de los 30 como la era más productiva y afirman que después de 1935,con la introducción de la radio y mayores ven tas de discos, el comercialismo concomitante lo destruyo como una

forma de expresión autóctona. Este es el punto de vista de vanos 3 de abril de 1971; y Pablo Casas, entrevista, 6 de mayo de 1971. Gran cantidad de información para esta sección sobre música criolla,

compositores conocidos, incluyendo a Filomeno Ormeno, entrevista, 89

cantaba valses casi exclusivamente en los callejones proletarios de la ciudad. Eran el acompañamiento siempre presente en las ocasio nes festivas de los pobres urbanos, llamado por un compositor criollo de la guardia vieja "la orquesta del pueblo" (6). Realizadas en el estrecho recinto de las viviendas proletarias, las fiestas o jara

nas, en las que esta música se tocaba, eran por lo general un asunto simple. Según las describía un prominente intérprete y compositor de valses, que asistió a muchas jaranas: "Un grupo de muchachos se juntaba, compañeros de trabajo, vecinos. La jarana era muy po bre. Era un cuarto, una caja de madera/para el ritmo, una guitarra, una banca y pisco. Y ahí bailaban" (7/Los compositores, intérpre tes y oyentes que asistían a estas jaranas eran casi siempre de ex tracción obrera. La estrecha identificación de la música criolla con

las masas populares llevó al total rechazo de tal música por parte de las clases alta y media de Lima/La antipatía exhibida por estos últimos grupos hacia la expresión popular alcanzó tal virulencia que los músicos de clase baja a menudo sufrieron agresiones verba les y, en ocasiones, físicas, cuando llevaban abiertamente sus guita rras en vecindarios aristocráticos. En las pocas ocasiones en que el vals criollo se deslizó fuera del callejón a un área de clase alta, los que lo tocaban o cantaban trataban a la música casi como un obje to subversivo, y se aseguraban de confinar su "impropiedad" a los cuartos traseros de la casa para evitar ser escuchados por los vecinos.(8) *

Pese al estigma social vinculado al vals criollo por algunos

un área de la cual sólo hay escasos datos publicados, fue obtenida p" una serie de extensas entrevistas con compositores e intérpretes de la

guardia vieja. Sin su ayuda, su redacción no habría sido posib'e También hay información sobre los orígenes de este estilo music;:'

(6) (7) (8)

en: Aurelio Collantes, Historia de la canción criolla (Lima, 195?), passim; Collantes, "Así nació el criollismo", Expreso, 1° de noviembre, 1970, pp. 18-19; y Sergio Zapata, Psicoanálisis del vals peruano (Li ma, 1969), p. 9.; Alcides Carreño, entrevista, 5 de mayo, 1971. Filomeno Ormeño, entrevista, 13 de abril, 1971.

Rosita Ascoy, la famosa Limeñita del dúo La Limeñita y Ascoy, re cordó sus intentos de mantener secreto su interés por la música crio lla ante su madre de clase media, en entrevista con el autor el 18 de

mayo, 1971. Otros que comentaron la naturaleza estrictamente pro letaria de la música criolla incluyen a Alcides Carreño, entrevistas, 4 de mayo y 12 de mayo, 1971; Filomeno Ormeño, entrevista, 13 de abril, 1971; Pablo Casas, entrevista, 6 de mayo, 1971; José Diez90

sectores de la sociedad, quienes escribían e interpretaban esas com posiciones encontraron en ellas un valioso medio para comunicar sentimientos individuales fuertemente percibidos. Parece que la mayoría de compositores criollos utilizaron las letras de sus can ciones para contar sus propias experiencias en la vida y como vehí culos de verbalización de emociones profundamente sentidas. Un

conocido compositor, Pablo Casas, al ser preguntado por qué él y otros componían valses, respondió que satisfacían una necesidad de liberar tensiones internas y era sincera expresión de creencias personales. Al comentar, por ejemplo, el tenor pesimista de su más célebre composición, "Anita", Casas afirmó: "Siempre he sido así, es decir siempre he sido un po co pesimista. ¿Por qué negarlo? Así que nunca pensé te

ner éxito o que triunfaría o que saldría adelante. Siempre lo que salía, como dice en "Anita", eran mis dudas. Ahí encuentro la base, y escribo el verso... Usted me pregunta si mi canción se basa en la realidad. Yo digo que sí. Y co mo esta canción, todas mis canciones, inspiradas por cosas reales básicas, muy sentidas".(9)

En adición a las afirmaciones de los compositores mismos, las letras del vals criollo parecerían ser sinceros enunciados de sen timientos personales considerando que, hasta la aparición de la radio y la distribución masiva de discos, los autores no recibían re

muneración por su trabajo. Por lo tanto, nadie sugería que acomo daran sus canciones a un mercado que podría no ser consistente con o estar fuera de su propia circunstancia. Si había un mercado

a tomar en cuenta, éste lo constituían los amigos y vecinos del

Canseco, Lima, coplas y guitarras (Lima, 1949), pp. 15-19; José Gál vez, Una Lima que se va, 3a. ed. (Lima, 1965), p. 152; Eudocio Ca rrera Vergara, La Lima criolla de 1900 (Lima, 1940), especialmente p. 38; Marquina Ríos, "Cincuenta casas de vecindad", p. 79; Ugarte Eléspuru, Lima y lo limeño, p. 111; Ricardo Mariátegui Oliva, El Rímac: barrio limeño de abajo el puente (Lima, 1956), p. 147; Blu me y Corbacho, Sal y pimienta, pp. 211-12; y Zapata, Vals peruano, p.9. (9)

Pablo Casas, entrevista, 6 de mayo, 1971. Todos los compositores e intérpretes entrevistados estuvieron de acuerdo con Casas en que la mayoría de compositores criollos utilizaron sus composiciones para expresar sentimientos reales y para describir situaciones reales.

compositor, que eran también integrantes de la clase trabajadora urbana. La amplia popularidad de las canciones criollas en precisa mente este segmento de la sociedad indica aún más su importancia como mediación de los valores de la clase trabajadora. El vals se convirtió en el modo dominante de expresión musical para los po

bres de Lima, al menos parcialmente, porque transmitía imágenes que concordaban con la temática emocional de la existencia de las clases bajas. Más que el producto de un compositor individual, el vals criollo constituía la manifestación musical de la sensibilidad

colectiva de todo un grupo social o, como dijo un observador, una serie de "mensajes del pueblo".(10) Las historias relatadas por estos "mensajes" generalmente

giraban en torno a las relaciones de individuos en conflictos. Aun que las líneas específicas de la trama siempre diferían en los deta

lles, la mayoría de los valses más populares (11) constituíanvaria ciones sobre un tema único. Ese tema está bien ilustrado por un vals de Manuel Covarrubias, "Zoila Rosa":

¿Cómo olvidarte si eres vida mía? Cómo olvidarte si por tí yo muero, si en mi existencia, lúgubre agonía, con todo mi espíritu, te quiero. Y mientras más me olvides, más te adoro.

Y mientras me desprecies, más te miro. En el fondo del alma siempre lloro, en el fondo del alma siempre respiro, ¡ay!

(10) (11)

Zapata, Vals peruano, p. 110. Ver también pp. 8, 9 y 13. Por medio de entrevistas con Filomeno Ormeño, Alcides Carreño,

Pablo Casas y Rosita Ascoy, y una extensa revisión de ejemplares dis ponibles de El cancionero de Lima y La lira limeña, las dos revistas que publicaron canciones criollas a partir de los años 30, el autor pudo recopilar una lista tentativa de los valses más populares entre 1910 y 1940. Fechando y estimando la popularidad relativa de los valses, se intentó establecer un conjunto representativo de letras para el análisis. El orden de los valses seleccionados es enteramente arbi

trario: "ídolo", "Celaje", "Cadenas", "Hermelinda", "Envenenada",

"Adiós, adiós", "Idolatría", "Lamentas", "El guardián", "La tísi ca", "Luis Pardo", "Alejandrina", "Hortensia", "La palizada", "Ani ta"; "Rosa Elvira", "Zoila Rosa", "Angélica", "Cruel destino", "Amargura", "Optimismo", "El interés", "Perdón", "El plebeyo", 92

Sí, el eterno llorar, tal es mi suerte. Nací para sufrir y para amarte. Sólo el hacha cortante de la muerte

podrá de mis recuerdos, Zoila Rosa, arrancarte.(12)

"Zoila Rosa" reproduce la clásica situación del vals en la

que un hombre se enamora de una mujer y es rechazado. La mujer es siempre la figura más poderosa en la canción, debido a su belle

za o al embrujo que ejerce sobre el hombre. Aunque el macho se siente profundamente herido por no ser su amor correspondido, su

dolor rara vez se convierte en ira o rebelión. Y en vez de culpar a la

hembra por su desdeñoso rechazo, parece adquirir mayor respeto por su superioridad, echándose la culpa a sí mismo o al destino por

el fracaso de su relación. Al final de la canción, el hombre general mente se encuentra buscando su propia muerte como la única ma nera de acabar con su agonía, una muerte que trae consigo la in

consciencia pero no el cielo. En suma, confrontado por una situa ción de conflicto con un individuo de status superior al suyo pro

pio, el protagonista del vals se niega a enfrentar su problema. Inca

paz'de ignorarlo, busca aquella retirada total que sólo la extinción física puede suministrar.

Las fantasías populares presentadas en el vals a primera vis

ta no parecerían iluminar mayormente el sistema de valores de las clases trabajadoras urbanas. Sin embargo, tras un análisis más cui dadoso, los conflictos interpersonales pintados en estas composi

ciones poseen profundas implicancias para la vida proletaria en

general, y son particularmente valiosas por revelar las pautas de

comportamiento vigentes para los individuos de clase baja en tiem

pos de crisis. Un elemento conspicuo de casi todo vals tradicional es la predominante atmósfera depresiva. El vals parece ser el medio

con el cual el compositor o cantante pone en palabras la sensación

"Victoria", "Desavenencia", "Quejas", "La pasionaria", "La ventanita" "Rosa Luz", "Oración del labriego", "El huerto de mi ama

da", '"Desprendidas", "Desengaño", "Infiel", "La faz marchita", "Adela", "La fe verdadera", "Nunca me faltes" y "Alma herida".

También fueron de ayuda para compilar esta lista y encontrar letras:

Collantes, Historia de la canción criolla, passim, Osear Flores Calde rón y Alberto Balbuena Pacheco, Ayer y hoy del criollismo (Lima, 1970), passim; y 200 valses criollos (Lima, 1971), passim.

(12)

La letra fue suministrada por Alcides Carreño al autor. 93

de sufrimiento interno que acompaña a su existencia cotidiana.

Una canción que claramente expresa esta idea es "Amargura" de Laureano Martínez Smart. En el vals, el protagonista lamenta que su felicidad haya terminado al hacerse adulto y que ahora, "muy tristemente voy por ahí delirante, soñando con la infancia que

nunca volverá". Añade que está solo y no tiene a quien contar de su dolor y desesperación, excepto: Tan sólo mi guitarra me acompaña por el mundo, con ella las tristezas

siempre suelo disipar. Porque ella noble y buena la que nunca me abandona y juntos por el mundo seguiremos hasta el fin, ni de rencor una obsesión.(13)

La última frase de "Amargura" contiene otro tema cumbre en el vals: que uno acepta pasivamente su estado infortunado sin protesta. La idea de queja pero con sumisión frente a las dificulta

des se diseña agudamente en otro popular vals, "Adiós, adiós": Adiós, adiós, ensueño de mi vida, el corazón lo siento desmayar... Viviré llevando con dolor

la cruz de mi destino que tan cruel pusiste en mis hombros con rencor...

Dejaré tan sólo de sufrir el día que te olvide, sólo así... pero eso nunca he podido conseguir.

Adiós, adiós, mujer que en mi camino hizo caer la piedra del dolor; yo ya me voy a cumplir con mi destino sin un reproche y sin guardar rencor.(14)

(13) (14) 94

La lira limeña, XI: 513 (agosto 4, 1940). El cancionero de Lima, No. 1027 (enero, 1935).

Relacionado con el tema de la sumisión en "Adiós, adiós" está el concepto de que las dificultades del hombre son causadas

por el destino, y que escapardel propio hado es una propuesta casi imposible. La creencia de que el poder del destino sobre la vida de

las personas hace infructuoso todo recurso a la lucha o a la adop ción de otros tipos de acción positiva para cambiar condiciones

desfavorables, es expresada enérgicamente en un vals apropiada mente llamado "Cruel destino". El protagonista de la canción apa

rece manipulado, más allá de su control, por las fuerzas del destino

que siempre parecen deseosas de aumentar sus penas: Es culpa del destino que separa el cariño que nació de nuestras vidas, no niegues ni maldigas el momento,

confórmate si el destino lo depara; bien comprendes ese abismo nos divide, resígnate al destino amargo y cruento...(15) En la música criolla, la impotencia del. hombre no sólo convierte a la resignación frente al cruel destino en la única alter

nativa viable, sino que se considera ridículo todo intento de mejo rar la situación, porque sólo traerá mayores frustraciones y proba blemente más sufrimiento. Como decía una canción criolla escrita a principios de este siglo:

No quiero dichas, no quiero, con mi mal estoy contento, que el subir para bajar

sirve de mayor tormento.(16)

Aquí el autor muestra una terca reticencia aun para con templar la posibilidad de una mejoría limitada, debido a su convic

ción de que cualquier alteración de su tradicional situación de po breza será ciertamente temporal y llevará, finalmente, a una angus tia mayor.

Una interesante faceta de casi todas las canciones criollas

es que la gente en ellas descrita, confronta sus pesares sola, y en la mayoría de casos el único alivio al dolor procede de la muerte. Los cantantes en muchos valses literalmente claman por el fin de sus vidas, como en el caso de la famosa composición "ídolo". (15) (16)

El cancionero de Lima, No. 951 (mayo?, 1933).

Transcrito por Carrera Vergara, El gran doctor, p. 268. Una impor95

¿Por qué quitarme quieres, la pena de no matarme?

¿Por qué mujer, ¡oh ídolo!, quieres martirizarme?

Deja que yo muera

y que en paz descanse...(17)

Un espíritu colectivo, y más aún una acción colectiva que olucre compartir o superar dificultades de consumo con sus

ales, es algo claramente ausente del vals. De hecho con excep-

n de la muerte, las únicas personas presentes en estás canciones i pueden ayudar a aliviar las aflicciones del protagonista tienen

asombroso parecido con los caudillos paternalistas que en la 3ra política eran los recipientes de las esperanzas de sus seguíes. En el vals "Perdón", por ejemplo, el desconsolado cantante enta^ haber abandonado el ámbito protector de la casa paterna nierda que fue un "día fatal" aquel en el que se independizó y dmente decide que la única esperanza para aliviar su infeliz conon es volver a someterse abyectamente a la autoridad de sus Cansado de rodar en mi camino, ¡pobre ay de mí! a la casade mis padres regresé y al verme desgraciado me dijeron: ¿por qué tanto nos haces padecer?

Ven acá, hijo mío, pídenos PERDÓN, que sólo en los padres existe el amor.(18)

Aprendida la lección gracias a la experiencia, el hijo pródi—

.

.

(

tanto excepción a la regla de la sumisión en el vals es el famoso "El

plebeyo de Felipe Pinglo, que destaca como el casi único e^Jo

de protesta social en la música criolla de los años treinta. En el vals de Pmglo, el obrero Luis Enrique se enamora de una chica de clase avañ/ ""f ° lT preJulcuios socia1^ ^ ella le hacen rechazar sus avances el se vuelve un rebelde contra el privilegio social: su corazón

que ve destrozado su ideal reacciona, y ello se refleja enla franca re

Se deVA6 h,UmÍlde aPariencia; es el reEl belde de hoyCambla que enSU.todas partes proclamaellaP^beyo igualdaddeenayer el amor

cancionero de Lima, No. 1027, (enero, 1935) 200 valses, p. 140.

El cancionero de Lima, No. 1154 (junio, 1937)

go retorna al hogar a tiempo. Se asume que su pasada "rebeldía"

le sera perdonada cumpliendo con los deseos de sus padres v pi

diéndoles perdon.(19)

La resignación como respuesta a la adversidad y la crisis la aceptación fatalista de la propia suerte infortunada, y la deferencia hacia -combinada con la dependencia de-figuras "superiores"

emergieron como valores primarios de las masas populares en las

letras de los valses, asi como de otras fuentes de evidencia sobre la

existencia de las clases trabajadoras.

Un aspecto importante en relación con la utilidad del vals como indicador de los valores populares en Lima, es cómo se dife

rencia del lenguaje idiomático popular de otras áreas según su men saje. En su énfasis en las relaciones amorosas y su tono de generali zada melancolía, el vals parecería ser muy similar a otras formas de

música popular, y por tanto quizá no tan representativo del caso

singular de la Lima proletaria. Dos estilos musicales latinoamerica nos para los que se ha encontrado información comparativa son el

tango argentino y la ranchera mexicana. Aprimera vista, abundan

las similitudes. Los tres tratan del amor entre hombres y mujeres

Los tres a menudo se refieren a situaciones trágicas. Los tres mu chas veces conciernen al poder del destino sobre las vidas humanas

Pero allí terminan los parecidos, y las diferencias entre ellos pue

den constituir fascinantes comentarios acerca de las diferencias

sico-culturales básicas entre la gente trabajadora de estos tres paí mina el vals peruano se halla casi totalmente ausente del tango En ses. En Argentina, por ejemplo, el amor no correspondido que do

el tango es la mujer el objeto pasivo que debe aceptar su destino y no el hombre. En contraste con la triste figura vagabunda del

vals, el hombre es descrito como el conquistador por excelencia de

hembras. Finalmente, cuando el tango examina la situación en la

que la mujer abandona al hombre, a diferencia del vals donde el

ultimo reacciona retirándose y deseando la propia muerte el pro tagonista argentino culpa a la hembra por lo que ha pasado y a me

nudo termina matándola en venganza (20).La superioridad del ma-

(19)

(2)

vals que 1lega w" a dlSCTon sobresimilares si<:0l0gíaacerca P°pular seeún la expresa vals, conclusiones de los valores comuniel

cados en la música criolla, es Zapata, Vals peruano, passim especial

mentepp. 13, 15, 26, 31, 34, 36-37, 49-50 y 110-lí

La información sobre el tango fue obtenida en Darío Cantón "El mundo de los tangos de Gardel", Revista latinoamericana de socio97

cho sobre la hembra es todavía más pronunciada en la ranchera mexicana, donde el protagonista usualmente canta contra la mujer. Casi nunca se reconoce rasgos femeninos positivos. La residencia de la mujer ha de ser usada por el macho para su propio placer, después de lo cual suele dejarla. Es interesante que la característica central de la ranchera, el machismo del hombre, esté totalmente

ausente del vals peruano. En la ranchera, la violencia es todavía más común que en el tango, y la habitual respuesta a la infidelidad es pegar o matar a la hembra infiel, una actitud muy distante de la resignación a la voluntad de la superior amada en el vals. Permanece la cuestión de por qué prevalecieron estos va

lores. No hay un factor responsable único para la creación del sis tema de valores de las clases trabajadoras urbanas. Más bien, ése sistema fue el producto de la interacción de una serie de influen cias del medio que pueden ser agrupadas bajo los conceptos gene

rales de experiencias de socialización y restricciones estructurales. Las relaciones familiares, la vida escolar, las prácticas religiosas y los encuentros con el sistema político fueron todos partes funda mentales del proceso de socialización del proletariado de Lima. Y los valores aprendidos en estas áreas fueron reforzados por la con frontación diaria del individuo de clase trabajadora con las reali dades estructurales de la sociedad peruana. Los elementos estruc turales que afectaron particularmente la formación de valores in cluyeron la distribución del poder y de la riqueza entre diversos es tratos sociales y la prevalencia de ciertos tipos de relaciones socia les tradicionales. Cómo estos elementos se reforzaron mutuamente

para crear un sistema general de valores, y específicamente un con junto de orientaciones para el comportamiento, será sujeto de fu turos estudios de la Lima de clase trabajadora. (Traducción: José B. Adolph. Las citas en inglés fueron retraducidas al castellano).

logia, IV: 3 (noviembre, 1968), 341-362. Sobre la ranchera, véase Aniceto Aramoni, Psicoanálisis de la dinámica de un pueblo (México, 1961), pp. 186 y 192-205. Una comparación entre estas compos:";>nes también es hecha en Zapata, Vals peruano, pp. 101-108. 98

CAPITULO V DON PEDRO FRÍASY LA CREACIÓN DE LOS DOCUMENTOS HISTÓRICOS: UN EJEMPLO DE LA HISTORIA ORAL*

"Cuando era más joven, yo hablaba de las teorías de la histo

ria: grandes movimientos de hombres y eventos desbordaban de mi boca. Estaba seguro de que sabía cuales eran las tenden cias históricas más importantes, y hacía generalizaciones sobre decenas de miles de personas. Yo lo hacía y estaba seguro que tenía la razón. Pero después ccitcncé a entrevistar a diferentes personas; ellos existen, allí están y eso es la esencia de la histo ria. Trata sobre las personas individuales y hasta ahora no he mos captado sus voces." Saúl Benison, Envelopes of Sound.

Este capítulo se compone de dos secciones: una introduc ción sobre el uso de la historia oral para los estudios de historia

social; y un extracto de una entrevista con Don Pedro Frías que se hizo dentro del proyecto de "Lima Obrera". Por una parte, no

pretendo hacer un estudio exhaustivo sobre los usos de la historia oral. Más bien, presento algunas ideas sobre su valor, sus limitacio nes y el método de su empleo. Por otra parte, las declaraciones de Don Pedro sobre sus experiencias como obrero textil representan

una mínima parte de las aproximadamente cincuenta horas de en trevista que hice con él. No se presume que reflejen ni la amplitud ni la complejidad de este importante sector laboral de la Lima obrera ni de la persona de Don Pedro. Al contrario, se pueden con siderar como un breve complemento a estudios más detallados so bre la clase obrera limeña y como una muestra sabrosa del libro dedicado exclusivamente a Don Pedro que saldrá próximamente.

(*)

La mayor parte de los conceptos expresados en la introducción son producto de la experiencia personal mía y colectiva del equipo de "Lima Obrera" en las más de ciento cincuenta horas de entrevista

que hemos hecho hasta la fecha para el proyecto. En los últimos años la historia oral ha suscitado mucho interés en los Estados Uni

dos y en Europa. Tres estudios que considero particularmente útiles y cuyo contenido refleja muchas de mis experiencias propias son: Daniel Bertaux, ed., Biography and Society: The Life History

Approach in the Social Sciences (Beverly Hills, California, Sage Publications, 1981): Ronald J. Grele, ed., Envelopes of Sound: Six Practitioners Discuss the Method, Theory and Practice of Oral

History and Oral Testimony (Chicago, Illinois, Precedent Publishing, 1975); y Alessandro Portelli, "Las peculiaridades de la historia oral. ", un mimeo que me fue proporcionado por Carmen Checa.

101

Lo primero que hay que tener en cuenta sobre la historia

oral es que no tiene un valor igual para todo tipo de investigación histórica. Es particularmente útil para el estudio de aquellos gru pos sociales que no tienen documentos, historias o tradiciones es critas. Específicamente, han sido las clases populares quienes de jan pocas cartas, pocas memorias, pocas fuentes publicadas con la excepción de algunos periódicos obreros y sindicales, editados en algunos casos por individuos de otra extracción social. Debido a esta escasez de fuentes escritas, la historia oral, cuando se puede

hacer, es una fuente imprescindible para la historia de las clases populares. Pero eso es valorizar a la historia oral como algo que, mal o

bien, únicamente llena vacíos. Algunos que sólo ven este valor en las entrevistas históricas, consideran estas fuentes algo como un mal necesario. Más tarde trataré sobre algunas de las limitaciones,

reales y supuestas, de la historia oral. Ahora vale examinar algunos de los atributos menos ambiguos de esta metodología. La historia oral es una fuente excelente sobre la vida coti

diana en general y en especial sobre la de las masas populares. El ambiente en que vivía una lavandera o un albañil, por ejemplo, o las condiciones de su lugar de trabajo, hasta los sonidos en el pasi llo de su callejón se pueden averiguar en detalle a través de la en trevista histórica. Por otro lado, esta fuente revela con gran clari dad las actividades diarias, por ejemplo, de un niño en el colegio

primario desde la disciplina escolar hasta los poemas que tenía que memorizar. Es especialmente valiosa para esclarecer la cultura material en el pasado. ¿Qué ropa se ponía; en qué ocasiones? ¿Una familia de las masas populares tendría muebles, de qué tipo? ¿Qué se comía, cuánto y con qué implementos? La lista de estos aspec tos de la vida cotidiana se alarga, por supuesto, mucho más de lo que he sugerido aquí. En todo caso, sin el recurso de la historia oral, sería extremadamente difícil siquiera comenzar a examinarla. Hasta ahora no he hablado del empleo de la historia oral

para conocer sucesos históricos concretos, por ejemplo, una huelga o una elección. Por supuesto, se puede recurrir a la entrevista his tórica para reconstruir este tipo de acontecimiento, pero en la ma

yoría de los casos, existen otras clases de información sobre este tipo de actos, como por ejemplo los periódicos contemporáneos. Pero a diferencia de los materiales escritos, con la historia oral el

investigador puede regresar varias veces a sus fuentes de informa ción. Así le es posible explorar la gran complejidad de los aconte cimientos históricos lo que difícilmente se revela en los documen102

tos escritos. Por otro lado, hay ciertos hechos que se pueden des cubrir sólo a través de la historia oral. Recuerdo bien mis muchas

entrevistas con Víctor Raúl Haya de la Torre, por ejemplo, donde

me contaba los pormenores de sus reuniones clandestinas con lí deres sindicales, o de cómo organizó la célebre protesta del 23 de mayo de 1923. Sin embargo, en todos estos casos, el mayor valor de la historia oral es que nos da una idea sobre el significado para el entrevistado del suceso más que los detalles del suceso en sí. Una entrevista nos puede hablar de lo que sentían los obreros en una huelga (solidaridad, poder, miedo) o qué representaba una vic toria o una derrota para ellos (satisfacción, frustración, resigna ción). Usada conjuntamente con los documentos escritos, una en trevista puede iluminar los por qués de la participación en una ma nifestación política o el apoyo de un determinado candidato o par tido. También la historia oral nos habla de significados en otro sen tido. Podemos consultar fuentes estadísticas sobre, por ejemplo, la alta tasa de mortalidad infantil en Lima a comienzos de siglo. Pero

son las voces de las madres que perdieron a estos niños las que ex plican el real significado de estas muertes, y lo hacen de forma mu cho más profunda que nuestras estadísticas. Un problema con el uso de la historia oral en este sentido es que la información que se recoge es netamente subjetiva. En las entrevistas no siempre logramos datos fidedignos sobre algo que sucedió o cómo era el estado de algo, pero sí, como indiqué arriba,

qué es lo que piensa o siente el entrevistado sobre ese algo? Al mis mo tiempo que la subjetividad puede ser una debilidad de esta me todología, es también su fuerte. La "verdad" más significativa que se descubre a través de la historia oral es la "verdad sujeta", una

verdad que está en el corazón del comportamiento humano. Lo que piensa o siente la persona es una parte fundamental de cual quier historia, y estas entrevistas son a veces la única manera de conocerlo.

Por ejemplo, uno de los fenómenos que estábamos tratan do de analizar era el impacto del racismo sobre las relaciones entre

los integrantes de las masas populares limeñas. Muy pocos de los entrevistados admitían tener prejuicios raciales cuando les pregun tamos sobre eso en términos globales. Pero al indagar sobre sus

puntos de vista hacia los grupos étnicos a los que ellos no pertene cían, frecuentemente adelantaban opiniones extremadamente ne

gativas. En términos simples, entonces, las entrevistas nos revela ban dos aspectos importantes del racismo en la época: primero, su existencia y sus varias expresiones ("Los negros son ladrones, los 103

cholos son estúpidos); segundo, el intento de la sociedad y de sus integrantes de sublimarlo.

Se podría decir que los que critican a la historia oral por la subjetividad de sus fuentes asumen que las fuentes escritas son, por el contrario, objetivas. Aunque algunos de ellos no suscribirían a

tal generalización, no obstante, existe entre muchos estudiosos tanto una confianza implícita en la palabra escrita como una des confianza implícita y a veces explícita en la palabra hablada de un informante. Sin embargo, el documento escrito —sea un informe oficial, sea un artículo periodístico— es, igual que las declaraciones de un entrevistado, el producto de las ideas de alguien y por eso está afectado por la misma subjetividad. Inevitablemente, la mente humana "cambia" los hechos que escribe en el papel tanto como los que relata en una entrevista. En efecto, la parcialidad del obser vador tiende a ser mayor cuando esté más cerca en tiempo a los hechos. Con el paso de los años las presiones sociales y/o políticas pueden disminuir permitiendo una mayor franqueza en los últimos años de la vida. Es más, en muchos casos el documento escrito es

la recopilación de testimonios de terceras personas, al fin y al cabo el producto del mismo procedimiento que la entrevista de historia oral. Muchos de los documentos escritos carecen de la espontanei dad humana que caracteriza a la entrevista. Cuando se trata de ar

tículos periodísticos, por ejemplo, todos pasan por alguna forma de censura —en unos casos la autocensura— y tienden a enfocar re

laciones formales, ignorando así las facetas menos visibles pero a veces más profundas del comportamiento humano. En otras pala bras, quizás nuestra confianza en el poder alcanzar la "objetivi dad" deba ser revisada al mismo tiempo que revisamos nuestra desconfianza frente a las declaraciones "subjetivas" de nuestras fuentes orales. Ya sean escritas o sean orales, se deben aplicar los mismos criterios para evaluar la validez y representatividad de las fuentes.

Otro reparo que tienen los críticos de la historia oral es que está basada en lo que recuerdan los entrevistados sobre un tiempo pasado que puede ser relativamente lejano. Es interesante que generalmente expresamos estas dudas sobre personas de las clases populares —obreros, sirvientes domésticos, ambulantes— pe ro casi nunca dudamos en la misma forma de las memorias de un

político, un general o cualquier otra persona "importante". Sin embargo, se podría afirmar que las apreciaciones de las "personas humildes" suelen ser muchas veces menos influenciadas por el pa sar de los años que las de las figuras históricas. El político o el ge104

neral puede sentirse un personaje, y lo que escribe o dice sobre si mismo puede que sea filtrado por la imagen que quiere proyectar. En cambio, el obrero o el sirviente doméstico o el ambulante, sin tales pretensiones, potencialmente será más directo en sus aprecia ciones.

Directo o no, hasta qué punto puede ser representativo ca

da individuo que entrevistamos? La cuestión de la representativi dad no tiene respuestas claras. Si por un lado el entrevistado habla de una realidad suya personal y hasta cierto punto singular, por otro su singularidad está unlversalizada por la época en que ha vivi do y por la clase social a que ha pertenecido. Por supuesto que es

imposible hacer un análisis cuantitativo basado en cincuenta entre vistas históricas de un sector compuesto por cientos de miles de

personas. Por eso, nunca se intentó levantar una "muestra repre sentativa". Pero por otra parte, después de hacer varias entrevistas, muchas de las escenas de las historias personales se repetían; a me nudo estábamos escuchando la misma historia contada por diferen

tes bocas. Las descripciones de las experiencias escolares o de las condiciones de trabajo en las fábricas textiles, por ejemplo, no va riaban mucho. Cada nueva entrevista confirmaba, con algunas va

riaciones, pautas que ya habíamos descubierto. Nos sentíamos que habíamos logrado entender varias facetas de la vida popular. En otras palabras, con la entrevista de historia oral se quiere conocer las experiencias particulares al mismo tiempo que los elementos comunes del grupo social que estas experiencias contienen. Una de las ventajas de la historia oral es que permite estu

diar a las personas como actores vitales, hasta cierto punto inde

pendientes —una realidad que se suele ignorar en los estudios más

monolíticos— a la vez que las podemos observar como productos de contextos sociales determinados. Justamente para el proyecto "Lima obrera" la historia oral fue especialmente reveladora para

descubrir las posibilidades de maniobra que tenían los sectores populares dentro de una sociedad altamente estratificada y opre siva.

Para los fines de la historia oral, hay otro aspecto de las en

trevistas a personas de las clases populares que se hizo evidente en el lapso de nuestra investigación; sus memorias impresionantes. Era

común que los entrevistados se acordaran del más mínimo detalle de un tiempo sesenta o setenta años atrás: de cómo hacer un ado be; del calor que se sufría lavando ropa; de exactamente cuántos temos tenía y su color y corte en un año determinado. En la ma yoría de los casos, el problema de las entrevistas no es la falta de

105

memoria del sujeto sino la enorme cantidad de recuerdos que mu chas veces tienden a verterse en forma desorganizada y casual. Exis

ten varias explicaciones para este fenómeno. Una es que la memo ria se desarrolla más entre grupos sociales que tienen menos con tacto con la palabra escrita. No es que las masas populares limeñas en las tres primeras décadas de este siglo fueran analfabetas. Pero por otra parte, parecen no haber leído tanto como los estratos más

altos de la población, sea por el gasto que implicaba la compra de un periódico, revista o libro, o porque la mayor parte de estas pu blicaciones no eran muy pertinentes a las inquietudes de las clases populares. Además, estos grupos no recurrían en gran medida a la auto-comunicación escrita. En realidad, se tenía que emplear tanta energía simplemente en sobrevivir de día a día, que quedaba poco para ideas abstractas u otros pasatiempos para la mente. Por otro

lado, había pocos estímulos dentro de la sociedad popular limeña de la época, antes de la aparición de los medios de comunicación masivo por ejemplo, que pudieran servil- como distracciones de las preocupaciones de la vida cotidiana. A falta de eso, ha sido común el desarrollo de una cierta tradición oral, aún en un mundo urbano

y moderno, que implica un desarrollo paralelo de la memoria. Pero basta de apologías para la historia oral. El ejemplo de Don Pedro Frías es una afirmación del valor de la historia oral mu

cho más elocuente de lo que yo pueda decir. El proyecto de "Lima Obrera" hizo el uso extensivo de la historia oral. Entre las aproxi

madas ciento cincuenta horas de grabaciones escogí este extracto por varios motivos. Primero, de todas las personas que entrevista

mos, Don Pedro Frías fue el que nos contó más y el que contó me jor. Conocí a Don Pedro en el Estadio de Alianza Lima en La Vic toria. Yo estaba buscando información sobre los primeros años del Alianza para mi estudio sobre fútbol, y fui dirigido a Don Pedro como el hincha más viejo del equipo de Los íntimos. Efectivamen te, Don Pedro, nacido en Lima en 1903, no sólo ha seguido de cer ca al Alianza desde la década de 1910, jugando de niño en las can chas de tierra con nada menos que el legendario Alejandro Villanueva, sino que se acuerda de "todo", desde el precio de las entra

das año por año hasta las jugadas más espectaculares de partidos innumerables.

Después de una primera entrevista sobre el fútbol, sentado con él al lado de los camarinos del Estadio, me invitó a entrevistar le cualquier tarde en su casa en La Victoria. Fue en mi primera vi

sita allí que comencé a comprender cuánto ofrecía Don Pedro al 106

historiador de la Lima obrera. Al acercarme a su puerta vi tres cal comanías pegadas en su ventana que simbolizan la enorme riqueza de su persona y sus experiencias: "Arriba Alianza" (Ya sabía de su conocimiento futbolístico); "El Apra Nunca Muere"; y el Señor de los Milagros. En nuestras reuniones sucesivas supe que Don Pedro había sido obrero textil, sindicalista activo, y participante en la jornada de las ocho horas, probablemente el acontecimiento de

mayor envergadura en la historia sindical peruana. Supe además que había trabajado como albañil, en la fundición de la Oroya y como hombre de todo oficio en un prostíbulo. También fue miem bro fundador del Partido Aprista y ha sido devoto del Señor de los Milagros, tal como indicaba la calcomanía, "jaranista" entusiasta, y hombre de muchos compromisos románticos que contaba con lujo de detalle. Sinceramente, mis horas de conversaciones con él fueron una de las cumbres de mi experiencia como historiador e investigador.

Antes de llegar a las expresiones de Don Pedro, vale hace algunos comentarios sobre la metodología de las entrevistas. El pri mer problema que encuentra el que decide hacer historia oral es cómo encontrar a las personas para entrevistar. Para la investiga ción de "Lima Obrera", ya que se trataba de la reconstrucción de toda una sociedad, hacíamos una selección bastante casual. Nues tros únicos "requisitos" eran que la persona tuviera más de setenta años, que viviera en Lima por lo menos durante alguna parte de los años 1900-1930, y que perteneciera a los sectores populares. Se localizaba a los entrevistados de varias maneras. En el caso de Don

Pedro y otros, fuimos dirigidos a ellos por conocidos. A veces co

nocíamos a personas nuevas a través de los mismos entrevistados, pero tratamos de no abusar de este recurso para no caer en un

círculo homogéneo de individuos con los mismos antecedentes y puntos de vista. Para la mayoría de los casos, simplemente íbamos a los antiguos barrios populares de Lima —al Rímac, a La Victoria, a los Barrios Altos— y entrábamos a los callejones, solares y casas de vecindad. Preguntábamos por gente mayor, y casi siempre fui mos enviados al cuarto de algún hombre o mujer; allí mismo co menzaba la entrevista.

En otros casos íbamos a asilos de ancianos que albergan no

sólo a personas de edad sino también mayormente a gente pobre. Pero fue en estos lugares donde tuvimos el menor éxito con las en trevistas. Si en su gran mayoría los entrevistados demostraban te ner una capacidad asombrosa para acordarse en detalle del pasado, eran los internos en los asilos los que constituyeron frecuentemen107

te las excepciones a la regla. A pesar de vivir en muchos casos en

mejores condiciones que los residentes de los callejones o casas de vecindad, varios de los que vivían en los asilos parecían haber per dido en alguna medida quizás "el sabor" de la vida o quizás el deseo de vivir. No era raro que recordaran muy poco o que sus recuerdos terminaran en lágrimas, algo que rara vez pasaba con las entrevistas fuera de estas instituciones.

Con la excepción de algunos residentes de asilos, no sólo eran lúcidos los entrevistados sino también extraordinariamente generosos en ofrecernos una enorme cantidad de información so

bre sus pasados. Cada entrevistado habría tenido sus motivos per sonales para ser más o menos accesible a nuestras preguntas. Pero el hecho de que casi todos se abrían en las entrevistas puede tener varias raíces comunes. Muchas de estas personas mayores se sen

tían solas, algo abandonadas por familiares y amigos que tendrían otras preocupaciones que hacerle compañía a tal o cual "viejito" o "viejita". Cuando alguno de nosotros les prestábamos atención, se mostraban realmente contentos de conversar sobre sus experien cias. Además, siendo miembros de las masas populares en una so ciedad altamente estratificada que tradicionalmente ha dado esca so valor a las cosas del pueblo, el hecho de que investigadores uni versitarios, a veces extranjeros, estuvieran interesados en ellos, era motivo de un cierto sentido de orgullo. Este orgullo se traducía en el entusiasmo con que la mayoría nos recibían y nos contaban. Las entrevistas se llevaron a cabo en el contexto de una

conversación informal. íbamos a las entrevistas con un esbozo de

los puntos que queríamos cubrir, pero no teníamos en ningún caso un cuestionario cerrado. Más bien las entrevistas eran totalmente

abiertas a cualquier tipo de información sobre el período. Los en trevistados, como representantes de una cultura y de un grupo so cial tenían que estructurar las entrevistas de acuerdo a su propia visión del pasado, no la del entrevistador con distintas inquietudes culturales o ideológicas. Por eso no queríamos dirigir a los entrevis tados sino que ellos nos indicaran los aspectos de sus pasados que fueran los más importantes para sus vidas. Sin embargo, como re gla general, mientras mejor se preparaba el investigador sobre la época y sobre las circunstancias del entrevistado, mejor iba la en trevista. Generalmente las entrevistas tomaban la forma de una re

seña biográfica en que tratábamos de seguir la vida desde sus pri meros recuerdos. Pero justamente porque queríamos que ellos establecieran la prioridad de la información, en la mayoría de los casos estas biografías no seguían por caminos muy rectos.

Me acuer-io de una instancia con Don Pedro que es repre

sentativa de la trayectoria sinuosa de la mayor parte de las entre

vistas. Un día que le visité había pensado preguntarle sobre las di ferentes casas en que había vivido cuando era joven, yendo una por una. Quería conocer la variedad de tipos de vivienda popular, sus características físicas, los problemas de salubridad y los moti

vos que podría tener una familia pobre para mudarse de una casa a otra. Me contó sus experiencias al respecto, pero no en una o dos horas sino en más de quince. No es que él me proporcionara quin ce horas de información sobre eso, sino que en el proceso de ha blar de sus diversas moradas me habló largamente de una serie de otros aspectos de su vida. Y cuando él, u otra persona, quisiera contar sobre sus experiencias en el colegio, o las enfermedades que había tenido de joven y como se curaban, o los juegos ele su niñez, o sus jaranas, nunca se le cortaría para que siguiera un plan de en trevista previamente establecido.

Innumerables veces nos sorprendimos por la dirección que tomaban las entrevistas. Al respecto, quizás nuestra mayor sorpre

sa fue que varios de los entrevistados no titubeaban en contarnos espontáneamente sus experiencias más íntimas y personales. De esta manera, logramos enterarnos sobre la prostitución en Lima, los abortos, el control de la natalidad y sobre la vida sexual en ge neral. En muchas oportunidades el entrevistador se sentía más avergonzado por la dirección que tomó las preguntas que el entre vistado en contestarlas. La utilización de estos datos íntimos en

obras publicadas en que el sujeto está nombrado, a pesar de la ma nera libre en que fueron contados, tiene que depender de la volun tad del entrevistado. El historiador en estos casos tiene que ser sen

sible a los sentimientos de esa persona tanto como de los que le rodean.

Las entrevistas duraban entre cuarenta y cinco minutos y

cincuenta horas (el caso de Don Pedro). Realmente, una entrevista que sólo duraba cuarenta y cinco minutos era casi siempre un fra caso. La persona que cuenta su vida en cuarenta y cinco minutos realmente o no quiere o no puede contarla. La entrevista promedio tomaba unas seis horas y se conducía a través de varios días o se manas. En la circunstancia extrema de Don Pedro, la entrevista consistió en nueve meses de visitas semanales. Unas últimas observaciones antes de entrar directamente

en el testimonio de Don Pedro. A través de este ensayo he tratado de comunicar la enorme atracción de la historia oral para el histo riador social. Además de todas las razones "objetivas" para su uso, 109

uno se siente atraído por este método porque el hacerlo es perso

nalmente muy estimulante. No existe en la investigación histórica otro procedimiento donde se de una relación tan estrecha e íntima entre la recolección de datos y su interpretación. Y además, el con tacto con la gente significa un constante enriquecimiento sobre todo de las experiencias de los investigadores. Hay que admitirlo: las entrevistas nos envuelven de una manera que no pueden hacer los documentos escritos. Y este envolvimiento es para el historia dor tanto emocional como intelectual. Por un lado esto nos puede

crear problemas ya que el científico social debería de distanciarse de sus fuentes para poderlas evaluar objetivamente. Pero por otra parte, al estar envueltas en las experiencias de los entrevistados,

estamos de alguna forma compartiendo estas experiencias y así podemos lograr un conocimiento de las personas y sus situaciones que sería imposible tener mirando exclusivamente desde la distan cia de la página escrita. Trabajando con personas de carne y hueso, estamos tam

bién trabajando con documentos, o mejor dicho, creando docu mentos. Uno no sólo observa sino que también participa en la crea ción histórica. Y eso es otro de los grandes atractivos de la historia oral. El investigador siente que, si no hiciera las entrevistas, los de talles de estas vidas se perderían para siempre. Con la entrevista y

su transcripción descubrimos y preservamos información que sin nosotros ni siquiera existiría para el uso de sucesivas generaciones. Este "enamoramiento" con la historia oral puede llevar,

por desgracia, a unos excesos en su uso. No se puede emplear la información de las entrevistas en aislamiento de otras fuentes, sean

escritas, estadísticas o gráficas. Más bien, para hacer un estudio his tórico completo, el estudioso tiene que confrontar todas estas fuentes para llegar a conclusiones definitivas. Por otra parte, el ma terial de las entrevistas siempre es algo distorsionado por las pre guntas y el estilo del entrevistador. Por eso, algunos historiadores

publican las entrevistas en su totalidad; incluyen no sólo las res puestas sino las preguntas también para indicar la naturaleza e im portancia del entrevistador en ese proceso de "creación de docu mentos". Para los fines del presente ensayo, no he seguido este procedimiento. Soy consciente de que la ausencia de mis preguntas puede crear algo de distorsión, pero quiero que Don Pedro hable por sí mismo. Quiero que se comunique directamente con el lector como lo hizo conmigo, sin intermediario.

Escogí para este capítulo el siguiente trozo de mis entre no

vistas con Don Pedro porque revela varios aspectos de la experien

cia popular que generalmente no se descubre en los documentos

escritos. Una de las facetas más saltantes de la realidad que he veni

do encontrando ha sido las contradicciones inherentes en el com

portamiento humano. Estas contradicciones se hacían evidentes una y otra vez en las entrevistas. Un buen ejemplo de ellas es el

punto de vista "ambivalente" de Don Pedro sobre los gerentes en las diferentes fabricas donde trabajaba. También me parecía im

portante el humor con que se tomaba algunos conflictos en la fá brica. Es fascinante observar las modalidades a veces indirectas

para confrontar actos opresivos de parte de los que tenían mayor

poder, en este caso los gerentes.

Dejamos que Don Pedro hable por sí mismo. Sus palabras

demuestran la riqueza tanto de la historia como de la historia oral

con mucha mayor claridad que mis observaciones abstractas. *r* *f- *!• -t*

3 de Marzo de 1982 La Victoria.

Eueno, le voy a decir que Tizón y Bueno fue Gerente de la fabrica de La Victoria muchos años. Cuando era cada 25 de di

ciembre, el daba la fiesta adentro con almuerzo, hacía almuerzo y

hacia repartir para los hijos de los obreros juguetes, todo eso Pero

chocábamos porque cuando nosotros formamos el sindicato este señor no estaba de acuerdo con el sindicato. Pero los obreros sí

Pero cuando ya comenzó el sindicato, cuando hicieron ya la rebe

lón, ya de los pedidos, este señor formó esta agrupación de todos

los maestros, para dividir al sindicato, dividirlo. Total que esos no

estaban apegados al sindicato, sino más a la fábrica. Toditos Les llamábamos los amarillos. Quiere decir que se plegaban a la em presa.

Comenzó ya viéndose obligado, que habiendo sindicato se vio obligado ya a aceptar lo que nosotros pedíamos. Entonces no

sotros cuando íbamos, "Señor Tizón y Bueno, tal reclamo vamos a hacer. "Como no, hijo, vamos". Porque ya había una comisión

del sindicato ¿no? Teníamos toda la directiva y él se veía obligado con inteligencia a atendernos. Ya después él decía, "Hijo mira' nosotros no tenemos por que pelear entre la empresa y los obre-

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ros, cuando son ustedes los que dan las producciones para la em

presa. Y la empresa también vende para también dar producciones para pagarles a ustedes. Total que nosotros somos como familia". Entonces venía el 25 de diciembre, y él era el encargado de hacer que hagan almuerzo en el pampón de la fábrica, y comenzar a repartirles a los hijos de los obreros, regalos de juguetes y a la vez, armar marinera, valses, y todo eso. (Actuaba) como papá de todos, pero muy inteligente. El mismo agarraba el azafate, el Ge rente, y nos servía a nosotros, los obreros. Son tácticas, pues, con inteligencia, ¿no?

Eso se llama estilo demagogo. El demagogo está con Dios y el Diablo. Que cuando necesita del diablo le besa los pies, cuando

necesita de Dios le besa la mano. Así es el demagogo. Lo veíamos

un hombre que era inteligente, que estudiaba la psicología del mo mento de sus trabajadores. Venía siempre una intranquilidad por que comprendíamos que él no lo decía de corazón sino de dientes para afuera. Esto es como él era. La lógica: él lo ponían de gerente y le pagaban para que cuide más los intereses de la empresa que de los trabajadores, ¿no es cierto?

(Algunos trabajadores) se dejaron sugestionar. Había traba jadores que apenas entraba Tizón y Bueno a la Fábrica, era su amo, como su amo, ay! No sabían hacerle, pues. Y nosotros real mente los considerábamos como esos, adulones, sino lé decíamos amarillo o adulón. Pero después, se llegó siempre a enmendar todo. Y la prueba está, cuando Tizón y Bueno murió, nosotros, los de la fábrica, paramos y fuimos a su entierro de él. Fue Senador por Lima, y casualmente me mandó llamar a mí. Entonces me dijo, "Yo quiero que trabajes por la senaduría, por mí." Entonces yo tenía un buen consejero, un amigo, también que trabajaba dentro de la fábrica, luchador. Me decía, "Recíbele toda la propaganda". Y uno, muchacho, ¿no? Le recibía la propa ganda. Venía al patio y lo quemaba. Y cuando él me hablaba, "Sí Señor, me falta más propaganda." Y así, salió siempre de senador, pero tuvo de bueno que cuando fue Senador, él atendía de lo más bien. No fue como otros

senadores civilistas, porque este Tizón y Bueno pertenecía al Parti do Civilista. Era caritativo. Demostraba ser caritativo, atento para

la clase trabajadora. Los que íbamos, le pedían algún favor, él no, no se negaba. El lo hacía, pero estudiaba a quien se lo hacía tam bién. Cuando él sabía que no le convenía, él daba esperanzas, "Sí hijito, te voy a servir, ya." Cuando necesitaba de esa persona, sí lo atendía de lo más bien. Ya, ya había estudiado, pues, el carácter 112

de cada uno de nosotros.

Tenía esa costumbre, esa costumbre de meterle el tú allí a

los trabajadores. Y cuando entraba adentro de la fábrica, "Adiós, hijos míos." Uno así de patilla larga. "Adiós, adiós hijos míos," a todos. Poco era que le decía de usted, sino a ciertos dirigentes, sí, que se daban su lado. Sí le decía de usted.

Era muy apegado a las mujeres, a las obreras. En todas las

fábricas de tejidos han habido mujeres, una más que otra. En don de habían más mujeres, eran en La Victoria, más que en el Inca. Y la mayor parte no eran limeñas, eran iqueñas y arequipeñas. Más que hombres no habían, pero habían más de cien mujeres, de ope rarías. Trabajaban como hombre porque el trabajo textil no es un trabajo fuerte. Algodón es cosa fina, se está bajo el techo, se pisa madera o loceta, ¿no?

Tizón y Bueno era mujeriego. Aquí en La Victoria, con va rias. (No hubo protestas) por eso, no. La sabía él hacer con inteli

gencia, bien, pues. Y hay personas, mujeres serían su debilidad, pues, que entregaban, se entregaban a él, porque él tenía en la es quina de Canta, era como una tienda, ¿no? Y eso le llamaban su matadero. Allí era el matadero, decían, ya va a matar, descuarti zar. Porque él tenía su carro y su chofer. Las conquistaba por va rios medios. Si había alguna fiesta, conquistaba. Las cedía el carro. Y mujeres dóciles, pues. (Les hacía) favores, y a lo menos en asun tos metálicos, daba, pues, ¿no? Pero medido, ¿no? Eran contadas ellas. Ya se sabía quién, quién era esas. Le daba sus centavos, pues, porque él tenía sus centavos, Tizón y Bueno. Y cuando él se fue, dijo, "Yo me despido y sabrán ustedes que se va la vaca lechera ". Cuando yo trabajaba en El Inca fue el gerente, Mister Lewis, un alto, un gringo alto. Inglés, Mister Lewis, medía dos me

tros veinte. El sí era de carácter muy enérgico, muy enérgico. Me dio neurasténico era. Ese tiempo tenía que ser así porque había mucha rebeldía. Y los obreros, a la hora que decía, "Para la fábri ca", paraba. Entonces para reprimirles, sí pues, era natural, pues, que tenían que ser ellos así porque las empresas los ponían. La prueba está que una vez, el mismo Mister Lewis dijo, "Yo soy un empleado como ustedes, porque si yo me voy a tirar a favor de ustedes, lo que piden, el día que me saquen a mí la compañía, us tedes no son los que me van a poner. Total, a mí no me cuesta subirle un sol más a un obrero, pero comienza el Presidente que los demás obreros van a querer el sol más. Entonces me cae encima la compañía. Así conforme ustedes cuidan sus intereses, nosotros también tenemos que cuidar nuestro interés ". Entonces habían 113

hombres; luchadores que veían que tenía la razón. Cada uno tenía

mos que defendernos, eso era, era la lucha antiguamente. A veces, cuando estaba medio neurasténico, le agarraba el hombro del obrero. Pero yo le voy a decir que le daba la razón. El

tejedor a veces saca la tela, malograda. Entonces cuando las piezas las doblaban, entonces la compañía llamaba al director y le decía, tantas, tal cantidad, miles de piezas malogradas. Entonces él era responsable, ¿no es cierto? Y eso es lo que se confundía, se morti ficaba, pues. Después, mucho robo porlos obreros. Robaban géne ro. Lo metían al baño y se sacaban escondido un cuarto de género,

o media pieza, y se fajaban, se calateaban, se fajaban. Después que se fajaban, se ponían la camisa y el saco encima y salían a la calle a venderla. Otro, habían canillas largas de hilo muy bueno, unas

canillas que la llenaba la máquina. Y se las metían entre las medias, otro entre las cinturas y se las llevaban. Pero le hacían daño a la

fábrica por las canillas. Este es el palo que llenaban de hilo, pero a

las fábricas le hacía más falta el palo. Entonces todos le echaban la

culpa a los directores de la fábrica. Mandó una vez a traer policía y descubrieron que por atrás de la fábrica había un río, y en el río

había escusados, le llamamos nosotros ahora los baños. Entonces

por los baños, las piezas de género las tiraban al río. Ese género doblado corría por el río, y los obreros estaban en una calle llama

da El Panteoncito con unos palos con ganchos, y al pasar esto, lo

enganchaban. Llevaban ese tiempo carretas, carretas con muía. (Llevaban eso) a vender.

Tenía momentos, Mister Lewis, tenía momentos de ocu rrencia. Una vez mi hermano estaba parado con su gorrita. Mister

Lewis lo agarró de los brazos y lo subió arriba de unos tableros y mi hermano le decía, " ¡Bájame!" y todavía con la mano Mister Lewis le hizo así en la nariz. Y después lo bajó y le dio un sol. En

tonces un día, él veía de arriba en una escalera. Y yo estaba con mi hermano abajo, haciendo el box, porque iba a pelear este

Dempsey con Carpentier, el francés, el campeonato mundial con Dempsey (1921). Y habían puesto una fotografía allí, y yo lo dije a mi hermano, "Tú vas a ser Dempsey y yo Carpentier." y comen zamos a boxear. Pero de la boxeadera ya vino la trompeadera,

pues, entre hermanos. Y Mister Lewis vio, y no lo veíamos noso

tros. Cuando bajó, quisimos correry nos jaló, nos agarró así," ¡Oh! One dollar, one sol, para ustedes. ¡Sigan!" Total que por un sol,

pues, ah, un sol en ese tiempo. Mi hermano me mandó una patada, yo le mandé otra. Entonces mi papá trabajaba en la fábrica aden-

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tro en otro salón, y fueron a decirle, "Vea, sus hijos se están trom peando ". Me acuerdo que mi papá vino con un palito largo a pe

garnos, y Mister Lewis no deja. "Yo hace trompear a esos dos, a mí me gusta eso ". Dempsey y Carpentier, decían éramos nosotros. Total que muy bien.

Pasan los años y vine acá a dar la Fábrica de La Victoria y allí encontré de gerente a Tizón y Bueno. Entonces, vino Mister Lewis a los años del Inca. Lo pasaron a La Victoria. Y un día, pa sando por allí, me miró, "¿Tú no eres Miranda?" porque mi papá, cuando se escapó de chico a Vitarte, él era Antonio Frías y Miran da. Pero él se puso Antonio Miranda, el nombre de la mamá para que no dieran con él, ¿no es cierto? Como mataperro. Entonces me miró, pues, "¿Usted es Miranda?" "Sí", le digo. "¿Y su papá?" "Está en el otro salón ". "Oh, voy a hablar con él ".Y todos en la fábrica le tenían respeto al gringo, ¿no? al grandazo, pues. Total que habló con él. "¿Cómo va Miranda?" "Señor, ¿cómo está usted?" "Oh, habla, habla con Patrick, Patrick ". No me decía Frías ni Pedro. "Oh, Miranda, oh, Patrick ". Patrick me decía por decir Pedro. "Sí Señor " le dijo. "Ah, yo recuerdo cuando trom pis y qué su hermano " le dijo. "Está trabajando en la Fábrica de Tejidos El Progreso "."Ah, saluda, bueno ". Había una sección que era, que hacían los fardos de las piezas, y dos muchachos, ayudantes comenzaron a trompearse y

pasaba Mister Lewis y dio orden que era prohibido trompearse en la fábrica adentro, que los boten, que esos muchachos salieran fuera a la calle. Dio orden. Entonces una de las hermanas de uno de los muchachos vino llorando donde mí. No había esto de la

indemnización todavía, nada de eso. Entonces, él se va a la calle. Yo era Secretario de Defensa (del sindicato). "¿Qué pasa?" le dije. "Lo han botado a mi hermano, a los dos, y les han dicho que se pongan sus sacos y se vayan ". Entonces yo le dije, "Vamos ",y

estaba Mister Lewis en su oficina sentado, serio. Cuando entrába mos a la oficina con gorro, aunque sea cualquier gorro que tenía mos, aunque sea sucio, sombrero viejo, nos quitábamos el sombre ro porque entrábamos a la oficina, pues, del Gerente. La comisión para entrar conmigo, tenía, tenía miedo, ¿no? Y el gringo muy

sentado allí. Entonces. "Señor, buenos días ". "Oh ¿Qué quiere Miranda?" "Señor, vengo porque ha pasado esta coincidencia de que usted ha despedido a dos obreros "."Si yo encuentro trompis y eso prohibido acá adentro de la fábrica, y eso fuera, fuera, fue ra ". Así hablaba. "No, Señor " le dije. "Un momentito ", le dije. "Usted se acuerda, ora años, en que El Inca, adentro de la fábrica, 115

me hizo trompear por un sol, yo Dempsey, Carpentier?" Y el grin go me mira y se rie. "Oh, caramba, ah, sí recuerdo ".Así le dije, "Señor, dos muchachos que se han trompeado ",le dije "quieren ser boxeadores, los salve, ¿no?" "Oh," dijo, "este yo voy a pen sar "."No, pues, Señor, piense pues, Mister Lewis. Usted me cono

ce a mí de muchacho, a mi papá que es operario bueno ". " Ya ¡Castigados! Hoy día no trabajan, pero mañana ya tienen su traba

jo". La comisión no habló nada. Se quedaron admirados. Me dije ron, "¿Cómo has hecho? ¿Cómo has conquistado tú a este Direc tor?"

Cuando habían huelgas y entrábamos a su oficina, él nos recibía muy serio. "¿Qué cosa quieren?" "Huelga, Señor ". "Oh, no puede ser. Ustedes muy huelguistas. Yo habla con la compañía. Yo no puedo contestar ahora mismo, tengo que consultar ". Una

vez, tenía la costumbre de que cuando entraba a los salones y los obreros trataban de hablarle, él seguía andando. No se. paraba. Y una vez, un obrero lo agarró del brazo y le dijo "Oiga, usted está hablando con la gente. Nosotros estamos hablando con usted. Y usted sigue de largo".

Entonces, como la fábrica trabajaba de noche, fue colosal, eso tiene una historia. Los de noche hicieron un nacimiento de al

godón, bien curioso, los santos de algodón. Y como había algodón de distintos colores, le hacían la cabeza de San José igual todo. Pero en medio pusieron, de algodón, dibujaron un miembro de uno, y abajo le pusieron un papel, Mister Lewis. Pobrecito, era fa moso. Entonces todos nos escondimos. Cuando él pasaba tempra no, vio el nacimiento. Y él que se acerca y vio que estaban los san tos los carneritos que habían hecho de algodón, y estaba su miem

bro de él, como niño Jesús. Y decía Mister Lewis: " ¡Oh! Esto des cubre ahora mismo. Hoy boto a todo el mundo. A ver, llame un

policía". Entonces entró un policía, y le dijo uno de la policía, "Qué ha pasado?" "Oh, este no soy yo, yo no soy igualito". En tonces la policía se comenzó a reír y le dijo, "Señor, vamos a in vestigar quién ha hecho este nacimiento". Pero como todos éra mos unidos, no pudieron hacer nada. Pero había un tal Mister

Stirling, un americano, lo mejor, un técnico muy bueno. Entonces

se acercó y le habló en inglés. Y Mister Lewis lo agarró del hom bro, y como que lo empujó. ¿Qué diría, no? Le diría, "Los obre ros te han dibujado porque tú eres así". Porque contaron que allí había una tejedora que le decían

"La Chapana" de apodo, eso, que se come de dulce, como los ta males. Le pusieron porque era alta, gruesa, y le decían de apodo 116

"La Chapana Arequipeña". Entonces Mister Lewis, como vivía en los altos, en la mañana, ella subió al cuarto de él, y la malogró, le rompió interiormente. Entonces bajó ella agarrándose de la baran da. Como las mujeres no callan nada, las mujeres pasaron, "¿Qué tienes hija?". La agarraron y ya se dieron cuenta que Mister Lewis

ya le había hablado para fucking. "Fucking Margarita". El la de cía, "Fucking, fucking Margarita". Entonces la mujer fue a contar a las demás.

Al contarle eso, estos muchachos que hicieron el nacimien to, lo hicieron así, pero lo dibujaron bonito, igualito con los dos cocos, la cabeza colorada con algodón colorada, todito.

117

CAPITULO VI ENTRE EL OFFSIDE Y EL CHIMPUN:

LAS CLASES POPULARES LIMEÑAS YEL FÚTBOL, 1900-1930*

José Deustua C. Steve Stein Susan C.Stokes

Resulta paradójico que en un país como el Perú de la déca da de 1920, con todos los problemas sociales y económicos que entonces sufría, 25 mil personas se reunieran en el Estadio Nacio nal a presenciar un partido de fútbol. ¿Significa esto una manera de escapar a la realidad? ¿Jugar al fútbol los domingos en las calles del barrio de La Victoria o en las haciendas cercanas a la capital, como lo hacían los morenos del Alianza Lima, expresaba un divor cio entre sus sufrimientos económicos y sociales y su capacidad

para resolverlos? ¿O era, por el contrario, una manifestación de su sentir popular?.

(*)

El presente trabajo es el producto de una larga y, a veces, enconada polémica que sus tres autoressostuvimos en el Seminario Lima Obre ra organizado por la Universidad de Lima en 1982. A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de estos casos, donde los participantessue len escucharse a sí mismos al mismo tiempo que se mantienen sordos

frente a lo que sustentan sus contrarios, nosotros no sólo nos oímos con atención sino que llegamos a una serie de acuerdos comunes. Este trabajo es una expresión de esos acuerdos. Pero, además, es tam

bién producto de nuestra honda pasión por el fútbol, junto con el igualmente hondo convencimiento de que el estudio del fútbol ofre

ce una visión particularmente valiosa de la vida y la conciencia de las masas populares de la época. Para elaborar este artículo hemos consultado algunos trabajos generales sobre el fútbol o los deportes como el de Keith Botsford: "Para una estética del fútbol" en Mundo

Nuevo No. 10. París, abril de 1967, pp. 59-64; Jean Le Floc'hmoan:

La génesis de los deportes. Editorial Labor. Barcelona, 1969; el con

junto de ensayos recogidos en Partisans: Deportes, cultura y repre sión Editorial Gustavo Gili. Barcelona, 1978, etc. Además nos han servido mucho los dos trabajos literarios sobre "Manguera" Villanue-

va y las Olimpiadas de Berlín de 1936 de Guillermo Thorndike, final mente transformados en un sólo relato en el libro El revés de morir. Mosca Azul editores. Lima, 1978. La inspiración sociológica provino 121

Recientemente se ha desatado entre los científicos sociales

peruanos una preocupación por entender los aspectos sociales del "más popular de los deportes": el fútbol (1). Hay quienes sostie nen que el fútbol es una genuina manifestación popular, con la ca pacidad de forjar lazos solidarios entre sus participantes y contri buir así a incrementar la conciencia de clase, como hecho social, dentro de los sectores populares. Mientras otros afirman que, por el contrario, resulta ser una forma de control social que, de varias maneras, sirve a los intereses de las clases dominantes (2). Nos pro

ponemos en este artículo discutir estas interpretaciones a través

del precursor artículo de Abelardo Sánchez León: "Fútbol, un espe jo para mirarnos mejor" en Quehacer No. 7. Lima, octubre de 1380, pp. 119-127. Nos ha sido muy útil también el tomo XVI de la Histo ria de la República del Perú. Editorial Universitaria. Lima, 19691970, de Jorge Basadre. Hemos consultado además algunas publica ciones de la época, el diario El Comercio de Lima de 1900, la revista Variedades de 1911, y las revistas Toros y Deportes y El Sport de 1929-1930, de las que hemos extraído buena parte de nuestras refe rencias con suma exhaustividad. También muchas crónicas per'odís- t ticas redactadas a través del tiempo, algunas revistas actuales Ra, U67, Ovación, El Gráfico —ciertamente la mejor— y empleamos ade más la enorme memoria y tradición oral que guardan algunos futbo

listas de la época (en especial Pedro Méndez, Antonio Maquilón, Pe dro Frías y Miguel Rostaing), simples contemporáneos dedicados a otros menesteres (Julio Portocarrero) o actuales hinchas y fanáticos del fútbol.

(i)

Confróntese por ejemplo el artículo de Sánchez León (1980) ya ci

tado, así como otros suyos publicados en las revistas Quehacer No. 13, Debates y últimamente Caretas. El informe de José María Sal cedo, el mismo Abelardo Sánchez León y Romeo Grompone sobre el Mundial de Fútbol de España 1982, titulado: "Entre el abuelo y el 'niño terrible', los punteros mentirosos" en Quehacer No. 16. Lima, abril de 1982, pp. 42-67. El artículo de José María Salcedo: "Así jugamos porque así somos" en El Diario de Marka, domingo 23 de junio de 1982. Pero especialmente los de José Deustua C: "El fútbol y las clases populares (I). De la Inglaterra Victoriana al Perú de Leguía" en El Diario de Marka, domingo 23 de agosto de

1981, p. 11; "El fútbol y las clases populares (II). Selección nacio nal o club de barrio" en El Diario de Marka, domingo 6 de setiem

bre de 1981, p. 11; y "La incorporación nacional del fútbol" en La Revista de arte, ciencia y sociedad. No. 7, Lima, marzo 1982, pp. 42-44. (2)

122

Respecto a la problemática del control social (social control) pue de verse Steve Stein: Populism in Perú. The emergence of the masses and the politics of social control. Wisconsin University Press, 1981.

de un estudio sobre los orígenes sociales del fútbol en el caso espe cial de Lima a comienzos del siglo XX, el que nos puede ofrecer una perspectiva histórica como para orientar esta polémica que to davía sigue girando en torno a la situación presente. ALGUNAS CONSIDERACIONES PRELIMINARES

Las ciencias históricas y antropológicas han constatado que, a través de la historia humana y en diversas culturas del mun do, los grupos humanos han dedicado cierta porción de su tiempo y energía a una serie de actividades desligadas de las netamente productivas, por ejemplo a las artes creativas o la religión. El de porte se ubica dentro de éstas; constituiría, según la afirmación

clásica y algo esquemática de Louis Althusser o Marta Harnecker, una actividad "super-estructural" (3). Es decir, si lo definiéramos

de una manera más rigurosa, se encuentra al margen de la jornada de trabajo en sí, pero no escapa a la sociedad en general. En cierto sentido contribuye a reproducir el sistema de producción y las relaciones de producción, aunque también expresa los antagonis mos y las contradicciones de ese mismo sistema y de esas mismas relaciones.

La manera en que el fútbol, como elemento superestructural, contribuía a reproducir la sociedad peruana o limeña a co mienzos del siglo XX, pero al mismo tiempo expresaba sus anta gonismos y contradicciones, es justamente lo que nos proponemos explorar en este estudio. Varios teóricos han sostenido que la exis tencia de una clase social definida por sus condiciones objetivas es una condición necesaria pero no suficiente para la constitución de una clase "para sí"; es decir, una clase con la capacidad de percibir sus intereses y actuar para promover o defender esos mismos inte

reses. Los obreros de las fábricas de Lima y Vitarte en 1920 no sólo limitaban sus preocupaciones a su jornada del trabajo —sobre todo en las fábricas textiles de Santa Catalina y Vitarte Cotton Mili— sino también a las actividades que realizaban más allá de la (3)

Louis Althusser: Ideología y Aparatos Ideológicos de Estado. Edito rial Nueva Visión. Buenos Aires, 1974. Martha Harnecker: Los con ceptos elementales del materialismo histórico. Editorial Arnier

Hnos. París, 1968. Como una crítica de este tipo de concepciones puede verse el trabajo de Guillermo Rochabrún: "El Capital". Crí tica de la autonomía relativa. Pontificia Universidad Católica. Pro

grama Académico de Ciencias Sociales. Lima, 1976 (mimeo). 123

jornada laboral: el sindicalismo, el teatro, la ópera, el fútbol (4). Si el fútbol que jugaban los obreros textiles tenía el efecto de legiti mar, de alguna manera, su subordinación a los dueños o autorida des de las fábricas, de integrarlos al régimen jerárquico que existía en la fabrica y en la sociedad, o a crear divisiones entre los mis mos obreros e inculcarles un espíritu de competencia entre sí,

entonces se podrá concluir que, efectivamente, el fútbol contri buía a la subordinación de los obreros y a reproducir así el sistema de producción. Pero, en cambio, si el fútbol servía para hacer más sólidos los lazos sociales o psicológicos que unían a los trabajado res, para promover la idea entre ellos que, como grupo unificado, podían ejercer cierta fuerza frente al régimen de los dueños de la fábrica y así, de cuestionar la autoridad de sus opresores, esos serían ejemplos de la manera cómo el fútbol, aunque producto de una sociedad capitalista, era de una naturaleza contradictoria, pudiendo llegar a ser un elemento que contribuyera a amenazar la estructura de esa misma sociedad.

Vale desarrollar de una manera más concreta estas dos po sibilidades históricas del fútbol. Pero antes, hemos de esclarecer

por qué se ha escogido al fútbol para explorar la polémica que he mos mencionado, y no otro elemento de la cultura popular de

igual o mayor importancia. Paradójicamente el fútbol limeño a comienzos del siglo XX mostraba no sólo cómo eran las relacio nes sociales, en términos de la existencia de conflictos de clase,

de grupos étnicos, de explotación económica, sino también cómo no eran. Pensamos que el fútbol era una especie de espejo que re

flejaba las relaciones sociales materiales, pero que también las in vertía en algunos momentos. En la cancha de fútbol existía cier ta democracia que faltaba en la sociedad peruana de entonces, permitiendo que en algunos momentos los explotados derroten a los explotadores, los pobres a los ricos, los negros a los blancos. Obviamente estas inversiones se quedaban en el nivel simbólico, en el sentido de que después de terminado el partido, la vida regre saba a su cauce normal, volviendo los explotados a su condición

(4)

124

César Lévano: "La revolución cultural de los obreros peruanos" en la revista Marka No. 105. Un ejemplo recreativo en donde se combina ban el deporte, el arte y la política era la fiesta de la planta que anualmente se celebraba en Vitarte. Una descripción de la misma se encuentra en "La fiesta de la planta". Revista Amauta, doctrina, lite ratura, arte, polémica. No. 6. Lima, febrero de 1927, pp. 33-36.

social, el obrero a la fábrica, el negro a su misma situación de mar ginado en una sociedad que despreciaba a los miembros de su raza. Insistimos en que la palabra "simbólico", como lo usamos

aquí, no es sinónimo de inútil, ni de ilusorio. Es probable que la inversión simbólica de las relaciones sociales que a veces ocurría en

el campo de fútbol hubiese hecho sentir al marginado y al explota do (pobre o negro) más satisfecho con su status social y, por lo tanto, menos preparado para cuestionar el orden social. Pero tam bién es posible que el fútbol como expresión popular uniera a los oprimidos, los hiciera más solidarios y, por lo tanto, capaces de intentar, en un segundo momento, actitudes más descaradamente políticas. La cancha de fútbol era un lugar de encuentro de miem bros de las clases populares con distinta procedencia y tradición. En este sentido el fútbol podría contribuir a unificarlos y a forjar

una sola cultura popular. Sin embargo, también la cancha de fút bol era un lugar de encuentro con miembros de las clases dominan tes, ya sea en un sentido de rivalidad y enfrentamiento, como tam bién de afinidad y paternalismo.

Por otro lado, el drama que se desarrollaba dentro de la cancha de fútbol a veces servía para esclarecer conflictos que en

otros medios —el lugar de trabajo, el barrio— no se podían expre sar tan claramente. De ahí la posibilidad de que el fútbol sirviese

para fomentar una conciencia de clase o de etnicidad. Los partídos que se jugaban entre el club Alianza Lima y la Universidad en la década de 1920, por ejemplo, representaban tanto para los ju

gadores como para el público, un conflicto clasista y racial. Con flictos que en otros medios, y en la ideología dominante, se escon dían debajo de la superficie (5). Estas son algunas de las razones por las que hemos escogi do al fútbol, y no a otro elemento de la cultura popular o de la

"superestructura", para ser analizado en este artículo. Insistimos, de nuevo en que los niveles de lo económico-social e ideológicopolítico constituyen dos ámbitos de la realidad relacionados aun que diversos. Reconocemos que es la base económica la que permi te la reproducción de la vida material y espiritual, y en este senti do, tiene una importancia primordial. Pero dentro de la ideología

(5)

Una descripción de un encuentro de fútbol entre el Alianza y la U a mitad de camino entre la realidad y la ficción, aunque muy ilustra

tivo puede verse en Guillermo Thorndike: "Manguera". El revés de morir. Mosca Azul Editores. Lima, 1978, pp. 103-112. 125

y cultura —producto y agente de la estructura económica— muchas veces existe espacio y mayor nitidez para la expresión de las con tradicciones del sistema de producción. No hay fórmula universal que determine si la cultura o la ideología reproducen (por un lado) o intentan destrozar (por otro) el sistema de producción y las rela ciones sociales de las que depende ese sistema. Hay que recorrer la historia específica de esos elementos de la "superestructura" para entender su posición —pasiva o desafiante— con relación a la base económica y a las relaciones de producción. Repitamos entonces la pregunta inicial, ¿era el fútbol una forma de control social o una expresión popular? Valdría hacer aquí unas precisiones más sobre lo que entendemos por control social y expresión popular. El fútbol habría constituido un elemento de control social

en la medida en que su práctica facilitara a las clases dominantes y

al Estado canalizar la energía popular hacia actividades fútiles co mo el deporte, que no representaban ninguna amenaza para el sis tema imperante y los intereses prevalecientes, de manera que esta energía no se orientase hacia preocupaciones políticas o el movi miento laboral y sindical. Pero no sólo en este sentido se expresa el control social. También el fútbol podría haber ayudado a crear di visiones entre las clases populares, generando rivalidades y enemis tades, estimulando la beligerancia entre sus miembros o fomentan do el espíritu de competencia, de forma tal que trasladando esa in tención a la actividad laboral se traduzca en una elevación de la

productividad (6).

En cambio, el fútbol habría sido una expresión popular en la medida en que las clases populares lo realizaran espontáneamen te, sirviéndoles como un medio de relacionarse entre sí sin inter mediaciones. Si generase una emoción colectiva o grupal, el fútbol podría haberles servido como un instrumento de expresión de sus afinidades, de su solidaridad y, a su vez, de las rivalidades con los

(6)

"En todos los sectores de la vida social y cultural se impone la com

petición entre los grupos y los individuos, con sus efectos inevita bles: mito del éxito, agresividad y conflicto, egoísmo y narcisismo. La dominación estructural de la propiedad privada, fundamento de esta competición, reduce la actividad humana a no ser más que una búsqueda de la ganancia, una acumulación de ventajas y beneficios de todo tipo... Este es el fundamento general, y el deporte no es más

que la perversión sistemática del instinto agonal y lúdico a través de la competición". Jean Marie Brohm: "Sociología política del depor te" en Deporte, Cultura y represión, p. 20. 126

grupos dominantes. Sería, en este caso, un vehículo de encuentro, de reconocimiento mutuo, sobre todo mientras no estuviera insti

tucionalizado, ni regimentado por mecanismos ajenos —y contra rios— a los que las clases populares utilizan como formas de organi zación y recreo. Pero siempre será necesario tomar en cuenta la pregunta de si puede existir la autonomía cultural y recreativa de las clases populares y sus formas de expresión independientemente de las propias de las clases dominantes o de la sociedad en general que las engloba. Una polémica similar se generó en torno a la exis tencia o no de una literatura proletaria dentro de la sociedad capi talista (7).

Así pues, recapitulando, pensamos que las relaciones de trabajo sustentan la sociedad peruana de comienzos del presente si glo, pero reconocemos que lo ideológico-cultural no sólo forma

parte constitutiva del Perú de entonces sino que sus funciones son también sumamente importantes. Argumentamos, finalmente, que un análisis de una institución cultural o "superestructural", como el fútbol en este caso, puede iluminar aspectos sustanciales de las relaciones sociales de la sociedad peruana.

ENTRE EL OFFSIDE Y EL CHIMPUN: LOS CLUBES, EL FÚTBOL Y EL ALIANZA LIMA

Hacia 1900 la página deportiva de los diarios y revistas de

Lima se encontraban repletas de noticias sobre espectáculos depor tivos como el tiro- al blanco, la corrida de toros, el ciclismo, la ca rrera de caballos y las regatas (8). Juegos recreativos acordes con el

tipo de sociedad en que se sucedían. No lo decimos solamente por que espectáculos como la corrida de toros referían a la tradición

(7)

Cfr. por ejemplo la encuesta realizada por Monde, la revista de Henri Barbusse en 1928, reproducida en Amauta No. 18, Lima, octubre de 1928, pp. 1-8: "¿Existe una literatura proletaria?". Sobre el tema

pueden verse también los Escritos sobre literatura de Carlos Marx y Federico Engels. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1971. O el trabajo algo weberiano de Georg Lukács: "Consciencia de clase" en Historia y consciencia de clase. Editorial Grijalbo. Barcelo na, 1978. Puede ser útil también los escritos de Antonio Gramsci so

bre la cultura popular y nacional de las clases subalternas.

(8)

Pueden verse, por ejemplo, El Comercio de Lima de 1900 y la revista Variedades de 1911. 127

hispánica del país, o el "turf" a ambientes aristocráticos emulado res del hipódromo de Ascot en Inglaterra; sino también porque para practicarse se demandaban una serie de elementos de los que ciertamente carecía la mayor parte del pueblo de Lima. Era poco

probable que un residente del Rímac o de Barrios Altos poseyera un velocípedo, fuera socio del club Regatas de Chorrillos o dispu siera de un mauser.

Es ilustrativa, por ejemplo, la noticia que en enero de 1900 se daba sobre la creación de un nuevo recreo: "Se ha formado en

esta capital una sociedad para dedicarse a un sport nuevo entre no sotros, por iniciativa de los señores Egidio Sassone, Santiago Poppe

y Manuel Llaguno. Se trata de la posesión de un vasto campo de cacería que comprende la laguna de Villa y charcos de Conchan, abrazando cerca de una legua cuadrada, que ha sido escriturada a

esa sociedad para formar en él una "Reserva". Laudable es fomen

tar en la juventud distracciones de este género, que contribuyen a separarla de entretenimientos perniciosos para la salud y la moral. Comprendiéndolo así el señor Francisco García Calderón ha cedi do por escritura pública la exclusiva de las lagunas de Villa a la nueva sociedad de sport" (9). Como se ve, se trataba de un verda dero coto privado de caza. En consecuencia tanto el tipo de deporte, como las institu

ciones en donde se practicaban, eran de élite, de la misma forma en que lo era la sociedad en su conjunto. Deportes de élites, clubes de élites, expresiones propias de la sociedad oligárquica limeña de entonces. Veamos por ejemplo, quiénes conformaban la directiva del club Regatas de Chorrillos a comienzos de siglo: Presidente: J.V. Oyague y Soyer Vice-presidente: F. Pérez de Velasco Secretario: J.V. Oyague y Noel Tesorero: Carlos F. Basadre

Inspectores: Francisco Tudela Várela Francisco Dammert Othon Gastañeta

Comisión Revisora de Cuentas: Pedro Larrañaga Miguel Pardo (10)

(9) (10) 128

El Comercio de Lima, jueves 25 "de enero de 1900. El Comercio de Lima, lunes 1 5 de enero de 1900.

O la del club Lima de Tiro al Blanco: Presidente: Pedro de Osma

Vice-presidente: Manuel Morales Secretario: Ernesto Araujo Alvarez

Tesorero: Manuel Zevaílos Velásquez Vocales: Coronel Arístides Mejía Coronel Joaquín Durand Max Lecaros

Salvador Mariátegui Abraham Polo (11)

No sólo se trataba de gente que disponía de mucho poder

económico, propietarios de empresas, haciendas, minas o diarios,

o con influencias sociales y políticas, sino que hasta los clubes asu mían esas formas familiares, ciánicas, que suponían el control lamiliar cerrado, de la vida de esas instituciones. Ajenos y segregan

do a las masas populares, con quienes no debían, ni querían, mez clarse. De ahí esa característica típicamente oligárquica. Puede re sultar ilustrativo de lo que venimos diciendo, la siguiente nota de invitación a una competencia deportiva:

"El Comité ha resuelto que la entrada para las regatas del

domingo sea por invitaciones que se distribuirán por los socios del club. Los socios que deseen tarjetas de invita

ción para sus familiares podrán pedirlas en la Secretaría del club..." (12).

No se permitía la libre asistencia popular a una competen

cia deportiva, ni siquiera se implementaba la "democracia del dine ro" (la igualdad de la mercancía), es decir, cobrar por la asistencia al evento; sino que estamos frente a un espectáculo cuyo disfrute

solo podía lograrse mediante invitación personal. El "summun" de este tipo de relaciones y de un club que ya trascendía lo deportivo,

convirtiéndose en símbolo de este comportamiento oligárquico, fue el Club Nacional (13).

(11) (12) (13)

El Comercio de Lima, martes 6 defebrero de 1900. El Comercio de Lima, jueves 8 de febrero de 1900. Sobre la oligarquía y el comportamiento oligárquico puede verse Ho-

rricaud Favre, Bravo Bresani, Piel: La Oligarquía en el Perú. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1969. Sinesio López: "El estudio oli gárquico un ensayo de interpretación" en Estudios Sociales CentroAmericanos. Costa Rica, mayo-agosto, 1978. Manuel Burga y Alber to Flores Galindo: Apogeo y crisis de la república aristocrática^ Edi ciones Rikchay Perú, Lima, 1980 en especial pp. 95-103. Henry 129

Un periodista que comentó el suceso deportivo antes men cionado, hizo la siguiente anotación sobre el público asistente: "Ante una concurrencia escasa, pero selecta, y con marcado entu

siasmo efectuóse ayer en la bahía de Chorrillos las regatas..." (14) Es cierto que otros entretenimientos deportivos tenían dis tinto cariz, como en la fiesta brava, donde asistía numeroso públi co, encontrándose en él miembros de sectores populares. En este caso regía el criterio de la capacidad económica, lo que también daba lugar a la segregación y el elitismo, concentrándose los secto res oligarguicos en los palcos de sombra mientras que Sol era hasta cierto punto "reservado" para la gente del pueblo. Hemos encon trado una tarifa del valor de las entradas para la corrida de toros:

Tipo de asiento Cuartos de sombra sin entrada

Galería sin entrada Cuartos de sol sin entrada

Arcos para vivanderas Ochavo de primera banca con entrada Ochavos de segunda a séptima banca con entrada

Entrada a galería o cuarto Entrada al paraíso Sillas de galería de sol Media entrada

Precio 8 soles 6 soles 4 soles 2 soles 1..50 soles

1 sol 1 sol 50 centavos

30 centavos de 50 a 30 centavos

(15)

El límite entre el sector popular y el privilegiado cierta mente lo marcaban los 2 soles que pagaban las vivanderas para po der ofertar sus productos en pleno espectáculo. Pero en todo caso este ejemplo nos refiere al consumo del evento, no a su producción donde las masas populares estaban definidamente marginadas de

estos juegos oligárquicos. De todas maneras es interesante destacar que los toros, a diferencia de las regatas por ejemplo, estaban organizados como un espectáculo comercial, un negocio. De ahí la importancia de co brar la entrada. Mientras que las otras constituían reuniones socia-

(14) (15) 130

Pease García; El ocaso del poder oligárquico. Deseo, Lima, 1977, en especial pp. 15-21 y 217-227. Dennis Gilbert: La oligarquía peruana, historia de tres familias. Editorial Horizonte, Lima, 1982. Lima ilustrado, lunes 9 de abril de 1900. El subrayado es nuestro. El Comercio de Lima, 23 de marzo de 1900. Un buen salario para la

les o familiares (16). Pero con el siglo se comenzaban a notar una serie de cam

bios sociales y económicos de notables repercusiones, producto del impulso capitalista que se venía dando en el país desde finales de la centuria pasada (17). Para la Lima de 1900 era notorio el desa rrollo industrial y mercantil que se venía generando, el surgimiento

de fábricas y locales comerciales, edificios y céntricas avenidas, la urbanización que esto suponía. Y dentro de los sectores populares, pese a la sobrevivencia de viejos grupos artesanáles, se notaba el surgimiento y crecimiento de un proletariado urbano-industrial, de nuevos sectores populares no obreros, de sectores medios —en e-

pecial empleados y estudiantes— y de nuevos lugares de asiento fa bril y popular (Vitarte, La Victoria). Estas crecientes masas popu lares, que contribuían al grueso de la población limeña, no sólo iban a buscar activamente su derecho a mejores condiciones de vi da y trabajo, sino también buscaban participar en las actividades recreativas y los clubes.

La irrupción de las masas populares en la vida limeña se época era aproximadamente de 1 sol, cfr por ejemplo Shane Hunt: "Evolución de los salarios reales en el Perú, 1900-1940" en la revista

Economía. Lima, vol. III, No. 5, junio 1980. Cabría agregar que la entrada al Jockey Club de Lima costaba 3 soles.

(16)

Para la regata del primero de abril de 1900, por ejemplo, el Concejo Provincial de Lima donó la copa en disputa; se formó una Asamblea Patriótica para, con el espectáculo, "acrecentar los fondos del monu mento a Bolognesi"; participó la Banda del Regimiento de Artillería y concursaron señoritos deportistas como Luis Miró Quesada, M. Or-

tiz de Zevallos, V. Oyague y J. Althaus. Cfr. El Comercio de Lima, jueves 5 de abril, sábado 7 de abril y lunes 9 de abril de 1900.

(17)

Cfr. Rosemary Thorp y Geoffrey Bertram: Perú 1890-1977, growth and policy in an open economy. Columbia University Press, New York, 1978, en especial pp. 21-144. Heraclio Bonilla: "La emergen cia del control norteamericano sobre la economía peruana, 18501930" en Un siglo a la deriva, ensayos sobre el Perú, Bolivia y la gue rra. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1980, pp. 71-105. Manuel Burga y Alberto Flores Galindo, pp. cit. Ernesto Yepes: "Los inicios de la expansión mercantil capitalista en el Perú (1890-1930)" en His toria del Perú, tomo VII, Juan Mejía Baca editores, Lima. Para el caso de Lima y las clases populares puede verse Steve Stein: Populism and mass politics in Perú, the political behavior of the Lima

working class in 1931 election. Stanford University, Thesis Ph. D., 1973. Denis Sulmont: El movimiento obrero en el Perú, 1900-1956. Fondo editorial de la Universidad Católica, Lima, 1975. Piedad Pare ja: Anarquismo y sindicalismo en el Perú. Ediciones Rikchay Perú Lima, 1978. 131

manifestó en la lucha social con los paros de 1913 y 1919, en la actividad política con el respaldo de la candidatura de Guillermo Billinghurst en 1912, y en el deporte y los juegos recreativos con la creciente importancia del fútbol, también desde la década de 1910. Tanto en el deporte como en la vida política y económica de la ciudad, la misma presencia de las masas populares dictaba su integración. Pero antes de eso, en su primer momento, el fútbol asumió las formas de los otros juegos de élite. Todos los deportes que sur gieron a fines del siglo XIX fueron el reflejo, hasta cierto punto una imitación consciente, de las modas europeas. Y eso no es ex traño en una época en que el Perú, y particularmente Lima, se in tegraba más que nunca al mundo capitalista, tanto en lo cultural como en lo económico. Igual que muchas otras nuevas importacio

nes, el fútbol llegó al Perú en la década de 1880 a bordo de un bar co inglés. La raíz inglesa aparecía inmediatamente cuando se escu chaba, cualquier referencia al deporte. Por ejemplo, el primer parti

do que fue anunciado en los diarios se jugó en 1892 y llevó el nombre de Football: "El Domingo 7 de Agosto se verificará un de safío de Football entre limeños y chalacos en Santa Sofía, Lima, organizado por los señores Larrañaga y Fonkes, principiando a las 3 de la tarde" (18). Y hasta la actualidad se habla de off-side, cór ner, half, forward, wing. Esos eran los frecuentes vocablos que uti

lizaron los deportistas de la época; representan una clara expresión de la dependencia cultural en el terreno deportivo. Algunos años después de ese "primer partido" se formaron dos clubes. selectos en donde se practicaba el fútbol: el Lima Cricket and Football Club, compuesto casi exclusivamente por ex tranjeros; y el Unión Cricket, donde se mezclaban foráneos con se ñoritos de la capital (19). De ahí que ambos clubes combinaran el juego del fútbol con otro tipo de deportes como el cricket, el polo, las regatas o la esgrima, de caracteres también excluyentes. Fue el caso también del Ciclista Lima a comienzos de siglo, que combina ba la práctica del fútbol con el ciclismo. No es por esto extraña la idea de "un conocido sport-man" de crear una sociedad "sportiva" confederada "que tendrá por su objeto reunir todos los practica-

(18) (19)

El Callao. Callao, 3 de agosto de 1892. Jorge Basadre op. cit., tomo XVI, pp. 214-216 y José Deustua c art. cit. 1981a.

132

dos en esta capital: foot-ball, lawn tennis, cricket, esgrima, carrera de caballos, id. al tiro al blanco, bicicleta, etc.... de tal modo que los socios que pertenezcan a esta gran asociación, podrán mediante una cuota moderada, practicar todos estos ejercicios" (20). En los últimos años del siglo XIX se comenzaron a jugar

partidos entre grupos, no siempre tan institucionalizados como el Lima Cricket o Unión Cricket, provenientes de Lima, el Callao, Chorrillos y Barranco. Hubo un lento crecimiento en asistencia a los partidos jugados en campos abiertos, sin tribunas o asientos de

ninguna clase. Comenzaron a salir equipos favoritos entre el públi co, todavía un público casi enteramente de origen oligárquico. En 1897 se cobró entrada por primera vez para un partido de fútbol y con el comienzo del nuevo siglo algunas personas empezaron oca

sionalmente a "ir al fútbol", como también iban a las carreras de caballos o a los toros.

Era propio de esta euforia por los nuevos juegos que sur

gieran en Lima una serie de "sport-man", sobre todo dentro de la juventud de la nueva oligarquía. Fue el caso de las directivas del Unión Cricket que en 1897 se componía de personas tan "distin guidas" como Pedro de Osma, Carlos Gildemeister, J. Garland, Miguel Grau, Luis Alayza y Rafael Benavides. Fue el caso también de Telmo Carbajo en el Callao, del promotor de la Sociedad Spor tiva Confederada, antes mencionada, y más tarde de Plácido Galindo en la Universidad, de Fernando Ortiz de Zevallos Vidaurre, de Alberto Benavides Canseco, de Luis Miró Quesada, todos ellos entre 20 y 25 años de edad. (21) En otras palabras, el fútbol cuando ingresaba en la socie dad peruana repetía los mismos moldes oligárquicos de los otros juegos recreativos de entonces. Pero con los profundos cambios que comenzaban a ocurrir en el contexto social de Lima, otro iba a ser el papel que cumpliría. El carácter de juego colectivo, en equipo, en una sociedad que se colectiviza y se masifíca, fruto del desarrollo capitalista, posibilitó que fueran otras personas las que

empezaran a practicar el fútbol, personas que provenían de otros estratos sociales.

(20) (21)

El Comercio de Lima, miércoles 9 de mayo de 1900. Un ejemplo muy hermoso, aunque extremo, de este tipo de persona je para la época, es Teddy Crownchield Soto Menor, el protagonista de la novela Duque de José Diez Canseco, escrita en 1928 y 1929. Hemos consultado la tercera edición. Ediciones Peisa. Lima, 1973. 133

Al parecer los primeros equipos populares de fútbol sur gieron en el puerto, en el Callao, justamente por donde espacialmente lo introdujeron los inmigrantes ingleses, ya que muchos ma rineros enseñaron a los porteños este alegre deporte. Un poco des

pués se veía, de vez en cuando, un partido espontáneo jugado en tre los aristocráticos jugadores de Lima Cricket y algunos trabaja dores que habían estado observando con curiosidad los entrena mientos.

Rápidamente estos encuentros informales entre marinos in gleses por un lado y estibadores y pescadores por otro, en el puer to, o entre jugadores del Lima Cricket y obreros limeños en la ca

pital, dieron el estímulo para una mayor participación popular en el fútbol. También los mismos clubes oligárquicos patrocinaban la formación de conjuntos de jugadores de los sectores populares pa ra tener contra quien competir y demostrar su superioridad depor tiva. Estos clubes animaban a los jugadores populares pagándoles pequeñas propinas por cada partido. Por lo demás, con mucha ma yor frecuencia, los mismos participantes de las clases populares co menzaron a formar sus propios clubes.

Fue en febrero de 1901 que se formó el primero de ellos, el "Club Sport Alianza" que después sería el legendario Alianza Lima. Un año más tarde se fundó el más encarnizado rival del

Alianza en las primeras décadas del fútbol peruano: el Club Atlético Chalaco. Ya por 1910 habían aparecido una serie de clubes de clara procedencia popular. Entre ellos estaban además del Sport Alianza y Atlético Chalaco: Unión Buenos Aires Callao, Sport José Gálvez, Sport Tarapacá, Miraflores Sporting Club, Club Atlético

Grau, Sport Inca, Sport Jorge Chávez, Club Atlético de Lima, Sport Vitarte, Sport Progreso y Sport Tabaco (luego Sponting Cris tal) (22).

Estos clubes, que reunían a jugadores de los estratos más pobres de la sociedad, se formaron bajo diversas circunstancias. Al

gunos respondían a la dinámica de determinados barrios populares con los que se identificaban, como fue el caso del Unión Buenos Aires Callao, con el barrio popular de Buenos Aires en el Callao o del Sport Alianza con La Victoria. Los clubes de barrio general mente tuvieron una formación enteramente espontánea. El Alian-

(22)

El Comercio de Lima en el año 1900; revista Variedades Nos. 174-

192, julio-noviembre 1911; Jorge Basadre op. cit. tomo XVI, pp. 216-221.

134

za, por ejemplo, originalmente estaba compuesto por los trabaja dores del stud de caballos de carrera "Alianza", perteneciente al

futuro Presidente del Perú, Augusto B. Leguía. Estos solían jugar en la calle frente al stud después del trabajo. Según un cronista, un buen día alguien dio la idea de fundar un club de fútbol al igual

que los "gringos" del Lima Cricket y los "blancos" del Unión Cricket (23). Al principio, el club se reunía en plena calle, termi nando pronto en el cuarto interior de un callejón que era la casa de uno de sus fundadores.

Don Pedro Frías, un observador incisivo que vivía las pri meras décadas del fútbol peruano, nos cuenta de la creciente im portancia para las masas populares de los clubes de barrio: "Cada barrio tenía su club, pero los clubes, pues, sin regla mento, y su interés de ellos era jugar. Ud. veía desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche, fútbol. Me salían más equipos. Toditos, distintas clases de equipos con sus uniformes. Muchachos que jugaban por deporte, no? No había ningún interés de nada, jugaban por deporte. Cuan do ganaba el Alianza, ganaba La Victoria" (24). Cuando se formaron estos primeros equipos de barrio, Li ma era más que una ciudad integrada, una serie de barrios algo au tónomos. Uno era primero bajopontino o Victoriano y después Limeño. Y muchas veces los representantes más visibles del barrio. Como dijo un viejo hincha del Alianza: "La mayoría de La Victo ria han sido aliancistas. La mayoría. Toditos han sido aliancistas. Raros son los que no han sido aliancistas" (25). La victoria de un club en un partido llegó muy pronto a significar la victoria de todo un barrio sobre otro.

Pero desde los primeros años del siglo hasta la época ac tual, las clases populares llegaron al fútbol en formas aún más es pontáneas que a través de clubes formales. Saliendo del colegio, o simplemente paseando por el barrio, no faltaban partidos entre

muchachos. La experiencia de la mayoría debe de haber sido pare cida a la de Antonio Maquilen, el que llegaría a ser el primer capi tán de una selección peruana en la Copa Mundial de Montevideo

en 1930: "Comencé a jugar en el colegio. Hasta la vaca me hacía para jugar al fútbol. Jugábamos en los potreros donde había que

(23) (24) (25)

César Miró, Los íntimos de la Victoria Lima, 1958, pp. 22-23. Pedro Frías. Entrevista, noviembre 10, 1981. Pedro Méndez. Entrevista, mayo 24, 1982. 135

recoger la piedra para hacer cancha" (26). Miguel "Quemado" Rostaing, el hombre orquesta del fútbol peruano entre 1918 y 1936 cuenta una historia parecida sobre su iniciación en el fútbol: "Jugábamos en el barrio, a veces cinco contra cinco. En una pam pa que siempre hay en diferentes sitios. En ese tiempo Lima era casi toda chacras. Jugábamos grupos de muchachos" (27). Se juga

ba por el puro goce recreativo y a veces, como cuenta Maquilón, "jugábamos once colas. Se llamaba cola o soda una botella que se hundía la bola y se tomaba. El que ganaba tomaba esas colas. El que no ganaba, veía pues" (28). Para los jóvenes de los sectores más pobres, que carecían mayormente de instituciones que orientaran su vida social, el fút bol llegó a tomar una importancia en la vida cotidiana mucho más allá de lo deportivo. El pequeño equipo de fútbol se volvió en mu chos casos en grupo de amigos íntimos que se veían tanto fuera como dentro de la cancha. Cuenta Maquilón que "los del equipo éramos muy unidos. íbamos al cine. Hacíamos palomilladas. A ju gar trompos, a jugar las bolas. Mis mejores amigos eran los que ju gaban conmigo " (29). O en las palabras de Rostaing: "siempre pa rábamos juntos. íbamos al cine, y como era muy oscura La Victo ria (en 1912-1914), así que íbamos de cuatro, cinco hasta el Omnia. Así que de La Victoria nos íbamos y penaban. ¿No ve que era muy oscuro? Sapos, culebras, de todo había. Hasta tales que a mi compadre Alberto Montellanos una noche lo persiguió la Viuda" (30).

En esos años, el fútbol de barrio se jugaba con escasos ele mentos materiales. Las canchas eran de tierra con arcos formados

con piedras. Se usaban las llamadas pelotas de trapo que eran con feccionadas de medias de mujer llenadas con trapo, lana y, a veces, una piedra para dar peso. Los que jugaban en equipos más estable cidos usaban pelotas de jebe y comenzaban a ponerse uniformes,

"un poco a la buena de Dios", según Pedro Frías (31). Estos, que eran en la mayoría de los casos solamente camisetas de un mismo color y corte, fueron comprados con las cuotas mensuales de los

(26) (27) (28) (29) (30) (31) 136

Antonio Maquilón. Entrevista, junio 19, 1982. Miguel Rostaing. Entrevista, abril 15, 1982. Antonio Maquilón. Entrevista, junio 19, 1982. Antonio Maquilón. Entrevista, junio 19, 1982. Miguel Rostaing. Entrevista, mayo 6, 1982. Pedro Frías. Entrevista, noviembre 13, 1981.

mismos jugadores o, en algunos casos, con el donativo de algún vecino más acomodado a quien se nombraba presidente del equipo (32).

Es importante notar que en estos anos, aun en los equipos

de mayor prestigio como el Alianza Lima o Atlético Chalaco, se

jugaba "por amor a la camiseta". Los jugadores no recibían suel

dos, pero, además del placer que sentían jugando, sí lograban cier tos'beneficios particulares. A algunos los atraía el entusiasmo y la veneración del público, sea grande o pequeño: "allí comenzaba una zumbadita -cuenta Miguel Rostaing- jugando ya se burlaba

del otro, cabreándolo. El público lo llamaba a uno" (33). Y, según otro jugador de la época, "cuando se hacía una buena jugada, lo

aplaudían hombres, mujeres. Le hacían barra, pues. Uno que hacía una jugada buena y le hacían barra, uno se sentía Dios, pues. Uno

se sentía, ya se sentía allí, que yo soy capazote" (34). Sobre todo para un trabajador que diariamente sufría derrotas en su vida, estas sensaciones cobraban una especial importancia.

Para muchos jugadores otra atracción importante del fút bol era, "la simpatía del barrio, del amigo y de la amiga. Entonces

esa era la satisfacción que tenía el futbolista: atraer a amigos, a

amigas, para bailar. Entonces venía la consideración, el respeto, la

estimación del amigo" (35). Muchas veces esta estimación se tradu

cía en invitaciones a tomar cervezas u otros tragos por los hinchas,

y después de los partidos, en jaranas. Como dijo Israel Bravo Ríos,

"no se terminaba un partido de fútbol si no había baile. Lo más

importante para nosotros era que después del partido nos reunía

mos en el local. Entonces venían chicas, se formaba la música, la

jarana. Y uno era como un héroe, gozaba de gran simpatía con las

chicas. Claro, no todo era por asuntos maliciosos, no todo era por

pretensiones de saciarse, pero sin embargo, gozábamos de una gran simpatía, más claro, reinaba el respeto, la estimación. Claro que había intenciones; eso lo lleva uno en la naturaleza". (36)

(32)

Miguel Rostaing (Entrevista, mayo 6, 1982) dice que cuando el juga ba en su primer equipo de "segunda", el Huáscar, entre 1914 y 1918 pagaba 50 centavos por mes de cuota, mientras Israel Bravo Ríos '(Entrevista, junio 20, 1982), jugador de Sporting Tabaco a par

tir de 1930, dice que abonaba 20 centavos por semana en los anos

(33) (34) (35) (36)

veinte cuando jugaba en las "divisiones menores".

Miguel Rostaing. Entrevista, junio 17, 1982. Francisco Real. Entrevista, abril 28, 1982. Israel Bravo Ríos. Entrevista, junio 3, 1982. Ibid.

137

Además, con creciente frecuencia se recibían recompensas

más tangibles. Se organizaban torneos en que se jugaba por diplo mas o medallas, o a veces por copas. Los mismos jugadores junto con los socios o presidentes de clubes contribuían para la compra de estos premios. Para muchos futbolistas, ganar un diploma o una medalla de oro, aunque fuera en realidad hecha de cobre, fue un acontecimiento de importancia. Es remarcable la observación de

un jugador de la trayectoria tan impresionante como la de Miguel Rostaing. Preguntado sobre lo más positivo de su carrera de futbo lista, respondió: "para mí, las medallas de oro, los diplomas, esos son los recuerdos más gratos. Pero ahora cuesta muy caro ponerlos en un cuadro. Y esas medallas en tiempo malo se han tenido que empeñar" (37).

Este mundo futbolístico, creación de los mismos jugadores de las clases populares, fue para ellos un mundo amateur. Aunque no ingrese el fútbol peruano en el profesionalismo hasta mucho después de los años treinta, los comienzos de este fenómeno se pueden ver muy tempranamente en la evolución de este deporte por lo menos a nivel popular. Porque el origen de los clubes popu lares no tuvo siempre una iniciativa popular. En algunos casos fue ron miembros de las clases dominantes los que contribuyeron a formarlos o apadrinaron su fundación. El ejemplo más claro de es to, y un primer paso hacia el profesionalismo fue la creación de

equipos de fútbol por las principales fábricas textiles de Lima y Vi tarte. Parece que la idea surgió cuando los gerentes veían que algu nos de sus operarios jugaban al salir del trabajo en los descampados al lado de las fábricas. Primero se formaban equipos de las diferen tes secciones de las fábricas y los gerentes regalaban un sol al gana dor. Poco después nacieron los elencos que representaban a estas

fábricas: Sport Inca, de la Inca Cotton Mili; Sport Progreso, de la Fábrica del Progreso; Sport Vitarte, de la Fábrica de Tejidos Vitar te; y José Gálvez, de la Fábrica de La Victoria. Pedro Frías cuenta de la fundación de este último equipo: "el José Gálvez se formó el

2 de mayo de 1907. Lo formaron por medio de los trabajadores de la Fábrica de Tejidos de La Victoria. El que presidía allí era el Sr. Ricardo Tizón y Bueno. La Fábrica donó uniformes, zapatos, do

nó todo. Les dio local gratis. No le cobraba alquiler. Y todo el que era jugador de ellos le daba trabajo en la Fábrica" (38). (37) (38) 138

Miguel Rostaing. Entrevista, mayo 13, 1982. Pedro Frías. Entrevista, noviembre 13, 1981.

Al reclutar a jugadores a través de la oferta de un trabajo relativamente privilegiado para las clases populares limeñas, las fá bricas textiles dieron los primeros pasos hacia el eventual profesio nalismo. El jugador se acercaba a la gerencia ya sea en forma direc ta o a través de un amigo de la fábrica. Según la descripción de un hombre que llegó así a jugar por el Sporting Tabaco: "decía el ge rente, 'Vamos a darle una oportunidad para verlo jugar'. Entonces

lo veían jugar. Les gustaba, y entonces le daban trabajo, aunque sea recogiendo, barriendo. El caso es que Ud. trabajaba en la fábri ca. Tenía un buen salario" (39). Y habían algunos beneficios adi cionales. Los jugadores salían temprano del trabajo para poder entrenar, sin perder el salario. A veces se les ayudaba con présta mos que no recibían los otros operarios. Esta práctica se dio mayormente, pero no solamente, en las

fábricas textiles. Además del equipo Sporting Tabaco, que fue creado por el Estanco de Tabaco, varias haciendas en los alrededo

res de Lima formaron sus propios elencos. Así relata un jugador de una hacienda: "Cuando yo trabajaba en la hacienda, yo jugaba pe lota también, entre la peonada de la hacienda. A don Enrique Par do, el hijo del propietario, le hicimos presidente. Nos regaló una copa y nos daba de comer. Fuimos los días domingo a otras ha ciendas. Jugábamos por gusto. A los hacendados los hacíamos ca pitanes, no para que jugaran, sino para que nos regalaran, pues. Eran los dueños. Nos regalaban un juego de chompas, zapatos, pe lotas. Nos aprovechábamos" (40). Como observa perspicazmente este jugador, los peones no

sólo apoyaban estos intentos porque facilitaban su participación en una actividad que les gustaba, sino también se podía interpretar como una forma de "oposición" a las clases dominantes. Por su

parte, éstos patrocinaban sus equipos por motivos que no eran pu ramente deportivos. Más bien realizaban esta acción con fines pro pios. Las contiendas de fútbol entre estos equipos fabriles creaban otras preocupaciones y llevaban a divisiones entre los miembros de

las clases populares. Según los sindicalistas de la época, estas inicia tivas tuvieron un impacto considerable sobre sus intentos de forjar la solidaridad obrera: "A la fábrica le convenía romper por medio del deporte al sindicalismo. Jalaban a la gente. Hacían campeona tos entre las fábricas y ya ese sindicalismo de lucha iba un poco (39) (40)

Israel Bravo Ríos. Entrevista, junio 3, 1982. Pedro Méndez. Entrevista, mayo 24, 1982. 130

muriendo. Porque el que menos, dentro de la fábrica, se dedicaba al deporte, a difundir deporte. Fue una táctica de los industriales

para desunir a la organización. Allí comenzó a venir las rivalidades y había trompeaderas entre los clubes. En Vitarte, cuando jugó Vitarte con La Victoria, hubo trompeadera" (41). Trabajadores que habían llegado a pelear entre sí en la cancha de fútbol, encon traban que era difícil unirse más tarde para las reivindicaciones so ciales.

El fútbol popular ocasionaba el mismo tipo de rivalidades en las contiendas entre los equipos de barrio. Independiente de cualquier influencia patronal, con frecuencia estos partidos termi naban en batallas campales entre jugadores e hinchas que se identi ficaban con los diferentes barrios de la ciudad. Este elemento de

conflicto dentro de las clases populares surgía tanto en el fútbol "espontáneo" como en el más "institucionalizado". En ambos ca

sos dificultaba la emergencia de lazos de solidaridad, hasta cierto punto de una conciencia de clase, para las masas urbanas.

Volviendo al caso específico de los clubes de fábrica, el establecimiento de éstos también respondía a una dinámica patro nal que buscaba forjar lazos de lealtad entre los trabajadores —no sólo entre los jugadores, sino entre todos los trabajadores— y la ge rencia de la fábrica. Al apadrinar los equipos, comprar la indu mentaria deportiva, proveerlos de locales y, a veces, costear las ja ranas, los presidentes de los clubes, como Ricardo Tizón y Bueno, gerente de la Fábrica de La Victoria, o el famoso Mr. Smith, geren te de la Fábrica de Vitarte, creaban fuertes clientelas entre sus pro pios obreros. El relato de un jugador del Sporting Tabaco demues tra la fuerte infusión de paternalismo que encerraban estas inicia tivas :

"Llegaba (a las jaranas después de los partidos) el presiden te de la institución que era Don Juan Carbone, que era muy animoso. Partidos ganados o perdidos o de empate, siempre él llegaba y hacía un aporte para ver cómo nos

comportábamos, si había rivalidades entre nosotros. Llega ba un rato, estaba allí, veía y agarraba su auto y decía: 'Sigan divirtiéndose. Aquí tienen una donación para su cervecita. No se vayan a pasar mañana a las siete de la mañana; a su trabajo.' Esa era su palabra de él. Entonces nosotros, agradecidos, seguíamos. Y el estado físico en ese tiempo (41) 140

Pedro Frías. Entrevista, noviembre 13, 1981.

era tan poderoso que llegaban las seis de la mañana, nos amanecíamos, y a las siete estábamos en la fábrica. El no

participaba en la jarana. El miraba a ver si no había ene mistad, dificultades, problemas. Era como un padre. Efec

tivamente. Y todos cumplían, porque lo estimábamos tan to a él, como él a nosotros" (42). Un jugador de otro club interpretaba esos gestos de su "patrón" de una manera distinta: "Es que esa gente es inteligente. Entonces uno lo cuida, pues, al señor. Si Ud. tiene personal, tiene que agradarlo. Entonces el personal lo cuida, no le roba" (43). El advenimiento del fútbol popular fue, ciertamente, un fe

nómeno contradictorio (seamos presumidos, dialéctico). El depor te pasaba a ser un espacio de las clases populares, pero era tam bién, y a la vez, un instrumento de control, una forma de reprodu cir dentro de nuevas dimensiones relaciones de dominación, de clientelaje, de las que los futbolistas no solo no escapaban sino que querían también usufructuar. Así, por un lado se trataba de en frentar al equipo de otro barrio o fábrica, y por otro se pedía al patrón las camisetas, el trofeo, el préstamo o los tragos después del partido.

Tenemos, pues, una iniciativa de las clases populares de ha

cer del fútbol su terreno, de ganar la arena de la sociedad pública; pero también otra, de las clases dominantes, para transformarla en una nueva forma de dominación, de manera que persista el orden establecido. Pero no por esto —o cabría mejor decir, justamente por esto— no deja de ser una zona de conflicto. Como decíamos en

las consideraciones preliminares, los conflictos sociales se encuen

tran también en el terreno del deporte, como aussi las permanen cias, el orden, la estabilidad.

Cualquiera que fuera el caso a nivel de la recreación depor tiva, la sociedad se ampliaba, abarcando ahora el grueso de la po blación limeña e incluyendo a los sectores populares, los que ya no podían continuar segregados. El fútbol constituyó, entonces, un verdadero barómetro de la sociedad limeña, que en todas sus face tas se encontraba en pleno proceso de masificación. A la vez, se guían existiendo por un tiempo clubes de élite conformados exclu sivamente por gente rica, blanca, "decente", "de buena familia"

(Unión Cricket, Lima Cricket); pero al mismo tiempo ocurría una (42) (43)

Israel Bravo Ríos. Entrevista, junio 3, 1982. Pedro Méndez. Entrevista, mayo 24, 1982. 141

inundación de nuevos clubes populares. Varios factores llevaron a

la eventual desaparición de los clubes oligárquicos de la esfera pú blica. Por un lado, éstos se veían derrotados en la cancha por los

clubes populares que tenían mucho mayor radio de acción en el re clutamiento de sus jugadores. Estas derrotas deben de haber dolido bastante a los decanos del fútbol peruano. Además, para los socios exclusivos del Lima Cricket, no sería en absoluto aceptable jugar en el mismo equipo al lado de un negro o un cholo, lo que implica ba no sólo el contacto cercano con ellos en los entrenamientos y

en la cancha sino, lo que era peor, el contacto en los camarines. Todavía al comienzo de la década de 1920 el Lima Cricket, el últi mo sobreviviente de los clubes oligárquicos, de vez en cuando rea lizaba competencias con el Alianza Lima, pero en esos mismos

años dejó de hacerlo, convirtiéndose exclusivamente en un club privado. La esfera pública en general, y específicamente la deporti va, estaba siendo absorbida por los sectores populares. Esta inva sión de lo popular haría crisis, a nivel político, en la década de 1930(44).

Pero hay una razón más por la que los clubes populares de fútbol en la Lima de 1910 en adelante comenzaban a ganar espacio

público, y es la de la existencia de los consumidores del espectácu lo, el público espectador que asistía a los eventos deportivos. A di ferencia de las reuniones sociales y familiares de los clubes elitistas

de comienzos de siglo, el fútbol tenía una creciente asistencia de masas. Las multitudes que concurrían a los partidos de fútbol po seían, sobre todo, una composición popular. Las integraban esos

obreros, obreras, empleados, trabajadores de servicios, albañiles, peones, que se reunían en sus escasos ratos libres —sobre todo los domingos y feriados— para observar ese juego mágico practicado por sus iguales, lo que les servía como entretenimiento y diversión, de manera que podían descargarse momentáneamente de sus an gustias y preocupaciones económicas. Era un espectáculo y una di versión alegre, social, es decir, colectiva.

Las primeras canchas carecían de paredes y de bancos. Eran aquellos descampados de tierra rodeados en un sábado o do mingo por unas cien personas, al principio familiares y amigos de los jugadores. Por supuesto, no se cobraba entrada. Más adelante en las décadas de 1910 y 1920 este cuadro daba paso a los prime(44)

Para el análisis de la irrupción de las masas populares en la crisis de 1.930, cfr. Steve Stein 1973.

142

ros estadios, aunque fueran sólo unos tabladillos colocados alrede

dor de un campo. Estos primeros estadios fueron luego divididos entre la primera y la segunda, pagándose 50 centavos por entrar a

la sección preferencial y 20 para popular en el año de 1914 (45). Los partidos se volvieron verdaderas fiestas con la venta de chicha rrones y cerveza. A un partido jugado en Lima en 1918 entre Atlé

tico Chalaco y José Gálvez, se estimaba que asistieron una siete mil personas, un récord para esa época (46). Ya en las postrimerías de los años veinte no sólo se habían

multiplicado los estadios en número y tamaño sino también el pre cio y la variedad de las entradas. Para un encuentro entre Alianza

Lima y Universitario de Deportes ya en 1930, se publicó los si guientes precios de las localidades: Entrada a primera Media entrada a primera Preferencia sin entrada Baranda sin entrada

Segunda

S/.

1.50 1.00 1.50 2.00 0.80

(47)

Aunque no se publicaban números exactos de las personas que asistían a estos partidos, el reportaje sobre aquel encuentro en tre el Alianza y la Universidad nos puede dar alguna idea: "Días antes del señalado para la realización del match... la demanda de

boletos fue verdaderamente extraordinaria, al punto que la afluen cia de personas al Estadio Nacional, hacía pensar que el match se realizaría dentro de breves momentos. La demanda de localidades

superó en mucho la capacidad del Estadio para la normal ubica

ción de los espectadores. En consecuencia se produjeron desórde nes... millares de personas no pudieron ingresar al Estadio, no obs tante de exhibir en la mano sus respectivas localidades" (48). En la segunda y tercera década de este siglo el fútbol de Li

ma se había vuelto popular, tanto en la extracción de los clubes y (45)

Pedro Frías. Entrevista, noviembre 13, 1981. Compárese con los pre cios de las entradas a los toros, el fútbol era obviamente, mucho más barato.

(46)

Reco Borodi: Historia de la selección: En los campos de antaño. Lima, 1982, p. 28.

(47) (48)

El Sport, Lima, abril 19, 1930, p. 5. Ibid. abril 26, 1930, p. 4. Para información de los interesados Alian za ganó 2-0. 143

jugadores como en su evolución de deporte espectáculo. Una face ta importante del creciente número de asistentes a los partidos fue la aparición de las barras, los grupos de espectadores que se junta ban para alentar a un equipo en particular. El cariño de la barra, o del integrante de la barra, el hincha, por el club o por el jugador de

sus preferencias, tenía que ver con fenómenos sociales y también psicológicos. En el caso de la composición urbana de la Lima de entonces existía la ligazón intrínseca entre el club y el barrio, so

bre la que ya nos hemos referido. Además, Lima entre 1910 y 1920 era más la conjunción de una serie de barrios con cierta auto nomía e identidad, antes que una ciudad moderna. Existía una cul tura de barrio, local, que justamente tenía sus máximas expresio nes en los sectores populares que buscaban alguna identidad ya sea

en la música, la danza, la jarana, etc.. fenómeno que no ocurría en los barrios de las clases altas que imitaban modelos y la cultura

extranjera. De ahí que el valse criollo y la Guardia Vieja, surgidos

justamente en estas épocas, hayan tenido origen en barrios como el Rímac o Barrios Altos (49). Estas barras comenzaron a surgir con fuerza en los años

veinte, sobre todo alrededor de los primeros grandes clásicos del fútbol peruano entre Alianza Lima y Atlético Chalaco. Como el Callao no tenía todavía un estadio cerrado, estos partidos general mente se realizaban en Lima. La barra chalaca, compuesta mayor

mente por pescadores y estibadores, era realmente temida tanto por los jugadores como por el público limeño. Llegaban en tren del Callao y, según el relato de Antonio Maquilón, "Se iban a pie al Estadio. Las barreadas que venían, y por todas las calles, el ji rón de la Unión, todas, ¡chimpún, Callao, chimpún Callao!" (50). El término chimpún proviene de los pequeños petardos de dinami

ta que llevaban los pescadores consigo. Pedro Frías, asistente inevi table a estos clásicos, cuenta del comportamiento de las barras en el Estadio:

"Se agarraban entre el público. Era cosa brava cuando ju gaban los chalacos con los limeños. Era como un boche.

(49)

Cfr. Steve Stein: "El vals criollo y los valores de la clase trabajadora en la Lima de comienzos del siglo XX" en Socialismo y Participación

No. 17. Lima, marzo 1982. Y el trabajo de José Antonio Lloreus:

Música popular en Lima: criollos y andinos. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 1983.

(50) 144

Antonio Maquilón. Entrevista, julio 19, 1982.

Enemigos desde ese tiempo los chilenos con los peruanos: así era entre ellos. Mucho pasionismo había. Allí un equi po que perdía. Que le ganaba Alianza, ¡uf! Por eso los re

ferees no querían un match que jugara Atlético Chalaco con Alianza Lima. Una vez le tocaba a este Sarmiento ser

referee, y él les dijo: 'No, aunque me paguen el doble' (51). El entusiasmo de las barras afectaba no sólo a los especta

dores sino también a los jugadores. Miguel Rostaing, que jugaba

por Alianza en estos partidos, relata las experiencias con los hin chas enfervorecidos, desde la perspectiva de la cancha:

"Había que jugar, pues, con cuchillo en la mano para hin car a cualquiera de esta hinchada, para hacerle tener mie do. Eran bravos los chalacos. Mucha gente bandida. Los

pescadores venían con dinamita. Tenían su dinamita pre parada. Entonces la barra limeña no aguantaba. ¿Con qué se defendía? Tenían que salir corriendo. Esos pescadores casi vuelan a un back que teníamos nosotros con dinami ta al lado de donde iba a sacar la bola. Casi lo vuelan con

pelota y todo. Y otra vez nos ganaron un partido cuando hinchas, que estaban detrás del arco, le cortaron el potingo a Segala (el arquero de Alianza). Segala volteó la cara y ya el gol estaba hecho. Y a Segala se lo llevaron y le cosieron con 5 puntos. Temible por su barra. Uf! Había que salir con el pantalón en la mano corriendo" (52). Entre otras cosas, estas escenas demuestran lo profundo

que había entrado el fútbol en la conciencia popular limeña. Se creaban expresiones propias del lenguaje popular, como aquella del chimpún referida ahora al zapato deportivo. Se había hecho casi el único deporte de las masas urbanas y para muchos se con virtió en una preocupación central de la vida cotidiana. En las pala bras de uno que sentía esa atracción: "Cuando era joven, el fútbol era Id que más me gustaba.

No había otro deporte más que el fútbol. Y después es la fiesta de 28 de Julio, carnavales, casi nada, nada más. Pero el fútbol fue lo más emocionante, porque allí se juntaba,

pues, todo. Todo era fútbol. De política, nada. El fútbol era más que nada, más que las chicas" (53). (51) (52) (53)

Pedro Frías. Entrevista, noviembre 13, 1981. Miguel Rostaing. Entrevista, abril 22, 1982. Francisco Real. Entrevista, abril 28, 1982. 145

Otro fenómeno que ocurría era el de la transferencia o el simbolismo. Transferencia no exclusivamente en el sentido psicoanalítico, sino sobre todo en el sentido social. El ídolo futbolístico

a finales de la década de 1920, Alejandro "Manguera" Villanueva, por ejemplo, siendo un miembro de las clases populares [(Qué lejos estaban ya los "sport-man" de 1900)], era considerado un perso naje público, merecía la totalidad de las páginas deportivas y en las competiciones internacionales su nombre era voceado por los "se ñores de la sociedad". Era pues el sinónimo del triunfador, si bien nunca salió de su condición de marginado económica, social y racialmente. De este modo, los jóvenes de los barrios populares, tam bién marginados, veían en aquel ídolo el modelo a imitar. Este fe

nómeno consciente e inconsciente, creaba fidelidad y admiración. Y además estimulaba el juego popular del fútbol espontáneamente a nivel local.

A este fenómeno va a contribuir substancíalmente la exten

sión paulatina del periodismo deportivo, principalmente en los años veinte. Esto se corrobora en el siguiente cuadro que mueslra el aumento de las publicaciones deportivas entre 1918 y 1930: Años 1918 No.

Años No.

2

1919

1920

1921

6

10

-

1922

1923

1924

4

9

-

1925

1926

1927

1928

13

13

15

13

1929

-

1930 19

Fuente: Ministerio de Hacienda y Comercio. Extracto Estadístico del Perú. Dirección Nacional de Estadística. Lima. Años 1918-1930.

Como se ve, las publicaciones deportivas casi no existentes en 1918, alcanzan el número de 19 en 1930, esto sin contar los diarios que también contenían páginas deportivas. El cuadro ante rior muestra las revistas o publicaciones especializadas exclusiva mente en el deporte. Todo eso no es ajeno a la dinámica interna cional de auge deportivo antes referida. Europa, sobre todo, vivía el extraordinario despliegue que conllevaba la formación de las Asociaciones Deportivas Internacionales, la restauración de las Olimpiadas y el establecimiento de los campeonatos europeos, su damericanos y mundiales de fútbol. 146

Tampoco debemos perder de vista que esta extensión y ge neralización del deporte a nivel de toda la sociedad entre 1900 y 1930, es sólo parte del proceso de extensión y generalización de las relaciones capitalistas y del trabajo colectivo, fruto del desarro llo de las fábricas y de la producción y circulación de mercancías.

Al igual que se extienden y generalizan la educación, la prensa, etc., lo mismo ocurrió con el deporte, los juegos colectivos y en equipo, en especial el fútbol.

El importante crecimiento en la popularidad del fútbol para jugadores y espectadores no escapaba a la atención de las cla ses dominantes. Fueron iniciados varios intentos de controlar este

crecimiento a través de la creación de instituciones para regular el deporte. Las primeras señales de esto fueron los torneos organiza dos por las fábricas que tenían equipos donde se regalaban copas y banderines y que terminaban en bailes patrocinados por la em presa. En 1912 se tomó un paso decisivo al respecto; se fundó la Liga Peruana de Fútbol. La Liga, formada en primera y segunda división, hacía sus campeonatos en el campo deportivo de Santa Beatriz. Los dos dirigentes máximos de la institución eran Eduar

do Fry, representante de la élite social limeña, y H. G. Redshaw, miembro prominente de la comunidad inglesa. El deportista in glés Sir Thomas Dewar, a través de la colonia inglesa, regaló un escudo de plata que serviría de premio para el equipo ganador de cada temporada. Es con la fundación de la Liga que se comenzó a cobrar las entradas a los partidos de fútbol. A pesar de realizar campeonatos todos los años entre 1912 y 1921, la Liga estuvo pla gada de dificultades desde el comienzo. No tenía local y carecía de fondos suficientes. No lograba imponer su autoridad sobre los

clubes, y en 1922 se produjo un cisma en su seno que llevaría a su desaparición. Un sector de la Liga terminó fundando la Federa

ción Peruana de Fútbol el 23 de agosto de 1922, que en 1924 se afilia a la FIFA (54).

La aparición de la Federación coincidió con la apertura del Estadio Nacional, regalo de la colonia inglesa con motivo de la celebración del centenario de la Independencia Nacional. Se había producido la institucionalización del fútbol y su reconocimiento como deporte oficial. "A Leguía le cupo convertir esa afición de (54)

Para información sobre la formación de la Liga y la Federación con súltese: Borodi, Historia de la Selección, pp. 24 y 32-33; y El ínti mo, I: 1 (1962), 23-24. 147

masas en estructuras institucionales de práctica del deporte. Es decir, el Estado, por primera vez en el país, se encargaba de la organización y difusión del deporte. Pero ya el fútbol estaba pre ñado de pueblo y de lo popular, sólo que esta esencia ahora se

distorsionaba por la mediación de un Estado de clase" (55). Aunque el fútbol peruano seguía manteniendo su status amateur, la espontaneidad popular de los primeros años, sobre todo en lo que respecta a la formación y funcionamiento de clu

bes, venía declinando velozmente. Otro aspecto aún más importante de la desaparición del fútbol espontáneo fue el progresivo uso de las llamadas "propinas" para remunerar, aunque todavía informalmente, a los jugadores. Estas se hicieron posibles a partir de la cobranza de entradas para asistir a los partidos. Sin embargo, al comienzo, debido al escaso público y los precios baratos, lo que el club ganaba en una tarde no cubría ni el costo de la indumentaria deportiva. Por muchos años los mismos jugadores seguían abonando su cuota para mante ner al club. Antonio Maquilón relata su experiencia en el Club Tarapacá al respecto: "Nosotros en Tarapacá jugábamos amateurmente. Y no re cibíamos nada. No había propina entonces. Lo único que compraban eran los uniformes y los zapatos. Eran pobres las entradas porque en el Estadio Nacional se cobraba un

sol y dos soles. Y se repartían entre los cuadros, pero para que esos cuadros pudieran comprar sus uniformes. Nos da ban dos, tres entradas para la familia. Y nos daban para el

pasaje. Y si había, nos ayudaba (el presidente del club) con plata" (56). En los años 20, sobre todo después de la aparición de la Federación, la propina llegó a ser la norma en todos los equipos grandes. Esa propina no era un sueldo fijo sino un porcentaje de las entradas. La Federación cobraba su proporción, el Club su 20% y el resto era repartido entre los jugadores por igual. Aunque a los

ojos de la afición habían comenzado a destacar ciertas estrellas, eso todavía no se reflejaba en pagos preferenciales a los jugadores más hábiles. Por supuesto, no se ganaba igual en todos los partidos; los clásicos y los partidos internacionales arrojaban un mayor be neficio. También el jugador podía ganar más cuando reforzaba a (55)

Deustua 1981a. Cfr. también Deustua 1982.

(56)

Antonio Maquilón. Entrevista, junio 19, 1982.

148

otro equipo o cuando integraba un combinado local. Según los ju gadores de la época las propinas eran también mayores cuando el equipo salía en giras a las provincias: "Teníamos una propina, sí, cuando salíamos en gira, por ejemplo, a jugar a cualquier provincia, así sea la provincia más cercana, como decir Cañete, Chincha, Huacho. El pú blico se volcaba a ver muy especialmente cuando iba Spor ting Tabaco a una provincia, Alianza Lima o Universitario

de Deportes. El público se volcaba porque tenía, pues, la curiosidad de ver jugar al cuadro limeño" (57). A pesar de la difusión de las propinas y del creciente públi co en los partidos, hasta los años treinta ningún futbolista vivía ex clusivamente del deporte. Tal fue el caso del famoso puntero dere cho del Alianza Lima, José María Lavalle, que era adobero de ofi cio. Lavalle se levantaba a las 4 ó 5 de la mañana todos los días pa ra preparar los adobes y después, según su compadre Miguel Ros taing, "trabajaba todo el día, y en las tardes se venía aquí a Santa Beatriz a entrenar. Ese era su entrenamiento, y cuando había tan barato las entradas, ¿cuánto le pagaban? Una miseria, no tenía" (58). Esta tendencia hacia la integración o captación del fútbol popular por las clases dominantes, sea con la institucionalización o con la propina, no tuvo un mismo impacto sobre todos los clubes. Muchos equipos de fútbol no alcanzaron la escena pública pero germinaban en los barrios, desarrollándose competencias locales. Ese fue el caso de elencos como el Club Atlético Guillermo Gasta-

ñeta (que llevaba el nombre de su presidente honorario, el Dr. Gastañeta) de los Barrios Altos, el Centro Sportivo Capitán Ruiz del Callao, el Aliados Sporting Club del Cercado, el Club Juventud Sporting de la Magdalena y el Club Enrique Rup de Manzanilla. El mismo Alianza, fundado en 1901, no pretendía en sus

orígenes nada más que cubrir el ámbito del barrio y de las compe tencias locales con otros barrios o equipos populares no oficiales.

Su calidad, el tiempo y alguna gestión de dirigentes o padrinos de las clases dominantes fue lo que lo obligó a salir de ese nivel. Pero con el Alianza Lima ocurría un fenómeno particular.

No sólo se trataba del club más popular y con más acogida en la Lima de 1920, por citar una fecha, sino, como ya hemos mencio-

(57)

Israel Bravo Ríos. Entrevista, junio 3, 1982

(58)

Miguel Rostaing. Entrevista, abril 22, 1982. 149

nado, era un club de composición y extracción popular, muy li gado a la vida local de un barrio limeño de la época, La Victoria. La popularidad del Alianza se debió a varios factores. En parte fue el club más popular por sus orígenes independientes, o sea, nunca estuvo ligado a ninguna fábrica o empresa. Más bien, sus jugadores trabajaban en una variedad de oficios que incluía a cho feres, albañiles, gráficos y obreros textiles. Pero por sobre todo esto tenía como característica peculiar su composición étnica, el Alianza Lima —tal vez como hasta cierto punto el barrio de La

Victoria— era un club de morenos ( ¡Qué lejanos se deberían ver ahora los clubes oligárquicos y elitistas de 1900!). Aquí se mezcla,

por lo tanto, el factor social y económico, de dominación y pobres niveles de ingreso, con el factor étnico y cultural. Los negros en el Perú tenían una larga tradición de creación propia y aporte cultu

ral para el país, que los identificaba y valoraba entre sí, pero que a la vez los desmerecía frente al resto de la sociedad y en especial frente a las clases dominantes, étnicamente blancas y procedentes de otra tradición cultural, que los despreciaban sobre todo por su

pasado esclavista y su condición, aún entonces vigente, de inferio ridad económica y social (59). De nuevo, insistimos, los fenóme nos sociales y económicos que el Alianza Lima como club popular produjo, tenían también claramente una expresión étnica: el acce so de la tradición y población negra, con su sapiencia e ingenio, a la esfera pública. Cuando el club Alianza Lima, en la década de 1920, con

"Manguera" Villanueva, José María Lavalle, Alberto Montellanos

y el "Quemado" Rostaing, se convirtió en el ídolo de la afición li meña y llenaba las páginas deportivas de diarios y revistas, ¿ no es

taba ocurriendo, en cierto modo, que lo negroide adquiría relevan cia nacional? ¿No se convertía en un símbolo de la nacionalidad, Alejandro Villanueva, el moreno centrodelantero peruano, que con su virtuoso juego destacaba en las confrontaciones internacionales? En 1929 un periodista reconocía que "se ha acentuado en el públi-

(59)

Cfr. Denys Cuche: La condición del negro en el Perú, 1855-1900. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 1973; Fernando Ro

mero: "Papel de los descendientes de africanos en el desarrolla económico-social de,l Perú" en Movimientos Sociales No. 5. Univer sidad Nacional Agraria. Lima, 1980; y especialmente Susan Caroi Stokes: "Raza y clase social: los negros en Lima, 1900-1930". Edi ciones El Virrey. Tomo II de la serie "Lima obrera, 1900-1930" (en prensa). 150

co aficionado la idea de que el Alianza Lima es el equipo que está

más capacitado para defender nuestro prestigio deportivo en la actual temporada... no se puede negar que el club Alianza Lima

constituye el más poderoso conjunto de jugadores nacionales" (60).

Esta revaloración de lo negroide, o si se quiere, esta asimi lación de lo negroide como parte integrante de la sociedad nacio nal, no sólo se manifiesta con el ejemplo del fútbol y el Alianza Lima, también se muestra en la aceptación de la marinera como baile nacional, la instauración de la procesión del Señor de los Mi lagros como culto oficial y el apogeo estertóreo de la décima. Su

cesos todos que ocurrieron en la década de 1920 (61). Sin embar go, hay que tomar en cuenta la posibilidad —una posibilidad que •

se realizó, por ejemplo, en el caso de Alianza Lima y el fútbol pe ruano— que esta misma asimilación o inserción de lo étnico o lo popular en la vida nacional conllevara, desde la perspectiva de los oprimidos, cierta apropiación cultural. Tampoco hay que perder de vista el carácter de la "super estructura" —en este caso del fútbol— que no sólo es el mero refle jo de las contradicciones y evolución económico-social, sino que es también agente, es decir, invierte la relación entre los componentes básicos de la sociedad. Con esto queremos decir que el apogeo del Alianza Lima como club popular negroide dentro de los deportes

nacionales, alcanzando la escena pública oficial, no supuso tan solo el impacto de la cultura popular en la sociedad nacional. También pudo ser el resultado de un nuevo mecanismo de control y someti miento social, que además adquiría características étnicas. "El fútbol es un deporte de negros" era la expresión consensual que explicaba, por un lado, la especialización de este grupo étnico en esta peculiar actividad (de ahí su virtuosismo) y, por otro lado, la misma incapacidad de este grupo étnico para desarro llar otras actividades (científicas, intelectuales, empresariales). Los soportes racistas de la sociedad limeña de comienzos de siglo, así como la organización de explotación económica, encontraban otra (60)

(61)

Revista Toros y deportes. Lima, 28 de diciembre de 1929. Artículo: "El público reclama al Alianza Lima".

Para la marinera véanse los trabajos de Rosa Mercedes de Ayarza y la reféVencia del Señor C. Stokes cima en el

de Jorge Basadre en La vida y la historia. Para la procesión de los Milagros, confróntese el trabajo ya citado de Susan y para la décima el libro de Nicomedes Santa Cruz: La dé Perú. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 1982. 151

razón de ser en el fútbol. Dejad que los negros sean los ases del, fútbol, para los otros grupos étnicos (en especial los blancos) y para las otras clases sociales estaban destinadas las funciones real mente importantes, y dirigentes, de la sociedad. No es ajeno, sin embargo, a este proceso social —de nuevo,

contradictorio y dialéctico— el conflicto social. El apogeo, gloria y popularidad de los jugadores del Alianza Lima en la década de 1920, mal que bien representaba que las clases populares ganasen la hegemonía, si no total, por lo menos abrumadora en un espacio importante de la sociedad (el recreativo), y en una dimensión de la escena pública. Fue esta ascendencia, un motivo importante pa ra la creación en 1927 del Universitario de Deportes, el club de los estudiantes de la Universidad, compuesto básicamente por secto res medios y altos, el que comenzó a rivalizar con el Alianza a fin de captar las simpatías del público aficionado. Los duelos futbolís ticos entre el Alianza y la U se transformaron muchas veces en ver daderas batallas campales, como lo ha reseñado literariamente Gui

llermo Thorndike, *las que mostraban una oposición (conflicto) so cial, económico y étnico, expresión de la lucha de clases en la Li ma de entonces. Los contemporáneos eran conscientes de este fe nómeno, así la revista Sport evaluaba el clásico que la U y el Alian za disputarían el 20 de abril de 1930 de la siguiente manera: "El team universitario, formado en su mayoría por jóvenes que han aspirado siempre a la conquista del primer sitial en el fútbol peruano, encarna, por decirlo así, el ideal de reno vación de nuestros valores en este deporte. Tras de ellos está una juventud animosa y entusiasta que los estimula con su aliento y su aplauso. El Alianza Lima, club popular que se ha granjeado la sim

patía y admiración de todos los buenos aficionados, repre senta el valimento deportivo de la clase más modesta: el pueblo. De un lado está la juventud estudiosa y del otro de los obreros..." (62).

En forma análoga a como en 1915, José de la Riva Agüero y la juventud civilista y demócrata pretendió renovar la historia

política peruana con el fin de continuar hegemonizando el cam biante orden social; en la década de 1920 Plácido Galindo, un he redero de esos "sportman" de 1900, y algunos estudiantes univer(62) 152

El Sport. Lima, 19 de abril de 1930, p. 5.

sitarios pretendían renovar el fútbol limeño con el fin de ganarle la

hegemonía a "el pueblo", "los obreros", es decir a los morenos del Alianza Lima.

La revista Toros y deportes en las mismas fechas reconocía

que la rivalidad entre la U y el Alianza era también étnica y por eso, con cierta sorna, comentaba: "Un café con leche. Con leche de calidad

(léase Universidad) y un café de gran estima como es el 'Alianza Lima' la Señora Federación

ofrece 'algo' de sensación. Habrá que tener cuidado no salga el café quemado o por alguna trastada la leche resulta aguada.

... el match de los negritos con los doctores será una com

petencia entre la leche y el café, en el que se impondrá la mejor calidad de estos productos" (63). A la semana siguiente, y luego del triunfo del Alianza Li

ma, el mismo órgano periodístico tuvo que reconocer, insistiendo en la analogía, que "con el triunfo del Alianza Lima sobre la Uni versidad se ha impuesto el café sobre la leche" (64).

Los jugadores también reconocían este antagonismo racial en los partidos U-Alianza, y parece que eso influyó en su nivel de

juego. Según Miguel Rostaing, "estos choques se convertían en lu

chas entre negros y blancos. Eso ponían ellos (los periódicos) co mo rédame, para atraer... Más claro, se jugaba con más ahínco contra la U, porque había esa rivalidad: Alianza negros y U blan cos" (65).

Pero esta oposición y conflicto no sólo se mostraba en el contraste de los jugadores y equipos, sino que también se manifes taba en el diferente público, ya sean barristas o simples espectado

res, que concurría a alentar a ambos cuadros; y en general, en el aficionado común que abrigaba simpatías por cualquiera de los dos (63)

Toros y deportes. Lima, 19 de abril de 1930. Artículo: "Un café con leche".

(64)

Ibid. 26 de abril de 1930, p. 15.

(65)

Miguel Rostaing. Entrevistas, abril 15 y 22, 1982. 153

clubes. El club de la Universidad se veía respaldado sobre todo por miembros de las clases altas y medias de la Lima de entonces, sec tores étnicamente blancos y socialmente privilegiados, "los univer

sitarios tendrán de su parte (también) el aplauso femenino" (66). Los del Alianza, por el contrario, encontraron una gran receptivi dad entre las clases populares limeñas, lo que le dio justamente su gran arraigo. Miguel Rostaing describe a la hinchada del Alianza en

los siguientes términos: "Los hinchas eran de diferentes barrios, claro mayor cantidad de La Victoria, y después de Abajo el Puen te, de Malambo. Era popular Alianza, de obreros. Los de la U eran universitarios. Alianza representaba a la gente pobre y la U a la gente rica. Por eso los llamaron blanco y negro" (67). En estos años, en un contexto de creciente institucionali-

zación, accedemos a un nuevo nivel de lo contradictorio, de lo conflictivo. Por definición, en estas nuevas condiciones, el Estado, representante de las clases dominantes antiguas y modernas, debía por ejemplo, apoyar al Alianza Lima, el club popular de los more nos del barrio de La Victoria. Lo que significaba, ciertamente, so cavar su propio poder, porque ampliaba la hegemonía de las clases populares. Pero, por otro lado, también significaba que el Estado se legitimaba frente a estas mismas clases populares como un Esta do o gobierno populista, que de paso, admitía cierta democracia

étnica. Generándose, de esta manera, un proceso similar al que vi vió la procesión del Señor de los Milagros en esos mismos años, o la música indígena con la celebración oficial del Día del Indio (68). Al respecto, un comentarista de fútbol decía que, "en el campo de la democracia que es hoy día el deporte... no tiene cabi da ninguna distinción de clase, de raza, ni tampoco intelectual" (69), lo que no es sino una justificación de las desigualdades que realmente existían. Esta institucionalización del fútbol popular y del Alianza Lima, por añadidura, contribuía a mistificar la reali dad, aunque, nos parece, no anulaba la existencia del conflicto so cial y, sobre todo, de la posibilidad de un proyecto de actividad recreativa y sociedad diferentes. Veamos estos fenómenos en A caso concreto de los sucesos del año 1929.

(66) (67) (68)

(69) 154

El Sport, Lima, 19 de abril de 1930, p. 13. Miguel Rostaing. Entrevista, abril 24, 1982. Stokes op. cit., Lucy Núñez Rebaza y José A. Llorens: "La música tradicional andina en Lima metropolitana" en América Indígena. XLI, No. 1, enero-marzo, 1981. Toros y deportes. Lima, 19 de abril de 1930.

LA DIALÉCTICA DEL CONFLICTO: CONFRATERNIDAD POPULAR O SELECCIÓN OFICIAL

En 1929 se iba a realiar una edición más de los campeona tos sudamericanos de fútbol, esta vez en Argentina. La Federación

Peruana de Fútbol convocó entonces a los principales clubes y ju

gadores de Lima con el fin de formar la selección nacional. Para

ello, además, dictó disposiciones a fin de que no se realizase en ese año el Campeonato Nacional, para no distraer la atención de la selección (lo cual reflejaba, a propósito, la afinidad de los miem

bros de la Federación con la cultura internacional, y su desprecio por lo nacional). No se contrató, sin embargo, un entrenador para preparar debidamente al equipo. Los jugadores del Alianza, club de características cooperativas, se negaron a integrar la selección "alegando que no querían que recayera a ellos la responsabilidad de un fracaso que más tarde la afición haría efectivo, prefiriendo continuar participando en el campeonato de competencia" (70). También había surgido la posibilidad de una gira a los Estados Unidos para Alianza, y no iban a dejarla pasar por seguir con la incierta empresa de la selección. Y, sobre todo, existía en el Alian

za el interés por mantener el contacto con su popular hinchada y con otros equipos locales que pedían competir con ellos, lo que además era su forma de subsistir. Pasar un año entero abocado

exclusivamente a las actividades del seleccionado, sin entrenar y sin poder seguir ejerciendo sus funciones de club popular en el campeonato nacional o en las competiciones locales, era algo que iba en contra de los intereses de los miembros del Alianza

Lima. Por ello decidieron no participar. Además, habría que agregar que desde que se convocó a la selección nacional, los jugadores del Alianza sufrieron cier

ta discriminación y racismo. Para conformar el equipo se prefi rió a los jugadores "distinguidos", para que en el exterior no pensasen que el Perú era un país de bárbaros. Los jugadores del Alianza Lima fueron segregados y marginados por su condición social y étnica, colocándoseles simplemente como suplentes. Una nota periodística de la época refiriéndose a este asunto mencio naba:

(70)

Toros y deportes. Lima, 21 de diciembre de 1929. Artículo:

"La fal-

ta de orientaciones técnicas". 155

"El último reducto en que se baten los que sólo recono cen el mérito técnico del Alianza Lima... es el relativo al

prejuicio de raza. ¡Cómo vamos a mandar un equipo de negros a un campeonato —exclaman—. Dirán que somos

un país de esa raza!" (71). En última instancia, se impuso el criterio racista sobre el deportivo y, aun, el nacional. La renuncia de los miembros del Alianza Lima motivó una

amarga respuesta de la Federación de Fútbol, que expulsó al club de su seno, incapacitándolo, por lo tanto, para jugar cualquier tor neo o partido oficial. Para los dirigentes de la Federación resultaba realmente insolente que los morenos futbolistas se negaran a inte

grar la selección nacional. Se les acusó de antipatriotas y disolven tes. La sanción impuesta por la Federación implicaba, además, que los estadios oficiales o cualquier evento que contase con el recono cimiento o auspicio oficial le estaba negado al Alianza Lima. En otras palabras, no podían participar en ningún partido donde se

vendiesen entradas, por lo que el Alianza no tendría ingresos mo netarios por partido jugado. La negativa a participar en la seleción significaba para el Alianza, en otras palabras, no poder seguir sien do un club oficial de fútbol.

Ante la aplicación de la sanción, los jugadores del Alianza Lima decidieron, entonces, retomar los lineamientos del fútbol co

mo confraternidad popular, lo que no deja de suponer, obviamen te, ciertos beneficios o recompensas materiales, producto de las competiciones que realizaban contra los equipos y clubes locales de los barrios de Lima y en provincias. "Se han popularizado más, si cabe, los jugadores del Alian za Lima, quienes se vienen pachamanqueando en los alre dedores de Lima por dentro y por fuera, lo que nos hace recordar la frase muy criolla y algo antigua que dice: 'Hay que jugar carnavales por dentro y por fuera' Por dentro era el 'come' y por fuera los baldazos de agua que le echaban al más pintado y más guapo. Por eso decimos que los jugadores del Alianza se pachamanqueaban, o lo que es lo mismo se divierten por dentro y por fuera.

Por fuera meten goles como cancha a sus contrincantes, y (71)

156

Toros y deportes. Lima, 22 de febrero de 1930, p. 2. Artículo: "El prejuicio de la raza".

por dentro se banquetean de lo lindo con sendas anticuchadas, que asientan con chicha de jora o con el rico licor pe ruano de caña con azúcar o de pura uva de lea, según como venga.

En Vitarte no fue tan mansa la cosa, porque se vieron con

los zapatos ajustados, pero los 'negritos' saben componér selas para siempre ser los que ganan de todas mangas, por

que si les falta manguera acuden a Villanueva que tiene hasta para vender.

En Pachacamac la cosa fue a pedir de boca. Banda de músi cos, muchas palmas y un almuerzo criollo que a una legua de distancia hacía abrir el apetito de los vecinos.

En Lurín fueron recibidos en el local del Concejo y decla

rados huéspedes de honor como los grandes héroes. Se re pitió el plato de los goals, almuerzo, música, baile criollo, distinguiéndose don Kochoy y Lavalle. Después de todo, y como bien sé ha dicho, el Alianza está haciendo una efectiva campaña en beneficio del fútbol en los alrededores de Lima, porque van dejando sus enseñan zas..." (72).

Las relaciones entre la Federación y el Alianza Lima se rompieron definitiva y totalmente. Algunos testimonios mencio nan que los dirigentes de la Federación eran "presidentes de los clubes privilegiados", miembros de las clases dominantes y benefi ciarios de los productos que resultaban de los partidos de fútbol, los que de ningún modo iban a admitir esta rebeldía de "los more nos" de La Victoria (73). Por ello luego de sancionar tan drástica mente al Alianza, pasaron a conformar la selección prescindiendo de los rebeldes. Es más declararon en El Comercio de Lima que "sin los del Alianza el equipo había ganado en eficiencia y que de bía irse al campeonato para cumplir la palabra empeñada" (74). Mientras tanto el Alianza Lima jugaba en Chuca donde ga nó por 10 goles a cero: "Previamente a la realización del encuentro, los jugadores

del Alianza Lima fueron recepcionados espléndidamente por los clubs Progreso y Alianza Bolognesi de Chilca, en

(72)

Toros y deportes. Lima, 7 de diciembre de 1929, p. 13.

73)

Ibid. p. 6.

74)

Citado en "El sabio mascapucho y sus fracasos". Toros y deportes. Lima, 7 de diciembre de 1929, p. 15. 157

cuyos locales se realizaron sesiones conmemorativas de la visita...

Los dirigentes de ambas instituciones se esmeraron por

atender en la mejor forma a los visitantes a quienes recibie ron con una banda de músicos que precedió la gran mani festación que le tributó el pueblo. (...) Es digna de aplauso la labor de difusión de la técnica fut bolística que viene haciendo el Alianza Lima en los pue blos vecinos a Lima, donde dejan enseñanzas que serán bien aprovechadas. Y tan lo estiman así los dirigentes de clubs que no omiten esfuerzos ni sacrificios para conseguir que el referido club limeño los visite, prodigándoles aten ciones en forma que no tiene precedentes" (75). El capitán del equipo, Jorge Kochoy Sarmiento, "eximio guitarrista, cantor y bailarín" de rasgos y ascendencia chinos —otro de los grupos étnicos segregados en la sociedad limeña y peruana de entonces—, comentó de la siguiente manera la acogida que le brindaron, según el relato del comentarista deportivo: "Me llamó la atención ver tanta gente de Lima que había llegado en autos de plaza y en particulares, no faltando al gunas admiradoras... Me olvidaba decir que el vinito que pusieron los entusias

tas dirigentes de los clubs de Chilca era como se pide. Nun ca lo había tqmado en mi vida, los jugadores del Alianza salieron medios zarazones a la cancha, viendo que estaba medio alarmado Rivero, el otrora terrible delantero centro

del Alianza y hoy convertido en el entrenador del cuadro. Muchachos —les decían— cuidado con ese vino que puedan

perder y alejó a Filomeno (García) que se había adherido a una garrafa" (76).

También jugaron en Manzanilla y en la hacienda Infantas, donde excesos de entusiasmo derivaron en otros menesteres:

"El Alianza iba ganando el match con un goal que colocó Kochoy, cuando Villanueva, sin saber las costumbres del lugar, se le ocurre pechar al arquero. Apareció en el espacio un ladrillo que fue a posarse con el cuerpo de Villanueva y

(75)

"Alianza Lima jugó en Chilca". Toros y deportes. Lima, 14 de di ciembre de 1929, p. 4.

(76)

"Nuevas declaraciones del capitán del Alianza Lima, don Jorge Ko choy Sarmiento". Ibid. p. 15.

158

éste sin esperar el segundo se lanzó contra el agresor y le dio su merecido. Se armó el gran lío. Se movilizó en un ins tante las aguerridas huestes de la localidad contra los juga dores del Alianza, siendo el objetivo Villanueva... ... Se formaron dos bandos, uno defendía al Alianza y otro

la combatía a puño limpio. Los que fueron de Lima se soli darizaron con el Alianza junto con otros del lugar, de aque llos fanáticos del club limeño" (77).

En todo este tiempo, mientras se realizaban estas contien

das en provincias, el Alianza seguía castigado por la Federación. En un --pensamos— supuesto diálogo entre el comentarista depor tivo de la revista Toros y deportes y Jorge Kochoy Sarmiento, se discutió la sanción. El diálogo resulta interesante porque muestra cómo los jugadores del Alianza percibían un camino distinto para el fútbol peruano al que se estaba trazando con la instituciona-

lización del deporte, la formación de la Federación y la regimentación por el Estado —ciertamente instrumento de las clases do minantes— de esta actividad recreativa popular, que había genera do niveles de confraternidad y comunicación entre los diversos segmentos de las clases populares limeñas. Un camino distinto no muy claro, pero sí propio y popular. Dice Kochoy en terminolo gía que le adultera el periodista deportivo: "Dicen señor Kochoy que le levantarán el castigo al Alian za para que juegue con el Tucumán. — Alianza no necesita levantar el castigo. Sus jugadores es tán contentos con la atención que le hacen todita la gen

te cuando jugamos en el pueblo. Buena comida, buen vi no y jugamos siempre pelota. — Sí pero no ganan ni siquiera para comprarse un par de zapatos o una camiseta. — Con Federación la misma cosa. Tampoco ganamos nada y friegan.

— ¿De modo que el Alianza está conforme con su situa ción?

— Tú puedes decir en el gráfico que Alianza está contenta" (78).

(77)

"El club Alianza Lima jugó el domingo en la Hacienda Infantas". Toros y deportes. Lima, 28 de diciembre de 1929, p. 3.

(78)

"Nuevas declaraciones del capitán del Alianza Lima, don Jorge Ko choy Sarmiento". Toros y deportes. Lima, 14 de diciembre de 1929, 159

La crisis terminó cuando la selección nacional fracasó es

trepitosamente en el campeonato sudamericano y la crítica depor tiva la emprendió contra los dirigentes de la Federación, recono ciendo que los miembros del Alianza Lima tenían razón. Hay acu saciones y culpabilidades aceptadas por la Federación de Fútbol, mientras los del Alianza eran conocidos como "los ídolos del día"

(79). Se pensaba que la labor del Alianza en ese año había sido

más productiva que la de la Federación, pues mientras ésta pecaba de centralismo y oficialismo, de abandono del deporte en provin cias y del fútbol amateur por la dedicación exclusiva a la selección nacional, de improvisación y arbitrariedad, las confrontaciones del

Alianza habían "constituido valiosas enseñanzas" (80). La prensa pasó así de censurar al Alianza por su alejamiento de la selección a elogiarlo en su campaña por difundir el deporte, del mismo mo do que criticó a El Comercio por "servir los intereses" de la Fede ración contra la opinión pública. Finalmente el castigo al Alianza le fue levantado, luego de que firmaran una carta de arrepentimiento. Los voceros de la Fe

deración comprendieron "porque al fin y al cabo esa gente por su falta de cultura no tiene tanta conciencia de lo que hacen" (81). Y así el Alianza volvió a formar parte del sistema oficial jugando su primer partido contra el Tucuman, que había derrotado estre pitosamente a los otros equipos capitalinos. Los morenos de La Victoria le ganaron por 3 goles a cero volviendo a manifestarse la

solidaridad del público espectador: "No tiene precedentes la forma como el público recepcio-

nó al Alianza Lima al ingresar a la cancha. La ovación que le tributó fue estruendosa y que hay que interpretarla, por lo menos, como un reconocimiento de su tan discutida valía" (82).

Al mismo tiempo que el Alianza volvía "a la legitimidad", lo tomaba a su cargo un nuevo presidente, Juan Bromley, un alto

(79) (80) (81) (82) 160

p. 15. Hemos corregido el texto, intencionalmente distorsionado para acentuar sus rasgos chinos, con el fin de hacerlo más legible. "Los ídolos del día". Toros y deportes. Lima, 7 de diciembre de 1929, p. 13. "El público reclama al Alianza Lima". Toros y deportes. Lima, 28 de diciembre de 1929, p. 5. Toros y deportes. Lima, 8 de febrero de 1930, p. 2. Toros y deportes. Lima, 15 de febrero de 1930, p. 4.

empleado de la Municipalidad de Lima. No sabemos hasta qué punto la dirección de Bromley fue una condición previa para le vantar el castigo, pero lo que sí es cierto es que él "estableció el orden" entre los "indisciplinados" aliancistas. Una revista de la época al principio cuestionaba su habilidad para lograr esto: "Hay quienes dudan de la capacidad de don Juan Bromley para dirigir con éxito al Alianza. Su decencia personal, su hombría de bien, unidos a su desconocimiento del medio en que se desenvuelve el fútbol, se consideran como incon venientes para una labor, en la que se necesita más que ca pacidad en el deporte, poseer 'viveza criolla'; dedicar su tiempo a quemar incienso a determinados personajes y es tar al corriente de las mil intrigas que se suscitan diaria mente" (83).

No hay evidencia de que el Sr. Bromley llegara a quemar incienso, pero tenía, quizás, un arma más potente para lograr la "pacificación" de sus jugadores: el dinero y la oferta de trabajo re lativamente bien remunerado. Actuando de acuerdo con el modelo

paternalista que había sido introducido años atrás por los clubes de fábrica, Bromley consiguió empleos en la Municipalidad para todos los jugadores que los quisieran, y hacía los acostumbrados préstamos a los jugadores que los pidieran (84). El Alianza, que nunca había tenido un presidente con los recursos suficientes para realizar estos actos, y presionado por el fútbol institucionalizado, se vio ..forzado a abandonar su fútbol,

que representaba, en cierto modo, la cultura popular autónoma —la única forma de la cultura popular, pensamos, que hubiera de

jado espacio a que surgiera a través del deporte la solidaridad y conciencia colectiva de los sectores populares. En cambio, el fút

bol que practicaba Alianza, como el de otros equipos se volvió a encuadrar más o menos bien dentro de una serie de relaciones so

ciales que predominaban en todos los niveles —materiales, socia les, políticos— de la sociedad. De esta manera, se podría afirmar que este elemento de la cultura terminó siendo otra forma de so cialización, que justificaba y legitimaba la subordinación de los sectores populares en todas las esferas de la sociedad. O, por lo menos, es obvio que en casos como el aquí explicado, los eventos ciertamente no ofrecieron finalmente una lección del poder autó(83) (84)

"Villanueva literato". El Sport. Lima, 5 de abril de 1930, p. 15 Miguel Rostaing. Entrevista, abril 22, 1982 161

nomo de los sectores dominados (en este caso tanto étnica como económicamente) frente a sus opresores.

El fútbol durante el período aquí tratado y después siguió

englobando, a un nivel menos formal y menos asimilado, el régi

men impuesto por los dueños de los equipos, las fábricas, clubes

profesionales, patrones, la Federación y el Estado. Pudo, quizás,

haber mantenido otra función, la de solidaridad popular y fuerza

colectiva, sobre todo con la rebeldía del Alianza Lima en 1929. Es más, clubes como el Alianza siguieron estando en cierto modo

ligados a sus barras populares, pese a su formalización y (luego) profesionalización. Pero la historia que hemos relatado es ilustrati

va, sin embargo, de las fuertes presiones que forzaban a los practi cantes, si no de abandonar, por lo menos dejar de lado, el fútbol como expresión popular.

162

ÍNDICE PREFACIO

CAP. I

LOS CONTORNOS DE LA LIMA OBRERA CAP. II

LA VIDA DE LUCHO SALDANA, O LA RECONSTRUCCIÓN DE UNA REALIDAD HISTÓRICA A

TRAVÉS DE SU FICCIONALI

ZACIÓN FUENTES Y METODOLOGÍA

CAP. III

CULTURA POPULAR Y POLÍTICA POPULAR EN LOS COMIEN ZOS DEL SIGLO XX EN LIMA CAP. IV EL VALS CRIOLLO EN LOS VALORES DE LA CLASE TRABAJA DORA EN LA LIMA DE COMIENZOS DEL SIGLO XX CAP. V DON PEDRO FRÍAS Y LA CREACIÓN DE LOS DOCUMENTOS HIS TÓRICOS: UN EJEMPLO DE LA HISTORIA ORAL CAP. VI ENTRE EL OFFSIDE Y- EL CHIMPUN :LAS CLASES POPULARES

LIMEÑAS Y EL FÚTBOL, 1900-1930, POR JOSÉ DEUSTUA, STEVE STEIN Y SUSAN C. STOKES

1

ALGUNAS CONSIDERACIONES PRELIMINARES

1

ENTRE EL OFFSIDE Y EL CHIMPUN: LOS CLUBES, EL FÚTBOL Y EL ALIANZA LIMA LA

DIALÉCTICA

DEL

CONFLICTO:

POPULAR O SELECCIÓN OFICIAL

1 CONFRATERNIDAD

1

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