Tomo 2

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HISTORIA DEL CONDADO DE CASTILLA

FRAY JUSTO PÉREZ DE URBEL

HISTORIA DEL

CONDADO DE CASTILLA PREMIO FRANCISCO FRANCO 1944

TOMO

II

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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES ESCUELA

DE

ESTUDIOS

MADRID,

CIENTÍFICAS

MEDIEVALES

1945

DIANA. Artes Gráficas. — Larra, 12. Madrid.

CAPITULO XVI ORDOÑO n i Y FERNÁN GONZÁLEZ (951-956)

Los monjes y el conde. Fernán González había comprendido la importancia que tenían las fundaciones eclesiásticas en la vida de aquellos pueblos de la reconquista, donde ellas imponían la parte de orden, de cultura y de educación que era posible hallar; y esto le mueve a favorecerlas, a multiplicarlas y a enriquecerlas, haciéndolas brotar en cada valle y creando en todo el condado una red de iglesias y monasterios que por su importancia y su influencia no tenían nada que envidiar a los de León. E n su tiempo se forman los escritorios más famosos de Castilla, y florecen copistas ilustres que tienen su estilo propio y llevan la letra visigótica a su más alto grado de perfección. E l los ayuda cuanto puede, y ellos gozan recordando su nombre, y llamándole "el egregio conde y el cónsul excelente" en los colofones de sus manuscritos. Para ellos sigue siendo el conde de Castilla aun cuando su memoria está en entredicho. Y a hemos recordado el códice terminado en Valeránica por Florencio, príncipe de nuestros calígrafos, el viernes 11 de abril de 945, cuando, obligado por la necesidad política renunciaba el conde a todos sus títulos y mandaciones, y no obstante el piadoso escriba quería hacer constar que "en León reinaba el rey Ramiro y en Castilla el conde Fernando". Del año anterior, es decir, de una

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fecha en que el conflicto había estallado ya, eran unas Etimologías, hoy perdidas, del monasterio de Oña, en las cuales pudo leer

T ^ «v.trm. {Beato de San Severo, fol. 217.)

Ambrosio de Morales este colofón: "Se acabaron de escribir el año 944, el 11 del mes de junio, 21 de la luna, a la hora de nona, reinando el serenísimo príncipe don Ramiro en León y teniendo

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el condado en Castilla el conde Fernando" (1). E l 10 de junio del año anterior otro copista terminaba una Biblia, que fué luego a parar a la librería de San Salvador de Oña, "teniendo la sublime cumDre del reino en Oviedo y en León el glorioso y serenísimo príncipe <3on Ramiro y siendo su cónsul en Castilla el insigne conde Fernán González" (2). Por esta época empieza a sonar en la historia el nombre del famoso monasterio de San Sebastián de Silos, que más tarde cambiará este nombre por el de Santo Domingo. No conocemos la época precisa de su fundación, pero el primer privilegio que de él se conoce fué otorgado por Fernán González. Es una carta por la cual confirma la fundación del monasterio y la propiedad misma del lugar en que estaba construido, con todos sus aledaños y prestaciones, con sus casas, atrios, huertos, molinos, prados, lagunas y con sus construcciones antiguas de irrigación, asegurando con su protección la tranquilidad de los monjes y la observancia de la regla de San Benito, dándoles poder para plantar, edificar, realizar toda clase de cultivos y desenvolverse económicamente con toda libertad. Ya sabemos que esta carta debe fecharse, no en 919, como se ha supuesto hasta ahora, sino en 954. E l monasterio, sin embargo, parece ser de una época anterior. En él se conservan todavía códices de aquella primera época, y entre (1) Estas Etimologías parecen hoy perdidas. Ambrosio de Morales alude a ellas con estas palabras: "También están en el monasterio de Oña unas Etimologías de San Isidoro que se acabaron el año 944, el 11 de junio, 21 de la luna, a la hora de nona, reinando el serenísimo principe don Ramiro en León y teniendo el condado en Castilla el conde Fernán González." Probablemente procedían de Valeránica, como la Biblia de Oña (Coronica General de España, lib. X V I , cap. XVIII). (2) Ambrosio de Morales habla de una "Biblia de muy grande pergamino y letra gótica en Oña, que se acabó de escribir a los 10 de junio de 943, teniendo la sublime cumbre del reino de Oviedo y de León el glorioso y serenísimo príncipe don Ramiro y siendo su cónsul el insigne conde Fernán •González, que éstas son las palabras del escritor trasladadas fielmente del latín" (Coronica General de España, ibid.). Todo parece Indicar que esta B i blia es distinta de la que, terminada en 953 en el monasterio de Valeránica, nos describe Argáiz en la Sol. Laur., t. II, págs. 289-290, y de la cual se conservan algunos cuadernos que no ha mucho guardaba el archivo de Silos.

El claustro de Silos (siglo XJ.)

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ellos un Esmaragdo, cuyo colofón nos recuerda el que acabamos de traducir de la Biblia de San Salvador de Oña, por el nombre del copista, por su fervor para con el conde y hasta por los términos en que está redactado. "Conscriptus est liber iste a notario' Joannes presbyter discurrente era DCCCCLXXXIII, obtinente glorioso principe Ranemiro Oveto si ve Legione sublimis apicem regni, Consulque ejus Fredenando Gundisalviz egregius comes in Castella comitatuum" (3). Muy probablemente el notario Juan de este códice Silense es el mismo que escribió la Biblia de Oña, cuyo paradero ignoramos; y con toda seguridad hay que identificarle con el escriba, que el 8 de marzo de 954 terminaba una copia del tratado de la Virginidad perpetua de María por San Hddefonso, sin olvidarse naturalmente de escribir en ella el nombre de su querido conde: "En el nombre de Cristo se acabó este códice por el notario Juan, indigno, en la era 992, dia octavo de los idus de marzo, remando el rey Ordoño en León y siendo conde en Castilla Fernán González. Gracias a Dios" (4). Estos códices proceden de la región de Silos y de Lerma, pero en el monasterio' de Valvanera se conserva otro comentario de la regla de San Benito por Esmaragdo en que el copista calla su nombre, pero no el del gran conde que le daba el bienestar y la paz para entregarse a su bienhechora tarea : "Se acabó este libro en el día III de los idus de mayo, en sábado de la era 992, en la luna nona y el curso XXII de la luna, reinando el rey Ordoño en León y el conde Fernando en Castilla" (5).

(Cf. W. M . Whitehill y J . Pérez de Urbel, Los manuscritos de Santo Domingo de Silos, en B . R. A . H . , XCV, año 1929.) (3) Véanse J. Pérez de Urbel y Walter Muir Whitehill: Los manuscritos de Silos, en el B. A . H., XCV, año 1929. L a identidad de las suscripciones hace sospechar que la Biblia de Oña, 943, podría ser obra del presbítero Juan que escribió el Esmaragdo de Silos, Cf. M . Ferotin: Reccueil des chartes de Silos, París, 1897, págs. 1-4. (4) "In Christi nomine. Explicitus est codex iste a notario Johannes indigno in era DCCCC, et nonagésima secunda, VIII idus martias, regnante rex Ordonio in Legione, comitem vero Fredenando Gundessalviz in Castella. Deo Gratias. (Guillermo Antolin: Códices latinos del Escorial, t. I, pág. 44). (5) No conozco ninguna descripción minuciosa de este códice, que merecería un estudio detenido. Habla de él el moderno historiador de la abadía,

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Esta fórmula se usaba también en el escritorio de San Pedro de Cárdena, que desde hacía treinta años era uno de los principales centros de renovación cultural en Castilla. Dos de sus calígrafos, Sebastián y Endura, terminaban en 949 una copia del comentario de los salmos por Casiodoro. L a alegría por el fin de su trabajo les hace prorrumpir en emocionantes expansiones. Primero leemos estas frases escritas en un latín enrevesado: "Bajo la inspiración celeste de la alma Trinidad divina me vi empujado a transcribir cuidadosamente este volumen del comentario de los Salmos, yo, el sacerdote Endura, que ejerzo indignamente el oficio sacerdotal, cuando corría el año trigésimo primero de mi vida trabajosa. Pero encargué de la gloriosa tarea de completarlo a Sebastián, especial hijo mío y alumno dilecto, adornado con el orden levítico, prefiriendo tener como compañero en el trabajo a quien la erudición de la escritura había hecho mi carísimo discípulo. Esto fué en el alcázar sagrado de Cárdena, rico con las reliquias de San Pedro y San Pablo, de San Juan Evangelista, de San Vicente, diácono; a los cuales hay que juntar un especial recuerdo de la bienaventurada virgen Eufemia, rigiendo la grande y esclarecida caterva de los monjes nuestro Padre espiritual Esteban, establecido en el orden prioral por la gracia del régimen." Endura quiso consagrar un recuerdo a dos bienhechores que le habían dado los elementos necesarios para terminar su obra: Munio, un magnate que es acaso Munio Hannez a quien encontramos con frecuencia firmando las escrituras de la abadía, bienhechor y familiar del monasterio, y su mujer Gugina: "Nadie ignora, dice, que la carrera vertiginosa de la vida presente tiende inexorablemente hacia el fin del siglo, pero la promesa de los fieles adoradores de Cristo, sinceramente hecha y lealmente cumplida, no envejece nunca. A la influencia de la gra-

don A Uroey, que trae el colofón en esta forma: "Explicitus est codex iste sub die quod erit III idus Mais, die sabato, era D C C C C L X X X X X H , lune curfiu X X I I , luna IX, regnante rex Ordonius in Legione et comité Fredenando in Castella." Y añade una noticia que no merece mucha confianza: " L a tradición local dice que lo escribió un tal Simón Pérez en Valeránica" (Historia de VaUxmera. Logroño, 1932, pág. 184).

Escultura del claustro de Silos (sifflo XI.)

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cia divina se debe que Munio, servidor fidelísimo de Cristo, nacido de un alto linaje, juntamente con su mujer, la clarísima Gugina, aparte de otras muchas liberalidades, nos diera una buena cantidad para escribir este libro de las Décadas de los Salmos, que ellos conceden perpetuamente al abad Esteban, encargado del cuidado pastoral de los doscientos monjes que viven en el alcázar divino de Cárdena, y a todos los que han de suceder en la obediencia y en el mando." N i falta tampoco el recuerdo del conde y la fecha en que se terminó la obra: "Acabóse este libro que contiene la exposición completa de los salmos, inspirándolo la diestra de Cristo, el 19 de febrero del año 949, reinando el serenísimo rey Ramiro en León y el egregio conde Fernán González en Castilla, llevando el pontificado en su sede del castillo de Muñó el obispo Basilio" (6).

ímpetu y cánsemelo. Hay en estos colofones, lo mismo que en los de Florencio de Valeránica, un fondo de tristeza y de disgusto, que nos impresiona. Nos habla Endura de su vida trabajosa, del curso vertiginoso del tiempo, del fin inexorable del siglo, y en estas expresiones llegamos a descubrir la nostalgia de aquellas almas por una existencia mejor y el cansancio de la lucha contra todas las fuerzas disolventes de la sociedad de aquel tiempo. Hasta pode(6) Este códice marchó hace tiempo de España, y se encuentra actualmente en Mánchester, Jhon Rylands Library, mss. lats. núm. 99. Berganza lo describe y recoge los textos que yo traduzco (Antigüedades..., t. I, páginas 221-222). E l "explicit" aparece en esta forma: "Explicitus est hic líber a notario Sebastiano diácono, natura prefixionis diem X I V Kls. Februarias era D C C C C L X X X V I I , regnante serenissimo rege Ranemiro in Legione et egregio comité Fredenando Gundisalvi in Castella, atque pontifleatum gerente Basilio Episcopo sedis Munioni Castelli." Recogeremos aquí un colofón mas con el nombre de Fernán González. Es de la Biblia de Valeránica de 960, actualmente en León: "Conscriptus est hic codex a notario Sancioni pbro., X i n Kalendas Julias, era DCCCCLXLVIII , obtinente glorioso ac serenissimo principe Ordonio Obeto sublimis apicem regni, consulque ejus Fredinando Gundisalviz egregius comes in Castella comitatui gerenti." a

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mos ver aquí un íntimo terror inspirado por la creencia en el fin del mundo. E l autor de la Crónica Álbeldense parece haber estado preocupado por su proximidad . San Eulogio afirmó que no estaba lejano (7); Beato le anunció señalando hasta el año en que había de sobrevenir, y tal vez esta preocupación fuese una de las causas que hicieron sus comentarios sobre el Apocalipsis uno de los libros más veces copiado en la región castellano-leonesa durante el siglo x. E n uno de los códices escritos por aquel tiempo en San Millán se señalan ya como existentes las señales que le han de preceder. Eran las siguientes: "No se observarán los pactos, serán despreciados los misterios de Dios, no se arrodillarán los hombres para orar, desaparecerá la amistad, se dividirá el corazón del hombre con discordias, no habrá pudor en la mujer, se multiplicarán los sortilegios, serán destruidas las moradas antiguas, caerán los oratorios, no habrá fidelidad en la tierra, se derramará la sangre de los santos, se maldecirá a los príncipes y la tierra sufrirá de una y otra parte" (8).

E l espíritu enorme de aquellos hombres logró reaccionar victoriosamente contra este ambiente de angustia y desaliento. Nada podía apartarles del trabajo diario que les imponía la regla: el cultivo del campo, la lucha contra el enemigo secular, la formación de la gente que acudía a vivir en torno de la iglesia. Su consigna parece haber sido aquella sentencia que se lee en un códice de (7) M^moriále Sanctorum, liber primus in Hispania Ilustrata de Andrés Schott, t. IV, 1608, págs. 243-244. Respondiendo a los que desconfiaban de los mártires cordobeses, porque no hacían milagros, dice: "Nescientes quia in fine saeculi, ut sanetus Gregorius refert, aberunt de Ecclesia signa virtutum." (8) Rex Aristóteles Alexandro episcopo: Indica mihi de novissimis temporibus: Pac tus non observabuntur et despicient Dei misteria et non flectent in oratíone et abicinabunt se itinere, et elongabitur amicitia et dividitur cor hominis per multas dvisiones et pudor nullus erit in muliere, et multiplicabitur beneficia, et habitationea antiquas desolabuntur, et non est cui credatur, oratoria destruuntur, et effundetur sanguinem sanctorum, et fides nulla erit, et maledicent principes suos, et minuebit térra multum ab utraque parte..." (De un manuscrito de San Millán del siglo x. Menéndez Pidal: Orígenes del español, 19&9, pág. 5).

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Silos, escrito por entonces: "Vivir como si hubiésemos de morir esta noche; trabajar como si hubiésemos de vivir eternamente en este mundo" (9).

El clero y la causa de Castilla. Lejos de estar despegados de la patria terrestre, los monjes fueron sus defensores más entusiastas y los que más trabajaron por su prosperidad y su grandeza. E n los monasterios encontró Fernán González los más adictos acaso de sus partidarios, y rara vez faltaba en su séquito algún presbítero de Muñó, o de Cardeña, que le seguía para ser su consejero, o su notario, o su director en la vida espiritual, y cuyo nombre figuraba con frecuencia en los documentos emanados de su cancillería. Tal vez fueron los obispos los primeros que fomentaron el anhelo de independencia. Hay un hecho significativo, y es que los prelados de Castilla no aparecen nunca en el cortejo de los reyes de León, donde encontramos constantemente a los de Galicia, Asturias, Portugal y la ribera del Duero. Acompañan, en cambio, asiduamente al conde Fernán González. A su lado vemos en las horas malas no solamente a los tres obispos Aureolo, Benedicto y Blasio o Velasco, "regulariter degentes", en San Millán, sino a Vicencio de Auca, que le sigue en 944, cuando sus relaciones son más tirantes con el rey de León, a San Millán (10) y persevera a su lado en los años siguientes (11) hasta 950, durante los cuales Vicencio aparece sin cesar al lado del conde. Otro tanto sucede con el obispo de Valpuesta Diego, a quien el conde llamaba reverentemente "mi señor y padre, el obispo Diego", y cuyos familiares, según vimos en páginas anteriores, permanecen leales a la causa de Castilla, cuando otros magnates (9) Véase Los monjes españoles en la Edad Media, t. n , págs. 394 y 610. "Unusquisque sic laborent sine murmuratione tamquam semper vibituri; sio semper mortem aut oculos habeant tanquam odie transituri." (10) Cart. de San Millán, p. 41. (11) Ibidem, págs. 42, 44, 45, 46, 49, 52 y 53.

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del interior desertan. Assur no tiene a su lado más que a los obispos del reino de León, que ha traído para impresionar a los castellanos. Basilio, el obispo de la Castilla central, con residencia en Muñó, parece huir de él evitando compromisos políticos, pero en cuanto Fernán González vuelve a la región del Arlanzón para ofrecer a su hijo Munio en Cárdena, allí está Basilio a su lado, roborando la ofrenda (12). En los comienzos del condado, ya lo hici(12) Becerro de Cárdena, pág. 289. E l examen de las cartas del conde nos deja la impresión de que no existía una organización cancilleresca en su corte. Debía tener su capellán, algún monje o sacerdote que le seguía en sus viajes. Tal vez lo era el Rapinatus presbiter de Caradigna, que firma la carta a Santa María de Lara en 929 (Cart. de Arlanza, pág. 20), y más probablemente el Oveco presbiter de Caradigna, y el Sisebuto presbiter de Munnio, que confirman cartas suyas a San Miguel de Pedroso en 945 (Cart. de San Miílán, págs. 45 y 46). Los notarios que utiliza para redactar sus escritos deben ser copistas de la región en que esas escrituras se otorgan. Las primeras cartas, las que se redactaron en Lara alrededor de 930, nos dan a conocer dos copistas o escribas que debían pertenecer a San Pedro de Arlanza: Félix presbiter, que redacta las donaciones a Santa María de Lara y Belbimbre (Cart. de Arlanza, págs. 20 y 24), y Secutus o Sisebutus, cuyo nombre encontramos en la carta de 931, por la cual el conde delimita el alfoz de Lara (Ibd., pág. 34), y en la 912, donación de Cardaba que debe fecharse por el mismo tiempo (Ibid, pág. 12) E n esta misma región confirma unos años más tarde Fernán González la donación de Cardaba, y esta vez su notario es el famoso copista de Valeránica Florencio, que el mismo año 937 titulaba, como se decía entonces, la fundación de San Andrés de Boada por Diego Rodániz (Ibid., págs. 43 y 45). E n cambio, la carta que cinco años más tarde firma el conde en favor de Valeránica aparece sin el nombre del escriba, aunque firman en ella dos sacerdotes, Rapinato y Endura, que deben ser monjes de Cárdena. Los documentos del Cartulario de Cárdena relativos al conde están todos sin nombre de notario, como los demás de esa época en el mismo Cartulario. Para sus donaciones a San Millán de la Cogolla, Fernán González utiliza a los monjes letrados del monasterio, alguno de los cuales había desempeñado ya el mismo oficio con el rey García de Navarra, lo cual le da motivo para llamarse "escriba regis", aun en las cartas del conde. He aquí sus suscripciones: 943: "Eximenus sacerdos et scriba regis canfirmat" (Cartulario de San Millán, pág. 39); 947: "Gomessani exaravit" (Ibid., pág. 51); 947: "Gomessani, scriptor confirmans" (Ibid., pág. 60); Gomessani scriba et testis" (Ibid., pág. 51). Este Gomesano, en 959 (Ibid., p á g 63), escribe otro documento con esta fórmula: "Gómez presbiter scripsit." Como se ve, la mayor parte de las cartas otorgadas por Fernán González están sin namhjae de notario. >

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raos observar, pudo haber recelos por parte del alto clero, pero ahora todo eso ha desaparecido, reemplazado por una fervorosa adhesión.

Combinaciones políticas. E l rey Ramiro estaba triste. Era bravo, audaz, emprendedor, pero su estrella le había abandonado. Parecían pasados para siempre aquellos años en que la victoria acompañaba sus empresas, y el califato se le humillaba, a pesar de su esplendor, nunca igualado. Ahora los musulmanes inquietaban sus fronteras; el recuerdo de su hermano y sobrinos que se arrastraban por los claustros de Ruyf orco con las cuencas vacías, le ponía melancólico; parecía haberle abandonado su vigor antiguo, y el inquieto conde de Castilla, con el cual fracasaban todas sus previsiones políticas, era su pesadilla constante. Consolábase construyendo monasterios, haciendo peregrinaciones a los santuarios más conocidos y enriqueciendo las iglesias con espléndidas donaciones. E l místico se unía en él al guerrero. Reaccionando contra la melancolía que le atenazaba al pensar en lo infructuoso de sus últimos años, decía en 949, al entregar tres prioratos al monasterio gallego de San Salvador de Celanova, fundación del obispo San Rosendo: "Te los ofrezco a Ti, mi divino Salvador, que apareciste en medio del mundo por mi salvación y la de todos los fieles, con esa tu piedad inmensa e inefable, que me libró de innumerables angustias y llenó de confusión a los que me odiaron y me levantó a la cima de la gloria y del poder" (13). Ramiro vivía de aquel pasado' lejano, en que aplastaba a sus competidores y aniquilaba a los enemigos de la fe. Aquello era (13) "Tibi Salvatori meo qui apparuisti in mundo, in mea et omnium fidelium salute, propter inmensam atque ineffabilem tuam pietatem, qua me de innumeris angustiis liberasti, vel etiam iis qui me oderunt confusionem. dedisti et me in sublime extulisti". (Barrau-Dihigo, Charte Royales Leonaises, en "Revue Hispan.", 1903, X , pág. 382). s

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ahora un recuerdo, y allí estaba la cuestión secular e insolubre con Castilla, que afirmaba nuevamente un régimen de excepción. Imposible quebrantar la resistencia popular, siempre renaciente; imposible doblegar el tesón de aquel conde superior a todas las adversidades y a todas las oposiciones. Contra él ha puesto en juego la fuerza, la política, la indulgencia, todo con efecto negativo. Ahora ve cómo se le acerca la vejez, y hasta presiente cercana la muerte. Y el problema de Castilla está más agudizado que nunca; el conde, con humos de rey, las leyes del reino proscritas y reemplazadas por una legislación tradicional arbitraria, y, sobre esto, el peligro de que la rebeldía se extienda a otras regiones envidiosas de las libertades castellanas. Quiere hacer, sin embargo, un último esfuerzo para terminar con aquella situación insostenible. V a a obrar con habilidad y al mismo tiempo con generosidad. No duda de que aquella combinación política va a satisfacer a Fernán González, va a asegurar el porvenir de sus hijos y va a ser aceptada con gusto por los castellanos.

El plan de Ramiro. Su plan es unir estrechamente su casa con la casa del conde Fernán González para hacer de él un servidor incondicional de los intereses de la Casa Real. Vuelve a acariciar la idea de poner en Burgos el segundo de sus hijos, a Sancho, pero a su lado estaría Fernando como consejero, y él sería en realidad el que gobernaría en nombre del príncipe, con los fueros, libertades y costumbres propias de la tierra. Tal vez se prometía a Sancho el próximo nombramiento de rey, con una dependencia casi puramente nominal con respecto al rey de León, y al conde el casamiento de alguna de sus hijas con el príncipe. Por de pronto, la mayor, Urraca, se casaría con el primogénito y heredero del rey, Ordoño, con lo cual se convertiría el conde en el brazo derecho del trono. E n esta forma podemos reconstruir los hechos, que sólo conocemos de una manera fragmentaria, "Entonces, dice Sampiro, des-

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pues de contar la historia de la rebeldía del conde, Ordoño tomó a la hija de Fernando por esposa, de nombre Urraca." Por otra parte, según los documentos, el príncipe Sancho tenía ya su residencia en Burgos por la primavera de aquel año 950, y desde el 7 de marzo los documentos de Cárdena empiezan a estar autorizados con su nombre y con la fórmula antigua: "Sancho, hijo del rey Ramiro, en Burgos." No se le llama conde de Castilla, título que, al parecer, sigue llevando Fernán González, que además se

Signos de Ordoño III y Urraca. (Tumbo A de Santiago.)

había convertido en primer personaje, después del rey, en el reino (14). Esta solución, que seguramente no era de la completa satisfacción del conde, debió ultimarse en los primeros meses del año 950, si es que hemos de dar esta fecha a la carta por la cual un mag(14) "Tune Ordonius filius regia sortitus est filiam Fredinandi in conjugio nomine Urracam", que así dice Sampiro, a quien copia Pelayo, el Silense y la Najerense (Hist. Silense, ed. de Santos Coco, pág. 52). Sampiro supone que el casamiento de Ordoño, el primogénito de Ramiro, con Urraca, se realizó inmediatamente después de haber salido de la cárcel Fernán González. Me mueve, sin embargo, a retrasarlo el hecho de que Fernán González aparece después de su liberación, durante algún tiempo, de 945-947, postergado en la corte y en Castilla disminuido, para ocupar de nuevo repentinamente el primer lugar. Creo que el mencionado casamiento se realizó en 950 o poco antes. Téngase también en cuenta que Urraca, nacida lo más pronto en 935, debía tener, cuando el conde salió de la cárcel, lo más unos diez años.

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Página de los Morales de San Gregorio (año 945). (Madrid, Biblioteca Nacional, Vit. 14-2.)

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nate llamado Alvaro Velaz y emparentado ccn el linaje de los antiguos condes de Álava, entrega su villa de Juara o Juvara al monasterio de Sahagún. Es con motivo de una junta, en la que figuran los más altos personajes, magnates y prelados, condes gallegos y asturianos, abades de la región leonesa y obispos de varias diócesis juntamente con el rey y sus dos hijos. Allá están también Diego Muñoz y Fernán González (15). Allí se decide también una expedición de castigo contra los moros, a quienes desde hacía diez años no se había hecho más que contener. L a reconciliación del rey con el conde castellano y el arreglo de los asuntos de la provincia oriental parecen haberle rejuvenecido, y ya se siente otra vez con arrestos para repetir los éxitos de los primeros años de su reinado. Se adopta la idea de llegar hasta el corazón del califato, por la zona occidental, partiendo de Zamora. La campaña tuvo el éxito apetecido. Los expedicionarios llegaron a Talavera, que entonces se llamaba Elvora. Aquí les salió al encuentro un •ejército musulmán, que fué completamente deshecho, quedando en el campo dos mil enemigos. Los vencedores saquearon la ciudad y se volvieron a su tierra, llevando siete mil prisioneros y abundante botín. Ramiro quiso inmediatamente ir a Oviedo, dio gracias ante el altar de las reliquias, por la victoria alcanzada, y atacado de súbito por una grave enfermedad, fué llevado precipitadamente a León, donde murió poco tiempo después (16).

(15) Escalona: Historia de 8ahagún págs. 34-36, y apéndices, pág. 398. E l P. Escalona vio el original de esta escritura y leyó en ella la fecha de 960, cosa imposible, pues vemos la confirmación de Ramiro II y de su mujer y sus hijos Ordoño y Sancho. Hay que fijarla, por tanto, antes de 950, acaso en este mismo año, "notum die feria V , VIIII kalendas apriles". (16) Sampiro, en el Silense (ed. Santos Coco, pág. 53). Esta expedición se realiza en el año decimonono del reinado de Ramiro, 950, lo cual viene a confirmar que el reinado comenzó en 931. Débese advertir que Sampiro no dice que Ramiro muriese "vespere apparitionis Domini", es decir, el 5 de ene* ro de 951, sino que en ese día abdicó espontáneamente el reino, sometiéndose al rito de la penitencia: "Ipse se ex proprio regno abstulit". Y añade el cronista: "Proprio morbo discessit, et quiescit in sarchofago juxta eclesiam Sancti Salvatoris". Esto explica la diversidad de las cartas al señalar el rey durante los primeros meses de 951. >

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Muerte de Ramiro y sus consecuencias. Todo esto sucedió en los últimos meses del 950, año de victoria, y de botín por esta expedición, que enriqueció a los cristianos y llevó el pánico hasta la raya de Andalucía, pero año también "pésimo", por la escasez de la cosecha, según la expresión de un labriego castellano, que gracias a la caridad de los monjes de Valpuesta pudo salvar su vida y la de su hijo (17). E l mismo nos cuenta cómo llegó completamente extenuado a la portería del monasterio, y cómo los monjes le dieron el sustento, la misma ración que estaba señalada para ellos, y cómo pusieron a su disposición una cabra para que atendiese al mantenimiento de la criatura. Esto fué en el mes de junio, cuando el rey caminaba con sus huestes hacia Andalucía, movido tal vez por el deseo de remediar, con la presa, aquella crisis que angustiaba a los Estados cristianos. Y a poco de volver, Ramiro cae enfermo y se retira de los negocios. Sampiro fecha su muerte, o mejor dicho, su abdicación, el 5 de enero de 951. Quiso, antes de morir, dejar sólidamente establecido a su primogénito en el trono, en previsión acaso de las intrigas navarras movidas por el interés que el príncipe Sancho inspiraba a su abuela doña Toda. Ramiro vivió todavía algunos meses. Son numerosas en León las cartas que en febrero y hasta en mayo de este año se calendan aún con su nombre, aunque ya el 31 de enero encontramos una donación de Vermudo Muñoz, conde de Cea, fechada en esta forma: "Empezando en el reino el serenísimo príncipe Ordoño, hijo de Ramiro" (18). (17) Es la carta núm. XXVIII de la colección de Barrau-Didigo: "Ego Sanzone in aula beatitudinis sánete Mane semper Virginis... Notum sit ómnibus hominibus beneficium et viscera pietatis, quod impendistis super me in isto anno pessimo..." (18) Citaré aquí las siguientes cartas leonesas con el nombre de Ramiro en 951: Venta en Sahagún, el 16 de febrero, "regnante rege Ranemiro" (Vignau: índice de documentos, núm. 554). Lúcete y otros venden a Homobono y su mujer Cita, una tierra en Villa de Ginta. "Facta cartula venditionis de Losa térra VTIII cds. marcias, era DCCCCLXXXVIII1, regnante domno Rani-

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Guerra dinástica. Del infante Sancho ya no se vuelve a hablar entre los notarios de Castilla. E l conde creyó que la muerte del rey le desligaba de todo compromiso, y aprovechó aquella ocasión para suprimir aquella sombra de autoridad que la prudencia le había obligado a aceptar unos meses antes. Es probable que el mismo Sancho optase por retirarse. Se daba cuenta de su impopularidad en Castilla, y además tenía ambiciones más altas. Quería ser rey de León, destronando a su hermano, y para eso contaba con el apoyo de Navarra. Como hijo de Urraca, la segunda mujer de Ramiro, que pertenecía a la familia real de Pamplona, la reina Toda era miro rex in Legione" (Cart. de León, núm. 79). Gisando y su mujer, Argilo, conceden a Agodin y a su mujer, Bonilde, una villa en Villacid. "Facta cartula sub die quod erit die dominico,- V klds., feas (Februarias), in era DCCCCLXXXVIIII, regnante Domino nostro Jesu Christo et imperante principe Ranimiro" (Ibid., núm. 98). Lube dona a Agube una tierra en Rivaseia. "Die quod erit die savado, ora erat quasi vesperas, VIIII Kals., aprilis in era DCCCCLXXXVIIII, regnante Domino nostro Jesu Christo et imperante principe Ranimiro" (Ibid., núm. 97). E n cambio, una venta de Flagino a Juan está fechada "VIII idus martii era DCCCCLXXXVIIII, rex Hordonio in Legione" (Obispad., núm. 6); y el 19 de febrero de este año vemos a Ordoño extendiendo una carta en favor de San Rosendo, con su mujer Urraca, con su suegro Fernán González y con otros magnates (Barrau-Dihigo: Chart. Roy. León., en "Revue Hisp.", 1910, X , pág. 383). E n Mon. Po t. Hist. (Dipl. et Chart., I, escrit XXXVT, pág. 22), encontramos una carta que se supone dada por Ramiro II el 18 de mayo de 951. Si la fecha no está errada, sería la última de este rey Ambrosio de Morales (Crónica, lib. X V I , cap. II) habla de instrumentos con el nombre de Ordoño III, antes del 5 de enero de 951, lo cual le induce a creer que Ramiro había descargado el gobierno en su hijo antes de esta fecha, pero yo no encuentro más que uno de fecha muy dudosa. Es el que lleva el número C X L I V en el Becerro de Cerdeña (ed. Rmo. P. Serrano, pág. 156). Alarico entrega su hacienda al monasterio de Santa Eugenia de Marmellar, "die notum Kalendas januarias, sub era DCCCCLXXVIIII, regnante rex Ordonio in Legione et comité Fredinando Gundissalbiz in Castella". Como el 1 de enero .de 941 no reinaba ningún Ordoño, el P. Serrano lee: 1 de enero de 951, suponiendo que el copista se olvidó una X . Pero lo mismo podemos suponer un nuevo descuido que nos permita leer una fecha posterior al 5 de enero. o

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Restos antiguos ea Tubilla del Agua.

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abuela suya, y ella fué acaso la que le metió en la cabeza el intento de conspirar, asegurándole también la colaboración o, por lo menos, la neutralidad del conde de Castilla, que éste debió prometer, aunque sólo fuese para alejar de Burgos al infante. De todas maneras, Fernán González aparece al lado de Ordeño III, al principio de su reinado, ocupando el puesto que había gozado en los últimos días de Ramiro. E l 19 de febrero de 951 hace Ordoño una donación a San Rosendo, y allí, en torno al rey, vemos a su mujer, Urraca; a su suegro, Fernán González, y a su primo Ordoño, que se firma hijo del rey Alfonso (19). Tal vez es en estos primeros tiempos de su reinado cuando Ordoño realiza aquella su expedición victoriosa contra Lisboa, que es su único hecho de armas contra los musulmanes. Después la guerra civil estalla, los navarros llegan con el nuevo pretendiente, y Fernán González intenta aprovecharse de la contienda. E l deber de vasallaje le obliga a prestar su ayuda al rey establecido, pero la política nepotista de la reina Toda se esfuerza en atraerle a su partido con halagüeñas promesas. Teniendo que escoger entre el yerno y el sobrino, se declara, al fin, por el segundo. Tal vez no se une a él abiertamente, pero le favorece cuanto puede y se hace el sordo a los llamamientos del rey leonés. Ordoño, dice Sampiro, era un hombre tan hábil para la guerra, que no se daba fácilmente por vencido. Lleno de coraje, convocó a sus condes al fonsado, salió al encuentro de su rival y le obligó a retroceder. Sancho tuvo que volverse a Navarra, y la hija de Fernán González, repudiada por el rey en respuesta a la conducta de su padre, tuvo que buscar un refugio en Castilla, si vamos a creer lo que nos dice Sampiro (20).

(19) Barrau-Dihigo: Chart. Roy. León., en "Rev. Hisp.", 1910, X , pág. 383. En esta carta encontramos un Guttier Nunniz, que podría ser el antiguo conde de Castilla en 931, partidario de Alfonso IV contra Ramiro, que reaparecería en la corte con el comienzo del nuevo reinado. (20) "Ranimiro defuncto, filius ejus Ordonius sceptra paterna est adeptus. V i r satis prudens et in exercendis disponendisque exercitibus nimis sapiens. Frater quidem ejus, nomine Santius, consilio inito una cum avúnculo suo, nomine Garsiano, rege Pampilonensium, necnon Fredenandus Gundisalvi Burgensium comes, unusquisque cum exercitu suo Legionem aceesserunt, qua-

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E l relato de Sampiro es el siguiente: "Fallecido Ramiro, su hijo Ordoño, varón prudente y en preparar y en dirigir ejércitos muy sabio, recibió el cetro paterno. Mas su hermano, de nombre Sancho, tomado consejo de acuerdo con su abuelo García, rey de Pamplona, y con Fernán González, conde de los burgaleses, cada uno con su ejército, se acercaron a León para arrojar del reino a Ordoño y consolidar en él a su hermano Sancho. Pero el rey estuvo bastante activo para defender sus ciudades y vindicar el cetro del reino, teniendo' que volverse los agresores a sus propias tierras, y el susodicho conde Fernando, queriendo o no queriendo, se acercó a su servicio." Cuenta luego el cronista oficial la campaña de Lisboa, y añade que Ordoño, disgustado con su suegro, abandonó a Urraca y se casó con otra mujer.

Lo que nos dicen los documentos. Estas noticias necesitan completarse y rectificarse con el relato de los documentos. Una cosa es cierta: que en la veintena de documentos que tenemos de Ordoño III, no aparece una sola vez el nombre de Sancho, pues si en tres o cuatro de ellos encontramos la firma Sancius rex, colocada en último lugar, se ve claramente que se trata de una confirmación posterior (21). Esto es un indicio de que el hermanastro de Ordoño adoptó desde el primer momento una actitud de franca rebelión. No sucede lo mismo con el conde de Castilla. E l 19 de febrero de 951, dos meses después de su advenimiento, Ordoño reúne en León a sus magnates, y con ese motivo entrega a San Rosendo una aceña que tenía en Zamora, liter Ordonium a regno expellerent, et Sancium fratrem ejus in regno confirmarent. Quo audito, rex Ordonius satis exercitatus st-etit, suasque civitates defensavit, et regni sceptra vindicavit, hiis supradictis remeantibus ad propria" (Sampiro, en el Sítense, ed. Santos Coco, págs. 53-54). (21) Vemos, por ejemplo, que en el documento de Ordoño otorgado en favor de Santiago el 18 de mayo de 952 (E. S., t. X I X , págs. 364 y 146), aparocen al fin estos nombres: Ranimirus rex, Sancius rex, Veremundus rex. E n los tres 6MOI se trata de una confirmación posterior.

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sobre el Duero, junto a los baños reales. Suscribe la reina Urraca, y a continuación de ella Fredenandus Gundisalviz (22). Tres nieges más tarde, una nueva asamblea, a la cual acude puntualmente el conde castellano', con algunos de sus infanzones, como Munio Gustios y Oveco Muñoz, y durante ella una donación a Sahagún, donde encontramos también, después de los eclesiásticos, pero al frente de todos los magnates, el nombre de Fernán González y el de su gran amigo Diego Muñoz (23). Durante esta época es evidente que no había lucha entre Fernando y Ordoño. Del año siguiente hay dos diplomas, expedidos ambos en favor de Santiago, uno el 16 de mayo y otro el 11 de noviembre, en que la reina Urraca se encuentra al lado* de su marido venerando al Apóstol y suscribiendo las donaciones otorgadas a su iglesia (24). No aparece, en cambio, en el documento expedido en favor del monasterio de San Cebrián de Mazóte unas semanas más tarde, es decir, el 5 de diciembre 952, "en el segundo año de nuestro reinado" (25), dice Ordoño. Del año 953 sólo hay una carta real, que se refiere a la iglesia de León y lleva la fecha del 11 de julio (26). Tampoco en ella leemos el nombre de Urraca, pero reaparece de

(22) Véase arriba nota 19. (23) Escalona: Hist. de Sahagún, pág. 398. No confirma la reina Urraca, pero inmediatamente después de los obispos, a la cabeza de la segunda línea, leemos estos dos nombres: "Fredenandus Gundisalviz, Didaco Munioz". (24) E l 15 de mayo, Ordoño III y su mujer Urraca dan a Santiago el conmiso de Carnatum (Santiago: Tumbo. A., fol. 27). E n 11 de noviembre, Ordoño III y Urraca dan al Apóstol el conmiso de Ventosa (Ferreiro: Historia de la Iglesia de Santiago, t. II, apénd. núm. 66). A l fin, esta firma: "Sancius rex", que es una confirmación del tiempo en que Sancho logró sentarse en el trono. (25) Yepes: Cororúca General de la Orden de San Benito, t. V, ap. XIV, folio 437. Otra vez encontramos aquí a Guttier Munniz. A l fin, esta fórmula, que indica una confirmación hecha más tarde: "Sancius serenissimus princeps secundum agnovi a fratre meo cancessum confirmare studui". (26) Donación de Ordoño a Santa María de León y al obispo Gonzalo, por la cual entrega "eclesias in Alhance de Salamantica, quantas edificaverunt populatores patris mei qui fuerunt de Legione, id est, domnos Oveco episcopios, Juisivado, Veremundus Nuniz, Fortis, Fortunius, et Pelagius presbiter" {Original: Cart, del Archivo de la Catedral de León, Villada, núm. 979).

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una manera casi constante en los años siguientes hasta la muerte del rey, 8 de junio, 15 de junio y 12 de octubre de 954; 10 de marzo y 15 de abril de 955; 5 de mayo, 13 de mayo y 30 de agosto de 956; en esta última encontramos también un Sancho Fernández, que es seguramente el hijo de Fernán González, y el nombre de este último en las dos anteriores nos da a entender que en la primera quincena de mayo de 956 Fernán González estaba en León siguiendo la corte del rey (27). Por el examen de estas fechas, llegamos a la conclusión de que, si realmente se rompieron las hostilidades entre Castilla y León, y si Ordoño abandonó a su mujer fué ello durante el año 953, en el cual la misma penuria de documentos parece hablarnos de desórdenes y revueltas. E n la primavera de 954 volvemos a encontrar a la reina Urraca en la corte, y allí continúa en 955 y 956, indicio de una pronta reconciliación. A su padre, en cambio, no se le encuentra hasta los últimos meses del reinado de Ordoño. E l encumbramiento de Fernando Ansúrez, que

(27) 8 de junio de 954 (Arch. Cat. de León, catál. núm. 980): Donación de Ordoño, "cum conjuge" Urraca a San Claudio de León; 12 de octubre de 954: Ordoño III y "Urracha regina" hacen una donación a la iglesia de León (Ibid., cat. núm. 976); 12 de noviembre de 954: "Nos igitur famuli vestri Ordonius rex et Urracha regina, dominissimo imperatoris Ranimiri filius..."; 10 de marzo de 955: Ordoño III y Urraca dan a Santa María de León la de San Claudio, Lupercio y Victorico... Confirma "Orracha regina" (Acad. de la Historia, Col. Velázquez, t. X X X V I I , fol. 2). E n 955, 17 de abril y 19 de mayo, encontramos una donación a la iglesia de León (Tumbo de León, folio 12), y otra a San Rosendo (E. S., t. XVIII, ap. X V I , págs. 331-332), en que no encontramos el nombre de Urraca, y en cambio vemos a Fernando Ansúrez figurando al frente de los magnates. 5 de mayo de 956: Donación de Ordoño a Julián Foracasas y monjes de San Martín, firmando Ordoño, Urraca, "regina", Fredenandus Gundisaliz comes, etc. (Arch. de la Cat. de León, cat. núm. 908); 30 de agosto de 956: Donación de Ordoño III al monasterio de Ardón;firman Ordoño, Urraca y Sancho Fernández (Arch. de la Catedral de León, cat. núm. 907). Véase Risco, E . S., t. X X X I V . U n documento portugués de 1045 nos habla del tiempo, en que "venit Ordonio Ranemiriz et sua mulier domna Giluira ad multis temporibus in Portugale, et pressit ipsa villa per potentia et dedit illa ad suo genro Fredenando Gundemariz et ad sua mulier Mumadona Ordoniz". Si tuviésemos la seguridad de que ese Ordonius Ranimiriz es Ordoño III, tendríamos aquí solucionadas nuestra» dudas. (Mon. port. Hist., t. I, Diplom. et chart., núm. 340, p. 297.)

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en 955 confirma al frente de los magnates las cartas reales, es para hacernos sospechar que la inteligencia entre el rey y el conde no era aún completamente cordial. Pero es un hecho que al fin se entendieron, y la presencia de Sancho Fernández en León al comenzar el año 955, nos permite sospechar que Fernán González debió entregar en rehenes alguno de sus hijos. Aquel arreglo debió terminar con aumento del prestigio del conde, a juzgar por los documentos de Liébana y Piasca, que en los años anteriores se calendaban con el nombre de Alfonso, conde de Liébana y ahora empiezan a llevar el nombre del conde de Castilla (28).

Partidarios de Sancho en Portugal. Los que sufrieron mucho a causa de aquellas perturbaciones fueron varios magnates de la Extremadura portuguesa que se habían adherido resueltamente a la causa de Sancho. A pesar de las distancias, algunas de las familias más importantes de aquella tierra estaban íntimamente relacionadas con Navarra y con Castilla. L a lectura de los documentos portugueses nos hace sospechar la presencia de numerosos personajes, originarios del extremo occi(28) Pepi Adefonsiz vende una viña al presbítero Adica, "III nonas junias era DCCCCLVII (?), sub Ordonio nostro illustrissimo principe et comité Fredenando Gundisalviz. Ego Pepi et comité, Didacus Onici, Rodericus Froilaz, Vela fierez (Alfierez?) de Burgos" (Cart. de Liébana, núm. X X X I I I ) . Oveco Díaz y su mujer Helo venden a Dueñas una casa por un manto y un caballo rucio de 100 sueldos, año 956. "Ordonio in Legione, Fredenando Gundisalviz in Castella" (A. H . N., Ind. del Arch. de San Is'dro de Dueñas, códice 41, fol. 10). Rodrigo Verbaldez y Goyna dan a San Isidro de Dueñas la iglesia de Santa Eulalia, "reinando el rey Ordoño en León y el conde Fernán González en Castilla" (A. H . N., Ind. del Árch. de San Isidro de Dueñas, códice 41, fol. 11). Venta a las monjas de Santa María de Piasca, 10 de abril de 952, "principe nostro Ordonio in Legione et comité nostro Adefonsus in Levana (Vignau, índice de documentos de Sahagún, núm. 560). Venta en Piasca, el 20 de mayo de 956, "regnante rege domno Ordonio in Legione; Fernando Gonsalviz, comes in Castella" (Ibid., núm. 581). Donación a Santa María de Piasca, el 13 de febrero de 957, "sub Sanzone rex in Legione et comité Fredenando in Castella" (Ibid., núm. 582).

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dental del reino. No debemos olvidar que la repoblación de las tierras del Sur del Duero, y la ocupación de Coimbra, sobre todo, fué provocada hacia el año 878 por un movimiento de rebeldía que capitaneó Froilán, hermano de Alfonso III, ayudado por los otros hermanos, Vermudo, Ñuño y Odoario. Los rebeldes, refugiados en Castilla, cayeron en manos del rey, que mandó sacarles los ojos. A pesar de su ceguera, Vermudo logró escaparse de Oviedo, y sostenerse en Astorga con apoyo de fuerzas musulmanas, pasando luego al otro lado del Duero, donde se apoderó de Coimbra y Ventosa, que siguió gobernando con gran prestigio después de la muerte de Alfonso III. De Castilla debió llevar Vermudo amigos y partidarios a las tierras del otro lado del Miño, y uno de ellos, además del Sarracerus judex, que aparece alrededor del año 900 primero en las cartas alavesas y después en las de León, fué acaso aquel conde Diego Fernandoz, que figura con frecuencia en los documentos portugueses, entre los años 900 y 925, y que, a juzgar por el nombre, podía estar emparentado con el fundador de Burgos, Diego I'orcelos, o con Fernando Díaz, conde de Burgos en 905. Su mujer, Oneca, procedía ciertamente de una gran familia pirenaica, alavesa o navarra. Su nombre, lo mismo que el de su hijo Ximeno, son un indicio de su origen vasco. Ximeno Díaz aparece constantemente en los documentos portugueses desde el año 930. Poco después le hallamos casado con una hermana de San Rosendo, llamada Adosinda. Su hermana Muniadona, que fundará más tarde el monasterio de Vimarhaes, se casa, a su vez, con otro de los condes más poderosos de la repoblación portuguesa, Menendo, hijo de Gonzalo Betotez y hermano de Pelayo González y de Aragonta, la repudiada de Ordoño II. Muerto su padre prematuramente, Jimeno, único varón de la familia, se convierte en uno de los más poderosos señores del Duero occidental. Vive en sus tierras y sólo de tarde en tarde aparece en la corte, a pesar de que su hermana Muniadona había sido "collaza", es decir, hermana de leche de Ramiro II. En el conflicto que sigue a la muerte del vencedor de Simancas, Jimeno, defiende la causa del príncipe Sancho, entrón-

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cado con la casa real de Navarra. Le mueven, probablemente, lazos de parentesco, pero al mismo tiempo siente ya aquel espíritu de rebeldía, que habían dejado en la tierra los infantes conquistadores, y que desde ahora se manifiesta en los documentos con la supresión del nombre del rey en la fecha. Ni Jimeno ni ninguno de los condes de entre Miño y Duero figura al lado de Ordoño en los cuatro primeros años de su reinado. L a autoridad real se impone hacia el 955, y al fin Scemenus, sin duda nuestro Jimeno Díaz, aparece en una carta de Ordoño en favor de Santiago, y Gonzalo Menéndez se presenta en León, como se ve por una donación real a la iglesia de la ciudad. Ordoño se considera ya fuerte para hacer un escarmiento en los rebeldes. Hay un documento de este año, por el cual entrega a San Rosendo unas mandaciones de Galicia que desde algún tiempo antes venía disfrutando la familia de Guttiez Menéndez. " Y las quitamos, dice el rey, de manos de nuestro tío y cuñado vuestro Jimeno Díaz, y de vuestros sobrinos < kmzalo y Veremundo, los cuales carecieron de ellas por su criminal conducta y execrable infidelidad." Sin duda, con el poderoso conde de la región de Coimbra habían hecho causa común los hijos de Ñuño Gutiérrez, Gonzalo y Vermudo, cuyos nombres encontramos repetidos en los documentos de esta época, el primero actuando casi siempre a impulsos de su decidida vocación de conspirador (29).

Y no debieron ser estos los únicos parientes de San Rosendo, que intervinieron en aquella guerra civil, pues una escritura que logró ver Morales nos habla del caballero Oveco Rudesindiz, que se Vvantó contra Ordoño II, apoderándose de varios castillos, donde hizo resistencia a las fuerzas del rey hasta que fué destrozado y preso con todos los suyos por el caballero Pelagio, sin duda Pelayo González, uno de los hombres de confianza de Ordoño III, ya que aparece confirmando casi todas sus donaciones (30). n

(29» E. S., t. XVIII, apénd. X V I . pág. 331; M numcnta Portugaliae, Dipl. et Chart., t. I, pa5sim; E. G. de Azevedo. Historia de Portugal, t II, páginas 97-102. Lisboa, 1939). (30) Coro-nica General de Espniva, 1. 7.. cap. 40.

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Nuevos choques con los moros. " E l Eterno, dice Aben-Adhari, hizo nacer esta guerra civil, a fin de dar a los musulmanes una ocasión de victoria." E l kaid de Toledo, Ahmed-ben-Yela, hostilizaba una y otra vez las plazas castellanas del Duero, y a Córdoba llegaban, según la expresión, sin duda exagerada, de los historiados árabes, montones de cruces, de campanas y de cabezas de cristianos. Siempre vigilante y dis-

Moros en retirada. (Según un vis. del siglo XIII.)

puesto a la lucha, Fernán González resistía infatigablemente y atacaba, respondiendo al despojo con el despojo y al incendio con el incendio. Por esta época fué cuando^ consiguió de los moros una de sus más brillantes victorias ante los muros de San Esteban de Gomaz. E l Chronicón de Cárdena la recuerda alborozado, diciendo que el rey Ordoño "dio grant ayuda al conde Fernán González con que venció los moros en San Esteban". L a historia del Toledano es todavía más explícita: "Apaciguada, dice, la discordia entre el rey Ordoño y el conde castellano Fernán González, vino un ejército musulmán a San Esteban, en la orilla del Duero,

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y devastó la región hasta Burgos, pero el conde Fernán González, con el ejército del rey Ordoño y su gente, le persiguió hasta <el Duero, le venció en batalla campal, mató a una gran muchedumbre de ellos y cogió muchos cautivos." Cansado de luchar y poco satisfecho con sus éxitos, el califa ofreció la paz. Dos homares de su completa confianza, Mohamed-ben-Husain y el sabio judío Hasday ben Sabruk, director general de Aduanas, llegaron a León con sus proposiciones, y el acuerdo fué firmado en 955. Preterido' en aquellas negociaciones, o sacrificadas acaso por el leonés algunas fortalezas del extremo meridional de Castilla, Fernán González se negó a reconocer el tratado. Fué necesario que los embajadores cordobeses tratasen también con él, y sólo después de haber recibido toda serie de satisfacciones y garantías, se avino a negociar con el califa (31). Este hecho, comprobado por los historiadores musulmanes, nos da idea de la situación jurídica del condado castellano por esta época. Ordoño había logrado sostenerse en León; pero Fernando (31) Dozy: Hist. des Musulmans d'Espagne, t. II. ed. de Levi Provencal, 1932, págs. 163-164; Aben Adhari A l Bayan al-Mugrib, t. II, pág. 233; traducción de Fagnan, pág. 360. Aludiendo a ia victoria de San Esteban de <3ormaz y a las relaciones de Ordoño III con Fernán González, dice el Cronicón de Cárdena: "Regno don Ordoño cinco años e medio, e fué buen andant en todas sus guerras, e dio grant ayuda al conde Ferrant González, con que venció los moros en Sant Esteban" (E. S., t. XXIII, pág. 378). Por vez primera vino ahora al norte de España como plenipotenciario Hasdai ben Sabruk, acompañado de Mohamed ben Husain. Es Aben Khaldun (Ibar., t. IV, página 143) quien nos dice que después de firmar la paz con los leoneses, Abderramán concertó otra con Fernán González. Las frases del Toledano sobre la victoria de San Esteban de Gormaz pueden verse en su libro V, De rebus Hispaniae, cap. I X (Hisp. Illustr., t. II, página 86). También Lucas de Tuy alude a este encuentro con las frases siguientes: "Fernandus vero Gundisalvi, cujus erat studium regnum omnímode perturbare, nolens volens ad regis sorvitiumi proparavit, eo quod ipse rex cum magno exercitu veniebat super Castellam, et Sarraceni propter nostrorum discordiam fines terrae burgensium devastabant. Sed comes Ferdenandus Gundisalvi accepto exercitu legionensium et suorum nimian multitudinem sarracenorum, qui Sanctum Stephanum de Gormaz obsederant, hostiliter interfecit" (Chronicán mundi, en "Hisp. Illustr.", de Andrés Schott, tomo IV, 1608, págs. 84-85).

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obraba en Castilla con todos los atributos de la soberanía. Entre los castellanos, su prestigio seguía siendo el mismo. Era el hombre providencial, el que los había libertado de las enrevesadas leyes del Fuero Juzgo, el que había acabado* con aquella enojosa obligación de ir a defender sus intereses y sus derechos en Oviedo a en León, el que los protegía siempre audaz e incorruptible en las horas duras de las "razzias" musulmanas, el que perdonaba pechos y daba libertades y hacía caballeros de los villanos, y de los caballeros, infanzones. Gracias a él no había en Castilla más siervos que los miles de moros cautivados en sus encuentros victoriosos, con los enemigos de la fe.

El conde y el pueblo. Por esta época le vemos presidiendo y autorizando una de aquellas reuniones populares que le ganaban la admiración y el cariño de las multitudes. Es en la región de Valpuesta, entre los límites *de Álava y Castilla. De los pueblos cercanos han acudido los habitantes a saludarle y conocerle. A su lado está su esposa y el obispo de Valpuesta, Diego Alvarez. Muchos aprovechan aquella ocasión para hacerle sus ruegos, para someter ante su tribunal sus diferencias, para pedir la aprobación de sus costumbres y la ampliación o confirmación de sus libertades. Así hacen los vecinos de las tres villas alavesas de San Sadornil, Berbeia y Barrio, situadas en el valle de Valdegovia, que forman un concejo orgulloso de los privilegios que goza de tiempo atrás. Es el momento oportuno para dar nuevo valor a los viejos pergaminos. E l conde llega a la tierra, tal vez con motivo de alguna fiesta popular, un día 14 de septiembre. E l concejo en masa le rodea; él escucha sonriente, saluda y aprueba. Hay que guardar constancia de aquel momento trascendental, y un notario escribe: "En presencia del conde Fernán González, de la condesa, su mujer; de don Diego, obispo, y de otros muchos hombres buenos. Henos aquí a todos los del concejo de Barrio, Berbeia y de San ZadorniU

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varones y mujeres, ancianos y jóvenes, grandes y pequeños, todos los habitantes de dichas villas, villanos e infanzones que venimos a declarar que nunca tuvimos fuero de pechar

E l árbol de la vida. (De un códice del siglo X.)

por homicidio, ni por fornicación y que estamos libres de que se realice entre nosotros la prueba caldaria, y que tenemos fuero de que no entre en nuestros términos el sayón real, y que gozamos de

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la misma exención con respecto a los merinos del rey, y que está establecido que si alguno, potestad o villano, viniere de fuera para sacar prenda por fuerza, pague sesenta sueldos" (32). Los infanzones y los villanos del concejo recordarán siempre este día glorioso de San Cipriano, en que el conde honró sus fiestas y dio una nueva seguridad a sus libertades. Y a tenían una nueva garantía contra cualquier hombre que se atreviese a dudar de ellas, bien fuese del rey o del conde, infanzón o villano, público y particular, y, además, caería sobre él todo el peso del anatema divino: "la maldición y la excomunión de Nuestro Señor Jesucristo, de los doce apóstoles, de los doce profetas, de los cuatro evangelistas Marco, Mateo, Lucas y Juan, de los veinticuatro ancianos y de los nueve órdenes angélicos, siendo su suerte la de Sodoma y Gomorra, la del diablo y Judas el traidor, con los cuales habría de sufrir las penas del último infierno por los siglos de los siglos."

(32) Cart. de San Millón de la Cogolla, págs. 59-60. E l Cartulario señala a este documento la fecha de 955, pero, como veremos más adelante, hay que retrasarla algunos años. Barrio y San Zadornil son dos pequeñas aldeas todavía existentes. Berbeia ha desaparecido, pero por un documento de 1070, en que se habla de Barrio de Berbeia, se ve que se alzaba en las cercanías. (Cart. de San Millán, pág. 307.) Anotaremos aquí la existencia de un documento de Albelda, en que también aparece el nombre de Fernán González juntamente con los de Ordoño de León y García Sánchez de Navarra. Es la donación de la villa de Zahale a dicho monasterio por el presbítero Iñigo,» "era DCCCCLXIII, reinando García Sánchez en Pamplona, Ordoño en León, y siendo conde -en Castilla y Álava Fernán González. (Col. de Tomás González, t. VI, pág. 10.) Será era DCCCCLXLIII, -es decir, año 955, con lo cual todo estaría correcto.

CAPITULO x v n L A L U C H A DEFINITIVA (955-962)

Sancho, rey. A l empezar el año 956 todo auguraba una paz duradera. Córdoba permanecía inactiva; el príncipe Sancho se había visto obligado a refugiarse en Navarra, Ordoño tenía sujetos a los condes gallegos y portugueses, que intentaban también obrar por su cuenta, y en prueba de su reconciliación con el conde de Castilla había vuelto a reunirse con su mujer, Urraca. Doña Toda, la ambiciosa y autoritaria reina de Navarra, que seguía gobernando el país en nombre de su hijo, era la única descontenta del cariz que tomaban los acontecimientos; pero, siempre afortunada, no tardó en verse favorecida por un azar de la fortuna. E n los comienzos del otoño de 956 llega a Pamplona la noticia de que Ordoño III acaba de fallecer. Es el momento de realizar su proyecto: hacer a su nieto rey de León. Consigue el apoyo de Fernán González; gana para su causa a los Ansúrez, que han emparentado poco antes con la familia real de Pamplona (1), reparte obsequios y promesas, y Sancho se sienta pacíficamente en el trono. L a última carta de Ordoño es del 10 de agosto de 956, y el 13 de noviembre ya está Sancho en (1) Desde esta época empezamos a ver al lado de Fernando Ansúrez a su esposa doña Toda, que a juzgar por el nombre debía pertenecer a la familia real de Navarra, en cuyo seno era frecuente este nombre. M

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Compostela y a su lado se hallan los principales magnates, ante todo, Ferdenandus, como llaman en Galicia al conde castellano, y con él Pelayo González, uno de los más altos personajes de León; el inquieto conde gallego Rodrigo Velázquez, y un noble navarro, Sancho García, hijo acaso del rey de Pamplona venido a León con motivo de la sucesión al trono (2). Pero Sancho, dice Aben-Khal-

L a consagración d e 1 rey. {Antifonario de León, siglo XI.)

dum, era vano y orgulloso; para indicar con esto que se propusorealizar una política firme frente a las pretensiones de la nobleza, aunque sin habilidad (3). Esta condición le atrajo despegos y (2) E l 30 de agosto de 956, Ordofio III y su mujer Urraca hacen una donación al monasterio de Ardón, en la llanura leonesa (Arch. de la Cat. de León, cat. núm. 907) E n aquel otoño murió Ordoño, del cual nos dice el Chronicón de Cárdena que reinó cinco años y medio (E. S. XXTII, pág. 378), o más exactamente, cinco años y siete meses, según Sampiro (1. c , pág. 54). Debió morir, pro tanto, en el mes de septiembre de 956. E l 13 de noviembre, Sancho entregaba al obispo Sisnando de Santiago el conmiso de Bavegio. Confirman los obispos Rosendo, Hermenegildo y Gundesindo, tres personajes, clérigos acaso, llamados Justo, Diego y Julián, y luego Ferdenandus (Gundisalviz), Pelagius (Gundisalviz), Sancio (Garseani), Nunus, Rudericus (Velázquez), Sarracenus (Nuniz) Fafila (Eolalii), Ennecus (Munniz) (Ferreiro: Hist. de la Igl. de Santiago, t. II, apénd. núm. 68). (3) Dozy: Histoire..., d . Levi Provengal, t. II, pág. 167; Recherches, tercera edición, t. I, pág. 97. #

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antipatías. Además, a pesar de su poca edad, pues no pasaba entonces de veinticinco años, tenía una obesidad monstruosa que le dificultaba para andar y para montar a caballo. E n poco tiempo se hizo profundamente odioso e impopular. Si las altas familias le aborrecían, las clases humildes le despreciaban y se reían de él. Su primer error fué negarse a cumplir el tratado que Ordoño había hecho con los musulmanes, lo cual produjo el rompimiento con Córdoba. A esto añadió su falta de tacto para tratar el problema más delicado del reino, el de las relaciones con Fernán González, que seguía siendo el magnate más poderoso y el mejor guerrero. Surgió el pleito de las libertades castellanas y con él la rebeldía abierta del conde, que se creía con fuerzas para destronar al inexperto monarca y poner otro en su lugar (4).

Rebelión de Ordoño Adefonsiz. Veinte años hacía que presenciaba silencioso los cambios y vicisitudes de la corte leonesa un joven príncipe, que, teniendo indiscutibles derechos a la corona, parecía estar allí de precario. Era un hijo del desgraciado Alfonso IV el Monje, y se llamaba Ordoño. E l destino parece haberse ensañado también con él. No era hermoso, ni valiente, ni inteligente. Muy niño cuando su padre fué vencido y encerrado definitivamente en el monasterio, no había podido apreciar entonces en todo su rigor aquella desgracia; pero luego vio muchas veces al monje a la fuerza, sin ojos, sin gloria, sin riqueza, arrastrándose por el oratorio y por la huerta monacal, y pudo oír de sus labios temblorosos el relato de los incidentes terribles de la lucha. No obstante lo cual, él había aceptado vivir junto al vencedor, besar su mano, seguir a la corte, intervenir en las fiestas, firmar los documentos, el último entre los miembros de la familia real, y a veces después de los magnates. Nunca ha(4) Aben Khaldun nos dice que Fernán González fomentó el descontento de los leoneses y dirigió la conspiración encaminada a derribarle del trono (Ibar., t. IV, pág. 143; Dozy: Recherches, tercera ed., t I, pág. 97).

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bía pensado sublevarse, y más por su cobardía que por su conducta moral, los contemporáneos le llamaron "el Malo" (5). Pero ahora llega hasta él Fernán González y le dice: " E l rey eres tú; lo fué tu padre, que era el primogénito de Ordoño II, y es a ti a quien te corresponde la corona. Yo te ayudaré, te daré en matrimonio a mi hija, la viuda de Ordoño III, y haré triunfar tu causa." E l pobre príncipe, que nunca había soñado con tanta felicidad, aceptó y prometió todo. No le fué difícil atraerse otros muchos magnates a su causa, y los conspiradores empezaron su labor. Aprovechando aquel desconcierto, Fernán González pretendía extender su dominio por la frontera occidental y fijar como límites el Deva, en la montaña, y el Cea, en la llanura de Campos. Y a hemos visto cómo las cartas de Piasca, monasterio de la montaña de León, empiezan en 956 y 957 a registrar el nombre de Castilla y de su conde en los contratos de venta y en los privilegios y donaciones. "Bajo el rey Sancho en León y el conde Fernando en Castilla." Y otro tanto sucedía en tierras de Palencia y Monzón. Contra esta penetración, que venía a renovar la querella surgida después de la batalla de Simancas, protestaba ahora el rey leonés, y ella parece haber dado ocasión al rompimiento definitivo. Por otra parte, la situación de Fernán González era tal, que apenas podía presentarse en León sin verdadero peligro. Es hermosa la escena épica que nos recuerda la Primera Crónica General: "Llegol mandado del rey de León que fuese a Cortes y quel desasse el condado. E l conde quando ovo leydas las cartas quel rey enviara desto, envió por sus ricos omnes et dixoles: Todos sabedes que el rey me quiere muy grand mal et cierto so que non (5) Los historiadores árabes le llaman con una palabra equivalente "elhabit" (Al-Makari: Analecta, t. I, pág. 252). L a firma de Ordoño Adefonsiz se encuentra repetidas veces en las escrituras de Ramiro II y de Ordoño III. Aquí sólo citaremos una, la de 941, por la cual Ramiro confirma la fundación de Celanova, en la cual, después de todas las suscripciones, encontramos ésta: "Ordonius prolis domni Adefonsi Regis" {Tumbo de Celanova, fol. 79; Barrau-Dibigo: Chart. roy. León, 912-1037, "Rev. Hisp." 1903, t X , página 375). t

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podre escapar que non sea preso o maltrecho; et digovos que si ir non quisiere a aquellas cortes, que me puede reptar; e más vale ser muerto o preso que no facer mal fecho que después hayan a los parientes que retraer" (6). Fernán González contra Sancho. Personas interesadas en evitar una nueva guerra quisieron poner paz entre los dos ilustres contendientes. Fracasaron los obispos y los magnates; pero ni el conde ni el rey se atrevieron a des-

Signos de Ordofio IV y Urraca. (Tumbo A de Santiago.')

oír las razones de unos monjes que, según costumbre antigua de la corte leonesa, vivían en el palacio real, o bien de los monjes de Sahagún, que por tener sus posesiones junto a los límites de Castilla, estaban destinados a sufrir los primeros daños en caso de guerra. Consiguióse, alfin,que se aplazase el conflicto, y se fijó una tregua de quince días, dentro de la cual Sancho Ordóñez y (6) Primera Crónica General, ed. de Ramón Menéndez Fidal, pág 418, 1. 43, y 419, 1. 33. #

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Fernán González volvieron a verse, con los ánimos ya más serenos, cerca de la villa de Carrión, a la orilla del río, en el límite de León y de Castilla. S i mucho madruga el rey, el conde no dormía, no; el conde partió de Burgos, el rey partió de León. Venido' se han a juntar en el vado de Carrión, y a la pasada del río movieron una questión, los del rey que pasarían y los del conde que non. E l rey como era risueño, la su muía revolvió; el conde, con lozanía, su caballo arremetió; con el agua y el arena al buen rey ensalpicó. Allí hablara el buen rey con el gesto demudado: "¡Cómo sois soberbio el conde! "¡Cómo sois desmesurado! Si no fuera por las treguas que los monjes nos han dado, la cabeza de los hombros ya vos le hubiera quitado; con la sangre que os sacara yo tiñera aqueste vado." E l conde le respondiera, como aquel que era osado: "Eso que decís, buen rey, véolo mal aliñado; vos venís en gruesa muía, yo en ligero caballo; vos traéis sayo de seda, yo traigo un arnés tranzado; vos traéis alfange de oro, yo traigo lanza en mi mano; vos traéis cetro de rey, yo un venablo acerado; vos con guantes olorosos, ya con los de acero claro.;

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vos con la gorra de fiestas, yo con un casco afinado; vos traéis ciento de muía, yo trescientos de caballo (7).

La entrevista de Carrión sólo sirvió para empeorar la situación. Los castellanos se oponían a que el rey pasase y no pasó; era una manera de hacer respetar el límite discutido. E l rey se vuelve colérico y lanza amenazas y el conde da la vuelta con los suyos, prometiendo cumplir las treguas en el campo. Sancho, no obstante, se da cuenta de la tempestad que se fragua en torno suyo. No se fía de los grandes, no goza del amor del pueblo y las fuerzas de Pamplona podrían llegar tarde a socorrerle. Quiere resolver pacíficamente el conflicto, aunque sea dando una satisfacción al terrible conde. Convoca a los obispos y a los magnates a una junta en León, y envía un mensajero especial a Fernán González. E l romance ha reproducido con un gran sentido histórico de la realidad y a la vez con una profunda poesía el diálogo entre el conde rebelde y el mensajero leonés: r

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Buen conde Fernán González, el rey envía por vos, que vayades a las cortes . que se hacían en León, que si vos allá vais, conde, daros ha buen galardón; daros han a Palenzuela, y a Palencia la Mayor; daros han las nueve villas y con ellas a Carrión; daros han a Torquemada, la torre de Mormojón. Buen conde, si allá no ides, daros hian por traidor.

(7) Romancero español (Selección por Luis Santullano, 1938) páginas 379 y 381. En relación con esto, copio aquí lo que dice Menéndez Pida! hablando de un ms. que es copia libre de la crónica de 1344: "En la historia de Fernán González ingiere algún pasaje tomado de un poema popular hoy perdido, como es el de las vistas del Conde y el Rey Sancho en el vado de Carrión, igual asunto que el del romance: "Castellanos y leoneses tienen grandes divisiones". (C ónicas generales de España, Madrid, 1900, núm. l í x ) (

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Es decir, que el rey cedía en la cuestión de los límites, que había originado la discordia, exigiendo, en cambio, todos los derechos del vasallaje. Todas las villas en litigio pasaban a formar parte de Castilla, y ya no había motivo de protesta por parte del conde. Pero Fernán González ha trazado sus planes y fijado su resolución. Altivo e irreductible, contesta a las promesas del rey: Mensajero eres, amigo; no mereces culpa, no; que yo no he miedo al rey ni a cuantos con él son. Villas y castillos tengo: todos a mi mandar son: dellos me dejó mi padre, dellos me ganara yo; los que me dejó mi padre poblélos de ricos hombres; los que yo me hube ganado, poblélos de labradores; quien no habia más que un buey, dábale otro, que eran dos; el que casaba su hija, le daba yo rico don; cada día que amanece por mí hacen oración; no lo hacían por el rey, que no lo merece, non; él los puso muchos pechos, y quitar áselos yo (8).

Personalidad de Castilla. Estos versos reflejan de un modo perfecto el sentido fundamental de aquella lucha, que debía surgir de una manera inevitable entre dos corrientes de vida. Castilla era el potro brioso atado a un viejo sistema de una rigidez fría y dura, empeñado en mantener moldes gastados, anquilosado en un formulismo yerto, que sólo servía para encadenar entusiasmos y cortar iniciativas. Fer,

(8)

Ibid,, pags. 381-282.

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nán González era el representante y el favorecedor de aquella raza de hombres libres, que en las márgenes del Arlanzón y del Duero se esforzaban por romper aquella malla para prepararse a la gran lucha contra el Islam, que se cernía ya en el horizonte, y luego lanzarse hacia el Sur, libres de apegos a la tierra y de compromisos sociales. E n una lucha constante habían ganado' tierras, adquirido fueros, conquistado gloria y riqueza; pero más que sus fértiles valles amaban sus libertades, los fueros que habían dado origen a sus villas, siempre en peligro. Por eso en sus cantares no recordaban a los condes repobladores y reconquistadores, sino a los jueces oscuros, que en los primeros tiempos de la repoblación de la tierra arrinconaron las leyes escritas, recogiendo el dictamen del sentido común popular, y crearon las normas apodícticas de las fazañas. Por eso se apiñaban ahora en torno a su conde como un solo hombre. Más que al guerrero, más que al vencedor de Abderramán y sus generales, amaban y admiraban en él el mantenedor de las viejas costumbres, al hombre que se sentaba en las juntas populares para dictaminar y sentenciar, al bienhechor generoso que casaba las hijas de los hidalgos y las enriquecía, que confirmaba los fueros de las villas y los ampliaba, que recorría los pueblos castellanos haciendo ricos hombres y fomentando toda iniciativa generosa. Pertenecer a la clase de los benenati, de los bien nacidos, era entonces aspiración suprema y el régimen condal abría de par en par las puertas para conseguir esa aristocracia difícil o casi imposible en otras partes. Los labradores se convertían en señores al aceptar la defensa de los castillos ganados por el conde, o al poblar las villas por él reconquistadas. Los villanos de Barrio, Berbeia y San Zadornil defendían sus exenciones con el mismo orgullo, con el mismo calor que los miembros de la infanzonía. E r a aquello una elevación general de la vida, un ennoblecimiento del trabajo, una restauración de la dignidad humana, que tendría su repercusión en la gran obra de la reconquista, y por la cual había de recoger Castilla la dirección de las empresas peninsulares. Esta es la razón última por la cual el sentido castellano se oponía a la barbarie de la prueba caldaria, usada en otras partes

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como solución definitiva de los pleitos. Parecíales no solamente arbitraria, sino también humillante. Siguiendo las huellas de sus antepasados, Ñuño Núñez, el de Brañosera, a quien los pueblos llamaron Ñuño Rasura, y de su padre, Gonzalo Fernández de Lara, Fernán González se convirtió en el paladín de este espíritu, y a él consagró su vida. E r a soberbio, como decía el rey don Sancho; pero había en él algo más que altivez; tenía la conciencia clara de cumplir una misión histórica, y esto es lo que da grandeza a aquella larga rebeldía, que de otro modo quedaría convertida en una cuestión puramente personal, y, por tanto, mezquina, a pesar del talento, de la energía, del tesón, de la astucia puestas en juego en aquella dramática contienda. Por eso el pueblo castellano, caso raro en España, estuvo siempre a su lado por espacio de cerca de medio siglo, siempre con la misma adhesión y lealtad. Ahora empieza uno de los episodios más críticos de aquel drama. E l paso que Fernán González acaba de dar significa la declaración de guerra a Navarra. Sus enemigos leoneses se levantarían también contra él; y el genio de la reina Toda lograría meter en la lucha al califa cordobés. Todos contra un solo hombre. Es el momento en que la figura de este hombre se agi ganta, y en el que se ve hasta qué punto había logrado ganarse el corazón de los hidalgos y los infanzones de Castilla. 7

Seguridad en su territorio. Interpretando un viejo documento histórico, quiero dramatizar un acto judicial que por esta época se realizó en Castilla y que nos hace penetrar en la vida y el espíritu de aquellas gentes tan lejanas de nosotros. Estamos en Tovilla, pueblecito hoy desaparecido que estaba situado cerca de Torresandino. Es un día de diciembre del año 956. Sopla el cierzo con hálitos recogidos en las peñas cercanas de Cervera, de donde vienen también las aguas del Esgueva, que pasan

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lamiendo las casas del pueblo. Suenan golpes a la puerta del monasterio de San Pedro. A l fin una voz, que dice: —¿Quién va? —Es la justicia—responden los de fuera—. ¡Abran! Rechina el gran portón, y aparece en el umbral un hombre, que pregunta con acento malhumorado: —¿Quiénes son ustedes? Responde uno de los interrogados: —Yo soy Rapinato, presbítero de Cárdena, y consejero del conde; este otro sacerdote, llamado Domingo, es un compañero mío; aquí está el sayón del conde, Sarracino Obecoz. Los demás nos acompañan como testigos. Entre ellos hay uno de mayor excepción, el infanzón Adefonso Sendiniz. —Yo también soy infanzón. —¿Tú eres García Refugano? —Yo soy; ¿qué queréis? —Sencillamente, que dejes inmediatamente la casa de Dios. —Esta casa es mía; un antepasado mío la fundó. —Pero tu hermano Obeco se la entregó a San Pedro de Cárdena. —Eso no es verdad. —Es verdad, y hay una carta que lo acredita; aquí están los testigos que la suscribieron; pero tú la has robado y la has hecho desaparecer y has arrojado de aquí a los hermanos que servían al Señor en esta casa y despreciado los anatemas, que te amenazan con la suerte de Judas Iscariote en el Infierno. García Refugano quiso negar todavía, objetando que tenía cartas en su favor; pero el sayón Sarracino avanzó hacia él, conminándole en nombre del conde y enseñándole una orden suya. Sus auxiliares iban a proceder contra el contumaz cuando del grupo se destacó un hombre, que dijo al sayón: —Yo soy Berrende, tengo tierras y la gente me conoce. Que se presente García Refugano ante el conde en el término de quince días, que se examinen allí las cartas y que vea el conde este

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asunto. Yo salgo fiador de García Refugano, y me comprometo a pagar en su nombre 300 sueldos si no prueba la razón que le asiste. —No obstante—dijo el sayón—, los monjes deben entrar inmediatamente en esta casa. Dentro de quince días veremos en Burgos lo que dice García Refugano. Quince días más tarde García Refugano se presentó en Burgos ante el tribunal de Fernán González. Iba a pleitear, no a someterse. Hubo entre él y sus adversarios una discusión larga y acalorada. Vencido al fin y envuelto en una red de contradicciones, no tuvo más remedio que pronunciar el "Cognosco me in veritate", que le condenaba a perder el pleito y a pagar las trescientas monedas de plata. A todo se avino él, incluso a restituir el documento por el cual su hermano había hecho donación del monasterio fundado por sus antepasados. Alguien dio lectura a la carta, que decía así: "Yo, el abad Obeco, juntamente con mi sobrino Pedro, pensando en las promesas celestes y en la caducidad de los bienes de la tierra, te entregamos a ti, el abad Esteban, y a todos los santísimos varones que viven en el lugar de San Pedro y San Pablo de Cárdena, en primer lugar nuestros cuerpos y nuestras almas y además la iglesia de San Pedro, situada sobre el Auseva, cerca de la torre que llaman de Domno Sendino, con sus casas, tierras, viñas, huertos, pomares, molinos y todas sus pertenencias, muebles e inmuebles, para que lo poseáis todo, así en nuestra vida como después de nuestra muerte. Y si, lo que Dios no permita, alguno de nuestros parientes u otra persona cualquiera atentare contra esta nuestra ofrenda, permanezca separado de la comunión de la Iglesia hasta que dé todas las satisfacciones y restituya todo esto doblado, pagando además de multa cuatro libras de oro al señor de la tierra. A primero de agosto del año 948, reinando Ramiro en Oviedo y el conde Fernán González en Castilla" (9). A l pie, entre los testigos, figuraba ese Rapinato, que ahora había venido a pleitear con (9) Becerro de Cárdena, págs. 229-230.

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García Refugano, y el mismo García, cuyo nombre aparecía junto a una cruz en esta forma: "García aquí testigo". Alfonso Sandiniz, el hijo del fundador de Torresandino, y ahora propietario de la torre, no estuvo acaso presente en la reunión de Burgos, pero en ella se leyó una escritura suya, por la cual el primero de mayo de 950 había confirmado con su mujer, Eilo, hermana acaso del donante, la manda piadosa de Obeco, lanzando contra cualquier violador los más terribles anatemas: "que sea maldito de Dios, perseguido de los santos Angeles, expulsado del asilo de la fe, despojado de la luz de sus ojos, desarraigado rápidamente de la tierra, sepultado en lo profundo del infierno y condenado a pagar en calidad de daños seculares ocho libras de oro" (10). Y el infanzón Alfonso Sandiniz podía aún enseñar una hermosa muía y una piel magnífica que le había dado el abad dé Cárdena para roborar esta confirmación.

Nada tuvo que decir García Refugano. Aterrado por la fuerza de los anatemas, pagó las trescientos monedas y desistió del pleito. E l notario levantó acta y leyó: "En presencia de nuestro señor, digno de ser nombrado con toda reverencia, el conde Fernán González, comparecí yo, García Refugano, para declarar que la casa de San Pedro de Tovilla fué entregada por mi hermano Obeco, juntamente con su cuerpo y su alma, a San Pedro y San Pablo de Cárdena." Cuenta después el atropello cometido por García contra los monjes y la escena en Tovilla, quince días antes con el sayón Sarracino Obecoz, y añade: "No obstante, lleno de soberbia, resistí y cité a juicio a mis adversarios ante el conde y ante el abad don Sebuldo, y para mi pecado afirmé que no existía carta (10) Ibid., págs. 223-224. Adefonso y su mujer usan de una expresión que indica que se asocian a la ofrenda de Obeco: "Repentinus dies nimium paventes prona nobis accésit volumptas ut contribuiremos vobis locum vocitatum in Tobiella, juxta Augreva, ecclesia Sancti Patri". E n mi Vida de Fernán González confundí este Tovilla con «1 que don Vela dio en 931 a San Pedro de Tejada. Se trata, evidentemente, de una iglesia, monasterio y lugar distintos, puesto que aquél se alzaba en el valle de Valdegobia y se llamaba San Román de Tovilla y éste lleva la advocación de San Pedro y se sitúa junto al Augreba o Esgueva y en las cercanías de Torresandino.

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ninguna de mi hermano y no lo pude probar. Por lo cual reconozco que de hecho no tengo nada que oponer a mis adversarios." E l notario puso la fecha del 14 de enero de 957, y García Refugano firmó la sentencia que le condenaba: "Era rey en León don Sancho y conde en Castilla Fernán González" (11).

Castilla, contra Sancho. En los comienzos del año 957 todo en Castilla daba la sensación de orden y de paz. Había justicia: la propiedad era respetada y sus violadores castigados. E l conde estaba en Burgos; en-

Jinetes y peones. (Beato de Femando

I.)

viaba sus hombres en todas direcciones, oía a los litigantes y sentenciaba. E l rey Sancho era aún reconocido en Castilla; todavía no había roto con él Fernán González. Esta situación sigue prolongándose durante todo aquel invierno; del 23 de marzo hay un (11)

Ihid., pág. 224.

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CAP. X V I I . — L A L U C H A DEFINITIVA

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documento en que se reconoce todavía la autoridad del rey Sancho (12). Fué poco después cuando debieron enturbiarse las relaciones entre el conde y el rey, y no estaríamos muy alejados de la verdad si colocásemos en el mes de mayo la entrevista violenta de Carrión. E l 1 de junio una dama burgalesa llamada Eusicia, consagra al Señor una iglesia que tenía en los alrededores. E s rica e influyente, y pide al conde que ratifique con su presencia el acto. E l conde accede, confirma la donación y la suscribe: "Fredinandus comes." Y Ordoño, según el diploma, era rey en León. La suerte estaba echada; desde este momento para los castellanos ya no hay más rey que Ordoño, Ordoño IV, el hijo desgraciado del más desgraciado Alfonso, pobre juguete del castellano, que le ha casado con su hija, la viuda de Ordoño III, y le ha prometido instalarle en el trono, que en mal hora abandonó su padre.

Ordoño, reconocido en Galicia. Sancho, entre tanto, se mantiene firme en León y se mantendrá aún durante muchos meses. A mediados de septiembre le rodea un grupo de magnates fieles, entre los cuales inútilmente buscaríamos a los más poderosos, como el conde gallego Rodrigo Velázquez, o el leonés Pelayo González. Faltan también los Ansúrez, pero hay, en cambio, un Sancius Garceani—Sancho, hijo de García—, seguramente el heredero de la corona de Navarra, que ha venido con un haz de tropas pirenaicas a sostener a su primo (13). Los personajes más influyentes siguen el campo de Or(12) Didaco frater y su hijo Tello se entregan a Cárdena, " X kalendas aprilis, era D C C C C L X X X X V , regnante rex Sancio in Legione, et comité Fernando Gundissalbiz in Castella et in Alaba" (Bec. de Cárdena, pág. 102). (13) "Facta carta traditionis notum die kalendas, junias, era DCCCCLX X X X V , regnante rex Ordonio in Legione, et in Castella comité Fredinando Gundissalviz". Entre los demás confirmantes aparece un Sesuldus que es acaso el Sebúldus Abbas de la carta de García Refugano consejero del conde en sus actos judiciales (Becerro de Cárdena, págs. 351-352). E l 18 de septiembre de 957, Sancho da a Sahagún la tercera parte del >

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dono, que a principios del 958 logra ser reconocido también en Galicia. Se le corona en Compostela, y durante el mes de marzo se postra una y otra vez ante las reliquias del Apóstol, reiterándole sus ofrendas. Junto a él está su mujer, Urraca; cinco obispos, que han acudido, sin duda, a su consagración, entre ellos San Rosendo, y el grupo más importante de magnates leoneses, asturianos y gallegos, entre ellos el primero Fernandus, Fernán González, su suegro, que es el alma de aquella corte y ha logrado, por fin, hacer un rey, y con él Osorio Gutiérrez, el Conde Santo, el fundador de Lorenzana, Rodrigo Menéndez, pariente de San Rosendo; Lucidio Vimarani, conde de la región portuguesa, y detrás de él Ñuño y Vermudo Núñez, conde de Cea. E n los documentos que otorga hay frases que parecen arrancadas a un manifiesto legitimista. "Yo, el príncipe Ordoño, hijo del rey Alfonso, a quien pertenece el reino, reinando..." (14). Algo después, en el mes de mayo lo más tarde, el pobre Sancho, dándose cuenta de la deserción general, salía de León, dejando el campo libre a su rival y buscando un refugio en Pamplona, al lado de su abuela.

Sancho sale de León. Ordoño, reconocido primero en Castilla y aclamado luego en Galicia, lograba al fin ser entronizado en la capital. L a crónica

portazgo del mercado de Sile. Confirman Veremudus Magniti, Fafila Olali, Nunnus Mirelli, Sancius Garseani, Vimaredus Munioni, Munius Garseani, Velasco Ermegildi, Gundisalvus Xemeni, GundLsalvus Nunni Didacus Ruderici, Didacus Hanni, Hanni Siloni, Munio Nunniz, Gundesindus Episcopus, Hodoarium Episcopus, Guttier Munioz. (A. H . N . Sahagún, Reales, doc. 20.) (14) 2 de marzo de 958 E s l a fecha de las dbs primeras cartas de Ordoño IV las dos en favor de Compostela y del obispo Sisnando. Cinco obispos están con Ordoño y además los magnates "Ferdenandus (Gundissalviz), Pelagius (Gundissalviz), Lucidus (Vimarani), Sancius Enneconis, Adefonso Gudesteos, Nunnus Sarraceniz, Rudericus Menediz, Veremudus Ordoniz, Guttier Ruderiquiz, Veremudus Nuaiz, Osorius (Gutiérrez). )

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Castrcurdiales o S á m a n o : restos del castillo.

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-de Sampiro parece indicar que la sustitución se hizo más por engaño que por violencia. "Cumplido, dice, el primer año de su reinado, por cierto ardiz del ejército, tramada conjura, Sancho hubo de salir de León con dirección a Pamplona. Desde allí, con asentimiento de su tío el rey García, se enviaron emisarios a Córdoba y a él se le exhortó a ir a la corte del rey cordobés, Abderrahman", donde se le curaría de su monstruosa obesidad. "Entretanto, continúa la crónica, todos los magnates del reino, tomando consejo de acuerdo con Fernando, conde de los burgaleses, eligieron en su lugar al rey Ordoño, hijo de Alfonso, el que había sido cegado juntamente con sus primos hermanos; y el conde Fernando le casó con su hija, la que había sido dejada por Ordoño, hijo de Ramiro" (15). Todo esto parece indicar que la curación de Sancho fué utilizada como un pretexto para alejarle de León, y a esta añagaza se prestó, inconscientemente, la corte de Pamplona, que mantenía cordiales relaciones con los moros, sin sospechar la verdadera intención de los conspiradores. Hay una carta, redactada en León el 14 de marzo del 958, en la cual se declara que Sancho reinaba todavía en el trono de su padre (16). Y en cambio, otra de Sahagún del 25 de mayo asegura que era ya rey don Ordoño, hijo del rey Alfonso (17). L a candidatura de este último parece haber sido más popular, tanto a causa de la deformidad y del carácter difícil de su rival, como por la calidad de los que le apoyaban, entre los cuales empiezan a figurar desde ahora los musulmanes.

El conde don Vela en la contienda. Poco después de haber salido Sancho de León se presentaba •en el reino un ejército de moros mandado por Froila Velaz, que, (15) Sampiro, en el Silense, ed. de Santos Coco, págs. 54-55. (16) Arch. de la Cat. de León, doc. núm 103; Risco, E . S., X X X I V , páginas 270-275. (17) Venta de Martín a Ansur y su mujer María "regnante rege Ordonio filio Adefonsi regis" (Vignau: índice de documentos de Sahagún, n.° 585.) )

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como era natural, viene a prestar su apoyo a los enemigos del conde de Castilla. Los cronistas del siglo x m nos aseguran que, cuando Fernán González logró unificar el condado, suprimiéndolos títulos condales que había antes de él en Álava y Castilla, un Vela que se creía con derecho al condado alavés huyó a la ciudad de Córdoba, esperando vengar algún día aquel despojo con ayuda de la corte califal (18). Uno de los problemas con que debió encontrarse Fernán González en los comienzos de su gobierno debió creársele la actitud de la aristocracia tradicional ante la dirección inesperada que él imprimía a las cosas de Castilla. Hasta ahora se habían repartido la influencia los Abolmondar, los Nepociano Díaz, los Gonzalo Téllez, los Ñuño Núñez, los Munio Vela, los Alvaro Harraméliz, los Gonzalo Vermúdez. Todos ellos aparecen a su lado, confirmando sus donaciones, alrededor del 930, pero uno tras otro van emigrando hacia León, donde vemos desde el tiempo de Ramiro II a un Abolmondar Albiniz, emparentado sin duda con el Abolmondar Albus, que se había rebelado contra Ordoño en 920 (19), y tras él a los Fernando Ansúrez, a los He-

(18) Véase más abajo nota 26. Es interesante observar cómo los documentos vienen a confirmarnos el relato de Lucas de Túy y Rodrigo de Toledo, dándonos a conocer a los Velas afincados en León, y en especial a Froila Velaz, un personaje que aparece y se eclipsa, se oculta y medra siguiendo las oscilaciones de la fortuna de Fernán González. (19) E l nombre de Abolmondar Albiniz que suscribe una carta de Ramiro II del 3 de julio de 935 (E S., XVIII, ap. II, pág. 308), nos recuerda al Abolmondar Albus, de quien debía ser hijo. También Diego, el hijo de Abolmondar preso con él en Teliare, debió hallar un refugio en León, puesto que le encontramos firmando una carta de Sancho con el nombre de Didacus A l bani en 963 Los descendientes de Herramel Alvarez figuran también en León durante la segunda mitad del siglo x. Cartas de 970 y 976. Herramel Alvarez confirma en 976 con Ramiro III la donación de Ansur e Ilduaria a Sahagún (Escalona: Hist. de Sahagún, apénd. núm. 41, pág. 421). Más tarde encontramos en León un Alvaro Herrameliz, hijo del anterior y nieto, al parecer, del que con el mismo nombre fué conde de Álava. Los descendientes del fundador de villas en las riberas del Oja y el Tirón desarrollan ahora su actividad junto al Pisuerga, donde existe una villa cuyo nombre, Villa Ramiel es un recuerdo más de esta familia. También los Nepociano Díaz, descendientes de antiguos aspirantes al trono, desaparecen de Castilla alrededor de 940, para brillar en la corte leonesa. Cartas de 968 (de Elvira, hija de? #

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rramel Alvarez, a los Nepociano Díaz, a los Gonzalo Téllez y a un nieto de Gonzalo Vermúdez, leal servidor de la casa de Lara, que promoverá grandes disturbios en el reino leonés. Algunos se foi> jan en su nueva patria una situación privilegiada, como Nepociano Díaz, a quien Ramiro III casa con su hermana Áurea, o como ese mismo Gonzalo Vermúdez, que se une en matrimonio con una hija de don Ramiro II, llamada Ildoncia. Algunos buscan un refugio en tierra portuguesa, como aquel "Ruderico cognomento Abolmondar, hijo de Feles y Elduara, que en 939 figura en un diploma de Cárdena, y que es seguramente el "Rodoricus cognomente Abulmundar", que en 954 extiende, con su mujer Coraiza, un diploma en favor del monasterio de Lorbán. Sin duda les molestaba en Castilla aquella tendencia a la unificación y además la facilidad que allí existía para entrar en el Cuerpo de la Caballería y aun de la nobleza desde la más ínfima condición social. Es evidente que en Castilla la situación del magnate era menos apetecible a causa de los fueros y privilegios que protegían a las clases inferiores. Y es también un hecho que estos magnates, agrupados al principio al lado de Fernán González y frente a la política centralista de León, dejan luego el servicio del conde para medrar a la sombra de la corona. Hasta este momento habían vivido como vasallos del conde, pero no podían olvidar que sus linajes eran ya ilustres cuando el conde, con su valor y su inteligencia, logró levantarse sobre los demás. Por otra parte, la aparición de la nueva nobleza, en que quería apoyarse la dinastía condal de Lara, debió ser para ellas una desagradable sorpresa, que, uni-

Ramiro II, a Celanova. Barrau-Dihigo, 1 c , pág. 393); de 974 (de la misma a Sahagún, A . H . N . Sahagún, reales I, doc. 26); de 968 (de Sisnando al monasterio de Sobrado), etc. Los Gonzalo Téllez aparecen en León desde 946, año de la carta de Ramiro a Nuestra Señora de Vega, en que suscribe un infanzón de ese nombre al lado de Fernán González. Después suscriben repetidas veces cartas leonesas. Todos estos magnates debieron salir de Castilla aprovechando las facilidades que les daba la costumbre a que alude el Fuero Viejo de Castilla (L. c, 33). Sobre Rodrigo Abolmondar véase el Becerro Gótico de Cárdena, pág. 140, y Monum. Portug. Hist., t. I, Dipl. et Ohartrae, pág. 40.

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da a otras consideraciones tal vez menos egoístas, los movió a interrumpir su relación de patrocinio y vasallaje, dejando los prestimonios en tierras y colonos que tenían de él y aprovechando las discordias entre el conde y el rey, para recabar posesiones al otro lado del Pisuerga o en las tierras recién conquistadas en las riberas del Miño y del Mondego. Para ello les autorizaba una costumbre general del mundo germánico, que, si es verdad que estaba en contra de la antigua legislación visigoda, fué expresamente sancionada por el Fuero Viejo de Castilla con estas palabras: "Que si algund richome que es vasallo del rey se quier espedir et non ser su vasallo, pueden expedir de tal guisa, por un suo vasallo cavallero o escudero, que sea fijodalgo. Devel dezir ansí: "Sennor, Fulán rico home, besovos la mano por él e de aquí adelante non es vostro vasallo." Basta leer las firmas de los documentos leoneses para darnos cuenta de que muchos de los miembros de las familias más ilustres que habían acudido a Castilla en los primeros tiempos de la repoblación, emigran luego al reino leonés. Hubo, sin embargo, una familia que, creyéndose más perjudicada por la implantación del nuevo régimen condal, juró un odio a muerte a la dinastía de los condes de Lara. Fué la de los descendientes de aquel Vela J i ménez, que en 882 defendió las gargantas de Haro y la fortaleza de Cellórigo contra los generales cordobeses. U n hijo suyo, Munio Vela, había heredado de él el título de conde de Álava; otro miembro acaso del mismo linaje, Alvaro Herramel, gobierna el condado cuando Fernán González le suprime para unirle a Castilla. Obligados por la necesidad, algunos de los individuos de la familia sofocan sus resquemores y se quedan en la tierra, acatando con más o menos lealtad la autoridad del conde. Un Vela Núñez, hijo seguramente de Munio Vela, que mandaba en Álava entre el 910 y 920, figura al lado de Fernán González en 931 (20). A la misma familia pertenece probablemente el Vela Alvarez que acompaña al conde castellano en 947 y que podría ser un hijo de A l -

(20) Cart. de Arlanza, pág. 33).

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varo Herrameliz (21). Pero el jefe de la casa, tal vez ese mismo Vela Núñez que encontramos en Lara antes que hubiera motivo de resentimiento, busca en la expatriación una satisfacción a sus rencores y no pide un refugio en León o en Pamplona, cuyas cortes apoyan los intereses castellanos, sino en Córdoba, donde no cesará de atizar la saña del califa contra Castilla y sus condes. Abderrahman le recibe como un aliado, cuya presencia piensa utilizar, y él se establece en la capital andaluza juntamente con sus hijos, dispuesto a aprovechar cualquier ocasión de venganza (22). Una oportunidad se le ofrece con motivo de la primera rebelión de Fernán González en 943-947. Es entonces cuando empiezan a agitarse los Velas, y el primero que encontramos es precisamente un Vela Muñoz, que es sin duda el que huyó a Andalucía. E l 28 de agosto de 945 hace una donación el obispo de León Obeco, y entre los que suscriben el documento está el primero de todos nuestro Vigila Munniz, acompañado de un Vermudo Vela y de un Oveco Muñoz, que debía proceder también de la parte oriental de Castilla y era probablemente un Vela (23). Vigila no vino solo, sino que trajo consigo a sus hijos para luchar contra el castellano. Tal vez lo era ese Vermudo Vela que firma el citado documento, y lo era seguramente el Froila Vela que en junio de 947 suscribe uno de Ramiro a Sahagún, en que vemos también a Fernán González (24). Su nombre es uno de los últimos en la larga fila de las

(21) Cart. de San Millán, pág. 53. (22) "Ferdinando autem Gundisalvi cum ómnibus málitibus contra ipsum magna facta conjuratione rex Sancius ex Legione egressus Pampiloniam venit, ad avunculum suum regem Garseanum... Omnes vero magnates regni ejus, inito consilio cum Fernando Gundisalvi comité burgensi, Ordonium malum elegerum.. Erat tune in Castella et in Álava, adolescens quidam comea generosus nomine Vela, qui contra Fernandum Gundisalvi rebelare paravit eo quod esset de novilioribus Castellae et nolevat dicto Fernando Gundisalvi subditus obedire. Fernandus autem comes armis eum a Castella et Álava expulit et ad sarracenos iré coegit (Lucas de Túy: Chronicón mundi, "Híspame Illustr.", IV, 8.517). Casi en los mismos términos habla el Toledano (De rebus Hispaniae, cap. XII, pág. 105). (23) Escalona: Historia de Sahagún, pág. 392. (24) Escalona: Historia de Sahagún, pág. 395. A . H . N Sahagún, Documentos reales, núm. 17.

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suscripciones, ya que por el momento es sólo un joven que quiere hacer méritos luchando contra los rebeldes, que resultan ser los enemigos de su familia, pero no tardará en convertirse en un alto personaje. L a fecha de esta carta en que él aparece por vez primera, señala el momento en que empieza la rehabilitación de Fernán González. Esto le obliga a alejarse de nuevo, tal vez en unión de su padre. E n cambio, otros miembros de la misma familia echan raíces en León desde este momento, y entre ellos habría que contar a Vermudo Vela, que aparecerá constantemente en la corte leonesa hasta su muerte, a Alvaro Vela, que en 950 da al monasterio de Sahagún su villa de Juara y a Oveco Muñoz, cuyo nombre leemos al pie de esta donación (25). Entre tanto, Froila Vela sigue vigilante desde Córdoba las vicisitudes de la política leonesa. Tal vez no se decide a intervenir en la lucha que desencadena Sancho contra Ordoño III, porque en ella no puede hacer nada contra su principal enemigo, ya que Fernán González parece inclinarse a la causa que defiende Navarra, cuyos gobernantes están en las mejores relaciones con los cordobeses; pero considera que ha llegado su hora cuando Fernán González hace coronar en Santiago a Ordoño IV, y empieza a tambalearse la autoridad de Sancho el Craso. Navarra interviene desde el primer momento, puesto que en el otoño de 957 está ya el he(25) Citaremos las cartas m á s interesantes de León en que se alude a Froila Velaz y a sus parientes: 945: Vigila vende en villa Sesenti justa /lumen Aratoy (Vignau: índice de los documentos de Sahagún, núm. 517); 958: carta ya citada del pleito de Vigila el 1 de agosto (Ibid., núm». 586); 959: donación de Meliki con subscripción de Froila Velaz y Enneco Munioz (Ibid., número 595); 950: Alvaro Velaz da su villa de Jubara (Ibid., núm. 602); 962: Diego Obequiz vende a Froila Velaz cerca de Carrión (Ibid. núm. 628); Froila Velaz hace una donación a Sahagún (Ibid., núm. 645); en 968: Froila Vigilaz confirma escrituras de Ramiro III a Celanova y Sobrado; en 970 de Sahagún; en 962 se llama Majordomus; en 970 y 977 robora con el título de Comes (Escalona: Hist. de Sahagún, escrit. X X X V I I I , pág. 409, y escrit. X L V ) . •Esta carta de 970 nos presenta juntos a Froila Vigilaz, que es el primer confirmante; a García Enneconis, a Arramel Alvarez, a Munio Enneconiz, a Fortún Sánchez y a otros navarros que habían llegado a León para ayudar al rey Sancho. (

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Tedero de Pamplona en León. Froila trabaja al mismo tiempo en i a capital del califato para interesar a Abderrahman en la contienda, y al fin logra que se le entrege un ejército, que le ayudará a deshacer la maniobra de Fernán González. Cuando llega, ya es tarde. En la primavera de 958, los navarros han salido de León llevándose a su protegido. Ordoño IV, mejor dicho, Fernán González, puede volver sus fuerzas contra los invasores del Sur; los encuentra más acá de la frontera, ya entrado el mes de julio, y en los primeros días del mes de agosto entra triunfante en León. Un notario leonés registra el acontecimiento con alborozo. E l 13 de ese mismo mes de agosto se ventila ante el obispo de León don Gonzalo, un pleito acerca de la posesión de un monte. Los litigantes son de una parte el monasterio de Sahagún y de otra un caballero llamado Vela y su mujer. Vela, comprometido acaso en los acontecimientos bélicos, no quiso comparecer ni compareció tampoco su representante Garviso Jusvado, un infanzón de no escasa influencia, cuyo nombre leemos más de una vez en los documentos de aquel tiempo, y que fué ahora condenado a pagar cien sueldos. *'Y sucedió esto, dice el diploma, después que entró en León el serenísimo rey don Ordoño, hijo del príncipe Alfonso, y fué la entrada del rey en la urbe regia, añade el notario, después que puso en fuga a los moros, que vinieron con Froila Vela a la Peña del üey, esto es, un martes después de las calendas de agosto" (26).

La familia real de Navarra, en Córdoba. E l pobre Sancho había sido arrojado del trono, pero la corte «de Navarra, y en especial la vieja doña Toda, juraron vengar el G

(26) Vignau: índice de docum ntos de Sahagún, núm. 586. E l pleito fué •en las calendas de agosto, "post ingressum, regís in Legione domni Ordonii serenissimo principi, prolis Adefonsi, et fuit ingressio regís in urbe regia, postquam fugavit illos roauros qui venerant cum Froila Vigilani ad Regiam Pennam videlicet III feria post kalendas Augusti". No he podido averiguar cuál puede ser el lugar que se indica con el nombre de Penia Regia o Peña del Rey. Como una sospecha, podría pensarse en Peñafiel.

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ultraje, aunque les costase todos los sacrificios, aunque hubiese de someterse a todas las humillaciones. E n Córdoba odiaban cordialmente al conde Castilla; no le sería difícil concertar una alianza contra él. Pero era necesario también curar a su nieto de aquella obesidad, hazmerreír de las gentes, y para esto le servirían, acaso, los sabios de la gran ciudad, foco de las ciencias y las luces. E l califa pondría a su disposición las dos cosas que necesitaba: un médico y un ejército. Fuerte cosa era para ella tener que humillarse ante un hombre que un año antes había saqueado sus valles y quemado sus aldeas (27), pero era más grande su deseo de ver reinar a su nieto. Gozoso con esta petición, Abderraman prometió cuanto se le pedía, pero imponiendo ciertas condiciones, que expondría de viva voz en Pamplona su embajador, el judío Hasdai, el cual por su conocimiento de la lengua romance había sido ya otras veces encargado de semejantes legaciones. Médico a la vez que hombre de Estado, espíritu dotado de una finura que había llenado de asombro a San Juan de Gorce, embajador de Otón el Grande en Medina de Azzahara, Hasdai fué recibido en Pamplona como un enviado providencial. La reina Toda se mostró encantada. Se le prometía de nuevo la ayuda más generosa para recobrar el trono perdido, y el mismo embajador se comprometía a hacer desaparecer rápidamente la deformidad del príncipe. Sancho, en cambio, cedería al califa diez de sus plazas en la frontera del Duero, cosa que no fué difícil conseguir de él, suponiendo que las armas musulmanas lograran restablecerle en el reino. Pero Hasdai tenía una misión algo más espinosa que cumplir. Se trataba de convencer a la reina Toda de que se presentase en Córdoba con su hijo, el rey García, y su nieto, el príncipe destronado, para ultimar los pormenores del tratado, es decir, de dar al pueblo cordobés el espectáculo de unos príncipes cristianos que llegaban a prosternarse humildemente a los pies del califa. L a orgullosa na-

(27) Según Aben-Adhari, (Al-Boyan, t. II, trad. Fagnan, págs. 367-368), poco tiempo antes los ejércitos cordobeses habían penetrado hasta el corazón de Navarra saqueando e incendiando (Dozy: Hist. des musulm. Espagn., «dición Levi Provenga!, t. II, 169).

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varra rechazó en un principio esta resolución, pero "la elocuencia de Hasdai—para emplear el lenguaje de un poeta hebreo de aquel tiempo—, el hechizo de sus palabras, la fuerza de su sabiduría, el poder de sus astucias y artificios innumerables, y, sobre todo, la convicción de que debía comprar a este precio el restablecimiento de su nieto", la decidieron a emprender este viaje peligroso y humillante (28).

La guerra con Navarra. Como era de esperar, el paso dado por Fernán González había traído como primera consecuencia el rompimiento de las relaciones entre Castilla y Navarra. Sin aguardar a que los musulmanes se presentaran en las márgenes del Duero, los navarros empezaron a hostilizar los pueblos fonterizos de Castilla. Retenido en Córdoba el rey García, que no parece haber sido hombre peligroso por su acometividad, mandábales el joven príncipe don Sancho, su hijo y heredero, auxiliado por algún señor ultrapirenaico que los juglares convirtieron en conde de Poitou y de Tolosa. E l poema del monje de Arlanza ha dedicado gran número de estrofas a cantar este episodio, que debió impresionar vivamente a los contemporáneos, y es, desde luego, fundamentalmente histórico. Maravillado de la agresión del navarro, Fernán González le envía un mensajero proponiéndole que se resuelvan los conflictos pendientes entre los dos países por medio de un combate singular entre los dos jefes. Ante todo, le echa en cara la alianza ignominiosa que entonces se estaba firmando en Córdoba: Por fer mal a Castilla e destruyir castellanos, feciste te amigo de los pueblos paganos, feciste guerra mala a los pueblos cristianos porque non querien ellos meterse en las tus manos. (28) Dozy: Ibid., págs. 169-170. En la Vita Johannis Gorziensis, cap. 121, se dice que este monje embajador del emperador Otón ante Abderramán en 953, había declarado que no conocía hombre alguno dotado de tanta finura como el médico judío Hasdai. (

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E l príncipe rechaza la proposición y promete salir inmediatamente al encuentro del conde seguido de sus guerreros. Considera -el desafío como un insulto y amenaza con una guerra sin cuartel. E l mensajero recibe la orden de decir a su señor que nada ni nadie podrá librarle de caer en poder del navarro. Decirle que ayna le iré yo a buscar en torre ni en cercado non podría escapar, que buscando non sea fasta dentro del mar, sabré porque me osó él a mí desafiar.

Impasible ante estas bravatas, el conde convocó a sus guerreros: ricoshombres, infanzones, escuderos y peones, y los animó a tomar la iniciativa. Reconoce que los navarros tienen mejor caballería, que son hombres esforzados y de pies ligeros, que dan golpes seguros con sus dardos y azconas, pero en esto mismo ve una razón más para iniciar el ataque en vez de acobardarse, permaneciendo a la defensiva. Y después de haber convencido a sus capitanes, entró con su hueste en país navarro. Apenas había caminado una jornada cuando se encontró con la tropa del príncipe Sancho, que le aguardaba dispuesto a trabar batalla. Fué este encuentro en el valle de Valpirri, que desde entonces se llamó la E r a Degollada, y cuya situación hay que buscar en una vasta llanura que hay entre Cirueña y Nájera, camino de Berceo a Haro, según estos versos de don Gonzalo de Berceo en su "Vida de San Milán": Por medio de Valpirri, un sequero lugar, fasta en Villuvio ovo de arrivar (29). (29) L a Crónica General, aludiendo a este hecho, dice que el rey don Sancho "fuesse para un lugar a que dizen en Navarra ell E r a Degollada, e es el Valpirri", y añaáe: "Oyólo decir el rey Sancho como el conde Fernán González le avia entrado pieza del regno, e que le estava esperando en aquel logar que dezien Valpirre. E por la grand matanza y degollación que el conde y castellanos fezieron en los navarros le mudaron el nombre y le dexieron la era degollada" (Ibid., fol 188). Cf. Marden: Poema de Fernán González, estrofas 308 y 747; índice de nombres propios, pág. 217. No es en la Navarra actual donde hay que situar a Valpirri, sino en el trayecto que va de Berceo t

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La batalla que se siguió fué una de las más duras de cuantas conoció el conde en sus largos años de lucha. "Los unos e los otros fuertemente lidiaban." Entre las mesnadas andaban los dos jefes buscándose mutuamente y tratando de poner fin a tanto derramamiento de sangre con un golpe certero. A l fin se encontraron, y ya no fué posible evitar el cuerpo a cuerpo, que el conde había deseado. Entrambos uno a otro tales golpes se dieron que fierros de las lanzas a otra parte salieron; nunca de caballeros tales golpes se vieron, todas sus guarniciones nada non les valieron.

E l conde y el infante quedaron malheridos, y tanto uno como otro hubieron de ser retirados del campo por los suyos, aunque en el bando de los castellanos corrió la voz de que el príncipe Sancho había muerto a causa de las heridas, especie falsa que recogieron los juglares y extendieron por los pórticos de los conventos y los patios de los castillos. Poco tiempo después fué el choque con el conde gascón en las orillas del Ebro. Atravesaron el río los castellanos, luego de vencer una gran resistencia. Trabóse la lucha con igual encarnizamiento; caían los mejores en ambos ejércitos y la victoria estaba indecisa.

a Aro cerca de la calzada general, pues don Gonzalo de Berceo, en su Vida de San Millán (estrofa Í4), cuenta que el santo, para ir de su pueblo al eremitorio de San Felices, >

"por medio de Valpirri, un sequero logar, fasta en Villuvio ovo de arrivar".

Don Ramón Menéndez Pidal ha estudiado esta toponimia del poema, pudiendo precisar que "Valpirri es la llanura que hoy se llama Valpierre, entre Briones y Nájera de Norte a Sur y entre San Asensio y Cirueña de Este a Oeste..." "En Valpirri—añade—hay una piedra que hasta hoy llaman del Conde. E n Valpierre, me dicen existe en la carretera de Nájera a Santo Domingo un término llamado L a Degollada, que es la E r a Degollada" (Estudio bibliográfico sobre la edición del Poema, por C, Marden, en "Arch. für das etudium des neuren Sprochen und Literaturem", t. CXIV, 1905, págs. 256-257). ;

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Fernán González, sin acordarse de sus pasadas heridas, se multiplicaba infatigable entre los luchadores buscando al conde enemigo: Metióse por las haces muy fuerte espoleando, la lanza sobre mano, el su pendón alzando. "¿Dónde estás, el buen conde?", assi iba llamando. "¡Sal, sal acá al campo; cata aquí a don Fernando!"

Y de pronto el gascón se encontró frente al castellano en medio de una nube de polvo y entre una mies de cabezas y de cuerpos lívidos y ensangrentados que se estremecían aún en los últimos estertores de la agonía. Estaba casi solo, pues la mayor parte de los suyos habían muerto o se alejaban vencidos. También él hubiera querido huir; pero no pudo. El conde castellano, guerrero natural, ferió al tolosano de un golpe mortal, cuitado fué el gascón de la ferida muy mal, dixo a altas voces: "¡Santa María, val!!" Ahí el conde orgulloso, de corazón lozano, oiredes lo que fizo al conde tolosano: desguarnecióle el cuerpo él mismo con su mano, nol fizo menos honra que si fuese su hermano. Quando le ovo el conde de todo despojado, lavóle e vestióle de un xamete preciado, echóle en un escanno sotilmente labrado ovólo en la batalla de Almozore ganado. Mandó a sus vasallos de la prisión sacar, mandóles que viniesen a su sennor guardar, a grandes e a chicos todos fizo jurar que del non se partiesen fasta él su logar. Mortajaron el cuerpo como costumbre era, d'unos pannos preciados ricos en grand manera, dióles que despendiesen por toda la carrera, mandóles dar mil cirios, fechos de buena cera. Cuando ovo el conde el cuerpo mortajado, el ataut fué presto de clavos bien cerrado, fué sobre una acémila aina aparejado, mandó que lo llevasen luego a su condado (30). (30) E l autor del poema dedica cerca de un centenar de estrofas a relatar este episodio de la guerra entre Castilla y Navarra desde la 308 hasta

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Humillación en Córdoba. Más deplorable que los descalabros de las armas navarras en las orillas del Ebro era la humillación a que debía someterse la reina Toda en la ciudad de los califas. Los cordobeses presenciaron el espectáculo extraño de una mujer septuagenaria que avanzaba entre un cortejo de magnates y de clérigos llevando a un lado a su hijo el rey García y al otro lado a su nieto el destronado Sancho, que, no curado aún de su enfermedad, caminaba sostenido por el hebreo Hasdai. De esta suerte se presentaron a Abderrahman. Momento único debió ser para el califa aquel en que vio a sus pies al hijo de su terrible enemigo, el vencedor de Simancas, y a la reina animosa que había cabalgado en medio de sus tropas en los días embriagadores del triunfo. Ahora se vengaba con creces de las amarguras antiguas, considerando cómo habían cambiado las cosas. Nada, sin embargo, de todo esto quiso exteriorizar ante sus visitantes, a quienes recibió con una sonrisa un tanto marrullera y una amabilidad exquisita. Importaba, ante todo, humillar al peor enemigo, aquel conde de Castilla que no dejaba tranquilas sus fronteras. Ahora sí, Fernán

la 380. E l relato está poetizado y exagerado, pero hay en él algo aprovecha ble, empezando por la actitud sencilla y cordial del conde y la arrogancia del navarro. E l hecho mismo de que se vea al frente del ejército navarro al infante don Sancho nos habla del tiempo en que su padre se hallaba en Córdoba pactando con Abderramán, un paso que el conde hecha en cara a sus adversarios. Así debieron pasar las cosas. Podría inquietar el incidente del conde de Píteos y Tolosa, pero esto mismo tiene una explicación Los juglares y narradores de los siglos x n y x m tienen una idea bastante confusa de los Estados que se extienden m á s allá de Navarra. A la condesa doña Ava, la princesa ribagorzana, la hacen oriunda de Alemania, de la misma manera que a este conde o personaje pirenaico de la corte de García Sánchez le convierten en conde de Tolosa y del Poitou, ya que un conde del Poitou y de Tolosa, A l fonso, hijo tercero de Luis VIII de Francia, se dio a conocer por su influencia política y, sobre todo, por su intervención en la sexta Cruzada, en la época en que vivía el autor del poema. (Cf. Carrol Marden: El Poema de Fernán González, págs. X X I X - X X X . )

I » s jinetes del Apocalipsis. (De un códice del siglo X.)

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González, atacado por todas partes, tendría que sucumbir o entregarse. Toda repitió sus ruegos; Sancho reiteró sus promesas, y el califa anunció que en cuanto el príncipe se encontrase curado, marcharía, sostenido por un ejército musulmán a posesionarse del reino de León. E n poco tiempo la ciencia de Hasdai realizó maravillas; gracias a unas hierbas misteriosas, las grasas desaparecieron y el príncipe se encontró tan ágil y esbelto como en sus mejores días (31).

Los moros, vn León. Los turbantes moros aparecían en las orillas del Duero a principios del año 959. E n medio de ellos iba el príncipe Sancho, que se sentía rejuvenecido física y moralmente; y a su lado estaban los Velas, enemigos tradicionales de Fernán González, que creían, llegado el momento de hacer valer sus derechos al condado alavés.. Froila, que debió jugar un papel importante en aquellas negociaciones, reaparecía en el reino de León (32). Algunos magnates leoneses que habían aceptado de mala gana la imposición de Ordoño IVV salen a su encuentro y se ponen a su servicio. Entre ellos figura el conde de Monzón. Los Ansúrez, enemigos tradicionales de los condes de Castilla, se iban a encontrar una vez más frente a Fernán González, y ahora van a ver realizados todos sus deseos de gloria y de grandeza. Unidos siempre con la familia de su favorecedor^ Ramiro II, se concentran a la muerte de éste en un orgulloso aislamiento, presentándose en la corte únicamente al fin del reinada (31) Dozy: Hist. des musulm. espagn., ed. de Levi Provenga!, t. II, p á ginas 170 y 171). (32) Froila Vigilaz aparece ya en la donación del rey Sancho a San R o sendo el 28 de marzo de 959 (Barrau-Dihigo: Chartes roy león., "Rev. Hispanique", 1903, X , pág. 389), y en la sentencia dada en el pleito sobre la herencia de Maliki el 1 de diciembre de 960. Este último documento, en que aparece firmando entre los grandes dignatarios, nos ofrece un indicio de la. importancia que iba adquiriendo en la corte. (Vignau: Ind. doc. de Sahagún número 28; EscaJona: Hist. de Sahagún, pég. 403). >

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de Ordoño III, en 955 (33), para desaparecer otra vez hasta que las circunstancias vienen a ponerles en las inmediaciones del trono. Fernando Ansúrez, el hijo de Assur, que es actualmente el jefe de la familia, se ha casado ya con una mujer llamada Toda, que pertenece, sin duda, a juzgar por su nombre, a la familia real de Navarra; pero Fernando tiene una hermana llamada Teresa, a quien el azar de la política ha destinado para el título de reina de León. E l matrimonio entre Sancho y Teresa queda concertado en la primera entrevista que tuvo Fernando Ansúrez con el príncipe (34). Y a tiene Sancho un aliado no despreciable que engrosará con sus huestes el ejército musulmán, y ya ven, por fin, los de Monzón dignamente recompensada aquella fidelidad que les había hecho abandonar su tierra, dejando en ella propiedades., afectos y parientes. Unos años más tarde, Fernando Ansúrez la recordará como uno de los mayores timbres de gloria que tenía la familia, en una donación que hizo a Sahagún "para la mayor gloria y veneración de la Madre de nuestro Redentor y Señora de todcs los fieles". Y aprovecha aquel momento para hacer un resumen de la conducta de los Ansúrez con respecto a los reyes leoneses: "Todos saben, dice, que mi padre, de santa memoria, el conde Assur, fué siempre fidelísimo al rey Ramiro, y después de su muerte yo seguí su ejemplo, obedeciendo sus mandatos. Por eso cuando Ramiro murió y le sucedió su hijo Ordoño, me puse de su lado con todas mis fuerzas, le guardé la más acrisolada lealtad, le ayudé como pude y combatí con toda diligencia contra los que le

(33) Y aparecen por este tiempo porque las relaciones de Ordoño y Fernán González no acababan de aclararse. Véase la donación de Ordoño III a la iglesia de León (Tumbo de León, fol. 12) y su carta en favor de San Rosendo (E. S., XVIII, pág. 331). L a primera, del 17 de abril, y la segunda, del 19 de mayo de 955. (34) L a reina Teresa Ansúrez aparece ya al lado de Sancho el Craso en cartas de comienzos del 960. E l 26 de abril de este año da a Sahagún las villas de Pensum y Riparrubia. Firman Tarasia "regina", los obispos Rosendo, Gundesindo, Odoario y Domingo, la monja princesa Elvira y luego García conde, Fernando (Ansúrez) conde, Gómez Muñoz, Gómez Díaz... (BarrauDihigo, lo. c , pág. 386).

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resistían. E l , por su parte, quiso recompensarme con regia munificencia, me llenó de honores, me encomendó gobiernos y me enriqueció con tierras pertenecientes al patrimonio real. Y yo, Fernando, hijo de Assur, con mi mujer Toda, le di en honor un mulo bayo, un caballo bayo, otro morcillo, dos vasos que valían 120 sueldos y una piel zingabe" (35). Por lo visto, Fernando Ansúrez había luchado en el ejército de Ordoño contra Sancho unos años antes, como convenía a un enemigo de Fernán González. Ahora, sin embargo, se sentían unidos por unos mismos intereses y más aún por unos mismos odios. Tenían la fuerza de su parte, y la fortuna se iba a poner de su lado. Empezaron por apoderarse de Zamora, llave del reino leonés en el Duero. Para atraer partidarios, Sancho acudió al procedimiento de repartir mercedes. E l 28 de marzo de 95& hacía una donación a Celanova y con él firmaba su mujer, Teresa Ansúrez (36). E l 9 de abril los notarios de Sahagún hacían constar que Sancho había empezado ya el primer año de reinado después de su retorno de Andalucía (37). León, sin embargo, (35) En carta de 25 de agosto de 976, por la cual Fernando Ansúrez, hijo del conde Ansur, y su mujer Toda, dan a Sahagún cuatro villas que obtuvo por sus servicios al rey Ordoño. (Vignau: índice de documentos de Sahagún, núm. 74; Escalona: Historia de Sahagún, pág. 419). (36) Tumbo de Calanova, fol. 133; Barrau-Dihigo: Chart. roy, león., "Rev. Hisp.", 1903, t. X , pág. 385. Con Sancho encontramos unos cuantos magnates navarros que habían venido en su ayuda: Fortunio Jiménez, Mancio A z náriz, García Aznar y otros Fortún Jiménez es uno de los más influyentes personajes de la corte de doña Toda, cuyo nombre figura en el Cartulario de San Millán desde 926 hasta 950 (Cf., págs. 26, 27, 28, 29, 31, 39 y 47). E n esta carta primera del rey Sancho después de su vuelta figuran también Froila Vela z, dos familiares de San Rosendo, llamados García Díaz y Rosendo Ruderici, . el poderoso conde leonés Pelagio González, que ha dejado rápidamente el servicio de Ordoño, y el conde gallego Rodrigo Velázquez, que ear "también un trásfuga de la causa de Fernán González. (37) Donación de Sancho a Sahagún el 9 de abril de 959, "regnante serenissimo principe Sancio Ranimiri prolis anno post Spanie reversione primo" (Vignau: Ind. doc. de Sahagún, núm. 591). E n otra donación del 26 de abril del año siguiente, por la cual Sancho da al mismo monasterio una villa. con la condición de convertirla en hospedería, encontramos esta calendación "Anno regni nostri IIII, et de adventu Ispanie II" (Ibid., núm 27).

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había cerrado sus puertas a los invasores. Desgraciadamente, Fernán González no encontró en Ordoño IV un colaborador digno de sus ambiciosos proyectos. Ordoño era incapaz de mandar un ejército. Por su inutilidad y su cobardía fué perdiendo poco a poco sus adeptos menos entusiastas, y entre ellos al obispo San Rosendo, al conde leonés Pelayo González y al inquieto magnate gallego Rodrigo Velázquez, y en los comienzos de 960, encontrándose sin fuerzas para sostenerse en la capital, se decidía a refugiarse en las montañas de Asturias y dejaba la llanura en poder de su competidor (38).

(38) Del año 960 hay varias cartas de Sancho. En.primer lugar, las dos ya citadas del 26 de abril, otorgadas en favor de Sahagún. Por la redacción de una de ellas vemos al rey satisfecho y agradecido: "Ego Sancio nutu divino regali in ápice situm. Quamvis omnipotens Deus pro utilitatibus populorum regni culmen subiré tribuerit et moderatione plebium non paucarum regie nostre cure connisserit mtsminimus tamen nos mortalium condicione constringi nec posse felicitatem future beatitudinis promereri, nisi nos cultu veré fidei deputemus..." Cuando se escribía esto, Sancho había entrado ya probablemente en su capital. A su lado estaban ya los principales magnates del reino: García Díaz, Fernando Díaz conde; Gómez Muñoz, conde, hermano acaso de Diego Muñoz; Rodrigo Velázquez, conde; el famoso conde gallego Fafila Oláliz; Pepi Citi; Fernando Ruderici, que llevará algún tiempo el título de conde de Liébana; Munio Fernández; Fernando Gutiérrez; Oveco Gutiérrez; Gómez Díaz, hijo de Diego Muñoz, que se ha colocado enfrente de Fernán González; Diego Téllez; Iñigo Muñoz, Garviso Gisvado; Vela Peiagi, Ñuño Sarracínez; Fernando Vermúdez; Fernando Flaginiz, que empieza a figurar ahora y no tardará en ser uno de los primeros cortesanos; Gómez Mirelli; Gómez Gutiérrez; Fernando Ansúrez; Abolayan Hanniz; Froila Velaz; Fortún García; Jimeno Díaz, pariente de San Rosendo; Abolcacem Gebuldi. (Barrau-Dihigo: Chart. roy. león., "Rev. Hist.", X 386 y 389). E l primero de diciembre volvemos a encontrar otra carta de Sancho. E s una sentencia dada para resolver un pleito que había entre el monasterio de Sabagún y los parientes del presbítero Malik sobre la herencia de éste (Escalona: Hist. de Sahagún, pág. 404). Unos días más tarde, el 8 de diciembre, Ilderedo, obispo de Segovia, entregaba al de León, Gonzalo, la villa de San Claudio. Confirman los obispos de Zamora y Salamanca, Sancho, príncipe serenísimo; Ramiro, rey serenísimo (confirmación posterior de Ramiro III), Ñuño Núñez, Fernando Rodríguez, Iñigo García, Sarracino Rodríguez y González Núñez (Cart. del Archivo de la Cat. de León, núm. 1.340). Estas son todas las escrituras reales y particulares que nos ofrecen los cartularios y tumbos de Sahagún y de >

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Resistencia de Fernán González. E l conde, entre tanto, se multiplicaba atendiendo el frente oriental y occidental. Por el Pisuerga invadía y saqueaba las tierras de su enemigo el de Monzón y llegaba hasta el Cea, poniendo un dique a la presión de los sanchistas y sus aliados los musulmanes; por el Ebro rechazaba los ataques de los navarros, que, según lo concertado en Córdoba, hostilizaban la frontera de Castilla, mientras Sancho se apoderaba de León. Castilla estaba con él. Mientras que en Galicia y León los notarios fechaban sus documentos con el nombre de Sancho, en Castilla no reconocían otro rey que Ordóño. Es lo que se advierte en las siete cartas castellanas que conservamos del año 959 (39). E n el 960 la vida se hizo

León desde el 2 de los "idus" de octubre de 959, en que el Archivo de la catedral trae un contrato de venta al monasterio de Santos Justo y Pastor de Ardón (Catálogo, núm. 852), sin indicar nombre del rey, hasta los comienzos del año 961. Esto es un indicio de lo revueltas que anduvieron las cosas del reino durante aquellos meses. (39) Es de interés la datación de las escrituras castellanas desde la muerte de Ordoño III hasta 961: 23 de maro de 957: Carta de oblación, "regnante rex Sancio in Legione et comité Fernando Gundissalviz in Castella et Álava" (Becerro de Cardeña, pág. 102). 13 de diciembre de 957: Donación de Rodrigo Verbaldez a Dueñas, "regnante rege Ordonio in Legione et cómate Ferdinando Gonzalvez in Castella" (Silos, ms. 8, fol. 8). 1 de julio de 957 ó 958 (año inseguro): E l abad Adolfo se entrega con sus posesiones a San Mames, "rege Ordonio in Legione et comité Fredenando Gundissalviz in Castella, Didaco episcopo in Valle Composrta" (Cart. de San Millán, pág. 62). 1 de julio de 957: Donación a Cárdena, "regnante principe domno Sancio in Legione et comité Fredinando Gundissalbiz in Castella (Becerro de Cárdena, pág. 88). 17 de noviembre de 957 ó 958: E l presbítero Tello se entrega a Valpuesta y al obispo Diego, "regnante domno Ordonio rex in Legione et comité Fredenando Gondesalbiz in Castella" Argáiz (Sol. Laur., V I , 637) lee 957; Barrau duda entre el 957 ó 958 (ChaH. d'Egl. Valpuenta, núm. X X X I V ) . '- • -19 de diciembre de 957 ó 958: Vernaudo se entrega con su hacienda a

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más difícil; la guerra debió dominar de tal manera y angustiar los espíritus, que no hay el menor resto de transacción ni un diploma, ni una donación, ni una sentencia judicial, ni un solo contrato de compra-venta. Sólo un recuerdo nos queda de aquel año:

Valpuesta, al obispo Diego y al abad Alvaro, "regnante Ordonio in Legione, Fredenando Gundisalviz in Castella" (Ibid., núm X X X V ) . 1 de julio de 957: Oblación en Cárdena, (rex Ordonio in Legione et in Castella comité Fredenando Gundissalvi" (Bec. de Cárdena, pág. 351). 1 de enero de 957 (?): Munio y Pecenina se entregan a San Julián de Pedernales, "Ordonio in Legione et comité Fredenando Gundisalviz in Castella" (Becerro de Cárdena, pág. 134). Esta carta debe estar mal fechado. 14 de enero de 957: Sentencia de Fernán González contra García Refugano, "rex Sancio in Legione et comité Fredenando Gundisalviz in Castella" (Ibidem, pág. 224). I de mayo de 958: Donación de Alfonso Sendiniz a Tubilla, "Sancio in Legione et comité Fredenando Gundisalviz in Castella" (Ibid., pág. 225). 22 de julio de 959: Venta de Daniel a Cárdena, "Ordonio in Obieto et comité Fredenando Gundisalviz in Castella" (Ibid., pág. 314). 27 de febrero de 958-966 (fecha insegura): Venta cerca de Valpuesta, "regnante rex Sancio et comité Fredenando Gundisalviz" (Chart. d'Eglsl Valpuesta, núm. X X X V I ) . II de marzo de 959: Donación a San Martín de Liébana, "sub Ordonio principe in Legione" (Cart. de Liéb., núm. XII). 10 de diciembre de 959: Fronilde hace una donación al monasterio de Santa Dorotea de Cigüenza (Silos, ms. 10, fols. 30-31). 29 de jun'o de 959: Donación de Gonzalo Fernández y Fronilde a Cárdena, "Ordonio in Ovieto et comité Fredenando Gundisalviz in Castella" (Becerro de Cárdena, pág. 302). 4 de septiembre de 959: E l presbítero Belasco se entrega a Cárdena, "Ordonio in Legione et comité Fredenando Gundisalviz in Castella" (Ibid., página 104). 4 de septiembre de 959: Varios presbíteros se entregan a San Millán, "Ordonio rex in oveto et comité Fredenandus in Castella" (Cart. de San Millán, página 96). 959 (?): E l presbítero Iñigo se entrega a San Juan de Hiniestra, "Sancio rex in Legione et Fredinando Gundisalviz in Castella" (Ibid., pág 98). 959: Pacto que hacen a la abadesa Urraca las monjas de San Julián de Pedernales, "Ordonio in Legione et comité Fredenando Gundisalviz in Castella" (Becerro de Cárdena, pág. 129). 3 de febrero de 961: Donación de Proba y Froilo a Cárdena, "Ordonio in Oveto et comité Fredenando Gundisalviz in Castella" (Bec. de Card., pág. 78). 961: Egas y su mujer Juliana hacen una donación a San Esteban de V a l -

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el que un monje dejó en la última hoja de un manustrito. Entre la polvareda de la lucha, Sancho de Valeránica, el discípulo del gran calígrafo Florencio, continuaba en las riberas del Arlanza, junto a Tordómar, la transcripción de una Biblia comenzada varios años antes. Muchas veces, mientras copiaba la divina palabra, escuadrones de caballeros armados de largas lanzas pasaron bajo su ventana o llamaron a la puerta del monasterio; ya creyó que los moros cortarían bruscamente su labor, pero al fin logró rematarla un buen día de verano cuando el sol llegaba a lo más alto de su carrera. Y así lo hacía constar lleno de gozo: "Fué escrito este códice por el notario Sancho, presbítero, que lo terminó el día 18 de junio del año 960, teniendo la cumbre sublime del reino en Oviedo el glorioso y serenísimo príncipe Ordoño y administrando, como cónsul suyo, el condado en Castilla Fernán González, nuestro excelente conde." Con íntima fruición escribe el monje este colofón, por el cual tanto había suspirado, y exhala como un suspiro de alivio esta jaculatoria que le sale de lo más hondo de su pecho: "Amén." Y luego, recordando tantas fatigas y considerando que también él era un luchador, puesto que su cálamo se parecía tanto a la lanza del guerrero, se vuelve al lector y le dice: "Ruégote, ¡oh!, tú, cualquiera que leyeres, que al llegar al puerto de este volumen tengas en cuenta las lides de los agonistas que en él lucharon, el misérrimo Sancho y su maestro Florencio, a fin de que niegues por ellos y tú consigas del Señor los manojos de la santa recompensa, porque el que reza por otro tiene ya una recomendación ante los ojos de Dios" (40). divielso, "regnante rex Ordonio in Oveto et comité Fredenando Gundisalviz in Gastella" (Argáiz: Sol, Laur., VI, pág. 429). 1 de noviembre de 961: Vermudo hace una venta a Cárdena, "rex Sancio in Legione et Fredinando Gundisalviz in Castella" (Bec. de Card., pág. 305). Como se ve los notarios castellanos durante el año 957 y primeros meses del 958 dudan entre Ordoño IV y Sancho; pero desde la primavera de este último año hasta los primeros meses del 961 todos reconocen la autoridad de Ordoño IV, el rey impuesto por Fernán González. (40) Esta Biblia se conserva en los archivos de la Colegiata de San Isij

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Iglesia de Torremormojón.

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Esté testimonio de un monje que vivía no lejos de las márgenes del Pisuerga es un indicio de que a mediados del 960 los castellanos seguían aún reconociendo al pobre fugitivo de Asturias. Castilla estaba con su conde, aunque hubiese de enfrentarse con enemigos en todas las fronteras. No obstante, empezábanse a observar síntomas de fatiga, o mejor, un deseo de terminar con aquella vida, llena de inquietudes y de azares, de quebrantos y sacrificios. E l poema nos ha conservado el eco de las protestas y murmuraciones populares, no tanto contra Fernán González como contra sus empresas guerreras, que se sucedían unas a otras sin momento de reposo. Los vasallos del conde empezaban ya a dudar de la victoria final y parecíales intolerable cosa andar constantemente con las armas en la mano; en continua lucha y sufrimiento y soportando los dolores y las incertidumbres de los penados del infierno:

E l semeja Satanás e nos a los sus criados.

Un anciano llamado Ñuño Laín, guerrero ilustre en sus años mozos, hombre ahora de peso en las asambleas, fué encargado de llevar al conde las quejas del pueblo: Non es omne en el mundo que podiese endurar, la vida que avernos nos e vos a pasar. L a vuestra gran codicia no nos deja folgar, avernos la mesura por aquí de olvidar. Sennor dicho te he lo que decir quería, mejor consejo que éste, sennor, yo non sabría, non tengas que lo digo por nulla cobardía, querría te guardar, como el alma mía.

La contestación del conde fué mesurada y a la vez enérgica. Era el suyo un concepto distinto de las cosas, concepto ascético y doro de León. E l colofón dice así, en latín: "Conscriptus est hic codex a notario Santione presb'tero, XIII Kalendas Julias era DCCCCLXLVIII, obtinente glorioso ac serenissirro principe Ordonio Oveto sublimis apicem regni, consulque ejus Fredenando Gundesalviz egregius comes in Castella" (Risco: Iglesia de León, págs. 153-154).

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militar. L a grandeza del hombre se mide por su capacidad para sufrir y luchar. A l dejar esta vida no se llevan al otro mundo los goces, ni queda el recuerdo de las horas tranquilas, sino que lo que realmente permanece son los trabajos, los sacrificios y los hechos heroicos. Todos los que gran fecho quisieron acabar por muy grandes trabajos ovieron de pasar, non comen quando quieren nin cenan ni han yantar, los vicios de la carne ovieron d'olvidar. Non cuentan d'Alexandre las noches e los días, cuentan los buenos fechos e las caballerías; cuentan del rey Davit, el que mató a Golias; de Judas Macabeo, hijo de Matatías. Por tanto ha menester que los días contemos, los días e las noches en qué los espendemos, quantos en valde pasan nunca los cobraremos, amigos, bien lo vedes qué mal seso facemos (41).

La sorpresa de Cirueña. A pesar de esta respuesta altiva, quiso el conde probar si se podía llegar a un acuerdo satisfactorio aceptando una entrevista con sus adversarios. Los juglares introdujeron en este momento una intervención engañosa de la reina de León, doña Teresa, que, pretextando casar al conde con una sobrina suya, le hizo caer en una emboscada. Como veremos luego, todo esto puede ser verdad, y nada tiene de extraño que la hija de los Ansúrez imaginase una perfidia para perder el mortal enemigo de su familia. Lo cierto es que en este año de 960 Fernán González fué hecho prisionero en un

(41) Poema de Fernán González, estrofas 339 y 344, 350, 351 y 354 de la edición de C. Mardem. Este Munno Laynez o Layno, a quien la leyenda le hace bisabuelo del Cid, parece introducido aquí por el autor del poema para unir los nombres de los dos más famoso castellanos y sus familias. Véase Risco: La Castilla y el más famoso castellano, apéndices, pág. XVI. Es inútil buscar su nombre en las escrituras castellanas de la época condal.

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pueblecito situado en la frontera de Castilla y de Navarra. Los^ Anales Compostélanos, que son de aquel mismo siglo, recogen el suceso con estas lacónicas palabras: "Era D C C C C L X L V i n . Fué preso Fernán González en Aconia, por el rey García, que le trasladó a Pamplona." La Crónica Najerense, expresando con más exactitud el nombre del lugar, dice: "En la Era DCCCCLXLVIII fué cogido el conde Fernán González con sus hijos en Cirueña, en la iglesia de San Andrés Apóstol, por el pamplonés García Sánchez, y se le trasladó a Pamplona, y de allí a Clavijo, y más tarde a Tubía." También los historiadores árabes aluden a esta segunda prisión, pero sin precisar más, sin añadir ninguna circunstancia, sin decirnos si cayó en poder de los navarros en lucha campal o le cogieron por sorpresa (42). Sólo los juglares nos descorren un poco el velo de la verdad, aunque la verdad y la leyenda se confunden, como siempre, en sus gestas. E l primero que se hace eco de los cantares juglarescos es el autor de la Crónica Najerense, que después de haber contado cómo el prisionero fué trasladado a Pamplona, de Pamplona a Clavijo y de Clavijo a Tobía, añade: "Allí fué a verle Sancha, hermana del mismo rey García, que anteriormente había sido esposa del rey de León Ordoño II y del conde de Álava Alvaro Herrameliz, y habiendo tenido una entrevista con él, sin saberlo su hermano, le sacó de allí, después de haberle exigido juramento de que se casaría con ella."

Este relato, cogido evidentemente de fuentes legendarias, aparece durante el siglo x m envuelto en toda clase de pormenores, que nos han conservado el poema de Fernán González y luego la

(42) Era DCCCCXCVIII, fuit captus comes Ferdinandus Gonsalvi et filii ejus in Aconia a rege García, et transmisit illos in Pampilis" (Anales Compostelanos, E . S., XXIII, pág. 32)). "Hujus regis Ordonii anno regni sui quinto, era DCCCCXCVIII", predictus comes Fredenandus Gonzalvet fuit captus et filii ejus in Cironia in ecclesia sancti Andree Apostoli a predicto rege Pampilonis Garsea Sanctii, et transmissus Pampilis inde Clavillum inde Tubiam" (Crónica Náfrense, lib. II, núm. 71). Entre los árabes es Aberí Jaldun quien alude a esta prisión de Fernán González por el rey de Navarra (Cf. Dozy: Recherches..., I, pág. 98). (

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Crónica General. E l poeta sabe que en León hay una reina, a quien él llama hermana del rey Sancho de Navarra, la cual odia cordialmente al conde de Castilla y a los castellanos. Es ella quien urde la intriga que va a poner al conde en manos de los navarros, enviándole una carta "bien ditada", en que le propone el casamiento con una sobrina suya, hija del de Pamplona, y con el casamiento, el fin de todas las disensiones. A l mismo tiempo avisa al rey del plan

E l rey Ramiro (de V i guera), según el códice Vigilano.

que ha trazado y cuya finalidad no era otra que apoderarse de aquel terrible enemigo. Hora tienes tiempo de vengar a mi hermano; por este tal engaño cogerlo has en mano; tomarás buen derecho de aquel conde lozano, a vida non le dejes al conde castellano.

Para tratar el asunto concertóse una entrevista que debía tener lugar en Cirueña, pueblecito riojano situado cerca de San Millán de la Cogolla, entre robledales y campos de pan llevar, a unos pasos de la frontera de Castilla, pero dentro ya del reino de Navarra. Se convino que el rey navarro y el conde de Castilla se

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avistasen allí, acompañado cada uno de cinco hombres de armas. Llegó, efectivamente, Fernán González, con sus cinco caberos, escogidos entre los mejores linajes de Castilla, y entre ellos, según la Najerense, los hijos del conde, Gonzalo y García. Llegó también el rey García Sánchez, pero tras él venía un cortejo de más de treinta caballeros armados de punta en blanco. E l conde comprendió inmediatamente que había sido traicionado, y sin tiempo para vestir su cota ni echar mano de sus armas, corrió a refugiarse en la iglesia cercana de San Andrés, que es aún hoy la parroquia del pueblo. Uno de sus escuderos pudo echarle sus espadas por un ventanal y así logró defenderse durante todo el día. Caía la tary se encontraba rendido y sin fuerzas, cuando recibió un mensaje por el cual el rey navarro le invitaba a rendirse como única manera de escapar a la muerte. Entonces, y "a salva fe jurando", el conde se entregó. Pero las gentes del siglo XIII añadían que el cielo manifestó cuánto le desagradaba aquella felonía con un ruido como de terremoto que hundió de arriba abajo el ábside principal (43).

Y assí está oy día la iglesia partida, porque fué tal cosa en ella contecida. Fué luego don Fernando en los fierros metido, de gran pesar que ovo cayó amortecido; a cabo de una pieza tornó en su sentido; dix: "Sennor del mundo, ¿por qué me has fallido? Sennor Dios, si quisieses que yo fues venturado, que a mí los navarros me fallesen armado, aquesto te tenía a merced e a grado, e por esto me tengo de ti desamparado." (43) Este episodio lo cuenta el Poema en las estrofas 576-596, páginas 84-87 de la edición de Marden. E l poeta tiene razón no cuando nos habla del origen navarro de la reina de León, sino cuando nos pinta su saña contra Fernán González y Castilla: "Reyna de León, de Navarra natural, era de castellanos enemiga mortal "

Tiene razón cuando nos la representa urdiendo redes en que piensa coger al conde que eliminó a su familia de la política castellana y del territorio de Castilla.

CAP. X V I I . — L A L U C H A DEFINITIVA

SÍ3

Navarra triunfaba, pero el rey García no debía estar muy satisfecho de un triunfo conseguido en esta forma. Tal vez por eso, y más para aplacar la ira del cielo que para dejar un recuerdo de aquella emboscada, el rey Sancho, apenas heredó el trono de su

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F e r n á n González y Sancho el Craso, según una crónica de la B . Real del s. X I V . (.Ms. 52, folio 135 v.)

padre, quiso consagrar aquel lugar, hasta entonces desierto, pero rescatado recientemente de las manos perversas de los infieles, "levantando en él un monasterio de monjes que sirven a la majestad divina, a fin de que por su intercesión, dice el rey, encuentre un remedio el alma de mi padre don García, y cuando llegue el día terrible del último juicio merezcamos él y yo estar no con los cabritos a la izquierda, sino a la derecha, con los elegidos. Y

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he querido recorrer con mis propios pies los términos de esta villa, que entrego al monasterio de San Andrés, para que Dios me perdone mis delitos y el sumo arcángel Miguel sea mi intercesor" (44).

(44) Sancho da a los monjes de Santa María, de San Miguel Arcángel y de San Andrés de Ciruefia el lugar en que estaba levantado el monasterio, "ut in extremi metuendique judicii die non cum haedis ad sinistram sed cum electis mereamur collocari ad dexteram" (Yepes: Coronica General de la Orden de S. Benito, t. V, escrit. X I X , fol. 442).

CAPITULO XVIII ÚLTIMOS AÑOS DEL BUEN CONDE (962-970)

Lealtad castellana. L a prisión del conde significaba el desmoronamiento de toda la política castellana. Se hundían los sueños de libertad y grandeza que aquel hombre había defendido y encarnado durante más de treinta años. Ante los primeros rumores del suceso los castellanos quedaron desconcertados y como enloquecidos. Fizieron muy gran duelo entonces por Castiella, mucho vestido negruo, rota mucha capiella, rascadas muchas frentes, rota mucha mexiella, tenía en corazón caduno grand manziella. Somos los castellanos contra Dios en gran sanna, porque nos quiere dar esta premia taimnna, caímos en la ira de todos los d'Espanna, tornada es Castilla una pobre cabanna.

Aunque preso y escondido en una fortaleza navarra, Fernán González seguía siendo para ellos el conde y señor natural. Así lo expresan en las cartas y diplomas escritos en la primera mitad de 961 (1), y en ellos el rey era todavía Ordoño IV, que, arrojado (1) Tenemos una carta del 3 de febrero (Becerro de Cárdena, pág. 129 > y otra sin indicación del día ni del mes, pero del mismo año 961, de la cual nos habla Argáiz (Sol. Laur., t. VI, pág. 429). Las dos nos dicen que el rey

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de Asturias, había buscado un último refugio en Burgos, confiado en que la espada del conde humillaría a sus enemigos. Ahora ya no le quedaba la menor esperanza, a no ser que un milagro viniese a salvar a su protector. Los castellanos, no obstante, confiaban en los recursos de su inteligencia y en su buena fortuna. Fué entonces cuando demostraron hasta dónde llegaba su amor y su lealtad con respecto a él. Y el hombre que los sostiene y aconseja es, según el Poema, aquel mismo Ñuño Lain, que antes había expresado ante el conde el descontento del pueblo. Por insinuación suya hacen una estatua, se inclinan ante ella y juran morir por defenderle.

Assi como al conde la mano le besemos, pongámosle en un carro, ante nos la llevemos, por amor del buen conde por sennor le tememos pleito e homenaje todos a ella faremos.

Vencedor desde su torre. E l conde, entre tanto, vivía sepultado en una torre de Pamplona. Demasiado inteligente para deshacerse de su prisionero, quiso doña Toda sacar el mayor provecho posible de aquel inesperado suceso. No podía olvidar que García, el hijo.y heredero del conde, era su nieto, lo mismo que el nuevo rey de León, y que no en vano había tendido durante medio siglo sus combinaciones matrimoniales para colocar a su descendencia a la cabeza de todos los señoríos cristianos. Dos cosas le importaba conseguir de su prisionero: en primer lugar, que abandonase la causa de Ordoño el Malo, y, además, que consintiese en la rectificación de la frontera navarro-castellana, cediendo algunos pueblos riojanos y renunciando definitivamente al santuario de San Millán, que tanto Navarra como Castilla querían tener enclavado en su territorio (2). Ordoño reinaba en Oviedo y el conde Fernán González en Castilla. L a alusión a Oviedo debe tener aquí una intención especial, puesto que sabemos que Ordoño, al huir de León, había tomado el camino de Asturias. (2) A este deseo obedecen, sin duda, muchas de las donaciones y privi-

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Parece que Fernán González no debió prestarse fácilmente a estas exigencias, y tal vez por eso se le trasladó de su prisión de Pamplona, primero a Clavijo, cerca de Albelda, y luego a un castillo de la Rioja, que la Crónica Najerense llama Tobía, y el Poema Castroviejo, coincidiendo en la noticia, aunque no en los nombres, pues uno y otro nos llevan a las inmediaciones de la sierra de San Lorenzo, unos quince kilómetros al sureste de Nájera. Allí el clima era más duro, más ásperas las condiciones del terreno, y la cercanía de los dominios musulmanes ponía a los ojos del prisionero una terrible amenaza: la de ser entregado al califa, con lo cual se le quitaría toda esperanza de volver a su condado. Grande había sido en Córdoba el júbilo cuando se supo que los aliados del califa se habían apoderado de su mayor enemigo, aquel a quien no se nombraba sin añadir la fórmula de execración "¡Que Alá maldiga!" Abderrahmán reclamó al prisionero, considerando que con ello conseguiría una de las mayores satisfacciones de su reinado (3). Sin negarse a esta petición, la corte de Pamplona

legios que tanto el rey García como el conde venían haciéndole desde 925. A partir de este momento, Castilla se desliga del santuario riojano, donde se intensifica la influencia navarra, hasta que Sancho García el de los buenos fueros, venga a resucitar las pretensiones de su abuelo. (3) Dozy: Hist. des musum. espagn., ed. de Levi Provengal, t. n , página 176. E l historiador de los musulmanes españoles recoge esta noticia en Aben Jaldun, Ibar., t. IV, pág. 144. E n realidad, Castroviejo y Tobía, aunque están en la misma región, son dos lugares que distan entre sí de 15 a 20 k i lómetros, ambos al Sur y bastante separados del camino francés o ruta de la peregrinación. Castroviejo está situado a la derecha del Najerilla, más hacia el Este; Tobia, a la izquierda y casi en la misma cuenca de este río, en las cercanías del camino que va de Canales a Nájera, y, por tanto, más cerca de la frontera de Castilla. "Siguiendo nuestro viaje por la cuenca del Najerilla, que nace en el término de la villa de Canales—son palabras del P. Fita— encontramos las poblaciones de Villavelayo y Mansilla, los hospitales de la Ventrosa y de Anguiano, el monasterio de Valvanera y las villas de Anguiano, •de Tobía, Matute y Villaverde.. Entre el Tobía y el Cárdenas, que riega el valle de San Millán, se alza un ramal de la sierra, que desciende de las Cogollas, dominado por un vetusto y fuerte castillo, el cual, a los pies de la peña donde estriba, ve apiñarse por el Occidente las poblaciones de San A n drés, Estollo y San Millán, y por el Oriente, las de Villaverde y Tobía. De él o de sus cercanías salieron inscripciones romanas" (B. A . H., t. L , págs. 27-308). 37

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acude a los subterfugios y las dilaciones. E n Navarra, lo mismo que en León, se dan cuenta de que el verdadero enemigo está allá, abajo, en Andalucía; se avergüenzan de haber tenido que pactar con él y empiezan a buscar la manera de romper aquellas relaciones bochornosas. Parece como si el prisionero mandase desde la cárcel. Se piensa en él, como en el paladín indispensable de la causa cristiana, el hombre de la experiencia, el único que puede unir las energías de Castilla en la hora cercana del peligro. Y a se ha conseguido lo esencial: el restablecimiento de Sancho el Gordo. La política de la reina Teda y de su hijo considera como cosa meritoria hacer buena jugada a un soberano infiel, y la ocasión se presenta con la muerte de Abderrahmán III, acaecida el 16 de octubre de 961. Su hijo Alhaquém sigue exigiendo la entrega del conde, y es entonces cuando García busca la manera de libertar a su prisionero con un juego político no exento de habilidad. Tal vez le atemoriza también la actitud de los castellanos, que, impacientes por el largo cautiverio, toman la atrevida resolución de salir en su busca. He aquí cómo cuenta un antiguo romance este épico episodio (4): Es el castillo donde vivió Fernán González, según la Najerense, y el lugar donde Santo Domingo fué confinado ochenta años después por el rey García. (4) Romancero español, ed. de Luis Santullano. 1938, pág. 377. Las narraciones poéticas y las crónicas inspiradas en ellas cuentan en forma legendaria esta segunda liberación del conde. L a Crónica Najerense, que se hace eco de ellas introduce aquí la intervención de la condesa Sancha, primera mujer de Fernán González, muerta un poco antes. Tal vez la confunde con la primera liberación. He aquí sus palabras: "Unde cum Sancia ejusdem regis Garsiae sorore que prius Ordonii regis legionensis postea comitis Albari Harrameliz de Álava extiterat uxor, habens, nesciente fratre, colloquium, liberatus est, dato prius eidem sacramento, quod si eum inde educeret eam duceret in uxorem" (Cf. Najerense, lib. II, núm. 71) Esto es falso de la condesa Sancha, muerta hacía tiempo pero puede ser verdadero de Urraca, la segunda mujer de Fernán González, que como se casó con él por esta época, precisamente hacia 961, lo menos que habría que sacar de aquí sería la intervención de Urraca en el suceso. E l Poema (estrofas 600-630) supone que un conde lombardo que hacía la peregrinación de Compostela llega a Castroviejo deseoso de conocer a Fernán González, y compadecido de verle en aquella s i tuación, acudió a una infanta navarra, a quien llama también doña Sancha^ ;

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Juramento llevan hecho, todos juntos a una voz, de no volver a Castilla sin el conde su señor. L a imagen suya de piedra llevan en un carretón, resueltos, si atrás no vuelve de no volver ellos, non. y el que paso atrás volviere, que quedase por traidor. Alzaron todos las manos en señal que se juró. >

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Acabado el homenaje, pusiéronle su pendón, y besáronle la mano, desde el chico hasta el mayor, y como buenos vasallos, caminan para Arlanzón al paso que andan los bueyes y a las vueltas que da el sol. Desierta dejan a Burgos y pueblos alrededor, solas quedan las mujeres y aquellos que niños son.

La infanta de Navarra. Poco tiempo después Fernán González sale de la torre en que estaba encerrado. Nada nos dicen las crónicas acerca de esta l i beración ni de las condiciones en que se hizo; pero los cantos populares nos dan su versión, en la cual parece existir un fondo de para interesarla en la liberación del prisionero, avisándola de que estaba enamorado de ella y quería hacerla su esposa: "Si tú con este conde podieses ser casada, tenerte habían las dueñas por bienaventurada; de todos los de España serías mucho honrada, nunca ficiera dueña tan buena cabalgada. Si eres de sentado, esto es lo mejor; si tú nunca hobiste de caballero amor, m á s debes amar a éste que non a emperador; non ha home en el mundo de sus armas mejor."

L a infanta envía a la cárcel una de sus damas para explorar la voluntad del conde. Esta mensajera viene ponderando las prendas del preso y termina lo que comenzara el coloquio del conde lombardo. Sancha llega a Castroviejo, entra en el calabozo, pide al conde pleito homenaje de que no la dejará por dueña en el mundo, recibe de él una promesa solemne y los dos salen del castillo y echan a andar por el camino francés. Viene luego el episodio del encinar, el encuentro con el arcipreste, la muerte del clérigo y finalmente el alegre recibimiento de los castellanos que salían en busca del conde. Es el mismo relato de la Crónica General. He llegado a pensar que este romántico episodio pudo ser realizado de acuerdo con la misma corte navarra, para tener una explicación de la desaparición del prisionero ante el califa de Córdoba, que no cesaba de reclamar su entrega.

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verdad. En primer lugar, nos presentan a un conde de Lombardía, que iba en peregrinación a Santiago de Compostela, y no quiso volverse a su patria sin visitar al ilustre prisionero, cuya fama empezaba a extenderse más allá de las fronteras. Pagó espléndidamente a los carceleros y pudo conseguir lo que deseaba. Profundamente dolido de la injusticia que se había cometido con aquel hombre, el más valiente de la cristiandad, se propuso remediarla hablando a la princesa que había sido objeto de las negociaciones matrimoniales. Si tú con ese conde podieses ser casada, tenerte habían las dueñas por bienaventurada, de todos los de España serías mucho honrada, nunca ficiera dueña tan buena cabalgada.

Así el poema. E l romance pone estos bellos versos en boca del conde extranjero: Dios vos perdone, la infanta, Dios también Santa María, que por vos se pierde un hombre, el mejor que se sabía; por vos se causa gran daño por vos se pierde Castilla, los moros entran en ella, por no haber quien la regía, que por veros muere preso, por amor de vos moría. (

La princesa, "de todo bien complida", dejóse convencer, presentóse en el castillo y ofreció al conde sacarle de la prisión si juraba casarse con ella: Si vos luego agora de aquí salir queredes, pleito homenaje en mi mano faredes, que por dueña en el mundo a mí non dejaredes, conmigo bendiciones a misa prenderedes.

Jurólo el conde de buena gana, y ella, haciendo valer su autoridad de hija del rey o presentando acaso el sello de su padre, le

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sacó del calabozo, sin detenerse siquiera a quebrar los hierros de sus pies. Vienen luego la aventura con el arcipreste, el encuentro con los castellanos que avanzaban en son de guerra en busca de su señor y finalmente las bodas en Burgos con festejos de danzas, de bohordos, de rejoneos de toros y de toda clase de músicas.

Historicidad de la gesta. Ni Rodrigo de Toledo, ni Lucas de Tuy hicieron la menor alusión a este relato legendario. Ellos, que reprodujeron en su historia numerosos rasgos de las gestas de García Fernández, de Sancho y del infante García, no dejaron en ellas ni un solo rastro ni el eco más ligero de la leyenda de Fernán González. En este episodio debieron repugnarles particularmente algunos anacronismos y contradicciones que se infiltraron en los cantares del pueblo. E l analista del siglo x nos dice que el prisionero fué llevado a Pamplona; el cronista del xn le traslada de Pamplona a Clavijo y Tobía, los cantares le suponen encerrado en Castro Viejo. Pero, además, ellos saben que doña Sancha estaba casada con Fernán González muchos años antes, y esto, en su sentir, hacía imposible todo el relato. La dificultad viene de que olvidaron que Fernán González había estado casado dos veces, las dos con infantas de la casa real de Navarra. Esto no nos lo dicen las crónicas, sino los documentos, que de una manera inesperada vienen a ponerse en favor de los juglares. Ellos nos dicen que el buen conde se casó en segundas nupcias con una señora llamada Urraca, y por ellos sabemos además que esa boda se realizó entre 960 y 962. La condesa doña Sancha aparece todavía confirmando dos documentos de 959. Son los últimos en que encontramos su nombre, y esto nos hace pensar que Fernán González estaba viudo en el verano de 960, cuando según la leyenda, arma su intriga la reina de León, "una dueña lozana", doña Teresa Ansúrez, enemiga mortal del castellano. E l episodio del conde lombardo parece completamente absurdo, pero

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tal vez podríamos ver en él el rastro de una intervención del conde Ramón de Ribagorza, que por esta época casa a su hija Ava con el heredero del condado de Castilla. Hay un hecho digno de tenerse en cuenta, y es que inmediatamente después de volver a Castilla y de abandonar su prisión riojana, tienen ya los castellanos una nueva condesa. Se llama Urraca. L a vemos confirmando con el

Un juglar. (Según el Beato de Silos.)

conde una carta de Cárdena del 5 de julio de 963, y otra de San Millán del 5 de mayo de 964, que el notario termina con esta cláusula: "Bajo la judicatura de Diego Jiménez y su mujer, Argilo, y siendo conde don Fernando y su mujer, doña Urraca, en Castilla y Buradón." Cuatro años más tarde, confirmando los fueros de Brañosera, decía el conde: "Yo, Fernán González, y mi mujer, Urraca, vimos una carta de los hombres de la villa de Brañosera y la reconocemos y les confirmamos sus fueros...; en las calendas de abril de la E r a 1006." Pues bien, esta segunda mujer de Fernán González pertenecía,

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según parece, lo mismo que la primera, a la familia real de Navarra, y debía ser la hija del rey García Sánchez, que figura con ese nombre de Urraca en varios documentos navarros anteriores a 961, y que vuelve a figurar nuevamente después del 970, es decir, «uando la muerte de su marido la obliga a volver a su patria. L a vemos, por ejemplo, confirmando una carta que el rey de Navarra Sancho García manda extender en favor de San Millán el 10 de diciembre de 971, y en la cual después del rey suscriben "Rar miro, hermano del rey; Urraca, reina; Urraca, hermana del rey; García, hijo del rey..." Vemos, pues, que no solamente no hay nada que se oponga a la narración juglaresca, sino que todo en ella nos ofrece una extraña verosimilitud. L a reina de León propone el matrimonio como un cebo; pero como dice el Poema:

Cuntiol com'al carnero que fué buscar la lana.

L a boda se celebró y se celebró precisamente en este momento. E l hombre a quien el incidente comenzado en Cirueña pudo costar la vida, salió mejorado y engrandecido por el desenlace inesperado del drama (5). Fernán González sale de su encierro en calidad de (5) L a prisión y liberación de Fernán González en la forma legendaria que se describía en los cantares de gesta se narra en la Najerense, lib. n , número 71; en el Poema de Fernán González, estrofas 576-684 de la ed. de Marden y en la Crónica General, caps. 26, 27, 28 y 29. Todos ellos consideran a doña Sancha como la infanta libertadora, pero doña Sancha estaba casada, como sabemos, desde mucho tiempo antes con el conde castellano, y los nombres de ambos figuran juntos en las escrituras desde 930 hasta 959 E l 29 de junio de este año, Sancha confirma una donación de Gonzalo Fernández y Fronilde (Bec. de Card., pág. 302) y el 4 de septiembre pone su nombre en una carta por la cual el presbítero Belasco se entrega al mdsmo monasterio (Ibid., pág. 104). E n adelante es Urraca la condesa que figura al lado del conde. L a vemos el 5 de julio de 963 (Ibid. pág 20), el 5 de mayo de 964 (Cart. de 8. Millán, pág. 64) y el 1 de abril de 968, en que confirma con su marido los fueros de Brañosera (Cart. de Arlanza, pág. 3). Después de la muerte de Fernán González reaparece en la corte de Navarra, como se evidencia por varias cartas, una de ellas la que citamos en el texto (Cart. de San Millón, pág. 66), y otra del 14 de julio de 972, por la cual su hermano Sancho da a la Cogolla la villa de Huércanos, donde se firma "Dompna Urraca, ejusdem regis germana" (Ibid., págs. 69-70). Hay una carta de Castilla ;

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triunfador. A su salida sigue, según todas las probabilidades, un concierto con los reyes de León y Navarra. A la vieja Toda le importa ante todo que su nieto Sancho no sea molestado en el trono leonés, y Fernán González se compromete a respetar sus derechos, consiguiendo, en cambio, el reconocimiento de las libertades castellanas y de las reivindicaciones personales y familiares del conde. E l conde y los dos reyes deberían juntar sus fuerzas para contrarrestar la prepotencia cada día mayor de los musulmanes. Los burgaleses aceptan de buena gana estos compromisos; y para manifestar su sinceridad, hacen saber a Ordoño IV, el príncipe destronado, que debe salir inmediatamente de Castilla, y ellos mismos se encargan de ponerle en la frontera del Duero, después de haberle separado de su mujer y de sus hijos; todo esto sucedió en el otoño del año 961 (6). Y tal vez fué entonces, cuando

que podría inducirnos a pensar que su matrimonio pertenece a una época anterior. Es la confirmación de los fueros de San Zadornil y Berbeia, que lleva la fecha del día de San Cipriano, lunes 26 de diciembre de 955 (Ibid., páginas 59-60), y empieza en esta-forma: " E n presencia del conde Fernán González, de la condesa doña Urraca, de don Diego obispo de Valpuesta, y de otros muchos hombres buenos" Pero en la fecha de este documento todo está lleno de incertidumbres: el día, que si era la fiesta de San Cipriano, no pudo ser el 26 de diciembre, sino el 14 de septiembre; el año, pues si era lunes no pudo ser el 955, en el cual la fiesta de San Cipriano fué viernes; ni el 953, como señala el Becerro Galicano, pues en este año la fiesta de San Cipriano fué un miércoles. Si, como parece. natural, de esta calendación hay que retener únicamente la feria de la semana y la festividad, tendremos que retrasar esta carta al año 963. (6) " E l rey Sancho, como estuviese demasiado gordo, los agarenos le dieron una yerba y quitaron de su vientre la gordura. Y vuelto a su primera ligereza, por consejo de los agarenos, avanzó con ejército innumerable hacia León; en vista de lo cual Ordoño huyó de León por la noche, entró en Asturias, llegó a Burgos, donde los burgaleses, quitada su mujer con sus dos hijos expulsaron al mismo de Castilla y lo enviaron a tierra de sarracenos... Ordoño mientras fué vivo permaneció entre los sarracenos pagando con llorar sus penas" (Sampiro, en el Süense, trad. de Gómez Moreno, pág. CVTI). Coincide con estas noticias el relato de Aben Adhari, que daremos más adelante. Aben Jaldún dice: " E l poder de Sancho fué quebrantado principalmente por Fernán González, conde de Álava y Castilla, el más poderoso de los condes, esto es, de los gobernadores de las provincias nombrados por el rey. ;

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a cambio de la Urraca que recibía de Navarra, dio Castilla al reyde Pamplona una nueva Urraca, la hija del conde, que, casada anteriormente con Ordoño III y Ordoño IV, se unió luego, cuando tenía alrededor de veinticinco años, con otro varón, según la frase de Sampiro; un varón que no es otro que Sancho II, el heredero de la corona de Navarra. Hasta en esta consecuencia fué aquella paz un triunfo completo de Fernán González.

Los navarros, en León. E l primero de noviembre encontramos ya en Burgos una carta en la cual se vuelve a reconocer al rey repuesto por los moros con la vieja y conocida fórmula: "Siendo Sancho rey de León y Fernán González conde en Castilla" (7). Y en los meses siguientes el nombre de Sancho reaparece sin interrupción. Sancho puede prescindir ya de sus auxiliares, que se le van haciendo molestos. Hasta ahora los moros y los navarros se han impuesto en León con pretexto de protegerle. L a presencia de los últimos se hace patente en las cartas entre 959 y 962. Antes de entrar en León, el 26 de marzo de 959 ya tenía Sancho a su lado varios personajes que llevan los nombres de Fortún Ximénez, Mancio Aznar, García Nugiriz y García Aznar, que han venido al parecer

Este Fernando se rebeló contra Sancho y proclamó rey a su primo hermano Ordoño IV, en cuyo nombre se apoderó del poder. Abandonando a Sancho, los cristianos hicieron con Fernando causa común... Sancho llegó a Córdoba cerca de Nazir en busca de ayuda, y habiéndola obtenido, se apoderó de Zamora e hizo ocupar esta ciudad por sus auxiliares musulmanes. Continuó la guerra entre Sancho y Fernando hasta que este último fué hecho prisionero por el rey de los vascos... Entretanto había subido al trono Hacam Mostansir, que concluyó la paz con el rey de los vascos a condición de que le entregase a su prisionero, el conde de Álava y Castilla" (Dozy: Investiga' ciones, trad. de A . Machado, t. I, pág. 157). (7) 1 de noviembre de 971: Venta de un tal Vermudo a Cárdena, "rex Sancio in Legione et Ferdinando Gundessalviz in Castella (Bec. Gótico de Cárdena, pág. 305).

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mandando las mesnadas navarras (8). Allí está también Froila Vela, que firma con ellos la donación de Sancho a San Rosendo de una cueva en territorio de Lourhos, "donde se saca el hierro". E l mismo año, en las calendas de diciembre, Sancho, ya instalado en su trono, confirma una donación a Sahagún, rodeado de los más prestigiosos de sus magnates, entre los cuales conocemos a Fernando Ansúrez, que firma en primer lugar, como cuñado del rey; a Gómez Muñoz, hermano de Diego Muñoz, que ha muerto ya, y que tiene aquí en su lugar a su hijo Gómez Díaz; a Fortún García, a Froila Vela y a Garviso Gisvado, representante de aquev Vela del pleito de 958; a Jimeno Díaz, el cuñado de San Rosendo, "ue había conjurado contra Ordoño III; a Rodrigo Velázquez, el ir quieto conde gallego que dará mucho que hacer en los años sucesivos, a Fernando Rodríguez, que no tardará en llevar el título de conde de Liébana, y a Fernando Láinez, que firma aún en uno de los últimos lugares, pero que alcanzará pronto los primeros por su valor y lealtad (9). De la presencia de los navarros nos dan fe algunas cartas de los años siguientes, y en primer lugar la de un Fortún Iben García, que el 20 de enero de 962 da a Sahagún su hacienda en Lampreona (10). Entre los coterráneos «uvos que suscriben la donación, vemos a Velasco Fortuniz, a "Velisco Velisquiz de Pampilonia", a Lope García, a García Aznar, a Fortunio García y a "Ramirus prolis Garciani ex provincia Pampilonia", que es seguramente el hijo del rey García, régulo de Aragón, que ha venido esta vez al frente de los auxiliares navarros, mientras su hermano Sancho atacaba por la frontera oriental de Castilla. Con él, ya lo hemos visto, ha venido Fortún Jiménez, que llevaba a su lado el título de conde de Aragón, y

(8) Tumbo de Célanova, fol. 133; Barrau-Düiigo: Chart. roy. león., en "Rev. Hisp.", 1903, X , pág. 385). (9) Escalona: Hist. de Sahagún, apénd. X X X I V , págs 302-308. Son dos cartas relativas a los bienes del presbítero Malik, de las cuales la primera lleva la fecha del 1 de diciembre de 959 y la segunda la del 1 de diciembre ce 960. (10) Ibid., apénd. X X X V I , pág. 310.

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en su compañía aparece casi siempre Froila Vela, que por esta vez se va a quedar en León, pues aunque no le ha satisfecho plenamente el resultado de la guerra, ha recibido del rey Sancho grandes mercedes, y entre ellas el título de mayordomo de palacio, con el cual firma ya una carta de 962. Dos años más tarde, él y su mujer, Ximena, originaria acaso de Navarra, hacen una donación a Sahagún (11). Con él empieza a figurar desde ahora un Enneco Vigilani, que es al parecer su hermano (12).

Victoria del conde. En realidad, Fernán González ha triunfado. Su nombre ya no aparecerá en los documentos de Piasca y Liébana (13), donde se (11) Vignau: índice de los documentos de Sahagún, núm. 645. Froila V i gilaz y su mujer Jimena dan a Sahagún la mitad de la villa de Goma "ad Sanctum Martinum". (12) Le vemos en la escritura otorgada por Sancho en favor del abad Primo y del monasterio de San Mames de Lorbán, que lleva la fecha de 15 de noviembre de 966 (Mon. Part. Hist., Dipl. et Chart., I, escrit. XCII), y luego en la que la regente Elvira otorga en favor de San Rosendo, dándole Villagallegos, el día 1 de enero de 968, cuyos confirmantes son los siguientes: "Gilvira Deo dicata, regina, Didacus ovetensis episcopus, Novidius asturicensis episcopus, Velascus legionensis episcopus, Veremudus serenesshmis princeps prolis domini Ordonii regis, Gundesalvus Veremundiz, Munius Aiub, Munius Garseani, Egica Vermudiz, Aznar Puricelliz, Froila Vigilaz, Fortunáis Garseani, Ennecus Vigilaz, Ennecus Garseani, Nepocianus Didaz" (Barrau-Dihigo: Chart roy. León, 1. c, pág. 390). (13) Todavía el 27 de diciembre vemos el nombre de Fernán González en un documento relativo a Piasca-Sahagún. Es la carta de arras otorgada por Gonzalo, hijo de Placencio, en favor de Gelvira, "Dulcissima atque amantissima sponsa mea", dándole "dotis titulo arrarum pueros et puellas propter onorem virginitatis tue, caballos cum frenos et siellas, bobes et vackas, omnia jumenta atque armenta promiscua, térras sacionabiles ad CC mojos seminature in territorio vel in loco prenominato in Fenestrosa..., in ripa Ebro juxta Kanales et in Castella in Antuzanos et in Lebana in Parroccio, et in Saldania in Kornon, et in Osorno in Muzuriafes, et in Bocos in Corales..., regnante rege Sancio in Legione' et comité Fredenando Gondessalbez in Kastella" (Vignau: Ind. de doc. d& Sahagún, núm. 634). E n los años siguientes aparece ya Fernando Rodríguez como conde de Liébana. Así, por ejemplo, el 5 de febre-

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ha instalado un nuevo conde, Fernando Rodríguez, que no tardará en ceder el puesto a los condes de Saldaña, pero en adelante no volverá a presentarse en las juntas del rey con los demás magnates. Su independencia está de hecho reconocida, y hasta en las orillas del Cea se acuerdan de su nombre los diplomas. Vemos, por ejemplo, que el 27 de diciembre de 962, un noble castellano

Duelo. (Ma. de San Millón.)

de aquella región llamado Gonzalo, hijo de Placencio, otorga carta de arras "a Gelvira, su dulcísima y amadísima esposa", dándole a título de dote, "siervos y siervas por el honor de su virginidad, caballos con frenos y sillas, bueyes, vacas y toda clase de animales y ganados, tierras hasta doscientos modios de sembradura; en Tierra de Campos, en la Montaña y en territorio de Burgos en Hinestroca, en la ribera del Ebro, junto a Canales, "in Castella, in Antozanos, et in Lebana, in Perrocio, et in Saldania in Kornon et in Osorno, in Muzuriates, et in Bocos, in Corales". Y hace cons-

ro, un tal Guifredo hace a Piasca una donación de villas, tierras, plata, oro, viñas y libros, "regnante rege Sancio en Legione et comis Fredenando Ruderiz in Liébana" (Ibid., núm. 665).

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tai* el diploma que reinaba el príncipe Sancho en León y el conde Fernán González en Castilla (14). Se ha realizado al fin el anhelo secular de los castellanos. Desde este momento León y Castilla siguen un camino distinto, aunque unidos, como era natural, por un mismo ideal de lucha contra lo¿ infieles y de reconquista del suelo patrio. Tendrán sus relaciones, desde luego, y sus huestes se volverán a encontrar unas al lado de las otras frente al peligro común, pero su historia será la historia de dos pueblos hasta que llegue el momento en que se abracen dentro del marco de una unidad más fecunda, y entonces la región que por la ley del mundo feudal reclamaba sólo libertad de acción, se convertirá en centro impulsor del movimiento. Todavía quedan, sin embargo, recuerdos de la dependencia antigua y hasta cierta unión a la corona, que se manifestará en la indicación del nombre del rey para fechar las cartas y en la asistencia de Garci Fernández y Sancho García a algunas de las juntas más solemnes de León. Aunque goce de plena soberanía, el señor de Castilla conservará su título de conde, pero sin renunciar a la más alta pretensión de cambiar el condado en reino. Además, si es un hecho que Fernán González ya no vuelve a presentarse en la corte leonesa para besar la mano de los reyes, todavía tiene que manifestar de alguna manera el vasallaje y la inferioridad propios de un estado feudal. Es, sin embargo, como dicen las cartas, el "comes et dux eminentior", la más alta de todas las potestades. Ya se h/» realizado aquello que pedía tan ambiciosamente: Que en Castilla otro no mande sino yo que la amparaba.

La leyenda del azor y el caballo. Pero aún está obligado a tener ciertas atenciones y a presentar ciertos obsequios al rey de León. No se trataba de un tributo, (14) Véase la nota anterior.

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pero era lo suficiente para indicar un señorío más alto. Esto ¿s lo que ios juglares expresaron, sin ellos darse cuenta, con la leyenda del azor y el caballo. Una vez, en los primeros días del reinado de Sancho, cuando no había estallado aún la discordia entre él y el conde, fué éste invitado a unas cortes en León. Un azor el conde lleva que de muda lo sacaba y un caballo muy hermoso que al moro Almanzor ganara De ello se pagaba el rey, al conde lo demandaba, el conde lo da de balde, no el rey lo quiere sin paga. Gran haber por ello ofrece, si el conde se lo fiaba; pusieron entre sí el plazo en que el rey haría la paga, y si al plazo no pagase la moneda se doblaba.

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Pasaron los años sin que ni el rey pagase ni el conde le recordase la deuda, pero al fin vuelve el conde a encontrarse en una asamblea leonesa, intenta acercarse al rey, y éste lo rechaza, Diciendo: Quitaros, conde, que no quiero vuestra fabla, porque estáis V03 muy lozano por vencer tantas batallas. Dos años ha que a mis cortes no venís aunque os llamaba; con mi condado os alzasteis, que yo a vos le diera en guarda, otros tuertos me fecisteis, . de que yo agora habré paga. E l conde dijo: Señor, con la tierra no me alzaba, ni vengo de tal lugar, ni linaje que lo obrara que en lealtad y mafias buenas, por muy bueno me contaba y por tan buen caballero como el que mejor se halla.

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E n el calor de la disputa recuerda Fernán González al rey la venta del azor y el caballo y la promesa de pagar el doble desde el día fijado en el concierto. Se echan las cuentas, y entonces Sancho se queda aterrado de la cantidad adeudada. Para cobrarse, el conde saquea y roba las tierras del rey, y llega a inquietarle de tal manera, que Sancho le promete dejar libre a Castilla si le perdona la deuda (15). E l rey de muy congojado con los suyos acordaba que libre le dé el condado si el haber le perdonaba. E l conde lo hubo por bien, porque mucho le pesaba de besar mano a ninguno, y a Dios muchas gracias daba.

E l caballo y el azor de la gesta pueden entrar sin dificultad ninguna en la historia, pero no como el precio de la libertad de Castilla, sino como homenaje que el conde de Castilla debía ofrecer (15) L a leyenda del azor y el caballo no ha dejado el menor rastro en las crónicas latinas, ni siquiera en las de Lucas de Túy y Rodrigo de Toledo; pero la cuenta la Crónica General, donde hay un capítulo intitulado: "De cómo el conde Fernán González envió demandar su aver al rey, e de cómo dio el rey el condado por ello" (Ed. Menéndez Pidal, cap. 720). L a Crónica s i gue en esto al Poema, que trata el asunto en las estrofas 730-733, y, como hemos podido ver, el episodio se encuentra también en los romances. Indudablemente, procede de la gesta popular. Muy atinadamente dice, sobre este relato del azor y el caballo, fray Benito de Montejo: " A la segunda época reducen lo que varias de nuestras historias refieren de la entrega de un azor y un caballo por nuestro conde al rey de León pero los más, como una especie de cuento, novela indigna de crédito. Mas yo no veo que den razón alguna para esta calificación. Antes bien, hallándose un gran número de escrituras de aquellos tiempos que se solemnizan y corroboran con la entrega por la parte agraciada de algún caballo rojo, bayo, morcillo o otro color apreciable que se suele expresar, me pareoe que pudo igualmente haber mediado tal entrega en el pacto... Por lo que hace al azor, es sabida la estimación en que estuvo entre los antiguos la cetrería y aves de rapiña, que criaban a toda costa, y cuyo subido precio se ve en el Fuero Viejo de Castilla, que multaba con sesenta, con cien sueldos y aun m á s el robo, la lesión o la muerte de un azor" (Memorias de la R. A. de la H., t. III, págs. 296-297). )

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al rey de León en recuerdo de la antigua dependencia y para reconocer la dignidad de la realeza, símbolo de los lazos que seguían uniendo a Castilla con León. Tal vez fué la condición impuesta por el rey Sancho, a quien el califa de Córdoba, que sin duda le conocía muy bien, enviaba en cierta ocasión un regalo de azores y caballos. ¡Pobre rey, más pagado de la caza y el juego y la buena mesa que de la lucha y la guerra! E l destino le reservaba una trágica muerte, mas no en duelo campal ni combatiendo contra el moro, sino en el bocado sabroso de una manzana envenenada que le diera un vasallo traidor (16).

Nuevas luchas con los moros. Entre tanto, Fernán González se encontraba de nuevo frente a sus enemigos de siempre, los musulmanes. De nuevo la guerra, pero ahora una guerra más agradable, porque lleva el mérito de la defensa de l a fe. Los sayones del conde han hecho sonar por campos y ciudades los cuernos y las bocinas llamando a las armas. Hay que ganar el tiempo perdido, hay que recuperar las plazas conquistadas por los moros. E l año del cautiverio fué fatal para los cristianos. Desde el sótano de su prisión Fernán González recogía ecos de "razzias" y saqueos, de incendios y combates. L a inactividad le atormentaba mucho más que las privaciones y los sufrimientos. Y un día le llegan rumores de que las plazas del Duero están en peligro de sucumbir, de que acaso han sucumbido ya Gormaz, San Esteban, Osma, que él había defendido tantas veces de los asaltos de los sarracenos. Algo de aquello era verdad. Un analista, que ni siquiera habló de la prisión del conde, dejó consignada entre sus recuerdos esta lacónica noticia: "En la era DCCCCLXLVIII, a 16 de julio, tomaron los moros Gormaz." Fué en aquel verano interminable de 960 o tal vez en el invierno siguiente, mientras él yacía en los calabozos de Castroviejo con los (16)

Sampiro, en el Silense, ed. de Santos Coco, pág. 56.

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pies cargados de cadenas (17). No era a él a quien había que achacar aquella pérdida, pero ya en libertad, Fernán González convoca inmediatamente al fonsado para lavar la afrenta. La plaza había quedado destruida antes de ser ocupada por los musulmanes, pero había que recuperarla, y el conde quiere tomar la ofensiva. La noticia de sus preparativos llega rápidamente a Córdoba, y ya desde el mes de febrero de 962 el califa avisa a Galib, jefe de la frontera del Duero y gobernador de Medinaceli, de los preparativos que están haciendo los castellanos. Probablemente, Fernán González ha querido sorprender al enemigo, iniciando la campaña aijtes del tiempo acostumbrado. No lo consigue, pero continúa preparando la guerra. En las orillas del Arlanza y del Duero, desde Cluni? hasta Muñó y desde Osma a Sepúlveda, los castillos quedan bien guarnecidos y los infanzones y caballeros reciben orden de permanecer en servicio de anubda o vigilancia. Obedeciendo a una cita, los merinos y potestades se presentan en Burgos. Llegan también los infanzones, los caballeros villanos y los peones, así como los habitantes de las villas no exentas de acudir al fonsado. Es la hora de tercia. La tarde anterior el conde se ha reunido con su Consejo: eclesiásticos, optimates, capitanes y la toga o curia del palacio, para acordar los pormenores de la expedición; ahora la multitud aguarda el momento de comenzar la ceremonia religiosa que debe preceder a la partida. Durante la noche, poco sueño y muchos cantos, mucha animación y trajín en las posadas y en las calles; ir y venir de infantes y jinetes, trasegar de sidra y de virio, y ruido de carros y de bestias. En el campamento, y bajo los pórticos, los juglares cantan ya los incidentes pintorescos de la prisión del conde y de su liberación, y las gentes aplauden y comen-

(17) "Sub era DCCCCLXXLVIII, XVI Kalendas Augusti prendiderunt mauros Gormaz" (E. S., XXIII, pág. 312). Gómez Moreno y Cirot leen la era DCCCCLXXLVTin, es decir, el año 961. No obstante, la toma de Gormaz debió ser en aquel año de lucha, mientras Fernán González estaba en la prisión (G. Cirot: De codicibus aliquot ad historiam Hispaniae antiquae pertinentibus, Burdigalae, 1924, pág. 38). Los Anales Toledanos, traducción de loa complutenses, dicen erróneamente: "Prendieron moros a gormaz. Era MXXV (E. S., XXIII, 383).

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tan complacidas. Cuando empezaban a apagarse las risas y los cantos, y el cansancio iba apoderándose de los cuerpos, sonaron en la ciudad las primeras campanas y poco después las bocinas y cuernos de guerra. Pronto se reanudó la actividad y el trabajo. Los escuderos corrieron en busca de sus cabalgaduras y las enjaezaron con sus mejores arreos: la silla de altos borrenes, el pretal, la cincha, el ataharre, la cabezada y el freno; los caballeros se echaron a la calle armados con sus lorigas de cuero y sus yelmos agudos; peones y jinetes embrazaron sus pequeñas rodelas de madera forrada de piel, con adornos y pinturas de cruces, estrellas, castillos o animales; tomó cada uno su ancha espada o su lanza larga y pesada; aparecieron los jumentos cargados con las provisiones, y las diversas huestes empezaron a reunirse cerca de la iglesia de Santa María. Poco después sale el conde de su palacio, cercano a la iglesia. L a multitud se apiña en las ventanas, en las bocacalles y en las escalinatas para admirarle y aplaudirle. Muchos no le han visto aún desde su retorno de Navarra. Le encuentran algo aviejado, más blanco el cabello, más seria la mirada. No obstante, conserva el andar firme y el torso erguido, a pesar de sus sesenta y cinco años. Viste la túnica hendida o "mofarrex", que llevan los optimates cuando cabalgan, y un amplio kabsán le oculta la loriga trenzada,, cuyo capillo cubre el yelmo sobre la cabeza. Del hombro le cuelga la espada de arriaz en cruz, con pomo en forma de cabeza de clavo. Le precede una escolta de arqueros y lanceros y le siguen los magnates de su corte y la milicia o escuela de los donceles de palacio, mandados por el "armiger" o "alfierez" Gutier Gómez, hijo de Gómez Díaz, el alférez de los años anteriores, que enarbola la enseña condal. A su derecha camina su hijo y heredero García, joven, arrogante, atlético, a pesar de aquellas manos finas y tan bellas, que impresionaron profundamente a sus contemporáneos y le obligaban a llevar constantemente "luvas" o guantes para no enamorar a las mujeres de sus vasallos. Una multitud inmensa presencia el paso del cortejo por el corto trayecto que separa el palacio del lugar donde se alza ya una iglesia consagrada-

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a la Madre de Dios, y donde se levantará más tarde la catedral famosa con la misma advocación. E l templo presenta todo el esplendor de los grandes días. Han sido recogidas o retiradas las "alhagaras palleas", es decir, las cortinas polícromas de tramas de tapiz que a veces ocultaban las naves de los ábsides cuadrados, donde estaban las aras. Vense al fondo las mesas sagradas, adornadas de frontales palíeos o greciscos, con figuras de águilas y cruces bordadas con hilos de oro. Colgadas encima de los altares se ven cruces de esmalte u "olivitreas", y al lado bellas coronas argénteas y doradas, urnas de plata y marfil que guardan los vasos litúrgicos, y una gran almenara o lámpara de plata que tiene quince brazos o lucernas de vidrio. A l fondo, la cátedra episcopal, y cerca el solio, enriquecido con incrustaciones de hueso y de metal, que ocupará el conde (18). E l obispo don Velasco aguarda en su sitial con la mitra en la cabeza, y sobre los hombros una capa tejida con seda bordada en oro y adornada de margaritas (19). Delante tiene un analogio o atril, sobre el cual está el gran códice litúrgico, cuyas hojas rebeldes de pergamino sujeta un clérigo joven, vestido con estola de color de amianto y balteo rojo. Otros clérigos y monjes sostienen candelas, y algunos encargados de la música, llevan cítaras y vihuelas. Dos diáconos han ido a recibir a la corte hasta la puerta de la iglesia, agitando turíbulos. E l conde llega precedido de la cruz, y se prosterna en el suelo. Durante un rato reza en medio de un silencio absoluto. Cuando se levanta empieza el coro su antífonp: "Que el Señor esté en vuestro camino y su ángel os acompañe." A l perderse las últimas notas, dice una oración el obispo. Después un diácono se acerca al altar, coge la cruz, que con(18) Aprovecho para esta descripción los datos que, recogidos de la documentación de aquel tiempo, nos ofrece Sánchez Albornoz en sus Estampas de la vida en León durante el siglo X. (19) Don Velasco o Belasio, cómo él se flnra, aparece como obispo de Muflo entre 968 y 994. E n la primera de estas fechas, Fernán González confirma la fundación de San Martín de Aguilar, suscribiendo en primer lugar "Belasius episcopus" (Bec. de Card., pág. 259), que en una escritura de Garci Fernández de 971 se llama "Belasconi episcopo" (Cart. de Arlama, pág. 54).

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tiene reliquias del sagrado madero en que se consumó la redención del mundo, y se la lleva al obispo, el cual, luego de lavarse las manos, se la pasa al conde, mientras el coro canta esta antífora: "Recibe de mano del Señor, un juicio cierto, en lugar de casco; toma el escudo de la equidad y ve a vengarnos de nuestros enemigos, porque a ti te ha dado el Señor su poder y su virtud el A l tísimo." E l conde ha entregado la cruz a un monje de Cárdena, que debe llevarla durante la campaña, juntamente con un pequeño relicario, que se conserva transformado con este letrero alusivo a la protección divina: "Caminaba pasando en medio de sus enemigos." Los alféreces de las distintas haces reciben también los estandartes bendecidos por el obispo, y mientras los clérigos dicen los últimos cantos, la comitiva se dirige hacia la puerta. Allí un diácono exclaman : "Humillaos a la bendición." Don Velasco bendice a la multitud, que se agolpa ante la puerta, y volviéndose de nuevo al conde le despide augurándole prosperidades y triunfos: "¡Que el signo saludable que recibiste con devotas manos sea custodia de tu salud e incremento de bendición perpetua! ¡Que por la victoria de la Santa Cruz termines felizmente la jornada de vuestros triunfos!" Después abraza al conde y le dice: "Que este ósculo de paz se repita con mayor alegría cuando os recibamos en este mismo lugar con las laudes de la victoria" (20). Las tropas se ponen en movimiento, el monje portador de la cruz avanza delante del conde, y la corte desfila de nuevo hasta la puerta del palacio. Allí está la condesa, rodeada de sus damas. Es la despedida: besos, abrazos, sonrisas y palabras alentadoras. Un escudero presenta al conde su caballo, un hermoso caballo "roseo" o castaño, que le acaba de dar en testimonio de gratitud el abad de Bezares, don Lope, con una espléndida silla que al decir de las gentes valía más de doscientos sueldos (21). Es una silla ar(20) C. Sánchez Albornoz: Estampas de la vida en León, 1934, páginas 95-100; Ferotin: Líber. Ordinum, 150-4. (21) E l 1 de enero de 964, Fernán González confirmaba al abad Lope y a San Julián de Bezares, cuya basílica estaba fundada en el alfoz de Auca,

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gente a, de altos borrenes, recubierta de oro y sujeta con la cincha, y además, con un rico ataharre, del que penden variados pinjantes. No se conocen los estribos, pero el conde tiene suficiente agilidad para montar de un salto. Imítanle las gentes de su séquito; cuelgan los escudos de los arzones y emprenden la marcha hacia el Sur, después de atravesar el puente del Arlanzón. Van hacia Lara, hacia Osma, donde se les unirán nuevos núcleos de combatientes.

La diplomacia musulmana. Tampoco los musulmanes se duermen. A los preparativos bélicos añaden los juegos de la diplomacia. Ahora llegan a d€scubrir que la presencia del pobre fugitivo Ordoño IV, que había sido ignominiosamente arrojado de los confines de Castilla, puede ser muy útil como amenaza contra León, contra León y contra Castilla a la vez. Ordoño había llegado a Medinaceli acompañado de varios caballeros, los únicos que le habían permanecido fieles en la desgracia. Andaba a la busca de un rincón donde terminar su vida; de pronto pensó que aquel destierro podía ser una escala para subir de nuevo al trono. Le bastaba con ofrecer más de lo que había ofrecido su primo, y estaba dispuesto a ofrecerlo todo. Entrevistóse con Galib, el gobernador de Medinaceli, y le dijo que quería ponerse bajo la protección del califa. Alhaken, que estaba furioso con la corte de Navarra porque había dado la libertad al conde, y con la de León porque ponía toda suerte de obstáculos y demoras a la entrega de las diez fortalezas, accedió a los deseos del príncipe, pero sin hacerle ninguna promesa. Ordoño llega a Córdoba en abril de 962, acompañado por el jefe de la frontera y escoltado desde la mitad del camino por un destacamento de

en la posesión de sus términos, recibiendo en honor "uno caballo roseo per colore cum sella et cum freno valente CC solidos" (Bec. de Car., pgs. 367-369.)

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caballería que le envió el soberano. En las cercanías de la capital apareció otro destacamento. Entonces se acentuó el carácter despreciable y rastrero del destronado; halaga a los jefes de la escolta, adula a los cortesanos, se humilla y rebaja ante el califa. Todo le parecía lícito con tal de reinar. Pidió que le llevasen al sepulcro de Abderrahman III, y una vez allí se descubrió, y arrodi-

E l caballero luchando contra el dragón. (De un códice del aiglo X.)

liándose devoto, masculló compungido una plegaria por el alma de oquel que unos meses antes le había arrojado del trono. Dióselí como residencia un palacio magníficamente amueblado, donde no le faltaban ni diversiones, ni guardias, ni esclavos. Dos días después de su llegada le anunciaron que el califa le iba a recibir en su palacio de Medina Azzahara. Le vistieron Je una túnica y uu manto blanco, pues quería, como nueva muestra de homenaje, ostentar el color de los Omeyas, y cubrió su cabeza con un turbante

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-auornado con piedras preciosas. E l cadí de los cristianos Walid loen Haizuran, y el metropolitano de Toledo, Ubaidalá ben Kasin, vinieron a buscarle e informarle de los complicados detalles de la etiqueta. Las avenidas por donde debían pasar estaban cubiertas de soldados, y este aparato militar impresionó de tal manera al príncipe leonés y a sus compañeros, que no pudieron menos de bajar los ojos y hacer la señal de la cruz. E l general Ibn Tomlus recibió a Ordoño en los pórticos y le introdujo en la sala de las audiencias. A l ver al califa, el cristiano se descubrió y dospojó de su manto en señal de respeto, y a una señal se acercó al trono en que •estaba Alhaken, rodeado de sus hermanos, de sus visires y de los alfakies. Avanzaba prosternándose de trecho en trecho y haciendo largas reverencias. A l llegar ante el califa, le besó la mano y fué a sentarse en un sofá de brocado que se encontraba a quince pies del trono. Siguieron las palabras inspiradas por la cortesía de una parte, y de otra por el deseo de reinar. "Soy el esclavo del jefe de los creyentes", dijo Ordoño. Y se arrodilló una y otra vez, pidiendo las bendiciones del cielo sobre el Emir Almumenin en discurso redicho y estudiado, que mereció recibir las más amplias promesas, pero de una manera vaga y que no implicaban compromiso alguno. A l salir hizo nuevas genuflexiones, y no ya ante el califa, sino ante la silla en que solía sentarse. Después, una entrevista con el primer ministro, Chiafar, que le estrechó contra su pecho y le confirmó las promesas de su amo (22). Algún tiempo después se sometía a su aprobación un contrato por el cual se ponía a su disposición un ejército mandado por Galib, con tres condiciones: que había de vivir siempre en paz con el califa, que entregaría en rehenes a su hijo García y que no haría nunca paces con el conde de Castilla. Desgraciadamente, todo esto no tenía más finalidad que intimidar a Sancho, y Sancho com-

(22) Son Aben Adhari y Aben Hayan quienes nos cuentan todos estos pormenores de la estancia de Ordoño IV en Córdoba (Cf. Dozy: Hist. les mu*ulm. espagn., ed. Levi Provenga!, t. II, págs. 177-180).

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prendió. Era muy duro para él entregar las fortalezas, pero un mes después de la llegada de Ordoño a Córdoba ya estaban allí también sus embajadores prometiendo realizar rápidamente la entrega y dando toda suerte de garantías. Entonces Ordoño se dio cuenta de la mala jugada, y aquel mismo año murió de pena (23).

El hombre que no se rinde. Aquellas negociaciones entre el príncipe destronado y el califa, arbitro de los destinos de España, es una prueba más de que Fernán González seguía siendo el gran enemigo de los musulmanes. Se le odiaba y se le temía; las paces con él equivalían a la guerra con el califa. Los otros príncipes habíanse humillado en las estancias de Azzahara; él era el único irreductible, la preocupación, la pesadilla de Alhaken, que, amigo de las letras, hubiera querido entregarse tranquilamente a ellas sin bélicos sobresaltos. Fernán González se muestra dispuesto a mantener la guerra en la frontera mientras le quede el último aliento, y los musulmanes quieren aprovechar este momento en que le ven solo para luchar. " Y sucedió, dice el Toledano, que cuando los sarracenos recibieron seguro de paz por parte del rey Sancho y de su hijo Ramiro, lanzaron todo el ímpetu de las armas contra Castilla." Tiene que luchar, casi siempre, solo contra el imperio hispanomarroquí, cuyos recursos eran inagotables; frente a ejércitos magníficamente organizados y mandados por expertos generales, y especialmente por aquel famoso Galib, gobernador de Medinaceli

(23) Es Aben Jaldum quien nos dice que una de las condiciones exigidas por Alhakem a Ordoño IV era no aliarse con el conde de Castilla (Cf. Dozy: Recherches..., t. I, pág. 98, y adenciás, Hist. des musulm. espagn., ed. Levi Provencal, t. II, pág. 181). Son las genealogías de Meya las que nos dicen que Ordoño murió en Córdoba. Sampiro cuenta así su fin, coincidiendo en el fondo: "Ordonius adbuc vivens inter sarracenos mansit et ejulando penas persolvit (Silense, ed. Santos Coco, pág. 55).

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y jefe de la frontera, que había vencido en África a los fatimitas y a las tribus del Atlas, y en cuya escuela se formará el genio militar de Almanzor. Conocemos algo de aquellos ocho años de luchas, continuas únicamente por las historias oficiales de los califas, demasiado fáciles para transformar en éxitos los descalabros. E n la campaña de 962, Fernán González logra lanzar contra Córdoba a García de Navarra y a Sancho de León, que, después de las más calurosas promesas, considerando que había desaparecido la amenaza de Ordoño, creyó más conveniente no cumplir lo pactado. Galib atacó a Castilla, puso en aprieto la plaza de San Esteban de Gormaz y, según Aben Adhari, la tomó (24), cosa más que dudosa, puesto que San Esteban seguía siendo una plaza castellana en los primeros años de García Fernández; entre tanto, el gobernador de Zaragoza, Mohamed Tochibi, bate a García de Navarra y se apodera de la ciudad de Calahorra, que Alhaken fortificó con nuevos muros y torreones. En 963 se entablan negociaciones de paz entre el califa y el conde castellano, pero se rompen apenas concluidas, y la guerra continúa. Uño tras otro van humillándose ante Alhakán todos los aliados del conde. Los condes catalanes M i ron y Borrel se comprometen a desmantelar sus plazas fronterizas. Sancho solicita y obtiene la paz en 966 (25). García envía tam-

(24) Aben Adhari: Al Boyan, t. II, trad. Fagnan, pág. 389; Aben Jaldun: Ibar., t. IV, pág. 145. Me atrevo a poner en duda la afirmación de I03 historiadores árabes, puesto que en los comienzos del gobierno de Garci Fernández veremos a San Esteban en poder de los cristianos, a no ser que admitamos que Fernán González la reconquistó en una campaña anterior. Considero también que el Toledano adelanta los acontecimientos cuando dice: "Factum est autem et cum Sarraceni securitatem accepissent a rege Sancio et a filio eius Ranimiro, quod non ferrent subsidium Castellanis, direxerunt arma contra comitem Ferdinandum Gondisalvi, et cum non posset eis dictus comes resistere, ceperunt sarraceni Gormaz, et Septimancas et Septempublicam, et multas strages horrendas perpetrarunt in térra christianorum" (Hisp. Illustr., IV, 1608, pág. 85). N i Simancas ni Sepúlveda cayeron en poder de los musulmanes hasta que apareció Almanzor. (25) Sampiro, 1. c , pág. 56. Advierte Sampiro que con motivo de este tratado de paz se trajo a León el cuerpo del mártir San Pelayo, a quien el padre de A l Haquen había mandado degollar.

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bien a Córdoba sus condes y sus obispos pidiendo condiciones, y hasta un poderoso e inquieto conde gallego, Rodrigo Velázquez, que sueña con crearse un Estado independiente, a semejanza del castellano, entra en relaciones con el califa por medio de su madre, a la cual se hizo en la corte califal el más entusiasta recibimiento (26). E l único que no se rinde es Fernán González. Las "razzias" contra Castilla, dice Aben Adhari, continúan año tras año, hasta que la muerte del conde procura al califa la paz suspirada (27). E l conde contesta penetrando en los dominios islámicos, y buena prueba de ello es un encuentro con Galib en Atienza, favorable para los musulmanes, según sus historiadores, aunque nuestras gestas dicen que su señor no fué nunca vencido (28). Quiso Dios al buen conde esta gracia facer: que moros nin cristianos non le podían vencer

Es un hecho que el conde siguió luchando hasta el último momento de su vida, y que mientras él vivió no perdió Castilla un palmo de terreno, fuera de la plaza de Gormaz, cuya pérdida no se le puede imputar a él, puesto que los moros se apoderaron de ella mientras vivía encerrado en la torre de Castroviejo.

La aureola del héroe. Una vejez dorada venía a coronar aquella larga vida de luchas, de emociones, de triunfos y de adversidades; una vida vibrante de dramática grandeza y envuelta ya antes de declinar en los glo-

(26) Aben Jaldun: Ibar., t. IV, pág. 146; Dozy: Hist. des musulm. e pagn., 1. c, t. II, pág. 182). (27) Aben Adhari: Al Boyan, t. II, trad. Fagnan, pág. 395; Dozy, 1. c, página 183. (28) Estos son los dos últimos versos del Poema. Ed. de C. Mardeja, página 109. s

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riosos arreboles de la gesta. E l éxito más completo había consagrado un esfuerzo tenaz, en que nada falta a las magnificencias del heroísmo; ni las decisiones audaces, ni las ocasiones desesperadas, ni los golpes más duros de la fortuna, ni las súbitas revelaciones de una voluntad indomable. L a gran misión estaba, por fin, cumplida, y el hombre providencial podía concentrar sus energías en la lucha contra los infieles y mirar tranquilo el porvenir. Su casa tenía asegurada la soberanía, y Castilla la libertad. E l pueblo se lo agradecía, bendiciendo su nombre, cantando sus hazañas y consagrándole una adhesión que rayaba en el fanatismo. Después de las zozobras pasadas, había llegado la hora, no del descanso, pues era necesario tener la lanza siempre enhiesta frente al moro, pero sí de la seguridad y de la gloria. Y si el conde miraba en torno suyo, encontraba nuevos motivos de satisfacción. Las gestas no nos han dicho nada de sus sentimientos familiares y de sus virtudes hogareñas, tan brillantemente realzadas en el cantar del "Mió Cid". Fué amado por las mujeres, que se asocian a su vida con episodios altamente novelescos, reflejos de la impresión real que el conde dejaba entre sus contemporáneos. Quisiéramos reconstruir y evocar su figura física y moralmente, pero no tenemos elementos para ello. En el siglo xvi, fray Prudencio de Sandoval vio en Arlanza cuadros antiguos en que se le representaba luchando en las batallas con el rostro descubierto, un rostro largo, seco, algo moreno, los ojos negros y alegres, no muy poblada la barba, alto, de cuerpo y brazos vigorosos, membrudo, enjuto y de pocas carnes. No es posible ver un verdadero retrato en esta imagen, pero gusta imaginarle como lo ideó el pintor medieval. Y es también grato imaginar su fisonomía moral como la representaba el monje de Arlanza a los hombres del siblo xm. Fernán González es para él el tipo del caballero perfecto: fuerte, audaz, generoso, benigno, discreto, altivo, religioso, belicoso, afable, mayor que todos los trabajos y despreciador de la muerte. "Nunca fué en el mundo otro tal caballero... Non podía en el mundo mejor señor haber... Nunca nació hombre d'armas quel pudies me-

Lucha de jinetes. (Iglesia de Rebolledo.)

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jorar." Tiene músculos de hierro en el combate y sutil penetración en el consejo: E l conde don Fernando, de ardides cimiento, señor de buenas mañas y de buen entendimiento... Había gran cumplimiento del seso de Salomón, nunca fué Alexandre más grande de corazón.

"Tiene la gran fuerza" en un corazón lleno de fuego. E n el combate es "como un león bravo", "más bravo que serpiente", y parece entre todos "un ferhioso castillo", cuando va delante de sus mesnadas "faciendo lo que hace el lobo entre las greyes". Su voz infunde aliento, su presencia asegura la victoria; nadie duda en lanzarse a la pelea cuando, irguiendo el brazo cubierto de polvo y de sangre grita a los suyos: Yo soy el conde, esforzad castellanos, feridles bien de recio, amigos e hermanos, sacaremos a Castilla de premia e de error, él será el vencido, yo seré el vencedor.

Lucha por aquella Castilla naciente, por sus costumbres, por sus privilegios, por sus libertades y también por su religión. E l imperio de Córdoba ha alcanzado el momento de su mayor esplendor. Los soberanos del Norte quedan como deslumhrados por la gloria de Abderrahman III. Unos tras otros se humillan ante el califa, implorando su favor, sometiéndose a su influencia, aceptando sus condiciones humillantes. Fernán González es el único que no sabe de transacciones ni componendas. Su corazón se aflige ante las escenas bochornosas que presenciaron po-r aquellos días los cordobeses, y exclama lleno de ira: Los reyes de España, con deshecho pavor, olvidaron de T i , que eres su señor, tornáronse vasallos del moro Almanzor.

Es, en suma, "el leal cabdiello... el conde orgulloso de los fechos granados", el hombre sin "crueldad, cumplido de bondades".

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el héroe de corazón lozano, el guerrero natural de la "granada fací enda", el adalid cuerpo de buenas mañas, que nunca fué vencido en toda la su vida.

El padre y el hombre. Por los documentos podemos rastrear sus sentimientos de buen hijo y de esposo amante. En los comienzos de su magnífica rebeldía hay un misterio de sufrimientos paternos y de cariños filiales. Su madre aparece junto a él guiando sus primeros paso3 en la vida pública, y es ella—la comitissima—quien ilumina la senda de su destino, y cuando ella desaparece, surge a su lado, amable y fiel, la figura de fú mujer. Sancha, la que firma con él las donaciones, la que le acompaña en los viajes, la que le sostiene en los días de la persecución y se entrega por salvarle de la cárcel; la mujer a quien él llama varias veces "dulcísima esposa mía", v en una ocasión "mi socia", es decir, la compañera de los trabajo? y peligros, usando esa palabra expresiva con que, según Tácito, designaban los germanos a sus mujeres.. Dios quiso bendecir aquella unión con numerosa prole* hijos e hijas, en !cs cuales quiere el conde, siguiendo el uso tradicional de la tierra, perpetuar los nombres más comunes en la familia. E ! primogénito se llamará como el abuelo paterno: Gonzalo, y el segundo, como el abuelo materno: Sancho. Después vendrá otro, que recibirá un nombre frecuente en la familia del padre: Ñuño, y luego, otro que recuerda a la familia de la madre: García. Y las hijas: una, como la abuela paterna: Nuña o Muniadonna; otra, Fronilde; otra, Urraca, Toda...; Castilla y Navarra, los nombres venidos de Pamplona con los que descendieron de Cantabria. Siempre el recuerdo familiar, la tradición, el calor del hogar. Cuando Fernán González va a León, goza presentando en la corte a sus hijos mayores, que son todavía unos tiernos adolescentes; los lleva consigo a San Millán, los sienta a su lado cuando dicta sus sen-

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tencias y les ejercita personalmente en el manejo de las primeras armas. De pronto, hacia el 959, Gonzalo desaparece. E l segundo, Sancho, vive acaso menos tiempo; le vemos todavía en agosto de 956 al lado de su hermana Urraca en la corte de León, pera tal vez muere en las guerras que se siguieron a la muerte de Ordoño III, porque ya no volvemos a encontrar su nombre. Críticos debieron ser para Fernando estos años de luchas civiles y de duelos familiares (29). E n ellos se eclipsa también la figura de la

(29) E l lector habrá podido ver en las páginas anteriores los datos justificantes de las afirmaciones que aqui resumimos, sin que tengamos necesidad de repetirlos. Vimos a Gonzalo Fernández y Sancho Fernández en León, con motivo de la donación con que Ramiro II celebró las fiestas de Pascua de 945; los hemos visto después constantemente confirmando las donaciones de su padre, especialmente las de San Millán, y finalmente vimos a Sancho en la última donación de Ordofio III, durante el verano de 956. Las luchas entre Sancho I y Ordofio I V debieron ser fatales para los dos hermanos, cuyos nombres desaparecen por esta época de los documentos. E l 29 de junio de 959, un Gonzalo Fernández, con su mujer Fronilde, ofrecen su parte en un pozo de Salinas de Anana a San Pedro de Cárdena. Firman la carta: primero, Gonzalo Fernández, el donante; después, Ferdinandus comes, es decir, Fernán González; a continuación, F^onildi, que es, sin duda, la mujer del donante; después domna Sancia, la cual no puede ser otra que la condesa; y tras ellas, Garsea Fredinandi, el hijo del conde. (Becerro de Card., página 303). Los donantes Gonzalo y Fronilde pertenecen también a la familia condal, y como Fernán González tuvo un hijo y una hija con este nombre, tenemos motivos para dudar* si el hijo es él o ella. Creo, sin embargo, que en este caso Fronilde es la nuera del conde, y por tanto, que su hijo Gonzalo Fernández vivía aún en este año 959, en el cual hallamos su nombre en otra carta de su mujer a Santa Dorotea de Cigtlenza: "Gundissalvus, proles Fredinando". Por esa carta sabemos que su mujer Fronilde era hija de Gómez y de Elduara Por el mismo B^c. Oót. de Card. sabemos de otra Fronilde casada con un tal Diego, sin duda Diego Muñoz, que el 5 de julio y el 19 de julio de 963 hace sendas donaciones al monasterio (Bec. de Cárdena, págs. 11 y 20), y en una de ellas dice que la hace en unión con sus hijos Obeco Díaz y Alvaro Díaz y con sus sobrinos Romano Muñoz y Vermudo Muñoz y con Ñuño Vela. E n las dos firma el conde Fernán González, junto al cual vemos poco después a Romano y Vermudo Muñoz, y en una de ellas vemos además los nombres de su mujer Urraca y de sus hijos García y Munio Fernández. Podría sospechanse que esta Fronilda fuese la hija de Fernán González, si su marido no hubiera estado contra el conde durante la contienda con Ramiro II. Prefiero pensar que era la nieta de Ñuño Fernández, prima, por tanto, de Fernán González.

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condesa Sancha, que vivía aún en 959, y vemos reemplazada dos años años más tarde por Urraca, que procede asimismo de la Casa Heal de Navarra y era, según parece, hija del rey García Sánchez, la misma Urraca que encontramos hasta esta fecha firmando varios documentos como hija del rey de Pamplona, y desaparece repentinamente, para reaparecer de nuevo en la corte de su padre después de la muerte de su marido (30). A l perder los dos hijos mayores, el conde fija sus ojos en el tercero de sus vastagos, García, el de las bellas manos de nieve. Para todos ha querido buscar un casamiento digno de la familia condal: Urraca, reina dos veces de León, pasa luego a ocupar el trono de Navarra por su casamiento con Sancho Abarca; Nuña será heredera del condado de Saldaña por su casamiento con Gómez Díaz, el hijo de Diego Muñoz; Fronilde y Toda servirán para mantener los lazos de la lealtad con los más ilustres linajes castellanos. Para García se buscará una esposa que traiga a Castilla la amistad con uno de los pequeños señoríos del Pirineo. Es doña Ava, hija de Raimundo y nieta de Bernardo, el famoso conde de Ribagorza, cuyas luchas con moros y con francos recogerán los juglares de Castilla, convirtiéndolo en un héroe de leyendas. Y el conde se consuela de la pérdida de sus dos hijos primeros al ver a este heredero joven, que a pesar de la blancura de sus manos, camina gallardamente junto a él a la guerra, montado en su alazán, luciendo los espléndidos arreos que la infanta ribagorzana le trajo en calidad de alleva o dote: un freno con su rienda, que valía 500 sueldos, porque era todo de mera plata sobredorada; un vaso de oro, también magnífico, que fué tasado en 5.100 sueldos de plata; una espada como no se había visto nunca en Castilla, toda de oro puro, que había costado 5.000 sueldos; otras cuatro espadas, cuatro lorigas, cuatro frenos rojos con sus riendas correspondientes, dos sillas encarnadas, un caparazón hecho de piel depilada, una capa de brocado bordada en oro, unas espuelas de plata en que sólo el aguijón era de hierro, y otras muchas cosas (30)

Véase en este mismo capítulo nota número 5.

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que sería largo enumerar, y que el conde don Ramón, padre de la novia, había adquirido a cambio de tres villas de los monjes de Obarra (31).

Transformación en Castilla. Grande podía ser también la satisfacción del conde al tender la vista en torno suyo y ver la transformación que se había realizado en Castilla durante los cuarenta años de su gobierno. ¡Qué diferencia con aquella región esclavizada, dispersa, amorfa, divi-

(31) E l conde Bernardo fué hijo del primer conde autónomo de Pallas y Ribagorza. Hacia el 890 casó con doña Toda Galíndez, hija de Galindo A z narez, conde de Aragón. Durante su gobierno luchó con varia fortuna contra los moros, especialmente contra Atauil, rey de Huesca. Hacia el 935 le sucede su hijo Raimundo n , padre de doña Ava. L a relación de los objetos que los monjes de Obarra dieron a Raimundo a cambio de tres villas, con motivo del casamiento de su hija, puede verse en Serrano y Sanz: Noticias y documentos históricos del condado de Ribagorza, 1912, pág. 334. Es un documento contemporáneo, al parecer, de las bodas de doña A v a y García, es decir, redactado entre 958 y 961. Una hija de Bernardo, el de la gesta, se había llamado también Ava, nombre que encontramos en otros condados pirenaicos. Hacia el 940, la condesa de Barcelona, mujer del conde Mirón, se llamaba también Ava, aunque los notarios catalanes escriben a veces Auva y Avana (P. de Marca: Marca Hispánica, apénd. L X X V I , pág. 853). Aludiendo a la genealogía de los condes de Ribagorza, dice la Crónica de Alaón, documento que parece remontarse al siglo x i : "Bernardus comes R i pacurciae habuit conjugem nomine Totam, filiam Galindonis comitis Aragonis, ex qua genuit tres filios: Regimundum et Borrellum et Minorem... Raymundo (o Regimundo) predicto comité Ripacurtiae fuit uxor Garsendis nomine, de Gallito, et A v a filia Regimundi fuit uxor comitis Santii de Castella" (E. S., X L V I , pág. 325). Se ve la inexactitud manifiesta de esta noticia, contraria a cuanto nos dice la documentación auténtica acerca de la hija de Raimundo. Fué madre, no mujer, del conde Sancho de Castilla, y tuvo por marido a García, el hijo de Fernán González como se ve por numerosas cartas castellanas que citaremos más adelante. Las genealogías del Códice Rotense dicen, con más exactitud que la Crónica de Alaón: "Regenundus accepit uxor domaia (Garsendis), Guilelmo Garsias filia, et genuit domnus Uvifredus, ac domnus Arnaldus, seu Ysarno, et domna Aba, Castelle comitissa" (M. Serrano y Sanz: Noticias y documentos de Ribagorza, pág. 51). (

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dida en una docena de condados, que él había visto en sus mocedades! Y era él quien la había ampliado, unificado y libertado; quien la había dado la conciencia de su poder y le había infundído un ímpetu incontenible de acometividad que hacía temblar a moros y cristianos ante el esfuerzo de la "Castella bellatrix", la Castilla guerreadora, como decían los cronistas. Todos los títulos condales habían quedado vinculados en su persona; él era conde de Castilla y de Álava, de Lara y de Nájera, en Lantarón y en Gormaz. Como conde de Álava, su dominio se extendía más allá de Orduña por toda Vizcaya, y más allá del Deva por gran parte de Guipúzcoa; como conde de Castilla, dominaba en toda la Cantabria antigua, de donde habían descendido sus antepasados; por el Norte, hasta el mar, y por el Oeste hasta las Asturias de Santillana, donde afirma su autoridad con el título de conde Asturiense. Desde allí los límites del condado se prolongan hasta las fuentes del Pisuerga; siguen luego la cuenca de este río hacia Torquemada, recorren la región del Esgueva y suben hasta las primeras estribaciones del Guadarrama, comprendiendo los territorios de Cuéllar, Sepúlveda y Montejo. Y ha podido conservar intacta la frontera meridional del Duero, que va desde Langa hasta Vinuesa, luchando solo, aña tras año, contra los mejores generales del califato (32).

(32) Como conde de Álava, Fernán González extendía sus dominios por toda Vizcaya. Los documentos le hacen intervenir en el condado alavés hasta el monasterio de San Vicente de Acosta, al pie del Gorbea. Del resto de A l a va, Vizcaya y de Guipúzcoa no hallamos el menor rastro documental en el siglo x, pero hay motivos para pensar que la divisoria con Navarra estaba en el Deva. E l reino de Pamplona o de Navarra se organiza de acuerdo con A l fonso III de Asturias, teniendo en cuenta la primitiva división de tribus. Los várdulos y los caristios, que ocupaban la región de Álava y Vizcaya con parte de Guipúzcoa, pasan a formar el condado alavés. E l nombre de Vizcaya, coma ya sabemos, aparece ya en la Crónica de Alfonso III, con motivo de la ocupación del primer Alfonso, pero como una cosa distinta de Carranza, Sopuerta y Orduña, comprendiendo únicamente el territorio de Guernica, Marquina. y Bilbao. De Guipúzcoa no sabemos nada durante el siglo x, pues el mismo nombre no aparecerá hasta muy avanzada la centuria siguiente, pero se puede admitir como probable que la región poblada por los antiguos várdulos y

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Diríase que hasta las gentes de la región discutida del Pisuerga y del Cea tienen una inclinación especial por ser castellanos. Por allí se extiende el condado de Monzón vinculado ahora a la persona de caristios formaba parte del condado de Álava. Viene a confirmar esta opinión una escritura otorgada en favor de San Millán por Alfonso V I en 1081, por la cual, hablando del monasterio de San Andrés, "llamado de Astigarribia, que es real, y está situado entre Vizcaya y Guipúzcoa'^ se señala como límite entre ambas provincias la zona de los antiguos caristios o del río Deva (Cf. Landazuri: Historia de Guipúzcoa, I, pág. 25). Esto mismo se deduce de otros documentos, y especialmente del de los votos de San Millán, que aunque forjados hacia el 1200, tienen gran interés como testigos de los antiguos límites y divisiones. He aquí sus palabras: "Desde el río Galharraga hasta el río Deva, esto ea, toda Vizcaya, y desde el mismo Deva hasta San Sebastián de Hernani, esto es, toda Guipúzcoa, y desde los confines de Álava hasta el litoral, cuanto está debajo de cada alfoz un buey" (Bec. Galicano de San Millán de la Cogolla, fol. I; Not. Hist., III, 191). Según esto, el condado alavés comprendía, por lo menos, toda Álava y Vizcaya, incluyendo en Vizcaya una gran parte de Guipúzcoa. Todo esto pasó a engrosar el señorío de Fernán González cuando éste llegó a juntar en su persona los dos condados. Esta es la razón por la cual no se habla de condes de Vizcaya, a no ser en dos casos que vienen a confirmar lo que acabamos de decir. E l Códice de Meya (núm. 17) alude a un tal Momo o Monio, conde vicaíno, comes biscahiensis, que se casó con doña Belasquita, hija de Sancho Garcés I. Ahora bien, este Munio, que vive en el primer tercio del x, es, según todas las probabilidades, el Munio Vigilani a quien una escritura de Valpuesta de 919 llama conde de Álava, conde biscahiense para el autor de las genealogías, bien sea porque vivió especialmente en aquella región, bien porque prefirió llamarle así por aquella parte del territorio de su mando. Menos valor tiene el testimonio de la Crónica General y del Poema de Fernán González, que nos hablan de un Lope el Vizcaíno, compañero de Fernán González en sus batallas contra los moros. Sin embargo, esta alusión, aunque tardía, parece tener una confirmación en la documentación auténtica, que nos presenta firmando las primeras escrituras del conde a un Lope Sarracinez, miembro de la ilustre familia alavesa de este nombre, que puede ser el guerrero del Poema denominado por aquella porción del condado alavés, en que tenía tierras y señoríos. A la imprecisión de esta línea fronteriza debió contribuir desde esta época el forcejeo de Navarra que hemos advertido por la parte de la Rioja, y que dos generaciones después logró momentáneamente romper la barrera secular. Tal vez existían ya desde ahora por parte de los reyes de Pamplona las pretensiones de dominar todo el territorio de lengua vasca, que se convirtieron en un hecho con la política de Sancho el Mayor, aunque tienen poco valor para probarlas las calendaciones de algún que otro documento de San Juan

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Fernando Ansúrez, pero en los diplomas de donación repetidas veces en vez de el suyo encontramos el nombre de Fernán González, especialmente en los últimos años de su vida. Así en un contrato de compra-venta que en fecha imprecisa hacen Oveco Muñoz y su mujer, Helo, con el monasterio de San Isidro, "reinando en León Ordoño y en Castilla Fernán González"; en una donación por la cual los tres copropietarios del monasterio de San Justo y Pastor "sub castellum Eburi", se le entregan al de San Cosme y Damián de Cozuelos, "cuando comenzaba el rey Ramiro en León y mandaba el conde Fernando en Castilla"; y en la entrega que Rodrigo Varbaldez hace de su iglesia de Santa Eulalia al monasterio de San Isidro, "siendo Ordoño rey en León y Fernán González, conde de Castilla". Algún que otro notario parece protestar contra, esta penetración castellana, como el que redacta un documento por el cual Hanni Obecoz y su mujer, Fronilde, hacen una donación al monasterio de San Cosme de Cozuelos "sub Castellum Eburi", el 31 de enero de 968, "comenzando el rey infante don Ramiro en León y reinando los señores Fernandos cada cual en su tierra" (33). Por lo demás, empezamos a tener la im-

de la Peña, en que se nos dice que el rey García dominaba en el condado alavés. E n 947, García Sánchez, con su tío Fortún Garcés, conde de Aragón, da a Davasal seis "mezquinos", y data la escritura "regnante me García Sancionis in Pampilonia, in Álava, in Nagera, comité Fortunio in Aragone, Adefonso in Gallecia, pagani vero Mahomat Ebenlupe in Valterra et Mahomat Atauel in Osea". Hay tantos anacronismos en esta cláusula, que el mismo Magallón, aunque da por bueno el documento, no duda en atribuirla a un capricho del copista. Hay que renunciar, por tanto, a emplearla para demostrar la penetración de los navarros en el condado alavés desde mediados del siglo x (Magallón: Documentos de San Juan de la Peña, núm. X I ) . (33) B . N . , ms. 13065, fol. 218. Véase nuestro índice de documentos, número 372. Reproducimos aquí las frases curiosas de fray Benito de Montejo sobre los límites de Castilla en la región donde se juntan el Pisuerga y el Duero: "Por lo que hace—dice—a la parte meridional y del Duero, yo hallo que los términos del gobierno de Fernán González llegaban a TordesiHas, y aun m á s abajo. Entre las misceláneas de don Luis de Salazar que legó a mi monasterio de Montserrate de Madrid, se halla un cuaderno manuscrito con este título: Este es el traslado de unos ordenamientos antiguos que se hallaron en Toro, sacado de "verbo ad verbum", de los tiempos de los reyes de

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presión de que entre los dos Fernandos se van estableciendo relaciones, que no tardarán en adquirir, en los comienzos de Garci Fernández, caracteres de verdadera cordialidad. A l lado del conde castellano aparecen ahora un Assur Ansúrez y un Munio Ansúrez, que son seguramente parientes de los de Monzón; y no faltan tampoco en su séquito representantes de los Velas, que nos hacen pensar en una política de generosidad y reconciliación. E l 5 de julio de 963 confirma Fernando con su mujer, Urraca, y su hijo García una donación que una gran dama llamada Fronilde hace a Cárdena con sus hijos Obeco Díaz y Alvaro Díaz, y sus sobrinos Romano Muñoz y Vermudo Muñoz y además Munio Vela. Si Fronilde no es la hija de Fernán González, que llevó este nombre, podríamos identificarla con aquella otra Fronilde, nieta de su tío Ñuño Fernández, y en uno y otro caso le encontraríamos emparentado con el linaje de sus mayores enemigos (34).

Preocupación cultural. E n el vasto señorío que el conde ha logrado fundar intenta ahora consolidar un orden y hacer reinar la prosperidad y la seLeón y condes de Castilla. E n el capítulo X V I I de estas ordenanzas manda lo siguiente: "Todos los infanzones e infanzonas vernán los domingos antes de la sombra, cuando oyeren la voz de la iglesia del Villar a rogar a Dios y al Apóstol Santiago por nuestro señor el rey o por Fernán González, conde de Castilla, porque nos guardan nuestro haber, teniendo pabezada o rostro a los moros" (Disertación sobre el origen de Castilla, en las Memorias de la Real Academia de la Historia, t. III). (34) Bec. de Card., pág. 11. E l 23 de mayo de 964, en donación de Diego Gustios a Cárdena, confirman Fernán González García Fernández, Assur Ansúrez, Munio Ansúrez... (Bec. de Card., págs. 13-14). Assur Ansúrez confirma también la donación de doña Fronilde a Cárdena el 5 de julio de 963, en la cual encontramos también el nombre de Fernán González (Ibid., página 13). Un Assur Fredinandiz confirma una donación del presbítero Gimeno a San Millán ei 3 de afosto de 959 (Cart. de 8. Millán, pág. 63). No se trata seguramente del conde de Monzón de este nombre, pero es, al parecer, un pariente suyo, como el Assur Nunnez que firma una carta del mismo Cartulario en 964 (Ibid., pág. 65). (

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guridad. Y a los castellanos han salido "de premia o de error". Ha progresado la repoblación, los hombres libres empiezan a organizarse en Concejos y por todas partes se advierten formas nuevas de vitalidad, de vida social, religiosa y cultural. Hay una institución que el conde ha mirado con especial interés : la monástica. E l monje organiza el cultivo del valle, da ejemplo de trabajo, mantiene la tradición literaria, reproduce los libros antiguos, mantiene el fervor religioso y alienta en el soldado los heroísmos guerreros. Por eso Fernán González le favorece, fomenta las grandes fundaciones y no cesa de crear otras nuevas. Una gran parte del botín de sus campañas va a parar a los monasterios del condado: esclavos, tapices, joyas, muebles, piedras preciosas. Arlanza se enriquece después de la victoria de Hacinas, según el autor del poeta, que pudo ver aún los espléndidos despojos (35). Fallaron y de marfyl arquetas muy preciadas con tantas de noblezas, que non podrían ser contadas, fueron para San Pedro las de aquellas dadas, están oy día en el su altar sentadas.

Y lo mismo que Ükrlanza, los demás centros religiosos de Castilla; Silos, Cárdena, Valeránica, Santillana, Oca, Valpuesta, Salcedo, San Millán de Pedroso... Fruto de esta política religiosa fué el que surgiera un gran número de monasterios, en los cuales encuentra el conde la mejor ayuda para mantener sus reivindicaciones y los mejores auxiliares de sus proyectos de restauración y regulación de la vida del país. E n torno a ellos se organizan los núcleos de población, que no tardarán en convertirse en municipios florecientes y activos. E n ellos se cobija toda la cultura y el arte que pueden florecer en un ambiente donde la mayor parte de las energías se derrochan en el esfuerzo de la colonización y de la defensa del suelo. Funcionan las escuelas monásticas, se buscan libros anti(35) Poema de Fernán González, estrofa 275 de la ed. de Carrol Mardem, pág. 40.

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guos, surgen centros culturales en que se juntan las influencias toledana, leonesa y ultrapirenaica con las tendencias regionales, y, sobre todo, se crean los grandes escritorios, cuyos códices enriquecen todavía nuestras bibliotecas: el de Valeránica, donde Florencio y Sancho escriben sus Biblias miniadas; el de Cárdena, ilustrado por Endura y Gomesano; el de San Millán, donde los copistas son legión; el de Silos, famoso por los nombres de Alburano y Juan el Presbítero. Todos estos infatigables trabajadores buscan afanosamente la literatura antigua de la Iglesia, adornan los folios con bellas iniciales de dibujos geométricos o de figuras zoomórficas, los ilustran con una multitud de escenas en las que palpita el genio creador de la raza y en sus colofones recuerdan amorosamente el nombre del jefe providencial que defiende aquel ambiente que les permite rezar, copiar y dibujar. Manejando los cálamos, los pinceles, se revelan hermanos de los héroes que al lado del gran conde extienden las fronteras cristianas; tienen una originalidad bravia y ruda; son creadores de formas robustas y llenas de colorido; trazan figuras en que estalla la vida palpitante, como hechas entre la noticia de una "razzia" y el júbilo de una victoria; y lo mismo en sus caracteres paleográficos que en sus composiciones figuradas son tan personales, que basta abrir un códice de aquel tiempo para averiguar si procede de uno de estos monasterios condales. Hay una modalidad caligráfica regional más delicada y a la vez más recia; más clara y regular, lo cual no le impide ser más firme y violenta. E n todo se revelan audaces, rebeldes y apartadizos aquellos hombres de la Castilla guerreadora: en sus leyes y en sus costumbres, en su arte y en su cultura,, en su manera de hablar y en los rasgos de su escritura.

Sentimiento religioso. . Pero el conde veía en todo esto algo más que el impulso de una grandeza y un bienestar puramente humanos. Lo que le movía era, sobre todo, el sentido espiritual de la vida, la fuerza de

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la fe. Las casas religiosas tenían para él un carácter sagrado que exigía todos los respetos. Esto, fuera y dentro de Castilla. Muchas veces sus guerreros llegaron hasta las orillas del Cea, saqueando las tierras del rey de León o del conde de Monzón de Campos, pero siempre con la orden de no hacer mal alguno ni a los monjes de Sahagún, ni a sus hombres, ni a sus tierras. Así lo reconocían los monjes años adelante, no sin cierto orgullo, cuando la figura del conde estaba en boca de los juglares, aureolada con los esplendores de la leyenda, no dudando en llamarle al mismo tiempo su bienhechor. "Levantóse el conde Fernán González, duque de Castilla—dice un diploma de 1030—, vino a la hospedería de nuestro monasterio, se presentó al abad don Sigerico y a toda la comunidad, pidiéndole dos hombres para que llevasen el pan y el vino que había de necesitar en su viaje, y ellos se lo concedieron, en vista de lo cual el conde fué siempre un bienhechor del monasterio y de sus monjes, y le dieron los dos hombres y los tuvo hasta su muerte con licencia del abad y nunca hizo mal alguno a una villa perteneciente al monasterio ni a sus hombres" (36).

Fernán González había comenzado su vida pública fundando monasterios: Santa María de las Viñas, San Quirce; la continúa enriqueciéndolos, y la termina creando y organizando nuevas comunidades, con las cuales quiere dotar a Castilla de nuevos centros de oración y de trabajo. Todas las casas religiosas del condado quisieron unir su historia con la figura del buen conde. Es este (36) "Surrexit comes Fredenandus Gundisalviz dux Castella, venit ad ospicium, ad ipsum arcisterium sanctorum Facundi et Primitivi, fecit sugestionen! abbati domino Sigericus et omni collegio fratrum ut dedisset illis dúos emines qui habuissent comendita panem et vinum, unde habuisset ille comes benefactor ipsius monasterii et fratrum, «t ad petitionem suam dederunt ei ipsos hománes dúos, nominibus...; et tenuit ipsos omines dúos, usque ad obitum suum per jussionem fratrum, et amplius malum non fecit in eadem, villa nec in suos nomines. Post mortem vero ejus surrexit filia sua domna Momadonna comitissa; abuit virum nomine comitem Gom»ez Didaz et fecit superbia ad ipsius monasterii vel ad fratrum ejus et non fecit obedientiam, sicut genitor suus facerat..." (Escalona: Historia de Sahagún, 1788, págs. 452-453). E l hecho a que se refiere esta escritura debió suceder poco después de 960, en que comenzó a gobernar el abad Sigerico el monasterio de Sahagún.

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un aspecto que ni cantaron los poetas, ni pusieron de relieve los historiadores. De los cuatro diplomas que mandó extender entre 968 y 970, los últimos que de él conservamos, tres son cartas fundacionales. E l primero de abril de 968 confirmaba, en unión de su mujer, Urraca, los fueros de Brañosera; " V i una carta de los hombres de la villa de Brania Ossaria y de mis abuelos Ñuño Núñez y Argilo y la reconocí, y confirmo los fueros que en ella se contienen y los términos que se señalan, como lo hicieron Ñuño Núñez y mi padre, Gonzalo Fernández" (37). Un mes más tarde, el 6 de mayo, inauguraba la vida regular en un monasterio situado veinte kilómetros al noroeste de Burgos. E l viejo texto lo recuerda con estas palabras graves y recias: "Yo, Gómez, abad por la gracia de Dios, juntamente con el conde Fernán González y con su hijo Munio Fernández y otros varones fortísimos de Castilla, con el auxilio de Dios, por el temor del día del juicio y por adquirir la misericordia divina en el paraíso y por el remedio de nuestras almas, confirmamos a San Adrián y San Miguel Arcángel los términos de su casa de Montorio hasta el camino que va a Las Celadas ; y yo, Fernán González, confirmo esos términos y tomo bajo mi protección la iglesia de San Miguel con sus casas, sus huertas, montes, dehesas, fuentes y molinos en el río Urbel" (38).

Ofrenda propiciatoria. Pero las dos últimas fundaciones importantes del conde, aquellas en que deja a Castilla como un testamento espiritual, son las de San Martín de Aguilar y Santa María de Rezmondo, las dos en la región occidental del condado, la una en el territorio de Campóo y la otra algo más al Sur, en tierra de Amaya. L a creación del monasterio de San Martín de Aguilar "in suburbio Aquilarensi", (37) Cari, de Arlanza, págs. 3-4. (38) Bec. de Cárdena, pág. 280. Unos 20 kilómetros al noroeste de Burgos existe todavía el pueblo de Montorio, con su iglesia de San Miguel cerca de las aguas del Urbel.

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que tendrá una existencia milenaria, es para él como un acto de contrición. Y a ha conseguido cuanto ambicionaba; ya no necesita afirmar su título de conde por la gracia de Dios; ya sólo le preocupa el recuerdo de sus pecados: "Yo, Fernán González, pequeño y humilde, indigno, sin mérito ninguno y oprimido por la mole de mis pecados, aunque me consuelo con los méritos de los Santos, que me impiden sumergirme en el abismo de la desesperación, consciente, no obstante, de mis culpas y reatos y aterrado por ellos; espero por tí, glorioso confesor San Martín, que mereceré ser reconciliado con el Señor, e imploro con toda mi alma tu intercesión y la de todos los santos." Llevado de esta esperanza, "el conde castellense y asturiense" concede aquel lugar de San Martín de Aguilar al abad Rebelio y a sus hermanos, para que vivan allí una vida santa; les da tierras y dehesas y prohibe que ni en vida suya ni después de muerto se atreva nadie a convertir aquella fundación en casa secular (39).

Acto de acción de gracias. Un año más tarde, el 11 de marzo de 969, establecía el monasterio de Rezmondo. Es su última intervención conocida, la que nos conserva sus palabras postreras. E n ellas no se olvida completamente de sus pecados, pero quiere recordar sobre todo los beneficios que Dios le ha hecho, y esta última fundación ha de ser como un himno de acción de gracias a Aquél que ha coronado del éxito más completo su larga y accidentada vida: "Si compa ro esta mi ofrenda con los beneficios que he recibido de Dios, todo

(39) Bec. de Cárdena, págs. 258-259. E l conde concede al monasterio tierras "in foio Lebanieco", en el hoyo de Liébana, en Valberzoso, partido judicial de Cervera de Rio Pisuerga en Villacarriedo (Santander) y en Villa de Flagino, hoy Villalain, pueblo del alfoz de Aguilar. Fernán González se llama conde de Castilla y Asturias: "Ego supradictus Fredenandus Gundisalbiz, Castellensis et Asturiensis comes".

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esto que doy vale realmente muy poca cosa, pues si he sido enriquecido, si he sido honrado, si he sido encumbrado a los honores reales, a la generosidad del cielo se lo debo. No obstante, pensando en las penas del infierno, donde no habrá consuelo ni misericordia, por la gloria de este mi condado y por el remedio de mis culpas y de las de mis padres, hago esta oblación en honor de la gloriosa Madre de Dios Santa María y de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, seguro de que ellos no han de mirar la pequenez de lo que se ofrece, sino la grandeza de la fe que me inspira" (40). Así se preparaba aquel hombre a morir: luchando y creando siempre. Sus mismos actos religiosos, sus oraciones, sus arrepentimientos, estaban penetrados de actividad creadora. Era el más genuino representante de un pueblo dinámico, optimista y vital. Sin intimidarse ante los umbrales misteriosos del año 1000, trabaja, construye, funda, organiza, combate, progresa, y lleno de confianza en el mañana consagra a Dios sus esfuerzos y le pide alegría para vivir y luchar en el primer balbuceo de aquella lengua nueva que se está formando como molde del nuevo espíritu. Es la plegaria anónima de un monje emilianense a quien acaso conoció Fernán González, y parece el primer vagido reverente y jubiloso a la vez de aquella Castilla que acaba de nacer: "Conno aiutorio de nuestro dueño, dueño Cristo, dueño Salbatore, cual dueño get ena honore, el cual dueño tiene ela mandacione, conno Patre, conno Spiritu Santo, enos siécolos de los siécoles. Facanos Deus Omnipotens tal servicio fere que denante ela sua face gaudiosos segamos. Amén."

(40) Bec. de Card., págs. 245-250. L a escritura limita con precisión este monasterio de Santa Maria de Reoemundo o Rezmondo, "in suburbio quem dicunt Amaia, locum nominatum Sánete Marie, inter aquas, Pisorica et r i vulo Frexino, in quibus jacet in medio cum honore valde nimio". Todavía existe el pueblo de Rezmondo, con su iglesia de Santa María, unos 15 kilómetros al oeste de Villadiego y otros tantos al sureste de la Peña de Amaya, entre el río Pisuerga y el Fresno, que es el Frexino de la escritura. Entre los confirmantes de esta escritura vemos a Romano Muñoz y Vermudo Muñoz, los mismoa a quienes Fronilde, hija de Fernán González, llamaba sobrinos suyos en un diploma de 963.

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La muerte. Junio del año 970. Otra vez en*el monasterio de Arlanza. Llantos de damas, silencio dolorido de guerreros, cantos fúnebres de monjes. Es el entierro del conde Fernán González. Quiso dormir el último sueño en aquella casa, fundación de sus padres, junto a los bosques que recorrió en sus años juveniles y brezado por el murmullo de aquellas aguas que parecían versos de romances cantando sus primeras gestas. Allí descansaba hacía varios lustros su primera esposa en un antiguo sarcófago de mármol, con escenas simbólicas de árboles, ovejas y pastores; sarcófago espléndido que había tenido que desalojar un potentado de la época hispanorromana para cobijar a la amada condesa. E l suyo debía ser sencillo y sin adornos. E l mismo lo escogió; él mismo mandó poner en él la palabra temible: "Obiit". Murió. Los monjes luego añadirían la fecha; la era con el día del mes. Pero no tuvieron valor para ello; y allá está todavía con el "Obiit" seco, elocuente y escalofriante, ya no en el monasterio familiar, donde sólo hay ruinas, sino en la villa cercana de Covarrubias, pero todavía junto al Arlanza, el río de la epopeya condal (41). Hubo un monje más explícito que al recibir la triste * ^eva (41) Los dos sarcófagos se encuentran actualmente frente al ábside central de la hermosa colegiata de Covarrubias, un pueblo situado a seis kilómetros del monasterio de Arlanza, que no ha aparecido todavía en la documentación castellana, pero que no tardará en ser objeto de la predilección de la familia condal. E l sarcófago de doña Sancha es una obra artística que, según los arqueólogos, data del siglo n de nuestra era. E l de Fernán González no tiene nada de particular, si no es un rudo adorno geométrico en la tapa. Como única descripción se lee la palabra "Obiit". Aludiendo a estos sarcófagos, decía Prudencio de Sandoval: " E l sepulcro del conde Fernán González y su mujer está en medio de la capilla mayor (de San Pedro de Arlanza), junto a las gradas del altar mayor en dos arcas de piedra mármol sobre unos leones con un rótulo del tenor siguiente: "Aquí yacen aquel invictísimo y christinissimo conde Fernán González, señor, defensor y libertador de Castilla, y la serenissima y valerosa infanta doña Sancha su muger..." Sigue el rótulo en un latín que no se remonta más allá del Renacimiento {Cinco Obispos, págs. 366-367).

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puso estas palabras lacónicas y reveladoras: "Murió el siervo de Dios Fernán González, conde, en el mes de junio del año que corre." No dudó en darle el calificativo más honroso para él. Los juglares le llamaban el héroe; los copistas, cónsul; los notarios, conde por la gracia de Dios y duque. Ahora, este analista le contempla envuelto en la aureola de la santidad, como un anacoreta que hubiera encanecido en el desierto, como un monje que hubiera abandonado todas las grandezas mundanas. Fernán González es para él un espejo de todas las virtudes: el siervo de Dios. Castilla le fué fiel hasta el sepulcro, y después de su muerte siguió cantándole y recogió amorosamente su testamento. E l pue-

Escena de duelo. {Beato del Burgo de Osma, siglo XI.)

blo se le unió irrevocablemente, y él fué la personificación perfecta del pueblo: de sus afanes, de sus aspiraciones, de sus luchas, de su ideal, de su fe. Llevaba sangre gótica en sus venas, pero quiso acallar sus impulsos para hacer triunfar las más hondas esencias nacionales. Lo godo se junta en él a lo más radicalmente español, y esto es lo que asegurará la grandeza y permanencia de su obra. Genuino representante del momento en que se agudiza el feudalismo por toda Europa, aparece en medio de una raza templada por la lucha diaria y caldeada por una íntima y fogosa vitalidad, como el hombre enérgico y excepcional que con el vigor de su puño y la amplitud de su ánimo sabe imponerse a los demás y

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conquistar territorios y hacerse señor de ellos. Pero, aunque movido más o menos conscientemente por esta tendencia del mundo feudal, acierta a superar su propio particularismo, realizando sus hazañas en vista de una unidad superior y de una vida más noble y más digna. E n torno suyo se dibuja un plan sugestivo de orden social que propugna—¡maravillosa aristocracia!—la elevación de todos a un grado más alto, y que defiende—¡principio de heroísmo!— la norma de que todo hombre mejor debe ser preferido al que es inferior a él: el activo al inepto, el noble al vil. Por eso la Castilla por él creada será el primer núcleo de la unidad española. Superando, como él, egoísmos mezquinos, continuará con más empuje que nadie la obra de la Reconquista, inventará grandes empresas en servicio de las más altas ideas religiosas y morales e invitará a los demás pueblos peninsulares a colaborar en un quehacer común de gigantescas proporciones (42).

(42) E l Cronicón Burgense dice: "Era M I X obüt comes Ferdenandus Gundisalvi" (E. S., pág. 369). Los Anales Compostelanos, en cambio, señalan el año 970: "Era MVIII obüt Ferdinandus Gundissalvi". Lo mismo el Chronicón de Cárdena: "Era MVIII finó el conde Fernán González" (Ibid., 372). Y los Toledanos: "Murió el conde Fernand Gonzalvez, era MVIII" (Ibid. 970). Son los Anales Complutenses los que llaman a Fernán González siervo con estas palabras: "Era... obüt famulus Dei Fernán Gunsalvit in mense junio" (G. Cirot: De codicibus aliquot ad historiam Hispaniae antiquae pertinentibus, Burdigalae, 1924, pág. 38). Es claro que este juicio acerca del gran conde no se inspira en las crónicas oficiales, como las de Sampiro, adverso lo mismo al conde que a su hechura el rey Ordoño IV, sino en las impresiones recogidas en el ambiente popular y en los círculos monacales, de donde sale la expresión egregius comes, que el pueblo traducirá "el buen conde". L a misma Crónica Silense, aunque escrita en Castilla, no hace más que recoger las noticias y apreciaciones de Sampiro. Por primera vez, el copilador de la Crónica de Nájera se deja penetrar por el hálito impregnado de simpatía que rebosan los relatos juglarescos, y un siglo más tarde, por influencia del Poema, la figura de Fernán González inspirará algunas de las páginas más interesantes de la Crónica General. Los dos historiadores latinos de la primera mitad del siglo x m , Lucas de Túy y Rodrigo de Toledo, son mucho más parcos, especialmente el primero, para el cual, Fernán González lejos de ser un personaje interesante, es el enemigo, "cujus erat studium regnum omnimode perturbare" (pág. 85, I, t.) Sobre el retrato del conde, cf. Prudencio de Sandoval: Cinco Obispos, pá;

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El señorío familiar. Los esfuerzos del buen conde habían tenido una doble finalidad: sacar a Castilla "de premia e de error", asegurarle la personalidad bravia que debía garantizar su porvenir, darle aquella libertad de acción necesaria para resistir y rechazar al enemigo tradicional, y al mismo tiempo formarse un señorío que pudiese transmitir en herencia a sus descendientes, creando así una dinastía vinculada a su linaje. L a sangre de los condes de Lara quedaría desde ahora unida a la de las estirpes reales más gloriosas. Aquella Urraca que primero se casa con el tercer Ordoño, que une luego su suerte a la suerte azarosa de Ordoño el Malo, acaba sentándose definitivamente en el trono por su matrimonio con Sancho II de Navarra; y poco después una nieta del Buen Conde irá a compartir el poder supremo con el rey Vermudo de León. De esta manera, penetra la sangre de Fernán González en las dos casas más ilustres de la España cristiana, la de Alfonso III el

gina 334. Sandoval, que había estado en San Pedro de Arlanza nos da estas noticias interesantes: "Las armas que en esta casa se han siempre visto en los sellos y edificios antiguos y se tienen por del conde son un castillo, y en la torre del homenaje una cruz antigua de Calatrava. Es cosa sin duda que una gran cruz de plata que está en la sacristía es la que el conde llevaba por estandarte en su campo; en la hechura y figuras parece mucho a la de Nuestra Señora de Covadonga. Tiene a Cristo clavado cada pie por sí, y encima de la cabeza, con letras góticas de plata: "I. N . R. I." Debajo de los pies de Cristo está Adán, como que se levanta de l a sepultura, por lo que dixo San Pablo: Lebantate que duermeso lebantate y alumbrarte ha Cristo. Tendrá esta Santa Cruz de largo cerca de dos varas, y abaxo por donde se toma va puntiaguda, y una aldava con que el alférez le trabava en el arzón de la silla del cavallo" (Ibid., pág. 334). Ferotin alude a esta cruz en una nota de su Hist. de VAbbaye de Silos. Parece ser que después de la exclaustración fué a parar al palacio episcopal de Burgos, de donde se l a llevó a Roma en tiempo del arzobispo don Anastasio Rodrigo Yusto. Hoy se desconoce su paradero. L a descripción del P. Sandoval nos hace pensar en una cruz románica de los siglos x i ó x u más bien que en una obra de orfebrería mozárabe. ;

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Magno y la del "optime imperator" de Pamplona. Pero esto no bastaba todavía. Era necesario hacer de aquella Castilla unificada y liberada un señorío familiar, que un día más o menos lejano pudiese convertirse en un reino. Y también en esto triunfa el tesón indomable de Fernán González. Tenazmente se resiste a todo arreglo imaginado a base del reconocimiento de un príncipe de sangre real en Burgos. Aquel puesto será para alguno de sus hijos. En un principio pienso seguramente en el primogénito, Gonzalo, o en el que viene tras él, Sancho, que le acompañan constantemente en los actos públicos y en las peregrinaciones desde el año 935. Los dos debieron morir antes que su padre, y entonces el conde pone sus ojos en García, cuyo nombre encontramos por vez primera en dos escrituras de Cárdena y San Millán del año 944 (43). E l será efectivamente quien a su muerte recoja las riendas del gobierno sin discusión ninguna.

(43) Cart. de San Millán, pág. 41; Becerro de Cárdena, pág. 57. Es de interés recoger aquí los datos cronológicos que tenemos de los hijos de Fernán González. Gonzalo y Sancho se mencionan ya en la carta de Muniadona de 935, aunque como es natural no firman en ella {Becerro de Cárdena, página 227). Después Gonzalo aparece en cartas de Cárdena de 941, 944 y 952 (Ibid., págs. 64, 57 y 342); en cartas de San Millán de 938, 944, 945 y 948 (págs. 38, 41, 43, 44, 47, 49, 51 y 54); en una carta de Arlanza de 942 (pág. 36), y en la conocida donación de Ramiro II a Sahagún el día de Pascua de 945. Vemos, pues, que su memoria se pierde desde 952, pues no debemos confundirle con el Gonzalo Fernández, marido de su hermana Fronilde, a quien alude una carta de 959 (Becerro de Cárdena, pág. 302). Sancho figura casi siempre con su hermano en las escrituras citadas, y sólo en una de Cárdena de 949 (pág. 366) y en otra de San Millán de 945: "Sénior Sancio Ferrandiz" (pág. 45). L a última vez que le encontramos es en agosto de 956, •al lado de Ordoño III, que tal vez le tenía en rehenes. García figura en los dos diplomas citados de 944 ,y después en otros de Cárdena de 959 y 963 (páginas 302 y 13); y de San Millán de 945, 947 y 948 (págs. 44, 47 y 51). A Munio sólo le encontramos una vez confirmando un documento de su padre relacionado con Cárdena, en 941, juntamente con Gonzalo y Sancho (Becerro de Cárdena, pág. 64). Vivía, sin embargo, en 968, pues en este año acompaña a su padre en la inauguración del monasterio de Montorio, y su nombre figura en las escrituras años adelante (Becerro de Cárdena, pág. 279). 40

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La Casa de hará y la de Sáldaña. Gran satisfacción debió ser para Fernán González el haber dejado fuertemente consolidada la amistad que le había unido siempre a su fiel, aliado Diego Muñoz, colocando así entre León y Castilla un señorío poderoso, destinado necesariamente a apoyar sus pretensiones y defender sus intereses. Las relaciones entre amos linajes debían ser muy antiguas. Los dos procedían de la misma tierra, de los valles que se extienden al pie de los Picos de Europa y de las Asturias de Santillana. E l nombre de Argilo figura entre los antepasados del conde de Lara y entre los familiares del primer conde Saldaña. Diego Muñoz estaba probablemente emparentado con Fernán González por medio de su mujer Tigridia, nombre poco frecuente, que encontramos de una manera casi exclusiva en el linaje de los condes de Castilla. Después uno de los hijos de Diego Muñoz se casa con Nuña o Muniadona, hija de Fernán González, y tal vez fué este casamiento el que le aseguró la sucesión en el condado, a pesar de no ser el hermano mayor. Diego Muñoz debió morir prematuramente, poco después del rey Ramiro. E n 951 le encontramos por última vez confirmando una carta de Ordoño III al lado del conde de Castilla. E n diciembre del año siguiente es su primogénito, Munio Díaz, quien figura al lado del rey en una donación al monasterio de Castañeda. Después los de Saldaña desaparecen de la corte durante varios años, como si no les hubiera interesado la lucha dinástica entre Ordoño IV y Sancho el Craso. Empiezan a arrimarse al trono cuando este último triunfa definitivamente, es decir, en 960. Preso Fernán González en Pamplona, no les queda más remedio que acatar al vencedor. E l jefe de la familia y el heredero del condado parece ahora un hermano de Diego, Gómez Muñoz, pero junto a él figura también con el título de conde su sobrino Fernando Díaz, y en este año de 960 encontramos también al lado de Sancho a Gómez Díaz sin título ninguno. E l retorno de Fernán González y su triunfo definitivo les vuelve a alejar de León. Reaparecen nuevamente en 971, al lado de Ramiro III, cuya mujer, Sancha, debía ser

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una Beni-Gómez. Vemos juntos a los dos hermanos Fernando y Gómez, pero este último se ha impuesto tal vez con la ayuda de su suegro. Ya conocemos la actuación violenta de este conde de Carrión y de su mujer, Nuña Fernández, y su falta de escrúpulos para ampliar sus dominios e independizarse del poder real. Gómez confirma cartas reales en 971, en 974, en 975, en 976, en 977 y en 986. E n 985 empieza a reemplazarle su hijo García Gómez, cuyo nombre leemos luego en escrituras de 992, 996, 997, 1003, 1006 y 1007. En este año se marcha a tierra de moros, dejando el condado a su hermano Munio, el "Munite", de un documento de 1008 (44). Se imponen luego los hijos de Fernando Díaz, que habían figurado repetidas veces en los documentos de Vermudo II y Alfonso V hasta 1003. Su hijo Diego Fernández se encuentra en el séquito real desde 1016. Un diploma de 1026 nos habla de su rebelión en Cea, favoreciendo acaso los planes del conde Sancho García. Su mujer Toda parece ser la "Tota comitissa", hermana de Sancho García, que hace una donación a Sahagún en 1031. E n noviembre de 1§32 acompañaba a Vermudo III, y debió morir poco después, dejando el condado a su hijo Gómez Díaz, que no tarda en pasarse al bando de Sancho el Mayor. Durante toda la época condal Saldaña gira espiritualmente en torno a Castilla, pero sin lograr nunca romper sus lazos con León. Tal vez por esto es por lo que tanto en Carrión como en Monzón se acogerá con alborozo la llegada de Sancho de Navarra. Los hijos del segundo Gómez Díaz empiezan ya a inclinarse hacia León, y sus nietos Pedro Ansúrez y Gonzalo Ansúrez, padre de los infantes de Carrión, serán los más asiduos defensores de la causa leonesa, representada por Alfonso V I frente a la Castilla de Sancho el Fuerte y de su alférez Rodrigo Díaz de Vivar.

(44) Es una carta del 13 de noviembre de 1008, que se calenda en esta forma: "Sancio in CasbeHa, comité nostro Monite in Sallania et in Leuanes" (A. H . N . , Cartul. de Liébana, fol. 27). Risco (Hist. de León, 1792, pág. 242) habla de una escritura de 1013, en que se dice que García Gómez gobernaba en Saldaña, pero se trata, evidentemente, de una fecha inexacta (Cf. Menéndez Pidal: Cantan- de Mió Cid, t. II, 1911, págs. 535-559). Resumimos la genealogía de esta familia en el cuadro siguiente.

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CAPITULO X I X COMIENZOS DE GARCI FERNANDEZ (970-975)

Toma de posesión. Gran precisión, dado lo que podemos esperar de nuestros antiguos textos, tiene aquella noticia de los Anales Castellanos Segundos: "Murió Fernán González en el mes de junio de 970, y García tomó posesión del condado un domingo, en el día sexto de los idus de ..." (1). Desgraciadamente falta en el texto el nom(1) L a noticia de l a muerte de Fernán González y elevación de su hijo al condado es una de las peor redactadas en los Castellanos Segundos. Gómez Moreno (Discurso de recepción en la R. A. H., pág. 25) y Cirot (De codicibus... pertinentibus olimque ab Ambrosio de Morales, pág. 39), leyendo sobre el manuscrito de la B . N . 1.358, fol. 2 r., transcribieron: "In era TXXIIII Prendiderunt Zamora. Obiit famulus dei Fernán Gonzaluiz comes in mense iunii anno discurrente.—Sub era TVIII venerunt lordomani ad Campo, et preso García Fernandiz condado in Castella die dominico V I idus". Separando, como lo hacen, las dos noticias de los Anales y uniendo la primera a la pérdida de Zamora, parece que Fernán González hubiera muerto en el mes de junio de 984. L a lectura correcta, como en tantos otros casos, no está en el manuscrito 1.358, sino en el 2.805 de la misma B. N . , fol. 2 r., que escribe: "Obiit famulus dei Ferran Gunzaluez, comes, in mense iunii anno discurrente. In era TVIII venerunt lordomani ad Campo, et preso Garsia Fernandiz condado in Castella, die dominico V I Idus". E l documento de 1 de marzo de 970, a que nos referimos en el texto, procede de Ibeas de Juarros. E n una copia que se conserva en el A . H . N . (Ibeas de Juarros, doc. 2), el documento está en un pergamino cuyo principio ea

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bre del mes. Este nombre, que a primera vista parece fácil de conocer uniendo las dos noticias de los Anales, no puede ser el de junio por la razón de que el sexto de los idus del mismo, es decir, el 8 de junio, fué miércoles en 970 y no domingo. Sin embargo, el dato preciso de que el sexto de los idus fuera domingo y la necesidad de que esto ocurra en 970, nos permite fijar con toda exactitud el día en que Garci Fernández tomó posesión del condado. Fué el 10 de julio, único día dentro de ese año, en que el sexto de los idus cae en domingo. A nuestro paso sale, por desgracia, una dificultad: la existencia de una carta del Archivo Catedralicio de Burgos, en la que, sin que sea posible poner en duda la fecha, se da en 1 de marzo de este aña 970 por conde de Castilla a Garci Fernández (2). L a falta de datos suficientes no permite resolver de un modo definitivo la discrepancia que arriba apuntamos, aunque tal vez otro documento de 24 de septiembre de 971. Procedente de San Miguel del Pedroso (Cart. de San Millán de la Cogolla, pág. 67) hay una donación de 971 en cuya data se habla del "comité Fredinando Gundissalvoz in Castella". Hay, sin duda, un error en la fecha o una distracción del copista. (Véase nuestro índice de documentos, n.° 392 y sig.) Los Castellanos Segundos hacen coincidir la venida de los normandos a Campo, es decir, a Compostela, con la muerte de Fernán González y el comienzo del gobierno de su hijo. Son numerosos los textos que aluden a esa penetración de los piratas por las rías de Galicia (Cf. López Ferreiro, págs. 351-357), pero hay que citar particularmente la Historia Compostelana (España Sagrada, t. XIV, p. 13), la Iriense, (Ibid., pág. 606) y el Cronicón de Sampiro (Ibid., t. XIV, p. 471). Los vikingos entran en la primavera de 968 y llegan poco después a las puertas de Santiago, de donde los rechaza el obispo Sisnando, que muere después de un encuentro con los invasores. Los saqueos continúan durante todo el año 969, hasta que al fin el conde Gonzalo Sánchez, en unión con San Rosendo, logran acabar con aquella plaga, pasando a cuchillo a todos los piratas, con su jefe Gunderedo. Y esto debió ser precisamente cuando Garci Fernández comenzaba su gobierno. (2) Cf. L . Serrano, O. S. B . : El obispado de Burgos..., III, pág. 15, con relación al Becerro de Ibeas, fol. 3. Venta de Obeco y García al monasterio de San Adrián de Juarros y a su abad Obeco: "Facta carta... III feria ipsas kalendas marcias, erat TVHI, rex Rademiro in Legione et comité Garzia Fredenandez in Castella". L a coincidencia de la tercia feria con las calendas de marzo -en 970 da gran autoridad a esta carta, pero no hay que olvidar que se trata de una copia en que pudo cambiarse inadvertidamente el nombre del conde.

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la contradicción sea más aparente que real. Puede muy bien interpretarse tal carta en el sentido de que Fernán González, político de clara visión, asoció al final de su vida a su hijo y sucesor a las tareas del gobierno. Si fué así, nos encontraríamos aquí la última intervención afortunada de aquel gran político, cuya superioridad sobre sus adversarios consistía en ver con claridad lo que buscaba y en imponerlo con tesón indomable. Debía asegurar dos cosas para después de su muerte, dos cosas que tenían entre sí una íntima conexión: primero, la persistencia de aquella vida fuerte y original, que había infundido en su condado, y en segundo lugar, la vinculación del condado a su familia. Por las dos cosas había luchado durante cuarenta, años, y no se las dejaría arrebatar en la última hora. Con el prestigio personal que le habían dado sus victorias podría conseguir fácilmente que los pueblos, los ricoshombres y los infanzones reconociesen al hijo de aquél que les había colmado de riquezas, les había dado franquicias y libertades y había conseguido definitivamente la emancipación suspirada con respecto a la política leonesa. Tal vez el reconocimiento no se hizo sin la oposición de algunas grandes familias. Es interesante observar que los Alvaro Herrameliz, radicados en Castilla durante la primera mitad del siglo x, empiezan a figurar desde ahora en la política leonesa, y a firmar en los documentos al lado de los reyes (3). Hay indicios para pensar que el propio hermano del nuevo conde, Munio Fernández, estaba entre los descontentos. Su nombre se eclipsa definitivamente en Castilla después del año 968, en que le vemos confirmando al lado de su padre, y en cambio, en los documentos leoneses de fines del siglo descubrimos un Munio Fernández, personaje de gran prestigio asentado en tierras de León (4).

(3) U n Harrameli Alvarez confirma una donación del magnate Ansur a Sahagún, que lleva la fecha del 11 de mayo de 976, y en la documentación de los años siguientes le vemos constantemente en la corte leonesa (Escalona: Historia de Sahagún). (4) Existe, además, un Munio Fernández, hijo de Fernando Díaz y nieto de Diego Muñoz, el conde famoso de Saldaña, a quien Alfonso V despojó de

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Ultimo homenaje al héroe. En todo caso, Garci Fernández aparece ya en torno al sepulcro de su padre en el monasterio de Arlanza, dos días después de haber tomado posesión del condado, el 12 de julio de 970. Ha ido, sin duda, acompañado de la flor de la infanzonía castellana, a rendir el último homenaje al conde muerto. Y no quiso alejarse de allí sin dejar a los monjes un testimonio de su munificencia. Su primera donación, el primer documento oficial de su gobierno, debía ser para la casa que habían fundado sus abuelos y amado sus padres. "Encendido de un fuego divino", le entrega, en unión con su mujer, la condesa Ava, el lugar de Osmilla, situado en la región de Cerezo, junto a la margen del río Tirón, y se la entregan para "ser afiliados a ella", y para que sirva "como una pequeña ofrenda por sus almas y por las almas de sus padres". Confirma, en primer lugar, el documento, el obispo Belasconi, que tenía su sede en Muñó. Tras él aparece Gómez Díaz, no el antiguo alférez y hombre de confianza de Fernán González, sino el conde de Saldaña, que había venido a las honras fúnebres de su difunto suegro, y a continuación su hermano Osorio Díaz, personaje leonés, hijo de Diego Muñoz, que estaba incidentalmente en Castilla (5). Vevarias de sus heredades por delito de infidelidad. Véase carta d<el 22 de noviembre de 1013, por la cual el rey leonés da a Falcón Amatiz unas heredades, "quos inveni jure infidelem meum Munio Fredenandi filio". (5) No hay que confundir al primer alférez de Fernán González con el Gómez Díaz, conde de Carrión que aparece por esta época en los documentos reales de León, aunque era acaso pariente suyo. Le vemos por vez primera al lado de Fernán González con el oficio de "alfierec" en 932 (Bec. de Cárdena, pág. 213); deja más tarde su cargo a otro magnate m á s joven, pero sigue al lado del conde, como puede verse por la confirmación de los Fueros de San Julián de Bezares el 1 de enero de 964 (Ibid., pág. 366). E n este primer documento de Garci Fernández se trata, evidentemente, del hijo de Diego Muñoz, cuya firma vemos en los documentos reales de León entre 960 y 977. Donación de Sancho a Sahagún (Libr. Becerro de Sahagún, fol. 34), 26 de abril de 960. Vemos en ella a un Gomiz Muñoz comes, hermano al parecer de Diego Muñoz, que ha heredado su título de conde de Saldaña, pero ;

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mos también el nombre de Asur Fernández, que figurará constantemente al lado del nuevo conde durante largos años (6). No se trata evidentemente del antiguo rival de Fernán González, pero podría ser un nieto suyo. Los Ansúrez, que sentían declinar su estrella en la corte leonesa, debieron juzgar prudente reconciliarse con el conde de Castilla, al darse cuenta de que su situación se consolidaba, entrando así en posesión de muchas heredades que les habían sido confiscadas. Algo semejante debió sucederles a los abajo aparece el futuro conde Gomiz Didaz, que vuelve a aparecer en cartas de 971 (A. H . N . , Sahagún, Reales, I, doc. 25); 974 (E. S., XVT, pág. 443, y X X X I V , pág. 466); 975 (Arch. Cat. León, cat. núm. 982), y 976 (Escalona: Historia de Sahagún, pág. 423) Le vemos por última vez, juntamente con sus hermanos Fernando Díaz y Osorio Díaz, confirmando una donación de Ramiro III a Sahagún el 16 de junio de 977. Vemos primero el nombre de la reina madre: Tarasia regina et Christi ancilla; a continuación, los de los obispos Gonzalo de León, Juan de Zamora, Sebastián de Salamanca, Gonzalo de A s torga, y tras ellos, "Gundericus Justiz diaconus, Proila Velaz comes, Fernandus Díaz comes, Gómez Díaz comes, Osorio Díaz comes, Rodrigo Velazquíz comes, Fernandus Flainiz comes, Fernandus Ansuriz comes..." (B. Got. de Sahagún, fol. 143, lib. V, núm. LXXXVTII). No obstante, vive algún tiempo más. Los documentos de Piasca le mencionan el 26 de abril de 974, "comité Gomici Didaz in Liébana"; el 30 de octubre de 979, "comité Gomiz Díaz in Rivum de Carrione et in Debanense", y el 22 de junio de 981, "Gomiz Díaz térra Lebanense" Por este tiempo le sucede su hijo García Gómez, nieto a la vez de Diego Muñoz y de Fernán González. (6) Este Asur Fernández figura en Castilla casi hasta el fin del gobierno de Garci Fernández. Fuera de esta carta del 12 de julio de 970, confirma otras muchas, y entre ellas las siguientes: documento por el cual el Concejo de Los Ausines da un monte a cambio de la exención del tributo de casteUería, el 28 de mayo de 972 (Bec. Gót. de Cárdena, págs. 7-9); disposiciones forestales de Garci Fernández en favor de Cárdena el 28 de mayo de 972 (Ibid., págs. 9-11); cambio del lugar de Covarrubias entre Garci Fernández y el abad de Valeranica el 7 de septiembre de 972 (Cart. de Covarrubias, páginas 4-8); fundación del infantado de Covarrubias, el 24 de noviembre de 978; donación particular al monasterio de San Cosme y San Damián de Covarrubias, el 6 de enero de 974 (Cart, de Covarrubias, págs. 7-8 y 13-25); carta de Garci Fernández en favor de Cárdena el 24 de febrero de 982 (Bec. Gót. de Cárdena, págs. 72-73); donación de doña Fronilde a Cárdena (Ibid., páginas 100-102), el 6 de febrero de 984. Sospecho que este hijo de Fernando Ansúrez, conde de Monzón en tiempo de Sancho el Gordo y Ramiro III, vuelve a la tierra de. sus antepasados a causa de su matrimonio con alguna dama de la familia condal.

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Velas. Aquí figuran un Ñuño Vélaz y un Vela García. E l primero parece ser aquel Nunnu Beilaz, que el primero de febrero de 962 confirma una donación a Cárdena (7), en que se suprime el nombre de Fernán González, indicio significativo de su actitud en la contienda entre León y Navarra, por una parte, y Castilla por otra, que se solucionaba por aquellos días con la libertad del conde. También los Velas estaban entonces contra Castilla, pero algunos de ellos aprovechan verosímilmente los comienzos de Garci Fernández para ensayar una reconciliación, a la cual parece haber respondido favorablemente el nuevo conde. Destacaremos también la presencia de dos ilustres personajes originarios de Castilla, que se habían creado un gran porvenir en León: Fernando Vermudez, cuya hija Jimena será reina de Navarra, y Gonzalo Vermudez, temperamento inquieto y ambicioso que provocará grandes trastornos en el reino. N i uno ni otro pueden olvidar que su abuelo, llamado también Gonzalo Vermudez, apoyó los comienzos del conde de Lara, y tal vez son lazos de parentesco los que ahora los traen al monasterio de San Pedro de Arlanza.

Cárdena, nuevo centro religioso de Castilla. García empieza su gobierno eliminando estridencias y buscando apoyos. Tal vez por eso, una vez cumplido su primer deber con el monasterio donde descansaba el cuerpo de su padre, fija sus (7) Este Ñuño Vela, que, como decimos, parece guardar una prudente neutralidad en los comienzos de 962, cuando aún no se ha resuelto la suerte del conde prisionero (Bec. Gót. de Cárdena, pág. 221), debió emparentar con la familia condal, a juzgar por la donación que doña Fronilde hace a Cárdena el 5 de julio de 963, "juntamente con sus hijos Obeco Díaz y Alvaro Díaz, con sus sobrinos Romano Muñoz y Vermudo Muñoz, y también con Ñuño Beilaz" (Ibid., pág. 11). De vemos al lado de Garci Fernández en este momento de las últimas honras de su padre, y algo después, el 26 de febrero de 972, con motivo de un juicio celebrado en Burgos "ante el conde y todo el Concejo de los burgenses" (Ibid., pag. 104). E n cuanto a Vela García, sólo le vemos en este documento y en el que dos años más tarde se extiende para concertar la exención de la carga de castellería concedida por Garci Fernández a la villa de Los Ausines, a cambio de un monte (Bec, Gót. de Card., p. 8).

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ojos en la más importante e influyente de las abadías castellanas, la de Cárdena. A l convertirse en señores de Castilla los condes de Lara, han dejado el pequeño rincón de su dominio familiar para establecerse en las orillas del Arianzón. San Pedro de Cárdena se convierte con eso en monasterio de la corte con el aumento consiguiente de su influencia y su riqueza. Fernán González le favorece, aunque sin olvidar el monasterio en torno al cual cazaba en su juventud. Garci Fernández, educado ya en la ciudad del A r ianzón, va a concentrar sus predilecciones en la abadía a la cual llamará con un juego de palabras "cara maximeque digna", "Caradigna, la más querida y la más ilustre", íntimamente relacionada con las principales familias de la infanzonía castellana. Desde este primer momento acumula sobre ella sus donaciones y privilegios, eligiéndola como lugar de su enterramiento y haciéndose familiar de sus monjes. E l 26 de abril de 971 le da sus palacios de Castrillo del Val, llamado entonces Castro de Munio Romaniz, y una hospedería junto a la vieja calzada que venía de Nájera, con diversas tierras, cotos y derechos de pastos (8); el 11 de julio del año siguiente le añade un encinar en el monte de Modubar, y unos meses antes, el 26 de febrero, había dictado sentencia en Burgos en favor de un monje del mismo monasterio. "En presencia del conde Garci Fernández, decía el acta, y de todo el Concejo de la ciudad de Burgos, y delante de muchos hombres buenos, desde el mínimo hasta el máximo, nos declaramos culpables nosotros, Iñigo y Galindo, presbítero, no pudiendo negar que tuvimos un juicio con fray Argimiro con ocasión del vino que recibimos de sus manos, y lo negamos y lo juramos falsamente en la iglesia de Santa Lucía, y pusimos jueces y hombres para autorizar falazmente nues-

(8) "Meam domum propriam quod est hospitale in camino publico que venit de Naxera, cerca d*e Villa Vascones" (Berganza: Antigüedades..., t. n , página 406). Castrillo del Val es un pueblecito de los alrededores de Burgos. E l nombre que llevaba en el siglo x, Castrillo de Romano Muñoz, te viene, sin duda, de su fundador, un magnate que debió vivir hacia el año 900, y cuyos nietos Romano Muñoz y Vermudo Muñoz, sobrinos de doña Fronilde, encontramos al lado de Fernán González <en los últimos años de su vida (Becerro Gótico de Card., págs. 11, 15 y 250.

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tra afirmación, y ahora no nos queda nada que oponer sino el suplicar un arreglo." E l arreglo consistió en poner a disposición del conde una viña, que Iñigo y Galindo tenían en Villagonzalo. Nuevas concesiones de exenciones y derechos hizo el conde el 26 de febrero, de tenadas y de montes, de tierras y salinas, y vuelve a extender otros diplomas en su favor, el 28 de mayo, el 1 de julio y el 11 de julio de 972 (9). Encabezan las cartas el conde García y su mujer, Ava, entregando al monasterio sus cuerpos y sus almas y pidiendo a los monjes que recen por ellos, para que cuando Dios les llame de este siglo puedan gozar juntamente con los siervos de Dios de la alegría infinita. Los nombres de ambos aparecen inscritos en sendos cuadrados y dispuestos en forma de anagrama (10).

La 'política leonesa. Diríase que García intenta asegurarse la ayuda de los santos para cuando estalle la lucha que sin duda presiente vecina. No le inquietan sus relaciones con el reino de León, pues ha tomado posesión del condado sin encontrar oposición ninguna. Por lo demás el momento no era propicio para disensiones y reclamaciones. Sancho el Gordo acababa de morir de una manera trágica. Había perdido Castilla y los condes de Galicia y Portugal le negaban la obediencia. Impuesto por Córdoba y Navarra, no logra hacerse popular entre los suyos. Fuera de Rodrigo Velázquez, que confirma dos cartas suyas del año 960, los condes gallegos y portugueses se desentienden por completo de la corte. En 966 se decide a emprender una campaña contra ellos; y después de una marcha triunfal por Galicia, pasa el Miño y se interna en Portu(9) Cf. Bec. Gót. de Cara., págs. 381, 337, 32, 334, 9, 1-5. (10) He aquí la forma caprichosa con que el notario transcribe los nombres de los condes:

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A

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gal. E l 15 de noviembre llegaba a Lorbán, donde quiso dejar un recuerdo confirmando las posesiones del monasterio y las donaciones de sus antecesores. A l lado suyo vemos a varios personajes leoneses que han querido seguirle en aquella expedición: Iñigo Vela, Iñigo Aznar, su mayordomo, Fernando Fernández, Fernando Rodríguez, conde de Liébana, Nepociano Díaz, los hermanos Tello y Ñuño Mirelle y el "armiger" Gonzalo Vermudez. Ningún conde gallego, y solo un conde portugués: Gonzalo Nuñez, hijo de Ñuño Gutiérrez y sobrino de San Rosendo, que había sucedido a su tío Ximeno Díaz en el gobierno del condado de Portugal. Es el primero que confirma el diploma en favor de Lorbán. No sabemos con certidumbre lo que allí pasó. Tal vez el rey echó en cara a Gonzalo la independencia con que obraba, tal vez le reclamó ásperamente, según su costumbre, los tributos de las tierras que tenía al otro lado del Duero. E l hecho es que el conde se decide a darle veneno en una manzana.

• E l 21 de diciembre de aquel mismo año, según una carta de Valpuesta, los castellanos reconocían ya como rey de León a Ramiro III; el envenenamiento fué por tanto a raíz de aquella junta de Lorbán o en ella misma. Una hermana del difunto, Elvira, monja en León, había logrado imponer por vez primera en la historia del reino asturiano leonés a un menor de edad. "Muerto Sancho, dice Sampiro, su hijo Ramiro, que tenía cinco años, empuñó el cetro de su padre, conservándole gracias al consejo de su tía Elvira, consagrada a Dios, y mujer prudentísima" (11). También ahora debió influir de una manera decisiva el apoyo de Navarra, a juzgar por el número de magnates navarros que figuran en la corte: Munius Garseani, Fortunius Garseani, Ennecus Garseani, Sancius Enneconis, García Enneconis, Velascus Fortunionis. Allí están también el gallego Rodrigo Velázquez, Gómez Díaz, conde de Saldaña, Froila Vela, el enemigo de Fernán González, cuyo prestigio sigue en aumento, y Herramel Alvarez, originario de Castilla. Falta, como es natural, (11)

Véase Sampiro, en la Historia Sítense, ed. de Santos Coco, pág. 56.

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Gonzalo Núñez, que se pone de acuerdo con el otro magnate de más prestigio en Portugal, Gonzalo Menéndez, enemigo suyo hasta entonces, para permanecer a la expectativa, mientras llega el momento de hacer triunfar la candidatura de Vermudo II. E n León, Elvira se adueñó del poder, no sin vencer también fuertes resistencias domésticas, que se concentraron verosímilmente en torno a la madre del rey niño, Teresa Ansúrez, y cuyos fautores principales debieron salir de la familia de los condes de Monzón. Es un hecho que los Ansúrez se eclipsan desde ahora en la corte leonesa, y empiezan a gravitar, como hemos visto, en torno a los condes castellanos. La reina madre continúa durante algún tiempo en la corte, hasta que desaparece también de ella alrededor de 970 (12). Elvira lo dispone y lo dirige todo, rodeada de su Consejo de obispos y abades, y sostenida, sobre todo, por un partido clerical que propugna la paz a toda costa. Los notarios le dan los títulos pomposos de reina, basilea y madrina del rey, y ella trata de rodear al pequeño príncipe de un gran esplendor, haciéndole ungir en León, dándole el título de Flavio, que llevaron los reyes godos de Toledo, y añadiendo los de gran príncipe y basileus, que se arrogaban los emperadores de Bizancio (13). Este

(12) En los comienzos del reinado de Ramiro III, la madre y la tía comparten la influencia sobre el rey niño, prevaleciendo la monja. E l 20 de septiembre de 968, Ramiro hace una donación a Sobrado, "cum amita et nutrice mea Geloira, Deo dicata et Christi ancilla et genitrice mea Tarasia Deo Vota" (Barrau-Dihigo: Chart, roy. León., núm. 19). E l 1 de enero del mismo año, otra donación a Celanova que empieza de esta manera: "Yo la humildísima y cliéntula Elvira, consagrada con el orden de la religión, hija del rey dominísimo, juntamente con mi sobrino el serenísimo príncipe don Ramiro". Aquí no figura la reina madre, pero la encontramos en un diploma, por el cual Elvira, "hija del rey Ramiro, obrando indignamente y sufriendo dignamente, hace una donación a Sahagún juntamente con sus sobrinos Alvaro y Aiub". Y confirma "Tarasia regina et conversa". Era esto el 4 de abril de 970. Desde este momento, el nombre de Teresa se eclipsa, hasta que vuelve a desaparecer definitivamente la monja Elvira en 975. (13) "Et venerunt in conspctu principis dominissimi nostri domnus Ranimárus et glorióse domina nostra domna Giloira Deo dicata et regis amita" (A. H . N., Sahagún, Reales, I, doc. 26). "Ego famulus christi Ranimirus Basillus in regno fultus una cum consensu amita mea alme regina domna G i -

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aparato externo era incapaz de disimular la debilidad interna de aquel gobierno. Lejos de poder dificultar el movimiento secesionista de Castilla, la corte leonesa veía impotente cómo el principio feudal se extendía a otras muchas regiones del reino. E n tierras del Miño y el Duero seguía obrando por su cuenta aquel conde Gonzalo, que asesinó al rey Sancho con la manzana envenenada; en Galicia habían sostenido una verdadera guerra civil el conde portugués Gonzalo Menéndez, que se entiende con el obispo Sisnando de Compostela, y el inquieto Rodrigo Velázquez, que, aunque vencido en la contienda, siguió tiranizando todo la región compostelana (14); en los campos del Pisuerga se agitaban las dos poderosas familias de los Ansúrez y los Beni Gómez. Entre Monzón y Peñafiel dominaba Fernando Ansúrez, que descontento con el giro que tomaba la política leonesa, había decidido aliarse con el mayor enemigo de su padre, el conde de Castilla; más arriba se extendía el señorío de los descendientes de Diego Muñoz, el gran amigo y colaborador de Fernán González. A l morir Diego Muñoz, hacia 955, debió sucederle un hermano suyo llamado Gómez Muñoz, que se firma con el título de conde en documentos de 959 y 960 al lado de un Gómez Díaz, hijo sin duda del primer conde de Saldaña, que no tarda en recoger la herencia de su padre, uniendo a ella el antiguo condado de Liébana. "Conde en Liébana, en Río de Carrión y en la tierra Lebanense" le llaman los documentos de Piasca de 974, 979 y 981. Gómez Díaz estaba casado con ur
loira" (Homenaje a Mwéndez Pidal, t. III, pág. 333). "Ranimirus Flavius princeps magnus Basileus uñctus in regno... Giloira domino Deo dicata et basilea regis amita" (Vignau: Documentos de Sahagún, núm. 34). (14) "Tune in illis diebus excitaverunt galléeos inter se seditionem comités domino unum Rudericum Velasconniz et alterum Gundisalvum Menendiz..." (L. Ferreiro: Historia de Santiago, t. II, apénd. L X X V , pág. 181). Aunque vencido Rodrigo, siguió ejerciendo en Galicia una hegemonía que aseguró consiguiendo para su hijo Pelayo la mitra compostelana. Don Rasal vuelve a aparecer en otra donación a San Millán el año 988 (Cfr. Moret: Anales de Navarra, lib. X , cap. VIII).

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daña lo que su padre había realizado en Castilla, aunque sin los escrúpulos que a él le habían impedido toda alianza con los moros (15). Córdoba y las cortes cristianas. Estos cuatro caudillos viven en sus dominios con una independencia casi absoluta. Gómez Díaz aparece firmando documentos reales en 971 y 974 (16); los otres tres no asoman una sola vez por la corte entre 968 y 975. Todos ellos buscan un apoyo de su rebeldía en el favor del califa de Córdoba, que se lo da de buena gana con tal de introducir la división entre los cristianos. Desde 970 a 973 llegan sin cesar a Córdoba con regalos de esclavos y alhajas los enviados de estos magnates cristianos, que son allí recibidos con los mismos honores que los representantes del rey Ramiro y de Sancho de Navarra. E l califa alienta estas iniciativas individuales, no sólo por satisfacer su vanidad, sino también por mantener la división en el territorio cristiano y llegar a dominarle así más fácilmente. Es ahora cuando se inician los procedimientos diplomáticos que seguirá más tarde Almanzor, fomentando las rebeldías de los condes. En la primavera de 971 llega el embajador de Borrel I de Barcelona, Bofil, hijo de Sinderedo, portador de treinta esclavos entre hombres, mujeres y niños. E l califa le recibió sentado en el trono de la plataforma del salón oriental y rodeado de sus visires. Después de postrarse ante él, Bofil y sus acompañantes le besaron la mano y entregaron el escrito del conde de Barcelona, que era a la vez petición de amistad y ofrecimiento de vasallaje. Alha(15) Véase nuestra nota número 5 en este mismo capítulo. (16) Donación de Ramiro III a Sahagún, el 11 de mayo de 971. Confirman "Fredinandus Vermudiz, Olalio Albániz, Sancio Puricelliz, Garsia Enneconis, Gómez Didaci..." (A. H . N . , Sahagún, Reales, I, doc. 25). Donación de Ramiro III y Elvira a San Justo de Rozóla, el 21 de julio de 974. Confirman '"Didacus Adefonsi, Fredenandus Veremudiz, Gómez Didaz, Nunnus Merelliz, Aznar Puricelliz, Gundisalvus, Fernandus Didaz, Veila Garseani, Velasco Gundesalviz..." (Tumbo de León, fol. 232).

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San Esteban de Gormaz: sepulcro del héroe legendario Vivas Pérez.

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quem los despachó regalándoles acémilas y vestidos. E l 11 de agosto hubo en el alcázar de Azzahra una recepción más solemne, -en que hizo su aparición una embajada del rey Sancho de Navarra. Abenhayan en su Álmoktabis llama a los embajadores Basal y Velasco, y los dos nos dejaron sus nombres en las suscripciones del fuero de Nájera del 10 de diciembre de 971, llamándose el uno abad y el otro juez de Nájera (17). Entró.luego un enviado de E l vira y Ramiro III, que llevaba un non?fcre muy conocido entonces en el reino leonés: Aloito, y que podría ser el abad de Celanova, que confirma varios documentos de esta época; y tras él se presentaron los embajadores de Fernando Ansúrez y Garci Fernández. Sus nombres: García ben Atón, Ximeno, Elgas y Ferrando, exceptuando el último, parecen extraños a la onomástica castellana del siglo x, y es desde luego imposible identificarlos (18).

(17) E n la donación del rey Sancho a San Millán, el 14 de junio de 972, vemos como confirmantes a un "Bassál abba y un domino Belisqui judice in Naiera" (Cart. de S. Millán, pág. 71). Los dos personajes aparecen también en los Fueros de Cirueña (D. Hergueta: Fueros inéditos de Ciru^ña, B . A . H . , tomo X X I X , págs. 345-355). E n la donación del rey Sancho a San Millán del 10 de diciembre de 971 confirma, juntamente con la princesa Urraca, "ejusdem regis germana", sin duda la segunda mujer de Fernán González, un "Bassal presbiter" y un domno Belasqui, judice in Naiara, en quien debemos ver a este embajador, y su nombre vuelve a aparecer en otra donación del año siguiente. (Cart. de 8. Millón, págs. 66-67). (18) Las cartas castellanas de esta época no nos dan a conocer ningún personaje llamado García ben Atón, o hijo de Atón, aunque encontramos un García Gutiérrez que confirma en 972 las leyes forales del conde Garci Fernández sobre los montes de Cárdena, y donación de una viña que hace la noble dama doña Fronilde el 6 de febrero de 984; y un García Muñoz, que interviene con el conde en una transacción que se hace con respecto a Covai rubias en 974; y un García Téllez cuyo nombre aparece en carta de Cárdena de 985, y en otra, de Covarrubias de 978; y un García Sancho, que como el anterior confirma la fundación del infantado de Covarrubias; y un García López, que además de este documento suscribe la carta de cambio del lugar de Covarrubias entre el conde y el abad Belasco, el año 972. También encontramos varios Jimenos, entre los cuales se distinguen el Jimeno Sarracinez que aparece al lado del conde en 972, cuando exime de castellería al Concejo de Los Ausines, y que podría ser el embajador mencionado por Aben Hayyan y un Jimeno Fortunionis que confirma el documento de fundación del infantado de Covarrubias, y que debe ser un personaje navarro. E l (

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E l primero de octubre, nueva fiesta en la corte cordobesa con motivo de la llegada de nuevas embajadas de León, Pamplona» Burgos y Monzón. Representaba a Elvira el abad Malek, a Sancho de Navarra su hermano Ximeno ben García ben Sancho, que había estado anteriormente en rehenes por su hermano el rey. Así dice Abenhayan, confundiéndole acaso con el Eximino Santionis, que firma varias cartas de Sancho, y que debía ser tío suyo (19). E l representante del conde de Castilla, Jamis ben Abu Celith, debía ser un mozárabe que no ha dejado el menor rastro en los documentos, a no ser que traduzcamos el nombre árabe leyendo Gómez, hijo de Salido. Las embajadas se sudeden sin ce-

nombre de Elgas es completamente ajeno a Ja onomástica castellana de aquel tiempo, pero es frecuente, como hemos podido observar, el de Fernando. Hay un Fernando Díaz que figura al lado de Garci Fernández en 972 y 982, y que podría ser el hijo de Diego Muñoz, a quien ya hemos visto en los documentos leoneses; hay un Fernando Muñoz y un Fernando Sonnaz y un Fernando Telliz que interviene en el cambio de lugar de Covarrubias en 972; hay un Fernando Velascoz que firma dos cartas de Garci Fernández en favor de Cárdena en 972; hay un Fernando Bermúdez que asiste a las honras de Fernán González y confirma la donación que con ese motivo hace el nuevo conde a Arlanza el 12 de julio de 970, y hay, finalmente, un Fernando Armentáriz que está al lado de Garci Fernández en 972, cuando fija los derechos forestales de Cárdena en 982, cuando funda la abadía de Covarrubias, y en 987, cuando hace una donación de iglesias y heredades a la abadía de Santillana. Es el que dio los fueros de Melgar, llamado por él, de Fernamental; el que recuerda el Cronicón de Cárdena, diciendo que murió en 971: "Era de MVIIII finó Fernán Armentáriz" (E. S., XXIII, pág. 372). Es un error evidente, puesto que Fernando Armentáriz sigue confirmando cartas no sólo hasta 978 {Cartulario de Covarrubias, pág. 19), sino hasta 987 {Libro de Regla de Santillana, pág. 42). Sospecho que fué este personaje el que se presentó en Córdoba como embajador del conde castellano. (19) Vemos el nombre de Scemeno Sancionis en los Fueros de Cirueña (Yepes: Coronica, t. V, escrit. X I X , fol. 442) y en las dos donaciones que Sancho de Navarra hace a San Millán el 10 de diciembre de 971 y el 14 de julio de 972. Los tres documentos nos le presentan en el grupo de los magnates después del dux Fortunio Galindonis. E n el documento de fundación del infantado de Covarrubias, suscrito, como se sabe, por la corte de Pamplona, vemos también a este personaje, que se firma Scemeno Sancio; pero más arriba, entre los miembros de la familia real, firma un Spemeno rege, que es acaso el tío o hermano del rey, de quien nos habla el historiador árabe.

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sar. E l 23 de septiembre de 973, con los enviados de Sancho de Navarra y Fernando Ansúrez, llegan los de Rodrigo Velázquez, conde del Algarbe, es decir, de la parte occidental de Galicia, y el de los Beni Gómez, o lo que es lo mismo, de doña Nuña y su marido, Gómez Díaz, conde de Saldaña. Se presenta dos meses más tarde otra legación leonesa, y durante el año siguiente desfilan nuevos enviados de Barcelona, de Gerona, de Castilla y de Monzón. Los enviados de Garci Fernández y de Fernando Ansúrez debieron llegar juntos, pues fueron recibidos en la misma audiencia, nuevo argumento de la reconciliación de ambas familias. E l castellano se llamaba Ñuño González y era acaso un magnate hijo de Gonzalo Ansúrez que firma con este nombre en 932 un documento al lado de Fernán González, formando con él parte de un Tribunal, y que no vuelve a dejar rastro en nuestros pergaminos (20).

Reacción castellano-leonesa. No todos estos embajadores se presentaban en Córdoba guiados de una misma finalidad. Unos iban a ofrecer vasallaje para obtener una ayuda que les permitiese romper otros lazos más pesados; otros querían únicamente gestionar una tregua con el gobierno califal, y otros, finalmente, llevaban la misión de observar el desenvolvimiento de la política cordobesa (21). Este último era (20) Bec. de Cárdena, pág. 213. E l mismo año 932, Ñuño González toma parte con su hermano Asur González en una donación a Cárdena (Ibid,, página 333). (21) Sobre esto véase el estudio de P. Codera: Estudios cHt. de hist. árabe esp., IX, 1917, págs. 181-205, y B. A . H., año 1888, pág. 460; y también Ramón Menéndez Pidal: Leyenda de los Infantes de Lara, 1930, apénd., páginas 451 y sigs. Dice Aben Hayyan que con el abad Basal (Blas insinúa Codera, mal informado de la documentación cristiana) y Velasco se presentaron dos magnates navarros, a los cuales siguió el enviado de Elvira, Aloito. "Entraron después Habib ben Thawila y Caada, como enviados de Fernando ben Filin, ben Comes de Talamanca; luego García Ben Atón, mensajero de García ben Fernando ben Gundisalbo, señor de Castilla y Álava; luego Ximeno (?), enviado de Fernando ben Axxur, con sus dos compañeros Ferrando y

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especialmente el caso de los castellanos. A l suceder a su padre, García había creído prudente interrumpir sus planes guerreros, pero sin renunciar a ninguna de sus reclamaciones. Convenía, ante todo, asegurar la autoridad en el condado antes de aventurarse en expediciones peligrosas, espiando, entre tanto, el momento oportuno para desenvainar la espada. Además, era imposible hacer otra cosa mientras León continuase la política pacifista, inaugurada por Ordoño III al fin de su reinado, continuada luego, con breves intervalos por Sancho I, y adoptada a todo trance por la regente Elvira. E n 974 las cosas cambian completamente. A fines del año anterior los embajadores leoneses habían sido objeto de una fuerte humillación en el palacio de Azzahra. Su discurso, inspirado sin duda por una actitud digna, propia de un país que se consideraba independiente, despertó una explosión de cólera en el califa, que arrojó violentamente de su presencia a los enviados, y depuso de una manera fulminante al intérprete Asbag ben Abdalá ben NaElgas; por fin entraron dos enviados del conde Gonzalo Suleiman y Jalaf ben Caad. Todos pidieron la continuación de la paz y marcharon con regalos." Este Gonzalo es, sin duda, el magnate lusitano que había envenenado a Sancho el Craso. E n cuanto a Fernando ben Filin Ben Comes, creo que hay que identificarle con Ferdinandus Flaginiz, el magnate de quien nos habla el beato de Gerona, y, por tanto, hay que leer no de Talamanca, sino de Salamanca, pues sabemos que por esta época Fernando Lainez gobernaba la región leonesa del Duero. " E l primero de octubre—continúa Aben Hayyan— fueron recibidos en el mismo sitio el abad Maleh, enviado de Elvira, y tras él entró el conde Ximeno ben García ben Sancho, el que estuvo en rehenes por su hermano Sancho ben García, señor de Pamplona; luego Jamis ben Abu Celith, magnate o señor de Castilla, y Didaco ben Cebrit, enviado de Aben Axxur. Con estos agemies iban Asbag ben Nabil, cadí de los cristianos; Issa ben Mansur, obispo de Córdoba; Moawia ben Lupo, conde de los cristianos, y Obaidallah ben Kagim, metropolitano de Sevilla. E l 23 de septiembre de 973, después de los embajadores del emperador Otón, entraron Esteban ben Inik, enviado del obispo Harix (?), Ñuño ben Gundisalvo, señor de Castilla, con carta pidiendo la paz, y Peláez ben Cuith, enviado de Ferdinando ben Axxur". E l califa hospedó a todos, honrando sus alojamientos. E l 31 de julio, estos mismos tuvieron una audiencia, y Ñuño González, con el enviado del conde de Monzón, después de recibir los regalos, pidieron permiso para marchar, lo cual no les impidió permanecer en Córdoba.

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bil, cadí de los cristianos de Córdoba. A l día siguiente Ziyad, jefe de la caballería, los hizo llamar, en parte para excusarse, echando la culpa de todo al trujimán, pero no sin hacerles saber que, de no haber estado protegidos por la inmunidad propia de su carácter, hubieran sido duramente castigados. Queriendo, a pesar de todo, evitar un rompimiento, Alhaquem ordena que los embajadores leoneses sean acompañados en su retorno a León por el jurisconsulto de Morón Ahmed ben Arux y por el metropolitano Obaidalá ben Kasim, que debía ir en calidad de intérprete. Sus gestiones no debieron ser muy felices. Durante el año 974 faltan en Córdoba los embajadores leoneses, y todo parece indicar que las relaciones se habían interrumpido o, por lo menos, enfriado.

Expedición audaz de García. E l conde de Castilla creyó llegada la hora de atacar la frontera musulmana. Su embajador, Ñuño González, continuaba todavía en Córdoba, y tal vez por él tuvo noticias de los acontecimientos que se desarrollaban al otro lado del Estrecho de Gibraltar, y que, sin duda, acabaron por decidirle a quebrantar las treguas. Desde el año 972 el califa estaba en guerra con el príncipe idrisita Tasan Ibn Gannun, que gobernaba en la región de Tánger y Arcila. L a campaña había empezado francamente favorable para las armas cordobesas, pero en el curso del año 973, el mogrebí logró rehacerse, y el general de Alhaquem, Ibn Tomlus, fué derrotado y muerto en el campo de batalla. Ante la gravedad del peligro, el califa llamó a Galib, gobernador de la frontera inferior del Duero, y con un cuerpo de tropas escogidas le hizo pasar al África. Fué entonces cuando García empezó a preparar su expedición. E n el verano de 974 penetró con sus gentes por los pinares de San Leonardo, pasó por las cercanías de Medina Soria, como llamaban ya entonces a Soria los escritores musulmanes, y dejando a un lado los castillos de Almenar y Noviercas, penetró hasta el valle del río Deza, y atacó la fortaleza de este nombre. Gobernaba en-

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Puerta de la torre de Noviercas.

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tonces esta región, en ausencia de Galib, la poderosa familia de los Banu Amril ben Timlet, Abderrahman, que disfrutaba la tenencia del castillo de Budiel, cerca de Castejón, a juzgar por un río de este nombre: Galib, que mandaba en la población de Ateca, tres o cuatro leguas al sur de Deza; Zarwel, gobernador de una fortaleza, difícil de localizar, llamada Zajara, es decir, Piedra, y Madje, que dominaba en el castillo de Peña Roya, tal vez Peñas Rubias. Ellos habían recibido el encargo de fortificar la región de Deza y Almenar, y su recuerdo quedó en el nombre de un castillo, Torre Amril, que se conserva hoy aplicado al arroyo de Noviercas, afluente del Arabiana, cerca de Almenar. Habiendo encontrado escasa resistencia, García llegó incendiando mieses, saqueando y cogiendo prisioneros hasta las inmediaciones de Medinaceli, con propósito acaso de sorprender esta fortaleza, que era el baluarte más importante de los musulmanes en aquella frontera. Viéndola bien defendida, siguió avanzando hasta las puertas de Sigüenza, donde dio por terminada su expedición. Volvía ya hacia su condado cargado de rico botín cuando en las riberas del Henares, a la vista de Alboreca, Fahs Albarca, se encontró con un contingente de tropas musulmanas, mandadas por dos de los hijos de Amril, Madhe y Zarwel, que venían dispuestos a arrebatarle la presa. "Ya habían logrado coger muchos ganados y matar algunos rebeldes, dice Aben Hayan, cuando aparecieron considerables fuerzas de caballería, que los marranos habían emboscado y con las cuales no contaban los musulmanes, dando lugar a que se empeñase una reñida batalla, en la que Madhe cayó atravesado por una lanza, y toda su gente quedó deshecha" (22).

(22) F. Codera: Embajadores de Castilla en Córdoba, en B . A . H., t. XIV, 1889, pág. 187; Estudios críticos de hist. árabe esp., IX, 207-222. Recojo aquí unas frases de Aben Adhari en que se encuentra la primera alusión conocida a la ciudad de Soria: " E l Hakam, hijo del emir Mohamed, emprendió una expedición contra la ciudad de Soria. Soleyman ben Abdous se había proclamado independiente, pero fué pronto atacado, y las tropas del emir rodearon la ciudad, asestaron sus máquinas de guerra y abrieron una brecha en las murallas. Soleyman, contra quien los habitantes se sublevaron, tuvo <jue someterse, y fué llevado a Córdoba e instalado allí por su vencedor."

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Sucedió esto el día 3 de septiembre, y el 22 del mismo mes se supo la noticia en Córdoba. Los embajadores del conde, que dos días antes habían recibido audiencia del califa, acababan de salir de la ciudad, empujados acaso por los primeros rumores, pero fue-

Espolón de la fortaleza de Atienza.

ron alcanzados por un escuadrón de caballería, mandado por el intendente Aflah, que los mandó cargar de cadenas y arrojar en un calabozo. Nada sabemos de su fin, aunque hay motivos para sospechar que no debió ser muy dichoso. Podemos observar que el nombre de Ñuño González no figurará una sola vez en los documentos castellanos de esta época.

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La coalición cristiana. García había vuelto victorioso a Burgos; pero no tardó en darse cuenta de que aquella aventura podía costarle cara. E l califa pondría seguramente el mayor empeño en castigar su audacia, tanto más cuanto que la campaña mogrebí acababa de tener

**tím-

Gormaz: puerta principal y saliente del sudeste.

un desenlace más rápido de lo que se esperaba. Un día antes de saberse la noticia del desastre de Alboreca, hacía Galib su entrada triunfal en Córdoba, acompañado de los príncipes vencidos. E s verdad que unas semanas después el califa sufría un ataque de apoplegía, que le apartaba de los negocios para siempre, pero su visir Al-Mushafí seguía manteniendo con puño firme las riendas del gobierno (23). Deseando parar el golpe inevitable, García empe(23) Dozy, ed. de Levi Provencal, t. II, págs. 197 y sigs. Las palabras de Al-Makkari que cito más abajo pueden leerse en The History of the Mohammedan Dinasties in Spam, by Ahmed ibn Mohamed Al-Makkari, adap. de Pascual de Goyangos, Londres, 1843, II, pág. 159. Véase también A . Casimiro

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zó a pensar en una coalición de todos los caudillos cristianos, y supo obrar con tal habilidad, que a principios del año siguiente ya había logrado inclinar a su favor tanto a los reyes de Pamplona y León como a los condes de Saldaña y Monzón. Los aliados convinieron en anticiparse a sus enemigos, y resolvieron empezar por recuperar la fortaleza de Gormaz, que los moros habían conquistado mientras Fernán González era prisionero del navarro.

Gormaz: vista sudeste del castillo.

La fortaleza de Gormaz. Parece ser que la fortaleza había sido completamente destruida por los cristianos cuando se vieron en la necesidad de abandonarla, puesto que los nuevos poseedores se deciden a reconstruirla, quedando desde entonces convertida en el principal baluarte de la •de Govantes en el Diccionario Geográfico Histórico de España. La Rio ja. Madrid, 1846, pág. 242.

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dominación musulmana en la frontera. "En el año 354, dice AlMakkari, es decir, en el 965-966 de nuestra era, Galib hizo una nueva invasión en tierra de Álava con otros dos generales llamados Yahya ibn Muhammad al -Tuzibi y Qasim ibn Mutarrif ibn Di-iJNÍun, y talaron los distritos de dicha provincia y reedificaron el castillo de Gormaz, que los cristianos habían destruido algunos años antes." Gormaz era, desde luego, la plaza más fuerte de toda la línea del Duero, y así lo advierte todavía en el siglo xn el autor del Poema de Mió Cid: Vinieron a Gormaz, un castillo tan fuert. i albergaron por verdad o í a noch.

Ocupa un alto cerro, de pendiente uniforme al Norte, que tiene en su base unos novecientos metros de largo, y se yergue solitario a ciento treinta metros sobre el río, sin otros cabezos ni colinas inmediatas, dominando una gran llanura de hasta setenta u ochenta kilómetros. E l Duero es su foso por el lado meridional, por el levante y poniente sus extremidades se cierran por espolones de corto enfile y tendida curva. A l sudeste el castillo vigilaba el Duero por el puente llamado Recuerda, que vinculado a él le afianzaba y formaba parte de su defensa, con dos torres a los extremos, que hoy sólo conocemos por viejos dibujos. Los musulmanes vieren en esta colina, situada en condiciones estratégicas tan favorables, una llave lógica para cualquier operación militar sobre Castilla, y no dudaron en hacer grandes dispendios para mejorar sus fortificaciones. Los restos que aún quedan de aquel tiempo representan uno de los ejemplares más interesantes de la arquitectura bélica de la época califal. E n conformidad con la topografía, el plano ostenta una planta sumamente irregular. Su anchura máxima es de cincuenta y dos metros, su longitud, en cambio, de Este a Oeste, tiene cerca de cuatrocientos. Un recio muro, flanqueado de diez cubos rectangulares, cierra al norte la superficie fortificada, que abarca desde el espolón occidental hasta el alcázar. A partir del espolón mencionado, el re-

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cinto se vuelve en dirección Sudeste con un solo cubo. E n el extremo se ve el alcázar, que es una segunda plaza de armas, y da la sensación de una nueva fortaleza. A ella pertenece una torre bastante bien conservada, con un recinto contiguo, en que aún podemos distinguir las habitaciones de la guardia, y cerca del cual se abren dos bocas circulares, que dan acceso a los aljibes. Hay uno mucho más grande, de forma rectangular, hecho de sillería y enlucido de yeso, que podía contener una enorme cantidad de

Gormaz: planta del castillo.

agua. Había además otro gran depósito a cielo abierto o alberca, que se conserva todavía intacta. L a altura de los muros es de unos diez metros, y algo mayor en el lienzo septentrional, variando la anchura entre tres o cuatro metros. E n el lienzo sudoeste se abre la puerta de herradura grandiosa y monumental sobre una pendiente fragosa y empinada. E l oficio defensivo se armonizaba en ella perfectamente con la belleza arquitectónica, y esto hace más sensible la desaparición de otra puerta principal que, a juzgar por las descripciones, tenía aún mayor grandiosidad y elegancia. E n la ermita cercana de San Miguel de Gormaz, edificio románico del

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siglo XII, se encuentra un fragmento de inscripción árabe que procede, al parecer, del castillo, y se refiere probablemente a su fundación o restauración. Dice así lo que de ella se conserva: "En el nombre de Dios clemente y misericordioso. Dios bendiga a Mahoma, el sello de los profetas. Mandó el siervo de Dios A l haquem Almústansir bi-llah, príncipe de los creyentes. (¡ Dios alargue su permanencia!...)". Tal era la plaza inexpugnable que ahora iban a sitiar los cristianos, ejemplar único de la arquitectura militar del califato como la Mezquita lo es de lo religioso y Medina Azzahara de lo palatino.

Fracaso de la expedición. E l 26 de marzo de 975, dice Aben Hayyan, anunciaba el califa que organizaba una "aceifa" contra el mayor de los tiranos gallegos, "cuyo ejército estaba ya en la frontera". Los cristianos, efectivamente, se habían anticipado. Sabíase que, sin aguardar a que viniese la primavera, "un ejército de gallegos, vascones, gentes de Castilla y Pamplona, haciendo traición a su clientela y rompiendo el tratado de paz", avanzaban hacia la frontera del Duero, acampaban frente a la fortaleza de Gormaz, y presentaban batalla a los muslimes. E l 17 de abril los sitiados se deciden a hacer una salida, y acometen al ejército sitiador, logrando alancear a muchos, y permaneciendo en el campo para continuar la lucha al día siguiente. Por la mañana se reanuda el combate, y los ejércitos se confunden sobre las aguas mismas del Duero, que se enrojecen con la sangre de los combatientes. " E l enemigo de Alian escribe a los que quedaban en su país pidiendo víveres y guerreros." Llegan los refuerzos, efectivamente, y el califa, comprendiendo la importancia de aquella posición, se decide a enviar las mejores de sus tropas al mando del general victorioso Abu Temam Galib, a quien entrega públicamente dos espadas de la armería real, que le valieron el título de Dzu-ag^eifain, el de las dos espadas. A mediados de mayo llegaba Galib a Barahona, pobla-

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ción situada en el límite de Soria y Guadalajara, de donde avanzó hasta Berlanga de Duero, a pocos kilómetros de Gormaz, estableciendo su campamento sobre una colina que hay al sur de la fortaleza cercada. Las escaramuzas se reanudaron con más violencia, aunque no con gran mortandad, pues los historiadores musulmanes hablan de una batalla más importante, en la cual "quedaron tendidos hasta cerca de veinte sacerdotes y magnates cris-

Castillo de Gormaz (detalle).

tianos, cuyas cabezas fueron cortadas, despojándoseles de escudos, yelmos y otras armas que los cubrían". Viendo que no le era fácil socorrer la plaza, y temiendo arriesgar su prestigio en una batalla, el general cordobés resolvió volverse a Barahona, para asegurar mejor sus comunicaciones con Córdoba. Entre tanto, el sitio seguía. Aben Hayyan dice que en torno a Gormaz había más de sesenta mil cristianos: vascones de Sancho ben García ben Sancho, señor de Pamplona; castellanos de su pariente por afinidad, García ben Ferdinando ben Gundisalbo, señor de Castilla

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y su distrito; gentes de Fernando ben Axxur, señor de Peñafiel, y de los Banu Gómez, señores de Álava y los castillos, dice el historiador musulmán, olvidando que Gómez Díaz era señor de Saldaña, de Carrión y de Liébana. A l frente de todos estaba Ramiro ben Sancho ben Ramiro, acompañado de su tía "la infiel Elvira, que había roto un pacto cuya continuación pedía sin cesar". Según Aben Hayyan, fué Ramiro III, un adolescente que no pasaba entonces de los catorce años, quien dirigió el combate, "pero Dios, añade, le volvió decrépito y le postró con la muerte..." de una persona muy querida, que le había seguido en la expedión (24). Los sitiadores fijaron el 28 de junio para dar el asalto general, pero su ímpetu se estrelló en la posición inexpugnable de la fortaleza y en la resistencia de los sitiados, que dejando sus murallas, acometieron a los cristianos en el exterior, obligándolos a huir desordenadamente y saqueando su campamento. Sabedor de este éxito, Galib avanzó hasta Gormaz, con propósito de perseguir al ejército cristiano y penetrar en los Estados de Garci Fernández, principal culpable del rompimiento. La penetración, sin embargo, no fué muy profunda. E l 15 de julio llegaba a Córdoba un escrito del general musulmán "anunciando la derrota del enemigo de Allah, García ben Ferdinando, explicando la batalla, hablando de sus saqueos en los alrededores de San Esteban y de cómo había quemado casas, matado labriegos y aprovechado los sembrados". Añadía que un poco más adelante, en las cercanías de Langa, aguardaba García (25), con un ejército numeroso, que al acercarse los

(24) Codera, 1. c, pág. 446. (25) E l historiador musulmán habla de un García ben Sancho, pero se trata, evidentemente, de una distracción como la que sufre unas líneas más arriba al hacer a los Beni Gómez señores de Álava. Por lo demás, en este tiempo no había ningún caudillo cristiano llamado García ben Sancho. He aquí las palabras de Aben Hayyan: " E l rebelde García ben Sancho, piérdale Allah, estaba cerca de él (de Galib) con un grande y poderoso ejército, y pensó, Allah lo repruebe, que iba a pelear con él, por lo que se dirigió hacia él con objeto de encontrarle a la salida de la llanura de Langa y sus dependencias; además envió alguna caballería hacia los vados del río Duero, pretendiendo aprovechar la ocasión; pero Allah lo exterminó sin esperanza, y

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musulmanes se dispersó, buscando un refugio entre los montes. E n definitiva, la coalición cristiana había fracasado completamente por falta de avenencia entre sus jefes, según insinúa el relato de Aben Hayyan, pero en el que Galib envió a Córdoba había

Fortaleza de Atienza.

evidentemente más palabrería que realidad. E l hecho de que no se decidiese a dejar la línea del Duero indica que la frontera estaba bien defendida. De todas suertes, en aquel resultado quedaba deshecha una gran ilusión. Pocas veces había habido tal únalos muslimes hirieron a los infieles, que no sostuvieron los golpes, huyendo del modo más vergonzoso y recibiendo dura muerte. Sus restos se refugiaron en los bosques y en las cuevas de los montes, pues habían sido derribados de los notables de ellos los peones y de los jinetes número considerable. E l ejército acampó al occidente de San Esteban, y el marrano García con su ejército amenazaba desde allí, por lo que lloraba su ojo y los ojos de ellos de la destrucción de sus sembrados, el incendio de sus habitantes y la pérdida de sus medios de subsistencia" (B. A . H., t. XIV, 1889, págs. 447-448).

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nimidad entre los cristianos frente al enemigo común. L a importancia de las fuerzas reunidas pudo hacer pensar en una jornada gloriosa como la de Simancas, que hubiera llevado el dominio de la cruz hasta Toledo; y así lo daba a entender el copista que por aquellos días terminaba de copiar en un monasterio leonés, de la región de Sanabria, el Beato famoso que hoy se conserva en Gerona. Dice así la suscripción: " E l presbítero Sénior lo escribió; el abad Domingo mandó hacer el libro. Ende pintora y ayudadora, Emeterio presbítero. Llegué al puerto de este l i bro un viernes, cinco de julio, en los días en que Fredenando Flagini y Avillas (o Eita Vitas) habían ido a la ciudad de Toledo para combatir a la Mauritania." E l copista habla de una manera imprecisa de aquella expedición, pero de sus palabras se deduce que había puesto en ella grandes esperanzas, y que de ella formaba parte un personaje relacionado sin duda con el monasterio en que escribía, ese Fernando Lainez, poderoso magnate leonés que, según Aben Hayyan, enviaba embajadores al califa dos años antes a título de conde de Salamanca, y cuyo nombre encontramos en las cartas reales más de veinte veces desde Ordoño III hasta Bermudo II. Cuando Emeterio escribía su nota, el ejército aliado se batía ya en retirada, pero la noticia no había llegado aún a León (26). E r a el segundo de los nonas de julio, es decir, cuatro

(26) A l fin de la última columna se lee: "Sénior presbiter scripsit". Y a continuación: "Dominicus abba liber fieri precepit". Y más abajo: "Ende pintrix et Dei aiutrix frater Emeterius et presbier.—Inveni portum volumine V I feria, II nonas Julias. In is diebus erat Fredenando Flagini et Avillas Toleto civitas ad devellando Mauritanie, E r a MXIII (Villanueva: Viaje literario, t. XII, pág. 179). Nada sabemos de Avillas, si bien podíamos leer Eita Vitas, nombre que aparece repetidas veces en las cartas leonesas de este tiempo. E n cambio, la figura del caudillo de la expedición es bastante conocida. Poco a poco, Fernando Lainez había conseguido convertirse en uno de los primeros personajes de León. Su padre, Laín o Flaginus, no aparece nunca en la corte. Según Aben Hayyan, su abuelo se llamaba Gómez. (Véase más arriba nota núm. 21 de este capítulo.) Ahora bien; el único Gómez que encontramos por esta época entre los magnates leoneses es Gómez Muñoz, hermano de Diego Muñoz, conde de Saldaña. E l nieto, Ferdinando ben Filin ben Comes, como le llama el historiador musulmán, aparece por vez primera con42

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días después de iniciada la retirada. Mal año fué este de 975 para la causa de las armas cristianas. Hasta la penuria de documentos nos habla en él de inquietud y desaliento. E n Castilla sólo encontramos el pacto de los monjes de San Martín de Modubar a su abad y patrono Aznar, el día 6 de enero; en Sahagún una venta patrocinada por la regente Elvira, que lleva la fecha del 6 de febrero; un pleito el 29 de agosto entre la abadía de Samos y et infante Fruela, hijo dé Alfonso Froilaz, y ya a fines de año, el 10 de diciembre, un diploma por el cual Ramiro III, "usando del poder que le concede la ley", entrega al diácono Sabarico los bienes de los hermanos Salvador y Mohamet por haber matado a un hombre llamado Abgiza (27).

firmando un documento de Ordofio III que lleva la fecha del 11 de julio de 953,. y cuyo original se guarda en el archivo de la catedral de León (Cart. de Viliada, núm. 979). Es un diploma por cual el rey otorga a Santa María de León y al obispo Gonzalo "ecclesias in Alhance de Salamantica quantas edificaverunt populatores patris mei qui fuerunt Legione, id est, patri domno Oveco episcopo, Yasivado, Veremundus Nunniz, Fortis,. Portunius et Pelagius. presbiter". Confirman los obispos Hderedo y Odoario, Piloti confesor, cuatro abades y los magnates Nunnus Visandi, Revelio Pepiz, Amuscus Amuskiz, Oveco Munniz, Ulalite, Monio Monniz, Nunnus Feli, y el último de todos, Fredenandus Flainiz. E l 1 de enero de 960 le vemos al lado de Sancho el Craso (Escalona: Hist. de Sahagún, págs. 406-407, y Barrau-Dihigo: Chart^ roy. León, "Rev. Hist.", t. X , pág. 386). Forma luego en el séquito de Ramiro III y la regente Elvira, como se ve por la donación a Sobrado del 20 de septiembre de 968, en la cual se nos presenta ya como un magnate de importancia. E l 29 de julio de 974 confirma el primero entre todos los magnates la carta de supresión de la diócesis de Simancas, acto en el cual debió influir como defensor de los derechos de Salamanca y Zamora, a cuyas circunscripciones se extendía su jurisdicción condal (Cf. C. Sánchez Albornoz, en Homenaje a B. Menéndez Pidal, t. III, pág. 333). Por esta tierra estaba seguramente el monasterio en que se escribió el beato de Gerona, que se creede origen catalán, aunque no he logrado hallar en ningún documento el nombre del abad Domingo ni el del copista Sénior. (27)

Bec. Gót. de Cárdena, pág. 59; Catál. doc. de León, núms. 975 y 982-

CAPITULO X X CASTILLA, A L FRENTE DE LA OFENSIVA ANTIISLAMICA (976-988)

Situación en Córdoba. Los musulmanes seguían dominando la fortaleza de Gormaz, que era para ellos una base estratégica mucho más importante que Medinaceli, para vigilar y contener los ímpetus de aquella Castilla belicosa e indomable. E l 2 de julio levantaban el cerco los sitiadores, el 6 escribía su nota optimista el escriba del Beato de Gerona; el 15 firmaba Galib el parte de guerra, anunciando victorias, saqueos y abundancia de presa. Fué una suerte para los cristianos que la política cordobesa estuviese dirigida en estos momentos por un hombre como Al-Mushafi, poco amigo de la guerra y desconocedor de ella. Por otra parte, el califa se sentía cada vez peor de su enfermedad, y moría al fin el primero de octubre de 976. Siguen luego unas semanas de intrigas y luchas entre los eunucos de palacio por una parte, y por otra el visir Al-Mushafi, a quien ayuda el astuto Abu Amir, el futuro Almanzor, que se había creado ya una situación preponderante en la corte. Triunfa la candidatura de Al-Mushafi, y se sienta en el trono el pequeño Hixem, hijo del califa difunto, para gobernar en su nombre el incapaz visir, el ambicioso intendente y la sultana Aurora. Abu-Amir quie-

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re distinguirse en la guerra, y en los comienzos Hel año 977 logra que se le entregue un ejército para combatir a los cristianos (1).

Cambio político en León. Entre tanto, los Estados del Norte debían agitarse con los estremecimientos de una gran desilusión. Nada seguro podemos decir de Castilla, pero el hecho mismo de la escasez de documentos de esta época—dos para el año 976 y ni uno solo para el 977 (2)—, es un indicio poco tranquilizador. Garci Fernández sigue gobernando sin contradicción ninguna, y así nos lo dice esta exigua documentación, pero su prestigio había recibido un primer golpe, que debió serle muy sensible. E n León, en cambio, la lectura atenta de los documentos nos permite adivinar una revolución o cambio palaciego, que silenciaron completamente las crónicas. L a monja Elvira había gobernado los destinos del reino con el título de regente y aya del príncipe su sobrino, desde que éste sucedió a su padre, Sancho I, anulando completamente a la reina madre y a su familia, y la hemos visto en Gormaz animando a las huestes cristianas con su presencia; la vemos una vez más todavía actuando en León durante aquel estío con todos los atributos de la realeza con motivo de un pleito que codiciando la posesión de una iglesia sostuvieron el monasterio de Samos y el infante Fruela, hijo del rey Alfonso. " Y llegamos, dicen los contendientes, a presencia de don Ramiro y de la reina doña Elvira por medio del sayón Ordoño." Esto era el 29 de agosto (3). Desde este momen-

(1) Dozy: Hist. des musülm. d'Esp., ed. de Levi Provenga!, t. II, páginas 206-209. (2) Los de 976, ambos en el Becerro de Cárdena (págs. 158 y 326), son de los primeros meses del año, 18 de marzo y 22 de abril. E n este año 976 hace Fernando Ansúrez una cuantiosa donación a Sahagún, ponderando su fidelidad a los reyes de León Ramiro y Ordoño III (Escalona: Historia de Sahagún, pág. 419). (3) Pleito entre "Illo infantem domno Froilani prolix Adefonsi principis

L a reina Teresa. (Libro de los Testamentos de Oviedo.)

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to la "basilea", la "dominissima", desaparece de la corte, y en cambio vuelve a aparecer en ella la reina madre, "Tarasia regina et Deo vota", como se firma en una carta del 10 de diciembre del mismo año, y tras ella viene su hermano Fernando Ansúrez, que había permanecido ausente de la corte los años anteriores, y ahora vuelve a aparecer recordando los servicios que él y su padre habían hecho a la corona, y con él un tal Assur, pariente suyo sin duda, y probablemente Assur Fernández, que entra a ocupar el cargo de mayordomo de la Casa Real. ¿Hubo una intriga palaciega que logró expulsar a la regente? L a explicación la encontramos, a mi entender, en aquellas palabras que dice Aben-Hayyan hablando de la campaña de Gormaz: "Con la presencia de doña Elvira se fortificaron los ánimos de los cristianos..., y el maldito dirigió el combate contra la gente de Gormaz, con sus soberbios familiares; pero Alian le volvió decrépito y le post r ó en tierra y le redujo a l a nada con la muerte de su pariente" (4). Indudablemente, Elvira, la hija varonil de Ramiro II, es esta parienta a quien alude el historiador árabe, ya que desde este momento el rey adolescente se encuentra rodeado de la camarilla de los Ansúrez y aconsejado por su madre, "la esclava de Cristo y sierva de todas las siervas, Teresa, reina y confesa", que va a desempeñar el oficio de regente. Probablemente Elvira no

dive memorie" y el monasterio de Samos sobre la iglesia de Santa María y San Félix de Laurarico, "... et pro hac causa pervenimus in presencia domno Ranimiri et domna Gelvira regina per manu sagioni nomine Ordonio Dominico ostiario". Hubo un arreglo que permitió a los monjes quedarse con la iglesia en cuestión dando 68 sueldos, cuatro arienzos y dos caballos apreciados en 40 sueldos. (4)

Codera: B . A . H . , t. XIV, año 1889, pág. 446. E n nota dice el tra-

ductor: " E n el texto,

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, cuyo significado no acierto, pudiera

traducirse "por la muerte de su suegra o cuñada" - £ {/fe u e

sería el femenino

de 'J-^Q h> .1 significa pariente o familiar. El maldito, para Aben Hayyan, es el conde García de Castilla, que era primo carnal de Elvira, m á s bien que Ramiro III, sobrino o ahijado de la monja. Y esto nos explica la expresión que encontramos en El Bctyano.

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.murió frente a Gormaz, pero fué allí donde le sobrevino la dolencia que unas semanas más tarde la iba a llevar al sepulcro, y que fué la causa de que se dispersasen las tropas cristianas. ¡Nuevo indicio del valor y prudencia de aquella mujer! Sigue aún al lado de su sobrino el 29 de agosto, según acabamos de ver, pero antes de terminar el año su política ha sido reemplazada por la de los Ansúrez (5). E l 10 de diciembre de 975 Ramiro concede al •diácono Sabárico los'bienes de los hermanos Salvador y Mohamut, por haber matado a un hombre llamado Abgyzza, "como nos autoriza la ley", y ya no aparece a su lado su tía Elvira, sino su madre, que se firma "Tarasia regina et Deo vota". Y en los años siguientes el príncipe, que contaba alrededor de quince años, advierte casi siempre que hace sus donaciones "con consentimiento y conocimiento de su madre" (6).

(5) Hay, sin embargo, un documento que nos presenta aún a la tía de Ramiro III en época posterior. Es una donación de Ramiro "vobis tia nostra domina Elvira", que empieza en esta forma: "Annuit namque hujus serenítati regni glorie", y por el cual da el príncipe a su tía la villa de Juan y Villa Vasconea "in Campos Gothorum", el 18 de enero de 982 (Barrau-Dihigo: Chart. roy. León, en "Rev. Hisp.", X , pág. 422). Esto pudiera hacernos pensar que Elvira se retiró de la corte suplantada por una intriga, pero prefiero pensar que éste es uno de los innumerables documentos que han llegado a nosotros con la fecha errada, y que habría que colocarle antes de 975. Los magnates que lo firman, Gutier Osoriz, Osorio Díaz, Fernando Laínez, Nepociano Díaz, Oveco Sancioniz, Fernando Díaz, Vela Garceani, Gonzalo Vermudez y Ñuño Garseani, se encuentran ciertamente en ambas fechas, pero hay una cosa extraña* en el documento, y es que el personaje que aparece como escritor de él, "Germias Menendiz qui et notuit", no es un notario, sino un magnate, que se encuentra como tal en otros documentos de estos años por ejemplo, en uno del 16 de junio de 977, por el cual Ramiro III da varias propiedades a Sahagún (Bec. Gót. de Sahagún, fol. 143, lib. V , núm. L X X X V I I I ) , y cuyas suscripciones aparecen en esta forma; "Tarasia regina et Christi ancilla, Gundisalvus episcopus legionensis, Johannes episcopus zamorensis, Sebastianus episcopus salamanticensis Gundesalvus episcopus asturicensis, Jundericus Justiz diaconus, Froila Velaz comes, Fernandus Diaz comes, Gómez Didaz comes, Osorio Didaz comes, Fernandus Flainiz comes, Fernandus A n suriz comes, Fortis Afonso, Gundisalvus Diaz, Jeremías Menendiz, Gundisalvo Vermudiz, Gundisalvo Nunniz, Obeco Froilaz". (6) L a donación del 10 de diciembre puede verse en el Archivo de la catedral de León (cat. núm. 982). E n los años siguientes vemos fórmulas como

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León y Castilla. E l cambio de personas no impidió a Garci Fernández seguir íntimamente unido con la corte leonesa, cuyo apoyo necesitaba para realizar sus planes de ofensiva frente al Islam. Su constante idea parece haber sido siempre la paz con León y con Navarra y la guerra con los infieles. E n lo primero se aparta de la conducta de su padre, pero debemos tener en cuenta que podía obrar de esta manera porque había heredado el disfrute de una amplia libertad. E l correr de los años, juntamente con la preocupación del peligro común, habían limado las asperezas y suavizado los roces. Los Ansúrez prevalecían en León, pero su predominio no era ya un motivo de sospecha ni menos una amenaza para el conde de Castilla. Con este triunfo de la familia de Monzón, aparece con nuevo relieve en la corte un antiguo enemigo de Fernán González y aliado de todos sus enemigos, Froila Velaz, que se convierte ahora en el primus palatii; y no obstante, el conde de Castilla continúa sus relaciones cordiales con la corte leonesa. Froila se había unido en segundas nupcias a una gran dama de Asturias llamada Guislavara, con la cual, hallándose acaso sin descendencia, hace una gran donación a la iglesia de San Salvador de Oviedo el 14 de marzo de 976, entregándole principalmente el monasterio de Santa María de Cartavio, "junto a la ribera del mar Océano", con todas sus heredades, villas y pertenencias, situadas algunas en el éstas: "Ego Ranemirus simul cura domina et genitrice mea Tarassia regina et Christi ancilla fidelis..." (Don. del 21 de marzo de 977. Barrau-Dihigo: Chart. roy. León, en "Rev. Hisp.", 1903, t. X , pág. 401); "Ranemirus cum consensu genitrice mea domna Tarasia regina (Don. a San Cipriano de León, Archivo de la Catedral de León, cat. núm. 983). Hay una errata evidente, si no algo peor, en la donación al monasterio asturiano de Cartavio, que empieza en esta forma: "Ranimirus nutu Dei rex cum consensu genitricis mea regina domna Xemena simul cum uxóre mea domna Urraca..." (E. S., t. 38, apéndice I V ) . Don Pelayo parece haber dejado aquí la huella de sus manos pecadoras, lo mismo que en el Cronicón de Saimpiro,- que interpoló con la noticia pésimamente intercalada de esta unión de Ramiro III con Urraca(E. S., t. XIV, p. 457, 1758.)

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interior, como la hacienda o granja de Ordás, que se extendía a lo largo de la corriente del Orbigo. Toda la corte estuvo presente a este acto, y lo confirmó. E l rey Ramiro figura al frente de los que suscriben. Con él vemos a varios obispos, al diácono Fortis, hijo de Alfonso, y a dos docenas de magnates, entre los cuales reconocemos al armiger Gundemaro Pinioliz, a Pedro Fernández, hijo de Fernando Flaginiz, a Gonzalo Vermúdez, que había llegado a León procedente de Castilla y obtenido allí amplios beneficios de mano del rey, y a Fernando Vermúdez, castellano también al parecer y hermano del anterior, puesto que asiste con él a las últimas honras de Fernán González, aunque casado con una señora leonesa inmensamente rica, de la cual engendrará a la madre de Sancho el Mayor de Navarra. Fugitivos y antiguos adversarios encontraban protección al lado de Teresa Ansúrez, y no obstante el conde García aparece también en ella. E l 26 de abril de 978 le vemos interviniendo en una junta general del reino, que lleva a León a los principales obispos y magnates. Ramiro, "de acuerdo con su madre, la sierva de Dios, Teresa", quiere clausurarla haciendo una donación al monasterio de Sahagún, de fincas que habían pertenecido a los Ansúrez. Confirman el diploma cinco obispos, varios clérigos y después, el primero de los magnates, Fraila Vigilani, el viejo Vela que veinte años antes había luchado contra Fernán González, y que ahora ocupaba uno de los primeros puestos palatinos con el título de mayordomo del rey. Parece como si los resentimientos hubieran sido olvidados, porque Garci Fernández está allí, al lado del enemigo de su padre, y va a poner su nombre detrás de él, pero con una fórmula en que quiere indicar su más alta jerarquía, y que usará en alguna otra ocasión dentro de la tierra leonesa. Froila Vela había escrito: Froila Vigilani qui et "majordomus"; él escribe: "Garsea Fredenandiz comes et dux eminentior." Frente al rey, reconoce todavía una sombra de vasallaje, pero entre los demás magnates le corresponde una categoría especial (7).

(7) A. H. N., Sahagún, Reales, I, doc. 29. Confirman luego Femandus

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Tal vez el objeto principal de esta reunión fué la boda del rey Ramiro, que estaba ya a punto de cumplir los dieciocho años. Es en este año 978 cuando le encontramos por vez primera haciendo donaciones en unión con su esposa, Sancha, llamada Urraca en los documentos asturianos, que interpoló el obispo don Pelayo, y cuya procedencia nos es completamente desconocida, aunque podría ser una joven de la familia de Diego Muñoz, conde de Saldaña, tal vez de la casa de Fernando Díaz o de los Beni Gómez, que por esta época aparecen muy unidos al trono. Esto nos explicaría la oposición que observaremos más tarde entre Vermudo II, el suplantador de Ramiro, y los descendientes de Diego Muñoz, y al mismo tiempo nos da la razón del prestigio creciente de Gómez Díaz, que por esta época extiende su dominio por las montañas de Potes, y empieza a llamarse conde de Liébana (8), título que había llevado en los años anteriores un magnate llamado Fernando Rodríguez.

Veremudiz, Fredenandus Flainiz, Osorius Didaci, Nepocianus Didaci, Rudericus Fredenandi, Aznar Puricelli, Ordonius Ennecoz. E l documento de donación de Santa María de Cartavio por Froila Velaz puede verse en el Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo, fols. 33-35. (8) Hay una carta del 23 de septiembre de 978 por la cual Ramiro III, con el consentimiento de su madre la reina doña Jimena (?) y de su mujer doña Urraca, da al monasterio de Santa María de Cartavio la mandación de Miudes, y entre las firmas se ve la de Urraca regina (E. S., t. XXXVIII, ap. I V ) . E l 14 de enero de 979, Ramiro y su mujer Sancha dan a la iglesia de León varias villas que habían sido de un magnate de procedencia navarra, a juzgar por el nombre, Fortunius Garseani, que se había rebelado contra el rey. Y confirman Tarasia regina et Christi ancilla y Sancia regina. E n 980, 2 de octubre, se hace una venta en Sahagún, "regnante Ranemiro príncipe cum uxore sua Sancia" (Vignau: Doc. de Sahagún, núm, 721). Hay que observar que sólo Sampiro, interpolado por Pelayo, y algún documento asturiano no del todo inmune de sospechas, dan el nombre de Urraca a la mujer de Ramiro. Para llegar a identificar a esta reina hay que tener presente, sobre todo, el nombre de Sancha. Tal vez procedía de Navarra, aunque también es verdad que se había hecho corriente en Castilla y León. Familiar en el linaje de Fernán González^ podría referirse muy bien a una hija de Gómez Díaz y Nuña Fernández.

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Primeras campañas de Almanzor. Castilla y León se unían ante la amenaza del peligro común. E l año anterior Ibn Abi Amir había inaugurado su carrera militar raciando las riberas del Tormes y penetrando en los arrabales

E l ave y la serpiente. (.Beato de Gerona, fol

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8.)

de la plaza fortificada de Baños de Ledesma. L a operación no había tenido gran importancia, pero venía a convencer a los cristianos de que sus enemigos tomaban la iniciativa. A este golpe sucedió en el curso del mismo año otro más afortunado aún en la frontera castellana. Dirigiéronle Ibn Abi Amir y el viejo general Galib, que se habían puesto de acuerdo para derribar al primer ministro. Después de celebrar una entrevista

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en Madrid, marcharon hacia la frontera del Duero, atacaron una. fortaleza llamada Mola, imposible de localizar, y habiendo logrado rendirla, se volvieron llevando rico botín y numerosas prisioneros. Esta victoria valió a Ibn A b i Amir el puesto de prefecto de la capital, cuyas funciones empezó a ejercer con el mayor celo, sin abandonar por eso sus expediciones guerreras, pues no se había terminado el año cuando volvía nuevamente vencedor de una aceifa dirigida contra los suburbios de Salamanca, que le valió eL puesto de hagib o primer ministro (9).

Expedición victoriosa de García. E l conde castellano, siempre animoso, prepara la revancha, y en la primavera de 978 se lanza hacia la frontera del Duero, después de haber conseguido la ayuda del rey navarro, su pariente por afinidad, como decía Aben Hayyan, sin saber acaso que la reina Urraca era hermana suya. Era la repetición de la campaña que había fracasado en el año 975, pero que ahora tuvo un éxito completo. Gormaz se le rinde a los primeros asaltos. Sigue luego la orilla del río hasta Almazán, y desde allí baja, rindiendo castillos, saqueando y cogiendo prisioneros, a través del viejo camino, que se dirige hacia el Sudeste, llega hasta Barahona y penetra a viva fuerza en la plaza fortificada de Atienza, y sólo los fríos del invierno detuvieron su avance victorioso (10). Atienza era entonces el enorme peñón de ciento treinta metros de largo por treinta de ancho, que se alza dominando los cerros grises y pelados, entre los cuales se asienta la villa actual. Es una defensa natural magnífica, es el auténtico castillo, fuerte, poderoso, inexpugnable. De sus murallas sólo quedan las hileras bajas (9) Dozy: Hist. des musulm. d'Esp., ed. de Levi Provencal, t. II, páginas 215-216. (10) Ibid., págs. 222 y siga. García quiso estabilizar sus conquistas y puso guarniciones en Atienza y Gormaz y otras plazas, que hubo de abandonar unos años después, acosado por Almanzor.

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•del recinto principal, el desmochado torreón que defiende la puerta y oteando el horizonte en el extremo opuesto, la torre cuadrada •del homenaje. E l risco aparece cortado a pico en todo el contorno, menos en su extremo occidental, donde lo seccionó la mano del hombre, con un corte rotundo que parece hecho por un hacha gigantesca. Todavía existen también indicios de paredes transversales, indicando el emplazamiento de diversas estancias adosadas a los muros, que dejaban en medio un patio largo y estrecho, en el que se abren los profundos aljibes abovedados y cavados en la roca. Tan imponente es el aspecto, que sólo por un ardid parece posible dominar aquellas alturas. García las dominó. Vuelve a su condado llevando rico botín, y el 24 de noviembre le vemos en Covarrubias, rodeado de sus caballeros y acompañado del rey de Navarra y su corte. Es entonces cuando, llevado del optimismo del triunfo, se decide a realizar una idea que venía acariciando desde hacía varios años, y que los sobresaltos de la guerra habían tenido en suspenso.

Fundación del infantado de Covarrubias. E n las riberas del Arlanza, diez kilómetros más abajo de la abadía de San Pedro, existe aún la villa de Covarrubias, con una hermosa iglesia gótica dedicada a San Cosme y San Damián, y delante de ella una torre de forma piramidal, con sus arcos de herradura y su puerta colocada a gran altura del suelo, que es indudablemente un monumento de la época condal, levantada sin duda con otra del mismo tiempo, que se ve en antiguos dibujos para defender el vado del río en caso de invasión musulmana. E l lugar pertenecía entonces al monasterio de San Pedro de Valeránica, situado unas leguas más abajo, que mantenía allí una dependencia monacal realzada con el prestigio de las reliquias de San Cosme y San Damián, San Cipriano y Santa Eugenia. E l 7 de septiembre de 972 los abades Velasco y Martín, con los demás monjes, se la ceden a l conde García, a la condesa Ava, a sus hijos y a sus hijas a cam-

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bio de otras tres villas de la región (11). Desde este momento el conde ha decidido establecer allí el centro de un gran señorío eclesiástico con que quiere dotar a su hija Urraca en el momento de tomar el velo de las vírgenes. Y es ahora cuando va a realizar su idea. E l arzobispo don Rodrigo dice que Garci Fernández instituyó el infantado de Covarrubias para dejar una posición decorosa y digna de su rango a su hija Urraca o a cualquier otra mujer de su linaje que no quisiese o no pudiese abrazar la vida del matrimonio. L a carta de fundación señala otro motivo más íntimo y más conforme con las costumbres de aquel tiempo. García y su mujer, Ava, desean, ante todo, crear un santuario en el que se dé culto a Dios para hacérsele propicio a fin de que les perdone sus pecados y los proteja en su vida mortal. Su misma hija es un don más, una ofrenda preciosa, que ha de atraer sobre ellos las bendiciones del cielo. Florencio de Valeránica, el gran calígrafo de aquellos días en Castilla, escribió la carta fundacional en bellas letras cursivo-mayúsculas, negras y rojas. De ella se sacaron dos copias, según se acostumbraba en las ocasiones solemnes: una para guardarse en la nueva fundación, y otra para ser depositada en el archivo condal. Las dos se conservan todavía en sus respectivos lugares, es decir, en Covarrubias y en Burgos. E l comienzo es la invocación de costumbre: "En el nombre del Ingénito, dice, del Engendrado y del Procedente, que forman por su naturaleza una sola deidad, deidad en la Trinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu que es una unidad perfecta. Esta es la fórmula de testamento que he querido hacer yo, García, con mi mujer, la condesa Ava, después de considerar ahincadamente el día del último juicio, y de darnos cuenta de que conviene hacer alguna cosa buena para que cuando estremezca al mundo la trompeta terrible, merezcamos ser ayudados por Cristo y lavados de la culpa. Hemos

(11) Serrano: Cari, de Covarrubias, págs. 4-6. Según la tradición, Fernán González tenía en Covarrubias un palacio que en las antiguas cartas de Covarrubias se llama casa del conde (Ibid., Introducción, pág. XVIII). Todavía se ve en el pueblo una casa antigua cuya puerta románica data del siglo xii y se considera como resto del palacio condal.

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resuelto hacer un obsequio a nuestro Señor Jesucristo y a sus santos, y ese obsequio es nuestra hija Urraca, y hemos elegido este lugar de Covarrubias, situado en la ribera del Arlanza, para que en él se consagre a Dios." Urraca debía entregarse en holo-

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Zite Piniolez cede su herencia a doña Urraca de Covarrubias en pena de sus crímenes (979). {.Original en el A. Col. de Covarrubias.)

causto por la salud eterna de sus padres, lo cual no la impediría ser una gran señora, y poseer un patrimonio que acaso no tenía ningún otro infanzón o monasterio de Castilla. Se la hace dueña del lugar de Covarrubias, con todos sus términos, y a él se añade un número inacabable de propiedades con prerrogativas de orden

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eclesiástico, derechos civiles, pozos de sal, vasallos y tierras derramadas por toda la extensión del condado: sesenta villas, otras tantas iglesias, veinte monasterios, situados en tierras de Burgos, Palencia, Santander y Álava: en Lerma, en Tabladillo, en Lara, en la misma ciudad de Burgos, en Ubierna, en Oca, en V i lladiego, en Cabuérniga, en Reinosa, en Aguilar de Gampóo; en Anana, en Losa y en lo que entonces se llamaba Castilla la Vieja, es decir, en la región de Villarcayo y Valdivielso. Todo esto se lo da García a su hija con toda suerte de derechos señoriales, con su sayón propio, para que pueda reivindicarlo y poblarlo y poseerlo

Signo de García Fernández. (Libro de los Testamentos, fot. 88.)

libre de pechos fiscales por cualquier clase de crimen, conforme lo poseyó hasta entonces la sede real. " Y te damos como fuero, que no tengan esas villas ningún sayón fuera del tuyo, y estén libres de fonsado, de anubda, de homicidio, de hervático y de portazgo en los términos de Castilla." Sigue el conde ampliando los privilegios que había de gozar la nueva fundación, y enumera al fin una multitud de objetos destinados a formar el ajuar doméstico, que en gran parte debían proceder del botín cogido en la última expedición contra los moros: veinte lechos con sus cobertores y colchas finas venidas de Bizancio, y sus colchones de tapicería oriental, y sus sábanas listadas, y sus paños greciscos y sus abrigos de piel de comadreja; veintiséis mantas de tapiz, treinta paños óptimos; veinticinco mudas de mesa; cuatro cortinas y otros

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E l abad Belasco vende al conde Garci Fernández su Posejiones en Covarrubias, 972. (Burgos, A. C.)

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muchos ornamentos de iglesia, 500 vacas, 600 ovejas, 400 yeguas, 50 esclavos moros, y para el servicio de mesa y para fabricar o comprar las cruces, los cálices, las coronas necesarias para la iglesia, 3.300 sueldos, una cantidad que difícilmente podía encontrarse junta en aquel tiempo. Suscriben la carta de fundación el conde García, la condesa Ava, sus dos hijos Sancho y Gonzalo, un obispo leonés, Lucidio, que, sin duda, había querido unirse a los castellanos en aquella expedición; el rey de Navarra, Sancho, y su mujer, Urraca, esta última hermana del conde de Castilla, y con ellos varios personajes de la corte de Navarra y de la familia real, Scemeno rey, que es sin duda el Eximino Santionis de los fueros de Cirueña y de varias cartas de San Millán de 971 y 972; Fortún García, Diego Aznar, Tello González y Sancho Iñiguez. Vienen luego dos mujeres de la familia condal, la condesa Toda y la condesa Fronilde, hijas al parecer de Fernán González; Ñuño, obispo de Muñó; Asur Fernández y una veintena de magnates castellanos, tras de los cuales firman los abades y los anacoretas del contorno, que habían salido de sus cuevas y sus ermitas para sumarse al gran acontecimiento. Esta carta se leyó, según rito, en la ceremonia misma de la consagración de la infanta, colocándosela luego en el altar para envolverla en el sacrificio de la misa; pero el mismo día, en los postres del festín, según era costumbre, hizo el conde un nuevo regalo, que consistía en la entrega de un monasterio en Salinas de Añaza, de una iglesia en Barrón, de una herrén y de diversas eras de sal, tierras, viñas y dehesas. E n este nuevo documento sólo pusieron sus nombres las personas que podríamos imaginar sentadas en la mesa de honor: el conde, la condesa, sus hijos Sancio Garciaz y Gundesalvo Garciaz, el obispo Lucidio, el rey y la reina de Navarra, su gran consejero Scemeno rege que probablemente era tío suyo, y sus áulicos Fortún García y Diego Aznar. A l fin, el nombre del calígrafo: "Florencio el escriba indigno lo escribió" (12).

(12) Véanse estos interesantísimos documentos en el Cart. de Covarrui as, págs. 13-34. E l primero, sobre todo, escrito por el calígrafo Florencio, ;

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Optimismo y esperanza. L a fundación del infantado de Covarrubias nos lleva al momento culminante del gobierno de don García. Una racha de optimismo alienta momentáneamente en Castilla. Hay unión en la corte condal, el conde goza de todo su prestigio y en torno suyo aparece leal y unánime el círculo de sus infanzones y caballeros. Si hubo algún descalabro en años anteriores, no había sido de consideración y estaba bien vengado con los resultados de la última ofensiva: Gormaz recuperado, la frontera adelantada hasta las rocas de Atienza, donde no había estado nunca, los mercados castellanos enriquecidos con esclavos, con joyas y con multitud de objetos preciosos. Asegurada la independencia, García Fernández quería continuar frente al Islam la política belicosa de su padre. Si la prudencia le aconseja disimular en un principio, él es el primero que rompe las hostilidades, logrando luego atraer a sus miras y asociar a sus empresas a los reyes de Navarra y de León,, con los cuales vive en relaciones cordiales.

es uno de los más bellos ejemplares de la caligrafía documental que conservamos de aquel tiempo. Quiso el conde que se sacasen de él dos copias, que se conservan aún en el más perfecto estado, la una en el archivo de la catedral de Burgos y la otra en el de la iglesia de San Cosme y San Damián de Covarrubias, que de monasterio se convirtió en colegiata y de colegiata en parroquia, rica todavía con la profusión de sus tesoros históricos. Aunque las tíos fueron escritas por el monje Florencio, la de Covarrubias es algo m á s extensa, precisándose en ella con más claridad los derechos de la nueva fundación y los pueblos a que había de extenderse su jurisdicción y dominio. Sobre la Caballería, a la que aludo más abajo, tratando de los fueros de Castrogeriz, pueden consultarse: Mayer, Hist. inst., I, 69-72; Menéndez Pidal, Infantes de Lora, segunda edición, 26, núnu. 2; Sánchez-Albornoz, Estampas, 54, n ú mero 24; 87, núm. 22; 136, núm. 119, y A . García Gallo, Las instituciones sociales en España en la Alta Edad Media; Instituto de Estudios Políticos, 1945,. páginas 44-47.

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Los fueros de Castrogeriz. A l mismo tiempo García se esfuerza por asegurar la colaboración de sus vasallos, y con ese fin confirma este mismo año los fueros de Castrogeriz. Estos fueros son una nueva prueba de la audacia con que Castilla se anticipaba a los demás Estados cristianos en su organización social. Por vez primera nos encontramos en ellos un estatu^ to en que se iguala con los infanzones a los caballeros villanos. Es el primer indicio de su existencia, pero eso no indica que no hubieran existido anteriormente. Todo había favorecido en la frontera del Duero oriental la aparición de una nueva clase social, que salida de las entrañas del terruño se iba a igualar a los nobles de sangre. E n ella se van a apoyar los condes para defender la tierra contra los moros, para consolidar la nueva situación frente a los reyes leoneses y para compensar el recelo o la hostilidad declarada de los ricoshombres de linaje, que no habían visto con buenos ojos el encumbramiento desmesurado e inesperado de uno de ellos. E l proceso debió ser muy lento. Tal vez al principio se consideró como la recompensa de un servicio extraordinario o de un acto de heroísmo. E l conde necesitaba guerreros, y especialmente guerreros a caballo, para realizar el servicio de anubda, que implicaba de ordinario la vigilancia de los castillos y las fronteras en calidad de jinete. Ya el romancé pudo poner en boca de Fernán González aquellos versos en que se nos dice que los castillos por él ganados los pobló de labradores, alusión clara a esta elevación del hombre que cultivaba la tierra, por medio del servicio militar. Había necesidad de brazos consagrados a la defensa de la tierra, amenazada por los moros, e interesados también en la conservación de los privilegios discutidos por el rey; había también necesidad de personas especialmente adictas a la dinastía condal y unidas con ella por unos mismos intereses, y estas dos preocupaciones son las que abren al agricultor rico, que ha podido hacerse con un caballo y quiere arriesgar su vida en la guerra el camino para as-

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cender a una categoría superior. E n recuerdo de su origen se le llamará caballero villano o de la villa, pero de hecho disfrutará de los privilegios de los infanzones. "Damos buenos fueros a los caballeros de Castro, dice el conde Garci Fernández; de suerte que sean infanzones, y si alguien matara un caballero de Castro, peche por él 500 sueldos." Es decir, que estos caballeros gozaron del wergeld o la composición que la ley marcaba para los infanzones de sangre; la muerte de uno de ellos sólo podía componerse con la cantidad, entonces enorme, de 500 sueldos, que era la que se exigía en casos' semejantes para los individuos descendientes de los antiguos "milites". Pero el estatuto señalaba además otro privilegio, que tenía una gran trascendencia. " E l caballero de Castro, añadía, que no tuviere prestimonio, no vaya al fonsado si el merino no le da su respectiva soldada." Y antes había señalado esta norma: "Tengan señores que les den beneficio." Cada infanzón debía tener su señor, su patrono, con el cual había de vivir en relación de vasallaje, recibiendo de él tierras, regalos, atónitos o beneficios territoriales, a cambio de los servicios que un vasallo tenía con respecto al señor, deberes de formar en torno suyo, de vivir bajo su patrocinio, de acompañarle en la junta o medianetum, de cabalgar con él en la guerra, de actuar a su lado como conjurador. Esta era la situación ordinaria de los infanzones, tanto de los infanzones de sangre como de estos otros que procedían de la escala inferior de los simples ingenuos, de los villanos, de los labradores. Pero el estatuto de Castrogeriz prevé el caso de aquellos que no han recibido prestimonio ninguno ni viven por tanto bajo el patrocinio de un señor. Estos no estaban obligados a ningún acto especial de vasallaje, y por eso al ir a la guerra tenían derecho a exigir al merino del conde la soldada o el sustento. Esto parece conformarse con lo que nos dice el Fuero Viejo de Castilla al hablar de las dos clases de vasallos: los que se criaban en la casa del señor y los que eran recompensados con soldadas.

Es este uno de los aspectos más importantes de los Fueros de Castrogeriz, el que nos descubre acaso con más claridad el ímpetu revolucionario que animaba, no al otorgante, que no hacía más

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que seguir una norma iniciada anteriormente, sino a aquella Castilla en que se hacía posible la aparición de una nueva aristocracia.

La figura de Álmanzor. Desgraciadamente, en Córdoba se había revelado ya aquel genio de la política y de la guerra, que durante veinticinco años iba a pasear el incendio y la muerte por todos los Estados cristianos de la Península. Simple redactor de instancias en los primeros años de Alhakem, Abu Amir Mohamed había sabido escalar, con ayuda de su inteligencia, de la firmeza de su carácter, de la violencia, de la audacia, de la habilidad y de la astucia, los más altos puestos de la política cordobesa, valiéndose del apoyo de la sultana Aurora, con cuya colaboración logró derribar al primer ministro Al-Mushafi para colocarse en su puesto. Y a era el hagib, pero esto le parecía poco todavía: su ambición tenía como objeto anular al mismo califa y apoderarse del mando efectivo. Todo lo conseguiría con extraordinaria rapidez; aunque hombre de toga, como todos sus mayores, había empezado a distinguirse como general en aquellas tres expediciones victoriosas del año 977, que habían despertado el entusiasmo de los buenos musulmanes. E l golpe audaz del conde García en la frontera del Duero debió ponerle frenético de ira, si es que no le apoyó él arteramente para minar la autoridad del gobernador de Medinaceli. E n todo caso, quiso disimular por entonces, porque tenía pendiente un problema que le importaba mucho más. Después de anular y encarcelar a Al-Mushafi, debía deshacerse de otro hombre, cuyo prestigio le molestaba, de Galib, el mejor general de aquel tiempo tantas veces vencedor en los campos africanos y en las fronteras cristianas. Empezó por transformar y renovar el ejército de que Galib se había servido en sus campañas, cambiando los cuadros de oficiales e introduciendo grandes contingentes de voluntarios cristianos y mogrebinos. Una vez que tuvo a su disposición un orga-

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nismo propio, empezó a minar el terreno al viejo general, a quien había engañado en un principio casándose con una de sus hijas. Poco después de la campaña de Atienza, y acaso a causa de ella, los dos jefes tuvieron un gran altercado en uno de los castillos de la frontera, llegando al rompimiento definitivo. Siguiéronse encarnizados combates entre las tropas de ambos. E l conde castellano parece haber estado a la espectativa en la contienda, pero el rey Ramiro de León tuvo el poco acierto de ponerse al lado de Galib. L a batalla definitiva se dio en 981. Galib estaba a punto de vencer, cuando en el fragor de la lucha se pegó contra el arzón de la silla un golpe, que le hizo caer del caballo. Creyéndole herido, sus soldados huyeron, y el hagib se encontró dueño del campo, cuando menos lo esperaba, y en él el cadáver de su rival, que con una crueldad inaudita remitió a su mujer, Asma, la hija del general vencido.

Derrota de Rueda. Esto fué en el 4 de moharren, 371 de la era musulmana. E l mismo año el hagib invadía el reino de Ramiro para castigarle por la ayuda que había prestado a su rival. E n julio su vanguardia, mandada por un príncipe de sangre, llamado Abdalá, a quien el populacho de Córdoba daba el nombre de Piedraseca, alusivo a su avaricia, tomó, saqueó e incendió Zamora, aunque sin conseguir que se le rindiese la ciudadela. Mil granjas fueron incendiadas, cuatro mil cristianos degollados y otros cuatro mil llevados cautivos. Para contener la invasión, Ramiro llamó en su ayuda al conde de Castilla y al rey de Navarra. Los tres príncipes unidos salieron contra Ibn Abu Amir, y le presentaron batalla en el campo de Rueda, al sudoeste de Simancas, pero fueron completamente derrotados, y la misma fortaleza de Simancas cayó en poder del vencedor, muriendo en la defensa el cuñado del rey y mayordomo del palacio, Nepociano Díaz. Aunque el otoño avanzaba, los musulmanes marcharon sobre León, pero ya cerca de los muros

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fueron rechazados por los leoneses. Fué entonces cuando Almanzor, que estaba sentado en un alto trono para observar la batalla y transmitir sus órdenes, viendo la desbandada de los suyos, despojóse de su caseto de oro y se sentó en el suelo. Era una manera de decir a sus soldados que no sabían combatir. E l gesto produjo un efecto tan inesperado, que los fugitivos, deseosos de reparar el primer fracaso, se lanzaron, profiriendo gritos salvajes, contra los

v - í -V Las almas de los muertos por Cristo. (De un códice del siglo X.)

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leoneses, y hubieran entrado en la ciudad a no ser por una tempestad furiosa de agua y de nieve que se desencadenó repentinamente. Una vez en Córdoba, Ibn Abu Amir se hizo dar un apelativo, que hasta entonces sólo habían llevado los califas,' el de Al-Mansur Billah, victorioso con la ayuda de Alá, que nuestros historiadores recogieron con la forma de Almanzor (13).

Qarci Fernández y los monasterios. Escarmentado por el fracaso de la jornada de Rueda, García se vuelve a su condado dispuesto a permanecer a la defensiva, y a organizar sus fuerzas en vista de nuevos ataques. Después de la fundación del infantado de Covarrubias, sigue favoreciendo a los monasterios para atraerse las bendiciones de Dios. E n 979 ofrece a San Miguel de Pedroso "por el remedio de su< alma y el perdón

(13) Dozy: Hist. des musulm. d'Esp., ed. de Levi Provencal, t. n , páginas 210-222. Es ahora cuando Simancas cae en poder de los musulmanes, y no en la fecha indicada por el arzobispo don Rodrigo, de quien son estas palabras: "Los árabes, seguros por la paz del rey Ramiro, dirigieron un ejército contra los castellanos. No pudiendo contenerlos Fernán González, ocuparon Simancas, Dueñas, Sepúlveda, Varinatium (Berlanga) y muchas otras ciudades, devastando la tierra por la matanza y el incendio, ayudando a todas esta cosas inhumanamente cierto noble, Vegila, que habiéndose rebelado, había sido arrojado de la parte de Álava. Insolentes los árabes con tan grandes éxitos, infringieron el pacto que tenían con Ramiro, y llegando a Zamora, la entraron y demolieron hasta el cimiento" (De rebus Hispaniae, cap. XII, página 105). Hay que renunciar a utilizar este texto, aplicándolo a los días de Fernán González, puesto que sabemos que todas esas plazas: Simancas, Dueñas, Sepúlveda, Berlanga, permanecieron en poder de los cristianos hasta que Almanzor comienza sus correrías militares con la batalla de Rueda. Tal vez habría que cambiar la fecha en que coloca Dozy estos sucesos. Simancas, según los Complutenses (E. S. XXIII 311), fué tomada en 983, y según el Chronicón de Cárdena, el afio siguiente: "Era M X X I I tomaron Sietmancas e fué cuando la de Roda" (Ibid., pág. 371). Concuerda la noticia de Codera, que pone el 3 del Moharren de 371 la muerte de Galib, es decir, el verano de 981.

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de sus pecados" la villa de Ezquerra y el monasterio de San Martín (14). E n este documento no figura junto al suyo el nombre de su mujer, Ava, pero aparece en otro del 11 de julio del año siguiente con estas palabras: "Yo, Garci Fernández, y mi mujer, Ava, a tí nuestro padre Sebastián Abad y a todo el colegio de los monjes de San Pedro de Cárdena. Por la misericordia de Dios y por la prosperidad y la gloria de este nuestro condado, por el remedio de nuestros crímenes y por las almas de nuestros padres, ofrecemos a Dios y a vuestro santo altar nuestro monasterio propio situado en el territorio de Castrojeriz, llamado de San M i guel". Es San Miguel de Valbuena, "junto al río Pisuerga y el camino que se dirige a Falencia" (15). E l 24 de febrero de 982 una nueva donación del conde y la condesa a San Pedro de Cárdena reiterando su deseo de ser enterrados en el monasterio. "En primer lugar, dicen, damos nuestros propios cuerpos, y además, en nuestra ciudad propia llamada Burgos, dos tiendas en medio de la ciudad, una a la derecha y otra a la izquierda del camino que va de Oriente a Occidente y del Mediodía al Septentrión." Firman con el conde sus principales caballeros: Ñuño Téllez, Alvaro Lúpiz, Ñuño Gutérriz , Rodrigo Alvariz, García, Feles Didaz, Fredenando Didaz, Sarracino Munioz, Assur Fernándiz. " Y otros muchos que suscribieron", dice el diploma (16).

(14) Cart. de S. Millán, pág. 71. "Ego vero Garsea divino favore comes, qui hoc testamentum esse precepi manu mea signum feci". Confirman el acta un obispo riojano, Oriolus, Vicencio de Oca, los abades Maurelo, Poncio y Bivas y los magnates Gonzalo Fernández, Gonzalo Arderiz, Orovio Zahagelli, Hani Godesteos, Didaco Fredenandiz, Alvaro Sarraciniz, Didaco Scemenoz y Gottier Gomiz, "Tellus presbiter scripsit". (15) Yepes: Coronica, t. I, escrit. I X , fol. 22. (16) Bec. de Card., págs. 72-73. Hasta el año 982 son años en que la documentación abunda, donaciones, cambios y fundaciones: el año 979 nos ofrece siete cartas, seis el 980, once el 981, cinco todavía el 982. E n cambio, el año siguiente, el de Roda, sólo encontramos una, que procede de Santillana, de la montaña lejana, en que tenían ecos menores los acontecimientos que se desarrollaban en la región del Duero (Josué, E . : Libro de Regla de Santillana, pág. 43).

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Ramiro y Vermudo. Todo indica que por este tiempo Garci Fernández gozaba todavía de una autoridad indiscutible, y que tanto el pueblo como la nobleza estaba en torno suyo. No sucedía lo mismo en León. Después de la pérdida de Simancas y el asedio de León, el prestigio de Ramiro III había empezado a declinar. Los grandes del reino no estaban muy inclinados a favorecer a un príncipe perseguido al parecer por la desgracia, sobre todo cuando existía otro descendiente de Ramiro II, joven también, que podría colocarse en su lugar. Además, la pintura que nos hace Sampiro de su carácter no era precisamente muy a propósito para atraerle las voluntades. "Era, dice, hombre de muy poca discreción, hipócrita y orgulloso" (17). Con su natural inclinación al despotismo, empezó a tratar ásperamente "con hechos y con palabras a los condes de Galicia, de León y de Castilla, los cuales, irritados de aquel proceder, colocaron sobre el trono a Vermudo, hijo de Ordoño III" y primo, por tanto, de Ramiro. Auxiliado especialmente por los condes gallegos, el nuevo rey fué aclamado en la basílica de Compostela el 15 "cíe octubre de 982. L a iniciativa debió partir de los magnates y obispos portugueses, entre los cuales se había refugiado el hijo de Ordoño III. Gonzalo Núñez, el asesino de Sancho, y Gonzalo Menéndez, el hijo de la fundadora de Vimarahes, le reciben bajo su protección. E l 22 de diciembre de 981, el segundo de los magnates mencionados, llamándose a sí mismo "exiguo siervo de Dios" hace una donación al monasterio familiar, y a su lado está el rival de Ramiro, que confirma en esta forma: "Vermudo

(17) Sampiro, en el SUense, ed. Santos Coco, pág. 57. No debemos olvidar que Sampiro era un leal servidor de Vermudo II y de su casa. Parece como si a Ramiro le hubiera faltado el no haber sabido dar un impulso personal a su gobierno. Aun después de la desaparición de su tía Elvira, cuando se acercaba a los veinte años, sigue bajo la tutela de su madre, cosa que debió parecer poco digna a los nobles y que contrasta con la conducta que seguirá unos años más tarde Alfonso V .

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rey, hijo de don Ordoño". Le acompañan los obispos de Coimbra, de Viseo y de Lamego con varios magnates, entre ellos Gonzalo Núñez, que debió*morir muy poco después. Días muy turbios debieron ser aquéllos, en que a la amenaza exterior se juntan en el interior las intrigas, las ambiciones y las luchas campales y palaciegas. Desgraciadamente, nos es difícil estudiarlos, pues debido en gran parte a esa confusión, los fondos leoneses nos presentan por

vune^fLfte^w^^^ftcjoy *- & A J_L ()&< mjAm* HBferrojJuffi«*c Signos del rey Vermudo y su mujer Elvira. {Libro de los Testamentos, col. 88.)

esta época una documentación sumamente escasa, y, por otra parte, las noticias que nos da Sampiro son muy incompletas y no exentas de parcialidad (18). Sea como quiera, Ramiro no quiso dejarse despojar sin protesta. Reuniendo las fuerzas que le quedaban, marchó al encuentro de su primo. Hubo una batalla en el lugar de

(18) Entre 980 y 984 no encuentro ningún diploma real, a no ser el de 18 de enero de 982, por el cual Ramiro III da a su tía Elvira unas posesiones "in campos gothorum"; pero ya hemos dicho que se trata probablemente de una carta anterior al 975. Los mismos documentos pariculares son escasísimos, tanto en los archivos de Sahagún como en los de León.

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Portilla de Arenas, pero habiendo quedado la suerte indecisa, Ramiro se volvió a León y su competidor organizó su corte en Galicia (19). Así siguieron las cosas hasta que la diplomacia de Vermudo logró atraer a su partido al conde Castilla y a otros magnates influyentes. Para ello debió servirle no poco el matrimonio con una dama llamada Velasquita, nieta de Ramiro II, como él, e hija, probablemente, de Aldonza y Gonzalo Vermúdez, que por estos años ocupa una gran posición en la corte leonesa. E l matrimonio era ya un hecho el año 985, pero debió ser concertado y acaso celebrado en la primavera de 984. E l 24 de abril de este año Vermudo hacía una donación de villas a la iglesia de León y a su obispo Sabarico. Con él están además los obispos de Oviedo, de Astorga, de Lugo y de Santiago. Firma como primer magnate del palacio ese personaje, suegro del rey, que anteriormente había estado al lado de Ramiro, y que no tardará en traicionar a su nuevo señor, Gonzalo Vermúdez. Tras él encontramos el nombre de García Fredenándiz, que parece haber permanecido neutral hasta entonces y que abandonaba definitivamente la causa de Ramiro IH (20). Ramiro, no obstante, ocupa todavía la capital. Los notarios

(19) Dozy: Recherches, tercera ed., t. I, pág. 99. Tiene razón Dozy al corregir algunos datos de Sampiro y los Complutenses, pero su cronología debe ser también corregida. (20) Confirman también los magnates Herramel Alvarez, Froila Vimarediz, que había sido nombrado armiger; Pelagio Rodríguez, hijo del conocido conde gallego Rodrigo Velázquez; Gonzalo Menendez, que pronto se cansará del nuevo rey, y otros personajes menos concidos. Echamos de menos la presencia de Osorio Gutiérrez, el representante de la familia que fundó Lorenzana; de Fernando Laínez, de Nepociano Díaz, de Vigila Garceani, de Oveco Froilaz, así como de los Beni Ansúrez y los Beni Gómez, que seguramente seguían al lado de Ramiro III. Tal vez es en este momento cuando Vela García y Oveco Froilaz, hijo, al parecer, de Froila Vigilan!, que tanta influencia había tenido en la corte de Ramiro n i , se pasan a los árabes por no servir al nuevo rey, y al conde de Castilla, que era en realidad quien le había hecho. (Véase este documento en E . S. X X X I V , apénd. XXII.) E l parentesco de Vermudo con Gonzalo Vermúdez, explica las relaciones de estos personajes; y se desprende de un documento del mes de mayo de 997, por el cual el rey entrega la villa de Sala a doña Aldonza, "prolis Ranimiri principis". Se habla allí del nieto de Aldonza, Vermudo, y el mismo Gonzalo

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castellanos siguen fechando las cartas con el nombre de Ramiro durante todo el año 984. Le encontramos en dos cartas de Cárdena, que llevan la fecha del 1 de noviembre y del 16 de diciembre (21). Las de León nos aclaran todavía más el problema. Por de pronto, su nombre aparece inalterablemente en las de 984 y primera mitad

Vermúdez confirma el documento. Por otra parte, contra los que hacen a Velasquita hija del conde de Castilla, tenemos la inscripción famosa de San Salvador de Deva, publicada por Risco en Hist. de León, t. I, p. 223. Es verdad que en esta inscripción se llama a Velasquita "prolis Ranimiri", pero no puedo creer que Vermudo se casase con una tía suya, que podría tener por esta época cerca de cincuenta años, y por eso prefiero interpretar esa palabra en un sentido más amplio. (21) Cartas castellanas de 983 a 985: 1 de mayo de 983: "Era M X X I , imperante comité nostro García Fernandiz in Castella". Sin nombre de rey (E. Josué: Libro de Regla de Santillana, pág. 43). 6 de febrero de 984: "Regnante serenissimo domino et principe Ranimiro in Legione, et in Castella comité Garsea Fernandiz" (Bec. de Card., páginas 100-101). 7 de febrero de 984: "Regnante rex Ranimiro in Legione et comité Garsea Fernandiz in Castella" (Ibid., págs. 33-34). 2 de abril de 984: "Rex Ranemiro in Obeto et comité García Fredinandiz in Castella" (Ibid., pág. 219). 13 de junio de 984: "... et comité Garsea Fredinandiz in Castella" (Ibidem, pág. 136). Diríase que el notario ha dudado al poner el nombre del rey, prefiriendo no poner ninguno. 1 de noviembre de 984: "Rex Ranemiro in Legione et comité García Fredinandiz i n Castella" (Ibid., pág. 318). 16 de diciembre de 984: "Rex Ranimiro in Legione et comité Garsea in Castella" (Ibid., págs. 318-319). 1 de diciembre de 984 (?): "Regnante rege Ranemiro in Legione et comité Garsea in Castella" (Berganza: Antigüedades..., I, págs. 278-279). 984-985: "Regnante rex Vermudo in Legione et comité Garsea Fredenanel nombre de Vermudo aparece sin interrupción.

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de 985. E n el archivo de la Catedral de León hay ventas y donaciones del 17 de abril, del 1 de mayo y del 6 de mayo de 985, y todas ellas mencionan al rey Ramiro, la última con esta cláusula: "Reinando nuestro príncipe Ramiro, rey en León y en su provincia" (22). Fué después de esta fecha cuando Vermudo, que dominaba ya en las orillas del Cea desde el otoño de 984, ayudado sin duda por su suegro y por el conde de Castilla, logró apoderarse de

(22) He aquí los datos que nos ofrecen las cartas leonesas: 984: " X V kalendas novembriis (contrato de venta), regnante Ranemiro rex in Legione" (Aren. Cat. de León, cat. núm. 146). 984: " X V kalendas magias (contrato de venta entre Alvelon y Leda), regnante Ranemiro rex in Legione" (Aren. Cat. de León, cat. núm. 146, segundo). 984: "XII kalendas Julias, era M X X , II (?), regni Reademiro rex in Leone" (Aren. Cat. de León, cat. núm. 142). 985: " X V kalendas abrilis, regnante rez Uermudo in Legione" (Ibid., número 43). E l nombre de Vermudo está escrito sobre el de Ramiro. 985: "Ipsis kalendis magias, in era XXIII post M , regnante principe nostro Ranemiro rex in Legione" (Ibid., núm. 144.) 985: "Pridie id. kalend. (sic) maias in era MXXIII, regnante principe nostro Ranemiro rex in Legione et in sua provincia" (Ibid., núm. 144, segundo). Las escrituras de Sahagún nos ofrecen indicios de vacilación en 982, cuando la suerte estaba pendiente de la batalla que se dio en Portilla de Arenas; pero se diría que después del encuentro la causa de Ramiro se afianzó. E l nombre de Vermudo aparece en dos documentos de 982, el uno de los cuales fué expedido el 30 de agosto (Vignau, Doc. de Sahagún, núms. 725 y 727), pero luego encontramos los siguientes con el nombre de Ramiro: 983, 8 de agosto: "Regnante Ranemiro in Legione" (Ibid., núm. 729). 983, 8 de noviembre: "Regnante serenissimo rex domini Ranimirus in solio paterno abum suorum" (Ibid., núm. 730.) 984, 6 de febrero: "Regnante Ranimirus in Legione" (Ibid., núm. 731). 984, 30 de abril: "Regnante rex Ranimirus in Legione" (Ibid., núm. 732). 984, 8 de mayo: "Regnante domino Ranemiro in Legione" (Ibid., núm. 733.) 984, 15 de mayo: García Gómez, conde de Saldaña, da una heredad, "in villa quam dicunt Calzatella, in territorio de Carrione, in valle de Quoza...: et ad confirmandam cartam dedisti nobis uno caballo castaneo valente CCC solidos et una sella argéntea in CCC solidos, et uno freno in C solidos, regnante Veremundo rege in Legione" (Ibid., núm. 734). 984, 2 de septiembre: Es una donación a Sahagún de Tota Domna, viuda de Fernando Ansúrez. Se omite el nombre del rey, tal vez por delicadeza del a

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la capital. E l 15 de noviembre del mismo año, en una nueva donación al obispo Sabarico, puede proclamarse ya in regno fultus, asegurado en el reino (23), y un mes antes, el 22 de octubre, en unión con su esposa, Velasquita, hacía una donación a un monasterio •

de la llanura leonesa, San Miguel de Pardomino (24). Parece ser que Ramiro, así lo afirma Aben Jaldún, no resignándose a perderlo todo, pidió la protección de Almanzor y le prometió pagar tributo, pero la muerte vino a acabar con aquel pleito, sacándole prematuramente de este mundo. Esto debió ser en el verano, tal vez el 26 de junio, como dicen los Anales Complutenses, pero no de 984, según cree Dozy, sino de 985 (25). Si vamos a creer una noticia de Aben Jaldún, su madre, Teresa Ansúrez, intentó sostenerse en el trono, alegando acaso los derechos de algún hijo pequeño del difunto, con apoyo indudablemente de sus familiares los condes de Monzón y también de los de Saldaña, a cuya familia debía pertenecer doña Sancha, la viuda de Ramiro* III. Teresa pidió también el auxilio de Almanzor; pero al mismo tiempo que los suyos notario, pues por esta época en Sahagún se reconocía ya al rival de Ramiro, sobrino de la donante (Ibid., núm. 737). 984, 10 de diciembre: Contrato de venta, "Veremudo rege in solio paterno" (Ibid., nllm. 840). 985, 8 de julio: "Veremudos rex in solio paterno avium suorum" (Ibid., número 741). (23) E . S., t. X X X I V , Ap. XXIII, p. 477. En esta carta se habla ya de la discessio, muerte o retirada, del príncipe Ramiro el Joven, hijo del rey Sancho. Este -es uno de los primeros actos de Vermudo después de su entrada en León, un acto por el cual falla contra las pretensiones de los condes de Saldaña, en pleitos frecuentes con los obispos de León, y, no obstante, allí está García Gómez confirmando, de muy mala gana por supuesto, juntamente con Fernando Laínez, Enneco Aznáriz, Gonzalo Menéndez, Munio García, Ablavel Gudesteos, Guttier Garbissi, Guttier Menéndez, Osorio González, Osorio o Suarius Eroni, Osorio Gutiérrez, Ximeno Ximénez y Diego Romaniz. (24) Arch. de la Cat. de León, núm. 893. "Nos famuli tui Virimudus princeps nutu divino in regno fultus et Velasquita regina..." Y a el 29 de septiembre de 985 Vermudo había hecho a Celanova una donación, que fué confirmada por Velasquida regina. (25) Gómez Moreno: Discurso recep..., pág. 25; E. S., t. XXIII, página 311; Dozy: Recherches, tercera ed., t. I, pág. 99.

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se presentaron los enviados de Vermudo ofreciendo mejores condiciones y el hagib creyó más cómodo sostener al vencedor. Un ejército moro penetró en León, sometió a los condes rebeldes, castigó al de Saldaña y se quedó en el país para garantizar el orden. E l reino leonés quedó de esta manera mediatizado y sometido a

Signos de la reina Velasquita, el obispo Gudesteo y la condesa Mummadona. (Libro de los Tesamentos, fol. 88.)

tributo. Esto fué en los últimos meses de 985. Por el mes de septiembre vemos que el poder de Vermudo estaba enteramente consolidado, y tal vez fué el día 29 cuando celebró su entronización definitiva en la capital. E n ese día, recordando acaso que el principio de su encumbramiento había sido en Santiago de Compostela, concede al Apóstol 30 hombres, cinco vinateros y 25 júniores

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para que trabajen en una villa de la iglesia apostólica (26). Y con la misma fecha hace otra donación a Celanova. E n el diploma leemos estas frases que parecen inspiradas por la muerte de su primo: "Oh Dios, que dispones que cada día nazca a la luz el género humano y vuelva al polvo, que como padre piadoso escuchas a todos los que te ruegan, oye las preces de tu indigno siervo Vermudo, galardonado por tu gracia con la sede real para que con la ayuda de los santos merezca ser salvo en el día malo". Suscriben la reina Velasquita y los obispos de León, de Astorga, de Lugo, de Dumio y de Santiago (27). Entre los nobles se echan de menos los nombres de los condes de Monzón y Saldaña; pero está, como era de esperar, Gonzalo Menéndez, que orgulloso de ver aceptada por todos su candidatura, sale de su aislamiento y ocupa un puesto importante en la corte. Del 22 de octubre es la donación ya mencionada a Pardomino, en la cual encontramos entre otras las firmas de Velasquita, el obispo de Salamanca, el obispo de León, el armiger Menendo Tetoniz y los monjes de palacio. Todo parece indicar que hubo un marcado matiz eclesiástico en aquella revolución que arrojó del trono al joven príncipe que mereció las acres censuras de los cronistas clericales y en especial de Sampiro, hechura de su afortunado rival, y que al prescindir de la tutela de la monja Elvira se había malquistado con los elementos del clero. E l 8 de noviembre del mismo año hacía Vermudo una donación a la iglesia leonesa, deseando, sin duda, ganarse con ella al clero de la capital. También en ella encontramos a los monjes del palacio, pero es interesante observar a su lado la suscripción del hijo del conde de Saldaña, García Gómez, indicio del paso de Almanzor y de la sumisión de esta poderosa familia (28). Siete días más tarde aparece también el padre en la corte, residenciado por el obispo de León, Sabarico. "Ante el dominísimo Vermu-

(26) López Ferreiro: Historio de Santiago, t. II, apénd. 76. (27) A . H . N . , Tumbo de Celanova; Barrau-Dihig-o: Chart. roy. León, 1. c , pag\ 432. (28) E S., t. X X X I V , apénd. XXIV, pág. 477.

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do, hijo del serenísimo príncipe don Ordoño, de diva memoria, sentado en la cátedra de su trono y rodeado de toda la toga de sir palacio, es decir, de los hijos de los bien nacidos en unión con muchos pontífices", presenta el obispo sus quejas contra Gómez Díaz y otros expoliadores diciendo: "¡Oh tú, señor y rey mío!, óigame vuestra clemencia y ayúdeme vuestra piedad y misericordia en el asunto de las villas que concedieron a mi iglesia vuestros padres y abuelos los reyes de los godos." Recuerda luego la muerte de Ramiro el joven, hijo de Sancho, y cómo con ocasión de ella, algunos condes, entre ellos el de Saldaña, se apoderaron violentamente de las propiedades episcopales. E l rey falló en favor de la iglesia, y los de Saldaña tuvieron, naturalmente, que devolver su presa, confirmando la devolución con su nombre el hijo mismo de Gómez Díaz, que empieza a adquirir desde ahora una personalidad fuerte, aunque no siempre muy brillante en las vicisitudes del reino de León (29). '

El tesón del conde García. E l conde de Castilla, entre tanto, se mantenía a la defensiva, repeliendo bravamente de su frontera meridional los ataques enemigos. Su táctica era vivir en paz con todos los príncipes cristianos. Conservaba las mejores relaciones con su hermana la condesa de Saldaña; había aceptado sin repugnancia al nuevo rey de León; y sus influencias políticas se extendían hasta el condado pirenaico de Ribagorza, donde gobernaba el hermano de su mujer, Isarno, y donde al morir éste por los años de 988 colocaron los castellanos a un hijo bastardo del difunto, llamado Guillen, que se educaba en la corte de Castilla (30). Con su cuñado el

(29) E . a , t. X X X I V , L c. (30) Sacamos estas noticias del Fragmentum historicum, en el cual leemoa estas frases: "Tota, sóror Unifredi, per mortem Isarni fratris sui, habuit maritum Suniarium nepotem suum. Post mortem Suniarii et fratrum suorum, quia vidua et sine filiis remansit, missit ad Castellam per nepotem

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navarro conservaba la amistad de los primeros días a pesar de que ya por esta época empieza a hacerse más sensible la presión de los plamploneses en la frontera alavesa. Vemos, por ejemplo, que el monasterio de San Vicente de Acosta, situado al norte de Vitoria, en las estribaciones meridionales del Gorbea, tierra perteneciente a los condes de Castilla un siglo antes, se inclina ahora hacia la influencia navarra. En 984 se presentó en Acosta para reclamar el tributo eclesiástico de las tercias el obispo de Valpuesta Munio, con gran sorpresa del abad Alvaro, que adujo antiguos privilegios para probar que estaba libre de este pago. Y aunque don Munio era subdito del conde de Castilla, fué el rey de Navarra quien resolvió el conflicto. "Entonces, dice la escritura, yo, Alvaro, abad de Acosta, y el obispo don Munio, comparecimos ante el rey don Sancho y la reina doña Urraca en la junta de Malilona, y se levantaron los señores de la tierra y del pueblo, y testificaron que la ley no los obligaba sino con respecto a los santos de sus iglesias y por orden del rey Sancho, yo Alvaro juré con mis hermanos en San Torcuato y en San Martín de Foronda y se confirmó el derecho de nuestro monasterio sin que hubiese transacción ninguna" (31).

euum nomine Guillelmum Isarni, quem genuerat Isarnus prefatus, ex concubina que erat in curia regis Sancii avunculi sui. Illo vero veniente, cum magno exercito dato sibi a rege prefato, mauri qui occupaverant comitatunn Pampilone totum, fugerunt victi ab eo" (M. Serrano y Sanz: Noticias y documentos históricos de Ribagorza, 1912, pág. 391-395T- Con evidentes errores, hay que reconocer en el Fragmentum un fondo histórico innegable. Habiendo empezado a gobernar antes de 990, no puede ser el rey (conde) Sancho quien le ayudó a recuperar el condado, sino Garcí Fernández. (31) Cart. de 8. Millán, pág. 18. Hay cartas del rey Sancho Garcés Abarca en que podríamos adivinar una gran penetración navarra por tierras castellanas, pero se nos presentan con tales indicios de falsedad e interpolación, que debemos renunciar a utilizarlas. Así, por ejemplo, el diploma número X V I I de la colección de San Juan de la Peña, de Mallagón, por el cual Sancho y su mujer Urraca dan a San Juan de la Peña la villa de Alastuey, "regnante me rege Sancio in Navarra et in Aragón et in Nagera et usque ad Mont d'Ocha". Confirman Basilio, obispo de Pamplona, Oriolo de Aragón, Sancio, conde en Atares, Fortun Sana, Eneco Gonzalvez, Lope Xe-

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E l conde castellano se daba cuenta de que el momento exigía la concentración de todas las fuerzas en la frontera del Duero para conjurar la amenaza siempre renaciente de los ejércitos musulmanes. Almanzor atacaba sin cesar a Castilla. De muchas de sus campañas no nos dijeron nada los historiadores musulmanes, sin duda porque no consiguieron éxitos muy brillantes. Con admirable tenacidad García cerraba el paso año tras año al terrible invasor hasta el corazón de su tierra. Desde 985 los moros mediatizaban el reino de León; en este año incendiaban y destruían Barcelona, y por el mismo tiempo quebrantaban también la resistencia de los navarros. Sólo el conde de las manos finas seguía resistiendo con tesón heroico. Comprende que le es imposible conservar las plazas alejadas, y así se decide en 984 a retirarse de Sepúlveda, y poco antes había abandonado su preciosa conquista de Atienza, dispuesto a defender a todo trance la línea fuerte del Duero (32). Consigue su propósito durante algún tiempo, y evita

menoniz. MagalTón no tiene nada que oponer a la auteticidad de esta carta; yo recordaré tucamente que en 987 no era Sancho conde en Atares. L o había sido en 981, pero hay una carta de"986 que le da por muerto: "Domnus Sanchos qui fuit major in Atares". Además, el magnate que aquí se llama Enneco Gonzalvez, en otros documentos es Lope Gonzalvez. Y prescindamos de la expresión "regnante in Navarra", que en una carta del siglo x debiera ser "regnante in Pampilona". No tiene, por tanto, ningún valor la fórmula "usque ad Mont d'Ocha", por tratarse de un documento auténtico acaso, pero muy retocado. Otro tanto hay que decir del que otorgó Sancho Abarca en favor del mencionado Sancho, conde de Atares, en 983 (n.° XVTII de la Colee, de Magallón, pág. 69), y cuya calendación es de este tenor: "Regnante domno Sancio rex in Pampilona sive in Aragone unatim cum Álava". Y entre los confirmantes vemos a García Fernández. Con razón duda de él el mismo Magallón. Es falso o muy retocado. Como se puede suponer, ambos documentos se conservan en copias muy posteriores, del siglo x n o Xlll. (32) Los anales y crónicas de aquel tiempo hablan de la pérdida de estas plazas, pero no están de acuerdo al señalar los años. Los Castellanos Segundos dicen: "In era M X X I I prendiderunt Set publica" (Gómez Moreno: Discurso de recep. pág. 25). Y con respecto a Atienza, añaden: "Era MXVIII prendiderunt mauri Atenza". Esta fecha de 980 para la conquista de Atienza no es del todo segura. E r a un momento en que la ofensiva musulmana no se había manifestado aún por este sector. Considero la pérdida de Atienza y de Sepúlveda como una consecuencia de la batalla de Rueda. Los Toledanoá }

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que el invencible hagib realice en Castilla aquellas campañas relámpago que aniquilaban ejércitos, destruían capitales y sojuzgaban Estados. Hasta el año 990 Castilla apenas ha sufrido del azote espantoso, y su conde conserva el prestigio en el interior y la libertad con respecto al exterior. Las cartas de esta época recuerdan su nombre con admiración y cariño. No es la simple fórmula: "Gobernando el conde Garci Fernández en Castilla." A veces se suprime la mención del rey leonés, como en una de Santillana de 987, que dice: "Imperando nuestro conde Garci Fernández" (33). E n otras ocasiones vemos la tendencia a considerar el condado como un verdadero reino; así en varias cartas de Arlanza, donde leemos: "Reinando el príncipe Vermudo y el conde García cada uno en su reino" (34). Una de Cárdena dice escuetamente: "Reinando el conde Garci Fernández en Castilla"; y otra del mismo monasterio, que lleva la fecha del 1 de diciembre de 988 trae una frase admirativa inspirada en aquella constancia ejemplar con que el conde resistía al empuje musulmán.

Un habitante de Burgos deja una viña a dos nietos suyos, y para dar más fuerza a su legado, dice estas palabras solemnes: "Yo, Esteban, confirmo este acto jurando por el Señor y por el condado del glorioso señor mío el conde Garci Fernández, defensor de Castilla" (35). Tal es el concepto que por esta época merecía a sus vasallos el animoso conde. Era el defensor castéllensis, el hombre que, cuando todos claudicaban, se negaba a admitir condiciones humillantes, dispuesto antes a morir que a pactar. Ocuseñálan el año 984 para l a toma de Simancas: "Prisieron moros a Sietmancas, era M X X I I " (E. S., t. XXIII, pág. 383). Coincide el Chronicón de Cárdena: "Era de M X X I I tomaron a Sietmancas, e fué quando la de Roda" (Ibid., página 372). (33) Donación de doña Fronilde a Santillana, "feria VI, kalendas maias, era M X X V , imperante comité nostro Garsea Fredenandez in Castella" (E. Josué: LAbro de Regla de Santillana, pág. 48). (34) Carta del 23 de marzo de 990: " X kalendas aprilis, adveniente die dominico, era MXXVIII, rex Vermundus et comité. Garcianum i n regnls suis" (Oart. de 3. P. de Arlanza, pág. 58). (35) "Per Domini et comitatum gloriosi domini mei comité Garsea Fernandez, Castéllensis Defensor" {Bec. de Card., pág. 31.)

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pado en las tareas de la guerra y en la consolidación de las plazas fronterizas, descubrimos rara vez su presencia en las cartas de estos años. En la primavera de 987, cuando Almanzor preparaba su gran campaña contra Vermudo, que se había decidido a expulsar a los musulmanes de su reino, García recorría sus dominios costeros de Cantabria en compañía de su mujer y de algunos de sus más fieles colaboradores. E l 10 de mayo confirmaba una donación de su hermana Fronilde al monasterio de'Santillana, y después de firmar ellos, ponía su nombre, añadiendo para el adorno y servicio de la iglesia una corona de plata con piedras preciosas, dos casullas, una de ellas "grecisca", y dos "mancipiellos mauros", que habían sido bautizados con los nombres de Vicente y Arvidio. Cinco días antes el conde y la condesa habían hecho también a la iglesia de Santa Juliana, "cuyo cuerpo descansa en la villa de Planes", un espléndido obsequio de villas, heredades, huertos, viñas, casas, hórreos, cubas, lagares, libros, vasos, ornamentos de iglesia, diversas clases de rebaños, lechos, pozos de sal, ropa de cama y otros objetos, "hasta la más pequeña gallina". La carta da al donante el título de conde emperador, pero al mismo tiempo nos deja entrever los temores y angustias que entonces le preocupaban. "Todo esto, dice, lo entregamos por el remedio de nuestras almas, porque hemos oído aquello que dice el Evangelio, y que nosotros queremos poner en práctica: Venid a mí todos los que trabajáis y estáis fatigados, y encontraréis el descanso para vuestras almas. Y recordamos también aquello que se dice en otro lugar: Danos a nosotros, Señor, porque nosotros hemos dado; ten piedad de nosotros, porque nosotros hemos hecho misericordia; y como sabes hacerlo, oh Señor y Emmanuel nuestro, cumple lo que nos has prometido" (36). Entre los magnates que confirmaron este

(36) Cf. E . Josué: Libro de Regla de SanUllana, carta del 1 de mayo, donación de Fronilde al abad Indulfo, pág. 48; carta del 5 de mayo, donación de García Fernández y doña A v a al mismo, pág. 40, "regnante Domino nostro Jesu Christo et imperante comité García Fernández in Castella"; carta del 10 de mayo, donación de Fronilde, confirmada y aumentada por García, pág. 15.

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diploma se encontraba un rico propietario de la región del Pisuerga llamado Fredenando Armentariz, el Ferrant Ármenteles que un año después poblaba y daba fueros en tierra de Campos a la villa importante de Melgar, que de su nombre se llamó Melgar de Fernamental, y que debía ser el centro de una decena de pueblos, agraciados todos con amplias exenciones y privilegios en vista de los servicios que su dueño había hecho al condado. "Et bien sabedes, dice él» mismo en la carta fundacional de su pequeño señorío, que estos fueros que yo gané non los gané por toller derechos a los señores herederos." Y el conde añade en confirmación de aquel acto: "Et yo, conde Garci Fernández, señor de Castiella, do e otorgo estos fueros a estas villas de Ferrant Mentales por servicios que me fizo como buen vasallo a señor, e todos aquellos que estos fueros mantuvieren sean benditos de Dios e de Santa María et de todos los santos" (37).

(37) Muñoz y Romero: Fueros municipales, 1847, págs. 27-30.



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CAPITULO X X I LAS DEVASTACIONES DE ALMANZOR (987 - 992)

El rey de León y sus candes. Invocando el auxilio de los santos y recompensando la lealtad de los infanzones, se preparaba García en aquel año 987 para los nuevos combates, que sin duda le aguardaban en la frontera meridional. Por el momento, el azote se aleja de Castilla. Las numerosas cartas del año 988 nos dejan una sensación de orden y seguridad (i). L a tempestad se encamina hacia el Oeste. E l reino de León estaba mediatizado y despedazado. Vermudo logró desarticular toda oposición interior gracias a la ayuda de un ejército musulmán. Los Ansúrez y los Beni Gómez se sometieron, y el 1 de enero de 986 podía decir el rey en una donación a Celanova que en toda la amplitud y anchura de su reino no se encontraba una sola persona que se atreviese a resistir sus mandatos, y que una paz completa le unía con el pueblo y las gentes todas de su reino (2). Engañado por aquella seguridad aparente, creyó que (1) Del año 988 hay seis cartas, dos procedentes de Santularia y las restantes de Cárdena, y todas ellas indican normalidad. (2) A . H . N . , Tumbo de Celanova,, fol. 6; Barrau-Dihigo: Chartes roy. león., en "Rev. Hist", 1903, X , 420. "Nullo resistente nulloque per amplitudinem vel latitudinem terre regnl nostri habitans contradicentem sed cum ómnibus gentibus datam finibus nostris et omni populo terre réquiem et pacem habentem".

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podía prescindir del apoyo de aquellos auxiliares molestos, y los arrojó violentamente del reino (3). Almanzor decide vengar la injuria, y empieza ofreciendo su apoyo a los condes, que antes había combatido. Fuertes con esta promesa, cuatro de los más poderosos magnates gallegos, Suero Gundemáriz (4), Gonzalo Me-

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Signos de personajes castellanos del siglo x.

néndiz, Galindo y Osorio Díaz, levantan el grito de la rebelión. Sin dejarles tiempo para recibir los refuerzos cordobeses, Vermudo sale contra ellos, los desbarata en campo raso y aniquila la sublevación. Aludiendo a este suceso dirá cuarenta años más tarde Vermudo III: "En tiempo de mi abuelo el rey Vermudo rebeláronse contra él los condes de Galicia Suero Gundemáriz y sus (3) Dozy: Hist. des musulm. d'Espagne, 1. c, pág. 244 Recherches, tercera ed., t. I, pág. 100. (4) Estaba tal vez emparentado con Gundemarus Pinioli, un magnate que confirma una carta de Ramiro III a Signando de Compostela el 8 de enero de 978 (Tumbo de León, fol. 130), y que figura al lado de Vermudo H hasta el fin de su reinado.

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cómplices. Entonces él, reuniendo su ejército, vino a la ciudad dé Lugo, donde moró muchos días, hasta que por la misericordia del Señor, tras de muchos combates, humilló a los rebeldes y redujo a la obediencia a la provincia de Galicia. Después, en una junta donde reunió a todos los habitantes de la tierra, ordenó derribar todos los castros fabricados por la soberbia, haciendo que sus moradores bajasen a la llanura" (5). Los jefes de la rebelión buscaron un refugio al lado de Almanzor, que les prometió restablecerlos en sus señoríos. Lo sabemos con seguridad de Osorio Díaz, hijo al parecer, de Diego Muñoz, conde de Saldaña, el gran amigo de Fernán González. Osorio estaba heredado en Galicia por su casamiento con la nieta de unos condes de aquella tierra. A él alude una carta de Vermudo a Celanova, que lleva la fecha de 996, diciendo que los condes Froila Gutiérrez y su mujer, Flámula, dejaron una hija llamada Ildoncia, que fué madre de una tal Sancha. Esta se caso con Osorio Díaz, el cual, al ir a Galicia para tomar posesión de los bienes de su mujer, encontrólos muy disminuidos, y se los reclamó a los injustos poseedores. "Rebelóse luego contra mí este Osorio Díaz, continúa el rey, y se alió con los sarracenos contra nuestra gente y nuestra patria, por lo cual le arrojamos de la tierra y le despojamos de cuanto tenía, según sanción decretada por la ley católica" (6). Otro tanto debieron

(5) "Notum hic ómnibus fació, qualiter in tempore avii nostri Veremudi rex rebelaverunt ilii comités Galletiae Suarius Gundemariz, ceterosque comités..." (E. S., t. X L , ap. X X V , pág. 410). (6) Barrau-Dihigo: Chart. roy león., 1. c , pág. 441. Este Froila Gutiérrez, abuelo de la mujer de Osorio Díaz, pertenecía a la familia del fundador de Lorenzana. L a carta de Odoino (López Ferreiro: ffist. de Sant., II, apéndices, pág. 178), nos lo dice: "Sub comes Guttier Orosiz et suo filio Froila Gutierriz nondum perveniebat ad ipsas scripturas... Hacta sunt hec omnia in diebus quando ipse comes Guttier Osoriz presentavit illos infantes ante prefatus rex in civitatem rege sedis Legionem, quando eos ceciderunt et fluara terram ipsi comes et cum gens sua de manu regia ad imperandum acceperunt" Tal vez alguien pudiera pensar que el diploma alude en este párrafo a los infantes Alfonso, Ordoño y Ramiro, hijos de Fruela II, que, según la Crónica de Sampiro, intervinieron en la lucha entre Ramiro II y A l fonso IV, en favor de este último. Este parecer, sin embargo, es insosteni-

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hacer Gonzalo Menéndez, padre del futuro ayo de Alfonso V, y su hijo Rosendo, que llevaba el nombre y la sangre del santo fundador de Celanova. Gonzalo Menéndez, que había sido uno de los primeros y más entusiastas partidarios de Vermudo, se aparta ahora de su servicio, obligado por la necesidad. Fué precisamente en 987 cuando Almanzor reconquistó Coimbra; algo más tarde, el 2 de diciembre de 990 se apodera de Montemayor y de toda la región marítima hasta el Duero. Los condes portugueses se resignan a servir al conquistador con tal de conservar sus dominios, y el hijo de l a fundadora de Vimarahes fué uno de los primeros en aceptar la nueva situación. Con él se islamiza Froila González, hijo y sucesor de su amigo Gonzalo Núñez, el envenenador. "Entonces, dice una carta portuguesa de este tiempo, se levantaron los hijos de la perdición, la gente de los ismaelitas, que consiguió ocupar toda la tierra en que se alzaba el monasterio de Vacariza, desde Córdoba hasta el Duero, y andaba en su compañía Froila González, juntamente con el diácono Sandino." L a figura de Galindo es menos conocida, pero sabemos algo más del capitán de la rebelión, Suero Gundemáriz, que debía ser astur-galaico más que galaico-portu-* a

bie, por las razones siguientes: 1. Los hijos de Fruela fueron apresados en Asturias, estos infantes en Galicia, y más precisamente en tierra de Lugo, donde está Santa Comba de Bande, la iglesia de que se habla en el documento, puesta bajo la jurisdicción de Guttier Osoriz a consecuencia de aquella prisión. 2. Los infantes asturianos fueron castigados con la pérdida de los ojos; los infantes gallegos, degollados. 3. L a rebelión de los hijos de Fruela se realizó al comienzo del reinado de Ramiro n (930-931); esta de que nos habla el documento de Odoino, lo mismo que el Concilio a que se alude a continuación, hubo de desarrollarse alrededor de 950, no antes de 947. Podemos, pues, adivinar por este texto que al fin de su remado tuvo que sofocar Ramiro II en Galicia un conato de rebeldía, capitaneado por unos hombres poderosos de familia real, hijos acaso de Sancho I, que por esta época podrían tener de veinte a veinticinco años. E n esta empresa le ayudó eficazmente, cautivando a los revoltosos, un conde de la región de Mondoñedo, Guttier Osoriz "cum gens sua", es decir, con sus tres hijos, Froila, Rodrigo y Osorio, famoso este último por su santidad, que le llevó a encerrarse en el monasterio de Lorenzana por él fundado. E l nombre de Guttier Osoriz se encuentra numerosas veces en las cartas reales entre 920 y 952. a

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CAP. XXI.—LAS DEVASTACIONES DE ALMANZOR

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gués. Le vemos por vez primera en un documento gallego de 968, relativo a Sobrado; aparece luego al lado de Ramiro III en 974 en dos diplomas leoneses; sigue la corte del rey Vermudo desde 985, y desde esta fecha hasta el 988 confirma media docena de documentos reales relacionados con las iglesias de León y Galicia. No le vemos en cambio una sola vez en las cartas de Portugal. Vencido por las fuerzas del rey, Suero debió someterse, como lo indica su firma en la donación de Vermudo a Celanova el 23 de diciembre de 988, pero sus bienes fueron confiscados, y él se retiró definitivamente de la corte (7). E n 994, un año después de su muerte, aludía Vermudo a él con esta frase: "Hinchado por la soberbia, este Suarius se rebeló contra mí, y alborotó mi tierra, adueñándose de lo que era mío y ocupando mis castillos y consiguiendo que otros se hiciesen cómplices de su traición; pero la voluntad de Dios, aunque él no lo quisiese, me devolvió lo que él me había arrebatado, y como lo enseñan los cánones santos y lo dispone para tales casos la ley de los godos, cuanto él tenía pasó a mi propiedad por juicio recto y sentencia justa con libertad para hacer de ello lo que me plugiese" (8).

Los musulmanes, en León. Todos estos sucesos se desarrollaron en los comienzos del año 987. E n los últimos meses del año anterior vemos a Osorio Díaz en tierra leonesa dictando un documento en favor del monasterio de San Facundo y San Primitivo, "situado junto al río Cea, bajo el castillo que lleva ese mismo nombre". Con él están muchos de sus familiares que confirman esta donación, muy interesante para (7) Barrau-Dihigo: Not. et doc. sur Vhist. du roy. de león., "Rev. Hispanique", 1903, X , pág. 431. Entre los confirmantes encontramos, inmediatamente después de los obispos, y a la cabeza de los magnates, a Suarius Gundemariz. A continuación leemos los nombres de Guttier Osoriz y de Gundemaro Pinioliz. (8) Ibid., "Rev. Hisp.", t. X , pág. 435.

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el conocimiento de aquella familia inquieta e influyente. "Yo, vuestro pequeño siervo Osorio íben Didaco, hijo también de mi madre Tigridia, en unión con mi mujer, de santa memoria, Sancha, hija de Sancho y de Aldonza, aunque no somos dignos de la gracia de levantar los ojos al cielo, no obstante por la intercesión de los sagrados mártires y de los hermanos que sirven en su santuario, confiamos en que Dios, que es misericordioso, ha de perdonarnos nuestros pecados." Tras esta devoto introducción Osorio declara que por el remedio de su alma y de la persona de su mujer, entrega a l a gran abadía leonesa su villa de Arcello, cerca de Maye, en sus tierras patrimoniales del Pisuerga. Confirman la donación varios de sus familiares y amigos, que en su mayor parte figuran en otros documentos de aquel tiempo, en primer lugar sus hermanos Gunterode, Deo vota, y Fernando Díaz; tras ellos su sobrino García Gómez, conde de Saldaña, con los hermanos de éste, Velasco, Sancho y Munio Gómez; a continuación, dos hijos de Fernando Díaz, Fafila Fernández y Osorio Fernández, y un Diego Muñoz, hijo acaso de Munio Díaz, con otros parientes, como Osorio Gutiérrez, Oveco Téllez, Gómez Díaz, Rodrigo Ansúrez, Rodrigo Gustios, etc., cuyo parentesco es imposible de precisar. Vemos aquí a los representantes de esta poderosa familia congregados para celebrar un acto religioso, en el cual ponen su generosidad de magnates y su fervor de cristianos. E l protagonista, el hombre que con tanta humildad y rendimiento confiesa sus pecados y pide a Dios la correspondiente indulgencia, es el que unos meses más tarde levantará el grito de la rebelión, para aliarse con los infieles y vivir con ellos luchando contra su patria. E l fracaso de la conjuración le lanzó a la vida aventurera del desterrado (9).

E l rey Vermudo debió obrar con una gran rapidez en su campaña contra los rebeldes. E l 1 de septiembre de 986 firmaba Osorio su donación a Sahagún, a fines del mismo año estallaba la rebelión gallega y en la primavera del año siguiente estaba ya sofocada. Poco después Almanzor salía de Córdoba al frente de su (9)

Escalona: Hist. de Sahagún, apénds., escrit. L X I , págs. 430-431.

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ejército, dirigiéndose hacia el occidente de la Península. E n junio se apoderaba de Coimbra, causando en ella tales estragos, que durante siete años permaneció desierta. Tal vez la noticia del fracaso de la coalición gallega le movió a retroceder por entonces, pero desde los primeros meses del año siguiente su ejército inva-

Rendición de un castillo. (Ms. de San Galo del s. X.)

día el reino de León, matando, destruyendo, incendiando villas, castillos, iglesias y monasterios. Vermudo se apostó cerca de Zamora, con intento de salvar esta plaza, llave del reino. Tal vez no recordaba que dejaba traidores a la espalda. Almanzor lo sabía, y por eso, evitando un encuentro con el rey, siguió camino de León (10). No tardaron en presentarse a él los condes descontentos, que, sin duda, estaban en relaciones con los cordobeses desde (10) Dozy, 1. c , pág. 244; E . S„ t. X X X V I , apénd. núm. 14; Risco: Historia de León, t. I, pág. 228.

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el año anterior. Eran García Gómez de Saldaña, Gonzalo Vermúdez de Luna y posiblemente los Ansúrez, que tal vez no habían perdonado aún a Vermudo el destronamiento de su familia en la persona de Ramiro III. Las cartas del tiempo hablan repetidas veces de estos nuevos auxiliares del moro. Hay especialmente una del 5 de septiembre de 992, que nos descubre con más claridad los procedimientos y finalidades de aquella conspiración. "Queremos, decía Vermudo, hacer patente al concilio de nuestros fieles, para que lo conozcan los presentes y lo entiendan los venideros, cuántos y cuan grandes males maquinaron los hijos de la perdición, empujados por la soberbia y por la envidia, contra la Iglesia católica y contra el reino del serenísimo y dominísimo señor el rey Vermudo, intentando arrojarle del solio de sus padres y abuelos, haciendo lo posible para entregar el propio reino en manos de los esbirros y echando a suerte la hacienda y las propiedades del rey, bajo la inspiración del diablo. Cada uno de ellos recibió su parte de la ganancia de l a iniquidad, entregándosela mutuamente al par que la confusión del anatema; y lo que es todavía más horrible, no temieron pasarse al rey de los ismaelitas para destruir el reino cristiano, como ha podido verlo todo el mundo, haciendo que la mayor parte de la cristiandad fuese llevada en cautiverio, o pasada por la espada, o cargada de cadenas y sepultada en un calabozo" (11).

(11) "Scire atque nosse faceré curavimus fideli concilio regni nostri ut presentes et qui postea ad sinodum potestati nostre nascendo venturi sunt ut veré sciant et intelligant atque certe agnoscant quanta et qualia filii perditionis... pravo corde et astu perverso inito zabuli consilio in ecclesiam catholica et in regno principia serenissimi et dominissimi Veremudi gesserunt, et eum de solio avorum et parentum suortum expeleré et alienare non pepercerunt et proprium regnum suum in manibus satellitatum tradere non veriti sunt, et super ganatum et propiam facultatem regis sortem mittentes partiti sunt, et prout diabolus eis imperauit unusquisque ex eis homo iniquus partes sibi deditas, et quum nota confussionis in facie et marenata anathemate sibi invicem contulerunt, et quod pejus et malum amplius et deterius est, seipsos ad regem muslemitarum transtulerunt ut regnum christianorum destruerent, sicut et oculis hominum factum videtur, et pars máxima christianitatis in caltivitate per se mittentes, alios in eccisione cujus

San Esteban de Gormaz: capitel de la iglesia románica de San Miguel.

Osma.

CAP. X X I . — L A S DEVASTACIONES DE ALMANZOR

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. Los aliados de Almanzor. E l jefe de los conjurados era un magnate procedente, al parecer, de Castilla, nieto de un infanzón del mismo nombre, que figuraba al lado de Fernán González hacia el 930, y que se había presentado en la corte leonesa al fin del reinado de Sancho el Craso, cuyo armiger era en septiembre de 966 (12). "Era peregrino en nuestra tierra, dice el rey, no colono de ella ni heredado en ella; y no obstante el grado y la grandeza a que le habíamos elevado, ofendiendo a Dios y a nos irguió su cuello, y se alzó con nuestro castillo de Luna, y con las riquezas que yo había encerrado allí est ferro vinctus carceribus manicipeverunt et adhuc multa nefanda et rem inaudita perpere egerunt male agentes et inceste operantes, de quorum misérrima eorum facta melius jam silere est quam loqui... Veremudus... cum conjuge Gelotra.. Adefonsus nobilissimus princeps in hunc testamenti quem genitorem meum Veremudus princeps fieri voluit et ego manu propria in sedis Legionense, III idus julii, era X X X V I I I post M . (E. S., t. X X X V I , ap. núm. I V ) . (12) U n Gonzalo Vermúdez confirma dos documentos de Fernán González en 929, uno de 23 de enero {Cart. de Arlanza, pág. 20), y otro del 1 de febrero (Ibid., pág. 24). Después le perdemos de vista. Sospecho que debe ser el abuelo del magnate leonés. E l padre, Vermudo González, no aparece una sola vez en los documentos castellanos. E l nieto, Gonzalo Vermúdez, debió pasarse a León en los últimos años de Fernán González; no parece, sin embargo, que se haya retirado de Castilla reñido con el conde, pues le vemos de nuevo en ella para asistir a sus funerales, confirmando la donación que con ese motivo hizo Garcí Fernández a Arlanza (Ibid., pág. 54). L a primera carta leonesa que nos ofrece su nombre es una donación de Sancho el Craso a San Mames de Lorbán, que lleva la fecha del 15 de noviembre de 966 (Mon. Port. Hist., Dipl. et Chart., escrit. XCII). L a suya es la penúltima de las firmas: "Gundisalvus Veremud'z, armiger". Por esta época se casa con Aldonza, hija de Ramiro, puesto que hacia el 986 tenía ya una hija casada con García Gómez, conde de Saldaña. E l 1 de enero de 968 confirma ya al frente de los magnates una donación de la regente Elvira a Celanova y "a su tío el obispo don Rosendo". A diferencia de Gonzalo Menéndez, debió aceptar de mala gana la autoridad de Vermudo, pues no le vemos confirmando sus cartas de 984 y 985. Figura ya por vez primera el 1 de enero de 986 en una donación de Vermudo a Celanova. (A. H . N . , Tumbo de Celanova, fol. 6.; Barrau-Dihigo: Chart. roy. león., 1903, X , 420). 45

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para su custodia." E l mismo documento nos dice que Gonzalo Vermúdez, así se llamaba este magnate, estaba emparentado con su cómplice García Gómez, que se había casado con una hija del de Luna, y "fué socio con él en aquellas rebeliones perversas, cuya finalidad era usurpar y destruir nuestra tierra" (13). Lejos de combatir al ejército de Almanzor, Gonzalo y García se pusieron de su parte, sumándose a él en el ataque a la capital. Aunque heroicamente defendida por el conde Gonzalo González,, que estaba al frente de la guarnición, y que murió en la brecha, León fué entrada al cuarto día del asedio, quedando destruidas sus puertas, sus casas, sus torres, sus murallas y su ciudadela. Los vencedores retrocedieron luego hacia Zamora, quemando de paso los monasterios de Sahagún y San Pedro de Eslonza. No atreviéndose a aguardar su llegada, Vermudo abandonó la ciudad y fué a refugiarse en Galicia. A esta campaña aluden varios documentos: leoneses de estos años, pero tal vez ninguno nos pinta el desastre con más crudeza que uno del 19 de diciembre de 988, por el cual el abad y los monjes de San Pedro de Eslonza, obligados por la necesidad en que les había dejado la ruina de su monasterio, venden una heredad junto al Cea a Oveco Téllez y a su mujer Euraca: (13) "Ex quibus unus horum satellitum princeps et complicem nequetiarum ipsorum Gundesalvus Veremudi filius, qui advenam hujus terre nostre fuerat non. colonus nec hereditarius, sed ut vidit bona nostra a nobis sibi dedita, super se erecto eolio, contradicendo Deo et nobis absque veritate revelavit nobis cura nostro eastello, que vogatur Luna et cum multa bona nostra que intus ad custodiendum a nobis posita erant... Obinde ego Veremudus. serenissimus princeps una cum conjugi mee Giloira tibi sacerdoti et famulanti nostro Sampiro..., donamus tibi de rem hujus nostri transgresoris Gundesalvi monasterium sancti Migaeli vogabulo que vogatur Almazara, territorio Bergido", con cuanto construyeron en él "jam fatua Gundisalvus cum uxore sua Ildontia..., adicimus etiam tibi alia villa qui fuit de Tauron, qui est in ipsa ripa Buoze, prope fonte incalata, que ille concesserat genero suo, et ipse Garsea adherens et socius fuit malorum illorum rebellionibus nostris et ad usurpandum et depredandum terram nostram infideliter paratus, propter quod per legem sanctam ipsam villam et alias caruit" (Arch. de la Catedral de León, cat. núm. 3). Según la Crónica Najerense, estos condesrebeldes eran antiguos partidarios de Ramiro III, que se habían negado a aceptar la candidatura de Vermudo (Libro II, núms. 77 y 81).

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"Despertó Dios, dice el notario, el furor y la guerra contra los cristianos, y cayó sobre ellos una tempestad horrible, como no la hubo desde principio del mundo; levantáronse los bárbaros e hicieron güera contra ellos, y por los pecados de este pueblo vino sobre él la cólera del Señor, de suerte que no hubo ciudad, ni iglesia, ni monasterio en que quedasen los siervos de Dios. Entraron, pues, en esta tierra los sarracenos, se dirigieron a la ciudad de León y la destruyeron; fueron luego al monasterio de San Pedro de Es-

Guerreros a caballo. (De un códice del siglo X.)

lonza, lo saquearon, lo destrozaron y le prendieron fuego, y nosotros los monjes nos quedamos sin nada, ni un buey, ni una oveja, ni un caballo, ni un jumento, ni un pedazo de pan con que alimentarnos. Teníamos junto al Cea la decanía de Melgar, y también ella fué destruida por los invasores, cuando se dirigieron por aquella tierra con ánimo de destruir el monasterio de Domnos Sanctos, como lo hicieron" (14). (14) Cf. índice de doc. de Sahagún, núm. 755. Véase también la carta de la abadesa Flora de León, E . S., t. X X X V I , apénd. núm. 14, y Risco: Historia de León, t. I. pág. 228.

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El conde García, en tierra leonesa. Uno de los confirmantes de esta venta es el conde de Castilla. Su nombre aparece confundido entre los de los nobles y los abades, pero es imposible no reconocerle por los títulos que le acompañan. Y a en otra ocasión, suscribiendo al lado de los infanzones de la corte, había dado a conocer su mayor dignidad con esta expresión altiva: "Garsea comes et dux eminentior." Aquí, usando una expresión sumamente rara en nuestra documentación medieval, firma en esta forma: "Garseani procónsul, dux eminentior." Es el jefe más eminente, y es además el que reemplaza al rey en una tierra abandonada. No deja de ser significativo que encontremos al conde de Castilla en esta tierra de las orillas del Cea a raíz de la gran invasión sobre la capital. Tal vez esa palabra "procónsul" quiera significar el intento que acaso tuvo García de erigirse en defensor de la llanura leonesa, desamparada por su señor legítimo. Si así fué, los sucesos de Castilla hubieron de hacerle desistir de tan ambiciosos proyectos, y por el momento León quedó a merced del invasor (15).

El conde de Saldaría. Afortunadamente para Vermudo, también en Córdoba había intrigas y conspiraciones, que obligaron a Almanzor a suspender la campaña. Los condes, auxiliares suyos, quedaron dueños de la (15) Fidel Fita: San Miguel de Escalada. Inscripciones y documentos, en B . R. A . H . , 1897, t. X X X I , págs. 466-475. E l documento en cuestión se lee en las págs. 473-475. Sin darse cuenta de la personalidad del conde de Castilla, el P. Fita lee Rapseani, lanzando la conjetura de que tal vez se trate del merino de Melgar y alcaide de la fortaleza, en cuyo término radicaba la heredad de Santa Eugenia, que Oveco Téllez compró a Ordoño, abad de San Pedro de Eslonza. E s evidente, sin embargo, que en vez de Rapseani hay que leer Garseani, pues sólo él podía arrogarse este título de dux eminentior, que ya había usado en una carta de Ramiro III diez años antes.

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tierra conquistada, apoyados por los moros y con obligación de pagar tributos. E l rey, por su parte, los hostilizaba desde Galicia, y no tardó en apoderarse de uno de ellos, el conde de Luna, que fué encerrado en un calabozo. "La divina providencia, dice Ver mudo, permitió que fuese apresado por mis leales y traído a mis pies i'E-no de confusión. Hízose como plugo a Dios, sea bendito su santo nombre por los tiempos eternos. Y todos los magnates del palacio dieron gracias al creador del cielo y de la tierra, diciendo: Paz a ti, Señor de la gloria eterna, que derribas las cosas soberbias y te compadeces de los humildes" (16). Quedó solo el conde de Saldaña como señor de toda la tierra foramontana, gobernando en nombre de Almanzor desde la capital destruida. Algunas cartas de este tiempo nos hablan de la presencia de Vermudo en Laias, en Letiti (?), en Lugo, en Galicia. También en León recuerdan a veces su nombre los notarios; se le menciona, por ejemplo, en un diploma del 1 de diciembre de 988, en otro del 12 de noviembre de 989, y en un tercero del 1 de marzo de 990. Su gobierno, sin embargo, no se extiende más acá de los montes. L a confusión llega a ser tan grande, que en realidad no se sabe quién manda, si el hagib, el conde o el rey (17). A esta situación alude una

(16) E n el documento ya citado del 5 de septiembre de 992 (Archivo de la Cat. de León, cat. núm. 3). (17) E l 1 de diciembre de 988 se hace una transacción en León, "regnante domino nostro principe Vermudo in Legione" (Arch. Cat. de León, cat. número 147). E l año siguiente, "pridie nonas septembris, regnante rex Vermudus in Legione", se registra una donación de Abolfeta al monasterio de Pardominio (Ibid., núm. 824). E l día quinto de las calendas de julio, era 1028, Hayan vende una propiedad a Alvaro, abad de San Cosme de Abellar, "regnante rex Veremudo in Letiai?" (Ibid., núm. 826). E l 1 de marzo de 990, Leticia y Maia donan al monasterio de San Salvador de Matallana unas casas en Alija, Castrillo y Mansilla, "imperantem García Gomice in Legione. Sabaricus episcopus". Los documentos de Sahagún nos ofrecen el 1 de junio de 989 una venta, sin señalar rey alguno (Ind. de doc. de Sahagún, número 756); el 24 de junio del mismo año, una donación que hace a Sahagún Jimena, con licencia del rey, "Veremudus rex in solio paterno" (Ibid., número 757); el 27 de junio de 990, otra donación, sin poner el nombre de rey en la calendación (Ibid., núm. 758), y el 23 de noviembre del mismo año, otra clonación en que se hace constar que "el príncipe Vermudo reinaba en León"

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carta de 1048, que, hablando de los trastornos sobrevenidos al morir Ramiro III, dicen: "Hasta que quedó la tierra sin rey, y la Iglesia de Dios huérfana de verdad". E l desorden aumenta cuando en los comienzos de 990 corre la voz de que el rey Vermudo ha muerto. E l rumor tuvo una repercusión enorme, desalentó a los partidarios de los descendientes de Ramiro II y dio al de Saldaña el atrevimiento de arrogarse el señorío sobre el reino de León. Una carta leonesa del primero de marzo de 990 lleva esta cláusula significativa: "Imperando García Gómez en León." Y más interesante todavía es otra del cartulario de Sahagún, que aunque lleva la fecha del 998, también día primero de marzo, es a todas luces de este año, en que García Gómez parecía haber llegado a la cima de sus aspiraciones. E l abad de Sahagún defiende ante él en Villalpando sus derechos a la posesión de Villapedro contra las reclamaciones de un tal Vela Velaz. García y los que con él formaban el concilio o tribunal piden al monasterio que presenten conjuradores en prueba de que su afirmación es verdadera. Los conjuradores se disponen a cumplir su cometido, y entonces Vela desiste. E l notario deja constancia del hecho, y termina el diploma con estas palabras: "Hecha la carta en el día mismo de las calendas de marzo, en el año del imperio de nuestro señor García Gómez, conde, siendo Abolhauz jefe de la guarnición o iZahba Scorta en Toro" (18). Esta nota viene a confirmarnos en lo que ya sabemos de la íntima unión del conde de

(Ibid., núm. 759). E l 11 de noviembre de 991, "Jimena deo vota", con su hijo Gonzalo González, confirman la donación de 989 y la que había hecho antes de los bienes que su marido Gonzalo Gómez tenía junto al Esla, y el notario escribe intencionadamente que el rey Vermudo reinaba "in civitate legionensi" (Ibid., núm. 760). Sobre el documento de 1048, que cito en el texto, véase Vignau: Induce de los documentos del monasterio de Sahagún, página 211. (18) "Facta carta notum die quod erit ipsas kalendas marcii, era M X X X V I , anno imperii domini nostri Garseani Gómez comité, et Zahbascorta Ben Abolhauz sedente in Toro" (Ind. de doc de Sahagún, núm. 772). Creo que esta carta debe fecharse alrededor de 990. E n 998, Vermudo estaba sólidamente establecido en León, y por otra parte, era un momento en que el conde de Saldaña reconocía la autoridad real.

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Saldaña con los musulmanes de Almanzor que le había dejado en el reino como un simple mandatario suyo. Fueron, sin duda, los partidarios del inquieto conde los que se encargaron de divulgar la falsa noticia de la muerte de Vermudo, y especialmente un tal Conancio, que recibió sin tardar el merecido castigo. "Es sabido, decía ya Vermudo en julio de 990, que cuando tuve que salir para Galicia, viéndome obligado a permanecer allí algún tiempo, apareció un necio que se puso a hablar de mí inconsiderada y malignamente, levantando entre las gentes el murmullo de que yo había sido asesinado, extendiéndole entre los habitantes de tierra de Lieón y sus cercanías y cambiando con ello la opinión general, con lo que desconcertó a la población, y la alejó de mí (19), y fué causa de otros muchos males y desórdenes". Este es, sin duda, el desconcierto de que se aprovechó el conde de Saldaña para alzarse con el gobierno de toda la región leonesa. Los Beni Gómez llegaban con esto a la cumbre de sus aspiraciones. Codiciosos y ambiciosos, parecían destinados para la revuelta y la rapacidad. Más tarde los infantes de Carrión, descendientes de este linaje, se preciarán de pertenecer a la familia de los condes más limpios, y hablando de ellos podrá decir el Cantar de Mío Cid que eran "de natum de los Vanigómez, onde salien condes de prez". Gómez Díaz, el hijo de Diego Muñoz, aliado de Fernán González, fué quien les dio el nombre. Por su matrimonio con una hija del conde castellano, el poder de la familia se consolida, y sus dominios se acrecientan con el territorio de Carrión y el de Liébana, donde en la primera mitad del siglo gobernaba otra familia distinta. E n 980 una carta de León podía decir que doña Toda, la viuda de Fernando Ansúrez, imperaba en Dueñas, pero no tardarán los Beni

(19) Documento del 25 de julio de 990, por el cual Vermudo hizo a Fernando Núñez donación de heredades que habían sido de Conancio: "Veremudus rex tibi Fredenando Nunniz. Dubium quidem non est quod transactis temporibus, quum egressus fuissem Galicie et ibi conmoratus essem quidam profanus et de nostris tractans nomine Conanzo, qui pervasor et impuris exitat populus clamor et vocem de neci nostre et cum hac voce volutavit populum habitatores suburbium Legionense vel omnem circuitu ejus, et mutavit conscientiam abitantium et adversavit eos..."

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Gómez en desplazar a los descendientes de los condes de Monzón, pues vemos que refiriéndose al año 995 pudo decir Aben Jaldún que sus dominios se extendían desde Zamora hasta Castilla. L a vieja condesa Nuña Fernández empuja a su hijo. Ya hemos visto a García Gómez, residenciado ante el tribunal de Vermudo, y obligado a devolver unas villas que reclamaba el obispo de León, y más tarde vemos al abad de Sahagún demandando a la madre y al hijo, porque les habían quitado heredades y fabricado cartas apócrifas que ellos guardaban en su castillo de Saldaña. Ellos "sicut erant docti", desoyeron al abad, como antes habían desoído al obispo (20). Por el momento podían considerarse más poderosos que el rey de León, aunque fuese con un poder mediatizado por el enemigo mortal del nombre cristiano.

Conjuración en Córdoba. Almanzor, entre tanto, reunía los hilos de una gran conspiración que se urdía contra él mientras destrozaba a los leoneses. Estaba capitaneada por su propio hijo, Abdalá joven animoso y brillante, que con razón se creía postergado en beneficio de su hermano Abd-el-Melik. Con él estaban en conivencia el virrey de la frontera superior, Abderramén ben Mutarif el Tochibita y el gobernador de Toledo, Abdalá Piedraseca, y es probable que el conde de Castilla no fuese tampoco ajeno a aquellas maquinaciones. Político consumado, el hagib supo disipar la tormenta con una habilidad suprema, sin dejar traslucir que estaba enterado de todo. (20) Carta de 1036 por la cual Vermudo III hace restituir a Sahagún su villa de San Andrés de Coto (Escalona: Hist. de Sahagún, apénd. III, escrito núm. LXXXTV, págs. 452-454). Entre los confirmantes vemos a "Fredenando Flaginiz, Fredenando Monioz, Fredenando Didaz, Ansur Didaz...", descendientes acaso de Diego Muñoz, excepto el primero (Cf. Menéndez P i da!: Cantar de Mío Cid, 1911, t. II, págs. 53-57 y sigs.). Según un documento de Sahagún de 1048, Fernando Muñoz, rebelde al advenimiento de Fernando I, fué encerrado por éste en un calabozo, donde acabó sus días (Vignau: índice doc. de Sahagún, pág. 212).

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Urgía, sobre todo, quitar a Piedraseca el gobierno de Toledo para impedir que se uniese con los castellanos. Almanzor lo hizo, pero con un pretexto tan bien disimulado, que logró acallar todas las sospechas. Después anunció una campaña contra Castilla y quiso que su hijo Abdalá fuese a su lado revestido de los más altos honores y halagado por todas las muestras de cariño. Los jefes de la frontera recibieron orden de sumarse a la expedición, y el Tochibí acudió entre los demás. Recibióle Almanzor amablemente,

E l hombre y el dragón. {De un códice del siglo X.)

pero al mismo tiempo trabajaba con algunos de sus subordinados para que presentasen quejas y delaciones contra él, y con este pretexto le destituyó y le encarceló. Cuando a mediados de junio de 989 empezaba su campaña contra Castilla, todos los conspiradores estaban reducidos a la impotencia (21). Campaña sobre Castilla. Las plazas del Duero están bien fortificadas, y Garci Fernández ha llamado a los obispos e infanzones del condado para reali(21) Dozy: Hist. des musulm. d'Espagne, t. II, págs. 245 y sigs., edición de Levi Provenga!.

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zar una defensa desesperada. Conocían las muertes, los saqueos, las devastaciones que el ejército cordobés había ido sembrando por toda España, lo que habían pasado las gentes de Barcelona y los habitantes de Huesca y Navarra, y los males horribles que sufría ahora la comarca de León, y estaban dispuestos a evitarlo a todo trance. Almanzor puso cerco a la plaza de San Esteban de Gormaz, pero con gran asombro suyo, los ataques se repitieron sin que lograsen hacer mella en el ánimo de los defensores. Y hubo aún una cosa peor, y es que Abdalá, dispuesto a romper definitivamente con su padre, dejó secretamente el campamento moro acompañado de seis de sus pajes, y se fué a buscar un refugio al lado del conde de Castilla. E l moro estaba furioso; sólo en Castilla se hacían imposibles aquellas victorias fulminantes que cosechaba en otras partes. E n torno a San Esteban se luchó largo tiempo con grandes pérdidas de unos y otros. Allí es donde murió el obispo de Valpuesta don Ñuño Vigilaz, el mismo que unos años antes se había presentado con el abad de San Vicente de Acosta ante el rey de Navarra para defender sus tercias episcopales. Nos lo dice una nota de la escritura que nos habla de aquel pleito: "Este obispo Munio Bagilaza murió en el río de San Esteban, y fué sepultado en Alcoba" (22). No resignándose a volver a Córdoba sin conseguir una victoria y hacer alguna presa, Almanzor, rechazado frente a San Esteban, pasó el Duero y atacó a Osma, que cayó en su poder en el mes de agosto. Unos kilómetros más arriba, al noroeste de Osma, estaba la pequeña fortaleza de Alcoba, en que acababa de recibir la sepultura el obispo de Valpuesta (23). También ella

(22) "Domno Munio episcopo Begilaza obiit in rivo de Sancto Stephano. Tumulatus in Alcopa" {Cart. de S. MUlán, pág. 18). (23) Tanto los Castellanos Segundos como los Toledanos, se hacen eco de la pérdida de estas plazas. Los primeros dicen: "In era MXXVII, in mense augusti prendiderunt mauri Osma et Alcoba in mense octobri" (Ed. Gómez Moreno: Disc. recep. pág. 25; Cirot: De codicibus aliquot..., pág. 38). Los Toledanos difieren en la fecha: "Prisieron moros a Osma y Alcoba, era M X X I X " (E. S., XXIII, pág. 385). Es un error. E l verdadero año es el que nos indican los Castellanos Segundos, es decir, el 989. L a pequeña aldea de Alcoba lleva todavía el nombre de Alcoba de la Torre, que indica su antigua }

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Sancho y F l o r e n c i o (Colofón de l a Biblia

de

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León).

fué tomada, pero después de una tenaz resistencia, pues avanzaba ya el mes de octubre cuando los musulmanes entraron en su recinto. Todos los alrededores fueron saqueados y metódicamente inhistoria guerrera. Se encuentra a unos 20 kilómetros al noroeste de Osma, entrando ya en el alfoz de Clunia, del cual puede considerársele como la llave. Almanzor debió poner en ella una guarnición, pensando ya en la campaña de 994.

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cendiados. Podemos imaginar lo que sucedió entonces en aquella comarca del Duero y del Ucero por la descripción que una carta de aquel tiempo nos hace de lo que había pasado en Simancas unos años antes: "Por la permisión de Dios y por culpa de nuestros pecados, el alfanje enemigo, empuñado por la raza feroz de los ismaelitas, vino hasta nosotros desde las regiones de España, y rodeando esa muchedumbre inmensa nuestra ciudad y combatiéndola con el arco y la saeta, quebrantó sus muros, abrió sus puertas e irrumpió en el interior, y sucedió lo que estaba escrito: Hay alguien que destruye a muchos, aunque sean innumerables, y coloca a otros en su lugar, y el hombre no muere en otro logar ni de otro modo que como estaba decretado. Tales eran los crímenes de los hombres que la espada derribó a todos los cristianos que encontró a su paso; la ciudad fué destruida, y los pocos que quedaron fueron llevados cautivos a España, a la ciudad de Córdoba. Se los cargó de cadenas, se los ató con hierros, se los arrojó en un calabozo y allí estuvieron dos años y medio alabando y bendiciendo a Dios uno y trino, vivo y verdadero. Y como Dios cuida amorosamente de todos y en especial de aquellos que se encuentran en la tribulación, ofrendándole sus almas y sus cuerpos con alegría y confianza, quiso su divina piedad, puesto que ya los tenía ordenados para la predestinación, poner fin a sus penas y tribulaciones y hacerles llegar hasta Aquel a quien habían servido, con el gozo en las frentes y la palma del martirio en las manos, permitiendo que el tirano que los había llevado cautivos los sacase de la cárcel, y segándoles las cabezas con la espada, los enviase, laureados con su propia sangre, al reino de los cielos, para ser allí coronados y galardonados con las recompensas eternas" (24).

Nuevo ataque a la frontera del Duero. Heroísmos, cautiverios, calabozos, martirios, todas estas cosas debieron ser también las consecuencias de esta expedición, en (24)

Tumbo de Santiago, fol. 33; E . S., t. X IV , pág. 397.

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que los anales de aquel tiempo registran la pérdida de Osma y A l coba. E l jefe moro dejó una guarnición en la primera de estas fortalezas, y no muy satisfecho dio la vuelta a Córdoba dispuesto a

Asalto de una fortaleza. (De un códice del siglo X.)

reanudar al año siguiente sus ataques sobre Castilla. Más que deshacer la resistencia de García, le importaba apoderarse de aquel hijo que se había pasado al enemigo. Esta fué la única conquista de la campaña de 990. Los castellanos debieron defender su fron-

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tera con tal tesón, que las historias musulmanas no registran ninguna plaza tomada en este año. Y a sé acercaba el otoño cuando se abrieron negociaciones entre los dos contendientes. Es posible que Almanzor hiciese saber a García que estaba dispuesto a hacer paces con él si le entregaba a su hijo. E l hecho es que García se ofreció a entregarle después de haber recibido una promesa solemne de que se le respetaría la vida. Abdalá se encaminó al campo de su padre conducido por una escolta de jinetes castellanos. E l príncipe iba montado en un mulo magníficamente enjaezado, regalo del conde, y fiado en la palabra empeñada, caminaba sereno. E n el camino salió a su encuentro un destacamento, a las órdenes de un comandante llamado Saad, que besó al joven la mano muy ceremoniosamente, reiterándole que no tenía nada que temer. Pero apenas se alejaron los castellanos, cerca ya de las riberas del Duero, donde Almanzor tenía sus huestes, aprovechando un momento en que su comandante, intencionadamente, se había quedado rezagado, los soldados significaron a Abdalá que debía bajar de su cabalgadura y prepararse a morir. E l amirida echó pie a tierra, sin pestañear, aceptó sereno su suerte y con una sangre fría admirable recibió el golpe de la espada. E r a el 9 de septiembre. Así terminó la campaña de este año 990 (25).

(25) Aben Adhari: Al-Bayan al-Mugrib, t. II, págs. 473-475; Aben Jaldun, en Dozy: Recherches, tercera edi., t. I, págs. 100-101; primera ed., página 279; Hist. des musulm. d'Espagne, ed. de Levi Provencal, t. II, páginas 247-248. Reproducimos aquí el relato del Al-Bayan sobre este episodio: "Almanzor había dado muerte al gobernador de Zaragoza, que con su propio hijo Abd Allah ben Almanzor conspiraba contra su padre. Almanzor hizo venir a su hijo, y desde Guadalajara fué a colocarse bajo los muros de San Esteban, y mientras los musulmanes se preocupaban en combatir, Abd Allah, con seis de sus pajes, huyó a reunirse con el enemigo de Dios García, hijo de Fernando, señor de Álava, que acogió al fugitivo y le protegió contra su padre. Entonces Almanzor arremetió contra García para hacerle entregar a su hijo, jurando que no cesaría de perseguir al cristiano hasta que le entregase a Abd Allah. Como García se obstinara en rehusarlo, Almanzor le combatió, derrotó a sus tropas, tomó la mitad de la región de Álava y entró a viva fuerza en el castillo de Osma, donde dejó guarnición musulmana. García se vio precisado a aceptar las condiciones de Almanzor tanto en lo referente a Abd Allah como en otros puntos, y su adversario consintió en tratar.

CAP. XXI.—LAS DEVASTACIONES DE ALMANZOR

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Tregua. Conocemos muy oscuramente las actividades de Almanzor entre 991 y 994. Las atenciones de la política interior debieron retenerle mas que de ordinario en la capital del califato, y al mismo tiempo la preocupación de transmitir a su familia aquel poder absoluto que ejercía desde hacía veinte años. En 991 renunciaba a favor de su hijo Abd-el Melik el título de hagib o primer ministro; el año siguiente daba orden de usar en los documentos oficiales su propio sello en lugar del sello del califato, y poco después se arrogaba el título de Malik Karim, con el tratamiento de saiyid o señor, que se le debía dar a él exclusivamente. Por este tiempo, y a consecuencia de estas disposiciones audaces, que tendían a anular más y más el prestigio del califa, empezó a advertir en el palacio mismo una fuerte reacción contra él, que dirigía la misma sultana, madre del califa, aquella Aurora que había promovido su encumbramiento, y a la cual no tardará en sumarse uno de los

E l príncipe cristiano puso a Abd Alian y a su séquito en manos de un grupo de sus gentes, y montados en mulos los envió a Saad, funcionario de la corte. Abd Allah, jinete en su cabalgadura, espléndidamente adornado y vestido con traje de seda, brochada de maravilloso trabajo, se acercó alegremente a Saad, el cual le besó la mano, se mostró muy cortés con él y completó su confianza hablando de su rebelión como de una simple travesura. Pero no lejos de la orilla del Duero se quedó atrás y ordenó a algunos de sus soldados que degollasen al prisionero. Este se vio al punto rodeado por los que tenían el encargo de ejecutarle. Le intimaron la noticia, le obligaron a echar pie a tierra, y él obedeció sereno, caminando hasta el sable, que le esperaba, con una tranquilidad que causó admiración a los presentes. Fué Ibn Khafif, de la "chorta", quien le decapitó al atardecer del miércoles 14 djomada II, 380 (8 de septiembre de 990). Almanzor, que hacía entonces su campaña 45, envió al califa, con su parte de victoria, la cabeza de su hijo. E l cadáver del joven, muerto a los veintitrés años, fué inhumado en el lugar mismo de la ejecución. Después de este suceso, Saad y Ibn Khafif incurrieron en el odio de Ibn Abou Amir, que los mandó matar. Todo esto aumentó el temor respetuoso que inspiraba Almanzor, y todos los corazones temblaron ante él." Sigue Aben Adhari disculpando a Almanzor con la duda de que Abdalá fuese hijo suvo.

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hombres de más prestigio que había entonces en el imperio, el beréber Ziri ben Atiya, virrey del Magreb. Hubo un momento en que pareció que el mismo califa le había retirado su confianza. Todo esto contribuyó, como era natural, a debilitar, momentáneamente, el ímpetu de sus empresas guerreras (26).

El retorno de Vvrmudo. Es un hecho que el rey de León se decide en el verano de 990 a dejar el refugio de los montes gallegos para bajar a la llanura e imponer en ella su autoridad. E n un diploma del 25 de julio ya habla de su reverso o retorno, y el pobre Conancio, sembrador de infundios, había caído en manos de sus leales, tal vez en las del magnate Fernando Núñez, a quien recompensaba el rey con parte de la hacienda del apresado (27). Poco tiempo después se apoderaba también del conde rebelde Gonzalo Vermúdez, que figuraba ya en su corte a fines de 991 (28). Agradecido por el desenlace inesperado que habían tenido las borrascas políticas de los años anteriores, el 24 de abril daba a la iglesia de Santiago varias villas, y en la orilla del mar océano la peña de Farum precantum o Betanzos, fabricada por los hombres antiguos". Y se llama "siervo del Señor y de su Apóstol, bajo cuyo nombre y protección está colou

(26) Dozy, 1. c, pág. 251. (27) Hablando de Conancio, decía Vermudo en 990: "Fecit multa maia et perversa quod devenit auditui nostro, propter quam postea vn nostro reverso adpreensum eum tenuimus in vinculis conligatum, sicut decet his qui talibus sceleribus conmittit" "Carta analizada en España Sagrada, t. XIX, páginas 382 y sigs.). (28) Hablando de Gonzalo Vermúdez, dice el rey en su carta de 5 de septiembre de 992: "Ule in hoc malum et perversa dispositione stantem divina fuit providentia, qui quod didie humiles exaltat et gradientes ad superbia humiliare potest ut ad nostris fidelibus captus, confusus et veregundus presentaretur, s'cut domino placuit ita factum est... Nos vero celum veritatis eligentes et orum talium supervia prosternentes ferro vinctus eum ut ceteris de hac opinione in exemplo fiat in munita custodia posuimus" "Arch. de la Catedral de León, cat. núm. 3).

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cada la suerte y poder de su reino y por cuyas manos santísimas y benignísimas espera ser presentado ante el tribunal del justo juez, a fin de que mediante su intercesión sea encontrado en el examen futuro con la pureza del momento en que fué regenerado por el contacto de la onda sagrada" (29). Siguen en el mismo año varias donaciones a la sede leonesa, destinadas a contribuir a su restauración y a la vez "a hacerse propicia a la santa y beatísima Virgen, luz indeficiente, a fin de que el último día nos veamos libres de las palabras duras y merezcamos oír la voz del que dice: Venid, benditos de mi padre". Lo sorprendente de esta carta, que lleva la fecha del 26 de noviembre de 991, es que figure ya al frente de los magnates el nombre de Gonzalo Vermúdez, el antiguo conde de Luna, que se había rebelado dos años antes (30). Son documentos que nos descubren la piedad sincera de este rey tan discutido y de conducta desde luego desconcertante. E n ellas se manifiesta también su política indulgente y conciliadora, que le mueve a perdonar a sus enemigos y a admitirlos en su gracia con una facilidad acaso excesiva. Gonzalo Vermúdez había sido apresado y encarcelado al poco tiempo de su rebelión. E n un principio, el rey le confisca sus bienes, pero no tarda en devolverle parte de ellos y en darle un puesto eminente en la curia palatina, donde le encontramos constantemente hasta 997. Esta misma indulgencia inspiró sus actos con el jefe de la rebelión gallega, Menendo Gon-

(29) E . S., t. XIX, págs. 379 y 181. (30) E l 29 de julio de 991 daba Vermudo a la iglesia de León la villa de San Pelayo de Orna, en Asturias. Confirman los obispos Armentario de Dumio, Pelayo de Lugo y Gudesteos de Oviedo, y los magnates García Puriceliz, Gundemaro Pinioliz, Fernando Díaz, Iñigo Aznar, Piniolo Tructiniz, Oveco Pinioliz, Sonna Pinioliz, Diego Romaniz y Gutier Osoriz (E. S., t. X X X I V , apéndice X X V , págs. 478-480). Del 26 de noviembre es la donación de las villas de Paratella y Tóldanos, a que aludo en el texto. Confirman "Gundisalvus Veremudiz, Aita Sarraciniz, Garsea Fredenandiz, Harramel Alvariz, Rudericus Didaci, Lup Telliz, Pelagius Menendiz, Froila Vimaraz, qui et armiger regís, Munio Fredenandiz, Aita Trastemiriz, Pelagius Ruderiquiz, Ovecus Vimara, Gundisalvus Menendiz, Rudericus Romaniz, Pelagius Erotiz, Aloitus Fredenandiz, Fafila Eolatiz, diaconus, Dominicus presbiter, Sampirus presbiter" (Arch. de la Cat. de León, cat. núm. 987). 46

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zález, que aparece a su lado nuevamente desde el año 991, y en 993 y 994 llevaba el título de armiger o alférez del rey, cargo que, sin duda por muerte suya, hereda dos años más tarde su hermano Froila Menéndez. Vemos, pues, que el acercamiento entre el trono y esta poderosa familia portuguesa se realiza desde los últimos años del siglo x. A Conancio, el que había esparcido rumores tendenciosos contra él, le suelta, conmovido por los ruegos de su esposa y de su madre, y solamente cuando reitera su traición "juntándose con sus enemigos para desvastar y depredar y latroniza/r la tierra", se decide a despojarle de todas sus propiedades. E l mismo Suero Gundemariz, revoltoso incorregible, que había sembrado tantos trastornos en las tierras gallegas, fué tratado con extraordinaria benignidad. Después de su rebelión sólo vuelve a aparecer momentáneamente en las cartas reales, pero es sin duda porque la muerte vino a segar sus ambiciosos proyectos, pues hay un documento del mes de agosto de 992 en que se nos habla de su viuda, a la cual quiso dejar Vermudo algunas villas que habían sido de su marido. Otra escritura del año 1000 nos recuerda todavía sus atropellos en tierras de Galicia y nos da a conocer el nombre de su mujer. También él estaba emparentado con el l i naje de San Rosendo. Una sobrina del fundador de Celanova, la monja Teresa, nos habla de cierto número de libertos del condado de Presares que su abuela Ilduara había distribuido entre sus herederos. "Hasta que se levantó una de nuestras sobrinas llamada Gudilona, que con nuestro hermano Sabarico, que administraba mi hacienda, falsificó una escritura, y cometió mil tropelías con aquellos hombres. Vino después Suero Gundemariz, el que organizó una rebelión contra el rey, el cual con pretexto de estar casado con otra sobrina mía, llamada Guncina, me arrebató por la fuerza aquellos hombres" (31). Cómplice de Suero fué otro conde ga-

(31) Suero Gundemariz confirma la donación que Vermudo hace del conmiso de Mera a Santa María de Lugo el 1 de marzo de 991 {Tumbo Viejo? catedral de Lugo, escrit. 14, fol. 102). E l diploma, que habla de loe libertos de Presares, puede verse en Muñoz y Romero, que lo sacó del Tumbo de Sobrado; Colección de Fueros municipales, pág. 157.

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llego llamado Galindo, de quien nos habla una carta de Alfonso V , fechada en 1022, a propósito de la villa de Santa Eulalia, junto al río Deza, que dicho Galindo había tenido que dar al rey Vermudo en castigo de su rebelión. "Fué el caso, dice Alfonso, que este hombre se alzó soberbiamente y organizó una conspiración

Vermudo II. (Tumbo A de Santiago.)

en la tierra de sus padres y abuelos desde su castro de Trana. Y cuando fué recibido en la gracia del rey hubo de entregarle esa villa con su escritura correspondiente" (32). Por este sistema Ver(32) "Et Ipse Galindus concessit eam genitori meo Veremudo dive memorie pro acelere quod ei perpetravit. Erexit se in superbiam et composuit rebellum in térra avorum et parentum suorum. E t quando recepit eura in suam gratiam dedit ei ipsam villam..." E n la documentación de esta época sólo en-

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mudo había llegado a restaurar su autoridad en todo el reino. Los principales rebeldes, Galindo, Gonzalo Bermúdez y Gonzalo Menéndez, vivían ahora a su lado, sirviéndole con lealtad más o meno3 sincera. Suero había ido a dar cuenta a Dios de sus atropellos (33); Osorio Díaz continuaba su existencia aventurera entre los musulmanes, y en cuanto a su sobrino García Gómez, el de Saldaña, pronto aparecerá también en la corte leonesa, movido acaso por la influencia de su primo el conde de Castilla.

cuentro un infanzón que lleva este nombre de Galindo. Es Galindo Herotiz, que confirma un diploma de Alfonso V en febrero de 1007. Sospecho que fué quien hizo causa común con Suero Gundemariz. E l patronímico parece indicar que procedía de aquel conde Hero que en tiempo de Alfonso el Magno contribuyó a la repoblación del otro lado del Miño. (Bibl. N a c , ms. 712,. folio 399). (33) E l 17 de junio de 993 da Vermudo unos hombres a Celanova, y Gundisalvo Veremudiz figura entre los cuatro magnates confirmantes (BarrauDihigo, 1. c, t. X , pág. 433). E l 13 de agosto de 993, Vermudo confirma sus bienes a Samos, confirmando Gundisalvo Menendiz armiger regís (B. N., manuscritos, cod. 18.387, fol. 274). E l 2 de junio de 994, Vermudo da a Fernando Núñez la villa de Cazonoquos, recibiendo in honore un caballo "colore morzello valente CCC solidos", confirmando Gundisalvo Menendiz armiger regis, y entre los comités magnati palatii, Gundisalvus Veremudiz {Tumbo de León, folio 237). E l 23 de diciembre de 994, Vermudo da al aba'd Salvato, cognomento Hilar, la villa de Morella, recibiendo in offertione dúos caballos obtimos uno rosello et alio raudano; confirma, entre otros, Gundisalvo Veremudiz (Tumbo de León, fol. 167). E l 25 de febrero de 996, carta de Vermudo relativa a Osorio Díaz: "Revelatum est autem ipse Osoiro Didaci ad parti nostre et quoadunavit se cum sarracenis adversus gentem et patriam nostram, propter quam ejecimus eum de térra ipsa et caruit nobis omnia quantum abuit". Confirman Gundesalvo Roderici, Gundisalvo Veremudiz, Eita Sarraciniz (Barrau-Dihigo: Chart. roy. león., 1. c , pág. 441).

CAPITULO XXII ÚLTIMOS AÑOS DE GARCI FERNANDEZ (992 - 995)

El luchador infatigable. La paz seguía inalterable entre Castilla y León. Por el momento, Navarra se desentendía de los intereses de los demás reinos cristianos, viviendo con la única preocupación de librarse del azote. Garci Fernández reputa esta actitud como una cobardía, y se esfuerza por mantener en torno suyo el criterio más digno de la resistencia. Poco es, sin embargo, lo que de él sabemos después de la campaña del año 990, en que compró la retirada del enemigo, con la entrega del hijo de Almanzor, el cual aprovechó los últimos meses de aquel año para ocupar en Portugal el castillo de Montemayor y toda la región marítima hasta el Duero. Sin duda, García sigue defendiendo su frontera, y defendiéndola con éxito, puesto que ni los anales cristianos ni las crónicas musulmanas registran pérdida alguna hasta 994. Las escrituras se hacen por este tiempo mucho más raras, lo cual es ya un indicio de desconcierto y desconfianza. L a documentación castellana no nos ofrece más que una carta en 990, dos en 991, una en 992, cuatro en 993 y dos, no del todo seguras, en 994. E n ellas seguimos encontrando con una sola excepción la fórmula de siempre: reinando el rey Ver-

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mudo y siendo conde Garci Fernández (1). Y a no hay donación ninguna del mismo conde, y sólo una vez le encontramos interviniendo personalmente en un acto oficial y poniendo su firma en una escritura. Fué en Cárdena el 9 de abril de 992. Una señora influyente de Burgos llamada Juliana hace un espléndido obsequio a la abadía, y al frente de las suscripciones leemos estas palabras: "Garsea Fredinandez comité". Con él están tres obispos, otros tres abades y varios ricoshombres, entre ellos uno llamado Ñuño Fernández, un tal Gómez Díaz, el ilustre Gonzalo Gustios y el alférez del conde, Izan, a quien el notario llama alférez real (2).

(1) Las cartas a que me refiero son las siguientes: 23 de marzo de 990: Donación de una viña a favor de Tabladillo, "rex Veremudus et comité Garcianum in regnis suis {Cart. de Arlanza, pág. 58). 27 de abril de 991: Donación en favor de San Millán, "rex Veremudo in Legione, comité Garsea Fredenandiz in Castella (Cart, de S. M. de la Cogollo,, pág. 74). 24 de junio de 991: Donación de doña Fronilde a Santillana, "rex Adefonso (?) in sedis Legione et comité Garsea Fredenandez in Castella" (Josué: Libro de la Regla, cat. X L ) . 9 de abril de 992: Donación de doña Juliana a Cárdena, "regnante rex Bermudo in Legione et Comité Garsea Fernandiz in Castella (Bec. de Cárdena, pág. 211). 7 de marzo de 993: Contrato de venta, "rex Bermudo in Legión et comité Sanzo Garcianiz in Kastella" (Doc. de Oña, A . H . N . , leg. 166, d. 5). 9 de abril de 993: Donación de Munio Romaniz a Cárdena, "regnante rex Vermudo in Legione et comité Garsea Fredinandiz in Castella" {Bec. de Cárdena, pág. 214). 26 de noviembre de 993: Venta en Cárdena, "rex Vermudo in Legione et comité García Fredinandiz in Castella" (Bec. de Card., pág. 297). 23 de diciembre de 993: Venta en Cárdena, "rex Veremudus in Legione et comité García Fredinandiz in Castella" (Ibid., pág. 299). 13 de marzo de 994: Carta de compraventa, "regnante comité García Fredinandiz in Castella" (Ibid., pág. 282). 29 de septiembre de 994: Donación a San Pedro de Cárdena, "rex Vermudo in Legione, et comité Garsea Fredinandiz in Castella" (Ibid., pág. 291). Por lo que se refiere a las dos anécdotas que cuento a continuación, puede consultarse Dozy: Recherches, II, 1881, pág. 236, y Rodrigo de Toledo: Historia Arabwn, cap. XXII, en "Hisp. Illustr.", II, 178. (2) "Garsea Fredinandiz comité hic rb Nunu Fernandiz hic ts Gundissalbo Godisteoz hic ts Munnio Sonnaz hic ts Izani alfierez rex hic ts.—Gomiz Didaz hic ts". Firman luego los abades Esteban, Auriolfo y Martín, y antes

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Fué, al parecer, por esta época cuando García logró unir en una alianza contra Córdoba a Castilla, León y Navarra, pero su iniciativa no tuvo ningún resultado práctico. Las mismas historias musulmanas nos hablan de rasgos heroicos que se estrellaban siempre contra la tenacidad y la buena estrella del hagib. Don Rodrigo de Toledo nos ha conservado un episodio que sin duda encontró en una historia musulmana, y que nos presenta un eco fiel de lo que era aquella lucha. Volvía una vez Almanzor de una de aquellas expediciones fulminantes, cargado de un inmenso botín: bueyes, caballos, tesoros, cautivos, joyas y vestidos de toda clase. E l ejército cristiano le cogió la delantera, interceptándole el paso en una garganta infranqueable. Lejos de amedrentarse, el cordobés mandó hacer alto, seleccionó semillas, unció sus bueyes en parejas y lo preparó todo para el cultivo de aquella tierra, simulando la intención de permanecer en ella. E n vista de esto, los cristianos se retiraron, ofreciendo al hagib pagarle los gastos del cultivo.

Todavía es más significativa otra anécdota que nos cuenta Ibn-Abi-Randuca el Tortoshi. Entraba un día Almanzor en territorio cristiano, rodeado de un ejército inmenso. Orgulloso de aquel alarde de fuerza militar, preguntó al general de la Caballería, Ibnal-Moshafí, sobrino del político del mismo nombre, que había sido primer ministro en los comienzos de su encumbramiento: "¿Qué dices de este ejército?" "Que es, ciertamente, numeroso", contestó el general. "¿Pensarás, sin duda, que en él hay, por lo menos, mil valientes?" "No estoy seguro de ello." "¿Pero habrá, por lo menos, quinientos?" "No lo creo." "Dejémoslo en ciento", replicó A l manzor, malhumorado. "Estaría bien si hubiese cincuenta." "Eres un imbécil—dijo el hagib, cortando la conversación—. Vete de aquí, y no vuelvas a aparecer en mi presencia." Cuando las tropas andaluzas se encontraron en el corazón del país enemigo destacóse un guerrero del ejército cristiano, y hade los magnates habían firmado los obispos Gudesteos, Martín y Ñuño {Becerro de Cárdena, pág. 211).

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ciendo toda suerte de piruetas con su caballo, avanzó hacia los musulmanes gritando: "Si hay algún mobariz, que salga." Buscaba un campeador para medirse con él en singular combate. Presentóse un musulmán, que fué derribado inmediatamente, con gran algazara de los cristianos. Presentóse después otro, y fué también derribado; y luego otro, y otro. Consternado con aquel resultado, acordóse Almanzor de Ibn-al-Moshafí. Este mandó venir a un soldado fronterizo mal vestido, el cual apareció montado en un miserable jamelgo, tan delgado, que se le podían contar todos los huesos, con un pellejo de agua atado a la silla. "Es necesario humillar a ese cristiano", le dijo el general, y él entonces, sin decir una palabra, entró en su tienda, dejó su pellejo, se vistió la coraza y al poco tiempo volvía a la presencia de Almanzor para tirar a sus pies la cabeza del cristiano. "He aquí un valiente—dijo A l Moshafi—; en él pensaba yo cuando te dije que no encontrarías cincuenta entre la muchedumbre de tus soldados."

García, en León. Cuando la figura del conde de las manos finas se eclipsa en la documentación castellana, seguimos encontrando huellas suyas fuera de Castilla. Las cartas leonesas nos descubren su reiterada presencia por este tiempo en la corte del rey Vermudo. Si el rey tenía interés en buscar el apoyo del conde contra las rebeldías de sus propios magnates, el conde, por su parte, estaba interesado en estrechar sus relaciones con él. Acompaña a Vermudo cuando a fines de 991 viene a tomar nuevamente posesión de su capital, que empieza a levantarse de sus ruinas, y firma el tercero entre los magnates la donación del 26 de noviembre a la sede leonesa (3). Tal vez fué entonces cuando se resolvió, de una manera que no deja

(3) Arch. de la Cat. de León, cat. núm. 987. Antes que García Fernández confirman Gonzalo Vermúdez y Eita Sarracinez, un conde, al parecer, asturiano.

r£STJn?V3OTRlSI«€ Rfi Vermudo II y su mujer Elvira. (Libro de los Testamentos de Oviedo.}

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de extrañarnos, un problema familiar que interesaba a ambos. Cerca de ocho años hacía que Vermudo estaba casado con una prima suya llamada Velasquita, que le había traído el apoyo de algunos magnates par-a el momento de su lucha con Ramiro III. Desde 984 a 986 Vermudo hace sus concesiones y confirmaciones en unión con su mujer; después el nombre de la reina desaparece en los documentos. Tal vez Velasquita no le daba a su marido el hijo esperado. Es un hecho que se iban pasando los años y Vermudo no tenía más que hijos bastardos, entre ellos un Pelagius Veremudiz, que firma por esta época varios documentos reales (4). Parece ser que no estaba contento con aquel matrimonio, y que creyó tener razones suficientes para romperle, y los eclesiásticos que le rodeaban, entre ellos su fiel notario y consejero Sampiro, a quien por esta época hace cuantiosas donaciones, no solamente no le

(4) Le encuentro por vez primera en la carta por l a cual Vermudo da a su fiel Sampiro villas que habían pertenecido a Gonzalo Vermúdez, el 5 de septiembre de 992. Firma en penúltimo lugar con estas palabras: "Pelagius prolis Veremudi regis" (Arch. de la Cat. de León, cat. núm. 3). Sobre la personalidad de Vermudo II véanse: Dozy: Recherches, tercera edi., t. I; A . Blázquez y Delgado Aguilera: El reinado de Bermudo II en las manuscritos de la Crónica del obispo de Oviedo, don Pelayo, "Cultura Española", núm. 11, pág. 647; Pelayo de Oviedo y el Silense, "Rev. de A . B. y M . " , tomo XVIII, pág. 187, año 1908; Elogio de don Pelayo, obispo de Oviedo e historiador de España, 1910. Siguiendo a Sampiro, el Silense trata elogiosamente a Vermudo, llamándole varón prudente y amante de la justicia; Pelayo, en cambio, censura acremente su conducta, diciendo que fué indiscreto y tirano y relatando sus atropellos con un obispo de Compostela y otro de Oviedo, y acusándole de bigamo por su casamiento con Velasquita y Elvira. Dozy defiende el parecer del Silense. Blázquez se declara en favor de Pelayo. L a documentación auténtica, según se ha podido ver en el texto, nos descubre en Vermudo un rey hábil, enérgico y piadoso. Sabe sortear las dificultades que le presentan las campañas de Almanzor, somete a los condes rebeldes usando de la bondad y del rigor, se consolida en un trono usurpado a pesar de la oposición de un fuerte partido, a quien apoya un poderosísimo enemigo. A la luz de los cánones es imposible explicar sus varios matrimonios. Tuvo, probablemente, discusiones con el obispo de Compostela Pelayo, que había heredado la inquietud política de su padre, Rodrigo Velázquez. Pelayo debió negarse a asistir a la coronación de Vermudo en Compostela, el 15 de octubre de 982, pues hay documentos que nos le presentan retirado en Celanova durante los meses de septiembre y octubre de ese año.

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disuadieron, sino que debieron aprobar su resolución. Y a hemos insinuado que Velasquita, "prolis Ranimiro", es decir, vastago de Ramiro, debía descender del vencedor de Simancas, a través de Aldonza, la mujer de Gonzalo Vermudez, y esto es lo que debió provocar la rebelión del conde de Luna. Una vez aplastados los rebeldes, Vermudo se decide a resolver el pleito matrimonial, y estrecha sus relaciones con el conde castellano, casándose con una hija suya, llamada Elvira, que desde el año 992 aparece al lado de Vermudo y que no tardará en darle un hijo y sucesor, el futuro Alfonso V (5). Sobrina de Urraca Fernández, la mujer de Ordoño III, Elvira era también prima carnal del rey leonés, y esto hace que no le faltasen motivos a Pelayo de Oviedo para protestar contra la conducta de Vermudo. Tal vez el casamiento se celebró a fines de verano de ese año, puesto que el 2 de septiembre volvemos a encontrar en León al conde García, y es posible que la donación del castillo de Miranda, que el rey entrega con esa fecha a la diócesis de Oviedo, fuera inspirada por la alegría de aquel fausto acontecimiento. E l obsequio le hace el rey "en unión con su mujer Elvira"; "la reina Elvira, sierva de Cristo", confirma en segundo lugar, y tras ella el obispo de León. A continuación ponen su nombre los magnates: Gonzalo Vermudez, el primero; el segundo, Fernando Díaz, tío del conde de Saldaña; luego un magnate más, Gustios Menéndez, y tras él García Fernández, el conde Castilla. Firman una veintena de magnates, los más influyentes del reino, pero falta el nombre de García Gómez, que aún no debía haberse reconciliado con el rey (6). Tres días más tarde Ver-

(5) A . H . N . , cod. 971; Privils. de Oviedo, fol. 406. Lo mismo en este privilegio que en el de unos días después, confirmación del anterior, Vermudo hace ya la donación "cum conjuge mea Gelvira" (Cf. E . S., t. X X X V I I I , ap. V, pág. 278). (6) E . S., t. X X X V I I I , ap. V, pág. 278. Vemos también la firma de Sampiro presbiter et notarius, pero el copista de la carta es un tal Frunimio, que declara expresamente escribirla en León: "Frunimius judex et notarius scripsit hec in Legione".

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mudo se siente bastante fuerte para suscribir la sanción de confiscación de bienes del jefe de los condes rebeldes allí presentes (7)

La reina Velasquita. La reina abandonada debió buscar un refugio en el monasterio de San Pelayo de Oviedo. Se fué resignada y acaso convencida de que debía sacrificarse. Poco después la vemos en buenas relaciones con su antiguo marido, con la nueva reina y con el príncipe Alfonso. E l 14 de marzo de 996 estaba Vermudo en Oviedo, y no quiso salir de la ciudad sin dejar al monasterio un obsequio, que a la vez debía ser un acto de desagravio para con su primera esposa y para con otra reina que también había ido allí a olvidar sus ambiciones y sus fracasos. E r a Teresa, la madre de Ramiro, que entonces gobernaba el monasterio. A ella la "electa et Deo vota Tarasia regina, Christi ancilla", y a sus compañeras, entre las cuales estaba, sin duda, Velasquita, concede el rey un buen lote de villas. Confirman "Giloira regina brolis Garseani" y junto a ella "Velasquita regina", y a continuación varios condes y obispos. Diez años más tarde continuaba Velasquita en Oviedo, y agradecida, sin duda, a aquella iglesia, donde había encontrado protección y consuelo, le hacía donación el 29 de agosto de 1006 de toda su hacienda, a excepción de algunas cosas que había entregado al hijo de su hermana, "suprino et privigno meo regi Adefonso". Cuatro años más tarde, el 23 de octubre de 1010, vendía en Villa Veira un molino al presbítero Justo, y por una nota antigua sabemos que prolongó su vida hasta 1024 (8). (7) Es la carta ya citada en que se relata la historia de Gonzalo Vermúdez, y que lleva la fecha del 5 de septiembre de 992. (8) Serrano: Cart. de Vega, apénd., doc. 1, pág. 143. Hace la donación a San Juan Bautista y a San Pelayo, "in cimiterio puellarum sub regimine electa et Deo vota Tarasia regina, Christi ancilla, et consortes earum" Confirman "Veremudus rex, Giloira regina prolis Garseani, Velasquita regina, Armentarius episcopus menduniensis, Froila legionensis episcopus, Pelagius lucensis episcopus, Gundemaro Pinioliz comes, Vistrarius iriense sedis epis-

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El conde se eclipsa. Aquella actuación del 2 de septiembre de 992 en la corte leonesa es la última que conocemos de Garci Fernández. Después, los documentos siguen citándole como conde de Castilla, pero sin que aparezca personalmente en ninguno de ellos, a no ser que queramos ver al conde de Castilla y a su hijo en el Garsea y el Sancius, que firman un documento expedido por Vermudo en Compostela el 12 de abril del año 993 (9). No deja de extrañornos este obscurecimiento de la figura de García Fernández durante los últimos años de su gobierno. Había comenzado con un optimismo expansivo y entusiasta, había proseguido con una energía indomable, que logró librar el corazón de Castilla de los golpes de Almanzor y conseguir de él una paz honrosa, y no obstante parece como si en estos últimos años se hubiese perdido aquella confianza y aquel bienestar que se respiraban en el momento de la fundación del infantado de Covarrubias. Y que sucedía así efectivamente nos lo dicen los acontecimientos que se desarrollaron algún tiempo después. L a llaga de León había sido en los últimos años las rebeldías cortesanas y las discordias domésticas en la familia real; y este fué también el escándalo de Castilla. E l hijo de Fernán González había empezado siguiendo la política generosa y desprendida de su padre, favoreciendo los monasterios, enriqueciendo a los infanzones y ampliando el número de los caballeros. Le hemos visto premiando la fidelidad de Fernando Armentariz con la creación del señorío de Melgar, dotado de grandes privilegios, y copus, Veila Enecoz, Froila Scemeniz, Xemenus Xemeniz, Fortis Didaci, Petrua lucensis episcopus, Frolo Guinrici" (Barrau Dihigo: Sur deux cartulaires..., pág. 558). (9) E . S., X I X , pág. 382. Creo muy probable que se trate del conde de Castilla y de su hijo. Confirman el documento seis obispos y después tres magnates que sólo escriben su nombre personal: Gutherre, Garsia, Sancius. Se trata, evidentemente, de tres magnates, y Gutherre es, probablemente, el conde gallego Guttier Osoriz; ahora bien, entre la aristocracia leonesa de este tiempo no encuentro los nombres de .García y Sancho.

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por otra parte tenemos el testimonio de la Crónica General, según la cual "en el so tiempo llegó la cavallería de Castiella a seer de quinientos fasta seyscientos cavalleros fijosdalgo, ca antes non solien seer más de treszientos" (10). Es decir, que había seguido las tendencias populares que fueron la base del condado, aumentando la nobleza y premiando con ella los esfuerzos hechos en defensa del país. Esto, no obstante, debió parecer poco todavía. Después del 987 no volvemos a encontrar ninguna donación, ningún privilegio condal, y es un hecho que a García se le acusará de poco generoso para dotar a las hijas de sus vasallos, lo cual era entonces una de las obligaciones de los soberanos, cumplida siempre generosamente por Fernán González, según aquellos versos del romance :

A l que casaba su hija dábale yo rico don.

Tal vez el calificativo de conde de los buenos fueros, que se dio a Sancho García, encerraba tanto una alabanza para él como una censura par i su padre. Hay que reconocer, sin embargo, que el conocido documentó de 1030, relativo a los infanzones de Espeja nos le representa enriqueciendo a sus caballeros con las tierras del fisco a cambio de ciertas obligaciones militares, como servir a Í aballo en la guerra y vigilar, también cabalgando, la frontera de] Duero.

Probables manejos de Almanzor. Pero no debemos olvidar tampoco que detrás de todas aquellas rebeldías, que venían a debilitar los estados cristianos, estaba la mano pérfida y solapada de Almanzor. Aquel guerrero formidable era también un consumado político, dotado de una habilidad dia(10) Primera Crónica General (Ed. de Menéndez Pidal, pág. 429 a, 1. 31. Cí. R. Menéndez Pidal: La España del Cid, Madrid, 1929, pág. 106).

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bólica para crearse partidarios en campo enemigo. "Era tan generoso y magnífico, dice la Najerense, y tan hábil en sus dones, que si surgía cualquier conflicto entre un moro y un cristiano, era el moro qftien recibía el castigo; y de esta suerte, tanto por su largueza como por su justicia, logró atraerse a muchos caballeros cristianos." Promesas de señoríos, obsequios y riquezas, garantías con respecto a las creencias religiosas, seguridades de tolerancia, impropias del espíritu de aquel tiempo. Esto le servía para preparar sus conquistas. De esta suerte pudo el terrible hagib contar en sus ejércitos un crecido número de cristianos, a quienes halagaba con la prescripción de no combatir los días de domingo, sino en caso de verdadera necesidad; y además en los países invadidos tenía siempre a su disposición una quinta columna, que se creaba aprovechando descontentos, despertando rivalidades y fomentando ambiciones. L a deserción de los condes de tierra de Campos le había permitido apoderarse rápidamente de León; la colaboración de los condes gallegos le facilitará la llegada a Compostela, y fueron probablemente los buenos servicios de los Velas los que le valieron la sumisa actitud del rey de Navarra.

Aunque con más dificultades, Almanzor logró hacerse también partidarios en Castilla. Aquí, en realidad, el ímpetu guerrero había fracasado; era, por tanto, preciso acudir a otros procedimientos. De su eficacia nada nos dicen los diplomas, a no ser por su escasez durante estos años, pero tenemos el testimonio de un documento excepcional, que nos descubre en Castilla las mismas relaciones con la corte cordobesa, que nos han permitido adivinar las cartas leonesas.

Los cantares de gesta. Es el cantar de los siete infantes de Salas, que conocemos a través de la Crónica General y de nuestros antiguos romances. En él se nos describe la historia trágica de una de las más nobles familias, que por este tiempo intervenían en la política castella-

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na. Aunque indirecta y secundariamente, aparecen también en ella los nombres de García Fernández y Almanzor. E l relato empieza contando las bodas de un infanzón de la Castilla meridional, Ruy Velázquez, señor de Vilviestre, con una señora de la región burevana, llamada Lambra, que tenía parentesco con los condes de Castilla. Hubo en ellas la diversión obligada en todas ias fiestas de aquel tiempo: el bofordo, que consistía en derribar un castillo de madera con un golpe de lanza fir-

Después de la batalla. (De un códice del siglo X.)

me y acertado. Surgió una disputa durante el juego, y a consecuencia de ella Gonzalo González, el menor de los siete infantes de Salas, sobrinos del novio, mató a Alvar Sánchez, primo de la novia. Lambra se creyó deshonrada, y exigió que se cumpliese una ley tradicional, que el Fuero Real expresará en esta forma siglos adelante: "Si algún home deshonrare novio o novia el día de su boda, peche 500 sueldos, e si non los hubiere, peche lo que hubiere, e por lo al yaga un año en el cepo." Ruy Velázquez, deseando desagraviar a su mujer, hirió a Gonzalo, pero éste se defendió, y la lucha llegó a tomar tales proporciones, que hubieron de intervenir el conde García y el padre de los infantes, Gonzalo Gustios, consiguiendo una reconciliación, tan sincera al parecer, que

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los siete jóvenes acompañaron a su tía desde Burgos, donde se celebraron las bodas, hasta sus posesiones de Barbadillo, lugar situado cerca de la corriente del Arlanza y a la sombra de la peña de Carazo. Pero Lambra guardaba el rencor en el alma. Inducido por ella, un criado suyo afrenta a Gonzalo tirándole al rostro un cohombro lleno de sangre. Suponía esto en Castilla un desacato tan grande, que los siete hijos de Gonzalo Gustios se lanzan contra el ofensor y le matan junto al manto de su señora, cuyas tocas se tiñeron de sangre. Esta era una afrenta todavía mayor, que el derecho germánico obligaba a limpiar con otros 500 sueldos o con la obligación de pedir perdón en compañía de hombres de la misma alcurnia que la ofendida. Pero los siete infantes, dejando a los pies de Lambra el cadáver de su criado, montaron en sus corceles y marcharon a su villa cercana de Salas. Las venganzas se suceden lo mismo que los ultrajes. Lambra pide con llantos desesperados que se lave su honra, y para darle gusto, Ruy Velázquez urde una vasta traición. Es un magnate de aquellos a quienes no importaba entrar en relaciones con Almanzor y que probablemente estaba ya en contacto con él. Y lo curioso es que su pariente Gonzalo Gustios, a quien el cantar nos pinta con colores menos sombríos, tampoco tenía escrúpulos en trabar amistad con los musulmanes. Sin duda pertenecían a aquellos señores fonterizos que, alarmados por la presión musulmana, trataban de buscar la manera de conservar sus ricas granjas, aunque los cordobesa?' llegasen a dominar en la región que habitaban. Para excusar su conducta, el señor de Vilviestre alegaba que García no le había ayudado en sus bodas como debiera.

E l hecho es que Ruiy Velázquez llegó a persuadir a Gonzalo Gustios que fuese a Córdoba so pretexto de pedir dinero a Almanzor, pero en realidad para entregarle una carta en que se le rogaba que descabezase al portador y se le ofrecía la entrega de sus siete hijos en el campo de Almenar. Almanzor se contenta con meter en la cárcel a Gonzalo, encargando de cuidarle a una princesa hermana suya. 47

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La muerte de los siete infantes. Mas he aquí que al poco tiempo la mora se encariña con el caballero cristiano y se ofrece a darle un hijo heredero del valor de su padre. Ruy Velázquez, entre tanto, daba pregones en Castilla deseoso de reunir gentes que le acompañasen a la guerra, y de los primeros en acudir fueron sus sobrinos, que se presentaron mandando doscientos caballeros. Con ellos iba su ayo, Ñuño Salido, el cual, como buen catador del vuelo de las aves y de toda clase de agüeros, antes de salir del alfoz de Lara, en el pinar de Canicosa anunció que no volverían a Castilla los que pasasen adelante. Los siete hermanos, lejos de intimidarse, prosiguen la marcha, y el menor de ellos, Gonzalo González, discute con el ayo sobre la interpretación de los agüeros, como de cosa que entonces conocía todo el mundo. Tío y sobrinos se encuentran en la vega del río Ebros, y allí renacen los disgustos entre ellos, pero Ruy Velázquez disimula, y al llegar al campo de Almenar ordena a los siete hermanos que vayan a correr y a robar el campo. No tardan en caer en la cuenta de que están vendidos; escuadrones de moros los rodean y nadie viene en su ayuda. Ñuño Salido cumple el deber del buen ayo pegando los primeros golpes y buscando la muerte por no ver la de aquellos jóvenes, a quienes había criado y formado para la guerra. Murió, efectivamente, y ellos después de sembrar el campo de cuerpos enemigos, rendidos ya de cansancio, fueron cogidos por los moros y descabezados en presencia de Ruy Velázquez, que se había puesto de acuerdo con el capitán de las tropas enemigas, llamado Galve. Las ocho cabezas fueron llevadas a Córdoba el 14 de septiembre, fiesta de San Cebrián, y allí presentadas a Almanzor, el cual se las envió a su prisionero Gonzalo Gustios. Este es el momento de más trágico interés en la gesta. Gonzalo coge una a una las cabezas, las limpia de polvo y de sangre, y al irlas reconociendo razona con cada una de ellas, como si aún tuviera a r

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sus hijos delante. Menéndez Pidal ha podido descubrir algunos de los versos primitivos en la prosa de la Crónica General: L a cabeza de don Munio tornóla en su lugar, e la de Diego González en sus brazos fué a tomar; e mesando sus cabellos e las barbas de su faz: "¡Señero so e mezquino para estas bodas bofordar! Fijo Diago González, a vos amaba yo más, facíalo con derecho, ca vos naciérades ant; grant bien vos quería el conde, ca vos érades su álcali, también toviestes su enseña en el vado de Cascajar".

Todos lloraban, enternecidos por estos recuerdos, y el mismo Almanzor, compadecido de aquel padre, le concede la libertad. A l despedirse de la mora, le dice Gonzalo Gustios que si de ella nace un hijo se le mande a Castilla, y quitándose el anillo, le rompe y le da la mitad, a fin de que con ella se le pueda reconocer. Llega a Salas llevando las ocho cabezas, pero no puede cumplir el deber de la venganza, porque Ruy Velázquez, a pesar de su traición, sigue poderoso en la corte condal. Mas he aquí que un día, después de mucho tiempo, llegan a la puerta de su casa doscientos caballeros moros, y uno de ellos, el mas gallardo, le presenta la mitad del anillo. Es Mudarra, el hijo de la mora y suyo. Tras las primeras alegrías van a Burgos, y en el palacio del conde hallan a Ruy Velázquez. Mudarra le desafía, pero tiene que aceptar una breve tregua que le propone el conde. Viendo en peligro su vida, el traidor intenta de noche refugiarse en sus casas de Barbadillo, pero Mudarra le sale al camino, y le hiende la espada hasta la cintura, diciendo: "Morras alevoso, falso e traidor." Después mata a treinta de los que le acompañaban, y ordena que doña Lambra sea quemada viva. Tal es el trágico relato, en que se refleja al vivo una época heroica y primitiva, de costumbres bárbaras, de sentimientos feroces, de pasiones indomables, abrigadas en el pecho durante largos años. Bajo el tosco ropaje de una lengua balbuciente se han logrado evocar situaciones de gran valor poético y de incompara-

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ble fuerza trágica, obtenida con la sencillez de recursos propia de la edad de oro de la poesía épica (11).

Poesía e historia. Pero esta tragedia familiar, como todas las primitivas gestas castellanas, tiene un fundamento histórico evidente. Nada sabemos de él por las fuentes documentales, pero todo, los nombres de los personajes, el medio en que se mueven, las preocupaciones y las costumbres, nos garantizan su realidad. Es la historia de una ilustre familia castellana, contemporánea del segundo conde independiente, cuyas desgracias conmovieron de tal suerte a una generación, que los juglares las tomaron como tema de los cantares que decían en las plazas y en los castillos para inspirar el horror a la traición y a los traidores. Nacida bajo la impresión primera del suceso, la relación se viste acaso de adornos fabulosos, y nuevos detalles vienen a enriquecerla al pasar de boca en boca, pero substancialmente queda el hecho que conmovió a la generación creadora de la gesta. Invenciones del juglar son a todas luces el número de los infantes de Salas, elevado a siete para hacer más honda impresión sobre el público, la venganza realizada por el bastardo, detalle de gran valor poético, exigido por un íntimo sentido de justicia; el diálogo de Gonzado Gustios con (11) Aunque haya que leerlas con gran circunspección, recogeré aquí las palabras que trae Berganza, hablando de los infantes: " E n tiempo del conde Garci Fernández florecieron Gonzalo Gustios y sus hrjos Diego, Martín, Assur, Fernando, Gustios, Alvaro y Gonzalo. Puédese ver la historia de estos señores en el maestro Morales. Y o sólo tengo que añadir aquí que Gonzalo Gustios tuvo su casa en la ciudad de Burgos, en el sitio donde hoy está el colegio de la Compañía de Jesús. Los cuerpos de los siete infantes fueron llevados al monasterio de San Millán de la Cogolla, en donde están los siete sepulcros, con el de su ayo Ñuño Salido. Las cabezas fueron puestas en un arco cerrado junto al altar mayor, en la iglesia (de Santa María) de la villa de Salas (Antigüedades, t. I, pág. 296. Cf. Menéndez Pidal: Leyenda de los infantes de Lara, Madrid, 1934. E n la ed. de la Crónica General hecha por Menéndez Pidal ocupa los cps. 736 a 751).

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las cabezas de sus hijos, y otras adiciones semejantes. Están, en cambio, completamente conformes con las condiciones históricas del siglo x, hasta el punto de que difícilmente pudieran haberse imaginado en época posterior las noticias sobre las relaciones de los magnates cristianos con la corte cordobesa, sobre el envío de las cabezas de los vencidos a la capital musulmana, donde se las solía colgar en lo alto de la puerta de la Azuda, sobre el lugar de la frontera en que se realiza la traición, y sobre la situación política de cristianos y musulmanes. L a misma geografía con la mención de la Bureva, de Salas, Barbadillo, Vilviestre, Canicosa, el río Ebros, que nace en el término de este último pueblo, y el campo de Almenar, al suroeste de Soria, cerca, del escenario en que se habían desarrollado las primeras luchas de Garci Fernández con los musulmanes, es una nueva confirmación de la historicidad del relato.

Galib ben Amril. L a nomenclatura, siempre vaga y seca, de los diplomas del siglo x, nos permiten identificar la familia, en cuyo seno se desarrollan aquellos lúgubres sucesos. Por ella podemos conjeturar la existencia real de la mayor parte de los personajes, que nos presenta el cantar en torno a Garci Fernández y Almanzor. Galve, el general que manda la hueste mora en Almenar, podría ser el famoso Galib, que gobernó tantos años la frontera inferior desde Medinaceli, y que hubo de enfrentarse con el conde castellano en sus primeras correrías más allá del Duero. Sin embargo, su presencia en la gesta no sería más que un eco de la fama que tenía en Castilla, pues todo parece indicar que cuando sucedió la muerte de los infantes, no estaba él de jefe en la frontera. Por eso creo yo que Galve es el Galib ben Amril, que en 974 defendía la tierra de Almenar y Noviercas, y siguió defendiéndola los años siguientes (12). (12)

E n éste y en algunos otros puntos me aparto del magistral estu-

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Uno de los siete mancebos se había distinguido en el vado de Cascajar, cerca de San Esteban, en una acción que se desarrolló cuando Almanzor era ya el generalísimo del ejército musulmán, y que no parece ser otra que el asedio fallido de la plaza de San Esteban en el verano de 989.

Castillo de Galve.

Ruy Velázquez. Menos clara aparece la personalidad de Rodrigo o Ruy Velazquez, que se nos presenta como el protagonista, pero debemos tedio que Menéndez Pidal ha hecho de la Gesta en uno de sus libros más conocidos. Sobre Galib, uno de los cuatro hermanos Amril, que tenía el castillo de Ateca, véase Codera: Embajadores de Castilla en Córdoba..., B . R. A . H., t. XTV, 1889, pág. 187.

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ner en cuenta que es tan escasa nuestra documentación de aquel tiempo, que podemos estar seguros de que faltan en ella la mayor parte de los nombres de magnates e infanzones. Entre 950 y 975 se desarrolla en Galicia la existencia agitada dé un conde llamado Rodrigo Velázquez, que lucha con otro magnate gallego, Gonzalo Menéndez, por asegurarse la preponderancia en la región, que logra colocar a un hijo suyo en la sede de Compostela, y que envía a su madre hacia el 971 a la corte musulmana para entenderse •con Alhaquém. Pero este magnate inquieto había muerto ya en 978, y por otra parte, no parece muy natural que las andanzas de este conde gallego, cuya mujer se llamaba Oneca Adosinda y no Lambra, impresionasen tan vivamente la imaginación popular de Castilla, que llegasen a inspirar un cantar (13). E l Ruy Velázquez de la gesta era un pequeño señor de una villa, que aún existe a pocos kilómetros de Salas de los Infantes, y no lejos de los pinares de Canicosa. Tal vez el poema de Fernán González se acordaba de esta familia al mencionar a Velasco, uno de los héroes de la batalla de Hacinas, que podría ser también el don Velasco (14), que según una carta de 932, poseía bienes en Vallejimeno, pueblo de Alfoz de Lara (15). Otros documentos castellanos de esta época nos hablan de infanzones que se llamaban Fernando Velázquez (929 y 945), Alvaro y Diego Velázquez (931), Sarracino Velázquez (942 y 957), Velasco Sarracinez (950), Velascone (992), Velasco

(13) Cf. E . S., t. X I X , págs. 166 y sigs.; Menéndez Pidal: La leyenda de .los infantes de Liara, 1934, págs. 13-15. (14) A don Gustios González, el que de Salas era, a él e a sus fijos dióles la delantera; con ellos va don Velasco, que era dessa rrivera, que por miedo de la muerte non dexara la carrera. (Poema de Fernán González, estrofa 443, pág. 66 de la edición de C. Marden.) (15) Lo interesante de esta carta es que en ella encontramos dentro de la región de Salas y Lara, unidos en una donación a un Velasco González y a un Fernando Gustios que pertenecen, al parecer, a las dos familias de l a Gesta y parecen unidos por lazos de parentesco (.Cart. de Arlanza, pág. 37).

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Telliz y Tello Velázquez (997), Velasco Díaz (989) y Gonzalo Velázquez (963) (16). E n tiempo de Garci Fernández encontramos por fin un Ruy Velázquez que confirma una donación de Fronilde, pariente y acaso hermana del conde, al monasterio de Santillana, el 10 de mayo de 987. E l que aparezca en esta región septentrional del condado no quiere decir que fuese originario de ella, pues bien pudo estar allí formando parte del séquito del conde, que suscribe también aquel documento juntamente con su mujer (17).

El linaje de Gonzalo Gustios. Mejor conocida es la familia de los Gustios, que figura con gran relieve en toda la historia de Castilla durante el siglo x, pero especialmente en el Alfoz de Lara y en torno a Salas de los Infantes. Como tronco de ella aparece ya desde la primera parte del siglo un Gonzalo Gustios, el viejo, que firma en 921 una donación de Gonzalo Díaz, hijo de Diego Porcelos (18). Las ramas de este linaje florecen prolíferas en la tierra que se extiende entre el (16) Véase nuestro índice de documentos en los años respectivos. Reproduciré aquí una especie fabulosa, pero acaso con un fondo de verdad, que Argáiz trae en su Corona Real de España, sacándola de un escrito del A r chivo de Oña: "Siempre estaban en rixas y contrastes los cavalleros de Castilla Vieja, que el rey don Alonso el Católico trajo a poblar a Castilla Vieja, porque trajo a los Velázquez, y les dio las tierras de Lara; y a los Salvadores a gran parte de Castilla Vieja y a Poza y a Bureba; y a los Velas dio Val de Govia y a Miranda" (pág. 296). (17) Se desconoce el contenido de esta donación por estar rota la carta, pero sabemos que es de doña Fronilde, y queda la calendación con las roboraciones que son del tenor siguiente: "Fasta charta die III feria, V I idus madii, era M X X V , imperante comité nostro García Fernandiz in Castellar Roderico Telliz in mea presentía, Nunno Velasquiz in mea presentía, Roderico Velasquiz in mea presentía, Gundesalvo Acisonez in mea presentía... García Fredenandez comes cf. et Ava cometissa cf." (Josué: Libro de Regla, pág. 15). (18) Bec de Cárdena, págs. 40-42. A l frente de los confirmantes vemos estos dos nombres: Gundisalbo Gudistios, Didaco Gudistios; sin duda, dos hermanos, que lo eran tal vez de María, la mujer de Gonzalo Díaz, el donante. a

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Arlanzón y el Arlanza. Desde el 930 al 960 encontramos ya con el apellido Gustios los nombres que llevarán poco después los siete infantes: Guttier, Rodrigo, Munio, Diego, Fernando, Gonzalo, Vermudo, Alvaro y Anne o Annaia. E n 944 Diego Gustios y Vermudo Gustios fundan entre Burgos y Lara el monasterio de San Martín de Modúbar, y con ellos interviene una tal Flámula o Lambra, que nos manifiesta ya unido a la familia el nombre de la mujer que ocasionó tan terribles venganzas (19). Entre 920 y 950 hay tres Gustios que indudablemente pertenecen a la misma familia: el uno, Gustios Díaz, hijo del fundador de Modúbar; el otro, Gustios Muñoz, que suscribe en 968 la donación de Fernán González a Montorio, y el tercero, Gustios González, que figura al lado de Ordoño II en la fundación del monasterio riojano de Santa Coloma en 923, y aparece un año más tarde confirmando la emancipación de San Juan de Tabladillo, otorgada por Rodrigo Díaz, y es acaso el Gudesteus que en 949 firma con Fernán González una donación hecha a Cárdena. Este fué al parecer el padre de Gonzalo Gustios el de la leyenda, cuya figura se nos presenta también en la historia con más claridad que las de los otros miembros de la familia (20). Empieza a destacarse en los últimos años del primer conde independiente. E n 963 suscribe una donación que un abad llamado Mancio hace a Cárdena (21); en noviembre de 969

(19) Bec. de Cárdena, pág. 54. Y a hemos visto a Diego Gustios, hermano de Gonzalo Gustios el Viejo, en la carta de 921. Aquí descubrimos otros parientes suyos que se llaman Fernando Gustios, Assur Vermúdez y doña Flámula. Diego Gustios figura en otras dos cartas de Cárdena de 963 {Becerro de Cárdena, págs. 8 y 11), y el 23 de mayo de 964 se hace familiar del mismo monasterio y le entrega varias posesiones (Ibid., pág. 13). Es interesante ver aquí unido en la familia el nombre de Flámula, Flambla o Lambra, que llevaba la mujer de Ruy Velázquez. Si no corriente, era, por lo menos, un nombre bastante usado en la Castilla del siglo x, habiéndole llevado, entre otras damas distinguidas, la mujer de Gonzalo Téllez, conde de Lantarón, muy allegado de la casa condal. Vemos que no era tampoco ajeno a estas familias inmortalizadas por el viejo cantar. (20) Encuentro, además, un Gustios Rodriz, que confirma el 1 de enero de 964 los fueros de San Julián de Bezares {Bec. de Card., pág. 36). (21) Bec. de Card., pág. 46.

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figura al lado de Fernán González, con motivo de la fijación de los límites del monasterio de Rezmondo (22). Su importancia parece aumentarse en los primeros años de Garci Fernández, junto al cual se encuentra en casi todas las donaciones que hace entre 970 y 973 (23). Del año 974 son los fueros de Salas, que aunque reformados y retocados en diversos tiempos conservan un substrato primitivo, del cual son estas palabras del comienzo: "Yo Gonzalo Gustios, con consejo y mandato de mi señor García Fernández, poblé Salas, y le di fueros y límites, y mi señor el conde sobredicho los confirmó." Entre las confirmaciones aparecen las de Munio Gustios y Alvaro Gustios, y al frente esta frase del conde: "Yo el conde García, que mandé escribir esta carta a mi fiel Gonzalo Gustios" (24). Según el cantar, la mujer de Gonzalo Gustios, hermana de Ruy Velázquez, se llamaba Sancha. Existe, sin embargo, un documento recientemente publicado, en que hallamos un nombre distinto. Es un contrato de compra-venta, por el cual Gonzalo Gustios y su mujer Prollina ceden a los monjes de San Adrián de Juarros la tercera parte de un molino, que tenían en el término de la fuente de Nafárruri, al sur del Arlanzón. Fué en la era 1009, año 971, a 24 de septiembre, reinando Ramiro en León y siendo conde en Castilla Garci Fernández. A l frente de las suscripciones vuelven a aparecer los nombres de uno y otro vendedor: "Yo Gonzado Gustios y mi mujer Prollina." Y entre los confirmantes hay un Blasco o Velasco Téllez, que podría ser el padre de Rodrigo Velázquez, (22) Ibid., pág. 246. (23) 28 de mayo de 972: E l Concejo de loa Ausines dona al conde un monte a cambio de la exención de castellería, Gundesalbo Gudestioz (Becerro de Card., pág. 8). 28 de mayo de 972: Leyes forales de Cárdena, Gundesalbo Gudistioz (Ibidem, pág. 11). 11 de julio de 972: Garci Fernández da un pozo de sal a Cárdena, Gundisalbo Godestioz (Ibid., pág. 339). 11 de julio de 972: Donación de Garci Fernández a Cárdena, Gundesalbo Gudestioz (Ibid., pág. 6). (24) Cart. de Afianza, págs. 181-185.

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y por tanto el suegro de Gonzalo Gustios (25). Llegamos a sospechar que los juglares cambiaron intencionadamente el nombre de Prollina en Sancha por considerarle poco eufónico y hasta propicio para sonrisas en medio del sangriento relato. Existe además un hecho verdaderamente extraño: este personaje, que es figura de primer orden en la corte del conde García hasta el año 975, se oculta de repente a nuestras miradas. Inútilmente buscamos su nombre entre la numerosa lista de los confirmantes de la fundación del infantado de Covarrubias, donde debiera haber figurado como uno de los personajes más influyentes de la región. Su huella se pierde por mucho tiempo, y parece como si esta desaparición viniese a confirmar lo que nos dice la gesta de su prisión y sus desgracias. Pero lo más extraño es que al fin del gobierno del conde García reaparece de nuevo formando parte de su séquito. E l 9 de abril de 992 estaba García en Cárdena, autorizando la donación de una rica dama burgalesa al monasterio. E s el último acto suyo de que nos hablan los documentos. Con él están tres obispos, uno de ellos llamado Gustios, perteneciente, acaso, a la familia del poblador de Salas. Figura también un Ñuño Fernández, hermano tal vez del conde, y junto a él, después de más de quince años de silencio, volvemos a encontrar la firma del padre de los infantes: Gundisalvo Godistios (26).

(25) "Gundesalbo Gudestioz et uxor mea Prollina" venden al monasterio de San Adrián de Juarros "tertia parte de molino qui est a la fonte de Nafarruri... Facta... die quod erit notum VIII kalendas octobris in era millesima VIIII rege Rademiro in Legione et comité García Fredenandiz i n Castella... Beila Beilaz ic testis et Obeco Albaroz ic ts, Belasquo Telliz ic testit" (Serrano: El obispado de Burgos, t. III, pág. 16). Es sabido que con frecuencia confirmaban los documentos los familiares de los que hacían la donación o l a venta o los que por cualquier motivo tenían algo que ver con las cosas vendidas o donadas. E l Becerro de Cárdena (págs. 88-90) nos ofrece una donación de este Belasco Téllez y su mujer Mumadona, que lleva la fecha de 957. Por los confirmantes podemos sospechar que Belasco procedía del linaje de Gonzalo Téllez, conde de Lantarón y de Castilla a principios del siglo. Entre ellos hay un Tello Bellascoz y un Sarracino Bellascoz, que son, al parecer, hijos del donante. Rodrigo y Prollina serían hermanos suyos. (26) Bec. de Card., pág. 212. a

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Señores fronterizos. Tampoco el nombre de Mudarra falta en nuestros documentos: un Didaco Mutara aparece en 924 confirmando la emancipación de Tabladillo, no lejos de Salas; un Munio Mutarra confirma varios diplomas de Garci Fernández entre 970 y 980, y un Alvaro Mutarra figura en un documento castellano del cartulario de San Millán, que lleva la fecha de 964 (27). Muy probablemente este personaje fué introducido por los juglares con el fin de dar una satisfacción al imperativo germánico de la venganza, pero la invención encaja perfectamente en ún tiempo en que no eran raros los caballeros que llevaban este sobrenombre árabe alusivo a la coraza que vestían. Cualquiera que sea el tiempo en que coloquemos el desarrollo de esta sombría tragedia, ora en los comienzos del gobierno de Garci Fernández, ora en sus últimos años, debemos ver en ella una verdadera historia, y por lo tanto un testimonio de la habilidad con que el hagib sabía aprovechar las codicias, las vanidades y los rencores de los señores cristianos para asegurar el éxito de sus campañas. Había magnates que, como los Velas o como Galindo el Gallego, le acompañaban constantemente en Córdoba o en el campo; pero además de éstos traidores integrales existían otros que sin abandonar sus tierras y su patria, simpatizaban con el cordobés, seducidos por sus promesas o ga(27) Cart. de Arlanza, pág. 15; Cart. de 8. Millán, pág. 64. U n Munio Mutarra confirma una escritura de Garci Fernández en 978 (Cf. Yepes: Coronica, t. V, escrit. 22), y Juan de Arévalo le confunde con el hijo de Gonzalo Gustios. Otros cronicones prefirieron identificarle con el Alvaro Mutarra de la carta emilianense que acabo de citar. Y así, en el pseudo Walabonso, engendro conocido del siglo xvi, leemos estas palabras: "Alvarus Mutarra frater eorum (septem infantum) Rodericum Velasci occidit". Argáiz, que recoge esta patraña en la Soledad Laureada, VI, pág. 289, y en Población eclesiástica de España, pág. 669, afirma que con ella queda asegurada no solamente la verdadera relación de aquella historia, sino los romances antiguos que la lloraron y cantaron. Y aludiendo a las tumbas de los infantes, asegura que se encuentran en San Millán: "Todas las he visto diferentes veces, donde se han visto los cuerpos sin cabezas, porque éstas se traxeron a Lara."

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nados por su dinero, espíritus resentidos que creían no haber recibido de su señor natural los favores que ambicionaban, o calculadores sin principios, que tenían miedo de perder sus posesiones fronterizas en una lucha desigual. A estos parece haber pertenecido el señor de Vilviestre, un pueblo constantemente amenazado por el poder creciente de los moros, y acaso también su cuñado el

Defensa de un. castillo. (De un códice del siglo X.)

señor de Salas de los Infantes. Su presencia en el séquito del conde no les impedía mantener al mismo tiempo relaciones con el caudillo musulmán, como hacían los condes leoneses y gallegos con el rey Vermudo. Cronología de la gesta. Don Ramón Menéndez Pidal, exquisito analizador de nuestros cantares de gesta, ha colocado esta historia en los comienzos del

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gobierno de Garci Fernández, identificando el encuentro en que murieron los infantes de Salas con la campaña del conde por tierras de Deza y Atienza en 974. Le impresiona en primer lugar la multitud de embajadas cristianas, que llegaron a la corte de Córdoba entre 965 y 975; lo cual hace de la de Gonzalo Gustios un rasgo de época muy expresivo, tan exacto y preciso como la concurrencia en el cantar de personajes coetáneos como Garci Fernández, Gonzalo Gustios, Ruy Vélázquez, Almanzor y Galib. A esto se une la semejanza de la toponimia, pues ya vimos que el rebato militar de García tuvo como escenario las tierras de Soria y Guadalajara. " Y queda una coincidencia más, que aunque de menudo pormenor, no deja de ser sorprendente: Según Aben Hayyán la noticia del rebato dirigido por Garci Fernández contra Deza llegó a Córdoba el 12 de septiembre, y según los juglares, las cabezas de los muertos en Almenar llegaron a Córdoba la víspera de San Cebrián, esto es, el 13 de septiembre. Las dos cabalgadas hechas bajo Garci Fernández tienen que ser dos hechos gemelos: la de Almenar no puede ser sino un incidente desgraciado de la feliz sorpresa de Deza" (28).

E l cantar, sin embargo, nos refleja más bien el ambiente político, que hemos observado en los últimos años del conde de las manos finas, años de aflojamiento de la autoridad condal, años de disgregasión y desconcierto, años de acercamiento a la figura militar del califato. Si entre 970 y 974 sabemos de un gran número de embajadas de los Estados cristianos en Córdoba es únicamente porque hizo mención de ellas el historiador Aben Hayyán, pero su silencio no indica que los señores cristianos cesasen de mantener relaciones con el cordobés. Es precisamente en los años siguientes cuando se intensifican esas relaciones, si no con los reyes, aunque no faltan algunos casos, por lo menos con los grandes señores, que es lo que aquí nos interesa. E l caso de Ruy Vélázquez es el de García Gómez, el de Gonzado Vermúdez, el de

(28)

Leyenda de los Infantes de Lara, 1934, apénd., págs. 451-458.

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Suero Gundemarez, el de los demás condes que hicieron causa común con Almanzor. Por otra parte son muchas las razones que impiden confundir la campaña de 974 con el encuentro de Almenar. Yo enumeraría las siguientes: a

1. L a campaña de 974 fué una ofensiva general de los caballeros castellanos, dirigida por el mismo conde; el encuentro de Almenar fué un simple choque de dos señores fronterizos. 2. E n Almenar la acción termina desdichadamente para los cristianos; en cambio, la expedición de 974 fué un éxito tan rotundo, que en medio de la alegría general hubiera importado muy poco la muerte de unos cuantos mancebos. 3. L a localización del encuentro de la gesta no es la de la expedición victoriosa de Garci Fernández. Este avanza desde el Duero hacia el Sur, en dirección a Deza, siguiendo un camino que deja muy a la izquierda las orillas del Arabiana y el Torrambril. Muy distinta es la dirección que sigue Ruy Velázquez, quien sale de su villa de Vilviestre en medio de los pinares, atraviesa por Canicosa y las márgenes del río Ebros, sigue la antigua calzada, que partiendo de Deobrigula serpeaba por entre tupidos bosques hasta Numancia, y desde aquí, caminando hacia el Sudeste, avanza una jornada más hasta Noviercas y Almenar, donde detiene a su gente, según lo concertado con el musulmán. 4. E n 974 es imposible explicar la intervención de Almanzor, que era todavía un personaje sin importancia en la corte de Córdoba, y otro tanto podría decirse del general Galib, que entonces estaba en Marruecos terminando una guerra victoriosa; aunque ya hemos visto que en realidad el Galve de la gesta no es el general famoso, sino un pequeño alcaide fronterizo, Galib ben Amril, que con su hermano Abderrahmán defendía este sector en nombre del califa, y que, en las proposiciones del magnate castellano debió ver una manera fácil de vengar la derrota de 974 en que había muerto su hermano Mahde. 5. E l hecho de que Gonzalo Gustios se eclipse después de 972 en los documentos castellanos y desaparezca del séquito del conde, sólo pudiera ser un indicio de que empezaba a faltarle aquea

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lia adhesión incondicional que, según el cantar, debió sufrir una honda crisis. 6. Es verdad que las dos acciones suceden por la misma época, en el mes de septiembre, pero esto no basta para suponer que sean idénticas. Se ha podido señalar con la mayor precisión la fecha de las dos acciones, y resultaría que el éxito de Almenar y la derrota de Atienza habrían sido conocidas en Córdoba el mismo día, pero en realidad no fué así. Según el cantar, las cabezas de los siete Infantes llegaron a la ciudad de los califas la víspera del día de San Cebrián, es decir, del 14 de septiembre, que era el día en que los mozárabes celebraban a San Cipriano; el desastre de Atienza sucedió, según Aben Hayyán, el 3 de septiembre, y la noticia llegó a Córdoba diecinueve días más tarde, es decir, el 22. Esto es lo que nos dice el texto de Aben Hayyán. E l nos habla del 21 de dzulhicha del año 363 de la hégira, que corresponde al 22 de septiembre de 974 de nuestra era. E s el día en que llegó a Córdoba la noticia de la pérdida de Deza; el primer ataque al castillo, según el mismo historiador, realizóse diecinueve días antes, es decir, el miércoles 3 de septiembre del mismo año. Vemos, por tanto, que la coincidencia no es tan exacta como a primera vista parece (29). a

La "política de Álmanzor en el Cantar. Es después de 987, después de la campaña del hagib contra León, cuando la gloria terrible del vencedor se impone a los timoratos, a los cobardes y a los ambiciosos, cuando en los reinos cristianos se multiplican las deserciones, y cuando empieza a aparecer inútil toda resistencia. L a conducta de Ruy Velázquez tiene en ese momento una explicación y en cierto sentido un atenuante. Si la rencorosa doña Lambra intentaba sobre todo vengar una (29) F . Codera: Embajadores de Castilla en Córdoba, B . R. A . H., t. XIV, 1889, pág. 187. E l mismo: Estudios críticos de hist, árab. españ., IX, 207-222.

San Pedro de Cárdena

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Barbadillo del Mercado: restes condales.

Castillejo de Robledo, 5 kilómetros al S. de Langa.

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afrenta, con la misma acción él intentaba hacer un servicio a los moros envalentonados, y prepararse para la tempestad que sin duda se avecinaba. Es en esta época cuando debió intensificarse la actividad diplomática de Almanzor en Castilla, como respuesta a las concomitancias del conde con los que conjuraban contra su poder. L a resistencia de García en las campañas de 989 y 990, tuvo (^ue ser para Almanzor una pesadilla que no le dejaba descansar. Había caído Barcelona, León estaba en su poder, y el rey

Jtev--Torreón de Doña Lambra (Burgos).

de Navarra, a pesar de tener la fortaleza de sus montañas, se había convertido en tributario. Y a hacia 985, arrepentido de la ayuda que había prestado al conde en Atienza y en Gormaz, Sancho Garcés se presentaba a Almanzor, cuando atacaba a Castilla, concertaba paces con él, y le entregaba para su harem una de sus hijas, que fué llevada a Córdoba, e islamizó con islamismo excelente, según los historiadores musulmanes. Más tarde quiso sacudir el yugo, pero vencido por el moro en 992, le pide licencia para presentarse en Córdoba a fin de dar a conocer la sinceridad de su misión, y allí conoce a su nieto, el pobre príncipe que pasará 48

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a la historia con el nombre de Abderrahmán Sanchol (30). Sólo García resistía al invasor. Es verdad que había perdido un gran número de plazas fronterizas: Atienza, Gormaz, Sepúlveda, Osma y Alcova, pero el corazón del condado permanecía invulnerable

Trama urdida contra el conde. Almanzor, sin embargo, preparaba un golpe que había de vengarle completamente de sus pálidas victorias. Sus agentes se movían en Castilla con extraordinaria actividad. E l oro corría y las promesas se multiplicaban. Pronto pudo observarse la existencia de un grupo partidario de la paz, aunque fuese a la manera con que la había conseguido Navarra. Aquella vida a que les tenía acostumbrados su conde, de lucha continua, de resistencia desesperada, parecíales una locura. Eran los mismos que antes habían censurado la constante actividad guerrera de Fernán González. L a fina política de Almanzor no podía ignorar lo que significaba esta actitud en favor suyo. Importaba aumentar aquel grupo con actos de generosidad, con garantías de tolerancia; importaba llegar, a ser posible, hasta las personas mismas que rodeaban al conde; más todavía, crear la discordia en la familia condal. Las maquinaciones tuvieron el éxito más completo. Sancho, el primogénito del conde, se mostró dispuesto a conjurar contra su padre por el ansia de anticipar el tiempo de su gobierno, o acaso por la voluntad sincera de librar a Castilla de los horrores que habían ensangrentado otras regiones del Norte. L a condesa Ava, halagada acaso por envíos de joyas, de telas cordobesas y de pala(30) Véase Dozy: Recherches, I, pág. 191. Suele decirse que esta sumisión del rey navarro a Almanzor data de 980, pero yo la creo posterior, pues en 981 las fuerzas navarras toman parte en la batalla de Rueda. Según Aben Aljatib, ms. de la Academia de la Historia, árabes 37, fol. 173, el rey Sancho, vencido por Almanzor en 992, pidió licencia para presentarse en Córdoba, donde fué recibido por su nieto Sanchol. Este Sancho no puede ser otro que* el rey de Navarra, aunque lo dude Dozy, pues en 985 y 992 no había otro soberano en l a Península de este nombre.

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bras de amor, hizo causa común con su hijo. L a documentación escrita nos deja la impresión de que hacía tiempo que sus relaciones con el conde su marido no tenían la cordialidad de los primeros días. Hasta 987 el conde y la condesa parecen casi siempre juntos en las donaciones y en las confirmaciones. Garci Fernández debió hacer bastante caso de su mujer en el manejo de los negocios públicos, hasta el punto de que en algunas cartas leemos que gobernaban en Castilla el conde Garci Fernández y la condesa doña Ava. Así en una de la región de Salinas de Anana que lleva la fecha de 988, y en la cual se encuentra por última vez el nombre de la condesa (31). Después aparecen todavía media docena de documentos suscritos o calendados con el nombre del conde, y en ninguno de ellos figura el nombre de su mujer (32). E n todo esto podría haber un indicio de que el amor primero se había enfriado y de que las intrigas de Almanzor habían encontrado un campo propicio. Parece ser que Ava carecía de la religiosidad profunda y humilde resignación de la reina Velasquita. E l hecho es que poco a poco fué formándose en torno al conde García un movimiento contrario a su política guerrera, y que el jefe de ese movimiento era su propio hijo, cosa particularmente grata al temperamento de Almanzor, que de esta manera pretendía vengarse de la ayuda que Garci Fernández había dado a su hijo Abdalá.

La gesta de Garci Fernández. También ahora tenemos que exprimir el relato de la poesía épica, seguros de que encontraremos en ella no pocas luces para (31) "Regnante rex Vermudus in Legione et comité Garsia Fredinandiz et cometissa domina A v a in Castella" {Cart. de S. Millón, pág. 74). (32) Después de la citada carta de 988, hay todavía en Castilla diez m á s con el nombre de García Fernández, y en ninguno de ellas se menciona a su mujer. García suscribe la donación de doña Juliana a Cárdena el 9 de abril de 992, y también en ella, contra lo que sucedía en años anteriores, falta el nombre de doña A v a (Bec. de Card., pág. 211). Falta también, como era de suponer, en las dos cartas que García suscribe en la corte leonesa el 991 y 992.

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la historia. Hay una gesta de Garci Fernández, que como la de los infantes de Salas, nos conserva vertida en prosa el viejo lenguaje de la Crónica General. Ella nos presenta al segundo conde de Castilla como un caballero apuesto, valiente y con las más hermosas manos que tuvo hombre alguno, tales que llegaba a sentir embargo de ellas y a enguantarlas cada vez que iba a un lugar donde estuviese mujer de algún vasallo o amigo suyo. Un día pasó por Burgos, romera para Santiago, la hija de un conde francés llamada Argentina. E l conde la vio, se enamoró de ella y ia tomó por mujer; pero a los seis años llega un conde de Francia, la seduce y se la lleva a su tierra. Entonces Garci Fernández deja el gobierno del condado a dos jueces parientes suyos, se disfraza de mendigo y va en peregrinación a Santa María de Rocamador. Atraviesa las tierras del conde que le había llevado a su mujer, se presenta en su castillo y los mata a ambos, llevándose a la hija del conde, llamada Sancha, que le había ayudado a tomar venganza. García se casa con Sancha, reúne a sus caballeros y les dice: "Ahora soy digno de ser vuestro señor, que estoy vengado, y no antes que vivía en deshonra." L a alegría crece con el nacimiento de un hijo, Sancho. Pero la nueva condesa, fascinada por la gloria del rey moro de Córdoba, sueña con casarse con él, y esto la impulsa a dar muerte a su marido. L a guerra con los moros era entonces tan continua, que los señores establaban los caballos en sus propias cámaras, y las damas mismas se encargaban de cuidarlos para que descansasen un poco los guerreros. Para engañar a su marido, la condesa mantenía su caballo muy gordo y reluciente, pero echándole salvado en vez de cebada, y de esta manera cuando el conde tuvo que salir a campaña, el caballo desfalleció y cayó en tierra, dando ocasión a que el conde fuese herido y preso en Piedra Salada, de donde fué llevado camino de Medinaceli (33).

(33) Menéndez Pidal: Leyenda de la condesa traidora, H. y Epopeya, Madrid, 1934. Véase la Primera Crónica General, págs. 425 y sigs. L a Crónica suprime el amor de la condesa con Almanzor, diciendo únicamente, como el Toledano, que codiciaba casar con un rey de los moros, por haber aceptado

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El Cantar primitivo. Así se cantaba y se contaba la trágica historia del conde García en la segunda mitad del siglo xni. Pero ya sabemos que los juglares retocaban y transformaban los temas épicos a su talante. Cada generación los interpretaba a su manera, y así quedaban desfigurados. Aquí, evidentemente, tenemos un fondo histórico envuelto en fábulas, que le oscurecen. A primera vista podemos considerar como fabulosos varios de los nombres, las romerías, la fuga, la infidelidad, y acaso esas mismas palabras que el conde dirige a sus vasallos, y que tienen tanto interés porque en ellas se nos presenta por primera vez el sentimiento del honor en forma analoga a la calderoniana. Podemos sospecharlo, y vemos que efectivamente es así porque afortunadamente existen versiones anteriores del cantar; existe de una manera especial la versión de la Crónica Najer&nse, que nos dice lo que era el cantar en boca de los juglares a mediados del siglo xn. Según ella, Almanzor envía a Ava un insidioso mensaja con palabras de amor en que le pregunta si no le gustaría más ser reina que condesa. Esto la mueve a matar a su marido, y lo hace, debilitando su caballo, y aconsejando al conde que con motivo de las fiestas de Navidad deje a sus caballeros que se marchen a sus casas. Avisa de todo esto a Almanzor, que se presenta repentinamente en la frontera. García sale a su encuentro, pero son pocos los que le acompañan, y como por otra parte su caballo no le obedece, cae herido, es hecho prisionero y se le lleva a Córdoba, donde muere poco después (34). antes el relato fabuloso de un Calatañazor en que Almanzor muere vencido por Garci Fernández. (34) Crónica Najerense, edic. de Cirot, núm. 85 ("Bull. Hisp.", t. XIII, páginas 423-424). "Interea ad comitissam comitis Garcie Ferrandez uxorem per nuntium verba amoris dolóse dirigit et an comitissan esse an in reginam vellit provehi callide sciscitatur. Quibus verbis illecta et, viro interfecto reginam se fore arbitrans, quomodo virum interfici faciat querit, sollicita unde equo virl per noctes singulas ordeum subtrahens, salvatum ut hora deficeret necessaria ministrabat. Quid plura? Instante Dominice nativitatia fecto, virum admouit

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Este relato, mucho más sencillo, mucho más cercano a la versión primera, es sumamente precioso para el historiador. Desaparecen el doble matrimonio de Garci Fernández, la peregrinación a Rocamador, la venganza y la noticia de los dos regentes, pero la epopeya no pierde nada de su grandeza, y por otra parte la historia se manifiesta con clara luz.

El hijo del conde. Pero la gesta tiene una segunda parte. Según el relato de la Crónica General, la condesa Sancha, en su afán de casarse con A l manzor, intenta deshacerse también de su hijo y prepara una pócima para envenenarle. Pero una noche, al destemplar las hierbas de que iba a servirse, una camarera sospecha la maldad, y se la rebela a un escudero, amante suyo, natural de la villa de Espinosa, el cual avisa al joven conde del peligro, y desde entonces los descendientes de esta pareja guardan la cámara de los reyes de Castilla con el nombre de Monteros de Espinosa. Sancha, que se cree segura, alarga a su hijo la copa envenenada, pero él la obliga a beber antes, con lo cual cae muerta instantáneamente. Triste con este suceso, el conde Sancho levanta el monasterio de Oña en recuerdo de su madre. L a Najerense suprime el escudero, la leyenda de los monteros de Espinosa y la noticia del origen de Oña, que de hecho no tiene nada que ver con doña Ava. Según ese relato anterior, muerto García, Almanzor saquea impunemente Castilla. Sancho se encierra con su madre y su hermana en Lantarón. Asediado pide la paz y entrega su hermana al caudillo moro. L a condesa madre inet induxit ut ad Sánete festivitatis gaudia cum suis uxoribua et filiis habenda suos milites ad loca propria iré permitteret et mandaret. Profectis ergo ad sua loca militibus, statim ad Almanzor, que fecerat nuntiavit. Qui mox, ipsa Nativitatis Dominice die, electam militum copiam missit ad predandam terram, in qua comes Garcia Ferrandiz festum devotissime celebraban"

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tenta envenenar a su hijo y casarse con el vencedor. Una esclava mora avisa de ello al conde, el cual entra a caballo en su palacio, se apea, se sienta en su escaño, rodeado de sus caballeros, y pide de beber. Llega su madre con la copa, pero obligada a beber primero, exhala el alma al primer sorbo. Después Sancho vence y mata a Almanzor, destruye Córdoba y trae el cuerpo de su padre (35). Unos cuarenta años antes que la Crónica General se hacía eco de la gesta la historia del arzobispo don Rodrigo, que no sabe todavía nada de la leyenda de los Monteros de Espinosa (36), y alude únicamente al episodio del envenenamiento. (35) Crónica Najerense, ibid., pág. 425-429, núm. 86 del libro II. "Supra•dictus autem Almanzor, virga furoris Domini super christianos, nequequam a perditione christiana dessistens, totam fere Castellana depredando, Castellana, munitiones diruendo, perambulans, in tantum eam afflixit, quod ejus terrore percussus comes Santius Garsie cum comitissa matre sua et sorore et cum ómnibus suis in Plantaronem se mittere est coactus cum nec ibi assiduas incursiones et assaltus undique graves posset sustinere, causa pacis cum eo habende, sororem suam habendam illi dicitur tradidisse. Mater autem ejus comitissa, spe nubendi cum Almazor, non contenta quod patrem occidi fecerat, nt inanis glorie cupiditatem saciaret et sue libidini liberius deserviret, filium, ex quo solo salus totius pendebat Hyspanie, necare poticnibus attemptavit. Sed Dominus, qui consilia hominum dissipat impirum, contra quem non est •consilium, qui omnia scit antequam fiant, malignantis matris malignum consilium dissipavit. Adventanti enim de quodam assuetu comiti, quedam sarracenula, facti non ignara, Deo disponente obvia, mortem potu paratam, et ut a tali scipho omnino abstineret, rem per ordinem propalavit. Ingressus itaque palatium, de equo descendit, scanno resedit, militum sedente corona, pre nimia lassitudine potum ex more quesivit. Quem statim sibi vase porrectum argénteo, matri quasi causa honoris ipse exhibuit, et ipsa ut prior biberet invitavit. Cumque diutina et mutua invitatione contenderet, tándem ipsa compulsa, in primo haustu, animam exalavit, cadens in laqueum quem tetendit." A l llegar a la muerte de Garci Fernández, la Najerense se aparta del relato legendario para seguir una versión análoga a los Anales Compostelanos. Nos habla del encuentro entre Alcozar y Langa, pero nada nos dice de Piedra Salada. E l conde no muere en Medinaceli, como en el relato de- l a Crónica General, sino que es llevado a Córdoba, sepultado en las iglesia de los Tres Santos y de allí trasladado a San Pedro de Cárdena. (36) De rebus Hispaniae, lib. V , cap. XVIII. E l Toledano sólo refiere el epílogo de la gesta, el episodio del envenenamiento, con la única variante de <jue la noticia del veneno se la da directamente al conde la camarera, con lo cual suprime de la gesta el origen de los Monteros de Espinosa.

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La condesa ribagorsaná. L a gesta, eco de la impresión que los sucesos hicieron en el alma popular, ha recargado acaso los colores sombríos en la pintura de la condesa, tratando con excesiva benevolencia al hijo rebelde, que supo redimir su falta con un gobierno acertado, y silenciando su rebelión. Ella sabe que se trata de una mujer extranjera, y que, por lo tanto, no podía sentir el anhelo de reconquista, que era el alma de Castilla. Garci Fernández, erigiéndose en representante de la política castellano-leonesa, combate tenazmente contra todas las fuerzas del califato. Para su mujer Ava debía ser más razonable él sistema pacifista de Sancho Garcés de Navarra, que seguía una política tradicional en los señoríos pirenaicos. Si Ava no era francesa, como dice el cantar, sus padres y sus abuelos eran descendientes de los condes de Toulouse, y miembros de su familia habían emparentado con los jefes moros de las orillas del Ebro. Por su abuela paterna descendía del conde aragonés Aznar Galíndez, cuya hija Sancha se casó con el rey de Huesca Atavel (889-914), de quien tuvo cinco hijos, unos con nombres árabes, otros con nombres aragoneses (37). No es extraño que doña Ava fuese en Castilla la instigadora de tendencias favorables a una paz con Almanzor, y que por su influencia se moviese su hijo Sancho a declararse frente a su padre, algo semejante a lo que había hecho otra princesa pirenaica, Jimena de León, cuando favoreció la rebelión de su hijo García contra Alfonso III. E n medio de los sufrimientos de la guerra, su actitud debió encontrar el aplauso de muchas personas cansadas de lucha; pero, al desvanecerse la tormenta unos años después, se consideró aquello como una traición al destino que había dado nacimiento a Castilla; Ella representaba el olvido de la concepción estatal animada por una idea restauradora de España, y del alto sentido nacional que {37) Ava trajo a Castilla el viejo concepto de los reinos pirenaicos, que ni en sus mejores momentos, ni en tiempo de Sancho el Mayor, por ejemplo,, pudieron comprendere! ideal castellano de la Reconquista. »

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inspiraba a su marido (38). Los juglares, que perdonaron al conde Sancho sus turbios comienzos, en consideración de las glorias posteriores de su gobierno, volcaron su indignación sobre esta extranjera, en quien vieron la causante de las desgracias de Castilla y de la familia condal, y aun prescindiendo de fabulosas noticias, se nos presenta, con su poco afecto al conde su marido, con su incompresión del alma castellana, con su deslumbramiento por la gloria terrible de Álmanzor, por su falta de escrúpulos religiosos y por sus ansias de poder, como un tipo auténtico, sacado de la vida señorial del siglo x, según sé entendía en la región castellana (39). v :."

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Se hace pública la rebelión. Las noticias históricas vienen a confirmar la leyenda, hablandonos, con el laconismo de las notas analísticas de aquel tiempo, de la rebelión del hijo contra el padre, desenlace, sin duda, de anteriores discordias domésticas. "En la era 1032, dice el viejo romance de los r

(38) R. Menéndez Pidal: Leyenda de la condesa traidora, H. y Epopeya, 1934, pág. 27: "En suma, la condesa traidora de hacia 1160, que da un falso consejo de desarme á Garci Fernández, y que después de deshacerse de su marido para reinar sola, prepara a su hijo un veneno que ella al fin tiene que beber, es un tipo imaginario en el cual se unen las tradiciones castellanas con las clásicas por caminos difíciles de precisar. Por él contrario, la misma condw» Bd, k£«&ii atecta a su marido, ansiosa de poder en Burgos, deseosa del apoyv de Córdoba, enamorada de la terrible gloria de Álmanzor, es un tipo tomado *te la realidad española, de la vida señorial tal como ésta se vivía por los a ñ e : de 995." (39) N i el Cronicón Burgense, ni el de Cárdena, ni los Anales Compostelanos, dicen nada de la rebelión de Sancho contra su padre. Los Castellanos, Seaundos la reseñan con estas palabras: "Era M X X V I H I , revellavit Sancius García ad patrem suum comitem Garsía Pernandiz, die II feria, VII idus lunii" (Cirot: De codicibus aliquot , pág. 38). L a edición de los Complutenses de Flórez (t. -XXIII, págs. 312-313) reproduce, como es natural, el mismo texto, pero señalando la era 1028, es decir, el 990. Los Toledanos, según decimos en el texto, traen el año 994, era 1032 (Ibid., pág. 384). Es esté, desde luego, el año de l a rebelión^ aunque los Complutenses tengan razón por lo que se refiere al mes. : '- j -» o

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Anales Toledanos, rebeló Sancho García con la tierra a su padre." Los Anales Complutenses precisan más, pero indicando una fecha distinta: "Rebelóse Sancho García contra su padre, un lunes siete de los idus de junio de la era 1028." Algún códice, comenta Flórez en nota, trae la era 1029, y efectivamente, en la edición que Gómez Moreno y Cirot hacen de este texto con el nombre de Anales Castellanos Segundos, señalan esta era 1029. Tenemos, por tanto, tres fechas distintas: el 990, el 991 y el 994. Ahora bien, en ninguna de ellas fué lunes el séptimo de los idus de junio. es decir, el día 7 de este mes. E n 990 el 7 de junio fué domingo, en 991 fué sábado y en 994 fué jueves. Hay que suponer, por tanto, una distracción del analista o más bien del copista, que en vez de feria V , leyó feria II. De este caos de datos contradictorios podemos sacar casi con seguridad la fecha del 7 de junio de 994. Hay ciertamente una carta de Oña, en que, refiriéndose al año 993, se dice reinaba en León el príncipe Vermudo y el conde Sancho García en Castilla, pero contra ella y contra el año indicado por los Complutenses, están todas las demás cartas castellanas de estos años, dos de 991, una de 992, tres de 993 y dos de 994 (40). E n todas ellas figura como conde de Castilla Garci Fernández; y ya hemos visto que García actuaba como tal en León durante el verano de 992, y se presentaba el año siguiente en Compostela juntamente con su hijo, sin duda para invocar el auxilio del Apóstol contra la amenaza de nuevas invasiones.

Almanzor en la frontera del Duero. La rebelión del hijo del conde coincide, por tanto, con la época en que solían comenzar las campañas de estío. Sancho cuenta con (40) Carta de venta entre Obieco, Oddesenda y Fredenando, de una parCe, y de otra, Didaco y Prollina: "Era TXXXT, rex Bermudo i n Legión et comité Sanco Garcianiz in Kastella, III feria, ipsas nonas marcias." E l 7 de marzo de 993 fué, efectivamente, un martes, pero esto no indica que no haya error en la fecha o una distracción en el nombre del conde. Podría muy bien leerse la era M X X X V I I , es decir, año 999, en el cual fué también martes el 7 de marzo (A. H . N . , Documentos de Oña, leg. 166, doc. 5).

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su partido, el partido de la paz; pero cuenta también con Almanzor, y obra sin duda de acuerdo con él. E n el mismo momento en que hace pública su discrepancia con la política de su padre, un ejército musulmán mandado por el hagib cae sobre las plazas fronterizas de Castilla. García, animoso como siempre, prepara una vez más la defensa, transmite las consignas a sus caballeros y se dispone a salir con su gente hacia la frontera del Duero. Y es

Saeteros y jinetes moros asaltando una ciudad cristiana. (Ms. del siglo XIII.)

entonces cuando descubre que una parte de su gente no quiere seguirle, y ve desolado que su hijo está sostenido por la misma condesa y por un grupo de numerosos magnates y de gentes del pueblo, en que predominan, al parecer, los alaveses. Unos están cansados de guerra, otros desean satisfacer ambiciones mezquinas y todos se entienden con Almanzor, cuyo poder consideran incontrastable. García se ve abandonado de una gran parte de sus caballeros, abandono que los juglares poetizaron con el supuesto l i cénciamiento con motivo de la fiesta de Navidad; aprovechándose del súbito desconcierto, ios moros avanzan por tierra castellana; un cuerpo de ejército penetra en la plaza fuerte de San Esteban de Gormaz, tantas veces acechada por el enemigo durante los úl-

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timos veinte años, otro sube unas leguas más arriba y se apodera de Clunia sin encontrar resistencia. Esto fué unos días después de estallar la rebelión, el 17 y el 20 de junio, día de sábado (41). Castilla estaba dividida y desorganizada; el conde abandonado y desobedecido. Por una carta algo posterior sabemos que los infanzones de Espeja encargados del servicio de anubda o de vigilancia en los castillos del Duero, cuando éstos pasaron a poder del enemigo recibieron orden de defender otras plazas cercanas, pero ellos se negaron, por lo cual sufrieron pena de confiscación. Entre ellos figuraba un tal Annaia Díaz, que después de robar tres caballos y un hombre se pasó a los moros para engrosar acaso el ejército de Almanzor. Con esto su divisa o hacienda entró a formar parte de la propiedad condal. A otros dos, Abolmondar Flahiniz y Abolmondar Obekoz, después de la toma de Gormaz y de San Esteban se les señaló su respectivo puesto en Carazo y Peñafiel, pero ellos desobedecieron, poniéndose acaso bajo la protección del enemigo, que dominaba en las cercanías (42).

Confusión y anarquía. Esto puede darnos una idea de la situación en que había quedado Castilla. Por aquel verano no se registraron más pérdidas, bien sea porque el conde lograra proveer a la defensa de las plazas fronterizas, o bien sea porque Almanzor considerase que le convenía dejar que sus enemigos se destruyesen mutuamente. Debió seguirse un período de confusión general, de la cual es un indicio la penuria de documentación que observamos por este tiem(41) "Era M X X X I I , prendiderunt mauri Sanqtum Stephanum et Cluniam, die sabbati, X V kalendas julii" (Anales Castellanos Segundos, ed. de Cirot, De codicibus aliquot..., pág. 38). Los Toledanos traducen: "Prendieron moros a San Esteban e Clunia en día de sábado X V kalendas julii era M X X X I I I " (E. S., t. XXIII, pág. 384). E l decimoquinto de las calendas de julio, es decir, el 17 de junio, fué sábado en 994. (42) R. Menéndez Pidal: Orígenes del español, págs. 39-40;

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po en Castilla. E n medio de aquella inseguridad, no había humor para hacer donaciones, transacciones, compras ni conciertos. Por espacio de dos años, desde que se inicia la rebelión hasta bien entrado el 996, sólo aparece un diploma castellano. Es del 2 de septiembre de 994. Por él un rico matrimonio de Burgos o sus alrededores se entrega a Cárdena con su quinta parte de libre disposión, tierras, viñas, huertos, molinos, dehesas, prados, estanques, montes, fuentes, entradas, salidas, ovejas, bueyes, caballos, muías y ropas. Habían pasado tres meses después de la rebelión, pero el notario, leal a Garci Fernández, quiere consignar su nombre en la fechd,: "Siendo rey de León Bermudo y conde en Castilla Garci Fernández" (43). Leales debían ser también los ilustres personajes que suscriben la donación: el obispo de Oca, Belasio, dos caballeros de la familia del fundador de San Martín de Aguilar, Rodrigo Ermegíldez y Munio Ermegíldez, un nieto de Fernán González llamado Salvator Petriz, tronco ilustre de la familia de los Salvadores, íntimamente enlazada con el monasterio de Oña, y un tal Sancho Muñoz, que pertenecía también probablemente a la familia condal (44). Parece ser que la tierra de Burgos, y en general las regiones del Arlanzón y del Arlanza, más apremiadas por la necesidad de una defensa enérgica, estaban en general de parte del conde García, mientras que Sancho tenía sus partidarios en las zonas de la Bureva y de Álava, y tal vez por eso los relatos juglarescos localizan su resistencia en Lantarón, la gran fortaleza situada entre ambas regiones. Por este tiempo podemos situar su reconciliación con los Velas, que le traía el apoyo de no pocos de sus familiares radicados aún en el condado alavés, y que muy probablemente fué una condición de su inteligencia con A l manzor, que éste debió imponer en favor de sus viejos aliados.

No sabemos lo que pasó durante el invierno de 994-995. Fueron, sin duda, unos meses de luchas, de intrigas, de preparativos (43) Serrano: Bec. de Card., pág. 291: "Rex Vermudo in Legione et comité Garsea Fredinandiz in Castella". (44) E r a acaso hijo de Ñuño Fernández y nieto, por tanto, del Buen Conde. «

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y acaso de negociaciones. Tal vez fué entonces cuando Sancho se casó con Urraca Pérez o Petriz. Según viejas memorios de Oña, este matrimonio tenía como finalidad asegurarse la fidelidad de sus primos los Salvadores, que estaban afincados principalmente en Bureva. Los Salvadores eran los parientes de Salvator Petriz, a quien acabamos de ver inclinado, según todos los indicios, hacia la causa del viejo conde. Nieto de Fernán González y de su segunda mujer Urraca, disfrutaba sin duda de una influencia que podía ser preciosa en aquel conflicto, y Sancho, en quien iremos descubriendo poco a poco la talla de un gran político, quiso aprovecharla (45).

Muerte heroica del conde. Pero estaba reservado a Almanzor el poner fin, y de una manera trágica, a aquella contienda. A l comenzar la primavera de 995 ya avanzaba con sus huestes sobre la frontera de Castilla. Incapaz de desaliento, sale García contra él, al frente de los caballeros que aún le quedaban fieles. E l caudillo musulmán venía con la esperanza de coger preso a aquel enemigo obstinado, que tanto le había dado que hacer. Un día su poeta favorito, Said de Bagdad, que solía acompañarle en sus expediciones guerreras, se presentó en su tienda, llevando un ciervo atado y recitando unos versos que decían: "Este esclavo tuyo, a quien has librado de la miseria y colmado de beneficios, te obsequia con este animalito. Le he puesto por nombre García y te le traigo con una cuerda al cuello, esperando que mi vaticinio se convierta en una realidad" (46). Y quiso la casualidad que el pronóstico resultase verdadero. García, que tenía más de león que de ciervo, quiso cerrar el paso al enemigo o morir heroicamente antes que ver deshacerse el condado. L u -

(45) Berganza: Antigüedades..., t. I, pág. 107. (46) Dozy: Hist. des musulm. d'Espagne, ed. de Levi Provengal, t. II, páginas 248-249; Becherches, t. I, pág. 101.

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chó casi sin esperanza y fué abrumado por el número. Muchos de sus guerreros le habían abandonado; otros habían muerto en las luchas de los años anteriores: así el obispo de Álava Munio Vela, que había considerado la empresa de la defensa de Castilla como una cruzada; así Fernando Armentalez, que desaparece alrededor de 990, y descansaba ya en su monasterio de San Millán cerca de Hitero del Castillo. Eli encuentro tuvo lugar entre Langa y Alcozar, en aquellas riberas del Duero, donde se había luchado tantas veces, junto a la Piedra Salada, según la localización más precisa de la Crónica General y de la gesta, y que parece corresponder a una cima calva, que se alza entre estos dos pueblos de la tierra de Osma (47). Rodeado por el ene-

(47) Piedra Salada es, al parecer, "una cuesta muy escarpada, coronada de peñascos, que se alza al sur y al oeste de Alcozar, camino de Langa. Sobre ella—se escribía a mediados del pasado siglo—existen todavía vestigios de un antiguo castillo, y por el noroeste la circunvala un profundo barranco que imposibilita su entrada por allí" (Madoz: Diccionario Geográfico..., 1845, tomo I, pág. 472). Recogemos aquí un pasaje de la Historia Natural de P l i nio (t. III, 3, 27), en que dice, refiriéndose a los arévacos: "Horum sex oppida: Segontia et Uxama, quae nomina crebro aliis in locis usurpantur..." Segó parece ser una etimología celta que significa fortaleza, y según Bosch, Segontia Paramaica, entre los autrigones, boy Cigüenza, junto a Villarcayo, constituía una colonización militar de los celtas en la región (Etimología de la Península Ibérica, Barcelona, 613, 625). Langa, plaza fortificada junto a un vado del Duero, llevó también en tiempos antiguos el nombre de Segontia Lenca. Sobre Fernando Armentalez encuentro una nota en la Colección de Salazar de la Academia de la Historia, donde se dice que en la ermita de San. Millán, junto a Hitero del Castillo, había cuatro sepulcros, y en uno de ellos esta inscripción: "Obit in pace famulus Dei Fredinandus Armentares. Transitus est Fredinand Armentares die..." E l informador no pudo leer más. Logró distinguir, nos dice él mismo, la palabra Era, y luego unos rasgos en que parece esta cifra en letras romanas: VIII. Añade a continuación que en su tiempo, es decir, en el siglo xvín, las gentes de los alrededores acudían el segundo día de la Pascua de Flores y también del Espíritu Santo a oír las misas y presentar ofrendas por el alma de Fernando Armentalez y de los demás allí enterrados, que eran sin duda familiares suyos. L a ermita de San Millán desapareció hace tiempo, pero como recuerdo suyo queda el nombre de Cotorra de San Millán, un cerro que se levanta enfrente del castillo, y en un viejo manuscrito de la parroquia he podido leer un testamento, en el cual una señora llamada Marina Fernández decía en 1490: "Dejo a la hermita

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migo y alcanzado por un bote de lanza, García cayó prisionero, no el 25 de diciembre como dicen el Cronicón Burgense y los Anales Compostelanos siguiendo al Cantar, sino el 25 de mayo. Todavía le quedaron dos meses de martirio. A fines de julio, dando por terminada la campaña, ordenó Almanzor la vuelta a Córdoba, llevando entre el bagaje a su ilustre prisionero casi agonizante. Necesitaba darse prisa para poder presentar a los cordobeses con un resto de vida al más tenaz de sus enemigos. Agotado por las heridas y por las humillaciones, Garci Fernández expiró a los cuatro días de su llegada a la capital andaluza, el lunes 29 de julio (48). Hay que reconocer que Almanzor no llevó su venganza hasta después de la muerte, puesto que entregó su cuerpo a los cristianos cordobeses, que le dieron honrosa sepultura en la iglesia de los tres Santos, la principal basílica de los mozárabes cordobeses. Este fin trágico debió impresionar vivamente, puesto que los ana-

de San Millán, donde yace el señor don Fernando Armentalez..." Tal vez la lecha del epitafio era 1028. (48) L a muerte de García impresionó tan hondamente, que a ella aluden casi todos los anales y pequeñas crónicas de la época. E l Cronicón Burgense: "Era M X X X I I I , die VIII hal. janarii captus et lanceatus comes Garsea Fernandez in ripa de Dorio et V die mortuus fuit et ductus fuit ad Cordobana et índe adductus ad Caradignam" (E. S., XXIII, pág. 308); "Prisieron moros al conde Garci Fernández e murió en II feria, IV Kalendas augustas. E r a M X X X V I H " (Anales Toledanos, ibid., pág. 384). "Era MXXXVTÍ, VTII K a lendas Januarias captus et lanceatus fuit comes Garsias Ferdinandi a sarracenia inter Alcocer et Langa, in ripa de Dorio, et quinta die mortuus fuit et ductus Cordubam et sepultus in Sanctos Tres et inde ductus fuit ad Caradignam" (Ibid., pág. 320, Anales Compostelanos). A esta versión se acerca la de la Crónica Najerense, que dice: "Quibus ille cum paucis, qui secum remanserant audacter obvians, deficiente sibi equo, captus et lanceatus a sarracenis in rippa Dorii inter Alcozar et Langa, quinta die expiravit, era MXXXIII, quarto Kalendas januarias. Quibus ductus Cordubam, sepultus est in Sanctos Tres, deinde translatus est Caradignam" (Lib. II, núm. 85). Puede verse cómo algunos de estos textos, influidos por los cantares de gesta, ponen el encuentro de Alcozar el 25 de diciembre, pero es irreprochable la fecha señalada para su muerte por los Anales Toledanos, un lunes, día cuarto de las calendas de agosto, en lo cual coinciden también los Castellanos Segundoss "In era M X X X I I I preserunt mauri conde Garsia Fernandiz, et fuit obitus ejus ejus die II feria IIII Kalendas augusti" (Cirot: De codicibus aliquot..., pág. 38).

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les y las crónicas le registraron unánimemente, y los juglares, que eran los periodistas de aquel tiempo, hicieron de él el nudo de uno de sus cantos épicos más populares. Y efectivamente, es difícil encontrar situación más dramática y sombría que la de este indomable defensor de Castilla y de la causa cristiana, que acaba en medio de sus enemigos de toda la vida, abandonado por sus magnates, desacatado por su hijo, traicionado por su mujer, hasta el punto de que los relatos populares pudieron decir que murió "a culpa de la condesa".

Su sepulty/ra en Cárdena. E l Toledano ha contado con palabras admirativas este fin heroico del segundo conde de Castilla. " L a discordia entre el padre y el hijo, nos dice, dio nuevos ímpetus a los sarracenos, que invadiendo la frontera castellana, destruyeron la ciudad de Avila, que entonces empezaba a poblarse. E n vista del peligro, García, llevado por un impulso de magnanimidad, aunque su pueblo estaba dividido entre él y su hijo, eligió antes morir por la patria y salió al encuentro de los árabes; pero abrumado por la muchedumbre, fué cogido con vida entre los heridos, muriendo pocos días después, a causa de los golpes recibidos en el combate. Su cuerpo redimido del poder de los sarracenos recibió sepultura en el monasterio de Cárdena" (49). Hay una grandeza trágica en esta decisión con que el hijo de Fernán González hace frente a su riguroso destino, mucho más admirable en su arrojo que Sancho en su conducta fría y calculadora. Por política o por ambición, el hijo se había puesto frente a su padre, y en cierto modo había sido el causante de aquella muerte; pero una vez que empuñó las riendas del gobierno, quiso cumplir sus deberes filiales, procurando las últimas honras al cadáver del heroico batallador. Gracias a la amistad que mantuvo (49)

De rebus Hispaniae, lib. V, cap. XVIII. 49

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algún tiempo con Almanzor, le fué fácil conseguir de él el traslado a Burgos de los restos mortales de su padre, cumpliendo as£ la voluntad que una y otra vez había manifestado de enterrarse en su monasterio de San Pedro de Cárdena. Sospecha Berganza que fué entonces cuando se trajo de Córdoba el Pasionario, que hoy se encuentra en la Academia de la Historia, y que se consideró como una de las joyas del monasterio burgalés. U n breviario antiguo de la abadía evocaba la memoria del más ilustre de sus bienhechores con estas palabras: " E l conde don Garci Fernández, que fué señor de Castilla, fijo que fué del conde Ferrán González, e padre del conde don Sancho, que fizo el monasterio* de Onna, e hermano del conde don Pedro Fernández, en la E r a MXXXIII años, y octavo kal. Jannuari, fué preso de los moros, e lanzeado en la ribera del Duero, e al quinto dia fué muerto, e leváronlo los moros a Córdoba, e después traxeronle dende e enterráronlo en este monasterio." Removido una y otra vez, su sepulcro había perdido ya en el siglo xvni su carácter primitivo. "Tiene en el frontis, decía Berganza en 1719, por armas un castillo, y sobre él una cruz; y en la lápida encimera este epitafio: "Aquí yace García Fernández, conde de Castilla, hijo del gran conde Fernán González. Finó era MXXXIII". Y añade: " E n el año de 1699 se abrió el sepulcro para disponer la traza del altar mayor, que se pretendía hacer; y se reconoció que nuestro conde recibió dos graves heridas en la cabeza: en lo demás la calavera estaba muy entera y tersa, como también los demás huesos, que dan a entender que fué hombre de gran estatura y de grandes fuerzas." Allí fué a parar también el cuerpo de doña Ava, a la cual el epigrafista moderno que grabó el epitafio hizo hija del emperador Enrique de Alemania, influido por relatos legendarios. E n conformidad' con esta creencia, sobre el escudo que campeaba en el arca de piedra bien labrada, puso un dibujo de águilas imperiales (50).

(50)

Berganza: Antigüedades

de España, t. I, págs. 292-294.

CAPITULO XXIII SANCHO GARCÍA Y ALMANZOR (995 -1002)

La paz y sus condiciones. La muerte del conde García dejaba sin jefe al partido de la guerra. Sancho triunfaba a costa de la pérdida de su padre, y consecuente con su política, hacía las paces con el vencedor. Las plazas tomadas por los musulmanes pertenecían a los nuevos poseedores, incluso Clunia, que se adelantaba hacia el interior de Castilla como una constante amenaza. Además, según la afirmación muy creíble de las historias musulmanas, el nuevo conde se comprometía a pagar un tributo anual a los vencedores (1). L a gesta nos habla de otra condición, que no debe causarnos la menor extrañeza: es la de la entrega que hizo Sancho a Almanzor de una de sus hermanas. Parece como si el caudillo cordobés hubiera tenido un afán casi morboso de humillar a sus enemigos los señores del Norte hollando su honor mediante la entrega de jóvenes princesas, que le servían de rehenes, satisfaciendo a la «vez su orgullo y su sensualidad. En 980 o poco después se había llevado a Córdoba una hija de Sancho Garcés de Navarra; y Aben Jaldún nos dice que en 993 el (1) Cf. Dozy: Hist. des musulm. d'Esp., ed. de Levi Provencal, t. II, página 249. Cita Dozy a los autores árabes Abd- al-Wahid al-Mrrakusi, pág. 30;' Abn'1-Fida, pág. 534; Al-Makkari, Analectas, t. II, pág. 57; Ibn al-Atir, Kamil, t. IX, pág. 79, Annales du Magreb et de VEspagne, pág. 400.

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rey de León, Vermudo, acosado por las armas musulmanas, ofrece su hija Teresa al terrible hagib, que la acepta como esclava, y l a emancipa luego para casarse con ella. Podemos, por tanto, creer al cantar cuando nos dice que Sancho entregó su hermana a A l manzor, y hasta cuando añade que la condesa misma deseaba ser recibida como mujer por el moro. E l no tenía aún hijas mayores, pero su padre le había dejado numerosas hermanas: Elvira, que se sentaba en el trono leonés; Toda, que sirvió para las combinaciones políticas y vivió luego largos años en el reino de León, casada acaso con Diego Fernández, nieto de Diego Muñoz, que llevará más tarde el título de conde de Liébana, y Onneca, a quien encontramos años adelante en Castilla vistiendo el hábito religioso. Tal vez es ella la infanta a quien alude el cantar. Su historia sería la misma que la de Teresa, la hija o mejor hermana de Vermudo, que llevada a Córdoba, a diferencia de la navarra que islamizó, vivió allí cristianamente al lado de Almanzor, hasta que liberada a su muerte, pudo volver a León para vestir el hábito en el monasterio leonés de San Pelayo. Este debió ser también el caso de la hermana de Sancho García. Años adelante la vemos dirigiendo el monasterio de Cillaperlata, de donde pasó al de Oña, para ser la maestra de su sobrina T i gridia en la vida espiritual, y es ella, según parece, la Onneca que en 1045, "reinando ya García en Pamplona", inspirada por un antiguo afecto, hace una donación al monasterio de San Salvador y a su abad Iñigo (2).

(2) Véase R. Menéndez Pidal: Historia y epopeya, Madrid, 1934; Leyenda de la condesa traidora, págs. 18-21. E n su forma primitiva, la leyenda habla solamente de la entrega de la hermana del conde. Nada se dice aún del tributo de "las cien doncellas fermosas" que, según el Poema de Fernán González, debía pagarse a Almanzor (estrofa 104), o de las "sesenta dueñas" que, según Berceo (Vida de San MUlán, estrofa 370), había que presentar anualmente a Abderramán III. L a donación a que aludo en el texto se halla inédita todavía en el Archivo de Silos, ms. X , fols. 33-34. Sospecho que Toda García es la condesa Toda, madre, sin duda, del conde de Liébana y Saldaña, Gómez, a quien se alude en un documento de San Martín de Liébana de 1036. E l presbítero Justo hace un contrato con el abad Juan y sus gasalianes. E l da sus bienes al monasterio, y ellos le entregan la "celia" de San Facundo

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La situación en Castilla. Según el cantar, las discordias se renovaron luego entre la madre y el hijo; pero tal vez esta última parte del poema sea una pura invención de los juglares, como lo es el desenlace de la gesta de los infantes de Lara. Las costumbres bárbaras de aquel tiempo no excluyen ciertamente ese relato sombrío del envenenamiento, pero hay que reconocer que las circunstancias son completamente novelescas. E n su conato de disculpar y ocultar la rebeldía del conde Sancho, en cuyo tiempo empezaron acaso a correr los primeros relatos populares del drama, los juglares sitúan estos últimos sucesos en el castillo de Lantarón. Y a hemos dicho que Lantarón pudo ser el lugar donde Sancho se hizo fuerte contra su padre; de ninguna manera el castillo en que se defendió contra Almanzor, puesto que su inteligencia con él le eximía de toda defensa. L a paz que siguió luego contuvo el progreso de los musulmanes, que dejaron tranquilo por algún tiempo el condado de Castilla. No obstante, hay motivos para pensar que el orden interior debió tardar en restablecerse. Los infanzones de Espeja, a quienes después de la pérdida de Osma y San Esteban se había encomendado la defensa de Peñafiel y Carazo, no quisieron obedecerle, prefiriendo antes perder las divisas o beneficios territoriales que habían recibido de él (3), y por otra parte, los cartulay Primitivo, "et facías mini in illa servicio vel ad cultores que in Sancti Martini fuerint..." con la condición de que en los días de San Martín y de San Miguel Arcángel, "osculetis manus ad sacerdotes, qui pro anima mea sacrificium offerant, et faciatea memoriale. pro anima mea". Fué esto en l a era 1074, reinando el rey Vermudo en León, "et comitissa domna Toda in Lebana" {Cartulario de Liébana, núm. L X X X V ) . Como en esta época era conde de Liébana Gómez Díaz, hijo de Diego Fernández, sospecho que esta condesa de Liébana es su madre, y no creo aventurado insinuar que puede confundirse con la condesa Toda, hija de Garci Fernández y doña Ava, que cinco años antes hacía una donación a Sahagún. (3) Véase en R. Menéndez Pidal: Orígenes..., pág. 40, la carta en que se nos dice que hubieron de dejar sus tenencias y propiedades en castigo de su rebeldía.

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castellanos nos ofrecen unánimemente una gran laguna durante mas de año y medio, hasta las últimas semanas de 996. E l primero de diciembre de este año nos encontramos por fin con un diploma; aunque desgraciadamente, la fecha es discutible. Se trata de una donación del mismo conde a Santillana. Por ella vemos que la condesa madre había muerto ya, dato sumamente precioso -si estuviésemos seguros del año en que se ha de fechar la escritura. "Yo Sancho conde, dice el donante, de buena voluntad y por el Trien de mi alma, impulsado por el temor del día del juicio y de las penas del infierno y por el deseo de entrar a través de las puercas del paraíso, doy a Santa Juliana y al abad Indulfo un solar en Burceña a fin de redimir mis pecados y los pecados de mis padres" (4). E l 23 de abril de 997 se reanuda la rica serie de cartas de Cárdena con un contrato de compraventa. E l presbítero Te11o cede una porción de tierra a cambio de quince sueldos, "siendo Vermudo rey en León y Sancho conde en Castilla" (5). E l nombre de Sancho, como conde Castilla, sigue registrándose constantemente en la documentación hasta 1017; carta de confirmación de los fueros de Brañosera, 24 de mayo de 998; carta de Vela González, dando a Oca su monasterio de San Millán de Porcelos, en el mismo año; carta del presbítero Romano, fundando el monasterio de San Juan de Ovila, también en 998; carta de doña Sancha vendiendo al abad de Santillana unas heredades, sábado, 10 de diciembre de 998; carta de profesión del presbítero Miguel en Cárdena, 22 de noviembre de 999; fueros de Cervatos, 2 de mayo de 999; profesión de Aldemiro en San Pedro de Cárdena, 28 de agosto del año 1000, donación de Munio Gutiérrez y su tía

TÍOS

(4) "Ego Sancio comité pro bona mea volúntate et propter remedium anime mee..., ad redimendo peccatis meis et de parentibus meis... E r a M X X X I I I sub rege Adefonsus. Ego comité Sancius et Garcea Martínez... (L. Regla 105). Como se ve, hay una contradicción entre la fecha, año 996, y el nombre del rey, pues Alfonso V no empieza a reinar hasta el año 1000. No es posible dictaminar acerca del extremo en que se encuentra el error. Esto, sin embargo, basta para que tengamos que utilizar la calendación de ésta con precaución, aunque la carta misma no ofrezca motivo de reproche. (5) Becerro de Cárdena, pág. 151.

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Fronilde a Santillana, 24 de junio de 1001; donación del conde a San Millán, año 1003; contrato de compraventa entre Vita Fragíldez y el abad Falcón, 30 de diciembre de 1005, entrega que Belliti hace de sí mismo a Cárdena, el 24 de abril de 1006; venta que hacen dos caballeros, Diego Fernández y Flagino Fernández, al abad de San Julián de Pedernales, Falcón, el 22 de abril de 1007; profesión de Momadonna en San Miguel de Pedroso, 7 de noviembre de 1006 (6). Toda esta documentación nos presenta indefectiblemente el nombre de Sancho como conde de Castilla; y alguna vez, como sucede en la última carta citada, con fórmulas tan explícitas como ésta: "reinando el príncipe Alfonso en León y el conde Sancho en Castilla, cada cual en su reino". No pode-

(6) 23 de abril de 997: Venta cerca de Burgos, "regnate rex Vermudo in Legione el comité Sancio in Castella (B. Cárdena, pág. 151). 24 de mayode 998: "Ego Sancio Garcianiz vidi cartam... (Cart. de Arlamza, pág. 4). 10 de diciembre de 998: Venta en Santillana, "rex Vermudo in Legione et comité Sancio Garseanis in Castella" (Josué: Libro de Regla, pág. 45), 998: Donación de Vela González a San Félix de Oca, "Comes Sancius in Castella et sénior Assur Nunniz dominante Ponticurvo {Car. de 8. M. de la Cogolla, pág. 79). 998: Fundación de San Julián de Ovilla, "siendo rey de León Bermudo y conde de Castilla don Sancho García (Argáiz: Sol. Laur., t. VI, página 561). 2 de marzo de 999: Fundación de Cervatos, "regnante rege Bermudo in Legione et Sancius comes in Castella". (Véase nuestro índice de documentos, núm. 528) 22 de noviembre de 999: Donación del presbítero M i kael a Cárdena, "regnante rex Adefonso in Legione, et comité domno Sancio in Castella" (Bec. de Cárdena, pág. 64). 28 de agosto del año 1000: Donación a Cárdena, "regnante rex Adefonso in Legione, et comité Sancio Garciez in Castella" (Ibid., pág. 79). Munio Gutiérrez y doña Fronilde hacen una donación a Santillana, "sub rex Adefonso in sedis Legione et comité (Sancio) in Castella" (Lib. de Regla, pág. 52). 1002: Venta de Endiselo a doña Fronilde, "reinando don Alonso en León y siendo conde de Castilla don Sancho, que era sobrino de esta señora" (Sota: Crónica de los príncipes de Asturias, pág. 494). 1003: "Sancio comité et Urraca cometissa sóror mea" hacen una donación a San Millán (Cart. de 8. M. de la Cogolla, pág. 80). 30 de diciembre de 1005: Venta cerca de Burgos, "regnante rex Adefonso in Legione, et in Castella comité domno Sanzio" (Bec. de Cárdena, pág. 283). 24 de abril de 1006: Carta de oblación en Cárdena, "rex Adefonso in Legione, et comité Sancio in Castella" (Ibid., pág. 357). 7 de diciembre de 1006: Donación de Momadona, "regnantibus rege Adefonso in Legione et comité Sancio in Castella in regnis suis" (Cart. de S. M. de la Cogolla, pág. 81).

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mos, por tanto, dar valor ninguno a la noticia de los Anales Cistellanos Segundos cuando nos dicen que "en el año 1005 tomó Sancho García el condado en Castilla" (7). Toda la documentación que tenemos de él, tanto de fuente árabe como latina, confirma lo que nos dice el cantar sobre su inmediato advenimiento al gobierno del condado después de la muerte de su padre. N i es posible ver en esa noticia el testimonio de un dominio de Sancho el Mayor en Castilla al comenzar el siglo xi, según la interpretación de Balparda (8). Es sencillamente uno de tantos errores cronolólicos como encontramos en dichos Anales.

Reorganización. Sancho García entra pacíficamente y empieza a reorganizar en silencio el territorio, revuelto por las luchas intestinas y por una lucha exterior, que apenas se había interrumpido durante veinte años. Entre tanto, la guerra se ensaña en torno suyo. Navarra sufre las incursiones de los cordobeses, a pesar de la conducta conciliadora de Sancho Abarca, interrumpida acaso durante el reinado de su hijo García el Temblón. " L a diócesis o iglesia de Pamplona fué destruida por las bárbaras naciones y despojada (7) Anales Castellanos Segundos o Complutenses: "In era M X L I I I presit Sancius Garsia condado in Castella (E. S., t. XXIII, pág. 313. G. Cirot: De codicibus aliquot ad historiam Hispaniae antiguae pertinentibus, 1924, página 39) _ Es, evidentemente, uno de tantos errores cronológicos como encontramos, acaso por distracción del copista, en estos aúnales, aunque los consideremos en las ediciones más cuidadosas de Cirot y Gómez Moreno. (8) Gregorio Balparda: Hist. Crítica de Vizcaya, t. II, pág. 21. L a interpretación de Balparda, que en el Sancius García de los Aúnales Complutenses ve al rey Sancho Garcés de Navarra, va, como acabamos de ver, contra toda la documentación castellana y no tiene razón ninguna en su apoyo. Por lo demás, en dichos Anuales Sancius García es siempre el conde de Castilla, mientras que al rey de Navarra se le llama, sin excepción, Sancius reoc. Los Anales Toledanos traducen la noticia de los Castellanos Segundos, sin señalar fecha alguna, pero refiriéndose al año de la muerte de García Fernández: "Priso Sancho García condado en Castilla" (S. S., XXIII, pág 385).

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de sus posesiones y privilegios", nos dice un documento de 1027; y otros de la misma época aluden a toda clase de saqueos, incendios y desolaciones en Sobrarbe y Aragón. E l monasterio de San Victoriano de Asan fué arruinado completamente; el de Santa María de Alaón perdió muchos de sus siervos, a quienes los moros se llevaron cautivos; y en Ribagorza, el conde Guillen, tío de Sancho de Castilla, murió luchando contra los invasores (9).

Un abad. (Antifonario de fol. 241, siglo XI.)

León,

No lo pasaban mejor los demás territorios del norte de la Península. Lentamente, Vermudo iba venciendo las resistencias de los magnates y recuperando los territorios perdidos en la campaña de 987 y 988. L a reconstrucción de León había comenzado, y por los meses de agosto y septiembre de 990, ya podía él rey dictar sendos documentos en su antigua capital (10). Así lo hace constar el no(9) Serrano y Sanz: Noticias y documentos de Ribagorza, pág. 410. (10) Y a el año anterior, 991, Vermudo procura compensar las pérdidas de la sede leonesa dándole la villa de San Pelayo de Orna, en Asturias, el 29 de julio (E. S., X X X I V , ap. X X V , págs. 478-48), y enriqueciéndola el 26 de no-

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tario: "Escribió esto el juez Frunimio en León." E l 17 de junio del año siguiente reunía Vermudo la junta de sus fieles en el castillo de Luna, antiguo nido de rebeldías y conspiraciones, y en ella figuraba el hombre que desde allí había protegido el avance de los moros, Gonzalo Vermúdez, que sigue en la corte por el verano de 994 y enero de 996 (11). Vermudo se esforzaba por atraer la adhesión de sus condes con perdones y condescendencias. Gonzalo Menéndez había sido también perdonado y agraciado con el título de armiger regís, y su hermano Froila recibiría poco después el mismo nombramiento de alférez real. E l mismo conde de Saldaña llega a reconciliarse momentáneamente con el rey, concertándose con él contra los musulmanes, sus antiguos amigos (12).

viembre con las dos villas de Páretela y Tóldanos (Arch. Cat. de León, número 987). E l 29 de agosto de 992 entrega a la iglesia de Oviedo el castillo asturiano de Miranda, que había poseído anteriormente el conde Eita Sarracínez. L a donación se reitera unos días m á s tarde, y el que escribe la carta dice al fin de ella: "Frinimio- judex et notarius scripsit hec in Legione" (E. S., X X X V I I I , ap. V, pág. 278; A . H . N . , cod. 971 Privil. de Oviedo, folio 406). (11) Vermudo da varios hombres a Celanova: "Facta hujus testamenti, loco predicto in una, fidelium nostrorum in concilio, testatio." Entre estos fieles figuran seis obispos, y luego "de magnatis palacii, Armentarius Gundisalviz, Adefonsus princeps, Gundisalvo Veremudiz, Sunna Pinioliz Munio Fredenandiz, Fortis, Martinus (Barrau-Dihigo: Cart. rey. leons., 1. c., X , pág. 433). E l 23 de diciembre de 994, Vermudo da al abad Salvato "cognomento Hilal", la villa de Morella, porque en ella mataron un hombre llamado Fortunio Velázquez, recibiendo, "in offertione dúos caballos obtimos, uno rosello et alio raudano". Firman Jimeno, obispo de Astorga; Gudesteo, "universalis ecclesie Ovetensis sedis episcopus"; Gonzado Vermúdez, Munio Fernández, Froila V i marediz, Flaino Moniz y "Geloira regina" (Tumbo de León, fol. 167). E l 8 de agosto del mismo año, Vermudo da a Celanova la villa de Veyga, junto al Miño, confiscada a Suero Gundemárez, cómplice en otro tiempo de Gonzalo Vermúdez, y entre los confirmantes figura en primer lugar el mismo Gonzalo Vermúdez (Barrau-Dihigo, ibid., pág. 435). E l 25 de febrero de 996, castigo de otro de los rebeldes, Osorio Díaz, con entrega de una de sus villas a Celanova: "secundum per autoritatem catholice legis decretum permanet". Confirman los obispos Pelagio de Lugo, Armentario de Dumio, Pedro de Iria y los magnates Gudesteo Rodericiz, Gundisalvo Veremudiz y Eita Sarracinez (Barrau-Dihigo: 1. c, pág. 441). (12) E l 13 de agosto de 993, Vermudo confirma sus bienes a Samos, con-

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Vermudo se sentía con fuerzas para desafiar el poderío de Almanzor; había recibido en su reino a uno de los que habían conspirado contra el hagib en 990, a Abdalá Piedra Seca, y probablemente se había mostrado dispuesto a ayudar a su suegro el conde de Castilla en el combate que le costó la vida. Almanzor, siempre infatigable, quiso tomar pronta venganza. E l mismo año de 995, después de haber hecho en Córdoba ostentación de su victoria sobre los castellanos, entra por León, se apodera de Astorga y obliga a Vermudo a pedir la paz. Las condiciones fueron un tributo anual y la entrega de Piedra Seca, que fué paseado por las calles de Córdoba, montado hacia atrás sobre un jumento y luego encarcelado. Antes de volver a Córdoba, el ejército musulmán infligió un duro castigo al conde García Gómez, tomando y saqueando Santa María de Carrión, que era la cabeza de su señorío (13).

Los enemigos interiores del hagib, aniquilados. E l año 996 trajo una breve tregua a los territorios cristianos. E n Córdoba las cosas empezaron a tomar un cariz desagradable firmando Gundisalvus Menendiz, armiger regia, Armentarius Gundisalviz y Guttier Osoriz (B. N . , mrs. 18.387, fol. 274). E l 2 de junio del año siguiente, Vermudo da una villa a su fiel Fernando Núñez, recibiendo en honor un caballo "colore morzello, valente CCC solidos", y confirman "Gundisalvus Menendiz, armiger regis..., Ennegone Aznariz, Gundesalvo Veremudis..., Ansur Sarracíniz, Veila Oveconi, Frola Xemeniz" (Tumbo de León, folio 237). Gonzalo Menéndez aparece también en la donación ya citada del 8 de agosto de 994 y García Gómez suscribe la escritura por la cual Vermudo y su mujer Elvira dan a los monjes de Parameño varios hombres con sus mujeres e hijos el 29 de octubre de 996. Su nombre aparece después del de Alvaro Arrameliz, "armiger regis" (Arch. Gat. de León, fol. 43). E n 998, el "armiger" era ya Froila Menéndez. (13) Dozy: Hist. des. musulm. expagn., t. II, ed. de Levi-Provencal, páginas 249-250; Recherches, 3. ed., t. I, pág. 100. Es Abenjaldun el que nos da más pormenores acerca de esta campaña de Almanzor. L a noticia relativa al saqueo de las posesiones de los Beni-Gómez tiene su confirmación en el hecho de que precisamente por ahora vuelve a aparecer García Gómez a l lado del rey Vermudo. a

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para Almanzor. L a sultana Aurora, que le había encumbrado, trabajaba ahora contra él, se entendía con el virrey de África Ziri ben Atiya, que lanzaba el grito de rebelión en nombre del califa, prisionero, y lograba despertar en su hijo un resto de voluntad y hasta la promesa de retirar su favor al ministro. Fué una tempestad que aquel gran político disipó con su acostumbrada habilidad. En los comienzos de 997, Hixem se comprometía solemnemente a entregarle el manejo de todos los negocios, y poco tiempo después desembarcaba en África un ejército que, aunque no iba dirigido por él, pudo mandar pronto a Córdoba partes victoriosos (14).

La campaña de Compostéla. Algo debió trascender en la corte de León de estas intrigas y revueltas, pues vemos al rey Vermudo interviniendo de nuevo en tierra leonesa como si nada hubiera pasado. E n marzo de 996 recorría la provincia de Asturias, y el día 14 firmaba un documento, €n que podía afirmar la sumisión completa de todos sus condes y ciudades. "Yo Vermudo, decía, en posesión de todo mi reino y disfrutando del gobierno de todas las ciudades y provincias hasta los confines de la tierra, llegué a la provincia asturiense y sólidamente afianzado sobre mi trono, determiné hacer una donación al monasterio de San Juan Bautista y San Pelayo de Oviedo" (15). E n octubre del mismo año le vemos en León firmando un privilegio en favor del monasterio de Parameño, juntamente con los obispos de Lugo, de Oviedo, de León y de Astorga, y un buen número (14) Dozy: Hist. des musulm. espagn., 1 c., paga. 251 y sigs. Es en. 996, -después de la muerte del conde de Castilla, cuando Almanzor empieza a pretender los honores reales, decretando que se le diese de una manera exclusiva el tratamiento de cid o saiyid (señor) y de malik karim< (noble rey), con lo cual agudizó la oposición dirigida por la sultana Aurora y por Ziri, el beréber. (15) Serrano: Cart. de Vega, ap, doc. 1, pág. 143. "Ideoque ego Veremudus, dum posiderit regnum Spanie et rejeret universas urbes et provintias usque finibus terre, perveni in provintia asturicense et dum sederem in regno meo".

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de magnates, entre los cuales figuran su alférez Alvaro Arraméliz y el conde de Saldaña, García Gómez, que después de cerca de diez años de ausencia vuelve a aparecer en la corte, reconciliado con el soberano (16). Vermudo se considera bastante fuerte para desafiar el poder de un enemigo a quien ve discutido entre los suyos, y se niega a pagarle el tributo concertado. Pero Almanzor, que ha ganado la partida en África con la misma rapidez que en Córdoba, prepara contra él una campaña, que le va a conquistar

De un códice del siglo x.

el más resonante de los triunfos. E l 3 de julio de aquel año 997 sale de Córdoba al frente de su caballería, toma la dirección del Oeste, y pasando por Coria llega a Viseo; se le unen allí algunos condes de la región lusitana y sube hasta Oporto, donde le aguardaba la flota con la infantería y el armamento. Los condes del Duero y del Miño se ponen a sus órdenes con mayor o menor sinceridad. Entre los tránsfugas debemos contar a Froila González, hijo del envenenador de Sancho, a quien los moros recompensaron con la tenencia de Montemayor. "Entonces—dice un diploma t)ortugués de 1019—se levantaron los ismaelitas, hijos de per(16)

Arch. Cat.

de León, núm.

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dición, y ocuparon toda la tierra del Duero, y con ellos andaba Froila González, a quien se unió el diácono Sendino, el cual tuvo la audacia de romper las ataduras de los documentos de Vacariza, y tomando una escritura relativa a algunas de sus propiedades, se la entregó a Froila con las propiedades correspondientes.'* Almanzor llevaba ahora el propósito de buscar a Vermudo en las mismas montañas que le habían servido de refugio en las entradas anteriores, y al mismo tiempo de humillar a los cristianos con la destrucción de su santuario más venerado, el del Apóstol, dé quien se decía que ayudaba milagrosamente a los cristianos en sus batallas con los moros. A poco de entrar en Galicia, descubrió la traición de unos leoneses que servían en su ejército y por medio de un caballero disfrazado de leñador avisaban a sus compatriotas del flaco por donde les convenía atacar a los cordobeses. E l falso leñador y todos sus cómplices fueron degollados en el acto. L a marcha siguió victoriosa. Los castillos eran asaltados, los monasterios caían pasto de las llamas. Después de sembrar de ruinas los alrededores de Vigo, alcanzaba la antigua ciudad episcopal de Iria, que fué completamente asolada, y el 11 de agosto entraba en Compostela. L a ciudad fué destruida, la basílica incendiada, las casas saqueadas y reducidas a cenizas, las murallas allanadas. Por un resto de superstición o tal vez por no irritar a los cristianos que iban con él, Almanzor dio orden de que se respetase la tumba del Apóstol; algunos destacamentos llegaron hasta los alrededores de L a Coruña. Nadie les salió al paso. E l rey Vermudo, que según parece estaba en Galicia el 29 de junio de este año confirmando un privilegio en favor de San Vicente de Pompeiro, creyó prudente retirarse una vez más ante aquel turbión humano, y dejó hacer al enemigo (17).

(17) E n ese día firma una donación a San Miguel y San Vicente de P a lumbario, "in frallicia, territorio Lemans" (Yepe*: Crónica de la Orden de San Benito, t. V , escrit. XVII, fol. 429). Acompañan a Vermudo la reina y sus hijos: "Ordonius filius regís, Adefonsus parvulus filius regis, Gelvira regina, Didacus episcopus..." E l diploma portugués citado más arriba puede verse en Monum. Port. I, Diplom. et Chartae, pág. 151.

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Los condes traidores. Tal vez experimentó entonces la poca fidelidad con que se le habían sometido algunos de sus condes. Los dos rebeldes de antaño, Gonzalo Menéndez y Gonzalo Vermúdez, que habían seguido su corte hasta unos meses antes, desaparecen para siempre de su lado y de la historia. No sabemos si murieron combatiendo al invasor y lavando sus pasadas traiciones, o se pasaron al enemigo. Esto último es poco probable tratándose de Gonzalo Menéndez, cuyo hermano Froila fué el último armiger o alférez de Vermudo, y cuyo hijo Menendo quedaría como tutor y favorito de su hijo; no nos extrañaría, en cambio, en el antiguo alcaide de Luna, estrechamente relacionado con el eterno agitador García Gómez, que se nos presenta nuevamente disgustado con la corte leonesa. Años adelante los diplomas se harán eco de las rebeldías de Gonzalo Vermúdez y de las confiscaciones con que se le castigó. Todavía en 1020 el obispo de Astorga, Jimeno, al dar una villa al monasterio de San Dictinio, recordaba que había pertenecido a Gonzalo Vermúdez, "el que traicionó al rey Vermulo, quien le quitó todas sus villas para dárselas a los condes y a su esposa, la reina Elvira", cuyas joyas y tesoros se guardaban en el castillo de Luna, cuando el rebelde se levantó con él (18). Confirmación de esta noticia es una carta, por la cual la reina Elvira el 18 de agosto de 1017, pocas semanas antes de su muerte, "por el remedio del alma de mi marido Vermudo y para expiar las manchas de sus pecados", entrega a Santiago la villa de Genestario, que había sido de Gonzalo Vermúdez y de su mujer Aldonza. "Este Gonzalo, añade, se rebeló contra mi marido el rey y contra nos con nuestro castillo de Luna y con los bienes que yo había traído en mi casamiento, y en compensación recibí esa villa con todas sus riquezas y prestaciones" (19). Tal vez con él hizo causa común otro magnate llamado (18) E . S., t. X V I , pág. 448, (19) Elvira da a Santiago no solamente la villa de Genesterio, sino también otra "in territorio Castelle nomine Andriati, que fuit de Lucido Quintilaz

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Ruinas militares en Calatañayor.

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Olalio, que firma algunas veces en los documentos reales, y que ''se dio a la fuga, dejando el servicio del rey, por lo cual Vermudo le tomó sus heredades y se las dio a Velliti Adorriniz" (20), A pesar de las traiciones, que debieron ser muchas, esta expedición no debió ser todo lo afortunada que se prometía Almanzor. A mediados de agosto daba la orden de retirada, siguiendo de nuevo la costa del Atlántico, sin intentar un encuentro con el rey leonés, sin aprovechar las últimas semanas del buen tiempo para

E l rey en su lecho y la guardia. (Beato de Silos, fol. 239.)

•completar la victoria. Lucas de Tuy nos habla de una retirada desastrosa, y en sus palabras, inspiradas sin duda en lo que nos dice el Silense, hay desde luego confusiones y exageraciones, pero también acaso algo de verdad, y por su parte, los autores de la Historia Compostelana cuentan que sobrevino una enfermedad infecciosa, que hizo grandes estragos en la hueste musulmana. L a et pariavit nobis, eam propter scelus quod nobis fecit" (López Ferreiro: H. Santa Iglesia de Santiago, t. II, pág. 206). (20) "Et fuit ipsa hereditate de Olalio, et posuit se in fuga et fugit de servicio regís, et presit rex domnue Veremundus ipsa hereditate, et dedit •eam ad Velliti Adorriniz (Carta del Tumbo de León, que lleva la fecha del 5 de febrero de 1014). 50

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opinión común en el siglo xn era que Santiago había enviado un rápido castigo a los profanadores de su santuario (21).

Política interior del conde Sancho. Entre tanto, el conde de Castilla observaba la situación y trabajaba por remediar los efectos de las luchas pasadas, dando unidad y cohesión al territorio. Era un gran político. Tal vez, en su rebeldía, más que un afán de anticipar el momento de su mando, había una disparidad en la manera de ver el bienestar de Castilla, un disentimiento con los procedimientos heroicos de su padre. Su actitud era menos digna, pero más útil. Aunque menos conforme con la tradición castellana, salvó a Castilla de la general destrucción. Tal vez llegó a ver el vacío que encubría el esplendor que el hagib estaba dando al califato cordobés: un hombre dinámico y genial, pero detrás de él la anarquía y la inercia. ¿Por qué no esperar pacientemente a que pasase aquel hombre y se disipase la tormenta? Los hechos vinieron a darle la razón: Castilla empezó a reponerse de sus pérdidas, y los moros no volvieron a ocupar nuevas plazas fronterizas. L a paz fué la consigna de Sancho en los primeros tiempos de su gobierno; paz con Almanzor, paz con García de Navarra, paz con Vermudo de León y paz también en el interior, ganándose a las grandes familias con mercedes y privilegios. E n una memoria antigua de Oña, que cita el P. Argaiz, se (21) "Igitur beatissimus Jacobus volens, ne ab Ecclesia sua quam ipsi (Saraceni) tantae superbiae calce oppresserant, impune evaderent, tanto dissenteriae morbo eos percussit, quod mortuis eorum quampluribus, perpauci ad propria redierunt" (Historia Compostelana, E . S., t. X X , pág. 14). "Rex caelestis memorans misericordiae suae, ultionem fecit de inimicis suis. Morte quidem subitánea et gladio, ipsa gens Agarenorum caepit interire et ad nihilum quotidie pervenire" {Historia Sítense, ed. de Santos Coco. pág. 58). Los historiadores árabes no hacen alusión alguna a este azote, que debió diezmar el ejército invasor, diciendo únicamente que al repasar el Duero, Almanzor despidió a los condes cristianos, sus aliados, después de hacerles grandes regalos, y que envió a Córdoba una relación de los pormenores de aquella campaña.

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decía de él estas frases: "Pues ya heredado y enseñoreado nuestro señor el conde don Sancho del condado, juntó gran gente de Castiella y leoneses, que le dio el rey don Verniudo, y comenzó a facer las franquezas y a facer la nobleza de Castiella, de donde salió la nobleza para las otras tierras, e fizo por ley e fuero que todo ome que quisiese partir con él a la guerra a vengar la muerte de su padre en pelea, que a todos facía libres que non pechasen el pecho y tributo que hasta allí pagaban e que non fuesen a la guerra de allí adelante sin soldada, sacando una jornada, ni fuesen a su costa y esto en su reino y en defensa de su tierra" (22). Esta reforma, confirmada por los fueros de Castrogeriz, implicaba el deseo de fortalecer la milicia para, proseguir la lucha en el tiempo oportuno. Y a Fernán González había abierto a los labradores el camino de la caballería, y por lo tanto el de la nobleza; Garci Fernández le amplió, triplicando el número de los caballeros villanos, y ahora Sancho García añadía nuevas facilidades y multiplicaba las exenciones, consiguiendo así estimular el valor guerrero, y al mismo tiempo aminorar la influencia centrífuga de las grandes familias. Por eso se le ha llamado el conde de los buenos fueros, lo cual no es lo mismo que decir buenas leyes. Un mal fuero era un impuesto, una prestación pecuniaria o personal. Podían tenerle lo mismo los individuos que las familias o los municipios, como un resto de la antigua organización servil. Completando las tendencias liberadoras que habían distinguido a Cas-, tilla desde el primer momento, Sancho García va a derogar muchas de estas obligaciones y a suavizar otras, dulcificando la servidumbre del vasallaje, concediendo prerrogativas, eximiendo de sernas y tributos. Fué un generoso dispensador de buenos fueros, y en esto consistió principalmente su reforma jurídica, originada acaso en su carácter personal y en los compromisos políticos que precipitaron su advenimiento. Amigo del fasto, como Almanzor,

(22) Argáiz: Sol. Laur., t. VT, pág. 323. Advierte el traductor del citado texto que "estas son unas memorias, que de m á s atrás fallamos en nuestros memoriales viejos de esta casa". Véase también Berganza: Antig., t. I. página 107.

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quiso también imitarle en su empresa de crear un ejército poderoso, y con ese fin extendió las libertades municipales, dio títulos de nobleza, aflojó los derechos fiscales, favoreciendo así el desarrollo de la legislación local, acentuando su oposición con la antigua legislación goda y procurando el acrecentamiento de la personalidad de Castilla. Todo parece indicar que durante su gobierno se desarrolló una actividad foral extraordinaria, en la que se determinaban y afirmaban los servicios de orden militar a cambio de múltiples concesiones de carácter penal tributario. Su nombre va unido a los fueros de Peñafiel, Palenzuela, Cervatos, Sepúlveda, aunque todos ellos han llegado hasta nosotros retocados y desfigurados por añadiduras de distintas épocas, y hay que reconocer también su intervención en la formación o confirmación de los fueros de Castrogeriz, de Melgar de Suso, de Nave de Albura, de Oña y de Brañosera. "Yo Sancho, decía en el tercer año de su gobierno, vi la carta de mis bisabuelos Ñuño Núñez y Argilo, y de mis abuelos Gonzalo Fernández y Fernán González; la reconocí, la confirmé y la corroboré para los hombres de Brania Ossaria, a fin de que tengan fuero, como en los días de mis bisabuelos, de mis abuelos y de mi padre" (23). Con este régimen de liberalidades se conseguía, no sólo el robustecimiento de los cuadros destinados al sostenimiento de la guerra, sino también la atracción de las gentes hacia los territorios fronterizos, que el pánico causado por los golpes incesantes de la acometida musulmana debió dejar sin defensores. Tenemos el caso de los infanzones de Espeja, Abolmondar Flahiniz y Abolmondar Obekuz, que durante el gobierno de Garci Fernández habían recibido en usufructo unas divisas de propiedad condal con la obligación de prestar el servicio de

(23) Cart. de Arlanza, pág. 4: "Que habeant foro sicut in diebus de meoa bisavos et de meoa avos et de patre meo". Sobre la legislación de este tiempo, véanse los documentos de Cárdena, págs. 7, 10, 33, 113 y 338; de Covarrubias, págs. 6 y 21; de Santillana, pág. 97; de San Millán, págs. 81 y 87; de Oña (Yepes: Coronica..., t. V , escrituras 44 y 45, fols. 466-469), y Muñoz Romero: Fueros municipales, págs. 58, 282, etc. No insisto sobre esta materia, pues de ella, Dios mediante, trataré en otra obra.

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anubda o vigilancia militar en Gormaz y en Osma. Tomadas estas plazas por Almanzor, el conde Sancho les señalaba un puesto en Carazo y en Peñafiel, si bien ellos prefirieron perder sus divisas antes que exponer su vida. Pero si había quienes flaqueaban frente a los rigores de la vida fronteriza, otros venían a ocupar su puesto, atraídos por el cebo de las liberalidades del conde, y entre ellos podemos contar esa multitud de leoneses a quienes aluden las memorias antiguas de Oña. No es posible precisar más acerca de esta labor legisladora. Es un hecho que el nombre de Sancho García quedó unido por mucho tiempo a la legislación castellana. Nos lo dice el título con que se le conoce de el conde de los buenos fueros, y además el canon V I del concilio de Coyanza, celebrado en 1050, bajo la dirección de Fernando I. E n él, después de aludir al fuero de León de 1017, que debía tener vigor en todo el reino, se añaden estas palabras : "Que en Castilla se administre justicia en la forma seguida desde los tiempos del conde Sancho". Esto parece indicar que se atribuía a Sancho García una legislación semejante a la que dictó el rey Alfonso V para León, y a la misma conclusión nos llevaría la nota que arriba hemos citado del monasterio de Oña, y que parece hacer extensivo a todo el condado el privilegio concedido por Garci Fernández a los caballeros villanos de Castrogeriz, según una noticia inédita todavía, aunque no exenta de interés, que se nos conserva en un manuscrito del siglo xin. E n ella se nos dice que el conde Sancho, después de reconquistar a Sepúlveda, "dio y los fueros de Extremadura". Ello podría significar dos cosas, o bien que dictó en Sepúlveda un fuero especial para las poblaciones de la ribera del Duero, o bien que favoreció a la población reconquistada con el fuero ya existente. E n uno y otro casos tendríamos que admitir que existió un estatuto más amplio, más generoso, destinado a reparar los efectos de las pasadas guerras en la frontera meridional, atrayendo nuevos pobladores con el cebo de los privilegios (24). (24) R. Menéndez Pidal: Orígenes del español, pág. 40; Tejada: Concilios..., t. III, pág. 95; B N . , ms. 10.046, fol. 64.

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Un rival de Almanzor en África. Toda esta política interior nos descubre que, lejos de excluir la posibilidad de la guerra, Sancho García se preparaba para ella. No podía olvidar el fin trágico de su padre, que indudablemente le preocupaba y le atormentaba. Varias veces hace alusión a él en sus documentos, afirmando que le mueve a hacer bien a las casas re-

Naves musulmanas. (Ms. del siglo XIII.)

ligiosas el remedio de su alma (25). Y , no obstante, su cuerpo continuaba, acaso, en Córdoba todavía, y su muerte estaba sin vengar. No es fácil indicar con precisión el momento en que se decide a romper con Almanzor; pero tal vez habría que colocar el rompimiento poco después de la campaña de Galicia. Una nueva preocupación absorbía ahora la atención de Almanzor. E n África, después de los primeros éxitos, la suerte de las armas empezaba a inclinarse contra los cordobeses. Obligado a encerrarse en Tánger, el lugarteniente del ministro pedía socorros con urgencia. E l mismo Almanzor fué hasta Algeciras para vigilar el embarque de (25) Carta del 1 de diciembre de 996: "ad redimendo peccatis meis et de parentibua meis" {Libro de Regla de Santularia, pág. 106).

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las tropas, encargadas de aniquilar al virrey del Mogreb, al mando de su hijo Abd el Melik. En el mes de octubre de 998 se libró una batalla encarnizada, en que Ziri se vio obligado a ceder el campo, herido por un negro, que se proponía vengar la muerte de un hermano. A pesar de esta derrota, Ziri continúa molestando a los cordobeses, hasta que muere a consecuencias de sus heridas en 1001.

Unión de los caudillos cristianos. Estos sucesos impidieron a Almanzor, contra su costumbre, toda acción contra los cristianos—excepto la del año 1000, que señalan cuatro anales, y a la cual nos referiremos más adelante—, desde 997 hasta 1002, y a la vez infundieron nueva confianza en las cortes de los caudillos del 'Norte (26). E l mismo Vermudo, tan castigado por los ejércitos musulmanes, podía decir en una de sus últimas cartas dictada el 5 de enero de 999: "Yo el príncipe Vermudo, pongo firmemente mi esperanza en sólo Dios, que aunque inmerecidamente siempre me asistió propicio y piadoso en el solio de mis abuelos y de mis padres, donde él me colocó por su misericordia estableciéndome en la dignidad real y librándome, como padre, lleno de piedad, de muchos émulos y enemigos... Gracias sean dadas a E l por las obras maravillosas que ha realizado conmigo; gracias ahora y siempre a fin de que lo que ha comenzado en mí, sin mérito ninguno mío, lo lleve a buen fin con su piedad infinita. Amén. Y que todas las cosas digan: Amén; y lo repitan las angélicas criaturas" (27). Proba(26) Los escritores musulmanes no nos hablan de campaña alguna del hagib contra los cristianos del Norte entre la destrucción de Santiago de Compostela y la de San Millán de la Cogolla, cosa insólita desde hacía treinta años, que debió levantar los ánimos de los cristianos, aterrorizados por aquellos castigos. (27) Yepes: Crónica General de la Orden de San Benito, t. VII, fol. 434. Es interesante la distinción entre condes asturicenses y condes foramontanos que hallamos en este documento: "Comités asturicenses: Enecus Azenari, Armenarius, Obecus Sancionis, Gondemarus Pinioliz, Didacus Nuniz, Nunus Pinioliz, Fredinandus Nuniz, Froila Scemeniz, Scemenus Scemeniz. Comités foramontani: Nunus Fredinandiz, Pelagius Ruderici, Froila Vimaradiz, D i -

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blemente por este tiempo se había formado una alianza entre el rey de León, el conde de Saldaña y el conde de Castilla, de acuerdo los tres en retirar el tributo que habían prometido dar al califato, y en defenderse mutuamente en caso de ataque. Hay una tendencia a suprimir el nombre de Vermudo en las cartas castellanas de esta época, pero esto no nos permite concluir que las relaciones no fuesen cordiales entre Sancho García y su cuñado el leonés. Podemos observar que cuando Vermudo muere unos meses más tarde, un jueves del mes de septiembre, Sancho se presenta inmediatamente en León. E l 11 de octubre, para conmemorar el fausto acontecimiento de su coronación el nuevo rey, o mejor dicho, su madre la castellana Elvira, pues Alfonso V no tenía aún más que cinco años, ofrece "a la santa y gloriosa madre de la luz, María", y al obispo de León, Froilán, el castillo de San Salvador. Firman el príncipe, Oelvira regina ejus genitrix, y a continuación los dos hombres, que con mirada retadora se disputan ya la influencia sobre esta corte presidida por una mujer y un niño: "Menendus Gundisalviz, comes, y Sancius dux Garsie proles" (28). E l conde Menendo es el hijo de aquel Gonzalo Menendiz que diez años antes había levantado la tierra de Galicia y Portugal contra el rey Vermudo. Arrepentido y perdonado, había vuelto a figurar en la corte leonesa hasta el año 996, y el encumbramiento de su familia es buena prueba de que luego sirvió con lealtad hasta su muerte. De repente vemos levantarse como primera figura de la política leonesa la figura de su hijo. L a documentación de la época le llamará cornos magnus, el gran conde. Su linaje esta afincado en Portugal desde los últimos años del siglo ix. Su abuelo, llamado como él, Menendo González, murió, jo-

dacus Martínez, Pelagius proles Veremudiz regis, Guttier Osoriz, Assur Sarracinez, Froila Menendiz qui et armiger regís, Rudericus Ranimiriz". (28) E . S., t. X X X V I , apénd. n . Alfonso entrega a la iglesia de León los bienes que se indican: "quomodo illos obtinuit juri suo nostra tia dive memorie, domna Gelvira regina et domna Tarasia regina". Entre los firmantes encontramos también a Pelagio Roderiquiz, Munio Fernandiz, Froila Vimarediz y Froila Odoariz. I

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ven todavía, hacia el año 930, dejando seis hijos, de cuyo porvenir se encargó la viuda, Muniadona Díaz, la fundadora de V i marahes, mujer intrépida, cuya figura se destaca brillantemente en la historia de la repoblación portuguesa durante más de cuarenta años. Y a conocemos las turbias actividades del primogénito, Gonzalo Menéndez, en las luchas civiles de la segunda mitad del siglo x. Ramiro, uno de sus hermanos, se casó con Adosinda, hermana de San Rosendo, y el mismo Menendo González, que ahora se convierte en arbitro de la política leonesa, había contraído matrimonio con otra mujer de la familia del fundador de Celanova llamada Totadomna, sobrina de Gonzalo Muñoz, el envenenador de Sancho el Craso. Además, los dos linajes procedían del mismo tronco por una de sus ramas, puesto que el padre de Muniadona, ia fundadora de Vimarahes, Diego Fernández, era hermano de Hero Fernández, abuelo de San Rosendo por parte de su madre Ilduara. Por eso, una carta del año 1007, hablando del "dux magnus", Menendo González, nos dice que llevaba la sangre de Hermenegildo Gutiérrez, mayordomo del rey Alfonso III, y que era "neptus", es decir, sobrino nieto de San Rosendo, que le había "bendecido y santificado", derramando sobre él el agua bautismal. Fué aquélla una bendición fecunda. Hacia el 990 se casa con Totadomna, que le trae el apoyo de las más poderosas familias del otro lado del Duero. Vive luego tranquilo en sus tierras portuguesas, siguiendo el ejemplo de su padre en sus últimos tiempos, pero sin aparecer en la corte, donde tenía una gran influencia, en calidad de alférez real, su tío Froila Menéndez, hasta el advenimiento de Alfonso V, a cuya coronación asiste ya como primer personaje del reino, nombrado ayo y protector del pequeño príncipe de siete años por la reina Elvira, que con este acto se atrajo la adhesión de la familia más influyente de Galicia y Portugal (29). Es el primero que firma en la donación de aquel día

(29) Documento del 1 de febrero de 1007 (B. N., ms. 712, fol. 399). Cuenta esta escritura la rebeldía del dux Utiza o Witiza en tiempo de Alfonso III, y cómo el conde Hermenegildo Gutiérrez, obedeciendo al rey, marchó contra

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11 de octubre, después del príncipe y su madre, y tras él suscribe el conde castellano, "Sancho, hijo de García", indicando, no obstante, su mayor dignidad con respecto a su rival, y por eso se firma con el nombre de dux o duque, que no tardará en tomar también Menendo González. Por entonces no hubo más; tal vez se despertaron algunas discusiones sobre la dirección del pequeño soberano y de la política leonesa, pero gracias acaso a la intervención de la hermana del conde de Castilla, el problema quedó aplazado. Un documento de Alfonso V nos evocará más tarde con júbilo el recuerdo de esta asamblea: "Muerto el rey Vermudo, lee, mos en él, levantó Dios al santo rey Alfonso, y habiéndose reunido un concilio de la tierra de afuera, de Castilla, de Galicia y de Asturias, le colocaron sobre el trono de sus padres y abuelos en la sede regia de León, alabando todos a Dios y dándole gracias por el advenimiento del sobredicho rey emperador." Y en otra parte decía el rey, recordando la donación que hizo a la iglesia de León con motivo de su coronación: "Cuando siendo niño todavía heredé el reino de mis padres, en la sede leonesa, donde se encontraban reunidos todo el esplendor y la toga del palacio: los obispos y los condes de Castilla, de Galicia y de Asturias, y entre ellos el dux de Galicia, Menendus, que era mi vicario y

él, le venció y le llevó preso a Oviedo, donde murió encerrado en un calabozo. E n premio a su fidelidad, Alfonso III dio a Hermenegildo los bienes del vencido, que fueron confirmados en su familia por los reyes siguientes. Hubo, sin embargo, pleitos con respecto a esa hacienda, hasta que vino el rey A l fonso V,, "el cual juntó concilio de la provincia Castellense, tierra Forinseca (es decir, leonesa), Galiciense y Asturiense, y le aclamaron rey en la cátedra de sus abuelos, y en la sede regia de León, dando gracias a Dios, y hubo querellas y se le presentó el conde magno Menendo González, qui sub divino nutu creator et nutritor erat, y tenía en nombre del rey toda la tierra de Galicia, y estando el dicho rey en la villa de Gormarici, y el dicho Menendo González, que era del linaje del dicho Hermenegildo, y sobrina del obispo Rosendo, por el cual había sido bendecido y santificado, eligió el rey a un juez del palacio, Pelayo, hijo de Aroaldo", para que viese el asunto y obligase a los infanzones a dejar sus rapiñas. Véanse también sobre estas familias las cartas L X X X V I I I y C C X L I V de Monum. Portug., Dyplom. et Chartae, I, Lisboa, 1867, págs. 56 y 151.

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mi apoyo, y con ellos mi tío y ayudador el conde Sancho, y mi madre la reina doña Elvira, después de haberme llevado para la ordenación real en la sede leonesa y en la iglesia dedicada a Santa María Virgen, se me acercó el obispo Froilán, pidiéndome un obsequio, como habían hecho mis padres y abuelos en circunstancias semejantes, y yo le di el castillo de San Salvador, que había pertenecido a mi tía la reina Elvira, y luego a la reina Teresa" (30).

La arrancada de Cervera. Tal vez el conde Sancho no fué muy exigente con el ayo del rey, pensando que iba a necesitar su ayuda en la lucha con los moros que no podía tardar en reanudarse. Terminada la campaña marroquí, Almanzor se disponía a caer de nuevo sobre los Estados del Norte, y el golpe le iba a tocar una vez más a Castilla. Los Anales Castellanos Segundos, los Toledanos y los Complutenses señalan unánimemente en el año 1000 una lucha contra Sancho y su aliado García Gómez, en Cervera. "En la era 1038 fué arrancada de Cervera sobre el conde don Sancho García e García Gómez" (31). L a designación de esta localidad, contigua a las montañas de Asturias, podría hacernos pensar en un nuevo choque entre castellanos y leoneses, pero en realidad se trata de una incursión más de los musulmanes en Castilla, no en la Castilla superior, sino en la región situada entre el Arlanza y el Duero. L a Cervera de los Anales

(30) E . S., t. X X X V I , apénd. IV; Tumbo de León, fol. 44. (31) 'Anales Complutenses: "In era MXXXVIII, fuit arrancada de Cervera super conde Sancium Garsia et Garsia Gómez" (E. S., XXIII, pág. 313). Anales Toledanos, sin señalar fecha, después de mencionar la muerte del conde García (995): "Fué la arrancada de Cervera sobre el conde don Sancho García e García Gómez" (Ibid., pág. 384). Los Castellanos Segundos, de los cuales son una mala copia los Complutenses: "In era M X X X V I I I fuit arrancada de Cervera super conde Sancium García et García Gómez" (Cirot: De codicibus aliquot ad Hispaniae historiam pertinentibus, pág. 38).

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no es la población palentina de las riberas del Pisuerga, sino la sierra de Cervera, que se alza unos 15 kilómetros al norte de Clunia, separando el monasterio de Santo Domingo de Silos de un pueblo que se llama todavía Espinosa de Cervera. Allí fué el encuentro entre las fuerzas moras y la hueste del conde Sancho, a quien ayudaba su primo el de Saldaña. No conocemos el resultado de aquella acción, pero a ella se alude en un documento del año 1030, que nos da los nombres de unos caballeros que murieron en ella. Eran habitantes de la región del Esqueva y del Duero, vecinos de Torre de Guisando, y antiguos vasallos de García Fernández, que les había heredado allí con posesiones de propiedad condal. Se llamaban don Kintla, don Gutierre, don Guisando y don Munio. Más fieles que los infanzones de Espeja, acudieron al llamamiento del conde Sancho, "y los mataron moros en Cervera, y fueron mañeros, es decir, murieron sin hijos, y sus divisas pasaron al condado" (32).

(32) R. Menéndez Pidal: Orígenes del español, págs 39-40; Serrano y Sanz: Noticias y documentos de Ribagorza, pág. 336. No he podido identificar la villa que el documento llama Torre de Guisando, según la lectura de Menéndez Pidal, ni el mismo Menéndez Pidal propone identificación alguna. Se trata, evidentemente, de una localidad situada entre el Esgueva y el Duero, como las demás mencionadas en el documento. Serrano y Sanz trae una lectura bastante diferente: "Proinde presot ille comité tota Spelia, et non eis laxabit nisi suas hereditatelias, et mandauit ille suo majorino de .Clunia, et post obitum de illo comité domno Sancio partibunt se illa illos infanciones de terre de Guisando; domno Guisando et don Kintla, et don Gutierre, et don Monnio fuerunt basallos de illo comité García Fernandiz, et matarunt illos mauros in Zeruera et fuerunt manneros. Proinde intrarunt earunt diuisas in cometatu." Guisando, dice en nota Serrano y Sans, parece nombre personal, no de lugar. E n realidad, el primer Guisando, léase terre o torre, aunque yo creo más acertada la segunda lectura, es de lugar, mientras que el segundo es personal, tratándose acaso de la persona que dio su nombre a la torre, como Torresandino, Tordomar o Tornadijo. E n el partido de Roa, en dirección a Peñafiel, existe un Torrelisendo que podría tener relación con este personaje. L a muerte de estos infanzones de tierra de Clunia en la batalla de Cervera viene a confirmar la hipótesis de que se trata de un encuentro con los moros, y no, como pensó Risco, de un encuentro de los leoneses y los castellanos en Cervera de Río Pisuerga, pues por esa época

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Sancho contra Alm/a-nzor. Inesperadamente, el conde Sancho, que había empezado defendiendo el partido de la paz con los musulmanes, se convierte en el campeón de la cruz y en el mayor enemigo de la media luna. Considerando que la arrancada de Cervera no había sido suficiente castigo, Almanzor prepara una nueva campaña contra Castilla. Durante el año 1001 los negocios le retienen en Córdoba, pero apenas pasa el invierno del año siguiente, se pone en camino con su ejército en dirección a Medinaceli. Se va haciendo viejo. Sus expediciones tienen ya el carácter de una guerra santa. Se ha vuelto más devoto y hace ya algún tiempo que se abstiene de toda bebida prohibida por el Alcorán. E n su tienda figura también la mortaja que le han cosido sus hijas, y cerca de ella un cofrecito con el polvo de que se habían manchado sus vestidos durante sus expediciones, y que le recordaban una sura, según la cual Dios preservará del fuego a aquel cuyos pies se hayan cubierto de polvo en los caminos de Dios. Esta campaña está inspirada también por el odio religioso, como la de cinco años antes al corazón de Galicia. No quiere morirse sin ultrajar y destruir otro de los santuarios más venerados del norte de España, "la casa grande", que decían los musulmanes, es decir, el monasterio de San Millán de la Cogolla, Patrono de Castilla, a pesar de pertenecer a la jurisdicción del rey de Navarra. De Medinaceli avanzó hasta Osma, y desde aquí probablemente subió hasta dunia y Salas de los Infantes, para entrar en la Rioja por la cuenca del Pedroso siguiendo el camino que habían hollado los moros en otras ocasiones, y especialmente en 934. Pasó por Canales, villa condal, situada junto a los límites de Burgos y Logroño, que mencionan con esta ocasión los historiadores musulmanes, y

existían relaciones cordiales entre la corte de León y la de Castilla (Hist. de la ciudad y corte de León. Madrid, 1792, pág. 242).

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bordeando precipicios llegó sin encontrar resistencia alguna al monasterio riojano, que fué saqueado e incendidado. No siguió adelante, porque se lo impidió el agravamiento de una enfermedad que había empezado a sentir algún tiempo antes y sobre la cual los médicos no llegaban a ponerse de acuerdo. L a retirada se hizo lentamente en medio de los calores del mes de julio. E r a preciso ocultarla al enemigo, y por eso se« escogió un camino más difícil, que bordea el Urbión, para entrar en la provincia de Soria

E l gallo y la raposa. (De un códice del siglo X.)

por el puerto de Santa Inés. No pudiendo tenerse a caballo, A l manzor era transportado en litera por su guardia. Fueron catorce días interminables de marcha fatigosa y de agudos dolores.

El último encuentro. Sancho, que vigilaba en sus plazas cercanas al Duero, llegó a descubrir, por medio de sus espías, algo de lo que pasaba en aquel ejército desmoralizado por la agonía de su jefe, y no quiso desaprovechar la ocasión que se le ofrecía de perseguirle, molestando la retaguardia y arrebatándole parte de su botín. Es falsa la noticia que nos da el Tudense de un encuentro entre el ejército musulmán y las huestes unidas del conde de Castilla y los reyes de León y Navarra, pero podemos aceptar como realidad histórica un éxito parcial de los castellanos localizado por la tradición en la villa

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soriana de Calatañazor y perpetuado en la memoria popular con esta expresiva frase: "En Calatañazor perdió Almanzor su atambor." Más que los dolores afligían al moribundo la preocupación por su ejército y la incertidumbre por lo que podría suceder en Córdoba después de su muerte. "Veinte mil soldados, decía, están alistados en mis banderas, y ninguno de ellos es más desgraciado que yo." Pálido, como un espectro, llegó al fin a Medinaceli, donde vivió aún algunos días, conversando con sus oficiales y dando las últimas recomendaciones a sus hijos Abdelmelik y Abderrahmán, que le habían acompañado en aquella expedición, muriendo al fin en la noche del 10 de agosto de 1002. L a noticia se extendió rápidamente entre los pueblos cristianos, y un monje burgalés la consignaba en un breve cronicón con estas palabras indicadoras de la general alegría: "En la era 1040 murió Almanzor, y fué sepultado en el infierno" (33). E l júbilo fué tan grande, que la muerte del caudillo musulmán seguida del acoso de su retaguardia por los cristianos, con la recuperación acaso de parte del botín, se convirtió para éstos en una gran victoria. N i el Silense ni los antiguos anales hacen la menor alusión a ella, y menos todavía los historiadores árabes, pero hay ya una alusión en esta frase de Lucas de Tuy. que equivoca el nombre del conde: "Persiguiendo a los sarracenos que huían, el conde García, hijo de Fernando, aniquiló a una gran muchedumbre de ellos." Y añade una extraña conseja relacionada con el suceso: "Es admirable lo que ese mismo día en que Almanzor sucumbió en Cana-

(33) "Era M X L mortuus est Almanzor, et sepultus est in infermo" (Chronicón Burgense, E . S., t. XXIII, pág. 309). Los Anales Compostelanos dicen sencillamente: "Era M X L mortuus est Almozor (Ibid., pág. 319). E l Chronicón de Burgos recuerda al Silense, que dice: "Con esta ocasión todo culto divino pereció en España; toda gloria de los cristianos cayó; los tesoros acumulados en las iglesias fueron robados completamente, hasta que por fin la divina piedad, compadeciéndose de tanta ruina, dignóse alzar esta calamidad de la cerviz de los cristianos, porque en el año décimo tercero de su reinado, después de muchos horribles estragos de los cristianos, sorprendido Almanzor por el demonio, que en vida lo poseyera, en Medinaceli, grandísima ciudad, fué sepultado en el infierno" (Ed. de Santos Coco, pág. £4; traducción de Gómez Moreno, pág. CXI)

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tañazor (sic), clamaba entre sollozos a la orilla del Guadalquivir, un personaje misterioso, que se presentaba en forma de pescador. Unas veces en español y otras en árabe, decía lúgubremente: En Canatañazor perdió Almanzor el tambor, es decir, la alegría. Y cuando los cordobeses se le acercaban para pedirle aclaraciones, él desaparecía. A mi entender, concluye el obispo, aquel desconocido debía ser el diablo, que lloraba el abatimiento de los sarracenos" (34). Como un engendro diabólico, movido por el genio del mal, apareció a los ojos de los cristianos de su tiempo la figura de Almanzor. Terrible y fascinador a la vez, aniquilaba con la espada y subyugaba con la diplomacia; atraía a los señores cristianos con una tolerancia aparente y al mismo tiempo humillaba y profanaba sus santuarios más venerables. Detrás de sí dejaba la ruina y el incendio': Barcelona fué quemada; San Cugat, des-

(34) Lucas de Túy (Chronicón mundi, en "Hisp Illustr., t. III, pág. 88) y Rodrigo de Toledo (De rebus hispcmiae, ibid., t. II, pág. 89) son los primeros en hablar de la batalla "del lugar que en árabe se dice Calatañazor, y que en latín se llama altitudo vulturum, o cumbre de buitres". Según ellos, después de la campaña de Santiago de Compostela, el rey Vermudo se había puesto de acuerdo con el conde de Castilla, García, y con García, rey de Pamplona, para atacar a Almanzor, que volvía de Galicia cargado de botín. Hubo en el pueblo soriano de Calatañazor una gran batalla que terminó con el día, sin que hubiese ningún vencedor, pero en la cual Almanzor llevó la peor parte. A l día siguiente, Vermudo mandó preparar sus huestes para reanudar el combate, pero encontróse con la sorpresa de que los moros habían huido durante la noche, dejando las tiendas en el campo. E l conde García, que advirtió m á s pronto la fuga, persiguió a los fugitivos e hizo en ellos un destrozo. Dozy advierte que ninguno de los tres caudillos cristianos vivía ya en el momento de morir Almanzor, y rechaza de plano este relato, "inventado —según él—para justificar a la Providencia" (Recherches, t. I, págs. 20 y 199). Codera admite un pequeño triunfo, en que el conde de Castilla hubiera alcanzado la retaguardia del moro, arrebatándole parte de su botín (B. A . H . , tomo LEE, pág. 530, 1908). Creo verosímil este éxito, que Sancho no dejaría de buscar y que pudo ser el primer núcleo de la tradición y de la narración del Tíldense y del Toledano. Los historiadores árabes, de quienes Dozy saca su descripción de esta última campaña del hagib, como es natural, no dicen nada de una derrota, aunque a través de sus palabras puede verse la impresión de una tropa desmoralizada (Cf. Dozy: Hist. des musulm. espagn., edición de Levi-Provengal, t. II, págs. 261-62).

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truído; León, convertido en un montón de ruinas, con las dos docenas de sus conventos, como el de Santa Cristina, cuyas monjas pasaron a Córdoba cautivas; Santiago ardió en una expedición memorable; Pamplona sufrió la furia de la devastación; San Victoriano de Asan, arruinado completamente, tardó largos años en

Campos de Hitero, vistos desde el interior del Castillo. (Foto Domínguez.) 51

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reponerse; Eslonza y Sahagún, sucumbieron; "el monasterio grande", es decir, San Millán, fué abrasado; el conde de Ribagorza cayó en la lucha; ocupada Clunia, Silos, Covarrubias y Arlanza, debieron pasarlo muy mal, pues desde 990 hasta después de 1010 sus cartularios no registran un solo> documento. Tal es, en síntesis, la consecuencia del paso de Almanzor por los Estados cristianos del Norte. Pero al fin la tormenta había pasado. Gracias a la habilidad y a la energía sabiamente coordinadas, Sancho había logrado disminuir sus rigores y aprovecharlos para hacer una Castilla más fuerte y compacta. L a convicción de que existía una mano fuerte para defenderlos le ganaba la adhesión de sus gentes, y hasta de fuera del condado llegaban riadas de pobladores pidiendo solares en el condado. Los de Monzón, hostiles antaño a la casa de Lara, acentúan ahora su política de acercamiento y de sumisión a ella. Sancho lleva la influencia de su legislación bienhechora casi hasta el centro de su señorío, repoblando y dando "fueros buenos" a la villa de Palenzuela, que por él se llamó del Conde, y al otro lado del Duero afianza su dominio en la peña, que los leoneses llamaban Peñarreal, pero que recibirá definitivamente el nombre de Peñaf iel, por su resuelta voluntad de permanecer dentro del condado de Castilla. Sancho confirma y amplía las libertades que Fernán González la había concedido medio siglo antes, considerándola como una plaza clave para la defensa del país, "la exaltación de su poder en Extremadura, el gozo de los cristianos y la confusión de los ismaelitas" (35).

(35) Muñoz y Romero: Fueros Municipales, págs. 273-278; Alfonso A n drés: El fuero de Peñafiel, en B . R. A . H . , t. LXVT, págs. 371-374. Véase lo que decimos de estos documentos en los apéndices.

CAPITULO

XXIV

SANCHO GARCÍA, ARBITRO DEL CALIFATO (1002 -1010)

Abdelmélik. E l optimismo que la muerte de Almanzor había producido entre los cristianos del norte de la Península era un poco prematuro. Aquel terrible capitán que durante más de treinta años había sido el azote de los príncipes de León, Navarra, Castilla y Cataluña, dejaba en su hijo Abdelmélik un hombre experimentado en todas las artes de la guerra. Hagib desde hacía muchos años, logró que el califa le encargase del poder, a pesar de las protestas de la multitud, y supo ejercerle con mano fuerte y victoriosa y hacerse amar del pueblo, según el testimonio de Aben-Adhari. Su gobierno fué en todos los aspectos la continuación del de su padre. E l ejército creado por Almanzor se le entrega plenamente. Apenas anuncia una expedición contra los cristianos, cuando se ve al frente de una multitud de voluntarios, ávidos de botín (1). Reparte cinco mil cotas de malla, cinco mil cascos, cinco mil armaduras y grandes cantidades de dinero. Quiere empezar sus campañas sin aguardar a que llegue la primavera del año 1003, humillando a León. Llega, efectivamente a la capital de Alfonso, y entra en sus primeros recintos, pero se encuentra una resistencia (1) Dozy: Hist. des musulm. espagn., ed. de Levi-Proven^al, t. II, páginas 276-278.

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inesperada. A l conde Menendo se ha unido Sancho con sus castellanos, y el mismo conde de Saldaña lucha esta vez al lado de su rey. E l invierno arrecia y Abdelmélik cree prudente firmar una paz honrosa con los cristianos. Mientras él entra en Córdoba con su ejército, sus pleniponteciarios llegan a León para precisar las cláusulas del concierto. E l 5 de febrero del año 1003, un tal Leandro con su hermana Vitisinda hacían una donación al monasterio de Sahagún, que sin duda se había levantado ya de sus ruinas, para conmemorar la conclusión de aquel tratado. Allí estaba el conde Castilla con dos de sus magnates, Alvar Alvarez, de las Asturias de Santillana, y García Fernández; y allí estaba también firmando el acta García Gómez, juntamente con su tío Fernando Díaz. "Fué esto, dice el notario con algo de pedantería, en Domnos Santos, es decir, en Sahagún, en presencia del zahbascorta o jefe de la policía, Aben Bacíi, cuando vino a confirmar la paz a los romanos o rumies" (2).

Alianza castellano-leonesa. No sabemos cuáles fueron las condiciones de aquel concierto, pero, según parece, tanto el conde de Castilla como el rey de (2) Véase Risco: Eist. de la ciudad de león., t. I, pág. 236, y Escalona: Hist. de Sahagún, pág. 442. "Rege Adefonso una cum Gelvira regina in Legione." Firman Sancio Garceaniz, Fernando Diaz, Garcia Gómez, Sancio Gómez, Gonzalo Diaz, Garsea Fernandiz y Alvar Alvariz, "in presencia qui ibi fuit Zahbascorta Ebenbaeri, quando venit de Cordob pro pace confirmare ad romanos in Domnos Sanctos". Probablemente estaban allí también la reina con el rey niño y su ayo el conde Menendo, aunque sólo firman los condes de Castilla y de Saldaña, movidos acaso por un motivo de amistad, de parentesco y de intereses territoriales con los donantes. No me aventuro a identificar a los magnates Sancho Gómez y Gonzalo Díaz, que confirman esta carta, aunque sospecho que están emparentados con García Gómez. Los otros dos; García Fernández y Alvar Alvarez son infanzones que figuran en otras cartas castellanas de este tiempo. García Fernández suscribe la confirmación de los fueros de Brafiosera por Sancho en 998 (Cart. de Afianza, pág. 4); A l var Alvarez aparece en Santillana al lado de Garci Fernández el 5 de mayo de 987, y al lado de su hija Fronilde el 24 de junio de 991 (Libro de Regla de Santillana, págs. 40 y 50).

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León y el conde de Saldaña se comprometieron a ayudar al hagib en sus expediciones, recibiendo, en cambio, la promesa de no ser inquietados en sus fronteras, y recuperando también acaso algunas plazas fronterizas, como la de Clunia, que pasó por este tiempo a manos del castellano (3). Tal vez al mismo tiempo que Aben Bacri, Saheb-ex-xorta, es decir, jefe de la guardia o prefecto de policía, o acaso algunos meses después se presentaba en León otro personaje cordobés, con la misión de arbitrar en un conflicto que había surgido a propósito de la tutoría de Alfonso V. Refiriéndose a esta nueva embajada, dice Aben Jaldún: "Después de la muerte de Vermudo subió al trono su hijo Alfonso, nieto por parte de madre del señor de Álava García Fernández. Como era muy pequeño, el conde de Galicia, Menendo González, fué su tutor y reinó en su nombre, pero Sancho, hijo de García, tío materno de Alfonso, le disputó la tutela, y entonces nombraron' arbitro a Abdelmélik, hijo de Almanzor, quien a su vez encomendó la decisión de este asunto al juez de los cristianos de Córdoba Asbag, el cual decidió en favor de Menendo González. Quedó, por tanto, Alfonso bajo la tutela de Menendo hasta que murió asesinado, es decir, hasta el año 98 (17 de septiembre de 1007 a 4 de septiembre de 1008)" (4). Estas frases tienen plena confirmación

(3) Sigo en el relato de esta primera expedición el que de las fuentes árabes saca el P. M . M . Antufia (Expediciones de Abenmeruan Abdehnelik Almodafar, en "Religión y Cultura", t. XTV, 1931, págs. 321-33). Su relato es mas completo que el de Aben-Adhari, que omite esta campaña invernal, empezando la historia de las guerras del hijo de Almanzor con el ataque a Cataluña del verano de 1003. L a carta de Sahagún parece confirmar la realidad de esta primera campaña contra León, en que vemos unido al rey leonés con los condes de Castilla y de Saldaña. (4) Aben-Jaldun, traducido en Dozy: Recherches, I, 102, apénds. H t , X V y X V I ) . Aben-Adhari confirma esta noticia diciendo: " E n el año 394 (30 de octubre de 1003, 17 de octubre de 1004), los reyes cristianos tomaron como arbitro al hagib Abdelmelic ben Abi-Amir. Muharumad ben A w n Alian ha dicho: A l Mudaffar adquirió bajo*su gobierno una gran consideración por parte de los reyes extranjeros, semejante a l a que había gozado su padre Almanzor Como habían hecho con este último, trataron de agradarle, se inclinaron delante de su poder, temieron su cólera y le respetaron; los m á s grandes apelaron a su arbitraje para componer las diferencias que surgían

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.

en los documentos cristianos, que llaman a Menendo el conde magno, el duque de Galicia, autrix, vicarius, creator et nutri-

Detalle del castillo de Clunia.

tor regís, añadiendo que lo era por designación divina, divino nutu, tal vez para protestar de aquella intromisión de los infieles en su entre ellos, y él dictaba su pareder, que ellos aceptaban, conformándose con su decisión" (Trad. de Levi-Provencal, en Dozy: Hist. des musulm. espagn., tomo III, pág. 192).

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encumbramiento. L a última carta en que aparece su firma es una del 24 de abril de 1007, por la cual el rey Alfonso V confirma sus bienes al monasterio de San Pedro de Rocas, que acababa de sufrir un gran incendio por una distracción de los niños que estudiaban en su escuela. Después de los obispos suscribe él en esta forma: "Ermenegildus duz, proles Gundisalvi", y tras él sus hermanos Ramiro, Fernando y Rodrigo. De acuerdo con el historiador árabe, la breve Crónica de los Godos nos dice "que el II de las nonas de octubre del año 1008 fué asesinado el conde Menendo", luchando acaso con los piratas normandos, que volvían a infestar las tierras costeras del Miño y el Duero (5). Hasta este momento él fué quien llevó las riendas del reino leonés. L a solución de Asbag debió ser bien mirada en el ambiente cortesano, donde, sin duda, se debía tener un poco de miedo a la protección del conde de Castilla. No se hubiera tratado de la ayuda de un tutor a un huérfano, sino de la tutela de un Estado sobre otro Estado, y este debió ser el argumento del juez de los cristianos cordobeses al razonar su resolución, aunque en realidad lo que trataba Córdoba de evitar era un robustecimiento excesivo de Castilla, que se iba haciendo' temible para ella. Por otra parte, allí estaba también el notario Sampiro, hombre de leyes, que gozaba de la confianza de la reina y del conde gallego, y que al morir Vermudo había recibido ej. título de mayordomo y maestro del nuevo rey (6).

(5) "Era M X L V I , II non. Octobris occisus fuit comes Menendus" (Monum. Port. Scriptores, pág. 9; Dozy: Recherches..., i. I, pág. 102. Como se ve, hay una pequeña diferencia entre el historiador árabe y esta nota, que me parece más precisa y, por lo tanto, más digna de crédito. L a carta citada en el texto, en la cual vemos por última vez el nombre del conde magno, puede verse en A . H . N . Clero, porgaminos, leg. 1.054, 2 R, y también en Iglesias mozárabes, de M . Gómez Moreno, capítulo dedicado a San Pedro de Rocas. Cuéntase en ella cómo este monasterio fué fundado en tiempo de Alfonso III, se' quemó por la negligencia de unos niños "qui ibi in schola aduc degentes litteras legebant". Su propietario Aloito lo restauró y pidió a Alfonso V la confirmación de las escrituras que .habían desaparecido en el "naufragio". Confirman la escritura redactada en Celanova cinco obispos, y tras ellos "Ermenegildus dux, prolis Gundisalvi, Ranimirus item prolis Gundisalvi, Fernan•dus Gundisalvi, Rodericus Gundisalvi". (6) Sampiro firmaba ya una carta del rey Vermudo el 8 de enero de 994

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Intervención del hagib en los Estados cristianos. Pronto se vieron Sancho y Meneado en la obligación de cumplir una de las condiciones más humillantes del pacto que acababan de firmar con el cordobés. Abdelmélik salió de Córdoba al frente de su ejército en la segunda semana de junio del año 1003. E l 27 pasaba jpor Toledo y en los primeros días de julio llegaba a Madinat Salim o Medinaceli. "Allí, nos dice el Bayan de Aben Adhari, se le unieron algunos señores cristianos, unos enviados por el rey godo, que era entonces Alfonso, hijo de Ordoño, llamado Ibn-al Barbariya, hijo de la beréber o de la extranjera, los otros por su tío materno Sancho, hijo de García, señor de Castilla y de Álava. Estos refuerzos se unieron en virtud de un pacto de vasallaje. Respetaron el tratado que habían firmado e hicieron honor a su palabra. E l hagib los recibió amablemente y les reservó un lugar espacioso en el campo" (7). Esta vez Abdelmélik se dirigía hacia Cataluña, llegando hasta Lérida y realizando algunas conquistas y saqueos, de que nos hablan también los textos cristianos. Sancho seguía su antigua política de contemporizar aguardando una ocasión favorable, y la hacía guardar en León. Aquel vasallaje momentáneo le servía para conocer mejor las fuerzas del enemigo y ganar tiempo. Es posible que el ruego hecho al cordobés de intervenir en las discusiones internas de los cristianos fuese tan sólo un medio de ocultar al enemigo el verdadero ob1

(Barrau-Dihigo: Notes et documents sus Vhist. du roy. de león., "Rev. Hispanique", 1907, X , pág. 435); en el año 1000 se firma "Sampirus presbiter qui et majordemus regia" (E. S., X X X V I , ap. V ) , y en el año 1012 seguía escribiendo cartas reales y suscribiéndolas con esta fórmula: "Sampirus quasi presbiter notuit" {Tumbo de León, fol. 44). (7) Aben-Adhari, en la trad. de Levi-Provengal, t. m de Dozy: Hist. des musulm. espagn., ap., pág. 192. Contra lo que asegura el historiador árabe, recordaremos que Alfonso era nieto de Ordoño e hijo de Vermudo. Es interesante el apodo de Ibn-al-Barbariya, que le da, al mismo tiempo que reconoce que su madre era hermana del conde Sancho. ¿Será este calificativo una alusión de los leoneses a la rudeza de los castellanos?

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jetivo de las negociaciones. También Aben Adhari alude a esta intervención, y la hace refiriéndose al año 1004. "En él, dice, los reyes cristianos tomaron como arbitro al hagib Abdelmélik A b i Amir. Como habían hecho con su padre, ellos trataban de agradecerle, llenos de respeto por su poder y de temor por su cólera. Los más grandes buscaban su decisión para dirimir las contien-

Reyes concediendo un castillo a uno de sus vasallos. (Archivo Histórico

Nacional.}

das que surgían entre ellos, y ellos se conformaban a su decisión " (8). Cuan pequeño fuese ese respeto y cuan poco duradera esa conformidad nos lo demuestra el hecho de que la campaña de ese mismo año en que se realizó el arbitraje fué dirigida contra el reino de León. L a convivencia con los musulmanes durante el año anterior había demostrado a Sancho y a Menendo que no eran tan terribles como parecía, y ahora, sin duda, se negaban a enviar gente o a pagar el tributo. L a expedición fué una algara "por (8)

Aben-Adhari, 1. c.

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los campos de Zamora en el país de Galicia donde gobernaban juntamente los Beni Gómez y los Beni Alfonso". Llegaron a las orillas del Duero, a fines del mes de julio; Zamora no se había levantado aún de los estragos de Almanzor, pero los invasores pudieron saquear, cautivar y matar en gran escala por todos sus alrededores. A l volver, un rayo carbonizó las recuas del convoy, y este hecho se miró como un mal presagio, viniendo a aumentar el temor por el eclipse de fines de enero de aquel mismo año, en el cual los astrólogos cordobeses habían visto el anuncio de grandes catástrofes (9).

Sancho, frente a Abdelmélik. E n su cuarta expedición, Abdelmélik penetra hasta el corazón de Aragón y Navarra. Saliendo de Zaragoza en el mes de Xaual del año 396 de la hégira (8 de octubre de 1005 a 26 de septiembre de 1006), pasa por Huesca, se presenta en Barbastro y llega, según la expresión de Aben-Adhari, hasta la planicie de Hadar Abniunes, tal vez Vinaixa, y las tierras de Santyoanes, tal vez San Juan de la Peña. Como siempre, roba, incendia y destruye, pero no lleva cautivos a Córdoba, por lo cual el pueblo decía recordando a A l manzor: Ha muerto el mercader de esclavos (10). Irritada por esta expedición, la corte de Pamplona sale de su aislamiento, y tal vez por iniciativa suya se fragua una coalición de navarros, castellanos y leoneses, con objeto de contener la audacia del cordobés y quebrantar su ejército. L a habilidad del conde logra que los aliados se dirijan a atacar las plazas musulmanas de las orillas del Duero. E l hagib comprendió que se preparaba un golpe mas duro que nunca, pero salió de Córdoba confiado en su buena suerte. Los principales historiadores musulmanes aluden a esta quinta expe(9) Ibidem, paga. 193-194; M . Antuña: Expediciones de Abu Meruan Abdelmelic Almodafar, en "Religión y Cultura", núms. 38, 42 y 49, ts. XIII, X I V y X V I H , 1931 y 1932. (10) Aben-Adhari, 1. c , págs. 194-195.

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dición del hijo de Almanzor: "Partió de Córdoba, dice Aben Adhari, en el año 397 (1007), dirigiéndose contra Castilla, país sometido al tirano Sancho, hijo de García, hijo de Ferdilando, el cual le hizo frente con todos los cristianos de los diversos reinos." Fué la'expedición de Clunia, a la que se dio también el nombre de la victoria. Según Aben Hayyan, Alfonso V, después de someter a los condes rebeldes, fué a combatir a los cordobeses, unido con el rey de los Vascos, dándose la batalla en las cercanías de Clunia. Una vez mas se puso la victoria de parte de los musulmanes, que saquearon el campamento de los cristianos, obligándoles a retirarse. L a plaza de Clunia, que Sancho había recuperado poco antes por la fuerza o por la vía diplomática, según la afirmación del historiador cordobés, se vio obligada a capitular. Rumores siniestros habían corrido por la capital del califato sobre lo que pasaba en el Duero, pero todos se disiparon ante el mensaje que envió el hagib, y que fué leído públicamente entre los aplausos de la multitud. Cuando llegaron los expedicionarios hubo grandes fiestas, banquetes, reparto de vestidos y recitales de poesías en honor de Abdelmélik, que desde entonces recibió el título de Almudaffar, el triunfador, con que se le conoce en las historias (11). A este suceso aluden evidentemente los textos cristianos en aquella frase que encontramos de una manera uniforme en los Anales Complutenses, en los Toledanos y en los Castellanos Segundos: "En el mes de agosto fué la arrancada sobre los territorios cristianos en Clunia" (12). Como sucede con frecuencia, la Anales se equi-

(11) Es Aben-Hayan de Córdoba quien nos dice que después de someter a los condes rebeldes, Alfonso V, unido con el rey de los vascos, salió a combatir a Almodaffar, y que después de un violento encuentro Clunia capituló. También Aben-Aljatib habla de esta expedición, pero es Aben-Adhari quien nos da los pormenores más minuciosos. L a victoria fué celebrada en Córdoba con regocijos populares, banquetes, recitales de poesías y reparto de vestidos (M. Antuña, 1. c ) . (12) "In E r a MLIV, in mense Augusto scilicet illa arrancada super christianos in Clunia" (Anuales Complutenses, E . S., t. XXIII, pág. 313). " E r a M L V I I , en el mes de agosto, arrancada sobre los christianos en Clunia... Era M L I X " (Anales Toledanos, E . S., pág. 384). "In E r a M L I i n , in mense

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vocan en la era—1016 y 1019 ó 1021—, pero podemos aceptar esa precisión que nos ofrecen con respecto al mes, y que no nos dan las historias musulmanas. L a batalla de Clunia fué en el mes de agosto del año 1007.

Las últimas campañas del hijo de Almanzor. Animado por el éxito, no quiso Almudaffar dejar pasar los últimos meses de aquel año sin conseguir una nueva victoria. D i rigióse contra una fortaleza que llevaba el nombre de San Martín, y que es difícil localizar. Podría ser acaso San Martín de Albelda, aunque parece más acertado situarla en los dominios del conde don Sancho, que por aquellos días se había destacado ya como el enemigo más peligroso del califato. Los asaltos se prolongaron por espacio de nueve días entre los fríos del mes de noviembre. A l tercer día los asaltantes penetraron en los arrabales y los quemaron después de saquearlos. A l día siguiente Almudaffar puso en juego la habilidad de los ingenieros y zapadores, logrando abrir una brecha en el baluarte y remover las piedras comprendidas entre los maderos. Llenaron el boquete de leña, le rociaron de petróleo y prendieron fuego. Las llamas subieron hasta la plataforma del bastión y la consumieron, llenando de estupor a los defensores. E l incendio continuó durante los días siguientes, y entre tanto las flechas llovían en el interior y la catapulta lanzaba sus pesados proyectiles. Muertos de sed, pues se les había cortado las conducciones de agua, los cristianos se rindieron, solicitando la vida y el derecho a marchar a otra parte, y en todo caso poniéndose a merced del vencedor. Por orden del hagib entraron en la fortaleza su hermano Abderrahman y uno de sus oficiales, llamado Sofi. Estos desarmaron a los defensores, y los reunieron en el patio exterior. E l hagib mandó poner aparte a las mujeres y a los augusti scilicet illa arrancada super christianos in Clunia" (Anales Castellanos Segundos, ed. Cirot, De codicibus aliquot ad Hisp. Hist. pertinentibus, página 39).

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niños, y se presentó a caballo ante los guerreros, los cuales se levantaron al verle, pero fué para caer definitivamente al golpe de la cimatarra. Después hizo reparar las brechas, dejó una buena guarnición en la plaza conquistada, y se volvió a Córdoba entrado ya el mes de diciembre (13). Sancho García se había convertido en la pesadilla del hagib.

Asalto a una fortaleza. (Ms. de San Galo del s. X.)

Contra él dirige la primera campaña del año 1008, destinada a humillar a un adversario que parece reírse de sus aparatosos triunfos. Los historiadores árabes son parcos de noticias al hablar de esta expedición, pero a través de sus palabras se descubre la amargura del fracaso. Aben Adhari nos dice expresamente que hubo "de volver sin haber podido rechazar al enemigo de Allah, San(13) Aben-Adhari, 1. c ; M Antufia, 1. c. N i Antuña ni Levi-Provencal llegan a identificar el castillo de San Martín. Sospecho que pudiera ser San Martín de Rubiales, pueblo de la provincia de Burgos, entre Pefiafiel y Roa, situado a la orilla derecha del Duero, al pie de una colina, donde hay indicios de haber existido un castillo.

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cho, hijo de García", y que al pasar por Medinaceli, como consecuencia acaso de su poca suerte, se sintió bruscamente enfermo. Triste y sin haberse repuesto completamente de su enfermedad, entró en Córdoba a mediados del mes de Moharren, es decir, en septiembre. " L a enfermedad, añade Aben Adhari, le había quitado la esperanza de vencer al caudillo cristiano, y dándose cuenta de que sus fuerzas le traicionaban, decidió entrar en su territorio." Aquello, sin embargo, era sólo un aplazamiento que daba a su venganza. Después de restaurar sus fuerzas con una breve permanencia en la capital, "tomó la firme resolución de caer antes que llegase el invierno sobre el enemigo de Alian, Sancho, hijo de García, seguro de aniquilarle". Dio orden de preparar la expedición y de acelerar el momento de la partida, que se ordenó para el 19 de octubre. Este mismo día sintió nuevamente los amagos del mal. Desafiando el dolor montó animosamente a caballo, caminando al frente de su hueste; pero no había terminado aún la primera jornada, cuando se sintió agotado. Acongojábale una angina, que se agravaba por momentos. Dióse al ejército la orden de detenerse, y él se acostó. Obligado a renunciar a su expedición, dispuso que le volviesen a Córdoba, y cuando entró en su palacio estaba ya muerto (14). Sancho, entre tanto, aguardaba en sus plazas del Duero dispuesto a defenderse. L a muerte del cordobés acrecentó su audacia, y pasando a la ofensiva, penetró con sus caballeros en tierra de moros, llegó a los campos de Soria y Almenar, descendió hasta Molina y saqueó toda la tierra de Azenea.

(14) Aben-Adhari, 1. c, págs. 201-202: " E n cuanto a la expedición de Abdelmelic, conocida con el nombre de expedición de la enfermedad, fué la última de sus campañas, y se realizó en el estío de 1008." Recogiendo noticias de Aben-Hayan, dice: " L a mas grave enfermedad de Abdelmelic fué una desgracia para el Islam y como el anuncio de los males que se iban a abatir más tarde sobre esta religión en el país; fué la que le sorprendió cuando en 398 se dirigía a Madinat Selim con el fin de atacar al enemigo de AUah Sancho, hijo de García, hijo de Fernando." También Aben-Aljatib menciona esta expedición, sin hablar de éxitos ni de fracasos (M. Antuña, 1 c , t. XVII, 1932, págs. 5-16). Risco relaciona la última campaña de Almanzor con l a "razzia" de Sancho por tierras musulmanas (Hist. de León, t. I, pág. 246).

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Este primer éxito de las armas cristianas después de treinta años de humillaciones y desastres, llenó de tal júbilo a los vencidos de los años anteriores, que se le encuentra anotado en los Anales Complutenses, en los* Toledanos y en los Castellanos Segundos. Sancho, vencedor. "En la era 1047 (año 1009), dicen estos últimos, entró el conde Sancho García en tierra de moros hasta la ciudad de Molina y destruyó la torre de Acensa," Los Complutenses, en vez de la torre, hablan de la tierra de Azenea, y los Toledanos, con evidente error, confunden la ciudad de Molina con la ciudad Urcitana, pero hablan no de la tierra, sino de la torre de Azenea. Azenea podía ser Ateca, en la provincia de Zaragoza, o mejor, Atienza, la población de Guadalajara, a que ya habían llegado anteriormente las armas castellanas, situada junto a un ramal del camino de Molina (15). Desafiando el poder musulmán, desciende Sancho por el camino de Medinaceli, que tantas veces había pisado Almanzor en sus retornos victoriosos, y se interna saqueando siempre y destruyendo hasta la ciudad fortificada de Molina, ante la actitud impotente de Wadih, gobernador de la frontera inferior. Algo después registran nuestros anales otro rasgo de audacia del* conde castellano, que nos da una idea del cambio realizado en la Península a raíz de la muerte de Almudaffar. Traduciendo lo que dicen los Complutenses y los Castellanos Segundos, nos lo cuentan los Anales Toledanos con las palabras siguientes: "En el mes de noviembre entró el conde don Sancho en tierra de moros hasta Toledo y Córdoba y puso al rey Zulema en el regno e con gran venganza tornóse a Castiella, en su tierra." E l Cronicón Bur(15) "In era M X L V I I , ingresus est comes Sancius Garsia in térra maurorum usque in civitatem Molina, et destruxit terram Azencam" (An. Complutenses, en E . S., XXIII, pág. 313). "Entró el conde don Sancho en tierra de moros hasta la cibdad de Urcitana, e crebantó la torre de Azenea, era M X L I X " {An. Toledanos, I, ibid., pág. 385). Los Castellanos Segundos, según la lectura de Cirot y Gómez Moreno, traen también la era MXLVIIII, lo mismo que los Complutenses (Cirot, o. c, pág. 39).

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gense dice sencillamente: " E l conde don Sancho destruyó a Córdoba." Las historias musulmanas completan esta información, precisando la fecha, en que no están de acuerdo los textos cristianos.



B e r l a n g a

Pero sería difícil comprender el significado de esta intervención sin recordar los sucesos que por esta época se desarrollaban en la capital del califato (16). (16)

"Era MXLVTI, destruxit comes Sancius Cordubam et eodem anno

a o

i

San Milján de la Cogolla: interior de la iglesia.

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Sanchol y su amigo él Beni-Gámez. A l desaparecer Almudaffar, se hace cargo del poder su hermano' Abderrahmán, a quien se acusaba de haber envenenado al joven hagib. Aludiendo a su nacimiento, la gente le llamaba despectivamente Sanchol o Sanchuelo, porque era hijo de la princesa navarra que el rey Sancho Garcés había entregado a Almanzor, como un número más de su harem. Después de conseguir que el califa le diese los títulos que había tenido su padre, añadiendo a ellos el de heredero del trono, Abderrahmán reunió sus tropas, y en medio de los rigores del invierno se dirigió hacia la frontera del reino de León. Los leoneses se negaron a pelear, pero en lugar de ellos peleó la nieve. Viendo que los caminos estaban impracticables, Abderrahmán dio la orden de volver, pero apenas había llegado a Toledo, cuando supo que en la capital había triunfado una conjuración y que en el trono de Hixem se sentaba ahora un biznieto de Aderrahmán III, llamado Mohaded ben Hixem ben Elgabbar, que había tomado el sobrenombre de E l Mahdi. E l pueblo, cansado del gobierno de los Amiridas y poco inclinado a obedecer al nieto de un rey cristiano, aceptó con júbilo la sustitución, y el 18 de febrero se publicaba un decreto que declaraba fuera de la ley al hijo de Almanzor. Sanchol avanza hasta Calatrava, dispuesto a sofocar la insurrección, pero su ejército le abandona, quedándole sólo su guardia personal y la adhesión genatus est infans Garsea" (Cronicón Burgense, E . S., XXIII, pág. 309; Anales Complutenses, ibid., pág. 321). "In era M X L I X , in mense novembri ingressus est comes Saneáis Garsia in terram Sarracenorum in Tolete-, et perrexit in Córdoba, et posuit rex Zulemam in regno cordubensi et cum grandi victoria reversus est in Castella, in sua provincia" (Ibid., pág. 313). Los Anales Toledanos traducen: "En el mes de noviembre entró el conde don García (?) en tierra de moros hasta Toledo, e fué hasta Córdoba e puso de su mano rey Zulema en el regno de Córdoba, e con gran vengancia tornóse a Castiella, en su tierra, era M L I " (Anales Toledanos, E . S., pág. 384). E n este punto, los Anales Castellanos Segundos coinciden completamente con los Complutenses (Cf. Cirot: De codidbus aliquot ad Hisp. Hist. pert., pág. 39).

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nerosa de un conde cristiano, de un Beni Gómez, que se había sumado a su expedición. "Ven conmigo, dijo al joven hagib en medio de la defección general; yo te daré un refugio en mi castillo, y si es necesario, derramaré por t i hasta la última gota de mi sangre. —Gracias, leal amigo, respondió Sanchol; pero no puedo aceptar; debo ir a Córdoba, donde con la ayuda de mis partidarios, espero recuperar el poder. —No apruebo tu designio, respondió el conde; estoy persuadido de que te empuja una ilusión fatal; pero suceda lo que suceda, yo no te abandonaré." Consolado por esta fidelidad que hallaba en un cristiano, Sanchol reanudó su marcha, pero en las cercanías de la capital le abandonaron los bereberes que le quedaban, de suerte que no tuvo más remedio que someterse al nuevo gobierno, el cual, después de muchas humillaciones, le quitó la vida, cuando aún no había pasado un mes desde el comienzo de la revolución (17).

García Gómez. E l conde fué asesinado juntamente con él. Los historiadores musulmanes no precisan el nombre de este Beni Gómez, pero apenas podemos dudar que se trata de García, el inquieto magnate que venía gobernando en Liébana, Saldaña y Carrión con una independencia casi absoluta, desde que, alrededor de 985, sucede a su padre Gómez Díaz. Es verdad que un tio suyo llamado Osorio (17) Dozy: Hist. des musuhn. espagn., edic. de Levi-Provencal, t. II, páginas 281 y sigs. Aben-Adhari nos dice que la madre de Sanchol o Sanchuelo se llamaba Abda, y que era hija de Sancho el Cristiano. Algunos han creído que este Sancho es Sancho García, el conde de Castilla, pero el historiador musulmán nos quita toda duda al decir unas líneas más adelante que era navarra o vascona (baskunasiya). Parece, por tanto, seguro que era hija de Sancho Garcés II, el cual, siguiendo la política de su abuela Toda, prefirió vivir amistosamente con Córdoba, declarándose vasallo de Almanzor, pagándole un tributo y entregándole a una de sus hijas. E n Córdoba se decía con irritación: "Ibn Dakwan e ibn Burd han profanado la religión de una manera inaudita. Se han rebelado contra el Dios de la verdad, declarando heredero del trono al nieto de Sancho" (Dozy, 1. c , pág. 283).

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Díaz y casado en Galicia se había unido a la conjuración de los condes gallegos contra Vermudo en el año 987, viéndose obligado a buscar un refugio entre los musulmanes (18); pero no pudo ser este magnate el compañero de Sanchol, pues le vemos de nuevo en Galicia desde 1010, confirmando en fecha posterior algunas cartas cristianas, admitido, sin duda, a la gracia de Alfonso V . Por lo demás, sabemos que García Gómez, nieto a la vez de Fernán González y de Diego Muñoz, vivió en una rebelión continua. Como la mujer de Ramiro III, según pudimos adivinar, pertenecía a su familia y era acaso hija suya, se opuso cuanto pudo al advenimiento de Vermudo* II, y nunca le acató de buena gana. E n 988, juntamente con su suegro, Gonzalo Vermudez, se pone al lado de Almanzor,' consiguiendo quedarse con

(18) "Temporibus vitae Froile Gutiérrez et uxor ejus Flamule Galletie, fuit quídam monachus Theodoricus nomine, qui et majordomus extitit cunetis vicis eorum..." Sigue el documento contando cómo al morir Froila y su mujer Flámula dejó como heredera a su hija Ildoncia, a quien sucedió su hija Sancha, que fué mujer de Osorio Díaz. Este Osorio Díaz, al ir a Galicia para tomar posesión de sus bienes juntamente con su mujer, "invenerunt ipsos capitales multum minoratos". Entonces Osorio se apoderó de una villa que había pertenecido a Teodorico, monje... "Revelatus est autem ipse Osorio D i daci ad parti nostre et cuadunavit se cum sarracenis adversus gentem et patriam nostram propter quam ejecimus eum de térra ipsa, et caruit nobis omnia quantum abuit pro ejus contumacia... secundum per autoritatem catolice legis decretum permanet" (Barrau-Dihigo: Chartes royales leonaises, 1. c, pág. 441). Es ésta una carta de Vermudo fechada el 25 de febrero de 996. Hablando de Diego Muñoz citamos una carta suya en que se enumera entre sus hijos a un Osorio, que es, sin duda, este que, según el testimonio del rey Vermudo, se alió con los sarracenos en las revueltas de 989 a 991. No hay que confundirle, sin embargo, con su sobrino García Gómez, que es, evidentemente, el Beni-Gómez de quien nos hablan las historias árabes. Supongo, aunque no estoy enteramente seguro de ello, que el Osorio Díaz que en 1014 y en 1017 suscribe escrituras de Alfonso es el mismo magnate a quien anteriormente su padre había echado del reino leonés (Carta de Alfonso V dando a Pedro Fernández, hijo de Fernando Flagínez, una villa en Asturias, suscrita, entre otros, por "Osorius Díaz" (Tumbo de León, fol. 183). Otra carta de Alfonso V dando al mismo Pedro Fernández Castrogonzálo, sobre el Cea. Confirman: "Ordonius Ranimiri proles, Veila Ennegoni, Veremudus Vigilani, Sarracinus Siloni, Rudericus Ordoni, Rudericus Didaci, Munio Ruderici, Osorio Didaci..." (E. S., X X X V I , ap. X I I ) .

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el gobierno de la tierra leonesa (19); cuando un magnate de la corte, Trastemiro Trastemiriz, mata a su hija Urraca, sel hace todavía más profundo el odio de Saldaña a León. No obstante, Almanzor no estaba del todo contento con su aliado, puesto que en el año 995 saquea su condado, tal vez para castigar una ayuda prestada al conde de Castilla García Fernández, tío del de Carrión. A consecuencia de este comportamiento del cordobés, García Gómez aparece fugazmente en la corte leonesa por el año 996, pero no tarda en arrepentirse de aquella sumisión para volver de nuevo a su amistad con los infieles, que apoyan su rebeldía. Las cartas de Piasca y de Santo Toribio de Liébana siguen citando su nombre como conde de Liébana y Saldaña en 997 y en 1001 (20). E n 1002 alude a él el obispo de León Froilán, diciendo en una carta que un dux no exento de ingenio, pero ignorante de los sagrados cánones y de la ley gótica, había quitado injustamente a su antecesor cierto número de villas y propiedades para entregárselas luego a sus servidores por escritura de testamento (21). Más

(19) E n el estudio consagrado a García Fernández recogimos los textos en que apoyamos estas informaciones, y allí puede verlos el lector. (20) E l 6 de marzo de 997 hay un cambio de tierras en Piasca entre doña Justa y don Alfonso Díaz, "Veremudo in Legione, et comité Garsia Gómez in Livana" (Vignau: índice de documentos de Sahagún, núm. 769). E l 25 de mayo de 999, donación a Santa María de Piasca, "Rex Veremudo in Legione et comité García Gómez in Livana" (Ibid., núm. 776). E l 5 de agosto de 1001, Flaino y su mujer Ostrogoto venden a Gotino y su mujer Monia una tierra yor una cabra, "cum suo filio et cuartario de tritico..., regnante Adefonso in Legione comité García Gomici in Saldania" (Cart. de Liébana, núm. 79). Del mismo año hay otras dos cartas en el mismo Cartulario, y las dos con la misma fórmula: "Sub principe rex Allefonsit et comité García Gomiz" (Ibidem, núms. 80 y 81). Risco, en su Historia de la ciudad de Lean, nos habla de "una escritura del año 1013, que es donación de García Núñez al monasterio de Valdepueblo, cuyo abad era Aragino, y se expresa en la data que García Gómez gobernaba a Saldaña y que don Sancho era conde de Castilla" (Historia de la ciudad y cOrt. de León, Madrid, 1792, pág. 242). No he podido encontrar esta escritura citada por el historiador de la ciudad de León. Debemos aceptarla, pero teniendo en cuenta que la fecha debe estar equivocada, pues en 1013 hacía tiempo que García Gómez había desaparecido de este mundo. (21) E . S., t. X X X V I , ap. VII, pág. XII. E n donación a su catedral de 1002

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tarde se quejará también el abad de Sahagún de esta falta de escrupulosidad, qué contrastaba con el respeto que su abuelo Fernán González había tenido a las casas de Dios (22). En 1003 firma personalmente en Sahagún, como ya lo hemos observado, la paz con el embajador de Almudaffar, poniendo su nombre juntamente con los plenipotenciarios de Sancho García y Alfonso V. Estos aprovechan la primera ocasión para romper el tratado, pero él quiere seguir siendo fiel a los moros, sus aliados de toda la vida. Aún le vemos una vez más en su tierra confirmando una venta entre el monasterio de Sahagún y el magnate Rodrigo Díaz (23), pero de ordinario acompaña a los hijos de Almanzor en sus campañas, terminando su vida turbulenta con ese fin generoso y noble que nos describen las historias árabes. En las tierras del Norte se le recordaba años adelante como al hombre que había vivido con los moros. Así lo expresaba Alfonso V en una carta del 19 de noviembre de 1012. "Después de la muerte del obispo Froilán, decía, hubo guerra entre los cristianos, y el que tenía el castillo de San Salvador de manos del obispo se levantó contra él y se puso a las órdenes de García Gómez, el que estaba con la gente de los ismaelitas" (24). L a última noticia que dice el obispo de León Froilán: "Notum sit pontificibus atque ómnibus magnatis palatii eo quod in diebus antecessoris mei Sabarici episcopi, quídam ducis quadam artis ingenii, ignorans Sacros Cañones et Lex Gótica... ad hanc sedem subtraxit et eam in personas non sibi debitas per scribtura testamento tradidit." Habiendo recurrido el obispo al rey Vermudo, "ordinavit mihi coram Sinodo, sicut Sacros Cañones attestantur ad jus Ecclesie revocare." (22) Escalona: Historia de Sahagún, ap. L X X X I V , pág. 352. (23) Escalona: Hist. de Sahagún, escrit. L X X I V , pág. 443. Es una carta del 21 de marzo de 1006. Confirman: "Viventius abbas cum omni collegio fratrum, Froila episcopus legionensis, Scemenus episcopus asturicensis, Pelagius filius Veremudi regis, Garsia Gomiz comes, Monio Gomiz", hermano suyo, y otros. (24) "Et erexit super domnum Garsia Gómez, qui cum gens ismaelitarum erat" (Cf E . S., t. X X X V I , ap. I X ) ; también R. Menéndez Pidal: Cantar de Mío Cid. Madrid, 1911, II págs. 535 y sigs). " A partir de la muerte de García Gómez—dice Aben Jaldun—, Alfonso V fué robusteciendo más su poder, de modo que ya no se oye hablar ni de los Beni-Gómez ni de los BeniFernando." Esto es verdad si se reduce a los Ben -Gómez, de los cuales no :

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aparece en los textos cristianos acerca de este Beni Gómez nos le presenta una vez más inquietando la tierra de Campos y levantando bandera frente a los partidarios del rey niño. Era esto después de la muerte del obispo Proilán, es decir, entre 1007 y 1008, cuando muere violentamente el ayo y privado del rey Menendo González. Y a hemos recordado lo que dicen los Anales de aquel tiempo sobre este acontecimiento, pero a esa noticia hay que añadir otra que leemos en la Crónica de Coimbra: "Fué asesinado Gonzalo Trastemiriz en Avenozo, el primero de setiembre" (25). Este asesinato nos recuerda el que veinte años antes había perpetrado en la persona de la hija de García el padre de Gonzalo Trastemiriz. Es, acaso, la venganza de los Beni Gómez.

Guerra civil en Córdoba. En los primeros meses del año 1009, eliminado el último hijo de Almanzor, A l Mahdi era en Córdoba el único dueño del poder; pero supo ejercerlo con tan poco acierto, que en los primeros días de junio se le presentaba un competidor en un sobrino del califa Hixem, llamado Suleimán, que fué aclamado especialmente por los bereberes. Habiéndose apoderado de Guadalajara, los partidarios de Suleimán intentaron atraerse el apoyo de Wadih, que gobernaba la frontera del Duero; pero en vez de ponerse de su lado, el antiguo cliente de Almanzor los trató como revoltosos, y logró cortarles los víveres. Reducidos al último extremo, Suleimán y los suyos se acordaron del conde de Castilla, y le enviaron una embajada para pedirle socorro y proponerle una alianza contra Wadih y el Mahdi. A l llegar a la corte de Sancho, los enviados enconsabemos nada hasta que aparece otro Gómez Díaz, nieto de un hermano del primero. E n 1024, Munio Gómez, hermano de García Gómez, con su mujer Elvira, hija de Fafila Fredenández, hacen una donación a Sahagun (Escalona, ob. cit., pág. 447). E n el castillo de Saldaña se ve todavía, como recuerdo de aquella arabización, una piedra con restos de inscripción árabe. (25) E . S., t. X X I H , pag. 337.

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traron allí otra legación de E l Mahdi, que ofrecía caballos, mulos, plata, telas, piedras preciosas y otros presentes con la devolución de un gran número de plazas, si el conde se ponía de parte del califa cordobés. Todo había cambiado en unos cuantos años. Poco antes los musulmanes venían a arbitrar en las contiendas de castellanos y leoneses; ahora era el conde de Castilla quien decidía la suerte de los caudillos musulmanes. Después de informarse bien de la situación del califato, y de averiguar que el poder de A l Mahdi era sumamente débil y su causa inpopular, Sancho se declaró en favor de los africanos, los cuales le prometieron también la entrega de las fortalezas deseadas, los seis castillos, dice el Toledano, que en otro tiempo había conquistado Almanzor (26). Dura pareció la condición, pero como la necesidad era urgente, los musulmanes acabaron por aceptarla. Inmediatamente salió de Castilla un convoy de mil bueyes, cinco mil corderos y mil carros cargados de víveres. Repuestos con este socorro oportuno, los partidarios de Suleimán reanudaron la guerra, y en unión con el conde Sancho tomaron el camino de Medinaceli. Wadik fué derrotado y huyó a Córdoba con unos centenares de jinetes. Los vencedores le siguieron, sin encontrar resistencia ni siquiera en Toledo. E n el mes de agosto de aquel mismo año 1009 estaban a las puertas de Córdoba. A l Mahdi salió a su encuentro en un lugar de los alrededores llamado Kantis, pero no pudiendo sostener- el empuje de los bereberes y los castellanos, se vio precisado a huir, dejando más de diez mil cadáveres tendidos en el campo de batalla (5 de noviembre). Sancho entre tanto hacía su entrada en la capital, instalaba a Suleimán en su palacio, y como sus protegidos no pudiesen hacer efectiva la entrega de las plazas fijadas en el concierto, se cobró de su ayuda con las riquezas fabulosas de la ciudad de los califas. Ricas con el saqueo, sus tropas salían de Córdoba el 14 de noviembre de 1009. Tales son los sucesos que condensan nuestros

(26) Las seis fortalezas tomadas por Almanzor eran Atienza, Sepúlveda, Gormaz, San Esteban, Osma y Alcubilla. También se había apoderado de Clunia, pero ya hemos dicho que los cristianos habían vuelto a recuperarla.

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anales y cronicones con sus frases lacónicas: "Destruyó a Córdoba..., puso en su reino al rey Zulema... Volvió a su tierra de Castilla con una gran victoria" (27).

Sancho, en la capital de los califas. E l arzobispo don Rodrigo nos cuenta estos sucesos añadiendo algunos pormenores, que él debió sacar de fuentes árabes hoy desconocidas. A l hacer la alianza con Suleimán, Sancho se compromete a abastecer su ejército con el vino, la carne y el pan de Castilla, pero no sin haber recibido antes una gran cantidad de dinero, pecunia magna data. A l Mahdi concova entonces a sus auxiliares, entre los cuales figuran en primer lugar las tropas apostadas en Medinaceli. Los habitantes de la capital se prepararon a la defensa, restaurando los muros y cavando fosos. Córdoba, la ciudad poderosa de donde habían salido tantos ejércitos para sitiar, saquear y destruir fortalezas y poblaciones, empieza ahora por vez primera después de la entrada de los moros a temer la misma suerte. A l acercarse Suleimán con sus auxiliares, A l Mahdi salió a su encuentro, pero fué vencido, "gracias a la presión vigorosa de las tropas de Sancho, y cayeron aquel día de la parte de A l Mahdi treinta y cinco mil sarracenos". Terminada la lucha, los cristianos invadieron los suburbios, recogieron despojos, mataron, saquearon y cautivaron; y mientras los de A l Mahdi se encerraban en la ciudadela, Suleimán con los suyos ocupaba el resto de la ciudad; pero una noche, A l Mahdi, abandonado de los suyos, se fugó a Toledo, y fué entonces cuando Suleimán ocupó el alcázar y se sentó en el trono de los Omeyas, donde reinó siete meses. Pero, desconfiando de los cordobeses, prefería vivir bajo la tutela del conde Sancho, que había establecido su campamento en las afueras de la capital. Allí se presentaron un día los personajes (27) Dozy: Hist. des musulm. espagn., trad., t. III, pág. 330; ed. de LeviProveneal, t. II, págs. 290-298.

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más ilustres de la ciudad, y después de rendir su homenaje al califa, quisieron ver también al conde vencedor para tratar con él sobre el rescate de los cautivos de guerra. Saludáronle con grandes reverencias y palabras melosas, pero él, viendo la hipocresía y la perversidad que se escondía bajo sus albornoces de seda, les trató con dureza y altanería. Sus palabras, conservadas por el ar-

Asalto de una ciudad. (Leovigildo en Cantabria. Arqueta de San

Millán.)

zobispo, nos reflejan el desprecio que sentía para con los potentados de la gran ciudad, indicándonos al mismo tiempo hasta qué punto repugnaba la moral de aquel mundo supercivilizado al espíritu rudo de las costumbres castellanas. "¿A qué habéis venido aquí?—les dijo—. Tres señales de necedad me dais con vuestra presencia: la primera, por vuestra cobardía, pues siendo muchos más que nosotros, volvisteis la espalda al primer ataque; la se-

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gunda, por vuestra ciega confianza, pues habéis venido sin pedir antes palabra de seguridad; la tercera, porque habéis pecado gravemente contra Dios al querer comprar en calidad de siervos a vuestras mujeres y vuestros hijos hombres de vuestra ley, apresados por nuestra espada." Y todos, observaba el arzobispo, quedaron admirados de la prudencia del conde Sancho. Esta actitud, sin embargo, creaba recelos y envidias entre los capitanes moros y entre los mismos cortesanos que rodeaban al califa. Llegó un momento en que se creyó consolidada la posición de Suleimán e innecesaria, por tanto, la presencia de los cristianos. Existía, no obstante, el temor de que si se les despedía, fuesen a prestar sus servicios al partido contrario. Tal vez en estos días llegaron al campo de Sancho con halagüeñas promesas enviados de A l Mahdi, que mendigaba entonces un apoyo por todas partes para recuperar el terreno perdido. E l hecho es que un beréber del séquito de Suleimán, seguramente Zawi, jefe de los berberiscos, propuso la diabólica idea de matar a Sancho y a los suyos, para no tener que enfrentarse con ellos en el campo si los castellanos cambiaban de parecer y se ponían al servicio de sus enemigos, y para quedarse con los tesoros apresados. E l califa, hombre imbelle y pacífico, pero poeta delicado y de espíritu caballeresco, rechazó indignado el consejo, y temiendo no poder impedir una emboscada cualquiera de los suyos, llamó al conde, le colmó de regalos y le desligó de su palabra de apoyarle dándole permiso para volverse a su tierra. En mala hora tomó esta resolución, que aguardaban impacientemente sus enemigos (28).

(28) Es en la Historia arabum donde el Toledano trata de ia intervención del conde Sancho en las guerras civiles de los musulmanes, caps. XXXIII, X X X I V y X X X V I I I (Hispania Illustrata, t. II, 1603, págs. 179-181). Recojo aquí lo más importante de su relato, ya que no es fácil encontrar este texto: "Zuleman... cun Sancio filio comitis Garciae Fernandi, Castelle comité obfirmavit. Postmodum, pecunia magna data cum contra Almahadi inadjutorium evocavit. Comes autem Sancius, cum magno exercitu veniens, factus est Zúleme in adjutorium: Almahadi autem, cum audisset Zuleman cum comité Sancio advenire, de Medinacaelim et aliis locis, quos potuit, convocavit. Erat

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Los catalanes con Al Mahdi. A l alejarse el conde de Castilla se recrudecen las hostilidades entre Suleimán y A l Mahdi. Este último prevalece un momento logrando la ayuda de los condes Raimudo de Barcelona y Armen-

autem Alhagib Almahadi quídam, qui Alhameri vocabatur. Qui autem erant in civitate, contravenientem exercitum aggredi proponentes, ut faciliorem exitum praepararent, fossata in circuitu repleverant, quamvis Almahadi ne hoc facerent prohibiret. Cumque extra urbem, veniente exercitu, commississent, Zuleman obtinuit, instante forciter exercitu comitis Sancü, et caesa fuerunt ex parte Almahadi usque ad X X X V millia Sarracenorum et christiani suburbium invadentes, abductis spoliis et interfectis plurimis et pluribus captivatis, caetera vastaverunt... Zuleman autem, de cordubensibus non confidens, egressus est civitatem et in vicinis locis morabatur cum exercitu christiano. Cumque quadam die ad regem séniores Cordubae exivissent, comes Sancius dixit eis: "Quomodo huc existis? Tria enim stultitiae signa in exitu praetendistis; ünum quia timidi, eo quod in primo congressu, cum plures essetis, terga dedisti; Secundo quod securitate non habita accessistis; tertio quia in Deum graviter peccatis, cum uxores vestras et filios homines legis vestrae quos gladio cepimus in servos emere voluistis. E t mirati sunt universi super prudentia comitis Sancii. Cumque Zuleman verbis et numeribus civium ánimos complanasset et in civitate tutius resideret, quídam barbaras suasit ei, ut permitteret eos occidere christianos, ne forte, ut ei adhaeserant, alii regi adhaererent, et ei cederet in periculum et in jacturam, praesertim cum, praedis arabum locupletes, de caetero similia assuescerent. Cui Zuleman: In securitate meae fidei advenerunt, et ideo nunquam hoc facinus perpetrabo. Et timens Zulema, ne ei fieret quidquam mali, datis numeribus, licentiam tribuit redeundi. A t illi cum multis divitiis reversi sunt in Castellana... Caput XXXVIII. De confaederatione inter Issem et comitem Sancium, datis castris... Zuleman autem, de pactionibus jam desperans, ad Sancium comitem ex Castella nuntios destinavit, spondens pecunias et honorem si eum vellet contra Cordubam adjuvare. Qui responsionis oraculum elongavit, doñee Issem petitionem Zuleman insinuaret, addens se in Issem auxilium libentius adventurum, si pari remuneratione respiceret adjuntorem; ita ut sex castella, quae quondam, Almanzon abstulerat, restitueret christianis. Et cum Issem petitionem comitis suis consiliariis intimasset, fuit petitio gravis visa, sed quia discriminis instantia perurgebat, visum fuit castella cederé, eo quod noviter acquisita et minus utilitatis quan oneris secum ferrent. Rex Issem petitioni comitis acquievit, et praecepit castella protinus sibi dari." Aludiendo a estos seis castillos tomados por Almanzor había dicho el arzobispo en el

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gol de Urgel, que llegan a Córdoba con nueve mil catalanes. Con estos auxiliares logra poner en fuga a los berberiscos en junio de 1010, pero en un encuentro sucedido unos días más tarde cerca del lugar donde el Guadaira se une con el Guadalquivir, los catalanes son derrotados con pérdida de la tercera parte de sus efectivos, y los supervivientes deciden volverse a su tierra, llevándose los restos mortales de los más ilustres de sus jefes desaparecidos, entre los cuales estaban el conde de Urgel y el obispo de Gerona, Otón, que antes había sido abad de San Cugat del Valles. Y a anteriormente, cuando los soldados de Almanzor, después de destruir Barcelona, incendiaron su monasterio, había estado a punto de caer en manos de los invasores. Ahora vuelve a encontrarse con ellos con suerte más funesta: "Vínole la muerte, decía su epitafio, por los golpes de los paganos, pues cayó con otros muchos al filo de la espada en la guerra cordobesa, para ir a disfrutar de los goces del cielo. Fué en el primer día de septiembre del año 1010 del nacimiento de Cristo cuando abandonó este mundo." Los historiadores musulmanes ponen la salida de Córdoba de los catalanes el 8 de julio; esta inscripción funeraria pudiera hacernos pensar que la derrota de Guadaira sucedió unas se-

libro De rebus Hispana^: "Deinde (Almanzor) rediens per térras Castellae, Oxoman et Alcobelam et Valeranicam (quae nunc Berlanga), et Atentiam obtinuit et destruxit... Sarraceni, Castellae términos invadentes, Abulam, quae pop'ulari caeperat, destruxerunt, Cluniam et Sanctum Stephanum occuparunt, caedes et incendia in patria exercente" (Caps. X V y XVIII, en Hisp. Illustr., t. II, 1603, págs. 89-90). En otra parte dice el arzobispo, hablando del conde Sancho: "Hic obtinuit Pennam fidelem, et Septempublicam et Madolium, et Motelionem et Varnatium et Oxoman et Sanctum Stephanum, quae in captione patria perdiderant chrisiani" (De rebus Hispaniae, lib. V, cap. III). Lo cual traduce así una crónica antigua: "Este ganó Pefiafral, Sepúlveda, Mari eruelo, Monteio, Gormaz, Osma et Santo Stevan, que fueron perdidos en la prisión de su padre" (B. N . , ms. 10.046, fol. 67). Nada se nos dice de Meconia y Castrabón, pero se nos dan a conocer los nombres de algunas otras plazas recuperadas por Sancho: Maderuelo y Montejo, uno y otro al sur de Aranda y noreste de Sepúlveda. E n cuanto a Peñafiel, es más que dudoso que cayese en poder de los moros, pues ya sabemos que estaba aún en peder de Sancho García en'el comienzo de su gobierno.

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manas más tarde (29); a no ser que supongamos que Otón murió en la retirada a consecuencia de las heridas.

Sancho recobra

SILS

plazas.

A l Mahdi, sin tiempo para gustar las alegrías del triunfo, es abandonado y luego asesinado por sus mismos partidarios, y especialmente por Wadih, que queriendo encontrar un instrumento más dócil a sus consejos, hace proclamar nuevamente al viejo e incapaz Hixem II. Desde julio de 1010 están frente a frente el antiguo califa del tiempo de Almanzor y su sobrino Suleimán, el primero sostenido por los esclavos y el segundo por los bereberes. Sintiéndose demasiado débil para eliminar a sus adversarios, Suleimán entra de nuevo en negociaciones con el conde castellano, prometiendo devolverle todas Jas fortalezas de que se había apoderado Almanzor. Estas fortalezas eran las mismas que Suleimán había prometido un año antes sin poder cumplir su compromiso. E l conde Sancho conocía esta impotencia, y mal dispuesto a de(29) Recojo del poema fúnebre que le dedicó un monje de San Cugat los versos siguientes, que tienen relación con nuestro relato: Hic cum ad praeposituram Vallesii pergeret contigit quod jacturam mortis tune evaderet; nam tune fuit Barchinona a paganis obsita atque domus hujus bona cum personis perdita, Tándem, mauris hiñe pulsatis Oto cito rediit, et hanc Sancti Cucufatis domum viris munivit. Mox electus in abbatem monachos instituit, quos secundum facultatem domus pavit, induit. Dum floreret iste sanctus meritorum floribus cassum mortis est atractus paganorum ictibus, nam in bello Cordubensi cum pluribus aliis, morte ruit datus ensi, caeli dignus gaudiis. Cujus ossa sunt sepulta in hoc parvo túmulo, spiritusque laude multa summo vivit saeculo. Erant anni mille decem post Christi praesepia, quando dedit iste necem, prima lux septembria. (Yepes: Crónica General de la Orden de San Benito, t. V, fol. 318. Véase también Dozy: Hist. des musulm. espagn., ed. Levi-Provencal, t. II, páginas 297-300).

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jarse engañar segunda vez, ideó el medio de conseguir lo que deseaba sin molestarse ni exponerse. Como las fortalezas se encontraban en poder de Wadih, lugarteniente de Hixem, hizo saber a éste que si no se las entregaba se presentaría nuevamente en Córdoba para ayudar a Suleimán. Wadih, que sabía por experiencia propia cómo las gastaban los castellanos, comprendió; pero no atreviéndose a tomar una decisión por su propia cuenta, convocó el Consejo de los wisires, y les expuso el asunto. Todos respondieron acordes que ante la amenaza de una intervención del conde de Castilla, convenía sacrificar el honor nacional y plegarse a aquellas exigencias, tanto más cuanto que la conservación de aquellas plazas no compensaba los dispendios que exigía. A fines de verano del año 1010 Wadih firmaba con Sancho un pacto de no agresión, y le entregaba una porción de villas y fortalezas, que según los historiadores árabes, pasaban de doscientas. Entonces se devolvieron a Castilla muchas poblaciones que habían sido fundadas o ganadas por los castellanos durante el siglo x, como Sepúlveda, Atienza, Alcoba, Gormaz, San Esteban, Osma y Clunia. Los viejos anales aluden especialmente a estas últimas, y mencionan otras que no fueron entregadas por el momento, pero sí prometidas y garantizadas con la entrega de cincuenta rehenes, escogidos entre los personajes más notables. No están conformes en el año, pero sí en el hecho. Refiriéndose al 1011, dice el Cronicón de Cárdena: "Dieron los moros a Sancho García sus casas, Gormaz e Osma e Sant Esteban e Coruña, e otras casas en Extremadura." Los Anales Toledanos Primeros colocan el hecho en 1021. Los Complutenses y los Castellanos Segundos repiten lo mismo, pero lo aplican al año 1019. He aquí sus palabras: "Dieron los sarracenos como falifa, es decir, en rehenes, al conde Sancho García, sus casas, es a saber: Gormaz, Osma, San Esteban y otras en Extremadura." Tampoco el Cronicón Burgense acierta en la fecha (1023), pero su versión, además de explicarnos ese jalifa de los Anales, añade algunos datos preciosos: "Dieron al conde Sancho San Esteban, Clunia, Osma y Gormaz, y además cincuenta rehenes por Castrabón, Meconia y Berlanga." No me ha sido posible identificar las

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plazas de Meconia o Meronia, según los Anales Complutenses, y Castrabón o Castrobón, pero la situación de Berlanga, unos kilómetros más abajo del Duero, parece indicarnos que Sancho consiguió en el acto de restitución de todas las plazas situadas sobre el río o al norte de él, y que Wadih retrasó la entrega de los castillos situados en la zona inferior del río, donde sin duda estaban Meconia y Castrabón, para asegurar mejor la neutralidad del conde de Castilla (30).

Nueva ocupación, de Sepülveda. Era una conducta exigida por los procedimientos políticos del castellano. No sabemos si los musulmanes cumplieron lo prometido, completando la entrega de las plazas convenidas y recobrando los rehenes; pero es un hecho que por esta época Sepúlveda se repuebla y recibe nuevos fueros. Todos los historiadores antiguos, empezando por el Tudense, asocian el nombre del conde Sancho al fuero de esta plaza fuerte, que había sido levantada por Fernán González para servir de defensa en la frontera meriodional, pero (30) "Era M L V I . Dederunt comiti (Sancio) Sanctum Stephanum et Cluniam et Osmam et Gormaz, et dederunt ei quinquaginta obsides pro Castrabo et Meconia et Berlanga" (Cronicón Burgense, E . S., t. XXIII, pág. 309). "In era M L V I I dederunt Sarraceni kalifa a Sancium comitem suas casas, id est, Gormaz, Osma et Sanctum Stephanum et alias casas in Extrematura (Anales Complutenses, ibid., págs. 311-312). Gómez Moreno y Cirot leen con más exactitud en la forma siguiente: "In era MLVII dederunt sarraceni falifa ad Sancium Garciam comitem suas casas, id est Gromaz, Osma et Sem Stephanum et alias casas, in Estraemadura. (Gómez Moreno: Anales Castellanos. Discurso de ingreso en la Acad. de la Hist., págs. 24-25). "Era M X L I X , dederunt comiti Sanetio San Stephanum et Cluniam el Omra el Gormaz, et dederunt ei L obsides pro Castrobón et Meronim et Berlanga" Anales Compostelanos., E . S., t. XXIII, pág. 320). "Era MXLVIIII. Dieron los moros a Sancho García sus casas, Gormaz e Osma e Sant Esteban e Coruña, e otras casas en Extremadura" (Ibid., pág. 372). "En el mes de agosto arrancada sobre lo,s christianos en Clunia e dieron los moros falifa al conde Sancho García sus casas, fascas, a Gormaz e Osma e Sant Esteban « otras casas en Extremadura, E r a M L I X " (Anales Toledanos, ibid., pág. 384).

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que Almanzor había conquistado en el comienzo de su carrera militar. Sancho García la recobra ahora pacíficamente, y para ase-

Castillo de Clunia.

gurar su posesión la enriquece con los más amplios privilegios, que luego extiende a todos los defensores de los castillos del Duero, y acaso a todos los caballeros de Castilla, según un texto, que cito

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en otra parte, y esta frase de una crónica romance que debió andar en manos del arzobispo don Rodrigo: "Et este, dice adudiendo al conde Sancho, dio los fueros de Sepúlveda a los caualleros de Castiella, que solian pechar et ir en la hueste, et dióles privilegio que non pechen nin vayan en hueste si les non dieren por qué." De esta segunda repoblación de la villa de Sepúlveda y sus alrededores queda un testimonio interesante en una inscripción, que

Gormaz: lienzo de Muralla.

se leía antaño en el pavimento de la iglesia de San Frutos, situada unos 8 kilómetros al NO. junto al río Duratón. Allí, según la leyenda hagiográfica, habían sido martirizados por los musulmanes dos hermanos llamados Eugracia y Valentín, cuya sangre consagró aquellos atormentados barrancos juntamente con la vida santa y austera de un hermano de ambos, que se llamaba Frutos y que se libró de los perseguidores, según la tradición popular, hendiendo milagrosamente la roca con su bastón y poniendo así de por medio una garganta profunda. Estos recuerdos hagiográficos convirtieron aquel lugar en un centro religioso muy concu-

CAP. X X I V . — S A N C H O GARCÍA, ARBITRO DEL CALIFATO

rrido por los habitantes de la región y hasta de los distritos lejanos de Castilla y Navarra. Esa inscripción, de la cual se conserva en el archivo de Silos una copia hecha en el siglo xvm, nos ofrece los nombres de algunos de los peregrinos que visitaron el santuario durante el siglo x i : Dominico, Eabcia, Iupiz, Severo, Juane, Falcón, Nunu, Stefano, Belasco, Servi, Christoforo, Baudulf, etc. A l frente de todos ellos encontramos varios nombres ilustres y una

E l castillo de Gormaz visto desde el norte.

fecha. Primero esta frase: "Munius, Hanni, Sarracini Hanniz et mater illorum Odisenda venerunt his in era T L . . . " Encima esta firma: "Eximino Azenari." No es posible leer la fecha con toda certidumbre; parece ser 1057, es decir, año 1019. Los personajes son perfectamente conocidos. Ese Jimeno Aznar es un magnate navarro que aparece en el cortejo de García de Nájera y luego en] el de su hijo Sancho de Peñalén entre 1040 y 1070. E n una carta de San Millán de 1065 se firma: "Eximino Azenariz, dominans Tafalie." Tal es el primero de aquellos piadosos peregrinos. Los otros pertenecen a una de las más poderosas familias castellanas afincada en Burgos o en sus alrededores. Su historia puede

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seguirse hojeando el Becerro de Cárdena. Los Haiiniz o Fañez aparecen al lado de Fernán González y sus descendientes, fieles siempre a la política condal durante todo el siglo x. Estos tres hermanos, que vienen con su madre a postrarse ante los restos de los santos segovianos en los comienzos del gobierno del infante García, son los más eximios representantes de ese linaje cuando se extingue la descendencia masculina de Fernán González y viene a reemplazarla la dinastía de Sancho el Mayor. Cuando llegan a las márgenes del Duratón, Munio, Sarracino y Hanni son todavía unos niños, que van de la mano de su madre; pero cuando crezcan figurarán entre los cortesanos más destacados de Fernando I. Sus nombres empiezan a figurar en los documentos de Cárdena y A r lanza desde 1040, y los encontramos sin cesar, sobre todo el de Munio Fañez, hasta la época de Sancho el Fuerte. E l menos frecuente es el de Hanni Hanniz, que es al parecer, el padre de A l var Fañez, el compañero y pariente del Cid, el capitán famoso de las huestes de Alfonso V I (31).

La habilidad del conde. L a guerra continuaba entre los pretendientes a la dignidad califa!; torrentes de sangre manchaban las calles de Córdoba, y Wadih desaparecía en octubre de 1011, poco después de haber (31) E l texto que cito de una crónica antigua puede verse en el manuscrito 10.046 de la B . N . , foL 80. L a inscripción de San Frutos fué reproducida en el siglo XVIII, al parecer por el ilustre numismático P. Liciniano Sáenz, y un calco de ella se encuentra en el Archivo de Silos. E l nombre de Jimeno A z nar aparece en cartas de San Millán de los años de 1045, pág. 137; 1058, página 173; 1065, pág. 194; 1070, pág. 206; 1072, pág. 93. Los hermanos Fáñez figuran con frecuencia al lado de Fernando I y de Sancho n , tanto en el Cartulario de Arlansa como en el de Cárdena. A Munio Fáñez le encuentro por, primera vez en Cárdena en 1039 (Bec. de Card., pág. 59). E n una carta de Arlanza de 1042 (pág. 89) figura Munio Sarracini. A veces vemos a los tres firmando un mismo documento, como sucede en uno de 1048 (Bec. de Cárdena, pág. 87), que otorgan dos señoras llamadas Egilo y Elogira, que debían pertenecer a su familia.

CAP. XXIV.—SANCHO GARClA, ARBITRO DEL CALIFATO

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devuelto a Castilla todas las conquistas de Almanzor. En realidad, el califato se descomponía, de suerte que Sancho no debió encontrar muchas dificultades en ocupar las plazas en cuestión. Los historiadores árabes no hacen diferencia entre las fortalezas restituidas, cedidas desde el primer momento del pacto y las restituidas para rescatar los rehenes. De este modo, la habilidad política de Sancho lograba llevar los límites del condado más allá de

E l castillo de Burgos a fines del siglo x i x .

donde los había dejado su abuelo Fernán González. Es verdad que no hay en su actitud aquella grandeza heroica con que su padre desafió los asaltos del genio de la guerra; pero es preciso reconocer que fué más útil para Castilla esta política sutil, tortuosa y cambiante que no duda en sacrificar los intereses del amigo, como no había dudado en sacrificar los del padre, con que el tercer conde soberano supo plegarse a las circunstancias, mostrándose alternativamente pacífico y guerrero y sacando el partido posible de la debilidad de sus enemigos. A l pueblo debió gustarle

FRAY JUSTO PÉREZ DE URBEL

Inscripción de Cervatos.

aquella conducta suya, que supo armonizar tan felizmente sus aspiraciones de dominio con el ahorro del sacrificio y de la sangre y otro tanto podemos decir de los monjes. Las crónicas y los ana-

CAP. XXIV.—SANCHO GARCÍA, ARBITRO DEL CALIFATO

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les, en medio de su desesperante laconismo, nos le presentan siempre bajo un aspecto favorable. Su nombre no aparece ya en los colofones de los códices, como medio siglo antes el de Fernán González, cuyos esfuerzos para despertar un movimiento cultural en el condado fueron interrumpidos bruscamente por las campañas incendiarias de Almanzor. Juan y Alburano, Sebastián y Endura, Florencio y Sancho, han pasado sin dejar discípulos, y si alguno queda es aventado por la guerra y el saqueo. Se vive en una perpetua angustia, que hace imposible trabajar. Casi todos los monasterios del Esla y del Cea fueron destruidos por las llamas, y algo semejante sucedió en la Castilla meridional. E n San Millán siguen los copistas e iluminadores enriqueciendo la librería del monasterio, pero también allí llegará el azote. Los monasterios habían tenido su gran misión social en el momento de la colonización, y la tenían aún, pero acaso menos visible. Por otra parte, los condes, absorbidos por la preocupación de la guerra, por la pregunta del ser o no ser que se proponía cada primavera y cada otoño, apenas tienen tiempo para pensar en otra cosa que en defender su existencia. Las dos grandes fundaciones de Carci Fernández y Sancho García tienen un fin interesado, más que una preocupación cultural. Oña y Covarrubias son ante todo instituciones familiares. Fuera de su espléndida dotación al monasterio de su hija, Sancho García apenas nos ha dejado diplomas relacionados con los institutos religiosos: una donación a Santillana, en torno a cuyo monasterio figuran por esta época dos señoras pertenecientes acaso a la familia condal, Sancha y Fronilde, hermanas acaso de la condesa Urraca, y dos diplomas en favor de San M i llán. expedidos entre 1003 y 1009, es decir, por la época en que el conde se empeña en hacer castellano ese monasterio que entonces se levantaba de sus ruinas (32). Y además, los fueros de Cer-

(32) Se ve la tendencia de Sancho a desinteresarse de los antiguos monasterios, como Cárdena, Pedroso y Arlanza, para volver su atención hacia el monasterio "asturicense" de Santillana y al riojano de San Millán, movido acaso por intenciones políticas. Recordaremos su donación a Santillana de 996 (Josué: Libro de Regla, pág. 105), su escritura en favor de Cervatos (véase

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vatos, un monasterio, hoy iglesia parroquial, situado en las cercanías de Reinosa, al cual quiso enriquecer el conde en memoria del primero de sus hijos, Fernando, arrebatado por la muerte en la más tierna edad. No hay motivo ninguno para dudar de este documento, cuya fecha, año 999, nos lleva al momento más difícil de la lucha con Almanzor. "Yo Sancho García, conde Castellense, dice el donante, en unión de mi mujer Urraca queremos favorecer a la iglesia de San Pedro y San Pablo de Cervatos, situada en el territorio de Campóo, así como al abad Juan y a los regulares y servidores de dicha iglesia, pensando en el bien de nuestras almas, en las de nuestros padres y en la de nuestro hijo Fernando, a quien sepultamos en el aula de dicha iglesia." Entre otras cosas, el conde exime al monasterio de portazgo en todo el condado, y lo hace con una fórmula que expresa gráficamente los límites del condado por aquellos días: "Desde la ribera del mar hasta el río Duero y desde Carrión hasta Grañón" (33). Hay en

nuestro índice de documentos, núm. 528), su donación a San Millán en 1003 (Cart. de San Millán, pág. 80), otra al mismo monasterio en 1008 (Ibid., página 86). Y esto es todo. L a Fronilde que aparece por estos años en el Cartulario de Santularia parece ser una tía de Sancho que se retiró a vivir allí movida por su devoción a la santa (Josué: Libro de Regla, págs. 52 y 50, cartas de 991 y 1001). (33) Véase nuestro índice de documentos, núm. 528. Una inscripción sepulcral de Cervatos llama Alonso al hijo de Sancho García sepultado en aquella basílica. Dice así: "Aquí yace el infante don Alonso, hijo del conde don Sancho." Con respecto a ella me escribe el párroco de Cervatos, don Rafael González: " L a losa, ciertamente, es moderna; la anterior se la llevó el difunto marqués de Comillas a su museo." He querido saber el paradero de ese epitafio más antiguo, y gracias a la amabilidad de un Padre jesuíta de Comillas puedo dar la fotografía de la losa, que se encuentra actualmente en el parque del palacio del marqués. Como puede observar el lector, ni el texto, ni los caracteres de la letra nos llevan m á s allá del sigo xvi. Se ve que en Cervatos se conservó la tradición de que allí estaba sepultado un hijo del conde, pero olvidando el nombre que llevaba. L a escritura nos ofrece mayor garantía de verdad. E l nombre de Alfonso no aparece nunca en el linaje de los condes de Castilla, y en cambio es natural que Sancho diese a su primogénito el de Fernando. L a lucha con su padre, reciente todavía cuando nació el infante, hizo acaso que no le llamase García, como era la costumbre, y como llamará más tarde al nuevo heredero, cuando los años hayan suavizado

CAP. X X I V . — S A N C H O GARCÍA, ARBITRO DEL CALIFATO

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este diploma una expresión que importa retener, pues viene a confirmar el sobrenombre de Conde de los buenos fueros, que se ha dado a Sancho García: "Confirmamos, dice, a dicho lugar el fuero de albedrío, que ya tenéis." También aquí vemos en el conde Sancho al generoso dispensador de mercedes y privilegios.

Piedra del castillo de Saldaña, con dibujos de la época condal—una palmeta y una estrella—y el comienzo de una inscripción árabe. (Foto Domínguez. Patencia.)

Se siente fuerte, se ve dueño de un país enriquecido por la victoria, y no teme soltar las riendas a las ansias populares de liberaquellos resquemores. Creo útil reproducir aquí una nota que, según me comunica mi buen amigo don José Pérez Villanueva, catedrático de la Universidad de Valladolid, se lee en el libro de las cartas de Cervatos con la fecha de 1911. Dice así: "Los donantes de estas fincas, el conde don Sancho y su esposa la condesa doña Urraca, las quedaron gravadas con una misa diaria, que se ha de levantar en esta forma: una semana por una dignidad y dos canónigos, otra semana por un canónigo y dos racioneros, lo cual se ha observado puntualmente hasta la fecha." Esta costumbre seguida hasta una época reciente es la mejor prueba de una donación primitiva del conde en favor de Cervatos.

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tad y de nobleza. L a documentación que de él nos queda da testimonio de esa constante preocupación, que le ganó el amor de los pueblos y los infanzones. Hasta las gentes de la casa condal y los cultivadores del patrimonio familiar llegó la influencia benéfica de aquella noble magnanimidad, como se ve por la carta dirigida a los hombres de Villanueva y Paredes Rubias, que llegan a pactar con el conde sus derechos, o por la que Sancho y Fronilde otorgan a los vecinos de Alfania y Berzosa. Son muchos los que como ellos podían presentar con orgullo "escrituras de confirmación y seguridad", recordando agradecidos "el fuero que habían recibido del conde don Sancho de buena memoria".

CAPITULO XXV SANCHO GARCÍA Y ALFONSO V (1000 -1017)

Eocpansión por el Piswerga y el Cea. Si por la línea del Duero se llegaba inesperadamente a tan felices resultados, también por la parte occidental logra Sancho García ampliar los límites de su condado, realizando antiguas aspiraciones, que habían provocado choques y discordias entre León y Castilla desde los días de Fernán González. Los Ansúrez, que habían recibido el dominio de Monzón hacía cincuenta años, de manos de Ramiro II, giraban ahora en torno a los condes de Castilla, con quienes había acabado de unirlos el destronamiento de Ramiro III, que vino a anular la influencia de este linaje en la corte leonesa: "muerto Fernando Ansúrez, dice una carta, Sancho García poseyó Castilla y Monzón" (1). Más arriba, los descendientes (1) No es fácil seguir la línea de los Ansúrez después del reinado de Ramiro m , pero ya hemos observado su acercamiento hacia la familia condal de Castilla desde los últimos días de Fernán González, y especialmente a partir del gobierno de García Fernández. Fernando Ansúrez figura todavía en una carta de Ramiro en mayo de 976 (Escalona: Historia de Sahagún, escritura L I , pág. 423). Durante los años siguientes figura en Castilla un Assur Fernández, que es probablemente hijo suyo y nieto del rival de Fern á n González. Carta de fundación de Covarruvias 978 (Cart. Covarrubias, páginas 23-24). Donación de García Fernández a Cárdena, 24 de febrero de 982

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de Diego Muñoz logran formar un estado semiindependiente, que se extiende formando una franja desde Potes hasta Carrión, pasando por Saldaña. También esta familia, que había logrado emparentar con Ramiro III, acepta de mala gana la venida de Vermudo II, con el cual vive en una hostilidad perpetua, que se prolonga durante los primeros años de Alfonso V , es decir, hasta la muerte de García Gómez. E n cambio, entre Saldaña y Burgos reinan siempre las más amistosas relaciones. L a condesa Muniadona^ mujer de Gómez, que había sucedido a Diego Muñoz, se entiende cordialmente con su hermano García Fernández, y su hijo García Gómez colabora en las luchas de Sancho contra los moros y mantiene con él una amistad inalterable, aun cuando la corte castellana reconoce al rey usurpador Vermudo II. Sancho respeta aquel pequeño señorío por una tradición de amistad y parentesco, que se prolonga entre ambas familias hasta los comienzos del siglo x i . Trata, en cambio, de buscar una expansión por la cuenca meridional del Carrión y del Pisuerga, aprovechándose de la escasa población leonesa en los valles próximos al Duero, y acaso también de la desorganización creada con motivo de las últimas campañas de los moros. Si hacia el año 970 Peñafiel pertenecía a los Ansúrez, en 990 era una plaza castellana (2). Sancho tiene pueblos y fortale-

(Bec. de Card., pág. 72); donación de Pronilde a Cárdena, 6 de febrero de 944 (Ibid, pág. 101). No es, sin embargo, este Assur el que hereda el condado de Monzón, o por lo menos debemos confesar que no encontramos su nombre enlas cartas leonesas. Entre los hermanos de Fernando Ansúrez hay un Gutierre Ansúrez, cuyo hijo, Fernán Gutiérrez, ocupa el señorío de sus antepasados, con tan poca fidelidad para con Alfonso V , que no aparece jamás en la corte, y cuando García Sánchez, según más tarde veremos, se presenta a las puertasde Monzón, sale a su encuentro para entregarle sus castillos. L a carta a que me refiero es del tiempo de Sancho el Mayor. Leemos en ella: "Possedit comité Santio Gartianez Castella et Monteson; transitus est" (Véase en nuestro índice de documentos el núm. 262). (2) Así se deduce del famoso documento de Clunia de 1030. Vemos, efectivamente, que después de la conquista de Gormaz, de San Esteban y de Gsma por Almanzor, el conde de Castilla encomendó a los infanzones que defendían aquellas plazas la vigilancia sobre Carazo y Peñafiel. Ellos se negaron a obedecer, pero esta orden prueba que Peñafiel pertenecía al condado lo mismo que Carazo: "Mandavit domne Sancio comité que tenuissent ipsa»

CAP. XXV.—SANCHO GARCÍA Y ALFONSO V

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zas hasta en la región donde el Orbigo y el Cea van a parar al Esla. A l lado de Benavente están sus posesiones de Villaseca, Castrum Gundisalvi, hoy Castrogonzalo y Barrio de Fuentes, que podría ser la actual Valdefuente, sobre el Cea (3). Indicio de su acercamiento a la cuenca de este río nos lo ofrece el hecho de que algunos leoneses empiezan a mencionar su nombre en la datación de los documentos. E n 1013 varios presbíteros entregan parte de sus bienes a Santa María de Belver. Es un monasterio leonés, pero la fecha se indica en esta forma: "Fué hecha esta escritura en la era 1051, reinando Alfonso en su sede de León y el conde Sancho en Castilla" (4). E l mismo año se escribía en Sahagún una carta con esta datación, más significativa: "Siendo conde Sancho en Castilla y dominando en Zamora y en el campo de Toro Pelayo Díaz."

Relaciones con León. Esta expansión la había realizado Sancho García sin necesidad de indisponerse con la corte leonesa, donde reinaba su hermana anutbas in Karazo et in Penna fidele, quomodo totos infanciones faciebant et non quesieron infanciones de Espelia suo mandato faceré (Serrano y Sanz: Noticias y documentos Hist. de Ribagorza, págs. 337-338), (3) Así se desprende de la carta de Alfonso V del 14 de marzo de 1017, por la cual da estas propiedades a su fiel Pedro Fernandez (E. S., t. X X X V I , apéndice XEI). Entiendo que aquí se trata a l a vez de una jurisdicción condal y de una propiedad personal que el conde había sabido apañar para extender en aquella dirección los límites de Castilla. E s un caso distinto del que nos recuerda una carta de Alfonso VI, que alude a unos bienes del conde Sancho en Langreo: "Integre existerunt bisavi mei comitis Sancii, et post mortem ejus possedit eas avus meus Adefonsus rex...; et invenerunt a tempore praedicti comitis Sancii et sui majorini Didaci Ordonii Majoris usque me (E. S., t. XXXVTIL págs. 523-525). (4) "Rex Adefonso i n sedis sua Legione et comité Sancio in Castella" (Vignau: Ind. de doc. de Sahagún, núm. 905). Por el mismo tiempo una señora, a quien el documento llama condesa doña Sancha, hace a Sahagún donación de heredades y palacios en Santa María de Araduey y en Valde Salce. "Adefonso rex i n Legione et i n Castella comité Sancio". Esta escritura lleva la fecha de 14 de enero de 1020, fecha equivocada seguramente, pues Sancho había muerto tres años antes (Ibid., núm. 811).

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Elvira en nombre de su hijo el pequeño Alfonso V, con el consejo del clérigo y notario Sampiro y la tutela del conde gallego Menendo González. Conservando aquella leve relación de dependencia que Castilla debía reconocer aún con respecto al reino leonés en calidad de Estado feudatario, Sancho hace acto de presencia en la capital del reino con motivo de la coronación de aquel niño de cinco años a principio de octubre de 999, y en febrero de 1003 le vemos al lado de Alfonso V, juntamente con el conde de Saldaña, firmando en Sahagún. la paz con los embajadores de Almudaffar. Pero bajo aquella sumisión aparente esconde el castellano una gran ambición (5). Exteriormente manifiesta un gran interés por el bienestar del reino, porque aspira a dirigir su política en calidad de tutor del tierno infante. Es acaso con motivo de aquella asamblea de Sahagún cuando se suscita el problema de la tutoría. Pero en la corte de León le tienen miedo al conde castellano, y frente a su candidatura erigen la del conde Menendo, que

(5) A pesar de que podría oponerse la calendación de algún documento mal fechado seguramente, hay que aceptar como fecha de la muerte de Vermudo la que trae la pequeña crónica del salterio de Fernando I: "Ovitum domni Veremudi regia, V feria menais septembris, era M X X X V I I " (Ferreiro: Historia de Compostela, t. II, ap. XCII, pág. 225). Hay, por tanto, error en la fecha de las escrituras núms. 778 y 779 del índice de SaUagún, calendadas respectivamente el 14 de septiembre y el 23 de noviembre del año 1000, "reinando el rey Vermudo en el reino de sus abuelos". Con mas exactitud un documento del mismo cartulario, con la fecha del 7 de mayo del año 1000, nos dice "que reinaba Adefonso en León" (Vignau, Ibid., núm. 777), y en Castilla encontramos ya una carta del 22 de noviembre de 999 en que se dice "que reinaba Adefonso en León y el conde Sancho en Castilla" (Bec. de Cárdena, pág. 64). Por lo demás, ya en julio del año 1000. Alfonso tomaba medidas contra los magnates que se habían rebelado en tiempo de su padre (E. S., X X X V I , ap. I V ) ; y el 18 de diciembre del mismo año dictaba sentencia contra el traidor Analso, que viviendo todavía su padre, había maquinado su muerte (Ibid., t. XXXVIII, pág. 283, ap. VIII). L a presencia de Sancho en la coronación de Alfonso se desprende de la carta del 1 de febrero de 1007, en que se dice que, muerto su padre "juntó concilio de la provincia Castellense, Forinseca, Galiciense y Asturicense, en el cual le levantaron al reino y le sentaron, sobre la cátedra de sus abuelos, en la sede regia de León" (B. N . , Mss. 712, fol. 399). Y más claro todavía en la carta del 19 de septiembre de 1012, que recogeré en otra parte (E. S. X X X V L ap. I X ) .

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está casado con una ilustre dama portuguesa y asegura a la reina madre, por sus relaciones con las más poderosas familias de uno y otro lado del Miño y el Duero, la fidelidad, siempre difícil, de las tierras de Galicia y Portugal (6). Nadie en León se atreve a decidir la contienda, y se busca como solución cómoda, pero humillante, la decisión del hagib cordobés, que, temeroso de aumentar el poder del castellano, falla de acuerdo con los deseos del partido leonés. E n consecuencia, Meriendo toma posesión de la tutoría y Sancho acepta el fallo, recibiendo acaso alguna compensación, pero desde este momento rompe con los cordobeses. Mientras el peligro musulmán amenaza sus fronteras, mantiene relaciones cordiales con León, por lo menos exteriormente. E l que no había dudado en rebelarse contra su padre debía tener pocos escrúpulos en crear dificultades a su hermana y a su sobrino. E n 1007 el conde de Saldaña inicia una revuelta en León, una verdadera guerra civil. Sancho no le favorece abiertamente, porque ni puede ni le conviene, puesto que en aquel momento Almudaffar reúne todas sus fuerzas contra él. No obstante, ayuda cuanto puede a los revoltosos. Poco después, y acaso como consecuencia de esta lucha, sobreviene el asesinato del conde Menendo, y Elvira, para evitar influencias extrañas, declara mayor de edad a su hijo, que tendría poco más de catorce años, y con la ayuda de algunos leales, entre los cuales figura principalmente Pedro Fernández, hijo de Fernando Flagínez, logra desarticular la potencia peligrosa de los Beni Gómez, que habían intervenido tal vez en el asesinato del tutor. García busca refugio en Córdoba, pero la muerte de Almudaffar

(6) Deduzco este parentesco de la escritura por la cual Vermudo III, el 15 de noviembre de 1028, entrega a Santiago la villa de Cardario, "que fuit avorum et parentum meorum Menendi et domna Totae", y creo que esta doña Toda no es la hija de García Fernández, que el 26 de abril del año 1031, "reinando ya el rey Sancho en Castilla", hacía una donación a Sahagún. (Vignau: Ind. de los doc. de Sahagún, núm. 832), como pudiéramos pensar por su presencia en León por esta época, sino una dama portuguesa del mismo nombre, que en una carta de 1018 se llama a sí misma prima de Froila González, y que era, por tanto, del linaje de Gonzalo Muñoz (Mon. Port. Díp'íom. et Ohart., pág. 146).

CAP. XXV,—SANCHO GARCÍA Y ALFONSO V

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en otoño de 1008, aplaza su venganza. Sanchuelo, su hermano y sucesor, dirige sus ataques contra León, sin duda para vengar a su amigo el de Sandaña, pero la revolución siega las vidas de uno y otro, y la influencia de los Beni Gómez se eclipsa. A estos disturbios alude Alfonso V en una carta de octubre de 1012. "Después de la muerte del obispo Froilán (principios de 1007) estalló la guerra entre los cristianos, y el alcaide que tenía el castillo de San Salvador de manos del mencionado pontífice, se levantó con él y fué a ponerse bajo las órdenes de García Gómez, el que andaba con los ismaelitas" (7). Aquí Alfonso silencia la actitud de su tío el conde Sancho, porque no quiere llegar a un rompimiento definitivo, pero la define y la condena en un documento de una época en que ya no podía temer nada de sus iras. E n primero de noviembre de 1023 da a su fiel notario, el presbítero Sampiro, una villa que había pertencido a Eicta Fossatiz y a su mujer. " Y careció de ella dicho Eicta por haberse rebelado soberbiamente contra nos poniéndose del lado de los enemigos de Dios, que debieron haber sido favorecedores nuestros y estaban con el infidelísimo García Gómez y con don Sancho" (8). No obstante,

(7) "Post obitum vero illius (del obispo Froilán) evenit bellum ínter christianos et mentitus fuit vir, qui ipsum castellum (de San Salvador) tenebat de manibus pontifex jam nominatus, et erexit super se domnum García Gómez, qui cum gens ismaelitarun erat" (Tumbo de León, fol. 44). (8) "Adefonsus serenissimus princeps tibi fidelem et notarius meus Sampirus presbiter in Deo eternam salutem". Le da la villa de Taurelli, "qui fuit de Eicta Fossatiz et ejus conjuge..., et oaruit eam ipse Eicta Fossatiz pro que erexit se in superbia adversum nos et erexit sili inimicos Dei et nostros patronos, qui erant cum infidelissimo ' nostro Cit (García) Gómez (et) domino Sancio. Propter hanc rem adprerendimus ipsam hereditatem de jure illius propter ipsam infidelitatem vel scandalum quem missit in finibus nostris, sieut nos lex autorigat atque canit in liber secundus vel in titulis ejus..." (Tumbo de León, fol. 109). Risco, en su Historia de la ciudad de León (pág. 244), alude a este documento con las frases siguientes: "En el tomo X X X V (de la España Sagrada), pág. 25, dixe que me parecía debía leerse: Qui erant cum infidelissimo nostro et tio comes domno Sancio; y ahora añado, que acaso diría el original: Qui erant cum infidelissimo nostro García Gómez et domno Sancio." Así lee tamb'én Menéndez Pidal (Historia y Epopeya, II, pág. 40) explicando la confusión del copista del Tumbo por el desconocimiento de los nombres propios. 54

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entre la corte de Burgos y la de León no ha habido rotura todavía. E n septiembre de 1012 sigue Alfonso llamando a Sancho su tío y ayudador (9), pero no tarda en observarse una gran tirantez de relaciones, debida acaso al alejamiento de la reina madre Elvira "la extranjera", al-Barbariya, como decían en León. "La hija del conde García y de la condesa Ava" (10), como se llama ella misma, aparece por última vez al lado de su hijo confirmando un documento, que se leyó delante de ellos en una visita que hicieron al monasterio de Vimarahes, sobre el Duero, durante el verano de 1014 (11). No era vieja todavía, pero estaba cansada de luchar, y quiere prepararse a morir con la ceremonia y los frutos de la penitencia. Tres años después, llamándose "reina y confesa", hace una rica donación al obispo Vistruario y a su iglesia de Compostela "para atender a las necesidades del alma de su marido Vermudo y para expiar las manchas de sus propios delitos". Da diversas villas, una que había pertenecido al rebelde Gonzalo Vermúdez, otra en Castilla que le fué confiscada a Lucidio Quintilaz por un crimen que cometió contra la reina, y otra apreciada en mil sueldos, que Elvira pagó "en mulos, caballos y telas óptimas de maravillosa hermosura" (12). Elvira había sido muy amiga de los buenos paños, pero hasta esta afición le iba abandonando

(9) E . S., X X X V I , ap. IX. Habla Alfonso V de su encumbramiento al solio real, "in étate párvula in sedis Legione, ubi constituti fuerunt omnem togam palacii, episcopi et comités Castelle seu Galletia necnon et Asturicense, Menendus dux Galletie qui vibarius et autrix meus erat, etiam tius et adjutor meus Santius comes." (10) Así en una donación que ella y su hijo Alfonso hacen a Froilán, obispo de León, el 12 de noviembre del año 1000: "Geloira regina proles Garsiani et Ave" (Tumbo de León, fol. 27). (11) "Et dum talia vidit ille... ordinavit ut legisisent ipsos testamentos in concilio in ejus presentiam et de genitrice sua Geloira regine..." (Monumento, POrtg. Histor., I, Chart., págs. 138-139). (12) López Ferreiro: Historia de Santiago de Compostela, t. II, ap., página 206. Hace Elvira su donación "tan pro remedio viri mei Veremudi, quam et pro delictorum meorum maculis expiandis". Confirman la donación sus hijo Alfonso y las tres infantas: Sancia, Tarasia y Geloira, que añaden a su nombre el calificativo de "proles Veremudi".

CAP. XXV.—SANCHO GARCÍA Y ALFONSO V

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en estos últimos días de su vida. Tal vez fué también ahora cuando entregó a Santiago una álaira o tapiz "verdaderamente maravilloso", que diez años más tarde rescató del tesoro del apóstol su hija la infanta Teresa (13).

Alfonso V contra Castilla. Dos meses después de haber hecho esta donación, en aquel otoño de 1017 moría la reina Elvira (14). Tal vez fué el deseo de prepararse a esta hora lo que le movió a distanciarse de la cosa públi(13) López Ferreiro, o. c, t. II, ap. L X X X V I I I , pág. 216. Teresa da a Santiago el primero de marzo de 1028 una corte en León, "pro remedio animae mee et genitricis mee diue memorie domne Geloire", recibiendo para confirmar la donación del tesoro de la basílica "alaiara valde mirifica, quam ibi obtulerat mater mea". Parece evidente que no es esta Teresa la infanta que, según Aben Jaldún, entregó Vermudo a Almanzor, pues siendo hija de E l vira y de Vermudo, no podía tener cuando se hizo la supuesta entrega más de cinco años. Desde que se sentó en el trono Teresa Ansúrez, este nombre debió repetirse entre las hijas de los reyes de León, y así no se necesita rechazar el testimonio de los historiadores árabes para defender la lógica de los hechos (Cf. Emilio Cotarelo: El supuesto casamiento de Almanzor con una hija de Bermudo II, Madrid, 1903; Menéndez Pelayo: Tratado de los romances viejos, t. II, págs. 78-84). (14) E l pequeño cronicón del Salterio de Fernando I, escrito en 1055, despules de hacer constar la muerte de Vermudo II, añade: "Uxor ejus Gelbire era M L V . " E n el Tumbo de Lugo (fol. 96) hay una carta del 17 de diciembre de este año 1017, en que se dice que una señora llamada Faquilo dio al rey Vermudo la casa de Santa Eulalia de Fingoni, "y él se la dio a la reina doña Elvira su mujer, para que la poseyese mientras viviese". L a reina se la dio en préstamo a Osorio Froilaz, el cual se levantó con ella, pasándose al servicio de otro patrono. En vista de esto, Alfonso envió un "sayón" para hacer valer los derechos de su madre. "Et venit ille sagione nomine Heldemiro Heldemiriz, et posuit caracteres de rex domno Adefonso", pero los hombres de Osorio Froilaz quebrantaron aquellos caracteres. Murió en esto la reina, y llamándose a sus bienes sus hijas Sancha y Teresa, pusieron el asunto en manos del rey. "Et ille rex sedente in Rapati et ille Osorio in ejus concilio causatus fuit Citi Donellis in voce de illas infantes pro illa casa quam presunserat et pro ipsos characteres quos crehantarat in presentía de ille rex et de illos episcopos." Y no teniendo nada que alegar, el acusado se arrojó a los pies de los condes y los obispos, y ellos a los del rey, y le perdonaron con la renuncia a la casa de que se había apoderado.

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ca en estos últimos años de su vida, aunque hay motivos para sospechar que la guió también una cuestión de disentimiento con los nuevos rumbos, que por entonces empezaba a tomar la política leonesa. Es un hecho que la tendencia anticastellanista se exacerbaba por entonces en los círculos cortesanos y que las acritudes coinciden con el distanciamiento de la reina. Cercano a los veinte años, Alfonso se siente ya con fuerzas para dar al traste con aquel equilibrio que su padre, a causa de las dificultades interiores y exteriores y luego su madre, habían conservado durante más de treinta años, y para poner coto a las demasías de su tío el castellano. E l cambio se manifiesta por este tiempo con la presencia en León de personajes castellanos enemigos del conde y con la benévola acogida que el conde daba a los fugitivos leoneses. No siempre este trasiego de personal significaba hostilidad y lucha. E n la corte del rey Vermudo había vivido a fines del siglo un hombre ilustre por su doctrina, y por su saber acaso en materias de gramática, a quien llamaron por eso el maestro Ascario o Ascárico. A fines del año 1000 forma todavía parte del séquito de la reina Elvira, y firma un privilegio real haciendo constar su título de maestro, pero atraído tal vez por los ofrecimientos del castellano, no tardó en ir a formar discípulos en Castilla, probablemente entre los hijos mismos del conde. E n julio de 1003 Sampiro, consejero áulico en León, habla de una finca que el rey Vermudo había dado "al maestro Ascárico, presbítero, pero este maestro Ascárico, cuando vio que el rey don Vermudo había pasado a mejor vida, se marchó a habitar en Castilla, al lado del conde Sancho, y yo Sampiro redimí la carta real y la finca correspondiente con un buen precio, que pagué en vestidos preciosos" (15).

(15) Tal vez Ascario era un clérigo castellano, que había ido a León acompañando a la reina Elvira. Sampiro y él debieron repartirse en los últimos días de Vermudo II la carga de la cancillería real. E l nombre de Sampiro aparece por primera vez el 8 de agosto de 994 (Barrau-Dihigo: Notes et documents sur Vhistoire du roy de León, en "Rev. Hisp.", 1907, X , página 435). Ascario figura, llamándose "Ascarius presbiter et notarius regis", en la donación que Vermudo y su mujer Elvira hacen a Sampiro, obispo de Astorga, distinto del notario y mayordomo del palacio, el cinco de septiein-

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En 1012 continuaban aún las buenas relaciones de Alfonso con su tío y ayudador Sancho, pero poco después, coincidiendo con el alejamiento de la reina Elvira estalla el rompimiento presentido. Probablemente interviene en él la actitud de un personaje llamado Munio Fernández, nieto de Diego Muñoz a través de Fernando Díaz, que hasta 1010 sigue la corte de Alfonso (16). E n febrero bre de 998 (E. S., XVI, pág. 445). No abandonó la corte leonesa inmediatamente después de la muerte de Vermudo, pues el 12 de noviembre del año 1000 confirmaba una escritura del nuevo rey y de su madre en favor de la iglesia de León con esta fórmula: "Magister Ascarius presbiter confirmat". Sin embargo, no la redactó él, sino un tal Vermudo (Tumbo* de León, fol. 27). E l 24 de julio de 1002 (Ibid. fol 182) en donación de Alfonso y su madre Elvira a Pedro Muñoz, hijo de Munio Fernández, encontramos otro notario: 'Oduarii notuit". E n 1005 figura como notario de Alfonso V otro magister, que escribe su nombre en esta forma: "Stzla", y del 18 de julio de 1008 es la carta del notario Sampiro, en la cual alude a su antiguo compañero con estas palabras: "ítem alia villa...; pressit eam rex Veremudus pro eorum scelus et nunc modo fecit de ea rex cartam ad magi3trum Ascarigo presbítero, et ipse magister Ascaricus, dum vidit migratus a seculo rex domnum Veremudum, perrexit ad Castellam a comité Sancio ad habitandum, et pro mea offercione ego Sampirus redemi ipsa villa et ipsa carta per vestimenta preciosa" (Tumbo de León, fol. 107). Sampiro sigue en la corte de León actuando de notario y mayordomo, escribiendo acaso por esta época su crónica, y redactando a veces los documentos, aunque con frecuencia le reemplazan otros gramáticos. Carta del 2 de abril de 1015: donación de Alfonso V a Pedro Alvarez (Obispado de León núm. 68): "Petro exaravit". Donación del mismo a Pedro Fernández (E. S., X X X V I , ap. X I I ) : "Sampirus Peccator". Carta de Alfonso V en favor de Sahagún (Escalona: Hist. de Sahagún, página 445): "Sampirus peccator notarius confirmavi". Donación de Alfonso V a Alfonso Díaz (Cat. de León, cat. núm. 9). Lo mismo en la carta del 19 de septiembre de 1012 (E. S., t. X X X V I , ap: I X ) : "Sampirus quasi presbiter notuit." Poco después de esta fecha Alfonso nombra a su fiel notario obispo de Astorga. De Ascario no encontramos el menor rastro en la documentación de Castilla. (16) Fernando era uno de los hijos de Diego Muñoz. Figura alguna vez en la corte del rey don Sancho y de Ramiro III (Escalona: carta del año 960, página 407; carta de 976, pág. 423). E n 986 confirma todavía al frente de su numerosa familia, sin ser precedido m á s que por su hermana Gunterode o Gontroda, l a donación que su hermano Osorio Díaz hace a la abadía de Sahagún (Ibid, pág. 431). Ñuño Fernández aparece constantemente en la corte de Vermudo II, suscribiendo casi todos sus diplomas. E n 999 figura a la cabeza de los condes foramontanos (Yepes: Coránica..., t. V , escrit. V I I

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de 1008 vemos a Munio pleiteando con el obispo de Astorga. Decía éste que Munio había arrebatado violentamente una finca a su hermana Velasquita. " Y llegaste hasta prenderla y a encerrarla y a negarle el alimento y la palabra, y así lograste que te hiciese una carta de entrega contra su voluntad". Munio alegó que todo esto era un puro cuento, que la finca había sido de Elvira, la reina monja, la hija del rey Ramiro, y que había llegado a sus manos después de pagar doscientos sueldos contantes y sonantes. E l obispo exigió que lo jurase, y lo juraron él y otros dos magnates, en vista de lo cual el juez Citi Díaz falló en su favor (17). E n diciembre de 1009 continuaba Munio al lado de Alfonso (18), pero no debió tardar mucho en retirarse de la corte disgustado. Como hemos podido ver por su genealogía, este magnate era un Beni Gómez, primo hermano de García, el conde de Saldaña, que acababa de morir en Córdoba, víctima de su fidelidad a Abderrahman BenAmir. Sin duda Munio Fernández se creyó con derecho al título y a las tierras familiares, pero Alfonso, que había sostenido una guerra para debilitar aquella familia que era una pesadilla constante para el reino, no estaba dispuesto a prescindir del fruto de su victoria. Este fué acaso el motivo del disgusto de Munio Fernández, seguido de una abierta rebelión. Y surge, de pronto, al lado de Alfonso la figura de un hábil guerrero, que se va a enriquecer con las tierras de los rebeldes, sin duda porque ayudó eficazmente en su vencimiento. E s otro Fernández, Pedro, hijo de

bis, fol. 433). Vermudo le favorece con la villa de Cimanes en pago de sus servicios (Carta de fecha incompleta, Tumbo de León, fol. 179). Continúa gozando del mismo favor al lado de Alfonso V en los comienzos de su reinado. E n 1002 Alfonso concede a su hijo Pedro Muñoz una villa en Val de Junco (Tumbo de León, fol. 182). E l 15 de diciembre de 1009 confirma todavía la donación de unos hombres que Alfonso V hace al monasterio de Celanova (Barrau-Dihigo: chartes roy León, 1. c , pág. 444); y desde este momento desaparece de la corte, retirándose tal vez a sus tierras antes de declararse en abierta rebelión. (17) Archivo de la Catedral de León, Cat. núm. 174. Los dos magnates que juraron con Ñuño Fernández fueron Gonzalo Díaz y Ñuño González. Confirmó "Ordonius prolis Veremudi". (18) Barrau-Dihigo: Chartes rey León, 1. c, pág. 444

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aquel Fernando Flaginiz, aludido en la nota del Beato de Gerona. E l 22 de noviembre de 1013 el rey Alfonso daba a un tal Falcón Amatiz las posesiones confiscadas "a su infiel Munio, hijo Fernando", y junto a él, firmando el primero entre los magnates, está Pedro Fernández, que va a ser el mejor sostén de Alfonso durante estos años y el jefe acaso de la política anticastellana (19).

E l castillo de Pe ñ a r a n d a de Duero.

Alfonso y Scmcho frente a frente. Sancho de Castilla debió favorecer ahora más o menos directamente las aspiraciones de Munio Fernández, siguiendo la política que le había movido a ayudar anteriormente a su primo García Gómez, y éste pudo ser el motivo del rompimiento, que era ya un hecho en 1014. A principios de 1015 Alfonso da generosa hospitalidad a un magnate castellano, que se acoge a su protección huyendo del conde. " A ti, mi fiel Pedro Alvarez, dice un documento del 2 de abril, y a tu mujer, salud en el Señor y eternidad verda(19) Alfonso da a Falcón diversas tierras de Ñuño Fernández, "ita ut ex presentí tempore aveas firmiter ea dato meo, ipsas hereditates quos inveni jure infidelem meun Munio Fredenandi filio". Confirman Petro Fredenandiz, Ranemiro Ovecoz, Munio Velascoz, Munio Munioz majordonus regis, Pelagio Didaci, Scemeno Fortunioz, Fredenando Nunniz, Vegila Ovecoz. De este Falcón Amatiz no tenemos otra noticia que la del documento citado.

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dera. Es bien sabido que vinisteis de la tierra de Castilla y dejasteis a mi tío el conde don Sancho y vinisteis a mí y a mi reino, y esto me mueve a daros un lugar en que fijéis vuestra morada. Y así tus doy y os concedo en la villa de Ablaceite, territorio de León, una corte con sus casas y todos los bienes que encierra, viñas, entradas y salidas; todo cuanto ganó allí Enneco, que fué merino en León, bajo el imperio de mi padre el rey don Vermudo, de divina memoria." Pedro Alvarez era, sin duda, un infanzón castelano, acaso un Vela ijijf ^ovechaba la tirantez entre los dos soberanos para hacerse un patrimonio en León (20). Pero no falta-

(20) Obispado de León, docum. núm. 68: "Xtus... fidelem meum Petro A l variz et uxor tue Ello in domino sospitatem et veram eternitatem... paucis est declaratum eo quod venistis de térra Kastelle, et dimisistis tio meo comité domno Sancio et us... (? tal vez ejus servicio), et venistis ad me, ad regnum meum, et pro tali actio annuit mici voluntas daré vobis locum ad avitandum. Dabo et concedo vobis in villa Ablaceite, territorio Legione corte cum casas et homnia bona sua intus, térras et vineas et exitus ill— cessum et regresum, quantum ibi de nostra parte est, et ganavit ipsa villa Ennegus qui fuit maiorino in Legione sub imperio patre meo rex domno Veremundo memorie dive Post mortem vero ipse Ennegus posu; ego in Legione alio maiorino, nomine Fromarico, et dedi ei ipsa ereditate ex manibus meis, et tune transtuli eum in alus loéis in patria mea, in alium servitium, et dabo vobis ipsa ereditate ex integra, cum homnia sua prestantia, secundum eam obtinuerunt istes meos servientes... Adefonsus nutu Dei fultus in regno in hanc scriptura manu mea prop-a confirmans... episcopus manu mea... Annania Tanoiz, Monnio Monnioz, Pelagio Froilaz, armiger, Alvaro Harrameliz, Hunnu Catoniz, Petro exaravit". L a fecha de esta carta es 2 de abril de 1015. No es fácil adivinar a qué familia pertenecía este Pedro Alvarez, que dejó el servicio del conde de Castilla. U n Albaro Albariz, emparentado acaso con la familia condal, firma en 987 y 991 documentos de Santillana (Josué: Libro de Regla, págs. 40 y 50). E n Álava encontramos un Alvaro Sarracínez, un Alvaro Díaz de Artazo (Docm. de 988: Cart. de San Millón, pág. 74), un A l varo Gómez (Docum. de 998, Ibod., pág. 79) y un Alvaro Sonnaz (Docum. de 998, Ibid, pág. 74). De éste debieron ser hijos Oveco Alvarez y Beila Alvarez, que firman una carta de Sancho a San Millán en 1003 (Ibid, pág. 80). Y acaso también este Pedro Alvarez, fugitivo de Castilla. Alvaro, Oveco, Vela, Sonna, todos son nombres de la casta enemiga de la familia condal. A ella debió pertenecer Pedro Alvarez, a quien vemos en adelante figurando entre los magnates leoneses, y subscribiendo diplomas reales, como el que Alfonso manda extender en favor de su mayordomo Ñuño Núñez el 8 de mayo de 1019, donde encontramos los nombres de "Munio Ruderiz, Munio

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ban tampoco personajes leoneses que, mal avenidos con su joven rey, aprovechaban la hospitalidad del conde Sancho para librarse de su ira. Un año antes de la llegada de Pedro Alvarez, en febrero de 1014, quejábase Alfonso de un tal Olalio, probablemente el Olalio Olaliz que firma algunas cartas reales por esta época, "porque se dio a la fuga y dejó nuestro servicio, y se marchó a Castilla, y en castigo le quitaron su herencia, y se la entregaron a Belliti Adorriniz" (21). Es interesante en este mismo aspecto la historia de un magnate, auténtica ave de presa, que estuvo también en relación con Sancho García. Era precisamente uno de los señores afincados en aquella región siempre disputada del Cea y del Pisuerga. Llamábase Formarigo Sendiniz, y era un hombre a quien no detenía escrúpulo ninguno con tal de satisfacer sus desaforados apetitos. De él decía Alfonso el primero de julio de 1016: "Hubo en mi reino un hombre impío y malvado, que hizo homicidios en nuestra región; mató a un hombre llamado Albano y a otro llamado Diego y cometió otros muchos crímenes, y luego desapareció, marchándose a Castilla al lado de nuestro tío don Sancho" (21). E r a cuando don Sancho no había roto aún con su sobrino. E l conde no solamente le recibió, sino que intercedió por él con tanta eficacia, que Pbrmarigo se convirtió en uno de los principales señores leoneses y fué acaso el Formarico a quien Alfonso, según confesión suya, hizo merino de León. "Entró nuestro tío ante mí en la junta del reino trayendo de la mano a este desalmado fugitivo, y tras él toda la toga del palacio me rogó que le admitiese en mi gracia, y habiendo entrado en nuestro consejo, Nos le encomendamos nuestro realengo de León con todas sus dependencias encargándole el mando y ordenación de todos nuestros barones y nuestras villas; y encumbrándole más todavía le dimos las mandaciones de Luna y Valdavia con toda integridad. Pero él, con el aplauso de los malvados, destruyó nuestra tierra, saqueó nuestros hombres y nues-

Ermegildiz, Sarracino Síliz, Pelagio Froilaz, armiger regís, Petro Albariz, Alvaro Ordoniz" (Cat. de León, catal. núm. 10). (21) Carta del 5 de febrero de 1014 trae el Tumbo de León (E. S., tomo X X X V I , ap. X I ) . "Et fecit se refuga et perrexit se ad KasteUa."

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tras villas y cometió una multitud de crímenes y desórdenes en toda nuestra región. Gobernando aún el comiso de Luna, abusó de algunas doncellas nobles y a una de ellas la mató; y tomó a uno de nuestros barones llamado Habce de Campo, y le robó en el lugar de Pajarejos, y le mató en el castillo de Luna y desheredó y despojó a su mujer y a sus hijos". Esta segunda vez no pudo Formarigo buscar un refugio en Castilla; perseguido y apresado por los servidores del rey, compareció ante él en presencia de toda la asamblea del palacio, pero no teniendo hacienda suficiente para hacer una composición por tantas iniquidades", se le confiscaron todas sus villas y heredades, que pasaron por el hecho mismo a poder del rey. E n recompensa acaso por su intervención acertada en aquel asunto, Alfonso dio una de las villas confiscadas a su fidelísimo Pedro Fernández (22), el hijo de Fernando Flaginiz.

Los Velas. Por este tiempo llega también a León una rama de la familia alavesa de los Velas, que alentados por aquella tensión de relaciones entre León y Castilla sienten renacer los viejos odios que abrigaban contra el linaje de Fernán González. A l principio de su gobierno Sancho, con aquella amplitud de miras que caracteriza su política, había prometido el olvido del pasado y devuelto sus posesiones a los rebeldes. Esta generosidad atrajo el retorno de algunos que vivían en Córdoba al servicio de Almanzor, y tal vez el de otros afincados en León desde hacía una generación (23). E n (22) Parece seguro que este Formarigo a quien Alfonso despoja en junio de 1016 es el mismo de quien a principios de 1015 decía: "Posui ego in Legione alio maiorino, nomine Fromarico, et de-di ei ipsa ereditate ex manibua meis, et tune transtuli eum in alus locis, in patria mea, in alium servitium" (Véase el documento de la nota núm. 20 de este capítulo). Por este tiempo Alfonso no tenía nada que decir contra este merino. Fué, pues, algo mas tarde cuando descubrió sus fechorías, y acaso su inteligencia con el conde de Castilla. (23) Tudense, pág. 88; Toledano, V.°, 17. Los dos historiadores latinos

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León se quedan los Abolmondar, los Nepocianiz y los Herrameliz (24), relacionados con la casa alavesa, pero al mismo tiempo que éstos había llegado también a la corte de Sancho el Gordo un tal Ennego Vigilani o Iñigo Vela, hermano de Froila Vela, que figura repetidas veces en los diplomas de Sancho y de Ramiro (25). Hijo suyo fué el Vigila Ennecoz, a quien desde 978 vemos aparecer en el séquito real de una manera ininterrumpida hasta los comienzos de 996 (26). Firma cartas de Vermudo entre los primeros magnates el 29 de agosto de 992, el 2 de septiembre del mismo año, el 2 de junio y el 8 de agosto de 994 y el 3 de marzo de 996 (27). Desde este momento su nombre se eclipsa en los do-

del siglo XIII, prolongan anacrónicamente la vida de Garci Fernández hasta después de la muerte de Almanzor, y este es el motivo por el cual retrasan el retorno de los Velas a Castilla hasta bien entrado el siglo x i , atribuyéndola al mismo Garci Fernández. E l que los repatría es, según Lucas de Tuy, nieto del que los expulsa, y los que vuelven son también nietos de los emigrados. Esto sucede en los comienzos de Sancho García. (24) U n Alvaro Arraméliz confirma con el título de "Armiger regis", una donación de Vermudo a los monjes de. Parameño el 29 de octubre de 996 (Archivo Cat. de León, núm. 895; Tumbo de León, fol. 43), y es sin duda el infanzón que hacia 976 firmaba ya diplomas de Ramiro III (Escalona: Historia de Sahagún, pág. 423) juntamente con un Nepociano Díaz, que era mayordomo del palacio. Los Abolmondar, en cambio, se eclipsan en la documentación leonesa desde los últimos lustros del siglo x. (25) Froila Vigilaniz, el que había combatido antaño contra Fernán González, firma todavía cartas de Ramiro III en 976 (Escalona, escrit. L I , página 423) y en 978 (Ibid, pág. 424); esta última vez con el título de mayordomo. Eneco Vigilani se encuentra alguna vez por la misma época. (26) Vigila Ennecoz o Enneconis aparece por vez primera en el diploma donde su tío Froila figura por última vez, es decir, en la donación que la reina Teresa con su hijo Ramiro III hacen a Sahagún de la villa de Forakasas, el 25 de mayo de 978 (Escalona, 1. c, pág. 424). Hay veinticinco firmantes, y él hace el número veinte. E l último es un Garsea Enneconis, que podría ser hermano huyo. No encontramos ningún apellido Froilaz en los años siguientes, y así parece ser que, a pesar de la influencia de este infanzón, que murió tal vez sin sucesión, fueron los hijos de su hermano los que heredaron su prestigio en l a corte. (27) Hay seguramente más textos en que podría encontrarse la firma de este personaje. Aquí me basta con mencionar esos cinco diplomas del 29 de agosto de 992 (A. H . N . , Cods. 971, Privil. Oviedo, fol. 406), del 2 de septiembre de 992 (España Sagrada, t. XXXVIII, ap. V, pág. 278); del 2 de ju-

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cumentos leoneses; y la causa parece obvia: la amnistía que acababa de dar el conde Sancho le animó, sin duda, a volver a su tierra de origen. Es verdad que durante estos años nos es imposible descubrir su presencia en Castilla. Probablemente vive retirado en sus dominios alaveses, que ha logrado recuperar, mientras siguen la corte del conde otros representantes de este prolífero linaje, como Fernando Vela, que suscribe en 1003 una carta de Sancho, como Vela o Beila Alvarez, hijo de un Alvaro Velaz que había permanecido fiel a Fernán González; como Ñuño Vela, que había servido también a Garci Fernández; como Beila Obecoz, hombre de la confianza de Sancho, que le dio la tenencia de algunas de las fortalezas más importantes de la frontera riojana (28), y como Rodrigo Vela, el que, según el cantar, sacó de

nio de 998 (Tumbo de León, núm. 237); del 8 de agosto de 994 (BarrauDihigo: Notes..., 1. c., t. X , pág. 435), y del 3 de marzo (Serrano: Cartulario de vega, ap. doc. I, pág. 143). (28) No es posible precisar las relaciones de parentesco que existían entre estos personajes, pero el nombre, en primer lugar, y al mismo tiempo el hecho de que todos aparezcan en tierras de Álava, de Oca y de San M i llán parecen indicar que todos pertenecían al mismo linaje. Beila Gutier firma una carta de 998 (Cart. de 8. M. de la Cogolla, pág. 79); Fernando Veilaz aparece en un diploma que Sancho mandó extender en favor de la Cogolla en 1003 (Ibid., pág. 80), y con la forma de Ferrando Eilaz en otro de 1006, relacionado con San Miguel de Pedroso (Ibid, pág. 81). E n uno y otro encontramos también los nombres de Vela Alvarez y Oveco Alvarez, que debió ser el padre de Bela Ovecoz. Este figura entre los magnates leoneses antes del advenimiento del conde Sancho de Castilla, por ejemplo, en una carta de Vermudo, que lleva la fecha del 2 de junio de 994 (Tumbo de León, folio 237), y desaparece luego durante quince años para reaparecer cuando empiezan a enturbiarse las relaciones entre Castilla y León. Se le encuentra por vez primera, en esta segunda etapa leonesa, en un documento del 22 de noviembre de 1013, el que ya hemos citado de la entrega a Falcón de algunas de las propiedades que habían pertenecido a Ñuño Fernández. Firma allí en último lugar "Vegila Ovecoz". Vivía aún en 1020, fecha en que hace a Sahagún una donación cuantiosa (Vignau: índice de documentos de Sahagún, número 812). A diferencia de los demás Velas, Vela Ovecoz nos deja recuerdo de su paso por Castilla al ser admitido por el conde Sancho, en la carta por la cual el conde confirma los fueros de Nave de Albura, donde leemos esta frase: "Contigit autem ut in tempore de illo comité domno Sancio, Beila Ovecoz de Palencia, sub imperio de illo comité supra nominato, domina-

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pila al hijo del conde, y que, según veremos, debió ser hijo de ese Vela Iñiguez leonés.

Rodrigo Vela, en León. Pues bien, cuenta el Tudense, que a la muerte de don Vela, sus hijos Diego y Silvestre, no queriendo obedecer al conde don Sancho, se fueron a León, donde Alfonso V los recibió honrosamente, dándoles tierras en las Somozas, al nordeste de León, entre Riaño y Oviedo. Lo mismo dice Rodrigo Jiménez de Rada, pero después de haber aludido a los dos hijos de Vigila, habla de tres a quienes da los nombres de Rodrigo, Diego e Iñigo; y traduciendo al Toledano, la Crónica General relata cómo el conde don Sancho expulsó "mal et desonradamente" a los hijos del conde don Vela, "que avie nombre el primero Rodrigo Vela, et el segundo Diego Vela, et el tercero Ennego Vela, non queriendo ellos obedescer nin facer vasallaje al conde don Sancho, porque los non querie él consentir de facer las travesuras et los males que solien" (29). Estas noticias se inspiran casi exclusivamente en las gestas del infante don García, pero las investigaciones históricas más escrupulosas batur, Termino et Lantaron et Buradón Castro, ipso Beila Ovecoz iam super dicto" (Cart. de San Millán, pág. 91). Este Vela Ovecoz, a quien la tradición llamó el Conde Santo, debió ser favorecido por Sancho con estas tenencias, reconociéndole al mismo tiempo los bienes que había recibido de Alfonso V en las márgenes del Pisuerga y del Cea. E l mismo apodo de Vela Ovecoz de Palencia con que se le conocía después de su retorno es un indicio de su procedencia. (29) Tudense: Chronicón, 1. c, pág. 89; Toledano: De rebus Hispaniae, libro V, cap. XVIII; Primera Crón. General: "778. E l capítulo de cómo el rey don Alfonso recibió los fijos del conde don Vela por sus vasallos". He aquí las palabras de Lucas de Tuy: "Eo fere tempore, supradicto Vela comité mortuo, dúo fiilii ejus, Didacus et Silvester, cum Sane o duci Burgensium nollent. obedire, a Castella cum magno dedecore ejecti sunt ab ipso duce. Ii venientes ad regem Aldefonsum, honorifice sunt ab eo recepti et dedit eis terram in submontanis." Cuenta esto el Tudense después de mencionar los fueros de León, lo cual indica el escaso valor de su relato desde el punto de vista cronológico.

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vienen a confirmarlas. Es falso evidentemente el nombre de Silvestre que aduce Lucas de Tuy; es falso acaso también el nombre de Diego, aunque encontramos por este tiempo en las Asturias de Santillana un Diego Vélaz, que permaneció fiel a Castilla (30); pero la investigación documental recoge todo el resto del relato. Cuando las relaciones entre Sancho y Alfonso se han hecho de una tirantez insostenible, empiezan a figurar con particular relieve en la corte de León dos magnates que se llaman Rodrigo Vela e Iñigo Vela, y con ellos reaparece su padre, Vela Iñiguez, el repatriado de 996. Antes que el padre debieron venir los hijos. Rodrigo Vela figura por vez primera al lado de Alfonso V el 14 de agosto de 1014, siguiéndole en un viaje que hizo aquel verano por tierras portuguesas (31). Es todavía un joven sin gran ascendiente, que se contenta con poner su nombre en último lugar: Roderico Veilaz; pero no tardará en llamar la atención del rey tanto por su bravura como por su actitud anticastellanista. Su padre, el conde don Vela, suscribe la carta en que Alfonso V nos cuenta los horrores de Formarigo Sandiniz, expedida el 16 de junio de 1016, y luego otras dos del año siguiente, una del 14 de marzo y otra del 18 de agosto, que es la donación de la reina E l vira a Compostela (32). Desde este momento su memoria se ex-

(30) Josué: Libro de Regla de Santillana, 56. E l 18 de enero de 1017 (?) Muniadonna, hija de Monnio Didaz y de donna Ielvira da por el alma de su esposo Ñuño Gutiérrez una iglesia a Santa Juliana, y entre los confirmantes están Godesteo Munniuz, Didaco Beilaz, Nunno Roderiz, etc. (31) Cuenta esta escritura cómo una sierva de Dios llamada Mommadonna, Mommadonna Diaz, la abuela del conde magno Menendo González, levantó en Vimarahes un monasterio con licencia del rey Ramiro. A l llegar Alfonso V a aquellas tierras de allende el Duero, l a comunidad le presenta las cartas de la abadía para quitar con su aprobación todo motivo de duda sobre su autenticidad. E l rey ordenó que el abad y los hermanos jurasen que los documentos eran verídicos, y ellos lo juraron en la iglesia de San M i guel Arcángel ante el vicario y el sayón del rey. Fué esto el 14 de agosto de 1014. Confirman los más altos magnates de la corte; el último de ellos, "Roderico Veilaz" (M. Port. dvpl. et Chart., págs. 138-139). (32) E . S., t. XXXVT, ap. X I : "Veila Ennego"; Ibid, t. X X X V I , ap. X I I : "Veila Ennegoni"; López Ferreiro: Hist. de Santiago, t. n , pág. 206: "Vigila Enneconis". De tiempo atrás vemos figurando en las cartas leonesas un

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tingue bajo el soplo acaso de la muerte, mientras sus hijos siguen figurando y haciendo fortuna en la corte leonesa. Otiros fugitivos de Castilla. Juntamente con estos debieron llegar por este tiempo a León otros individuos de la misma familia. Dado que el nombre de A l varo era familiar entre los Velas, podemos sospechar que pertenecía a este clan rencoroso aquel Pedro Alvarez, a quien Alfonso V heredó en el pueblo leonés de Ablaceite el 2 de abril de 1015. Hallamos además un Vela Obecoz, cuya historia parece idéntica a la de Vela Iñiguez; en 994 sirve al rey Vermudo y confirma sus documentos; desaparece de León en los años siguientes; figura en Castilla como uno de los hombres más leales del conde Sancho, que le encomienda la custodia de las tres plazas de Buradón, Término y Lantarón; en 1012 ha perdido ya la confianza del conde, que le priva de sus tenencias y castillos; el 22 de noviembre vuelve a aparecer en León, suscribiendo la carta en que Alfonso V relata el vencimiento y despojo de Munio Fernández, y reaparece constantemente durante los años posteriores, alguna vez con su hijo Obeco Vigilani, que hereda su influencia en León. Un documento le llama Vela Obecoz de Falencia, tal vez porque Alfonso V le dio tierras en las cercanías de esta ciudad (33). rico hombre llamado Veremundo Vela, que aparece en estas cartas con su hijo Vela Veremundez al lado de Iñigo y los suyos, sin que me sea posible precisar si había entre ellos relaciones de parentesco. (33) Sobre Vela Obecoz véase la nota 28 de este mismo capítulo. Véase también Gregorio Balparda: Historia crítica de Vizcaya y de sus fueros, tomo II, págs. 85 y 138 y sigs. "Según la tradición, dice Balparda, ese conde santo don Vela se hallaba emparentado o era hijo de un rey Ramiro o Ramírez, lo cual aumenta la verosimilitud de esa inmediata procedencia palentina, llevándonos derechamente a aquellos Vela o Velázquez, que, capitaneados por don Ramiro, rey de Viguera, de quien eran clientes, hallamos de retorno en León el año 962, después de haber repuesto en el trono a Sancho el Craso. E s muy verosímil que representaban en l a ciudad riojana la sangre de aquel otro Munio Velázquez, conde vizcaíno de Álava y Valdegovia. Los vimos también afincados y poderosos antes y después de la emigración, en tierras de León, de Campos y de Palencia". E n estas atinadas observaciones

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Ventana de la torre atalaya de Noviercas.

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Vdscones en Portugal. Es curioso observar cómo varios de estos descontentos de la zona oriental del condado llegan a León a través de Portugal. Obligados a exilarse por la actitud que habían tomado con respecto a la casa condal, no todos adoptan la resolución extrema de refugiarse entre los musulmanes, como había hecho Froila Velaz, antes de crearse una brillante posición en la corte leonesa. Algunos prefirieron fijar su residencia en país cristiano, buscando con preferencia la región del Duero occidental, que, en plena actividad repobladora, necesitaba brazos para cultivar sus tierras y defender sus castillos, y por otra parte les ofrecía, con la ambición siempre inquieta de los condes gallegos, un apoyo nara contrarrestar la influencia castellana. Aunque sea del siglo xm, recoge una tradición seria el Libro velho de Linhagens cuando nos habla de la venida de los gascones a Portugal, en una época no muy precisa, y en especial de Munio Gaseo, de su hermano el obispo don Sisnando, que yace en Villaboa do Bispo, y de don Enego, su hermano, que yace en Tuyas. Esta noticia queda plenamente confirmada por la lectura de los documentos portugueses de aquel tiempo. Y a en los comienzos del siglo x encontramos en torno a Coimbra un conde poderoso, cuyo nombre, Munio Fernández, así como el de su mujer Oneca y los de sus hijos Jimeno, Munia, Muniadona y Leodegundia son indicio de esta procedencia oriental. Munio Fernández llega a aquellas tierras en el séquito de los hermanos de Alfonso III, con quienes estuvo íntimamente relacionado, pues vemos que en 928, muerto ya su marido, Oneca, juntamente con sus hijos, ofrece a Lorbán su hacienda de Villacomissimi por el alma de uno de ellos, "dominissimi nostri domini Veremundi", que acababa de pasar a mejor vida (34). Desde mediados del siglo, es decir, desde que Fernán González suprime los condados menores, el número de los sólo tenemos que lamentar la confusión de los apellidos Vela y Velázquez, que para los hombres del siglo x, lo mismo que para nosotros, eran distintos... (34) Mon. Port. Hist. Scriptores, págs. 175 y 316. 55

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inmigrados aumenta (35). De la región de Burgos llega Rodrigo Abolmondar, según se desprende de una carta del monasterio lorbanense que ya hemos citado (36). E n 957 encontramos cerca de Coimbra un Iñigo García y un Fortunio García que confirman en las donaciones al lado de los magnates de la tierra, como Aloito Lucidii, Ñuño Sarraciniz y Gonzalo Muñoz (37), y tal vez a esta misma familia pertenecía aquel Froila Ennegoci o Iñiguez que figura en un diploma del año 964 (38), así como el conde Oveco

(35) E l nombre de Leodegundia que encontramos entre las hijas de M u nio Fernández nos induce a pensar que entre los príncipes hermanos de A l fonso III, hijos, por, tanto, de Ordoño, y esta poderosa familia, asentada al otro lado del Duero, debía haber no sólo la mayor amistad, sino también relaciones d§ parentesco, y que si Munio Fernández era, según parece, castellano, descendiente acaso del conde Rodrigo, Oneca, su mujer, debía pertenecer a la familia real de Navarra. Bien conocido es el epitalamio de Leodegundia, pulohra Ordonii filia, hija de Ordoño I, que se casó con un infante de Pamplona en los últimos lustros del siglo x. Pues bien, las costumbres familiares de aquella época y la presencia de ese nombre en la familia de Munio Fernández nos invitan a pensar que su mujer, Oneca, podría ser hija de ese matrimonio cantado con los famosos versos, y sobrina, por tanto, del príncipe Veremundo, por cuya alma hizo a Lorban aquella pingüe donación. Así nos explicamos por qué Ramiro III, en una donación a Vimarahes, llamaba tía suya a Muniadona, la hija de Munio y Oneca (Mon. Port., I, Diplom. et Chart., pág. 41), pues lo era efectivamente, según estas deducciones, que podrían resumirse en el siguiente cuadro genealógico: Ordoño I.

Alfonso III = Ximena.

Leodegundia = X infante navarro.

Ordoño II = Elvira. Ramiro II = Urraca.

Oneca = Munio Fernández. i

|

~i

Jimeno. Muniadora. Leodegundia. Sancho s

Teresa.

Ramiro III.

(36) (37) (38)

Mon. Port. Hist., I, Diplom. et Chart., pág. 40. Ibid., pág. 42. Ibid., pág. 55.

Veremundo, Alfonso.

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Garseani de varios documentos de Lorbán, escalonados entre el 974 y 990, el cual logró emparentar con las familias más ilustres del otro lado del Duero casándose con una hija de Gonzalo Muñoz, el envenenador del rey Sancho (39). E n torno suyo descubrimos los nombres genuinamente vascos de Jimeno Iñiguez, Sancho García, García Sánchez, Velasco Jiménez, Velasco Velázquez y Diego Vela (40). Hacia el año 968 encontramos una y otra vez, en unión con los fundadores de Vimarahes, a Begica o Begila Enneconi, que jmede identificarse con el Vela Iñiguez que, según acabamos de ver, aparece unos años más tarde en la corte leonesa. E n dicho año, Muniadona Díaz, la viuda del primer Menendo González, que treinta años antes había fundado el monasterio de Vimarahes, determina los estatutos que han de iijar la situación jurídica del castillo levantado para su defensa. "Después de algún tiempo, dice, se abatió en los suburbios de esta nuestra región la persecución gentílica, y el temor a su amenaza nos movió a levantar al lado del monasterio el castillo de San Mames, con la condición de que mientras viva mi hijo Gonzalo Menéndez sea propiedad suya, pero sin que él ni Oneca su hermana tengan licencia para pasarle a otras manos que no sean las del monasterio." Confirman "Gundisalvo Menendiz, Rudesindus Ruderici, Begica Enneconiz, Honeca Menendi filia, Flámula Pelagii filia...", es decir, los hijos, sobrinos, yerno y nueras de Muniadona (41).

(39) Ibid., págs. 72, 74, 92 y 93. Ego Oveco Comes... Confirma su donación Munio González, hijo de Gundisalvus Muneonis, en esta forma: "Ego Munio Gundisaluiz, quod cognatus meus fecit." Este Munio González desaparece desde este momento de la documentación portuguesa, destacándose, en cambio, la figura de su hermano Froila Gundisalviz, el que se pasó a los musulmanes, recibiendo de Almanzor la tenencia de Montemayor, de donde fué arrojado hacia el año 1010 por Menendus Lucidii, según un documento de 1019. "Sedente Froila Gundisalui in Montemajore non placuit Deo ista sede, sed superualianit eum Menendus Lucidi, et cedauit illum foras de illo monasterio et de ipsa ciuitate simul et de tota ipsa térra et pressit omnem suum ganatum simul et omnes suas scripturas." (Mon. Port., Dipl. et Chrat., página 151). (40) Ibid., págs. 68, 72, 74, 87, 92, 104, 99. (41) Hay dos documentos con el nombre de este personaje: uno de Ra-

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Tenemos aquí el primer indicio de un contacto familiar entre el linaje de los Vela y aquella poderosa familia que dominaba las tierras situadas al sur del Miño, y que no tardará en adueñarse de los destinos del reino de León. La comunidad de intereses ios unía, y la unión se hace más estrecha cuando empiezan a enturbiarse las relaciones entre el reino de León y el condado de Castilla. Los señores de Limia y Vimarahes encuentran en los Velas un apoyo para la realización de sus ambiciones cuando luchan contra los reyes leoneses, y los Velas, por su parte, buscan en sus amigos del Duero la fuerza necesaria para realizar sus proyectos de venganza, que van a ser un hecho al fin cuando los descendientes de Muniadona logran la meta de sus ambiciones, olvidando sus humos de independencia y convirtiéndose en protectores de la corona. A principios del siglo xi, una hija de este Vela, llamada Toda, se casa con un hijo del "dux magnus", de Menendo González, el ayo y defensor de Alfonso V, tal vez el Ranimirus, proles Ermcgildi que desde 1006 figura entre los magnates con el título de alférez real. De esta manera, los hijos de Vela Iñiguez se acercan más y más a las gradas del trono. Uno de ellos, Rodrigo Vela, aparece por vez primera al lado de Alfonso V precisamente en esta tierra portuguesa y cerca del monasterio de Vimarahes en agosto de 1014, y en compañía de Ramiro Menéndez, su cuñado (42).

miro n en favor de Vimarahes, que lleva falsamente la fecha de 957, pero que ha de ser posterior a 966, y otro el que indicamos en el texto (Ibid., páginas 41 y 61). E n el primer documento firma Hegika Ennecot; en el segundo, Begica Enneconi. Esta última forma me hace pensar que el original debía decir Begila Enneconiz, ya que el nombre de Egica es rarísimo en nuestra documentación medieval, y en cambio es frecuente encontrar el nombre de Vela, Begila, Vigila, unido al patronímico Iñiguez. (42) Es el diploma por el cual Alfonso V confirma a Vimarahes las donaciones que le habían hecho sus antepasados, el XVIII de las calendas de septiembre de 1014. Entre los confirmantes, con otros personajes a quienes ya conocemos, como Menendus Lucida y Petrus Flainiz con su hermano Frenando Flainiz, figuran Ranemirus Menendi y Roderico Ueilaz (Monum. Post., Dipl. et Chart., págs. 138-139). Sabemos que Ramiro era hijo de Menendo González, porque le vemos confirmando y actuando con la viuda de éste en un proceso relacionado con los monjes de Vimarahes. Los litigantes llegaron a presencia de "domna Tota" y de los condes Rosendo González, hermano de

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Ramiro debió morir algún tiempo más tarde, heredando su cargo, después de unos años en que lo ocupó Pelagio Froilaz, nieto de Gonzalo Muñoz, el envenenador de Sancho, el mismo Rodrigo Vela, que debía tener el mejor apoyo en la reina Elvira, hija, como su cuñado, del que había sido ayo del rey. E l año 1025, Alfonso V extiende una escritura de la cual se deduce cuanto acabamos de decir. He aquí sus palabras: "Yo el serenísimo príncipe Adefonso... con el consentimiento del conde Ñuño Aloitiz y de su mujer la condesa doña Ilduara, así como de la condesa doña Oneca y de la condesa Tuda Vegillaz, juntamente con sus hijos Menendo y Lupo, a t i Pedro Aloitiz salud eterna en el Señor Dios. Ha sido mi voluntad haceros carta de entrega de unas villas nuestras que fueron de nuestros padres Menendo González y Tutadomna a cambio de otra villa que te concedió nuestra tía y madre la condesa Tuta Domna (madre de su mujer la reina Elvira), recibiendo en su lugar un caballo." Dice el rey que cuenta con el consentimiento del conde Ñuño Aloitiz y de las condesas Elvira, Oneca y Toda Vela, es decir, de los herederos de Menendo González, sus hijas Oneca y Elvira, casada esta última con el magnate Ñuño Aloitiz, que disfrutaba ahora de la tenencia de la marca del Duero, y su nuera Tota Vigilaz, cuyos hijos Menendo y Lupo llevan uno el nombre del abuelo paterno y otro uno muy frecuente en la familia de los Velas. Todos ellos confirman el documento, y después de la rúbrica de Tota Vegilaz, "cum filiis meis", vemos la de su hermano, "Roderigo Uegilaz armiger regis", y la de Pelagio Froilaz, el armiger de los años anteriores (43).

Esta presencia de fugitivos de Castilla en el reino de León y la influencia cada día mayor que iban consiguiendo en la corte debió ser para el conde castellano un motivo de preocupación en su marido; Ñuño Menéndez, Gonzalo Menéndez y Ramiro Menéndez, hijos suyos, y Gutierre Ruderici, casado con su hija Ildonza Menendi, que también figura en el diploma (Ibid., pág. 146). (43) Mon. Port. Hist. Dipl. et Chart., pág. 160. Parece ser que en 1025 habían muerto ya la condesa Toda, mujer de Menendo, a quien vemos todavía actuando en 1022, con sus hijos Ñuño, Gonzalo, Ramiro y Aldonza.

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los últimos años de su gobierno por lo que se refiere a la defensa de la frontera occidental. Parece ser, sin embargo, que durante BU vida la tensión de relaciones no se convirtió en una guerra declarada, pues harto comprendía Alfonso V que tenía necesidad de seguir contemporizando y sufriendo las demasías de aquel astuto diplomático, que era a la vez un guerrero poderoso. Pero apenas desaparezca, procederá a rectificar la frontera y a apoderarse de las fortalezas más avanzadas de Castilla, no dudando ya en declarar que el conde su tío "había maquinado el mal contra él de día y de noche". Espíritu clarividente, Sancho García debió darse cuenta de que por el Oeste se estaba preparando para el condado un porvenir nada tranquilizador. Esta fué, sin duda, una de sus más serias preocupaciones durante los últimos años de su vida, ensombrecidos además por acontecimientos tan desagradables como la defección de aquellos magnates, cuya gratitud había creído atraerse con sus favores, y por la pérdida de personas queridas, como su mujer Urraca, o como aquella doña Fronilde Gómez, que había estado casada con el primogénito de Fernán González. Desde su celda del monasterio de Cigüenza ella le ayudaba con sus oraciones y sus consejos, poniendo al mismo tiempo la aureola de la santidad en aquel linaje magnífico, adornado con todos los esplendores del heroísmo. Sobre su sepulcro pudo poner un monje este epitafio, sumamente elocuente para aquella edad: "Muerte de la sierva de Dios Fronilde, día 3 de Febrero de la era 1047. Espejo de virtudes, yace aqui" (44).

(44) "Obitum famule Dei Fronilde, die III Februarii, era M X L V I I . Ornata moribus, jacet hic." Fray Gregorio de Argáiz pudo todavía ver el sepulcro y leer la inscripción. (Véase Soledad Laureada..., t. VI, pág. 929.)

CAPITULO X X V I SANCHO GARCÍA Y SANCHO GARCES (1005 -1017)

Cuestión cronológica. Por el momento el peligro para Sancho estaba en la parte oriental del condado, donde empezaba a manifestarse con un poder temible la gran figura de Sancho Garcés III, a quien la posteridad llamará el Mayor o el Grande. "Rey magnánimo y en todas sus cosas sagacísimo, lleno de fortaleza y habilidad", le llama un documento del año 1045 (1), y por lo que se refiere a la habilidad y a la astucia, hay que reconocer que el documento tiene razón, pues reunió en grado sumo las condiciones de un buen político, de prever todas las posibilidades, de preparar los acontecimientos y de apurar en la realización de vastos planes las consecuencias (1) "Quare elegit omnipotens Deus regem Sancium ab eois partibus. Qui rex magnissimus, et in ómnibus sagacissimus, ortus ex regalibus prosapiis, nutritus in pampilonensis partibus. Quin alter nec fuit melior bello, aut clementior illo. E t constans erat et lenis et timoratus in divinis rebus. Ideo juste vocari potuit rex hispanorum» regum. Sua ferocitate ac peritia adquisivit banc terram usque ad Galleciam." Este elogio en que se nos habla a la vez de blandura y de ferocidad, de astucia y de pericia, lo hacía en 1049 un extranjero, que además era hechura de Sancho el Mayor, Bernardo, primer obispo de Palencia después de su restauración por Sancho. (Cf. Moret: Ann., tomo I, 1. XII, cap. IV; Investig., 556.)

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de ellos. Medida altamente política fué su casamiento con Munia Mayora, la primogénita del conde de Castilla, clave de todas sus empresas y sus éxitos en Castilla y en León. No es posible señalar con precisión cuándo sé* realizó este matrimonio. Todo el reinado de Sancho el Mayor es bastante confuso desde el punto de vista cronológico, pero muy particularmente los comienzos. Las cartas que a él se refieren han sido de tal manera adulteradas por copistas y falsificadores, que convendría hacer una rectificación cronológica de casi todas ellas antes de proceder a escribir sus hechos. Es lo que nos sucede con la primera que lleva su nombre y el de su mujer Muniadona, una del cartulario de San Millán, fechada el 27 de junio de 1001 (2). Es evidentemente de una fecha posterior, acaso de 1011. E n ella se alude a la pobreza y necesidad a que está reducido el monasterio del santo riojano, lo cual parece llevarnos a los años que siguieron al incendio y saqueo de A l manzor; se encuentra el nombre de Ranimirus reguluSj el bastardo del rey, que sólo aparecerá diez años más adelante en los diplomas; y aparecen otros cinco confirmantes, que en su mayoría pertenecen a una época posterior. Tal sucede con dos de los tres obispos Benedicto, Mancio y García. Sólo este último podía firmar una carta de 1001. E n un diploma redactado en San Millán el año 997, por el cual García de Navarra da al monasterio el uso del agua que viene del valle de Alesón, suscriben los obispos Sisebuto, Blasio y García (3). Son los mismos que confirman una

(2) Sancho el Mayor da la iglesia y dependencias de San Sebastián de Nájera para hospedería de los monjes de San Millán, "quia video inopiam et necessitatem magnam inesse habitantibus in cenobio sancti Emiliani... Me Sancio in Pampelonam et in Najeram regnante. Momadonna regina, Ranimirus regulus, Garsea episcopios, Benedictus episcopus, Mancius episcopus, Sénior Lope Sangiz, maiordomus, sénior Lope Enneconis botilarius" (Cart. de S. M. de la Cogolla, pág. 79.) (3) Ibid., pág. 78. Además de los obispos Sisebuto, Blasio y García, y de varios abades, confirman ésta: Sancius Blasii o Velázquez, con el título de "Mayordomus", y Sancius Fortunionis, que tenía el cargo de "Arquitriclinus"; Lope Sánchez, el mayordomo de la carta erróneamente fechada en 1001, es, al parecer, hijo de Sancho Velázquez, que debió heredar el puesto ocupado por su padre.

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donación al mismo monasterio, hecha por Sancho García de Castilla en 1008 (4). Los nombres de Mancio y Benedicto no aparecen en ninguna parte antes del 1014 y 1009, respectivamente. Unas consideraciones semejantes nos sugieren los dos magnates que suscriben el documento en cuestión, Lope Iñiguez, el botilarius, y Lope Sangiz o Sánchez, el mayordomo, hijo acaso del Sancius Blásquez, que ocupaba el mismo cargo en 997. Los dos aparecen ya con este mismo oficio cortesano en 1011, pero existe una carta de 1009, también de San Millán, en la cual encontramos ya a Lope Iñiguez con su título de Botiller, que llevará hasta 1020, y junto al suyo está el nombre de Lope Sánchez, pero sin llevar aún título ninguno (5). Por si esto fuese poco, tenemos un documento que es en realidad el primero de Sancho el Mayor, con la fecha de 1005, y en él no aparece ninguno de estos personajes, aunque sí los puestos, que están ocupados por otros de nombres distintos. La donación la hacen Sancho el Mayor y su madre Jimena. Dan al monasterio de Fontfrida los seis modios de sal que le solían pagar los reyes de Navarra. " Y son los confirmantes, dice la escritura, Oriolo Iohanis, mayordomo de la reina, García Velázquez, que era el botilario, reinando el rey Sancho Gareés con su abuela la reina Urraca y el glorioso obispo García con el auxilio de Cristo y Belasio obispo por la potencia de Cristo; y cuando tomamos está resolución, estaba allí presente el gloriosísimo don Jimeno, obispo de la sede de Pamplona, y era doméstico del cenobio Munio

(4) Ibid., pág. 84. Firman la carta del conde, "Sisebutus episcopus, Belasius episcopus, Garsea episcopus". Esto en 1008. Cuando Sancho el Mayor hace su donación de la hospedería de Nájera, ya Belasio y Sisebuto han sido reemplazados por otros dos prelados, Benedicto y Mancio, cuyos nombres veremos luego en los documentos durante muchos años. (5) Ibid., pág. 87. Es una donación de dos señores castellanos, el conde Fernando Ermigildez y su hermano Ñuño, a San Millán, por la cual le conceden vasallos en río Cerezo y propiedades en Tarañco y en Nájera, un solar que fué de Ñuño Díaz. "Imperante Sancio rex in Pampilona et Najera, comité Sancio in Castella. Benedictus episcopus, Sancius (tal vez Mancius) episcopus, Eximinus episcopus, Sénior Lope Sanchiz, Sénior Lope Enneconiz botilarius."

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Hañez" (6). Todo parece indicar que en 1005, cuando se escribe esta carta, Sancho Garcés se encuentra bajo el gobierno de su madre Jimena y de su abuela Urraca, en las mismas condiciones que Alfonso V en las manos de su madre Elvira. E l mayordomo se llama mayordomo de la reina, lo mismo que el botiller, y uno y otro son distintos de los que figurarán unos años más tarde, cuando Sancho se haga cargo del poder y reorganice la corte. Encontramos todavía dos de los obispos de 997, Blasio y García, pero no figura aún Munia, la hija del conde Sancho, apareciendo en cambio otras dos mujeres, Jimena Fernández, la leonesa madre del rey, y Urraca Fernández, su abuela, la hija de Fernán González, la mujer que desde mediados del siglo anterior había jugado un papel tan importante en la política castellano-leonesa, y que, casada luego con Sancho Abarca, gozaba en Navarra de una dorada vejez, gobernando en 997 el pequeño reino aragonés con su hijo Gonzalo, y dirigiendo los primeros pasos de su nieto Sancho el Mayor en el gobierno de Navarra (7).

Sancho Garcés y Munia de Castilla. Y tras esta carta de 1005, que es una donación al monasterio de Santa María de Fuenfría, viene inmediatamente la de San Millán del 24 de junio de 1011, por la cual Sancho el Mayor "con su mujer Muniadona", fija y amplía los derechos de pastos de la abadía de San Millán. Y confirman Ramiro, régulo; García, obispo ; Benedicto, obispo; Sancho, obispo (de Pamplona); el señor Lope Sánchez, mayordomo, y el señor Lope Iñiguez, botiller, todos los de la supuesta carta de 1001, menos el obispo aragonés Mancio, que todavía no aparece en el séquito real. E l matrimonio (6) M . Magallón: Documentos de San Jtian de la Peña, núm. X X V . (7) E n la carta de San Millán de 997 decía el rey García: "Regnante rege Garsea sub imperio Dei in Pampilona una cum conjuge mea Eximina et regnantibus matre mea Urraca regina et fratre meo Gonzalvo in Aragone" (Cart. de San Millán, pág. 78).

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de Munia con Sancho el Mayor debió celebrarse poco antes de esta fecha, puesto que hasta unos años adelante no nombra el rey a sus hijos legítimos en los diplomas. E l conde Sancho se había casado hacia el año 994, por la época en que se rebeló contra su padre; a fines de 1009 le nacía el hijo varón que heredó el condado, el infante García, y por entonces podía tener ya una hija casadera, esta jovencita que ahora iba a compartir el trono de Navarra con el terrible Sancho Garcés, y que nacida alrededor de 995, vivirá aún en 1066. Con esta fecha dictará, fundando el monasterio de San Martín de Fromista, un documento que empieza con estas palabras: "Yo doña Mayor, sierva de Cristo, hija del conde Sancho" (83), y tres años antes confirmaba un documento leonés con esta fórmula: "Doña Mayor, por sobrenombre Nuña Donna". Son los dos nombres con que se la designó desde su infancia, y que luego se la aplican indiferentemente en los diplomas y donaciones

(8) "Ego Mayor Christi ancilla, Sancii comitis filia..." (Yepes: Crónica..., t. VI, escrit. X V I , fol. 460). Es interesante observar que en esta carta no hay un solo recuerdo para el rey Sancho <el Mayor. A Munia le importa más llamarse hija del conde Sancho que mujer del rey Sancho y recordar a su padre más que a su marido. Unos años antes, en 1062, en la donación que Fernando I hizo a San Isidoro de León con motivo de la traslación de su cuerpo, aparece la firma de la reina madre en esta forma: "Donna Major, cognomento Nunna Domna, genitrix regis" (Yepes, 1. c, fol. 462). E l nombre de Nuña o Munia es más frecuente en los documentos de la primera época. Le vemos en las escrituras emilianenses de 1001 (?), 1011, 1014, 1020 y 1028, en las de Leire de 1015 y 1022 y en la de Albelda de 1024. Mayor o Mayora se llama en el documento de Leire de 1014, relativo a San Sebastián, que debe fecharse unos diez o quince años más tarde, en el de San Juan de la Peña, que lleva la fecha 1016, pero que es también muy posterior; en otros tres de la misma colección diplomática, con la fecha de 1024, 1025 y 1033, y en el de Pamplona de 1023. De esto se desprende que Munia empieza a preferir el nombre de Mayora en la segunda época del reinado de su esposo, puesto que no hay ninguna carta segura anterior a 1024 que le traiga, y esto parece estar relacionado con las pretensiones del rey navarro. L a duplicidad de nombres es muy frecuente en aquel tiempo. Recordaremos los siguientes: "Roderico, cognomento Abolmondar" (Card., 939); "Paterno, cognomento Annaia" (Sahagún, núm. 810); "Fronilde cognomento Velita" (Ibid., núm. 818). E l nombre de Elvira, que las crónicas dan a la primogénita del conde Sancho, no se apoya en documentación auténtica.

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de su marido. E l nombre de Munia, que prevalece en la primera época, era tradicional en la familia condal desde que le había llevado la madre de Fernán González; el de Mayor o Mayora, alusión acaso a su condición de primogénita, se le dio para distinguirla de otras mujeres que llevaban este nombre, entonces tan frecuente, según la costumbre que había sobre todo entre las princesas de llevar dos nombres. Por este mismo tiempo encontramos en Castilla una abadesa infanzona y emparentada acaso con la familia condal, que llevaba el nombre de doña Mayor, y el mismo nombre llevaba también otra ilustre contemporánea de éstas, la mujer de Raimundo III, conde de Pallas (9).

Las miras de Navarra sobre la Rio ja y Álava. Fuese anterior o posterior al nacimiento del infante García, parece cierto que Sancho Garcés vio en aquel matrimonio con la hija del conde castellano una carta preciosa, que debía servirle para conseguir ciertas rectificaciones, anheladas desde antiguo por los reyes navarros, en su frontera con Castilla. Cuando Alfonso III reconoció al reino de Pamplona, siguió en poder del asturiano toda la región de los vascones, es decir, las provincias de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, que aisladas de Oviedo y León, al formarse Castilla, empiezan a girar en torno a esta última. Desaparece luego el condado de Álava, absorbido por la política centralizadora de Fernán González, y con él se extingue también en su nacimiento el condado de Vizcaya, que empezaba a constituirse en la persona de Munio Vélaz, el comes vizcaiensis de las genealogías de Roda. Pero los reyes navarros no perdieron nunca de vista aquellos territorios, y menos el de la Rioja, también discutido por Castilla, aunque el rey Ordoño II se le adjudicara a Navarra des-

(9) E n 1028, una tal Jimena concede a San Miguel Arcángel, "et tibi cometissa domina Maiore", diversas tierras en la región de Belorado (Cartulario de S. M. de la Cogolla, págs. 107-108).

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pues de su conquista. Esta decisión debió ser mal mirada por los castellanos que ayudaron a la recuperación, como Fernando Díaz, Diego Díaz, Alvaro Errameliz, Ñuño Alvarez y Gutier Ansúrez. No obstante, Sancho I, el fundador del reino de Navarra, hizo efectivo su dominio en toda aquella región hasta Nájera y San Millán, y para ello se sirvió de magnates a quienes la fuerza absorbente de Castilla impedía la consecución de sus ambiciosos proyectos. E n Viguera aparece como gobernador un tal Lain Bermúdez, cuyo sólo nombre nos indica que era un extranjero en el reino de Navarra (10). Alvaro Herrameliz figura también en las cartas de García Sánchez entre 929 y 931, y poco después encontramos en Nájera a doña Velasquita, la viuda del conde vizcaíno, al lado de sus hijos Lope, Sancho y Aznar y de su tercer marido Fortún Galíndez, prefecto de la ciudad (11).

(10) Flavio o Lain Vermúdez es el primer gobernador que tienen los reyes de Navarra en Viguera, y como tal figura en documentos de Albelda entre 930 y 947. Donación de Cenzano al monasterio de Pampaneto, 931 (Colección de T. González, VI, C X C V ) : "Ego García Sancio..., et sub me Flavio Bermudez in Vichera". Donación de Mahab por el obispo Tudemiro (Ibidem, VI, CCVII): "Ego Garcia rex confirmans, Tuta regina conf., Sancius, Ranimirus regis filus..., Flaginus comes, Garsia comes... E r a D C C C C L X X X , X kalendas decembris." Conmutación en Betoza: "Era D C C C C L X X X I , regnante principe Garseani in Pampilona et comité Flagino in Vecharia" (Ibidem, CCVTII). Donación de Barrera: "Ego Garsia rex una cum genitrice Tuta regina, Sancius, Ranimiri (rus) regis filius... Flaginus comes, Fortunio Galindo. E r a D C C C C L X X X V " (Ibid., CC IX. Véase Balparda: Hist. crít. de Vizcaya, II, pág. 44). Do mismo el nombre de Dain que el apellido Vermúdez son en aquellos días ajenos a Navarra, y así, me parece muy acertada la opinión de Balparda, que le considera originario de la comarca de Auca o de la región alavesa, considerándole como uno de los señores de aquella tierra que se pasaron al servicio del rey de Pamplona. Unos años más tarde era señor de Viguera un miembro de la misma familia llamado Iñigo Velázquez, según se desprende de una carta de 973, por la cual el mismo Iñigo, con su hermano Sancho Velázquez, dan a Albelda la villa de Bagibel, "reinando el príncipe Sancho en Pamplona y Ramiro en Viguera, y bajo la soberanía de ellos yo Iñigo Velázquez" (Tomás González: Col., VI, 24, número C C X V ) . Los hijos de Iñigo nos indican la familia: Velasco, Sonna, Didaco, et Flaginus. (11) Según las genealogías de Roda, la hermana del rey García, Velasquita, al enviudar de su primer marido, Munio Vela, el "conde vizcaíno", que

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De esta manera se perdió la Rioja interior, que no se incorporará a Castilla hasta fines del siglo xi. Durante mucho tiempo hubo entre los condes de Castilla y los reyes de Navarra un verdadero pugilato de donaciones con respecto a la abadía de San Millán de la Cogolla, inspirado sin duda por la devoción, pero sin excluir la mira política de la influencia en aquel santuario, y por él en el territorio circundante, pues en la altura cercana de Pazuengos se alzaba el límite de los dos Estados.

Sancho y los Velas. Sin duda, los Velas intentaron realizar una política semejante en la Rioja, y este fué el motivo de su expulsión por Fernán González. Desde este momento los hallamos en todos los ejércitos que combaten a Castilla, moros, leoneses y navarros, pero tal vez era preferible que luchasen desde fuera a que conjurasen dentro. No obstante, Sancho García los vuelve a admitir y les da gobiernos importantes en el condado (12). E n 998 un Asur Núñez domina es probablemente el "Munio Vigilani", conde de Lantarón y de Álava, se casa con Galindo, hijo de Bernardo, conde de Ribagorza, y muerto éste, con otro ribagorzano Fortún Galíndez, que fué el primer prefecto de Nájera, pasando entonces con ella a la Rioja los hijos que había tenido en su matrimonio con el alavés, Lope, Aznar y Sancho Muñoz, cuya descendencia jugará un papel importante en todas las luchas y diferencias por cuestiones de límites entre Castilla y Navarra (Cf. Balparda: Hist. crit. de Viz., I, pág. 359; II, páginas 52 y siguientes). (12) Recojo aquí la noticia de los personajes que con el nombre Vela o el apellido Velaz encuentro en los cartularios castellanos desde que comienza a gobernar Fernán González; Jimeno Velaz, armiger de García de Navarra, año 927 (Cart. de San Millán, pág. 29); Dolquiti Velaz, juez de Cerezo, año 936 (Ibid., pág. 36); Vela de Tobiella, año 940 (Ibid., pág. 36); Don Vigila de Ataio, año 988 (Ibid., pág. 48); Viglila abad, 947, firma carta de Fernán González (Ibid., pág. 48); Vigila Dolquitiz, año 947, en carta de Fernán González (Ibid., págs. 52 y 53); Beila Alvarez, año 948, en carta de Fernán González a San Millán (Ibid., pág. 54); Diego Beilaz, año 952 (Ibid., página 58); Veila Gutiérrez, año 972 (Ibid., pág. 68); Gonzalo Veila, sayón de Salinas, año 988 (Ibid., pág. 74); Munio Veilaz, año 991 (Ibid., pág. 75); ;

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en la importante plaza de Pancorvo, pero un Vela Gutiérrez figura en el séquito condal (13). En 1003 Asur Núñez sigue en Pancorvo, pero en el cortejo de Sancho vemos además de Vela Gutiérrez a Vela Alvarez y Oveco Alvarez, pariente, padre acaso, de Vela Ovecoz (14). Los mismos aparecen en 1006 confirmando una donación que una gran señora llamada Momadonna, sin duda parienta suya, hace in articulo mortis a San Miguel de Pedroso (15). Por la región de Oca figura en 1007 un Vela Gómez y un Vela González (16). Desde este momento ya no vuelve a aparecer ningún Vela

Fernando Veilaz, año 1003, en carta de Sancho García (Ibid., pág. 81); Beila Alvarez, año 1003 (Ibid., pág. 81); año 1006 (Ibid., pág. 82); Beila Gutiérrez, año 1003 (Ibid., pág. 81); Bela González, año 1007 (Ibid., pág. 82); Beila Didaz, año 957 (Bec. de Card., pág. 224); Beila Galindo, año 963 (Ibid., página 11); 964 (Ibid., pág. 13): Beila Paternez, año 950 (Cart. de Válpuesta, página 328); Beilla Rebellez, año 954. Carta de Fernán González en favor de Silos (Ferotin Recueil... de Silos, pág. 4); Alvaro Velaz, año 942 (Cart. de Arlanza, pág. 47); Bela Sarracinez, año 964 (Ibid., pág. 47); Ñuño Velaz, año 970, en carta de Garci Fernández (Ibid., pág. 54); Vela Garciaz, año 970 (Ibid., pág. 54); Beila Scemenoz, año 958 (Bec. de Card., pág. 225); Beila Sendinez, año 958 (Ibid., pág. 225); Begela Telliz, año 950 (Cart. de Valpuesta, págs. 323, 328 y 335), y 935 (Bec. de Card., pág. 229); Beilaz, año 963 (Cart. de S. Millón, pág. 46); Beila Didaz, año 957 (Bec. de Card., pág. 224); Didaco Beilaz, 1017 (Libro de Regla de Santularia, pág. 56), y 962 (Cartulario de S. Millán, pág. 58); Munnio Beilaz, año 962 (Bec. de Card., pág. 221), y 963 (Ibid., pág. 11); Beila Monioz, año 959 (Cart. S. Millán, pág. 63). Como se ve, el linaje de los Velas se extiende y ramifica, sobre todo, en la parte oriental del condado Aparecen una vez en el Cartulario de Santularia, unas cuantas en el de Arlanza, más en el Becerro de Cárdena, pero se les encuentra muy particularmente en las colecciones diplomáticas de San Millán y de Válpuesta. Se les ve actuando en tierras de Cerezo, de Oca, de Belorado, de la Cogolla, de Tobalina, de Valdegovia y de Salinas de Anana. (13) Bela González da a San Félix de Oca el monasterio de San Millán de Porcelos y otras posesiones en Losa, año 998, "comes Sancius in Castella, et sénior Assur Nunniz, dominante Ponticurvo". Confirma, entre otros, "Beila Gutier", un magnate de la tierra, que ya diez años antes había dado a San Miguel de Pedroso una serna con su hermano Tello Gutiérrez, y que unos años más tarde, en 1003, aparecerá suscribiendo una carta de Sancho García (Cart. de S. Millán, págs. 67, 79 y 81). (14) (Cart. de S. Millán, pág. 81). (15) Ibid, pág. 82. (16) E l 4 de enero de 1007, Godina, mujer de Vela González, el que ha-

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confirmando las cartas del conde, fuera de Vela Ovecoz, que en 1012 seguía dominando en Lantarón y Buradón, "bajo el imperio del mismo conde" (17). Podemos imaginar algún alejamiento de la corte condal, antes de la ruptura definitiva, alejamiento que acaso intentó evitar Sancho García invitando, según la gesta, a Rodrigo Vela, uno de los hijos de Vela Iñiguez, a asistir como padrino en noviembre de 1009, al bautizo de su hijo García, para unirle más estrechamente a la familia condal con los lazos del parentesco. No obstante, esa inquieta y numerosa familia continuaba sembrando la intranquilidad y el desorden en la zona oriental del condado. No sabemos si el rey navarro instigaba o aprovechaba sus manejos, aunque, tratándose de Sancho el Mayor, podemos

bía dado en 998 a San Félix de Oca el monasterio de Porcelos, da a la misma iglesia dos sernas, "la vina est sub villa Beila Gomiz, in rivo Aukensi" (Cari, de S. Millón, pág. 83). (17) Le vemos por última vez dentro de Castilla en el documento de confirmación de los fueros de Nave de Albura, "in era millessima qutnquassima". E l documento recuerda cómo "en tiempo del conde don Sancho, Beila Ovecoz de Patencia dominaba en Término (Santa Gadea), Lantarón y él Castro de Buradón (o bien Buradón y Castrobarto), y sucedió que este Beila Ovecoz, y Bravolio de Portilla y Gutierre de Valliocabo se presentaron en la villa de Nave de Albura, para cobrar en ella caloña de homicidio, y salieron de la villa Ñuño Alvarez de Mellietes y doña Justa de Maturana, que eran potestades de aquella villa, y se querellaron contra aquellos merinos, y fueron a Término, a la presencia del conde don Sancho, y dispuso que jurasen Ñuño Alvarez de Mellietes y doña Justa de Maturana con la escritura que tenían de su fuero, y juraron en la iglesia de Santa Gadea de Término, y salieron con aquel su fuero que habían tenido en todo tiempo, y que fué confirmado aquel día por el conde (Cart. de S. Millán, pág. 97). Lo mismo que en Nave de Albura sucedió en Barrio y Berberana, según la adición que encontramos en el mismo cartulario (pág. 59) a la carta de Fernán González de 955, redactada casi con las mismas palabras que el documento que acabamos de traducir: " Y vinieron Beila Ovecoz de Palencia y Gotiar de Vallecabo y Bravolio de Portiella y Oveco Centolle de Vallecabo con el sayón de Término a Berveía y a Barrio a pedir homicidio en los días del conde Sancho y de la condesa Urraca." Aquí los juradores fueron Alvaro Sarracínez y doña Justa de Maturana por los infanzones, y por los villanos, Eita Valeriz y Tello Sarracínez de Barrio. "Et ego cómate Sancio et domina Urraca cometissa hoc privilegium audivinus, et sicut hic scriptum est confirmamus per in seculum seculi valentem perhenniter."

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.sospechar que por lo menos los favorecía oculta e indirectamente, si bien no debemos de olvidar un hecho interesante, y es que cuando hacia 1013 Sancho se decide a librar el condado de agitadores, los principales de ellos encuentran un refugio, no en Navarra al lado de Sancho Garcés, sino en el reino de León, donde su estancia en época anterior y sus recientes lazos de parentesco les habían proporcionado influencia y posiciones.

Fijación de la frontera riojana. Tal vez haya que admitir por esta época un primer avance del rey de Navarra sobre Castilla, o más bien una rectificación, en algunos puntos fronterizos, aunque desgraciadamente no hay documentación que nos permita afirmarlo. Sancho Garcés fué un rey tenebroso, y todo su reinado, que tiene una trascendencia innegable, aparece envuelto en tinieblas. E l lugar donde está asentado el monasterio de San Millán había pertenecido desde sus comienzos, o por lo menos desde que tenemos las primeras noticias de su nueva existencia, al reino de Navarra. Fernán González había intentado inclinar de su parte la influencia de sus monjes sin conseguir nunca el dominio sobre la abadía. Garci Fernández se desentiende del monasterio riojano, al cual no hizo una sola donación. Sancho García vuelve a la política de su abuelo, y logra castellanizar la gran abadía riojana (18). Desde el año 998 hasta 1009 las escrituras (18) Desde 997 hasta 1011, todas las cartas del Cartulario de San Millán se refieren a Castilla y llevan en la calendación los nombres del rey de León y del conde castellano. E n 997 encontramos una donación del rey de Navarra García Sánchez con su mujer Jimena y su madre Urraca. E n 998, donación de Vela González, "comes Sancius in Castella et sénior Assur Nunniz dominante Ponticurvo" {Cari, de 8. Millán, pág. 79); en 1003, donación de Sancho a San Millán, "Sancius comes et Urraca cometisa" (Ibid., pág. 81); en 1006, donación de Muniadona a San Miguel de Pedroso, "regnantibus rege Adefonso in Legione et comité Sancio in Castella in regnis suis" (Ibid., página 82); en 1007, donación de Godina a San Félix de Oca, "rex Alfonso in Legione et comité Sancio in Castella" (Ibid., pág. 83); en 1008, donación del presbítero Juan a San Mames de Ovarenes, "rex Adefonso in Legione et co56

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de San Millán se calendan por el rey de León y el conde de Castilla. E n 1009 las cosas cambian. E l 25 de junio de ese año dosmagnates castellanos, Fernando y Munio Ermegíldez, dan a San Millán diversas posesiones situadas en Mena y en Castilla la Vieja, y en la fecha encontramos ya esta cláusula: "Imperando el rey Sancho en Castilla". Sancho Garcés había impuesto indudablemente sus derechos, y los había impuesto haciendo acatar al castellano los límites antiguos y obligándole a abandonar sus ambiciones riojanas. No carece de interés su carta del 24 de junio de 1011, con la cual empieza la serie de sus donaciones al gran santuario de su reino. Por ella da a la comunidad de San Millán el derecho de pastar sus rebaños en todos sus dominios, exceptuando las dehesas y campos de labrantío, "como les fué concedido, dice, por mis antecesores, por Sancho mi abuelo, por el rey Ordoño y por el conde Fernando". Esto parece indicar que el rey Sancho disponía en dominios, que fueron antaño del conde Fernán González. Parece efectivamente que hubo litigios de frontera por este sector, puesto que los dos Sanchos se deciden al fin a solventarlos pacífica y fraternalmente, "una concordia et conveniencia", con una hi-

mite Sancio Gareiane in Castella" (Ibid., pág. 84); en 1009, otras varias donaciones, "rex Adefonso in Legione et comité Sancio Garcianiz in Castella" (Ibid., págs. 84-85); en 1008, nueva donación de Sancho García a •San Millán, sin nombre alguno de rey (Ibid., pág. 87); en 1009, donación que dos magnates castellanos hacen a San Millán de posesiones en tierras de Mena y de Nájera, "imperante Sancio rex in Pampilona et Naiera, comité Sancio in Castella" (Ibid., pág. 89); en 1010, donación a San Millán del presbítero Sancho de Bobadilla, sin mencionar en la fecha ni al conde ni al rey (Ibid.. página 89). L a carta de 1009 en que se nombra a la vez al rey Sancho y - a l conde Sancho es como el signo de un cambio de política en la corte navarra. Sancho vuelve a las reivindicaciones de sus antecesores, y empieza reanudando las donaciones al santuario fíojano, la del 1011 y la que lleva la fecha de 1001, que debe ser del mismo año 1011. Los condes de Castilla no vuelven a figurar como donantes en el Cartulario de San Millán. Tal vez Sancho García protesta. Hay colisiones de jurisdicción entre los señores que mandan en los pueblos fronterizos, pero al fin el problema se resuelve amistosamente un año antes de la muerte del conde con el reconocimiento de los hitos antiguos, de la línea que había aceptado Fernán González al salir de su prisión de Castroviejo.

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tación que hicieron en 1016, respetando los mojones tradicionales. Trazaron la línea divisoria en nombre del rey, su gobernador en Viguera, Fortún Ochoiz, y en nombre del conde, Ñuño Alvarez, señor poderoso que mandaba sin duda en ella (19). L a cumbre de

Castillo de Peñacerrada.

la Cogolla se designó como primer mojón de una línea, que llega por la divisoria de aguas del Ebro y del Duero "hasta Garrache, (19) U n magnate llamado Munnio Alvarez encontramos ya en esta región limítrofe de Castilla y Navarra en 952 (Cart. de 8. Mülán pág. 59); pero más que el personaje de que aquí se trata, debió ser un abuelo suyo. E l Ñuño o Munio Alvarez del tiempo del conde Sancho puede ser el Ñuño A l varez de Mellietes que encontramos en los fueros de Nave de Albura (Ibidem, pág. 91) en 1012. Xuego figura en esta hitación (Ibid., pág. 99). Parece ser que no guardó con el infante García la fidelidad que había tenido con su padre, pues desde 1022 le encontramos al lado de Sancho el Mayor (Ibid., página 89), de quien será un buen cortesano después de la muerte del infante (Ibid., pág». 107, 110, 111, 112 y 113). Nunno guarda en la hitación el tratamiento castellano: duermo, frente al de sennor que se da el navarro; pero no tardará él en tomar este tratamiento pasándose al servicio de Sancho el Mayor. }

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antigua ciudad desierta", o sea, hasta las ruinas de Numancia, al occidente de Soria. Se ve que toda la sierra de Valvanera hasta la de Poveda y Almarza, por donde corre el Tera, hasta meterse en el Duero, quedó por Castilla, a quien pertenecía anteriormente, pues el acta nos dice que los mojones existían; en cambio, el monasterio de San Millán, que tanto podía significar como punto de apoyo para una política ambiciosa, quedó por Navarra. Y al fin del documento firman los dos fijadores de la frontera: "Duenno Nunno Alvaro de Castella et sennor Fortún Oggeriz de Pampilona testes et confirmantes". Duenno y Sennor: cada cual con el tratamiento honorífico propio de su tierra.

Sancho, conde asturiense. Este acotamiento fijaba únicamente la frontera riojana. No sabemos si en la zona superior al Ebro hubo conflictos y se zanjaron de una manera semejante. Podemos suponer que mientras vivió el conde de los buenos fueros, las cosas se ventilaron sin estridencias, con "concordia et conveniencia". A l mismo tiempo que conde de Castilla, el único título que después de Fernán González se solía mencionar en los documentos, Sancho era conde de Álava y de Asturias, "conde asturiense", como se solía llamar su abuelo (20). Los tres señoríos estaban vinculados a su persona. Con el nombre de Asturias se comprendía la provincia de Santander hasta el Asón, un río que desde tiempos remotos venía constituyendo la línea divisoria entre pueblos distintos dentro de la misma Cantabria. Distinguíanse las Asturias de Transmiera y las de Santillana. Sancho seguía dominando en todo esta región, como lo prueba la colección diplomática del monasterio de Santillana, que parece haber sido su santuario preferido, y además la carta de fijación de derechos jurisdiccionales y utilización de pastos (20) "Ego supradictus Fredinando Gundissalbiz, Kastellensis et Asturiensis comité concedo et confirmo atque contesto". Carta del 8 de aBrií de 968 relativa al monasterio de San Martín de Aguilar (Sota: Príncipes de Asturias y Cantabria, apéds., pág. 630).

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que el monasterio de Oña, por él fundado, debía disfrutar en el término de Espinosa de los Monteros, en los valles del Pas y de Soba o Asón y en las circunscripciones de Santoña, Sámano y Cabarga (21). E n la orilla derecha del Asón, es decir, en Santoña, empezaba la parte litoral del condado de Castilla propiamente dicho, extendiéndose hasta la margen izquierda del Nervión, comprendiendo, por tanto, no solamente la tierra de Castro Urdiales y L a nestosa, sino también los términos de Sámano, Sopuerta, Valmaseda, Carranza, Salcedo, Ugarte y Somorrostro, todo lo que hoy se llama las Encartaciones de Vizcaya. Y a en la fundación de Oña, Sancho da posesiones al nuevo monasterio no solamente en Soba, en Espinosa, en Valdegobia, en Tobilla, sino también in Remeto, en Romero de Carranza; y luego en la carta del 24 de junio del mismo año, en la carta de la concesión de derecho de pastos se señala por esta región como límite el tractwn, que va desde Espinosa de los Monteros hasta Sámano, aludiendo al antiguo camino, eje de las comunicaciones de la primitiva Castilla, que, atravesando el valle de Mena iba por Valmaseda, Zalla y Sopuerta, hasta Sámano o Castro Urdiales, debiendo entenderse por tanto incluídos en el acotamiento los valles cuyas aguas afluyen al Cadagua, y acaso también los de Somorrostro y Ugarte, aunque es posible que aquí la jurisdicción de Oña se detuviese ante los derechos del

(21) Puede verse esta escritura en Sota, ob. cit., pág. 652, y en nuestro índice de documentos, núm. 558. Y a anteriormente el mismo Sancho García, en el fuero concedido a Cervatos, afirmaba su dominio en esta tierra, recorriendo el mismo límite desde Santa María del Puerto, por junto a Carranza: "De Dorio ilumine usque ad ripam maris... coneedimus ut non detis portaticum... E t est primum terminum de Collado et de Orvo et de Ramporquero, et deinde ad Covares et usque ad summum de Penna de Laora (Peña Labra), et usque ad pennas de Munione, et usque ad castellum de Pinna, et totum cómodo descendit et usque ad ripam de Dena (Deva?), et usque ad mare, et juxta litus maris, et usque ad Sanctan Mariana de Pórtico (Santoña) et usque ad Pennas de Flavato, et usque ad castrum de Castella Vetera (Castrobarto), et usque ad portellum de Salazar et usque ad Cornus de Bezanus et ad Sanctam Gadeam" (Texto publicado por don Ángel Ríos y Ríos en Noticias de las behetrías, primitivas libertades castellanas, con una digresión sobre su posterior y también anticuada forma de fueros vascongados. M a drid, 1876. Véase también nuestro índice de documentos, núm 528). t

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monasterio de San Jorge, que ha dado nombre a la villa moderna de Santurce.

Castilla, en Álava. Esto no quiere decir que el dominio del conde de Castilla terminase en las márgenes del Nervión. A l otro lado se extendía el condado de Álava, sobre el cual seguían dominando los descendientes de Fernán González. No es posible señalar con precisión su frontera oriental, pero ya hemos dicho que debía avanzar hasta el Deva. Allí la influencia era de una poderosa familia, que bien sea por incompatibilidad con los Velas, bien sea por adueñarse del poder que ellos ejercían, sirvió siempre con lealtad a la casa condal de Castilla. Eran los Sarracínez. Y a los vimos al lado del conde Rodrigo en la segunda mitad del siglo ix, y más tarde al lado de Fernán González; ya vimos a tres miembros significados de esta casa repartirse en tiempo de García Fernández la influencia sobre el país, dominando uno de ellos, Alvaro Sarracínez, en Morillas o parte occidental del río Bayas; otro, Lope Sarracínez, en Divina, al noroeste de Vitoria, hasta la sierra de Arrato, y el tercero, Órbita o Aurivita Didacoz, en Estibaliz, es decir, en la llanada central alavesa (22). Esto era alrededor de 990. Poco después vemos a Alvaro Sarracínez actuando con el título de potestas, juntamente con doña Justa de Maturana, en Nave de A l bura, y ya antes le habíamos visto en el séquito de Garci Fernández, lo cual prueba que era subalterno suyo (23). Tal vez desde (22) Adición a la donación a la iglesia de Acosta por Arroncio en 871 (Cart. de San Millán, pág. 17; Llórente: Not. hist., t. III, pág. 107). Esta adición es de la época de Garci Fernández, "regnante rege Sancio in Pampilona, comité Lope Sarracínez in Divina, Aurivita Didacoz in Estivaliz Alvaro Sarracínez in Moriellas, sayone de cómate Nunno Balza; decano de episcopo, Oveco, presbiter de Virgale, comité García Fredenandiz in Castella" Ahora bien: sabemos por otros documentos que esos magnates seguían la corte del conde de Castilla y que disfrutaban bajo su autoridad las respectivas tenencias. (23) Con motivo de la donación de la villa de Ezquerra a San Miguel de

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su fortaleza de Morillas Alvaro ejercía una jurisdicción general sobre todo el condado alavés en nombre del conde castellano, pues una carta de 988 le supone gobernando todo el condado (24). E n 1012 aparece una vez más al lado del conde Sancho suscribiendo, como potestas, tal vez por la jurisdicción que seguía teniendo en Álava, los fueros de Nave de Albura (25). Pedroso, en 979: "Ego Garsea Fredinandiz divino favore comes... Gundesalyo Arderici, Oroivo Zahageli, Alvaro Sarracinez." (24) Donación de eras y un pozo de sal en Salinas de Anana en favor de Santa María de Arce (Cart. de 8. Millán, año 988, pág. 74): "Regnante rex Vermudus in Legione et comité García Fredenandi et cometissa domna A v a ni Castella; Alvaro Sarracinez in Álava." (25) Llórente (Not. hist. Provine. Vascongadas, t. I, pág. 112, y t. HE, páginas 34, 36, 175, 185 y 186), de acuerdo con Salazar y Castro, enlaza a los Sarracinez con la familia condal de Castilla, haciendo a aquel Sarracino, que suscribe en 864 una donación del conde Diego, hijo de Munio Núñez, el de Brañosera. De este Sarracino serían hijos Lope el Vizcaíno, de quien nos habla la Crónica General, y Alvaro Sarracines, el que suscribe escrituras con Fernán González en 945 y 947, quien a su vez sería abuelo, a través del apócrifo Sarracino Alvarez, que confirma los apócrifos votos de San Millán, de Alvaro Sarracinez, el de Morillas, y Lope Sarracinez el de Divina. L a hipótesis de un tronco común para los Sarracinez y los condes castellanos no tiene fundamento ninguno, pues los Sarracinez proceden de Vasconia y los ascendientes de Fernán González vienen de Cantabria. Puede admitirse, y aun es probable, que las dos familias se uniesen con lazos de parentesco en el curso del siglo X . Balparda (t. I, pág. 401) traza este árbol genealógico, que tiene más visos de verosimilitud:

Sarracino Sarracinez. Escrit. 941. I E y t a Sarracinez Escrit. 988.

Rodrigo Sarracinez. Escrit. 988.

Sarracino. Escrits. 864, 912, 921. I I Alvaro Sarracinez. Escrits. 945, 947, 958. Alvaro Sarracinez. Escrits. 979, 988, 990, 995 y 1.012 de Morillas y Álava.

Diego Sarracinez. Escrits. 945, 947, 981.

Lope Sarracinez. Escrits. 978 y 990 de D i vina.

Aurivita D i dacoz. de Estibaliz. (990).

Balparda olvida un Lope Sarracinez que aparece en las primeras cartas •de Fernán González alrededor de 930, y que, como hemos observado en otra

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Todo esto parece confirmar que Sancho, como su padre y su abuelo, seguía enseñoreando el condado de Álava con sus límites tradicionales. Sabemos, por lo demás, y ya lo hemos recordado en otra parte, que en 1012 Vela Ovecoz tiene en nombre del conde Sancho la fortaleza castellana de Término o Santa Gadea, la riojana de Buradón y la alavesa de Lantarón. Por aquella región, cerca de Miranda de Ebro, al Poniente, en la confluencia del Orón con el Ebro, estaba la villa de Nave de Albura, que se gloriaba de poseer un fuero amplísimo, "desde que fué edificada". Y sucedió, dice la carta, que Vela Ovecoz y Gutierre de Valliocabo vinieron juntos a dicha villa para cobrar en dicha villa una multa por crimen de homicidio y salieron de la villa Ñuño Alvarez de Mellietes y doña Justa de Maturana con la escritura de su fuero, y juraron en la iglesia de Santa Gadea de Término, y sacaron adelante el fuero que habían tenido siempre, y que fué confirmado por el conde aquel mismo día del año 1012. Entre los confirmantes f i gura Alvaro Sarracínez, que seguía a las órdenes de Sancho García, como conde de Álava (26). E l dominio del conde Sancho sobre

parte, puede ser el Lope de Vizcaya del Poema y de la Crónica General. Además introduce unos Sarracínez leoneses que figuran como testigos en cartas del rey Vermudo en 986 y 988, Sarracino Siliz, Eyta Sarracínez y Rodrigo Sarracínez, a los cuales habría que añadir un Ñuño Sarracínez que suscribe una carta de Sancho I en 960. Podríamos admitir a mediados del siglo x la inmigración en León de una rama de los Sarracínez en la desbandada general de señores alaveses y castellanos, que provocaron las tendencias centralizadoras de Fernán González; pero no debemos olvidar que en la corte de Ordofio II figura ya durante los primeros lustros del siglo un personaje de influencia que se llama en las cartas reales Sarracinus judex, y que podría ser el tronco de los Sarracínez leoneses. (26) Muñoz y Romero: Fueros municipales, págs. 58-59. Con Alvaro Sarracínez confirman Oveco Didaz, Fredinando Pelaiez y Assur Nunnez. Ninguno indica su título ni tenencia alguna de tierras o castillos, pero del mismo modo que Assur Núfiez dominaba por esta época en Pancorvo aunque no lo indica en esta carta, podemos deducir que Alvaro Sarracínez seguía gobernando el condado alavés como vasallo de Sancho García. Balparda afirma que en el 1012 esta región de Nave de Albura y Miranda había pasado al dominio del rey de Navarra, fundándose en esta frase del documento: "Contigit autem ut in tempore de illo comité domno Sancio...", como si dijérase: "En el tiempo en que el conde Sancho era todavía señor de esta tierra". E» j

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Álava continuaba hasta poco antes de su muerte, como se ve por algunas donaciones que tienen relación con aquellas tierras fronterizas. Es particularmente interesante una por la cual una gran señora llamada Elvira, en el año 1016 entrega al atrio de San Salvador de Oña sus tierras, palacios y solares en Berguenda, en Lantarón y en toda la cuenca del Plumencillo, es decir, en una región claramente alavesa. Y al fin leemos esta cláusula: "Escribióse esto en la era 1054, siendo Sancho conde de Castilla" (27). Y , no obstante, se encuentran ya por esta época documentos en que Sancho el Mayor afirma su dominio en las tierras que tradicionalmente habían pertenecido al conde castellano. E n una donación que hacen a San Millán García Fortún, magnate riojano, y su mujer doña Toda, se dice que el rey Sancho mandaba en Álava, en Pamplona y en Castilla, y la escritura se redacta un lunes primero de abril de 1013 (28). Tres años más tarde Sancho el Mayor, al entregar la villa de Olcast a San Juan de la Peña, afirma "que ejerce la

una suposición gratuita, pues la fecha 1012 se refiere al tiempo de la confirmación de los fueros, lo mismo que en la adición al documento de 955, al cual hemos aludido en la nota 18 de este capítulo. También allí encontramos esta frase: "In diebus comitis Sancii", y, no obstante Sancho figura en el docurruento confirmando in praesenti los fueros de Barrio y Berberana: " E t ego comité Sancio et domina Urraca cometissa hoc privilegium audivinus et sicut scriptum est confirmamus" (Cart. de 8. Millán, pág. 59). Por lo demas, son numerosas las cartas que reconocen el dominio de Sancho en Álava hasta el fin de su vida. E n este mismo tiempo de la confirmación de los fueros de Nave de Albura, Asur Núñez dominaba en Pancorvo y Vela Ovecoz en Lantaron y Buradon, tres fortalezas que suponen el dominio de Castilla sobre toda la región de Miranda. (27) Argáiz: Soled. Laur., t. VI, pág. 440: "Ego Gelvira trado corpus et animan meam ad atriumi Sancti Salvatoris Onnie... In Vergonda nostro palacio et meos solares...; ex alia parte via publica que exit de Vergonda et currit a Flumenciello... E t in Lantaron vineas..., et molinos in Flumenciello... Facta carta era MLIV, comité Sancio in Castella." (28) Cart. de 8. Millán, pág. 91. García Fortúniz o Fortuniones da Villar de Torre a San Millán. Confirman su mujer Toda, su hermano Blasco, su» hijos Jimeno y Lope, y tras ellos, "Fortun Ozoiz, dominus Vicariae, Fortun Sánchez, dominus Caparroso, Fortun López, dominus Ocon, Comes Monio González Alavensis, Bueno Patre, dominus Naiara. Sancio rege in Álava, in Pampilona et in Castella, rege Adefonso in Legione".

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potestad soberana en Pamplona, en Aragón, en Sobrarbe, en Ribagorza, en Na jera, en Castilla y en Álava" (29).

Averiguaciones cronológicas. Hay que decir, sin embargo, o bien que esta es una pretensión desmentida por los hechos, o lo que es más probable, que nos encontramos aquí en dos casos de esa cronología incierta de la ma-

Mendoza: restos del castillo.

yor parte de los diplomas de Sancho el Mayor. Hay, desde luego, error en la fecha de la donación de García Fortún, que habría que colocar quince años más tarde. E n primer lugar, el primero de abril de 1013 no fué lunes. Además, entre los confirmantes encon(29) Sancho el Mayor y su esposa doña Mayor dan a San Juan de la Peña la villa de Oloast. Confirman "Sancius episcopus Pampilonensis, Sancius Willelmus comes de Gasconia, Sancius (Mancius) episcopus Aragonensis. Ego Velasco Scriptor. Ego Sancius rex tenens culmen potestatis mee in Pampilona et in Aragón et in Suprarbi et in Ribagorza, in Nagera, in Castella, et in Álava, Ego domna Maior regina et nos Ferrandus filius" (M. Magallón: Colección diplomática de San Juan de la Peña, 1. c, núm. X X V I I ) . Reconoce Magallón que la copia es defectuosa, y que hay motivos para sospechar una equivocación en la fecha.

CAP. XXVI.—SANCHO GARCÍA Y SANCHO GAROÉ6

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tramos a Fortún Ochoiz, el que en 1016 hizo el deslinde de la frontera, que aquí lleva ya el título de gobernador de Viguera, a Fortún López, a quien se supone gobernador de Ocón, una fortaleza cercana a la sede de Auca, a no ser que veamos en ella el Ocón riojano, situado entre Viguera y Arnedo; y a Bueno Patre, que, según el documento, dominaba entonces en Nájera. L a realidad es que ni Bueno Patre dominaba en Nájera, ni Fortún López podía ser señor de Ocón. Precisamente de 1013 tenemos un documento castellano, relacionado con esta tierra en que se asentaba la fortaleza de Ocón: un matrimonio ilustre, Gonzalo y Gota, otorgan a San Juan de Hiniesta una iglesia situada en los alrededores de Briviesca, y sin acordarse del rey de Navarra dice el notario que gobernaba en Castilla el conde Sancho (30). A la misma conclusión nos lleva la presencia en este documento de Bueno Patre como gobernador de Nájera. Lo fué, efectivamente, pero después de 1025. Por estos años el señor que dominaba en Nájera era Iñigo Sánchez, y lo seguirá siendo hasta bien pasado el año 1020 (31).

(30) Cart. de 8. Millón, pág. 94: "Ego Gondisalvo et Goto... concedimus ad atrio Sancti Joharmis et Emiliani de Finestra..., era M L J , Sancio comité in Castella." (31) Carta de Leire de 1015: Iñigo Sánchez en Nájera (Moret: Anales de Navarra, lib. XII, cap. III, t. II, pág. 153). Carta de San Millán del 24 de junio de 1011: "Enneco Sangez Naialensis" (Cart. de S. MHló,n, página 90). Carta de San Millán de 1020, pág. 100: "Enneco Sánchez Naialensis." Por vez primera encontramos a "Bono Patre de Nájera" en la carta por la cual Sancho el Mayor introduce la observancia de Cluny en San Juan de la Peña, carta que lleva la fecha de 1025, pero que es acaso posterior (Magallón, ob. cit., núm. X X X I I ) . Bonopatre sigue firmando escrituras como prefecto de Nájera hasta el fin del reinado de Sancho el Mayor: 1030 (MagaUón, ob. cit, núm. X X X V I ) : "Bonopatre de Nágera"; 1030 {Cart. de 8. Millán, pág. 113): "Bonipatri". Donación de Sancho el Mayor con motivo de la traslación de las reliquias de San Millán. Tenemos, pues, que por lo menos desde 1011 a 1020 el prefecto de Nájera fué Iñigo Sánchez, y que Bonopatre no aparece como tal hasta 1025, lo cual nos obliga a retrasar por lo menos hasta después de esta fecha la donación de García Fortúniz a San Millán, en que el rey Sancho figura gobernando en Castilla. Observaremos, además, que el "scriptor" Velasco, que redacta esta carta, no aparece como notario de Sancho el Mayor hasta después de 925.

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Los mismos reparos se pueden poner a la fecha de la donación a San Juan de la Peña, que se supone hecha en 1016. Por ella don Sancho y su mujer doña Mayor entregan a aquel monasterio, centro de la reconquista aragonesa, la villa de Olcast. Entre las confirmaciones encontramos las de Sancho, obispo de Pamplona; Sancho Guillermo, conde de Gascuña, y Sancho, obispo de Aragón. Tras de sus nombres y del del notario—Velasco scriptor— leemos esta cláusula: "Yo Sancho rey, que ocupo la cima del poder en Pamplona, en Aragón, en Sobrarbe, en Ribagorza, en Castilla y en Álava." Hay aquí seguramente un error de fecha, como lo reconoce el mismo Magallón, excesivamente benévolo de ordinario, en sus juicios de las cartas de San Juan de la Peña. Se trata de una copia posterior muy defectuosa, y, por otra parte, en 1016 ni Sancho era obispo de Pamplona ni su omónimo obispo de Aragón (32).

(32) Véase esta carta en Magallón, 1. c., núm. X X V I I . No ignoro que los escritores de la historia eclesiástica de Navarra introducen por esta época un primer Sancho, obispo de Pamplona, cuyo nombre vemos en documentos de Sancho el Mayor que llevan las fechas de 1014, 1016, 1022, 1023, 1024, 1027, 1028, 1030 y 1033. Ahora bien: un documento de Leire de 1015, otro de San Millán de 1020, tres documentos procedentes de Albelda, de Hirache y del convento de monjas de Hiarte, y el famoso documento por el cual Sancho el Mayor introduce la observancia cluniacense en San Juan de la Peña, cuya fecha no puede ser anterior a 1024, nos dan a conocer otro obispo de Pamplona llamado Jimeno. E l problema que nos presenta esta documentación tiene una solución sencilla y evidente: todos los documentos en que aparece Sancho como obispo de Pamplona antes de 1024 son apócrifos, rehechos, refundidos e interpolados o adulterados en su cronología. Lo es el del 6 de julio de 1014 (donación de Sancho el Mayor a San Juan de la Peña; Magallón, núm. X X V I ) , donde firma el conde Guillermo de Gascuña, que sólo aparecerá en el séquito del rey de Navarra diez años más tarde; lo es el del mismo año relativo al monasterio de San Sebastián de Hernani, donde suscribe el obispo de Auca Julián, que no ocupaba todavía aquella sede; lo es este de 1016, que es ocasión de la presente nota, y cuyos descuidos, especialmente en la fecha, reconoce el mismo Magallón, y lo son los de 1022 y 1023, por los cuales Sancho el Mayor restaura la iglesia de Pamplona y confirma esa restauración. De ellos dice Villada: "Si los documentos en cuestión fueran auténticos, serían los más preciosos no sólo de la iglesia de Pamplona, sino de todas las de España en este periodo, pues, según su texto, fueron las

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Existen otros dos documentos, ambos de Leire, que a causa de sus anormalidades, tampoco pueden servir de guía al investigador. E l uno, que lleva la fecha 1014, es la donación del monasterio de San Sebastián, "en los confines de Ernani a la orilla del mar", donde hoy se asienta la capital de Guipúzcoa, a la gran abadía de San Salvador de Leire; el otro contiene la concesión de una viña que había sido confiscada a los vecinos de Funes por haber asesinado a diez moros en tiempos de paz, y lleva la fecha de 1015. N i uno ni otro nos dicen que Sancho gobernase en Álava o en Castilla, pero los dos colocan en su séquito a Julián, el "obispo burgense", y a Munio, "el obispo alavense". Sólo esto debía ya ponernos en guardia, pues sin contar con que Julián no era aún obispo de Burgos—Auca, ni el obispo de Valpuesta, ni el de Burgos— Oca, tenían nada que hacer por esta época en la corte de Navarra. Pero además los dos nos hablan del legendario abad de Leire, San Virila, y del no menos fabuloso rey Micaio, a quien Sancho el Mayor llama su pariente. Añádese a esto que el primero empieza con esta fórmula única en toda la documentación de Sancho Garcés III: Yo Sancho él Mayor, como si este calificativo fuese un nombre, y no un distintivo que le dio la posteridad. Las mismas subscripciones, a pesar de haber salido del mismo archivo y referirse al mismo monasterio, no están sin reproche. Nos sorprende en primer lugar encontrar los nombres de los cuatro hijos del rey, cuando en los diplomas de San Millán por esta época sólo aparece Ramiro el Bastardo, y los demás de 1020 en adelante. Entre los nobles confirmantes hay también discrepancias, que apenas se explican con un año de diferencia, como la de ha-

reuniones de que nos hablan verdaderas cortes del reino, en que estuvo presente lo mías granado de la Monarquía navarro-aragonesa; pero, desgraciadamente, hay que rechazarlos como apócrifos. N i en sus fechas, ni en su contenido, ni en su forma diplomática, resisten el más somero examen" (Historia eclesiástica de España, t. III, 1936, págs. 265-267). Tenemos, pues, que prescindir de un primer Sancho obispo de Pamplona antes de 1024, que es la fecha en que perdemos de vista a Jimeno, siendo reemplazado por el obispo Sancho, que suscribe los diplomas de Sancho el Mayor en los últimos años de su reinado.

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cer a Fortún Sánchez señor de Caparroso en 1014, y en 1015 señor de Arlas; o la de adjudicar a García López el dominio de Ruesta, y a Fortún Blázquez el de Funes, cuando vemos que en 1020 figura un tal Iñigo como señor de Funes, y García López como prior de todo el palacio. Probablemente, a pesar de las interpolaciones, hay algo que conservar de estos documentos, pero si vamos a juzgar por las confirmaciones, les conviene mejor una fecha posterior al 1030 (33).

La amistad de los dos Sanchos. L a documentación segura no nos permite suponer entre Sancho Garcés y Sancho García esa enemistad que existía entre el (33) E n el documento relativo al monasterio de San Sebastián suscriben los obispos: Mancio de Aragón, Sancho de Iruña, García de Nájera, Munio de Álava y Julián de Valpuesta, cuatro prelados que sólo hacia el 1025 pudieron encontrarse juntos, y tras ellos los magnates García López, prefecto de Ruesta; Fortún Blázquez, que lo era de Funes; Jimeno Garcés, de Sos; Jimeno Galíndez, de Navascués; García Ortiz o Fortúniz, de Leguía; Fortunio Sánchez, de Caparroso; Galindo Gómez, ganadero mayor (Véase Moret: Anales de Navarra, 1. XII, cap. II, ed. de 189, t. II, pág. 147). Compárense estos confirmantes de 1014 con los de la carta de 1015 en que Sancho el M a yor concede a Leire una viña en Funes: Obispos Mancio de Aragón, Jimeno de Pamplona, García de Nájera, Munio de Álava y Julián de Burgos; señores Fortún Blázquez en Funes, Jimeno Garcés en Sos, Jimeno Galíndez en Navascués, García Fortúnez en Leguía, Jimeno Iñiguez en Huarte, Lope Iñiguez en Marañón, Fortún Sánchez en Arlas, Iñigo Sánchez en Nájera, Fortún Sánchez en Echauri (Moret, ob. cit., 1. XII, cap. III). A pesar de las discrepancias y de que las dos escrituras proceden de Leyre, hay que reconocer que, en general, las suscripciones coinciden. E n vez de rechazar los documentos, creo más razonable transportarlos a una fecha en que pudieran explicarse las anomalías que se encuentran en ellos. L a presencia de Jimeno como obispo de Pamplona y de Iñigo Sánchez como prefecto de Nájera indicaría que el documento de 1015 es anterior, pudiendo fecharse entre 1020 y 1027. Una carta de 1027 (Moret, 1. c, lib. XII, cap. IV, pág. 190) nos presenta también a Fortún Blázquez en Funes y a Jimeno Garcés en Sos; en cambio, el prefecto de Huarte en los últimos años de Sancho el Mayor se llamaba Aznar Fortúniz, y el prefecto de Ruesta no era García López, sino Lope Iñiguez.

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segundo y el rey de León. Todo parece indicar que la fórmula "una concordia et conveniencia" del deslinde de 1016 inspiró constantemente las relaciones entre el gran conde y el gran rey, que debió ver y respetar en su suegro al maestro consumado en el arte de la política y de la guerra, y que de hecho se nos presenta en la historia como un aventajado discípulo del castellano. Por lo demás, durante los últimos años de Sancho García vemos al rey de Navarra más preocupado de redondear su reino en la zona oriental, arrojando a los moros de Aragón, apoderándose de Sobrarbe y ocupando el condado de Ribagorza. Por el lado de Castilla su única ambición por el momento se reduce a conseguir la rectificación de la frontera por la región de la Cogolla, el Urbión y Sierra Cebollera hasta el Duero en la forma que había sido respetada por Garci Fernández, en tiempo de Sancho Abarca, y acaso por Fernán González después de su segunda prisión.

E l conde, por su parte, debía tener el mayor interés en convertir aquel parentesco con el navarro en una amistad sincera. Dábase cuenta de la agresividad cada día mayor de la corte leonesa, donde crecía un rey animoso, rodeado de consejeros hostiles a Castilla, y temía por el porvenir de su condado, en caso de que le sorprendiese la muerte. De su matrimonio con doña Urraca Salvadores había tenido, además de la primogénita Munia Mayor, otras hijas, entre ellas una a quien llamó Tigridia, y otra a la cual puso su propio nombre, Sancha; pero el hijo deseado tardaba en venir. Vino, al fin, el mismo año en que el conde venció a los cordobeses y unas semanas después de su retorno victorioso de Córdoba, es decir, a fines de 1009 (34). Después de él nació una niña más, Elvira, que será la esposa del último rey leonés de la dinastía de Alfonso el Magno, Vermudo III; y al poco tiempo, acaso de sobreparto, murió la madre. Los Anales Compostelanos ponen la muerte de la condesa doña Urraca en el año 1012 (35), fecha acep-

(34) " E r a M X L V I I destruxit coimes Sancius Cordubam; eodem anno natus est infans García" (Anales Compostelanos, E . S., XXIII, pág. 319). (35) Ibid., pág. 319. Los Anales traen sólo estas dos palabras, en que veo

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table, puesto que dos años después vemos al conde otorgando unos fueros a la villa soriana de Berzosa, tres leguas al norte de Osma, juntamente con la condesa doña Fronilde, que es su segunda mujer, a juzgar por la forma en que está redactado el documento: "In coro... E n la asamblea de los hombres de Berzosa y de Alfania, esto es Miguel Tellez y Juan Sonnaz y Armentero Muñoz de Alfania y don Sancho y Antoniano y Munio Muñoz de Berzosa. ante estos hombres representantes del concejo, yo el conde Sancho y la condesa doña Fronilde hacemos una escritura de confirmación y de seguridad...; y si alguno de nosotros sin mandato del concejo entrare a cortar en nuestras dehesas pague una moneda, y si fuere de otras villas el que cortare sin beneplácito del concejo, le desnudaremos hasta la camisa, por fuero que tenemos del conde Sancho y de la condesa Fronilde..., E r a MLII."

Es la única noticia que tenemos de esta dama, que fué acaso la segunda mujer del conde Sancho. N i siquiera nos es posible sospechar el linaje a que pertenecía. E l nombre fué muy frecuente en aquel tiempo, y ya le hemos encontrado repetidas veces en la familia de Fernán González. A fines del siglo x y principios del x i se destaca en las Asturias de Santillana una dama linajuda llamada Fronilde, que, según algunos historiadores, era tía del conde don Sancho. E n 991, juntamente con su sobrino Ñuño Gutiérrez, nieto del conde Ródano, hace donación a Santa Juliana de un monasterio que tenían en aquella región. E n 998 asiste a la fundación de San Fructuoso de Mingo, y la carta conmemorativa del hecho le da el nombre de condesa, y en 1001 entrega al monasterio de Santillana otro que ella tenia en el territorio de Mortera. E l fuero de Berzosa no nos dice expresamente que Fronilde actuase en su concesión en calidad de mujer del conde, y así no estaría fuera de toda verosimilitud que a la muerte de Urraca el conde hubiera dado alguna

una alusión a la muerte de ia esposa de Sancho García: "Urraca cometissa." E n la misma forma notifican en 1017 la muerte del conde: "Sanctius comes nonis februarii."

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participación en el gobierno a esta "condesa Fronilde", hermana, al parecer, de su padre Garci Fernández, que debía evocar a los ojos del pueblo la figura legendaria del conde libertador (36). Existe otra carta, hasta hoy desconocida, que viene a confirmar esta última suposición. Es también del 1014. "Yo el conde Sancho y mi tía Fronilde, dicen los otorgantes, hemos convenido entre nosotros y hemos hecho un acuerdo con nuestros cultivadores y nuestros hombres, fijando por escrito las salidas, términos y presuras de Paredes Rubias y sus villas, y de Villanueva y de Alfama y de Villa gro (?) con sus aldeas hasta el arroyo de Don Cidi con sus heredades y arroyo de Castro de Ayuso." Se trata, al parecer, de un arreglo familiar que hizo el conde con doña Fronilde para fijar sus respectivos derechos sobre ciertos bienes patrimoniales, y el hecho de que en esta carta aparezca también el nombre de Alfania, o mejor Alfama, parece indicar que debemos localizarla en esta región del Duero (37).

(36) "Ego comes Sanci et condesa domna Fronilde facimus scripturam roboratione... Era MLII" (Véase nuestro índice de documentos, núm. 570). Carta de 991: "Domna Fronildi una cum sobrinis meis Munniu Gutiérrez et Nunu Gutiérrez... que sumus neptis domno Rodani Comité" (Josué: Libro de Regla de Santularia, pág. 50). Carta de 998: "San Fructuoso de Miengo. Dióle principio el abad Aufresio con el presbítero Liberio. Dedicáronlo a este santo, a San Pedro y a San Andrés, dando para ello licencia la condesa doña Fronilda, que se hallaba presente. Otorgóse la carta de dotación año 998" (Argáiz: Sol. Laur., t. VI, pág. 580). Carta de 1001: "Munnius Gutiérrez et domina Fronildi" dan a Santillana el monasterio de San Julián de Mortera, III feria, VIII kalendas iulias, era M X X X V I I I I " (Josué: LAbro de Regla, pág. 52). Carta de 1002: Endisclo, presbítero, vende a doña Fronilde una viña, siendo conde de Castilla don Sancho, que era sobrino de esta señora (Libro Becerro de Oña; Sota: Crónica de los príncipes de Asturias, pág. 494). E l Becerro •de Cárdena nos ofrece en 993 otra Fronilde que, en unión con su marido, Munnio Romániz, hace una donación a la abadía (págs. 214-215). Tal vez este Romániz es el mismo que el Rodániz de la carta de 991. (37) B. A . H., Col. Salazar, 0-7, fol. 35. Debo la noticia de este texto y de algunos otros procedentes de la colección de den Luis de Salazar al excelentísimo señor marqués de Sieteiglesias. Quede aquí constancia de mi gratitud por su bondad.

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CAPITULO XXVII ÚLTIMOS AÑOS DE SANCHO GARCÍA (1011 -1017)

La inf<mta Tigridia. Tensión de relaciones con León, cordialidad con el rey de Pamplona, indiferencia con respecto a los problemas de los musulmanes, que ya hacen bastante por despedazarse mutuamente, tal es el resumen de la política de Sancho en los últimos años de su gobierno. A l fin puede mirar con satisfacción el resultado de sus combinaciones frías y calculadoras: un condado enriquecido y engrandecido con nuevas adquisiciones, en que reinaba el orden y se consolidaba el prestigio de la dinastía condal. Ahora puede consagrarse ya libremente al arreglo de los asuntos familiares. Puede llamarse altivamente conde de toda Castilla, de una Castilla que sus normas habían pacificado y su política ensanchado. Hecho esto, le interesa asegurar el porvenir de sus hijos. Aquellos hombres duros y algo bárbaros tienen una exquisita sensibilidad para los afectos de familia. Fernán González logra hacer de sus hijas reinas y condesas; García Fernández sienta en el trono de León a su hija Elvira, y para Urraca, que desprecia el matrimonio, crea un verdadero Estado de carácter religioso y civil. Sancho García va a seguir el ejemplo del padre y el abuelo. Y a ha casado a su primogénita con el rey de Navarra. Tras ella vie-

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U n banquete de damas. (Biblia de Rodas, s. XI.)

ne Tigridia, una joven silenciosa, que ni tiene gustos ni acaso aptitudes para el mundo. Sancho toma su resolución: crear para ella un infantado que nada tenga que envidiar al que su herma-

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na Urraca disfruta desde su castillo-abadía de Covarrubias. Como su mujer está especialmente heredada en la Bureva, este nuevo señorío eclesiástico radicará en la parte septentrional del condado, que fué la primitiva Castilla, no lejos de la corriente del Ebro. Escoge el lugar con todo cuidado, y con un gusto innegable, en un recodo de la corriente del Oca, y en el antiguo camino de Espinosa de los Monteros, entre valles estrechos, ariscas gargantas, huertos y montes. Por cartas del siglo x sabemos que aquel paraje se llamaba ya anteriormente Onia, de donde viene el nombre actual de Oña (1). E n febrero de 1011 el conde Sancho y su mujer Urraca hacían un cambio de terrenos con uno de sus magnates, Gómez Díaz, y su mujer Ostricia. Estos reciben la villa de Tobera, cerca de Frías, y la de Quintanaopio, que existe todavía tres leguas al oeste de Oña, cediendo, en cambio, el lugar en que se asienta el monasterio, desde el sendero de San Román y la dehesa de doña Eilo, pasando por las iglesias de San Miguel de Pando y San Andrés hasta el portillo de Abienzo, la loma de Cantabrana, el valle Viatero, el collado de Orzales, la sierra de Petra Pionia y la loma que llaman el GallielJo (2).

Fundación de Oña. Unos días más tarde Sancho extendía el privilegio por el cual dotaba la fundación: "Yo el conde Sancho, decía, juntamente con la condesa Urraca, escuchando la voz saludable de Nuestro Redentor, con los corazones atentos y gozando de nuestra libre voluntad, después de meditarlo seriamente, hemos resuelto separar

(1) Oña parece un nombre relacionado con la voz Oni, que significa "pie" en la lengua vasca o ibérica, hablada en esta región antes que la ocupase la tribu celta de los autrigones. Hay que desechar la etimología de los cantares de gesta, según la cual Sancho habría levantado el monasterio de Oña en memoria de su madre asesinada, que habría llevado este nombre. (2) R. Menéndez Pidal: Orígenes del español, págs. 37-38.

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parte de nuestros bienes para remedio de nuestras almas, a fin de fundar una casa de santa vida en honor del Salvador, de Santa María Virgen, de San Miguel y de otros muchos santos inumerables, cuyas reliquias se encuentran en este lugar, y con cuyas oraciones esperamos encontrarnos a la derecha de Cristo cuando en el día terrible del juicio aparezca su gloria soberana. Hemos resuelto además dar a Nuestro Señor Jesucristo, creador de todas las cosas, la ofrenda de nuestra hija Tigridia, eligiéndola para que presida a todos los servidores de Dios y a todas las mujeres que aquí se consagren a Dios, para que realice lo que el Señor dice de sí mismo: Y o soy el Buen Pastor, y conozco mis ovejas y les doy la vida eterna. E s decir, oh hija, que debes tener el cuidado de los siervos y de las siervas de Dios en lo que pertenece a la salud de sus almas, haciendo que no les falte la doctrina espiritual y que sean alegrados con el rocío de la enseñanza celeste. Queremos también entregar nuestras almas y nuestros cuerpos, para que después de nuestra muerte nos pagues con una piadosa solicitud el cuidado que hemos tenido de ti." Sigue luego el obsequio a l a dilecta hija: la concesión de tierras, villas, iglesias, exenciones, monasterios, calatos y excusatos en la Bureva, en Taranco, en Mena, en Valdivielso, en Villadiego, en Amaya, en Valdegobia y en Álava. Eran 167 lugares y cerca del centenar de iglesias, y continúa el diploma: "Yo el conde Sancho y mi mujer Urraca, hemos oído leer, y creemos fielmente la lección divina, de que como el fuego apaga el agua, así la limosna borra el pecado, y por eso ofrecemos todas estas villas libres de caloña, injuria y contradicción, y las damos tanto por la salud de nuestra alma y de nuestro cuerpo como por la de nuestros padres, que ya murieron y migraron de este siglo, y por el perdón de los pecados de cuantos procedentes de nuestra progenie han de entrar en el camino de la carne." E n este acto solemne figuran al lado del conde los personajes más importantes del condado; en primer lugar, los obispos Blasio o Belasio de Valpuesta, Pedro de Oca y Sancho, abad-obispo de San Millán, cuya presencia parece corroborar la tesis de que el monasterio riojano seguía por esta época girando en torno a la

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política castellana; y tras los obispos, los representantes de las familias más conocidas de la región: Gutierre Díaz, Fernando Díaz, Munio Gustios, Rodrigo Téllez, Gonzalo Téllez, Munio Velázquez, Diego Téllez, Rodrigo Rodríguez, Gonzalo García, Gómez Díaz, Hanne Bermúdez, Rodrigo González, Ñuño Salido (3). Son los mismos que después de firmar en una carta del mismo año, relativo también a Oña, añaden: "Todos nosotros, hombres nobles e infanzones, arriba nombrados, que por mandato del conde Sancho hemos señalado los términos de que aquí se trata, juntamente con Munio Velázquez, vicario y merino del conde Sancho y de la condesa Urraca, aprobamos y confirmamos, por orden suya lo que aquí se dispone en favor de doña Tiglidia y de sus hombres" (4). Puede observarse aquí la ausencia completa de los Velas, así como la de Asur Núñez, que en 1003 imperaba en Paneorvo, y la de Alvaro Sarracínez, que tenía el condado de Álava, así como la del conde Fernando Peláez, radicado en los valles de Losa y Mena, y Ñuño Alvarez, el que algo más tarde se encargó de amojonar la frontera con Navarra en su parte meridional; pero ya hemos insinuado que estos magnates pertenecían casi todos a la nobleza de la comarca, y así sería aventurado sacar conclusiones de esta ausencia.

(3) Yepes: Crónica General de la Orden de San Benito, t. V, escrit. 44, folio 466. Esta escritura se encuentra fechada en la forma siguiente: "Tertia feria, dominica in X L prima, in era M X L I X " . E n 1011, el domingo primero de cuaresma fué el 10 de febrero, y, por tanto, esta carta se expidió el 12 de febrero. Dos días más tarde, "la feria V de la semana primera de cuaresma", dio el conde Sancho a la nueva fundación las villas de Soto Longo y Salduengo, en el partido judicial de Briviesca (A. H . N . , Clero, pergms. reales de Oña, número 6 bis, leg. 160, en letra visigoda). Y , no obstante la escritura de cambio de terrenos entre el conde y el magnate Gómez Díaz, lleva la fecha del 27 de febrero de 1011. (4) "Et nos omnes nobiles et infanzones supra nominati, qui praetaxatos términos divisimus et asignavimus ex mandato comitii Sancii curra Munio Belazquiz, qui erat vicario camitis Sancii et de comitissa Urraca et erat merino similiter laudavimus et confirmamus hoc donum et testifieamus" (Sota: Crónica de los príncipes de Asturias, escrit. 24, pág. 652).

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Un nuevo infantado. En suma, lo que el conde Sancho creaba en aquel invierno del año 1011 era un gran señorío religioso y civil a la vez, que quedaría vinculado en la persona de su hija, y cuando ella muriese en cualquiera otra matrona de la familia condal. Tigridia, una niña que no tendría entonces mucho más de quince años, sería la superiora de un monasterio dúplice, en el cual, según la antigua usanza visigótica, servirían a Dios, bajo un mismo mando, aunque en edificios distintos, los monjes y las religiosas; y a la vez la señora de un vasto dominio, que se extendía por el condado de Álava, por los valles de la Vieja Castilla, por la Montaña, por la Bureva y por las llanuras contiguas a tierra de Campos. Para ayudar a la tierna abadesa vino del monasterio cercano de San Juan de Cillaperlata una hermana del conde, llamada Oneca, que ejercía allí el cargo abacial desde algunos años antes. "Dícelo, declara Argáiz, una escritura que el año 1002 hizo a sus vasallos de Cobos, digna de leerse porque se nombra allí a Munio Velasco, merino del condado" (5). Y al lado de ambas figura como consejero un piadoso varón llamado Juan, a quien se da el nombre de abad; las cartas de Oña por aquellos años aluden a este triunvirato, en el cual, sin duda, tenía Tigridia la mayor autoridad nominal. E l primero de octubre de 1014, en su fórmula de profesión a la cual llama pacto real, una señora llamada Eldoara "dice que se entrega al atrio de San Salvador y de San Millán de Oña y al abad Juan con sus tierras, sus iglesias y sus libros, y entre ellos uno del orden toledano". Dos años más tarde profesa una. mujer ilustre de la región en que se juntaban los condados de Álava y Castilla, y lo hace con estas palabras: "Yo Elvira entrego mi cuerpo y mi alma al atrio de San Salvador de Oña y a ti doña Tigridia, con toda mi hacienda, solares, palacios, viñas, sernas y molinos" (6). Alguna vez es la

(5) (6)

Argáiz: Sol. Laur., t. VI, pág. 439. Ibid., pág. 440.

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abadesa Oneca la que figura en las donaciones. E l conde don Sancho siguió distinguiendo con sus liberalidades aquella casa levantada con tanto cariño. E l 27 de febrero de 1011 establece el coto de Oña de acuerdo con los infanzones y con la intervención de su juez Fanne Vermúdez, uno de los que habían firmado la carta de fundación (7); el 14 de mayo añade a las villas anteriores la de Salas de Bureva, en el alfoz de Poza (8); el mismo año le concede sus posesiones de Sotolongo y su porción de Espinosa (9); en 1014 hace donación a la abadesa Tigridia y a San Salvador del lugar de la Nuez (10). Es muy interesante la carta por la cual concede al monasterio recién fundado un derecho de pastos, semejante al que Sancho el Mayor había dado en 1011 a San Millán. Los límites que se fijan coinciden por el Oeste con los que el mismo conde fijó en 999 a Cervatos, mientras que por la parte oriental van desde Espinosa de los Monteros hasta el Nervión. De esta manera convertía el conde a su hija en la señora mas poderosa del condado.

Sancho de Casulla y Ramón Berenguer de Barcelona. Asegurado el porvenir de Tigridia, pensó Sancho en otra de sus hijas, la que llevaba su mismo nombre, y para ella encontró un marido ilustre en el conde de Barcelona, Ramón Berenguer el Curvo. Tal vez el matrimonio se preparó en la corte de Navarra, que mantenía estrechas relaciones con el conde catalán, que no tardará en reconocer cierto vasallaje con respecto al rey Sancho el Mayor. Sabíamos que Ramón Berenguer estuvo casado con una señora llamada Sancha. En marzo de 1021 se presenta ante el conde Berenguer y su mujer Sancha un expediente o acusación de homicidio. E l nombre de Sancha aparece también en una carta de 1023 por la cual Ermesindia, madre del conde de Barcelona, en(7) (8) (9) (10)

Véase en nuestro índice de documentos el núm. 555. Ibid., núm. 557. Ibid., núm. 558. Ibid., núms. 567 y 569.

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trega a su hijo un gran número de castillos, y del año Í025 hay un diploma del conde que empieza con estas frases: "Yo Ramón Berenguer, conde marqués por la gracia de Dios, que fui hijo del conde Ramón, de santa memoria, juntamente con mi mujer la condesa Sancha, que fué hija del conde Sancho, varón poderosísimo, a todos vosotros los que estáis en la ciudad de Barcelona" (11). Se ha pensado que esta condesa pudiese ser hija de un Sancho Guillermo, conde de Gascuya, que figura al lado de. Sancho el Mayor como vasallo suyo, pero hay que tener en cuenta que ese calificativo de varón potentísimo se concilia mal con la persona de aquel señor ultrapirenaico que, para conservar el título, tuvo que someter su señorío al rey navarro, y además que en este documento que acabamos de citar se da por muerto al padre de la condesa, y sabemos que Sancho Guillermo no había muerto todavía en 1025.

Juicio de un autor árabe. Afortunadamente, tenemos el testimonio de un autor árabe, que viene a sacarnos de toda duda, contándonos la genealogía de la condesa, la época y las circunstancias del casamiento, y haciendo además del conde de Castilla un retrato impresionante, en el que resaltan por modo admirable la capacidad, la nobleza, la sugestión personal y el prestigio que logró conservar hasta el fin de su vida. Es Abenhayan, autor del siglo xi, quien habla, pero él no hace más que transmitirnos lo que le contó un alto funcionario musulmán llamado Abu Omaya, que de Córdoba había ido a establecerse en Tudela. Allí vio a Sancho García en 1016, cuando (11) Contra Próspero de Bofarul (Los condes de Barcelona, vindicados, tomo I, págs. 238-239. Barcelona, 1836) y contra el parecer de loa Historiadores del Languedoc, t. II, págs. 28 y 82, la mayor parte de los historiadores modernos admiten que el conde Ramón Berenguer se casó con Sancha de Castilla, y no de Gascuña. Es decisivo el testimonio del autor árabe que cito en el texto, y que los escritores antiguos no conocieron.

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se dirigía a Barcelona para la celebración del matrimonio de su hija con el conde Berenguer Ramón. E l conde castellano había conseguido del emir Mondzir libre paso por aquellas tierras, sujetas todavía a los musulmanes; pero los habitantes de Tudela protestaban de lo convenido, y querían ahorrarse la vergüenza y la carga de aquella visita. Conociendo estas disposiciones, el conde castellano envió un mensaje pidiendo parlamentar con algunos de los notables de la ciudad. "Yo mismo, continúa Abu Omaya, fui uno de los diputados que la ciudad destacó con este motivo. Nos dirigimos a su campamento, donde contamos alrededor de seis mil caballeros y peones. Llegados a su tienda, le encontramos sentado sobre un estrado guarnecido de almohadones y vestido a la manera musulmana. Tenía descubierta la cabeza, y sus escasos cabellos empezaban a blanquear. Su tez era morena y poseía una hermosa figura. Nos dirigió la palabra con gravedad y elegancia, explicó el motivo de su viaje y mencionó la convención que había hecho con nuestro príncipe. Por nuestra parte le hicimos conocer la repugnancia de nuestros conciudadanos a permitirle pasar cerca de la ciudad y su designio de impedirlo por la fuerza. E l nos aconsejó que no lo hiciéramos, y nos hizo presente que un combate podía tener para' nosotros consecuencias desagradables. Le dejamos para ir con la respuesta a los habitantes de la ciudad; pero la multitud no quiso oírnos, y escuchando sólo su indignación, contra el parecer de los chaikhs, se arrojó sobre los carros rezagados de la retaguardia, que conducían víveres del ejército, para robarlos. Cuando Sancho se dio cuenta de ello, ordenó a unos quinientos de sus caballeros que se precipitasen sobre los asaltantes. Todos los habitantes de la ciudad estaban allí, pero no pudiendo resistir el ímpetu de aquellos quinientos hombres, volvieron las espaldas y buscaron a toda prisa las puertas de la ciudad... Yo no he visto, continúa el diputado de Tudela, entre los cristianos, guerreros tales como los de Sancho, ni entre sus príncipes un hombre que le igualase en la gravedad de la actitud, en el valor viril, en la claridad de espíritu, en la cultura y en la fuerza persuasiva de la palabra. E l único que podía comparársele era su pariente por afinidad y

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homónimo Sancho, hijo de García, señor de los Bascones, que tras la muerte de Sancho de Castilla reinó solo" (12).

Paralelo entre los dos Sanchos. E l elogio es espléndido, y no falta en él el paralelo entre Sancho de Castilla y Sancho de Navarra, que debió hacerse entonces

Músicos. (Beato del siglo X, de la B. N., fol. 127.)

frecuentemente. Hay, efectivamente, muchos puntos de contacto entre estos dos caudillos: certera visión política en ambos, en ambos el ardor bélico, cuando fracasaban las combinaciones diplomáticas, en ambos la misma falta de escrúpulos para escoger los medios que habían de llevarles a sus ambiciosos fines. Hay que notar, sin embargo, una diferencia, que depende acaso del impulso original de sus pueblos respectivos. A Sancho de Castilla se le pasó la mayor parte de su vida combatiendo a un enemigo terrible, al califato en sus días de mayor pujanza, unas veces con la dip!o(12) Dozy: Recherches..., I, tercera edi., pág. 203; véase también R. Menéndez Pidal: Docum. Ungüíst., pág. 503.

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macia y otras con las armas, y de tal manera supo manejar estos dos procedimientos, que la realidad vino a decirle que tenía razón completa. E l navarro, en cambio, no comprendió su hora. Apenas recordó que existía a su lado el Islam en plena descomposición. Más afortunado que Sancho de Castilla, no encontró enemigos poderosos. Empezó absorbiendo a título de heredero o de pacificador los pequeños Estados del este y del norte de Navarra;

Escena de la vida musulmana en una cajita hispano-árabe de marfil. (Louvre.)

supo habilísimamente convencer a los castellanos de que encontrarían en él un vengador sincero, y aprovechándose del ímpetu de estos nuevos colaboradores, llegó a poner en peligro la existencia del reino de León. E l ve con claridad el gran problema de su pequeño reino hereditario: el ahogamiento irremediable si se le corta la expansión por el Sur. Con el amojonamiento de 1016 tiende a buscar una salida, reprimiendo la presión castellana; su gran error político, el despedazamiento de aquella Castilla que estaba llamado a proteger, obedece seguramente a esa idea fun-

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damental; y que fuese un error nos lo prueban las terribles consecuencias que ocasionó. Sancho de Navarra apenas se pone en contacto con la civilización mora. Se diría que no le interesa recuperar las tierras musulmanas que se extienden en los costados de su reino hasta el Pirineo. No siente la obra de la reconquista. Propietario de una provincia situada en la vertiente francesa, la Gascuña, dirige sus miradas hacia el panorama de la cristiandad occidental, y con l a introducción de la observancia cluniacense, comienza la empresa de la europeización de España, que completarán sus hijos. Tampoco el conde castellano desconoce esta tendencia a la intensificación de las relaciones con los demás pueblos cristianos, que había sentido vivamente Castilla desde sus comienzos. Su red diplomática llega hasta Barcelona, y con un matrimonio logra establecer el primer nudo entre los dos poderosos condados. ¡Con qué ilusión, con qué avidez contemplarían por vez primera la gran ciudad mediterránea y las aguas del mar interior aquellos seis mil guerreros castellanos de que nos habla Abu Omaya!

El conde Sancho y la cultura musulma/na. Pero, a fuer de profundamente español, Sancho García era admirador de la civilización musulmana. No puede ponerse en duda su fervor cristiano; palpita en muchas de sus cartas, y especialmente en el diploma de la fundación de Oña, que es un monumento de fe y de preocupación religiosa; pero sus luchas con los musulmanes y sus relaciones diplomáticas con ellos le habían dado a conocer el esplendor de la civilización cordobesa. No en vano había pasado por Toledo, había llegado a Córdoba, había recibido innumerables veces las embajadas de los califas y había tenido que concertar paces con los moros. E n Córdoba le vemos deslumhrando a los patricios de la ciudad con su gesto y su elocuencia. Abenhayan nos le pinta hablando con gravedad y elegancia, consciente de su poder, vestido a usanza mora y sentado entre ta-

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pices y almohadones. Esto era en Tudela, en país musulmán, pero otros relatos nos permiten descubrir en su palacio de Burgos esa misma influencia de la cultura musulmana. Probablemente, en torno suyo, se cantaban ya las gestas guerreras de sus antepasados y la historia lamentable de su padre; pero él no era un exclusivista. Con aquella generosidad que le movía a perdonar a los enemigos tradicionales, y a llenar de privilegios las villas y castillos del

Un juglar. (Beato de Silos.)

condado, abría su corte a los juegos, a las diversiones, a las comodidades y a los conocimientos que podía brindarle el mundo decadente del Islam andaluz. Es probable que viviese a su lado algún discípulo de las escuelas médicas de Córdoba y Toledo; es seguro que tenía cantoras y bailarinas andaluzas, que cantaban cantos moros en la lengua de los árabes, y sabemos que en su palacio se celebraban fiestas, que recordaban las de los palacios cordobeses. Un médico cordobés llamado Aben Al-Kattani, nos cuenta que asistió una vez en la corte de Sancho García, sin duda en Burgos, a una fiesta donde se lucieron varias cantoras y danzarinas, regaladas al conde por el califa de Córdoba; la condesa caste-

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llana pidió a una de ellas que cantara, y al oír los versos árabes del canto, una esclava del palacio rompió a llorar. Advirtiólo Aben-Al-Kattani, y se acercó a la esclava para preguntarle la causa de su llanto, y ella contestó: "Estos versos son de mi padre, Suleiman ben Mihrán, de Zaragoza; hace mucho que estoy cautiva, y desde entonces nunca he tenido noticias de mi familia." No nos cuenta el escritor árabe cómo terminó aquella escena, pero conociendo el carácter del conde castellano, podemos sospechar que acabaría dando la libertad a la esclava (13). Y esto no le impide proseguir la lucha contra los moros, que era la razón primera de la existencia de Castilla, y debilitarlos y despreciarlos como lo hizo en aquel desdeñoso discurso que dirigió a los xerifes de Córdoba cuando salieron a visitarle en su campamento.

La obra de Sancho Garda. Aun mirando a distancia, tenemos que reconocer en el tercer conde soberano de Castilla la figura sugestiva que se impuso a sus contemporáneos por la fuerza de su personalidad. Había arrebatado de las manos de su padre el gobierno del condado en un momento crítico, cuando parecía venirse a tierra la obra genial de Fernán González, y no solamente logró salvar la situación, sino que había triunfado completamente de los enemigos exteriores, y en el interior había continuado desarrollando los rasgos diferenciales de la vida castellana, enriqueciendo a sus vasallos con los despojos de los moros y dándoles la conciencia de su misión gloriosa. Si su padre, guerrero indomable más que político previsor, había preferido luchar obstinadamente contra las fuerzas cósmivas del vendaval, que ascendía del Andalus, él, más oportunista, adoptó la actitud del hombre que se pone la capa del lado por donde sopla el viento; y así pudo primero engañar a Almanzor y después resistirle y aun vencerle. (13)

R. Menéndez Pidal: Poesía árabe y poesía europea, 1941 paga 35-36. i

San Salvador de Oña.

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Desgraciadamente, hay una cosa contra la cual no puede nada la previsión política: Sancho de Navarra murió sin perfilar su •obra, o si se quiere, destruyéndola; Sancho de Castilla es sorprendido por la muerte sin haber logrado acabarla. A l volver de su viaje a Barcelona podía considerarse feliz pensando que ya no le quedaba más que criar y formar para el gobierno al tierno infante, en quien había concentrado todas sus atenciones y todas sus esperanzas. García iba a cumplir, al fin de aquel año, los siete años de edad. E l no era viejo todavía. Estaba casi calvo, y los mechones de pelo que cubrían sus sienes empezaban a blanquear, pero el diputado de la ciudad de Tudela acababa de verle tieso y firme, y con la cabeza erguida. Tendría entonces de cincuenta a cincuenta y cinco años. Con diez años más habría asegurado el porvenir de su hijo y el de Castilla. E n cambio, una muerte prematura podría traer consigo los mayores desastres: sería la minoría, con toda su secuela de revueltas, de intrigas interiores y de exteriores concupiscencias. Lo que había sido en León la minoría de Alfonso V , agravado por la presencia de una madrastra en lugar de una madre enérgica y vigilante. Y además ahora, por un lado se insinuaba una protección peligrosa y por otro amenazaba una hostilidad manifiesta. Seguramente fué en estos últimos años cuando Sancho tomó aquella precaución de que nos habla la Crónica Najerense: " E l conde Sancho, dice este viejo texto, fué llamado el Bueno por haber dado los buenos fueros. Los castellanos, en número de ochocientos caballeros, todos ellos nacidos de noble linaje y de matrimonio legítimo, le rindieron pleito homenaje, prometiéndole con juramento que habían de servir siempre como a señor al descendiente más cercano de su familia, de cualquier sexo que fuese". Según el cronista, el juramento se hizo espontáneamente, pero bien podemos ver aquí al genio previsor de aquel hombre, que a juzgar por esta medida, debió tener en su última hora el presentimiento de los males que se iban a abatir sobre Castilla en cuanto faltase aquella dirección firme e inteligente con que él había logrado establecer el orden y la paz.



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Su muerte y su grandeza. " Estos temores se convirtieron inesperadamente en una realidad trágica. Aquella tutoría interesada y temible que el conde había pensado ejercer sobre su sobrino el rey de León, será el destino fatal de su propio hijo. Pocos meses después de aquel viaje triunfal y de aquellas fiestas nupciales de Barcelona, Sancho García dejaba de existir. Fué el 5 de febrero del año 1017 (14). Así lo dice el epitafio de la sepultura, que tuvo a la puerta de San Salvador de Oña, donde sus infanzones le dieron tierra cumpliendo sus deseos, y donde descansa todavía. Un monje del monasterio escribió este elogio, que trasciende ya a la nueva manera de la literatura cluniacense, pero que no fué compuesto muchos años después de la muerte del gran conde. Decía así: "Este es el conde Sancho, el que dio los buenos fueros a los pueblos. L a santa ley fué su compañera y el bienestar del reino su mayor cuidado. Destruyó a los moros, y desde entonces brilló la estrella de Castilla. E l construyó estos lugares, y de aquí sacó la norma para informar su vida. Vencido al fin, aunque fuerte varón, por el peso de la muerte, salió de este mundo y se encaminó hacia Cristo. Descansó en paz después de muchas victorias alcanzadas de los moros en las nonas de febrero, de la era 1055" (15). Varón fuerte se llama también en (14) Crónica Najerense, libro III, capítulo I: G. Cirot: B. Hi. Burdeos, 1906-1911. (15) " E r a M L V obiit comes Sancius (Cronicón Burgense, E . S., XXIII, página 308); " E r a M L V , comes Sancius nonis februiarii" (Anales Compostelanos, íbid.. pág. 319). E l epitafio de Oña está de acuerdo con lo que nos dicen los Anales Compostelanos, así como los Toledanos, que dicen: " E r a M L V murió el conde don Sancho el que dio los buenos fueros" (Ibid., pág. 384). L o mismo la Najerense: "Obiit era M L V " (G. Cirot, 1. c.). Sólo los Complutenses o Castellanos Segundos señalan el año 1021: "In era MLVIIII obiit comes Sancius García" (Ed. de Gómez Moreno, pág. 26), y podría favorecerles una escritura del año 1020 en que se dice que reinaba en León Alfonso y el conde Sancho en Castilla (Escalona: Hist. de Sahagún, escrit. 77). Son yerros evidentes de fecha, lo mismo que el de otra escritura de 1028 citada por M o rales (Crónica, 1. XVII, cap. 40). Si se tiene en cuenta que ya antes de 1021

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este elogio funerario a Sancho García, y esa impresión de fuerza serena, razonada, consciente, debió ser con respecto a él general entre sus contemporáneos (16). Varón potentísimo se le llamará en el documento catalán ya citado, unos años después de su muerte, y el historiador extranjero, dice Berganza, que en el siglo x escribió los milagros de la santa fe, al mencionar una batalla suya con los moros, por la cual consiguió el rescate de muchos cristianos, y entre ellos el de un caballero de Tolosa llamado Raimundo, le da también el mismo calificativo de viro potentissimo, que le daba el conde de Barcelona, al cual añade el de milite meritissimOj es decir, querrero merecedor de toda alabanza (17). A d mirados de su valor, muchos de sus caballeros quisieron dormir junto a él el último sueño en aquel pórtico de San Salvador de Oña, y Morales nos habla en particular de un camarero suyo llamado Gutierre Rodríguez de Toledo, de quien decía la losa sepulcral que murió el 12 de noviembre de 1027, y de su mayordomo Diego López de Villacanes, cuyas armas, grabadas sin duda más tarde, eran dos lebreles en campo de plata, símbolo de fidelidad (18).

encontramos el nombre de García en las cartas castellanas, podemos dar como segura la fecha del 5 de febrero para la muerte del conde Sancho y así lo considera R. Dozy (Recherches..., t. I, 1881, pág. 103). (16) "Murió Sancho—dice Berganza—a 5 de febrero de 1017, según dice el epitafio de su sepultura, que tuvo a la puerta de l a iglesia de San Salvador de Oña, el cual conviene con lo que dicen los Anales Compostelanos. Pondré aquí el epitafio que hallé en un libro gótico de la Exposición del Apocalipsis, que está en la librería de dicho monasterio: (

Sancius iste comes populis dedit óptima jura; cui lex sancta comes ac regni máxima cura; mauros destruxit, ex tune Castella reluxit; haec loca construxit, istinc normam quoque duxit. Tándem vir fortis devictus pondere mortis, pergens ad Chritum, mundum transposuit istum. Comes iste, post multas victorias habitas de Sarracenis, quievit in pace sub era ML.V, nonis februarii. (Berganza: Antigüedades de España, t. I, pág. 311)

(17) Berganza, ob. c i t , t. I, pág. 107; Fel. Lablé, Bibl. M . SS., t. II, página 542. (18) Morales: Crónica General de España, 1. XVII, cap. 40.

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E l gallego Lucas de Tuy, que trata con despego la figura de Fernán González, y que, reacio a reconocer la personalidad de Castilla, habla siempre del condado de Burgos y de los condes de los burgaleses, hace de Sancho este cálido elogio: "Fué valeroso en las armas, prudente en sus obras, justo en sus sentencias y superior a todas las fatigas. Son muchas las derrotas que infligió a los sarracenos. Nuestra pluma no podría ponderar debidamente con cuánta gloria gobernó su condado. Dio buenos fueros y procedió siempre con vigor y con sabiduría" (19). Con estas alabanzas coinciden las que le tributa el Toledano, haciendo resaltar de paso el rasgo fundamental que hemos señalado en su política: "Fué, dice, un varón prudente, justo, liberal, valeroso y benigno, que supo enriquecer a los nobles con una nobleza más alta y mitigar entre los humildes la dureza de la servidumbre" (20). Este es el más brillante elogio que se puede hacer de un gobernante.

(19) (20)

Cronicón Mundi, en "Hisp. Illustr.", t. IV, pág. 90. De rebus Hispcuniae, 1. V, cap. X V H I .

CAPITULO

XXVIII

MINORÍA TURBULENTA DEL INFANTE GARCÍA (1017-1028)

Reconocimiento del infante. • E n febrero de 1017, cuando sucede a su padre don Sancho, el pequeño heredero tenía siete años y dos meses (1); por eso la Historia le ha llamado el Infante, es decir, el niño de familia ilustre. (1) Los Anales Compostelanos señalan con toda precisión el año del nacimiento del infante, asociándole a un suceso de fecha indudable: " E r a M X L V H destruxi comes Sancius Cordobana. Eodem armo natns est infanta García" (E. S., XXIII, pág. 319). E l Cronicón Burgense repite las mismas palabras (Ibid., pág. 308). E l mes del nacimiento lo señalan los Complutenses y los Toledanos, diciendo que fué en noviembre, dato seguro, aunque unos y otros yerran en el año. Nació, pues, García en noviembre de 1009. Los Anales Complutenses ponen la muerte del conde Sancho en la era M L J X , año 1021. Es un error. Debemos aceptar el año 1017 del Cronicón Burgense, de los Anales Compostelanos, que dicen escuetamente: "Era M L V Sancius comes, nonis frebuarii...", y de los Toledanos, en que leemos: "Murió el conde don Sancho, el que dio los buenos fueros, era M L V " (E. S., t. XXTTT, páginas 320 y 385), ya que esta fecha está conforme con toda la documentación auténtica y puede considerarse como indubitable. Hay una carta del 1 de enero de 1017 que naturalmente se calenda todavía con el nombre del conde Sancho: " E r a M L V , regnante Adefonso rex in Legione et comité Sancio in Caatella" (Bec. de Card., pág. 355), y el IÁbro de Regla de Santillana, página 56 trae otra del 18 de enero de 1017 con la misma calendación: " E r a M L V ,

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No sabemos con seguridad quién debía gobernar en su nombre, aunque algunas expresiones de sus diplomas parecen indicar que en torno suyo funcionaba un Consejo de regencia, nombrado acaso por su padre en el lecho de muerte. E n él figuraba, según parece, un grupo de magnates, dirigidos por el obispo de Burgos-Oca Pedro, y por algunos miembros de la familia condal, y especialmente por la abadesa Urraca de Covarrubias, tía del Infante, que debió creerse llamada.a repetir en Castilla las funciones desemíegnante Alfonso rex in Legione, et imperante comité Sancio Garciani in Castella et in Asturias". E n adelante, los diplomas llevan el nombre de García. 1 de septiembre de 1018: Carta de oblación en Santillana, "regnante domino nostro Jesu-Cbristo et imperante Adefonsus rex i n legione et in comité Garcea Sanciz in Castella" (Josué: Libro de Regla, pág. 64). 22 de febrero de 1019: Donación a favor de Santillana, "regnum et rex Adefonso in Legione et comité Garsea in Castella et in Asturias" (Ibid., página 55). 3 de marzo de 1019: Oblación en Santillana, "regno rex Adfonso in Legione et comité Garsea Sanees in Castella et in Asturias" (Ibid., pág. 49). 27 de junio de 1019: Donación del obispo Pedro a Cárdena "Adefonso in Legyone et comité Garseani in Castella" (Bec. de Card., pág. 77). 8 de septiembre de 1019: Donación a Valpuesta, "rex Adefonso in Legione et comité Garcia Sancio in Castella" (Chart. de VEgl. de Valpuesta, pág. 357). 31 de enero de 1020: Donación a San Miguel de Amellas, junto al Pisuerga, "regnante Aldefonsus rex in Legione et comité Garcia Sanzonice in Castella" (A. H . N., B.° de Santa María de Aguilar de Campóo, cód. 1.243, fol. 8). 1 de diciembre de 1020: Donación a Santillana, "rex Adefonsus et comité Garsea in Castella et in Asturias" (Josué: i . c, pág. 61). 1020: Donación de Braulio a Tigridia, abadesa de Oña, "siendo conde don García Sánchez" (Argáiz: Sol. Laur., t. V I , pág. 324). 7 de abril de 1021: Donación del conde García a Santillana, "comité Garseani in Castella et in Asturias" (Josué: 1. c, pág. 25). 16 de noviembre de 1021: Donación a Santillana, "rex Adefonsus in Legione, comité Garsea Sancii in Castella" (Ibid., pág. 58). E n la misma colección (págs. 59, 62 y 60) hay otras tres cartas del 16 de noviembre, 1 de diciembre y 29 de diciembre de 1021, y todas ellas tienen la misma calendación: "Rex Adefonso in Legione et comité Garsea Sanciz in Castella". Sólo en el Becerro de Sahagún encuentro una donación de la condesa Sancha en que la fecha dice de esta manera: " E r a MLVIIII, regnante Adefonso rex in Legione et Nunno episcopo, et in Castella comité Sancio (Escalona: Hist. de Sahagún, pág. 446). Hay que reconocer, o bien que la fecha tiene un error, o bien que en el nombre del conde de Castilla omitió el copista el personal, poniendo únicamente el patronímico: Sancio.

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peñadas en León, cuando ella entró en el convento, por la monja infanta doña Elvira, La sucesión se hizo pacíficamente. En todo el año 1018 sólo encontramos una carta castellana. Es una dona-, =ción al santuario de Santillana, hecha el 1 de septiembre de dicho año, y calendada con los nombres de Alfonso de León y del conde de Castilla García Sánchez (2). En los años siguientes los documentos se hacen más numerosos. E l cartulario de Santillana nos ofrece dos del año 1019. uno del 1020 y cinco del 1021, todos con la fórmula tradicional "siendo rey Alfonso en León y conde en Castilla García Sánchez". Las mismas palabras encontramos en una donación que cierto Braulio hace a la abadesa de Oña Tigridia, recibiendo, en cambio, un tapete que valía 20 sueldos, y una piel de conejo tasada en 11 sueldos (3). E l 8 de septiembre de 1019 un donante de la región oriental del condado regala a Ñuño, abad de Valpuesta, una vaca negra y un cojín, y el notario hace saber que gobernaba en León Alfonso y García Sánchez en Castilla, indicio de que la región alavesa seguía fiel a los condes castellanos (4). E n este mismo año encontramos por vez primera la firma del Infante en un documento. E l obispo Pedro otorga al monasterio de Cárdena una casa que tenía en Burgos, con su huerto y todas sus pertenencias. "Adefonso in Legione et comité Garseani in Castella", y el conde pone su nombre de una manera sencilla: "García comité". Confirma un señor de la Montaña llamado Munio Gutiérrez, que en años anteriores aparece enriqueciendo el monasterio de Santillana con su tía doña Fronilde, de quien ya sabemos que de una manera o de otra pertenecía a la familia condal. Entre los demás confirmantes, conocemos también a Assur Núñez, alcaide en tiempos del conde Sancho, y acaso también ahora, de la fortaleza Pancorvo, y a Velliti Muñoz, señor de la Montaña, casado con una tal Eylo, perteneciente acaso a la familia condal (5).

4

(2) (3) (4) Í5)

Josué: Libro de Regla, pág. 64. Argáiz: Sol. Laur., t. VI, pág. 324. Barrau-Dihigo: Chart. de Valpu sta, pág. 357 He aquí los nombres de todos los confirmantes: "Garsea comité, e

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Ofensiva leonesa. Pronto, sin embargo, empezamos a descubrir indicios de ambición en el exterior y de espíritu de revuelta en el interior. Apenas muerto el conde Sancho, Alfonso de León y su Consejo creen llegado el momento de contener las reivindicaciones castellanas en la frontera occidental. Empiezan por quitar a los castellanos la fortaleza de Castrogonzalo, situada cerca de la desembocadura del Cea, con otras propiedades que el conde había tenido en aquella región. E l 14 de marzo de 1017, Alfonso V entregaba ya dicho castillo, juntamente con los términos de Villaseca y Barrio de Fuentes, a su "fiel Pedro Fernández", hijo de Fernando Flagínez, grandes servidores ambos de la corona leonesa; "y hemos quitado todo eso, añade, de manos de nuestro infidelísimo y nuestro adversario el conde Sancho nuestro tío, que día y noche perpetraba el mal contra nos y según nos lo ordena la ley, y la sentencia de los cánones nos lo permite, quiero quitárselo a este malvado y devolvérselo al humilde y reconocedor de nuestro servicio" (6). Seguro de no encontrar la menor resistencia en un niño, o en un obispo, o en una mujer, Alfonso pudo recuperar tranquilamente cuanto había perdido al otro lado del Cea durante su minoría. Más o menos a la fuerza los señores de Monzón, que desde el advenimiento de Vermudo II se habían desligado del reino leonés, buscando un apoyo en Castilla, tienen que someterse de nuevo. Un nieto de Assur Fernández, el adversario famoso de Fernán González, que tenía ahora ese condado, tuvo que reconocer el vasallaje de Alfonso V . Su nombre, Fernán Gutiérrez, ha sido conservado por los cantares de Gesta, pero la Historia comprueba su existencia por la de su padre, Gutierre Assurez (7). Otro tanto debió Munnio Gutterriz, Gundissalbo Didaz, Didaco Didaz, Vellite Munnioz, Assur Nuniz, Gutter Gundissalbiz, Gudestio Didaz, Ordonio Nuniz, Belasco Munnioz, Belasco Fernandiz, Nunu Telliz (B. de Cárdena, pág. 77).

(6) E . s., t. x x x v i , ap. x n . (7) Sabemos que en 943 Assur Fernández, el conde de Monzón, rival de Fernán González, tenía siete hijos, el último de los cuales se llamaba Gutter

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suceder con la familia de los condes de Saldaña, que, sometidos durante unos años por la mano fuerte del joven rey leonés, se eclipsan un tiempo para reaparecer de nuevo con su tradicional política antileonesa, como veremos sin tardar (8).

La 'protección de Sancho el Mayor., Sin un gobierno fuerte, sin un jefe aguerrido y desmoralizados acaso también por divisiones interiores, los castellanos se sintieron impotentes para evitar las consecuencias desastrosas de aquella minoría. Pero había fuera de Castilla unos ojos perspicaces que seguían con atención cuanto pasaba en las orillas del Cea y del Pisuerga. Eran los de Sancho el Mayor de Navarra. Sea porque los castellanos se lo pidiesen, sea porque él se entrometiese sin ser llamado, Sancho se presenta desde este momento como protector y vengador del pequeño infante cuñado suyo. Del 1022 son los primeros documentos en que se empieza a consignar que Sancho gobernaba en Álava y en Castilla. Y hasta los mismos castellanos se lo reconocen, por lo menos en la región contigua a la Rioja. E n ese año un infanzón llamado Muño Sancho entrega toda su hacienda a San Miguel de Pedroso y a la abadesa doña Goto, afirmando que don Sancho reinaba en sus reinos de Castilla y Pamplona ; en Castilla, indudablemente, como defensor del infante García (9). No sabemos si hizo algún esfuerzo para contener la agreAssuriz (Berganza: Antigüedades de España, t. II, pág. 385). Este personaje, de muy poco relieve en la historia del siglo X, fué, sin duda, el padre de Fernán Gutiérrez, a quien veremos pronto figurar en el drama de la muerte del infante García. (8) Sospecho que la condesa Sancha, que en 1020 dona a Sahagún sus tierras y palacios en las villas de Santa María de Araduey, en Barriales y en V a l de Salce, pertenecía a la familia de los condes de Saldaña, así como los tres magnates que confirman la donación: "In presentía comité Munnio Gómez, Didaco Nunniz, Ovecco Gómez", nombres todos del linaje de los BeniGómez (Escalona: Hist. de Sahagún, escrit. 77, págs. 445-446). (9) "Facta carta sub era millessima sexagéssima, regnante Sancio rege in Castella et in Pampilona, in regnis suis" (Cart. de S. Millán, pág. 102). Las

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sividad de los leoneses, pero hubo seguramente un momento difícil entre Sancho y Alfonso, motivado por la conducta de éste con Castilla. Según Moret, que cita al arzobispo don Rodrigo, Sancho combate por esta época al rey leonés y le derrota junto al Cea, pero yo no he logrado ver el texto citado del arzobispo, y por otra parte los documentos pirenaicos en que apoya su afirmación el analista navarro son falsos o interpolados (10), y es un hecho que en la redonaciones que hace Muño Sancho radican casi todas en la zona oriental de Castilla, en el valle de Assur, en Castejón, en Cuevarana, en Espinosa, etc. E n el Cartulario de San Millón hay otro documento de este mismo año (pág. "103) en que no se hace alusión ni al rey ni al conde. No quiero traer aquí, en prueba de la penetración, cada día mayor, del rey Sancho en Castilla, las cartas de 1022 y 1023 relativas a la restauración de la disciplina en la diócesis de Pamplona y al Concilio celebrado en San Salvador de Leire, pues es bien sabido que se trata de engendros posteriores, en que se hace difícil descubrir algunos granos de verdad (Cf. García Villada: Hist. Eclesiástica de España, t. III, págs. 265-267).

(10) "No es tan fácil averiguar la causa de la guerra que luego resultó contra León. L a cual es cierta, aunque de los antiguos sólo él arzobispo don Rodrigo hizo mención de ella diciendo que el rey don Sancho el Mayor ganó por armas al rey don Alonso V de León todas sus tierras, desde los límites de Castilla hasta las orillas del Cea" (Anales de Navarra, 1. X H , cap. III. párrafo 7). Y cita en apoyo de estas conquistas algunas cartas interpoladas o mal fechadas en que Sancho afirma reinar en Astorga y en León No carece de interés el reproducir aquí las calendaciones que nos ofrecen los documentos del rey navarro durante los años del gobierno del conde García en Castilla, aunque la mayor parte de ellos no deben ser admitidos sino con gran reserva. 1017, "era M L V , V kalendas julii": Sancho el Mayor con lá reina doña Mayor, da a Oña y a su abadesa Tigridia el monasterio de Santa María de Muelas, cerca de Villadiego. "Ego Sancius rex, Dei gratia, Hispaniarum..." Confirman los hijos del rey, Ramiro, García y Fernando, la reina doña Mayor, el conde Iñigo López, "alavensis, Munio Gonzalviz comes, Fortun Oysgoaz", etc., y al fin: "Gratia Dei ego Garssia, domino mei regí obediens, hunc privilegium escripsi et propia hec signum feci" (A. H . N . , Oña, cuaderno primero, doc. 10; Yepes: Crónica, V, apénd., de donde lo toma Moret que le señala la fecha de 1027). E n realidad habría que colocarle en un año posterior a 1030, si no es una falsificación, como parecería sugerir la fórmula "Sancius rex Dei gratia Hispaniarum rex" y el gran signo con letras, que unidas dan "Sancius rex". 1020, 15 de marzo: Sancho el Mayor da a San Millán la villa de Ventosa (Cart. de 8. Millán, pág. 99). Confirman "Benedictus Naiarensis episcopus, (

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gión del Cea no hay uno solo que pueda apoyar esta tesis de una ofensiva militar de Sancho Garcés contra la frontera leonesa alrededor de 1020. Todos los diplomas de Sahagún afirman el doEximinus Pampilonense episcopus, Mancius Aragonenis episcopus, Momadona, Garsea regulus, Ranimirus, prolis regis, Lope Sánchez, maiordomus, Lope Enneconis botillarius, Enneco Sánchez, Naialensis et Muensis, Fortun Velazquez funensis, Eximino scriptor". 1020: Sancho ratifica a San Míllán la posesión del monasterio de San Cristóbal de Tobía (Ibid., pág. 101): "Ego Sancius signum feci, Momadonna regina cum filiis meis, Garsea reguius, Ranimirus, frater ejus, Ranimirus, alius frater, Garsea episcopus, Benedictus episcopus, Eximinus episcopus, Sancius episcopus, Lupus Enneconis botellarius, Eximino Fortunionis, stabularius, Sennor Garsea López, prior in ommia imperii palatii, Sennor Enneco Sancii in Niara, Sennor Eximino Garceiz in Osella, sennor Enneco i n Funes et in alias térras". 1022, 8 de noviembre: E l conde Fredelando Pelaioz hace una donación a San Millán (Cart. de S. Millán, pág. 88): "Sancius rex interfui, Mumadonna regina, Eximina regina..." 1022: Donación de Muño Sancho a San Miguel de Pedroso: "Sancio rege in Castella et in Pampilona, in regnis suis" (Ibid., pág. 102). 1022: Decreto de Sancho el Mayor por el que se ordena la restauración de la Sede de Pamplona y la reunión de un Concilio "Sancho rey en Castilla, en Astorga, en Pamplona, en Aragón, en Sobrarbe, en León, en Asturias". Confirman Jimena, Munia, García, Gonzalo, Fernando, Ramiro, etc. (Cf. P. de Sandoval: Catálogo de los obispos que ha tenido la Santa Iglesia de Pamplona fol. 34). Documento del cual sospechó ya Sandoval y que García Villada rechaza con razón (Hist. eclesiást. de España, t. III, 1936, págs. 265-269). 1 de abril de 1023 ( ? ) : E l noble García Fortunionis y su esposa doña Toda dan a San Millán el monasterio de Santa María, cerca de Villar de Torre, "die kalendas aprilis, feria II, regnante Sancio rege in Álava et in Pampilona, et in Castella, rege Adefonso in Legione... sennor Blasco Fortuniones, frater meus, Eximio Garceiz filius meus, sennor Lope Garceiz, filius meus, sennor Fortun Ozoiz, dominans Vicarie, sennor Fortun Sanchiz, dominans Caparroso, sennor Fortun López, dománans Ocon, comes, Monio Gonzalvez alavensis, Bueno Patre, dominans Naiara" (Cart. de S. Millán, pág. 92). Fecha corregida por el editor del Cartulario. No puede ser el 1013 que pone el texto del Becerro, y se ha supuesto que falta una X para dar el 1023. L a creo posterior, pues Bueno Patre no aparece como señor de Nájera hasta unos años más tarde, y lo mismo hay que decir de Munio González, el alavés. E l 1 de abril fué, efectivamente, lunes en 1023, pero lo fué también en 1028, y esta es la fecha que daría yo a la donación de García Fortunionis. 1023: Decretos del Concilio de Pamplona. "Sancho rey en Castilla, en A s torga, en Pamplona, en Aragón, en Sobrarbe, en León, etc.". Documento i n (

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minio de Alfonso V en torno a la abidia, y lo mismo hay que decir de los de Piasca, Liébana y demás santuarios fronterizos. A pesar de esto, es innegable que por esta época las relaciones entre utilizable por las mismas razones que el otro decreto de 1022 (Sandoval, obra citada, fol. 36; Villada, 1. c ) . 1023, 13 de enero: Venta cerca de Burgos, "rex Adefonsus in Legione, et comité Garsea Fredinandiz (lapsus del copista) in Castella et Sancio rex in Pampilona (Bec. de Card., pág. 150). 1024, 4 de abril: Diploma del conde Garcia, "rex Adefonso in Legione ct Sancius rex in Pampilonia et comité glorioso Garseani in Castella" (Ibid., página 127). 1024: Donación de Sancho el Mayor y doña Munia a las monjas de Hiarte. Confirman Garcia "regulum", Ramiro, Gonzalo, Fernando, Fruela, obispo de Nájera, Jimeno, obispo de Pamplona, Mancio, obispo de Aragón, y Munio, obispo de Álava" (Moret: Anales del reino de Navarra, 1. XII, cap. IV, página 185). 1024, 17 de mayo: "Sancius gratia Dei rex una cum socia mea Munia Dompna regina" hacen una donación al monasterio de San Benito de Ansoaín en presencia de su padre espiritual, el abad Leoario. Confirman los obispos Fruela de Nájera, Jimeno de Pamplona Mancio de Aragón, los hijos del rey, Garcia, Gonzalo, Ramiro, Bernardo y Fernando, Aznar Fortunionez, prefecto de Huarte, Lope Iñiguz, Fortún Sanche , Sarracino juez y Aznar Oriolez (Cartulario de Albelda, pág. 29). Extracto algunos párrafos de esta carta, según texto conservado en la catedral de Logroño: "Nutu Dei omnipotentis... hoc est festamentum concessionis sive tradicionis quod ego Sancius gratia Dei rex una cum socia mea Munina Dompna regina in honore S. Salv. et S. Benedicti et S. Martini ceterumque SS. coram te domino et patre nostro spirituali Leoarico abbate... damus monasterialum videlicet vocitatum Onsoayin cum ómnibus aditibus suis... quod compara vimus illud nos fratres de Albelda et dedimus addeude X L heminas ordei et dúos boves, abbati Eximino S. Marie Iraxensis cenobii et traditionem siue confirmationem accepimus ab eo prefato rege Sancio presenti seu consocia predicta regina... Ego preditus Sancius rex magne cum conjuge mea Munia Domina... Episcopus Froila Nagerensis cf.; Episcopus Eximinus Pampilonensis cf.; Episcopus Mancius Aragonensis cf.; Ego Sancius imperio prefati regis pulsus et culmine ductus exaravi et cf.; Garceas proles regis et frater ejus Gonzalvus cf.; Ranemdrus et Bernardus cum fratre eorum Fredinando cf.; Sénior Azenar Fortuniones de Huarte cf.; Sancio Lope Enecones cf.; Sancio Fortun Sanz duzi cf.; Sarracini judex cf.; Sancio Aznar Orioliz cf. Facta carta concessionis et confirmationin era M LX*II , X V I kals. januarii." 1024: Sancho el Mayor, la reina Jimena y la reina Mayor dan la iglesia de San Torcuato a San Juan de la Peña. "Ego Sancius tenens culmen potestati mee in Aragone et in Pampilona et in Suprarbi, et Ripacorza, in Nágera, et in Castella, et in Álava". Confirman las reinas Jimena y Mayor, Guia

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León y Pamplona se hicieron bastante tirantes, y la causa de esta tirantez fué indudablemente la actitud hostil del rey leonés con respecto al conde castellano, actitud que debió dar lugar a una Uermo, conde de Gascuña; Berenguer, conde de Barcelona; los infantes García, Gonzalo, Fernando y Ramiro; Sennor Mome de Atares, los obispos Maneto de Aragón y Sancho de Pamplona, el abad de la Peña. Paterno, "sennor Fortunio Sangiz in Uno Castello, sennor Lop Enneconis de Arrosta, sennor Fortunio Scemenonis de Altafayla, sennor Fortun Sangez de Caparroso, sennor Acenar Fortunionis de Huarte, Garcia Fortunionis de Funes et de Arriazu, Velasco scriptor" (Magallón: Documentos de San Juan de la Peña, número X X V I I I ) . 1024: Sancho el Mayor da a San Juan de la Peña la villa de Lazagurria. Las mismas fórmulas que el anterior (Magallón, i . c , númi. X X I X ) . 1024?: Donación de Sancho el Mayor a doña Jimena, su criada "por lo bien que le sirvió en su palacio en los tiempos de la milicia". "Siendo rey Sancho en Pamplona, en Aragón y en Castilla y obispos Sancho en Pamplona, Maneto en Aragón y Fruela en Nájera" (Moret: Anales, lib. XII, cap. r v , página 186). 1025, 11 de enero: Sancho el Mayor da al presbítero Otón el monasterio de San Clemente de Valcepollera, "Sancius in Arragone et Pampilona et Soprarbi et Ripacorza, in Castella aut etiam in totam Gasconiam" (Magallón, 1. c, núm. X X X ) . 1025, 3 de abril: Sancho el Mayor da a los niños de San Juan de la Peña la estiva de Leserin "similiter feci confirmare conjugi mea domna Maiori et ómnibus filiis meis. Regnante me rege Sancio i n Aragona, in Pallares, in Pampilona, in Álava et in Castella; II feria post dominicana Palmarum". Fecha errada, pues el 3 de abril no fué lunes en 1025 (Magallón, l.'c. número X X X I ) . 1025 ( ? ) : Introducción de la observancia cluniacense en San Juan de la Peña, "regnante ego rex Sancius i n Aragone, in Pallares, in Pampilonia, in Alaba et in Castella". Confirman la reina Jimena, Sancho Guillermo, conde de Gascuña "Velingerus", conde de Barcelona, García, Ramiro, Gonzalo, Fernando, Maneto obispo de Aragón, Sancho obispo de Pamplona, Sénior Fortun Sánchez in Uno Castello, sénior Lope Enneconis de Arrosta, sénior Scemeno Garceiz de Sosi et de Baltaza, Bono Patre de Nájera (Magallón cree que puede ser arreglo de un documento auténtico; 1. c , núm. X X X I I ) . 1025, 21 de abril: Sancho y su mujer doña Mayor dan a San Juan de la Peña el monasterio de Fontfrida "Sancio rex tenens culmen potestatis mee in Pampilona, in Aragone, in Suprarbi et in Ripacorza, in Nájera, et in Castella et i n Álava". Confirman los cuatro hijos, los condes de Barcelona y Gascuña, Maneto obispo de Aragón, Fortun Sánchez señor de Uncastillo, Lope Iñiguez de Ruesta o Arrosta y el copista Velasco. (Magallón 1. c , número x x x r n ) . 1025 ( ? ) : Sancho el Mayor da a San Juan de la Peña el monasterio de }

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intervención diplomática o armada por parte del rey navarro. Un suceso inesperado vino de pronto a acabar con aquella tensión. E l 2 de diciembre del año 1022 enviudaba Alfonso V de su primera San Salvador de Puyo. "Rex Sancio in PampíTóna et in Suprarbi et in Ripacorza et in Najera et ín Castella et in Álava et comes Santius Guillelmun in Gasconia, et Belengerus comes in Barchinona, et imperator domnus Veremudus in Gallecia, -et episcopus Mancius in Aragone, episcopus Sancius in Pampüona. Sénior Fortun Sangiz in Uno Castello, Sénior Lope Enneconiz in Arrosta, sénior Excemen Garceiz in Sos et in Boltana. Eximinus scriptor (Magallón, 1. c, núm. X X X I V . E l nombre del rey Vermudo III indica que el documento, si es auténtico, debe colocarse después de 1028). 1025 (?): Donación de Sancho y doña Mayor a San Juan de la Peña. "Sancius in Aragone et Pampilona et Suprarbi et Ripacorza et Najera et Castella et Álava, et comes Sancius Guillelmus in Guasconia, et Belengelus in Barchinona et imperator domnus Veremundus in Gallecia" (Ibid., núm. X X X V ; posterior a 1028). 1027: Escritura en que se fijan los límites del obispado de Pamplona y se enumeran los bienes, iglesias y monasterios que le pertenecen: "Yo, Sancho, rey de los pamploneses, aragoneses y leoneses... reinando Sancho en Pamplona, Aragón y toda Castilla..." Apócrifo o muy interpolado (Sandoval, 1. c, fol. 28; García Villada, 1. c , págs. 265-270). 1028, 6 de diciembre: L a reina doña Jimena y su hijo Sancho deslindan los términos de Ballasta. "Ego Sancius rex..., Eximina regina, Garsias rex, ipsius regis filius, Fredinandus rex, frater ejus Ranimárus rex, frater istorum, Gundisalvus frater illorum, Sancius episcopus, Juliaus episcopus, M u nius episcopus, Mancius episcopus, sénior Fortun Sánchez, sénior Munio A l varez" (Cart. de S. MiTlán, pág. 112). 1028, 6 de diciembre: L a reina Jimena hace una donación a San Millán; iguales fórmulas que la anterior (Ibid., pág. 108). 1028: Donación de Sancho el Mayor a San Millán. "Sennor Fortun Sanchíz, Garsea filius regis, Fredenandus frater ejus, Ranimirus frater eorum, Gundisalvus frater eorum, Sancius episcopus, Julianus episcopus, Munio episcopus, Sancius episcopus, Sennor Acenari Sanchiz, sennor Nunno Albarez, sennor Sancio Fortunioniz (Ibid., pág. 106). 1028: Donación de doña Jimena de Sauto a San Miguel de Pedrosa. "Regnante Sancio rege in Castella et in Pampilona et i n Aragona... Gundisalbo Fredinandiz, Gundissalbo Munnioz, Johannes Paterne, Tellu Blascoz, don Dolquite Annaia de Valeria" (Ibid., pág. 108). 1028: Jimena de Sauto se entrega a San Miguel de Pedroso y a la abadesa doña Mayor. L a misma fórmula y los mismos confirmantes que la anterior (Ibid., pág. 108). Como se ve, entre 1017 y 1028 encontramos diecinueve documentos atribuidos a Sancho el Mayor. De ellos, siete son inutilizables, por interpolados.

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mujer, Elvira, la hija del conde gallego Menendo González y de la portuguesa doña Toda Muñoz. E l rey leonés, que tenía entonces veintisiete años, pensó inmediatamente en un segundo matrimonio que pudiese traerle alguna ventaja política, y fijó sus ojos en una hermana de Sancho el Mayor, llamada Urraca. Sancho acogió la idea con júbilo; pero no quiso realizarla sin consultar a su gran amigo el obispo de Vich y abad de Ripoll, Oliva. L a respuesta fué un jarro de agua sobre sus proyectos. Lleva la fecha de 1023. Oliva no duda llamarle rey gloriosísimo, celoso cultivador de la fe ortodoxa y varón digno de toda alabanza; pero le da una grave lección sobre dos puntos, particularmente necesarios para sus compatriotas. Según él, la ira divina descargaba sus castigos sobre España a causa de la creencia general en los agüeros y en los adivinos, y del olvido en que se tenían las leyes de la Iglesia relativas a los matrimonios entre parientes. E l abad catalán es claramente contrario al matrimonio de Alfonso con Urraca. Biznietos ambos de Fernán González, el uno a través de su hijo Garci Fernández y la otra a través de su hija Urraca, eran primos segundos entre sí, es decir, que tenían el mismo parentesco que Sancho Gar-

falsos o mal datados; los tres últimos, que llevan la fecha de 1028, son posteriores a la muerte del infante García. De los nueve restantes, cuatro no nos dicen nada con respecto al asunto de las reivindicaciones de Sancho en Castilla; otros cuatro, dos de 1024 y otros dos de 1025, nos dicen expresamente que Sancho reinaba en Castilla, y uno, también de 1024, sin hacer esta afirmación, nos presenta ya a Munio obispo alavense en el séquito del rey navarro. Vemos, además, una carta particular de San Millán de 1022 en que se dice que "Sancho gobernaba en Pamplona y en Castilla, en sus reinos". No debemos perder de vista aquella afirmación que hace Villada con respecto a los documentos navarros: " E n todo este territorio... se falsificaron o rehicieron muchos documentos, siendo muy raros los verdaderos auténticos y menos aún los originales" (L. c, pág. 264). No obstante, parece ser cierta la pretensión de Sancho a cierto poder eminente en Castilla, semejante al que se le reconocía en Cataluña, viviendo aún el conde García Sánchez. Y esto debieron admitirlo los mismos castellanos, puesto que vemos algunas cartas de Cárdena que hacia 1024 empiezan a calendarse con el nombre del rey de Navarra, colocado a continuación del de Alfonso de León. Esto debió ser, lo más pronto, a partir de 1022. No hay una sola carta auténtica de fecha anterior en que se trasluzcan esas pretensiones de Sancho el Mayor.

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«cés y su mujer Munia Sánchez, biznieta también del gran conde. Existía, pues, un grave impedimento de consanguinidad, que se quebrantaba con la mayor facilidad entre las familias españolas de aquel tiempo, a pesar de la legislación isidoriana, que prohibía el matrimonio entre parientes hasta el sexto grado. No importan las ventajas que puedan originarse de esta transgresión: ni el fin de la discordia que envenenaba las relaciones entre León y Navarra, ni el aniquilamiento de los enemigos de la fe, ni el acrecentamiento del fervor entre los cristianos podrían justificar aquel casamiento de la hermana del rey con el emperador (11). A pesar del parecer en contra del sabio abad, y este es un detalle interesante para el conocimiento de la psicología de Sancho «1 Mayor, el matrimonio se realizó, cuando apenas habían pasado veinte meses después de la muerte de la primera mujer de Alfonso,

(11) L a fecha que aquí indico para la muerte de la reina Elvira l a da el cronicón del Salterio de Fernando I: "Adefonsus rex obiit IIII feria mensis julio era M L X V I , uxor ejus Gelvire IIII nonas decembris, era M L X " (Ferreiro: ffist. de Santiago, t. II, apéndi., página 225). L a última carta en que aparece Elvira al lado de Alfonso es una del ••6 de agosto de 1022, por la que hacen un cambio de villas y siervos con Gudesteo Suarici y su mujer Velasquita. Del año siguiente, 1023, es la epístola de Oliva de Ripoll a Sancho el Mayor, "cultivador de l a fe ortodoxa, rey gloriosísimo y digno de universal alabanza", sobre un proyecto de casamiento. Oliva da gracias a Dios porque ha dado al rey de Navarra tanto amor suyo, tanta docilidad de ingenio y deseo de acertar en los negocios grandes y pequeños. Llegando al punto consultado, dice que los matrimonios entre parientes están condenados por el Antiguo Testamento, por los Profetas, por los Apóstoles y por los Santos Padres. Y exhorta a Sancho el Mayor a que no consienta semejante cosa en su reino. Y añade: "Se dirá: Si el rey consintiere en el casamiento de su hermana con el emperador, ¿acaso no se consolidará la paz y se asegurará el aniquilamiento de los paganos y se asegurará la restitución de las iglesias a la Ley de Dios en las tierras de entrambos? Y en cambio, si se niega a ello, proseguirá la discordia, la exaltación del paganismo y el detrimento de la cristiandad" (P. L., t. C X L H , col. 890). A pesar del parecer del abad, Sancho casó a su hermana Urraca con Alfonso V, que eran primos segundos. No le faltaba razón a Oliva para afirmar que "por la licencia de los matrimonios entre parientes, por el exceso de vino y por la vanidad en los agüeros destrozan los extraños vuestras tierras, a nuestra vista, y las afligen con estragos lamentables" (Ibid.). 59

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puesto que en el otoño de 1024 empezamos ya a ver el nombre de la reina Urraca en los documentos leoneses. Con el nuevo parentesco se consolidó la paz, sin duda a costa de Castilla, puesto que los dos reyes se daban mutuamente libertad plena para intervenir en sus fronteras. Por de pronto, Sancho parece haberse decidido a ocupar la parte oriental del condado, tal vez con pretexto de sofocar rebeldías, y, según parece, sin romper con Castilla. Por eso veremos ya desde ahora a don Munio, obispo de Valpuesta, formando parte de su séquito.

El Infante, en la documentación. E n el interior, los documentos, muy numerosos entre 1022 y 1025, siguen recordando al conde García y al rey Alfonso. Los de Santillana suelen añadir "siendo García conde en Castella y en Asturias" (12). E n esta región figura un magnate de alta prosa(12) 15 de febrero de 1023: Carta de donación a Santillana "rex Adfonso in Legione et comité Garsea Sancis in Castella et in Asturias" (Josué: Libro de Regla, pág. 99). 30 de noviembre de 1023: Donación de Santillana, "rex Aldefonsus in Legione et comité Garseani" (Ibid., pág. 66). 4 de abril de 1024: Donación del conde García al presbítero Julián, "regnante rex Adefonso in Legione et Sancius rex in Pampilonia, et comité glorioso Garseani in Castella" (Bec. de Card., págs. 126-127). 5 de abril de 1024: Carta de García en favor de Covarrubias, "regnante Domino nostro Jhesu Christo in térra et in séptimo trono et subtus se ín -tegione Alfonso principe, in Kastella comité Garsea" (Cart. de Covarrubias, página 38). 23 de octubre de 1024: Ratificación de la carta del 4 de abril, "rex Adefonsua in Legione et Garsia comité in Castella" (Bec. de Card., pág. 350). 23 de enero de 1025: "Regnante rex Adefonsus in Legione et comité García Sangez in Castella" (Ibid., pág. 218). 25 de enero de 1025: Venta en Cárdena, "regnante rex Adefonso in Legione et comité García Sangez in Castella" (Ibid., pág. 220). 6 de septiembre de 1025: Donación -en favor de Santillana, "regnante A n fonsus in Legione et comité Garsea in Castella et in Asturias" (Josué, obra citada, pág. 83). 9 de septiembre de 1025: Donación a Santillana, "rex Adfonsus in Legio-

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pia llamado Rodrigo Muñoz, que actúa en torno a Santillana. Tiene una mujer por nombre Justa y un hijo Munio Rodríguez, que forma ya parte del séquito del conde. E l 15 de agosto de 1022, Rodrigo preside un juicio por el cual unos vecinos del Concejo de Camesa son sentenciados a devolver una tierra al santuario de Santillana (13). E l 4 de abril de 1024 encontramos la primera carta del conde Infante. Es una donación, mejor dicho, una devolución que hace de una hacienda a un capellán de su palacio: "es

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Signos de personajes castellanos de los siglos x y x i .

ésta, dice el donante, una carta de donación que yo el conde García te hago a ti Julián, mi presbítero, de aquella heredad de San Julián que se encuentra en Villagonzalo. Te la doy y te la entrego en toda su integridad, porque según juicio de todos mis magnates de Castilla, pertenece a tu linaje y al de tus abuelos, y también porque me haces un servicio que es muy grato para mí, y no quiero que pasen tormento mis padres por el hecho de haberla agregado ne <et comité Garseani in Castella et in Asturias" (Ibid., pág. 53). Idéntica fórmula en otra carta del 9 de febrero de 1025 (Ibid., pág. 98). (13) E . Josué, ob. cit., pág. 42.

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a las posesiones del palacio". L a calendación dice así: "Alfonso en León, Sancho en Pamplona y el glorioso conde García en Castilla." Y hay un monograma del conde dentro de una figura, que representa unas peñas y en ellas unos árboles copudos fuertemente agarrados, como si el notario hubiera querido simbolizar la solidez indestructible del condado. L a presencia del nombre de Sancho el Mayor es significativa por cuanto se sale de los usos notariales de Castilla. Ella parece indicar la aceptación de cierto protectorado al menos de tutor, con respecto al rey de Navarra, y al mismo tiempo nos indica que en la corte condal se le miraba sin hostilidad. Tras del conde firman los abades de Cárdena y de San Quiree, Pedro obispo de Burgos-Oca, Urraca sierva de Cristo, que es, sin duda, la abadesa de Covarrubias, tía del conde. Entre los magnates firma el primero Gonzalo Díaz, descendiente al parecer de aquel Gonzalo Díaz del siglo x, nieto del conde Rodrigo; vienen luego Assur Núñez, a quien ya conocemos como gobernador de la plaza de Pancorvo; Ñuño González, miembro acaso de la familia condal y padre de Gonzalo Núñez, más tarde conde asturiense; Sarracino Fernández, de la familia de Alvaro Sarracínez, último señor de Álava; Velasco Fernández, hijo al parecer de Fernando Velázquez, un infanzón afincado en tierra de Valpuesta, pariente del obispo Diego. Terminan las suscripciones con dos nombres de mujeres pertenecientes a la familia condal, doña Gontroda y doña Oneca, tía del conde, que formaba tal vez parte del Consejo de regencia (14).

Una fiesta en Covarrubias. A l día siguiente, 5 de abril, fiesta de Pascua, se redactó un documento más solemne, expedido en favor de Covarrubias y de (14) Bec. de Card., págs. 126-127. Reproduzco el texto de la siguiente fórmula por el interés especial que ofrece para insinuar que el conde obraba de acuerdo con el consejo de sus magnates: "Propter quod indicaverunt mici cunctis obtimatibus meis Castelle quia est ex genere tuo et de abiorum tuorum, et pro quod facia mici servitio, que est mici placibile." •

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su abadesa Urraca. García y su corte han querido celebrar las alegrías pascuales en el monasterio de San Cosme y San Damián de dicha villa, y como recuerdo va a dejarle el conde la confirmación de cuanto le había donado Garci Fernández, su abuelo. Actúa todavía bajo la dirección de los grandes, y él mismo nos dice que obra

Prelados discutiendo ante un atril. {Códice

Emilianense.)

de acuerdo con ellos, aunque tiene ya cerca de quince años. En otra carta de fines de este mismo año, por la cual reitera su donación al presbítero Julián, habla "del parecer de su familia y de todos los magnates"; aquí se expresa en estos términos: "el conde García, hijo de Sancho el invictísimo, con el consentimiento del pontífice Pedro y de todo el colegio de optimates castellanos; habiéndonos reunido en Covarrubias para celebrar la pascua en

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la iglesia de San Cosme y San Damián, otorgamos esta escritura a vos doña Urraca, como la ordenaron nuestros padres, los condes García Fernández y la condesa Ava, y sus padres Fernán González con la condesa doña Sancha, y los nietos de éstos Sancho García con la condesa Urraca juntamente con el príncipe Sancho y la reina Urraca de Pamplona" (15). Expidióse el diploma el domingo de Resurrección de 1024, "reinando nuestro señor Jesucristo en la tierra y en el séptimo trono, y bajo su imperio el príncipe Alfonso en León y el conde García en Castilla". Confirman en primer lugar los dos capellanes del palacio, hombres sin duda de influencia, Juan presbítero y Julián, a quien ya conocemos; después Urraca, la infanta abadesa, y tras ella el conde García. E n las demás suscripciones podemos reconocer al colegio casi completo de los optimates. Rompe la marcha, como en el diploma del día anterior, Gonzalo Díaz, que podría ser el ayo del conde para las cosas de guerra. Entre los demás reconocemos al obispo Pedro, a Assur Núñez, el de Pancorvo; a un Ñuño Assurez, acaso hijo suyo; a Obeco Ansúrez, un infanzón a quien vemos un año más tarde en los alrededores de San Miguel de Pedroso (16); a Munio Erméldez, un señor del valle de Mena, que con su hermano Fernando había dado a San Millán, quince años antes, un gran número de posesiones en Castilla la Vieja (17). A Ñuño González, el asturiense, y a su hijo Gonzalo Muñoz; y a otro infanzón de las Asturias de Santillana, Munio Rodríguez, hijo de Rodrigo Muñoz, el magnate de quien hemos hablado poco ha, y a Rodrigo Gustios, que otro documento nos presenta hacendado en tierra de

(15) Cart. de Covarrubias, pág. 38). Se recordará que a la inauguración de la abadía de Covarrubias asistieron los reyes Sancho Abarca y Urraca Fernández, que confirmaron la carta fundacional. Por eso recuerda ahora sus nombres esta carta del infante. Por otra parte, era conveniente hacer constar el consentimiento de Urraca, como hermana que era del conde fundador. (16) Argáiz alude a una donación que en 1025 hizo Oveco Assúrez a la abadesa de San Miguel de Pedroso, Ilduara, y a sus monjas (Sol. Laur., t. V I , página 373). (17) Cart. de 8. Millán, pág. 87.

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Ounia (18). A l fin ponen su nombre algunas de las mujeres más distinguidas de la corte: está doña Oneca, la tía del Infante; doña Goda, la hija acaso del conde Rodanio, a quien alude un documento de Santillana; doña Argelo, perteneciente a la misma familia; doña Gontroda, mujer acaso de Gonzalo Díaz; doña Eylo, doña Elvira, doña Teresa y dos Fronildes, una de las cuales debía ser la hija de Fernán González, que podía vivir todavía por este tiempo. Vemos en esta lista de infanzones nombres de todas las regiones castellanas, de tierra de Burgos, de la Montaña, de la frontera occidental, representada por Fernando Armentales, nieto seguramente del que dio los fueros de Melgar, y de la oriental, pues no faltan caballeros afincados en los valles contiguos a Álava y a la Rioja. Nos sorprende también la reaparición de algunos individuos de la familia de los Velas. Si unos habían ido a ofrecer sus servicios al rey de León, otros permanecían fieles a las tradiciones castellanas. No hay que suponer que todos los infanzones que llevan este nombre pertenecían a la misma familia. E n esta carta firma un Vela Falcóniz, que aparece por el mismo tiempo en una carta relacionada con el monasterio de San Sebastián de Silos, y que por lo tanto debía sentirse poco ligado con los Velas procedentes de Álava (19). E n cambio, el Alvarus Vegilanius, que encontramos en este documento y que seguirá formando parte del séquito del Infante, lleva un nombre demasiado característico de la familia para no ver en él un indicio de que pertenecía a ella. Confirma esta sospecha el lugar de origen, pues su padre es probablemente el Vela Alvarez que en los años 1003 y 1006 aparece

(18) Veo a Rodrigo Munioz, por no citar más que dos documentos, haciendo una donación a Santillana, con su mujer Justa, en 1021 (Josué, obra citada, pág. 62), y confirmando otra de 1025 (Ibid., pág. 97). Rodrigo Gustios se menciona en el conocido diploma de los infanzones de Clunia (R. Menéndez Pidal: Orígenes del español, pág. 40). (19) Don Ferotin: Recueil de Chartes de VAbbaye de Silos, pág. 8. Se •encuentra también el nombre Vegia Falcóniz en carta de Covarrubias del 25 de octubre de 1034 (Cart. de Covarrubias, pág. 43).

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confirmando documentos de San Millán relativos a la región deOca y San Miguel de Pedroso (20).

Anarquía interior. De esta manera iba pasando aquella difícil minoría, venciendo' los peligros que por todas partes asediaban al condado. Sancho el Mayor empezaba ya a titularse en los diplomas más solemnes rey de Pamplona y Aragón, de Sobrarbe, de Aiava y Castilla; pero los notarios castellanos seguían indefectiblemente calendando sus cartas con los nombres de Alfonso y de García. De 1025 hay seis cartas, dos de Cárdena, tres de Santillana y una de San Miguel de Pedroso, la única que calla el nombre del conde sin poner por eso el del rey de Navarra. De 1026 nos ofrece una carta el monasterio de Arlanza con esta fórmula altiva: "el rey Alfonso y el conde García, cada cual en su reino"; y tres el de Santillana, recordando que García era conde en Castilla y en Asturias (21). E n 1027, otra vez en un contrato de compra-venta, que se hace en la región meridional, las ambiciosas palabras "Alfonso y García cada cual en su reino", como si hubiera sido esta región del Arlanza influenciada por la abadesa infanta de Covarrubias la más entusiasta por la idea de elevar el rango del condado a la dignidad real (22). Es verdad que por aquí actuaba la tía del conde, la señora del in(20) Cart. de 8. Millán, págs. 80-82. Vela Alvarez confirma estos documentos al lado de otros personajes que, a juzgar por los nombres, pertenecen a la misma familia: Fernando Beilaz, Oveco Alvarez, Blasco Ovecoz. (21) 1 de enero de 1026: Donación a San Pedro de Arlanza, "rex Adefonso et comité García in regnis suis" (Cart. de Arlanza, pág. 59). 26 de febrero de 1026: Donación a Santillana, "regnante rex Adfonso in Legione et comité Garciani in Castella et in Asturias" (Josué, 1. c, pág. 67). 26 de febrero de 1026: Donación a Santillana, "regnante Adefonsus rex in legione, comité Garseane in Castella" (Ibid., pág. 101). 28 de febrero de 1026: Venta de una tierra, "rex Adefonsus in Legione et comité Garseani in Castella" (Ibid., pág. 96). (22) 7 de mayo de 1027: Doña Urraca hace una compra en Barbadillo, "rex Adefonso et comité Garcia in regnis suis" (Cart. de Covarrub., pág. 41)~

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fantado de Covarrubias, mujer a quien, a diferencia de su sobrina, la santa monja de Oña, nos presentan los documentos ambiciosa de poder secular y más pagada del título de condesa que del de abadesa. No obstante, las ambiciones individuales fueron acaso más peligrosas para el condado durante estos años que las mismas apetencias exteriores. Hay un documento de aquel tiempo que ilumina el panorama social de Castilla en el momento de dejar la mano fuerte del conde Sancho el timón del gobierno. Es la declaración famosa por la cual los merinos condales, en el año 1030, dan fe de los derechos que el conde tenía en las villas de Clunia, Espeja, Bahabón y otras de las riberas del Duero y el Esgueva: divisas de caballeros que cometieron un crimen y huyeron a tierra de moros, pasando sus bienes al condado; "y a la muerte del conde Sancho se las repartieron los infanzones"; divisas de personas que murieron sin dejar sucesión, siendo su heredero el conde, "y al morir el conde Sancho se las repartieron los infanzones '; divisas de guerreros que fueron confiscadas porque sus propietarios no cumplieron con el servicio de anubda, "y al morir el conde Sancho se las repartieron los infanzones". Y entre esos infanzones estaba Rodrigo Gustios, uno de los firmantes de la confirmación de los bienes y privilegios del infantado de Covarrubias, que se había apoderado del monasterio de San Isidoro de Clunia, y al cual se le prendaron 130 ovejas y 17 bueyes para hacerle entrar en razón, cuando empezó a funcionar de nuevo la autoridad en Castilla. Abusos, concupiscencias y atropellos, que nos dan una idea de la desorganización que se apoderó del país cuando la muerte de Sancho García dejó bruscamente el poder en manos de un grupo de clérigos, de mujeres y de caballeros, porque no cabe duda de que lo que sabemos de la zona del Duero sucedió también en los demás distritos del condado. E n Álava, en Burgos, en Asturias y en Campos podrían historiarse esos años con la misma frase: "a la muerte del conde Sancho, las divisas del condado se las repartieron los infanzones" (23). E l eclipse de la autoridad se manifiesta en he7

(23)

Otro tanto deducimos de los documentos de Santa María del Puer-

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chos de violencia y brutalidad increíble, como el que nos cuenta una adición que se hizo en tiempo de Sancho Garcés a los fueros de Castrogeriz. Un buen día se cae la pared de una casa y mata a un hombre. Los deudos reclaman al propietario la composición legal, pero él se niega a pagarla. Otro día, un infanzón, llamado Ñuño Pérez, hace prenda en el ganado de Castro, y huye a Villasilos, "y fuimos tras él, dicen los de Castrogeriz, y asaltamos aquella villa con sus palacios, y murieron allí quince hombres e hicimos un gran daño, y rescatamos nuestras prendas por la fuerza". Esto pudo suceder en los últimos días del infante; pero el documento sigue contando otros desafueros cometidos en aquellos días de transición antes que se impusiese la autoridad real: "Levantáronse los varones de Castro, y mataron cuatro sayones en el palacio, que el rey tenía en Mercadillo, y además sesenta judíos, y a los demás los cogieron y los sacaron de sus casas y los llevaron a poblar a Castrillo".

Tal es la situación a que había quedado reducido el condado de Castilla durante aquella minoría. L a anarquía interior debió hacer que muchos, sobre todo entre el elemento eclesiástico, volviesen los ojos hacia el rey de Pamplona, como el único capaz de poner remedio a tantos abusos.

to en que se nos cuenta cómo el abEd Paterno empezó por recuperar las posesiones que había tenido el monasterio en los siglos i x y x. Con ese fin hubieron de luchar 'con los hombres malvados que se habían apoderado de ellas, y que quisieron arrojar del monasterio a los restauradores. Y fué necesario que interviniese el rey García para evitar el atropello. He aquí una de las varias cartas que hablan de esta empresa de restauración: "In era T L X X X V notun die V feria, VIII kalendas aprilis sic venit Paternus abba ad villa de Scalante, per mandato de illo rex domno García, pro illos monasterios Sancta Cruce et Sancta Gatea et Sancto Andrés pernominatos, quos tenebat Eita Vitta Citiz et domna Goto, impartita inter suos germanos, et sakavit illos de jure de ipsos infanzones et fecit eos de post parte de Sancta Maria de Portum, cómodo fuerunt in antiquis temporibus..." (Serrano y Sanz: Cartas de Santa María del Puerto, B. R. A . H., t. LXXIII, pág. 431). Los fueros de Castrogeriz pueden verse en la conocida obra de Muñoz y Romero, Fueros municipales, pág. 39,

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Fin de la menor edad. A l fin, García puede prescindir de aquel Consejo, cuya sola heterogeneidad era un motivo de ineficacia. Y a es un mozo de dieciocho años, hermoso y valiente; ya puede tomar las riendas del gobierno e imprimir sus direcciones personales a la vida del país. Hay una carta de Santillana en la cual le vemos por vez primera obrar con esta independencia. Y a no nos dice que cuenta con el asentimiento del colegio de magnates, ni con la aprobación de su familia; ya no están a su lado sus tías Oneca y Urraca, ni Gonzalo Díaz, el magnate que anteriormente era el primus palatii; ya han desaparecido de su lado los dos clérigos Juan y Julián y el obispo Pedro. Es un viernes 7 de abril de 1027. E l notario, que se llama también Pedro, empieza el acta con una fórmula nueva en Castilla: " A todos los obispos y abades y a todo el pueblo cristiano que teme a Dios y profesa la santa fe, yo, por la gracia de Dios, el conde García, hijo que soy de mis padres, de sagrada memoria, el conde Sancho y la condesa Urraca." Y pensando en el bien de su alma y en el de las almas de sus padres, entrega a Santa Juliana, al abad Juan y a sus clérigos la iglesia de San Felices, situada junto al río Ebro, no lejos de Reinosa. Algunos de sus antiguos acompañantes siguen aún a su lado; así Alvaro Vela, el alavés, y Gonzalo Muñoz, el asturiano; pero hay además otros cuyo nombre conviene retener, como Munio Gustios, que hacia 1011 había sido escudero de su padre, y Fernando Petriz, nieto al parecer de Fernán González en su segunda mujer (24).

(24) E . Josué: Libro de Regla de Santillana, pág. 25. "Facta carta die notu feria V I , VII idus aprilis, et comité Garseani in Castella et in Asturias". Como se ve, falta la era; pero sabemos que durante el gobierno del conde García sólo cayó en viernes el 7 de abril en los años 1021 y 1027. Ahora bien: como decimos en el texto, la redacción del diploma supone ya un tiempo en que García obraba en libertad, de suerte que podemos ver en esta escritura el único testimonio que nos queda del infante después de haberse hecho cargo del gobierno del condado. o

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El partido navarro. Era un momento en que parecía que todo iba a cambiar en Castilla. Se presenta ya el problema del casamiento del conde, que había de decidir definitivamente la orientación política del condado. Hasta ahora había triunfado una política con tendencia a apoyarse en Navarra contra León, pero la protección de Sancho de Pamplona había sido peor que la agresividad leonesa. Con una habilidad sutil iba avanzando más y más en la parte oriental del condado, sin por eso romper las hostilidades; intervenía con pretexto de imponer el orden, halagaba a los señores de la región, los sobornaba, orientaba sus liberalidades hacia el monasterio de San Millán y hasta llegaba a comprar sus castillos a los infanzones castellanos. Por estos años tenemos algunas pruebas fehacientes de su conducta pérfida y tortuosa. Parece ser que la región de la Bureva se resistía a su penetración, debido acaso a la presencia de santa Tigridia en el monasterio de Oña, que se descastellaniza más difícilmente que San Miguel de Pedroso. Hay documentos de 1022, uno, por ejemplo, por el cual Gonzalo Vela vende una tierra a Trigidia, en los cuales figura todavía el nombre de García como conde de Castilla (25). No obstante, Sancho quiere dominar en aquella región, y se aprovecha de la codicia de un traidor; queda el documento por el cual consta que el 14 de octubre de 1027 un infanzón llamado Ñuño Feles le vendía el castillo de Cuevarana, situado a cinco kilómetros de Oña (26). De esta manera se adentraban los soldados navarros en el recinto de Castilla. Y firma la carta un obispo llamado Julián. Es éste (25) Hay una venta en Poza de la Sal entre particulares el 1 de marzo de 1022, "regnante rex Adefonso in Legione et comité Garcia in Castella" (Becerro de Cara., pág. 289); otra de un tal Vermudo a doña Tigridia, abadesa de Oña, el 12 de marzo de 1022, siendo conde su hermano García (Fray Iñigo de Barredo: Oña y su real monasterio, pág. 30), y otra, finalmente, de Gonzalo Velaz a la misma abadesa Tigridia el 27 de marzo de 1022, "siendo conde García Sánchez" (Argáiz: Sol. Laur., t. VI, pág. 441). (26) Argáiz: Sol. Laur., t. II, pág. 413).

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un nombre poco frecuente en aquel tiempo, por lo cual creo yo que se trata de aquel presbítero Julián que tres años antes figuraba en la corte del conde García. Allí debió constituirse en defensor del partido navarro, con tal Habilidad, que bien sea por la influencia de las condesas regentes, bien debido al apoyo del rey de Navarra, al desaparecer el obispo Pedro había llegado a reemplazarle en la sede de Oca, y ahora era en Castilla uno de los instrumentos del rey de Navarra, que en recompensa le concede poco después el monasterio de San Pelayo del Monte (27). Y con el obispo figuraban entre los desertores algunos magnates que más influencia habían tenido en aquel sector unos años antes, como el conde Fernando Peláez, propietario de grandes posesiones en Mena y Losa, y el magnate Muño Alvarez, a quien ya conocemos; los dos figuran juntamente con el rey navarro y algunos de sus principeles cortesanos en una carta de fecha imprecisa, pero que habría que colocar hacia 1028, por la cual el mismo Fernando, juntamente con su mujer Elvira, su madre Gotina y su nieto Fernando Fernández confirman a San Millán una donación hecha unos años antes por unos familiares suyos. Y allí figura también el nuevo obispo de Oca (28). L a influencia solapada del rey de Pamplona se siente avanzar año tras año al leer los documentos. Descaradamente se llama rey de Álava y de Castilla, y es evidente que quería reinar en ellas bien sea a través de su sobrino, bien sea prescindiendo de él. E n 1028 encontramos pruebas de Una penetración

(27) Ibid. E n una donación del año 1031. (28) Cart. de S. Millán, pág. 89. Aunque la escritura lleva la fecha de 1022, es, indudablemente, de unos años más tarde. E n 1022, Julián no podía ser aún obispo de Oca, puesto que no había muerto su antecesor, y por otra parte, los tres magnates navarros que firman el documento: Fortún Sánchez, Aznar Sánchez, y sobre todo, Sancho Fortunionis, hijo de Fortún Sánchez, fuera del primero, no aparecen al lado de Sancho el Mayor hasta 1028. De este año considero la confirmación de Fernando Pelaioz, puesto que en él nos presenta el Cartulario de San Millán ipágs. 112 y 113) otros dos documentos, en que encontramos los mismos magnates y en el mismo orden: Fortunius Sanchiz, Aznari Sanchiz, Nunnu Alvariz, Sancio Fortunionis. A la cifra de la era M L X habría que añadir el número V, o bien el V I .

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más profunda y de una captación mayor de voluntades e influencias. Una señora ilustre del Ebro, llamada Gimena, se entrega a la abadesa y condesa doña Mayor y al monasterio de San Miguel de Pedroso con sus propiedades situadas dentro de la antigua frontera castellana. Algunas de sus tierras están lindando junto a "la serna del rey en Portilla"; tiene también linares tras del palacio del señor Gonzalo Fernández, cerca de Soto. "Era 1066", dice el notario y sin acordarse para nada del conde García, añade, "reinando el rey Sancho en Castilla, en Pamplona y en Aragón". Firman luego algunos magnates, que, indudablemente, veían con buenos ojos aquellas tendencias absorventes, entre ellos, el mismo Gonzalo Fernández, que debía pertenecer a la familia de Fernán González, y tras él Gonzado Muñoz, cuya presencia en un acto donde se proclamaba el dominio de Sancho sobre Castilla, nos llena de estupor, pues es como un anuncio de sus actos posteriores» Del mismo año es una carta por la cual Sancho el Mayor entrega a San Millán unas casas en Nájera, que fueron de su caballerizo García Moza. Lo hace con motivo de una visita al monasterio riojano. E n torno suyo están sus hijos, sus cortesanos, sus obispos, y entre ellos Julián de Oca y Munio de Álava. Y allí está otro personaje ganado ya completamente a la influencia del rey de Pamplona: Ñuño Alvarez, el "domnus Nunnus" que doce años antes había hecho el deslinde entre Castilla y Navarra. E l mismo año 1028 el nombre de Sancho empieza a eclipsar el de su sobrino hasta en el corazón mismo del condado. Es una carta de Cárdena la que nos hace ver esta progresión aterradora para el joven conde. Una señora llamada Rexcenda, que debía pertenecer a la aristocracia burgalesa, hace una donación al abad Tello por el alma de su hijo Alvaro Díaz. Las tierras dadas están en el alfoz de Ubierna; el monasterio a quien se dan es la casa más ilustre de Castilla. Y , no obstante, encontramos la nueva calendación: "Reinando en Castilla el rey Sancho", y tras ella algunos nombres de personajes significados, a quienes parecía importar muy poco aquella descastellanización: Diego Muñoz, Rodrigo González, Ñuño Assúriz y Rodrigo Muñoz; Ñuño Asúriz, hijo, sin duda, del pre-

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fecto de Pancorvo, y Rodrigo Muñoz, cuyo nombre nos recuerda el Munio Roderici, que hemos visto al lado del infante García (29). Esta misma penetración nos descubre la documentación de Santa María de Husillos. Hay varios diplomas que llevan la fecha de 950, pero que fueron redactados en tiempo de Sancho el Mayor, para confirmar al santuario de Santa María donaciones anteriores de los condes de Monzón. Uno de ellos nos presenta entre los confirmantes a doña Jimena, madre de Sancho de Navarra; a la "comitissima domna Urraca", Urraca de Covarrubias, tía y haya del Infante, y al "comes Garsias Sánchez", con sus principales caballeros. Otro nos habla expresamente de la llegada de García Sánchez a Monzón, en compañía del rey de Pamplona y de un lucido cortejo. "Pasó el conde Fernando Ansúrez, dice, y vinieron su hermana doña Teresa y el rey Ramiro, desde León a Monzón, y dieron por su alma la¿ villas de San Julián de Abandella con sus términos y heredades. Poseyó luego a Castilla y Monzón el conde Sancho García; y cuando él pasó a mejor vida, vino el rey Sancho de Pamplona con su madre la reina doña Jimena y la condesa doña Urraca y el conde García Sánchez, y confirmaron a Santa María en la posesión de las villas citadas, por el alma del conde Sancho García. Y hubo allí con el rey testigos y narradores—fabulatores—que dijeron la verdad y son los siguientes: Gonzalo Díaz, Bellido Muñoz, Munio Gutiérrez, Rodrigo González, Assur Muñoz". Este relato nos presenta al rey de Pamplona recorriendo el condado de Castilla juntamente con su madre leonesa, con la tía del conde y con el conde mismo, a quien da escolta la flor de la nobleza castellana, pues todos esos personajes testigos de la confirmación son los ricos hombres más famosos, que nos salen al paso en los diplomas de Santillana y de Cárdena. Pudiéramos sospechar

(29) Cart. de S. Mallán, pág. 106, para la carta relativa a San Miguel de Pedroso; la de Rexenda se encuentra en el Becerro,de Cárdena, pág. 285. No hay que confundir al infanzón Alvaro Díaz, de quien se habla en ella, con otro personaje del mismo nombre y emparentado con la familia condal, de quien nos habla una carta de 963 (Ibid., pág. 11).

Torre de la abadía de Husilloa.

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qus este diploma de Monzón se refiere al último viaje del infante García, cuando se dirigió a León con el fin de contraer matrimonio, pero el puesto secundario en que aparece su nombre y la'importancia que en él tiene Urraca, la "comitissima", nos dan a entender que se trata de una época en que García no había prescindido aún de la tutela de sus optimates (30).

Acerca/mwnto a León. Nada de extrañar que el rey navarro llegase a captar de esta manera la voluntad de los magnates castellanos, cuando el mismo conde se encontraba envuelto entre sus redes. García veía su condado invadido y mediatizado, y no obstante tenía que seguir considerando al navarro como un consejero y un protector. L a política de su cuñado le había atado de tal manera, que no podía hacer nada sin contar con él. Su íntimo deseo sería romper aquellos lazos; y para ello empieza a pensar en un acercamiento hacia León, y en este sentido le alienta un grupo de magnates que ha visto el peligro de la absorbencia del navarro. E n torno suyo se van dibujando dos partidos: el que propugna una fuerte compenetración política con el rey navarro, y el que defiende la alianza leonesa como un medio para contener las tendencias del partido contrario. León, por su parte, necesita también de Castilla; Alfonso V había muerto el 4 de julio de 1028, dejando el trono a su hijo Vermudo, niño de once años, que, andando el tiempo, se casará con una hermana del infante García. Otra vez una minoría en el reino, y allá (30) Véase nuestro índice de documentos, núm. 262. Todos esos personajes que sirven de testigos en la carta de Monzón son magnates castellanos del tiempo del infante García. Gonzalo Díaz aparece como primus palatii, igual que aquí, en las dos cartas del 5 de abril de 1024; Velliti Muñoz es un hidalgo montañés que en 1025 hace una donación a Santillana con su mujer Eilo; Ñuño Gutiérrez firma el primero la donación del obispo Pedro a Cárdena en 1019. A Rodrigo González le encontramos en donaciones de San M i llán y Cárdena en 1028 y 1032, y finalmente, Assur Núñez figura en la carta mencionada del obispo Pedro y en otras varias. 60

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en los montes de navarra unos ojos "sagacísimos" y una ambición desmedida. Con pretexto de defender los derechos de su cuñado, Sancho el Mayor había empezado a hacer reclamaciones a León en relación con los distritos del Cea y del Pisuerga, simulando así defender los derechos de Castilla, que conculcaba en la frontera opuesta. Naturalmente, Alfonso había defendido su territorio, obligando al navarro a emplear los medios pacíficos, que inauguró casando a su hermana Urraca con el rey leonés. Como la diplomacia no le da el resultado apetecido, acude nuevamente al procedimiento de la violencia, y toma el título de rey de León, dando a entender de esta manera que estaba dispuesto a hacer efectivo su dominio en aquella tierra (31). L a muerte de Alfonso viene a favorecer sus planes. A l frente del gobierno aparece el rey niño y junto a él la madrastra Urraca Garcés, hermana de Sancho el Mayor, que otorga los documentos del príncipe desde fines del año 1028 con el título de reina, y con el calificativo de amita y de tía del rey. Y a su lado aparece también la madre del rey de Pamplona doña Jimena, que, nacida en León, se ha presentado ahora en su tierra sin duda para fortalecer en ella el partido navarro. Unas semanas después de la muerte de Alfonso V , el 26 de septiembre de 1028, la "reina Jimena dona a Santiago de Galicia una heredad en tierra de Carrión, que había sido de sus padres, Fredenandus Vermudiz et domna Gelvira", y entre otros confirma la donación Urraca, la reina viuda. De esta manera, la política leonesa empezaba a recibir los impulsos que se le imprimían desde Pamplona, favoreciendo la progresión de la influencia navarra (32).

(31) No quiero con esto reconocer la autenticidad de los documentos de 1022, 1023 y 1027, relativos a la diócesis de Pamplona en que se llama rey en León, en Astorga y en Asturias, pero sospecho que desde esta época empieza a manifestar sus pretensiones imperiales, aunque no se puede presentar ningún documento auténtico para demostrarlo. L a ocupación de la región que se extiende entre el Pisuerga y el Cea data del año 1029. (32) E l triunfo del partido navarro en León no debió ser del todo fácil. Hay una carta de Vermudo III con la fecha del 15 de noviembre de 1028, er* que figuran seis obispos, un gran número de magnates, las infantas Elvira»

CAP. XXVIII.—MINORÍA TURBULENTA DIIL INFANTE GARCÍA

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La boda del Infante. Claro que en estas condiciones un concierto matrimonial entre la familia real de León y la condal de Castilla no podía celebrarse a espaldas de Sancho el Mayor, por eso el Infante quiso manifestar lealmente a su cuñado aquellos proyectos, que echaban por tierra los planes de supremacía navarra, y debió ser grande su sorpresa cuando en vez de encontrar resistencia se le ofreció el apoyo incondicional para realizarlos, a pesar del estrecho parentesco que la unía con la infanta leonesa, pues eran él nieto y ella biznieta de Garci Fernández. E l concierto debieron ultimarlo los magnates castellanos representantes del conde directamente con la corte de León. Se trataba de conseguir para García, que entonces tenía diecinueve años, la mano de doña Sancha, hermana de Vermudo, que debía tener unos quince, reconociendo a los esposos el título de reyes de Castilla (33). L a cróSancha y Teresa; y no deja de sorprendernos la ausencia de la madrastra Urraca y de Rodrigo Vela, el jefe del partido anticastellano (López Ferreiro: Historia de Sant., t. II, apénd., núm. 90). Pronto, sin embargo, debió haber una rectificación, provocada acaso por la llegada de la madre de Sancho el Mayor, que traería el encargo de salir por los fueros de su hija, y que paree» haber venido a León antes de la muerte de Alfonso V (Cf. Tumbo de Leólk folio 296). E l 30 de diciembre del mismo año vemos ya a Vermudo haciend» una donación juntamente con su madrastra ("conjuge" dice el diploma), 1* reina Urraca (E. S., t. X I X , pág. 393). Unos días más tarde, el 12 de enero del año siguiente, Urraca sigue dirigiendo las cosas en nombre de su hijo y concediendo a la iglesia de Lugo los castillos y villas tomados a Ovetoni Rudesindiz, que se había negado "a hacer servicio a doña Urraca, su señora, y a los hijos de su señor", adoptando, sin duda, una actitud contraria a la política impuesta por el rey de Pamplona. En todo caso, Jimena, la madre de Sancho el Mayor, estaba en León unas semanas después de la muerte de Alfonso V, puesto que la donación de propiedades pertenecientes a sus padres, Fernando Vermúdez y Elvira, que hizo a Santiago, en unión con su hija Urraca, lleva la fecha del 26 de septiembre de 1028 (López Ferreiro: Historia de Sant., II, apénd. 89, pág. 220). (33) Vemos que el 30 de diciembre de 1020, Alfonso V acotaba los términos de San Esteban de Piadela, en Galicia, por consideración a doña Fronosilde, que había lactado a la princesa doña Sancha. Confirma la misma

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U n banquete de caballeros. {Biblia de Rodas.)

Fronosilde. "cognomento Siti, sororis Vimarani, prolis Gundemari", con otros magnates, entre ellos Rodrigo Vela y Oveco Vela (López Ferreiro: ob. citada, apénd. núm. 87). L a Crónica Najerense dice que cuando doña Sancha se casó con Fernando I tenía diecinueve años (Bulletin Hispanique, XIII, 430), y como este casamiento se realizó tres años después del desposorio con el infante, debía tener Sancha en esta ocasión de quince a dieciséis. Menéndez Pidal supone que debía tener aún menos, fundándose en el documento citado de doña Fronosilde; pero como no se nos dice que el documento se escribiera inmediatamente después de la lactancia, prefiero el cómputo de la Najerense (Historia y Epopeya, 1934, pág. 47).

CAP. XXVIII.—MINORÍA TURBULENTA DEL INFANTE GARCÍA

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nica del Tudense asegura que Vermudo accedió a la doble petición. Es verdad que este pacto del título real no consta en ninguna otra fuente, pero era antiguo en los castellanos el deseo de convertir el condado en reino, como hemos podido observar en las calendaciones de los documentos. Y a desde el principio el gobierno de los condes se expresaba con estas palabras: "regnante in Castella", fórmula que desde fines de siglo x es reemplazada con frecuencia por esta otra más intencionada: "reinando en León el príncipe Vermudo y en Castilla el conde García, cada cual en su reino". Y es un hecho que esa pretensión de los castellanos a erigirse en reino fué reconocida tres años después por el mismo rey Vermudo, al casar a la desposada de ahora su hermana Sancha, con el hijo de Sancho el Mayor. A todo se avinieron el rey leonés y sus consejeros, deseosos sin duda de fortalecer su situación frente a las apetencias navarras con una alianza que, si quince años antes hubiera sido un peligro, ahora se presentaba como el único recurso para evitar un peligro mayor. E l rey navarro lo aprobó también, y no solamente lo aprobó, sino que quiso tomar parte en aquellas solemnidades, y pretextando obscuras maquinaciones contra el Infante en tierras leonesas, se ofreció a acompañarle con su ejército navarro. Y a hemos visto cómo unos quince años antes Sancho García se dirigió a Barcelona para casar a su hija con seis mil hombres de guerra; de esta misma manera se va a trasladar su hijo a León acompañado de un verdadero ejército.



CAPITULO X X I X E L INFANTE GARCÍA Y LA ARISTOCRACIA LEONESA (1029)

Los cantares de gesta. La obra de Fernán González parecía consolidarse definitivamente. Años difíciles habían sido los que sucedieron a la muerte del conde Sancho García; años de paz en la frontera del Duero, sin choques con el enemigo tradicional, sin sobresaltos ni toques de rebato ante las "razzias" seculares del Sur, que parecían alejarse para siempre; pero de honda confusión en el interior, de descomposición intensa, de relajación del principio de autoridad, de defensa prudente y difícil contra la onerosa tutela de un amigo poderoso que sabía ocultar con palabras agradables las más violentas ambiciones. A l fin, la crisis parecía alejarse, y todo auguraba el comienzo de un nuevo período de esplendor. Un joven lleno de ilusiones, vastago del creador del condado, se preparaba a eclipsar las hazañas de sus antepasados imponiendo la paz interior, ampliando el territorio cristiano en nuevos combates y adornando sus sienes con la corona real. Así pensaba la opinión general, pero la realidad iba a ser, muy distinta. E n torno al joven conde se agitaban codicias y rencores, tejiendo la negra tragedia, que dio motivo profundamente patético a una de las piezas más impresionantes de la epopeya cas-

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tellana, el Romanz del Infant Garda, conservado en varios capítulos de la Crónica General. Es una fuente de la cual no debemos prescindir al recordar el fin trágico del último descendiente varón de Fernán González. Los juglares han introducido en ella muchos

E l infante García. {Lauda de su sepulcro en León.)

elementos de pura fantasía, destinados a adornar el fondo prin^ cipal, pero éste es completamente auténtico. Menéndez Pidal ha podido descubrir en él una piedra angular para construir su concepto de la epopeya, a la vez que un motivo para ilustrar la historia de Sancho el Mayor de Navarra, tan desconocida en su esen-

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cia, y para iluminar el problema histórico de la muerte del infante García (1).

Relato de la Crónica General. Recogiendo y prosificando lo que contaban al pueblo los cantares de gesta, dice la Crónica, mandada componer por Alfonso el Sabio, que los altos hombres buenos de Castilla se juntaron en consejo para tratar del casamiento del Infante (2). " E l rey don Vermudo de León, que regnaba a aquella sazón, avie una hermana, que dizien donna Sancha, grand et muy fermosa et de muy buenas costumbres. E t essos altos omnes de Castiella acordaron de enviarla pedir a este rey Don Vermudo de León que ge la diesse por mugier para ell inffant don Garcia, su cuende, et otorgasse al conde que heredasse con ella todos los derechos que deuiesse auer. E t los mandaderos fueron a León et mostraron al rey tod aquello al porque yuan; et el rey otorgóles que les darie la inffant et aquello al que demandauan." Quiso luego el Infante ir a ver a su esposa, y así se lo hizo saber al rey don Sancho de Navarra, que se ofreció a acompañarle con sus caballeros, "por fablar con el rey don Vermudo en pleyto de sus bodas et ganar del quel ploguiesse que ell inffant don Garcia se llamase rey de Castiella", Saliendo del Castillo de Muñó, junto al Arlanzón, fueron directamente a Monzón, donde entonces mandaba en nombre del rey de León, un descendiente de los Ansúrez, el conde Fernán Gutiérrez. Sus caballeros se armaron para defender el castillo al ver a los castellanos y a los navarros; pero él que yacía postrado en el le(1) Es conocido su magistral trabajo intitulado El Romanz del lúzante Garcia y Sancho de Navarra Antiemperador, publicado por primera vez en les "Studi letterari e linguistici dedicati a Pió Rajna nel quarantesimo auno del suo insegnamente", Florencia, 1941, págs. 41-85, y reproducido en Historia y Epopeya, págs. 33-98. Sigo de cerca en estas páginas los pasos del insigne medievalista, añadiendo algunas cosas y rectificando otras de i m portancia secundaria. (2) Primera Crónica General, págs. 469 y sigs.

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cho por una grave enfermedad, cuando supo de qué se trataba, mandó cesar la lucha, y pidiendo su caballo, se presentó en el campo castellano y fué a besar la mano al conde García, reconociéndole así por señor y entregándole su castillo juntamente con los de Aguilar, Cea, Grajar, Toro y San Román. Alegre con este primer éxito, dirigióse el Infante a León, plantando sus tiendas la primera noche ante la abadía de Sahagún. Cuando llegaron a la capital, fué García a posar en el barrio de Trabaio; mientras que el rey de Navarra acampaba en el exterior. **Los fijos del conde don Vela eran entonces allá, en las Somozas de León, et quando sopieron que ell inffant García uiniera a León et era y, acordáronse del mal et de la desonrra que el conde don Sancho su padre les f iziera et de como los echara de Castiella, et tuvieron que tenien tiempo de uengarse si quisiessen, et trasnocharon de las Somozas, et fueron otro dia en León. E l inff ant García fabló entonces con el rey don Sancho, et dixol como querie yr uer a su esposa et a la reyna donna Teresa su hermana; et el rey don Sancho touolo por bien. Desi ell inff ant tomó fasta X L caualleros consigo, et fué para León. E t Roy Uela et Diego Uela et Yennego Uela, fijos del conde don Uela, quando lo sopieron salieron a él a recibirle muy bien et besáronle la mano assí como es costumbre en Espanna, et tornáronse sus uasallos." Respondiendo a esta conducta, el Infante les devolvió todas las tierras que les había con-; fiseado su padre y lo mismo hizo con otros altos hombres de Castilla, que estaban desterrados en León. E l obispo de León don Pascual salió a recibir al ilustre huésped y le llevó con gran solemnidad hasta la catedral, donde se cantó una misa. A continuación, el conde fué a ver a su esposa, "et viola et fabló con ella quanto quiso a su sabor, et pues que ovieron fablado una buena pieza del dia, tanto se pagaron el uno del otro et se amaron de luego, que se non podien partir nin despedirse uno dotro. E t dixo alli donna Sancha: Injjante, mal funestes que non aduxiestes con vusco vuestras armas, ca non sabedes quien vos quiere bien nm quien mttZ. Respondió el inff ant et dixo: Donna Sancha, yo nunqua fiz mal nm 'pesar a ningún omne del mundo, et non sé quien fuesse

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quien me quisiesse matar nin otro mal fazere. Respondiol estonces donna Sancha que sabie ella que omnes auie en la tierra quel querían mal. E l inffant García, quando aquello oyó, pésol muy de corazón. "En todo esto salieron aquellos fijos del conde don Vela del palacio et fueronse para la posada de Yennego Uela et ouieron y su conseio malo et falso et de trayción de como matassen al inffant, et dixo Yennego Uela: Yo sé en que guisa 'podremos mouer razón dond ayamos achaque por quel matemos. Alcemos un tablado enmedio de la rúa, et los caualleros castellanos, como son omnes que se precian desto, querrán y venir a assolazarse, et nos ?noveremos estonces pelea con ellos sóbréll alanzar et matarlos emos a todos desta guisa. E t assí fué hecho como dicho. Los traidores, luego que movieron aquella pelea, mandaron luego cerrar las puertas de la ciudad, que non pudiesse entrar uno nin salir otro; et desi matáronse, et mataron y quantos caualleros uinieran y con ell inffant." Con respecto al asesinato del conde, nos dice la Crónica General que " E l Romanz del inffant García" le cuenta de esta manera: " E l inffant seyendo en el palacio fablando con su esposa, quando oyó demandar armas a grand priessa, diz que salió fuera a la rúa por uer que era; et quando vio todos sus caualleros muertos, pésol muy de corazón et lloraba muy fieramentre rompiéndose todo por ellos. Los condes quando uieron al inffante estar en la rúa, fueron para ell, los venablos en las manos para matarle; mas echaron las manos en el et lleuaronle mal et desonrradamiente fasta el traydor del conde Roy Uela, que era su padrino. E l l inffant, quando se uió ante el, comenzó de rogar quel non matasse, et prometerles que les daria grandes tierras et grandes algos en su condado. E l conde estonces ouo duelo del, et dixo a los otros que non era bien atarle assi, mas que seria meior tomar aquello que les daua, et a el que echasen de tierra. Yennego Uela fue estonces muy sannudo contra ell et dixo: Don Rodrigo, ante quel matassemos los caulleros fuera esso de uer; mas ya agora non es tiempo de deooarle assi. " L a inffant donna Sancha, quando sopo que el inffant García

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era preso, fué para allá quanto más pudo, et quandol uió comenzó a dar grandes uoces et dixo: Condes, non matades áll inffcmt ca umetro sennor es; et rogemos que nantes matades a mí que a él. E l conde Fernand Llaynes fué muy sannudo contra la inffant, et di ole una palmada en la cara. E l inffant Garcia quando lo vio con el grand pesar que ende ouo, pero quel tenian preso, comenzó de maltraerlos mal, et dezirles canes et traidores. Ellos quando vieron que assi los denostaua, dieron en el grandes feridas con los uenablos que tenian et matáronle. L a inffante donna Sancha estonces con la grand coyta que ouo ende, echóse sobrel; et el traidor de Fernán Llaynez tomóle essa ora por los cabellos et derribóla por unas escaleras ayuso."

El Tíldense y el Toledano. Se ha tachado este relato de cuento de viejas, inventado por los juglares para divertir y conmover a sus oyentes, y hasta ha habido historiadores graves que lo han rechazado con indignación (3). Pero al fin ha venido la crítica moderna a establer la verdad fundamental de los sucesos, contados en el Romanz. Una vez más nuestra epopeya medieval nos descubre su carácter eminentemente histórico. E l mejor conocimiento de los textos mediéis) A l descrédito de la leyenda contribuyó el apasionamiento de ciertos linajes, que por creerse emparentados con algunos de los personajes que intervienen en ella querían salir por el honor de sus antepasados. Hablando de los letreros de Oña en que se acusaba a los Velas, dice Argáiz: "Palabras que leyéndolas una vez aquel apostólico varón don Christobal Vela, arzobispo de Burgos, le causaron sentimiento y negó que hubiesen sido traidores" (Soledad Lauf., t. VI, pág. 180). E l mismo escepticismo manifiesta Rafael Floranes, que considera estos relatos como "viejos cuentos, así asombrosos y quixotescos, difundidos por las cocinas, y aceptados en hora mala por los historiadores" (Disertación sobre el conde don Vela, en "Colección de Papeles de Floranes", Bibl. de la Acad. de la Hist., est. 24, gr. 1.°, B núm. 7). E l mismo Escalona, que publica una escritura alusiva al asesinato del infante, considera toda esta historia como un invento de los poetas (Hist. de Sdhagún, 1782, pág. 57).

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vales nos impide dudar del hecho de la muerte violenta del último conde de Castilla y de muchas de las circunstancias que la acompañaron. Varios cronistas registran el asesinato, y su testimonio es irrecusable, por fundarse generalmente tales noticias en apuntaciones contemporáneas a los hechos que refieren (4). Varios diplomas aluden también al homicidio, y el hecho de que tanto los diplomas como los cronicones nos ofrezcan discrepancias en la fecha sólo indica que las copias que de ellos se conservan son defectuosas. Además, tenemos en el cronicón de Lucas de Tuy una versión del hecho, que fué escrita cuarenta años antes que la de la Crónica General, y que es independiente del cantar de gesta. Hablando de Sancho García, dice el Tudense: "Tuvo un hijo llamado García, y dos hijas, una de las cuales dio como esposa a Vermudo, rey de los leoneses, y otra a Sancho, rey de los Cántabros, de la cual engendró éste dos hijos: García y Fernando. A l morir el conde Sancho, sucedióle en el ducado de los burgaleses el infante García su hijo. Entonces los condes de Burgos, reunidos en consejo, enviaron al rey Vermudo de León una embajada pidiendo que le concediese el poder llamarse rey de Castilla. Y el rey Vermudo prometió que lo haría. Y sucedió que estando en Oviedo el rey Vermudo vinieron los nobles de Burgos con su conde el infante García a León, dispuestos a llegarse a Oviedo, tanto para tratar del asunto del matrimono del conde, como para alcanzar en su favor el título de rey; pero los hijos del conde Vela acordáronse del mal que les había hecho el duque Sancho, reunieron gente de armas en Las Somozas y caminando toda una noche entraron en León y al amanecer del tercer día mataron al Infante en la puerta de la iglesia de San Juan Bautista. Diego, hijo del conde Vela, que había sacado de pila al Infante en el Bautismo, le mató con su propia mano, cometiendo así un enorme sacrilegio y olvidando todo temor de Dios. Entonces murieron también muchos castellanos y leoneses que acudían a la defensa del duque García. Y cuando empezó a crecer la muchedumbre de los que ve(4)

Menéndez Pidal, 1. c, pág. 35.

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nían a vengar su muerte, los hijos de Vela, es decir, Diego y Silvestre, huyeron a los montes y se escondieron en lugar seguro" (5). Lucas de Tuy se aparta del Romanz en muchos detalles, y especialmente al hablar del paradero de los asesinos, que según él se pusieron en salvo y según los juglares recibieron el merecido castigo. Su narración reproduce indudablemente una fuente anterior. Es su manera de escribir, y en esta forma teje su Cronicón mu/ndi. "Diácono en León, debió hallar en los archivos de su iglesia un relato cronístico del trágico suceso que impresionó a la ciudad regia hacia dos siglos" (6). Otra versión del suceso la encontramos en la "Historia de rebus Hispaniae", que el arzobispo don Rodrigo terminó en 1243, y que en realidad no hace más que armonizar las diferencias que le habían sorprendido entre el Tudense y los juglares. E l no dice que los castellanos llevasen a León el propósito de obtener para su conde el título de rey. E l rey de Navarra acompaña al Infante en su viaje. García deja su séquito en Sahagún, y acompañado de unos pocos, se dirige ocultamente a León para ver a su novia. Los Velas se encuentran ya en la ciudad; el arzobispo, influido unas veces por el Tudense, habla de dos solos; pero luego nombra tres: Rodrigo, Diego e Iñigo, "por donde parece que siendo solo dos, el nombre de Diego no es sino una condescendencia que el Toledano tiene con el Tudense". E n resumen, que el Toledano coincide con el Tudense y con una fuente poética, muy parecida a la que aprovecha la Crónica General. A veces su tono es más patético, como al decirnos que cuando Sancha y García se miraron por primera vez quedaron unidos por un amor tan grande, que no podían apartar la vista el uno del otro, o cuando pinta a la esposa, abatida en triste

(5) Chronicón mundi (Ed. And. Schottus, "Hispania Illustrata", t. IV, Froncofurti, 1608, pág. 90). E n la página anterior había escrito don Lucas: "Eo fere tempore, supradicto Vela comité mortuo, dúo filü ejua Didacus et Sylvester cum Sancio duci Burgensium nollent obedire, a Castella cum magno dedecore ejecti sunt ab ipso duce. I i venientes ad regem Adefonsum honorifice sunt ab eo recepti, et dedit eis térras in submontonis." (6) Menéndez Pidal, ob. cit., pág. 36.

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llanto, mezclando sus lágrimas con la sangre del muerto y deseando ser enterrada en el mismo sepulcro que él. Y como ha leído en el Tudense que los asesinos se escondieron, y sabe por los cantos populares que fueron castigados, nos dice para terminar que algunos de los traidores huyeron a montes fragosos, sin duda para salvar la veracidad de las dos fuentes que utiliza (7).

La Najerense. Muy interesante, aunque excesivamente lacónico, es también lo que nos cuenta la Crónica Najerense, en primer lugar, porque nos lleva un siglo más atrás, y también porque señala algunos detalles dignos de tenerse en cuenta. Ella nos dice que el rey Vermudo "después de contar con el consejo de los mayores de su reino, desposó a su hermana la princesa Sancha con el infante García. Pero habiendo éste venido a León para celebrar el casamiento, el conde leonés Vela y sus tres hijos, impulsados por la envidia, encontrándose el rey Vermudo con toda la cohorte de castellanos y leoneses en el juego del bofordo, entraron en la ciudad, y después de matar a todos los castellanos que pudieron encontrar en ella se acercaron al palacio donde estaba el infante García con la princesa Sancha y le mataron, aunque no había hecho mal ninguno. E r a M L X V I " (8). Estas frases, escritas hacia el año 1160, aportan algunas variantes, que conviene subrayar. Su autor se inspira al parecer en los cantares de gesta, según corrían en su tiempo, pero utiliza también fuentes históricas, pues vemos en él una cronología bastante exacta. Yerra al colocar la muerte del infante en 1028, inspirándose, sin duda, en algún texto similar a los Anales Composielanos, pero sabe que Sancho García murió en 1017, y que entonces su hijo tenía ocho años. (7) De Bebus Hispaniae, 1. V, cap. 2 (Ed. de Francfort, 1603, "Hispania Illustrata", t. II, pág. 93). (8) Crónica Najerense, 1. II, núm. 92.

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Un detalle interesante y que no debe proceder de los juglares es el que Vermudo entregase a su hermana de acuerdo con los grandes del reino; pero es más interesante todavía la indicación de que el rey Vermudo se encontraba entonces en León, contra-* riamente a lo que nos dice Lucas de Tuy. Es probable que don Lucas o su fuente introdujesen la noticia de la estancia del rey en Oviedo para salvar la responsabilidad de la corte leonesa. Muchos debieron preguntarse qué hacía Vermudo mientras se desarrollaba el suceso, y la mejor contestación era suponerle ausente. E l Romanz no sabe nada de esto, y con él está conforme nuestra crónica. Conforme también en lo del juego del castillete, que la Naje^ense llama hastiludio, aunque con una pequeña diferencia, que debe reflejar el mayor desarrollo del Romanz, cuando le utilizaba la Crónica General; en ésta son los Velas los que preparan el juego para servirse de él como un medio de realizar sus proyectos homicidas; en aquélla, los Velas encuentran ya, al entrar en la ciudad, a castellanos y leoneses en torno a los tablados y aprovechan esta coyuntura para asesinar a los castellanos dispersos y luego al infante. Una última diferencia de la crónica es que ya no nos introduce únicamente a los hijos de Don Vela, sino también al padre, en lo cual, como veremos, parece estar de acuerdo con la documentación histórica. Además, añade esta frase en que se aparta del Tudense, para acercarse al Romanz: "Sancho mató con digna venganza a los asesinos de su cuñado, el infante García" (9).

Los Velas en la corte de León. Fundamentalmente, lo que nos dicen tanto las crónicas como el Romanz, está de acuerdo de una manera sorprendente con lo que nos enseña la documentación de aquel tiempo acerca de los personajes que intervienen en el sangriento drama. Y a conocemos a (9) Interfectores autem cognati sui infantis Garsie digna ultione interíecit (Ibid., 1. i n , núm. 2).

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los Flagínez leoneses, y su influencia en la corte durante los últimos reinados; conocemos también a los Velas, y el mismo Fernán Gutiérrez, que nos descubre la epopeya, entra claramente dentro de la realidad histórica. E n algunos puntos las noticias que nos da el cantar son más exactas que las de el mismo Cronicón del Tudense. Lucas de Tuy nos habla de los dos hijos del conde don Vela, y los llama Diego y Silvestre; el arzobispo Toledano habla primero de dos, pero luego alude a tres, nombrándolos Rodrigo, Diego e Iñigo. Es la influencia unida del Cantar y del Tudense. Del cantar recoge los nombres de Iñigo y Rodrigo, que le parecen plenamente históricos; del Tudense excluye el nombre de Silvestre, absurdo en un magnate español del siglo x, y acepta el de Diego, que de hecho había llevado a principios del siglo x i un Vela de las Asturias de Santillana (10). Pero es la Crónica General, y, por tanto, la epopeya, quien tiene razón. Los hijos del conde don Vela eran dos, y se llamaban Rodrigo e Iñigo. Hemos visto que poco después de 995 desaparece del reino de León un magnate llamado Vela Iñiguez, coincidiendo con la reconciliación de los Velas con el conde de Castilla, de que nos hablan los historiadores del siglo x n i ; y hemos visto también que, habiéndose reproducido los viejos odios de familias, el conde se vio en la necesidad de arrojar nuevamente a los Velas fuera de Castilla, y esto coincide con la reaparición de Vela Iñiguez y otros miembros de la misma familia en la corte de León, primero en Portugal, al lado de los condes de Limia y Vimarahes, parientes suyos, que les ayudan a entrar en la corte de León. Y esto fué precisamente en el comienzo de las discordias entre Alfonso V y el conde Sancho. E n una carta de Alfonso V , que lleva la fecha del 22 de noviembre de 1013, firma ya en último lugar un Vegila Ovecoz, que es probablemente el mismo Vela Ovecoz que el año añilo ) E l 18 de enero de 1017, Monia Donna, hija de Monnio Didaz y de donna Gelvira, hace una donación a Santillana por el alma de su esposo, Ñuño Gutiérrez, y entre los confirmantes aparecen los infanzones Godesteo Munniuz. Didaco Bellas, Nunno Rodriz, Citi Petriz y Munnio Johannes (E. Josué: Libro de Regla de Santillana, pág. 56). 61

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terior gobernaba las plazas de Lantarón, Celórigo y Término en nombre del conde don Sancho (11). Un año más tarde aparece también Rodrigo Vela formando parte del séquito real. E l 14 de agosto de 1014 Alfonso V confirma las posesiones del monasterio de Vimarahes, al otro lado del Duero. Con él está su madre la reina Elvira, su mayordomo Munio Muñoz, su vicario Ziti Donelliz, su sayón Astrulfo Parentis, los dos hermanos Pedro Flainiz y Fernando Flainiz, siempre leales a la corona, y entre otros muchos magnates, firmando el último de ellos, Roderico Veilaz (12). Pero no había venido solo; en junio de 1016 Alfonso hacía una donación a su fiel Pedro Fernández, y entre los que suscriben está Veila Ennego, en quien podemos ver al Vela Iñiguez, padre acaso de Rodrigo Vela, que figuraba en León antes de 996, y al Begila Enneconi, que encontramos en Portugal hacia el 970 (13). Otras cartas leonesas nos descubren a otro personaje de la misma fami-

(11) Donación de Alfonso V a Falcón Amatiz de propiedades que habían pertenecido al rebelde—infidelem meum—Munio Fernández. Confirman Pedro Fernández, Ranemiro Ovecoz, Munio Velascoz, Munio Muñoz, mayordomo del rey; Pelayo Díaz, Jimeno Fortunionis, Fernando Núñez y Vegila Ovecoz. (12) Menéndez Pidal (1. c, págs. 39-41) señala doce cartas leonesas en que aparece el nombre de Rodrigo Vela entre 1017 y 1028. L a lista podría enriquecerse todavía, pero importa especialmente señalar ésta del 14 de agosto de 1014, que anticipa en tres años la llegada de Rodrigo a León. E n ella, el fugitivo firma en último lugar Roderico Veilaz, después de una veintena de magnates, como quien todavía no tiene la significación que alcanzará rápidamente por su celo en defender los intereses de su nueva patria (Mont. Port. Hist. Chart., t. I, pág. 139). (13) E . S., t. X X X V I , apénd. núm. X I . E s la donaci5n de Alfonso V a Pedro Fernández en la cual habla de los crímenes de Formarigo Sendiniz, "et fecit se refuga et perrexit sibi ad kastella". Confirman los obispos de Astorga y León, Jimeno y Ñuño, y luego Muñio Munnioni, Anaia Tanoiz, Petro Froilaz, Veila Ennego, Didaco Fredinandi, Petro Flainiz, Vela Iñiguez vuelve a aparecer en la donación que la reina Elvira, viuda de Vermudo II, hace a Santiago el 18 de agosto de 1017. Confirman "Adefonsus princeps, Sancia proles Veremundi, Tarasia proles Veremundi, Geloira proles Veremundi, Froila Menendiz, Arias Johannis, Sarracinus Siliz, Vigila Ennecows, Scemenus Scemeniz, Munius Ruderiquiz, Ranimirus Ovequiz, Guttier Froilaz (López Ferreiro: Hist. de Sant., t. II, apénds., pág. 206).

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lia: a Iñigo Vela, uno de los traidores del Romanz. E l 30 de diciembre de 1020, Alfonso V acotaba los términos del monasterio de San Esteban de Piadela, y el 19 de agosto de 1022 hacía donación de una villa llamada Godranes a una tal Riguilo (14). En-

(14) Menéndez Pidal cita los dos documentos (núms. 4 y 5, de los que trae en su citado trabajo, pág. 40). Observa, con razón, que en el de 1020, en vez de Ouecus Uelaz, hay que leer Ennecus Velaz, como leyeron Ambrosio de Morales y Juan de Arévalo. A los documentos por él señalados con la firma de Rodrigo Vela añadiremos uno del 18 de mayo de 1019 por el cual Alfonso V y su mujer Elvira hacen una donación a Pedro Laínez y a su mujer Bronilda de bienes que habían pertenecido a "Cotina Fernandiz et filium suum Fredenando Pelagiz, qui sum profanus et mentitus meus cum sociis suis, et miserunt bela et iskandalum in térra et in regni ejus de profanis et abesariis et scelus acius factis dici nobis lex godicat et octorica secundum dici in libro II et titulo kapitula V I : De his qui contra principe, gente vel patria refucat aut mentitus fuerit vel ars fecerit tam compleri quam consiliarit vel insolenter excitant, sic inventus fuisset aut effusione aucculorum aut dekalvatum tamen aut exiüo proditurus dignitate, set serbus principe factus. et cum perpetua servitutis catena, in principis potestate relictus, eterna tenebitur exilio relicationem obnoxius; res tamen vel omnes nefarii transcressoris in regis ad integrum potestatem persistum et cui dónate fuerint de manu principis ita perpetim securi posideat ut nullus nunquam succedecium secum causam suam egentis viciaturus faciat. Ego Adefonsus rex tibi jam supra nominatum fidelem meum Petro Flaginiz anui mici diundisimo mentís ut fació tibi kartulam donationis de vilas de profanus et mentitus cun Catina Fredinandiz et cum Fredenando Pelagiz, qui sunt abesarios nostris, de Didaco Nuniz et de uxori sue Gelouira et de Durabile Virmudiz et de uxoriis sues Frecenda, ipsas villas qui sunt in V a l de Lorma, in tereturio Leonensis in locu predictum, ila vila de Didaco Nuniz et uxeri sue Gelouira, in sun pera, in Aciseba, et de Durabile Vermudiz, insuper penna, locu vocabulo Quintana, discurrente ad acclesia Sánete Marie, ipsas vilas qui fuerunt de Didaco Nuniz et de Durabile Veremundizi et suas uxores damus et concedimus tibi... ad integrum pro servitio fidele que nobis exerceas ut nullus orno te inquiedare presuma nec incuodice, ut qui hunc nostrum factum ad inrupetu venerint auri talentas LTI, et une scriptum firmu stauilitum et permanea omni rouore et perpetua firmitate. Fata cartula anicionis notu die X V kalendas junias, era quinquies dena V I discurrente super millessima. Adefonsi rex in anc kartula anicione manu propria cf. regina Gelouira, Scemeno Dei gratia episcopus leonensis sediis Sánete Marie, Albaro Ordoniz, Monio Rodriquiz, Pelagio Frolaz armiger, Monio Mouninci, Piniolo Scemeniz, Roderico Velaz, Didaco Fredenandiz, Fredenando Flaginiz, Garcia Eulaliz, Petro Eulaliz, Veila notu titulavi" (Archivo de León, Obispado, cat. núm. 80). o

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tre los confirmantes aparece una y otra vez el nombre de Ennego Veilaz, junto al de Rodrigo Veilaz, los dos hermanos del Romanz, los dos hijos del conde don Vela, de Vela Iñiguez, cuyo nombre sigue figurando en otros documentos hasta 1024 (15). A juzgar por el nombre, Iñigo, heredero del nombre del abuelo, debía ser el mayor, pero comparado con su hermano, ocupa una situación secundaria. Más activo, más emprendedor, más inteligente o más apasionado en su odio contra la dinastía castellana, Rodrigo llega a escalar los primeros puestos en la corte de Alfonso V. Su franca actitud anticastellaná debió servirle no poco para atraerse las miradas del rey. Después de la suscripción de 1014 encontramos otra suya el 14 de marzo de 1017 con motivo de la donación de las villas de Castrogonzalo y Villaseca, que habían sido del conde Sancho, al magnate Pedro Fernández. E n los años siguientes reaparece sin cesar hasta el fin del reinado de Alfonso V. E n varios documentos firma el primero de los nobles; desde 1024 ejerce el cargo importantísimo de armiger o alférez del rey, y eu 1026 figura ya con el título de conde. Las dos últimas cartas en que aparece es una del 5 de enero de 1027, por la cual Alfonso V y su mujer Urraca dan a la Iglesia de Lugo el condado de Mera y otra del primero de marzo de 1028, por la cual una hermana de Alfonso llamada Teresa da a la Iglesia de Compostela una corte dentro de los muros de León. E n la primera suscribe con esta frase: "Rudericus Vegilani qui et armiger"; en la segunda, su firma dice así: "Rudericus Velaz, comes" (16). (15) 27 de marzo de 1024: Pleito de los mozárabes del rey, tiraceros, y los monjes de Valdesaz "in valle de Arcos". Confirman "Nunnus episcopus, Munio Munionis, Armiger Rudericus Velaz, Didacus Fredenandiz, Vela E n neziz, Munio Garcia, Ordonius Veremudiz, majordomus regia" (Aren, de la Catedral de León, cat. núm. 918). (16) Menéndez Pidal (1. c, pág 41, núm. 11) señala la escritura de 1028, pero no cita la del 5 de enero de 1027, por la cual Alfonso V y su mujer "Urraca dan a la iglesia de Lugo el condado de Mera. Sus confirmantes son "Veremudus Vigilani, comes Velasco Almunici (?), Rudericus Vigilani qui et armiger, Sancius Scemeni, Petro Olaliz, Garsea Adefonsi, Didaco Osoriz, M u nio Fafilani, Eita Fortuniz, judex" (A. H . N . , Estado, leg. 3.189; Tumbo V de Lugo, escrit. 10, fol. 8).

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Rodrigo Vela desaparece. Lo más sorprendente es que Rodrigo Vela se eclipsa de pronto. En julio de 1028 muere Alfonso V . E l 15 de noviembre su hijo Vermudo otorga a Compostela una villa que había sido de sus abuelos Menendo y Toda (17). Unas semanas después, el 30 de diciembre, otra donación a la basílica del Apóstol (18). A l lado del rey adolescente está su madrastra, sus tías Sancha y Teresa y su hermana Sancha, la que iba a desposarse con el infante García. Ahora al frente de los nobles parece ocupar un puesto eminente Rodrigo Romaniz, que va a desempeñar el cargo de Alférez. No obstante, entre los cortesanos sigue figurando Fernando Flaginiz. Sólo Rodrigo Velaz se ha retirado, y tal vez su desaparición está relacionada con los nuevos rumbos que empezaba a tomar la política leonesa. Por esta época estaba ya decidido seguramente el matrimonio del Infante con la hermana del rey. Rodrigo, que desde su entrada en León, había comunicado en torno suyo el odio tradicional en su familia contra los condes castellanos, debió mostrar su disconformidad abandonando la corte y retirándose a sus posesiones de las Somozas. A los cinco meses se desarrolló la tragedia. E l Tudense nos dice que la muerte del infante García sucedió un martes, sin precisar más la fecha. A l señalar el año los textos antiguos ofrecen una gran variedad, pero recogiendo sus datos y razonando sus equivocaciones, se ha podido probar que el infante García fué asesinado el martes 13 de mayo de 1029 (19). Tiene razón el Romanz al (17) López Ferreiro: Hist. de Sant., t. II, apénd. núm. 90. (18) E . S., t. X I X , págs. 393 y 191. (19) E s una fecha bien demostrada por Risco, Hist. de León, págs. 259 y 260, y por Menéndez Pidal, 1. c , págs. 45-46. Véanse los datos de los anales y cronicones: Burgense: "Era M L X V I obiit occisus infans Garsea in Leone" (E. S., t. XXIII, pág. 309); Toledanos: "Mataron al infant don García, era M L V I I " (Ibid., pág. 384); Compostelanos: " E r a M L X V I inf ans Garsias interfectus in Legione" (Ibid., pág. 319); Castellanos Segundos: "In era M L X I V obiit comes García". L a gran variedad de fechas, dice Pidal, con que

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decir que los traidores vinieron de las Somozas, donde habían ocultado su despecho durante los últimos meses. Vinieron para desaparecer otra vez. No deja de ser impresionante el constatar que aquel Rodrigo Velaz, conde y alférez, uno de los personajes más importantes del reino durante los últimos lustros, queda desde este momento completamente en la sombra. Ya hemos visto que la historia y la leyenda disienten con respecto a su paradero. Los juglares nos dicen que los traidores fueron cogidos por Sancho el Mayor, atormentados y quemados v i vos, pero esto es una invención tardía, inspirada por el deseo íntimo que el pueblo castellano tenía de dar a la traición el castigo merecido. Debemos creer más bien al Tudense cuando asegura que los dos hijos del conde Vela huyeron a lugares escarpados, donde vivieron tranquilamente. A fines del siglo xi, entre 1087 y 1140, encontramos en Galicia otro Rudericus Uelaci comes, que pudo muy bien ser nieto de Rodrigo el del Cantar (20).

Fernán

Gutiérrez.

Según la narración del Tudense, en la muerte del infante García no figuran más que el propio Infante, la infanta doña Sancha y los hijos de don Vela con su gente. E n cambio, el Romanz introduce otros dos personajes, a quienes llama Fernán Gutiérrez y

los antiguos señalan la muerte del infante García procede sólo de dos tipos: uno exacto, era M L X V I I , que da el Fuero de Sobrarbe (y se equivoca en el Fuero de Navarra y en los Anales Toledanos, que leen MLVII), y otro inexacto, por omisión de la I final. E r a M L X V I , que se da en el Epitafio manuscrito de Oña y en los Anales Composteíanos (y se equivocó en los Anales Complutenses, que leen M L X I V , poniendo IV en vez de V I , y en el Cronicón Burgense, que omite una X , leyendo M L I V ) . E l día, martes, lo da el Tudense, y el 13 de mayo otras Memorias de Oña (El infante García y Sancho antiemperador, 1. c, pág. 46, nota 1). (20) Menéndez Pidal, 1. c, pág. 48; López Ferreiro: Hist. de Sant., t. III, apénd. 30. Véase también Historia Compostelana, E . S., t. X X , págs. 126, 153, 200, 201 y 246.

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Fernán Laínez; y también en esto la epopeya, además de ser más rica, se nos presenta de acuerdo con la verdad histórica. Fernán Gutiérrez es el magnate que recibe al conde García en su castillo de Monzón, cuando se dirige hacia la capital. No solamente manda cesar todo acto de hostilidad contra él, sino que sale a su encuentro, le besa la mano y le reconoce por señor, entregándole sus castillos de Monzón, Aguilar de Campos, Cea, Grajal, Cam de Toro o simplemente Toro, y San Román de Hornija, unos trece kilómetros más acá que el anterior. Consumado el asesinato, los condes traidores se presentan en Monzón, donde Fernán Gutiérrez los recibe mal de su grado, avisando secretamente al rey de Navarra, que se presenta a toda prisa para castigar a los culpables. Se le recibe como unos días antes se había recibido a García, se le acepta como señor y se le entregan los castillos. La existencia de Fernán Gutiérrez y el papel que juega en las postrimerías del condado de Castilla no se encuentran reseñados por ningún historiador, pero encajan plenamente en la Historia. Monzón era desde hacía cerca de un siglo un señorío de los Ansúrez, a quienes Ramiro II había heredado entre el Pisuerga y el Cea, con vastas posesiones, que ellos lograron dilatar, según los historiadores árabes, hasta la región de Toro y Zamora. Fernando Ansúrez, que hacia el año 928 había gobernado el condado de Castilla, fué el primer conde de Monzón. Hacia 945 lo era su hijo Assur Fernández, a quien sucedió Fernando Ansúrez y su mujer Toda, de quien un documento de 980 dice que dominaba en Dueñas (21); pero entre los seis hijos de Assur que confirman un privilegio de su padre en favor de Cárdena, en 943, el quinto se jlamaba Guttier (22), y este Gutiier debió ser el padre de Fernán (21) U n documento leonés de esta fecha, por l cual Candeda y Gunterodé venden la tercera parte de una corte y tres casas al obispo Sisnando en el año indicado, termina de esta manera: "Facta carta... die dominica, V I idus augusti era MXVIII, regnante Domino nostro Jesuchristo, et principe Ranimiro in sedis cathedra patris sui et domna Tota in Domnas" (Arch. de la Catedral de León Cata., núm. 1.342). (22) Bec. Gót. de Card., pág. 365. L a redacción que aquí da el P. Serrano es algo diferente de la que publica Berganza sacada del original (Antigüedae

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Gutiérrez, el que mandaba en los castillos del Pisuerga y el Cea en 1029. Su actitud es la que podíamos esperar de un individuo de esta poderosa familia. Adictos como nadie a los reyes leoneses en tiempo de Ramiro II y de sus hijos, los Ansúrez se inclinan hacia Castilla desde que Vermudo II destrona a Ramiro III, que era hijo de Teresa Ansúrez. Sancho García llega a dominar hasta el Cea polla adhesión del alcalde de Monzón, que debía ser ya hacia el año 1010 este mismo Fernán Gutiérrez. Muerto el conde de los buenos fueros, Alfonso V restablece el dominio de la corona en la región de los dos ríos, y Fernán Gutiérrez le reconoce por señor, cediendo a la fuerza. Le reconoce, pero sin entusiasmo. N i en tiempo de Vermudo II ni en el de Alfonso V aparecen los condes de Monzón firmando los documentos reales expedidos en la corte; viven retirados en sus dominios del Cea y sólo cuando el rey va. por allí se mezclan a los demás palatinos, por eso cuando el hijo de Sancho, su antiguo señor, se presenta a las puertas de su castillo, Fernán Gutiérrez se apresura a romper los lazos que le unen con León, y se entrega con sus castillos al condado castellano, y luego al rey de Navarra, con lo cual logrará Sancho el Mayor extender sus dominios hasta el Cea, sin hacer el menor esfuerzo, y he aquí confirmada indirectamente la veracidad del relato poético de la Crónica General, en lo que se refiere a este conde de Monzón, cuya memoria sólo nos conservaron los juglares. Este Fernán Gutiérrez personifica la conquista que hizo Sancho el Mayorde la tierra en que estaban los seis castillos, conquista pacífica que, en realidad, fué una pura entrega y por tanto un acto de infidelidad con respecto al rey Vermulo III. E s el mismo Vermudo quien nos da cuenta de la conducta desleal del de Monzón en un documento precioso que lleva la fecha del 24 de junio de 1032. E l rey leonés da a su fiel Ñuño Gutiérrez la heredad de Villafalé, "que

des, t. II, pág. 385). Serrano transcribe solamente los nombres de cinco hijos de Assur, que son Fernando, Obeco, Munio, Guttier y Gundisalvo. Berganza aún añade otro llamado Ñuño. Hermana de ellos, como sabemos, es Teresa, la que se casó con Sancho el Gordo,

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había pertenecido, dice el donante, a Juan Veilaz y a su mujer Froila, y a Annaia Belidiz y a su mujer Vita, los cuales dejaron nuestro servicio y erigieron sobre sí otro señor, que es nuestro infiel Fredinando Guterriz, el cual hizo mucho mal a nuestra causa" (23). Como es natural, Fernán Gutiérrez figura durante los años siguientes al lado del rey de Pamplona. E l 22 de febrero de 1034 suscribe un documento en el que se encuentra también la firma del rey y delante del suyo encontramos de nuevo el nombre de un Beni Gómez (24). Hacía un cuarto de siglo que los Beni Gómez se habían eclipsado completamente. Seguían seguramente en sus tierras de Carrión y de Saldaña, pero acatando más o menos voluntariamente el gobierno fuerte de Alfonso V . Y de pronto, antes del año 1030, encontramos al lado de Sancho el Mayor a un Gómez Díaz, el conde actual de Carrión, pariente de aquel García Gómez que después de haber vivido en perpetua rebeldía contra Vermudo II y Alfonso V, vino a morir desastradamente en tierra de moros. Para ellos, como para los Ansúrez, la llegada de Sancho sig-

(23) Barrau-Dihigo: Chart. du Roy. león., núm. XXXVIII, "Rev. Hisp.", tomo X , pág. 446. Barrau lee la villa de Nale, pero, como observa Menéndez Pidal (1. c., pág. 71), hay que leer "in villa Hale, decurrente alveum Estele, non longe de Castro Solanzo". Esta es la situación de Villafalé a orillas del Esla, en el Ayuntamiento de Villasabariego y cerca de Mansilla, en cuyo término está el cerro de Sollanzo. Si Fernán Gutiérrez huía de la corte para evitar ocasiones de manifestar su rendimiento a Alfonso V, no llegaba su audacia a desairarle cuando se acercaba a su señorío. Encontramos su nenrbre en un privilegio del 2 de agosto de 1026, por el cual Alfonso, estando en la ciudad de Cea da sentencia en favor del obispo Ñuño contra Diego Fernández. Confirman Fredenando Flaginiz, Fredenandus Guterriz y Rudericus Veilaz, "qui et armiger regis" (E. S., t. X X X V , pág. 33; Tumbo de León, f. 41). (24) Tumbo de León, fol. 113: E l 22 de febrero de 1034, Juan Peláez dona unas tierras al monasterio de Valdepueblo, junto al río Cea. Confirman "Sancius rex, Seruandus episcopus, Froilani episcopi ovetense sedis, Petras episcopus astoricense sedis... Gómez Didaz, Guttier Adefonso, Monio Adefonso, Fernando Gutiérrez, Munio Nuñez, Roderico Beatiz". Menéndez Pidal (1. c , página 72) corrige la fecha, colocando el documento con buenas razones en l a era 1072, y no en la de 1054, como dice erróneamente el pergamino.

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nificaba la liberación y además el cumplimiento de una consigna familiar (25).

Fernán

Lámez.

Hay otro personaje que, según la Crónica General, interviene en la muerte del infante García, y es mucho más conocido que el (25) Menéndez Pidal, Mió Od, 540, 543 y 547. No es fácil señalar con precisión el árbol genealógico de este nuevo Beni Gómez. Menéndez Pidal le llama primo de García Gómez. Sería más bien sobrino. Una carta de Sahagún podría servirnos para ampliar lo que dijimos a t r á s sobre esta familia. Es la donación que hace una condesa llamada doña Sancha de fincas y palacios cerca del Araduey (Escalena, Hist. de Sahagún, p. 439-440). L a hace "in presencia comits Munnio Gómez" y confirman Didaco Munniz y Oveco Gómez. Son nombres del linaje del conde de Saldaña. Sospecho que ese conde Munnio Gómez es un hijo de Gómez Díaz, nieto, por tanto, de Diego Muñoz, el primer conde de Saldaña, el mismo a quien alude un documento de 1008 en esta forma: "comité nostro domno Monite"; Oveco Gómez sería su hermano. Didaco Nunniz, su hijo, y el nuevo Gómez Díaz, partidario de Sancho el Mayor, su sobrino, pues se llama "prolis Didago Fernández", nieto, por tanto, de Fernando Díaz, al fundar el hospicio de Arconada en 1047 (Yepes, Crónica de San Benito, VI, 1617, apén. 14). L a carta de la condesa Sancha lleva la fecha de 1020, pero el hecho de que se escribiese "regnante Adefonso rex in Legione et in Castella comité Sancio" indica que es anterior, acaso de 1010. Tendríamos, pues, la siguiente genealogía: Conde Diego Muñoz = Tigridia 935-952

Conde Gómez Díaz = Nufia Fernández 960-986

García Gómez. conde (985-1009)

Munio G., conde (1008-1010)

Diego Muñoz.

Oveco G.

Munio Muñoz, conde de Cea.

Fernando Díaz (950-1003) I

Sancha G.

Diego Fernández (1016-1030) = Toda García Conde Gómez Díaz (1030-1057)

CAP. XXEX.—EL INFANTE GAEClA Y LA ARISTOCRACIA LEONESA

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conde de Monzón. Cuando doña Sancha llega entre los Velas a pedir misericordia para el Infante, un conde llamado Fernán Laínez la abofetea y luego, cuando la ve llorando sobre el cadáver del esposo, la coge de los cabellos y la derriba por una escalera. Después este Fernán huye con los Velas y llega a Monzón, pero al saber la llegada de don Sancho, sube a un potro bravo, sin silla, sale de la hueste como si fuera un rapaz, su capilla puesta en la cabeza para que no le reconociesen y logra encontrar un escondite en las Somozas de Oviedo; pero algún tiempo después, cuando el rey navarro desposa a su hijo Fernando con la infanta doña Sancha, la que iba a casarse con el infante García, ésta* se niega a los deseos de Sancho el Mayor, si antes no la venga del traidor Fernán Laínez, el matador del Infante, el hombre que tan villanamente la había injuriado. Sancho entonces manda cercar los montes en que vivía el traidor, lo hace prender y lo lleva a la infanta, la cual toma un cuchillo, corta a Fernán las manos, los pies y la lengua, le saca los ojos y le hace luego pasear por las villas y mercados de León y Castilla. r

Por esta vez el relato de la gesta popular suscita un verdadero conflicto para el historiador. E l mismo tono de la epopeya empieza por despertar sospechas; pero además sabemos que ese Fernán Laínez, hombre de carne y hueso, que tuvo una gran influencia en la corte leonesa, siguió teniéndola después de la desaparición de las dinastías de Castilla y de León. Descendiente de aquel Fernando Flagínez que en 975 realizó una importante campaña contra los moros, según el Beato de Gerona, hereda de su padre Lain Muñiz y de su madre Justa Fernández un rico patrimonio al norte de la actual provincia de León. Empieza a figurar en lugar muy secundario en la lista de los confirmantes de las cartas de Alfonso V desde el año 1000, y aunque su tío Pedro Fernández era uno de los pilares del trono por aquellos días, continúa un poco en la sombra durante muchos años. Con el advenimiento de Vermudo III, su nombre empieza a aparecer en primer lugar. Cuando la infanta Teresa, hermana del rey, hace a Santiago su donación del primero de marzo de 1028, suscribe a continuación de Alfonso, y más

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abajo leemos el nombre de Rodrigo Vela; después, el nombre de Rodrigo Vela desaparece, pero el suyo continúa; y continuará durante largos años con Fernando I. E s el personaje imprescindible, que sigue a su rey no solamente a Santiago y Oviedo, sino que le acompaña en territario castellano, siempre con la misma autoridad y la misma influencia hasta 1049, en que, ya viejo, se retira para morir. E n algunos documentos, por ejemplo, en dos de 1038, se llama conde de León, cargo que debía ocupar desde el advenimiento de Vermudo III, y, por tanto, en el momento del asesinato del Infante. Esto nos explicaría la aparición de su nombre en los cantares de gesta. Como gobernador de la capital, su obligación era imponer el orden e impedir el crimen, pero debió desentenderse del conflicto, y tal vez la infanta doña Sancha se lo echó en cara más de una vez. Por lo demás, entre los Laínez leoneses había una tradición anticastellana. Y a hemos visto a Pedro Fernández adueñarse de las posesiones que tenía el conde Sancho en la desembocadura del Cea, sin duda como recompensa de los servicios hechos al rey Alfonso en sus conflictos con el conde castellano (26). Hombre de todas las situaciones, Fernán Laínez sirvió a todos los señores, que tuvieron la ciudad de León en aquel tiempo; cuando en 1034 Vermudo huye a Galicia, él se queda en la ciudad y se pone al servicio de Sancho, de quien era pariente por su madre Justa, hermana de la reina Jimena; en febrero de 1035, Vermudo vuelve a entrar en León y Fernán Laínez figura tranquilamente a su lado, y cuando en 1037, tras la batalla de Tamorón, Fernando se apodera de la ciudad, el gobernador se somete al nuevo dueño, y el 22 de junio de 1038 asiste con los demás nobles leoneses a la coronación solemne del nuevo rey. Fernán Laínez tenía dos cosas por las cuales debía hacerse odioso al sentimiento popular: en

(26) Sospecho, sin embargo, que pertenecían a este linaje, como hijos tal vez del primer Fernán Lainez, y hermanos de Pedro Fernández los dos infanzones "Didaco Fredinandiz y Flagino Fernández de Villaluenga", que en 994 venden al abad Falcón un campo en tierra de Burgos, lo cual nos inducirá a pensar que algunos miembros de esta familia emigraron a Castilla (Bec. de Card., págs. 282-283).

CAP. X X I X . — E L INFANTE GARCÍA Y L A ARISTOCRACIA LEONESA

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primer lugar, esta habilidad para adaptarse a todas las ideas y a todos los partidos, y, sobre todo, su pasividad en la lucha que terminó con la muerte del Infante (27).

Aportaciones de la epopeya. Es probable que la epopeya primitiva introdujese la figura de este político, sin principios, envuelta en colores sombríos; el castigo, sin embargo, ha de ser seguramente una invención posterior, en la cual debió influir la historia de un hijo traidor llamado Flaino Fredenandiz, que hacia el 1030 tenía el gobierno del territorio leonés, al parecer como auxiliar de su padre, y que después de la muerte de éste continúa figurando en los instrumentos públicos hasta el año 1060. Por esta fecha se enfrenta con el rey Fernando I, que le castiga despojándole de sus bienes. Pero hubo ademas otro Fernán Laínez, nieto sin duda del primero, que por un delito desconocido fué duramente castigado por Alfonso VI, que le con-

(27) Menéndez Pidal encuentra cartas con suscripción de Fernán Lainez desde el año 1000 hasta el 1049. E l 14 de septiembre del año 1000 confirma, después de su hermano mayor Munio, una donación del obispo de León, Froilán n , a Sahagún (Escalona: Hist. de Sahagún, escrit. 71, pág. 439); el 11 de marzo de 1003 dona a Sahagún, con su madre Justa y sus hermanos Munio, Pedro, Elvira y Marina, una heredad por el alma de su padre, "Flagine Monniz" (A. H . N . , Sahagún, P.-463). E n 1020, 27 de febrero, construye en unión con su mujer Elvira, un monasterio dedicado a San Martín en Pereta, junto al río Esla, al sur de Riaño (A. H . N . , Nuestra Señora de Benevivere en Carrión, 1, R ) . E l 27 de abril de 1027 hace una donación llamándose "commite Fernando Flainz" (A. H . N , Bec. de Sahagún, t. I, fol. 140). E l 1 de marzo de 1028 confirma una donación de Teresa, hija de Vermudo II; el 15 de noviembre del mismo año, otra de Vermudo III a Compostela; en 1034 hace una donación a Sahagún, reconociendo la autoridad de Sancho de Navarra; el 17 de febrero de 1035 figura al lado de Vermudo III, que ha vuelto a apoderarse de León y restaura la iglesia de Palencia; continúa con Vermudo el 20 de enero de 1036, confirmando una donación real a Sahagún; en 1038 confirma dos documentos con esta fórmula: "Mandante Fredenando Flaginez in Legione", y el mismo año figura ya en el séquito de Fernando I, conservando sus títulos y preeminencias (Menéndez Pidal, 1. c, págs. 78-87).

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denó no solamente con la confiscación, sino también con la proscripción. E n 1075 y 1077 era alférez en el palacio real; en 1089 había dejado su cargo, pero seguía aún en la corte. E n abril de 1097 Alfonso V I da a Santa María de Regla una heredad "de Fernando Flainiz mi encartado con lo que adquirió de su hermana Oneca, quae maleficavit, que también habia delinquido gravemente". L a infamia que pesaba sobre el nieto del gobernador de León

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% FILMS- ¿ L UÓM'Ttf. Epitafio del infante García en León.

en 1028 y sobre su hermana debió trascender al pueblo e impresionar de tal manera, que el castigo correspondiente se pudo considerar como una venganza del cielo por la actitud del abuelo en el asesinato del infante García. Es, por tanto, fabulosa la venganza despiadada que doña Sancha ejecuta en el conde de León; pero los juglares la introdujeron como desenlace necesario, exigido por el anhelo popular, como habían introducido también y en época tardía la venganza en el Cantar de los infantes de Salas, y para ello les dio motivo e impulso la desgracia y el castigo en que in-

CAP. XXIX.—EL INFANTE GARCÍA Y LA ARISTOCRACIA LEONESA

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currieron el hijo y el nieto del primer Fernán Laínez. Parece seguro, sin embargo, que el nombre de éste figuraba en la gesta primitiva, y que los juglares de época posterior no hicieron más que recargar los colores, exagerando su actuación e imaginando el correspondiente castigo (28).

(28) Es la explicación que nos da Menéndez Pidal, 1. c, págs. 89 y s i guientes. Observaremos, sin embargo, que ya la Crónica Náfrense nos informa de que Sancho el Mayor mató a los asesinos de su cuñado el infante García [Crónica Naj., m , núm. 2*).

CAPITULO X X X E L I N F A N T E Y SUS INFANZONES (1029)

El sepulcro de León. L a Crónica General nos cuenta cómo el rey de Navarra mandó recoger el cadáver de García y llevarle con todos los honores al monasterio de Oña, pero recoge también el relato del Toledano, diciendo: "Dize el arzobispo don Rodrigo que en León fué enterrado en la iglesia de Sant Joan, cereal padre de donna Sancha su esposa, et que se quisiera meter ella con ell en el luziello, ca tan grande era el pesar que auie por el que assi muriera, et tan grand el duelo que fazie por el que toda estaua desmemoriada, que nin sabie que fazie nin do estaua." L a ciudad de León quiso rendir un postumo homenaje al último conde de Castilla, preparándole unas exequias en que, según el Romanz, interviene el obispo don Pascual, el único* eclesiástico que interviene en la acción, por cierto con nombre equivocado, y señalándole un puesto en el panteón de sus reyes (1). (1) Observa sagazmente Menéndez Pidal (1. c , pág. 97) que mientras el Romanz conserva con exactitud los nombres de todo® los ricoshombres que intervienen en la acción, yerra en el nombre del único eclesiástico de quien habla, ese supuesto obispo de León, a quien llama Pascual, nombre no llevado por ningún obispo leonés de l a Edad Media y rarísimo, además, en la onomástica española de aquel tiempo. Y es que "la epopeya era la poesía de 62

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Pancorvo: castillo de Santa Marta.

Allí, efectivamente, se ve todavía un pequeño sepulcro, que sólo mide ciento veintiocho centímetros de largo, en cuya tapa se loa caballeros". N i ella se preocupaba gran cosa de los hombres de iglesia, ni los hombres de iglesia la debían tener en gran consideración. Otro tanto observamos en el Cantar de Mió Cid, donde se conserva el nombre histórico de los infanzones, dándose únicamente un nombre errado al abad de Cardeña. E l obispo que gobernaba la diócesis de León cuando fué asesinado el infante García (1026-1040) se llamaba Servando (Cf. E . S., X X X V , pág. 27).-

CAP. X X X . — E L INFANTE Y SUS INFANZONES

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ve la imagen de un niño con un cetro de lis en la mano y a los pies un nombre que dice: Garsia. Que se trata del infante García lo declara mejor este letrero que se lee en la cabecera: "Aquí yace el infante don García, que vino a León para recibir el reino, y fué asesinado por los hijos del conde Vela. Era M L X X V I " (2). La flor de lis, tanto como los caracteres de la inscripción, dan a entender que es éste un monumento tardío, posterior en dos siglos, poco más o menos, al malogrado infante. Y a Morales sospechó que se trataba de un cenotafio, "que llaman los griegos, y quiere decir sepultura vana o vacía". Y, no obstante, parece ser que dentro había hasta hace poco, o debe haber todavía, una momia de un niño. Este detalle es un nuevo motivo para convencernos de que el sepulcro fué inspirado por la tradición leonesa, según la cual el infante recibió sepultura en León. E l que dirigió la construcción recoge el relato de la vieja crónica perdida, que por el mismo tiempo o muy poco después recogió Lucas de Túy. Ese relato decía que el infante fué enterrado en León, que se presentó allí para ser investido del reino y que entonces sólo tenía trece años. Y con estos datos se formó esta superchería del sepulcro leonés, que, como se puede suponer, carece de todo valor histórico. Es posible que la noticia del entierro del infante en León, lo mismo que el dato de la ausencia del rey en Oviedo, provenga del deseo natural que debieron tener los leoneses de apartar la impresión de complicidad en el asesinato (3).

(2) "Hic requiescit infanz dominus Garsia, qui venit in Legionem ut acciperet regnum et interfectug est a filils Vele comitis. E r a M L X X V I " . (3) Dice Morales en la Crónica General de España (1. XVII, cap. X L V ) : "En la capilla de los reyes en Sancto Isidoro, junto al altar, está una sepultura alta, de piedra, fuera del orden de las demás, y allí cerca una piedra pequeña, donde se dice no más desto: H . R. dominus Garsia..." L a descripción de Morales es inexacta, pues el epitafio está grabado en el testero mismo del arca sepulcral, como observa Menéndez Pidal, el cual añade: "Laureano Diez Canseco, tan conocedor de las casas de León, me aseguró que el sepulcro (cuya losa estaba cuando yo la vi, 1915, y está en 1932, pegada con cemento) contenía una momia de niño" (O. c , pág. 50). a

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El epitafio de Oña. E l relato de la Crónica General, sin desconocer la afirmación del Tudense, reproducida por Rodrigo de Toledo, nos da una versión más conforme con la realidad. Según ella, el rey don Sancho de Navarra, que viniera con el infante y había fijado su campamento extramuros de la ciudad, al saber lo que pasaba en el interior "mandó armar toda su compañía e ueno fasta las puertas de la villa, mas quando vio que eran cerradas et non podrie acorrer all inffante, dixo que ge lo diessen ya siquier muerto. Los condes fizierongele estonces echar delant por somo del muro, mal et desonrradamientre. Tomol estonces el rey don Sancho, et mandol* meter en un ataut et leuaronle al monasterio de Onna, et enterráronle y cerca su padre" (4). Tal era la versión de los juglares. Tal vez habría fundamento para poner en duda algunos pormenores de ella, pero puede considerarse como seguro que el infante, enterrado acaso al principio en la ciudad regia, fué llevado por su mismo cuñado al panteón que los condes castellanos tenían en Oña. Así lo creyó Morales, fundado en una inscripción que encontró en las "memorias antiguas de la casa", y que nos dio más completa unos años después Fray Gregorio de Argáiz. "Tengo—dice este último—una curiosa antigüedad en el Archivo de Oña, no vista hasta hoy, que es el epitafio que luego que traxieron de León el cuerpo, le pusieron al infante en la tumba de piedra donde le dieron sepultura, a la puerta de la iglesia en compañía de sus padres, y algún curioso, temiendo que cuando los metieron dentro del cuerpo se perdería, lo sacó y copió..., que es éste: Hic aetate puer Garsia Absalon alter, fit cinis; illud erit qui gaudia mundi querit. Mará alter duras bellis erat ipse futuras, sed fati serie tune prius occubuit. (4)

Primera Crónica General, pag. 471, b.

CAP. XXX.—EL INFANTE Y SUS INFANZONES

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"Hic filius fuit Santii istius comitis, qui interfectus fuit proditione a Gundisalvo Munione et a Munione Gustios et a Munione Rodriz et a multis alus, apud Legionem civitatem. Era M L X V I " (5). Hay aquí un error en la fecha (1028), debido tal vez al descuido del monje que trasladó el epitafio, con otros varios, del antiguo sepulcro "a un libro gótico de Oña sobre el Apocalipsis", y que por lapsus de pluma omitió una I final; pero en todo lo demás esta inscripción tiene un valor innegable y un interés extraordinario. Desde luego es mucho más antigua que el epitafio de León, y casi podríamos afirmar que se remonta a la generación que sigue a la desaparición del condado. Esos versos, ciertamente, a pesar de su torpeza, reflejan ya el ligero renacimiento humanístico que trajeron los cluniacenses, pero no debemos olvidar que Oña fué uno de los primeros centros monásticos en que penetró la influencia de Cluny. Por otra parte, el autor, en su alusión a la belleza del infante y a las promesas de valor y heroísmo que había en su juvenil arrogancia, parece indicarnos que le había conocido y que lamentaba un duelo que le había llegado al alma. Pero lo más in(5) Gregorio Argáiz: Solí Laur., t. VI, pág. 181. Berganza trae también e3te epitafio en el tomo I de sus Antigüedades de España, págs. 314-315, y es él quien pone la era omitida por Argáiz. Yepes copia un largo epitafio moderno que vio en la sepultura misma del infante, y en el cual se ven contaminaciones de la tradición leonesa y de la castellana. Dice así: "Su epitafio nos dice brevemente su vida y cómo está enterrado en San Salvador de Oña, el cual dice de esta manera: E n la tercera sepultura del lado izquierdo yace el muy excelente señor infante don García, hijo del dicho señor conde don Sancho y de la dicha señora condesa doña Urraca, el cual estando desposado con la infanta doña Sancha, hermana del rey don Bermudo de León, siendo de edad de trece años fué muerto a traición con grande alevosía en la ciudad de León por mano del conde don Vela, que había sido su padrino al tiempo que recibió el Santo Sacramentó del bautismo, y fué vasallo del conde don Sancho su padre. Este infante García había de heredar juntamente con el señorío de Castilla el reino de León, por respeto de su esposa la infanta doña Sancha, porque el rey don Bermudo ü su cuñado no tenía hijos legítimos, e fué muerto, como dicho es, a trece días del mes de mayo, año del Señor de mil e veinte y ocho años, y fué traído a sepultar a este monasterio de Oña." A continuación Yepes defiende la autenticidad de la sepultura de Oña contra la de León, con textos de la Historia General, de Esteban de Garibay (1. X , capítulo X I X ) , de Mariana (libro VIH) y de Morales (libro X V n , cap. X L I ) .

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teresante es el encontrarnos aquí tres personajes que son perfectamente históricos y que difícilmente hubiera podido recordar nadie medio siglo después de los sucesos. Hoy, después de analizar y comparar entre sí los diplomas que nos quedan de aquel tiempo, podemos llegar a identificar a esos magnates, que se llamaban Gonzalo Muñoz, Munio Gustios y Munio Rodriz, y aun adivinar algo de sus tendencias y sentimientos; pero ningún autor medieval hubiera podido recoger sus nombres en un epitafio si no hubiera vivido cuando estaban aún frescos los sucesos que le recordaban.

Munio Gustios A primera vista, esta traición de que nos habla el epitafio de Oña parece desmentir cuanto nos dicen las crónicas y los juglares; pero en realidad, esta nueva noticia, lejos de contradecir las anteriores, las completa. Ella nos descubre lo que se susurraba, con mayor o menor violencia, en el sector más exaltado y acaso el más clarividente de la opinión castellana; el que, sin negar la intervención de los Velas, delataba en algunos infanzones que formaban el séquito del infante una culpabilidad de negligencia, de pasividad y acaso de complicidad. Y eran tres, sobre todo, los magnates señalados por este partido castellanista, que no podía consolarse de la desaparición de los descendientes varones de Fernán González. Los tres tienen un relieve singular en la vida castellana del siglo xi. Muño Gustios, emparentado, sin duda, con la familia de los infantes de Salas, aparece al lado del conde Sancho García en seis cartas relacionadas con la fundación y dotación del monasterio de Oña, y fechadas entre 1011 y 1014, y en una de ellas, la del 2 de febrero de 1011, en que el conde acota los términos de la nueva fundación, figura como uno de los infanzones de aquella región, en que Sancho de Navarra desarrollaba un poder de captación irresistible. E n una carta de Fernando I que lleva la fecha del 17 de julio de 1039 encontramos acerca de

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este magnate una noticia interesante. E l rey, juntamente con su -esposa Sancha, da al obispo de León una serna que había pertenecido anteriormente a la iglesia catedral, "pero después le había cultivado y poblado nuestro abuelo el conde don Sancho, por medio de su escudero Munio Gustios". Servidor de la casa de Sancho García, Munio Gustios continúa al lado de su hijo y con él está todavía el 19 de marzo de 1027, confirmando una donación al monasterio de Santillana (6). (6) Reproduzco aquí este interesante documento, sólo parcialmente conocido: "Xristus. Fredenandus rex et Santia regina, Patri domno Cipriano aepiscopo. Per hujus nostre preceptionis serenissimam jussionem ordinamus atque concedimus vobis señera, quos uocitant Pogolo, quos dudum fuerat ex testamentum sánete Marie et postea cultauerat ea adque popularet auio nostro comité domno Santio per scurrone suo Munnio Gudestediz Concedimus uobis ea ab integro per suis terminus ut obtineatis ex nostro concesso sicut eam obtinuerunt antecesores uestri de dato auio nostro rege domno Ordonio, cujus memoria sit in benedictione, ut habeant inde clerici substantian temporalem et nos ante Deum copiosom mercedem; neminem vero permittimus qui uobis ibidem disturbationem faciat nec in modice. Si qui tamen, quod fieri minime credimus aliquis homo hunc factum nostrum infringere temtauerit cum Juda Domini proditore lugeat penas i n eterna damnatione et hanc scripturam in cunctis habeat firmitatis rouorem et ad partem... ipsius ecclesie libras auri Ve persoluat. Notum die X V I kalendas Agustas, era L X X U I I post M . Fredenandus rex in tianc scripturam quam fieri elegi signum inieci. (Signo) Sancia regina cf. (Signo) Froila cuetense sedis eps. cf. Petrus Astoricensis eps. cf." (Archivo de la Catedral de León, est. de Villada, núm. 1264.) V i llada lee era 1077, año 1039; en cambio, Menéndez Pidal le pone la fecha de 1087. L a fotocopia que he tenido a la vista parece dar la razón al primero. Munio Gustios aparece confirmando las cartas siguientes: Cambio de los terrenos de Oña entre Gómez Díaz y el conde Sancho, 27 de febrero de 1011; dotación del monasterio de Oña por el conde Sancho y su mujer Urraca, 1011; donación de la hacienda de Espinosa a Oña por el conde Sancho, 1011; donación del infante García a Santillana, 7 de abril de 1027. E l 19 de marzo de 1043 y el mismo día de 1045 le vemos en la corte de Fernando I, en Santillana, y del 1049 es la carta que transcribimos m á s arriba por la cual Fernando I y su mujer Sancha dan al obispo de León, Cipriano, una serna que antes había sido de la iglesia catedral, "et postea cultaverat ea atque populaverat avio nostro comité domno Santio per scurrone suo Munio Godesteiz" {Menéndez Pidal, 1. c, págs. 57-59). A estos documentos que señala Pidal hay que añadir la carta de donación de la villa de L a Nuez a Santa Trigidia por el conde Sancho en 1014 (Arch. Hist. Nac, Oña, perg., leg. 160, doc. 7). Este Munio Gustios estaba probablemente emparentado con los Gustios de la le>

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Munio Rodriz. I

Munio Rodriz se nos presenta por vez primera firmando una donación que hace a Santillana una señora, llamada Muniadonna, el 18 de enero de 1017. Unos años más tarde le vemos en el séquito del infante García, cuando va a celebrar en Covarrubias la fiesta de Pascua el 5 de abril de 1024. E l hecho de que aparezca por vez primera en la Montaña podría dar a entender que procedía de aquella región, en la cual vemos, actuando repetidas veces, de 1020 a 1028, en calidad de juez en los litigios y de testigo en los diplomas, un Rodrigo Muñoz que es seguramente su padre. Pues bien, hay un documento de Cárdena del 29 de septiembre de 1028 en que se afirma ya que Sancho reinaba en sus reinos de Castilla y de Pamplona, y entre los confirmantes figuran un Ñuño Assuriz, hijo a todas luces de aquel Asur Núñez que había mandado la plaza de Pancorvo en tiempo del conde Sancho, y este Rodrigo Muñoz, padre del Munio Rodriz encartado en la acusación del epitafio de Oña (7) .

Gonzalo Muñoz. Mas ilustre aún es el primero de los personajes aludidos en nuestra inscripción. A juzgar por el nombre, Gonzalo Muñoz, deyenda de los infantes de Lara, y podría ser nieto de un Monio Gustios que aparece al lado de Fernán González entre 942 y 963 {Bec. de Card., 8 y 11; Cari, de Arlanza, 46; Cart. de San Millán, págs. 41, 52 y 53). Hijo suyo y padre acaso del Munio Gustios de la gesta será el Gudesteu Nuniz o Godesteo Munnioz que confirma en 972 un documento de Garci Fernández y en 987 otro del infanzón Diego Jiménez (Cart. de Card., págs. 5 y 316). (7) Como se ve, Munio Rodríguez sólo figura en dos privilegios: el de 1024 del conde García (Can. de Cov., pág. 38), en que firma, el último de loa magnates, y el de 1017, donación de Monnia Donna a Santillana (Josué: Libro de Regla, pág. 36). E l nombre de Rodrigo Muñoz, a quien considero su padre, se encuentra en documentos de 1021 (Josué, ob. cit., pág. 61), de 1022' (Ibid., pág. 42), de 1025 (Ibid., pág. 97) y de 1028 (Bec. de Card., pág. 285)-

CAP. XXX.—EL INFANTE Y SUS INFANZONES

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bía pertenecer a la familia condal, lo cual se confirma con el hecho de que el condado de Lara quede luego vinculado en su familia. Es una de las figuras eminentes de la corte del infante García, a quien acompaña en Covarrubias y en Santillana el 5 de abril de 1024 y el 7 de abril de 1027; pero también de él podemos sos-

Pavés —escudo— de un caballero de la familia de los Salvadores, procedente de Oña, conservado hoy en la A r mería Real.

pechar que simpatizaba con la intervención navarra. A l año siguiente de haber confirmado la donación de García al santuario montañés le vemos en la zona oriental del condado suscribiendo los documentos del monasterio de San Miguel de Pedroso. Con él figura otro infanzón llamado Gonzalo, y uno y otro estampan tranquilamente su nombre en cartas donde se afirma "que el rey Sancho dominaba en Castilla, en Pamplona y en Aragón" (8). (8) En 962 y 963 confirma cartas de Cárdena un Gundisalbo Munnioz o

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Después de la muerte del infante no se vuelve a oír hablar de los dos primeros. N i Munio Gustios ni Munio Rodriz forman parte del séquito de Sancho el Mayor y de su hijo Fernando, y esta desaparición, lo mismo que la de Rodrigo e Iñigo Vela, pudiera ser un indicio de que la opinión pública exigió el ostracismo de aquellos que, según el rumor popular, estaban más o menos manchados con la sangre del infante (9). Más hábil o más fuerte, Gonzalo Muñoz logró desafiar con éxito todas las sospechas y todas las acusaciones. No sólo no se eclipsa al cambiar el régimen, sino que sigue más influyente y más poderoso con la nueva dinastía. E l 27 de junio del año 1030 confirma un documento por el cual Sancho el Mayor, con su mujer Mumadona y sus hijos Ramiro, Fernando y García, da a su cuñada doña Trigidia, abadesa de Oña, el monasterio de Santa María de Muelas, "pro anima del infant Garssia", el conde asesinado. Y Gonzalo Muñoz se firma ya "conde asturiense", título con que Sancho de Navarra había premiado

Nuniz que podría pertenecer a la familia condal, en la cual eran frecuentes estos dos nombres (Bec. de Card., paga. 293 y 312). U n Gonzalo Muñoz encuentro en una donación de Vela González a San Félix de Oca (Cart. de San Millán, pág. 79), pero dudo que sea el que aquí nos interesa, el Gonzalo M u ñoz de la gesta, cuya vida se alarga por lo menos hasta 1053. E s seguramente el Gonzalo Muñoz que confirma los privilegios del conde García en 1024 y 1027 (Cart. de Cov., pág. 40; Libro de Regla de Santularia, págs. 25-26); el que en 1028 pone su nombre en la donación de doña Jimena de Sautu (Cart. de S. Millán, pág. 108), y el que desde 1030 figura al lado de Sancho el Mayor con el título de "Comes Gonzaluo asturiensis" (A. H . N . , Oña, R-10). Sus relaciones de parentesco con la familia condal se confirman con la suscripción que pone el 28 de abril de 1031 en la donación de doña Toda, hija de Garci-Fernández, al monasterio de Sahagún (Escalona: Hist. de Sahagún, apénd. 71, págs. 449-450). (9) Tal vez hubo un perdón tardío para Muño Gustios, pues en 1043 y 1045 vuelve a aparecer, y precisamente en la región de Santillana, un caballero de este nombre al lado de Fernando I. E l 19 de marzo de 1043, Fernando y su mujer doña Sancha hacen una donación a Santillana, y confirma, entre otros, "comes Fredinando Flaginiz, comes Gundisalvo Munnioz, Munnio Godestioz" (Josué, ob. cit., pág. 79). Dos años más tarde, el mismo día 19 de marzo, Fernando hacía al santuario montañés otra donación, en la cual encontramos los mismos confirmantes (Sota: Crónica de los príncipes de Asturias, 1661, pág. 650).

CAP. X X X . — E L INFANTE Y SUS INFANZONES

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sus servicios. Y el año siguiente, con el mismo título, pone su nombre en una donación que la condesa doña Toda, hermana del conde Sancho, hace a Sahagún "por el remedio de su alma, por la de sus padres, García y doña Ava, y por el alma de su hermano Sancho, y por la de mi sobrino don García, a quien mataron en León" (10). Las firmas de este infanzón, que si no procedía de la Montaña se fija luego en ella como conde de las Asturias de Santillana, siguen figurando luego en los diplomas de Fernando I durante más de veinte años. Su habilidad debió hacer olvidar los rumores y las sospechas que recayeron sobre él. Hasta podía firmar tranquilo las donaciones que por el alma de la víctima otorgaban la hermana y la tía del infante asesinado, y existen indicios por los cuales podemos sospechar que logró crearse una fama de piadoso y buen cristiano. Entre los milagros de San Iñigo de Oña se cuenta que hallándose paralítico el conde de Asturias, Gonzalo Muñoz, le trajo la condesa un escapulario que le había dado el santo abad y que le devolvió la salud inmediatamente (11).

Significado del monasterio de Oña. De Oña nos viene la acusación contra el conde de Asturias, y de Oña también la curiosa noticia del favor que recibió del cielo,pero no olvidemos que la gran fundación de Sancho García debió ser por aquellos días centro de ideas y sentimientos encontrados. E n ella quedaba la tradición de la hija del conde Sancho a' quien la posteridad llamó Santa Tigridia. Sancho de Navarra podía llevar allí al hijo del fundador y ofrecer monasterios y otras posesiones por su alma; los clérigos y las monjas que vivían en el monasterio, señoras en parte de nobles familias castellanas, debían mirar con desconfianza al hombre que lograba suplantar, sea por combinaciones políticas, sea por el azar de la fortuna, a la des(10) (11)

Escalona: Hist. de Sahagún, escrit. núm. 71, págs. 449-450. Véase E . S., t XXVII, pág. 315.

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cendencia del conde fundador. E l 30 de junio de 1033, cuando las cenizas de la primera abadesa estaban aún calientes, Sancho so decide a renovar la vida del monasterio, expulsando a las monjas y metiendo a sus monjes cluniacenses. Dice que lo hace para que se viva en la casa de Dios con más dignidad y decoro (12); pero ¿no pudo moverle también a obrar de esta manera algún motivo de resistencia y de oposición por parte de aquella comunidad? E l nuevo abad, San Iñigo, es un hombre traído por él y venido de fuera de Castilla, y es él quien envía el instrumento milagroso para curar al hombre a quien otra corriente sentimental de la abadía acusaba de traidor. A esta corriente debieron sumarse algunos infanzones de aquella región oriental, que prefirieron abandonar sus tierras antes que traicionar la causa de los descendientes de Fernán González. Entre ellos hay que contar probablemente a un Oveco Díaz, propietario de muchas villas y vasallos en Valdegovia, en las orillas del Oja y en las estribaciones de Montes de Oca. Es, al parecer, el Oveco Díaz hijo de Fronilde, emparentado con la familia condal de quien nos habla una carta de Cárdena de 963. Después le vemos una y otra vez al lado de Garci Fernández, y en 1012 confirma los fueros de Nave de Albura con Sancho García. Por este tiempo vende a la reina Jimena unas casas en Mantaña de Suso, y nada volvemos a saber de él; pero en el Cartulario de San Millán encontramos un diploma de Sancho el Mayor que lleva la fecha del 6 de diciembre de 1028, por el cual el rey navarro entrega a la (12) Dice Sancho el Mayor que tanto los obispos como los hombres del reino Se le acercaban para pedirle que realzase con la regular observancia el monasterio de Oña "quondam a religioso Sancio comité in honore Sancti Salvatoris constructum et amplissimis donationibus praediorum ac praeciosissimis suppellectilibus Sanctae Dei Ecclesiae congruentibus ditatum... Depulsisque mulieribus sine aliqua reverentia in Oniensi monasterio habitantibus..." Confirman el privilegio "comes Monio Gundisalviz Alavensis; comes Eneco Lupiz Vizcaiensis; Domnua Nunnus Albarez, comes Gundisalbus M u nioz Asturiensis... Gómez Didaz..." (Yepes: Crónica..., t. V, escrit. 45, folio 460). Sobre Oveco Díaz véase: Cartulario de San Millán, págs. 55, 74, 91 y 109; y Becerro de Cárdena, págs. 11, 110 y 170.

CAP. X X X . — E L INFANTE Y SUS INFANZONES

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abadía riojana "las villas y casatos que habían sido de Obeco Díaz, en cualquier lugar donde pudieren encontrarlos". Y pensamos, naturalmente, en una sanción que el nuevo señor de la tierra o en un destierro voluntario de este infanzón, cuya estirpe encontramos unos años mas tarde en Burgos.

La influencia del rey navarro. Por lo que podemos rastraear de la historia de estos personajes llegamos a una conclusión que se impone a cualquiera que tenga un poco de intuición histórica; y es que el infante García tenía en torno suyo hombres poderosos muy poco interesados* en defender su autoridad y proteger su vida. Si en León el odio familiar de los Velas aguzaba los venablos contra él, en Castilla se hacían cada vez más numerosos los que por ansia de medro o por otra causa cualquiera se hallaban ya medio supeditados a un poder extranjero. Y en sus manos estaba la defensa del conde y del condado. Entre ellos se habían destacado ya antes de 1029, según podemos colegir por los documentos, este Gonzalo Muñoz, que vio recompensadas sus complacencias con un título condal, así como el padre de Munio Rodríguez, a quien, sin duda, imitó su hijo; y estaría también Munio Gustios, el antiguo escudero del conde de los buenos fueros; "y otros muchos", según la expresión del epitafio de Oña, entre los cuales hay que contar a algunos de los señores más poderosos de las tierras de Losa, Mena, la Bureba y Montes de Oca, como Asur Núñez, el alcalde de Pancorvo, en los comienzos del siglo; Munio Alvarez, el acotador de los términos de Castilla en 1016; Fernando Peláiz, infanzón poderoso en Castilla la Vieja, que había firmado con Sancho García los fueros de Nave de Albura en 1012 y reconoce la soberanía de Sancho el Mayor antes de 1029 (13); Munio González, que, según se venía usando en Navarra, recibe el título de comes alavensis, como Gonzalo (13) Así se desprende de la adición que con la fecha de 1022 lleva una carta de San Millán en que Fernando Peláez aparece al lado de Sancho el Mayor (Cf. Cart. de San Millán, pág, 89).

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Núñez había recibido el de Asturiensis (14), y García Gómez, el rico magnate burevano que había vendido a Sancho García los terrenos en los cuales levantó su monasterio de Oña (15). Detrás de todos estos magnates, odiosos a los ojos de los que guardaban fieles la memoria del último descendiente varón de la casa de Fernán González, estaba el hombre "sagacísimo", que había logrado convertirlos en dóciles instrumentos de sus no disimulados planes de conquista. Lo menos que se puede decir de (14) Este Nuno González, que figura en dos cartas del infante García de 1024 (Cart. de Cov., pág. 38; Bec. de Card., pág. 350), es uno de los magnates castellanos que antes fueron ganados por la influencia navarra. Su nombre aparece desde 1030 casi constantemente en el Cartulario de S. Millón (págs. 114, 116, 122, etc.). Debió anticipársele Munio Albarez, el que había hecho en tiempo del conde Sancho la división de la frontera. Su nombre aparece ya en la adición citada de Fernando Peláez; se encuentra en las donaciones de la reina Jimena a San Millán en 1028 (Cart. de 8. Millán, páginas 108-111) y sigue figurando en los años siguientes como un buen servidor de su nueva patria, con una diferencia, y es que si Ñuño González desaparece de las cartas emilianense<s al quedar Castilla desmembrada con la muerte de Sancho el Mayor, lo cual indicaría que él prefirió seguir la causa del rey castellano, Ñuño Alvarez, en cambio, sigue al servicio del rey García de Navarra (véase, entre otras, una carta de 1037 en Cart. de 8. Millán, páginas 122-123), aunque ya el año siguiente le vemos al lado de su hermano Fernando (Cart. de Arlanza, pág. 67). Esta familia de los Lara acrecentó indudablemente su poder con el ad-r venimiento de la nueva dinastía. Salvador González, hijo, al parecer, de Gonzalo Muñoz, tendrá bajo el gobierno del rey García de Navarra la mandación de Arreba, en el alto Ebro, es decir, en el ángulo noroeste de la vieja Castilla. E l rey García casó a una hija suya con uno de sus hijos, lo cual no le impidió pasarse m á s adelante al servicio de Fernando de Castilla, con quien le vernos en las escrituras desde 1042. Padre de Gonzalo Muñoz, el acusado por el epitafio de Oña, era Munio González, el Alavense, de quien acabamos de hablar; es decir, que con esta familia poderosa, a la cual estaban unidos el ya mencionado Ñuño Alvarez y su hermano Diego Alvarez por el casamiento de una hermana de ambos, doña Muña, con Salvador González, Sancho el Mayor realiza la ocupación de la zona oriental de Castilla y de las Asturias de Santillana. Vemos, con todo, que el apoyo de estos señores a la causa de Navarra no fué duradero, pues se pasan definitivamente a Castilla en el primer avance de Fernando I hasta el Nervión (Cf. Gregorio Balparda: Historia crítica de Vizcaya, t. II, 1933, págs. 112-115). 15) Carta de 1022, en que se reconoce a Sancho el Mayor "rey en Castilla y en Pamplona" (Cart. de S. Millán, pág. 102).

Portada de la iglesia de Valpuesta.

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ellos es que nadaban a dos aguas. Sin duda unos defendían descaradamente la causa de Sancho el Mayor en Castilla; otros se esforzaban por tomar posiciones en vista del sesgo que podrían tomar las cosas, y no es imposible que algunos fuesen verdaderos espías del navarro en la corte del malogrado infante. Sancho el Mayor se nos presenta aquí como el realizador de un verdadero milagro psicológico; de tal manera consigue tender sus redes, que encuentra siempre el hombre a propósito para consumar sus

-i.io.s-.

Restos del castillo de Portilla.

tenebrosas maquinaciones, lo mismo en León que en Castilla. Es probable que a los ojos de estos magnates castellanos se presentase como el patrocinador de una gran Castilla, que transformada en reino, conseguiría sus reivindicaciones tradicionales en la frontera occidental para resarcirse del bocado que quería quitarle en la oriental. Por otra parte, se ha podido decir que Sancho el Mayor tenía muchos motivos para atraerse adeptos entre los nobles. A l sentido unitario y centralizador de León y de Castilla sustituye él un sistema que se apoya en las ideas feudales, reinantes por aquellos días en toda Europa. Frente a la cohesión firme, que distinguía a Castilla, a pesar de sus fueros y libertades, representa un sentido distinto, que se caracteriza por la dis-

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persión jerárquica. Los condados inferiores que habían sido suprimidos en Castilla por Fernán González, reaparecen con él. Desde este momento nos encontramos con un conde alavense, otro conde asturiense, otro conde de Mena, otro de Lara, etcétera, y con el título triunfaba también el concepto según el cual la tierra del rey, lo mismo que la de los nobles, se consideraba como propiedad patrimonial, heredable y divisible entre herederos, estimando que las relaciones entre los nobles y el rey no se fundaban en ningún derecho general y divino, sino en el vínculo personal libremente anudado mediante el juramento, con oferta de recíproca protección y servicios entre el señor y el que libremente quería hacerse su vasallo. Y de esta manera se rompía la unión sagrada que había hecho fuertes a los castellanos en la hora del peligro. Ahora la amenaza de los moros había cesado, se habían relajado los espíritus y esta crisis de castellanidad había preparado un campo propicio a las ideas personificadas por el rey de Navarra y a sus peligrosas ambiciones.

El verdadero enemigo. Pero lo más prodigioso de la sagacidad de Sancho el Mayor fué dominar a la misma corte condal sin recatar lo más mínimo sus proyectos de absorción. E r a el amigo, el protector, el hombre indispensable y al mismo tiempo penetraba diariamente de la manera más descararla en los territorios de su cuñado y se proclamaba a boca llena dueño de Castilla. En 1028 empiezan a llamarse reyes en los documentos sus hijos García, Fernando y Ramiro, indicándonos que por esta época se dibujaba ya en sus planes una división de sus estados entre ellos. ¿Qué estados eran esos? (16). (16) E n algunas cartas anteriores, alguno de los hijos de Sancho ha llevado el título de regulus: lo lleva el bastardo Ramiro, que era el primero de todos, en una de 1014 (Cart. de S. Millán, pág. 96); lo lleva García,, el primogénito de Sancho el Mayor y de Muniadona, en otra de 1020 (Ibid., página 100); pero las primeras cartas auténticas en que García y Fernando empiezan a ostentar su título de rex son de 1028 (Ibid., págs. 111 y 112). L a frase de la Crónica Nkuprense a la que aludo en el texto unas líneas más 63

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Y he aquí que poco después, como una respuesta a su política, la parte sana de los magnates castellanos, que permanecía fiel a su joven conde y a los intereses de Castilla, se afana por conseguir el mismo título para el infante García y por buscarle apoyos y alianzas. E l proyecto del casamiento del infante y la consecución de la dignidad real, contrariaba sin duda los planes del rey navarro, porque suponía la unión de castellanos y leoneses para de-

Guevara: ruinas del castillo.

tenderse de él, y a la vez la supresión del pretendido motivo de reconocimiento de vasallaje que quería exigir del conde castellano. Sancho, sin embargo, quiso disimular y hasta se ofreció a ayudar al infante García en sus pretensiones. Los juglares deben recoger la realidad histórica cuando nos le representan acompañando a su cuñado para asistir a la celebración de las bodas y para ayudarle a tomar posesión de aquellas tierras del Cea y del Pisuerga, cuya entrega tal vez como dote de la novia debió ser una de las condiciones del convenio entre castellanos y leoneses. Todo empieza a desarrollarse prósperamente para el infante García. Los castillos abajo dice así: "Predictus itaque rex Santius, audita morte inf antis vehementissime contristatus est, nullumque ad Castellaa regnum videns superstitem Castellana sibi subjicere atemptavit" (1. III, núm. 2).

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del Cea se le entregan, León arde en fiestas, se va a celebrar el casamiento, y súbitamnte el asesinato viene a destruir los sueños de los buenos castellanos, y a dejar libres los caminos para la ambición de Sancho el Mayor. Y no hay nadie que no piense que el asesinato fué, ante todo, un crimen político, en que una mano oculta supo conjugar en provecho propio toda suerte de pasiones y apetencias individuales. E l nombre de Sancho el Mayor nos da la clave de aquel drama sangriento. Los cronistas y los juglares acusan a los Velas, pero los Velas fueron solamente los ejecuto-

^ E l rey Pedro I de Aragón concediendo un privilegio a un obispo. (Sec. de Jaca, siglo XI.)

res materiales; el epitafio de Oña acusa a un grupo de infanzones castellanos; son otros hilos de aquella red intrincada. Y resulta que en esta última acusación se encierra una acusación directa contra el rey navarro, porque esos infanzones eran precisamente los que ya antes se habían distinguido como partidarios suyos en aquella Castilla turbulenta de los últimos días condales. No era posible lanzar acusaciones más explícitas; ni los juglares podrían haber expuesto en las plazas y en los castillos su más íntimo pensamiento ni se hubiera permitido que un cronista lo perpetuase,

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cuando la nueva dinastía triunfaba desde las vertientes de los Pirineos hasta las riberas del Atlántico. U n observador agudo del corazón del hombre pudiera haber anticipado al infante los peores presagios en su viaje a León: allí la antigua hostilidad leonesa, representada por el gobernador de la ciudad, Fernando Laínez; allí la actitud rencorosa de los hijos de don Vela; allí la venalidad y la codicia de muchos magnates del norte y del este del condado, que son los que manifestaron su pasividad o su mala fe frente a los infanzones del Duero, aquellos que se mantuvieron firmes en el tumulto, porque la política navarra no había logrado abrir brecha en su fidelidad, y allí, sobre todo, la ambición desmedida del rey sagacísimo que es quien iba a sacar el provecho del crimen. No es posible creer en el dolor profundo de Sancho al oír la noticia de la muerte del Infante, según la frase de la Najerense. Y a en el siglo XVIII podía escribir un autor, amigo de penetrar en las causas ocultas que mueven los sucesos históricos: "Alojarse el rey don Sancho con sus tropas en los arrabales de León el mismo día en que sucedió la violenta muerte de su cuñado; su inacción a vista de los traidores que huían; la precipitación y puntualidad con que se posesionó en los estados del difunto conde; la guerra que declaró después a don Vermudo para arrancarle de su corazón y de su lado a su hermana doña Sancha, obligándole con la fuerza y con una irrupción injusta a que viniese en el casamiento de ésta con su hijo don Fernando; haber tenido valor para intitularse rey de Castilla mucho antes que faltase su legítimo señor y soberano; la vastedad de sus proyectos; el interés que tenía en que se uniesen en su hijo los reinos de Castilla y León; los medios de que usó para conseguirlo, y todos los pasos que dio desde que se propuso estas ideas hasta verlas cumplidas a su satisfacción, parece que ofrecen razones muy poderosas para pensar que el rey don Sancho fué quien movió el brazo de los regicidas para cometer una maldad que tiene pocos ejemplos en la larga carrera de los siglos'' (17). Podemos aplicar a Sancho el Mayor en sus relaciones

(17)

Lorenzo Villarroel, Marqués de los Palacios: Disertación

crítico-

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con el infante García lo que el Silense dijo de su primogénito en relación con su hermano Fernando: "Su más íntimo deseo era que saliese de este mundo. Así suelen obrar las almas insaciables de los reyes." "Ita habent sese regum avidae mentes." Y añade este agudo escritor que citábamos arriba: "Que después de mucho tiempo persiguiese a los traidores y aprehendiéndoles, mandase que a su presencia fuesen quemados vivos, de ningún modo le aleja de este concepto. Pudo ser muy bien un aparente heroísmo y un paso artificioso y simulado para no conciliarse el horror de todos los hombres."

Ni justicia ni venganza. En realidad, no hubo ni siquiera ésto. Sancho el Mayor, que conocía bien a los hombres, supo cubrir con su habilidad de siempre las apariencias: recogió el cadáver del Infante, le llevó a enterrar a Oña y ofreció por su alma un pequeño monasterio a la abadesa doña Tigridia. Después los Velas fueron retirados de la corte y con ellos algunos caballeros castellanos más comprometidos, como Munio Gustios y Munio Rodríguez. Y esto fué todo. Los juglares nos hablan de castigos por el fuego y de terribles crueldades, y de ellos cogen la noticia de la venganza primero la Crónica de Nájera y después la Crónica General; pero frente a este desenlace impuesto por las exigencias de la epopeya, tenemos la afirmación del Tudense, según el cual los asesinos se pusieron a salvo ocultándose en lugares escarpados. Sesenta años más tarde encontramos en Galicia otro Rodrigo Vela, que fué acaso nieto del matador, y que se tituló conde de Sarria entre 1087 y 1140 (18), y tal vez haya que dar algún crédito a la noticia de Sota, que, fundándose en una Memoria o tradición escrita de Oña, nos dice que histórica sobre la causa de la alevosa muerte del joven don García Sánchez, conde de Castilla. E n el "Semanario Erudito", de Valladares, VI, págs 98 y siguientes. (18) Menéndez Pidal, ob. cit, pág. 48.

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un hijo de Iñigo Vela llamado también don Vela, como el abuelo, vino a vivir a Navarra, donde su hijo Iñigo Velaz recibió merced del castillo alavés de Guevara, y casado con doña Mayor Ladrón, tuvo en ella al conde don Ladrón, que figura en la corte de A l fonso VII (19). Los expatriados de veinte años antes podían volver a su tierra y reclamar sus antiguas posesiones. Vuelve, desde luego, Oveco Vela, que si no quedó encartado en el asesinato se

E l águila y el ciervo. {De un del siglo X.)

códice

alegró seguramente de él y le aprovchó para entrar en posesión de los bienes patrimoniales que tenían los de su linaje entre los límites de Álava, Castilla y la Rioja. E n 1032, juntamente con su mujer Urraca, vende por cincuenta y tres sueldos una viña que tenía en Grañón a los dos hermanos Oveco Velasco y Citi Velasco, recibiendo además "in roboratione" treinta y cinco panes, una argenzada y media de vino, un cabrito y un tocino; y puede escribir gozoso en la fecha esta cláusula: "Reinando el rey Sancho en Castilla y en León" (20). De Gonzalo Muñoz y Fernando Flaginez ya he(19) F. Sota: Crónica de los prinoipes de Asturias, pág. 507. (20) "Ego Oveco Beilaz et uxor mea Urraca... nonas Marci, era millessima septuagésima, regnante Sancius rex in Legione et in Castella; maio-

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mos visto que siguieron en la corte colmados de honores y preeminencias. " E l joven asesinado quedó tristemente sin venganza; este bárbaro deber familiar que se cumplía con el más sañudo celo por cualquier deshonra o cualquier vulgar homicidio, no sacrificó ninguna víctima sobre la tumba del malogrado Infante." No dejaba éste ningún pariente próximo varón, sino sólo mujeres (21). Quedaba doña Toda, la hermana del conde Sancho, que en obsequio por su sobrino lo único que pudo hacer fué ofrecer a Dios su alma y su cuerpo en el monasterio de Sahagún (22); quedaba doña Mayor, la hermana del difunto, que, después de rezar en Oña por el alma del Infante, podía considerar que al fin y al cabo había sido beneficiosa para sus hijos aquella muerte (23); quedaba la abadesa Tigridia, en torno a la cual y al sepulcro de su hermano se debió fomentar un murmullo de protesta, que sólo sirvió para que se realizase por orden del rey navarro lo que se llamó la reforma del monasterio de Oña; quedaba la vieja abadesa y condesa del monasterio de Covarrubias, Urraca, la hija de Garci Fernández, que sigue apareciendo en los diplomas hasta 1038 y que un año más tarde, siendo casi octogenaria, dejó también este mundo por un asesinato (24); quedaba, finalmente, la última hija de Sancho

riño Oveco Monnioz in Grannione, saione Fortun Fortun" (Cart. de S. Millán, página 118). (21) R. Menéndez Pidal, 1. c , pág. 94. (22) E l 28 de abril de 1031, doña Toda "comitissima", tía del infante García y viuda, a mi entender, del conde de Llábana, entregaba su cuerpo y su alma al monasterio de Sahagún, juntamente con el monasterio de San Pelayo de Nabeda, "pro remedio anime mee seu de parentum meorum, id est, Garsea et domna A v a et pro anima de frater meus Sancius et soberinus meus domnus Garsea quem occiderunt in Legione... Regnante rex Sancius in Castella" (Escalona: Hist. de Sahagún, apénd. núm. 71, pág. 449). (23) E l 27 de junio de 1030, Sancho el Mayor, rey de Navarra, con su mujer doña Mayor y sus hijos Ramiro, Fernando y García, da a su cuñada doña Tigridia, abadesa de Oña, el monasterio de Santa María de las Muelas, cerca de Villadiego, "pro anima del infant Garssia" (A H . N., Oña, R-10). E n otra parte discutimos la fecha de este documento, que los historiadores suelen poner en años diferentes. (24) Debió causar viva impresión el asesinato de la anciana abadesa, pues hablan de él varias Memorias de aquel tiempo. Anales Castellanos Se-

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García, Elvira Jimena. Un odio común la unió al último rey de la dinastía leonesa, con quien se casó en 1036. A su matrimonio llevaba solamente sus legítimas reivindicaciones del condado de Castilla, que debía considerar usurpado por el hijo de un asesino y la necesidad de cumplir un deber, el terrible deber de la venganza. Pero también ella desapareció sin haber podido realizar sus propósitos. Un día le llevaron muerto a su marido, y ella se retiró a un convento para llorar a la vez sus propias desgracias y la extinción de los descendientes varones de Ramiro II y de Fernán González (25). Sancho el Mayor, que veía en su cuñado sobre todo en el momento en que se unía con una infanta leonesa un estorbo para sus ambiciosos planes de dominación en Castilla, debió considerar a los asesinos como los más oportunos colaboradores. Y la

gundos: "In era M L X X V I I , occiderunt comitissam Urracha in Covarrubias" (Gómez Moreno: Disc. recep. Acad., pág. 26). Los Complutenses, en la forma transcrita por Flores, con las mismas palabras, señalan la era DCCCCLXXVIII (E. S., t. XXIII, pág. S13). Los Toledanos dicen: "Era M L X X V I , mataron a la condesa doña Urraca en Covarrubias" (Ibid., pág. 384). E n los Compostelanos encontramos esta nota: "Era ML, Urraca cometissa", que, según creo, hay que entender de la muerte de la mujer del conde Sancho. Tenemos, pues, tres fechas indicadoras de la muerte de doña Urraca, la abadesa de Covarrubias, a quien varias cartas llaman también condesa: 940, 1038 y 1039. Hay que eliminar la primera como absurda, y así, no nos quedan más que la de los Anales Castellanos i 1039, y la de los Toledanos: 1038. Acepto la primera, por suponer que es más fácil que falte una I en la segunda y porque encuentro el nombre de doña Urraca en las cartas hasta el año 1038. Una del Cartulario de Arlanza, que lleva la fecha del 1 de enero de dicho año, empieza así: "Ego domna Urraca Deo vota..." Por ella ratifica a San Pedro de A r lanza y a su abad Aureolo el monasterio de Santa María de Lara o de las Viñas, que, como ya sabemos, era fundación condal. Confirman "Urraca Christi ancilla, Julianus episcopus, Fredinando rex, Nunno Alvarez, Didaco Munnioz..." (Cart. de Arlanza, pág. 67). (25) E l casamiento de Jimena de Castilla' con Vermudo III tiene, evidentemente, un carácter político, y parece preparado por los antinavarristas de León y de Castilla. Aunque hay cartas de 1028 en que canfirman ya "Veremudus rex, Scemena Regina", parece que se trata de confirmaciones posteriores. E l matrimonio debió celebrarse en 1036 ó 1037. A l enviudar Jimena entró en el monasterio de Vega, que gobernaba unos años m á s tarde: "Regina Xemena tenente monasterio de Veiga", dice una carta de 1044 (índice de los documentos de Sahagún, núm. 844).

CAP. XXX.—EL INFANTE Y SUS INFANZONES

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muerte del Infante quedó sin vengar, a no ser que consideremos como una venganza del cielo la historia misma del linaje del rey navarro: el primogénito, muerto en Atapuerca; Sancho el de Peñalén, despeñado; Sancho el Fuerte, asesinado en Zamora; el hijo de Alfonso VI, segado en plena adolescencia luchando contra los moros, y luego, la desaparición de la descendencia masculina, para dejar paso a la dinastía de Borgoña.

CAPITULO X X X I FERNANDO SÁNCHEZ, CONDE DE CASTILLA (1029 -1038)

Sancho se apodera del condado. A l desaparecer el Infante García, Sancho el Mayor tenía una preocupación.más importante que la de perseguir a los Velas: era la de sacar las consecuencias políticas del crimen de León. Dos eran las principales: la primera se refería a Castilla; la segunda, al reino leonés. En Castilla le importaba, ante todo, imponer los derechos de su mujer a la sucesión. Era la mayor de las hermanas del infante, y, por tanto, parecía natural que fuese ella la condesa, especialmente si es verdad, como dice la Najerense, que los infanzones castellanos nacidos de legítimo y noble matrimonio en número de ochocientos habían jurado libremente servir como señor al representante más cercano de su linaje, de cualquier sexo que fuese. Y a no necesitaba ir ganando lentamente voluntades para realizar aquel avance continuo, que había empezado hacía diez años. Toda Castilla iba a caer en su poder sin sacar la espada ni esparcir te(1) Crónica Najerense, 1. III, núm. 1: "Omnes castellani, octingenti videlicet milites, ex legitimo et nobili ex ómni parte matrimonio procreati, aponte propia hominagium fecerunt et sacramentum dederunt, ut semper propinquiori generis ejus, cujuscumque esset sexus quasi domino servirent."

CAP. XXXI.—FERNANDO SÁNCHEZ, CONDE DE CASTILLA

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soros. "Viendo—dice el autor de la Najerense, con buena dosis de ingenuidad—que no había superviviente varón, se decidió a dominar Castilla." Parece ser que los castellanos estuvieron menos dóciles de lo que se imaginaba. Valiente y sagazmente, dice la Crónica de Nájera, osaron decirle: "Mientras trates con el honor y dignidad que se merece a la reina nuestra señora y mujer vuestra, doña Urraca (2), hija de nuestro señor el conde Sancho, por causa de ella y no por otro motivo cualquiera, te recibimos en calidad de señor, y como a señor y marido de nuestra señora te serviremos de buena voluntad." De esta manera—añade la Crónica— Sancho se apropió de Castilla por causa de su mujer más que por la fuerza. Y coincide con esto lo que leemos en el Fuero de Castrogeriz: "Murió el conde Sancho e imperó su hijo García en su lugar por algún tiempo, y cuando a éste le mataron en León, vino el rey Sancho de Pamplona y tomó pacíficamente a Castilla a causa de doña Mayor, hija del conde Sancho, que era su mujer" (4).

(2) Los historiadores han dado diversos nombres a la mujer de Sancho el Mayor. E l arzobispo don Rodrigo la llama erróneamente Elvira; la Najerense, como vemos, le da el nombra de Urraca, con no menos inexactitud. Su verdadero nombre es Munnia o Muniadonna, con el cual se la designa en los documentos de su marido hasta el 1022. Desde esta, fecha prevalece el nombre de Mayor, coincidiendo con el momento en que Sancho empieza a codiciar el dominio de Castilla. A l fin de su vida podrá firmar ella misma, olvidada casi del nombre primero, "Domna Maior, cognomento Nunna Domna" (Yepes: Crónica, VI, escrit. 16, fol. 43). (3) Crónica Najerense, 1. III, núm. 2: "Cui contrario castellani sagaciter respondentes dixerunt: Quandiu dominam nostram umorem vestram reginam dominan Urracam, domini nostri Santii comitis filiam in honore reginam decenti tenueiitis, causa ipsius et non aliter, vos in dominum recipimus, et vobis quasi domino et domine nostre marito libentissime serviemus. Sicque Castella causa uxoris potius quam armis, obtenta est". Parece como si en la altiva representación de los castellanos al rey Sancho encontrásemos un eco de la leyenda según la cual la reina doña Mayor fué acusada de adulterio por el infante Carcía y mal vista por su marido hasta que Ramiro, el bastardo, salió en defensa de su inocencia. Es ésta una fábula que rebatió apasionadamente don Vicente de la Fuente, Don Sancho el Mayor y su familia, en "Revista Hispano-Ámericana", t. I. (4) Muñoz y Romero: Colección de Fueros, pág. 39. "Obiit comes Sancúis, imperavit Garcías fiilius ejus pro eo módico tempore... Mortuo auten illo,

o

CAP. XXXI.—TORNANDO SÁNCHEZ, CONDE DE CASTILLA

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Otra condición debieron imponer los castellanos, deseosos de evitar que Castilla quedase absorbida por Navarra, y es que aun en vida de doña Mayor se designase como sucesor en el gobierno del condado a uno de sus hijos que no fuese el heredero del reino navarro. Esto debió parecer muy natural en la corte de Pamplona, donde, sin idea ninguna del sentido unitario que predominaba en León, se consideraba el reino como una propiedad patrimonial, y, en consecuencia, se le distribuía hacía varias generaciones entre distintos miembros de la familia real. E n este punto, Sancho está identificado con el punto de vista de los castellanos, y de acuerdo con ellos designó a Fernando, el segundo de sus hijos, como heredero del condado de Castilla.

Modificación de fronteras. Había un punto, sin embargo, en el que no era fácil llegar a un acuerdo: es el referente a la extensión que debía abarcar el condado. Aunque se tratase de su propio hijo, Sancho no podía olvidar que él era ante todo rey de Navarra. Durante veinte años había trabajado para abrirse una salida hacia el mar, y para eso había buscado una puerta por la región oriental de Castilla. En tiempos anteriores, los condes castellanos habían reclamado la Rioja, considerándola como parte integrante de la antigua Cantabria, y con el mismo pretexto busca ahora el rey navarro aquella obstinada expansión por Castilla que le va a dar el título de rey de los cántabros. L a designación de su hijo como conde le ofrece la ocasión de confirmar sus usurpaciones, y aun de ampliarlas. Durante unos años va a quedar separada de Castilla y agregada a Navarra una amplia zona que iba desde Laredo hasta los montes de Oca, pasando por Espinosa, Oña y Monasterio de Rodilla. No solamente Álava y Vizcaya, sino también Ayala, Valmaquem ócciderunt in Legione, venit rex Sanetius de Pamplona et accepit Castella cum pace, propter domnam Mayorem, quam habebat uxarem."

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FRAY JUSTO PÉREZ DE URBEL

seda, Sámano, Trasmiera, Mena, Losa, la merindad de Castilla la Vieja y la Bureva dejaban de pertenecer al condado castellano.

Pila prerrománica de Garray.

Iglesia de San Millán de la Cogolla.

s o s r^grfojpjssasos»

Ln-n-ru-ü

Fernando I y Sancha su esposa. (Libro de los Testamentos de Oviedo.)

CAP. X X X I . — F E R N A N D O SÁNCHEZ, CONDE DE CASTILLA

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Tal vez no deba atribuirse a Sancho el Mayor la anexión de todas estas regiones al reino de Navarra. Las cartas que otorga el rey García en los años inmediatos a la muerte de su padre nos dicen únicamente que reinaba en Nájera y en Pamplona. Así una de Valpuesta que lleva la fecha del 4 de marzo de 1035 y otra de San Millán del año siguiente. Pero el hecho mismo de que en Valpuesta se daten los documentos por el nombre de rey de Navarra es una prueba de que la región alavesa, y con ella probablemente la de Montes de Oca, han sido adjudicadas al primogénito de Sancho el Mayor, y dos años más tarde su autoridad se extenderá hasta el corazón mismo de la Castilla condal por cesión de su hermano Fernando, como precio de la ayuda que le había prestado en su lucha contra León, según nos lo insinúa el Silense al decir que no pudiendo Fernando contener los ímpetus del rey Vermudo, pidió el auxilio de su hermano García (5).

(5) "Sed quoniam viribus militum impares erant, adeo quod Fredinandus Veremundi ímpetus ferré non valeret, auxilia fratris sui Garsie ad expugnandum hostem obnixius poscit" (Historia Silense, ed. de Santos Coco, pág. 66). E l examen de los documentos viene a darnos nueva luz sobre la verdadera frontera de Castilla al morir Sancho el Mayor. 4 de marzo de 1035: Diego, presbítero de Valpuesta, da al abad Oveco una viña, "regnante Garceane rex in Pampilona et in Najera, sedis Garceane episcopo in Vallecomposita". Esta carta, posterior en unas semanas a la muerte de Sancho, supone el dominio de su hijo en Navarra, en Nájera y en Álava, sin decir nada de Castilla (Cart. de Valpuesta, núm. X L I X ) . 29 de agosto de 1036: Záfale vende á San Millán una "coba", "regnante rex Garsea in Pampilona et in Naiera, sub ejus imperio Fortum Sanchiz in Naiera" (Cart. de 8. Millán, pág. 122). 31 de marzo de 1035: Belasco Sánchez y su mujer -Jimena dan una heredad a San Millán, "imperando el rey don García y siendo abad de San Millán el obispo don García" (Moret: Anales de Navarra, 1 XIII, cap. I, núm. 1). 24 de febrero de 1036: Trueque de tierras entre el abad de San Millán y el de Santa Coloma. E l cual confirma el rey García (Ibid., núm. 10). 1037: Rodrigo Galíndez dona a San Millán la cuarta parte de la villa de Arciledo, "regnante Garsea rex, prolis Sancii, in Pampilona et in Álava" (Cartulario de San Millán, pág. 123). 1037: Don Jimeno compra a Gonzalo Fernández sus propiedades en Soto, 64

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Fernando, reconocido. Por el momento, Sancho sería el verdadero rey, lo mismo en Navarra que en Castilla, ya que su hijo era aún un adolescente que no llegaría a la edad de los veinte años, puesto que había nacido alrededor de 1012. Lleva, sin embargo, el título de conde, y le vemos a veces caminando por Castilla al lado de su padre y confirmando con él las donaciones y actos de gobierno. Las calendaciones de los diplomas son un reflejo de aquella situación especial. Los notarios de San Millán de la Cogolla no dejan nunca de recordar que era Sancho quien gobernaba y reinaba en Castilla, en Pamplona, en León, en Aragón, en Nájera (6). En cambio,

"regnante rex Garsea in Pampilona, et in Álava, in Castella Vetula" (Ibidem, pág. 124). 1037: Diego Muñoz somete a San Millán el monasterio de San Clemente de Rivarredonda, en la Bureva, "Garsea rex in Pampilona et Castella Vetula; Fredinandus rex in Burgus" (Ibid., págs. 125-126). 29 de noviembre de 1038: Buenpadre de Nájera da a San Millán unas posesiones en Santovenia, "regnante Garsea rex in Pampilona et in Castella usque ad Zamora" (Ibid., pág. 128). 1039: Donación de Aznar Sánchez a San Millán. "regnante rex Garsea in Pampilona et in Castella Vetula" (Ibid., pág. 128). Es decir, que desde 1037 García empieza a titularse rey en Castilla la Vieja, título que no ostenta en las cartas anteriores y en una de este mismo año. L a explicación parece sencilla si suponemos que no ayudó a su hermano grautitamente, sino que le exigió la cesión de Castilla la Vieja y parte de Cantabria, según la expresión del Toledano, y que por un concierto con éj entró en posesión de este nuevo territorio, agregado a Navarra antes de la victoria de Tamarón. Y a juzgar por la escritura del 29 de noviembre de 1038, podría sospecharse que pretendió imponer a Fernando unas duras condiciones. (6) Recogemos el testimonio de las escrituras siguientes: 8 de diciembre de 1029: Donación de Diego Alvarez de Asturias a San Millán, "regnante Sancius rex in Pampilona et Castella" (Cart. de 8. Millán, página 113). 14 de mayo de 1030: "Ego Sancius, gratia Dei Ispaniarum rex (?)... regnante Sancio rege in Nagera et in Castella et in Legione" (Ibid., pág. 116).

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los notarios castellanos tienen interés en afirmar el gobierno de su conde, poniendo junto a su nombre el del rey navarro. E l nombramiento de Fernando debió realizarse a mediados de 1029, puesto que se le llama ya conde de Castilla en el mes de julio, y una carta del primero de enero de 1030, escrita en Cárdena, lleva en la calendación esta fórmula: "Reinando el rey Sancho en León y el conde Fernando en Castilla." Y otra de Arlanza del primero de noviembre de 1032 se expresa de esta manera: "Llevando el condado

7 de marzo de 1032: "Regnante Sancius rex in Legione et in Castella" (Ibid., pág. 118). 7 de mayo de 1033: "Regnante rege domno Sancio de Ripacurza usque in Astorica" (Ibid., pág. 120). 1033: "Regnante Sancio rege in Naiara et in Alaba et in Kastella" (Ibidem, pág. 120). 6 de agosto de 1035: "Donación de Oveco Assuriz a San Miguel de Pedroso: "Ego igitur Sancius rex qui hanc cartam relegentem audivi assensum prebui" (Sancho murió en febrero de este año, lo cual nos obliga a corregir la fecha de esta escritura, colocándola en 1034). Los documentos de San Juan de la Peña nos ofrecen los datos siguientes: 1030: "Sancio rege in Aragone, in Pampilona, in Suprarbi, in Ripacurza, in Najera, in Castella et Álava" (Magallón, núm. X X X V I ) . 19 de marzo de 1033: "Sancio Garceanis in Aragone et in Castella et in Legione de Zamora usque in Barcinone et cuneta Guasconia imperante" (Ibidem, núm. X X X V I I ) . 1 de marzo de 1033: "Sancio in Pampilona, in Aragone, et in Castella" (Ibid., núm. XXXVIII). 24 de septiembre de 1034: "Domno Sancio regnante in Aragone, in Pampilona, et in Castella, et in Legione" (Ibid., núm. XXXVTII, nota). 1035: Restauración de la iglesia de Palencia: "Reinando el rey don Sancho en Castilla, y el rey don Vermudo en Galicia" (Moret: Anales de Navarra, 1. XII, cap. IV, núm. 106). Esta es la última carta otorgada por Sancho el Mayor Su fecha no es del todo segura. Pudiera ser de fines de 1034 o del 28 de enero de 1035. Confirman los cuatro hijos del rey, lo cual viene a refutar la especie transmitida por el Süense de que García estaba por este tiempo en Roma. En ella encontramos también los nombres de los tres condes leoneses Fernando Muñoz, Fernando Lainez y Fernando Díaz, que uno o dos meses después firman documentos de Vermudo como vasallos suyos. Aparecen finalmente las firmas de doña Urraca, doña Mayor y doña Toda, hermanas del conde Sancho García, por lo menos doña Urraca, abadesa-condesa de Covarrubias, y doña Toda, y probablemente también doña Mayor, abadesa-condesa de San Miguel de Pedroso.

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de Castilla Fernando Sánchez." Pero que este gobierno fuese puramente nominal nos lo indican otras muchas escrituras en que sólo se menciona el nombre del padre. E l 24 de noviembre de 1032, estando, al parecer, en la villa de Covarrubias, Sancho confirma una donación que una gran señora hace a la abadesa Urraca, y

U n jinete. (Beato de Gerona, siglo X.)

con él confirma su hijo. Para evitar protestas o susceptibilidades, el notario emplea esta fórmula vaga: "Reinando el rey Sancho por la Gracia de Dios" (7). Allí estaba también la reina doña Mayor, (7) He aquí las calendaciones de las cartas castellanas de estos años: 7 de julio de 1029: Donación de doña Oneca, "reinando por la gracia de Dios el príncipe don Sancho nuestro Señor, y su hijo don Fernando conde" (Moret: Anales de Navarra, 1. XII, cap. IV, núm 44). 1 de enero de 1030: "Regnante rex Sancio in Legione, et comité Fredenando in Castella" (Bec. de Card., pág. 70).

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sobrina de la abadesa Urraca, y otra condesa del mismo nombre, que debía ser la abadesa-condesa de San Miguel de Pedroso de algunos documentos de esta época, y que estaba acaso emparentada con la familia condal. De esta manera sabía el rey Sancho evitar rencores y disgustos con los miembros supervivientes del l i naje de Fernán González, y hay que reconocer que si hubo acaso protestas, no faltaron actos de sincera adhesión por parte de algunos de ellos. Desde el primer momento de la ocupación navarra vemos en Castilla una gran señora, llamada Iñiga u Oneca, que entrega al rey Sancho y a su mujer Muniadona todos sus señoríos, palacios y heredamientos, derramados por varias regiones castellanas, y especialmente por la Bureva, los alfoces de Clunia

12 de febrero de 1030: "Regnante rege Sancio in regnis suis" (Ibid., pá* gina 332). 27 de julio de 1030: "Sancio regnante in Castella". Confirman el rey Fernando y la reina Sancha, pero su confirmación debe ser posterior (Josué: Libo de R gla de Santularia, pág. 110). 12 de febrero de 1030: "Rex Sancio in Legione et in Castella" (Barrau: Chartes de Valpuesta, pág. 359). 29 de abril de 1032: "Regnante rex Sancio in Pampilona et in Castella" (Bec. de Cárdena, pág. 85). 24 de octubre de 1032: "Rex Sancius gratia Dei regnans, Sancius rex confirmans et prolis ejus Fredenandus confirmans; Regina domna Maiori, comitissa domna Maiori" (Cart. de Covarrubias, pág. 45). 1 de noviembre de 1032: "Fredenando Sanzii comitatum gerente" (Cartulario de Arlanza, pág. 61). 5 de enero de 1033: "Regnante rege Sancio in Castella et in Pampilona" (Bec. de Card., pág. 72). 1034: "Rex Sancio in Castella et in Asturias" (E. Josué: Libro de Regla de SantUlana, pág. 103). 4 de marzo de 1035: "Regnante Garseani rex in Pampilona et in Najera" (Barrau, ob. cit., pág. 359). 1 de enero de 1037: "Rex Virimudo et Fredenando comes in regnis suis" (Cart. de Cov., pág. 46). 1 de enero de 1037: "Rex Veremudo et Fredenando comes in regni suis" (Cart. de Arlanza, pág. 61). 1 de julio de 1037: "Fredenando in Legione et Castella et in omni regni sui... Fredenando rex, Sancia regina" (Ibid., pág. 65). 1 de enero de 1038: "Fredenando Dei gratia rex obtinente Castella et Legione" (Ibid., pág. 67). e

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y de Lara y las cercanías de Haro y Treviño, y se lo da para que dispongan como quieran después de su muerte. Se hizo la carta el lunes 7 de junio de 1029, "reinando por la gracia de Dios el príncipe don Sancho, nuestro señor, y siendo conde su hijo don Fernando" (8). Ahora bien: esta Oneca, poseedora de tan rica herencia, que procede así con los nuevos señores de la tierra, parece no ser otra que la tía de la reina, la vieja hermana de Sancho García, que, llevada acaso a Córdoba por una exigencia de Almanzor, aparece a principios del siglo gobernando el monasterio de Cillaperlata, y más tarde encauzando la observancia monástica en Oña, al lado de su sobrina Tigridia.

La conquista del Cea. Conseguido el reconocimiento de su hijo por los castellanos, Sancho se apresura a sacar otro provecho del asesinato de León. Ha quitado a su hijo una porción importante de Castilla en la frontera oriental, pero quiere compensarle adquiriendo para él el correspondiente desquite en la región occidental. E l rey de León había concertado la boda de su hermana con el infante, dándole como dote las tierras discutidas del Cea y del Pisuerga, y el rey navarro estima que, muerto el infante, estas tierras pertenecen a su sucesor. Ve, además, que su conquista va a ser sumamente fácil, ya que cuenta con la adhesión del conde de Monzón, que tan rápidamente se había sometido al infante García, y acaso también con la del conde de Saldaña. E l Romanz asegura que fué el mismo conde de Monzón, Fernán Gutiérrez, quien le llamó para (8) Moret: Anales de Navarra, 1. XII, cap. IV, núm. 44. Esta Oneca es, al parecer, la misma de un documento de San Millán de 1 de mayo de 1033, por el cual un tal Juan le cede en calidad de caloña por haber dejado tuerto "ad meum congermanum de Aquilere" y por haber descuidado un pozo de agua que tenía, dando así ocasión a que se ahogase en él un niño, cede cuanto le pertenecía en Grisoleña "et nno potui pactare tan grande calumniam et pactavi pro me domna Oneca quatuor centos solidos et solvit me de iste pacto" {Cart. de S. Millán, pág. 119).

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castigar a los asesinos, y por su parte, la Crónica Silense nos dice que el rey Sancho se apropió en el reino de León la tierra entre los ríos Pisuerga y Cea, siendo niño el rey Vermudo III (9). Más que una conquista, debió ser aquello una mera ocupación, una ocupación que se realizó tal vez antes de dejar aquella tierra con el cuerpo del infante asesinado. Como antes las de los condes del Ebro, Sancho lograba ganar ahora las voluntades de los condes del Pisuerga, que debieron entregarle sin lucha sus castillos y rendirle vasallaje. Fernán Gutiérrez, que puso a su disposición las tierras de Monzón, es en el Romanz la personificación de aquel reconocimiento pacífico. E l 11 de marzo de 1030, un documento de Sahagun otorgado en el territorio de la ciudad de Cea podía fecharse diciendo que "reinaba el rey Sancho en Cea y el rey Vermudo en León" (10). Y otro, dos años posterior, nos informa de

(9) Siquidem Sancius Cantabriensium, post mortem Adefonsi Galleciensium principes Veremundo teneris annis impedito, partem regni sui, videlicet a flumine Pisorga ad usque, Ceia suo Dominio mancipaverat" (Hist. Silense, edición de Santos Coco, pág. 65). Vermudo tenía por este tiempo de once a doce años, pues había nacido en 1017. Menéndez Pidal pondera la fidelidad histórica de la epopeya, al relacionar esta primera guerra de Sancho contra León con el suceso trágico del infante García Ningún otro relato antiguo nos dice cosa semejante, pero a la luz del caso de Fernán Gutiérrez llegamos ai convencimiento de que los juglares tienen razón "cuando nos dicen que eí proyectado matrimonio del infante García con la infanta de León fué un hecho conjunto a la anexión a Castilla de las tierras de León entre el Cea y el Pisuerga, según lo muestra el ir con un ejército el novio y su cuñado Sancho el Mayor hasta Sahagún, "cum suo exercito usque ad Sanctum Facundum", como dice el Toledano, esto es, hasta el río Cea" (El infante García y Sancho antiemperador, 1. c, pág. 73). (10) "Rege Sancho, in Ceia et rege Veremudo ib Legione" (Vignau: índice de los documentos de Sahagún, núm. 830). Desde 'esta fecha, casi todos los documentos de Sahagún se calendan con el rey Sancho, indicio de que el dominio del navarro se extendía hasta el terreno mismo del monasterio. 26 de abril de 1031: Donación de la condesa doña Toda a Sahagún, "regnante rege Sancio in Castella" (Ibid., núm. 832). 1031: Donación de Fernando Munniz y su mujer Eldonza, "Sanctio rege et regina domna Maiore in Legione" (Ibid., núm, 834). 9 de abril de 1032: Donación de Elvira Fagilaz, "regnante Sancio rex in solio patris sui" (Ibid., núm. 836). 1032: Donación de Rodrigo Hermegildez, "regnante Vermudo rege in Legionem" (Ibid., núm. 837). 1032; Doña Infante da a Muza sus bienes en Cea "pro que saques filia mea,

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que el rey Sancho de Pamplona tenía un palacio en Monzón, donde padecían cautividad algunos caballeros leoneses, víctimas, sin duda, de su fidelidad a Vermudo III. Es el momento en que Vermudo se decide a obrar enérgicamente contra el principal de los rebeldes y contra sus auxiliares. E l 24 de junio de 1032 procede contra dos familias de infanzones, la de Juan Vela y Annia Velidiz, con sus respectivas mujeres, Foilo y Vita, confiscando sus bienes "porque dejaron, dice, nuestro servidio y levantaron sobre sí otro señor, que es nuestro infiel Fernán Gutiérrez, el cual hizo mucho mal a nuestra causa" (11). L a presencia del conde de Monzón en la corte del rey de Navarra, en sus residencias de Cea y de Monzón, por esta época, es una prueba más de que Sancho había logrado rectificar favorablemente el mapa de Castilla por aquella región occidental, realizando así una aspiración secular de los castellanos. Sin embargo, el conde de Cea, Munio Muñoz, que era acaso un Beni-Gómez, continuaba al lado de Vermudo III en 1034, y con respecto a la familia condal de Saldaña, se observa un extraña vacilación. A la muerte de García Gómez empieza a figurar como

domna Frollo, de kaptivitate de palacium regis domni Sancionis de Mónteseme. Et post sakavit Muza ipsa muliere Frollo de kaptivite de palatio regis Santium" (Ibid., núm. 838). 13 de febrero de 1033: "Rege Sancio in Castella et rege Veremudo in Legione" (Ibid., núm. 839). 15 de noviembre de 1033: "Sancio in Pampilona et Ceia et Veremudo in Legione (Ibid., núm, 840). 26 de mayo de 1034: "Rege Sancio in Legione" (Ibid., núm. 841). 28 de junio de 1034: "Regnante Veremudo aput Legionem" (Ibid., núm. 842). 15 de octubre de 1034: Carta de arras de Assur Gómez a Muniadonmna Ovequiz, "regnante rex Sancio principe nostro in Leone" (Ibid., núm. 943). 15 de marzo de 1035: "Regnante rege Veremudo in Legione" (Ibid., núm. 846). 8 de mayo de 1036: "Regnante Veremudo rex in Legione (I.bid., núm. 848). 11 de agosto de 1036: "Regnante Veremudo rex in Legione" (Ibid., núm. 850). 1 de diciembre de 1036: "Regnante Veremudo rex in Legione" (Ibid., núm. 851). 31 de enero de 1037: María "prolis Velasconi" hace una donación a Sahagún, "Veremudus serenissimus princeps qui confirmat. Xemene regina" (Ibid., núm. 852). 14 de enero de 1038: Donación de Sancha, viuda de Paterno Velázquez Sin indicación de rey (Ibid., núm. 853). 1 de agosto de 1038: Sin indicación de rey (Ibid., núm. 854). 29 de enero de 1039: "Regnante principe Fredinando prolis Sancionis Legionensis sedis" (Ibid., núm. 855). (11) Barrau-Dihigo: Chart. Roy León., en "Rev. Hispan.", 1. X , pág. 446.

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cabeza de la familia un hijo de su tío Fernando Díaz, llamado Diego Fernández, que aparece repetidas veces en la corte de Alfonso V desde 1016 a 1025, en que debió rebelarse contra el rey a juzgar por una carta del año siguiente. A l estallar el conflicto entre Vermudo III y Sancho el Mayor, los representantes de este inquieto linaje eran los tres hijos de Diego, Fernando, Gómez y Asur. Fernando aparece constantemente al lado de Vermudo durante estos años; Gómez Díaz, en cambio, sigue constantemente la causa de la dinastía navarra, lo cual, sin duda, influyó para que luego se quedase con el condado; Asur, más contemporizador, figura tan pronto al lado de Vermudo como en la corte de Sancho y Fernando. E l nombre de este magnate, padre del fundador de Valladolid, es un indicio de que Diego Fernández estaba casado con una dama del linaje de los Ansúrez, cancelando así las antiguas rivalidades que habían puesto frente a frente a estas dos familias de la región occidental de Castilla.

Sancho se proclama rey de León. Sancho triunfaba, pero su ambición iba más lejos todavía. Con una visión casi profética de los acontecimientos, adivina que la misma corona de León puede caer sobre su frente o sobre la de sus hijos. Codicia el título imperial de los reyes leoneses, y de la misma manera que antes de la muerte del infante García había afirmado su dominio sobre Castilla, así desde ahora empieza a llamarse rey de León. Lo mismo en Sahagún que en San Millán, en Cárdena y en Valpuesta, encontramos desde 1030 y 1031 escrituras que nos presentan ya a Sancho el Mayor como rey de León (12). Era, sin duda, la consigna de la corte, donde había (12) Aunque ninguna de ellas es original, no es posible suponer que todas ellas tengan un error en la fecha Citaremos una de cada uno de los centros citados: 12 de febrero de 1030: "Regnante rex Sancio in Castella et in Legione" (Barrau-Dihigo: Chartes de Valpuesta, en "Rev, Hisp.", t. VII, pagina 359). 1 de enero de 1030: "Rex Sancio in Legione et comité Fernando

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surgido el propósito de echar de la ciudad regia a Vermudo III. A l apoderarse de las tierras del Cea había podido presentar como pretexto las antiguas reclamaciones castellanas y el tratado reciente del infante García con el rey Vermudo; no sabemos cómo justificaría la nueva agresión. E l hecho es que ya en los comienzos de 1030 Sancho hacía publicar sus propósitos, agregándose el título de rey de León, que se encuentra en la calendación de varias cartas de ese año, procedentes de regiones distintas. "Reinando el rey Sancho en León y en Castilla", decía uít notario de

Los obispos del Concilio de Jaca (1063).

Valpuesta el 12 de febrero"; "el rey Sancho en León y el conde Fernando en Castilla", rezaba un diploma de Cárdena el primer día del año; "reinando Sancho rey en León y en Castilla", leemos en otro de San Millán que lleva la fecha del 7 de marzo de 1032. E l mismo rey, en el acta de traslación del cuerpo de San Millán, realizada el 14 de mayo de 1030, llamándose pomposamente rey de las Españas (13), declara que "reinaba en Nájera, en Castilla y en León". in Castella" (Bec. de Gara., pág. 70). 1031: "Sancio rege et regina Domna Maiie in Legione" (Vignau: índice de doc. de Sahagún, núm. 834). 7 de marzo de 1032.: "Regnante Sancius rex in Legione et in Castella" (Cart. de 8. Millán, pág. 118). (13) Observa Menéndez Pidal que este título s sospechoso y que pudieron introducirle falsamente los monjes de San Millán, como hicieron con otros documentos, uno, por ejemplo, del rey García Sánchez, del año 929 (El infante García y Sancho antiemperador, 1. c, pág. 67). Desde luego, es desusado en nuestros diplomas de aquel tiempo, pero no puede excluirse en absoluto su autenticidad en este privilegio y en algún otro de Sancho el Mayor. e

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Esto, como había sucedido con el condado castellano, no era más que un anuncio de la ofensiva que se preparaba, y que en realidad estaba ya desarrollándose más o menos clandestinamente por medio de los partidarios que Sancho el Mayor había logrado atraerse. E r a la reproducción del procedimiento seguido en Castilla durante los años anteriores. Sancho contaba en León con los familiares de su madre la reina Jimenza, la prolífica y opulenta familia de Fernando Vermúdez y su mujer Elvira; allí tenía también a su hermana Urraca, la madrastra del rey leonés, y sin duda estaba también en connivencia con el prelado compostelano y otros magnates rebeldes a Vermudo III (14). E n Castilla había logrado tener fortalezas situadas en el corazón del condado antes de apoderarse de él; así hace también ahora en su ofensiva leonesa. En agosto de 1032 había ya por tierras de Lugo tropas vascongadas, que desde un castillo inexpugnable atizaban los desórdenes y mantenían la inquietud en el país. En una carta del día 30, Vermudo nos cuenta la historia de un magnate llamado Rodrigo Romaniz, sobrino de Suero Gundemáriz, el que tanto había dado que hacer a Vermudo II. Siguiendo la tradición familiar, Rodrigo se rebela contra el rey leonés, y se mantiene en su rebeldía con ayuda de los vascones, que se habían hecho fuertes en una peña que se alzaba no lejos de Lugo (15). Y lo más curioso es que por el mismo tiempo Urraca, la madrastra del rey, la hermana de Sancho el Mayor, continúa al lado del tierno príncipe, ejerciendo una gran influencia en los negocios del reino. E l 10 de mayo de este año 1032, Vermudo, "simul cum amita mea Urraca", da una villa a la iglesia de León, y entre los confirmantes encontramos, después del nombre del rey, el de "Urraca regina et Christi Ancilla" y el de otros muchos magnates (16). Por otra donación del 25 de agosto

(14) López Ferreiro: Hist. de Santiago, t. II, págs. 465-466. (15) E . S., t. X L , ap. X X V , pág. 410. (16) Es una donación a la iglesia de León (Tumbo de León, fol. 18). Después del rey y su madrastra confirman "Comes Petrus Froilaz, Piniolo Xemeniz, Fernandus Munioz, Pelagius Froilaz, Sancio Xemeniz, Xemenus Froilaz, Froila Munnioz, Fredenandus Munioz, Nepocianus Osoriz, Rodericus Ve-

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del mismo año sabemos que mientras los guerreros vascones perturbaban las provincias gallegas, la hermana de su rey seguía imponiendo su voluntad en la corte, a pesar de que en ella se encontraban también las tías del rey, Elvira y Sancha. No es aventurado sospechar que el tierno príncipe vivía preso de una camarilla al frente de la cual se encontraba su misma madrastra. E l hecho es que por este tiempo intenta romper aquellos lazos, aunque su actitud le traiga una ruptura con el rey de Pamplona. Va a cumplir ya los dieciséis años, y como el infante García, al llegar a esta edad quiere imprimir una dirección personal a los negocios. Se ve rodeado de enemigos y traidores, unos manifiestos, como Fernán Gutiérrez; otros ocultos, como algunos de aquellos magnates que aconsejan a la regente, y otros calculadores, como el voluble Fernán Laínez, que desde los comienzos de 1030 se oculta a nuestras miradas y no volverá a aparecer hasta que la situación se defina claramente en favor del navarro (18). Parece ser que en el otoño de 1032, Vermudo debió decidirse a realizar enérgicamente su liberación. Después de las medidas tomadas en agosto contra Sisnando Galiariz, que con sus violencias, robos y asesinatos era el terror de la iglesia de Compostela y de la región circundante, la amita no vuelve a aparecer confirmando las cartas

remudis". E l 6 de agosto del año anterior, otra donación de Vermudo. "Cura tia mea domna Urraca regina, Garseani regis filia, tibi fideli nostro comité Froila Moinioz", concediéndole la villa "quam dicunt regis... E t pro confirmandam hanc scripturam accepimus de te kavallo colore mauricello valente solidos D, et accipiter mutato uno obtimo". Confirman el rey, la reina Urraca, hija del rey García; Servando, obispo de León; Alvaro Ordóñez, conde; Pedro Lainez, conde; Fafila Petriz, Nepociano Osóriz, Adega Pelagiz, Didago Tidenándiz, Trescinio Vimaray, Annaia Veremundiz, Eita Fortuniz, Guitier Feles, Eita Citiz, Fernando Nuniz (Obispado de León, doc. núm. 134). (17) Es la carta en que Vermudo cuenta los desmanes del rebelde Sisnando Galiariz. Con la reina confirman las infantas Elvira, Sancha, Teresa y Sancha, la hermana del rey (E. S., t. XIX, págs. 194 y 394). (18) E l 22 de febrero, Fernán Lainez confirma una carta del obispo de León Servando (Tumbo de León, fol. 289). Después no encontramos su nombre hasta que Sancho se apodera de la ciudad regia, 1034, año en el cual nos le presentan tres veces las cartas de Sahagún (A. H . N . , Sahagún, P.-477, 478 y 452).

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reales de León (19), y la tensión se aumenta entre leoneses y navarros.

Vermudo, despojado. A fines de aquel mismo año debió haber un acto solemne de paz. Sancho el Mayor logra imponer en la corte leonesa el casamiento de su segundo hijo, Fernando, con la hermana del rey Vermudo, Sancha, la que había sido desposada del infante García, consiguiendo así reunir en un vastago suyo cuanto debiera haber pertenecido al biznieto de Fernán González, el condado, las márgenes del Cea y la mano de la infanta leonesa (20). L a mano de la infanta era a sus ojos un número más en la herencia que le correspondía por la muerte del infante castellano. Esto, sin embargo, no le impedía seguir pensando en sus proyectos de invadir el reino de Vermudo. A l contrario, no se habían apagado aún las alegrías de la boda cuando se reanudaban las hostilidades y Sancho llegaba triunfante hasta la ciudad de Astorga antes de terminarse el año 1033. E n donación al monasterio de Leire, hecha el 26 de diciembre de 1032, Sancho se dice reinar en toda Gascuña, en toda Castilla, en León y en Astorga, y el 19 de marzo de 1033, en un documento de San Juan de la Peña, afirma ya que reinaba "in Aragone, et in Castella, et in Legione, de Zamora usque in Barchinona et in cuneta Gasconia imperante". De acuerdo con estas donaciones, otra de San Millán del 7 de mayo nos asegura que "el rey Sancho reinaba ya desde Ribagorza hasta Astorga" (21). No obstante, las escrituras otorgadas en la ciudad de (19) Hay diplomas de Vermudo del 16 de septiembre de 1033, del 23 de enero del 1034, otro de 1034 y varios de los años siguientes, y en ninguno de ellos volvemos a encontrar el nombre de la reina Urraca, que debió buscar un refugio en la corte de su hijo. (20) Es interesante observar que a fines de 1032 y principios de 1033, las cartas de Sahagún vuelven a señalar "que el rey Vermudo reinaba en León" (Véase la nota 10 de este mismo capítulo). (21) Magallón: Documentos de San Juan de la Peña, núm. X X X V I I . En

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León en todo el año de 1033 nombran por rey a Vermudo, y existe una del 9 de enero de 1034 en que sigue figurando la cláusula "regnante Veremundo rege in Legione". Uno o dos días después de esta fecha debió ser la entrada del ejército navarro en la ciudad regia, puesto que desde el 13 de enero todas las escrituradel Tumbo leonés llevan el nombre del rey Sancho (22). Se había dado el último paso de la guerra: la toma de la capital de Vermudo. Sancho dominaba en todo el norte de España, desde Cataluña hasta la entrada de Galicia; las armas le habían dado Ribagorza y Sobrarbe; los condes de Gascuña y Barcelona se habían declarado vasallos suyos; una muerte a tiempo le había hecho dueño de Castilla, y una nueva violencia acababa de poner en sus manes la mejor parte del reino de León. Sólo le faltaba Galicia, adonde se había retirado el rey Vermudo; pero, indudablemente, Galicia caería también: basta un nuevo avance hacia Occidente, o si no, una nueva maniobra en torno a la vida del adolescente Vermudo, como la que se había urdido para eliminar al infante castellano. Por algo había tenido el rey Sancho tanto empeño en el casamiento de su hijo Fernando con la hermana del rey leonés.

cambio, otro del mismo año, mes y día pone solamente "Sancio in Aragone, et in Pampilona et in Castella" (Ibid., núm. XXXVIII). En realidad, lo que sacamos de la lectura de los documentos es una impresión de la confusión que reinaba en León y en su provincia. Los Anales Complutenses nos dicen que el año de la toma de Astorga por Sancho fué el 1034: "In era M L X X I I presit Sancio rex Astorga" (E. S., XXIII, pág. 313). Y es probable que tengan razón, a pesar de los documentos que cito en el texto, y que pueden indicar más bien los deseos del navarro que el reflejo de la realidad, como sucede cuando habla de León. E l 23 de enero de 1034, Vermudo III daba todavía a un presbítero llamado Florencio un monasterio "in civitate mea, quam vocitat Graliare", en Grajal de Campos, al sur de Sahagún (Bec. Gót_ de Sahagún, fol. XIII, 1. I, núm X X I X ) , y el 15 de noviembre del año anterior, una carta de este monasterio se calendaba en la forma siguiente: "Sancio in Pampilona et Ceia et Veremudo in Legione'' {índice de doc. de Sahagún, número 840). (22) Risco: E. S., t X X X V , pág. 43; Hist. de León, pág. 264 "En el Tumbo de León—dice Menéndez Pidal—hay escrituras c©n la mención del rey Sancho del 13 de enero, 9 de febrero, 25 de abril, 4 de mayo y 6 de julio de 1034 y del 2 de febrero de 1035" (L. c, pág. 70, nota).

bo

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E l 13 de enero de 1034, a los tres o cuatro días de su entrada en León, confirma una carta por la cual una dama de su hermana la reina Urraca establece en la ciudad el monasterio de San Pedro. Y dice altivamente: "Yo el serenísimo príncipe, el gran Sancho, por la gracia de Dios piadoso y grande, lo apruebo y confirmo con mi propia mano" (23). Con él está también su madre Jimena, que el mismo año, probablemente pocos días después, entrega su hacienda al nuevo monasterio. Tal vez no faltaba tampoco su hermana Urraca, la que poco antes dirigía la política leonesa, aunque no podemos afirmarlo; pero estaban seguramente Gómez Díaz, el conde de Saldaña; Fernán Gutiérrez, conde de Monzón; Servando, obispo de León; Froilán, obispo de Oviedo, y Pedro, obispo de Astorga. Todos ellos firman con él una escritura del 22 de febrero del 1034, reconociendo la autoridad del nuevo rey con sus territorios respectivos (24), y a ellos hay añadir el nombre de Fernán Laínez, que reaparece desde ahora en las cartas leonesas.

El conde Fernando y el rey Vermudo. Sancho el Mayor murió sin realizar sus proyectos. A l año y unos días después de haberse apoderado de León dejó de existir, cuando podía prometerse todavía muchos años de vida. Moret fija su muerte el 10 de febrero de la era 1075, fecha que puede considerarse bien establecida (25). E l 2 de este mes todavía se escribe en León un diploma con su nombre; el 16 ya figura el rey Vermudo. No era viejo todavía, puesto que aún vivía su madre, y su esposa vi(23) Tumbo de León, fols. 296-297. (24) Tumbo de León, fol. 113. (25) Moret parece demostrar que Sancho el Mayor murió a fines de enero o principios de febrero de 1035 {Anales de Navarra, 1. XII, cap. IV, números 108 y 114). Hay sin embargo, en el Cartulario de San Millá7i (págs. 120122) una escritura en que aparece Sancho el 6 de agosto de dicho año. Dice el Silense que por ausencia del primogénito García, que se encontraba entonces'en Roma, fué Fernando quien "cura magno honore, ut tantum decebat patrem apud, Oniense cenobium humari fecit (Ed. S. Ceco, pág. 64). 7

Cervat os: ábside de la iglesia.

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vira aún más de treinta años. Entonces pudo verse que en sus conquistas le guiaban más bien anhelos y ambición que ideales de unidad peninsular. Quería tierras para repartir entre sus hijos, y el reparto le hizo $1 mismo antes de morir: el primogénito heredó Navarra, ampliada con una gran parte de Castilla; Fernando, dice el Tudense, gobernó la Castilla guerreadora con la parte leonesa últimamente conquistada; Ramiro, hijo de otra mujer, tendrá su parte en los condados pirenaicos de Sobrarbe, Rivagorza y Aragón, convertidas en reinos.

Moderación del hijo de Sancho el Mayor. "Por lo demás, prosigue Lucas de Tuy, el rey Vermudo quedó dueño de su reino, desde los últimos confines de Galicia hasta el río Pisuerga, que entonces separaba el reino de los cántabros" (26). Sería mejor, acaso, decir hasta el Cea. A l suceder a su padre, Fernando renuncia a las últimas conquistas de su padre, conservando únicamente las tierras entre el Cea y el Pisuerga, que, disputadas antaño por Castilla y León, habían pasado definitivamente a Castilla, como dote de la infanta leonesa doña Sancha. E l 16 de febrero, una semana después de la muerte de Sancho el Mayor, figuraba ya Vermudo como rey de León. Fernán Láinez, que desde el año 1034 había reaparecido en la política al lado de Sancho de Navarra, vuelve a figurar ahora a las órdenes de Vermudo como gobernador de la capital. E l que antes había gobernado en nombre del de Navarra, se queda en León, abre las puertas de la ciudad a su antiguo señor, le promete obediencia y vasallaje y sigue en su puesto. Otro tanto hace Gómez Díaz, conde de Saldaña, personaje importante de la corte de Sancho el Mayor, que empieza a figurar ahora en la corte de Vermudo (27). Esto nos da una alta idea (26) Chronicón mundi, en "Hispania Illustrata", t. IV, 1608, pág. 91; Historia Silense, ed. Santos Coco, pág. 64: "Fredenandum vero Castella bellatria jussione patria pro gubernatore suscepit". (27) E l día siguiente, Vermudo, "con su mujer la reina Jimena" de Cas-

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de la moderación del nuevo conde castellano y de sus procedimientos, muy distintos de los de su padre. L a paz reinaba entre el conde de Castilla y el rey leonés. E l 20 de enero de 1036, Vermudo, "pequeño por la edad, esclarecido por la ciencia, estando en el año décimo octavo de su vida", repara al monasterio de Sahagún agravios que le habían hecho los Beni-Gómez, y entre los que confirman el documento está su hermana Sancha, la condesa de Castilla (28). Tal vez su presencia en León obedezca a la celebración tilla, ratifica la restauración de la iglesia de Palencia. Confirman "Nepzano Osoriz, armiger regis, Asur Didaz, Gómez Didaz" (Arch. Cat. de Palencia, 65). E l 15 de marzo, una carta de Sahagún se calendaba en la forma siguiente: "Regnante rege Veremudo in Legione" (Ind: de doc. de Sahagún, núm. 846). Vemos en este documento cómo los dos hermanos Asur Díaz, padre del engrandecedor de Valladolid, y Gómez Díaz, abuelo de los infantes de Carrión del. Cantar de Mío Cid, siguen la corte de Vermudo en febrero de 1035, desconcertados por la muerte inesperada de Sancho el Mayor, a quien habían ofrecido sus servicios. Es de interés trazar aquí un esquema de la dinastía de los Beni Gómez, que encuentro bastante confusa en nuestros historiadores. Empieza con Diego Muñoz, el amigo de Fernán González, que desaparece poco después de 950. En 960, las cartas reales de León nos dan a conocer a su hermano Gómez Muñoz y a su hijo Fernando Díaz. Sin embargo, su sucesor en el condado debió ser Gómez Díaz, que por su casamiento con Nuña, hija de Fernán González, tenía el apoyo del conde de Castilla. Su nombre figura en los diplomas reales desde el año 960 hasta el 986. U n año antes encontramos ya a su hijo y sucesor García Gómez, el que se va con los moros y muere en 1009 por defender la causa de Sanchuelo. E n 13 de noviembre de 1008 encuentro una carta de Liébana calendada en esta forma: "Sancio in Castella, comité nostro Monite in Sullania et in Leuanes" (A. H . N . , Cart. de Liébana, fol. 27 a. c ) . Sospecho que este Monite es Munio Fernández, hijo de Fernando Díaz y nieto de Diego Muñoz, que firma los documentos reales en los comienzos del siglo XI, hasta que por su rebeldía le despoja Alfonso V, que en una carta de noviembre de 1013 le llama "infidelem meum". Desde este momento ocupa su lugar su hermano Diego Fernández, que firma cartas de Alfonso V en 1016, en 1019, en 1024 y en 1026. También Diego parece haber seguido el ejemplo de todo su linaje, pues una carta de 1026 alude a su rebelión en la ciudad de Cea. Consigue, sin embargo, la gracia de Vermudo III, a cuyo lado figura dos veces en 1028, pero sin la devolución del condado de Cea, que ocupa en este año Munio Muñoz, hijo acaso de Munio Fernández. Aparece por última vez al lado de Vermudo III en noviembre de 1032, pero en esta fecha empiezan ya a figurar sus hijos Gómez, Asur y Fernando. (28) A . H . N . , Bec. Gót. de Sahagún, fol. VI, 1. I, núm; 10 " A multis

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del casamiento de su hermano con la infanta castellana Jimena, la última de las hijas del conde Sancho García. L a unión hubo de celebrarse efectivamente por esta época, puesto que en los primeros días de 1037 ya vemos el nombre de Jimena reina junto al del rey Vermudo (29). Tal vez en este matrimonio hubo también alguna intención política, aunque no es fácil adivinarlo. ¿Pensaría Vermudo atraerse con él la colaboración de un partido castellano contrario a la dinastía navarra? Es un hecho que no había renunciado a las tierras del Cea y el Pisuerga, tal vez porque veía un negocio turbio en la cesión que se había hecho cuando su madrastra mandaba, y parece seguro también que alimentaba sentimientos de resentimiento y de venganza contra el hijo de su antiguo vencedor. Fernando trataba de desarmarle prescindiendo del título de rey que llevaban sus hermanos. Castilla seguía figurando entre los Estados cristianos de la Península como un simple condado, según aparece, en los dos únicos documentos castellanos que se conocen entre la muerte del rey Sancho y la batalla de Tamarón. Los dos son del mismo día, primero de enero de 1037, aunque de distintos escritorios, pues el uno procede de Arlanza y el otro de Covarrubias. E n uno y otro la calendación es la misma, "siendo rey Vermudo y conde Fernando, cada cual en su reino" (30).

Vermudo frente a Fernando. En la primavera de 1037, después de cumplir los veinte años, alentado tal vez por su mujer Jimena la castellana, se decide Vermudo a provocar al conde y pasa el Cea; Fernando responde preparándose a la lucha, pidiendo el auxilio de su hermano García nanque temporibus surrexit in regno Veremudus, prolis Adefonsi principis, etate parvus, scientia clarus, "annos habeng XVIII". Confirman "Sampiro, obispo de Astorga; Fernán Lainez... Ansur Didaz, Tarasia Deo vota, proles regis, Santia proles Adefonsi principis". (29) Escalona: Hist. de Sahagún, pág. 453. (30) Cart. de Arlanza, pág. 62; Cart. de Cov„ pág. 46,

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y tomando el título de rey de Castilla y de León. E l primero de julio de 1037 hace una donación a Arlanza, el monasterio donde descansaba el primer conde de Castilla, del cual quiere hacer también su monasterio familiar y el lugar de su sepulcro. Es un acto político por el cual pretende dejar bien claro que no solamente había heredado el nombre, sino también la sangre del gran conde que allí estaba enterrado, y con el nombre y la sangre, el valor, los derechos y las reivindicaciones. Y es ahora cuando por vez primera desde aquellas primeras firmas que ponía con su padre en las cartas de San Millán y San Juan de la Peña, se llama Fernando rey y da a su mujer el nombre de Sancha reina. Y el notario se decide a poner ya en la fecha la fórmula: "Reinando el serenísimo príncipe Fernando en León, en Castilla y en todo su reino" (31). Esto no era aún más que la primera respuesta a la provocación del leonés. Dos meses más tarde, el 4 de septiembre del mismo año, el ejército de Vermudo se encontraba con los de Fernando y García reunidos en el valle de Tamarón, sobre aquel Pisuerga tan codiciado, y después de un durísimo combate, Vermudo caía tendido en el campo (32). De esta manera trágica terminaba la dinastía de Ramiro II, y quedaban definitivamente realizados los proyectos de Sancho el Mayor. Aquel casamiento, por tanto tiempo deseado, de la hija de Alfonso V con su hijo Fernando convertía a éste de súbito en rey de León. Los leoneses le reconocieron, como ocho años antes habían reconocido los castellanos a su padre, y el 22 de junio de 1038 se celebró en León la coronación solemne del nuevo rey.

(31) Cart. de Arlanza, págs. 63-66 "Ego Fredenando sub gratia Dei principe, prolis Santionis regis, una pariter cum conjuge propria Sanctia regina, Adefonso principe filia... Ego Fredinando rex principem et Sanctia regina...; regnante serenissimo principem Fredinando in Legione et Castella et in omni regni sui... Ego Fredinando rex... Ego Sanctia regina." (32) Sítense, ed. Santos Coco, pág. 67. L a fecha de la muerte de Vermudo III nos la da el pequeño Cronicón de Salterio de Fernando I, que dice: "Obitum Veremudi regis in bello pugnator fortis die IV feria mensis septembris, era T L X X V . " E l mismo documento nos da también la noticia de la consagración de Fernando I : "Ordinatio domini Fredinandi regis in Lejone X kalendas Julias, era T L X X V P " (López Ferreiro: Hist. de la iglesia de Santiago, t. II, apénd. núm. XCII, pág. 225). De la misma manera que Fernando se

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Pervivencia del alma de Castilla. Aparentemente, la obra de Fernán González desaparecía juntamente con la dinastía por él fundada. Fernando I será ante todo rey de León. Si en los primeros años de su gobierno había dirigido los ojos hacia el monasterio de Arlanza, considerándole como su panteón familiar, ya que la tierra y el monasterio de Oña estaban en poder de su hermano, desde este momento serán León y la abadía leonesa de Sahagún los lugares favoritos de su residencia y los centros de la monarquía. Desmembrada por Navarra y absorvida por León, Castilla corría el riesgo de desaparecer como una fuerza independiente y distinta. Todas las luchas de Fernán González y sus sucesores habían servido únicamente para que los notarios pudiesen poner en sus escrituras esta fórmula que parecía un puro pleonasmo: "Reinando el príncipe Fernando en León y en Castilla". E l condado, ciertamente, acababa de convertirse de una manera definitiva en reino, realizándose así un anhelo secular, pero el eje de la política se había concentrado nuevamente en la vieja capital de los Alfonsos y los Ramiros. De hecho, esto era sólo una pura apariencia. Castilla seguía siendo una fuerza tal, que ni las crisis interiores, ni las divisiones convencionales de los reyes, ni las circunstancias políticas adversas serían capaces de debilitarla, ni menos de sofocarla. Aunque León se presentase con su esplendor de ciudad regia y con su preshabía preparado a la lucha con una donación al monasterio de Arlanza, así Vermudo, en medio de los prepartivos guerreros, imploraba el auxilio del cielo protegiendo y enriqueciendo al monasterio de Celanova con un privilegio que lleva la fecha del 9 de julio de 1037, y que es el último otorgado por él. Empezaba con estas palabras: "Nos exigui famuli tui Veremudus princeps, prolis Adefonsi, cum conjuge mea Scemena regina." Confirman, entre otros, "Sancius dux, Velasconi prolis, qui tune cum Dei adjuratorio domino erat in illa térra, Gundisalvus Fradiuldiz, primeclerus Garsea Ossoriz, Fernando Arias, Roderigo Ordoniz, Ocherio Mitiz, comes, Vermudo Ordoniz, comes, Petro Alvariz, Roderico Osoriz, Nepocianus Osoriz, armiger regis, Pelagius Munniz, Quintila Didaz, Arias Fernández" (Barrau-Dihigo: Notes et documents sur Vhist. du roy. de León, en "Rev. Hisp"., 1903, X , pág. 451).

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tigio imperial y unitario, la unión con esa fuerza nueva, viva y madrugadora había de hacer resaltar su íntima inferioridad, más aún que la separación antigua. Y por lo que se refiere a la polí-

SCCTncnK rtOVfc, (Tumbo de Santiago.)

tica de Sancho el Mayor, lo que en realidad quedó como obra perdurable y como férreo instrumento para la realización del fin supremo de la reconstitución de la patria, fué aquella Castilla que

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él y sus ascendientes se habían esforzado por destruir, en lucha casi secular contra Fernán González y los condes que le sucedieron y que templado su espíritu recio y pujante en la adversidad de los tiempos de Almanzor, se rehace inesperadamente e irrumpe hacia el sur con un ímpetu que desconocen los antiguos reinos. Del caos introducido por el genio torvo del gran rey navarro, paladín de una España f eudalizante y sin sentido de unidad, en la que él debía ser el centro brillante de una constelación de señoríos, va a surgir con nuevo vigor la personalidad de la región castellana. Por el momento, alcaides con nombres nuevos ocupan los castillos de Poza, de Término, de Pancorvo, de Lantarón, de Oca, de Celórigo, de Cerezo y de Mendoza, pero la savia que por allí corre es la misma que vivifica a las gentes de Burgos, de Lara y de Gormaz. E l corte hecho a la Castilla histórica, en beneficio del rey García de Navarra, que ocupó Álava, Asturias de Trasmiera, Mena, V i Uarcayo, la Bureva, Montes de Oca y las tierras del Arlanzón, hasta las puertas de Burgos, será un motivo constante de inquietud y de lucha. L a protesta empieza desde el primer momento, puesto que observamos que algunos de los leales servidores de Sancho el Mayor, que tenían sus propiedades en las tierras cedidas a Navarra, como Ñuño Alvarez, Ñuño Vela, Gonzalo Núñez, Sona Sonaz y el mismo Pelagio Fernández, Armiger del nuevo rey, se pasan a la corte de Fernando. L a protesta se convierte pronto en acción armada, cuyas etapas principales son, primero, y como consecuencia de la batalla de Atapuerca y tercer fratricidio, en 1054, el avance hasta el Nervión por el norte de Castilla la Vieja, y hasta Pancorvo y Término por el Ebro; y luego, como consecuencia del cuarto fatricidio dinástico, el que, eliminó en Peñalen a Sancho IV de Navarra (1076), la restauración por Álava de los antiguos límites con el reino de Navarra y la ocupación en la Rioja de tierras cuyo dominio había sido un sueño constante de los condes castellanos, que nunca lograron realizar. Los mismos hijos de Sancho el Mayor se encargaron de deshacer la obra de su padre. Geográficamente, Castilla había ampliado sus fronteras; históricamente, había adquirido una importancia que nunca había tenido en los

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tiempos anteriores. Si durante el siglo x había luchado por su independencia, ahora consigue la hegemonía, y el rey Fernando I, deslumhrado anteriormente por la gloria imperial de León, se la reconoce implícitamente al tiempo de morir, cuando en el reparto de su reino entre sus hijos entrega al primogénito aquella Castella belfatriXj que se impone por su ruda vitalidad. E l fenómeno se repetirá varias veces, hasta que León y Castilla se unan definitivamente en la persona de San Fernando en la primera mitad del siglo XIII. En uno de los momentos más críticos para el condado castellano, cuando los nobles se aprovechaban de la menor edad del infante García, para satisfacer sus apetitos de ambición y codicia y Sancho comenzaba sus pérfidos avances por Castilla, un notario había imaginado el condado castellano al pie de un documento condal, a manera de un árbol que combatido violentamente por el viento se agarraba con fuerza a las rocas. E r a un símbolo lleno de profunda verdad. Habíase desencadenado el vendaval de las pasiones, habían estallado las tempestades, rudos golpes habían caído sobre las ramas y el tronco, pero después de las más duras vicisitudes por que puede pasar un pueblo, el árbol seguía en pie, lozano, vigoroso, florido y con pujanza tal, que sus brazos habían de extenderse por toda la haz de la tierra,.

ÍNDICE PÁGINAS

CAPITULO

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" "

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XVI.—Ordoño n i y Fernán González (951-956) 499 XVII.—La lucha definitiva (955-962) 529 XVIII.—Últimos años del buen conde (962-970) 575 XIX.—Comienzos de Garci Fernández (970-975) 629 XX.—Castilla, al frente de la ofensiva antiislámica (976-988) 659 XXI.—Las devastaciones de Almanzor (987-992) 677 XXII.—Últimos años de Garci Fernández (992-995) 725 XXIII.—Sancho García y Almanzor (995-1002) 771 XXIV.—Sancho García, arbitro del Califato (1002-1010). 803 XXV.—Sancho García y Alfonso V (1000-1017) 843 XXVI.—Sancho García y Sancho Garcés (1005-1017) ... 871 XXVII.—Últimos años de Sancho García (1011-1017) 899 XXVIII.—Minoría turbulenta del Infante García (1017-1028). 917 X X I X . — E l Infante García y la aristocracia leonesa (1029). 951 X X X — E l Infante y sus infanzones (1029) 977 XXXI.—Fernando Sánchez, conde de Castilla (1029-1038). 1003

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